Investigando maras y pandillas (Bellanger y Rocha)

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    Wendy Bellanger/Jos Luis Rocha*

    Investigando las maras y pandillasen Centroamrica: reflexiones metodolgicas

    1. Introduccin

    De 1999 a 2004 la Iglesia Sueca financi un proyecto regional de las universidadesde la Compaa de Jess en Centroamrica para investigar las maras1 y pandillas en cua-tro pases del istmo. Participaron investigadores/as de distintas especialidades: socilo-gos y antroplogos de la Universidad Centroamericana de Managua, psiclogos socialesde la Universidad Centroamericana de San Salvador, socilogos y psiclogos de la Uni-versidad Rafael Landvar de Guatemala y socilogos del Equipo de Reflexin, Investi-gacin y Comunicacin de Honduras. Las instituciones trabajaron en equipo hasta 2005.Otras instituciones e investigadores/as extranjeros tambin han estudiado el tema.2

    Aunque las maras son muy distintas de las pandillas, y aunque los grupos dentro decada una de estas categoras pueden presentar enormes variaciones segn los tiempos y

    lugares, todas estas agrupaciones coinciden en una serie de rasgos que fueron condensa-dos por Rodgers (2007: 38): Son organizaciones colectivas [muy] definidas, que exhi-ben una continuidad institucional que es independiente de su membresa. Tienen conven-ciones y reglas fijas, que pueden incluir rituales de iniciacin, una jerarqua, y cdigosque pueden hacer de la pandilla una fuente primaria de identidad para sus miembros.Estos cdigos tambin pueden exigir patrones de comportamiento particulares: ropascaractersticas, tatuajes, pintadas ograffitis en la zona que dominan, seales con las

    * Wendy Bellanger, mster en Antropologa Social por la Universidad de Manchester, es editora de larevista acadmica Encuentroy de los Cuadernos de Investigacin de la Universidad Centroamericana(UCA) en Managua y coordinadora de la diplomatura en cultura poltica y ciudadana de la misma uni-versidad. Su ms reciente publicacin es: La sociedad civil ante la violencia juvenil en Nicaragua

    (2006). San Salvador: UCA Editores. Correo electrnico: [email protected] Luis Rocha Gmez, investigador de la Universidad Centroamericana (UCA), es miembro del Con-sejo de Investigacin de dicha universidad y de los consejos editoriales de las revistas Envoy Encuen-tro de la UCA. Coordina las investigaciones del Servicio Jesuita para Migrantes de Centroamrica.Entre sus publicaciones destacan Una regin desgarrada. Dinmicas migratorias en Centroamrica(2006)y The Political Economy of Nicaraguas Institutional and Organisational Framework for Dealingwith Youth Violence (2005). Correo electrnico: [email protected].

    1 En El Salvador, Honduras y Guatemala existen dos grandes pandillas juveniles, Mara 13 y Mara 18,integradas por una enorme legin de clikas.

    2 Algunos estudios son, en Guatemala, Levenson (1989); en El Salvador, Savenije y Borgh (2004); enNicaragua, Rodgers (2001 y 2003) y Liebel (1992 y 2002), e investigadores de las ONG FundacinDesafos (Abaunza y Andino 2002), Puntos de Encuentro (Abaunza y Solrzano 1997) y ADESO LasSegovias (Ulloa 2003). Ib

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    manos y un argot. Y por supuesto, una participacin regular en actividades ilcitas y vio-lentas.

    Las maras y pandillas han sido estudiadas cuantitativa y cualitativamente, a travs deestadsticas oficiales, encuestas, monitoreo de medios, grupos focales, entrevistas, estu-dios de caso y observacin participativa. Mientras unos estudios han priorizado la repre-sentatividad de los hallazgos, otros han profundizado en casos particulares.

    Una revisin inicial de los estudios realizados en Centroamrica revela que el nivel decontacto entre investigadores/as y pandilleros/as o mareros/as es un aspecto esencial quelos clasifica en dos tipos. Mientras unos requirieron de un contacto nulo, muy breve o a tra-vs de intermediarios, otros se basaron en un contacto prolongado y personal. La perma-nencia en los barrios y el tiempo de contacto de los investigadores/as con los pandilleros/as

    fue mayor cuando se utilizaron mtodos como la observacin participativa y la entrevista aprofundidad, que cuando se realizaron encuestas o grupos focales, que a veces ni siquierafueron realizados por los investigadores/as que hicieron el anlisis o redactaron el texto.

    Nuestra reflexin parte de la anterior observacin y se enfoca en los retos que repre-senta para el investigador/a el tema de la violencia, y en las limitantes y fortalezas de lasmetodologas empleadas. Cada estudio sobre pandillas con su metodologa presentauna perspectiva sobre la violencia que incluye unos aspectos y excluye otros. Nuestroobjetivo es sealar los sesgos a los que nos dirigen o de los que no nos rescatan lasmetodologas utilizadas para estudiar las maras y pandillas en Centroamrica.

    Nuestra participacin en las investigaciones realizadas en Nicaragua en el marco delproyecto regional de las universidades jesuitas, nos revel que las metodologas basadasen un contacto prolongado con los pandilleros/as desafan intensamente las preconcep-

    ciones y suposiciones del investigador/a sobre el fenmeno, incitndole a cuestionar susinterpretaciones. Estos cuestionamientos ayudan a evitar que la investigacin sobre vio-lencia juvenil se convierta a su vez en una herramienta de violencia.

    En los acpites siguientes planteamos que la investigacin sobre violencia implicaretos que engendran sesgos en su anlisis. En el caso particular de la investigacin sobreviolencia juvenil, sugerimos que el contacto personal entre pandilleros/as e investigado-res/as es determinante para enfrentar los retos y reconocer los sesgos. Concluimos que elestudio del fenmeno debe incluir necesariamente metodologas que demanden un con-tacto prolongado y directo entre investigadores/as y pandilleros/as.

    2. El reto de investigar la violencia

    Es significativo que el estudio de las maras y pandillas en Centroamrica ha estado acargo de investigadores/as que pertenecen en su mayora a grupos sociales con una posi-cin social ms ventajosa que el promedio, y por ello ms susceptibles a aceptar las cate-gorizaciones sociales dominantes sobre la criminalidad. La variable de la clase social esimportante porque la discusin sobre violencia toca inevitablemente el tema de la legiti-midad (Riches 1986, citado en Krohn-Hansen 1994: 370). La cultura de los grupos socia-les dominantes define qu actos violentos son intolerables en una sociedad. La crimino-loga crtica ensea que la criminalidad es un bien negativo que se distribuyedesigualmente en la sociedad: la etiqueta de criminal y las penalizaciones son vertidas acantaradas entre los pobres. El principal atributo que destacan en los integrantes de

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    maras y pandillas es su conducta anti-jurdica. stos no slo estn marcados por una cri-minalizacin primaria que ocurre cuando el legislador tipifica como criminales ciertoscomportamientos sino que son sometidos a una criminalizacin secundaria, que operacuando agencias del sistema penal, como la polica, los jueces o la magistratura, atribu-yen la condicin de criminal a individuos especficos (Baratta 2004: 98-99).

    Es comn asumir que al investigador/a slo lo motiva la curiosidad cientfica y quesus interpretaciones son el resultado de un anlisis neutral de informacin recabada enun proceso cientfico objetivo, especialmente si ste es cuantitativo. Sin embargo, todolevantamiento en grupos pobres o marginales define espacios sociales para la discusinsobre violencia en el sentido de injusticia o ilegitimidad (Krohn-Hansen 1994: 372), y elinvestigador/a entra a formar parte de este espacio y de la dinmica social para definir la

    violencia. Quien investiga las pandillas, por ser quien las describe, define el problema yrefuerza la ilegitimidad de estos grupos.

    Riches (1986, citado en Krohn-Hansen 1994) propone a los investigadores del temade la violencia no dejarse llevar por la bsqueda ingenua de la objetividad y Krohn-Han-sen argumenta que concentrarse en la bsqueda de los hechos puede llevar al investi-gador a caer en la justificacin de los intereses sociales dominantes. Desde la perspectivapsico-social, Martn-Bar (1985: 365) critica la forma en que la violencia se define, irre-mediablemente, como lo que va en contra del rgimen establecido, las investigaciones secentran en la violencia antisocial y tienen el objetivo de proponer estrategias para con-trolarla (1985: 368). Lubek (1979, citado en Martn-Bar 1985: 368), critica la tendenciaa identificar la violencia con aquella que, de hecho, perjudica el orden establecido yslo en la medida en que resulta perjudicial. Objeta fuertemente la conviccin de que

    controlar, reducir y reprimir la violencia es un objetivo vlido en cualquier caso y laidea de que la investigacin cientfica no toma partido y puede ser usada por cualquierinstancia que quiera promover el bien social.

    Las anteriores reflexiones ponen bajo la lupa a los investigadores/as del tema de laviolencia. Es evidente que en la investigacin centroamericana sobre pandillas la posi-cin social de los investigadores/as influye en sus anlisis hacindolos emplear categor-as que responden a los intereses de las clases sociales dominantes. As surgen estudiosque parten del paradigma de la seguridad ciudadana con el nico propsito de descubrirestrategias para controlar, mitigar, reducir o domesticar las pandillas.

    3. La violencia simblica y los estudios sobre pandillas

    Bourdieu define la violencia simblica como aquella que se ejerce sobre un agentesocial con su complicidad. No se reconoce como violencia porque forma parte de laestructura del mundo que moldea las estructuras cognitivas, porque se inscribe en la mis-recognition, es decir, en las asunciones fundamentales, pre-reflexivas de los agentessociales cuando aceptan un orden social como algo natural (Bourdieu/Wacquant 1992:168). Segn Bourdieu (2004: 339), los dominados aplican categoras construidas desdeel punto de vista de los dominantes para describir las relaciones de dominacin, hacien-do que stas parezcan naturales.

    Para el investigador/a de las maras y pandillas es oportuno tomar en cuenta lo seala-do por Bourdieu y Wacquant sobre los estudios de gnero: que el analista tiende a utilizar

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    3 Parafraseando a Bourgois (2004: 307) cuando interpreta la violencia entre mujeres.

    como instrumentos de conocimiento categoras de percepcin y de pensamiento quedebera de utilizar como objetos de conocimiento (Bourdieu/Wacquant 2004: 272). Essintomtico que en muchos estudios sobre pandillas (ver por ejemplo ERIC et al. 2004b)los investigadores/as utilicen como categoras la tipologa de delitos establecida por lapolica o el cdigo penal, los nombres eufemsticos que se dan a las pandillas -gruposjuveniles, jvenes en riesgo- o la tipologa de trastornos psicolgicos y adicciones.Inmerso en esta dinmica, el investigador/a utiliza y refuerza las categoras aceptadas.

    La violencia simblica que se ejerce sobre los jvenes pobres de los barrios urbanosen Centroamrica se nutre de las investigaciones que describen al pandillero como dro-gadicto, violento, ignorante, machista, violador como si estos adjetivos no aplicarantambin a otros centroamericanos y no sealan la estructura que oprime a los jvenes

    de los barrios, indicndoles cmo deben ser o qu deben tener y quitndoles toda oportu-nidad de serlo o tenerlo. En estas investigaciones los resultados invariablemente demues-tran que los pandilleros/as necesitan resolver sus problemas familiares o integrarse aalgn organismo de ayuda (ERIC et al. 2004b; Lpez 2004). Se refuerza la tendenciaglobal de medicalizar el problema de la violencia juvenil (Bhague 2005, citado enBellanger 2006: 388). Como resultado, las investigaciones no atacan sino que reprodu-cen la estructura de mercado de bienes simblicos (Bourdieu 2004: 342) que tipifica alos pandilleros/as como la juventud desviada que para ser tomada en cuenta debe adqui-rir caractersticas que indiquen normalidad.

    Al describir las maras y pandillas, los investigadores/as solemos resaltar la violenciaentre grupos enemigos, la violencia con que se vengan las traiciones y la violencia de losritos de iniciacin. La violencia se describe como un aspecto central, que le da cohesin

    o sentido al grupo (Castro/Carranza 2001: 251; Sosa/Rocha 2001; Santacruz/Cruz 2001).De esta forma, los investigadores/as contribuyen junto con la polica y los medios decomunicacin, a que los jvenes empobrecidos y marginados de los barrios segregadosde Centroamrica reproduzcan y naturalicen las relaciones de poder que destruyen susvidas.3 Los pandilleros/as centroamericanos terminan aceptando las categoras culturalesque los grupos dominantes imponen. Si el joven pandillero/a se siente menos que eljoven clase media, tambin siente que el joven asesinado de la pandilla contraria eradigno de morir por ser insignificante en la sociedad o que la joven violada lo mereca porser una chavala vaga (Sosa/Rocha 2001: 393).

    Tenemos entonces dos formas de violencia simblica. Por un lado, la que ejercequien investiga cuando se sirve de y reproduce una estructura de valores que estigmatizaa los pandilleros/as y que caracteriza ciertos comportamientos como socialmente plausi-bles. Por otro, la violencia dirigida por los jvenes hacia aquellos que se encuentran ensu misma situacin. Ambos son claros ejemplos de lo que Bourdieu llama misrecogni-tion: uno en el mbito de la produccin ideolgica y el otro el campo de batalla barrial.

    Cuando el investigador/a opta por tratar la violencia juvenil igual que el Estadocomo un problema de educacin, de salud o de las familias contribuye y reproduce laidea socialmente aceptada de que el pandillero/a no merece ser escuchado mientras nocambie su forma de ser. ste es el aporte del investigador/a a la violencia simblica a laque es sometido el pandillero/a. As refuerza la percepcin general de que un pandillero

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    es inferior a un joven de clase media y contribuye con lo que Scheper-Hughes (2004:280) define como la produccin social de indiferencia. Por esta razn, ignorar la misre-cognition de los pandilleros/as y describir al grupo a travs de categoras avaladas por elmainstream sobre la violencia delincuencial, es equivalente a reproducir la violenciasimblica que los jvenes viven.

    A la luz de estas consideraciones es evidente que la investigacin sobre maras y pan-dillas en Centroamrica nace con una camisa de fuerza impuesta por el mainstream. Loshilos que tejen esta camisa de fuerza son las tendencias a: disear el estudio en base a ladicotoma de vctima y victimario, ignorar la posible existencia de una agenda que dirigeel estudio, y pasar por alto que el investigador/a puede formar parte de la violencia queinvestiga. Slo el trabajo de campo puede estimular el cuestionamiento de estas tenden-

    cias porque los cuestionamientos nacen del contacto entre investigadores/as y pandille-ros/as.

    4. Las metodologas de los estudios y sus efectos en los hallazgos

    Por las razones expresadas en el acpite anterior, tomamos el contacto entre investi-gadores/as y pandilleros/as para dividir los estudios de maras y pandillas en dos tipos:los de contacto nulo, breve o a travs de intermediarios que caracterizan a aquellosbasados en encuestas, grupos focales y entrevistas y los de contacto prolongado o per-sonal propio de los estudios basados en entrevistas a profundidad y observacin partici-pativa. Al explorar las razones tras la seleccin de las metodologas, descubrimos que

    mientras los estudios del primer tipo nacen de una epistemologa instrumentalizadora,basada en el paradigma de sujeto y objeto, los del segundo tipo se basan en el paradigmade la accin comunicativa.

    La Escuela de Francfort descubri la ambigedad fundamental que subyace a la rela-cin sujeto-objeto que propugn el proyecto emancipador de la Ilustracin. Sus conclu-siones fueron que: en la misma Ilustracin haba una voluntad de dominio, porque loque no se doblega al criterio del clculo y la utilidad es sospechoso para la Ilustracin.A la postre, la Ilustracin se relaciona con las cosas como el dictador con los hombres.ste los conoce en la medida en que puede manipularlos. Es decir, en la misma pro-puesta emancipadora estaba el germen de la instrumentalizacin (Horkheimer/Adorno2004: 59-64).

    Esta instrumentalizacin del conocimiento tiene al mercado como su gran legitima-dor (Horkheimer 2002). El investigador/a de las pandillas persiste como tal si sobreviveen el mercado. Sus resultados valen si pueden ser vendidos, y slo pueden ser vendidossi pueden ser implementados. Esa instrumentalizacin del conocimiento hace que paraprobar que es pensado con razn, todo pensamiento tiene que tener una coartada, debegarantizar su utilidad funcional (2002: 82).

    Habermas (2000) sustituye el anterior paradigma epistemolgico por el de la razncomunicativa, basado en la relacin comunicativa entre sujetos. El conocimiento no loproduce la relacin sujeto-objeto, sino el dilogo intersubjetivo. Con el nuevo paradigmade las relaciones intersubjetivas, Habermas hace una relectura de los fundamentos de lasciencias sociales, la epistemologa, la modernidad, el capitalismo tardo, la moral y elderecho.

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    La investigacin sobre violencia ha sido muy susceptible a la instrumentalizacin.Como seala Rodgers (2001: 2) hay una tendencia a aproximarse al tema slo para argu-mentar en su contra, lo que imposibilita la comprensin de su verdadera complejidad. Lainstrumentalizacin en los estudios sobre maras y pandillas es evidente cuando se dise-an en torno al concepto de seguridad ciudadana, un concepto ensalzado por los gobier-nos, las multilaterales, las empresas multinacionales y la sociedad civil como algo querepresenta una situacin de bienestar para todos. Es el objetivo final de muchas polticasy la justificacin tras la creacin de nuevas Direcciones dentro de ministerios (Bellanger2006: 384) y nuevos Departamentos y programas en la Polica (Rocha/Bellanger 2004).Convertida en agenda central de los estudios sobre violencia juvenil, la seguridad ciuda-dana los transforma en instrumentos de violencia simblica que ocultan gran parte de la

    fotografa de la violencia. En estos estudios, la pregunta central apunta hacia la posibili-dad de eliminar las pandillas para poder alcanzar la venerada seguridad ciudadana. Elconcepto tambin llega a determinar la forma en que el investigador/a decide hacer suestudio. Estara dispuesto, quien se enmarca en el discurso de la seguridad ciudadana, apasar tiempo en el barrio interactuando con los pandilleros/as? Considerara necesariodialogar con los jvenes y sus familiares? Es ms probable que prefiera recopilar datosen una encuesta y pedir opiniones en un grupo focal.

    Aunque indiscutiblemente las metodologas que no requieren de contacto con lospandilleros/as tienen aspectos vlidos y pueden producir datos interesantes, no son capa-ces de revelar informacin que se requiere para entender las pandillas porque no estable-cen un dilogo con los pandilleros/as. stos/as permanecen como objeto de estudio ynunca como interlocutores capaces de ofrecer visiones alternativas a partir de su parti-

    cular posicin social que cuestionen el orden establecido y aceptado por los investiga-dores. En cambio, las metodologas que requieren de contacto personal con los pandille-ros/as permiten que el investigador/a palpe los retos de la investigacin sobre violencia ysea interpelado en el proceso investigativo. El intento de explorar la violencia de las pan-dillas a travs de una relacin comunicativa en la que se establece un dilogo entre losinvestigadores/as y los pandilleros/as posibilita que el investigador cuestione el orden delas cosas (Bourdieu/Wacquant 2004: 272). Adems, en proceso investigativos de contac-to personal y prolongado los sentidos enriquecen las investigaciones al aportar informa-cin que va ms all del dilogo.

    4.1. Estudios de contacto nulo, breve o a travs de intermediarios

    Los estudios de este tipo que son la mayora giran en torno a la clasificacin delpandillero como victimario4, adoptan la perspectiva de las vctimas y parecen tener unafe ciega en el presunto papel determinante de las polticas pblicas sobre la violenciajuvenil. Sus objetivos suelen ser de dos tipos: presentar sugerencias al gobierno para eldiseo de polticas sociales que contribuyan a desarrollar la seguridad ciudadana, o des-

    4 Slo recientemente han surgido investigaciones que destacan que los jvenes urbanos son ms a menu-do vctimas que victimarios (Rocha 2006, y vase Aguilar y Ranum en , sitio web del Centro de Estudios y Programas Interamericanos del Instituto Tec-nolgico Autnomo de Mxico-ITAM).

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    cribir y evaluar la labor de las organizaciones de la sociedad civil que contribuyen a esta-blecerla. Su propsito al estudiar la violencia juvenil es descubrir formas de controlarla.Se proponen conocer a las pandillas; rara vez intentan aprender, por medio de ellas, algosobre la sociedad en general.

    a. La mediacin de las organizaciones

    Por la naturaleza del fenmeno, independientemente de la metodologa del estudio,los primeros contactos con pandilleros/as casi siempre se realizan por medio de ONG,iglesias, clnicas y la Polica. Aunque hay estudios que se basan completamente en este

    tipo de contacto (Merino 2001; Carranza 2004). Se seleccionan instituciones que tienenprogramas de atencin a jvenes en pandillas, y se opta por aquellas con programas exi-tosos. Por ende, las primeras relaciones con jvenes pandilleros/as se entablan pormedio de programas de rehabilitacin que se esmeran en mostrar resultados exitosos a lacomunidad y en especial a sus donantes, actuales o futuros. Este proceder filtra la miradadel investigador/a. Los jvenes que las organizaciones presentan a los investigadores/asson los que estn ms activos, muestran mayor compromiso con la organizacin, funcio-nan de acuerdo a sus objetivos y normas, y emplean su discurso. En definitiva, reprodu-cen el discurso social dominante. Estn totalmente perneados por la misrecognition.La informacin proviene predominantemente de cierto tipo de joven: un joven modelo,cooperador, militante, comunicativo, buen alumno, arrepentido de su pasado y reproduc-tor del mensaje de sus nuevos amigos. La ventaja para el investigador/a es que estos

    jvenes usualmente son lderes dentro de la comunidad, lo que les permite entrar conbuen pie a la zona. En nuestra experiencia, los jvenes activos en las organizaciones fue-ron excelentes enlaces primarios.

    Las instituciones tambin funcionan como filtros geogrficos, guiando al investiga-dor/a de antemano a determinadas zonas (Rocha y Bellanger 2004). En el estudio sobrelas pandillas del Reparto Schick, se entrevist a la Polica para conocer los grados depeligrosidad de los barrios (Sosa y Rocha 2001: 347). Se seleccion el Reparto Schicken Managua por registrar un mayor nmero de pandillas y estadsticas altas de violencia,adems de la presencia de organizaciones como grupos religiosos, organismos e institu-ciones que sirvieran como apoyo para la insercin (2001: 345).

    b. Grupos focales y encuestas

    Los grupos focales y encuestas son los mtodos medulares en los estudios de los psi-clogos sociales de El Salvador (Santacruz y Cruz 2001), quienes plantean que los gru-pos focales exploran opiniones e ideas subyacentes. Para participar, las personas sonextradas de su ambiente. No obstante, se confa en que a travs de la discusin se alcan-za una comprensin profunda de las formas de pensar que sustentan los discursos de laspersonas y la interpretacin de su realidad (Santacruz y Cruz 2001: 34). Segn los auto-res, en estos estudios la informacin analizada se encuentra ms relacionada con lainformacin e interpretacin que de la realidad hacen los jvenes y menos con informa-cin que a partir de las propias observaciones del investigador pudiera servir para con-

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    trastar, contraponer o contradecir el punto de vista de los pandilleros (2001: 37). Sinembargo, la metodologa en s implica un filtro impuesto arbitrariamente por los investi-gadores/as que tiene la capacidad de crear una imagen artificial de la realidad. Por ejem-plo, Santacruz y Cruz tomaron como variable la cantidad de aos de militancia de losjvenes para comparar las percepciones de los que tenan menos de 5 aos con los quetenan ms de 5 aos. Por qu se les ocurri que esa variable y esa cantidad de aos eransignificativas para afectar la percepcin de los pandilleros sobre la violencia y la pandi-lla? No lo explican. Las diferencias en las respuestas pueden deberse tanto a la edad,experiencias personales, nivel educativo, personalidad, etc. como a la experiencia pan-dilleril acumulada.

    En los estudios basados en grupos focales tambin se habla de motivaciones: qu los

    motiva a entrar, a pertenecer, a calmarse. Se suscita una discusin en torno a aspectosque los investigadores/as consideran importantes, por ejemplo: la violencia y lo quepiensan de ella, el proceso para dejar la pandilla, el sufrimiento dentro de la pandilla, ladiscriminacin social, lo que piensan del estigma que les impone la sociedad, de ganarseel respeto de la sociedad, su futuro, etc. Esta metodologa no permite que se establezca eldilogo necesario del que habla Habermas porque se basa en el paradigma delsujeto/objeto, sealado por Horkheimer de instrumentalizar el conocimiento. Lo querealmente ocurre en los grupos focales se podra definir como violencia comunicativa,ya que son espacios donde se imponen los temas, las variables y el escenario. Sus parti-darios no se percatan de la forma en que la presencia del investigador/a, representante delo socialmente deseable, y el ambiente artificial creado, determina lo que se puede decir,distorsionando la comunicacin e imposibilitando el dilogo.

    El afn cuantitativo

    En los estudios centroamericanos predomina claramente la bsqueda de lo mensura-ble (Merino 2001; Lpez 2004; Cruz et al. 2004). Se analizan cifras oficiales y se produ-cen ms cifras para complementar el anlisis. La idea de fondo es medir el alcance deestos grupos en la sociedad: hasta dnde llega su mbito de accin, a cuntos estn afec-tando, cuntos adeptos tienen y a qu ritmo crecen. La comparacin entre zonas se vuel-ve indispensable (ERIC et al. 2004a). Se presenta la encuesta como el instrumento querecoge el modo de pensar de los jvenes pandilleros (Cruz y Portillo 1998: 23). Locualitativo se considera limitado por no poder alimentar tablas, grficos, generar cantida-des o porcentajes (Castro y Carranza 2001: 242), e incompleto por no producir informa-cin que aporte a generalizaciones. Antes que el dilogo con los pandilleros/as, los parti-darios de estas metodologas se decantan por el pensamiento instrumentalizador(Horkheimer 2002) que se alimenta de lo mensurable.

    Este afn por lo cuantitativo revela las percepciones de los investigadores/as y lassociedades a las que pertenecen. Las maras y pandillas son percibidas por las clasesmedias como una amenaza sin control, un cncer que crece y pretende apoderarse detodo el organismo. Por esta razn los nmeros se vuelven tan importantes. Hay quetomar radiografas peridicas para medir el crecimiento de las pandillas, saber cuntoespacio estn abarcando las maras. Hay que medirlos porque no son como nosotros yporque representan una maraa de relaciones que desconocemos. Las maras son descri-

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    tas muchas veces como una especie de transnacional y los gobiernos protegen sus fronte-ras contra la entrada de mareros. Estos temores abstractos sobre las maras y pandillas enCentroamrica hacen que ocurra lo que describe Appadurai (2006: 47) con las minorasque son definidas a travs de la abstraccin del conteo y la clasificacin. El temor de loglobal se deposita en estas minoras y en momentos de alta ansiedad, se convierten engrupos que deben ser aniquilados.

    La visin cuantitativa de la violencia no refleja que sta es un cambiante conjuntode conductas y actitudes, no un esquema comportamental permanente y bien definido(Lubek 1979: 263, citado por Martn-Bar 370). Adems, quienes basan sus estudios enestadsticas oficiales no toman en cuenta su variacin constante respecto a lo que mideny cmo lo miden los indicadores suelen modificarse a menudo5 ni sus distintos nive-

    les de fiabilidad en cada pas.El pecado original de estos estudios es que tienen objetivos instrumentalizadores y

    echan mano de mtodos instrumentalizadores, y por lo tanto sus conclusiones son lasque la agenda del investigador/a propone al inicio del estudio. En definitiva, el problemaprincipal de estos mtodos radica en que no incitan al investigador/a a reflexionar sobresus preconcepciones y su rol reproductivo de los estereotipos a travs de los cuales lasociedad percibe al pandillero/a. Dado que gran parte de la cultura no es verbalizada, lastcnicas que descansan completamente en palabras y discursos obtienen slo respuestasparciales. En las encuestas, los cuerpos del pandillero/a y del investigador/a desaparecen,no cuentan. Se trata de explicar la cultura desde un punto de vista enteramente racional,que inevitablemente brinda una imagen incompleta de lo que es la cultura (Hastrup 1994:233). El nfasis en la mente y no en el cuerpo nos hace olvidar que no podemos entender

    a las personas si no es a travs de nuestras propias experiencias (Hastrup 1994: 235).

    4.2. Estudios de contacto prolongado y personal

    Las metodologas que permiten el dilogo entre investigadores/as y pandilleros/assobrepasan el paradigma del sujeto/objeto. No obstante, en este acpite proponemos quese debe ir ms all del dilogo hacia la reflexividad del oficio del investigador/a.

    a. Entrevistas a profundidad

    Realizar entrevistas a profundidad revela las imperfecciones de la comunicacin ver-bal y estimula a los investigadores/as a cuestionar la calidad de sus hallazgos. Por ejem-plo, gracias a su contacto prolongado con los jvenes, Sosa y Rocha (2001: 348-349) yCastro y Carranza (2001) advirtieron el efecto que la confianza y el contexto tienen en elxito de las entrevistas y descubrieron que la casa del pandillero era el peor lugar parahacer una entrevista debido al efecto censurador de la presencia de la madre o sus fre-

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    5 A partir de 2003 la Polica Nacional de Nicaragua comenz a aplicar criterios regionales en su registrode pandillas, produciendo inmediatamente cifras muy distintas a las del ao precedente. Como resulta-do, disminuyeron considerablemente las pandillas y aparecieron los jvenes en alto riesgo social(Bellanger 2006: 340-341).

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    cuentes intromisiones negando las actividades pandilleriles de su hijo y que aunque enla entrevista grupal el pandillero se siente relajado, el momento se convierte en una opor-tunidad para reforzar su posicin e incrementar su prestigio en el grupo. Esto sugiere laimportancia de prestar atencin al contexto, pero tambin que el contexto no puede ana-lizarse sin tomar en cuenta la forma en que las personas lo perciben, incluyendo el inves-tigador/a.

    Mucho de lo que vivimos est inscrito en nuestro espacio y en la forma en que loexperimentamos (Kusenbach 2003). Las explicaciones verbales dejan ocultos muchosaspectos de la vida. Para Kusenbach, la entrevista tiene dos debilidades: los lmites de lanarrativa y los lmites de las circunstancias en que se realizan las entrevistas. Del mtodode la entrevista observa que hay mucho que la gente no llega a verbalizar, conocimientos

    y prcticas corporales que son pre-reflexivas o de las que no estn conscientes. Durantelas entrevistas, hablar se convierte en el centro de atencin y se ignoran otras actividadespor ser consideradas distracciones (2003: 462). En las entrevistas no slo se pierden lasreacciones sensibles al contexto por parte del entrevistador/a y el entrevistado/a, tambinse magnifica la relacin dialctica entre los participantes en lugar de promover una pers-pectiva compartida y una conexin ms igualitaria (2003: 462).

    De lo anterior se desprende que la experiencia de la entrevista a profundidad permiteal investigador/a darse cuenta de que es necesario ir ms all de la comunicacin verbal.Las diferencias entre el investigador/a y el pandillero/a en aspectos como el lenguaje, elvestuario, el color de la piel, entre otros, evidencian que existe una gran brecha que inter-fiere en el dilogo que se establece entre ellos.

    b. La observacin participativa: el filtro del cuerpo y la clase social

    La observacin participativa consiste en mucho ms que la observacin del otro;involucra el reto de percibir el mundo a travs de nuevas categoras culturales, adquiriruna comprensin ms profunda del yo y adoptar nuevos roles en una sociedad. Laobservacin participativa consiste en dejarse afectar y conocer cmo afectamos. El invo-lucramiento personal en el campo moldea la experiencia y subsecuentemente el textoproducido.

    La perspectiva antropolgica plantea que el bagaje personal de los actores sociales,incluyendo el observador, influye en, y constituye una parte fundamental del contexto, ypor ende, de la lectura que se da a una determinada situacin (Rudie 1994: 28). El con-traste entre el yo y el otro moldea la percepcin del investigador/a porque cuando perso-nas de distintas culturas tratan de entenderse, ocurre un proceso de reflexin y represen-tacin que los lleva de la experiencia a la comprensin (Rudie 1994: 31). Hayexperiencias culturales que llegan a comprenderse por ser experimentadas con todos lossentidos al punto de ser internalizadas, lo que no garantiza que la persona pueda expli-carlas verbalmente (Rudie 1994: 40). Por esto, el trabajo de campo es un proceso en elque se ha de involucrar todo el cuerpo y una reflexin del investigador/a sobre su propiaidentidad y lo que de l/ella piensen sus informantes.

    Nuestra identidad adquiere relevancia pues durante la experiencia dependemos detodos nuestros sentidos. La antropologa ha reflexionado sobre el sesgo visual de la cul-tura occidental (Fabian 1983; Howes 1991) y ha propuesto que debemos prestar igual

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    atencin a los dems sentidos (Ingold 2000; Stoller 1989; Gell 1995) porque stos prove-en informacin que la visin no puede; informacin que puede ser ms ntima y durade-ra. La conexin entre la identidad y los sentidos se debe a que nuestras reacciones a losestmulos las determina en gran medida nuestra identidad y su bagaje particular queincluye ideas sobre gustos, autoridad y posicin social. La observacin participativa dala oportunidad de ir ms all del dilogo. Pero para que esto ocurra, hay que involucrartodos los sentidos en la experiencia y adems convertir la reflexividad en una disposi-cin constitutiva de [nuestro] habitus cientfico (Bourdieu 2003: 155).

    Durante nuestro trabajo de campo en el Reparto Schick de Managua recibimos mues-tras de amabilidad de parte de los vecinos, quienes nos ofrecan golosinas y bebidas quetombamos con cierta aprensin. En el barrio experimentamos el escndalo del reggae-

    tn, la estridencia de los evanglicos, los creativos saludos e insultos, los coloridosgraf-fitis, el hedor de las aguas negras escurriendo frente a las casas. Pudimos observar cmolos jvenes se mueven, ven, hablan, visten y la importancia que tienen estos aspectos delcomportamiento en la vida del pandillero/a, durante y despus de la pandilla. Descubri-mos que de la capacidad de cambiar estos aspectos depende en gran medida su xito alintentar cambiar de vida. Se nos hizo fcil comprender que para un pandillero es sufi-ciente haber visto un converso para creer en el poder de las conversiones. El estereotipoque identifica a los pandilleros como jvenes endemoniados, sin miedo a nada, con tatua-jes espantosos, se relativiza ante la realidad de los cuerpos vulnerables, cicatrizados,enfermos y tatuados con imgenes romnticas junto a sangrientas.

    Los textos etnogrficos que incorporan los aspectos sensuales del trabajo de campo(Chatterjee 2001; Kumar 1992) demuestran que examinando nuestras reacciones a las

    experiencias en el campo podemos dilucidar los sesgos que hemos llevado a la investiga-cin. Nuestra identidad acta como un filtro en nuestros sentidos. Poco puede hacer uninvestigador/a para controlar quin es y cmo lo perciben los locales, pero s puede estarpendiente de los efectos de esto en el trabajo de campo. Olvidar la importancia de laidentidad en el proceso investigativo es un error. Por ejemplo, se debe prestar atencin acmo nuestras aprensiones y preferencias afectan la recoleccin de informacin, hacin-donos favorecer unos temas y evadir otros (Kumar 1992: 64).

    Es significativo que en Rocha y Bellanger (2004) no incluimos una reflexin sobre lapercepcin que nuestros informantes tenan de nosotros y nuestra presencia en el barrio.Esto es ms sorprendente si consideramos que mientras realizbamos el trabajo de camposiempre estuvimos pendientes de ello y cuidamos mucho nuestra imagen: vestamos ropasencilla, adaptbamos nuestros gestos, ocultbamos el hecho de que llegbamos en veh-culo, nadie saba dnde vivamos y muchos de nuestros informantes no saban dnde tra-bajbamos. Nuestra preocupacin era que si perciban mucha diferencia de clase socialentre ellos y nosotros, nuestros informantes modificaran su actitud. Aunque no lo discu-tiramos entonces, esta preocupacin influy en nuestro trabajo de campo.

    Los informantes descifran la identidad del investigador/a y moldean su comporta-miento de acuerdo con sus suposiciones. El proceso de reconocimiento mutuo puede serms complejo cuando la identidad del investigador/a no es la de un completo extrao uoutsider. La gente se interesa por la clase social, religin y estado civil del investiga-dor/a, lo ubica y responde a estereotipos existentes. Categoras de gnero y clase socialse entrelazan. Si una mujer externa al barrio no entra en la categora de monja o detrabajadora social, habr que explicar a los habitantes quin es y qu hace ah. En el

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    Reparto Schick los jvenes nos planteaban sus ideas de forma distinta segn el sexo dequien le haca las preguntas, en algunos casos este filtro produjo versiones muy distintasde aspectos de la vida de un joven. El gnero demostr ser una barrera especial para lacomunicacin en temas como el sexo o los sentimientos. Como la clase social, el gneroes un aspecto de nuestra identidad que moldea nuestras percepciones de eventos yambientes, hacindonos particularmente sensibles a ciertos detalles.

    La identidad del investigador/a tambin mueve a la gente a reflexionar sobre aspec-tos de su propia realidad (Das 1990: 388) y de la economa poltica en la que se insertansus vidas (Chatterjee 2001: 11). La segregacin de las ciudades centroamericanas marcala forma en que la gente de un barrio pobre percibe a un externo. Los jvenes pandille-ros/as asumen que la gente de clase media que se acerca a ellos proviene de algn orga-

    nismo de ayuda que trae proyectos. Las categoras sociales locales en las que el inves-tigador/a inevitablemente cae moldean su perspectiva y la forma en que organizar yluego escribir sobre su experiencia.

    En su anlisis sobre segregacin espacial en la ciudad de Managua, Rodgers (2006)muestra cmo la ciudad es percibida de distinta manera por las personas segn su clasesocial, que determina qu espacios puede utilizar y en qu forma. Es vital reconocer que lasclases dominantes imponen lmites espaciales a los pobres. Encima de esto, en Centroam-rica existen nociones raciales de blancura que tambin entran en juego. Por eso el investi-gador/a debe involucrar todos sus sentidos para comprender su posicin en el campo y des-cubrir aspectos de poder que no dependen de las palabras para ser expresados, sino que sevuelven reales en las interacciones diarias y en la forma en que se utiliza el espacio.

    El estudio de Rodgers ejemplifica el tipo de hallazgos que se logran al ir ms all del

    dilogo. A travs de su involucramiento personal en una pandilla por un ao descubrique sta era, para los jvenes del barrio, una forma de reafirmarse a s mismos en unasociedad ms amplia que pareca olvidarse de ellos, as como tambin una forma derecapturar la camaradera y solidaridad del tiempo de la guerra (Rodgers 2003: 7). Laspandillas y sus prcticas violentas proporcionaban un concreto sentido de pertenencia auna definitiva, aunque reducida, entidad colectiva de la que ellos carecan a nivel de ciu-dad o nacin debido a la inseguridad crnica y diseminada que predominaba en Nicara-gua (Rodgers 2003: 16). Rodgers encontr que las pandillas podan ser plausiblementevistas como un ltimo reducto de colectividad social en un contexto de desconfianzageneralizada y atomizacin social (Rodgers 2003: 8).

    Por ltimo, la reflexividad tambin ayuda a los investigadores/as a desarrollarmedios para llegar al barrio y manejar los riesgos. En Honduras, Castro y Carranza opta-ron por no darse a conocer como investigadores/as argumentando que esto seguramentehubiera generado sospechas y desconfianza en los mareros. Haba necesidad de situarnosen posiciones que a nivel valorativo son consideradas como buenas por la mayora dela poblacin y neutras desde la perspectiva de los jvenes que integran las maras. Poreso [se integraron] a los grupos de Pastoral Juvenil y Socorro Jurdico, y participaronen un programa de rehabilitacin de la Iglesia Catlica (Castro/Carranza 2001: 244).Adems de esto, visitaron a los mareros/as en las crceles. Tambin en Honduras, Gon-zlez Candia (2002) estuvo inmerso en un barrio de El Progreso dirigiendo un proyectode reconstruccin de viviendas post-huracn Mitch con un grupo de miembros de laMara 18 trabajando como albailes. Tal vez los investigadores deberan de insertarse enprogramas de desarrollo comunitario frecuentemente dirigidos por religiosos y algunos

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    especficamente dirigidos a trabajar con jvenes violentos que establecen contactoscotidianos con mareros como APREDE y Grupo Ceiba en Guatemala; Casa Alianza,JAJA y Generacin X en Honduras; y Homies Unidos y Adis Tatuajes en El Salvador.

    5. Conclusin

    Los estudios sobre pandillas en Centroamrica deben ir ms all del paradigma delsujeto y objeto y del paradigma de la accin comunicativa para incluir en el anlisis lacomunicacin no verbal entre investigadores/as y pandilleros/as y la reflexividad delinvestigador/a en el ejercicio de su oficio. Abandonar la bsqueda de la mxima objetivi-

    dad, de las cifras y las respuestas verbales, nos permite a los investigadores/as del temade la violencia descubrir los sesgos que dominan nuestros estudios. Las metodologasque requieren de contacto personal entre investigadores/as y pandilleros/as presentan losretos necesarios que obligan al investigador/a a cuestionar sus preconcepciones sobre laviolencia y las pandillas, lo que puede llevarlo/a a proponer cambios en la estructura demercado de bienes simblicos (Bourdieu 2004: 342) que coloca al pandillero/a, con sucomplicidad, en una posicin inferior en la sociedad.

    En Centroamrica las agrupaciones de jvenes pobres sin fines de trabajo o estudioson etiquetadas negativamente en todo sentido y ocasin, y asociadas nicamente con sucapacidad de cometer actos violentos. Solamente los estudios de contacto cercano conlos/as jvenes revelan los matices de estas agrupaciones (Rodgers 2003; Rocha 2000,2006; Liebel 2002). Estos estudios cualitativos, basados en entrevistas a profundidad yobservacin participativa, no tienen mucha oportunidad ni intencin de generalizarhallazgos o de proponer recetas que combinen con el men que los gobiernos y las orga-nizaciones proponen para remediar la violencia juvenil. Por esto, en medio del interspor disear polticas a niveles nacionales y regionales, estos estudios carecen de valorante los ojos de los gobiernos y financiadores. En consecuencia, la mayora de los estu-dios sobre maras y pandillas en Centroamrica se han convertido en reproductores oreforzadores de la violencia simblica que se ejerce en contra de estos jvenes. No secontradice la idea de que para ser un verdadero ciudadano, el pandillero/a debe ocultarsus tatuajes, cambiar su vestuario, su peinado, su forma de hablar y caminar y sus gustosartsticos. La mayora de los investigadores/as opta por disear preguntas para gruposfocales o encuestas que prometen revelar estadsticamente cmo vive el pandillero/a ysus opiniones al respecto. Se emplean categoras como activo o retirado/calmado,joven en riesgo, nmero de veces en la crcel, aos de estudio, estructura fami-

    liar. No surge la necesidad de cuestionar los sesgos impuestos por la identidad de clasemedia del investigador/a que lo hace resaltar la violencia de las pandillas pero no su arteo la venganza de los pandilleros/as pero no su espritu solidario.

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