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    Hugo Wast: el Arte y la Fe

    Eduardo B. M. Allegri

    Jornada de Homenaje a Hugo Wast - 50 aniversario de su fallecimiento (1962-2012)

    Bella Vista - 3 de noviembre de 2012 - 10:00 horas

    El 28 de marzo de 1962, a las 11 y 15 de la maana, despus de algunos das en cama,muri Gustavo Adolfo Martnez Zuvira en su casa de la calle Uruguay 725. Habarezado el rosario temprano junto a su mujer y dejado las letanas para la tarde. Tena 79aos y haba nacido en Crdoba en la primavera de 1883, un 22 de octubre.

    Estudi la primaria con los padres escolapios del colegio Santo Toms en la capitalcordobesa y en 1896 se fue a cursar el bachillerato al colegio jesuita de la Inmaculadade Santa Fe, adonde su padre estaba desde 1886, viudo ya y vuelto a casar ese ao pesea ser muy joven. Gustavo qued hurfano a los 6 meses y en su infancia lo cri enCrdobacomo a su hermano Efran- su abuela paterna, Misia Rosa Cabanillas. En1902 entr a la facultad de Derecho en Santa Fe y al querer doctorarse tuvo que pelearsu tesis que le rechazaron por antiliberal y confesional. Se doctor, al fin, tambin en laUniversidad de Buenos Aires en 1907.

    Ejerci poco la profesin, finalmente por cuestiones de conciencia. Fue s, en cambio,bibliotecario, profesor secundario y universitario por varios aos, legislador por elpartido demcrata progresista por Santa Fe, productor agropecuario por breve tiempo,director de la Biblioteca Nacional por 23 aos, presidente de la Comisin Nacional deCultura, miembro de la Academia Argentina de Letras, correspondiente de la RealAcademia y de la de Bogot; ministro de Instruccin Pblica en el gobierno militar deRamrez (tiempos de su famoso decreto acerca de la enseanza religiosa en las escuelaspblicas, que despus sera ley en 1947). En 1954, fue echado de la Biblioteca porPern. La Revolucin Libertadora no lo repuso en el cargo. En 1908, se haba casadocon Matilde de Iriondo y tuvo con ella 13 hijos.

    Escriba cosas desde los diez aos y empez a publicar a los 14. Un da, por la dcadadel 20 decidi dedicarse a escribir ms que a ninguna otra cosa . Al final de su vida,son ms de 60 sus obras de todo tipo, entre las que se cuentan, claro, sus 30 novelas. Laltima obra, como se sabe, laAutobiografa del hijito que no naci, se public en 1963,es decir pstuma, y la correga cuando lleg la muerte a tocar a su puerta.

    Por su actividad como escritor, bsicamente, fue premiado varias veces en el pas y enel exterior con distinciones notables y prestigiosas, algunas alcanzan a sus obras, otras asu persona.

    Y este relato podra seguir as un tiempo ms y no corto, porque la vida de Gustavo

    Adolfo Martnez Zuvira fue bastante ajetreada y variada.

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    Pero Gustavo Adolfo Martnez Zuvira, al menos oficialmente desde 1911, fue HugoWast, el escritor. Entonces parece que la cuestin se complica enormemente.

    Y bastante ms en su caso. Porque, como todo el mundo puede entender sin demasiadoesfuerzo, los escritores fciles son los ms difciles.

    Y qu viene siendo un escritor fcil?

    Tratar de explicar eso creo que nos llevar ms o menos el resto de esta hora y aunqueno parezca a primera vista o pueda sonar extrao, es en buena medida el tema de estaexposicin.

    * * *

    En el sumario de este homenaje, como habrn visto ya, hay algunos asuntos muysonados o importantes en la obra y la vida de Hugo Wast que habrn de tratarse. Se

    hablar de la cuestin juda, de la Iglesia (en el caso del sacerdocio y el papado), ascomo habr testimonios de sus familiares y descendientes. Lo que, relativamente, meexime de hacer consideraciones sobre esos asuntos de los que ya se hablar aqu.

    * * *

    Entre otras cuestiones tcnicas y de arte literario, cosas que hacen al estilo del autor, hayque sealar que existe una constante en la vida y en la obra de Hugo Wast. Y esaconstante es producto, entiendo, de una opcin tanto doctrinaria como existencial.

    Cuando un autor literario se pone a escribiry esto no solamente pero muyespecialmente les pasa a los literatos- tiene que resolver una cuestin primera y molesta,sumamente perturbadora. Y hay que recordar, para entender esto, que todo autor es suprimer lector, con l debe discutir antes que con cualquierasupuesto que discuta conalguien ms- qu va a escribir, qu quiere decir y sobre todo cmo, porque la literaturaes un arte del bien decir, no solamente del decir.

    No hace falta recordar entre gente instruida que este maridaje en el arte literario entre loque se dice y cmo se habr de decir escomo todo matrimonio vlido- inescindible,inseparable, indisoluble.

    Esta cuestin suele olvidarse muchas veces, como suele desdearse en otras ocasiones.Y eso no conviene, porque es cuestin clave.

    La belleza del arte literario es el sentido mismo del arte literario. No hay arte literariosin belleza. Y la belleza de la obra de arte es un esplendor, claro, y un resplandor dealgo invisible que brilla en una disposicin de la materia tal que agrade a quien lacontempla. Y en las letras se la recibe con el odo porque se trata de palabras, palabrasledas si han sido escritas, s, pero que resuenan en imgenes auditivas en nuestrointerior. Y por ellas, por la convocatoria auditiva, suelen generar otras tantas imgenesfrecuentemente visuales que son las que prefiere la inteligencia cuando entiende, estoes, cuando ve lo que le significan los signos por medio de los cuales conocemos.

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    El artista, en suma, es un artfice de signos que portan belleza, signos y belleza quecapta la inteligencia a travs de los sentidos. Aun cuando se tratare de versos bienmedidos que tienen un ritmo y una acentuacin agradable, melodiosa y armnica, talesnotas no son un halago para el odo sino que lo son para la inteligencia que capta esasarmonas musicales de las palabras. Cuando el artfice logra que la adecuacin de la

    materia permita el esplendor de una forma, de un sentido, de un significado, ha hechoalgo bello en toda la dimensin que le es dable hacer a un hombre.

    Eso es el arte.

    Habla as el artfice consigo mismo? Claro que no. No cuando compone, al menos. Elgesto de la composicin es un gesto uno, sin partes en su realizacin, es trazar uncrculo casi perfecto a mano alzada, sin comps. De un trazo, como exttico, como unxtasis. Lo que significa que lo hace de algn modo fuera de s y con una capacidad quesolamente se revela en la obra una vez plasmada.

    Pero eso mismo es lo que hace que todo artfice se pregunte por esa habilidad que poseey que no es fruto del ejercicio y que no se origina en la intencin o en la capacidad detrabajo sino que es y se le aparece como lo menos propio de todo lo que hace.

    Por pedante y vanidoso que sea el artficenotas frecuentes y a veces algocomprensibles en esos animales sumamente creativos que son los verdaderos artistas-,por mucho que trabaje, se ejercite y se esmere en burilar ad infinitum su obra, nunca unautor considera ser el autor de su autoridad y de su autora. Puede envanecerse de sucapacidad de trabajo, de su constancia y sacrificio, de su obsesin correctiva yrectificadora, y hasta del aplauso y la admiracin que genera su obra, de su fama y hastade su misma forma de componer, de su virtuosismo.

    En el fino fondo de su alma, el creador sabe que no sabe de dnde le viene el saberhacer. Talento que le llaman, don, gift, inspiracin, musa: todos nombres que dicen queviene de afuera, afuera que tambin significa para el artfice que inequvocamente no esl enteramente la causa, sino, en cierto sentido, el instrumento. Jams los hombreshemos sabido la razn por la cual algunos pueden hacer belleza y otros no. Ponerle unnombre a esa cualidad no significa necesariamente que sepamos de qu se trata, aunquesepamos de cierto el origen.

    Con todo, y aun dicho esto tan terminantemente, no hay forma ni modo en que el

    artfice no sienta como realmente propio ese don, en el sentido primero de que ese dontal como se da en l es nico e intransferible y nadie ms que l lo tiene as; lo sabepropio tambin en el subsiguiente sentido de que, por lo mismo, a nadie puede echarlela culpa de lo que l hace con ese don.

    De all en buena medida esas conversaciones molestas y perturbadoras que ya menciony que todo artfice tiene con su primer espectador, con su primer lector: con l mismo.

    Ahora bien, la capacidad de componer obras bellas es otra fuente de perturbacin. Nopor la capacidad en s misma, que ya es terrible porque se asemeja a la divinidad de unmodo apenas sufrible para un mortal, razn por la cual los hacedores de belleza

    frecuentemente pierden el equilibrio deseable y saludable para un mortal. Est adems

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    el hecho de que esa belleza que consiguen exponer con su obra produce un efectopotentsimo en quienes la contemplan, a quienes alcanza.

    Y aun cuando se proponga lo opuesto, es decir la fealdad, el artfice mantiene lacapacidad de hacerlo de modo que impresione y conmueva y mueva al que contempla

    su obra. Y l sabe que sabe cmo hacerla conmovedora y potente para los dems.

    En ese sentido, todo artfice sabe que es un poco un flautista de Hamelin.

    Ya sea para descartar la preocupacino hacer que la descarta de un plumazo y con eldorso de la mano en un gesto displicente-, ya sea para hacerle honor a esa preocupaciny darle un cauce en su propia vida, todo artfice toma posicin ante esto y decide algo,aunque no recuerde cundo y de qu modo, aunque no sepa por qu.

    De algunas de estas cuestionesen otro tono, con su propio modo y su propia finalidad-habl Hugo Wast en su libro Vocacin de escritor. Pero si no hubiera escrito ese

    tratadito para amonestar y orientar cordialmente y con su experiencia al que crea quetiene esa vocacin de escritor, igual lo hizo de hecho en el resto de su obra.

    Porque es en el resto de su obra donde principalmente Martnez Zuvira dirimi a sumanera estas cuestiones. Y en particular en las novelas, porque es en ellas, en los temasque les ha asignado, en sus conflictos, en el modo de desarrollarlos y concluirlos yresolverlos, donde de hecho ha dejado expuesta la cuestin de la naturaleza y los lmitesdel arte y la otra cuestin de cmo debe a su criterio plasmarse en obras la vocacinartstica que acomete a un hombre y qu debe hacer y buscar el hombre con ese talento.

    No es el lugar para hacer un anlisis pormenorizado de sus obras. Simplemente creo quevale la pena apuntar que lo que crea respecto del arte, Hugo Wast lo dej dicho tanto enlas materias que eligi tratar en sus novelas como en los conflictos que perge, y en loscaracteres que ide y en el sentido que le dio a sus obras, en sus desenlaces y, porsupuesto, en su intencin final.

    En cualquier caso, me parece claro que un repaso por los temas de sus novelas y laforma en que los desarroll indica claramente que -ms all de que fueran asuntos de suinters o preferencia, ms all de que tuviera un estilo e incluso un estilo con las marcasde la poca- Hugo Wast tena un propsito o mejor dicho un propsito resuelto envarios otros propsitos.

    Tal vez el primero haya sido el ms espontneo de todos y se corresponda con suverdadera vocacin, en el sentido de que era un impulso que se corresponda con suhabilidad: Hugo Wast quera narrar, quera contar historias. Como creo que bien leseala el padre Castellani, es un prosista, no un lrico. Y si hubiera tiempo habra quesealar la diferencia.

    Ahora bien, ciertamente que entre sus obras no hay slo novelas. Es ms, cerca de lamitad de los papeles que llevan su firma son novelas. El resto son asuntos tan variadosque van de las finanzas o las biografas y a la asctica, de la poltica a la teologa, de lahistoria a la biologa o los relatos de viajes. Hasta un libro de poemas hay, y algunas

    piezas de drama.

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    Pero a Hugo Wast se lo conoce como novelista. Y est bien. Por lo pronto porque era loque primeramente era. Pero adems est bien que lo fuera porque del cumplimiento deesa primera vocacin artstica como narrador viene a resultar el hecho de que laArgentina iniciara un camino en la novela. Le toc ese papel y creo que lo asumi sindemasiado remilgo. No exagero demasiado si digo que Wast hizo surgir la novela en la

    Argentina, al menos en la primera mitad del siglo XX. Por supuesto que hay otrosnarradores en esos aos y no importa demasiado ahora dirimir si fueron mejores que lo no. Pero lo que me parece un hecho indiscutible es que gracias a que Hugo Wastescribi novelas, la Argentina comenz a ocupar un lugar entre los pases que tienennovelistas, que no son muchos. As, me parece, Wast cumpli su primer propsito: serun novelista argentino.

    Y respecto de este punto, hay un asunto quiz marginal que querra comentar, siquieralateralmente. Con frecuencia, la mencin de Hugo Wast va asociada a nmeros y anmeros monstruosos si de novelas se trata, y no slo de novelas sino de literatura engeneral. Creo sinceramente que esa cuestin no ha sido vista con detenimiento

    desapasionado, en particular por los admiradores y propagandistas de sus obras. Desdeque me acuerdo, la mencin del autor va acompaada de cantidades de ejemplares queha vendido, ediciones que se han hecho de sus obras e idiomas a los que ha sidotraducido. Y he notado que muchas veces esa mencin se asocia como automticamentea la calidad de las obras tan editadas, vendidas y traducidas. Como si tres millones deejemplares y quince idiomas hablaran por s mismos.

    Descarto a los cuantofrnicos y numerlatras porque, por definicin, estn equivocados:no se miden en cantidades los bienes espirituales: Hay ms alegra en el Cielo por un

    pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no necesitan

    arrepentirse (Lc. 15, 7).

    Con todo, creo que entiendo suficientemente el razonamiento y lo que se dice y lo quese quiere decir con las cifras. Pero me parece al menos injusto reducir a esos datos laimportancia de su obra, por lo que dir ms adelante.

    En este mismo sentido, est el hecho tambin de que no pocas veces los detractores deHugo Wast han sealado que la cantidad de sus obras ha ido en desmedro de su calidad.Pero aun admiradores y seguidores y estudiosos de sus trabajoscomo Nstor AlfredoNoriega- en parte acuerdan con algunas de las observaciones, como la repeticin dealgunos asuntos con distinto ropaje, cierta simpleza de algunas intrigas, una como

    agresividad dogmtica ante algunas ideas opuestas, cierta pintura lineal de caracterespsicolgicos.

    Leyendo incluso crticas a algunas de las pelculas que se hicieron sobre algunas de susnovelas, se encuentra a veces la opinin de que la versin flmica es mejor que lanovela, atribuyendo el mrito al director y el demrito al novelista. Tal el caso deLaque no perdon de 1923, que fuera llevada a la pantalla 15 aos ms tarde, en 1938, porel reconocido Jos Agustn Ferreyra, de quien se dijo, por ejemplo, que haba hecho enese caso el mejor trabajo flmico de su carrera, pero para un guin algo melodramticoque no estaba a la altura de la factura visual.

    Tengo la impresin de que por esos rumbos no vamos a ninguna parte. Dialcticamente,todas y cada una de las exaltaciones y detracciones podran refutarse.

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    Pero no hemos venido aqu a una competencia de apologtica sino a mirar con miradarespetuosa y amorosa a nuestro homenajeado porque entendemosal menos yoentiendo- que el homenaje corresponde a sus merecimientos.

    Y por mi parte entiendo que uno de sus mritos ciertos ha sido poner su vocacin denarrador al servicio de todos, y del mayor nmero posible, no por cantidad sino porcaridad, cosa muy difcil de hacer siempre, pero muy particularmente si uno tieneverdaderamente talento literario. Hay en arte un principio no escrito pero poderoso yvigente que asocia la calidad de una obra al menor nmero posible de gustadores deella, como si el que pocos la entiendan y gocen fuera un sntoma de sus merecimientos,cosa tan peligrosa como la opuesta que ya mencion.

    Si uno lee con atencin Vocacin de escritorcreo que entender mejor que la tarea quese propuso Hugo Wast es delicada, porque es una tarea espiritual, ms all de que estaobra parecera tener el ropaje de consejos tcnicos para tcnicos de la escritura y la

    publicacin de libros. O para disuadir a los que crean que lo son y no lo son. En su caso,todas las consideraciones del libro son mayormente acerca de la ascesis a la que debesometerse el que quiera escribir bien para hacer el bien. Lo hizo, adems, dandoconsejos aprendidos de su propia vida de escritor y as retratando all su alma, como ledice el padre Castellani en una carta divertida con la que le agradece este libro en 1945.

    Y es verdad: a contraluz y no tanto, en esa obra se ve la fusin del hombre y del artfice,mutuamente uno al servicio del otro.

    Pensando en esto, creo ver que en ms de un aspecto la vida y la obra de Hugo Wastpuede asociarse a la de otros dos autores de similares caractersticas: Gilbert K.Chesterton y Giovanni Guareschi. Y creo que una mirada conjunta enriquece lacomprensin de cada uno y en este caso de nuestro Hugo Wast.

    Es curioso notar que la crtica ha dicho de este tro cosas parecidas en casi todos losrubros, para bien y para mal. Ms all de sus notas personales, ms all de la adhesinque cada cual puede tener a cualquiera de ellos, ms all incluso de la mismsimacalidad de sus talentos y la consecuente calidad de sus obras, los tres podran serhermanos de la misma madre y del mismo padre, me parece.

    Y los tres, en el sentido en el que quiero decirlo, son escritores fciles.

    Por lo pronto, en su hora y an despus, los tres han sido inmensamente populares en laprimera mitad del siglo XX entre paladares tan diversos como podran ser en principiola Argentina, Italia o Inglaterra. La difusin de sus obras es enorme, sus creacionesliterarias han llegado a todas partes para que se las leyera en lenguas diversas. Los treshan significado de distinto modo un hito por lo menos novelstico. Los tres han sidopolmicos y polemistas. Los tres han tenido un tinte que con matices puede calificarsede apologtico. Los tres han sido a su modo humorosos y festivos, aunque han tramadosu alegra con asuntos graves y terribles y difciles.

    Y a cada uno de los tres el gran pblico, principalmente el hombre corriente de muchas

    partes, lo ha acogido con simpata y avidez, con alegra, con sencillez.

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    Y se entiende por qu. Los tres, ms que ninguna otra cosa, han escrito para loshombres corrientes, mayormente. Cada uno a su modo, y tal vez Wast y Guareschi msque Chesterton, pusieron un esfuerzo inmenso en el trabajo de hormiga de lacomposicin. El ingls, aunque suene paradjico, era ms italiano en su facundia ybastante ms descuidado en el torbellino de su genialidad. Lo cierto es que cada uno

    pudo lucir sus galas de palabra y pensamiento en otros mbitos ms sublimes yciertamente lo hicieron los tres. Pero no se dedicaron a eso sino lateralmente. Lo raigaly troncal de sus obras est dirigido, como un acto de caridad espiritual, intelectual yartstica, al hombre comn. Aun as y todo, autores de ms renombre y aura que ellosmismos, han hablado de los tres con admiracin no forzada, entre otras cosasprecisamente por esa misma calidad de llegar con una obra delicada al gran nmero delos hombres, ms que al cenculo de los peritos.

    Curiosamente, tambin, a los tres se les han achacado sus convicciones y su credo comoun desmerecimiento de los talentos artsticos. Como si hubieran malgastadoalegremente su fortuna artstica y esttica en un objeto de poco o ningn valor: su Fe.

    Sufrieron en carne propia el todava vigente prejuicio volteriano de que la fe es cosa delpueblo bajo, del hombre ignorante y todava en estado mtico no cientfico e ilustrado yque cuando esa fe se manifiesta en artistas y hombres de nota, en hombres cultos y defama, es apenas un poco ms que un error de estrategia o una debilidad de carcter,como si un seorito arruinara su vida enamorndose de una pobre campesina, tal vez enalgo agraciada pero ciertamente torpe e impresentable.

    Otras veces, con mayor inquina, se ha dicho de ellos directamente que han aprovechadoesos talentos para proclamar un credo infame.

    As, incluso mirndolos en sinfona, se entiende qu se les achaca y qu se deplora enellos. Pero, a trasluz, tambin se entiende por qu suscitan en tantos hombres simples unamor sin tanta reserva, un afecto no tan inquisidor o gourmet.

    Tal vez, lo que no se ve es que quienes aprovechan los talentos de estos hombres no loscomparan con Homero o con Dante, con Dostoievsky, con Proust, con Platn, conHegel, con Kierkegaard, ni con Alberto Magno o Toms de Aquino. No hablan conellos como si hablaran con eximios doctores o con las glorias mximas de la literaturauniversal, aunque valoren sus talentos buenos. Sino que los hombres comunes, a estetro que digo, los tratan como compaeros de la vida, camaradas, amigos. Conversan

    llanamente con ellos, ren y lloran y se emocionan y se enojan junto a ellos y gracias aellos, como lo haran con sus allegados menos ilustres, con un vecino ingenioso y debuena conversacin y de buena leche. Y con todo y eso, con toda esa proximidad yempata que logran estos autores, aun as, y misteriosamente, este tro recibe por igual lagratitud de sus lectores, una gratitud cordial y sin demasiado protocolo, pero la gratitudde quien no solamente ha pasado un buen rato en su compaa sino ms que nada lagratitud de quien sabe que le han hecho un bien. Y por eso tantos los tienen no slo poramigos, sino por maestros.

    Es el caso tambin de Hugo Wast. Y es una de las virtudes tcnicas que se le reconocen.Saber llevar al lector al mundo que le propone, al tiempo o a el espacio que le propone y

    no solamente contarle una historia de ese tiempo y de ese lugar, sino hacerlo partcipe

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    de todo, del espacio y del tiempo, de las honduras y de las redenciones o catstrofes desus personajes.

    Por cierto que, y aqu hay otro propsito de Wast, lo lleva a tiempos, lugares ysituaciones que a l le importan o le parecen por alguna razn significativos, lo presenta

    ante personajes que significan caracteres y posibles conflictos que a l le importasealar o mostrar. Y plantear e incluso resolver, novelsticamente, claro, pero nosolamente en la novela sino en la vida.

    Y he aqu, de paso, otro mrito de las obras de Wast.

    Las novelas de Martnez Zuvira han recorrido y exhibido buena parte del espacio y eltiempo, el paisaje y la historia, de los argentinos. No solamente la mtica Crdoba y susserranas -que l ha hecho tpicas y memorables- sino Mendoza, Santa Fe y la mismaBuenos Aires babilnica y turbulenta en tantos tiempos de su vida. Tambin enhebr lostiempos de la Patria, desde la fundacin enLuca Miranda hasta los andurriales ms

    actuales de las finanzas y las conspiraciones en Oro y el Kahal. Incluso nos ha llevadoen ocasiones ms all del tiempo presente, a los futuros escatolgicos deJuana Tabor.Y a todo lo que hay en el medio de estos ltimos 500 aos de nuestra historia, enparticular los tiempos de historia poltica y religiosa de la Argentina.

    A veces, se ha visto en su estilo el rasgo costumbrista amplificado, como una nota deestilo que se considera menor en la literatura de los acadmicos. Esto es: las tipicidades,especialmente provincianas o camperas, la ancdota chica. Los retratos de mbitoslocales descriptos con detalle y naturalidad, o las pocas, con la minuciosidad de susinvestigaciones puntillosas para que el relato tuviera adems una consistencia verista. Yes verdad que as consigue un relato muy prximo a los lugares y tiempos de los quetrata, con el consiguiente beneficio para el lector, porque tambin se ha hecho notar quecon esa misma tcnica logra incorporar al lector al relato, en vez de enfrentarlo a loshechos como un observador extemporneo o extranjero.

    Creo que aunque esto tenga su importancia, hay algo ms que importa ms en estesentido. Y es el hecho de que, de este modo, Wast ha contribuido grandemente a ponerhistoria y geografa de la Argentina como un asunto en nuestra literatura. Y ha sido unaporte para nada desdeable de su obra el pintar una Argentina de tierras y gentes, depaisajes y caracteres, que nos han hecho visibles ante los ojos del mundo, pero tambinante los ojos propios, al tiempo que nos ha dado algn rasgo de universalidad. Autores

    como Marechal, Castellani y aun el propio Borges han hecho algo parecido en otrosrangos, ciertamente. Pero Wast lo ha hecho con una inmediatez y una simpata que locaracterizan y que es su distintivo, porque otros no lo tienen. Muy parecido al tono conel que Guareschi pint la Bassa del ro Po en la Reggio Emilia de Peppone y DonCamilo, hacindola inmortal, tanto como a la galera de tpicos paisanos de aquellospequeos mundos.

    Tambin es verdad que en torno a algunos ejes de nuestro pasado, Martnez Zuviraayud a reescribir la historia y colabor grandemente a difundir otra versin de loshechos que nos son capitales. As ocurri con las circunstancias delAo X, y antes conel clima de la revolucin de las trenzas, en tiempos de lzaga y de Liniers, con su

    triloga histrica, por citar dos ejemplos reconocidos. Dicho sea al paso, una prueba deque ese designio que le puso a sus obras era consistente con su accin personal y cvica,

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    y no solamente con sus preferencias de novelista, tal vez sea aquel memorable trabajode sus aos al frente de la Biblioteca Nacional, cuando exalt la figura del cannigoChorroarn, como iniciador de aquella que fuera la Biblioteca Pblica de la PrimeraJunta, poniendo de paso en su lugar al bronce ms o menos mal habido de MarianoMoreno, como fundador o primer director. Tanto este trabajo acadmico como su

    historia novelada, de unos 30 aos despus, le trajeron disgustos, traiciones y abucheos.

    Por otra parte, es curioso tambin que se le atribuya cierta liviandad y cierta cuadraturaen el perfil de sus personajes y cierta como ingenuidad en la resolucin de sus asuntospero que al mismo tiempo se le reconozca el que no haya asunto importante ycontrovertido que no hubiera tratado en sus obras, siquiera al pasar, as como se lereconoce el que haya pintado en sus obras de ficcin personajes que retratan laabyeccin tanto como aquellos que significan la virtud y aun los que quedan cimbrandoen el medio, en el hilo tembloroso de la duda espiritual o la indefinicin existencial.

    Tal vez, bien mirado y con una perspectiva tanto histrica como sobrenatural, con estas

    mismas caractersticas que se le elogian tanto como se le achacan, a Hugo Wast le cupoun papel raramente significativo en la vida cultural y espiritual de la Argentina,particularmente. Y me atrevera a decir que ese papel fue el de oponerse con xito a losefectos de un diseo cultural que estaba destinado a cambiar el alma de nuestro pueblo.El espritu de las generaciones gobernantes a fines del siglo XIX y a principios del XXera ciertamente laico y laicista y frecuentemente agresivamente laico y laicista. Elmismo Martnez Zuvira convivi con l y lo padeci. Lo cierto es que su obra compitien el corazn y en las cabezas de los hombres y mujeres sencillos de nuestra Patria conese diseo que estaba tanto en las leyes como en la escuela. Y fue as como creo que setransform en un contrafuerte que permiti que no se olvidara la Fe y que no seolvidaran los fundamentos y fines sobrenaturales de la vida humana, y no se apartara laperspectiva trascendente de los grandes asuntos o de los dramas ms ntimos ypersonales. Una tarea cultural enorme, si se la mira con cuidado, especialmente si setiene en cuenta que eso fue hecho con novelas, ms que nada. Tal vez, en esto mismo ypor esto mismo, el nmero de sus lectores cobra otro significado.

    Estamos aqu muy cerca de un meollo importante del asunto, si se piensa que HugoWast tena propsitos muy definidos respecto del efecto que sus obras habran deproducir segn el designio con el que las conceba y compona.

    Efectivamente, hay un designio que llamara apologtico en su obra. Esta cuestin es

    parte de aquella conversacin interior que mencionaba antes y que es la que define en elnimo del artfice qu rumbo le habr de dar a sus talentos.

    Y esta caracterstica es otra de las que en parte comparte tambin con los otros dos deltro que ya mencion. Los tres a su modo compusieron tipos y asuntos ms o menoslineales y los repitieron, bsicamente porque era lo que se proponan. No es falta decolores en la paleta. Es un empecinamiento que viene de una visin. Es lo que ven yaquello de lo que quieren hablar, es a lo que le prestan su voz y sus dones de escritor.

    El asunto tambin es que un autor ve con los ojos que tiene y habla con las palabras queelige para hablar y las toma del tiempo en el que compone.

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    Pero todo ello tiene una forma espiritual que se amasa en alguna raz interior. La deestos tres hombres que digocomo la de otros parecidos a ellos en esto- es ms queninguna otra la Fe. Y concretamente en este caso la Fe catlica.

    Tanto Chesterton como John Tolkien, cada uno a su modo y en su momento y ante

    preguntas distintas, contestaron algo parecido a este respecto, y aunque no fueron estassus palabras s lo fue el sentido de ellas: no soy un escritor catlico, lo que ocurre esque soy catlico y cuando escribo se me nota. Lo dems es cuestin de estilo, demodulacin, de temperamento y hasta de recursos. Pero el fondo de la cuestin es elmismo.

    Buena parte de todo este asunto que hemos estado tratando lleva en las discusionesartsticas el nombre de el arte por el arte o el arte como servicio. La doctrina ms ranciadice que el arte tiene como finalidad la perfeccin de la obra, casi tirnicamente.Mientras tanto, la moralel otro modo de los actos humanos- tiene por finalidad laperfeccin del hombre que obra. Y dice tambin que una cosa se subordina a la otra en

    el orden humano. Con todo y eso, por cierto que es cuestin peliaguda y llena dematices que es peligroso soslayar.

    Para Hugo Wast no haba duda alguna al respecto, porque all atrs, quin sabe cundoy cmo, haba resuelto la cuestin quiz con la divisa ignaciana, su santo tutelar: Admaiorem Dei gloriam. Y no solamente aplicada a su arte.

    Y no le faltaba razn, en cualquier caso. La mayor de las virtudes es la caridad y lacaridad funda los dos mandamientos de la nueva ley: el amor a Dios y el amor alprjimo como a s mismo, por amor a Dios.

    No estamos acostumbrados a concebir la caridad en el arte. No estamos acostumbradosa ver la caridad obrando en las obras intelectuales. Sin embargo, tambin es mbito dela caridad el intelecto y la distribucin de la belleza entre los hombres.

    Hugo Wast no conceba su talento literario sino para eso. All estn sus obras que concierta razn han sido tachadas de testimoniales y confesionales. Lo son. Es el modo conel que se dispuso a hablarle a los hombres de Dios, y de las cosas de los hombres, de lamejor manera que supo y pudo, con los dones que Dios mismo le haba dado.

    Est la cuestin de si el arte debe hacerle bien a otros, de si con el arte se puede obrar el

    bien, de si eso debe interesarle a la obra y mucho ms a quien la compone, al artfice.Pues bien, decir la verdad porque es verdad es obrar el bien. Decir la verdad bellamente,como le corresponde al arte, porque si algo merece el esplendor de la belleza es laverdad misma, como dijo san Agustn, eso es obrar el bien.

    Despus discutiremos los grados de esa belleza, las alturas y las honduras que la bellezapuede alcanzar en manos de los hombres. Despus discutiremos la grandeza y laprofundidad de las obras, el grado de su esplendor. Despus discutiremosporquepuede discutirse- la calidad de los talentos que cada quien recibi y catar esas calidadesen las obras que ese talento mayor o menor pudo haber dado a luz, porque en estasmaterias, como en la Casa del Padre, hay muchas moradas y Dios le dio diversos dones

    a los hombres. Claro que s.

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    Lo que no me parece que sea discutible en ningn caso es la calidad de la oblacin deun alma dotada para la belleza, que ofrece ese don como un acto de caridad para el biende todos cuantos quieran aprovechar de l, como un don que Dios ofrece y del que slose sabe administrador e intermediario.

    Tal vez as se explica tambin aquello que deca acerca de por qu los escritores fcilesson los ms difciles. Sus obras, en apariencia, no tienen las pretensiones maysculas delos enormes monumentos literarios. Pero lo cierto es que ellos y sus obras cargan en susespaldas el peso de tramar una cultura, de sostenerla, de preservarla del moho y de lacorrosin. Y hacen esto preferentemente en las almas y en la imaginacin y en lainteligencia de muchos hombres corrientes, tantas veces olvidados en este mismosentido, incluso por aquellos que no tienen otra misin que apacentarlos. Entre otrasrazones, por eso son difciles los fciles, no es fcil advertir qu hacen por nosotros.

    A veces, el artfice debe preguntarse si pondr la gloria al servicio de s o de Dios. Ytendr que ver en consecuencia que gloria busca. Y elegir lo que har para lograr una

    cosa o la otra. Y a veces se le da por pensar en sus hermanos los hombres, ya no comolectores, ya no como consumidores de piezas suntuarias, ya no como aplaudidores,como seguidores o como un nmero en estadsticas editoriales. Sino como hijos de Diosque buscan el camino a casa.

    Es un acto de efectiva caridad resignar la gloria personal a un lugar postrero, para queno sea yo sino l a quien se dirijan las miradas.

    Entiendo que eso hizo Hugo Wast. A eso dedic su talento de contador de historias.

    Fue un buen apstol, no por los nmeros de sus ejemplares y lectores y de sus edicioneso traducciones. Sino porque fue un enviado concienzudo, que se preocup y se ocup deno fallar en lo que haba asumido como su llamado y en que su vida fuera en todohomognea.

    Y fue un apstol honesto. Mantuvo una conviccin y quiso ser consecuente. Cuandorenunci al partido demcrata progresista o al Rotary, o cuando se comprometi con elCongreso Eucarstico o cuando elabor y promovi su decreto sobre la enseanzareligiosa, cuando asumi un cargo pblico tanto como cuando renunci.

    Hay finalmente dos cuestiones ms que me gustara destacar.

    La primera es que fue un hombre alegre, con sentido del humor. No solamenteingenioso y agudo. Hay que leer su correspondencia y sus discursosinclusive en lapomposa cmara de diputados- para darse cuenta de cmo gustaba de expresarse conbromas y tan punzantes como suaves oblicuas humorsticas, siempre signo deinteligencia. Creo que es un rasgo poco destacado de su figura. Y entiendo que a sumodo es parejo en esto a sus otros dos hermanos literarios que dije.

    Finalmente, un apunte acerca de su ltima obra.La autobiografa del hijito que nonaci. La estaba corrigiendo en 1962 y no la vio publicada. Se ha odo a veces asignarlea varios autores de este tipo cualidades profticas. No puedo solventar eso, no soy

    catador de profetas, aunque es verdad que Castellani, Chesterton, Newman y algunosotros parecen haber sabido cosas que a otros no se nos han revelado.

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    En lo que a m respecta, entiendo que hay al menos un signo fuerte en el hecho de queese haya sido su ltimo asunto. El mundo ya era en semilla lo que es ahora y ms quesemilla en muchos casos. Pero la dimensin que eso ha tomado en nuestros das no eratan visible a principio de los 60 del siglo pasado.

    No me importa tanto que sea una profeca o no de lo que habra de venir. No puedosaberlo.

    S creo que un hombre que tantos afanes tuvo por acompaar a sus contemporneos conpalabras que les dieran algn sosiego en un mundo que ya se haba vuelto hostil y durode llevar, bien pudo haber querido dejar para los que vendran despus siquiera una guapara tiempos bastante ms agrios y pesados que los que a l le tocaron en suerte. Quetodo ello haya sido de la mano de un ngel de la guarda se me hace ademsconmovedor.

    En cierta ocasin, ya en sus ltimos aos, cuenta su bigrafo y admirador devoto Juan

    Carlos Moreno, a instancias de Oscar Ivanissevich, de quien Martnez Zuvira erapaciente y amigo, escribi un soneto que dice:

    Qu me trajo esta edad como presente?La piedad y el dolor, que palpo y vivo,Me han enseado a ser ms comprensivo,Ms humilde, ms justo, ms prudente.Espejo fiel, tu resplandor no miente,Dndome ese aire personal, no altivo,En nada artificial, pues nunca esquivoLas injurias del tiempo impertinente.En el prtico ya de los setentaNo calculo la vida ni la muerte,Que a tantos obsesiona y amedrenta.Slo me importa asegurar mi suerteCon fe, con caridad, con esperanza,Y hallar la paz que slo en Dios se alcanza.

    Es muy probable que este homenaje valiente que aqu se hace ahora sea tambin unsigno de que hall esa misma paz que l procur que otros encontraran.