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113 Introducción Los fenómenos de contacto cultural han consti- tuido tradicionalmente un campo de análisis fe- cundo en arqueología debido a su dimensión material, pero su conceptualización teórica ha variado extraordinariamente. Específicamente, durante los últimos años se han producido re- novaciones teóricas que cuestionan algunos de los parámetros interpretativos para entender los encuentros coloniales, según perspectivas vin- culadas a las arqueologías postprocesuales y su interés por enfocar lo particular en los procesos locales. Se han señalado las estrechas conexiones entre los discursos arqueológicos y el aparato ideológico occidental vinculado a la expansión colonial (entre otros Rowlands, 1998; Van Dommelen, 1997), lo cual ha generado lecturas sesgadas, cuando no colonialistas. Prueba de ello es el peso otorgado a los grupos foráneos –especialmente fenicios, griegos y romanos– en los desarrollos locales, aunque en el caso espa- ñol el descubrimiento de fenicios y griegos en el registro material se hiciera, paradójicamente, desde el estudio de los grupos indígenas, como tartesios o iberos. Igual sucede en el caso que me ocupa, pues si bien los trabajos arqueológi- cos desde los años sesenta del siglo pasado pu- sieron de manifiesto la participación de esta zona en las corrientes de intercambio arcaicas (Vives-Ferrándiz, e.p.), no siempre han ido pare- jos a una reflexión ponderada de los grupos im- plicados. En este trabajo examinaré el encuentro cultu- ral entre indígenas y fenicios en el actual País Valenciano, aunque sin circunscribir exacta- mente el estudio a las fronteras administrativas. Se trata de poner de manifiesto la dinámica de unas situaciones de contacto colonial y cómo operan en ellas los mecanismos de transmisión cultural, con una escala de análisis que oscila entre lo global y lo local. Me interesa aquí analizar el fenómeno comer- cial de la expansión fenicia desde la perspectiva local, lo cual implica atender los procesos de consumo en contextos sociales concretos, ha- ciéndome eco del antiguo pero persistente de- bate en ciencias sociales que explora la relación entre las personas y las cosas en movimiento (Douglas e Isherwood, 1979; Appadurai, 1986: 31; Dietler, 1998: 300; Carroll, 1999: 133). La gente valora las cosas desde la perspectiva de su producción y en relación con los patrones de consumo, observables desde las prácticas aso- ciadas al mantenimiento y reproducción de los grupos sociales y las construcciones identitarias. El valor de uso es el que interesa examinar en cada caso, es el valor subjetivo –el único que existe en términos estrictos– y que además es contingente y dinámico según las comunidades implicadas en los procesos. Intercambios y consumo en espacios coloniales: dos casos de estudio entre el Ebro y el Segura (siglos VIII-VI a.C.) JAIME VIVES-FERRÁNDIZ SÁNCHEZ Servicio de Investigación Prehistórica* * Servicio de Investigación Prehistórica. C. Corona, 36, 46003-Valencia. [email protected] Agradezco a David Garcia i Rubert e Isabel Moreno la in- vitación a participar en este simposio. GARCIA I RUBERT, D.; MORENO MARTÍNEZ, I.; GRACIA ALONSO, F. (coords.) (2008). Contactes. Indígenes i fenicis a la Medi- terrània occidental entre els segles VIII i VI ane. Ajuntament d’Alcanar / Signes disseny i comuncació.

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Introducción

Los fenómenos de contacto cultural han consti-tuido tradicionalmente un campo de análisis fe-cundo en arqueología debido a su dimensiónmaterial, pero su conceptualización teórica havariado extraordinariamente. Específicamente,durante los últimos años se han producido re-novaciones teóricas que cuestionan algunos delos parámetros interpretativos para entender losencuentros coloniales, según perspectivas vin-culadas a las arqueologías postprocesuales y suinterés por enfocar lo particular en los procesoslocales.

Se han señalado las estrechas conexionesentre los discursos arqueológicos y el aparatoideológico occidental vinculado a la expansióncolonial (entre otros Rowlands, 1998; VanDommelen, 1997), lo cual ha generado lecturassesgadas, cuando no colonialistas. Prueba deello es el peso otorgado a los grupos foráneos–especialmente fenicios, griegos y romanos– enlos desarrollos locales, aunque en el caso espa-ñol el descubrimiento de fenicios y griegos en elregistro material se hiciera, paradójicamente,desde el estudio de los grupos indígenas, comotartesios o iberos. Igual sucede en el caso queme ocupa, pues si bien los trabajos arqueológi-cos desde los años sesenta del siglo pasado pu-sieron de manifiesto la participación de estazona en las corrientes de intercambio arcaicas(Vives-Ferrándiz, e.p.), no siempre han ido pare-jos a una reflexión ponderada de los grupos im-plicados.

En este trabajo examinaré el encuentro cultu-ral entre indígenas y fenicios en el actual PaísValenciano, aunque sin circunscribir exacta-mente el estudio a las fronteras administrativas.Se trata de poner de manifiesto la dinámica deunas situaciones de contacto colonial y cómooperan en ellas los mecanismos de transmisióncultural, con una escala de análisis que oscilaentre lo global y lo local.

Me interesa aquí analizar el fenómeno comer-cial de la expansión fenicia desde la perspectivalocal, lo cual implica atender los procesos deconsumo en contextos sociales concretos, ha-ciéndome eco del antiguo pero persistente de-bate en ciencias sociales que explora la relaciónentre las personas y las cosas en movimiento(Douglas e Isherwood, 1979; Appadurai, 1986:31; Dietler, 1998: 300; Carroll, 1999: 133). Lagente valora las cosas desde la perspectiva de suproducción y en relación con los patrones deconsumo, observables desde las prácticas aso-ciadas al mantenimiento y reproducción de losgrupos sociales y las construcciones identitarias.El valor de uso es el que interesa examinar encada caso, es el valor subjetivo –el único queexiste en términos estrictos– y que además escontingente y dinámico según las comunidadesimplicadas en los procesos.

Intercambios y consumo en espacioscoloniales: dos casos de estudio entreel Ebro y el Segura (siglos VIII-VI a.C.)

JAIME VIVES-FERRÁNDIZ SÁNCHEZServicio de Investigación Prehistórica*

* Servicio de Investigación Prehistórica. C. Corona, 36,46003-Valencia. [email protected]

Agradezco a David Garcia i Rubert e Isabel Moreno la in-vitación a participar en este simposio.

GARCIA I RUBERT, D.; MORENO MARTÍNEZ, I.; GRACIA ALONSO, F. (coords.) (2008). Contactes. Indígenes i fenicis a la Medi-terrània occidental entre els segles VIII i VI ane. Ajuntament d’Alcanar / Signes disseny i comuncació.

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El concepto de comunidad es particularmen-te útil para evaluar estos desarrollos, pues igualque encontramos divisiones de edad, género,parentesco o estatus dentro de un yacimiento,las comunidades pueden trascender los límitesde un yacimiento (Van Dommelen et al., 2005:56). En definitiva, la comunidad se constituyepor un conjunto de prácticas características degrupo, definido a través la noción de habitus deBourdieu (1980: 88). Sencillamente, el contextolocal mediatiza las decisiones que conciernen ala adopción de cosas que adquieren –o, mejor, alas que se otorga– significados y valores (Appa-durai, 1986: 57; Thomas, 1991; Kelly, 1997:362; Antonaccio, 2005: 101).

El marco estructural de partida. El BronceFinal local y la diáspora comercial fenicia

Abordar el análisis desde varias escalas ofrece di-ferentes perspectivas de los principios organiza-

tivos de estas comunidades y los intereses pues-tos en juego en el encuentro colonial. Estas esca-las tienen en consideración el Bronce Final comomarco previo en relación tanto con el fenómenode expansión fenicia por el Mediterráneo comocon los contextos específicos a tratar (fig. 1).

Durante el Bronce Final y Hierro Antiguo seproducen transformaciones en la sociedad indí-gena que se identifican, al menos, en dos faciesculturales y socioeconómicas y reparto desigualde los recursos y objetos cuyo límite se ha con-venido en marcar al norte y al sur del valle delVinalopó (González Prats, 1992a). En el tesorode Villena –e independientemente de la fechaque se le atribuya dentro de la horquilla crono-lógica del Bronce Final– se detecta la emergen-cia de rasgos jerárquicos, pues una concentra-ción de riqueza como ésta indica la existenciade una elite, bien una persona o bien un grupode jefes, que ejercería autoridad y tendría capa-cidad de control sobre un excedente de produc-ción, sobre los recursos y las comunicaciones alarga distancia (Ruiz-Gálvez, 1998).

Sin duda el rasgo distintivo es el grado departicipación en las redes de intercambio a largadistancia, en este caso entre el Atlántico y el Me-diterráneo, intervención que no será tan intensaen el norte como en el sur a la luz de las activi-dades metalúrgicas de Peña Negra (Crevillente,Alicante), destinadas como es sabido a la distri-bución de objetos de tipo atlántico (GonzálezPrats, 1992b; González Prats, Ruiz-Gálvez, 1989)(fig. 2).

Ahora bien, tanto en el norte como en el surencontramos territorios estructurados por la po-blación indígena –no puede ser de otro modo–debido a su presencia efectiva en la costa y enlas principales vías de comunicación y controlterritorial, fundamentalmente fluviales (Vives-Ferrándiz, 2005: 180) (fig. 3). Los desarrollosindígenas durante el Bronce Final deben ser in-tegrados en el contexto más amplio de la diás-pora comercial fenicia: los grupos con ciertodesarrollo y control de vías de comunicación yrecursos serán buscados por los comerciantesfenicios porque son los que pueden garantizarel flujo de bienes buscado. Las situaciones colo-niales se entienden, desde estos puntos de vista,como dinamizadoras de factores internos so-cioeconómicos e integradoras de los sistemas

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Figura 1. Yacimientos citados en el texto.

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locales de intercambio regionales o interregio-nales (Aubet, 2005: 118; Ruiz-Gálvez, 2005:252).

En la zona que nos ocupa el punto de partidade este encuentro colonial se fecha a mediados ofinales del siglo VIII a.C. Tales parecen ser las fe-chas de los niveles más antiguos de Fonteta(Guardamar del Segura, Alicante) (Azuar et al.,1998: 117; González Prats, 1998; GonzálezPrats, Ruiz Segura, 2000; Rouillard et al., 2007)y de las primeras importaciones en Peña Ne-gra/Les Moreres (González Prats, 2002: 376) oen Los Saladares (Orihuela, Alicante) (Arteaga,1982). Cronologías del siglo VIII se han defendidotambién para algunos contextos de la desembo-cadura del Ebro, como la fase más antigua de Ba-rranc de Gàfols (Ginestar, Tarragona) (Sanmartíet al., 2000: 187) aunque es una constataciónanecdótica en el contexto local. Independiente-mente de los matices cronológicos que planteanlas primeras importaciones fenicias al norte delVinalopó, lo más destacable es que se vinculan ala diáspora comercial fenicia y que, a lo largo delsiglo VII y la primera mitad del siglo VI a.C., se ad-

vierte un claro incremento de material fenicioimportado.

Dejando a un lado la escala global de análisis,que permite pulsar las dinámicas coloniales y co-merciales a nivel peninsular o mediterráneo, unenfoque en lo local da protagonismo a los gruposhumanos que usaron los objetos en movimiento.Se acentúan las lógicas sociopolíticas locales y seentiende el cambio social en relación con los de-sarrollos internos (Gosden, 2004: 17; Vives-Fe-rrándiz, 2005: 46), pues la dinámica externa nosiempre es el elemento estructurante más impor-tante (Stein, 1999: 24 y 43; Dietler, 1998: 296 yss.). De este modo, la articulación de los encuen-tros se expresa en dos contextos locales que res-ponden a sendas dinámicas históricas determina-das por la interacción entre los grupos indígenasy fenicios y que he etiquetado como «intercam-bios y colonias» e «intercambios sin colonias».

Por un lado tenemos el área meridional, espe-cialmente en el entorno de la desembocaduradel Segura, a lo largo de todo su curso y el delrío Vinalopó. Se caracteriza por contactos inten-sos entre fenicios e indígenas y, de hecho, entreel Ebro y el Segura el único asentamiento que,hasta el momento, puede responder a las carac-terísticas de una fundación fenicia se sitúa en elentorno de la desembocadura del Segura. Porotro lado, se define el área septentrional comoun espacio donde habría actividades de inter-cambio con una frecuentación fenicia esporádi-ca1 (Vives-Ferrándiz, 2005: 167).

Cultura material y prácticas socialesen los escenarios coloniales

El contexto meridional: convivir, produciry enterrarse

La arqueología identifica una dinámica de crea-ción y abandono de asentamientos desde fina-

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Figura 2. Fragmentos de moldes de fundición de PeñaNegra y reproducción del tipo de espada producida(según González Prats, 1992b).

1. Utilizo el término «esporádico» con el ánimo de com-parar con el contexto meridional, donde las dinámicas sona todas luces más intensas. Es una cuestión cuantitativa másque cualitativa y con ello no pretendo minimizar el papelde estas importaciones en los desarrollos posteriores delámbito septentrional.

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les del siglo VIII a.C. en las cuencas bajas del Se-gura y el Vinalopó, como Caramoro II (Elche,Alicante), el Tabaià (Aspe, Alicante), Los Sala-dares, Peña Negra, Hacienda Botella (Elche),Cabezo Pequeño del Estaño (Guardamar delSegura, Alicante) o Fonteta, entre otros de Mur-cia que responden a fenómenos coincidentes(González Prats, 2005: 800). La existencia dedos enclaves tan próximos como Cabezo del Es-taño y Fonteta, distanciados por solo dos kiló-metros, es significativa de la dinámica territorialde la fase inicial de la situación colonial y en laque, sin duda, jugaron un papel activo los gru-pos indígenas: en ambos hay materiales de tipo-logía fenicia desde los momentos iniciales desus ocupaciones, pero solo el primero de ellospresenta evidencias de fortificación en la fasemás antigua. Ésta es una plataforma de mam-puestos con dos lienzos paralelos enlucidos a laque, en otra fase, se le adosan elementos de

planta cuadrangular a modo de contrafuertes(fig. 4). Paralelos para la primera fase se encuen-tran en yacimientos del Bronce Final del entor-no como Caramoro II (González Prats, Ruiz Se-gura, 1992; Moret, 1996: 485) (fig. 5).2 En lasfases iniciales de Fonteta no hay fortifi caciónidentificada, y las estancias presentan alzadosde tapial o adobe y agujeros de poste. Son des-tacables las actividades metalúrgicas diversifica-das (González Prats, Ruiz Segura, 2000: 29).

Cabezo del Estaño se vincula en parte al ám-bito indígena, a juzgar por los paralelos de losparamentos de su fortificación, pero se ha llega-do a definir como asentamiento fenicio filial deFonteta (González Prats, 2005: 803) debido alas supuestas casamatas. Con todo, conviene se-ñalar que las relaciones asimétricas de poder en-tre colonizadores y colonizados (suponiendoque podamos definirlos así en este caso) no sonuna característica de todas las situaciones colo-niales, y menos aún en sus fases iniciales (Diet -ler, 1995: 95 y 101). El concepto clave aquí es elde la intensidad de los contactos entre los gru-pos indígenas y fenicios, como corresponde auna situación colonial definida por la interac-ción social estrecha. Ejemplo de ello es la proxi-midad entre Cabezo Pequeño y Fonteta y lacombinación de cultura material de diversos orí-genes en los niveles iniciales. Examinaré ahora elpapel que juega la cultura material en las prácti-cas diarias productivas y de consumo a través dedos yacimientos ocupados desde el Bronce Fi-nal: Los Saladares y Peña Negra.

Los Saladares es un pequeño asentamientosobre una loma en el valle del río Segura. El pe-riodo más antiguo, fechado en torno al sigloIX a.C., se define por una facies material típica delBronce Final local y las importaciones de tipo fe-nicio a torno se fechan a partir de finales del si-glo VIII (Arteaga y Serna, 1979-1980). En losconjuntos de los siglos VIII-VII a.C. hay objetos hí-bridos que merecen atención detallada. Por unlado contamos con un fragmento cerámico de

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Figura 3. Asentamientos indígenas del Bronce Finalsituados en la costa y en las principales víasde comunicación fluvial.

2. Se ha señalado la presencia de muros perpendicularesen el paramento interior a modo de casamatas (GonzálezPrats, García Menárguez, 1997, 94; González Prats, 2005,803), pero en las plantas publicadas no se aprecian tales es-tructuras.

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cuenco o plato de engobe rojo realizado a torno(fig. 6.3), pero cuya tipología encuentra una es-trecha similitud con cuencos a mano caracterís-ticos del Bronce Final local (fig. 6.1) y los platosde engobe rojo fenicios (fig. 6.2). La pasta conla que está hecha esta pieza es similar a la em-pleada en la cerámica a mano, con desgrasantegrueso, visible y muy abundante, y no es unaexcepción, ya que hay otras de tipología similarpero realizadas a torno y pintadas. Sus pastas noson las típicas pastas fenicias malagueñas y to-

das ellas están expresando la existencia de pro-cesos de convergencia tipológica del máximointerés, a partir de referentes formales conoci-dos pero con tratamientos distintos: bien conengobe rojo o bien con bandas de pintura.

El panorama material de Los Saladares, ade-más, se completa con un conjunto de imitacio-nes a mano de formas fenicias, como una lucer-na fenicia, cuencos de engobe rojo fenicio,tanto los carenados de borde vuelto como losde bordes oblicuos, sin resaltes (fig. 6.5-7), o ti-

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Figura 4. Plantas publicadasde la muralla de CabezoPequeño del Estaño en lossectores I y II (según GarcíaMenárguez, 1994).

Figura 5. Parte del lienzo defortificación de Caramoro II(según González Prats, RuizSegura, 1992).

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najas pintadas también de tipo fenicio. Aunquemantengo el término «imitación» para todos es-tos ejemplos, se trata de un fenómeno ya visto:mientras los ejemplos anteriores aglutinaban di-ferentes elementos culturales que contribuían acrear nuevas formas –todas ellas a torno–, en es-

tos también encontramos una pieza de tipolo-gía fenicia, inexistente en el repertorio indígenaprevio, en un nuevo contexto local.

Desde mi punto de vista, estas piezas expre-san una síntesis tipológica entre la tradición in-dígena en la producción a mano y las formas a

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Figura 6. Cerámicas de LosSaladares. Arriba: hibridación(3) cuyas referencias formales

son cuencos a mano (1) yplatos de engobe rojo a torno

(2). Abajo: imitación de cuencosde engobe rojo a mano.

Figura 7. Cerámicas de PeñaNegra (elaboración propia

a partir de GonzálezPrats, 1982).

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119torno de cerámica de engobe rojo de tipo fe-nicio. Interpretar todas estas producciones de-pende de los contextos de hallazgo que, des-graciadamente para este caso, se limitan a im-precisas referencias estratigráficas. Al menossabemos que corresponden a un periodo crono-lógico centrado en el siglo VII a.C. Sin embargo,se puede extraer información interpretativa si seponen en relación con el contexto local meri-dional, en especial con el yacimiento de PeñaNegra.

Ya he señalado, más arriba, las evidencias deactividades metalúrgicas conectadas con los in-tercambios Atlántico-Mediterráneo, por lo queaquí presento algunos conjuntos pertenecientestanto a la primera fase de ocupación (PN I,850-700 a.C.) como a la segunda (PN II, 700-550 a.C.). Al igual que sucede en Saladares, algu-nos cuencos de cerámica gris se asemejan tipoló-gicamente a los platos y cuencos a mano de losrepertorios del Bronce Final presentes también enel mismo asentamiento (fig. 7). Esta categoría ce-rámica es especialmente significativa para anali-zar la negociación de las identidades en el contex-to colonial, al haber sido identificada como unaproducción particular de los grupos fenicios pe-ninsulares; de hecho, está ausente en otros con-textos fenicios a lo largo del Mediterráneo.

Otros objetos relevantes son unas tinajas que,

en sí mismas, suponen «formas híbridas» comoya señalara González Prats en la primera publi-cación de conjunto (1983: 100). Han sido iden-tificadas como producciones locales y aúnanelementos tipológicos griegos, fenicios e indí-genas para crear una nueva forma (fig. 8). Aun-que la forma general del envase remite clara-mente a las tinajas fenicias, si se observa endetalle salta a la vista mayor complejidad en sucomposición. La carena y la disposición de lasasas son similares a las ánforas fenicias, mientrasque la forma de asas, geminadas, encuentra suparalelo en las tinajas. Pero por otra parte, lastapaderas y la introducción de las orejetas comomecanismo de cierre remiten, en parte, a ele-mentos tipológicos griegos de las píxides y auna creación particular peninsular, constituyen-do, además, uno de los ejemplos más antiguosde las llamadas urnas de orejetas ibéricas, cono-cidas a partir de mediados del siglo VI a.C. Porúltimo, la decoración de los vasos ofrece ele-mentos típicos de las producciones fenicias,como las bandas horizontales, y otros nue-vos como las llamadas «cabelleras» o líneas on-duladas, que constituyen un patrón decorativotípicamente ibérico.

También se pueden traer a discusión los pla-tos de pocillo profundo y ala ancha. Están he-chos a torno, aunque con diversos tipos de pas-

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Figura 8. Tinajas de Peña Negracon elementos tipológicosque remiten a formas previas(en el recuadro) (elaboraciónpropia a partir de GonzálezPrats, 1982 y 1985).

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tas y tratamientos en sus superficies, y encuen-tran referencias tipológicas en los platos de alade engobe rojo (fig. 9). Ahora bien, los sustan-ciales cambios morfológicos permiten conside-rarlos nuevas creaciones al mismo tiempo queremiten, en su concepción formal, a una refe-rencia anterior, sobre todo en el mantenimientodel ala característica de los platos fenicios.

Por otra parte, un examen atento a las evi-dencias de ámbitos productivos arroja más indi-cadores. La existencia de numerosas estampillasy grafitos en cerámicas de producción local, ysobre todo en ánforas, halladas en Peña Negra,el Monastil y Sierra de Camara (Elda) son expre-sión de unas relaciones socioeconómicas espe-cíficas entre grupos indígenas y fenicios en elvalle del Vinalopó. La similitud y coincidencia delas marcas –círculos estampillados o estrellas– ylos análisis de pastas corroboran su producciónen el entorno meridional en sentido amplio; noson, pues, objetos importados. Pero la tipologíade las ánforas corresponde a los tipos de ánforasfenicias sudpeninsulares, aunque con algunas li-geras variaciones.

Las marcas sobre ánforas evidencian un inte-rés por controlar la producción, marcar lotes oseñalar contenidos, y una cooperación econó-mica ligada a la convivencia estrecha entre losgrupos involucrados. Pero la identificación defenómenos de cooperación en el marcado delos envases de la producción agrícola implica,paralelamente, la competición con otros gruposdel entorno. Solo así se puede entender la con-centración de hallazgos con marcas diversas,

signos en ánforas y sus diferencias formales enun ámbito relativamente reducido. Los patronesde producción y distribución que se trasluceninvitan a pensar que grupos diversos cooperanen convivencia estrecha en un mismo espacioen el que se realizan actividades socioeconómi-cas concretas dirigidas a la exportación de pro-ductos locales e importación de otros.

La arquitectura doméstica de ambos yaci-mientos ofrece un punto comparativo inte-resante al panorama cerámico. Hasta el sigloVIII a.C. hay construcciones de planta circular uovoide pero a partir de este momento se docu-mentan novedades tradicionalmente vinculadasa la llegada fenicia, a saber: plantas cuadrangu-lares (Los Saladares) y con ángulos redondeados(Peña Negra), e incluso paredes enlucidas concal a partir del siglo VII a.C. El registro de PeñaNegra es interesantísimo porque junto a las es-tructuras de planta circular se detecta la apari-ción de una nueva técnica constructiva comoson las paredes rectilíneas en viviendas aisladas,sin adosar (González Prats, 2001: 174). Se tratade un claro patrón de apropiación indígena desoluciones arquitectónicas fenicias (Díes, 2001)porque la idea de la casa y las estructuras so-cioeconómicas y familiares no cambiaría, al me-nos durante el siglo VII a.C. (Vives-Ferrándiz,2005: 188).

Tanto en la vajilla como en la arquitectura do-méstica de los ejemplos analizados puedenidentificarse elementos tipológicos fenicios o in-dígenas pero, al mismo tiempo, pierden estesentido para constituir otras expresiones, que

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Figura 9. Platos de pocilloprofundo de Peña Negra.

Nuevas formas que remitena su precedente formal (en el

recuadro, el plato de ala anchade engobe rojo) (elaboraciónpropia a partir de González

Prats, 1982 y 1985).

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no dejan de ser sino una interacción culturalcuyo resultado es un contexto nuevo, que en laterminología postcolonial puede categorizarsecomo hibridación. La hibridación supone la crea-ción de formas transculturales en situacionescoloniales, y conforma nuevos espacios socialesen los que operan nuevos significados (Bhabha,1994: 36; Young, 2001: 348). Conectando estaidea con la práctica diaria surge el potencial in-terpretativo de este concepto, pues denotaprácticas híbridas que son, a su vez, el efecto deprácticas de diferentes orígenes (Van Domme-len, 2006). El papel de la etnicidad se diluyedesde este punto de vista, pues las categoríasétnicas pierden sentido en contextos de interac-ción estrecha. Volveré sobre esta cuestión en losapartados finales.

El registro de dos espacios funerarios suponeun contrapunto al contexto productivo y do-méstico. Les Moreres es una necrópolis de inci-

neración muy cercana a Peña Negra y constitu-ye la única referencia para evaluar las prácticasfunerarias meridionales entre los siglos IX yVII a.C. (González Prats, 2002). Las incineracio-nes más antiguas utilizan urnas y tapaderas amano y tienen escaso ajuar, consistente en bra-zaletes simples de bronce y cobre y cuentas decollar. Luego, desde el momento de la llegadafenicia a la zona, se detectan cremaciones queintroducen el uso de urnas y tapaderas a torno,e incluso en ocasiones se combinan con las rea-lizadas a mano. Ante este panorama, su editorha propuesto interpretar el cambio como laadopción de ritual fenicio por parte de las co-munidades indígenas, o incluso que responde-ría a fenicios enterrados allí porque se vivía enuna comunidad mixta (González Prats, 2002:387).

Sin embargo, mi argumentación se basa en laconsideración de las prácticas para inferir aspec-

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Figura 10. Apropiación de lasimportaciones y la cerámicaa torno en Les Moreres(elaboración propia a partirde González Prats, 2002).

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tos sobre los valores del grupo social estudiado.Así, si asumimos la continuidad de uso de unmismo espacio funerario a lo largo de varias ge-neraciones, lo más lógico es suponer que lo estáutilizando el mismo grupo social. Este grupo seentronca con los enterramientos con urnas amano del Bronce Final y, ya en el siglo VII a.C.,algunos emplean urnas a torno de tipología fe-nicia. De hecho, se documentan superposicio-nes estratigráficas que afectan a urnas de diver-sas cronologías y que no hacen sino evidenciarclaramente la memoria de su utilización porparte de un grupo social y el deseo expreso deenterrar en el mismo espacio que las generacio-nes anteriores. Estamos ante un caso de apro-piación de importaciones porque estas cambiande función: de contenedores de productos ali-menticios y vajilla de mesa pasan a ser urnas ci-nerarias o tapaderas de esas urnas. En definitiva,con la introducción de la cerámica a torno el ri-tual funerario no se ve modificado respecto alrealizado con piezas a mano, de modo que lodestacable es la continuidad en las prácticas fune-rarias, independientemente de la introducciónde un nuevo tipo de urna o de tapadera hechoa torno (fig. 10) (Vives-Ferrándiz, 2005: 194). Ladinámica de apropiación unilateral modifica lapráctica original de esos enterramientos, aun-que no es una variación estructural.

Estos patrones suponen un contrapunto a loscontextos domésticos y productores en los quese han definido procesos de hibridación que, sinembargo, no encuentran su parangón en esteámbito funerario. Esta contradicción es la clavepara interpretar la existencia de grupos socialesdiversos y las diferentes comunidades e identi-dades implicadas en el ámbito local meridional:la necrópolis de Les Moreres muestra las prácti-cas funerarias de un grupo social que mantieneuna norma ritual funeraria mediante la apropia-ción de importaciones y cerámicas a torno queestán presentes en el espacio doméstico local.

Una segunda necrópolis, Les Casetes (La VilaJoiosa, Alicante), completa la lectura funeraria.Se trata de una necrópolis de incineración conuna cronología inicial ligeramente más recienteque Les Moreres, pues las tumbas se fechanentre finales del siglo VII y la primera mitad delsiglo VI a.C. Las tumbas (más de dos decenasde ellas han sido excavadas pero solo dos pu-

blicadas por el momento) son de tipologías va-riadas, desde hoyos o fosas simples rectangula-res de distintas dimensiones, en ocasiones conseñalizaciones, hasta encachados tumulares oconstrucciones complejas como cámaras fune-rarias.

En las tumbas publicadas –la tumba 17 y la18– (García Gandía, 2003; García Gandía, Pa-dró, 2002-2003), los restos incinerados se de-positan directamente sobre el suelo, sin reci-piente alguno a modo de urna. Sin embargo,las estructuras de las tumbas, ya sean rectangu-lares o pseudorrectangulares, parecen las de unritual de inhumación más que de incineración.Además, difieren claramente de las incineracio-nes del Bronce Final local, como las más anti-guas en Les Moreres, y se alejan también deotras tumbas etiquetadas como fenicias, comoalgunas tumbas arcaicas de Ibiza (necrópolis deCan Partit) –en hoyos excavados en la roca oen urnas cinerarias o fosas con cremaciones insitu– o del sur peninsular y, también, de la cos-ta sirio-palestina. Así pues, suponen creacionesparticulares ya que, por ejemplo, algunas com-binan una estructura de cámara con cenefa decantos de tradición foránea y una superestruc-tura tumular de tradición local.

Los objetos depositados son también signifi-cativos. En la tumba 17 (fig. 11) se deposita unquemaperfumes acompañando a una mujer in-cinerada, y en un segundo momento, que co-rresponde a otra incineración ocupando el mis-mo espacio, un broche de cinturón. Ambosobjetos son piezas poco frecuentes en el con-texto local, por lo que la decisión de depositar-los como ajuares se relaciona con su excepcio-nalidad, al igual que sucede con otras piezas enotras tumbas, como joyas, amuletos u otros ob-jetos importados. En la tumba 18 los objetos de-positados, de nuevo en una estructura de fosapseudorrectangular, son también heterogéneosdesde un punto de vista de su origen: dos pun-tas de lanza con sendos regatones, todos dehierro, un plato y un soporte anular de tipologíafenicia y una botella de fayenza egipcia, doscuentas de collar y algunos clavos.

La situación costera y la naturaleza de los ob-jetos depositados en las tumbas de Les Casetesha abierto un vivo debate acerca de la identidadfenicia o indígena de sus ocupantes. Haciendo

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esto se adoptan posiciones dualistas y esencia-listas que no tienen en cuenta la historicidad delos fenómenos de contacto cultural. Les Caseteses un excelente caso de expresión de la ambiva-lencia de una situación colonial en la que entranen juego diversos grupos sociales con interesessociopolíticos diversos que se expresan en prác-ticas híbridas. Las tumbas y el ritual funerario su-ponen un fenómeno de hibridación porque di-versos elementos culturales se combinan paradar forma a un nuevo contexto que no remitepor completo a ninguno de los precedentespero, en cambio, sí encuentra algunos referen-tes culturales; es, por tanto, un nuevo espaciocon nuevos significados.

La interpretación de las prácticas funerarias

de Les Casetes debe ponerse en relación con ladinámica temporal en la que se sitúan: su fechano corresponde a los momentos más antiguosde la presencia fenicia en este ámbito sino acuatro o cinco generaciones después, si consi-deramos su llegada a finales del siglo VIII o prin-cipios del siglo VII a.C., y la fecha de la necrópo-lis, de finales del siglo VII y principios del VI a.C.Este importante matiz implica que la estructurasocial en el entorno meridional ha debido trans-formarse sustancialmente, no solo con el aportede población nueva de diversos estratos socia-les, sino también a través de su interacción congrupos indígenas también heterogéneos social-mente, generando procesos de hibridación cul-tural.

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Figura 11. Estructura de latumba 17 de Les Casetes y,

abajo, quemaperfumes ybroche de cinturón depositados

como ajuar (según GarcíaGandía, 2002 y 2003).

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El contexto septentrional: consumo convivialy prácticas funerarias

El área septentrional es un ámbito de intercam-bios esporádicos, sin presencia permanente fe-nicia y limitados a algunas zonas costeras, comoinvita a pensar la distribución de importaciones,que además son muy concretas: se trata, princi-palmente, de contenedores de productos ali-menticios como ánforas (10.1.1.1 y 10.1.2.1),tinajas o pithoi, vasos del tipo Cruz del Negro, yotros de funcionalidad específica como los trí-podes. El ánfora destaca numéricamente en elconjunto de importaciones de los asentamien-tos3 y con frecuencia es acumulada en un nú-mero que supera la decena –y el autoconsumo–,como en la habitación 17 del Torrelló del Bove-rot (Clausell, 2002: 13), el espacio A3 de SantJaume-Mas d’en Serrà (Alcanar, Tarragona)(Garcia i Rubert, Gracia, 2002) o el espacio A deAldovesta (Benifallet, Tarragona) (Mascort et al.,1991). Otras categorías cerámicas, como la vaji-lla de mesa de tipo fenicio –engobe rojo, cerá-mica clara o gris– u otras importaciones griegaso etruscas, son anecdóticas en los contextos(Ramon, 1994-1996: 400; Gracia, 2000: 273;Bonet, Mata, 2000; Sanmartí et al., 2000: 310;Oliver, 2004: 107), pero su presencia puntualpermite constatar que las piezas llegaban y queno es un área marginada de los circuitos de in-tercambio (Vives-Ferrándiz, 2005: 168).

Evaluar el significado de esas importacionesen la esfera indígena depende del análisis de lanaturaleza de los bienes importados junto a loscontextos de uso, esto es, los patrones de con-sumo. Los bienes de prestigio no actúan por sísolos, ni sus significados son fijos, sino que susvalores dependen de quienes se los otorgan. Losintercambios expresan, así, la particularidad deuna situación entre una expansión comercialprotagonizada por los grupos fenicios y los inte-reses de ciertos grupos indígenas en asenta-mientos que controlan las vías de comunicacióny ya existentes desde el Bronce Final como Vina-rragell (Burriana, Castellón), Torrelló del Bove-rot (Almassora, Castellón) u Orpesa la Vella. Y

subrayo «intereses» porque se dan, como vere-mos, fenómenos locales en los cuales los obje-tos fenicios se insertan y son utilizados con finessociopolíticos e identitarios.

Las importaciones fenicias, en tanto que con-tenedores de productos alimenticios, se vincu-lan al interés de los grupos –aquellos interlocu-tores de los intercambios– por el consumoconvivial. Beber y consumir alimentos puedenser actos sociales con funciones determinadas,la más extendida de las cuales es potenciar –ymanipular– la interacción social a través de lainstitución de la hospitalidad. Esta puede pro-ducirse de muchos modos, pero lo más destaca-ble es que mediante su práctica se establecendiferentes relaciones sociales; así, se puedenproducir relaciones de reciprocidad u obligacio-nes sociales pero, al mismo tiempo, puede servirpara aumentar el prestigio y el poder social o,de forma sutil, crear vínculos de dependencia(Dietler, 1990 y 1998: 302; Sanmartí, 2004: 18;Vives-Ferrándiz, 2005: 204).

Puesto que las ánforas fenicias contuvieronprincipalmente vino cabe plantear las ventajassociales, políticas y económicas de la bebida enuna sociedad precapitalista de pequeña escala(Dietler, 1990). Sin embargo, el vino fenicio nodebió ser la primera bebida alcohólica que con-sumieron los grupos indígenas de la costa orien-tal peninsular, ya que es probable la elaboraciónde cerveza durante el Bronce Final, y con todaseguridad en el nordeste peninsular, como enGenó (Aitona, Lleida) (Juan-Tresserras, 1998).Aunque no dispongamos de más análisis en estesentido, el repertorio cerámico de yacimientosdel Bronce Final al sur del Ebro ofrece las evi-dencias materiales del consumo de bebidas. Sedocumentan copas o pequeños cuencos de ti-pología variable, diferenciados en el cuidado desu factura y decoración, en el Torrelló del Bove-rot (Clausell, 2004: 170 y 171, láms. 4, 5 y 6),Vinarragell (Mesado, 1974: 106, fig. 58; 107,fig. 59.2; 132, fig. 75.2) u Orpesa la Vella (Ba-rrachina, Gusi, 2004: figs. 2, 4 y 5) (fig. 12).La práctica de la bebida existía antes de la llega-da del vino fenicio; en consecuencia, el hechode que los grupos indígenas del Bronce Finalya tuvieran conocimiento de bebidas alcohóli-cas –con los usos sociales, económicos y políti-cos que ello posibilita– permite matizar sensi-

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3. Cómputos recogidos por Asensio (2005: 557), y Vi-ves-Ferrándiz (2005: 175).

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blemente la interpretación de la presencia de lasánforas vinarias fenicias: su demanda tenía sen-tido en el entramado social indígena.

La nueva bebida se integró en las prácticasexistentes, siendo apreciada por su similitudgenérica con las bebidas conocidas, la cervezaentre otras posibles, quizás consumida de lamisma manera, y sería un bien apropiado entérminos indígenas. Pero eso no es todo por-que, paralelamente, se identifican nuevas prác-ticas de consumo a partir de las evidencias ma-teriales de las importaciones. Las asociacionesentre las ánforas fenicias y los trípodes feniciosson recurrentes en los contextos en estudio(fig. 13) y, puesto que son morteros, cabría rela-cionarlos con prácticas de consumo, de comiday de bebida, novedosas. No podemos descartarel uso de trípodes en ámbitos culinarios comomorteros de alimentos sólidos, y por tanto vin-culados a otros contenidos de las importacio-nes, como salazones, constatados en el Torrellódel Boverot (Juan-Tresserras, 2002), u otros pro-ductos no identificados. No obstante, me incli-no a pensar que se usaron, sobre todo, para ma-chacar sustancias o hierbas para añadir al vino,consumiéndolo de este modo aromatizado oedulcorado según una práctica identificadatambién en Etruria meridional y el Lacio (Botto,2000 y 2002; Vives-Ferrándiz, 2005: 204 y ss.).La mezcla del vino con otras sustancias, por unlado puede potenciar su sabor pero, por otro,también camufla el vino picado o deterioradopor el transporte, por lo que debió de ser unapráctica relativamente extendida.

La cuestión del recipiente para beber abreotras perspectivas relacionadas con el consumoy la categorización de las importaciones fenicias.

El panorama material invita a pensar que la vaji-lla vinculada a estas prácticas conviviales estáformada por el servicio de cerámicas indígenas.Pequeñas copas o cuencos profundos realizadosa mano destacan en los contextos con importa-ciones fenicias por su tratamiento –superficiesbruñidas o alisadas e incluso a veces con decora-ción–, diferente del de otras piezas a mano,como los grandes contenedores y vasos carena-dos de perfil en S, de pastas gruesas y superficiestoscas. Las fases iniciales de los Villares (Caudetede las Fuentes, Valencia), fechadas en los siglosVII-VI a.C., ofrecen un espectacular y amplio es-pectro de piezas funcionalmente aptas para labebida: vasos hechos a mano con decoracionesincisas, pintadas, y superficies grafitadas. Otrosejemplos de copas a mano proceden de los con-textos arcaicos de Barranc de Gàfols, Aldovesta,Ferradura (Ulldecona, Tarragona) o Sant Jaume(Vives-Ferrándiz, 2005: 206) (fig. 14).

En definitiva, dado que las importaciones in-dican un interés por su consumo, en conse-cuencia la demanda se relaciona con la lógicapolítica y social de los grupos que la controlan;es selectiva, concreta y específica (Appadurai,1986: 31). Aquí, la demanda está claramenteorientada a la obtención de bienes alimenticios–sobre todo vino– por las ventajas sociales quesu posesión otorgaba en el contexto local. Losobjetos fenicios no son irresistibles por sí mis-mos, ni son causantes de cambios sociales, sinoque se canalizan y se seleccionan de acuerdo agustos y circunstancias socioeconómicas parti-culares, de modo que el intercambio adquieresentido en el propio contexto. Igualmente, en laexpansión colonial moderna los objetos euro-peos no fueron absolutamente codiciados a lolargo y ancho del planeta, y los intercambios enlos que circularon se entienden mejor en térmi-nos propios. Por ejemplo, en las Marquesas,ciertos grupos valoraban tanto sus cerdos, rele-vantes para su consumo en fiestas, que soloaceptaron intercambiarlos a los europeos porovejas, porque se vieron como un tipo de cerdo,o por pájaros, valorados por sus plumas usadasen ceremonias; pero, en cambio, nunca se vie-ron seducidos por las hachas de hierro (Thomas,1991: 95 y ss.; Sahlins, 1985).

Volviendo a nuestro caso de estudio, la distri-bución –controlada– de estos bienes entre indí-

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Figura 12. Copas a mano de la fase del bronce final delTorrelló del Boverot (elaboración propia a partir deClausell, 2004).

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genas es la base de una estrategia encaminada ala obtención de capital social a través de la distin-ción (Bourdieu, 1979), o el mantenimiento de lasrelaciones de poder mediante la promoción deinstituciones sociales como las actividades festi-vas, porque el valor de estos bienes no reside tan-to en su acumulación sino que se adquiere en elmismo proceso de consumo o de preparación.

Las prácticas funerarias entre las comunida-des indígenas del área que nos ocupa en tornoal siglo VIII a.C. consisten en la incineración y ladeposición de los restos en urnas cerámicas enhoyos. Por ejemplo, las conocidas como «urnasdel Boverot» (Bosch Gimpera, 1953) son urnasa mano depositadas en hoyos con un plato,también hecho a mano, como tapadera.

Las evidencias funerarias del siglo VII y princi-pios del VI a.C. ofrecen un contrapunto a estepatrón. Muy cerca del lugar del hallazgo de lasurnas del Boverot, en el entorno del asenta-miento del Torrelló, se localizaron tres enterra-mientos de incineración, dos en urnas del tipoCruz del Negro y uno en una tinaja fenicia sud-

peninsular (Clausell et al., 1998: fotos 6, 7 y 14).Algo más al sur, en Llíria, las incineraciones delcollado de la Cova del Cavall o de El Puntalet seubican en tinajas de procedencia sudpeninsulare indeterminada y vasos del tipo Cruz del Negro(Mata, 1978). Otros ejemplos funerarios en laactual provincia de Castellón serían los de LaMontalbana (González Prats, 1975: fig. 3), ElGaidó (La Pobla Tornesa, Castellón) (Ripollés,1978) o el supuesto enterramiento de Zucai-na/Cortes de Arenoso.

En consecuencia, si las urnas del Boverot pue-den considerarse como el precedente en el ri-tual funerario indígena, se infiere, por tanto,que la incorporación de importaciones comournas y tapaderas no cambia en absoluto la rea-lización práctica de ese ritual (fig. 15). En defini-tiva, bien sean vasos del tipo Cruz del Negro osimilares como en los primeros casos, o ánforascomo en El Gaidó, en todos ellos se muestra unpatrón similar en la apropiación de objetos forá-neos, que están al servicio de prácticas funera-rias sin cambios en el ritual.

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Figura 13. Cuencos-trípodeimportados. Vinarragell (1-3),

Orpesa la Vella (4), El Castellet(5) (según Gusi, Sanmartí-

Grego, 1976-1978), El Palau(6), Puig de la Nau (7 y 8) y

Torrelló del Boverot (9).

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Poder, estrategias sociales y tradicionesinventadas

Al tratar cualquier aspecto de un encuentro cul-tural subyace la cuestión del modo que los indi-viduos tienen de enfrentarse a cosas y personasnuevas y cuáles son los mecanismos de valora-ción y categorización de esas novedades. Eneste punto la atención a las prácticas y las dife-rentes estrategias desplegadas para expresarlaes esencial en tanto que son marcadores deidentidad. Por ello son tan interesantes los pa-trones de apropiación, incorporación o recon-textualización de los objetos que constituyen elmundo colonial (Thomas, 1991: 186).

El desarrollo histórico de los contextos colo-niales puede analizarse a través de las relacionesde poder y los fenómenos sociales derivados desu legitimación y transmisión (Vives-Ferrándiz,2005: 219 y ss.). Aunque el ejercicio de la auto-ridad se produce de diversas maneras, en elcaso que nos ocupa son las formas de consumofestivo y los contextos funerarios los que mejorexpresan la ideología de los grupos sociales porser, sobre todo, más visibles.

Diversas prácticas sociales en los casos anali-zados se identifican como estrategias ideológi-cas de invención de la tradición (Hobsbawm,Ranger, 1983) que cumplen con una función denaturalización de la dominación bajo la formade una violencia simbólica. Hobsbawm ya seña-ló que inventar tradiciones es esencialmente unproceso de formalización y ritualización me-diante mecanismos de cohesión para estructu-rar las relaciones sociales caracterizado por sureferencia al pasado, característica que aquí seda, además, junto a la apropiación de importa-ciones fenicias y novedades materiales.

Empezaré con las celebraciones festivas y elconsumo de vino identificado en el ámbito sep-tentrional. El uso de trípodes frente a otros mor-teros para ejecutar la práctica de beber vinoaromatizado es una diferencia pertinente. Cual-quier mortero podría haber servido para este finpero se trata de una cuestión que va más allá delo funcional; lo conveniente es realizar estapráctica con el trípode porque supone un crite-rio de distinción en la práctica de bebida indíge-na. La prueba es que hay un interés por el usodel trípode en contextos específicos, bien sean

trípodes de importación –los primeros que lle-gan–, o bien producciones locales que inclusopueden coexistir con los anteriores. Y además eluso de copas a mano para beber –muestra delconcurso de la lógica indígena en estas prácti-cas– es, desde mi punto de vista, la expresión deuna continuidad con el pasado indígena, que yaconocía la existencia de bebidas alcohólicas.

Por ello defiendo que la adopción de unapráctica de consumo de vino aromatizado es, ala vez, una novedad y una tradición: una inven-ción de la tradición esgrimida por los gruposdominantes porque ofrece un mecanismo dedistinción, de cohesión social y consagracióndel poder. Novedad en el uso del vino y del trí-pode, y tradición en la copa o en la misma prác-tica de bebida alcohólica. Los elementos decontinuidad con el pasado son importantes por-que otorgan la idea de tradición, naturalizan losactos y los mensajes y disimulan los cambios so-ciales a los que estos grupos se quieren seguirvinculando. Esta hibridación de elementos nue-vos y tradicionales indica una ambigüedad delritual propia de un trabajo ideológico de natura-lización.

Otros ejemplos de tradiciones inventadas co-rresponden a los rituales funerarios. En el casode Les Moreres, el ritual funerario del grupo (ogrupos) enterrados es ambivalente porque, porun lado, se reclama heredero del pasado al en-terrarse en el mismo espacio y con un ritual si-milar al precedente, pero introduciendo una in-novación en el uso de piezas a torno. Desde mipunto de vista, el concepto de invención de latradición es aplicable a este caso porque es elo-cuente la conexión con el pasado de estos gru-pos en un contexto –doméstico y productivo–de cambios significativos, ya que se identificanpatrones de hibridación. Se ponen en marchaestrategias ideológicas con el objetivo de simbo-lizar la cohesión de grupo a través de prácticasconservadoras. En otras palabras, se busca elmantenimiento de la doxa como el conjunto dedisposiciones y estructuras dadas por sentado(Bourdieu, 1994: 129) en prácticas que remitenal pasado.

En Les Casetes, por otra parte, se entierra alos componentes de un grupo social que utilizaideológicamente el espacio funerario para cons-truir sus identidades en una sociedad en que era

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conveniente que las diferencias entre gruposfueran remarcadas. Los objetos particulares y lasestructuras funerarias sin paralelos en el entornose combinan con un ritual particular y ostentosoporque, en conjunto, son una garantía de dis-tinción. Grupos con cierto poder instauranprácticas distintivas para instituirse, constituirsey reforzarse, que supusieron el inicio de un pro-ceso de competición y exhibición social crecien-te. Afirmando de manera conspicua su posicióna través de la ostentación y el gasto o la acumu-lación, se crean signos de estatus reconocidospor la formación social y a través de los cualesuno se da a conocer y se hace ver ante los de-más (Bourdieu, 1980: 226). Las tumbas analiza-das son indicadores arqueológicos de indivi-duos dominantes –habría que ver si tambiénaglutinan linajes– pues concentran símbolos deriqueza para definir quién tiene el poder y la au-toridad, siguiendo un patrón conocido y repeti-do para el cambio cultural que se asocia con elfenómeno orientalizante (Aubet, 2005: 121).

Al igual que en los casos anteriores, la conti-nuidad con el pasado otorga tradición y natura-liza los mensajes. Ahora bien, al formar parte dela propia estructura colonial, la ideología quetransmiten es, paradójicamente, una ideologíahíbrida porque ellos mismos eran ya grupos cul-turalmente híbridos. Este fenómeno supone unejemplo de la potencialidad subversiva de lahibridación (Van Dommelen, 2006), que se ex-presa en términos de ambivalencia y ambigüe-dad en la negociación de las identidades socia-les en el contexto colonial meridional.

Consecuencias de los encuentros: nuevosmundos e identidades

Este trabajo ha pretendido mostrar que un en-cuentro cultural puede ser examinado desdepuntos de vista que superen las perspectivasaculturacionistas y las clasificaciones simplifica-doras que basan en la etnicidad la variable esen-cial, casi la única, para analizar los grupos impli-cados. Además, dar etiquetas étnicas fijas a losobjetos contribuye a situar el debate en un ca-llejón sin salida, de modo que conviene huir deesencialismos al confrontar objetos y cultura(Upton, 1996: 3; Jones, 1997: 123).

Otras posibilidades para entender los gruposen contacto pasan por estudiar prácticas y dis-tinguir los usos que tuvieron los objetos y los ob-jetivos asociados (imitaciones, resistencias, adhe -siones) en la construcción de las identidades y ladinámica de las relaciones de poder. Así se pe-netra en las relaciones sociales y grupos de esta-tus, género, parentesco o afiliaciones que defi-nieron el espacio social. En este caso, se hanexaminado las dinámicas del encuentro colonialentre indígenas y fenicios en el País Valencianoplanteando que ante la presencia de nuevosgrupos y nuevos contextos sociales la repeticiónde las prácticas (habitus, siguiendo a Bourdieu)se modifican o transforman, pues se trata de ha-cerlos significativos para los grupos implicados(Lightfoot et al., 1998: 201; Vives-Ferrándiz,2005: 41).

La presencia fenicia en los valles del Segura yel Vinalopó supuso un nuevo marco de relacio-nes sociales, no solo para los recién llegadossino también para las comunidades indígenas,que además eran socialmente heterogéneas. Latransformación se identifica en nuevas formasculturales y elementos materiales que no sonsolo el resultado de imitaciones, sino un cambiocultural que entiendo en términos de prácticashíbridas como efecto de prácticas de diferentesorígenes y tradiciones.

Por ejemplo, algunos objetos en contextosdomésticos pierden su sentido original –si esque tienen alguno...– y contribuyen a expresarla visión del mundo y los valores sociales decada segmento social. Así, la coexistencia de ce-rámicas a mano y a torno, de tipologías indíge-nas y fenicias y al mismo tiempo con imitacio-nes y producciones híbridas en varios sentidos,no pueden adscribirse a un grupo social par-tiendo de una dualidad fenicios-indígenas; encambio, se explican mejor vinculándolas a rela-ciones sociales dinámicas –de género, edad,parentesco o estatus– que, no obstante, sonsusceptibles de ser más definidas en la docu-mentación material. El análisis de la vajilla deLos Saladares o Peña Negra muestra que latransformación operó en la práctica diaria de laesfera doméstica. Vasos, platos o cuencos, to-dos ellos elementos de uso diario en la alimenta-ción de los grupos que allí habitaron, participa-ron activamente en las relaciones sociales de los

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individuos, relaciones pendientes de definir entodas sus dimensiones.

La intensidad del contacto a partir de la insta-lación de población foránea y las relaciones deinterdependencia diversas permiten pensar enla existencia de uniones y alianzas mixtas paraámbitos domésticos (Peña Negra, Saladares) oalianzas socioeconómicas en ámbitos producti-vos (Peña Negra, Monastil, Benimaquia). Si asífuera, y es muy posible, no tiene sentido debatirsi el descendiente de una unión mixta es fenicioo es indígena en términos absolutos y duales.Desde luego que el grado de integración entrelos sectores sociales condicionará las estrategiasde cada unidad familiar, grupo o segmento so-cial, pues cada grupo percibirá el contexto acor-de a su situación (Lightfoot, Martínez, 1995;Van Dommelen, 2006). Las relaciones de poderintroducen conceptos transversales más allá delcriterio étnico: siguiendo a Gramsci, por ejem-

plo, una distinción relevante es la que se produ-ce entre dominante y dominado (Crehan, 2004:129) aunque también podemos pensar en otrasdistinciones en base al género, el estatus o laedad.

Para el ámbito septentrional he defendidoque las importaciones son la expresión de uncapital simbólico –como forma de dominacióny ejercicio de autoridad– que ciertos gruposcontrolan porque podían hacerlo debido a que,sencillamente, los mecanismos internos de de-sarrollo son previos a su llegada. El comercio fe-nicio no causa los cambios en las comunidadeslocales, sino que éstas ya estaban en proceso decambio. Ciertos grupos indígenas aprovechanlas posibilidades de promoción social que la ca-nalización –¡y restricción!– de nuevas relacionessociales les ofrece.

La capacidad de apropiarse de las importa-ciones por parte de los indígenas es un proceso

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Figura 14. Copas a mano de Barranc de Gàfols, Sant Jaume, Los Villares, Aldovesta y La Ferradura (elaboraciónpropia a partir de Sanmartí et al., 2000; Garcia i Rubert, Gracia, 2002; Mascort et al., 1991; Maluquer, 1983).

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de reinterpretación creativo y dinámico (Tho-mas, 1991: 105; Dietler, 1998: 300) que impli-ca la puesta en marcha de estrategias conserva-doras para mantener un orden existente; peropor otra parte, los artefactos también puedencrear valores nuevos. Ilustran el primer casociertas importaciones que se asimilaron a valo-res existentes de consumo de bebida, comoevidencia el uso de la copa a mano, y de ahí suinterés. Pero además eran objetos novedosos yostentaban por sí mismos la distinción, lo cualabre las perspectivas del segundo fenómeno,con la creación de valores nuevos; por ejemplo,en el simple consumo de vino, asociado a lasbebidas conocidas por los grupos indígenaspero que ciertas esferas sociales, en conexiónprivilegiada con los comerciantes de esos pro-ductos, beben de un modo específico mediantela adición de sustancias machacadas en los trí-podes. Se definen, así, diversas prácticas de be-bida que naturalizan divisiones de grupo o cla-ses, pues en este tipo de sociedades los círculosde relaciones se segmentan a través de estilosde consumo (Goody, 1995: 239). Estos ejem-plos muestran que el significado de la cultu-ra material importada no es estable sino quedepende de los contextos en los que se en-

cuentra, los cuales determinarán su tratamientoy uso.

En las situaciones de contacto cultural se trans-forman ámbitos sociales, pues todos los gruposencuentran escenarios para re-negociar identi-dades en las prácticas diarias. El poder explicati-vo de la teoría de la práctica radica en la repro-ducción de prácticas culturales (unas repetidasdiariamente, inconscientes; pero otras conscien-tes, manipuladas buscando un fin determinado)que deja lugar a la creación de nuevas, cuya ca-racterística más destacable es que encajaronaceptablemente en sus percepciones de aquelloque podrían considerar propio. Muchas lecturas,en cambio, siguen encuadradas en conceptosestáticos como «fenicio» o «indígena».

Al respecto, un concepto clave es que semantienen los principios organizativos o visio-nes del mundo propias, adaptándolas en unnuevo contexto social. No estamos simplemen-te ante un espacio criollo o hibridado de mane-ra consciente y uniforme –ello haría caer estalectura en lo que precisamente pretende adver-tir– sino que se siguieron haciendo cosas segúncategorías culturales percibidas acerca de lo co-rrecto, del sentido común como lo define Bour-dieu. Las prácticas son extraordinariamente se-lectivas, y un ejemplo destacable es el de labebida sin copas fenicias del ámbito septentrio-nal: en este caso, claramente, no hay voluntadde establecer un servicio de mesa a la fenicia,posiblemente porque se mantuvieron aquellosprincipios organizativos.

He pretendido desmarcarme de lecturas queprivilegian fronteras étnicas esencialistas y ven laaculturación como transformación unilateral –einevitable– de culturas indígenas. Entiendo quelos cambios identitarios no son unidireccionalesni estáticos sino que responden a procesos diná-micos en los que el consumo de cultura material(del tipo que sea, fenicio o indígena) se hace dediversas maneras, puesto que los grupos en con-tacto desplegaron diferentes estrategias para de-finirse. Esas estrategias no estuvieron simple-mente encaminadas a convertirse en fenicios, o aresistir la cultura fenicia y a seguir siendo indíge-nas, sino a construir su propia identidad.

INTERCAMBIOS Y CONSUMO EN ESPACIOS COLONIALES: DOS CASOS DE ESTUDIO...

Figura 15. Apropiación de las importaciones en lasprácticas funerarias del ámbito septentrional.

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