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CONSEJO EDITORIALJorge Rodríguez GómezFreddy ÑáñezFelipe SaldiviaGustavo Borges Revilla

DIRECTORAMercedes Chacín

EDITOR JEFECarlos Cova

COORDINADORA EDITORIALOdry Farnetano

DIRECTORA DE ARTEEdarlys Rodríguez

ASESOR EDITORIALReinaldo González

REDACCIÓNRocío CazalMabe ChacínKay Yam HungGustavo Mérida

DISEÑADORASZonia GarcíaMelany Pérez

ILUSTRADORAlfredo Rajoy

FOTÓGRAFOSAmbrosio PlazaJosé Rivera

CORRECTORRodolfo Castillo

COLABORAN EN ESTA EDICIÓNClodovaldo Hernández, José Roberto Duque, Ángel Sorkin, Kaybeliz López, Sylvia Paola Sabogal, Gabriel Ramírez, Federico Ruiz Tirado, Miguel Jara, Ernesto Cazal, Nathaly Bonilla y Nataly Sanoja. Archivo Ciudad CCS.Foto portada: AFP.

IMPRESIÓN Metrópolis, C.A.

[email protected]/@epaleccs

Comercialización y Ventas: 0212-8080323/0426-5112114Distribución: 0212-5416165

Una publicación de la Alcaldía de Caracas.

CIRCULA CON EL DIARIO CIUDAD CCSREVISTA GRATUITA

02. Hugo Chávez murió como vivió

06. Y te hiciste inmortal en el pueblo...

09. El panteón de los rebeldes

13. Una despedida que no fue

18. Hermano Comandante

19. 4 y 25: hora del descanso

22. La historia volvió a la vida

23. Ordene Comandante Chávez / Comandante de la alegría

24. La noche de las tajadas frías

27. El defensor de la patria

29. Entona esta canción, Comandante

31. Crucicompacto

CONTENIDO LA PRESENCIA INFINITAMERCEDES CHACÍN

Alguien dijo por allí que Hugo Chávez no se fue temprano sino que apareció cuando el planeta corría velozmente hacia el abismo. Apareció cuando la justicia, la solidaridad, la amistad, el amor y la lealtad eran valores individuales. Apareció en 1992 con su impronta telúrica, once años después de la desaparición de la Unión Soviética con todos sus errores y su pesada carga de fracaso y 31 años después de la gesta del pueblo cubano con toda su carga de bloqueo y heroísmo. Apareció, pues, cuando la izquierda era víctima de sí misma y de sus enemigos, que tenían rato andando a su antojo, asesinando a su antojo, trastocando los verdaderos valores del ser humano a su antojo. Y aunque la rabia no nos permita nunca entender la fatalidad que es la muerte y la tristeza nos nuble intermitentemente la mirada, sí podemos ondear con fuerza sus banderas con la alegría y con la seguridad de los justos. Nos toca a nosotras y nosotros. Nos toca a las venezolanas y venezolanos difundir sus ideales de integración, de solidaridad, de generosidad, su irreductible lealtad con los pobres, sus valores, sus cuentos, su buen humor, sus canciones, su amor de padre, amigo, hermano, hombre, abuelo, nieto, su afán de justicia, su firme convicción antiimperialista, sus valores cristianos, su socialismo humanista, su ideal de democracia participativa y protagónica, su concepto de comuna socioproductiva y de los consejos comunales, sus ciudades para la gente, su espíritu libertario, su disciplina. Nos toca difundir las ideas de Chávez, del chavismo hecho ideario, el chavismo como doctrina, que no es otra cosa que lo que vivimos día a día en esta Venezuela socialista que estamos construyendo. Nos toca resistir, vivir, triunfar y vencer cualquier obstáculo con la fuerza y claridad de su pensamiento y de su presencia infinita. Por todo eso, y por lo que nos falta, sale esta edición urgente de Épale CCS. En su honor y en su nombre, ¡hasta la victoria siempre, Comandante!

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HUGO CHÁVEZMURIÓ COMO VIVIÓ

POR CLODOVALDO HERNÁNDEZFOTOS PRENSA PRESIDENCIAL / AFP

DESDE SU MÍTICO “POR AHORA”, EN FEBRERO DE 1992, HASTA LA MEMORABLE ALOCUCIÓN DEL 8 DE DICIEMBRE DE 2012, CUANDO DICTÓ SU TESTAMENTO POLÍTICO, EL COMANDANTE FUE UN HOMBRE CLARO Y DIRECTO. EN 21 AÑOS DE FULGURANTE CARRERA POLÍTICA EXPERIMENTÓ MUCHOS CAMBIOS, PERO EN LO ESENCIAL SIGUIÓ SIENDO ÉL MISMO HASTA EL ÚLTIMO SUSPIRO

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CHÁVEZ POR SIEMPRE

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Entre tantos temas musicales que interpretó públicamente, tal vez el co-mandante Hugo Chávez haya cantado alguna vez “El necio”, de Silvio Rodríguez. Para quienes no conozcan su letra, que quede claro que no es una ofensa. Por el contrario, “El necio” es un poema destinado a re-conocer la no muy frecuente virtud de la coherencia, el gran valor que significa ser consecuente hasta el último suspiro. “Yo me muero como viví”, dice su estribillo. Y el Presidente no podía hacerlo de otra mane-ra: murió como vivió.

Quizá la mejor prueba de esa coherencia, de esa consecuencia, puede obtenerse comparando el primero y el último discurso público del co-mandante. El 4 de febrero de 1992 Chávez obtuvo una monumental victoria pronunciando un discurso de rendición. El 8 de diciembre de 2012, en lo que sin duda fue un mensaje de despedida a su pueblo, dejó echadas las bases para que la Revolución perviva.

Desde aquella mañana del “por ahora” hasta aquella noche del sábado en la que encomendó a sus seguidores elegir a Nicolás Maduro “si algo ocurriera que me inhabilitara”, pasaron casi 21 años. En ambas oca-siones habló claro, clarísimo, asumió su responsabilidad, ratificó su fe en sus compañeros de lucha y demostró de qué madera estaba hecho.

A lo largo de una fulgurante carrera política, aquel oficial de paracai-distas que le habló apenas unos minutos a un país estupefacto, se trans-formó en un líder político de jerarquía mundial e histórica. Pero nunca dejó de ser, según sus propia manera de nombrarse, un veguero, un sol-dado, el nieto de Rosa Inés, el arañero de Sabaneta, el llanerito que lle-gó a Caracas con la ambición de ser un nuevo Isaías “Látigo” Chávez y pichar con el Magallanes de sus tormentos.

También se transformó en un pueblo. Más allá de los lemas propagan-dísticos (“Yo soy un pueblo”, exclamaba él; “Yo soy Chávez”, dice el pueblo), es un hecho real que la pasión de millones de partidarios ha alcanzado su máxima intensidad en el empeño de identificarse de ma-nera plena con su líder.

Solo sus familiares, sus médicos y sus colaboradores más cercanos pue-den decir cómo transcurrieron los días finales, pero en aquella última cadena de radio y televisión, el comandante fue, simplemente, él mismo. Tan dramático y serio como corresponde a alguien que, ni más ni me-nos, dicta públicamente su testamento. Tan ligero y humorístico como lo fue siempre en sus interacciones con la gente, en los Aló Presidente, en las ruedas de prensa, en las conversaciones informales. ¿Quién, si no Chávez, pudo haber hablado de la forma de bailar lambada de su fiel periodista Teresita Maniglia y de las actuaciones de Olivia Newton John y John Travolta en la película Fiebre del sábado por la noche, en la misma alocución en la que giró instrucciones precisas de qué hacer frente a su propia muerte?

LO QUE CAMBIÓClaro que el Chávez de la despedida había cambiado físicamente. El magro y atlético teniente coronel del 4F fue dando paso, poco a poco, a un hombre de rasgos más gruesos, a quien los caricaturistas —muchos de ellos empleando la tinta del odio— se empeñaban en representar como un deforme ser sin cuello, con orejas de elfo, una retorcida nariz y la muy característica verruga en la frente.

La enfermedad, y los tratamientos aplicados contra ella, trajeron con-sigo cambios drásticos en el aspecto del Presidente. El Chávez que vi-mos el 30 de junio de 2011, declarándose enfermo, lució terriblemente enflaquecido y desmejorado. Luego, mientras recibía la quimiotera-pia, apareció sin cabello y muy hinchado. En la campaña electoral, un Chávez que (ahora lo hemos comprobado) hacía de tripas corazones, recorrió el país, saltó y bailó, sometiendo a su maltrecha humanidad a un titánico esfuerzo.

Los caricaturistas no son los únicos que exageran sus atributos y de-fectos. Desde aquel “por ahora” y hasta el sol de hoy unos lo deifican y otros lo satanizan; unos lo tienen por un prócer moderno y otros como una maldición nacional que encarnó en un muchacho de la ig-nota Sabaneta. Prácticamente, no da lugar a opiniones tibias: quienes no lo quieren apasionadamente, lo odian o lo desprecian de una forma que —lo estamos viendo en estos aciagos días— trasciende a la muerte.

Una de sus principales ventajas estratégicas fue, precisamente, el me-nosprecio de sus oponentes, entre quienes se han contado los repre-sentantes de los poderes fácticos del país y del mundo, un variopinto espectro de dirigentes políticos y gente de las clases medias. Esos ene-migos no le concedieron en vida ninguna virtud: para ellos no era inteli-gente sino, a lo sumo, astuto; no tenía perspicacia, sino malicia. Algunos ni siquiera aceptaron nunca que haya sido un gran comunicador, a pesar

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de que los hechos lo configuraban como todo un fenómeno mediático. Decían que su buena imagen se la debía a un aparato propagandístico goebbeliano. Un escritor de mucho talento —y pocos libros— llegó al extremo de afirmar que, de no ser por su petrochequera, “no pasaría de ser animador de mangas de coleo”. Chávez —aseguran quienes estu-vieron suficientemente cerca de él— a veces se molestaba con este tipo de comentarios, pero casi siempre se divertía, entre otras razones por-que sí, alguna vez fue animador de mangas de coleo, y lo hubiese sido de nuevo si se le hubiese presentado la oportunidad.

La irreverencia fue uno de los rasgos de Chávez que más indignó siem-pre a los sectores opositores, en especial a las clases medias que practi-can cierto supremacismo cultural y académico, no exento de racismo. A veces da la impresión de que si Chávez hubiese desarrollado exacta-mente la misma obra, siendo “un señor fino”, no se le hubiera atragan-tado a la burguesía y la pequeña burguesía. “Es que no lo soporto, es tan ordinario”, era una frase típica en los círculos antes mencionados. La articulista Carola Chávez, conocedora por experiencia propia de las veleidades de cierta clase media, refuta, sin embargo, esa hipótesis. “Imaginemos a otro Chávez: guapo, alto, blanco, elegante, pero igual-mente luchando por el pueblo, junto al pueblo… lo considerarían un traidor a su clase y sería todavía más odiado”, dice.

La ordinariez que lo condenó con los ricos (y los que se creen ricos) fue una de las claves de su enorme popularidad. Oscar Schemel, director de la empresa encuestadora Hinterlaces, estudió el fenómeno mediante los sondeos de opinión y, especialmente, con la herramienta de los grupos de enfoque, y llegó a la conclusión de que la gente del pueblo, incluso la que no se identifica plenamente con sus políticas, lo consideró siempre “un hombre bueno”, alguien que se parecía a ellos. Según Schemel había una conexión emocional, amorosa entre el líder y su pueblo. Ese nexo, por cierto, tiene todas las características de ser resistente a la muerte del

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líder. Notables ejemplos en otras naciones, especialmente latinoame-ricanas, demuestran que cuando un dirigente desarrolla vínculos de orden espiritual con su pueblo, tales lazos, lejos de languidecer con la desaparición física, se potencian enormemente.

El menosprecio lleva a la dirigencia opositora y a muchos antichavistas silvestres a negar también ese liderazgo enraizado, que adquiere ya visos históricos, y a considerar que la tal conexión es otro truco publicitario. Demostrando el bajo concepto que tienen también del pueblo, dicen que todo el apoyo del que goza es producto del clientelismo político.

Gente no contaminada por el rencor reconoce que el Presidente tuvo el magnetismo excepcional, característico de los grandes líderes. Cuando estaba recién llegado a Caracas, el ex embajador de España, Raúl Morodo, recibió un consejo de otro diplomático europeo: “Tenga cuidado cuando vaya a Miraflores, embajador, porque con Chávez pasa una cosa rara: usted entra a su oficina con sus propias ideas... ¡y sale con las de él!”.

Otro aspecto de la personalidad de Chávez que irritaba a sus adversa-rios era la prédica constante a favor de la lectura y el análisis de las más diversas obras literarias, filosóficas y políticas. Según los intelectuales de las élites desplazadas, se trataba de pura pose. José Vicente Rangel, uno de sus hombres de máxima confianza, opina lo contrario: “Hugo era un lector voraz y muy crítico. Todos sus libros están subrayados y llenos de notas —revela—. Y pese a todas las ocupaciones que trae

consigo el poder, no dejó de leer ni un solo día. Es el Presidente que más se ha nutrido intelectualmente durante el ejercicio de sus funciones”.

Sus comentarios sobre autores y obras de todas las épocas, desde Aristóteles y el Popol Vuh hasta István Mészáros y Joseph Stiglitz, mo-lestaban particularmente a los figurones de la izquierda exquisita que se consideran intérpretes exclusivos de ciertos manantiales de la inte-lectualidad. El Presidente seguía adelante sin ningún complejo y cual-quier libro que él recomendaba se convertía en un best seller.

En sus últimos meses de vida el Comandante hizo rectificaciones en su propia manera de expresar algunas ideas. El hombre que proclamaba “patria socialista o muerte” y que declaraba que ya había vivido bastan-te, se convirtió en un ferviente predicador de la vida y un convencido de que no se debe invocar el ocaso mientras realmente se desee seguir luchando. El mundo entero pudo apreciar su dimensión de ser huma-no sufriente y preso de terribles angustias (he allí de nuevo la conexión Schemel) en la memorable escena del Jueves Santo de 2012, cuando cla-mó al cielo: “¡Cristo, dame vida, no me lleves todavía!”.

En lo que nunca cambió fue en sus convicciones políticas más profun-das. Nunca aceptó “un lugar en el parnaso” de los sectores dominan-tes, no quiso “un rinconcito en sus altares”, no les hizo caso a quienes lo convidaron a arrepentirse o indefinirse. Fue un “necio”, en el sentido poético de la hermosa canción de Silvio, y así, caminando fue lo que fue y murió como vivió.

SOLO SUS FAMILIARES, SUS MÉDICOS Y SUS COLABORADORES MÁS CERCANOS PUEDEN DECIR CÓMO TRANSCURRIERON LOS DÍAS FINALES—

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POR ROCÍO CAZALFOTOGRAFÍA JOSÉ RIVERA

Y TE HICISTE INMORTAL EN EL PUEBLO...MOTORIZADOS, INDÍGENAS, ROQUEROS, JOROPEROS, TROVADORES, ABUELAS, FORÁNEOS... NO SOLO ACOMPAÑARON AL PRESIDENTE CHÁVEZ PARA DECIRLE “HASTA LUEGO”, NO. SABEN QUE TIENEN UNA DEUDA CON ÉL Y LA PROMESA ES ESTAR UNIDOS COMO PUEBLO PARA SEGUIR LUCHANDO POR LA PATRIA, QUE AHORA ES MÁS GRANDE

Foto AVN

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Caracas, 10 de marzo de 2013.

La historia es nuestra y la hacen los pueblos.

Salvador Allende.

Suena un joropo y, con éste, unos tipos se muestran despechados, pero no precisamente por alguna dama. Más allá, la voz de Alí re-vive el cantar de otros panas que lo entonan con los ojos aguarapaos. Siguiendo el camino del féretro se escucha la canción que dio vida a la campaña presidencial, esa pegajosa que no pensaste que te gustaría (pero sí), y más de uno se pone a cantarla con los brazos arriba y el puño cerrado. Es el corazón del pueblo.

Resulta difícil para esa marea roja pensar que físicamente ya no estará el Presidente. ¿Qué les queda entonces? Un legado. Sí, todos lo di-cen. “No se fue, sigue estando con nosotros”, replican en diferentes palabras, pero con el mismo significado. Le agradecen tanto, tanto, pero a la vez saben que la responsabilidad la tienen ahora como individuos y como colec-tivo. ¿Qué le debes a Chávez?, fue la pregunta de rigor. Las respuestas florecieron sin darle tanta vuelta al pensamiento.

Yeni Vásquez, representante del pueblo indígena wayuu, es simplemente tajante: “Algunos decían que él era un dictador. ¡Qué equivocados están! Nosotros, el pueblo, fui-mos quienes nos convertimos en dictadores porque dejamos a Chávez trabajando solo. Eso no debió haber sido así. Decimos que todos somos Chávez pero no trabajamos censando a los viejitos para ver quiénes ne-cesitan un bastón o saber qué persona nece-sita atención médica, por ejemplo. Él nunca descansó por nosotros. Ahora le debemos todo por el todo”.

Sí, para ella no solo los “criollos” le deben. Los originarios le deben mucho más por ser visibilizados con la Ley de Tierras y la Ley de los Pueblos Indígenas, entre tantos esta-tutos. “Nos duele que papá Chávez tuviera que partir físicamente, pero espiritualmente está aquí. No se ha muerto. Ahora no seamos dictadores con Nicolás Maduro. Trabajemos. ¡Se lo debemos al Comandante!”.

TODOS NOSOTROS CON CHÁVEZCon un garrote tamunanguero el trovador Leonel Ruiz, junto a su familia, marcha para

acompañar al Presidente: “Alí Primera dijo ‘Abre brecha, compañero’ y Chávez lo hizo. Ahora nos toca a nosotros seguir sus pasos, su ideología y acción. ¡Ponerle pecho! El chi-no Valera Mora escribió el poema ‘Amanecí de bala’. Yo amanecí de Chávez y todas las mañanas amaneceré de Chávez”.

No es un funeral común. La música le acom-paña al Presidente, como a él tanto le gustaba. Es por eso que Joel Castro también se acercó, desde Guarenas, con su cuatro a tocarle y a cantarle porque simplemente para él y para tantos millones el Comandante no se ha ido: “Tenemos que seguir sus lineamientos políti-cos, basados en el Socialismo del Siglo XXI, para que el país siga avanzando. Él trabajó mucho para los que estábamos excluidos. Nos dejó un legado. Él se merece nuestra lealtad. Se lo debemos”.

César Alvarado, de La Pastora, no lleva nin-gún instrumento musical, pero sí unas bue-nas cornetas en su carro con joropo llanero a todo volumen para despedir físicamente al primer mandatario. “Mi amor infinito y mi corazón es para él que lo dio todo por

nosotros. Solo le pido a Dios que si me lle-va, pues que sea en revolución. A él le debo mi juventud y mi madurez política. Líderes como él nacen cada 500 años. Con el soni-do del arpa, cuatro y maracas lo lloramos. Es un sentimiento nacional y por eso iremos juntos a la construcción de esa patria gran-de socialista y antiimperialista que él tanto quería para el bien del pueblo latinoameri-cano”. Con lágrimas en los ojos y un buen trago en mano, muestra con orgullo sus dos tatuajes: en un brazo tiene al Che Guevara, en el otro al presidente Chávez.

MÁS QUE NUNCA RODILLA EN TIERRALos “heavy metaleros” también muestran su corazón solidario. Brian Vásquez, de La Candelaria, cumplió 25 años el 4 de marzo. Al siguiente día el anuncio del fallecimiento del dignatario nacional lo dejó sin celebra-ción y el 6 ya estaba en pie para acompañarlo en su despedida física. “Lo que uno le debe a nuestro líder latinoamericano es compro-miso y lealtad. Como dice Paul Gillman: el rock es revolución y nosotros lo somos. Tenemos sentido de izquierda”.

Edgar Zambrano (izquierda) forró su moto con calcomanías alusivas a Chávez

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saludarlo y abrazarlo en la avenida Urdaneta. Él buscó la integración de los pueblos y noso-tros lucharemos para fortalecerla. Vaya nuestro grito de amor. No te has muerto, Chávez, sigues vivo en nuestros corazones. No te defraudare-mos. La semilla que sembraste florecerá y dará frutos con nuestros hijos”.

Así la lealtad se manifiesta en millones de ve-nezolanos. Muy pocos se visten de negro. El luto más bien se convirtió en un rojo comba-tiente. Y así seguirá siendo. El pueblo ahora llevará las riendas de ese trabajo incansable al que tanto se dedicó el Presidente. Ya no es promesa, se lo debemos.

Los motorizados también tienen lo suyo, como Edgar Zambrano, a quien le dicen “El Che Araña” de la parroquia Macarao: “¿Qué no le debo a Chávez? Mi lealtad, mi vida, todo. Defenderé esta patria rodilla en tierra. El que se ponga la peluca con nosotros, los chavis-tas, que se ponga el cinturón lo más apreta-do que pueda porque Chávez sigue vivo entre nosotros”.

Más allá de tanta juventud revuelta y apasio-nada por los ideales del presidente Chávez, también están los abuelos, esos que tam-bién le deben y devuelven tanto amor, como Valentina Silva, vecina de la avenida Fuerzas

Armadas, quien no descansará en trabajar con los dirigentes de su comunidad, el conse-jo parroquial y cuanta gente necesite de ayu-da, porque así lo hizo el Presidente con tantas ayudas que le dio a los más desfavorecidos.

Y así, quienes no nacieron en estas tierras sien-ten también que le deben todo al Comandante, como Máximo Flores, presidente del Frente Socialista Peruano Bolivariano, quien en 20 de sus 60 años se formó en nuestro país: “Soy nacionalizado acá y a mi presidente Chávez le debo el cariño, el amor y la solidaridad, que es el sentimiento de los pueblos de América Latina. El primero de mayo de 2006 tuve la suerte de

Joel Castro entonó su cuatro y prometió lealtad al Presidente Con Chávez tatuado en el brazo izquierdo, César Alvarado lloró su partida

Leonel Ruiz le pondrá pecho al país como lo hizo el mandatario nacional.

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EL PANTEÓN DE LOS REBELDESENTRE SAN HIPÓLITO Y LOS RASTROJOS CRECIÓ HUGO. LA SABANA QUE LO PARIÓ Y LABRÓ SU REBELDÍA, ESA QUE CHÁVEZ LLEVÓ CON ORGULLO A TODAS PARTES, ESPERA EL REGRESO DEL MÁS RESPONDÓN DE SUS HIJOS

POR JOSÉ ROBERTO DUQUE

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Yo no te pude hacer un monumento de mármol con inscripciones coloridas

Tite Curet Alonso

Estas líneas las escribo cuando todavía no nos hemos enterado del destino que el alto Gobierno le tiene reservado al cuerpo del ca-marada Hugo Chávez.

***

Las casas donde se sabe que vivió Hugo en Sabaneta y Barinas revelan algo que, de tanto decirse, parece que se olvida: el dato esencial que moldeó el carácter de este compañero es la humildad. Humildes son las casas en que vivió, humildes las escuelas, campos y calles donde transcurrió su niñez. Era humilde y sencillo su lenguaje cuando dejaba de cara-jear al imperio para ponerse a dialogar con nosotros, y de allí la forma de soltar chistes malos cuando la ocasión le exigía modera-ción y respeto. ¿Por qué no te callas? Porque mi pueblo es dicharachero, viejo pendejo, y yo soy hijo de mi pueblo.

Cuando al camarada Hugo le daba por re-cordar a su abuela Rosa Inés su verbo resba-laba por un tobogán de ternura asociada al fogón, el olor a leña, el café y esa manera de jugar y regañar que tenían nuestras abuelas, gente que vivió la Venezuela aún no devasta-da por el capitalismo industrial.

Pese a los chistes fáciles que el enemigo soltó, y seguirá soltando a causa de la investidura de Presidente (que, por cierto, le concedió el pueblo pobre, no las hegemonías o corpora-ciones), la vida del pana Hugo fue sencilla, y una comprensión simple de esta secuen-cia que es la vida debería hacernos entender que su lugar de reposo debería estar entre su gente, rodeado de sus muertos, de su gente querida y conocida: la gente de su pueblo, la que lo convirtió en ese ser humano que fue.

El año pasado Chávez soltó unas lágrimas evocando algo tan puro, y libre de referencias

iconográficas burguesas, como la sabana apu-reña que, por cierto, es extensión o conti-nuación o presagio de la sabana barinesa. Dijo Chávez que su máximo anhelo consis-tía en ir a colgar un chinchorro en algún rin-cón de ese Apure colosal, y terminar sus días echándole cuentos a sus nietos. Se le formó el consabido tarugo en la garganta y lloró ante millones de telespectadores, algunos de los cuales se burlaron porque nunca tendrán la humildad ni la valentía de conmoverse ante un paisaje. Quien va a Apure y no regresa estremecido de llanto o de risas es porque tiene el alma muerta.

Monte y lejanía: eso era lo que estaba pidien-do el compái Hugo en sus meses finales. Pero nosotros, que nos sentimos más arrechos que él y creemos saber qué cosa es un homenaje (porque la maldita escuela adeca en que es-tudiamos nos “enseñó” cómo es que se ho-menajea a los muertos), queremos mandarlo a descansar a un ridículo panteón europeo o a un sifrino panteón postmoderno. ¿Le cum-plimos su última voluntad o cumplimos la nuestra?

***

Por lo general, las iconografías oficiales (bur-guesas) asocian la noción de “homenaje” con el boato, esa cursilería rimbombante propia de lo más decadente de las aristocracias eu-ropeas. La clave de la hegemonía católica, además, ordena adornar el ceremonial de la muerte con la consabida carga judeocristiana llena de culpas y disfraces, que invocan a la postración y el sufrimiento infinito. Lo que el burgués y la burguesía entienden por “afec-to” termina, entonces, convirtiéndose en un festival de florilegios y regorgallas propias de gente asustada que, como tiene mucha plata y no sabe qué hacer con ella, va y la invierte en sobresaturación de imágenes y símbolos que no honran a la gente sino al poder.

A propósito de los homenajes, hace poco ocu-rrió algo significativo con esto de los símbo-los culturales que la convención burguesa

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¿ENCERRAMOS A CHÁVEZ EN UN PANTEÓN EUROPEO O SIFRINO O LE REGALAMOS EL CHINCHORRO ALLÁ, EN LA SABANA QUE LO VIO NACER Y CONVERTIRSE EN LEYENDA, ALLÁ, EN LA CUNA DE SU REBELDÍA? —

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considera homenajeables y dignos de premio y santificación. Venezuela entera celebró el que la Unesco haya decretado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad a Los Diablos Danzantes de Venezuela. A casi todos Los Diablos Danzantes de Venezuela. No sé si los proponentes o los otorgantes, pero el caso es que alguien dejó fuera del paquete de diablos homenajeados a Los Diablos de San Hipólito. ¿Qué tiene que ver esto con Chávez? Mucho. Simbólica, y geográficamente, quien se acer-que a San Hipólito entenderá mejor a Chávez y a la Venezuela chavista.

Los Diablos Danzantes de San Hipólito na-cieron en 1810; son, por cierto, los más an-tiguos de Venezuela. La diferencia con los homenajeados es que, mientras éstos tienen un sustrato católico que se refleja en su ce-remonial (son diablos sumisos: salen a la calle, cantan, parrandean, pero cuando el cura ordena parar ellos se postran, apoyan la cabeza en el suelo y se acabó la fiesta) los de San Hipólito son cimarrones y no andan postrándose ante nadie. Su ritual es senci-llo, populachero y más o menos caótico, y Los Diablos Danzantes de San Hipólito no se postran ante nadie

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ensalza la fiesta del pueblo por sobre el dato de sumisión o arrodillamiento propio de las religiones. Los diablos entran al lugar de la fiesta gritando, convocando a la gente; co-mienza a interpretarse un golpe de polca, a cuyo ritmo unos devotos tejen un árbol a la manera del sebucán. Luego se arma la parranda propiamente dicha con merengue venezolano y, más tarde, con repiques de joropo (casi siempre seis por derecho, peri-quera y pajarillo). Como no hay autoridad religiosa que ordene no caerse a golpes o a botellazos en mitad de la euforia colectiva, existen unas figuras que son el Diablo y la Diabla Mayores, encargados de poner or-den con un fuete. Borracho que se propasa o que intenta violentar el ceremonial se lleva su correazo, y así la disciplina se mantiene, autogestionada y sin policía, y el castigo es visto más como un chiste que como un acto de represión.

Cierto que el día central de la celebración es el 24 de junio, día de San Juan, pero la otra clave de estos diablos es que van para donde los inviten, en cualquier momento del año.

Los Diablos de San Hipólito recorren Venezuela varias veces al año.

Los Diablos de San Hipólito son adorados por el pueblo, porque son expresión del pue-blo y detestados, o vistos con recelo, por la

convención burguesa (de allí que no les ha-yan dado el premio que otorga la visión he-gemónica de “cultura” en el mundo).

Los Diablos de San Hipólito son cimarrones, rebeldes, populacheros e incómodos para la burguesía, porque no se amoldan a las reglas establecidas.

Los Diablos de San Hipólito no serán ho-menajeados nunca por los convencionalis-mos burgueses porque su sola existencia es un salivazo en la cara de los acartonados, los falsos, los domesticados, los sumisos y los jalabolas.

Los Diablos de San Hipólito nacieron en el eje San Hipólito-Los Rastrojos, una serie de cam-pos y caseríos en las afueras de Sabaneta de Barinas.

El camarada Hugo Chávez nació en uno de esos campos, en Los Rastrojos. Fue allí donde Mamá Rosa le enseñó las claves del valor y la vergüen-za. Ese pequeño poblado merece ser reconocido como la cuna de la rebeldía americana.

Entonces, ¿encerramos a Chávez en un panteón europeo o sifrino o le regalamos el chinchorro allá, en la sabana que lo vio nacer y convertirse en leyenda, allá, en la cuna de su rebeldía?

Casa natal de Sabaneta, estado Barinas

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Edición Número Dos. Año 01. ÉPALE CCSCaracas, 7 de octubre de 2012.

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POR GUSTAVO MÉRIDA

UNA DESPEDIDAQUE NO FUERÍOS DE GENTE SE FORMARON PARA DAR EL ÚLTIMO ADIÓS AL COMANDANTE CHÁVEZ. ALGUNOS NO LO LOGRARON. NO IMPORTA. IGUAL SE QUEDÓ CON NOSOTROS

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Edición Número Veintiuno. Año 01. ÉPALE CCS Caracas, 10 de marzo de 2013.

11 am. Miércoles 6 de marzo de 2013. Ayer se murió Chávez, ayer llovió. Hoy hace mu-cho sol. Salgo a recorrer las calles mientras Chávez sale del Hospital Militar. En el Paseo Los Ilustres están sembrando muchas matas. La gente camina en grupos, familias, mucha gente. Van a despedirlo. No sé qué preguntar-les ¿A qué van? Es un homenaje, todos cami-nan, y van. Me detengo en el distribuidor de La Bandera. Un guardia no me deja, lo con-venzo, “rapidito, mi pana”. Me permite. Desde aquí, ya se ve mucha gente en la avenida Nueva Granada. Instalaron baños portátiles cerca del parque de atracciones.

11:25 am. Los Próceres, a esta hora, ya está lleno. La entrada hacia La Bandera, desde la autopista, está cerrada. Los autobuses del ter-minal dejan sus pasajeros antes de la entrada del Bus Caracas, y sigue llegando gente. Mucha gente. Paso por Santa Mónica, pocos negocios abiertos. Es difícil colocar la bandera a media asta en astas tan pequeñas, pero la gente lo in-tenta. Me encuentro a una amiga, le ofrezco la cola. “Con mucho cuidado —me dice— estoy

embarazada”. Coño. ¿Cómo le pongo el casco en la barriga? Se monta y manejo con muchí-simo cuidado. Le digo que se ponga el graba-dor cerca de la boca y me diga lo que piensa. Y piensa que hay que acompañar al Comandante. Que quizá es por el embarazo, no sabe, pero ha llorado que jode. Que él vivira siempre en su memoria. Se bajan, sanos y salvos.

11:45 am. Autopista, vía centro. Un leve re-traso en Los Chaguaramos por causa de una reparación que realiza Corpoelec. Paso frente a María Lionza, saludo, me detengo un rato cerca del distribuidor de Plaza Venezuela. Sigo. En la avenida Universidad, una muchacha de SUPRA Caracas barre la calle. Paro la moto, y me acerco. “Hola, buenas, ¿te puedo hacer una pregunta?”. “Dígame”. “¿Hasta qué hora vas a trabajar?”. “Hasta las tres”. “¿Y eres chavista?”. “¡Claro!”. “¿Y vas a ir a Los Próceres?”. “No sé, porque tengo varios bebés”. “¿Y cuántos bebés tienes?”. “Cinco”. “¡Ah!, ok. Chao” Y siguió ba-rriendo. Sigo. Frente a la plaza Diego Ibarra, me detengo. Están desmontando Ciudad Teatro. Suspendido el II Festival de Teatro de

Caracas. Cerca del rayado peatonal hay unos tipos vendiendo banderas, de las pequeñas. Treinta bolos, me dejaban dos por 50. Las gran-des a 90. Tenían que jode. En la esquina de La Gorda, me paro. Voy a San Martín. Ya se ve la avenida Lecuna llena de gente.

12:10 pm. Paso por El Calvario. Me detengo en la avenida San Martín, en una parte de la isla a la que le falta la reja, y la gente puede cruzar agachándose un poquito. Un helicóptero de la Policía Nacional sobrevuela bajito. Tiene un camarógrafo. Cambiaron la ruta, porque no pasaron por la plaza O‘Leary. Un viejito ca-mina solitario. Muy viejito, me parece, para que ande solo por ahí. “¿Cuántos años tiene usted?”. “¿Ah?”. Le repito la pregunta, más cer-ca de la oreja. “Setenta y ocho”. Es del Zulia, y estaba despidiéndo a Chávez, pero no lo vio. “Vaya con cuidado, maestro”. “Ok”, me dice. Sigo. Paso por la Baralt, vi Puente Llaguno. Llego a la esquina de Carmelitas. Recorro Caracas, la querida Caracas de Chávez. Llego a la plaza Bolívar y el predicador de siempre, con micrófono y corneta, lo está haciendo. Tengo hambre. Cerca de la estación Teatros, una com-pañera y yo nos conseguimos con su amiga, quien venía de la San Martín, acompañando a Chávez, desde el Hospital Militar. Tenía la tensión baja. La ayudamos, la acompañamos hasta la estación,y allí los operadores la aten-dieron. El Metro, gratuito de miércoles 06 a viernes 08 de este mes. Entre las esquinas de La Bolsa y Padre Sierra siguen los trabajos de remodelación de la calle. En el cemento fres-co, la gente escribió lo que quiso. Chávez es el destinatario.

Segurísimo estaba que en la madrugada no iba a haber tanta gente despierta, y no du-raría tanto para ir a despedirme allá, en La Academia Militar.

3:29 am. Jueves 07 de marzo. Salgo de la casa. La cola nunca dejó de estar. No todos los que vivimos en Caracas podemos pasar y decirle adiós, pero lo voy a intentar. Entré por alca-bala 2 de Fuerte Tiuna. Carros de lado y lado. Demasiada gente entrando, niñitos, niñitas, suena Alí Primera. Una cola gigantesca.

4:00 am. Empiezo a hacer la cola. Me entretuve un rato, dando unas vueltas, con una actitud

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7:00 am. Ya me asalta la duda, el hambre, la la-dilla, las ganas de ir al baño. ¿Me voy o no me voy? ¿Me dará tiempo de escribir todo esto? Hay gente que está saliendo ahorita, que dice estar desde las siete de la noche. ¡Verga! Todos hemos hecho cola alguna vez, pero esta es la Cola.

7:05 am. Ya hay más impaciencia. La gente aplaude, aplaudo. Tengo apenas 5 minutos sin grabar nada y me parece mucho tiempo. La cola no se mueve.

7:06 am. Llegó un pana. Meo chola. ¡Verga, qué alivio! Le pregunto por un baño a un unifor-mado y se cagó de la risa.

8:00 am. Lo leen rápido, pero pasó casi una hora. Es que jode. Avanzamos siete metros y medio. Al menos hay humor. Uno que está delante de mi dice, al teléfono: “Me reconoces fácil. Tengo una camisa roja”. Al rato recuer-do por qué estoy aquí. Paciencia.

8:05 am. La gente sigue llegando. Éstos, por el ánimo, acaban de desayunar. Tengo ham-bre. Llegan gritando consignas. Cada vez que avanzamos metro y medio se oyen gritos: “No se coleen, no se coleen”.

8:50 am. Achaques después de los 45. Me duele la rodilla. Salió la pepa de sol. No traje gorra. ¡Coño! Las consignas con aplausos. “Chávez vive, la lucha sigue”. “Chávez somos todos”. Me pregunto qué estarán haciendo las enferme-ras. Dejé el grabador encendido y me acordé de Odry, la coordinadora de Épale CCS: si se me pierde, me jodo. ¿Qué voy a escribir des-pués? También es cierto que en una cola de estas características, tomar apuntes… no sé. Sigo con las consignas.

9:00 am. Un pana de Cojedes, gordo, sin la pierna izquierda, toca la guitarrra sentado en la baranda de un puente de Fuerte Tiuna, y canta: Yo te digo camarada, por encima de la idea, que aferrado a la querencia que senti-mos por la tierra, propongo que nuestras ma-nos, sean buenas para la siembra…. “¡Bravo pana!”. Dije cuando terminó. “Dime tu nom-bre”. “Leonardo Murga, del estado Cojedes, de la Escuela de Formación Política Cacique

de periodista investigador que me dio arre-chera porque, mientras yo veía a la gente con sus mascotas, a los que dormían y buscaba a alguien para entrevistar, entró muchísima gente y tuve que caminar que jode para llegar a mi puesto, último, botado por el coño de la madre, bien lejos.

4: 05 am. La gente protesta porque un oficial pretende pasar a un grupo ahí. Me uno a la pro-testa. La gente es como es. Es una rolo ’e cola. Se oye de todo. Una mujer hermosa pasa, la ve-mos, un tipo grita que está soltero. Ella sonríe.

4:10 am. Cuatro mujeres jóvenes están detrás de mí. Conversamos y me entero que son en-fermeras, que se escaparon de su guardia para venir a despedir a Chávez. Que tienen que vol-ver a las siete de la mañana. Todos creemos que es suficiente tiempo, supuestamente es-tán dormidas, tiene unas horas para hacerlo. Se niegan a decirme dónde trabajan. No me creen que jamás las delataría.

4:30 am. Sigue llegando gente. Mucha gente. “Burda” de gente.

4:35 am. Compro un café, 5 bolos. Me acuerdo de Roland Denis y el peo que armó por este

mismo cafecito que le querían cobrar a cuatro en el terminal de La Bandera. Terminó pa-gando 3. Yo pagué los cinco y me quedé vien-do toda la gente que estaba llegando. Pasan vendiendo banderas, 70 bolívares.

5:00 am. Sigue llegando gente. No he logrado que las enfermeras me digan en dónde tra-bajan. Me dicen los nombres, algún apellido.

5:45 am. A veces la cola se detiene. Pasa mu-cho rato sin que se mueva. Sigue llegando gen-te con agua, con perros, en carros, en autobu-ses, en motos. Pasan militares en formación. Sé que lo he dicho bastante, pero sucede que estoy hablando de mucha gente. No entien-do por qué se detiene tanto si en la tele se ve fluido cuando pasan a despedirse.

6:00 am. La cola sin moverse. La pregunta es: ¿Chávez se hubiese coleado? Eso es su-ficiente para aguantar. Y bueno, ¿cuál es el apuro? Estoy vivo.

6:35 am. Las enfermeras se fueron. Sigue lle-gando gente y me estoy orinando.

6:50 am. Casi una hora sin que se mueva la cola. Es fastidioso.

JOSÉ RIVERA

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Guaicaipuro”. “Dale, va a salir en Épale del domingo”.

9:10 am. Hay un poquito más de ánimo luego de la canción. Y avanzamos 50 metros de cola.

9:50 am. Pasa el pana Willian Alvarado, de Dame Pa Matala, con su cuatro y su canción. ¿Por qué no nos dan agua? Tenemos sed. Alguien que dio una vuelta hasta el principio de la cola nos dice que ahora hay tres colas, que la más larga es ésta, que de tanto llegar gente se vieron obligados a hacer varias colas, y no se mueve, y nos estamos impacientando. Otra consiga: “Por aquí no, por aquí no, por aquí no se va a colear”. Las personas hacen una cadena para evitar que se coleen. Nada de líquido. ¡Agua, coño! Se caldean un poquito los ánimos. La gente se está arrechando y la cola no se mueve.

10:00 am. Doy una vuelta. Realmente no es mucha la gente que se está arrechando. Suena Alí Primera. Me preguntan la hora. ¡Qué bo-las!, diez y diez. Estoy cerca de la entrada. Es un peo esta vaina. Demasiada gente. “Buuurda” de gente. Y sigue llegando gente. Me devuelvo pa’ la cola, la cola que no se mueve. Otra con-siga: “Pueblo, activo, pendiente con los vivos”.

10:15 am. Se complica poder entrar. Sigue lle-gando gente. Estoy pensando: “Viva Chávez”. Es posible que me tarde 12 horas. Aquí estoy.

10:20 am. La gente se contenta al ver dos ba-ños portátiles. La camioneta en que van no se detiene. De todos modos, ya Fuerte Tiuna está bastante orinado... hay cansancio.

10:25 am. Se está acabando la batería del celu-lar. La del grabador está full. Creo que lo mejor es esperar hasta la hora que sea para entrar y despedirme. Más consignas. Más ánimo.

10:45 am. Me llaman de la revista. Tengo que irme a escribir esto para la edición de este do-mingo. ¡Viva Chávez! Hasta aquí la crónica, no hay nada que hacer. Mientras me voy veo al vi-ceministro Alí Alejandro Primera. ¡Va a hacer la cola! A cinco pa’ las once pasó un camión con agua. No se paró, pero algunas personas agarraron unas botellitas. Sigue entrando gen-te. Sigue sonando Alí Primera. El compromi-so con los lectores. Me voy sin despedirme. Al voltear… la cola empezó a moverse. Prensa Presidencial

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La primera vez que me miraste a los ojos —corría el año 2007 y yo estaba recién llegado a estas tierras— te devolví el puño en alto y un “¡viva Chávez, carajo!” desgañitado. Éramos miles, millones, miles de millones en esa avenida Bolívar por la que entraste salu-dando al pueblo desde lo alto de un camión forrado de rojo, y yo me abría paso a codazos y empujones entre la multitud desborda-da de júbilo ante tu presencia de león amable. Fue solo un segun-do, un brevísimo rayo imaginario entre tu mirada y la mía, pero suficiente para entender tu mensaje: “Lucha, hermanito —escu-ché que me dijiste—, lucha por esta patria que es la tuya, por este sueño de justicia que resiste y crece desde hace 500 años. Lucha hermanito, abrázate con el pueblo y confía en sus verdades de sancocho y curandera, en sus hazañas de voltear gigantes, en su arrechera de incendiar palacios. Lucha y forja en la lucha con tus hermanos y hermanas el coraje y la alegría que hacen falta para alcanzar la victoria.”

Te escuché en ese momento, querido hermano Comandante, y te vuelvo a escuchar ahora, cuando tu palabra orientadora congela el tiempo y tu fuerza se vuelve indetenible, multiplicada por millones, en la fuerza de un pueblo decidido a seguir enfrentando el reto de reescribir la historia y gobernarse a sí mismo.

HERMANO COMANDANTEPOR ÁNGEL SORKIN

Hasta ayer dejaste de respirar en tu cuerpo, querido Comandante, y te metiste a vivir para siempre en el latido del pueblo y el torrente sanguíneo de nuestras luchas. Por eso, por ese dolor que detuvo el aire, por ese hachazo fatal que cortó en dos el árbol de la historia, me sorprendió ver esta mañana los toldos de Mercal a la salida del Metro de Los Símbolos. “¿Cómo es que están hoy aquí, mi pana?”, le pregunté al compa que macheteaba con precisión quirúrgica un carite sierra. El tipo hizo un alto en su faena, se levantó la gorra con el antebrazo brillante de escamas y me devolvió esta perla: “Ahora es que hay que seguir haciendo todas estas cosas, ahora es que hay que profundizar esta verga, no joda”.

Me fui pensando en la justeza de esas palabras, en que allí está la clave para la defensa del proyecto revolucionario y su profundiza-ción, en momentos tan difíciles como los que nos tocan. ¿De qué otra forma honrar tu muerte, Comandante hijo y hermano del pueblo? ¿De qué otra manera aferrarnos a tu enseñanza? Transformando rápidamente el dolor en rabia creadora, exorcizando el vacío que sentimos hoy en las acciones colectivas necesarias para que el poder popular se consolide, para que tome lo que le pertenece y no tenga que pedir lo que le arrebataron, para que se aferre a las riendas del futuro y no las abandone nunca jamás.

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4 Y 25: HORA DEL DESCANSOLA PRIMERA NOTICIA QUE PARALIZÓ AL PUEBLO VENEZOLANO SE DIJO EL 30 DE JUNIO DE 2011, CUANDO EL PRESIDENTE CHÁVEZ ANUNCIÓ QUE TENÍA CÁNCER. HOY NOS VOLVEMOS A PARALIZAR, COMO ESTATUAS, ANTE OTRA NOTICIA QUE NOS REHUSÁBAMOS A ACEPTAR HASTA QUE LOS HECHOS FUERON MUY CLAROSPOR MARÍA BETANIA CHACÍN

Las 4:20 pasaron a tener otro significado.

2 PMLlueve con sol. Después de tantos días soleados y calurosos, justo hoy se antoja la virgen caprichosa de pelear con el diablo.

5: 20 PM Y ALGO...Por algunos minutos fue difícil comprender el porqué del caos que se presentaba alrededor. Llantos, gritos, grupos de gente corriendo sin rumbo aparente. El sonido de las santamarías y

el escape de las motocicletas convertido en eco. Mujeres alzán-dose con cantos de dolor y falsos profetas de plazas y bulevares empezando a elevar sus oraciones. En muchas cabezas existía la esperanza de que todo fuera una equivocación. Pero el am-biente nos indicaba que era cierto: había muerto el Presidente del Pueblo a las 4:25.

6:15 PMAnte la desesperación y la confusión, muchos negocios optaron por correr a sus clientes y cerrar sus puertas. El frenetismo motorizado

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10, 11, 12, MADRUGADALa televisión no paraba: floreció Babel en su máxima expresión. Comentarios iban y venían sin contundencia alguna. Imágenes can-sonas, la historia de Hugo Rafael contada por mil voces, enumera-ciones de sus logros, enumeraciones de sus discursos, análisis de sus discursos, cronología de su vida, palabras, palabras, palabras. La tenue luz de la televisión resplandecía en la oscuridad y dejaba dibujar la silueta de una botella y un cenicero en la pared. 3 am.

12 DEL MEDIODÍALa arrechera del catire se expresó con su máxima verticalidad: ni eso ni el trasnocho impidieron que la marcha fúnebre que recorrió más de 8 kilómetros se colmara de un pueblo cuya única agua eran las lágrimas.

La última marcha del Presidente arrancó desde el Hospital Militar, campo que sirvió para su última batalla. El guerrero fue acompañado por miles de seguidores durante cada metro de su recorrido: avenida San Martín, plaza O´Leary, plaza Miranda, avenida Lecuna, avenida Fuerzas Armadas, Roca Tarpeya, avenida Nueva Granada, La Bandera y avenida Los Próceres.

“Chávez al panteón, junto con Simón”, coreaba una multitud al mis-mo tiempo que otra multitud entonaba a todo pulmón canciones de otro guerrero que ya nos había dejado, físicamente: Alí Primera. Cada paso quedó sentido por las emociones visibles de cada seguidor: tristeza, rabia, incomprensión, impotencia, confusión. Las lágrimas se intensificaban cuando la contundente voz del Presidente sonaba por los parlantes con la entonación del Himno Nacional.

La Academia Militar —la cuna de la Revolución, como él mismo decía— sirvió de capilla velatoria desde la tarde-noche del miér-coles pasado. Allí hicieron guardia de honor los representantes de los cinco poderes, su familia y compañeros de lucha. Afuera, miles

se exacerbó hasta el punto del colapso: en un recorrido de 40 minutos de Oeste a Este, pa-recía que el caos aumentaba el doble a cada minuto. Las doñas cafetaleras abarrotaron los supermercados, las bombas de gasolina, las panaderías: se llevaron todas las coca-colas y los rollos de papel higiénico. Ellas parecían tener otra preocupación diferen-te a la nuestra.

7:20 PMLas líneas telefónicas colapsaron, cual 1o de enero a las 12 de la noche. La única forma posible de comunicación exigía la presencia, pero llegó la noche para darle fin al agetreo citadino que, si a esa hora ya es colérico, la fulminante noticia lo convirtió por completo en una vorágine anárquica, sin redundancias ni exageraciones. JOSÉ RIVERA

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de personas se agolparon a las puertas para presentar sus condo-lencias muy emotivas: pancartas de amor, cantos con megáfonos, oraciones o simplemente en silencio.

El pueblo pudo acercarse al féretro a despedir al líder inmortal del chavismo. Desde las 2:30 de la mañana, hora en que el frío hace de las suyas con el clima de esta ciudad tropical, miles de personas aguan-taron una cola de más de 7 kilómetros de longitud para decirle adiós —y a Dios— al Presidente.

“No se qué sentí. Mi corazón y mente no saben expresarse ante su aparente inmovilidad. Él era un toro de lucha. Su expresión me indicó que descansaría en paz, pero estoy segura que de alguna forma se-guirá luchando desde el lugar en que se encuentre”. Carolina Aponte.

“Primera vez que tengo al Presidente tan cerca. Lo vi de cerca an-tes y ahora. Y está más cerca de mí que nunca: en mi corazón, en mi mente, en mis pensamientos, en mis ideales”. Antonio Sotillo.

“Debo confesar que mi cerebro no quería admitirlo, por eso hice mi cola desde la madrugada para entrar a la Academia, a ver si mi corazón termina de aceptarlo. Ahora la lucha nos toca a nosotros”. Carlos Bracamonte.

“Me despedí físicamente, pero estoy segura de que Chávez per-manecerá en la mente de muchas personas en todo el mundo por mucho tiempo, por la lucha, por el bien del país, por los sueños de muchos venezolanos y por nuestro país”. Ana Elisa Sifontes.

“‘Hasta la victoria siempre, mi comandante’, eso fue lo que atiné a pensar ante su cuerpo. Fue más que suficiente porque esta lucha con-tinúa”. Elio Aranguren.

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LA HISTORIA VOLVIÓ A LA VIDA

Cuenta la leyenda que una noche de invierno el llano se puso a llorar. ¿De qué serviría la lluvia?, ¿a quién cantarían los grillos?, ya nadie ad-miraría el reflejo tembloroso de los cocuyos en sus nómadas lagunas. Entonces, la sabana decidió conspirar y, así, fue como todo comenzó.

El viento inició su suspiro eterno y extrajo del lodo el olor a tierra mojada, las espesas espigas se elevaron y batieron delicadamente hasta acariciar al cielo que, entre risas discretas, invitó a las estrellas a danzar eterna-mente con la luna. Fue así como comenzó todo: el campo reclamaba el ingrato abandono al que fue sometido mientras su tierra aún absorbía la sangre de hombres, mujeres, niños y caballos.

La llanura empujaba la noche del miércoles en la tierra de horizontes escurridizos, donde los mapas del primer mundo se convirtieron en trampas y el grito del pueblo libertario aún estremecía los árboles don-de anclaba la historia de los olvidos.

Era noche de toque de queda, de ventanas cerradas y susurros, de perro amarrado a la mata del patio, de bendición a todos los miembros de la familia. El silencio era tan pesado, que hacer el amor era casi una ofensa al último rezo murmurado en la iglesia más cercana. Lo único que mu-sitaban las camas era el hambre de los niños, la preocupación del padre sin cosecha, la angustia de la madre con la leche seca.

El calendario, amarillento y crujiente por días pasados de intenso sol, marcaban el 28 de julio cuando Elena sintió la urgencia de su vientre. La mujer apuró el andar aferrada al maestro, los cocuyos laguneros alumbaron el camino en el barro gentil hasta la casa de la suegra en vela por el presentimiento. Algo en el atardecer le había dicho a Rosa que esa noche la historia devolvería el verdor y la inmensidad, los fru-tos sabrosos colgados sobre el techo, las risas y las mañanas de buena faena y lecciones para toda la vida.

La brisa se detuvo, la cordillera resguardó a la luna y los cocuyos mor-dían las hojitas del árbol que se asomaba en la única ventana abierta en muchos kilómetros. El maestro tomó la quinta taza de café cuando la matrona torció el cordón y un pequeño gran grito se escapó del pecho de Elena para hacer temblar de nuevo la tierra de Bolívar, acelerar los corazones del pueblo bravo y de los corruptos sedentarios.

Llegó como toda su vida, de golpe y sin aviso, de amor y llanto, de lucha y convicción. El llano venezolano cumplió su misión: nunca más estuvo solo. Los días volvieron a repartirse la siembra y la recolección; las no-ches, los golpes del dominó y el murmullo del descanso; hubo bulla en las escuelas, más platos sucios en el fregadero y el amor presumió los versos que ancianos enamorados no pudieron leerse en aquellos tiempos mozos.

Para siempre quedó la layenda de la historia que volvió a la vida, la le-yenda y la vida con nombre de Hugo Chávez Frías.

POR KAYBELIZ LÓPEZILUSTRACIÓN NATHALY BONILLA

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ORDENE, COMANDANTE CHÁVEZ

COMANDANTE DE LA ALEGRÍA

En los momentos más difíciles tu sonrisa fue nuestra garantía de que todo iba a estar bien. Tu siempre oportuno chiste, tu irreve-rencia, divina para los desposeídos, incómoda para los podero-sos. Tus cuentos interminables de Sabaneta, que ahora también es nuestra, tus refranes del campo y los recuerdos de tu abuela. Tus chalequeos a los tuyos, pura muestra de amor genuino. Tus burlas a ti mismo por lo largas que eran tus cadenas, tus suspen-siones de cadenas por un juego de la Vinotinto, o por un Caracas-Magallanes. Tu obsesión con los detalles, tu claro y visionario afán de que aprendamos a comunicar, a comunicarnos. Tu decidida convicción de que al imperialismo, ni un tantito así. Tu desafi-nado canto, que se escucha tan bonito. Tus coplas, tus bailes, tus risas, tus chistes, tus molestias, tus alegrías, hasta tus dolores de estómago confesos en más de una alocución. Tú eres el coman-dante invicto. Tu partida nos duele en el alma, carajo. No men-tiste cuando nos dijiste que entregarías la vida por nosotros. Tú, comandante de la alegría...

POR SYLVIA PAOLA SABOGAL

POR GABRIEL RAMÍREZ

La muerte no puede tocarte allí donde estás, sigues

sigues niño, sigues mujer sigues anciano, sigues campesino sigues soldado, sigues hombre,

sigues camino sigues esperanza

Dicen que te fuiste que estás muerto

se equivocan

tu sonrisa está en cada corazón de esta Patria en cada dignidad recuperada en cada niño que nace en esta tierra liberada

Podrá callar tu voz, no tu canto tú vives en el Pueblo de tu alma

ahí donde estás sigues revolución sigues batalla, sigues victoria

sigues luchando por tu Venezuela amada

La muerte no puede tocarte estás por encima del tiempo

Hoy venimos a decirte estarás con nosotros hasta siempre, compañero

Ordene, Comandante Chávez seguimos siendo su ejército.

Edición Número Veintiuno. Año 01. ÉPALE CCSCaracas, 10 de marzo de 2013.

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24 CHÁVEZ POR SIEMPRE24 CHÁVEZ

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El 9 de diciembre de 2011, despierto y aún en cama, pero con un sentido del honor único y sumergido en una extraña fascinación, casi heroica, que me permitió comprender la pesadilla vivida tras un procedimiento exploratorio llamado cateterismo de diagnósti-co (trombos, arterias complotadas, cardiopatía isquémica y otras palabrejas que gustan mucho a las compañías de seguros), una llamada de mi amigo el primer teniente Juan Francisco Escalona, ayudante del presidente Chávez, me dejó sin aliento: “Paisano —me dijo con jocosidad— el Comandante lo anda buscando como palito ’e romero”. “¡Carajo, ¿y eso?”, le pregunté antes de aclararle que yo no era guate, de Biscucuy, de donde él es oriundo, sino de Barinas. Ya Hugo le había dicho a Escalona que él era más veguero que yo “porque a Federico lo que le gusta es Europa”. Nos reímos.

Ya vía a casa en horas de la tarde, en plena autopista, se produjo una conversación entre el presidente Chávez y yo que, si la psi-cología sirviera para caracterizarla, no le alcanzaría su facultad para definir el fulgor y la multiplicidad de signos, figuras y códigos verbales que poblaron unos treinta minutos de “labia”, de tropel verbal, como si una palabra buscara a la otra para extraviarla en el parloteo incesante, eufórico y apasionado.

“Te llamo el 19 en la mañana”, me dijo. Y lo hizo. Y hablamos. Y de esa conversación pausada, pero emocionada y llena de asom-brosas revelaciones de sus hallazgos durante la convalecencia, surgió la idea de Un puñado de pájaros contra la gran costumbre, una compilación de textos de jóvenes sobre el 4F y el espíritu del prólogo que escribí al libro 4F. Un día para siempre, organizado por el poeta y hermano Miguel Márquez.

De otras llamadas sucesivas sacó de la chistera de su imaginación, que era como su especie de género literario para tantear el detalle exclusivo, minucioso de su musa, la historia de los hechos, la polí-tica, el surgimiento de las ideas, una pregunta inquietante: “¿Qué crees tú que pensaría Alfredo Maneiro de todo esto”, me pregun-tó. Yo le respondí como habría de responderle el propio Alfredo: “Exactamente lo que tú estás pensando”. En realidad se trataba de un truco cuya caída yo le conocía desde nuestra época de adoles-centes. Hugo quería saber qué pensaba yo de lo que había ocurrido en las vidas de antiguos camaradas de la conspiración originaria, histórica. “¿Qué le pasó a fulano y a zutano”?, me preguntaba sin parar. Entonces recordamos la noche de las tajadas frías.

El 18 de mayo de 1978 se produjo, por fin, la primera reunión de Hugo Chávez con Alfredo Maneiro. Mi hermano Wladimir había ya introducido el tema de aquella Causa R entre ambos y yo, por mi parte, sin saber que para entonces Alfredo ya había pensado

POR FEDERICO RUIZ TIRADO

LA NOCHE DE LAS TAJADAS FRÍASEL PRESIDENTE HUGO CHÁVEZ FUE SIEMPRE MUY INQUIETO. QUERÍA SABER DE TODO Y DE TODOS, PARA LO CUAL SE VALÍA DE INGENIOSAS ESTRATEGIAS. FEDERICO RUIZ TIRADO, ENTRAÑABLE AMIGO, DA CUENTA DE ELLO EN ESTA BREVE CRÓNICA

HUGO QUERÍA SABER QUÉ PENSABA YO DE LO QUE HABÍA OCURRIDO EN LAS VIDAS DE ANTIGUOS CAMARADAS DE LA CONSPIRACIÓN ORIGINARIA, HISTÓRICA. “¿QUÉ LE PASÓ A FULANO Y A ZUTANO?”, ME PREGUNTABA SIN PARAR —

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en la “otra pata”, la militar, le había pintado a ambos el retrato de un encuentro para apostar a un tramado, un modo de acompa-ñarnos, de no sentirnos tan acorralados, como yo entonces creí que estábamos en medio del desolador paisaje de la izquierda de esa época en Venezuela y el mundo.

Parte de esta historia es conocida. El mismo Hugo la contó por primera vez en la sede del PCV, cuando habló de mi padre co-munista y de su influencia en su formación inicial. Pero no habló de las tajadas frías.

Después de media tarde, casi al anochecer, y luego de una den-sidad y variedad de temas (lucha armada, acción directa, Mao, la vanguardia, Sidor, la Comuna de París, la polarización adeco-peyana, la inutilidad de la izquierda), Hugo exclamó: “¡Bueno, Alfredo, en esta casa no hay nada que comer!”. Pero Nancy y

yo ya habíamos hecho una inspección rigurosa: dos paquetes de pasta larga, un frasco rancio de mostaza y otro de mayonesa; un trocito de queso blanco antiguo y oloroso, un litro de aceite y un racimo de plátanos maduros pasados. Expuse el menú y Alfredo gritó: “¡Tajadas, Federico. Tajadas y pasta!”

Y así fue. La conversación se alargó hasta que Alfredo acabó con la más minúscula de las tajadas. Terminó la reunión y Hugo y yo nos fuimos a Barquisimeto.

Tres décadas después el hermano, camarada y comandante cons-truyó un relato para hacerme pasar a la historia de esta revolución como el más fabuloso degustador de huevos cocidos en carretera que él haya conocido.

El 19 de diciembre de 2011 también nos reímos de ese invento.

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POR MIGUEL JARA, “EL VIEJO SENTIMENTAL”

EL DEFENSOR DE LA PATRIA (*)Voy a contar esta historia, que es muy cierta y muy exacta para que el público entienda lo que mi memoria abarca, cuando nació Hugo Rafael, cantaron las guacharacas, las guaca-mayas, los loros, las guacavas y las torcazas en el sector los rastrojos volaban las parau-latas en boconó y el masparro las chenche-nas y las matracas los garzones y las garzas volaron de una resaca los venados retoza-ban por la costa de una mata los caimanes y los babos salieron de una solapa tortugas y terecayes caripatuas y galápagos, se zum-bó al agua un chigüire que dormía en una

poyata, de las aves cantarinas se escuchaba la alharaca, salió un morrocoy corriendo, le retumbaban las patas, con el pecho se lle-vó una macolla de guafa, al cachicamo en-cuevao por poquito no lo mata, más atrás corría un cajuche, un chácharo y una lapa, se abrazó un oso palmero del pescuezo de una danta, los araguatos y los monos en una rama bien alta, repicaron las campanas en Barinas y Caracas en Lara, Trujillo, Mérida, Zulia, Apure y Nueva Esparta, celebrando que nació el ídolo que hacía falta, lo mante-nía doña Elena acostado en una hamaca, un

humo de bosta y tusa el plagatox de su casa, todos los días lo bañaba en la batea o la ca-masa, le mantenía la cucuba preparada en una taza, como no había nenerina le hacía atolitos de masa, pa darle en el biberón se lo tibiaban en las brazas aquellos tiempos tan críticos cuando no había la abundancia por eso el maestro Hugo Chávez guarda muchas remembranzas aunque esos tiempos se olvi-dan a través que el tiempo pasa, los vecinos más cercanos formaron una callapa pa dar-le la bienvenida con una gran serenata, los hombres contrapuntiando con arpa cuatro

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y maracas y un doblón de cachicamo para entonar la garganta, carne asada yuca seca topocho frito y cachapa y un caldero e maza-morra que nunca le hacía falta, hasta los in-dios se unieron a bailar en las churuatas una semana de fiestas y aguardiente por garrafas.

En el pueblo ’e Sabaneta se escuchaba la gri-sapa cañonazos y cohetes en la iglesia y en la plaza, aguinaldos por las calles con tam-bores y charrascas combinaban el furruco con la música vernácula el que no tenía ins-trumento tocaba con una lata porque ese día vino al mundo el defensor de la patria se los quitó mama rosa pa darle una digna crianza vendía en todas las escuelas arepitas y hallacas fuertes reales y pesetas los carga-ba en una gata en la escuela Julián Pino le tenían mucha confianza si ustedes no lo sa-bían él es nieto de Maisanta, de Pedro Pérez Delgado Guerrero de máuser y lanza peliaba con el contrario en cualquier bestia maran-ta, Hugo Rafael se formó bregando duro en su infancia pero con la frente en alto a na-die se le agazapa un lanzador de beisbol con una recta muy rápida pasa de noventa mi-llas cuando el corredor se embasa después se vino a Barinas a estudiar su nueva etapa el Liceo Florencio O’Leary testigo de sus an-danzas de ahí salió bachiller con unas notas muy altas la academia militar le dio toda su confianza un cadete vergatario un joven de mucha casta él no es picure sebao pa’ que lo agarren en trampa hoy es nuestro presidente vivimos en democracia gran libertad de ex-presión por donde uno se desplaza se anda tranquilo y sin nervio por cualquier parte que pasa, mercales y pedevales donde nos rinde la plata desde que fundó a mercal no comemos carne flaca pura carne de primera ganao de muy buena raza trajo la misión cul-tura lo digo sin alabanza la misión de la vi-vienda con unas casas muy amplias produc-tos de línea blanca de las diferentes marcas y diferentes misiones que tanto nos hacían falta le ofreció a los caraqueños acabar con las barracas llevar la pobreza a cero esas son sus esperanzas pa echarle los pies a el barro no le impide la corbata para bailar un joro-po se pone las alpargatas pa’ tras ni pa’ aga-rrar impulso pa’ brincar sobre las trancas.

(*) Canción inédita. Su autor es un viejo campesino de

Ciudad Nutrias, Barinas. Tiene 82 años.

Pedro Pérez Delgado "Maisanta", a la derecha

Hugo Rafael con doña Elena y el maestro Hugo Chávez

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Eneas Perdomo tiene una canción que revienta la sabana apure-ña: “Motivos llaneros”. En www.youtube.com se puede encontrar al comandante de siempre, Hugo Chávez, entonando —con galli-to incluido, pero junto al pueblo cojedeño— la inmortal canción de las garzas. Y es que nuestro hermano mayor se caracterizó por zapatear y coger micrófono en cualquier momento para declarar las décimas que le dedicó a las muchachas que pretendió cuando carajito, o para comunicar ideas que prevalecen en la turba popular.

Así es, mi gente: Chávez fue el gran comunicador de nuestro tiem-po. Logró alzar la voz tan alto como la bandera. Y entre sus métodos estaba el canto. No era un gran cantante, pero lo hacía con gusto. Él estaba claro en eso. Confesó en un Aló Presidente: “En más de un lío me metí por canciones revolucionarias, arpas y coplas. Lo hacía adrede porque era parte del proceso de creación de un movimiento revolucionario dentro del Ejército. Fue una cosa de lo más difícil. Con la cultura logramos muchísimo. Ya de capitán era conocido por declamador, improvisador y animador de elección de reina y todas esas cosas”. Incluso, en las campañas electorales le daba por entonar: animador del colectivo en esas rojas concentraciones.

Quién no lo recuerda agarrando guitarra y micrófono, aunque no fuera diestro con ninguno de esos instrumentos. Hany Kauam compartió escenario con él en algunas ocasiones y, aunque para muchos eso era un acto inusitado, para Chávez era algo normal codearse con lo que le gustaba al pueblo pobre y joven.

Donde estuviera Hugo tenía un motivo para cantar. En Argentina desgañitaba un tango; en México una ranchera. Hasta se le vio en una ocasión haciendo las veces de Rocío Durcal. Lo más jocoso del asunto es que el tipo siempre encontraba una grieta para el gallo. Y se reía de ello, pero nunca dejó de cantar. Cerraba los ojos para alcanzar la nota más alta que su pecho y garganta podían, como lo haría cualquiera de nosotros.

Y es eso lo que nos une con el Comandante: que era uno de noso-tros. Infiltrado en el Estado burgués como cabecilla, porque no podía ser otro, soltaba de repente unas coplas para esparcir la rigi-dez y al mismo tiempo contener los ánimos rebeldes. Su entusias-mo por el canto equivalía a su astucia para gobernar. “El general en jefe le digo yo a Eneas Perdomo. Recuerdo que improvisé una copla, voy a ver si la recuerdo: Vibra el cajón del Arauca / y se en-cabrita su lomo / porque esta noche en Elorza / nos cantará Eneas Perdomo. Y aquella arpa bramaba, vibraba el Arauca”, recordaba cuando nos contó el día en que conoció a Reyna Lucero, en una fiesta en Elorza que él y otros compañeros organizaron.

Cantaba de todo, sí. Incluso rapeaba. Pero el corrío lo vol-vió inmortal cuando, en cadena nacional y desde el Teatro Teresa Carreño (otrora museo de la música europea y aho-ra balcón del pueblo, tanto que nuestra música, la que está he-cha por el pueblo pobre, se zarandea en ese recinto), entonó la historia de “Maisanta, el último hombre a caballo” de Cristóbal Jiménez. “Ténganle cuidado a la letra, la letra lo dice todo”, avisó.

Ya Pedro Pérez Delgado no tiene madre ni patria ni un retrato de la madre ni un retrato de la patria lo surcan madres con sed lo cruza una patria postada pero tiene el corazón como tapiz de sabana y junta madre con virgen y junta virgen con patria y cuando va la pelea pone las tres en el ancla pone las tres en el ancla.

ENTONA OTRA CANCIÓN, COMANDANTE

“UNAS RIENDO, OTRAS LLORANDO,/ MI CANCIÓN DULCE Y AMARGA,/ ME VOY A MORIR CANTANDO/ IGUALITO A LA CHICHARRA”. ESO LO DICE EL GINO EN UNA ROLA, PERO SE LE ESCUCHA A CHÁVEZ DESGAÑITANDO ESOS MISMOS VERSOS POR Y PARA SIEMPRE

POR ERNESTO CAZALILUSTRACIÓN NATHALY BONILLA

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Y ES ESO LO QUE NOS UNE CON EL COMANDANTE: QUE ERA UNO DE NOSOTROS. INFILTRADO EN EL ESTADO BURGUÉS COMO CABECILLA, PORQUE NO PODÍA SER OTRO, SOLTABA DE REPENTE UNAS COPLAS PARA ESPARCIR LA RIGIDEZ Y AL MISMO TIEMPO CONTENER LOS ÁNIMOS REBELDES. SU ENTUSIASMO POR EL CANTO EQUIVALÍA A SU ASTUCIA PARA GOBERNAR —

Y es que Chávez encontraba en el canto no solo expresión del pue-blo sino que nos enseñaba, en coplas, algo de la historia popular. Por eso nos pedía atención, y el auditor pelaba la oreja.

Y desplegaba ideas. Estaba al lado del hermano Gino González, cronista de este mundo capitalista que se derrumba y “samurái sin espada”, como él mismo se califica.

Y se despechaba, cómo no. Al hombre hay que destamparle el ído-lo y volverlo carne y hueso. Alguna vez, cuando en plena concen-tración dijo sin temblar que algún día le tocaría dejar Miraflores mientras la masa emocionada gritaba que no, que nunca, que él se tenía que quedar, él mismo reclamó cariñosamente: “Pero algún

día me tendré que ir y cantarle a una novia”, y empezó con una de Vicente Fernández, un corito, y luego derrochó: “Hoy vengo como despechado, estaba mirando la luna… ¿cómo es que dice la otra?”, mientras apuntaba a alguien entre la gente concentrada. Y se em-pezó a fundir con su pueblo para luego volver a cantar, entonó una de Rafael y al tipo se le olvidó la letra, pero eso no importaba por-que luego dijo: “¡Que vivan nosotros los jóvenes!, ¡que viva la ju-ventud, divino tesoro!”. Y es que el canto le quitaba algunos años o, mejor dicho, le pulía el espíritu incluso cuando llegaba al podio mirando a la luna.

No había mosquito que lo fastidiara demasiado ni rey que lo calla-ra. Por eso, Comandante, entona otra canción.