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291 Influencia del puñal de filos curvos en el origen del pugio romano Roberto De Pablo Martínez Universidad de Valladolid RESUMEN Este artículo se centra en demostrar la relación entre el pugio romano y el puñal de “filos curvos”. A nuestro entender todos los elementos existentes en el pugio romano que no se encuentran en el puñal bidiscoidal fueron tomados en su mayoría del puñal de filos curvos. Palabras clave Pugio; puñal de filos curvos; puñal bidiscoidal; ejercito romano; Duero. ABSTRACT This paper is to provide the relationship between the roman pugio and the “filos curvos” dagger; from this weapon has been taken all the elements which aren´t in the “bidiscoidal” dagger, but they are present in the pugio dagger. Keywords Pugio; “filos curvos” dagger; bidiscoidal dagger; Roman Army; Duero.

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Influencia del puñal de filos curvosen el origen del pugio romano

Roberto De Pablo MartínezUniversidad de Valladolid

RESUMENEste artículo se centra en demostrar la relación entre el pugio romano y el puñal de “fi los curvos”. A nuestro entender todos los elementos existentes en el pugio romano que no se encuentran en el puñal bidiscoidal fueron tomados en su mayoría del puñal de fi los curvos.

Palabras clavePugio; puñal de fi los curvos; puñal bidiscoidal; ejercito romano; Duero.

ABSTRACTThis paper is to provide the relationship between the roman pugio and the “fi los curvos” dagger; from this weapon has been taken all the elements which aren´t in the “bidiscoidal” dagger, but they are present in the pugio dagger.

KeywordsPugio; “fi los curvos” dagger; bidiscoidal dagger; Roman Army; Duero.

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Desde hace unos años el interés por el origen del pugio romano

parece haber crecido de manera ex-ponencial respecto a las décadas an-teriores, pasando a ser casi un tema de actualidad dentro del estudio del armamento romano. Son varios los investigadores que han aborda-do el tema de manera pormenori-zada y desde diferentes puntos de vista, llegando incluso por caminos distintos (Quesada, 2006 y 2007; Kavanagh, 2008; Fernández Ibáñez, 2008; Kavanagh y Quesada, 2009; De Pablo, 2012; Fernández, Kavana-gh y Vega, 2012; Saliola y Casprini, 2012). Esto ha hecho que en una dé-cada el estudio sobre el arma roma-na haya avanzado mucho, motiva-do entre otras cosas por el hallazgo de piezas nuevas o el estudio de las armas que dieron origen al mismo.

Salvo Marcial, en su escueto y enigmático epigrama (Libro VI, Epigrama XXXIII), los autores gre-colatinos, al contrario de lo que ocurre con el gladius hispaniensis (Quesada, 1997a: 42-44; 2007: 391-398), nunca llegaron a incurrir en el origen del puñal romano, y mucho menos en que sus raíces se hundie-ran en la Península Ibérica. No obs-tante, hace ya casi un siglo, la reali-dad arqueológica permitió plantear a Sandars (1913: 64) y más tarde a Schulten (1914-1931: 214-215) el origen hispano, señalando la simili-tud entre la empuñadura del puñal bidiscoidal y pugio. En esta misma línea, en cuanto a la génesis del pu-ñal, se movieron los trabajos poste-riores de Schüle (1969: 106), Cabré de Morán (1990: 221-222), Feugère (1994: 163), Connolly (1997: 56),

Quesada (1997b: 300 y 302), Filloy y Gil (1997: 138) o Bishop y Coulston (2006: 56-57). En estos estudios se aceptaba siempre el origen hispano del arma, aunque con importantes matizaciones acerca de la forma de la hoja, ya que Sandars descono-cía puñales bidiscoidales con ho-jas pistiliformes, o sobre el modo de adquisición. Teoría esta que se muestra en consonancia con las fuentes literarias clásicas, las cua-les constatan un profundo contacto entre romanos y celtiberos desde la Segunda Guerra Púnica, pasando por las Guerras Celtibéricas, hasta la conquista total de la Celtiberia a principios del siglo I a.C. e incluso cuando Roma utilizó tropas auxilia-res celtíberas.

Hoy día nadie duda del origen hispano del pugio, del puñal bidis-coidal como pieza de origen de la daga romana y del Alto Duero como lugar de adquisición del arma indí-gena que influenció en su creación.

Fig.1 – Tipos de alma o base de la empuñadura en los pugiones (Saliola y

Castrini, 2012)

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Sin embargo, todavía quedan cabos sueltos que hacen que la evolución entre el bidiscoidal y el pugio no sea tan clara como se podría desear; algo de lo que se han percatado ya varios autores (Quesada, 2006: 76-77 y 2007: 387-391; Kavanagh, 2008: 66-69; Fernández Ibáñez, 2008: 111-115; Kavanagh y Quesada, 2009; De Pablo, 2012: 51-52) y que hemos intentado abordar en un trabajo re-ciente. En ese trabajo tratábamos de incluir en el origen del pugio roma-no el puñal de filos curvos, que pa-rece ser la pieza clave para entender la génesis del puñal romano.

Antes de abordar las influen-cias del puñal de filos curvos sobre el pugio, haremos un breve repaso por el modelo que ha sido conside-rado como origen único del puñal romano y volveremos a poner so-bre la mesa las diferencias entre el puñal bidiscoidal y el pugio, para finalmente introducir el puñal de filos curvos (De Pablo, 2010). Esta daga la entendemos como una pie-za clave para entender el origen de aquellos elementos del pugio que no están en el puñal celtibérico y que bajo nuestro entender fueron toma-dos del puñal de filos curvos.

EL PUÑAL BIDISCOIDAL CELTIBÉRICO

El puñal bidiscoidal es originario de la Celtiberia y se extendió a lo largo del Sistema Central llegando a formar parte, no solo de la pano-plia de las poblaciones de celtibe-ras, sino también de las vettonas, desde la tercera centuria a.C. hasta la conquista romana. Estos puña-

les tienen hojas de morfología pis-tiliformes, triangulares y de filos paralelos, con unas dimensiones medias en torno a los 15/21 cm de longitud y los 4/5,5 cm de anchura máxima. Si bien la parte más singu-lar del arma es la empuñadura, has-ta el punto de ser la parte del arma que le da nombre. La empuñadura construida sobre una lengüeta y formada por dos cachas metálicas con dos discos dispuestos de mane-ra vertical ―uno en el pomo y otro en el puño―, a las que habría que sumar otras dos cachas, normal-mente orgánicas, colocadas entres las metálicas y la lengüeta y unidas todas ellas por unos remaches de hierro. Finalmente, las vainas es-tán compuestas por un armazón de cantoneras de hierro, unidas en la embocadura y en el centro por dos puentes y en la contera por un re-mate macizo de forma circular. Para su suspensión, a uno de los dos la-dos de los puentes, se disponen ani-llas por las que pasaría un tahalí de cuero. Estas anillas podían variar de posición, hasta de tres formas di-ferentes, con el fin de conseguir que el portador del puñal lo portara en el lugar deseado.

Por lo tanto, a tenor de los rasgos propios de los puñales celtibéricos y teniendo en cuenta las caracterís-ticas de los pugiones altoimperiales (Saliola y Casprini, 2012: 47-56), la relación entre ambos es obvia. Esta relación se encuentra sobre todo en su extraordinario parecido de la em-puñadura y en menor medida de la hoja. Asimismo, si a los indudables parecidos morfológicos sumamos que el bidiscoidal era un arma pro-

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pia de las gentes de la Celtiberia al menos desde el siglo III a.C. y que el ejército romano durante las Gue-rras Celtibéricas entraría en contac-to con esta daga, se situaría el puñal celtibérico en una situación inmejo-rable como pieza base en la forma-ción del pugio.

Sin embargo, una vez que des-montamos el puñal romano y nos adentramos en las características de la propia daga, de la vaina y de la suspensión, observamos importan-tes diferencias entre uno y otro. Y es que, desde la adopción del puñal bidiscoidal por algunos soldados romanos en la Celtiberia durante el siglo II a.C. a modo de trofeo o botín (Quesada, 2007: 391), hasta la aparición del pugio en época au-gustea como parte del armamento reglamentario del ejército romano, hay un lapso de cien años. Esta cen-

turia, en la que habría que centrarse para conocer ese supuesto proceso de evolución de un arma a la otra, que explicara además las divergen-cias tipológicas a las que aludíamos más arriba, a día de hoy se presenta como una laguna arqueológica.

A continuación resumimos las diferencias morfológicas y estruc-turales a las que acabamos de hacer referencia (Quesada, 2007: 387-391; Kavanagh, 2008: 66-69; Kavanagh y Quesada, 2009; De Pablo, 2012):

En la daga:

• Las hojas en los pugiones son mayoritariamente pistilifor-mes, mientras que los ejem-plares celtibéricos presentan también hojas triangulares y de filos paralelos (Kavana-gh, 2008: 50-52).

Fig.2 – Puñal de filos curvos, contexto desconocido. Museo de Armería de Álava.

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• Algunas hojas presentan acanaladuras en su superfi-cie, ausentes en los puñales celtibéricos, caso del puñal de Leeuwen (Ypey, 1960-1961: fig. 12), Nijmegen (Bogaers y Ypey, 1962-1963: fig. 9) o Hedegard (Saliola y Casprini, 2012: núm.199).

• El tamaño de las hojas crece, teniendo la mayoría de los pugiones más de veinte cen-tímetros.

• Los hombros de la hoja no solo se presentan caídos como en los modelos celti-béricos, sino que forman án-gulo recto respecto al eje de la hoja, apareciendo rectos.

• La empuñadura se monta en algunas ocasiones sobre una lengüeta y en otras so-bre una espiga de sección rectangular (Saliola y Cas-prini, 2012: 50-51, Fig. V/9) (Fig.1), tal como muestra un ejemplara de Vindonis-sa (Saliola y Casprini, 2012: 50, Fig. V/8) o en uno de los puñales de Usk (Scott, 1985: 206, fig. 2, 65).

• Los pomos en forma de D invertida o semicírculo son los que caracterizan al puñal romano, frente a los pomos discoidales típicos del mo-delo celtibérico.

• Los pomos de algunos pu-ñales están rematados por una o más virolas esféricas o hemisféricas, como vemos claramente en los puñales de Allériot (Bonnamour y Fer-noux, 1969: fig. 1 y 4), Obe-

rammergau, Mainz-Wei-senau (Bishop y Coulston, 2006: Pl. 1, fig. 42.4) o Velsen (Morel y Bosman, 1989: figs. 7 y 9A).

En la vaina:

• La vaina, construida en los modelos celtibéricos por cantoneras en los laterales y unos puentes de hierro que las unían, pasa a estar constituida por dos grandes láminas enterizas decoradas que cubren toda la superfi-cie de la hoja con un cuer-po de madera o, en menor medida, de cantoneras de hierro como el caso de Allé-riot (Bonnamour y Fernoux, 1969: fig. 1 y 4).

• La vaina presenta cuatro y no dos anillas de suspensión como en los bidiscoidales.

• La funda se remata en la contera por un disco hueco, inexistente en los ejemplares celtibéricos.

• El sistema de suspensión de vaina también es diferente, mientras que en el puñal celtibérico va colgado me-diante un tahalí de cuero que cruza las anillas coloca-das en sus lados, la vaina del pugio queda suspendida por dos pequeños tahalíes metá-licos articulados en el lado izquierdo de la cadera, algo que queda perfectamente constatado en las estelas de los legionarios y auxiliares Flavoleius Cordus, Petilius

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Fig.3 – Puñal y vaina con tahalies de la tumba 27 de La Cascajera(Ruiz Vélez, 2005: Fig. 10).

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Secundus, Firmus y Annaius Daverzus (Bishop y Couls-ton, 2006: fig. 150) en el limes germánico.

• Las vainas de los pugiones tienen una rica decoración de damasquinados y esmal-tados; decoración escasa o nula en las fundas celtibéri-cas.

Todas estas diferencias entre las dos dagas hacen que hablemos de un hiato arqueológico entre el paso del ejercito romano por la Celtiberia y su contacto con el puñal bidiscoi-dal y la aparición del pugio como un arma más de la panoplia roma-na, en torno al cambio de Era. Este hiato, localizado cronológicamente en el siglo I a.C., ha intentado ex-plicarse con algunos documentos arqueológicos que bajo nuestro punto de vista son insuficientes, estos son el puñal de Alesia (Luik, 2002: 88, fig. 52, 6), la estela del cen-turión Minucius Lorarius en Padua (Bishop y Coulston, 2006: fig. 22), el puñal de Titelberg (Vanden Ber-ghe y Simkins, 2001), la vaina de Basel (Helmig, 1990) o la moneda de Marco Junio Bruto conmemo-rativa del asesinato de Julio César (Kavanagh, 2008: 79, fig. 23). Bajo nuestro entender estas diferencias entre los dos puñales vistos arriba se explican introduciendo un nuevo modelo en el origen del pugio, y este modelo es el puñal de filos curvos, una pieza que posee la mayoría de los elementos que, carentes en los bidiscoidales, se encuentren en los pugiones altoimperiales. Por su par-te, tampoco debemos descartar los

documentos arqueológicos vistos arriba para comprender el origen de la daga romana, al contrario es-tas piezas pueden ser utilizadas, como piezas de transición, para comprender mejor la génesis de la daga romana a partir de los dos mo-delos indígenas hispanos.

Por ello, y bajo nuestro punto de vista, la lectura que ha impera-do hasta el momento sobre el ori-gen del pugio, basada únicamente en el puñal bidiscoidal, se presenta incompleta. Con ello no se quiere decir que sea erróneo hablar de su origen en el Alto Duero y del puñal bidiscoidal como una importante pieza en el proceso de formación, sino que consideramos que se ha caído en la sobrevaloración de am-bos factores, sobre todo del segun-do, y en el olvido del resto de los pueblos de la Meseta Norte y en particular de su armamento, dife-renciado del celtibérico e igualmen-te capaz de influir en el armamento romano.

EL PUÑAL DE FILOS CURVOS

Este puñal, extendido por el Duero Medio y el Alto Ebro, formó parte de la panoplia de los pueblos indí-genas de esa zona, como autrigo-nes, vettones, vacceos o berones, desde fines del siglo III a.C. hasta la conquista por Roma. Esta daga presenta una gran uniformidad en casi todos sus los elementos: puñal, vaina, tahalíes y broche y placas de cinturón. Las dagas (Fig. 2) tienen un hoja pistiliforme, con nervadura central, sección plana, filos bisela-dos, unas finas estrías que surcan

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la superficie paralelas a los filos en número de 4 a 6 y hombros que hacen ángulo recto con el eje de la pieza. Las hojas tienen una longitud localizada entre los 17 y los 24 cm, sin incluir la espiga, y una anchura que puede ir de los 4 a 6 cm, siendo su valor más común los 4,5-5 cm. El alma de la empuñadura es una es-piga, de sección rectangular, que fue la base para colocar los tres ele-mentos que conformaron la empu-ñadura ―guarda, puño y pomo que remata en una virola―, los cuales, cuando no hechos en material orgá-nico, están realizados con láminas metálicas de bronce en el anverso y de hierro en el reverso. Las vai-nas (Fig. 3) están formadas por un armazón de cantoneras en hierro y dos láminas enterizas ―general-mente de bronce la delantera y de hierro la trasera―, con dos puentes, uno en la embocadura y el otro en la parte media, donde se unen con las cantoneras mediante remaches, y un disco en la parte inferior, que forma junto con las cantoneras una contera discoidal hueca. La última pieza que conforma estas vainas es el denominado elemento en S, este, colocado en la parte trasera tiene como función facilitar la suspen-sión de la vaina a la vez que apor-tar una inclinación de 45º respecto al eje de la vaina. El elemento en S está rematado en sus extremos por dos anillas en las que se agarran dos pequeños tahalíes metálicos, que unirían el cinturón con la funda. El conjunto se completa con un broche de cinturón, de forma rectangu-lar, perfil arqueado, extremo distal apuntado rematado en un gancho

y chapado en bronce (en algunas ocasiones excepcionales el chapado se hace con pequeñas laminitas de oro), al que se le unen unas placas articuladas por bisagras.

Como decíamos arriba este pu-ñal muestra muchos de aquellos elementos que, ausentes en el bi-discoidal, se encuentran en el pugio. Elementos comunes que considera-mos son las influencias del puñal del Duero Medio en el puñal roma-no (Fig. 4 y 5):

En la daga:• El montaje de la empuñadu-

ra sobre una espiga (Fig.4). • Los hombros de la hoja le-

vantados formando ángulo recto respecto al eje de la pieza. Asimismo estos no se perforan para fijar la guarda de la empuñadura.

• Las acanaladuras en la su-perficie de la hoja.

• Hojas exclusivamente pisti-liformes.

• El pomo de los dos puñales se remata con una o tres vi-rolas, en muchas ocasiones con una morfología sor-prendentemente similar. Por ejemplo, encontramos una virola hemisférica en el pugio de Oberammergau (Bishop y Coulston, 2006: Pl. 1) y en el puñal de filos cur-vos de la tumba 187 de Las Ruedas de Pintia (De Pablo, 2010; Fig. 5); o tres virolas de cuerpo troncocónico y cabeza esférica en el pugio de Utrecht (Ypey, 1960-1961: fig. 5) y en el puñal de filos

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curvos de la tumba 11 de La Cascajera (Ruiz Vélez, 2005: Fig. 7, Lám. IV). No obstante aún se queda sin explicar al-gunos otros aspectos, como el pomo semicircular o en forma de D invertida, del que podemos puntualizar ciertas cosas al respecto. Es difícil rastrear cualquier re-lación entre los pomos semi-

circulares y los puñales de filos curvos, pues el pomo es el rasgo menos conocido de estas dagas, por lo que hay que suponer que estuvo hecho en la mayoría de los casos de material orgáni-co. Aunque puede resultar arriesgado, si acudimos a aquellos puñales que prece-dieron a los de filos curvos,

Fig. 4. Influencias de los puñales indígenas sobre el pugio; 1. Puñal bidiscoidal de la tumba 512 de la necrópolis de Carratiermes (Montejo de Tiermes, Soria)

(Argente, Díaz y Bescós, 2000); 2. Pugio de Allériot (Bonnamour, 1990); 3. Pugio de Leeuwen (Ypey, 1960-1961); 4. Estructura interna de la empuñadura del Pugio de Usk (Scott, 1985); 5. Puñal de filos curvos de la tumba 25 de la necrópolis de La Cascajera (dibujo de L. Pascual Repiso); 6. Empuñadura del puñal de filos curvos

de la tumba 11 de La Cascajera (Ruiz Vélez, 2005).

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los de enmangue en espiga (De Pablo, 2010: 378-385), vemos como algunos de ellos presentan pomos semi-circulares o en D invertida, lo que nos podría dar una pista sobre la morfología de los puñales de filos curvos y el posible préstamo de estos últimos al pugio1.

En la vaina:

• La suspensión del puñal en el cinturón mediante peque-ños tahalíes metálicos en el lado izquierdo son las carac-terísticas más exclusivas y, en nuestra opinión, las que mejor sustentan la relación entre el puñal de filos cur-vos y la daga romana (Fig. 5). Estos tahalíes metálicos, no solo permiten la suspen-sión del puñal en el lado izquierdo de la cintura del soldado, como ocurre en los puñales de filos curvos, sino que también muestran una bisagra que articula la pieza.

• Las láminas enterizas que componen la vaina y forman una contera discoidal hueca presentan la misma forma. Las láminas de cubrición de la vaina del pugio muestran

1 Incluso viéndose la cronología de los puñales de enmangue en espiga, finales del S.III a.C. co-mienzos del S.II a.C., se podría apuntar la posibi-lidad de que algunos de los ejemplares pervivie-ran hasta la conquista romana, a pesar de que se hubieran dejado de fabricar hacía tiempo.

dos ensanchamientos ―uno en la embocadura y el otro en la parte media― que ac-tuarían como puentes y un disco rematando la contera (Bishop y Coulston, 2006: fig. 18.6 y 44.2-7; Saliola y Casprini, 2012: 125-127, F1-F33), una estructura idén-tica a la de las vainas de los puñales de filos curvos, aunque carente de las can-toneras en hierro que en algunas ocasiones parecen haber sido sustituidas por otros elementos orgánicos. Si bien las vainas de los pu-giones también presentan al-gunas diferencias con las de los puñales de filos curvos, ya que el elemento en S ha desaparecido, trasladándo-se las anillas a los lados de los puentes y apareciendo ahora cuatro y no dos. Esta modificación en la vaina es posible por la existencia de las láminas enterizas que absorben la presión ejercida por el cinturón como antes lo hacía el elemento en S2, permitiendo además cual-quier combinación entre las cuatro anillas, tanto paralela como diagonal, por lo que diríamos que se adopta la vaina con su sistema de sus-pensión pero se adapta a las necesidades de los legiona-rios romanos.

2 Ello explicaría además que la mayor parte de las láminas sean de hierro y no de bronce.

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Redundaría en la relación pu-gio-“filos curvos”, que este último fue el puñal que manejaron los pueblos prerromanos de la Meseta ―vacceos, autrigones, vettones o cántabros― a los que se enfrentó el ejército romano durante la primera centuria a.C., momento en el que arriba situábamos el hiato o laguna arqueológica, situándose esta arma en el lugar adecuado en el momen-to preciso.

Vistos los elementos comunes entre ambos modelos, es lógico pensar que este arma también caló entre los soldados del ejército roma-no, que, incluso después de la refor-ma de Mario, se tenían que proveer de su propio equipamiento. De la misma manera que el bidiscoidal, el puñal de filos curvos entró en el aparato militar romano y algunos de sus elementos fueron tomados por los armeros romanos para la creación del puñal legionario. Es por ello que creemos que no se debe hablar de una simple evolución del bidiscoidal-pugio, más bien, enten-demos la aparición del puñal ro-mano como resultado de un largo y complejo proceso, que tendría lugar a lo largo del siglo I a.C., en el que aparecerán nuevas dagas vincula-das al aparato militar romano que recogerán las influencias de los dos tipos de puñales hispanos: el bidis-coidal, con el que llevaban en con-tacto varias décadas y había sido adoptado por algunos soldados y oficiales romanos en la Celtiberia, y el de filos curvos, arma caracte-rística de los pueblos del Alto Ebro y Duero Medio y que en menor medida también encontró cabida

entre la panoplia de algunos legio-narios romanos. Durante este siglo I a.C. se vivirá una etapa de forma-ción del arma en la que aparecerán diferentes modelos híbridos que mezclan elementos de los puñales autóctonos a la par que incorporan añadidos que reflejan las exigencias y necesidades de los soldados ro-manos (De Pablo, 2012). Estos pu-ñales híbridos o experimentales se sucederán a lo largo de dicha cen-turia hasta que en un momento de-terminado un modelo se imponga con cierta claridad sobre los demás, siendo aceptado y entrando poco después a formar parte del arma-mento estandarizado romano. Esta formación fue proceso complejo que se vio favorecido por la situa-ción del primer siglo a.C., el fin de la conquista de la Celtiberia, el paso por el Duero Medio, con la conquis-ta de las tierras vacceas, autrigonas o vettonas3, las Guerras Cántabras, y, sobre todo, las Guerras Sertoria-nas4 y Civiles provocaron el contac-to continuo de las poblaciones del solar hispano con el ejército roma-no, contacto que se acrecentó con la incorporación de tropas indígenas en calidad de auxiliares.

No obstante, esta vinculación entre estos dos tipos de dagas no solo se reduce a unos parecidos morfológicos entre los elementos del pugio y del puñal de filos cur-vos y una convivencia entre aque-

3 Casi silenciado por las fuentes.4 Momento en el que hubo incluso alianzas con ciudades vacceas, caso de Sertorio y Pallantia (Apiano BC, I, 112).

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llos pueblos que utilizaron el puñal de filos curvos y el ejército romano sino que algunos ejemplares de pu-ñales de filos curvos han sido ha-llados en campamentos romanos utilizados ya sea por soldados ro-manos ya sea por auxiliares, incluso alguno de ellos trasformado o mo-dificado al gusto de su portador ro-mano. A continuación vemos cuatro piezas que resumen perfectamente esta relación, dos piezas halladas en campamentos romanos y otras dos transformadas para adaptarlas para los soldados romanos.

Uno de los ejemplares más des-tacados es la vaina del campamento romano de Nijmegen en Holanda (Gerharlt-Witteveen y Hubrecht,

1990: fig.15; Obmann, 2000: Taf. 46.1). A cientos de kilómetros de su área nuclear, en un contexto ple-namente romano encontramos una vaina de un puñal de filos curvos, lo que pone de manifiesto que este puñal fue adoptado por algunos soldados romanos e incluido en su panoplia personal. Si bien, lo más paradójico de todo esto es que esta vaina, junto con otra custodiada en el Romisches Germanischen Zen-tralmuseum de la ciudad de Mainz (Obmann, 2000: Taf. 46,2) también del tipo “filos curvos”, han sido incluidas por algunos autores (Ob-mann, 2000: Taf. 46.2; Fernández Ibáñez, 2008: 106, Lám. VI) como parte de sus estudios sobre la daga

Fig. 5. Influencias de la vaina del puñal de filos curvos sobre la vaina del puñal romano; 1. Reconstrucción del pugio de Velsen (Morel y Bosman, 1989); 2. Puñal y vaina de filos curvos de la tumba 27 de La Cascajera (Ruiz Vélez, 2005); Vaina

de Allériot (Bonnamour y Fernoux, 1969).

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romana, aceptando, inconsciente-mente, la relación a la que venimos haciendo referencia.

La segunda pieza de la que que-remos hablar es una cantonera de la contera de una vaina hallada en Dangstetten (Obmann, 2000: Taf. 27.2). Aunque es un fragmento pe-queño de la vaina y resulte arriesga-do identificarlo con una vaina de un puñal de filos curvos, esa manera de resolver la forma de la cantonera en la contera discoidal es muy ca-racterística de las fundas indígenas, tal y como se puede ver en las pie-zas de la necrópolis de La Cascajera (Villanueva de Teba, Burgos) que es el yacimiento con la mejor selección de estas piezas que se conoce hasta ahora5.

Pasando ya a las piezas modifi-cadas, la tercera pieza es un ejem-plar hallado en Palencia capital, de contexto desconocido, y custodiada en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid (Fernández Ibáñez, 2008: 105, fig. 26). Se trata de la lámina del anverso de la vaina de un puñal de filos curvos, con tres remaches a los dos lados de los puentes, en vez de los uno o dos característicos de estas vainas, que sujetan, a su vez, dos argollas de las que cuelgan las anillas de suspensión. Vemos cómo en una vaina de fabricación clara-mente indígena se ha eliminado el característico elemento en S para

5 También en el campamento romano de Santa Marina (Valdeolea, Cantabria), donde se ha ha-llado un pugio, se han podido documentar un ta-halí y la contera de un puñal de filos curvos (De Pablo, 2014: 290).

ser sustituido por las cuatro anillas, situadas a los laterales de los puen-tes, propias de las fundas romanas.

Finalmente, y como segundo puñal que sufrió modificaciones en su estructura originaria tenemos un conjunto de piezas custodiado en el Museo de Prehistoria y Protohis-toria de Berlín (Born, 1998: 31-33, figs. 11-15) y proveniente también de la Península Ibérica. Este es un conjunto realmente excepcional, compuesto por un puñal de hoja pistiliforme con empuñadura de ca-chas metálicas montada sobre una lengüeta, nudo en el puño y pomo semicircular, un broche de cinturón al que se le unen mediante bisagras dos placas articuladas, dos peque-ños tahalíes en hierro y una vaina de contera discoidal. Tanto la vaina, como el broche y los tahalíes pre-sentan el mismo ornato a base de pequeñas chapitas de oro, con deco-ración de triángulos llenos de perli-tas, encajadas en una base de hierro que constituye la parte útil de cada una de las piezas. Se trata induda-blemente de un grupo de piezas de producción local, pero llama la atención que no es un puñal de filos curvos más, sino que es una pieza que estuvo destinada a un miembro muy destacado de la élite, es más, hasta el momento solo se ha encon-trado un similar en necrópolis de Palenzuela. Sin embargo, encontra-mos en la daga una empuñadura cuya morfología es idéntica a la de los ejemplares romanos y en abso-luto propia de los puñales de filos curvos. Es probable que este puñal, de factura indígena, en un momen-to dado, sustituyera la empuñadura

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originaria por otra formada por dos cachas metálicas al estilo de las em-puñaduras de los modelos romanos y que ya parecían definir a los por-tadores romanos.

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Pico Naval (Castrogonzalo), y la romanización de la región de

Benavente

AMPARO VALCÁRCEL ESTORS*, JOAN GARIBO BODÍ*MANUEL VÁZQUEZ FADÓN**, VICTOR ITURBE**

JOSÉ CARLOS SASTRE BLANCO**

Universidad de Valencia*Universidad de Salamanca**

RESUMENEn el presente trabajo se presenta un nuevo yacimiento de cronología romana, descubierto en el transcurso de las prospecciones realizadas en el mes de abril de 2013 en el municipio zamorano de Castrogonzalo. Este asentamiento se loca-liza en una zona con un importante e intensivo poblamiento durante el periodo romano, donde sobresalen los asentamientos de los municipios de Fuentes de Ropel y Villanueva de Azoague, donde destaca la Dehesa de Morales. Con el presente trabajo se pretende poner en relación los diversos asentamientos con una ocupación romana, que actualmente se identifi can en Castrogonzalo (Los Cenizales y Los Paradores), con el nuevo lugar identifi cado de Pico Naval, así como el estudio de la evolución de este poblamiento hasta la Edad Media, del cual se identifi can diversos asentamientos diseminados por todo el municipio.

Palabras claveRomanización, Castrogonzalo, Pico Naval, Zamora

ABSTRACTThis archaeological work described a new Roman site, discovered by archaeo-logical surveys in April 2013 in the village of Castrogonzalo (Zamora). This ar-chaeological site is located in an area with an important and intensive settlement during the Roman period, with especial focus in diff erent sites in the villages of Fuentes de Ropel y Villanueva de Azoague, with archaeological site of Dehesa de Morales. The present work about Roman occupation in the area of Castrogon-zalo relationship the Romanization identifi ed in the sites of Los Cenizales and Los Paradores with the new site of Pico Naval. Also this work is concentrated in the study and evolution of this settlement from Paleolithic period until Medieval Age, which various settlements located around all this area.

Key wordsRomanization, Castrogonzalo, Pico Naval, Zamora

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1.- INTRODUCCIÓN

En este trabajo presentamos un nuevo yacimiento arqueológico lo-calizado al Sur del actual municipio de Castrogonzalo (Zamora). Este yacimiento fue localizado durante la prospección arqueológica reali-zada en la totalidad de este munici-pio, derivado del estudio de la par-te patrimonial del Plan General de Ordenación Urbanística (P.G.O.U.), encargado por el Ayuntamiento de Castrogonzalo. Este trabajo ha sido llevado a cabo por un equipo de arqueólogos formado por Ampa-ro Valcárcel, Joan Garibo, Manuel Vázquez, Víctor Iturbe y José Car-los Sastre.

Durante este trabajo se docu-mentaron un total de 11 yacimien-tos arqueológicos, algunos de ellos, como el que aquí se presenta, des-conocidos hasta la fecha. El con-junto de todos estos lugares aporta información de las diversas ocu-paciones documentadas que van desde el periodo Paleolítico hasta la Edad Media.

2.- UBICACIÓN, EMPLAZAMIENTO Y CARACTERÍSTICAS DEL ENTORNO

El yacimiento del Pico Naval se si-túa en la margen izquierda del río Esla, en una pequeña elevación del terreno, localizada al Sur del actual casco urbano de Castrogonzalo, muy cercano a donde hoy en día se emplazan el depósito de agua y el campo de fútbol.

El yacimiento se asienta en una terraza que se eleva sobre el río Esla, con una superficie llana y una suave pendiente con una altitud que oscila entre los 726 m y 731 m, con unas coordenadas U.T.M cen-trales (Huso 30) (Datum ED50) X: 284.136- Y: 4.651.723. La dispersión de materiales localizados ocupa una extensión de unas 4,82 Ha.

La cercana presencia del río Esla, se encuentra a tan sólo 200 m de este yacimiento, convirtiéndolo en un factor determinante para la implantación de este asentamiento.

3.- EVOLUCIÓN DEL POBLAMIENTO EN CASTROGONZALO DESDE EL PALEOLÍTICO A LA EDAD MEDIA

A partir de la prospección intensi-va que se ha realizado en el térmi-no municipal de Castrogonzalo, se registró una importante ocupación humana que iría desde el periodo Paleolítico hasta las épocas Medie-val y Moderna.

Comenzando por las ocupacio-nes más antiguas nos centraremos en el periodo Paleolítico centrado en los yacimientos arqueológicos de El Cementerio, Los Cenizales, El Vacíasilos, Piedra Hincada o Las Espinillas, donde se registra la pre-sencia de una industria lítica com-puesta por núcleos y lascas realiza-das en sílex y cuarcita. El hecho de que existan diversas terrazas en el río Esla, y por ello abundancia de materia prima para su procesado, esta zona habría sido utilizada re-

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currentemente desde el Paleolítico Medio hasta el Neolítico.

El periodo Neolítico tan sólo ha sido identifi cado gracias a los ha-llazgos efectuados en el yacimiento de La Pedredina, donde se localizan elementos líticos correspondientes con un hacha pulimentada realizada sobre cantos rodados.

En lo que respecta al Calcolítico se registra una importante ocupación, referenciada principalmente por el yacimiento de Los Paradores y, en menor medida, el hallazgo aislado de La Cuesta del Caracol. Los Para-dores de Castrogonzalo fue excavado en el año 1991, derivado de las obras de ejecución de la construcción de la Autovía A-6 a su paso por el térmi-no municipal de Castrogonzalo, su-poniendo la destrucción parcial del yacimiento. Este hecho permitió que

se excavasen tres sectores diferentes, que depararon una ocupación Calco-lítica y otra romana. Los niveles Cal-colíticos se reducen a un conjunto de fosas, con gran cantidad de restos de fauna, así como cerámicas elaboradas a mano, semejantes a las del grupo de Las Pozas (Casaseca de las Chanas) (DOMÍNGUEZ BOLAÑOS, A.: 1991).

En las prospecciones llevadas a cabo en 2013, se descubrió un ha-cha pulimentada Calcolítica (Fig. 2), que presenta claras muestras de exposición al fuego. Este elemento se localizó en una de las terrazas del Esla en la zona Noroccidental del casco urbano de Castrogonzalo. Se trata de un hallazgo aislado, que no hemos podido asociar a ningún ya-cimiento perceptible, localizándose a tan solo 100 m del río Esla.

Fig. 1.- Yacimientos localizados en el municipio de Castrogonzalo (Zamora).

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En lo que respecta a la Edad del Hierro se ha podido documentar los yacimientos de El Castillo, Las Espinillas, Los Cenizales y El Ce-menterio. El Castillo se encuentra muy alterado por las construccio-nes modernas, que han transfor-mado la fisionomía del lugar y no permite reconocer con exactitud, en la actualidad, el grado de conserva-ción del yacimiento (GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, J. A.: 1991). Sin em-bargo, sí que es perceptible en algu-no de sus cortes una gran presencia deposicional, donde se observan las diferentes secuencias de ocupación de este lugar. Este yacimiento des-taca por su posición elevada, desde donde se controla todo el territorio circundante. Si bien, no posee de-fensas artificiales visibles en la ac-tualidad, no podríamos descartar

la presencia de algún tipo de forti-ficación realizada mediante alguna muralla de adobes, semejantes a la del yacimiento de La Corona / El Pe-sadero (Manganeses de la Polvorosa) (MISIEGO TEJADA, J. C.: 2013).

Otro yacimiento destacado en este periodo es el de Las Espinillas, donde destaca la presencia de un pequeño conjunto de cerámicas rea-lizadas a mano, de características si-milares a las que se pueden recoger en El Castillo. De igual forma, en el yacimiento de Los Cenizales, nos encontramos con materiales que nos apuntan a una cronología que podría comenzar en la II Edad del Hierro.

La ocupación romana de Castro-gonzalo se encuentra representada en varios yacimientos muy signifi-cativos, como son los de Los Ceni-

Fig. 2.- Hacha Pulimentada procedente del yacimiento de la Cuesta del Caracol.

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zales, Las Espinillas, Los Paradores y el que aquí nos ocupa, Pico Naval. En el yacimiento de Los Paradores, como comentábamos anteriormen-te, los sondeos arqueológicos rea-lizados con motivo de la construc-ción de la Autovía A-6, permitió documentar una ocupación corres-pondiente al periodo romano, de la cual se descubrieron diversas fosas, una zanja interpretada como una conducción de aguas y estructuras murarías, situándose entre finales del siglo I d.C. y principios del II. d. C. (DOMÍNGUEZ BOLAÑOS, A.: 1991).

El caso de Los Cenizales, se loca-liza en el límite Noreste de Castro-gonzalo, junto al límite municipal con Fuentes de Ropel, se registró una gran área de dispersión de ma-teriales, donde se aprecia una densa

cantidad de restos arqueológicos. Es necesario recordar que muy cerca-no a este yacimiento, pero ya dentro del término municipal de Fuentes de Ropel, se localiza la denominada Dehesa de Morales, la cual, podría estar relacionada con este asenta-miento, dada la contemporaneidad de materiales entre ambos sitios (OLMO MARTÍN, J.: 1996).

Dentro de este periodo es donde se localizará el yacimiento de Pico Naval, sobre el cual profundizare-mos más adelante, centrándonos con más atención en las diferentes características de este lugar inédito.

En lo referente al periodo tar-doantiguo se documentan tres yaci-mientos: El Caballo, El Vaciasilos y La Pedredina. En este último lugar se focaliza una mayor concentra-ción de materiales arqueológicos

Fig. 3.- Prospección realizada en el yacimiento de Los Cenizales(Castrogonzalo, Zamora).

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que en el resto, encontrándose muy dispersos por una amplia extensión de terreno. Se localiza muy cerca-no al yacimiento de Los Paradores, donde se registraba una ocupación romana y Calcolítica.

En cuanto a los otros dos luga-res con materiales correspondientes a la antigüedad tardía, El Caballo y El Vaciasilos, se emplazan al Sur del municipio de Castrogonzalo, en una zona llana donde se registra una ocupación en periodos anterio-res, especialmente durante la Edad del Hierro. Entre los materiales des-tacan algunas cerámicas a torno, es-corias y restos de tégulas.

Para finalizar este recorrido cro-nológico, relativo a la Edad Media nos encontramos, en primer lugar, el yacimiento del Teso de Santa Tri-nidad, cercano al actual cementerio municipal de Castrogonzalo, donde las referencias orales situarían la presencia de una posible ermita o capilla, de la que quizás provenga su nombre actual que recibe este paraje. Se trata de un yacimiento desconocido hasta la fecha, con la presencia de abundantes materiales cerámicos, de un claro aspecto me-dieval, sin poder precisarse más su cronología. Por otra parte, El Casti-llo, situado en la zona más alta de Castrogonzalo, muy afectado por construcciones modernas, y del que ya habíamos referido una significa-tiva ocupación durante la Edad del Hierro, presenta también unos im-portantes niveles correspondientes a la Edad Media. En algunos casos, este tipo de emplazamientos eran reforzados mediante la excavación de fosos anulares, acumulando tie-

rra al interior, originando así un montículo de planta redondeada, “motas”, sobre el que se ubican las construcciones de piedra, tierra o madera, semejantes a las que se lo-calizan en Los Cuestos de Benaven-te (GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, J. A.: 1991).

4.- EL YACIMIENTO DEPICO NAVAL

El yacimiento que aquí nos ocupa es el del Pico Naval, un yacimiento desconocido hasta la fecha, y que ha podido ser documentado y estudia-do por primera vez. Se sitúa muy cercano a las últimas edificaciones de Castrogonzalo, justo antes del actual campo de fútbol, con una dispersión de materiales arqueoló-gicos recogidos en una amplia su-perficie de terreno, que alcanza una extensión de 4,82 Ha.

Los hallazgos efectuados hasta la fecha nos hablan de una ocupa-ción que se desarrollaría desde el Paleolítico, parando por la Edad del Hierro, encontrándonos con la mayor cantidad de materiales per-tenecientes a los periodos romano y tardoantiguo.

Este yacimiento se puede divi-dir en dos partes, la más amplia se encuentra delimitada por la Vereda de los Paradores, la Calle Tejares, Calle Pico y el Camino de la Pedre-dina, mientras que la otra área del yacimiento se sitúa en la unión del Camino de la Pedredina que facilita el acceso al yacimiento y una ser-vidumbre de paso. Encontrándo-nos con los materiales dispersos a lo largo de la totalidad del espacio

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Fig 4. Ubicación del yacimiento de Pico Naval.

Fig. 5.- Emplazamiento del yacimiento del Pico Naval muy próximo al depósito del agua, en subida de la Vereda de los Paradores de Castrogonzalo.

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delimitado para este sitio arqueo-lógico, localizándose los materia-les romanos y tardorromanos más dispersos por toda el área, mientras que aquellos elementos paleolíticos y relativos a la Edad del Hierro, se hallan de manera aislada.

Como se ha comentado en apar-tados anteriores, el yacimiento de Pico Naval presenta tres momentos de ocupación diferentes, que evi-dentemente no son sucesivos unos de otros. Entre los materiales más antiguos se localizaron tres piezas: un núcleo de láminas realizado so-bre canto de lidita oscura; un núcleo sobre lasca realizado sobre sílex acaramelado y de carácter unipo-lar, y por último un núcleo unipolar alternado realizado sobre lasca y cuya materia prima es la lidita. Hay que señalar que los diversos yaci-mientos localizados en zonas colin-dantes en las Terrazas del río Esla, corresponden al Paleolítico Medio, aunque no hay que descartar que puedan ser de cronología más tar-día, concretamente de periodos fi-nales del paleolítico superior. A pe-sar de la colección de materiales es escasa, la técnica observada es muy similar a la utilizada en yacimientos de esta cronología, como en el caso de Medal (Meirinhos, Mogadouro, Portugal). El hecho de que no haya yacimientos arqueológicos de cro-nología del paleolítico superior no significa que no haya poblamiento de ese momento, sino quizás, más bien una falta de estudio de estas zonas en forma de prospecciones. Como se ha referido anteriormente, el conjunto es muy limitado, por lo que es desconocido el grado de con-

servación y el tipo de yacimiento, valoraciones que sólo pueden ser realizadas una vez se hayan realiza-do sondeos de comprobación.

5. MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DE PICO NAVAL

Entre los materiales recuperados durante los trabajos de prospección efectuados en este paraje podemos destacar, como especialmente signi-ficativos aquellos correspondientes a los periodos romano y tardoanti-güo, sobre los cuales profundizare-mos a continuación. Aquellas cerá-micas asociadas a la Edad del Hierro se corresponden con unos pocos frag-mentos informes, que no nos permi-ten ahondar por lo mucho más allá de la existencia de ocupación en el local durante este período cultural. Sí que debemos destacar la presencia un lu-gar relevante como es el yacimiento de El Castillo, ubicado en la zona más elevada del municipio de Castrogon-zalo, y no muy distante del lugar en que nos encontramos con estos mate-riales, lo cual nos permite presuponer una posible relación entre ambos nú-cleos.

En cuanto a los materiales corres-pondiente a la época romana y a la tardoantigüedad, hay que incidir que son los periodos que más materiales han deparado en superficie, y los que han permitido circunscribir la ocupa-ción entre los siglos I-IV d. C., sin que se pueda asegurar que pueda am-pliarse su ocupación, hecho que sólo podrá afirmarse tras la realización de sondeos y/o una excavación arqueo-lógica.

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Entre los materiales recupera-dos destaca un fragmento de galbo de TSH decorada, siendo una forma abierta, posiblemente un bol de la for-ma Drag. 29, 30 o 37, la cual presenta una decoración realizada a molde con una línea de dos círculos concéntricos circunscritos, una moldura y encima una línea de un motivo que parece un ave de perfil que mira hacia la derecha.

También se documentan bases de TSH que presentan el pie indica-do, que corresponden a formas Drag. 15/17 o 37. El barniz tiene una colora-ción rojiza y la pasta es de coloración naranja.

Entre los galbos, encontramos un fragmento de galbo de TSH Brillante con decoración estampada forman-do líneas de V dispuestas en oblicuo. Debe corresponder a una pieza abier-

ta ya que presenta en la cara interior un bruñido aplicado en un sentido diferente al de las líneas de torno. En el exterior el barniz rojizo presenta iridiscencias con tonalidades más oscuras. En el interior la coloración es gris oscura. La pasta cocida a altas temperaturas, es alternada, gris en el interior y marrón en el exterior.

También se halló un fragmento de TSH Tardía decorada, con círculos inscritos en otros círculos, que presen-ta barniz y pasta naranja de un tono muy vivo. Así como un fragmento de borde de TSH Tardía, correspondien-te a una forma Drag. 37/4.18 (PAZ PERALTA: 1991). Presenta el borde saliente, con el labio engrosado, y una serie de molduras bajo el borde. El barniz tiene una coloración rojiza y la pasta es de coloración naranja.

Fig. 6.- Conjunto de materiales procedentes de Pico Naval (Castrogonzalo).

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También fueron recuperadas ce-rámicas comunes, destacando las ba-ses planas correspondientes a formas cerradas. Presentan un color marrón en su superficie externa, color gris en la pasta y color beige oscuro en el in-terior. Los galbos correspondientes a cerámicas comunes, presentan pastas muy depuradas, con las pastas muy anaranjadas. Entre los finos desgra-santes, se encuentran fragmentos de micas y cuarzos. Entre los materiales de construcción que hemos podido recuperar destacan varios fragmentos de bordes de tegulae, con la pestaña en acabado triangular.

Los materiales metálicos se re-ducen tan solo a dos fragmentos de escoria de hierro, que presentan un aspecto poroso.

6.- CONCLUSIONES

Como se ha podido observar el tér-mino municipal de Castrogonzalo, ha conservado varios yacimientos arqueológicos de periodos que abar-can desde Paleolítico Medio hasta época contemporánea con la actual ocupación del casco urbano. El pro-blema derivado de las prospecciones es la imposibilidad de poder conocer el grado de conservación de los yaci-mientos, que hasta que no se realicen sondeos arqueológicos, es difícil po-der especificar la entidad real de los mismos.

A pesar de esta limitación, deriva-da del método de prospección super-ficial del territorio, nos permite obte-ner un primer acercamiento sobre el modelo de poblamiento de la zona de Castrogonzalo, especialmente duran-te el periodo romano, que es donde

parece que adquiere una mayor im-portancia este núcleo.

El hecho de encontrar ocupacio-nes humanas en todos estos perio-dos culturales en el término de Cas-trogonzalo, habla de la importancia histórica derivada de su situación geográfica privilegiada y el paso del río Esla por estas tierras que le con-fieren un carácter estratégico en el paso de importantes vías de comuni-cación. No debemos olvidar que nos encontraríamos en una zona muy importante durante la época romana, por donde pasaría la Vía de la Plata, convirtiendo este enclave en un lugar significativo desde el punto de vista de las comunicaciones y el comercio.

Confiamos en que estos recientes hallazgos realizados en el municipio de Castrogonzalo puedan, en un fu-turo cercano, ser incrementados, me-diante nuevas investigaciones que permitan ahondar en el estudio y co-nocimiento de esta región.

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Sesión 7

ArqueologíaExperimental

Coordinador:Fernando Díez Martín (Universidad de Valladolid).

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PresentaciónSESIÓN 7. ARQUEOLOGÍA EXPERIMENTAL

Este tipo de reuniones sobre las investigaciones de los jóvenes investi-gadores del valle del Duero son fundamentales, y en especial sobre la

arqueología experimental, que demuestra algo que todos podemos com-probar y contrastar que es el interés y pujanza que está alcanzando la ar-queología experimental. Cuando hablamos de arqueología experimental, la propia definición de experimental nos hace pensar en algo que hacen muchas veces las ciencias más puras. La arqueología más allá de aquellos orígenes decimonónicos, donde la arqueología experimental era básica-mente réplicas de algunos objetos arqueológicos, actualmente la arqueo-logía experimental a avanzado muchísimo donde la propia arqueología experimental tiene dos vertientes, la propia científica, que nos acerca a la experimentación de otras ciencias, como la química, la física, la biolo-gía etc, en lo que pretendemos buscar marcos referenciales tan necesarios para la arqueología, para explicar nuestro propio registro. Esta parte de contrastación es esencial. Pero hay otra vertiente que se está desarrollando mucho más en estos últimos años, que es la didáctica, que en cierto modo se asemeja un poco más a esa visión de réplica a esos primeros orígenes de la arqueología experimental, sí que es cierto que tiene la idea de mostrar al público muchos aspectos d la arqueología, la prehistoria u otros momen-tos históricos para los que es difícil que la gente acceda.

La arqueología paleolítica ha tenido y tiene mucho interés por la ex-

perimentación, ya que muchos de los propios trabajos en que se están in-mersos se están dirigiendo a la propia experimentación para la búsqueda de explicaciones. En el marco de los orígenes tecnología, desde aspectos experimentales para comprender determinadas técnicas en determinados sitios, o que significan innovaciones como el Achelense, etc, hasta expe-rimentaciones desde el punto d vista tafonómico, desde la formación de paisajes faunísticos, incluso estudios d huellas de uso que tienen una ver-tiente, que necesariamente tiene que ser experimental.

La pujanza de la arqueología paleolítica es patente, pero me ha sor-

prendido gratamente que los trabajos que se presentan en estas jornadas nada tienen que ver con el Paleolítico, lo cual es importante para remarcar en este caso, como nuevamente, esta vertiente del análisis arqueológico tiene, necesariamente, que seguir avanzando en todas las líneas relaciona-das con nuestro pasado.

Fernando Díez Martín Universidad de Valladolid

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HIDROMIEL EN CONTEXTOSDE LA ANTIGÜEDADMEAD IN ANCIENT CONTEXTS

MIGUEL ÁNGEL BREZMES ESCRIBANO *IVÁN GARCÍA VÁZQUEZ *

RAÚL MARTÍN VELA ** Arbotante Patrimonio e Innovación S.L.

RESUMENLa miel y la apicultura han estado estrechamente vinculadas a las sociedades humanas desde tiempos prehistóricos. Sus derivados han jugado un papel importantísimo en el desarrollo social de muchas poblaciones. De entre los productos más apreciados destaca el hidromiel como una de las bebidas más singulares de la Antigüedad, por su carácter nutricional, sus consideraciones rituales y su signifi cado en el mundo de los muertos. El estudio integral de este particular caldo, permite aproximarnos a una actividad olvidada para la Arqueología como es la apicultura, desde diferentes ópticas: tomando como punto de partida algunos documentos rupestres, fuentes clásicas y evidencias arqueológicas, hasta la etnografía, que nos permite conocer los procedimientos y usos de la recolección de miel silvestre y la apicultura. Se completa esta vi-sión, con una experimentación sobre el hidromiel.

Palabras ClaveMiel, Hidromiel, Colmena, Edad del Hierro, Arqueología Experimental.

ABSTRACTHoney and beekeeping have been closely linked to human societies since pre-historic times. Their products have been an important role in the social deve-lopment of many populations. Among the most appreciated products mead stands as one of the most unique drinks ancient for their nutritional character, rituals considerations and their signifi cance in the world of the dead. The com-prehensive study of this particular broth, allows a missed approach to archeo-logy as beekeeping activity from diff erent perspectives: taking as its starting point some documents rock, classical sources and archaeological evidence, to ethnography , which lets us know the procedures and uses of wild honey collection and beekeeping. This view is complete, with an experiment on the mead.

Key WordsHoney, Mead, Hive, Antiquity, Experimental Archaeology.

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INTRODUCCIÓN

Presentamos un avance del proyec-to de investigación “El Hidromiel durante la Prehistoria y la Antigüe-dad”, que implica a varios profesio-nales de Arbotante Patrimonio e In-novación S.L., empresa instalada en el Parque Científico de la Universi-dad de Valladolid y la colaboración de Cervezas Vacceum S.L., Portillo Alfar y el apicultor Carlos Gatón, quienes han participado en el pro-yecto desde el primer momento. A pesar de que el proyecto aún se en-cuentra en una fase inicial, creemos interesante avanzar en este congre-so científico los planteamientos me-todológicos y los primeros pasos de la investigación.

1. MARCO ESPACIO-TEMPORAL DEL ESTUDIO Y SU TEMÁTICA

El proyecto abarca un amplio reco-rrido cronológico que comienza en la Prehistoria, al decir de las pintu-ras rupestres que muestran escenas de recolección de miel, y alcanza la Antigüedad Tardía, con algunas referencias puntuales a momentos altomedievales. Espacialmente, se centra en la Península Ibérica, con especial atención al Valle del Due-ro, pero con referencias obligadas al arco mediterráneo y a algunas sociedades tradicionales extraeu-ropeas, así como a los primitivos actuales. En lo que respecta a la te-mática, se han identificado tres ele-mentos que funcionan como sujetos históricos fundamentales que, si bien están muy relacionados entre sí deben considerarse por separado:

La miel y el subproducto del hidromiel, como sujeto de estudio: funcionalidad y propiedades. Esta parte es tanto teórica como práctica.

La figura del recolector/apicul-tor: análisis etnográfico de la figura del recolector de miel y del apicul-tor como especialización social.

Los lugares de la miel: colmenas y yacimientos. Estudio de los luga-res y estructuras asociadas a la miel, a través de la toponimia y del análi-sis de la huella arqueológica.

2. PLANIFICACIÓNDEL PROYECTO:

2.1. Objetivos

El objetivo principal del proyecto es establecer las implicaciones que la miel y el hidromiel tuvieron entre las sociedades pretéritas, tratando de aprehender las principales pautas de sociales que conllevan. Como objeti-vos secundarios, además, se fijaron los siguientes:

Dimensionar el significado de la miel y de la apicultura en la Prehisto-ria y Antigüedad, para determinar la importancia social de los individuos implicados en su proceso de recolec-ción y transformación.

Establecer una relación entre los yacimientos toponímicamente rela-cionados con la miel y la tradición apícola de esos lugares.

Rastrear los restos de miel e hi-dromiel documentados en contextos arqueológicos de la Península Ibérica

Experimentar, como medio de reconstruir el proceso, diferentes fór-mulas culinarias de la antigüedad re-cogidas por las fuentes clásicas.

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2.2. Hipótesis de partida

La observación de las célebres pin-turas rupestres epipaleolíticas de la Cueva de la Araña en Bicorp (Va-lencia), que representan una escena de recolección de miel, nos permitió plantear como hipótesis de partida la posibilidad de que en la protohis-toria del Valle del Duero, se hubiera mantenido esa práctica de recolec-ción salvaje. La obtención de miel pasa por tres estadios: recolección en colmenas silvestres, domestica-ción de enjambres, y apicultura in-tensiva. Lo interesante es determi-nar en que momento se producen estos cambios, y qué repercusiones sociales pueden llegar a tener, im-portantes sin duda, a juzgar por la importancia del producto fi nal que se obtiene. Una vez despejadas es-tas incógnitas, se deben plantear

una serie de interrogantes como son qué técnicas de extracción se empleaban, de qué manera se resol-vían los problemas de transporte, almacenamiento, utillaje, y qué tipo implicaciones metafísicas se pudie-ron alcanzar durante este proceso.

2.3 Metodología empleada

Este estudio demanda una rigurosa revisión bibliográfi ca, y un análisis toponímico de zonas selecciona-das. Como elementos analíticos, se contempla el uso de los Sistemas de Información Geográfi ca, y la es-tadística. Como método de trabajo general, el proyecto se rige por una variante del sistema MC-14, el co-nocido como Método Científi co en 14 pasos, aunque simplifi cado y adaptado a la realidad y dimensio-nes del proyecto.

Fig. 1.- Los cazadores de miel “gurung” del Himalaya, recolectando miel al modo representado en la Cueva de la Araña de Bicorp (Valencia) hace 9.000 años

Hidromiel en contextos de la antigüedad

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3. AVANCE DE LA INVESTIGACIÓN

3.1 Miel y apicultura:Estado de la cuestión

Los primeros testimonios de la caza de la miel quedan testimoniados en el arte rupestre levantino, durante el epipaleolitico. En Egipto, hacia el año 2500 a.C. ya existen petroglifos en los que se representan escenas de apicultura. El Rig Veda, libro sagrado hindú, también lo atesti-gua. Pero son las fuentes clásicas las que mejor nos informan de las bondades y beneficios de la miel, y aconsejan la manera de cultivar las colmenas y cazar los enjambres. Columela, Virgilio, Varrón y Plinio el Viejo son algunos de los más des-tacados autores que tratan el tema. En época visigoda, hay constancia de que la miel se emplea como tri-buto en el Pacto entre Teodomiro y Abdelaziz en el 713 (Miranda García y Guerrero Navarrete, 2008: 50). En la Edad Media ya existen diversos tratados de apicultura que se trans-miten hasta el siglo XIX, en que se produce una adopción generaliza-da de los paneles móviles, y se in-dustrializa el proceso productivo.

En España, la investigación so-bre la apicultura ha venido de la mano de los propios apicultores, con prácticamente ninguna apor-tación procedente del mundo de la arqueología. Palomares y chozos de pastor han sido objeto de estu-dio por arqueólogos y etnógrafos, pero el mundo de la abeja ha pasa-do desapercibido, a excepción de las continuas aportaciones de Pilar

Pérez de Udiel, quien ha realizado durante años un estudio pormeno-rizado del mundo de la apicultura y su relación iconográfica y mitológi-ca, centrándose en las primeras ma-nifestaciones de la apicultura. En Portugal y el Noroeste español exis-ten algunos estudios etnográficos sobre colmenares tradicionales. Sin embargo, existe un vacío en el aná-lisis toponímico de los yacimientos medievales, de manera que permita conocer la posible existencia de col-menas en ciertos yacimientos. De este modo, y como hipótesis, plan-teamos que topónimos como el Pico de la Colmena haría referencia a la existencia de colmenas salvajes, en tanto que topónimos como los col-menares mostrarían la existencia de una apicultura intensiva caracterís-tica del mundo romano en adelante.

El hidromielSobre el hidromiel se sabe que es una de las bebidas alcohólicas más antiguas que existen, y es anterior al vino. Su origen probablemente fue casual, al fermentar la miel al-macenada en una tinaja mezclada con agua de lluvia. Pero su uso está documentado en todos los conti-nentes. El testimonio más antiguo de hidromiel se remonta 7.000 a.C. en China, donde se han encontrado restos de miel, azúcar, arroz y fer-mento (McGovern: 2004).

En Europa, el hidromiel fue la bebida principal del mundo greco-latino, pero también de los pueblos que los precedieron. La irrupción del vino en la cultura latina favo-reció que al menos en el arco me-diterráneo, se desplace la ancestral

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bebida, quedando relegada a los pueblos bárbaros del norte, donde el clima impide el crecimiento de la vid.

El Hidromiel en lasfuentes antiguasParece ser, que los primeros encar-gados de recoger la miel en el an-tiguo Egipto, estaban protegidos por los arqueros del faraón cuando marchaban en busca de este néctar, en las zonas alejadas del valle del Nilo (Fernández, 1988: 185), (Tous-saint-Samat 1987: 49) y (Phillipe Marcheray). Posteriormente, aun-que sin precisar el momento, la miel pasa a ser cultivada en tinajas de alfarería, según un papiro fechado hacia 3500 a.C. El arte de cultivar la miel estaba en manos de los sacer-dotes egipcios, pues era la base de muchos medicamentos, y los pro-póleos y la cera se empleaban para conservar y momificar el cuerpo de los faraones. En el taller cosmético de Cleopatra, se hallaron una serie de inscripciones, y algunas vasijas con propóleos. De su excelencia cu-linaria en Egipto escribe Herodoto en el Libro II geografía (Toussaint-Sa-mat 1987: 36).

En los textos sagrados hindúes del Atharva Veda 91-258 (S. XII - X a.C.) hay citas que ponen en rela-ción el tesoro de las abejas con los dioses.

En la cultura helénica fue Aris-tóteles en su Historia de los animales (Historia animalium) quien recopiló información sobre las abejas, sus productos y su modo de actuar. Se sabe de la afición del filósofo Demó-crito de Abdera, (S. IV-V a.C.) por la miel, quien murió durante la cele-

bración de la fiesta de Ceres aspiran-do sus vapores (Toussaint-Samat: 1987, 36); o Epaneto, quien mencio-na una de las recetas más aprecia-das en la Grecia clásica, el hyma, en cuya elaboración se emplea la miel. Son frecuentes las referencias a coci-neros griegos que emplean este pro-ducto en sus recetas, como Erasis-trato, quien preparaba una especie de budín con miel llamado hypos-phagma, la cuajada con miel o hypo-trides (Toussaint-Samat: 1987, 36). La mitología cuenta cómo los argo-nautas ingerían grandes cantidades de hidromiel antes de echarse al mar, llevando grandes provisiones en sus naves, que degustaban en co-pas. El gramático greco-egipcio Po-llux, del S. II, muestra un recetario con hojas fritas rellenas de varios productos, como miel en Onomasti-co (Toussaint-Samat: 1987, 37), y era frecuente, al igual que en ocurría en Egipto, que la miel se utilizara para elaborar fármacos y perfumes (Fer-nández: 1988,188).

Fig. 2.- Escena de abejasen la Tumba de Luxor.

Hidromiel en contextos de la antigüedad

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La República Romana, tenía un gran déficit de miel, y la importaban de lugares como la península Ática. Ya en época imperial la apicultura romana goza de buena salud y co-mienza a existir un cultivo intensi-vo de la miel (Fernández 1988:190). Los autores latinos son una rica fuente de información. Columela en el S. II, narra en su tratado Res rustica las prácticas propias de la apicultura, y da cuenta de cómo se elaboran conservas y productos, en-tre ellos el hidromiel:

Se toma agua de lluvia conservada durante varios años, y se mezcla un sextario, (medio litro aproximadamen-te) de agua, con una libra de miel. Para conseguir un hidromiel más suave, se mezcla un sextario de agua con nueve onzas de miel, (250 gramos), se deja al sol durante 40 días y después se pone en una tabla sobre humo. Si no se dis-pone de agua de lluvia hay que hervir agua de la fuente.

Otras bebidas como el Aqua Mulsa Invetera, o Mulsum, mezclado con vino, eran elaboradas y consu-midas en Roma, según Plinio, quien atribuía al rey mítico Aristeo, el des-cubrimiento del hidromiel. Virgilio (70 a.C.-19 a.C.) en su obra de Las Geórgicas, presenta un tratado de agricultura, resaltando la importan-cia de la abeja a partir del mito de Aristeo. Ovidio (43 a.C.- 17 d.C.), recoge en su Metamorfosis, diversos mitos griegos readaptados a la cul-tura y modos de pensar romanos. Es interesante como narra el des-cubrimiento de la miel por el dios Baco.

Los poemas épicos de Aneirin muestran la popularidad del hidro-miel en el norte europeo, hacia el S. VI. Su obra fue conservada en un manuscrito del siglo XIII conocido como Libro de Aneirin.

Fuentes arqueológicasEl arte parietal levantino ha sido muy bien estudiado (Beltrán, 1964; y Viñas, 1984) y además de famosa escena de recolección de la Cueva de la Araña, reseñada al inicio de esta comunicación, hay más ejemplos de pinturas donde aparecen rastros de esta actividad recolectora: una esce-na en el Cingle de L´Ermita, en el barranco Fondo, adyacente al de la Valltorta en Tirig en Castellón de la Plana (Dams, 1978) donde un grupo de personas observa la recolección de la miel desde el suelo. Beltrán (1961-1962) describe cinco pinturas rupestres en el Abrigo de los Reco-lectores del Barranco de El Mortero (Alarcón, Teruel) donde parece re-presentarse un enjambre de abejas y la figura de un posible recolector, subido a lo que podría ser una es-cala o un árbol. Sin embargo, Crane (1983) lo considera un recolector de frutas (Bellés 1997: 321).

Por otro lado, aparecen abejas asociadas a una o dos personas ais-ladas en el Barranco de Valltorta, se han hallado en la Coveta de Monte-gordo, en el Cingle de l´Ermita, en el Cingle de Tolls del Puntal, en la Cova Gran del Puntal… En Tarra-gona (Cova del Mas d´en Ramon d´en Bessó, en Rojals y en el abrigo 1 de Ulldecona) y en Teruel, (abrigo de la Vacada, Cueva del Gorroso) (Dams, 1978, Viñas et al., 1983; Vi-

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ñas, 1984) Sin embargo, hay quien opina que se trata de aves o murcié-lagos (Bellés 1997: 321-322).

En otras partes del mundo po-demos rastrear pinturas rupestres con escenas de recolección de miel. En el continente africano se conocen numerosas pinturas con estas carac-terísticas, muy complicadas de da-tar, pero con un matiz similar al arte parietal levantino. En Eland Cave, o en Anchor Shelter, en los Montes Drakensberg de Sudáfrica se apre-cia la representación de los panales creados por las abejas, que apare-cen como signos cruciformes (Bellés 1997: 323). En un pequeño abrigo, cercano a Toghwana Dam, en las colinas de Matojo en Zimbabwe, la escena muestra a un recolector, em-plumado a la manera Zulú, según Toussaint-Samat (1987) que podría estar utilizando el humo pudiendo ser el documento más antiguo que nos muestra esta técnica para la ex-

tracción de miel. (Bellés 1997: 323). El humo hace que las abejas coman miel, reduciendo la tendencia a vo-lar y picar, y les obliga a huir de la colmena.

Tras el estudio de Harald Pager, a partir de las pinturas que se encuen-tran tanto en los abrigos de Anchor y de Toghwana Dam, ha propuesto identificar como panales, diversas representaciones que presentan es-tructuras ovales agrupadas. La ma-yoría de estas escenas se encuentran en Sudáfrica, particularmente en Zimbabwe. A partir de estas compa-raciones, Pagel (1976), propuso iden-tificar como paneles y símbolos rela-cionados con la recolección de miel ,los escutiformes y escaleriformes de la Cueva de Altamira, de cronología paleolítica (Bellés 1997: 323)

En la India, las pinturas rupes-tres mesolíticas de Bhimberkah re-presentan a una variedad asiática de abeja, la Apis dorsata. (Bellés 1997: 323)

En Europa, gracias al descubri-miento del vaso depositado en la cista I de Asgrohove, en Escocia, se tuvo la primera referencia sobre el uso del hidromiel en la cultura cam-paniforme, como parte del ajuar de un varón. (Dickson 1978) y (Hens-hall: 1963-4) de ahí que pronto se estableciera una relación entre los preparados de bebidas alcohólicas y las tipologías de recipientes cerá-micos (Harrison 1980: 69, 104-105) y (Sherratt: 1987, 1995). La arqueóloga y antropóloga alemana Bettina Ar-nold, estudió dos túmulos celtas, en el castro de Heuneburg, Baden-Wur-ttemberg, asociando el uso del hi-dromiel en los banquetes.

Fig. 3.- Escena de recolección de miel en el Cingle de L´Ermita (Valltorta,

Castellón de la Plana)

Hidromiel en contextos de la antigüedad

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En la Península Ibérica, pese a la escasez de datos, dispone-mos de artículos referidos a varios análisis realizados sobre cerámicas apuntan a la presencia de restos de miel fermentada, en ocasiones con cereales. El cuenco con hidromiel del yacimiento “La Calzadilla” (Al-menara de Adaja, Valladolid) es una de las escasas evidencias de la

presencia de esta bebida en el valle del Duero. El hallazgo, asociado a un cuenco con decoración simbóli-ca de ciervos, algunas decoraciones de puntillado geométrico y otros elementos de prestigio (una aguja de coser y varias espátulas óseas y un hacha pulimentada), se habrían depositado en el transcurso de al-guna celebración ritual encaminada

Fig. 4.- Escenas de caza de miel en Eland Cave (A) y Anchor Shelter (B), en los Montes Drakensberg de Sudáfrica (Pager, 1971).

Fig. 5.- Imagen de recolección de miel en Toghwana Dam (Zimbabwe).

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a dar sepultura al par de costillas humanas documentadas en el fon-do de este hoyo (Guerra: 2006). La fecha aportada nos remonta a 1750 ± 80 a.C. (GrN- 27817 = 3700 ± 80 BP) (Delibes y Guerra: 2004). La pieza que contiene hidromiel, se conserva prácticamente completa: es un pequeño recipiente de fondo muy ligeramente rehundido, ape-nas insinuando un umbo, que mide 12 cm. de diámetro y 4,5 cm. de al-tura. Bajo el borde, presenta deco-ración de trazos incisos e impresos: una cenefa delimitada por tres lí-neas incisas paralelas jalonadas por pequeñas incisiones verticales, que enmarcan un espacio central en el que discurre un doble zig-zag. El es-tudio de los residuos microscópicos ha dado como resultado la presen-cia de cebada (Hordeum vulgare L.), y también se han identificado restos de almidón del tipo Triticeae fuerte-

mente alterados por un ataque enzi-mático característico de los residuos de bebidas fermentadas elaboradas con cereales. En cuanto a los resi-duos orgánicos, se ha determinado la presencia de cera de abeja a partir de la presencia de ácido cerótico, si bien no se puede precisar si respon-de a su empleo como impermeabili-zante del recipiente, como producto allí recogido, o si evidencia restos de la presencia de miel. Por lo tanto, el vaso pudo bien contener cerveza aromatizada con miel, o sirvió para presentar cerveza e hidromiel en diferentes ocasiones (Matamala y Juan-Tresserras: 2003) y (E. Guerra 2006:69-71). Finalmente, en el Valle de las Higueras (Huecas, Toledo), existe un sistema de covachas don-de se ha detectado hidromiel en un galbo liso procedente de la antecá-mara de la cavidad 3 (Bueno et al.: 2009).

Fig. 6.- Cuenco campaniforme de La Calzadilla(Almenara de Adaja, Valladolid) que contenía restos de hidromiel.

Hidromiel en contextos de la antigüedad

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Son interesantes igualmente los datos procedentes del yacimiento de Pintia (Padilla de Duero, Valla-dolid), donde se han estudiado los recipientes incluidos como ofrenda en los contextos funerarios de la ne-crópolis de las Ruedas, consiguien-do dataciones precisas al tratarse de conjuntos cerrados en una es-tratigrafía horizontal. Estos análisis dieron como resultado, una variada gama de restos orgánicos micros-cópicos, donde entre las bebidas alcohólicas que se descubrieron destacaban el vino, la cerveza y el aguamiel, existiendo una tipología cerámica asociada a cada bebida (Romero, 2009:239-240)

3.2 Estudio ambiental para recom-poner el paisaje desde los análisis arqueobotánicos y arqueofaunísti-cos del Hierro en el Valle del Duero

Para determinar la materia pri-ma disponible en un momento y un lugar como es la Segunda Edad del Hierro en el Valle del Duero, reali-zaremos una sintesis de la informa-ción procedente de los principales yacimientos en los que se hayan realizado investigaciones arqueo-botánicas. En una primera selec-ción, se han seleccionado los yaci-mientos de La Era Alta, El Cerro del Castillo (Montealegre), Soto de Me-dinilla (Valaldolid) y el Cerro de la Mota (Medina del Campo). Todos ellos en la provincia de Valladolid.

Los estudios y análisis de se-millas, maderas y pólenes, que durante años se han realizado en estos yacimientos, nos informan de las características paisajísticas del

entorno. Así sabemos de la coexis-tencia de bosques perennifolios, y caducifolios, y la progresiva susti-tución del sotobosque y del bosque de ribera por arbustos, plantas her-báceas, y especies relacionadas con las prácticas agrícolas. Durante el I milenio a.C., hay un predominio de encinares y quejigales, que alterna-ban en las zonas frescas y umbrías, hayedos, y en las zonas de vega, olmos. Probablemente habría con formaciones de nogales, castaños y abedules, además de pinares y bos-ques riparios o de ribera que se ex-tendían por todo el valle del Duero. (Mariscal B, et al. 1995:417). Entre lso frutales, por ejemplo en la Era Alta, hay presencia de Ficus Carica, la higuera, de almendro o prunus dulcis , de guindos o cerezos, prunus avium, cerasus y de vid vitis vinífera (Buxó et al. 2008). Además, se sabe

Fig.7.- Formas cerámicas asocieadas a diferentes bebidas fermentadas cmo el vino, la cerveza y el hidromiel, recupe-radas del yacimiento vacceo de Pintia

(Padilla de Duero, Valladolid).

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que hay una mayor dispersión de la vid para esta época en el levante peninsular, debido a la producción de vino griego y fenicio con fines comerciales desde prácticamente el siglo VI a.C., (Buxó et al. 2008: 188-189). La introducción del vino como nuevo producto alcohólico, hizo decaer la elaboración de un produc-to tan caro como es el hidromiel.

En el mundo vacceo se aprove-cha al máximo la explotación de los recursos: mediante la recolección de frutos silvestres como bayas, bello-tas, castañas, piñones o setas. Tam-bién se recogen plantas aromáticas como lavanda, espliego, cantueso, platas ornamentales como geranios, rosas, madreselvas, y plantas me-dicinales como el vincetóxico y la malva (Mariscal B, et al. 1995:427). Muchas de estas plantas, podían haber sido utilizadas para usos me-dicinales, como por ejemplo la ela-boración del caldo de ortigas, Urtica sp. (Mariscal B, et al. 1995:429). Ello nos lleva a pensar, aunque sin datos, en la posibilidad de que se realizase hidromiel con fines curativos, al que se añadirían plantas medicinales.

3.3 Estudio arqueo-antropológico del fenómeno apicultor

Para desarrollar toda la fase de la experimentación, es necesario co-nocer a fondo el oficio de apicultor, así como aquello que atañe al mun-do de la apicultura. Si conocemos como son las técnicas que se em-plean hoy en día, se puede inferir que herramientas, útiles recipientes empleaban entonces

Recolección y depredaciónLa famosa pintura rupestre de Bi-corp es el mejor exponente de la caza de miel silvestre en la Penín-sula Ibérica. En la actualidad sabe-mos que se mantiene esta práctica entre algunos primitivos actuales y sociedades con economía recolecto-ra, que mantienen la caza de miel como recurso, en Asia y África. En Bangladesh, algunos grupos de pescadores completan su precaria economía cazando miel salvaje, de-sarrollando una especialización en el trabajo, y un sentido gregario de la actividad. Algunos recogen hojas y ramas, que emplean como ahu-madores, y el resto se cubre la cara con un paño de algodón para evitar picaduras mientras recogen la miel. Pero uno de los mejores registros gráficos sobre esta caza salvaje ac-tual, que permite inferir las técnicas preneolíticas, proviene del fotógrafo y cineasta francés, Eric Valli, quien visitó Nepal en 1987 para estudiar la vida del pueblo Gurung. Allí co-noció a uno de los últimos cazado-res de miel, Mani Lal, quien atavia-do sólo con una cuerda alrededor de su cintura como medio de segu-ridad, y ayudándose por un palo de bambú, alcanzaba el panal de la colmena, cortándolo, para llevárse-lo en un cesto de mimbre que lleva-ba detrás. Para calmar a las abejas que defienden la colmena, el caza-dor encendía un manojo de hierbas. Este proceso, que pone a prueba la integridad del recolector, dura entre dos y tres horas, y no debió de ser diferente al empleado por la figura de Bicorb, al igual que ocurre entre

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los Akama de Machakos, en Kenia. En ese mismo país, viven los ogiek, cazadores-recolectores que habitan en la selva de la montaña de Mau, que se alza sobre el Valle del Rift, y recolectan miel de las colmenas que ellos mismos elaboran en troncos huecos, colocándolas en las ramas más altas de los árboles de la selva. No practican una apicultura al uso, pero son el eslabón existente entre Bicorp y la explotación intensiva.

Imitación de la naturalezaLa recogida de miel silvestre sin planificar, pero a partir de troncos de árbol previamente vaciados que hacen los ogiek. Esta práctica se da a lo largo de todas las épocas, y por ejemplo en la Edad Media hay constancia de colmenas en troncos huecos de los árboles, como en el yacimiento de “El colmenar de los

Frailes” en El Cañón del río Lobos (Ucero, Soria), donde aún se con-servan las colmenas de los monjes templarios, alineadas en el desfi-ladero. Es probable que las socie-dades prerromanas siguieran esta técnica, hasta la introducción de la ganadería de abejas en la Península Ibérica, probablemente por griegos y fenicios. Este hecho es importan-te, puesto que aunque la abeja es la misma, la colmena domesticada sigue el ritmo del hombre, pudien-do ampliar la cantidad de miel me-diante una planificación y medidas como la trashumancia. En cambio, la miel salvaje se recolecta sólo una vez por año: a principios de sep-tiembre, cuando ha madurado, y son las propias abejas, las que se-llan los panales de miel con su cera, para pasar el invierno.

Fig. 8.- Código QR de acceso al

documental Jimmy and the Wild Honey

Hunters (1987).

Fig. 9.- Troncos huecos en “El Colme-nar de los frailes”, en Ucero (Soria).

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4.- ARQUEOLOGÍA EXPERIMENTAL

4.1.- Elaboración de fórmulas

Dentro de la gran variedad de fór-mulas históricas conocidas para la producción de hidromiel, hemos realizado dos producciones dife-rentes: la primera, una prueba rea-lizada al modo en que habrían de hacerla las gentes romanas del Hie-rro II, en ambiente controlado, y la segunda siguiendo los textos clási-cos de Columela.

Prueba 1:Un hidromiel al modo industrial, en ambiente controlado

Atendiendo a los contextos arqueo-botánicos del valle del Duero estu-diados para la Edad del Hierro, es más que probable que muchos de estos pobladores del valle del Due-ro, durante la Edad del Hierro, pu-dieran obtener cosechas melíferas de bosques mixtos (Mariscal B, et al. 1995:417), por lo que decidimos que la miel de encina sería la base de esta aguamiel. Atendiendo a la tipología cerámica vaccea, se optó por utilizar una vasija elaborada a torno, con perfil en palo de golf.

Se empleó una parte de miel por 4,5 partes de agua, alcanzando un volumen alcohólico de entre el 6 y el 7%. Tras calentar el agua, hasta que alcance una temperatura entre 70º y 80º C,se agrega la miel, que de-berá estar disuelta, en estado líqui-do. La mezcla debe ser homogénea, teniendo cuidado de eliminar las impurezas de la mezcla puesto que

el Hidroximetilfurfural resultante es carcinogénico. Más tarde se rebaja hasta una temperatura adecuada para que trabajen las levaduras in-dustriales que hemos añadido, que activarán la fermentación. Final-mente, se aromatiza la mezcla con hierbas como el tomillo, el romero, lavanda, etc.

Prueba 2:El hidromiel al modo vacceo

El segundo experimento se realizó al modo en que se haría en el hie-rro: se calentó el agua al fuego, em-pleando como combustible ramas de encina seca, y como recipiente de cocina una vasija de barro de tipo-logía celtibérica. El riesgo que se co-rre al hacerlo al modo tradicional es que existen agentes externos como bacterias o levaduras ambientales que pueden variar el sabor y las ca-lidad de la fermentación, e incluso estropear la bebida. En este caso, en lugar de agregar una levadura in-dustrial alimentaria, se usaron fru-tas maduras como higos, manzanas y peras. El tiempo de fermentación fue muy superior, y el sabor, color y olor muy diferente al anterior.

Prueba 3:El aguamiel descrita por Columela

El tercer experimento fue seguir li-teralmente los textos de Columela, empleando una parte de miel de encina por otra de agua, y una leva-dura de baja fermentación que tra-bajase a las bajas temperaturas que se registraban en ambiente, ya que se hizo en invierno. Durante 40 días

Hidromiel en contextos de la antigüedad

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fermentó la mezcla en una vasija de barro, resultando finalmente un hi-dromiel de fuerte sabor y alto grado alcohólico, posiblemente por la in-troducción espontánea de levadu-ras ambientales, pero que según se añejaba, fue mejorando de sabor. La última cata realizada en septiembre de 2014, días antes de entregar esta comunicación, permitió comprobar como este hidromiel ha dado lugar a un interesante licor fermentado de fuerte sabor, pero con protago-nismo de la miel en el paladar.

6. CONCLUSIONES

La miel y el hidromiel siempre han estado ligados a la vida del hombre, como alimento y como preciado producto cosmético y medicinal. El estudio de los primitivos actua-les, de los restos arqueológicos y de la iconografía nos permite in-ferir de qué manera esta preciada sustancia y sus bebidas derivadas podían influir como agente de co-hesión social, y como propio sím-bolo en el mundo de las creencias. Asociado a contextos funerarios, el hidromiel se convierte para algunas culturas en el elixir que daría fuer-za en el inframundo. Por otro lado, la arqueología experimental nos permite reconstruir los procesos necesarios para poder alcanzar ese conocimiento, que el paso de los si-glos, y la revolución industrial han borrado de la memoria colectiva de los pueblos.

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Fig. 10.- Proceso de realización de hidromiel: de izda. a dcha. Ingredientes, cocción, eliminación de MHF, realización del pie de cuba, fermentación y madura-

ción en botella dentro de un silo.

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