In memoriam Prof. Dr. Miguel Etxenique-Elizondo

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IN MEMORIAM PROF. DR. MIGUEL ETXENIQUE-ELIZONDO IN MEMORIAM PROF. DR. MIGUEL ETXENIQUE-ELIZONDO IN MEMORIAM PROF. DR. MIGUEL ETXENIQUE-ELIZONDO Autor: Antxon Izaguirre Servicio de Nefrologia. Osakidetza Hospital Donostia. Donosti-San Sebastián. Gipuzkoa. España. UE. A mi entrañable amigo el Dr. Miguel Etxenike Elizondo. Son las horas del “amanecer donostiarra”. Recuperado del sopor nocturno y semisentado en el borde de la cama, te atusas ese pelo ralo y encanecido por la edad y el estrés cotidiano. Entre sorbo y sorbo de un desayuno des- cafeinado, indicado amablemente por tus colegas, se amontonan ágilmente en tu cabeza los proyectos didácti- cos para ese día de trabajo. Abres las ventanas del balcón ferrocarrilero de tu piso para inspirar ese aire fresco que llega de Iparralde y que con su dirección te indica el camino que debes seguir ese día. Cuando la mañana comienza a clarear, erguido como un roble, con pasos cortos y rítmicos -casi marciales diría yo- , pero no veloces porque la cosa no está para muchos trotes, llegas por fin a tu destino. Está en una de las coli- nas más bonitas de San Sebastián, lacerada por la Ciencia, la Sanidad y las inmobiliarias. En ella se ubica la Facultad de Medicina, tu verdadera pasión. (Figura 2). En sus aulas impartes tus inmensos conocimientos médicos y quirúrgicos marcados por una poderosa fuerza huma- nística. Tus pensamientos, al igual que los de Erasmo de Rótterdam, giran en torno a la necesidad de una reforma moral de la sociedad. Ese mismo día atiendes “tu revista” Kirurgia, das clases, atiendes a tus alumnos, diriges tesis doctorales y tesinas. Y cuando has acabado la jornada laboral, embutido en un chándal azul y gris, practicas una de tus aficiones favoritas recorriendo el Paseo Nuevo, Paseo de la Zurriola, Paseo de Francia y Parque de Cristina Enea. Nunca te han gustado los deportes de confrontación, por eso prefieres caminar en solitario, poniendo en orden tus razonamientos, siempre apoyados por frases de persona- jes célebres de la Ilustración. Sin embargo te encantaba también citar una frase de de Rabindranath Tagore: “…si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas.Una vez en casa organizas tu pastillero y sientes cómo, gracias a los avances de la medicina, tu pulso no se des- carría. Aún te quedan unas pocas fuerzas para continuar escri- biendo. Estás frente al ordenador corrigiendo el panegí- rico al Dr. Laín Entralgo que te han solicitado. Tus dedos largos y ágiles de cirujano avezado trabajan exaltados. Pero cuando concluyes una frase con las palabras justicia y libertad, tu mano derecha comienza a temblar. Se cubre de un sudor frío y algo espeso que va dejando una huella húmeda en el escritorio mientras retrocede y se golpea contra tu silla. No sientes ningún dolor. Ya no puedes sen- tir. Te has ido. Tu vida, Miguel, fue como esa ola cantábrica, impetuosa y firme, que asciende por el Urumea y que va perdiendo fuerza progresivamente conforme va superando las rocas y los pilares de los emblemáticos puentes del Kursaal, Santa Catalina y María Cristina para terminar diluyéndose exhausta a la altura del número 5 del Paseo de Federico García Lorca. Al fin y al cabo es una ola de recorrido corto, muy corto…como tu corazón. Laster arte Mikelon. 81 EDITORIAL / EDITORIAL / EDITORIALA Gac Med Bilbao. 2008; 105: 81 [7] Correspondencia: Dr. Antxon Izaguirre. Servicio de Nefrologia. Osakidetza Hospital Donostia. Donosti-San Sebastián. Gipuzkoa. España. UE. Correo electrónico: [email protected] Enviado: 05/05/07 Aceptado: 05/06/07

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IN MEMORIAM PROF. DR. MIGUEL ETXENIQUE-ELIZONDOIN MEMORIAM PROF. DR. MIGUEL ETXENIQUE-ELIZONDOIN MEMORIAM PROF. DR. MIGUEL ETXENIQUE-ELIZONDO

Autor: Antxon Izaguirre

Servicio de Nefrologia. Osakidetza Hospital Donostia. Donosti-San Sebastián. Gipuzkoa. España. UE.

A mi entrañable amigo el Dr. Miguel Etxenike Elizondo.

Son las horas del “amanecer donostiarra”. Recuperadodel sopor nocturno y semisentado en el borde de la cama,te atusas ese pelo ralo y encanecido por la edad y elestrés cotidiano. Entre sorbo y sorbo de un desayuno des-cafeinado, indicado amablemente por tus colegas, seamontonan ágilmente en tu cabeza los proyectos didácti-cos para ese día de trabajo. Abres las ventanas del balcónferrocarrilero de tu piso para inspirar ese aire fresco quellega de Iparralde y que con su dirección te indica elcamino que debes seguir ese día.Cuando la mañana comienza a clarear, erguido como unroble, con pasos cortos y rítmicos -casi marciales diría yo-, pero no veloces porque la cosa no está para muchostrotes, llegas por fin a tu destino. Está en una de las coli-nas más bonitas de San Sebastián, lacerada por laCiencia, la Sanidad y las inmobiliarias. En ella se ubica laFacultad de Medicina, tu verdadera pasión. (Figura 2). Ensus aulas impartes tus inmensos conocimientos médicosy quirúrgicos marcados por una poderosa fuerza huma-nística. Tus pensamientos, al igual que los de Erasmo deRótterdam, giran en torno a la necesidad de una reformamoral de la sociedad.Ese mismo día atiendes “tu revista” Kirurgia, das clases,atiendes a tus alumnos, diriges tesis doctorales y tesinas.Y cuando has acabado la jornada laboral, embutido enun chándal azul y gris, practicas una de tus aficionesfavoritas recorriendo el Paseo Nuevo, Paseo de laZurriola, Paseo de Francia y Parque de Cristina Enea.Nunca te han gustado los deportes de confrontación, poreso prefieres caminar en solitario, poniendo en orden tusrazonamientos, siempre apoyados por frases de persona-jes célebres de la Ilustración. Sin embargo te encantabatambién citar una frase de de Rabindranath Tagore: “…silloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejaránver las estrellas.”Una vez en casa organizas tu pastillero y sientes cómo,gracias a los avances de la medicina, tu pulso no se des-carría.

Aún te quedan unas pocas fuerzas para continuar escri-biendo. Estás frente al ordenador corrigiendo el panegí-rico al Dr. Laín Entralgo que te han solicitado. Tus dedoslargos y ágiles de cirujano avezado trabajan exaltados.Pero cuando concluyes una frase con las palabras justiciay libertad, tu mano derecha comienza a temblar. Se cubrede un sudor frío y algo espeso que va dejando una huellahúmeda en el escritorio mientras retrocede y se golpeacontra tu silla. No sientes ningún dolor. Ya no puedes sen-tir. Te has ido.Tu vida, Miguel, fue como esa ola cantábrica, impetuosa yfirme, que asciende por el Urumea y que va perdiendofuerza progresivamente conforme va superando las rocasy los pilares de los emblemáticos puentes del Kursaal,Santa Catalina y María Cristina para terminar diluyéndoseexhausta a la altura del número 5 del Paseo de FedericoGarcía Lorca. Al fin y al cabo es una ola de recorridocorto, muy corto…como tu corazón.

Laster arte Mikelon.

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EDITORIAL / EDITORIAL / EDITORIALA

Gac Med Bilbao. 2008; 105: 81[7]

Correspondencia:Dr. Antxon Izaguirre.Servicio de Nefrologia. Osakidetza Hospital Donostia. Donosti-San Sebastián. Gipuzkoa. España. UE.Correo electrónico: [email protected]: 05/05/07 Aceptado: 05/06/07

01-In Memoriam.panegirico echenique:CRITICA DE LIBRO 03/03/09 14:25 Página 81