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1/2 Medio Vínculo es editada por Doble Vínculo, Revista de Ciencias Sociales de Estudiantes de Sociología de la Pontificia Universidad Católica

Cada artículo es responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la opinión de la revista. Esta organización es de carácter autónomo, sin fines de lucro, cuyo objetivo es el análisis y difusión

de conocimiento.

El Equipo 2012 está conformado por: Mariana Calcagni, Amelia del Villar, Bernardo Mackenna, Natalia López y Matías Valderrama

Diseño de Portada y Diagramación: Matías Valderrama

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Introducción al número:El Vitalismo de los Métodos CualitativosManuel Tironi

Los Significados de la Muerte desde la Vejez. Cinco HistoriasSofía Brahm, Florencia Moyano, Paula Serrano y Florencia Pina

Volviendo a la tierraMariana Calcagni, Amelia del Villar y Cristián Valenzuela

Significados del éxito en la escena musical independiente en Santiago de ChileIgnacio Cid, Sofía del Valle, Hugo Montes y Felipe Rodríguez

La sacralización de sí mismo: un estudio sobre la vestimenta y prácticas del yoga KundaliniVanja Munjin y Marisol Verdugo

Configuración de Relaciones Vecinales en Espacios Reducidos: Los Block Josefa Morales y Berenice Schiele

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El Vitalismo de los Métodos Cualitativos: Introducción al númeroProfesor Invitado Manuel Tironi

Al revisar los cinco artículos que DOBLE VINCU-LO publica en el presente número corto de la re-vista impresa Medio Vínculo, me quedo con varias preguntas, reflexiones y sensaciones. Hay tres, sin embargo, especialmente poderosas. La primera es la agradable sensación que dejan los artículos de estar en presencia de una socio-logía viva. Efervescente. Inquieta. Vibratoria. Los artículos transpiran ese vitalismo tan propio de la práctica sociológica y que tan bien recogen los métodos cualitativos: aquel ejercicio, sencillo pero crucial, de ir dónde lo social sucede. Ponerse bo-totos, sacar la grabadora, cargar la Bip! y salir a explorar el fenómeno sociológico en estado puro y candente – con toda su complejidad, suciedad y desorden. Analizar el fenómeno del envejecimien-to en Chile explorando cómo cinco adultas mayo-res viven, imaginan y piensan la muerte (Moyano, Brahm, Serrano y Pina); indagar sobre los cambios biográficos y culturales del Chile actual prestando atención a cómo distintas materialidades –ropas, objetos, espacios – ayudan a construir un self en la práctica de yoga Kundalini (Munjin y Verdugo); estudiar el fenómeno de la segregación urbana en Santiago dilucidando cómo los propios vecinos de una villa en La Pintana conciben las relaciones vecinales (Morales y Schiele); explorar las posibi-lidades de la ‘ciudad sustentable’ a través de un análisis situado de la gestión de tres huertas ur-banas en Santiago (Calcagni, del Villar y Valenzue-la); estudiar las dinámicas económicas, estéticas y organizacionales de las industrias culturales car-tografiando el modo a través del cual miembros de la escena de música independiente de Santiago hacen sentido de la noción de éxito/fracaso (Cid, del Valle, Montes y Rodríguez). En todos estos ca-sos lo social no está ni antes ni después, ni arriba

ni abajo, sino ahí, en tiempo presente, sucediendo mientras se observa. Digamos que en todos los artículos nos encontramos con el mundo: fenó-menos en ebullición y dinámicos, muchas veces irreductibles, enrevesados o recalcitrantes, sí, pero vivos, inquietos y frescos. Y enhorabuena: es ese vitalismo el que renueva la pasión de la sociología, esa pasión por la aventura de descubrir y enten-der un mundo que siempre será, esperemos por el bien de nuestra disciplina, improbable.

Este vitalismo está relacionado con una segunda sensación que dejan los artículos: que de alguna manera, a veces explícita y a veces no, lo social va más allá de lo social. Las historias que cuentan los artículos están pobladas de muchas entidades, y no todas vinculadas a lo que tradicionalmente llamamos ‘hechos sociales’ – entiéndase, como lo definió Durkheim en su famoso tratado metodo-lógico, hechos que sólo pueden ser explicados por otros hechos sociales. Vírgenes y espíritus, sedes sociales en mal estado, turbantes hindúes, patios traseros en Ñuñoa convertidos en huertas: lo so-cial está vinculado a, permitido por y entrecru-zado con una multitud de actores, mediadores y revulsivos que no se dejan catalogar de ‘sociales’ dócilmente. La investigación de Florencia Moyano, Sofía Brahm, Paula Serrano y Florencia Pina sobre la muerte es indicativa. Si bien el estudio analiza las percepciones sobre la muerte, deja abiertas una serie de fascinantes preguntas. Cuando la Sra. Marilú nos dice que aparte “del Señor y de la Vir-gen”, lo primero que verá cuando muera será a su hija, ya que como indica, “estoy absolutamente segura que la Rosario me va a estar esperando el día que yo me muera” (10), ¿cómo introducir la experiencia religiosa en sí, y no como un simple

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derivado cultural, en el estudio de la percepción de la muerte? ¿Debemos entender la poderosa convicción ontológica de la Sra. Marilú, aquella que le hace asegurar un encuentro post-mortem con su hija, como algo que ella ‘cree’ sentir (por defecto estructural de su culturalización) o, por el contrario, debemos respetar y aceptar esa fuerza no-humana (Dios) como empíricamente verídica, al menos para ella? Es decir, ¿podemos relegar a un plano a-sociológico la vivencia corporal y mental real que produce el misticismo o el éxtasis reli-gioso? O dicho de otro modo, ¿sabemos noso-tros más que la Sra. Marilú sobre las fuerzas no- o sobre-humanas de la divinidad? El vitalismo de las investigaciones que se presentan en este número abre preguntas sociológicas que, como éstas, me parecen fundamentales para la auto-reflexión de la disciplina.

Por último, y en un plano más práctico, las inves-tigaciones muestran una sana diversidad de téc-nicas. Entrevistas semi-estructuradas, historias de vidas, observación participante y no-participante: las investigaciones, en su mayoría, combinan crea-tivamente dos o más técnicas, logrando buenas triangulaciones y trabajos de campo. Ahora bien, las investigaciones también dejan al descubierto algunos déficits metodológicos, sobre todo en re-lación al análisis de los datos. La lectura de los artículos deja, a ratos, una suerte de ‘gusto a poco’ y la sensación que se pudieron haber logrado, con el mismo trabajo de campo, descripciones más densas y ricas. Este impasse metodológico está

vinculado a los desafíos curriculares que ya ha de-tectado el Instituto de Sociología en relación a los métodos cualitativos, a saber, consolidar la línea con un curso de pregrado dedicado al análisis e interpretación. Pero la calidad de los artículos que aquí se presentan muestra que en nuestro Insti-tuto se está produciendo investigación cualitativa robusta, innovadora y de alto vuelo.

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IntroducciónLa muerte es la realidad ontológica más determi-nante en el hombre. Si bien los avances tecnoló-gicos y el aumento en la calidad de vida han lo-grado enfrentarla o aplazarla, nunca han logrado vencerla. Es así como la muerte se impone como un hecho universal, sin embargo, la forma en que la comprendemos y en que nos enfrentamos a ella puede tener diversas perspectivas que no se acaban necesariamente en un simple hecho de la biología. A lo largo de la historia la imagen que tenemos sobre la muerte ha ido variando influida por las transformaciones sociales y culturales que ha sufrido la sociedad. En el mundo de hoy se ha-bla de una “ausencia de la presencia” de la muerte en la vida cotidiana, un rechazo hacia ella muchas veces asociada con la racionalidad del mundo oc-cidental y la planificación y predictibilidad que se busca en la vida para lograr seguridad. La muerte supera al hombre y trasciende su comprensión.“(…) con la técnicas modernas y las normas de esta nueva tanatología se quiere borrar todo patetismo para que el rostro de la muerte no se manifieste como es. Cualquier simbolismo que evoque su memoria ha-brá que alejarlo como un espectáculo deprimente, o darle una configuración distinta que cambie su signi-ficado y ofrezca otra imagen más suavizada” (López, 1999). En este documento pretendemos mostrar los re-sultados de un estudio realizado a través de en-trevistas a cinco ancianas, para observar la muerte desde su perspectiva particular. El artículo está di-vidido en seis partes. En la primera se expondrá la aproximación conceptual que se tuvo a la hora de realizar la investigación. En la segunda parte se dis-cutirá la necesidad y pertinencia que tiene la so-ciología para abordar el tema se la muerte como un área de trabajo sustantiva y con diversas impli-cancias sociales dadas las circunstancias de desa-rrollo histórico y cultura que explicarían en gran medida el desinterés por abordar el tema acadé-micamente. Luego, se profundizará en la perspec-tiva específica que se intenta abordar: la perspec-tiva de la vejez, y la consiguiente justificación de su

relevancia. A continuación presentaremos algunos objetivos planteados para el desarrollo de la in-vestigación seguido por la metodología y los casos de estudio escogidos. Finalmente presentaremos algunas reflexiones a partir de los resultados ob-tenidos. Lejos de buscar abordar el tema de forma cabal y definitiva, nos interesa mostrar, a través de la reflexión sobre cinco casos particulares, la per-tinencia del tema para la sociología. Se intentará ser un aporte para sacar el estudio de la muerte de los esquemas clásicos de la sociología que la ven como un fenómeno demográfico, abordándola interdisciplinariamente para así captar en mayor medida toda su complejidad de representación. Así, no se la tratará como una variable sino como una referencia conceptual que puede tener di-versas caras dentro de las cuales se encuentra la muerte para los ancianos.

Aproximación conceptual Definición temática al concepto de la muerte.No es posible admitir una única generalización acerca del concepto de la muerte: al ser un hecho global que abarca diversas perspectivas del ser hu-mano (personal, social, religioso, físico), es preciso señalar desde que perspectiva se aproximará este estudio a la muerte. En primer lugar aclararemos que el estudio que se presentará a continuación no fue abordado ni desde el materialismo –que le otorga especial importancia a la materia, por ende, los fenómenos vitales son resultados de fuerzas físico-químicas-. Ni desde la psicología -que ve a la muerte como un concepto cognitivo-afectivo-. Por el contrario, la aproximación que se tendrá hacia la muerte será fundamentalmente cultural, analizándola como parte de un ideario social que le otorga significado. En palabras de Martha Ligia Caycedo, esta debe ser considerada como un he-cho social:“La muerte parece un ejemplo paradigmático de lo que puede llamarse un “hecho social”. Sabemos que tiene lugar en un contexto social, en función de organi-zaciones, definiciones profesionales de rol social, inte-racción y significado social. El significado de la muerte

Los Significados de la Muerte desde la Vejez. Cinco Historias

Florencia Moyano, Sofía Brahm, Paula Serrano y Florencia Pina

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se define socialmente, y la naturaleza de los rituales funerarios, del duelo y el luto refleja la influencia del contexto social donde ocurren. Así, diferentes culturas manejan el problema de distinta manera.”(Caycedo, 2007)

Antecedentes sobre el estudio de la muerte Síntesis de la historia del conceptoSi bien desde los años cincuenta los estudios sobre la muerte desde las ciencias sociales han aumen-tado (Rodriguez, 1998) aún no ha dejado de ser un tema tabú. Según Marta Allué (1983), la muerte nunca ha sido en sí misma un objeto de estudio o un fin, aún cuando ha sido un medio y vehículo para las investigaciones de prehistoriadores y ar-queólogos:

La muerte es negada y continúa siendo desplazada no sólo en los campos de estudios sociales sino, especialmente, en la sociedad. Según Eduardo Ló-pez, a la muerte la hemos expulsado de nuestra so-ciedad, no queremos descubrir ningún vestigio que nos recuerde su presencia. “Todos somos cómplices de alguna manera, o nos dejamos seducir a gusto por ese ambiente para que en cualquier caso, pase junto a nosotros lo más inadvertida posible.” (López, 1999) Pero así como se la evita, también fundamenta y explica, aunque sin darnos muchas veces cuenta, el tejido de nuestra sociedad. En el mismo proceso de evolución del hombre, a éste se le comienza a considerar hombre antropológicamente maduro y acabado en el momento en que comienza a en-terrar a sus muertos. La pregunta por el hombre acaba muchas veces en la muerte y la vida misma se configura y comprende desde ese acontecer fi-nal y definitivo.Si bien ha sido permanente la relación del hombre con la muerte –pues es un hecho ineludible-, dicha relación ha ido cambiando a través de los siglos. Cada siglo con su respectivo sistema económico, político, cultural y religioso, le ha concedido a la muerte un lugar particular, la relación que se tiene con ella ha cambiado así como la forma de perci-birla, la actitud frente a ella, las formas de recuer-do y el sentido que se le atribuye. Es así como la muerte no se la puede considerar como un hecho individual y aislado, sino, como un hecho que impli-ca también una perspectiva social.Como prueba de ello, la evidencia histórica nos ha mostrado diferencias creencias, rituales, cere-monias y conceptos. Philippe Aries (1977) no va tan lejos y señala cómo en el siglo XIX la muerte estaba siempre presente: se veían en los cortejos fúnebres, en las ropas de luto, en los cemente-

rios extensos y visibles, en los peregrinajes a las tumbas y en un “culto del recuerdo”. La muerte fue paulatinamente cobrando una imagen distintas, de ser visible y familiar se convirtió en un fenómeno “innominable”, externamente actuamos como si no fuéramos nunca a morir –a pesar de que todos sabemos internamente que algún día moriremos-. La muerte se ha vuelto problemática y se ha ido alejando del mundo de las cosas familiares. Según la tesis del autor lo que ha sucedido es una inver-sión de la relación con la muerte, en el siglo XIX se daba un desdén por el mundo y de ahí venía la visibilidad de la muerte, sin embargo hoy habría ocurrido un desdén por la imagen de la nada y una exaltación consiguiente de todo lo mundano. Hoy, la muerte llega por sorpresa, al individuo se lo debe preparar y por ello su aceptación depende especialmente de quienes lo rodean:“Cuanto más avanzamos en el tiempo y más ascende-mos por la escala social y urbana, menos proximidad de la muerte nota el hombre, más hay que prepa-rarlo y, por consiguiente, más depende de quienes lo rodean.” (Aravena, 1993) Lo mencionado anteriormente justificaría el he-cho de que antiguamente la preparación para la muerte no constituía un proceso fundamental pues –a diferencia de hoy- no tomaba por sorpre-sa al individuo sino que era siempre evidente lo que hoy es un disimulo, era solemne lo que hoy ha quedado suprimido.El cristianismo es sin duda uno de los factores más influyentes sobre la concepción de la muerte que tenemos hoy. La fe cristiana daría a la muerte un sentido de trascendencia pues Cristo muere para salvar a los hombres del pecado y vencer así a la muerte. Este hecho no puede ser ignorado pues aunque la fuerza del cristianismo hoy no sea tan fuerte como fue en otras épocas, sus imágenes, conceptos, instituciones y legados siguen presen-tes en el mundo secular.

Aproximación al estudio del concepto de la muerte en la vejez

Justificación de la perspectiva escogida.Si bien es cierto que la muerte puede llegar en cualquier momento o etapa de la vida, lo más co-mún es que ésta aparezca al final del ciclo de la vida. Esto ocurre especialmente en las sociedades más avanzadas donde las principales causas de muerte han dejado de ser las enfermedades epi-démicas y son especialmente las enfermedades crónicas y tardías, elevando la esperanza de vida de la población y aumentando la proporción de

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ancianos en ella (Szot, 2003). Este hecho nos ha llevado incluso a referirnos a nuestro siglo como el “siglo de los ancianos”, la preocupación frente a este fenómeno sociológico nos muestra su tras-cendencia e importancia (López, 1999). Se puede pensar que es en la ancianidad donde se encuentra una mayor resignación respecto a la muerte, al menos eso es esperable cuando la vida ya está casi completa y se vive de recuerdos sin tener casi ansiedades ni expectativas futuras. Sin embargo el anciano no puede ser visto sólo como una etapa final y definitiva, sino que se quiere ver en toda su riqueza y complejidad, riqueza y com-plejidad que probablemente sea la misma muerte la que la define pues al parecer, como entendemos la muerte es también cómo entendemos la ancia-nidad.“Cuando un anciano muere, es una biblioteca que des-aparece. Cuando los medios de comunicación y los tes-timonios escritos faltan, no existe otra posibilidad, para remontar hacia la historia pasada y el conocimiento de los orígenes, que las historias transferidas a través de relatos familiares.... Todavía hoy sabemos que hay que acudir a los mayores cuando se quiere conocer los misterios de muchos misterios que forman parte de la propia familia o tradición y q se escapan a los que viven preocupados por otros intereses inmediatos.” (López, 1999)

Dentro del modelo cultural propuesto desde la sociología al análisis de la ancianidad, López (1999) ha propuesto tres perspectivas para ver la vejez: la vejez como condena o exclusión social, la vejez como retiro y pasividad social y la vejez como ple-nitud e inclusión social dado el valor del anciano como memoria viviente, como libro pare ser con-tado. Estas tres formas fueron tomadas en cuenta a la hora de realizar el estudio, tratando de con-trarrestar la teoría con lo que verdaderamente su-cede desde la perspectiva de los ancianos y cómo ellos ven la propia vejez.

Pregunta y objetivosLa investigación realizada intentó responder a la pregunta sobre el significado de la muerte desde la perspectiva de las ancianas. Para responder a ello abordamos los siguientes objetivos:

a) Comprender la visión que tienen las ancianas sobre sí mismas y sobre la condición en la que se encuentran (vejez): Se buscó comprender la pers-pectiva que tienen las mismas ancianas sobre la vejez. A través de esto se pudo llegar a conocer de forma preliminar la visión que tienen de sí mis-

mas ante la muerte en relación a su comprensión sobre la vejez.

b) Conocer las trayectorias de vida por las que los ancianos han pasado para así comprender su vi-sión sobre la muerte a la luz de dichas trayectorias: Una vez comprendida la visión de la propia vejez, pudimos ingresar en el terreno de la propia vida la cuál puede darle significado y sentido a la situación actual. Es así como, desde una perspectiva antro-pológica, se quiso saber cómo estas diferentes tra-yectorias de vida van marcando (o no) diferentes perspectivas sobre la muerte.

c) Estudiar la forma en que la cosmovisión que tienen las ancianas sobre la muerte afecta la ac-titud y significados con respecto a ésta: Una vez abordados los planos personales y sociales, el pla-no religioso y trascendental fue el que completó la comprensión de los significados que las ancianas le atribuyen a la muerte. Es así como, integrando una perspectiva cultural se intentó estudiar la forma en que la sociedad en la que están insertas y la visión de mundo que poseen (fundamentalmente vista desde el plano religioso) puede hacer dife-rencias en la perspectiva que tienen de la muerte.

Descripción de la metodología y de los ca-sos de estudiosLa metodología escogida fue la entrevista en pro-fundidad ya que lo que se buscó fue privilegiar la voz de los actores permitiendo que sean ellos quienes a través de sus relatos, problematicen el tema de la muerte y exterioricen sus significados con las diversas ramificaciones que éstos tienen. Tal cómo se ha visto la muerte es un tema eva-dido en occidente, no se habla de ella ni se la ve presente en la cotidianeidad, es por esto que con-sideramos que era posible que los informantes previamente a la entrevista no se hayan pregun-tado acerca de ella y por tanto en un esquema de preguntas y respuestas cerradas posiblemente la idea sobre la muerte no emergería. Para llegar al tema se dejó que el informante profundice en ella, priorizando el diálogo consigo mismo y con sus significados, a su vez pudimos adecuarnos a las nuevas interrogantes que fueron surgiendo estan-do abiertas a nuevos temas y subtemas. Todo esto privilegiando la mirada antropológica-cultural con la que se pretendió abordar el tema.

Algunos inconvenientes planteados de antemano con los que nos podíamos encontrar en el desa-

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rrollo de la entrevista fueron la dificultad de en-trar en una confianza lo suficientemente robusta como para conversar de un tema como la muerte, esto especialmente porque podía develar muchos miedos de las personas, sus fracasos, alegrías, re-cuerdos. Por lo mismo se priorizó la confianza como un tema central para lo que se invirtió tiem-po y disposición de parte del informante como del entrevistador.

Para el trabajo de campo se eligieron a los infor-mantes con las siguientes características: i) Muje-res, ii) Mayores de 70 años, iii) Con algún vínculo con las investigadoras y iv) De tres comunas dis-tintas de Santiago (Recoleta, las Condes y Macul). Se llegó a las informantes por medio de contactos personales y se les realizó la entrevista en sus pro-pias casas buscando un ambiente de familiaridad.

Presentación de algunos resultados: Relato de las cinco historias

El tema de la muerte fue más fácil de abordar que lo pensado, especialmente con aquellas que ya ha-bían reflexionado sobre él, ya sea por experien-cias de vida de muerte de cercanos o por estudios realizados que les han permitido profundizar en el tema. Las cinco historias, que nos contaron cinco ancia-nas, tienen cada una su propia particularidad, sin embargo hay aspectos en los que se parecen bas-tante también, sobre ellos nos referiremos a con-tinuación. Tres aspectos son los que considerare-mos con especial énfasis: a) las relaciones sociales que nos permiten comprender la muerte como un hecho social, b) las experiencias de vida y la com-prensión del mismo ciclo de vida que otorga a las señoras una perspectiva particular y c) la religión como una constante transversal en la compren-sión de la vida y la muerte. Revisaremos cada uno de estos aspectos desde las historias escuchadas.

a) Hacia las relaciones socialesLa sociabilidad no estuvo contemplada del todo a la hora de empezar el estudio, si algo pudimos ver revisando la bibliografía previa era que la muerte hoy en día se caracteriza precisamente por estar excluida de los social, ésta sería un “fenómeno in-nominable” (Aries, 1977) no estaría presente en la vida visible, sus signos serían eliminados (Baudri-llard, 1994) y nos encontraríamos así ante la “au-sencia de la presencia de la muerte” (Aries 1977). Pero la experiencia nos hizo cuestionar tal ausen-

cia, tal tabú escondido, tal miedo a hablar de ella. Si bien muchas veces para referirse de la muerte las señoras utilizaron palabras sutiles o simbólicas comprobándose en parte la tesis de López (1999) “hubieron muchas pérdidas” nos decía Carmencita, nuestras señoras no se mostraron reacias a hablar del tema, muchas lo trataron con soltura dejando en evidencia que ésta si era un tema presente, al menos en cierto sentido, dentro de sus vidas. Ara-vena (1993) indicaba que la aparente ausencia de la muerte en la vida de las personas hacía respon-sables a otros por la preparación para ella, son los otros quienes nos deben decir y ayudar a morir ya que en un mundo absolutamente ajeno a la “ima-gen de la nada” (Aries, 1977) todos vivirían como si no fueran a morir. Sin embargo la muerte nos pareció que estaba asumida, al menos se tenía conciencia de que to-dos algún día iremos a morir. Así, la preparación no está a cargo de los demás sino que se podría in-vertir dicha relación y decir que la preparación de la propia muerte implicaría preparar a los demás para la partida propia. Así, al hablar de la muerte no se podía evitar hablar de los demás, y la muerte se nos presentaba entonces como una muerte in-eludiblemente social. La sociabilidad de la muerte la pudimos ver en tres aspectos: En primer lugar, en el deseo de despedirse de quienes han querido antes de morir “Yo quisiera morir así claro, mientras más hijos cerca mejor” nos decía Helen, al igual que Carmen, quien declara que “me gustaría que estuvie-ran ellos (sus hijos) al lado mío, ese día, para despedir-me de ellos.” En segundo lugar en el miedo a morir donde se temía más a quienes quedaban atrás que a la propia muerte individual “Los que se quedan, no los que se van... A mí los que se quedan me matan el corazón, el alma” decía Marilú, no muy distinto de lo que declara la señora Helena “También me gustaría que mis hijos no se pusieran tan tristes, pero bueno es normal que uno se ponga triste cuando al-guien importante muere” y, en tercer lugar, en la es-peranza de aquello que está después de la muerte: los seres queridos, el encuentro, el retorno a la sociabilidad perdida por la misma muerte, y el me-jor ejemplo es Marilú “ (…) Y mi mayor esperanza es que el día que yo me muera, lo primero que yo voy a ver fuera del Señor y de la Virgen, va a ser a mi hija. Yo estoy absolutamente segura que la Rosario me va a estar esperando el día que yo me muera (…)” .

Es así como la muerte dejaría de lado una forma de sociabilidad para dar paso a una nueva, y, sin embargo, existiría cierta continuidad entre ambas formas de sociabilidad donde su vínculo podría ser

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la fe, es decir, la fe sería aquella que perpetúa la so-ciabilidad poniendo en contacto a los vivos con los muertos. Esta sociabilidad que permanece podría verse por ejemplo en la confianza de Carmencita de que su hijo la ayudó a pasar sus exámenes o Marilú que cree poder ayudar a los vivos una vez que ya haya muerto “(…) Yo no creo que yo vaya a estar mirando a mi familia desde una nube, pero sí que los voy a poder ayudar si es necesario (…)”, esto comprueba lo indicado por Elías (En Basterra Pérez, A. 2009) quién señalaba que una relación puede permanecer a pesar de que una de las per-sonas de dicha relación ya haya muerto. Todo esto nos lleva a pensar que hablar de la muerte como un hecho social, tal como lo hacía Caycedo (2007) es algo bastante cercano a lo que sucede en la realidad, al menos en la realidad vivida por estas 5 señoras.

b) Experiencia y ciclo de vidaSin duda que uno de los aspectos más decisivos a la hora de seleccionar a la vejez como objeto de estudio para referirse a la muerte fueron los años vividos, las experiencias pasadas y la escaza vida por delante. Así, un camino de más de 70 años re-corridos pone a las señoras en un lugar particular con una mirada particular sobre su propia vida y sobre la muerte. Fue interesante contrastar la no-ción que tenían sobre los ciclos de vida en general y la noción que tenían sobre la propia etapa de la vida, los cuales muchas veces no necesariamente coincidían. Así, las percepciones sobre la juventud/adultez/vejez no son divisibles por determinados años sino más bien por diferentes estados y pos-turas frente a la vida. Mientras la juventud se re-laciona con la alegría, con la energía y con el bien vivir al margen de las responsabilidades, la adultez sería aquel paso hacia la responsabilidad, hacia el asumir y vivir la realidad. La percepción que tenían las señoras sobre la ju-ventud y la adultez coincidían con las clasificacio-nes realizadas por Eduardo López (1999) quién indicó que hasta los 25 años se viviría de ilusiones y entre los 25 y los 50 años se vive de realidades y se asume la vida. Sin embargo, la clasificación que se entrega para los períodos posteriores no coin-ciden con la imagen de las señoras, López indicó que entre los 50 y los 75 años se viviría sólo de recuerdos, pero la experiencia nos mostró como estas cinco mujeres tenían aún proyectos, proyec-tos de ver los frutos de sus años recorridos, de realizar nuevas cosas, de viajar, de terminar las me-tas propuestas, como la Carmencita que terminó su cuarto medio a los 66 años, o Helen, que esta

ahora remodelando su casa para poder vivir mas cómodamente. Este querer hacer y querer vivir podría ser contrario a la percepción que ellas tie-nen sobre la misma vejez alejándose muchas veces a ellas de dicha condición. La vejez se les presenta como cansancio, enfermedad, liberación de res-ponsabilidades, perdida de vitalidad; pero ellas no serían aquellas cansadas ni aquellas enfermas si no que serían otras personas, quizás de la edad de ellas, que sí tendrían dichas características. Así, la mirada de la propia vida y la mirada de lo que sig-nifica la etapa que supuestamente estarían vivien-do no siempre coincide, no siempre coincide pero a veces sí. La vejez se asume por experiencias, ex-periencias muchas veces referidas a una liberación de responsabilidades (regalonear nietos en vez de educar hijos, dejar el trabajo, etc) esto nos haría acercarnos una concepción particular de la vejez abordada por López (1999): La vejez como retiro, descanso, despreocupación.

c) La religiónSin generalizar a todas las religiones y sus concep-ciones sobre la muerte, las cinco mujeres si fue-ron reflejo de una tradición religiosa particular: la religión católica. La religión cambia absolutamente la concepción sobre la muerte la cuál no se ve como un estado de sueño tal como indicaba Aries (1977) sino que se ve como un fenómeno positivo, que puede ser aceptado, que a veces es querido y que trasciende la propia vida (tesis de López). Es así como el efecto que pudimos ver de la religión a lo largo de nuestras entrevistas, es un efecto ra-dical, transformador y entrega una cosmovisión total y coherente sobre sus propias vidas. La fe, así como se mencionó anteriormente, constituye un vínculo de unión entre aquellos que ya murieron y aquellos que no han muerto, pero no sólo eso, ésta también podría explicar la forma tranquila y meditada en que hablaban de la muerte, como un evento que se sabe que llegará algún día y que no asusta lo que vendrá pues se cree que aquello que vendrá será un buen lugar “(…) Es como un paso a una vida mejor que esta; sin dolor, con felicidad, con paz. Me la imagino luminosa fíjate, no sé por qué con luz cálida (...)”. La preparación de la muerte pensa-mos que sólo podrías estar presente cuando está presente la religión, pues es un prepararse no para un fin si no para una nueva vida, nueva vida que se definiría y se ganaría en la vida terrena “(…) La ver-dad es que no pienso mucho en eso, no pienso mucho donde me voy a ir. Lo único que sé es que no voy, no quiero ir al infierno, confío, que voy a ir al Cielo (…)”

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ConclusionesUna de las mayores contribuciones del estudio ha sido identificar a la muerte como un fenómeno multidimensional, que no puede ser abordado úni-camente desde una perspectiva biológica y de la salud. Comenzaremos buscando comprender la pers-pectiva que tenían las cinco señoras sobre la ve-jez para tener así un acercamiento preliminar de la visión de sí mismas ante la muerte. Pudimos ver que las señoras se refirieron a las características propias de la vejez como características no nece-sariamente propias de ellas, vieron la vejez tanto como impedimento como liberación de respon-sabilidades. Esto fue contrastado con la forma en que ellas se miran a sí mismas y la etapa que están viviendo, ellas se refirieron casi siempre de mane-ra positiva, asumiendo que ya se estaba en la ve-jez pero no por la presencia de las características propias de la vejez sino más bien por ciertos hitos de sus vidas que las llevaron a liberarse de respon-sabilidades propias de la adultez y las llevaron a un estado distinto donde el vivir el presente es fun-damental. ¿Cómo se podría relacionar todo esto con la muerte? Principalmente su condición se re-laciona con la muerte pues lo que ya han vivido les entrega experiencias relacionadas con la muerte que las lleva a percibirla como más cercana, más presente. La muerte no se torna una escapatoria de una realidad y etapa que no quieren vivir si no que es un paso más a los que todos deben llegar y ante la que se enfrentan en igualdad de condición.

Respecto a nuestro segundo objetivo que buscaba comprender las trayectorias de vida para com-prender la misma visión de la muerte en base a dichas trayectorias vimos la manera fundamental en que todo lo vivido y todas las experiencias (especialmente las más radicales como la muerte de un hijo), llenan de significado la vida actual. La experiencia de la muerte de cercanos es quizás la experiencia más determinante, obliga a pen-sar en la muerte y a tenerla presente para tener presente también a quién ha partido. La muerte, como hemos mencionado, no puede separarse de lo social, y así el ambiente que rodea a quién se pregunta por la muerte le da respuestas sobre sus características, al pensar en los que podrían dejar, en los que ya dejaron y con los que se podrían reencontrar la muerte adquiere una nueva pers-pectiva desde la individualidad hacia las relaciones personales. La vida misma transforma los significa-dos y transforma a su vez las relaciones sociales que envuelven dichos significados.

Por último, quisimos estudiar la cosmovisión que se tenía sobre la muerte, en este aspecto, el plano religioso y trascendental probablemente comple-taron la comprensión de los significados que las señoras le atribuyeron a la muerte. Es así como, la cultura principalmente cristiana en que las se-ñoras están insertas, sus historias personales de fe, sus creencias y sus visiones del mundo ofrecen una perspectiva nueva para ver el fenómeno de la muerte. Así, en términos valorativos la muerte no es necesariamente negativa como se ve desde una perspectiva biológica o médica, si no que puede ser vista como algo positivo, bueno y querido; la actitud derivada de ello cambia pues, la muerte deja de ser temida y, si bien no es querida muchas veces, si es algo aceptado y asumido con tranqui-lidad.

Referencias

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Presentación del ProblemaHistóricamente se vincula a las huertas y a las prácticas de agricultura a espacios extra-citadinos, que se establecen geográficamente fuera de los límites del territorio urbano. Además, suelen aso-ciarse a un estilo de vida, a un tipo de sociabilidad y a una serie de prácticas y funciones totalmente diferentes a aquellas de la ciudad. Sin embargo, en las últimas décadas las huertas urbanas han acre-centado su masividad y su presencia en los me-dios de comunicación de forma radical no sólo en el Mundo, sino también en nuestro País. Global-mente, una gran cantidad de países ha introducido paulatinamente el tema de la agricultura urbana en sus marcos regulativos y propuestas de polí-ticas públicas, como Brasil, Perú, Holanda, Cana-dá (Smit, 2001), fomentando esta actividad tanto a nivel institucional como particular. Informes de la FAO (2006) estiman que actualmente aproxi-madamente 800 millones de habitantes de ciuda-des del mundo participan de agricultura urbana. Respecto a Chile, aún no existen grandes políti-cas públicas que lo regulen, no obstante una serie de proyectos de redes de agricultura santiaguina (como Cultivos Urbanos, Permaculturas Urbanas o Huertas del Encuentro), y la emergencia de te-mas controversiales respecto a la alimentación na-tural (manipulación transgénica, uso de pesticidas, etcétera) han aumentado el protagonismo de las huertas en el espacio urbano.Si bien, (sobre todo en los últimos años), ha pro-liferado muchísimo la investigación sociológica en torno a la relevancia de los espacios verdes y/o ecológicos en contextos urbanos, y la forma que influyen en la configuración de la ciudad, no hay gran presencia de bibliografía en las ciencias socia-les que trate específicamente el tema de las huer-tas urbanas desde este enfoque. Si bien entrecruza cuestiones propias de la sociología urbana, socio-logía rural, sociología de la alimentación y de un serie de otras especialidades, las huertas urbanas han sido principalmente abordabas desde discipli-nas más cercanas a las ciencias naturales. Por lo tanto, considerando las diversas controver-sias actuales que rondan en torno al cultivo de nuestras frutas y verduras, el drástico aumento de población urbana en nuestro país y la centralidad que tiene la actividad agrícola en la producción chilena, estimamos relevante ahondar en el es-

tudio de la agricultura urbana desde el punto de vista sociológico. Concentrándonos de forma par-ticular en la huerta urbana, cabe investigar cómo este fenómeno modifica las significaciones, prác-ticas, relaciones y espacialidades que existen en la Ciudad en torno a la actividad agrícola en un entorno urbano.

Marco TeóricoLa dicotomía entre ciudad y campo la encontra-mos enraizada desde la distinción moderno/tra-dicional que surge con Ferdinand Tönnies, quien plantea la diferencia entre Gemeinschaft (comu-nidad) y Gesellschaft (sociedad). En la Comuni-dad, típicamente asociada a lo tradicional, existe un predominio de relaciones primarias, de insti-tuciones sociales sencillas, de creencias comunes, de un bajo nivel de diferenciación social y, por ende, “un alto nivel de relaciones significativas no-instrumentales” (Williams, 1973: 76). La Sociedad en cambio, está marcada por una fuerte diferen-ciación funcional y especialización, por relaciones que no son cara a cara y por un contexto de indi-viduos que velan por intereses propios (Tonnies, 2001; Williams, 1973). La Sociedad, aquel espacio de la progresión de la Modernidad, se desarrolla de forma casi homóloga a la vida en la ciudad. Tal como plantea Matthew Gandy, “desde mediados del siglo diecinueve, la experiencia urbana se hizo crecientemente sinónima con la experiencia de la modernidad misma” (2006: 64) .A partir de la consolidación de la Ciudad/Moder-nidad, una serie de autores de inicios de siglo XX, tales como Georg Simmel o Louis Wirth, estudian el espacio de la ciudad y las cualidades que lo de-finen. Establecen que la vida urbana se caracteriza, entre otras cosas, por un el encuentro incesan-te con extraños en el día a día, y “se caracteriza principalmente por encuentros secundarios y no primarios” de carácter “impersonal, superficial, transitorio y segmentario” (Wirth, 2005: 35). Si bien esto supone individuos que actúan más por intereses personales y no para una colectividad, también implica una fuerte dependencia en el ám-bito funcional. Como plantea Simmel, “la especia-lización hace a cada individuo incomparable con el otro, y a cada uno de ellos indispensable en el más alto nivel para el otro” (Simmel, 2005: 24). Dicho fenómeno tiene que ver con la Solidaridad

Volviendo a la tierraMariana Calcagni, Amelia del Villar, Cristián Valenzuela

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Orgánica estipulada por Durkheim, quien dice que la cohesión social se funda en la interdependencia de cada conocimiento diferenciado y especializa-do que poseen los diferentes sujetos de la socie-dad. Supone así la decaída de la autosuficiencia, y la absoluta necesidad de otros para la satisfacción de necesidades a partir de su especialidad. En efecto, este tipo de relaciones se enmarcan en un sistema monetario capitalista, que tal como plantea Sim-mel, predomina en la ciudad. Hay un vínculo estre-cho entre el desarrollo del capitalismo industrial del siglo XIX y el crecimiento y consolidación de grandes ciudades. Mediante la concentración de la producción y el consumo en zonas de alta aglome-ración, el desarrollo mercantil se exalta en el con-texto urbano (Clark, 1998). Este proceso supuso una radicalización de los fenómenos y las particu-laridades de la ciudad, tanto físico-espaciales como también psicosociales. Las propiedades típicamen-te adheridas a lo rural se vieron despojadas del es-pacio urbano. Como plantea Gandy, “la creciente asociación entre la ciudad industrial y la destruc-ción de la vida rural agudizó la antinomia entre ciudad y campo. La ciudad moderna se caracterizó como un espacio aberrante que amenazaba des-truir los lazos sociales comunitarios” (2006: 65). Asimismo, la caída de áreas vegetativas en la ciu-dad y la agudización de la especialización laboral generaron una progresiva desaparición de espa-cios destinados al cultivo de alimentación y la pro-ducción agrícola. La agricultura fue expulsada de forma radical del espacio urbano y, en el marco de una economía capitalista globalizada y de una ab-soluta diferenciación funcional, se circunscribió a áreas espacios externos a las ciudades, dominados cada vez más por la grandes agentes de la industria alimenticia mundial (Susman, 1989). “En el contex-to contemporáneo, las visiones anti-urbanas sur-gen como parte de una crítica ecológica hacia la modernidad (…) combinado con una nostalgia ecológica de un pasado imaginado” (Gandy, 2006: 65). Así, surge una serie de teóricos que hablan que la ciudad sufre una forma de “regreso a la na-turaleza”. Si bien surgieron estrategias espaciales de recuperación vegetativa en las ciudades, la bi-bliografía muestra que se han concentrado princi-palmente en medidas estéticas vinculadas al pai-sajismo y al desarrollo de parques (Gandy, 2006). Lo “rural” vuelve en este formato únicamente, abordado desde los espacios públicos, pero no desde las prácticas en sí.Diversas investigaciones han demostrado que existen niveles significativos de hostilidad y des-confianza a la manipulación genética y la trans-

génesis en frutas y verduras (Hallman et al, 2003; Gaivoronskaia & Hvinden, 2006). A su vez, la in-dustria alimentaria ha suscitado críticas debido a su gasto energético y su enorme cantidad de desechos (Horrigan et al. 2002); como también respecto a su enorme uso de pesticida y químicos en la producción de frutas y verduras (Torgnon et al. 1999; Arce & Marsden, 1993). En esta misma línea, ha adquirido un valor social especial aquellos alimentos tildados de “orgánicos”, “locales” y no-intervenidos (Murdoch et al. 2000; Arce & Mars-den, 1993; Nygard & Storstad, 1998).A pesar de que existe un vacío teórico respecto a la investigación sociológica en agricultura urbana, ésta abunda desde el punto de vista agroecoló-gico y geográfico. La agricultura urbana local se ha visto como una herramienta para contrarres-tar las tendencias de la producción industrial de alimentos. Se ha estudiado la manera que genera y re-genera lazos urbanos vecinales presenciales, intensifica la producción de cultivos orgánicos y elimina la dependencia de la cadena productiva (Moreno, 2007). Así, la huerta urbana, como figura epitome de la agricultura urbana, irrumpe no sólo el paisaje artificial y grisáceo de la ciudad contem-poránea, sino también produce un quiebre con las lógicas sistémicas de la alimentación contem-poránea en la ciudad. En este sentido vemos una resignificación de la huerta en el contexto urbano, dado que ya no existe a partir de una necesidad alimenticia como lo es/era en el entorno rural, sino como agente reconfigurante de lo que sig-nifica la ciudad en el contexto urbano (Moreno, 2007). En efecto, a diferencia de lo que ocurre en zonas rurales, la agricultura urbana no se conside-ra relevante al momento de saciar necesidades de hambre, y tampoco supone un aporte significante a la economía de la ciudad (Moreno, 2007; Nugent, 1999). La irrupción del huerto urbano remite a una redefinición de muchos presupuestos incues-tionados de la ciudad. Respecto a esta cuestión, Linda Pollack plantea una re-conceptualización del territorio urbano que “incluya a la naturaleza en los espacios cotidianos” (1997: 189) y deconstru-ya los binarismos existentes en el imaginario cita-dino (arquitectura/paisaje; ciudad/naturaleza, etc). Supone entonces una relectura de los conceptos definitorios de la urbanidad que fueron abordados en el inicio de este marco teórico. En este senti-do, sería, el mismo huerto urbano el catalizador y articulador de fenómenos y efectos sociales, y resignificaciones espaciales. Nos aproximamos a este fenómeno desde los conceptos que nos aporta la Teoría del actor-red

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(ANT), que considera lo social no como un factor antecesor de todo, sino como una asociación en-tre elementos que de suyo son sociales y objetos no-humanos. Lo social emerge a partir de la inte-racción relacional y el ensamblaje que existe entre dichos elementos, en donde todos tienen agencia, tanto los humanos como también los animales y objetos. Esto significa que cosas (como, en nuestro caso, una huerta) pueden incidir y causar efectos sociales (Latour, 2005).Desde este enfoque, investigadores como Losada et. al (1998), y Rachel Nugent (199), han plantea-do la manera que espacios verdes, a partir de su misma territorialidad física, reconfiguran la signi-ficación ciudadana y las prácticas sociales en la ciudad; desde su impacto en los encuentros entre extraños, en las formas de relajo y recreación, y en la manera de conseguir alimento. En el mismo sen-tido, Hinchcliffe et al. (2005) analizan el impacto que generan reservas biológicas en las políticas y dinámicas urbanas. No obstante, no encontramos ninguna investigación que abordase las huertas ur-banas desde esta perspectiva: desde su cualidad de elemento urbano que influye en la misma con-figuración socio-espacial de la ciudad. Por lo tanto, nos planteamos el objetivo de identificar la forma que las huertas urbanas en nuestra capital influyen en la configuración de las significaciones, limitacio-nes y prácticas del espacio urbano.

Casos de estudio y Marco Metodológico Se realizó una investigación de tipo cualitativa, en donde se estudiaron tres casos de huertos diferentes en Santiago. La selección de estos fue a partir de una estrategia de bola de nieve. No obstante, al momento de haber realizado el tra-bajo de campo, notamos que un patrón común de las diferentes huertas elegidas fue su ubicación geográfica: las tres ubicadas en las comunas de La Reina y Ñuñoa, cercanas a la Av. Tobalaba. Por otra parte, todas las huertas consideradas tienen más de ocho años de existencia. Estudiamos el Huerto Hada Verde (Ñuñoa), que fue creado por Stepha-nie Holiman el año 2006; el Huerto Las Niñas (La Reina), proyecto iniciado por Bertina Soto el año 2004; y los Huertos de la Aldea del Encuentro, ad-ministrados por Julia Franco (iniciativa municipal). Nos aproximamos a las visiones de las gestoras y su influencia de la huerta, como también la in-fluencia de la huerta misma sobre los actores. Me-diante la investigación cualitativa pudimos captar los discursos asociados a las huertas urbanas y, al mismo tiempo, contrastar esta información con observaciones en torno a las prácticas y materia-

lidades de la huerta en su contexto. Se efectuaron entrevistas semi-estructuradas en profundidad y observaciones participantes. Además, se llevó re-gistro fotográfico del proceso.

ResultadosLa ciudad se asocia fuertemente a la lógica del de-sarrollo capitalista industrial y de la producción en masa. Existe temor por parte de las gestoras de las huertas urbanas hacia la fragilidad de las ca-denas productivas frente al colapso del sistema económico. Hay un rechazo a la dependencia de la producción masiva de alimentos basada en el anonimato de los actores involucrados en el pro-ceso productivo, en el procesamiento industrial en la producción de alimentos y en la ignorancia de los ciudadanos respecto del origen de lo que se come. Desde esta perspectiva, la huerta urbana es una herramienta que responde a esta descon-fianza y que permite disminuir la dependencia con redes de producción industrial y, de esta manera, abordar la desconfianza sistémica. Esto se observa en 3 ámbitos: Practicas, Limitaciones/desafíos y la subjetividad de los individuos.

Prácticas Dentro de las prácticas que se desarrollan en tor-no a la huerta urbana, reconocemos dos grandes focos: el desarrollo de prácticas sustentables y el desarrollo de prácticas comunitarias. La práctica sustentable refiere a la reutilización de desechos tanto orgánicos como no orgánicos. “Todo sirve” a la hora de trabajar en una huerta, “uno se va alimentando de los nutrientes que se van descom-poniendo y todo es más nutritivo”. La reutilización de materiales permite la optimización del cultivo orgánico, mejora la calidad del sustrato y permite también optimizar el uso del espacio que en la ciu-dad es más reducido en comparación con zonas rurales. La huerta permite conocer el desarrollo de cada especie que se siembra, cuál es su creci-miento, el cuidado necesario, etc. Las prácticas comunitarias de trabajo y coopera-ción se dan no sólo entre quienes participan acti-vamente de tener un huerto, sino también con los vecinos. La huerta se transforma una estrategia de ruptura del anonimato entre vecinos de una mis-ma cuadra y generar instancias para conocerse. Se crea una relación especial entre quienes tienen huertos y productos orgánicos. Se crea una red pequeña de comercio e intercambio de semillas y productos. Así, vemos que, en realidad, en torno a la huerta urbana se van generando prácticas que cambian el modo de enfrentarse a la ciudad.

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Limitaciones y Desafíos La huerta urbana inaugura nuevas problemáticas en la ciudad que involucran limitaciones sociales, prácticas, institucionales, y generan nuevos desa-fíos que buscan construir un nuevo paradigma de vivenciar y hacer “lo urbano”. En relación a las limitaciones espaciales, se afirma que la ciudad tienen muchos impedimentos mate-riales o físicos para la realización de las huertas: se hizo referencia a la calidad de la tierra que se pre-tendía cultivar como una de las dificultades mayo-res, así como la disponibilidad de espacios cultiva-bles. Sin embargo estas limitaciones son superadas mediante la utilización de nuevas estrategias de preparación de suelos u otras que no requieren que optimizan el espacio urbano y no requieren de siembra en el suelo, como los cultivos vertica-les. Estas estrategias requieren de infraestructura simple, por ejemplo, en la huerta “Hada verde”, la calidad del suelo impedía el cultivo directo desde la tierra pues estaba con baldosas, por lo mismo cultivaban en cajas, con tierra de hojas y compost. El espacio, si bien se considera limitado, siempre aparece la posibilidad de revertir esa condición. En relación a las limitantes institucionales, la huer-ta se impone como un objeto controversial, en medida que las lógicas comunitarias que circulan a su al rededor, la hacen entrar en conflicto con ló-gicas de privatización que imperan en la ciudad. En primer lugar, existe el conflicto sobre la propiedad de los terrenos y la dependencia municipal de los mismos. En referencia a esto es que Estela (de la Aldea del Encuentro en La Reina), se quejaba del poco control que tienen quienes cultivan en las huertas, sobre el mantenimiento económico y la continuidad de las huertas, pues ésta depende de la voluntad política del Alcalde.Otro aspecto relevante, es la falta de reconoci-miento que existe institucionalmente hacia las organizaciones que hacen agricultura urbana, así la huerta es como un “caballito de batalla”. Para promover un nuevo paradigma de vida urbana, y en ese sentido es que hay una inquietud por ampliar los espacios cultivables. En relación a esta limitación institucional es que surge un desafío re-levante o una aspiración de parte de quienes están involucrados en las huertas urbanas: la apropiación de espacios públicos, expansión de áreas cultiva-bles y socialización de espacios privados: mediante la creación de huertas públicas se puede lograr que las personas se involucren y se hagan cargo del espacio público y una manera de que las per-sonas pueden relacionarse entre desconocidos

y hacer comunidad. Por último, es interesante la apertura del espacio privado que se da en el caso de la “Huerta Hada Verde” (huerto instalado en el patio trasero de una casa) hacia la comunidad y la funcionalidad que se le da al espacio. Las huertas instalan un cuestionamiento en relación a la utili-zación tradicional de los patios caseros, un cues-tionamiento en relación a la apertura de espacios privados, y al mismo tiempo un agente de apropia-ción de espacios públicos.

Experiencia subjetiva de la huerta y la tierraLa huerta urbana es capaz de transformar la manera en que los sujetos comprenden la ciudad. Es un proceso circular desde la persona como sujeto que crea la huerta y la huerta como objeto que transforma la vivencia de la experien-cia urbana. Esa nueva vivencia urbana, genera un cambio subjetivo, una manera distinta de enfren-tar la ciudad y de motivar la acción de aquellos individuos que están en contacto con la tierra. La huerta es un objeto de lucha, que al verse en contraste con lo urbano, permite ver los hábitos que la ciudad crea en la persona. A través de la huerta se ve a la sociedad urbana como una sociedad enferma, con preocupaciones ba-nales y sin cuidado por algo fundamental; sus alimentos. Se piensa que hay una sobre posi-ción de los ritmos urbanos sobre los ritmos de la naturaleza, que terminan por dañar y “enfermar” a las personas. En este sentido es que las huertas urbanas, en contraposición a la enfermedad de la ciudad, son un espacio terapéutico, en el sentido psicológico, y medicinal, en el sen-tido físico. Una ruptura esencial, que provoca la huerta gira en torno a una revalorización del suelo urbano. Esta revalorización, está relacionada a una des ob-jetivación de la tierra. Esta des objetivación implica ver a la tierra como un agente con vida. En este sentido la tierra pasa a ser como un obje-to no comercializable ni reducible a lógicas mercantiles. Hay una conciencia muy marcada sobre un ciclo de reciprocidad entre la tierra y quienes la cultivan, por lo mismo hay una fuerte crítica a la sociedad de lo “desechable” y una obligación de reutilizar desechos

Conclusiones Las huertas surgen y se constituyen como un agente no humano de subversión a las lógicas relacionales y funcionales de la ciudad. Esto se puede explicar mediante tres fenómenos importantes que se desprenden de la

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constitución de las huertas: la desconfianza sis-témica que rodea el origen del proyecto, los desafíos materiales que la huerta logra superar, y la articulación de una red de relaciones sociales de carácter comunitario que surgen en torno a la huerta. La desconfianza sistémica básicamente se basa en un rechazo a confiarle la alimentación a la industria agrícola, pues se desconfía de el tratamiento industrial, con insecticidas y usos de transgénicos en los alimen-tos Junto con esta critica a la produc-ción industrial de alimentos, se critica también la ignorancia de quienes se entregan al sistema, y “ni saben lo que comen”. Frente a esta desconfianza, la huerta se presenta como una salida: la huerta es lo que permite revertir esta relación de dependencia con las lógicas comerciales e industriales de la obtención de alimentos, y es lo que hace que las personas superen la ignorancia, sean autosustentables, y formen nuevas redes sociales de cooperación. Esta desconfianza genera practicas y comportamientos que van contra la ciudad Las prácticas asociadas a las huertas urbanas son fundamentales para lograr realizar esta subversión contra el modelo de producción hortícola. A pe-sar de que el espacio urbano no es propicio para el cultivo, esas limitaciones físicas son revertidas, mediante la utilización de dese-chos y realización de simples estrategias que permiten generar las condiciones de cultivo. Hay una nueva forma de concebir las áreas verdes y espacios públicos: se deja de lado la visión deco-rativa de las plazas, y de los jardines privados, y se reemplazan por la idea de hacer de ellos espacios cultivables. Así en esos espacios lograr generar una comunidad por medio del trabajo en equipo, la cooperación y los intereses comunes. La huerta enfrenta sus limitaciones y cambia la manera de concebir y de usar los espacios urba-nos, hace de un espacio decorativo un espacio cultivable. Y es en la misma acción de cultivo que se escapa de la rutina espacio-temporal de lo urbano, y emergen pa-trones temporales diferentes y experiencias sanadoras y revalorizadoras de lo vegetativo. Socialmente, se produce en torno a la huerta una articulación de relaciones comunitarias entre las distintas personas que integran estas huertas. Hay actitu-des de cooperación, apertura a lo des-conocido e integración de todo tipo de personas, sin un condicionamiento funcional

ni económicamente utilitario. Se genera un nue-vo espacio de encuentro, marcado por ambien-tes espaciales y temporales distintos, que busca propiciar un bienestar y encuentro comunitario y colectivo que trasciende los intereses personales. Por consiguiente, se generan lazos fuertes con to-dos quienes forman parte de esta red de cultivo de alimentos orgánico; una lógica personal no-conocida en el marco de la alimenta-ción industrial. Este conocimiento personal y presencial intensifica aún más la valora-ción del cultivo local de alimentos y el rechazo a la producción masiva de alimentos. , Las huertas estudiadas de nuestra ciudad pre-sentan las cualidades disruptivas habituales de las conductas urbanas y de las conductas alimenticias propias de la contemporaneidad, y generan una nueva forma de entender la espacialidad que en la ciudad. Esta investigación nos permite dar cuenta de la importancia fundamental que tienen, no sólo los seres humanos en las interacciones, sino también los objetos y los espacios, como una huerta como ejemplo. Quien está inser-to en la práctica de cultivos urbanos es capaz de enfrentar la ciudad desde otro punto de vista, otorgándole agencia a los objetos con los que trabaja. Esta investigación invita a repensar la influencia que tienen los espacios y ob-jetos sobre el actuar humano, y a su vez, la influencia que tiene el actuar humano por sobre estos. En un contexto urbano, muchas veces el individuo pareciera estar atomizado, sin embargo, al dar cuenta del tipo de relaciones que se desarrollan en torno a objetos o espacios, también centramos nuestra atención en las nuevas formas de relacionarse entre los mismos seres humanos. La huerta, en ese sentido, forma parte de una red de relaciones, y media, muchas veces, relaciones entre individuos: las posibilita y fortalece. Por otra parte, el estudio sobre huertas urbanas pone en el tapete una discusión fundamental para los estudios de sociología urba-na: cómo se vive la ciudad por parte de sus habi-tantes. La huerta es condición de posibilidad para que surjan nuevas concepciones y moti-vaciones para habitar el espacio urbano. La ciudad no es simplemente entendida como un cúmulo de personas atomizadas e individualistas, que velan por el bien propio en el marco de un sistema económico dominante, sino que en ella también se desenvuelve relaciones de cooperación, amistad, cuidado por la na-

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turaleza y por el otro. Para los participantes y gestores de huertas urbanas, la concepción de ciudad da un giro, ya no se ve como una limitante, sino como es espacio de encuentro para la co-operación y fomento de proyectos entre quienes tienen un interés común. Así, para ellos resulta fundamental lograr expandir este tipo de pro-yectos en contextos urbanos. No sólo para vivir de modo más saludable, sino también vivir mejor al estar formando lazos entre quienes antes eran desconocidos, y saber que en la ciudad también se puede estar en contacto con la tierra y con la naturaleza.

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Introducción

Muchas veces, al escuchar bandas de mú-sica independientes en bares, tocatas o escenarios similares, surge la pregunta intuitiva: ¿por qué es-tos músicos, si son tan buenos, no tienen éxito? Este cuestionamiento inicial en torno a la existen-cia o no de una relación entre calidad y éxito en las producciones musicales de Santiago es el que dio lugar a esta investigación. La problematización de esta relación hizo necesaria, a su vez, una re-flexión sobre la noción de éxito, ya que al afirmar que una determinada banda tiene o no éxito, im-plícitamente se está asumiendo ya una definición de este concepto.

Es por esto que la pregunta que guía esta investi-gación fue formulada de la siguiente manera:

¿Qué conciben como éxito las bandas inde-pendientes de Santiago de Chile?

Esta pregunta de investigación emerge intrínseca-mente con problemáticas por abordar, tanto en el campo, como en la teoría, pues tanto la escena musical independiente, cómo el éxito, son concep-tos sumamente diversos y con múltiples interpre-taciones.Por un lado, la revisión de investigaciones en el

campo, o en campos similares (Chávez & Fajnzyl-ber, 1997; Batlle, 2010) ilustra cómo el éxito en la música independiente aparece como algo hetero-géneo y subjetivo, ya que se relaciona con las mo-tivaciones, opiniones, relaciones y expectativas de los actores respecto a la carrera musical. Por otro lado, Hall (2002, 2005) describe que existen distin-tos tipos de éxito: éxitos más objetivos o extrín-secos y éxitos subjetivos o intrínsecos. En el caso musical, siguiendo con esta idea, el éxito objetivo sería aquél que agrupa variables que responden a motivaciones extrínsecas, llámese dinero, cantidad de público, eventos realizados, premios obtenidos, apariciones en la prensa, etc. Por otra parte como éxito intrínseco o psicológico se entiende el con-junto de variables que responden a expectativas subjetivas como satisfacción personal, autorreali-zación, compromiso, cumplimiento de expectati-vas personales en cuanto a la carrera musical, lo-gro de intención musical, etc.Esta variedad intrínseca del concepto de éxito se ve aún amplificada en el caso de la música, ya que está es también, de por sí, diversa: está compuesta por múltiples géneros, escenas, medios, motivacio-nes, en suma, es indefinible, como postula Cruces (2004), lo que da lugar a una infinidad de músicos distintos, cada cual con sus propias motivaciones y por ende, sus significados de éxito serán múltiples, sin que no exista un significado de éxito generali-zable a los músicos independientes.

Significados del éxito en la escena musicalindependiente en Santiago de Chile

Ignacio Cid, Sofía del Valle, Hugo Montes, Felipe Rodríguez

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Dado lo anterior, la presente investigación buscó aproximarse al concepto de éxito de las bandas musicales independientes de Santiago a través de significaciones que provinieran principalmente de los mismos individuos involucrados, que desde el momento en que emprenden una carrera musical, hacen emerger significados de conceptos como el éxito o el fracaso de su empresa. En este sentido, se utilizó un prisma teórico con un tinte cons-tructivista que devela la condición performativa del concepto del éxito, dando prioridad a la voz de los actores por sobre la del investigadores. Si-guiendo la misma línea, los conceptos teóricos re-visados en este marco no se fueron a buscar como tales al campo de investigación, sino que se buscó que éstos emergieran desde los significados de los actores, y la teoría revisada se utilizó sólo como marco para posteriores análisis de los resultados obtenidos en el campo. Este prisma es funcional ya que da cuenta cabalmente del nivel de comple-jidad del problema planteado.

Estrategia metodológica

Con el fin de responder a la pregunta de investiga-ción, más que delimitar un escenario específico a estudiar, como típicamente se hace, optamos por elegir ciertas bandas que se encargaron de definir y describir sus propios escenarios. Esta decisión si-gue la caracterización hecha por Tironi (2010) so-bre la escena musical emergente, que se da como algo temporal, nómada y dinámica. La opción de realizar el trabajo sobre actores nómadas en lugar de determinar un escenario, es una decisión que conlleva varios desafíos y dificultades, a saber, las bandas independientes tocan esporádicamente, en lugares cambiantes y con frecuencias irregulares, es decir, estas no están permanentemente tocan-do sobre un escenario, y menos aún sobre un es-cenario único, y por lo tanto, no están siempre a disposición del investigador. Al ser altamente diversas y heterogéneas las bandas no son susti-tuibles unas con otras, es decir, si la banda objeto de la investigación no se encuentra disponible en un momento que la requiera el investigador, este no puede remplazarla, analizando a otra que pre-sente similitudes y semejanzas. Siguiendo la noción de Latour de que “no hay grupos, sino formación de grupos” (Latour, 2008), las bandas independientes se presentan como una realidad performativa, es decir se constituyen sólo en la medida en que es-tán actuando, ya sea tocando en público, ensayan-do, grabando o negociando.

Es en estos espacios donde se realizó, por tanto, el trabajo de investigación. El acceso se realizó me-diante contactos hechos tanto en las observacio-nes participantes en tocatas y bares, como a través de contactos con amigos y conocidos.Para responder a la pregunta sobre el significado del éxito investigando estas bandas, se utilizaron entrevistas grupales no estructuradas. La elección de la metodología utilizada obedeció a la nece-sidad de ocupar herramientas que se acomoda-ran a las limitaciones presentadas, pero al mismo tiempo que contemplara la complejidad de los conceptos a conocer y no desvirtuara los even-tuales significados que se buscaba encontrar en el campo, dando protagonismo a las voces de los actores. Se buscó dar espacio a la improvisación, a que aparecieran interrogantes y definiciones no esperadas, mediante la forma de una conversación no estructurada, sino solo guiada por algunos te-mas. Además, se optó por la forma grupal de la entrevista, pues los significados que se buscaba recabar eran los de las bandas, significados cons-truidos colectivamente, no solo pertenecientes a un individuo. Estas entrevistas se realizaron todas en un contexto de ensayo de las bandas, por lo que incluyeron, además de la conversación entre dos investigadores con todos los integrantes de la banda, una observación de la dinámica de ensayo, y un conocimiento de la música que cada banda toca. Se realizaron cuatro entrevistas grupales, de duración aproximada de una hora, a las bandas So-bresaturado, Tú no eres Sylvia, La Bélica y Magaly.Estas entrevistas se analizaron mediante la crea-ción de códigos para agrupar temáticas presentes en la conversación. Se clasificaron segmentos de las entrevistas según estas categorías, y luego, me-diante la observación, agrupación y reflexión en torno a estas categorías, se desarrollaron conclu-siones. Esta reflexión se basó en buscar patrones comunes, o bien diferencias entre las bandas inde-pendientes entrevistadas, generando conclusiones que se presentan a continuación.

Presentación de análisis y resultados

En primer lugar, las respuestas obtenidas nos per-mitieron caracterizar a las bandas independientes como aquellas compuestas por músicos no profe-sionales, es decir, que no estudiaron música, y que no ven en ella su sustento económico, sino que solo una fuente de diversión, a la que se busca dar toques de profesionalismo.La primera conclusión que se desprende, luego del proceso metodológico realizado, tiene rela-

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ción con un rasgo característico de la identidad de las bandas, a saber, la diversidad de estilos mu-sicales que comprenden en su proceso creativo. Un ejemplo de esta situación se ve reflejada en las palabras de la vocalista del grupo “Tú no eres Sylvia”, que al referirse a su estilo lo definió de la siguiente manera: “como bien juguera la hueá. Así como... se me imagina como el zapping, cachai? Así como, vai cambiando música.”. En ese sentido, una caracterización como esta, da cuenta de la centra-lidad, en primer lugar, del estilo musical como un “multi-estilo”, en palabras de los propios músicos, en la medida en que, según un integrante de “La Bélica” “vamos fusionando todos los estilos así como sin tener uno en específico”. En segundo lugar, y como consecuencia de lo an-terior, destaca la importancia de la originalidad del grupo. Dentro de las bandas independientes, hay múltiples estilos, “ondas”, que las diferencian unas a otras y los escenarios en los que se mueven, el público al que apuntan, entre otros elementos. “Hay muchos lugares donde tocar pero pocos que sean fieles a la onda de la banda o estilo (…) No sé, puta tenemos unos amigos que son medios rockeros y que están tocando en el Papagayo [salsoteca] puta puede ser entretenido pero nada que ver la onda.” (Diego y Tomás, Magaly). Estos hallazgos respecto a la identidad de las ban-das entrevistadas, coinciden con los resultados del estudio de Batlle (2010) sobre las bandas musica-les de San Joaquín: no existe una identidad única y generalizable a todas las bandas musicales, no obstante, lo que poseen en común es el autocom-prenderse como músicos “underground” e inde-pendientes de la industria de la música. Podríamos agregar, en base a lo descrito, que las bandas tam-bién comparten la idea de tener un estilo propio, caracterizado por ser una mezcla de múltiples es-tilos, “una juguera”.

Otro elemento en común entre las bandas es su origen: todas se formaron a partir de un grupo de amigos, que tocaba música para “pasarlo bien”. Esta es una condición relevante no solo a la hora de la formación, sino que también para la manten-ción del grupo. “Matías: Y salió la raja, lo pasamos la raja. Chagal: Sí, estuvo bacán. Drago: Lo pasamos bacán. Rubén: estuvo muy muy buena” “de repente tocábamos y había re poca gente pero lo pasábamos la raja” (Sobresaturado). Estas y otras citas apoyan la idea de que pasarlo bien es fundamental en el mantenimiento de la carrera musical. Es por eso, que la condición necesaria de “pasarlo bien” es tan importante para la creación del grupo en una ló-

gica independiente, como para su mantenimiento. Es por esto que la hemos catalogado como condi-ción de latencia, necesaria para la subsistencia del desarrollo.

Por otro lado, en relación con la pregunta inicial de investigación, una de las presunciones más po-derosas que teníamos radicaba básicamente en el hecho de pensar que este alto grado de diversi-dad en la escena musical emergente se replicaría en una diversidad en la concepción de fracaso. Sorprende, sin embargo, constatar que a pesar de que en alguna medida toda la diversidad que se ha descrito influyó en que cada banda presentara rasgos distintivos respecto al fracaso, un número importante de bandas, la mayoría, presentaron una matriz común respecto a lo que definirían como fracaso. El principal punto en común se deriva a partir de una de las principales conclusiones de la investiga-ción: el hecho de que el “pasarlo bien” sea condi-ción de posibilidad para la existencia de una banda. Producto de esta cláusula podemos afirmar que no existen los grupos fracasados. Una afirmación tan poderosa se entiende desde la lógica de for-mación de grupos planteada por Latour: la banda fracasada solo es tal en la medida en que no lo pa-san bien, cuestión que es justamente su condición de posibilidad, en ese sentido una banda que no lo pasa bien, tiende naturalmente a la desintegración o directamente no es una banda. Pero evidente-mente que esta no es una concepción exclusiva de fracaso. Para las bandas que siguen la lógica de mercado el fracaso musical está más asociado a las motivaciones extrínsecas o resultados. El éxito por su parte, en la lógica indepen-diente, es un estado extremo donde debe satisfa-cerse la condición de latencia de “pasarlo bien” y además de eso, según los reportes en la entrevista al sumarse con un segundo elemento se logran “tocatas exitosas”. “…como que nuestra idea, y en esto estamos todos de acuerdo, es que en el escenario y haciendo música, la idea es pasarlo bien nosotros y los que estén al borde, pasarlo bien” (Tú no eres Syl-via). En este sentido el concepto de éxito se alcan-za cuando son tomados en cuenta por un público, cuando son capaces de transmitirles un mensaje “se conectan” y cuando al mismo tiempo disfrutan de tocar música.De lo anterior se desprende entonces que el éxito de las bandas independientes es una situación lími-te que contempla, aparte de “pasarlo bien tocando”, lograr ser tomados en cuenta por un público, o en palabras de los músicos: “si se produce algo en esa

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situación unilateral que es tocar una música ante un público, creo, creo que me doy por satisfecho” (Músi-co de La Bélica).

No obstante esta forma general de concebir el éxito, cada banda cuenta con aspiraciones propias, que en caso de ser cumplidas, aumentan la satis-facción de los músicos, pero el no cumplimento no implica un fracaso de la banda. Estas aspiraciones tienden a dividirse temporalmente. De ese modo una forma de ejemplificar lo anterior deviene de la entrevista al grupo La Bélica, que señala la impor-tancia de plasmar un trabajo como una aspiración a corto plazo son “tener como un registro de la hueá po hueón (…) que no este como tan en el aire la hueá, hacer videos, no se cualquier hueá”, y que “aho-ra en el fondo también lo que nos esta motivando es plasmar el disco po hueón sacar el disco” (La Bélica). Esto es congruente con otras bandas que señalan que plasmar el trabajo y tener medios para difun-dirlo permite ampliar los horizontes de la banda, llegar donde no se había llegado “queremos empe-zar a tratar de tirar, lo que tenemos, los videos pa afuera, porque es como la oportunidad de presentar-nos pa varios festivales y como puta hay festivales pa todo tipo de música, entonces...”. (Tú no eres Sylvia) Esta difusión permite que el público de la banda se amplíe, que más personas “los pesquen”, lo que sumado al pasarlo bien, los lleva a tener éxito.

En conclusión, se logró establecer que el éxito está principalmente constituido por dos condiciones, a saber, la condición de latencia, la que representa el gusto intrínseco por tocar y pasarlo bien realizan-do la actividad, y la condición necesaria de poder efectivamente compartir el mensaje con un pú-blico, ser tomado en cuenta por un público. Estas dimensiones diferencian la escena independiente de las de las lógicas de mercado, en el sentido que estas últimas operan más en función del gusto po-pular, la venta y la fama del grupo, respondiendo a plazos de retornos, propios de las dinámicas de mercado.

Referencias

Batlle, B. (2010). La escena y su escenario: una aproximación a las redes musicales de la comuna de San Joaquín. Santiago: Pontificia Universidad Cató-lica de Chile, Instituto de Sociología.Chávez, L., & Fajnzylber, V. (1997). Análisis com-parativo de ocho espacios culturales en torno al exito y sus determinantes. Santiago: Pontificia Universidad Católica de Chile. Instituto de Sociologia. Taller de titulación.Cruces, F. (2004). Música y ciudad: definiciones, pro-cesos y prospectivas. TRANS: Revista Transcultural de Música.Hall, D. T. (2002). Careers in and out of organiza-tions. Thousand Oaks, CA: Sage.Hall, D. T., & Chandler, D. E. (2005). Psychological Success: when the career is a calling. Journal of Orga-nizational Behavior, 155-176.Latour, B. (2008). Reensamblar lo social: Una intro-ducción a la teoría del actor-red. Buenos Aires: Ma-nantial.Tironi, M. (2010). ¿Qué es un cluster? Geografías y prácticas de la escena de música experimental en Santiago, Chile. EURE, Vol 36, 161-187.

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Durante los últimos años, en nuestro país se ha generado un creciente y masivo interés por prác-ticas originarias de la cultura oriental tales como el yoga, el reiki, el vegetarianismo, la meditación, terapias alternativas, entre otros. En conjunto a la masificación de estas prácticas, se ve aparejado la importación de ciertos estilos de vida, que son re-significados por los contextos locales donde son apropiados. En esta investigación nos enfocamos en el estudio de estas re-significaciones específi-camente para el caso del yoga Kundalini en Chile, pues dentro de los diferentes estilos de yoga ma-sificados en el país es aquel que conlleva las trans-formaciones más apreciables tanto en las costum-bres y practicas cotidianas, como son la forma de vestir, los hábitos alimenticios y hábitos de higiene, como también en la manera de relacionarse con el entorno social, lo cual implica además una edu-cación o culturización en ámbitos desconocidos para el santiaguino común.Nuestra investigación busca comprender qué pa-pel juega dentro de esta práctica espiritual la ma-terialidad, particularmente la vestimenta y la apa-riencia corporal, los cuales se vuelven relevantes a la hora de comprender cómo se ven y construyen a sí mismos los practicantes de yoga Kundalini. Metodológicamente, la investigación estuvo guia-da por la idea de “nodo” de Bruno Latour (2005) ya que un centro de yoga podía funcionar como articulador de prácticas y redes de relaciones asociadas entre los practicantes de yoga que no se darían necesariamente en la privacidad de los hogares. Para esto nos inscribimos y asistimos a clases de yoga de manera periódica en la escue-la de yoga Narayan, el centro más importante y emblemático de yoga Kundalini en Chile. Comple-mentario a esta observación participante, se reali-zó una entrevista semi-estructurada a su fundado-ra y directora Nam Nidam Kaur Khalsa, así como conversaciones informales con los practicantes y profesores, revisión de archivos sobre el yoga Kundalini, así como contacto de los profesores de yoga por medio de las redes sociales.

A partir de nuestra involucración en el centro, se fueron articulando en el camino los tres ejes principales de la investigación: la configuración del espacio y el tiempo en el centro de yoga, las relaciones tanto de los practicantes como de lo profesores que asistían a este centro, y finalmente la filosofía del yoga Kundalini.

Espacios y Tiempos

En el centro de las amplias salas acomodadas para la práctica de yoga existe una tarima con cuatro astas adornada con telas blancas, junto a la tarima hay una foto de yogui Bhajan, el creador del yoga Kundalini. Desde aquí es donde el profesor se si-túa y desde donde dirige la clase para que todos lo vean. El movimiento por los pasillos del centro es usualmente rápido y despreocupado, por el con-trario, el ritmo en las salas de clases es calmado y sigiloso, en un ambiente de silencio y respeto. Al comienzo de cada clase se introduce en el yoga Kundalini aquellos que nunca han participado de una clase de este yoga, y luego se recita el “Adi Mantra” que se usa para lograr sintonizarse o sin-cronizarse al linaje de sabiduría que enseño yogui Bhajan (“ong namo, guru dev namo”). El profesor explica el “kriya” (serie de posturas) y la reflexión del día, durante la clase hay un constante manejo de los tiempos y los tonos de voz por parte del profesor según el momento. Terminado el kriya, se realizan los mantras de cierre, llevando a cabo la meditación y relajación, restaurando el silencio.Las prácticas rituales de sacarse los zapatos y bolsos a la entrada del centro, apagar o silenciar celulares, cubrirse la cabeza y lavarse los pies ade-más de la limpieza del lugar y del vestir siempre blanco e impoluto, configuran al espacio como sagrado, como lo platea Douglas “Las cosas y luga-res sagrados han de ser protegidos de contaminación” (Douglas 2002, traducción propia). También los objetos simbólicos como el cuarzo, la blancura, las fotos de los maestros designan al lugar como sa-grado. Cantar mantras de apertura y cierre sacra-

La sacralización de sí mismo: Un estudio sobre la vestimenta y prácticas del yoga Kundalini

Vanja Milena Munjin Paiva y Marisol Olaya Verdugo Paiva

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lizan la temporalidad dentro del cual se desarrolla la práctica, formando parte de esta conformación colectiva, tanto material como espiritualmente, del centro como un espacio y tiempo sagrados, en ruptura con el espacio y tiempo profano del trabajo y la rutina. Es a través de esta ruptura que “se hace posible el tránsito de orden ontológico, de un modo de ser a otro. Y es una ruptura semejante en la heterogeneidad del espacio profano lo que crea el “Centro” por donde se puede entrar en comunica-ción con lo trascendente” (Eliade, 1981, 39).

Los Practicantes

“Nosotros nos regimos por una estética y una ética particular” nos explica un profesor del centro que viste de polera y pantalón blancos e impolutos, ambos fabricados con fibras naturales, que le que-dan sueltos y despegados del cuerpo permitiéndo-le realizar sin molestias las distintas posturas de la clase. Además llevaba puesto su turbante blanco, y calzaba sandalias artesanales. Tenía una barba larga, frondosa y descuidada. En el centro circulan tipos de personas muy distin-guibles: los que llegaban por primera vez, usando un buzo deportivo, con la mirada perdida y movi-mientos inseguros. También los que llevaban más tiempo, usan ropa más adecuada, sus movimien-tos son desenvueltos y ocupan los espacios con absoluta confianza. Otros más experimentados, tienen expresión de tranquilidad, ya conocen las rutinas y cánticos, no miran hacia los lados, no se fijan en lo que el resto hace. Algunos usan toda la ropa de color blanco y llevan un turbante sobre sus cabezas y, nos enteraremos después, siguen una religión o “camino espiritual”, como ellos le lla-man, conocido como “Sikh Dharma”. Y así siguen, en grados, hasta llegar a los profesores, quienes se visten de impecable blanco, se dejan crecer la barba y usan turbantes más pomposos.Un factor fundamental que marca diferencias en-tre los practicantes es la apariencia física: la ves-timenta, los accesorios, los pañuelos y turbantes. Las formas de vestir constituyen un modo de di-ferenciación fundamental, un estar “más adentro” o “más afuera” de la práctica, de la filosofía y de la comunidad. La apariencia corporal aparece en su importancia que, como veremos, se manipula de acuerdo a una coherencia de cada sujeto en cómo vive la filosofía del yoga y su “compromiso” con la práctica (asistencia a la oración de la maña-na o Sadhana y a actividades y talleres). Lo mismo actitudes y conductas al desenvolverse en la sala de clases. Es por esto que podemos comprender a

los practicantes de yoga Kundalini en gradualmen-te incluidos en un círculo (ver Ilustración 1).

En definitiva, de lo que se trata es de distintos grados de un envolverse en una cierta apariencia.La dificultad de llevar un estilo de vida acorde a esta práctica, se comprende en el énfasis que nuestros informantes daban a la palabra “com-promiso”, visto por ellos como el valor humano fundamental y, de la misma manera, el papel que jugaba el centro en articular modos de vida, ya que permite mantener unidas a personas que podrían no estarlo, y que contribuye a ir paulatinamente transformando sus vidas, que de forma solitaria sería imposible.

Filosofía y Conducta: Ética y Estética

Una “estética y una ética particular” implica que se vistan de blanco para irradiar pureza hacia los de-más, que dejen que su cuerpo fluya y que su pelo corporal crezca naturalmente porque son canales energéticos, todas las mañanas se lavan con agua fría y se desenredan el pelo, son vegetarianos, ya que no comen nada que provenga o contenga de crueldad, no tienen relaciones sexuales fuera del matrimonio como una manera de respetar el vín-culo entre hombre y mujer. El turbante y cubrir-se la cabeza es el signo del estudiante que quiere aprender y muestra respeto al maestro y la divi-nidad.

Una joven profesora nos explica que el “camino de la rectitud” es el de la “esencia”, el camino de la calamidad consiste en no poder deshacerse de los patrones del pasado que se arrastran, que con-dicionan el actuar. El yoga, en este sentido per-mite “reformatear” (dice la fundadora) la mente, y crearla uno mismo. Esto es posible sólo porque

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para ellos mente y cuerpo están profundamente conectados, más aún, que todo lo existente for-ma una misma realidad, y de esa manera el alma puede estar conectado con el todo. Plantean al yoga como una “tecnología psico-física”, es decir, que utiliza tanto cuerpo y mente para llegar a la plena conciencia, al conocimiento del alma. Para lograr esto, dentro del yoga, se utilizan dispositivos específicos tales como la “meditación” (trabajos de atención mental), “kriyas” (serie de posturas físi-cas), los “mantras” (cánticos sagrados), la alimenta-ción y la vestimenta. En este sentido se vuelve relevante el modo de vida que se adopta. La estética va en correspon-dencia con la ética por la que se rigen (ver la si-guiente Tabla).

El envolverse de una cierta vestimenta, nombre y apariencia, no solo ocurre como producto de una coherencia con una ética y filosofía que han adop-tado, sino que permite crearlas y reproducirlas en sí mismos. Constituyéndose una constante dialéc-tica entre una ética (interior) y una estética (ex-terior) que conforman a la persona, no como dos ámbitos aparte, si como dos lados de lo mismo.En continuidad con la creación de un espacio y tiempo sagrados, esta dimensión se interioriza en cada practicante a través de su forma de vestir, que pone en sintonía la ética propia anteriormen-te descrita con su apariencia corporal, de esta manera, cada practicante se auto-re-constituye a través de esta sacralización de sí mismo. En este sentido, la práctica de yoga puede comprender-se como una decisión voluntaria y deliberada de los practicantes por transformarse a sí mismo a través de una práctica constante, esto es lo que Foucault plantea como práctica de sí que permite “efectuar por cuenta propia o con la ayuda de otros, cierto número de operaciones sobre su cuerpo y su alma, pensamientos, conducta o cualquier forma de ser, obteniendo así una transformación de sí mis-mos con el fin de alcanzar cierto estado de felicidad,

pureza, sabiduría, inmortalidad” (Foucault 1996, 48). Si bien se contrapone a la idea de habitus de Bour-dieu, ya que hay un esfuerzo por cambiar los anti-guos patrones de origen social, lo interesante es la centralidad que tiene en este cambio las prácticas corporales, y su contacto con la vestimenta, como el punto donde el ser humano “está en condiciones de adquirir disposiciones que también son apertura al mundo…” (Bourdieu, 1999, pág. 186). Lo anterior de forma similar a lo que plantean Banerjee & Mi-ller en su estudio de la prenda de vestir india, el Sari, y su relación con la mujer india, que la con-sideran no solo como una presentación para los otros, si no que al mismo tiempo constituye a la persona en sí misma, en sus creencias, en lo que es y lo que desea ser (Banerjee & Miller, 2003).Por esto mismo, podemos comprender y estudiar la vestimenta y apariencia corporal de los yoguis kundalini en una red de otros mecanismos de distinción que utilizan estas personas como la ali-mentación y la posesión de una cultura particular, para posicionarse a sí mismo en distinción con el resto (Bourdieu, 1988). Distinción, no referido de manera esencial a la estructura social, sino más bien respecto a un orden moral. De esta manera el yoga, como práctica de sí, se inserta dentro de un marco simbólico coherente dentro del cual es indispensable la configuración de una nueva ética que le rija, lo que plantea que detrás del yoga se esconde una lógica práctica en el sentido bour-dieuano de la palabra, en las que subyacen mane-ras de hacer, pensar y existir en el mundo, configu-rando totalmente una forma de vida.

Ahora bien, habría que investigar cómo esta trans-formación es vivida en la intimidad y cotidianidad de las vidas de los practicantes. En el centro era posible darse cuenta que no todos estaban tan “comprometidos”: varias conversaciones informa-les se trataron sobre como alumnos de la escuela iban y volvían por periodos, buscaban otras cosas, luego volvían practicando diariamente, y después abandonaban y así constantemente. Este compro-miso fluctuante presente en nuestras observacio-nes se diferencia de lo que Smith plantea en su es-tudio del Ashtanga Yoga en Estados Unidos como una práctica ascética constante (Smith, 2004, pág. 5). Creemos que esto no se debe tanto al tipo de yoga, porque ambos promueven la práctica diaria, sino más bien de las particularidades en donde se insertan: siendo Chile un país influido por una cultura católica en que el yoga es meramente un punto de inflexión en la rutina, intermitente, a di-ferencia de la disciplina y cambio de vida ascético

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propia de países protestantes.Ante estos antecedentes, cabe preguntarse si es posible entender al yoga no como un elemento contrario a la modernización: si acaso estas filoso-fías de origen pseudo-oriental son una alternativa a occidente o simplemente se insertan en las mis-mas lógicas occidentales. Para esto basta pensar en la importancia de la construcción del yo indivi-dual que observamos en la práctica del yoga Kun-dalini. Es por esto que se vuelve relevante el es-tudio sobre la inserción de prácticas y modos de vida foráneos en el contexto del Chile actual. En esta investigación fue estudiado lo que ocurría en el centro de yoga kundalini, las relaciones entre los practicantes, y cómo estas relaciones eran confor-madas en gran medida por la “estética” asociada al vestir y la apariencia corporal, como una segunda cara de un orden moral objetificado en un espacio, tiempo y persona sagrados. En este sentido, queda abierta la pregunta sobre la vida cotidiana de las personas que asisten al centro de yoga Kundalini, cómo integran la instancia del yoga del centro, con otros que no participan o comprenden la practica ni su filosofía. Por lo pronto, sólo podemos obser-var cómo el yoga no es meramente un ejercicio físico, sino que viene asociado a un cierto estilo de vida, a un cierto modo de mirar el mundo. Más aún, un centro de yoga, al compartir filosofía y prácticas que nadie más comprende, puede con-vertirse en un espacio importante de sociabilidad al crear una comunidad en base a una creencia sobre algo trascendente.

Referencias

Banerjee, M. & Miller, D. (2003). The sari. Oxford: Berg.Bourdieu, P. (1988). La distinción: criterios y bases sociales del gusto. Madrid:Taurus.Bourdieu, P. (1999). Meditaciones Pascalianas. Barcelona: Anagrama.Douglas, M. (2002). Purity and Danger. New York: Routledge & Kegan Paul.Eliade, Mircea (1981) Lo sagrado y lo profano. Guadarama. Barcelona, España.Foucault, Michael (1996) Tecnologías del yo y otros textos afines. Paidos. Barcelona, España.Latour, B. (2005). Reensamblar lo social: Una in-troducción a la teoría del actor-red. Buenos Aires: Manantial.Smith, Benjamin Richard (2010) Adjusting the Quotidian: Astanga Yoga as everyday practice. The Australian National University.

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Configuración de Relaciones Vecinales en Espacios Reducidos: Los Block

Josefa Morales y Berenice Schiele

Chile ha sido elogiado y presentado como un ejemplo de éxito a nivel Latinoamericano re-specto a su tasa de crecimiento económico, sin embargo lamentablemente este éxito no ha impli-cado una mejora para la población general. Esta es la paradoja fundamental que vive Chile, respecto a su distribución económica y sus implicancias so-ciales: en los últimos años Chile ha desarrollado su economía a ritmos sorprendentes, pero a la vez sigue presentando profundas desigualdades socia-les. Las desigualdades sociales manifiestan una evidente expresión en el plano urbano, configurando espacios excluidos no sólo en sentido territorial. El estudio que se presenta en este artículo “Configuración de relaciones veci-nales en espacios reducidos: los block”1, pretende dilucidar cómo los mismos vecinos conciben las relaciones vecinales desde la vida en viviendas marginales.Los últimos 25 años el Ministerio de Vivienda y Urbanismo (MINVU) ha facilitado la construc-ción de más de medio millón de viviendas socia-les, disminuyendo en un gran porcentaje el déficit habitacional del país. Este desarrollo plantea nue-vos desafíos e interrogantes, instalando nue-vas demandas principalmente relacionadas con la calidad de los hogares entregados. Diversos investigadores han planteado que estos techos presentan variadas problemáticas: el espacio es limitado dentro y fuera de la vivienda, lo que lleva a que las posibilidades de un desarrollo social fa-miliar y vecinal se vean muy coartadas (Rodríguez & Sugranyes, 2005). La mayor parte de las vivien-das sociales construidas en nuestro país poseen la configuración tipo block. Los blocks, se ubican en zonas de bajo valor, segregadas de las ciu-dades con poco acceso a bienes y servicios; esto es especialmente notorio en la Región Metropoli-tana, tanto porque el contraste entre las zonas

1 Basado en estudio hecho por Verónica Acev-edo, Josefa Morales, Berenice Schiele y Ignacia Smart

segregadas y la ciudad de Santiago es mayor, como porque el alto precio fijado por el sector inmo-biliario, obliga a mayores niveles de segregación y hacinamiento (Ducci, 2000). El estudio que aquí se presenta se centra particu-larmente en un contexto de desigualdades, seg-regaciones, hacinamiento y marginalidades que se plantean como problemáticas en la sociedad chil-ena y que se encarnan en la figura del block. Estas problemáticas tienen diversas manifestaciones que afectan la calidad de vida de los habitantes, donde las relaciones sociales y las redes de apoyo vienen a ser muy relevantes para el bienestar social. Es así como la pregunta que guió la investigación se cen-tra en cómo caracterizan las “relaciones vecinales” los mismos habitantes de conjuntos habitacionales block Zona P dado su contexto de espacios limita-dos (se mantendrá reservada la información que identifica la Villa). Diversos autores, como Marín plantean que la misma configuración de los block “no fomenta el desarrollo de la identidad colec-tiva; las poblaciones no están hechas para facilitar la organización y la comunicación entre los veci-nos” (Marín, 2006). Es por esto que se realiza un estudio de caso, para comprender en alguna me-dida si el diseño habitacional implicaba limi-taciones para el desarrollo de la comunidad de la villa en La Pintana. El estudio pretende de-scribir (y denunciar) una realidad de una manera más acabada y multidimensional; entender cómo las condiciones y el contexto del espacio block se traducen en los problemas cotidianos de diversa índole que los habitantes rescatan respecto sus relaciones vecinales.La relevancia sociológica del estudio que se pre-senta gira en torno a tres principales argumen-tos. El primer lugar el estudio presenta un aporte teórico importante ya que se aborda el con-cepto de relaciones vecinales de manera multi-dimensional al rescatar la percepción respecto a distintas prácticas en la comunidad. Un segundo aporte se relaciona con la descripción de una re-alidad social compleja y multifactorial a partir de

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la perspectiva de los propios habitantes sobre las relaciones vecinales que se viven en el block como zonas urbanas vulnerables (lo que hace necesario posicionarse desde la metodología cualitativa). En tercer lugar, como hemos repetido los block rep-resentan la tipología de soluciones habitacionales más utilizadas en las áreas metropolitanas, por tanto podría, este estudio de caso, extrapolarse a fenómenos de contexto similar, ofreciendo ser un insumo para la reformulación de las políticas públicas de manera de enfrentar los fenómenos con mayor especificidad.A continuación se presenta la importancia de la metodología utilizada para realizar la investigación y los principales resultados encontrados. Vecinos que expresan qué entienden ellos por vivir en block, qué significa para ellos estar en esas condi-ciones y qué importancia le dan ELLOS MISMOS a estos vínculos sociales. El estudio pretende en-tender lo macro desde lo micro, volver a lo más básico para entender este fenómeno desde lo es-encial: la mirada de las propias personas respecto al fenómeno que se pretende investigar.

MetodologíaLa investigación propone una metodología cualita-tiva, ya que pretende rescatar la imagen colectiva de lo que representan las relaciones vecinales para los habitantes de blocks. Se pretende conocer a partir de los discursos y las expresiones co-tidianas cómo conciben ellos mismos las relacio-nes vecinales desde la vivencia en su espacio. Es por esto que se realiza, un estudio de caso llevado a cabo en la comuna de La Pintana, en villa “Z”, y cuyo trabajo de campo se efectuó entre mayo y junio de 2012. Se realiza el levantamiento de in-formación a partir de entrevistas y observaciones participante y no participante. Esta villa está con-formada por tres naves y 190 departamentos, de 40 m2 cada uno y con 190 familias.La selección de los sujetos entrevistados se re-aliza a lo largo del trabajo de campo, para tener una mejor y mayor información acerca de cómo éstos se organizan dentro de la comunidad. Es por esto que se efectúan observaciones participantes con informantes clave. Estos informantes fueron personas que han trabajado dentro de “Un Techo para Chile” en conjunto con los habitantes de la villa durante los últimos dos años. Por otro lado, se llevaron a cabo observaciones no participantes dentro del espacio físico de la villa, con el fin de conocer el contexto físico de la misma y dar cuen-ta de su cotidianeidad.Lo anterior refiere al “pre-campo” que per-

mitió guiar y dar paso a la ejecución de entrevistas semi-estructuradas y en profundidad con 9 habi-tantes de la villa. Se comienza con la selección de dos personas de manera intencional, a través de informantes clave, la elección de los demás suje-tos a entrevistar se realiza por medio del método de bola de nieve, según la información dada de los primeros entrevistados. Para indagar en las rela-ciones que se entablan dentro de la villa, - se pre-sentará en detalle más adelante – se da cuenta de que existen diversas concepciones del “otro” (tomando otro como vecino) dentro de la comunidad.Las investigadoras se presentan como cuatro mujeres universitarias y se menciona que una de las integrantes de la investigación posee vínculos con el sector por su trabajo en “Un Techo Para Chile”. Este “link” es considerado como positivo ya que facilitó entablar ciertas interacciones. Pero por otro lado generó influencias sesgadas, ya que algunos discursos le dieron mayor énfasis en su discurso al hablar de UTPCh. Para las investigado-ras el hecho de que fuesen universitarias afectó de manera positiva, ya que permitió a los sujetos de estudio, según sus propias consideraciones sentir mayor libertad en sus discursos.Extremadamente relevante se presenta el hecho de que en el pre-campo se rescata una tipología de relación con el vecino según las diferen-tes concepciones del otro. Así, los sujetos a entrevistar fueron seleccionados teniendo en cuenta estas distinciones, para lo cual se realizan tres entrevistas a personas pertenecientes al “cír-culo”; dos a cooperadoras del “círculo”; una a al-guien que coopera pero se opone al “círculo”, dos a hombres; y por último, una a un adulto mayor.

Presentación de resultadosLos resultados se presentaron bajo ciertas temáti-cas que se establecen como objetivos de investig-ación, y también, por sobretodo, según lo que a través de la expresión de los vecinos se constituye como determinante en los tipos de relaciones vecinales cuando se vive en blocks.

El “Otro” a través del discurso: Caracter-izaciones y relacionesLos vecinos dentro de su discurso dan cuenta que el alter no es una categoría única, sino que existen diferentes tipos de relaciones con los demás vecinos. Al respecto se distinguen cuatro categorías principales que los mismos vecinos expresaron a través de las entrevistas y que se confirman con la observación de campo. Entre el-

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los se encuentra: El otro “hola y chao”, aquel vecino que no tiene mayor injerencia en la vida cotidiana del otro, con el que se establecen rela-ciones de cordialidad a través del saludo y otros gestos: “Buenos días y buenas tardes, hasta luego y nada más. Yo no, no tengo conversación con ninguno, pero son todos muy respetuosos” (Claudia, 39 años)Otra categoría que se presenta es la del amigo, aparece como una relación que se entabla con una cantidad limitada de personas, es decir, con per-sonas “contadas con la mano”. La mayor parte de las veces esta relación se construye desde un ini-cio con las personas que llegaron primeramente a la villa “Z”: “Mira yo tengo aquí: 1, 2, 3 amigas...” (Paz, 50 años). Dentro de las mismas entrevistas se observa que la participación en la directiva o en cursos y actividades organizadas tanto por los mismos vecinos, como por agentes externos, es otro de los puntos fundamentales para constituir estas relaciones más profundas. Por lo tanto, re-sulta esperable el constatar que estas relaciones con el “otro amigo” se dan más entre mujeres que entre hombres, pues son ellas las que participan más en coordinar asuntos de la villa.De manera transversal, se dan relaciones fun-cionales, en las cuales los vecinos se apoyan mu-tuamente formando vínculos de información y apoyo material para sacar adelantes sus proyectos ya sean económicos o de otra índole, como tam-bién el apoyo ante emergencias: “…de repente cu-ando hay una emergencia no se po....un duelo po que se yo ahí siempre aporta la gente...” (Paz, 50)Por otro lado, los vecinos declaran que existen vínculos que son problemáticos. Así se presenta el “otro conflictivo”, son consideradas por los propios vecinos como escasas y excepcionales. Algunos de los motivos, identificados a lo largo de las entrevistas, son la “apropiación de espa-cios comunes con restricción” (por ejemplo la instauración de estacionamientos por parte de un vecino), los pelotazos y el ruido; temáticas de las que se hablará más adelante. Relacionado con esto podemos establecer que, cuando los con-flictos no se solucionan discursivamente, muchas veces recaen en roses que perduran durante el tiempo. Un caso especial de esto es cuando las confrontaciones llegan a ser físicas, lo que marca con fuerza un antes y un después en la interac-ción. Este último tipo de reacciones no sólo se da por problemas referidos al espacio público, sino que también algunos de los entrevistados indican la presencia de situaciones violentas derivadas de conflictos familiares y amorosos.

Uso del espacio común: ¿Nos beneficiamos todos?Según la bibliografía sobre los conjuntos habita-cionales “block”, y como se observó en el trabajo de campo, es recurrente la presencia de am-pliaciones ilegales. La mayoría de los vecinos plantea que no existen mayores conflictos, pero distinguen formas de apropiación de los es-pacios públicos que sí generan conflictos entre ellos. En lo referente a las ampliaciones, los veci-nos demuestran una comprensión relativamente generalizada en lo que refiere a las limitaciones espaciales de sus departamentos y la necesidad de ampliarse, además de cierta preocupación respec-to del modo en que los terceros serían afectados por las modificaciones, por lo cual se les consulta previamente. Este grado de empatía, vislumb-rado en múltiples entrevistas y referido a diversos temas, permite que los vecinos puedan ponerse fácilmente de acuerdo y convierten a los conflic-tos en eventos excepcionales, que pueden usual-mente ser resueltos a través del diálogo.En lo que refiere a los otros modos de apropi-ación, la diferencia principal reside en si restringen o no el espacio compartido. En los casos que el espacio público es utilizado para beneficio comu-nitario o individual pero con previo acuerdo, no se generan conflictos. En cambio en aquellas ap-ropiaciones que sí restringen la utilización de los espacios, es posible percibir molestias, que pueden mantenerse por largo tiempo, llegando incluso a la ruptura en las relaciones. Otra posible fuente de conflicto nombrado de modo recurrente en las entrevistas es el ruido y los pelotazos de los niños que juegan al interior de la nave - pues Villa “Z” no cuenta con espacios recreativos. Como en otras probables fuentes de conflicto, en éstos hay una tolerancia inicial pero que reconoce límites, que los vecinos la explican por el reconocimiento de que se habita en un entorno limitado espacial-mente: “…cuando los niños juegan, por ejemplo, con la pelota, y de repente llegan los pelotazos a la ven-tana aquí, yo salgo y digo “tengan cuidado” le digo yo, “con las ventanas, que se sueltan las protecciones, se sueltan los vidrios” “ya vecina disculpe”. (Claudia, 39)Otro tema recurrente en los discursos es el cui-dado de los espacios comunes, se nombra la poca atención puesta a la limpieza de aquellos sectores de la villa que pertenecen a todos. En este sentido es posible notar un claro y marcado resentimiento desde aquellos que sí se preocupan hacia los que no lo hacen: “Y nadie más barre, ¿ca-chai?, y yo ahora barro este cuadrado, de aquí pa allá, hasta el frente, mi lado, si la de allá no barre ya es

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problema de ella (…) las de allá no barren” (Marjorie, 46)Totalmente ajeno al contexto de “Z” como villa, está la calle, el exterior de las naves y de la sede vecinal, el espacio no compartido por los vecinos. Es en esta zona donde se constituye “el otro aje-no”. Según el discurso de los propios vecinos, se reconoce como un otro violento, principalmente por el establecimiento de pandillas en los alred-edores, además, algunos de los entrevistados indi-can a este otro como consumidor de sustancias ilícitas, estableciendo una diferencia explícita en-tre “ellos” los que consumen y “nosotros” los que no consumimos. En todo caso, existe una opinión generalizada respecto de que al interior de los blocks la violencia constituye una excepción, y son “los otros” los violentos.

Participación, liderazgo y actividades co-munes Todos los entrevistados llevan 11 años, como mínimo, viviendo en la villa, elemento importante ya que se indaga en las variaciones que podían concebir los vecinos en referente a las relaciones y la participación de actividades de la comunidad en el tiempo.

El antes y el despuésEn lo que respecta a la participación de los miem-bros de Villa “Z” y la organización de actividades colectivas por la misma comunidad, en general los entrevistados distinguen un “antes” y un “después”. Los primeros habitantes llegaron hace 18 años a la villa, y los entrevistados declaran que en un ini-cio la participación era mayor y organizaban más actividades: “Antes como te digo, lo pasábamos chan-cho, participan, pucha todos niun’ problema... pero ahora participan pero mmmh les cuesta” (Paz, 50)

La pérdida de un vínculo original respecto de una experiencia colectivaLa menor participación es relacionada con la pér-dida de un vínculo original de una vivencia colectiva que se da por llegar a “Z” como mejor solución habitacional: “Como que todos queríamos estar uni-dos, que esto fuera bonito, cerráramos ahí con las re-jas, no se po, que los niños lo pasaran súper bien.” (Paz 50)

“El círculo”Las actividades colectivas que se dan en el pre-sente están organizadas principalmente por “el círculo”; con el principal objetivo de organizar ac-tividades para los niños, y para la recaudación de

fondos para el mantenimiento de la Sede social. Tal como se explicita en las concepciones sobre “el otro”, los entrevistados distinguen un conjunto de mujeres, parte de la directiva que son quienes organizan las actividades de la comunidad y al que se le denomina “el círculo”.

La molestia de ser “siempre las mismas”Las vecinas que integran el círculo plantean que son pocas las que organizan constantemente a pesar de que sean actividades para toda la comu-nidad, lo que les genera ciertas molestias (inclu-so desligarse) ya que la cooperación en la orga-nización es escasa: “Es que si nosotras no hacemos nada, no hay nada... esa es la verdad de las cosas...” (Paz, 50)

Cooperación monetaria sin organizaciónRespecto a la participación de los demás miem-bros de la comunidad se declaran diferentes per-spectivas. Los entrevistados que no se consideran parte del círculo plantean que realizan una coop-eración económica “a veces organizan pa los niños ahí… y piden cooperación… pero ahí también… si hay que ayudar a los niños: yo me pongo…” (Vivi-anne, 58), pero para las mujeres del círculo en general las personas cooperan poco y presentan ciertas trabas para la cooperación “a veces organi-zan pa los niños ahí… y piden cooperación… pero ahí también… si hay que ayudar a los niños: yo me pongo…” (Vivianne, 58).

Hombres poco participativosRespecto a lo que los entrevistados señalan so-bre la participación en hombres, las principales razones de por qué no participan son que no les gusta, que no tienen tiempo, por el trabajo y pre-fieren juntarse a beber: “No… es que los hombres son más reticentes… pero póngale una botella de vino…“ (Guillermo, 50)

Adultos mayores: factor edadTanto para los entrevistados en general como para el adulto mayor que se entrevistó, se establ-ece que el factor edad y sus implicancias estarían determinando la escasa participación de las per-sonas de este grupo etario: “Porque ya están viejos como te digo, la edad, el frio” (Paz, 50)

Opositores al “círculo”Existen ciertas personas que plantean cierto re-chazo a algunos comportamientos de las mujeres de la directiva. En torno a dos principales críticas. Una está relacionada con la concentración de los

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beneficios en la directiva y la otra, tiene relación con una crítica meritocrática, en el sentido de que las mujeres buscan recibir beneficios a partir de su práctica directiva sin realizar esfuerzos sólidos en sus trabajos, además sobre ellas se dice que malgastan el dinero.

El ruido: decibeles de tensiónSe explicita que los eventos privados son prob-lemáticos para la comunidad y son la principal fuente de tensión dentro de la misma, determi-nando en cierta medida las relaciones que se en-tablan entre los vecinos. Estos eventos pueden dividirse en dos tipos según la frecuencia: los que se presentan en el día a día y los esporádicos. El elemento que genera las molestias es el ruido; lo que resulta comprensible al tener en cuenta la infraestructura, espacios reducidos y falta de ais-lamiento de los departamentos. “No nos llevamos mal, pero igual hay hartas peleas, por el ruido sobre todo, porque se escucha todo acá” (Lidia, 50).

En los discursos se aprecia que aunque el ruido sea un punto de tensión importante, al igual que con los pelotazos, en una primera instancia existe cierta comprensión, debido a la consciencia de los espacios limitados: “no me molesto con la música, si,tu también la poní… Si a la señora le molesta que yo ponga la tele, pero cuando le toca a ellos… no… yo no me hago ataos” (Vivianne, 58). El modo en que se solucionan este tipo de problemas configuran en gran medida las relaciones de los vecinos, así existen diferencias en las reacciones dependiendo de la frecuencia y temporalidad de la problemática. En una primera instancia se conversa y se intentan solucionar mediante el diálogo - “aquí uno va a le dice al vecino que la baje un poquito y todo bien” (Manuel, 70) -. Posteriormente, si el conflicto no se soluciona, se generan, eventualmente, instancias en las que la violencia (verbal o física) es partícipe. Esta violencia constituye un punto de quiebre, pues genera un antes y después en la relación, que se manifiesta en indiferencia y aislamiento del otro. “Una vez yo estuve a punto de agarrarme con alguien... pero porque le pegaron a mi hija..[...] Sabes que aquí tu pones la tele y se escucha la música de arriba, y de allá, y de allá... y mi hija ponía la música y la señora de arriba la molestaba [...] de ahí la Sra. de ahí no le dijo nada más, ehhh... se saludan después, y también la saludaba... si me saludan yo saludo... pero de ahí nunca más” (Marjorie, 46). Otra forma de resolución a estas problemática es la renuncia, que se constituye como un modo de evitar conflictos y que está muy ligada, tanto con la costumbre

frente a los hechos, como con la, ya nombrada, empatía respecto de la situación compartida: “yo no hago nada po, o sea, yo no reclamo, no... Que no nos gusta estar con problemas con las personas. O sea una... una tiene una fiesta familiar y es también...” (Claudia, 39)Drogas y alcoholEn la mayoría de los discursos de los vecinos ex-presan que sí existe consumo de alcohol y dro-gas en el espacio privado y en el público. En este último, existe una diferencia entre la percepción de los vecinos: respecto de quién es el que con-sume. Más entrevistados concuerdan en que el consumo proviene de aquellos que no viven en la villa, es decir, los que ocupan el espacio son los de “afuera”, pero también hay vecinos que plantean que son los mismos habitantes los que consumen en la vía pública. A modo de consenso se aprecia que para los entrevistados deviene irrelevante el consumo de alcohol dentro de las casas. Sin em-bargo, los vecinos mencionan dos críticas relacio-nadas a estas conductas: una más bien valórica y otra meritocrática. La crítica en términos valóri-cos se da por lo que se transmite a los niños, es decir, que existe una preocupación en proteger a los menores de dichas conductas. Por otro lado, la crítica meritocrática se da por la valorización del trabajo: el hecho de generar recursos y luego gastarlo en estas sustancias. Aún así, esta crítica no genera un problema mayor en la relación en-tre vecinos, ya que sólo establece una razón para no crear lazos con aquellas personas a las que se critica, marcando un principio de “no - relación”.

ConclusionesLa historia de la vivienda social en Chile deja como resultado la superación en gran medida del déficit habitacional, se han construido millones de vivien-das para darle un techo a los que no los tenían. Sin embargo, se deja de lado la calidad de las viviendas otorgadas; una infraestructura poco adecuada y espacios reducidos, las que tienen consecuencias importantes para sus habitantes.Retomando la pregunta guía de la presente inves-tigación -“¿Cómo se dan las relaciones vecinales, en los conjuntos habitacionales blocks, dado un contexto de espacio reducidos?”- se puede dar un primer acercamiento y concluir, en primera instancia, que las relaciones vecinales y la interacción social no se pueden comprender al margen del contexto donde están insertas. De este modo se aprecia que los vínculos creados entre los vecinos de Villa “Z” están muy ligados a las condi-ciones físicas y materiales de su vivienda y

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entorno.En relación al balance general de las relaciones vecinales, los habitantes señalan que no son “ni buenas, ni malas”, expresando bastante indiferencia en lo que respecta a la interacción entre los veci-nos: la relación vecinal ya no aparece como relevante para el desarrollo de sus vidas. Se declara que existen relaciones conflictivas que se presentan excepcionalmente, y se enuncia que no es fácil mantener relaciones afables cuando ex-isten conductas que no contribuyen a solucionar los problemas propios de la configuración del es-pacio. La indiferencia o cierta “cordialidad” que se mantiene entre vecinos viene a ser un acostum-bramiento a las consecuencias de este modo de vida, un “no hacerse más problemas”. Lo anterior se argumenta desde la comprensión de los veci-nos respecto a consecuencias inevitables de esta determinada disposición del espacio. Es así como los habitantes señalan una comprensión de la am-pliación ilegal como una necesidad, y por tanto no presenta un motivo de tensión general dentro las relaciones vecinales. Sin embargo los vecinos dis-tinguen, como ya se mencionaba, que la apropi-ación de los espacios que implica una restricción para el uso de los demás habitantes, genera un debilitamiento de los vínculos en razón de que se considera injusto que sólo algunos se beneficien de dicha apropiación.

Es así como los vecinos distinguen vínculos dé-biles con el otro cuando éste no internaliza a la comunidad en sus decisiones o simple-mente a un tercero. Cómo se mencionó con an-terioridad se rescata que mientras mayor era la preocupación, participación y colaboración con los problemas de la villa mejores eran las relacio-nes vecinales: la pérdida del vínculo original por la intención de maximizar el beneficio habitacional que estaban recibiendo generó un debilitamiento de las relaciones y la identidad comunitaria. Es de esta forma, como la organización colectiva que-do reducida a los que diversos vecinos etiquetan como “el círculo”. Los participantes de la orga-nización de las actividades comunitarias se reduje-ron a integrantes del género femenino casi en su totalidad, una minoría que se siente sobrepasada por el peso del trabajo en tan pocos hombros. Así, las problemáticas que se generan en la comu-nidad son resueltas de forma más bien individual intentando llegar a acuerdos bilaterales más que con normativas colectivas, esto mismo influye también en el distanciamiento con los vecinos y la constitución de una comunidad fuerte.

Se puede concluir que los motivos que sí afectan a las relaciones de manera más problemática son causados casi en su totalidad por las característi-cas propias del espacio, tales como las áreas redu-cidas, y especialmente por los eventos llevados a cabo dentro del hogar y sus resultas: por ejemplo el ruido, la falta de espacios de recreación para los niños, lo que genera la presencia de ‘pelotazos’ en las puertas y ventanas de los departamentos. Aún así, en general estos temas son resueltos me-diante el diálogo, pero en más de alguna ocasión han generado problemas mayores entre los veci-nos, llegando a la violencia verbal o física. Dichas tensiones marcan un punto de inflexión en las relaciones, provocando indiferencia y aislamiento del otro. Es el espacio y sus características el gran mitigador del desarrollo de las relacio-nes vecinales.Esta investigación deja abierta interrogantes re-specto del precio que pagan día a día los benefi-ciarios de esta política de vivienda. Preguntas que no son fáciles de responder, pero cuya dificultad no puede llevar a omitir el hecho de que este tipo de vivienda implica situaciones problemáticas dado su diseño. Los habitantes de “Z” se enfrentan todos los días a condiciones poco dignas; se les fue entregada una solución, pero ésta resultó de una calidad deficiente, tanto por su infraestructura como por las consecuencias que derivan de ella en la cotidiana interacción social.

Referencias

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