Nacionalismo e internacionalismo de la música española en la primera mitad del siglo XX
ITA; l: IA c. - CVC. Centro Virtual Cervantes...La transvanguardia italiana y americana, con sus...
Transcript of ITA; l: IA c. - CVC. Centro Virtual Cervantes...La transvanguardia italiana y americana, con sus...
c ._______ ITA;_l:_IA ______ _
TRANSVANGUARDIA
Achille Bonito Oliva
En su libro sobre la condición posmoderna (1), Lyotard, cuando trata de la producción de la historia, emplea de continuo palabras como «catástrofe», «frac
tura», «paradoja», «evolución discontinua y no lineal» y habla de la ciencia como de la «producción de lo desconocido». Estos términos apenas permiten abrigar dudas sobre que nuestro intelectual francés parece resueltamente decidido a volverle la espalda a la gravosa herencia genética de la cultura y tradición cartesianas.
Por el contrario, en materia artística, Lyotatd no alcanza a sacar las conclusiones que lógicamente se desprenderían de sus propias premisas y, al modo de Mannheim, parece querer obstinarse aún en preservar al precio que sea el papel salvífico del intelectual y el artista. Como si estos últimos debieran, por un lado, reconocer lúcidamente la ruptura del progreso lineal de la historia, y por consiguiente de la cultura, y, por otro, en compensación, debieran refugiarse tras las supersticiones de la escuela de la experimentación a fin de salvar su alma. lCómo sigue siendo posible tal cosa una vez que la catástrofe se ha generalizado -y en consecuencia semantizado- y, por consiguiente, ha vaciado de sentido cualquier concepto de actividad o función?
Con la impericia típica del filósofo que diserta sobre cualquier cosa y tiene visión panorámica sobre los jardines de la producción artística, Lyotard sigue aferrado a las soberbias virtudes del experimentalismo, en el que encuentra la posi
bilidad de una función que, si tuvo su justo valor en otros períodos históricos, es impracticable precisamente en la situación que por lo demás él tan bien describe. Escandalizado por la ausencia de función de las artes de la transvan-
Achille Bonito Oliva.
24
guardia, le procura una, para lo que se remonta -es decir, regresa- al estado de la cuestión quese debatía en los años 50. lQué se discutía entonces? Se enfrentaban con mucha dureza dosmaneras de concebir la relación del arte con losocial: a una parte, el compromiso; a la otra, elarte puro. El compromiso lo reivindicaban lassobras del neorrealismo y los burócratas del partido comunista, en tanto que la autonomía delarte lo defendían los mantenedores de los movimientos de las «nuevas vanguardias». Así pues,por un lado, los artistas figurativos; por el otro,los abstractos.
Ahora bien, eran precisamente estos últimos los que se sentían mucho más anclados en las cosas, así como dentro de una tradición cultural internacional y libertaria, la del movimiento abstracto y todas las vanguardias de comienzos de siglo. En este sentido, la experimentación traducía una profunda división: la cultura abstracta e informal era el síntoma de un comportamiento progresista, mientras que la cultura figurativa venía a ser el signo de una heteronomía y del papel subalterno del arte por relación con la política. Por lo demás, las condiciones históricas permitían esperar un futuro mejor, la posibilidad de su control con la idea del arte como proyecto de modificación de la realidad. Por eso la tradición de las vanguardias históricas representaba con toda razón una voluntad libertaria de anclar una estrategia creadora en el corazón de los fenómenos de transformación social. Por el contrario, la tradición figurativa suponía una realidad de tipo estático y nunca en movimiento; la imagen se convertía en la reificación de un mundo perceptible con (demasiada) claridad y, en consecuencia, fácilmente reproducible. En resumidas cuentas, el recurrir a determinados lenguajes (abstractos o figurativos) remitía en cada caso a una posición política e ideológica precisa. Pero lqué ocurre hoy?
En una situación de catástrofe generalizada, parece imposible volver a usar las viejas etiquetas (experimentación = progreso; figuración =
•
ITALIA
represión y regresión) en la medida en que es la idea misma de progreso, que va unida a una cultura historicista amplísimamente fondeada en la izquierda, concretamente en la izquierda comunista en Italia próxima a Amendola, la que está en crisis. lQué fe se puede tener en el futuro cuando ya no existe un proyecto o un modelo de transformación social y cuando el desarrollo de la historia ya no es lineal (iy tanto mejor!)?
Las placas tectónicas de la historia se han puesto a temblar sin previo aviso; nos hemos encontrado sin paliativos, sin personal entrenado para este tipo de ejercicio, en la medida en que el sistema de previsión también se ha quedado obsoleto. Y sin previsiones ni preavisos lcómo es posible correr a refugiarse en el lecho materno del experimentalismo? El problema, pues, no radica en si batirse con la historia con arma blanca o con material impropio, sino más bien en ensanchar los espacios de la creación dilatando la óptica de una revisión cultural y reafirmando el carácter operacional específico del arte.
La transvanguardia es hoy la única vanguardia posible, en cuanto que permite al artista tener a mano su patrimonio histórico con todo el abanico de sus elecciones a priori, al lado de las demás tradiciones culturales que puedan rejuvenecer el tejido. Hacer un análisis crítico del darwinismo lingüístico de las vanguardias no tiene tanto por objeto destruir su glorioso pasado cuanto demostrar, por compensación, su carácter inadecuado en cuanto que metáfora de la resistencia y el compromiso político en la actual situación histórica.
El manierismo del siglo XVI demostró ejemplarmente cómo fue posible utilizar de manera ecléctica la gran tradición renacentista, mediante el procedimiento de la cita de su proyecto general. Un recurso frontal a esa tradición hubiera significado una nostalgia, un deseo de restauración antropocéntrica en un período en que estaba en crisis el papel central de la razón y su exaltación en nombre precisamente de la precisión geométrica de su prospectiva. El artista manie-
25
rista hace de ella un uso oblicuo y torturado, la cita descentrando su punto de vista privilegiado.
La ideología del traidor que rige la obra manierista, tanto en las artes como en los demás campos de la creación cultural y científica, privilegia las vías de acceso laterales y la ambigüedad (2). La transvanguardia vuelve a ese tipo de sensibilidad recurriendo a modelos lingüísticos que recupera y cita no en su pureza inicial sino con una contaminación que evita el tono congratulador y apologético y, por consiguiente, cumple cualquier posibilidad de identificación o regresión.
De la misma manera, esa ambigüedad conforma la sustancia de la obra transvanguardista, que oscila entre lo cómico y lo trágico, «el goce y el sufrimiento», el erotismo de la creación y la horizontabilidad acumulativa de la realidad. Así pues, el nihilismo constituye el mejor punto de partida para el artista, pero un nihilismo activo que recupera a un Nietzsche sin desesperación. El placer, pues, de rodar desde el centro hasta los bordes sin pretender · agarrarse a inútiles amarras, e incluso balancearse en todos los péndulos de la cultura mediante deslizamientos que acrecienten el poder de contaminación de la obra. La transvanguardia italiana y americana, con sus diferencias, ha desarrollado una estrategia de paso a través del internacionalismo de las vanguardias históricas, las nuevas vanguardias y los espacios culturales nacionales y regionales. Lo que significa que el artista actual no pretende perderse tras la homologación de un lenguaje uniforme, antes bien recuperar una identidad que se corresponda con el «genius loci» que habite su cultura particular.
Esta identidad no se podría medir con la ayuda de parámetros externos: reclama instrumentos del todo endógenos al trabajo artístico. Y si para los artistas europeos e italianos semejante identidad se hunde en un pasado familiar dentro de un tejido cultural que se remonta a muchísimo tiempo atrás, para los artistas americanos esta recuperación atraviesa un pasado familiar (la tradición de las nuevas vanguardias) y un pasado
más mítico y lejano que hinca sus raíces en la historia del arte europeo. Pero nada de esto es alienante, en la medida en que el carácter específico de la cita consiste precisamente en permitir esa nueva apropiación de modelos lejanos sin en modo alguno identificarse con ellos. Y lo que unifica con total seguridad las diferencias creadoras es la superación gracias al eclecticismo de las maniqueas divisiones entre lo abstracto y lo figurativo. Lo figurativo deja de traducir una mirada soberbiamente frontal que apostaría con optimismo sobre la posibilidad de descodificar el mundo; más bien remite a la capacidad de doblegar la imagen hacia lo figurable, concediéndole un poder expresivo apto para hacer tambalear la firmeza de lo figurativo y reducirlo a fragmentos. Cosas todas que recuerdan la actitud manierista de trituración del pasado en su totalidad.
Rumiar el pasado pero sin jerarquía. De hecho, los artistas de la transvanguardia lo hacen desde la óptica del presente, sin olvidar que viven en una sociedad de masas, percutida por la producción de imágenes de los mass media. Efectivamente, contaminan los diferentes niveles culturales; tanto el hipernivel de las vanguardias históricas y toda la historia del arte como el que afluye desde la cultura popular o el que proviene con igual valencia de la industria cultural.
Este intento nace de una urgente necesidad de unificar esas dos caras contrapuestas de la cultura, de infligir una completa combustión a separaciones estanco como las establecidas por los artistas de tas nuevas vanguardias, que maliciaron que podían avanzar por la trocha de la experimentación abierta por las vanguardias históricas y que se creían a cubierto gracias al carácter políticamente progresista de estas últimas. Ahora, cuando cualquier garantía de ese tipo ha desaparecido, los artistas de la transvanguardia patean de manera individual todos los campos de la cultura y desafían cualquier sentido de la medida y el estilo. Por lo demás, una óptica fenomenológica había presidido el trabajo creador
26
•
de las generaciones precedentes y les había llevado a recuperar los materiales cotidianos y vulgares, una vez comprobado su carácter funcional y su valor de uso. Los artistas de las nuevas generaciones han acentuado esta óptica fenomenológica, de la que ya no se sirven en orden a materiales o técnicas heteróclitas, sino que más bien les sirven para resaltar el carácter anacrónico de la pintura y cualquiera de sus estilos, incluidos especialmente aquellos que inmediatamente antes fueron materia de discusión entre las vanguardias en tanto que síntoma de posiciones políticas y no sólo culturales. La acentuación de esta óptica fenomenológica se convierte en el vector de un proceso de desideologización cuyas manifestaciones son fácilmente visibles en cualquier campo de la actividad cultural. En el arte, una óptica similar lleva a los artistas a superar el terror que tenían por el supuesto carácter anacrónico de los instrumentos expresivos, en la medida precisamente en que la confianza en el valor de la experimentación ha definitivamente desaparecido. En lo sucesivo, la pintura recupera el sentido de una experiencia concreta e individual, medible respecto a la intensidad del resultado y ya no abstracta e impersonal.
De esta forma, todos los estilos pictóricos pasan por la muela de una práctica creativa cuya acción escapa a cualquier intento de fácil equivalencia entre el estilo de la obra y el del artista. De la misma manera que el artista vive, en su existencia diaria, una situación que le coloca en el cruce de una muchedumbre de posibilidades y facultades existenciales, así también la obra, consecuencia de su trabajo, alcanza su realidad gracias a un entrelazamiento de recuperaciones y llamadas que descuartizan la orgullosa y victoriosa unidad de punto de vista sobre el arte y el mundo.
En definitiva, los artistas de la transvanguardia se sirven de una visión fragmentaria y afortunadamente precaria que una superación de los puntos de vista privilegiados vuelve indiferente. Esto posibilita a la obra hacerse cargo de todo
un abanico de posibilidades expresivas y de una riqueza de motivos que la llevan a una complejidad que, de momento, es auténticamente experimental, en el sentido de que trata de entretejer los estilos, de combinar elementos abstractos y figurativos sin preocuparse de si están escindidos o no.
La gran cultura y la cultura común operan, así, una conjunción que favorece el que se instaure una relación cordial entre arte y público, al acentuar el aspecto seductor de la obra y el reconocimiento de su intensidad interior.
Los estilos pictóricos se recuperan como una especie de «objet trouvé», libres de su referencia semántica y de cualquier remisión metafórica. Se deslíen en la elaboración de la obra, que se convierte en el crisol que los elucida de su ejemplaridad. Es por eso por lo que resulta posible retomar referencias irreconciliables entre sí y mezclar diferentes climas culturales. Si no existen parámetros que autoricen un juicio sobre el mundo, aún menos existirán puntos de vista privilegiados que permitan zanjar entre vanguardia y tradición.
Lo que, como contraposición, sigue siendo posible es operar en la encrucijada de esta vieja antinomia, atravesándola incesantemente, a fin de llegar a apresar ambos polos entre las tenazas del torno del hacer. Hacer significa actuar situándose fuera de la imperiosa exigencia de la actualidad y dentro de una perspectiva de auténtico igualamiento de las posibilidades expresivas. El arte no vuelve a proyectar su propia historia, no se convierte en una operación de diseño nostálgico que vuelva a trazar proyecciones que ya han producido sus efectos formales; más bien, amalgama injertos inéditos y descolocaciones inéditas en el interior de los lenguajes por relación a su situación histórica. Efectivamente, el design produce inevitablemente el styling, esa reificación de las bellas formas, que se limitan a hacer el arte más deseable.
La transvanguardia trabaja sin esa red de protección en el interior del alvéolo frágil del eclecticismo y la contaminación, que no pueden por menos de desafiar de continuo el sentido de la medida y de la dirección única del experimentalismo de las vanguardias. La obra es un segmentoorgánico cuya temperatura al rojo vivo reduce todas las escorias del arte a una constela- �ción de formas dúctiles y temperadas ex- � �puesta a las inclemencias de la historia. �
[Traducción: José Doval}.
NOTAS
(1) Se refiere, obviamente a J. F. Lyotard, la condiciónposmoderna (Madrid, Cátedra, 1984). [N. del T.].
(2) Es el tema central de su L'ideologia del Traditore(1976). [N. del T.}.
27
.----Tusquets Editores----,
METATEMAS
Serie para meditar y lucubrar en Ciencia y Filosofía
Erwin Schri:idinger, Premio Nobel de Física 1933, es autor de ¿Qué es la vida?
René Thom, matemático y Medalla Fields 1958, es entrevistado en Parábolas y catástrofes sobre su célebre teoría.
Norbert Wiener, filósofo y matemático, es autor de Cibernética (o el control y comunicación en animales y máquinas).
Ilya Prigogine, Premio Nobel de Química 1977, es autor de ¿Tan sólo una ilusión?
Kurt Gi:idel, matemático creador del célebre Teorema de Gi:idel, objeto de la Controversia sobre mentes y máquinas.
Y Jorge Wagensberg, fisico director de Metatemas, es autor de Ideas sobre la complejidad del mundo.
.__ ___ Iradier, 24 - Barcelona ___ __,