JAKÁJKUKWA: LA CREENCIA PURÉPECHA

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    Carlos Garca Mora

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    J akjkukwa

    Fascculos

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    Carlos Garca MoraInst i tuto Nacional de Antropologa e Histor ia

    Di r ecc i n de E t noh i s t o r i a

    TS IMARHUEstudio de etnlogos

    Ind i c ios e tnogrf i cos de

    la c r eenc ia pur pecha en C har apan

    Jakjkukwa

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    PresentacinS

    Este fascculo de etnologa histrica versa acerca los indicios

    etnogrfcos de lajakjkukwao la creencia purpecha en San AntonioCharapan, un poblado de la Sierra de Michoacn. Aunque es difcil

    reconstruir su estructura y principios rectores, hay evidencias sufcien-

    tes de su existencia y de que dot a la repblica purpecha de una

    cosmovisin y de un cuerpo de ideas aglutinadoras.

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    ENLAANTIGEDAD,el clan de los waksechacomprenda el univer-so, la realidad y la imaginacin, mediante una cosmovisin propia,

    la cual pudo coexistir con otras dada la existencia de distintos irche-kwiichao seoros tarascos y la composicin politnica de stos; obien, una creencia compartida por el conjunto pero con rasgos propiosen cada uno.1Nada aventurado es presumir que, a su vez, compartierancaractersticas expandidas por el torbellino civilizatorio en la geografamesoamericana.

    A quienes dictaban las normas y transmitan al pueblo lasnociones regidoras de la mentalidad y la conducta, les era privativala comprensin cabal de ese pensamiento. Con ste, entendan el cuerpohumano; esclarecan el paso del da a la noche y la aparicin y desapa-ricin del Sol y la Luna; identicaban los astros y las consecuencias desu movimiento en la bveda celeste; clasicaban lo fro y lo caliente;regulaban el transcurso del tiempo; organizaban su espacio y miraban

    el de otros; asignaban capacidades y representaciones a plantas y ani-males; daban sentido al mundo de lo sobrenatural, las catstrofes y lasdesgracias personales; y, en n, aclaraban todo lo que vean, sentan ypensaban. De todo ello desprendan creencias y ritos mediante los cua-les se relacionaban con lo sagrado y lo mgico.

    S

    Esa visin de la realidad y lo sobrenatural desapareci en gran medi-da durante el transcurso del siglo XVI,al desmoronarse el mundo de laantigedad junto con quienes lo conocan, lo entendan y lo daban a co-

    nocer, debido a la invasin y la colonizacin hispanas del territorio y ala evangelizacin forzada de sus habitantes. Varios elementos lograronpermanecer en el pensamiento colonizado de los tarascos cristianizadosy sus descendientes, transmutados en el pueblo purpecha, porque stemantuvo algunos aspectos vinculadores de su pasado al adoptar el cris-tianismo espaol y porque los articularon al adaptar ese nuevo culto.

    En consecuencia, es preciso el conocimiento de las antes referi-das reminiscencias tarascas de lajakjkukwao creencia de las repblicas

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    purpechas, que sustituyeron a los clanes de otrora, tanto para compren-derla, como para obtener pistas para ir develando su estructuracin, lacual en parte aprovech y amold algunos antecedentes tarascos.El hecho de que fueran asimilados al pensamiento hispano catlico no

    supuso su total extincin, antes al contrario, es dable suponer que talasimilacin incluy o mantuvo algunas de sus ideas nodales. Un ejem-plo es la idea que se tena de la Tierra, la cual antiguamente se concebacomo una enorme batea y as sigui concibindose con posterioridad.En verdad, ocurri un gran rompimiento doble: las ideas dominantes delas casas gobernantes de los clanes tarascos perdieron valor y vigencia,y el modo hispano de ver las cosas arraig en su lugar desplazandomasivamente sus creencias y sus cuerpos sacerdotales. Sin embargo, elsubsecuente entramado purpecha nunca fue una hoja en blanco dondetodo se escribi desde un principio, sus hilos antecedentes se entretejie-ron en el cristianismo que el propio pueblo arraig.

    Ese procedimiento conform un pensamiento de pueblo aliadoal Imperio Espaol e integrado a la sociedad novohispana, pero conreminiscencias de la antigedad, si bien ya despojadas de la ideologaparticular de los clanes dominantes en la destruida confederacin taras-ca. La adaptada cosmovisin purpecha resultante envolvi la culturahilvanando y dando coherencia a cada una de sus manifestaciones y alconjunto de ellas, en un sistema simblico asociado a valores morales,patrones de conducta y normas para las relaciones sociales.

    Si elementos de varios orgenes coexistieron en la congu-racin cultural novohispana, la repblica purpecha requiri de una

    visin del mundo para asimilarlos. sta estuvo lejos de ser un simpley forzado agregado de varias cosas, ya que debi tener lneas direc-trices y principios integradores. Dicho esto se piensa en la vigenciaque mantuvo gracias a ello, al menos hasta la primera mitad del sigloXX.2

    Despus de todo, la visin purpecha envolvi las diversas la-bores en el poblado y si bien vari el grado de relacin de cada uno desus rasgos, algn sentido bsico debi tener eso, junto con las or-denaciones espaciales, temporales, sociales, econmicas, religiosase ideolgicas, en la vida y el pensamiento de la repblica purpecha yde sus grupos domsticos. Eso aclara la coherencia de su cultura, sin

    contradecir, por ejemplo, la inclusin de la Luna en el culto familiar alos santos catlicos; o la asistencia a misas solemnes en el templo, lasdanzas, los convites y las dems actividades asociadas con las prcti-cas religiosas comunitarias.

    Algo semejante ocurri entre el pueblo otom, el cual lleg a unacuerdo acerca del orden establecido con los cuadros imperialistasde frailes cristianos, quienes se impusieron como guardianes y espas.Un ordenamiento que relacionara todas las prcticas de su costumbre,

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    a pesar de faltarle slo en apariencia un verdadero sistema expli-cativo.3

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    Hay indicios sueltos de lajakjkukwade marras, algunos ya dispensa-dos en los captulos antecedentes y los que en ste y los subsecuentesse agregan. A continuacin se enumeran algunos de estos asomos, fe-chados en el siglo XIX en mayor proporcin y, menos, en la primeramitad del siguiente. Por supuesto, en esos siglos lajakjkukwamostralgunos cambios, si se la compara con el de la repblica purpecha, poruna sencilla razn: para seguir sirviendo de algo, fue preciso readaptar-la en la sociedad michoacana modernizada. Sin embargo, aun cuandocasi ningn dato de la poca de la repblica purpecha, respecto de esteasunto, ha llegado a nuestros das, las evidencias nos remontan hastaaquellos tiempos.

    Estar ms all de las posibilidades de esta obra develar la es -tructura de la cosmovisin purpecha o, al menos, sus troncos bsicos,dada la ausencia de la informacin requerida para ello. No obstante,como otras facetas abordadas por este libro, en estas pginas importalo que acerca de la repblica purpecha pueda decirnos. Constatar, assea con cabos sueltos, la existencia de una manera propia de ver e inter-pretar el mundo, es ya un propsito en s mismo; atendamos pues, losatisbos que de esto an es dado reconocer en lajakjkukwao creencia,en sus reminiscencias antiguas, en su cristianizacin, en los ciclos de la

    vida humana y del maz, en los ritos derivados y en otros hilos sueltos.

    S

    Los purpechas charapanenses normaron su conducta y su organiza-cin conforme a la pintkwao el costumbre, y su pensamiento deacuerdo con la jakjkukwao la creencia. Ambos complejos regan yorientaban su repblica, velados por sus gobernantes, por los mayoresde cada familia y por el comn. O dicho de otra forma, el costumbreera su conguracin histrica y social, y la creencia su respectiva ideo-loga.4

    La amplia gama de asuntos, todava en la primera mitad delsiglo XX,abarcados por lapintkwacosechas agrcolas, clases socia-les, compadrazgos, organizacin del cabildo, ciclo de estas religiosas,historia local, danzas, velorios, msica y otros ms sugiere la vita-lidad de un sistema de ideas asignando a cada cual su lugar, funcin,signicado y sentido. Estos temas no fueron simples curiosidades fol-clricas, los enlazaban ideas generales, las cuales conocan los viejosde algunas familias. Si los charapanenses an consideraron como parte

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    de el costumbre toda esa serie de materias, cuya relacin especcaentre algunas de ellas se perdi o dej de verse con claridad, es porquelas haba relacionado una manera de ver e interpretar el mundo. Poresa circunstancia, al costumbrista charapanense Lorenzo Murgua

    le fue posible dedicarse a describir la pintkwa de Charapan en unaserie de artculos.5

    S

    Al lector le habr llamado la atencin que usemos con gnero masculi-no el sustantivo costumbre. l lo hace tanto porque as se reere en elespaol local, como porque es un concepto cuyo signicado diere delas costumbres como se entienden en las ciudades: como sinnimode usos y hbitos cotidianos. En el mundo rural, el costumbre explicael modo de vivir, de existir y, en algn sentido, del serpurhpecha.6Dicho desde un punto de vista prctico, es un complejo normativo que,en el pas purpecha, regula el cumplimiento del mandato, es decir,de lo que los antigua dejaron dicho que deba hacerse y cmo hacerse.

    S

    Respecto de lajakjkukwapurpecha, entre las caractersticas ms im-portantes de su interpretacin del mundo, vale la pena mencionar tres:

    Primera, la de conectar al entorno las partes del poblado y sussectores sociales en una interpretacin general del orden que deba pre-

    valecer, la cual era compartida por todos los grupos domsticos, comolo mostraba la regin de las cinagas al noroeste del Purecherio a nesdel siglo XIX.7

    Segunda, la de darle una signicacin religiosa a cada uno de losaspectos de la vida privada, familiar y comunitaria; por ello, el trabajo,el calendario, las horas del da, el ciclo anual y hasta la comida e inni-dad de otros puntos tenan algn sentido piadoso explcito o implcito.

    Tercera, la de posesin de signos y smbolos de alusin antigua,en particular los asociados a la ordenacin del tiempo, el espacio, lospuntos cardinales y los cuerpos celestes que pueblan el rmamentoy a los cuales se les atribua algn valor, como fue el caso de la manera

    de concebir los astros y los dioses a ellos asociados. 8Esto ltimo era patente a nes del siglo XIXen la sierra, donde

    se haba rendido culto a la constelacin Cruz del Sur. Una tantskwao cruz del Sur se mantena levantada en Kmtirhu para marcar laorilla meridional de Charpani, pero sera aventurado armar que ha-ca referencia a dicha constelacin, si bien es cierto que sta se hacavisible el 3 de mayo, da de la Santa Cruz. Asimismo, tenase por sa-gradas a Las Siete Cabrillas las siete estrellas ms importantes de las

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    Plyades llamadas Wchi Jskwa, haz de estrellas o de la noche, obien, i Jskwaecha sampini wcha, estas Cabrillas, constelacin delcielo o, en sentido literal: estos haces de estrellas pequeitas.9 Dehecho, ya en el siglo XVIhubo estrelleros o awnta ampnhasriicha,

    observadores de la bveda celeste, lo cual hace presumir su existenciadesde la antigedad en la era tarasca.10

    Antes de seguir, conviene mencionar al ser creador de todo ello.En los decenios de los aos treinta y cuarenta del siglo XXen Charapan,se tena la conviccin de la existencia de un ser creador llamadoKwerjpiri, el que engendra, el padre creador, el que sac las cosas desu pensamiento, quien era el ms poderoso, benco por excelencia,presente en todas partes. l haba creado el cielo, las estrellas, elSol, la Luna, la Tierra, los mares, las plantas, los animales y los hom-bres; y transmitido la enseanza de la agricultura y dems destinos.Por aadidura, haca soar a la gente.11

    A este creador, que era invisible y viva en Awntarhu ellugar de lo recndito al otro lado de las nubes ms altas, se le invo-caba exclamando: Tat Kwerjpiri, dendenos!. Despus de cadaalimento se acostumbraba nombrarlo y, al mismo tiempo, se frotabanlas manos en seal de agradecimiento. En su honor se quemaba copalen el altar de los trojes. Si bien favoreca a los hombres, cuandolo tenan en el olvido enviaba como castigo perturbaciones climticaso enfermedades incurables. Cada ao, despus de terminar la cosechadel maz, por lo general en diciembre, las familias le daban las graciasrezando de hinojos en su troje frente al altar familiar.12

    En un principio, Kwerjpiri fue quien cre el Parkpenskatao cosmos con sus estrellas, luceros y soles, del que salieron tres hi-jos: tatJurhata, el padre Sol; nanKujts, la madre o abuela Luna;y Parhakwa o Parhjpeni, el mundo con forma de gran batea y suspuntos cardinales y el centro donde se est o se vive. A los primeros, elSol y la Luna, se les deleg el cuidado del ltimo, turnndose uno el day otra la noche.13

    Tat Jurhata o el padre Sol, quien le segua en importancia aKwerjpiri, era advocacin del antiguo Kurkaweri o Kurhkajeri(casa del Sol), el antiguo dios asociado al fuego, el cual reciba cultodomstico ya que de l se desprenda la vertiente mitolgica del fogn,

    una de las ms antiguas entre los tarascos. Baste recordar que la obliga-cin de mantener el fuego prendido en los templos antiguos, para elevarel humo hacia el Sol, fue una de sus prescripciones religiosas ms per-sistentes. Tal suceda en las tres casas sacerdotales uacsechas deTsintsntsani, cada una levantada en lo alto de su ykatarespec-tiva representando en conjunto una enorme parhnkwa, adonde serenda culto a Kurhkajeri manteniendo el fuego prendido da a da, porla maana y por la noche:

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    aqu [en el asiento del dios Kurhkajeri] haba tres ces ytres fogones con tres casas de papas 14

    De ah la carga mitolgica delparhnkwao fogn en la cocina,constituido por las tres piedras alrededor del fuego, centro del grupodomstico que conserv sus atributos sagrados e incluso mgicos en larepblica purpecha.

    Como Padre Sol, el mensajero de tatJurhata era Tsrpe, el re-lmpago. Regalaba sus rayos luminosos a Parhjpeni, los cuales serepresentaban en forma de listones de colores pendiendo de la pelu-ca de los viejos, que danzaban ritualmente en las estas de Navidad.

    A l se le agradeca el fuego, la luz y los colores. Durante la segunda mi-tad del siglo XIXen la sierra, a tatJurhata an se le nombraba nuestropadre el Sol y se le tena por vigilante del comportamiento; razn porla cual se evitaba mentir, entre otras faltas. A quien era sorprendidohacindolo se le adverta: No digas mentiras, porque nuestro padre elSol te est oyendo.15Una de las formas de llamar a un rayo de sol eratat Jurhateri tntskwaalgo as como rayo del padre Sol y aldajurhatikwa.16Durante el tiempo en que el Sol estaba sobre el hori-zonte, cuando se juraba era por Jurhata, quien tena encomendadas lasactividades diurnas; mientras en la noche se haca por nuestra madrela Luna, quien tena las nocturnas.17 En consecuencia, tat Jurhata

    constitua una dualidad con nanKujts considerada su esposa.18NanKujts, Kkuti, Kkuta o Kuk, la Madre Luna, la Madre

    Abuela, era Xartanka, la que se muestra, la Luna, la luna nue -va, de culto antiqusimo y una de las advocaciones de la antiguaKwerawperi. Pese a que, como madre, sus cualidades eran femeni-nas, asuma una funcin bisexual al copular con las mujeres por lasnoches, sin ellas percatarse, provocndoles la menstruacin. Por cier-to, tal vez por ello, cuando este astro de la noche tomaba color rojo

    CGM(

    enACRL-CGM1

    973-

    4)

    Fig. 1. Entablamento de un

    troje de la sierra de Michoacn,al parecer decimonnico, con-servado en la Sala Purecheriodel Museo Nacional de Antro-

    pologa. En su arquitrabe seobservan grabados encima dela entrada a la construccin:un Sol al centro, cierto animalencima de la columna izquier-da y la Luna y Venus en la dela derecha; motivos que puedenapreciarse mejor en la siguiente

    gura.

    Fig. 2. (PGINADEENFRENTE).Acercamiento de los motivos queaparecen en el entablamento dela gura anterior. De izquier-da a derecha: a) un animal decola larga y cuatro patas, b) elSol con rostro humano, c) laLuna y Venus humanizados yd) un motivo oral aislado. Porcierto, la referencia a la fauna

    fue comn, se grababan gu-ras de animales entre otrossitios en las tinajeras delas cocinas. En la msica, una

    parte de la temtica de los aba-jeos aludi a ores y animalesregionales implicando algunaalegora. Despus de todo, anen 1949, eran animales lo ms

    frecuentemente imaginado porlos charapanenses.22

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    se crea que coincida con hechos de sangre.Las mujeres mismas le ofrendaban todos los dascopal y ores silvestres, lo cual es comprensi-ble dada la interrelacin entre los ciclos lunar y

    femenino. Divida el tiempo en lunaciones, lascuales al completar dieciocho se nombraban mawxurhikwa, ao pasado. Representaba la hem-bra y la fertilidad, reproduca plantas, animales yhombres y a la humanidad le regalaba las ores;stas, al intercambiarse entre hombre y mujerdaban a entender que Kujts estaba conforme yque ellos tendran descendencia. De ah tam-bin que un joven llamara cariosamente tsitski(or) a una muchacha y que, cuando cortabaores del campo y se las arreglaba en el sombre-ro, stas expresaban que llevaba guradamenteuna muchacha consigo.19

    Entre las usanzas sujetas a la dualidad rec-tora del Sol y de la Luna en la sierra, estaba la deabstenerse de arreglar cualquier negocio despusde oscurecer. Al entrelazarse cintas de coloresentre los cadejos de sus trenzas, las doncellas -guraban portar los dones del Sol y la Luna. Enel transcurso de los eclipses se interpretaba queKujts y su esposo Jurhata luchaban entre ellos,

    una seal de mal agero, por lo cual se evitabaobservar el fenmeno y las mujeres embaraza-das se encerraban en sus casas.20Tisu Wanteni,asentamiento mtico del origen charapanense porexcelencia, en la antigedad ador justo a tatJurhata y nanKuk en suykata, donde esta-ban representados un sol grande y una luna.21

    Ciertos rituales agrcolas estaban relacio-nados con los cultos al Sol y a la Luna; y soles

    y medias lunas, tan frecuentes en la iconografa arquitectnica, tenanun sentido general a ms del mero adorno. En esas guras se perci -

    ban seales explcitas de algunas alegoras y funciones protectoras opropiciatorias. Por lo mismo, se orientaba algunos trojes con su puertamirando hacia donde sala el Sol.Figs. 1-2

    Por lo dems, Venus o Kwanhri tambin formaba parte de laimaginacin purpecha. Este astro es llamado en espaol Lucero dela Maana, pues durante cierta poca del ao aparece luminoso en elrmamento relativamente prximo a la Luna en los primeros mi-nutos del alba. A Kwanhri se le identica con la Virgen Mara. De hecho,

    a

    b

    cd

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    mirando de frente la fachada del Yurhxiu o capilla de la Virgen en el mes deagosto, puede percibirse al amanecer cuando ya slo estn visibles la Luna yel propio Venus.Fig. 2c

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    Otra reminiscencia antigua en la creencia purpecha fue el cultochichimeca a rocas sagradas. En la antigedad, cada clan tena, en elaltar de suykata, una roca emblemtica que contena un espritu sagra-do protector. sta, cuando era preciso, se transportaba bien envuelta porcargueros designados. Tras cristianizarse, cada clan y sus respectivoslinajes sustituyeron esa roca por imgenes escultricas de santos ca-tlicos cuyo cuidado, culto y festividad eran encargados a carguerosnombrados por los mandones. Con todo, en los antiguos asentamientosquedaron abandonadas esculturas en piedra que, a veces, eran ha-lladas accidentalmente en la poca de la repblica purpecha y andespus, sepultadas por el tiempo bajo tierra. En los siglos XIXy XX,esasesculturas tarascas fueron llamadas tarhscha, en singular tarhs,hombre viejo; objeto inerte de piedra o madera. En ese tiempo, lospurpechas tambin consideraban tarhschaa ciertas rocas, comolas que marcaban linderos agrarios, las ubicadas en lugares dondeaparecan espantos, las que asemejaban a la virgen Mara, y las lo-calizadas en lo alto de un cerro asociadas a lo diablico y a rayosy torrentes.23Lo ltimo sugiere que fuerzas de la naturaleza estabanasociadas a dichas grandes rocas. Si, a su vez, stas respondan a la

    voluntad de los astros es algo que se intuye, aunque lo escueto del datoimpide armarlo.En otras partes de Mxico, hoy en da las grandes rocas son

    consideradas los huesos del monte. Respecto de las esculturas, en elPurecherio:

    [] eran gurillas humanas de piedra, que posean ciertospoderes mgicos[], [a las cuales] se les pega[ba] y se les pedalos deseos de la gente. Existe una especie de tab: hablar de lostarhscha pues encierra un conjunto de fenmenos mtico reli-giosos.24

    Este testimonio da a entender que se les daba de golpes paraobtener favores, pero slo debi golperseles cuando la peticin tar-daba en cumplirse. Como fuera, en el pas purpecha, un tarhseraconservado fuera de la vista, a veces atrs de una imagen catlica, bajoel cuidado del ms anciano de la familia, quien luego lo entregaba asus descendientes antes de morir.25En Charpani, los tarhschaeranpequeos monolitos de tezontle o basalto con gura humana de uno u

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    otro sexo, de coyote o de serpiente de cascabel, algunos bien acabadosy otros toscos. A veces, algunos charapanenses los encontraban por ca-sualidad, como Manuel Ach, de quien se dice que hall uno en el sigloXX.

    Por ningn precio los vendan sus poseedores y tampoco losregalaban; antes al contrario, los trataban con comedimiento arropn-dolos y asignndoles un sitio especial sobre el entarimado dentro de lostrojes. Todo este asunto era competencia de los adultos varones, raznpor la cual escondan los tarhschapara tenerlos fuera del alcance delos nios. Si se les cambiaba de lugar o se les maltrataba, estas gurasprovocaban desgracias al poblado haciendo granizar o provocando tor-mentas, rayos o ciclones destructores de casas y milpas.

    Segn se pensaba, hablaban cuando el dueo de la casa estabaausente y eran capaces de silbar, cantar y aun moverse de un sitio a otro.Estos tarhschahacan que sus poseedores los soaran casados y, enefecto, estas esculturas solan encontrarse en parejas. Lasskwmeechalos tenan sobre un altar, donde les ofrendaban comida, ores, copal yagua en un vaso, esperando a cambio recibir ayuda de tales estatui-llas, entre tanto llevaban a cabo sus prcticas mgicas.

    Una experiencia, vivida en 1940, ilustra la relacin de loscharapanenses con los tarhscha:

    El seor Margarito Chuela es dueo de un pedazo de tierra endonde se levanta unaykata. Cada vez que l pasaba por aquel lugar,oa silbidos. Volteaba a su alrededor, pero no vea a nadie. Despus de

    haber odo silbar durante un mes consecutivo, empez a preocu -parle y, un da, record [o se le ocurri] que posiblemente se trataba deun dolo [o tarhs]. Inmediatamente se puso a buscarle. Despusde haber removido muchas piedras, encontr un dolo de basaltoque representaba un hombre y decidi llevarlo a su casa. Su esposa lesugiri que se le pusiera dentro del troje y, para que no llamara la aten-cin de los nios, que se le colocara debajo de la cama precisamenteen donde l y ella dorman. Una semana despus, el dolo empez asilbar noche a noche. La familia Chuela se alarm y se dijo:

    Si el dolo contina silbando hay que mudarlo de lugar.Los silbidos continuaron durante toda la semana haciendo

    pensar a la familia que estaba disgustado. Un buen da, le sacaron deltroje y lo incorporaron en la cerca del solar. Pocos das despus, elseor Chuela soaba que el dolo le deca:

    Quiero estar debajo de la cama, quiero caminar un poco,quiero que me des de comer.

    El seor tema que los ancianos de su barrio lo regaaran porno tratarlo bien, pero por no poder aguantar el silbido, lo enterr en elpatio de su casa boca abajo para que se callara.26

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    Pese al desenlace del tarhsi sepultado, dada la chia pro-ducida por ste, la norma social impona un trato de respeto, como seconstata por el temor del seor Chuela a ser reprendido por los vie-jos, si no lo atenda bien. De haberse estado en silencio ese trhesi,

    su antrin no se hubiera visto obligado a tomar tan drstica medida.Despus de todo, los tarhscha traan buena suerte a los gruposdomsticos poseedores de uno, protegan el mbito familiar de quieneslos guardaban incluyendo sus graneros, escuchaban sus peticiones agr-colas, traan buena suerte y regresaban a los animales perdidos. A losobrajeros en particular, su posesin les atraa compradores.27

    En la actualidad, esculturas falsas pueden mostrarse a los visi-tantes como antiguas, pero con las caractersticas mencionadas antes.A pesar del engao, al atribuirles capacidad de hacer travesuras, porejemplo, se da continuidad a la creencia purpecha.

    Para los pobladores, los tarhschaencarnaban a los santosuna forma popular de referirse a quienes tenan relaciones especialescon las divinidades de los antiguos tarascos o a los antiguos mis-mos. En el vecino pueblo de Cocucho se les llegaba a prender velas yse les rezaba antes de la siembra y la cosecha. Aunque ello daba la apa-riencia de imgenes opuestas a las catlicas, lo que en verdad sucedies que convivieron santos tarascos y cristianos.

    Aun si todo esto sugiere un antiguo culto domstico, el cmo seacostumbraba comportarse, al menos desde el siglo XIX, con las escul-turas tarascas posedas, halladas o heredadas, slo mostr el temor porlos daos que podan causar si se les maltrataba, dado que se supona

    que, entre los ancestros, haban sido objetos sagrados en las creenciastarascas. La transmisin de una cosmovisin purpecha al transcurrir eldominio novohispano, permiti a la gente darle importancia a dichasesculturas sagradas como antiguas reliquias y decidir la conducta quecon ellas se deba tener, sin entrar en contradiccin con su cristianismo.

    S

    Lo hasta aqu mencionado parece sugerir la supervivencia de unacosmovisin basada slo en creencias tarascas.28No obstante, lajakj-kukwa purpecha fue, ms bien, una reformulacin de la antigua,

    llevada a cabo por la propia poblacin y acordada de esa manera conlos frailes evangelizadores, para refundirla en un cristianismo adap-tado. Con ese proceder se vea al dios catlico detrs de Kwerjpiri, aJesucristo de tatJurhata y a la Virgen Mara de nanKuk. En efecto,al da primero del ao celebracin de la circuncisin de Jess se lenombrabajurhatikwa.

    Los purpechas conocieron la visin de la sociedad de don-de procedieron sus conquistadores espaoles y, al adaptar la suya,

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    incluyeron elementos tarascos y espaoles novohispanos. Un desglosecuidadoso permite atribuir, por ejemplo, ciertas ideas del tiempo o elespacio a la antigedad tarasca y otras a las culturas ibricas del sigloXVI. Incluso por su ordenacin, puede admitirse la sospecha acerca de si

    lajakjkukwafue un producto ms neoespaol que neotarasco, aunqueadaptado con claras o difusas alusiones a ideas antiguas.

    En relacin con esas alusiones, a lo mejor resulta verdica ciertaextraa conseja acerca de la quema nocturna de santos es decir,las imgenes escultricas de stos para extraer el ncleo del metalprecioso de su interior, ordenada por el obispado de Zamora a nes delporfiriato y llevada a cabo en un gran hoyo excavado a un costadodel templo o en el patio del curato. Ms que un acto de codicia eclesisti-ca, pudo tratarse de uno deliberado para extirpar elementos heterodoxosdel culto purpecha a los ojos del alto clero. Dada la antigua costum-bre mesoamericana de colocar en las esculturas religiosas un corazngurado, acaso lo contuvieron posteriormente los santos catlicos aquienes se renda culto en la sierra. De haber sido as, ese ncleo demetal debi conferirle un simbolismo adicional a las imgenes.29En elsiglo XIX,al obispado zamorano acaso le pareci un remanente pagano,aun cuando lo hubieran colocado los antecesores de comn acuerdo conreligiosos espaoles, para terminar de erradicar el culto antiguo trasla-dando ese rasgo a las imgenes cristianas catlicas y, por costumbre,hubieran seguido hacindolo despus.

    Interpretaciones de intolerancia eclesistica aparte, el cultonovohispano fue un medio con el cual se canalizaron varios elementos

    de la cosmovisin, por ejemplo, en las danzas ejecutadas durante lasfestividades cristianas. De hecho, el pueblo purpecha recibi bien losprocedimientos usados a propsito por los religiosos espaoles, comofue el uso de las danzas y adopt en su mentalidad ideas implantadascon la evangelizacin. La renovacin del pensamiento con signos ysmbolos de antiguo arraigo fue palpable. Tanto, que el pueblo enmarclos antiguos elementos tarascos en una concepcin cristiana, aun cuan-do a nes del periodo decimonnico los forasteros tuvieran laimpresin de que los serranos seguan regulando sus creencias y susactos conforme a la visin del cosmos y del mundo de sus antepasa-dos tarascos. La coherencia del entreveramiento de creencias tarascas

    seleccionadas y depuradas en una visin hispano cristiana fundamentsu permanencia.

    La antigua cultura del estrato social y tnico purpecha notanto la de los clanes tarascos gobernantes fue la superviviente. Simuri la concepcin de quienes gobernaron en los dominios tarascos,perdur la de sus vasallos. De hecho, elementos tan importantes como elantiguo calendario dejaron de funcionar, y el conocimiento y el manejode stos en posesin de sacerdotes y sabios tarascos desaparecieron,

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    junto con las instituciones transmisoras de la sabidura en el estrato do-minante de la antigedad. Tras el vaco que eso produjo, es natural queterminara prevaleciendo la cultura popular.

    Si, como ocurri en el centro de la Nueva Espaa, en Michoacn

    los nobles y los seores principales entregaron sus hijos a religiosos es-paoles, quienes les impartieron su educacin, debi estimularse conesta prole a nuevas generaciones ligadas al dominio novohispanopara constituirse en transmisoras de una visin colonizada, ya no tarascani en su estructura, ni en su contenido.30Por tanto, a este pensamientocristiano adaptado por los nobles evangelizados se debi la empre-sa de rehacer y refundir la cosmovisin anterior y no a la supervivenciade la tarasca.

    Ahora bien, dichas as las cosas, la concepcin portada por elantiguo estrato purpecha pareciera haber persistido con el pueblo delmismo nombre en la Nueva Espaa; o bien, los descendientes de lanobleza educados en la religin y la cultura con los frailes espao-les fueron quienes protagonizaron la adaptacin mental del nuevopueblo, tras la cada del dominio uacsecha. En realidad, los dos pro-cesos debieron tener lugar, porque el pueblo se constituy con ambosauentes sociales: el del antiguo estrato purpecha integrado en elcomn de las repblicas de los naturales y el de la nobleza y sus descen-dientes y herederos, quienes pasaron a integrarse entre sus gobernantes,principales, caciques y mandones locales. Esto sucedi como en elejemplo comparativo ya mencionado del pueblo otom, el cual se hizode una religin crisol de supervivencias antiguas, pero con la huella de

    una evangelizacin cristiana. ste y otros pueblos de origen mesoa-mericano adoptaron, a partir de su conquista espaola, el pensamientopropio de pueblos colonizados.31

    En consecuencia, la visin serrana del mundo y la imaginacinno fue una simple secuela tarasca, sino una adaptacin purpecha. Consta se tejieron hilos invisibles de una parte de la cosmovisin antigua,tanto como la permanencia de ciertos valores generales, tales como:el origen divino de los poblados; la integracin social en conjuntos degrupos domsticos con sus dioses ahora santos y sus muertos; laidea de tener como n ltimo el descenso a la tierra para reunirse conlos muertos y sus dioses; la indivisibilidad del alma y el cuerpo durante

    su existencia; la coordinacin de los actos con el devenir y los ciclosde la naturaleza; el sentimiento que la vida es una merced otorgada; elcasamiento como base para establecer la vida social de cada quien;la preservacin de la honra; la liberalidad para con los visitantes y lascelebraciones religiosas vividas como tiempo sagrado.32

    Algunos de esos principios coincidieron con los hispanocristia-nos, como la indivisibilidad de alma y cuerpo, por lo cual su arraigofue facilitado por su antecedente tarasco. Otra notable coincidencia

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    fue la oposicin entre monte y poblado. Como en la antigedad, dadoque el templo se encontraba en el casco urbano, ste se consider tierracristiana en oposicin al monte salvaje. Aunque en este caso puede, conrazn, sospecharse que la manera de concebir esta oposicin a la vez

    complementaria de espacios pudo ser en mayor medida una implanta-cin hispana. Como fuera, su articulacin y la manera como enraizpodran mostrar qu concepcin fue la que termin dominando.

    S

    Otro componente de los fundamentos heredados de la antigedad fue elmaz, esencial en el sostenimiento del pueblo purpecha y en la creen-cia. La planta del maz fue concebida como un ser vivo, era vista comoun cuerpo humano, con brazos, tronco, extremidades, cabeza y arti-culaciones.33A esta planta primordial se le atribua vida casi humanapues, segn se pensaba, al madurar platicaba con quien lo sembraba.En particular, el tsri charhpitimaz rojo o chchu mazorcacolorada era considerado padre del maz y de todas sus variedades,y protector sagrado de las milpas contra plagas, granizadas y demsinclemencias de la naturaleza; razn por la cual se sembraban tres ocuatro granos de ste en cada milpa, para asegurar una buena cosecha.34

    Ciertas prcticas derivadas de la creencia estaban relacionadascon el bosque y la agricultura, parte de ellas basadas en la observaciny la experiencia, como lo ilustran los siguientes ejemplos:

    Los pinos con los cuales se hacan las vigas para los trojes se

    cortaban en luna llena para que tuvieran fuerza, lo cual garantizabaque la madera aguantara la polilla. Lo mismo suceda con las mazorcasde maz, las cuales se desgranaban en ese mismo periodo para asegurarla mejor conservacin del grano y su resistencia a dicho lepidptero.Con este procedimiento se asociaban las actividades humanas con losciclos naturales.

    Las seales de la naturaleza relacionadas con lluvias y demsfenmenos meteorolgicos tenan especial importancia para los cam-pesinos. Cuando la Luna se vea completa, si los coyotes aullaban lohacan porque estaban anunciando una fuerte granizada que destruiralas milpas o, en general, un aguacero o una helada. Cuando tronaba el

    cielo y las araas salan de sus telas anunciando lluvia, las ancianas sa-lan con cinco o seis mazorcas prietas a cierto llano rumbo a San Felipe,para esperarla y saludarla con la plegaria: Nan Kuk, i nan Kuk(Madre Luna, esta madre Luna). Luego regresaban para dar gracias aDios.35

    Otras prcticas combinaban tradiciones culturales hispano ca-tlicas con las purpechas. El bao de las imgenes de bulto de lossantos catlicos era un procedimiento para favorecer las lluvias necesa-

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    rias para el cultivo; y cuando stas se retrasaban, los campesinos salancantando y rezando en procesin con un estandarte de san Antonio dePadua y, a veces, arrojando cohetes al aire.36Cuando los fros del invier-no se adelantaban o ste era crudo amenazando al maz an inmaduro,

    se hacan procesiones para conjurar el peligro con estandartes de sanMiguel o san Jernimo.37

    En otro momento del ciclo agrcola, cuando empezaba adisponerse de elote o maz tierno, a nes de agosto o principios de sep-tiembre, an tena lugar un baile anual de adolescentes cuyo signicadohaban olvidado. Antes de llevarlo a cabo, los varones se reunan encasa de uno de ellos. Llevaban un conjunto de msica y varias matas demaz para sembrarlas en el patio; entre stas, levantaban un mon-tn de piedras y lodo, y hacan otros dos completando tres e invocabana nanXarhtakata, deidad del maz y la fertilidad. Luego se hacauna tamalada u ochpukwa (hechura de tamales de elote). Despussegua una larga jornada nocturna, para elaborar uchpus y bailar sindescanso un fandango, que duraba hasta el amanecer.38Por cierto, di-cha Xarhtakata debi ser una manera distinta de nombrar a la antiguaXartanka o luna llena.

    La cosecha era la actividad de mayor importancia en el ao,que por momentos tomaba cariz de rito. A principios del siglo XX, alpresentarse en el campo los llamados capitanes del maz y el rastrojopara iniciar la cosecha buscaban a Dios en la milpa, que tomabael aspecto de una mata con cuatro o cinco mazorcas, o bien con mazor-cas cuates. Si la encontraban, le rezaban, formaban con ella una cruz

    indicando los cuatro puntos cardinales y gritaban al mismo tiempo enespaol: Sea alabado y ensalzado el divino sacramento.39

    Luego, plantaban la cruz en un montn de tierra y comenzabanla cosecha. Cuando los cosecheros eran muy numerosos, organiza-ban cuadrillas con tres capitanes, uno en cada extremo del sembrado yotro en el centro, y llevaban a cabo una especie de escaramuza guradaen la cual alguien transmita simblicamente mediante una hoja demaz el arma para un ataque, entre tanto se organizaba la defensadel sembrado.

    El cosechero que olvidaba el mayor nmero de mazorcas eraarrojado manteado sobre el montn de las ya acumuladas. Al nal, el

    patrn ofreca una bebida embriagante a los peones. Rastros todos de lavieja ceremonia de el combate que simulaba el enfrentamiento enla milpa.

    Las mazorcas rojas eran separadas de las otras; nunca se usabanpara hacer tortillas excepto en pocas de escasez, dado que estaban des-tinadas a la elaboracin de ciertos tamales y pozole para su uso ritual engrandes estas religiosas. Si aparecan mazorcas gemelas se guardabanaparte hasta que eran devoradas por la polilla o por los ratones y nunca

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    se usaban en la alimentacin, debido a cierta restriccin por la cargadivina que se les atribua.

    Una vez cosechadas y almacenadas las mazorcas, se evitaba des-granarlas en la noche, porque como el maz dorma como los hombres,

    se interrumpa su sueo causndole un serio disgusto. Tampoco debandejarse granos sueltos abandonados en el piso, ya que eso era un graveinsulto castigado con una pobre cosecha en el prximo ciclo agrcola.40

    S

    Otras acciones, normadas por el costumbre y derivadas de la jakj-kukwa, marcaban momentos del ciclo de vida y muerte. La prcticade cortar el cordn umbilical de un nio recin nacido y llevarlo ha-cia el oriente del predio a enterrarlo en el fogn apagado de la cocina,para que el recin nacido empezara a vivir, qued registrada en elpurpecha charapanense, el cual posea varias formas para nombrar-la, entre ellas: warhakuni, o bien, tpuinchskuni parhnkwarhu(detpuombligo, inchskunienterrar yparhnkwarhulugar del pa-ranguas o fogn).41Por otra parte y a semejanza de los casamientos,cuando mora un nio se encendan y lanzaban cohetes para anunciar alCielo que pronto llegara all el alma de un santo.42

    La etapa en que los jvenes ya estaban en tiempo de cortejo,se manifestaba entre otras seales culturales en cierta vistosa ce-lebracin y rito sacricial derivados de la creencia que parecatener un dejo tarasco antiguo, a la vez que mostraban la profundidad del

    arraigo cristiano catlico en Charapan. Esa compleja celebracin llenade smbolos diversos estaba asociada, de nuevo, al poder conferidoa ciertas grandes piedras, pues culminaba en torno de una roca grandecon tres agujeros, llamada Wirmenakwa, Laja con Boca, al parecerlocalizada a unos metros del Yurhxiu y, por lo tanto, tal vez asociadaal culto mariano. All se llevaba a cabo una ceremonia luego de que,mientras se preparaban las tierras para la siembra, el domingo decarnaval los jvenes salan al cerro bajo la conduccin y el cuidadode los alguaciles donde hacan tejamanil y jugaban hasta el martesen la maana, cuando las muchachas del poblado iban por ellos concascarones. Podra especularse si los llamados cascarones

    eran huevos vacos repletos de confeti de colores u otro rellenosimblico, para estrellrselos como una forma de otorgamiento dealgn benecio, libramiento, puricacin o buen deseo y como unamanera de relacionarse con el receptor? Los jvenes esperaban a lasdoncellas con columpios para balancearlas en stos. Luego, regresabanacompaados por ellas, una vez adornadas con pias de pino. Acasoesto era un procedimiento alegrico con el cual las doncellas libraban alos jvenes de su remontamiento?

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    Asimismo, los muchachos regresaban con un toro alque iban emborrachando. Al llegar al poblado, lo amarra-ban en la citada roca y all lo inmolaban para lavarla consu sangre, la sobrante la regaban y la carne se coca.

    Acaso el toro cobraba un sentido malco por procederdel monte salvaje opuesto al poblado sagrado? La mez-cla cultural de lo antiguo con lo hispano era patente.Un cura, contrariado por dicha usanza, mand qui-tar la piedra, lo cual slo se hizo en parte porqueno hallaron el n de ella.43Hasta la fecha sueleverse a nios mayores jalando algn becerro du-rante alguna festividad religiosa, aunque ya dejde hacerse sacricios rituales de animal alguno.

    El ltimo escaln del ciclo de la vida: lamuerte, tena fuerte presencia en la creencia, de lacual se desprendan diversas prcticas funerarias. Enla antigedad, los muertos se sepultaban en cuclillasdentro de urnas en forma de grandes ollas de barro,en algo similares a las que, en el siglo XX,se hacan enCocucho.Fig. 3Sepulcros con estas ollas, que guardaban restoshumanos, fueron hallados en los siglos XIXy XXpor charapanensesen varios parajes; entre otros, en uno donde antes estuvo ubicado uno delos antiguos caseros de una parte de la gente que form Charpani.44

    Con posterioridad, a partir de la poca de la repblica purpecha,la muerte era acompaada del rito catlico de la extremauncin. Las

    normas funerarias fueron varias incluyendo las de cmo vestir y velaral difunto, segn fuera nio, soltero o casado, hombre o mujer; quinesdeban hacerse cargo de cada fase; qu tabes deban ser acatados enlos velorios; y qu alimentos y bebidas deban servirse. A los difuntosse les velaba en una caja descubierta, pero los enterraban envueltos enun petate.

    Laparkata urpiti, una mariposa blanca abundante en octubre,un mes antes de la fiesta de muertos, se la tena como espritu delos antepasados. La kolomprni parkata, una mariposa de otoo ligadaal atributo de los astros, pasaba volando de norte a sur y asista a lasestas encarnando el alma humana.45

    Cuando los muertos de una familia se aparecan era porquealguien de los suyos iba a morir. Una vez que eso ocurra, el ltimofamiliar fallecido encaminaba al nuevo por el sendero del otro mundo,rumbo al sitio donde le corresponda segn su estado de gracia o peca-do: el Cielo, el Purgatorio o el Inerno. Otro mal presagio era cuandolos frutos resultaban mejores a los cultivados en tiempos normales,a pesar de sembrar maz, frijol o calabaza fuera del calendario agrcola,pues era seal de que algn pariente tena que morir pronto.

    CarlLUMHOLTZ(1902,

    2:427)

    Fig. 3. Urna funeraria dela antigedad tarasca de91 cm de alto, fotografiadaalrededor del ao 1894 en

    un lugar desconocido delPurecherio.

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    Haba variostrminos del purpe-cha charapanense paradenominar el acto de

    ofrecer comida a losdifuntos de la familia,que murieron a lo largodel ao, huella lin-gstica de la prcticade ponerles ofrendaen la noche anterioral 2 de noviembre.46Despus de todo, enel pas purpecha,ese da de muertosfue costumbre espe-rar con ketstakwa(ofrenda) a las almasde los muertos durantela chekstao esta de lasnimas.

    A lo largo y lo ancho del pas purpecha, las personas debanser enterradas en su poblado, pues slo as a sus familiares les era dadoesperar sus nimas en la esta de muertos cada ao. De lo contrario,a menos que sus restos fueran llevados de regreso, a quienes moran

    fuera no se les poda esperar donde fallecieron, sino en donde nacie-ron.47Asimismo, se oa misa solemne y se visitaba a los muertos en elcementerio, donde los familiares coman despus de limpiar y adornarlas tumbas de sus difuntos.

    S

    Todo lo dicho estaba acompaado con ritos, ceremonias y actos enotros mbitos de la vida pueblerina e individual. Con frecuencia, de lacreencia se derivaban medidas prcticas y ritos religiosos, que el cos-tumbre se encargaba de llevar a cabo. Esto a veces estaba asociado con

    ideas mgicas. Tres ejemplos de principios del siglo XXlo ilustra:Uno, el hbito de colocar cuando se construa un troje boti-

    jas con dinero en los cimientos para auspiciar su larga duracin.Dos, la obligacin de presentar la escultura que representa-

    ba a un santo patrono ante el altar principal de la iglesia o capillapara que oyera su misa titular el da de su fiesta. De no hacerlo,dejaba de valer, por lo cual perda el poder intrnseco que se leatribua.48

    Fig. 4. Urna cineraria debarro, de entre 36 y 38 cm,con un cuenco tripode comotapadera, hallada en undepsito funerario en LasLomas, cuenca de la cinagade Tsakpu en Michoacn,elaborada en el perodo entre

    100 a. C. y 1 d. C..

    ARNAULyotros(1993:100,fi

    g.

    30)

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    Tres, la amenaza de cortar un remolino al producirse y acercar-se, ms que nada en los malpases, usando un cuchillo o machete. Aeste fenmeno se le consideraba un akutsi jankwa(culebra de agua,huracn, remolino) atribuido a las culebras viejas que segn se

    pensaba tenan alas. Si no pegaba el rayo, se levantaban y hacanremolinos de agua y se llevaban pinos; y donde dejaban la cola en unacasa o algo hacan majadera y media.49

    Algunas prcticas sociales, visibles en ceremonias y festivida-des, parecen derivadas de la liturgia catlica, mxime que la pintkwainclua reglas prcticas, devociones y prohibiciones para ganarse elParaso; advertencias para evitar la enfermedad; y procedimientos paralograr el dominio social.50Al sucederse cada parte del da, del ao y delciclo de vida de cada quien, haba siempre alguna ceremonia por hacer,aunque slo se redujera a pronunciar una frase de respeto u oracin ohacer la seal de la cruz. En consecuencia, el tiempo de la repblicapurpecha fue ritual, siempre con alusiones a la creencia.

    S

    Hubo otros muchos indicios de una visin purpecha del mundo: enla clasicacin botnica; las nociones espaciales y temporales; lostopnimos; la distribucin y jerarqua de barrios; la localizacin desitios sagrados, mgicos e histricos; los usos y costumbres; las ideasrelativas al clima, los colores, los alimentos, las enfermedades hu-manas y animales; la hechicera; las leyendas; las canciones; las

    construcciones; los seres sobrenaturales y otras expresiones ms. Asi-mismo, se perciban en el cdigo para interpretar los sueos, segn elcual stos presagiaban buena o mala suerte, anunciaban muertes yenfermedades, etctera.51

    El conjunto de todo lo mencionado fue transmitido a la poblacinde padres a hijos y en los discursos de los viejos principales. Algunosindividuos, tal vez la mayora, comprendan slo una parte, pero en latradicin oral charapanense se habl de hombres que tenan el co-nocimiento integral, contaban la historia del poblado, explicaban el porqu de tal o cual cosa y el signicado de una oracin o signo; y sabanlo que deba hacerse en tal o cual circunstancia y por qu. Ello slo es

    posible entenderse si funcionaba un cdigo general y una cosmovisincoherente, un pensamiento colectivo que los uni en un complejo or-denador, esclarecedor y normativo, que englob y articul el conjuntomaterial y espiritual de Charpani.

    Las fuentes histricas y la bibliografa antropolgica tam-bin contienen mltiples evidencias, tanto de una cosmovisin tarasca,como de su heredera purpecha. Tocante a la primera, la mayor yms contundente prueba son los discursos y los testimonios waksecha

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    compilados en el siglo XVI.52Acerca de la segunda, varios estudiosrecogen uno u otro de sus rasgos. Por lo dems, este libro tiene todavaalgunas pginas por delante, en las cuales el lector tendr otros elemen-tos adicionales con los cuales, segn espera el autor, no le quedar

    duda alguna: ms que simples curiosidades aisladas y dispersas, setrata de una cultura integrada con un sistema de ideas para elucidar co-herente e integralmente el mundo de lo natural y el de lo sobrenatural;y la relacin de ambos con la sociedad y con su pasado, su presente ysu futuro.

    Por eso, el pensamiento purpecha justicaba y perpetuaba laorganizacin coherente de la produccin y la distribucin de la riqueza,y las relaciones reales e imaginarias de los hombres entre s y entreellos y la naturaleza, plasmado en normas, valores, creencias y con-venciones representativas, como lo hace todo pueblo.53No en balde,la cosmovisin reejaba la organizacin social de su repblica, querega la vida y el pensamiento familiar e individual.54

    S

    En verdad, es difcil reconstruir y descifrar la estructura de todo estocon los escasos rasgos que en este captulo se describen; sin embargo,eso no impide identicarlos como un conjunto de muestras indirectasde que estuvo viva en el pasado. Es improbable lograr establecer la rela-cin especca entre sus elementos, pero es patente un simbolismo atrsde ellos. En rigor, habra que reconstruir la concepcin purpecha del

    cuerpo humano, en torno a la cual todo lo dems se entreteje, como fueel caso, por ejemplo, de la forma esfrica de los cntaros usados parallevar agua, que signicaba el seno de las doncellas.55En la lengua mis-ma hay barruntos de ello, como el que se nombre con la misma palabraa la fontanela y al Sol.56

    Las ideas ordenadoras, que parecieron agrupar todos los aspec-tos de la vida, lo hicieron en la mentalidad colectiva. En los hechos,las relaciones sociales y la produccin de los bienes de subsistenciaconstituyeron su eje organizador, pero sin duda el pensamiento comu-nitario fue su adecuado e imprescindible complemento. Un bucle derepresentaciones sensorialmente perceptibles lig todo con todo, en

    virtud de rasgos asociados a stas por una convencin socialmenteaceptada. Ello funcionaba aun en la justicacin de la estraticacinsocial, de modo que, por ejemplo, cierto jefe de una familia purpechaacomodada, quien en vida entabl relacin con un japnkwaun sersobrenatural del bosque de quien recibi su riqueza, al morir se con-virti en tres piedras con el tamao de calaveras.57Tal era la aparienciaque tomaban los achechaque de noche recorran Charpani: la detres calaveras que saltaban por las calles. Tres piedras eran tambin las

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    que componan el paranguas o fogn de la cocina, donde se prenda elfuego domstico, antiguo enlace entre los hombres y los dioses del cie-lo, y centro ritual y mgico por excelencia del grupo domstico.

    S

    Como aqu se ha reiterado, el conocimiento holstico del pensamientopurpecha era exclusivo de una minora, pero ste no fue coherente yarmnico necesariamente o no para todos ni en todo tiempo, ya queevolucion y experiment transformaciones y adaptaciones. Si bien lacosmovisin pona en orden los elementos de lo real y lo sobrenaturaly confera la dimensin social de las prcticas y creencias formales,tambin mostraba los conictos que producan el desorden, las rupturasy la violencia. Tal cosa ha ocurrido en todos los pueblos, pues delmismo modo como en su imaginacin colectiva han tratado de com-prender y controlar las fuerzas naturales extraas e incomprensibles,han conferido atributos sociales a las guras de la fantasa y les hanhecho representar fuerzas histricas.58

    Como en toda cosmovisin, la purpecha tuvo mutaciones queeran fruto de los cambios en la sociedad. Ms que una esfera autnomae inmvil, el universo simblico fue un elemento para identicar loscambios sociales.59En las danzas, por ejemplo, solan introducirse alu-siones propias de cada poca.60

    Aun reconstruyendo el sistema cosmognico y su funcionamien-to, tendra que ser ubicado en una poca especca y luego vericar

    su naturaleza antecedente y sus cambios posteriores. Al nal, habraque determinar cundo la interpretacin purpecha del mundo real eimaginado dej de mantenerse como tal, si sus alteraciones paulatinasfueron empobreciendo su contenido y, en consecuencia, afectaron suintegridad dejando de transmitirse a la mayora de la poblacin, cuandola minora ilustrada desapareci.

    En los siglos XIX a XXI, el signicado de muchas expresionesse fue escapando. Algunas veces, en particular con las creencias so-brenaturales, fue difcil establecerlo. Aun descubrindolo, quedaba poridenticarse la conexin general entre ellas, para determinar si eran par-te de un mismo complejo ideolgico. Pese a todo, probablemente hubo

    un tiempo en que ste rigi la mentalidad de la repblica purpecha.Si dicho empobrecimiento desemboc en un desconcierto ge-

    neralizado, desarticul y quebr en denitiva la vieja cosmovisin. Talvez, eso empez a suceder entre el n del gobierno de los naturales y eln del porriato. Lo testimonia el hecho de que, al nal del siglo XX,el conjunto social charapanense sustituy esa visin, que antes portabala mayora o, al menos, una minora de viejos con la voz de autoridad.Otro tipo de pensamiento haba ido adoptndose.

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    S

    Aqu se ha dado por supuesto sin entrar en su descripcin, que la creen-

    cia cristiana forma parte indivisible de la jakjkukwa, en tanto se creetanto en los santos catlicos como en la Luna; todo forma un todo. Ellector habr de disculpar al autor que haya descuidado esta faceta, parapoder mostrar rasgos especcos de una cosmovisin purpecha, en elentendido de que ambas caras deben tenerse presentes. Dicho esto, sloqueda enfatizar el propsito propiamente dicho de este apartado.

    Las evidencias, solo en apariencia sin relacin entre ellas, de ladisposicin de una cosmovisin purpecha en Charapan, pese a la di-cultad para reconstruir la urdimbre que las discerna y les dabaun sentido, muestran que la repblica purpecha era mucho msque un cuerpo administrativo. Hacen patente y manifiesto que eratanto una entidad agraria, religiosa y poltica, como una corporacinposeedora de un pensamiento comunitario, que explicaba el entorno ylo sobrenatural, el pasado y el presente, el origen y la vida en todos susaspectos. Por lo tanto, dispona de una explicacin aglutinante de suexistencia.

    S

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    N ot a s

    1 Alcal (1541). Otros brevsimos datos estn desperdigados en distintos docs.; y

    algunos ms se deducen con la arqueologa, la lingstica y las etnografas tarasca y purpecha.

    2 Como lo refiere Lpez Austin (1991: 7-9) respecto de los pueblos mesoamericanoscolonizados.

    3 Galinier (1991: 33 y 40).4 Acerca de el costumbre como configuracin histrica y social, Consltese Jacinto

    Zavala (1995).5Vase relacin de sus artculos en las fuentes consultadas. Respecto de el costumbre,

    vase el captulo 10.6 La segunda acepcin es ms finamente expuesta por Franco Mendoza (1994: 228 y

    pssim).7 Consltese Friedrich (1981: 63).8 A continuacin se usa informacin de Lumholtz (1904, II: 409) y trad. oral en entrev.

    a Lorenzo Murgua ngeles, Uruapan, 18 de mayo de 1974 (en ACRL-CGM1973-4, lbta. 4: f. 2 r.).

    Cf. Murgua ngeles (1968 e: 1 col. y 1968f).9Lumholtz (1904, II: 409) y entrev. a Lorenzo Murgua ngeles, Uruapan, 18 de mayo

    de 1974 (en ACRL-CGM1973-4, lbta. 4: f. 1 v.). Consltese cruz del Sur en el glosario.10 Gilberti (1990: 88).11 Velsquez Gallardo (1947: 255 ypassim) y Murgua ngeles 1968 f. A menos de que

    se indique otra cosa, lo que se describe en este apartado se tom sobre todo de estos artculos.

    Vase destino en el glosario de este libro.12 Velsquez Gallardo (1947: 82).13 Murgua ngeles (1968 f: 1 col.) y Velsquez Gallardo (1978).14 Alcal (1541 y 2001: 73 r.).15 Lumholtz (1904, II: 409).16

    Velsquez Gallardo (1978: 83, 2 col. y 140, 1 col.).17 Lumholtz (1904, II: 409) y Velsquez Gallardo (1947: 83).18 Velsquez Gallardo (1947: 83; y 1978: 64, 2 col.) y Murgua ngeles (1968 e: 1 col.).

    Consltese Gonzlez Torres (1991: 53 y 199).19 Velsquez Gallardo (1947: 83; y 1978: 64, 2 col.). Consltese Gonzlez Torres (1991:

    53 y 199).20 Lumholtz (1904, II: 409), Velsquez Gallardo (1947) y Murgua ngeles (1968 e).21 Segn se decan an en 1974 (entrev. a Oralia Jernimo, Charapan, 27 de febrero de

    1974; en ACRL-CGM1973-4, lbta. 3: f. 34 r.).22 Catalina Hernndez viuda de Sierra (charapanense residente en el Distrito Federal)

    1992, com. oral, Mxico. Consltese Chamorro y Daz (1983: 7). Segn se percat Palacios Lpez

    (1950: 194 ss.), al pedir a unos pobladores que le dijeran lo que vean en las llamadas manchas

    de Rocharch, que los psiclogos usaban para apreciar la imaginacin.23 Carrasco (1971: 271-2). Consltese referencia decimonnica en Lumholtz (1904,

    II: 361).24 Mrquez Joaqun (1999: 6B, 2 col.).25 Segn el profesor oriundo de Santa Fe de la Laguna Nstor Dimas (2003: com. oral).26 Velsquez Gallardo (1947: 101-2). Puntuacin y presentacin corregidas, as como

    el gnero del sustantivo troje.27 Velsquez Gallardo (1947: 101 ypassim).28 Consltese Carrasco (1971: 272).

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    29 Idea basada en lo que el dato le sugiri a Felipe Castro Gutirrez (com. oral, M-

    xico).30 Consltese Gmez Canedo (1993: 288-9 y 331-2).31 Lpez Austin (1988: 9).32

    Descripcin del investigador serrano Jacinto Zavala (1995: 17-28). Cf. Alcal (1541:passim). Estos rasgos se registraban tambin en la etnografa y en la tradicin oral charapanenses.

    Cf. ACRL-CGM(1973-4:passim), AGN(1789:passim), Murgua ngeles (1968-9:passim) y Palacios

    Lpez (1950:passim).33 Cristina Monzn (2004: 455 y com. oral), Fernando Nava (com. oral), Felipe Chvez

    Cervantes (en ACRL-CGM2007c) y Chvez Cervantes y Rodrguez Lazcano (en ACRL-CGM2014).34 Velsquez Gallardo (1947: 103; y 1974: 115, 2 col. y 210, 1 col.).35 Entrev. a Lorenzo Murgua ngeles, Uruapan, 18 de mayo de 1974 (en ACRL-CGM

    1973-4, lbta. 4: f. 2 r.).36 Entrev. a Lorenzo Murgua ngeles, Uruapan, 10 de junio de 1974 (en ACRL-CGM

    1973-4, lbta. 4: f. 41 v.).37 Palacios (1950: 56).38

    Consltense detalles en Murgua ngeles (1969 f).39 Entrev. a Lorenzo Murgua ngeles, Uruapan, 18 de mayo de 1974 (en ACRL-CGM

    1973-4, lbta. 4: f. 2 r.).40 Lumholtz (1904, II: 409) y Velsquez Gallardo (1947: 102).41 Velsquez Gallardo (1974: 32 y 33, 2 y 1 col. respectivamente).42 Palacios Lpez (1950: [191]).43 Murgua ngeles (1969 e: 16, 5 col.) y entrev. a Lorenzo Murgua ngeles, Uruapan,

    9 de junio de 1974 (en ACRL-CGM1973-4, lbta. 4: f. 39 v.).44 Testimonio de Murgua ngeles (1969 h: 3 a 5 cols.).45 Velsquez Gallardo (1978: 147 y 172).46 Velsquez Gallardo (1974: 37, 1 col.).47 Benjamn Lucas (1998: com. oral). Consltese descripcin de ritos funerarios en

    Charapan en 1949, en Palacios Lpez (1950: 190-2).48 Entrev. a Lorenzo Murgua ngeles, Uruapan, 9 de junio de 1974 (en ACRL-CGM

    1973-4, lbta. 4: f. 37 r.) y Miguel Aguilar Nipita (ca. 2009: com. oral, Charapan).49 Testimonio del charapanense Carlos Flix, cit. en Carrasco (1971: 270).50 Idea tomada de Gala (1990: 84) para aplicarla al Purecherio.51 Consltense ejemplos de esos sueos y sus interpretaciones en Velsquez Gallardo

    (1947: 105-6).52 Alcal (1541;passim).53 Consltese Prez Ruiz (1992: 65) y Duby (1992: 94).54 Consltense caps. 9 y 10.55 Murgua ngeles (1968 f: 3 col.).56

    Velsquez Gallardo (1978: 139, 2 col.).57 Respecto deljapnkwa, consltese el cap. 25.58 Engels (1976: 306).59 Aug (1979: 94), cit. en Galinier (1990: 38). Consltese Jacinto Zavala (1988:pas

    sim).60 Esser (1984: 239).

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    El fascculo

    Las lenguas en Charapan

    se termin de editar y formar el

    lunes 27 de octubre de 2014, en el

    estudio del autor, sito en las inme-

    diaciones del pueblo de Tlalpan en

    la cuenca de Mxico.

    S

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