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N 2
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PERfORMANCE
XALAPA I COATEPEC I VERACRUZEJEMPLAR GRATUITO
INTERPRETACIONES SOBRE INTERPRETACIONES
MEMORIA EL LENGUAJE
DE NADIEJUAN VICENTE
MELO
ENSAYO VISIONES DEOCTAVIO PAZEN XALAPAJOSÉ HOMERO
ENSAYO ROSTROS DE
JUAN VICENTE MELO
JUAN JAVIERMORA-RIVERA
CREACIÓN ARMANDOGONZÁLEZTORRESY LUIS BUGARINI
NUEVA ÉPOCA I AÑO X
ABRIL DE 2014
NÚMERO 196
OCTAVIO PAZJOSÉ REVUELTASCENTENARIOS PARA RECORDAR
ESPECIALIX ANIVERSARIO
PERfORMANCE
TAN ATENIENSE COMO SIEMPRE
ARTURO MENDOZA MOCIÑO
EL TEATRO: ESPACIO DE ENCUENTROS, DESENCUENTROS Y GUERRAJOSUÉ CASTILLO
La poesía
y el pensamiento
son un sistema
de vasos
comunicantes.
La fuente de ambos
es mi vida: escribo
sobre lo que he
vivido y vivo. Vivir
es también pensar
y, a veces,
atravesar esa
frontera en la
que sentir y pensar
se funden:
la poesía.
Octavio Paz
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N 2
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PERfORMANCE
XALAPA I COATEPEC I VERACRUZEJEMPLAR GRATUITO
INTERPRETACIONES SOBRE INTERPRETACIONES
MEMORIA EL LENGUAJE
DE NADIEJUAN VICENTE
MELO
ENSAYO VISIONES DEOCTAVIO PAZEN XALAPAJOSÉ HOMERO
ENSAYO ROSTROS DE
JUAN VICENTE MELO
JUAN JAVIERMORA-RIVERA
CREACIÓN ARMANDOGONZÁLEZTORRESY LUIS BUGARINI
NUEVA ÉPOCA I AÑO X
ABRIL DE 2014
NÚMERO 196
OCTAVIO PAZJOSÉ REVUELTASCENTENARIOS PARA RECORDAR
ESPECIALIX ANIVERSARIO
PERfORMANCE
NO. 196 I SEGUNDA ÉPOCA AÑO X I ABRIL DE 2014 Director General José Homero
Consejo de EdiciónRafael AntúnezNina CrangleJuan Carlos GarcíaRaciel D. MartínezJosé Luis Martínez SuárezJuan Javier Mora-Rivera
Diseño Pablo MoyaFoto de portada Otto L. BettmannFormación Jobanni Díaz ArenasJefa de Redacción Nina Crangle Secretario de Redacción Carlos RomeroAsistente de Redacción Jonathan Flores Lira
Cartelera Ezra [email protected]ías Jorge Castillo I AVC Noticias I Gina Collins I Jorge Rufinelli I Marcelo UribeAdministración Susan y AsociadosRedes sociales Ezra CrangleDistribución César Vázquez
CorrespondenciaAv. Murillo Vidal 506, tercer pisoFraccionamiento Ensueño91060 Xalapa, Veracruz
Teléfono (228) 8 178 535
[email protected]@gmail.comperiodicoperformance.blogspot.
PERFORMANCE Interpretaciones sobre interpre-taciones es una publicación quincenal editada por José Homero Hernández Alvarado, con domici-lio en Murillo Vidal 506, tercer piso, C.P. 91060, fracc. Ensueño, Xalapa, Ver. Tel.: (228) 8 178 535. Editor Responsable: José Homero Hernández Al-varado.Reservas de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2013-022511482500-101, ISSN 2007-2465; ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Reserva de derechos sobre licitud y con-tenido en trámite.Impreso por talleres de Diario AZ, 20 de Noviembre 621, col. Badillo, C. P. 91190, Xalapa, Veracruz. Tél.: (228) 8 121 363.Este número se terminó de imprimir el 25 de abril de 2014 con un tiraje de 5 000 ejemplares.Las opiniones expresadas por los autores no reflejan la postura del editor de la publicación.Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de José Homero Hernández Alvarado.
índice
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3 EDITORIALPERFORMANCE:PRUEBA DEL NUEVE
DORMIR EN TIERRAO EL LENGUAJE
DE NADIEJUAN VICENTE MELO
OCTAVIO PAZEN LA CALZADADE LOS POETASJOSÉ HOMERO
LA RUMBAALUCINADA
RAFAEL TORIZ
LA ESENCIADE UN LEGADORAÚL CRIOLLO
UN GATO TETOVÍCTOR BENÍTEZ
CARTELERA
EL ROSTROSIEMPRE DISTINTO
DE JUAN VICENTE MELOJUAN JAVIER MORA-RIVERA
INFANCIAARMANDO GONZÁLEZ TORRES
FORMAS DELA NOVEDADLUIS BUGARINI
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Ciertamente era extraño sobre toda extrañeza, y no ocuparé espacio in-tentando explicarlo: mientras que en todas las demás líneas de inves-tigación teníamos que habérnoslas con fantasmas y polvo, meros ecos de ecos, nunca hubiéramos presta-do atención a la única fuente viva de información que se había demorado hasta nuestro tiempo.
Los papeles de AspernHenry James
Uno
as postrimerías de la vida literaria de Juan Vicente Melo Ripoll (Veracruz, 1932-1996) parecían una versión de
Los papeles de Aspern: la mítica leyenda de un autor cuyos últimos escritos termina-ron perdidos y extraviados, a pesar de ser referidos con fechas, años y casas editoriales precisas. Las tramas de esas páginas habían sido ya imaginadas, trazadas y concluidas por otros, e incluso existían comentarios de críticos que sostenían haberlas leído en ex-clusiva, poniendo como constancia de sus afirmaciones su prestigio personal. Melo, aún en vida, había pasado de ser el gran au-tor de la Generación del Medio Siglo o de La Casa del Lago a una leyenda literaria, suma-mente identificado pero pocas veces leído.
Prueba de ello la otorga Guillermo Villar cuando, en el prólogo a La rueca de Onfa-lia, rememora la noche en que un supuesto periodista alababa exageradamente a Melo. Villar, molesto por la ignorancia del advene-dizo –esas alabanzas exageradas parecían falsas, sonaban huecas–, le sugiere: “si vamos a hablar de literatura, por qué no hablamos también de otros libros y otros escritores; de Los muros enemigos o La obediencia noc-turna, por ejemplo. El tipo, mirándome fu-rioso, me contestó: ‘Usted no es otra cosa que un majadero, y no vamos a hablar de esos libros porque son insoportables, traté de leerlos y terminé tirándolos a la basura’ ”.
A diferencia de la novela de Henry James, Juan Vicente pudo presenciar y sufrir todo lo que sus “atentos lectores” inventaban y el valor que tenía su literatura para sus “cono-
cedores y críticos”; y en lugar de combatir tal cantidad de equívocos y malentendidos, decidió cultivarlos, pues veía en ellos un juego que le divertía, tal vez porque sólo él conocía la verdad de cada hecho y de cada dicho; tal vez porque esa serie de mentiras e inventos, construidos y alimentados por él mismo (siempre invento cosas: de mí, de lo que sucedió respecto a mí, de lo que pasó en una fiesta, de mi personal comporta-miento), le permitían sobrellevar esa reali-
dad que él definía como insoportable, de la cual descansó sólo hasta su muerte.
Tal como sucede con Jeffrey Aspern, la posible existencia de un puñado de escritos mantiene entre algunos el interés por la obra de Melo. A diferencia de la novela de James, esos escritos míticos mantendrán con vida a Melo hasta el último suspiro. “Uno creería que usted espera encontrar en ellos la res-puesta al enigma del universo”, afirma la Se-ñora Prest al narrador en la novela de James.
Tal vez esa misma razón podría ser la que llevaba a Melo a construir verdades alter-nas: como una estrategia para encontrarle sentido a su atormentada existencia, don-de imaginar, inventar y escribir le ayudaban a superar el agobio del mundo cotidiano.
DosReviso varios de los libros de Juan Vicente Melo hasta ahora editados y advierto ciertos rasgos en común: sólo se consigna su obra como cuentista, crítico musical y novelista; se refiere su formación profesional como médico, con especialidad en Dermatología, a partir de sus estudios realizados en París. Se agrega que luego de renunciar a ejercer su profesión –en una familia entregada y obsesionada a la medicina–, fungió como responsable de un efímero suplemento cul-tural de El Dictamen, director de la Casa del Lago de la UNAM, del Museo de la Ciudad de Veracruz, del Departamento Editorial de la uv y de su revista insignia, La Palabra y el Hombre, además de que recibió varios homenajes en vida por su labor literaria.
Se citan La noche alucinada (1956), Los muros enemigos (1962), Fin de Semana (1964), Juan Vicente Melo [Autobiografía] (1966), La obediencia nocturna (1969), El agua cae en otra fuente (1985), Notas sin música (1990), La rueca de Onfalia (1996) y Cuentos comple-tos (1997) –que incluye “Al aire libre”–, todas con sus respectivas reimpresiones y redicio-nes; alguno consigna la traducción al francés de La obediencia… (La différence, 1992, ver-sión de Viçent Gimeno).
Casi ninguno repara en su interés por el ensayo literario o su labor como traductor, plasmada en Revista Mexicana de Literatura o S.Nob. No se menciona que fungió como coordinador de mesas redondas y confe-rencias en el Instituto Francés de América Latina (IFAL) o la UV; que trabajó en el Co-mité Organizador de los xix Juegos Olím-picos en México, dentro de la Olimpiada Cultural.
Sólo la Historia de la literatura mexica-na: desde los orígenes hasta nuestros días de
LITERATURA i LA VIDA VERDADERA
EL ROSTROSIEMPRE DISTINTODE JUAN VICENTE MELO JUAN JAVIER MORA-RIVERA
Antes y después: dos versiones de Juan Vicente Melo. [Crédito: Héctor Darío Vicario]
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Inéditos como conjunto, los ensayos de Juan Vicente Melo queintegran La vida verdadera, publicado recientemente por el Instituto Literario de Veracruz, revelan las simpatías y complicidades del escritor veracruzano,
“un clásico secreto de nuestra literatura”. Presentamos un fragmento del prólogo que antecede a esta ejemplar antología.
PERFORMANCEINTERPRETACIONESSOBREINTERPRETACIONES
Carlos González Peña consigna que había publicado De música y músicos (Imprenta Madero, 1967). O bien, que Notas sin mú-sica tenía como inspiración La música de nuestro tiempo de Antoine Goléa, el libro que Melo tradujo para Ediciones Era en 1967, dos años antes de la publicación de La obediencia nocturna.
En cambio se habla de El festín de la ara-ña, el “relato largo” que nunca fue editado, a pesar de que algún diccionario de escrito-res mexicanos lo consigna como publicado. Algún estudioso de la obra de Melo explica que se trata de un “libro perdido, alguna vez publicado dentro de la colección Alacena de Era”. Desde 1967 al menos, el título se re-fiere en varias de las contraportadas de sus libros y es multicitado por varios investiga-dores, coincidiendo todos en su supuesta trama, sin que nadie hasta ahora confirme su hallazgo. Tratando de explicar el origen del tal confusión, Luis Arturo Ramos aduce que ese nombre fue posiblemente uno de los que Juan Vicente manejó para la póstu-ma La rueca de Onfalia, pues esa es la idea presente en el texto: un relato que se teje y desteje para volver a replantearse conforme se avanza en la lectura, o bien el delirio de una mujer que, en pleno trance de melan-colía, obsesivamente repasa su historia de desamor juvenil. Otra versión apunta a que Melo tradujo el libreto de un ballet de Al-bert Roussel, intitulado justamente Le festin de l’araignée; y la desidia y falta de rigor críti-co permitió que la atribución se continuara hacia alguna narración de Melo: de ello han dado cuenta, desde la literatura y la música, José Homero y Luis Ignacio Helguera, quie-nes denunciaron varias veces la persistencia de ese error.
José de la Colina sostiene que Juan Vi-cente Melo es, ante todo, un clásico secreto
de nuestra literatura. El autor de Ven, caba-llo gris tal vez se refiera no al tipo de escritu-ra de Melo o a la manera en que aún circula entre las nuevas generaciones, sino a la indi-ferencia que la academia ha tenido para con su obra; al desinterés de los responsables de las instituciones culturales (¡un titular de alto nivel de la cultura de Veracruz afirma-ba en público, durante la presentación de una reciente antología de cuentos de Juan Vicente Melo, con profunda seguridad, haber leído con vehemencia e interés La desobediencia nocturna!); a la leyenda negra que pesa sobre la vida de Melo después de 1969, construida a partir del burdo acoso y la sucia persecución orquestadas por Gas-tón García Cantú que fijó en Juan Vicente a su chivo expiatorio, cuando su propósito fundamental era librarse no sólo del poeta Jaime García Terrés –responsable de Difu-
sión Cultural de la unam–, sino también de los integrantes de la Generación del Medio Siglo que laboraban en varias dependencias de universidad, cuando conformaban la tan envidiada maffia literaria, según lo explican por separado Huberto Batis y Eugenia Re-vueltas.
Concluyo por ahora que no hay razón para que parte de la información omitida por otros y referida líneas arriba sea de obli-gada cita en cualquier otra edición de Melo. Sin embargo creo que a Colina le asiste toda la razón. Melo es ese clásico secreto, inédito aún, que se encuentra a la espera de nue-vos lectores; y a pesar de dicha condición, los ecos de su escritura, manifiesta hoy en esta breve reunión de sus ensayos, bajo el título de La vida verdadera –publicados a iniciativa y generosidad no sólo del Insti-tuto Literario de Veracruz, Rafael Antúnez, Rebeca Piña, sino también de los herederos literarios de Juan Vicente Melo–, adquieren sentido a partir de lo declarado por Melo a Huberto Batis en una entrevista de 1964, publicada en Cuadernos del Viento: “Mi vida verdadera serán los libros que algún día escribiré”. Esta breve selección de ensayos, dispersos hasta ahora, escritos desde ayer, nos permiten ver el rostro siempre nuevo de Juan Vicente Melo.
Tres¿Persiste en los ensayos literarios de Juan Vi-cente Melo la “prosa musical” propia de su narrativa, de acuerdo con la crítica especia-lizada? No es una pregunta sencilla de res-ponder, considerando que se habla de dos expresiones literarias distintas, de intencio-nes diferentes. Más aún, la “prosa musical” señalada por la crítica, advertida por Melo mismo (se ha convertido ya en un lugar co-mún que me fastidia), podría sólo apreciarse en la obra narrativa.
En el ensayo Melo tiene otra serie de in-tenciones y lo organiza de forma distinta. Para Juan Vicente, faro y guía en este géne-ro fueron Tomás Segovia y Octavio Paz, no sólo como inspiración literaria sino como un ejemplo de lo que implicaba ejercer la crítica: “en un mundo regido por cadáveres, tanto Octavio Paz como Tomás Segovia nos obligan a sentir confianza en nosotros mismos, confianza en el arte […] En la poe-sía, en el ensayo, en su investigación crea-dora, han señalado nuevos caminos, han puesto en vigencia mitos enterrados, han hecho brillar soles extinguidos, han exami-nado al hombre y su lenguaje como objetos mágicos y como estructuras”, escribe nues-tro autor. De Segovia adquiere la disciplina, el acercarse a temas filosóficos y del arte; de Paz, las ideas e interpretaciones acerca del significado de la escritura y la búsqueda que se persigue en la literatura, detallados en El arco y la lira, lo que resulta evidente en toda su generación –desde Arredondo hasta Co-lina, pasando por García Ponce, Elizondo, Valdés, Pacheco o Becerra– y en sus obras, se trate de poesía, cuento, novela o ensayo.
Melo, es cierto, es identificado como el creador de la crítica musical en México, pero también fue un intenso difusor de las letras francesas en nuestra lengua –como también lo era Tomás Segovia, o Juan Gar-cía Ponce, Carlos Valdés y Salvador Elizon-do de los autores germanos o Isabel Fraire de los norteamericanos del siglo xix y xx–. Melo, para decirlo más claro y sin menos-precio de sus contemporáneos fue quien tenía más por perder al decidir ser escritor. A diferencia de todos, Melo había estudia-do una carrera profesional, y era uno de los especialistas más brillantes en Dermatolo-gía a principios de los años sesenta, pero como casi todos sus amigos era origina-rio de la provincia, espacio que volvieron ficción y poesía una y otra vez a partir de temas universales. Como en parte hicieron García Ponce y Arredondo, renunció a una herencia familiar por alcanzar su afán de es-cribir libros tan excepcionales como La obe-diencia nocturna o Fin de semana. Junto con Pacheco y Pitol posee una obra narrativa y ensayística brillante e impecable. Al igual que en el caso de Colina, Valdés, Ibargüen-goitia o Arredondo, ahora su obra no se lee y se estudia poco.
En este género, en la breve selección incluida en La vida verdadera, Melo aspira con rigor, orden, disciplina y análisis críticos a desentrañar la búsqueda y transforma-ción del otro, el encuentro con Dios, la so-ledad como forma de subsistencia y de de-fensa ante el dolor ocasionado por el amor, la imaginación y el deseo como opciones para vencer a la muerte, el descubrimiento de la noche (nuestra parte nocturna diría Paz) como elemento esencial e inherente del hombre, los vínculos entre el amor pro-
Los niños Melo en las fiestas decembrinas: Beatriz, Guillermo, María Elenay Juan Vicente Melo Ripoll. Foto cedida por Guillermo Melo; archivo personal.
Melo con el chelista Pablo Casals en la casa paterna de los Melo en Veracruz. Foto cedida por Guillermo Melo; archivo personal.
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fano y el amor divino, sus hallazgos de nue-vos autores…. Podemos reconocer en sus palabras un espejo en el cual se proyecta la obra de los autores que admira y le obse-sionan respondiendo preguntas que tal vez de tan obvias parecieran no requerir más explicaciones. Ejemplo de lo anterior sería la nota de Juan Vicente para atender la edi-ción de Dormir en tierra de José Revueltas, publicada originalmente en Revista Mexica-na de Literatura, aunque lo antes afirmado sirve también para referir sus ensayos sobre George Bernanos, Julien Green, Max Aub, Tomás Segovia, José Emilio Pacheco o sus
comentarios a la obra de los poetas que le deslumbran: Paz, Pellicer, Becerra, Hernán-dez…
El horizonte de producción de los en-sayos de Melo, en su mayoría, correspon-de al periodo que va de 1959 a 1988, años en los que “vivió en una suerte de vérti-go los que fueron, seguramente, los años más importantes de su vida”, como afir-ma Guillermo Villar. Luego de esos años Melo no dejó de escribir y es posible ubi-car notas y comentarios dispersos hasta el mismo año de su muerte, aunque su prosa manifestaba menor contundencia.
Definitivamente no encontraremos en el ensayo literario de Juan Vicente Melo esa prosa musical que hipnotiza a los lectores de sus novelas y cuentos. Melo supo ver en el ensayo el campo fértil para la construcción de una poética personal, útil también para explicar su universo literario, convirtien-do sus palabras en logro estético que fuera más allá de lo periodístico al aspirar, como recomendaba Paz, a la voluntad por el co-nocimiento y el saber, exento siempre de pretensiones personales. Melo nos guía en el descubrimiento de los modos de pensar y de sentir de sus autores, deslindando razón,
moral o buenas costumbres en cada obra literaria analizada y advirtiendo la búsqueda que cada autor o personaje realiza de la parte nocturna de su ser. Sueño e imaginación con-tinúan presentes en estos párrafos, enfrenta-do a Melo la disyuntiva: entre dos posibles explicaciones de un fenómeno o un hecho, pudiendo optar entre el argumento racional y el maravilloso, Juan Vicente elige aquel que da paso a la fantasía, a lo extraordinario, no sólo porque le parece el más convincente, sino porque le permite explicar y enfrentar la intolerable realidad.
IIIDe niño, uno entabla una fuerte relación tanto
con las privaciones y aflicciones más concretas como
con los hechos sobrenaturales.
Cuando éramos niños una palabra poderosa sembraba primero
el asombro, y luego hacía estallar, redoblada, la algarabía.
Tras una palabra que le place, que le suena bien, el niño siente
una explosión de burbujas en la cabeza.
Toda palabra se eleva como en un juego de vértigo infantil, y cae
mareada, mirando al porvenir.
Identificarás a quien escribe porque es alguien que nunca ha
dejado atrás el juego infantil del remolino.
Girar, girar sin descanso, como un niño, hasta provocar un
vómito de miedo o de alegría.
IVPara un niño es fácil confundir a los hombres con árboles que
vociferan.
AFORISMOS
INFANCIAARMANDO GONZÁLEZ TORRES
Un niño también puede confundir a las mujeres con rocas que
susurran y sollozan.
Para el niño, al igual que para los animales, el hombre es una
especie solemne y amenazante.
En la niñez, los adultos son seres torvos y difusos, sólo los
animales y los fantasmas son nítidos y verdaderos.
VDe niños sabíamos que un profesor malvado sólo se impone
a quienes tienen palabras débiles y no saben contraatacar con
mímica y risotadas.
Cuando era niño envidiaba el ladrido y la cola de los perros, y lo
sigo haciendo.
Hemos olvidado esa máxima infantil que sólo conservan
algunos grandes artistas: correr desbocadamente y sin miedo,
antes de saber caminar.
Uno deja de ser ese algo inconfundible y esencial que es el niño,
cuando aspira a ser alguien.
Un gran artista mira a sus contemporáneos como niños que
fueron derrotados.
Una buena página entonces es una página desbordada de bullas,
alborozos y travesuras.
Aforismos del libro en preparación con dicho título.
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