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JAKOV J. BLUMKIN EL ESPIA QUE SE QUEDO EN EL FRIO Para mi Itaka Juan Antonio de Bias . L a Revolución rusa de octubre de 1917, noviembre en el calendario occident, significó el triunfo de la postura bol- chevique, pero el partido de Lenin que la había dirigido no la protagonizó en exclusiva. Toda la izquierda, que abarcaba desde anarquistas a socialistas revolucionarios, contribuyó con su eserzo a que se prodera el gran cambio y des- pués del triun pasó a colaborar en los cuadros del nuevo régimen. Uno de estos izquierdistas significativos es Jakov Blumkin, que tras partici- par en las luchas revolucionarias, siendo un estu- diante de 18 años, alcanzaría cargos de responsa- bilidad en la policía política creada por Lenin. Al mes del asalto al Palacio de Invierno, la dirección del Partido Bolchevique organiza un servicio especial para evitar o sancionar los com- plots contrarrevolucionarios que se armen contra el Estado de los Soviets. Con su perspicacia habi- tual para escoger hombres, Lenin pone la orgi- zación de vigilancia en manos de un revoluciona- rio poeta: Félix Dzerszinski (1). Este tiene cua- renta años hacerse cargo de la policía política, de ellos se ha pasado once en las cárceles zaristas, ha sido detenido siete veces y se ha gado cuatro. Es un buen prosional de la revolución ado en la lucha clandestina contra la Okrana, la eficaz policía secreta zarista. Por una orden del ComiCentral del Partido, en diciembre de 1917, se le encarga dirigir la «Comisión extraordinaria pan- rusa para la lucha contra la contrarrevolución, el sabote y la especulación». Como el nombre es muy largo se la conocerá por la abreviatura de sus iniciales: Cheka. La Cheka tiene su primer local en el edificio del Instituto Smolny, que e cuartel general de los soviets durante la insurrección de Petrogrado. En abril, con el traslado de la capital soviética a Moscú, la Cheka recoge sus bártulos y se muda, recibiendo un piso de la calle Lubianka, precisa- mente en el antiguo edificio en que tenía su sede la Compañía de Seguros de Moscú. Los agentes de la Cheka son elegidos por su pasado revolucionario sin considerar las ideolo- gías de procedencia. Así en la nueva policía se- creta habrá muchos soci-revolucionarios de iz- quierda y adjunto a la dirección del aparato figu- rará el. soci-revolucionario Alexandrovitch, que colocará a su correligionario Blumkin ente del departamento inteacional de la Cheka. Dzerszinski ante el exceso de trabo de su or- 56 ganización consigue un aumento de dotación y lo que será el mayor servicio de espionaje del mundo comienza a ncionar con cien agentes y cuatro automóviles. El jefe de la Cheka, cansado de ver a sus hombres patear en harapos las nevadas calles de Moscú, les cilita unos ertes chaquetones de cuero para protegerlos del frío. Esos chaquetones se convertirán en la prenda distintiva de la policía secreta comunista. Después de aplastar a los anarquistas y detener la ola de especulación en el mercado negro la Cheka parece el aparato incondicional del Partido Bolchevique, pero las divergencias van a estallar con motivo de la situación germano-soviética. Tras cuatro años de guerra con los alemanes, Le- nin había interpretado que la paz era el camino para anzar la revolución y dispuesto a conse- guirla los representantes comunistas firmaron una paz con los imperios centrales en Brest-Litovsk. Pero las condiciones alemanas eron leoninas y sus ejércitos se aseguraron el control de las zonas rusas ocupadas, incluida la cereista Ucrania. Ese armisticio pareció una equivocación a los social-revolucionarios, partidarios de proseguir las hostilidades para que en Alemania el cansancio de la guerra prodera una rebelión que acabara con el dominio del Kaiser. La erza política de los . social-revolucionarios se basaba en sus 353 dipu- tados que estaban en minoría parlamentaria ente a los 773 representantes bolcheviques. Ante la

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JAKOV J. BLUMKIN EL ESPIA QUE SE QUEDO EN EL FRIO

Para mi Itaka

Juan Antonio de Bias

.

La Revolución rusa de octubre de 1917, noviembre en el calendario occidental, significó el triunfo de la postura bol­chevique, pero el partido de Lenin que

la había dirigido no la protagonizó en exclusiva. Toda la izquierda, que abarcaba desde anarquistas a socialistas revolucionarios, contribuyó con su esfuerzo a que se produjera el gran cambio y des­pués del triunfo pasó a colaborar en los cuadros del nuevo régimen. Uno de estos izquierdistas significativos es Jakov Blumkin, que tras partici­par en las luchas revolucionarias, siendo un estu­diante de 18 años, alcanzaría cargos de responsa­bilidad en la policía política creada por Lenin.

Al mes del asalto al Palacio de Invierno, la dirección del Partido Bolchevique organiza un servicio especial para evitar o sancionar los com­plots contrarrevolucionarios que se armen contra el Estado de los Soviets. Con su perspicacia habi­tual para escoger hombres, Lenin pone la organi­zación de vigilancia en manos de un revoluciona­rio poeta: Félix Dzerszinski (1). Este tiene cua­renta años al hacerse cargo de la policía política, de ellos se ha pasado once en las cárceles zaristas, ha sido detenido siete veces y se ha fugado cuatro. Es un buen profesional de la revolución forjado en la lucha clandestina contra la Okrana, la eficaz policía secreta zarista. Por una orden del Comité Central del Partido, en diciembre de 1917, se le encarga dirigir la «Comisión extraordinaria pan­rusa para la lucha contra la contrarrevolución, el sabotaje y la especulación». Como el nombre es muy largo se la conocerá por la abreviatura de sus iniciales: Cheka.

La Cheka tiene su primer local en el edificio del Instituto Smolny, que fue cuartel general de los soviets durante la insurrección de Petrogrado. En abril, con el traslado de la capital soviética a Moscú, la Cheka recoge sus bártulos y se muda, recibiendo un piso de la calle Lubianka, precisa­mente en el antiguo edificio en que tenía su sede la Compañía de Seguros de Moscú.

Los agentes de la Cheka son elegidos por su pasado revolucionario sin considerar las ideolo­gías de procedencia. Así en la nueva policía se­creta habrá muchos social-revolucionarios de iz­quierda y adjunto a la dirección del aparato figu­rará el. social-revolucionario Alexandrovitch, que colocará a su correligionario Blumkin al frente del departamento internacional de la Cheka.

Dzerszinski ante el exceso de trabajo de su or-

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ganización consigue un aumento de dotación y lo que será el mayor servicio de espionaje del mundo comienza a funcionar con cien agentes y cuatro automóviles. El jefe de la Cheka, cansado de ver a sus hombres patear en harapos las nevadas calles de Moscú, les facilita unos fuertes chaquetones de cuero para protegerlos del frío. Esos chaquetones se convertirán en la prenda distintiva de la policía secreta comunista.

Después de aplastar a los anarquistas y detener la ola de especulación en el mercado negro la Cheka parece el aparato incondicional del Partido Bolchevique, pero las divergencias van a estallar con motivo de la situación germano-soviética. Tras cuatro años de guerra con los alemanes, Le­nin había interpretado que la paz era el camino para afianzar la revolución y dispuesto a conse­guirla los representantes comunistas firmaron una paz con los imperios centrales en Brest-Litovsk. Pero las condiciones alemanas fueron leoninas y sus ejércitos se aseguraron el control de las zonas rusas ocupadas, incluida la cerealista Ucrania.

Ese armisticio pareció una equivocación a los social-revolucionarios, partidarios de proseguir las hostilidades para que en Alemania el cansancio de la guerra produjera una rebelión que acabara con el dominio del Kaiser. La fuerza política de los . social-revolucionarios se basaba en sus 353 dipu­tados que estaban en minoría parlamentaria frente a los 773 representantes bolcheviques. Ante la

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imposibilidad de ganar en el parlamento deciden pasar a la insurrección armada.

En los primeros días de julio de 1918 se celebra en Moscú el V Congreso Panruso de los Soviets y los social-revolucionarios se preparan para abor­tarlo. Nombran a Alexandrovitch, el segundo jefe de la Cheka, responsable de la operación y prepa­ran dos mil hombres de confianza apoyados por sesenta ametralladoras, seis cañones de grueso ca­libre y tres autos blindados.

En la mañana del seis de julio se produce la rebelión. Al mismo tiempo y para introducir un elemento de complicación internacional el comité central social-revolucionario decide el asesinato del conde Mirbach, embajador alemán en Moscú. Aquí entra Blumkin como protagonista de la histo­ria. Aprovechando su cargo en La Cheka prepara el atentado y falsifica un «dossier» sobre un oficial alemán prisionero acusado de espionaje y también apellidado Mirbach, lo que facilita una entrevista con el embajador germano, lógicamente intere­sado. Blumkin en unión del chekista Andreiev pa­san a la embajada gracias a sus papeles de identi­ficación. Los novatos terroristas disparan contra el conde Mirbach, que herido logra refugiarse en otra sala. Comienza un tiroteo contra el agregado militar que acude en ayuda de su embajador. An­dreiev lanza una granada pero se olvida de qui­tarle el seguro y Blumkin se arrastra entre los tiros hasta recuperar la bomba y lanzarla de nuevo con­tra el embajador, esta vez sin anilla de seguridad. Pero las explosiones en lugares cerrados aumen­tan la onda · expansiva y Blumkin se encuentra volando a través de una ventana encristalada an­tes de aterrizar, herido de consideración, entre las plantas del jardín. Andreiev consigue abrirse paso a tiros y rescatar al herido Blumkin al que se lleva en su coche en medio de un escenario que haría envidiar al mejor western. En la accidentada huida pierden la documentación que les valió la entrada en la embajada.

Estos documentos son llevados al teatro Bol­shoi en el que se están celebrando las sesiones del Congreso. Dzerszinski monta en cólera al ver el «dossier» falsificado y legalizado con su firma, y de inmediato parte para la Lubianka. A su llegada a la central es detenido por los chekistas que se han puesto a las órdenes de Alexandrovitch. La rebelión estará a punto de triunfar esa noche al dominar los servicios de seguridad.

En la madrugada Lenin toma sus medidas y llama al coronel Vazetis, un antiguo oficial zarista, que manda los regimientos letones incondicionales del bolchevismo. Vazetis mueve a sus soldados conteniendo el avance de los social-revoluciona­rios y enlaza con las tropas de Bela-Kun, un co­munista húngaro que ha formado un ejército rojo con compatriotas suyos ex-prisioneros de guerra. La artillería de los regimientos letones bombardea la sede central de los social-revolucionarios y obliga a sus defensores a desalojar. Antonov-Ov­senko da el golpe de gracia a la rebelión cuando al

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frente de piquetes de soldados bolcheviques im­pide a los diputados social-revolucionarios que abandonen el Bolshoi. Al mediodía la insurrec­ción, sin jefes, ha fracasado salvo en la Lubianca en la que sigue prisionero Dzerszinski.

Es otro letón el bolchevique Peters el que arre­gla la situación. Empleando la misma téctica de Blumkin falsifica informes y envía a los chekistas sublevados a incautarse de arsenales que sólo existen en su imaginación. Y cuando la central queda casi desguarnecida los comunistas la toman por asalto. Al momento comienza la represión y Alexandrovitch con trece cabecillas más son fusi­lados. Se detiene a más de cuatrocientos conjura­dos y se suspende la prensa. Es el momento más sombrío para Lenin y su partido. En Siberia de­sembarca un cuerpo de ejército aliado (ingleses, franceses, norteamericanos y japoneses) para ayudar a las tropas «blancas» que han comenzad.o la guerra civil. Ha llegado la hora de la decisión. En esos días será asesinado el zar Nicolás con toda su familia y el poder rojo caerá sin contem­placiones sobre la ciudad de Y aroslav, donde el social-revolucionario de derecha Savinkov ha or­ganizado una sublevación con dinero de los alia­dos, principalmente de Winston Churchill.

Enfrentados a la crisis y a la rebelión del partido más fuerte después del bolchevique, Lenin y sus hombres queman etapas y el V Congreso de los Soviets ratifica la Constitución que da el poder absoluto al Partido Comunista. Sin embargo la represión del levantamiento social-revolucionario deja puntos oscuros. María Spiridovna (2) que se confiesa organizadora del asesinato del embajador alemán será juzgada y absuelta. Blumkin es juz­gado por un tribunal secreto de la Cheka y conde­nado a un año de prisión como autor material del hecho y se asegura a los representantes alemanes que ha sido fusilado. En realidad, protegido por Dzerszinski, ha ingresado en el partido comunista y parte, como agente secreto, al frente de Ucra­nia. El otro protagonista del asesinato del conde Mirbach, el fotógrafo Nikolai Andreiev, consigue eludir la persecución de la Cheka y se une a las guerrillas anarquistas de Nestor Majno. Morirá en combate.

Ucrania en esos momentos es un caos. Con una población esencialmente agrícola y nacionalista el rechazo inicial al comunismo se produce por xe­nofobia al extranjero y al proletariado urbano. En Kiev, la capital, se levanta con el poder el aventu­rero Petlura, que se aprovecha del debilitamiento del régimen de Petrogrado y llega a proclamar el nacimiento de la República Ucraniana Autónoma. Los alemanes le apoyarán para asegurarse el con­trol de la producción de alimentos.

Si bien los comunistas no quieren la reanuda­ción de la guerra con los germanos tampoco están dispuestos a dejarse arrebatar Ucrania y así co­menzó una guerra muy especial en la que comba­tieron juntos, y revueltos, anarquistas y comunis­tas contra «blancos» zaristas, socialistas, liberales

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y alemanes. La primera parte de esa lucha termi­naría en noviembre de 1918, al producirse el hun­dimiento del imperio del Kaiser.

Los asesinatos y atentados fueron constantes, llegando incluso a la eliminación del mariscal Eich­nor, comandante en jefe de las fuerzas ale�anasde ocupación de Ucrania. En este escenario tu­multuoso reaparece Blumkin como agente especial de la Cheka a las órdenes del general Dibenko (3), un veterano del asalto al Palacio de Invierno que simultanea el mando de las unidades irregulares rojas con la dirección de los servicios secretos. Blumkin comienza un doble juego al introducirse en las guerrillas nacionalistas con su etiqueta de perseguido por los comunistas. Su misión alcanza varios éxitos pero delatado es abatido en un aten­tado en el que resulta gravemente herido por fuego de ametralladora. Internado en un hospital de campaña vuelve a sufrir otro atentado. Uno de sus antiguos camaradas social-revolucionario lo­gra introducirse en el hospital y lanza una bomba contra la cama en la que está inmovilizado Blum­kin. Es la repetición del atentado contra Mirbach, pero Blumkin a pesar de las heridas consigue arro­jar fuera de la habitación la granada que en su onda expansiva vuelve a malherirlo. Dibenko sal­vará la vida de Blumkin al enviarlo en un tren especial a Moscú, de vuelta a la central de la Lubianka.

La guerra civil ha convertido a Rusia en un inmenso campo de batalla donde se combate sin tregua. Se lucha en Rusia Blanca, en Siberia, en Ucrania, en Crimea, en Finlandia. Acuciados por la contrarrevolución los bolcheviques improvisan ejércitos, generales y soldados. Uno de éstos será Blumkin. Durante algunos meses en Moscú am­pliará conocimientos militares en un rápido curso de Estado Mayor. La capacidad demostrada le vale el nombramiento de secretario militar de Troski, que como Comisario del Pueblo para la guerra es el jefe absoluto de las tropas rojas. Junto a Troski combate en el primer año de la guerra civil. Además de las funciones castrenses, entre las que se incluyen misiones de combate y espio­naje, Blumkin se dedica a recopilar las órdenes y reflexiones militares de su jefe, lo que le valdrá el reconocimiento de Troski que al publicarlas hará mención especial del militar chekista (4). Al año/ siguiente y dada la gravedad de la situación en la frontera persa Blumkin es enviado para dirigir las operaciones de espionaje en ese sector. El affaire ruso-persa había comenzado en el verano de 1918. Dispuestos a asegurar la frontera sur los bolchevi­ques enviaron a su representante Kolotmisev de embajador a Teheran. La presión inglesa, cuyas tropas ocupaban el territorio, impidió el recono­cimiento del embajador soviético, basándose en la disculpa de que las cartas del diplomático rojo venían expedidas de Bakú y no de Moscú. Kolot­misev regresó a Rusia y al año siguiente volvió con todos los documentos oficiales. Los ingleses pasaron a la ofensiva y su servicio secreto montó

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una operación combinada con los cosacos «blan­cos», se apoderaron de Kolotmisev y lo pasaron por las armas. Si bien el embajador soviético tuvo una breve vida diplomática, aprovechó su escaso tiempo para conectarse con el comunista persa Eksanllah, que era uno de los principales lugarte­nientes del caudillo nacionalista Kuchik Kan.

Kuchik Kan había dirigido guerrillas antibritáni­cas en el norte de Persia durante la Primera Gue­rra Mundial. Con la victoria de los aliados, en 1918, tuvo que huir del país y refugiarse en el Cáucaso. Era un aventurero idealista y naciona­lista que no creía demasiado en el comunismo. Su programa político abarcaba desde el derroca­miento del Sha y el poder central hasta el reparto de las tierras entre los campesinos pobres. En 1919, con ayuda de los soviéticos, pudo regresar · de nuevo a Persia y se alzó en armas contra los británicos y la monarquía.

A la muerte de Kolotmisev, Blumkin es nom­brado para sustituirle y durante un año combate como jefe guerrillero y como responsable del ser­vicio de información al lado de Kuchik Kan.

Los nacionalistas lograron apoderarse de la re­gión del Gilan, limítrofe con la Unión Soviética. Para abril de 1920 los ejércitos rojos acaban con los «blancos» en la frontera persa y reestablecen el Soviet de Azerbayan, lo que proporcionará un «santuario», tras la frontera rusa, a los guerrille­ros persas.

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Blumkin es llamado al Caspio por el jefe naval Raskolnikov (5), que le encarga coordinar con Kuchik Kan la ocupación del puerto persa de En­zeli, en el que está atracada la flota «blanca» del general Denikin. Raskolnikov, amigo de Blumkin y como él colaborador de Troski en la guerra civil, planea un golpe de mano que puede desencadenar una nueva guerra, ya que Enzeli está guarnecida por tropas inglesas. Blumkin se encarga perso­nalmente del espionaje dentro de la plaza y mueve sus peones para la gran jugada.

En la noche del 10 de mayo de 1920 la flota roja del Cáucaso al mando de Raskolnikov ataca el puerto de Enzeli y desembarca marinos en la rada que, al poco, se apoderan de la ciudad. Los ingle­ses no oponen resistencia y se retiran apresura­damente, con lo que los marinos rojos se apoderan sin grandes pérdidas de la flota «blanca». Al mismo tiempo la caballería bolchevique cruza la frontera y ayuda a Kuchik Kan a ocupar todo el norte de Persia. Ese mismo día Kuchik proclama la República Independiente del Gilan y el aconte­cimiento hace tambalear al gobierno monárquico de Teherán. Con un poco más de decisión los comunistas hubiesen podido apoderarse de toda Persia en el verano de 1920, pero al no ser Kuchik Kan un líder bolchevique no se decidieron a apo­yarle hasta el final.

La diplomacia sustituye a la acción militar. Chi­cherín, el Comisario de Asuntos Exteriores, nom­bra embajador en Teherán al burócrata Rothstein que orienta sus esfuerzos hacia la eliminación de la influencia británica sobre el Sha. En mayo de 1921 las tropas inglesas de ocupación abandonan el país. Blumkin y Kuchik Kan creen que ha lle­gado la hora de la revolución y emprenden una fuerte ofensiva contra el gobierno central. Blum­kin conseguirá que soldados y asesores rusos acompañen al ejército rebelde en su avance hacia Teherán. La victoria está al alcance de la mano.

Pero el Komintern ha decidido hacer la paz en Persia ya «libre» de la presión británica y los alarmados informes del embajador ruso llegan a Chicherín, que lleva el problema al mismo Lenin. Como consecuencia de una orden personal de éste, en septiembre de 1921, las tropas rusas y los asesores se retiran a la zona del Azerbayan. Las fuerzas persas, con ayuda inglesa, se vuelcan con­tra los aislados rebeldes del Gilan. La aviación británica, sin enemigo aéreo, decidirá el resultado de la campaña con sus bombardeos sobre los sol­dados y la población civil. Para octubre la guerra puede darse por terminada. Kuchik Kan, que ha perdido, decide pagar y se queda en el Gilan a pesar de las peticiones de Blumkin para que pase la frontera. Detenido por las fuerzas reales persas, el jefe guerrillero es juzgado y ahorcado por re­beldía. Un sueño casi realizado se desvanece.

Blumkin es enviado a ampliar estudios en la Academia Militar de Moscú. Cuando en 1922 la Cheka se transforma en G.P.U. el cambio no le afecta ya que se encuentra en misión especial en

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Mongolia, donde transforma las guerrillas de Seku-Bator en un ejército potente y organizado. Mongolia acaba de pasar por el venda val protago­nizado por el general «blanco» Urgern Von Stem­berg, que antes de ser fusilado ha sido e'l san­griento rey del país. El mariscal rojo Blucher, su vencedor, piensa que un ejército rojo mongol puede ser un excelente colchón que proteja la frontera siberiana y a petición suya Blumkin alter­nará su trabajo de instructor militar con los servi­cios de seguridad de Extremo Oriente.

Después de su estancia en Urga, que pronto se convertirá en Ulán-Bator, el militar chekista, re­gresará de nuevo a Moscú a proseguir estudios en la Academia de mandos Frunze, a pesar de haber sido uno de los oficiales de Troski en la organiza­ción del ejército rojo.

Trabaja como espía en Afganistán coincidiendo de nuevo con su amigo Raskolnikov que está en Kabul de embajador y con la esposa de éste La­rissa Reisner (6) que actúa como responsable del servicio de información «legal». Después de sus aventuras afganas regresa a la Lubianka conver­tido en uno de los máximos especialistas de la G.P. U. para las cuestiones relacionadas con el colonialismo británico en Oriente. En esta época se produce · el enfrentamiento entre Blumkin y Lawrence de Arabia. Durante una de las múltiples crisis en Afganistán aparece un misterioso Mayor Cox, que actúa al frente del Inteligence Service desarticulando varios alzamientos armados, con una inteligente actuación del servicio de recono­cimiento aéreo. Los aviones británicos detectan con facilidad los grupos rebeldes que no tardan en ser exterminados por fuerzas móviles dotadas de autos blindados. Al misterioso Mayor Cox no hay forma de sacarle una fotografía y Blumkin se en­cargará personalmente de conseguirla. Al agente ruso le extrañará ver que un pequeño soldado de aviación alterna con oficiales del rígido y clasista ejército inglés y con la foto en la mano descubre que el soldado de aviación Shaw, el mayor Cox y el teniente coronel Lawrence son la misma per­sona. Dispuesto a rizar el rizo Blumkin entrega el informe y la fotografía a la prensa occidental que le paga una buena cantidad por la exclusiva. La publicación de la noticia provoca una interpela­ción en la cámara de los Comunes y tras el consi­guiente escándalo, el coronel Lawrence tiene que abandonar Afganistán. El espía ruso ha vencido al mito inglés.

Encargado de misiones de agitación hará la gue­rra secreta en la India. En uno de sus raros mo­mentos de confianza le escribirá a un amigo: «La India, con su miseria disfrazada de exotismo, me curó para siempre de las ilusiones intelectuales. Mientras la incultura y el hambre dominasen a las masas adormecidas por la religión, la revolución sería imposible. Y a esa imposibilidad contribuía la ineficacia del partido comunista hindú.»

Sus actuaciones en la India le convierten en una obsesión para el servicio secreto inglés. Dispuesto

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a aumentar el reto Blumkin pasa a Egipto y tra­baja en la zona del Canal de Suez provocando paros y motines entre los empleados egipcios. Más tarde detectado se abre paso a tiros y consi­gue escapar hacia Siria y Turquía. Blumkin se convertirá en una asignatura pendiente para el In­teligence Service ...

En 1926 la súbita muerte de Dzerszinski, tras una tempestuosa reunión del Comité Central del P.C., le deja sin protector. Sigue cumpliendo mi­siones en el extranjero y no interviene en la pugnaTroski-Stalin, a pesar de estar considerado comoun incondicional del primero.

Transcurrido su destierro en Alma-Ata, Troski emprende el camino del exilio y se instala en Tur­quía. Allí, en el otoño de 1929, es visitado por Blumkin, que aprovecha una misión en Constanti­nopla para entrevistarse con su antiguo jefe. Troski le encarga que a su regreso a la capital rusa se reúna con los hombres que le apoyaron en su lucha contra Stalin. Blumkin en Moscú habla con Radek (7), que después de un año de destierro siberiano ha vuelto a ser readmitido en el partido. Blumkin, cuya amistad con Radek se remonta a los tiempos de la guerra civil, no sospecha que su amigo se ha convertido en un stalinista y que poco después de la entrevista se lo contará personal­mente al dictador del Kremlin.

Yagoda, el jefe de la G.P.U., es encargado de encontrar las pruebas de la «traición» de Blumkin. Como éste no ha dejado ningún cabo suelto y su palabra vale tanto como la de Radek, para algunos bastante más, se ordena a la agente Liza G. Ro­senweig que lo vigile. En vez de eso Liza y Blum­kin vivirán durante tres semanas un apasionado romance que produce las iras de Y agoda.

Encargado de una nueva misión en Europa Blumkin se dispone a partir, pero Stalin temeroso de que no regrese ordena su detención. Blumkin fue apresado cuando en unión de Liza se dirigía a la estación central de Moscú. No opuso resisten­cia a las numerosas fuerzas desplazadas para de­tenerle. Encerrado en la Lubianka se le sometió a un juicio a puerta cerrada. La sentencia fue muerte por fusilamiento. Blumkin pidió, y consi­guió, un aplazamiento de la ejecución de la sen­tencia. Durante quince días escribió sus memo­rias. Después del fusilamiento la G.P. U. recogió el manuscrito que nunca fue publicado. Jakov G. Blumkin es el primer bolchevique asesinado por ser simpatizante de la oposición. Stalin encabezó con él la larga lista de los revolucionarios sacrifi­cados por la burocracia a su ambición y egolatría. Lo irónico es que Blumkin trabajó siempre en el espionaje exterior y no quiso participar en las rencillas internas del partido.

Hasta ahora la única descripción personal que se tiene de Blumkin, en español, se debe a las memorias de Víctor Serge (8) en las que cuenta:

«Yo conocía y quería a J akov Grigorievitch Blumkin desde 1919. Alto, huesudo, con un rostro enérgico rodeado de una espesa barba negra y una

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mirada oscura y decidida. Blumkin ocupaba en­tonces un cuarto glacial en el Hotel Metropol. Convaleciente, se preparaba para cumplir en Oriente unas misiones confidenciales.

En 1920-21 le enviaron a Persia a hacer la revo­lución con Kuchik Kan. Volví a verlo en Moscú, con el uniforme de la Academia de Estado Mayor, más pausado, más masculino aún, con un rostro lleno y rasurado y un perfil orgulloso de guerrero. Declama versos de Firduci y escribía en «Pravda» artículos militares sobre el mariscal Foch. A una pregunta mía contestó: ¿mi historia persa? Está­bamos allí algunos centenares de rusos harapien­tos. Recibimos del Comité Central un telegrama afirmando «Suspendan los gastos. Ya no hay revo­lución en Irán»... Si no llega a ser por eso llega­mos a Teherán.

Volví a verlo a su regreso de Ulán-Bator. Los servicios secretos le confiaron misiones en la In­dia y Egipto. Se alojaba en un pequeño departa­mento del Arbat amueblado únicamente de tapi­ces, de una silla de montar magnífica, regalo de algún príncipe mongol y sables curvos que nave­gaban entre las botellas de buen vino.

Blumkin fue detenido en la calle. No entregó a nadie. Condenado a muerte por el colegio secreto de la G.P. U., sé que pidió y obtuvo un plazo de quince días para escribir sus recuerdos e hizo un hermoso libro. Cuando vinieron a buscarle para llevarle al patio de ejecuciones, preguntó si los

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periódicos publicarían su muerte, se lo prometie­ron, sin cumplirlo naturalmente. La noticia de la ejecución de Blumkin sólo fue publicada en Ale­mania».

Noviembre de 1929 fue un mes de mu- �chas nieves en Moscú. Blumkin se quedó ·�definitivamente en el frío... �

NOTAS

(1) Félix Dzerszinski, nacido en Lituania en 1877 de unafamilia polaca de la pequeña nobleza. Ingresa siendo estu­diante en el partido socialdemócrata, para el que actuará en los medios obreros. Siete detenciones, cuatro fugas y once años de prisión son su historial cuando la revolución de marzo de 1917 le pone en libertad. Amigo de Lenin desde 1906 en la época en que el polaco era uno de los hombres de confi¡nza de Rosa Luxemburgo.

En julio de 1917 es elegido por el congreso bolchevique para el Comité Central y durante la insurrección de octubre es miembro del comité militar del Soviet de Petrogrado. Lenin le nombra director de la Cheka y sólo se enfrentará a su jefe con motivo de la paz de Brest-Litovsk, llegando incluso a pedir la destitución de Lenin.

Hombre apasionadamente fiel a sus creencias será enemigo y aliado de Stalin, poniendo a la revolución por encima de todo. Convertido en el enemigo número uno para los antico­munistas, su nombre personificó el terror rojo hasta su muerte en 1926. Personaje contradictorio y duro, aparece en sus escri­tos íntimos y en sus cartas corno un hombre complejo, de una gran ternura hacia los niños y amigo de sus amigos. Lo que no impidió que mandara fusilar a muchos de ellos cuando adopta­ron posturas que iban en contra de la línea del partido.

(2) María Spiridovna fue una de las primeras terroristas delala izquierda del partido social-revolucionario. En 1906 ejecutó al gobernador militar de Tarnbov, responsable del asesinato de cientos de campesinos durante la represión de una huelga rural. Fue detenida y torturada. Durante once años estuvo prisionera en la fortaleza siberiana de Akatui, de la que se afrrrnaba que la única escapatoria era por el suicidio. Liberada por la revolución se convirtió en una de los principales líderes de su partido. Fue, según propia confesión, la instigadora del asesinato del embajador alemán en Moscú. Tenaz enemiga de Lenin y de todo lo que supusiera dictadura terminó por ser de nuevo desterrada a Siberia.

(3) Pavel Dibenko nació en 1889. De familia campesinaconoció a fondo la miseria, comenzando a trabajar a los seis años de edad. En 1910 empieza a actuar en los círculos clan­destinos bolcheviques, ingresando en el partido dos años más tarde. Enrolado, a la fuerza, en la armada imperial rusa orga­nizó varios motines y se convirtió en el líder indiscutible de los marinos de la flota del Báltico. Su actuación frente a los alemanes, combatiendo después al gobierno de Kerenski y su decisiva participación en el octubre de 1917 le valen el cargo de Comisario del Pueblo para la Marina. Durante la guerra civil el marino Dibenko se revela corno un gran jefe de caballería combatiendo en Ucrania donde demostró un valor sin límites ; una total incapacidad para la administración. Llega a pensar en marchar contra Moscú y destituir a todo el gobierno de Lenin por causa de la firma de la paz con los alemanes. Por ello será

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juzgado en consejo de guerra, pero le salvará Lenin que le aprecia por su sinceridad.

En marzo de 1921 dirige el ataque final contra los marinos de Kronstad, sublevados contra el régimen de Lenin. Entre los rebeldes están muchos de sus antiguos camaradas de la flota roja del Báltico. Manda ejércitos en el Asia central y más tarde la_ �egión militar de Leningrado. En 1937 es uno de los juecesmilitares que condena a muerte al mariscal Tujachevski. Meses más tarde Dibenko es detenido y juzgado en una nueva purga castrense. Se confiesa culpable de los cargos que le hacen por la promesa personal de Stalin de apartarle del ejército y darle un cargo en la administración. En 1938 es fusilado en los Urales cuando iba a hacerse cargo de los asuntos forestales. J?hn Reed le desc:ibió col:Ilo «gigante barbudo de rostro apa­c�ble». Lo de apacible debió ser una licencia poética del perio­dista norteamericano, pués el marino-jinete Dibenko más pa­rece la encarnación de la tempestad.

(4) Prólogo a los «Escritos Militares» de León Troski.(5) _Fiodor Raskolnikov nació en 1892. Ingresa en el partido

cornurusta a los 20 años. En 1917 será vicepresidente del So­viet de los Marinos de Kronstad, revelándose corno un ex­traordinario jefe militar. Vicecornisario de la Marina mandará las ��tas del Volga, del Cáucaso y del Báltico, probando su dec1s1ón y arrojo en situaciones casi increíbles. Actuará en Afganistán corno embajador soviético durante dos años. Con el alias de Petrov dirige, sin mucho interés, la sección oriental del Kornintern. Es un hombre de acción que se aburre en las plomizas discusiones de los teóricos.

Escribió para el teatro y el cine en la década de los treinta. Después de la muerte de su mujer Larisa actuó corno embaja­dor en Dinamarca y Bulgaria. Al comenzar las grandes purgas es rec!amado a Moscú pero desobedece la orden y se exilia en Francia. Mu�re en Niza, en los primeros días de la segunda guerra mundial, en una forma sospechosa. Seguramente asesi­nado por mandato de Stalin. En 1963 el héroe de los marinos rojos de la revolución es rehabilitado por el Partido Comunista de la Unión Soviética.

(6) Larisa Reisner. Nacida en 1895 en Polonia en una fami­lia de intelectuales. Trabajó durante los comienzos de la revo­lución en la recuperación de objetos de arte. Pasó a la lucha armada en Kazán, defendiendo con una ametralladora un en­clave ferroviario atacado por reaccionarios checoeslovacos. Fue nombrada Comisario de Estado Mayor de la Flota Roja del Volga, donde conoció a su futuro marido Raskolnikov. Luchó en el Caspio y más tarde en el frente «diplomático» en Kabul, publicando posteriormente dos libros de memorias. En 1923 trabaja para el Kornintern en Alemania, siendo testigo y relatora de la revolución en Harnburgo. Es, junto con Reed, la mejor cronista de los días en que la revolución rusa se identifi­caba con la esperanza. Muere en el hospital del Krernlin, en 1926, a consecuencia del tifus. Pasternak dijo de ella:: «La naturaleza le había dado inteligencia, talento y belleza». Se olvidó mencionar que también le dió un gran corazón y un valor que hacía palidecer a muchos hombres.

(7) Karl Radek nace en 1885. Intelectual profesional des­tacó en los medios socialistas internacionales. Pasó de su natal Polonia a_ Alernania. Exiliado en Suiza durante la primera gue­rra mundial se acerca a Lenin y se convertirá en uno de sus escasos amigos. Viaja a Rusia con la revolución, en el célebre vagón precintado, y su pluma será la más afilada de la nueva prensa comunista. En 1919 es nombrado secretario del Kornin­tern. �bicioso y contradictorio su consejo fue el que decidió a Lerun a detener la marcha sobre Varsovia en 1920. Tres años después opositó contra Lenin. Se le consideró responsable del fracaso de la política del Kornintern en Alemania y eso cortó su carrera ascendente que parecía imparable.

En 1927 es expulsado del partido y readmitido dos años más tarde. Participó en la elaboración de la Constitución Soviética de 1936. Al año siguiente es el gran traidor de los procesos de Moscú, confesándose culpable de todo pero haciendo de su confesión una defensa brillante y lúcida que ridiculiza las ase­v_eraciones del fiscal. Es condenado a diez años de prisión,siendo uno de los pocos veteranos de la vieja guardia revolu­cionaria_ que evita el fusilamiento. Muere en 1940, se cree quefue asesmado por sus compañeros de cárcel.

(8) Páginas 292-94 de «Memorias de un revolucionario» deVíctor Serge. Ediciones El Caballito. México.