J yjTJL EL ROBO DEL TESORO DE LA CATEDRAL DE PAMPLONA

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J—yjTJL Bedaccióny. Adminisíracióri Calle de Zarra, 8. Madfid, Diario independiente de la noclie fundado por D. Nicolás M. Ui^oití en. 1920 Precio:' 15 céntimos. Año XVI. N.° 4.558. Martes 20 agosto 1935. EL ROBO DEL TESORO DE LA CATEDRAL DE PAMPLONA Todo ka sido rescatado, menos la famosa arqueta hispanoárabe ¿Hay una pista segura para poder encontrarla?... Ahora resulta que el robo fué anterior al domingo En la Dirección General de Se- guridad dan cuenta de todos los objetos que se encuentran Los informadores de la Direc- ción Gsneral áe Seguridad ax;udie- íon muy da mañana a ¡os despa- cnos oficiales en busca de nott- ^135 de este asunto, que pasa por ®i^ periodo culminante. Tanto el subdirector de Seguridad, Sr. Fer- nandez Mato, como el Jefe sups- ^W interino, Sr. Ribas, alegaron que el hecho de no hallarse aún Itimado el servicio y de que se ocontraran actuando aún con gran intensidad tanto la aiutoridad juaicial como los agentes da Po- licía de Pamplona y el personaj s Madrid les obligaba a guardar ^^ g:ran discreción y reserva, pa- ra no perjudicar ni comprometer ,. ®^ito de los trábalos de inves- tig:ación. Esto hizo que los periodistas tu- i6ran que procurarse por otro onducto las noticias relacionadas on las aetuacioneí que s» siguen ^ Pamplona para el asolare ci- ™'ento total del audaz robo del T^^""" ^''-í^'^i'^o- Estos trabajos pe- 'oaisticos dieron por resultado sa- sr que las autoridades de Pam- Wona habían continuado la dili- . «sncia d)3 registro comenzada yer en el domLcdlio del relojero cii^i '^^^^^' y a consecuencia de la J^ai fué hallado parte del tesoro. ^ efecto, esta mañana, en una "Minuciosa requisa hscha en otras ^^Pendenoias del cuarto habitado por dicho relojero y en el piso su- perior al en quie él habita, fué ha- Caf ° ^^ resto de lo robado en la ^i-edrai, a excepción de la famo- «n ^'"'í^^'^3' hispanoárabe, que se onsidera como el objeto de más J^r de todos los substraídos, ^onsiste lo encontrado esta ma- deT ^" trece trozos de la corona Dn !f ^''"^en y una cruz corres- wndiente al remate; las letras de inscripción "Ave María, gratia cr^'^^"' ^ excepción de ocho; una ele ^t ''^'-^^^1 esmaltada pertene- ^6nte al célebre "lígnum crucis"; del *^^!*'^^^° y piedras preciosas tío- '"^^''^^'^o; "" pelícano esmalta- cio ^^°^ cabujones y piedras pre- ^ osas y un camafeo y un engan- e Con más de cincuenta perlas. (. °^ estos objetos queda, como an, j.gf'°^inente decimos, completa la j, '^i'^n de lo desaparecido, a ex- árah*^" de la arqueta hispano- ^^ busca la verdadera persona- •flad de los "organizadores" de! robo de I '^^^i" de la Policía, aparte tienri ^^^^^ "^6 ^^ famosa arqueta, de^^ a precisar la personalidad Rol '^°^ '°^ autores del audaz j^ ipe y ,3gi papel que cada uno ^7^ podido desempeñar en la co- ri-f'?n del delito. A un lado los retalles ta Ovi, comprometedores que has- ahora aparecen contra José Caí- de la Mota por haber en- tn ^^'^° a un cerrajero la cons- ucciún de una llave igual a la ^ e Servía para abrir determinada cia^í'^^ de la catedral, y la presen- to y trato constante de Ferdinan- , Papaelo con el mencionado concreto apá^°' ningún cargo jr°''"ece a la hora en que escribi- te}4 ^*-^ líneas respecto a su in- teg. 'ención directa en el robo dei g ,°''o- Están detenidos, como se cortf' ^' relojero José Arias y una jj^j ^drona, madre política dej ho^''^°' •^^ papel de amibos en la ^J"^ presente parece reducido al Ve i^^*'''*^-3 intermediarios de )a í^a de las alhajas robadas, fle 1 "^'^™o José Arias, en las j ciaraciones presitadas, no faci- . a datos muy claros respecto a idantifioación de los autores J^ateriaies del hecho. Se limita a ^ Qicar el nombre de dos malean- ^^' que apenas conoce, y facilita í lino un nombre y apellido har- Vulgares y un apodo demasia- , Corriente entre las gentes del pf^piPa, y del otro, tan sólo el troníjQico. Añade que éstos son g^,? que le IJevaron a vender las ''ajas del tesoro. Como puede -•feciarse, todo ello es bien con- cir E>e momento no deja trasiu- ifa" /^^Ponsabilidad ;s directas pa- ah ^^ personas a quienes hasta Ora viene atribuyendo la Poli- . ^ el papel más importante en la °»iisión del delito. ' ¿Quién quería la ar^eta? j^^^-Xaminado concienzudamente el -^arrollo de los hechos, y si se ,J^ la atención en las fig^uras que sde un principio han venido apa- Cien<jg por lo menos como ins- ^ '"adores y organizadores del es- . "daloso "affaire" y la vulgari- gp . '^e las otras comprometidas '•'amenté al ser descubierto el g^í'^dero de las joyas, se nota un '^traño Tontraste, que nos lleva ecesariamente a varias deducclo- ®?. y son éstas las siguientes: •j -^s posible que el golpe, planea- ° por gente experta y nada vul- gar, se dirigiera tan sólo a apo- derarse de la famosa arqueta his- panoárabe, de precio incalculable, arqueta que no sería aventurado suponer que ya en alguna otra ocasión se hubiera intentado ad- quirir por medios legales, y que al ser rechazada la proposición por el Cabildo, ante el temor del es- cándalo que había de producir la falta de dicha alhaja en el tesoro, se hubiera propuesto por el su- puesto adquirente el entregar otra labrada en marfil exactamente igual a la auténtica, proposición ésta que también fué rechazada. En este caso debió de pencarse ya en Ja substracción de la joya, que fué encomendada a personas se- cundarias y expertas en esta cla- S3 de golpes; pero que al apode- rarse de la arqueta decidieran au- mentar el botín con la substrac- ción del resto del tesoro para aprovecharse, ya en beneficio pro- pio, del metal y piedras preciosas desmontando las joyas. Otra hipótesis que también tie- ne verosimilitud puede consistir en que, en efecto, hubieran idea- do el plan de apoderarse de algu- nas de las alhajas, por lo menos de las de más valor, pues parece que se ha llegado a averiguar que alguien hace algún tiempo se pre- sentó a determinado artífice, al que presentó un diseño de la co- rona de la Virgen y del Niño, y pretendió que le faibricara otras iguales, aunque con metal y pie- dras falsas. De una u otra forma, se acusan en' el hecho dos intervenciones bien patentes: una, que pudiéra- mos decir la directora, posible- mente financiada por elementos de gran altura, y otra, la ejecuti- tiva, encomendada a 'Otra clase de gentes. Un antecedente digno de tener- le en cuenta ¿ Qué enlace puede existir entre, ambas intervenciones ? Ese es hasta ahora el nudo gordiano de tan arduo asunto. Er temor a en- torpecer la acción de la justicia nos obliga a guardar una pruden- te reserva s obre algunos extre- mos. Sin embargo, hemos de ha blar, siquiera sea muy somera- mente, de alguno de ellos, porque ya, en estas mismas columnas de LA VOZ hemos insistido días pa- sados en la necesidad de que no se perdiera de vista con respecto a este asunto el hecho de que el robo del tesoro artístico de la ca- tedral de Pamplona había sido ya planeado en no muy lejana fecha Yo he conocido al presunto ladrón Oviedo de la Mota tiene mal genio, no es partidario de la democracia y el parla- mentarismo y charló con Uzcudun de su "match" frente a Schmeling La arqueta desaparecida y que ha sido el objetivo principal del robo en algunas .cárceles de España. Nos mueve a insistir en este deta- lle el hecho siguiente: Hace próximamente dos afios se ocupó la Prensa de la desaparición de un famoso y valios'i^mo trípti- co que fué substraído de una de las catedrales más importantes de España. A raíz dé la desaparición de la joya, la Policía de Madrid y la de la provincia en donde está encla- vado el histórico templo a que nos referimos practicaron acti- vas pesquisas para descubrir el pararero del valioso objeto de arte. Él tríptico había sido enterrado en la cuneta de una carretera, junto a úri poste del telégrafo, poste que por una modificación de dicho servicio desapareció poco después, lO' que causó desorienta- ción a los encargados de desente- rrar la alhaja. Rondaron durante varias noches por aquellos luga- res, y su presencia llamó la aten- ción de unos obreros que traba- jaban en la carretera. XK)S obre- ros advirtieron de estb a las auto- ridades,, que se apostaron en las Inmediaciones, 'y al llegar una de la'j nuches los que iban en 'oasax ¡Y VA A DIVORCIARSE! del tríptico se produjo una coli. bión eJ tre los guardias mui^cipa- le.3 ene habían acudido y io-j CA- traí5os merodeadores, a conso,;i-.-n. c'a de la cual resultaron un muer- to y algunos heridos El trífti^tc fu5 hallado, y algunos de ios au- tores de la substracción sufrieron ctndena puor el hecho cometido Parece quiase sabe que uno de los que con tal motivo se hallan aún presos escribió no hace mucho una carta a otro que ya se halla en libertad, y que retirado de su aventurera vida se fué a Asturias, hEiblándolis del plan de robo del te- soro artístico de la catedral de Pamplona, y aludiendo a determi- nada persona de las que más se destacan ahora con motivo del ro- bo, y por íuenta de la cual hahía de hacerse el negocio. Se asiegura que ésta ha sido la base de que la Policía tuviera co- nocimiento en los primeros mo- mentos de algún nombre que sir- viera para abrir diversas pistas. Es indudable que todo esto de- ben de saberlo las autoridades y que habrá de eEelarecerss debida- mente para concretar reErponsabi- lidades. Eintre tanto, como ya hemos di- cho al principio de esta informar ción, la Policía no descansa para dar con el paradero de las perso- nas a quienes hasta ahora acusa el relojero José Arias de ser los in- dividuos que le llevaron a vender las alhajas encontradas en su casa. Estas gestiones de la Policía no sólo sé realizan en determinadas poblaciones de España, sino tam- ' bien en el propio Madrid.- Cómo se obtuvo la pista de las alhajas PAMPLONA 19 (12 n.).—J:>as- de luego, parece comprobado que se ha llegado aJ descubrimiento de las alhajas, porque en un Banco de esta población se presentó un Individuo para cambiar una mone- da de oro, antigua. El encargado de la caja entró en sospechas, y avisó a la Poücia. Esta se presen- tó en la calle de Arrieta, núm. 12, domicilio de Arias, practicando un minucicso registro, que dio por resultado el hallazgo, en unos pu- cheros de manteca, en unas mace- tas y en unas medias tendidas en el patio, parte del tesoro de la ca- tedral. Faltan la arquita y algunas es- meraldas de gran tamaño. Casi todas las joyas se hallan destrozadas. Elsta tarde en el café Naona ha estado un carnicero de Psmploina, el caul ha enseñado varias mone- das antigruas. Cuando se hallaban examinándolas llegó un cliente, y dijo: "Ya han encontrado lo roba- do en la catedral. Lo había roba- do José Arias, el relojero." Al oír esto, el carnicero recogió las mo- nedas y salió precipitadamente pa- ra tomar un taxi y marchar a San Sebastián. Dijo que su señora es- taba verajieando en este punto con la esposa del ladrón, y que las .monedas se las había vendido Arias hacia unos días diciendo que estaba apurado de dinero. Añadió que él no pudo nunca sospechar que procediesen del robo de la ca- tedral. José Arias, supuesto autor del i'obo, había sido expulsado del Cuerpo de Carabineros hace años. José Eleuterio Arias dice que el robo estaba planeado desde hace más de un mes Añade que un portugués fué el que lo invitó a participar en el "negocio" PAMPLONA 20 (5 m.).—Pare. ce que Arias ha declarado que hace más de un mes tuvo noticias de que sa iba a cometer un robo en la catedral. Estas noticias ss las comunicó un portugués, diciéndole que le llevarían toda» las alhajas y pie- dras preciosas que se lograran con el robo. Después de las cuatro de la madrugada ha salido ds Pamplona el detenido José Eleuterio Arias, con varios agentes de Policía de las brigadas de Madrid y esta pro- vincia. Se cree que van a algún sitio de loa alrededores de esta ciudad para practicar tma diligencia que se considera de gran imnortancia. Arias ante la justicia Esta mujercita, ruborosilla, discreta, llena de comedi- miento y cortedad de espíritu, es la artista inglesa Mar- got Grábame, que regresa a Londi'es, desde HoUywood, a bordo del "He de France". Esta muchacha se casó con el actor Francis Lister. Y viene dispuesta a pedir el di- vorcio. Sin duda piensa Margot que la vida de matrimo- nio no va a su carácter apocado - (Foto Ortlz.) ¿Ha declarado el relojero Arias dónde ha sido enterrada la ar- queta? PAMPLONA 20 (3 t).—A pe- sar de la absoluta reserva de la Policía, por conducto que merece absoluto crédito se há sabido es- ta tarde que el relojero detenido José Arias parece que ha dicho, con respecto a la célebre arqueta hispanoárabe que figura entre los objetos substraídos, y única joya que queda por descubrir, que se halla enterrada en un monte dis- tante varios kilómetros de Pam- plona, También parece que el de- tenido ha ' hecho manifestaciones de las que se desprende que los autores de la substracción, al pensar que la arqueta no iba a tener fácil venta en la población, por ser joya conocidísima, deci- dieron enterrarla en el lugar a que antes nos hemos referido, pa- ra más tarde enviarla a Francia —quizá a Burdeos—, donde ya podían operar más fácilmente. El temor a que en algún registro do- miciliario fuera descubierta fué indudablemente la causa que los indujo a enterrarla en el campo. (Febus.) (Continúa esta información en la página octava.i En París, en la estación de Orsay Estamos en la "gare d'Orsay", de Parts. Son las diez de la noche del sábado 16 de marzo de este año. Pronto saldrá el tren que ha de conducimos de regreso a Es- paña. Ahorramos al lector la des- cripción de la escena de todos co- nocida: movimiento de viajeros y de gente que viene a despedirlos, carrcs de mano Henos de maletas, bultos o sacos de correspondencia, emoción de las personas que se van o temen llegar tarde o no en- contrar el necesario acomodo... Por nuestra parte, recorremos dos o tres vagones, y por fin encontra- mos un lugar relativamente libre, que pensamos ocupar. Y decimos relativamente libre porque encima hay una almohada que pertenece a un señor que está ahora en el an- dén, jimto a la ventanilla del va gón, charlando animadamente con su familia, una señora esbelta, mo- rena, bien parecida y dos o tres jó- venes; en el grupo hablan italiano, y hablan fuerte, nerviosamente, con la inquietud' de la despedida. Preguntamos si aquel sitio está ocupado efectivamente, y el men- cionado señor, desde fuera, nos dice sonriente que podemos sen- tamos, pues tiene reservado con un maletín el asiento de enfrente. —Merci bien, monsieur—^le agrá- decenios. Se oye el silbido del tren; se precipitBíi a sus vagones los via- jeros, que están fuera; la familia italiana se despide con cariñosas frases en su idioma; el hombre sube al vagón y desde la ventani- lla abierta da los últimos adioses a los suyos. Una tierna escena fami- liar, en suma. El tren se, pene en marcha lentamente. "Addío I Ad- dío!" En el tren. El mejicano Dejamos atrás la estación ilu- minada y entramos en ,^1 túnel que conduce a la próxima' "gare" de Austerlitz, tirado el convoy por una máquina eléctrica. Entonces aquel señor ae vuelve y nos salu- da; le agradecemos de nuevo la amabilidad de habernos cedido el asiento, mientras le vemos ocupar su sitio. Els un caballero de aspec- to agradable, correctamente vesti- do de gris obscuro, de cara peque- ña y frente despejada, mediana es- tatura (im metro sesenta aproxi- madamente), más bien delgado que grueso, es moreno, y al creerle italiano nos suponemos que será de Ñapóles. —¿El señor ea italiano, ain duda?—le decimos minutos des- pués, entrando en conversación. —No, señor, soy mejicano—nos responde amablemente. —¡Ah! Como hablaba usted en italiano con esa señora y esos jó- venes, pensábamos...—agregamos, ya hablando en español. —Esa señora es mi esposa—nos dice comunicativo—, y la señori- ta y el joven son mis hijos. He vivido durante muchos años en Italia y allí fundé mi hogar. Y al saberle mejicano, nuestra simpatía hacia el agradable des- conocido aumenta. Estábamos, co- mo si dijéramos, ante un compa- triota. Le dijimos que éramos pe- riodistas españoles y colaborado- res de importantes órganos de la Prensa de su país. Cuando supo nuestra profesión, el mejicano nos comunicó que él, a su vez, también escribía y ha- bía publicado el primer tomo de una gran monografía profusa- mente ilustrada acerca del arte religioso y los templos europeos, por los cuales sentía irresistible pasión. —¿Y se dedica usted en la ac- tualidad a escribir esa obra?—le preguntamos. —No por ahora—nos dijo en- trando ya francamente en el te- rreno de las confidencias—. Yo he tenido bastante dinero. Heredé de mis padres una cuantiosa for- tuna (nos parece recordar que di- jo doscientos mil dólares); pero reveses de la vida me obligaron a tener que ganármela. Estuve rnu- cho tiempo enfermo a consecuen- cia de una caida de caballo, en la que sufrí una grave fractura de la cabeza. He vivido algún tiem- po en los Estados Unidos antes de venir a Europa. Nuestro compañero de viaje se refirió después en términos de gran admiración al régimen fas- cista italiano, haciendo una entu- siástica apología de Mussolini y de su Gobierno expedito. Nos co- municó que su hijo, que había na- cido en la patria del "duce", era canciller del Consulado de Italia en París y que era un joven pre- paradísimo, que ganaba en el desempeño de su cargo unos cua- tro mil francos por mes. Las ideas fascistas del mejicano Por nuestra parte le dijimos que aunque no conocíamos direc- tamente la vida italiana bajo el fascismo, pues no habíamos visi- tado ese país, no éramos partida- rios de las dictaduras, francas ni disfrazadas, y preferimos los re- gímenes democráticos de verdade. ra representación popular. El me- jicano era partidario del gobierno de un hombre enérgico, omnipo- tente y bienintencionado, y no te- nia palabras para ponderarla obra realizada por el fascismo. Nos- otros le replicamos aludiendo dis- cretamente a los enormes impues- tos que aplastan el comercio y ja ini'u.stria de Italia, al déficit cuan- tiosísimo del presupuesto de ese país, a las grandes medidas de ri- gor, al asesinato de Mateotti... Nuestras palabras le disgusta- ron un tanto; pero, hombre correc- fué del agrado del mejicano, y su- poniendo sin duda que pretendía abusar, le reconvino violentamen- te, dando muestra de un carácter irascible. El conductor del coche, cortésmente, le explicó que no ha- bía mejor camino por la nueva or- ganización del tráfico en las car lies de San Sebastián. Paulino Uzcudun también lo co< noció Llegamos al restaurante. El me« jicano pagó lo que marcaha el ta- xímetro. Entramos bajo la lluvia. Era un establecimiento modestito, servido por las propias dueñas, jóvenes primas del boxeador Pau- 'O t JosE OVIEDO DE LA MOTP ^RILUANTS eMERAUOES 'cuvt, 'HoTÉ/ 7~3 }^ / /7PAR19 R. C. 4 7 4 6 5 6 to y medido, de gran facundia y notab'es recursos dialécticos, nos retalia con habilidad: —U.'sted no conoce Italia—nos decía—; si visitara ese país que- daría maravillado. Es cierto que esa obra gubernamental exige sa- crificios y cuesta muchísimo dine- ro; pero considero justo que los gobernar tes saquen los medios económicos donde los encuentren para empiearlos en beneficio de la nación. Cómo mataron a Mateotti Respecto de la muerte de Ma- teotti nos dio la siguiente ver- sión: dijo que los fascistas no ha- bían querido ultimarle, sino sola- meiile hacerle injerir como escar- nio aceite de ricino. Un grupo üe fascistas se apoderó por sorpresa del diputado socialista y le con dujo a un automóvil. Dentro dei carruaje se arrojaron sobre ci in- íeUz y trataron de verterle en la boca el contenido de una ool'^lla: pi^ro Mateotti se defendió enérgi- camente, y echado como estaba, boca arriba, en el asiento del co- ctié, se debatió contra aquellos su. jetos que lo agarrotaban y pro- pinó una soberbia patada a u.no de ellos. Este, un atleta, al sen- tirse golpeado, se abalanzó contra aquel hombre indefenso y le d'ó un tremendo puñetazo en el pe- cho, produciendo a Mateotti un gran vómito de sangre, del que murió a los pocos momentos... El mejicano iba a Pamplona Actualmente, el mejicano se de- dedicaba en París, seg^n nos dijo, al negocio de la venfa de joyas, y con frecuencia se desplazaba a España con el oibjeto de visitar a su clientela de la Península. - —¿Se dirige usted a Madrid, seguramente ?—le interrogamos. —No, señor; voy a Pamplona. —Y como nos sorprendiera que un joyero de París hiciera este viaje para vender su lujosa mer- cancía en Pamplona, ncs explicó: —A pesar de todo, tengo muy buena clientela en esa ciudad y hago excelentes negocios. —Ya en el tren español, desde Irún a San Sebastián, volvimos a hablar de joyas y piedras precio- sas. —Habrá mucho contrabando de esas piedras a España—inquiri- mce. —No, ninguno-r-contestónos—. Pagan ,pna insignificancia por de- rechos aduaneros, pues el merca- do español importa muy poco esta mercancía Vea usted lo que acabo de pagar por derechos al pasar estos brillantes—agregó; y dicien- do estíj mostrónos un paquetito de peiqueños brillantes que llevaba entre algodones y un recibo de la Aduana por muy pocas pesetas—. En efecto, no valia la pena... Llegada a San Sebastián Era el domingo 17 de marzo. Llovía bastante al llegar nosotros a San Sebastián. Nuestro compa- ñero de viaje nos invitó a comer en su compañía. Nos propuso que fuéramos a un restaurante popu- lar de la plaza de la Escuela, adonde él solía ir cuando se dete- nía en San Sebastián. Aceptamos. Seguía la lluvia pertinaz. Toma- mos un taxi, y el mejicano dio al chófer la dirección del parador del autobús que va a Pamplona y que saldría esa misma tarde para la capital navarra. Allí dejó la ma- leta, y después dio la dirección del restaurante. Por cierto que el chófer cogió un camino que no lino Uzcudun, según supimos des- pués. Y en efecto, rindiendo honor al parentesco, allí no había máa decoración que el retrato del fa- moso púgil vasco en ampliaciones fotográficas de diferentes tama- ños, colores y actitudes defensi- vas. Poco después apareció el mis- mo Uzcudun en persona, que sa detuvo un rato en nuestra mesa, pues lo conocemos desde París, cuando empezaba su carrera de boxeador en Francia. Uzcudun estuvo hablando con el mejicano y con nosotros de las posibilida- des de su próximo encuentro con Schmeling en Berlín, para el cual había recibido proposiciones en esos días. Nuestro acompañante era por cierto muy conocido en la casa. Hablaba con cierta familiaridad a las muchachas que servían y le» daba bromas con un oliente d;e una mesa contigua, un rentista cin- cuentón y calvo, de Pamplona, que se hallaba pasando una tempora- da en San Sebastián y »e alojaba en la casa. Terminamos de comer y quisi- mos pagar el importe de los dos cubiertos; pero el mejicano se opu. so terminantemente y prefirió que pagase cadia cual el suyo. Un café de despedida Había calmado la lluvia. Salimos del restaurante y noa dirigimoa, acompañados dsl mejicano y del viejo rentista, a un gran oafé da la avenida, en las proximidadea de Correos. Allí estuvimos hablando y oyendo música durante una hora aproxinxadamente. Salimos y coa despedimos en la puerta. Antes noa habíamos dado recíprocamente nuestras tarjetas. Y sobre la car- tulina, en la mesa del café, había escrito ©1 mejicano de su puño y letra su dirección de Francia y da España. En esa tarjeta, que he- mos conservado hasta ahorra en nuestro poder, se lee: "José Ovie- do de la Mota, perles, brillants, emeraudes, Montmartre 1336, 12 rué Saint - Isaure. R. C. 47 4656, Pairis. Hotel La Peirla, Pamplona." Hasta nuestro retiro veraniego ha llegado a nosotros la noticia del escandaloso robo del tesoro de la catedral de Pamplona, cuyo valor se calcula en más de cuatro millo- nes de pesetas. E¡n los primeros momentos, al hablarse del mejica- no al que se señala como organi- zador y director del audaz robo, pensamos en nuestro misterioso compañero de viaje, sospechando que pudiera tratarse de la misma persona. Encontrada la tarjeta que nos diera, y que babíaanoa traspapelado sin retener el nom- bre, hemos visto que, en efecto, el presunto ladrón y nuestro mejica- no son una misma persona; el re- trato que ha publicado la Prensa, y donde aparece más joven de lo que era cuando lo conocimos, nos ha disipado cualquier duda que pudiéramos abrigar. Decididamente, el ángel tutelar de los periodistas nos tenia reser- vada, por las circunstancias refe- ridas, la misión de escribir la pri- mera entrevista con el hoy famoso aventurero, MANUEL R. CARRASCO (Servicio del Consorcio ínterno- cional de Prensa. Beproduccióñ prohibida.) i

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EL ROBO DEL TESORO DE LA CATEDRAL DE PAMPLONA Todo ka sido rescatado, menos la famosa

arqueta hispanoárabe ¿Hay una p i s t a segura para

poder encontrarla?. . . Ahora resulta que el robo fué

anterior al domingo En la Dirección General de Se­guridad dan cuenta de todos los

objetos que se encuentran Los informadores de la Direc­

ción Gsneral áe Seguridad ax;udie-íon muy da mañana a ¡os despa-cnos oficiales en busca de nott-135 de este asunto, que pasa por

®i periodo culminante. Tanto el subdirector de Seguridad, Sr. Fer­nandez Mato, como el Jefe sups-^W interino, Sr. Ribas, alegaron que el hecho de no hallarse aún Itimado el servicio y de que se ocontraran actuando aún con

gran intensidad tanto la aiutoridad juaicial como los agentes da Po­licía de Pamplona y el personaj

s Madrid les obligaba a guardar ^^ g:ran discreción y reserva, pa­ra no perjudicar ni comprometer ,. ® ito de los trábalos de inves-tig:ación.

Esto hizo que los periodistas tu-i6ran que procurarse por otro onducto las noticias relacionadas on las aetuacioneí que s» siguen

^ Pamplona para el asolare ci- • ™'ento total del audaz robo del T^^""" ''-í ' i' o- Estos trabajos pe-'oaisticos dieron por resultado sa-sr que las autoridades de Pam-

Wona habían continuado la dili- . «sncia d)3 registro comenzada

yer en el domLcdlio del relojero cii^i '^^^^^' y a consecuencia de la J^ai fué hallado parte del tesoro. ^ efecto, esta mañana, en una "Minuciosa requisa hscha en otras ^^Pendenoias del cuarto habitado por dicho relojero y en el piso su­perior al en quie él habita, fué ha-Caf ° ^ resto de lo robado en la ^i-edrai, a excepción de la famo-«n ^'"'í^^'^3' hispanoárabe, que se onsidera como el objeto de más J^r de todos los substraídos,

^ o n s i s t e lo encontrado esta ma-deT ^" trece trozos de la corona Dn !f ^''"^en y una cruz corres-wndiente al remate; las letras de

inscripción "Ave María, gratia cr^'^^"' ^ excepción de ocho; una ele t '' '-^^^1 esmaltada pertene-^6nte al célebre "lígnum crucis"; del *^ !*' ^ ° y piedras preciosas tío- '"^^''^^'^o; " " pelícano esmalta-cio ^^°^ cabujones y piedras pre-^ osas y un camafeo y un engan-

e Con más de cincuenta perlas. (. °^ estos objetos queda, como an, j.gf'°^inente decimos, completa la j , ' i' n de lo desaparecido, a ex-árah*^" de la arqueta hispano-

^^ busca la verdadera persona-•flad de los "organizadores"

de! robo de I '^^^i" de la Policía, aparte tienri ^^^^^ " 6 ^ famosa arqueta, d e ^ ^ a precisar la personalidad Rol '^°^ ' °^ autores del audaz j^ ipe y ,3gi papel que cada uno ^7^ podido desempeñar en la co-ri-f'?n del delito. A un lado los retalles ta Ovi,

comprometedores que has-ahora aparecen contra José

Caí- de la Mota por haber en-tn ^^'^° a un cerrajero la cons-

ucciún de una llave igual a la ^ e Servía para abrir determinada cia í' ^ de la catedral, y la presen­to y trato constante de Ferdinan-

, Papaelo con el mencionado concreto apá^° ' ningún cargo

jr°''"ece a la hora en que escribi-te}4 ^*-^ líneas respecto a su in-teg. 'ención directa en el robo dei g ,°''o- Están detenidos, como se cortf' ^' relojero José Arias y una jj j ^drona, madre política dej ho^''^°' • ^ papel de amibos en la ^J"^ presente parece reducido al Ve i ^*'''* -3 intermediarios de )a

í^a de las alhajas robadas, fle 1 "^'^™o José Arias, en las j ciaraciones presitadas, no faci-. a datos muy claros respecto a

idantifioación de los autores J^ateriaies del hecho. Se limita a ^ Qicar el nombre de dos malean-^^' que apenas conoce, y facilita í lino un nombre y apellido har-

Vulgares y un apodo demasia-, Corriente entre las gentes del pf^piPa, y del otro, tan sólo el

troníjQico. Añade que éstos son g ,? que le IJevaron a vender las

''ajas del tesoro. Como puede -•feciarse, todo ello es bien con-cir E>e momento no deja trasiu-ifa" /^^Ponsabilidad ;s directas pa-ah ^^ personas a quienes hasta

Ora viene atribuyendo la Poli-. ^ el papel más importante en la °»iisión del delito. '

¿Quién quería la ar^eta? j^^^-Xaminado concienzudamente el -^arrollo de los hechos, y si se ,J^ la atención en las fig^uras que

sde un principio han venido apa-Cien<jg por lo menos como ins-

^ '"adores y organizadores del es-. "daloso "affaire" y la vulgari-gp . ' e las otras comprometidas

'•'amenté al ser descubierto el g^í'^dero de las joyas, se nota un '^traño Tontraste, que nos lleva ecesariamente a varias deducclo-®?. y son éstas las siguientes:

•j -^s posible que el golpe, planea-° por gente experta y nada vul­

gar, se dirigiera tan sólo a apo­derarse de la famosa arqueta his­panoárabe, de precio incalculable, arqueta que no sería aventurado suponer que ya en alguna otra ocasión se hubiera intentado ad­quirir por medios legales, y que al ser rechazada la proposición por el Cabildo, ante el temor del es­cándalo que había de producir la falta de dicha alhaja en el tesoro, se hubiera propuesto por el su­puesto adquirente el entregar otra labrada en marfil exactamente igual a la auténtica, proposición ésta que también fué rechazada. En este caso debió de pencarse ya en Ja substracción de la joya, que fué encomendada a personas se­cundarias y expertas en esta cla-S3 de golpes; pero que al apode­rarse de la arqueta decidieran au­mentar el botín con la substrac­ción del resto del tesoro para aprovecharse, ya en beneficio pro­pio, del metal y piedras preciosas desmontando las joyas.

Otra hipótesis que también tie­ne verosimilitud puede consistir en que, en efecto, hubieran idea­do el plan de apoderarse de algu­nas de las alhajas, por lo menos de las de más valor, pues parece que se ha llegado a averiguar que alguien hace algún tiempo se pre­sentó a determinado artífice, al que presentó un diseño de la co­rona de la Virgen y del Niño, y pretendió que le faibricara otras iguales, aunque con metal y pie­dras falsas.

De una u otra forma, se acusan en' el hecho dos intervenciones bien patentes: una, que pudiéra­mos decir la directora, posible­mente financiada por elementos de gran altura, y otra, la ejecuti-tiva, encomendada a 'Otra clase de gentes.

Un antecedente digno de tener­le en cuenta

¿ Qué enlace puede existir entre, ambas intervenciones ? E s e es hasta ahora el nudo gordiano de tan arduo asunto. E r temor a en­torpecer la acción de la justicia nos obliga a guardar una pruden­te reserva s obre algunos extre­mos. Sin embargo, hemos de ha blar, siquiera sea muy somera­mente, de alguno de ellos, porque ya, en estas mismas columnas de LA VOZ hemos insistido días pa­sados en la necesidad de que no se perdiera de vista con respecto a este asunto el hecho de que el robo del tesoro artístico de la ca­tedral de Pamplona había sido ya planeado en no muy lejana fecha

Yo he conocido al presunto ladrón Oviedo de la Mota tiene mal genio, no es partidario de la democracia y el parla­mentarismo y charló con Uzcudun de su

"match" frente a Schmeling

La arqueta desaparecida y que ha sido el objetivo principal del robo

en algunas .cárceles de España. Nos mueve a insistir en este deta­lle el hecho siguiente:

Hace próximamente dos afios se ocupó la Prensa de la desaparición de un famoso y valios'i^mo trípti­co que fué substraído de una de las catedrales más importantes de España.

A raíz dé la desaparición de la joya, la Policía de Madrid y la de la provincia en donde está encla­vado el histórico templo a que nos referimos practicaron acti­vas pesquisas para descubrir el pararero del valioso objeto de arte.

Él tríptico había sido enterrado en la cuneta de una carretera, junto a úri poste del telégrafo, poste que por una modificación de dicho servicio desapareció poco después, lO' que causó desorienta­ción a los encargados de desente­rrar la alhaja. Rondaron durante varias noches por aquellos luga­res, y su presencia llamó la aten­ción de unos obreros que traba­jaban en la carretera. XK)S obre­ros advirtieron de estb a las auto­ridades,, que se apostaron en las Inmediaciones, 'y al llegar una de la'j nuches los que iban en 'oasax

¡Y VA A DIVORCIARSE!

del tríptico se produjo una coli. bión eJ tre los guardias mui^cipa-le.3 ene habían acudido y io-j CA-traí5os merodeadores, a conso,;i-.-n. c'a de la cual resultaron un muer­to y algunos heridos El trífti^tc fu5 hallado, y algunos de ios au­tores de la substracción sufrieron ctndena puor el hecho cometido

Parece quiase sabe que uno de los que con tal motivo se hallan aún presos escribió no hace mucho una carta a otro que ya se halla en libertad, y que retirado de su aventurera vida se fué a Asturias, hEiblándolis del plan de robo del te­soro artístico de la catedral de Pamplona, y aludiendo a determi­nada persona de las que más se destacan ahora con motivo del ro­bo, y por íuenta de la cual hahía de hacerse el negocio.

Se asiegura que ésta ha sido la base de que la Policía tuviera co­nocimiento en los primeros mo­mentos de algún nombre que sir­viera para abrir diversas pistas.

Es indudable que todo esto de­ben de saberlo las autoridades y que habrá de eEelarecerss debida­mente para concretar reErponsabi-lidades.

Eintre tanto, como ya hemos di­cho al principio de esta informar ción, la Policía no descansa para dar con el paradero de las perso­nas a quienes hasta ahora acusa el relojero José Arias de ser los in­dividuos que le llevaron a vender las alhajas encontradas en su casa. Estas gestiones de la Policía no sólo sé realizan en determinadas poblaciones de España, sino tam-

' bien en el propio Madrid.-

Cómo se obtuvo la pista de las alhajas

PAMPLONA 19 (12 n.).—J:>as-de luego, parece comprobado que se ha llegado aJ descubrimiento de las alhajas, porque en un Banco de esta población se presentó un Individuo para cambiar una mone­da de oro, antigua. El encargado de la caja entró en sospechas, y avisó a la Poücia. Esta se presen­tó en la calle de Arrieta, núm. 12, domicilio de Arias, practicando un minucicso registro, que dio por resultado el hallazgo, en unos pu­cheros de manteca, en unas mace­tas y en unas medias tendidas en el patio, parte del tesoro de la ca­tedral.

Faltan la arquita y algunas es­meraldas de gran tamaño.

Casi todas las joyas se hallan destrozadas.

Elsta tarde en el café Naona ha

estado un carnicero de Psmploina, el caul ha enseñado varias mone­das antigruas. Cuando se hallaban examinándolas llegó un cliente, y dijo: "Ya han encontrado lo roba­do en la catedral. Lo había roba­do José Arias, el relojero." Al oír esto, el carnicero recogió las mo­nedas y salió precipitadamente pa­ra tomar un taxi y marchar a San Sebastián. Dijo que su señora es­taba verajieando en este punto con la esposa del ladrón, y que las .monedas se las había vendido Arias hacia unos días diciendo que estaba apurado de dinero. Añadió que él no pudo nunca sospechar que procediesen del robo de la ca­tedral.

José Arias, supuesto • autor del i'obo, había sido expulsado del Cuerpo de Carabineros hace años.

José Eleuterio Arias dice que el robo estaba planeado desde hace más de

un mes

Añade que un portugués fué el que lo invitó a participar en el

"negocio" PAMPLONA 20 (5 m.).—Pare.

ce que Arias ha declarado que hace más de un mes tuvo noticias de que sa iba a cometer un robo en la catedral.

Estas noticias ss las comunicó un portugués, diciéndole que le llevarían toda» las alhajas y pie­

dras preciosas que se lograran con el robo.

Después de las cuatro de la madrugada ha salido ds Pamplona el detenido José Eleuterio Arias, con varios agentes de Policía de las brigadas de Madrid y esta pro­vincia.

Se cree que van a algún sitio de loa alrededores de esta ciudad para practicar tma diligencia que se considera de gran imnortancia.

Arias ante la justicia

Esta mujercita, ruborosilla, discreta, llena de comedi­miento y cortedad de espíritu, es la artista inglesa Mar-got Grábame, que regresa a Londi'es, desde HoUywood, a bordo del "He de France". Esta muchacha se casó con el actor Francis Lister. Y viene dispuesta a pedir el di­vorcio. Sin duda piensa Margot que la vida de matrimo­

nio no va a su carácter apocado • - (Foto Ortlz.)

¿Ha declarado el relojero Arias dónde ha sido enterrada la ar­

queta? PAMPLONA 20 (3 t) .—A pe­

sar de la absoluta reserva de la Policía, por conducto que merece absoluto crédito se há sabido es­ta tarde que el relojero detenido José Arias parece que ha dicho, con respecto a la célebre arqueta hispanoárabe que figura entre los objetos substraídos, y única joya que queda por descubrir, que se halla enterrada en un monte dis­tante varios kilómetros de Pam­plona, También parece que el de-

tenido ha ' hecho manifestaciones de las que se desprende que los autores de la substracción, al pensar que la arqueta no iba a tener fácil venta en la población, por ser joya conocidísima, deci­dieron enterrarla en el lugar a que antes nos hemos referido, pa­ra más tarde enviarla a Francia —quizá a Burdeos—, donde ya podían operar más fácilmente. El temor a que en algún registro do­miciliario fuera descubierta fué indudablemente la causa que los indujo a enterrarla en el campo. (Febus.)

(Continúa esta información en la página octava.i

En París, en la estación de Orsay

Estamos en la "gare d'Orsay", de Parts. Son las diez de la noche del sábado 16 de marzo de este año. Pronto saldrá el tren que ha de conducimos de regreso a Es­paña. Ahorramos al lector la des­cripción de la escena de todos co­nocida: movimiento de viajeros y de gente que viene a despedirlos, carrcs de mano Henos de maletas, bultos o sacos de correspondencia, emoción de las personas que se van o temen llegar tarde o no en­contrar el necesario acomodo... Por nuestra parte, recorremos dos o tres vagones, y por fin encontra­mos un lugar relativamente libre, que pensamos ocupar. Y decimos relativamente libre porque encima hay una almohada que pertenece a un señor que está ahora en el an­dén, jimto a la ventanilla del v a gón, charlando animadamente con su familia, una señora esbelta, mo­rena, bien parecida y dos o tres jó­venes; en el grupo hablan italiano, y hablan fuerte, nerviosamente, con la inquietud' de la despedida. Preguntamos si aquel sitio está ocupado efectivamente, y el men­cionado señor, desde fuera, nos dice sonriente que podemos sen­tamos, pues tiene reservado con un maletín el asiento de enfrente.

—Merci bien, monsieur—^le agrá-decenios.

Se oye el silbido del tren; se precipitBíi a sus vagones los via­jeros, que están fuera; la familia italiana se despide con cariñosas frases en su idioma; el hombre sube al vagón y desde la ventani­lla abierta da los últimos adioses a los suyos. Una tierna escena fami­liar, en suma. El tren se, pene en marcha lentamente. "Addío I Ad-dío!"

En el tren. El mejicano Dejamos atrás la estación ilu­

minada y entramos en , 1 túnel que conduce a la próxima' "gare" de Austerlitz, tirado el convoy por una máquina eléctrica. Entonces aquel señor ae vuelve y nos salu­da; le agradecemos de nuevo la amabilidad de habernos cedido el asiento, mientras le vemos ocupar su sitio. Els un caballero de aspec­to agradable, correctamente vesti­do de gris obscuro, de cara peque­ña y frente despejada, mediana es­tatura (im metro sesenta aproxi­madamente), más bien delgado que grueso, es moreno, y al creerle italiano nos suponemos que será de Ñapóles.

—¿El señor ea italiano, ain duda?—le decimos minutos des­pués, entrando en conversación.

—No, señor, soy mejicano—nos responde amablemente.

—¡Ah! Como hablaba usted en italiano con esa señora y esos jó­venes, pensábamos...—agregamos, ya hablando en español.

—Esa señora es mi esposa—nos dice comunicativo—, y la señori­ta y el joven son mis hijos. He vivido durante muchos años en Italia y allí fundé mi hogar.

Y al saberle mejicano, nuestra simpatía hacia el agradable des­conocido aumenta. Estábamos, co­mo si dijéramos, ante un compa­triota. Le dijimos que éramos pe­riodistas españoles y colaborado­res de importantes órganos de la Prensa de su país.

Cuando supo nuestra profesión, el mejicano nos comunicó que él, a su vez, también escribía y ha­bía publicado el primer tomo de una gran monografía profusa­mente ilustrada acerca del arte religioso y los templos europeos, por los cuales sentía irresistible pasión.

—¿Y se dedica usted en la ac­tualidad a escribir esa obra?—le preguntamos.

—No por ahora—nos dijo en­trando ya francamente en el te­rreno de las confidencias—. Yo he tenido bastante dinero. Heredé de mis padres una cuantiosa for­tuna (nos parece recordar que di­jo doscientos mil dólares); pero reveses de la vida me obligaron a tener que ganármela. Estuve rnu-cho tiempo enfermo a consecuen­cia de una caida de caballo, en la que sufrí una grave fractura de la cabeza. He vivido algún tiem­po en los Estados Unidos antes de venir a Europa.

Nuestro compañero de viaje se refirió después en términos de gran admiración al régimen fas­cista italiano, haciendo una entu­siástica apología de Mussolini y de su Gobierno expedito. Nos co­municó que su hijo, que había na­cido en la patria del "duce", era canciller del Consulado de Italia en París y que era un joven pre­paradísimo, que ganaba en el desempeño de su cargo unos cua­tro mil francos por mes.

Las ideas fascistas del mejicano Por nuestra parte le dijimos

que aunque no conocíamos direc­tamente la vida italiana bajo el fascismo, pues no habíamos visi­

tado ese país, no éramos partida­rios de las dictaduras, francas ni disfrazadas, y preferimos los re­gímenes democráticos de verdade. ra representación popular. El me­jicano era partidario del gobierno de un hombre enérgico, omnipo­tente y bienintencionado, y no te­nia palabras para ponderarla obra realizada por el fascismo. Nos­otros le replicamos aludiendo dis­cretamente a los enormes impues­tos que aplastan el comercio y ja ini'u.stria de Italia, al déficit cuan­tiosísimo del presupuesto de ese país, a las grandes medidas de ri­gor, al asesinato de Mateotti...

Nuestras palabras le disgusta­ron un tanto; pero, hombre correc-

fué del agrado del mejicano, y su­poniendo sin duda que pretendía abusar, le reconvino violentamen­te, dando muestra de un carácter irascible. El conductor del coche, cortésmente, le explicó que no ha­bía mejor camino por la nueva or­ganización del tráfico en las car lies de San Sebastián.

Paulino Uzcudun también lo co< noció

Llegamos al restaurante. El me« jicano pagó lo que marcaha el ta­xímetro. Entramos bajo la lluvia. Era un establecimiento modestito, servido por las propias dueñas, jóvenes primas del boxeador Pau-

'O t

JosE O V I E D O DE LA M O T P ^RILUANTS e M E R A U O E S

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'HoTÉ/ 7~3 }^ / /7PAR19 R. C. 4 7 4 6 5 6

to y medido, de gran facundia y notab'es recursos dialécticos, nos retalia con habilidad:

—U.'sted no conoce Italia—nos decía—; si visitara ese país que­daría maravillado. Es cierto que esa obra gubernamental exige sa­crificios y cuesta muchísimo dine­ro; pero considero justo que los gobernar tes saquen los medios económicos donde los encuentren para empiearlos en beneficio de la nación.

Cómo mataron a Mateotti Respecto de la muerte de Ma­

teotti nos dio la siguiente ver­sión: dijo que los fascistas no ha­bían querido ultimarle, sino sola-meiile hacerle injerir como escar­nio aceite de ricino. Un grupo üe fascistas se apoderó por sorpresa del diputado socialista y le con dujo a un automóvil. Dentro dei carruaje se arrojaron sobre ci in-íeUz y trataron de verterle en la boca el contenido de una ool'^lla: pi^ro Mateotti se defendió enérgi­camente, y echado como estaba, boca arriba, en el asiento del co-ctié, se debatió contra aquellos su. jetos que lo agarrotaban y pro­pinó una soberbia patada a u.no de ellos. Este, un atleta, al sen­tirse golpeado, se abalanzó contra aquel hombre indefenso y le d'ó un tremendo puñetazo en el pe­cho, produciendo a Mateotti un gran vómito de sangre, del que murió a los pocos momentos...

El mejicano iba a Pamplona Actualmente, el mejicano se de-

dedicaba en París, seg^n nos dijo, al negocio de la venfa de joyas, y con frecuencia se desplazaba a España con el oibjeto de visitar a su clientela de la Península. -

—¿Se dirige usted a Madrid, seguramente ?—le interrogamos.

—No, señor; voy a Pamplona. —Y como nos sorprendiera que

un joyero de París hiciera este viaje para vender su lujosa mer­cancía en Pamplona, ncs explicó:

—A pesar de todo, tengo muy buena clientela en esa ciudad y hago excelentes negocios.

—Ya en el tren español, desde Irún a San Sebastián, volvimos a hablar de joyas y piedras precio­sas.

—Habrá mucho contrabando de esas piedras a España—inquiri-mce.

—No, ninguno-r-contestónos—. Pagan ,pna insignificancia por de­rechos aduaneros, pues el merca­do español importa muy poco esta mercancía Vea usted lo que acabo de pagar por derechos al pasar estos brillantes—agregó; y dicien­do estíj mostrónos un paquetito de peiqueños brillantes que llevaba entre algodones y un recibo de la Aduana por muy pocas pesetas—. En efecto, no valia la pena...

Llegada a San Sebastián Era el domingo 17 de marzo.

Llovía bastante al llegar nosotros a San Sebastián. Nuestro compa­ñero de viaje nos invitó a comer en su compañía. Nos propuso que fuéramos a un restaurante popu­lar de la plaza de la Escuela, adonde él solía ir cuando se dete­nía en San Sebastián. Aceptamos.

Seguía la lluvia pertinaz. Toma­mos un taxi, y el mejicano dio al chófer la dirección del parador del autobús que va a Pamplona y que saldría esa misma tarde para la capital navarra. Allí dejó la ma­leta, y después dio la dirección del restaurante. Por cierto que el chófer cogió un camino que no

lino Uzcudun, según supimos des­pués. Y en efecto, rindiendo honor al parentesco, allí no había máa decoración que el retrato del fa­moso púgil vasco en ampliaciones fotográficas de diferentes tama­ños, colores y actitudes defensi­vas. Poco después apareció el mis­mo Uzcudun en persona, que sa detuvo un rato en nuestra mesa, pues lo conocemos desde París, cuando empezaba su carrera de boxeador en Francia. Uzcudun estuvo hablando con el mejicano y con nosotros de las posibilida­des de su próximo encuentro con Schmeling en Berlín, para el cual había recibido proposiciones en esos días.

Nuestro acompañante era por cierto muy conocido en la casa. Hablaba con cierta familiaridad a las muchachas que servían y le» daba bromas con un oliente d;e una mesa contigua, un rentista cin­cuentón y calvo, de Pamplona, que se hallaba pasando una tempora­da en San Sebastián y »e alojaba en la casa.

Terminamos de comer y quisi­mos pagar el importe de los dos cubiertos; pero el mejicano se opu. so terminantemente y prefirió que pagase cadia cual el suyo.

Un café de despedida Había calmado la lluvia. Salimos

del restaurante y noa dirigimoa, acompañados dsl mejicano y del viejo rentista, a un gran oafé da la avenida, en las proximidadea de Correos. Allí estuvimos hablando y oyendo música durante una hora aproxinxadamente. Salimos y coa despedimos en la puerta. Antes noa habíamos d a d o recíprocamente nuestras tarjetas. Y sobre la car­tulina, en la mesa del café, había escrito ©1 mejicano de su puño y letra su dirección de Francia y da España. En esa tarjeta, que he­mos conservado hasta ahorra en nuestro poder, se lee: "José Ovie­do de la Mota, perles, brillants, emeraudes, Montmartre 1336, 12 rué Saint - Isaure. R. C. 47 4656, Pairis. Hotel La Peirla, Pamplona."

Hasta nuestro retiro veraniego ha llegado a nosotros la noticia del escandaloso robo del tesoro de la catedral de Pamplona, cuyo valor se calcula en más de cuatro millo­nes de pesetas. E¡n los primeros momentos, al hablarse del mejica­no al que se señala como organi­zador y director del audaz robo, pensamos en nuestro misterioso compañero de viaje, sospechando que pudiera tratarse de la misma persona. Encontrada la tarjeta que nos diera, y que babíaanoa traspapelado sin retener el nom­bre, hemos visto que, en efecto, el presunto ladrón y nuestro mejica­no son una misma persona; el re­trato que ha publicado la Prensa, y donde aparece más joven de lo que era cuando lo conocimos, nos ha disipado cualquier duda que pudiéramos abrigar.

Decididamente, el ángel tutelar de los periodistas nos tenia reser­vada, por las circunstancias refe­ridas, la misión de escribir la pri­mera entrevista con el hoy famoso aventurero,

MANUEL R. CARRASCO

(Servicio del Consorcio ínterno-cional de Prensa. Beproduccióñ prohibida.)

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