Imagen Literaria del Cristo de Luren

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Imagen Literaria del Cristo de Luren José Vásquez Peña El acontecer literario es un fenómeno cultural, y una cultura no puede ser entendida sino en su realidad social. Alejandro Losada 1. Desde la misma lejanía del tiempo Tal vez desde antes, adorando dioses atávicos; pero, esencialmente, después de la conquista española que trajo consigo el aporte de la religión católica, la realidad social iqueña traduce un sentimiento de acendrada religiosidad. Diríamos, entonces, que el hombre iqueño, casi desde siempre, ha vivenciado una actitud de incesante búsqueda y acercamiento a Dios. El origen y el impulso vital de esa disposición religiosa están, ahora, directamente relacionados con la legendaria y misteriosa aparición, en nuestro medio, de la milagrosa efigie del Cristo de Luren. 1

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Revista Cultural Duna Encantada ,Creación y culturaDirector: José Vásquez PeñaNueva época Año 23, número 14

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Imagen Literaria del Cristo de Luren

José Vásquez Peña

El acontecer literario es un fenómeno cultural,y una cultura no puede ser entendida sino en su

realidad social.Alejandro Losada

1. Desde la misma lejanía del tiempo

Tal vez desde antes, adorando dioses atávicos; pero,

esencialmente, después de la conquista española que trajo

consigo el aporte de la religión católica, la realidad social

iqueña traduce un sentimiento de acendrada religiosidad.

Diríamos, entonces, que el hombre iqueño, casi desde

siempre, ha vivenciado una actitud de incesante búsqueda

y acercamiento a Dios. El origen y el impulso vital de esa

disposición religiosa están, ahora, directamente

relacionados con la legendaria y misteriosa aparición, en

nuestro medio, de la milagrosa efigie del Cristo de Luren.

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2. Escritura y religiosidad

El marco histórico-ideológico que hemos delineado nos

permite comprender por qué la religiosidad como

horizonte de la existencia social del hombre iqueño, se

refleja casi generalmente en el plano de la creatividad

literaria; y cómo el escritor (nativo o foráneo) se siente

francamente influenciado por el carácter religioso de su

entorno. Es decir que el creador literario como integrante

de su realidad social ha solido enfocar su actividad

creativa, sustentándola en el profundo sentimiento

místico del pueblo iqueño, textualizándolo en poemas o

narraciones que tienen como temática esencial la

milagrosa imagen de Cristo de Luren.

3. Ese espacio infinito de la literatura

El brevísimo collage de la producción literaria más

significativa de autores iqueños, que presentamos, abriga

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el propósito de mostrar una imagen literaria generada a

partir del culto al Señor de Luren.

Antes, queremos confesar que esa intención nuestra

afronta problemas de orden concepcional pues cada

escritor en su texto literario asume una determinada

filosofía habitual, una peculiar concepción de vida, que

fluctúa entre el realismo extremo y el subjetivismo

religioso. Nos mantendremos al margen de ella para

lograr una interpretación exacta de la magnitud de su

intencionalidad creativa.

En el espacio literario infinito de la literatura iqueña

conoceremos la diversidad de enfoques creativos que han

primado para narrar o poematizar la realidad religiosa

iqueña.

4. Era bueno como el pan de semana santa

Preside esta travesía por los textos literarios inspirados en

el Señor de Luren el genial Valdelomar, que acuñó la

frase del subtitulo para describir a Manuel, personaje

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protagónico de la novela corta Yerba Santa (1); frase que

se ha convertido en una metáfora que relaciona la bondad

con la semana santa iqueña.

Un párrafo del capítulo VII de la citada novela nos

remonta, vía textual, al año 1904; se describe así la fiesta

religiosa:

Recuerdo vagamente, como se recuerda un sueño,

el día de Jueves Santo. Era el día del Señor de

Luren, el patrón de mi pueblo. Durante muchas

semanas antes empezaban a llegar a Ica las

ofrendas de todos los pueblos comarcanos; de los

hacendados esplendidos de ese y otros valles. Los

ricos hombres de Cañete solían llevar, en

persona, haciendo luengas caminatas, el presente

de sus corazones agradecidos al Señor.

Caballeros en potros briosos, brillantes,

ricamente aperados, llegaban los señores dueños

de grandes haciendas; y desfilaban por las calles

montados en caballos de paso de grácil andar

femenino: larga y peinada crin, vibrantes ijares,

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ceñida cincha, negro y lustroso pellón, riendas

lujosas de plata; e iban con sendos sombreros de

ala curva y extensa, y ponchos de finos pliegues y

pañuelo al cuello con anillos de oro, y espuelas

alegres de argentino sonar; y cabriolaban las

caballerías levantando nubes de polvo con gran

asombro y desconcierto de la bulliciosa

chiquillería,. Mientras los fieles, enlutados,

cruzaban la caldeada acera llevando flores, o

sahumadores de filigrana, o cirios gruesos y

decorados, o ramos grandes de albahaca.

Sonaban a muerto las campanas, y chirriaban a

ratos las matracas, y oíase el singular sonsonete

de los vendedores que ayuntados, de dos en dos,

cargaban balaes tejidos con carrizo, forrados en

pellejo de cabritillo, y anunciaban su apetitosa

mercancía en tono musical:

-¡Pan de dulce, pan de dulce! ¡A la regala! ¡Pan

de dulce! (…)

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El día de la procesión, las gentes más

distinguidas del lugar la presidian. A las nueve de

la noche, con extraordinaria pompa salía el

cortejo de la iglesia, en cuya plaza y alrededores

esperaba el pueblo, para acompañarlo. Salían las

andas con sus santos y santas, pomposos sus

trajes de oro y plata relumbraban a las luces

amarillas de los cirios. Las señoritas iban

adelante, rodeando a “la cruz alta”; hacía calle

el pueblo en dos hileras; cada persona llevaba en

la mano un cirio encendido, en cuyo cuello se

ataba una especie de abanico para protegerlo del

viento. Grandes ramos de albahacas olorosas y

flores de todo clase, traídas muchas de comarcas

lejanas, eran arrojadas al paso del Señor de

Luren que pasaba en hombros de gentes creyentes

y distinguidas, envuelto en las nubes aromáticas

de sahumerio que hacían en su sahumadoras de

plata, las niñitas y las damas que iban delante;

las luces, el sahumerio, el perfume suave y

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exquisito de las albahacas, el singular olor de los

cirios que ardían. La marcha cadenciosa y

lamentable de la música, que desde la capital era

enviada especialmente y el contrito silencio de las

gentes, daban a ese desfile religioso, admirable,

amado y único, un aspecto imponente y

majestuoso.

Se colige, entonces, que la devoción y la fe, en el

hombre iqueño, vienen de antaño y se expanden en el

tiempo como reguero de luz y esperanza.

5. Infinita historia de un fervor

El siguiente fragmento del poema El Gran Curaca,

contenido en el libro El Reino del Gran Curaca(2) del

poeta José Hidalgo, nos posibilita una visión

cosmogónica y por tanto totalizadora de la realidad

iqueña que tiene en el Señor de Luren su simbolización

sintética. Así los apreciamos cuando leemos:

¡Gran Curaca Hacedor,

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Señor de la Paraca,

Señor del Pallar

Señor de la Vendimia,

Señor del Pisco y la Cachina,

Señor de la Achirana

Señor de la Sequía y de las inundaciones,

Señor de los Espasmos de la tierra

y sus temblores y sus cataclismos,

Señor de los incendios,

Señor del Arenal y de los Espejismos,

Señor de la Fauna Capturada

en la Piel de los Huacos y las Pampas,

Antiguo Señor de los Huarangos!

Oh, Iqueño Señor!

y de Luren también Señor!

Estos versos traslucen una cosmogonía del origen e

historia de nuestro pueblo, ligada a la infinitud de su

religiosidad que supera fronteras temporales. Así se

colige cuando el poeta metaforiza: Señor de la Fauna

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capturada en la piel de los huacos y las pampas, está

ubicándonos en un contexto pre – inca (paracas, nazca);

esta intencionalidad de trabajar con lo intemporal se

aprecia en el verso siguiente: Antiguo Señor de los

Huarangos!, expresando con ello la raigambre

inmemorial del árbol tutelar de nuestra tierra. Luego nos

trae a un tiempo más cercano, diríase actual, cuando

redondea el periplo pasado/presente y concluye el poema

con estos versos: Oh, Iqueño Señor! / y de Luren

también Señor!

6. La historia frente a lo místico – legendario

La aparición de la imagen del Cristo de Luren, escapa de

los dominios de la historia y se interna por los caminos de

lo místico-legendario. Yendo y viniendo por esa senda,

llega a nosotros en dos versiones que trascienden los

caminos de la tierra, los caminos reales, porque surgen de

las profundidades de la fe.

He aquí las dos versiones:

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6.1. La primera: más tradición y leyenda que

historia

El Dr. Mauricio Mayurí, sacerdote ejemplar, antiguo

párroco de Hanan, recogió del pueblo la tradición del

venerado Cristo de Luren, que el Dr. Alberto Casavilca

Curaca publicara el año 1923, en la Revista Juventud

Iqueña (3) He aquí el relato:

Siglo XVI -primeros años de la conquista- en la

parte sur de la ciudad (Lurin-Ica), cuenta la

tradición que apareció una hermosa escultura de

Jesús crucificado; obra genial, tal vez de algún

famoso escultor flamenco o italiano. Los

habitantes de este pueblo maravillados ante el

hallazgo, le levantaron una capilla provisional,

hasta que fue construido su primitivo templo.

Se dice: Que en tiempos de la Reforma de Lutero

en Alemania (1517-1560), según algunos, o en la

época de la misma Inglaterra con Enrique VIII

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(1533-1560) según otros, un caballero inglés, que

había adquirido esta escultura en un lugar que no

es posible precisar, la ocultó en un subterráneo

para liberarla del furor de los Protestantes. Fue

entonces que habiéndose hospedado otro

caballero español en casa del dueño de la

escultura, fue rogado por este para que la llevara

a España, a fin de ponerla fuera de todo peligro.

Este Hidalgo español se embarcó para América y

se trajo el Cristo para regalarlo en la ciudad de

Lima; pero como hizo el viaje por Magallanes,

causas ignoradas lo obligaron a desembarcar en

Paracas y encaminarse a Ica por tierra. Más en

el camino se perdió la mula en que venía cargada

la adorada imagen en piezas entre los

huarangales que existían en lo que hoy es la

ciudad, pues la población estaba situada más al

sur; la acémila fue hallada en el lugar que hoy

ocupa el templo donde armaron la efigie y le

edificaron la iglesia que llamaron de Luren,

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palabra que significa abajo o “lugar bajo”. La

efigie del Señor Crucificado es la escultura más

hermosa hecha por el hombre: La emoción

religiosa fue tal que los testigos del magro

acontecimiento, atribuyeron su aparición como

un milagro.

6.2. La Segunda: más historia que leyenda y

tradición

Es así como el Cristo simbólico, de procedencia y

factura desconocida, estaba destinada a Ica.

Traído de sábelo Dios de dónde, para el convento

de Lima, negáronse los Padres a adquirirlo,

imaginándolo podrido –ya que no lo

comprobaron- porque en una tormenta fue

arrojado al agua el cajón que lo guardaba,

permaneciendo mucho tiempo en ella. Y cuando

estaban prestos a partir los vendedores, el Cura

del Luren, Fray Francisco de Madrigal, a la

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sazón en Lima, se les acercó y concertaron la

venta en Mil doscientos reales o sea Doscientos

cincuenta pesos. Queda, pues, en pie la esencia

de lo tradicional. La escultura de origen

ignorado, recogida de lo tradicional, recogida de

las aguas, se vendía en Lima sin encontrar

comprador. No hay duda que estaba destinada a

Ica. Desdeñada por los franciscanos del

Convento de Lima, sin siquiera verla, es un pobre

Cura de pueblo, quien pese a los escrúpulos de

sus hermanos, está pronto a adquirirla. Esto

sucedía allá por al año 1570.

Estas son pues las dos tradiciones del Señor de

Luren de Ica. La imagen de notable factura, que

desde su aparición se adentró en el alma de los

fieles y vive sosteniendo en ellos la fe desde hace

más de tres siglos. No hay etapa del desarrollo

histórico de Ica, que no esté vinculada con ella.

Desde ese entonces la imagen se posesionó del

corazón de todos los iqueños que la amaron y

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reverenciaron por ser la efigie del hijo de Dios

hecho hombre.

Ambas versiones llevadas al texto literario por dos

escritores iqueños: Alberto Casavilca Curaca Y Julio

Ezequiel Sánchez Elías,(4) parten del hontanar del

sentimiento religioso, pero observan una diferencia

sustancial: la primera está inscrita en el marco de la

realidad ficcional, pues el autor ha recreado la tradición

oral; la segunda al partir de documentos y testimonios de

un testigo, forma parte de lo que se llama literatura

vivencial.

En cuanto a los autores de las versiones existe una

diferencia de estilo y modalidad escritural. Lo real de

todos es que de ellas se colige lo siguiente: lo místico, lo

religioso, lo legendario, supera largamente el ámbito

histórico, y se interna en los caminos de lo desconocido;

en ese rasgo encontramos el carácter milagroso del Cristo

de Luren

7. Paño de lágrimas de la piedad iqueña.

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Francisco Caso, que fue uno de los restauradores de la

efigie después del incendio de 1918, en su obra Tres

Hermanos (5) en el capítulo IX, El Crucificado del Luren,

nos entrega su versión; del mismo, interpolaremos

algunos párrafos:

En casi todos los pueblos del Perú, existe una

imagen venerada y milagrosa, siendo difícil

convencerse si ésta o aquella lo es más. Para las

gentes de Lima no se sabe si el Cristo Pobre o el

Señor de los Milagros atiende mejor una rogativa.

De ambos se cuentan maravillas y, naturalmente,

se disputan el favor público.

A mi juicio es mejor el de los milagros por

aquello de los turrones de “Doña Pepa” que son

deliciosos.

En España se ignora, igualmente, si la Macarena

o la Virgen del Pilar es más milagrosa. (…)

Asimismo, aquí, por varias centurias, el Cristo de

Luren fue el paño de lágrimas de la piedad

iqueña.

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Era conducido al río en los años escasos de agua,

y seguramente, ésta venía a torrentes.

Él, con el romero que llevaba a la espalda curaba

ciertas enfermedades, así como los algodones con

que limpiaban el polvo del miércoles Santo, antes

de la procesión. Protegía decididamente a los

malhechores que cargaban sus andas en Jueves

Santo, y efectivamente el bandidaje se prestigiaba

con la impunidad. Para que una imagen fuera

milagrosa había que rodear su origen de misterio.

Unas aparecieron en un lugar determinado, se

hicieron las pesadas, no se les pudo mover, y se

les erigió allí una capilla. Otras sobrevivieron a

terremotos o a incendios. (…)

Por su parte el Señor de Luren apareció en

tiempos de la Colonia, y tres ángeles lo armaron

pues ningún mortal pudo hacerlo.

8. El fuego que avivó la llama de la fe

¡23 de Junio de 1918!

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¡Fecha aciaga para Ica! Yo recuerdo que en los

pocos años que tenía de vida, haber sido

conducido por mi madre, llorosa y desconsolada

como toda la población de Ica. A presenciar el

voraz incendio que devoraba la casa de nuestro

Dios y con ella la invalorable reliquia que

guardaba en su seno. Recuerdo la lucha titánica

del pueblo para abrir la puerta principal del

templo y pretender apagar el incendio con

pequeños baldes que sacaban de un pozo que

había en la plazuela (el fuego) se consumió

rápidamente los pozos de todos los alrededores.

Lucha, inútil, todo fue consumido; cuando el

fuego envolvía totalmente la iglesia, entre

exclamaciones del dolor del pueblo, un indígena

de Comatrana cuyo nombre se ignora, envuelto

en costales húmedos, penetró en el templo y

recogió el cuerpo semi-carbonizado de Cristo y lo

depositó en el suelo; luego se perdió en la

muchedumbre; según se dice, éste anónimo

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personaje murió a consecuencia de las horribles

quemaduras. El párroco de la Iglesia Dr

Domingo Pacheco contemplaba la tragedia

lloroso e inconsolable.

¡Dolor! ¡Duelo! Ica ya no tenía su Cristo de

Luren. Sólo quedaban sus restos carbonizados.

¿A quién confiarían sus penas? ¿Quién les daría

consuelo? Esta era la realidad.

Era de ver la desolación de las almas pintadas en

los rostros compungidos en toda una multitud de

la ciudad y del campo. Pero el tiempo que todo lo

cura, dio al pueblo resignación ante tamaña

pérdida.

8.1. La Reconstrucción

Inmediatamente del infausto suceso, se reunieron

los representantes de todas las clases sociales de

Ica para hacer proyectos de reconstrucción del

templo y ver la forma de tener otra imagen del

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Señor de Luren; y fueron Francisco Caso, Jesús

Silva y Alberto Cierra Alta, tres iqueños los que

tomaron sobre sus hombros la responsabilidad de

esculpir la nueva imagen del Señor de Luren,

porque sólo los iqueños lo tenían en su mente,

como para reproducirlo. En el taller artístico de

Jesús Silva, en la segunda pieza se dio comienzo

a la obra. Muchas veces fui conducido de la mano

por mi tío Francisco Cabezudo Cabrera y pude

presenciar cómo se reconstruía el Cristo iqueño;

Cierra Alta despojaba lo carbonizado y acoplaba

madera de cedro de Nicaragua que después

tallaba dándole la forma anatómica del cuerpo

humano. Silva pulía y empastaba la efigie;

mientras que modelaba el Rostro del Señor del

Luren. El Señor Valle servía de modelo, parado y

con los brazos en alto. Desparramadas muchas

fotografías del Señor de Luren antiguo que

servían de canon para hacerlo lo más fiel posible.

La casa de la Calle Lima, situada en lo que hoy

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es el garaje de la Prefectura -Taller de Jesús

Silva- fue el escenario donde se le devolvió la fe

al pueblo iqueño al darle su nuevo Señor de

Luren.

Y fue así como ejecutaron la obra y con tal

acierto, que casi en nada se diferencia del Señor

de Luren antiguo.

En octubre del mismo año 1918 se celebró la

fiesta y paseo la nueva imagen que durante varios

siglos recorrió las Calles de Ica (6)

9. El fuego perpetuo de su protección

La devoción y la fe se acrecientan en el tiempo con la

verificación de los milagros. La historia de la legendaria

imagen del Cristo de Luren está colmada de ellos. El

pueblo siempre ha acudido a él para implorar su

protección ante sucesos infaustos. Encontrando no sólo

el amparo sino también la resignación y la paz espiritual.

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Mostramos una secuencia de ellos. Glosando textos

breves y señalando autores. Nos esforzaremos en

mantener un ordenamiento cronológico, en base a los

diferentes planos del acontecer de la imagen del Cristo de

Luren.

9.1. Señor de los espasmos de la tierra

El mayor temblor que ha soportado nuestra tierra

fue el del año 1664. El Párroco de San Jerónimo

don Agustín de Sifuentes (fue) quien (en) estilo

muy expresivo refirió la ruina de Ica por el

temblor del 12 de Mayo de 1664. La piedad del

sacerdote aparece en su narración: Mi primer

cuidado fue antes que amaneciese, acudiría a mi

iglesia mayor, que entonces tenía cura y a mi me

tocaba hacer semana; con lágrima en los ojos

llegue a conocer el sagrario y hallé despedazada

la custodia en que estaba el señor sin que hubiese

padecido lesión alguna.

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Los rezos y suplicas del pueblo iqueño han

logrado que el Cristo de Luren aplaque la ira de

la naturaleza. (7)

9.2. Señor de la sequía y de las inundaciones

Ica, Región agraria por excelencia, ha experimentado en

su historia, períodos de sequía y de inundaciones; en

ambos casos, el pueblo iqueño, religioso por naturaleza,

ha organizado procesiones extraordinarias del Cristo de

Luren para que llegara el agua, o ha implorado para que

no se produzcan las inundaciones.

9.3. Y en su fiero corcel se alejó cabalgando la

sequía.

Ica, tierra de agricultores estaba convulsionada

por la sequía. La gente se deshacía en ruegos

ante el Señor de Luren, patrono de la ciudad. Las

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Page 23: Imagen Literaria del Cristo de Luren

misas especiales o rogativas se sucedían sin que

se produjera el advenimiento de agua nueva.

El Chino Peña estuvo en Ica, había ido desde

Pueblo Nuevo, precisamente para asistir a la

procesión que con el mismo fin había solicitado la

Asociación de Pequeños Agricultores.

Aquel día amaneció triste pero con coraje. Las

casas de la ciudad acostumbradas al leve

bullicio matutino se saturaron de un mayor ruido

ocasionado por el gentío que con el párroco a la

delantera, llevaban al Señor de Luren hasta el

puente del río Ica.

Un río humano, de campesinos principalmente,

corría entre las hileras de casas que eran mudos

testigos de la tristeza del pueblo.

Al llegar al río situaron la milagrosa imagen en el

centro del puente de arcos metálicos que parecían

ruedas gigantes.

Mientras los cargadores inclinaban la imagen del

Señor de Luren, simulando una venia, los

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Page 24: Imagen Literaria del Cristo de Luren

acompañantes rezaban fervorosos, suplicando

que llegase el agua.

¡Y rezaron varios días! (...)

El agua nueva, hija de la naturaleza, de las nubes

y las lagunas, nacía ya en los altos picos de la

sierra ayacuchana; mientras en Ica, la gente

imploraba.

El agua nueva, pequeño alud de barro, que

después de deslizarse por las pampas se refugia

en los cauces, desde la lejanía, amenazaba con

arribar, mientras que la gente imploraba.

Hasta que llegó a estas tierras un día que nadie la

esperaba. Cuando la gente agotó sus plegarias y

se abatió ante la desgracia. El agua nueva visitó,

intrusa, el valle iqueño.

Agua nueva hija de la naturaleza (…)

¡Aguaaa! Se escuchó un grito en la noche. Además

se sintió el trote de un caballo, troc, troc, Aquella

noche el agua nueva llegaba zigzagueante a la

toma La Pongo. (…)

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Page 25: Imagen Literaria del Cristo de Luren

La naturaleza había abierto sus compuertas y el

valle iqueño recibía agua como augurio de un

buen año de cosecha.

Las pozas amanecieron colmadas de agua.

Y en su fiero corcel se alejó cabalgando la sequía.

(8)

9.4. Se vieron obligados a emprender la retirada

Durante la Guerra del Pacífico los chilenos que,

a la sazón, habían invadido el territorio nacional

y por supuesto que nuestra región también había

sido invadida.

Se cometieron todos los delitos propios de los

invasores amparados en el “derecho de la

conquista”.

Mientras los chilenos se encontraron en nuestros

valles. El Comando de las fuerzas instaló, en

1882, su Cuartel General, dentro de la Parroquia

de Luren.

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Page 26: Imagen Literaria del Cristo de Luren

Esta situación creó un malestar general y

creciente entre los devotos y el pueblo llegó a

tomar actitudes de extrema rebeldía. (…)

Muchos fueron los que cayeron bajo las balas

asesinas, cuando trepaban las torres de la iglesia,

para alcanzar los campanarios y sacudir con

fuerza los badajos y de esta manera incitar al

pueblo a la lucha y así sacudirse del yugo

opresor. (…)

Los iqueños empezaron a hostigar en todas las

formas posibles al enemigo. Envenenaban los

alimentos y el agua.

Cuando ingresaban a las bodegas para llevarse

las cosechas de vinos y aguardientes, sólo

encontraban emboscadas o mujeres que

aparentaban querer divertirse con ellos para

luego ser muertos por los patriotas.

Las situación de estos hombres era cada vez más

incierta y peligrosa.

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Page 27: Imagen Literaria del Cristo de Luren

Y cuando las tropas chilenas se vieron obligadas

a emprender la retirada de nuestros valles

quisieron llevarse entre otros tesoros y reliquias

la sagrada imagen del Señor de Luren y para tal

fin confeccionaron una caja cómoda y del tamaño

del Crucificado.

Pero, y esto se interpreta como uno de los muchos

milagros, la imagen parecía agrandarse más y

más, haciendo inútiles los esfuerzos desplegados.

Cuenta la tradición que los chilenos en su

terquedad de llevarse la imagen llegaron a

construir, sin advertirlo, una descomunal caja que

llegó a medir 10 metros de largo por dos de

ancho y un metro de alto pero la imagen era más

alta. (…)

Los oficiales chilenos exasperados por el trabajo

que les daba la imagen. Intentaron su

destrucción.

Se ordeno que los soldados hacha en mano se

dieran a la labor de destrucción.

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Page 28: Imagen Literaria del Cristo de Luren

Muchos de ellos retrocedieron espantados: temían

cometer sortilegio.

Pero algunos soldados, los más temerosos

acometieron con furia contra la imagen para dar

cumplimiento a la orden, en su profana obra.

Pero se estrellaron contra la voluntad divina de la

imagen.

Las hachas al tomar contacto con el cuerpo de la

imagen, volaban en mil pedazos, cual frágiles

cristales, (sin que ésta sufriera) el menor

deterioro.

Finalmente los chilenos ante tanta evidencia,

dejando la imagen tendida en el piso de la nave,

huyeron despavoridos, abandonando para

siempre como invasores, nuestro suelo acogedor. (9)

Nótese cómo, partiendo de un hecho real: las tropelías

cometidas por los chilenos en nuestra tierra, surge una

versión sustentada en la fe y el imaginario popular, que

tiende a castigar esos abusos

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Page 29: Imagen Literaria del Cristo de Luren

10. Danos el consuelo de ver la luz.

Miguel Sevillano Díaz, con fina tesitura nos ofrece una

visión poética del influjo religioso que ejerce el Cristo de

Luren sobre los fieles. Su lírica incursiona en el campo

religioso, como una expresión práctica de su fe, ornada

con imágenes poéticas. Por momentos se convierte en una

oración que convoca la participación directa del lector.

Aprecio que ésta no sólo está compuesta de palabras sino

también de silencios. Palabras y silencios giran en torno a

ejes reales (amor, paz, luz, pan, humildad, alegría) que se

articulan poéticamente para clamar el advenimiento de

un despertar cifrado en un mundo mejor en el que todos

vivamos felices, impulsados por el entusiasmo de dar,

tras la meta de alcanzar/ los sueños de un ideal.

En suma, una plegaría muy sentida, que parte de las

carestías más ostensibles y pide la satisfacción de las

necesidades humanas.

Una plegaria que universaliza deseos y extiende

soluciones para toda la humanidad.

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Page 30: Imagen Literaria del Cristo de Luren

He aquí su oración:

Señor de Luren (10)

(Oración)

Señor de Luren

Llena nuestros días

Con tu imagen de amor.

Siembra en nosotros

Como una llama perpetua la paz.

Haz que nuestras manos

Sirvan para amarnos

Y que juntos

Podamos mirar un despertar

Y una vida mejor.

Señor de Luren

Alimentémonos cada día

Con el pan de la humildad

Haz que nuestros días conozcan la alegría

Y el entusiasmo de dar

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Page 31: Imagen Literaria del Cristo de Luren

Señor de Luren

Bendice el esfuerzo del trabajo

Y el afán del que se entrega por alcanzar

Los sueños de un ideal

Señor de Luren

Bendícenos

Derrama tu bondad y gracia infinita

Sobre nosotros.

Danos el consuelo de ver la luz

Que en ti buscamos.

11. Hacía la lejanía del tiempo

Así como la aparición del Cristo de Luren está revestida

de un halo místico-religioso. Igualmente su eterna

permanencia en nuestra tierra se inscribe dentro de esa

dimensión.

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Page 32: Imagen Literaria del Cristo de Luren

Los acontecimientos y milagros de nuestro Cristo de

Luren, trasladados por autores iqueños al texto

poemático o narrativo, que en suma constituyen su

imagen literaria, nos orilla a la siguiente afirmación final:

el Cristo de Luren siempre estará en el camino del pueblo

iqueño, viajando hacia la lejanía del tiempo.

Una lejanía infinita porque se sucederán las generaciones

y el culto se proyectará más allá del amor y la pasión

religiosa que genera la imagen.

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Referencias Bibliográficas

(1) SILVA SANTISTEBAN, Ricardo. Abraham Valdelomar, Obras Completas. Tomo II. Ediciones COPE, Petro Perú. . Lima Perú, 2000. Pp. 183-184

(2) HIDALGO, José . El reino del Gran Curaca. Lima, (Edición del autor) 1985.

(3) CASAVILCA CURACA, Alberto. El legendario Cristo de Luren. Revista Juventud Iqueña, Ica, 1915. p. 7.

(4) SANCHEZ ELIAS, Julio Ezequiel. Cuatro Siglos de Historia Iqueña. Editorial Victyory. Lima 1957. pp. 158-159.

(5) CASO, Francisco, Ricardo y Pedro. Tres Hermanos. Edición del autor. Lima 1950. pp. 47-50.

(6) PACHECO CABEZUDO. Víctor. El tradicional Cristo de Luren. Edición del autor. Ica, 1964.

(7) ( R.P) PERRUQUET, Enrique. Ica Religiosa. Otra versión en, SANCHEZ ELÏAS, Julio Ezequiel. Cuatro Siglos de Historia Iqueña. Editorial Victory. Lima 1957. pp. 54-55

(8) VASQUEZ PEÑA, José. Cuando Llora la tierra. En La Soledad del Viejo Huarango. Ediciones Duna Encantada. Lima 1987.

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Page 33: Imagen Literaria del Cristo de Luren

(9) TELLO PÉREZ, Rolando- Legendario Cristo de Luren. Edición del autor. Ica, 1982. pp. 105-107.

(10)SEVILLANO DIAZ, Miguel. Señor de Luren (inédito), obra en los archivos del autor.

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