Iluminación Mons. José Ángel Rovai - Fraternidad - Comunión: desafío - Don - Tarea

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ENCUENTRO PASTORAL 2014 – ILUMINACIÓN Mons. Rovai 1

FRATERNIDAD COMUNIÓN.

Desafío-don y tarea Mons. José Ángel Rovai

Dios ha querido, como nos lo expresa la Palabra, hacer de la humanidad una familia,

una comunidad viviente.

Por eso como nos dice la Lumen Gentium en su número 2, a pesar de la caída del

hombre desde los orígenes, nos ha convocado para formar una familia en la Iglesia,

prefigurada en la creación, preparada en la primera alianza, realizada en la nueva y definitiva

alianza con la Pascua de Jesucristo y que será consumada al final de los tiempos en la

Resurrección final.

Se trata de una convocación, de una invitación, de un don gratuito. Como humanidad el

Señor nos pide una respuesta amorosa a su designio. Es pues un don y simultáneamente una

tarea.

Siempre Dios solicita nuestra libertad, debemos jugarnos integralmente, asumiendo

con plena libertad lo que Dios nos propone. Descubrimos que Dios nos llama a ser sus hijos, a

todo hombre y mujer que viene a este mundo. La vocación divina es universal.

A su vez, el nos acompaña con su gracia para que podamos responder a su designio.

Dios está siempre con su providencia acompañándonos en el camino de la historia, es el Dios

con nosotros.

La plenitud de esa oferta la realizó enviándonos a su Hijo, quien con su vida, pasión,

muerte y resurrección, con su Pascua ha derrumbado el muro de nuestro pecado y nos ha

abierto de par en par las puertas de su misterio Trinitario para que formemos un pueblo

convocado a participar y vivir su misterio de vida.

Nuestro Padre Dios, nos ha convocado a través de su Hijo Eterno, donándonos el

Espíritu, dándonos de esta manera la plenitud del Reino, haciéndonos sus hijos y hermanos

entre nosotros.

1.- La Iglesia es por decisión de Dios, un misterio de comunión de los hombres con

Dios y de los hombres entre sí, y realiza esta comunión entregándonos su vida Trinitaria

para que participemos de ella, participación que nos hace hijos suyos y hermanos de todos los

hombres por el don del Espíritu (Rom 8 y Gal 5).

La Iglesia se convierte en Sacramento para el mundo de ese misterio de comunión, la

salvación consistirá en recibir esa vida Trinitaria en nosotros mediante la PALABRA y los

sacramentos, en especial EL BAUTISMO y la EUCARISTÍA, y la VIVENCIA COMUNITARIA que

de ésta incorporación recibimos.

Es un don que nos hace NUEVAS CREATURAS EN JESUCRISTO y nos habilita para vivir

el designio de amor de Dios.

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ENCUENTRO PASTORAL 2014 – ILUMINACIÓN Mons. Rovai 2

Este don recibido produce en nosotros la fe - la esperanza - la caridad, que nos

posibilita vivir ese misterio de comunión que nos hace hermanos.

2.- Esta fraternidad procuramos vivirla en una sociedad fragmentada.

(Navega Mar Adentro cap. 2: Desafíos, nº 24-28, 34-39, 40-44; Evangelii Gaudium 98-

101; Mensaje para la jornada mundial de la paz del 1 de Enero del 2014 nº 2-3; 5-9).

Leyendo atentamente estos documentos descubrimos que son múltiples las causas de

nuestros enfrentamientos que nos dividen y nos desafían. Nombramos los más importantes:

+ La falta de un sentido profundo de Dios que nos propone un misterio de amor y de

comunión, que es la base de toda unidad auténtica y profunda.

+ Esto nos lleva a no mirarnos entre nosotros con su mirada, que nos hace descubrir

que somos amados y beneficiados por Él, que Él es el único que hace posible un AMOR

PERDURABLE. Que nos ayuda a descubrirnos en lo mejor que tenemos, a sabernos

perdonar y reconciliarnos, a superar todo lo que nos divide. (vino a unir en uno a los

hijos de Dios que estaban dispersos… nos dice el Evangelio de San Juan).

+ La justicia largamente esperado. Nuestro obrar no se ajusta a la justicia vivificada por

la Caridad, esto produce entre nosotros marginaciones y exclusiones fuertes. En

nuestro mundo existen muchos hombres y mujeres que son considerados como

descartables, esto genera diferentes formas de violencia, guerras, luchas fratricidas,

destrucción y muerte.

+ La ruptura de la AMISTAD SOCIAL, como base fundamental para lograr la pasión por

el BIEN COMÚN que ayuda a personas y comunidades a realizarse dignamente.

Aparecen las envidias, competencias de todo tipo, el hombre como lobo para el

hombre, atentados contra la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural

del ser humano, pérdida del sentido profundo de humanidad; es todo lo contrario de

una visión fraterna. Se rompen los vínculos entre las personas, los grupos sociales, la

familia, las distintas dimensiones de la sociedad civil. Se termina en definitiva atacando

la HUMANIDAD DEL HOMBRE.

+ La búsqueda de venganza en lugar de la justicia, el rencor y el resentimiento se

convierten en motor de múltiples heridas a la dignidad humana, la tortura, la

destrucción del ser humano, etc.

+ Lo hemos comprobado en los saqueos que se produjeron en Córdoba y en muchas

otras partes del país, donde vecinos saquearon a vecinos, donde tuvimos muertes.

Podríamos seguir enumerando otros factores, pero creemos que estos son suficientes

para advertir la SERIEDAD DEL DESAFÍO que se nos presenta a los cristianos que por

vocación estamos llamados a ser SERES DE COMUNIÓN.

El Papa Francisco en su exhortación Evangelii Gaudium nos pide ofrecer a esta

sociedad dividida el testimonio de que la FRATERNIDAD entre los hombres es posible.

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Hoy debemos buscar por todo los medios los caminos de la unidad, de la concordia, de

la justicia y de la paz entre los seres humanos. (Entre las divisiones sociales, culturales,

religiosas y familiares, incluso en nuestras propias comunidades cristianas).

Por eso en Navega Mar Adentro se nos pide responder a las necesidades de UNA

MAYOR COMUNION ENTRE NOSOTROS y ofrecerla a todos a través de nuestra misión como

cristianos (nº 45-48).

3.- Fraternidad que tiene su raíz y fuente en el horizonte Trinitario.

Como lo hemos expresado al principio, Dios nos ha llamado a la comunión con El y

entre nosotros.

Una sentencia antigua decía “La primera comunidad es la santa Trinidad”.

Es la raíz más profunda e intensa de la DIMENSIÓN SOCIAL Y COMUNITARIA DEL

HOMBRE.

La humanidad, y en ella cada hombre y mujer, han sido creados a IMAGEN Y

SEMEJANZA de la Santa Trinidad.

La Trinidad Santísima, se ha contemplado a sí misma, para crear al mundo y al hombre.

Ella es el modelo de la humanidad. Por eso cuando el hombre experimenta en lo más profundo

su corazón ese deseo de vivir con otros, de convivir, de estar con los demás, y se siente feliz, es

porque está realizando EN PLENITUD SU MÁS PROFUNDA VOCACIÓN HUMANA.

Por eso decimos que el cristianismo ES EL HUMANISMO MÁS PLENO, y así lo expresaba

con razón Santa Catalina de Siena “en tu divinidad oh Señor contemplo mi humanidad…”

El Siervo de Dios Pablo VI decía “la forma más profunda de la evangelización es lo que en

definitiva humaniza al hombre…” (Evangelii Nuntiandi). Por eso cuando no evangelizamos, no

solamente privamos al hombre de su dimensión trascendente constitutiva, sino que al hacerlo,

por eso mismo lo privamos de su plenitud humana.

La Iglesia evangelizando humaniza en el sentido más profundo de la palabra. Lo decía

de otra manera magníficamente el Concilio Vaticano II en Gaudium et Spes 22: “En el misterio

de Cristo se revela el misterio del hombre al hombre mismo…” y en Navega Mar Aadentro los

Obispos hablaban de Cristo “como el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre…”

Esto es verdaderamente formidable.

Por ello en los últimos documentos de la Iglesia, como Aparecida, las cartas de

Benedicto XVI Deus charitas est y Veritas in Caritate, Porta Fidei, Lumen Fidei (la carta a

cuatro manos como se dice) y lo que nos ofrece el Papa Francisco en Evangelii Gaudium, están

atravesada por un PROFUNDO CRISTOCENTRIMO.

Decía sabiamente el Beato Juan Pablo II, en Tertio Millenio Adveniente que en el tercer

milenio que comenzaba la Iglesia tenía que contemplar el ROSTRO DE CRISTO. Al Cristo Hijo

Eterno de Dios, que con el Padre nos dona el Espíritu Santo, un Cristo contemplado siempre

en el HORIZONTE TRINITARIO.

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Estamos llamados por vocación a SER HIJOS EN EL HIJO, de esta manera Cristo es el

primogénito entre muchos hermanos, como nos enseña San Pablo.

4.-Fraternidad que estamos invitados a construir-renovar en el doble dinamismo

de los procesos pastorales (intra-extra), con algunas acentuaciones:

La Iglesia vive su misión en la realización de su actividad pastoral. Al ser parte esencial

de la misión la pastoralidad de la Iglesia, ésta debe adecuarse a la misión que pertenece

profundamente al ser mismo de la Iglesia.

ELLA EXISTE PARA EVANGELIZAR y es su dicha y su gozo, como lo dice Evangelii

Nuntiandi y Evangelii Gaudium. Por eso la madurez de una comunidad eclesial es SU

CAPACIDAD MISIONERA.

Una comunidad eclesial que no evangeliza, está debilitada, enferma, ha perdido su

primitivo fervor. Por eso el Concilio insistió mucho en la dimensión misionera de la Iglesia.

Cuando ella evangeliza cumple su ser más profundo, realiza el proyecto de Dios, porque ella es

MISTERIO DE COMUNIÓN y SACRAMENTO DE COMUNION PARA LA MISION.

Cristo es el EVANGELIO y EL EVANGELIZADOR, y hace partícipe a la comunidad

eclesial de esta realidad suya.

Ella debe auto-evangelizarse para evangelizar, no hay en la Iglesia la misma

identificación que existe entre Cristo y su Evangelio, pero ella vive verdaderamente su

misterio en la medida en que se entrega plenamente a su tarea evangelizadora.

Por eso la CONVERSIÓN PASTORAL, que nos pide tanto Aparecida como Evangelii

Gaudium, es indispensable y consiste en una conversión profunda a Dios, logrando que todas

sus estructuras y sus miembros asuman la misión como tarea fundamental. Todo lo que no

sirve para la misión en la Iglesia deberá cambiarse o destruirse, así de simple.

Por eso la Iglesia existe para servir desde la Trinidad a todo el mundo, es servidora de

la humanidad, como lo decía Pablo VI clausurando el Concilio.

Por eso la realidad eclesial es siempre centrípeta y centrífuga, adquiere conciencia de sí

para servir mejor a su misión evangelizadora del mundo. La conciencia para la misión debe

ser siempre en función de su tarea evangelizadora, por eso Lumen Gentium y Gaudium et Spes

se complementan (digamos siempre la misión eclesial es ad intra y ad extra). Por eso debe

estar atenta al SIGNO DE LOS TIEMPOS, todo plan pastoral debe mirar bien y conocer el

mundo en el que vive y del cual forma parte. (Gaudium et Spes cap. IV).

Cuáles serían las claves de su realidad misionera. Subrayamos las más importantes:

+ Es una Iglesia de la PALABRA cuya plenitud es Jesucristo, Palabra eterna del Padre.

Su tarea es identificarse plenamente con el Evangelizador y el Evangelio del Padre que

es JESUCRISTO.

La Palabra de Dios, en la Escritura y en la Tradición Apostólica, constituye un elemento

fundante y constituyente de la comunidad eclesial.

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Una comunidad eclesial, se alimenta y crece asimilándose permanentemente a la

Palabra que la constituye y la habilita para evangelizar.

Como lo dice espléndidamente Pablo VI en Evangelii Nuntiandi: Ella nace de la

Evangelización y por eso su naturaleza íntima es evangelizar. (Cap. I: Del Cristo

evangelizado a la Iglesia evangelizadora).

Solo asimilándose plenamente al Evangelio, ella será capaz de evangelizar. Por eso

Pablo exclamaba “Ay de mi si no evangelizare…” Y el centro de esa evangelización LO

CONSTITUYE EL KERYGMA, que anuncia con gozo y alegría el MISTERIO PASCUAL, que

nos ha hecho pasar de la muerte a la vida… (en los Hechos leemos como la comunidad

cristiana se constituía escuchando la doctrina de los apóstoles). La Palabra convoca y

realiza a la Iglesia.

La escucha atenta – orante - vivificante de la Palabra realiza a la Iglesia (Dei Verbum y

Verbum Domini). Por eso la Palabra debe atravesar plenamente toda la actividad

pastoral de la Iglesia.

LA PALABRA CONSTITUYE, REALIZA Y MANTIENE A LA IGLESIA, sin ella no existiría la

comunidad eclesial. (esta realidad importante de la Palabra atraviesa toda la

Escritura). Cristo es el fundamento, el contenido, la fuente, el comienzo y el fin pleno de

toda la Escritura. Todo procede de Él, y conduce a Él. ÉL ES LA PALABRA ETERNA DEL

PADRE.

+ Es una Iglesia de la CARIDAD (1ª Cor 13 y toda la 1ª Carta de San Juan)

Dios mismo es Caridad y el que permanece en la Caridad permanece en Dios y Dios en

Él, porque Dios es amor. La caridad es el alma de la comunión eclesial, ella hace posible

la unidad de una Iglesia que es al mismo tiempo UNA Y PLURIFORME.

La Iglesia es una unidad pluriforme y una pluriforme unidad. Por eso la caridad lo llena

todo y le da valor y calidad a toda comunidad eclesial, en la doble vertiente del único

amor DIOS Y EL PROJIMO.

San Juan lo dice con fuerza “miente el que dice que ama a Dios a quién no ve y no ama a

su hermano que ve… el que ama a Dios ame también a su hermano.” “En esto conocerán

que son mis discípulos en que se aman los unos a los otros. El amor, que permanece en el

tiempo y en la eternidad.”

Esta caridad para que sea verdaderamente cristiana debe ser efectiva y afectiva,

abarcar la totalidad del hombre. Es la raíz fundante de la Iglesia. Se trata de una virtud

que nos hace participar del amor mismo de Dios, es un don, una gracia que recibimos,

ella nos posibilita amar a Dios y a los hermanos. Está originada en que Él nos amo

primero y entregó a su propio Hijo para salvarnos.

Este amor se nos manifestó en su plenitud histórica EN LA PASCUA DE CRISTO. Por eso

la clave y el contenido del Kerygma, es el misterio pascual. Por eso como nos dice el

Concilio, la clave de toda la historia humana es el misterio pascual. Solo a su luz

descubrimos el sentido más profundo de la creación y de la Redención del mundo.

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Por eso la Pascua es el contenido Fontal y la plenitud de la creación. Todo viene de la

pascua y nos encamina existencialmente hacia ella… Somos nueva creación porque

hemos sido creados por el acto pascual de Cristo.

Ella da sentido a los gozos y la felicidad del hombre, lo mismo que a sus sufrimientos.

Es contemplar LA CRUZ GLORIOSA DE CRISTO. Por eso la Iglesia, como realidad

profunda, nace del costado abierto de Cristo en la Cruz. Allí Cristo le dono su ESPÍRITU.

En la plenitud pascual, descubrimos la plenitud del amor de Dios, del cual Él nos hace

partícipes para que podamos amarlo y amar a los hermanos. No podríamos llegar a

este misterio sin la Pascua de Cristo. Por eso toda comunión fraterna en la Iglesia, tiene

su fuente y su permanencia en este misterio, y en la medida que con su ayuda y el

misterio de nuestra libertad lo asumimos, nos capacita para amarnos con el amor con

el que Él nos amó primero. Por eso el cristianismo es un don... pero suscita en nosotros

la tarea formidable de amarnos.

Santa Teresa decía que el amor, produce amor, y esto se manifiesta en una Iglesia

fraterna cuando vivimos una auténtica ESPIRITUALIDAD DE LA COMUNION (Juan

Pablo II: Novo Millennio Ineunte).

+ Iglesia que CELEBRA Y FESTEJA EL MISTERIO (liturgia)

Jesús ha concedido a la Iglesia la misión de celebrar sus misterios. Esto nos hace

descubrir el realismo de la dimensión eclesial. No se trata de un recuerdo, SI NO DE

UNA MEMORIA en el sentido bíblico de la expresión. La comunidad nos hace presente

los misterios centrales de la vida de Jesús y nos lo ofrece para que uniéndonos a ellos

tengamos LA MISMA VIDA TRINITARIA EN NOSOTROS.

Celebrar los misterios es una de las misiones esenciales de la Iglesia, y toda ella, todos

sus miembros, participan desde su propio carisma en el misterio celebrado. La

constitución Sacrosanctum Concilium nos brinda la riqueza de la presencia de Jesús en

la celebración de sus misterios.

Vivenciamos principalmente el misterio Pascual que es la fuente y la plenitud de la vida

eclesial. Ella alimenta y conserva la presencia salvadora de Cristo en su misterio

Pascual.

El cristianismo es una religión encarnatoria. Podemos decir en algún sentido que

“llegamos a tocar los misterios salvadores de Jesús, la fuente y la plenitud es el misterio

pascual”. Decía Juan Pablo II “cuando celebramos la Eucaristía nos hacemos

contemporáneos de la Pascua histórica de Jesús…”, no la repetimos “la hacemos

presente”.

De allí la insistencia del Concilio en que todos los que participamos de la acción

litúrgica, seamos protagonista en la celebración. En ella todos damos y recibimos si

nuestra participación es real. Lo hacemos ciertamente cada uno en virtud de nuestro

bautismo y de los carismas y gracias que recibimos.

De alguna manera celebramos con Jesús lo que Él ha hecho con todos nosotros, por eso

decimos que el misterio es de Jesús y de toda su Iglesia.

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ENCUENTRO PASTORAL 2014 – ILUMINACIÓN Mons. Rovai 7

Al involucrarnos en la celebración, vivenciamos nuestra FILIACION DIVINA y

acrecentamos nuestra FRATAERNIDAD, porque tenemos en nosotros la misma vida.

Por eso en la celebración Eucarística además de todos sus elementos, rezamos juntos el

PADRE NUESTRO. Se aplica aquí lo que nos dice San Juan “miren el amor que Dios nos

ha tenido que no ha querido que simplemente nos llamáramos hijos de Dios, sino que lo

seamos de verdad…” Esto es realmente formidable, por eso el ofrecimiento del culto

supone la reconciliación plena entre nosotros y al mismo tiempo la hace posible. Es la

gracia de Jesús la que hace posible nuestra fraternidad. Por eso decía una expresión

augustiniana “La Iglesia hace a la Eucaristía, pero cuando realiza esta celebración, se

hace ella misma a si misma…”, por eso decía el mismo S Agustín “cuando contemplas el

altar estas mirando tu propio misterio…”. Es impresionante hasta donde Dios quiere que

participemos activamente de los misterios de su Hijo.

Por eso la Eucaristía, es sacrificio, es banquete, es comunión, es fraternidad, es

eclesialidad.

De allí que se nos pide a todos los creyentes PROFESAR LA FE - CELEBRAR LA FE -

VIVENCIAR LA FE y ORAR LA FE. Esta vivencia hace que la fraternidad cristiana sea

realmente UN AUTÉNTICO ESTILO DE VIDA.

Celebrar los misterios, es por consiguiente, ACRECENTAR LA VIDA TRINITARIA en

cada uno de nosotros y en la comunidad que formamos, esa es la PLENA

FRATERNIDAD CRISTIANA.

Jesús le decía a la Samaritana que el culto que realizáramos TENIA QUE SER EN

ESPIRITU Y EN VERDAD no importando el lugar sino la disposición espiritual del que

cree.

Por eso la liturgia cristiana es una auténtica fiesta en la que VIVENCIAMOS EL

MISTERIO DE LA VIDA DE CRISTO Y NUESTRO PROPIO MISTERIO CON ÉL.

Para todo esto es muy hermoso lo que nos dice Juan Pablo II en su carta “Dies Domini”

El domingo es el día de la Resurrección Cristiana, por eso los creyentes celebramos la

Pascua ese día vivenciándola desde nuestra realidad comunitaria.

Nuestro cura Brochero, tenía un afecto particular por la celebración Eucarística y la

realizaba todos los días; siendo ciego rezaba de memoria la misa votiva de la Santísima

Virgen y lo hacía en sus largos viajes llevando todo lo necesario para la celebración.

+ Iglesia MISIONERA

La vivencia profunda de estas claves enunciadas las vivimos desde la misión y para la

misión eclesial. El contacto viviente con el Apóstol del Padre nos vuelve misioneros

cuando éste es auténtico.

De la Palabra, de la Caridad, de la celebración de los misterios cristianos, nace y se

acrecienta la Iglesia que es esencialmente entonces misionera.

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Como dice el Papa Francisco, si somos discípulos de Jesús, si nos dejamos llenar de su

vida y su evangelio, se nos concederá el gozo y la alegría de comunicar la vida recibida

a los demás.

Una Iglesia misionera nace esencialmente de su dinamismo evangelizador. Es en su rica

y compleja realización donde nos encontremos y experimentemos en nosotros la

presencia del SEÑOR RESUCITADO, y como los discípulos de Emaús correremos a

anunciarlo a los otros.

Como decía hermosamente el Papa Benedicto “No nos hacemos cristianos como fruto de

una decisión ética o por un conjunto de doctrinas, sino que es fruto de un acontecimiento

del encuentro CON UNA PERSONA, que cambia definitivamente el sentido y la orientación

definitiva de toda nuestra vida…”

Esta experiencia existencial con Cristo pone en marcha a toda la comunidad cristiana

para la misión. El ESPIRITU RESUCITADO que nos ofrece Jesús, hace que nuestra vida y

misión sea TESTIMONIAL, realizándose así lo que dice la primera carta de San Juan “ lo

que hemos visto, lo que hemos tocado, referente al testimonio de la vida del Verbo

Encarnado, esto es lo que venimos a manifestar”.

La vivencia desde estas experiencias convierte la fraternidad cristiana en TESTIGOS

AUTENTICOS DE CRISTO RESUCITADO.

Somos testigos DEL REINO DE DIOS que ha llegado hasta nosotros para que lo

propaguemos con nuestra palabra, pero particularmente con la misma vida.

El mundo de hoy, como decía Pablo VI, necesita más testigos que maestros y si acepta a

los maestros es porque antes han sido testigos…

El calor de la misión, el gozo y la alegría de ser misioneros, es un signo del Espíritu que

es el único que nos puede habilitar para la vivencia testimonial misionera.

Es el MISTERIO DE LA EJEMPLARIDAD, tan indispensable siempre, pero

particularmente en el momento en que vivimos.

En nuestra vivencia concreta de los misterios de Cristo, los hombres reconocerán

NUESTRA FRATERNIDAD.

La Palabra debe ir acompañada siempre de los gestos, de las actitudes concretas, la fe

es en cierto sentido TAMBIEN UN VER… de alguna manera UN TOCAR, el misterio del

Señor.

Lo estamos viendo en los gestos y actitudes del Papa Francisco, como atrae su

humildad, su cercanía y sus gestos serviciales.

De Jesús se decía TODO LO HIZO BIEN. Nuestro desafío es vivir de verdad LO QUE

SOMOS por la gracia de Dios.

La fraternidad cristiana no es fruto de un VOLUNTARISMO, es un don que recibimos y

ofrecemos con gestos vitales.

Este es el auténtico DINAMISMO MISIONERO de la comunidad eclesial que atrae y

ofrece el Evangelio DESDE LA EJEMPLARIDAD.