Índice - Colegio Richard Anderson · “La Actualidad” – Federico P. Gastón M. Gui- ... 3-...

260

Transcript of Índice - Colegio Richard Anderson · “La Actualidad” – Federico P. Gastón M. Gui- ... 3-...

Índice

“LAS MIL Y DOS HISTORIAS”

Cap.1-Periodismo.

Cap.2- Escritura Literaria.

A partir de Quiroga.

Historias de terror I y II

Cap.3-Textos epistolares.

Stella Maris

Ibrahim Nasar

Prólogo general Hola querido lector,

¿Te acordás de nosotros? Sí, somos los mismos del

año pasado. Los mismos que te regalamos histo-

rias extraordinarias con requisitos del otro mundo.

Volvimos para brindarte redacciones terroríficas,

individuales y en grupo, que van a contener todos

los temas que dimos este año.

Este libro va a ser mejor que el primero de nuestra

saga, porque ya nos sentimos más experimenta-

dos. Te recomiendo fehacientemente que leas es-

te maravilloso libro por su bello vocabulario y es-

tructuras.

Índice Prólogo

“La Actualidad” – Federico P. Gastón M. Gui-

llermo D. Juan Manuel C.

“La Observadora”- Martina K. Madelón M. Pau-

la L. Sofía H.

“Periodismo Juvenil”- Ignacio Y. Agustín M.

Santiago C. Juan Ignacio B.

“Buscalibros”- Virginia V. Carolina G. Julia G.

Manuela T. Helena P. Maia R. Micaela H.

Juegos

Prólogo

Nuestra profesora de Idioma Español nos

sugirió hacer un proyecto de investiga-

ción sobre bibliotecas y librerías. La idea

era saber la diferencia entre ellas. Para

eso, teníamos que visitar una biblioteca y

una librería. La librería a visitar podía ser

a nuestra elección, pero, teníamos que

visitar la Biblioteca Nacional obligatoria-

mente. Luego teníamos que realizar en-

trevistas y tomar fotografías a los efectos

de registrar todo nuestro trabajo de

campo.

La Actualidad

Fuimos a visitar la “Biblioteca

Nacional”, ubicada en 18 de Julio y Tristán Narva-

ja y la librería “Parisson Libros”, ubicada en Colo-

nia y Eduardo Acevedo, para realizar una peque-

ña encuesta a los funcionarios de dichos estable-

cimientos. Quedamos impresionados debido a su

gran infraestructura. Contiene una gran variedad

de documentos de distintas épocas y diversos te-

mas. En cuanto a la librería, “Parisson Libros”, abrió

sus puertas hace apenas 9 años, cuenta con una

gran variedad de libros de diversos temas e idio-

mas. Está ubicada en un local pequeño, con una

decoración estilo vintage.

El 4 de agosto de 1815, el

presbítero Dámaso Antonio Larra-

ñaga envió una carta al Cabildo

en la cual proponía suplir con

buenos libros la falta de maestros

e instituciones.

Planteó la necesidad de crear una biblioteca

pública donde pudiesen concurrir nuestros jóve-

nes, y todos aquellos que quisieran acceder al sa-

ber.

El propio Larrañaga se ofreció para desempeñar la

función de director, y solicitó un edificio para ins-

talarla, a lo que José Gervasio Artigas respondió:

"...yo jamás dejaría de poner el sello de mi apro-

bación a cualquier obra que en su objetivo llevase

esculpido el título de la pública felicidad. Conozco

las ventajas de una biblioteca pública y espero

que vuestra señoría cooperará con el esfuerzo e

influjo a perfeccionarla coadyuvando los heroicos

esfuerzos de tan virtuosos ciudadano...".

Un aporte interesante para dotar de libros a la

nueva biblioteca, llegó a través del legado del

presbítero José Manuel Pérez Castellano, ilustre

ciudadano fallecido el 5 de setiembre de 1815,

quien legó un importante acervo bibliográfico. A

esta donación se sumaron los libros aportados por

José Raimundo Guerra, los padres franciscanos y

el donativo del propio Larrañaga quien ya poseía

en aquella época una vasta colección.

La primera Biblioteca Pública fue instalada en los

altos del fuerte de Montevideo, actual Plaza Zaba-

la. El presbítero Larrañaga en su carácter de direc-

tor, pronunció la "Oración Inaugural", donde ex-

presó: Fuerte de Montevideo. Primer edificio de la

primera Biblioteca Nacional. La biblioteca este

año cumplió 200 años, está establecida desde el

año 1816.

"Sean los orientales tan ilustrados como valientes"

- José Gervasio Artigas.

ENCUESTA EN LA BIBLIOTECA >>

"BIBLIOTECA NACIONAL"

1- ¿Cree usted que el público que asiste a la Bi-

blioteca ha cambiado a lo largo del tiempo?

¿Cómo?

Si, cambió desde la aparición del internet.

2- ¿La biblioteca se especializa en material de

autores de nacionalidades particulares o en

general?

Autores mayoritariamente uruguayos, muy pocos

extranjeros.

3- ¿Cree usted que la tecnología ha modificado

la asistencia del público juvenil? ¿Por qué?

SÍ, 1, se triplica la cantidad.

4- ¿Hay algún lector preferido por el

público? ¿Cuál?

Todos iguales, no hay preferencia. Solo se lee en

la biblioteca, lo se dan libros.

5- ¿Qué propuestas tiene la biblioteca para

atraer al público juvenil?

No, los jóvenes optan por la tecnología. Hace

años la biblioteca estaba llena de jóvenes.

EXTRA Libros: Se estiman aproximadamente

1.000.300.

ENCUESTA EN LA LIBRERÍA >> "PARISSON LI-

BROS"

1-¿Hay algún autor preferido por el público?

¿Cuál?

No, depende del gusto

2- ¿Hace cuántos años está establecida esta li-

brería?

Hace nueve años la está establecida la librería.

3- ¿La librería apunta más a textos de estudio o a

ficción?

No apunta al estudio. Literatura en general.

4- ¿Ha disminuido la venta de libros debido a la

tecnología?

No.

5-¿Con qué cree que la librería pueda atraer a

jóvenes?

Si, la edición de libros, diferencia en formatos nue-

vos. (Ejemplo: Cómics).

HERRAMIENTAS Y SUSTANCIAS UTILIZADAS

PARA LA CONSERVACIÓN Y RESTAURA-

CIÓN DE LIBROS

DISCURSO EN EL ACTO DE INAUGURACIÓN

PRONUNCIADO POR EL PRESBÍTERO DAMA-

SO ANTONIO LARRAÑAGA

SALA GENERAL ARTIGAS

HERRAMIENTA UTILIZADA PARA MEDIR EL

ESPESOR DEL PAPEL

La Observadora

¡26 de mayo! se celebra el día

del libro y en honor a esto fuimos a investigar bi-

bliotecas y librerías. Elegimos: La Biblioteca Na-

cional y La librería Minerva. Realizamos unas pre-

guntas allí, estas fueron: ¿Quién la fundó? ¿Cuán-

do se fundó? ¿Cómo funciona la entrega de li-

bros? ¿Cómo ha afectado la tecnología en la bi-

blioteca/librería? ¿Por qué se llama así? ¿Qué per-

sonas visitan más a menudo? ¿Cómo están orga-

nizados los libros? ¿Cuántos libros hay?

BIBLIOTECA NA-

CIONAL

Fue fundada el 26 de

mayo de 1816 (con

5.000 volúmenes do-

nados por Larrañaga

de su biblioteca perso-

nal) por Dámaso Anto-

nio Larrañaga. Antes se

llamaba Biblioteca

Pública, pero ahora se

llama Biblioteca Na-

cional dado a su obje-

tivo (guardar la biblio-

grafía nacional).

Para utilizar un libro, se

busca en el fichero, o

en la base de datos.

Luego se llena una bo-

leta y con esta y el do-

cumento (cualquiera

que esté vigente), se

pide el libro en el si-

guiente mostrador. Allí

la boleta va a uno de

los depósitos (depen-

diendo del material),

con ese material se va

a una sala de lectura y

se consulta. En mayo

muchos estudiantes

van por el día del libro,

para realizar trabajos,

pero usualmente son

investigadores.

La tecnología ha

hecho disminuir la

concurrencia a la bi-

blioteca.

Parte de los libros

están organizados por

un orden temático y

otra parte está orde-

nada en orden correla-

tivo. Hay aproximada-

mente 1.300.000 libros.

LIBRERÍA MINERVA

Fue fundada en el año

2001, su nombre es en

honor a la diosa roma-

na de la sabiduría, Mi-

nerva.

La clientela de la librer-

ía es muy diversa de-

pendiendo de la épo-

ca del año. Por ejem-

plo en febrero y marzo

vienen sobre todo es-

tudiantes a buscar li-

bros de textos. En fe-

chas importantes (reli-

giosas, aniversarios)

mucha gente viene a

comprar libros en for-

ma de regalo. Al entre-

vistado le pareció que

la tecnología ha apor-

tado mucho a la librer-

ía. De todos modos, él

cree que el libro no

puede ser remplazado.

La organización es por

categorías: literatura

universal, literatura na-

cional, literatura lati-

noamericana. Hay

aproximadamente

10.000 libros. Por día se

venden de 10 a 15 li-

bros. En esta librería se

encuentran libros de

los años 1700. Los libros

antiguos contenían

unos grabados (simu-

lando fotos) que hac-

ían al libro más valioso.

Los textos se imprimían

con una plancha letra

por le-

tra.

Además de entrevis-

tarlo, el señor nos

contó que la razón por

la cual los libros casi

siempre tienen un par

de hojas en blanco al

principio es porque

antes los libros venían

sin tapa, por lo cual las

páginas en blanco

eran pa-

ra prote-

gerlos. Si

se quería

la tapa,

había

que

mandar-

la a hacer.

Periodismo Juvenil

El regreso de Periodismo Juvenil es un hecho,

con nuevos lugares para visitar, investigar y di-

fundir al público.

En este caso, visitamos la Biblioteca Nacional y

la Biblioteca “Nuestros Hijos”

Biblioteca “Nuestros Hijos”

Nos reunimos en la casa de

Agustín Montero y desde allí

fuimos a la Biblioteca “Nuestros

Hijos”, con el propósito de co-

nocer su historia.

Al llegar, entrevistamos a la re-

cepcionista, de nacionalidad chilena, quien nos

contó que trabajaba allí desde hace un año. A

continuación, transcribimos sus declaraciones:

-Sabemos que fue fundada por 13 madres de los

jóvenes que murieron en la “tragedia de los An-

des”. ¿Por qué surgió esa idea?

-Las madres se juntaban para

conversar y consolarse por tal

tragedia. Una de ellas, que

era profesora,

se le ocurrió

transformar to-

do ese dolor en algo positivo, y así

fue como se creó esta biblioteca

en 1973.

La Biblioteca en sus comienzos, estuvo instalada

en una de las habitaciones del Hotel Carrasco y

luego se mudó al subsuelo del mismo hasta que

en el año 2009 se mudaron a la sede donde

están actualmente en la calle Miraflores esquina

Av. Juan Manuel Ferrari.

- ¿Alrededor de cuántos libros hay actualmente?

-20.000 libros aproximadamente.

- ¿Cómo podemos

afiliarnos?

- Se pueden afiliar

por: la página web,

nuestra página de

Facebook, llamando

por teléfono o venir personalmente a la bibliote-

ca.

Hay tres categorías de socios:

Socio Amigo: Saca dos libros cada un mes.

Socio Activo: Saca tres libros cada 15 días.

Socio Familiar: Está asociada toda la familia.

- ¿Concurren muchos adolescentes aquí?

- Si, concurren bastantes desde la primera vez

que expusimos libros en la Feria del Libro, porque

fue cuando descubrieron la biblioteca.

-Siguiendo con el tema, ¿Cuál es el tipo de libros

que solicitan los adolescentes?

-Los tipos de libros que les atraen

son las Sagas de Percy Jackson,

Harry Potter, Los juegos del ham-

bre, entre otros.

- ¿Tienen planificado algo para el

Día del Libro?

- Vamos a estar en la Feria del Libro y vamos a

estar en conjunto con una radio para realizar un

concurso literario el cual consiste en crear el final

de una historia.

-Ya que en la clase estamos trabajando con

Horacio Quiroga, ¿aproximadamente cuántos li-

bros hay de este autor?

-Hay aproximadamente 20 libros.

-Muchísimas gracias por esta entrevista.

-Un placer. Ahora su labor es difundir la bibliote-

ca a más personas.

Biblioteca Nacional

Días después, concurrimos a la Biblioteca Nacio-

nal. Debido a la falta de funcionarios, no nos pu-

dieron atender adecuadamente, si bien tenían

muy buena disposición. Nos

dijeron que podíamos encon-

trar mucha información en la

página web de la biblioteca.

Igualmente, valió la pena ir

hasta allí y conocer sus

magníficas instalaciones. A

continuación, la información

de la página web:

El 4 de agosto de 1815, Dámaso Antonio Larra-

ñaga envió una carta al Cabildo en la cual pro-

ponía suplir con buenos libros la falta de maes-

tros e instituciones.

Planteó la necesidad de crear una biblioteca

pública donde pudiesen concurrir

nuestros jóvenes, y todos aquellos

que quisieran acceder al saber.

El propio Larrañaga se ofrecía para

desempeñar la función de director,

y solicitaba un edificio para instalarla, a lo que

responde José Artigas: "...yo jamás dejaría de

poner el sello de mi aprobación a cualquier obra

que en su objetivo llevase esculpido el título de

la pública felicidad. Conozco las ventajas de

una biblioteca pública y espero que V.S. coope-

rará con el esfuerzo e influjo a perfeccionarla

coadyuvando los heroicos esfuerzos de tan vir-

tuosos ciudadano...".

José Gervasio Artigas, nuestro héroe, quien se

hallaba en el Campamento de Purificación,

cursó una nota fechada el 12 de agosto de 1815

al Cabildo.

En la misiva daba el visto bueno para que se

procediera a la creación de aquella primera Bi-

blioteca Pública.

El 28 de agosto del mismo año, Artigas le escribió

a Larrañaga transmitiéndole su convencimiento

sobre la utilidad de la iniciativa:

"...y su esperanza de que

el Cabildo continuará

con cuanto Ud. juzgue

necesario para su mejor adorno y pronto arre-

glo."

Un aporte interesante para dotar de libros a la

nueva biblioteca, llegó através del legado del

presbítero José Manuel Pérez Castellano, ilustre

ciudadano fallecido el 5 de setiembre de 1815,

quien legó un importante acervo bibliográfico. A

esta donación se sumaron los libros aportados

por José Raimundo Guerra, los padres francisca-

nos y el donativo del propio Larrañaga quien ya

poseía en aquella época una vasta colección.

La primera Biblioteca Pública fue instalada en los

altos del fuerte de Montevideo, actual Plaza Za-

bala. El presbítero Larrañaga en su carácter de

director, pronunció la "Oración inaugural", donde

expresó: Fuerte de Montevideo. Pri-

mer edificio de la primera Biblioteca

Nacional.

"Una biblioteca no es otra cosa que

un domicilio o ilustre asamblea en

que se reúnen, como de asiento, to-

dos los más sublimes ingenios del

orbe literario o por mejor decir, el foco en que se

reconcentran las luces más brillantes que se han

esparcido por los sabios de todos los países y de

todos los tiempos. Estas luces son las que el ilus-

trado y el Gobierno vienen a hacer comunes a

sus conciudadanos."

Artigas, sensible a la repercusión pública del

hecho, dispuso que el 30 de mayo el santo y se-

ña de su ejército en Purificación fuera:

"Sean los orientales tan ilustrados como valien-

tes"

Buscalibros

Las alumnas del colegio Richard Anderson, Virgi-

nia Villar, Micaela Hernández, Julia y Carolina

Gatti, MaiaRetamoso, Helena Previtali y Manuela

Torrado, realizaron un trabajo sobre los libros y la

lectura. Concurrieron a la Biblioteca Nacional y a

la Feria del Libro, donde entrevistaron a varias

personas y funcionarios.

La Biblioteca Nacional es un establecimiento del

gobierno, en donde se encuentran tanto, libros,

como la mayor parte de documentos y datos

antiguos de nuestro país.

Las preguntas realizadas a funcionarios y visitan-

tes, por Julia Gatti y Manuela Torrado, fueron:

Persona 1: FUNCIONARIA

¿Conocés la historia de la biblioteca?

Sí, como trabajo en el lugar es mi deber cono-

cerla. Además, soy bibliotecóloga y en esta

profesión es muy útil saber de estas cosas.

¿Qué escritores uruguayos conocés?

Conozco a la mayoría de la generación del

45;Mario Benedetti. Eduardo Galeano, Hugo

Alfaro, Juana de Ibarbourou y conozco más,

pero se haría muy largo.

¿Qué libro de la biblioteca nos podés reco-

mendar?

No les puedo recomendar solo un libro,

además, tengo que saber el gusto de la per-

sona en sí. A su edad me gustaba mucho el li-

bor Mujercitas de LouisaMayAlcott; En estos

momentos les recomiendo Roy Berocay.

- ¿Cuál es tu autor favorito?

Tengo muchos, pero el que más me gusta es

Gabriel García Márquez.

¿Qué género de libros te gusta?

Me gustan los de ficción, policiales, de miste-

rio, históricos y filosófico.

Persona 2: VISITANTE

¿Qué escritores uruguayos conocés?

Eduardo Jiménez de Aréchaga, José Korzeniak

y Horacio Cassinelli Muñoz.

¿Cuál es tu autor favorito?

Gustavo Adolfo Bécquer.

¿Qué género de libros te gusta?

La poesía.

¿Solés venir a la biblioteca?

- Espaciadamente. Generalmente voy a las de

mi facultad.

También visitaron la 16° feria del libro; donde

muchas editoriales exponen sus libros y se reali-

zan varias actividades relacionadas con el tema.

Las preguntas realizadas a visitantes fue-

ron:

¿Cuáles son los beneficios de visitar la feria

del libro?

¿Le parece que se le da suficiente importan-

cia a la feria del libro?

¿Cuál es su autor favorito?

¿Nos podría recomendar algún libro?

Visitante1:

¿Cuáles son los beneficios de visitar la feria del

libro?

Puede encontrar libros, promociones y entrete-

nimiento.

¿Le parece que se le da suficiente importancia

a la feria del libro?

Me parece que sí, el libro está desvalorizado

totalmente.

¿Cuál es su autor favorito?

Zara Clark

¿Nos podría recomendar algún libro?

Un mundo feliz, novela para 13 años.

Visitante 2:

¿Cuáles son los beneficios de visitar la feria del

libro?

Se puede encontrar material que no está en las

librerías.

¿Le parece que se le da suficiente importancia

a la feria del libro?

Me parece que sí se le da suficiente importan-

cia.

¿Cuál es su autor favorito?

Benedetti, Mario Vargas Llosa, Susana Olaon-

do.

¿Nos podría recomendar algún libro?

No sabría decirte.

Visitante 3:

¿Cuáles son los beneficios de visitar la feria del

libro?

Para informarse, coparse con la lectura.

¿Le parece que se le da suficiente importancia

a la feria del libro?

¿Cuál es su autor favorito?

Isabel Allende

¿Nos podría recomendar algún libro?

Galeano

Visitante 4:

¿Cuáles son los beneficios de visitar la feria del

libro?

Hay promociones, ofertas, variedad de libros.

¿Le parece que se le da suficiente importancia

a la feria del libro?

Se le podría dar más importancia.

¿Cuál es su autor favorito?

No podría escoger uno.

¿Nos podría recomendar algún libro?

No se me ocurre en este momento.

Visitante 5:

¿Cuáles son los beneficios de visitar la feria del

libro?

Hay varias opciones de libros juntas.

¿Le parece que se le da suficiente importancia

a la feria del libro?

Sí, se le da bastante importancia.

¿Cuál es su autor favorito?

Roy Berocay

¿Nos podría recomendar algún libro?

No sé mucho sobre libros juveniles

De las entrevistas sacaron las siguientes

conclusiones:

Les sorprendió que mucha gente le interesara

ir a la feria del libro sólo con las promociones

porque la razón por la que ellas acudían era

para descubrir nuevos libros interesantes.

También se sorprendieron que sólo uno de los

entrevistados opinó que no se le daba nada

de importancia ala día del libro.

30%

70%

Importancia del día del libro en Uruguay

No se le da importancia Se le da suficiente importancia

“Stand” donde venden

libros usados y comics

MaiaRetamoso leyendo el

resumen de “Luna De

Plutón”

Espacio recreativo donde la gen-

te puede escribir sus opiniones

sobre la definición “creativa” de

libro.

Juegos:

En el día del libro, recorrimos varias bibliotecas y

librerías. ¿Te crees capaz de unir las imágenes

con los nombres, basándote en los textos que

leíste?

Opciones:

✓ Biblioteca Nacional

✓ Librería Minerva

✓ Feria del Libro

✓ Librería Parisson

✓ Biblioteca Nuestros

Textos

Literarios

PRÓLOGO

Este año leímos el libro “Cuentos de Amor, Locura

y Muerte” del famoso escritor Horacio Quiroga.

Nos sentimos muy atraídos por la propuesta de

hacer una historia basándonos en tres cuentos de

este libro: “La Gallina Degollada”, “A la Deriva” y

“El Almohadón de Plumas”. No obstante, había

algunas consignas que cumplir al hacer la histo-

ria. La primera y la más importante, era que ésta

tenía que ser de terror. También tenía que haber

veinte palabras de un glosario que previamente

habíamos elaborado, con palabras cuyo signifi-

cado desconocíamos; éstas pertenecían a los

tres cuentos de Quiroga. A su vez, teníamos que

explicar el uso de la tilde en nuestras historias y

poner tres verboides de cada tipo. Por último,

teníamos que poner doce verbos inusuales en

nuestro léxico cotidiano. Así quedaron estas his-

torias: terror y suspenso en cada enunciado.

Luego de corregirlas, la profesora nos dijo

que debíamos hacer la continuación de la histo-

ria que ya habíamos creado…

HISTORIAS INCOMPLETAS

ÍNDICE

• Prólogo

• ¿De qué tratan?

- La Gallina Degollada

- El Almohadón de Plumas

- A la Deriva

• ¿Querés conocer su vida?

• Ahora los cuentos completos

- La Gallina Degollada

- El Almohadón de Plumas

- A la Deriva

• Nuestras opiniones

• Historias:

- ¿Por qué?- Sally Hansen

- Actos paranormales- Baiehta

- Los idiotas Mazzini-Ferraz- Anush

- Familia en peligro- Kreuger

- Una amistad perdida- Drakfairy

- La Insiria- Bachicha

- Apariciones con indicaciones- Sesos de Alga

- La flor de azahar- Calipso

- La venganza de Alicia- Pïper

- Intento de reconciliación

- Un final alternativo- Cielo

- La muerte- Ilut

- Entre dos mundos- Manalu

- La gallina- Semilla de Huevos

- Dulces sueños- Ri4

- No te dejes engaña- Cata

- Mi difunta ex esposa- CanisMinor

- Un tal Paulino- Birel

- El jardín de los demonios- Okumura

• Juegos

¿DE QUÉ SE TRATAN?

La Gallina Degollada:

Es la historia de un matrimonio, que tenía cinco

hijos, cuatro de ellos eran idiotas. Pero después

estaba Bertita, a la que le prestaban toda su

atención, dejando a los idiotas abandonados.

Los hermanos con intención de vengarse, repiten

actos anteriores de la mucama y degüellan a su

pequeña hermana.

El Almohadón de Plumas:

Había un matrimonio conformado por Jordán, un

hombre frío y Alicia, dulce y angelical. Ambos

vivían juntos, pero Alicia estaba principalmente

sola, hasta que enfermó. Pasaba todo su día

acostada y no mejoraba, iba de mal, en peor, lo

que la condujo a su muerte.

Tiempo después, su mucama, limpiando, en-

contró la razón. Resulta que dentro del almo-

hadón de Alicia, había un bicho, parásito de

aves que día a día, consumía toda su sangre.

A la Deriva:

A Paulino lo muerde una serpiente llamada Ya-

racacusú. Rápidamente va a su casa pero deci-

de que para tener una mejor atención médica

deberá emprender un viaje hacia Tacurú Pucú. A

medio camino, comienza a sentirse mal y pide

ayuda a su compadre Alves. Grita pero nadie

responde, entonces suelta los remos y deja que

la canoa vaya a la deriva. Por un momento cree

que el veneno se va pero comienza

SU VIDA

Horacio Quiroga fue un cuentista, poeta y dra-

maturgo uruguayo, que nació el 31 de diciembre

de 1878 en el departamento de Salto y murió el

19 de febrero de 1937 en Buenos Aires, Argenti-

na. Es considerado el mayor cuentista latinoa-

mericano.

Su vida estuvo marcada por grandes tragedias,

como fallecimientos y suicidios de personas cer-

canas. Las muertes accidentales de su padre y

su mejor amigo, las de sus hermanos por enfer-

medades, los suicidios de su primera esposa y

de su padrastro, se reflejan en su escritura,

otorgándoles un tono dramático.

Sus cuentos sobre la naturaleza, la presentan

como tenebrosa; sus historias son muy trágicas.

Estas características lo llevaron a ser comparado

con el escritor estadounidense que él admiraba:

Edgar Allan Poe.

Estudió en Montevideo y tuvo muchos intereses,

como la literatura, la química y la fotografía, en-

tre otras. De joven trabajaba, estudiaba, escribía

y publicaba sus poemas en revistas.

En 1898, inspirado en su novia, escribe dos obras

importantes: “Las sacrificadas” y “Una estación

de amor”. En 1897 funda, en su ciudad natal, la

“Revista de Salto”.

Con la herencia de su padrastro viajó a Paris

donde conoce a Rubén Darío y escribe “Diario

de viaje a Paris” en 1900. Vuelve sin dinero al

país.

Luego de su regreso de Europa, dos de sus her-

manos mueren y su mejor amigo decide batirse

a duelo, lo que provoca su muerte al ser asesi-

nado accidentalmente por Quiroga. A Horacio lo

encarcelan luego de lo ocurrido y después de

una semana, lo liberan.

Se traslada a Argentina donde se radica, trabaja

como juez y escribe sus cuentos más famosos,

como “Cuentos de amor de locura y muer-

te”(publicado en 1925)

inspirándose en sus experiencias en la selva de

las Misiones. En Argentina, traba amistad con el

escritor Leopoldo Lugones.

Al tiempo, se casa con Ana María Cires y se van

a vivir a la selva, con ella tiene dos hijos que son

criados allí. Luego del suicidio de su esposa

vuelve a Buenos Aires y continúa escribiendo. En

ese entonces escribió “Cuentos de la selva”, una

colección de relatos para niños, cuyos protago-

nistas son animales que se encuentran en la sel-

va. Estas historias no son tenebrosas como las de

adultos.

En 1927 se casa con una amiga de su hija, con

quien tiene otra hija. En el año 1937, le diagnosti-

can un cáncer de próstata que provoca su suici-

dio en un Hospital de Buenos Aires.

Ahora los cuentos completos:

La Gallina Degollada

Todo el día, sentados en el patio, en un banco

estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio

Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios,

los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con la

boca abierta.

El patio era de tierra, cerrado al oeste por un

cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a

él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles,

fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocul-

taba tras el cerco, al declinar los idiotas tenían

fiesta. La luz enceguecedora llamaba su aten-

ción al principio, poco a poco sus ojos se ani-

maban; se reían al fin estrepitosamente, conges-

tionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando

el sol con alegría bestial, como si fuera comida.

Otras veces, alineados en el banco, zumbaban

horas enteras, imitando al tranvía eléctrico. Los

ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia, y

corrían entonces, mordiéndose la lengua y mu-

giendo, alrededor del patio. Pero casi siempre

estaban apagados en un sombrío letargo de

idiotismo, y pasaban todo el día sentados en su

banco, con las piernas colgantes y quietas, em-

papando de glutinosa saliva el pantalón.

El mayor tenía doce años y el menor, ocho. En

todo su aspecto sucio y desvalido se notaba la

falta absoluta de un poco de cuidado maternal.

Esos cuatro idiotas, sin embargo, habían sido un

día el encanto de sus padres. A los tres meses de

casados, Mazzini y Berta orientaron su estrecho

amor de marido y mujer, y mujer y marido, hacia

un porvenir mucho más vital: un hijo. ¿Qué ma-

yor dicha para dos enamorados que esa honra-

da consagración de su cariño, libertado ya del

vil egoísmo de un mutuo amor sin fin ninguno y,

lo que es peor para el amor mismo, sin esperan-

zas posibles de renovación?

Así lo sintieron Mazzini y Berta, y cuando el hijo

llegó, a los catorce meses de matrimonio, creye-

ron cumplida su felicidad. La criatura creció be-

lla y radiante, hasta que tuvo año y medio. Pero

en el vigésimo mes sacudiéronlo una noche

convulsiones terribles, y a la mañana siguiente

no conocía más a sus padres. El médico lo exa-

minó con esa atención profesional que está visi-

blemente buscando las causas del mal en las

enfermedades de los padres.

Después de algunos días los miembros paraliza-

dos recobraron el movimiento; pero la inteligen-

cia, el alma, aun el instinto, se habían ido del to-

do; había quedado profundamente idiota, babo-

so, colgante, muerto para siempre sobre las rodi-

llas de su madre.

—¡Hijo, mi hijo querido! —sollozaba ésta, sobre

aquella espantosa ruina de su primogénito.

El padre, desolado, acompañó al médico afuera.

—A usted se le puede decir: creo que es un caso

perdido. Podrá mejorar, educarse en todo lo que

le permita su idiotismo, pero no más allá.

—¡Sí!… ¡Sí! —asentía Mazzini—. Pero dígame: ¿Us-

ted cree que es herencia, que…?

—En cuanto a la herencia paterna, ya le dije lo

que creía cuando vi a su hijo. Respecto a la ma-

dre, hay allí un pulmón que no sopla bien. No

veo nada más, pero hay un soplo un poco rudo.

Hágala examinar detenidamente.

Con el alma destrozada de remordimiento, Maz-

zini redobló el amor a su hijo, el pequeño idiota

que pagaba los excesos del abuelo. Tuvo asi-

mismo que consolar, sostener sin tregua a Berta,

herida en lo más profundo por aquel fracaso de

su joven maternidad.

Como es natural, el matrimonio puso todo su

amor en la esperanza de otro hijo. Nació éste, y

su salud y limpidez de risa reencendieron el por-

venir extinguido. Pero a los dieciocho meses las

convulsiones del primogénito se repetían, y al

día siguiente el segundo hijo amanecía idiota.

Esta vez los padres cayeron en honda desespe-

ración. ¡Luego su sangre, su amor estaban maldi-

tos! ¡Su amor, sobre todo! Veintiocho años él,

veintidós ella, y toda su apasionada ternura no

alcanzaba a crear un átomo de vida normal. Ya

no pedían más belleza e inteligencia como en el

primogénito; ¡pero un hijo, un hijo como todos!

Del nuevo desastre brotaron nuevas llamaradas

del dolorido amor, un loco anhelo de redimir de

una vez para siempre la santidad de su ternura.

Sobrevinieron mellizos, y punto por punto repitió-

se el proceso de los dos mayores.

Mas por encima de su inmensa amargura que-

daba a Mazzini y Berta gran compasión por sus

cuatro hijos. Hubo que arrancar del limbo de la

más honda animalidad, no ya sus almas, sino el

instinto mismo, abolido. No sabían deglutir, cam-

biar de sitio, ni aun sentarse. Aprendieron al fin a

caminar, pero chocaban contra todo, por no

darse cuenta de los obstáculos. Cuando los la-

vaban mugían hasta inyectarse de sangre elros-

tro. Animábanse sólo al comer, o cuando veían

colores brillantes u oían truenos. Se reían enton-

ces, echando afuera lengua y ríos de baba, ra-

diantes de frenesí bestial. Tenían, en cambio,

cierta facultad imitativa; pero no se pudo obte-

ner nada más.

Con los mellizos pareció haber concluido la ate-

rradora descendencia. Pero pasados tres años

desearon de nuevo ardientemente otro hijo, con-

fiando en que el largo tiempo transcurrido hubie-

ra aplacado a la fatalidad.

No satisfacían sus esperanzas. Y en ese ardiente

anhelo que se exasperaba en razón de su infruc-

tuosidad, se agriaron. Hasta ese momento cada

cual había tomado sobre sí la parte que le co-

rrespondía en la miseria de sus hijos; pero la

desesperanza de redención ante las cuatro bes-

tias que habían nacido de ellos echó afuera esa

imperiosa necesidad de culpar a los otros, que

es patrimonio específico de los corazones infe-

riores.

Iniciáronse con el cambio de pronombre: tus

hijos. Y como a más del insulto había la insidia, la

atmósfera se cargaba.

—Me parece —díjole una noche Mazzini, que

acababa de entrar y se lavaba las manos—que

podrías tener más limpios a los muchachos.

Berta continuó leyendo como si no hubiera oído.

—Es la primera vez —repuso al rato— que te veo

inquietarte por el estado de tus hijos.

Mazzini volvió un poco la cara a ella con una

sonrisa forzada:

—De nuestros hijos, ¿me parece?

—Bueno, de nuestros hijos. ¿Te gusta así? —alzó

ella los ojos.

Esta vez Mazzini se expresó claramente:

—¿Creo que no vas a decir que yo tenga la cul-

pa, no?

—¡Ah, no! —se sonrió Berta, muy pálida— ¡pero

yo tampoco, supongo!… ¡No faltaba más!… —

murmuró.

—¿Qué no faltaba más?

—¡Que si alguien tiene la culpa, no soy yo, en-

tiéndelo bien! Eso es lo que te quería decir.

Su marido la miró un momento, con brutal deseo

de insultarla.

—¡Dejemos! —articuló, secándose por fin las ma-

nos.

—Como quieras; pero si quieres decir…

—¡Berta!

—¡Como quieras!

Éste fue el primer choque y le sucedieron otros.

Pero en las inevitables reconciliaciones, sus al-

mas se unían con doble arrebato y locura por

otro hijo.

Nació así una niña. Vivieron dos años con la an-

gustia a flor de alma, esperando siempre otro

desastre. Nada acaeció, sin embargo, y los pa-

dres pusieron en ella toda su complaciencia,

que la pequeña llevaba a los más extremos lími-

tes del mimo y la mala crianza.

Si aún en los últimos tiempos Berta cuidaba

siempre de sus hijos, al nacer Bertita olvidóse ca-

si del todo de los otros. Su solo recuerdo la horro-

rizaba, como algo atroz que la hubieran obliga-

do a cometer. A Mazzini, bien que en menor

grado, pasábale lo mismo. No por eso la paz

había llegado a sus almas. La menor indisposi-

ción de su hija echaba ahora afuera, con el te-

rror de perderla, los rencores de su descenden-

cia podrida. Habían acumulado hiel sobrado

tiempo para que el vaso no quedara distendido,

y al menor contacto el veneno se vertía afuera.

Desde el primer disgusto emponzoñado habían-

se perdido el respeto; y si hay algo a que el

hombre se siente arrastrado con cruel fruición es,

cuando ya se comenzó, a humillar del todo a

una persona. Antes se contenían por la mutua

falta de éxito; ahora que éste había llegado, ca-

da cual, atribuyéndolo a sí mismo, sentía mayor

la infamia de los cuatro engendros que el otro

habíale forzado a crear.

Con estos sentimientos, no hubo ya para los cua-

tro hijos mayores afecto posible. La sirvienta los

vestía, les daba de comer, los acostaba, con vi-

sible brutalidad. No los lavaban casi nunca. Pa-

saban todo el día sentados frente al cerco,

abandonados de toda remota caricia. De este

modo Bertita cumplió cuatro años, y esa noche,

resultado de las golosinas que era a los padres

absolutamente imposible negarle, la criatura tu-

vo algún escalofrío y fiebre. Y el temor a verla

morir o quedar idiota, tornó a reabrir la eterna

llaga.

Hacía tres horas que no hablaban, y el motivo

fue, como casi siempre, los fuertes pasos de

Mazzini.

—¡Mi Dios! ¿No puedes caminar más despacio?

¿Cuántas veces…?

—Bueno, es que me olvido; ¡se acabó! No lo

hago a propósito.

Ella se sonrió, desdeñosa: —¡No, no te creo tanto!

—Ni yo jamás te hubiera creído tanto a ti… ¡tisi-

quilla!

—¡Qué! ¿Qué dijiste?…

—¡Nada!

—¡Sí, te oí algo! Mira: ¡no sé lo que dijiste; pero te

juro que prefiero cualquier cosa a tener un padre

como el que has tenido tú!

Mazzini se puso pálido.

—¡Al fin! —murmuró con los dientes apretados—.

¡Al fin, víbora, has dicho lo que querías!

—¡Sí, víbora, sí! Pero yo he tenido padres sanos,

¿oyes?, ¡sanos! ¡Mi padre no ha muerto de deli-

rio! ¡Yo hubiera tenido hijos como los de todo el

mundo! ¡Esos son hijos tuyos, los cuatro tuyos!

Mazzini explotó a su vez.

—¡Víbora tísica! ¡eso es lo que te dije, lo que te

quiero decir! ¡Pregúntale, pregúntale al médico

quién tiene la mayor culpa de la meningitis de

tus hijos: mi padre o tu pulmón picado, víbora!

Continuaron cada vez con mayor violencia, has-

ta que un gemido de Bertita selló instantánea-

mente sus bocas. A la una de la mañana la lige-

ra indigestión había desaparecido, y como pasa

fatalmente con todos los matrimonios jóvenes

que se han amado intensamente una vez siquie-

ra, la reconciliación llegó, tanto más efusiva

cuanto infames fueran los agravios.

Amaneció un espléndido día, y mientras Berta se

levantaba escupió sangre. Las emociones y ma-

la noche pasada tenían, sin duda, gran cul-

pa.Mazzini la retuvo abrazada largo rato, y ella

lloró desesperadamente, pero sin que ninguno se

atreviera a decir una palabra.

A las diez decidieron salir, después de almorzar.

Como apenas tenían tiempo, ordenaron a la sir-

vienta que matara una gallina.

El día radiante había arrancado a los idiotas de

su banco. De modo que mientras la sirvienta de-

gollaba en la cocina al animal, desangrándolo

con parsimonia (Berta había aprendido de su

madre este buen modo de conservar la frescura

de la carne), creyó sentir algo como respiración

tras ella. Volvióse, y vio a los cuatro idiotas, con

los hombros pegados uno a otro, mirando estu-

pefactos la operación… Rojo… rojo…

—¡Señora! Los niños están aquí, en la cocina.

Berta llegó; no quería que jamás pisaran allí. ¡Y ni

aun en esas horas de pleno perdón, olvido y feli-

cidad reconquistada, podía evitarse esa horrible

visión! Porque, naturalmente, cuando más inten-

sos eran los raptos de amor a su marido e hija,

más irritado era su humor con los monstruos.

—¡Que salgan, María! ¡Échelos! ¡Échelos, le digo!

Las cuatro pobres bestias, sacudidas, brutalmen-

te empujadas, fueron a dar a su banco.

Después de almorzar salieron todos. La sirvienta

fue a Buenos Aires y el matrimonio a pasear por

las quintas. Al bajar el sol volvieron; pero Berta

quiso saludar un momento a sus vecinas de en-

frente. Su hija escapóse enseguida a casa.

Entretanto los idiotas no se habían movido en to-

do el día de su banco. El sol había traspuesto ya

el cerco, comenzaba a hundirse, y ellos conti-

nuaban mirando los ladrillos, más inertes que

nunca.

De pronto algo se interpuso entre su mirada y el

cerco. Su hermana, cansada de cinco horas pa-

ternales, quería observar por su cuenta. Detenida

al pie del cerco, miraba pensativa la cresta.

Quería trepar, eso no ofrecía duda. Al fin deci-

dióse por una silla desfondada, pero aun no al-

canzaba. Recurrió entonces a un cajón de kero-

sene, y su instinto topográfico hízole colocar ver-

tical el mueble, con lo cual triunfó.

Los cuatro idiotas, la mirada indiferente, vieron

cómo su hermana lograba pacientemente do-

minar el equilibrio, y cómo en puntas de pie

apoyaba la garganta sobre la cresta del cerco,

entre sus manos tirantes. Viéronla mirar a todos

lados, y buscar apoyo con el pie para alzarse

más.

Pero la mirada de los idiotas se había animado;

una misma luz insistente estaba fija en sus pupi-

las. No apartaban los ojos de su hermana mien-

tras creciente sensación de gula bestial iba

cambiando cada línea de sus rostros. Lentamen-

te avanzaron hacia el cerco. La pequeña, que

habiendo logrado calzar el pie iba ya a montar a

horcajadas y a caerse del otro lado, seguramen-

te sintióse cogida de la pierna. Debajo de ella,

los ocho ojos clavados en los suyos le dieron

miedo.

—¡Soltáme! ¡Déjame! —gritó sacudiendo la pier-

na. Pero fue atraída.

—¡Mamá! ¡Ay, mamá! ¡Mamá, papá! —lloró im-

periosamente. Trató aún de sujetarse del borde,

pero sintióse arrancada y cayó.

—Mamá, ¡ay! Ma. . . —No pudo gritar más. Uno

de ellos le apretó el cuello, apartando los bucles

como si fueran plumas, y los otros la arrastraron

de una sola pierna hasta la cocina, donde esa

mañana se había desangrado a la gallina, bien

sujeta, arrancándole la vida segundo por segun-

do.

Mazzini, en la casa de enfrente, creyó oír la voz

de su hija.

—Me parece que te llama—le dijo a Berta.

Prestaron oído, inquietos, pero no oyeron más.

Con todo, un momento después se despidieron,

y mientras Berta iba dejar su sombrero, Mazzini

avanzó en el patio.

—¡Bertita!

Nadie respondió.

—¡Bertita! —alzó más la voz, ya alterada.

Y el silencio fue tan fúnebre para su corazón

siempre aterrado, que la espalda se le heló de

horrible presentimiento.

—¡Mi hija, mi hija! —corrió ya desesperado hacia

el fondo. Pero al pasar frente a la cocina vio en

el piso un mar de sangre. Empujó violentamente

la puerta entornada, y lanzó un grito de horror.

Berta, que ya se había lanzado corriendo a su

vez al oír el angustioso llamado del padre, oyó el

grito y respondió con otro. Pero al precipitarse en

la cocina, Mazzini, lívido como la muerte, se in-

terpuso, conteniéndola:

—¡No entres! ¡No entres!

Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre.

Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y

hundirse a lo largo de él con un ronco suspiro.

EL ALMOHADÓN DE PLUMAS

Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia,

angelical y tímida, el

carácter duro de su marido heló sus soñadas ni-

ñerías de novia. Lo

quería mucho, sin embargo, a veces con un lige-

ro estremecimiento

cuando volviendo de noche juntos por la calle,

echaba una furtiva

mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde

hacía una hora. El,

por su parte, la amaba profundamente, sin darlo

a conocer.

Durante tres meses--se habían casado en abril--

vivieron una dicha

especial. Sin duda hubiera ella deseado menos

severidad en ese rígido

cielo de amor, más expansiva e incauta ternura;

pero el impasible

semblante de su marido la contenía en seguida.

La casa en que vivían influía no poco en sus es-

tremecimientos. La

blancura del patio silencioso--frisos, columnas y

estatuas de

mármol-producía una otoñal impresión de pala-

cio encantado. Dentro, el

brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño

en las altas

paredes, afirmaba aquella sensación de des-

apacible frío. Al cruzar de

una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda

la casa, como si un

largo abandono hubiera sensibilizado su reso-

nancia.

En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el

otoño. No obstante,

había concluido por echar un velo sobre sus an-

tiguos sueños, y aún

vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar

en nada hasta que llegaba su marido.

No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ata-

que de influenza que se arrastró insidiosamente

días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin,

una tarde pudo salir al jardín apoyada en el bra-

zo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De

pronto Jordán, con honda ternura, le

pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en

seguida en sollozos, echándole los brazos al

cuello. Lloró largamente todo su espanto

callado, redoblando el llanto a la menor tentati-

va de caricia. Luego

los sollozos fueron retardándose, y aún quedó

largo rato escondida en

su cuello, sin moverse ni decir una palabra.

Fué ese el último día que Alicia estuvo levanta-

da. Al día siguiente

amaneció desvanecida. El médico de Jordán la

examinó con suma

detención, ordenándole calma y descanso ab-

solutos.

--No sé--le dijo a Jordán en la puerta de calle,

con la voz todavía

baja.--Tiene una gran debilidad que no me ex-

plico, y sin vómitos,

nada... Si mañana se despierta como hoy,

llámeme en seguida.

Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta.

Constatóse una anemia

de marcha agudísima, completamente inexpli-

cable. Alicia no tuvo más

desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte.

Todo el día el

dormitorio estaba con las luces prendidas y en

pleno silencio.

Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia

dormitaba. Jordán vivía

casi en la sala, también con toda la luz encendi-

da. Paseábase sin

cesar de un extremo a otro, con incansable obs-

tinación. La alfombra

ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormi-

torio y proseguía su

mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a

su mujer cada vez que

caminaba en su dirección.

Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones,

confusas y flotantes al

principio, y que descendieron luego a ras del

suelo. La joven, con los

ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino

mirar la alfombra a uno

y otro lado del respaldo de la cama. Una noche

se quedó de repente

mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gri-

tar, y sus narices y

labios se perlaron de sudor.

--¡Jordán! ¡Jordán!--clamó, rígida de espanto, sin

dejar de mirar la

alfombra.

Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer

Alicia dió un alarido

de horror.

--¡Soy yo, Alicia, soy yo!

Alicia lo miró con extravío, miró la alfombra, vol-

vió a mirarlo, y

después de largo rato de estupefacta confronta-

ción, se serenó. Sonrió

y tomó entre las suyas la mano de su marido,

acariciándola temblando.

Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un

antropoide, apoyado en

la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en

ella los ojos.

Los médicos volvieron inútilmente. Había allí de-

lante de ellos una

vida que se acababa, desangrándose día a día,

hora a hora, sin saber

absolutamente cómo. En la última consulta Alicia

yacía en estupor

mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a

otro la muñeca inerte.

La observaron largo rato en silencio y pasaron al

comedor.

--Pst...--se encogió de hombros desalentado su

médico.--Es un caso

serio... poco hay que hacer...

--¡Sólo eso me faltaba!--resopló Jordán. Y tam-

borileó bruscamente

sobre la mesa.

Alicia fué extinguiéndose en subdelirio de ane-

mia, agravado de tarde,

pero que remitía siempre en las primeras horas.

Durante el día no

avanzaba su enfermedad, pero cada mañana

amanecía lívida, en síncope

casi. Parecía que únicamente de noche se le

fuera la vida en nuevas

olas de sangre. Tenía siempre al despertar la

sensación de estar

desplomada en la cama con un millón de kilos

encima. Desde el tercer

día este hundimiento no la abandonó más. Ape-

nas podía mover la cabeza.

No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le

arreglaran el

almohadón. Sus terrores crepusculares avanza-

ron en forma de monstruos

que se arrastraban hasta la cama y trepaban di-

ficultosamente por

la colcha.

Perdió, luego, el conocimiento. Los dos días fina-

les deliró sin cesar

a media voz. Las luces continuaban fúnebremen-

te encendidas en el

dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la

casa, no se oía más

que el delirio monótono que salía de la cama, y

el rumor ahogado de

los eternos pasos de Jordán.

Murió, por fin. La sirvienta, que entró después a

deshacer la cama,

sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.

--Señor--llamó a Jordán en voz baja.--En el al-

mohadón hay manchas que

parecen de sangre.

Jordán se acercó rápidamente y se dobló a su

vez. Efectivamente, sobre

la funda, a ambos lados del hueco que había

dejado la cabeza de

Alicia, se veían manchas de sangre.

--Parecen picaduras--murmuró la sirvienta des-

pués de un rato de

inmóvil observación.

--Levántelo a la luz--le dijo Jordán.

La sirvienta lo levantó, pero en seguida lo dejó

caer, y se quedó

mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber

por qué, Jordán sintió

que los cabellos se le erizaban.

--¿Qué hay?--murmuró con la voz ronca.

--Pesa mucho--articuló la sirvienta, sin dejar de

temblar.

Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente.

Salieron con él, y

sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y

envoltura de un tajo.

Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dió

un grito de horror

con toda la boca abierta, llevándose las manos

crispadas a los

bandós:--sobre el fondo, entre las plumas, mo-

viendo lentamente las

patas velludas, había un animal monstruoso, una

bola viviente y

viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le

pronunciaba la boca.

Noche a noche, desde que Alicia había caído

en cama, había aplicado

sigilosamente su boca--su trompa, mejor dicho--

a las sientes de

aquella, chupándole la sangre. La picadura era

casi imperceptible. La

remoción diaria del almohadón había impedido

sin duda su desarrollo,

pero desde que la joven no pudo moverse, la

succión fué vertiginosa.

En cinco días, en cinco noches, había vaciado a

Alicia.

Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio

habitual, llegan a

adquirir en ciertas condiciones proporciones

enormes. La sangre humana

parece serles particularmente favorable, y no es

raro hallarlos en los

almohadones de pluma.

A LA DERIVA

El hombre pisó algo blancuzco, y en seguida sin-

tió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al

volverse con un juramento vio una yaracacusú

que, arrollada sobre sí misma, esperaba otro

ataque.

El hombre echó una veloz ojeada a su pie, don-

de dos gotitas de sangre engrosaban dificulto-

samente, y sacó el machete de la cintura. La

víbora vio la amenaza, y hundió más la cabeza

en el centro mismo de su espiral; pero el mache-

te cayó de lomo, dislocándole las vértebras.

El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las

gotitas de sangre, y durante un instante con-

templó. Un dolor agudo nacía de los dos puntitos

violetas, y comenzaba a invadir todo el pie.

Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañue-

lo y siguió por la picada hacia su rancho.

El dolor en el pie aumentaba, con sensación de

tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintió

dos o tres fulgurantes puntadas que, como

relámpagos, habían irradiado desde la herida

hasta la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna

con dificultad; una metálica sequedad de gar-

ganta, seguida de sed quemante, le arrancó un

nuevo juramento.

Llegó por fin al rancho y se echó de brazos sobre

la rueda de un trapiche. Los dos puntitos violeta

desaparecían ahora en la monstruosa hinchazón

del pie entero. La piel parecía adelgazada y a

punto de ceder, de tensa. Quiso llamar a su mu-

jer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de

garganta reseca. La sed lo devoraba.

-¡Dorotea! -alcanzó a lanzar en un estertor-. ¡Da-

me caña1!

Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre

sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto

alguno.

-¡Te pedí caña, no agua! -rugió de nuevo-. ¡Da-

me caña!

-¡Pero es caña, Paulino! -protestó la mujer, es-

pantada.

-¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!

La mujer corrió otra vez, volviendo con la dama-

juana. El hombre tragó uno tras otro dos vasos,

pero no sintió nada en la garganta.

-Bueno; esto se pone feo -murmuró entonces, mi-

rando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso.

Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carne

desbordaba como una monstruosa morcilla.

Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos

relampagueos y llegaban ahora a la ingle. La

atroz sequedad de garganta que el aliento pa-

recía caldear más, aumentaba a la par. Cuando

pretendió incorporarse, un fulminante vómito lo

mantuvo medio minuto con la frente apoyada en

la rueda de palo.

Pero el hombre no quería morir, y descendiendo

hasta la costa subió a su canoa. Sentose en la

popa y comenzó a palear hasta el centro del Pa-

raná. Allí la corriente del río, que en las inmedia-

ciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría an-

tes de cinco horas a Tacurú-Pucú.

El hombre, con sombría energía, pudo efectiva-

mente llegar hasta el medio del río; pero allí sus

manos dormidas dejaron caer la pala en la ca-

noa, y tras un nuevo vómito -de sangre esta vez-

dirigió una mirada al sol que ya trasponía el

monte.

La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un

bloque deforme y durísimo que reventaba la ro-

pa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pan-

talón con su cuchillo: el bajo vientre desbordó

hinchado, con grandes manchas lívidas y terri-

blemente doloroso. El hombre pensó que no

podría jamás llegar él solo a Tacurú-Pucú, y se

decidió a pedir ayuda a su compadre Alves,

aunque hacía mucho tiempo que estaban dis-

gustados.

La corriente del río se precipitaba ahora hacia la

costa brasileña, y el hombre pudo fácilmente

atracar. Se arrastró por la picada en cuesta arri-

ba, pero a los veinte metros, exhausto, quedó

tendido de pecho.

-¡Alves! -gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó

oído en vano.

-¡Compadre Alves! ¡No me niegue este favor! -

clamó de nuevo, alzando la cabeza del suelo. En

el silencio de la selva no se oyó un solo rumor. El

hombre tuvo aún valor para llegar hasta su ca-

noa, y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó

velozmente a la deriva.

El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa

hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, en-

cajonan fúnebremente el río. Desde las orillas

bordeadas de negros bloques de basalto, as-

ciende el bosque, negro también. Adelante, a

los costados, detrás, la eterna muralla lúgubre,

en cuyo fondo el río arremolinado se precipita en

incesantes borbollones de agua fangosa. El pai-

saje es agresivo, y reina en él un silencio de

muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza

sombría y calma cobra una majestad única.

El sol había caído ya cuando el hombre, semi-

tendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento

escalofrío. Y de pronto, con asombro, enderezó

pesadamente la cabeza: se sentía mejor. La

pierna le dolía apenas, la sed disminuía, y su pe-

cho, libre ya, se abría en lenta inspiración.

El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se

hallaba casi bien, y aunque no tenía fuerzas para

mover la mano, contaba con la caída del rocío

para reponerse del todo. Calculó que antes de

tres horas estaría en Tacurú-Pucú.

El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia

llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la

pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre

Gaona en Tacurú-Pucú? Acaso viera también a

su ex patrón misterDougald, y al recibidor del

obraje.

¿Llegaría pronto? El cielo, al poniente, se abría

ahora en pantalla de oro, y el río se había colo-

reado también. Desde la costa paraguaya, ya

entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río

su frescura crepuscular, en penetrantes efluvios

de azahar y miel silvestre. Una pareja de gua-

camayos cruzó muy alto y en silencio hacia el

Paraguay.

Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba

velozmente, girando a ratos sobre sí misma ante

el borbollón de un remolino. El hombre que iba

en ella se sentía cada vez mejor, y pensaba en-

tretanto en el tiempo justo que había pasado sin

ver a su ex patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez

no, no tanto. ¿Dos años y nueve meses? Acaso.

¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.

De pronto sintió que estaba helado hasta el pe-

cho.

¿Qué sería? Y la respiración…

Al recibidor de maderas de misterDougald, Lo-

renzo Cubilla, lo había conocido en Puerto Espe-

ranza un viernes santo… ¿Viernes? Sí, o jueves…

El hombre estiró lentamente los dedos de la ma-

no.

-Un jueves…

Y cesó de respirar.

¿Nos gustaron los cuentos?

Nuestras opiniones:

Estas son las opiniones personales acerca de los

cuentos del autor uruguayo, Horacio Quiroga,

escritas por los alumnos de la generación 2002

del Colegio Richard Anderson.

Su forma de escribir

Manuela Torrado

Los cuentos de Horacio Quiroga son muy

fuertes. Su forma de escribir es fría, trágica y du-

ra. Yo pienso que en la mayor parte de los casos

habla con la verdad, a veces plantea cosas que

pasan de verdad en la vida cotidiana. Para mí,

ese es su toque, lo que lo hace diferente entre

tantos, y especial al mismo tiempo. También me

parece que tal vez, hay otros escritores a quie-

nes les gustaría escribir y expresarse de la misma

forma, pero no lo hacen por miedo a ser recha-

zados o criticados.

Todos, o la mayoría, conocemos su historia, tan-

tas tragedias, en algún momento de tu vida te

afectan. Si me lo preguntan, yo diría que de to-

dos modos, él tan mal no estaba, sino que se

centraba en expresar sus sentimientos con las

historias y libros que escribía, buscando de algún

modo, que sea su escudo protector.

El diccionario

Juan Ignacio Barbosa

Para mí el señor Horacio Quiroga plasma en

sus cuentos un vocabulario que pocos pueden

igualar porque escribe de tal forma que vos

sentís en piel propia lo que el protagonista del

cuento está sintiendo. Por eso yo voy a hacer mi

comentario basándome en algunos de los tantos

cuentos que él escribió.

En ¨La Gallina Degollada¨ tanto como en ¨El Al-

mohadón de Plumas¨ el autor Horacio Quiroga

juega con la concientización de las personas

contra las enfermedades y contra la discrimina-

ción de las personas enfermas.

En ¨A la Deriva¨ Horacio Quiroga demuestra el

dolor que siente el cazador. Y por todos estos

puntos yo recomiendo todos los libros y cuentos

del señor Horacio Quiroga.

Mi opinión positiva

Federico Pellegrin

Mi opinión sobre los tres cuentos: "La Gallina

Degollada", "El Almohadón de Plumas" y "A la

Deriva", escritos por el escritor uruguayo, Horacio

Quiroga, es casi totalmente positiva. Según lo

que he leído y escuchado, algunos critican las

producciones de Quiroga debido a su conteni-

doviolento y, algunas veces dramático. Yo disfru-

to mucho de leer esta clase de contenido, ya

que me parece interesante.

El cuento que más disfruté fue "El Almohadón de

Plumas" debido al tema principal: un matrimonio

frío y duro. El que menos disfruté fue "A la Deriva",

por el simple hecho que me pareció muy común

y corto.

La historia que elegiría

MaiaRetamoso

Me parece que los cuentos de Quiroga son

muy tristes, es decir, nunca pasa nada bueno.

Pero la escritura que él tiene me gusta. Si tuviera

que decidirme en una historia, elegiría “A la De-

riva”, pero yo le agregaría algo más en el final,

por ejemplo qué pasa con la esposa, o algo pa-

recido.

La historia que más me atrapó

Madelón Moreira

A mí me gustaron los cuentos. El que más me

atrapó fue “La Gallina Degollada”, me encantó

el relato y de qué trataba. Soy de las personas a

quienes les gusta “un final feliz” pero sé que en

los cuentos de Quiroga no va a ser “un final fe-

liz”.” El Almohadón de Plumas” me gustó, pero a

su vez me daba miedo acostarme y que “mi al-

mohadón” me chupe la sangre. Lo que me gusta

mucho de los cuentos, es que tienen mucha in-

triga y me parece muy interesante que el escritor

en algún lugar del cuento explique el título de la

historia.

Los tristes cuentos de Quiroga

Gastón Martínez

A mí los cuentos me gustaron porque me

transmitieron una moraleja y un poco de pena,

mi cuento favorito fue “La Gallina Degollada”

porque me parece que todos los niños, tengan

problemas o no, deberían ser queridos y cuida-

dos, yo pienso que se vengaron por no haber si-

do queridos.

Horacio Quiroga, maestro ¿bueno o malo?

Julia Gatti

A mí, la verdad, ni me gusta ni no me gusta

Horacio Quiroga. Me gusta porque escribe bien,

de una manera distinta a otros escritores pero sus

historias son escalofriantes y un poco desagra-

dables, pero con la vida que tuvo, entiendo por

qué escribe así.

Me gusta cómo usa los adjetivos y cómo se ex-

presa, pero me hubiera gustado más si hubiera

escrito cuentos más lindos para grandes, porque

los cuentos de la selva son lindos pero para chi-

cos.

No me gusta Quiroga porque cuando hace histo-

rias o le pone un toque triste o asqueroso aunque

lo hace para que sea más realista, y funciona, no

me gustan mucho esas cosas.

Si a ustedes les gustan los cuentos más por el

contenido que por cómo está escrito, no se los

recomiendo, pero si les gusta más cómo está es-

crito se lo recomiendo mucho porque escribe

muy bien y distinto a los demás escritores.

Cuentos que deben ser leídos

Virginia Villar

Tanto La Gallina Degollada como El Almo-

hadón de Plumas y A la Deriva, son cuentos

trágicos que hacen reflexionar y de alguna ma-

nera, reflejan las tragedias que sucedieron a lo

largo de la vida del escritor.

En mi opinión son cuentos que les pueden gustar

a todos más allá que este no sea su tipo de escri-

tura preferido. Aunque a algunos les puede pa-

recer un poco chocante, el autor tiene un uso

del lenguaje y los “indicios” tan buenos que

atrapará a todos los lectores.

Por todas estas razones, creo válido decir que

estos son grandes cuentos y clásicos de la litera-

tura de nuestro pa

Cómo me atrapó Quiroga

Agustín Montero

Por último diré mi opinión de los cuentos. No

me acabaron de convencer. Me gustó cómo te

ambientaba y cómo te ponía en situación. De

alguna forma te hacía sentir el dolor de los per-

sonajes. Lo que no me gustó fue cómo cerraba

las historias. Todos terminaban con una muerte y

punto. Si le hubiese dado un poco más de “aper-

tura” al final, me hubiese gustado más. El cuento

que más me gustó fue el de “A la Deriva”, los

demás se contaban más como una anécdota

irreal. Se lo recomendaría a muchas personas

porque todos pensamos diferente.

Un cuentista único

Martina Kehyaian

Los libros y cuentos de Horacio Quiroga me

parecen interesantes y muy únicos.

La mayoría de las personas no leen libros de

Quiroga o los critican ya que piensan que son

de terror, tristes o demasiado dramáticos y esto

puede ser que sea verdad, pero si solo se lee el

cuento solo. Si uno piensa y lee cuidadosamen-

te, se puede dar cuenta de que hay un signifi-

cado para las metáforas. Pero como todo, hasta

que no se prueba no se sabe. Y si en el peor de

los casos Horacio Quiroga no te gusta, seguro

aprendiste algo de su forma de escribir. Tres de

sus cuentos más conocidos son: “La gallina de-

gollada”, “A la deriva”, y “El almohadón de

plumas”. En cuanto a complejidad, el más difícil

de entender me parece que es: “A la deriva”.

Pero si relees cuando no entiendes, es un gran

cuento para leer. En cuanto a qué tan dramáti-

co y/o triste (yo creo), el más triste es “La gallina

degollada”. Este de todos modos ¡es mi favorito

de estos tres! Y en cuanto a calidad les reco-

miendo todos los cuentos del libro “Cuentos de

locura, amor y muerte”.

Finalmente, en mi opinión si se le da una opor-

tunidad a Quiroga, él te sorprenderá página tras

página.

El mago de la escritura

Sofía Hernández

La gallina degollada”, me pareció una histo-

ria muy entretenida, este cuento mantiene lec-

tor entretenido e intrigado por lo que sucederá

después, por otro lado, no me esperaba un final

tan trágico como aparece en la historia pero a

pesar de eso me parece un cuento muy llamati-

vo y entretenido.

”El almohadón de plumas”, este en particular

me llamó mucho la atención porque me impre-

sionó mucho la parte que descubren que un bi-

cho le estaba chupando la sangre a Alicia, pero

también me pareció un poco exagerado por-

que cómo no se dieron cuenta antes de que

había un bicho cuando hacían la cama, es ge-

neral me pareció un cuento muy lindo.

“A la deriva”, este cuento no me gustó tanto

como los demás, aunque me pareció muy bue-

na la descripción del autor sobre los diferentes

escenarios en los que se situaba el protagonista

en el cuento.

En mi opinión me encanta cómo escribe Hora-

cio Quiroga, por su riqueza de lenguaje y más

que nada por el género en el que escribe: Dra-

ma. Por supuesto voy a seguir leyendo cuentos

de Horacio Quiroga, me parece que dentro de

unos días empiezo a leer “ LosMensú”, ya que

me lo recomendó mi abuelo.

Quiroga y sus cuentos magníficos

Santiago Caprario

Si bien no todos los cuentos de Quiroga son

muy didácticos, en mi opinión son bastante en-

tretenidos por lo siguiente:

Horacio Quiroga narraba muy bien el horror y la

violencia que esconde la naturaleza. Por eso la

mayoría de los cuentos de este autor terminan

en la muerte. Yo creo que eso le da un toque ca-

racterístico a sus cuentos, un toque dramático.

También por su vocabulario bastante difícil de

entender. Por ejemplo: -Los dolores fulguran-

tes…-

Por todo esto yo creo que los cuentos de Horacio

Quiroga no son para que los niños los lean, sino

para adolescentes y adultos por el vocabulario,

la trama y el final de los cuentos. No muchos es-

critores escriben así, lo cual los hace más intere-

santes.

Uno de los mejores libros que leí en mi vida

Ignacio Yaci

La verdad que me gustaron mucho las tres histo-

rias de Quiroga, me parece que es el mejor es-

critor que leí en la vida, eso sí, pensá que yo no

leo mucho. Cada historia habla un poco de su

vida, que fue dura. Me encantó la manera que

tiene de describir las cosas, son especiales ,otra

cosa, pone adjetivos muy extraños que por lo

general los sacás por contexto.

Malas historias, excelente escritura

Helena Previtali

De los tres cuentos opino que tengo opciones

muy variadas respecto a la trama de las historias.

“El almohadón de plumas” me encantó, la tra-

ma, muy bueno. Lo único que se puede cambiar,

son los muebles y el estilo de la casa, poniéndole

así un estilo más familiar. El lenguaje utilizado en

la historia es perfecto. La protagonista da una

imagen sintonizada con la historia. “A la deriva”

no me gustó en absoluto, a excepción de la

descripción. Y con eso uno puede encontrarse

en todas las historias de Horacio Quiroga. La his-

toria no tiene nada interesante y tiene final abier-

to, cosa que odio. La historia no me llamó la

atención, pero tiene un final que me encantó; la

historia tiene que seguir. Horacio Quiroga siem-

pre me pareció aburrido y depresivo, pero

cuando escribe dramas lo hace muy bien.

¿Cuál elegir?

Paula Lipiec

Entre los tres cuentos el que más me gustó es

“La gallina degollada”. El mensaje que los cuen-

tos me transmitieron fue que son historias profun-

das pero macabras, que atrapan fácilmente al

lector.

Creatividad y buena escritura, todo en uno

Micaela Hernández

Lo que yo pienso sobre estos cuentos es que son

muy originales, pero a la vez melancólicos y ca-

da uno con un muerto al final. Pienso que cada

uno nos brinda un mensaje diferente. Lo que no

me gustó de “La Gallina Degollada” fue que los

padres de los idiotas fueran lo suficientemente

inconscientes como para no darse cuenta del

mal que le hacían a los cuatro hijos. Me pareció

que terminó con un final muy macabro. Sé que

degollar a alguien es bastante feo. Aun así fue el

que más me gustó porque era el más interesan-

te.

Su espléndida manera de escribir

Carolina Gatti

Para mí Horacio Quiroga es un buen escritor, pe-

ro sus historias no me gustan mucho. Su léxico y

su manera de escribir son buenas, pero su con-

tenido no me llama mucho la atención. Además,

su manera de escribir, a veces, es ruda y seca,

generalmente eso hace que la historia sea más

interesante, pero en algunas ocasiones parece

que sea “bruto”.

Algo que no me gusta es que siempre al final

muere alguien. Capaz que él quería expresar lo

que sintió a lo largo de su vida.

A mí me hubiese gustado que explique lo que

pasó con el resto de las personas. Por ejemplo:

cuando la esposa del protagonista de “A la deri-

va” se dio cuenta que el señor no volvía ¿Cómo

reaccionó?, o cuando murió Bertita en “La Galli-

na Degollada” ¿Qué hicieron los padres? ¿se

suicidaron?

Esta fue mi opinión personal, probablemente no

todos estén de acuerdo conmigo porque todos

pensamos y tenemos opiniones distintas.

Ahora van nuestras historias….

¿Por qué?

No satisfacían sus esperanzas. Y en ese ar-

diente anhelo que se exasperaba en razón de su

infructuosidad, se agriaron. Hasta ese momento

cada cual había tomado sobre sí la parte que le

correspondía en la miseria de sus hijos; pero la

desesperanza de redención ante las cuatro bes-

tias que habían nacido de ellos echó afuera esa

imperiosa necesidad de culpar a los otros, que

es patrimonio específico de los corazones infe-

riores.

Por esto decidieron ir a un orfanato cerca de la

ciudad, fue allí donde encontraron a Esther. Una

niña llevada allí por su tía ya que su padre había

muerto por un síncope y su madre en un acci-

dente automovilístico. Ella era sana y llena de

esperanzas, apasionada por el arte pero lo que

Berta y Mazzini no sabían era que escondía un vil

secreto detrás de su dulce apariencia.

Esther fue llevada a su nuevo hogar donde co-

noció a sus nuevos hermanos, estos la recibieron

con alegría y rápidamente entablaron amistad

con ella. Los problemas comenzaron el primer

día de clases, cuando Esther es avergonzada por

Brenda, una de las niñas de su clase, que desde

el primer instante se odiaron con frenesí mutua-

mente. Por esto, Esther la empuja en el tobogán

siendo Max su hermano más pequeño quien pre-

senció esa escena dejando a la pequeña niña

desangrada en un estado de letargo.

Max vertiginosamente fue a remitirle a su madre

la situación que acaeció:

- ¡Mamá, vení, mirá lo que hizo Esther!- dijo Max

con una honda parsimonia.

- ¿Qué hizo?- dijo Berta sollozando.

Max la llevó en picada hacia donde unos minu-

tos después la madre encontraría a una niña que

yacía en una hoya en el parque.

Berta empezó a declinar pero se constató que

había sido un accidente, dejando a su hijo como

un mentiroso.

Ya en su casa, Berta le cuenta a Mazzini lo que

había ocurrido, sintiéndose más aliviada. Mazzini

empieza a ver a Esther como un peligro. Inme-

diatamente Berta envía una foto e información

de la niña para que se sepa cuál era su verda-

dera identidad. La situación empeora cuando

Esther arranca las flores de azahar de la hija no

nacida de Berta. Aquellas rosas eran especiales

para Berta, debido a que allí estaban las cenizas

de su hija. Berta la toma de los brazos a modo de

reprimenda y Mazzini presencia la escena. Para

ganarse la confianza de su padre adoptivo y

desprestigiar a Berta, esta se rompe el brazo, y

cuando él va a verla en su habitación, le dice

que fue por la manera en que Berta la tomó por

los brazos, lo que hace discutir a la pareja, como

ya era costumbre.

Una noche, mientras Esther se estaba bañando,

Dylan entra al cuarto de Mateo, su hermano me-

llizo y le suplica que le diga con todos los deta-

lles lo que había ocurrido con las flores, para evi-

tar que sus padres sigan discutiendo. Esther oye

esto a través de la puerta de la habitación y se

anticipa a llegar antes que Dylan, para agarrar la

evidencia.

Luego de una larga charla con su hermano, su

coraje se engrosó.

Dylan salió a enfrentar a su nueva hermana que

parecía una estuca.

-¡Lo sé todo y tengo evidencias, ahora sí te des-

cubrí, te vas a ir directo al limbo pequeña y agria

criatura! - clamó Dylan.

-¿Qué he hecho?

Esther se heló y sus manos zumbaban de tantos

nervios, luego se le irradió la lamparilla y mostró

una expresión de hilaridad.

Más tarde cuando Esther llegó a su cuarto, vio un

rayo de luz irradiado en el espejo, formando un

arcoíris, lo que la ayudó a tranquilizarse, luego

siguió planeando cómo eliminar las pruebas. En-

tonces entró a la casa del árbol de Dylan con él

adentro y la incendió. Pero esta vez cometió un

grave error, cuando estaba preparando las co-

sas para el homicidio, se le cayeron las llaves es-

trepitosamente, haciendo que Berta la escucha-

ra y presenciara el crimen.

Días después llegan los documentos de la niña

que parecían falsos, ya que no existía partida de

nacimiento pero sí, una partida de defunción…

Sally Hensen

Actos paranormales

Pasados ya tres años desde la muerte de su hija,

el matrimonio de Mazzini y Berta se fue volviendo

cada vez más como la hiel. Debido a su temor a

que sucediera algo similar, decidieron sacrificar

a los cuatro hijos idiotas que les quedaban, ya

no había remedio.

A horcajadas, Mazzini llevó a sus cuatro hijos

hasta un lejano y antiguo trapiche en la cima de

un monte para acabar con la vida de sus cuatro

hijos. Caminó en picada hacia el molino y ase-

sinó a sus hijos de tal manera que no podrían so-

brevivir al sacrificio y que no generara polémica

alguna en el pueblo. Descendiendo por la coli-

na, escuchó sonidos extraños cercanos a él, pe-

ro los ignoró.

Durante un largo tiempo nada acaeció, y disfru-

taron de sus tranquilas vidas y redimidas de sus

problemáticos hijos hasta que una noche, el ma-

trimonio se vio obligado a despertarse debido a

unos extraños estrepitosos ruidos provenientes de

la cocina.

-¿¡Qué es eso!? -clamó Berta atemorizada-.

-No lo sé, parece ser un sollozo- respondió Maz-

zini mientras salía de la habitación para ir a ver lo

que sucedía.

Con una gran parsimonia y muy aterrorizado,

Mazzini se dispuso a ir a la cocina. Con el co-

razón en la garganta, examinó aquella habita-

ción y solo encontró una pequeña hoya en una

vasija de metal, lo que le pareció extraño. Al día

siguiente, actos similares se repitieron, lo que

provocó que la relación del matrimonio se agria-

ra nuevamente. Día tras día, hechos peores su-

cedían sin cesar hasta que debido al temor, de-

cidieron marcharse a otro sitio lejano, lo que

modificó totalmente su inercia.

En su nuevo hogar, Mazzini y Berta conocieron a

Jorge, un amigable hombre de mediana edad

quien era cura, por lo que decidieron comentar-

le acerca de los terroríficos hechos que ocurrie-

ron en su anterior hogar.

-Lo que sucede, es que su casa está bajo el ata-

que de almas malignas, que no fueron encerra-

das en el limbo-.

-¿De qué se trata esto Jorge?- preguntó Berta.

-Son espíritus en busca de venganza, hay que

tener precaución con ellos-.

-¿Y hay algo que pueda matarlos?- preguntó.

-Sí- asintió.- La sal.

Al día siguiente, Mazzini y Berta fueron a visitar a

Jorge. Al llegar a su vivienda, se dieron cuenta

que la puerta estaba abierta por lo que sin pen-

sarlo dos veces, ingresaron rápidamente. Allí él

estaba, yacía en el suelo desangrándose, modi-

ficando por completo la extrema limpidez de la

vivienda, lívido y con una gangrenosa piel, había

sido asesinado con frenesí. Inesperadamente, la

puerta por la que habían ingresado se cerró, y

una extraña voz se escuchó desde otra habita-

ción diciendo "no viviría mucho". Sin dudarlo,

Mazzini se dispuso a seguir esa voz. Al ingresar a

la habitación, se figuraba una persona que pose-

ía un rostro con un intenso grado de hilaridad.

Era una irradiada y pálida luz que desapareció

rápidamente. Berta, quien se encontraba en el

hall de la casa junto al cuerpo de Jorge, al ver

que su marido se demoraba en volver, se dispu-

so a buscarlo. Quedó paralizada debido a un

estertor que escuchó detrás de ella, se dio la

vuelta rápidamente y vio a su marido.

-¡Casi me matas del susto!- mantuvo la calma.

-Disculpa, no fue mi intenciónn- replicóóMazzini.

De repente, el matrimonio quedó pálido al escu-

char un extraño mugido y al ver cuatro extrañas

y fulgurantes luces que había engrosado.

-¡Corre!- clamó Mazzini.

Aterrorizados, Mazzini y Berta comenzaron a co-

rrer para intentar escapar pero no lo lograron, ya

que todas las puertas al exterior estaban tranca-

das. Subieron por las escaleras al sector superior

de la casa. Al tiempo que Mazzini buscaba una

ruta de escape, Berta se declinaba por las esca-

leras para cuidar que las extrañas figuras no lo-

graran alcanzarlos y atacarlos. Mazzini como no

encontró ninguna ruta, decidió buscar algún

elemento o sustancia que pudiera retardar el pa-

so de los espíritus.

-¡Encontré sal!- dijo Mazzini alzando un recipiente

de vidrio con sal.

-¡Dámela!- respondió Berta al tiempo que los

espíritus iban camino hacia ellos.

Mazzini le entregó el recipiente con sal a Berta y

esta se encargó de bordear el marco de la

trampilla de madera que los separaba de las es-

caleras.

-Sigue buscando una ruta, ¡No tenemos mucho

tiempo!- explicó Berta.

-En eso estoy- replicó Mazzini.

Mazzini siguió buscando, hasta que encontró una

pequeña ventana. Estaba en un punto alto de la

casa.

-Intentaré llegar a ella- dijo Mazzini mientras co-

locaba muebles acumulados para poder alcan-

zar la ventana redoblando el esfuerzo. Una vez

que Mazzini hubo terminado de colocar los

muebles, los espíritus lograron ingresar a la habi-

tación donde Mazzini y Berta se encontraban. El

matrimonio no tenía con qué defenderse, por lo

que los espíritus lograron capturarlos. Los llevaron

a una habitación oscura debajo de la vivienda,

en donde los espíritus repetían una vez tras otra

la palabra "venganza". Luego de repetirla por-

cuarta vez, tomaron a Berta y la ahogaron en un

caldero. Una vez concluida esta atrocidad, co-

menzaron a repetir la palabra "caldear". Luego

de repetirla por cuarta vez, tomaron el mismo frío

caldero que habían utilizado para asesinar a Ber-

ta, y lo completaron con agua hirviendo, en

donde ahogaron a Mazzini.

Esta serie de brutales asesinatos, remitió la mal-

dición de estos cuatro espíritus en busca de san-

gre y venganza.

Baiehta

Los idiotas Mazzini-Ferraz

Cuando los cuatro idiotas degollaron a su her-

mana Bertita Mazzini Ferraz, no solo se llevaron a

la inocente niña, sino que también se llevaron

una parte de sus padres. Como era de esperarse,

Mazzini y Berta estaban en un profundo frenesí.

En el funeral ninguno mostró ningún tipo de

emoción, lo único que hicieron fue dejar unos

azahares en la lápida. Cualquiera que los viese

pensaría que eran estucos.

Muchas cosas cambiaron con la muerte de Berti-

ta, sobre todo los padres. Sus apariencias eran

viles y desastrosas. Berta en lugar de tener su pe-

lo lacio y recogido, lo tenía suelto y crispado.

Mazzini en vez de estar bien vestido y perfuma-

do, se la pasaba con la misma ropa por días (al

igual que su mujer, que ya ni bandós usaba) y

con mal olor. En cuanto a los idiotas, nadie sabía

bien qué pasaba por sus mentes, como usual-

mente. Pero la sirvienta (que remitía a los padres

de sus hijos nuevamente, y seguía fiel a la familia

a pesar de su actitud hiel), de vez en cuando se

preguntaba si lo que habían hecho era para “re-

dimir” a sus padres, de Bertita, y finalmente con-

seguir su atención. O simplemente fue un acto

con insidia que clamó justicia. Pero ahora Maz-

zini y Berta no solo ignoraban y despreciaban a

sus hijos, ellos simplemente ignoraban al mundo.

Pues para ellos su mundo ya había acabado…

En el momento que Berta vio el charco de san-

gre, su mundo se heló. Sus lágrimas perlaron el

suelo, y a su cuerpo le dolía todo y nada a la

vez. Pero cuando Mazzini vio que su única hija

sana yacía en síncope, sus ojos en blanco, su

brazo lívido… Fue lo más desgarrador que le

pasó a Mazzini. El hecho de que era causado por

sus hijos idiotas desagradole, nunca había esta-

do tan dolido. Desde ese momento fue como si

hubiesen entrado en un letargo interminable. Sus

rostros no mostraban tristeza, sino cierto tipo de

hilaridad forzada. Todo lo hacían con parsimonia

que al cabo de un tiempo resultaba frustrante

para cualquiera que estuviera cerca. Y cuando

se angustiaban causaban un estertor estrepitoso.

Jamás lloraban…

Siempre vivieron en un pequeño pueblo, así que

es de imaginarse que ya eran muy conocidos:

“los hijos idiotas Mazzini-Ferraz”. Pero cuando

Bertita murió, los comentarios fueron descen-

diendo. Cuando unas vecinas pasaban por la

propiedad Mazzini-Ferraz vieron a la sirvienta

afuera, pero no le dieron importancia. De todos

modos cuando la vieron que sollozaba sin cesar,

todos creyeron que la historia de idiotez habíase

repetido. Una gran cantidad de personas se

agrió cuando constatóse la muerte de la peque-

ña. Así estando muy acumulado el lugar donde

acaeció la recepción funeraria. De todos modos

siempre había alguien que comentaba cómo

siempre Berta vestía las mismas ropas y no eran

tan fulgurantes como antes, o cómo los únicos

seres que pasábanse por su casa eran las mos-

cas, y cómo el único sonido eran estas

quezumbaban. Y, tambiéncómo se notaba que

la pareja se ahogaba en sus angustias, que ca-

da día engrosaban más.

Lo que no sabían es que desde que Bertita murió,

ambos padres empezaron a sentir su voz repeti-

damente en sus cabezas. Su tono vertiginoso con

cierta inercia. Desde la primera vez ella les de-

cía: “Mamá, papá, por favor no lloren”, y así fue.

Todos los días era como entrar en la sangrienta

cocina de nuevo, su dolor redoblando día a día.

Levantarse y tener que ignorar sus emociones.

Todos los días así, sin poder expresarse, con

miedo, acompañados, pero solos. Como sus

hijos: los idiotas Mazzini-Ferraz.

Anush

Familia en peligro

“Nada acaeció, sin embargo, y los padres pusie-

ron en su hija toda su complacencia…”

A pesar de ser mimada por sus padres las 24

horas del día, Bertita se sentía aburrida al no te-

ner nadie con quien jugar, a menos que le gusta-

ra sentarse en un banco todo el día mirando el

horizonte y la fulgurante luz del sol al declinar y a

las abejas que zumbaban en los azahares. Quer-

ía una hermana con quien jugar, y pronto sus

padres comenzaron a notar ese sentimiento en

su hija. Ellos, ante el temor de que naciera otro

niño idiota, deciden adoptar una niña.

Cuando el matrimonio llegó al orfanato

“Hermanas de María”, fueron atendidos por la

hermana Irene. Esta los llevó al salón. Encontrá-

banse allí todas las niñas. Algunas corrían, otras

charlaban, bailaban y cantaban; no podían de-

cidir cuál adoptar. Berta observó una niña de

diez años, apartada de todas las demás, en un

rincón, dibujando. Se acercaron y estuvieron un

rato hablando con ella, destacando lo bien que

dibujaba. La niña se llamaba Ester. El matrimonio

se quedó sorprendido por la madurez y buena

educación que mostraba Ester, por lo que deci-

dieron adoptarla. Tan pronto como la hermana

Irene tuvo listos los documentos, Ester empacó

sus cosas para irse a la casa de los Mazzini-

Ferraz.

La familia quedó encantada con ella, y Berti-

ta más que nunca. Jugaban todo el tiempo hasta

el anochecer. Nada acaeció en las primeras

semanas.

Cierto día, la hermana Irene fue a visitarlos.

Ester, temerosa de que la fueran a llevar al orfa-

nato nuevamente, le dijo a Bertita:

-Una mujer mala vino a buscarme; necesito tu

ayuda.

Dos días después Berta recibió una intrigante

llamada desde el orfanato en busca de noticias

sobre la hermana Irene, quien no había retorna-

do allí desde su visita a los Mazzini-Ferraz. Berta

se quedó helada, y mientras le contaba a su ma-

rido, llamó a la policía. Estos encontraron man-

chas de sangre a unos 500 metros de su residen-

cia, y no muy lejos, encontraron un cadáver, que

luego fue identificado como la hermana Irene.

Constatóse un comportamiento inusual en Ester,

aunque ella afirmaba que no había tenido nada

que ver con la muerte de Irene. Mazzini no esta-

ba de acuerdo con Berta, y se desataron varias

discusiones por este tema, que agriaron su rela-

ción. A pesar de ello, Berta llamó al orfanato y

solicitó más información sobre los antecedentes

de conducta de Ester.

Días más tarde, confirmaron que Ester había

estado internada en un hospital psiquiátrico lla-

mado Saarne por cierto tiempo, desconociendo

el motivo.

Una mañana, unos gritos desesperados sorpren-

dieron a Berta. Al escuchar que provenían de

Bertita, que jugaba en el patio con Ester, acudió

en su ayuda; tan horrible fue lo que observó, que

se puso pálida, sus piernas se aflojaron y se

desmayó.

Al despertar en una cama del hospital, con

un fuerte dolor en su cabeza que remitía poco a

poco, Berta escuchó el relato de su esposo: “Ber-

tita fue atacada por sus cuatro hermanos inten-

tando matarla. Se salvará, pero está en un esta-

do delicado. Fue Ester quien vio lo sucedido e in-

tentó ayudarla”.

La palabra “Ester” le hizo recordar lo que vio en

el patio.

- ¿¡Dónde está esa víbora tísica!?-gritó Berta. Y

salió corriendo en un estado de frenesí en busca

de Ester. La encontró sentada en la sala de espe-

ra.

- ¡Tú, ser vil y despreciable! ¡Querías matar a mi

hija!

Y recibe un golpe en su cara. Cuando se prepa-

raba para darle otro, Mazzini se interpone entre

ellas.

- ¿Qué haces? ¡Ella no fue! ¡Tranquilízate!

En ese momento, llegaron los médicos, quienes

le inyectaron a Berta un medicamento para

tranquilizarla.

Luego de unas horas, Berta despertó de su letar-

go en la misma cama de hospital, con sábanas

de gran limpidez. Junto a ella no estaba su mari-

do sino una enfermera, quien, con cierta inercia,

le dijo que Mazzini se había ido a la casa con Es-

ter y los cuatro idiotas. Tras llamarlo por teléfono

varias veces y no tener respuesta, decidió co-

municarse con el instituto psiquiátrico donde

había estado Ester para saber por qué estuvo allí,

convencida de que ella fue la que intentó matar

a Bertita. Horrorizada, escuchó de la alteración

psiquiátrica de Ester y de su fuerte impulso de

atacar y matar a los demás. Berta quedó parali-

zada, con su rostro crispado y escalofríos co-

rriendo por su cuerpo. Intentó llamar por última

vez a su marido, y al no ser atendida, huyó del

hospital hacia su casa en forma vertiginosa. La

familia Mazzini-Ferraz corría peligro de muerte.

Mientras, en la casa, Mazzini sollozaba an-

gustiado. Su mujer estaba loca (según él) y su

adorada hija yacía en el hospital. Deambulaba

por la casa sin saber qué hacer cuando desa-

gradóle una sensación de frío acero en su es-

palda. Con una mirada furtiva descubre a Ester

tras él atacándole con un cuchillo insidiosamen-

te. Su sangre se heló su nariz y labios se perlaron

de sudor. Clamó piedad, en síncope casi.

Solo quedaban los estucos idiotas, que, al obser-

var esta escena, sintieron que estaban en peligro

y corrieron a encerrarse en su cuarto. Ester fue

tras ellos con gran parsimonia y con muestras de

hilaridad en su rostro. De pronto, sintió un estrepi-

toso grito a lo lejos:

- ¡Víbora tísica! ¿¡Dónde estás!?

Se escuchó un abrir y cerrar de puertas. Traba-

das en violenta lucha, Ester y Berta alertaron a los

cuatro hermanos.

Cuando el acero hiere su pierna, Berta cae al pi-

so y las gotitas de sangre engrosaban, tanto que

borbollones de sangre salían de la herida. En ese

momento, un estertor sacudió su cuerpo; Berta

cerró sus ojos, esperando morir.

De pronto, sintió cómo alguien se desplomó so-

bre ella. Abrió sus ojos, y vio a Ester encima de

ella, con un cuchillo atravesando su corazón; y

los cuatro idiotas a su lado…

Basado en la película: “La

huérfana”

Krueger

Una amistad perdida

Paulino volvió a sentir un dolor muy fuerte

que le recorrió todo el cuerpo.

El río siguió emanando agua, hasta que el lo-

te se quedó estancado contra una rama. Bajó

del bote y nadó hacia la orilla. Se sentía extraño

y sin fuerzas, una suave brisa lo arrastraría.

Llegó a su casa y su esposa Margarita ni se

inmutó.

Paulino le dijo con alegría:

-¡Volví, por fin, ya no siento nada! ¡Estoy mejor! -

dijo contento.

Margarita estaba sentada mirando la entra-

da. Tenía cara de angustia y de tristeza. Estaba a

punto de llorar.

Paulino enojado, le tocó la espalda y se heló

del susto. Un escalofrío recorrió su espalda hasta

la cadera. Al instante intentó tomar la mano de

Margarita, no alcanzando el objetivo.

Posteriormente ella fue a caldear agua a su

cocina para un té, para esperarlo. Paulino veía

cómo ella lo esperaba a la vez que sollozaba de

angustia.

Los insectos de la selva zumbaban de un la-

do a otro, lo que le trajo recuerdos y sentimien-

tos a Margarita, como cuando aquella vez juntos

pelaron fruta, y varias abejas llegaron hacia

ellos, por el aroma y la dulzura de la misma.

Cuando acaeció esa melancolía llegó Alves,

el amigo de Paulino. Este se enteró que Paulino

había estado gritando su nombre varias veces.

Margarita le contó toda la historia. Alves se

sintió mal y devastado por no poder ayudar.

Paulino vio que su amigo le mentía, por la

manera de hablar. Lo conocía tanto como su

hermano. Entonces constatóse que Alves prefirió

cesar de responderle cuando estaba en apuros,

lo que lo hizo irradiar de enojo.

Alves salió apresurado a buscar a Paulino.

-Margarita, vuelvo a las 12:00 -dijo Alves.

-Está bien, llevale esto si el pie sigue hinchado,-

atribuyéndole esto a la picadura- de surtir efecto

la hinchazón iría descendiendo.

Allá marchó río abajo. Durante el camino

clamó varias veces su nombre.

-¡Paulino, Paulino! ¿Dónde estás amigo?

Cuando estaba por volver, vio un bote enca-

llado contra la orilla como a 200m, no lo podía

creer, su cuerpo yacía en el interior. Alves no

daba crédito de lo que veía: su amigo de toda la

vida había fallecido a causa de una simple mor-

dedura de serpiente.

¿Qué le diría a Margarita? Seguro terminaría

redoblando esos sentimientos que agriaron por

completo su vida.

Cuando llegó al rancho de Paulino, Margari-

ta estaba con un cuchillo en su cuello, a punto

de cometer un gran error.

-¡Margarita! ¿Qué hacés?-gritó Alves estrepito-

samente.

-¡Todo fue mi culpa, nunca voy a poder redimir

esta situación!

-¿Por qué dices eso? Fue mi culpa por no escu-

charlo -dijo Alves.

-¡Está en el limbo por mi maldita culpa!

-¡Él no quiso ayudar cuando estaba sufriendo un

síncope!

-¡Paulino! -exclamó desesperadamente.

-¿Cómo puedes ser tan estuco cuando alguien

se está por sacrificar por ti y ya causaste una

muerte? Ni siquiera luces crispado. ¡Cuando

volvía por la picada, me di cuenta que nunca

me quisiste ayudar!-exclamó Paulino con una

voz sombría.

-¿Cómo? -preguntó Alves haciéndose pasar por

ingenuo.

-¡No te hagas el tonto, todos sabemos que me

negaste tu ayuda! Ahora no podes declinar tu

responsabilidad.

La nueva viuda, en un total estado de letar-

go, tomó el cuchillo, recorrió su cuello con él ti-

ñendo su blusa de rojo. La honda herida causó el

peor de los efectos bajo la furtiva mirada de Al-

ves que no daba crédito de lo que veía.

Alves intentó declinar su responsabilidad, pe-

ro su conciencia no se lo permitió. La inercia de

los hechos, golpeaban una y otra vez en su inter-

ior.

Su alma jamás alcanzaría total limpidez. Úni-

camente introduciendo su cuerpo en una hoya,

Alves lograría superar la culpa que no le permitía

continuar su vida.

Tal era su hiel, que daría cualquier cosa por

volver el tiempo atrás.

De ahí en más, cada mañana despertaba

con el deseo de compartir horcajadas por el

campo con su gran amigo.

AntoineL

La Insiria

“Nació así una niña. Vivieron dos años con la

angustia a flor de alma, esperando siempre otro

desastre. Nada acaeció, sin embargo, y los pa-

dres pusieron en ella toda su complacencia, que

la pequeña llevaba a los más extremos límites

del mimo y la mala crianza.”

El tiempo siguió pasando, nadie pensó que

viviría para iniciarse en la escuela rural de la zo-

na. Los mimos, gustos y caprichos que Bertita

tenía en su casa, se contraponían al sentir que

viviría en la escuela. No mantuvo buenos víncu-

los con sus compañeros de clase, la rechaza-

ban, no la aceptaban, pero en realidad, le ten-

ían miedo. Más tarde fue evidente, que estos

chicos, algo percibían. Más de una vez, ella los

pescó diciéndose secretos, pero nunca pudo

saber qué era. Suponía que estaban siempre

hablando de sus cuatro hermanos idiotas. Quiso

entablar relación con una niña y sentóse a su la-

do, pero al otro día, la niña estaba en otro banco

y así siempre. Una vez, Bertita le preguntó por

qué se alejaba y la niña lo negó, a lo que Bertita

respondió:

-¡No me niegues, no me niegues lo que veo,

siempre te cambias de lugar!-sollozaba al tiem-

po que zumbaban en la clase los gritos que da-

ba.

-¡Yo no soy idiota como mis hermanos!

Bertita no era ajena a ese temor, por el con-

trario, lo sabía, incluso lo disfrutaba, lo saborea-

ba, pero aumentaba su crispado carácter que lo

irradiaba negativamente a la clase ante hechos

como este.

En la escuela, hubo un niño, Fulgencio Suá-

rez, que la provocaba, la molestaba insidiosa-

mente, incluso enfadándola, llegando a veces a

carcajearse, dejándola en evidencia frente a los

demás.

Una noche crepuscular, Fulgencio fue encon-

trado en el trapiche de Don Pascual, muerto, pe-

ro no por ahogo, sino por unas hondas que le de-

jaron engrosado y lívido el cuello con marcas. El

estudio forense arrojó que hubo muertode un

síncope, y no por las heridas desangrándolo a

borbollones, gangrenoso, como se podría pen-

sar, ya que además, la sangre no estaba en la

ropa que vestía. Los vecinos creyeron que un

asesino andaba suelto y buscando por los cami-

nos, nada encontraron. El inspector pasó el tiem-

po investigando, pero nunca se encontró un cul-

pable, si es que lo había.

Una noche como tantas, a la hora de cenar,

Bertita miraba a sus padres. Otra discusión se

plantaba en la mesa. Sentóse bien en la silla. En

sus cortos años, casi púber , tenía una clara es-

tadística del motivo de todas las discusiones. Di-

ciéndose palabrotas que aumentaban en ordi-

nariez, a esto se sumaban las burlas en la es-

cuela. Siempre estaban relacionadas con sus

cuatro idiotas hermanos. Era hora de pensar y

planificar un cambio que diera paz, principal-

mente a sus padres. Fue así que una noche,

Mazzini y Berta viéronla pasar de su cuarto al

baño, pero vertiginosamente se volvieron a dor-

mir y a emitir estertores. Sin embargo, ella rauda

y furtiva en su accionar puso en práctica el plan.

El mayor ni los ojos abrió. El del medio, solo

llegó a morder su lengua y nada más. Pero los

mellizos, que tenían una pizca de viveza, quisie-

ron gritar, pero la rapidez casi sobrenatural de

Bertita, lo impidió. Fulgurante con ella misma y

con total tranquilidad, se volvió a acostar.

Al amanecer fue una mañana como tantas:

despertar, desayunar y salir para la escuela. Pero

al volver a casa, llantos de alegría y tristeza la

inundaron de abrazos. Eran sus padres y la niñera

que cuidaba a sus hermanos. De ninguno salió

palabra, pasábanse de abrazo en abrazo, de so-

llozo en sollozo.

Casualmente el resultado forense comunica-

do a sus padres, coincidía con el del niño en-

contrado en el trapiche.

Todos, los médicos, los veterinarios, la gente

del pueblo, enfocaban sus ojos a una pobre rata

manca de color perlado, que habían visto en la

misma época de los hechos acaecidos. Sin duda

que aquel animal extraño era el culpable, más

aún si nadie la había podido atrapar.

Desde ese día y todos los días Bertita da por

finalizada su jornada, regando cuatro azahares

nuevos y frescos que su padre plantó en un hoyo

rodeado con canteros de estuco moldeados a

mano y pintados color ocre, el mismo día que

sus cuatro hermanos fueron encontrados sin vida,

dormidos en sus camas

BACHICHA

Apariciones con indica-

ciones

Dorotea comenzaba a sentir la inercia en su ruti-

na, luego de que se hubo enterado que su espo-

so no iba a regresar a acompañarla. Desde ese

momento, sólo caminaba con parsimonia, reali-

zaba sus tareas y volvía a la estancia a dormir.

Un día esto fue interrumpido por un sonido:

-Soy yo.

Apenas escuchó el sonido se dio la vuelta pero

sólo para ver dos círculos fulgurantes semejantes

a ojos, que se desvanecieron en un instante. No

le hizo caso y se convenció de que solo eran sus

oídos que zumbaban.

Al otro día, Dorotea hizo

una salida hacia el obraje para conseguir algu-

nos paños. Entonces se encontró con una figura.

La mujer se heló. No pudo distinguir quién era

pero sí sabía que esa figura, que yacía sobre un

árbol, era humana.

Luego del incidente, Dorotea intentó dormir, y

como era de esperarse, no pudo. Se le ocurrió

visitar el trapiche, cerca de donde acaeció el

encuentro. Había tomado rumbo por la picada y

apenas llegó al lugar, volvió a ver una figura, y

esta vez pudo reconocer sus rasgos faciales y

ese aura un poco vil.

-¿Quién sos? - preguntó tartamudeando del sus-

to. Ya se le habían crispado los brazos.

No obtuvo respuesta.

-¿Paulino? ¿Sos vos? - clamó Dorotea. Sollozaba.

Sus ojos se perlaron de lágrimas.

Esta vez sí obtuvo respuesta pero se le remitía

através de una carta y luego de entregársela a

la mujer, el cuerpo lívido se desvaneció entre la

niebla, dejándola parada frente a un árbol con

una hermosa flor de azahar. En la carta constató-

se:

“Hola. Soy yo. Te estoy hablando desde este lim-

bo que me tiene atrapado. Se me ha traído aquí

por mis acciones con insiria e idiotismo. Tú con tu

limpidez, debes redimir mi cuerpo de esta estre-

pitosa prisión. Mi cuerpo está en un bote des-

cendiendo el río y se debe declinar hacia el oes-

te donde debes encontrar unos borbollones de

agua. Está en estado de coma, se está hinchan-

do y debe tener un lustre gangrenoso. ¡Libéra-

me!”

Sus sentimientos se agriaron y el plan desagra-

dolo. Sentía como si sus pulmones hubieran en-

grosado y salido de su torso. Decidió salir a la

madrugada.

Tuvo una mala noche y nunca llegó a un estado

de letargo como lo hacía habitualmente, pero

igual zarpó lo antes que pudo hacia el río. No fue

tan difícil encontrar el cuerpo que yacía con una

expresión de frenesí en el rostro. Se agachó y al

acercarse a su cara, el cuerpo saltó y la agarró

del cuello hasta que ya no pudo respirar.

Sesos de Alga

La flor de azahar

Alicia murió, por fin, de un síncope.

Su marido, muy agraviado por su muerte, fue al

funeral, al que solo asistieron muy pocas perso-

nas debido a su poca relación social. Algunos de

ellos perlaron el helado ataúd de lágrimas.

Jordán pudo reconocer al médico, que había

tratado de hacer lo imposible por salvar a Alicia.

Al declinar el sol, Jordán quedó solo en el ce-

menterio y decidió regresar a casa. En su co-

razón ya no habitaba el amor que sentía por Ali-

cia. El dolor lo había transformado en un corazón

frío como el estuco.

Jordán recorrió con parsimonia el largo trayecto

que lo separaba del cementerio. En el camino,

apenas se cruzó con unos pocos animales furti-

vos. De pronto, el cielo crepuscular se encrespóy

la lluvia comenzó a caer a borbollones.

Descendiendo vertiginosamente logró llegar al

patio blanco y silencioso de su casa.

Cuando Jordán entró notó algo extraño. Era na-

tural que la casa estuviera a oscuras, porque

había caído la noche; sin embargo, recordó

haber dejado algunas velas encendidas. En-

contró en el suelo las velas, como si alguien las

hubiera apagado al pasar, involuntariamente.

De repente, se escuchó un ruido estrepitoso pro-

veniente del segundo piso. Jordán subía las es-

caleras cautelosamente cuando sintió un golpe

seco en el jardín.

Rápidamente corrió al cuarto de Alicia y com-

probó que la ventana estaba abierta. El dormito-

rio se encontraba igual, salvo por la ventana y

una flor de azahar que yacía en el piso sobre un

bandós.

Era lo que él temía, alguien había entrado en su

casa y se había escapado al escucharlo entrar.

Jordán,mirando por la ventana, se puso llívido al

ver a una persona huyendo por el jardín.A los

pocos días, cuando constátose que un antropoi-

de se encontraba en la almohada de Alicia, su

marido salió del hondo letargo en que se había

sumido.

Todos pensaron que el animal (que zumbaba

mucho) había sido la causa de la muerte: él

había engrosadoy había adelgazado a Alicia,

provocándole un estado gangrenoso, hasta que

en un último estertor terminó muriendo de un

síncope..

Recién dos semanas después, el detective que

Jordán contrató pudo aclarar el asunto. El azahar

fue la clave que los hizo sospechar a los dos.

Esta flor se emplea con fines medicinales o te-

rapéuticos, y solían los médicos envolverlas en

faja y llevarla siempre consigo.

Paralelamente, se supo que el animal que se en-

contró en la almohada de Alicia no picaba.

Descubrieron que el vil asesino de Alicia había

sido el médico, que había subrepticiamente co-

locado al animal sobre la almohada para des-

pistar.

Envuelto en un frenesí de venganza, y agriado

por un problema que acaeció en el pasado, este

viejo enemigo de la familia de Alicia la buscó

durante años hasta encontrarla, pero esa es otra

historia para contar…

Calipso

La venganza de Alicia

Después de la muerte de Alicia, Jordán parecía

estar normal. Por fuera estaba todo lo bien que

podía estar, pero por dentro se sentía una perso-

na vil. Todos creían que él estaba hecho de es-

tuco, porque nadie sabía lo que sufría y el frío

que sentía en su alma.

Para Jordán, Alicia estaba en el limbo. Él creía

que todavía podía salvarla, pero no estaba se-

guro si podría hacerlo.

La noche siguiente, a través de la picada, fue

hasta un obraje, cerca de una hoya y un trapi-

che, donde Alicia solía ir. Les preguntó a las per-

sonas de allí si sabían lo que le había pasado a

su esposa, pero acaeció algo muy extraño: al

hablar con los individuos que pasaban, nadie la

recordaba.

Enfrente, en el banco donde se sentaba Alicia,

yacía una carta. Él la estaba alzando, cuando

empezó a sentirse mareado. Mientras leía, fue

lentamente que empezó a declinar de un lado a

otro. Al terminar sufrió un síncope que cayó en

un profundo letargo.

En su sueño, que parecía muy real, empezó a ver

distintas cosas que le resultaron muy extrañas.

Este comenzaba cuando él era un niño. Se en-

contraba en una escuela enorme, donde había

poca luz y estrepitosos ruidos. Al dirigirse a su

habitación, Jordán sintió que alguien o algo hab-

ía mugido, pero este sonido era distinto a los

otros, más bien parecía un gemido. Él no se

asustó de inmediato, porque estaba acostum-

brado a este tipo de sonidos de la noche. Pero

pasado un momento, se encrespó y huyó verti-

ginoso de ese lugar sombrío.

Cuando ya estaba en la cama, Jordán advirtió

una sombra intimidante. Era la de un hombre, al-

to, grande, con una postura demasiado rígida. Al

levantarse para ver quién estaba allí, no en-

contró nada, pero sintió un rumor de risilla muy

suave en su cabeza.

Jordán cambió de perspectiva, ahora se hallaba

en su habitación, con la claridad y limpidez de

siempre, cuando vio dos gotas de sangre que

engrosaban de la pared.

Después de un rato largo, constatóse que la

mancha de sangre había aumentado mucho,

formando la silueta de una mujer. Tenía un aire

angelical con su delicado vestido y su largo ca-

bello suelto.

Más tarde, sorprendido, notó que era el contorno

de Alicia. Inmediatamente escuchó la voz de la

mujer que sollozaba, igual que cuando estuvo

con Jordán en el jardín de su casa.

El hombre se paró enseguida y con una mirada

furtiva la vio. Mantuvo distancia de ella. Alicia

había cambiado. Sus ojos se perlaron y el resto

de sus hermosas facciones se agriaron. Tenía la

piel gangrenosa y lívida.

A su alrededor zumbaban muchas luciérnagas

de una luz fulgurante. Lo habían irradiado todo

en la habitación.

Alicia envuelta en un frenesí, dijo con insiria, en

una voz grave y profunda, antes de un ligero es-

tertor:

- No niegues que te avisé. Te dije hace un tiem-

po que no me buscaras, pero no me hiciste caso.

Estoy aquí para comunicarte que me voy. Ya lo

decidí. Estoy dispuesta a renacer y olvidarme de

mi desdichada vida anterior y espero que vos

hagas lo mismo.

- Pero yo no estoy muerto como vos - contestó

rápido Jordán.

- ¿Seguro?

Al escuchar la última palabra de Alicia, Jordán

se percató que se encontraba descendiendo por

un túnel envuelto en una oscura y acumulada

bruma, hasta que, por fin, se despertó. Se estaba

viendo a sí mismo tendido en la cama y escuchó

a la empleada hablando con un médico:

- Doctor, ¿usted está seguro que murió por la

misma razón que Alicia?

- Sí, es una enfermedad muy extraña. El paciente

cae en un sueño del cual no puede despertar.

Esto empieza a matarlo, pero nosotros lo vemos

a él como si estuviera despierto. Es como si estu-

viera sonámbulo. Pero lo extraño de esto es

cómo se durmió. Solo un muerto puede hacer

esto.

- ¿Está atribuyendo la muerte de Jordán a Alicia?

- Es la opción más probable.

Piper

Intento de reconciliación

Sólo pudo echar su brazo sobre la cabeza a lo

largo de él con un ronco suspiro. Viéronla sa-

biendo que estaba muerta. No fue raro que Berta

adelgazara, y a Mazzini le desagradó lo amargo

y duradero. Los dos tenían una expresión de hila-

ridad por fuera y el estertor del pulmón picado

de Berta.

Lo único que ellos no sabían, era que Bertita no

había muerto totalmente; ella observaba en si-

lencio cómo sus padres lloraban su muerte, con

una furia creciente hacia sus estúpidos hermanos

que por celos la habían asesinado, degollándola

como la gallina que habían visto furtivamente

degollar en la cocina antes de que su madre,

crispada y llevándose las manos a los bandós, se

lo impidiese

Al cabo de un tiempo, los padres de Bertita ter-

minaron por recuperarse de tal tragedia y cuidar

de los cuatro hermanos mayores. Después, luego

de dos duros años de trabajo en su crianza por

parte de Mazzini y Berta, mejoraron, y ya no eran

cuatro antropoides hechos de masas de piel,

hueso y carne inservibles.

Al ver esto Bertita quedó totalmente deprimida

de tantos celos y tristeza, al ver que sus padres

ya no sentían un dolor crudo por ella, esta triste-

za se convirtió en rencor, en rencor a sus herma-

nos y sus padres también. Luego de esos dos

años, sus hermanos habían estado madurando

como unos niños fuertes y saludables, pero eso

no hacía más que engrosar su odio hacia su an-

tigua familia. En ese punto los oídos le zumbaban

de furia.

Una noche, justo después del crepúsculo, fue al

dormitorio del hermano mayor, agarró su cuello,

y lo asfixió apretándolo. Sus ojos se perlaron de

lágrimas y el sudor no remitía. Para el niño esta

experiencia fue aterradora, porque él soloveía

un montón de nada que lo ahogaba. Y los pa-

dres no escuchaban nada debido a que su dor-

mitorio estaba lejos de los dormitorios de los ni-

ños. Prosiguió así con los demás hermanos. Pero

dudó al llegar al dormitorio de sus padres que

con la puerta abierta paseábanse alrededor de

la alfombra. Su madre sentóse, si la viera así en

el pasado habría corrido a su encuentro.

Constatándose la verdad se preguntó: ¿Acaso

debía matarlos?¿Podría siquiera lograr intentar-

lo? Simplemente decidió que ya era suficiente

sufrimiento para sus padres cargar con la muerte

de sus hermanos. Pero quedó como fantasma

por la eternidad. Nunca llegó a reconciliarse

consigo misma ni con nadie más. Y clamó su

eterna ira, amarga y depresiva. Lívida, y en una

vil parsimonia de sentimientos, vagó por siempre

abolida y sin la oportunidad de redimirse en la

inercia de su letargo imaginario caminando en-

tre los azahares de su jardín.

Darkfairy

Un final alternativo La pequeña, habiendo logrado calzar el pie iba

ya a montar a horcajadas y al caerse del otro

lado, seguramente, se sintió cogida de una pier-

na. Viéronla los cuatro idiotas a su hermana caer

de forma estrepitosa y ellos con mucha parsimo-

nia salieron de su letargo y fueron corriendo tras

ella. Podía haber sucedido que encontraran a la

niña en el piso sacudiendo sus manos, pidiendo

ayuda, pero sin embargo yacía en el fondo de

un oscuro y vil pozo.

Mirando la situación, los cuatro estaban sentados

como en un limbo, donde lo único que sentían

era un olor a azahar que parecía acumulado en

el aire. Sin culpar uno al otro por lo sucedido con

su hermana, ni decir nada y casi por inercia fue-

ron cayendo al pozo arrastrados por los gritos de

la pequeña.

Sin tener idea cuán profundo era, entraron en un

frenesí mientras sus oídos zumbaban y el estertor

de su respiración ahogaba el ruido de los llantos

de Bertita.

Al caer, constataron que Bertita se encontraba

en un síncope, sus hermanos no sabían cómo

ayudarla. Uno de ellos vio que tenía la cara lívi-

da y sus ojos hinchados, este mantuvo la calma

e irradiando una extraña luz de su mirada logró

que Bertita se tranquilizara. Otro de los cuatro

idiotas crispado de nervios clamó por su madre

reiteradas veces. En cambio el idiota menor, re-

pitióse para sí mismo -¨ Todo va a estar bien¨. El

mayor de los hermanos abolido, sacó de su bol-

sillo una honday acaeció que lanzó un papel

que contenía una injuria hacia la persona que

había creado el pozo.

¨No lo niegues, el pozo lo hiciste tú¨- gritó Bertita

a uno de los hermanos.

Con mucha limpidez le contestó– ¨Yo nunca har-

ía eso Bertita¨.

Mientras su discusión engrosaba, sus padres ver-

tiginosamente aparecieron en el borde del pozo.

Al ver la situación intentaron redimir a los cuatro

idiotas diciendo que ellos no habían hecho el

pozo. En ese instante llega el vecino con una

cuerda para rescatarlos y poder sacarlos a to-

dos.

Cielo

La Muerte

-¡No entres!-¡No entres! - dijo Mazzini

Berta sollozaba al ver el mar de sangre que au-

mentaba a cada segundo, no soportó y salió al

patio, quedó helada al ver a su querida hija de-

gollada por sus cuatro hijos. Ella no creía la si-

tuación terrorífica que estaba viviendo.

Quedó estupefacta y pegó un fuerte mugido que

habría despertado a cualquiera. Se ahogaba en

los recuerdos del hondo amor que le tenía a su

hermosa hija. Esa misma noche se paralizó al ver

a su hija muer- ta

acercándose a

ella poco a

poco. De re-

pente se es-

cuchó un ruido estrepitoso que provenía del

cuarto de sus cuatro hijos y Bertita desapareció,

Berta quedó muy asustada debido a aquella ver-

tiginosa experiencia. Casi le da un síncope, la

sangre se le heló del susto, no creía lo que sus

ojos veían, -¡se sentía en una pesadilla!

Mazzini se aproximó a Berta y le preguntó:

-¿Estás bien? Te veo muy lívida – dijo

-Acbo de ver a Bertita, pero desapareció, ella

me habló con un tono insidioso, pero no descifré

lo que me quiso decir - le dijo ella asustada.

-No puede ser, descansa, tal vez estás cansada-

dijo Mazzini

Al día siguiente Mazzini se había ido de la casa y

la había dejado sola con los cuatro idiotas, ellos

zumbaban de un lado al otro todo el día, mien-

tras Berta estaba en su habitación encerrada,

lamentando la muerte de su hija, con su falta de

hilaridad acentuada. Berta vio en un espejo re-

flejada a la niña, cuando de repente se estrepitó

al piso el espejo. Ella, muy asustada, se fue de la

habitación y bajó hacia el patio. Las miradas fur-

tivas de los idiotas hacia Berta le llamaron la

atención, los idiotas se fueron acercando poco a

poco hacia ella. Aumentaban los nervios cuan-

do de repente cayó en un letargo. Mientras ella

dormitaba, todo parecía estar bien, hasta que al

despertarse vio a su esposo Mazzini crispado por

su estado. Ella estaba sufriendo de supuestas

alucinaciones, debido a la horrorosa experiencia

que había tenido la semana anterior. Berta de-

ambulaba sin rumbo alguno dentro de su fulgu-

rante casa, llorando y penando constantemente.

Dos semanas después cuando estaba toda la

familia cenado, se apagó la luz. Los idiotas redo-

blaron sus llantos cuando apareció la niña.

Bertita y los cuatro idiotas pasábanse cerca de

Mazzini y Berta cuando de repente Mazzini se

ahogó en un mar de sangre al igual que Berta.

Tiempo después cuando ya estaban investigan-

do quién había matado a la pareja Mazzini-

Ferraz, los policías no pudieron constatar quién

los podría haber matado. Pensaron que podía

haber sido un ladrón, pero no esta-

ban en lo correcto…

Ilut

Entre dos Mundos En la República Federativa de Brasil existe

el Batallón de Operaciones Policiales Es-

peciales (BOPE) que es la Tropa Élite de

las fuerzas militares. El BOPE se caracteriza

por aniquilar a los narcotraficantes de las

favelas de todo Brasil.

¿Llegarían pronto? El cielo, al poniente, se

abría ahora en pantalla de oro, y el Río Pa-

raná se había coloreado también.

Donde yacía, el BOPE comenzó a desosar

a los mayores traficantes de esa región. El

más peligroso de los traficantes se llama-

ba Paulino, y le encantaba cazar en la

selva. Y fue a él quien el BOPE decidió

atacar primero.

Para ello fueron muchos hombres, uno de

ellos era Jordán. Algunos hombres sufrie-

ron de los insectos que les zumbaban y las

vacas que con sus mugidos no los deja-

ban descansar. Con un cansancio acumu-

lado ya no resistieron. A unos cuantos los

insectos los picaron y se terminaron hin-

chando de tal manera que quedaban

irreconocibles, los dolores fulgurantes su-

cedían de continuo. Cuando uno de los

comandantes constató quién fue el que

tuvo la muerte vertiginosa, con la noticia

que remitía, heló a todo el mundo deján-

dolos estupefactos.

-¡No me diga eso comandante! ¡Por favor

que esto no sea verdad!- clamó la esposa

mientras su hija sollozaba cuando le infor-

maron la noticia.

En el mismo momento Paulino se reía es-

trepitosamente, congestionado por la

misma hilaridad ansiosa.

Los cinco agentes que sobrevivieron,

aparecieron con parsimonia por la picada

en cuesta arriba, en la madrugada del 2

de septiembre con la luna que había irra-

diado en las precarias casas. Mientras los

criminales echaban una furtiva mirada

hacia ellos, acaeció que uno de los uni-

formados se percató que los estaban mi-

rando insidiosamente a través de agujeros

que hicieron en el brillante estuco y llamó

a uno de sus compañeros para que viera

eso. A raíz de este hecho los efectivos fue-

ron redoblando la vigilancia sin cesar.

En uno de los días de vigilancia viéronla

con vestido de seda rojo a una linda mujer

de piel tostada, como toda brasilera, y un

cabello largo y crispado que le llegaba

hasta la cintura; resultó ser la hija de Pauli-

no que es el narcotraficante más vil de to-

dos. Cuando se percataron quién era, casi

les da un síncope.

Al día siguiente la chica fue a nadar a la

hoya del río y en un momento sintió que se

ahogaba, cuando alzando sus brazos

pedía ayuda apareció Jordán y con hon-

da valentía la rescató. Mientras retomaba

la respiración Jordán le pregunta cúal era

su nombre.

Y con mucha delicadeza ella le responde

“Gracias por salvarme, ¡Ah Y me llamo

Alicia!” Jordán pensó en ella día y noche

mientras sus compañeros lo convencían

de que involucrarse con la chica había

hecho caldear los ánimos entre BOPE y

criminales.

El comandante sorbió de dos tragos el va-

so de agua que tenía en su mano y muy

enojado le recrimina a su compañero “¡No

lo niegues! Fue un error enamorarte de es-

ta chica.”

A partir de lo acontecido el BOPE atacó a

disparos, hubo muchos heridos que cada

vez más engrosaban la cantidad de muer-

tos e incluso a un soldado, el pie se le veía

lívido y con lustre gangrenoso.

Los uniformados cuando derrotaron a los

criminales sintieron que se acababan de

redimir. Arrestaron a Paulino. Y qué pasó

con Alicia y Jordán se preguntarán uste-

des. Ellos se volvieron a encontrar, se ca-

saron y por lo que me contaron su luna de

miel fue un largo escalofrío...

Manalu

La Gallina

Berta, que ya se había lanzado corriendo a su

vez al oír el angustioso llamado del padre, oyó el

grito y respondió con otro. Pero al precipitarse en

la cocina, Mazzini, lívido como la muerte, se in-

terpuso, conteniéndola:

—¡No entres! ¡No entres!

Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre.

Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y

hundirse a lo largo de él con un ronco suspiro.

Tras levantarse Berta, exasperada, golpeaba la

puerta sin cesar, sollozando a medida que el río

de sangre continuaba fluyendo. Mazzini, sin em-

bargo, sabía que abrir la puerta sería solo peor.

Con una furia pocas veces vista en ella, Berta

empujó a su marido contra la mezcla de sangre

y estuco dejándolo inconsciente. Al reventar la

puerta de un empujón se heló debido a la

traumática imagen que había detrás de la puer-

ta… La cabeza de su hija ya no estaba en su lu-

gar, cada uno de los idiotas estaba sosteniendo

una extremidad de la pequeña Bertita. Los cua-

tro idiotas, al notar la mirada furtiva de su madre

soltaron el cadáver e inmediatamente intentaron

salir siguiendo el rastro de sangre. En ese mo-

mento ,Berta cerró la puerta, parecería como

que una furia demoníaca se apoderase de cada

fibra de su ser, ahorcó a los cuatro idiotas, uno

por uno, mientras las lágrimas caían de sus ojos,

ese día se escapó de la casa gritando :

–¡¡¡Bertita!!!

Esa noche, en la casa del matrimonio Mazzini

Berta, hubo un incendio, mostrando, con las ce-

nizas, una imagen de una gallina

sin cabeza.

Cuenta la leyenda que Berta se

terminó degollando a sí misma, a

los sollozos, lamentando la muerte

de su hija.

EL SEMILLA DE HUEVO $_$

Dulces sueños

Luego de varios días con su marido desapareci-

do, María decide salir a buscarlo.

-¡Amor!, ¡amor!-gritaba, pero nadie le respondía.

Luego de varias horas de búsqueda, María deci-

de volver a su casa, pero de repente se cruza

con un bote flotando solo, sin nadie dentro, o eso

parecía.

María se acerca lentamente y con cuidado,

temblorosa, mira dentro del bote, y la persona

que estaba dentro era su esposo.

María sollozando sentose en el suelo sin saber

qué hacer.

Luego de unas dos largas horas sentada, decide

mirarle la pierna a su esposo, ya que había re-

cordado que lo había picado una serpiente.

Cuando le levanta la pierna a su esposo, ve que

toda era lívida.

Luego de unos días…

Ya era el día del funeral de su esposo.

Cuando ella entra, ya había unas dos o tres per-

sonas, pero nadie más.

Pasaban las horas y cada vez eran más perso-

nas, hasta que llegaron todas y cada una de

ellas.

Luego del término del funeral, cuando ya no

había nadie María seguía sentada, no podía

creer lo que acaeció.

Un hombre que trabajaba en el lugar del funeral

la vio y le dijo que estaban cerrando el lugar.

María toma su bolsa y se marcha.

Ya llegada la noche, María se acuesta en la ca-

ma y se duerme inmediatamente.

Comienza a soñar algunas cosas extrañas, por

ejemplo una picada, y luego empieza a sentir un

estertor en su espalda, María da una furtiva mi-

rada, pero no ve nada.

Y de un momento para otro se encuentra en un

lugar oscuro, no se veía nada y no se escuchaba

nada, y luego una luz fulgurante le ilumina la ca-

ra.

Al otro día María recibe una visita de su mejor

amiga, Rosa.

Rosa le cuenta unas cosas de su casa, pero Mar-

ía no respondía a nada de lo que preguntaba, es

más ni siquieraparpadeaba.

-María, ¿estás bien?

-Sí, sí…

-Segura, porque hoy tuviste un letargo, y tú nun-

ca duermes de esa manera, siempre te levantas

temprano. En cambio, hoy estuviste durmiendo

hasta que llegué yo, si no hubiera llegado segu-

ramente seguirías durmiendo.

- ¡Ya te he dicho que sí, estoy bien!, además no

era necesario que vinieras, porque yo estoy per-

fecta.

- ¡Sí!, ¡perfectamente mal!, mira tu cara, estás

mal desde que tu marido falleció, ¡desde que se

fue al limbo!

- ¡Bueno, pero ya está!, ¡déjame en paz de una

vez!, todo bien que tú seas cristiana, ¡pero él no

lo era!

-Te respeto mucho como persona y como ami-

ga, y las dos sabemos que no estás bien, así que

he decidido algo… me vendré a vivir contigo

unos días, así te puedo vigilar bien y las dos pa-

samos un rato juntas.

Al otro día, a las ocho de la mañana, ya estaba

Rosa en la puerta de la casa de María, con dos

valijas enormes.

Unas horas más tarde, a la hora de almorzar,

María se levanta de la cama, ya que se había

vuelto a dormir luego de que llegó Rosa, y nota

que la casa estaba muy limpia y ordenada, la

limpidez de los vidrios era increíble, parecían

nuevos.

- ¡Rosa!, ¡Rosa!

- ¡Qué pasa María!

- ¡Qué estás haciendo!, mejor dicho ¡qué hiciste!

- Pues te limpié la casa, mirá antes de que em-

pieces a reclamarme los favores que te hago,

siéntate en la mesa, que ya está la comida.

- ¿Qué hiciste de almorzar?

- Antes de eso, te quería preguntar, ¿ese trapi-

che, funciona?

- No

- También tengo algo bueno que decirte, ¡tengo

la pareja perfecta para ti!, mira, dice que está

buscando a una mujer con la que pueda charlar

de cosas interesantes, mira te muestro una foto.

- Me parece una persona vil, ¡a quién se le ocu-

rre poner un aviso así en el periódico!

- A mí me parece que es una persona estrepito-

sa, pero bueno, igual dice que ya se consiguió a

alguien más. Se nota que eres una persona tan

dura como el estuco.

La cara de María denotó hilaridad, era la primera

vez que Rosa la veía de ese modo, luego que

hubo fallecido su esposo.

Ya caía la noche, y Rosa no paraba de hablar

de un montón de cosas que enojaban a María,

por ejemplo: su inercia, se levantaba tarde y se

dormía tarde. Y de que María la debía redimir de

cuidarla todo el tiempo, la cara de María era un

frenesí.

Nuevamente, María se encontraba en un nuevo

sueño extraño.Esta vez, había un enorme círculo

de fango, muy simple.Pero de repente, empiezan

a salir serpientes, muchas serpientes del círcu-

lo.María comienza a correr, sin parar.

Luego de un rato corriendo, María nota algo ex-

traño en el piso, había una hoya en el suelo.

María se sienta en esa hoya, y comienza a llorar,

sin saber qué hacer.

Llega la mañana y María se levanta, sudada se

va al baño, se mira al espejo, estaba toda roja.

-¡María me voy al obraje, porque todos tus tra-

pos están sucios!

Horas después…

-¡María ya volví!, ¿María, dónde estás?, ¡respón-

deme! ¡Me estás asustando!, ¡ahhhhhhhhhhh!

Rosa había encontrado a María gangrenosa,

muerta y con una serpiente en la

panza.

Y con una picada de serpiente en

el cuello, no había duda que María

había muerto igual que su esposo,

por una serpiente.

RI4

No te dejes engañar

Era de noche, se podía escuchar cómo las hojas

de los árboles zumbaban a causa del viento,

aunque remitía enseguida. Nos dirigíamos a un

lugar desconocido, que tal vez sería bueno para

cambiar la inercia de todos los días. Miré a mi

madre por el espejo retrovisor, respiraba con es-

tertor, me dio una furtiva mirada para luego son-

reír, aunque sabía que era solo para tranquili-

zarme y que ella se sentía igual o peor que yo.

Al llegar, me quedé esperando con mi hermano

Mateo en brazos, nos estábamos mudando a

una casa relativamente linda comparada con

las demás. Era de dos pisos, de color celeste,

con varias ventanas y una puerta enorme de

madera. Enseguida fijé mi vista en la casa veci-

na, era de un color blanco desgastado, parecía

sin pintar desde hacía años, como si estuviese

abandonada.

Esa noche no conseguí dormir demasiado debi-

do a unos estrepitosos ruidos que suponía pro-

venían de la "casa abandonada". Cuando des-

perté, el sol estaba fulgurante, así que salí a re-

correr. Pero mi recorrido no fue muy largo, ya

que al pasar con notable parsimonia por la "casa

abandonada", me topé con una niña como de la

edad de Mateo, que me habló:

-Hola, me llamo Bertita, bienvenido, quería pre-

guntarle a tu hermano si quiere ir a jugar conmi-

go a mi casa- aclaró. Bueno, si Bertita vivía en la

casa significaba que no estaba abandonada,

además parecía una niña muy amable, y era

bueno que Mateo se distrajera, tal vez consiguie-

ra redimirse de todo lo sucedido en nuestra casa

anterior.

-Ya lo llamo- le dije dirigiéndome hacia la nueva

casa.

-¡Mateo, la niña de al lado quiere invitarte a ju-

gar!

-¡Sí, decile que ya bajo!- clamó.

Así fue como me quedé solo durante un rato,

hasta que escuché los ruidos nuevamente y sentí

miedo, salí corriendo y toqué la puerta una y otra

vez, nadie atendía. Cada vez estaba más nervio-

so, me consumió el miedo, por eso, pateé la

puerta encontrándome con una mujer pálida de

mediana edad, que sollozaba y yacía en un an-

tiguo sillón de flores. Su mirada se dirigía hacia la

nada.

-¿Está mi hermano?- cuestioné en un susurro.

Aunque parecía no percatarse de mi presencia,

me señaló sin mirarme con su dedo índice un

largo y oscuro pasillo, al que me dirigí con paso

vertiginoso mirando hacia las paredes y el piso,

los cuales estaban con extrema limpidez. Al final,

había un cuadro de una familia, supuse que eran

todos los habitantes de la casa ya que estaba la

mujer del sillón sosteniendo a Bertita entre sus

brazos, mirando con desagrado a otros cuatro

chicos. Por último había un hombre, mirando a su

familia con un toque de hilaridad.

Escuché un grito de mi hermano, corrí crispado

hasta encontrarlo. Bertita constató mi presencia y

me miró con hiel mientras yo intentaba consolar-

lo.

El lugar en el que nos encontrábamos ahora era

el patio, a simple vista se podían notar: una hoya

en el piso, mucha suciedad y una fuente de

agua que salía a borbollones. Al parecer en la

casa, sólo el pasillo estaba limpio.

-¿Qué te pasó?- cuestioné finalmente, obser-

vando su lívida herida.

-Me caí- dijo cuando su llanto empezó a cesar.

-¿Querés ir a casa o te quedás?

Por lo acaecido, no me agradaba la idea de de-

jar a mi hermano, pero tampoco lo iba a obligar

a irse.

-No, ya estoy bien, me quedo.

-Nos vemos en casa entonces.

Ambos me saludaron y seguí mi camino de re-

greso al pasillo. Me llamó la atención que ahora,

se encontraba como el resto de la casa, sucio,

descuidado, sin contar que el cuadro ahora es-

taba inclinado hacia la derecha. Además ni la

mujer ni el sillón se encontraban allí, el lugar es-

taba completamente vacío. Todo esto parecía

una insiria o alguna broma de mal gusto.

Todos los hechos me agriaron el día. Aun así,

como mi recorrido había sido interrumpido iba a

comenzarlo de nuevo. El camino era en picada,

a medida que iba bajando, se hacía de noche.

Las calles y veredas se engrosaban cada vez

más, y en un momento el frío me heló. Después

de un rato de caminar, sin darme cuenta, por ir

distraído, me choqué contra un hombre vestido

de negro, del doble de mi altura, con mirada de

estuco, que al parecer desagradole mi aparien-

cia por la forma en que me miró.

Me pareció que ya era hora de regresar. Al lle-

gar, casi me da un síncope, las luces estaban

encendidas, lo cual era raro, porque mi madre

no llegaría hasta una hora después y Mateo es-

taba con Bertita en su casa. ¿O no?

Abrí la puerta despacio tratando de no hacer

ruido, estaba sin llave, aún más raro. Al entrar no

pude ver a nadie, hasta que escuché un ruido

desde arriba y me escondí. La persona estaba

bajando, pero era muy baja para ser un ladrón,

era Mateo.

-¿Qué estás haciendo en casa? ¿No estabas en

lo de la vecina?

-¿Qué vecina?

-Cata

Mi difunta ex-esposa

En el silencio agónico de la casa, no se oía más

que el delirio monótono que salía de la cama, y

el sordo retumbo de los eternos pasos de Jordán.

Alicia murió esa misma noche, la sirvienta limpió

el cuarto donde Alicia había pasado sus últimos

días y se fue.

Los años pasaron y Jordán continuó su vida. Se

casó con una mujer que conoció en uno de sus

viajes. Sara era lo opuesto a Alicia, tenía un-

carácter intenso, seria, parecía no tener corazón.

Pero esa falta de cariño que ambos tenían no los

afectaba. Unos años después de casarse tuvie-

ron dos hijos, Adelaida y Adrián. Uno de los últi-

mos días de verano Jordán le comunicó a su es-

posa que estaría fuera de la ciudad por unos

días. El hombre no dio más explicaciones y esa

misma tarde se dirigió hacia esa vieja casa que

en su momento compartía con Alicia.

Jordán abrió la puerta del auto con un gesto de

parsimonia y saludó con un fuerte apretón de

manos al hombre que iba a ser el dueño de esa

oscura y silenciosa casa. Los dos entraron para

ver que todo estuviera en orden y firmar los pa-

peles. Cuando entraron, Jordán no podía creer

lo que estaba viendo. La casa estaba fulgurante,

ya no era esa escalofriante construcción. Jordán

constató lo irradiada que estaba la casa, verti-

ginoso el hombre salió de la casa para después

poder subirse a su auto. Jordán escuchó un ruido

estrepitoso y declinó su cabeza hacía la dere-

cha, no pudo apreciar nada. Después de reco-

rrer la casa siguió con su inercia. Antes de regre-

sar con su esposa e hijos debía hacer una para-

da más, en la casa de su madre. La mujer tenía

un gran trapiche en la entrada de su casa

además de una hoya con flores alrededor de la

tumba de su perro. La madre de Jordán vivía

como en un estado de letargo. Todo el mundo

que la conocía pensaba que era una mujer vil.

La mujer abrió la puerta y saludó a su único hijo

con una voz profunda, cenaron sin decir ni una

palabra. La madre de Jordán había hecho su

comida favorita y de postre no había más que

las naranjas que su madre cultivaba. Pelaron las

naranjas en silencio y se fueron a dormir. A la

mañana siguiente se preparó para volver con su

familia, no saludó a su madre y se fue. Cuando

estaba saliendo de la ciudad miró furtivamente

la casa. Después de unas horas llegó a su casa y

fue directamente a ver su hermoso árbol que él

mismo había plantado y cuidado. El árbol fue

acumulando flores durante un corto período de

tiempo y el resto del año era un triste y pelado

árbol.

Una noche de tormenta y lluvia, el hijo menor de

la pareja estaba contemplando cómo llovía,

cuando vio descender una figura negra en el

monte de la rambla. Tomó su abrigo y fue a in-

vestigar esa extraña silueta. Cuando cruzó a la

rambla vio a una mujer tirada en el piso pidiendo

ayuda, el niño ayudó a la señora a levantarse y

la acompañó hasta su casa, que no quedaba

muy lejos de donde él vivía. La mujer agradeci-

da por el gesto del muchacho le preguntó si

quería pasar a la casa. Adrián aceptó la oferta y

entró con ella. Esa señora se hacía llamar Madre

Shipton, según ella podía leer el futuro con solo

mirar la palma de la mano. Alzando un frasco

empezó a murmurar palabras extrañas que el ni-

ño no pudo comprender. Tomó su mano y em-

pezó a leer el futuro del joven. La mano de

Adrián se estaba hinchando ya parecía tener un

lustre gangrenoso, lívido. Preocupado salió co-

rriendo, en el camino vio un obraje, tomó un pa-

ño y envolvió su mano en él. Cuando entró a la

casa fue rápidamente al cuarto de sus padres,

ellos se despertaron y vieron que su hijo solloza-

ba. Sara fue a despertar a su hija para ir al hospi-

tal, entró al cuarto y esta yacía en el piso. Em-

pezó a escuchar unos insectos que zumbaban,

pero en realidad ese sonido provenía de sus oí-

dos. Jordáncrispado entró al cuarto de la hija

con Adrián en brazos y pudo ver cómo su mujer

y su hija estaban tiradas en el piso al lado de un

gran charco de sangre que provenía a borbollo-

nes de los oídos de su esposa. Cuidadosamente

apoyó a su hijo en la cama y bajó a llamar a una

ambulancia. Pero cuando bajó se dio cuenta

que no estaba solo, esa figura que su hijo había

ayudado, estaba parada en la sala de la casa.

Jordán se dio vuelta y miró a su difunta exesposa

parada como si nunca hubiera muerto, y se le

heló el corazón. Le pareció estar teniendo un fre-

nesí. Alicia le preguntósi le había gustado el re-

galo que le hizo a su familia, él clamó que los

dejara en paz. Lo que Jordán no sabía era que

Alicia tenía una gran variedad de armas con

ella. Alicia miró a los ojos a Jordán y le preguntó

por qué le había hecho esto.

No hubo respuesta, Jordán cerró los ojos por un

segundo, cuando los volvió a abrir tenía un cu-

chillo clavado en el medio de su abdomen. No

podía sentir su cuerpo, sus piernas empezaron a

tambalear hasta que perdió el conocimiento.

Cuando se despertó ya no estaba en su casa si-

no que estaba en la mitad de un bosque, lo raro

era que Alicia había desaparecido, en su lugar

estaba toda su familia colgada de un árbol con

un una gran cuerda alrededor de sus cuellos, y

se le agriaron los ojos al verlos. Jordán bajó a to-

da su familia y empezó a gritar, mientras que Ali-

cia desplegaba toda su hilaridad. Esa misma no-

che tomó la misma cuerda con la que Alicia

había matado a su familia y le dio un síncope, su

muerte acaeció rápidamente.

CanisMinor

Un tal Paulino

De pronto, como si la vida le hubiese dado otra

oportunidad, Paulino volvía a sentir, como si el

tiempo retrocediera que su alma cambiaba de

dirección.

Yacía sobre su canoa, no tenía ni la más remota

idea de dónde estaba. En síncope, su estertor no

lo dejaba siquiera pensar. Clamó desesperada-

mente la presencia de alguna persona. Sin em-

bargo, la única forma de vida cercana a él en

aquel irradiado lugar, solo parecían ser las mos-

cas que zumbaban sobre su lustre gangrenoso,

lívido y lleno de borbollones de sangre.

-¿Y yo cómo habré terminado acá?- pensaba en

voz alta.- ¿Cuánto llevaré tirado sobre esta ca-

noa? ¿Una hora? ¿Un día? ¿Una semana? Tiem-

po suficiente como para que los fulgurantes ra-

yos del sol pelaran mi piel.- mirando al cielo

continuó-¿Qué será de mi Dorotea? ¿Qué pen-

sará la gente de mí?

Sus esperanzas ya se agriaron. Lágrimas perla-

ban su seca y quemada piel a causa de que so-

llozaba cada vez que pensaba claramente la si-

tuación que estaba afrontando y la gravedad de

la misma.

Dejó los minutos pasar, pero el tiempo era lo más

valioso en estas circunstancias. Firme, constató

una regla: entender su situación, resolverla, y

luego, salir de ella.

Empezó por un simple movimiento: declinar su

cabeza para hacer una vertiginosa, pero preci-

sa, mirada furtiva y de esta forma poder ubicarse

un poco. Más allá de conocer la zona toda alre-

dedor del Río Paraná, esa costa era totalmente

nueva para su memoria.

De repente un dolor abatió todo su organismo, lo

que lo obligó a abandonar toda su idea de salir

de allí, lo cual lo dejaba con un frenesí, que lue-

go se olvidaría.

Una voz clamaba redo-

blando estrepitosamente

su nombre. Su cuerpo se

heló

completamente. Acaeció un fuerte letargo. La

hilaridad superaba cualquier sentimiento hiel. Su

limpidez, tanto física como mental, se elevó. Su

estuco dominó todos sus sentidos.

Esta alma viajera, quería ir al limbo

Birel

Jardín de los demonios

Su luna de miel fue un largo escalofrío. Ella,

Alicia, era rubia, angelical y tímida, el carácter

duro de su esposo heló sus soñadas niñerías de

novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a

veces con un ligero estremecimiento, al

amanecer, echaba una furtiva mirada a la alta

estatura de Jordán, mudo hacía una hora. Él por

su parte, la amaba profundamente sin darlo a

conocer.

En ausencia de Jordán, cuando ella se quedaba

en la casa, todos los días se la pasaba en su

jardín,inerte. Ella se había vuelto una gran

amante de las flores. Su jardín estaba colmado

de azahares. Ella expresaba sus emociones y

dejaba salir todo eso que contenía en su

corazón así no le influía más tarde. Pasábase

todo el día ahí afuera hasta que Jordán volvía de

su trabajo.

Un día, Alicia estaba en su jardín, cuando de

repente escuchó unas voces.

- ¿Quién anda ahí?- preguntó asustada.

- Soy el hada del jardín – respondió la voz

misteriosa.

Al mirar hacia abajo, Alicia vio una flor violeta

que nunca había visto antes en su jardín. Sin

dejar de observarla, la flor empezó a remitir

colores, dejando a Alicia hipnotizada y se

empezó a serenar, como si se fuera a desmayar.

Cuando Jordán llegó, se quitó el abrigo y lo

colgó con delicadeza en su asiento.

- ¡Alicia! Ya llegué- dijo.

- ¡Voy enseguida!- respondió.

Alicia fue corriendo hacia donde estaba Jordán

para recibirlo. Luego de saludarlo, fue a la

cocina a prepararle un refresco, cuando Jordán

la llamó.

- ¿Qué sucede?- dijo Alicia temblando.

- Tengo un regalo para ti- respondió Jordán.

- ¿En serio? -se emocionó – ¡no tenías por qué

hacerlo!

Jordán sacó una caja con unos agujeros en la

tapa. Se la entregó a Alicia y ella constató que la

caja se estaba moviendo. Cuando abrió la caja,

vio a un pequeño perrito que estaba

jugueteando con sus patitas. Síncope de amor,

Alicia le agradeció con un abrazo a Jordán. Se

le ocurrió llamarlo Hide mientras estaba

acariciándolo.

Al día siguiente, Alicia ya no estaba sola. Estaba

con su perrito Hide. Los dos fueron al jardín y

regaron las plantas. Hide en realidad solo

jugueteaba al lado de Alicia. Ella se sentía feliz.

Mientras Alicia estaba volviendo a su casa, se

volvió a encontrar esa extraña flor y al escuchar

esa voz que la llamaba, Alicia empezó a

marearse y con una hilaridad empezó a

declinarse hasta que se cayó al suelo.

De esa flor extraña, salió una especie de

antropoide raro que se transformó en un clon de

Alicia y llevó a la verdadera Alicia detrás de

unas plantas que había en el jardín. La supuesta

"Hada del jardín" no era más que un demonio en

forma de flor que había obtenido la forma de

Alicia. El nombre de ese demonio era "Squire"

una clase de demonios casi inofensivos que solo

se vuelven poderosos al tomar la forma de

humano. Si no lo hacen rápidamente, van

extinguiéndose.

Jordán había llegado a la casa, cuando

nuevamente dejó su abrigo con parsimonia en

su silla y antes de llamar a Alicia, ella apareció

en frente de él.

- Hola. ¿Cómo te fue hoy? Ya tengo tu refresco

hecho.

Jordán sorprendido, sin decir nada se sentó a

tomar su refresco. De la nada Hide apareció y se

recostó en los pies de Jordán, pero cuando se

acercó Alicia empezó a ladrar. Hide se había

dado cuenta de que no era la verdadera Alicia.

El demonio, intentando calmarlo, improvisó

diciéndole a Jordán que tenía que ir a comprar

unas cosas a la tienda, así que se fue.

Mientras tanto, Jordán caminaba por el jardín

cuando de repente Hide empezó a ladrarle.

Tironeándole de su pantalón lo llevó hacia

donde estaba la verdadera Alicia. Jordán se

había paralizado del miedo al verla yaciendo en

el piso. Detrás de él, apareció un hombre con

una gabardina larga y negra, que apoyaba su

mano en el hombro de Jordán. Le dijo que se

tranquilizara. Jordán no entendía lo que estaba

pasando.

-Me llamo Yukkio. Soy un exorcista de demonios.

Le vengo a advertir que su esposa ha sido

utilizada por un demonio- le explicó. Pero

quédese tranquilo. Ya resolvimos todo. Mi

hermano Rin ya ha acabado con el demonio

que se parecía a su esposa, con sus fulgurantes

poderes de exorcista.- continuó.

-¡¿Alicia estará bien?!- preguntó.

-Tranquilo, nuestra enfermera Shiemi vendrá a

sanarla. Mientras tanto llevemos a su esposa al

sofá.

Cuando la enfermera especializada en heridas

de demonios llegó, sacó una hoya que llevaba

consigo e invocó a un demonio bueno, que le

dio unas hierbas especiales para curar a Alicia

que estaba desplomada en el sofá.

-Ya está todo hecho- dijo Shiemi con una

expresión irradiada en la cara. -Ahora que

terminé ,aquí no me puedo redimir de mis otras

obligaciones. Tranquilícese señor, ella estará

bien en unas horas.

Jordán les agradeció mucho y se despidió de

Shiemi. Después de unas horas Alicia, ya estaba

curada. Aunque aún se podían ver las marcas

lívidas por el golpe que se dio al caer al piso.

Luego de unos minutos de estar explicándole a

Alicia lo que sucedió, llegó Rin con una caja.

Jordán lo saludó y lo dejó pasar.

- Hola, me llamo Rin. Creo que Yukkio les contó

de mí- dijo Rin un tanto vertiginoso ya que

estaba retardándose con unas cosas.

- Rin, apresúrate cuanto antes, mejor.- dijo

Yukkio.

Yukkio les explicó a Alicia y a Jordán que Rin iba

a poner una especie de escudo invisible que

solo interactuara con demonios, evitando que

entrara a su casa. Mientras tanto, en el jardín, Rin

sacó de esa caja pequeña una especie de

cilindro que colocó en el pasto y de ahí salió una

fuente de agua que empezó a sacar pequeños

borbollones.

El escudo estaba disfrazado de fuente para que

no pareciera sospechoso. Poco a poco se veía

cómo el escudo iba avanzando y se iba

engrosando, mientras que cubría toda la casa y

poco a poco se iba desvaneciendo.

Alicia, les agradeció con honda apreciación por

haberla salvado. De tan agradecida que estaba,

los abrazó. Jordán un tanto celoso, miraba con

frenesí a los exorcistas. Luego de haberse ido,

Jordán se tuvo que ir a trabajar. Alicia volvió a su

rutina pero ya más segura, sabiendo que había

un escudo protector de demonios.

Mientras caminaba con Hide por el jardín, vio

que el agua de la fuente, o escudo, tenía una

limpidez notable. Cuando tocó el agua se dio

cuenta que estaba fría y se le crisparon los pelos

del brazo. Ella decidió ignorar el frío y seguir

como todo comenzó: regando las plantas

tranquilamente en su jardín.

Okumura

Índice

❖ Prólogo

❖ Textos inspiraciones y sus autores

❖ Nuestras continuaciones:

- El viaje de la muerte: Kreguer

- Luna de miel escalofriante: Manalu

- La derrota de Venus: Calipso

- Qué es real y que no: Cata

- Una mirada hacia el pasado: Sally Hansen

- Radiante mar: Anush

- Apariciones que indican traiciones: Sesos de alga

- Fuga por el mar: Bachicha

- La pérdida: Antoine. S

- La continuación…: Piper

- El reencuentro: Okumura

- Un viaje sin destino: Baiehta

- El encuentro: Ilut

- Un tal paulino. Parte dos: Birel

- La casa de mi tío: Cassiopeia

- No "spoileo" con mi título original de la historia:

Darkfairy

- Un sueño no tan sueño: Ri4

- Popeye el idiota: Tu vieja

- La vida después del pozo: Cielo

Prólogo Y ahora, nuestro fiel lector, te ofrecemos más terror, del bue-

no, del mejor… Debíamos incluir veinte palabras selecciona-

das de los cuentos de Horacio Quiroga, diez verbos con pro-

nombre enclítico, usuales en las historias de Quiroga, un

ejemplo de verbo conjugado de modo indicativo, dos del

subjuntivo. Además, incluimos personajes de otras historias

trabajadas: (Ivo y su compañero del “Canto de la Corvina

Negra” de Mario Delgado Aparaín y Luis Alejandro Velasco

de “Relato de un Náufrago” de Gabriel García Márquez). Por

último, la historia debía incluir un naufragio.

Estas son continuaciones de continuaciones….

¿Cómo captar la trama?

Fácil… los seudónimos de los escritores te guiarán…

¿Te animás?

Mario Delgado Aparaín Nació en un paraje cercano a la ciudad de Florida denomi-

nada “La Macana”, el 28 de julio 1949. De profesión periodis-

ta, escritor y docente, es considerado uno de los principales

narradores de Uruguay.

Sus amigos cercanos le llaman afectuosamente “el negro”,

aunque su piel sea de color caucásica. Su humor incisivo, su

sólida prosa, su fértil imaginación, lo han convertido en uno

de los más grandes narradores del moderno del Uruguay.

Su obra ha sido publicada en España y América latina y tra-

ducida al holandés, alemán, italiano, inglés, búlgaro, portu-

gués, griego y francés.

En 2001, recibe el Premio Instituto Cervantes del Concurso

"Juan Rulfo" de Radio Francia Internacional, por el cuento Te-

rribles ojos verdes.

Criado en el medio rural, en el norte del país. Concurrió a

caballo a la escuela y también al liceo (donde hizo

“Preparatorio” en la ciudad de Minas). Recorrió el país ya

que el padre era un trabajador rural. Nunca vivió más de

cinco años en un mismo sitio. Los “viejos” siempre significaron

mucho para él. Cuando era joven y como vivía en zona de

tormentas, la madre le tenía prohibido volver a caballo de la

escuela a casa porque tenía algunos compañeros muertos

por rayos. Entonces, algunas veces, se quedaba en la casa

de una familia negra donde vivía Das Neves, un viejito de 92

años. Das Neves era el abuelo de un compañero de clase;

tenía 92 años en 1957, eso significa que había nacido en el

siglo pasado, que su padre había sido esclavo.

Ahora les presentamos nuestras continuaciones…

Berta estaba cada día más deprimida. Mazzini ya no es-

taba y Bertita se encontraba en un estado muy delicado. Solo

tenía a esos cuatro inservibles idiotas, que en un momento

llegó a pensar que no eran idiotas, cuando la hubieron sal-

vado de una muerte inminente. Pero inmediatamente, al si-

guiente día, volvieron a su rutina habitual, en su banco en el

patio de la casa.

Bertita siguió inconsciente unas semanas más, hasta que

lo que ya había sido pronosticado por los médicos finalmente

ocurrió, murió. Berta cayó en honda desesperación; la perso-

na que más quería ahora ya no estaba.

Eso había ocurrido hacía más de dos años. Esa desapa-

cible tragedia causada por la insiria de Ester, hizo que Berta

ya no fuera la misma dulce y agradable persona de siempre.

Cuentan los vecinos que, desde la muerte de Bertita, nunca

salió de su casa, incluso hay algunos que afirman haberla

visto drogándose. Su casa lúgubre parecía abandonada, con

el pasto con más de un metro de altura, los frisos y las venta-

nas rotas, el patio cubierto de basura… Tal situación era la

que estaba viviendo Berta. que los vecinos decidieron llamar

a su hermano, Ivo Ferraz, por el bien de ella y también por el

de todos los que se encontraban a su alrededor.

El viaje de la muerte

Así fue como Berta terminó en el barco de Ivo, con su

compañero y los cuatro idiotas, navegando por las aguas del

Mar Caribe, en un viaje con el anhelo de que ella volviera a

ser la misma de antes. Al mes de que el barco zarpara del

puerto de Cartagena de Indias, la mujer de Ivo Ferraz reportó

a la Policía de Colombia que su marido y seis personas más

habían salido a navegar en barco por el Mar Caribe. Ivo hab-

íale dicho que regresaría en no más de una semana, y to-

davía no habían vuelto. La armada colombiana fue en

búsqueda del barco desaparecido, y encontráronlo sin rum-

bo alguno cerca de la costa de Nicaragua, sin sobrevivien-

tes. Cuando entraron al barco, encontraron una agenda per-

teneciente a Berta, donde estaba escrita toda la fúnebre

tragedia:

“Para el que esté leyendo esto… Mi nombre es Berta Ferraz.

Fui la última en sobrevivir en este barco. Todo comenzó

cuando mi hermano Ivo invitóme a este viaje por el Mar Ca-

ribe.

-Sabés vos muy bien que no me gusta el mar. ¿Estás seguro

que no me pasará nada, Ivo?

-Por supuesto hermanita. Es más, te digo que este viaje te

habrá cambiado totalmente cuando lleguemos aquí. Si no,

no te habría invitado.

Convencióme, así que partimos el 17 de abril desde el puerto

de Cartagena de Indias, al declinar el sol .El mar estaba cal-

mo, no había viento y el sol, radiante. Y sí que tenía razón, es-

te viaje me había cambiado totalmente. Y todo gracias al

compañero de Ivo, Julio. Sus ojos cual dos escarabajos de

cristal negro, su pelo parecía hecho de algodón y su rostro

efusivo, con una hilaridad que parecía la persona más feliz

del mundo. Era el hombre perfecto que siempre quise. Él

sentía lo mismo por mí, pero al principio era un poco tímido.

Pero luegonos enamoramos. Pero todos los planes cambia-

ron cuando, al segundo día en el mar, divisamos una sombra

en el horizonte que se movía. A primera vista, parecía un bu-

que de carga, pero luego, al acercarnos, vimos que era un

hombre haciendo señas para que lo ayudáramos. Así hici-

mos, y pronto ya estaba con nosotros en el barco. Su nombre

era Luis Alejandro Velasco. Nos contó que él iba en el buque

A.R.C Caldas, en el cual habían caído ocho marineros al

agua, entre ellos estaba Luis, a causa del sobrepeso de con-

trabando que llevaba el buque. Él logró subirse a una balsa

de emergencia que había caído del buque, pero no pudo

rescatar a sus compañeros. Ya cuando hubímoslo encontra-

do, era su séptimo día de naufragio. Su piel estaba lívida y

con lustre gangrenoso. No había comido ni bebido nada, así

que tuvímosle que dar gran parte de la nuestra. Debido a ese

imprevisto, tuvimos que dar la vuelta hacia Cartagena. Ya al

cuarto día, Ivonos dijo que estábamos a solo horas de Carta-

gena. Tuvimos que atravesar una tormenta antes, que al prin-

cipio no parecía peligrosa. Pero terminó siendo la tormenta

más violenta que vi en mi vida. Y los hechos lo comprobaron.

Había muchas olas en el mar entenebrecido, y había tanta

corriente que el barco casi ni avanzaba. Hasta que llegó una

ola que sacudió el barco vertiginosamente. Sujetámosnos to-

dos a algo, en mi caso, al mástil. En seguida, otra ola sacudió

con más fuerza el barco. En una furtiva mirada, vi como ésta

logró hacer caer a Julio y Luis. Ivo fue a ayudarlos, pero ter-

minó en la misma situación que ellos al ser golpeado por otra

ola. Los cuatro estucos idiotas, con su ropa toda empapada

de glutinosa saliva, al ser perfectos imitadores, hicieron lo

mismo que Ivo. Fui a ayudarlos, pero no hubo caso. La co-

rriente se los llevó lejos, hasta el punto que dejé de verlos, en

estupor. Enloquecí. No sabíacómo navegar, no sabía dónde

estábamos y lo que quedaba de comida se había caído al

agua. Sentí impulsos de morir, pero logré redimirme y supuse

que la corriente me llevaría a tierra firme. Pero ya hoy estoy a

siete días del día de la tragedia, he estado sobreviviendo a

los inminentes peligros del mar: tiburones, olas, corrientes…

No puedo más. Hoy no tuve energía para siquiera moverme,

solo dormité. Seguramente habré gastado las últimas energ-

ías en escribir esto. No creo que sobreviva mucho más…”

KREUGER

Luna de miel escalofriante Días antes de su casamiento Alicia planificó cómo

seríasu luna de miel soñada. Ella imaginose que iba a

ser en un crucero de lujo que recorrería el mundo.

Cuando Jordán llegó de su trabajo, ella comunicole lo

que había planificado:

-Mi amor, mi sueño desde chica es viajar en un cruce-

ro por el mundo en nuestra luna de miel ¿Qué te pa-

rece?

- Está buenísima la idea.

- Mientras voy a entregar las invitaciones, tú llama a la

agencia de viajes.

La hora del casamiento llegó y ellos disfrutaron la fies-

ta hasta el amanecer con familia y amigos. Al día si-

guiente fueron a buscar el equipaje y sus pasajes para

dirigirse rápidamente hacia el puerto donde el buque

los esperaba. Con ansias Alicia y Jordán subieron y el

crucero a vaho partió.

En el salón donde almorzaban había un brillante estu-

co; apenas se sentaron, ellos ordenaron un yapará,

una comida típica guaraní hecha con maíz, poroto y

cebolla y un vino en un vaso de tacuapí (que es una

caña hueca). Luego de almorzar ellos comunicáronse

como por telepatía y decidieron dormir y descansar.

Antes de dormir, conversaron sobre sus experiencias

en un barco.

Jordán dijo:

-Yo solo he andado en una chalupa que es un barco

pequeño a vela. ¿Y tú hubiste andado alguna vez?

-No, nunca hube andado.

Después de la siesta se encontraron con Luís Alejan-

dro Velasco quien fue un náufrago colombiano que

sobrevivió diez días en una balsa en el mar. Cuando lo

vio Alicia, tuvo estupor y reprochole a Jordán dicien-

do que si la hubiese dejado, ella se habría sacado

una selfie. Luego se encontraron con Ivo y su compa-

ñero, quienes son amigos de Alicia de hace muchos

años.

Ese mismo día, el radar del barco no detectó a un

iceberg y escollose produciendo una rotura estrepito-

sa en uno de los motores. Cuando el capitán constató

lo que pasaría si seguía avanzando, preocupose mu-

cho, avisó a los pasajeros lo que había pasado

dejándolos estupefactos, mientras Alicia y Jordán tra-

taban de ir a un lugar a salvo. Resulta que el barco se

hundió muy rápido como para que pudieran ponerse

en un lugar seguro y esperar que los salvaran.

Algunos hombres cayeron al océano muriéndose de

hipotermia, engrosaban la cantidad de muertos, a

otros les vinieron pródromos por la cantidad de agua

que bebían, mientras las mujeres sollozaban, los res-

catistas y unos cuantos que sobrevivían andaban

buscando algún vestigio de otras personas.

Todo lo ocurrido fue muy pernicioso para las familias

que lo sufrieron.

En el agua Jordán pensaba "¿Alicia se habrá salvado?

“y al mismo tiempo Alicia agarrada a una viga pen-

saba "¿cómo estará Jordán?".

Jordán vio una luz a lo lejos y trató de gritar, pero no

pudo. Para su suerte, a uno de los rescatistas se le

ocurrió ir en su dirección y al sentir un gemido se dio

cuenta que había un sobreviviente, Jordán agrade-

ciole eternamente. Al subirlo a la balsa famélico, con-

sultole al rescatista si Alicia estaba viva y este le dijo

que sí. El rescatista se sintió como si se acabara de

redimir.

El rescatista le dijo:

-Comé eso para sentirte con más fuerza.

Al regreso de su luna de miel escalofriante, se juraron

uno al otro, nunca más viajar en

un crucero. Hecho por: Manalu

La derrota de Venus

-Dale papá, seguí contando- dijo Nico emocionado.

- No Nico, ya es muy tarde, tendrías que estar durmiendo-

respondió Frey, reprochándole.

-¡Pero mañana no hay clases, por favor!

-¡Tu madre me va a matar! Pero bueno, solo un ratito más.

Nico es un chico bueno, reservado y lector. Todos los viernes

iba a la casa de la familia paterna, con su mamá y papá,

después de la escuela a pasar el fin de semana.

En la casa había un ambiente cálido para la lectura, era co-

mo una biblioteca gigante. La pasaba genial, su padre siem-

pre contábale unas historias fascinantes, incluso relatole una

historia sobre mitología griega y romana, donde siete semidi-

oses elegidos tenían que salvar al mundo de Gea. ¡A Nico

todo le parecía tan real!

Él apenas tenía doce años, cumpliría trece al día siguiente.

Sorprendiole mucho que su padre dijérale que, al cumplir

trece años, algo importante iba a cambiar su vida.

-Prestá atención Nico, la historia va a comenzar-

Cuando el médico, Will Solace, tenía catorce años, vivía con

sus padres en Mobile, donde conoció a Alejandro Velasco,

un marinero colombiano. Su encuentro fue extraño. Alejandro

estaba hablando con una mujer bajo la sombra de un majes-

tuoso raigón. La chica era hermosa, su largo pelo castaño

ondulado, ocultaba su frugal mirada. Para él era como una

diosa y en efecto, así era. Velasco estaba hablando con ella

sobre un tal Ivo a quien habíale acontecido algo. Él men-

cionó el nombre de la chica: Venus.

Will Solace fue a hablar con ellos. Cuando Venus vio al joven

acercose y le dijo:

- Sos Will Solace ¿No? Me preguntaba cuándo ibas a llegar.

- ¿¡Quién sos y cómo me conocés!?- dijo Will muy alterado.

***

-Papá ¿Qué tiene esto que ver con Alicia? ¡No entiendo na-

da! – interrumpió Nico algo enojado.

-Tranquilo hijo, todo a su debido tiempo, si me dejas conti-

nuar todo tendrá sentido.

-Bufff-.

***

-Soy Venus, la diosa del’ amour, vine a advertirte sobre un

amor imposible que vivirás.

- Bueno… gracias. Perdón por entrometerme, pero ¿Quién es

ese tal Ivo?-

***

- ¡¿Qué?! El chico se ha enterado que está en frente a la dio-

sa del amor, que no es algo que pase todos los días, y ¿Re-

acciona normal? ¡¿Qué tipo de historia es esta?! – dijo Nico,

atónito.

- Jaja me da gracia tu reacción, si supieras… bueno no im-

porta. Nico, esa parte no es lo más importante, si nos que-

damos en los detalles no la podré terminar. Fuiste vos quien

me insistió para que la cuente, además los principios siempre

son aburridos.

***

- Es un chico que está en aprietos, pero ahora no importa. Es-

cuchame, esto es algo importante, dentro de unos años vas a

conocer a una chica de la cual te vas a enamorar, si te

haces novio de ella algo muy trágico va a pasar. Alejandro

va a ayudarte cuando sea necesario, tenlo en cuenta Sola-

ce.

Cuando Venus hubo dicho eso, Alejandro y ella desapare-

cieron. Will empezó a pensar sobre lo que le dijo, pero a la

semana ya se había olvidado.

Will ya había crecido, recibiose de médico y conoció a una

muy linda chica, de la que se enamoró. La afable y discreta

Bella, con su cuello mórbido, su cabello centellante y su

lánguida mirada, lo hechizó. De la núbil chica desprendíase

un delicado candor.

Esa noche Alejandro Velasco apareció en su habitación. Él

había ido para recordarle que se alejara de la chica. Pero

Solace no le hizo caso.

El chico empezó a salir con ella todos los fines de semana.

Hasta que un día apareció Venus y nuevamente díjole lo que

pasaría, pero esta vez le dio un plazo de cuatro días. Y Will de

vuelta no hízole caso.

El plazo terminó y la catástrofe llegó. Venus llevose a Bella y

la dejó en la vera de un arroyo ubicado en una isla llamada

Oggigia, de donde nadie puede ir a no ser que sea un héroe.

El arroyo, una vez que Bella fue abandonada a su lado, co-

menzó a bullir miríficamente, como nunca antes lo había

hecho.

Solace quedó azorado. Se enojó tanto por la vil acción de la

diosa de quitarle a su amada, que tomó de las manos de Ve-

nus un anillo, aparentemente muy poderoso, que la convirtió

en una simple mortal. A partir de ese instante, Venus trans-

formose en Alicia, perdió su aureola divina y todo vestigio de

inmortalidad.

Ella logró escapar de Solace y de Velasco, que también es-

taba enojado con ella por un trato que tiempo atrás habían

hecho, sobre un chico llamado Ivo, y que la diosa de l’amour

había roto.

Will y Alejandro fueron en busca de Ivo para vengarse de

Venus o Alicia. El fulgor de los ojos del médico mostraba cla-

ramente su ira.Su camino a la venganza les hizo sufrir mucho.

Ellos estaban navegando en el mar, cuando una ola hubo

golpeado el barco. Eso provocó que estuvieran diez días a la

deriva ,que fueron devastadores para ellos. No tenían comi-

da ni abrigos y estaban desorientados.

***

- La venganza ya sabes cómo fue.

- Interesante la historia, aunque yo lo habría hecho mejor. Si

hubiese hecho la historia, habría puesto más personajes.

También habría explicado por qué Solace no podía estar con

la chica- dijo Nico engreído.

- Yo creo que la semana que viene ya habrás contado la his-

toria a tus amigos. Incluso, te ordeno:“contale a tus amigos”.

- Jajaja.

El papá miró la hora, eran las doce, era el cumpleaños de

Nico.

- ¡Feliz cumpleaños Nico! - dijo el padre emocionado.

- ¿¡Qué!? ¿Ya es mi cumple? Entonces podré saber qué era lo

que me iba a pasar- preguntó en ascuas Nico.

-Bueno, es una larga historia- Respondió tardo y trémulo el

papá.

-Mi nombre es Frey, como ya sabés, y yo, bueno, ejem… soy

el dios del verano y la agricultura. Y vos…aunque no lo cre-

as… sos un semidiós y podés controlar el fuego.

FIN

Calipso

Qué es real y qué no Supongo que al obtener esa respuesta mi expresión fue de

un estupor inefable. Lo último que recuerdo es ver a mamá

cargada de bolsas entrando por la puerta con exuberancia,

luego aparecióseme un vacío inmenso, todo oscuro.

Desperté sin saber dónde estaba o qué había pasado, solo

sentía un ligero sonido del mar, miré mi reloj, 12:00 p.m., re-

cordé todo lo acontecido la tarde anterior y decidí que la

mejor idea sería ir a investigar ni bien amaneciera, si había

algún vestigio, lo encontraría.

Eran las 9:30 a.m., hallábame

en el exterior de la casa vecina buscando alguna brecha por

la cual escabullirme hacia su interior. No encontré nada, ni

una sola abertura o boquete. Pasados unos minutos acercá-

ronseme dos chicos de más o menos mi edad, ambos un po-

co más bajos que yo, uno de ellos tenía ojos color aceituna y

pelo negro como el carbón, vestía una camiseta gris y un

pantalón de estampado militar, el otro de ojos azules como

el cielo y pelo rubio como el sol, vestía un pantalón negro y

una camiseta blanca.

-Hola, somos Ivo-señalóse en forma de presentación- y Quin-

tus ¿buscás algo?

-Ehh no, ¿por qué? ¿Acaso es su casa?

-No, por eso mismo, si fuera vos yo no me acercaría tanto,

hay varias leyendas inusitadas- acotó nuevamente.

-Quiero entrar, ayer me pasó algo muy raro relacionado con

la casa, y voy descubrir la razón.

-Ahhh, si respuestas es lo que buscás, en vez de desperdiciar

tu tiempo en descubrir la forma de entrar, deberías ir a pre-

guntarle al señor Márquez, él sabe todo acerca del pueblo.

Seguinos, nosotros te llevamos con él-me comentó Quintus,

quien parecía ser alguien no muy locuaz. Únicamente los se-

guí por el hecho de no querer prescindir con el inextricable

misterio. Nos detuvimos en una casa de color alazán, peque-

ña, sin ni una ventana. Ivo y Quintus tocaron a la negra puer-

ta de madera, por donde aparecióse un anciano de aspecto

viril, con bigote y pelo gris de rostro mórbido.

-Buen día muchachos, ¿qué se les ofrece?

-Hola señor Márquez, vinimos con nuestro amigo que quiere

hacerle algunas preguntas acerca del pueblo y la casa

abandonada. Se mudó hace un día y ya le pasó algo raro,

¡imagínese! ¿Podemos pasar?

-Cómo no, que pregunte lo que quiera- y así de un momento

a otro, encontrábame sentado en un sofá antiguo, junto a

una estufa a leña tomando una taza de té, contándole a un

hombre desconocido una historia que ni yo mismo me creía,

y deseando conseguir respuestas. Habré parecido un loco

para Ivo y su amigo, es probable que pensaran que mi histo-

ria era un deslate, pero el señor Márquez parecía completa-

mente convencido de que lo que le decía era cierto.

-Entonces, ¿usted qué piensa? ¿Me he vuelto loco?

-No lo creo, en esa casa pasan cosas raras desde que los

Mazzini-Ferraz la habitaron. La historia de la familia es una le-

yenda aquí, al principio la pareja era muy infeliz debido a la

miseria de sus cuatro hijos idiotas. Se dice que su amor pudo

haber sido un idilio de no ser por la llegada de la niña, que al

ser tan fresca y tan sana sus padres interesáronse más en ella

que en los otros, es así como los cuatro hermanos, con mez-

quindad degollaron a su hermana y a sus propios padres.

-¿Y qué pasó con ellos?

-No se supo nada concreto, unos dicen que huyeron toman-

do de rehén a la mucama, otros dicen que aún viven en la

casa, pero como está inhabitada desde hace ocho años es

imposible saber.

-¿Entonces, lo que vi puede ser cierto?

-Me temo que puedo responder a todo menos a eso.¿ Cómo

saber si incluso este momento es real?

-Pero... ¿sabe de alguna persona que haya intentado entrar?

-Sí, entró hace un año con gran proeza un hombre, no sobre-

vivió para contarlo, su nombre era Alejandro Velasco, su fa-

milia aún reside en el pueblo, viven a una cuadra.-al escu-

char ese nombre me sobresalté.

-¡¿Alejandro Velasco?!- Preguntele casi gritando.

-Sí ¿Por qué? ¿Lo conoce?

-Claro que lo conozco, ¡YO soy Alejandro Velasco!

En ese instante mis alrededores dieron un súbito giro de 360°.

Miré a mi derecha, agua. Miré a mi izquierda, más agua.

Recién a 100 metros podíase dis- tin-

guir una pequeña isla.

-Cata

Una mirada hacia el pasado …Días después llegan los documentos de la niña que parec-

ían ser caducos ya que no existía partida de nacimiento pero

sí, un acta de defunción.

Mazzini y Berta quedan anonadados al descubrir que su hija

adoptiva no era realmente quién aseguraba ser, pensaban:

“¿Qué hemos hecho para merecer esto, habremos pecado

demasiado? Si hubiéramos sabido de esto, hubiéramos re-

nunciado a esta vida desde un principio.” Después del que-

mazón (y no queriendo que nada de esto volviese a pasar),

decidieron contratar a un investigador privado para llegar a

las raíces de Esther. Luis Alejandro Velasco, es uno de los de-

tectives más privilegiados del país, aunque su naufragio en el

pasado, lo seguía atormentando. Para llevar a cabo su inves-

tigación, se hizo pasar por un tío lejano de la familia que se

iba a quedar con ella por un par de días y así, poder hacer la

investigación más de cerca.

Al principio, la visita de Luis, no afectó mucho a Esther, con su

personalidad fue ganando su confianza. Luis halló descon-

certante, lo furtiva que Esther era y lo perniciosa que podría

llegar a ser para la familia. Poco a poco, fue halando indicios

y datos para descubrir su verdadera identidad. Estos fueron:

huellas digitales (que fueron conseguidas a través de objetos

tocados por ella), cabello (de su peine) y por último saliva

(extraída de su cepillo dental). Luego de un laxo trabajo des-

enmascara su secreto… La verdad era que Esther era una fu-

gitiva, que además de ser una psicópata, padecía una ex-

traña enfermedad que le daba el aspecto de una niña;

cuando en realidad, era una mujer de 37 años y ya había tor-

turado a otras familias. Incluso las había asesinado a todas,

con un winchester. Esto desmudó a Berta y a Mazzini, no pod-

ían creer que un ser humano que se veía tan angelical e ino-

cente, podía tener un alma tan emponzoñada y que había

estado impenitente.

Esa misma tarde dos patrulleros la fueron a buscar, varios de

los oficiales la reconocieron rápidamente. Fue trasladada a

la penitenciaría de mayor seguridad de Uruguay: Colonial

número 13. De todos modos no cumpliría toda su condena,

ya que ágilmente se contactó con unos cómplices que ante-

riormente la habían ayudado a escapar. Sus cómplices eran:

Ivo Ramírez y Tony Santos, más conocidos como El Artífice de

la Muerte y La Hiena. Todos los martes un alzaprima, pasaba

cerca del salón en donde almorzaban. El plan de zafadura

era: mientras El Artífice de la Muerte y La Hiena llamaban la

atención de los guardias, gritándose y peleándose entre sí,

(sacrificándose por ella, ellos hubieran escapado, pero, pre-

ferían cumplir con su condena), Esther se subiría apoyándose

en una viga a la alzaprima. Se iba a arrebujar detrás de los

conductores, para no dañarse con la textura acre de los

troncos. Cuando el alzaprima se detiene nuevamente ella lo-

gra escaparse y dirigirse al puerto donde una cómplice, la

espera con una balsa, en la que la ayudaría a escaparse a

Buenos Aires.

En las primeras horas no pensó mucho, divagaba en pensa-

mientos de sus próximas víctimas. La luna tan centelleante y

ofuscante, que podía verse en ella mirándola; lágrimas ca-

ían por sus mejillas, pensando en el anatema en que ella y su

enferma mente, se encontraban naufragando en el medio

del océano…

Sally Hansen

Radiante mar Era una mañana sombría: caía una garúa fría y el cielo es-

taba gris, cuando los Mazzini-Ferraz tuvieron una visita ines-

perada…

Ya había pasado un año y medio desde la muerte de Ber-

tita, y Mazzini y Berta iban decayendo cada vez más. Y fue

por eso que el primo galante de Mazzini, Luis Alejandro Ve-

lasco, había decidido visitar, con esperanzas de ayudar a

aquella familia y buscar vestigio de felicidad en ellos. En el

camino a la propiedad Mazzini-Ferraz él pensaba: “No puedo

creer que esta va a ser la primera vez que voy averlos desde

el velorio. Tengo que ayudarlos. ¿Quién sabe lo que habrán

sufrido? Yo no sé si viviría después de pasar por todo eso, no

sé qué hubiese sentido. Sí, los ayudaré, aunque no quieran.”

Su llegada no fue muy notada. En cuanto él hubo llegado, los

idiotas ni notaron su presencia. La sirvienta estaba sorprendi-

da y no lograba comprender por qué este hombre se metería

en la vida de esta familia por cuenta propia. Pero lo que ver-

daderamente no podía creer eran las reacciones de Berta y

Mazzini. Fue como si por unos momentos despertaran de

aquel letargo. Al principio no hubo señal de ningún tipo de

emoción. Cuando la sirvienta ofreció algo para beber, fue

cuando Luis finalmente sentoséy ellos a escucharlo. Mirándo-

los Luis se dio cuenta que ellos mantenían sus semblantesafli-

gidos y se les veía jadeantes. Esto fue hasta que Luis co-

menzó a hablar con morbidez de su naufragio y de cómo le

estaba yendo actualmente. Parecían intrigados, Luis dándose

cuenta de esto, siguió hablando: desde cuando dislocóse el

hombro unos meses atrás, hasta cuando encontróse con su

madre después del accidente. Al cabo de un par de horas (o

mejor dicho ¡un año y medio!) los padres empezaron a

hablar. De todo y nada. Y así, Luis logro hacer lo que estaba

tan obstinado (aferrado con profunda convicción de que es-

to los hiciera sentir mejor) por hacer: invitarlos a su barco.

Después de incesantemente insistir y repetir: “Por favor, ven-

gan”: ellos aceptaron.

El día en el que los tres se iban a juntar, había llegado. El

sol estaba centellante, el cielo azul inmaculado expulsando

un fuerte fulgor. Sorpresivamente, Berta y Mazzini estaban un

poco más arreglados. La mayor parte del tiempo era Luis el

que hablaba, sobretodo de: un idilio en el que su madre

quería involucrarlo únicamente porque la chica era rica y

núbil. Y como este barco uníalo a la paz y venía a relajarse.

De repente fue interrumpido por gritos a lo lejos. Levantándo-

se para buscar de dónde venían, Luis vio (a aproximada-

mente 20 metros) una balsa con 2 jóvenes. Uno de ellos arre-

bujado y el otro gritando y haciendo señas. Ágilmente Luis

se aproximó a ellos y se encargó (con la ayuda de Mazzini y

Berta) de subirlos al braco. Les dieron agua y abrigos. En el

camino se enteraron de que ellos eran hermanos, el mayor

llamado Ivo y el menor (y el que se encontraba en peor es-

tado) Andrés. También se enteraron que habían estado náu-

fragos por dos días y medio, y se encontraban allá porque

habían ido pescar. Mientras hablaban, Luis pensaba en lo

que habría dado por ser rescatado después de tan solo dos

días, o por ser rescatado en el primer lugar… por ser rescata-

do después de tan solo dos días, o por ser rescatado en el

primer lugar…Y Berta pensaba: “ Insólito pensar que Luis ha

estado en un situación tan similar.” En cuanto llegaron al

puerto, los llevaron a un hospital, y cuando ambos ya esta-

ban registrados, Berta y Mazzini estuvieron de acuerdo en ir

un rato más al barco.

Ya para cuando volvieron al baro, era el atardecer. Mien-

tras Luis, erguido, manejaba el timón, Berta y Mazzini miraban

al horizonte asombrados de lo afable que era. Estaban sose-

gados, y disfrutando del sosiego del alma que esto les brin-

daba, substrayéndoles un poco de peso a sus hombros. Des-

pués de tanta angustia y de ver que tan mísero el mundo

podía ser, viendo el mar se dieron cuenta de lo enorme y ra-

diante que podía ser también.

Anush

Apariciones que indican trai-

ciones De pronto se encontraba en el corredor, que hubo parecido

succionar de él cualquier sentimiento de esperanza y com-

pasión que aún podría tener. Caminó por el largo, aunque

estrecho pasillo, cada vez siéndole removido más su jovial

espíritu, del cual, cuando llegó al final de este preludio, ya no

quedaba nada. Luis se desplazaba ahora por la rayana que

se conectaba con el extenso cuarto, de fortuitas paredes que

levantábanse alrededor de unos 20 metros, en su opinión,

majestuoso. El habría tenido un palacio de esas magnitudes

si fuera emperador.

Se adentró más todavía en las profundidades de este me-

lancólico y mustio cuarto, en el que la débil luminiscencia de

unas antiguas lámparas a gas le provenían de un brillo un

tanto tétrico. Se detuvo en el instante en el que reconoció

una figura en frente suyo, con la cual él sabrá exactamente

qué hacer. Lentamente, se aproxima a la balanza, portadora

del antiguo dogma, en el cual las riquezas de uno deben ser

más pesadas que la pluma.

Caminó hasta la pieza, que extrañamente parecía medrar y

aminorarse como al respirar. Lo único que con él portaba era

un anillo que había recibido de Mary cuando hubo llegado a

Mobile. Apoyó el anillo y con él pareció depositar todos sus

idilios con Mary, sintió como si ya no la amara, como si al en-

tregar el material hubiera entregado con él el valor personal

que poseía. Acechaba con cautela el obvio acto que estaba

a punto de suceder hasta que de pronto, una figura, que pro-

viene de la inextricable oscuridad lo empuja con tal fuerza

que atraviesa la pared, el joven cayendo detrás de él.

Este ente no era para nada recio ni intimidante en el aspecto

físico, peor sin duda había irradiado oscuridad propia, acción

que ha interpuesto una barrera de miedo y temor entre ellos

que impediría que desarrollasen una amistad. Tenía una ex-

presión lánguida en el rostro, no era llevaba puesta una

campera marrón como de los años 30´, que probablemente

habrá heredado, por la edad que aparentaba tener, era im-

posible que hubiera conseguido él mismo la campera.

La primera pregunta que le hizo no fue cuál era su nombre, ni

a dónde lo llevaría, sino, fue la siguiente:

- ¿Qué te ha pasado que estás en este estado?

- Querer referir todas mis desventuras sería proceder en

infinito- le respondió el joven, de quién más tarde cono-

cería el nombre, Nicoló.

Caminaron en la oscuridad hasta que se quedó sin hálito, ja-

deante y los pies llenáronse de callos y lastimaduras. Se de-

tuvieron al ver que en su camino cruzábase una mujer de

unos cincuenta años con hondas bolsas bajo sus ojos.Nicoló

habló un minuto con ella una conversación que él no llegó a

oír pero pudo interpretar observando la expresión de la mujer

Dorotea. Sus ojos se agrandaban con profundo pavor y es-

panto, pasmosos.

- Ella nos acompaña – dijo Nicoló, con una voz arcana,

como si se estuviera reservando información relevante.

- ¿A dónde nos dirigimos exactamente?

Esta vez las palabras de Nicoló lo dejaron atónito. Estas sin

duda dilucidaron la situación. Inspiraba seguridad, arbitrio

y se notaba que había pasado por cosas muy enrevesa-

das.

- Yo conozco sus pasdos. Mucha gente ha hecho calum-

nitas pero yo se la verdad

- y sé que merecen una nueva oportunidad. Mucha gen-

te sufre de este infortunio pero yo no puedo ayudarlos a

todos. Yo he guiado a muchos por el camino de las

Puertas de la Muerte, los he ayudado a resurgir en el

mundo mortal a aquellos que lo meritan. Lo mismo haré

con ustedes. Pero hay que apurarnos mientras las Puer-

tas todavía se encuentren abiertas o…

De pronto, los ojos de Dorotea comenzaron a fulgurar con

un brillo verde, bullentes y habló, con un humo pantanoso

saliendo de su boca, en una voz gruesa:

- Salgan hasta el barranco al costado de las Puertas.

A esto le procedió una gran discusión.

- ¡Iremos, seguro es un dios!

- No, tengo un mal presentimiento acerca de esto - objetó

Nicoló.

- ¡¿Desde cuándo le haces caso a tus descabellados

“presentimientos”?! – respondió, de una manera libertina

- ¡QUIERES QUE TE LO CUENTE! – exclamó Nicoló, con

lágrimas que perlaban sus ojos y caían por sus delicadas

y abultadas mejillas.

- Hace cinco años, tuve un presentimiento de este tipo,

pero no lo conté porque pensé que nadie me haría caso

y que era una locura. Esa noche, mi padre –el jefe bom-

bero – murió rescatando a unos niños de un incendio.

Se hizo un silencio inconmensurable.

Llegaron al punto en el que debían elegir un camino. A la

derecha se extendía una planicie que parecía eterna, in-

agotable, interminable. Colmada de esplendorosos árbo-

les perennes. A la izquierda, se notaban, a lo lejos, dos

puertas centellantes, de un hierro forjado por cíclopes an-

tiguos, lo mejor de la artesanía desde la creación del pla-

neta, que se sostenían en lugar por espesas cadenas, y vi-

braban briosamente.

No tuvieron oportunidad de tomar una

decisión, porque de lo que parecía ser

oscuridad inhospitable, manifestóse un

hombre atocinado, en sus 70 y los em-

pujó directo al Tártaro, la tierra estigia de

los monstruos dementes.

Sesos de alga

Fuga por el mar

Este caso inextricable, había trascendido los límites del

pequeño pueblo. No fue un caso efímero y llamó la atención

de dos jóvenes y flamantes detectives, ex – marineros, Ivo y

Estocolmo. Raudamente y al unísono, juntaron los mínimos

menesteres, un par de catres y una carpa. Ambos habían es-

tado durante mucho tiempo siguiendo e interiorizándose en

los hechos acaecidos de aquel pueblo. Tenían la certidum-

brede que aquella estrafalaria rata manca de color perlado

no era la culpable de los homicidios ocurridos y se estimula-

ban pensando que atraparían o descubrirían al verdadero

verdugo.

- Uff, al fin hemos llegado…

- Busquemos una capuera para acampar, se viene la

noche.

- Si, más nos vale, esto se ve desolado…

- Espero que hayamos traído unas buenas maromas, es-

ta zona es de vientos fuertes al parecer.

Sin necesidad de anunciantes, ya se sabía que dos ex-

traños habían arribado al pueblo. Al otro día, preguntaron a

los transeúntes, donde quedaba la seccional policial. Una

vez allí, preguntaron por el caso de Fulgencio Suarez y el de

los tres hermanos idiotas. El Comisario Redondo, los atendió y

les dio la información que necesitaban. Contóse así una vez

más, los episodios tan extraños que habían sucedido.

Cuando Redondo terminó su jornada, pasó por el club

del pueblo, y fue abordado por los curiosos que deseaban

saber quiénes eran y a qué venían los dos muchachos.

Comenzaron su investigación por el trapiche Don Pas-

cual, lugar donde se dio el primer asesinato, el de Fulgencio.

Mientras examinaban el lugar del crimen, Estocolmo da un

berrido como un niño chico, diciendo que había encontrado

una pista.

- Mira Ivo, fortuitamente encontré un gran pedazo de

ropa, parece de un vestido.

- ¡Bien hecho Estocolmo! – Ivo felicitó a su compañero. 1

- Gracias. Análisis de la pista: roja, sucia, como de hace

unas semanas, probablemente de alguien pequeño

por el talle corto.

Esto les daba dos datos: que era un menor o persona de

poca estatura, y que fuese quien fuese, tal vez, mezquinaba

el cuidado de su ropa.

Luego Ivo, encontróse en medio de un barrial, del que

asomaban dos botones. Esto ya daba idea de que se perfila-

ba más al sexo femenino, incluso el tipo de tela de la que se

presumía un vestido, y el estilo infantil de los botones, confir-

maban la hipótesis.

A Ivo le gustaba alardear de que era un sabelotodo, esto

lo llevó a cometer el error de contar su teoría a la gente

del pueblo, “sin duda el culpable fue una rata, pero una

rata del género humano, el cual descubriré en breve”.

Su comentario llegó a oídos de Bertita. Ya se estaba tras

las pistas del verdadero asesino. Típico de los lugareños,

hacer correr la voz de lo que habría escuchado uno y otro

vecino.

La malvada pero adorable niña de aquel entonces, con-

venció a sus progenitores de que debían emprender un viaje.

Resulta que un primo lejano de Mazzini-Ferraz era el capitán

de una corbeta que había arribado al puerto de Paparalapa

a cien kilómetros del lugar. Al amanecer marcháronse en la

primerachalupaque pasaba por aquel puerto.

La chalupa tenía un hueco lleno de falsetes. La fuerza

del agua alteró la turbación del viaje. Esto hizo que un false-

tesaliera despedido y diera justo en el occipucio de Bertita

dejándolo totalmente lívido. La embarcación comenzóse a

llenar de agua. El berrear de los padres no dejaba que Bertita

pudiese pensar, ni hacer reaccionar a su cuerpo que yacía

en el piso.

El suave ruido de olas y la mano bullente de Bertita le

hicieron recordar a un idílico y hermoso capitán de un barco

del que había leído. Al despertar, miró a su alrededor y se dio

cuenta de que había sido la única sobreviviente de un nau-

fragio del que supuso:” ¿Yo habré saltado de la embarca-

ción?”

¿Saldrá Bertita de esta isla con vida?, o ¿será el castigo

de su proceder en el pasado…? ¿Llegarán los detectives a la

conclusión de que Bertita fue la autora de los atroces suce-

sos?

-Ivo, despiértate ya mismo, nuestra sospechosa ha hui-

do.

Ivo, abruptamente salió desesperadodel catre.

Bachicha

La Pérdida Entre la culpa que le dejó aquella situación, Alves deci-

dió ir a la ciudad para visitar a su familia. También para

compartirlo con un familiar o amigo.

Al día siguiente, fue a la casa de su madre. Él notaba algo

extraño en la casa, la veía más lúgubre. Toca el timbre "Ding-

dong". Al ver que nadie responde decide ir a la casa del ve-

cino Ivo, su mejor amigo en la niñez. Golpea la puerta y sale

un niño y le dice:

- Quería saber si estaría presente Ivo Méndez.

- Está en el baño, pero si quieres puedes pasar- respondió.

-Bueno, muy amable, gracias.

-Espera aquí, que se encuentra en la ducha.

En la espera se podía ver las vigas de la casa y también

ver unos cuadros que mostraban a Ivo con una mujer guapa

como de su misma edad, en el medio el niño que le abrió la

puerta y de fondo un bote grande con una cinta de regalo

arriba. En ese momento baja las escaleras Ivo, recién baña-

do.

-¿Ivo amigo, todo bien, todo correcto?

-¡Sí contento de verte! ¡Tanto tiempo! Yo disfruté hoy a la ma-

ñana de la carpición de mi jardín, por eso me bañaba.

-¿No me vas a presentar a ese niño tan amable?

-¿De qué niño hablas, estás teniendo alguna alucinación o

algo por el estilo?

-Este, el del retrato.- señalándole la foto de la familia.

-Él se llamaba Gustavo, murió junto a Mary, hace dos años.

-¡Cómo si él me abrió la puerta lo he visto, lo juro!¡Qué pas-

moso!

-¡Sabes que no es gracioso!

-¡Te digo que es verdad, ese niño me abrió la puerta!

-¡Ese niño es mi hijo!

-¡Uy lo siento, no lo sabía!

- Ambos murieron en un accidente en el mar, cuando la em-

barcación La Blanca Mar, sufrió un desperfecto que resultó

letal, para mis amados. Puede ser que hayas visto a Gustavo,

mucha gente también lo dice, pero yo jamás pude verlo.

Marcos, mi amigo, logró salvarse del accidente. Nunca sabré

si sufrieron o no.

- ¿Todo lo que pasó en dos años?

-Sí…

-Yo no sé qué hubiese hecho de haber estado en esa situa-

ción, pero tengo algo que contarte… Por eso es que tengo

tanta culpa.

Luego que Alves le contó todo eso a Ivo, decidieron ir a

pescar con Marcos y por un momento Alves olvidó a su ma-

dre.

Cuando llegaron al muelle, Ivo pidió alquilar un bote.

Todos dijeron que sí. Alves fue por las cañas y las redes. Mar-

cos se encargó de conseguir el vino.

-¡Pero qué basura agarraste Ivo, parece una alzaprima!-

acusó bromeando su amigo Marcos.

-¡Yo hubiese elegido algo más grande!

-Bueno es lo que había. En realidad es una chalana, mi her-

mano tenía una pero se le destruyó toda- dijo Ivo riéndose

con los brazos en jarra.

-Aunque parece más una chalupa.

-Espero que todo salga bien- dijo Alves.

-Sí, está todo bajo control. ¡Lo pasaremos de lujo!- respondió

Ivo y Marcos asintió con la cabeza.

La nostalgia invadió el bote. Pescaron dos dorados y

cuatro pejerreyes. Marcos y Alves querían almorzar, pero Ivo

no tenía apetito. En la tarde tenían que volver a sus casas.

-¡Qué asco, está lleno de tábanos y de sargazos !- dijo Mar-

cos gritando y con varios vasos de vino encima.

-No pude tomar nada de vino. Como siempre no le pude dar

ni una succión, se lo terminan ustedes, para la próxima con-

sigo más de uno.- murmuró Alves.

Habían acordado que Alves iba a quedarse a pasar la no-

che en lo de Ivo. Sin embargo dieron vuelta, notaron lento el

motor. Ivo y Marcos estaban asustados, el pasado los atemo-

rizaba. Entonces empezaron a tomar vino hasta que se em-

borracharon. Alves era el único consciente, a bordo del bar-

co. Marcos estaba como materia inerte, tirado en el piso con

sus piernas y brazos abiertos, Ivo borracho, mareado y som-

noliento, al lado de Alves.

Encontrábanse a media hora del muelle. En el horizonte

había un cúmulo de nubes que era bellísimo. Estaban lejos y

sin mucha gasolina. Fue entonces que Alves, cansado de so-

portar a sus amigos les dice:

-¡Cálmense!- ambos lo miran atentamente.-Estamos vara-

dos…

-¡No!¡Otra vez no!- dijeron los borrachos, con cara de deses-

peración.

Minutos después, ambos se durmieron debido a la can-

tidad de alcohol ingerida. Alves los miró y entendió que tenía

que hacer algo por sus amigos para limpiar su atormentada

conciencia.

En esos momentos, el motor produjo un profundo silen-

cio, señalando que la gasolina había llegado a su fin, la jor-

nada de pesca se había tornado fúnebremente en una odi-

sea.

-¡Toma la maroma y átamela a la cintura, así podré sumer-

girme y arrastrar el bote hasta la orilla!- dijo Alves confiado

en su tonicidad.

Finalmente, saltó al agua. Su idea fue encontrar un árbol,

eucalipto o un punto de apoyo donde amarrar el bote para

evitar que quedase a la deriva.

Él era conocedor y sabía que al atardecer la corriente

en el río se incrementaría, formando borbollones de agua al-

rededor. A pesar de eso, cegado por la culpa, igualmente in-

tentó hacerlo. Lamentablemente, el peor de los pronósticos

se hizo realidad y Alves sucumbió antes de llegar a la orilla.

Casi una hora más tarde, otro bote que circulaba por el

río, timoneado por Alejandro Velazco, notó la presencia de

un barco ofuscante, una embarcación misteriosamente soli-

taria.

Se detuvieron a su lado y al abordarlo, junto a sus

acompañantes, encontraron a Ivo y Marcos, dormidos sobre

la cubierta con una botella de vino en su mano y compren-

dieron la situación. Se sorprendieron al ver que un cabo que

colgaba del bote se sacudía con la corriente.

Al recogerlo, vieron que algo en la punta salía a flote.

Con mucha sorpresa, vieron que Alves se encontraba allí

desmayado con su rostro lívido y a punto de ahogarse. Rápi-

damente, Alejandro lo colocó sobre la cubierta y comenzó

con masajes de reanimación, para sacar a Alves del síncope

que estaba sufriendo.

Rato más tarde, volvieron al punto de origen, Alejandro

Velazco junto con sus tripulantes y embarcación rentada re-

molcándola , donde venía Alves arrebujado en una frazada y

sus dos compañeros de pesca que se encontraban bastante

más sobrios y todos famélicos, porque no habían comido na-

da en todo el día . Al bajar, los tres se fundieron en un gran

abrazo, que representó mucho más que la alegría por haber

superado esta difícil situación, de manera que logró liberar la

pesada carga que Alves cargaba en su consciencia. La fa-

cies de Alves se veía como el de antes, estaba feliz. Esa no-

che, logró finalmente descansar en casa de su madre, que a

esa hora, ya había regresado.

La vida continuó para los tres:

Alves paró de ser tan cazurro y se mudó a la ciudad,

donde conoció una bella dama con quien pasó años

muy felices y fue padre de tres hermosos niños. Logró

construir una hermosa casa, con una gran estufa a leña,

donde lucía una foto junto a sus amigos.

Ivo se refugió en su trabajo y pasaba muchas horas en la

soledad de su hogar, leyendo y estudiando, llegando a

ser con el tiempo un gran escritor.

Marcos, sin embargo, luego de luchar durante largo

tiempo con su adicción al alcohol, decidió rehacer su

vida. Se fue a vivir a Buenos Aires, donde instaló el pri-

mer restaurante de comida tradicional de Uruguay, lle-

gando a formar una cadena internacional con presencia

en varios lugares de Sudamérica y Europa.

Pasaron muchos años y la tradición de estos tres amigos

se mantenía. Cada primavera se reunían en el mismo lugar y

alquilaban un bote para ir de pesca, pero lo hacían sin llevar

bebidas alcohólicas y con el tiempo sus hijos pudieron com-

partir la experiencia junto a ellos.

¿Qué hubiese pasado si Alejandro Velasco no hubiese

estado allí…?

Antoine.S

La Continuación… - El abuelo Ivo cerró el libro -

- ¡Abuelo! Esa historia es hasta más aburrida que la de papá

de cómo sobrevivió diez días en el mar, que por si no sabés,

la contó como 800 veces.

- Reyna tiene un poco de razón… pero igual no está tan mal.

Reyna y Octavian son dos hermanos mellizos de 13 años. Son

hijos de Luis Alejandro Velasco y Mary Address. Reyna es una

chica muy valiente, activa y madura. Tiene el cabello de co-

lor marrón oscuro y unos ojos negros muy profundos. Octa-

vian es todo lo contrario: tiene pelo rubio y ojos azules. Es in-

teligente, travieso y rebelde. Algunos no pueden creer que

sean mellizos.

Los chicos tenían que leer el cuento para un trabajo de Idio-

ma Español. La idea del proyecto era continuar la historia pa-

ra darle un final distinto.

Al otro día los mellizos fueron a clase, entregaron el trabajo y

al hacerlo, la profesora les puso otro. En este tenían que tra-

bajar en grupos de cuatro, elegir alguna de las historias que

hizo uno de esos estudiantes y adaptarla a una obra de tea-

tro. Los chicos formaron grupo con Rachel (la chica que le

gusta a Octavian) y Matteo (un compañero que gusta de

Reyna, pero ella no se lo espera porque es el típico “chico

perfecto” del que todas están enamoradas).

Después del liceo, el padre de los hermanos los fue a buscar

pero se encontró con una pequeña disputa entre los compa-

ñeros de grupo:

-Matteo, si no podés el fin de semana, ¿cuándo nos junta-

mos?- dijo Reyna.

-No sé cuándo podré o cuándohabré vuelto de la casa de mi

padre-respondió Matteo con molicie- Además Rachel tam-

poco puede, no es solo mi culpa.

-A mí no me metas, yo lo que dije es que no puedo el sába-

do, y que si hubiera sabido antes hubiera arreglado, pero ese

no es el caso.

-Bueno, chicos- intervino Luis Velasco- ¿Por qué no se juntan

hoy en casa?

-¡Pero papá! Hoy es jueves, y vos siempre decís que no nos

juntemos entre semana.

-Es verdad Octavian, pero podemos hacer una excepción.

¿Qué les parece?

- Bueno- dijeron los amigos al unísono.

Después de llegar a la casa, los chicos no sabían cómo

avanzar ni qué historia elegir, pero al final se pusieron de

acuerdo con el cuento de Matteo:

-¿Y ahora qué hacemos?- preguntó Reyna.

-No sé, “Chica Reina”.

-¡Matteo, ya te dije 300 veces que no me digas así!

-Igual lo voy a seguir haciendo, es uno de los mejores apo-

dos que inventé.

-Bueno, basta de pelear- interrumpió Rachel- podemos inten-

tar hacer los diálogos de la obra y después vemos cómo nos

arreglamos con lo demás.

El grupo trabajó toda la tarde, pero cuando terminaron eran

ya las diez y no podían ir a buscarlos, así que se quedaron a

dormir.

Después de cenar se pusieron el pijama y empezaron a jugar

hasta que Mary los mandó a la cama.

Al otro día, los chicos fuéronse al liceo, tenían que presentar

el borrador de la obra. La profesora los felicitó pero les reco-

mendó algo:

-Chicos, el borrador está muy bien pero estaría bueno si a los

diálogos, ya que están interpretando personas más grandes y

con más vocabulario, les agregaran algunas palabras de los

cuentos de Quiroga que estuvimos trabajando.

-Bueno-dijo Reyna- ¿pero qué tipo de palabras?

- Algunas que ustedes no sepan el significado, así pueden

aprender nuevo vocabulario y también leer.

-Ok, gracias.

Después de que alejose la profesora, el grupo se juntó para

ver qué hacían:

-¿Entonces qué hacemos si Matteo no se puede juntar?

- Ya está solucionado, Octavian. Al final no me voy así que

van a tener el placer de pasar todo un fin de semana conmi-

go- comentó Matteo.

-Me quedo tranquila- dijo Reyna displicente-¿Y vos Rachel?

-Yo puedo. ¿Vamos a tu casa de nuevo?

-Dale, ya está todo en la compu, además ahora me acuerdo

que tenemos que poner algo sobre un naufragio y ya que es-

tamos podemos preguntarle a mi papá.

-Buena idea, Chica Reina.

-Dios…

El sábadojuntáronse y empezaron a buscar las palabras

difíciles. Más tarde se repartieron los personajes y eligieron la

vestimenta:

-Ya tenemos todo listo, lo único que nos falta es hacer los

diálogos pero esta vez con las palabras.

-Tenésrazón, Rachel- agregóOctavian- ¿Y si cada uno dice lo

que se le ocurra, tipo una lluvia de ideas y después lo ano-

tamos?

-Dale, a mí se me ha ocurrido algo así: “¡Mirá esa abra que

hay allí Don Ruperto! Es donde dilucidose aquel problema de

la mujer núbil, ¿se acuerda? Apareció en el diario hace un

tiempo”.

-¡Sos una genia, Rachel! Y después de eso el narrador puede

agregar: “Al decir eso, Don Ruperto quedose mirando los

ofuscantes confines de la bahía. Él había evocado a su pro-

metida. Ella era afable y angelical. La mujer murió unos años

atrás”.

-¡Sí!-concordóMatteo- Y el señor este le puede decir al amigo

que acordose de su mujer y toda esa cháchara, después le

cuenta cómo la conoció y le dice algo así: “Me la encontré

en un carnaval de casualidad, la calle estaba llena de cha-

rangas y ella tenía las manos trémulas, parecía tener miedo.

Era una situación inusitada porque parecía presta para bailar.

Estaba vestida y todo”.

-¿Y si ponemos una canción?-preguntó Rachel- Matteo y

Reyna la pueden cantar. Son muy talentosos, además hacen

una buena pareja…

-¿La Chica Reina y yo? Por mí no hay problema, no sé qué

piensa la princesa.

-Está bien-aceptó Reyna- pero que conste que solo lo hago

para que nos ponga más nota. Nada más.

-Sí, sí- dijeron Octavian y Rachel risueños.

-Ah, y para no dejarlos afuera, canten ustedes un preludio

para comenzar la obra- los retó Matteo.

-Jajaja, esa estuvo buena, Principito.

-¿Principito? Eso es nuevo. Me gusta.

-Bueno, ¿y si dejamos la hermosa plática de amor y conti-

nuamos con el trabajo, que ya nos queda poco?- interrumpió

Octavian.

-¿No tendrás una vil intención lindera con la explotación?

Veo en tus ojos vestigios de maldad – ironizó Reyna.

-¡Ni que propusiérales carpir la tierra! ¡Solo que nos ponga-

mos a trabajar en lo nuestro! Si seguimos así sentados vamos

a tener obesidad mórbida- se enojó Octavian.

-¡Dios no permitiéralo! ¡Nunca jamás si de mí libre arbitrio de-

pendiera! –se rio Reyna.

Al terminar, cada uno se fue a su casa, habían acordado

elegir las canciones al día siguiente.

El lunes los chicos llegaron al liceo. La profesora ya estaba en

la clase esperando a todos los grupos para empezar.

El escenario no estaba elaborado, porque aún no se hubo

decidido qué obra presentaríase en la fiesta de fin de año.

Ese día se reunían para verlas exhibidas, corregir algunos de-

talles y decidir cuál iba a participar.

Todos los grupos presentaron su proyecto.

Cuando llegó el turno del grupo de Octavian, estaban muy

nerviosos, mas la interpretaron muy bien. Pero lo mejor es

que lo disfrutaron mucho; sobretodo Reyna y Matteo, que se

conectaron tanto cantando que pareció que estaban vo-

lando.

La profesora comunicó el resultado:

-Y la obra ganadora es…

Fin

PIPER

El reencuentro... Luego de todo lo sucedido, ya había pasado un año, a Alicia

se le ocurrió hacer un viaje en pareja con Jordán ya que

habían llegado las vacaciones. Quería salir de la inercia y de

los muros de su casa. Se propusieron muchas ideas. Parsimo-

niosamente fueron diciendo a donde iban a ir. Luego de unas

horas planeando, se decidieron por una opción.

Sus vacaciones iban a ser en un crucero llamado "La Blanca

Mar" e iban a navegar por las aguas del Caribe toda una

semana.

Unos días después, ya habían preparado su equipaje y esta-

ban listos para partir. Cuando llegaron al muelle, subieron sus

cosas a "La Blanca Mar" y fueron acompañados a su habita-

ción por un empleado de aquel crucero. En la primera no-

che, hubo una fiesta con todos los pasajeros del barco para

presentar al capitán. Alicia y Jordán pasaron esa noche es-

trellada en una zona sin techo hablando. De repente, Jordán

asustóse ya que una voz se escuchó llamando sus nombres.

-¡Alicia! ¡Jordán!-dijo la voz.

Enseguida los dos empezaron a mirar a su alrededor para ver

quién era. Al ver la cara de quien gritaba, Jordán constató

que eran los hermanos Okumura.

-¡Cállate Rin! Pareces un loco gritando.-le dijo Yukkio, el her-

mano menor.

Ambos hermanos fueron a saludar a Jordán y a Alicia. Esta-

ban muy felices de poder volverlos a ver después de tanto

tiempo. Sobretodo Rin, que llevaba una sonrisa irradiada en

la cara.

-¡Hola! ¿Cómo están? ¡Cuánto tiempo sin verlos! He vivido

muchas cosas desde entonces.-dijo Rin.

-Alicia, Jordán. Un gusto volvernos a encontrar. La verdad

que yo estoy encantado de tenerlos cerca.-dijo Yukkio

mostrándose más maduro que su hermano mayor.

Rin sentóse junto con Yukkio a hablar y a contarles anécdo-

tas a Alicia y a Jordán de lo que han pasado y cómo es que

terminaron de vacaciones en ese barco. Luego de unas

horas había llegado el momento de anunciar al capitán y su

compañero. El capitán de "La Blanca Mar" era un hombre ba-

jo, simpático, casi sin pelo, agradable a simple vista y lleva-

ba unos lentes rojos. Su nombre era Ivo. Su compañero era un

hombre alto y de cara seria, tenía una parte de su pelo teñi-

do de amarillo. Él se llamaba Daniel. Los hermanos Okumura

y la pareja, fueron a saludar al capitán. Estuvieron unos minu-

tos hablando. Se lo pasaban tan bien que terminaron siendo

amigos.

Al día siguiente, eran las 05:00 am, cuando Yukkio estaba

sentado en la parte de afuera del crucero contemplando el

amanecer y las nubes que seguían el rumbo del viento. Eso

hacía que él se sintiese calmado. Por eso disfrutaba tanto a

esas horas. Mirando las aguas del Caribe, de la nada a lo le-

jos se vio un punto negro. A medida que se acercaba iba

tomando forma de una balsa. Pero no solo una balsa era lo

que se acercaba. Al parecer traía un pasajero consigo. Yuk-

kio fue corriendo en busca de Rin. Luego de contarle lo su-

cedido, Rin usó sus demoníacos y fulgurantes poderes e in-

vocó un demonio marino que hizo que causara muchos bor-

bollones. Eso hizo que la balsa se acercara al crucero cada

vez más rápido. Cuando la balsa tocó el barco, Yukkio tiró un

extremo de una cuerda y el otro lo sostuvo para que Rin su-

biera al hombre. Rin, sambullóse al agua y con cuidado

agarró al señor para subirlo. El hombre intentaba ayudar pe-

ro estaba muy débil así que desmayóse.

Aparentaba ser un hombre de estatura grande y de una

edad un poco avanzada, ya que tenía el pelo un tanto cano-

so. Al igual que Ivo, este traía consigo unos lentes solo que

estos eran grises como su pelo y venía vestido como si fuera

un marinero importante.

La tarde ya estaba llegando, cuando finalmente el hombre

se despierta. Enseguida se dio cuenta que había sido resca-

tado ya que estaba en una enfermería. La limpidez de esa

habitación era muy agradable para él. Al mirar a su alrede-

dor, se dio cuenta que habían dos chicos frente a él.

-¿Cómo te sentís?-dijo Rin. -¿Qué fue lo que hizo que termi-

naras en una balsa a la deriva? Pero primero que nada...

¿quién sos?- continuó.

El hombre sin entender que estaba pasando aguantóse la

curiosidad y respondió con letargo, hilaridad y con una voz

estertora:

-Me llamo Luis Alejandro Velasco, estaba en el "Albatross", un

barco, cuando se escuchó una alarma y la gente empezó a

correr desesperadamente. Hube hecho algo pero estaba

mareado. Luego desperté en una balsa, como naufragando

en el limbo hasta que aparecieron unas burbujas que me lle-

varon hacia este barco. Fue ahí donde perdí la conciencia.

Creo que habré pasado muchas cosas mientras estaba dor-

mido.-

Luego de haberles respondido, Rin y Yukkio le explicaron a

Luis dónde estaba y cómo llegó ahí. Luis, al saberlo, frustróse.

Pero le ofrecieron ir a comer con ellos y le dijeron que no se

preocupase porque el capitán invitaba la comida. Vertigino-

samente, Luis aceptó la oferta ya que se estaba muriendo de

hambre. Le habían preparado ropa y unos zapatos que pa-

recían nuevos ya que Yukkio se había tomado la molestia de

lustrarlos con un estuco. Luis vistióse. Cuando fueron a comer,

Alicia y Jordán los estaban esperando en la mesa junto con

Daniel. Rin seguía con el pelo de los brazos crispados por

haberse tirado al agua fría.

Luis dio una mirada furtiva a los que estaban sentados en la

mesa. Cuando llegó la comida, se quedó estupefacto.

Cuando masticaba, le dolía la mejilla que la tenía lívida por

un golpe. Se declinó a observar el lugar. Todo era muy ele-

gante ya que estaba todo decorado naturalmente con aza-

hares.

El capitán llegó con una mirada de frenesí ya que cuando

rescataron a Luis, la balsa le hizo un rasguño a "La Blanca

Mar". Pero luego no le dio importancia.

-Mientras Luis viva no hay de qué preocuparse. Aunque

hubiera pedido un seguro.-dijo Ivo.

Los siete nuevos compañeros merendaron tranquilos hablan-

do de sus vidas. Luego de esa semana, Luis se quedó a vivir

con Daniel e Ivo y fue el aprendiz de capitán. Yukkio y Rin,

volvieron a la escuela de exorcistas. Finalmente, Alicia y

Jordán, volvieron felices a su hogar.

Meses después se reencontrarán los siete amigos en la casa

de Alicia y Jordán...

Hecho por: Okumura

Basado en: "Ao no Exorcist" (El exorcista Azul), "El almohadón

de Plumas", "Relatos de un náufrago" y "El canto de la corvina

negra".

Un viaje sin destino

Capítulo I: Una noche de suspenso

Era un domingo de noche. Bajo la irradiada luna, pasá-

banse Ivo junto a su fiel amigo. Caminaban a lo largo de la

rambla de Montevideo, cuando inesperadamente cuatro ful-

gurantes luces cayeron desde el cielo. Ivo y su amigo que-

daron sorprendidos, no sabían qué ocurría.

- ¿Qué es eso? - balbuceó Ivo al tiempo que su amigo cami-

naba hacia las extrañas figuras.

- ¡Detente! - clamó, pero no obtuvo respuesta.

Ivo comenzó a correr berreando y se ocultó en un obraje

que, afortunadamente se encontraba abierto.

- ¿Qué sucedió? ¿Se encuentra bien señor? -consultó un tra-

bajador.

- ¡No señor, algo que ni siquiera sé que es, asesinará a mi

mejor amigo! - respondió espantado.

- Cálmese, le traeré un vaso con agua. Espero que le guste. -

dijo el trabajador pensando en que Ivo habría vistoalgo a lo

que temiere.

- ¿Viviría si en este momento estaría con él? ¿Qué habría

hecho yo? - se dijo a sí mismo. Ivo se quedó inmóvil pensan-

do en qué le estaría ocurriendo a su amigo en ese momento.

Capítulo II: El Hallazgo

Ya habían pasado tres meses desde la aparición de

aquellos fenómenos. Durante ese largo tiempo, Ivo intentaba

prescindir a toda costa, hablar sobre lo ocurrido, y se hundía

frecuentemente en la depresión sin cesar, debido a que su

amigo nunca apareció. Hasta que un día, decidió dedicarse

a investigar, saliendo de su profundo letargo, acerca de lo

ocurrido tres meses atrás. En una página web descubrió un

artículo de un antiguo periódico acerca de una familia que

desapareció unos años atrás. "La pareja poseía cuatro hijos y

una hija. Los cuatro niños, sufrieron de una enfermedad des-

conocida en aquellos tiempos. La enfermedad no fue tratada

a tiempo, y como consecuencia, los niños perdieron su inteli-

gencia y su espíritu. Por otro lado, la pequeña niña que nin-

guna enfermedad padeció, fue asesinada con frenesí por sus

hermanos, y tiempo después, no se supo nada acerca de es-

ta familia." Este artículo, llevó a Ivo a pensar acerca de lo

ocurrido, como si se tratase sobre los espíritus de los niños.

- Las luces eran cuatro. - se dijo a sí mismo.

- ¡Y los niños enfermos también eran cuatro! - prosiguió. A pe-

sar de esto, Ivo no podía dejarse llevar por su imaginación.

Aunque las luces y los niños enfermos de aquella familia mis-

teriosa fueran cuatro, también era posible que fuese un sim-

ple fenómeno natural. Pero lo que lo terminaba de persuadir,

era el hecho de que su mejor amigo no volviera a surgir lue-

go de la aparición.

Pasó el tiempo, y luego de tres semanas Ivo contactó a

su dócil hermano, Luis Alejandro Velazco. Hacía ya mucho

tiempo que no lo veía, ya que desde pequeños, competían

por todo.

En la cafetería...

- He hablado con varios conocidos luego de que ocurriera

aquella extraña aparición, para ver si era algo natural o algo

totalmente extraño. La gran mayoría me afirmó que se debía

a algo que tenía que ver con la reflexión, es decir, la luz se

reflejó en el agua provocando algún fenómeno un tanto

extraño, pero me obstiné a seguir creyendo que tiene algo

que ver con la familia desaparecida pese a que me hubiesen

afirmado que se debe a cuestiones naturales. - comentó.

- No lo sé, a mí, nunca me ocurrió. - repuso Alejandro.

- Me pregunto qué le habrá ocurrido a mi amigo, me arre-

piento de haberlo dejado solo.

- Tranquilo, no pudiste hacer nada...En el informativo pude

ver qué le ocurrió... - en seguida fue interrumpido por Ivo:

- ¿¡Cómo!? ¡No me dijiste nada acerca de eso! ¿¡Qué pasó!?

- clamó Ivo con amargura mientras perlaba la mesa con sus

lágrimas.

- La policía encontró grandes marcas de sangre en el esce-

nario. Al parecer se había desangrado, constatóse por los in-

vestigadores asignados al caso. - la conversación acabó

cuando un azahar blanquecino cayó dentro de una taza de

café.

- Tranquilo, yo pagaré. - dijo Alejandro al tiempo que Ivo sa-

caba la billetera de su bolsillo.

Al llegar a la casa de Ivo...

Al llegar a la casa de Ivo, Alejandro decidió llevar a su her-

mano de viaje en un crucero con el fin de poder borrar los

pensamientos negativos que Ivo tenía en su cabeza.

- Mira querido hermano, te veo algo estresado por lo que

ocurrió hace un tiempo. Me gustaría que te relajaras. ¿Qué te

parece si nos vamos del país juntos y nos divertimos por un

tiempo? - preguntó Alejandro.

- No lo sé... Hace mucho tiempo que no salgo de aquí. Pero

está bien, acepto. - respondió.

- Perfecto, ¿a dónde quisieras ir? - preguntó.

- No lo sé hermano, no quiero hacer que pierdas demasiado

dinero. Con Argentina o Brasil me conformo. - díjole.

Capítulo III: El viaje

Cuando Alejandro volvió al hogar de su hermano, a Ivo se le

plasmó una gran sonrisa en su rostro. Se encontraba feliz al

pensar que conocería mejor a su hermano y que la gran

carga de no haber podido ayudar a su mejor amigo cuando

lo necesitaba, se iría de una vez por todas.

De camino al puerto...

Alejandro sentóse en el asiento del acompañante en el taxi

de camino al puerto, mientras Ivo, viajaba en la parte trasera.

A Alejandro le preocupaba una sola cosa: si el tráfico era

lento. De ser así, habrían perdido su viaje.

Al llegar al puerto, no tuvieron que esperar demasiado tiem-

po antes de abordar el crucero que los llevaría a Buenos Ai-

res, Argentina. Viéronlo por la ventana del edificio estacio-

nado. Era extraordinario. Tenía un espléndido color blanco

lustrado, era muy bello.

En el crucero...

Dentro del crucero, los hermanos comenzaron a buscar su

respectivo camarín para ubicarse y acomodarse. Faltaba

poco para que el buque zarpara, y su trayecto sería muy lar-

go, por lo que tendrían bastante tiempo para divertirse en él.

El barco zarpó a las cinco de la tarde en punto. Ivo comenzó

a explorar el buque entero. Notó que en el centro, había un

“free shop”. Él y su hermano estaban ubicados en uno de los

camarines del primer piso. En el segundo piso, se encontra-

ban diferentes salas. Una de ellas, tenía un boliche en su

interior. Las demás contenían sitios para comer y camarines

de primera clase. Y en el tercer y último piso, se encontraba

una barra de alcohol, otro boliche y una piscina, en donde se

hacían eventos nocturnos cuando las condiciones climáticas

daban la posibilidad.

Los hermanos ocupábanse de ordenar y acomodar su equi-

paje dentro del camarino al tiempo que el “free shop” abría.

Cuando Ivo se dio cuenta que la tienda estaba abierta, hízo-

le señas a Alejandro para que fuera con él también.

Capítulo IV: La noche siniestra

Al caer la noche, los hermanos fueron a la parte superior del

barco, ya que habría una gran fiesta. Al subir, se encontraron

con la sorpresa que estaba lleno de personas bailando, be-

biendo y divirtiéndose, por lo que Ivo y Alejandro, se sumaron

a la multitud.

Horas más tarde, babeantes de tanto alcohol y descanso, Ivo

comenzó a olvidar lo ocurrido varios meses atrás. La diversión

abundaba, y no pararon de moverse hasta que el barco co-

menzó a tambalearse descontroladamente. Sacudiéronlo

poderosas olas que lograron que el barco se diera vuelta. Ivo

y Alejandro cayeron al agua, junto a un montón de gente.

Los hermanos comenzaron a nadar juntos y afortunadamente

encontraron una balsa de emergencia que flotaba sin desti-

no. Ambos la abordaron, y rápidamente comenzaron a remar

buscando sobrevivientes en los restos del buque. - ¡Ayuda!

¡Ayuda! - Escucharon gritos, por lo que comenzaron a remar

hacia donde provenian, redoblando el esfuerzo. Repentina-

mente, los gritos ya no se escucharon más, y el penetrante

silencio se apoderó del escenario.

Ivo y Alejandro, exhaustos por el gran

esfuerzo dado, se dejaron caer sobre

la balsa. Comenzaron a viajar a la

deriva.

Baiehta

El encuentro Bertita y los cuatro idiotas pasábanse cerca de Mazzini y

Berta cuando de repente Mazzini se ahogó en un mar de

sangre al igual que Berta. Cuando ya estaban investigando

quién había matado a la pareja Mazzini-Ferraz, los policías

no pudieron constatar quién los podría haber matado. Pensa-

ron que podía haber sido un ladrón, pero no estaban en lo

correcto…

Años más tarde la central de policía retomó el caso

de la muerte de la pareja Mazzini-Ferraz. El comisario Luis

Alejandro Velasco y su equipo fueron a ojear la casa de la

familia. Llegaron las miradas furtivas de los policías cuando

constataron algunas fulgurantes cartas arriba de la mesa,

¿aquellas cartas podrían dar alguna pista? A Luis Alejando

Velasco le zumbaban muchas ideas en la cabeza. Una de las

cartas transmitía un horroroso mensaje, Luis quedó estupefac-

to, no soportó leer la carta, la carta decía que el asesino

había huido del país acompañado de dos vertiginosas per-

sonas.

El cuartel tomose acción y encontraron a qué país se

fueron aquellas personas. Luis viajaba con algunos compa-

ñeros, pero a Luis se le notaba un poco crispado y asustado

al haberse subido al buque, ¡él no sabía qué le podía llegar a

pasar! El buque averiose y toda la tripulación quedose a la

deriva. Había que saltar del barco para llegar a tierra nadan-

do, algunos miembros de la tripulación hubiesen saltado, pe-

ro Luis y otros tenían que quedarse en el barco preparando

alimentos y pedir ayuda. Mientras todos comían Luis estaba

helado pensando y razonando el caso de la familia Mazzini-

Ferraz, la hija no murió y nunca fue encontrada así que ¡Berti-

ta y otros dos eran los culpables! Dos largos días después,

llegose el rescate y los llevarían al puerto de Medellín en Co-

lombia, pero Luis tenía un mal presentimiento, una niña pe-

queña siempre estaba atenta a lo que Luis hacía, Luis vistiose

rápidamente y retirose de su camarote para buscar a la niña.

Muy amablemente Luis preguntose el nombre a la niña y ella

le respondió:

-Me llamo Bertita – dijo en un tono muy insidioso.

A Luis casi le da un síncope cuando se hubo enterado que

esa niña era Bertita, pero él le preguntósi venía acompañada

y ella sin dudar respondió que sí, y que se llamaban Ivo y Al-

berto.

-Bertita, ¿tú sabes dónde yo podría encontrar a tus compañe-

ros? Si supiese donde están iría a verlos.

-¡Sí! Los puedes encontrar en cubierta.

-¡Gracias voy a ir a buscarlos!

Luis encontrose a Ivo y Alberto. Estaban hablando cuan-

do la policía los detuvo, ellos sollozaron, lamentaron y redo-

blaron sus llantos al saber que serían arrestados. Luis hizo al-

gunas preguntas y admitieron todo.

Cuando el barco hubo llegado al puerto Luis sorprendio-

se mientras él salía a las calles de Medellín al ver toda la

gente esperando y celebrando muy estrepitosamente la lle-

gada de los policías.

Ilut :D

Un Tal Paulino Parte 2

Pero justo antes de partir, siente en su cabeza una voz

que no para de sonar.

-¡Ey, necesitas ayuda!

Parecía haber escuchado más de una voz, de hecho,

provenían de tres hombres. Todo parecía cambiar de pronto,

esa discapacidad al movimiento que lo había llevado al

naufragio, de pronto, esfumábase rápidamente. En cuestión

de segundos Paulino sentía como si todos los marineros estu-

viesen inmediatamente a su cargo totalmente.

Los desesperados marineros contaban todo lo que hab-

ían vivido hasta ese entonces mientras Paulino hacía uso de

las provisiones medicinales de sus nuevos compañeros: Luis

Alejandro Velasco, Ivo y Luis Rengifo. Parecían empezar a

calmarse, pero lo que los tenía realmente desesperados era

lo que la gente diría de ellos en su país, todo, menos la ver-

dad. Habían sido desechados.

-¿A dónde iremos?- preguntó Ivo azozado.

-Navegaremos contra la corriente- afirmó Paulino.-Eso fue lo

que me dejó por acá, la corriente. Debemos ir a mi casa, allí

estará esperando con ansias mi esposa, o eso espero. No

creo que piense que yo viva.

-Si tú vivieses, ¿te recibiría?

Paulino afirmó, mientras mandaba a la tropa formada

aquel día, a subirse al barco. Mientras los marineros

contábanse dónde realmente habían estado, Paulino solo

pensaban en su vuelta a casa. Y en cómo iba a ser recibido.

Una vez llegada la tropa al rancho de Paulino, o así solía

ser, todo se tornó completamente extraño. Para empezar,

Velasco pasó a ser internacionalmente reconocido por todo

una mentira política. Ivo y su compañero volvieron a “La

Blanca Mar”. Pero al pobre Paulino no se le hizo tan fácil. Re-

sulta que su esposa ya se había vuelto a casar, su sobrino se

había adueñado de sus ovejas y un novato atendía su cose-

cha. Ya pensando en volver al viejo bote, un viejo amigo que

no le reprochó nada le preguntó: -Y ahora ¿a dónde irás?- Y

Paulino le respondió:-A recuperar mi sudario.-

Birel

La casa de mi tío

El 20 de julio de 2004, Ivo y su amigo Sebastián estaban sen-

tados en la escalerilla de la casa, cuando un señor estaciona

el auto en el garage. Con un gesto de parsimonia se baja del

auto y pregunta por Ivo, inmediatamente se levantó y le hizo

una seña a Sebastián que yacía en el pisó para que se le-

vantara. El hombre llevaba puesto unos fulgurantes zapatos

que impactaron a los dos muchachos en cuanto el hombre

bajo del auto. El hombre se presentó y dijo:

-Soy Luis Alejandro Velasco, estoy buscando al dueño de es-

ta casa.

Ivo dijo ser el dueño de la propiedad, Luis le preguntó si pod-

ían pasar a la casa para hablar de sus tíos Jordán y Sara. Los

ojos de Ivo se agriaron al escuchar sus nombres. Ivo accedió

a hablar con Luis y entraron a la casa. Después de una hora

sentandose en el zaguán de la casa, el hombre se fue pero

antes de irse le dejó un sobre de parte de su tío. Furtivamente

el amigo de Ivo abrió el sobre, adentro había muchos pape-

les y una llave. Ivo le sacó los papeles de la mano a su ami-

go y empezó a leer. Los papeles decían que su tío le había

dejado la casa en donde vivía. Al día siguiente Ivo y Sebas-

tián se dirigieron al puerto de Inglaterra para poder subir al

barco que los llevaría a la casa del tío de Ivo. En el medio de

la noche una gran tormenta atrapó al barco y cinco pasaje-

ros y dos marineros cayeron al agua. Si Ivo y Sebastián

hubieran entrado al cuarto dos minutos antes no estarían flo-

tando en una balsa. La tormenta acaeció rápidamente. Estu-

vieron cinco días flotando. El primer día del naufragio uno de

los marineros imagino que había un barco cerca de ellos los

demás hombres en la balsa le dijeron que no había nada

pero el hombre insistía en que el barco estaba viniendo a

rescatarlos y empezó a describirlo como un barco grande

blanco, negro y rojo y en la parte derecha tenía el nombre

de S.Y.L. El hombre le clamó a Ivo y a los demás para que lo

ayudara a remar para que el barco los pudiera ver. Este

hombre murió de un sincope dos días después. Los únicos

sobrevivientes fueron Ivo, Sebastián y otro pasajero. Después

de ese desafortunado incidente los muchachos llegaron a la

que solía ser la casa de Jordán. Cuando entraron a la casa

un escribano los estaba esperando.

-¿Vamos a firmar los papeles Ivo?- dijo el hombre.

Ivo acompañó al hombre a firmar.

-He leído todos los papeles de la herencia- dijo el escribano.

-¿Podría mudarme ya mismo a la casa?-preguntó Ivo.

El escribano asintió con la cabeza y se fue.

Los dos muchachos habían encontrado un lugar donde pasar

la noche ya que la casa estaba totalmente vacía.

A la mañana siguiente Sebastián se levantó y fue a caminar,

y constató lo linda que era la ciudad. Al llegar a la casa Ivo

le dijjo que él habría salido con él a ver la ciudad pero esta-

ba muy cansado. Sebastián le dijo que estaba todo bien y

que debería volver a su casa en unos días. En el final de la

semana Sebastián se fue. Ivo con el paso del tiempo fue

amueblando la casa, Sebastián viene a visitarlo cada vez

que puede.

Cassiopeia

No "spoileo" con mi título ori-

ginal de la historia.

Su madre sentose, si la hubiese visto así en el pasado, habría

corrido a su encuentro.

No importole, no tenía sentido dudar de algo así, aunque tu-

viera alma y sentimientos; para ellos estaba muerta, e inexis-

tente. Así que los mató, y en ese instante desapareció, de la

realidad; pues hallábase en un lugar que existe y no a la vez,

con energía y no a la vez, con materia y no a la vez. Su en-

trada era un túnel de luz que apenas vio, pero eso sólo fue

una visión, comparado con el corto tiempo que duró su pa-

seo por el río, mar o lo que fuese. Sentíase como si estuviera

nadando con el agua turbulenta. Era como una nada, pero

no en el sentido de vacío, sino en una nada que lo es todo.

Pero eso desapareció en cuestión de segundos y luego apa-

reció de vuelta en el mundo, pero se sentía raro, como si es-

tuviera solo en su imaginación. Luego el paisaje cambió, ella

apenas se percató de que lo que había hecho era pensar en

un lugar y viajar a una velocidad inexplicable y muy, muy,

muy rápida; probablemente fuese más rápido que la luz por-

que había llegado en unos pocos segundos a Francia. Siem-

pre había querido visitar ese lugar. Una vez había oído hablar

de unos fugitivos de Colombia. Así que Bertita pensó en ellos

Y apareció en una habitación de hostería al estilo bohemio

anticuado. Podía ver el cartel de resplandeciente desde la

ventana se oían unas voces que parecían provenir de afuera

de la habitación. Sólo había una cama de una plaza, una

cómoda, un sillón y una alfombra con motivos florales que

seguramente habrán pasado por un baño y sí, claro, estaba

ensopada. Vio que sobre la cómoda había una fotografía

que veía, mostraba a un hombre joven, sus ojos eran poco

profundos y marrones, con el uniforme de la fuerza Naval,

bronceado, con el pelo castaño. Junto a él había una mujer

de pelo rubio y ojos marrones también, su mandíbula curvá-

vase de una forma sutil, delicada, parecía ser su novia por-

que y estaban solos en la foto. Ella lucía un vestido beige y

unos zapatos que a Bertita parecieronle sobrios y feos. Pre-

guntose—¿Quiénes habrán sido?— No siguió chusmeando

porque parecióle mal hurgar en los cajones de una cómoda

ajena así que no lo hizo.

, Apareció el nombre de la fotografía, seguía siendo joven

pero estaba un poco envejecido. Supuso que no podía

hablar con nadie porque nadie en el mundo era como ella

quería, donde ella quería, es decir a la medida, por lo tanto

imaginario. Detrás de él apareció un hombre.

—¡Tú sos mi padre! ¡Tenés que serlo! Apenas hube llegado a

París te busqué, no me pude haber pasado toda la vida

buscándote para no encontrar a mi padre.— dijo desespera-

da. El otro giróse.—¡ no soy tu padre, no tuve hijos, los habría

tenido si no hubiera escapado! ¿Cómo te llamabas? Ah sí, y

vos, tu barco naufragó, pero eso no tiene nada que ver con

mi situación. ¿Sabes qué? Te vas a ir ya, ahora. No he pasado

todo este tiempo huyendo para ver a un niño que dice ser mi

hijo. ¿Lo harías? ¿Me vas a dejar en paz, o no? ¿Entonces te

vas y no me molestarás?— dijo el hombre retóricamente, pa-

recía enojado.

—Alejandro Velasco en serio creí que eras mejor, te admira-

ba. Si no sos mi padre me voy—, y se marchó dando un por-

tazo. Unos segundos después ya sabía que se había ido.

Luego apareció en su cama, fue al cuarto de sus padres y vio

que estaban vivos, fue el sueño más real que tuvo en su vida

entera, no lo podía creer. Había pasado tanto tiempo, era

una corazonada, es decir, en la realidad sólo había pasado

una noche desde que durmió por última vez, porque su ca-

lendario marcaba el día, parecía imposible que lo hubiese

soñado, pero fue así, lo soñó, y ese sueño la cambió irreme-

diablemente, para siempre. Dejó de ser una niña malcriada,

no sólo se dio cuenta de que era vacía, superficial y fue me-

jor persona.

Darkfairy

Un sueño no tan sueño María se despierta luego de aquel sueño eterno, donde todo

terminaba mal.

Ella se dirige a la cocina, donde podría estar su amiga… Pero

no…

Sin embargo estaba aquel hombre…

-¡Mario!

-¡Qué te pasa mujer!

-¡Qué alegría que estés bien, no sabés la angustia que tenía

porque no estabas aquí!

-¡Pero de qué hablás mujer!, ¿si yo siempre estuve aquí?

-¿Estás seguro?

-¡Sí! ¡Por supuesto!

-Entonces fue un sueño… ¡Qué alivio!

-¿De qué hablás?

-De nada, no importa, ¿Quieres desayunar?

-Desayunar, ¡a esta hora! ¡Son las tres de la tarde!

María constatóse de que todohabía sido un sueño, de que

estaba en la vida real, con su marido, y que nadie había

muerto.

Horas después su marido la llama…

-María, ¿viste lo que pasó en Colombia?

-No, ¿qué pasó?

-¿Te acuerdas que en el anterior diario salió que unos hom-

bres se habían quedado a la deriva?

-Sí, me acuerdo.

-Bueno acaban de avisar, que de todos, ¡volviósolo uno!

-¡En serio! ¡Qué horrible!

-Y su nombre es…

-¡Luis Alejandro Velasco!

-Sí, ¿cómo sabés su nombre?

-No lo sé, simplemente se me vino ese nombre a la mente y

lo dije.

-Seguramente lo leí en algún sitio antes, y no me acuerdo,

¡voy a hacer el almuerzo!

-Seguro…

Un par de horas después a María se le viene a la mente que

un hombre viene en la noche, alrededor de las nueve, y ella

con su marido deciden que se queda en su casa una noche.

Pasaron las horas y el reloj marcó las nueve.

Alguien toca la puerta…

Mario abrió la puerta y apareció un hombre extraño…

-Hola, ¿en qué te puedo ayudar?

-Estoy buscando un lugar en donde quedarme en la noche,

tal vez usted me pueda ayudar.

-Sí, espéreme un segundo que lo consulto con mi esposa…

-¡María!

-¿Qué pasa?

-¡Vení un segundo!

-¡Voy!

-Este hombre está pidiendo si se puede quedar en la casa

esta noche, ¿tú que piensas?

-No lo sé, es algo muy arriesgado.

-Piénsalo, imaginate si tú estás en la calle, sin ningún lugar a

donde ir, te gustaría que te dejaran quedarte un una casa.

-Bueno está bien

-¿Cómo es que te llamás?

-Me llamo Luis Alejandro Velasco, señor.

-Espera un segundo… ¡eres el del diario, el sobreviviente! ¡Es

un honor conocerte!

-Muchas gracias, el honor es mío.

Luego de la cena todos se fueron a dormir…

Al otro día…

María y Mario se levantaron temprano para despedir a Luis.

-Yo te acompaño Luis.

-No es necesario señor, yo puedo ir solo.

-No, insisto, yo quiero acompañarte.

-¡Tengan cuidado!

Horas después, Mario no volvía, ya habían pasado más de

dos días, entonces, María decidió ir a buscarlo.

Hasta que lo único que encontró, fue a su marido, muerto en

un bote.

-No, esto ya pasó, esto tiene que ser un sueño, ¡no!

Se repite toda la historia desde aquí…

Ri4

Popeye el idiota Los ahorcó a todos: uno por uno, excepto al mayor que logró

escapar por la ventana. Habrá sido un milagro que las únicas

dos neuronas que le quedaban al retrasado hayan chocado,

quizás hubiese sido mejor que chocaran ante de destruir el

idilio de sus padres o antes de matar a Bertita junto a sus

hermanos. Sin embargo acaeció y el joven en un estado de

frenesí comenzó a correr. Más tarde ya habiendo recuperan-

do el retraso de costumbre comienza a seguir la luz de un fa-

ro que resaltaba en una noche de azabache.

Mas cuando el idiota llegó estaba lleno de barcos, barcazas,

chalupas y corbetas. Emocionado comenzó a caminar sin

rumbo hasta entrar en un pequeño barco llamado RS Caldas.

Se escondió en una pequeña bodega donde había gramó-

fonos, televisores, tablas veteadas y un colchón, allí es don-

de dormiría. A decir verdad era un lugar horrible pero para él

era un mundo ideal. Acostado mas no dormido mientras ob-

servaba un pequeño agujero por el que pasaba un poquito

de luz. Desde la bodega se escuchaba una conversación de

un tal Luis con un tal Ivo que le informó acerca de cuándo

llegarían a destino

El idiota, a pesar de la marea logró dormirse profundamente.

Tras despertarse de su letargo encontrose tras el agujerito a

Ibo moviendo el Timón de un lado al otro haciendo que el

barco gire y tire todo a su paso. En un momento se desató

una temible tempestad que hizo volar y caer al agua a Ivo

que tratando de chapotear grita

-¡Ayudenme!

El idiota al notar un rayo en la tormenta, no puede evitar se-

guirlo y mientras se ríe, hace los ruidos del tren lleno de bur-

bujas de baba en la boca, se va acercando al timón y cuan-

do lo toma ,un fuerte viento de popa impulsa al Rc Caldas

fuera del lugar.

Tras navegar horas Imitando los movimientos de Ortega el

idiota encuentra un pequeño barco pesquero llamado "La

Blanca Mar" que se estaba cayendo a pedazos y un señor

dentro de él rezando. Las burbujas se impulsaron y se multi-

plicaron. Entre los sollozos se escucha un

-CHU CHUUUUUUUUUUU

Semilla de huevo

La vida después del pozo

Era la noche siguiente, aún quedaban en Bertita vestigios de

lo vivido en el pozo. Sentose en el linde de su cama y pensó

qué hubiera sucedido si sus padres no hubieran llegado a

salvarlos con una maroma. Sus hermanos eran muy cazurros,

ellos no comentaban nada acerca de lo sucedido en el es-

tertor de aquel día. La apatía de los cuatro idiotas hacia Berti-

ta parecía un anatoma. Bertita había casi confirmado sus

sospechas de que el hermano menor fue el artífice del pozo.

Días después, en una noche, una vez a lo lejos le demudó a

Bertita que a las dos y media de la madrugada ella moriría a

causa de los cuatro idiotas y que además habrá una muerte

empozoñada y naviortica de manera furtiva, por lo cual na-

die podrá ayudarla. “Sálvate” le dijo la voz falaz. Ella cansa-

da, acostose y olvidose de esa voz viscosa.

A la mañana siguiente, parmosaencontrose Bertita de que no

había fallecido esa noche. Feliz de que lo dicho por la voz y

de que quien la mataría no cumplióse su comentido, casi

como si la noche hubiera saltado rápidamente y se convirtie-

ra en día. Bertita decidió sahumar se habitación. Parándose

sobre un banquito cayó y un costalado formose en su cuer-

po. Muy malhadada comenzó a llorar. Los padres de la niña

tuvieron que llevarla al médico. Apenas llegaron Bertita des-

mayose sobre un señor llamado Ivo.

Ivo luego de que Bertita se desmayara cayose al piso junto a

ella. Rápidamente levantose con la niña en sus brazos, los

padres estaban hablando con el médico. El médico le dijo

que lo que la niña padecía, era una enfermedad llamada

“trastorno mental”. Esta enfermedad fue descubierta por Luis

Alejandro Velasco, uno de los mejores médicos del mundo.

“-¿Ella ha tratado con un médico este problema alguna

vez?”- preguntó el médico.

“-No jamás lo habíamos tratado, ¿Por qué no se nos habrá

ocurrido antes?”- se preguntaron los padres de Bertita.

“-Quédese tranquilo que yo la trataré”- dijo el médico

mirando al padre de Bertita.

La niña se fue muy calmada del hospital, sabiendo que un

especialista la ayudaría a tratar su problema.

Cielo

Juegos

En las continuaciones de los cuentos, tuvimos que poner per-

sonajes de distintas historias que leímos. En este juego

tendrás que unir los personajes con las descripciones corres-

pondientes.

Personajes:

Luis Alejandro Velasco: Relato de un Náufrago

Ivo: El Canto de la Corvina Negra

Berta: La Gallina Degollada

Paulino: A la Deriva

Alicia: El Almohadón de Plumas

Descripciones:

-Joven de escasos 20 años. Es un personaje fuerte, sensible;

valiente, con ganas de vivir. Impulsivo en muchos momentos

. Buen compañero y amigo. Idealista, y hasta cierto punto

fantasioso.

-Mujer joven, rubia, angelical y tímida que está profunda-

mente enamorada de su marido hasta el punto de llegar a

vivir en una gran mansión, alejada de todo lo que había so-

ñado.

-No llegamos a conocer bien al personaje. A pesar de esto,

observamos en él sentimientos como: la venganza, el resen-

timiento y el pensar con lógica.

-Buena mujer, en un principio, luego lo dejó de ser. Mamá

complaciente con su niña, pero a la vez sensible y triste. Físi-

camente, joven con un poco más de veinticinco años.

-Señor cascarrabias al que le molesta que lo ayuden y los

helicópteros.

EPÍSTOLAS: ÍNDICE 1. SANNP

2. CVJMS

3. GFJGP

4. MPSMS

5. HMMP

Prólogo Finalmente, las historias se van terminando pero para cerrar con un buen tema, esta última historia debía de ser en formato carta siguiendo la trama de una de las cartas de la novela “Y bésame así” del escritor Hugo Fontana. Estas historias deb-ían ser escritas en grupos, y que tuvieran una coherencia entre sí. Las historias debían ser entregadas en plazos distintos, pa-ra que se notara la continuación entre cada carta. Además las cartas serían una constante respuesta entre Stella Maris y su padre (personajes de la novela); es decir el primer grupo le escribía a Stella, el segundo grupo al padre, el tercero a Stella, y así sucesivamente. Las cartas tenían que tener una relación con la historia “Crónica de una muerte anunciada” de Gabriel García Márquez. También tenían que tener un poco de cada tema que dimos en el año, por ejemplo: grupos sintác-ticos nominales, interjecciones, adyacentes verbales, perífrasis verbales, abreviaturas, pronombres, y mucho más. Al final los grupos entregaron su respectiva carta a la profesora y revisa-mos en forma colectiva la coherencia que las cartas debían te-ner entre sí…La primera carta es nuestro texto inspirador:

“Stella: Tengo algo que contarte en esta carta sobre el crimen que me mencionaste anteriormente. Bueno, varias cosas relacionadas con el crimen.

Primero tengo que decirte algo que vengo guardando hace mucho tiempo. Santiago Nasar, la víctima del crimen que ocurrió acá en el pueblo, es tu medio-hermano. Su madre, Plácida Linero, es una de las tantas mujeres con las que he estado antes de tu madre, Victoria. Espero me perdones por no habértelo contado antes. El caso es que después de que te fuiste del pueblo han ocurrido cosas muy raras.

Meses después de tu partida, Santiago empezó a salir con Ángela Vicario, una chica angelical. Desgraciadamente, él heredó mi talento de mujeriego. Se enamoró de Divina Flor, tu otra media-hermana que tampoco conoces. Se terminaron casando a escondidas de la familia Vicario, en el atrio de la casa del Viudo de Xius, por lo que invitaron a cincuenta per-sonas de las que fueron:

-Plácida Linero

-Victoria Guzmán

-El Juez Instructor

-El obispo (que no acudió)

-Clotilde Armenta

-Margot

-Gabriel García Márquez

-Jaime

-Luisa Santiaga

-Luis Enrique

-Carmen Amador

-Cristo Bedoya

-Lázaro Aponte

-Magdalena Oliver

-Mercedes Barcha

-María Alejandrina Cervantes

-Dionisio Iguarán

-Viudo de Xius

-Jordán

Y por supuesto, yo.

Era un día extremadamente nublado. A pesar de que inten-taron que la boda fuera lo más discreta posible, tuvo un gran esplendor ya que la casa del viudo estaba rodeada de higuero-nes, pitas, yucas, guayacanes, cardaminas y azahares. La luz del trapiche irradiaba todo el lugar. Lo único que molestaba era el muladar de una granja cercana. Recuerdo que Santia-go vino seguido de un séquito de horcajadas. En el lugar de Divina Flor recuerdo verla declinada hacia el lado derecho del párroco Carmen Amador que expresaba una limpidez y estrepitosa parsimonia. Cuando di una furtiva mirada noté el letargo del público y su crispado carácter por la demora. Des-pués no recuerdo más porque caí en un síncope luego de que un antropoide me picó en el occipucio. Al cabo de unas horas des-perté con el cuello lívido y con lustre gangrenoso que engrosaba de sangre a borbollones a cada minuto. Acto seguido me puse, estupefacto, un vendaje del botiquín del sitio.

- ¡Vaya! Me has asustado, pensé que habías muerto- me había dicho Dionisio Iguarán.

- ¡Eh! Pero si soy más duro que el estuco. ¡No pienso morir-me por una simple picadura!

Al cabo de unos meses, Jordán le contó a Poncio y Purísima Vicario sobre aquel casamiento y ellos le comunicaron lo acontecido a Ángela. Ella estaba tan furiosa que mandó a sus hermanos a que lo mataran por su perfidia. No sé qué la pudo haber hecho enojar tanto, tuvo que aceptar que no la quiere y listo.

Jordán, mi primo, nunca fue muy querido en mi familia. Se le murió su esposa poco después de su luna de miel. Jordán parecía tener un pasado aciago. Tenía una cara pétrea, con un cuerpo esbelto y una leve índole; e incluso parecía tener piel cabritilla. Se le hacía llamar “Montaraz” por su altanería diaria. Por otro lado, Alicia también parecía tener un pasa-do funesto. A pesar de su delicada figura, tenía una catadura basta. Al igual que Jordán, tenía una piel becerra.

Cuando Santiago se enteró le dijo a Divina Flor que se fuera del pueblo a algún lugar lejos de aquí. Fue a parar a Uru-guay embarazada de un hijo que tuvo con Santiago Nasar. Se llama Sebastián, y sí, es tu alumno.

Ahora tienes que hablar de vuelta con Divina para proteger-se. Los hermanos Vicario mandaron a un asesino a sueldo conocido como S.A.N.N. (que se dice llamar Bayardo San Román) para que mataran a Divina Flor por tener relacio-nes con Santiago. Tuve un conocido que alguna vez contrató a

este hombre, y se quedó en quiebra porque le valió aprox. $800 que en dólares son U$D28.Ya ha cometido varios asesinatos, por eso es tan conocido. Y como son medias-hermanas, quizás también te busque a vos. ¡Tienen que esconderse! Si necesitan ayuda halla la comisaria del pueblo, dónde puede que haya al-guien para ayudarte.

Espero me hayas entendido, ¿eh?, porque te lo repito. ¡Escóndanse!

Tu padre,

Ibrahim"

“Padre: La he encontrado.

Cuando recibí tu carta, estuve reflexionando demasiado sobre qué hacer respecto a lo de buscar a mi media-hermana. Me decidí, viajé a Uruguay. En ese momento me encontraba en el aeropuerto de Carrasco, hacía una hora que había aterrizado y me había percatado de que no tenía idea dónde buscarla. Al llegar, un hombre con una apariencia lívida y con aire mórbi-do me había entregado un sobre negro que, aparentemente, me lo enviaba ella. Cayendo en la tentación y el anhelo de saber qué contenía, lo abrí acezante, sin pensarlo dos veces.

En el sobre había una esquela con aroma a higuerones, deco-rada con un encaje que parecía haber estado hecho con bolillo,

donde estaba escrito: “Donde las flores crecen en abundancia, y que por una persona de ojos rasgados fue creado, se encuentra tu primera pista. La flor que tiene tu nombre es la indicada.” Del otro lado de la carta pude leer una letra un poco borrosa, se parecía a una” C”.

Ni bien terminé de leerla, supuse qué lugar sería, el Jardín Japonés. Rápida, como siempre, supe orientarme en un ins-tante. También supuse qué flor sería. La flor Stella. Una vez allí, puse en marcha mi búsqueda. Me pasé horas buscando en un campo de flores de Azahar y de Cardaminas rodeadas de pitas, pensando que por su parecido eran Stellas. Para mi suerte, encontré a una guía llamada Bertita, quien me ayudó a identificarla. Ella con parsimonia y con su furtiva mirada me dijo que solamente existía una sola allí, y que se encontraba en ese mismo campo.

Es aquella – me señaló.

Cuando Bertita logró llegar hasta ella, me la alcanzó. Durante ese momento se le cayó un hermoso collar de nácar que, inmediatamente, se lo devolví. En la Stella, había algunas letras. Era el segundo acertijo:

“En la parte más oscura y fría donde se encuentran seres vi-vos, sin ser humanos y sin ser plantas, estará la respuesta que necesitas para seguir con tu búsqueda.” En esta nota también pude ver otra letra, pero esta vez era una “V”.

Pude deducir que sería el zoológico, así que le pregunte a mi guía la dirección, y cuál era el lugar más oscuro allá. “La di-

rección es: c/Rivera 3245, y la parte más oscura es el reptila-rio. Su tel. Es 28005643, Su correo es zooló[email protected]. El lugar muy tenebroso. Así lo llaman. Si fuera vos no iría, hay una leyenda de la serpiente Tacurú-Pucú. La serpiente de fulgurantes escamas amari-llas. Mordió a un hombre, y con su veneno le produjo tanto do-lor y alucinaciones que murió a la deriva.” Me respondió con un aspecto pasmoso, y con el cabello algo desgreñado, llevándo-se las manos al bandós, aunque no parecía haberlo dicho de una manera basta o con insiria.

Tenía un presagio de mal aciago, igual no pude ir ese mismo día al zoológico ya que se había hecho la noche y la lluvia ca-yendo a borbollones estrepitosamente perlaba las estatuas ilu-minadas por el centelleo de las estrellas. Me hospedé en un hotel cerca para así no tardar en encontrarlo al otro día. El hotel tenía una extrema limpidez que me recordaba al fulgor de la lumbre de nuestras acampadas. El zoológico abría a las 8:30 a.m., por lo tanto esa fue mi hora de despertar. Los pájaros cantaban y volaban incansablemente. No tardé mucho en encontrar el reptilario, ni la pista. Era el lugar con menos lumbre que había visto en mi vida. ¡Qué! Me asusté a ver el animal. La serpiente tenía un aspecto mórbido, gangrenoso, lívido y vil. La pista era un cartel, pegado en un pedestal pétreo. En esta decía:

“Esta es tu última pista para encontrar dónde resido. Es el lugar que recibía gente de todos lados. El lugar abandonado.” Para no variar, volví a ver otra letra pero ahora era una “J”.

Supongo que con esa extraña pista, ni tú podrías adivinarlo. ¡Ay! Casi me da un síncope cuando tardé más de dos horas; al principio tirando al azar, intentando con lugares como el obra-je de nuestro barrio montaraz, o el trapiche que quedaba no muy lejos de lo que solía ser la casa de mis abuelos, atravesan-do la picada; hasta que por fin lo supe. ¡Sí! El lugar. Esa era la clave. El sitio estaba arrasado, con un aire mustio. Incluso se podía confundir con ciénagas de tanta agua que había. No puedo decírtelo por escrito por la misma razón que ella me lo hizo descifrar. Y si lo hiciera te diría un infundio.

Nos siguen. Me temo que debo irme, nos descubrieron. Es-tamos en una situación funesta. Incluso cuando llegué la en-contré con zozobra, sollozando sobre un colchón. No tenemos mucho tiempo para huir, no te preocupes por nosotras, solo re-cuerda: estamos en el lugar donde todo comenzó.

PD: Divina Flor me dijo la última letra de los acertijos: “M”. Al juntarlas se creaba la sigla “CVJM”, ¿te acordás?”

Te quiero,

Stella.

“Hola Stella,

Escúchame bien. El lugar donde estás es de alto peligro. Esa estación es muy engañosa. Da una sensación de seguri-dad, pero créeme, no lo es. Tenés que irte lo antes posible. El tiempo pasa y cada día vas a estar más en peligro.

Tu madre no puede verte junto a Divina Flor. Ella piensa que Divina tiene un novio un tanto extraño y peligroso. Le da terror verlos cerca, ya que ha sido acusado de cometer un gra-ve delito. Supuestamente, él ha sido visto en el momento justo cuando Santiago Nasar fue asesinado. Él escapó acompaña-do de muchos hombres, eso no es presagio de algo bueno.

Yo no sé la razón por la que ella no te deja reunirte con tu hermana. Hablé con tu madre y me comentó acerca del novio de Divina, ella sigue pensando que él ha sido visto en el asesi-nato. Divina Flor esta estólida con respecto a las acusaciones de su madre contra su novio, aunque abundan las pruebas de que él estuvo involucrado en el asesinato. Juan Gabriel de los GantosFozoli, el novio de Divina Flor, es conocido como “JGGF”.

Ella ha ido a la comisaría a intentar apoyar a las autoridades para atrapar a Juan Gabriel. Además he tocado a rebato .Está intentando protegerte tanto a ti, como a

Divina Flor. Ella va a dar su vida si es necesario para atra-par a ese “estuco maleante”.

Ella se ha enterado que su idea de apoyar a las autoridades, ha pasado de boca en boca en el pueblo, hasta llegar a Juan Gabriel. Ahora ella también corre peligro, pero esto no le va a impedir protegerlas a ustedes dos. Lamentablemente, Divi-na Flor no sabe nada de esto. Ella ha intentado explicarle que su novio es un infausto maleante. “

Lo siento,

Ibrahim Nasar

“Querido padre,

Finalmente he conocido a JGGF, la ocasión se ha dado en el café literario MPSM. La fundadora de este lugar lo ha apodado así ya que la sigla le hace honor a su esposo, Mario Benedetti, su hijo, Pablo Neruda, su primo alemán Maya-kovski y excéntrico escritor del siglo XVI, Shakespeare cuyas obras admiraba. El encuentro en sí no fue del todo agradable, el día estaba gris, un fuerte viento resoplaba y despeinaba la rubia y ondulada cabellera de Divina Flor.

Pensé: ¡Vaya! ¡Ay! JGGF es un hombre alto que hasta se parecía a un higuerón, de fig. erguida, sus ojos eran un azul fulgurante y hacían contraste con su pelo caqui, irra-diado y crispado. JGGF había traído azahares, cosa que noté, cuando venía. Mi primera impresión no fue la mejor, tenía un aire montaraz, furtivo, tratando de eludir con-versación. Me asusté, tenía un augurio de altanería, tenía un presagio de que algo malo iba a pasar de todos modos fue un pensamiento fugaz. Su voz y sus ojos ocultaban una escalo-friante verdad. Me resulto difícil mantener una conversación con el pero con ayuda de Divina Flor se pudo disfrutar ese momento tan acezante. Divina Flor y yo tomamos un café con leche y JGGF tomó un café cerrero. Al cabo de un par de

semanas, mi relación con JGGF mejoró, hasta llegamos a llevarnos bien.

En una noche de cielo despejado y estrellas centellantes, Di-vina Flor & yo decidimos salir a comer juntas. A la mitad de la cena ella le dolía la cabeza y notó pinchazos en las así que decidí acompañarla a su dpto.

En la mitad del camino le dije a Divina Flor: ¡Ay! ¡Mirá! Llegamos a ver mucha gente agrupada alrededor de su casa hasta perecía un rebato, aproximadamente un 50% del pueblo observando la situación. Lo que causó que corriéramos vertigi-nosamente, en ese momento lo único en lo que podía pensar era el recuerdo del asesinato de la joven. En la locura de ese momento ambas nos tropezamos con un poyo, dejando nuestras rodillas lívidas pero seguí corriendo. Vimos que había dos pa-trulleros y la puerta de su dpto. estaba completamente destrui-da, al instante salen tres policías agarrando a JGGF y mien-tras él pensaba: “Ojalá me puedan absolver de este pecado”. Y se escucha con una honda de desprecio: “Se irá directo al lim-bo”, “Que frenesí”, “Qué vil”, “Cómo puede tener esa hilari-dad” “Me va a dar un síncope” “Espero que se muera gangre-noso en la cárcel”. Mientras Divina Flor lloraba a borbollo-nes de lágrimas se agarraba de las pitas del cabezal al ver que se llevaban a su amado mientras que yo estaba petrificada sin

saber lo que pasaba, lo que me llevó a acercarme a un policía y preguntarle qué era lo que sucedía. Al escuchar las palabras del policía no dudé en compartírselo a Divina Flor. Lo que el policía me había dicho que gracias a la evidencia de un pelo se demostró que JGGF había estado involucrado en el asesinato de Ángela Vicario. Y después gracias a las declaraciones de los testigos se comprobó que había sido un cómplice de gran importancia…

Divina Flor está destazada, con ánimo fúnebre e hiel, postrada, su departamento está siempre en penumbra, mustio. Nos encontramos las dos inermes y sinceramente yo también. Todavía no se sabe qué va a pasar con él pero se comenta que va a ser condenado a cadena perpetua.

Solamente quiero redimirme y que todo esto sea un letargo. Escríbeme lo más pronto posible y si sabes de algo no dudes en comentármelo. Desde ya un saludo.”

Te quiero,

Stella.

“Querida Stella,

Me sorprende bastante el hecho de que se cuchichee que el no-vio de Divina Flor sea un ingrato cómplice de SANN. Pe-ro, ¿qué se le va a hacer? Últimamente no se puede confiar en nadie. Además nunca me cayó bien ese hombre, he tenido ma-los presagios y hasta me he pasado en ayunas por haberme quedado pensando en él. Me enteré que JGGF iba a ser tras-ladado a una cárcel muy conocida por su buena seguridad, cerca de donde vivo, tiene las paredes caqui y rejas de estaño, pero me resuena en las sienes una sigilosa y nimia sensación de inquietud que me indica que no me deje llevar por la histe-ria, pero que tenga prudencia. El lado bueno es que no va a es-tar cerca de ustedes.

Lamento haber demorado en responder. He tenido unos pro-blemas debido a que por accidente me quebré el brazo izquier-do al caerme de mi cama. Tuve que hacerte caso cuando me dijiste que tenía que ingerir más cálceos. El caso es que estuve en el hospital HMM y escuché hablando a unas enfermeras sobre un asesino destaza-dor que se había escapado bárbaramente por su propio mérito hace poco de la misma cárcel donde llevarán a JGGF. Solo espero que no tenga que ver con todo esto de SANN.Intentá consolar a Divina Flor. Ella es demasiado frágil, altanera y

mísera como ya habrás notado. Ha estado mucho tiempo sola y arrebujada ya que su única compañía era su hijo. Me refie-ro a que fue muy obstinada como para ser cercana a un adul-to. Escribí el lugar donde están escondidas para no tener un pretexto para volver a preguntarte, ya sabes que mi memoria es tan mala como mis huesos consumidos por la artritis, pero serena, no voy a dejar que las manos equivocadas gocen de sa-ber que está escondida debajo de mi cama. Hace un momento estaba durmiendo y tuve un sueño extraño. Sueño no, pesadi-lla, de la que desperté entre convulsiones. Creo que soñé con SANN. Vi su rostro equívocamente noble con convicción de que era suyo. Estaba tapado con una especie de capa negra… él se dirigía lentamente hacia donde estaba yo agrisando todo a su paso. Pero había alguien más. Creo que era JGGF. Tengo un mal presentimiento ya que ambos caminaban hacia mí con cuchillos, ansiosos por desahogarse. Pero el de JGGF estaba manchado con sangre. En fin, que fue solo un sueño.

Cuídense mucho. Mándale saludos a Divina Flor y a su hijo. No te olvides de responderme o me voy a poner nervioso y mi brazo no podrá sanarse bien. Saludos,

Tu querido padre.”

"¡Vaya! ¡Pero si esta dirección es de mi muy buena amiga Stella! Me sorprende que tú y tu padre pensa-ran que alguien como yo fuera a ser derrotado tan fácilmente. De todas formas a tu padre le voy a dar algunas lecciones severas hasta que no pueda aprender más. Mientras-tanto le enviaré su dirección a mi querido amigo, SANN. Tengo asuntos pendientes así que me despido ahora… no quie-ro que la agenda debajo de la cama de tu padre esté exuberan-te de polvo para cuando la revise.”

Mis más humildes y vanidosos saludos,

JGGF

Ahora si te animás, resolvé este crucigrama.

Agradecimientos

Primero, debemos agradecer a nuestra profesora por darnos la idea y

la oportunidad de hacer este libro.

También, a los padres por ofrecernos sus casas y tiempo.

A las autoridades del liceo por su apoyo.

Y especialmente a Margarita y Fabián .

Apéndice:

Para escribir estas historias nos basamos en estos textos: ‘Crónicas de

una muerte anunciada’ y “Relato de un náufrago” de Gabriel García

Márquez, ‘William Wilson’ de Edgar Allan Poe y ‘El canto de la Corvina

Negra’ de Mario Delgado Aparaín y “Amame así” de Hugo Fontana”.

Biografía de Gabriel García Márquez: Publicó

su obra más exitosa, "Cien años de soledad"

en 1967 y se convirtió en una de las novelas

más importantes de la literatura del siglo XX.

La historia de la familia Buendía ha sido tra-

ducida a más de 24 idiomas. En 2007, la Real

Academia Española lanzó una edición popu-

lar conmemorativa de esta novela, por consi-

derarla parte de los grandes clásicos hispáni-

cos de todos los tiempos.

Además, obtuvo un gran éxito de ventas y una enorme repercusión

con sus obras "Crónica de una muerte anunciada", "El amor en tiem-

pos de cólera", "El coronel no tiene quien le escriba" y otros.

Murió el 17 de abril de 2014 en Ciudad de México.

Biografía de Edgar Allan Poe: Edgar Allan

Poe nació en Boston, Estados Unidos, el 19 de

enero de 1809. Y murió en Baltimore, Estados

Unidos, el 7 de octubre de 1849.

Fue un escritor, poeta,

crítico y periodista románticoestadounidense,

generalmente reconocido como uno de los

maestros universales del relato corto, del cual

fue uno de los primeros practicantes en su país.

Fue renovador de la novela gótica, recordado

especialmente por sus cuentos de terror. Consi-

derado el inventor del relato detectivesco, contribuyó asimismo con

varias obras al género emergente de la ciencia ficción. Por otra parte,

fue el primer escritor estadounidense de renombre que intentó hacer

de la escritura su modus vivendi, lo que tuvo para él lamentables con-

secuencias.

Biografía de Hugo Fontana:

Es un poeta nacido en Toledo, Uruguay el

19 de mayo de 1955. Se inició como poeta

y luego continuó escribiendo cuentos y no-

velas. Como periodista, trabajó en el diario

La República de Montevideo y continúa

participando y colaborando en el área cul-

tural de los diarios El Observador y El País, y

en el semanario Brecha. Con Oscuros pe-

rros y Quizás el domingo ganó dos veces el Primer Premio en el Con-

curso de Narrativa Lolita Ruibal – Ediciones de la Banda Oriental, uno

de los más importantes de Uruguay.

Fe de Erratas:

Querido lector

¿Te gustó el libro? Como sabes, nosotros leímos, releímos y nos esfor-

zamos en perfeccionarlo .Pero como todo libro, puede tener todav-

ía algunos errores .Si los encuentras , te invitamos a que los escribas

aquí …………

Comisiones

Carátula: Carolina Gatti, Julia Gatti, Micaela Hernández, HelenaPrevi-

tali y Manuela Torrado

Prólogos: Juan Ignacio Barbosa, Santiago Caprario, Juan Manuel Ca-

so, Guillermo Domínguez e Ignacio Yaci

Índice: Sofía Hernández, Martina Kehyaian, Paula Lipiec, Madelón Mo-

reira.

Juegos: Federico Pellegrin, MaiaRetamoso, Gastón Martínez, Virginia

Villar

Diseño: Manuela Torrado, Julia Gatti, Virginia Villar, MaiaRetamoso y

Carolina Gatti.