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TEMA 3: LA REVOLUCIÓN LIBERAL EN EL REINADO DE ISABEL II. CARLISMO Y GUERRA CIVIL. CONSTRUCCIÓN Y EVOLUCIÓN DEL ESTADO LIBERAL INTRODUCCIÓN Con la muerte de Fernando VII y el triunfo sobre el carlismo, se pone fin al Antiguo Régimen y se implanta definitivamente el régimen liberal en España. El reinado de Isabel II fue un periodo muy complejo desde el punto de vista político, caracterizado por la inestabilidad política (causada por el dominio del liberalismo moderado muy conservador), la promulgación de varias constituciones y por un excesivo protagonismo de los militares en la vida política, con continuos pronunciamientos militares. La primera etapa del reinado fue la de las regencias, primero su madre María Cristina y luego el general Espartero. Tras la mayoría de edad en 1843, se sucederán los gobiernos moderados, interrumpidos solamente por la revolución de 1854 que inaugura el Bienio progresista, tras 1856 retornan de nuevo al poder los moderados. A partir de 1866, la parcialidad de la reina en apoyar decididamente a una minoría moderada en el poder, una crisis económica grave ,varios escándalos y represiones de pronunciamientos, desacreditan a Isabel II, provocando el pacto de la oposición política para acabar con la monarquía. Una revolución en septiembre de 1868 destrona a la reina y se abre una nueva etapa en la Historia de España. REINADO DE ISABEL II (1833-1868) 1 1

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TEMA 3: LA REVOLUCIÓN LIBERAL EN EL REINADO DE ISABEL II. CARLISMO Y GUERRA CIVIL. CONSTRUCCIÓN Y EVOLUCIÓN DEL ESTADO LIBERAL

INTRODUCCIÓN Con la muerte de Fernando VII y el triunfo sobre el carlismo, se pone fin al

Antiguo Régimen y se implanta definitivamente el régimen liberal en España. El reinado de Isabel II fue un periodo muy complejo desde el punto de vista

político, caracterizado por la inestabilidad política (causada por el dominio del liberalismo moderado muy conservador), la promulgación de varias constituciones y por un excesivo protagonismo de los militares en la vida política, con continuos pronunciamientos militares.

La primera etapa del reinado fue la de las regencias, primero su madre María Cristina y luego el general Espartero. Tras la mayoría de edad en 1843, se sucederán los gobiernos moderados, interrumpidos solamente por la revolución de 1854 que inaugura el Bienio progresista, tras 1856 retornan de nuevo al poder los moderados.

A partir de 1866, la parcialidad de la reina en apoyar decididamente a una minoría moderada en el poder, una crisis económica grave ,varios escándalos y represiones de pronunciamientos, desacreditan a Isabel II, provocando el pacto de la oposición política para acabar con la monarquía. Una revolución en septiembre de 1868 destrona a la reina y se abre una nueva etapa en la Historia de España.REINADO DE ISABEL II (1833-1868)

1. ÈPOCA DE LAS REGENCIAS8

En 1830, Fernando VII tuvo una hija, con su cuarta esposa. Sin embargo la Ley Sálica, implantada por Felipe V, impedía el acceso al trono de las mujeres. Fernando VII derogó dicha ley mediante la Pragmática Sanción, abriendo el camino al trono a su hija.

Al fallecer Fernando VII, accede al trono su hija Isabel con apenas tres años, por lo que su madre, la reina María Cristina ocupa la regencia (1833-1840). No obstante, Carlos María Isidro, no reconoció a Isabel como reina, ya que había sido el heredero al trono durante el reinado de su hermano Fernando VII y en el Manifiesto de Abrantes (1-10-1833) mantuvo sus derechos dinásti-cos y el 6 de octubre fue proclamado por sus partidarios rey de España, convir-tiéndose en defensor del absolutismo y de la sociedad tradicional, llevando al país a la Primera Guerra Carlista.

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Causas: la cuestión dinástica no fue la única causa de la guerra; la razón fundamental fue el rechazo de las medidas políticas, sociales y económicas que suponía la implantación de un Estado liberal apoyado por la regente. Estado liberal que pretendía igualar las leyes y costumbres en todo el reino eli-minando los fueros y las leyes particulares que aún conservaban el País Vasco y Navarra. Los absolutistas más intransigentes son partidarios de que reine Carlos Mª Isidro y del mantenimiento del Antiguo Régimen.

Por su parte, la Reina Gobernadora (Mª Cristina), se vio empujada a apoyarse en los liberales y en los absolutistas moderados, para asegurar el trono a su hija. Así la guerra carlista, que era en principio de sucesión, se convirtió en una guerra entre absolutismo y liberalismo.

Los apoyos sociales de los contendientes son variados, tanto social como territorialmente:

Los carlistas, tenían su base social en las pequeñas ciudades (baja noble-za, algunos artesanos y pocos oficiales del ejército), y en las zonas rurales (clero regular y campesinado) del norte y este de España, (País Vasco, Nava-rra, Aragón y Cataluña, norte de Valencia y noreste de Castilla). Sus motivacio-nes también son variadas: proletarización en ciernes del campesinado, desapari-ción de los privilegios nobiliarios, reacción ante la desamortización y la supre-sión de las órdenes religiosas… Además, en el País Vasco y Navarra por la de-fensa de sus fueros, mientras que en Cataluña y Aragón por la recuperación de sus derechos forales, perdidos tras la Guerra de Sucesión Española, mediante los Decretos de Nueva Planta.

Los cristinos o liberales, tendrán su base social en las grandes ciudades y en los sectores más o menos partidarios o beneficiados por el naciente libera-lismo: burguesía, trabajadores urbanos, funcionarios, alta jerarquía ecle-siástica, alta nobleza, y la mayor parte del ejército

Los carlistas recibieron ayuda exterior de países absolutistas, como Prusia, Austria, Rusia, Nápoles y los Estados Pontificios. Por su parte los liberales reci-bieron apoyo del Reino Unido, Portugal y Francia en forma de créditos y de fuerzas militares.

Esta primera guerra carlista acaba en 1839, con la firma del Convenio de Vergara entre los generales Espartero y Maroto, (el conflicto continuará hasta 1840 en el Maestrazgo y en Cataluña) en el que se acuerda la rendición carlista y se recoge el compromiso del Estado liberal a admitir a los militares carlistas en el ejército y a estudiar el mantenimiento de los fueros del País Vasco y Navarra.

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Este convenio no pone fin al problema, puesto que a lo largo del siglo XIX el carlismo provocará dos guerras más: la segunda guerra carlista (1846-49) que tuvo lugar fundamentalmente en Cataluña, tras el rechazo de la candidatura del hijo del infante Don Carlos como marido de Isabel II; y la tercera guerra carlista (1872-76), tras la ocupación de un rey extranjero de la corona española (Amadeo de Saboya) y después por la proclamación de la I República. Se desa-rrolló en Cataluña, Navarra y País Vasco.

Las consecuencias más importantes de la guerra carlista fueron varias:

La monarquía, necesitada de apoyos, se inclinó de manera definitiva hacia el liberalismo.

Los militares cobrarían un gran protagonismo en la vida política y protagonizarían frecuentes pronunciamientos.

Los gastos de la guerra forzaron la desamortización de las tierras de la Iglesia.

La implantación del nuevo régimen liberal, se irá afianzando durante el periodo de regencias.

 El primer gobierno de la regencia, presidido por Cea Bermúdez, respondía al modelo del Despotismo Ilustrado, partidario de hacer reformas administrati-vas, como la nueva división provincial de España, promovida por Javier de Bur-gos. Pero el estallido de la guerra carlista y la necesidad de ampliar los apoyos sociales de Isabel II, forzaron a un pacto con los liberales. En 1834 Martínez de la Rosa, un liberal moderado, fue nombrado jefe del gobierno, ya había presidi-do un gobierno moderado durante el Trienio Liberal. Redacta el ESTATUTO REAL (1834), una carta otorgada y, por tanto, una concesión de la corona, que tenía como objetivo conseguir el mayor apoyo posible durante la guerra, supo-nía por tanto un compromiso entre el Absolutismo y el Liberalismo: con una so-beranía compartida entre el Rey y las Cortes y un sufragio muy restringido, las Cortes quedaban divididas en dos cámaras (Próceres y Procuradores), sólo tenían funciones consultivas, porque la iniciativa legislativa quedaba en manos de la Corona.

Entre los miembros de estas Cortes se fueron concretando las dos tenden-cias del liberalismo: la moderada, identificada con este régimen del Estatuto Real y con los cambios prudentes; y la tendencia progresista, más reformista, y partidarios de la Constitución de Cádiz.

Este documento no satisfizo a los progresistas, ya que no regulaba los pode-res del rey y no se reconocían los derechos fundamentales del individuo, claves de la ideología liberal.

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El enfrentamiento entre estas tendencias, cada vez más evidente, el regreso de los exiliados y las peticiones de cambios desde los periódicos, las tertulias y los clubes políticos, además de la necesidad de conseguir apoyos sociales firmes y recursos financieros, llevó a la reina regente a sustituir la línea moderada por otra más progresista nombrando jefe de gobierno a Mendizábal (1835). Fue la primera vez que la corona daba el poder a los liberales progresistas sin pronun-ciamiento.

Mendizábal inició importantes reformas revolucionarias, de índole econó-mica: suprimió la Mesta, abolió los privilegios gremiales y promulgó el de-creto de desamortización de los bienes eclesiásticos.

La Reina gobernadora, presionada por la nobleza y el clero que pensaban que las reformas habían ido demasiado lejos, destituyó a Mendizábal y nombró un gobierno moderado. Pero en el verano de 1836, a causa del descontento generado por la desastrosa situación económica y la incertidumbre de la guerra civil, estallaron revueltas populares y se llevó a cabo el pronunciamiento militar de los sargentos de la Granja, donde la reina veraneaba, forzándola a restablecer la Constitución de Cádiz y a nombrar un gobierno progresista, presidido por el progresista  José Mª Calatrava, con Mendizábal como ministro de Hacienda.

Los progresistas continuaron con la reforma agraria, que implicaba la disolución del régimen señorial, de los mayorazgos y la desamortización de bienes del clero. Elaboraron la CONSTITUCIÓN DE 1837, inspirada en la de Cádiz de 1812, aunque hace concesiones a los moderados con el fin de conseguir un marco jurídico aceptable para todos los liberales, amenazados por el peligro carlista. Sus principales características son:

- Soberanía nacional. - División de poderes.- Cortes bicamerales (Congreso y Senado) con iniciativa legal, elegidas

por sufragio censitario pero más amplio que el del Estatuto Real,- amplios poderes al rey: conserva el poder ejecutivo y comparte el

legislativo con las Cortes, veto absoluto sobre las leyes (no veto suspensivo como en Cádiz) y disolución de las Cortes.

- Se aumenta el poder a las corporaciones municipales, que serían elegidas por los vecinos sin intervención del poder central.

- La Milicia Nacional, (compuesta por ciudadanos voluntarios para mantener el orden), dependería directamente de los ayuntamientos, por lo que es fácil entrever que estos se convertían en verdaderos centros de poder local al margen de Madrid, que podían llegar a ser cabezas de motines o de pronunciamientos.

- También recoge una serie de derechos (igualdad de todos los ciudadanos, libertad de imprenta, de prensa, inviolabilidad del

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domicilio...) y no prohíbe taxativamente la existencia legal de otras religiones, sólo constata la condición católica del pueblo español y obliga al estado al mantenimiento del culto y el clero católico.

En definitiva, esta Constitución era flexible y abierta, recoge tanto aspectos moderados (poder legislativo compartido y bicameral) como progresistas (libertad de imprenta) y por ello podría haber sido un buen marco político para la coexistencia de las dos grandes tendencias del liberalismo español. Pero pronto veremos como la lucha partidista va a llevarse incluso al terreno de la Constitución, esto es, que en adelante cada vez que una de las dos tendencias alcance el poder va a proclamar una Constitución a su medida, lo que explicará el rechazo por parte de la oposición.

Entre 1837 y 1840, gobernarán los moderados, al ganar las sucesivas elecciones a Cortes. Con el fin de la guerra carlista en 1840, desapareció la última razón de consenso entre ambos partidos. El Gobierno moderado en el poder, intentó establecer un sufragio más restringido y modificar la Ley de Ayuntamientos: se reducía el poder independiente de los ayuntamientos al establecer que los alcaldes de las capitales de provincia, no serían elegidos, sino nombrados por el gobierno, con lo que se conculcaba el artículo 70 de la Constitución vigente. Al ser aprobada la ley, en el verano de 1840, los progresistas promovieron una ola de protestas en todo el país, con la formación de Juntas revolucionarias,  y pidieron la intervención de Espartero, héroe popular, que apoyó el alzamiento. María Cristina renunció a la regencia y se exilio a Francia. Espartero fue nombrado nuevo regente (1841-1843).

Durante tres años gobernó de manera autoritaria, alejándose de los sectores progresistas y con el único apoyo de un grupo de militares adictos. En septiembre de 1841 se produce un pronunciamiento en las provincias vascas apoyado desde París por María Cristina. Se saldó con la ejecución de los generales Montes de Oca y Diego de León y el recorte de los fueros vascos. Además, a partir de ahí, Espartero disolvió las Cortes y creó una dictadura, tomando medidas de espalda a las leyes.

Pero lo que terminó con la regencia de Espartero fue el Tratado de Libre Comercio con Inglaterra (1841) que permitía la entrada libre de tejidos de algodón ingleses y perjudicaba a la industria textil y a la burguesía catalana, hasta entonces uno de los baluartes del progresismo. Se produjeron movimientos populares de protesta en Barcelona y Espartero ordenó el bombardeo de barrios de esta ciudad. Estos sucesos supusieron el comienzo del final de la Regencia ya que quedó desacreditado.

Su mandato estuvo salpicado de revueltas encabezadas por generales moderados partidarios de María Cristina -O'Donnell, Narváez, De la Concha- y

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finalizó en los últimos días de julio de 1843, con un nuevo pronunciamiento del general Narváez, que puso de manifiesto que apenas le quedaban partidarios. Tanto moderados como progresistas habían decido acabar con su excesivo poder personal. Para no nombrar otro regente, las Cortes deciden adelantar la mayoría de edad de la reina a los 13 años, e Isabel II sube al poder.

En estos momentos existían ya entre los liberales dos tendencias bien diferenciadas, que terminaron convirtiéndose en partidos políticos a lo largo del reinado de Isabel II, que discrepaban en cuanto a la amplitud y profundidad de las reformas que había que llevar a cabo para instaurar el nuevo régimen:

Los   moderados proponían reformas liberales, pero de alcance limitado. Defendían un liberalismo doctrinario, partidario de la soberanía comparti-da entre las Cortes y la Corona, y de la concesión a la institución real de amplios poderes. Defensores de la propiedad y del orden, eran partidarios del sufragio censitario muy restringido y de limitar los derechos individuales, especialmen-te los colectivos. Defendían a la Iglesia católica y preferían una organización centralista del Estado. Socialmente eran un grupo heterogéneo formado por las clases altas: terratenientes, alta burguesía, vieja nobleza, alto clero y altos mandos del ejército. Entre sus filas destacaron el general Narváez, González Bravo o Alejandro Mon. Dominaron el gobierno de Isabel II. Contaron con pe-riódicos adeptos como el «Universal» o «El Censor».

Los   progresistas  defendían reformas liberales más radicales: la soberanía nacional y la limitación de las atribuciones de la Corona. Eran partidarios de la descentralización estatal y de la Milicia Nacional. Querían un sufragio cen-sitario  más amplio, mayores libertades y derechos, tanto individuales como co-lectivos, tolerancia y libertad religiosa. Su base social era también heterogénea: representaban a las clases medias en general: profesionales liberales, artesanos y empleados urbanos y militares de baja graduación. Entre sus filas destacaron: Mendizábal y el General Espartero. Sus ideas eran defendidas por periódicos como «La abeja» o «El Eco del comercio».

No obstante, ambos grupos consideraban fundamental la redacción de un Constitución, que recogiera la división de poderes, la libertad de expresión y de opinión y libertades individuales. Los dos partidos estuvieron encabezados por espadones, que eran generales del ejército que adquirieron protagonismo po-lítico debido a la amenaza carlista y se convirtieron en únicos garantes del trono de Isabel II y árbitros de la situación política.

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2. MAYORÍA DE EDAD DE ISABEL II (Noviembre 1843 – Septiembre 1868)

Ante la inestabilidad política y el enfrentamiento entre las dos visiones del liberalismo, moderado y progresista, Isabel II es declarada mayor de edad en 1843, con tan solo 13 años. Se casó en 1846, entre los candidatos destacó Carlos Luis de Borbón, hijo de Don Carlos María Isidro, boda que habría puesto fin a las guerras carlistas. Pero al final se casó con su primo el infante don Francisco de Asís, sin que el matrimonio tuviera un resultado feliz. Se separaron amistosamente después de 1868.

Las características básicas de su reinado fueron:

Abandono del papel moderador y de árbitro que debía tener la Corona, al favorecer exclusivamente a los moderados. Durante los 25 años de su reinado (1843-1868), siempre apoyó a los moderados (e incluso a su sector más reaccionario) y trata de excluir a los progresistas.

Inestabilidad política. Durante su reinado hubo 51 gobiernos diferentes. La Constitución de 1845 le permitía nombrar y cesar al jefe del gobierno y los ministros, así como disolver las Cortes

La presencia constante del ejército en la política. Se inicia el llamado «Régimen de los generales», ya que los jefes de los partidos eran altos cargos militares (Narváez, Espartero, Prim, O’Donnell) lo que evidencia la debilidad del sistema de partidos y la debilidad de la burguesía para transformar por sí sola el sistema. Entre ellos destacó general Ramón Mª Narváez, jefe del partido moderado, que gobernó el país en seis ocasiones durante nueve años en total, destacando sus gobiernos de la Década Moderada (1844-54). Por contra, Los progresistas para acceder al poder tuvieron que recurrir a pronunciamientos militares protagonizados por la facción del ejército que les era fiel, amén del papel destacado de las Juntas Provinciales y la Milicia Nacional.

Por último, ni los campesinos ni el proletariado industrial tuvieron representatividad en las Cortes.

2.1. LA DÉCADA MODERADA (1844-1854)Tras la marcha de Espartero, los moderados llegan al poder, iniciándose la

llamada Década Moderada, Narváez el hombre fuerte del partido domina la década, con intervalos de otros gobiernos. Destaca el Gabinete Largo (1847-1851) que fue una Dictadura constitucional ya que Narváez gobierna con mano dura mediante decretos (sin tener en cuenta a las Cortes), ante el miedo a la extensión de la Revolución francesa de 1848 que acabó con la Monarquía de

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Luis Felipe de Orleáns. En 1851, Narváez fue sustituido en la presidencia del gobierno por Juan Bravo Murillo (1851-1852).

Se elabora un nuevo texto constitucional. La CONSTITUCIÓN DE 1845, aunque fue presentada como una reforma para mejorar la de 1837, en realidad se trataba de un texto nuevo, claramente moderado, que excluía toda pretensión de pacto con los progresistas: en su preámbulo se afirmaba que la soberanía era compartida entre el rey y las Cortes; se aumenta también el poder de la Corona, posee amplia capacidad de iniciativa legislativa y sanciona las leyes. Al mismo tiempo aunque se mantienen las dos cámaras de la Constitución de 1837, se reduce el poder de las Cortes, puesto que no podrían reunirse sin la convocatoria del rey. Se establece la religión católica como oficial y única. El Sufragio será muy restringido. Al votar solo los mayores contribuyentes y los resultados electorales estar controlados por el estado, siempre ganaban los moderados. En conclusión, las elecciones y las Cortes eran una farsa, alejadas de los intereses de la mayoría de españoles.

Las reformas moderadas.

Se pone en marcha una serie de reformas de carácter conservador, encaminadas a consolidar el estado liberal bajo los principios del centralismo y la uniformidad, como la reforma tributaria de Alejandro Mon, que refundió los innumerables impuestos del sistema fiscal del Antiguo Régimen en unos pocos de corte moderno: la contribución territorial, el impuesto de consumos y la contribución industrial y de comercio. Se elaboró el Código Penal y Civil, este último no fue aprobado. Se llevó a cabo una política de centralización administrativa: con la nueva ley de Ayuntamientos, el rey es quien hace el nombramiento de los alcaldes y los Gobernadores civiles se convierten definitivamente en representantes del gobierno en las provincias.

La preocupación de los moderados era hacer compatibles dos conceptos: orden y libertad y se empezó por poner los medios para establecer un orden público estricto, con la supresión de la Milicia Nacional de fuerte significado progresista y la creación de la Guardia Civil (1844). Hasta mediados del siglo XIX el orden público correspondía a cuerpos locales (migueletes, somatenes o mozos de escuadra). El objetivo de la Guardia Civil sería proteger el orden en las ciudades y en el campo (acabar con el bandolerismo endémico y las revueltas campesinas).

Con la firma del Concordato con la Santa Sede (1851), se restablecen las relaciones con el Vaticano, rotas tras las desamortizaciones sufridas. La Iglesia aceptará la desamortización eclesiástica y, a cambio, el Estado declara la unidad

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religiosa y la confesionalidad, reconoce su intervención en la enseñanza e incluye el sostenimiento de la Iglesia con cargo a los presupuestos generales.

Se estableció un sistema nacional de instrucción pública, que regulaba los diferentes niveles de enseñanza y elaboraba los planes de estudio. Esta legislación se completó con la Ley Moyano de 1857, que fue la primera gran ley de educación del país.

2.2. EL BIENIO PROGRESISTA (1854-1856)El régimen moderado sufrirá un debilitamiento progresivo con la división

interna del partido en tres tendencias (conservadora, de centro y progresista o puritana), la corrupción de los últimos gobiernos moderados (expropiaciones in-debidas para el ferrocarril), los intentos de limitar aún más el sistema liberal (di-solución de las Cortes y gobierno dictatorial de Sartorius) y los amoríos de la rei-na.

Todo ello provoca en 1854 la Vicalvarada: un pronunciamiento de varios generales moderados descontentos (Leopoldo O’Donnell y Dulce) en Vicálvaro (Madrid) donde se enfrentan a las tropas del gobierno A pesar de un resultado indeciso, tras la publicación unos días después, del Manifiesto de Manzanares en el que se exigía la destitución de la «camarilla» real, la ampliación del sufragio, la rebaja de los impuestos, la restauración de la Milicia Nacional…, el golpe mi-litar se radicalizó, convirtiéndose en un movimiento popular y progresista, con la formación de Juntas revolucionarias en casi toda España.

Finalmente, Isabel II se ve obligada a entregar el poder al general progresis-ta Espartero, quien nombró ministro de Guerra a O’Donnell, que funda un nuevo partido de centro, la Unión Liberal; formado por los más conservadores del Par-tido progresista, y los más radicales del Partido moderado,  en un intento de ocu-par el centro político de la época. Entre sus filas destacaron ilustres liberales como Martínez de la Rosa, Alejandro Mon o Evaristo San Miguel.

Finalizaba así la década moderada y comenzaba lo que se llamó el bienio progresista, que duraría hasta septiembre de 1856, un tiempo en el que los go-biernos se esforzaron por poner en práctica varias medidas:

Redactarán una nueva CONSTITUCIÓN DE 1856 “NON NATA” (que no llegará a promulgarse). Tendrá un marcado carácter progresista, que hubiese recuperado la Soberanía nacional, sufragio censitario directo, una amplía de-claración de derechos, Milicia Nacional… aceptaba el catolicismo como reli-gión oficial, pero con tolerancia religiosa.

El Bienio contempló, además, una serie de medidas económicas impor-tantes, en defensa de los intereses de la burguesía urbana y de las clases medias, con el objetivo de impulsar el desarrollo económico y la industrialización del país. Entre estas medidas hay que destacar la desamortización de Madoz en

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1855. Se profundizaba en la desamortización eclesiástica emprendida dos déca-das antes por Mendizábal. Pero sobre todo, obligó a los ayuntamientos a poner en venta los bienes «de propios» y «comunales» cuya venta se prolongó hasta 1924. Con esta ley se pretendía conseguir recursos para la Hacienda, financiar la construcción del ferrocarril e impulsar la modernización económica de España. La iglesia protestó esgrimiendo la vigencia del Concordato con la Santa Sede. El Gobierno por su parte, rompió las relaciones con el Vaticano y se prohibieron los periódicos católicos.

También se aprobó la Ley de Ferrocarriles, que permitió un gran impul-so en el desarrollo de nuestra red ferroviaria, considerada la pieza clave para fo-mentar los intercambios y e l crecimiento industrial del país.

La Ley de la Banca, que permitió la creación de sociedades de crédito y de nuevos bancos,(como sociedades de depósito y de inversión), además de la creación del Banco de España, que sustituía al antiguo Banco de San Fernando, dando origen así, a la banca moderna en España. Todo ello propició un marco le-gal que comportó una etapa de expansión económica hasta 1866.

Fin del Bienio: a pesar de estas medidas el país estaba sumido en un caos, por el aumento de la inseguridad y por el inicio de conflictos de tipo social, como consecuencia de la grave situación económica: malestar obrero en Barcelona en 1855 donde los trabajadores piden mejoras sociales, y alborotos campesinos en el campo castellano, con asaltos e incendios de fincas. La represión posterior provocó la ruptura entre O'Donnell y Espartero y éste decide dimitir. La reina encarga la formación de gobierno a O´Donnell (14 julio 1856) formando un gabinete de clara connotación moderada. Este nuevo gobierno disolvió las Cortes Constituyentes y restableció la Constitución de 1845, modificada con un Acta Adicional que reconocía algunos principios progresistas e inició un proceso de revisión de la labor del bienio, que finalmente trajo la vuelta de Narváez y los moderados al poder en octubre de 1856. Se volvía así al régimen moderado de la Constitución de 1845 sin el acta adicional.  El bienio progresista había fracasado.

2.3. DESCOMPOSICIÓN DEL SISTEMA ISABELINO (1856-1868)

Esta última etapa supondrá un giro a la derecha en la actuación de la reina, que continuará apoyándose fundamentalmente en los moderados pero que ahora alternará con breves gobiernos de la Unión Liberal, dejando al margen de las ta-reas de gobierno a los progresistas y demócratas, este hecho, conducirá a la des-composición no solo del proyecto moderado, sino también del sistema político isabelino.

Tras un período de dos años con Narváez y los moderados (1856-1858),  O’Donnell y la Unión Liberal volvieron al poder en 1858, que obtuvo una am-

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plía mayoría en las elecciones a Cortes Junto a la Unión liberal se mantienen los partidos tradicionales: el Partido moderado dirigido por Narváez y González Bravo; y el Partido Progresista con Espartero y Prim y el partido demócrata, que se había escindido del progresista, con dirigentes como Diego Castelar.

En este período destacó el llamado Gobierno largo de O’Donnell o Go-bierno de la Unión Liberal (1858-1863). O’Donnell da un giro en su política y se vuelve más conservador, prueba de ello está en que adoptó de nuevo la Cons-titución moderada de 1845. Fue una etapa de cierta estabilidad política y de .ex-pansión económica  ("boom" de los ferrocarriles) que indujo al gobierno a llevar a cabo una política de prestigio en el exterior, para fomentar el patriotismo, con-tentar al ejército, y desviar la atención de los problemas internos (campañas en Marruecos, Indochina México, Perú…).Esta amplia actividad bélica apenas dio ningún resultado práctico para el país, aunque si dieron cierto prestigio al Go-bierno y un gran reconocimiento al general Prim (lider progresista).

En 1864 volvió Narváez al Gobierno y, con él, una política conservadora y de represión de las libertades públicas. La inestabilidad política y el autoritaris-mo de los gobiernos caracterizaron una etapa en la que la bonanza económica llegó a su fin tras la  crisis económica de 1866. Los intentos de insurrección fue-ron duramente reprimidos como el pronunciamiento de los sargentos del cuar-tel de San Gil en Madrid (junio 1866) y los sucesos de la noche de San Daniel ocurridos tras la destitución del catedrático Castelar.

Ante la imposibilidad del moderantismo de responder a las demandas so-ciales y de participación política de los ciudadanos, el descrédito de Isabel II, y el malestar social generado por una seria crisis económica, en agosto de 1866 progresistas y demócratas firmaban el pacto de Ostende, ( en 1867, tras la muerte de O´Donnell se unirían a este pacto los unionistas), en el que acordaban el fin del régimen moderado, el destronamiento de Isabel II y la convocatoria de Cortes constituyentes por sufragio universal para decidir el futuro del Estado.

En septiembre de 1868 se produjo, por fin, una sublevación triunfante, la Revolución de 1868, ”La Gloriosa”, que provocó la caída de Isabel II y la espe-ranza de un régimen democrático para España, con el nacimiento de una nueva etapa en el liberalismo : el Sexenio Revolucionario.

CONCLUSIÓN

Entre 1833 y 1868 se consolida el sistema liberal burgués en España y se acaba con los últimos residuos políticos del Antiguo Régimen.

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La coyuntura política hizo posible que una regente como María Cristina que nada tenía de liberal, abriese las puertas al liberalismo en España y que durante el reinado de su hija, Isabel II, que nada tenía de constitucionalista, el liberalismo se consolidase.

Es precisamente durante el reinado de Isabel II cuando se enquistan algunos de los problemas que van a lastrar el país durante mucho tiempo, como son el endeudamiento de la hacienda, el escaso desarrollo económico, el enfrentamiento estéril entre los propios liberales y el corrupto sistema electoral. Pero, a pesar de todo, no cabe ninguna duda que la revolución liberal se ponía en marcha y, con el correr de los años, el liberalismo no hacía sino ir calando en todas las estructuras del país.

ANEXO

CARTAS OTORGADAS, CONSTITUCIONES Y PROYECTOS CONSTITUCIONALES EN ESPAÑA Y SU VIGENCIA REAL. Estatuto de Bayona 1808 (Guerra de la Independencia en zona francesa hasta 1814)Constitución de Cádiz 1812 (hasta 1814; de 1820 a 1823; y de 1836 a 1837)Estatuto Real 1834 (hasta 1836)Constitución progresista de 1837 (hasta 1845)Constitución moderada de 1845 (hasta 1868 excepto los años 1854-1856)Proyecto de constitución progresista de 1856Constitución democrática de 1869 (hasta 1874)Proyecto de constitución republicana federal de 1873Constitución conservadora de 1876 (hasta 1923)Constitución democrática republicana de 1931 (hasta 1936 en la zona nacional y hasta 1939 en zona republicana)Constitución democrática de 1978 (hasta la actualidad)

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