Huerta_la Mancha en El Espejo 1

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  • DA

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    lomo 4.2 cm Formacin: Paola lvareztomo 1_Huerta_camisa.indd 1tomo 1_Huerta_camisa.indd 1 26/08/13 13:3526/08/13 13:35

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    D A V I D H U E R T A L A M A N C H A E N E L E S P E J O

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    LA MANCHA EN EL ESPEJO ES UNA COMPILACIN DE LIBROS DE POESA

    ESCRITOS Y PUBLICADOS A LO LARGO DE CUATRO DCADAS. SU AUTOR,

    DAVID HUERTA (MXICO, 1949) PROFESOR UNIVERSITARIO, ENSAYISTA

    Y PERIODISTA, ADEMS DE POETA, HA DEDICADO LA MAYOR PARTE DE SU VIDA

    A LA LITERATURA. ESTE LIBRO MARCA UN HITO CARDINAL EN LA OBRA

    DE HUERTA: COPIOSO TESTIMONIO DE TRABAJO SOSTENIDO.

    1108 pp 4.2 cm lomo

    P O E S A 1972-2011V O L U M E N I

    tomo 1_Huerta_fajilla.indd 1tomo 1_Huerta_fajilla.indd 1 26/08/13 13:3826/08/13 13:38

  • 01 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd ii01 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd ii 8/16/13 5:30 PM8/16/13 5:30 PM

  • la mancha en el espejo

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  • 01 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd iv01 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd iv 8/16/13 5:30 PM8/16/13 5:30 PM

  • La mancha en el espejo[poemas, 1972-2011]

    volumen i

    DAVID HUERTA

    POE S A

    FONDO DE CULTURA ECONMICA

    01 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd v01 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd v 8/16/13 5:30 PM8/16/13 5:30 PM

  • Primera edicin, 2013

    Huerta, DavidLa mancha en el espejo. Poemas, 1972-2011 / David Huerta.

    Mxico : FCE, 2013vi, 1099 p. ; 23 15 cm (Colec. Poesa) ISBN 978-607-16-1517-6 (volumen I)ISBN 978-607-16-1514-5 (obra completa)

    1. Poesa mexicana 2. Literatura mexicana Siglo XX I. Ser. II. t.

    LC PQ7297 Dewey M861 H872m Vol. 1

    Distribucin mundial

    Este libro est dedicado a Vernica Murgua.

    El autor agradece el apoyo del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

    Tambin agradece la ayuda del Centro Mexicano de Escritores, de la fundacin Guggenheim y de The Banff Centre for the Arts.

    Diseo de coleccin: Len Muoz SantiniDiseo de portada: Paola lvarez Baldit / Alejandra Garca HernndezFotografa: Luca Marchesi, photos.com

    D. R. 2013, Fondo de Cultura EconmicaCarretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Mxico, D. F.Empresa certifi cada ISO 9001:2008

    Comentarios: editorial@fondodeculturaeconomica.comwww.fondodeculturaeconomica.comTel. (55) 5227-4672; fax (55) 5227-4694

    Se prohbe la reproduccin total o parcial de esta obra, sea cual fuereel medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos.

    ISBN 978-607-16-1517-6 (volumen I)ISBN 978-607-16-1514-5 (obra completa)

    Impreso en Mxico Printed in Mexico

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  • SUMARIO

    volumen i

    El jardn de la luz (1972) 1

    Cuaderno de noviembre (1976) 45

    Huellas del civilizado (1977) 117

    Versin (1978) 137

    El espejo del cuerpo (1980) 181

    Incurable (1987) 203

    volumen ii

    Historia (1990) 625

    Los objetos estn ms cerca de lo que aparentan (1990) 669

    Lpices de antes (1993) 705

    La sombra de los perros (1996) 721

    La msica de lo que pasa (1997) 769

    Homenaje a la lnea recta (2001) 819

    Los cuadernos de la mierda (2001) 831

    01 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd vii01 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd vii 8/16/13 5:30 PM8/16/13 5:30 PM

  • El azul en la fl ama (2002) 841

    Hacia la superfi cie (2002) 887

    La olla (2003) 939

    La calle blanca (2006) 959

    Canciones de la vida comn (2008) 1017

    Filo de sombra (2011) 1069

    ndice 1077

    01 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd viii01 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd viii 8/16/13 5:30 PM8/16/13 5:30 PM

  • EL JARDN DE LA LUZ

    [1972]

    A la memoria de mi madre

    Para Tania, mi hija

    Para Vilma

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  • [unam, Mxico, 1972]

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  • 3I

    residencia

    Delgada sombra,espejos en declive.Una fl or de sosiegose cumple en ntimo ramaje.De la fuente del aireviene esta luz de seda.Los reinos de la brisainauguran su tenuelaberinto. Es la maanao el ocaso? Ingrvidoitinerario del instante;fervores que sostienenvuelos de pjaros. El polvoes una opaca reverberacinbajo este cielode sentida presencia.La miradabrilla en el centrodel silencio.

    nocturno

    Astillas de luzen el insomnio palpitante.Un pulso,

    una sed,una slaba.

    La noche ha selladolas ventanas.

    El ojoque va edifi cando pesadillas

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  • 4fi nge una claridaden sus torres ms fnebres.Alta niebla,

    cristalestransfi gurados; la vozteje palabras como espejospara orientarse

    en tantasoledad, espejos que refl ejanla ntima desnudez

    de la pupila.

    serena

    Ella se abra, quiz, como los sueos.En sus manos brillaban cristales memoriosos.T mirabas la noche sobre la seda intactade sus labios.

    T estabas en el crculode la serenidad de su fragancia.T vivas a la orilla de su luz.Ella se abra, quizs, y de sus prpadosla claridad naca como una fuente.Ella fue la quietud para tus ojos.

    marina

    Para Vilma

    De apresurada sal o de tardosoleajes sublunares se dibujael mar amplio de nice ritual;se desdobla con leve lentitud,o fascinado eriza turbulenciasde albura estupefacta y traza signos

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  • 5en el hondo rencor inhabitadode la arena y en la inmvil durezade la roca. El mar es deterioro,henchida y recreada plenitud,espesura de asombro iridizado.

    desde el puente de lquenes

    Desde el puente de lquenesdelicia bajo el duraznoy el algarrobo. El calor enarbola en el mbito del ojosu hoguera de cristal, el suaveelogio de las frutas henchidas.Nuestro descanso est en este lugar,a la orilla labradadel encendido vaso de la dicha.Bebemos del aljibe, pursimadonacin del agua subterrnea.El mar alza la residencia de su dominio entre el manglarel mar y su profundapotestad primordial.En los labios deslumbra el tono justo,el tono ms delicado y luminoso.

    la claridad y el vuelo

    Para Henrique Gonzlez Casanova

    La claridad abre las alas;en su vuelo perfectoel aire desanudala transparencia de la brisa.

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  • 6Abajo, en el pulso del agua,el instante refl ejael brillo serensimoque se cumple en lo alto.

    Orbe de limpia soledad, materia del asombro,este puntual acontecercie de luz a la memoria.

    Fuerza de asctico prodigio,este fervor alado tejeen la desnuda superfi ciedel silencio su nombre.

    Y en la pupila ntima,en los declives del momentoque este rigor invade se iluminan las slabas.

    minuto

    Sobre las ramas,la maana

    se despliega en el aire.De la profunda claridad,un pjaro desciende.El espejo se cubrede ntidos enigmas:llaves,

    manos abiertas, polvo.

    Brilla el jardn en la ventana;al fondo del cristal

    aparecenlas seales del da.

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  • 7El minuto se abre;en su centro de espejosvemos las ddivas del tiempo.

    amanecer

    Todo lo inventa el rayo de la aurora.

    Jorge Guilln

    Cunde el amanecer:polvo que tiembla plidoa la orilla del da,esplendor indecisoen los techos profundos,claridad primordialy leve incandescencia.Qu perfeccin de tenuelaberinto de espejos,de murmullos, de calles.La vigilia enarbolaimgenes pausadas.Amplio respira el mundoque se ahonda sin lmite.

    mujer clara

    Apenas la existenciade su belleza plidaroza el acontecerinclemente del mundo.Desdeosa y puntualaparece en el vano de la puerta:ramo de helechos,impune plenituden la abierta vigilia.

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  • 8La he visto en un ocaso:se aquietaba la luz,pero en la perfeccinde su mirada unnime cabanmultitudes de espejos,cristales, transparencias.

    montealbn

    Para Paulina Lavista

    A la entrada, un sombro laurel vigila imparcial a los turistasque han venido a admirar el crepsculoentre las ruinas heroicas.El sol enciende leves antorchasentre los matorrales,fogatas ilusorias, refl ejosque se prenden como diamantesa la vegetacin abigarrada.El valle es un gran prisma,una desolacin que resplandece.Montealbn se hundeen la concavidad de claroscurosdel ocaso. Las ruinas introducen su tiempo en nuestro tiempo:su vuelo prodigiosoes una seal de las edades.Nosotros regresamos a Oaxaca.La ciudad templose entrega a su fascinacin,a su pasmo de siglos.Es ms segurala hermosa cantera verdeen la pequea ciudad criollaque la vertiginosa arquitectura

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  • 9de Montealbn iridizadoa las puertas de la noche.

    visin del medioda

    oh medioda, espiga henchida de minutos,

    copa de eternidad!

    Octavio Paz, Himno entre ruinas

    El mediodase angosta, se adelgaza;

    enarbola en su cspide cantilesdesmedidos de luz y distribuyesu acosada sustancia sobre el campo.Finge una eternidad entre las alasdel instante voraz que lo consume;iza el hermoso resplandor intactode su linaje enhiesto;

    se devoraa s mismo; se recrea y se cumple.

    cancin

    O woman of my dreams.

    Pound, Dance fi gure

    Venas en medio de una danza de palos.En tu mirada la bellezase hunda como un nufrago.Suavemente desapareces. Tranquilidadsobre la tarde. Ahorabusco tu nombre en cuadernos intilesy te recuerdo a contraluzcomo un cuadro de quin?

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  • 10

    el ocaso en el patio

    1

    Perfeccin del momentoen la serenidadprecisa y convocada.La tarde va invadiendolos rincones del patio;nada mancha el cristalde la suave mirada.El da se dilata en delicia elocuentey en transfi guracionesde minuciosa luz.

    2

    Mas el trmino llega:el resplandor se apaga;aquella luz ardienteya es casi una cegueraque torpemente avanzay retrocede y gime.Y los signos que alientande la noche levsimaa su vez, invencibles,borran con duro gestolos signos de esta pgina.

    el jardn

    Tarde, esfera incompleta que la luz constelaba

    Jos Emilio Pacheco, Los elementos de la noche

    La rectilnea humedadque la tarde prodiga

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  • 11

    es una memorable sensacinbajo el cielo de mbar.El tcito perfumeque despliega el jardnsumerge a la memoriaen un girarde transparencia.Como un oleajesellado y detenidopor la luz de la tarde,el mundo, hipnotizado,cede a este poderoque impone lentituda las cosas del tiempo.El jardn, ciertamente, est ya en el pasado: hemisferio de existirabigarrado y mnimo;herbario de la magiaante la hondurade la mirada en vilo.

    imgenes de la tarde

    i

    Bajo la colinaduerme la luz.Un pjaro inermecanta en medio del instante

    ii

    Henchido de su luz,el da resplandece;luego, vacila un ciego instante

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  • 12

    en la escollerade su propio derrumbe.

    iii

    El crepsculohace girarsus estandartesrescoldode un da que se hundetras la colina suave.

    las versiones del agua

    i

    Dilata el agua su garganta clara,su abismo de frescura minuciosa,su paladar preado de fi guras,su innumerable pulcritud, su limpiaconcavidad de imgenes secretas.

    ii

    Tersa como una luzacumuladael agua abre sus ptalosen la hondura sin manchadel aljibe.

    iii

    Agua de los murmulloslateralesla del bosque profundo.

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  • 13

    iv

    Oigo la voz pausada,la temblorosa vozdel agua que desciende:sus canciones son alasen el rgido imperiode la desolacin.

    v

    Materia honda, misteriosa y duradebieron ser las aguas del ocanopara los navegantes precursores.Para Ulises, quiz,fueron la perfeccin de la nostalgia.

    vi

    Agua de dalias y amurallada sangre.Agua que crece contra el viento.Agua que funda ciudades transparentesen la mano brillante de la memoria.Agua que adorna el tacto de neblinade la maana ilesa.Amurallada sangre, aguade rostros y de dalias:

    transformacindel agua en sangre amurallada.

    vii

    Cada instante del aguaes plenitud profunda, indescifrable.En su tranquilidad,es recompensa del sediento.

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  • 14

    En su furia,destino de los nufragos.

    viii

    Gota a gota,la meloda del aguase ilumina.

    ix

    Mis manos se desdoblanal contacto del agua;hilan de transparenciadeseos de fervor.Oh levsimo lmiteentre el mundo y el agua,latitud imprecisapara el sueo del tacto!

    x

    Agua piadosa, hondainabarcable;en ladera de lquenestus manos suean,se deshaceny cantan. Lugarde recndito vuelo,lmpido y abismalespejo de Narciso.

    xi

    Serenidad del agua:labios que cienimgenes inmviles.

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  • 15

    xii

    La slaba se enciendesobre el agua,mnima incandescenciaque se duplica asen el prdigo insomniode la fuente.

    xiii

    Lmparas bajo el agua,refl ejos de cristalsobre la seda.

    xiv

    Follaje y laberinto,el agua se despliega,baila en la cima de la sed,cie en lentas cariciasal ahogado,es vertical en lluvia,vasta y profunda en mar.

    cancin marina

    Sobre la arena de la playa,el da es ntidocomo ciertos recuerdosque ante los ojos de la memoriason espejos ardientes.El sol rige el momentocomo un dios convocado;

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  • 16

    atrs, en la sabana,una luz inclementeirisa las ruinas de los templos.Transparente verano junto al mar,memorables deliciasbajo los fl amboyanesque resplandecen.El da se resuelvesobre nosotros en una espiral que refl ejael tiempo deslumbrante.

    los horarios terrestres

    Para scar Gonzlez

    Sobre la luz que canta el aire brillay gira en la memoria sosegadade las aguas profundas.Prodigios de cristal, pactos de nieblaen la desnuda frente amanecida;

    abre su resplandorun milagro sonoroy en la sentida cima del instantese despliega una slaba de vidrio.Vasto milagro, da

    que en el dorso de salde este vvido insomnioabre urnas de fuego,enciende contra el cielosus legiones de pjaros,prende en la plenitud de la miradasus horarios terrestres,la hipnosis que en lo alto se desdobla.

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  • 17

    paisaje

    Hendida luz en mrgenes de polvo,severidad limpia del aireen la mano vibrante del da desplegado.La lluvia cubre los helechos,prodiga en la pazdel silencio magnticosu obstinada tersura.Cantan aves incandescentesy nacen redes de murmullosque caen como palomasal regazo del musgo.La tarde es un serenotrazo de Brueghel,un dorado cristalsobre los montes.

    II

    historia escrita

    En vano declararon,en belsono verso y dura estrofa,la abrumadora guerraque infam sus vigilias.El tiempo silencioso prodigsu costumbre de olvido;todo se fue acallando en esas pginas.La memoria de las generacionespudo salvar apenasuna fecha invisibley el nombre de un lugar.Caducidad ingente, cruel pasado,mellada pieza de museoson hoy aquel estruendo,

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  • 18

    la exaltada contienday el campo devastado.La fi ebre de una pocano colmar jamsla fi ebre de los tiempos.

    el testigo

    Ciego entre la espesura de la nochehas regresado exha usto,

    sobre piedras de luzy espesos fi los de agona,a murmurar el precio de tu nombre:suerte de magia q ue tu desierta vida

    no deslumbra.Fiel vasallo de labios silenciososhas ardido lo mismoen la sombra tenaz y en el luciente fuego;has saqueado tu viday has visto al fi n,entre las ruinas de la noche,el instante propicio de tu muerte.

    a tientas en el corazn de la msica

    A tientas en el corazn de la msicame he quedado ciego. Record a Flebassus orejas atenazadas por un montn de algas,sus ojos abiertos que viajaban ingrvidoshacia la roca tatuada de refl ejos,los peces como ratas alrededor de su cuerpoy los brazos y piernas derruidospor el piadoso comejn submarino.A tientas, en vilo entre las constelaciones,he credo que la garganta me estallaba

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  • 19

    y que la sangre gema y resplandecaen un incendio de espirales.O canciones en el jardn de los cadveres:canciones como caricia de narcticos.Pens en el sueo doble de Rrose Slavy.A tientas en el corazn de la msicasent la magntica y muda palidez del hambrey vi el trono de la sed recamado de lquenes.Camin por un lugar de adormiderasy me puse los guantes de las pesadillas.En el enardecido resplandor de los odoshormigueaban los sueos como penachos rotos.A cielo cerrado, en la garganta,bailaban las palabras y las slabas.El corazn de la msica latalleno de sangre iluminada.

    el corredor de distancias

    Para Marna Vzquez

    El corredor de distanciases como una olaingrvida y esbeltasobre la superfi cie de la tempestad.

    Piensa en Bikila, el inmenso,y en Zatopek, checoslovaco;

    pero sobre todo piensa en el tartn,esa otra forma de los cielosen la que su fatiga laboriosase sumerge nostlgica.

    El corredor de distanciasve crecer musgo en las orejas de sus rivales.

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  • 20

    Tiene la voluntad de carocuando discurre sobre la pista;

    la memorable decisinde Alejandro de Macedoniacuando rompe, triunfante,el hilo de la meta.

    vamp

    Resonante y mundanateje la insidia en su contorno;planta las reverberaciones del engaoen todo lo que toca.Es atroz, ofensiva, enemiga.Circeanamente disponela eterna mansedumbrede los que, vidos, la acechan.Fragua en la intimidadun laberinto oscuropara el amor que se le ofrece.Su voz pausada es una telaraa.Su mirada profunda la entrada de un infi erno.Su belleza incesantees guillotina.

    anatomista

    el anatomista no tiene por qu dar un juicio esttico

    sobre el cuerpo colocado en la mesa de diseccin

    Simmel

    Sabio con mano s como alas. Incide, disecciona.Abre el hermoso cuerpo

    de la muchacha

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  • 21

    caderas tan perfectasque la sombra no manchasu transparente carne.Ella es la luz que ya no veoen el horrendo cuarto de la Prisa,piensa el anatomista sudorosodestazando afanosa, puntualmente,esa ntida,

    limpia carne sedosa.La muchacha es tan bella: Rubenshubiera copiado sus facciones,el gesto exento de sonrisa.El celebrado, el famoso anatomistaaguza la feliz contemplacinhasta volverla ciencia.

    el santuario

    A la memoria de T. S. Eliot

    Exordio

    Un hombre inacabado, un hombre sobornadodanza en el gotern de azufre de la desesperanza.Emerge, ciego y sordo, como un reptil escasode un profundo santuario de zafi ros;mientras la sucia doncella ofi cia aqu,en la recmara de un hotel derruido.

    i

    Y Arturo dijo basta, no puedo ms,tengo el horario metido hasta las venas.

    ii

    A estas horas nadie visita ya el zoolgico;t me dices que as es el manicomio;

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  • 22

    t me lo dices, mientras yo veo a los animalesque pacen paranoicamente su instante perdurable.La jaula est llena de migajas y excrecencias:la sola Racin del rencorosoque martillea incesante los barrotes.

    iii

    Mayo azot el edifi cio de nuestro departamento.A la maana siguiente,al mes siguiente, a la vida siguiente,yo abord el autobs, el oscuro navoque sin misericordia ha rotola voluntad en mi alma, el pobre sueoque tuve y no recuerdo.

    iv

    Tierra ingente. En medio de la tempestad compartimos el miedo,la blanca desmemoria de una delicia plida.Arracimados, sin descanso,llenos de enfermedad hasta los tutanos,dolase nuestra piel. El alma rota,sin voluntad, buscabaun destino, acaso una miseria,para vivir a solas.

    v

    Y l dijo basta, no voy a ir,no voy a regresar, no voy a ir, a ir.Isabel lloraba en el rincn de la salay los nios desordenaban la cocina.

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  • 23

    vi

    Trasgo alas demonio de marfi l arco iris de nervios en un sueo de opiolas ideas como ratas de luz rompiendo la cabezaabriendo la urna y el bal y el stanola escalera el descenso trasgo demonio alasaqu la ceremonia bruscamente un espasmodadme lo que no tengo y lo que tengodadme lo que no tengoceremonia azul en brazos del ocano del sueoentr en el protocolode algn orden anglicoy luego descend por teas esquizoideshasta la horizontal cloaca del montevideanotrasgo alas demonio de marfi lmi voluntad mi alma se rompierony nada pude ver con atavos mineralesen lo profundo de un santuario martimo.

    vii

    Est enferma, dijo el doctor. Ella,postrada en un silln maltrechoapenas puede hilvanar alguna frase desoda.En el espejo del baose guarda la imagen del principio:la sonrisa de los 22 aos, la premura,el atareado escndalo, la risa,la tristeza. Pero est enferma.

    viii

    Una magia save nos rompe las arterias,desarticula el centro de la desecacin

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  • 24

    y la rbita desnuda se crispa en el corazn del solsticio. Desfi laderos, abismos,la periferia del ametrallamiento,la furia que se enciende sobre un lazo de hierro.Paredes tangenciales y quebrantoy el aniquilamiento. La luz que giracomo la pluma de un azor desgarrada;fulgores como joyas en el cabello de la diosa.Busco alguna seal, un signo solamente.En lo ms hondo exploro:entre la angustia silenciosa,entre disminuciones imperceptibles,entre el dorado musgo y entre los alfi leresde la Dama. Entre el escombroque resplandece bajo la estatua de ceniza.

    testimonio

    No hubo piedad para la luz.En lo ms hondo de la desesperanzadola esa tarde el miedo.

    El abismo del airefue un tatuaje de llamas,un brusco vrtigo de rfaga.

    Sobre los labios de ceniza brill como un cristaluna limpia blasfemiay en la garganta atrozfl orecieron las splicas.De sbito,el ciego arrasamientogir sobre s mismo;la tarde se detuvo.

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  • 25

    En la yerba ruinosacreci la inolvidablecicatriz: guirnaldade silencio que ardeinscrita en la memoriade aquella rota claridad.

    el cuarto de la infancia

    Entras calladamenteen las habitaciones de la infanciay recuerdasel apagado juego solitariocontra la tarde rota.Irma dir de nuevoque nada importa yay que ests acabado.Y el cuarto de la infanciate hundeen la zozobrade no tener ninguna certidumbre,salvo la de que estsentre los perdedores.

    el otro

    Alguien me llama a solas y respondoen medio del instante calcinado.Alguien as me llama, alguien acude;me rompe la garganta y me consumecon sus dedos de sal enardecida.Acaso alguien, al asedio, gime,y solamente acudo y me pregunto.

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  • 26

    malos tiempos

    Malos tiempos, horror y desencanto.Parques, extensionesen que de sbito apareces,lenguas en que respira la agona.Cmo decir mejoresto que hunde sus lucirnagasen la carne del alma?

    la tarde y el ciprs

    Herbazales bajo el ciprscontra el que plidala tarde se destroza.Aprende a verserenamentela sabidura de los tiempos,la irremediable huellade esto que medra con insidiabajo las apariencias.Mira bajo el ciprsla yerba fi dedignaque acompaa,con orgulloso nimo,a los despojos de la tarde.

    el rencoroso

    El rencoroso mira, tuertamente, la noche.Qu das del pasado en que as prodigabala estupidez todo el amor del mundo!Hay que saber administrarse, repite el rencoroso.Administrar los buenos das, la ternura,

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  • 27

    el pase usted, la sfi lis, la excepcionestanto en el orden fi siolgico, como en el ordenmoral-sentimental. El rencorosoes ya un hombre ntegro: tiene energaspara otorgar y recibir. Alguna vez,durante aquella triste poca en la que compartisu vida, conoci la premura; tambinla dura suerte de los desengaados.Hoy, satisfecho, se repite:Solamente hay que saber administrarse.

    el sueo de la ciudad

    es ms hermoso el sueo de la ciudad que el mo.

    Jules Romains, Je suis un habitant de ma ville

    (traduccin de Enrique Dez-Canedo)

    Esos personajes astrosos, levemente horribles, que medran bajo los portales de barrios misrrimos. Figuras tambaleantes o rotundas en su heterogeneidad indumentaria, que aparecen y desaparecen mgi-camente en los zaguanes de Peralvillo, o bruscamente iluminan las abigarradas banquetas de San Juan de Letrn, el dominio sombro de la Colonia Guerrero, la desvencijada calle nica y diversa del arrabal arquetpico. Actores en busca de un director imposible, me-tforas a la vuelta de la esquina; carne de presidio, siluetas para los aguafuertes de Giambattista Piranesi. Los veo y me pregunto en el confn de esta luz de ceniza si el sueo de la ciudad es ms hermoso que el sueo de los hombres.

    sueo diurno

    La luz de otooprende sus emblemasen el cristal de la ventana.

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  • 28

    Las manos y los ojosbuscan, bajo este resplandor,la sustancia del tiempo.Navegacin de lentoitinerario, levesexploraciones al torso de este da.En la fi ebrede las cosas ms prximasabren sus espiraleslos dorados inventosde la imaginacin.

    visitacin

    Es largo el froen esta hora;largo, emboscadosobre los territoriosde la noche perfecta.La oscuridades una ciega extensin,un reino soberbioy fragmentado.La nochees un claro lenguajeescrito en el abismode estas ruinas inermes.

    memoria de la noche

    Anochecer. Labios traslcidos

    que el insomnioha sellado.

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  • 29

    El tiempoabre su vueloen la sorda tiniebla.Mas todo pasa

    afueraen esta noche fra,

    memorable.T buscas

    bajo la ardientey cegadora

    fosforescenciadel recinto

    la slabaque descifrelas lneas de tu sueo.

    III

    exploraciones

    Pulso, fervor. La mano del que busca se hunde en torsos de luz; res-cata del ms rido silencio una crcel de polvo. Agujas de neblina en el acoso del minuto impalpable. Exploraciones, das como afrentas; la mano que cie sueos claros, ddivas calcinadas, ominosos nau-fragios.

    En la muda intemperie, estandartes de tiniebla. Se encienden muros, el desgaste despliega su avidez. De la cncava ruina viene un som-bro linaje, un puntual deterioro. El tacto transparente busca bajo la emanacin de signos de la pupila en sueos. La noche es una lcida expiacin.

    As la drsena rene sus vivas navegaciones. Los fl amboyanes agitan su incandescencia. Hay espigas ornadas de refl ejos que el asombro ha tatuado. Abrazos en las habitaciones de coral de la baha. Marfi l

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  • 30

    marino en la fuerza obstinada que esculpe estaciones de vidrio. Fies-ta, comunin, semejanza.

    Vuelos que abren salones de larga claridad. Guirnaldas de ceniza so-bre el agua. El verano se mira largamente en un espejo aterciopela-do; prende sus lmparas en cantiles de seda. Rocas de la montaa como estatuas que arraigan en los declives de la brisa, diurnas eleva-ciones que deslumbran.

    el crepsculo arde

    El crepsculo ardeinmensamentesobre el mundo obstinado;agita

    en la cncavahipnosis del minutosu esplendor,la sombramagia de su despliegue.Fosforescencia,emblemas calcinados.La soledad se hundeen su propio

    murmullo.Sobre el pausadoacontecer del aireel tiempo se consume.A la orillad de tantaserenidadalgo roto se crispa,avanza, gimea ciegas.

    Alguienpregunta a solas.

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  • 31

    conversacin en adrogu

    En la abigarrada biblioteca, el nio repasa volmenes esplndidos y conversa con fervor de sabio sobre algn tema oriental. No sabe quiz que el anciano, distrado, apenas lo oye: l mismo ley, hace ya tiempo y con idntica devocin, aquellos libros; y acaso ahora medita en la noche que lentamente domina el espacio de la fi nca o en la tarde que fue de oro y l no pudo ver.

    elogio de la sombra

    Esta penumbra es lenta y no due-

    le; fl uye por un manso declive y se

    parece a la eternidad.

    Jorge Luis Borges

    Regresas para hundirteen los hbitosde la noche terrestre:ciega concavidaden que todose rompe o se dislocao magnfi camentese ilumina.Al instante encarnadode tu vueltate conduca el severodestino de los das.Aqu fue tu miradauna costumbre,un impensado actocotidiano.He aqu el lugar,los muros, los objetos,el pasado que arraigaen la memoria oblicua.

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  • 32

    Todo, quiz,es un poco diferente.El tiempo silenciosoha exaltado, es en vano,algunas cosas.Llaneza y pulcrituden el sereno mbito:esa es la realidad;realidad que en tus ojosapenas insinauna secreta clave,un vocablo inasible.Este es tu centro.Pronto sabrsquin eres.

    espejo

    El rostro sucesivoarde en la tenue luzdel espejo entraable.

    Brocal de la agona,claridad que dirimelaberintos y enigmasde la vigilia numerosa;

    el espejo de sed,el espejo de sal,el cristal serensimo

    sobre el que ardenlos gestos de cenizadel entraable rostro,

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  • 33

    los plidos emblemasdel desgaste,la seal minuciosade la edad.

    noche voraz, invicta

    Noche voraz, invicta,estra de cenizaen las reverberantesredes del insomnio.

    Noche del mundo,el ingente abandonocubre tu demasa.

    Noche de misericordiosaperfeccin,larga concavidadde imgenes opacas,de sed punzantey collares de niebla.

    Noche de sndalo,saciada de mirar,sobre ti misma,el denso espejode tu oscura memoria.

    acaso encienda

    Acaso encienda el estado de sitiosus estandartes baldos, la mudacircunferencia en que se yergue atnito.

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  • 34

    Pero es la soledad inmensamentela encarnizada mscara de hielo,sus anillos ingrvidos de sombray nada ocurre al fondo del minuto.As me escuche preguntar absortonadie responder; ni me conozcoen el vaso de polvo, en el umbralde esta severa oscuridad sin labios.

    escaparate

    i

    Siempre el rigor, la estricta vestidurade la palabra en manos de la msica;el vaso en que se cumple este sonido,la suave sal del verso y de la slabaque cie a la premura de la manosu intacta ya, perfecta resonancia.Ah entrada perdurable! Dilatadapresencia de la luz en la garganta.

    ii

    Luces voraces, mudas y quebranto.Te busco iluminado en el insomnio,en la explorada huella de la rosa.Nada aqu me demora, pero a tientaste celebro y te canto y te develo.Lengua de fro tacto a fuego lento,sobre la arista viva del recuerdoms prximo te enciendo, te dibujo.

    iii

    Hipnosis, claridades en el densonarctico del fro y desmesura

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  • 35

    de la noche esperada. Vuelos ntidossobre la seda yerta del ocaso.Y an desciendo atnito y te busco.Y an, ciego de arena que demorael oleaje insaciable, exploro aqu:crculos del santuario y de la ruina.

    iv

    Desolacin invicta que prescindesde visibles horrores y ornamentos.Sin llanto ni desdn, central y amarga;azor alto y vaco que se engastacomo una joya inerme y poderosaen la cima profunda de la tarde.Nieve sobre los prpados heridos,desolacin, ya polvo minucioso.

    v(postal de Campeche)

    Cielo del canto y redes de la magiaentre los fl amboyanes y los musgos;lcida preeminencia de la sangreen dominio elegaco. El solentreteje las aguas de la danzacon el cristal ardiente de esta luzy enciende los elogios. El horariodel entusiasmo fi el gira en el aire.

    vi

    Arspice enjoyado en la vertientede la hora violeta y la encendidapulcritud de las almas. Ceremonia

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  • 36

    que en ti comparto, larga pesadilla,y a una voz corruptible entrego ahora:an, aljibe herldico y saeta,ciego hasta el hondo estanque humedecido,en tatuajes de luz y de agona.

    vii

    A Eduardo Lizalde

    Puo de luz el tigre en el recinto.Entro como en un sueo, ya descalzode mi nombre y mis das. Arde el tigrecomo una rosa indemne. El miedo sellacon crculos de azufre la garganta.El tigre arde, lcido y sereno.Yo sufro la impecable simetraque Blake alucinado celebraba.

    viii

    En cuartos sucesivos me detengoy desentierro lmparas y urnas;en algn sitio ests y me deslizosobre el fi lo de un plido descenso.Calendarios, labrados epigramasde la diaria tarea. Los anillosde niebla y tu silueta entre los parquesencienden una slaba perfecta.

    descenso

    Las teas parietales del descensotejen su luz de cpula desiertaen la red alveolar de la pupila.Aqu hundo mi cuerpo alucinado;aqu conozco el gozne de ceniza

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  • 37

    para el trazo y el vuelo de la suave,helicoidal premura de la idea.Oh atavo de la tarde subterrneabajo un helado vrtigo de espuma!Aqu, escaso, plido y callado,abro el marfi l de tu pregunta y sueocon la resplandeciente rosa intacta.

    el ojo del sueo

    1

    El ojo del sueoatesora paisajesque slo el coraznexplora,paisajes purosen la balanzade la inmaculadaeternidad.

    2

    En este fondo de sueo:dagas, puales soberbiosafi ladosen la herrera de la luz;fi suras para asomarsea los paisajesde la noche balda.

    3

    Desde un brocal de sueose ven

    01 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd 3701 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd 37 8/16/13 5:30 PM8/16/13 5:30 PM

  • 38

    galeras de agua,urnas de humo,fundacin de ciudadesal borde luminosode la perduracin.

    interrogaciones

    Musitaciones,transparencias:

    la vozque sostiene el instantees una sola

    admirativaconsagrada pregunta.Fervor,

    sed, podero?

    La memoria es un pulso

    de nieblabajo la soledad.Las interrogacionesagitan sordamentefrente al espejo

    circularsu vvida fosforescencia.

    seales en el musgo

    i

    Nada se oye en este sitiosino el andar levsimodel alma:

    01 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd 3801 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd 38 8/16/13 5:30 PM8/16/13 5:30 PM

  • 39

    lentos pasos de niebla,seales en el musgo,polvo angustiadoentre el silenciode la severa plenitud.

    ii

    (un palo)Arde en la manocomo un fulgorde otras edades.Dentro de lhay bosquesy hondas estrasde fuego.

    iii

    Imagensobre imagen:el fuegoha tomadola formade tu sombrabajo la luna.

    iv

    La luna vibra,serena y perdurable,entre la indecisinde los follajes:limpia almendra de plataen ro de ceniza.

    01 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd 3901 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd 39 8/16/13 5:30 PM8/16/13 5:30 PM

  • 40

    v

    (la maana)La claridades tan ciertaque se distinguenlos rasgos del aireen la maana serensima.

    el cementerio

    El aire clarodesciendesobre el jardn.En la luzde la tardeque se desmaya,vanos mrmolesparecen irsea pique.Lo que dijeronlas inscripcioneshoy ilegiblespoco importa.Tanto amorencendido;tanta bondada ciegas;tanta y tan calurosacompaaaqu nos faltan.Tal es la justa pazde las races.

    01 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd 4001 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd 40 8/16/13 5:30 PM8/16/13 5:30 PM

  • 41

    elega

    Hay olas como rboles difuntos,

    hay una rara calma y una fresca dulzura,

    hay horas grises, blancas y amarillas.

    Efran Huerta, Declaracin de odio

    Enardecida, la tardeExtiende su reinoSobre el obstinado rumorDe la Ciudad de Mxico.

    El viento borra las secas lenguasDel calor desolado:Como un reptil lustrosoEl sucio aire se agazapa,Se esconde entre los plieguesDe la compacta hora.

    Un rbol prodigiosoColoca su follaje resonanteEntre el dorado murmulloDe los barrios:Caseros semejantes a carabelas vidasQue tocan puertoEn los maderos amarillosDel crepsculo.

    Nada sucede: todo atesoraSu murmullo, su ruido fraternal.Todo se queda suspendidoEn la calmosa techumbreDe la tarde. Nada sucede;Nada nos pasa por el pecho.

    Luego, conocemos la nocheLlena de negras hambres,Tocada por miradas funerales;

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  • 42

    Instalando los sueos, las races lunaresEn la boca crispada.

    Conocemos la nocheDe formas implacables,De slabas sangrientas.Conocemos la nocheY su diadema terribleDe ojos resurrectos.

    Luego,Nos crece el alba entre los prpados.Un tallo ail asciendeEntre los labios,Por entre la fi sura ansiosaDe las bocas. Amanece.

    Entonces vienen horas como palomas,Instantes ciegos como alondras;Vienen minutos voracesY mediodas como arpasEntre ruinas.Viene la esperanza.Nos aborda otro da por los costados.

    Y de las lgrimas,De la intemperie,De la garganta adoloridaSacamos las palabrasComo viejas monedas.

    trnsito

    Ptreas elevaciones de la noche.

    Crece la oscuridad ojos adentro;

    01 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd 4201 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd 42 8/16/13 5:30 PM8/16/13 5:30 PM

  • 43

    siembra espejos opacosen la tenue extensin

    de la pupila.Y en el silencio

    de los prpadosuna raz de polvohunde giles redes.

    La nocheabre las manos.Apariciones y desvanecimientos.El insomnioes un desierto magnetismo,una cncava celda

    recamadade sal, un cantilcincelado por la fi ebre.La noche desdibujasu propio curso,

    erigeen sus propias orillasla sorda obstinacin de su desgaste.

    itinerario

    En el aire se enciendela difcil asfi xia.

    El instanteya gira

    vemos la otra carade la moneda;una desierta luz

    domina.De tu sola tristezavienen claras

    las visiones martimas:ya deslumbra

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  • 44

    la traslcida sangre

    de la puntual memoria: El ocaso

    tae sobre la arena de la playa

    sus canciones de sal;despus viene

    la brusca noche,vienen sus plidos

    venenos.El instante gira;Chisporrotean los goznes.La madrugada prende

    sus hogueras opacas.El aire es claro;tus manos

    van entrandoen la desierta luzde las heridas.

    La asfi xiase enciende. El instantese despedaza

    contra el ojoy la fi ebreirradia,

    hinca su mscarade escalofroen el rostro,

    cubrela orilla de la manocon su fulgor de mbar.

    01 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd 4401 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd 44 8/16/13 5:30 PM8/16/13 5:30 PM

  • CUADERNO DE NOVIEMBRE

    [1976]

    A Paloma

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  • [Era, Mxico, 1976]

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  • 47

    Hay una menuda profeca en la pared ms pobre del aire, los muchachos despiertan en otro sueo, deslizan sus manos

    irreales bajo los utensilios de la costumbre, dicen palabras enormes y amarillas, muerden los alimentos que

    surgen del instante ms nutritivo y terso del otoo, en la luz de la poca. Cosas breves y esplndidas, frases que se alargan secretamente en medio de fi estas cocinadas en la penumbra de no moverse,recipientes que el sigilo sell, nfi mos brotes, apariciones en una superfi cie desconcertante:estas nobles realidades conmueven al caballero esparcido en el muelle de no moverse, en los licores de lo fi jo,fascinantes vuelos, inmviles ruinas, momentos que bastan como

    piedras para cimentar las vacaciones terriblesde un fantasma que toma el sol en nuestra boca, azaroso.

    El da civil est aqu retorcido, es una cosa deliciosa de ver, un apacible monstruo, un cartapacio lnguido. Es oble el pasaje de all a ahora, incrustaciones de espejo

    lo devuelven a su tnica hueca, sus heridos aceites. Pero el da sabe ms que

    nosotros, es un follaje distinto, tiene jardines nobles, primaveras escondidas en sus brazos

    de fi eltro; instrumentos, pastillas para la ciruga de lo que no se nombra, escaparates de exaltacin para el pecho sutil de los inquietos, rincones de ridos cuerpos, colecciones de cabelleras evidentemente

    atroces, objetos tristes que nos derrumbaran. El da atisba el pasaje, el ciudadano se disuelve en el traje de su

    humo meditativo,y la artesana poca de no moverse rodea todas nuestras preguntas.

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  • 48

    Qu debera suceder en la cascada de reposo? Miraremosel encerrado crculo, la fi gura ceida: no es sufi ciente,

    es necesario que subsista la astilla, si no la casa entraraen la cermica de no moverse,

    en sus tinturas turbias, en su verano sordo.

    Cmo es el nictlope, cmo? Tiene cubos, aristas, cabello, sangre de ojos en los ojos, y en el mirar

    que atraviesa la selva de moverse como una avispa perforara las baldosas de la nariz moral.

    El nictlope sabe, sufre o gime, siempre igual, en su techode lumbre, en su sello de tibia guitarra,

    con los brazos abiertos a su sangre de espuma, con los ojos fundidos en aquello que ve, y mientras ve tartamudea.

    (Pero hay cosas que interesan a las seoras de espaldas ocenicas y de eso se habla slo reticularmente;

    de eso se habla slo en la espesa colisin de la madrugada y en las congregaciones de la voz baja; porque ahora no es la blanca sombra de lo mullido-claro lo que nos interesa, sino el juguete de la perduracin, la risa de una piedra, las inclemencias y los destellos negros

    de la palabra no.)

    Esto es lo severo, el apretado anillo: el rigor de asfi xia y quemadura que arrastra lo perfecto,

    los transcursos armnicos y el tintineo borroso del arpegio: pero estos asuntos tienen jardn aparte, pacen vidrios quemados, ingieren sus imgenes repletas con bonhoma y respetuosa distancia, devuelven sus transformadas y fecundas imgenes con gesto

    y aplomo peligroso de tiranosaurio discursivo: Esto no, estas imgenes tienen su propia provisin, su boca celestial, su estmago civil; estas imgenes cultivan sus pastos perfectsimos en declives de luz invicta

    y cegadora.

    Magra pelcula de no moverse, apenas en el sueo de una palabra que posee puerta de diccionario, y es la palabra mismo.

    01 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd 4801 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd 48 8/16/13 5:30 PM8/16/13 5:30 PM

  • 49

    Pero hay algo en otra voz, una palabra enemiga de esa que no repetiremos y que est ah colmada

    en su festejo de mercurio; contra esa palabra de lxico infi nito y lumbre de espejos ensartados,

    escribiremos hoy esa otra palabra, la que se oye, y provoca la preocupacin y la angustia enfermiza que todos conocemos en el

    reino extendido de no moverse; sta es la palabra equvoca y unnime: la partcula se.Hemos tocado la arcilla de esta palabra tantas veces; nadie diga

    que no, porque no resonara fi elmente esa palabra.

    Alguien despierta de su sueo, se acerca a los pedazos de su sueo,pero encuentra intacta y desmedida esa palabra: se despierta,

    despirtase.

    Despus, alguien siente que a la vuelta de la esquina est la fi era de no moverse.

    Pero esta historia es difcil de contar y pronunciar como ciertas palabras,

    resonantes, llamativas, tremebundas e ilustres palabras: bice, iridizado, metalurgia.

    Esta historia, no obstante, se esconde en una fi bra de la menuda profeca

    que est ahora, sin que nadie la note, sin que ni el vaso ni la sandalia de percibir la rocen,

    sobre una pared, que es la pared ms pobre del aire: ah qued.

    En la ciudad de nuestras manos una persona se ahoga, manotea, levanta polvo, se encrespa y llora. Quin es?

    En los vocabularios de la letra se esconde, huye y se enferma, convalece sin trmino, pero sigue huyendo, otra persona; y las mscaras verdecen. Algo se nos oculta. Pero qu es? En los renglones de una lmpara, en la corteza de una

    chispa, en las minas de oro de una micra, una persona descubre toda su

    sangre fuera, toda su pgina de nervios fuera, all: en la sequa de no moverse.

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    Cmo ha ocurrido? Tantas preguntas y cmo salir de ellas, de estas calles tambin,

    de la nimia y sorda, inacabable ciudad Misma; de las olvidadas disminuciones que rige la penumbra, cada rincn

    de nosotros puesto en el fuego de la apuesta, en la risa o en la desolacin; o quiz preguntrselo al nictlope, que se encierra ahora en una derramada, lluviosa cabina de telfono, hablando a quin,

    dicindoselo todo.

    Yo volva entre la magnitud confusa, rodeado por la sombra del reino, por el minuto que pasaba

    con sus naufragios y sus tintas, esperando las reanudaciones de la noche, la fi jeza de la misericordia y el color de la tarde;

    regresaba con una delicia de animal, suspendido en el tamao de mi persona y enmascarado

    por un gesto borroso, murmurando mis pasos en el paisaje de los nombres, asombrado del polvo y acogido

    a la voluntad de la luz que dominaba, pero el desconcierto de ese caminar ya era un principio de ruido

    oscuro y acechante, una cosa torcida vigilando por las orillas, en el borde infi nito

    de lo que se mezclaba abajo, inalterablemente: esa taza, el objeto inclinado contra la ventana leal, el sabor del aire en mis labios y mis cabellos irreales detrs de la veladura del tiempo,

    pero eso no estaba ah, yo no recuperaba mis adustas regiones, era otro el que determinaba

    el tnel de estar ah, otro el que se detena y observaba, con una lentitud parecida al ocano, la mutacin y la llama de lo

    que estableca su quebrada sustancia,

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    se articulaba y hunda en ese lugar inconsolable, otro el invitado, mis posesiones ardan y mis instrumentos estaban

    perdidos en la soledad ms tenue de la ceniza con apariencia de mar, no haba ni brizna de ti, oh lgubre,

    aquello era un brazo de cristal, un anillo de papel, extraviado para siempre de m y yo de ellos,

    mientras mis ojos ausentes develaban horas inhabituales y los renglones de mi cuerpo temblaban en la arena de lo desconocido, ese pabilo de enigma, esa raya, esas agrupaciones de ilesa memoria,

    ese clima de espumas profundas,

    pero ese mecanismo que yo era estaba ah tambin, junto a los otros, en una playa ligera y sin sentido,

    y esa playa era el sitio y era el minuto que pasaba ah, que ocurran convergiendo sobre mis facciones lastimadas por

    el roce ardiente de la inexistencia, todo era como teclas de cera, como pulsacin de ciego y hambre

    de insectos,

    era la sed inagotable, la fi sura del fro sucesivo, una irresponsable agitacin que sobreviva en la inquietud de los pies como el escozor de la huida frente al arma de fuego y como la sonrisa en un charco de luto, prisionero entonces en el aire

    que me exclua, cancelado por el vaco que germinaba sofocante, yo decid alejarme

    sordo a las escasas reconvenciones de lo realy me abrigu y sal, fui a la calle y quise encerrarme en los

    aturdimientos de la ciudad.

    En los corredores de obligada penumbra, en las bodegas de sombras leales e impenetrables, en vastas zonas deterioradas como la noche en la ciudad, veo algunas veces la trayectoria de meticulosas lastimaduras. (He observado cmo el otoo da vuelta a las cosas, les devuelve un

    color de olvido y pesadumbre,

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    lomo 4.2 cm Formacin: Paola lvareztomo 1_Huerta_camisa.indd 1tomo 1_Huerta_camisa.indd 1 26/08/13 13:3526/08/13 13:35

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    LA MANCHA EN EL ESPEJO ES UNA COMPILACIN DE LIBROS DE POESA

    ESCRITOS Y PUBLICADOS A LO LARGO DE CUATRO DCADAS. SU AUTOR,

    DAVID HUERTA (MXICO, 1949) PROFESOR UNIVERSITARIO, ENSAYISTA

    Y PERIODISTA, ADEMS DE POETA, HA DEDICADO LA MAYOR PARTE DE SU VIDA

    A LA LITERATURA. ESTE LIBRO MARCA UN HITO CARDINAL EN LA OBRA

    DE HUERTA: COPIOSO TESTIMONIO DE TRABAJO SOSTENIDO.

    1108 pp 4.2 cm lomo

    P O E S A 1972-2011V O L U M E N I

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    Huerta_La mancha en el espejo_vol 1_Ints.pdf01 Huerta La mancha en el espejo_1as.indd02 Huerta_Huellas del civilizado_1as.indd03 Huerta_Incurable_1as.indd