Industria y arquitectura moderna en España, 1925-1965 · zado por el hilo conductor de la eficacia...

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RECHAZO Y NOSTALGIA La industria, como todo ejercicio humano que se dedica a la bús- queda tenaz por mejorar las condiciones vitales o a la expresión de sus modos de “estar sobre la tierra”, ha ido dejando su impronta en los espacios habitados y en el territorio, a veces sosegadamente, con len- titud y paciencia, otras de modo violento, casi instantáneo. Tiene, por tanto, el mismo valor que otras actividades del hombre, con sus con- quistas y sus grandes destrucciones, siempre desplegando artificios que transformen la naturaleza originaria o restos de anteriores huellas humanas. Sin embargo, es necesario reconocer y señalar, pues tendrá suma importancia en el ámbito del que nos vamos a ocupar, una caracte- rística específica de la industria que, por primera vez, aconteció en la historia: la rapidez de su instalación y su tremenda capacidad para transformar entornos inmediatos y lejanos, con una tupida red de carreteras, ferrocarriles e infraestructuras diversas que, como una tela de araña, vincula amplias extensiones territoriales. Este amplio tejido que las grandes instalaciones industriales des- pliegan, se extiende rápida y bruscamente sobre el territorio, organi- zado por el hilo conductor de la eficacia productiva y la rentabilidad de los recursos, en muchas ocasiones con claras desviaciones de cri- terio, arrinconando todo argumento lógico en su implantación y, a veces, consumiendo más recursos “reales” que los beneficios que pue- dan reportar. Sólo en algunos temas de la lógica militar podremos encontrar en el pasado circunstancias parangonables. Eficacia y rapi- dez, al margen de cualquier otra consideración, une los argumentos con que las implantaciones militares e industriales se han construido en el pasado, (¿sólo en el pasado?). Sin embargo, y como casi siempre ocurre, lo que en su día fue rechazado, lo que destruyó idílicos paisajes agrícolas, lo que trans- formó radicalmente los modos de vida de comunidades enteras, aquello que, en definitiva, se vio como un mal, genera pensamientos nostálgicos y, ahora, cuando nos encontramos frente a la realidad de su desaparición, agita mentes, sentimientos y sensibilidades, cla- mando de un modo u otro por su conservación. Es la eterna condición humana, siempre temerosa hacia el futuro y nostálgica y compasiva hacia el pasado. En el proceso destructivo que, en mayor o menor grado, acom- paña a toda implantación industrial, la idea burguesa de progreso ha jugado un papel de allanar dificultades, contribuyendo a superar aquellas voces, por lo demás escasas, que clamaban contra aque- lla destrucción, transformando no sólo el espacio físico, sino también las mentalidades, como escribe Ernst Jünger: “La marcha triunfal de la técnica deja tras de sí una amplia estela de símbolos destruidos”. 1 Las “aldeas perdidas” dejaban de serlo en cuanto la explotación minera o industrial hacía su aparición, con dolor y drama una nueva realidad se imponía. Por el contrario, hoy se asumen como un bien cultural las huellas de aquellas implantaciones, y más allá incluso del significado económico de su pérdida, se clama por su conservación o reutilización, de modo que, permaneciendo en alguna manera su valor rememorativo, el valor estratégico para la economía se trans- forme ahora en bien de explotación turístico-cultural. 2 Probablemente sean mentalidades similares, si la transposición temporal fuera admisible, las que, frente a la industria minera, cla- maban por la conservación intacta de los territorios y las economías agrícolas, en definitiva, por sus respectivas aldeas perdidas, y tam- bién quienes hoy proponen, a toda costa, la conservación de los vie- jos tinglados industriales. Unas y otras visiones temporales se confun- den, en la medida en que ambas parten de sus respectivos presen- tes como realidades incontrovertibles, como bienes a conservar por sí mismos, sin buscar realidades más amplias, ignorando aquellas CELESTINO GARCÍA BRAÑA Industria y arquitectura moderna en España, 1925-1965 1 JÜNGER, Ernst, El Trabajador, pág. 157, Tusquets, Barcelona, 1993. La primera edición apareció en Berlín en 1932. 2 Referencia a la novela La aldea perdida de Armando Palacio Valdés (1903), que narra la confrontación que en “la tranquila vida de la comunidad campesina originó la primera industrialización.” A todos los miembros del Comité de Registros. Con amistad, gratitud y deuda.

Transcript of Industria y arquitectura moderna en España, 1925-1965 · zado por el hilo conductor de la eficacia...

RECHAZO Y NOSTALGIALa industria, como todo ejercicio humano que se dedica a la bús-

queda tenaz por mejorar las condiciones vitales o a la expresión de sus

modos de “estar sobre la tierra”, ha ido dejando su impronta en los

espacios habitados y en el territorio, a veces sosegadamente, con len-

titud y paciencia, otras de modo violento, casi instantáneo. Tiene, por

tanto, el mismo valor que otras actividades del hombre, con sus con-

quistas y sus grandes destrucciones, siempre desplegando artificios

que transformen la naturaleza originaria o restos de anteriores huellas

humanas.

Sin embargo, es necesario reconocer y señalar, pues tendrá suma

importancia en el ámbito del que nos vamos a ocupar, una caracte-

rística específica de la industria que, por primera vez, aconteció en la

historia: la rapidez de su instalación y su tremenda capacidad para

transformar entornos inmediatos y lejanos, con una tupida red de

carreteras, ferrocarriles e infraestructuras diversas que, como una tela

de araña, vincula amplias extensiones territoriales.

Este amplio tejido que las grandes instalaciones industriales des-

pliegan, se extiende rápida y bruscamente sobre el territorio, organi-

zado por el hilo conductor de la eficacia productiva y la rentabilidad

de los recursos, en muchas ocasiones con claras desviaciones de cri-

terio, arrinconando todo argumento lógico en su implantación y, a

veces, consumiendo más recursos “reales” que los beneficios que pue-

dan reportar. Sólo en algunos temas de la lógica militar podremos

encontrar en el pasado circunstancias parangonables. Eficacia y rapi-

dez, al margen de cualquier otra consideración, une los argumentos

con que las implantaciones militares e industriales se han construido en

el pasado, (¿sólo en el pasado?).

Sin embargo, y como casi siempre ocurre, lo que en su día fue

rechazado, lo que destruyó idílicos paisajes agrícolas, lo que trans-

formó radicalmente los modos de vida de comunidades enteras,

aquello que, en definitiva, se vio como un mal, genera pensamientos

nostálgicos y, ahora, cuando nos encontramos frente a la realidad de

su desaparición, agita mentes, sentimientos y sensibilidades, cla-

mando de un modo u otro por su conservación. Es la eterna condición

humana, siempre temerosa hacia el futuro y nostálgica y compasiva

hacia el pasado.

En el proceso destructivo que, en mayor o menor grado, acom-

paña a toda implantación industrial, la idea burguesa de progreso

ha jugado un papel de allanar dificultades, contribuyendo a superar

aquellas voces, por lo demás escasas, que clamaban contra aque-

lla destrucción, transformando no sólo el espacio físico, sino también

las mentalidades, como escribe Ernst Jünger: “La marcha triunfal de

la técnica deja tras de sí una amplia estela de símbolos destruidos”.1

Las “aldeas perdidas” dejaban de serlo en cuanto la explotación

minera o industrial hacía su aparición, con dolor y drama una nueva

realidad se imponía. Por el contrario, hoy se asumen como un bien

cultural las huellas de aquellas implantaciones, y más allá incluso del

significado económico de su pérdida, se clama por su conservación

o reutilización, de modo que, permaneciendo en alguna manera su

valor rememorativo, el valor estratégico para la economía se trans-

forme ahora en bien de explotación turístico-cultural.2

Probablemente sean mentalidades similares, si la transposición

temporal fuera admisible, las que, frente a la industria minera, cla-

maban por la conservación intacta de los territorios y las economías

agrícolas, en definitiva, por sus respectivas aldeas perdidas, y tam-

bién quienes hoy proponen, a toda costa, la conservación de los vie-

jos tinglados industriales. Unas y otras visiones temporales se confun-

den, en la medida en que ambas parten de sus respectivos presen-

tes como realidades incontrovertibles, como bienes a conservar por

sí mismos, sin buscar realidades más amplias, ignorando aquellas

CELEST INO GARCÍA BRAÑA

Industria y arquitectura modernaen España, 1925-1965

1 JÜNGER, Ernst, El Trabajador, pág. 157, Tusquets, Barcelona, 1993. La primera edición apareció en Berlín en 1932.2 Referencia a la novela La aldea perdida de Armando Palacio Valdés (1903), que narra la confrontación que en “la tranquila vida de lacomunidad campesina originó la primera industrialización.”

A todos los miembros del Comité de Registros.

Con amistad, gratitud y deuda.

posibles iniciativas capaces de canalizar “positivamente” las ener-

gías transformadoras de cada momento. Las negaciones totales, por

reduccionistas, inevitablemente conducen a semejantes paradojas.

Naturalmente, esto no puede hacernos olvidar que si el control de

la Técnica y de su derivada, la Industria, escapa en buena medida, en

nuestro presente, a los principios de una ordenada implantación,

cuánto más en el pasado, en que los valores ampliamente dominan-

tes de la burguesía no permitían más consideraciones que el más

inmediato de los beneficios.

Como todos los grandes acontecimientos, Técnica e Industria difí-

cilmente admiten definiciones concluyentes, siempre estarán sujetas

a los específicos puntos de vista desde los cuales se analicen. En rela-

ción con ellas, entre las idílicas esperanzas depositadas inicialmente

en sus fértiles futuros y las realidades explotadoras descritas por nove-

listas, pintores o poetas, median abismales diferencias.

TRABAJO INDUSTRIAL Y NUEVA SENSIBILIDADLa complejidad del fenómeno industrial no admite, por tanto, miradas

únicas capaces de explorar todas sus dimensiones. Aquí, en buena

medida, sólo interesarán aquellas que puedan dar cuenta de su con-

dición arquitectónica, urbana y territorial.

Ninguna intención que pueda motivar una pervivencia fuera de

lugar y de tiempo de lo que fue. Tampoco se pretende reflejar una

supuesta valoración canónica de los edificios a que ha dado lugar. Se

trata de documentar e interpretar una historia, una parte que consi-

deramos importante de un pasado arquitectónico reciente, que cons-

tituya un instrumento para su mejor conocimiento y valoración cultu-

ral, quizá también un apoyo a la necesaria reflexión y toma de deci-

siones acerca del papel que estas instalaciones industriales pueden

llegar a jugar en un inmediato futuro, si así se juzgara conveniente.

No se defiende su indispensable conservación, se proclama su

valor. El cometido que puedan desempeñar en el futuro dependerá

en cada caso de múltiples consideraciones y circunstancias. Se trata,

por tanto, de reconocer su contribución a la configuración espacial

de ciudades y territorios, cómo han llegado a constituirse en memoria

colectiva y qué han aportado estas instalaciones industriales a la

arquitectura del Movimiento Moderno, contribuyendo significada-

mente a su afirmación e implantación. Esa aportación ha resultado

decisiva, pues en ellas la arquitectura, liberada, aunque sólo en cierta

medida, de simbolismos y representaciones, apoyada de modo casi

exclusivo en las necesidades tecnológicas, ha entrado de modo

“natural” en el alma misma de lo que constituyó el núcleo fundamen-

tal y las líneas básicas del Movimiento Moderno, que a su vez muestra

cada vez más irisaciones, lejos de los monolitismos definitorios de sus

segundos momentos.

Derivadas de la “racionalidad” de los procesos industriales, o

mejor, tras la eficacia extremadamente economicista de su razón de

ser y de su propia naturaleza, tienen lugar en el terreno de lo arquitec-

tónico, de lo urbano y de lo territorial, dos consecuencias evidentes:

por un lado, la tendencia a la racionalidad de sus contenedores, des-

pojados de elementos ornamentales, y por otro, la extremada anar-

quía en su instalación, con funestos resultados desestructurantes para

la realidad que ha de soportarlos. Ningún objetivo fuera de su propia

estrategia rentabilizadora merece su atención, las consecuencias son

claramente destructoras, tanto de territorios como de conjuntos cons-

truidos. Nada permanece, todo se altera con extremada velocidad.

Velocidad de cambio que ya en sus “Estampas Parisienses” había per-

cibido Baudelaire, haciendo de ello una de las características de la

modernidad, en este caso de aquella incipiente modernidad.

Por todo lo anterior, quizá las formas más dignas, las que más cla-

ramente ponen de manifiesto su propia racionalidad y, desde luego,

las que más y mejor se han utilizado en la expresión de esa contun-

dente razón de ser hayan sido, en primer lugar, las desnudas estructu-

ras metálicas y, después, toda la expresión arquitectónica vinculada

al Movimiento Moderno. La racionalidad que esta arquitectura predi-

caba es convergente con la propia racionalidad de la Técnica, con-

virtiéndose así, no sólo en un buen vehículo de eficacia, sino también,

a la postre, de simbología. Desde las implantaciones industriales de

Albert Kahn en Detroit, hasta la Van Nelle, por poner algún ejemplo, el

hilo conductor de lo moderno está presente y asume cómodamente

el papel de contener los organizados y eficientes sistemas productivos.

Así, la arquitectura del Movimiento Moderno, pese a reclamar la

vivienda como principal objetivo de sus preocupaciones, es en la

industria donde encuentra más fácil acomodo, donde es asumida sin

grandes contradicciones. No es la carencia de lo simbólico en la indus-

tria lo que aparentemente facilita la adopción de este lenguaje arqui-

tectónico, es más bien al contrario, que la simbología del progreso y

de la eficiencia tecnológica encuentran dignidad en el ropaje de lo

moderno. Los grandes magnates de la industria que construyen sus

mansiones apoyándose en el prestigio de la historia y sus estilos, adop-

tan con facilidad para sus edificios industriales el lenguaje moderno.

Todo queda, así, en perfecta sintonía.

Fabrikstadt, MarianneWerefkin, 1912,témpera sobre cartón

Fábrica Van Nelle, 1925-1931, RotterdamJan Brinkman, Leen van der Vlugt

La “desnudez” de la arquitectura moderna, su sinceridad cons-

tructiva, es adecuada envoltura para la eficacia de la industria. Nada

se mueve sin símbolos y la dura industria también requiere de los suyos.

La verificación inmediata de lo anteriormente escrito nos la pro-

porciona Adolf Behne, en su importante libro 1923. La construcción

funcional moderna.3 Basta recorrer las ilustraciones que acompañan

al texto, para comprobar que en su casi totalidad están dedicadas a

edificios industriales y que apenas cuenta con alguna vivienda de

Loos o de Le Corbusier, cuando, por el contrario, A. Kahn, H. van de

Velde, O. Bartning, P. Behrens, W. Gropius y H. Meyer, H. Haring, E. Men-

selsohn, H. Poelzig, B. Taut, los hermanos Luckardt, T. Garnier, A. Perret,

N. Ladovski, etc., aparecen representados con sus propuestas para

edificios industriales.

En este mismo texto, Behne toma unas citas de Henry Ford que,

por su oportunidad, parece conveniente recoger también aquí: “La

condición necesaria para una eficiencia mayor y un proceso produc-

tivo humano es un espacio fabril limpio, luminoso y bien ventilado.

Nuestras máquinas están dispuestas muy próximas una a otra: cada

pie cuadrado de espacio significa naturalmente un cierto incremento

de los costes de producción, que junto con los costes adicionales de

transporte que se originan cuando las máquinas están separadas seis

pulgadas más de lo necesario, acaba siendo cargado a los consumi-

dores. Por eso nuestras máquinas están más juntas que en cualquier

otra fábrica del mundo. Al lego pueden parecerle que están monta-

das directamente unas sobre otras, y sin embargo están instaladas de

acuerdo con un método científico, no tan sólo según el orden de las

distintas operaciones, sino según un sistema que proporciona a cada

obrero todas y cada una de las pulgadas cuadradas del espacio que

le son necesarias, pero, cuando es posible, ni una pulgada cuadrada

–y ciertamente ni un pie cuadrado– más [...]. Cuando se levantaron

nuestras viejas edificaciones, la ventilación no estaba avanzada como

hoy. En todos los edificios de nueva planta, los pilares están huecos,de

manera que a través de ellos se bombea al exterior el aire viciado y se

aporta aire limpio. Durante todo el año se pretende conseguir una

temperatura constante, y durante el día no existe en ningún momento

la necesidad de iluminación artificial. Los rincones oscuros, que invitan

a toda inmundicia, se pintan de blanco. Donde no hay limpieza no

hay moral. Disculpamos tan poco la negligencia en la conservación

de la limpieza como la negligencia la producción”.4 Más adelante, y

como referencia al valor que el propio Ford daba a la dimensión sim-

bólica en los edificios industriales, aparece la siguiente cita: “Se reali-

zan esfuerzos ostensibles dirigidos a reducir las dimensiones creativas a

cosas materiales, que puedan colgar de una pared, ser escuchadas

en una sala de conciertos, o ser dispuestas para su contemplación en

cualquier otro lugar, donde personas ociosas y siempre insatisfechas

tienen buen cuidado de reunirse para ensalzar mutuamente su cul-

tura. Quien quiera, en cambio, obrar de manera verdaderamente cre-

ativa, aquel que se aventura donde rigen leyes superiores como las de

la tonalidad, de la línea y del color, se encaminará hacia un lugar

donde impere la ley de la personalidad. Necesitamos artistas que

dominen el arte en sus aspectos industriales. Necesitamos maestros del

método industrial. Necesitamos hombres que tengan la fuerza de

transformar a la masa política, social, industrial y éticamente informe,

en una totalidad sana y proporcionada. Hemos coartado el talento

creador y lo hemos profanado imponiéndole fines triviales. Necesita-

mos hombres que nos den un plan de trabajo dirigido hacia todo lo

correcto, bueno y deseable”.5 Y al referirse a sus últimas intenciones,

en cuanto a sus edificios industriales se refiere, Ford es taxativo: “No

pensamos levantar edificios suntuosos como símbolo de nuestros éxi-

tos. La financiación de construcción y mantenimiento significaría tan

sólo una carga estéril para nuestros productos: tales monumentos del

éxito se convierten con excesiva frecuencia en monumentos funera-

rios. Un gran edificio administrativo puede resultar necesario en alguna

ocasión, pero cuando lo veo, siempre se levanta en mí la sospecha de

la existencia de un exceso. Siempre hemos considerado superfluo un

aparato administrativo complicado, y preferimos ser conocidos por

nuestros productos, no por las edificaciones donde son fabricados”.6

Difícilmente se puede expresar de manera más sintética y precisa

un programa edificatorio para la industria, difícil parece también no

deducir la lógica que relaciona, casi de modo inmediato, los presu-

puestos del Movimiento Moderno con las aspiraciones que más iden-

tifican la producción industrial.

La influencia que este modo de entender la construcción de los

edificios industriales se extenderá rápidamente, como muy acertada-

mente escribe Antonio Pizza: “la ejemplar alianza entre A. Kahn y H.

Ford representará un modelo encomiable de acuerdo entre el mundo

de la industria y la profesión; la construcción de las fábricas america-

nas, de acuerdo con un escrupuloso respeto de los requisitos de efi-

ciencia funcional, uso de materiales modernos y garantizado bienes-

tar de los ambientes de trabajo, constituirá un canon imprescindible al

que deberían atenerse los proyectistas europeos”.7

Mucho más, teniendo en cuenta que aquellas realidades con-

3 BEHNE, Adolf, 1923, La construcción funcional moderna, Col·legi d’Arquitectes de Catalunya, Demarcació de Barcelona, Barcelona, 1994.4 Ibid., pág. 38.5 Ibid., pág. 39.6 Ibid., pág. 39.7 PIZZA, Antonio, “La arquitectura de la industria como Zeitstil de la modernidad”, en Arquitectura del Movimiento Moderno. RegistroDOCOMOMO Ibérico, pág. 264, DOCOMOMO Ibérico/Fundacion Mies Van Der Rohe, Barcelona, 1996.

Reforma de laMeyer-KauffmannTextile Company,1922-1923Wüstegiersdorf,Silesia Erich Mendelson,Erich Laaser

Fábrica Fagus, 1911-1913Alfeld an der LeineWalter Gropius, Adolf Meyer

trastaban fuertemente con la edificación habitual de las industrias del

momento. “¿Cómo había sido hasta entonces la construcción de

fábricas en Alemania?” Así se interrogaba y así responde A. Behne:

“Las fábricas, aquí como en todas partes, se levantaban de la manera

más tosca y barata, con el mayor desdeño. No se malgastaba en ella

ninguna mínima intención configuradora, y si ocasionalmente se dis-

ponía alguna torrecilla gótica o un frontón renacentista, se conseguía

tan sólo falsear el resultado. La fábrica de patios sombríos, pasadizos

estrechos, vidrieras ciegas, espacios bajos y oscuros, más parecida a

una prisión que a un lugar de trabajo productivo, la fragua del aire

viciado, repulsiva y funesta, era la pareja perfecta de los cada vez

más aterradores interiores en crecimiento de las Mietkaserne de la

gran ciudad, donde la mayoría de los esclavizados de la gran ciudad

debían vivir”.8

Con todo lo anterior, se comprenden perfectamente los acentos

arquitectónicos que P. Behrens pondría en su interpretación de lo que

los edificios industriales deberían ser: “La organización de las necesi-

dades de la producción dicta la ordenación de los espacios. El con-

trol general, la facilidad y maniobrabilidad en los traslados, el trasiego

de los productos fabricados, la libre movilidad del utillaje, de las

máquinas o de los vehículos, exigen naves amplias, francas y diáfanas.

Conviene que los lugares de trabajo sean tan luminosos y el espacio

disponible tan grande como sea posible”, para a continuación tradu-

cirlo a un lenguaje arquitectónico expresivo de las propias necesida-

des de lo industrial: “A este fin, es recomendable desplazar las cajas

de escalera y los ascensores al exterior, con lo cual el efecto arquitec-

tónico se hace más impresionante, tanto en el interior, por la larga ali-

neación de las salas de trabajo, como en el exterior, por la pintoresca

animación que las cajas de escalera proyectadas hacia fuera intro-

ducen en las hileras de ventanas, y por las torres de ascensores que

superan la altura del caballete. Dado que en la construcción de fábri-

cas hay que contar con la abertura de grandes ventanales –porque

la luz es condición necesaria de un buen trabajo–, deben tener un

papel preponderante, dominar la superficie del cuerpo edificado y

ayudar a sostener el efecto fabril: por ello, no deben presentarse

como grandes agujeros en el muro, sino situarse en el mismo plano

que la cara exterior del mismo, y dar así a la pared del edificio un

aspecto más grato”.9

Si tenemos en cuenta que este texto fue escrito en el año 1920, es

fácil deducir su influencia sobre las ideas posteriores de Gropius o Le

Corbusier en la formulación de los principios del Movimiento Moderno.

Su búsqueda en pos de una arquitectura que reflejara el espíritu de su

tiempo vincula de manera indisoluble rentabilidades económicas, efi-

cacias técnicas y austera simplicidad expresiva, y si la arquitectura

moderna se adopta con naturalidad como lenguaje de la Industria es

porque así lo exige la Técnica. Su naturaleza, la del Movimiento

Moderno, resulta conveniente a la Técnica, a su propia expresión de

eficacia y poder. “El Estilo de la Industria”,10 así titulaba Frank Lloyd

Wright la segunda de sus famosas conferencias impartidas en Prin-

centon en el año 1930, con ello, su autor venía a reconocer “lo indus-

trial” como una nueva etapa en el desarrollo de la humanidad en la

que todo se vería profundamente afectado.

ESTÉTICA DE LA MÁQUINA, ESTÉTICA DEL INGENIEROLa característica más determinante de todo el pensamiento arqui-

tectónico del primer tercio del siglo XX es la necesidad de responder

adecuadamente a los requerimientos de una sociedad en la que la

presencia de la Máquina, también de la Industria, se estaba haciendo

vertiginosamente omnipresente. Para los más significativos arquitectos

de estos años, la preocupación fundamental no era otra que definir

unos principios arquitectónicos en la formulación de lo que Wright,

como ya indiqué, denominaría “el Estilo de la Industria”.

Pero el personaje que de un modo natural estaba inmerso en los

problemas específicos de la Técnica ya existía, no era otro que el Inge-

niero. De modo natural se fue abriendo paso el protagonismo de la

figura del ingeniero que cabalgaba cotidianamente a lomos de aque-

lla condición emergente del siglo XX. Viollet-le-Duc, que ya había refle-

xionado a mediados del siglo XIX, si no sobre la belleza, si al menos sobre

el carácter de la locomotora, afirmó con naturalidad: “Los ingenieros

que han hecho locomotoras no han pensado en copiar el enganche

de una diligencia”. Con una sentencia tan elemental estaba definiendo

un carácter esencial de la producción industrial, que derivaba obvia-

mente del propio desarrollo de la Técnica, esta condición esencial no

era otra que la exigencia de la más estricta funcionalidad como requi-

sito indispensable de la condición técnica. Ciertamente, el método

racional, es decir cálculo y precisión, serán los instrumentos fundamen-

tales del trabajo de los ingenieros.

Pero la producción de objetos, máquinas o presas hidroeléctricas

necesita inevitablemente de recursos formales que se apoyen en una

materialidad, lo que, antes o después, no podría dejar de poner de

manifiesto el problema que de ello deriva, es decir su valoración esté-

tica. Y si bien esta valoración de la forma fue, en principio, negativa

8 BEHNE, Adolf, op. cit., pág. 40.9 BEHNE, Adolf, op. cit. pág. 42.10 WRIGHT, Frank Lloyd, El futuro de la Arquitectura, Poseidón, Buenos Aires,1958.

Nave del Mataderode Lyon, 1915Tony Garnier

Torre de elaboraciónde lejía en unafábrica química,1923Nikolai Ladovski

para los productos de la ingeniería, no es necesario recordar las polé-

micas suscitadas por el Cristal Palace de Londres (1851), o la torre Eiffel

en París (1889), en los primeros años del siglo siguiente se abriría paso

una nueva sensibilidad. Cuando Hermann Muthesius, y en general

todas las personas vinculadas al Werkbund, establece que los argu-

mentos básicos que ha de seguir toda producción, desde el objeto al

edificio, deben guiarse por la finalidad, el material empleado y los pro-

cedimientos técnicos de su construcción, a fin de alcanzar la ansiada

belleza, estaban argumentando a favor de los procedimientos de la

ingeniería, y ello independientemente de que Muthesius, como es

bien conocido, no confiara en las simples razones de la utilidad como

argumentación exclusiva para la obtención de la belleza.11 Lo que

resultaba indudable era que, sin el rigor del procedimiento técnico,

todo otro modo de aspirar a la belleza sería recorrer caminos con-

denados al fracaso. La formulación que Joseph August Lux esta-

blecía en “Ingenieur-Aesthetik”, su importante texto de 1910: “La

forma estética debe ser inventada ex novo sobre la base de los

nuevos elementos. Este es el problema que todos estamos empe-

ñados en resolver”12 marcaba confiadamente el camino de no

retorno y la esperanza en los indudables beneficios del progreso

técnico y la nueva era maquinista.

En realidad, sólo quedaba aguardar a que se cumpliera el siem-

pre necesario periodo de acomodación, para que las desnudas nue-

vas formas fueran naturalmente asimiladas, ya que “en ellas se

hallaba la expresión de férreas necesidades”.13 Fue necesario cambiar

el sentido de la mirada, dotándose de una nueva sensibilidad, para

así poder afirmar: “Este ojo nuevo ve, en el lugar de la desolación, ger-

minar el secreto de una nueva belleza y percibe, a despecho de la his-

toria del arte, las construcciones de la técnica desde un punto de vista

artístico o, al menos, desde un punto de vista estético. Ciertamente,

quien primero se dota de aquel nuevo ojo de modo natural, siguiendo

la esencia de sus propios propósitos y de la naturaleza de sus aspira-

ciones, fue el ingeniero, de modo que también inevitablemente fuera

necesario exclamar explícitamente: El verdadero arquitecto de nues-

tra época es el ingeniero”.14

Él, el Ingeniero, era quien no había dudado, quien había com-

prendido tempranamente la nueva situación y quien, mirando de

frente a la nueva realidad, se había dotado, con fe, de los nuevos ins-

trumentos necesarios para abordar las inevitables consecuencias de

la nueva era tecnológica. Así, su figura resulta notablemente agigan-

tada, ya que “es sustancialmente más cómodo y más fácil divertirse

combinando de distinto modo los motivos estilísticos tradicionales que

interrogar a la vida acerca de sus necesidades latentes, con la inten-

sidad que lo hace la técnica moderna, que efectivamente ha enri-

quecido la vida humana con un gran número de admirables estruc-

turas. La técnica no sólo ha ampliado nuestros conocimientos, sino

también nuestras facultades, en suma, el ámbito de la potencia

humana, y nos ha proporcionado fuerzas que hace sólo cincuenta

años eran aún sueños de fábula. Es aquí entonces, en el campo de la

Técnica, en donde deben buscarse los orígenes de una nueva arqui-

tectura. Puesto que de lo que se trata, a fin de cuentas, es de esta-

blecer contactos con la naturaleza fuera de nosotros, de extender la

esfera de la acción de nuestros órganos y de nuestros nervios. Nuestra

voz y nuestros brazos quieren atravesar el océano, quieren conectar

a las naciones, abreviar las distancias espaciales y temporales, con

el cable, el piróscafo veloz, los automóviles, con numerosas instala-

ciones y espacios, con vías, puentes y túneles, con estructuras de todo

tipo, cuya forma surge de la necesidad y de la finalidad concreta, sin

atribuir ninguna importancia a los conceptos estilísticos preexistentes

heredados del pasado. Aquí, entonces, está la vida. Surge un nuevo

concepto de espacio y forma, una nueva idea de la arquitectura, un

nuevo concepto de belleza”.15

El siempre atento Le Corbusier sólo tenía que recorrer el camino

trazado unos años antes y reorientarlo en función de sus propios inte-

reses, la fruta había madurado, apenas se necesitaba abrir los ojos,

extender la mano y recogerla.

LOS TRES INGENIEROS: ALBERT KAHN O EL INGENIERO PRAGMÁTICO, LE CORBUSIER O EL INGENIERO “FACTOTUM”,PETER PALCHINSKY O EL INGENIERO HUMANITARIOSin embargo, la cuestión no sería tan sencilla, y en la actitud frente al

papel a desarrollar por el ingeniero, la línea de continuidad se quie-

bra, siendo posible distinguir al menos tres posiciones claramente dife-

renciadas. La primera, digamos para entendernos, la de la “solvencia

técnica”, defendida por A. Kahn y por su hermano Moritz, quien en la

temprana fecha de 1917 publica The Desing and Construction of

Industrial Building,16 libro en el que ordena y sistematiza el conjunto de

ideas que deben tenerse en cuenta en la búsqueda del edificio ade-

cuado destinado a la producción industrial. La primera condición que

establece es conocer a fondo todas las características que cada pro-

ducción industrial conlleva,”entendida como un flujo continuo y con

la menor cantidad de tiempos muertos e interrupciones”.17 Así, el sis-

tema productivo propugnado por Ford penetra en la misma concep-

ción del edificio. Simultáneamente, entiende las posibles técnicas

constructivas a utilizar como variables que, “aplicadas con propie-

dad”, han de implicar la reducción de tiempos, tanto de ideación

como de ejecución. Además, los edificios para la industria deben

cumplir con la idea de Ford y favorecer la predisposición del obrero

hacia el trabajo “a partir de la mejora de la cualidad global del

ambiente”. Las condiciones estéticas del edificio quedan, para Moritz

Kahn, en un segundo término, pues no pierde nunca de vista que el

objetivo fundamental es la “organización del espacio interior con-

forme al ciclo de producción”.18 Con gran sentido práctico, reclama

una nueva figura que juzga indispensable para lograr los fines pro-

puestos: el “Factory Designer”, que tendrá la misión de “unir su cono-

cimiento de la arquitectura con el de la ingeniería civil, la mecánica y

la electrónica”.19

Con semejantes argumentos, no es de extrañar que A. Kahn des-

deñara la visión sustentada por Le Corbusier de “un genérico ingeniero

11 Hermann Muthesius.12 LUX, Joseph August, “Estética de la ingeniería”, en MALDONADO, Tomás, Técnica y Cultura, Ediciones Infinito. Buenos Aires, 2002.13 Ibid., pág. 87.14 Ibid., pág. 88.15 Ibid., pág. 91.16 Ibid., pág. 98.17 BUCCI, Federico, L’architetto di Ford, pág. 23, Città Studi, Milán, 1991.18 Ibid., pág. 24.19 Ibid., pág. 24.

Crystal Palace, 1951 LondresJoseph Paxton

20 Ibid., pág. 24.21 Ibid., pág. 51.22 SOLÀ-MORALES, Ignasi de, “High-tech. Funcionalismo o retorica”, en Arquitectura nº 300.23 MOOS, Stanislaus von, “Standard et élite: le syndrome Citrohan”, en voz “Industrie”, en Le Corbusier, une encyclopédie, Centre GeorgesPompidou, París, 1987.24 GRAHAM, Loren R., El fantasma del ingeniero ejecutado, págs. 61 y ss., Editorial Crítica, Barcelona, 2002.

factotum”, frente a su pragmática propuesta de una oficina de pro-

yectos en la cual estuvieran eficazmente integrados todos los saberes

necesarios. Tampoco le interesaban a Kahn los resultados que los

arquitectos europeos alcanzaban, de quienes criticaba su apego a

exhibir grandes superficies vidriadas, que eran más el resultado razo-

nes estéticas que de “precisos controles de orden funcional”. Para él,

lo definitivamente importante era lograr un edificio industrial “como

perfecta máquina productiva”,20 a diferencia de Le Corbusier que lo

entendía como “magnífica primicia de nuestro tiempo”. Por otra

parte, la actitud de Kahn no hace sino seguir la extrema lógica de la

situación, sin intentar salirse de ella ni un milímetro, ya que como enun-

ciara años después Ernst Jünger con su precisión acostumbrada: “La

técnica halla un lenguaje nuevo; eso quiere decir: renuncia a todos

los resultados que no sean los ya contenidos, como resultado de una

operación aritmética, en la utilización de ese lenguaje”.21 La actitud

que A. Kahn adopta en otros proyectos alejados del tema industrial,

ayuda a comprender su radical sentido práctico con relación a los

edificios fabriles, pues no traslada ninguna consideración teórica rela-

cionada con la industria a temas como viviendas o edificios institucio-

nales, en los que actúa eclécticamente sin ninguna dubitación, de lo

que es plenamente consciente y queda reiteradamente justificado en

sus escritos.

La relación entre Técnica y Arquitectura en Le Corbusier queda

dibujada con precisión por Ignasi de Solà-Morales: “Antes y ahora, la

arquitectura es mediación entre las técnicas, las imágenes, el pano-

rama que la cultura de cada momento ofrece y lo que Le Corbusier

llamará el orden del universo. Se trata de una palabra más genérica,

más allá de la determinación técnica o práctica de cada obra. Es una

mediación entre el entorno técnico al cual los ojos del arquitecto

deben estar bien abiertos y la finalidad estética que constituye el

último objetivo de la obra arquitectónica. La mediación de la arqui-

tectura no se juega, en último término, en el nivel práctico, productivo,

particular de los objetos, sino en el discurso, expresión o mensaje que

desde ellos puede establecerse, como manifestación del tiempo pre-

sente”.22 Las diferencias con A. Kahn son obvias, y se acentuarán

cuando Le Corbusier, desilusionado por no encontrar verdaderos hom-

bres de la industria en Francia, fracasadas las experiencias con Gabriel

Voisin y la corta colaboración con Henry Frugès, se retira en sus cuar-

teles de invierno, “a cincelar su autorretrato de artista”. Nunca más

una imagen de industrial, sino el retrato de un “gran hombre” que

viene a enfrentarse con la realidad para que puedan nacer nuevos

Tiempos (al menos una nueva arquitectura). Stanislau von Moos, con-

tinúa su texto tan ilustrativo: “La editorial del penúltimo numero de la

revista (L’Esprit Nouveau) es, de este modo, sintomática: el texto, diri-

gido por Ozenfant y confirmado por Jeanneret, no tiene nada de la

furia propagandística de las primeras proclamas. Nada de exhorta-

ciones al artista y al arquitecto para que abracen la técnica y la indus-

tria como base de una reforma cultural universal. Al contrario, neta

separación del trabajo del arte, la poesía y la ciencia (que no deben

nada más que a sí mismos), y compromisos confortables y lucrativos

con la gloria y el éxito: es preciso optar entre Mercurio y Apolo”.23

Frente al ingeniero de Le Corbusier, frente a Ford o Taylor, está la

actitud del ingeniero ruso Peter Palchinsky (1875-1929), quien se distin-

gue nítidamente de ellos al valorar el papel que la técnica debe jugar

en el progreso de la humanidad. Su “advertencia” a los jóvenes gra-

duados en las escuelas de ingeniería rusas era de otro calibre. “Creen

que todo problema es puramente técnico, con lo que suponen que

cualquier solución que incorpora los últimos adelantos científicos es la

mejor”.24

Palchinsky había comenzado su labor profesional en la cuenca

del Don, allí fue enviado en 1901 para realizar un estudio sobre el fun-

cionamiento de las minas. Elabora un informe minucioso sobre ellas,

pero añade de propia iniciativa la descripción del modo de vida de

los mineros, sus infames alojamientos, dibujados con precisión, y el

penoso desarrollo de su vida cotidiana, que causó una profunda

impresión entre los responsables de los Ministerios de Comercio e Indus-

tria y del de Finanzas. Simpatizante del Partido de los Socialistas Revo-

lucionarios, fue desterrado a Siberia en 1906. Su visión de la ingeniería

parte de una premisa básica: los seres humanos deberían ser objeto

de la máxima consideración en la planificación industrial. Huido de

Siberia, trabaja en Alemania, Francia, Inglaterra, los Países Bajos e Ita-

lia. Cuando se le encargaron, en razón de su prestigio, informes sobre

las actividades portuarias de Amsterdam, Londres y Hamburgo, “advir-

tió que no se podrían ejecutar con eficacia las labores de estiba y

desestiba si los trabajadores no tenían interés y preparación para ello”.

Regresa a Rusia en 1913, donde continúan sus problemas políticos y

funda un centro para el “estudio racional de los recursos naturales de

Rusia”. Defensor y partícipe en el Gobierno Provisional, con la Revolu-

ción de Octubre, será de nuevo encarcelado, saliendo de prisión por

intervención directa del propio Lenin, del que difería notablemente

Packard Motor CarCompany, edificio nº 10, 1905DetroitAlbert Kahn, Ernest Wilby

Ford Motor Company1909-1918Highland Park, DetroitAlbert Kahn

Ford Motor Companyampliación, 1918Vista exteriorHighland Park, DetroiAlbert Kahn

con relación al entendimiento global del desarrollo industrial en la

Unión Soviética. Mientras Lenin afirmaba en 1918: “Debemos introdu-

cir el sistema taylorista y los sistemas científicos de los americanos para

aumentar la productividad del trabajo en todo lo ancho de Rusia”,

Palchinsky y sus colaboradores se “preocupaban de los efectos atur-

didores que podrían tener para los trabajadores la imposición de los

métodos de Taylor y Ford”. Como señala Loren R. Graham, él propo-

nía otro enfoque general: “El mundo para los seres humanos”. Su fór-

mula era: la “ingeniería humanitaria”, que tenía como idea elevar los

conocimientos de los trabajadores hasta tal grado que los primitivos

métodos del taylorismo, pensados para obreros sin experiencia, fue-

ran innecesarios: “Los trabajadores bien informados serían dueños de

su trabajo, no sus esclavos”. Profesor del Instituto de Minería, consejero

estatal de grandes proyectos, importante y respetado ingeniero,

miembro del Gosplan, sus ideas acerca de los principios que deberían

orientar el trabajo de la ingeniería no dejarían de acarrearle conti-

nuados problemas políticos. El enfrentamiento final no tardaría en lle-

gar. Mientras que Stalin sostenía que: “no hay fortaleza que los bol-

cheviques no puedan tomar por asalto” y “la tecnología lo decide

todo”, Palchinsky, más socrático, reflexionaba de otra manera: “No

somos magos, no podemos hacer cualquier cosa”. Nada puede

extrañar que la defensa de aquellas ideas le llevara al aniquilamiento.

Fue ejecutado, clandestinamente, en 1929.

Probablemente, si Le Corbusier no se hubiera sentido mago en su

edificio para el Centrosoyus en Moscú, quizá habría obtenido mejores

resultados.

INDUSTRIA Y ARQUITECTURA MODERNACon probabilidad de acierto, puede decirse que donde más clara-

mente se han concretado las características de la modernidad arqui-

tectónica ha sido en la resolución de los problemas planteados por los

requisitos de indispensable cumplimiento del edificio industrial y en la

adecuada expresión de los mismos. En cierto modo, las características

arquitectónicas desveladas en los edificios de carácter industrial aca-

barían imponiéndose como argumentos definitorios de la nueva arqui-

tectura, del mismo modo que la nueva era industrial acabaría trasto-

cando los viejos valores y alumbraría un nuevo modo de ver e inter-

pretar el mundo.

Naturalmente, esa permeabilización de la arquitectura por el

mundo de la industria tenía viejos y abundantes antecedentes.

Podrían ponerse muchos ejemplos del largo proceso bajo aquella

influencia progresiva, me quedaré con el que me parece más emble-

mático, dadas la categoría y circunstancias de su protagonista.

Cuando en fechas anteriores preparaba su viaje a Inglaterra, que

tuvo lugar entre el 16 de abril y el 22 de agosto de 1826, lejos estaba

Karl Friedrich Schinkel de intuir las consecuencias que tal aconteci-

miento tendría para su visión de la arquitectura y, a la postre, para la

arquitectura misma. Y eso que Schinkel realiza el viaje acompañado

de Peter Beuth, buen conocedor de las novedades industriales de

Inglaterra, pues ya había estado en este país tres años antes. De la

impresión que los edificios industriales producen en Beuth quedan

varios textos25 en los que este refleja aquel impacto, alguno dirigido

al propio Schinkel en 1823: “El milagro de nuestro tiempo, querido

amigo, son para mí las máquinas y los edificios construidos para ellas,

llamadas factory. Un ejemplo usual puede tener hasta ocho y nueve

pisos de alto, y tiene además hasta cuarenta ventanas a lo largo y al

menos cuatro de profundidad. Las columnas son de metal y las vigas

que se apoyan sobre estas también. Un gran número de estos conte-

nedores se encuentra también en puntos muy elevados que dominan

los alrededores, a esto se le suma un bosque de chimeneas aún más

altas. Producen un maravilloso efecto desde lejos, sobre todo de

noche, cuando millares de ventanas se iluminan con la luz de gas”. Y

si del exterior le impacta la imponente presencia, en el interior le llama

la atención el sistema constructivo adoptado en alguno de aquellos

edificios: “Las bóvedas se apoyan sobre vigas y columnas de hierro

colado” y también el ambiente de limpieza dentro de las fábricas:

“después de una visita que duró muchas horas, mi vestido no refle-

jaba la más mínima mota de polvo”, sacando la conclusión, como

nos relata Marco Pogacnik, de que “todo esto no era un lujo inútil; el

hecho de trabajar en ambientes limpios y con máquinas construidas

con cuidado y precisión animaba al operario a agradecer y repro-

ducir en su trabajo la misma inteligencia y decisión”. Sin duda, clara

anticipación, con todas las lógicas diferencias, de lo que serían, ya lo

hemos visto, las ideas de Ford y Taylor al respecto.

Más adelante, la masiva disponibilidad de materiales como el

25 POGACNIK, Marco, “La fabbrica e l’architetto. Il viaggio in Inghilterra di Schinkel”, en Casabella nº 651-652.

Ford Motor Company, ampliación, 1918Vista interiorHighland Park, Detroit Albert Kahn

Export Building, Chrysler-Dodge Half-Ton Truck Plant,1938Vista interior

Temple Beth, 1903DetroitAlbert Kahn

Casa Kuhb, 1914Grosse Point, MichiganAlbert Kahn, Ernest Wilby

hierro, el hormigón y el vidrio, propiciada por el mismo desarrollo

industrial, pondrá a disposición de la arquitectura, como es bien

sabido, nuevas posibilidades expresivas y también una nueva confi-

guración espacial.

Efectivamente, la resolución de los problemas del funcionamiento

interno y la aspiración a lograr la necesaria flexibilidad funcional, con-

ducirán, básicamente, a dos tipos de estructura: la retícula de pilares

y los grandes espacios abovedados, el primero adoptando indistin-

tamente el acero o el hormigón y el segundo basado fundamental-

mente en este material. En ambos casos late la misma idea: la nece-

sidad de resolver lo que Auguste Perret llamaba “los requisitos per-

manentes y los efímeros” a partir de la idea del abri souverain.

Y si la estructura afirma siempre su contundente presencia en el

moderno edificio industrial, a su vez las necesidades de una ilumina-

ción idónea y la aspiración a exhibir su propia racionalidad, haciendo

de esta exhibición una de sus razones expresivas, imponen la idea de

la ligereza que, en cierta medida, va asociada con la idea de trans-

parencia. Ligereza y transparencia aparecen entonces como recur-

sos expresivos de lo moderno, lo que implica entre otras consecuen-

cias un nuevo discurso de la fachada.

La literalidad de la transparencia juega un papel fundamental en

la exhibición del funcionamiento interno del edificio, lo que permite

mostrar al mundo la idoneidad de lo que en el interior se está produ-

ciendo, la literalidad de lo que es, sin ningún tipo de mediaciones. Y

ello será posible a partir de dos consideraciones constructivas, por un

lado el radical abandono de la condición portante de la fachada y,

por otro, la incorporación del vidrio en las amplias superficies del

cerramiento. Pero el vidrio, de condición transparente, adquiere mati-

ces y brillos por efecto de la luz, que acentúan sus posibilidades

expresivas hacia la desmaterialización.

Por otra parte, la combinación del vidrio con la luz eléctrica, tam-

bién producto de la reciente industria, abrirá nuevas posibilidades al

lenguaje arquitectónico. Si la luz artificial había cambiado la fisonomía

de las ciudades, ahora podrá cambiar, en la nocturnidad, la de los

edificios modernos, cuyos arquitectos muestran un inusitado aprecio

por esta nueva posibilidad. Si la arquitectura, desde el templo griego,

siempre reconoció en la luz natural un material propio, la luz eléctrica,

como señala A. Luçart, será ahora uno de sus “nuevos elementos”.

CENTRALES HIDROELÉCTRICASUn tipo de industria ha tenido especial transcendencia en elperiodo temporal que estamos tratando: la hidroeléctrica. Circuns-tancia perfectamente esperable, ya que la producción de electri-cidad ha constituido una de las características fundamentales delsiglo XX.

Así lo había entendido clarividentemente Tony Garnier, que envarias de las laminas más significativas de su Cité Industrielle, repre-senta la fábrica de producción eléctrica en el valle y, en lo alto, lapresa de contención del río, como si la nueva ciudad, y todanueva ciudad, dependiera ya, inevitablemente, de la “nueva”fuente de energía. Garnier, por lo demás, no hacía sino seguir aquílos pasos de su admirado novelista e ideólogo Emile Zola y de otrosnovelistas de la utopía, como William Morris o Anatole France, pre-ocupados por encontrar salida a las terribles condiciones urbanasy humanas que las ciudades de la primera revolución industrialhabían creado. Luc, el ingeniero (¡por cierto!) protagonista de Tra-vail, siguiendo el camino iniciado por su maestro Jordan, es capazde controlar la energía eléctrica, domesticarla y “sus turbinas trans-formarán la naturaleza misma de la vida”, y así alumbrar la nuevaCité Radieuse.26

La aportación de la electricidad ha sido decisiva en toda latransformación económica y cultural del siglo pasado, una vez quese superaron las dificultades para su transporte, desde los lugaresde producción a los del consumo. Al mismo tiempo, las mismas ins-talaciones hidroeléctricas alcanzarán significación por su capaci-dad transformadora de amplios territorios y la construcción de nue-vos paisajes directamente derivados de su implantación.

La presencia de la ingeniería a gran escala, la atención quegeneralmente prestaron las firmas promotoras de estas industrias,dotadas, necesariamente por su naturaleza, de una importantecapacidad financiera, así como la calidad y representatividad desus edificios, plantearon, desde el principio de sus actividades, untema de notable interés cultural en relación con las decisiones pro-yectuales a adoptar: se hacía absolutamente indispensable la pre-sencia simultánea del ingeniero y de la “sensibilidad arquitectó-nica” a fin de dotar al resultado final de la calidad emblemáticaque se perseguía. La “modernidad” de la electricidad, el convenci-

26 VIDLER, Anthony, “L’Acropole moderne”, en Tony Garnier. L’oeuvre complète, Centre Georges Pompidou, París, 1989.

Apuntes de Schinkel de suviaje a Inglaterra

Sastrería Esders, 1919ParísAuguste Perret

miento de que su “limpieza” podría obviar muchos de los inconve-nientes generados por el carbón como fuente de energía y toda laideología progresista que en su alrededor se fue consolidando,están seguramente en el fondo de la notable calidad arquitectó-nica que, en general, acompañó a estas instalaciones industrialesen todos los países, desde la Unión Soviética a los Estados Unidos,por citar geografías extremas.

ARQUITECTURA MODERNA E INDUSTRIA EN ESPAÑACuestiones de metodologíaPara estudiar lo que ha sido la influencia del Movimiento Moderno en

nuestro país es necesario definir algunos planteamientos metodoló-

gicos que orienten la prosecución de este objetivo. El primero de

ellos es reconocer la ruptura que supuso la Guerra Civil con la tradi-

ción cultural de la República, en la que había surgido una potente

arquitectura “moderna”, aunque ciertamente vinculada a muy

escasos territorios ibéricos. Esta ruptura ha sido generalmente acep-

tada para hablar de un antes y un después en relación con el Movi-

miento Moderno.

En España, solamente en el País Vasco y en relación con los edi-

ficios industriales, se pueden reconocer rasgos de una cierta conti-

nuidad con lo moderno después de la contienda civil, lo que puede

encontrar argumentos explicativos en la inmediatez de la relación

forma-función de la arquitectura industrial y también en el poco

espacio para la representación que se le reconocía a este tipo de

instalaciones.

Otra consideración inicial merece la cuestión de las fechas. Por

diversos argumentos, DOCOMOMO Ibérico viene adoptando como

espacio temporal en que acotar sus estudios, los años comprendidos

entre las fechas de 1925 y 1965,27 y aquí ciertamente va a seguirse,

no sin alguna dificultad, pues es difícil aceptar que determinados

ejemplos queden fuera de este registro. Pienso, por ejemplo, en: la

fábrica textil Aymerich, Amat y Jover, construida en Terrasa entre los

años 1907-1909 por el arquitecto Lluís Muncunill i Parellada, con sus

11.000 m2 y 161 bóvedas catalanas apoyadas sobre vigas curvas de

hormigón, que a su vez descansan sobre pilares de fundición; los

talleres de la Babcock & Wilcox (1919) en Baracaldo; algunos de los

tinglados mineros asturianos o los iniciales talleres del Metro madri-

leño (1920-1923), debidos al arquitecto Palacios y al ingeniero Ota-

mendi; también las importantes instalaciones industriales de Altos

Hornos del Mediterráneo, en Sagunto, que se ejecutan en la década

de los años veinte. Sirvan las anteriores citas como ejemplos espe-

cialmente significativos que, en razón del espacio temporal de este

estudio, preciso es que queden fuera de él.

También cabría añadir aquellos otros en que las “contaminacio-

nes” estilísticas hacen muy problemático establecer rotundas filia-

ciones con lo “moderno”, por ejemplo: la fábrica Esperanza y Cía,

construida en 1928 por C. Uriarte en Markina-Xemeín (Vizcaya); la

industria automovilística Firestone Hispania de P.Mendizábal y M. Bas-

tida (1932) en Basauri (Vizcaya); SACEM de Luis Astiazaran (1939) en

Villabona (Guipúzcoa); la Paperera Catalana (Picamoixons, Valls,

Tarragona) que el colaborador de Gaudí, Cesar Martinell, proyecta

en 1936. El hecho de limitar decididamente este Registro a la arqui-

tectura industrial claramente vinculada al Movimiento Moderno,

allana algunas dificultades de decisión, lo que no obvia, desde

luego, la formulación de sugerentes e inquisitorias preguntas a cerca

de los límites conceptuales y temporales de lo estilístico.

De las obras que aparecen en este registro conviene hacer

algún comentario previo de conjunto, que ayude a enmarcar sus cir-

cunstancias. Señalar, en primer lugar, la importante presencia numé-

rica de industrias que no forman parte del cuadro habitual de

empresas de fuerte implantación económica o de tamaño. Me

refiero a pequeñas industrias vinculadas a sectores productivos

como, por ejemplo, la alimentación, el tabaco, las conserveras o el

calzado. La explicación a esta aparente anomalía hay que buscarla

en las peculiaridades del incipiente desarrollo industrial y lo que se

ha venido en llamar “la cara oculta de la industrialización espa-

ñola”,28 entendiendo por ello el conjunto de un gran numero de

pequeñas empresas, basadas en recursos locales tanto de produc-

tos como energéticos, localizadas tanto en ciudades como en

pequeñas poblaciones rurales, que permeabilizaron para el proceso

industrial amplios territorios hispanos. Entre las industrias de fuerte

implantación económica o tecnológica debe resaltarse la aporta-

ción de las hidroeléctricas a la arquitectura moderna.

Otra circunstancia que puede resultar clarificadora es el reparto

territorial de las industrias cuyos edificios aquí se registran. Quizá el

aspecto más llamativo sea la enorme densidad de edificios de cali-

dad vinculados a la arquitectura del Movimiento Moderno que se

encuentran en Asturias, con ventinueve elementos seleccionados,

de Madrid se referencian ventidós, veintiuno del País Vasco y Nava-

rra, dieciséis de Cataluña, apareciendo con un número significativo

de edificios Comunidades Autónomas en las que se consideraba

27 PÉREZ ESCOLANO, Víctor, ” El registro de arquitectura del movimiento moderno”, en Arquitectura del Movimiento Moderno. RegistroDOCOMOMO Ibérico, págs. 8-10, DOCOMOMO Ibérico/Fundacion Mies Van Der Rohe, Barcelona, 1996.28 SOBRINO, Julián, Arquitectura industrial en España, 1830-1990, pág. 206, Cátedra, Madrid, 1996.

Central eléctrica de la CitéIndustrielle de Tony Garnier

Vapor Aymerich, Amat iJover, 1909TerrassaLluís Muncunill

que la industrialización, en los años aquí abarcados, era práctica-

mente inexistente.

Finalmente, señalar que el conjunto de los edificios industriales

analizados lo han sido en función de estar relacionados con alguna

actividad directamente productiva, por lo tanto, quedan fuera de

este registro otros relacionados exclusivamente con servicios, trans-

portes o almacenaje; es el caso de notables estructuras como la Torre

de luz de Cádiz (M. Toscano, 1955) que tanto recuerda alguna de las

importantes construcciones del ingeniero soviético Vladimir G. Suchov

(1853-1939). También señalar que nos referimos a obras construidas y

que al día de hoy presentan un razonable estado de conservación y

de identidad con sus características iniciales, lo que impide hacer refe-

rencia a edificios industriales que fueron notables en su momento,

como los de SEAT en la plaza Cerdà de Barcelona, calzados Coman-

che (Burgos) de Luís Peña Ganchegui o los laboratorios Jorba (Madrid)

de Miguel Fisac.

Las obras más significativas de los años republicanosEl escueto desarrollo industrial en la España inmediatamente anterior

a la Guerra Civil, viene reflejado en la escasez de ejemplos tanto por

calidad arquitectónica como por la concentración geográfica de los

mismos. También en la casi nula atención que las publicaciones espe-

cializadas dedicaban al tema; baste poner de manifiesto que en

AC, la revista del GATEPAC, sólo se hace mención a la industria y su

repercusión en la arquitectura, en el apartado de Edificios Industria-

les, al edificio de Rubió Tudurí para la Metro Goldwyn Mayer Ibérica

SA en Barcelona y a la instalación del periódico de Buenos Aires, La

Nación.29

De los conjuntos reflejados en el presente registro, la mayor parte

se sitúan en el industrializado País Vasco, con ejemplos tan significa-

tivos como la fábrica Laborde Hermanos, construida en fecha tan

temprana como 1928 por Luis Tolosa, en Andoain (Guipúzcoa), apo-

yándose compositivamente en una contundente horizontalidad.

Merecen la pena destacar, por su voluntad de integración en el

lugar, la Harino Panadera de Antonio Araluce (1933-1936) en Getxo

(Vizcaya) y la fábrica de Chocolates de Loyola de D. Lizaur (1936-

1939) en Oñati (Guipúzcoa). Aunque quizá el ejemplo más significa-

tivo de la época y en estos territorios sea Las Vidrieras de Llodio (Viz-

caya), construida en 1935.

Especial relieve hay que dar a una de las dos obras de este

periodo recogidas en el presente registro, de un territorio tan tem-

pranamente industrializado como Cataluña. Se trata de la fábrica

Myrurgia (Barcelona, 1927-1929), que encaja su planta en media

manzana del ensanche de Cerdá, incorporando en la composición

de las fachadas y en la organización de sus espacios interiores un

amplio abanico de referencias estilísticas, desde el noucentisme al

racionalismo, pasando por el art-déco. La segunda obra aquí reco-

gida es la fábrica de tejidos Germans Batló (Barcelona, 1935), repre-

sentativa de las industrias textiles que tanta importancia tuvieron en

la economía catalana de este periodo.

No puede dejar de significarse uno de los complejos industriales

más relevantes del momento, como fueron los Altos Hornos de

Sagunto, recogiéndose en este Registro los “interiores” del almacén

de efectos y repuestos, singular obra del año 1927 que confía al hor-

migón su potente solución estructural.

La industria vinculada a la agricultura dejó singulares instalacio-

nes en algunos territorios de la geografía española, de muchas de las

cuales hoy sólo resta lamentar su desaparición, alguna tan intere-

sante como la ampliación de la fábrica de Chocolates Orús (Ara-

gón), construida en la década de los años treinta. Afortunadamente,

en este territorio aún se conserva la Azucarera de Alagón (Alagón,

1925-1940) de la que se recoge la nave de pulpa, en cuya resolución

estructural (90 x 18 x 10 m) se combinan hormigón armado y mate-

riales y procedimientos tradicionales, con un gran sentido construc-

tivo aplicado a las disponibilidades materiales.

En zonas tan poco industrializadas como Extremadura o las dos

Castillas, existen una serie de pequeñas industrias, en buena medida

vinculadas a la agricultura y a la llamada “industrialización oculta”.

Cabe destacar la fábrica de cementos Lafargue-Asland, empresa

que había comenzado su funcionamiento a partir de la temprana

fecha de 1901, por iniciativa de Eusebio Güell y Bacigalupe, con una

primera fábrica en Pobla de Lillet. Buscando satisfacer los nuevos

mercados del centro peninsular, se construye la de Villaluenga de la

Sagra, en la que se encuentra la Nave de Talleres (1927-1929) reco-

gida en este Registro. En Palencia, mención especial requiere La

Yutera Palentina (1936-1938), obra de los desatacados arquitectos

Luis Carlón Méndez-Pombo y Julián Laguna, destinada a la elabora-

ción de sacos de yute y que fue concebida como un gran complejo

industrial con escuela, guardería, viviendas y campo de deportes, y

en el que la confianza en el lenguaje racionalista organizaba todo el

29 A.C./GATEPAC nº 3 y 14, 1931-1937.

Torre de la luz, 1955 CádizM. Toscano

Laboratorios Jorba, 1965Madrid

Miguel Fisac

Fábrica de calzados“Comanche”, 1965Burgos Luis Peña Ganchegui

conjunto. Vinculada a la minería, debe destacarse aquí la nave de

almacén de material de Aldea Moret, por su singular estructura abo-

vedada de hormigón, construida en el año 1930.

En Valladolid, Constantino Candeira construye las oficinas de la

refinería de aceites Hipesa, que por su moderna formalización aca-

baría siendo conocida como la Casa del Barco (1935-1936).

La industria del tabaco dejó en Santa Cruz de Tenerife una obra

singular de la mano del arquitecto canario Miguel Martín Fernández

de la Torre, al construir la fábrica La Belleza (1929-1930), de cuidada

composición y claridad organizativa, pero cuya presencia urbana

ha perdido parte de su singularidad al adosársele, posteriormente,

una nueva edificación, privándola de su originaria esquina.

Otro territorio en el que la industrialización dejó sentir pronto sus

efectos tempranos es Asturias. Aquí, las industrias más importantes en

estos años están relacionadas con la extracción del carbón, prolife-

rando los castilletes metálicos, tan característicos de los pozos mine-

ros, alguno de cuyos ejemplos más significativos son el de Pozo Santa

Bárbara (1913) de la Sociedad Hullera del Turón (Mieres) o el del Pozo

San José (Mieres), aunque este de fecha posterior (1947), ninguno de

los cuales se recoge aquí, por entender que, a pesar de su induda-

ble interés constructivo e histórico, resultan difíciles de situar en el

ámbito de lo estrictamente arquitectónico, al igual que las contun-

dentes tolvas de carbón de Cementos Fradera de 1929 en Pola de

Laviana. Sí se incluye una obra de indudable interés, como la fábrica

de das y electricidad de Oviedo, que sufre un proceso complejo de

obras sucesivas, la primera de las cuales se inicia en 1932, y en la que

participan profesionales tan significativos como el ingeniero Ildefonso

Sánchez del Río y los arquitectos Joaquín Vaquero Palacios y Miquel

García Lomas. Este interesante conjunto de edificios se encuentra,

como tantos otros, con el problema de su destino futuro. La caduci-

dad funcional ha alcanzado a estas instalaciones industriales, a las

que, además, el tiempo, debido al crecimiento de la ciudad, sitúa

en terrenos de muy codiciada centralidad.

También en la Galicia del noroeste la industria ha dejado huellas

de su actividad, naturalmente reducida a ejemplos esporádicos,

salvo los dedicados a la industria pesquera. De voluntad moderna,

aunque no decididamente vinculadas al Movimiento Moderno,

cabe señalar solamente dos: la primera construida en la temprana

fecha de 1928 por el arquitecto vigués Francisco Castro, con una sor-

prendente fachada de raíz claramente expresionista, y la construida

en Cangas del Morrazo (Pontevedra) en 1941, sobre una amplia

extensión que incluía áreas específicas de fábricas de harina, hielo,

envases y producción de electricidad, se completaba con vivien-

das, hotel, campo de deportes, guardería, etc., y en la que su arqui-

tecto, Tomás Bolívar, utiliza grandes paños vidriados en clave racio-

nalista.30 Sí se incluye la ampliación de los silos de la Panificadora de

Vigo (1930), en la que participa el arquitecto Manuel Gómez Román

junto a un equipo de ingenieros alemanes, y que constituye un con-

tundente ejemplo de silos construidos mediante la técnica de enco-

frado deslizante, con sólo diez centímetros de espesor y más de

veinte metros de altura, que bien podría haber ilustrado las paginas

del libro de Reyner Banham, La Atlántida de hormigón, en su capí-

tulo “El elevador de grano”, o del “Amerika: Bilderbuch eines Archi-

tekten” (1926) de Erich Mendelsohn.31

No se puede cerrar este apartado de obras referidas a años

anteriores a la Guerra Civil sin mencionar dos de singular interés,

debido a su belleza paisajística y territorial, aunque la segunda de

ellas no se halle recogida en el presente Registro. Me refiero, en pri-

mer lugar, a las minas de oro de Rodalquilar en el Cabo de Gata

(Almería), cuya explotación comenzó en los últimos años del siglo XIX;

interrumpidos los trabajos durante años, posteriormente se reanuda-

ron a partir de 1928, alcanzando el nivel de extracción su punto

álgido después de 1952. Lo que hoy queda de estas minas es un

lugar fantástico, donde las obras necesarias para la adecuada

explotación, muros de contención, tolvas, depósitos, etc., junto a la

áspera topografía natural del terreno, acabaron por formar un con-

junto inseparable de artificio y naturaleza, que aguarda el conoci-

miento, la decisión y el empuje necesarios para convertir todo el

conjunto en lugar de atracción y visita, a partir de una adecuada y

atenta reutilización para fines que satisfagan necesidades propias

de nuestro presente.

La segunda referencia es hacia los blancos montículos recorta-

30 SOBRINO, Julián, op. cit. pág. 206.31 GARCÍA BRAÑA, Celestino, AGRASAR QUIROGA, Fernando, ”Introducción” en Arquitectura Moderna en Asturias, Galicia, Castilla y León.Ortodoxia, Márgenes y Transgresiones, pág. 16, COAA/COAG/COACYLE/COAL, La Coruña, 1998.

Vidrierías de Llodio, 1935Llodio

Fábrica Myrurgia, 1927-1929BarcelonaAntoni Puig i Gairalt

Nave de talleres de la fábrica de cementoLafargue-Asland, 1927-1929Villaluenga de la Sagra

La Yutera Palentina,1936-1938PalenciaJulián Laguna, Luis Carlón Mendez-Pombo

Pozo de Santa Bárbara, Mieres,1913-1965Parroquia de San Andrés, La Rabaldana, Turón, Mieres

Fábrica de gas y electricidad de Oviedo, 1932-1936Miguel García Lomas-Somoano y Joaquín VaqueroPalacios, Joaquín Vaquero Palacio, Ildefonso Sánchezdel Río y Pisón. Oviedo

dos en el paisaje que constituyen las Salinas Braç del Port en Santa

Pola, cuyas grúas móviles y “caminos de hierro” elevados recorren

centenares de metros desde 1934.

Después de la Guerra CivilSe produce un corte radical con todo aquello que hubiera tenido

connotaciones de cualquier tipo con la Segunda República. La

sociedad española sigue un camino diferente a la casi totalidad de

los países europeos y, desde luego, no sólo en el ámbito de lo arqui-

tectónico. Se sucumbe intencionadamente a unas ideas trasnocha-

das, apartadas de lo real y ancladas en la metafísica, ignorando u

ocultando que, en aquellos años, en los países de nuestro entorno

cultural, habían triunfado definitivamente lo racional, el pragma-

tismo y la ciencia; Europa transitaba por estos senderos, mientras que

la sociedad española de posguerra continúa añorando un viejo

pasado, por cierto inexistente y fabulado, sin querer darse cuenta de

dónde estaba el camino del futuro inmediato, que las fuerzas emer-

gentes estaban inequívocamente señalando. Se negaba toda vali-

dez al pensamiento indagador, refugiándose en supuestas glorias del

pasado, prefiriendo, en expresión de Robert Musil, “obedecer los

oscuros, temerarios dictámenes del alma”.

En el terreno de lo arquitectónico tampoco hubo lugar para

acontecimientos que contradijeran la tónica general, aunque cier-

tamente quedó cierto margen para algunas excepciones: en terri-

torios como León, Zamora, Palencia o Galicia, arquitectos vincula-

dos al régimen franquista, o al menos no mal vistos por él, realizaron,

en años inmediatamente posteriores a 1939, algunos edificios de

viviendas en clave expresionista. Por otra parte, en el terreno de la

industria también se dieron pequeños márgenes para alguna “trans-

gresión moderna”, especialmente en el País Vasco. Ejemplos signifi-

cados de esta circunstancia son: SACEM (1939, Villabona, Guipúz-

coa) de Luis Astiazaran; Manufacturas Olarán (1939, Beasaín, Gui-

púzcoa) de Florencio Morocoa; Aurrera (1940, Éibar, Guipúzcoa) de

Raimundo Alberdi; Sefanitro (1942-1950, Barakaldo, Vizcaya) de Ger-

mán Aguirre; los talleres Muñoz Mendizábal, también conocidos

como el Edificio Tigre, (1942, Bilbao, Vizcaya) de Pedro Ispizua, en el

que un magnífico conjunto de clara vinculación moderna está

rematado por un templete clasicista, buen ejemplo de las muchas

contradicciones del momento; BITA (1947, Pasaia, Guipúzcoa), en el

que su autor, Fausto Gaiztarro, pretende lograr una adecuada inte-

gración en el espacio urbano de su entorno.

De estos primeros años de la posguerra apenas pueden seña-

larse dos ejemplos fuera del País Vasco: la fábrica textil Artextil

(Sabadell, Barcelona) de Santiago Casulleras y Forteza, y la fábrica

de harinas Bufort (Alicante), de Miguel López, ambas construidas

entre 1940 y 1941.

Arquitecturas de la electricidadAfortunadamente, en la península Ibérica podemos contar con un

amplio panorama de importantes industrias hidroeléctricas alberga-

das en magnificas arquitecturas, que reflejan las específicas carac-

terísticas de cada región geográfica, sus modos de gestión, así como

los particulares enfoques de los arquitectos e ingenieros que intervi-

nieron en su construcción.

En España, el mito y la realidad de la energía eléctrica se inicia

en Barcelona a partir de los experimentos de Francisco Domènech,

químico y farmacéutico, que en junio de 1852 consiguió iluminar su

farmacia en la calle de La Unión. A partir de 1858, con el nombre de

“Aplicaciones de la electricidad y la luz” se enseñaba en las Escuelas

Especiales de Ingenieros Industriales. En 1872, se exhibe en la Exposi-

ción de Viena la primera máquina “Gramme”, que se importa poco

después para lo que sería la primera fábrica de luz eléctrica en la

Rambla de Canaletas, poco después, en 1881, se constituirá la

Sociedad Española de Electricidad. Madrid también inicia pronto la

“carrera de la electricidad”. Edificios pioneros serán el del Ministerio

de la Guerra y el del Ayuntamiento. El camino surge imparable y

rápido, buques de guerra y teatros son los primeros artefactos en

incorporar la electricidad para la iluminación, y lo hacen con natu-

ralidad, como si de algún modo estuvieran aguardando por ella, lo

cual es posible por la adaptabilidad de la técnica en el proceso de

su imparable implantación. A ello se refiere, una vez más, E. Jünger:

“Así, es notable el hecho de que la técnica emplee fuerzas motrices

Conservera, 1941 Cangas de MorrazoT. Bolivar

La Panificadora, 1924-1930VigoManuel Gómez Román, Otto Werner

Instalaciones mineras de producción de oro,1954-1956Bancada de los molinos de trituración Cabo de Gata

Salinas de Brac del Port.Santa Pola

cada vez más precisas, sin que por ello experimente variación

alguna la idea fundamental de sus medios que, por ejemplo, con

posterioridad a la fuerza del vapor, emplee el motor de explosión y

la electricidad, fuerzas cuyo círculo de utilización será quebrantado,

a su vez, en un tiempo previsible, por unas potencias dinámicas altí-

simas. La técnica es siempre, por así decirlo, el mismo carruaje, al

cual está aguardando un nuevo tiro de caballos”.32

La energía hidroeléctrica, que inicialmente sólo es aprovecha-

ble inmediatamente al lado del lugar de producción, se desarrolla

con rapidez, como ya se indicó, una vez que se vencen los obstácu-

los técnicos para su transporte, dando lugar a una tupida red de

embalses y centrales eléctricas que se repartirán por toda la penín-

sula y, en general, siendo ocasión para edificios e instalaciones de

notable interés arquitectónico.

Del periodo de tiempo que nos ocupa, y con decididas vincula-

ciones al Movimiento Moderno, se recogen en este registro la presa

de Anchuricas (Santiago de Espada, Jaén, 1957), de E. Becerril y J. A.

García; en Aragón la de Mequinenza (1958-1964), del ingeniero

Manuel Sánchez del Corral –sus grandes dimensiones, supera los 450

m de anchura, requirieron una construcción muy sofisticada y una

cuidada disposición en el lugar–, y la presa de Canfranc (1945-1969),

de Conrado Sancho Rebollida y Miguel Fisac; en Cataluña la presa

de Canelles (río Noguera Ribagorzana, Lleida, 1958-1962), proyec-

tada por Eduardo Torroja y Carlos Benito según la tipología de

bóveda, con una altura en torno a los 140 m, y con un sistema de ali-

viadero, aguas arriba, que permite que el agua no rebose sobre la

pared exterior de la presa, lo que la hace recorrible exteriormente

mediante un sistema de bancales y escaleras, que confrontan sus

“escultóricas” formas con las de su envolvente naturaleza; la presa

de Cavallers (Vall de la Noguera del Tort, Lleida, 1958-1960) de

Gerard Millet y Felipe Costa, también hermosamente integrada en el

entorno, y la de Susqueda (río Ter, Susqueda, Girona, 1963-1968); de

la Comunidad Valenciana la estación hidroeléctrica de Cirat (Río

Mijares, Castellón, 1960-1962). Singular valor paisajístico ha producido

el embalse de Puerto Peña (Talarrubias, Badajoz, 1963), del ingeniero

Antonio Lanseros.

Pero será en Asturias, sin duda alguna, donde se construirán nota-

bilísimos ejemplos de arquitecturas vinculadas a los ideales del Movi-

miento Moderno, promovidas por dos empresas: Hidroeléctrica del

Cantábrico y Eléctrica del Viesgo. Curiosamente, ambas contarán

con los dos arquitectos asturianos más cualificados: Hidroeléctrica del

Cantábrico con Joaquín Vaquero Palacios y Eléctrica de Viesgo con

el equipo formado por el ingeniero Juan José Elorza y el arquitecto

Ignacio Álvarez Castelao, aunque en este caso debido a la insistente

petición del arquitecto y, según parece, de forma gratuita.33

La más temprana se encuentra en Grandas de Salime (1953-

1954), en la que Vaquero Palacios comienza su participación

cuando las obras estaban notablemente avanzadas, concentrando

su actuación en tres puntos: en el frente de la entrada, incorporando

un gran muro de hormigón con bajorrelieves alegóricos a la energía

eléctrica; en el interior, a través de una cuidadísima escalera de hor-

migón, muy bien iluminada, con barandillas exquisitamente dibuja-

das en acero, se llega a un espacio “catedralicio” que aloja dife-

rente maquinaria, entre la que destacan las potentes turbinas, los

controles automatizados, el puente grúa y una pasarela interior

situada en lo alto, próxima a la cubierta inclinada, sostenida por una

serie de ménsulas de hormigón expresivamente pintadas, labor que

se extiende a los muros laterales, donde también trabaja su hijo, el

pintor Vaquero Turcios. Juntos elaboran un gran mural en el que,

¡cómo no!, interpretan toda la epopeya constructiva y tecnológica

de la electricidad. Finalmente, en el exterior, unas potentes volume-

trías, que parecen surgidas de las profundidades del pantano, alo-

jan los mecanismos de las compuertas, cuyos remates superiores se

constituyen en miradores hacia la superficie de las aguas y el fondo

del valle y, a su vez, desde la lejanía, en potentes volúmenes de

remate de clara inspiración mendelsohnniana, mostrando la habili-

dad de Vaquero Palacios en el manejo del hormigón. En una de las

laderas del valle se perciben los restos del poblado construido para

los obreros durante la construcción del pantano y las imponentes

infraestructuras de contención de tierras, lo que constituye, en la

actualidad, un extraño y abigarrado paisaje en que se mezclan, en

un orden no descifrable, ruinas y naturaleza.

32 JÜNGER, Ernst, op. cit. pág. 164.33 ARANCÓN, Gerardo, “Viviendas de la Eléctrica de Aguilar de Campóo”, en GARCÍA BRAÑA, Celestino, op. cit. pág. 256.

Sefanitro, 1942-1950Almacén de Sulfato BarakaldoGermán Aguirre

Presa de Canelles, 1958-1962Río Noguera RibagorzanaEduardo Torroja y CarlosBenito

Fábrica Artèxtil, 1940-1941Sabadell Santiago Casulleras i Forteza

Presa y central de Mequinenza, 1958-1964MequinenzaManuel Sánchez del Corral

Aguas abajo, otro singular arquitecto, Ignacio Álvarez Castelao,

construirá, junto al ingeniero Elorza, dos centrales eléctricas: la de Sil-

vón (1955-1958) y la de Arbón (1962-1969) para Eléctrica del Viesgo,

con notables resultados, frecuentes en este tipo de industrias, como

consecuencia de la acertada conjunción de empresa, ingeniero y

arquitecto.

En la central de Silvón, la sofisticada maquinaria se aloja en un

contundente volumen de hormigón, horadado en una de sus caras

para introducir unas elementales y extremadamente poéticas ilumi-

naciones. Efecto similar consigue en el interior, resaltado también por

“poveras” luminarias metálicas. En el exterior, los edificios de válvulas

parecen apoyar sus volumetrías de hormigón, fuertemente colore-

ado, sobre el agua.

Siguiendo el cauce del río, en la presa de Arbón, el nítido espa-

cio de la sala de máquinas concentrará toda su expresividad en la

iluminación superior, a través de sutiles láminas de hormigón que, en

sus breves desplazamientos, permiten el paso de la luz; en el muro

testero, un único ventanal a la altura de la vista posibilita la contem-

plación del espacio exterior. Otra vez aquí, la sola presencia de las

turbinas encuentra su envoltura en un singular espacio, en el que

resuenan los ecos de toda la confianza puesta en esta fuente de

energía, a la que se homenajea con un espacio de proporciones

catedralicias

Todavía en Asturias, habrá ocasión para otro ejemplo singular de

este tipo de instalaciones industriales, vendrá otra vez de la mano de

Vaquero Palacios y será en la central de Proaza (1964-1968), donde

proyecta un escultórico volumen de hormigón, en el que serán dis-

tinguibles las tres partes de su programa funcional. En él, nueva-

mente, el espacio que aloja las turbinas tendrá el protagonismo

máximo. Se desarrolla a triple altura, haciendo siempre visible la pre-

sencia de la “máquina” que se situará simbólicamente en una cota

inferior al terreno, permitiendo así, además, que toda la planta baja

sea transparente, propiciando la comunicación espacial a ambos

lados del tallado volumen. La respuesta de Vaquero Palacios va más

allá del estricto cumpliendo del programa, frente a un lugar tan

sugerente, rodeado de montañas, la apuesta es, para él, total. Así lo

reconoce en la memoria del proyecto: “El compromiso era tan

maravilloso como arriesgado. Nada hay más difícil que hacer lo que

uno quiera”. Más adelante justifica su opción por el potente tallado

de los muros, se trataba de lograr: “un aspecto muy movido de pla-

nos que dan un claroscuro vigoroso, aun cuando la luz, como es

corriente en este clima, no sea intensa la mayor parte de los días del

año”.34 La presencia del escueto volumen de la escalera que

accede a la cubierta, los bajorrelieves interpretando “signos de la

Antigüedad que se refieren al hombre y la naturaleza”, y el conjunto

de murales en su interior, confirman la aspiración de Vaquero Pala-

cios a la obra de arte total, donde aquella intención, tan repetida-

mente manifestada en la Europa de la primera mitad del siglo XX,

hacia la “integración de las artes”, encuentra aquí cumplida con-

creción, pues en la figura de su autor, arquitectura, escultura y pin-

tura estaban de antemano integradas.

En tierras del norte castellano, en Aguilar de Campóo (1962), vol-

verá Álvarez Castelao, de nuevo con el ingeniero Elorza, a tratar el

tema de las centrales eléctricas, esta vez combinando dos peque-

ños volúmenes, dedicados a sala de turbinas y de control cuidado-

samente compuestos en clave clasicista, que quizá cabría poner en

relación con las de Castel Giubileo (Roma, 1948-1950) y Ponte Felice

(Viterbo, 1959), ambas del ingeniero italiano Gaetano Minnucci,

quien en su texto “La arquitectura y la estética de los edificios indus-

triales”, había escrito sobre la oportunidad de concebirlos combi-

nando las necesidades estéticas y funcionales, “armonizando la rela-

ción entre forma y posibilidad técnica y forma y exigencia práctica”,

y en la memoria de su trabajo para la central de Castel Giubileo,

señalando que la idea que guió su proyecto” ha sido realizar una

forma plástica de su función unidas integralmente, valiéndose úni-

camente del organismo estructural y del valor expresivo de los mate-

riales empleados” que, en esta obra de Castelao, son el hormigón y

el gresite blanco.35

En territorios gallegos, los iniciales y modestísimos molinos produ-

cían casi solamente para el autoconsumo. Hay que esperar hasta el

año 1925 para que de la mano de la Sociedad General Galega de

Electricidad se instale la primera central sobre el río Tambre, con una

34 GARCÍA POLA, Miguel Ángel, “Asturias, la épica del desarrollo”, en Quaderns nº 215.35 VITTORINI, R., “L’architettura delle centrali tra classicismo e funzionalismo”, en AA. VV., Paesaggi elettrici, Enel, 1998.

Central y salto de Grandas de Salime, 1945-1956Río Navia, Grandas de SalimeJuan José Elorza, Ignacio Álvarez Castelao

Presa del embalse de García de Sola o Puerto Peña, 1963TalarrubiasAntonio Lanseros

Central de Silvón, 1955-1958Río Navia, Cedemonio, BoalJuan José Elorza, IgnacioÁvarez Castelao

Central de Arbón, 1962-1969Sala de máquinasTramo bajo del río Navia, VillayónJuan José Elorza, Ignacio ÁlvarezCastelao

potencia de 12.000 kWA. La temprana preocupación por dotar a

estas edificaciones de un carácter emblemático lleva a encomendar

el proyecto del edificio de la central al arquitecto Antonio Palacios,

quien lo ejecutará totalmente en piedra, definiendo una clara volu-

metría de inspiración neorrománica. Después vendrían las de Las Con-

chas, Los Peares, Eume, Belesar y Velle. Será en la presa de los Peares,

inaugurada en 1955, donde el arquitecto coruñés Antonio Tenreiro

realice las obras del edificio de la central eléctrica al pie de la presa,

dividida en dos cuerpos de composición racionalista, destacando la

mayor altura del volumen de la sala de excitratices, con su contun-

dente cubierta curva. En 1960 se inaugura la presa que el ingeniero

Luciano Yordi Carricarte construye sobre el río Eume, con una sober-

bia implantación paisajística, resuelta con forma de bóveda o

cúpula con una altura de 103 m, iniciando así este tipo de soluciones

en nuestro país. El mismo ingeniero Yordi Carricarte, esta vez junto

con el arquitecto Castañón de Mena, construye también la de Bele-

sar (1959-1963), sobre el río Miño. Levantan el edificio de válvulas que

“se coloca en medio del agua, pareciendo flotar sobre ella cuando

el embalse está lleno y ofreciendo una sorprendente imagen futu-

rista, apoyado en una potente estructura de hormigón cuando está

vacío o a medio llenar, exhibiendo siempre sus fachadas transpa-

rentes: aquí el vidrio y el metal son los únicos protagonistas. En el edi-

ficio administrativo, la solución será doble, y si una fachada está

emparentada con el edificio de válvulas, la que da sobre la subes-

tación se cierra con granito. En ambas soluciones, la elección del

material y su puesta en obra está determinada por condiciones muy

precisas”.36

La aportación de los ingenieros, Ildefonso Sánchez delRío, Eduardo Torroja, Carlos Fernández CasadoLa arquitectura moderna en España tiene la fortuna de contar con

tres ingenieros de excepcional interés que, por razones biográficas,

recorrieron de principio a fin, puntualmente, los años de los que este

Registro se está ocupando. Efectivamente, Ildefonso Sánchez del Río

y Pisón nace en Haro (La Rioja) en 1898, graduándose como inge-

niero en 1922, un año antes que Eduardo Torroja Miret, que había

nacido en Madrid en 1899; Carlos Fernández Casado, también rio-

jano, había nacido en Logroño en 1905, y obtiene el título de inge-

niero en 1924; curiosa coincidencia la de finalizar sus estudios en

años correlativos, lo que les llevó a compartir enseñanzas y maestros,

que hubieron de ser de notable calidad, destacando entre todos

ellos la personalidad de Ribera.

El destino de los tres estará marcado por la excepcionalidad de

sus obras, en un periodo y circunstancias históricas difíciles, para

quienes, como ellos, necesitaban de un importante bagaje teórico

y conocimientos técnicos; su capacidad y trabajo fueron capaces

de superar aquella situación.

Sánchez del Río deja obras de notable interés en Asturias, territo-

rio al que se vincula, finalizados sus estudios, como ingeniero munici-

pal de Oviedo. En el ámbito de reciente bibliografía37 se han citado

obras como el depósito municipal de aguas (Oviedo), en la tem-

prana fecha de 1926, para el que propone una planta circular,

cubierta con arcos parabólicos soportados por contrafuertes exte-

riores, y una cámara de llaves cilíndrica situada en el centro. Tam-

bién el mercado municipal de Siero, sobre un difícil terreno triangu-

lar que cubre con un arco funicular (de 50 m) sobre dos superficies

cilíndricas, y que realiza con decidido ánimo: “Enemigo declarado

de seguir todo lo que la fuerza de la costumbre impone y conven-

cido de que mediante un estudio racional podría conseguirse el

aprovechamiento perfecto del terreno”. Su filosofía como ingeniero

se apoya en la respuesta a la finalidad y en la definición del carácter

del edificio, que él mismo resume concisamente: “dar impresión de

realidad y verdad, porque las obras han de proyectarse única y

exclusivamente para lo que son y deben dar sensación clara de su

destino”. Su apego a las enseñanzas más avanzadas del momento, y

en concreto al pensamiento de J. Gaudet y su teoría de la “cons-

tructibilidad”, queda patente cuando escribe: “cuando el ingeniero

concibe sus obras, no basta con que las vea realizadas en su mente,

sino que es preciso que su mente vea, a la vez, con toda claridad, el

modo práctico y constructivo de realizarla”.38

Se recogen en este

Registro el taller de cañones de la fábrica de armas (Oviedo, 1940) y

la fábrica de ladrillos refractarios de Viella (Siero), realizada el año

36 LIZANCOS MORA, Plácido, “Subestación del embalse de Belesar”, en GARCÍA BRAÑA, Celestino, AGRASAR QUIROGA, Fernando, op. cit.pág. 138.37 GALGUERA, Luís, PISA MENÉNDEZ, Pedro, “100 años de ingeniería. Ildefonso Sánchez del Río”, en La Voz de Asturias (2-5-1998).38 Ibid.

Central hidráulica de Proaza, 1964-1968El Puente s/n, ProazaJoaquín Vaquero Palacios

Viviendas de la eléctrica de Aguilar de Campoo,1962Aguilar de Campoo Ignacio Álvarez Castelao

Central de Castel Giubileo, 1948-1950RomaGaetano Minnucci

Central de Ponte Felice, 1959ViterboGaetano Minnucci

1958 con un sistema de bóvedas que, años después, llevará a su

máxima expresión con luces entre los 84 y 100 m, en el palacio muni-

cipal de deportes de Oviedo.

De la importantísima y muy influyente obra de Eduardo Torroja,

varias han tenido como tema específico el edificio industrial. El pri-

mero que se recoge es el de los hangares y talleres de Barajas

(Madrid, 1942-1945) para la industria aeronáutica, en los que Torroja

despliega todos sus conocimientos teóricos y su inigualable capaci-

dad constructiva: debía cubrir un espacio de considerables dimen-

siones, 182,88 m de largo y 47,24 m de ancho. Para abordarla tiene

presente las fuerzas actuantes: peso de la nieve, peso propio y

acción del viento, siendo esta última la de mayor importancia. A par-

tir de ahí, elige su sistema estructural metálico teniendo en cuenta lo

que tantas veces repetiría en sus clases: “La belleza de las construc-

ciones se basa en la autenticidad, en la racionalidad de la estruc-

tura, la elegante sencillez y la razonada justificación funcional. En

construcción no cabe la fórmula del arte por el arte”.39

Para resolver

los difíciles problemas de puesta en obra decide ejecutar toda la

estructura en el suelo, después, mediante gatos hidráulicos, la ele-

vará a su posición definitiva, cuyo punto más alto está a 18,30 m. A

partir de 1953 comienza la instalación del Instituto de la Construcción

y el Cemento, que Torroja dirigía desde 1949, participando en las

obras junto a los arquitectos Manuel Barbero y Gonzalo Echegaray.

En sucesivas construcciones, el conjunto busca situarse apacible-

mente sobre el terreno, para ello Torroja también tenía su máxima:

“Utilizar el paisaje como zócalo y acompañamiento. La construcción,

en medio del paisaje, debe rimar con él. La construcción, con su

dinamismo y proporciones, se impone sobre el paisaje, dominán-

dolo”. Tan acertada resultó la fórmula que acabaría llamándose

“Costillares”, en razón de la forma que adopta la marquesina que

cubre un paseo que bordea parte del edificio.40

La obra de Fernández Casado, para los intereses de este trabajo,

se centra en Asturias y, fundamentalmente, en los proyectos que

construye para ENSIDESA en Avilés a partir del año 1952, en los que

quedan reflejadas algunas de sus preocupaciones respecto a cues-

tiones tan decisivas como “la relación entre ingeniería y arquitec-

tura” o la tan determinante “relación entre utilidad y belleza”. Res-

pecto a esta cuestión, que ha atravesado todo el debate da la

modernidad, la opción de Fernández Casado, formulada en la

revista Gallo, que se publicaba en Granada (1928) bajo la dirección

de García Lorca, es clara y está expresada con la nitidez de quien

ha comprendido todo el alcance de tema: “La máquina realiza la

adecuación entre la voluntad del hombre y la armonía universal. El

ingeniero proyecta la máquina resumiendo en ella el conjunto de

intuiciones y experiencias que supone una alteración de la econo-

mía universal. La naturaleza reacciona, siendo necesario, para que

la máquina se logre, llegar a un equilibrio entre ambas: voluntad del

hombre que la impulsa, armonía universal que la limita. Pero este

equilibrio es transitorio, pues el hombre enriquece sus conocimientos

a costa de la máquina y surge una nueva visión, una nueva imagen,

una nueva teoría, mediante la cual realiza una máquina más per-

fecta, para la cual la reacción de la naturaleza es menos intensa y

le permite avanzar más en la realización de su ideal. Y la máquina va

siendo cada vez más bella, porque va conformándose en lo natural;

va siendo cada vez más útil, porque va adecuándose al fin para el

que se creó”, formulación que viene a coincidir con el texto de E.

Jünger cuando se refiere, en la obra tantas veces citada, El trabaja-

dor, a la perfectibilidad de las máquinas: “Aun cuando sean cada

vez mayores las dimensiones y las funciones de las máquinas, ellas

mismas permanecen sumergidas, por así decirlo, en un medium que

permite que se las vea cada vez más como una unidad. En esa

misma medida, las máquinas van alcanzando no sólo un rango ener-

gético y económico mayor, sino también un rango estético mayor,

en una palabra: van adquiriendo necesidad”.41

También Fernández Casado se interna en el espinoso problema

de la relación entre la utilidad y belleza en la obra de ingeniería, y su

aportación no es banal, no se escapa, define claramente cual es su

postura con contundencia: “Enfrascado el ingeniero estructural en la

resolución de estos problemas, ineludibles para llegar al dominio de

las nuevas estructuras, se obsesionó con su cálculo, siempre farra-

39 FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ, José Antonio, NAVARRO VERA, José Ramón, ”Quince mandamientos estéticos Eduardo Torroja”, en Eduardo Torroja,ingeniero, Ediciones Pronaos, Madrid, 1999.40 MANTEROLA ARMISÉN, Javier, “Artículos: fragmentos”, en AA VV, Carlos Fernández Casado, pág. 96 y ss., Fundación Esteyco, Madrid, 1997.41 JÜNGER, Ernst, op. cit. pág.163.

de los Peares, 1955 nio Tenreiro Bronchón

stación del embalase de Belesar, 1959-1963sar Castañón de Mena, L. Yordi Carricarte

Salto del Eume, 1960L. Yordi Carricarte

Mercado de Pola de Siero, 1928Ildefonso Sánchez del Río

Depósito de aguas de Oviedo, 1928Loma de Picayón, El CristoIldefonso Sánchez del Río

goso, que le absorbía una parte muy importante del tiempo disponi-

ble para cada proyecto, en detrimento del correspondiente a las

otras fases del mismo, más importantes y creativas, como son el

diseño de las formas, el perfeccionamiento de los detalles y los modos

de construir. Esto producía una tristeza inevitable que se sumó con

aquella otra de fondo social, a la que ya hemos aludido, por lo que

no pudo reaccionar contra el lamentable axioma de incompatibili-

dad; o todo lo más argumentó, con verdadera pereza mental, que la

belleza de una obra de ingeniería reside en su utilidad, lo cual, aun-

que parezca una conclusión positiva invalidando el axioma, supone

realmente el total desentenderse con respecto a las bellas artes.

Indiferencia o incompatibilidad conducen a lo mismo: falta de

relación entre belleza y utilidad, y así, cuando el punto de vista en la

cuestión es el del ingeniero, aparece el desprecio total de las cuali-

dades estéticas de su obra, y si es el de los conspicuos guardadores

de las artes decimonónicas, la exclusión de la ingeniería del recinto

de las bellas artes.”42

La obra más importante que construye en Avilés es, sin duda, los

talleres para el tren de laminación (1952-1959). Consta de siete naves

adosadas, seis de 30,2 m de luz y una séptima de 20 m, con la consi-

derable longitud de 905 m. La sección de la cubierta, de cuidadísimo

dibujo, aúna la eficacia constructiva con las necesidades de ilumina-

ción y la potencia expresiva. Recorriendo su inmensidad se desea que

alguna cámara cinematográfica capte toda la dramática intensidad

de sus espacios interiores y, desde luego, que fuera posible alguna

importante iniciativa que posibilitara su reutilización; viene a propósito

citar a Vicente Todolí, nombrado recientemente director de la Tate

Gallery, cuando refiriéndose al edificio inglés, dice: “La sala de turbi-

nas (...) es un espacio que pesa, y está muy cargado. Cargado de

memoria, pero también de una monumentalidad no pretendida, que

es la más potente, la de la arquitectura industrial”.43

Sucesivamente, Fernández Casado va completando su actua-

ción en Avilés con el taller de calderería (1952-1954), el taller mecá-

nico (1952-1954) y el taller de fundición (1953-1956), actuaciones que

había simultaneado con otras, también de notable arquitectura

industrial, como el complejo para NITRASTUR (Barros, Langreo, 1950-

1954) y la nave de fundición de ENDASA (Celuán, Gozón,1956-1957).

Las otras notables arquitecturasSeñalé anteriormente la falta de ambiciones culturales del régimen

de Franco, o mejor la negación de cualquier atisbo de tensión frente

a los verdaderos temas de impacto cultural en los años inmediatos a

la posguerra. La arquitectura no pudo ser una excepción, obvia-

mente, a este actuar general, lo que no significaba una profunda

reflexión hacia lo interior, como en alguna ocasión se quiso hacer ver,

sino la vulgarización de algunos supuestos temas propios y, desde

luego, la total indiferencia a los aires frescos que podrían llegar del

exterior y que tan fructíferamente habían agitado sus raíces en los

años republicanos.

Será preciso esperar a los primeros años de la década de los cin-

cuenta para encontrar un nuevo clima de sensibilidad hacia las

corrientes artísticas más actuales, y también arquitectos y arquitec-

turas que proclamen abiertamente su intención de superar aquel

estado de frustración. Dos acontecimientos me parecen especial-

mente significativos de este nuevo modo de sentir y de actuar, por-

que supusieron una penetración en el interior mismo de las institucio-

nes oficiales. El primero de ellos, el curso de arte abstracto que diri-

gió el arquitecto José Luis Fernández del Amo en la Universidad Inter-

nacional Menéndez y Pelayo de Santander, en el verano del año

1953, quien en el discurso de inauguración del mismo pronunció

palabras explicativas del momento que se estaba viviendo: “Este

pueblo español, que en momentos históricos alardea de valor con

perfecto derecho, es masivamente cobarde frente a la aventura de

la inteligencia, frente al riesgo de la sensibilidad. No es más que

miedo lo que les mantiene extraños a la gran epopeya del arte con-

temporáneo. Y son los intelectuales cultivados en alguna especiali-

dad los que ofrecen mayor resistencia a la permeabilidad en el acto

de la contemplación. Ellos han formado de su propia ciencia, como

el molusco, la concha en la que se encierran”.44 El segundo al año

siguiente, cuando a Javier Sáenz de Oíza y J. L. Romaní se les con-

42 MANTEROLA ARMISÉN, Javier, op. cit.43 Entrevista a Vicente Todolí, “Babelia”, El País (11-1-2003).44 FERNÁNDEZ DEL AMO, José Luis, Palabra y Obra, escritos reunidos, pág. 146, COAM, Madrid, 1995.

Palacio municipal de deportes, 1964OviedoIldefonso Sánchez del Río

Fábrica de ladrillos refractarios de Viella, 1958-1960Viella, Siero Ildefonso Sánchez del Río

Hangar de Barajas y talleres, 1942-1945MadridEduardo Torroja

cede el Premio Nacional de Arquitectura por su proyecto de Capilla

en el Camino de Santiago. Explicando los propósitos de su proyecto,

escribió Oíza: “La arquitectura parte de una estructura geométrica

espacial formada por elementos lineales metálicos, aristas de una

ideal malla poliédrica, que, apoyándose en limitados puntos de una

malla, sitúa en el espacio una red múltiple de puntos fijos, que pue-

den servir de apoyo y soporte –mejor diríamos suspensión o sostén– a

la cubierta concebida como una superficie ligera plegada en zig-

zag”, y poco más adelante, continuando con sus argumentos: “se

comprenderá que no hemos tenido inconveniente en recurrir a las

formas más audaces, más avanzadas, más de acuerdo con los

medios y herramientas de nuestra industria y nuestra cultura: ni igle-

sias de barro cocido, piedra o madera; iglesias nuevas con materia-

les nuevos, que, artificiales hoy en sus primeros usos, pronto se con-

vertirán en medios tan naturales como los que directamente se brin-

daban al hombre primitivo sobre el paisaje de sus días. ¿Habremos

de renunciar a ello porque, siendo en sí naturales, hayan surgido de

la Naturaleza a través de una herramienta mayor que la primitiva

hacha de sílex con que el hombre primitivo labraba la piedra, y que

venimos hoy en llamar industria moderna?”.45

Los aires de cambio eran mucho más que dulces brisas, venda-

vales agitarían a partir de ahora aquel triste y anodino paisaje cultu-

ral, en los que el arte y la arquitectura tendrán importantes dosis de

protagonismo, como ya unos años antes se ha había encargado de

anticipar Miguel Fisac, con su edificio para el CSIC (1950-1952), y

poco después harían Alejandro de la Sota en el Gobierno Civil de

Tarragona (1954-1957) y Corrales y Molezún en el Pabellón Español

de Bruselas (1956-1958).

Simultáneamente, a partir de los primeros años de la década de

los cincuenta se experimentaron importantes transformaciones eco-

nómicas, que tendrían singular importancia sobre el objeto de este

estudio, ya que, como consecuencia de ella, se habrían de implan-

tar una serie de importantes industrias y sus correspondientes edifi-

cios, muchos de los cuales se construirían en clave moderna.

Efectivamente, ya a partir del año 1951, el peso de la industria en

la economía del país empezará a ser determinante: el PIB industrial

superará a su correspondiente agrícola.

El crecimiento de la industria de la electricidad será notable,

impulsado por el Plan de Obras Públicas que, como es sabido, era un

apartado de los dos Planes Generales de Obras Públicas (Leyes de

11-41939 y 18-4-1941, respectivamente).

Algunas zonas, Badajoz por ejemplo, serán objeto de amplias

operaciones colonizadoras, que a través de su conocido Plan de

Obras, Colonización e Industrialización (7-4-1952) impulsarán la cre-

ación de singulares industrias.

Por su parte, la II Guerra Mundial y posteriormente la de Corea

harán sentir su influencia en el ámbito de la minería. Industrias mine-

ras, vinculadas a la extracción del Wolfrang dejarán su impronta en

territorios como Galicia, y en concreto en Fontao (Villadecruces) y su

poblado minero, del que más adelante me ocuparé.

El Plan de Estabilización (1959), juntamente con las medidas eco-

nómicas del nuevo gobierno de 1957, propiciará la creación de nue-

vas industrias, básicamente asentadas en los llamados Polos de

Desarrollo: Vigo, La Coruña, Valladolid, Zaragoza y Sevilla fueron sus

sedes, lo que tendrá importantes consecuencias en su desarrollo

urbano.

Los grandes complejos industrialesEn el terreno que nos ocupa, la mayor transcendencia de aquella

nueva política económica será la puesta en marcha de importantes

complejos industriales, algunos de los cuales serán ocasión para

señalados acontecimientos “arquitectónicos modernos”.

El 25 de abril de 1941 se fundaba el Instituto Nacional de Indus-

tria (INI), totalmente inspirado en el Instituto per la Recostruzione

Industriale (IRI) italiano que, como este, debía de atender a las

tareas de reorganizar y desarrollar las industrias básicas. Tal y como

se recoge en la propia formulación de la ley, debía: “financiar al ser-

vicio de la nación la creación y resurgimiento de nuestras industrias,

en especial las que se proponen como fin principal la resolución de

los problemas impuestos por la defensa del país o que se dirijan al

45 SÁENZ DE OÍZA, F. Javier, “Una Capilla en el Camino de Santiago”, en Revista nacional de Arquitectura nº 161.

Capilla en el Camino de SantiagoFrancisco Javier Saénz de Oíza, Romaní

Instituto de ciencias de la construcción EduardoTorroja, 1948-1952MadridGonzalo Echegaray, Manuel Barbero Rebolledo,Eduardo Torroja

Talleres de laminación, ENSIDESA, 1952-1959AvilésCarlos Fernández Casado y Amalio Hidalgo

Sociedad Ibérica del nitrógeno (NITRASTUR), 1950-1954Barros, LangreoCarlos Fernández Casado

desenvolvimiento de nuestra autarquía económica”.46

Una de las primeras actuaciones llevadas a cabo por el INI fue el

importante complejo industrial de Puertollano, comenzado en 1943

y que, como otros, debían cumplir la misión de dotar al país de com-

bustibles que suplieran la carencia de petróleo, en este caso a partir

del tratamiento de pizarras bituminosas. Dos piezas son de destacar,

la central térmica (1947-1951), según proyecto de Javier García

Lomas y también, probablemente, de Fernando Moreno Barberá, y

el silo de abonos nitrogenados (1955-1958) de Manuel Valdés Larra-

ñaga, en ambos la importancia de sus estructuras se confía al hor-

migón armado. Relacionado con parecidos empeños y bajo la

misma iniciativa se construyó en Madrid el Centro de Investigación

Calvo Sotelo (1953) para la empresa Nacional de Combustibles Líqui-

dos y Lubricantes, según proyecto de Moreno Barberá, y que debe

su traza final al complejo sistema de circulaciones que en su interior se

desarrollaba entre la central térmica, los almacenes, talleres, ferroca-

rril, talleres de montajes, escuelas de aprendices, vestuarios.

También en Madrid y en la temprana fecha de 1954, Manuel Sáinz

de Vicuña proyecta la fábrica de la Perfumería Gal, un amplio com-

plejo que, además de laboratorios y naves de fabricación de una

amplísima gama de productos cosméticos, cuenta con central tér-

mica, almacenes, oficinas, locales sociales, comedor, piscina, vestua-

rios y viviendas para los técnicos, ocupando diferentes edificios de

clara inspiración moderna.

Mención singular merece el complejo industrial de Sefanitro, que

se construye entre 1942 y 1950 en Baracaldo, según proyecto de

Germán Aguirre, y que en sus 194.123 m2 mantiene un notable nivel

arquitectónico.

Pero será en Avilés-Corvera-Gozón donde, debido al interés por

desarrollar el sector de la producción siderúrgica, tendrá lugar la cons-

trucción del mayor complejo industrial de estos años, solamente la

nave de los talleres de laminación tenía 182.190 m2. De la mano de

arquitectos como José Manuel Cárdenas y Francisco Goicoechea y

del ingeniero Carlos Fernández Casado, como principales protagonis-

tas, se construirán los diferentes edificios que constituyen esta magna

obra de arquitectura industrial, guiada por los principios de la racio-

nalidad constructiva que impone la prefabricación.

El valor de la estructuraUno de los esfuerzos más denodadamente perseguidos por los arqui-

tectos modernos fue expresar el valor de la construcción y, como es

natural el de la estructura, que adquiere un especial significado en los

edificios industriales, por la necesidad de estar dotados de amplios

espacios que fueran capaces de adaptarse con facilidad a los reque-

rimientos funcionales, tan exigentes en este tipo de edificios. No es de

extrañar, por lo tanto, que, en el periodo que aquí se estudia, la pre-

sencia de la estructura adquiera rasgos notables. El hormigón y el

acero, con sus características y posibilidades específicas, fueron los

materiales protagonistas, y casi únicos, de estos acontecimientos;

materiales modernos por excelencia, juntamente con el vidrio.

En la búsqueda de los grandes espacios diáfanos, el hormigón

permitía ser utilizado básicamente de dos maneras: como estructura

reticular o como sistema abovedado creando vastos espacios sin

soportes intermedios. Conforme a esta última posibilidad, pueden

citarse notables ejemplos recogidos en este registro. Así, por ejemplo,

la nave de la Unión de Explosivos de Río Tinto (El Hondón, Cartagena,

1953-1957) y las cinco naves para ganado en la estación de Talavera

la Real, (1955-1957) tienen cada una de ellas una sección parabólica,

de muy afinado grosor, construidas con una hábil utilización de ele-

mentales recursos constructivos. Las fábricas para la empresa Cross,

tanto en Valencia, como la de Pontevedra (1954), están resueltas con

grandes bóvedas longitudinales que rematan transversalmente en

otras más pequeñas que les sirven de contrafuerte estructural; la nave

principal del centro de acondicionamiento y fermentación del

tabaco (Candeleda, Ávila, 1961-1963), de arcos rebajados de hormi-

gón que soportan una losa armada ondulada y alabeada; también

las cinco naves del almacén general de la refinería de petróleos

CEPSA (Santa Cruz de Tenerife, 1957-1959), proyectada por José

Robles Blasco.

Las estructuras de hormigón resueltas con pilares han dado lugar a

diferentes soluciones de interés espacial, como la de la fábrica Intel-

horce (Málaga, 1958-1959), proyectada por Ramón Vázquez Molezún

y el ingeniero Manuel María Valdes, en el que los pilares soportan una

estructura en diente de sierra, formada por semibóvedas de hormi-

gón, que producen un interior de interesantes efectos lumínicos; tam-

bién la luz es protagonista del espacio interior del edificio de Tecosa

(La Carolina, Jaén, 1964-1967), según proyecto de Fernando Higueras,

46 MATÉS BARCO, Juan Manuel, “La economía durante el régimen de Franco (1939-1975), en PAREDES, Francisco Javier (coord.), Historiacontemporánea de España (Siglo XX), págs. 806-835, Ariel Historia, Barcelona, 2002.

Poblado de las minas de Fontao, 1954-1958César Cort y Basilio Bas

Fábrica de la perfumería Gal, 1956-1970Alcalá de HenaresManuel Sainz de Vicuña

en el cual la luz penetra por los planos que dejan paraguas de sección

asimétrica; asimismo, la luz cualifica los interiores de la central lechera

Clesa (Madrid, 1959-1963), en los que Alejandro de la Sota deja mues-

tra de su poética austeridad constructiva.

La investigación del hormigón logra cotas de renovado interés

con las estructuras pretensadas, que permiten luces no alcanzables

por métodos tradicionales. El ejemplo más temprano de esta tecnolo-

gía del hormigón lo encontramos en la factoría arrocera de Sueca

(1954-1955), de la mano de Mauro Lleó como arquitecto y del inge-

niero Francisco Ruvira, en la que levantan una impresionante nave de

105 m de longitud, cubierta con luces de 34 m. También Fisac, unos

años después, exploraría las posibilidades de los pretensados, en este

caso recurriendo a vigas de sección osiforme, para lograr un espacio

que asegurara una uniformidad lumínica, tal y como requería la labor

experimental a desarrollar en el interior del Centro de Estudios Hidro-

gráficos (1960), en el que el protagonismo del hormigón es absoluto.

La versatilidad de un interior “soberano”, en el sentido de Perret,

queda asegurada con la uniforme retícula modulada de 5 x 6 m de

los Laboratorios Profiden, construidos por Corrales y Molezún en el año

1965 en Madrid.

Singular estructura resuelven Antonio Vallejo y Santiago de la

Fuente en la fábrica de tableros de Tafisa (Valladolid, 1963-1965),

donde la planta baja es un pórtico abierto, formado por ocho pilares

de hormigón que soportan un sistema de dobles vigas; en la planta

superior la estructura es metálica, quizá toda ella reciba la influencia

directa de la fórmula estructural adoptada en el pabellón Suizo por Le

Corbusier.

El protagonismo de las estructuras metálicas se inicia en España en

1954, cuando César Ortiz-Echagüe, Manuel Barbero y Rafael de la

Joya comienzan la elaboración del proyecto para los comedores de

la Seat, industria que estaba recibiendo un fuerte impulso estatal

como consecuencia de las nuevas orientaciones económicas e indus-

triales que se adoptan a partir de 1950, cuando se decide impulsar las

industrias del acero, de los combustibles y de la automoción. Las difi-

cultades de la cimentación orientan a los arquitectos hacia una

estructura metálica realizada en aluminio, diseñada con notable pre-

cisión en colaboración con los técnicos de la industria aeronáutica

CASA. Los comedores se distribuyen en pabellones, enlazados por

espacios ajardinados, con la intención de crear un ambiente relajado

que permitiera entender la hora de la comida como un tiempo de

descanso entre la jornada laboral. Lo notable de su acierto arquitec-

tónico hizo que obtuviera el Reynols Memorial Award auspiciado por

el American Institute of Architecture y presidido el jurado por Mies van

der Rohe. También de Ortiz-Echagüe, esta vez acompañado de

Rafael Echaide, son los Laboratorios de la Seat (1958-1960) en Barce-

lona. En este caso, la estructura metálica organiza toda la planta con

una clara separación entre las áreas de trabajo y las de circulaciones.

Singular importancia tiene la estructura metálica en las naves del

Centro Nacional de Investigaciones Metalúrgicas, CENIM, que de la

Sota construye en 1963 en la Ciudad Universitaria madrileña. La estruc-

tura afirma su presencia tanto en el interior como en el exterior, con

soluciones que remiten directamente al lenguaje miesiano en su

etapa americana, influencias que también se recogen en los muros

laterales del edificio Arriba de Francisco Cabrero (Madrid, 1960-1963).

Ligereza y transparenciaUna de las varias aspiraciones derivadas del mundo industrial y de la

técnica, en su búsqueda de la máxima eficacia, es la ligereza. En el

ámbito de lo arquitectónico, ésta cuestión se traslada tanto al diseño

de la estructura, anteriormente lo hemos visto, como a unas nuevas

relaciones entre esta y el cerramiento. La especialización funcional

de lo constructivo conduce inevitablemente a un aligeramiento de

la fachada y, desde luego, sale al encuentro de lo que podría

entenderse como la esencialidad de lo arquitectónico en la era de

la máquina, esta es la aspiración contenida en las palabras de Sota

cuando, a propósito de la capilla de Romaní y Sáenz de Oíza en el

Camino de Santiago, escribe: “Es necesario pensar en metales aun-

que usemos piedras; las usaremos de forma mucho más pura, más

noble; contraste entre macizo, pesadez y fragilidad, ligereza.”47

Y si

esto lo escribía en la temprana fecha de 1954, volvería sobre el

mismo argumento en repetidas ocasiones, como en el texto titulado

“Sentimiento sobre cerramientos ligeros”,48 de 1963: “Así, por ejem-

plo, se sabe que en un periodo evolutivo y perfectivo en todo como

es el actual, siempre se tiende (y se ha tendido) a la ligereza, al ali-

vio del peso de la materia; es una natural aspiración humana. Pasa

en las artes, en las letras y en las técnicas, cuando son inteligentes. Si

añadimos la claridad como concepto, podríamos decir que clari-

dad y ligereza caracterizan hoy la sublimación de las cosas: su ingra-

Fábrica de la Cross, 1954PontevedraIngeniería Proquiber

Naves ganaderas de la antigua estaciónde Talavera la Real, 1955-1957

adajoz

Nave principal del centro deacondicionamiento y fermentacióndel tabaco, 1961-1963Carretera de Oropesa km 28,Candeleda, Ávila

47 SOTA, Alejandro de la, “Una Capilla en el Camino de Santiago”, en Escritos, conversaciones, conferencias, pág. 32, PUENTE, Moisés (ed.), Gustavo Gili, Barcelona, 200248 Ibid., pág. 156

videz es un factor positivo”. Es la aspiración a la esencialidad, a la

ligereza, lo que transmiten obras suyas, como la factoría Clesa

(Madrid, 1959-1963), donde las cubiertas parecen flotar sobre las

diferentes áreas de trabajo, también en las naves del CENIM, en las

que elementales perfiles metálicos apenas si dejan notar su presen-

cia en los amplios espacios, tamizados por tenue y eficaz ilumina-

ción, y en las que separaciones vidriadas hacen un profundo elogio

de la transparencia.

Ligereza, como vehículo de la transparencia, que de igual modo

está presente en los comedores de la SEAT (C. Ortiz Echagüe, M. Bar-

bero, R. de la Joya, Barcelona, 1954-1956), en este caso como modo

de conectar el interior a los agradables jardines del inmediato exte-

rior. “El programa sólo exigía que el edificio cumpliese la función de

poder servir 2.000 comidas en dos turnos. Pero detrás de esa “pro-

saica” exigencia, señalaba Ortiz-Echagüe con verdadera satisfac-

ción, se adivinaba la estupenda posibilidad de que el tiempo dedi-

cado al almuerzo sirviera de verdadero cambio de ambiente a esos

2.000 obreros sometidos a la monotonía de la fabricación en serie. Y

pocos cambios de ambiente pueden resultar más gratos que el paso

de una gran nave industrial a un jardín, con esa vegetación exube-

rante que proporciona el clima mediterráneo. Nos propusimos, por

tanto, hacer una construcción muy transparente, con los elementos

imprescindibles para defenderse del clima”.49

El muro cortina fue el mecanismo constructivo que de un modo

más repetitivo se utilizó en esta búsqueda de la transparencia, que,

a diferencia de los ejemplos antes citados, hacía de lo transparente

vehículo de exhibición, también de propaganda de la empresa y de

sus productos. Es el caso del edificio para la industria Nau Ivanov

(Barcelona, 1959-1961), de Jordi Figueras i Anmella, y de la fábrica

de cervezas El Águila (Córdoba, 1962-1965), que construyen Rafael

de la Hoz y Gerardo Olivares. También Coca-Cola utiliza este recurso

en su factoría de Barcelona (1961-1963), de Josep Soteras i Mauri, y

de un modo más contundente en La Coruña (1961), obra de Andrés

Fernández-Albalat y Antonio Tenreiro.

En todos estos casos, la transparencia no sólo sirve como exhibi-

ción de lo que en su interior está ocurriendo, sino que además busca

el efecto de la iluminación nocturna, horas en las cuales el edificio

se muestra en todo su esplendor, constituyendo una llamada de

atractiva y poderosa atención que también refleja la intensa influen-

cia de la arquitectura de Mies van der Rohe.

De los materiales tradicionalesa los prefabricadosCiertamente, toda la “ideología” de lo industrial muestra una deci-

dida preferencia por los materiales de nueva factura: acero, vidrio y

hormigón; no podía ser de otra manera, ellos asumen la definición

de lo estructural y el protagonismo en el cerramiento. Sin embargo,

en el periodo que estudiamos quedan resquicios para que materia-

les o tecnologías tradicionales puedan expresarse en algunos signifi-

cativos ejemplos recogidos en este registro, ya que, como señala

Antonella Greco: “Construir para la industria no significa construir con

la industria”.50

Francisco de Inza y Heliodoro Dols construyen, en Segovia, su

conocida fábrica de embutidos (1963-1966), en la que un uso reite-

rado y obsesivo del ladrillo acaba imponiéndose con rotundidad en

las duras tierras segovianas. Uso del ladrillo que Sota utiliza como

envolvente en las naves del CENIM, aunque en este caso con un len-

guaje alejado de cualquier expresionismo, todo lo contrario, como

el mismo arquitecto diría, recurriendo a “fundamentos miesianos en

la composición general”,51 fundamentos que también se exhiben en

los muros laterales del edificio Arriba (Madrid, 1960-1963) de Cabrero,

mientras que la perfilería metálica y la envoltura de fibrocemento

centran el protagonismo en la nave de los talleres.

En la fábrica de la Empresa Nacional de Motores de Aviación,

Enmasa (Barcelona, 1950-1957), su arquitecto Robert Terradas desa-

rrolla una considerable imaginación constructiva, que aplica a los sis-

49 POZO, José Manuel, Los comedores de la SEAT: La primera arquitectura tecnológica española, AACC2. T6 ediciones, 199950 GRECO, A., ”Architetti italiani per l’industria”, en Prometeo, pág. 30, Electa-SIPI51 SOTA, Alejandro de la, en Alejandro de la Sota, arquitecto, pág. 88, Ediciones Pronaos, Madrid, 1989.

Fábrica Tecosa, 1964-1967La CarolinaFernando Higueras

Central lechera Clesa, 1959-1963MadridAlejandro de la Sota

Factoría Arrocera de Sueca, 1954-1955Mauro Lleó Serret, Francisco Ruvira SenentSueca

Centro de estudios hidrográficos, 1960MadridMiguel Fisac

Fabrica de Tableros de Fibras, TAFISA, 1963-1965ValladolidAntonio Vallejo Acebedo, Santiago de la FuenteViqueira

temas de cerramiento, ventanas, forjados, aislamientos, etc., en un

conjunto de apreciable equilibrio como resultado final.

Por otra parte, la aspiración a la modulación y la estandariza-

ción, expresión del rigor racional maquinista y vehículo de la cons-

trucción industrializada, da pie a nuevas posibilidades constructivas,

que alcanzan con la manipulación mecánica e industrial del hormi-

gón notables resultados. Algunos ejemplos elocuentes son, la fábrica

Citesa (Málaga, 1962-1963) de Rafael García de Castro y Ricardo

Mexía, recurriendo en el exterior a un cerramiento dentado de pane-

les prefabricados de hormigón, de fuerte composición horizontal,

con otras piezas prefabricadas también en hormigón; la fábrica de

envases de plástico Cydeplas (Dos Hermanas, 1964-1965), proyec-

tada por un equipo de técnicos dirigidos por Felipe Medina, en el

que combinan la estructura metálica del interior, con los paneles pre-

fabricados del cerramiento en el edificio administrativo y paneles de

fibrocemento en la nave de producción.

Sin embargo, será Fisac quien más confiadamente se implique

en el empleo de prefabricados de hormigón, con sus conocidos ele-

mentos osiformes en los que emplea la técnica del pretensado, que

le permite lograr considerables luces. Ejemplo sorprendente de este

proceder de Fisac fueron los laboratorios del Centro de Estudios

Hidrográficos (Madrid, 1960), en cuyo interior logra un sorprendente

espacio cuyo protagonismo único, como ya indicó, corresponde al

hormigón, continuando experiencias ya utilizadas en los laboratorios

Made (Madrid, 1961-1963)

Los poblados de la industriaA veces, no demasiadas, las actividades industriales han sentido la

necesidad de promover directamente alojamientos para sus traba-

jadores. En la mayor parte de los casos con arquitecturas de nulo

interés. Sin embargo, no siempre fue así y, aunque en contadas oca-

siones, a veces las arquitecturas para la vivienda de la industria han

adquirido cotas significativas de dignidad. Cuando esto ha tenido

lugar, los poblados industriales han recurrido a ropajes de corte his-

toricista, con referencias claras a una cierta tradición inglesa relati-

vamente reciente, es el caso, por ejemplo, del poblado de Com-

postilla (1954) en Ponferrada, de Esquer y Bellosillo, en otras ocasio-

nes a lenguajes decididamente vinculados al Movimiento Moderno.

Refiriéndonos a estos últimos, son ciertamente notables los que

construyen Bonet Castellana en la central de Vandellós y José Ferra-

gut Pou en la central térmica de Alcudia (1957-1960).

Entre 1961 y 1969, Ignacio Álvarez Castelao construye varios

poblados industriales para Electra del Viesgo y Térmicas Asturianas,

y César Cort y Basilio Bas uno para la minería del Wolfrang en Fontao

(Vila de Cruces, Pontevedra, 1954). La explicación de su existencia

debe entenderse como apuesta personal en el caso de Fontao,

dada la vinculación de Cort con la propiedad de la mina. En el caso

de los poblados de Castelao, a su decidida voluntad de moderni-

dad y a las industrias promotoras, que entendieron su labor cons-

tructiva como operaciones de prestigio, vinculadas a una cierta tay-

lorizacion y a inversiones de largo alcance y duración. Si toda indus-

tria es portadora del sentido de la oportunidad y de la caducidad,

quizá sea la hidroeléctrica la más alejada de la idea de lo momen-

táneo, lo que deja sentir su influencia en los modos de operar, sensi-

bles a la potente ideología de progreso de la que la electricidad era

portadora en su origen.

Aunque cada uno de estos poblados, obviamente, tiene sus

peculiaridades y atractivos específicos, mantienen sin embargo unos

rasgos similares. Todos ellos se caracterizan por una valoración de los

espacios comunes, resaltando una especial relación entre las vivien-

das y los espacios libres en que se sitúan, aportando un clima de

“bienestar, sosiego, silencio, tranquilidad armónica, comodidad”. Y

si alguno de ellos puede ser resaltado del conjunto es el de Navia,

donde la calidad de los espacios habitables exteriores alcanza

mayor calidad. Aquí “la linealidad y la repetición” organizan una

sofisticada disposición, en la que el espacio que se pierde entre los

intersticios que las viviendas van dejando, abre sutiles perspectivas,

a cuya calidad colabora el ajardinamiento, definido desde el pro-

yecto y magníficamente conservado hasta hoy.

La construcción está en ellos planteada desde el realismo y las

posibilidades inmediatas, pero donde la intención poética en deta-

lles y texturas está siempre presente, como en el poblado santande-

rino de La Hermida de Álvarez Castelao, donde “los blancos muros

de ladrillo pintado revelan texturas de claras influencias nórdicas, y

una confianza sin límites en la geometría, que se opone aquí a la

extraordinaria fuerza del lugar”,52 y es que, efectivamente, la bús-

Naves del Centro Nacional de InvestigacionesMeetalúrgicas Cenim, 1963MadridAlejandro de la Sota

Comedores Seat, 1954-1956Barcelona César Ortiz-Echagüe, Manuel Barbero, Rafael de la Joya

Edificio de fábrica y oficinas de Coca-Cola, 1960La CoruñaA. Fernández-Albalat y A. Tenreiro Brochón

52 GARCÍA BRAÑA, Celestino, “Donde la construcción late. Arquitecturas de los 50 en Asturias y Galicia”, en Los años 50: La arquitecturaespañola y su compromiso con la historia, pág. 73, ETSA, Universidad de Navarra, 2000.

queda y el logro de una adecuada relación con la naturaleza son

una de las características de la arquitectura de este importante

arquitecto asturiano.

LAS RUINAS INDUSTRIALES COMO PROBLEMADerivada muy importante para el territorio y la ciudad es aquel

carácter de provisionalidad del que toda industria es portadora, y al

que hice referencia en las primeras líneas de este texto. Nada hasta

ahora en la historia había tenido esta intrínseca voluntad de rápida

transitoriedad.

Los paisajes industriales que hoy contemplamos, fruto de la indus-

trialización de hace cincuenta o setenta años, son paisajes de deso-

lación, caducados como los propios instrumentos técnicos que en su

día les dieron vitalidad. La movilidad y el cambio, factores intrínsecos

de la industrialización, están siendo, o lo han sido también por su

misma lógica, factores de aniquilación de aquellas primeras instala-

ciones, y si en el origen produjeron notables trastornos, su desmante-

lamiento en el presente produce igualmente efectos negativos, no

sólo económicos y sociales, sino también sobre su marco físico, en

nuestras ciudades y territorios industriales, dando lugar, en tan poco

tiempo, a edificios agotados en sus funciones, a veces arruinados o

muy deteriorados, también a amplias superficies de terrenos que han

perdido su razón de ser, abandonados por ya inservibles y, cuando

es posible, a la espera de nuevos destinos.

En el futuro inmediato será preciso desarrollar los instrumentos

adecuados, el corpus científico preciso, que permita afrontar la tota-

lidad de los valores que están en juego. Su adecuada ordenación y

la de sus, a veces, excepcionales arquitecturas, hacen de estas cir-

cunstancias uno de los problemas urbanístico-arquitectónicos más

interesante de nuestro presente. Será necesario abordarlos con nue-

vas estrategias de proyecto, por las dificultades que implican, no

siendo la menor, pero tampoco la única, la derivada de su tamaño,

pues las direcciones de trabajo se bifurcan en cuanto se atiendan los

problemas urbanísticos: parques, infraestructuras, viviendas, equipa-

mientos culturales, o las grandes inversiones y consecuencias eco-

nómicas de ellas derivadas, también las ecológicas, las culturales y,

desde luego, las arquitectónicas.

Y sin embargo, antes o después, estas ruinas industriales se verán

todas ellas sometidas a estrategias de renovación, como lo han sido,

por ejemplo, los cascos históricos de nuestras ciudades. En el marco

europeo ya ha habido ocasión para comprobar alguna de las afir-

maciones aquí contenidas, las intervenciones renovadoras sobre la

región de Lorraine, la cuenca del Ruhr, Fondiaria (Florencia), la

Bicoca (Milán) o la intervención de Renzo Piano en la fábrica de Lin-

gotto, son buena prueba de ello.

Las instalaciones industriales configuradas con pautas ligadas al

Movimiento Moderno están hoy en una decisiva encrucijada. Su

caducidad, cualesquiera que hayan sido sus orígenes, plantea la

ineludible necesidad de contemplarlos como centro de importantes

operaciones, en las que la disyuntiva entre el desmantelamiento o la

recomposición, encontrándoles nuevas actividades, estará siempre

presente.

Dado que estas ruinas constituyen en muchos casos fuertes ele-

mentos de identidad de los territorios en que se asientan y de las per-

sonas que los habitan, independientemente, o a pesar, de los tras-

tornos o destrucciones que en muchos casos originó su existencia,

permanecer, de un modo o de otro, aparece como una fuerte ten-

dencia. Son áreas en las que, por otra parte, el decaimiento indus-

trial contagia una fuerte sensación de fracaso y abandono entre las

gentes que antaño de ellas vivieron, lo que se traduce en entender

una cierta continuidad como símbolo de recuperación de identida-

des y valores cívicos. También un sentido práctico aboga por la con-

tinuidad, pues en buena parte de los casos ocupan lugares de

importante densidad de población, la que ellos mismos han creado,

lo que representa una excelente ocasión para traducirse en oportu-

nas reordenaciones urbanísticas. Todo lo anterior transmite la urgen-

cia de encontrar nuevos destinos a tan vastas áreas degradadas y

avanzar en su saneamiento y recuperación.

Suelen ser ocasión singular para nuevos temas arquitectónicos y

paisajísticos, tanto si proceden del abandono industrial como si se

trata de antiguas explotaciones mineras. En cualquier caso, imponen

Fábrica de embutidos Postigo, 1963-1966SegoviaHeliodoro Dols Morell, Francisco De Inza Campos

Fábrica Enmasa, 1950-1957BarcelonaRobert Terradas i Via, Vicente Alegre

Cydeplas, 1964-1965Dos HermanasOTAISA

Laboratorios farmacéuticos Made, 1961-1963MadridMiguel Fisac

Poblado en Ribera de Arriba, 1962-1968Ribera de ArribaIgnacio Álvarez Castelao

por su artificialidad. Su naturaleza y sus formas dependieron directa-

mente de la máquina y su capacidad transformadora.

Acercarse a ellas con propósitos arquitectónicos implica tam-

bién trabajar con la idea de lo sublime, que transmiten no solamente

su tamaño, sino también su condición de ruina, la añoranza de pasa-

dos esplendores, los esfuerzos humanos en ellas ahora enterrados y

también una cierta idea de tenebritud, como la que se percibe en

la gran nave del taller de laminación de Ensidesa en Avilés

Puede ser necesario adoptar los mecanismos de conservación

oportunos y, en este sentido, hay que augurar un buen futuro a la

reciente iniciativa del Instituto del Patrimonio Histórico Español, por la

primera selección de 49 bienes industriales del Plan de Patrimonio

Industrial y, desde nuestra perspectiva, desear que pronto se

extienda a edificios y complejos industriales vinculados a la arqui-

tectura del Movimiento Moderno.

Para nuestras ciudades industriales, como Bilbao, Sagunto, Bar-

celona, Avilés, Sevilla o Éibar, se abren, o ya lo han hecho, importan-

tes problemas como consecuencia de aquella evolución de sus

áreas industriales, planteando posibilidades de notable transcen-

dencia para su futuro, que no deben entenderse como situaciones

de desgracia, sino, bien al contrario, como ocasiones de oportuni-

dad en la que ciudades o territorios ahora abandonados por la

industria, tienen ante sí la ocasión de tomar decisiones capaces de

orientar hacia nuevas perspectivas su futuro. Efectivamente, los terri-

torios acosados por la desoladora presencia de las ruinas de la indus-

trialización de finales del siglo XIX y primera mitad del xx, están obli-

gados a superar la sorpresa inicial, el desconcierto público y privado

que ello provoca, concitando los esfuerzos colectivos capaces de

transformar el abatimiento en energía, hacia la transformación de la

ruina del pasado en bienestar del futuro. En su gestión será necesario

tomar graves decisiones, sopesando todas las alternativas posibles,

quizá optar por caminos de síntesis entre opciones contrapuestas,

aprender de experiencias más madrugadoras pero sin traslados

miméticos, contar con los mecanismos capaces de articular la

amplia y necesaria perspectiva interdisciplinaria.

ado de Compostilla, 1954erradaer, Francisco Bellosillo

Central térmica de Alcudia, 1955-1958Puerto de AlcudiaRamón Vázquez Molezún, Pedro Reus

Poblado de las minas de Fontao, 1954-1958César Cort y Basilio Bas

Viviendas del personal de la Central hidroeléctricade Arbón, 1961-1964NaviaIgnacio Alvarez CastelaoPrimera fase:

Parque en una siderurgia, Caen (Francia). Dominique Perrault

Parque Duisburg NorteCowperplatz Duisburg (Alemania)Peter Latz