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30 qué está él maldito?, ¿por qué le es negado el Paraíso? Se convierte en un ser fuerte e inquieto, acuciado por un inex- tinguible afán de inmortalidad, de perpetuación, de "extraer todo de la tierra con toda la fuerza de la voluntad y el ge- nio". Abel es lo contrario de la inquietud. El es pacífico, sumiso, conservador. Ofrece sacrificios a Javeh y le teme, porque le han enseñado a te- merlo. Es, a pesar de su belle- za, como un ser de la charca, como un querubín de alma de sapo. Vive en las agua.s estan- cadas. Caín desea las corrien- tes de los ríos para luchar con- tra ellas, para llegar a sus fuentes. Caín mata a Abel en un rapto de furor, al ver que éste, en un momento dado, no responde a la angustiosa lla- mada de! hermano. De ahí en adelante, no habrá agua para la sed de Caín. Esa sed le lle- vará a huir de los hijos de Dios, a crear una nueva raza, a levantar ciudades, asaltar el Paraíso y aliarse con Abadón, e1 ángel de las tiniebla¡Sl, al que también será rebelde. Por- que la rebeldía es su destino. En un estilo de gran rique- za imaginativa -que recuerda en algo el de Gabriel }..Iiró-. van Aerde una biogQlfía del Hombre, de la inquietud humana, oscilando siempre en- tre el bien el mal, entre 1('. oscuridad y la luz. La inquie· tud del hombre, que al través de mil avatares dejará su se- milla y su huella. Es un libro bello. E inquie- tante para quien sepa leerlo. Tal vez su autor quiere decir- nos algo a todos nosotros. Es, claro, susceptible de mil in- terpretaciones distintas. Pero atendamos a las palabras mis- mas: ... lejos, ah, muy lejos ha quedado el Paraíso. Tan le- jos . .. Pero, ¿no está la noche casi más cerca? Sí, cerca, mu- cho más cerca. J. de la C. RAINER MARÍA RILKE, Cartas. Zig-Zag. Santiago de Chile, 1951. 216 pp. Esta edición de las cartas íntimas de Rilke -que inex- plicablemente nos llega muy tarde- es un docu- mento acerca del mundo inte- rior del poeta. Actualmente, Rilke más que un nombre es una leyenda. Uno de tantos escritores famo- sos desconocidos. Se habla mucho de él, pero no se leen sus obras. En toda charla más o menos poética, donde se ver- se de la soledad y de la muer- te, habrá casi siempre alguien dispuesto a pronunciar el nom- bre de Rilke. Eso da una at- mósfera vaga y sugerente que es de muy buen tono para la reunión. Pero Rilke no estará allí. Para poder hablar de Rilke -amigos poetísimos- hay que ir a su poesía, a sus monogra- fías, a sus cartas. En sus Carlas se puede ver que no sólo era un poeta. soli- tario y cultivador de su muer- te, como tantas veces se ha di- cho. Rilke era, además. un poe- ta humilde, un discípulo: Soy demasiado débil en el mundo, pero 110 bastante htt- núlde para ser delante de como una cosa oscura e inteli- gente. Humildad: aceptar un gran amo, una gran guía. Rodin y Jacobsen, en el caso de Rilke. Porque para los espíritus su- periores, la libertad es un pro- blema menor. Un espíritu pe- queño teme a las influencias y, desesperado, se aferra a su ilusoria "voluntad creadora". Un espíritu fuerte, como e! de Rainer María Rilke, acepta ser influido, porque no duda de sus propias fuerzas, y porque sabe que toda influencia es una nueva energía que acopia para el camino a su obra. no saltó nunca las eta- pas y se ejercitó a conciencia. Pero -dice en una de sus car- tas- ¿ cómo debo empezar a andar por este camino? ¿Dón- de está la labor manual de mi arte, su más honda o pequeña parte en la cual pudiera empe- zar a ser activo? Sí, se reconocía como un aprendiz, como un alborozado pero profundamente serio e inocente aprendiz de la belle- za. Se convirtió en un solita- rio para ser sólo una hora solitaria . .. una hora que son- ríe de 11WCO diferente entre sus hermanas y se calla ante lo eterno. Sí, era humilde. Y era erran- te. No es que huyera, sino que deseaba llegar. Llegar a esa realidad de los seres (sólo los objetos me hablan), palparlo y saberlo. todo. Eso necesito para ser más s('guro y :nenos sin patria. De la lectura de estas Cartas se saca una lección de sabidu- ría, de grandeza espiritual. Que lo lean todos los "originales", tocios 10s"profetas' y los "an- gustiados" de la nueva poesía, esos poetas que brotan por centenares sí se golpea el suelo con un bastón. Que lean las cartas de Rilke y dejen el coro de los grillos para escuchar, entre todas las voces, una, co- mo decía otro gran poeta. J. de la C. JAIME GARcÍA TERRÉs, Correo nocturno. México, 1954. 16 pp. Este cuaderno de poesía, a pesar de su reducido número de páginas, presenta serias di- ficultades para una descrip- ción fenomenológica. En pri- mer término, por su falta de lugares comunes y caracterís- ticas prosaicas, así como de "ideas" sin mala hierba que cautiva a nuestros botánicos de la literatura, y luego por la ausencia de hue- cos y aristas, fallas que cons- tituyen el punto de partida del análisis superficial, ya que aquí la estricta economía de las palabras y un temple espe- cial de ánimo funden las imá- de manera indisoluble, envolviéndolas en la indefini- ble luz del misterio: Yo quisiera, estrújandolas, dar nuevo aliento a las canciones sepultadas en secreto. porque si el crítico irreverente se atreve con el bisturí y el fichero en el país de las mi- tologias, en cambio, el poeta es sólo un espejo que refleja las revelaciones que le confía la noche, y esta inconsciencia es su mayor fuerza, o más bien la única frontera que lo separa de la lucidez de la prosa: y yo nada puedo. Nada sé. U na tras otra fluyen, para morir, las provincias del vuelo. Obsérvense las masas poé- ticas cortadas a cuchillo, los puntos ele valor absoluto y contundente, en lugar de co- mas que se prestan a una tran- sición suave. En las negacio- nes rotundas: " ... nada pue- do. Nada/sé", la emoción se descarga en su totalidad, se define a misma, se comple- ta en un círculo cerrado. y luego el devenir muestra su esencia fugaz: "Una tras otra/ fluyen, para morir'; las pro- vincias del vuelo" ; porque esto es la poesía, una trayectoria vital apenas aprisionada en la red del lenguaj e, símbolo vi- sible, dura roca clel tiempo, con el que el poeta tiene que luchar cuerpo a cuerpo para obtener una victoria dudosa, ya que la poesía, como todo lo que se da dentro del tiempo, es cae- diza, su valor sólo es compara- ble en un determinado sector de las manecillas del reloj, y su destino está indisolublemente unido a la cacluca trayectoria UNIVERSIDAD DE MEXICO de la lengua. Por esto, es que el poeta se queja con amar- gura: "Ah palabras./ Linaje desesperado, / consümiénelose. / He aquí los restos. / Las cruces que dejó la batalla / en medio de los campos, rígi- dos ya, / al grave modo de una bandera abandonada. / Ahora / son las palabras. / El botín / fúnebre. Los lívidos / rasgos de la pluma". Además, la pot"- sía es humildad y espera, y sobre todo casualidad, un mi- nuto antes o un minuto des- pués significa el fracaso: demasiado tarde, acaso: / y mI voz ya no tiene / la frescura de ayer. / O tal vez muy tem- prano: /y el lenguaje me llega todavía / desprovisto del va- go / milagro que lo cumple". La poesía es 'el milagro de convertir las palabras de co- bre, que han pasado de 111ano en mano, en oro, para esto no vale ningún conjuro, ni se ad- mite ningún artificio; sólo el trabajo honrado.; pero ni éste sirve cuando falla la' gracia: así García Terrés nos cu.enta su lucha por la expresión: "Cada firme / señal destila el torpe virus i de la fuga. Pié- / destruídos, y Tia / lim- pios faros candentes, / fe- cundan el naufragio de las sílabas. / y al cabo de los fru- tos, amanecen / tan sólo calles truncas / -manchadas por mil años / cuyas líneas no llevan / ni siquiera al ol- vido" ; porque la poesía es una manera de recordar y de dar al mismo tiempo; aunque parezca paradójico, es un he- .cho que toda la literatura te de la tradición, para luego negarla. Los sentimientos que amparan a la poesía no son me- nos contradictorios, una espe- cie de comunión de de un apartarse a la soledad para encontrar la compañía, .de buscar las alegrías de la triS- teza, deseos siempre en lucha, siempre en contradicción con sus principios: "¿ Por qué siembro la tarde / entre las fauces de una pálida / tumba? ¿ Por qué ahogo / -quemo alucinado- / las nobles mo- cedades ruborosas? / Yo qui- siera / tocar, sentir, buscar, / con profunda violencia". Y es que, de esta dualidad tiene que nacer la voz profética, que aporte un mensaje personal y trascendente al mundo de los sentidos; por esto la poesía significa, en gran parte, reco- gimiento e introspección, re- nunciar a todo lo fácil, al lujo oropelesco de las palabras, al falso brillo de las metáforas y, sobre tocio, hacerse a la idea de que la poesía no está al de la mano, que sólo

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qué está él maldito?, ¿por quéle es negado el Paraíso? Seconvierte en un ser fuerte einquieto, acuciado por un inex­tinguible afán de inmortalidad,de perpetuación, de "extraertodo de la tierra con toda lafuerza de la voluntad y el ge­nio". Abel es lo contrario dela inquietud. El es pacífico,sumiso, conservador. Ofrecesacrificios a Javeh y le teme,porque le han enseñado a te­merlo. Es, a pesar de su belle­za, como un ser de la charca,como un querubín de alma desapo. Vive en las agua.s estan­cadas. Caín desea las corrien­tes de los ríos para luchar con­tra ellas, para llegar a susfuentes. Caín mata a Abel enun rapto de furor, al ver queéste, en un momento dado, noresponde a la angustiosa lla­mada de! hermano. De ahí enadelante, no habrá agua parala sed de Caín. Esa sed le lle­vará a huir de los hijos deDios, a crear una nueva raza,a levantar ciudades, asaltar elParaíso y aliarse con Abadón,e1 ángel de las tiniebla¡Sl, alque también será rebelde. Por­que la rebeldía es su destino.

En un estilo de gran rique­za imaginativa -que recuerdaen algo el de Gabriel }..Iiró-.van Aerde ha~e una biogQlfíadel Hombre, de la inquietudhumana, oscilando siempre en­tre el bien el mal, entre 1('.oscuridad y la luz. La inquie·tud del hombre, que al travésde mil avatares dejará su se­milla y su huella.

Es un libro bello. E inquie­tante para quien sepa leerlo.Tal vez su autor quiere decir­nos algo a todos nosotros. Es,claro, susceptible de mil in­terpretaciones distintas. Peroatendamos a las palabras mis­mas:

... lejos, ah, muy lejos haquedado el Paraíso. Tan le­jos . .. Pero, ¿no está la nochecasi más cerca? Sí, cerca, mu­cho más cerca.

J. de la C.

RAINER MARÍA RILKE, Cartas.Zig-Zag. Santiago de Chile,1951. 216 pp.

Esta edición de las cartasíntimas de Rilke -que inex­plicablemente nos llega muytarde- es un ~recioso docu­mento acerca del mundo inte­rior del poeta.

Actualmente, Rilke más queun nombre es una leyenda.Uno de tantos escritores famo­sos desconocidos. Se hablamucho de él, pero no se leensus obras. En toda charla máso menos poética, donde se ver­se de la soledad y de la muer­te, habrá casi siempre alguiendispuesto a pronunciar el nom-

bre de Rilke. Eso da una at­mósfera vaga y sugerente quees de muy buen tono para lareunión. Pero Rilke no estaráallí.

Para poder hablar de Rilke-amigos poetísimos- hay queir a su poesía, a sus monogra­fías, a sus cartas.

En sus Carlas se puede verque no sólo era un poeta. soli­tario y cultivador de su muer­te, como tantas veces se ha di­cho. Rilke era, además. un poe­ta humilde, un discípulo:

Soy demasiado débil en elmundo, pero 110 bastante htt­núlde para ser delante de tícomo una cosa oscura e inteli­gente.

Humildad: aceptar un granamo, una gran guía. Rodin yJacobsen, en el caso de Rilke.Porque para los espíritus su­periores, la libertad es un pro­blema menor. Un espíritu pe­queño teme a las influencias y,desesperado, se aferra a suilusoria "voluntad creadora".Un espíritu fuerte, como e! deRainer María Rilke, acepta serinfluido, porque no duda desus propias fuerzas, y porquesabe que toda influencia esuna nueva energía que acopiapara el camino a su obra.

Ri~ke no saltó nunca las eta­pas y se ejercitó a conciencia.Pero -dice en una de sus car­tas- ¿ cómo debo empezar aandar por este camino? ¿Dón­de está la labor manual de miarte, su más honda o pequeñaparte en la cual pudiera empe­zar a ser activo?

Sí, se reconocía como unaprendiz, como un alborozadopero profundamente serio einocente aprendiz de la belle­za. Se convirtió en un solita­rio para ser sólo una horasolitaria . .. una hora que son­ríe de 11WCO diferente entresus hermanas y se calla antelo eterno.

Sí, era humilde. Y era erran­te. No es que huyera, sino quedeseaba llegar. Llegar a esarealidad de los seres (sólo losobjetos me hablan), palparloy saberlo. todo. Eso necesitopara ser más s('guro y :nenossin patria.

De la lectura de estas Cartasse saca una lección de sabidu­ría, de grandeza espiritual. Quelo lean todos los "originales",tocios 10s"profetas' y los "an­gustiados" de la nueva poesía,esos poetas que brotan porcentenares sí se golpea el suelocon un bastón. Que lean lascartas de Rilke y dejen el corode los grillos para escuchar,entre todas las voces, una, co­mo decía otro gran poeta.

J. de la C.

JAIME GARcÍA TERRÉs, Correonocturno. México, 1954. 16pp.

Este cuaderno de poesía, apesar de su reducido númerode páginas, presenta serias di­ficultades para una descrip­ción fenomenológica. En pri­mer término, por su falta delugares comunes y caracterís­ticas prosaicas, así como de"ideas" sin p~asmar, malahierba que cautiva a nuestrosbotánicos de la literatura, yluego por la ausencia de hue­cos y aristas, fallas que cons­tituyen el punto de partida delanálisis superficial, ya queaquí la estricta economía delas palabras y un temple espe­cial de ánimo funden las imá­gene~ de manera indisoluble,envolviéndolas en la indefini­ble luz del misterio:

Yo quisiera, estrújandolas,dar nuevo alientoa las canciones sepultadasen secreto.

porque si el crítico irreverentese atreve con el bisturí y elfichero en el país de las mi­tologias, en cambio, el poeta essólo un espejo que refleja lasrevelaciones que le confía lanoche, y esta inconsciencia essu mayor fuerza, o más bienla única frontera que lo separade la lucidez de la prosa:

y yonada puedo. Nadasé. U na tras otrafluyen, para morir,las provincias del vuelo.

Obsérvense las masas poé­ticas cortadas a cuchillo, lospuntos ele valor absoluto ycontundente, en lugar de co­mas que se prestan a una tran­sición suave. En las negacio­nes rotundas: " ... nada pue­do. Nada/sé", la emoción sedescarga en su totalidad, sedefine a sí misma, se comple­ta en un círculo cerrado. yluego el devenir muestra suesencia fugaz: "Una tras otra/fluyen, para morir'; las pro­vincias del vuelo" ; porque estoes la poesía, una trayectoriavital apenas aprisionada en lared del lenguaj e, símbolo vi­sible, dura roca clel tiempo, conel que el poeta tiene que lucharcuerpo a cuerpo para obteneruna victoria dudosa, ya quela poesía, como todo lo que seda dentro del tiempo, es cae­diza, su valor sólo es compara­ble en un determinado sectorde las manecillas del reloj, y sudestino está indisolublementeunido a la cacluca trayectoria

UNIVERSIDAD DE MEXICO

de la lengua. Por esto, es queel poeta se queja con amar­gura: "Ah palabras./ Linajedesesperado, / consümiénelose./ He aquí los restos. / Lascruces que dejó la batalla /en medio de los campos, rígi­dos ya, / al grave modo de unabandera abandonada. / Ahora/ son las palabras. / El botín /fúnebre. Los lívidos / rasgosde la pluma". Además, la pot"­sía es humildad y espera, ysobre todo casualidad, un mi­nuto antes o un minuto des­pués significa el fracaso: "E~demasiado tarde, acaso: / y mIvoz ya no tiene / la frescurade ayer. / O tal vez muy tem­prano: / y el lenguaje me llegatodavía / desprovisto del va­go / milagro que lo cumple".La poesía es 'el milagro deconvertir las palabras de co­bre, que han pasado de 111anoen mano, en oro, para esto novale ningún conjuro, ni se ad­mite ningún artificio; sólo eltrabajo honrado.; pero ni éstesi rve cuando falla la' gracia:así García Terrés nos cu.entasu lucha por la expresión:"Cada firme / señal destila eltorpe virus i de la fuga. Pié­~agos / destruídos, y Tia / lim­pios faros candentes, / fe­cundan el naufragio de lassílabas. / y al cabo de los fru­tos, amanecen / tan sólo callestruncas / -manchadas por milaños os~uros- / cuyas líneasno llevan / ni siquiera al ol­vido" ; porque la poesía es unamanera de recordar y de o~vi­

dar al mismo tiempo; aunqueparezca paradójico, es un he­

.cho que toda la literatura par~

te de la tradición, para luegonegarla. Los sentimientos queamparan a la poesía no son me­nos contradictorios, una espe­cie de comunión de so~edades,

de un apartarse a la soledadpara encontrar la compañía, .debuscar las alegrías de la triS­teza, deseos siempre en lucha,siempre en contradicción consus principios: "¿ Por quésiembro la tarde / entre lasfauces de una pálida / tumba?¿ Por qué ahogo / -quemoalucinado- / las nobles mo­cedades ruborosas? / Yo qui­siera / tocar, sentir, buscar, /con profunda violencia". Y esque, de esta dualidad tiene quenacer la voz profética, queaporte un mensaje personal ytrascendente al mundo de lossentidos; por esto la poesíasignifica, en gran parte, reco­gimiento e introspección, re­nunciar a todo lo fácil, al lujooropelesco de las palabras, alfalso brillo de las metáforasy, sobre tocio, hacerse a laidea de que la poesía no estáal a~cance de la mano, que sólo

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RAFAEL

UNIVERSIDAD DE" MEXICO .

se llega a la belleza por aproxi­mación: "En vano, en vano /rueda la angustia -macilento/ hueco-; / en vano marcanhoras fantasmas los relojes. /Inútilmente / las brújulasapuntan al ocaso".

C V.

VícTOR MANUEL VILLEGAS,

Hierros coloniales de Zacate­caso Instituto de Investiga­ciones· Estéticas. UniversidadNacional Autónoma de Mé­xico. México, 195 5. 162 pp.

Zacatecas es una de las ciu-dades que conservan los másbellos ejemplos de hierrosforjados, que este libro ilus­tra con dibujos y fotografías,y los compara con ejemplaresespañoles correspondientes enestilo. En España el arte delhierro era ya conocido en

tiempo de los celtas. Si el cris­tianismo proporcionó temasnumerosos, los árabes intro-

JaSE(Viene de la. pág. 14)

mejante, que produjo el sigloXVIII en América.

Dos de los grandes Jesui­tas, Abad y Alegre, ensal­zan, a través de la plumade Maneiro, las grandes vír­tudes y talento extraordina­rio de Campoy.

Epílogo.

Hemos dicho muchas cosasacerca de las dotes de almade Campoy y de la índole de­masiado severa consigo mis­mo; añadiremos este solo tes­timonio: habiendo inflamadolos ánimos de muchos J esuítas

dujeron el acero y las formasmusulmanas de cerrajería, ylos judíos de Cataluña difun-

CAMPOYmexicanos para buscar unamás saludable literatura; y ha­biendo difundido la aficiónpor una cultura universal, sinembargo, por un obstinado si­lencio de todo lo suyo, viviólos diez últimos años de suvida, enfermó y murió en lamás completa pobreza en lacual. empero, se conservósiempre congruente consigomismo v como un héroe defortalez~ inquebrantable. Ver­daderamente. cuando Méxicodé a luz su historia de la res­tauración del buen gusto en lasletras (empl-esa que ojalá aco­metiera alguno), Campoy serádigno de ocupar un lugar en­tre los nombres más ilustres.

dieron nue\'as técnicas: cince­lado en el corta frío, calado'yrepujado. Durante el períodogótico-español se construye­ron hermosas rejas para lascatedrales; pero la época másbrillante de la cerrajería coin­cide con el descubrimiento deAmérica. A principios del si­glo XVI se creó el estilo pla­teresco. que se importó a laN ueva España. donde se apli­có el hierro arútico casi enforma exclusiva a la arqui­tectura, y no llegó a superara los modelos españoles.N uestros hierros, en su mayo­ría, corresponden al tipo ex­tremeño, el más sencillo y po­)Jular de todos, y no tienenningún influjo indígena, yaque a los nativos' no les esta­ba permitido adiestrarse eneste oficio.

c. V.

REFLEJO DE MEXICO EN LA OBRA DE JOSE J\10RENO VILLA(Vime de la .pág. 4)

tampoco de sus dos obrassobre escultura colonial yartes plásticas mexicanas;para nuestra intención enesta breve nota es Cornu­copia de México .10 intere­sante. Dicho libro, escritoen un período de tiempo

. qúecubre l6sdos'años"1)ri­meros de su estancia etiMéxico, ofrece, junto conlas primeras reacciones, lasulteriores, cuando (comodice) "México va crecien­do dentro de mí", cuandoel autor está ya "en el pe­ríodo del amor a México,lo que quiere decir que hapasado la fase de la sor­presa". Abarca ahí mu­chos y muy diversos as­pectos mexicanos, aunqueasí diluya un tanto el efec­to: "abarcando mucho acambio de perder en inten­sidad".

El título mismo del li­bro, según el autor, essímbolo de la vida mexica­na y por eso lo ha escogi­do; ya que la vida aquí leparece esencialmente "ro­cocó": muebles, fachadas,trajes populares femeni~nos, charros a caballo enlos paseos públicos, obje­tos diversos, como bande­jas, pulseras, anillos, todolo ve marcado con el sellodel siglo XVIII. "Méxicoes cornucopia por todaspartes: la cornucopia es-resumen del rococó y pro­ducto de contrastes, de cla-

roscuro, de contradiccio­nes". Afirma ante todohaber entrado en México"libre de prejuicios".

Respecto a la impresióntan honda y entrañableque el español puede sentiral oír su lengua habladapor otros pueblos al otrolado del mundo, dice:"Voy creyendo que los me­xicanos tienen todavía, alcabo de los siglos y de loscruces, una dificultad na­tiva para hablar el caste­llano". (Es de MorenoVilla de quien hablo, node mí; pero no puedo ci­tar esas palabras suyas sinindicar al margen 1oopuesto de mi opinión: elcastellano hablado por elpueblo .mexicano me pare­ce en ocasiones más casti­zo, más elegante que el delpueblo español). Ve ahí laposibilidad de que el aná­lisis psicoanalítico hallara,en el lenguaje del pueblo,"lo que había en el fondodel alma mexicana de pe­culiar y obstaculizadorpara pronunciar el idiomaadoptado hace cuatro si­glos". ("Idioma aprendi­do", le oí decir a MorenoVilla, aludiendo al caste­llano hablado en generalpor los americános).

El mexicano le parece"mucho más recatado ycomedido" que el español;insistiendo, en su libro LaEscultura Colonial: "Elmexicano es,. en su trato

y lenguaje, mucho más se­reno, templado y comedidoque el hombre celtíberomedio. Habla bajo; modi­fica las frases españolas,limándoles toda forma au­toritaria o impositiva; damuestras, en suma, decierta preferencia por elaplomo, la corrección, lacortesía, hasta el punto deque un español de esos quese llaman castizos, coloca­do de repente en un círculomexicano, parece un entemelodramático".

La cortesía, la galante­ría y la religiosidad son"tres notas muy fuertesen el carácter mexicano"." o existe el vocabulariosoez que en España". Entres gestos del mexicano(para indicar dinero, se­ñalar medida de tiempo ydar gracias) ve otros tan­tos rasgos de algo comúnen el pueblo: expresividadestática; hieratismo de ra­za.

Sus amistades estabanentre el medio intelectualy las clases acomodadasde la capital (véase el ca­pítulo "En México", de suautobiografía Vida enClaro), pero le fascina, co­mo a tantos extranjeros,el pueblo, el indio. El in­dio es "el hombre acurru­cado", cuyos ojos "tienenuna, gran fogosidad apre­tada". La fortuna del in­dio "está unida a la quie­tud, a la pasividad, al en-

simismamiento"; y surgeasí "la imagen de As ia".Pero no cree que Méxicoequivalga a todo lo que di­cha actitud lleva consigo,porque sólo "hay que tenerpresente tal postura comoíndice étnico". En el fondo(ahí aparece el escritor in­fluido por el 98 y por elrespeto a la actividad in­dustrial anglo-sajona) nole gusta lo que denota;porque para Moreno Villael trabajo es "alegría",olvidando que el trabajocreador del poeta, aunqueno sea remunerado, sí pue­de significar alegría, peroel trabajo monótono y fa­tigoso del pobre, siempremal remunerado, no puedesignificarla.

El indio le parece triste,y frente a esa tristeza, co­mo español que recuerdacosas pasadas, siente re­mordimiento, preocupa­ción de culpabilidad: "Esatristeza secular, cuya cu­ración se me antoja impo­sible, ¿ se debe a mí? Nopuedo creerlo ... Hay ra­zas tristes y razas fáusti­caso y atlnque éstas hayanestado durante siglos so­metidas por una raza duray opuesta a sus naturalestendencias, no pierden suelasticidad, su ímpetu nisu alegría".

Le sorprende el silen­cio en los mercados: "Elsilencio del indio, sus mo­dales suaves y finos", En