Imágenes probables sobre una historia factible

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“Imágenes probables sobre una historia factible” 1

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Estrenada en BUENAS ARTES Octubre del 2012

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“Imágenes probables

sobre una

historia factible”

Daniel Dagna

2012

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PersonajesLa EscritoraUna mujer cincuentona, activa, impulsiva, imaginativa, desprolija.EllaPrimera aparición: Morena de 24 años. Segura, seductora. Segunda aparición: adolescente de quince años y de cabello castaño oscuro. Tercera aparición: Joven de 24 años, morena. Y luego: de cabellera rubia platinada.El General-CoronelPrimera aparición: Coronel- De uniforme, 49 años. Segunda: General- De uniforme, 57 años. Tercera: De civil, 74 años. Luego: Coronel- De uniforme, 49 años. A veces seductor, recio cuando debe serlo.El DoctorUn anciano calvo, con delicado acento español, y gafas doradas.La EsposaEmbarazada con cara de embarazada.El EsposoCabello negro cortito y bigote bien recortado.El MaridoUn hombre cincuentón y excedido de peso. Maneja muy bien la palabra y la gestualidad.El ObreroNorteño, con acento marcadamente norteño. Vestido de obrero y con cara de obrero.

Espacio EscénicoEl de la realidad: Un escritorio, una máquina de escribir, hojas, dos banquetas…El de la ficción: El mismo, con una iluminación marcadamente diferente.

ÉpocaPrincipio de los ’80, la computación no había entrado a los hogares y los escritores vibraban al compás del sonido inconfundible de una máquina de escribir.

Breves consideraciones para su puesta en escenaLa Escritora se relaciona únicamente con sus hojas y con su máquina de escribir. Cada vez que algún personaje entre en conflicto con la acción dramática e intente entrar en conflicto con la Escritora, ésta vivirá la situación como una conflictiva que ocurre en su propia imaginación. Los personajes se le revelan, la cuestionan, la enfrentan, pero todo ocurre dentro de la cabeza de la Escritora. Es decir, cada vez que se enfrentan los personajes con la Escritora, lo que se debe ver, es a la Escritora luchando con su imaginación y con lo que lleva escrito en las hojas.

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“Imágenes probables sobre una historia factible”Daniel Dagna

Acto único

El espacio permanece absolutamente a oscuras… El sonido de una puerta que se abre quejosamente y luego, apenas unos instantes después, el monótono sonido de una máquina de escribir.

VOZ EN OFF: La noche del 23 noviembre de 1955, el cadáver de Eva fue robado del segundo piso de la CGT, ante los ojos aterrados del Doctor Pedro Ara. Desde esa noche el ataúd peregrinó por distintos sitios. En enero de 1956 el cuerpo terminó escondido en el elegante piso del Mayor Antonio Arandia. Todos los militares sabían que los agentes peronistas registraban palmo a palmo la ciudad en busca del cadáver de Eva. (Pausa.) El Mayor también lo sabía. Vivía obsesionado con eso. Dormía con un arma muy cerca suyo. (Pausa.) Aquella noche… escuchó un ruido… vió una sombra moverse en la penumbra… y sin dudarlo… disparó.

Una suave luminosidad corta la oscuridad.

En un rincón, en penumbras, se encuentra la sombra de una mujer. Es ella quien oprime las teclas e inunda el espacio con su sonido.

En la penumbra del espacio aparece Ella. Una luz suave, casi imperceptible, apenas amenazante, irrumpe la penumbra y la acompaña. El suave sonido de las teclas de la máquina de escribir sirve como fondo sonoro a la coreografía escénica. El sonido de las teclas por momentos se torna irreal, casi como gotas de agua que son esparcidas por distintas bocas y en recipientes de diversos materiales.

Ella es una joven mujer de 24 años de edad, morena, ligera, frágil, parece no tener peso; busca, observa detenidamente, se desliza suave entre las sombras de muebles y objetos esparcidos por el espacio.

De alguna parte aparece el General-Coronel y se queda, seductoramente, mirándola.

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Ambos se miran, se observan, se deleitan, se paladean, se imaginan… Se unen.

La luz suave desaparece en el preciso instante en que Ella y el General-Coronel desaparecen juntos.

El suave sonido casi irreal de las teclas, por unos instantes, canturrea con el espacio en penumbras. Luego, la luz que proviene a través de un gran ventanal lateral nos descubre un sillón. Sentado en él, un anciano calvo. Tal vez cansado, tal vez algo abatido, que tal vez limpia los cristales de sus gafas doradas.

DOCTOR:- (Enfrenta decididamente al público): “Soy demasiado pequeña para tanto dolor” Repetía ante cada situación en la que su enfermo cuerpo era sometido. “Soy demasiado pequeña para tanto dolor” Su frase era impactante. Esa frase encerraba todo el sufrimiento que la enfermedad le imponía hora tras hora y día tras día. Sus joyas le pesaban. Los collares, las pulseras, inclinaban su cadavérico cuerpo hacia adelante. No hacia mucho su pequeño cuerpo llenaba de energía los espacios públicos. No hacia mucho aquella gran mujer de enormes contrastes dramáticos, que se cubría de joyas y visones, pero que al mismo tiempo creaba una fundación de ayuda social y organizaba la distribución de ropa usada en las zonas rurales y en las villas. Con sus delgadas manos enjoyadas, daba envoltorios con regalos para niños pobres y enfermos. ¡La adoraban! (Breve pausa.) ¡La idolatraban! (Breve pausa.) Hasta que la enfermedad, lenta pero inexorablemente, pudo con ella. Aquello que sus detractores no pudieron, lo hizo la enfermedad. "Soy demasiado pequeña para tanto dolor”

Reaparece el General-Coronel, ahora con caminar cansino, triste, abatido. Su rostro es el rostro de aquel que lleva noches sin dormir.El General-Coronel detiene su andar y se para frente al anciano calvo. Ambos se quedan quietos, casi inmóviles, casi sin parpadear, y se observan largamente. Las miradas de ambos reflejan el triste momento que están viviendo.El General-Coronel desvía su mirada y se queda observando el imaginario cadáver. Le cierra los ojos, le besa las manos… Luego de unos instantes cargados de pesadumbre, el General.Coronel retoma su caminar; su triste y abatido caminar… desaparece, se esfuma…

DOCTOR:- (Vuelve a limpiar los cristales de sus gafas.) Y ahí estaba. Fría y silenciosa. Ante mis ojos. Lo que había quedado de ella y yo. Su vitalidad se había esfumado y había abandonado ese viejo cuerpo de sólo treinta y tres años. Sentí

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tanta angustia, tanto miedo, mis ojos se llenaron de lágrimas. Acaricie su fría mano derecha. Aquella mano que no hacia mucho tiempo atrás acariciaba, repartía, daba a mano llena. Detrás de las lágrimas que incansablemente mojaban mis ojos, se me apareció su rostro blanco y sus despeinados cabellos dorados. Ahora estábamos solos. Ella y yo. Solos. Aquella pequeña y frágil mujer que supo mantener en vilo a todo un pueblo. Estaba sola y delante de mí. Ahora me tocaba jugar por un tiempo a ser casi un Dios. Me tocaba a mí cambiar la imagen, dar una aparente vida. Esa mujer que estaba delante de mí debía parecer dormida. Yo debía trabajar con su cuerpo demacrado, reemplazar su sangre, primero con alcohol y luego con glicerina, para que se mantenga intacto a través de los años, otorgando a su piel un aspecto casi transparente. “Soy demasiado pequeña para tanto dolor”…

El Doctor queda inmóvil y en el más absoluto silencio.

Entre el canturreo irreal de las teclas se escucha el rítmico sonido de varias botas subiendo escaleras. El retumbe de pesadas botas le va ganando al canturreo de las teclas hasta lograr absoluto protagonismo. Los pasos se van acercando.

Se oye un fuerte golpe que logra abrir una pesada puerta y luego el silencio absoluto.

El Doctor gira su cabeza hacia la puerta.

Breve pausa.

DOCTOR:- (Conmovido y emulando una orden escuchada cientos de veces en su recuerdo): “He venido a llevarme el cadáver”, dijo el oficial al mando. (Breve pausa, cargada de dolor): Y se la llevaron… (Breve pausa.) Nunca supimos donde estaba. Ni que había pasado con ella. La buscamos incansablemente.

Reaparece el General-Coronel, viejo, cansado…

DOCTOR:- (Conmovido, tembloroso): Hasta que, residiendo en Madrid, casi dos décadas después, abrieron el ataúd ante nuestros ojos vidriosos.

El Doctor y el General-Coronel observan el imaginario ataúd.

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DOCTOR:- Allí estaba. Habían transcurrido casi veinte años. ¡Dieciséis años!, para ser más preciso Y allí estaba. Pálida, indemne, sus cabellos rubios revueltos… Escuché la quebrada voz del general…GENERAL:- (Con voz quejumbrosa): No está muerta… sólo está durmiendo…DOCTOR:- “No está muerta… sólo está durmiendo…”; y la imagen se me nubló detrás de las rápidas lágrimas…

La luz que provenía del ventanal se apaga, desaparece… y por unos segundos la penumbra gana el espacio.

El Doctor y el General-Coronel desaparecieron, se esfumaron…

El suave sonido casi irreal de las teclas, por unos instantes, canturrea con el espacio en penumbras.

Una suave iluminación nos permite descubrir la silueta de un hombre. El hombre entre-duerme sentado en un sillón. Su mano derecha sostiene una pistola sobre su regazo. El dormir es intranquilo.

Se escuchan unos suaves pasos.

El hombre se despierta sobresaltado y sigilosamente se parapeta detrás del sillón.

Los suaves pasos se acercan cada vez más.

En el preciso instante en que se dejan de oír los pasos y se produce un pesado silencio, entre la penumbra reinante, una sombra se recorta en la puerta. El hombre gatilla y el estampido destruyen el silencio. La sombra alcanzada por el disparo, luego de un suave quejido, se desmorona en busca del piso.

El hombre sale de detrás del sillón.

Ante la mirada desorbitada del hombre una mujer embarazada yace muerta.

ESPOSO:- (No queriendo revivir el momento): ¡Este momento es una mierda! ¡¿Por qué embarazada?! ¿Por qué embarazada de un machito? ¡A quién mierda se le ocurre algo tan macabro!

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La Escritora deja de escribir. Revisa su libreta de notas y las hojas escritas a máquina que descansan apiladas sobre el escritorio.

ESPOSO:- ¡Yo así no sigo más, esta historia no me interesa! No es verdad. No puede ser verdad.

Ahora vemos: el pequeño escritorio y a la Escritora detrás de él; a la máquina de escribir; a las hojas apiladas sobre el escritorio; a la libreta de notas; a su bolígrafo; a su gastado lápiz negro; a los bollos de hojas tirados, algunos dentro de un cesto y otros en el piso. Al anciano calvo sentado en un rincón. A la mujer embarazada tirada en el piso.

ESPOSA:- (Reincorporándose del piso.) ¿Quién dijo que estaba embarazada de un machito? ¿Cómo lo sabían? (Al Doctor): ¿Por aquellos tiempos había forma de enterarse antes del nacimiento? DOCTOR:- No lo sé, pasaron tantos años…ESPOSO:- (A la Escritora): Así yo no sigo en la historia. Yo estaba cumpliendo órdenes.ESCRITORA:- (A las hojas escritas, revisándolas, con visible enojo): Anoche se los previne, era la última vez que estaba dispuesta a discutir con ustedes.ESPOSA:- Mi marido tiene razón.ESCRITORA:- (Revisando su libreta de notas): Tu marido te mató estando embarazada de un varón.DOCTOR:- ¿Cómo sabe eso?ESCRITORA:- (A las hojas escritas): Investigué.DOCTOR:- ¿Hubo autopsia?ESCRITORA:- (Dubitativa, a sí misma y revisando sus notas): Sí.ESPOSO:- ¡No! Mentira. Yo estuve con ella hasta último momento.ESPOSA:- Es cierto. Estuvo conmigo hasta cuando me tiraron la tierra encima.ESPOSO:- (A su Esposa): ¡Ahí estaba debajo de la lluvia! ¡Solo! Ningún puto compañero de armas acompañándome. Después de ese maldito accidente me dejaron absolutamente solo. Un sepulturero y yo. Una maldita pala y la tierra hecha barro tapando lentamente el cajón. ESPOSA:- Y el bebé seguía adentro mío.DOCTOR: Eso confirma que no hubo autopsia.ESPOSO:- Eso confirma que no se sabía si era machito o chancleta.ESCRITORA:- (Justificándose y orgullosa por su imaginativa decisión que constata en su libreta de notas): Que sea varón o mujer es sólo un efecto dramático.DOCTOR:- Pero no tiene sustento científico.ESCRITORA:- (A las hojas escritas): ¡Me cago en la ciencia!

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DOCTOR:- ¡Pero yo, no! Todo lo que dije al comienzo tiene sustento científico, sino no lo hubiera dicho, de ninguna manera lo hubiera dicho.ESCRITORA:- (A sí misma): ¡Sustento científico! ¡Sustento científico! ¿No me diga? ¿Está seguro?DOCTOR:- ¡No lo ponga en dudas! Me ganaba la vida embalsamando seres. Por años practiqué esa ciencia.ESCRITORA:- (A la libreta de notas): “Soy demasiado pequeña para tanto dolor” ¿Qué sustento científico tiene esa hermosa y opulenta frase? ¡Sustento científico!DOCTOR: (Dudando): Yo estaba allí… se la escuché decir…ESCRITORA:- (A las hojas escritas): El único sustento que tiene esa hermosa y dramática frase es su fuerza poética.DOCTOR:- ¿Poética? Estamos hablando del dolor mi querida señora. ¿Tiene hijos?ESCRITORA:- (A las hojas escritas): ¡Eso no viene al caso!ESPOSA:- Que va a tener.ESPOSO:- Seguro que no. Se le ve en los ojos. ¡Es macabra!ESPOSA:- ¡Tétrica!ESPOSO:- ¡Desagradable!ESPOSA:- ¡Poco femenina!DOCTOR:- ¡Usted mi querida no conoce el dolor!ESCRITORA:- (Vuelca su enojo a las hojas escritas): ¡Ustedes que mierda saben de dolor! ¡Ustedes viven gracias a un pedazo de papel, adentro de una frase, latiendo por un par de letras! El dolor, el sufrimiento, lo pone el lector, que une el dolor escrito con su propio dolor. ¡Qué mierda saben…!

El Esposo, la Esposa y el Doctor, quedan aturdidos, apesadumbrados ante la enorme verdad expuesta por la Escritora.

El Esposo, con hondo pesar, sugiere a la Esposa a que vuelva al piso. En la misma posición en que quedara luego del disparo. Y juntos arman un cuadro casi repitiendo la imagen de “La piedad” de Miguel Ángel.

La Escritora sentada frente a su máquina vuelve a escribir velozmente…

Desaparece la luz general, la Escritora queda en penumbras y una sutil luz se queda solamente con el Esposo y la Esposa. Ambos

ESPOSO:- (Con remordimiento doloroso): ¡¿Qué yo no sé lo que es el dolor?! ¡Me pasé la mitad de mi vida perseguido por esa imagen! ¡Perseguido por ese espantoso accidente! (La Esposa muere tal como lo describe el Esposo.) Ver su cuerpo tirado en el piso con un balazo en el medio del vientre. Los sacudones que

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daba su desprotegido cuerpo. Por cada sacudón un borbotón de sangre salía y se desparramaba por el piso. Un sacudón, un borbotón. ¡Otro sacudón y otro borbotón! La sangre se iba poniendo cada vez más oscura, más gelatinosa… ¡y sus ojos!… y sus ojos suplicantes que no dejaban de mirarme. Que no dejaban de mirarme y de entrar dentro mío… ¡y torturarme! Pasé más de la mitad de mi vida perseguido por esa imagen. A veces, estando despierto, delante de mis ojos abiertos se me aparecía ella: su panza… los sacudones… los borbotones…; impulsivamente cerraba los ojos, apretadamente, pero no podía dejar de verla. ¡No podía dejar de verla! Se me aparecían con más fuerza sus ojos suplicantes, llorosos, no entendiendo lo que había ocurrido. ¡Sus ojos! ¡Sus ojos suplicantes!..., y la sangre, y la sangre escapándose, lentamente, por la comisura de sus labios…DOCTOR:- (A la Escritora): ¡Basta deje de escribir!

La Escritora deja de escribir y revisa las hojas escritas por ella. Corrige algo con su lápiz. Luego de unos segundos retoma la escritura.

El Esposo mira al Doctor sin esconder su enojo por la interrupción.

Detrás de algo aparece Ella. Cabello oscuro, delgada, frágil, casi angelical.

ELLA:- (A la Escritora, con el encanto de la inocencia): ¿Y Yo?ESCRITORA:- (Revisando su libreta de notas, casi sin entender lo que está ocurriendo): Y vos, ¿qué?ELLA:- ¿Cuándo aparezco?DOCTOR:- (Se acerca intrigado a Ella): Perdón, ¿usted, quién es?ELLA:- Soy…ESCRITORA:- (Ahora revisando las hojas escritas): ¿Cómo no la reconoce?DOCTOR:- No, la verdad, no la reconozco.ESCRITORA:- (Corroborándolo con la libreta de notas): Ah, claro, usted la conoció mucho tiempo después, cuando estaba enferma.DOCTOR:- ¿De quién habla?ESCRITORA:- (Emulándolo, pero sin perder de vista la libreta de notas): “Aquella pequeña y frágil mujer que supo mantener en vilo a todo un pueblo”DOCTOR:- No, ella era rubia.ESCRITORA:- (Revisando su libreta de notas): Teñida.ELLA:- ¿Me tengo que teñir?ESCRITORA:- (A las hojas escritas): No, de ninguna manera…DOCTOR:- ¡Era rubia!ESPOSA:- (Sin soltar a su Esposo y sin abandonar la imagen): Era rubia

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ESPOSO:- (Sin dejar de estar en brazos de su Esposa): Era rubia. La conocí muy bien.ELLA:- Yo no conozco a nadie. Nunca los ví.ESCRITORA:- (Revisando su libreta de notas y comparando con una hoja escrita a máquina): Por eso no quiero que te tiñas. Sos ella antes de conocerlos a ellos. Antes de las joyas y los visones. Recién llegada. Antes de las candilejas y los aplausos. Antes de empezar a encamarte para ganarle a la gran ciudad.ELLA:- (Asustada): ¿Con quién tengo que acostarme?ESCRITORA:- (A las hojas escritas): Ahora con nadie.ELLA:- (Aliviada): Menos mal, ninguno de ellos me gusta.DOCTOR:- No se acostaba con nadie.ESCRITORA:- (Volviendo a su libreta de notas): En el momento en que ella va a aparecer en la historia, no. Recién llegaba a Buenos Aires, su hermano la estaba esperando…DOCTOR:- Cuando yo la conocí sólo se acostaba con el general.ESPOSO:- (Abandonando la imagen y poniéndose en pie): Pero antes, ¿usted no la conoció cuando era actriz?ESPOSA:- Todas las actrices son medias rapiditas.ELLA:- Yo siempre soñé con ser una gran actriz.

Ella sale, feliz por la noticia, por el mismo lugar por donde apareció.

ESCRITORA:- (Colocando una nueva hoja en la máquina de escribir): ¡Y lo vas a ser, pero ahora, no!

La Escritora, absolutamente en penumbras, va hacia la máquina y sin que los demás se den cuenta comienza a escribir…

La Esposa se esfuma, desaparece…

Una sutil iluminación se queda con el Esposo y el Doctor. El Esposo le camina en derredor al Doctor. Quien permanece sentado, incómodo, asustado…

ESPOSO:- Vivía en una pensión mugrienta y apestosa. Muchas veces no tenía ni para comer. Como actriz era bastante mediocre. Entonces, para conseguir trabajo o para matar el hambre, empezó a acostarse con actores, productores, amigos de los productores, personajes importantes que iban al teatro a buscar amantes.DOCTOR:- Y usted, ¿cómo sabe todo eso?ESPOSO:- En los cuarteles todo se sabía. Como también se sabía que el general se acostaba con purretas de quince.

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DOCTOR:- Lo suyo es un comentario gorila.ESPOSO:- ¡Yo no soy ningún gorila! Y ningún “gallego de mierda” me va a tratar de gorila.DOCTOR: Imagino que no se atreverá a ponerme una mano encima.ESPOSO:- Imagina muy mal. (Se le aproxima como para pegarle.) Si no retira lo dicho me olvido de su edad y le parto la jeta.

El Esposo lo sujeta de las solapas y lo pone de pie. El Doctor y él quedan cara a cara.

DOCTOR:- (Asustado): Ahora que lo miro bien lo reconozco. Usted estaba allí, aquella noche…ESPOSO:- ¡Sí, estaba allí! ¿Y qué?DOCTOR:- Era uno de ellos. ESPOSO:- ¡Sí, ¿y qué?!DOCTOR:- Uno de los cipayos que se hurtó el cadáver…

Casi de la nada reaparece Ella y va decididamente hacia ellos.

ELLA:- ¿Qué cadáver?

El Esposo y el Doctor se fastidian por la interrupción.

La Escritora deja de escribir.

DOCTOR:- (Irónicamente): ¡El suyo!ELLA:- ¿Mi cadáver…? (A la Escritora, con mucho miedo): ¿Tengo que morir? Le tengo mucho miedo a la muerte.ESCRITORA:- (A las hojas escritas, sin disimular su enojo): ¡¿Quién te dijo que hablaras en éste momento?!ELLA:- Nadie, es que me dió curiosidad y le tengo tanto miedo…ESCRITORA:- (A las hojas escritas y con visible enojo): Si yo no escribo vos no entras en la historia, deberías haberte quedado escondida, y dejar que transcurriera la escena, vos crees que es fácil escribir. Querés saber si es fácil, vení, dale vení: ¡sentate a la máquina y escribí!ELLA:- Pero… yo… no sé…ESCRITORA:- (Saca con violencia la hoja de la máquina, hace un pequeño bollo con ella y lo arroja al piso) ¡Entonces para que te metés en donde no te llaman!

Desde alguna zona aparece el General-Coronel y protectoramente va hacia Ella.

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ELLA:- (El miedo la pone muy infantil): Le tengo mucho miedo a la muerte. Desde que mi mamá me alzara para que le diera un beso a la frente helada de mi papá…GENERAL:- (A la Escritora, con autoridad): ¡No te voy a permitir que la tratés de esta manera!ESCRITORA:- (Revisando su libreta de notas. Desafiante): ¡Ah, no! ¿Y cómo tenés pensado impedirlo?GENERAL:- (Duda y luego buscando complicidad con los demás personajes): ¡Censurándote!ESCRITORA:- (Coloca una hoja en blanco en la máquina de escribir.) ¡Haceme el favor, querés! Censurándome. (Burlonamente): No puede ser más ridículo “coronel”. (Determinante): No te das cuenta que sólo sos si yo te escribo.

Por unos segundos, El General-Coronel, Ella, el Doctor, el Esposo y la Esposa, quedan abatidos… apesadumbrados...

GENERAL:- (Constituyéndose en el salvador de la situación.) ¡Y vos sólo sos escritora por qué yo fui quien fue! Todos nosotros hacemos de vos una escritora.ELLA:- (Al General-Coronel): Ellos dicen que era rubia…GENERAL:- (A Ella): ¿Pero, cómo, vos no sabés nada de vos misma?ELLA:- (Al General-Coronel): Sé que vine desde la provincia y que quiero ser actriz…GENERAL:- (A la Escritora, intrigado): ¿Ella es…?ESCRITORA:- (Revisando su libreta de notas) Sí.GENERAL:- (A Ella, con mucha dulzura): Al poco tiempo de conocerte me hiciste el hermoso regalo de teñirteELLA:- (A la Escritora): ¿Entonces?GENERAL: (A Ella, seductoramente): Rubia platinada.ELLA:- (A la Escritora, con insistencia): ¿Entonces?ESCRITORA:- (A la libreta de notas, muy conciliadora): Van a tener una escena en dónde sos rubia.ELLA:- (A la Escritora): ¿Me voy a teñir?ESCRITORA:- (Escribiendo en su libreta de notas) Al igual que en el teatro con una peluca basta y sobra.ELLA:- (Al General-Coronel, risueña y dulce): Voy a regalarte mi peluca rubia platinada.GENERAL:- (A la Escritora, con ganas, apurándola): ¡Empecemos con la escena entonces! (A los demás personajes): Desaparezcan todos. ¡Vamos, fuera, ya tuvieron su oportunidad! Ahora vamos a escribir nuestra historia. (A Ella, cariñosamente): Andá a buscar la peluca.ELLA:- (A la Escritora, dulcemente): ¿De dónde saco una peluca rubia platinada?

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ESPOSO:- (A la Escritora): ¡Perdón! Y nosotros qué, estamos pintados, acaso…DOCTOR:- (Al General-Coronel, respetuosamente): Estábamos en medio de una escena y ella interrumpió. ESPOSA:- (A la Escritora): ¡Yo quiero tener un texto! Aunque sea uno solo. Mi personaje es importante. Es el detonador de su imaginación. Usted se lo confesó ayer a su marido. No me basta con un gemido, ¡con un gemido no alcanza! ¡No alcanzó! Con una sola palabra puedo cambiar mi historia.ESCRITORA:- (A sí misma, tratando de frenar su propia imaginación): ¡Suficiente!

Se produce una breve pausa.

ESCRITORA:- (Poniendo en orden su libreta de notas, las hojas escritas y revisando la hoja en blanco que había puesto en la máquina, muy amablemente consigo mismo): Ordenémonos. Un poco de caos está bien, pero, después tiene que volver a reinar el orden. Vamos a continuar, para eso necesito que el Coronel y su acompañante salgan…GENERAL:- No estoy de acuerdo.ESCRITORA:- (A sí misma): Sólo por ahora. Termino con la escena que quedó inconclusa y después viene la de ustedes dos.GENERAL:- (Comenzado un discurso): Por protagonismo en la historia…ESCRITORA:- (Escribiendo en la libreta de notas, como si hablara con el General-Coronel y de manera muy conciliadora): Necesito que vayas con Ella y le expliques todo sobre su personaje, todo lo que Ella no sabe, no tenía previsto escribir una escena entre los dos, no tenía previsto que hiciera una escena siendo rubia. Tenés que darle todas las circunstancias para que podamos escribir una buena escena.GENERAL:- (A la Escritora): Está bien, tenés razón. (A Ella, muy seductor): Acompáñame, vamos, vení por aquí, que tengo que contarte una hermosa historia de amor…

El General-Coronel le ofrece el brazo, Ella lo toma y ambos salen, enamorándose…

ELLA:- (Al General-Coronel, seductoramente): De cuando soy rubia.GENERAL:- (A Ella, seductoramente): De cuando empezaste a ser la mujer más bella e interesante del mundo…ELLA:- (Al General-Coronel): Al lado del hombre más guapo e inteligente del mundo…

Ella y el General-Coronel desaparecen, se pierden, se esfuman…

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ESCRITORA:- (A la hoja en blanco que está puesta en la máquina de escribir): Bien, volvamos a la discusión entre gorilas y cipayos…

La luz se centra en la Esposa, el Esposo y el Doctor.

La Escritora escribe una nueva página.

El Esposo toma nuevamente de las solapas al Doctor.

DOCTOR:- (Defendiéndose con muy poca convicción.) De ninguna manera, yo no voy a exponer mi integridad física y moral rebajándome a una discusión que ahora carece de sentido. ESPOSA:- ¿Qué quiere decir con eso?DOCTOR:- Que nada puede volverse atrás. Lo sucedido, sucedido está, y lo que se hizo mal ya no tiene corrección.ESPOSO:- ¿Qué quiere decir?DOCTOR:- Lo que a ustedes les ocurrió no fue casual, fue causal.ESPOSO:- Yo siempre cumplí órdenes.ESPOSA:- Era un oficial de carrera.ESPOSO:- ¡Mayor!ESPOSA:- Vivíamos muy bien, en un hermoso piso, hasta que pasó lo que pasó…DOCTOR:- La culpa no los iba a dejar vivir en paz…ESPOSO:- ¡Qué culpa ni que carajo! Un grupo de mal vivientes se movía entre las sombras para encontrar el cajón.DOCTOR:- Ataúd que usted y su jefe me habían robado. ESPOSO:- ¡Las órdenes eran precisas! Tenía que desaparecer. Que culpa tenía yo si mis superiores no tenían un buen plan.ESPOSA:- ¡Qué culpa teníamos nosotros! DOCTOR: La de ser cómplices del robo del siglo.ESPOSO:- Cuando se cumplen órdenes no se es cómplice. Un subalterno no es culpable, cumple órdenes, no tiene decisión propia, hace lo que le mandan. Y las órdenes eran claras. Ninguno podía imaginar, ni siquiera nos pusimos a pensar, que nuestros superiores no tenían un buen plan. Cómo iba yo a saber que ellos no tenían un lugar donde esconderlo. (Emulando la voz de un superior): “Escóndanlo en el piso del Mayor, nadie va a sospechar que está adentro de un departamento” Nunca hubiera imaginado semejante orden…ESPOSA:- Yo no quería, me parecía una locura. Tenía un mal presentimiento.DOCTOR:- Y vaya si se cumplió.

El Doctor sale, se esfuma…

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ESPOSO:- (Justificándose con su Esposa): Estaba lento de reflejos, llevaba noches sin poder conciliar el sueño…ESPOSA:- (Compartiendo la culpa): Yo te pedí que no vinieras más a la cama. Te levantabas un montón de veces. No me dejabas pegar un ojo.

La Esposa sale por unos segundos…

Una sutil iluminación nos deja casi en penumbra y nos permite adivinar la sombra del Esposo.

La Escritora sin poder disimular su felicidad, permite que sus dedos bailen armoniosamente sobre el teclado de la máquina de escribir… El sonido casi irreal acompaña la escena.

ESPOSO:- (Va hacia el sillón y se sienta): Pasé noches enteras dormitando en un sillón. Dormía con un ojo abierto y el dedo en el gatillo. Sospechaba que iban a entrar a buscarlo. Un mínimo ruido me tensaba los nervios…

Se escuchan algunos suaves ruidos que se cuelan entre el sonido casi irreal de la máquina de escribir.

ESPOSO:- (Con los ojos cerrados y entrando en el estado emocional de aquella noche): Las noches eran eternas. Mucho más aquella noche. El toc-toc-toc de la canilla del baño me retumbaba en las sienes. Mis labios estaban tensos, apretados. Mi cuerpo se sobresaltaba. Tenía la sensación de que mis músculos tenían vida propia. La ansiedad y el temor me consumían…

El hombre se despierta sobresaltado. Se parapeta detrás del sillón.

Los suaves pasos se acercan.

ESPOSO:- ¡Escuché pasos! Tuve la certeza de que eran varios hombres los que venían. Venían por él. ¡Estaba seguro de que venían por él! ¡Tenía órdenes precisas! ¡Tenía órdenes!

En la penumbra de la habitación la sombra de la Esposa se dibuja en la puerta.

El Esposo aprieta el gatillo y dispara.

ESPOSO:- (Cortante): Obedecía órdenes.

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La sombra, después de un suave quejido se desploma hacia el piso.

ESPOSO:- Ese quejido era muy chiquito… muy frágil…

El Esposo deja el arma, queda estupefacto, paralizado, al reconocer a la víctima.

La Esposa embarazada se retuerce en el piso.

El hombre se hinca ante ella y reproduciendo la imagen de “La Piedad”, la toma entres sus brazos.

ESPOSO:- (Quebrado, con la voz estrangulada): Allí estaban los dos… Los había matado… Ella tenía razón… Era una locura…

La Esposa muere y la iluminación sutil se expande e incorpora al Doctor sentado en el sillón.

DOCTOR:- “No está muerta… sólo está durmiendo”

Se detiene la máquina de escribir en el preciso instante en que aparece de alguna parte el Obrero.

La luz sube su intensidad gradualmente.

OBRERO:- (Tímidamente y cómo si al texto lo hubiera estudiado de memoria): Habían levantao el puente y fue ahí cuando Cipriano gritó: “¡A las balsa, a las balsa, compañero!” “¡Vamos a cruzarlo en balsa, o en bote, o nadando, carajo!”

Durante los parlamentos del Obrero tanto el Doctor, como el Esposo y la Esposa, quedan inmóviles, estáticos, sin comprender está interrupción.

DOCTOR:- (A la Escritora, con visible enojo): ¡Ah, no! Rompió absolutamente el clímax. (Amenazante y buscando aliados): Yo la escena no la vuelvo a hacer.

El Esposo y la Esposa rompen la imagen que habían creado.

ESPOSO:- (A la Escritora, con visible enojo): ¡Nosotros tampoco!ESPOSA:- ¡Nosotros tampoco!DOCTOR:- (A la Escritora): Espero la haya terminado de escribir.

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El Doctor, seguido por la Esposa y el Esposo, salen, se esfuman…

ESCRITORA:- (Dubitativa y revisando la hoja que estaba escribiendo): Sí…OBRERO:- (Con mucha timidez y respeto, a la Escritora): ¿Sigo?ESCRITORA:- (Revisando su libreta de notas, muy enojada y sin levantar la vista de la libreta): ¡No! ¡No y no! No tenía que entrar ahora.OBRERO:- (A la Escritora): Perdón… (A todos): Disculpen… Es que…ESCRITORA:- (Sin ocultar su enojo, revisando las hojas escritas): ¡Es que nada! ¡Nada! ¡Nada! Sólo a mí se me ocurre meter en una historia a un ignorante, a un analfabeto, ¡a un cabecita!

De cualquier parte aparecen Ella (rubia) y el General-Coronel. Ella, toma de un brazo al Obrero, y conduciéndolo, ambos se adelantan hacia el proscenio.

La Escritora comienza a escribir una nueva página.

ELLA:- (A la masa-público, con autoridad): ¡Suficiente! ¡Basta! ¡Dejé de maltratar a este humilde trabajador!GENERAL:- (A la masa-público, en un discurso claro y convincente): Está absolutamente prohibido utilizar esa terminología delante mío. Se acabó el tiempo de la subestimación de la clase trabajadora.ELLA:- (Acariciándole la cabeza al Obrero, protectoramente): Nosotros estamos aquí para protegerte. Desde ahora y para siempre, estamos aquí para protegerte. Vamos, decí lo que viniste a decir.OBRERO:- (Muy atemorizado): Es que… tengo miedo de no acordarme…ELLA:- (Le toma el rostro y lo increpa tratando de darle coraje): ¡Vamos, che! Ya no hay más lugar para el miedo. Vamos, sin temor… Te vas a acordar de todo. La historia que venís a contar está en tu propia sangre. Tu propia sangre te va a ir dando imágenes para que tus palabras salgan una a una…GENERAL:- (Colocando una mano sobre el hombro del Obrero): Fui lo que fui porque hiciste lo que hiciste…

La luz irá bajando su intensidad hasta que queda iluminando solamente el cuadro que forman: el Obrero, Ella y el General-Coronel. El Obrero está sentado en un sillón. Ella se arrodilla en el piso y deja caer su rostro y su cabellera rubia sobre el regazo del Obrero. El General-Coronel, de pie y a un costado del Obrero, deja su mano apoyada en el hombro de él.

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Suavemente, casi sin hacer ruido, la Escritora permite que sus dedos bailen armoniosamente sobre el teclado de la máquina de escribir… El sonido casi irreal acompaña la escena.

El Obrero con la timidez que caracterizaba a un humilde hombre del interior del país, pero con la seguridad de quien ha vivido en carne propia los hechos, dejará oír su relato.

OBRERO:- (Conmovido): Habían levantao el puente y fue ahí cuando Cipriano gritó: “¡A las balsa, a las balsa, compañeros!” “¡Vamo a cruzarlo en balsa, o en bote, o nadando, carajo! ¡Vamo, mierda, vamo a llenar la plaza!” Salimo corriendo hasta el borde del rio. El agua fría nos mojaba las alpargatas y los pantalones. Me apuré pa’ subir a una. Alguno con palo y otro con las mano hacíamo andar la balsa pa’ la otra orilla. ¡Nada ni nadie no iba a impedí llega a la plaza! ¡No importaba nada! Ni no conocíamo, pero hablábamos iguale. Caminábamo por el mismo camino. Escribíamo la misma historia. Y entre todo estaba yo. Que tiempo ante había venido del interior. Pa’ podé trabaja. Pa´ dale de comé a lo gurise. ¡Y ahora estaba entre todos lo que como yo laburábamo y luchábamo pa´ está mejor. Y el General nos había dicho que íbamo a está mejo. Nosotros sabíamo que él no mentía. Y lo enemigo del General eran enemigo nuestro. ¡Nada ni nadie no iba a pará! ¡Ni los botone, ni los milico, ni nadie! ¡Porque éramo millone de pobre los pobre que no queríamo comé mierda! ¡Carajo!

Los personajes, llenos de orgullo y algarabía, se esfuman, desaparecen…

La luz se modifica.

La Escritora revisa las hojas escritas y la libreta de notas. Toma nuevas notas. Hace correcciones en las hojas escritas. Está muy atareada, muy concentrada.

En la puerta se dibuja la figura de su Marido. Trae consigo una pequeña valija. Se queda por unos instantes mirando a la Escritora.

Ella continúa con sus cosas sin percibir la presencia de él.

Él apoya ruidosamente la valija en el piso.

Ella saca la hoja de la máquina y lo mira a los ojos.

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MARIDO:- (Sarcásticamente): ¿Terminaste?

La Escritora durante gran parte de la escena luchará por continuar con su trabajo; estará en permanente lucha entre la fantasía y la realidad; pero, la presencia de su marido, paulatinamente, se le irá transformando en una dificultad infranqueable.

ESCRITORA:- (Releyendo hojas): No, que va. Todavía sigo en franca pelea con los personajes.MARIDO:- Desde el dormitorio se escuchan los gritos.ESCRITORA:- ¿En serio? No creía que fuera para tanto.MARIDO:- (Sarcástico): Desde hace un tiempo en ese dormitorio los únicos gritos que se escuchan son los de “tus personajes”.

La Escritora mira furtivamente a su marido y regresa a sus hojas.

ESCRITORA:- Suena a reproche.MARIDO:- (Con cierta resignación): No, ya no. Se acabó el tiempo del reproche.

Brevísima pausa. La Escritora la aprovecha y comienza a escribir en su libreta.

MARIDO:- A veces creo que no vas a volver.ESCRITORA:- (Escribiendo): ¿De dónde?MARIDO:- De la ficción. Sobre todo en los momentos en que te ponés a discutir, cambiando de voces, pasando de personaje en personaje. ESCRITORA:- Mirá lo que es la concentración yo ni siquiera me doy cuenta de eso.MARIDO:- De eso y de otras cosas no te das cuenta.

La Escritora registra lo que le dijo su marido. Acusa el golpe que la intencionalidad escondida debajo de las palabras le produce; y luego, lentamente levanta su mirada, y por primera vez en la escena se queda mirando fijamente a su marido. Después de unos segundos descubre la valija.

ESCRITORA:- (Curiosa): ¿Y esa valija?MARIDO:- Es real y aunque no tiene voz, habla por sí misma.ESCRITORA:- No entiendo…

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MARIDO:- Qué extraño. Somos gente de letras. Ambos sabemos que un objeto, en este caso esta valija, si aparece en escena es porque es parte importante de la acción.ESCRITORA:- También sabemos que una acción produce una reacción y que esto produce un conflicto. MARIDO:- Y como sabemos todo eso, sabemos que no son necesarios los conflictos inútiles. ESCRITORA:- (Tratando de acercar posiciones): Cuando estoy en pleno proceso creativo me pierdo, me sumerjo en la ficción y me olvido de la realidad. MARIDO:- Eso era hace algunos años. Nadabas un poco en el territorio de la ficción pero después caminábamos juntos por el espacio de la vida. Últimamente parece que el agua es tu comarca y yo me quedé solo mirando desde la playa.ESCRITORA:- Cuánta poesía.MARIDO:- Reminiscencias juveniles. ESCRITORA:- (Pidiéndole unos minutos): Estoy a punto de terminar esta novela.

La Escritora intenta regresar a su libreta de anotaciones.

MARIDO:- Y yo también. Por eso armé la valija. Saqué un pasaje y me dispongo a emprender un viaje. ESCRITORA:- (Abandona la libreta y mira a su marido): ¿A dónde?MARIDO:- Me voy por un par de meses. ESCRITORA:- Pero, ¿a dónde?MARIDO:- ¿A dónde? (Con resignación): A un lugar dónde pueda hacer el duelo rodeado de verde. Dónde no se escuchen las musicales teclas de tú máquina. Dónde las voces de tus personajes se pierdan entre el sonido de los árboles. ESCRITORA:- Estoy terminando. Sólo me faltan algunas correcciones.MARIDO:- (Sin darle ninguna oportunidad): La vida no te da la misma oportunidad que una novela. Ahora te ponés a releer tus escritos y cambiando una coma de lugar o una fecha o un nombre, podés cambiar toda la historia. En la vida lo hecho, hecho está, y… ESCRITORA:- (Casi suplicante): Te juro que solo me falta una escena… MARIDO:- … cuando pasó demasiada agua bajo el puente generalmente no admite correcciones. Lentamente me fui quedando afuera. Me hago cargo de lo que me toca. Tal vez no alerté a su debido tiempo, tal vez no medí debidamente las consecuencias, o lo que es peor y esto es lo más probable: llegó un momento en que no quise ni alertar, ni evidenciar; y tomé la decisión de asumir el escenario creado y de llevar adelante la acción de ir alejándome. ESCRITORA:- (Suplicante). ¡Querido, por favor…!MARIDO:- (Dispuesto a decírselo todo): Y al tomar distancia me dí cuenta que no somos personajes de una ficción. Que nadie nos da texto. Que nadie nos escribe

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las acciones que llevamos a cabo. Que somos responsables de toda nuestra conflictiva. La realidad y la ficción tienen cosas en común, pero tienen algunas que sólo le son propias a cada una de ellas.

Ella, casi inconscientemente, escribe algún dato en su pequeña libreta.

MARIDO:- En la ficción con corregir algunos datos, con cambiar algunas circunstancias, podemos hacer envejecer, o matar, o morir; y luego, dando vuelta una sola hoja, en el capítulo siguiente podemos jugar y darle a conocer al lector que todo había sido un sueño. En la vida, cuando se da vuelta una página lo que quedó escrito no se puede transformar en un sueño. Y para peor, ni sabemos lo que escribiremos en la próxima hoja en blanco.

La Escritora abandona deliberada su novela. Por primera vez deja de corregir, de anotar, de escribir e intenta enfrentarse a la situación.

ESCRITORA:- Cuando empezamos lo nuestro sabías que yo ya era escritora…MARIDO:- Yo también escribo. ESCRITORA:- (Levantando un poco el tono de voz y con un dejo de subestimación): El periodismo es otra cosa.MARIDO:- (Manteniendo la calma): Ya lo discutimos muchas veces y la verdad es que ya no tengo ganas. Prefiero que el conflicto no suba a la superficie.ESCRITORA:- (Defendiéndose): De esa manera no me das lugar a la defensa.MARIDO:- (Manteniendo la calma): No entiendo, ¿qué es lo que querés defender?ESCRITORA:- (Determinante): ¡Lo nuestro, quiero defender lo nuestro! MARIDO: (Subestimándola): Lo nuestro, lo nuestro… ¡individualidades bajo un mismo techo!ESCRITORA:- (Dejando en claro que no está para nada de acuerdo con las apreciaciones de él): ¡Ah, no! ¡Eso no es cierto! ¿Acaso no dormimos juntos, no almorzamos y cenamos juntos, no vamos a fiestas juntos…? MARIDO:- (Satisfecho con su respuesta): Eso se llama hacer coincidir dos individualidades. Sólo eso. ESCRITORA:- ¡Me estás jodiendo!MARIDO:- Como ya te dije prefiero que abortemos el conflicto.ESCRITORA:- (Defendiéndose): ¡Es sencillo para vos, así la única culpable de la situación parezco ser yo!MARIDO:- Yo admito y me hago cargo de lo que a mí concierne.ESCRITORA:- (Agudizando su defensa): En muchos casos vos también me dejaste afuera.MARIDO:- (Con seguridad): Nunca.

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ESCRITORA:- (Intentando taparle la boca): Cuando te tocó investigar sobre los sobornos te habías vuelto monotemático.MARIDO: (Sin perder la calma): Pero no tiempo completo. Compartía con vos. Incluso llegué a escribir alguna sugerencia tuya. ¿Es así, o no? (Ella asiente.) Tu caso es diferente: ¡te perdés!, ¡te vas!, ¡te enajenás! Hoy por hoy ya no distingo en vos cuando estás escribiendo o viviendo. ¿Sabés la cantidad de veces que estando en la intimidad me sentí observado? ESCRITORA:- ¿A qué te referís?MARIDO:- Muchas veces sentí que querías acostarte conmigo para averiguar que hubiera sentido tal o cuál personaje ante una determinada situación. ESCRITORA:- (Herida): Estás diciendo cualquier cosa para herirme.MARIDO:- No, para nada. Ni siquiera estoy enojado. No me enoja lo que haces. ¡No! Porque no lo haces con ninguna intención oculta, no, y te digo más, ni siquiera te crea conflicto. Ni siquiera lo premeditás y lo manejás. ¡Sos así! ¡Esa sos vos! Eso es lo que sos. (Con claridad, casi deleitándose con las palabras): La escritora se fagocitó a la mujer.ESCRITORA:- (Debilitada ante las evidencias): Cuando empezamos a estar juntos no era así…MARIDO:- (Luego de pesarlo brevemente): Creo que estabas en reposo. ESCRITORA:- Supongo que de nada sirve que hablemos de nuestros planes a futuro…MARIDO:- No querida, no. (Con claridad, casi deleitándose con las palabras): Acabo de descubrir que el futuro no es más que una fuerza invisible que empuja al presente para que se transforme en pasado…

La Escritora queda boquiabierta. Mira su libreta de notas. Está a punto de escribir lo que acaba de escuchar. Duda, se resigna y no lo hace.

MARIDO:- Bueno, me voy. Por ahora no necesito más que lo que llevo aquí adentro. No me busqués. Yo me voy a poner en contacto con vos cuando ya me sienta mejor…ESCRITORA:- (Intenta una vaga acción por retenerlo): Todo puede cambiar…

Ambos se miran quedamente, sin respuestas, sin palabras…

El Marido deja las llaves sobre el escritorio, toma la valija y sale.

La Escritora va insegura y vacilante detrás de él. Luego, desanda el camino y va hacia su escritorio. Impulsivamente va hacia la silla y toma su cartera que había dejado colgada en el respaldo. Con su otra mano intenta tomar las llaves que están sobre el

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escritorio y en ese preciso instante, su vista se posa en la máquina de escribir. La máquina la hace dudar, la máquina la invita a escribir una última y rápida escena. La realidad y la fantasía recobran su lucha. Y la fantasía vuelve a ganar. La Escritora se sienta en su escritorio.

La luz general baja su intensidad.

Una suave iluminación gana el espacio.

El suave sonido casi irreal de las teclas comienza su canturreo.

Aparece Ella, rubia e igualmente frágil, tomada del brazo del General-Coronel. Ambos se pasean del brazo elegantemente.

GENERAL:- Chinita mía, tené calma y aprendé a esperar. Esto terminará y la vida será nuestra. Mirá, estoy seguro que con todo lo que hice estoy justificado ante la historia y sé que el tiempo me dará la razón.ELLA:- Que bueno poder caminar de tu brazo, a plena luz del día…GENERAL:- Yo siempre lo quise así, poco me importa lo que diga la chusma.ELLA:- Lentamente voy entrando en la crueldad del mundo real.GENERAL:- La vida no es como el teatro. ELLA:- No. Aquí el dolor no termina cuando finaliza la escena. GENERAL:- Al igual que el amor, mi chinita.ELLA:- Al igual que el amor, mi coronel.GENERAL:- Hasta que la muerte nos separe…ELLA:- (Cortante): ¡Juan, no me asustés! GENERAL: … y la eternidad nos vuelva a unir…

En el preciso instante en que Ella y el General-Coronel detienen su paseo y se funden en un abrazo, la Escritora quita la hoja de su máquina de escribir.

Su novela ha llegado a su fin.

Desde alguna parte irrumpe la Esposa cortando el clima creado.

ESPOSA:- (A la Escritora): ¡Yo también tuve en mi vida escenas románticas!GENERAL:- (A la Esposa): ¡Perdón, a usted jamás la interrumpí en sus escenas! Que por cierto me parecieron bastante macabras.

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ESPOSA:- (Al General-Coronel): Nosotros no tenemos la culpa de que la “señora, perdón, ahora señorita escritora” no tenga un buen plan…GENERAL:- (A la Esposa): ¡Ustedes no hacen más que poner la culpa en los demás! (Emulando al Esposo): “Nosotros no podíamos saber que nuestros superiores no tenían un plan seguro” (Con autoridad): ¡Háganse cargo de su historia!

Aparece el Esposo y se cuadra ante el General-Coronel.

ESPOSO:- (Como si fuera un subalterno, con respeto pero sin perder la dignidad): Disculpe Coronel, pero lo que dije fue lo que ocurrió en ese momento…ELLA:- (Al General-Coronel):- ¿Seguimos con nuestro paseo matinal? (A la Escritora): ¿Se puede hacer cargo de la situación?GENERAL:- (A la Escritora): ¡Vamos, resuelva inmediatamente la situación! Esta es nuestra única escena en esta novela borrosa y estos personajes nefastos no quieren que le demos vida. (A la Escritora, con mucha firmeza):- ¡Resuelva!

En el preciso instante en que la Escritora se pone de pie en su sillón habitual aparece el Doctor.

Aparece el Obrero y se queda en un rincón sin saber que hacer ni que decir.

La Escritora mira atentamente las hojas escritas, luego, lentamente y por primera vez, mira uno a uno a sus personajes, su mirada está cargada de odio, de bronca.

Los personajes intimidados ante la mirada de ella, llevan sus miradas hacia el piso.

Por un instante, la Escritora, parece dispuesta a defenderse y a poner las cosas en orden. Luego, en un arrebato de hartazgo, toma la pila de hojas escritas, y las impulsa deliberadamente al aire.

Los personajes aturdidos, turbados, ven sus vidas ondeando por el aire.

La Escritora toma su cartera y las llaves del escritorio. Luego sale raudamente y sin ser vista por nadie.

La Esposa comienza a gatear por el piso buscando las hojas. Buscando su hoja, buscando su texto, su palabra…

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De una en una irá revisando las hojas y al no encontrar lo que busca, de una en una, se las irá pasando a su Esposo. Éste a su vez buscará su texto, su palabra y al no encontrarla pasará la hoja al personaje más próximo, que a su vez hará lo propio, y así sucesivamente hasta quedar cada personaje con una hoja en la mano.

Desolados buscan sus palabras, luego los textos brotarán de sus labios…

DOCTOR:- (Imprime la misma organicidad que cuando dijera el texto en escenas anteriores): Soy demasiado pequeña para tanto dolor.ESPOSO:- (Imprime la misma organicidad que cuando dijera el texto en escenas anteriores): Ese quejido era muy chiquito… muy frágil…OBRERO:- (Imprime la misma organicidad que cuando dijera el texto en escenas anteriores): Nada ni nadie no iba a para.GENERAL:- (Imprime la misma organicidad que cuando dijera el texto en escenas anteriores): Con todo lo que hice estoy justificado ante la historia…ELLA:- (Imprime la misma organicidad que cuando dijera el texto en escenas anteriores): Lentamente voy entrando en la crueldad del mundo real.

La intensidad de la luz va decayendo lentamente hasta el final.

Los textos se entremezclan, se superponen…

DOCTOR:- (El texto ahora pierde organicidad): Soy demasiado pequeña para tanto dolor.ESPOSO:- (El texto ahora pierde organicidad): Ese quejido era muy chiquito… muy frágil…OBRERO:- (El texto ahora pierde organicidad): Nada ni nadie no iba a para.GENERAL:- (El texto ahora pierde organicidad): Con todo lo que hice estoy justificado ante la historia…ELLA:- (El texto ahora pierde organicidad): Lentamente voy entrando en la crueldad del mundo real.DOCTOR:- (El texto ahora es sólo texto): Soy demasiado pequeña para tanto dolor.

Al terminar de decir su texto, cada personaje, abandonará su hoja sobre la máquina de escribir.

La mirada vacía, desolada, de cada personaje, quedará fija sobre las hojas esparcidas sobre la máquina inerte.

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ESPOSO:- (El texto ahora es sólo texto): Ese quejido era muy chiquito… muy frágil…OBRERO:- (El texto ahora es sólo texto): Nada ni nadie no iba a para.GENERAL:- (El texto ahora es sólo texto): Con todo lo que hice estoy justificado ante la historiaELLA:- (El texto ahora es sólo texto): Lentamente voy entrando en la crueldad del mundo real.

El llanto de la Esposa, que permanece sentada en el piso, los invita al silencio. Breve pausa.

Los personajes casi sin vidas, al escuchar la voz de la Esposa, desvían apenas sus miradas y las posan sobre la espalda de ella.

ESPOSA:- (Llorando desconsoladamente y con una angustia incontrolable): Ningún texto, ninguna palabra, sólo un quejido. Ese quejido muy chiquito, muy frágil. (Breve pausa.) Una sola palabra… hubiera cambiado mi historia…

La iluminación baja lentamente.

Se escucha una puerta cerrándose.

Apagón final.

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