"JAIME HUMBERTO HERMOSILLO" (2014) Julio Pollino Tamayo

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JAIME HUMBERTO HERMOSILLO Un fatalista libertario, un voyeur impenitente © Julio Pollino Tamayo [email protected]

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J AIME HUM BERTO

HERMOSILLO

Un fatalista libertario, un voyeur impenitente

© Julio Pollino Tamayo [email protected]

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¿Se puede calificar a Robert Bresson de director de temática heterosexual?

¿Ridículo, verdad? ¿Entonces por qué a los directores que suelen sacar a

homosexuales en sus películas se les bautiza como directores de temática

homosexual? ¿Qué coños tiene que ver la heterosexualidad o la homosexualidad

con el cine? El cine es emoción, sentimientos, personas, forma, y la condición

sexual de sus protagonistas es algo anecdótico, insustancial, jamás he visto, o

dejado de ver, una película por estar interpretada, o no, por heterosexuales. Por

supuesto los críticos, en un alarde de originalidad, le bautizaron como el

Almodóvar (1949) mejicano, otros como el Ventura Pons (1945), y en todo caso

sería al revés, el maestro antes que el aprendiz, Almodóvar el Hermosillo

español. Desconozco si Hermosillo (1942) es homosexual y francamente me

importa poco menos que nada, pero basta ver cinco minutos de sus películas

para darse cuenta de que tiene poco que ver, que Hermosillo es mucho más

sobrio, intimista, pesimista, sin que asocie sobrio, intimista, pesimista, a mejor,

cada director tiene su tono, su ritmo, y un Almodóvar contenido, introvertido,

soso, sería un contrasentido, una impostura. Hermosillo cree en la realidad, en

el plano secuencia, y Almodóvar cree en la imagen, en el montaje.

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Lo que sí tienen en común son las reconocidas influencias, Sirk, Fassbinder,

Cukor, Hitchcock, Erich von Stroheim, Minnelli, Carol Reed, Ophuls, Rossellini,

Ford (su director favorito), Visconti, Truffaut, Alejandro Galindo y Luis Buñuel,

vamos las influencias de cualquier director apasionado por el melodrama,

género tan genuinamente, específicamente, mejicano. La influencia de

Fassbinder llega hasta el punto de que sus dos gatas, que salen en sus películas,

se llaman Marlene y Petra von Katt en homenaje a “Las amargas lágrimas de

Petra von Kant”, una de sus 10 películas favoritas (su lista de 5 además de la de

Fassbinder es: “Cantando bajo la lluvia”, “El tercer hombre”, “Ciudadano Kane”

y “Crónica familiar”, la primera película que vio “El cisne negro”, y la que más le

ha influido “Una familia de tantas” (1948) del mejicano Alejandro Galindo), y

como Fassbinder, su madre, María Guadalupe Delgado, también es habitual

intérprete de sus películas, clavando el papel de madre manipuladora,

castradora, como Lilo Pempeit (Liselotte Eder) en las de Fassbinder. Incluso

Hanna Schygulla actúa en una de sus películas, la coproducción española con

colaboración de Gabriel García Márquez “El verano de la señora Forbes”

(capítulo de la serie de televisión española “Amores difíciles”), aunque su musa

es la grandísima María Rojo. No es la única conexión española, uno de sus

colaboradores habituales en el guión es el anarquista escritor santanderino,

afincado en Méjico desde pequeño, José de la Colina.

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Que sus protagonistas suelan ser homosexuales, encubiertos o no, lo único que

indica es que Hermosillo es un director valiente, arriesgado, libre, como buen

acuario (22 de enero, un día antes que yo), las múltiples censuras a sus películas

lo corroboran, porque México, al igual que España, es un país profundamente

machista, homófobo, y centrarse en la homosexualidad es garantizarse la

marginalidad, el ninguneo. Con el agravante de que no lo hace siempre desde el

humor, desde el esperpento, como Almodóvar, la principal razón por la que se le

tolera en España, y en Francia, otro país homófobo como pocos. A pesar de todo

tiene cierto reconocimiento en Méjico, en España el cine mejicano es solo

Buñuel y como mucho Ripstein, en la lista de las 100 mejores películas de la

historia del cine mejicano realizada por la revista SOMOS consigue colar 4 de

sus películas, en el siguiente orden: “La pasión según Berenice” (1975), “María

de mi corazón” (1979), “Doña Herlinda y su hijo” (1984) y “Naufragio” (1977),

sin que sirva de precedente, realmente entre las mejores, aunque se podrían

añadir varias a la misma altura, o superiores, parezco Miguel Marías, “La tarea”,

“Matinée”, “El cumpleaños del perro”, “Intimidades en un cuarto de baño”,

“Encuentro inesperado” y “Las apariencias engañan”. De todos modos una lista

de 100 en la que hay 10 películas de Emilio Fernández, 7 de Buñuel y 7 de

Gavaldón, dice muy poco de una cinematografía, de su número de creadores, o

de la ignorancia de los que han participado, votado, en la lista. Me inclino por

esta última opción, una lista sobre las 100 mejores películas del cine mejicano

en la que no aparecen “Principio y fin”, “La mujer del puerto” (la de Ripstein),

“Santa Sangre”, “Lola”, “En el balcón vacío”, “Subida al cielo” o “Deseada”,

carece de valor, de credibilidad, de sentido. El tema de sus películas no es la

homosexualidad, lo es los mecanismos del poder, y su abuso, la denuncia de la

hipocresía, doble moral, de la clase media, los prejuicios sociales, sexuales, la

castración, frustración, de los deseos, de los sueños, que conduce a la

enfermedad, a la perversión, al sadomasoquismo, al suicidio, la crueldad,

soledad, que late oculta en todas las relaciones personales, amorosas, en

definitiva, la explotación de los sentimientos, de los fuertes a los débiles, o la

desesperación de vivir.

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El cine de Jaime Humberto Hermosillo no está inédito en España, pero casi,

de su extensa filmografía, bastante más de 30 películas, sólo se han estrenado

en España tres, y solo en las grandes capitales, “Amor libre”, “La tarea” y “La

pasión según Berenice”, y la que más éxito tuvo, “Amor libre”, no pasó de los

43.392 espectadores. La más popular a nivel cinéfilo es “La tarea”, presentada

en la SEMINCI de 1991, pero su fama no ha llegado, desgraciadamente, luego

amplío, a nuestros días. El resto son algunas emisiones aisladas en televisión,

las que más veces “Confidencias” y “María de mi corazón”, y no pasan de tres,

generalmente en la 2 y de madrugada, un ciclo en 1992 con sus películas en el

legendario Cine-Club de la 2, vamos a la una y tantas, la inclusión de alguna de

sus películas en la sección oficial o paralelas de algunos festivales, SEMINCI,

San Sebastián, Semana de Cine de Barcelona, y sobre todo en el Festival

Iberoamericano de Huelva, que le dedicó incluso una retrospectiva en 1991, otra

en la Cineteca de la UGT en Sevilla en el 2008, otra también en el Festival de

Cine de las Palmas en el 2008, alguna proyección puntual en la Filmoteca

Española y en la Casa América, y para de contar.

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Desde luego teniendo en cuenta que la onda expansiva de los festivales

españoles es nula, lo mismo que la 2 de televisión española, equivale a decir que

Jaime Humberto Hermosillo es un perfecto desconocido entre la cinefilia

española, de hecho ni tan siquiera los activistas del cine LGBT, como si fuera un

género aparte, un gueto, tan talibanes para sus cosas, han hecho pública

reivindicación de su cine, si exceptuamos al colectivo gay de Melilla, el más

cinéfilo de España. Triste, muy triste, porque hablamos junto con el Indio y

Ripstein, de la Santísima Trinidad del Cine Mejicano, en mi opinión en el

primer puesto, en mi lista de 10 directores favoritos en general, por la parte alta,

y con una película suya incluida en mi lista de 10 películas favoritas de todos los

tiempos, “La tarea”. Como quejarse nunca ha valido de nada en España, ni en

ningún otro sitio, paso a recomendar mis 10 películas favoritas del genial Jaime

Humberto Hermosillo, de pocos directores puedo recomendar una cifra tan

elevada, por si a alguien le sirve de orientación, de estímulo, para penetrar más

profundamente en su filmografía, o directamente desvirgarse.

“He llegado a la conclusión que las películas ya están hechas, sólo que nosotros

jugamos a hacerlas” Jaime Humberto Hermosillo

Hermosillo en el rodaje dentro de la película "La tarea prohibida"

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MIS 10 PELÍCULAS FAVORITAS

1- LA TAREA (1990)

Plano secuencia único desde el suelo. Primer pensamiento cinéfilo: Yasujiro

Ozu. Segundo pensamiento cinéfilo: “La ventana indiscreta”, “La soga”, Alfred

Hitchcock, aunque el puritano Hitchcock jamás hubiera tenido los huevos de

hacerla casi en su totalidad en plano fijo, Sokurov, “El Arca Rusa”, tampoco.

Tercer pensamiento cinéfilo: una película en la que aparece en la pared un

póster de la película “Salón México”, mi melodrama mejicano favorito, una de

las películas menos conocidas, valoradas, del Indio Fernández, incluso por él

mismo, y tiene un maravilloso homenaje a Pedro Armendáriz, no puede ser

mala. Cuarto pensamiento cinéfilo: el detonante de que los dos ex-amantes se

encuentren es que ella el día antes vio la película “Una jornada particular” (“Un

día especial” en Méjico), mi película favorita de Ettore Scola, luego lo dicho, no

puede ser mala con esos antecedentes. Quinto pensamiento cinéfilo: “Sexo,

mentiras y cintas de vídeo”, inevitable que una película grabada por entero por

una cámara de vídeo escondida por la protagonista remita a ella, aunque sea de

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1989 y el proyecto original de “La tarea” de 1988, la ignorancia cinéfila es osada.

Sexto pensamiento cinéfilo: y este ya es de nota, porque habrá pocos cinéfilos

que hayan visto esta película de cine independiente americano de los 60,

“Coming Apart” (1969), el canto de cisne de Milton Moses Gingsberg, la historia

de un psiquiatra que graba a escondidas en su apartamento en plano fijo los

encuentros sexuales con sus pacientes.

Luego no podemos hablar de originalidad, pero sí de radicalidad, de llevar el

experimento al extremo, a mayores con un sano despendole, sentido del humor,

carcajadas, con coitus interruptus incluido. Lo maravilloso del asunto es que a

los 10 minutos te olvidas de que es un plano fijo, y que en ningún momento la

película resulta pesada, aburrida, pretenciosa, artificiosa, sino llena de ingenio,

de inteligencia, de autenticidad. Hermosillo es un mago, que una película que

empieza enseñando el propio mecanismo de rodaje de la película, continúe con

una puesta en escena descaradamente teatral, que no disimula su condición de

escenario, y consiga que te acabes olvidando de que estamos ante una ficción,

una mentira, que parezca verdad, real, que llegue a la verdad a través de la

mentira, que la película se desnude sumando cada vez más capas, sino es magia

no sé que coños es. Es imposible sacar más partido a menos elementos, y de

manera tan brillante, sencilla. El juego con los zapatos, con el fuera de campo,

es sublime, lo que podría resultar un simple ejercicio de estilo

metacinematográfico, se transforma en un deslumbrante juego cinematográfico

a secas, en una exploración, análisis, anti-elitista, sobre el proceso creativo, el

giro final es para ponerle un piso a Hermosillo, sobre la ética en la captación de

imágenes, sobre el punto de vista, sobre la diferencia entre objetividad y

subjetividad, entre ficción y diario, entre verdad y mentira. “La tarea” es un

manual de puesta en escena, de cine, que deja al movimiento DOGMA, a Lars

von Trier, a la altura del betún, una película intelectual sensual, cachonda,

desprejuiciada, libertaria, un exorcismo, akelarre, de la imagen. Hermosillo

logra el milagro de convertir una insulsa película de Warhol en algo cercano,

popular, hacer lo mismo que hacía Egoyan en “Family Viewing”, “Guiones

cambiados” y “El liquidador”, reflexionar sobre la imagen, de manera accesible,

para todos los públicos. Sin exagerar un fotograma, una de las 10 películas más

importantes, fundamentales, seminales, de la historia del cine.

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8-01-92

Para finalizar, me cabe el orgullo patrio, de patria chica, de que esta película

fuera de categoría fue vista por primera vez en España en la SEMINCI, el ex

Festival de Cine de Valladolid, en 1991, logrando la actriz protagonista, la genial

María Rojo (“Danzón”), el más que merecido premio a la mejor interpretación

femenina. Premio que tenía que haber sido compartido por el actor

protagonista, José Alonso, que también cuaja una interpretación descomunal,

fue nominado al Ariel de Plata (los Goya mejicanos) al mejor actor. Este

galardón supuso que la película pudiera ser estrenada en España en 1992,

aunque de manera muy limitada, 21.278 espectadores, algo es algo. Muy poco

para lo que merece, en Méjico supuso el mayor éxito de taquilla de su carrera

(en el Festival de Moscú ganó el Premio Especial del Jurado), la gente salía

entusiasmada, gozosa, de las salas, a pesar de que algunos críticos pacatos la

calificaron de pornográfica. Calificativo que le haría mucha gracia a Hermosillo,

ya que la película era una reelaboración en cine de un proyecto anterior en

vídeo, totalmente auto-producido, titulado “El aprendiz de pornógrafo” (1988),

que respeta la esencia de este primer esbozo casi en su totalidad, cambiando

únicamente el sexo del ejecutante del vídeo, que pasa de hombre a mujer, con lo

que añade una crítica al machismo, y lógicamente teniendo que adaptar la

filmación a la limitación que supone la duración de 10 minutos de los rollos de

negativo en cine, impedimento que no tenía en vídeo, las cintas podían durar

más de una hora, algo imperceptible al verla, gracias a los ensayos

cronometrados durante una semana, el rodaje en cuatro días. Espero que el año

que viene, cuando se cumple el 25 aniversario de este verdadero hito,

acontecimiento, experiencia, cinematográfica, las instituciones culturales

españolas, mejicanas, sepan estar a la altura.

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“La comedia es un género dramático muy serio; hablando de los géneros

dramáticos que vienen desde los griegos, “La tarea” es comedia por su

estructura, por su propósito, por su desenlace, pero eso no quiere decir que la

comedia tiene que ser ligera; la comedia tiene fundamentos muy serios, y para

hacer reír al público hay que tomar las cosas en serio” Jaime Humberto

Hermosillo

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2- LA PASIÓN SEGÚN BERENICE (1976)

Hasta cuando Hermosillo es más clásico, en la forma, a la manera del Picazo

de “La tía Tula”, del Buñuel francés, español, mejorado, sublimado, Martha

Navarro es más inquietante, cruel, que Catherine Deneuve, “Tristana” dirigida

por Hermosillo sería una obra maestra, brilla con luz propia, resplandece. La

austeridad, contención, con que Hermosillo aborda el melodrama, le emparenta

directamente con Robert Bresson, con el Bresson poseído por el diablo de su

etapa final, y si hubiera nacido en Francia en lugar de en Méjico, hace décadas

que tendría una cátedra de cine con su nombre, al ladito de su admirado

Truffaut, “La pasión según Berenice” y “La sirena del Mississippi” deberían

venderse, verse, siempre conjuntamente. Da pena pensar que sus dos hijos

tontos, Almodóvar, Ozon, sean adorados allí, que injusto es el cine, la crítica, el

eurocentrismo. Eso sí, que nadie se confunda, clasicismo en Hermosillo no

equivale a decir conservador, moderado, el manierismo está en el contenido,

digno de Hitchcock, de Fassbinder, pero más refinado, en pequeñas

transgresiones casi en segundo plano, en la atmósfera morbosa, sensual, que

consigue crear con leves apuntes, como Torre Nilsson en “Piedra libre”.

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Hermosillo, como Oliveira, es un experto en desdramatizar, en ralentizar la

dramaturgia, en tensar temporalmente las secuencias, tirando de tiempos

muertos, de planos fijos, de travellings de acompañamiento, de larga duración,

que conducen la historia, la acción, a un ritmo lento pero sostenido, que se va

intensificando imperceptiblemente hasta la catártica explosión de sentimientos

final. “La pasión según Berenice” es una apoteosis del melodrama interior, de la

pasión subterránea, cartesiana, del calentón sublimado, del odio como depurada

forma de amar. Pialat, Rossellini, hubieran matado por aprender a rodar la

intimidad de las parejas con la luminosa sencillez, autenticidad, delicadeza, de

Hermosillo, el último gran romántico. “La pianista” de Haneke es una secuela, o

remake encubierto, de “La pasión según Berenice”. Y que decir del glorioso,

redentor, final, la consunción del capitalismo más bello, poderoso, jamás

filmado.

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3- MATINÉE (1976)

La primera película que vi, entera, de Jaime Humberto Hermosillo, director al

que encontré por casualidad en youtube buscando vídeos sobre José de la

Colina. En concreto me despertó curiosidad el título de una de sus películas,

“Naufragio”, y adelanté unos minutos a ver que tal era, de inmediato me llamó

la atención que la planificación era más abierta de lo habitual en el cine

mejicano, y que los planos eran mucho más largos, sostenidos, y las actuaciones

más contenidas, espontáneas, se sentía el poso formal de un gran narrador. Dejé

la película y me puse a buscar toda su filmografía de inmediato, si mi intuición

no fallaba, acababa de encontrar, inesperadamente, al gran tapado, al menos en

España, del cine mejicano. Después de ver “Matinée”, que ni tan siquiera es de

sus películas más conocidas, la intuición se convirtió en certeza.

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“Matinée” es una gozada de principio a fin, una continua transgresión desde la

contención más absoluta, un constante romper con las expectativas del

espectador. Una película de acción, de aventuras, de ladrones, en la que lo

importante son los sentimientos, los tiempos muertos, las digresiones, a lo

Omirbaev, a lo Tsai Ming-Liang. Una fábula inmoral en contra de la familia, de

las convenciones, de las rutinas, de la religión. Un genial canto de amor al cine

como rebeldía, como huída, que adopta el punto de vista del espectador

inocente, dos niños, que pasan de espectadores pasivos, de consumidores, a

creadores de su propia película. La combinación perfecta entre “Los 400

golpes”, “Un pequeño romance” y “Amigos por la piel”, más un homenaje a “Rey

de reyes” de Nicholas Ray, y el añadido de un increíble humor negro

berlanguiano, buñueliano. Más que recomendable.

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4- EL CUMPLEAÑOS DEL PERRO (1974)

Cojan una película de parejitas Made in Nouvelle Vague, Made in Truffaut, y

añadan un plus de naturalidad fassbinderiana, de verdad, que incluye una polla

y un coño, de costumbrismo con rebaba, de cruel juego de la verdad, de tiempos

muertos llenos de tensión, de cine, más uno de los planos fijos sostenidos, el de

la cama, más bellos, valientes, que he visto nunca, y obtendrán como resultado

una genial película sobre la frustración, la “¿Por qué corre el señor R. poseído

por una furia homicida?” del cine mejicano.

Una sucesión de giros sorprendentes, de cambios de tono, un dominio espacial

de interiores que ni Altman, y si no nos encontramos ante el constructor de

tragedias domésticas, cotidianas, más tensas, afiladas, austeras, que las de

Haneke, falta el canto de un plano. Y lo siento por los patriotas chauvinistas,

pero globalmente el perverso Hermosillo es mejor que Buñuel, tiene más mala

ostia que Fassbinder, y una inteligencia formal apabullante.

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5- INTIMIDADES EN UN CUARTO DE BAÑO (1989)

David Trueba ha visto mucho cine, y si al menos supiera copiarlo, plagiarlo,

bien, eso que ganaríamos todos. A ver si os suena la premisa de partida: Película

que transcurre por completo dentro de un servicio, como metáfora de la

situación política del país. ¿”Madrid, 1987”? No, “Intimidades en un cuarto de

baño”, 22 años antes, y mejor, infinitamente mejor, superior, más arriesgada,

transgresora, brutal. David Trueba, con buen criterio, confiaba en que los

críticos, y los espectadores españoles, fueran unos perfectos incultos,

ignorantes, y acertó de pleno, nadie le vio el plumero, la película de Hermosillo

no se estrenó en España.

Hermosillo tiene los santos cojones formales de estructurar la película a base

de planos secuencia fijos en los que la cuarta pared es el espejo del baño,

nosotros los espectadores. Una propuesta radical, suicida, que nos hace testigos

directos, e invisibles, como en los interrogatorios de la policía, de los conflictos

generacionales, de la brecha generacional, cultural, económica, real, no hablo de

los estúpidos monólogos en los que David Trueba suelta doctrina, trasnochados

discursos dirigidos a sí mismo, a su propio y complaciente espejo.

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Aquí no hay esteticismo gratuito, retórica gratuita, ni una convidada de piedra

que solo luce palmito, hay diálogos como puños, como navajas, situaciones

violentas, repulsivas, escatológicas, y humor, mucho humor, negro. Un ejercicio

de vanguardia costumbrista, valga la paradoja, o de cine, metacine, primitivo

posmoderno, valga de nuevo la paradoja. Cuando hay algo que contar,

“Intimidades en un cuarto de baño”, tiempo presente, el resto sobra, cuando no

hay nada que contar, solo perorar, escucharse a uno mismo, “Madrid, 1987”, lo

que sobra es la película. Hermosillo, a pesar de su fatalismo trágico, tan

profundamente castellano, trata de comprender, de subvertir las ilusorias

diferencias sociales, de mostrar, sin metáforas, ni simbolismos, que todos somos

igual de patéticos, de insignificantes, en la taza del váter.

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6- ENCUENTRO INESPERADO (1993)

Si alguna vez Pedro Almodóvar ha mencionado a Jaime Humberto Hermosillo

como su principal referente, influencia, no lo recuerdo, y ni tan siquiera es

necesario, es tan evidente que no hace falta ni hacer un estudio comparativo, el

cerebro lo hace por sí solo, y cuando ves una película de Almodóvar saltan las

alarmas, se encienden las luces rojas de emergencia. Alguien podrá preguntarse

de dónde viene la afición de Almodóvar a incluir bolerazos en sus películas, los

karaokes proceden de Schroeter, y la respuesta está en las películas de

Hermosillo, también de dónde viene su abigarrado, colorista, universo kistch, y

tampoco hace falta irse muy lejos, Méjico, el cine mejicano, y algunas películas

de Hermosillo. En concreto “Encuentro inesperado” (1993), de la que estoy

completamente seguro que tiene que ser una película de cabecera para

Almodóvar, lo reconozca o no, allá cada cual con sus complejos, con sus

mezquindades.

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Desde el primer acorde, desde el primer collage, tienes la sensación de que te

suenan de algo, de que los has visto, oído, antes, aunque sean en versión de los

chinos, en películas posteriores de Almodóvar, las de los 90 y las de la primera

década del siglo XXI, es como reencontrarte con las fuentes, originarias, del

vampírico universo Almodóvar, especialista en refritos, en fritanga, light. Sí,

light, porque por mucho que Almodóvar tenga fama de excesivo, de provocador,

más bien gritón, histérico, me cuesta imaginar una película suya en la que un

viejo moribundo se dedique a comerle el coño a un maniquí de Lucha Villa, a la

que Hermosillo dedica un sentido homenaje cinematográfico al principio de la

película digno de Joseph Cornell (“Rose Hobart”), eso solo está al alcance del

anarquista morboso Hermosillo, un destroyer con la apariencia bonancible,

inofensiva, del abuelo de Heidi.

La película tiene una atmósfera decadente, enfermiza, crepuscular, de

nostalgia agresiva, que recuerda a películas como “El crepúsculo de los dioses”

de Wilder, “¿Qué fue de Baby Jane?” de Aldrich, “La muerte y la doncella” de

Polanski o “Eva al desnudo” de Mankiewicz, pero resuelta con una elegancia,

dignidad, ajena a Almodóvar, que aunque se sueña Quijote, siempre será un

Sancho Panza frívolo, y bien está que así sea, tiene que haber de todo en la viña

del señor. El duelo interpretativo de Lucha Reyes y María Rojo recuerda al de

Leonor Silvera y Leonor Baldaque en “El principio de la incertidumbre” (2012)

de Oliveira, con la diferencia de que aquí el aplomo, empaque, desgana de gran

diva de Lucha Reyes, como si de una Greta Garbo de voz cavernosa se tratase,

maravilloso como fuma, como canta sin cantar, desarma por completo a la

chaparrita María Reyes, relegándola a la condición de espectadora privilegiada,

crispada, envidiosa, de una función sublime, de una master-class de actuación,

de presencia, prestancia, escénica. Genial como Hermosillo recorre la casa y

genera extrañeza con esas fantasmales transparencias, con esos carraspeos en

off, que parecen vahos de la conciencia. Solo Oliveira en “El Quinto Imperio”, es

capaz de sostener toda una película extraña, misteriosa, en una secuencia única,

sin resultar teatral, afectado, sacando todo el jugo posible al escenario, la

geografía, de una mansión viscontiniana. No menos genial la reflexión sobre la

irresponsabilidad, egoísmo, ensimismamiento, de los creadores, y la

mezquindad, frustración, de los aspirantes, y el inquietante, abierto, final, de

nuevo para enmarcar.

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7- NAUFRAGIO (1977)

Mi película favorita de Rohmer es, todavía, “Cuento de invierno”, y considero a

“Naufragio”, curiosa anticipación, mejor, luego tirando por elevación,

exageración, Hermosillo es más grande que Rohmer, mucho más profundo,

sensual, sutilmente inmoral. Y con los mismos mimbres, existencialismo,

predestinación, naturalidad a borbotones, y planos secuencia dilatados en los

que la palabra es acción, no retórica cultureta, o colección de citas, de máximas.

En donde la mayoría de los directores naufragan, las escenas de intimidad, no

solo amorosas, sexuales, Hermosillo se crece, se viene arriba. De nuevo los

tiempos muertos de cocina, marca de agua Hermosillo, brillan a gran altura, ni

Akerman en sus buenos tiempos. El guión es obra del cuentista santanderino-

charrúa José de la Colina, basado en el relato de Joseph Conrad “Mañana”.

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¿La gran diferencia con Rohmer? Que Hermosillo es más desnudo,

transparente, cruel, fatalista, que aquí la mujer protagonista no es una tarada

indecisa ni un objeto sexual, espejo, para los hombres, al margen de que María

Rojo es tan inquietante, bella, como la musa de Rohmer, Béatrice Romand. El

final, inolvidable como en todas sus películas, está a la altura de la voladura de

“Zabriskie Point” de Antonioni, casi nada.

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8- MARÍA DE MI CORAZÓN (1979)

Cuando recientemente murió el Premio Nobel de literatura Gabriel García

Márquez, la opinión era unánime, a pesar del declarado amor de García

Márquez al cine, dedicó gran parte de su vida a enseñar a escribir guiones, el

cine no le había hecho justicia a sus libros, ni a sus guiones, no había ninguna

película reseñable, recomendable. Como había tenido la desgracia de ver varios

de esos engendros adaptados, “El coronel no tiene quien le escriba”, “Crónica de

una muerte anunciada”, etc., pues mi opinión era coincidente, García Márquez y

el cine eran incompatibles, dos lenguajes que se repelen. Y si no llega a ser por la

irrupción inesperada de Hermosillo en mi memoria cinéfila, me hubiera ido con

ese prejuicio a la tumba. Craso error, “María de mi corazón” redime para el cine,

cum laude, a García Márquez, luego el problema no es que García Márquez no

fuera trasplantable al cine, sino que no dio con el director adecuado, con un

gran director, lo que es, de largo, Jaime Humberto Hermosillo. Como lo que

opine yo sobre la película importa poco, corto y pego lo que opinaba el propio

García Márquez de ella:

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“Hace unos dos años, le conté un episodio de la vida real al director mexicano

de cine Jaime Humberto Hermosillo, con la esperanza de que lo convirtiera en

una película, pero no me pareció que le hubiera llamado la atención. Dos

meses después, sin embargo, vino a decirme sin ningún anuncio previo que ya

tenía el primer borrador del guión, de modo que seguimos trabajándolo juntos

hasta su forma definitiva. Antes de estructurar los caracteres de los

protagonistas centrales, nos pusimos de acuerdo sobre cuáles eran los dos

actores que podían encarnarlos mejor: María Rojo y Héctor Bonilla. Esto nos

permitió además contar con la colaboración de ambos para escribir ciertos

diálogos, e inclusive dejamos algunos apenas esbozados para que ellos los

improvisaran con su propio lenguaje durante la filmación. Lo único que yo

tenía escrito de esa historia -desde que me la contaron muchos años antes en

Barcelona- eran unas notas sueltas en un cuaderno de escolar, y un proyecto

de título: «No: yo sólo vine a hablar por teléfono». Pero a la hora de registrar el

proyecto de guión nos pareció que no era el título más adecuado, y le pusimos

otro provisional: María de mis amores. Más tarde, Jaime Humberto

Hermosillo le puso el título definitivo: María de mi corazón. Era el que mejor le

sentaba a la historia, no sólo por su naturaleza, sino también por su estilo.

La película se hizo con la aportación de todos. Creadores, actores y técnicos

aportamos nuestro trabajo a la producción, y el único dinero líquido de que

dispusimos fueron dos millones de pesos de la universidad veracruzana; es

decir, unos 80.000 dólares, que, en términos de cine, no alcanzan ni para los

dulces. Se filmó en dieciséis milímetros y en color, y en 93 días de trabajos

forzados en el ambiente febril de la colonia Portales, que me parece ser una de

las más definitivas de la ciudad de México. Yo la conocía muy bien, porque

hace más de veinte años trabajé en la sección de armada de una imprenta de

esa colonia, y por lo menos un día a la semana, cuando terminábamos de

trabajar, me iba con aquellos buenos artesanos y mejores amigos a bebernos

hasta el alcohol de las lámparas en las cantinas del barrio. Nos pareció que ese

era el ámbito natural de María de mi corazón. Acabo de ver la película ya

terminada, y me alegré de comprobar que no nos habíamos equivocado. Es

excelente, tierna y brutal a la vez, y al salir de la sala me sentí estremecido por

una ráfaga de nostalgia.

María -la protagonista- era en la vida real una muchacha de unos

veinticinco años, recién casada con un empleado de los servicios públicos. Una

tarde de lluvias torrenciales, cuando viajaba sola por una carretera solitaria,

su automóvil se descompuso. Al cabo de una hora de señas inútiles a los

vehículos que pasaban, el conductor de un autobús se compadeció de ella. No

iba muy lejos, pero a María le bastaba con encontrar un sitio donde hubiera

un teléfono para pedirle a su marido que viniera a buscarla. Nunca se le

habría ocurrido que en aquel autobús de alquiler, ocupado por completo por

un grupo de mujeres atónitas, había empezado para ella un drama absurdo e

inmerecido que le cambió la vida para siempre.

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Al anochecer, todavía bajo la lluvia persistente, el autobús entró en el patio

empedrado de un edificio enorme y sombrío, situado en el centro de un parque

natural. La mujer responsable de las otras las hizo descender con órdenes un

poco infantiles, como si fueran niñas de escuela. Pero todas eran mayores,

demacradas y ausentes, y se movían con una andadura que no parecía de este

mundo. María fue la última que descendió sin preocuparse de la lluvia, pues,

de todos modos, estaba empapada hasta el alma. La responsable del grupo se

lo encomendó entonces a otras, que salieron a recibirlo, y se fue en el autobús.

Hasta ese momento, María no se había dado cuenta de que aquellas mujeres

eran 32 enfermas pacíficas trasladadas de alguna otra ciudad, y que en

realidad se encontraba en un asilo de locas.

En el interior del edificio, María se separó del grupo y preguntó a una

empleada dónde había un teléfono. Una de las enfermeras que conducía a las

enfermas la hizo volver a la fila mientras le decía de un modo muy dulce: «Por

aquí, linda, por aquí hay un teléfono». María siguió, junto con las otras

mujeres, por un corredor tenebroso, y al final entró en un dormitorio colectivo

donde las enfermeras empezaron a repartir las camas. También a María le

asignaron la suya. Más bien divertida con el equívoco, María le explicó

entonces a una enfermera que su automóvil se había descompuesto en la

carretera y sólo necesitaba un teléfono para prevenir a su marido. La

enfermera fingió escucharla con atención, pero la llevó de nuevo a su cama,

tratando de calmarla con palabras dulces.

«De acuerdo, linda», le decía, «si te portas bien, podrás hablar por teléfono con

quien quieras. Pero ahora no, mañana».

Comprendiendo de pronto que estaba a punto de caer en una trampa mortal,

María escapó corriendo del dormitorio. Pero antes de llegar al portón, un

guardia corpulento le dio alcance, le aplicó una llave maestra, y otros dos le

ayudaron a ponerle una camisa de fuerza. Poco después, como no dejaba de

gritar, le inyectaron un somnífero. Al día siguiente, en vista de que persistía en

su actitud insurrecta, la trasladaron al pabellón de las locas furiosas, y la

sometieron hasta el agotamiento con una manguera de agua helada a alta

presión.

El marido de María denunció su desaparición poco después de la media

noche, cuando estuvo seguro de que no se encontraba en casa de ningún

conocido. El automóvil -abandonado y desmantelado por los ladrones- fue

recuperado al día siguiente. Al cabo de dos semanas, la policía declaró cerrado

el caso, y se tuvo por buena la explicación de que María, desilusionada de su

breve experiencia matrimonial, se había fugado con otro.

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Para esa época, María no se había adaptado aún a la vida del sanatorio,

pero su carácter había sido doblegado. Todavía se negaba a participar en los

juegos al, aire libre de las enfermas, pero nadie la forzaba. Al fin y al cabo,

decían los médicos, así empezaban todas, y tarde o temprano terminaban por

incorporarse a la vida de la comunidad. Hacia el tercer mes de reclusión,

María logró por fin ganarse la confianza de una visitadora social, y ésta se

prestó para llevarle un mensaje a su marido.

El marido de María la visitó el sábado siguiente. En la sala de recibo, el

director del sanatorio le explicó en términos muy convincentes cuál era el

estado de María y la forma en que él mismo podía ayudarla a recuperarse. Le

previno sobre su obsesión dominante -el teléfono- y le instruyó sobre el modo

de tratarla durante la visita, para evitar que recayera en sus frecuentes crisis

de furia. Todo era cuestión, como se dice, de seguirle la corriente.

A pesar de que él siguió al pie de la letra las instrucciones del médico, la

primera visita fue tremenda. María trató de irse con él a toda costa, y tuvieron

que recurrir otra vez a la camisa de fuerza para someterla. Pero poco a poco

se fue haciendo más dócil en las visitas siguientes. De modo que su marido

siguió visitándola todos los sábados, llevándole cada vez una libra de

bombones de chocolate, hasta que los médicos le dijeron que no era el regalo

más conveniente para María, porque estaba aumentando de peso. A partir de

entonces, sólo le llevó rosas.” Gabriel García Márquez (1981)

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9- LAS APARIENCIAS ENGAÑAN (1978)

Desconozco si Carlos Vermut conoce el cine de Jaime Humberto Hermosillo,

si es no, ya está tardando en conocerlo, siendo buñueliano confeso Hermosillo

se convertirá ipso facto en su padre espiritual, y en el de todos los nuevos

directores huérfanos de un referente, de un maestro, de un gurú, de un ángel

caído, al que poder encomendarse, invocar, rezar. Esta frase de la película

deberían tatuársela en la retina todos los directores o aspirantes a ello: “No

hagas cosas malas que parezcan buenas, ni buenas que parezcan malas”. El

título de la película, “Las apariencias engañan”, podría servir como definición

perfecta del cine de Jaime Humberto Hermosillo, traicionar las expectativas,

prejuicios, del espectador, revolverle, es su Norte, su Sur. En sus películas nada

es lo que parece, hasta el pitido final no puedes hacer un juicio de valor, una

interpretación certera, todo lo que habías pensado durante el transcurso de la

película siempre al final tiene que ser repensado, actualizado, dado la vuelta.

Sus películas son abiertas, en todos los sentidos, también de patas,

tragicomedias que no te dejan mal sabor de boca sino con el culo partido, y con

ganas de más, como cuando te cantan las verdades del barquero y lejos de

indignarte, de ofenderte, te apetece poner la otra mejilla. El humor de

Hermosillo es tan salvaje, imprevisible, cruel, que es imposible tomárselo a mal,

Cioran se partiría la caja con él.

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“Las apariencias engañan”, la versión rumbera de “La ley del más fuerte” de

Fassbinder, es una antología de sarcasmo surrealista, de la mala ostia con

temple, a lo Altman, a lo Berlanga en color, o “Plácido”, también con los

prescindibles desnudos, que aquí sí son explotación, Méjico tampoco pudo

escapar a la forzada etapa del destape. No me creo que Egoyan, “Next of kin”

(Parientes cercanos), Luciana Kaplan, “Cuentos chinos”, y Almodóvar, “La piel

que habito”, no se inspiraran en ella para realizar sus respectivas películas, por

supuesto sin llegar tan lejos en la provocación, en la crítica, en la burla, del

machismo, de la institución familiar, del matrimonio, de la moralidad clase

media judeo-cristiana, como Hermosillo. Un director que siempre se deja llevar,

que nunca pisa el freno, que lleva el axioma de Buñuel de solo es libre la

imaginación, hasta las últimas consecuencias, hasta el límite de la doblez, de la

acidez, del todo es mentira, como “Close-Up” de Kiarostami.

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10- EL MISTERIO DE LOS ALMENDROS (2002)

Pocos directores han ahondado tanto, por no decir ninguno, en las

profundidades, abismos, de los instintos, el sexo y la muerte, dos instintos que

según Hermosillo, y los románticos, en su vertiente más trágica, suicida, están

íntimamente unidos, son dos caras de la misma moneda. O dicho de otro modo,

la represión de los instintos, sexuales, conducen al terrorismo, al crimen, al

asesinato, una forma como otra cualquiera de sublimar, saciar, el amor. Porque

a pesar de la tensión sexual, no resuelta, que lógicamente acaba estallando,

eyaculando, por las bravas, el dolor de huevos es lo que tiene, pues “El misterio

de los almendros” es una historia de amor, correspondido, con mayúsculas, de

las que van más allá de la muerte, de las que solo se cumplen, se realizan por

completo, con la unión, fusión, de las cenizas. Un amor desesperado, fatal, en

casi todas sus vertientes posibles, heterosexual, homosexual, lésbico, que

Hermosillo narra con sobriedad, elegancia, contención, huyendo del habitual

arrebato, histerismo, del melodrama mexicano, hispanoamericano, latino,

ibérico, consiguiendo que la tensión sexual, moral, formal, vaya en un continuo

crescendo, apenas apreciable, que acaba en traca, en brutal, e inesperada,

erupción.

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La habitual ruptura de las convenciones, de las expectativas del espectador,

del cine de Hermosillo, un verdadero especialista, maestro, en desentrañar lo

que se oculta debajo de las apariencias, de las máscaras, de las hipocresías, con

las que nos barnizamos a diario para ser aceptados por la sociedad, por la

comunidad. Una huida de nuestro verdadero yo, de nuestros verdaderos deseos,

que lo único que genera es una frustración, angustia, tan salvaje, que a poco que

se exteriorice, acaba como el Rosario de la Aurora. Una reivindicación de la

apertura mental, de la divergencia, de la provocación, de la libertad, también

sexual, aunque conduzca a la soledad, al aislamiento, a la marginación, sin

falsos moralismos, purismos, religiosos, culturales, sociales. Un Buñuel

(“Abismos de pasión”, “Ese oscuro objeto del deseo”), un Truffaut (“La mujer de

al lado”) sin frenos de ningún tipo, las pollas no se ocultan, ni excesos de

cinefilia, salvo el evidente homenaje a Orson Welles, cambiando el legendario

trineo con la inscripción Rosebud, por un inquietante, incestuoso, cuadro

siempre en fuera de campo, para la mirada del espectador, la encarnación

simbólica más brillante, cinematográfica, del deseo, el equivalente a la cajita de

“Belle de jour”, o al saco de “Ese oscuro objeto del deseo”, ambas de Luis

Buñuel.

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Como sucede con todas las grandes películas de Hermosillo, con todos los

grandes directores, la película remite a otras suyas, “La pasión según Berenice”,

y sobre todo “Encuentro inesperado”, casi se podrían calificar de díptico,

formalmente, atmosféricamente, son gemelas. Ambas se desarrollan en el

ambiente cerrado, claustrofóbico, de una especie de mansión. Ambas adoptan la

apariencia de una película de suspense, policiaca, aunque solo sea como método

para encauzar, hacer explotar, los sentimientos, los instintos. Ambas cuentan

con María Rojo, que en esta ocasión pasa de invitada, de criada, a anfitriona, a

maestra de ceremonias, cuajando de nuevo una interpretación fascinante,

abierta. Ambas comparten idéntico guionista, Arturo Villaseñor, que escribe un

libreto magistral. Como en todas sus películas, Hermosillo expone primero la

tesis, el discurso, la sociedad no perdona la honestidad, es como mostrarse

desnudo, y luego lo pone rotundamente en práctica, como buen fatalista. Quien

quiera ver la película solo como la historia, pasión oculta, de un par de amigos

heterosexuales por defecto, u homosexuales, jotos, vocacionales, que se lo haga

mirar, la represión, la frustración, es algo universal, estereosexual, y los

armarios unisex.

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