J. - revistadelauniversidad.unam.mx · JUAN COMAS, Manual de antropologia física. Fondo de Cultura...
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jó UNIVERSIDAD DE MEXICO
RECUERDO DE DON MANUEL
J. G. T.
tactos menos formales. Su magisteriotrascendía, no ya los límites de su. cátedra, sino las propias fronteras escolástica-8. En cierto modo, y con no escaso in·genio, también profesaba -yo no sé quéjovial hu.manismo- en el diálogo callejero, dentro de su casa, dondequiera enfin, que hubiera, y siempre los había, oídos dispuestos a escucharlo.
UNIVERSIDAD DE MEXICO locontaba entre sus colaboradores más queridos e indispensables. Y consigna aquíel vacío q-ue nos deja, al cabo de una fe·
.cunda labor, su, desaparición penosa.
E. D. H.
PEDROSOMANUEL
forma de desarrollo, en fin se ocupa desus reacciones orgánicas y psíquicas deacuerdo con su constitución y temperamento.
De todo ello nos habla Comas en forma amplia y bien documentada; peroademás se ocupa de las técnicas y procedimientos usuales en la disciplina queutiliza' un instrumental mecánico y de interpretación indispensable para el correctoaprovechamiento de los datos obtenidos.
Felipe Montemayor, uno de sus discípulos destacados, colabora con él en lapresentación del capítulo referente a Método Estadístico.
I MAGINADA POR VELÁZQUEZ, pero realizada por El Greco, la figura concentraba, en el fuego alerta de los
ojos, la pasión gualda y solar de Gaya.Un perfil de paisaje toledano; las pupilas mediterráneas. Y las manos, ¿ no recordaban, en el reposo, las célebres delMarqués de Montemayor, y en la acción,las del bailarín flamenco? Encuentro demeseta y olivar, de torre y océano, depaño negro y vino rojo, don Manuel Pedroso -madrileño, andaluz, heleno, europeo y americano- era el estilo exactode la gracia profunda. Unidad diversificada, intensidad de las facetas, alegríapara lo alegre, inteligencia para 10 inteligente, su sabiduría parecía gratuita yera necesaria, sobrepasaba la ocasión sindejarse percibir fuera de ella. Y jamás-j Dios lo librara, y si no, Cervantes!solemnidad.
La puerta de la biblioteca se abría yla mano trazaba un arabesco de MontesC[uieu a Bodíno, del elegante dibujo deTocqueville a la foto de un3 misteriosadama de los treintas. El sillón de cuero.obsequiosamente plegado a la postur3 lectiva de su ocupante; la pequeña mes:!donde hervía el café; la otra, mayor, denogal labrado; y el respiro de libros pensados, consultados, exprimidos. Los cuadernos de notas, a su derecha, y a susespaldas, la luz y la calle de Amazon,! .A las cuatro de la tarde, la tertulil deestudiantes. Los viejos amigo. aco tumbrados a los signos sutiles del lugar y delmaestro; 10 nuevos, tiesos en las sillas.recorriendo con los ojos redondos los e tantes; las muchachas, siempre: la alegre risa de Lita; el inminente abogadoansioso de abandonar el examen de Eurípides por el que lo conducía Pedro opara abordar el del Derecho de Asilo
AHOMENAJEBREVE
el parentesco que lógicamente le correspondía, por lo menos con los más allegados vecinos que, con él en la cúspide, integran la pirámide bíológica.
La antropología física ha borrado tales barreras, toma al hombre como unode tantos seres de la escala zoológica.Lo analiza en sus más mínimos detalles,a base de éstos lo clasifica, comparándolo entre sí y con los demás seres, buscasus antecedentes, y lo sitúa en el tiempoy en el espacio, hurgando sus orígenesmás remotos, y después siguiendo su pista para caracterizar las modificacionesque la herencia y el medio le han ido imprimiendo. Estudia sus variaciones y su
Manuel Pedroso- "un maestro"
No RECUERDO cuándo llegó a M h'ieo,desde 'Una maltratada España, donManuel Pedroso. Ni siquiera ten
go memoria de que haya venido de alguna perte. Nosotros, sus discípulos, lo considoerábCJmos nuestro. Nuestro de siempre. Eso sí: su. presencia en la Facultadde Derecho inm~guró una época. Sus palabras y su amistad fecundaron insólitasvocaciones; orientaron hacia una nuevaactitud espiritual la enseñanza y el aprendizaje. "Hay maestros -decía Pedrosou.na vez- que lo son por la paga; otroslo son por costumbre; yo soy maestro porque tal es mi ramina en la vida." Era defijo esta conciencia de apostolado lo qu.emantuvo hasta el fin su devoción y sunobleza. A la par comprensivo y responsable, 110 menos atento a la comunicaciónhumana, que a la disciplina intelectual,entregaba todas sus horas a la 1nisiónelegida; una fértil misión que nada, sinola muerte, log1'ó detener en definitiva.
Bien sabía que el Derecho, como cualquier otra, rama del saber, por ser justamente una rama no era el árbol entero nipodía sustentarse en sí y por sí. A cadapaso, pues, acudía al árbol complejo dela cultura, '\1 no desáeñaba el concursevivificante de la filosofía o la litemtura.Pero quizá su principal aportación labrindaba, con su persona misl1~a, en con-
Estos Poemas 1nexicanos, limpios, emotivos y cautelosos -aunque expuestosa ser llamados "menores" por una críticaen exceso parcial- han nacido de "esazona central de nuestra psique", la delsentimiento, que para Antonio Machadoera el origen de toda lírica verdadera.
J. P. B.
Ante una Naturaleza desbordada b vigorosa Giner retrocede hasta sí mismo;no pu~de hacerla c~~ncidi~ co~ la. dulc~melancolía de sus galenas Intenores("El corazón ya no pu~de / con. tantobosque furioso. / Los OJos que aun mequedaban / se cierran tristes y solos."),pero en los crepúsc~llos del Valle de México encuentra su tIerra natural:
Sobre el valle, entre la noche,muerto el sol, alta la nieve,parece que lo he enc011tradolentísima y dulcemente.
(Atardecer en el Valle)
JUAN COMAS, Manual de antropologia física.Fondo de Cultura Económica, México,1957. 198 pp.
Mientras que en otros campos de laciencia, surgen anualmente manuales ointroducciones, en antropología física debido a la amplitud del tema, como a lasdificultades del mismo, apenas si se haneditado dos o tres, hace ya algunos años,por diferentes autores (Montagu. Pérezde Barradas, etc.), que no han acabadode llenar el vacío existente. Ya en estosmomentos, las revisiones críticas que aparecen en las revistas especializadas de antmpología de todo el mundo, indican queel Manual de antropología física queahora reseñamos ha venido, por fin, asubsanar esa falta. Es más, tenemos noticias de que dicho M anual posiblementeserá traducido al inglés y al portugués.
La obra consta de las siguientes partes: Generalidades, Origen y Evolucióndel Hombre, Herencia, Crecimiento, Somatología, Biotipología, Osteología, Paleantropología, Raciología, Aplicacionesde la Antropología, siete Apéndices, Bibliografía e Indices.
Vemos, pues, que no se ha dejado fueraninguna de las principales secciones queabarca la antropología física.
Creemos de especial interés, sin menoscabo de las otras, las partes segunda yoctava dada la autoridad del autor en estetema, así como su reconocida buena información que se transluce en la bibliografía que adjunta. La décima, como losapéndices, es de mucha utilidad, y siguiendo el tono fundamentalmente didactico e instructivo con que fue concebidoel libro, también son de provecho, comotoda la obra, para el especialista.
El libro tiene todavía mayor importanciaya que la antropología física ha sido pocodifundida. Paradójicamente, el hombre seha ocupado de estudiar a todos los seresque lo rodean; pero lo ha hecho pococonsigo mismo, y si se puede hablar detoda una filosofía antropocentrista. desdeel punto de vista biológico no ha ocurridoigual.
El estuuio de las funciones y de losórganos que constituyen al ser hUl1lan~)
parece haber sido un poco despreciadopor el investigador. Quizá la supervaloración que de sí mismo se ha forjado elser humano ha hecho que éste, sin estudiarse a fondo, se haya colocado en lacúspide de la escala de los seres vivientes; pero repeliendo en su fuero interno
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-sin pensar que, a través de Ifigenia,don Manuel le estaba ofreciendo el corolario de la tesis profesional. La ironíaera bondadosa, galdosiana. Pero mejoraún era la intención de jamás desmembrar la inteligencia total, de nunca destruir la visión propia del hombre. Centrado en cualquier tema, al poco tiempotoda una constelación de ideas giraba ensu torno. Hablar de Balzac era adentrarse en la teoría de la voluntad y del poder,en los símbolos estéticos de la sociedadburguesa, en el derecho civil y en la lucha de clases, en el amor y en la plusvalía. Nihil humanum . .. Sí; pero esta intensa curiosidad y amor por las obras delhombre nunca era ajena, en don Manuel;a un escepticismo benévo!o que no perdíade vista las limitaciones del hombre.
Era, ante todo, un Maestro. Entrar asu clase era caer en el centro Yiyo delágora de Pericles, era caminar todas lasrutas descalzas del Alto Medioevo, penetrar en la estufa de Descartes y eregiruna barricada en la Comuna de París.Ahí estaba la historia viva, la tradiciónenriquecida. el derecho alumbrado por lapasión de los pueblos y la escritura delpensador. A mí, v a talitos, nos abrió Josoías al espíritu. Dentro de un sistema deeducación positivista, Pedroso sabía fluela verdad no se confunde con la acumulación de datos, sino que depende ele un.<elaboraci{'m crítica y eTIpírica, a la ve,,:,de problemas del orden humano. El positivismo conduce a la opinión dogmática;Pedroso buscaba. y enseñaba, el conocimiento crítico. En el mundo de la daza..su arma era la episteme. Al muchacho atiborrado de fechas v listas fácticas. donManuel le ponía en' 1;>s manos La República, Roio y neQro, El Cepital. Noadmitía la simulación; exir>:ía el trabajo, eldiscurso y la crítica. Y ?1)3ndonaba sustareas personales por enseriar, i tántas veces!, la lección al .'tlumno que era siempre el amigo y el objeto vital de toda susabiduría.
Jos enseñó la lealtad a la vocación.Nos enseñó --combatiente. al fin, en lagran lucha moral de España- el sentidode la ética solidaria. Nos enseñó a percibir las correspondencias entre las cosasdel mundo, a gozar en las ideas y, también, en la vida. ¿ Quién que se acercó adon Manuel no se sintió contagiado porsu alegría sensual, por su sentimiento degratitud y comprensión varoniles haciala mujer ("Amar a las mujeres es cuestión de pura cultura", decía), por su emoción ante la línea, el color, el personajeficticio, el ritmo hablado, el paisaje. elclima y los frutos naturales? Gran señor.en verdad. quien con tanta nobleza y sencillez sabía recoger las experiencias de lavida común y convertirlas en cultura común.
Era nuestro amigo, el de todos los quepasamos por su cátedra. Las masas amorfas no existían para Pedroso: él teníaamigos. Como el Diego de Miranda dela epopeya cervantina, distinguía y comprendía a cada uno; se enteraba de laforma personal de cada alumno, y a cada·IlllO Jo encarrilaba por su senda real. Descubría al internacionalista y le hacía comprender, para siempre, que el objeto desu vida era luchar por un orden de pazen la justicia. Descubría al escritor yelectrizaba su vocación con un sentido detrabajo arduo y responsabilidad permanente. Descubría al investigador y acer-
caba su espiritu para las tareas de laverdad y la crítica. Tunca un maestrodio tanto a tantos.
. La superación intelectual de la Uni\'ersldad debe mucho a Pedroso. Antes deq.ue se renovasen los edi ficios. era preCISO -entendía don Manuel- renovarel espíritu. A la Universidad se \'3 paraaprender a pensar. A la niwrsidad seva a preguntar y a recibir respuestas.A la Universidad se va a adquirir categoría de hombre con tareas tan exactas yresponsables como las del más humild'etrabajador. La Universidad no es un privilegio, sino una obligación. Esto sabía,por esto luchó don Manuel Pedroso.
lioy, ha muerto don Manuel, el viejoy grande don Manuel del pelo blanco ylas manos inteligentes y el hablar pausado. Lo que no ha muerto es su eterno diálogo con-los alumnos a los que queda, conCésar Sepúlveda, Enrique González Pedrero, Jaime García Terrés. Enrique Velasco, Julio Moctezuma, Enrique Creel,Rafael Corrales Ayala, Victor FloresOlea. Tavier Rondero, Jorge Portilla.Emilia 'Tél'ez, Rafael Ruiz Harrel, DoraZurhellen.
Cada uno sabe lo que debe a non Manuel. Y sabe cómo serIe fiel.
El Seminario de Teoría del Estado dela Facultad de Derecho, creado por él.merece su nombre y su efigie en 'la salaque se le destina. La Universidad 1 acional' Autónoma de México, continuandouna vieja tradición europea. puede dedicar a su memoria un volumen integradopor trabajos de sus antiguos :l1umnos. Esnecesario recoger las notas de don Manuel Pedroso, 'instrumento extraordinariode tantas décadas d~ estudio V docenciaen los campos de la teoría política y elderecho internacional público. y publicarsu Aventura del hombre natural y civil,resumen de un gran espíritu europeo yhumano - o, como diría don Manuel.por europeo, humano. La memoria de donManuel Pedroso, educador espiritual, demócrata español, merece bien de México y de su Universidad.
Carlos Fuentes.
EL PEREGRIl O ARhAIGADO
ESPÍRITl: A~IERTO a los Cl~atro vi~nt~s.ninguna Idea le era ajena. l1mgunhombre, ningún país. Nada había
que le deja¡-a indiferente.. Hacia todomarchaba con alegre intrepIdez, como SIsu lema fuese aquello de Vives: "Quienno se aventura no ha ventura." Y su l11avor ventura en tanta v tan renovada aventura parecía consistir' en poder comunicara alguien sus nuevos descubrimientos, como si él no supiera disfrutar sólo de :¡queJla riClueza. P-or eso todos sus amigos, alhabla; con él, nos convertíamos un pocoen discípulos suyos, así como sus auténticos discípulos eran. desde la primera lección, sus grandes amigos. Y en esa reiterada operación de descubrir y comunicar lo descubierto se forjó su gran figura docente "que de la continuidad delos actos se engendra el hábito señoril".
Su insaciable curiosidad hizo de él un;.:ran peregrino, que es todo lo contra riodel turista. Adondequíera que fuese, allíparecia echar raíces, pero allí también daba su fruto, generoso pago de la plantaa la tierra que le proporcionaba espacio
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\'ital y alimento. Recuerdo que en e tamisma Revista evocó un día la figura deGracián para enjuiciar a los españoles:"Son poco apasionados por su patria, ytransplantados son mejores", decía el jesuíta. Pero tal sentencia sólo a mediasle convenía a él; pues apasionado por~;II patria lo fue y en grado sumo. ahora fIue. ciertamente, sus mejores frutos losdio una vez trasplantado a esta tierra deMéxico, gracias a aquel 110 sentirse nunca desterrado que le caracterizaba y queprovenía de poder hacer suyas en cadaetapa de su peregrinaje -y aunque porotra parte se encontraba "desnudo comolos hijos de la mar"- las palabras deStilbón: "Todas mis cosas están conmigo."
] esús Bal y Ca:)'.
EL SEMBRADOR ...
E;MÉXICO, tierra feraz, el maestroPedroso tenía que er lo que fue.Un sembrador. Podía haber ido un
formidable polemista, porque tenía pront:1la réplica. aguda la intención, ingenioso ~1
donaire. Cuando quería. su palabra eraacerada. incisiva su crítica, contundentesu argumentac;-:'m. 'Más de una vez. como J acob. peleó con el ángel y trató desuperarse a sí mismo en la lucha agónica, en el desgarramiento y en la contr:1dicción. Pero sólo acudía a la controversia, por exigencias de la siembra. paradesbrozar el campo. arrancar malezas ydejar limpio el barbecho.
Tampoco quiso refugiarse en la soledad creadora e ir desmadejando. junto alcalor de la estu fa o en pase'os solitarios, elhilo de sus pensamientos. Había dialogado morosa y amorosamente con sus clásicos -Platón y Santo Tomás, Hobbesy Locke, Hegge't y Marx, Kelsen y Heller- y e!1 los análisis y comentarios, quede ellos hizo, relampagueaban los atisbos geniales, que hubieran podido abrirnuevos caminos. Pero en vez de elaborardel todo ideas, prefería, como si pensara.más para los demás que para él mismo,deiarlas en esbozo, mantenerlas en estado germinal, y soterrarlas, cuando yasu desarrollo era seguro, en los surcos.que siempre estaba abriendo en tomo suyo.
Los abria, sobre todo, con su palabra.clara, persistente, persuasiva. No podiacallar ante una inteligencia despierta, unoído atento, una mirada interrogante. Parecía que había hecha suya la consignade San Pablo. el gran sembrador. a sudiscípulo Timoteo: "Habla, insiste atiempo y a destiempo, enseña. exhortacon toda longanimidad y doctrina". N oes que no escribiera. Ha dejado cuadernos y cuadernos repletos de planes, esquemas, resúmenes y nota. Libros casi acabados, que no llegó a publicar, porqu.ele interesaba más darlos a conocer de VI
va voz a alumnos, colega y amigos. Esaera su semilla, y la esparcía generosamente a los cuatro vientos, a sabiendas quebuena pa rte de ella caería en terreno pedregoso o lleno de abrojos.
Como buen sembrador. fue laborioso ytenaz, pródigo y perseverante. Y ahora, vivo en el recuerdo y en la esperanza,aguarda pacientemente que amarillee Sil
mies, la que indefectiblemente ha detraernos su copiosa siembra.
José M. Gallegos Rocaf¡tll.
l.