INFECCIONES

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Un libro de Mareva Mayo. Prólogo: Princesa Inca. Texturas Visuales: Denisse Sánchez Epílogo: Vara

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Prólogo de Cristina Martín,

La Princesa Inca

DONDE LA PALABRA ES SANGRE.

Uff ... Hay cosas que impresionan y me cortan la respiración

y una es hablar de la obra de Mareva Mayo, poetisa descarnada...

Porque sus palabras son como cuchillos afilados

que desgarran hasta el último de mis recovecos...

Placenteramente arrastrada , demolida por cada una de sus metáforas,

que son como imágenes que avasallan, que golpean,

que diseccionan...

La primera vez que leí sus textos, sus poemas,

me quedé en estado de shock durante mucho rato,

pensé; _Gracias por existir, por ser tan jodidamente buena,

gracias por sacarme del letargo, de coger mis entrañas y revolverlas;

y es que es difícil provocar eso

estando, como estamos, envueltos de tanto arte ,

de tantas palabras...

Para mí Mareva me hace confiar todavía en el hacha de la poesía,

en su lugar ; allí donde el alma aprieta,

se remueve,

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se conmueve, se desintegra...

Estoy cansada de leer poesía de

entretenimiento, como una canción de fondo...

Pero aquí llega la poesía de Mareva,

que golpea en lo profundo...

Por lo tanto, poemas no aptos para pasar el rato ,

poemas que hacen bucear en lo oscuro, en una madrugada llena de cigarros apagados,

llena de sombras, de lugares donde la locura acecha

y entra en los objetos, trepa por los labios,

escupe verdad y a la vez incerteza...

Es lo que llamaría la poesia para salvarse, no es juego,

es directamente escribir el poema o morir, es la poesía o la muerte,

donde la palabra se convierte en la salvación ante el delirio,

ante el miedo, ante el dolor profundísimo...

Poesía de salvación.

A mí Mareva me hace confiar todavía en la poesía,

después de tanto pastel , tanto escaparate, tanta frivolidad,

tanta estupidez suprema, tanto verso insípido...

Voy leyendo sus pensamientos

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y me arrastra donde ella quiere, marca el ritmo ,

marca la metáfora como esculpiendo la roca,

la roca que es la vida y la existencia, te lleva a las profundidades de uno mismo, allí donde el abismo te devuelve el reflejo,

allí donde se pierden los trenes, donde se pasean los funambulistas

entre la vida y la muerte...

Es como un reflejo, como un espejo que reflejará todo,

incluso lo que no apetece, lo que duele,

lo que desnombra, lo que desmorona...

lo que mutila...

Mareva; no apta para pasar el rato.

Mareva; Crudeza, golpe contundente en la boca y sangre.

Droga dura, Mareva.

No recomendada

para los que buscan algo light...

Mareva; lejos de la poesía que pasa como brisa sino golpe certero en el cerebro,

en el alma.. Lugar donde se revuelven las entrañas

y los sueños sin fin. “venguemos con la poesía de sangre a la poesía

de libro”

Gracias Mareva por existir.

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En mi casa no es posible, enterrar a nadie con

honores todos han cedido antes al espanto y en la

tierra removida han visto a su madre muerta cuando aún eran feto hambriento en el vientre

de la vida en mi casa no es posible llorar por nuestros

muertos porque el suelo de madera tiene al mar en la

carcoma de su olvido y todos han perdido las raíces en la tierra

en mi casa no es posible guardar luto ni confesar cuchillo

todos han visto a los años mostrar su llanto en una noche tan fría y negra

que en mi casa no es viable el testamento.

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no es mío, ya no no te molestes en advertirme

la cruz sangraba tu cocina y tus labios y tu cuerpo, no el mío

no ha pasado absolutamente nada desde que elegí ese luto

los sapos suenan igual cuando llueve las lágrimas son tan amargas y el vino tan

largo como siempre por las mañanas, entran a los huesos las

mismas humedades y en el atardecer echan a volar las ganas de

las ganas de pasar de largo y probar en la siguiente malavenida casa

otra vez, el postre.

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Nada grave.

Nada lo suficientemente sucio.

Me gustaría, pero no fueron motivos de vergüenza, no me llevó allí el remordimiento ni la noche cayó como si alguien muriera, no hubo más gloria que ir vencida, no empujó nada más que el veneno que no mata, yo no estaba en

calma, pero no tenía pena, era otra cosa, algo de escarabajos, algo de una botella de alcohol

en el estómago.

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dejarse de gilipolleces y vamos a probar ya hasta donde cubrirá el vino, el hueco del

dolor si saldrá por las cuencas convertido en una mariposa de cristal horrible y deformada

mordiéndonos la ropa hasta que la carne sea el único abrigo para el hielo

o si vendrá detrás del suelo, la urgencia de no haber nacido

si llevamos vomitando toda la vida o empezaremos ahora

definitivamente sin marticismo, sin drama

haya pasado lo que haya pasado sacar las botellas

y apostemos ahora la seriedad de los putos crucifijos

a ver quién cae antes y de la forma más putamente humillante.

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Despacio, como el horror destruye esas montañas

llegaré al puente partido de mi amor y suicidaré tus ojos

ya habré conocido la deshonra y como un jugador que pierde volveré a perder

porque el juego es tirarse ganar es un trago después de cien meses de sed

desde aquí, donde no lucen las bombillas sé que me empuja lo que me falta, lo que nunca

tendré como maldición, como destino

llenaré el vaso de lo que no será y beberé su veneno

cuando acabe el día, sólo el polvo sabrá mi nombre

y tú existirás donde existen las cosas cuando nada quiere existir.

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por la palabra mal escrita, primero la hernia en tu sillón de cuero, mi suciedad con todos

mis fluidos que el poeta lo sea por los urinarios

que lo solemne empiece en el mismo sitio que lo que niega

como esa vez que esperaban tu sonrisa para no resaltar la pobreza

y fuimos pobres hasta la columna y hasta el cementerio

y oímos hambre y vimos nuestra vanidad y dijimos nosotros y fue la murga

y bailamos el agua y fue la sed y corrimos y cada vez más cerca la basura

y muchos se excluyeron muchos apuntaron no hables en plural y me quede sola, como cuando empecé

con la mentira de creerme sola y ver todos esos charcos con todos esos

rostros devorados por la misma soledad

de creer cualquier cosa

cualquiera...

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Con el hambre fui con vosotros, parias de lo

que se vende entre vuestro ruido, elegí destruirme elegí morder las palabras en mi pecho

ser la sombra que se consume la herida que se sangra

antes de ser con vosotros.

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desde las noches en deuda un ahorcado mira mis ojos

tengo la muerte en mis manos tú que la viste, has de saberlo

un paso, una nota más y el océano tragará la tierra

dejad entrar a los avasallados, dejad llevarse lo suyo

sólo soy una de tantas de sus lágrimas en las horas en las que ellos perdieron

dejad que se lleven las palas y recojan sus cadáveres

dejad la música morir en su cuerpo.

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La ablación El recorrido de esta letra es la finalidad de un escupitajo o una no finalidad. Como llenarse de humo y hacer un epílogo con las colillas que estuvieron en tus labios. Sedienta de desaparecer en tu noche mi memoria hace de la cicuta una excepción para ordenar las lágrimas dejar a un lado, las de los motivos serios y aceptados como las de la muerte de mamá y hacer sólo uso, de esos inexplicables de esos de eres una histérica, de tan piedra para tanto hastío, de amenazan las ruinas a las palomas barrerá el viento lo que tenía de país que era un mapa con su razón aquí: espacio protegido: para ensimismamientos o placeres destructivos entienda ídolos degollados vergüenzas de semen y odio y otras dudas existenciales como el canalón no soportó la granizada habrá tiempo para velatorios y para cortar la cabeza al gallo la prisa no tiene nada que ver con la pasión por eso no hubo embarazos y los cuchillos volvieron a la mesa otra cosa es la cirrosis encamada contigo y sus jadeos.

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Desmonta el inodoro y encontraremos el hogar

como un puñal usado, sin huellas, en el vertedero que nunca pudo con el metal

veremos a la abuela con un ladrillo en los pies, casi como era antes de los gusanos

nos veremos cuando la muerte nos hacía llorar cuando nos daba miedo la noche y creíamos que

el futuro sería mejor desmonta el inodoro y entenderemos el precio

del tiempo cobrar ahora, cada techo perdido, cada vez

que decidimos dejar pasar a la puta lluvia

que hoy es todo lo que queda.

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No le daré mañana al neurótico recordar huellas

la de los dientes en el vaso y la cocina de leña

la de mis dieciocho y el azul tragado con agua la de su dedo señalando y un sótano con

botellas los ojos cerrados eran un país escribiendo

vergüenza en los muslos con los ancianos sin memoria llenando las

huchas del cementerio pasar, era no tener qué hacer o limpiar el

semen de las sábanas llegar no era, nunca fue.

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Desarraigo de mi vid en el vino que en tu noche se tropieza

como ese fantasma, sigue de mi ayer.. que era locura

por no verte he podrido los días porque los ojos no supieran mirarte

tal como la mancha, como el odio enjambrado en un cielo negro de mí, de mi yo

negro no sabía que fuera a importar cuánto ha caído

de lo que no era porque yo nunca lo fui

por eso no sé dar, no sé noche, ni dios, ni ahora mismo.

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la sed y la tristeza, en la misma garganta, construyen la rabia, no quiero contener mis ganas de decir por buscar el grito que está encima de mi horizonte, decide el sudor en qué línea se coagula la sangre, para la infamia y mis días de abandono mojados en el afuera, de soledad y destino, la lluvia de hoy se mete en mis ojos y me dibuja en la nostalgia un desguace de vehículos, no quiero oír hablar de reescritura, si ya una vez es mordisco, dos veces es gilipollez, fermentaron las uvas en tu hígado y la calma es la siguiente puerta, no la abriremos, porque no está resuelta la muerte, hemos oído y oído razones para asociarnos, comulgar lágrima con lágrima en el mercado de los lamentos y hemos oído como entre muchos, las mentiras se vuelven consuelo, como entre muchos, los cuchillos se hacen escaleras y la murga, balcón, pero no lo haremos, nosotras no, porque aprendimos a besar en los entierros, lavándonos la mejilla de los virus de las babas y rezando porque la muerte no tenga tantos reparos, ni los cadáveres problemas de melancolía, éramos dos zarzas en un zarzal agonizando por deszarzarnos de tanta espina y sólo cuando el incendio ensalzamos las agujas para en la cordura de los otros, clavárnoslas en el cerebro, somos dos putas extrañas, no sabemos ser dos, ni queremos ayudarnos, porque mejor y lo sabes bien, no mezclar metralla.

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Por lo que perdí, estaba tu casa, tu puta casa,

la promesa de la casa. Estabas tú al fondo de la habitación mirando

una grieta. Despidiéndote de mí sólo con mirarme, junto a

la ausencia de un cuadro para tapar el agujero.

Perdí también esos ojos que vi quedarse vacíos. Como mi patria, como mi cartera.

Y tus botellas de vino y tus manos que agarraban los clavos para no perdernos

pero perdimos y perdí tu canción entre el escombro del

sonido y no supe volver, no quise buscar nuestro

cartón, nuestro cardo del llanto, luto de lo prados, horizonte acero

por lo que perdí de espaldas y ya a lo lejos poblado que abandona los tejados y las

puertas y los cuerpos.

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A sobras olvidé de tus puertas mi propia salida y vencí en tu noche muerta mi vino de sed, vino de adiós y tus gusanos en mis gusanos hambrientos, solos, como quien entierra a su hijo, como quien se despide con cianuro de las rejas que levantaron el hambre y en tu estómago es mi pobreza, es mi destino, de tu digestión el negro de mi casa, el negro de los bosques en mi cara maquillaje maldito por tu nombre y otra vez la calle vacía.

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Era una tarde parecida a todas las tardes la

que supe que no volvería a soñar contigo. Y encendí un cigarrillo igual a todos los

cigarrillos. Y a las 6 sonó el reloj que siempre suena a las

en punto.

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Esta mesa de cuatro espacios tiene tres vacíos

y la paz de saber que seguirán así me hace amar todos los huecos.

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Si despido tu favor porque me empuja la pérdida

del miedo a perder, la necesidad de perder del hueco, de lo anónimo, del para nada

de la cueva la cueva porque es la oscuridad la que escribe

de mí nada, sólo los poemas los poemas para nadie

mi sed, mi sed que no quiere agua porque en la sed bebe los motivos de la muerte

y es mucho más lo que se encuentra cuando sólo un papel puede leerme.

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El silencio y mis teclas sucias

sucias de mis manos por las manos sucias de la palabra

que dejé pudrirse de mí ayer que todavía no acabó

en este papel de lo sucio y olvidado.

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Camino al no sentido como si hubieran barrido los bares del vómito de mi juventud

como si esos viejos estuvieran ya enterrados y amapolas negras del útero cayeran en sus

lápidas voy a la pérdida de los valores vestida con

tenazas y destornilladores para quitar los apuntes de pretérito perfecto

de mi vida escarchar los fluidos de asco de mi infancia

y viva la celebración sin ira, sin peste,

como es una mentira cuando no se pone en duda como las pelucas de las ancianas que temen la

carne como la ropa cara para un buen velatorio

grasas animales sacadas cuando el bicho aún se revolvía

sobre las hojas del cuaderno de las buenas intenciones

salvemos nuestro futuro que cientos de ellos no lo harían

y en mi basura sólo entra mi muerte.

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Esto es un monólogo interior y está incluida tu puta casa bajando sus persianas cuando me acerco, tú eres una pieza en mi desván hilvanando el hambre que lo psicótico pone en mi boca, hablo de lo psicótico porque estuve en un manicomio y en los manicomios se habla de lo psicótico. Mi lenguaje está enterrado dónde escuchas mi voz, sobretodo cuando expreso frases con la sintaxis correcta. Sus piernas eran como los brazos de una araña, su único color la carne. Siempre le conocí con los ojos cerrados, jadeaba como un perro. Llovió mucho aquel agosto, dijeron que habría muchos sapos. Y se acaba el monólogo interior porque tengo que ir a comprar tabaco y mientras busco los cuatro euros y un bar que esté abierto sólo voy a pensar en por qué cojones sigo dentro de mi cabeza.

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Pasa mutilado el verbo, arrastrándose por un papel sucio de tinta, contra la ausencia ha perdido un ojo y con el que le queda, mira como se mira a quien nunca se volverá a ver, como se pide al del que no se espera, en su garganta vencido por la muerte o no tan lejos, por esas tazas de café en el fregadero un año y otro año. Acaba en mis manos como una mancha de ceniza, trae lo lírico descompuesto, más puro, tan puro como tu abuela con el rosario durante tres días y tres noches frente al cadáver sin dios y con la peste, tan puro como aquella noche de la que no volviste. En mi piel su acción es un escupitajo y su predicado un error. De ti y de mí, pero sobretodo de él.

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Esperaba algo, para hacer real su vida, algo que dependía del azar, como si del aliento de una nube, esperaba, siempre esperaba para ser lo que era y abría la ventana de la fantasía todos los días, para jugar a que vivía lo que era en verdad y no podía ser porque esperaba a que fuera, hasta que se dio cuenta, que sólo esperando podría existir eso que la hacía y era porque esperaba.

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Se perdió. Se atragantó en mi tráquea y se consumió. Se hizo un pájaro paralítico y se quedó en mis pies, conmigo, agónica ave de la luz. Se llevó lo que no repetiré. Y un día vino a mostrarme el hedor de sus cadáveres. Y lo supe otra vez, lo mismo, lo mismo siempre.

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Del hurto hemos soltado cicatrices en el charco de la luna cuando no creían en nosotros ni los olvidados y han sangrado hojas escritas por prados, nuestros cuerpos, cuando nadie veía esos bosques cosieron palabras con antipsicóticos a una cama fría de un cielo muerto y no les creímos cuando dijeron que éramos nosotros los enfermos no les creímos cuando por la fuerza nos retuvieron en un hospital de sueños resquebrajados y no lo hicimos cuando ya no podíamos ni pensar porque volamos una noche porque conocimos la eternidad bajo un segundo porque no era por rencor, ni por poder, ni siquiera por tristeza porque lo vimos, por la magia porque queríamos vivir porque los cristales casi nos arrancaron los ojos y lo vimos, vimos el destello abrirse a la vida con las aves y nos besó el amor de los duendes de la tierra cada tumba que teníamos en el alma y queríamos vivir y no les creímos.

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amor a contrarrembolso Posan combustibles sobre los gritos que no pudieron llegar a decirte que lloraban las carreteras que elegí por creer que volvían a aquellas estaciones que no cerraban sus puertas, posan sus óxidos en mi espalda cuando me doy la vuelta para no ver tus ojos de hielo en la tempestad que hacía de los robots metálicos una porción de amor a contrarrembolso y tu chaqueta rota en mi maletero y mi calma perdida en tu cuarto de baño y todo lo nuestro que sólo eran promesas en fianza que ninguno quiso cobrarse cuando el coche nos dejó tirados lejos del tanatorio y yo echando colonia para disimular la mugre y tú diciendo dónde coño metemos ahora el muerto.

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nadie mirará por ti las heces negras, nadie llegará contigo al pozo dónde te contagiaste de negro, nadie esas guerras sólo se pueden hacer a solas para llorar por los muertos tal vez alguien nos dé el luto con las manos calientes para recoger los platos, para llamar al 112, para sacar la basura, tal vez pero para llegar adentro, donde se partieron las gafas para escuchar a la noche que nos clavó el hielo para comprender el espasmo, la fiebre, las tumbas y para morir estás solo, jodidamente solo.

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quejido de amargo cuarto del polvo, se pierde, no llega a decirte dónde van los papeles, dónde el pan masticado de mi rabia si es límite esperar y vejiga de odio el recuento de faltas si el acto de escribir no sobrevive a la obra y la obra es una lepra sobre lo que llama en mi piel, sobrada de enfermedad no hay lectura que sea fiel al primer virus ni borracha o con la psicosis del exceso de pasar la línea y esnifarla decir luego no viste ninguna línea porque no había ninguna línea y tu puta familia te dio una información acertada con la que prejuzgarme y nadie verá ninguna línea ni esa final de disección de datos con los que parir una fotografía exacta a mi cuerpo bajo la luz que ilumina el parto de la rata comiendo de él, todos de él porque es la sangre.

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Hoy me mira el lejos, me quita la ropa y del torpe otoño me arrastra al morir de los árboles en mi casa ausente. De sus manos sopla en mi cuerpo el vicio de los chopos de pegarse al río y en mi cuaderno se echa al olvido el pagar la cuenta y hasta mañana, también el trago que quema en el festejo de la crueldad, se va, y me mantengo en la silla, casi equilibrada, no se nota que se tuercen los colores, en el silencio de ser otra y pagar por las mismas palabras el recibo del me iré y no recogeré mis restos de tu mesa, dejaré para los buitres mi extirpado de carne y cantarán, cantarán las piezas destripadas de mi paisaje de muerte, que se entierra en mi cuerpo y me vive cuando ya sola no espero que pasen las hojas y acabe el pasaje tóxico de mi alma, pues me doy al agujero que deja tu edificio en mi solar de cartones y soy libre porque ha fracasado cada movimiento de mis manos al tejado de rosas.

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el poema basura Descarto este poema de mis poemas que podrían servir para algo lo pongo al final junto a los quejidos encima de las horas perdidas, vestido con pieles desgastadas por palabra tóxicas y su vicio de mancharme la esperanza lo arrinconó en el insomnio y lo pisoteo con la insatisfacción de escribir basura lo meto en un crematorio y abro la puerta de acero por si quieren entrar más muertos.

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Toca el aliento el suelo. Dejaré un día el cuerpo en cualquier bosque. El dolor no necesita tantos papeles. En el primer muro olvidaré la memoria, no volveré para despedirme. La canción quedará. La puta canción.

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Sólo tenía ganas de morir, lo que dije no lo pensé demasiado, mi risa no pretendió herirte, sólo tenía ganas de morir y tú estabas a mi lado.

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Quizás mis palabras son perdigón impotente que vienen a ladrarle a mi huraña sombra y perfuman el gris de un ala cayendo sola y le ponen agua a mi copa sedienta y hacen un mundo peor pero posible de mis lágrimas de las cinco.pm

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El exilio del poema en tus papeles enfrascado, con tus manos escribiéndose fuera de hoja, hacia el límite que por tus ojos se pierde, vuelve a ti polvoriento, lleno de tu sudor con música ronca llenándote los cajones, en los que también pierdes las monedas y la foto de navidad de 1995, familia y feliz antes del alcoholismo, antes del abismo de llegar al filo con tantas palabras que todas salen en estampida de tu piel al suelo, como los cristales, como las colchas, el infortunio es que llamen a todo esto democracia y que para salir haya que pasar por el alquitrán, siempre hay que pasar por el alquitrán dices frente al espejo y tus labios azules y esa flor seca que nadie ha quitado del tiesto desde el noventa y cinco, bajas unas escaleras y despiertas con la ciudad invertebrada dentro de ti , piensas que si vomitaras justo ahora te dejarían en paz los hospitales, las floristerías y los talleres de reinserción, si vomitaras ahora dios será como esa cucaracha que sabe lo que sientes desde que compartís casa y se abrirá el cielo y habrá esperanza.

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Como si me faltara algo subo las persianas, ya oigo salir el café, los papeles de ayer dicen nada en cuadernos cerrados, un nada de heridas que no continúan, son pasajes cerrados, un botón descosido guardado en una caja de metal con hilos, agujas y otros botones, así se forma lo que me completa con un cerrar la página, un no acabar la frase, un olvido involuntario, que hace de cada día una balsa nueva perdiéndose en el mismo mar, no llegando con toda la madera al puerto, no anclando, no muriendo, el sol entra por las ventanas, el café está en mi boca y escribo sobre un algo que formará parte de lo que no se recuerda, de lo que ha sido un abrir y cerrar la caja registradora y whisky y cerveza en una buena noche de ventas en el bar y luego escobas y friegaplatos y alguien que vacía la caja, alguien que no soy yo ni lo que escribo.

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La línea es un infecto que al final me cruza y acaba en la vagina del poema como una sacra violación, al fin el vaso vacío y tus labios y el coñac renombrando la ausencia que bajo las palabras se retuerce para perforarnos como si quisiéramos morir y una escalera rota nos ensucia de amor -para todos la serpiente- que serpentea en los vientres como si la nada nos hubiera dado la leche que prostituimos en los taxis que nos protegían de la noche, con las piernas abiertas y apenas unos billetes para escribir algo hermoso.

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Las llaves estaban en la basura tus manos temblorosas las pusieron allí antes de caer borracho en tu cama de muerte, que ya no es la mía todo lo destruyes tu sueño es el lodo que ya estuvo sobre mi cuerpo tu ansia una calle atrapada que tu paso kamikaze excluye ya no me veré en tu espejo, no habrá carmín ni limones iré sola hacia la misma escoria que iba contigo no necesitamos historia ni más vinagre nos basta despertar cada día.

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Las manos empuñan los gritos olvidados rozando tu piel, la ausencia del frio del hielo que no puede cruzarte ni siquiera como amago porque en ti no hay vehículo sólo antorcha de lo extraño quietud en lo mortal que en ti se detiene como espejo, como polvo hacia el imposible que es llegarte en tu agujero negro, en tu eco indefinido y como no objeto miras, como no llegada hacia tus pájaros negros, hacia la resaca mi vida, inerte, de buscarte.

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Si tu recuerdo que mi alma ahuyenta como si tuviera algo terrible, algo con cuchillos, algo ¿cómo llegó ahí la sangre?, algo y si no había nadie más tuve que ser yo. Si tu cara es la cara que veo cuando van a caer los tejados sobre la anciana cosiendo y esas agujas inocentes irán con la piel a acabar la tela en el delirio de coserse el tercer ojo, si tu nombre levanta polvo y no estaba allí cogiendo ese tren y no llegué contigo esa noche fría y no era yo la que llené los vasos de vino cuando desperté y te vi a mi lado.

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Suda en mi pared el recado de las sombras que advierten el desalojo de mi cuerpo sobre mi casa nunca fue mi casa, nunca estuve entera, ni dije yo con el convencimiento de serlo es lo apátrida de mi pensamiento en el pensamiento que se confunde con una persiana bajada o con alguien que se aleja barreré la ceniza y tiraré papeles, muchos intentos exiliados de reconstrucción pero no será mi asiento aunque permanezca días quieta en el, no será mi espejo aunque sea lo único que refleje una habitación parecida a mi habitación y cuando cierre la puerta y la noche se aloje en una mancha negra no será la noche la que quede en mis ojos cerrados ni será la habitación en el sueño del vino cuando entres silenciosa y me mires por la espalda y yo no me gire y tú no digas nada como si no estuvieras y yo haga que no me doy cuenta de que estás detrás de mí, queriéndome y calle para quererte, para poder huir, para entender el precio de permanecer en la sellada promesa que destruye mi ventana y hace que el único país sea el que no se siente.

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cayó la noche en un charco era una calle que llevaba a un hospital que prometía extirparme la suciedad pero las manos que cubrieron mi cuerpo eran virus que me frotaron la enfermedad y quedó dentro su fermentado tacto cayó la noche en un vaso y no sabía cómo evitar el pecado porque se había perdido la elección en un crucifijo que llevaban sus manos en el cielo roto de sus penes violando mi cerebro

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evacuación primera se ahuyenta de lo que digo el sudor que corrió en la cara para no pasar otra vez por la misma línea y leer tu hambre y hacerse hambre de tu muerte y revolcarse hambre de lo que hace vivir se espanta y te da con la esquina en los dientes para que la noche no se cele de los virus y no vayamos de pronto a hacernos poetas sin haber cagado. evacuación segunda la miseria es esto mismo no escrito para que sea literatura y abrió los ojos la belleza en sus hojas y se cortó de la suciedad con la que había nacido y se dio la vuelta la belleza a buscar unos servicios mejor cuidados para poder cagar mirándose así misma... evacuación última la obra se hizo mi vida y dependía de mis ganas de cagar

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no era nada agradable el estreñimiento que la volvía una ausencia apretada pero los microlax funcionaban también en presencia de otros. y un apunte sobre la diarrea y a veces todo se volvía disparos y la no satisfacción disparaba y disparaba y tiraba de la cadena pero seguía con ganas y parecía que no quedaba nada pero el mal olor advertía que aún había muchas palabras dentro del culo. es roja la línea que sostiene al verso porque es sangre corrida como tú aquella noche bajo las palabras es jadeo agónico de una memoria en rojo que jode la belleza de la poesía aquí en mis manos, aquí en el salto de línea sobre un invisible charco de insultos rojos de intentos rojos de tropiezos rojos acuchillados en mi deseo de escribir rojo jodiéndome roja muy dentro

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saboreo el hedor de mis lágrimas de esta hoja y hago acero al alma que me hacía llorar porque la noche es más afilada cuando se la ve metal y aguanto mejor mi muerte cuando me pongo de su lado porque el cigarro entra más profundo en los pulmones y cuando sólo queda la tierra, los cuervos vuelan entre sus pechos y aman su no finalidad, su no destino y clavan sus garras en su no amor porque nada humano quebranta sus días

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Tengo unas líneas para destruir mi esperanza y manchar del estiércol que dejan los días en mis cuadernos a mis propias manos soltando la vida en esta hoja. Podría detenerme y no avivar el despedazo de mis ojos ennegreciendo el paisaje. Podría acallar al dolor que me empuja y dar un paseo o hacer ejercicios de yoga. Pero me obliga la arcada de los pasos perdidos a perder el siguiente segundo en un escupitajo de palabras que desflorarán a mis prados. Es una lucha en la que lo que duele, debe llegar hasta abajo del todo para mirarme después de arrancar mis hálitos en el muro de aquí empieza la muerte. Es una lucha para sobrevivir si se puede sobrevivir con el suelo desencajado. Son los buitres en busca de buitres muertos, mirando mis ojos que son piedras del aborto de la montaña en el hospital de mi patria, tanatorio de mi cuerpo. Es la única manera que conozco para evitar matar a alguien o a mí misma.

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a veces soy una extraña y te miro con la extrañeza

y la habitación nos corta los ojos a veces tú también eres extraño

y la habitación nos corta los ojos es la soledad frente a la soledad

y la habitación nos corta los ojos

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pre-epifanía sólo te escribiré cuando hayas muerto y el poema te dirá que ya no estás de mi amor, de mi modo de quererte porque cuando no estés comprenderé mi amor y tu amor cuando hayas muerto sabré quererte

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Desmembrana mi voz, la tela de un grito fue esta pared, en tus manos navaja esa puerta de emergencia con la rabia esposada a tu exclusión social pisoteada por las ideas de otros sólo podías fermentarlas en el vacío fue tu cuchilla encuentro con tus pedazos tu no violencia, botella de whisky de mano en mano y en ti borrachera fue tu dolor, pena ajena y a lo ajeno, candado y dijeron, con tu carne, con tus vísceras, con tu hígado poemas destilados en la carnicería que después te dieron los metieron por tus cavidades y bien abierta recibiste sus cadáveres la tumba viene siempre después pero la tuya será de cuneta y ley de olvido porque la ausencia no necesita justificantes y tú de ellos, sólo, el está bien, mantengo las distancias que no quiero mezclar alcantarillas.

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Pasar hambre es justicia con los que antes que nosotros fueron hambrientos. Que el hambre venga del abuso de los saciados es ya cosa de pistolas.

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El mareo era para probar el azúcar desterrada de tus pasos vagabundos. Vino entre horrores o bellos campos, igual en la bienvenida que en la mal llegada. Unas veces era para decir tango y que no muriera la madrugada y otras para decir amor y recordar el hormigón escrito con palabras que nunca pudieron hacer poesía. Era por exceso de vino o por falta de hierro. Por recordar demasiados veranos recogiendo brevas o por cargar inviernos en la sala de espera de un manicomio que nunca esperaba que el pájaro siguiera volando. Era para ahora y para decir nunca te olvidaré. Para pedir otra copa y para ir a proyecto hombre, a ver si es que el suelo anda llorando.

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Vengo con el vaivén de la palabra derramada, recogida por piedad o por abuso, en el vino que dejaste en tu vaso y yo bebí, por tu sed y por mi sed. No pasó al final nada. No escuché tu muerte. La mía dijo otro día, cuando digamos Larralde y nos pongamos todos a llorar. Salían de tu cabeza unos pájaros cansados, más cansados que los míos. Y yo cuando quema el sol, sólo sé de las parras. No nos pusimos efusivos y la nostalgia era sólo para cubrir buenas costumbres. Así que se acabó la botella. Y dije voy a por más y dijiste otro día. Y otro día te hablaré de lo que no regresa.

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Se acaba el tiempo. Te reclama la vida fuera de la hoja. Oh en qué modos traicionaremos al verso tachado. Qué lengua dirá la bilis cuando sea la garganta y las manos cerca de otras manos, las que tengan que hablar de los huecos. Se acaba el tiempo. El autobús ya viene hacia aquí. Se irá éste placer de cuervos de tinta a esconderse debajo de la ropa. Oh qué mentira tendré que inventarme para explicarte dónde estuve. Por qué brindará la copa, cuando diga salud y mire tus ojos. Qué máscara cubrirá el fuego. Qué falsa voz de entre las voces, quedará esperando a que te vayas. Qué perderá la hoja jugando a tener cuerpo. Qué celo guardará entre mis piernas, la lluvia de la que no hablaré en tu presencia. Se acaba el tiempo. Ya la hoja me da sus ojos dilatados y la risa de la datura para mirar sin la hoja como juega el mundo.

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En unas escaleras de metal, bajaste otra para siempre. Del exceso, dejaste el opuesto, en los dientes. Mordiendo la ceniza que las llamas vivieron del bosque. Cuando no era posible hablar, no decías otra cosa. El cuervo seguía en una de tus manos. El amanecer no iba a llegar. El marcapasos estaba más cerca de la tumba que del suelo de la cocina. Porque dijiste diez años viento, diez años tinta negra, diez y una noche tuvo que cobrarse la sucia esquina. Y bajaste otra para siempre.

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Dame una señal de que has estado en la lluvia, como una botella deshecha en tu corazón, con los extraterrestres bebiendo a tu salud, cada verso de tu labios diciendo trigo, oh éste alcohol de quemar, desvela las horas en las que te has perdido en el filo de las hojas negras, aquí el insomnio bebe tu nombre, el vino siempre acompañó a las líneas perdidas, tenemos razones para huir juntos y hoy sonará el piano hasta que la noche me tire al suelo, oh éste alcohol de quemar tiene tus manos.

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el impago del adiós lo llevó un recuerdo fue fácil enterrar a los vivos que nos salían por debajo de la cama el avión no cayó al mar como esperábamos no sé si nos hizo cínicos el dolor o el viento con éstas mismas palabras podríamos estar de luto por mamá o por éste siglo.

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el asfalto que has pisado cuando ardían las mandarinas es ahora, línea que falta a las cartas de amor el litro de cristal, los cardos, esas noches que el insomnio despertó venosas sobre la colcha en el destierro con tus palabras clavadas en tu voz hirientes y ácidas diciendo luna y muriendo de equinoccio como si los lobos despertaran a los muertos o acaso duele pasar las hojas encontrarse con éstos vómitos que no estás pensando o ya pensó la herida o ya pensó el naufragio o tal vez nunca, nunca fueron pensados sólo vienen y cortan el aire que necesito y tomo, porque es como lo he hecho o yo o los días de no poder cerrar los ojos.

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Venías en la segunda persona del singular, vestido de ruín e insultando, como si fueras mejor por estar muerto y más fuerte por ser hombre y en tu memoria de mariposa de la venganza, habían pasado mis años metidos en tus sucias botellas de vino, y no tuviste la decencia de recordar el maíz ni el paraíso ni siquiera traer un espejo que no estuviera partido.

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texto que un día creyó ser último Me voy, lo digo sin pena y sin placer. Lo digo con la locura y con la lucidez. No he podido cortar la flor para hacértela llegar. Y ya nada importa, a lo lejos suena música que me llama, y yo camino con paso fuerte. Camino hacia ella. No me preocupa que se desvanezca cuando llegue. Yo camino hacia ella. No busco paz ni silencio, sino inexistencia.

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Epílogo:

José Manuel Vara

Yo suelo referirme al concepto Infierno como una especie de epidermis interna. Reconozco que mi creatividad está muy unida a ese lugar, centro neurálgico, al mismo tiempo, de todo

tipo de traumas personales. Desde niño he elegido el trauma como forma de vida, como perspectiva alternativa para ver

la vida. Trauma como lado oscuro,

trauma como adicción. La poesía apareció después. Y con la poesía me convertí en francotirador emocional, donde

cada verso era pura catarsis. Por algún tema relacionado con los filtros cerebrales, particulares y específicos para

cada persona, en mi mente confluyen estilos de literatura tormentosa, angustiosa y de fuerza vital arrebatadoramente visceral. Tal es el caso de la poesía o de la textura literaria de

Mareva Mayo. El “escribe poesía o muere”, citado por la

Princesa Inca en el prólogo es lo que mejor puede definir o explicar la desgarrada pasión

de las palabras de Mareva. El nombre de su blog, Hoguera de Ideas, ya es en sí misma una

perfecta declaración de principios. Cuando la lees acabas precipitado en su

particular universo de etilismo y negrura, trauma y acidez, desamor y aislamiento,

tristeza y lucidez…

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“Hay una mentira que me ha convencido

siempre y es que escribir sirve de algo”.

“…La tumba es el semen que el amor esparció en los barrotes de metal de camino hacia la nada, se llenan los cajones de libros deshabitados que fueron el abrigo cuando estaba sucio el

mañana, ya no hablo de los buitres con corona y de los asesinos políticamente correctos, todo eso se

sobreentiende, sólo hay que asomarse a la ventana, otra vez,

otra vez…”.

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Neurótika Books Agosto 2012 Textos: Mareva Mayo

Prólogo: Cristina Martín, la Princesa Inca Textura visual: Denisse Sánchez Erosa

Epílogo: José Manuel Vara

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