Ibn Asad - La Guitarra Española (Viaje al Sonido Primordial)

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LA GUITARRA ESPAÑOLA: VIAJE AL SONIDO PRIMORDIAL por Ibn Asad A través de las lecturas y críticas al artículo “La Baraja Española”, se llegó a la conclusión unánime de que España (o la Península Ibérica, si prefieren) fue una puerta que Europa tuvo abierta a ciertos elementos culturales orientales. Y con “orientales”, no nos referimos a algo exótico, lejano, extraño e incomprensible, sino que “oriental” (aquí, como siempre que hablemos de simbolismo) sería sinónimo de “primordial”. La orientalidad que nos interesa, por lo tanto, no una cuestión geográfica sino simbólica, y no tenemos inconveniente en referirnos como “cultura oriental” a aquella vinculada a lo primordial humano. España fue la puerta abierta de esa cultura para una Europa empecinada en olvidar su carácter ario a lo largo del secular proceso histórico que desemboca en la oscuridad actual. ¿Sigue abierta esa puerta? No. No nos engañemos: no estamos cerca de ninguna reconstitución, sino del más decepcionante y triste de los descalabros. Sin embargo, tal y como ya señalamos en artículos anteriores, existen elementos (algunos, cotidianos) que, dentro de la cultura española, nos sirven de medios de transporte para viajes muy ambiciosos. Se comprende que algunos digan “pretenciosos”: ¿Se puede llegar a lo primigenio a través de restos simbólicos que han devenido meros objetos cotidianos? Respondemos afirmativamente, pues es en lo que hemos insistido en esta serie de artículos. En este caso particular: ¿Se puede hacer un viaje hacia el sonido primordial de la humanidad a través de una guitarra española popular cualquiera, corriente y moliente? Veámoslo. O mejor, escuchemos.

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LA GUITARRA ESPAÑOLA:

VIAJE AL SONIDO PRIMORDIAL

por Ibn Asad

A través de las lecturas y críticas al artículo “La Baraja Española”, se llegó a

la conclusión unánime de que España (o la Península Ibérica, si prefieren) fue una

puerta que Europa tuvo abierta a ciertos elementos culturales orientales. Y con

“orientales”, no nos referimos a algo exótico, lejano, extraño e incomprensible, sino

que “oriental” (aquí, como siempre que hablemos de simbolismo) sería sinónimo

de “primordial”. La orientalidad que nos interesa, por lo tanto, no una cuestión

geográfica sino simbólica, y no tenemos inconveniente en referirnos como “cultura

oriental” a aquella vinculada a lo primordial humano. España fue la puerta abierta

de esa cultura para una Europa empecinada en olvidar su carácter ario a lo largo

del secular proceso histórico que desemboca en la oscuridad actual. ¿Sigue abierta

esa puerta? No. No nos engañemos: no estamos cerca de ninguna reconstitución,

sino del más decepcionante y triste de los descalabros.

Sin embargo, tal y como ya señalamos en artículos anteriores, existen

elementos (algunos, cotidianos) que, dentro de la cultura española, nos sirven de

medios de transporte para viajes muy ambiciosos. Se comprende que algunos

digan “pretenciosos”: ¿Se puede llegar a lo primigenio a través de restos simbólicos

que han devenido meros objetos cotidianos? Respondemos afirmativamente, pues

es en lo que hemos insistido en esta serie de artículos. En este caso particular: ¿Se

puede hacer un viaje hacia el sonido primordial de la humanidad a través de una

guitarra española popular cualquiera, corriente y moliente? Veámoslo. O mejor,

escuchemos.

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En la actualidad no existe instrumento musical tan extendido y tocado como

la guitarra. En el último siglo, el desarrollo del instrumento en diferentes culturas y

estilos musicales ha arrojado tal variedad de formas, tonos y colores de guitarra,

que hoy no se identifica a la guitarra como un único instrumento, sino como un

grupo de instrumentos, una pequeña familia dentro de la gran familia de los

cordófonos. Su historia reciente nos remite a formas más rígidas: se entiende como

guitarra en su sentido clásico, al instrumento de seis cuerdas con mástil trasteado

y caja de resonancia hueca en forma de ocho (o de “cuerpo de mujer”), que

indudablemente tuvo a la Península Ibérica como vientre de gestación. Porque

aunque existen muchas controversias entre los historiadores que han estudiado la

guitarra, todos tienen que reconocer que el desarrollo de los diferentes cordófonos

que dieron pie al nacimiento de la guitarra tal y como la conocemos hoy, sucedió

en España. Al igual que como dijimos con la baraja (el tarot), es muy probable que

esos instrumentos fueran introducidos en Europa desde España, a través del Islam

(aunque ellos, a su vez, no tuvieran un origen árabe, sino persa e indio). De hecho,

lo más parecido y antiguo que se encuentra a una guitarra sería la mandora

morisca del siglo XI, muy parecida a la guitarra de cuatro órdenes que ya se tocaba

en la música popular española del S. XIV. A partir de entonces, el desarrollo del

instrumento fue meteórico, desde el renacimiento hasta el barroco, culminando al

fin en la revolución técnica del instrumento en la era moderna, de la mano del

Maestro Tárrega.

Mandora morisca

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¿Es entonces la guitarra un regalo que los árabes hicieron a Europa a través

de Al-Andalus? No; no directamente y no así de sencillo. Fíjense en la palabra

“guitarra”. Parece que existió una palabra árabe andalusí (qitarah) de la que

aparenta provenir la “guitarra” española. Sin embargo la palabra árabe clásica para

los cordófonos es ud, una palabra femenina que los españoles cambiaron de género

para su “la-ud”, el laúd. De hecho, si se quiere ver una ud de tipo árabe en la cultura

española, no será en la guitarra, sino en la bandurria. La bandurria sería el lute

español por antonomasia, y es una pena que en la actualidad el vulgo considere a la

bandurria como un instrumento menor relegado a una decrépita tuna (y dicho sea

de paso, es una pena que el único resquicio de la tradición juglaresca castellana sea

una tuna moderna y universitaria que ya pocos valoran. Las universidades

españolas del S. XXI serán tan pobres, que por no tener, no tendrán ni tuna). Con

respecto a las palabras “guitarra” y “qitarah”, ambas también femeninas, no

parecen tener un origen árabe clásico, sino indoeuropeo, y más concretamente

persa. No es de extrañar: de hecho, aún hoy existe un instrumento iraní llamado

“tar”. El padre de la guitarra (o mejor, el patriarca) no sería el laúd árabe ni la lira

grecolatina, sino el antiquísimo tar ario-persa.

Tar Persa

El tar iraní es el padre de la guitarra española. No sólo en su filología: ya

indicamos que uno de los rasgos característicos de la guitarra era su caja en forma

de ocho (o cuerpo de mujer). Ciertamente la mayoría de laudes árabes tienen

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formas diferentes: de gota, de pera, circulares, triangulares… Es difícil encontrar

una ud en forma de ocho, con la excepción de algún ud sirio que está emparentado

con un instrumento asirio-hitita que, por registros, se sabe se llamaba de la misma

forma que este persa: tar. El tar es un instrumento antiguo, quizás el más antiguo

de cuerda que se conoce, y hoy aún se toca en su forma evolucionada, en la música

tradicional caucásica, iraní y azerbaiyana. TAR es una voz indoeuropea que designa

la cuerda, el hilo, el cordón; sin duda uno de los símbolos tradicionales con más

contenido metafísico (y nosotros no podemos aportar al respecto nada más que lo

que René Guenon en su día ya hizo en sus escritos sobre el concepto del Sutra

hindú.) La voz persa “TAR” no sólo está en el sánscrito indio sino también en el

diccionario español, en algunas palabras en desuso de origen andalusí. Por

ejemplo, en la literatura del Siglo de Oro aparece la palabra “tarasí” designando al

costurero, y parece que ese tarasí proviene del andalusí, tarsí, sastre. Otro oficio ya

desaparecido era el “guitarero” o “guitero”, que era aquel que hacía cuerdas de

cáñamo. De hecho, en castellano, “guitar” es un verbo en desuso que significa

“amarrar”; y la “guita” sería la cuerda de cáñamo, de donde proviene la expresión

caló-gitana de “tener guita”, es decir, tener haberes, expectativas, dinero… o en otra

expresión coloquial relacionada, “tener cuerda para rato”.

Este tar persa sería al mismo tiempo el

radical nominal y el instrumento musical del

que proviene una serie de instrumentos que

comparten esa misma voz y el hecho de

disponer de cuerdas: el “see-TAR” iraní, la “do-

TAR-a” afgana-pakistaní, el “Si-TAR” indio, la

“cí-TAR-a” grecolatina, la “Qi-TAR-ah” árabe, y

por supuesto, la “gui-TAR-ra” española. Opino

que todos esos prefijos antecediendo a tar,

hacen referencia en su origen a un número

(posiblemente, de cuerdas u órdenes), como

ocurre con el see-tar iraní.

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¿Y ese “gui” de la “Gui-tarra”? ¿Qué número sería? Yo opino que es cuatro. Si

qitarah es una palabra persa y no árabe, ese qitar es muy probable que provenga

de una transformación del indoeuropeo catur, cuatro, 4. Tiene lógica si se

comprueba que las primeras guitarras españolas tenían cuatro cuerdas. Por lo

tanto, en el desarrollo del ancestral tar como instrumento de cuerda ario-

primordial, este adoptó dos formas diferentes en sus dos expansiones, una hacia el

Este y otra hacia el Oeste. Hacia el Este, el tar se convirtió en el sofisticado sitar en

India. Hacia el Oeste, el tar devino la guitarra cuando llegó a Europa. Ambos

instrumentos, tanto el sitar indio como la guitarra española, a pesar de sus obvias y

profundas diferencias formales, son un mismo instrumento desde una perspectiva

espiritual. Sitar y guitarra es una misma palabra, un mismo símbolo.

Sitar Indio

Se puede observar otra relación entre todo lo dicho y el concepto del Sutra

hindú que jamás nadie reparó antes. La otra palabra para designar al cordófono

indio es “veena”, hasta el punto que el sitar se considera un perfeccionamiento de

la veena, instrumento consagrado en India a Saraswati, divinidad que designa a un

río hembra, una ría subterránea. La “vena” es, en español a través de una voz

latina, el hilo por la que fluye la sangre de y al corazón. En la metalúrgica

tradicional, una “vena” es un hilo metálico, muy parecido a lo que sería una cuerda

de los instrumentos que aquí tratamos. Por lo tanto, tar y veena serían dos voces

diferentes para una misma idea nominal metafísica. Y no es necesario viajar a India

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para comprobarlo: una palabra de origen italiano para referirse a vena es “taranta”

(TAR-anta), que es la misma que designa a un canto de mineros del sur de España

en el que, más tarde o más temprano, aparece una guitarra para acompañar.

Veena india

Pues ese “canto”, que puede ser cantado tanto por unos mineros murcianos,

como por unos pastores del Cáucaso o unas prostitutas de Karachi, es un mismo y

único “canto”. Un único canto: el del despliegue del cosmos en su gozosa y

embriagante diversidad. En sánscrito, “guita” es un canto de origen divino

(¿Recuerdan la Bhagavad-Guita?), y sin perder esa dimensión espiritual, “guitar”

sería entonces el canto que surge de nuestra cuerdas, las cuerdas vocales, la voz.

Pues todas las tradiciones musicales están de acuerdo en valorar a la voz humana

como el mejor de los instrumentos musicales. El lutier construye el sitar, la

guitarra, la ud, la cítara, el seetar… imitando el arquetipo divino reflejado en la voz

humana. La música no sería otra cosa que la combinación gozosa de los sonidos

que la naturaleza humana puede producir y percibir como eco de una inmensidad

simbolizada como vibración sonora. Y sólo valorando la música con esa hondura

metafísica, se comprende que en las sociedades tradicionales no se haga distinción

entre las cofradías de músicos y las sociedades iniciáticas. Uno de esos últimos

contextos en donde aún existe esa dimensión iniciática del oficio y el arte del

músico es India. Pues los músicos tradicionales (poco importa que sean

indostaníes, iraníes, griegos, celtas, flamencos…) son algo más que músicos: son

depositarios de un conocimiento vinculado directamente con la más alta de las

ciencias.

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Una de esas músicas, se repite, es la indostaní; y uno de esos músicos fue

Pandit Ravi Shankar, fallecido este último mes de 2012. Yo, que había expresado

mi intención de no publicar más escritos, abro esta excepción para homenajear a

una figura excepcional. Este humilde artículo está dedicado a la memoria de este

Maestro y a la arenga de todos sus discípulos y alumnos, por siempre agradecidos.

Cuando su música finalice, no habrá nada más que silencio.

Hare Om.

Pandit Ravi Shankar (1920 – 2012)

Autor: Ibn Asad

Fecha: 21 de Diciembre de 2012

www.ibnasad.com