ÍNDICE

LEONOR CALVERA Los mundos del viaje LUIS BENÍTEZ Creta: El viajero en sus laberintos SUSANA CATTANEO Mensajeros del principio ANA MARÍA TORRES Viaje de luz y sombra ADRIANA GASPAR Un viaje atemporal BEATRIZ BROIDE Exilios, inxilios y desexilios RXP Pasos de sirena BEATRIZ SCHAEFER PEÑA El exilio del primigenio ANTONIO LAS HERAS Viaje a Ítaca: al encuentro de Ulises y Penélope LUIS CALVO Poema XVI FERNANDO SORRENTINO El repetido tedio de los viajes ARLETTE NEYENS El viaje de la vida MARÍA EUGENIA HERNÁNDEZ SALAIS Esa eterna ensoñación llamada viaje MARÍA DEL PILAR RODRÍGUEZ AGUILAR Viajes con el cuerpo, la mente y el alma JORGE KORZAN Incursión

LEONOR CALVERA

LOS MUNDOS DEL VIAJE

De los míticas vicisitudes de Ulises a las excursiones de placer, del derrotero de los conquistadores y emigrados al traslado a un plano trascendente de los chamanes, el viaje produce de inmediato refracciones múltiples. Es revelador y magnético, atractivo y misterioso. La idea misma del viaje o las infinitas metáforas a que da origen; su relación con el tiempo al igual que con los espacios, la iniciación, la fantasía, el simbolismo, configuran un mosaico de formas y colores sin par. Precisamente esa complejidad relaciona al viaje con múltiples disciplinas, desde la geografía a la historia, desde la ciencia al arte, pasando por la arqueología, la religión, los rituales, la psicología… y tantas más.

I. Los inicios

El ser humano siempre ha sentido el impulso de viajar y conocer. Viajar por tierra, por agua, por aire. Esto produjo la búsqueda de elementos que posibilitaran esos viajes. En la `prehistoria ya se encuentran los primeros vehículos de traslado por agua bajo la forma de canoas hechas en troncos ahuecados. Más adelante, el invento de la rueda permitirá la fabricación de vehículos rudimentarios para una mayor comodidad y rapidez en el transporte por tierra. Vencer el aire continuará siendo el anhelo recurrente durante siglos. La idea del viaje y la conquista fue cobrando una complejidad extraordinaria. Las exploraciones y descubrimientos que permitieron los viajes se fueron entrelazando con una simbología específica. Así entre los egipcios, por ejemplo, el sol no se trasladaba de por sí en el cielo sino que efectuaba su recorrido en la barca de Ra. En la antigua Grecia, Caronte también utilizaba una barca para transportar a los que acababan de fallecer a través del Leteo, el río del olvido. Si los difuntos bebían de sus aguas, no recordarían su vida pasada y podrían volver a encarnarse. Para atravesar ese y otros ríos, se enterraba a los cadáveres con una moneda bajo la lengua, de modo que pudieran abonar los servicios del más allá. Caso contrario, tendrían que vagar durante cien años como sombras errantes: transcurrido dicho lapso, Caronte accedía a trasladarlos sin cobrar. La aventura real de cruzar un río pronto se revistió de una pluralidad de significados espirituales. Quizá el más notorio por la diversidad

de vehículos que ofrece sean el hinduismo y la doctrina budista. Sus yana, grandes o pequeños, permiten que tengan cabida cuantos buscan trascender la margen de la ignorancia hacia la orilla de la liberación. Estos yana proponen diversas reglas y técnicas para ser recorridas por quien busca desprenderse de las cadenas de la causalidad y acceder a un estado allende el mundo de los opuestos. Navegar el río o el mar en busca de tierra firme es también el gran camino que deben realizar los chinos para llegar a las Islas de los Inmortales.

Conocer, explorar, investigar. A medida que los seres humanos iban conociendo nuevos parajes, les fueron adjudicando valores suplementarios y simbólicos. De tal modo, ascender la montaña fue sinónimo de elevación, de aproximarse a los dioses que allí moraban. En casi todas las culturas, existe una montaña sagrada que hubo de considerarse como eje y centro del mundo. El monte Meru de la India, el Kúen-luan chino, el Olimpo griego, el Alborj persa, el Sinaí hebreo, son ejemplos de la importancia que tuvieron en distintos momentos históricos.. Por ello, llegar a la cima era encontrar el punto de unión entre el cielo y la tierra, entre lo material y lo espiritual. I. 1 El héroe El impulso del viaje ha estado siempre emparentado con motivos tanto reales como imaginarios. Uno de los primeros relatos de viajeros de que se tenga memoria es el de Gilgamesh, el héroe de la epopeya sumeria. Las aventuras que transita Gilgamesh, junto a su amigo Enkidu, tienen como punto de partida su anhelo de conseguir nada menos que la hierba de la inmortalidad. Eneas, en cambio, el héroe de la guerra de Troya, tuvo como razón de su viaje escapar tras la caída de la ciudad. Su derrotero lo llevaría hasta tierras del Lacio donde, tras varias peripecias, logró

establecerse, convirtiéndose en rey. Allí, dos de sus hijos, Rómulo y Remo, fundaron la ciudad de Roma. El héroe de La Ilíada y La Odisea partió de su Ítaca natal, de la que era rey, para luchar en la guerra de Troya. Su esposa Penélope, su padre Telémaco y su hermano Ctimene esperaron su regreso durante veinte años, de los cuales diez estuvo luchando y los otros diez demorado en el regreso por una serie de obstáculos y problemas que debió afrontar. La historia de Orfeo y su viaje por amor quizá sea la más conmovedora y la que, sin duda, sirvió de modelo a muchos ritos de iniciación. El mito asegura que Orfeo se lamentaba amargamente junto a las aguas de un río por la muerte de su esposa, Eurídice, picada por una serpiente. Su canto era tan lastimero que hizo llorar a los dioses, que le aconsejaron bajara a los infiernos a buscarla. Munido de su lira, emprendió el descenso y, sorteando muchos obstáculo, llegó a la presencia de Hades y Perséfone. Compadecidos. los amos del inframundo permitieron que Eurídice regresara al mundo de los vivos, con la sola condición de que Orfeo no se diese vuelta para mirarla hasta llegar a la plena luz del sol. Llegados a la superficie, Orfeo tornó la cabeza, sin advertir que su amada tenía todavía un pie en el Hades y el sol no la había bañado plenamente, de modo que se desvaneció para siempre en el aire.

Mosaico romano representando a Orfeo

Museo Arqueológico Regional de Palermo

El héroe sometido a duras pruebas, su experiencia con el mundo de los muertos y su reaparición se constituyó en paradigma en numerosos rituales, desde los misterios griegos hasta las modernas sectas iniciáticas. Campbell lo describe como un viaje al que el héroe es impulsado, sea por propia voluntad como por

circunstancias exteriores. Sale entonces a un mundo ajeno, hostil, donde entre amenazas y peligros llega al primer umbral. Allí se encuentra con la sombra, un oponente bajo la forma de monstruo o guardián al que debe combatir o con el que debe conciliar. Una vez superado este estadio, debe descender al inframundo, un reino de tinieblas extraño y amenazante .El héroe, quizá con la ayuda de un mentor,1debe entonces superar nuevas pruebas, algunas de las cuales pueden ser la resolución de enigmas. Por último se le presenta una prueba suprema: si la pasa con éxito, recibe la recompensa que anhela, sea ésta un matrimonio sagrado, el propio reconocimiento o la conquista de un elixir. En caso de que obtenga el éxito pero las fuerzas de la oscuridad permanezcan hostiles, el héroe robará su recompensa teniendo entonces que regresar como fugitivo. Al llegar al umbral del retorno, dejará atrás a sus rivales para emerger como resucitado, trayendo el don que fue a buscar, sea éste material o espiritual.1 En estrecho parentesco con el camino del héroe se halla la marcha nocturna de los dioses solares. El sol muere cada día para renacer al siguiente; en ese período de muerte se hunde en el centro de la tierra o en el abismo del mar. El movimiento de las aguas encierran en su ir y venir lo transitorio de las formas reales, Por su carácter ambivalente, los antiguos griegos y romanos buscaban propiciar sus efectos fecundos sacrificando en su honor toros y caballos. El sol desciende entonces en su viaje a la profundidad marítima encerrado en una barca, un cesto o un cofre. Pero el mar, fuente inagotable de vida, es también un lugar de enormes peligros donde anidan monstruos. Monstruos que pueden devorar al héroe, como en el caso paradigmático de Jonás. Yahveh había encargado a Jonás proclamar el juicio contra Nínive. En lugar de cumplir el mandato, Jonás decidió huir de la ciudad. Se embarcó entonces en una nave que se dirigía a Tarsis y pronto se quedó dormido en “las partes más recónditas del barco”. A poco se desató una terrible tormenta que amenazaba con destruir la nave. Los marineros clamaban a sus dioses mientras aligeraban la carga hasta que, junto con el capitán, decidieron echar a suertes para saber de quién era la culpa de que se hubiera producido semejante fenómeno. Yahveh hizo que el señalado fuera Jonás. Cuando se le preguntó qué había hecho, confesó que había sido infiel al cometido de su dios. Dado que no deseaba que otros perecieran por su culpa, pidió que lo arrojaran al mar. Cuando así se hizo, 1 JOSEPH CAMPBELL. El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito. México. 2001

súbitamente el mar detuvo sus ataques. Al caer Jonás al agua, se enredaron algas en su cabeza hasta casi ahogarlo. Cuando se recobró se halló dentro de un gran pez. Jonás oró y oró, glorificando el poder de Yahveh al par que le prometía cumplir su voto. Al tercer día la ballena lo vomitó sobre tierra seca. En otra versión, el héroe le corta al pez un pedazo del corazón y sigue destrozándolo hasta que el monstruo lo expele. Incluso existen variantes en que, atrapado el adalid en el interior de una criatura acuática, le prende fuego y, con ello, logra salvarse y salvar a los que antes había devorado. Tierra, mar. Y aire. Cruzar el aire, volar, el anhelo sostenido durante siglos, tiene su héroe paradigmático: Ícaro. Según cuenta Ovidio, Minos, el rey de Creta, mantenía prisioneros en su isla a Dédalo y su hijo, Ícaro. En procura de escapar, el padre concibió la idea de fabricar un par de alas de plumas, entrelazando con un hilo las centrales y pegando con cera las laterales. Su hijo lo ayudaba en la tarea hasta que, finalmente, probaron con éxito las alas. Ya listos para emprender el viaje que los alejaría de la isla, Dédalo le advirtió a su hijo que no volase demasiado alto. Icaro sobrevoló una, dos, tres, cuatro, cinco islas hasta que la excesiva altura a que había llegado lo expuso al quemante sol que ablandó la cera que mantenía pegadas las plumas. Aunque Ícaro agitó sus brazos desesperadamente, las pocas plumas que quedaban no alcanzaron a sostenerlo y terminó por caer en el mar. 1. 2 El peregrino La figura del centro se configura en casi todas las culturas como el lugar de perfección, de interioridad, de poder creador. Numerosas ceremonias rituales se realizan en torno a ese axis mundi que une cielo y tierra, los reinos inferiores y los superiores. Este eje o centro funciona como punto de partida y llegada del universo de lo manifestado. Este centro o axis puede tomar diversas formas: ser mujer o varón o tener la apariencia de un árbol, una montaña e incluso de un producto de manufactura humana, como una torre, un campanario o un pilar. Este lugar es, por definición, sagrado y se emparienta en muchos puntos con la idea de paraíso o tierra prometida. Llegar a ese centro es, precisamente, la meta del peregrino. El viaje no es entonces mera traslación sino la aspiración de ser algo más que extranjero en esta tierra. Sin embargo,

desdichadamente, será un deseo nunca saciado, como afirma Jung, que en definitiva no encontrará en parte alguna su objetivo.2 La vida misma como peregrinación es una idea común a muchas tradiciones. El camino de la vida constituye un símbolo arquetípico, una de la metáforas mayores común a muchas culturas desde los tiempos arcaicos. Peregrinación significa, en su etimología latina, viaje o estancia en el extranjero. Un viaje o estancia que implica un verdadero rito de pasaje. Un proceso complejo que supone un verdadero viaje del alma. En las doctrinas orientales, ese viaje se realiza a lo largo de una cadena de vidas distintas hasta que se alcanza la liberación, el cielo de Brahma o el nirvana. Esto implica morir al aquí y ahora. a las luces y sombras. Porque el ser humano está desterrado de un sitio primordial sin mácula y se halla en el mundo de las dualidades como un extranjero, un foráneo que busca reencontrar el lugar del que cayera o fuera expulsado. Procura entonces dejar atrás este mundo de pruebas y dolor para volver al origen que es similar al punto al que aspira a llegar.

Monumento al Peregrino en el Alto de San Roque

El peregrino parte así sin lujos, incluso despojado, adonde se identificará con la figura, el objeto, el templo o monumento que le otorgan santidad al lugar, aquello que lo convierte en centro del mundo. Al igual que en las pruebas iniciáticas, en el camino deberá pasar penurias y sufrimientos que Orígenes asimila a etapas del progreso interior. El bastón que empuña el peregrino significa a la vez la persistencia y el despojamiento para transitar sin otro apoyo por tierras extrañas. Por ello, dice Guenon. las pruebas y las etapas del viaje son ritos de 2 CARL JUNG Ttransformaciones y símbolos de la libido. Buenos Aaires, 1952

purificación que van de las tinieblas del mundo profundo, de lo no consciente, al mundo de la luz de lo uno sin segundo. Así irá purificando su alma para que su espíritu se torne digno de ingresar a la tierra prometida, en ese tiempo sin tiempo que es la médula de lo sagrado. II Las guías del más allá “Una y otra vez el hombre ha pensado la muerte como la abolición

viajero del más allá,

un territorio a

el Pretakhanda

del tiempo, fijando un instante eterno, un tiempo sin tiempo. Pero no ha podido anular el espacio: el más allá es un país, una tierra, una región, una morada para las almas. Y ese espacio ha sido persistentemente un analogon de lo visible. La persona fallecida se convierte en unadviniendo al otro mundo como se entra en el presente: por medio de las aguas. Los muertos emalianos debían cruzar tres lechos de agua, con un pájaro por guía para llegar al más allá. Gilgamesh debe pasar las “aguas de la muerte” para penetrar en el país de Dilmun. El alma del egipcio difunto era trasladada en la barca de Ra para su viaje junto al dios. Un agua roja, de cinabrio, rodea la montaña Kuen-lu de la inmortalidad. Y las sombras griegas debían beber del Leteo para olvidar su pasado y acceder a la eternidad de la muerte. Líquido amniótico: aguas de muerte; cuna: barca mortuoria. Simetría de vida y muerte. O la muerte, no como vacío, como nada, sino como otra forma de vida. La existencia presente: gozo y dolor en un espacio que el tiempo cambia y transforma. La existencia futura impensable como ausencia total: dolor y gozo en un espacio salvado de las corrosiones del tiempo.”3

El más allá, como el espacio del mundo binario, es explorar, un viaje complejo que necesita soportes ajenos para llevarse a cabo debidamente. El difunto corre graves riesgos en las zonas crepusculares del inframundo, por ello no tardaron en idearse guías para que las almas o sombras no se perdieran en el más allá y llegaran con éxito a la zona definitiva de descanso o transformación e incluso, como en el tradición tibetana, a lograr que el difunto reconozca la muerte como una proyección más de su pensamiento. Escritos como del Garuda Purana hindú, El

descenso al infierno de los textos órficos, los Libros rituales o aqueróntidos de los etruscos, el Libro maya de los muertos o el Libro de los muertos egipcio o el Libro tibetano de los muertos

3 LEONOR CALVEERA. El paso de la muerte. Buenos Aires, 2009

constituyen verdaderos mapas o planos del viaje que le toca emprender a quien acaba de morir. Y para que la similitud sea aún mayor, un orientador ayuda a las sombras a transitar ese itinerario.

Hermes por François Rude (Museo del Louvre)

El psicopompo o conductor de almas máximo de la antigua Grecia era Hermes, del cual dice Homero ·”Marchaba a la cabeza de estas almas, como pastor al frente de su rebaño, y ellas le seguían estremecidas por las tenebrosas sendas que conducen a la noche eterna”.4 Previamente, esos seres errantes habían sido transportados hasta allí por Caronte, que recibía un óbolo en retribución, para lo cual se debía enterrar a los cadáveres con una moneda bajo la lengua, de modo que no se quedaran errando por la tierra de nadie por no pode abonar el peaje. El camino del inframundo es extremadamente riesgoso para los que todavía no han fallecido, por ello Eneas, según cuenta Virgilio, fue acompañado por la Sibilia de Cumas cuando recorrió los reinos de Plutón. Y a su vez Virgilio le sirvió a Dante de guía para recorrer dos de los mundos del más allá. Las plegarias o fórmulas de casi todas las religiones cumplen un propósito similar: ayudar desde el plano terrestre a que el difunto no se extravíe en los complejos meandros del más allá. 4 HOMERO. La Odisea

III. Las migraciones Mucho, mucho tiempo atrás comenzaron las migraciones. Tan atrás que las primeras que se hayan podido detectar se ubican en la prehistoria. Los cambios en el medio ambiente, la búsqueda de alimentos eran algunas de las razones que empujaban a las tribus originarias a un movimiento espacial constante. Esta expansión, tanto forzada como espontánea, comenzó hace alredor de 70.000 años desde África hacia Asia en desplazamientos que fueron incorporando nuevas regiones al conocimiento y el dominio de la criatura humana. Ya en tiempos históricos, el afán expansionista de Grecia, Cartago y Roma, entre otros, concertaron flujos inmigratorios como forma de establecer nuevas colonias y afianzar su comercio. La Edad Media conoció tres grandes movimientos migratorios: las invasiones bárbaras, la expansión del Islam y la formación del Imperio turco. Por otra parte, las sucesivas Cruzadas instalaron un flujo inmigratorio constante. Más adelante, la llegada de Colón a tierras americanas provocó la inmigración de millones de europeos que instalaron miles de colonias en el nuevo territorio descubierto. Desde entonces, el proceso migratorio no sólo no se ha detenido jamás sino que ha ido creciendo de uno hacia otro lado en intercambios de diversa índole y calidad. III. 1 Éxodo Existen diversas teorías acerca de la necesidad permanente de los movimientos de éxodo. Algunos los atribuyen a los llamados “factores de expulsión”, esto es, los que empujan a los migrantes a dejar su tierra natal. Las persecuciones religiosas, las guerras, las penurias económicas, los desastres naturales son otras tantas razones para dejar atrás el mundo propio y arriesgarse a penetrar en ámbitos ajenos.

Antonio Berni. Los emigrantes En contrapartida, existen los “factores de atracción” que funcionan como imanes para los migrantes: condiciones de trabajo favorables, equidad en el trato, paz, acceso a los bienes tanto materiales como espirituales, una vida digna, Los factores de atracción y expulsión, que podrían también denominarse de esperanza y desesperación, no se encuentran siempre en las mismas regiones y los mismos países sino que suelen ir rotando conforme varía la situación social en cada tiempo y lugar. III.1 Los pioneros ¿Qué determina que algunas personas decidan partir del lugar en que e encuentran hacia otras latitudes? ¿Qué los impulsa a partir? Su psicología, similar a la del aventurero, está basada a menudo en que son los diferentes, los extraños de la comunidad. En ocasiones son los disidentes que la sociedad rechaza por sus conductas

inconformistas o no adaptadas al sistema de la sociedad. Un caso típico es el de los inconformistas religiosos que partieron de Europa hacia Norteamérica en los albores del descubrimiento. A veces estas personas parten solas, o acompañadas por alguien que los ama hacia destinos inciertos. Y, si tienen éxito, a menudo son seguidos por otras gentes en estas aventuras migratorias. IV. En el interior de la mente “Viajar es una imagen de la aspiración, del anhelo nunca saciado, que en parte alguna encuentra su objeto”5 sostiene Jung. Y completa su afirmación señalando que ese objeto que se busca es la madre perdida. La madre originaria que forma parte de la psiquis de cada uno, ese principio femenino que debemos descubrir para completar nuestro equilibrio interior. El viaje, entonces, expresa, en primera instancia, insatisfacción, la necesidad de un cambio, tal como lo indican los sueños alusivos. Realizar ese viaje en el mundo de lo real es también el impulso de alejarse de la madre biológica, de establecer una distancia ideal para el crecimiento propio. En consecuencia, la búsqueda formará parte estructural de todo deseo de viaje, sea que se trate de la búsqueda de un tesoro, de conocimiento efectivo o meramente de perseguir el placer. “Los verdaderos viajeros son los que parten por placer”, sostiene Baudelaire. Y continúa: “Siempre insatisfechos, sueñan con lo desconocido, más o menos inaccesible. Pero nunca encuentran aquello de lo que han deseado huir: ellos mismos. En cierto sentido, el viaje se convierte en un pepetuo rechazo de sí mismo por lo que habría que concluir que el único viaje válido es el que realiza el hombre al interior de sí mismo.” Todas las literaturas están colmadas de los testimonios de viajeros, de sus diarios, de los viajes como conquista. Y también de las grandes aventuras de los viajes interiores. IV. 1 La creación “Escribo para recorrerme”, afirmó Henri Michaux. Recorrerse, emprender el magno viaje del auto-conocimiento es una de las tantas formas que adopta el impulso creador. El acto mismo de la creación constituye un misterio extremo en que se amalgaman diversos factores, entre los que no son menores la fidelidad a las propias percepciones, la falta de temor al riesgo de transitar reinos 5 CARL JUNG. Transformaciones y símbolos de la libido. Buenos Aires, 1952

desconocidos y la observación cuidadosa. Todas ellas al servicio de las Musas de que da cuenta Pausanias: Meletea, Mnemea y Aedea, esto es, la meditación, la memoria y el canto.

Friso griego que reprsenta a las tres Musas originales

Los límites del conocimiento objetivo que de ello se deriva debe superarlos la imaginación, cuyo poder de mediar aúna la realidad con los reinos de lo invisible. Porque, según Coleridge, “la imaginación es el órgano creador por excelencia. Es el equivalente consciente de las leyes cósmicas de generación. Si la belleza es el medio de la síntesis creadora y el placer su fin, la imaginación es su esfera y su proceso. Ella es el poder por medio del cual la libertad humana y las leyes universales se unen.”6 Crear significa viajar por los intersticios de nuestra mente, de nuestros sueños y pasiones, para comprender la razón de ser de las leyes de la naturaleza y, a partir de allí, generar en libertad sus propias formas. De alguna manera, el acto de crear implica un estado mental similar al de quien busca el punto de trascendencia, la unidad de sujeto-objeto, de criatura y divinidad. Crear “es convertir lo externo en interno, lo interno en externo; es hacer de la naturaleza pensamiento y del pensamiento naturaleza” El acto creador –y la obra que de él se desprende cuando es genuino- permite aprehender la diversidad en la unidad, el todo en

6 SAMUEL TAYLOR COLERIDGE, Criticism: The Major Texts. New York: 1952 Esta cita y la siguiente pertenecen a la mima obra

la parte. Es unir nuestro mundo con otros, el pasado con lo todavía no existente. Es lograr que el quejido del viento y el fuego, el canto de los muertos, su queja7 y su historia, formen parte también de nuestra realidad binaria. IV.2 Capacidades ampliadas

La gente que mas viaja es la que menos aprende. El Sabio conoce el mundo sin necesidad de salir de su casa.

Lao tse Los viajes de conquista suponen en quien los emprende una alta dosis de arrojo, voluntad de poder, de intriga y curiosidad. No otra cosa ocurre con los viajes interiores. Hay que tener mucha valentía, verdadero afán de conocimiento y la disposición a no dejarse llevar por el pánico ante los territorios desconocidos que lleva en sí cada ser humano y de los que está rodeado. IV.2.1 Oriente Existen maestros que ayudan a iluminar el camino interno así como existen textos que informan y alertan sobre lo que puede producirse. En el siglo III a.C, Patanjali en su Yoga sutra afirmaba que “Los poderes mentales pueden alcanzarse mediante el nacimiento, el uso de drogas, la repetición de mantras, el dolor o el samadhi.” Quizá paradójicamente, el meditante que alcanza el samadhi, esto es, la absorción en la divinidad, suele manifestar que esos poderes pueden convertirse en obstáculo, precisamente para alcanzar un estado del ser superior. En el hinduismo, el budismo, el tantrismo y otras escuelas yóguicas se habla de cinco u ocho poderes . Se les da el nombre sánscrito de siddhi que significa “logro” o “perfección”. En el Bhágavata-purana del siglo XI d. C. el dios Krishná describe cinco de esos siddhi como uno de los resultados de la meditación. Sin estar sujetos a ninguna correlatividad, esos poderes son: tri-kala-gñatuam: conocer el tiempo en sus tres dimensiones: pasado, presente y futuro); aduanduam: ‘no dualidad’, no ser permeable al exterior; para chitta adi abhigñatá: conocer lel pensamiento ajeno; agni arka ambu visha adinam pratistambhaj: controlar la influencia del fuego y demás elementos; aparāyaiaj: conquistar lo que se proponga. En otros textos se habla de hasta ocho perfecciones, siendo algunos de esos

7 Según las palabras del moreno a Martín Fierro en la obra de Hernández

agregados volverse del tamaño que se quiera o poder alcanzar cualquier lugar. IV. 2.2 Chamanismo Los chamanes no se hallan tan centrados en el propio desarrollo como los discípulos de las arduas disciplinas yóguicas. Más solidarios, menos espectaculares, alcanzan igualmente logros fantásticos con sus asombrosas dotes de sanación. El chamanismo reconoce una antigüedad que se remonta a los tiempos neolíticos y se extiende por los cinco continentes. Sus prácticas tienen por eje central la cura del sufrimiento humano, esto es, la capacidad de diagnosticar y sanar enfermedades y también de causarlas, si se considerase necesario. La cosmovisión que sustentan los chamanes es que, paralelamente al mundo visible, existe un mundo de espíritus, que pueden ser buenos o malos. Precisamente se dirigen a esta esfera sobrenatural para encontrar respuestas a los interrogantes que les presenta el mundo visible. A ese fin, evocan imágenes de animales; cuando uno de ellos le transmite su energía se convierte en el “animal de poder” del oficiante, que le servirá de guía al entrar en contacto con los espíritus.

Alegoría de un chamán

Asimismo, el chamán se vale de ayudantes espirituales con los que se mantiene comunicado para mantener en todo momento el control de su conciencia. Esto se vuelve particularmente necesario cuando entra en estado de trance. En esa circunstancia el chamán deja su cuerpo y desciende al inframundo o asciende al mundo superior. En

el descenso al mundo inferior, que suele ser un lugar de pruebas, transita imágenes de entrar en la tierra a través de un agujero, una cueva, un tubo En su ascenso al superior, especialmente extático, las imágenes son las de escalar una montaña, subir un risco o encontrarse con un maestro. No se trata de experiencias imaginarias sino que, efectivamente, transita entre dos mundos en un vuelo visionario. Esos viajes le proporcionan la capacidad de controlar el tiempo y, por ende, profetizar, interpretar los sueños, diagnosticar enfermedades o ayudar a otros a entrar en estados alternativos de conciencia. Sonidos. hierbas y movimientos son los auxiliares preferidos del chamán para moverse entre los mundos.. La percusión –gong, pandero, sonaja- y sus ritmos facilitan su entrada a la esfera espiritual. En especial “el tambor asume un papel de primer orden en las ceremonias chamánicas. Su simbolismo es complejo; múltiples sus funciones mágicas. Es indispensable para el desarrollo de la sesión, ya conduzca al chamán al ‘Centro del Mundo’, ya le consienta volar por los aires, ya convoque y ‘aprisione’ a los espíritus, o ya, por último, que el tamborileo permita al chamán concentrarse y volver a establecer un contacto con el mundo espiritual que se dispone a recorrer.”8 Los movimientos corporales de las danzas acompañan a los sonidos del tambor que es llamado el “caballo” o “puente del arco-iris” porque facilita los cambios neuro-fisiológicos del chamán que le habrán de permitir moverse cómodamente entre el universo físico y el invisible. En ocasiones, esas mismas danzas y sonidos permiten curar al enfermo, ahuyentando las fuerzas malignas que se han apoderado de su cuerpo. En la panoplia del chamán figuran el peyote, la ayahuasca, el tabaco, la salvia, la coca, la wachuma entre muchas otras hierbas psicoactivas. Estas plantas “maestras” o “de poder” son usadas como incienso o consumidas para alterar el funcionamiento mental. Los chamanes son especialmente cuidadosos en el empleo de estas hierbas. Se someten a rituales de purificación y recogimiento para armonizarse con todo lo creado y permitir que se abran las puertas de la percepción. Lo mismo ocurre cuando las entregan para su ingestión a un tercero; éste debe someterse a diversas ceremonias antes de estar habilitado para recibir la potencia de estas plantas. 8 MIRCEA ELIADE, El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, México. 1976

Danzas, sonidos, plantas maestras, guías espirituales, animales de poder: el viaje de la mente del chamán tiene asistencias probadas a lo largo de los siglos. Nunca está solo en su recorrido: la tradición, que recibió verbalmente cuando se lo consideró digno de ella, lo acompaña en todas sus empresas, en todos sus desvelos, en todos sus recorridos. IV. 2.3. La parapsicología En 1889 el psicólogo alemán Max Dessoir publicó un artículo en que, luego de diversas apreciaciones lingüísticas, proponía definir con el término de “parapsíquicos a aquellos fenómenos que surgen del desarrollo normal de la vida mental, y por lo tanto Parapsicología a la ciencia referente a ellos.”9 Mucho antes que recibiera la clasificación de Dessoir, la amplia gama de manifestaciones psicológicas no corrientes había atraído la atención de diversos estudiosos. Tal vez el más publicitado fue Franz A. Mesmer, quien afirmó haber descubierto el magnetismo animal, que se conoció con el nombre de mesmerismo. Le siguió en importancia el espiritismo y la investigación metódica llevada a cabo por la Society for Psychical Research, que trabajó arduamente desde su fundación en 1882. Sin embargo, no sería hasta los aporte esclarecedores de J. B. Rhine y sus estudios sobre la percepción extrasensorial10 que la parapsicología comenzó a dejar de ser una seudo ciencia para convertirse en una rama de las más serias investigaciones metódicas, desarrollando procedimientos estadísticos y matemáticos para su estudio.

9 Publicado en el Numero de enero de 1990 en el Boletín de Psicología Paranorma. 10 En inglés Extra Sensorial Perception, conocida por su sigla ESP.

Argelia, 1911

La aventura que propone la parapsicología es, quizá, una de los más inciertas porque trata nada menos que del potencial ignoto de la mente humana tanto como de la posible existencia de dimensiones paralelas de tiempo y espacio. En consecuencia, despliega un amplio abanico que va desde la telepatía a la clarividencia, de la proyección mental a la interacción directa con sistemas vivos, de la telequinesis a la clarividencia y la premonición, de las experiencias cercanas a la muerte a las apariciones de toda clase. Cada una de estas especializaciones -y muchas más- desarrolla sus propios métodos de prueba y ensayo, su fundamentación y sus limitaciones. Y sus metas y logros, que suelen asemejarse, en parte, a los resultados de las escuelas de sabiduría yóguica. El conjunto es un viaje intenso y deslumbrante que atraviesa las barreras conocidas de la prisión del cerebro para abrirse a una nueva etapa del posible desarrollo del ser humano. V. Los exploradores Desde la más remota antigüedad el ser humano ha sentido el impulso de descubrir lo que hay más allá de lo que alcanza la vista. Por los motivos que fuere, sean económicos, militares, de mera curiosidad, la exploración ha constituido una práctica ininterrumpida a lo largo de los siglos. En tiempo míticos, aparece la figura de Ulises que, tras vencer en la guerra de Troya, emprendió el regreso a su Ïtaca natal con tan mala suerte que anduvo deambulando por el Mediterráneo durante diez años

Eneas, otro héroe de la guerra de Troya, logró escapar tras la caída de la ciudad. Emprendió entonces un viaje que tuvo un final sorpresivo y feliz. Su derrotero lo llevaría hasta la tierra del Lacio donde, tras una serie de peripecias, acabaría por convertirse en rey. Más aún, en esa misma tierra dos de sus descendientes, Rómulo y Remo, fundaron la ciudad de Roma, convirtiéndolo así en progenitor del pueblo romano. Otro héroe legendario es Jasón y sus peripecias por conseguir el vellocino de oro. Entre romances y aventuras, Jasón navegó con su nave Argo y sus tripulantes hasta llegar al mar Negro, no sin antes haberse encontrado con las extrañas mujeres de Lemnos, con las Harpías y otros seres y hechos fabulosos- La leyenda se confunde con la realidad en la figura de Alejandro el Magno. Este rey de Macedonia, que vivió en el siglo IV a.C., recibió una esmerada educación que le impartió Aristóteles. Más tarde, motivado por el afán de imponer au autoridad en los territorios heredados de su padre, emprendió una serie de campañas militares. El éxito conseguido en estos viajes lo alentó a buscar nuevos horizontes para lo cual debió enfrentar al Imperio Persa. Sus repetidas victorias lograron que sus dominios se extendieran no sólo por la Hélade sino que se extendieron hasta Egipto, Anatolia, Oriente Próximo y Asia Central, llegando hasta la India.

Entre quienes emprenden un viaje con un retorno demorado se destaca Marco Polo. Marco Polo era un mercader veneciano nacido

en 1234. Hacia fines del siglo fue puesto en prisión por los genoveses. Fue precisamente en la cárcel que conoció a Rustichello da Pisa, a quien le relató los viajes que había efectuado al Asia Oriental. Rustichello los puso por escrito y se conocieron con el nombre general de Il Milione.que luego llevarían en español el título de Los viajes de Marco Polo. El protagonista de estos relatos cuenta que, en principio, partió en un viaje comercial, junto a su padre y su tío, en el que habrían visitado Armenia, Prsia y Afganistán. Luego seguiría la Ruta de la Seda hasta llegar a Mongolia y China. La narración afirma que Marco permaneció más de veinte años al servicio de Kublai Kan y que llegó a ser gobernador durante tres años de la ciudad china de Yangzhou. El relato de Marco Polo de sus largas dos décadas en Oriente le permitió a la sociedad adquirir nuevos conocimientos sobre las costumbres, las ideas, la forma de vivir y creencias de un mundo muy distinto al contexto medieval. Asimismo, su libro sirvió de guía e inspiración a muchos viajeros posteriores, entre otros a Colón que siempre llevaba con él un ejemplar cuidadosamente anotado. V. 1 La era de los descubrimientos Alrededor de 1450 los alemanes idearon nuevas técnicas y métodos para la explotación de la minería y la metalurgia. Este no fue un fenómeno aislado sino que se sumó a otros, como la invención de la imprenta, y los cambios en la agricultura, la tecnología naval y, por supuesto, la fabricación de armas. Este campo era considerado especialmente significativo en razón de los constantes conflictos bélicos que ensombrecían el panorama social. La efervescencia renacentista trajo también consigo la búsqueda de nuevos mercados, que ayudarían a ampliar el naciente capitalismo. Los navíos europeos comenzaron a surcar los mares para explorar otras rutas comerciales. Cristóbal Colón, Juan Caboto, Vasco de Gama, Fernando de Magallanes, Pedro Álvarez Cabral, Enrique el Navegante, Juan Sebastián Elcano son algunos de los primeros que se atrevieron a enfrentar las navegaciones transoceánicas. Esto suponía un reto mayúsculo. Los barcos resultaban muchas veces inadecuados para soportar la fuerza de los vientos del Atlántico, las cartas geográficas eran inexistentes o harto imprecisas, la higiene y la alimentación a bordo eran inadecuadas y las condiciones generales desastrosas. Sin embargo, nada impidió que se multiplicaran los osados aventureros prestos a desafiar cualquier circunstancia adversa. Cada uno de ellos fue un ejemplo de perseverancia y heroísmo que

contribuyó a producir grandes cambios en el modo de vida y pensamiento. Fantasiosos, imaginativos, los aventureros de la llamada era de los descubrimientos marcaron una línea de acción que no se detendría hasta nuestros días. Otros tomaron la posta: la tierra, el aire, las profundidades del mar contemplaron la presencia de nuevos viajeros. Viajeros sin límites, dispuestos a conquistar lo invisible. VI. El flaneur A medida que las ciudades fueron creciendo hasta convertirse en verdaderas megalópolis, se tornaron desconocidas para sus propios habitantes. El misterio comenzó a formar parte de amplias zonas. La marginación ocupó un lugar no menor del panorama urbano. Hubo entonces quienes tomaron a su ciudad como objeto de un

Paul Gavarni, Le Flâneur, 1842.

viaje, investigando sus calles, descubriendo lugares extraños, abiertos a lo que pudieran encontrar. Corrían los siglos XVI-XVII cuando surgió un término para designar a ese paseante: flaneur. El personaje del flaneur, el que callejea sin rumbo, el que vagabundea con la mente abierta a lo que puede encontrar, no tardó en adquirir dimensión literaria. Uno de los primeros en abordar el tema, Charles Baudelaire, entre otras apreciaciones, lo pintaba de esta manera: “La multitud es su elemento, como el aire para los pájaros y el agua para los peces. Su pasión y su profesión le llevan a hacerse una sola carne con la multitud. Para el perfecto flâneur, para el observador apasionado, es una alegría inmensa establecer

su morada en el corazón de la multitud, entre el flujo y reflujo del movimiento, en medio de lo fugitivo y lo infinito.” 11 Si bien muchos creadores se ocuparon de su perfil, fue Walter Benjamin quien lo convirtió en una figura importante para los estudiosos porque “su ojo abierto, su oído preparado, buscan otra cosa distinta a la que la muchedumbre viene a ver. Una palabra dicha al azar le va a revelar uno de esos rasgos de carácter que no pueden inventarse y que hay que tomar del natural; esas fisonomías tan ingenuamente atentas van a proporcionar al pintor una expresión que él soñaba; un ruido insignificante para cualquier otro oído va a llamar la atención al del músico y a darle la idea de una combinación armónica; incluso el pensador, el filósofo perdido en sus reflexiones, esa agitación exterior le es beneficiosa, porque mezcla y sacude sus ideas, como hace la tempestad con las olas del mar.”12 Vale decir, cualquiera puede ser un flaneur, tanto en la ciudad donde nació como en ciudades extranjeras. La condición sine que non es no mantenerse aparte sino mezclarse con la multitud y, a la par, observarla y observar cuanto lo rodea. Como sostenía Sainte Beuve, la flanerie “es lo más opuesto a no hacer nada.” Quizá el vagabundeo `por la ciudad más fructífero y, sin duda, el más inmediato, sea el del fotógrafo. Ya Balzac había dicho que el callejeo de esta clase de observador era “gastronomía para los ojos”. Pero fue Susan Sontag quien advirtió que el desarrollo técnico de las cámaras en el siglo XX las convirtió en la herramienta por antonomasia del flaneur. “El fotógrafo representa una versión armada del paseante solitario que explora, que acecha, que cruza el infierno urbano, el caminante voyeurista que descubre la ciudad como un paisaje de extremos voluptuosos. Maestro en el gozo de observar, avezado en la empatía, el flâneur encuentra el mundo ‘pintoresco´”13 Observador, participante solitario de la vida urbana, la existencia cada vez más numerosa de los flaneusr plantea las nuevas relaciones entre individuo y sociedad. En todos ellos “encontramos una misma preocupación básica: el que la persona se resista a ser suprimida y destruida en su individualidad por cualquier razón social, política o tecnológica” VI.I. La flaneuse

11 CHARLES BAUDELAIRE, El pintor de la vida moderna, Nueva York:, 1964 12 WALTER BENJAMIN, El libro de los pasajes. Madrid, 2004- 13 SUSAN SONTAG. Sobre la fotografía. Madrid, 1996

Lo permitido al flaneur no le es permitido a la flaneuse. Deambular por las calles de una ciudad no es lo mismo para uno y otro sexo. En tanto todos los espacios son, en principio, accesibles al dominio masculino, las mujeres deben conformarse con lugares acotados, so pena de convertirse rápidamente en presas. La casa como lugar reservado a las mujeres hizo que su tránsito público estuviera muy restringido. No podían salir solas porque estaba mal visto, no podían pasear libremente porque les reportaba mala fama. La autoridad masculina hogareña decidía cuándo y adónde podían ir. Tampoco eran muchos esos lugares, ya que la educación pública les estaba casi vedada, los lugares de trabajo muy pocos y los dominios de la política eran prácticamente inexistentes. Las exigencias de la sociedad industrializada fueron abriendo lentamente algunas puertas y con ello comenzaron a ampliarse los sitios que podía recorrer el género mujer. Sin embargo, hasta hoy en día el margen de libertad ciudadana de que disponen es menor que la amplitud masculina. Hay barrios reservados a la prostitución donde no es frecuente ver transitar a quienes no practican ese comercio. Hay horarios en que el paseo femenino se transforma en blanco de las apetencias de los violadores. Y, en cambio, hay lugares donde se espera encontrar muchas mujeres, por ejemplo, los colegios y los hospitales donde en su gran mayoría son mujeres quienes acompañan a los niños y los enfermos. Lo cierto es que toda mujer siente un estremecimiento cuando escucha que alguien corre detrás de ella, cuando un varón se aproxima demasiado, cuando ve un grupo de muchachos dispuestos a divertirse. Si algo desagradable le ocurre en esas y otras circunstancias similares, siempre será la culpable ante los ojos de la sociedad por no respetar los límites, por moverse libremente, por vestirse como le place. Porque, en gran medida, la ciudad sigue siendo un coto de caza masculino. VII. El turismo

La vida es una aventura, no un viaje organizado

Eckhart Tolle.

Los avances técnicos en las comunicaciones acercaron el mundo a las casas particulares. Antes conocer un lugar sólo podía hacerse de modo presencial. Primero la fotografía, luego el cine, la televisión

y los distintos medios electrónicos hicieron que se pudiera tener una idea bastante acabada del ancho universo ciudadano y de la majestad de la naturaleza en sus fantásticas variantes. En principio se supone que este acercamiento disuadiría de tomarse la molestia de emprender un viaje. Pero, en la práctica, ocurrió todo lo contrario. Ver el mundo mediatizado incentivó el impulso de viajar. Ese impulso, ayudado por publicidades muy efectivas, le dio una dimensión nunca vista a la industria del turismo. La aventura de conocer quedó domesticada mediante un pago accesible. Otros planean las rutas, otros deciden qué rincón de cada lugar es digno de verse y por cuánto tiempo, otros imponen sus elecciones que el turista acaba por creer propias. En consecuencia, se va gestando un seudo conocimiento en conformidad con la globalización que refuerza el seudo protagonismo del viajero. La única zozobra es tener listos la documentación personal y llegar a tiempo a los horarios de transporte. La falta de riesgo adquirió tales proporciones que la sed de peligro llevó a introducirlo como parte del paquete que ofrecen las compañías ad hoc y así nació el turismo de aventuras para satisfacer esa urgencia. Lo primero y lo último se unen: el corazón y la mente humana siguen siendo casi los mismos que en la era paleolítica. VIII. En el tiempo

Un viaje en el espacio suele ser un viaje en el tiempo

Claude Lévy Strauss

El ser humano ha desarrollado un singular dominio de la tierra, el aire y el agua. En sus viajes, sube alto, muy alto en el cielo, baja a las profundidades del mar, se aventura en los más recónditos parajes de la tierra. Sin embargo, su afán no está saciado. Quiere llegar más lejos, hasta las estrellas, quiere llegar más profundo, hasta el corazón de fuego de la tierra. Pero, sobre todo, quiere vencer al que considera su rival más temido; el tiempo. La idea de viajar en el tiempo ha sido una constante en la fantasía literaria. Desde Dickens y Mark Twain a Isaac Asimov y Kurt Vonnegut son muchos los viajes imaginarios que produjo la creatividad de los escritores. Le cabe a quien es considerado el

padre de la ciencia ficción. H.G. Wells, la distinción de haber publicado en Londres, en 1895, una novela, The Time Machine. que serviría de paradigma para todas las especulaciones posteriores sobre los viajes en el tiempo.

Máquina del tiempo tal como aparece en un filme de la Metro Goldwin Mayer

Algunas de las obras sobre los viajes en el tiempo se apartan de los aportes de la física en el sentido de que imaginan un hiperespacio, esto es. un lugar inalterable espacio-temporal donde todo está ahí, de modo que se podría ir y regresar del futuro o el pasado. Asimismo, esto habillita la posibilidad de las cuatro dimensiones, en lugar de las tres del universo conocido, de modo que se podrían recorrer universos paralelos. Otras obras de ciencia ficción se basan en que la materia curva el espacio y el tiempo que se encuentra a su alrededor, abriendo así nuevas posibilidades para viajar a través del tiempo. Siempre ingeniosos, siempre libres en su modo de concebir el universo, algunos creadores han optado por extrapolar momentos y adelantos tecnológicos. De esta manera surgió el steampunk y el dieselpunk, que configuran una corriente retrofuturista. Ubicados, por ejemplo, en el siglo XIX con los adelantos tecnológicos posteriores, imaginan hechos como la Segunda Guerra Mundial o el padecimiento personal de una enfermedad modificados por el empleo de inventos y descubrimientos que marcaron hitos en el progreso material de la humanidad. Lo que la ciencia y la tecnología todavía no lograron lo alcanza con facilidad la inagotable fantasía de los creadores literarios.

LUIS BENÍTEZ

CRETA. EL VIAJERO EN SUS LABERINTOS Conozco, conocí, el ocaso isleño que reverbera como un eco, noche tras día, sobre los edificios y también sobre las arboledas de Central Park; las rojas encías del palacio de Octavio Augusto, que desde el Monte Palatino ansía todavía beber la sangre que corrió en el Coliseo; la majestad imperial y adusta de París y también su corazón fluvial, tierno, pequeño y redondo; las civilizadas riberas del Rhin, vigiladas por la olvidada y horrible historia de sus castillos, donde tantas cosas sucedieron. El falso balcón de Julieta, en Verona, adorado por los turistas y más por quienes cobran la entrada; el gran pastel de crema de Santa María di Fiore, frente al Baptisterio donde nació la perspectiva. Pisé las calles que pisaron los francos, los godos y los lombardos; crucé la noche marítima de Niza, el banal esplendor monegasco, la bronceada alegría de vivir de la Costa Azul; las pasillos y corredores surreales de La Pedrera, los canteros rodeados de maravillas del Parque Güel, la vertical locura de la Sagrada Familia; la preocupada Madrid, donde la Cibeles sigue convencida de que no pasa el tiempo, solamente la gente por la calle. Mañana estaré en Grecia por primera vez o mejor, Grecia estará en mí por primera vez. Ahora permanezco en medio de dos instantes, como siempre: el que nos abandonó recién y el que se nos viene encima. Me alojaré cerca de la Acrópolis, que continuará vigilando el paso de los milenios y la ciudad inútilmente, repleta como está de barbaroi, metecos que gozan de plenos derechos para acariciar furtivamente sus cariátides y no prestar atención a los preciosos datos que salen de la boca del guía turístico, como una leyenda impresa sale de la boca de un santo antiguo, desde el templo de Atenea Niké hasta el Erecteión, minucioso relato de pianola que las cámaras fotográficas no escucharán. A 40 grados hervirá el mármol y la realidad palpitará fogosamente en torno del sueño de piedra de Pericles. Una mitad de la Acrópolis se erige sobre terrenos oníricos, la otra llega hasta aquí. Esa noche cenaré con Dimitris Angelis, dos veces grande, porque es poeta y es griego. Luego iré a Micenas, la titánica, tan cerca de todos los enigmas y de Nemea, donde creeré oír un rugido, uno solo, que se expande hasta el horizonte y que regresa. Pero llegaré a Micenas, a la montaña de bloques de 6 toneladas que fue, es y será la fundada por Perseo después de la

Medusa, del kraken y de Andrómeda; la heredada por los criminales atridas, la regida por Agamenón, “el que nunca desaparece, significa en mi lengua”, susurrará el guía, anotarán las profesoras de letras brasileñas, olvidarán los muchachos alemanes. Agamenón que un día rigió quién entraba y quién salía por la Puerta de los Leones; Agamenón, no el de las ilustraciones de mis libros infantiles, sino El Otro, el que tenía deseo, hambre y sueño, el que recibió al mayor cornudo de la historia, su hermano, con los brazos cruzados sobre la altiva coraza, ya listo para la guerra. El que mandó a buscar a Aquiles y convenció a Ulises; el que convocó a más de mil naves y finalmente ganó merced a un caballo de juguete. El que murió en Micenas, donde también descansaban los suyos, envuelto en una red, sorprendido en el baño. Pero no murió, porque es incapaz de hacerlo. Después en Olimpia, al pie del Cronio y flanqueada por el Alfeo, veré correr a los chinos y los norteamericanos de remeras y bermudas traspiradas por el venerable estadio, que ciertamente conoció otras victorias, mientras llueven sobre los fingidos campeones los homenajes de las selfies. Y en Delfos, la de las Mil Preguntas, veré el pétreo y menudo Ombligo del Mundo y me asomaré a la fuente Castalia, hoy un desagüe apenas, y dormiré en mi hotel de lujo frente al poderoso Parnaso para soñar que el dios atraviesa los corredores y visita los ascensores, seguro e invisible como siempre, antes de ser en la mañana un delfín, un caballo de fuego que abruma la tarde y después todavía el sol que se ha ocultado.

Mosaico que representa a Teseo y el Minotauro en el laberinto

Pero lo que atrapará para siempre una parte de mí -lo que va a quedarse allí cuando me vaya- será Creta, la del puerto Heraklión, donde rige el golfo Koules, la Rocca al Mare, la fortaleza veneciana amarilla de azafrán y piedra sobre el cobalto ínfimamente desasosegado del Mediterráneo, más cerca de Turquía que de Grecia continental, más próxima al misterio que todo lo demás. Un nuevo hotel, nuevas sonrisas, otras callecitas, un nuevo ocaso. Heraklión, la El Khandak de los invasores árabes, que también fue Candia y Megálo Kástro, la que otros nombres conocerá mañana, sin embargo es ella siempre e inmutable: la Ciudad de Hércules, que es al mismo tiempo la Ciudad de El Greco, la Ciudad de Nikos Kazantzakis, la Ciudad de Minos. ¿Qué le importan sus nombres sucesivos a Heraklión, a toda Creta? Ella, Creta, que es anterior a sus nombres, me mirará desde sus 4 mil años como ha mirado pasar a todos: allí va ese que pasa, humo que se extingue, otro fuego que se apaga, una ola que se va. Creta -que es generosa como todos los griegos- permitirá que un autobús me lleve a su corazón taurino bajo una tarde de fuego. Una ruta se volverá calle, con tenderetes de souvenirs y baños públicos para turistas y ociosos a mano derecha y enfrente, abiertos e infinitos, los jardines del rey Minos, señor de todos los mares, y la magnífica prisión de su horroroso hijo, el Minotauro. Desaparece todo, inclusive uno mismo, al entrar en Knossos, que todo se lo apropia: nos volvemos por culpa y misión de esa tarde columnas rojas y gruesas, terrazas de altura vertiginosa, techos que ya no están, cariados muros que eran cuando en el resto del mundo era la Prehistoria, fosos donde almuerzan y ríen todos los fantasmas posibles, como si nada hubiese sucedido en 40 siglos... o más. Y allí me sentaré como quien está por desmayarse, porque frente a mí veré el símbolo y no podré resistirlo y creeré que toda mi vida, la vivida y la por vivir, se resumirá en ese instante, cuando la veré erecta todavía: la cornamenta recta, de piedra vieja, que sintetiza Knossos, con sus dos puntas señalando a Zeus y la base pesando sobre la tierra, como siempre y para siempre, mientras todo en torno de sus cuernos pasa. Y me quedaré para siempre en Creta, ante los cuernos de Minos, pues habré comprendido que todo otro sitio es un suburbio de Knossos y ella el centro de las cosas, el ombligo del misterio y del dios sin nombre que es, desde siempre, el nombre de los nombres.

SUSANA CATTANEO MENSAJEROS DEL PRINCIPIO Parte I Caminabas con la ingenuidad de orfebre mágico que talla un fruto al borde de los labios de la vida. Tratabas de encontrar la maravilla del mundo cincelada en la fuente primera de la creación. Arrodillada en la luz, llorabas porque estabas hecha de cantos de arcángeles y tallos rotos de violetas. Fuera de tu mirada, otros esparcían aceites perfumados sobre el círculo del cielo y erigían un altar con tu nombre. Los mensajeros del principio dejaban un cofre de espuma sobre la región del abandono. Llegaban a Shgabat, volaban en tejidos alfombras sobre todo Turkmenistán y bañaban en el Caspio su agotada energía. Un mendigo te llamaba desde el pasado y al mirar atrás, veías los emisarios del destino ofreciendo canastas con sonrisas del bosque y amaneceres de música. Seguías caminando sobre la pluma de todos los vuelos. Seguías.

Amanecer rojo

Parte II Los mensajeros del principio trazaron un círculo en la espalda de la tierra. Te sentaron en el centro, ataron tus ojos y dejaron libres tus manos. Cuando el sol, sumergido en bullicios de silencio y reflejándose en la luna dio la medianoche, te iniciaron en el difícil oficio de los mártires. Venían desde el origen con palabras en las manos. Con proyectos azules venían y su sangre era luz refractada en sus venas. Cántaros hechos antes del antes traían, llenos de vida y entusiasmo. Llegaron a Bangla Desh, a tosa Bengala. Surcaron el Ganges y el Brahmaputra. Atravesaron Chittagong y llegaron a lo más alto del Mowdok. Allí, en la cima, saludaron a Dios. Más tarde, te liberaron del círculo y fuiste nueva. Había otras rutas a tu lado. Sonidos despojados de notas. Brillos de contraste. Sombras de contornos. Así, libre, fuiste condenada a la esperanza. Aún siguen tus pies llagados de tanto camino.

ANA MARÍA TORRES VIAJE DE LUZ Y SOMBRA

¿Qué entendemos por viaje? En su acepción más corriente, viajar es trasladarse de un lugar a otro para conocer diversos paisajes. En mi infancia, mis primeros viajes fueron los veraneos que muchas veces ocupaban casi cuatro meses, desde diciembre hasta el comienzo de las clases en marzo. ¡Casi cuatro meses! Una verdadera mudanza. Los muebles de la casa se cubrían con fundas blancas y así quedaba la casa abandonada y enfundada mientras sus habitantes partían entusiasmados hacia el mar o las montañas. Con el correr de los años, los veraneos y los viajes se fueron abreviando y de cuatro y tres meses pasaron a un mes o quince días y se dedicaron a conocer nuevos lugares o distintos países extranjeros. Podemos decir que el viaje es una ruptura con los hábitos de todos los días: nos descubre nuevas perspectivas, adquirimos diferentes conocimientos, observamos las costumbres de otras regiones, de otros pueblos, a veces nos maravillamos, o nos sorprendemos disgustados. Es que el mundo es distinto, no sólo por su geografía, su clima, sus obras sino por sus habitantes, sus credos, sus dioses y la forma en que se los adora y se les reza. A pesar de inconvenientes que a veces existen., el viaje nos da felicidad, nos extasiamos ante una puesta de sol en el océano que contemplamos desde un buque, el cielo nos asombra, se transforma en un rojo violento, languidece rosado y de a poco todo se oscurece, el mar negro asusta hasta que aparece la luna brillando entre las estrellas. Sin embargo, dentro de nosotros mismos, tenemos una gran viajera: nuestra mente. Vivimos viajando porque mientras realizamos tareas habituales que no necesitan de nuestra especial atención como ir caminando por la calle, sentadas en un taxi o en un colectivo, haciendo una cama, limpiando o cualquier otra actividad rutinaria, entonces, nuestra mente que es eminentemente viajera nos llevará por distintos caminos donde puede recordar, soñar, y en esta forma abandonar el presente.

Diseño de tapa de Vanessa Bell

La primera observadora de esta situación, o por lo menos la primera que la volcó al papel, fue la escritora inglesa Virginia Wolf con su novela Mrs. Dalloway, de 1925. Relata un día en la vida de Clarissa Dalloway, la protagonista que, al dejar fluir su mente, viaja por distintos episodios de su vida, mientras recorre las calles de Londres para comprar flores para la fiesta que va a dar esa noche. El viaje mental del pensamiento y los sentimientos convirtió a Virginia Wolf en la primera escritora que tomó en cuenta y escribió sobre los viajes de la mente. Vemos, entonces, que hay distintas clases de viajes. Y también… El consumo de drogas existe desde hace muchos siglos y provoca estados alucinatorios. La cocaina, el opio, la marihuana, la mezcalina son drogas alucinógenas, substancias que pueden alterar nuestro cerebro. Las personas penetran a otro mundo diferente, con percepciones extrañas que pueden originar viajes sublimes, experiencias placenteras o terroríficas. Se pueden experimentar nuevas sensaciones que nos aportan el llamado viaje de conocimiento. El abandono de la droga es muy difícil, provoca insomnio, alucinaciones. Aldous Huxley (1894-1963) fue una personalidad muy destacada que tuvo gran influencia y repercusión en su generación y sobre todo en los jóvenes.

Huxley experimentó con drogas, no en la forma irracional en que lo hacían Charles Baudelaire y Samuel Pepys, como lo hacen los poetas tratando de alcanzar otros mundos sin analizarlos; sino en forma racional, ya que deseaba explorar nuevas sensaciones para lograr convertirse en un superhombre. El consideraba que las drogas transportaban a un paraíso artificial necesario para escapar de una vida monótona y dolorosa.

Experimentó con drogas psicodélicas o alucinógenas como la mescalina o el LSD. Huxley consumió drogas en las décadas de 1950 y1960, deseaba justificar su experiencia analizando las visiones que se le presentaban. La verdad es que se convirtió en un adicto. También administró LSD a estudiantes con el peligro que ello representaba. Para finalizar voy a volver a la primera acepción de la palabra ‘Viaje’ para narrar un viaje que yo misma hice, un viaje especial: al desierto de Sahara en Marruecos. En el desierto ocurren las revelaciones, escribe Beatriz Schaefer Peña . Y ahora por fin el desierto. El Sahara. El desierto más bello, más extenso del mundo. Y yo estaba allí. Había recorrido muchos mares, tierras, ciudades para llegar. El Sahara me esperaba. Al rato un berebere vestido con una larga túnica azul bordada y una amplia capa blanca se me acercó y me preguntó si quería caminar. Recién entonces empiezo a ver el desierto. Caminamos por la arena, por las dunas de arena rojiza, tomo arena en mis manos, la hago resbalar por mis dedos. Siento el silencio. El desierto te cambia la vida, decía mi amiga, la escritora Felicité Kuyumdian. Y es cierto, por poco me siento una árabe encerrada en la casa tras las ventanas con rejas decoradas pero rejas al fin o

una mujer sensual haciendo el amor en la arena entre las dunas. La profundidad del Sahara esconde su sensualidad, su erotismo. Nos sentamos mirando el desierto, el infinito, el infinito por donde se lo mire. Frente al desierto no se puede hablar, sólo mirar: callada, muda, lo admiro en todo su esplendor y siento que el Sahara intenso se va apoderando de mi persona, me posee y le pertenezco. Tiene cierta dureza pero un corazón dulce como la suave arena rojiza. Anochece, las primeras estrellas van apareciendo, el desierto vehemente se oscurece, se esconde, se oculta de nuestra vista. No he tomado su arena pero luego he aceptado la que me ofrecen mis amigos y la he repartido en cada una de mis habitaciones en potiches, copitas, floreritos, y en esa forma he fragmentado la armonía del Sahara para que esté a tono con la ciudad ruidosa, superficial en la que vivo sin el desierto pero con su maravilloso recuerdo.

ADRIANA GASPAR UN VIAJE ATEMPORAL Escenarios de la infancia Escenarios de la infancia devela objetos, testimonios, imágenes, evocan un tiempo que fue, que hemos vivido y que hoy sigue latente Historias que escuchamos y que nos contaron. Historias que continúan en nuestro imaginario y hoy nos permiten realizar ese gran viaje, el que se instala en la memoria colectiva de todos nosotros y al cual invito a participar. Relatos del blanco radiante Cuántas fotografías en el viejo álbum, cuántos detalles en cada rostro, en cada gesto. En ellas, mis compañeras lucen el blanco radiante de esta historia, hoy, enmarcada en un papel amarillento por el polvo de la ausencia. Imágenes momificadas de aquellas que fuimos quedaron congeladas en las heridas del pasado. Nuestros cuerpos mutaron, nuestras almas siguen allí, en el fresco patio de la escuela, la que tiene otros dueños. Un ejercicio doloroso endurece mi mirada, contemplando a cada una de mis compañeras. De cada una de ellas emerge un pedacito de ese gran rompecabezas que armó mi propia historia. La que aún preserva la ingenuidad de la niña, la sabiduría de la vida, la pasión por la existencia. Una sumatoria de fotografías conforma ese gran espejo, en él, exploramos nuestros orígenes. El efecto que produce en mí no es la restitución de lo abolido (por el tiempo, por la distancia), sino el testimonio de que lo que veo ha sido, Roland Barthes. Las siluetas de aquellos guardapolvos quedaron suspendidas en las grietas del muro de la escuela. Hoy paso por allí, me detengo, pero ya no escucho nuestro bullicio, nuestro reír. Son otros los que están presentes, los que dejan su aroma, su música. Sus voces se entremezclan con la nuestra. La infancia quedó atrapada en el viejo sótano de la escuela, en el esperado chocolate del 9 de julio. El pasado y el presente nos sumergen en un camino retrospectivo. Marchamos a la antigua casa, a nuestra escuela, ellas fueron motivo de mis imágenes, de mis palabras. El telón se abre y

comienzo un sinuoso e infinito viaje, el que emprendo cada noche de vigilia, esperando el grito lacrimoso de la última despedida. Una mujer de cabellos rubios aterciopelados La singularidad de la memoria colectiva se constituye en el ejercicio que mueve a cada sujeto a evocar el pasado, a movilizarlo en la búsqueda de antiguos relatos. Esos, que se trasportan en la línea de tiempo. Relatos que transcurren en distintos escenarios. El recuerdo de su lucha pasó a ser su mejor herencia. Su nombre quedó perpetuado en las paredes de mi casa, en cada rendija de humedad que recorría el patio.

Adriana Gaspar Imaginario de la infancia

(Caja objeto)

Un tiempo de compromiso, aunque breve e intenso es el que seguramente la dejó más frágil. La vulnerabilidad de su figura atravesaba su última escena. Esa, que nos dio aviso cuando la sonoridad de sus pasos se perdió en el viento. Cuando su espíritu deambuló por cada uno de los rincones recorridos. Allí, cuando sus fuerzas decayeron y su sonrisa naufragó en el sabor de su aroma, su cuerpo emprendió un largo viaje. Ese susurrar afectivo de mis padres al mencionarla generó en mí un gran misterio. ¿Quién era ella? Cuánto fervor al evocarla. Su retrato estaba allí, sobre el segundo estante del viejo armario, su lugar en la casa era sagrado.

Su silueta comenzaba a extinguirse en la enfermedad, su rostro se multiplicaba en imágenes públicas y privadas. Su piel aterciopelada se agrietaba, sus manos se congelaban, pero ella seguía allí, presente, enarbolada en su trabajo, su lucha, sus conquistas, todo se preservaba en aquellas fotos. Simultáneamente su voz se propagaba en el aire tibio de cada mañana de verano, en las heridas sangrantes de un julio hostil que llegaba para entumecerla, invisibilizarla. Su legado se corporizó y se multiplicó en millones de fotografías, las que no solo adoptaron protagonismo con el correr de los años, en conceptos de Roland Bhartes adquirieron valor con su desaparición física, con su muerte. Así, su imagen se instaló en el imaginario colectivo de una memoria universal. Mi niñez transcurrió atravesada por un sinfín de preguntas. La primera, la más intrigante: ¿Quién era esa mujer? La que más tarde, supe que no era tan sólo el título de un cuento. Una mujer de cabellos largos, suaves, rubios, pero fuerte, tenaz, luchadora, una revolucionaria. Esa, que supo congelar sus fuerzas en las pupilas brillosas de sus ojos. Hoy su rostro está allí, indemne, cobijando a cada uno de sus herederos. Yo sigo aquí, sumergida en el vacío de su viaje inconcluso.

BEATRIZ BROIDE EXILIOS , INXILIOS y DESEXILIOS La palabra exilio es un derivado del latín, exilium, y a su vez esta palabra está compuesta por el prefijo ex, que significa “más allá”, “fuera”, y el sustantivo solum, asociado a la tierra , la región, el país, el solar, la casa, los antepasados. El equivalente castizo de exilio es “ des-tierro”. Es un proceso en el que siempre está presente un componente de poder que determina la partida e impide discriminadamente el regreso Los exilios constituyen uno de los fenómenos más amargos y que más conmueven el edificio social . No hay definiciones técnicas que alcancen para expresar el profundo sentir, la terrible humillación y el tremendo dolor y desamparo que han vivido y viven quienes han sido forzados a abandonar su tierra. El más antiguo de los exilios se encuentra en el orden bíblico. Los primeros exiliados, Adán y Eva, crearon el modelo del paraíso perdido. Y aquello que no podía ser comprobado se convirtió en ficción, en símbolo, en metáfora. Los exilios son formas históricas vigentes desde la antigüedad hasta nuestros días. Pero también son formas literarias, formas imaginadas, formas de memoria… Adan y Eva, y con ellos todos los exiliados de la historia, cuentan con la memoria para mantener y conservar el ámbito perdido. Uno de los imperativos bíblicos es el de la memoria , palabra ésta que aparece mencionada no menos de ciento sesenta y nueve veces, referida tanto a Dios como al pueblo de Israel. Un pueblo que ha sufrido exilios a lo largo de su historia depende de manera poderosa de su memoria. Es uno de los modos de su continuidad. Si la memoria quiere ser transmitida debe contar, a su vez, con la capacidad relatora- Quien relata, conserva. Pero quien relata, también inventa- El primer exilio bíblico posee, sin embargo, una marcada diferencia con los exilios posteriores. Es el único de origen divino y ocurre en una dimensión atemporal: los seres humanos no conocían el tiempo ni la necesidad de medirlo. Con la expulsión del paraíso, adquieren la noción de mortalidad y el reconocimiento de la capacidad procreadora, que dan lugar al concepto de tiempo. Surgen así las genealogías y se establece el orden cronológico.

Todos los exilios subsiguientes son de orden temporal : son los exilios históricos. Pero también en estos exilios se re-fuerza la memoria, se re- escribe la historia y se re-incide en la experiencia. Los exiliados se interrogan y tratan de entender el sentido de los exilios. Tres procesos: el imaginativo, el recreativo y el memorativo pasan a ser el sustrato indispensable a partir del cual se forja la calidad de exiliado.

Para quienes escriben, toda experiencia vivida o imaginada, se convierte en experiencia literaria. Los exilios, por su razón intrínseca de re-concentrar conocimientos y de extender la memoria, ofrecen la particularidad de convertirse en un mundo ampliado, tanto en el campo emotivo como en el reflexivo. Los exilios se transforman en un estado de ánimo tan profundo y poderoso como lo pueden ser cualquiera de los otros afectos conocidos: amor, odio, pasiones … Desarrollan características positivas y negativas. Tienden a la soledad, al idealismo, al enaltecimiento, pero también a la mezquindad o a la exaltación de falsos valores, creando mitos a su alrededor. Existen así una serie de elementos coincidentes en el mundo de los exilios. Pero los que más llaman la atención son los de la memoria, la identidad, la integración en el país huésped, y muy especialmente la nostalgia. De este modo, se puede examinar el fenómeno como la posibilidad de un esfuerzo , por un lado , o de una justificación para caer en el lamento y la mediocridad, por el otro. Nostalgia y exilios van de la mano. La sensación de pérdida y la dificultad de ajuste propician un amplio margen de nuevos rasgos.

Es por eso que la lengua constituye la primera preocupación de los exiliados. La lengua se convierte entonces en un equilibrio de tensiones en busca de la palabra precisa y de la oración redondeada En los exilios hay dos fuerzas rectoras : el movimiento y la ruptura. Hay un constante caminar después de haber cruzado fronteras , después de haber cortado amarras y haber navegado mares. Y hay también una condena a no permanecer en la quietud. A escuchar el sonido de los recipientes rotos. A aprender a construir una nueva vida con los fragmentos salvados . A alcanzar, en fin , la armonía en la dispersión Los exilios subrayan la movilidad como signo vital: la transformación como capacidad de desechar sucesivas máscaras y disfraces. Son un vaciamiento y una desnudez imperativos, pero son también el obsesivo deseo de la reconstrucción en el marco de una dolorosa nostalgia. Crean un estado de asombro constante en un tránsito obligado hacia lo desconocido. Pero no se puede vivir siempre sobre las ruinas. Al trascenderlas, se organizarán otras estructuras y de este modo los exilios quedan relativamente codificados en su condición de situaciones transitorias o al menos tan transitorias como la vida misma. Y, como la vida, los exilios necesitan sus reglas- Unas reglas que llamamos reglas pero que abarcan todas las situaciones transitorias. ¡Reglas abiertas en su paradoja! Y en el marco de esas nuevas reglas, se dá la circunstancia que, si para todos los exiliados uno de los problemas graves es verse enfrentado a diario con una lengua que no es la suya , esa cuestión se agiganta en el caso de los literatos. Cabría preguntarse entonces si la lengua es o nó una seña de identidad… Pregunta de complejísima y multifacética respuesta, sin duda alguna. Pregunta que en forma casi circular ha llevado muchas veces a intelectuales y políticos, víctimas y victimarios, a conceptualizar los exilios desde distintos ángulos y con diversas miradas. Hay quienes adhieren a la frase de Ovidio : “ Exilio es muerte”. Pero otros lo ven desde la perspectiva de Victor Hugo, para quien el exilio “es vida” y algunos lo relacionan con la idea de Dante que opinaba que ser exiliado es un honor. La novelista rusa Raisa Orlova asegura que el exilio no es una desgracia sino una oportunidad. Sin embargo, las dificultades de los escritores exiliados no son exclusivamente lingüísticas : el alejamiento de toda una cultura que

les resultaba familiar, de los puntos de referencia vitales, es algo sumamente difícil de superar. Algunos, prefirieron soportar las persecuciones antes de perder su universo inspirador sin el cual su obra no tendría sentido. Para otros, esa pérdida de referentes pudo resultar un estímulo para crear nuevos universos. Pero la historia de los exilios muestra que cada caso es distinto. Moisés era un exiliado; veinte años duró el exilio de Ulises; Edipo se autoexilió y , al arrancarse los ojos , se condenó a ser, al mismo tiempo, un exiliado en el interior; Ovidio fué el primer poeta expulsado de su país , el primer caso de violación de la libertad de creación poética y lo siguieron, entre muchos otros, Dante. James Joyce decía que los exilios constituyen una de las armas con que cuenta el escritor. Algunos optaron por una especie de exilio voluntario porque se exiliaron en su mundo interno como Kafka o en el interior de su obra como Proust. Y al igual que Ulises, que se conservó entero resistiendo las tentaciones que durante su largo viaje le enviaron los dioses, otros exiliados huyeron de dictaduras y regímenes totalitarios para mantener su identidad y desarrollarla en libertad. En otro aspecto y para mencionar apenas unos pocos ejemplos , recordaremos a Vladimir Nabokov que, como Joseph Conrad y otros, optaron por el difícil camino de cambiar su lengua de expresión. Tristan Tzara, Samuel Beckett, Ionesco han ennoblecido las letras francesas. Hay muchos escritores, de antes y de ahora, que enriquecieron las letras de los países de sus exilios y al mismo tiempo hicieron un gran aporte a su literatura de origen. Así, en el extranjero , en una lengua que no era la suya , Beckett produjo la estética que caracteriza su obra: esos no lugares tan peculiares de su creatividad. En general, la mayoría de los exiliados continúan fieles a la herencia cultural de su país , como una manera de no separarse del todo, sobrevivir intelectualmente, manteniendo viva la idea del volver, la recuperación de la patria y la ilusión del regreso. De ahí que el idioma juegue un papel importantísimo, ya que la lengua es el instrumento capaz de amortiguar el aislamiento y hasta el dolor del exilio mismo. Sin embargo hay, de hecho, numerosos casos de autores que han optado por escribir en un idioma diferente al propio, el cual es, aunque nó necesariamente, el del país de adopción. Pero la decisión de escribir en otro idioma no significa de modo automático renunciar a la posibilidad de un futuro retorno. y

asimismo la persistencia de escribir en la lengua nativa no implica inevitablemente una expresión de esperanza o deseo de repatriación. Petrarca escribía sus cartas y sus disquisiciones personales en latin pero escribió toda su poesía en italiano . Thomas Mann no volvió a Alemania después de la guerra, pero nunca dejó de escribir en alemán. Juan Goytisolo, que vivió muchos años en el exilio, pudo haber regresado a España después de la muerte de Franco, pero decidió permanecer en el extranjero; continuó, sin embargo, escribiendo en español. Si para muchos intelectuales los exilios constituyen experiencias desagradables y no deseadas, existen otros que deliberadamente buscan el “impulso creativo” moviéndose de un lugar a otro en una suerte de auto-exilio que, en muchas ocasiones, es menos voluntario de lo que aparenta ser a primera vista. Es probable que para esos escritores el país natal no ofrezca el nivel suficiente de inspiración artística o bien de libertad real. La experiencia del exilio acarrea relativas condiciones para el proceso creativo y muchas veces es el tema o razón única del trabajo literario. Cualesquiera sean esas razones, la vida en el exilio ha dejado claramente una marca visible en la obra de los autores que se han visto en la necesidad (forzosa o voluntaria) de dejar su hogar , ya que la alternativa de permanecer habría significado una inaceptable restricción de su libertad artística o, en el peor de los casos, la opción socrática de la muerte. Inxilios Es prácticamente imposible todo intento de acercarse a la etimología de la palabra inxilios, dado que se trata de un vocablo enteramente inventado por algunos escritores contemporáneos, en esa soledad donde los creadores están, como Penélope, condenados a hilvanar y deshilvanar infinitamente su propio lenguaje, del mismo modo que la Reina de Itaca , según cuenta la Odisea , lo hacía cada noche con su tela , mientras escrutaba con incertidumbre el oscuro horizonte mediterráneo. No son casuales estos referentes de tipo mitológicos a los que a veces se acude para poder expresar la fidelidad que todo escritor les debe no sólo a las palabras, sino también a las virtudes, mucho menos reconocidas, de la paciencia y la perseverancia.

Imagen del ballet Inxilio, el sendero de las lágrimas

Así, estamos frente a la palabra inxilios, escrita en plural, porque son varios, porque son muchos. Cada uno de nosotros puede tener, si lo busca, o si así lo prefiere, su propio inxilio personal. Cada persona y cada comunidad ha tenido su propia manera de asumir la resistencia, la asimilación y la adaptación en el vasto marco de los exilios históricos y sociales. Pero aquí se trata de otra soledad y de otros exilios : el exilio que algunos pensadores han llamado el exilio interior. El exilio donde se refugia la asediada subjetividad individual y por ende el más humano y limitado de todos los exilios: el íntimo y adolorido exilio de cada conciencia. En fin, el inxilio, ese estar sin ser en el sentido de lo destinal y que se caracteriza por el silencio. A veces, ese silencio es casi total. A veces es un discurso traducido, malversado, revisado al extremo para que no deje huellas de su impronta original. A veces ese silencio es alterado por una cierta expresión que se extiende de un modo sutil y corre siempre el riesgo de ser descubierta. El inxilio es una identidad vulnerada porque es una memoria reprimida. Pero esa contención acumulativa tiende a liberarse y entonces se transforma en cultura: es una conciencia extrañada. Lo inxiliático es lo profético que no puede expresarse por los medios habituales que están a disposición del poder y que el poder utiliza en la tarea de confinación y encapsulamiento de lo inxialiático. Quizás lo importante sería poder llegar alguna vez a conceptualizar aquello que realmente somos, más allá de cualquier vocablo en uso, rescatando el espacio interior donde pueda solazarse la más

íntima subjetividad . Porque es allí, precisamente, donde se inserta lo excepcional y lo perpetuo de cualquier inxiliada soledad. Singular exilio entonces, pero no por ello carente de vínculos con los exilios cotidianos y los difíciles exilios históricos , dado que en el fondo no pasa de ser un debate semántico : ambos exilios son de alguna manera correlativos. Inxilios, un problema que aunque universal y plurimilenario, reviste connotaciones muy peculiares. Lo que hay en cada uno de nosotros de inxiliados, aunque pueda ser la concreta expresión de una situación histórica que nos asalta en nuestra frágil individualidad es a la vez -insistimos- correlativa a la particular condición existencial de cada uno. Sin embargo, de alguna manera la palabra inxilio es un término aculturado. Inxilio dentro del exilio… Escritor exiliado de su propio exilio. Exiliado en sí mismo. Acuchillado en el rincón de su inxiliada autoconciencia… Pero los inxilios conforman una entidad poco especulativa porque generalmente parten de la vívida experiencia de un exilio real , cualesquiera fueren sus características. Así los inxilios, como toda condición de la conciencia, presuponen una medida propia del tiempo. No es más corto ni más largo que el tiempo real. Simplemente tiene otra forma de manifestarse. Los inxilios, como el mundo, son anchos y ajenos . Y a quienes les ha sido dado habitar su tiempo, oscilan dramáticamente en él como quienes van, sin solución de continuidad, de la esperanza al cinismo. El tiempo humano, el tiempo psicológico de todos los días devino materia de reflexión. Muchas veces fue entendido como intuición y una actitud de paciente espera. De esperanzada soledad que había que ir llenando de alguna manera. El trabajo del escritor que quiere habitar su lenguaje, como se habitan las patrias originales de los seres humanos , constituye uno de los modos en que puede llenarse y colmar de esperanza el vacío existencial que tantas veces irrumpe con extraordinaria fuerza. Por eso, la interminable tarea de enhebrar y volver a enhebrar cada palabra, la perseverancia en pos de un sentido. En pos de la belleza que nos aporta el sentido.

Desexilios Este neologismo no tendría significación alguna si no existiera en castellano el vocablo -y el concepto- perfectamente reconocidos por la Academia de la Lengua, que autoriza la gestación del mismo. Exilio equivale a destierro, a vivir fuera del país, independientemente de las razones que hayan motivado ese extrañamiento, asumiendo, sin embargo, que todo exilio presupone una fuerza mayor, una determinada coerción, sea ésta de orden cultural o generalmente política. Así, el vocablo creado por Mario Benedetti, desexilio, es también un acontecimiento que implica una cierta violencia. No es simplemente dar por finalizado el exilio, como si nada hubiera ocurrido. Es regresar a algo, pero es también arrancarse y distanciarse de algo, de un territorio que resultó ajeno en un comienzo, pero que luego, con el paso de los años, se hizo propio o fué asumido como propio, al mismo tiempo que aquel otro , el territorio natal , se fué haciendo cada vez más lejano y extraño. Los desexilios, entonces, constituyen un costoso, doloroso y doble proceso de reintegración y readaptación, pero también de separación de lo que se ha dejado atrás, del exilio propiamente dicho. No se trata sólo de desprenderse sólo del territorio en el que se ha vivido durante varios años, sino también de los vínculos afectivos que se crearon allí, de los hábitos y costumbres adquiridos. Hay que hacer el esfuerzo, inclusive, de “des - aprender” la lengua “mayor”, aún cuando fuere el castellano de España y “re- aprender ” la lengua local, sus giros, sus expresiones coloquiales, sus connotaciones polisémicas.

David Catá. Desexilio

Y ello conlleva también una desarticulación o fragmentación del lenguaje en que los tropos de significado como la metonimia, la metáfora y demás se atomizan nó en palabras, sílabas y letras sino en figuras e imágenes despojados del sentido original que les significara su integración o relación con el territorio propio. Los desxilios desencadenan una serie de actitudes y sentimientos contradictorios, tanto referidos al mismo regreso como a los desarraigos: euforias, confrontaciones, escrúpulos, generando problemas tan arduos como los que en su momento pudieron ser los de los exilios y hasta quizás más complejos aún- Así, en los desexilios, cada exiliado deberá resolver por sí mismo si regresa a su tierra o se queda en el país de refugio, ya que no existen situaciones externas que de alguna manera lo obliguen a tomar esa decisión. En esta perspectiva, puede que la comprensión llegue a ser una palabra clave. Unos volverán y otros no, y cada uno y cada una tendrá sus razones pero ¿hasta qué punto los que se quedaron o pudieron quedarse lograrán comprender a los que se fueron? ¿Y hasta que punto los que regresen comprenderán ese país distinto que van a encontrar? De una y otra parte aflorarán prejuicios inevitables . Los desexilios constituyen una experiencia inquietante que sólo podrán tener buen desenlace si tanto los de adentro como los de afuera logran proceder sin esquematismos, manteniéndose abiertos a recibir e intercambiar no sólo noticias sino también

estados de ánimo, preguntas vehementes, análisis temerarios y aceptar las transformaciones que puedan haberse dado de uno y otro lado. Los de afuera deberán comprender que los de adentro pocas veces pudieron levantar su voz; a lo sumo habrán podido expresarse entrelíneas, circunstancia ésta que ya requiere una buena dosis de audacia e imaginación. Los de adentro, por su parte, deberán comprender que los exiliados se vieron impulsados a usar otro tono, otra terminología, como un medio para que la denuncia fuera escuchada y admitida. Unos y otros deberán sobreponerse a la fácil tentación del reproche. Todos estuvieron amputados: unos, de la libertad, otros, del contexto. Pero también la comprensión debe darse entre los mismos exiliados. No todos los que regresan lo hacen por las mismas razones, ni todos los que vuelven han tomado esa difícil decisión por las mismas causas. En situaciones de este tipo, los seres humanos tienden a ser intolerantes. Cuanto más les haya costado atravesar el puente de la duda para llegar a implementar esa elección tan compleja , más rotundos y drásticos suelen ser con quienes todavía vacilan. Del mismo modo que la nostalgia es un rasgo determinante de los exilios, no debe descartarse que también lo sea en los desexilios. Y si el concepto de patria no se expresa en una bandera ni en un himno sino en una suma aproximada de infancias, cielos, amigos, maestros, amores, calles, cocinas, canciones, libros y lenguajes. así también el país de adopción va contagiando fervores, odios, hábitos, palabras, gestos, paisajes, tradiciones y llega un momento en que se produce un empalme de culturas, de presencias, de sueños. Entonces, junto con la concreta esperanza del regreso, se vislumbra la nostalgia de lo que se tiene y se va a dejar: la específica nostalgia del desexilio.

RxP PASOS DE SIRENA Particularmente, los peces nunca me han gustado demasiado, tal vez por la textura, tal vez por la humedad. O quizás, mi percepción sólo se limitó a verlos muertos en el escaparate de alguna pescadería, envueltos en hielo para ralentizar la descomposición. Hoy prestaré particular atención a esos detalles que normalmente no atiendo, esto no significa que me agraden ¿acaso están para eso? Camino hacia algún sitio, no hay paredes, una habitación -eso parece- distingo algunas siluetas que se mueven, pronto parecen personas. Puedo verles, son los que lanzan redes y clavan cebo en los anzuelos. Hay alguien más en la habitación, me resulta familiar, siento la humedad turbia, el aire turbio. En un instante todo se detiene, me cuesta distinguir formas, algo empuja, miro hacia el suelo y ahí está...Un color se dibuja. ¡No! no es posible (me digo) Hasta que una voz dice: -Te extraño Cuando viajo así me entran náuseas, no es que me desagrade, al contrario. Es como un camino de montaña con muchas vueltas y que nunca sabes cuando terminará. El paisaje es increíble, tan vasto que tus ojos no pueden con todo, recurres a tus muchos sentidos y tu estómago no acompaña) -Siento que este viaje nunca acabará. La imagen simbólica y cursi que apareció ante mis ojos no parecía estar dentro de mi bagaje cultural. Los astros acompañan pero no siempre favorecen, acaso están para eso? Buscar una explicación puede ser muy desgastante, muchas veces innecesaria. Dentro de ese aire húmedo, no cuestiono el porqué. La humedad es parte de mí, la piel grita cuando el frío se acerca (pero no demasiado). El agua es oscura cuando no sabes nadar. En el origen de los tiempos todo era oscuridad y la oscuridad permitió que la luz la habitara.

Se que mi piel está cambiando, no cuestiono el porqué, ¿acaso estamos para eso? En mi camino nauseabundo veo el paisaje con ojos de otro mundo, como un pez fuera del agua. Algo de aquella habitación sin paredes me habla, me humedece y me calma, como un pez dentro del agua. Hay colores, hay luz, hay oscuridad y muchas montañas, de esas que nunca se acaban. Un viento helado rasga mi piel -sigo ahí- pequeñas gotas de sangre nacen cálidas y mueren congeladas. El hielo no las conserva, sólo exhibe la muerte con menos olor. En la quietud total puedo ver las siluetas con anzuelos y redes a la espera del frío que congela la sangre, pero mi sangre no teme al frío. Siento el miedo en aquella voz tan familiar, el viento sopla y sigo ahí. Hoy es un día especial. la noche es muy oscura y el viento no deja de soplar. El sonido del silencio es tan profundo que tu miedo, es hablar. Alguien te escucha cuando callas y aun así no paras de gritar. Soplar, hablar, gritar, son tres los verbos en este día especial. Por lo tanto, atiende al viento y escucha en el silencio, sigo ahí. Es posible que el agua se vea diferente, más cristalina, o de otro color. Mis movimientos cambian, hay espuma de mar a mi alrededor. Como he caminado tanto -me pregunto- más vueltas de montaña quizás. Las nauseas vuelven, los peces se acercan, mis pulmones se dilatan. Es momento de parar el aire y dejar entrar el agua. Un líquido viscoso abre paso en la superficie de un cuerpo que ahora no sangra. Recurrente en la historia de la voz que teme, el temor no nació de su boca, nació de una habitación cubierta de redes y anzuelos. El eco del miedo atravesó mi piel y la convirtió en un reflejo de oscuridad, ahora grita en silencio ese color dibujado en el suelo. (Si tu debilidad no se convierte en fuerza, tocas una piedra y la mano se quiebra) El aire está turbio y el agua cristalina, puedo moverme en esa noche fría donde el hielo congela la sangre, pero no la mía.

Gotas de luz brillan sobre una cara de la luna, lluvia de alquimia e infinitos tesoros, tú traes el cambio, tú extraes el oro desde el fuego más lejano. Pasado que nadie recuerda como un presente que se quema y nadie observa. Siento la mirada de un futuro, tal vez sea un prisma con muchas caras, o tal vez sea la luna. El paisaje se transforma en un mar de escamas, hay luz, hay oscuridad, hay nuevos colores que respiran desde la profundidad. Ritmo eterno, golpea el cuerpo pero no la memoria, altera la calma pero no la verdad. Sigo en el compás mientras puedo, todavía cuesta respirar. Recupero algo en mi consciencia, puedo recorrer este camino todas las noches, cuando la luna brille sobre el mar y la lluvia baile con el fuego. Es la danza del ritmo eterno, de ciudades ocultas que brillan en la oscuridad. Canto y bailo sobre piedras sin reino. Vuelo sin respirar y con alas de misterio. Hoy es un día muy especial, hay calma, hay verdad. Prefiero no abusar de los astros, ellos saben más que yo. Mi percepción cambia cuando llegan las mañanas. Aun vive la noche en este mar y los peces se acercan hasta rozar, puedo tocarlos. Se disuelve el sonido del miedo dentro de esta ingrávida eternidad. Mi apetito es voraz por las noches, no lo puedo evitar. Canto sobre piedras desnuda, donde la bestia avanza sin pensar. La luna exalta mis colores y oculta con sigilo la otra cara en la oscuridad. Una, sólo basta con mirarla. La otra, no se puede mirar. Hoy es una noche especial. La muerte se exhibe ante mis ojos, como en aquella pescadería. El frío no detiene la sangre y el perfume domina los placeres de aquel animal. Cientos de bocas esperan las sobras de este manjar, fuente helada que trae sangre ardiente. Fresca, pero no congelada. Muerte, pero no prolongada. Cerca estoy del final que alimenta la vida. No es que me agrade, acaso está para eso? Mis dientes desgarran la carne cuando la bestia mira confiada, fresca y relajada.

Que dulce puede ser la muerte por una vida prolongada... El agua me sujeta entre una ola de escamas, mi piel es diferente y el apetito se calma. Bailo la danza del ritmo eterno sobre piedras y montañas, sobre aguas y vacíos, desnuda, ingrávida. Éxtasis de verdad que me giras y me vuelves a girar. Ahora es otra tu cara. Los astros saben más que yo. Mi percepción cambia cuando llega la mañana. Despierto en mi cama, húmeda y calma. Como he recorrido tanto -me digo- hay algo en esa voz que me calma. El viento disipa el sonido del miedo donde antes bailaba el dolor. Otro día nuevo en un presente que se quema hasta caer el sol. Todavía es pronto para que el cuerpo mueva el aire y cambie de color. Paredes en la habitación que callan miradas, cubiertas de piedras, parecen montañas. Hay alguien más en esta habitación, me resulta familiar, canta en silencio entre paisajes de escamas. Recuerdo la luna sobre el brillo del agua. Una cara puedes mirarla, la otra es turbia en los ojos del temor. Veo peces a mi alrededor, me rozan, me humedecen, me calman. El olor del viento me lleva a esa muerte fría y prolongada...pero aquí los peces bailan sobre la otra cara. Sigo ahí, desnuda, ardiente, ingrávida. Ahora puedo respirar mejor, el día es fresco, mi piel cálida. Camino hacia algún sitio, no cuestiono el porqué, el sol disipa las miradas. Hay música en el aire y la tierra se convierte en barro, mis manos moldean siluetas que parecen personas. Personas que sujetan redes y exiben la muerte sobre fuentes heladas. Observo el vasto paisaje y recuerdo la noche en la otra cara de la luna. Me mira con su boca cubierta de sangre y con un anzuelo clavado en la mejilla. -Noche fría en esta cara de la luna. La lluvia danza con el fuego del ritmo eterno. En el misterio de ciudades ocultas mi piel se alimenta en silencio y cubierta de escamas.

La percepción cambia cuando dejo entrar el agua. Expectante estoy a la llegada de esa bestia que habla, con un anzuelo en la mano y redes como alas. Ahora es otra la boca que sangra. Fluido de vida que se mezcla y se diluye, dibuja colores de suaves palabras, tiñe la niebla y acaricia mi alma. Hoy será una noche muy especial, encuentro el camino sin vueltas de montaña. Bailo sobre la otra cara. Desnuda, ardiente, ingrávida.

Y sigo ahí...

(Si habéis llegado hasta aquí, y el camino os causó nauseas, escuchad a la voz que extraña. Ella habla desde tiempos sin palabras.

No cuestiones su silencio y vive el sueño de los peces que llaman. Tal vez nos encontremos sobre piedras que parecen montañas, desnudas, ardientes y cubiertas de escamas)1

1 Rx “La Costilla y la Serpiente” www.rxpression.wordpress.com

BEATRIZ SCHAEFER PEÑA EL EXILIO DEL PRIMIGENIO El tema de la Creación siempre nos remite a la ambivalencia. Desde el Caos Primordial, que se supone fue el Universo antes del orden, cuando todo era oscuridad y los dioses dormían su sueño en las profundidades, hasta ese átomo primigenio que, según Stephen Hawking y demás científicos que coinciden en esta teoría, estalló y denominaron el Big Bang que dio origen al Cosmos. Según esa teoría mencionada, desde entonces el universo, continúa y continuará en permanente expansión aunque, y siempre desde la idea de Hawking. Aparecería el fenómeno del Big Crunc, o Gran Colapso o Gran implosión, que sostiene que esa expandión, llegada s su propio límite, comenzará el proceso revertido hasta volver al Universo a su primer estadio espeso y caliente, desde una energía densa com temperatura y presión coincidentes. Pero s esta concepción de Hawking también se opone la de Steven Weinberg quien sostiene que esto último es imposible porque de aceptarse el Big Crunch, al finalizar el Big Bang aparecería una luz tan fuerte que en el Universo no se podría precisar la noche, lo que lo llevó a interrogare: ¿Puede el Universo ser un continuum sin principio ni frontera? Si así fuera -agrega- el Universo estaría completamente auto-dirigido y no se vería afectado por nada que estuviera fuera de él, no sería creado ni destruido, simplemente sería.” Y termina diciendo que si encontramos una respuesta, sería el triunfo definitivo de la razón humana. Lo cierto es que los más recientes estudios científicos han determinado que la forma más común de materia en el Cosmos es oscura y fría y que el universo actual parece estar dominado por esa forma misteriosa de energía, conocida como “energía oscura” y que abarcaría un 10% de la densidad del mismo. Una de las propiedades de este componente provocaría, precisamente, que la expansón del universo varíe en la relación entre velocidad y distancia, haciendo que el espacio-tiempo se expanda más rápidamente que lo esperado a grandes distancias. Pero más misterios aparecen cuanto más se investiga acerca del principio, Ni siquiera la teoría de Einstein pudo desentrañarlos. La comprensión de ese período de la Historia del Universo figura entre los mayores problemas no resueltos de la física

Pero, partiendo de un principio filosófico, sabemos que la creación es la realización total de un ente sin materia prima presupuesta, o sea, la producción de una cosa de la nada. Los filósofos griegos concibieron la iniciación del Cosmos a partir de una materia eterna. Los maniqueos, inspirados en el mazdeísmo, consideran que el Dios Creador no puede ser el origen o el iniciador del mal, por lo tanto establecieron un dualismo originario: Dios, como creador de todo bien y el Demonio, como origen de todo mal. Los panteístas niegan la creación considerando que todo procede de Dios por simple emanación. Ahora bien, desde la concepción judeo-cristiana, respecto del Inicio, nos encontramos con el concepto de que el mismo ocurrió desde Quien lo hizo posible conjuntamente con todo lo demás que fue cobrando existencia en ese acontecer del Cosmos, incluyendo al ser, tomando la definición que alude al ente, “al que es! Desde un existir como prolongación de un estadio supremo y así, esa concepción aludida, obra de un Creador Trascendente, cobró entidad sin los atributos “bien-mal”, inmutables y permanentes, que corresponden a términos conceptuales estrictamente humanos, cuyos valores varían según la época y las circunstancias. Y, volviendo a ese inicio, desde allí también aparecen los Ángeles y, entre esas criaturas, la figura de Luzbel se yergue con toda una leyenda o un mito a cuestas, que aún persiste en nuestra religión tradicional y en la memoria colectiva de la humanidad. Si aceptamos la idea de que el Ángel Luzbel fue quien se rebeló contra el que lo hizo posible, de todos modos “el ser” es por sí mismo y no se modifica con el suceso que lo circunda porque el acontecer no puede modificar la esencia:, en este caso “divina”. Entonces, es imposible deducir que una entidad que fue creada, a su vez, por otra de “mayor jerarquía”, por decirlo de alguna manera, y como proyección de sí misma, por el solo hecho de no ser partícipe en ese acto para el cual se supone estaba destinada (lo que implica, humanamente hablando, la “rebelión”) cambie súbitamente su esencialidad dando nacimiento a otra hasta entonces desconocida: el Mal, porque, sii todo lo creado, repito, siempre está identificado con la esencia de quien lo hizo posible, en este caso, la esencia divina, ésta nunca puede ser revertida porque no podemos suponer a “un Dios contradictorio” y si aceptamos este argumento ¿Puede ese Dios crear un ente contingente eterno para

después aniquilarlo mediante un acto meramente negativo? ¿Dónde queda, entonces, el concurso divino y armonizador?1 Nadie puede, por ende, determinar dónde termina la naturaleza híbrida del Bien y comienza el territorio de las tribulaciones, siempre emparentado con el Mal y que tanto le compete a la naturaleza humana también fruto de un Supremo Hacedor, partícipe entonces de las mismas. Pero, para justificar estas distorsiones, era necesaria la fundamentación de un opuesto. Así nace la idea de demonio que, como tal y al sustentarlo en la creencia, lo haceposible, es decir “le otorga vida” y que nada tiene que ver con ese Primigenio Lucifer que fue, en realidad, Venus, la Primera Estrella, el Lucero Vespertino venerado en las antiguas religiones como representación de la sabiduría y la verdad y ocultado, después, por el monoteísmo: el dios Sol con tantos nombres y que casi todo lo puede y nada lo perdona.

William Blake

Ilustración para la obra de John Milton El Paraíso Perdido

Y volviendo al concepto del Caos Primordial y el misterio del origen del Universo, desde la ciencia a las religiones, ambas buscan la señal, la luz que devele esa tiniebla, sin saber que al buscar ese primeer rayo de la mañana buscan a Lucifer, “el que porta la Luz”, a la primera manifestación de dios saliendo de su letargo, el Primer 1 PATRICIO HOPKINS. Filosofía. Editorial Almagro. Buenos Aires, 1072

Ángel que tuvo como misión encender la chispa que iluminó el Cosmos y su misión fue esa y no otra y ese fuego primigenio continúa aún expandiéndose. Lucifer fue la primera creación de dios y, como tal, tiene un rango tan elevado que está fuera del alcance de toda comprensión hmana. Es a Quien lo hizo posible, si esto fuera necesario, al que le corresponde juzgarlo y no a los seres humanos. Hay que recordar que muchas Dominaciones, Potestades y Virtudes no están al servicio del hombre: Lucifer tampoco lo está, en absoluto y pensar lo contrario es un error muy grande que puede traer sus consecuencias. Su misión no se detiene y el fuego que domina es algo incomprensible para las conciencias. No olvidemos que la luz puede iluminar a quien se sirve de ella con fines medidos pero también puede enceguecer a quien no sabe de sus alcances. El hombre, obligado entonces a discernir entre “el bien y el mal”, asocia la figura de Lucifer con la del Diablo. La figura de Lucifer, por su controvertida misión, se confunde con el espíritu del Mal, pero estudiando las religiones antiguas encontramos que ste Ángel está fuera del espacio y el tiempo de la razón humana. Entonces, d3spojado de las alas que, seguramente nunca tuvo porque eb ese territorio del cual provenía no le eran necesarias para traspasarse de un estadio al otro del mismo, ese Ángel Primigenio que encendió la primera chispa, como expresé, en ese lugar de la atemporalidad donde tampo existía ni existe el límite, fue desposeído del mismo, de su investidura y de su belleza, según la tradición judeo-cristiana, reitero, para permanecer en la región de la Tiniebla Eterna, sin posibilidad de rescate. La figura del Diablo se asoció entonces a la de Lucifeer como Ángel Caído. Como entidad que se rebeló ante Dios como su contraparte. Desde entonces, Luzbel, Lucifer, más tarde confundido con el Sahitán p Satán )el Adversario) que es otra energía diferente, responde a las imágenes recurrentes de lo feo, lo abominable, lo perverso, el Mal en sí, seguramente como proyección de todas esas pasiones contenidas que la criatura humana lleva incorporadas a su propia existencia desde el mismo momento en que cobra vida, porque es más fácil o más justificable poner en lo eterno, en este caso en lo sobrenatural, aquello que motivó la compulsión que lleva a los actos condenatorios; de esta manera se salva la imagen divina que conlleva a la perfección y que también forma parte de su íntima naturaleza porque, Quien hizo posible el hombre, lo creó con esta ambivalencia. Pero, volviendo al tema del exilio, este siempre es injusto porque presupone una condena por creencias o actitudes contrarias a las de quien o quienes ejercen el poder absoluto. El exiliado se ve

obligado, en el castigo, a vivir fuera de suu territorialita, la física y la del alma. Lucifer, desde su leyenda, se convierte así en el Primer Exiliado del Universo, ajena y a la Patria celes de las Alturas, mientras que el verdadero “Arcángel Rebelde, Shaitán o Satán, el Adversario!, está presente no sólo en todos los lugares que pretende sino también enttre o en cada uno de nosotros, tal como Milton, desde si memorable poema “El Paraíso Perdido” le hace decir: En donde me encontrare, formar puede mi mente en sí sola, si es preciso, aún del infierno un Paraíso, como del propio Cielo, un cruel Infierno. Nuestra dicha consiste, no en la naturaleza del externo lugar a que la suerte nos destine, sino en la voluntad: esta divina facultad, lisonjeando nuestro triste corazón y calmando sus olores, en placeres convierte los horrores. Guarde su cielo, pues, nuestro enemigo, que a su corte servil anteponemos, reinar en este abismo, a cuyo abrigo, la dulce libertad conservaremos. El mensaje de estos versos, transcurridos más de doscientos años, de alguna manera lo recoge Stefan Zweig en 1925, cuando nos expresa, en su libro “La lucha contra el demonio” (Der Ka,pf dir dem Däimon), que le fuera dedicado a Freud y desde el cual describe la vida de Hölderlin, Kleist y Nietzsche, el siguiente concepto que nos obliga a una profunda reflexión; denominaré demoníaca la inquietud, esencial e innata en todo ser humano, que le separa de sí y le arastra al infinito, a lo elemental… y agrega: En todo hombre superior, y sobre todo en los espíritus creadores, se agita en sagrado frenesí y los hace y los hace avanzar siempre hacia la inmensidad, mas ese demonio interior que nos eleva –nos advierte el autor- es uan fuerza favorable si logramos dominarlo; el peligro comienza cuando el espíritu se vuelca en el torbellino volcánico de esta fuerza, enla que sucumbe. Lo cierto es que los tres personajes cuyas trayectorias y biografías fueron analizadas en esa obra, murieron a causa del suicidio y/o la locura. Recordemos que Hölderling, hemofílico, decide pincharse un dedo con la espina de una rosa. La enfermedad, entonces, hace su tarea pero él, antes de sucumbir, nos deja su legado, se esperanza y consolación en un templo de tinieblas infernales. Heinrich von Kleist se suicida de un valazo a los 34 años, matando primero a su compañera, ldolfine-Henriett Vogel (enferma de cáncer terminal). Motivado por la desilusión de no ser reconocido como el gran exponente del romanticismo, como se lo consideró más tarde y Nietzsche, como se sabe, terminó sus días inmerso en la locura. Finalmente, el propio Stefan Zweig, en 1942, estando en la ciudad de Petrópolis, Brasil, y no soportando su condición de exiliado de su patria por razones políticas, según expresó en las cartas que dejó,

se quita la vida junto a su mujer. Tal vez, sin imaginarlo, al abrir las compuertas de aquellas otras regiones de vidas que evocó desde esas biografías, se aventuró en ciertos planos de su propia alma y no pudo resisitir la lucha interior contra ese demonio que a todos nos habita. De todos modos, el paso de la Aurora y su Primera Estrella seguirá desvaneciendo la noche más cerrada y la Verdad y el Conocimiento siempre continuarán siendo cmo ese Lucero Vespertino: fuente de luz reveladora en la mente y el espíritu de los hombres libres.

ANTONIO LAS HERAS VIAJE A ITACA, AL ENCUENTRO DE ULISES Y PENÉLOPE

¿Quién de nosotros, emocionados lectores de La Odisea – que a cada página hizo brotar las más diversas y heroicas imágenes mentales – no deseó poner pié en Itaca con la expectativa de ser admitido para el ingreso a la fortaleza real donde habrían de hallarse morando Ulises y Penélope? Itaca, patria de Odiseo, punto de origen y culminación del extenso viaje del héroe homérico, bañada en todo su perímetro por las aguas del Mar Jónico que atrapan hipnóticamente al navegante por la extrema claridad cristalina que le son características, permitiendo observar los vivos movimientos que van aconteciendo en las profundidades. Ésta isla es sólo un pequeño promontorio rocoso salpicado de vegetación de verdes variados, situada al norte de la isla de Kefalonia con su puerto de pescadores que parece detenido en el tiempo; cristalizado hace tres o cuatro siglos. Y está al sur de la isla de Lefkada reconocida por albergar el Monasterio de la Virgen Faneromeni al que desde muy antiguo se le atribuye la condición de milagroso. La embarcación se aproxima a las tierras de Ulises durante una jornada próxima al solsticio de verano, surca las aguas a moderada velocidad suficiente para abrir un surco de espuma blanca que adquiere relieves insoslayables a causa de los rayos dorados que la atraviesan con el Sol aún levantándose desde Oriente. El peregrino siente inesperadas sensaciones a medida que, ubicado en algún sitio de proa, empieza a observar a Itaca que ya comienza a dibujarse difusa en el horizonte. El cielo, despejado en lo absoluto, otorga un destacado y singular marco a cuanto va aconteciendo. Ya más próximos, la isla homérica comienza a revelársenos. Perímetro con acantilados, rocas conformando siluetas que resultan mágicas por sus morfologías misteriosas. También hay verde. Verdes en variadas gamas: intensos, suaves, matizados; según las especies de árboles que se trate.

Fotos del autor en Itaca

Aún sin verlos todavía, estamos seguros que entre esos acantilados inaccesibles a la vez que desafiantes, ha de haber alguna playa escondida dispuesta a recibir a quienes persiguen un momento de relax entre tantas emociones, otorgado por la fina arena, ora amarilla, ora blanca que han de establecerse a la vera de esas aguas seductoras que invitan a ingresar a ellas y entregarse, aunque uno – de momento en momento – sospeche que en las proximidades se halla el peligro oculto de que las sirenas surjan e

inicien sus mortales cánticos cuando el bañista no ha tomado la precaución de estar atado al palo mayor como inteligentemente lo hiciera Ulises; único mortal que pudo escuchar aquellos cantos y salir airoso del voraz sonido. Pero no; no hay sirenas al acecho – al menos en esta ocasión – por lo que nuestro momento en esa playa – que lleva el nombre de Gidaki – se hace no sólo agradable sino extremadamente armonizador. El momento clave ha sido al desembarcar en Itaca. Sentir los pies hundiéndose en la tierra que tuviera por rey a Ulises; lugar donde Penélope nunca vaciló en esperarlo todo el tiempo que fuere menester con la certeza de que él habría de regresar, por que así se lo había prometido. ¡Qué Amor sellado en lo más profundo de la esencia espiritual de lo humano! Mujer que tiene la certeza de que el Hombre cumplirá su palabra. Hombre que sabe que ha de cumplir lo prometido. ¡Tiempos míticos, sin duda! Aunque uno, como peregrino a éstas prometedoras tierras, intuye que tales formas de vida son siempre posibles en la medida que cada quien asuma las responsabilidades expresadas. Mientras hacemos los primeros pasos por el suelo de Itaca, nos preguntamos si será en éste sector donde Ulises y sus fraternos compañeros de aventura habrán realizado aquel inmortal desembarco tras dos décadas de alejamiento mas no de olvido. ¿Habrá sido aquí donde Telémaco fue al encuentro de su padre urdiendo la trama para dar muerte inmediata a todos aquellos pretendientes de su madre menos a uno que habría de mostrarse indulgente con los recién regresados que hubieron entrado a palacio vestidos de andrajosos? Sí, la Guerra de Troya ha terminado hace tiempo y a ello hubo que agregar otra década dedicada a las aventuras del Mediterráneo. ¿Pero – nos preguntamos – la vida de un Héroe Solar no es un continuado inacabable de batallas? Desde el pequeño portezuelo donde el navío nos ha dejado, emprendemos una caminata por la amplia avenida desde la que – en todo momento – tenemos a nuestra izquierda la visión de las aguas jónicas y, a la derecha, más promontorios pétreos junto con arboledas esparcidas. Itaca se muestra hospitalaria con marcada impronta romántica. El viento, suave, acaricia nuestros rostros moviendo con cierto ritmo el pañuelo del cuello. Las emociones ceden dando lugar a sentimientos de serenidad, alegría, plenitud. El peregrino comienza a comprender que la isla se convierte en un lugar más que adecuado para hospedarse durante varios días, hacer recorridos, explorar y, por sobre todo, dar rienda suelta a la fantasía, a la imaginación. Empieza el visitante a sucumbir a un hechizo que subyuga obligando a la entrega placentera, erótica, plena.

Montañas, arboledas, aguas marinas y cielo infinitamente celeste constituyen una trama que invita conjuntamente a la introspección y el pensamiento creativo. De más está indicar que – tal como ocurriera en aquellos tiempos míticos con Ulises y Penélope – el ambiente favorece el nacimiento y desarrollo de los encuentros amorosos, de afectos libres pero no por ello salvajes sino todo lo contrario: civilizadamente humanos. Caminando por el amplio sendero desde donde, cada vez que es nuestro deseo, oteamos el horizonte marino aguzando la vista en busca de alguna embarcación que se nos antoje sea la guiada por Ulises en el definitivo regreso a su reino. ¿Cómo sería aquél navío?, piensa uno. ¿Llevaría un velamen desplegado y especial? ¿Habrían hecho aquellos últimos kilómetros hasta la playa con la tripulación atareada en los remos? ¿De qué forma organizó Odiseo el arribo a la patria?; esa patria cubierta de acechanzas por reyezuelos y ambiciosos príncipes dispuestos a casar a Penélope con el único fin de incrementar sus posesiones materiales. En un momento imprevisto cierto navío extraño parece destacarse surcando el Jónico con aparente rumbo hacia éste puerto. No se asemeja a ninguna embarcación de las actuales, por eso prestamos mayor atención y requerimos de los binoculares. Es, apenas, un segundo de distracción… ¡y la nave no está más allí! ¿Ilusión? ¿Reflejos de los rayos solares en las olas leves del mar? ¿Acaso una irrupción momentánea, una quebradura en el continuo del espacio tiempo? ¿O un hecho arquetípico – siguiendo el criterio del sabio suizo Carl G. Jung – que surcó por instantes en nuestra consciencia? Nunca tendremos una respuesta exacta. Sólo la certeza de lo que ha sido visto. ¿Visto? El peregrino, un tanto abrumado por estos pensamientos y los estímulos que atiborran su percepción, sigue camino lo que le permite llegar a Vathi, actual capital de Itaca. Conjunto de residencias donde el blanco se destaca (como en casi todas las islas griegas) e invita a un reposo para saborear lento – casi diríamos pensándolo – el café acompañado del silencio que permite mirar y descubrir cuando va aconteciendo en el breve entorno. Hay, claro está, algunos comercios donde es posible adquirir souvenirs. Pero para quien ha llegado a Itaca al encuentro de Ulises y Penélope, tales compras se hacen innecesarias e, inclusive, inconvenientes. Por ello, tras la pausa reparadora del café bien servido y atendido, se reanuda la marcha pues algo trascendente nos aguarda. Lo sabemos. Se trata de llegar a Kioni. Allí transitamos entre edificios erigidos hace medio milenio. Extraordinarias construcciones del siglo XVI que se mantienen en excelente estado de conservación. Caminar a la vera de estas paredes, adentrarse en ellos, poner con suavidad la mano en las estructuras, dejarse llevar, sentir, buscar recibir algún mensaje de quienes los erigieron…

Toda la travesía en Itaca – desde el desembarco hasta el regreso – es el ingreso a “Otro Tiempo”; a un espacio mágico regido por sensaciones, emociones, pensamientos y sentimientos que uno no suele tener – y menos de ésta manera entramada – cuando vive la existencia cotidiana habitual en todo citadino. Hay que reembarcarse para continuar la travesía por las islas del Jónico. Mientras el navío nos aleja de las costas de aquella inolvidable isla, y nosotros miramos desde la popa su silueta que se va agostando, empequeñeciendo, adquiriendo nuevas figuras fantasmales ofrecidas por ese diáfano atardecer marítimo, en que unas lágrimas acaban de brotar de manera inesperada y repentina, una iluminación se abre a la consciencia. ¡No es cierto que hayamos fracasado en nuestro deseo por ir al encuentro de Ulises y Penélope! ¡Estuvieron todo el tiempo a nuestro lado desde el arribo hasta la partida misma! Tampoco es que no fuéramos capaces de verlos. ¡Estuvieron! Estuvieron todo el tiempo a nuestro lado porque Itaca misma es Ulises y Penélope. Itaca no es sólo una isla. Es una entidad viviente regida por las almas inmortales de aquel matrimonio que fue capaz de ejecutar las Bodas Mágicas, tal como las enseñaron los alquimistas de todos los tiempos. Por eso, cuando la embarcación se ha alejado tanto que ya sólo entrevemos un punto entre las aguas que – tenemos la certeza – sigue siendo Itaca, en alta voz nos despedimos del Héroe Solar y de su Dama… asegurándoles que volveremos a visitarlos sea caminando el suelo de la isla… sea encontrándonos en sueños; como lo hemos hecho en tantos recorridos oníricos compartidos. Podemos asegurarles, aunque vuelven a caer lágrimas por las mejillas mientras esto escribimos, que no fue alucinación ni engaño de la mente; pero que tras el saludo en alta voz, sentimos el abrazo de Ulises en el cuerpo y el beso de Penélope en la frente.

LUIS CALVO POEMA XVI

Regresar al viejo sitio tiene sus riesgos.

Uno llega con el deseo de encontrar la imagen

suspendida en el pasado pero el paso del tiempo

nos da otras respuestas.

Ni las mismas casas ni los mismos rostros ni los mismos olores

ni las mismas aguas

ni las mismas miserias ni las mismas amantes

están allí, para dar testimonio de que alguna vez fuimos nosotros

los que decidimos alejarnos.

Nadie para certificar, o dejar constancia, de nuestra antigua identidad.

FERNANDO SORRENTINO EL REPETIDO TEDIO DE LOS VIAJES El repetido tedio de los viajes puede causar cambios bastante significativos, aun en la personalidad más gris e imperceptible: por ejemplo, la mía. 1. El viajero frustrado No tuve la suerte de ejercer la docencia en un colegio cercano a mi domicilio. Me tocó empezar en una Schule germánica de la vecina localidad de El Palomar. Supe que, para trasladarme hasta allá, debería viajar en tren. Esto tiene un encanto del que carecen los colectivos y el omnibús. Yo, por lo menos, lo creo así. Desde muy chico he considerado que locomotoras, vagones, vías, cambios, empalmes, ramales, estaciones, señales eran bellos objetos dignos de interminable interés. Sin embargo, mi placer añoraba las antiguas, negras, imponentes locomotoras de vapor, ahora casi totalmente reemplazadas por unas asépticas y cuadradas máquinas diesel, pintadas con los colores de la bandera española. El agrado de viajar en tren atemperaba, en parte, el disgusto que a mí -un individuo de hábitos indiscutiblemente sedentarios- me causaba la obligación de someterme a ese largo itinerario. Menos mal que yo vivía a pocas cuadras del puente del Pacífico. Tomaba el tren en la estación Palermo. Averigüé que con esa línea -el ferrocarril San Martín- era posible llegar, por ejemplo, hasta San Juan. Entonces consulté la guía Peuser y experimenté una suerte de vértigo al enterarme que entre Buenos Aires y San Juan mediaban ¡1.200 kilómetros!

Herido en mi amor propio por mi pusilanimidad, con voluntariosa audacia me hice el propósito de realizar el viaje a San Juan. Establecí diversas fechas para mi partida y luego, indefectiblemente, las diferí. En estas dudas, se me pasaron seis años. Por fin, con íntimo dolor, admití que no me atrevería a hacer el desaforado viaje Es que yo me había acostumbrado ya a un viaje de la siguientes características. Al subir al tren en Palermo, conocía de antemano el orden en que se sucederían las estaciones: Chacarita, La Paternal, Villa del Parque, Devoto, Sáenz Peña, Santos Lugares, Caseros, El Palomar. Aquí descendía, caminaba unas pocas y frescas cuadras sombreadas de eucaliptos fragantes y llegaba al colegio. Nada podía ser más sencillo. En casa, si quería, cerraba los ojos y recuperaba perfectamente los detalles de cada estación. Pero -me preguntaba-, ¿podría acaso soportar la vista de estaciones desconocidas? Estaciones llamadas Derqui o Cabred, por ejemplo, ¿no contendrían elementos atrozmente inolvidables? Me reproché mi cobardía: yo habría de llegar a San Juan. Pensé que sería más fácil hacerlo gradualmente. Un día viajaría hasta Húrlingham; el siguiente, hasta Morris; el tercero, hasta Riccheri...De este modo podría ir habituando mi sistema nervioso a la vista de parajes ignorados. Calculé que, al cabo de unos cuatro o cinco años, me permitiría, sin duda, cumplir mi sueño de llegar a San Juan. Señalé un lunes 1º de abril para poner en práctica mi invención. Si mis cálculos eran correctos, a más tardar el 6 de abril conocería la

estación José C. Paz. Saqué, pues, boleto hasta Húrlingham; subí al tren (no creo que los pasajeros hayan advertido mi emoción); vi transcurrir las conocidas estaciones. "Todo marcha bien", me dije en El Palomar, pero, cuando el tren abandonó la estación, deploré mi imprudencia.. En Húrlingham, literalmente me arrojé al andén antes de que el tren hubiera detenido su marcha por completo. Regresé a Buenos Aires temblando. Desde entonces, mi excluyente itinerario es Palermo-El Palomar y El Palomar-Palermo. He comprendido que no tengo nada que hacer en Húrlingham. Y mucho menos en San Juan.1

1 Del libro Imperios y servidumbres

ARLETTE NEYENS

EL VIAJE DE LA VIDA Una estrella fugaz cruzó el horizonte. Allá fue al encuentro de la nada, del espacio infinito y a la eternidad sin límites. Va de viaje y lo estará por siempre dejando una estela en el espacio. Qué es la vida, qué es la existencia sino un viaje. Pero ¿cuál Vida estoy nombrando? La Vida en todas su manifestaciones no es más que el cambio constante y la transformación permanente. El cambio de forma, la disgregación para tomar otra forma, otra expresión de la vida, con otra pulsión. Siempre en viaje ignoto e insondable. Así también esta vida personal y minúscula de cada uno esta en eterno cambio, en eterno viaje. Y cada vida personal no es absolutamente nada de nada en el Universo, es tan inconmensurablemente nada para el universo que nuestra existencia no cuenta. Sin embargo para cada uno de nosotros esta vida, este viaje lo es todo. Según parece somos los únicos que tenemos conciencia del viaje, de este viaje universal y personal. ¿Por qué pensamos y razonamos?, ¿por qué cerebro material y concreto que anida entre los huesos de nuestra cabeza piensa y ese pensamiento se transforma en imágenes, en deducciones matemáticas, o científicas, o en expresiones de arte creando mecanismos de expresión y convertir las palabras en literatura, el color en pintura y el sonido en música?

Seguramente hay una respuesta científica del por qué pensamos. Pero qué hace que esa respuesta científica haga que pensemos. Será a lo sumo una explicación de cómo, pero no de por qué. ¿Y cómo explicamos las emociones que nos sacuden, nos conmueven amamos u odiamos, nos convierten en santos o demonios? Y aquí comienza entonces el verdadero viaje humano. El viaje de las emociones y expresiones de nuestro ser interior que nada tiene que ver las emociones por la sobrevivencia animal. Nuestro viaje, rompe con casi todas las reglas de la naturaleza. Para bien o para mal ese alejarse de lo trágico y o cruel de la Naturaleza nos transforma en seres con sentimientos de piedad, de amistad, de entrega al otro cualquiera sea. Nos tiramos al agua para salvar a un ser desconocido, o nos metemos en fuego para rescatar una persona, donamos un riñón para salvar a otro, conocido o desconocido. Y muchos seres humanos inician un viaje estudiando carreras científicas para salvar a otros desconocidos. Algunos otros parten de la comodidad del hogar y de su país para ir a en ayuda de otros seres humanos que pasan penurias de todo tipo del otro lado del mundo. ¿Qué sacude esas almas generosas de entregar su existencia a salvar la del otro? Por supuesto, amigo lector que me podrá decir que otros muchos poderosos, feos y sin rostro que fabrican armas para matar a seres humano por impiadosos intereses económicos, que se transforman en poder. También sé que en este viaje de la civilización siempre hubo humanos deshumanizados y explotadores, no solo con armas sino también entre otras maldades con drogas haciendo esclavo. Como por ejemplo, para nombrar un caso, el de laboratorios internacionales que inventan pequeñas o grandes enfermedades para luego vendernos los medicamentos para curarnos de aquello que ellos mismos fabrican. En el medio circulan miles de millones de pesos a su beneficio. Negocio redondo a expensas del prójimo. Como éste hay muchos en la lista, como ese otro mucho más cruel, sangriento y degradante como la droga que carcome a las sociedades en lo que tiene de más precioso que son los jóvenes, convertidos en esclavos, y luego en ladrones y finalmente en asesinos, con la cruel ironía de que son al mismo tiempo esclavos de un anónimo y poderoso cartel. Este viaje de la vida, como la del Universo, está llena de avatares, de inesperados, de conflictos, de engaños y de dolores. Aun así no olvidemos que la vida es más fuerte que la muerte. La otra cara de este viaje azaroso de la vida humana nos muestra los sentimientos, las expresiones de bondad y lo que hace de todos nosotros seres superiores en la naturaleza, solamente porque

somos capaces de amar al otro a cambio de nada, o de expresar nuestro interior en expresiones de arte. Expresiones de arte que muchas veces invaden nuestra propia alma nuestra propia vida y nuestro propio viaje. Y son tan poderosas esas expresiones de otras vidas del pasado que abarcan a generaciones enteras. Tal como cuando nos enfrentamos a los colosos egipcios con más de diez mil años de existencia, o las esculturas griegas. O cuando leemos a Platón y a Aristóteles, o los dramas de Esquilo o Sófocles escritos 500 años antes Cristo. Y aun nos conmueven. Más acá cuando contemplamos la belleza y el significado espiritual las catedrales góticas, y en el Renacimiento nos emocionamos frente a la Piedad de Miguel Ángel, o la Virgen de las Rocas de Leonardo Da Vinci, o los dramas de Dante Alighieri. Más cerca, muy cerca la impresionante Catedral de la Sagrada Familia de Antonio Gaudí que perdurará por siglos conmoviendo para el mundo que vendrá. El largo viaje de la humanidad pleno de vidas y muertes, de atrocidades y maravillas, de bajezas y grandezas, de egoísmos y generosidades, de lágrimas y sonrisas nos habla de tal manera que en esta dualidad constante, en este maniqueísmo, el viaje humano sigue adelante, y que cada uno en su propio y solitario vuelo, –porque en realidad somos seres solitarios cada uno en sí mismo-, vivimos tratando de trascender el tiempo. Nuestro viaje solitario en el Universo solo tiene sentido cuando logramos trascender nuestra soledad en la mirada y en la acción de reconocer al otro como otro yo mismo. Entonces, solo entonces, cuando logramos que el viaje se transforme en un acto de piedad y compasión, esto último en el sentido de consustanciarse con la pasión del otro que incluye su dolor, es cuando logramos trascender nuestra vida con el perdón al otro y a nosotros mismos. En ese momento sabemos que este viaje tiene sentido, y merece recorrerse en toda la extensión que el destino nos depare. Entonces seremos esa estrella fugaz que se pierde en horizonte en busca de infinito dejando una estela en el espacio. Amen.

MARÍA EUGENIA HERNANDEZ SALAIS ESA ETERNA ENSOÑACIÓN LLAMADA VIAJE

La palabra viaje suele provocar de manera instantánea en la mayoría de las personas, una excitación. El viaje sugiere aventura, la ilusión de mundos distantes diferentes a lo habitual, y algo bello o atractivo de algún modo. Pero sobre todo, implica un cambio, que aun cuando sabemos será temporal, nada importa, es un cambio. Tal vez íntimamente lo que buscamos con ese cambio, es algo tan radical en nuestras vidas, que destroce la rutina que nos aniquila, rompimiento tal, que casi implique un cambio de piel. Emprender un viaje entonces, en mucho casos, es como si nos ofrecieran la oportunidad de nacer de nuevo “allá lejos”. Nada importan entonces, propiedades, relaciones o pasiones, como dice una canción…está llamando el camino y no le gusta esperar…hay que intentarlo e ir hacia lo desconocido, que siempre podrá esconder un horizonte diferente. ¿Por qué reaccionamos así? Ésta es una pregunta que me he formulado en repetidas ocasiones. ¿Por qué estamos dispuestos a vivir y hasta sufrir? Trámites migratorios engorrosos, desórdenes alimenticios o de sueño, desastres naturales, huelgas, y todo tipo de imponderables fuera de nuestro control, con tal de materializar esa ilusión; tal vez sólo para descubrir, que el sitio en que vivimos es muy bello, igual o más que el lugar que visitamos, y que exaltamos en la quimera de nuestra fantasía, hasta lograr verlo más bello, de lo que es en realidad.

La maleta viajera

Sin así planearlo me convertí en viajera, y en la mayor parte del tiempo empleado me he sentido plena con esta vocación y la he celebrado. Sin embargo, pese a la pasión del viaje que se me presentó como una enfermedad incurable, justo es reconocer, que algo impensado como la formación familiar y los hábitos higiénicos derivados de la misma, me irían a golpear tanto la respiración en un expectante deambular, por los oscuros pasillos del Monasterio de Potala en Lhasa (Tíbet), necesitando enmascarar el rostro, para soportar los rancios olores emanados de las miles de butter links1. O que la insalubridad de las aguas residuales que corrían libremente en las estrechas callejuelas de Varanasi en la India, me obligarían a saltar continuamente tratando de evitar la contaminación, olvidando en esos momentos, el significado profundamente espiritual que tiene para millones de creyentes visitar ese lugar sagrado, tan cercano a donde ocurrió la iluminación de Buda. Pero pese a éste tipo de experiencias acontecidas en algunos de mis viajes; el ánimo y el entusiasmo para tomar la maleta y emprender de nuevo la aventura de otro viaje, siguen intactos y, hasta podría decir más fuertes cada día. ¿Cómo logramos mantener ese espíritu? La respuesta me la proporcionaron unas naves vikingas que asombrada contemplé y revisé cuidadosamente en museos existentes en Dinamarca. La madera embreada con que se construyeron las naves muestra una solidez casi incorruptible, pese al tiempo transcurrido desde su construcción. Sin embargo, no dejó de pasmarme el hecho de imaginar, que dentro de esa especie de cuenco de madera alargado de manera horizontal, sin más fortalezas que remos, velas y la decisión de remeros y tripulantes, hayan sido capaces de cruzar desde Escandinavia hasta las costas de América. En ese momento creo tuve una especie de revelación, pues me quedó claro, que es parte de la naturaleza humana ese espíritu, esa errancia, se nace con ello. Y aun cuando se parta hacia lo desconocido embargados por temores o incertidumbres, hay que ir, debemos ir, es una cita impostergable que tenemos.

1Lámparas alimentadas con grasa de Jak

MARÍA DEL PILAR RODRÍGUEZ AGUILAR

VIAJAR CON EL CUERPO, LA MENTE Y EL ALMA Cuando realizamos un viaje, ya sea corto o largo, trasladamos tres partes de nosotros, nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra alma. Nos predisponemos a trasladarnos de un espacio geográfico a otro, con alguna intención que nos propongamos. Viajar desde un barrio a otro barrio, una ciudad a otra ciudad, un país a otro país y de un continente a otro continente, es viajar, es trasladarse. Porque además cambiamos de paisaje, y lo que miren nuestros ojos, es lo que se transmite a nuestro ser. Viajar con el cuerpo, significa mover nuestro cuerpo por cualquier medio de locomoción de un lugar al otro. Nuestros cinco sentidos se activan de forma diferente, empieza el registro de los paisajes a través de los ojos, las texturas del lugar con el tacto ; los aromas que el lugar tiene, los diferentes sabores que se pueden disfrutar y las melodías que se escuchan en el lugar. Se registra y queda en nuestra memoria corporal, cuando contamos o nombramos ese sitio visitado, podremos describir a través de nuestros sentidos lo que nos genero, placer o displacer.

Al decir “viajar con la mente” puede traducirse a distintas maneras de viajar con ella. Una es a través de la imaginación, uno puede viajar cerrando sus ojos e imaginando aquel lugar que fue o que le gustaría ir. Recordando o imaginando sus paisajes, aromas y sensaciones que nos puede o que nos causo. Ahora cuando viajamos despiertos, con los ojos abiertos y el cuerpo activo, también viajamos con la mente, porque nos proponemos dejar en el

lugar donde despegamos todo aquello que nuestra mente piensa, y nos entregamos a nuevos pensamientos. Dejamos las preocupaciones antiguas y vamos por ocupaciones nuevas. Conocemos nuevos idiomas y formas de pensar de otros seres humanos. Aprehendemos nuevas experiencias y saberes de otros. Nos comunicamos de distintas maneras, como nuestra mente nos disponga a ello. Por eso se viaja con la mente, porque queda en la memoria aquello con lo que nos fuimos, e incorporamos aquello con lo que nos vamos a encontrar. Y estamos llegando casi al final de este viaje a través de las letras. Viajar con el alma significa la apertura de nuestro ser a otros mundos. Se viaja con el alma desde una meditación, la apertura a conocer otros templos/lugares religiosos, hasta la realización de una sesión de Rei Ki. Existen diferentes maneras de viajar con el alma, el viajar mismo es viajar con el alma. Porque ella esta dentro nuestro, y la trasladamos con nosotros. Se viaja con el alma cuando existe una apertura a introducir nuevas experiencias de todo tipo. Y esto se sabe por las sensaciones que en ella sucedan. Llegamos al final de nuestro viaje, volvemos a donde partimos. Viajemos y no dejemos de viajar, que es una hermosa forma de irse de la realidad de distintas maneras. Hay que tomar todo como un viaje de ida, y a veces de vuelta. La vida es un viaje, que hoy nos toca dirigirlo a nosotros, quizá en otra vida realicemos otros viajes.

JORGE KORZAN INCURSIÓN Cinco minutos – dice el Hada. Mi mano derecha suda sobre la palanca de avance, mi estómago se tensa por la angustia, mis ojos no dejan de moverse ante el paisaje y los datos superpuestos en el cristal de la cabina. Delante, una tormenta de energías multicolores, con destellos, explosiones y hexágonos superpuestos en tonos de arco iris. Mi mente no acepta que una batalla en el Espacio no tenga sonidos: los crea en mi cabeza, y con ellos se nutre mi miedo. En la esquina superior derecha de mis anteojos, Poly:

ESTAS IAs SON UNAS MUERTAS LA PUERTA NO SE ABRE

AHORA ME TOCA A MÍ Los datos pasan en vorágine por el cristal: enjambres de máquinas de guerra, dirigidas por Inteligencias Artificiales de grado militar, se alejan de la Puerta tras machacarla para abrirla sin éxito. Mientras, a veinte K de distancia, mi Barquichuelo gira y apunta su cañón antimateria de proa.

TOMÁ ESTO HIJA DE PUTA Un flash de luz, un loto cósmico florece ante mis ojos: lloraría por tanta belleza, si no supiera lo que es. La mano del Hada empuja la mía sobre la palanca y avanzamos hacia ese hermoso infierno. Rápido, MUY rápido. No tengo tiempo de decir nada: entorno los ojos para pilotar dentro de enceguecedora plasma de alta energía… …y llegamos a una oscuridad total. Enciendo todos los focos: nuestro módulo brilla como un sol, lanzando bengalas multicolores todo alrededor. Seguimos yendo demasiado rápido: rozamos crestas y bordes afilados. No nos hacemos pedazos de milagro. La voz tranquila del Hada señala una luz al frente: - Hacia el Fondo.

Apunto hacia la luz y clavo frenos. Los retrocohetes braman y el módulo cruje, veo triple y me duelen los dientes. La luz se acerca y el terreno en torno a ella también, más y más y más y ¡CRANCH!

LINDO IMPACTO TIENEN CUARENTA MINUTOS

DALE NABO, MOVÉ BIEN LOS PIES Un doble chasquido: el Hada destrabando su fusil. Choca verla tan chiquitina, con un arma tan grande como ella, usando dos dedos de su mano para oprimir el gatillo. Más chocante aún: que te mire con esos ojos amarillos de lobo. Con eso vuelvo a la realidad. - Fuera - dice ella. Salgo de la cabina ajustándome el casco. Aparte del Hada y de mí, decenas de drones levantan vuelo, panteras robóticas estiran sus patas y saltan para alejarse del módulo. El aire es respirable y huele a frío, sudor y miedo. Levanto la vista: estamos en el fondo de un pozo inmenso e irregular, con la luz de la explosión que nos dejó pasar en el cenit. Las paredes brillan húmedas en tonos rojos y negros. El Hada me da un manotazo en el culo, pasa a mi lado señalando el fusil que todavía no tomé y salta. Hay baja gravedad; aun así, sorprende que se eleve tanto. Y luego extiende sus alas: inmensas filigranas con dibujos azules, rojos y dorados, vitraux vivientes. Es para quedarse con la boca abierta, pero ya me retaron demasiado. Tomo y destrabo mi fusil, luego brinco: una curva de diez metros, tocando el suelo con mis botas con servos, verdaderas botas de siete leguas. Mis suelas pisan una infinita alfombra de fino coral cristalino negro, millones y millones de ramitas microscópicas partiéndose con cada impacto de mis pies, crujiendo como hojas secas: BASH, BASH, BASH. Cuesta creer que estoy cruzando a grandes trancos una memoria viviente, todos esos infinitos coralitos almacenando datos desde (¿por qué no?) el comienzo mismo del Universo, sin importar mis destrozos pues se reconstruyen solos. Lástima que no sabemos qué datos guardan y cómo se pueden leer, por no decir qué o quién los creó (o cómo se pudieron desarrollar) y con qué fin. Por eso estamos aquí, en este Viaje. Por eso soy el primer humano pagando derecho de piso en este lugar, fusil en mano, tras la

Alianza con las Hadas que Cristina firmó. Y no sigo más: ya lo retuiteé hasta el cansancio mientras venía para acá. Tiros. Alzo la vista y ante mis ojos, explosiones y trazas brillantes entre datos de mis anteojos que apenas leo. El Hada dispara contra los Guardianes, los Glóbulos Blancos de esta memoria viva. Ante mí, brota una sombra de la nada. Abro fuego, sin dejar de correr: las balas cohete trazadoras chocan contra hexágonos del luz multicolor, expresión de los Campos que protegen al Guardián. No me interesa reventarlo: lo que no quiero es que me detenga, mientras escolto a mi compañera voladora hacia la luz que eligió como objetivo. Dejo atrás a ese primer Guardián, pero aparece otro y otro y otro. Mas no estoy solo: así como el Hada tiene su escolta de drones, las bestias robóticas dirigidas por IAs grado militar me rodean en círculo de interdicción. Más rápidas que yo, se adelantan, se cruzan, me cubren y atacan sin que les diga nada. Si no lanzan diminutos misiles desde sus lomos, vomitan balas de sus bocas o directamente atropellan con zarpas de doble filo y el impacto de sus masas de cientos de kilos. Eso tranquiliza bastante… hasta que los Guardianes se ponen duros, y ves que sacuden a tus escoltas haciéndolas retroceder en el aire, algunas desarmándose como muñecos rotos. Ay, ay, AY.

TREINTA MINUTOS

SI NO CONSIGUEN ALGO HUYAN, BOBOS

Me detengo con tanta violencia que mis botas levantan una nube de cristalitos negros. Cien metros delante de mí, una pared de Guardianes. Sus campos reflejan las luces de las explosiones de arriba. No disparan, mas lo sospecho: arremeterán. Tras ellos, un fino pilar, como un tallo, elevándose con la luz que busca el Hada en su extremo más alto. Apunto con mi fusil, su radar y el de mi casco triangulando el blanco. Grito a mis bestias que lancen todos sus misiles al mismo punto, y disparo. Lo consigo: el pilar se parte, la luz se cae en cámara lenta, con tanta buena suerte que lo hace en dirección a mi compañera alada. El Hada avanza, y la luz se apaga. La pared de Guardianes también avanza. Un frío me recorre el cuerpo.

Miro hacia arriba: el Hada gira en el aire como un trapo al viento. No pienso, corro hacia ella. Y con el impulso de la corrida, salto. En el aire me doy cuenta que dejé el fusil tirado por ahí, mas en ese momento consigo agarrar al Hada y rezo porque pueda caer parado sin quebrarme las piernas. El primer impacto me permite saltar de rebote. En el segundo caemos de costado y rodamos. Maldigo: si al Hada no la mataron los Guardianes, con semejante rescate la mato yo. Pero respira. Y tiene su panza ensangrentada. También las Hadas tienen sangre roja. Grito: - ¡POLY!

MIERDA MIERDA MIERDA MIERDA MIERDA MIERDA MIERDA MIERDA MIERDA MIERDA MIERDA MIERDA

Una pantera robótica aparece de repente a mi lado, su mensaje titilando en amarillo sobre negro en mis anteojos:

UP! Y regreso al módulo cabalgando una bestia robótica de guerra, saltando en inmensos arcos con un Hada en mis brazos, perseguido por masas de Guardianes. Mi cabalgadura se concentra en esquivarlos. Los drones y demás bestias, a mi alrededor, les disparan o directamente se les tiran encima. Cuando ya no tienen munición, detonan: se sacrifican para que los podamos dejar atrás. Es un escenario de película, de videojuego inmersivo. Millones pagarían fortunas por vivir lo que vivo ahora, un orgasmo de romanticismo. Mas estoy atiborrado de adrenalina, con la garganta tensa y amarga. No estoy gozando nada. Me duele el cuerpo por sostener al Hada. Sudo como un burro de los nervios. Jadeo temblando de miedo. Temo cagarme encima. Con dos últimos saltos trepamos la inmensa masa de cohetes y amortiguadores del módulo. No se cómo consigo poner al Hada en su asiento. Me tiro en el mío, mirando con horror que los Guardianes trepan por los amortiguadores, metros más abajo. Suenan todas las alarmas.

TRES MINUTOS

LA PUERTA SE CIERRA CARAJO Manoteo todas las palancas de avance. La cabina salta hacia arriba, envuelta en las llamas de sus motores. Sin ningún cuidado, con total desesperación. Huye a toda potencia dejando al módulo y todo lo demás atrás. La violenta aceleración me hace ver todo borroso, luego todo negro.

Imagen de Archi Photography (@ArchiPhotograph) https://twitter.com/ArchiPhotograph

Horas después, estoy sentado junto a la cama del Hada. Apenas Poly nos recuperó, un ejército de robots le dio auxilio médico, la bañó y la acostó con atención personalizada de Spa al 500%. Mi Barquichuelo, vía StarNet, se puso en contacto con el Mundo de las Hadas, y Poly intercambió datos médicos a tal grado que se volvió referente sobre el tema. Por supuesto, con eso ya estaba negociando para que le multiplicaran el sueldo.

En mi caso, desperté en mi litera… tal como había llegado. Apenas mi examen dio OK, toda la atención fue hacia el Hada. Aunque lo más probable fuese que Poly, celosa, me la quisiera hacer pagar. Lo pienso pues al abrir los ojos, lo que primero vi fue:

SIEMPRE CON MAS CULO QUE CABEZA Y TU AMIGUITA ES PEOR QUE VOS

El Hada parece una muñequita con los ojos cerrados, tapada del cuello para abajo por una Manta Médica con nanosensores y nanoaplicadores de medicación para las heridas. Su imagen de paz me da ganas de dormir, mas no cierro los ojos: sigo pensando en lo que habíamos vivido. La incursión no está caratulada como fracaso. La MiliTwitter y el Twitter de las Máquinas arden: infinitos tuits redefiniendo paradigmas y escenarios, o creando nuevos en décimas de segundo. Solo con esta incursión, se replantea todo el concepto de combate en el Espacio. Solo con esta incursión, miles de teorías sobre la colaboración entre Máquinas y Seres Vivientes se crean, corrigen o desechan en ese instante, en Tierra y el Mundo de las Hadas. Hasta mi pantalón tuitea cómo está mi trasero, tras la cabalgata sobre la bestia robótica de guerra. Habíamos ganado experiencia, recopilado una astronómica cantidad de datos. Aún así, sobre el lugar que visitamos no sabíamos más que cuando entramos. Habíamos tenido la oportunidad de alcanzar algo nuevo: tomar aquella luz, antes de que al Hada la derribaran. Me deprimo pensando cuántas cosas podía haber hecho mejor, hasta impidiendo que el Hada terminase herida. Qué podía pretender yo, si de tan tosco y quedado ni siquiera me había molestado en averiguar su nombre. - Arinami. El Hada me mira. Ahora, sus ojos tienen color oro. Recuerdo los rumores sobre las Hadas: que son brujas, que leen las mentes. Suspiro, entendiendo. Y busco no ponerme colorado. El Hada Arinami hace un gesto, señala su chaleco de batalla colgado al lado de la cama. Dudo al tomarlo. Ella insiste.

Encuentro en él un cierre oculto. Apenas lo abro, luz multicolor brillante encandila mis ojos. El Hada sonríe: - Ahí está.