Howard W. Hunter

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vida del profeta

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ÍNDICE

RECONOCIMIENTOS 3 1 NACIDO DE BUENOS PADRES 5 2 UNA NIÑEZ FELIZ EN BOISE 14 3 LA SECUNDARIA, EL TRABAJO Y UN CRUCERO 26 4 ¡CALIFORNIA, ALLÁ VOY! 37 5 ESPOSO, PADRE, ABOGADO, OBISPO 48 6 LA VIDA FAMILIAR Y LA PRÁCTICA DE LA ABOGACÍA 60 7 PRESIDENTE DE LA ESTACA PASADENA 70 8 EL LLAMAMIENTO AL QUÓRUM DE LOS DOCE 82 9 TESTIGO ANTE EL MUNDO 92 10 EL MINISTERIO APOSTÓLICO—PARTE 1 105 11 EL MINISTERIO APOSTÓLICO—PARTE 2 117 12 "JUNTOS NOS COMUNICÁBAMOS DULCEMENTE" 130 13 LA FAMILIA Y LOS VECINOS 138 14 "UNA BUENA CUOTA DE ALTIBAJOS" 150 15 PRESIDENTE DEL QUÓRUM DE LOS DOCE 163 APÉNDICE: ENSEÑANZAS Y MENSAJES DE HOWARD W. HUNTER 177 NOTAS 191 BIBLIOGRAFIA 202

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RECONOCIMIENTOS

El PRESIDENTE HOWARD W. HUNTER es un hombre modesto que rara vez habla de sí mismo o trata de llamar la atención, aun entre sus más íntimos asociados, amigos y familiares. Por consiguiente, la tarea de escribir su biografía ha requerido obtener de muchas personas y de numerosos escritos una gran variedad de datos para entretejerlos en una historia que nos revela a un hombre amado por todos los que lo conocen, como también por los millones de Santos de los Últimos Días que han recibido la influencia de su espíritu y de sus mensajes. Estoy profundamente agradecida para con todas aquellas personas que tan espontáneamente han contribuido con sus experiencias e impresiones acerca de él y que han alentado mis indagaciones y posterior compaginación.

Estoy particularmente agradecida al presidente Hunter porque, a pesar de no haber estado enteramente a favor de si debía o no escribirse su historia, consintió con que leyera yo una transcripción del diario personal que por algunos meses escribió cuando tenía once años de edad; también me permitió leer las notas que redactó en ocasión de su viaje al Oriente en un crucero y de cuando se trasladó subsiguientemente al sur de California, como asimismo la crónica de su vida hasta la época en que recibió su llamamiento como Autoridad General de la Iglesia, un relato personal desde 1959 que abarca casi tres mil páginas en cuatro tomos; y, por último, también varios albumen de recortes de artículos periodísticos, fotografías y otros recuerdos gráficos. Por razones de enfermedad y de los viajes y las obligaciones que tanto exigen de su tiempo y energía, no fue posible concertar con él muchas entrevistas prolongadas o especiales. Sin embargo, porque ha sabido siempre conservarlos tan meticulosamente, sus registros personales, sus datos genealógicos y sus memorias han llegado a ser la fuente principal de esta biografía. Sin tales documentos, la tarea habría sido imposible.

Entre otros que me ayudaron y suministraron una valiosa ayuda y sugerencias, se destacan:

Los miembros de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce, y el élder F. Burton Howard, de los Setenta.

John J. y Louine Berry Hunter, y Richard A. y Nan Greene Hunter—hijos y nueras del presidente Hunter; Inis E. Hunter, su esposa; Dorothy Hunter Rasmussen, su hermana; Lee Waldman Child, sobrina de Claire Hunter, y Corey Child, hijo de Lee.

Alicebeth Ashby, Leda Duncomb, Elva Hellings, Lael Littke, Loraine Major, Ciaron L. Oakley, Ernest H. Reed, Claire Smith, Richard S. Summerhays y Daken K. Broadhead, sus viejos amigos y compañeros de trabajo en la Estaca Pasadena, California.

William H. Cravens, uno de los asociados del presidente Hunter en el Centro Cultural Polinesio; Daniel H. Ludlow y Fred A. Schwendiman, sus amigos y colegas relacionados con sus comisiones en el Medio Oriente y en Jerusalén; Gordon L. Lund, su socio en la práctica de la abogacía en Los Angeles; Dorothy y Talmage Nielsen, sus antiguos maestros orientadores y vecinos en Salt Lake City; Donna Dain Snow, la que fuera su secretaria jurídica, y el esposo de ésta, Karl Snow; Gary Gillespie, secretario del entonces presidente Ezra Taft Benson; y Thomas E. Daniels, quien durante muchos años trabajó en el Departamento Genealógico (hoy denominado Departamento de Historia Familiar).

R. W. y Naomi Christensen, quienes me acompañaron a lugares en Boise, Idaho, donde se crió el presidente Hunter, y el personal de la biblioteca de la Sociedad Histórica del Estado de Idaho.

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Carole O. Colé, quien localizó antiguos documentos y artículos periodísticos en bibliotecas y archivos y ayudó a organizar los mensajes y discursos del presidente Hunter; y Elizabeth L. Nichols, del Departamento de Historia Familiar, quien colaboró en la localización y verificación de registros genealógicos.

Dorene Beagles, la secretaria del presidente Hunter y mi querida amiga, quien me ayudó en la búsqueda de fotografías, discursos, artículos y otras fuentes de información, contestó docenas de preguntas y me brindó su apoyo constante y el ánimo que yo necesitaba para la tarea de este libro.

El fallecido élder Marvin J. Ashton, ex Presidente del Directorio de Deseret Book y colega, por muchos años, del presidente Hunter en el Quórum de los Doce, quien siempre tuvo especial interés en esta biografía y facilitó su preparación y su publicación.

Ronald A. Millett, Presidente de Deseret Book Company, y Sheri Dew, Vicepresidenta y Directora de Publicaciones, quienes me brindaron la oportunidad de escribir este libro; y Kent Ware, Director de Diseños, y Patricia Parkinson, la tipógrafa, quienes tanto contribuyeron con sus talentos especiales al producto final.

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1 NACIDO DE BUENOS PADRES

El 2 DE MAYO DE 1374 el rey Roberto II de Escocia firmó un documento que

confirmaba un título real de tierras a nombre de William Hunter, el terrateniente (señor o propietario) del Castillo Hunterston, "por su fiel servicio prestado y a prestarnos." William, el décimo heredero de Hunter de Hunterston, era descendiente de una familia normanda que había inmigrado desde el norte de Francia después de que el duque Guillermo de Normandía conquistó Inglaterra en 1066. Una historia de Hunterston explica que la familia "arribó a Escocia probablemente a invitación de David I, quien con su hermana fue convocado ante la Corte Normanda, a comienzos del siglo doce, cuando se les concedieron las tierras de Arnele-Hunter, las que con el tiempo llegarían a conocerse con el nombre de 'el pueblo de Hunter' [Hunterston]."1 Allí, en esa heredad de cuatrocientas hectáreas, la familia Hunter construyó un impresionante castillo en el siglo trece.

El 20 de octubre de 1987, Charles Hunter, el hombre a quien le correspondía el título de Decimotercer Señor de Hunterston, llegó a Salt Lake City para rendir homenaje a un descendiente de aquella familia, Howard W. Hunter, entonces Presidente del Consejo de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Durante un almuerzo en la Casa del León, uno de los edificios de mayor significado histórico de Utah, Charles Hunter entregó al presidente Hunter un certificado que lo declara miembro vitalicio del "Clan [Familia] Hunter," refiriéndose a él como "uno de los más nobles vastagos de una noble raza, y uno de los más extraordinarios entre todos los Hunter."2

Jamás en la vida podrían John William (Will) y Nellie Ras-mussen Hunter haber previsto este honor que se le concedería a Howard, su primogénito y único hijo varón, cuando éste nació en aquel humilde hogar de Boise, Idaho, unos ochenta años antes. En cierto modo, había sido realmente notable que Will y Nellie se hubieran aun conocido, porque ambos pro-cedían de raíces totalmente diferentes. Y aunque su hijo no habría de caracterizarse como "uno de los más extraordinarios entre todos los Hunter", por cierto que haría eco a las palabras de Nefi al considerarse que había "nacido de buenos padres", porque era un descendiente de personas fieles y diligentes que siguieron los dictados de su conciencia al dejar sus hogares ancestrales y establecerse en el oeste norteamericano.

Los Hunter de Escocia

JOHN HUNTER, el bisabuelo de Howard W. Hunter, nació en Paisley, Renfrewshire

(Escocia), no muy lejos del Castillo de Hunterston. Cuando joven, fabricaba ropa y otros productos textiles que en su mayoría eran del colorido estilo característico de la región. Más adelante contrajo matrimonio con Mar-garet Carse (o Carss) y tuvieron tres hijos: John (el abuelo de Howard), James (que falleció a los cinco años de edad) y Robert.

En 1860 los misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días llegaron a Paisley con su mensaje del evangelio restaurado y entre los primeros en ser bautiza-dos se encontraban John y Margaret Hunter. En aquella época la Iglesia alentaba a sus nuevos miembros para que se congregaran en el valle del Lago Salado, por lo cual los misioneros sugirieron a los Hunter que emigraran a Utah. Esto le presentó a John Hunter un problema

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difícil porque ello significaba que debía abandonar un negocio próspero y que la familia debía dejar atrás la comodidad de su hogar.

Su hijo John escribió muchos años más tarde que, para su padre, la decisión se basó en "los muchos atractivos y el futuro brillante que para su tipo de negocio le esperaban en Utah, lo cual había sido irrefutablemente manifestado por personas influyentes que investigaron ese inmenso territorio primitivo escogido por los Mormones para vivir en paz y armonía."3 La familia decidió entonces emigrar a Utah.

La travesía del Océano Atlántico fue muy triste porque Margaret dio a luz a un niño que falleció a poco de nacer y debió ser sepultado en alta mar. Más aún, al arribar al valle del Lago Salado a fines de septiembre de 1860, John Hunter se desilusionó y, como luego lo describió John, su hijo, "finalmente, él y la familia se apartaron de la Iglesia,... dejando así a los suyos sin orientación en un país extraño."

Gracias al dinero que John obtuvo de la venta de su propiedad en Escocia, la familia pudo contar con los medios para subsistir hasta restablecerse. Pocos meses después de su arribo, John adquirió cuatro yuntas de bueyes y contrató a alguien para que le ayudara a transportar productos agrícolas y otros comestibles al territorio de Montana. Su familia permaneció en Camp Douglas, en Salt Lake City, donde Margaret y sus hijos John y Robert trabajaban para el gobierno de los Estados Unidos. John Hunter hizo dos viajes provechosos a Montana, pero en un tercero lo sorprendió una tempestad de nieve y perdió todo su ganado y los productos que llevaba consigo.

Durante la primavera de 1866 la familia se mudó a Fort Bridger, en Wyoming, donde John consiguió empleo como albañil para el gobierno y comenzó a construir su propia casa. En agosto de ese año Margaret dio a luz a una niña a quien también se le dio el nombre de Margaret, la cual falleció una semana después.

Aproximadamente dos años más tarde, la familia se mudó a South Pass City, otra localidad en Wyoming, donde construyeron una casa grande de troncos en la reserva de los indios Washakie. A poco de terminar de construirla, se les obligó a salir del territorio sin que recibieran compensación alguna por la casa. De allí se trasladaron al valle de Wind River y construyeron otra vivienda—esta vez con troneras en las habitaciones superiores que les permitieran utilizar rifles para protegerse de las agresiones de los indios Sioux. A raíz de estar siempre en peligro de perder la vida (tenían que portar armas cada vez que salían de la casa, aun cuando iban a trabajar al campo), debieron regresar a South Pass City y tiempo después a Fort Bridger. Allí permanecieron durante varios años y luego se establecieron en Ogden, Utah, en la década de 1880. John Hunter murió en Ogden en 1903, a la edad de setenta y ocho; su esposa Margaret falleció seis años más tarde, pocas semanas antes de cumplir los ochenta y seis.

Su hijo John, que tenía dieciséis años de edad cuando la familia se estableció en Wyoming, había comenzado a trabajar en aquel entonces para el gobierno como carretero. Con su familia se mudó a South Pass City, luego al valle de Wind River, y cuando regresaron a Fort Bridger nuevamente trabajó como carretero. En cierta ocasión se le encomendó que arreara setenta y cinco muías de carga hasta el campamento del General Custer, en el fuerte Russell. Una vez que hubo llegado, se le pidió que continuara hasta el fuerte Fetterman, a unos 160 kilómetros al norte de allí. Después de entregar los animales a uno de los oficiales de Custer, regresó a Cheyenne, donde se enteró de que por poco no había sido testigo de la masacre que la historia registra como "la última parada de Custer."

En 1876, los propietarios del hotel de Fort Bridger fueron a visitar a algunos amigos en

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Salt Lake City, donde invitaron a la hija de éstos, Josephine (Josie) Nowell, para que regresara con ellos de visita a Wyoming. John, que en ese entonces tenía Veintiséis años de edad, conducía la ambulancia del gobierno que atendia las necesidades de los trenes de la Union Pacific. Enterado de que una bonita muchacha visitaría Fort Bridger (en donde habitaban muy pocas jóvenes solteras con quienes salir en citas), limpió entonces su carro hasta dejarlo brillante.

Despues de su primer encuentro con ella, John cortejó a Josie durante dos años, principalmente por carta. Mientras tanto, se asoció con un juez llamado Cárter en el negocio de construir amplios corrales para ganado en la estación Hamp-ton del ferrocarril Union Pacific desde donde enviar miles de animales a Chicago. "Edificamos una casa de dos pisos para alojar a los arrieros", escribió en su diario personal, "y yo planeaba arreglar una parte de la misma para nuestra comodidad, en la cual la señorita Nowell y yo confiábamos vivir al contraer matrimonio." Un obispo de la Iglesia Episcopal los casó el 2 de mayo de 1878 en el hogar de los Nowell, en Salt Lake City.

La Familia Nowell

WILLIAM NOWELL, el padre de Josie, era descendiente de los primeros inmigrantes

ingleses que colonizaron Nueva Inglaterra [Estados Unidos]. Sus antepasados de la línea Nowell se establecieron en la Colonia de la bahía de Massachu-setts, en Salem, y a mediados de los 1600 residían en North Berwick, estado de Maine. Sus antepasados de la línea materna Hatch vivieron en los años 1700 en Falmouth, Massa-chusetts, y luego se trasladaron a Pittston, Maine. Los padres de William, Silas Nowell y Nancy Hatch, se casaron en 1825 en North Berwick. William, el mayor de sus siete hijos (algunos de los cuales fallecieron en la infancia) y que había de ser el bisabuelo de Howard W. Hunter, nació tres años más tarde.

A mediados de 1830, Silas y Nancy Nowell se mudaron a Lapeer, una aldea al este de Flint, en Michigan. Allí trató Silas de ganarse a duras penas la vida como granjero, pero sus esfuerzos fueron continuamente imposibilitados por las nieves invernales y el intenso frío que duraba hasta fines de la primavera. A los pocos años, comenzó a hacer planes de mudarse al sur, al estado de Ohio. sobre la relación que mantenía con el Señor, su gratitud por sus bendiciones, su anhelo de saber qué se esperaba de ella, y su búsqueda del evangelio puro de la época antigua, como lo indican las siguientes anotaciones:

[Sábado 25 de julio de 1840] Estando convencida de que muchas cosas dependen de nuestro esfuerzo personal, yo creo que es el deber y la obligación de toda criatura de Dios obrar y hacer todo lo que sus habilidades le permitan, y al máximo de su potencial, para edificar y fomentar la causa de Dios mediante la difusión universal de su glorioso evangelio en todo el mundo.

[Sábado 2 de abril de 1842] La misericordia de Dios me ha permitido ver la conclusión de una semana más. Con frecuencia pienso para qué habré de ser preservada; ¿por qué se prolonga mi vida infructuosa de semana en semana y de año en año?

[Lunes 4 de abril de 1842] Lo que percibo actualmente de la iglesia de Dios en todo el mundo me hace sollozar. Me parece que ha decaído de su santidad y pureza primitivas como institución, aunque algunas personas podrían disfrutarla en tanto que la luz del espíritu de Dios pueda manifestarse al alma a través de las tinieblas de la incredulidad . . . No solamente ha perdido su santidad y su pureza, sino su poder y su fortaleza. ¿Dónde encontramos aquella fe pujante y poderosa, con todos los dones del Espíritu, que una vez se disfrutó bajó la

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dispensación del evangelio? [Sábado 9 de abril de 1842] He sentido hoy la necesidad de regocijarme en el espíritu al

meditar sobre la gloria de los últimos días, la cual creo que se acerca. | Martes 13 de septiembre de 1842 (la última anotación de Nancy) | He presentado la

súplica de mi causa al gran Juez de toda la tierra al encomendarme a mí misma y todo cuanto poseo en Sus manos, y por consiguiente, debo permanecer en silencio y someterme en paciencia, sabiendo que El es omnipotente, omnipresente y omnisciente, y que es mi amigo Yo puedo sentir el amor de Dios.1

A poco de haber hecho Nancy su última anotación en su diario, un misionero mormón fue a Lapeer, desde Nauvoo, Illinois. Después de escuchar su mensaje y de haber orado al respecto y recibido "el testimonio de que dijo la verdad", Nancy decidió ir a Nauvoo para saber más acerca de la Iglesia. En su diario personal escribió: "Fui a escuchar al predicador mormón [José Smith] con gran cautela, esperando no ser engañada. Su tema fue la segunda venida de Cristo. Tuve el testimonio de que habló con veracidad y que José Smith verdaderamente era un profeta, llamado y ordenado por Dios para efectuar una gran obra, porque presentó la verdad tal como la enseñó Jesucristo. Y pedí ser bautizada."

Nancy y Silas, con su familia, se mudaron a Nauvoo en 1843 y en enero de 1844 tuvieron otro hijo, Oliver. En junio de ese año, después de que el Profeta y su hermano Hyrum fueran asesinados, Nancy asistió a los funerales. Muy poco se sabe sobre las experiencias vividas por la familia Nowell en Nauvoo, pero es obvio que Silas también se unió a la Iglesia porque, de acuerdo con los registros del Templo de Nauvoo, ambos recibieron sus investiduras el 28 de enero de 1846. Un tiempo más tarde, Silas y Nancy se separaron.5 Ella emigró a Utah en 1852 y permaneció fiel a la Iglesia hasta el día de su muerte, el 13 de julio de 1902.

Después de que la familia Nowell saliera de Nauvoo, William, el hijo mayor de Nancy, vivió varios años en St. Joseph, estado de Misurí, donde en 1860 se casó con Rebecca Crites. Sus dos hijos—Josephine (Josie, la abuela de Howard W. Hunter) y Edward—nacieron en St. Joseph antes de que la familia se mudara en 1864 a Salt Lake City para estar más cerca de la madre de William. Tras haber sido un contratista y constructor de renombre, éste murió en Salt Lake City en 1882. Rebecca, su esposa, falleció en 1916.

Inmediatamente después de su casamiento con John Hunter en 1878, Josie y su esposo se mudaron a Wyoming donde, como lo expresara él en su historia personal, Josie "pasó a ser la reina de Hampton." Al llegar el otoño, la sociedad que John había formado con el juez Cárter parecía ser muy promisoria cuando un tal Hawkins llevó desde Oregón más de 3.000 cabezas de ganado a sus corrales en Hampton. Gracias a las sugerencias de John en cuanto al arte de vender ganado, Hawkins hizo un viaje muy provechoso hasta los corrales de Chicago y de lowa. De regreso, se detuvo en Hampton y convenció a John de que debía renunciar "por completo a su situación y asociarse con él" a principios del año siguiente. Después de cancelar su sociedad con el juez Cárter, John recibió la ingrata noticia de que su nuevo socio, Hawkins, había muerto repentinamente antes de formalizar el contrato.

Obligado a encontrar un nuevo empleo, John y Josie se mudaron a Salt Lake City, donde por algunas semanas él trabajó en una mina en la localidad cercana de Alta. Más tarde fue agente ferroviario en Park City (Utah), en Granger (Wyoming), y en Pocatello (Idaho). En 1887 se mudó con su familia a Boise [capital de Idaho], donde llegó a ser el primer agente ferroviario local de la línea Oregon Short. Un año más tarde se interesó en algunas minas de oro existentes en una región desértica a más de 200 kilómetros al norte de Boise. Tiempo después hizo negocios de minería en Pearl, a unos 50 kilómetros de la ciudad, antes de

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reintegrarse a sus ocupaciones ferroviarias. El mayor de los siete hijos de John y Josie, John William (Will) Hunter, nació en Salt

Lake City el 16 de abril de 1879. Este había de ser el padre de Howard W. Hunter. Cuando tenía unos veinticuatro años de edad, Will trabajaba con su padre en las minas

cerca de Pearl y algunos de sus amigos le presentaron a Nellie Marie Rasmussen, una atractiva joven seis años menor que él que hacía poco había llegado a Boise para vivir con sus tíos, Bertha Christina (Christie) Christensen y Wylliuel Wood (Fred) Moore. Siendo que Will trabajaba y residía a cierta distancia de la ciudad, el cortejo fue mayormente por correo, con algunos paseos en carricoches cuando iba Boise a visitar a su familia.

Los Rasmussen y los Christensen

NELLIE MARIE RASMUSSEN era descendiente de pioneros que habían ayudado a

colonizar Mount Pleasant, en el valle de Sanpete, a unos 200 kilómetros al sudeste de Salt Lake City. Su abuelo materno, Morten Rasmussen, nació en 1834 en Braendekilde, Odense, Dinamarca, donde su familia había residido durante varias generaciones.

Los misioneros de la Iglesia llegaron a Braendekilde en 1851. Morten aceptó su mensaje—el único miembro de su familia en convertirse—y fue bautizado en noviembre de 1851, cinco semanas después de cumplir los dieciocho años de edad. Menos de tres años después emigró a los Estados Unidos para unirse a los Santos de los Últimos Días en el Valle del Gran Lago Salado. Tras cruzar las llanuras norteamericanas en una carreta tirada por bueyes, arribó al valle el 5 de octubre de 1854. Tres años más tarde se mudó a Ephraim, un pequeño pueblo en el valle de Sanpete, donde el 1o de abril de 1859 con-trajo enlace con Karen Maria Christiansen, otra danesa convertida a la Iglesia.

Karen nació en 1842 en Lunge Gelsted, Odense, Dinamarca; sus padres fueron Christian Nielsen Christiansen y Ane Margrethe Jensen. Los tres se unieron a la Iglesia en Dinamarca en 1854 y tres años después emigraron a Utah. Después de vivir un tiempo en Ephraim, Christian y Ane se establecieron en Mount Pleasant.

Aproximadamente en la época de su casamiento, Morten Rasmussen fue llamado por Brigham Young para que ayudara en la construcción de un fuerte en Mount Pleasant y a colo-nizar la nueva comunidad. El primero de los doce hijos de Morten y Karen, a quien llamaron Martin (el abuelo de Howard W. Hunter), nació en diciembre de 1859 en una gruta sobre la margen de un arroyuelo que corría a través del fuerte. Al fallecer unos veinticinco años más tarde, Morten había lle-gando a ser un prominenie granjero, hombre de negocios y lider de la Iglesia y de la comunidad.

Martin Rasmussen, el hijo de Monten, se caso con Nicoline Christensen, una joven de Mount Pleasant, en la Casa de Investiduras en Salt Lake City, en mayo de 1880.

Los padres de Nicoline, tal como los de Martin, habían emigrado de Escandinavia. Su padre, Anders Christensen (el bisabuelo de Howard W. Hunter), nació en Stillinge, Condado de Soro, Dinamarca, en 1828, y fue bautizado en la Iglesia en marzo de 1853. Sus padres, Christen y Karen Jensen Andersen, su media hermana Maren y sus hermanos menores Jens y Niels Christian fueron bautizados poco después. Jens emigró a los Estados Unidos en enero de 1855 y Anders y Niels Christian le siguieron cinco años más tarde. Sus padres inmigraron en 1862, haciendo el trayecto a pie desde Florence, Nebraska, hasta Salt Lake City, y se establecieron en Mount Pleasant.

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Anders tenía veintiún años de edad cuando cruzó las planicies con la décima compañía de carros de mano que partió de Florence el 6 de julio de 1860 y llegó a Salt Lake City el 24 de septiembre. Este fue el último y, contando con 124 miembros, el más pequeño de los grupos de carros de mano que arribaron a Utah entre 1856 y 1860.6 Una de las integrantes de esa compañía era Nilla Pedersen, una joven noruega de veintiún años de edad, miembro de la Iglesia, a quien había conocido en el barco durante su travesía del Océano Atlántico.

Nilla (la bisabuela de Howard W. Hunter) había nacido en 1840 en Skedsmo, Noruega, y fue bautizada en 1858. Sus padres se llamaban Berthe Nielsen y Peder Torgensen.7 Nilla fue la primera de la familia en emigrar al Valle del Lago Salado, viajando en compañía de otros miembros de la Iglesia procedentes de Europa. Su madre, dos de sus hermanas y un hermano también se unieron a la Iglesia y emigraron a Utah. Su padre falleció en Noruega dos años después de que Nilla hubiera viajado a los Estados Unidos, mientras que su hermana menor nunca se unió a la Iglesia y decidió permanecer en Noruega.

Aparentemente, Anders y Nilla se enamoraron durante su viaje con los carros de mano, porque contrajeron matrimonio dos meses después de haber llegado a Utah. Entonces se establecieron en Mount Pleasant, donde al principio vivieron en el fuerte para protegerse de los indios. Anders excavó luego en el exterior del fuerte un refugio subterráneo con techo Cubierto de pasto, y fue allí donde, en octubre de 1861, nació su hija Nicoline.8

En el verano de 1865, cuando Nicoline tenía tres años de edad, su padre tomó una segunda esposa, llamada Kristen Nielsen, quien se había divorciado del hermano de aquel, y la cual tenía tres hijos. Entonces trasladó a sus dos familias, como también a sus padres y a su hermana, a Richfield, unos 120 kilómetros al sur, para ayudar a colonizar esa región pero, a raiz de las graves dificultades e invasiones de los indios, todos regresaron a Mount Pleasant dos años después. Del matrimo-nio de Anders con Kristen nacieron dos hijos; un tercero nació muerto y ese mismo dia también Kristen perdió la vida.

Nilla cuidó dé los hijos de Kristen junio con los seis suyos (otros tres murieron en la infancia), hasta el día de su muerte, el 8 de enero de 1876. Siendo la hija mayor, Nicoline asumió, a los catorce años de edad, la responsabilidad de criar a su cinco hermanitos y a los dos hijos de Kristen. Cinco meses más tarde, Anders se casó con Christina Jonsson, que era viuda y tenía un hijo. (En 1884 también contrajo matrimonio con Christina Frantsson.) Anders falleció en noviembre de 1917.

Nellie Marie Rasmussen

DESPUÉS DE SU CASAMIENTO y sellamiento en la Casa de Investiduras, Martin

Rasmussen y Nicoline, su joven esposa de dieciocho años de edad, regresaron a Mount Pieasant, donde él construyó una casa de troncos a una cuadra del hogar de su padre, Morten Rasmussen. En esa nueva casa les nacieron tres hijos: Henry Arthur, el 8 de marzo de 1881; Lawrence Martin, el 17 de diciembre de 1882; y Nellie Marie, el 30 de mayo de 1885.

A principios de diciembre de 1887, Martin se encontraba en el estado de Colorado trabajando con su hermano John en un proyecto ferroviario cuando recibió la noticia de que Nicoline estaba gravemente enferma. Salió de inmediato rumbo a su hogar y cabalgó durante dos días sin detenerse, excepto para permitir que descansaran sus caballos. Cuando llegó a Mount Pieasant, se enteró de que Nicoline había fallecido tres días antes, el primero de diciembre, y que la habían sepultado una pocas horas antes de que él arribara. Nicoline tenía entonces veintiséis años de edad.

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Antes de morir, Nicoline había pedido que Annie Cecelia, su media hermana, cuidara de su hijita de dos años de edad.9 Cecelia era aún una adolescente y vivía entonces con su abuelita, Karen Jensen Andersen, que era viuda. Cuatro años más tarde, Cecelia contrajo matrimonio con William Burt Reynolds y Nellie vivió con ellos hasta 1895, cuando cumplió diez años de edad. Fue entonces que los Reynolds decidieron mudarse a Colorado, y se hallaban ya en la estación ferroviaria esperando el tren cuando de pronto llegó Martin Rasmussen y no permitió que Nellie se fuera con ellos.

Dos años y medio después del fallecimiento de Nicoline, Martin contrajo enlace con Emma Elizabeth Jeffs. Cuando Nellie tenía diez años de edad, se fue a vivir con su padre y su madrastra, quien ya había tenido dos hijos (uno de los cuales murió en la infancia). En los once años subsiguientes, los Ras-mussen tuvieron cuatro hijos más. Nellie vivió con ellos unos tres años, quedándose en la casa sin asistir mucho a la escuela para cuidar de los niños menores. Un día, cuando su padre pensó que su esposa ya se había aprovechado demasiado de Nellie, dispuso que la niña fuera a vivir con su abuela, Karen Marie Christiansen Rasmussen. Nellie residió con su abuelita hasta que ésta falleció en marzo de 1900.

En aquel tiempo Nellie tenía casi quince años de edad y fue a vivir en el hogar de Andrew Christensen, el hermano de su madre, en Castle Dale, a casi cien kilómetros de Mount Pleasant. También en Castle Dale residía John Rasmussen, el hermano de su padre, así que Nellie vivió alternadamente con las familias de sus líos durante casi dos años. Luego la invitaron a vivir en Salt Lake City con su tía materna, Christie, y el esposo de ésta Fred Moore.

Nellie permanecio con los Moore unos dos años, asistiendo a la escuela y trabajando parte del día en el hogar de una familia de apellido Metras, donde finalmente se quedó cuando los Moore se mudaron a Boise [Idaho]. Después de que Christie Moore perdiera, dos años más tarde, a uno de sus hijitos, Fred invitó a Nellie para que fuera a vivir con ellos en Boise.

Nellie, quien para entonces tenía diecinueve años de edad, no tuvo dificultad alguna en encontrar empleo. Durante un tiempo trabajó de mesera y de recepcionista en el Hotel Idanha y luego consiguió empleo en la compañía de teléfonos. Poco después de haber arribado a Boise le presentaron a Will Hunter.

Matrimonio y familia

DESPUÉS DE CORTEJAR a Nellie principalmente por correspondencia, Will decidió

abandonar la minería y regresar a Boise. Por una temporada trabajó en la linea ferroviaria Oregon Short y después aceptó un cargo en otra compañía de trenes en la ciudad de Boise, dedicada al transporte postal y de pasajeros entre Boise y varias localidades hacia el oeste de esa ciudad. Teniendo entonces un empleo seguro, en la primavera o a principios del verano de 1906, Will le propuso matrimonio a Nellie y solicitó a Fred Moore el correspondiente permiso para la boda.

No muy segura de si debía casarse con alguien que no fuera miembro de la Iglesia, Nellie le indicó que necesitaba

tiempo para pensarlo. Ese verano fue a Sanford, en Colorado, a visitar a su tía Cecelia y, encontrándose allí, conoció a un joven que le propuso matrimonio pero ella no le aceptó y viajó a Mount Pleasant para visitar a sus familiares. Preocupado por su larga ausencia, Will Hunter fue a donde estaba Nellie y logró que asintiera en casarse con él.

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El 3 de diciembre, Will y Nellie viajaron en tren a Manti [Utah], obtuvieron de las oficinas del condado una licencia matrimonial y tomaron el tren de regreso a Mount Pleasant. Mientras tanto, algunas de sus familiares le confeccionaron a Nellie un vestido de bodas y esa misma tarde la pareja con-trajo enlace en el hogar de María Sophia Rasmussen Madsen, tia de Nellie, ceremonia que fue efectuada por el hermano de su padre, Daniel Rasmussen. Varios amigos y familiares, incuso su padre, estuvieron presentes en la ocasión para expresarle sus buenos deseos. Al día siguiente, los recién casados regresaron en tren a Boise, donde habrían de establecer su hogar.

Después de permanecer algunos días con la familia Hunter, Will y Nellie alquilaron una casita en la esquina noreste de las calles Once y Sherman, en la cual nació su primer hijo, Howard William Hunter, el 14 de noviembre de 1907. El Dr. John Beck, quien sería el médico de cabecera durante los veinte años subsiguientes, asistió a la madre en el nacimiento e hizo los arreglos necesarios para que una enfermera la atendiera por varios días.

A los cinco meses, el 5 de abril de 1908, Nellie llevó a Howard a una reunión de testimonios en la Rama de Boise de la Misión Noroccidental, en la que el presidente de la misma, Heber Q. Hale, le dio una bendición.

En esa época, al igual que otros estados del oeste norteamericano, Idaho experimentaba un rápido crecimiento. Entre 1900 y 1910 se duplicó la población del estado, el que había sido incorporado a la Unión en 1890, llegando a tener más de trescientos veinticinco mil habitantes. La población de Boise, la ciudad capital, aumentó aún más en proporción y en 1910 contaba con más de diecisiete mil habitantes. El automóvil era todavía una novedad (Henry Ford introdujo su modelo "T" en la época en que Howard cumplió su primer año de edad) y las calles no habían sido pavimentadas aún. Pero las viviendas y los negocios proliferaban por doquier y los confines de la ciudad se expandían cada vez más.

La Iglesia Mormona, aunque sólida en la región oriental de Idaho casi en el límite con Utah, no era muy fuerte en el oeste del estado a comienzos del siglo. La primera reunión de la Iglesia en Boise se llevó a cabo en una hostería el 18 de enero de 1903 con la asistencia de ocho hombres, algunos de los cuales eran miembros de la legislatura estatal que se hallaban en Boise para una sesión legislativa. Después de la reunión se comunicaron con las autoridades de la Iglesia en Salt Lake City, quienes a la semana siguiente enviaron algunos representantes para estudiar la situación y consultar con sus miembros. Por recomendación de éstos, la Iglesia organizó una rama el 8 de febrero de 1903, como parte de la Estaca Union del este de Oregón.10 Al año siguiente, la rama fue asig-nada a la Misión de los Estados del Noroeste. Heber Q. Hale ocupó el cargo de presidente de la rama desde 1905 hasta el 3 de noviembre de 1913, cuando se organizó la Estaca de Boise y la antigua rama pasó a ser barrio.

Nellie fue siempre activa en la rama y hacía que sus hijos asistieran con regularidad a las reuniones y recibieran una educacíón religiosa tanto en la iglesia como en el hogar. Aunque Will no era miembro de la Iglesia, nunca se opuso a la participación de su familia y en ocasiones, cuando su tra-bajo se lo permitía (con frecuencia debía trabajar en el día domingo), solía asistirá las reuniones sacramentales con ellos.

Cuando Howard tenía unos dos años de edad, su familia se mudó a otrá casa que su arrendador tenía a la vuelta de la esquina, la cual era un poco más amplia que la otra y fue allí donde, el 1 de noviembre de 1909, Nellie dio nuevamente a luz, esta vez una niña a la que llamaron Dorothy Elaine.

Poco después del nacimiento de Dorothy, Nellie había puesto a hervir un olla de agua sobre la estufa de calefacción en la sala. Al retirarla, colocó la olla sobre el piso para que se

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enfriara cuando de pronto entró Howard corriendo. El niño cayó en el agua hirviente cubriéndose el rostro con su mano izquierda, la cual se le quemó de gravedad. Años más tarde, describió lo ocurrido de esta manera en su diario personal:

"Llamaron al médico de inmediato y éste recomendó que se me empastara el brazo con puré de papas y se me vendara. Algunas señoras del vecindario acudieron en mi ayuda. Recuerdo haberme sentado sobre el escurridero para los platos de la cocina mientras hervían las papas, las machacaban, me hacían compresas en el brazo con la pasta y rasgaban telas en tiras para vendármelo. Afortunadamente, aquella seria quemadura no afectó para nada el desarrollo de mi brazo pero me quedó la cicatriz para toda la vida."11

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2 UNA NIÑEZ FELIZ EN BOISE

A PRINCIPIOS DE 1910, Will y Nellie Hunter compraron un pequeño terreno en una

nueva subdivisión fuera de los límites occidentales de la ciudad de Boise. El lote estaba ubicado al final de la calle Vine, un callejón sin salida al sur del camino Valley (que más tarde pasó a ser la calle State). A unas cuatro cuadras de distancia, al final de la calle y más allá de los campos de pastoreo, corría el río Boise.

A fin de que le ayudara a construir una vivienda de tres cuartos, Will contrató al cuñado de Christie Moore, una tía de Nellie. También compró un pequeño martillo para que Howard, que tenía dos años de edad, pudiera clavar maderas en el piso de la sala, un "aprendizaje" que presagiaba el interés que Howard habría de tener en el arte de la carpintería.

La familia se mudó de la calle Sherman a su nuevo hogar en el otoño de ese mismo año. La casa, que miraba hacia el este, tenía una amplia sala, un dormitorio y una cocina. Una estufa de carbón en la sala y otra en la cocina suministraban Calefacción en el invierno. Durante los primeros años la casa era iluminada con lámparas de queroseno. Afuera, se extendía un prado en la parte norte de la casa y constituía el lugar favorito de juegos para los niños y sus amiguitos. En el lado oeste de la casa, a pocos pasos de la puerta trasera, según Howard lo recuerda, "habia un pequeño edificio cuadrado y bien ventilado construido obre un pozo en el suelo, al que llamaban 'retiro', un término que me parecía demasiado decoroso para lo que era."

Entre la casa y el retiro existía un sótano revestido con ladrillo en el que se conservaban frutas y vegetales envasados y frescos. El huerto de verduras y los árboles de manzana sil-vestre y de ciruela se hallaban en la parte sur del terreno, mientras que las plantas de frambuesa y de grosella se extendían a lo largo de la cerca trasera. Tiempo después, Will construyó un gallinero y un garaje.

Puesto que la casa sólo tenía un dormitorio, la familia necesitaba ya un lugar adicional donde Howard y Dorothy pudieran dormir, así que Will agregó un porche al frente de la casa. Los niños dormían en una mitad del mismo, y la familia usaba el resto para sentarse y conversar en las noches cálidas. El revestimiento del porche era metálico desde la mitad de sus paredes hasta el techo. Por la parte interior, había unas cortinas de tela que se desenrollaban por medio de una manivela; las cortinas protegían contra la lluvia y la nieve, pero nada podían hacer contra el frío del invierno ni el calor del verano.

Nellie cocinaba en la estufa de carbón, la cual tenía un hornillo en la parte superior y un recipiente al costado para calentar agua. Una de las tareas de Howard consistía en pasarle betún a la estufa y luego pulir las letras niqueladas de la marca de fábrica que decían: Majestic. También le correspondía traer del cobertizo el carbón y trozos de leña para las estufas.

Para poder suministrar agua a la pileta de la cocina, Will puso un caño por debajo del piso hasta el borde de la misma e instaló en su extremo una bomba. Para sus baños al fin de cada semana, la familia llenaba con agua una jofaina galvanizada y la calentaba sobre la estufa.

"Durante la mayor parte del tiempo en que vivimos en la casa de la calle Vine", recordaba Howard, "criamos gallinas. Mi responsabilidad era alimentarlas y cambiarles el

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agua cada mañana y cada noche." En ocasiones también debía limpiar las jaulas y los palos de descanso en el gallinero.

Will cuidaba con gran orgullo su huerto y lo conservaba minuciosamente limpio, aun arrastrando un pesado madero por la tierra para mantenerlo nivelado. Casi todas las semanas la familia solía inundar el huerto y el prado con el agua de una acequia cercana. Cierta vez Will le pidió a su hijo Howard que quitara las malezas del sembrado de papas y esa noche, cuando fue a verificar la tarea, se quedó aterrorizado. "¡Has arrancado las plantas de papa!" exclamó. Howard, que le había ayudado a sembrarlas, respondió, justificándose: "Pero ahí no fue donde las plantamos ..."

Puesto que su hogar estaba ubicado fuera de los límites de la ciudad, la dirección postal de los Hunter era RFD 1 (luego de varios años a la casa se la designó con un número de calle: 303 Vine Street). Cuando eran ya mayorcitos, los niños iban hasta el otro lado del camino Valley para recoger la correspondencia en la casilla número 23. El cartero, haciendo su recorrido en un carricoche a caballo, la depositaba allí todas las mañanas a las diez y cuarto.

En el atardecer, Howard y Dorothy caminaban hasta la lechería de los Anderson, a unas ocho cuadras al norte del camino Valley, para comprar leche fresca. De regreso, con fre-cuencia llevaban también la leche para las viudas del vecindario, portando las pesadas botellas en una bolsa de tela que Nellie había confeccionado. Una tal señora Williams, que vivía en el terreno de los Hunter, le pagaba a Howard cada vez que éste le llevaba la leche o le cortaba el césped.

La familia Hunter conservaba la leche y otros comestibles frescos en una nevera que tenían en la cocina. Cuando el vendedor de hielo pasaba por el lugar, los niños corrían detrás de él esperando recibir algunos trocitos para sorber. A veces, Dorothy recogía la nata de la leche y la congelaba sobre el hielo para poder comer "helado." Esto no hacía muy feliz a su padre, quien solía quejarse diciendo: "Pues, conque Dorothy ha estado congelando la nata otra vez, ¿eh?"

Cuando niño, Howard amaba mucho a los animales. Por muchos años tuvo un perro y, como ha dicho, "todo gato perdido podía hallar refugio en casa, a pesar de las protestas de la familia." Una vez, unos muchachos del vecindario habían encontrado un gatito y se divertían poniéndolo en una bolsa y arrojándolo en la acequia. Cada vez que el animalito quería salirse, lo atrapaban para arrojarlo nuevamente al agua. Después de que se hubieron cansado de la travesura, Howard lo recogió, llevándoselo a la casa para confortarlo y abrigarlo.

"No va a sobrevivir", le advirtió su madre, pero Howard no se dio por vencido. "Mamá", dijo, "tenemos que hacer todo lo posible." Su madre le dio una manta, forró con ella una caja y la colocó debajo de la estufa

caliente. En poco tiempo el gatito revivió y quedó con la familia por muchos años. Alguien le sugirió a Howard que un gato haría piruetas si se le ponía unas gotas de

aguarrás en la cola. Entonces lo intentó con uno de sus gatitos, pero nada pasaba. Y luego le agregó otras. Nada. Finalmente, le sumergió la cola en el envase de aguarrás y esperó.

"Todo estaba en calma", recordaba, "pero de pronto el gato arqueó el lomo, dio un brinco en el aire con un maullido, saltó por sobre la cerca y corrió hacia el campo de trigo de los White. Se podía ver el oleaje del trigo por donde corría el pobre animal." Howard salió en su búsqueda, pero fue en vano. "Quedé muy preocupado por varios días", comentó, "hasta que al fin vi con regocijo que el gato me perdonó y volvió a casa."

El joven Howard también tenía algunos conejitos en una caseta que su padre le había

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construido y en ocasiones los soltaba para que comieran de la hierba del prado. Cada uno de aquellos conejitos tenía su propio nombre, y sus favoritos eran Bunny Boo y Mary Jane. En un pasaje de su diario personal, el cual escribió cuando tenía unos once años, Howard se refiere a una vez en que había dejado que Mary Jane correteara libremente por el prado:

"Yo estaba tratando de alcanzarla. Un muchachito vino a ayudarme pero yo habría preferido que no lo hiciera, porque le arrancó la cola a mi pobre conejita. Aquello me enfermó y corrí a casa llorando; mi madre salió y me ayudó a atraparla."1 Setenta y cinco años más tarde habría de comentar: "Aquella experiencia fue una verdadera tragedia en mi niñez."

Siendo que había tantos niños de su edad en el vecindario, Howard y Dorothy siempre tuvieron muchos amiguitos con quienes entretenerse. Les encantaba jugar en las acequias, las zanjas y el río de la cercanía. En sus primeros años solían cruzar descalzos el canal de irrigación por el que corrían las aguas del arroyo Sand y tiempo después acostumbraban nadar en el río Boise y en el canal Ridenbaugh que recogía las aguas de aquel río, para llegar al cual debían atravesar una cerca de alambre de púas, pasar por el terreno de un vecino, recorrer un sembrado de alfalfa y cruzar un campo de pastoreo, y les fascinaban los matorrales, las arboledas y las plantas de espadaña que crecían a la vera del río.

"Había un bosque, al que me encantaba ir después de la escuela o los sábados", comentó el presidente Hunter durante una entrevista para un artículo en la revista Friend. "Mi perro era mi constante compañero cuando iba a andar en bote y hacía silbatos con varillas de sauce. Nos gustaba observar juntos cómo construían sus balsas las nutrias y nadaban los peces en el río. Y también cómo construían los pájaros sus nidos y empollaban sus pichones."2

Howard acostumbraba coleccionar huevos de diversas aves—faisanes, alondras, azulejos, petirrojos, reyezuelos—y podía identificar a cada uno de ellos. Según Dorothy, él nunca los tomaba del nido que tuviera solamente uno o dos huevos. Si el nido tenía más, le sacaba uno o varios y, agujereándolos en ambos extremos, los soplaba hasta vaciarlos. Entonces los conservaba en cajas vacías de cigarros revestidas con algodón.

En invierno, se congelaban las lagunas en que nadaban y se convertían en estanques de patinaje. "Era una actividad maravillosa el patinar sobre aquellos canales congelados a la luz de la luna que refulgía a través de los árboles sin hojas, detenerse para hacer fuego sobre el hielo y asar salchichas, y luego continuar patinando", escribió en su historia personal.

El invierno traía consigo otra actividad favorita, a la que llamaban "remolque." Los jovencitos ataban largas cuerdas al frente de sus trineos y esperaban al costado del camino hasta que pasara algún carricoche o carreta lentamente en la pesada nieve. Entonces, explicaba Howard, "corríamos detrás hasta alcanzarla y atábamos la cuerda al eje trasero, saltábamos en el trineo y nos dejábamos remolcar, maniobrando con la cuerda para virar a la derecha o a la izquierda. Los caballos trotadores nos remolcaban varias millas hasta encontrar un carro que fuera en la dirección contraria que nos diera la oportunidad de regresar de la misma manera."

En el diario de su niñez menciona haber hecho esto varias veces durante el invierno de 1918 a 1919. Un 27 de noviembre escribió: "John Henry y yo instalamos una vela en mi trineo y nos fuimos al camino. Nos llevó al pueblo de un solo vuelo. Pasamos a visitar a su hermana y todo el mundo vino a ver nuestro trineo de vela. Luego desmantelamos la vela y atamos el trineo al eje trasero de una carreta que nos trajo de regreso a casa."

Aunque los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial se hallaban a miles de kilómetros de distancia, la familia Hunter y sus conciudadanos en Boise seguían con gran interés los acontecimientos del conflicto, participando en campañas de recaudación de fondos y contribuyendo algunos de sus bienes para la causa. Nellie aprendió a preparar un tipo de

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pastel que no requería azúcar ni huevos—aunque en realidad era bastante sabroso. Cuando George, el hermano de Will, regresó de sus deberes en la marina de guerra y explicó cómo solían arrojar azúcar, harina y otras cosas al mar, Dorothy recuerda que Howard "se quedó pasmado de horror al escucharle."

Los Hunter celebraron gozosos con el resto del mundo cuando en noviembre de 1918 se enteraron de que en Europa se había firmado el armisticio. En su diario, Howard describió lo que aconteció en Boise cuando llegó la noticia de que habían cesado las hostilidades en Europa:

"Yo estaba durmiendo cuando escuché dos disparos de cañón. Desperté tan sobresaltado que no podía moverme. De pronto oí al Sr. Harvey que gritó: '¡Terminó la guerra!' Entonces todos nos levantamos y comenzamos a celebrar. John Henry tenía cuatro baterías. Las conectamos a mi motor y ya estaba funcionando cuando vino la señora Harvey y dijo que iba a haber un desfile en el pueblo. John y yo fuimos al centro en mi vehículo para presenciar el desfile y después nos hicimos parte de él. Detrás de nosotros iban dos chinos que traían consigo como 100 cajas de petardos, y los hacían explotar. Luego fuimos al capitolio donde escuchamos algunos discursos. Después volvimos a casa y al caer la noche prendimos una gran fogata y nos divertimos bastante haciendo ruido con unos cuantos envases de hojalata."

Unanimidad familiar

En LA FAMILIA HUNTER, cada uno de los hijos tenía sus deberes en el hogar. En su

diario de 1919, el presidente Hunter menciona las diferentes ocasiones en que él y Dorothy ayudaron a su madre en las tareas del verano y cuando en el otoño preparaban alimentos para envasarlos:

"Agosto 26 - Después del almuerzo, mamá y yo fuimos a casa de la señora Williams a recoger habas. Apenas habíamos comenzado cuando vimos a mi tía Ida y al tío Carl que venían por el camino ... Después de la cena, mamá, papá y yo fuimos a juntar las habas y después fui a buscar leche."

"Agosto 27 - Papá vino a casa con 10 docenas de mazorcas. Mi hermana y yo lo ayudamos a limpiarlas y mamá cortó el maíz para secarlo."

"Agosto 29 - Llevé la carretilla hasta el camino Valley para encontrarme con el señor Starn, quien nos traía algunos tomates y un par de sandías grandes. Volví a casa y comí un poco de sandía y luego le llevé el almuerzo a papá. A las 12 fui a buscar una bolsa de maíz que mandaron por el tranvía. Mi hermana y yo ayudamos a mamá a limpiar el maíz porque ella estaba muy ocupada envasando tomates y quería envasar el maíz. Jugué un poco en la tarde. Después de cenar mi hermana y yo le llevamos 2 dólares a una señora por los tomates."

"Agosto 30 - Le traje a mamá algunas manzanas y limpié el patio trasero." "Septiembre 12 - Mi hermana y yo fuimos al huerto y sacamos muchas manzanas para

que mamá las cocinara." Nellie trabajaba con denuedo en la casa y fuera de ella. El salario de Will no era

suficiente para pagar las deudas y entonces ella contribuía a los ingresos de la familia trabajando para otros, incluso planchando trajes para una lavandería y haciendo demostraciones de cómo usar jabón detergente de la marca White King. Asimismo, participaba como voluntaria en el programa de escultismo y en campañas para recaudar fondos para la guerra.

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Will era conductor de coches para pasajeros de la Compañía Boise Valley, el ferrocarril interurbano que operaba desde el centro de Boise a las localidades hacia el oeste— Eagle, Star, Middleton, Caldwell—y haciendo una amplia curva regresaba por Nampa y Meridian.3 Había entonces una estación en el llamado Oíd Soldiers Home, sobre el camino Valley, a unas cuatro cuadras del hogar de los Hunter, y a los niños les fascinaba subirse al tren y acompañar a su padre en el trayecto de aquella amplia curva.

Aunque Will no había obtenido mucha educación formal, gustaba mucho de la lectura y tenía una gran curiosidad acerca del mundo, lo cual heredaron sus hijos. Todos utilizaron profusamente su colección de la Enciclopedia Wonder World. En las noches, cuando Howard se recostaba a los pies de su padre en el piso de la sala, Will le preguntaba: "¿A dónde viajaremos hoy?" Entonces, preparados con un atlas y la enciclopedia, "exploraban" lugares exóticos del mundo. A muy temprana edad, Howard sabía cuáles eran las capitales estatales de los Estados Unidos y de otros países.

Tanto Will como Nellie acostumbraban leerles a sus hijos, y Howard y Dorothy usaban con frecuencia sus tarjetas de identificación personal de la Biblioteca Carnegie. Dorothy se embelesaba con las historia de Pollyanna y las obras de James Fenimore Cooper y de Louisa May Alcott, mientras que Howard prefería leer Tom Sawyer, Huckleberry Finn y las series de Tom Swift.

Su hogar no era muy grande, pero los Hunter hicieron en él lugar para un piano a fin de que Howard y Dorothy pudieran tomar lecciones. Aunque Howard sólo estudió durante un año, con frecuencia se sentaba al piano y tocaba de oído. Cuando Dorothy cumplió nueve años de edad, en noviembre de 1918, recibió una grata sorpresa. Howard escribió en su diario personal:

"Noviembre 1 - Hoy es el cumpleaños de mi hermana. Mamá y papá le regalaron un dedal, una muñequita y un par de chinelas. Yo le regalé una muñeca. John Henry se mudó al lado de nuestra casa. Todos los muchachos se hallaban allí mirando cuando llegó un gran carro; todos corrimos a ver qué traía. Era nuestra pianola para el cumpleaños de mi hermana, pero en realidad era para nosotros dos. No enviaron ningún rollo [rollos para pianola]. Wilda tocó un par de piezas [musicales]. Después de la cena el Sr. Castle trajo algunos rollos y se quedó hasta las 12."

A la mañana siguiente "tocamos el piano por un rato hasta que el carro vino otra vez, trayendo una Victrola. . . Mamá y papá estaban indecisos en cuanto a tener un piano y un fonógrafo o una pianola, así que tenían la casa llena de música."

Dos semanas después, el 14 de noviembre, Howard escribió: "Hoy es mi cumpleaños. Mamá me dio 50 centavos y una zurra, y papá me dio 50 centavos; mi hermana me regaló un par de guantes. Las muchachas tienen una especie de club de costura; eran seis, y me persiguieron por todas partes hasta echarme por el suelo. Enganché un pie en la estufita y la empujé dentro de la pileta. Cada una de ellas tuvo que haberme pegado 250 veces. Luego fuimos al camino a jugar. Después el Sr. Smith nos llevó a mamá y a mí hasta el centro. Regresamos a las 7 y tocamos el piano."

Una de las tradiciones de la familia era decorar el árbol navideño en la Nochebuena. "Usábamos velas comunes, que colocábamos entre las ramas", recuerda Howard. "Papá con-servaba dos baldes con agua por si acaso el árbol se incendiara, para poder apagar rápidamente el fuego. Siempre se aseguraba de que apagáramos las velas antes de salir de la casa."

Howard describe en su diario personal la Navidad de 1918: "Despertamos temprano y descubrimos muchas cosas lindas que Santa Claus [Papá

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Noel] nos había dejado. Nos trajo un bonito trineo y a mí un cortaplumas Scout, un abrigo de lana pesada y una batería para mi motor. Mamá me regaló una corbata y mi hermana me regaló un pisacorbatas. Mi hermana y yo salimos a andar en trineo. Nos encontramos con el cartero y nos dio un paquete que envió tío Henry Mi hermana recibió algunos pañuelos y yo un trompo que funciona en base al mismo principio que el mundo; gira sobre un hilo, arriba de un alfiler de sombrero, sobre la cabeza o cualquier otra cosa. Papi se había acostado y la tía nos había enviado un enorme pavo y por supuesto tuvimos una gran cena. Tuvimos todo lo bueno que puede tenerse. Mi hermana y yo fuimos a andar en trineo después de la cena. Pasamos un día hermoso."

La movilización de la familia mejoró notablemente cuando Will trajo al hogar su primer automóvil, de la marca Hupmo-bile. Ese verano viajaron a Starky Hot Springs, un centro de recreo en las montañas cerca de New Meadows, unos 200 kilómetros al norte de Boise. El entusiasmo de la familia ante la perspectiva de sus vacaciones quedó empañado cuando, al arribar a su destino, se les dañó una de las ruedas traseras del automóvil en una cuneta, haciéndolo deslizarse hasta una de las vertientes de agua hirviente que existen en aquel lugar. De inmediato Will arrancó un pesado poste de uno de los cercos a la vera del camino y, haciendo palanca debajo del eje, levantó el vehículo antes de que se le quemara la rueda. Después de reparar el problema, pudieron disfrutar de unas vacaciones tranquilas, nadando en las aguas tibias de la piscina y escalando los cerros.

Howard y su hermana Dorothy eran muy compañeros, aunque ambos eran diferentes en apariencia, temperamento e intereses. Dorothy era de piel oliva, ojos castaños y rubios cabellos, mientras que Howard era de cutis blanco, ojos azules y cabello oscuro. Ella considera que era una niña reprensible, siempre envuelta en travesuras, en tanto que afirma que su hermano era una persona dulce, refinada y pacificadora.

No obstante sus disparidades, siempre se protegieron mutuamente. Hubo una época en que algunos muchachos, sabiendo que Howard no les presentaría batalla, solían arrebatarle la gorra y colocársela sobre las vías del ferrocarril al costado del camino Valley, esperando hasta que pasara el tren para dañársela. Después de que Nellie se hubo enojado diciendo que nunca más volvería a comprarle a su hijo otra gorra, Dorothy enfrentó a los provocadores y les amenazó diciendo: "¡La próxima vez que lo hagan, tendrán que vérselas conmigo!"

Su hermana recuerda que la gente admiraba a Howard por sus buenos modales. Acostumbraba tocarse el ala del sombrero para saludar a los transeúntes por la calle y a ceder su asiento a quienquiera que estuviera de pie en el tranvía. Las damas solían comentar: "¡Ah, cuánto me gustaría que mi hijo fuera como este joven!" A Dorothy la trataba tal como a otras niñas—por lo general. Su madre recordaba que un día Dorothy llegó iracunda a su casa porque, habiendo ido al río con su hermano y una amiguita llamada Beatrice, ¡Howard había sostenido para Beatrice el alambre de púas de la cerca por más tiempo que para ella!

Las visitas al hogar de los abuelos

CUANDO HOWARD TENIA unos cuatro años de edad, su madre lo llevó junto con

Dorothy a Utah en tren. Primeramente fueron a Price, unos 200 kilómetros al sudeste de Salt Lake City, a visitar a unos familiares. De allí tomaron el tren de regreso hasta Thistle Junction donde pasaron la noche en un hotel y en la mañana tomaron nuevamente el tren a Mount Pleasant.

"Esta fue la única vez que vi a mi bisabuelo, Anders Chris-tensen", comentó Howard.

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"Aunque era bastante anciano y pasaba la mayor parte del día sentado en su silla, se puso a jugar conmigo y me detenía con el gancho de su bastón cada vez que yo quería alejarme de él." Anders falleció cinco años después, el 29 de noviembre de 1917, a la edad de ochenta y siete años.

Durante los días en que Nellie y sus hijos permanecieron en Mount Pleasant, Howard se enfermó y debió hacer cama por una semana en el hogar de su tía Sophia. Nellie recibió entonces una carta de su esposo en la que le decía que Buster Grimm, el amiguito de Howard, había contraído poliomielitis. Al regresar a su hogar, Nellie se enteró de que Howard tenía síntomas similares a los de Buster y que a raíz de su enfermedad éste quedaría lisiado por el resto de su vida. Pero el único efecto que el mal tuvo en Howard fue una perpetua rigidez de la espalda: nunca más pudo inclinarse hacia adelante y tocar el suelo con las manos.

Los abuelos Hunter vivían en Boise sobre la Calle Trece al Sur, cerca de las vías ferroviarias de la línea Oregon Short. A Howard y a Dorothy les agradaba mucho visitarles. El abuelo les daba una moneda de un centavo o de cinco a cada uno para que compraran las golosinas que quisieran en el almacén de enfrente—caramelos duros, orozuz, paletas, etc., o en los días calurosos del verano, un helado. Los niños también solían jugar con los dos perritos fox-térrier del abuelo Hunter.

Al abuelo le gustaban mucho las noticias para enterarse de los acontecimientos y discutir cuestiones políticas con su vecino, el senador nacional William Borah. Dorothy y Howard recuerdan las veces que vieron al senador Borah pasear por las calles en su carruaje a caballo y cuando solía indicar a su conductor que se detuviera para permitirle descender y jugar al béisbol con los muchachos del barrio.

Howard tenía diez años de edad cuando sus abuelos vendieron la casa y se mudaron a Salt Lake City. Los extrañó mucho pero se consoló cuidándoles a su perrita Daisy, que a poco se convirtió en su compañerita constante.

La escuela y el trabajo

EN ENERO DE 1914, dos meses después de su sexto cumpleaños, Howard comenzó su

primer grado en la Escuela Lowell, a unas quince cuadras de su casa. El primer día su madre lo llevó para inscribirlo en la clase de Barbara Ander-son.

Dos años más tarde, cuando Dorothy cumplió los seis años, se quejó cuando la llevaron a la escuela porque decía que Howard sabía leer y ella no. "Sin embargo", recuerda Howard, "al cabo de una tierna pero firme reprimenda, mamá la llevó a la misma clase en la que yo había estado dos años antes y de ahí en adelante caminamos juntos a la escuela."

A Dorothy le tocó vencer aún otro obstáculo. Cada vez que entraba a una clase a la que antes hubiera asistido su hermano, la maestra le decía: "Ah, tú eres la hermana de Howard Hunter, ¿verdad?"—siguiendo con el comentario de que esperaba que fuera tan buena alumna como él. Casi entre dientes, Dorothy comentaba para sí: "Bueno, ya lo verá."

En general, Howard fue un buen alumno. Sin embargo, dice haber tenido dos problemas: "Nunca me fue bien en los deportes y siempre tuve dificultad en reconocer colores—no todos los colores, pero los tonos rojos, verdes y castaños."

Para solucionar ese problema de la vista, ideó cierto método. Colocaba sus lápices sobre su pupitre y cada vez que la maestra pedía a los alumnos que tomaran el de un color determinado, pasaba lentamente los dedos por cada lápiz y Beatrice Beach, que se sentaba

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detrás de él, le tocaba el hombro cuando llegaba al de ese color. No se animaba a decirle a la maestra que no podía distinguir los colores.

Con respecto al otro "problema" de Howard, el de su desinterés hacia los deportes, su mayor participación en ese campo fue cuando una vez en la escuela secundaria asistió a un partido de fútbol americano e informó a un periódico local los resultados del mismo. Disfrutaba mucho de la lectura, de escribir y de muchos otros temas académicos, aunque nunca se esforzó por descollar en ellos. También tenía otros varios intereses, tales como trabajar después de las horas de estudio y durante el verano.

La gente adulta parecía apreciar el hecho de que Howard Hunter era un joven consciente y cumplidor. De muchacho ayudaba a los vecinos, ya sea cortándoles el césped, limpiándoles el patio, llevándoles a las viudas la leche de la lechería, recogiendo fruta y efectuando otras tareas. En ocasiones recibía paga por ello, pero a veces lo hacía simplemente porque le agradaba ayudar a otros.

El joven Howard obtuvo con sus parientes los primeros empleos fuera de la vecindad. Su tía Flora Hunter Grebe, que administraba la oficina del telégrafo Western Union, lo empleó para que repartiera telegramas y su tío Cari (Pete) Peterson, un impresor del Evening Capítol News, le consiguió trabajo para que vendiera periódicos en la calle después de la escuela. Una noche vendió unos veinte periódicos de cinco centavos y, siendo que cada uno le costaba dos centavos y medio, su enorme ganancia fue de cincuenta centavos.

Durante un tiempo trabajó como dependiente en la tienda Cash Bazaar de Boise. Cada vez que uno de los empleados vendía algo, tocaba una campanilla y Howard iba a recoger la mercancía y el dinero, corría con ellos hasta la cajera y después volvía para entregar al cliente su paquete y el cambio. Le pagaban un dólar por su trabajo, que cumplía los sábados de nueve a nueve.

Howard ahorraba el dinero que ganaba después de la escuela y en el verano, y lo usaba para sus necesidades e intereses personales, entre ellos la música, la numismática y la filatelia.

Un estanciero de corazón

CUANDO HOWARD TENIA cinco años de edad, Will y Nellie se fueron de vacaciones

a Oregón y a Washington por dos semanas, dejando a Dorothy con los abuelos Hunter y a Howard con Fred y Christie Moore, quienes se habían mudado a una finca en Barber, un pueblito aserradero junto al río Boise, en las afueras de la ciudad.

La finca resultó ser un lugar fascinante para aquel jovencito que había sido criado en la ciudad. Sus primos le enseñaron a cabalgar y a nadar. Con ellos iba a recoger bayas y huevos y se dirigían al pueblo en un carro tirado por un caballo para vender su mercancía de puerta en puerta. Howard ganó lo suficiente para comprarse unos pantalones, un sombrero de vaquero y una navaja de bolsillo.

Esa fue la primera vez en que los niños estuvieron separados de sus padres, y Howard tuvo su primera experiencia con la nostalgia. "Para que mis primos no pensaran que yo era un mujercita", contaba, "me iba hasta el parral del huerto donde nadie pudiera verme llorar."

Algunos años más tarde Fred Moore recibió la heredad de un campo de artemisa en Melba, a unos 65 kilómetros de Boise, donde construyó una casa y cultivó la tierra. A Howard le encantaba visitar aquella nueva finca. "Siempre había mucho que hacer", dijo; "alimentar el ganado, ordeñar las vacas, cuidar las gallinas y trabajar en el campo." Una vez ayudó a

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excavar una cisterna para un vecino. En otra ocasión, trabajó con sus primos en una cosecha de papas, sacando de los surcos la maraña que iba quedando atrás de la excavadora. Aunque la tarea era dura, el joven estaba agradecido por el sueldo: un dólar con ochenta centavos por nueve horas de trabajo.

También les quedaba tiempo para jugar, nadar y andar a caballo. Después de una ardua jornada de trabajo o juego, Howard y sus primos solían acostarse sobre una parva de pasto y extasiarse con las estrellas que titilaban en el cielo oscuro.

En agosto de 1918, cuando tenía diez años de edad, Howard describió en su diario personal lo que fue esa semana en la finca de sus tíos:

Agosto 8 - Nos levantamos a las cinco porque mamá, Dorothy, Vera y yo nos debíamos ir a Melba. El auto arrancó a las 5:30 cuando aún estaba oscuro; fuimos a Nampa y de allí en tren a Melba. Woody [primo de Howard] nos esperaba en la estación con un carricoche. Mamá, Vera y mi hermana viajaron en el carricoche; Woody y yo caminamos. Cuando llegamos, Woody me llevó a pasear por la finca y luego fuimos a nadar. Woody sabía nadar, pero yo apenas estaba aprendiendo . . . Esa noche dormimos sobre una parva de heno.

Agosto 9 - Mamá y Dorothy se fueron a casa esta mañana. Mamá quería que volviera con ellas, pero yo quería quedarme. Con unos poquitos ruegos, accedió y pude quedarme ... Esa noche, Robert [hermano mayor de Woody] y yo fuimos a cazar liebres.

Agosto 10 - Me levanté a las 9. James y yo recorrimos la orilla del río en busca de liebres y vimos como 100. Robert y yo volvimos a la casa en carro. Robert se sentó en el pescante y yo en la vara. Robert hizo andar velozmente a los caballos y me hacía zamarrear.

Agosto 11 - Woody y yo salimos a caminar en este hermoso día de verano. Vimos a un conejito que corrió por delante de nosotros. Fuimos a nadar a la pequeña cascada y nos divertimos mucho. En la tarde fuimos a la Escuela Dominical. Después caminamos casi dos kilómetros hasta el peñasco. Había una cascada de unos 25 metros así que estuvimos nadando como una hora, salimos y encendimos una fogata en un hueco en la ladera de la montaña. El agua estaba tan linda que fuimos a nadar otra vez . . .

Agosto 12 - . . . Esta mañana fui a trabajar con Woody. Yo manejé la grúa cuando Woody fue al pueblo. Woody sólo tuvo que trabajar hasta el mediodía, así que volvimos a la casa y fuimos a nadar. Después de la cena fuimos otra vez a nadar. Jugamos a los vaqueros hasta oscurecer y entonces fuimos a dormir.

Agosto 13 - . . . Woody y yo fuimos al campo y amontonamos trigo hasta el mediodía. Luego James y yo fuimos al pueblo a comprar algunos alimentos; luego fuimos al correo a buscar una carta. Cuando llegamos de vuelta a la casa, Vera abrid la carta. Era de mamá y en el sobre venía una carta para mí. Después de la cena fuimos a nadar. Después que salí, mi tía me pidió que fuera hasta la laguna y viera si James y Eu-gine se encontraban bien. Ellos habían ido a nadar, así que yo fui a nadar otra vez. Cuando regresamos Vera nos leyó unas historias y después Vera, mi tía y yo fuimos a nadar y nos divertimos mucho. Antes de la cena, Woody y yo fuimos a nadar. [Ese día Howard fue a nadar ¡cuatro veces!]

Agosto 14 - A la mañana siguiente Vera y yo nos preparamos para volver a casa. Mi tía y Edna nos acompañaron caminando hasta el tren ... Cuando llegamos a casa, mi familia se mostró feliz de verme. Daisy [la perrita de Howard] también estaba contenta de verme.

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Las actividades en la Iglesia

AUNQUE WILL HUNTER se había criado en la fe episcopal y sirvió como monaguillo en su juventud, cuando contrajo matrimonio no estaba afiliado a ninguna religión. No obstante, no se oponía a que Nellie ni sus hijos participaran en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, aunque a veces solía comentar que sus miembros parecían tener demasiadas reuniones. Por lo general, Will tenía que trabajar el día domingo así que no podía asistir con ellos a la Escuela Dominical; pero en ocasiones los acompañaba a la reunión sacramental los domingos en la noche. Uno de los recuerdos más gratos que Howard conserva es el de una vez en que regresaba en tranvía al hogar en los brazos de su padre, mientras que su madre llevaba en los suyos a Dorothy.

Once días antes de que Howard cumpliera seis años de edad, el 3 de noviembre de 1913, se organizó la Estaca Boise durante una conferencia en Gooding, Idaho, y la Rama de Boise pasó a ser un barrio, con George W. Lewis como obispo. Al año siguiente, la Iglesia Mormona le compró a la Iglesia Cristiana de Boise un edificio de madera prensada, conocido afectuosamente como "la pequeña iglesia blanca", en la esquina sudoeste de las calles Cuarta y Jefferson. El edificio contaba con un amplio salón para reuniones, una capilla con una plataforma para el coro, un pulpito y dos cuartos detrás de la plataforma. Las aulas para la Escuela Dominical se formaban con cortinas colgadas del cielorraso. Los diáconos tenían la responsabilidad de correr las cortinas para efectuar las separaciones, asignación que Howard aguardaba ansiosamente cada semana.

En aquellos tiempos predominaba en Boise la Iglesia Católica y sólo había allí unos pocos centenares de Santos de los Últimos Días. En la escuela, Howard y Dorothy eran parte de la minoría y él recuerda que "no era muy popular decir que uno era mormón."

Pero Howard tenía un firme testimonio, el que había obtenido desde su temprana niñez. "Yo sabía que Dios vivía", dice. "Mi madre me enseñó a orar y a agradecerle a nuestro Padre Celestial todas las cosas de que disfrutábamos. Con frecuencia le daba gracias por la belleza de la tierra y por los momentos maravillosos que pasé en la finca de mis tíos, y por el río y por los scouts. También aprendí a pedirle lo que yo quería o necesitaba."

Nellie Hunter enseñaba una clase de la Escuela Dominical en la Rama Boise y cuando se formó por primera vez la Primaria en el Barrio de Boise en 1914, ella ocupó el puesto de maestra en esa organización. Luego fue llamada como consejera y después como presidenta de la Primaria y de la Asociación de Mejoramiento Mutuo de las Mujeres Jóvenes. El hogar de los Hunter fue escenario de muchas fiestas y actividades de la rama.

Howard no fue bautizado cuando cumplió los ocho años de edad porque su padre pensó que sería mejor que esperara un tiempo a fin de que pudiera decidir por sí mismo a qué iglesia quería pertenecer. Tampoco a Dorothy la bautizaron a los ocho años de edad; también ella debía esperar hasta que pudiera decidir por sí misma. Cuando los amigos de Howard cumplían los doce años de edad, eran ordenados diáconos y se les permitía que repartieran la santa cena. Al cumplir sus doce años, Howard pudo unirse a los Boy Scouts de la Iglesia, pero lo que quería era repartir la santa cena con los diáconos y le imploró a su padre que le dejara bautizarse.

Will continuó por cierto tiempo oponiéndose al pedido de su hijo y Nellie respetaba los deseos de su esposo, pero finalmente le dio su consentimiento. El 20 de abril de 1920, casi cinco meses después de que Howard cumpliera los doce años y Dorothy sus diez, ambos fueron bautizados en el "Natato-rium", una amplia piscina cerrada.

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Once semanas más tarde, el 21 de junio, el obispo Alfred Hogensen ordenó a Howard diácono. Finalmente podría servir la santa cena con los otros jóvenes. "Recuerdo la primera vez que lo hice", comentó. "Estaba yo muy nervioso, pero me sentí emocionado ante tal privilegio. Después de la reunión, el obispo me felicitó por la forma en que me había comportado."

Como diácono, Howard podía cumplir otras funciones además de correr las cortinas para la Escuela Dominical. "En ocasiones tenía que bombear los fuelles para el organista, poniendo todo el peso de mi cuerpo en las manijas," dijo.

"La tarea que no me agradaba era cortar leña y encender el fuego de la estufa en el cuarto que estaba detrás de la plataforma del coro."

Obtiene el rango de "Águila"

La ASOCIACIÓN DE BOY SCOUTS de los Estados Unidos había existido sólo por

diez años cuando Howard fue ordenado diácono, pero el programa venía desarrollándose rápi-damente y él estaba ansioso por participar. Poco después de ser bautizado, comenzó a estudiar la Promesa Scout y la Ley Scout, y el 20 de diciembre de 1920 recibió el grado de Pie Tierno en la tropa del Barrio Boise. Para la primavera siguiente, había completado ya los requisitos como Scout de Segunda Clase.

En julio de 1921 fue al Campamento Tapawingo (palabra indígena que significa "lugar de gozo"), el lugar oficial del Consejo Scout de Boise, en el Embarcadero Smith sobre el río Payette. Allí cumplió con los requisitos para avanzar a Scout de Primera Clase y, ya de regreso al hogar, en una corte de honor, recibió su primera insignia de especialidad.

Durante todo el año siguiente cumplió los requisitos para obtener insignias adicionales y esperaba ansiosamente el momento de poder regresar al campamento. "En ese entonces ya había cursado el primer semestre en la escuela secundaria y superado el nivel de novato en el programa de boy scouts", comentó. "En el campamento me eligieron líder de la Patrulla del Oso y formé parte del personal del campamento. Todos los días teníamos una serie de actividades que nos mantenían atareados desde la mañana, cuando se dejaba oír el clarín a las seis en punto, hasta las 9:30 de la noche cuando sonaba el toque de silencio."

Cuando regresó de aquel campamento, Howard había logrado nueve insignias más, las cuales le fueron entregadas, junto con otra que había obtenido antes, el 14 de septiembre de 1922, en una corte de honor del Consejo de Boise, en combinación con el Club Rotario, que contó con la presencia del alcalde y de otros oficiales prominentes de la ciudad.

"Al momento de realizarse la corte de honor", comentó Howard, "yo había logrado quince insignias y obtenido los premios de Scout Vida y Scout Estrella (dos altos-rangos en el programa Scout de los Estados Unidos). Sólo me faltaban seis más para llegar a ser un Scout Águila. La revista de escultismo traía historias sobre muchos jóvenes que recibieron ese galardón, pero nos decían que en Idaho no había un solo Scout Águila todavía. La competencia entonces era entre Edwin Phipps, de la Tropa 6, y yo."

Cuando se llevó a cabo la siguiente corte de honor, ambos jóvenes había logrado 21 insignias, que era el número necesario para obtener el grado de Scout Águila, pero Edwin tenía todas las que se requerían, mientras que a Howard le faltaban las de deportes, educación cívica y cocina. Y así fue que Edwin recibió su reconocimiento de Águila en marzo de 1923, dos meses antes de que Howard recibiera el suyo.

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Un artículo publicado en el Idaho Statesman, el sábado 12 de mayo de 1923, bajo el título de "Un Scout se hace acreedor a su Águila", decía:

"Howard Hunter, de la Tropa 22 del Consejo de Boise de los Boy Scouts de los Estados Unidos, habiendo logrado especialidades en 32 temas, recibió el viernes en una corte de honor realizada en la alcaldía de Boise el grado de Scout Águila. A Hunter le fueron otorgados premios en deportes, educación cívica, primeros auxilios a los animales, campamento, cuidado de aves, desarrollo físico, exploración, equitación, puntería, cocina y pintura. El honor conferido al Scout Hunter es el más alto del programa de escultismo, y lo hace el segundo scout de Boise en recibirlo. El primero fue Edwin Phipps, quien lo recibió hace unos meses."

Con lógico orgullo, Nellie cosió los emblemas en un trozo de tela, reforzándolos meticulosamente con un zurcido especial. Esta obra de costura y varias fotos que ilustraban algunas de las actividades realizadas por su hijo para lograr esos emblemas se exhibieron luego en la vidriera de una farmacia de la ciudad.

El 26 de febrero de 1923, cuando Howard tenía 15 años de edad, lo ordenaron maestro en el Sacerdocio Aarónico durante una reunión del barrio. El domingo siguiente, 4 de marzo, en una conferencia de estaca, se dividió el Barrio de Boise y los Hunter pasaron a ser miembros del Barrio Segundo. El Barrio Primero permaneció en la antigua capilla, mientras que el Segundo comenzó a llevar a cabo sus reuniones en la Sinagoga Judía que se encontraba en la esquina de las calles Once y State, cedida sin cargo a la Iglesia para tal fin.

Poco después, los Santos en Boise se reunieron para examinar la propuesta de construir un tabernáculo que sirviera como centro de estaca y a la vez para el barrio. Cuando se pidió a la gente que ofreciera donaciones, Howard fue el primero en levantar la mano y prometió veinticinco dólares, una suma considerable en aquella época, particularmente para un jovencito. "Trabajé y ahorré hasta que pude cumplir por completo con mi compromiso", dijo.

Dos años después se terminó de construir el tabernáculo, el cual fue dedicado por el presidente Heber J. Grant.

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3 LA SECUNDARIA, EL TRABAJO Y UN CRUCERO

EN ENERO DE 1922 Howard se graduó del octavo grado escolar y entró en la Escuela

Secundaria de Boise, donde se anotó para estudiar historia antigua, medieval y norteamericana, tres años de idioma inglés, botánica, zoología, física, química, álgebra, geometría plana, dos años de idioma francés y capacitación en artes manuales.

Teniendo la opción de inscribirse en educación física o en el Centro de Entrenamiento de Oficiales de la Reserva (ROTC), escogió esto último y le dieron un uniforme militar que debía vestir durante las horas de escuela. En su primer año se le confirió el grado de teniente segundo y luego de teniente primero. Fue comandante del pelotón que debió escoltar el primer tren que entró en la nueva estación de Boise, el 6 de abril de 1925, cuando se terminó de construir la línea ferroviaria. Al año siguiente, al ser ascendido a capitán, pasó a ser el comandante de su compañía y después, en ocasión de su último desfile oficial, se le ascendió a mayor, el grado más alto del ROTC a nivel secundario. Recibió numerosos premios y se clasificó en la artillería de la Fortaleza de Boise como tirador de primera.

Siendo que trabajaba después de las horas de clase y los sábados, y que también tenía mucho interés en la música, Howard no tenía tiempo para otras actividades escolares. Par-ticipaba, sin embargo, en programas de servicio cuyo propósito era estimular y cultivar el espíritu de apoyo y de lealtad de los estudiantes, y otro auspiciado por la Asociación de Jóvenes Cristianos, que fomentaba las normas del cristianismo en la escuela y en la comunidad. También participaba en el Club Radiofónico, el cual enseñaba a sus socios el arte de la radiotelefonía para aficionados.

Howard tampoco tenía tiempo para salir con jovencitas, aunque por cierto que atraía la atención de muchas de ellas. Dorothy, que era muy avispada, no estaba segura de si sus amigas estuvieran interesadas en ella o en su agraciado hermano. Con frecuencia las jóvenes le preguntaban: "¿Estarás en tu casa esta tarde?" Cuando Dorothy les respondía que sí, era casi seguro que la visitarían—con la esperanza de que Howard estuviera también allí.

Cuando iban las orquestas a Boise, las amigas de Dorothy esperaban que Howard las invitara a bailar, pero él por lo general prefería ir solamente para escuchar la música.1

Tres de las jóvenes con quienes salió en cita fueron Harriett Rinehart, sobrina de la popular novelista Mary Roberts Rinehart; Rosemary Brunger, a quien acompañó cuando la coronaron "Miss Idaho" en 1925; y Eunice Hewitt, su amiga predilecta en la secundaria y por un año después de su graduación.

Un trabajador ambicioso

HOWARD CASI SIEMPRE tuvo un empleo después de las horas de clase y en el

verano. Uno de sus primeros trabajos fue en el Idaho Country Club, en el camino Valley, a poco más de seis kilómetros al oeste de su casa, donde les llevaba los palos a los golfistas en la época en que iba a la Escuela Lowell y aún más tarde cuando era estudiante de la secundaria. Se iba al club en su bicicleta y solía hacerlo temprano para nadar en la laguna a la que se zambullía en busca de pelotas de golf, y recibía diez centavos por cada una que

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recuperara. Los caddies ganaban entonces treinta centavos por ronda, así que en un día que pudiera

completar cuatro rondas, Howard ganaba un dólar y veinte centavos. A veces le hacía de caddy a algún golfista profesional, de quien lograba aprender mucho y en una ocasión salió primero en el torneo anual de caddies. También tuvo la oportunidad de conocer a varios hombres de negocio importantes que tiempo después iban a serle de gran ayuda.2

El siguiente empleo de Howard fue en la Farmacia Owyhee, en el centro de Boise, donde debía preparar las gaseosas y los helados. Cuando no había mucha gente a quien atender, Howard ayudaba al farmacéutico a preparar algunas recetas médicas y luego iba en su bicicleta a entregarlas a domicilio. Un día llegó a la farmacia un representante de la Escuela Internacional de Comercio y le dijo a Howard que si conseguía que el farmacéutico le permitiera colocar un anuncio publicitario en la vidriera, podría recibir el curso de farmacia por correspondencia. El propietario consintió y Howard, que había estado pensando en seguir la carrera de medicina, comenzó con el curso. "Torné las clases de toxicología", recuerda, "pero no pude completar el curso. Siempre me lamenté de no haberlo hecho."

En el otoño de 1923, la familia Hunter hizo su primer viaje hasta el sur de California para visitar a Edward y Sarah Eliza (Lyde) Nowell, tíos de Will, quienes vivían en Huntington Park, uno de los suburbios de Los Angeles. La palmeras, el océano y la floreciente metrópolis con sus pujantes industrias del cine y el petróleo, dejaron una indeleble impresión en todos los miembros de la familia—tanto, que cinco años después se establecieron en aquella región.

Cuando regresaron a Boise, Howard no asistió a la escuela por el resto de ese año y trabajó en la sección de avisos clasificados del Evening Capítol News, atendiendo el teléfono, redactando avisos y preparando las cuentas.

Howard retornó a la escuela en enero siguiente y empezó un nuevo trabajo en el Idanha, el hotel principal de Boise. Tenía que operar el ascensor y oficiar como botones durante la primera hora y como telefonista en la segunda. Después se vestía con el uniforme de conserje e iba a la estación del ferrocarril en el autobús del hotel a buscar pasajeros y ayudarles con el equipaje. Llegados al hotel, y mientras la recepcionista anotaba el nombre de los huéspedes, Howard se cambiaba al uniforme de botones y los conducía a sus respectivas habitaciones. Durante la última hora de su jornada se volvía a cambiar la ropa y vaciaba los canastos de basura, limpiaba y lustraba las salivaderas y lavaba los pisos.

"A veces algunos jóvenes conocidos pasaban por el hotel en camino a los bailes o fiestas", comenta, "y yo me sentía avergonzado cuando me veían en ropas de trabajo."

Uno de sus empleos favoritos fue el de la tienda de artículos vocacionales. Todas las mañanas antes de ir a la escuela pasaba a limpiar la tienda y después de clase volvía a trabajar armando marcos para cuadros y cortando papel y vidrio. Los propietarios, una pareja de apellido Faust, eran artistas y le enseñaron, entre otras cosas, a enmarcar acuarelas con efectos plateados en lugar de dorados, pero como no podía distinguir bien los colores, Howard seleccionaba las varillas mecánicamente. Gracias a aquel empleo, desarrolló muchas habilidades y aprendió a valorar las artes de un modo que le sería de gran ayuda por el resto de su vida.

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"Hunter's Croonaders" (Los Vocalistas Sentimentales de Hunter)

DURANTE EL SEGUNDO año de escuela secundaria, Howard entró en un concurso de

ventas auspiciado por la Compañía de Música Sampson. Al comprar mercadería en esa tienda, los clientes recibían un punto por cada dólar que gastaban y podían designar quién, de entre los jóvenes participantes, habría de recibir tales puntos. Howard recomendaba a todos sus amigos y conocidos que compraran en la compañía Sampson y con los puntos que le acreditaron se ganó el segundo premio: una marimba. Al poco tiempo había logrado aprender a tocarla lo suficientemente bien como para actuar en la escuela, la iglesia y en otros programas, y finalmente como integrante de una orquesta bailable.

"En su mayoría, las orquestas no eran tan grandes como para tener una marimba, a menos que el ejecutante pudiera también tocar otros instrumentos", explicó Howard. "Así que también empecé a tocar los de percusión. A medida que fui actuando más y más a nivel profesional, empecé a tocar el saxofón y el clarinete, y más tarde la trompeta." También tocaba el piano y el violín, instrumentos que estudió por casi un año en la escuela primaria.

En el otoño de 1924, después de haber tocado con varias orquestas, Howard formó su propio grupo al que denominó "Hunter's Croonaders" (Los Vocalistas Sentimentales de Hunter). En noviembre y diciembre de ese año actuaron en seis bailes, mientras que en 1925 la orquesta tocó en cincuenta y tres ocasiones en salones públicos, restaurantes, fiestas y recepciones de casamiento, escuelas, iglesias, clubes cívicos y asociaciones estudiantiles. La mayor parte de sus actuaciones fueron en Boise y en pueblos vecinos, pero en ocasiones tam-bién tocaban en lugares más alejados. Fue durante uno de esos viajes que Howard apenas se escapó de una muerte segura.

El grupo regresaba, en horas del amanecer, de un baile en una ciudad minera de las montañas al norte de Boise. El automóvil abierto en el que viajaban iba subiendo una colina empinada cuando, de pronto, debieron esquivar otro vehículo que venía en dirección contraria. El conductor logró saltar, pero Howard no consiguió hacerlo. El automóvil dio tres vueltas en la pendiente hasta llegar a un arroyo al pie de la misma, arrojándolo antes de detenerse. Howard quedó atrapado en la arena debajo del vehículo, pero como una punta de éste quedó apoyada en una enorme roca, no le quedaron sino algunas magulladuras.

Los músicos que iban en otro automóvil detrás de ellos, corrieron hasta el lugar y entre todos levantaron el coche para que Howard pudiera arrastrarse hasta quedar a salvo. Aturdido por el golpe, se levantó, dio algunos pasos y, desvaneciéndose, cayó al suelo. Sus compañeros lo llevaron hasta la carretera y sintieron un gran alivio cuando Howard volvió en sí y pudo ponerse nuevamente de pie. Lo único que se rompió fue uno de los tambores de la batería, al que había amarrado sobre el estribo del automóvil. El instrumento quedó, dijo, ''irreconocible."

Después de permanecer algunos días en cama, el joven Howard pudo reintegrarse a sus actividades regulares y, una semana después del accidente, la orquesta actuó en otro baile.

Howard no fue el único miembro de su familia que tuvo un grave accidente automovilístico. En su historia personal escribió:

"En 1926 nuestro automóvil, el Hupmobile, empezó a dar muestras del paso de los años y había recibido algunas abolladuras. En él había aprendido yo a manejar y Dorothy quería hacer lo mismo. Cierto día, cuando regresábamos de la Escuela Dominical, Dorothy convenció a mamá de que le permitiera manejar el auto. Sentándose al volante como si supiera lo que

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estaba haciendo, nos llevó a casa. Al entrar en dirección a la cochera, preguntó llena de entusiasmo: '¿Qué hago ahora para detenerlo?' Al instante, nos estrellamos contra las puertas de la cochera, arrancándolas de sus bisagras y el automóvil se detuvo al chocar contra la pared del fondo.

"Papá salió corriendo de la casa para ver qué pasaba y, según lo recuerdo, no quedó muy contento con lo que vio. Poco después cambiamos el auto por un nuevo Overland Whippet Sedan, el cual nos llenó de orgullo."

En su último año de la secundaria, Howard redujo considerablemente sus actuaciones musicales, tocando sólo en veintitrés bailes. Su meta principal era terminar la escuela y ahorrar dinero para la universidad. El 3 de junio de 1926 se graduó de la Escuela Secundaria de Boise y en el verano trabajó como ayudante del encargado de la fuente de sodas de la Compañía Farmacéutica Ballou-Latimer.

Un crucero por el Oriente

HACIA FINES DE 1926, a Howard le ofrecieron un contrato para la actuación de su

orquesta de cinco componentes durante una excursión marítima en el barco de pasajeros S.S. President Jackson, de la Línea Admiral Oriental. Para un joven que sólo había viajado hasta Utah y California para visitar a sus familiares, ésta sería una emocionante oportunidad para conocer una exótica región del mundo, y a la vez recibir un sueldo por hacer algo que tanto disfrutaba—tocar música. En el viaje, su grupo debía proveer música clásica durante la cena, música de fondo durante las películas cinematográficas y música popular en las actividades bailables.

Howard escogió a cuatro músicos para que fueran con él: uno tocaba el piano, otro el saxofón tenor y el clarinete, otro la trompeta, y el cuarto el violín y el banjo—cada uno de los cuales podía también tocar muchos otros instrumentos. Howard tocaba el saxofón alto y el soprano, el clarinete, la trompeta y la batería, así que preparó un repertorio y comenzaron a ensayar.

El jueves 30 de diciembre, Will y Nellie Hunter llevaron a su hijo de 19 años de edad a la estación ferroviaria de Boise donde esperaban los otros miembros de la orquesta para emprender el viaje esa noche hasta Seattle, estado de Washington. Y en el último día del año los cinco abordaron su nuevo "hotel flotante", que se hallaba en la Ensenada Smith de Seattle.

Siendo que el barco no había de zarpar sino hasta cuatro días más tarde, Howard aprovechó para visitar varios lugares, entre ellos, la Universidad de Washington. Esa noche escribió en su diario personal: "Por mucho tiempo he deseado asistir a esta universidad. Sus jardines y edificios son hermosos y también lo son, pude notar, las estudiantes. He hecho los arreglos para matricularme y para que se transfieran mis papeles de la Escuela Secundaria de Boise."

El 5 de enero, al momento de zarpar, escribió: "Se arrojaron miles de rollos de serpentina entre los pasajeros y la gente que nos despedía desde el muelle. A las once en punto sonó la sirena del barco, se recogieron las pasarelas, y la nave comenzó a alejarse en medio de las exclamaciones y gestos de despedida."

El barco navegó serenamente por el canal Puget, ancló por dos horas en Victoria, Columbia Británica, Canadá, y prosiguió a través del estrecho de Juan De Fuca hasta entrar en el Pacífico. Al caer la noche, los músicos permanecieron en cubierta "contemplando ... hasta

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que desapareció la luz del último faro." Aquélla había de ser la última vez que, por mucho tiempo, disfrutarían de una

navegación tranquila. Era pleno invierno en el Pacífico norte y esa misma noche se produjo una gran tormenta. A la mañana siguiente el barco se sacudía violentamente en el agitado oleaje. "Casi todos los pasajeros se enfermaron", anotó Howard. "Se comenta que el mismo capitán está mareado por primera vez en veinticinco años." Cuando seis días después el barco atravesó la línea meridiana internacional y se perdió así un día calendario, agregó: "Los que están enfermos habrían preferido perder toda una semana."

Finalmente el mar se calmó. El jueves 13 de enero la nave cruzó el meridiano 180 y se internó en aguas del oriente; esa noche los Hunter's Croonaders tocaron en su primera fiesta de gala, la cena y baile de disfraces del Meridiano, en la que los pasajeros vestían indumentaria representando creaciones marinas imaginarias y verdaderas. Desde ese momento en adelante, tuvieron una serie de programas, fiestas, proyecciones cinematográficas y otras actividades.

En la noche del domingo 16 de enero, cuando Howard subió a la cubierta de proa, el marinero de guardia le señaló una luz lejana y le dijo que estaban aproximándose a tierra. "Durante once días", escribió luego, "no hemos visto otra cosa más que agua, a excepción de dos ballenas y las dos gaviotas, Pat y Mike, que nos han seguido desde Seattle. Estas se aposentan en el agua y luego nos siguen, alimentándose con los desperdicios que arroja el barco."

Temprano en la mañana siguiente el barco entró en la Bahía de Tokio y ancló en Yokohama. Tan pronto como se les permitió hacerlo, Howard y dos de sus compañeros fueron a la estación ferroviaria y tomaron el tren a Tokio, a unos cincuenta kilómetros de distancia. En esa ciudad tuvieron una experiencia muy particular, la que describió de esta manera en su diario:

"Tokio es una hermosa ciudad y la gente parece ser muy amigable, pero todos están de duelo por la muerte del emperador Yoshihito. Sus restos están en un gran templo budista, cerca del Palacio Real. Fuimos al palacio y formamos fila para poder entrar al templo y presenciar el funeral del Emperador ... Su hijo mayor, Hirohito, que será su sucesor, vino al lugar mientras nosotros nos hallábamos allí. Para que caminara con su cortejo real, iban desenvolviendo una larga alfombra roja desde su automóvil hasta el féretro adentro del templo."

Dondequiera que se encontrara, Howard conquistaba amigos. A bordo del barco había conocido a Jack Carlton, quien estaba estudiando en los Estados Unidos e iba a visitar a sus padres en Shanghai. Jack acompañó a Howard y a sus amigos durante su visita a Tokio y una noche sus padres los invitaron a un restaurante de suki-yaki en Yokohama donde, sentados en alfombras de esterilla en un cuarto enclaustrado de cortinas, comieron platillos exóticos servidos por jóvenes japonesas vestidas con coloridos kimonos.

A la mañana siguiente, después de una excursión por Yokohama, ciudad que había sido seriamente afectada por un terremoto, Howard escribió: "La gente aquí viste y actúa en forma diferente, y es muy curiosa al notar nuestra ropa de estilo occidental y que hablamos otro idioma."

En las semanas siguientes Howard habría de ver a mucha gente que vestía en forma diferente y que hablaba diferentes idiomas. También vería cosas muy distintas de las que jamás hubo imaginado cuando por las noches tenía aquellas sesiones con su padre para "visitar" tantos lugares extraños con la ayuda del atlas y la enciclopedia.

En Kobe, Japón, tomó el tranvía hasta la cumbre del monte Maya, donde pudo ver varios

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centenares de santuarios y templos dedicados a Maya Fujin, la madre de Buda, y observar a los peregrinos que llegaban al sagrado lugar. Navegando por el mar interior que separa las islas principales de Japón pudo admirar las montañas de un verde brillante y un mar hormigueante de veleros, sampanes y juncos—todo ello en absoluto contraste con las colinas desnudas y el panorama desértico de los alrededores de Boise.

El sábado 22 de enero el barco entró en el estuario del río Hwangpu y echó anclas en el embarcadero principal, a unos diez kilómetros de Shanghai, la mayor ciudad de China y uno de los principales puertos del mundo. El país se encontraba al borde de una revolución al cabo de un período de inestabilidad que había sido maquinado por Chiang Kai-shek en coalición con nacionalistas, asesores soviéticos y comunistas. La propia Shanghai estaba dividida en dos sectores—una parte era gobernada bajo la soberanía china y la otra por el Establecimiento Internacional y la Concesión Francesa. En su diario, Howard escribió:

Hay una guerra civil y las acciones bélicas entre ambos ejércitos tienen lugar precisamente en las afueras de la ciudad. Las tropas nacionalistas, bajo el mando del Generalísimo Chiang Kai-shek, han sitiado Shanghai. En el río hay tres barcos de las Fuerzas Navales de los Estados Unidos para proteger los intereses norteamericanos, y hemos visto embarcaciones francesas, japonesas, italianas, y dos de la marina británica, todas en estado de alerta.

Jack [Carlton] vive en el sector de la Concesión Francesa de la ciudad y su familia está muy preocupada por la guerra. Parece haber un marcado sentimiento antagónico hacia los extranjeros. Fui al centro de la ciudad con Jack pero regresamos temprano al barco porque no nos sentíamos seguros. Esta noche, dos de los tripulantes de nuestro barco fueron golpeados severamente.

Domingo 23 de enero de 1927 . .. Jack nos llevó [a Howard y a George Jullion, su trompetista] a dar una vuelta en auto hasta la frontera entre la ciudad china y el Establecimiento Internacional. En varios lugares vimos en las calles barricadas con alambre de púas, mientras que la frontera era vigilada por soldados en ambos lados. Hoy se llamó a servicio activo tanto a la policía montada como a los reservistas franceses. Al puerto entraron otro barco de los Estados Unidos y un portaaviones británico. Parece que la lucha va a ser muy seria.

Después de almorzar en la casa de Jack, los jóvenes fueron a tomar el té en el hogar de una de sus amigas y luego con ella y otras dos jóvenes fueron a bailar en los jardines de un club. "No nos quedamos mucho tiempo allí", escribió Howard, "porque el tránsito estaba restringido y era peligroso andar por las calles hasta muy tarde."

El S.S. President Jackson zarpó de Shanghai ese domingo a la medianoche. Mientras el barco permanecía en alta mar, la orquesta de Howard estaba muy ocupada ensayando día y noche, tocando durante las cenas, proveyendo música de fondo para las proyecciones cinematográficas y música bailable en el salón de baile o en la cubierta.

Cuando estaban en un puerto aprovechaban a salir de visita tanto como les fuera posible, haciéndolo a veces hasta altas horas de la noche. En Hong Kong se sintieron fascinados con los preparativos para la llegada del Año Nuevo Chino, que se celebraría la semana siguiente.

El Mar de China Meridional era sereno y cálido cuando el barco cruzó hacia Manila, en las Filipinas. Allí Howard y George salieron a conocer los alrededores y otra vez entablaron amistad con muchas personas que mostraron interés en hacerles conocer la ciudad. Pat Coyle, un ex campeón filipino de golf, los invitó a cenar, y después de llevarlos de paseo por toda la ciudad los invitó a ver una competencia de boxeo. En una tienda de música se encontraron con

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un hombre de Boise que los llevó a almorzar y luego de paseo por la ciudad. Howard comenzó a darse cuenta de cuán pequeño es el mundo, al enterarse de que aquel hombre era el mismo que había llevado el piano a la casa de los Hunter cuando Dorothy cumplió sus ocho años.

En la última mañana que pasaron en Manila, Howard y George se encontraron también con dos de sus amigos de Boise que habían sido destinados a la base aérea estadounidense en esa ciudad filipina. Asimismo, visitaron la estación de radio conocida como la Voz de Manila, sobre la terraza del Hotel Manila, donde tocaron el piano y enviaron mensajes a su hogar por radio.3

Cuando el barco zarpó de Manila, Howard escribió en su diario: "Ya vamos de regreso a casa." El viaje los llevaría por los mismos puertos que habían tocado en el trayecto de ida.

La nave ancló en Kowloon, en el puerto de Hong Kong, el 3 de febrero, el día del Año Nuevo Chino. "En nuestra celebración del 4 de julio nosotros encendemos un petardo a la vez", escribió Howard, "pero aquí se prende fuego a manojos enteros o enormes paquetes para ahuyentar a los malos espíritus."

Después de la cena esa noche, Howard y George Jullion atravesaron la bahía en el barco de transbordo hasta Hong Kong. "A medida que pasaban las horas", escribió, "el ritmo de la celebración fue aumentando. Caminamos tanto que terminamos en una zona pobremente iluminada y alejada de las multitudes. Me sentí muy alarmado después de empujar a un chino que insistía en llevarme a visitar a una mujer. Noté que nos seguía, acechándonos desde las sombras, y me asusté. Comenzamos a caminar por el medio de la calle y con pasos apresura-dos, tratando de llegar hasta un lugar mejor iluminado. De pronto vimos a un policía británico que nos acompañó hasta una calle bien alumbrada desde donde podíamos llegar hasta el embarcadero y de allí a nuestro barco en Kowloon. Nunca olvidaré aquel día del Año Nuevo Chino en Hong Kong."

En Shanghai, Jack Carlton fue otra vez el anfitrión de Howard a lo largo de un día y una noche llenos de actividades: visitas a lugares de interés, almuerzo en su hogar, refrigerio con dos amigas suyas, y cena y cine con sus padres. Más tarde esa noche, Jack y Howard fueron con las dos jóvenes al Plaza, un restaurante francés. "Esa fue la primera idea que tuve jamás de lo que es la vida nocturna parisiense, mezclada con un cierto sabor a Broadway", escribió Howard. "La cena, la música, las coristas y el baile hicieron de la noche algo espectacular."4

Los jóvenes regresaron al hogar de Jack a las dos y media de la mañana y pocos momentos después de haberse acostado a dormir, Howard despertó a causa de unos disparos de artillería. "La guerra está ahora cerca de la ciudad y me siento muy inquieto", escribió.

Temprano a la mañana siguiente, los dos amigos fueron en automóvil a través de la ciudad hacia la campiña para ver una porción de la Gran Muralla China. De regreso a la ciudad, se detuvieron en el negocio del padre de Jack en el que se envasaban huevos, donde Howard quedó fascinado al ver cómo examinaban los huevos al trasluz, los separaban, los envasaban y los congelaban para enviarlos a Europa en barcos refrigerados. Cuando regresó a su barco esa tarde, se alegró de encontrarse con varias cartas de su familia, las primeras que recibía desde que partiera de Seattle cinco semanas antes.

En Kobe, la orquesta actuó en el restaurante del Oriental Hotel,5 y en Yokohama tocaron en una cena y baile del Tent Hotel. En ambas ciudades Howard compró recuerdos y regalos para la familia. "Me he quedado casi sin dinero", escribió, "porque en cada puerto hemos aprovechado para visitar los alrededores y viajado para conocer tanto como fuera posible, sabiendo que es muy remota la posibilidad de que pueda regresar a esta parte del mundo alguna vez. La educación que he recibido bien vale lo que hemos gastado."

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Finalmente, "con los graves trompetazos de la sirena del barco a la una en punto, los estridentes pitazos de los botes de remolque y la gritería de la multitud, el barco comenzó a alejarse del embarcadero... Yokohama fue desapareciendo gradualmente a la distancia. Nos estamos alejando del Oriente fascinante y vamos de vuelta a casa. Dentro de once días estaremos en los Estados Unidos."

El barco había recogido en el Oriente a un número de pasajeros adicionales, quienes en su mayoría eran misioneros de varias iglesias cristianas que iban siendo evacuados de la China debido a la guerra. "No son muchos los que participan en los bailes y en otras actividades", escribió Howard, "así que los pasajeros en el viaje de regreso son más reposados." Los misioneros constituían casi el 70 por ciento de la lista de pasajeros. Y aunque no participaban en muchas de las actividades sociales, aseguraban una considerable asistencia a los servicios religiosos. Cuando la orquesta tocaba música clásica durante la cena, se quedaban hasta más tarde para escuchar y "eran generosos con sus aplausos."

A diferencia de las condiciones que predominaron durante el viaje de ida, el de regreso se hizo por mares relativamente calmos y con temperaturas cálidas. Al fin, después del último baile realizado el miércoles 22 de febrero, Howard empacó su batería y otros instrumentos. Su relación con la compañía naviera había llegado a su fin.

Al día siguiente, después de hacer escala en Victoria para que descendieran algunos pasajeros, el barco arribó a Seattle en las primeras horas de la tarde. Dos de sus amigos de Boise que residían en Seattle esperaban a los músicos en el puerto para llevarlos a cenar y a conocer la ciudad.

Cuando la orquesta volvió al barco la mañana siguiente para recoger sus pertenencias, se encontraron con una gran sorpresa. Howard la describe así en su diario:

"Unos oficiales de policía se presentaron en el barco con órdenes de arrestarnos. Nos hicieron subir a un vehículo policial y nos llevaron a la comisaría en Seattle sin que supiéramos nosotros por qué se nos arrestaba. Al llegar allí nos interrogaron a cada uno y entonces nos enteramos de que alguien había cometido un robo en Boise y que habían desaparecido varios instrumentos musicales. Se nos consideraba como los principales sospechosos hasta que se determinó que habíamos salido de Boise antes de que se cometiera el hecho. Al cabo de un intercambio de telegramas para verificarlo, nos dejaron en libertad. Yo traté de persuadir a los policías que nos llevaran de vuelta al barco, pero no quisieron ayudarnos y finalmente debimos tomar un taxímetro. Siendo que se nos había llevado detenidos y no estábamos a bordo cuando los oficiales de la aduana inspeccionaron el barco, pusieron nuestros equipajes y pertenencias en un depósito bajo llave."

Los jóvenes lograron recuperar sus maletas a la mañana siguiente. Permanecieron en Seattle unos pocos días y hasta actuaron una noche en un hotel de Everett. Luego compraron por poco dinero un Oldsmobile usado e iniciaron su viaje de regreso a Boise, disfrutando del panorama en el trayecto y también actuaron en otro hotel, esta vez en la ciudad de Portland, Oregón. Dos días después de salir de Portland, el automóvil se les averió y debieron pasar la noche en una granja hasta que el padre de uno de los músicos pudiera ir a buscarlos.

El viernes 11 de marzo, diez semanas y un día después de haber abordado el tren en Boise, concluyó su viaje. Howard escribió: "Era temprano por la mañana cuando arribamos a Boise. Llamé a mis padres y vinieron a recogerme. Nunca me había parecido mi hogar tan acogedor como cuando llegamos a él. Esta era la primera vez que había estado ausente por más de unos pocos días y me sentí contento de haber regresado de un viaje que me llevó casi al otro extremo del mundo."

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El momento de las decisiones

HOWARD SE SINTIÓ muy feliz cuando al regresar a su hogar se enteró de que su padre había sido bautizado el domingo 6 de febrero, mientras él estaba ausente. Considerando la diferencia de horarios después de cruzar la línea meridional, calculó que el bautismo se había realizado el día en que su barco navegaba de regreso por el río Hwangpu hacia Shanghai.

Aunque en ocasiones solía asistir con su familia a la iglesia, no fue cosa fácil para Will decidirse a ser bautizado. Sin embargo, el obispo J. Elmer Harris había sido perseverante. Se cuenta que había comentado en cuanto a Will: "Ese hombre es un mormón, pero no lo sabe." Con el tiempo, Will habría de consentir. Una semana después de haber regresado de su viaje al Oriente, Howard se sintió orgulloso de ir a la primera reunión del sacerdocio a la que asistía su padre.6

El joven Howard no perdió tiempo en encontrar trabajo. A los dos días de haber llegado a Boise, su orquesta tocó para una transmisión radiotelefónica en la estación KFAU y a la semana siguiente actuó con otra orquesta en bailes en Weiser y en Hagerman, Idaho, y en Ontario, Oregón. También ensayó con una orquesta formada por la Asociación de Mejoramiento Mutuo de su barrio.

El 30 de marzo se ofreció, junto con un amigo, para tocar en la cafetería de la Asociación de Jóvenes Cristianas, un lugar muy concurrido en el centro de Boise. Esa noche tocaron música clásica y popular durante la cena y fueron contratados. Howard tocaba el saxofón y el clarinete, acompañado en piano por su amigo.

También consiguió trabajo vendiendo calzados para damas y caballeros en la zapatería de la tienda Falk's. Al fin de su primer día de trabajo escribió en su diario: "No sabía que existieran tantas clases de zapatos, pero estoy aprendiendo a conocer los detalles y qué hacer para satisfacer las necesidades de los clientes. El trabajo es placentero y estoy seguro de que me va a gustar."

Su horario era tan exigente con los numerosos ensayos y actuaciones de la orquesta, vendiendo zapatos durante el día y tocando música durante la cena cinco noches por semana, que Howard no contaba con mucho tiempo libre. No obstante, sí encontraba la forma de salir de vez en cuando con Eunice Hewitt, quien asistía al colegio en Caldwell, a unos treinta kilómetros al oeste de Boise. Le agradaba salir a caminar con ella o llevarla a pasear en el auto Ford que había comprado poco después de su regreso—"el que a pesar de no ser un coche muy lujoso, igual resultaba ser un buen medio de transporte." (Había tenido problemas con ese automóvil al día siguiente de haberlo comprado y tuvo que pasar dos días reparándolo.)

Equilibrar el trabajo con el placer requirió mucho esfuerzo, pero como Howard lo expresó en su diario aquella primavera: "Si todo es trabajo y nada es placer, Jack se aburre. Yo no me aburro porque hago ambas cosas."

Ese verano, Howard renunció a su empleo en la cafetería de la Asociación de Jóvenes Cristianas porque trabajaba seis días por semana en la tienda. Además, su orquesta actuaba en el Tree Top Pavilion de Boise los martes y los jueves por la noche y en el Roseland Pavilion de Emmett en las noches de los miércoles y los sábados, y con frecuencia tocaban también en fiestas y bailes los lunes y los jueves. Dondequiera que actuaban acudía mucha gente, pero era algo muy agotador.

En su diario Howard describió uno de esos sábados: "Este fue un sábado muy singular—

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al trabajo antes de las nueve de la mañana—a las seis salí con rumbo a Emmett—toqué hasta la medianoche—llegué a casa a las dos y media de la mañana." En otra ocasión explicó cuál era su secreto para poder cumplir con tan agitado horario: "Tengo que dormir apurado para poder seguir adelante."

Cuando en el otoño cerraron los salones de baile, Howard y Glenn Scott, el gerente de decoraciones de Falk's, decidieron arrendar un casino en el Idaho Country Club, el campo de golf donde había trabajado en su adolescencia, y convertirlo en un salón de baile con servicio de restaurante. El lugar, remodelado para que se asemejara a una mansión al estilo de las haciendas sureñas, se inauguró el viernes 7 de octubre, con la asistencia de un "gentío considerable."

Fue Howard quien sugirió el nombre y tema del lugar. "Cuando fuimos con mi familia a Los Angeles hace tres años", escribió en su diario, "me interesó mucho un club llamado Plantation, sobre el Boulevard Washington, donde actuaban la mayoría de las orquestas de renombre. Servían pollo frito para la cena y ofrecían buena música al estilo de las haciendas sureñas. Glenn estuvo de acuerdo conmigo en ponerle a nuestro restaurante el nombre de Plantation Roadhouse. Glenn se hará cargo de la administración y yo de la orquesta."

Pocos días más tarde escribió: "Hemos recibidos muchas felicitaciones y a la gente parece gustarle. La comida y la música son excelentes."

"Plantation" se hizo muy popular, pero era evidente que el negocio no podría mantener la gran orquesta de Howard. Al recibir invitaciones para que su grupo actuara en otros pro-gramas, decidió contratar a un trío musical para "Plantation" y poco después vendió su parte en el negocio.

La orquesta de Howard continuó tocando en diversos bailes de la región. También tuvo la oportunidad de actuar en el Teatro Majestic de Boise con la orquesta del grupo artístico Fanchon Marco, una revista musical ambulante. Fue entonces que le ofrecieron un contrato para proveer una orquesta que reemplazara a la de ese grupo. Su participación teatral terminó, sin embargo, cuando el gremio de músicos les comunicó que el grupo no podría actuar porque el organista del teatro no estaba agremiado.

Tratando de entretejer la música con una ganancia que le permitiera una vida mejor, Howard consiguió que lo trasladaran al departamento de música de Falk's, donde debía supervisar las ventas a domicilio. Sus funciones incluían la demostración y reparación de receptores de radio, que estaban convirtiéndose en la fuente de entretenimiento predilecto de las familias, y la venta y mantenimiento de pianos y otros instrumentos.

En su búsqueda constante de maneras de ganar dinero, Howard tuvo la idea de imprimir grandes carteles con los horarios de trenes, autobuses, tranvías y servicios postales, incluyendo avisos de comercios y otros negocios de la comunidad. Planeaba colocar los carteles en los hoteles, las hosterías y los lugares públicos, con la esperanza de que la publicidad solventara los costos de impresión y distribución, dejando también una buena ganancia.

En enero de 1928 probó su idea en Nampa, donde le resultó moderadamente provechosa. Al mes siguiente, hizo un viaje de tres semanas a Baker, La Grande y Pendleton, en Oregón, y otra vez consiguió a varios anunciadores y distribuyó los carteles en lugares accesibles a turistas y residentes. Asimismo, en las noches sociabilizaba con sus amigos en la región, asistía a fiestas y bailes (más que nada, para observar la técnica utilizada por las orquestas), y, en ocasiones, aun solía acostarse temprano.

Al retornar a Boise, Howard trabajó en la tienda otra semana y entonces decidió llevar su idea publicitaria a otras ciudades de Idaho. Después de una semana provechosa en Twin

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Falls, llegó hasta Pocatello donde, a pesar de su perseverancia y su dedicación, tuvo su primer fracaso. Cuando al cabo de tres días y medio de recorrer las calles solamente consiguió hacer unas pocas ventas, decidió que era el momento de cambiar de rumbo.

Esta vez iba a tomar un desvío—a la tierra del sol y las oportunidades: California.

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4 ¡CALIFORNIA, ALLÁ VOY!

Aunque HOWARD decidió de improviso mudarse al sur de California cuando tuvo su

desilusión comercial en Pocatello, la semilla de su determinación había sido sembrada mucho antes.

Bill Salisbury, que viajó al Oriente con la orquesta y que tocó el piano con Howard en la cafetería de la Asociación de Jóvenes Cristianas, se había mudado recientemente a California y lo invitó para que lo visitara. Howard conservaba un buen recuerdo de las vacaciones disfrutadas con su familia en California cuatro años antes, y vivían allá algunos parientes, así que tenía donde hospedarse. Además, si las cosas no le iban bien, siempre podría regresar a Boise.

Así fue que el jueves 8 de marzo de 1928, pagó su cuenta en el hotel de Pocatello y se encaminó hacia el sur. Un hombre a quien había conocido en ese hotel le ofreció llevarlo hasta Ogden, Utah. De allí siguió viaje a Salt Lake City en el tren interurbano Bamberger y se quedó en un hotel. Temprano en la mañana siguiente, tomó el tranvía hasta la parada final en el sur de la calle State, y desde allí fue viajando en etapas con distintos automovilistas. Así recorrió varios tramos aquel día, llegando esa noche a Meadow, un pequeño pueblo a unos 220 kilómetros al sur de Salt Lake City.

"El único hotel era una casa con dos habitaciones para alquilar", recordaba, "pero ambas estaban ocupadas. En el frente de la escuela se hallaba estacionado un autobús y su puerta estaba sin cerrojo. Me acomodé a lo largo en el asiento trasero y abrigándome con la chaqueta del conductor pasé allí la noche." Su sueño le fue interrumpido cuando llegó el conductor temprano en la mañana y, muy indignado, le dijo que se marchara. El joven permaneció varias horas haciendo señas a la vera del camino antes de que alguien accediera a llevarlo.

Al atardecer, Howard arribó a Cedar City donde consiguió hospedaje en un hotel. "Si hubiera habido un tren en Cedar City", dijo, "habría dejado de viajar en tantos automóviles." Pero siendo que no había un servicio ferroviario, en la mañana tuvo que volver al método de "viajar en etapas" con varios automovilistas. En la ciudad de Saint George consiguió que "un hombre con una berlina Dodge y un corazón de oro" lo llevara hasta Las Vegas, Nevada. Después de otra noche más en un hotel, pasó la mayor parte del día siguiente al costado de la carretera consiguiendo solamente tostarse al sol. Finalmente, al anochecer, logró que alguien en camino a Los Angeles se detuviera y ambos viajaron toda la noche.

El sol brillaba ya cuando llegaron a San Bernardino, la entrada a la región de Los Angeles, el martes 13 de marzo. Mientras iban por el Boulevard Foothill, Howard divisó de pronto un cartel de gran tamaño que anunciaba la proximidad de Upland. "Hasta aquel momento", recordó, "yo no tenía idea de dónde estaba Upland, excepto que era cerca de Los Angeles. Le dije al hombre que quería bajarme allí y allí me dejó." Bill Salisbury y su familia residían en Upland.

Howard buscó un teléfono público y llamó a los Salisbury. La mamá de Bill le informó que su hijo se hallaba trabajando en la construcción de una casa y le dio la dirección. Entonces fue caminando hasta ese lugar y encontró a su amigo. "Por cierto que se sorprendió", dijo, "porque yo no le había dicho que llegaría."

Permaneció nueve días con la familia Salisbury, durante cuyo tiempo salía de paseo con

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Bill y cuando éste tenía que trabajar, Howard disfrutaba del sol californiano. Al tercer día se compró, por cinco dólares, un Ford usado, "un automóvil sin capota, sólo para dar vueltas." Con la ayuda de Bill estuvo dos días reparándolo y entonces viajaron hasta Los Angeles. En esa ciudad visitaron a un saxofonista que había tocado con ellos en el crucero, durmieron en la playa de Venice y luego fueron a ver a los tíos del padre de Howard, Edward y Lyde Nowell, en Huntington Park. Pocos días más tarde, Howard llevó sus valijas para quedarse con ellos.

"Cuando vine a California pensaba pasar una semana o diez días y volver luego a casa", escribió en su diario tres semanas después de haber llegado, "pero ahora que estoy aquí y que no tengo ninguna obligación especial en casa, creo que me quedaré varias semanas."

Howard pasó la mayor parte de su tiempo recorriendo lugares, aprendiendo a orientarse y visitando amigos. "Estoy viviendo como un holgazán sin nada que hacer", les confesó a algunos de sus primos cierto día en la playa.

En comparación con la vida agitada que pasaba en Boise, tuvo que haberle parecido muy placentero estar descansando tanto, viendo las horas transcurrir y pensando en lo que haría en adelante. Un día trabajó con Bill en la empaquetadora de la compañía Sunkist en Upland, descargando y apilando madera para construir cajones. "Al final del día apenas si podía per-manecer en pie", comentó. "Tiene que haber una mejor manera de ganarse la vida." Al día siguiente no fue a trabajar.

"He llegado a la conclusión", escribió, "de que hay muchas ventajas en California si pudiera encontrar empleo con buenas posibilidades—pero no como estibador."

Al volver a Huntington Park el sábado 7 de abril, fue a una tienda a comprarse zapatos. En tanto que el propietario, de apellido Hunter, lo atendía, Howard le mencionó que había vendido en Boise el mismo tipo de calzado—y al momento en que pagó sus nuevos zapatos quedó contratado para trabajar en la tienda los sábados, empezando de inmediato.

El lunes regresó a la empaquetadora Sunkist y estibó cajas de naranjas en vagones refrigerados. Al concluir la jornada, calculó haber cargado más de cuarenta y seis toneladas. Otro día, después de cargar cincuenta toneladas, comentó: "No sabía que había tantas naranjas en el mundo."

En una ocasión tuvo que seleccionar limones en la correa transportadora, por lo que tuvo "un día terrible." Los limones debían clasificarse en varios grados en base al color de sus puntas, variando entre el verde oscuro y el amarillo claro— pero como Howard no podía distinguir los colores, le fue imposible clasificarlos. "Antes del fin del día pensé que podría haber tenido un colapso nervioso", comentó.

Howard se quedó con la familia de Bill durante las dos semanas en que trabajó en la empaquetadora, yendo en auto a Huntington Park los fines de semana para trabajar en la za-patería. Finalmente, tomó una determinación: "Después de recorrer Los Angeles y considerar varias oportunidades de empleo, he llegado a la conclusión de que me gustaría trabajar en un banco."

En la mañana del lunes 23 de abril se presentó en el Banco de Italia, pidió empleo y lo contrataron inmediatamente. Al día siguiente comenzó a trabajar en la casa central del banco, en el centro de la ciudad, donde aprendió a operar máquinas de sumar y de contabilidad y a efectuar depósitos. Esa noche se inscribió en el departamento de educación para adultos de la Escuela Secundaria de Huntington Park, donde planeó tomar clases preparatorias para recibir un título universitario, e hizo arreglos con los Nowell para continuar viviendo en su casa.

También pasó a ser miembro del Barrio de Huntington Park, a poca distancia del hogar

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de sus tíos. Los miércoles por la noche solía acompañar a su tía Lyde a las reuniones de tes-timonio de su iglesia, la Primera Iglesia de la Ciencia Cristiana—"no porque tuviera yo interés", decía, "sino porque sabía que a ella eso le agradaba y me parecía bien demostrarle cortesía."

Nuevas raíces

HOWARD W. HUNTER se contaba entre los dos millones de personas que se mudaron

a California en los 1920, una década de desarrollo sin precedente. Más del 70 por ciento de los nuevos residentes se establecieron en la región de Los Angeles, donde la población aumentó de menos de un millón en 1920 a más de dos millones doscientos mil en 1930. Muchos llegaron atraídos por las posibilidades de enriquecerse gracias a los yacimientos petrolíferos más abundantes del país, los fértiles campos agrícolas que producían cosechas abundantes y la glamorosa y pujante industria cinematográfica. La construcción de casas y edificios comerciales proliferaba por doquier y las oportunidades de vivir bien nunca habían parecido ser mejores.

Esta gran emigración hacia el oeste fue también la primera en producirse en relación con la era del automóvil. Cierto autor escribió:

"Cual enjambre de langostas invasoras, los inmigrantes avanzaban lentamente por las carreteras.... Tenían, por alas, automóviles destartalados con guardabarros atados con cordeles y cortinas batiéndose en la brisa; cargados con bebés, ropa de cama, bultos, una tina de hojalata amarrada atrás, una bicicleta o un cochecito para niños balanceándose precariamente sobre la capota. Con frecuencia llegaban sin contar con nada probable, quizás confiando en que el cielo les proveería lo que necesitaban. . . Acampaban en las afueras de la ciudad y sus campamentos se transformaban en nuevos suburbios."1

El Banco de Italia, en el que Howard trabajaba, había sido fundado en 1904, en San Francisco, por Amadeo Pietro Gian-nini, hijo de un inmigrante italiano, y para 1920 llegó a ser la institución bancaria más importante de California.

Deseoso de progresar en su nueva carrera, Howard se inscribió en una clase de educación bancaria, los martes y jueves por la noche, en el Instituto Americano de la Banca, lo que significaba que tenía que abandonar las de educación para adultos en Huntington Park. En el banco conoció a Alma Nel-son (Ned) Redding, un miembro de la Iglesia que acababa de regresar de la Misión de los Estados Centrales del Norte. Ned estaba tomando la misma clase y en poco tiempo se hicieron muy amigos.

No le llevó mucho a Howard estar tan atareado como lo había estado en Boise. Sus padres le enviaron sus instrumentos musicales y ese mismo verano, después de considerar varias ofertas, aceptó tocar la batería con una orquesta de bailes que también tenía un contrato para actuar por radio. En ocasiones, tocó asimismo con otros grupos musicales.

Los Angeles, tal como otros grandes centros metropolitanos comerciales, culturales y educacionales, atraía entonces a muchos jóvenes adultos talentosos, y siempre había una gran variedad de actividades para escoger, algunas auspiciadas por la Iglesia y otras por gente a la que simplemente le agradaba sociabilizar. Prácticamente había bailes o programas para elegir todas las noches. Howard solía ir a nadar o de picnic con sus amigos, o a escalar las sierras y montañas de los alrededores, o al cine a ver las últimas películas, participando a veces en más de una actividad en la misma noche o en un sábado. A veces salía con alguna joven, pero por

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lo general acostumbraba a salir en grupo con sus amigos. Los jóvenes adultos asistían a la iglesia los domingos, y no era raro que visitaran dos o

tres barrios en el mismo día. Cierto domingo, indicó Howard, él y Ned fueron al Barrio Wilshire por la mañana, al de Huntington Park en la tarde y al de Glendale por la noche. El domingo siguiente asistieron a las reuniones de los barrios Adams, Wilshire y Matthews, con-cluyendo con una reunión en la casa de unos amigos.

Uno de los grupos más populares auspiciados por la Iglesia era el Coro Económico de Los Angeles, que tomó su nombre de la práctica que sus miembros tenían de conservar un fondo para solventar sus viajes y otros gastos. Había cantantes de todos los barrios y estacas de Los Angeles que acudían al Barrio Adams los jueves por la noche para ensayar. Para muchos, aquello era, a la vez, una actividad social y una experiencia musical. El año antes de que Howard se estableciera en California, ese coro había cantado durante la dedicación del Templo de Arizona, en Mesa. Howard y Ned se unieron al grupo después de terminada su clase bancaria en junio y al poco tiempo se prepararon para actuar en un concierto de verano en el Hollywood Bowl, uno de los anfiteatros al aire libre más prestigiosos de California.

Cuando disminuyeron las ventas de calzado en su establecimiento, el Sr. Hunter debió dejar cesante a Howard pero no sin antes pedirle que volviera a trabajar en el otoño. Sin embargo, para ese entones Howard estaba tan atareado que no regresó a la zapatería. Siendo que los sábados trabajaba hasta el mediodía y a veces hasta más tarde, prefería dedicar el resto del día a otras actividades de su interés.

Howard era muy popular entre sus amigos californianos. Le agradaba mucho la compañía de otras personas, pero nunca trataba de ser el centro de atención. Siempre supo escuchar, ser atento y considerado con los demás. Puesto que le encantaba leer, era muy versado en un gran número de temas. Aun cuando había viajado entre Idaho y Oregón, procuraba hacer un alto en las bibliotecas locales para leer y estudiar. Durante sus primeras semanas en California, mientras Bill se hallaba trabajando, Howard iba a la biblioteca más cercana. Una de las anotaciones en su diario dice que había "pasado la noche en la casa leyendo a Shakespeare y algunos clásicos franceses—y finalmente, las historietas del periódico Examiner." Otra noche leyó acerca de la vida de los filósofos más notables del mundo.

El nuevo californiano disfrutaba mucho de la alegría sana. Cierta vez, en un desfile de modas realizado en la Asociación de Mejoramiento Mutuo de Mujeres Jóvenes, sorprendió a los asistentes al aparecer en el escenario vestido con ropas de mujer. El día de las elecciones nacionales en noviembre de 1928, improvisó con dos de sus amigos un debate callejero en el centro de Los Angeles, imitando a tres conocidos políticos. En la intersección de las calles Séptima y Broadway, parados sobre sendos cajones, Howard actuó como Al Smith; Ned Red-ding como Herbert Hoover; y John Madsen como el alcalde de la ciudad, gesticulando en animados discursos que atrajeron la atención de una gran multitud y causaron el embote-llamiento del tránsito automotor por varias cuadras en las cuatro direcciones. "Al fin", escribió en su diario, "llegó la policía y dispersó a la multitud. Y nosotros nos escapamos."

Reunión familiar

El 4 DE SEPTIEMBRE de 1928, Howard salió corriendo de su trabajo para saludar a

sus padres y a su hermana Dorothy que acaban de llegar a la casa de sus tíos. Will y Nellie

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habían decidido mudarse a Los Angeles cuando la compañía Valley Trac-tion de Boise, en la que Will había trabajado por más de veinte años, decidió reemplazar con autobuses sus trenes interurbanos. Vendieron su casa en agosto, despacharon todos sus bienes y pertenencias a Los Angeles, y viajaron de paso por Portland (Oregón) y por San Francisco (California) para visi-tar a algunos familiares.

Howard no perdió tiempo para familiarizar a su hermana Dorothy, que no tenía aún diecinueve años de edad, con las actividades sociales de la Iglesia que él mismo había estado disfrutando tanto. Ambos fueron siempre muy compañeros y a él le encantaba la alegre y vivaz personalidad de su hermana. Tres días después de que hubiera llegado a Los Angeles, Howard bailó con ella toda la noche en una fiesta de la Estaca de Los Angeles, y durante varias semanas subsiguientes asistieron juntos a varias fiestas.

Dorothy se relacionó enseguida con los grupos de jóvenes y comenzó a familiarizarse con su nuevo empleo. Habiendo trabajado en la compañía telefónica de Boise, no le resultó difícil conseguir empleo en la compañía telefónica de California del Sur, cuyas oficinas estaban a sólo una cuadra del banco donde trabajaba Howard, en el centro de Los Angeles.

Por algunos días la familia Hunter se hospedó con los Nowell y luego alquiló un apartamento; y Howard se mudó con ellos. Durante el año siguiente vivieron en varios aparta-mentos diferentes, y cierta vez le cuidaron la casa a los padres de Ned, cuando los Redding fueron al estado de Florida. Más tarde, a Will y a Nellie les pidieron que administraran una casa de apartamentos a cambio de un apartamento por el cual no tenían que pagar. Will también consiguió trabajo en una fábrica de accesorios para aviones en Venice, una comunidad vecina junto al mar.

Aunque Howard trabajaba cinco días y medio por semana y por la noche asistía a la escuela y tenía ensayos, actuaciones con la orquesta y otras actividades, en ocasiones también solía quedarse en la casa departiendo con su familia y sus amigos o leyendo un buen libro. Asimismo, ocupó cargos en su barrio y comenzó a dedicarse a leer las Escrituras y otros libros relacionados con el evangelio.

En épocas anteriores había asistido a las reuniones de la Iglesia cada vez que podía, pero a raíz de que trabajaba largas horas y que llegaba a su hogar por la madrugada cuando tocaba con la orquesta en bailes, no había tenido hasta entonces muchos llamamientos. Y aunque sus padres tenían un juego de Escrituras que habían recibido como regalo de bodas, contaban con muy pocos libros sobre religión y, por tanto, no había estudiado con regularidad el evangelio.

Cuando Howard regresó del crucero, su obispo en Boise le había pedido que hiciera planes para servir una misión. Sabiendo que el salario de su padre no era suficiente como para sostenerle en una misión, Howard comenzó a ahorrar con la idea de aceptar el llamamiento cuando tuviera el dinero necesario. Pero la cuenta de ahorros aumentaba muy lentamente, puesto que se pagaba sus propios gastos y no ganaba mucho, tanto en Boise como en Los Angeles.

Al mudarse Howard al apartamento con sus padres, sus cédulas de miembro fueron transferidas del Barrio Hunting-ton Park al Barrio Adams. Allí lo llamaron como maestro orientador, el presidente del quórum de élderes le encomendó que visitara a miembros del barrio que estuvieran enfermos, sirvió como consejero en la presidencia del quórum de élderes y fue Maestro Scout del barrio. Pero fue en la clase para jóvenes adultos de la Escuela Dominical que habría de tener la mayor experiencia en cuanto a su sed de conocimiento evangélico. En su historia escribió: 'Aunque había asistido a las clases de la Iglesia durante la mayor parte de mi vida, tuve mi

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primer despertamiento en el evangelio en una clase de la Escuela Dominical que enseñaba el hermano Peter A. Clayton en el Barrio Adams. Aquel hermano poseía un verdadero tesoro de conocimiento y la capacidad para inspirar a los jóvenes. Estudié las lecciones, cumplí con las asignaciones que nos daba y pronuncié discursos sobre los temas asignados. Pronto comprendí el verdadero significado de algunos principios del evangelio, de los grados de gloria y de los requisitos para lograr la exaltación celestial, tal como nos los enseñaba y nos instruía el hermano Clayton. Yo creo que esa época de mi vida fue el momento en que realmente comencé a apreciar las verdades del evangelio. Siempre había tenido un testimonio, pero ahora comenzaba a entenderlo."

Una de las lecciones del hermano Clayton a principios de marzo de 1930 fue sobre el tema de las bendiciones patriarcales. "Nunca había podido entender lo que era una bendición patriarcal, pero desde ese momento comprendí su significado", escribió Howard. "Aquel día fui a ver al hermano George T. Wride, el patriarca de la estaca, quien me pidió que fuera el domingo siguiente a la oficina de la misión, detrás de la capilla del Barrio Adams."

Aquel domingo de marzo, después de hablar algunos minutos con Howard, el hermano Wride puso sus manos sobre la cabeza del joven y le dio una bendición patriarcal.

Dicha bendición declaró que Howard era alguien "a quien el Señor conocía de antemano", alguien que había demostrado tener "firmes dotes de liderazgo entre las huestes del cielo" y que había sido preordenado para realizar una obra importante en su vida terrenal a fin de cumplir los propósitos del Señor con respecto a Su pueblo escogido." Le prometió que, si permanecía fiel, recibiría "inteligencia desde lo alto", que llegaría a ser "un experto en cosas del mundo y un maestro en cuanto al saber del mundo, y a la vez un sacerdote del más alto Dios", y que habría de dedicar sus talentos personales al servicio de la Iglesia, se sentaría en sus concilios y sería reconocido por su sabiduría y su juicio ecuánime.

Una reunión memorable

EL 8 DE JUNIO de 1928, doce semanas después de haber llegado a Los Angeles,

Howard asistió a un baile auspiciado por la Asociación de Mejoramiento Mutuo para los Hombres M y las Espigadoras en el Barrio Wilshire. Terminado el baile, algunos jóvenes decidieron ir a la playa y le invitaron a que fuera con ellos. En el grupo estaba Ned Redding y su amiga, Clara May (Claire) Jeffs. Todos fueron a caminar descalzos por la playa de Santa Mónica, las jóvenes recogiendo los ruedos de sus vestidos para que no se les mojaran. Los varones decidieron entonces ir a nadar. Así describió Howard lo que hicieron:

"Siendo que no teníamos trajes de baño, las jóvenes se quedaron en los automóviles y les pareció divertido encender los faros delanteros para que no nos animáramos a salir del agua. Tuvimos que nadar hasta un lugar fuera del alcance de las luces para poder salir y cuando regresamos yo había perdido mi corbata. Claire me acompañó por la playa para buscarla y así nos conocimos mejor. Eran las cuatro cuando cada uno volvió a su casa. La próxima vez que salimos, yo fui con Claire y Ned con alguien más."

Los antepasados maternos de Claire, tal como los de Howard, se habían unido a la Iglesia en Europa donde sufrieron graves persecuciones como consecuencia de su fe. Sus bisabuelos, Karl Gottlieb Reckzeh y Anna Rosina Lothe, habían criado a sus siete hijos en una granja de Brandenburgo, una provincia de la Prusia Occidental (en aquel entonces parte de Alemania). Maria Emilie, la abuela de Claire, la quinta entre los hijos de la familia, nació el 21

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de enero de 1860. Cuando joven se fue del hogar a una villa denominada Droskau y unos años después regresó con sus dos hijas, Martha Emma, de cinco años, e Ida Anna, de dos. Maria Emilie y el padre de las niñas, Paul Lehmann, no eran casados.

A las niñas les encantaban sus abuelos y la nueva vida en la granja. Los Reckzeh, luteranos devotos, asistían a la iglesia los domingos y todas las noches el abuelo hacía que la familia leyera un capítulo de la Biblia.

El 30 de septiembre de 1893, unos seis años después de que Maria Emilie regresara a la granja, uno de sus amigos la invitó a una reunión realizada por los misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. "Todo debió hacerse a escondidas", recordaba su hija Martha, "porque en esa época a los élderes no se les permitía en el país, y muchas veces tenían que salir del pueblo en horas de la noche. Dos de ellos salieron en un carro escondidos entre el heno. Mamá fue a la reunión y dijo que creía en cada palabra que había escuchado y a las dos semanas pidió ser bautizada. La bautizaron ese invierno en un estanque" en la villa de Gra-big.2

Cuando Karl se enteró de su conversión, se mostró seriamente enfadado y la echó de la casa, a ella y a sus hijas. Ningún miembro de su familia volvió a hablar jamás con ella. María Emilie y sus niñas se mudaron a un apartamento en Sorau, donde residieron dos años. Pero a raíz de que sus hijas eran ridiculizadas e insultadas por sus compañeras de escuela, María Emilie decidió trasladarse a los Estados Unidos. Solicitó de la oficina de gobierno el permiso para salir del país y le dijeron que podía irse pero que no le dejarían llevarse con ella a sus hijas. Según dijo con Martha, María Emilie le contestó al funcionario que hasta ese momento nadie la había ayudado a criarlas, pero que si él estaba dispuesto a cuidarlas, podía quedarse con ellas. "Yo le pregunté tiempo después si en verdad nos habría dejado", dijo Martha, "y me respondió que ella sabía que el Señor contestaría sus oraciones."

El funcionario del gobierno le concedió el permiso y así fue que Maria Emilie y sus dos hijas pudieron emprender viaje esa misma noche. Algunos amigos las acompañaron cami-nando hasta otro pueblo a unos veinticinco kilómetros de distancia, y en un bosque todos se arrodillaron para orar pidiendo que su viaje estuviera libre de peligro. Los amigos se despidieron de ellas, y la joven familia prosiguió caminando varios kilómetros más hasta tomar un tren con destino a Ham-burgo. De allí continuaron en barco hasta Liverpool, Inglaterra; y luego en otro a Nueva York. El trayecto de Nueva York a Salt Lake City lo hicieron en tren. Después de permanecer con la familia del misionero que la había bautizado,

Maria Emilie alquilo una vivienda y comenzó a trabajar en quehaceres domésticos para sostener a su pequeña familia.3

En 1900, Martha, que entonces tenía unos 19 años de edad, se casó con Jacob Ellsworth Jeffs, que era constructor en Salt Lake City. Ninguno en la familia de Jacob era miembro de la Iglesia. Su padre, Abraham Jeffs, había emigrado de Inglaterra a la región central de Estados Unidos, donde se conoció y se casó con Julia Anderson Phillips, nacida en Misurí. Después de su casamiento, Abraham y Julia vivieron por un tiempo en Kansas, donde el 28 de julio de 1882 nació su hijo Jacob. Luego la familia se estableció en Salt Lake City, donde Abraham murió en 2902 y Julia en 1913.

Clara May (Claire), la primera hija de Martha y Jacob, nació el 18 de febrero de 1902. Después nacieron Thelma, Ellsworth y Leona; esta última murió como consecuencia de tos ferina a las seis semanas de nacida. Claire se educó en la Escuela Primaria Riverside de Salt Lake City y en la Escuela Secundaria West, y mientras asistía a ésta comenzó a trabajar en la compañía de teléfonos Mountain States.

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En 1926, Jacob, Martha y Claire se mudaron a Los Angeles, California, donde Jacob se dedicó a la construcción y edificó una casa de considerable tamaño. Thelma, habiéndose divorciado, y su hijita, Leatrice (Lee), fueron a vivir con ellos un año después. También Ellsworth se mudó al sur de California.

En Los Angeles, Claire empezó a trabajar como modelo en Blackstone's, una tienda muy exclusiva frecuentada por gente de la alta sociedad y del ambiente teatral, y en poco tiempo pasó a ser subgerente del departamento de personal. Fue mientras ocupaba esa posición que conoció a Howard Hunter.

Un noviazgo de tres años

AUNQUE SE VERÍAN a menudo en fiestas de la Iglesia y ambos eran miembros del

Coro Económico, Howard y Claire sólo tuvieron unas pocas citas en 1928. Por lo general estaban siempre en grupo con otros amigos. Una noche, Howard y Ned asistieron a una reunión en Long Beach organizada por un grupo de mujeres jóvenes que eran miembros de diferentes barrios de Los Angeles, al que se conocía por el nombre de "Gloom Busters" (Demoledoras de la Tristeza). "No tuvimos en realidad una cita", escribió Howard, "pero pasé la mayor parte del día con Claire Jeffs. Había luna llena y todos fuimos a nadar antes de volver a casa." En octubre, Claire lo invitó a un baile organizado por los empleados de la tienda Black-stone's. Tenían que vestir ropas andrajosas para coincidir con el tema de la ocasión, que era "Tiempos Difíciles."

En enero de 1929 a Howard lo ascendieron dos veces—a gerente del departamento central de compensación y luego a un cargo en el que tramitaba cuentas personales. Sus nuevas responsabilidades le requerían trabajar horas adicionales, a veces hasta las nueve o diez de la noche, y medio día los sábados.

Siendo que además tomaba clases de finanzas y tocaba en bailes con la orquesta dos o tres veces por semana, a Howard no le quedaba mucho tiempo libre para cortejar—asimismo, acostumbraba salir con varias jóvenes sin decidirse por ninguna. Aunque fue con Claire y cuatro parejas de amigos al teatro y a cenar para festejar el Año Nuevo, menos de dos semanas más tarde asistió al Baile de Oro y Verde con otra joven. En su diario escribió que el 14 de febrero recibió por correo una tarjeta de Claire con motivo del Día de San Valentín—o "Día de los Enamorados"—y agregó que "hasta ese momento no sabía qué fecha era ésa."

Llegada la primavera, a Howard se le asignó trabajar como reemplazante en algunas sucursales del banco. Una semana tuvo que hacerlo en la de Redondo Beach, por lo que todos esos días aprovechó para almorzar al sol en la playa. Otra semana le tocó trabajar en la sucursal de Hollywood donde, al final de su primer día allí, se había "familiarizado con las cuentas de la mayoría de las famosas estrellas del cine."

Sus nuevas asignaciones eran menos exigentes que las anteriores y ello le permitía tener un mayor tiempo libre, aunque las horas y las circunstancias de sus citas eran a veces más bien informales. En varias oportunidades Claire lo acompañaba a bailes en los que tenía que actuar con la orquesta. Un sábado a la medianoche la fue a buscar después de una de sus actuaciones para llevarla al cine y luego a cenar. Regresó a su casa a las cinco de la mañana y apenas si pudo dormir antes de asistir a la Escuela Dominical.

Poco tiempo después comenzó a tocar con una orquesta una vez por semana en el Oakwilde Lodge, en la cañada del Arroyo Seco sobre la Represa Devil's Gate, en Pasadena.

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"Para llegar allí", escribió, "tenemos que recorrer una gran distancia en automóvil, estacionarlo y entonces caminar por un sendero hasta el hotel." Después de la segunda semana, agregó, "considerando la distancia de nuestra caminata, me consideré afortunado de estar tocando el saxofón en vez de la batería, pero todos tuvimos que ayudar al baterista a acarrear todos los componentes hasta arriba."

Cierta noche la orquesta debió tocar hasta muy tarde y como decidieron ir a comer después a un restaurante, Howard regresó a su casa a las tres de la mañana. Pero no se acostó porque a las cuatro irían a buscarlo Claire y otras tres parejas para ir juntos al lago Arrowhead a pasar el día en un picnic, caminando, nadando y navegando.

Cuando sus relaciones fueron haciéndose más serias, Howard y Claire decidieron que había llegado el momento de que sus padres se conocieran. Jake y Martha Jeffs invitaron a los Hunter a su hogar. Dorothy, quien fue con ellos, recuerda claramente la ocasión. Martha Jeffs los recibió a la puerta y Howard comenzó a hacer las presentaciones, diciendo: "Esta es la mamá de Claire." De pronto, en el preciso momento en que Nellie extendía la mano para estrechar la de Martha, Jake se apareció y a viva voz exclamó: "¡Caramba! ¡Conque ésta es Nellie!"

Ese verano, Howard y Claire hicieron los planes para tomar sus vacaciones al mismo tiempo en las dos últimas semanas de julio. Fueron a la playa, jugaron al tenis, viajaron hasta Santa Bárbara y nadaron y bailaron en la península de Balboa, cerca de Newport Beach. Luego tomaron un crucero de tres días hasta Ensenada, en México. "A nuestras familias no les gustó nada la idea", escribió Howard, "pero les aseguramos de que no haríamos nada inapropiado." En el crucero bailaban hasta tarde en la noche antes de retirarse a sus respectivos camarotes, "los cuales", explicó, "estaban ubicados en dos cubiertas diferentes."

En octubre de 1929 se produjo el colapso del mercado bursátil que provocó un desastre económico en todo el país. A mucha gente, particularmente a aquellos que habían especulado en valores comerciales durante los cuatro años previos de prosperidad, les acometió el pánico a raíz de sus graves perdidas. Algunos bancos y otras instituciones financieras, al igual que muchas fábricas comenzaron a cerrar sus puertas.

Aunque leía con interés acerca de lo que estaba sucediendo, Howard no sintió su efecto inmediatamente. El banco donde trabajaba parecía ser suficientemente sólido para subsistir y la gente continuaba asistiendo a los bailes en que él tocaba, como si desearan escaparse de las inquietudes y la incertidumbre que afectaba al mundo que les rodeaba.

A principios de 1930, la familia Hunter tenía preocupaciones de otra índole. Una noche de enero, encontrándose trabajando en la compañía de teléfonos, Dorothy sufrió una hemorragia pulmonar. Tras quedarse en su casa y descansar durante dos meses, fue internada en el Hospital General del Condado de Los Angeles para que le hicieran una serie de análisis. El diagnóstico fue de tuberculosis. Al mes de estar en el hospital, la trasladaron a un sanatorio en el valle de San Fernando, donde había de permanecer durante veintiocho meses.

Howard la visitaba frecuentemente en compañía de sus padres y a veces con Claire. En noviembre de 1930, el año en que muchos bancos cerraron sus puertas, el Banco de

Italia se unió al Banco de América de California y pasaron a llamarse Bank of America National Trust and Savings Association. Howard trabajó en la contabilidad y ayudó a preparar los documentos para la nueva institución, cuya valía combinada era de casi mil doscientos cincuenta millones de dólares.

Poco después de completarse esa unificación bancaria, uno de sus vicepresidentes le comentó a Howard que el First Exchange State Bank de Inglewood estaba tratando de encon-

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trar a alguien que tuviera experiencia para el cargo de oficial subalterno y le preguntó si estaría interesado en ello. La sugerencia era tentadora y entonces Howard accedió a reunirse con los funcionarios del First Exchange. Estos le ofrecieron el puesto de cajero auxiliar en la sucursal de Hawthorne. Considerando que ese banco tenía sólo cuatro sucursales y era mucho más pequeño que el Banco de América, Howard pensó que allí tendría mayores oportunidades para aprender cada una de las fases de la operación bancaria y decidió aceptar la oferta.

Algunas decisiones importantes

A PRINCIPIOS DE la primavera de 1931, Claire y Howard empezaron a pensar

seriamente en casarse. En su historia, él escribió lo siguiente: "Yo no había abandonado la idea de ir a una misión y, teniéndolo en cuenta, había ahorrado cierto dinero. Claire se ofreció para ayudarme con los gastos y estaba dispuesta a esperarme hasta que completara mi misión. Aunque aprecié mucho la oferta, no pude aceptar que tuviera que trabajar para mi sostén. Al fin decidimos que sería mejor que nos casáramos y que en una ocasión futura, tan pronto como las condiciones lo permitieran, saliéramos juntos a una misión.

"Una hermosa tarde primaveral fuimos a Palos Verdes y estacionamos el automóvil sobre el acantilado desde donde podíamos contemplar cómo las olas del Pacífico golpeaban contra las rocas a la luz de la luna llena. Conversamos acerca de nuestros planes y coloqué en su dedo un anillo de diamante. Esa noche tomamos muchas decisiones y algunas serias determinaciones con respecto a nuestra vida juntos. La luna se estaba poniendo en el oeste y el alba comenzaba a surgir cuando regresamos a nuestros hogares."

Los novios decidieron contraer matrimonio en junio, en el Templo de Salt Lake. Howard habló con su obispo, le informó acerca de sus planes y le pidió la recomendación para el tem-plo. Se sorprendió cuando el obispo Brigham J. Peacock le dijo que no podía comprender cómo Howard habría de mantener a su esposa con el salario que recibía.

"Cuando le conté cuánto estaba ganando", escribió Howard, "el obispo me dijo que él había basado su opinión en los diezmos que yo pagaba. De repente, comprendí cuán grave es no pagar un diezmo íntegro.

"Siendo que mi padre no era miembro de la Iglesia cuando yo vivía con mi familia, jamás habíamos analizado el tema de los diezmos y yo nunca consideré su importancia. A medida que hablábamos, pensé que el obispo no iba a darme la recomendación para el templo. En forma bondadosa me enseñó la importancia de la ley y cuando le dije que desde ese momento en adelante yo habría de pagar un diezmo íntegro, continuó con la entrevista y tranquilizó mis ansias, al llenar y firmar el formulario de recomendación."

Howard relató lo acontecido a Claire, quien siempre había pagado sus diezmos debidamente. En consecuencia, dijo, "decidimos que íbamos a cumplir esta ley durante todos los años de nuestro matrimonio y que siempre pagaríamos los diezmos antes que todo lo demás."

Al acercarse el día de su boda, Howard tomó otra decisión importante. Durante varios años había estado tocando con diferentes orquestas en bailes y fiestas, en salones públicos, por la radio y en teatros. "Fue algo fascinante en ciertos aspeetos", pensó, "y ganaba buen dinero, pero estar asociado con algunos de aquellos músicos no era en realidad muy agradable porque les gustaba la bebida y algunas de sus normas de conducta moral dejaban bastante que desear." No encontraba en ellos la compatibilidad necesaria para el modo de vida que habría de

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disfrutar con una esposa y una familia y, por lo tanto, decidió abandonar su carrera como músico profesional.

El 6 de junio de 1931, cuatro días antes de su boda, Howard tuvo su última actuación en el Salón Virginia, en Huntington Park. Cuando regresó a su casa esa noche, empacó sus saxofones, sus clarinetes y su música y los guardó para siempre. Ya había vendido antes su batería y su marimba y empaquetado su trompeta y su violín.

"Desde aquella noche", dijo, "no he vuelto a tocar mis instrumentos, excepto en raras ocasiones cuando nuestros hijos venían a casa, cantábamos villancicos navideños y yo los acompañaba con el clarinete. Aunque esto me dejó un vacío en algo que siempre había disfrutado tanto, nunca lamenté aquella decisión."4

Howard continuaba manejando el cupé Ford "A" que había comprado tres años antes, cuando llegó a California, y Claire estaba dispuesta a viajar en él hasta Utah—"una verdadera demostración de amor", comentó él. Pero su esposo tenía otros planes. Fue y encargó un cupé negro Chevrolet Sport modelo 1931 "con ruedas rojas, asiento trasero al descubierto y una serie de lujosos accesorios." Pagó por el vehículo 766.50 dólares menos un descuento de 75 dólares por el trueque del Ford (que le había costado $5.00), y efectuó la compra al contado.

Marvin Rasmussen, uno de sus primos de Mount Pleasant, se encontraba en Los Angeles en viaje de negocios y planeaba regresar a Utah con Howard y Claire. Howard le había pedido unos días antes que fuera a recoger el nuevo automóvil y lo manejara despacio por un tiempo para afinarlo. El día del viaje, Howard fue a buscar a Marvin, entregó al concesionario su viejo vehículo y llevó el nuevo a casa de Claire, quien "no podía creer lo que veía", dijo él. "Después de cargar sus cosas, partimos en gran estilo—la novia, el novio y el acompañante."

Marvin había informado a su familia en cuanto al viaje y cuando llegaron a Mount Pleasant les esperaba toda una multitud. "¡Nunca supe que tenía yo tantos parientes!", comentó Howard. Después de conversar y escuchar algunas historias de la familia, los novios continuaron el viaje hasta Salt Lake City, donde quedaron en la casa de María Emilie Reckzeh, la abuela de Claire.

Esa misma tarde fueron a la oficina del secretario del condado para obtener su licencia de casamiento, y luego a las oficinas de la Iglesia para pedirle al élder Richard R. Lyman, del Quórum de los Doce Apóstoles, que oficiara en la ceremonia matrimonial y en el sellamiento al día siguiente. El élder Lyman accedió y les dio algunos consejos sabios que nunca habrían de olvidar. "Traten de no tener deudas", les dijo. "Vivan dentro de sus medios. Nunca gasten más de lo que ganen. No vacilen en caminar o tomar el tranvía si no pueden comprar un automóvil. No compren lo que no puedan pagar. Ahorren su dinero hasta poder comprar las cosas al contado."5

A la mañana siguiente, el miércoles 10 de junio de 1931, Howard William Hunter and Claire Jeffs, en compañía de la abuela de Claire, fueron al Templo de Salt Lake. Allí recibieron sus investiduras y se casaron y fueron sellados por esta vida y por la eternidad.

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5 ESPOSO, PADRE, ABOGADO, OBISPO

HOWARD Y CLAIRE comenzaron su vida matrimonial en un apartamento amueblado

frente al mar en Hermosa Beach, California. "Todas las mañanas", recuerda él, "nos levan-tábamos temprano. Yo me ponía el traje de baño, corría a la playa y me zambullía entre las olas. Después de nadar vigorosamente volvía a la casa y, tras darme una ducha tibia, tomaba mi desayuno. Sólo me llevaba unos quince minutos en automóvil llegar al banco en Hawthorne y ya me sentía listo para la jornada. Con frecuencia íbamos a nadar juntos en la tarde, cuando yo volvía a casa, y solíamos caminar por la playa a la luz de las estrellas antes de acostarnos. Aunque los días eran cálidos, las noches eran frescas y agradables gracias a la brisa del mar, y el golpear de las olas era como una canción de cuna."

Cuando alquilaron aquel apartamento, sabían que no podrían pagar la mensualidad por mucho tiempo, "pero queríamos comenzar nuestra vida matrimonial en un lugar especial."

Poco después se mudaron a una casa de tres habitaciones sin amueblar, a pocas cuadras del banco, en Hawthorne. Claire ya tenía un juego de dormitorio, así que compraron unos pocos muebles y útiles para la casa, pues habían resuelto seguir el consejo del élder Lyman y no tener deudas. "Por tal razón no contábamos con todas las cosas que queríamos, pero lo que teníamos era suficiente para nuestra comodidad", dijo Howard.

Participaban activamente en el Barrio Inglewood, donde Claire fue llamada como líder de las Espigadoras en la A.M.M. y Howard sirvió como consejero en la superintendencia de la A.M.M. de Hombres Jóvenes.

A fines de 1934, el segundo año de la Gran Depresión, la situación comercial en los Estados Unidos continuó deteriorándose con el incremento en la falta de trabajo y la amenaza de un desastre económico. Muchos bancos en todo el país se vieron en la necesidad de cerrar sus puertas, entre ellos el First Exchange State Bank. En enero de 1932, el estado se apropió de las cuatro sucursales y, una vez finalizada la intervención, se las asignó a la administración judicial para ser liquidadas. Howard había escogido la carrera bancaria pensando en las oportunidades que ofrecía, pero ahora se quedaba sin empleo.

Puesto que él y Claire no tenían deudas, probablemente estaban en mejores condiciones que la mayoría de los norteamericanos durante los años de la depresión económica. Así y todo, al no recibir un salario con regularidad, tuvieron que apretarse el cinturón y aprendieron a comprar sólo lo necesario. Cuando era posible, usaban el transporte público y Claire lavaba a mano la ropa utilizando una tabla de fregar, pues habían decidido no comprar una lavadora para no tener deudas.

Durante los dos años siguientes Howard trabajó en una serie de empleos. Cuando dejó el banco hizo arreglos con el interventor para comprarle a plazos las empaquetadoras de monedas, las máquinas de sumar y otros accesorios y aparatos. Howard vendió después esas cosas a otros bancos a precios de descuento y a medida que cobraba el dinero correspondiente iba pagándole al interventor.

Howard y el padre de Claire fabricaron estatuas y sujeta-libros recordatorios con motivo de los Juegos Olímpicos que tuvieron lugar en Los Angeles en el verano de 1932. Un escultor de Hawthorne diseñó las matrices, y Howard y su suegro moldeaban y bronceaban las estatuas en el garaje de su casa. Pero aunque éstas eran obras de arte bonitas, muy poca gente podía

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darse el lujo de comprarlas. En otra ocasión, Howard compró de una fábrica varios lotes de hasta una tonelada de

jabón granulado, lo fraccionó en paquetes de diez libras y lo vendió puerta por puerta a las amas de casa. También compró y envasó blanqueador líquido para venderlo con las bolsas de jabón a las lavanderías. "No era fácil entregar los pedidos a las lavanderías y llamar a las puertas para vender jabón", recordó, "pero así podía ganar lo suficiente para pagar el alquiler y comprar comida."

Durante un tiempo trabajó para el interventor del departamento estatal bancario que estaba liquidando el First Exchange State Bank, pero tuvo que dejar ese empleo cuando, habiendo adquirido antes algunas acciones en esa institución, se incluyó su nombre en un juicio contra todos sus accionistas. "El interventor me estaba pagando un sueldo y a la vez me enjuiciaba por mi responsabilidad como accionista", explicó. "Más tarde pude saldar mi parte en el juicio con un pequeño porcentaje, pero me quedé nuevamente sin trabajo."

Después de eso Howard consiguió empleo en la Administración de Obras Públicas para trabajar en la construcción de desaguaderos, dedicándole a la tarea siete horas por días los siete días de la semana, a razón de treinta centavos la hora.

"Gracias a que consultaba a los ingenieros y mantenía los ojos abiertos, pude hacer un buen trabajo hasta el fin de la semana, cuando recibí un cheque de $14.70", comentó. "Una vez más eso nos salvó del hambre."

Howard y Claire estaban resueltos a ser independientes por tanto tiempo como les fuera posible, pero finalmente aceptaron, en enero de 1933, la invitación de Jacob y Martha Jeffs para que fueran a vivir con ellos en su amplio hogar de cuatro dormitorios, en la calle 84 al oeste de Los Angeles. También Thelma, la hermana de Claire, y su hija Lee vivían en la casa en esa época.

Ese verano, Howard y Ellsworth, su cuñado, fueron a trabajar con Jacob, quien había conseguido un contrato para pintar la estructura de hierro de cuatro puentes que se estaban construyendo sobre una nueva carretera. Puesto que no había en las proximidades dónde hospedarse, debían acampar al aire libre. Claire les acompañó para cocinarles. Poco tiempo después, la triste noticia de que Jacob había muerto súbitamente durante un viaje a Utah sorprendió a la familia. Martha y Ellsworth fueron entonces a Utah a buscar sus restos para sepultarlos en California.

Un año de esperanzas y de congoja

EN ENERO DE 1934, como resultado de su experiencia en el First Exchange State

Bank, a Howard le ofrecieron empleo en el departamento de títulos del Distrito de Control de Inundaciones del Condado de Los Angeles, donde tenía que tramitar la inscripción de tierras y el traspaso de propiedades inmuebles. Dos meses más tarde, Howard y Claire tuvieron su primer hijo, a quien le dieron el nombre de Howard William Hunter (hijo).

El trabajo de Howard en el Distrito de Control de Inundaciones involucraba muchas cuestiones de carácter legal— examinar títulos, presentar opiniones legales con respecto a los documentos, y preparar medidas de eminente potestad para la clausura de propiedades cuando era necesario implementar el control de inundaciones. También ayudaba a los abogados en la preparación de pleitos y asimismo asistía a veces a los juicios correspondientes.

Estas experiencias fueron alimentando en Howard el deseo de estudiar jurisprudencia.

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Después de analizar los programas de varias instituciones de enseñanza superior en Los Angeles, decidió inscribirse en la Universidad del Sudoeste, la principal universidad de derecho en California, la cual ofrecía clases nocturnas. Sin embargo, como aún no había recibido grado universitario alguno, primero debió tomar las clases requeridas para entrar en el programa.

Howard había terminado la secundaria ocho años antes y aunque durante ese tiempo había tomado algunas clases nocturnas, "no fue fácil cultivar el hábito para el estudio", dijo. "Era particularmente difícil mantenerse al nivel de aquellos alumnos más jóvenes que estaban en plenos estudios universitarios."

Se inscribió en un programa de diez créditos académicos, una empresa ambiciosa para alguien que, como él, debía trabajar todo el día. Su programa semanal consistía en estudiar en el autobús y el tranvía en camino a la oficina; trabajar desde las ocho hasta las cinco; estudiar otro poco mientras almorzaba; comerse una manzana mientras caminaba varias cuadras hasta la universidad y repasaba mentalmente lo que había estudiado ese día; asistir a las clases desde las seis hasta las nueve; estudiar en el camino de regreso a su hogar, cenar con Claire después de las diez y ponerse a estudiar nuevamente hasta la medianoche y aún más tarde. Las noches en que se sentía muy cansado para quedarse a estudiar, ponía la alarma del reloj para despertar más temprano en la mañana. Este fue su programa durante los cinco años siguientes.

Ese verano, mientras Howard se preparaba para su rutina de trabajo y escuela, empezó a notar, al igual que Claire, que su hijito, Billy, carecía de fuerzas. El diagnóstico médico indicó que el niño padecía de anemia. Howard dio sangre para que le hicieran una transfusión y Billy se repuso temporalmente pero luego sufrió una recaída. A principios de septiembre debió ser internado en un hospital a fin de someterlo a análisis adicionales y Howard dio sangre nuevamente para otra transfusión.

Como no se mejoraba, los angustiados padres llevaron a Billy al Hospital para Niños donde los exámenes mostraron al fin que se le había producido una úlcera en el divertículo intestinal, lo cual hacía que perdiera sangre. Los médicos entonces recomendaron que se le sometiera a una operación.

"Nos aseguraron que los cirujanos designados para el caso eran excelentes y por tanto dimos nuestro consentimiento", escribió Howard. "Momentos antes de la operación me lle-varon al quirófano y me pusieron sobre una mesa junto a la suya y di sangre mientras lo operaban. Una vez terminada la intervención, los diagnósticos médicos no parecían ser muy alentadores.

"Nos quedamos con Billy las setenta y dos horas siguientes, que según los médicos habían de ser las más críticas. La noche del tercer día nos dijeron que sería mejor que nos fuéramos a casa a descansar. Poco después nos llamaron para decirnos que las cosas habían empeorado. Esa misma noche, el 11 de octubre de 1934, Billy expiró serenamente en momen-tos en que nos encontrábamos sentados junto a su lecho. Al salir del hospital, nos sentíamos profundamente apenados y conturbados."

Dos días después, al cabo de un "funeral sublime y consolador", sus restos mortales fueron depositados junto a la tumba de su abuelo, Jacob Ellsworth Jeffs.

El otoño fue una época muy triste para los acongojados padres, particularmente para Claire. Mientras que Howard podía concentrarse en su trabajo y en sus estudios, ella se encontró de pronto sin las responsabilidades de cuidar a su bebé. Y a fin de no pensar tanto en su dolor de madre, decidió volver a trabajar. La tienda Blackstone's, que había sido adquirida por la compañía Bullock's, la recibió con beneplácito y se reintegró a la misma como

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subgerente de personal. "Esa fue la única vez que Claire estuvo empleada durante nuestro matrimonio", indicó

Howard.

Dificultades y bendiciones

CUANDO FUERON A vivir con los padres de Claire, Howard y su esposa pensaban que sería por poco tiempo, así que pidieron que sus cédulas de miembro se conservaran en el Barrio Inglewood de la Estaca Hollywood en vez de que se transfirieran al Barrio Vermont, al que la madre de Claire pertenecía. A principios de 1935 llamaron a Howard para que dirigiera el programa Scout de la estaca. En tal posición representaba a la estaca ante el Consejo Scout de la Región Metropolitana de Los Angeles y se le nombró subcomisionado del distrito. Tanto él como Claire continuaron sirviendo en la A.M.M. del barrio y fue en relación con tales funciones que recibieron otro llamamiento.

"Una noche tuvimos una cena para los Hombres M y las Espigadoras", contaba Howard. "Mientras conversábamos, alguien preguntó por qué el barrio no podía tener su propio edificio en vez de estar alquilando el salón del Club de Mujeres. Entonces decidimos hablar con el obispado al respecto. Nos dijeron que estaban esperando que los miembros tuvieran el deseo necesario para hacer contribuciones y, como resultado, nos llamaron para formar parte del comité financiero, y a mí como director del mismo."

Al poco tiempo desarrollaron un plan de recaudación de fondos y se escogió el lugar para una nueva capilla. Howard hizo las negociaciones con la Compañía de Inversiones de Los Angeles para adquirir dos lotes y una casa adyacentes al Parque Centinela por el precio de dos mil dólares.

El 26 y el 27 de julio el barrio auspició la celebración del Día de los Pioneros Mormones. La primera noche, el Coro del Tabernáculo Mormón cantó en el Inglewood Bowl. Al día siguiente, que era sábado, se llevaron a cabo en el parque actividades deportivas, actuaciones musicales y exhibiciones, en un programa en el que hablaron los alcaldes de Inglewood y de Los Angeles, así como el Gobernador de California. Por la noche, los miembros de la estaca presentaron un espectáculo titulado "El Llamamiento del Batallón Mormón."2

"El acontecimiento fue todo un éxito y ayudó a incrementar los fondos para la construcción", informó Howard. Cuando comenzó sus estudios de abogacía ese otoño, debió ser relevado del comité financiero, pero tres años más tarde tuvo la satisfacción de ser especialmente invitado a participar en los servicios dedicatorios de la nueva capilla.

Howard ingresó a la facultad de derecho en septiembre de 1935 y enseguida comprendió que las clases de abogacía requerían mucho más tiempo para estudiar que las tareas uni-versitarias. Entonces extendió sus horas de estudio hasta la una o las dos de la mañana. Cuando Claire, que estaba a la espera de su segundo bebé, le dijo que había llegado la hora de ir al hospital, Howard tomó uno de sus libros de texto y la llevó de urgencia al Hospital Metodista del Sur de California. Pusieron a Claire en cama inmediatamente y se quedó a su lado hasta que la medicina que le habían dado hizo su efecto y ella se durmió. Luego Howard se puso a estudiar.

"La noche fue pasando", escribió, "y aun pasó la medianoche. Para entonces, ya había terminado de estudiar lo asignado. No era extraño que estudiara hasta bastante tarde, pero no

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durante toda la noche. Después de algunas breves caminatas y de haber leído en el texto las lecciones de varias semanas por adelantado, noté que el cielo comenzaba a enrojecerse con la salida del sol y que los ruiseñores trinaban en las ramas de los árboles junto a la ventana.

"La enfermera entró al cuarto unos minutos después de las cinco, cuando leía yo todavía del libro, para comunicarme que acababa de ser padre de un varoncito. Era el 4 de mayo de 1936. Claire se hallaba bien y pocos días después la llevé a casa con ese niño que ocuparía el lugar de otro pequeñito que se había ido al cielo."

En agosto, Howard bendijo a su nuevo hijo en una reunión de testimonios y le dio el nombre de John Jacob Hunter—John en honor del padre, el abuelo y el bisabuelo de Howard, y Jacob por el padre de Claire,

Howard y Claire apreciaron mucho haber podido vivir durante tres años en la casa de los padres de ella, pero ahora que el cargo en el Distrito de Control de Inundaciones del Condado de Los Angeles le ofrecía a Howard un empleo seguro, comenzaron a buscar una casa propia. Encontraron una de cinco habitaciones en la localidad de Alhambra, a un precio y a plazos asequibles para ellos. El vendedor de la propiedad aceptó su oferta de $3,600, con $500 al contado y el saldo a pagar en tres años. Durante esos tres años sólo tenían que abonar $15 mensuales por concepto de intereses. "No podríamos haber hecho un trato mejor", comentó Howard.

El obispo de su nuevo barrio, el Barrio Alhambra de la Estaca Pasadena, le recomendó a Howard que completara sus estudios antes de aceptar un llamamiento en la Iglesia, pero también le aconsejó que asistiera a las reuniones tanto como le fuera posible. "El tener que trabajar, ir a la facultad de noche y, además, dedicar tiempo al estudio, no era fácil", escribió Howard en su historia personal. "Nuestra vida social era casi inexistente, excepto algunas visitas a nuestros familiares."

Las relaciones familiares eran muy importantes para Howard y Claire. Pasadena, donde la pareja viviría por veintidós años, estaba a menos de una hora por automóvil de la residencia de sus respectivos padres y de la casa de Thelma y su hija Lee. Durante su noviazgo con Claire, Howard le había tomado mucho cariño a Lee y en ocasiones la llevaban con ellos en sus citas. Cuando todos vivían en la casa de sus suegros, él le enseñó a Lee a patinar y a andar en su primera bicicleta, y una vez le fabricó unos zancos y también le enseñó cómo mantenerse en equilibrio sobre ellos.

Para Lee, quien nunca había conocido a su propio padre, Howard representaba esa querida imagen paterna. Su madre se volvió a casar cuando Lee tenía ocho años y su padrastro, Eddie Waldman, la adoptó legalmente, pero Lee se mantuvo siempre cerca de los Hunter y de su abuela Jeffs. Su madre no era activa en la Iglesia, por lo que Howard y Claire la llevaban con ellos a las reuniones y alentaban su participación en las actividades.

También Dorothy, la hermana de Howard, se estableció en Los Angeles. En diciembre de 1935 se había casado en el Templo de Salt Lake con Marvin Rasmussen, el que tres años antes había acompañado a Howard y a Claire cuando éstos viajaron a Utah para casarse. Dorothy y Marvin vivieron durante un año en Mount Pleasant, Utah, y después se mudaron a Los Angeles, donde tuvieron tres hijas.

El círculo familiar inmediato de Howard y Claire se completó el 29 de junio de 1938, cuando nació su tercer hijo. Las clases de verano en la facultad de abogacía acababan de empezar y esta vez, cuando el médico salió de la sala de partos para anunciarle el nacimiento, Howard estaba estudiando un libro de texto sobre herencias y testamentos. Para este alumbramiento, Claire no necesitó quedarse mucho en el hospital, al que llegaron temprano en

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la tarde y el niño nació esa misma noche antes de las siete. En una reunión de testimonios, Howard dio a su hijo una bendición y el nombre de

Richard Alien Hunter.

¡Abogado al fin!

CON MI ULTIMO examen, las clases de abogacía parecieron concluir abruptamente en aquella primera semana de junio de 1939", escribió Howard en su historia. Cuando se anunciaron las calificaciones, él y otros dos estudiantes estaban a la cabeza de la clase, por lo cual debieron calcularse sus grados en decimales para determinar el orden exacto de méritos. Los resultados indicaron que Howard había obtenido dos décimas del uno por ciento menos que el primero y una décima del uno por ciento menos que el segundo. El 8 de junio de 1939, en la ceremonia de graduación llevada a cabo en el Hollywood Memorial Auditorium, Howard resultó ser el tercero de su clase y obtuvo su diploma con honores. 4

Una semana después de su graduación, comenzó a tomar un curso preparatorio dictado por uno de sus profesores para luego pasar el examen ante la barra de abogados del estado de California. En ocasión de la última clase, el profesor aconsejó a sus alumnos que, cuando se sentaran a escribir su examen, "miraran al hombre a su izquierda y al de su derecha y con-sideraran que, de los tres, solamente uno habría de diplomarse."

Howard recuerda que tomar aquel examen el 23, 24 y 25 de octubre, fue "una de las experiencias más abrumadoras" de su vida. "Después del tercer día, me sentí totalmente exhausto. Yo había hecho todo lo posible, pero aún me quedaba la angustia de no saber si habría sido suficiente."

La espera le pareció interminable porque "varios años de intensas tareas culminaban ahora con el resultado de un simple acontecimiento." Sabía que si recibía una carta de una sola hoja, ello significaría que no había pasado el examen. Por otro lado, una carta abultada no solamente significaría que se había graduado sino que también vendría acompañada de varias solicitudes para la aprobación de la barra de abogados y de los tribunales de justicia.

"Fue en la mañana del 12 de diciembre que Claire me llamó a la oficina para informarme que el cartero había traído una carta del Comité Examinador", recordaba. " '¿Es el sobre abultado o delgado?' le pregunté. 'Abultado', respondió. Sentí que la sangre me subía a la cabeza, cerré los ojos y esperé que Claire abriera la carta y me leyera su contenido. Las arduas tareas y los sacrificios que habíamos hecho bien habían valido la pena." Y su profesor tuvo razón: De 718 estudiantes que habían tomado el examen, sólo 254 lo habían pasado—o sea el 35,4 por ciento. Casi dos tercios de ellos no lo consiguieron.

En una ceremonia realizada en Los Angeles el 19 de enero de 1940 ante la Suprema Corte de California, Howard W. Hunter tomó juramento y fue admitido para practicar la abo-gacía en ésa y otras cortes del estado. El 5 de febrero fue admitido ante la barra de la Corte del Distrito Federal del Sur de California, y el 8 de abril ante el Tribunal Federal de Apelaciones del noveno circuito.

Ese invierno subalquiló una oficina en el bufete del abogado James P. Bradley y el primer día de abril comenzó a ejercer la jurisprudencia. "Tenía varios asuntos legales pen-dientes al momento de mi graduación", dijo, "así que puse manos a la obra inmediatamente." Continuó trabajando algunas horas para el Disfrito de Control de Inundaciones del Condado de Los Angeles reduciéndolas a medida que su profesión de abogado se lo requería, hasta

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marzo de 1945. Habiendo terminado Howard con los estudios, él y Claire tenían ahora el tiempo para

otros intereses. Ese verano dejaron a sus hijos con los abuelos y viajaron a San Francisco, California, para asistir a la Feria Mundial, la Exposición del Golden Gate. Los abuelos paternos de Howard se habían establecido en San Francisco en 1933, falleciendo la abuela al año siguiente. A Howard le gustaba mucho conversar con su abuelo, que entonces tenía noventa años de edad, y con su tía Flora, quien administraba la oficina de telégrafos de la Western Union en esa ciudad.5

Por primera vez en los tres años que habían sido miembros del Barrio Alhambra, Howard y Claire fueron llamados para ocupar cargos, él como instructor de la clase de genealogía para jóvenes6 y ella como maestra en la Escuela Dominical de Menores.

Un llamamiento inesperado

El 27 DE AGOSTO de 1940 Howard recibió un llamado telefónico de Bertrum M.

Jones, el presidente de la Estaca Pasadena, quien lo invitó a una entrevista con él y sus conse-jeros esa noche después de la Mutual. Durante dicha entrevista le informó que el Barrio Alhambra iba a ser dividido y. que los Hunter pasarían a ser miembros del nuevo Barrio El Sereno. A continuación, lo llamó para que ocupara el cargo de obispo de ese barrio.

Howard quedó muy sorprendido. "Yo siempre había creído que para ser obispo uno debía tener mayor edad", comentó, "y le pregunté cómo un hombre de treinta y dos años de edad podría ser el padre del barrio. Me dijeron que yo sería el obispo más joven llamado hasta esa época en el sur de California, pero que sabían que podía hacerme cargo de tal responsabilidad. Le expresé mi reconocimiento por la confianza que depositaban en mí y les aseguré que haría todo lo que estuviere a mi alcance."

Aún sorprendido, volvió a su hogar y le comunicó la noticia a Claire. "Nos acordamos de la decisión que habíamos tomado en cuanto a casarnos en vez de ir a una misión, con la idea de que algún día podríamos hacerlo juntos", dijo. "Quizás ésta sería esa misión, aunque de una índole diferente de la que habíamos anticipado."

El Barrio El Sereno se organizó en la mañana del domingo 1° de septiembre, en una reunión especial que se llevó a cabo en un salón alquilado. Como obispo del mismo se sostuvo a Howard Hunter, y como sus consejeros a Frank Brundage y Richard M. Bleak.7 Una semana más tarde, después de la conferencia trimestral de la Estaca Pasadena, Howard fue ordenado sumo sacerdote y obispo, y apartado por el élder Joseph F. Merrill, del Quórum de los Doce Apóstoles, para que presidiera el nuevo barrio.

El día de su sostenimiento como obispo, Howard preguntó a la presidencia de la estaca cuáles habían de ser sus responsabilidades. Le informaron que tenía que encontrar un lugar donde efectuar las reuniones del barrio, llenar los cargos correspondientes en cada una de las organizaciones, y ponerse en marcha. "Todo esto era algo nuevo para mí, siendo que nunca había integrado un obispado", comentó, "pero seguí las instrucciones recibidas."

Esa tarde, él y sus consejeros se "pusieron-en marcha." Consiguieron que la logia masónica les subalquilara algunas salas en su Edificio Florence, en El Sereno. (Para separar las distintas clases de la Escuela Dominical tenían que utilizar cortinas en un salón—lo cual hizo que Howard recordara sus experiencias de cuando era jovencito en Boise.) También comenzaron a organizar el barrio. Una de las primeras personas en ser llamada fue Claire, a

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quien se le pidió que trabajara en la Escuela Dominical de Menores. Howard y Claire habían estado buscando una casa más cómoda y unos pocos meses más

tarde encontraron una que respondía a sus necesidades en la avenida Winchester, en el linde entre El Sereno y Alhambra. La casa tenía tres dormitorios, un cuarto sin terminar en el piso superior y un sótano. Entonces transformaron en oficina y biblioteca uno de los dormitorios, haciendo así, dijo Howard, "un lugar ideal para las entrevistas y otras funciones propias de un obispo." Puesto que aún no contaban con un edificio propio, el hogar del obispo pasó a ser el centro de la vida social de los miembros del barrio.

Dificultades durante la guerra

Al TERMINAR la reunión de testimonios en el Barrio El Sereno el domingo 7 de

diciembre de 1941, el superintendente de la Escuela Dominical entró de prisa en la capilla y fue directamente al estrado con la devastadora noticia de que unos aviones japoneses habían bombardeado Pearl Harbor, en Hawai. El día siguiente, Estados Unidos declaró la guerra al Japón, y el 11 de diciembre hizo lo mismo con Alemania e Italia.

Dos años antes, Howard había considerado seriamente la idea de alistarse en la reserva militar de los Estados Unidos. Gracias a su servicio en el Centro de Entrenamiento de Ofi-ciales de Reserva durante sus estudios secundarios, y su grado de oficial cadete, podía haber ingresado a la reserva como oficial si lo hubiera solicitado antes de cumplir, el 14 de noviem-bre de 1939, los treinta y dos años de edad. Había hablado con algunos oficiales de mando en el Departamento de Auditores de Guerra, la oficina legal del ejército, y obtenido los corres-pondientes formularios y manuales. En su historia personal describió así su dilema:

"El 1o de septiembre de 1939, cuando yo estaba tomando el curso para el examen de derecho, Alemania invadió Polonia, Francia le declaró la guerra y Rusia entró en el conflicto. Toda Europa ardía en las llamas de lo que pasó a conocerse como la Segunda Guerra Mundial. Yo había ya firmado mi solicitud para entrar en la reserva, pero no la había presentado aún. Después de pasar el examen de derecho me quedaban dos semanas más para hacerlo, así que conversé con Claire sobre el particular.

"Sabíamos que era posible que Estados Unidos se viera obligado a entrar en la guerra. En tal caso, las reservas habrían de ser llamadas primero. Por otro lado, se alistaría a todo ciu-dadano y tener un cargo de oficial podría ser una gran ventaja. A medida que se acercaba la fecha del plazo, pensábamos que mejor sería renunciar al posible cargo. El día de mi cumpleaños llegó y pasó sin que presentara mi solicitud, y no tuve el privilegio de ser un oficial de la reserva."

En diciembre de 1941, la vida de todo norteamericano cambió al entrar Estados Unidos oficialmente en la guerra. "Se establecieron restricciones en el uso de la luz eléctrica, cambios en la economía, escasez, racionamientos y otras medidas de emergencia", escribió Howard. "Todo varón mayor de dieciocho años de edad debió registrarse para el reclutamiento. Por razones de mi cargo como obispo, se me concedió la clasificación 4D de ministro religioso, que me eximía del reclutamiento hasta concluida la guerra. Si hubiera solicitado entrar en la reserva, lo cual estuve a punto de hacer, habría tenido que alistarme de inmediato."

Uno de los primeros objetivos del obispado del Barrio El Sereno era encontrar un terreno y comenzar a recaudar fondos para la construcción de un edificio propio. En mayo de 1942, el Obispado Presidente notificó a los barrios y a las estacas que no se debía construir

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ningún edificio mientras durara la guerra, pero ello no impedía que se continuara recaudando fondos para el futuro. Aunque el barrio contaba con sólo 265 miembros, California seguía siendo el estado de más rápido crecimiento en el país, y el obispado sabía iba a llegar el día cuando el creciente número de miembros requeriría un edificio más amplio donde tener sus reuniones y actividades.

Guiados por su carismático y dinámico obispo, los miembros del barrio emprendieron una serie de programas para recaudar fondos. "Se nos reconocía en toda la Estaca Pasadena como el barrio del 'proyecto de la cebolla, porque todas las semanas los miembros iban en diferentes turnos, de día y de noche, a una fábrica de encurtidos a limpiar cebollas como parte del programa", escribió uno de los historiadores del barrio8. Y Howard comentó: "No era difícil, en las reuniones sacramentales, saber quiénes habían estado limpiando cebollas."

En otra ocasión, el barrio consiguió que una fábrica de chucrut le pagara para que sus miembros ayudaran a preparar el repollo, al que había que echar en un enorme tanque, rociarlo con sal y pisarlo calzando botas de caucho. Al finalizar la guerra, el barrio adquirió un vagón completo del cereal marca "Kix" sobrante de los almacenamientos del gobierno y lo fraccionó en pequeños paquetes para vendérselo a los miembros y a sus amigos para beneficio del programa de construcción.

"Aquellos fueron días felices, cuando trabajábamos juntos como personas de diversa condición y habilidad, apoyando al obispado en la tarea de recaudar fondos para edificar una capilla", recordó el obispo Hunter, quien tanto amaba a los miembros de su barrio. "Nuestro barrio era como una gran familia feliz y, aparte de las reuniones de la Iglesia, solíamos tener muchas actividades al aire libre y fiestas."

Richard, el hijo de Howard, recuerda que "el barrio tenía un espíritu particularmente fiel. Me acuerdo del termómetro que se hallaba a la entrada del segundo piso y que indicaba el estado de nuestro programa de recaudación de fondos para construir el edificio. En la planta baja había una panadería y el aroma que nos llegaba de abajo solía interrumpir nuestras reuniones. Recuerdo las obras que el barrio presentaba, en especial las fiestas navideñas. Para mí, apenas un niño en edad de Primaria, todo aquello resultaba una experiencia maravillosa."

A medida que los sacrificios exigidos por la guerra fueron aumentando, el barrio se encontró con muy pocos varones para ocupar cargos de liderazgo. "Teníamos varios jóvenes admirables que no podíamos descuidar, así que asumí la responsabilidad de servir como maestro Scout", recordaba Howard. "Les enseñé para que pudieran obtener sus grados y especialidades. Lograron ser muy hábiles en campamento, señales y en cada uno de los requisitos del programa Scout. Con frecuencia íbamos a acampar de noche y participábamos en todas las actividades de las que gustan los scouts. En los dos años que trabajé con ellos, los jóvenes progresaron en gran manera."

Howard enseñaba a la juventud con verdadero amor, pero cuando era necesario no vacilaba en actuar con firmeza—aun de una manera poco ortodoxa.

A un lado del edificio donde se realizaban las reuniones del barrio había una farmacia con una fuente de sodas que permanecía abierta los domingos. Los jóvenes del Sacerdocio Aarónico comenzaron a escabullirse después de repartir la santa cena en la reunión sacramental y se iban al lado a tomar refrescos. Los líderes del barrio y el obispo les decían que no debían hacerlo, pero de nada les valió.

Un día, después de que los jóvenes habían salido como de costumbre de la reunión sacramental, el obispo Howard Hunter, quien se hallaba dirigiendo la reunión, irritado por unos minutos, bajó del estrado, salió de la capilla y fue a la farmacia. "Hermanos", les dijo,

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"cuando hayan terminado con sus refrescos, continuaremos con nuestra reunión." Los jóvenes a quienes ya se les había servido, tragaron apresuradamente la bebida,

mientras que los que aún esperaban que se les sirviera volvieron a guardar su dinero y todos siguieron a su obispo sin demora de regreso a la capilla. Sin mencionar otra palabra sobre el incidente, el obispo Hunter continuó con los anuncios de la reunión sacramental. Desde ahí en adelante, según los miembros del barrio, los jóvenes del Sacerdocio Aarónico nunca más volvieron a escabullirse de la reunión sacramental.

Muchos años después, cuando Richard Hunter fue obispo, le preguntó a su padre qué podría hacer para lograr que los jóvenes del barrio asistieran a la reunión del sacerdocio en vez de quedarse durmiendo en la casa. "Papá me contó que un día, habiendo notado la ausencia de algunos jóvenes poseedores del Sacerdocio Aarónico, fue con el quórum de presbíteros en pleno hasta la casa de uno de ellos", recordaba Richard. "El joven en cuestión estaba todavía dormido en su cama, así que llevaron a cabo la reunión del sacerdocio en su dormitorio. Papá me dijo que aquel joven nunca más faltó a las reuniones desde aquel día."

La atención que el obispo Howard Hunter demostraba a la juventud incluía a los jóvenes adultos que cursaban estudios universitarios. Lee, la sobrina de Claire, asistía en 1945 al Colegio Woodbury, y un grupo de alumnos mormones deseaba organizar allí el Club Deseret, la asociación de la Iglesia para estudiantes en lugares donde no había un número suficiente de ellos para que tuvieran un instituto de religión. La universidad no les permitía organizarse como tal a menos que consiguieran que alguien los patrocinara. Howard Hunter accedió a auspiciarles y durante todo el año fue a la universidad los miércoles para enseñarles una clase basada en la obra Jesús el Cristo, de James E. Talmage.

Lee se quedaba frecuentemente con los Hunter, ayudándoles en el cuidado de los niños y disfrutando de ser parte de la familia. En ocasión de una de tales visitas, Howard hizo los arreglos para que un joven del barrio la acompañara a un baile de la Iglesia. Llegado el momento, le pidió a Lee que, aunque aquel muchacho era de baja estatura, no muy buen mozo y un tanto retraído, fuera al baile con él y lo tratara con amabilidad.

Lee estuvo de acuerdo—y quedó gratamente sorprendida cuando su acompañante, Richard Harrison Child, resultó ser un joven alto, buen mozo y muy sociable. Howard y Claire fueron con ellos al baile. Tres años después, siendo que no había un templo en el sur de California aún, Howard ofició en su casamiento y al día siguiente Claire los acompañó al Templo de Arizona donde fueron sellados por esta vida y por la eternidad.

Howard fue relevado de su llamamiento de obispo el 10 de noviembre de 1946, al cabo de seis años y medio de servicio. "Estaré siempre agradecido por ese privilegio y la educación que recibí durante esos años", dijo. "Fueron años difíciles en cierto modo, particularmente para Claire, pero ella nunca se quejó y estamos muy agradecidos por los valores que el llamamiento infundió en nuestra familia.

Joseph A. West, quien había sido obispo de Howard a fines de la década de 1920 en el Barrio Adams y luego un patriarca en la Estaca Pasadena, dio a los Hunter una bendición especial cuando Howard fue llamado a ser obispo. La bendición que dio a Howard declaró que sería "reconocido como un obispo honrado, justo y honorable entre los miembros de su barrio—y en años por venir esos miembros llegarán a ti con lágrimas en los ojos para agradecer tus bendiciones, tu mano orientadora y tu desempeño en la obra para la cual has sido llamado."

Aun décadas más tarde, muchos de los que fueron miembros del Barrio El Sereno habrían de venir a Howard con lágrimas en los ojos, o le escribirían o llamarían para

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testificarle que, cuando fue su obispo, verdaderamente había sido una bendición para ellos. Charles C. Pulsipher, un ex miembro del barrio, mencionó algunos de sus recuerdos en

un artículo publicado por el semanario Church News en 1981, diciendo: "Como obispo, supo unir a nuestra pequeña congregación en un esfuerzo mancomunado

y nos enseñó a lograr cometidos que parecían inalcanzables. Como miembros de nuestro barrio, trabajábamos juntos, orábamos juntos y adorábamos juntos al Señor. . . El élder Hunter nos hizo cultivar huertos en nuestros hogares. Sembramos asimismo un huerto de habas para el barrio. El vecindario se asombraba ante los resultados de nuestras cosechas. También tuvimos muchos programas de recaudación de fondos para la construcción de un edificio. No obtuvimos grandes sumas de dinero, pero el trabajar juntos resultó mucho más benéfico que la ganancia monetaria."9

Nuevos nombramientos y llamamientos

EL MISMO DÍA en que fue relevado como obispo, Howard recibió el llamamiento para

dirigir el quórum de sumos sacerdotes de la Estaca Pasadena, responsabilidad que requería "mucho menos tiempo que la de seis años como obispo." Pero como todo otro llamamiento en la Iglesia, éste era muy importante. Uno de los deberes de los miembros del quórum era visitar a los miembros de la Iglesia que estuvieran internados en el Hospital General del Condado de Los Angeles, el cual es uno de los más importantes en todo el país. Todos los jueves, en horas de la noche, los sumos sacerdotes visitaban a los miembros hospitalizados para darles una bendición y ayudarles en todo lo que podían.

En 1948, Howard y Claire vendieron su casa en Alhambra y compraron una finca recién construida en el 940 de Paloma Drive, en Arcadia. La casa tenía una sala, un comedor, un cuarto de lectura, una cocina, un dormitorio grande para Howard y Claire, y un dormitorio para cada uno de los hijos. Un pasillo separaba la casa del garaje, y detrás de éste había una habitación para huéspedes que daba a un patio.

En su nuevo domicilio, los Hunter pasaron a ser miembros del Barrio Las Flores, cuyas reuniones se llevaban a cabo en el Club de Mujeres de Temple City. A las pocas semanas de estar asistiendo a esas reuniones, el Club de Mujeres notificó a los líderes del barrio que no renovaría su contrato de alquiler. Siendo que no existía en la zona otro edificio adecuado, el obispado decidió construir un salón de clases en un terreno que habían comprado anteriormente. Se dispuso que, por el momento, el salón no tendría tabiques a fin de que pudiera utilizarse como capilla y que las diferentes clases debían separarse por medio de cortinas.

En una reunión realizada tan pronto como se terminó de construir, el obispo anunció que el salón no iba a ocuparse hasta que no se hubieran pagado todos los gastos pertinentes, y que mientras tanto las reuniones continuarían llevándose a cabo en salones alquilados. El edificio se fue construyendo poco a poco en los años subsiguientes—el salón de actividades, los tabiques entre las distintas clases, la capilla, las antesalas, las oficinas y los demás salones—con la participación de los miembros en las tareas. Howard y sus hijos dedicaron a la empresa muchas horas de trabajo en las noches y en días sábado. Ayudaron a colocar el alambre tejido para el revestimiento en una de las paredes de la capilla e instalaron una parte del enlosado acústico en el cielorraso del salón de actividades. Cuando el grupo de voluntarios iba pasando en cadena los azulejos, recordaba Howard, "Richard estaba en el tope de la escalera

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recibiéndolos." El edificio fue terminado, su costo pagado en su totalidad, y finalmente de-dicado.

Howard también tuvo una gran satisfacción al terminarse de construir el edificio del Barrio El Sereno. En 1944, cuando ocupaba su cargo de obispo, se había comprado un terreno por dos mil dólares. Dos años más tarde, después que los oficiales de la Iglesia le comunicaron al obispo George W. Rands, el sucesor del obispo Hunter, que no se podría construir allí el edificio, se le vendió el terreno a la municipalidad de Los Angeles por siete mil setecientos dólares. Se compró entonces otro terreno en 1947, pero al no ser aprobado por la munici-palidad, se convirtió en un lote vacío.

Mientras tanto, la Iglesia Congregacional en el sur de Pasadena estaba construyendo un edificio más amplio y puso para la venta su viejo local. En 1949, la Iglesia hizo los trámites para comprarlo y procedió a refaccionarlo completamente para satisfacer las necesidades del barrio. Habiendo sido uno de sus obispos, Howard Hunter asistió, el 15 de febrero de 1950, a la primera reunión sacramental llevada a cabo allí. Tres meses después, como presidente de la estaca, había de presidir en la reunión sacramental durante la cual el nombre del Barrio El Sereno se cambió oficialmente al de Barrio Pasadena Sur.

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6 LA VIDA FAMILIAR Y LA PRÁCTICA DE LA

ABOGACÍA

A PRINCIPIOS DE 1940, tanto Howard como Claire—al igual que el resto del país—estaban muy preocupados por el acelerado aumento de los problemas que afectaban al mundo a medida que la guerra se propagaba por Europa y el Pacífico. Pero también gozaban de cierta tranquilidad, después de varios años de dificultades durante la gran depresión económica, al tener su propio hogar, dos hijos con buena salud y muy dinámicos, una profesión floreciente y el apoyo y la amistad de los miembros de la Iglesia en su barrio.

Toda esta dicha, sin embargo, se vio amenazada en mayo de 1942 cuando el pequeño John, quien a los seis años de edad estaba por terminar las clases en el jardín de infantes, enfermó de gravedad. El médico de cabecera y los facultativos de los departamentos de salubridad pública de la ciudad y del condado confirmaron el diagnóstico: poliomielitis. En esos momentos se acercaba ya al período crítico en que la enfermedad podría resultar en parálisis.

En aquella época, los médicos estaban experimentando con un tratamiento para la poliomielitis desarrollado por Eli-zabeth Kenny, una enfermera y fisioterapeuta australiana. Claire, bajo la dirección del médico, comenzó a aplicar el tratamiento, el cual consistía en mojar una frazada con agua caliente, escurrirla y envolver con ella al niño, cubriéndolo entonces con una manta seca. Tan pronto como se enfriaba la frazada caliente, debía cambiársela por otra.

"Los médicos, considerando que John se hallaba en la etapa crítica de la enfermedad y que estaba recibiendo un tratamiento mejor que el que se le podía brindar en el hospital, decidieron declarar la casa en cuarentena y dejarlo allí hasta que fuera superada la crisis," escribió Howard. "Llevamos a Richard a casa de mi madre y continuamos con el tratamiento de John a toda hora durante tres días; el médico pasaba a verlo periódicamente para determinar el progreso y observar las posibles señas de parálisis."

Al cabo de esos días, John empezó a mejorarse por lo que el médico decidió no internarlo en el hospital. "El Señor contestó nuestras oraciones", indicó Howard, "y aunque debió quedarse en cama por seis semanas, se recuperó sin ninguna incapacidad permanente."

Mientras John era el centro de atención debido a su problema en su hogar, su hermanito Richard, de cuatro años de edad, lo era en la casa de sus abuelos—y por causa de una crisis familiar diferente. Uno de los apartamentos que Will y Nellie Hunter administraban en ese entonces fue alquilado por la madre de Margaret O'Brien, una popular actriz infantil que era apenas unos meses mayor que Richard. Los dos niños se hicieron amigos y con frecuencia jugaban juntos.

En esos días, los estudios cinematográficos Metro-Gold-wyn-Mayer estaban haciendo pruebas para el reparto artístico de una película con Margaret O'Brien. El director había probado a varios jovencitos para el papel de compañero de juegos de la niña pero no estaba conforme con ninguno de ellos. Un día, cuando Richard y Margaret se hallaban jugando, la mamá de la pequeña actriz le enseñó a Richard algunas líneas del libreto e hizo que las interpretara. Al parecerle que lo había hecho muy bien, llamó en seguida al director de la película, el cual accedió a probarlo.

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Nellie llevó a Richard a los estudios, donde el niño trabajó por dos días con el elenco y el personal técnico. Cuando los agentes de la M.G.M. le dijeron que querían hablar con los padres acerca de la posibilidad de un contrato artístico, Nellie llamó a Howard y a Claire. Después de analizar en detalle la situación, decidieron que no querían que su hijo fuera actor de cine.

"La madre de Margaret se contrarió mucho y mi madre pensó que no estábamos demostrando ser lo suficientemente agradecidos para con ella después de tanto trabajo y esfuerzo que había hecho", recordaba Howard, agregando, "pero yo había estado bastante relacionado con muchas personas de la industria cinematográfica y no me agradaba el ambiente, así que la vida artística de Richard no duró mucho tiempo."

La vida familiar

Los JÓVENES HUNTER se criaron en un hogar de padres amorosos que supieron

inculcarles los buenos valores, confiarles responsabilidades adecuadas a sus edades y habilidades, ayudarles a cultivar sus talentos e intereses, y a valorar el concepto de la tranquilidad y el bienestar.

Claire mantuvo su hogar siempre inmaculado y sus hijos aprendieron desde temprana edad a tender sus camas y a ordenar sus habitaciones antes de comenzar las actividades del día. Howard y Claire sabían hablarles y también escucharles. Les establecieron normas y les hacían saber que esperaban mucho de ellos, no haciéndolo abiertamente ni por coerción, sino mediante el buen ejemplo, la persuasión y el amor.

"Siempre tuvimos la impresión de que teníamos que alcanzar un cierto grado de cumplimiento en todo", recuerda Richard, "y que no debíamos hacer las cosas de ninguna otra manera. Se esperaba que obtuviéramos buenas calificaciones en la escuela, aunque no comprendo cómo pudimos conseguirlo. Nos enseñaron a responder a la motivación íntima, y mucho de ello provenía de nuestro padre." Así como el padre había encontrado formas de ganar dinero cuando niño, también lo hicieron los hijos. En días de verano, solían vender limonada en el frente de su casa, cuidaban niños del vecindario, repartían diarios temprano en las mañanas y también vendían emparedados en el Desfile de las Rosas en Pasadena. Sendo que Howard se iba temprano a su oficina y regresaba tarde en la noche, era Claire quien, por lo general, les alentaba ayudaba en tales tareas.

John y Richard aprendieron a orar desde que fueron ¡pequeños y recuerdan que uno de sus padres se sentaba siempre junto a ellos cuando se arrodillaban. Durante la cena o al acostarse, Howard les contaba acerca de sus antepasados y en cuanto a su propia niñez en Boise.

En especial, a los pequeños les gustaba que les contaran sobre el crucero al Oriente. "Papá, cuéntanos de cuando fuiste en aquel viaje", le decían, y entonces él los complacía describiéndoles detalladamente los lugares exóticos que había visitado. Sus experiencias les parecían tomadas de cuentos tales como Las Mil y Una Noches, excepto que estas historias eran mejores porque realmente habían sucedido.

Una de los relatos preferidos de Richard era de cuando su padre había comprado un mono durante el viaje. "Papá pensó que sería una linda mascota", recordaba, "pero cuando tuvo que encerrarse en su camarote para dormir, se dio cuenta de que el animalito hacía mucho ruido y tenía mal olor. Un día, al entrar en su camarote, vio que el mono le había abierto el

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equipaje y esparcido su ropa por todos lados. El mono pasó a la historia, pero nunca logramos que papá nos dijera qué sucedió con él."

Mucho antes de que la Iglesia adoptara formalmente el día lunes para la noche de hogar, los Hunter habían designado esas horas para su familia. A los hijos se les encargaba una parte de las lecciones y se llevaba un registro de las actividades. A veces tenían juegos como familia o visitaban algún lugar especial. En ocasiones participaban juntos en diversos programas y solían ir al parque Knott's a comer pollo. Los domingos en la noche acostumbraban a preparar palomitas de maíz y a sentarse en torno a la radio para escuchar sus programas favoritos.

Tanto John como Richard recuerdan con alegría las veces que su padre preparaba una bebida refrescante de hierbas en una vasija enorme y la embotellaba para almacenarla en el sótano—y en particular, cuando las botellas explotaban. Recuerdan las reuniones familiares en la casa de la abuela Jeffs, todos los años en el Día de Acción de Gracias. En la Nochebuena, se quedaban en su hogar y cantaban villancicos, con el acompañamiento de su padre al piano o al clarinete. Entonces Howard procedía a abrir la Biblia y les leía el segundo capítulo de Lucas. El día de la Navidad iban a cenar al hogar de los abuelos Hunter y a intercambiar regalos con la familia de Dorothy. En la víspera del Año Nuevo, Howard y Claire iban a fiestas de la Iglesia o en casa de sus amigos. Y en la mañana del Año Nuevo la familia en pleno asistía al Desfile de las Rosas en Pasadena, llevando consigo dos escaleras de tijera y una tabla que colocaban entre ellas para sentarse y contemplar el desfile por sobre la multitud.

Cuando sus hijos eran pequeños, los viajes en avión empezaron a hacerse populares y Howard los llevaba hasta el aeropuerto para que vieran cómo despegaban y aterrizaban los aviones. Tiempo después, los tres fueron interesándose en armar trenes de juguete y por poco cubrieron el cuarto para huéspedes con vías instaladas sobre grandes tablas de madera prensada montadas sobre caballetes.

"Uno de nuestros pasatiempos predilectos", dijo Howard, era ir hasta el patio de maniobras ferroviarias que estaban cerca de la estación del ferrocarril Southern Pacific, en Alhambra, para sacar ideas de cómo instalar nuestros conmutadores y otros equipos." Cuando no lograban entender cómo instalar las bombas de aire en sus modelos, iban hasta las vías de maniobras y se fijaban debajo de los trenes.

Cuando Howard fue llamado como presidente de la Estaca Pasadena, debieron abandonar ese pasatiempo y la habitación para huéspedes se preparó para hospedar a las Autoridades Generales que iban de visita a la estaca. "Fue para nosotros un momento muy triste cuando tuvimos que desmantelar nuestro ferrocarril", comentó. Howard guardó las locomotoras y los vagones en un depósito, hasta que en 1968, John y Richard, que para entonces tenían hijos propios, se repartieron los distintos componentes de modo que cada uno de ellos pudiera tener una parte del sistema ferroviario que habían ayudado a construir cuando eran niños.

En el verano de 1951, John y Richard tomaron lecciones de salto ornamental en el Colegio de la Ciudad de Pasadena, las cuales enseñaba Colleen Fíutchins, quien era miembro de su estaca y habría de ser coronada Miss América en el otoño de 1952. Al año siguiente, los Hunter construyeron una piscina en el patio trasero donde hasta entonces habían tenido una cancha de badminton. Los muchachos ayudaron a su padre a diseñar y construir una caseta de cuatro cuartos—dos de vestir, uno para el equipo de mantenimiento y el calentador, y uno en el que Howard podía guardar sus herramientas y sus implementos para tallar madera.

El patio que había entre la casa y la piscina, con un asador empotrado, constituía un lugar ideal para que los jóvenes pudieran recibir a sus amigos, y aun los nuevos cuartos de la

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caseta podían utilizarse como habitaciones para huéspedes. Recordando cuán importante había sido la música en su propia niñez, Howard dispuso

que sus hijos tomaran clases de piano tan pronto como tuvieran la edad suficiente. Cuando se sentaban a practicar, Howard los ayudaba con las notas, el ritmo, el compás, y aun les daba algunas lecciones. Pero con el tiempo, dijo, "el esfuerzo requerido para lograr que estudiaran fue más de lo que yo tenía la paciencia para soportar, así que las lecciones de música quedaron suspendidas por unos dos años." Los jóvenes aprendieron a tocar otros instrumentos en la escuela. Por un tiempo, John tocó el violonchelo hasta que un día se le dañó en un accidente cuando lo llevaba en su bicicleta de la escuela a su casa.

Howard solía sentarse al piano y tocar algunas de las canciones populares de la época en que actuaba con orquestas en los bailes. Y a veces, en reuniones con sus amigos, alguno le llevaba un clarinete y le decía, "Aquí tienes, prueba éste." De acuerdo con Richard, "tocaba muy bien el clarinete. Era bueno—era muy, muy bueno."

A Howard le gustaba escuchar música clásica y adquirió una impresionante colección de discos. Con Claire y con sus hijos acostumbraba asistir a muchos conciertos en la región de Los Angeles. Cierta vez, después de un concierto en el Hollywood Bowl del renombrado pianista Arturo Rubinstein, la familia Hunter logró saludar al artista detrás del escenario.

Viajes y vacaciones

DURANTE EL VERANO, Howard y Claire acostumbraban alquilar una casa en la isla

Balboa, frente a la costa de Newport Beach. Uno de los clientes de Howard les permitió una vez quedarse por dos semanas en su yate, el cual estaba amarrado en el Club de la Bahía Balboa. Pero, aunque había ido a la playa muchas veces con Claire durante su noviazgo, a Howard no le agradaba mucho pasar sus vacaciones en ese lugar, así que mientras su familia se quedaba nadando y tostándose al sol, en los días de entre semana él prefería ir a trabajar a su oficina en el centro de Los Angeles.

En julio de 1947 la familia viajó a Utah a fin de presenciar las celebraciones con motivo del centenario de la llegada de los pioneros mormones al Valle del Lago Salado. En 1949 via-jaron a lo largo de la costa del Pacífico hasta Victoria y Van-couver, Columbia Británica, Canadá, haciendo escalas en San Francisco, California, y en Portland, Oregón. De noche se quedaban algunas veces en un hotel y otras dormían al aire libre bajo las estrellas, con lo cual, según cuenta Richard, Claire "demostraba ser muy tolerante." Cierta noche acamparon cerca de una ciénaga y Richard despertó con el cuerpo cubierto de picaduras de mosquito. John, por su parte, recuerda que en otra ocasión habían oído unos ruidos extraños durante toda la noche y, en la mañana, se dieron cuenta de que su campamento estaba prácticamente rodeado de ciervos.

Tres años después, la familia Hunter pasó sus vacaciones en Canadá, viajando a través de los estados de Nevada y de Idaho. Desde la época en que se estableció en California, Howard había visitado la ciudad de Boise una sola vez, en 1930. En esta ocasión pudo mostrarles a Claire y a sus hijos los lugares que recordaba de su niñez: el hogar en el cual nació y las otras casas en las que había vivido su familia, las lagunas donde tantas veces había ido a nadar, el club de golf en el cual había sido caddy, las escuelas a las que había asistido y los lugares donde había trabajado, y la granja de su tío en Melba. "Todo esto era para mí tan interesante como lo había sido cuando era niño", escribió Howard. En el viaje, la familia pudo

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visitar los templos de Cardston, en Canadá, de Idaho Falls, en Idaho, y de Logan, en Utah, y en cada uno de ellos Howard y Claire aprovecharon la oportunidad para participar en las sesiones mientras que los jóvenes efectuaron algunos bautismos.

Hasta la fecha en que se terminó de construir y se dedicó el Templo de Los Angeles en 1956, las estacas en el sur de California pertenecían al distrito del Templo de Arizona. Howard y Claire fueron muchas veces a Mesa, donde se halla el mismo, en excursiones del barrio y de la estaca para participar en la obra del templo. "Por lo general viajábamos los viernes en la noche y asistíamos a dos sesiones al día siguiente", escribió Howard. "Regresábamos a casa los sábados de noche o a veces nos quedábamos en Arizona hasta el domingo, asistíamos a las reuniones de la Iglesia en horas de la mañana, y emprendíamos el regreso en la noche." También solían ir al Templo de St. George, en Utah, y algunas veces llevaban consigo a sus hijos, quienes efectuaban bautismos por los muertos.

Cuando John y Richard participaban en el programa Scout, sus padres les ayudaban a lograr sus especialidades. Para conseguir la de campamento, John tenía que dormir al aire libre durante cincuenta noches, y Howard recuerda que su hijo "ya había dormido varias veces bajo las estrellas en diferentes ocasiones con los scouts o en actividades para padres e hijos, pero aún le faltaban muchas noches para completar las cincuenta que se requerían." Ese año, padre e hijos fueron a acampar con marcada frecuencia. Un lugar predilecto para ellos era el Jardín Botánico de Los Angeles, a poca distancia de su hogar en Arcadia, el cual tiene un lago rodeado de una densa fronda similar a una jungla que sirvió de escenario para algunas películas de Tarzán.

Una noche inolvidable para ellos fue cuando viajaron al desierto Mojave, al que llegaron después del oscurecer, y no demoraron en acostarse en sus bolsas de dormir. "En plena noche", escribió Howard, "nos despertó el silbido aturdidor de una locomotora que se acercaba encegueciéndonos con sus potentes luces. El terror nos dejó como petrificados al ver que el tren corría veloz hacia nosotros, cuando de pronto viró hacia la izquierda pasando a nuestro lado como con un rugido." ¡Habían acampado nada menos que junto a una curva de las vías del Ferrocarril Santa Fe! En su historia, Howard termina diciendo: "Aunque disfrutamos mucho de tales actividades, fue un verdadero alivio cuando completamos las cincuenta noches."

En 1951, John y sus compañeros del grupo de Exploradores navegaron durante nueve días en balsas de goma, en un trayecto de unos 145 kilómetros por el río Rogue, en Oregón, siendo ésa la primera vez que alguien lo hacía en ese tipo de embarcación.

Tres años más tarde, los jóvenes scout decidieron repetir la aventura utilizando canoas. Howard, John y Richard construyeron una en el patio de su casa, cortando a medida las maderas en el taller que tenían en la caseta de la piscina. Las canoas eran plegadizas, de modo que pudieran transportarse con facilidad. Los scouts y sus instructores solían participar los sábados en prácticas de remo en el estuario del río Los Angeles, cerca de Long Beach.

Todo anduvo bien en ese viaje, el cual les llevó dos semanas en Oregón, hasta el momento en que el grupo llegó a una enorme cascada y decidieron continuar a través de ella en lugar de evitarla cargando las embarcaciones por tierra. En la canoa delantera, Howard y Richard se prepararon para el zarandeo, cuando de pronto empezaron a ganar velocidad. Richard perdió su sombrero y, al tratar de recogerlo, soltó su remo, causando que la canoa cayera hacia atrás por la cascada.

Salieron ilesos del aprieto, pero un poco más tarde, al lanzarse por otro salto de agua, se les dio vuelta la embarcación. Howard consiguió llegar a salvo a la orilla, pero Richard quedó

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atrapado debajo de la canoa. Por fin alguien logró alcanzarle una cuerda y rescatarlo. "Aquélla fue una aventura realmente espeluznante", comentó.

El viaje tuvo que acortarse debido a que perdieron la mayoría de sus provisiones, así que empacaron sus canoas y lo que les quedaba de sus víveres y comenzaron a caminar por el desierto. Esa noche, cuando acamparon en un arenal, Howard les relató la historia de Job.

Tanto John como Richard recibieron su reconocimiento de Scout Águila y obtuvieron asimismo sendos honores en la escuela. John jugó en el equipo de basquetbol de la secundaria, representó a su escuela en la agrupación conocida como el Estado de la Juventud de California, en la que recibió premios en deportes y fue elegido asambleísta, ocupando el cargo de presidente del Club de Colegiaturas. Richard, por su parte, se distinguió en dialéctica y participó en competencias a nivel del estado y local; asimismo, tomó parte en atletismo y en basquetbol.

Después de graduarse de la secundaria, ambos hermanos asistieron a la Universidad Brigham Young, donde se destacaron en sus estudios y ocuparon cargos administrativos en asociaciones estudiantiles. Tras dos años en la universidad, cada uno de ellos sirvió como misionero en la Misión Australiana del Sur, John desde 1956 y Richard desde 1958.

Esposa, madre y ama de casa

LAS FUNCIONES DE esposa y de madre fueron siempre algo muy serio para Claire.

De acuerdo con una de sus nueras, tenía tres intereses particulares: Howard, sus hijos, y la Iglesia. Aunque muy discreta y reservada en presencia de otros, era muy diligente en el cuidado de su familia.

Claire ayudaba a sus hijos en las tareas escolares y en la preparación de los discursos que daban en la Iglesia. Cuando estaban en la secundaria, asistían a dos colegios diferentes, así que ella iba a buscarlos después de las prácticas y de otras actividades. Los alentaba en competencias deportivas y de oratoria y le agradaba que los amigos de sus hijos les visitaran, asegurándose de que la parrilla estuviera siempre preparada para los asados en el patio y que hubiera bastante helado en el congelador.

"Ha sido siempre mi mayor ambición", comentó durante una entrevista para la revista Improvement Era, "el ser una buena esposa, una buena ama de casa y verdaderamente una buena madre. Siempre he pensado que si lo conseguía, habría cumplido mi misión en la tierra. Hemos trabajado arduamente para que nuestros hijos se mantengan activos en la Iglesia y juntos hemos pasado momentos maravillosos. Con frecuencia debí participar con ellos en sus programas scout porque Howard no siempre tuvo el tiempo para acompañarles." 2

Con los años, sus hijos fueron haciéndose cada vez más independientes y Claire pudo entonces disfrutar de otras actividades de mayor interés personal, por lo general con sus vecinas miembros de la Iglesia. Cuando la familia de Loraine Major construyó una piscina en el patio de su casa, Loraine, Claire y Leda Duncomb contrataron a una instructora de la Asociación Cristiana Femenina para que les enseñara a nadar. Cierta vez cuando Loraine parecía estar hundiéndose en el agua y gritó pidiendo auxilio, Claire le respondió: "¡Sigue braceando, sigue braceando!", frase ésta que bien podría describir su propia existencia.

Claire acostumbraba a coser su propia ropa, logrando perfeccionar su habilidad para ello mediante una clase de costura que tomó junto con Leda y Loraine. Como era alta y elegante, prefería que sus vestidos fueran tanto clásicos como de moda. Una vez le hizo un hermoso

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vestido de terciopelo negro a Nan, su nuera, y Kathleen, la hija de ésta, aun pudo usarlo después de 1990.

Otro de los intereses personales de Claire era la decoración de interiores. Había planeado meticulosamente el decorado de su hogar y se esforzaba por encontrar el mueble u ornamento adecuado para cada lugar. Ella y su amiga Alicebeth Ashby solian ir a las tiendas de antigüedades y a los remates en procura de platos de cristal tallado para sus colecciones. Pero aunque prefería cosas de buena calidad, Claire fue siempre muy mesurada en sus compras. Richard recuerda que una vez, al volver de la universidad, encontró a su madre en la cocina cortando cupones de descuento antes de comprar comida y suministros para el hogar. Y cuando estaban preparándose para trasladarse a Utah, Claire se las ingenió para empaquetar todo ella misma a fin de ahorrar dinero en la mudanza, y con ese dinero se compró el reloj pulsera que necesitaba.

A Claire le agradaba mucho la lectura y tenía mucha curiosidad en cuanto a lo que pasaba en el mundo. Un verano, viajó con una amiga en una excursión de dos meses auspicia-da por la Universidad Brigham Young y visitaron Italia, la Riviera francesa, Suiza, Francia, Bélgica, Holanda e Inglaterra. Durante ese tiempo, Howard, John y Richard fueron marcando todas las noches su itinerario para saber dónde se encontraba y qué lugares visitaba en esos momentos. Claire tomó también clases en el Colegio Universitario de la Ciudad de Pasadena y en los tres semestres de su curso recibió las calificaciones más altas.

Demostrando marcado interés en el evangelio, Claire estudiaba mucho las Escrituras y otros libros de la Iglesia y adquirió un amplio conocimiento de los principios del evangelio. Desde que recibió su primer llamamiento a los dieciséis años de edad, siempre tuvo cargos en la Iglesia. Fue maestra de las Espigadoras en la Mutual y oficial y maestra en la Primaria y en la Sociedad de Socorro. Le gustaba mucho trabajar con su esposo en la obra genealógica y conservaba álbumes de recortes acerca de las actividades en que participaban sus hijos.

Los intereses de Howard en la

abogacía y los negocios

DESPUÉS DE RECIBIRSE de abogado y de pasar el examen de la barra, Howard decidió especializarse en leyes pertinentes a las corporaciones y el comercio, y en asuntos testamentarios. Intervino en cuestiones legales en favor de diversas corporaciones como así también de muchas personas y al poco tiempo comenzó a recibir nombramientos para integrar los directorios de varias compañías a las que representaba. En el transcurso de algunos años habría de formar parte de los directorios de más de dos docenas de compañías, entre ellas Thriftway, Inc., Carts Incorporated, Aircraft and Marine Incorporated, J.N. Stevens, Inc., Devey Manufacturing Company, Vetric, Inc., Metal Specialties Company, Ensign Industries, Hollywood Trophy Company, the Presidential Company, Domínguez Water Company, Task Corporation, Silliman Memorial Hospital, y Los Angeles Trust Deed and Mortgage Exchange.

En julio de 1944 recibió una de sus asignaciones más interesantes—y por cierto la más perdurable. En la época en que California era todavía territorio mexicano, el gobierno de México le había concedido a un tal Manuel Domínguez una propiedad conocida como el Rancho San Pedro, que abarcaba las actuales ciudades de San Pedro y de Wilmington, como asimismo una parte de Torrance, otra de Compton y de Signal Hill, en Long Beach, donde años más tarde habrían de descubrirse abundantes yacimientos de petróleo. De acuerdo con las

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condiciones del testamento de Domínguez, esas tierras tenían que distribuirse, después de su fallecimiento, entre sus cinco hijas, por lo cual se organizaron sendas compañías para administrar y recibir los títulos correspondientes a cada una.

James P. Bradley, de quien Howard alquilaba su oficina, era casado con una descendiente de Domínguez y dirigía una de esas compañías, la Watson Land Company. Howard entonces administraba los asuntos legales de la misma, cuyas posesiones incluían refinerías petroleras, amplios edificios industriales y otras propiedades. El 14 de julio de 1944 pasó a integrar el directorio. Al recomendarlo, dos miembros de la familia Watson indicaron en una carta que "el señor Hunter es un hombre muy capaz y. . . muy justo."

Hasta el momento en que, al recibir su llamamiento en el Quórum de los Doce Apóstoles, dio por terminada su práctica como abogado, Howard W. Hunter continuó atendiendo los asuntos legales de la compañía e integró su mesa directiva hasta 1994. 3 En febrero de 1958 fue nombrado miembro del directorio de la compañía de seguros Beneficial Life en Salt Lake City, de la que continuó siendo parte después de ser llamado como apóstol. En 1968 pasó a ser el director del comité ejecutivo y en 1984 se lo eligió presidente del directorio.

Uno de sus clientes era Gilíes DeFlon, quien se dedicaba a la compra y venta de propiedades, las que con frecuencia eran apropiadas por el gobierno por falta de pago de impuestos. Howard le hacía los trámites legales para la certificación de títulos y con el tiempo se hicieron socios en la compañía; Howard se encargaba de todos los asuntos legales y Gilíes DeFlon administraba los negocios. Ambos cultivaron una enorme confianza mutua y algunos de sus contratos se llevaban primeramente a cabo por medio de un simple compromiso verbal. Entre las compañías que organizaron estaban la Corporación Petrolífera Sisar, que operaba varios pozos petrolíferos, y la Corporación Rancho Brea, un negocio de casas rodantes. También compraban y vendían ganado y, de acuerdo con Richard, su padre "llegó a ser un verdadero experto en la compra, la alimentación y la venta de ganado."4 Una de sus mayores inversiones fue en la compra de una hacienda cerca de la localidad de Promontory, en Utah. Después de la muerte del Sr. DeFlon, su hijo James pasó a ser el socio de Howard en la administración de la propiedad, la cual continuaba progresando en la década de 1990.

Howard siempre tuvo fe en la bondad natural de la gente y confiaba en ella en sus negocios, pero a veces se vio defraudado. En cierta ocasión le vendió una propiedad en el desierto a una persona a quien había conocido por mucho tiempo. Antes de cerrar el trato, su cliente le informó que tenía ya un comprador para ese terreno y otro adyacente al mismo. Siendo que ya lo conocía desde hacía tanto tiempo, Howard convino verbalmente en venderle la propiedad, por la cual debía pagarle con el dinero que recibiría de la consiguiente venta. Después de haber cobrado su dinero, el hombre en cuestión rehusó pagarle a Howard diciendo que la deuda ya había sido saldada anteriormente. Y a raíz de que no tenía un contrato firmado, Howard no pudo demostrar lo contrario.

Con genuino pesar, Howard entabló pleito y el dictamen del jurado fue en su favor. "De esa experiencia", dijo, "aprendí que no se debe confiar en los acuerdos verbales ni en la pa-labra del prójimo. Sin embargo", agregó sin vacilar, "a pesar de esa lección, prefiero no aceptarla."

En 1990, John S. Welch, un miembro de la Iglesia y abogado de renombre en Los Angeles, describió de esta manera el trabajo de Howard en la abogacía:

"En la época en que trabajaba como abogado, Howard Hunter también sirvió en todo momento como líder y consejero espiritual. A él nunca le pareció necesario hacer una sepa-

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ración entre los dos campos de servicio. Como resultado de ello, dedicaba mucho tiempo a prestar ayuda legal gratuita y a menudo ni enviaba la cuenta siquiera por los costos que él mismo había pagado de su bolsillo.

"Algunos antiguos residentes de Pasadena todavía lo recuerdan como su amigo, asesor y consejero, y como un pro-fesional que estaba más interesado en ayudar a la gente que en recibir remuneración alguna por ello. Intervino en muchos casos de adopción, pero mayormente para beneficio de aque-llos que anhelaban tener hijos pero no podían pagar los servicios de un abogado. Su recompensa era contribuir a la felicidad de aquellos padres adoptivos y encontrar un hogar adecuado para esos niños que, de otra manera, quizás nunca habrían tenido tal oportunidad."

Sus colegas en la jurisprudencia respetaban mucho a Howard por su sagacidad, su habilidad para simplificar hasta lo esencial todo problema legal y su destreza para comuni-carse con el juez y el jurado en forma clara, concisa y persuasiva. "En cierto caso", recuerda su hijo Richard, presentó al tribunal la demanda de un agricultor que perdió su cosecha de tomates por efecto de la fumigación indebida en un campo vecino al suyo. Al segundo día del juicio, y como consecuencia de la excelente presentación hecha por mi padre, los doce abo-gados defensores ofrecieron una considerable indemnización, la que fue aceptada por su cliente."

En 1989, el élder Cree-L Kofford, de los Setenta, abogado y ex presidente de la Estaca Pasadena, dijo: "Podemos estar seguros de que Howard W. Hunter era un abogado de éxito en asuntos de negocios y de corporaciones. Pero también hay quienes afirman que, ante todo y por sobre todo, fue un 'abogado del pueblo, porque siempre dedicó tiempo e interés personal para ayudar a la gente a solucionar sus problemas."

Desde muy temprano en su carrera, Howard consideró que la integridad era algo esencial en todo aspecto de la vida. En enero de 1945, él y otros tres amigos que eran hombres de negocios fueron a Twentynine Palms, una localidad al este de Los Angeles, a pasar un fin de semana durante el cual dialogaron sobre el tema del éxito y qué habían hecho para lograrlo aquellos hombres a quienes se les consideraba exitosos. "Ese fue un fin de semana muy provechoso", escribió Howard Hunter en su historia personal, "y dio origen a un plan de pensamiento y acción por el que siempre he estado agradecido." En el transcurso de los tres años siguientes, los "Genios Maestros", como decidieron llamarse a sí mismos, se reunieron con regularidad para estudiar la filosofía del éxito en base a la obra Think and Grow Rich (Piense y Enriquézcase), escrita por Napoleón Hill.

Una de las recomendaciones del autor del libro es que una persona de éxito debe tener en su vida una meta que pueda definirse en una breve declaración escrita. Los miembros del grupo dispusieron que cada uno debía escribir su propia declaración. "Nunca imaginé cuán ardua iba a ser la tarea hasta que tuve que intentarlo", recordaba Howard. "Después de escribir y de hacer pedazos tantos enunciados por pare-cerme muy extensos y complicados, logré al fin organizar mis pensamientos y escribir esta declaración:

"'MI PROPOSITO ES encontrar placer y felicidad en la vida al procurar todo lo que sea bueno y digno, a fin de lograr conocimiento y sabiduría a medida que pasen los años; planear con cuidado mi tiempo para no malgastarlo; proveer a mi familia los beneficios de la educación, el esparcimiento y los viajes; vivir la vida en base al Evangelio de Jesucristo; administrar mi profesión de modo que me produzca un ingreso adecuado para facilitar a mi familia las cosas necesarias y las mejores ventajas posibles; e invertir una porción de dicho ingreso a fin de proveerme de medios para mi jubilación.'"

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El 22 de febrero de 1946, el grupo de amigos viajó hasta el cercano monte Wilson para estudiar y compartir entre sí sus declaraciones. "Desde aquel momento", dijo, "siempre he procurado concentrar mi vida en estas cosas, esforzándome constantemente en lograr ese propósito."

A veces, siendo ya una de las Autoridades Generales de la Iglesia, ha citado una declaración de Napoleón Hill que resume lo que es su propia filosofía en cuanto a las cosas que son realmente importantes en la vida: "La riqueza no siempre se mide con el dinero. Para algunos, la riqueza puede evaluarse sólo en base a amistades perdurables, la feliz relación familiar, el entendimiento entre socios en un negocio o la tranquilidad que únicamente se consigue de los valores espirituales."

La reputación que Howard W. Hunter ha tenido como abogado competente y equitativo fue reconocida en 1948 cuando uno de sus colegas quiso recomendarlo al gobernador de California para llenar una vacante en uno de los tribunales de justicia de ese estado, pero Howard rehusó la oportunidad. "Yo estaba feliz con mi profesión", dijo, "y además, quería tener la libertad para trabajar en la Iglesia y cumplir con mis propios intereses."

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7 PRESIDENTE DE LA ESTACA PASADENA

PARA HOWARD HUNTER y su familia, durante las décadas de 1940 y de 1950, el sur

de California era un lugar admirable y deslumbrante. En sus ciudades y alrededores se establecieron millones de personas atraídas por las posibilidades de trabajo en el ambiente educacional, en diversas industrias, en el mundo artístico, en la medicina, en la construcción, en la ciencia y en el gobierno.

La primera autopista, llamada Arroyo Seco Parkway (más adelante denominada Autopista Pasadena), se terminó de construir en 1940 a lo largo del cauce seco de un río entre Los Angeles y Pasadena. Diez años más tarde, las autopistas de ese tipo cubrían ya la región, conectando entre sí casi todas las comunidades del sur de California y entretejiendo sus límites, a medida que por todos lados fueron surgiendo nuevas casas, edificios comerciales y públicos, almacenes, centros mercantiles y campos de golf.

Cierto escritor observó: "Se edificaron nuevas ciudades y se desarrollaron grandes obras de urbanización. Una de ellas abarcó tres mil acres y habría de alojar a unas setenta mil per-sonas. Iniciado el proyecto, preparaban el cimiento de una vivienda cada quince minutos, comenzaban la construcción de cien casas diarias y, hacia fines de la década de 1950,. se vendieron 105 casas en un solo día. Para 1960, el lugar era ya una parte integral de la comarca sin que se percibiera ningún espacio despoblado entre los barrios del panorama urbano."1

La población de la ciudad de Los Angeles aumentó de un millón novecientos mil en 1950 a dos millones cuatrocientos mil en 1960, en tanto que la del condado del mismo nombre se elevó desde los dos millones setecientos mil a más de seis millones en esa década. Entre los que contribuyeron a ese crecimiento había muchos miembros de la Iglesia.

La primera estaca en California, la Estaca Los Angeles, se organizó en 1923, y para 1950 existían ya diez estacas en esa zona metropolitana. Uno de los lugares de más rápido desarrollo era en los alrededores de Pasadena, donde en 1936 se formó la estaca del mismo nombre al dividirse la de Hollywood.2 Tres años más tarde, se delinearon nuevamente sus límites, asignándose algunos de sus barrios a la nueva Estaca San Fernando y transfiriéndose a la Estaca Pasadena varios barrios y ramas de las estacas Los Angeles Sur y San Bernardino. En 1950, la Estaca Pasadena contaba con más de nueve mil miembros.

En ocasión de una conferencia de estaca el sábado y domingo 25 y 26 de febrero de 1950, se encomendó a los élderes Stephen L. Richards y Harold B. Lee, del Quórum de los Doce Apóstoles, una nueva delineación de la Estaca Pasadena. Cerca de la medianoche del sábado, al cabo de una serie de entrevistas y después de la reunión del sacerdocio de la estaca, ambas Autoridades Generales pidieron hablar con Howard W. Hunter y con Fauntleroy L. Hunsaker, quien había sido el primer consejero en la presidencia de la estaca, y los 11a-maron como presidente de la Estaca Pasadena y la Estaca Los Angeles Este, respectivamente. Howard comentó más ade-lante, "Nos dijeron que fuéramos a nuestros hogares, tomáramos unas horas de sueño y que les llamáramos a las seis de la mañana siguiente y les informáramos a quienes recomendaríamos como consejeros. Esa noche no pude dormir. El llamamiento era abrumador. Claire y yo hablamos por largo tiempo sobre el particular."

El domingo, temprano en la mañana, llamó a las Autoridades Generales y recomendó a Daken K. Broadhead y A. Kay Berry como sus consejeros.3 Unas pocas horas más tarde, la

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estaca fue dividida y se sostuvo a las nuevas presidencias durante la sesión matutina de la conferencia, la cual tuvo lugar en el auditorio de la Escuela Secundaria de Monrovia.

La nueva Estaca Pasadena tenía seis barrios y 4.482 miembros y abarcaba una distancia de más de treinta kilómetros, desde el este de la ciudad hasta el límite del Condado de San Bernardino. William A. Pettit, quien precedió a Howard como presidente de la estaca, escribió lo siguiente en la historia de la misma:

"El presidente Hunter asumió la responsabilidad de la Estaca Pasadena en los albores de la era electrónica y a principios de la explosión demográfica. Una extensa obra de construcción de viviendas estaba facilitando el influjo de grandes números de miembros a los barrios y las nuevas industrias atraían a mucha gente capacitada y de gran talento adminis-trativo. Como resultado de ello, fueron colmándose los edificios de los barrios y de la estaca hasta el punto de que las reuniones de estaca no podían llevarse a cabo en ninguna de sus capillas. El auditorio de la Escuela Secundaria de Monrovia no era ya lo suficientemente adecuado para realizar allí nuestras conferencias. A raíz del número de miembros, los barrios debieron dividirse."4

Tal como lo había hecho diez años antes cuando era obispo, Howard se dio inmediatamente a la tarea de la evaluación y la reorganización. Se dividieron entonces dos de los seis barrios de la estaca y se llamó y apartó a muchos nuevos líderes. En mayo, al llevarse a cabo la siguiente conferencia, manifestó que la Estaca Pasadena estaba ahora bien organi-zada y establecida.

La autoridad visitante en esa conferencia fue el élder Marión G. Romney, quien entonces era Asistente del Quórum de los Doce, a quien se le invitó que se hospedara con la familia Hunter.

"Yo estaba muy nervioso y atemorizado al tener que dirigir mi primera conferencia de estaca", confesó Howard. "Tambien Claire estaba nerviosa porque nunca antes habíamos tenido la compañía de una Autoridad General en nuestro hogar, y ella quería asegurarse de que todo saldría bien. El hermano Romney viajó en tren y fui a la estación del Este de Los Angeles a esperarlo. Tan pronto como subimos a mi automóvil y empezamos a hablar, su personalidad amable me hizo sentir muy cómodo... Pensé que había yo encontrado un amigo comprensivo."

Ambos descubrieron tener mucho en común, porque el presidente Romney había sido obispo y presidente de estaca y también había luchado para recibirse de abogado y establecer su profesión mientras criaba a su familia. La amistad que nació entre ellos ese día habría de desarrollarse y fortalecerse con el tiempo, particularmente al compartir más tarde veintinueve años de servicio en el Consejo de los Doce. Durante los nueve años y medio en que fue presidente de estaca, Howard hospedó a la mayoría de las Autoridades Generales de esa época, estableciendo con cada una de ellas una gran amistad.

Poco tiempo después de ser sostenido como presidente de estaca, Howard W. Hunter se reunió con sus consejeros y el sumo consejo para estudiar la forma en que habrían de acre-centar la espiritualidad de los miembros. Una de las determinaciones que adoptaron fue la de recalcar la importancia de la noche de hogar para la familia. "Mi interés era poder desarrollar un programa familiar en el hogar que se llevara a cabo en la misma noche de la semana en toda la estaca", explicó.

Después de deliberar y estudiar las cosas en detalle, los líderes de la estaca sugirieron que se dedicara la noche del lunes para el plan y que, como dijo el presidente Hunter, "no hubiera ninguna otra actividad que fuera incompatible con el programa de esa noche sagrada." Quince años más tarde, en 1965, se designó oficialmente la noche de todos los lunes como la

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noche de hogar para las familias de toda la Iglesia.

Métodos innovadores de colectar fondos

CON EL RÁPIDO aumento de la población de la Iglesia en el sur de California, a los miembros se les pedía con frecuencia que hicieran contribuciones para respaldar los programas de construcción de barrios y estacas, además de otros a nivel regional. El primero de estos pedidos en la época en que Howard W. Hunter fue presidente de la estaca, tuvo lugar el sábado 10 de junio de 1950, a menos de cuatro meses de haber sido llamado como tal. En un telegrama que recibió del élder Henry D. Moyle, del Quórum de los Doce, se le invitó, junto con los otros nueve presidentes de estaca del sur de California, a una reunión especial en Los Angeles.

"No sabíamos a qué se debía tal emergencia", recordaba Howard, "pero cuando llegamos al lugar de la reunión, el élder Moyle nos informó que la Iglesia le había comprado a los herederos de Ellsworth Statler la finca de Louis B. Mayer, de 503 acres, en Perris, California, por la suma de $450.000." El élder Moyle les indicó que la Iglesia estaba dispuesta a venderles la propiedad a las estacas por el mismo precio, a condición de que hicieran una entrega inicial de $100.000 y que pagaran el saldo en un plazo de cinco años.

Los diez presidentes de estaca estudiaron la propuesta en pocos minutos y le informaron que para colectar los fondos para la entrega inicial necesitarían seis meses. Esto no le pareció razonable al élder Moyle. "Su opinión fue que si no lográbamos recaudar ese dinero en un mes, el trato no se realizaría", dijo Howard. "Volvimos a deliberar sobre el asunto y decidimos demostrarle que podríamos hacerlo."

Lo que aconteció después habría de establecer la norma para un compromiso financiero mucho mayor en el futuro. Cada uno de los presidentes de estaca se determinó a presentar un cheque personal por la suma que consideraban adecuada de su parte individual en proporción con el monto total que necesitaban recaudar. Entonces llamaron a cada uno de sus consejeros y a los miembros de los sumos consejos respectivos y les pidieron que hicieran lo mismo. A las seis de la mañana siguiente, los presidentes de estaca se reunieron con los diferentes obispos, quienes respondieron de igual manera y luego pidieron lo mismo de sus consejeros, los líderes del barrio y los poseedores del sacerdocio. A media tarde ese domingo, los representantes de las diez estacas habían recaudado todo el dinero y giraron a Salt Lake City la suma de $100.000—que llegó a las oficinas de la Iglesia antes de que arribara el élder Moyle.

Dieciséis meses más tarde, durante la conferencia general de octubre de 1961, la Primera Presidencia se reunió en Salt Lake City con los presidentes de estaca del sur de California (que para ese entonces eran ya catorce) y les informaron que, considerando el creciente número de miembros en esa región, había llegado el momento de edificar un templo en Los Angeles. Aquella fue una grata noticia para los líderes de las estacas—aunque probablemente se quedaron pasmados cuando se les dijo que tenían que contribuir con un millón de dólares para los gastos de construcción.

"Todos habíamos estado trabajando arduamente en la tarea de recaudar fondos para el programa de bienestar y la construcción de edificios para las estacas y barrios", dijo Howard. "El crecimiento de la Iglesia había sido enorme y los castos eran muchos; no obstante, prometimos dedicar nuestro mayor esfuerzo a fin de poder cumplir con los deseos de la Primera Presidencia."

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En una reunión efectuada en Los Angeles con el presidente David O. McKay a principios de febrero de 1952, los presidentes de las estacas le informaron que ya estaban en plena marcha los planes para recaudar el millón de dólares en los dos años siguientes. Una vez designadas las cuotas corres-pondientes a las diferentes estacas, cada presidente se comprometió a contribuir una suma determinada y luego se reunió con sus consejeros, los miembros del sumo consejo, los secretarios de estaca y los obispados en su estaca. Howard explicó: "Entonces les dijimos, 'Vayan a los miembros de sus barrios, comuníquenles la idea de este programa y ofrézcanles la oportunidad de recibir grandes bendiciones al contribuir generosamente para la edificación del templo. Y así lo hicieron."

En ocasión de la conferencia general de abril, exactamente seis meses después de que se les pidiera a las estacas la contribución de un millón de dólares, William Noble Weight, Presidente de la Estaca Los Angeles Sur y director del comité de recaudación de fondos, informó en la reunión general del sacerdocio que los miembros de la Iglesia en el sur de California se comprometían a contribuir con un millón seiscientos mil dólares.

En esa misma época, Howard Hunter y sus consejeros estaban dedicados a un ambicioso plan de presupuesto para la Estaca Pasadena. El domingo 7 de febrero de 1952 se reunieron con los obispos durante cinco horas para deliberar acerca de "los asuntos de la estaca, el funcionamiento de los barrios y el programa de ese año para que pudiéramos alcanzar las metas que habíamos establecido para el desarrollo espiritual de nuestra gente."

Uno de esos objetivos era solucionar el continuo problema de tener que recaudar fondos para solventar los gastos de los barrios y de la estaca. Uno de los obispos sugirió que, con-siderando que se les pedía a los miembros que almacenaran alimentos y otras cosas necesarias para subsistir todo un año, quizás sería conveniente también que los obispos tuvieran fondos suficientes para un año. En consecuencia, los líderes decidieron pedir a los miembros que aumentaran en un treinta por ciento sus contribuciones anuales a fin de que, en el transcurso de treinta y seis meses, cada barrio pudiera tener una reserva de fondos para un año. Al cabo de ese período, los miembros podrían entonces continuar con sus contribuciones acostumbradas.

"Esto se logró con toda eficacia", informó Howard. "Después del tercer año, los miembros contribuyeron el fondo anual para el presupuesto, el mantenimiento, el plan de bien-estar y otras necesidades en la primera semana del año y no tuvieron ya que preocuparse de que su barrio tuviera deudas."

La construcción de un centro de estaca

AUNQUE LAS "reservas para un año" ayudaron a solucionar el problema del

presupuesto en cada barrio, una de las mayores dificultades en el sur de California durante aquel período de progreso sin precedentes era la seria necesidad de construir nuevas capillas y centros de estaca. Los auditorios existentes en la zona no daban cabida ya al creciente número de miem-bros de la Estaca Pasadena para sus conferencias, y muchos de sus barrios tenían que reunirse en salones o antiguos edificios alquilados que no contaban con las comodidades necesarias para los servicios de adoración y las demás actividades.

Tan pronto como se lo ofrecieron, la Iglesia compró por $50.000 un terreno de dos acres y medio en una de las colinas que dominan el valle San Gabriel, y preparó los planes para construir un edificio que iba a ser utilizado conjuntamente por el Barrio Pasadena Este y la

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estaca.6 La ceremonia de la palada inicial se efectuó el sábado 11 de octubre de 1952. "Este fue el principio de una empresa formidable que traería consigo muchos problemas y que requeriría una minuciosa supervisión como la que solamente los obispos y presidentes de estaca pueden entender", recordaba Howard. Se pidió a los miembros del barrio y de la estaca que ayudaran a solventar los gastos del edificio, que sumarían más de cuatrocientos mil dólares, lo cual era mucho dinero para aquella época. Además, los miembros habrían de donar miles de horas de labor.

Cierto día, durante la construcción, recuerda Howard, "la obra en sí estaba tan adelantada en proporción con las contribuciones monetarias recibidas, que no teníamos el dinero suficiente para pagar por los materiales y los salarios." La presidencia de la estaca convocó entonces, en pleno lugar de la construcción, una reunión de miembros del sacerdocio de todos los barrios. "Tuvimos que improvisar bancos poniendo tablas sobre algunos cajones", comentó. Después de explicarles el problema, "nos quedamos sentados, esperando sus comentarios."

Hubo un largo momento de silencio y luego, uno por uno, todos fueron poniéndose de pie y ofrecieron su apoyo. La presidencia de la estaca distribuyó entonces unos cheques especialmente impresos con un dibujo de lo que sería el edificio, y los miembros escribieron en ellos la suma que se comprometían a ofrecer—el total de la cual fue de $23.000.

"Cada uno de los miembros se retiró de allí complacido y feliz", dijo el presidente Hunter, "y desde aquel momento las contribuciones se recibieron tan puntualmente que no volvimos a tener problema monetario alguno."

Aun los niños pequeños hicieron sus contribuciones. Tres meses antes de la dedicación del edificio, un grupo de niños de la Primaria entregó al presidente Hunter un cheque por $600 y un pergamino con el nombre de cada contribuyente. Dicho pergamino se puso en una caja de metal y se colocó a la entrada del edificio con una placa recordatoria.

Además de proveer la dirección general de la construcción, Howard también participó en las labores correspondientes, dedicando muchos sábados y atardeceres a trabajar con la pala, el martillo, la escoba o el pincel. Pero nunca insistió en supervisar cada detalle. Al obispo Richard S. Summer-hays, del barrio que habría de compartir el edificio con la estaca, le dijo: "Alguien tiene que asegurarse de que se haga el trabajo. Somos solamente dos los que podemos hacerlo—pero no lo voy a hacer yo."

Los miembros de la estaca todavía recuerdan lo que dio en llamarse "el día de la gran descarga." Desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde, casi cien hombres llevaron carretillas cargadas de arena y ripio a las mezcladoras de cemento y las llenaron con la mezcla para echarla en los moldes para las paredes del cuarto destinado al equipo de electricidad. La última descarga se tuvo que hacer a la luz de reflectores al caer la noche y en el momento en que comenzaba a llover. En otra ocasión, de acuerdo con un artículo que apareció en el Times de Los Angeles, "familias en pleno formaron una cadena humana para transportar más de 400 azulejos de estilo francés desde el suelo hasta el techo."

Howard se aseguró de que solamente se utilizaran materiales de la mejor calidad. Aunque en esa época el Departamento de Construcción de la Iglesia recomendaba que se colocaran órganos eléctricos en sus capillas, en el Centro de la Estaca Pasadena se instaló un órgano de tubos de la marca Wurlitzer que le habían comprado a un teatro de Los Angeles.

Cuando comenzaron a trabajar en los jardines del centro de la estaca, Howard compró algunos olivos tasados en 400 dólares cada uno por 350 dólares. Luego llamó a Salt Lake City y se le informó que sólo podía gastar 30 dólares por árbol. Los olivos que Howard había

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comprado, según los antiguos miembros, se conocían como "los árboles de Howard Hunter", y aún hoy adornan los jardines del Centro de la Estaca Pasadena.

El presidente Stephen L. Richards, quien entonces era el primer consejero en la Primera Presidencia, dedicó el edificio el 4 de junio de 1954. Radiantes de orgullo genuino, los miem-bros colmaron la capilla, la cual tenía capacidad para 375 personas, y el salón de actividades contiguo con asientos para mil quinientas. Quienes no consiguieron lugar en esos dos salones ocuparon entonces las salas de clases y escucharon a los discursantes por medio del sistema de amplificación. "Para todos nosotros, los que habíamos trabajado con tanta dedicación, aquello fue un evento extraordinario", comentó Howard.

El acontecimiento habría de repetirse una y otra vez a medida que fue aumentando el número de miembros de la Iglesia y se dividían los barrios y las estacas en el sur de California. Casi dos años después de que se dedicara su centro, la Estaca Pasadena fue nuevamente dividida. Muchos de los miembros que habían participado en sus programas de construcción pasaron a pertenecer a la nueva Estaca Covina y otra vez debieron enfrentarse a los extensos proyectos de edificación.

El director del consejo regional

ADEMAS DE ser el presidente de una estaca de considerables dimensiones y constante

crecimiento, a Howard se le llamó en 1952 a ocupar el cargo de director del consejo regional de presidentes de estaca. Su jurisdicción abarcaba desde San Luis Obispo hasta la frontera con México, en California, y comprendía 120 barrios con un total de unos 65.000 miembros. Su responsabilidad consistía en coordinar y dirigir un sinnúmero de proyectos y actividades que incluían la administración de varias propiedades relacionadas con el programa de bienestar, la construcción del segundo templo más grande de la Iglesia, los festivales de música y danzas, y las conferencias de liderazgo.

Aun antes de recibir aquel llamamiento, ya había estado ayudando a implementar algunos programas de gran envergadura. En abril de 1950, durante la primera conferencia ge-neral realizada desde que fuera llamado como presidente de estaca, asistió con los otros presidentes de las estacas del sur de California a una reunión especial con el presidente Stephen L. Richards y algunos representantes del programa de seminarios para estudiantes de secundaria. Según Howard, el presidente Richards "explicó que querían poner a prueba unas clases de seminario en horas de la mañana en aquellas regiones donde la ley no permitiera la educación religiosa formal en las escuelas."

A Howard le asignó la dirección de un comité encargado de determinar el número de estudiantes de secundaria miembros de la Iglesia en la región de Los Angeles. En base a las recomendaciones de ese comité, se inició entonces un programa matutino de seminario para los estudiantes mormones de tres escuelas secundarias. Los jóvenes recibieron el programa con entusiasmo y en el semestre siguiente se aumentó el número de dichos seminarios. Esto dio comienzo oficial al programa de seminarios matutinos de la Iglesia.7

El 15 de mayo de 1955, cuando se llevaron a cabo las ceremonias de graduación de seminario en la Estaca Pasadena, Richard, el hijo del presidente Hunter, recibió su certificado y fue el orador principal en representación de los estudiantes.

Como director regional, Howard debió controlar numerosas propiedades que existían en California relacionadas con el programa de bienestar de la Iglesia, incluso huertos de

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limoneros y naranjos, como también envasadoras de conservas y granjas de aves de corral. Con frecuencia solía trabajar a la par de los miembros en esos proyectos de bienestar. En un artículo publicado en la revista de la Sociedad de Socorro en abril de 1962, escribió: "Nunca he tomado parte en un proyecto de bienestar que me haya resultado penoso. Me he trepado a los árboles para recoger limones, he pelado frutas, cuidado las calderas, acarreado cajas, descargado camiones, limpiado los pisos y hecho muchas otras tareas, pero las cosas que más recuerdo son las risas, los cantos y la hermandad que reina entre la gente que trabaja al servicio del Señor. Esto es como el caso del niño que llevaba a otro niño a cuestas cuando alguien le preguntó si no le resultaba pesado, a lo cual respondió: "No, porque es mi hermano."8

Una de las propiedades relacionadas con el programa de bienestar era un enorme edificio, al sudeste del centro de Los Angeles, que la Iglesia había comprado en una subasta en 1947 y dedicado en 1951. La propiedad, de acuerdo con William A. Pettit, "consistía en un terreno de 9.940 metros cuadrados, con un apartadero de ferrocarril que llegaba hasta el interior de un edificio de 9.300 metros cuadrados, el cual tenía un sistema de aire acondicionado y dos plataformas de carga, además de una serie de techados en muy buenas condiciones para almacenamiento."9

Después de una refacción total, el edificio se utilizó como almacén del obispo, instalaciones de las Industrias Deseret y oficinas de la región del sur de California. El presidente J. Reuben Clark, hijo, de la Primera Presidencia, y los élderes Harold B. Lee y Henry D. Moyle, del Quórum de los Doce Apóstoles, y Marión G. Romney, Ayudante de los Doce, participaron en las ceremonias dedicatorias de la propiedad del programa de bienestar en el Condado de Riverside, el 8 de junio de 1951, y del Centro del Programa de Bienestar al día siguiente.

Howard ocupó el cargo de director de la región del sur de California hasta 1956, cuando la misma fue dividida en tres— la de San Fernando, la del sur de California y la de Los Ange-les, y pasó a ser el director de esta última. En 1958, el consejo regional decidió construir una envasadora de conservas en la llamada manzana del bienestar, con el fin de reemplazar tres plantas menores. La nueva instalación habría de ser la más grande de la Iglesia, y envasaría jugos de naranja, pavos, guisados, ajíes, habas, tomates y muchos otros productos cultivados en las granjas del programa de bienestar de tres regiones diferentes.

Otra novedad para el sur de California tuvo lugar en agosto de 1954, cuando los líderes y la juventud de dieciséis estacas participaron en la primera conferencia de la Asociación de Mejoramiento Mutuo jamás realizada fuera de Salt Lake City. La misma se efectuó conforme al modelo de las conferencias generales anuales de junio de la A.M.M.

En la ocasión viajaron a Los Angeles varios miembros de la mesa general para reunirse con los líderes locales, mientras que miles de jóvenes tomaron parte en los programas cultura-les. Dichos programas incluyeron un festival musical en el Hollywood Bowl con la actuación de un coro de 1.452 voces y una orquesta de 75 músicos, al cual asistieron más de 17.000 personas; un festival de danzas en el estadio del Colegio Universitario del Este de Los Angeles; y una sesión dominical de clausura en el Hollywood Bowl en la que habló el presidente David O. McKay. En su carácter de director del consejo regional de presidentes de estaca, Howard W. Hunter fue el líder del sacerdocio a cargo de todos estos eventos.

Otros programas similares se llevaron a cabo desde el 24 al 26 de junio de 1955, bajo la supervisión del presidente Stephen L. Richards, y desde el 29 de junio al 1° de julio de 1956 con la supervisión del presidente J. Reuben Clark, hijo.

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Durante su visita, el presidente Clark se hospedó en el hogar de los Hunter y ese domingo asistió con la familia a la reunión sacramental del Barrio Este de Pasadena. Temprano en la mañana siguiente, y mientras se hallaba en la habitación de huéspedes cerca de la piscina, el presidente Clark se cayó, golpeándose la cabeza, y al caer, quebró la puerta de vidrio de la bañera. Howard llamó enseguida a un médico, quien diag-nosticó que el presidente Clark se había fracturado una costilla y que tenía una herida en la frente. "Nos afligió mucho el que un fin de semana tan agradable terminara con una tragedia", dijo Howard.

Aparentemente el presidente Clark lo había olvidado todo, porque tres meses más tarde, cuando Howard y Claire viajaron a Salt Lake City para asistir a la conferencia general, les invitó a cenar y a que se quedaran a pasar la noche en su casa. Pasaron la tarde en la biblioteca privada del presidente Clark, un cuarto de dos pisos con un balcón en todo el contorno y estantes para libros a lo largo y ancho de las cuatro paredes. El presidente les mostró su amplia colección de libros, entre los que se destacaba un portapliegos de cuero que contenía unos certificados con la firma de siete presidentes de los Estados Unidos, los cuales había recibido durante sus años como abogado internacional, diplomático y embajador en México, como así también otros documentos y fotografías concernientes a su carrera profesional y participación en actividades de la Iglesia.

Uno de los acontecimientos más memorables de la década de 1950 fue la dedicación del Templo de Los Angeles. Entre el domingo 11 y el miércoles 14 de marzo de 1956, se realizaron dos servicios dedicatorios por día. Howard y Claire fueron invitados a la primera sesión del domingo. "Las Autoridades Generales y los presidentes de estaca ocuparon los asientos a un lado del auditorio del templo", explicó Howard, "mientras que el Coro Mormón del Sur de California ocupó los del lado opuesto."

Siendo integrante del Coro Económico de Los Angeles, Claire había asistido a la dedicación del Templo de Arizona en 1927. En esta ocasión, casi treinta años después, otro coro organizado en 1953 bajo la supervisión de su esposo como director regional, tenía el privilegio de cantar en la dedicación de un templo en su propia región.

El sábado 24 de marzo, Howard y otros cinco presidentes de estaca recibieron una invitación para efectuar ordenanzas bautismales en el nuevo templo, con la participación de sus propios hijos como representantes, en el paso inicial de la obra de investiduras. John Hunter no pudo estar presente ya que asistía en esa época a la Universidad Brigham Young, pero Richard fue uno de los participantes en dichas ordenanzas.

Tres semanas después, el presidente McKay y los élderes Richard L. Evans y Delbert L. Stapley, del Quórum de los Doce, con sus respectivas esposas, y los presidentes de estaca y sus esposas participaron en la primera sesión de investidura. Con un templo cercano a sus hogares, los miembros de la Iglesia en el sur de California podrían recibir ahora más cabal y frecuentemente las bendiciones de la obra del templo. En ocasiones anteriores les era necesario viajar a Arizona o a Utah para efectuar las ordenanzas de investidura, sellamientos, etc. Howard describió en su historia una inolvidable excursión al templo que tuvo lugar dos años antes de la dedicación del Templo de Los Angeles. El 14 de noviembre de 1953, cuando él cumplió los cuarenta y seis años de edad, Howard y Claire participaron en una excursión organizada por la Estaca Pasadena al Templo de Arizona, en Mesa. Una vez que todos se hubieron vestido de blanco y entrado en la capilla, el presidente del templo, Arwell L. Pierce, le pidió a Howard Hunter que hablara.

"En momentos en que yo me encontraba hablando a la congregación, mis padres

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entraron en el recinto. Yo no sabía que mi padre estaba ya preparado para recibir las bendiciones del templo, aunque mi madre había estado ayudándolo ansiosamente por mucho tiempo. Me sentí tan emocionado que no pude seguir hablando. El presidente Pierce se acercó al pulpito y explicó lo que me pasaba. Al llegar al templo esa mañana, mis padres le habían pedido al presidente Pierce que no me lo mencionara porque querían que fuera una sorpresa de cumpleaños. Aquél fue un cumpleaños que jamás podré olvidar, porque fue el día en que tuve el privilegio de presenciar el sellamiento de mis padres, después de lo cual yo fui se-

llado ellos." El 30 de abril de 1956, a las seis semanas de la dedicación del Templo de Los Angeles, Dorothy Hunter Rasmussen, la hermana de Howard, fue sellada a sus padres. "En esa ocasión se completaron los lazos eternos de nuestra familia", agregó.

Un líder amoroso

COMO PRESIDENTE DE ESTACA, Howard Hunter dedicaba su interés a todos los

miembros, ya sea que fueran menos activos o que participaran totalmente en los programas de la Iglesia, y recomendaba a los obispos y a los demás líderes que prestaran particular atención a aquellos que necesitaran en especial su estímulo o ayuda. En una reunión de líderes del sacerdocio realizada el 4 de abril de 1986, contó la siguiente experiencia personal:

Cuando era presidente de estaca en la región de Los Angeles, mis consejeros y yo pedimos a los obispos que escogieran con especial cuidado a cuatro o cinco parejas de miembros que quisieran progresar más en la Iglesia. Algunas eran menos activas, mientras que otras eran miembros nuevos que tenían interés en acrecentar su desarrollo espiritual. Las reunimos en una clase y les enseñamos el evangelio. En vez de señalarles la importancia de la obra del templo, hicimos hincapié en el vínculo con nuestro Padre Celestial y Su Hijo, Jesucristo. Gracias a nuestro cuidadoso método de selección, tuvimos mucho éxito y la mayoría de aquellas parejas se hicieron muy activas y han entrado al templo.

Permítaseme referirme a una o dos experiencias en particular. Teníamos a un miembro en uno de los barrios que jamás asistía a las reuniones. Su esposa no era miembro y aun mostraba una cierta hostilidad hacia la Iglesia, por lo que no podíamos enviarles a los maestros orientadores.

El obispo habló con aquel hermano y le dijo que tenía una relación con el Salvador, la cual le era necesario enriquecer. A esto, el hombre respondió que el problema surgía del hecho de que su esposa no era miembro de la Iglesia. Entonces el obispo habló con ella, recalcándole el mismo criterio—su relación con el Señor y que necesitaba mejorarla. Aun así, ella no fue muy receptiva, pero dijo que apreciaba saber ahora que los Santos de los Últimos Días creían en Jesucristo, y poco a poco su oposición fue disminuyendo.

El éxito no se produjo inmediatamente, pero quienes les visitaban en su hogar continuaron recalcando la importancia de nuestra relación con el Señor. Con el tiempo, ella empezó a ser más accesible y finalmente consintió en asistir con su esposo a una clase a nivel de estaca que enseñaban los miembros del sumo consejo. Se hizo hincapié en el convenio que hacemos mediante el bautismo, como así también otros convenios. Posteriormente, ella fue bautizada y él pasó a ser un eficaz líder del sacerdocio. En la actualidad, todos en la familia son activos en la Iglesia.10

En su estaca, Howard utilizó con la gente las mismas aptitudes que le fueron provechosas como abogado y como hombre de negocios, lo cual generó en sus asociados una

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gran lealtad hacia él. "Nos hacía sentir apreciadas, importantes e imprescindibles", nos dijo Alicebeth Ashby, quien ocupó el cargo de presidenta de la A.M.M. de la Estaca Pasadena. "Al asignarnos un llamamiento, el presidente Hunter nos hacía personalmente responsables, pero si necesitábamos su opinión o su consejo, estaba siempre a nuestra disposición. Todos sabíamos que podíamos contar con su apoyo y su interés personal.

A veces, después de que se tratara todo asunto oficial en la reuniones de la presidencia de estaca y del sumo consejo, el presidente Hunter aprovechaba la oportunidad para aconsejar a sus miembros en cuanto a las normas y los procedimientos de la Iglesia. El élder Cree-L Kofford, de los Setenta, quien varios años después fue Presidente de la Estaca Pasadena, describió una escena típica de entonces: "Al sonar las campanadas de la medianoche, la reunión ya terminada, comenzaban a escucharse algunas risas apagadas. El presidente Hunter, serenándose con el paso de los minutos, se quita el saco y, viendo que los miembros de los obispados y del sumo consejo rehusan retirarse, habla por largo tiempo sobre las cosas del espíritu."

Ernie Reed, quien ocupó el cargo de secretario auxiliar de la estaca, recuerda varias de esas lecciones. Cierta vez, Howard informó al grupo, "El himnario no tiene las páginas numeradas; los números corresponden a los himnos, no a las páginas, así que por favor refiéranse al himno número tal y tal." En otra ocasión les recomendó que no se debía agradecer a los miembros "sus trabajos en la Iglesia. No son trabajos, sino llamamientos, y son algo maravilloso. Debemos estar felices de poder ser llamados a servir. Y no debemos referirnos a un 'buen trabajo, sino a un buen servicio." Tanto a los oficiales de la estaca como a los de los barrios solía aconsejar que debían "estar presentes en el estrado antes de comenzar las reuniones—nunca deben llegar tarde. Es necesario que estén allí, sentados en silencio y con reverencia, a fin de dar el ejemplo."

"El presidente Howard tenía siempre una lista de pequeñas observaciones como ésas", agregó el hermano Reed, "cosas sencillas que eran muy importantes para él. Y eso animaba nuestras reuniones."

Aunque las reuniones de la presidencia de estaca y del sumo consejo solían terminar a altas horas de la noche, parecía que nadie quería irse a casa porque apreciaban el amor que su presidente tenía por ellos y por cada uno de los miembros de la estaca. "Yo he conocido a muchos presidentes de estaca", comentó uno de ellos cuando Howard recibió su llamamiento al Quórum de los Doce, "pero no creo que haya ningún otro que conozca mejor que el presidente Hunter el orden de la Iglesia, el orden del sacerdocio y cómo deben administrarse las cosas en los barrios y en las estacas."11

Daken K. Broadhead, quien fue consejero del presidente Hunter en la Estaca Pasadena en dos diferentes ocasiones, lo considera un óptimo dirigente: "Sabía delegar y también com-probar que se hicieran las cosas. Era muy bueno con los detalles y nunca se apresuraba a proceder ni a tomar una decisión hasta asegurarse de que lo que decidía fuera correcto. Le gustaba dedicar tiempo a las cosas y considerar cada detalle."

Las normas de excelencia que Howard ha observado durante toda su vida se pusieron siempre de manifiesto en las actividades y realizaciones de su estaca. Según recuerda la hermana Ashby, la estaca auspiciaba bailes y otras actividades sociales casi todas las semanas. "El salón de actividades se preparaba con hermosas decoraciones y las mesas se cubrían con manteles de encaje y se adornaban con flores naturales. Todos, jóvenes y adultos, asistían con entusiasmo y salían a bailar unos con otros. Con frecuencia, Howard y Claire se quedaban hasta tarde para ayudar con el lavado de los platos y la limpieza del salón."

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Richard S. Summerhays, quien fue consejero de Howard y luego lo reemplazó como presidente de la estaca, interpretó el sentimiento de muchos al decir: "Elogiaba a los miembros por cada una de sus realizaciones y les ayudaba a superarse en todo. Sentíamos gran orgullo por nuestra estaca porque él demostraba estar orgulloso de nosotros."

También Betty C. McEwan expresó tales sentimientos cuando escribió acerca de Howard Hunter, "su maestro más influyente", en el semanario Church News:

"Siempre he podido observar el amor que este hombre siente por los demás al concederles la debida prioridad, al escucharles con comprensión y al compartir con ellos sus experiencias, todo lo cual le produce un gozo genuino. Es él quien me ha enseñado la importancia de estas virtudes y también a experimentar el gozo que se obtiene cuando las practicamos cabalmente.

"Recuerdo vividamente la ocasión en que, sentada en la sala de su casa un sábado por la mañana, esperaba yo con inquietud la entrevista con mi presidente de estaca para obtener mi recomendación para el templo. El Templo de Los Angeles estaba por ser dedicado y listo para la obra, y yo anhelaba participar en ella. Este noble líder me enseñó cuán benéfica, fortalecedora y agradable puede ser una entrevista tal. . . . Ha sido para mí una gran bendición conocer a este hombre de tan digna determinación, dedicación y disciplina."12

Donna Dain, quien trabajó como secretaria legal de Howard desde 1952 hasta 1960, y quien era miembro de su estaca, recuerda las veces en que, a la hora del almuerzo, solían leer juntos las Escrituras. También recuerda que le concertó una cita con Karl Snow, un amigo de su hijo John. Donna y Karl contrajeron luego matrimonio en enero de 1960, y ésa fue la primera vez que Howard ofició en la ceremonia como miembro del Quórum de los Doce Apóstoles en el Templo de Salt Lake. El hijo menor de Donna y Karl habría de llamarse Howard Hunter Snow.

Howard procura mayor tiempo libre

A PRINCIPIOS de 1958, Howard entró en sociedad con Gordon L. Lund, quien se había

graduado de la Facultad de Derecho de la Universidad de Stanford, había sido empleado de la Compañía Petrolera Union, y quien era entonces miembro del Barrio Arcadia y compartía su oficina con otro abogado. Cuando este hombre falleció, Gordon pensó que no era muy agradable trabajar solo y entonces llamó a Howard Hunter, su presidente de estaca, para preguntarle si conocía a algún abogado que tuviera interés en asociarse con él. Howard le mencionó que él mismo se encontraba en igual circunstancia y que, deseando tener más tiempo libre, había estado pensando en buscar un socio. "Pues bien", le dijo Gordon, "permítame que me presente ahora mismo, por teléfono, como candidato."

Ambos abogados se reunieron y convinieron en formar una sociedad bajo el nombre de Hunter y Lund. Entonces combinaron sus listas de clientes y la sociedad perduró lo suficiente para que, cuando varios años después Howard se retiró, la transición se produjera sin dificultades y sin que Lund perdiera a ninguno de los clientes.

Al contar entonces con un socio en su firma, Howard comenzó a planear viajes y actividades con su familia. En el verano de 1958, Richard recibió su llamamiento como misionero en la Misión Australiana del Sur, a donde debía llegar el mismo día en que John, su hermano, iba a ser relevado. Howard obtuvo el permiso del Comité Misional de la Iglesia para que él y Claire acompañaran a Richard hasta Australia y allí recogieran a John y con éste

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hicieran un viaje alrededor del mundo. Después de finalizar su semana de capacitación en la asa de la misión en Salt Lake City, Richard regresó a Los Angeles donde le esperaban sus padres para iniciar su viaje. El 2 de julio volaron a Honolulú, donde permanecieron unos días antes de seguir viaje a Fidji, Nueva Zelanda y Australia, y allí se reunieron con John.

Después de despedirse de Richard, los tres—Howard, Claire y John—emprendieron su viaje, y durante dos meses visitaron muchos lugares fascinantes, llegando a veces a una ciudad o país en horas de la noche para comenzar a hacer sus recorridas turísticas bien temprano a la mañana siguiente. Cuando regresaron a su hogar a mediados de septiembre, habían visitado más de veinte países, incluyendo las islas Filipinas, Hong Kong, Tailandia, Cambodia, Burma, India, Pakistán, Egipto, Turquía, Grecia, Italia, Suiza, Francia, Bélgica y Gran Bretaña, en donde asistieron a la dedicación del Templo de Londres.

Howard siempre tuvo una insaciable curiosidad con respecto al mundo desde que, cuando niño, había realizado tantos viajes imaginarios en la sala con su padre en Boise. Su excursión por el Oriente con la orquesta había incrementado aun más su sed de aventura. Y aunque volvieron a su casa cansados y fortalecidos a la vez, tanto él como Claire llegaron a la conclusión de que les encantaba viajar e hicieron planes para continuar explorando el mundo juntos.

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8 EL LLAMAMIENTO AL QUÓRUM DE LOS DOCE

Al TERMINAR su misión en septiembre de 1958, John Hunter retornó a sus estudios

preliminares de derecho en la Universidad Brigham Young. Asimismo, volvió a cortejar a Louine, la hija de A. Kay Berry, un íntimo amigo de Howard que había sido también su consejero en la presidencia de la estaca. "El 27 de diciembre, dos días después de la Navidad, pasó a ser una importante fecha para nuestra familia porque fue el día en que nuestro hijo mayor contrajo matrimonio", escribió Howard en su historia. "John, Louine, sus padres, Claire y yo fuimos esa mañana al Templo de Los Angeles, donde todos participamos en una de las sesiones en la cual Louine recibió su investidura. Después de ello, John y Louine fueron sellados en una hermosa ceremonia."

Cinco días más tarde, en el Año Nuevo, el joven matrimo-nio regresó a la universidad en Provo, Utah. "Terminadas las idas y venidas de las fiestas", escribió Howard, "comenzamos el año 1959, el que nos pareció que habría de ser más bien tranquilo."

Aparentemente, tal predicción fue acertada porque Howard no halló mucho sobre lo cual escribir en su historia durante los primeros nueve meses de 1959. Después de un breve descanso al regresar de su viaje alrededor del mundo, en febrero Claire se inscribió nuevamente en el Colegio de la Ciudad de Pasadena, para tomar una clase de biología. En su práctica de la abogacía con su socio, Gordon Lund, Howard trabajaba sin problemas y también continuaba diversificando y expandiendo sus inversiones con Gilíes DeFlon.

Habiendo viajado tanto en el año anterior, Howard y Claire disfrutaban ahora la quietud del hogar. En agosto fueron a Provo para asistir a la graduación de Louine de la Universidad Brigham Young y unas semanas después, el 17 de septiembre, Howard escribió: "Hoy es una fecha memorable para la familia Hunter, porque en ella nació Robert Mark, nuestro primer nieto, en Provo."

La conferencia general de octubre iba a realizarse los días 9, 10 y 11, así que Claire viajó a Utah una semana antes para poder conocer mejor a su nietecito. Howard y el obispo Eric J. Smith, del Barrio Este de Pasadena, viajaron en avión el viernes 9 y tras arribar a Salt Lake City, se fueron directamente al Tabernáculo, llegando cuando la primera sesión de la con-ferencia estaba ya por terminar. En su diario, Howard escribió:

"Concluida la primera sesión, conversé con varias personas en la Manzana del Templo y luego fui al Hotel Utah, donde me aguardaba Daken K. Broadhead, mi consejero en la presidencia de la Estaca Pasadena. Me dijo que la hermana Claire Middlemiss,' la secretaria del presidente McKay, había estado buscándome. . . y que le había pedido que me dijera que fuera lo más pronto posible a la oficina del Profeta. Daken me dijo, 'Sabes que hay una vacante en el Consejo de los Doce'. Yo le respondí, 'Sé que estás bromeando. La Primera Presidencia me había pedido ciertos datos y estoy seguro de que quieren que les dé un informe."

Howard se dirigió inmediatamente al Edificio de Administración de la Iglesia, a sólo unos pasos del Hotel Utah, donde la hermana Middlemiss lo condujo a la oficina del presidente McKay. Su relato continúa diciendo:

"El presidente McKay me recibió con una agradable sonrisa y un cálido apretón de manos, y entonces me dijo: 'Tome asiento, presidente Hunter, pues quiero hablar con usted. El

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Señor ha revelado Su palabra. Usted ha sido llamado a ser uno de Sus testigos especiales y mañana habrá de ser sostenido como miembro del Consejo de los Doce.'

"No puedo expresar el sentimiento que me acometió en ese momento. Los ojos se me llenaron de lágrimas y no pude pronunciar una sola palabra. Nunca me he sentido tan humilde como cuando estuve en la presencia de ese hombre tan noble, agradable y bondadoso—el Profeta del Señor. Me habló del gozo que este llamamiento traería a mi vida, de mi vinculación con las demás Autoridades Generales y que desde ese momento debía dedicar mi vida y mi tiempo al servicio del Señor y que ahora pertenecería a la Iglesia y al mundo entero. Me dijo también otras cosas, pero yo estaba tan emocionado que no puedo recordarlas en detalle. Recuerdo, sin embargo, que me abrazó y me aseguró que el Señor me amaba y que contaba con el apoyo y la confianza de la Primera Presidencia y del Consejo de los Doce.

"La entrevista sólo duró unos minutos y, al despedirme, le dije que yo amaba a la Iglesia, que él y los otros miembros de la Primera Presidencia y del Consejo de los Doce tenían mi sostenimiento, y que me sentía feliz de poder consagrar mi tiempo, mi vida y todas mis posesiones a este servicio. El presidente McKay me dijo que podía llamar a Claire y comunicarle la novedad. . . . Regresé al Hotel Utah y llamé a Claire, quien se encontraba en Provo, pero cuando contestó el teléfono no pude ni hablar."

Al fin logró contarle a Claire lo que había pasado, y ella le dijo que esa misma tarde viajaría con John y Louine a Salt Lake City.

Howard asistió a la sesión de la tarde de la conferencia con Daken Broadhead, "pero me sentía tan nervioso", dijo, "que salí del Tabernáculo, me fui a caminar calle arriba hasta el capitolio del Estado y luego regresé poco antes de que terminara la sesión."

Esa tarde, y tal como lo habían planeado de antemano, Howard y John fueron a ver el partido de fútbol entre los equipos de la Universidad de Utah y la Universidad Brigham Young, en tanto que Claire y Louine se quedaron en el hotel con el bebé. "No recuerdo haber seguido mucho el desarrollo del juego", escribió Howard, "porque no podía concentrarme en ello." John recuerda que, aunque el partido fue emocionante, su padre estuvo todo ese tiempo con la mirada fija en el centro del campo de juego. Esa noche, antes de retirarse a dormir, Howard y Claire conversaron durante largas horas.

En la sesión del sábado por la mañana de la conferencia, el presidente J. Reuben Clark, hijo, leyó el nombre de cada una de las autoridades de la Iglesia para el voto de sostenimiento. "El corazón me latía fuertemente al pensar yo en cuál sería la reacción cuando se mencionara mi nombre", dijo Howard. "Nunca había experimentado un sentimiento de pánico tal. Se leyó entonces el nombre, uno a uno, de los miembros del Consejo de los Doce, y el duodécimo fue el mío."

Al concluir esa parte de la reunión y después de decir algunas palabras a la congregación, el presidente Clark invitó a Howard a que ocupara su lugar en el estrado con los Doce.

"Nunca había visto yo tantos fotógrafos", recordaba Howard, "y las bombitas de magnesio se encendían por doquier. Al subir los escalones del estrado, mi corazón parecía acelerar sus latidos. El élder Hugh B. Brown cambió de asiento y tomé entonces mi lugar como el miembro número doce del Quórum. Me pareció que todas las miradas se posaban sobre mí y también sentí el peso del mundo sobre mis hombros. A medida que la conferencia seguía su curso, me sentí bastante incómodo y pensé si realmente me correspondía estar en ese lugar."

Cuando llegaron el domingo al Tabernáculo para asistir a la sesión matutina de la

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conferencia, Howard y Claire tenían por primera vez asientos reservados: para él en el estrado con las demás Autoridades Generales, y para ella en una sección especial para las esposas de las mismas. En la sesión de la tarde, el presidente McKay llamó a Howard para que fuera el último discursante. Aquélla fue una experiencia que llenó tanto de terror como de humildad al nuevo apóstol quien, después de referirse brevemente a la historia de su vida y de dar su testimonio, concluyó diciendo:

"No me disculpo por las lágrimas que en esta ocasión me vienen a los ojos, porque sé que me encuentro delante de amigos, mis hermanos y hermanas en la Iglesia, cuyo corazón late hoy como el mío con la emoción que producen el evangelio y el servicio al prójimo. Presidente McKay, quiero que sepa usted, y que lo sepan también todos los miembros de la Iglesia, que acepto sin reserva alguna el llamamiento que me ha extendido, y estoy dispuesto a dedicar mi vida y todo lo que poseo a este servicio. Y mi esposa me secunda en esta promesa."

El martes siguiente, Howard se reunió con el presidente Moyle y luego con el presidente McKay, para aprender lo que de él se esperaba. Ambos le sugirieron que, por el momento, viajara todas las semanas a Salt Lake City para asistir a las reuniones que los jueves realizaban en el templo la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce, pero que debía continuar viviendo en el sur de California hasta que pudiera liquidar sus negocios y su práctica de la abogacía, como así también cumplir con todas las obligaciones y compromisos que tuviere pendientes.

Esa tarde, el élder Spencer W. Kimball lo llevó al templo para mostrarle las salas de consejos y explicarle el procedimiento de las reuniones. "Aprecié mucho esa instrucción porque me siento un tanto extraño", escribió Howard.

El jueves 15 de octubre fue un día que Howard W. Hunter jamás habría de olvidar. Esa mañana, en la reunión semanal de la Primera Presidencia y los Doce en el templo, el presi-dente McKay encomendó el tradicional cometido apostólico al nuevo apóstol—la cuádruple misión de dar su testimonio al mundo como testigo especial de Jesucristo, de ser uno en propósito con los otros apóstoles, de subordinar toda otra responsabilidad y obligación que le correspondieren como apóstol, y mantener estrictamente confidencial todo asunto que tratara el consejo.

En respuesta a ello, Howard declaró: "Este llamamiento habrá de tener precedencia sobre todo lo demás y estoy dispuesto a dejar de lado cualquier otra cosa para atender lo que se me pida en espíritu de devoción y humildad con respecto a este llamamiento."

Las Autoridades allí presentes pusieron entonces las manos sobre su cabeza y el presidente McKay lo ordenó apóstol, oficio que, según lo explicara Brigham Young en 1861, "le concede la posesión de toda llave, poder, autoridad, comunicación, beneficio, bendición, gloria y reino que hayan sido jamás revelados al hombre."2 A continuación, el presidente McKay lo apartó como miembro del Quórum de los Doce.

Los élderes Harold B. Lee y Marión G. Romney, que se hallaban fuera del país en una asignación especial, le enviaron telegramas expresándole su apoyo. Desde Austria, el élder Romney también le envió una carta en la que decía: "Mientras conversaba con Ida el domingo por la noche, ella me preguntó quién pensaba yo que iba a ser llamado para ocupar la vacante en el quórum. Le dije que, por supuesto, yo no lo sabía pero que tenía el presentimiento de que probablemente fuera alguien de California y que, a mi juicio, sería Howard Hunter. Sabrá usted entonces que con toda el alma recibí gozoso las buenas nuevas. Le felicito y le doy mi bienvenida a nuestra hermandad."

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Una época de transición y cambios

HOWARD WILLIAM HUNTER llegó a ser el septuagésimo cuarto hombre en ser ordenado apóstol en esta dispensación. La vacante en el Consejo de los Doce se había producido cuando, en junio de 1959, el élder Henry D. Moyle fue llamado a servir en la Primera Presidencia después del fallecimiento del presidente Stephen L. Richards, quien era el primer consejero en la misma. El presidente J. Reuben Clark, hijo, que había sido el segundo consejero, pasó a ser el primer consejero del presidente McKay, y el élder Moyle fue llamado como segundo consejero.

A los 51 años de edad, el élder Hunter era entonces el tercer apóstol nacido en el siglo veinte y el más joven de los Doce. Le seguía en edad entre los más jóvenes el élder Richard L. Evans, de 53 años. Entre Howard y el élder Evans, se sentaban en la sala de consejos del Templo de Salt Lake el élder George Q. Morris, de 85 años de edad, y el élder Hugh B. Brown, de 75 años. Joseph Fielding Smith, de 83 años de edad, quien fue ordenado apóstol en 1910, era el Presidente de los Doce.

La edad promedio de los doce hombres que componían el consejo en esa época era de sesenta y siete años. Estos hombres habrían de ejercer, en el transcurso de la década siguiente, una enorme y significativa influencia en la Iglesia.3

De acuerdo con los escritores James B. Alien y Glen M. Leonard, la década de 1950 había sido una "importante era de transición para la Iglesia" cuando

una nueva orientación en la obra misional, los programas para la juventud, la obra del templo y el sistema educativo, como asimismo un renovado interés en la expansión de la Iglesia fuera de los Estados Unidos, establecieron los cimientos para dos de los desarrollos más extraordinarios de las tres décadas siguientes: un genuino internacionalismo y una amplia innovación en asuntos administrativos, lo cual contribuiría tanto al carácter mundial como al crecimiento de la Iglesia....

Al comenzar la década de 1960 con más de 1.600.000 miembros en todo el mundo, la Iglesia había ya sobrepujado la simple estructura administrativa establecida en la época de José Smith, atendiendo las necesidades de los miembros mediante tres organizaciones básicas. Una era el sistema eclesiástico común, con su correlación bien definida de la autoridad del sacerdocio; otra eran las organizaciones auxiliares. . . cada una de las cuales tenía su propia mesa general y sus oficiales, publicaba sus propios manuales, llevaba a cabo sus propias conferencias, determinaba cuáles habrían de ser sus cursos de estudio y editaba sus propias revistas. Una tercera organización incluía un sinnúmero de servicios profesionales necesarios para el normal funcionamiento de la Iglesia—los cuales continuarían ramificándose.4

En 1959, cuando el élder Hunter recibió su llamamiento, había más de un millón y medio de miembros en 290 estacas y 50 misiones. La mayoría de ellos estaba concentrada en la parte oeste de los Estados Unidos y había solamente tres estacas en otros países: dos en Canadá y una en la ciudad de Auckland, Nueva Zelanda. En los doce años siguientes el numero de miembros, estacas y misiones habría de duplicarse, produciéndose la mayor parte de este crecimiento en Lati-noamérica y en otras regiones lejos de la sede de la Iglesia.

Con la inauguración del servicio aéreo por medio de aviones a retropropulsión, lo cual ocurrió unos diez meses antes de la ordenación del élder Hunter, y el desarrollo de la televisión y otros medios de comunicación por medio de satélites, se inauguró una era totalmente nueva. A partir de entonces, las Autoridades y oficiales de la Iglesia pudieron

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viajar, ser consultados y proveer capacitación y apoyo con mayor facilidad, beneficiando así a los miembros que en su mayoría—en especial fuera de la región oeste de los Estados Unidos—serían conversos.

Howard W. Hunter, el nuevo apóstol, habría de destacarse entre aquellos que participarían en este extraordinario desarrollo.

Los preparativos para la mudanza a Utah

CUANDO HOWARD Y CLAIRE regresaron a Los Angeles en avión el jueves por la

noche después de su ordenación, les esperaban en el aeropuerto sus orgullosos padres, Will y Nel-lie Hunter, su hermana Dorothy Rasmussen con sus hijas Susan y Kathy, y J. Talmage Jones, su buen amigo y ex consejero en la presidencia de la estaca.

Después de una animada reunión, la exhausta pareja regresó a su hogar donde, según lo describió Howard en su diario, "comenzamos a darnos cuenta de la transformación que ahora se produciría en nuestra vida y en nuestros planes a raíz de lo sucedido esta semana. Siempre habíamos disfrutado de nuestro hogar en California y de la vida familiar con nuestros hijos. Nunca se nos había ocurrido la idea de cambiar nuestra residencia, dejando atrás a tantos amigos. Ahora nos enfrentábamos con la realidad de tener que ordenar nuestras cosas para poder responder al llamamiento que habíamos recibido."

Al llegar a su oficina al día siguiente, Howard se encontró con numerosa correspondencia, mensajes telefónicos y telegramas de mucha gente que le hacía llegar sus felicitaciones. Su llamamiento al Consejo de los Doce se había anunciado en los principales periódicos de Los Angeles, con artículos biográficos en la primera plana de algunos de ellos. Uno de sus clientes de mucho tiempo lo llamó para felicitarlo y le dijo que "la Iglesia tiene que haberle hecho una oferta muy tentadora" para que abandonara su práctica tan provechosa de la abogacía a fin de convertirse en un oficial vitalicio de la misma.

"La mayoría de la gente no comprende por qué los miembros de nuestra fe aceptamos los llamamientos ni el cometido de dedicarnos totalmente al servicio", escribió Howard en su diario. "He disfrutado en forma cabal la práctica de la abogacía, pero este llamamiento que he recibido supera totalmente las ambiciones de la profesión o el enriquecimiento monetario."

La semana siguiente comenzaría un régimen de vida que habría de observar durante muchos meses: el miércoles, después de las horas de oficina, tomaba el tren en Los Angeles y viajaba durante la noche a Salt Lake City; al otro día asistía a la reunión semanal de la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce en el templo; luego se ocupaba de todo isunto acumulado sobre su escritorio en el Edificio de Administración de la Iglesia; y finalmente tomaba el tren nocturno de regreso a Los Angeles e iba directamente a su oficina para atender las tareas del día. A veces solía cambiar un tanto la rutina partiendo desde California un martes por la noche y en ocasiones viajaba en avión.

No pasó mucho tiempo antes de que se le asignara asistir a conferencias de estaca en fines de semana, y continuó ocupando el cargo de presidente de la Estaca Pasadena hasta el fin de noviembre, cuando en una conferencia el presidente Joseph Fielding Smith reorganizó dicha presidencia.5 Después de la conferencia, el élder Hunter escribió en su diario: "Esta ha sido la experiencia más agradable de mi vida. He disfrutado de la tarea y he amado mucho a las personas con quienes he traba-jado. Fui llamado como presidente de la estaca el 26 de febrero de 1950 y ésta fue la cuadragésima conferencia trimestral que he dirigido. ... Al

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finalizar, recibí muchas manifestaciones de afecto de parte de la gente y, cuando fui a la oficina a buscar mi sombrero, sentí un nudo en la garganta."

Howard Hunter continuó desempeñando diversas tareas, incluso un discurso por la cadena de radio NBC en la Navidad de 1959 y dos discursos en una serie de charlas fogoneras para la juventud, auspiciadas por la Iglesia a principios de 1960, como asimismo la función de apartar a muchas presidencias de estaca y obispados en el sur de California.

El lunes 2 de enero escribió en su diario: "A mi escritorio llegan todos los problemas relacionados con la Iglesia en el sur de California. Fui a mi oficina, pero debido a los numerosos llamados telefónicos es muy poco lo que pude hacer. A los miembros les resulta más fácil llamarme aquí por teléfono que tratar de comunicarse con las Autoridades Generales en Salt Lake City."

El 29 de febrero escribió: "Este es un día que sólo llega cada cuatro años, aunque bien podría haberse cancelado a juzgar por lo que he logrado completar hoy. Fui a la oficina, pero se me interrumpió tantas veces que es muy poco lo que pude hacer."

Las actividades de Howard durante e inmediatamente después de la conferencia general de abril de 1960 sirvieron para ilustrar su complicado programa diario y la extraordinaria energía que su función le requería. Las sesiones de la conferencia tuvieron lugar el domingo 3, el martes 5 y miércoles 6 de abril.6 En vez de asignársele que hablara en una sesión general, debió hacerlo en un programa transmitido el domingo momentos antes de la actuación del Coro del Tabernáculo y de la sesión matutina de la conferencia. Esa noche habló también en la conferencia semestral de la Escuela Dominical.

En la noche del miércoles 6 de abril habló en una cena de un barrio y el jueves asistió a varias reuniones y trabajó luego hasta muy tarde en su oficina en Salt Lake City. El viernes tomó un avión a las tres de la mañana hacia Los Angeles y desde el aeropuerto mismo fue directamente a su despacho. El sábado tomó otro avión con destino a Oregón para asistir a una conferencia de estaca y regresó a su hogar el domingo por la noche.

El lunes trabajó en su oficina hasta la medianoche y el martes lo hizo hasta las nueve de la noche, cuando debió dirigirse al aeropuerto para tomar un vuelo a Salt Lake City. Al cabo de dos días de numerosas reuniones el miércoles y el jueves, tomó el tren a Los Angeles y al llegar en la mañana del viernes fue desde la estación directamente a su oficina.

El sábado, después de trabajar un rato en el patio de su casa y de limpiar la piscina, fue a visitar a un amigo que se encontraba enfermo, trabajó un par de horas en su despacho y asistió a las reuniones de la conferencia trimestral de la Estaca Los Angeles. El domingo, desayunó temprano con sus padres, asistió a una reunión preliminar y a las dos sesiones de la conferencia de estaca, y luego fue a la casa de Dorothy, donde la familia celebró el cumpleaños de su padre.

Mientras ocurría todo esto, Claire se hallaba en Salt Lake City en busca de una casa donde vivir.

En su historia, Howard escribió el sábado 2 de julio: "Hoy terminé muchas de las cosas que necesitaba hacer en la oficina, completando así casi todos los asuntos pendientes. Estuve solo en la oficina y me di cuenta de que mi práctica de la abogacía había llegado a su fin. Hice algunas notas sobre varios expedientes y las dejé sobre el escritorio de Gordon Lund. Me sentí muy triste al salir de la oficina y pensé en lo mucho que he disfrutado de mi profesión, la cual ha sido una parte esencial de mi vida en estos últimos años, pero a pesar de ello, estoy a la vez contento y feliz de poder responder a este gran llamamiento que he recibido de la Iglesia."7

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Aunque Howard indicó que había terminado sus tareas en la oficina, continuaba atendiendo en ella cuestiones de negócios prácticamente todos los días que permaneció en Califor-nia, hasta que él y Claire se mudaron a Salt Lake City en abril de 1961. La firma Hunter y Lund continuó, bajo la dirección de Gordon Lund, administrando por muchos años todo asunto legal de sus clientes, y Howard visitaba con frecuencia la oficina cada vez que viajaba a Los Angeles en funciones de la Iglesia o para asistir a las reuniones del directorio de la Compañía de Propiedades Watson. Y aunque no ejercía mucho la abogacía en Utah, podía hacerlo porque el 29 de enero de 1963 fue admitido en la barra de Abogados del estado.

Sus viajes y funciones

En EL VERANO de 1960, Richard Hunter iba a terminar su misión en Australia.

Howard y Claire habían estado haciendo planes por mucho tiempo para ir a buscarlo y emprender con él un viaje alrededor del mundo, tal como lo hicieran con John cuando éste terminó su misión en 1958.

Ahora, considerando su llamamiento en el Consejo de los Doce, Howard vacilaba en ausentarse por dos meses, pero el presidente McKay le sugirió que llevara a cabo sus planes originales. Y así fue que, el 4 de julio de 1960, los Hunter iniciaron su segundo viaje por el mundo, el cual incluiría visitas a lugares de interés combinados con reuniones oficiales y extraoficiales con miembros de la Iglesia en casi todos los lugares que visitarían. Después de cinco días en Hawai, fueron a Japón, y de allí a Taiwán y a Hong Kong, lugares en donde asistieron a conferencias de distrito. En Hong Kong se reunieron con Richard, quien había llegado en avión dos días después de su relevo.

Desde allí, los tres viajeros volaron a Saigón, la capital de Vietnam del Sur, donde se reunieron con soldados mormones y otros miembros de la Iglesia que trabajaban en esa ciudad. En una reunión sacramental con ellos, Howard organizó un grupo y apartó a los élderes, después de lo cual todos participaron de la santa cena y dieron su testimonio. Ese año, algunos revolucionarios comunistas, conocidos por el nombre de "vietcong", comenzaron a intensificar su lucha contra los vietnamitas del sur y, a los pocos meses de que los Hunter estuvieran allí, el país sufriría los estragos de una guerra en gran escala y su consecuente devastación.

Su siguiente destino fue Phnom Penh, la capital de Cam-boya (país que también iba a verse envuelto en la guerra con los "vietcong"), donde Claire le había tomado algunas fotos a dos niñas junto a un templo dos años antes. Se las ingeniaron para encontrar al maestro de escuela de una de aquellas niñas y le pidieron que les hicieran llegar las fotografías.

Después prosiguieron su viaje hacia Bangkok, Rangún, Calcuta (donde Claire se cayó fracturándose una muñeca), Nueva Delhi, Bombay, El Cairo, Jerusalén, Beirut, Estambul, Atenas, Roma, Venecia, Viena, Zurich, Berna, Ginebra, París, Amsterdam, Londres y Nueva York, llegando de regreso a su hogar en altas horas de la noche el lunes 5 de septiembre.

Como de costumbre, Howard no tomó el tiempo suficiente para recobrarse de su cansancio. Trabajó todo el día tanto el martes como el miércoles, y en la noche de este último tomó un vuelo a Salt Lake City. Debido a un mal funcionamiento del avión, tuvo que esperar varias horas en el aeropuerto de Las Vegas, estado de Nevada, llegando a su destino a las cua-tro y treinta de la mañana del jueves. "Ya la noche había pasado, así que me dirigí a la oficina sin acostarme", dijo. Después de la reunión en el templo, se trasladó en avión a Great Falls,

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estado de Montana, donde le esperaba el élder Delbert L. Stapley, y juntos viajaron en automóvil a Leth-bridge, provincia de Alberta, en Canadá, donde durante dos dias realizaron varias reuniones, dividieron la Estaca Leth-bridge y organizaron la Estaca Taber. Después de las sesiones de la conferencia de estaca ese domingo, Howard tomó el avión de regreso y llegó a Great Falls poco antes de la medianoche. Temprano en la mañana siguiente tomó un vuelo hacia Salt Lake City, pasó algunas horas en su oficina y luego regresó a Los Angeles. Dos días más tarde debió tomar otra vez el avión en horas de la noche para retornar a Salt Lake City.

Además de sus funciones relacionadas con las estacas, Howard debió participar también en tareas correspondientes a diferentes comités y mesas generales, tales como el comité de personal de la Iglesia,8 el comité general del plan de bienestar, el comité general del sacerdocio, el comité misional,9 el consejo fiduciario de la Universidad Brigham Young, el consejo de educación de la Iglesia y varios otros grupos especiales, como también en calidad de asesor de la Escuela Dominical y de la Primaria. De tanto en tanto, sus funciones eran modificadas, a veces agregándosele algunas y siendo relevado de otras. Pero, invariablemente, sus responsabilidades eran muchas.

Una de las asignaciones de mayor importancia y exigencia fue la que recibió el 17 de noviembre de 1960, cuando el presidente Moyle lo llamó a su oficina y le entregó una carta en la que se le encargaba la revisión, para informe de la Primera Presidencia, de las solicitudes de personas divorciadas que deseaban obtener su recomendación para el templo. Hasta entonces, esa tarea había estado a cargo del presidente Clark, quien por razones de salud debió ser relevado. El presidente Moyle le indicó a Howard que se le confiaba esa responsabilidad debido al conocimiento y la experiencia que tenía en cuanto al aspecto legal de estos asuntos.

En numerosas ocasiones a través de las semanas, los meses y los años subsiguientes, el élder Hunter anotó en su diario las largas horas que dedicó a examinar tales solicitudes. Al año de haber recibido ese cargo, informó a la Primera Presidencia que había tramitado unos 2.600 casos. En esa época se dispuso que no sería necesario aprobar los divorcios ocurridos antes del bautismo de la persona, y el élder Hunter recomendó que "se permitiera que los obispos y presidentes de estaca determinaran por sí mismos si la persona divorciada era o no digna de entrar en el templo y que la Primera Presidencia se encargara de los casos de divorcio que involucraran un sellamiento en el templo." La recomendación fue aprobada por unanimidad. "Esto habrá de disminuir el número de solicitudes y facilitará a la vez la tarea", comentó.

Pero en realidad no fue así. El volumen de trabajo aumentó cuando en junio de 1962, además de las aprobaciones de divorcios, se le encomendó la revisión de los pedidos de anulación de sellamientos. "La sucesión de estos casos continúa sin cesar, día a día", escribió pocos meses después. Ese fue un cargo que ocupó hasta febrero de 1970.

La felicidad del hogar propio

DURANTE LOS primeros dieciocho meses como Autoridad General y a raíz de sus

numerosos viajes a Salt Lake City, sus visitas a conferencias de estaca y sus dos meses de excursión por el mundo, Howard estuvo en su casa tanto como estuvo fuera de ella. Cuando viajaba entre Los Angeles y Salt Lake City en tren, con frecuencia lograba preparar sus papeles en el camarote hasta muy tarde antes de acostarse para dormir unas pocas horas, y por lo general iba directamente a la oficina al llegar. Cuando tenía que pasar la noche en Salt Lake City, se quedaba en la casa de algún familiar o en el Hotel Utah.

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Poco después que Howard fuera llamado al Consejo de los Doce, él y Claire comenzaron a buscar una casa para comprar o un terreno donde edificarla; ella lo acompañaba muchas veces a Salt Lake City y recorría sola diferentes lugares mientras él asistía a las reuniones.

Antes de poder concretar ninguna transacción, sin embargo, era necesario que vendieran su casa en California. Habiendo sido siempre muy diestro con las herramientas, Howard comenzó a hacer algunas reparaciones y a arreglar el patio para hacer la casa más atractiva, y lograron venderla en febrero de 1961. Para entonces, habían decidido construir una casa nueva en Salt Lake City por lo que, mientras tanto, se sintieron muy agradecidos cuando el presidente Bryan Bunker, de la Misión California, les alquiló su casa en la zona este de la ciudad.

Una compañía de mudanzas se encargó de cargar en un camión los muebles y demás cosas, y el 17 de abril, después

de despedirse de sus vecinos y de John y Louine, Howard y Claire partieron con rumbo a Utah. Howard escribió: "Viajamos en auto toda la noche y cuando empezó a amanecer, nos detuvo un patrullero y me dio una boleta por exceso de velocidad. Tal fue nuestra bienvenida a Utah."

Los Hunter se establecieron en su casa alquilada y comenzaron a familiarizarse con sus nuevos vecinos, el barrio y la comunidad. Pocos meses más tarde, compraron un terreno en la zona denominada Oak Hills, al pie de las montañas al este de la ciudad, a sólo diez minutos en automóvil de su oficina. Las responsabilidades de Howard continuaban aumentando y, después de varios años de haber tenido que trasladarse de un lado a otro en la zona de Los Angeles, se sentía feliz ahora de poder vivir cerca de su oficina.

Una de las cosas a que tuvieron que acostumbrarse fue el clima, con sus cuatro estaciones bien diferentes y sus temperaturas extremas. En octubre de 1961, Howard escribió: "Esta noche, después de cenar, vacié el radiador de nuestros dos automóviles y los llené luego con anticongelante. Esto es algo que nunca había hecho antes. No es fácil vivir en una región fría." Llegado el otoño, recibieron la grata noticia de que Richard y Nan Greene, que habían estado saliendo juntos por cinco años, habían decidido casarse. El 8 de diciembre Howard ofició en la ceremonia matrimonial y de sellamiento en el Templo de Salt Lake, y esa noche, Sullivan y Florence Greene, los padres de Nan, ofrecieron una cena a amigos y familiares en un restaurante cerca de su casa.

"Estamos tan agradecidos de que nuestros hijos se hayan casado en el templo y que ambos tengan compañeras tan maravillosas", escribió Howard. "Parece que fue apenas ayer cuando eran niños, y ahora están ya en camino de formar sus propias familias. No hay una mayor bendición para los padres que la de ver que sus hijos continúan en la fe y que tienen fuertes testimonios. Nos sentimos inmensamente bendecidos." El 13 julio de 1962 fue para los Hunter un día que prefieren olvidar. "En las primeras horas de la mañana", comentó Howard en su diario, "se produjo una terrible tormenta de truenos y relámpagos. El periódico informó que esa simple hora de lluvia superó todas las que, en un período comparable, se habían jamás registrado en la historia de Salt Lake City. Yo acababa de llegar a mi oficina cuando Claire llamó por teléfono para hacerme saber que nuestro sótano se había inundado."

Howard salió de prisa hacia la casa y se encontró con que un verdadero torrente había anegado la calle, desbordándose por sobre la acera, entrando por la ventana del sótano, y aca-rreando barro y basura. El piso, sobre el cual habían colocado los muebles y otras cosas, estaba cubierto con unos quince centímetros de lodo y agua. "Trabajamos todo el día sacando afuera las cosas y desagotando el sótano", dijo. "Me pareció haber sacado miles de baldes de

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agua." A eso de la medianoche, habiendo sacado ya casi toda el agua y el barro, pudieron acostarse totalmente exhaustos.

A las seis de la mañana del día siguiente comenzaron a revisar las cajas para evaluar el daño. Richard y Nan habían dejado allí muchos regalos de boda y otras cosas, así que Howard llamó a su hijo, quien se encontraba en Provo asistiendo a la universidad para comenzar luego sus estudios en la facultad de derecho. Richard y Nan acudieron sin demora y en la tarde "la entrada al garaje estaba literalmente cubierta de cajas de cartón y cajones mojados. El jardinero vino, cargó todo en su camión y lo llevó al basurero municipal. El patio trasero quedó cubierto de libros, colchones y una infinidad de cosas que pusimos a secar al sol. Es algo verdaderamente desalentador."

Les llevó dos días abrir todas las cajas y evaluar el daño. Entre las cosas que se arruinaron estaba el juego de la Enciclopedia Británica y otros libros de la enorme colección de Howard, aun muchos que resultaría imposible remplazar. "Me sentí totalmente abatido cuando descubrí que mi ejemplar de la primera edición del Libro de Mormón había quedado completamente empapado", comentó. "Siempre fue para mí algo muy valioso porque en la primera página tenía palabras escritas de puño y letra del profeta José Smith." Entonces llevó el ejemplar a la Oficina del Historiador de la Iglesia, donde lograron reparar algunas de las páginas interiores, pero la cubierta y la encuademación quedaron completamente arruinadas. (Tiempo después consiguió otro ejemplar de estas valiosas ediciones para su biblioteca privada.)

En el otoño, los Bunker regresaron de su misión y Howard y Claire tuvieron que mudarse a un apartamento, a unas tres cuadras del Edificio de Administración de la Iglesia, en la zona de Capítol Hill. Ese mismo mes empezaron a trabajar en su terreno y durante un año fueron comprando, tanto en Salt Lake City como en Los Angeles, los artefactos eléctricos, los artículos de ferretería, las alfombras, los accesorios de mármol y cristal, los muebles, los estantes para libros, las plantas y todo lo demás para su nuevo hogar.

El 22 de julio de 1963, unos cuatro años después que Howard fue llamado al Consejo de los Doce, él y Claire se mudaron a la amplia y hermosa casa que se diseñara y construyera de acuerdo con sus propias especificaciones, y que ofrecía una vista maravillosa de todo el Valle del Lago Salado. "Estamos muy felices de poder ocupar, al fin, nuestra propia casa", comentó orgulloso.

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9 TESTIGO ANTE EL MUNDO

LA SECCIÓN 107 de Doctrina y Convenios, la cual es una revelación dada el 28 de

marzo de 1835 al profeta José Smith concerniente al sacerdocio, menciona varios deberes específicos de los miembros del Quórum de los Doce Apóstoles. La misma indica que deben ser "testigos especiales del nombre de Cristo en todo el mundo" (versículo 23); ser "un Sumo Consejo Presidente Viajante . . . para edificar la iglesia y regular todos los asuntos de ella en todas las naciones" (versículo 33); ser enviados, "teniendo ellos las llaves, para abrir la puerta por medio de la proclamación del evangelio de Jesucristo" (versículo 35); y "ordenar ministros evangelistas", o patriarcas (versículo 39).

Como consecuencia de sus excursiones alrededor del mundo con su esposa y sus hijos, a fines de 1960 Howard Hunter había visitado ya una docena de países; esto fue una buena iniciación en cuanto a los numerosos viajes que en los próximos treinta y cinco años habrían de llevarle a casi todas las naciones de la tierra. Como apóstol, habría de dar testimo-nio de Jesucristo, edificar la Iglesia, ordenar y apartar a miles de líderes y proclamar el evangelio, tanto a los miembros como a los que no lo fueran, en cinco continentes y muchas islas del mar. Los viajes imaginarios que había hecho con su

padre en la sala de su casa en Boise le habían despertado la sed de conocer el mundo y de aprender más acerca de las diferentes naciones y culturas, pero nunca pudo imaginar que habría de tener las oportunidades y las experiencias que ahora se le presentaban.

Con la insaciable curiosidad y la inclinación hacia el orden que caracterizaron su vida, el élder Hunter se preparaba con bastante tiempo para cada uno de sus viajes y estudiaba todo lo posible sobre los lugares que visitaría, sus pueblos y su cultura. Prefería planear su propio itinerario utilizando folletos informativos de las aerolíneas y aprovechando asimismo su amplio conocimiento personal y su memoria para decidir cuánto tiempo necesitaba dedicar en cada caso y cuál era la mejor ruta para llegar a donde iba. En su diario personal describía detalladamente los lugares que visitaba y a la gente que conocía en ellos, y con frecuencia compartía dicha información con otras Autoridades Generales cuando se enteraba de que habrían de viajar a esos lugares. Cierta vez, cuando uno de los apóstoles mencionó que regresaría de África del Sur en una fecha determinada, el élder Hunter de inmediato le informó en qué aerolínea habría de viajar, a qué hora partiría de África del Sur, cuántas escalas haría en el vuelo y cuándo llegaría a Roma, que era su destino.

El diario personal del élder Hunter está repleto de datos como éste, con fecha del 30 de noviembre de 1961: "Hoy trabajé hasta bastante tarde en la oficina y luego fui a la biblioteca para buscar información sobre Irak y la Tierra Santa." Esta averiguación le sirvió para uno de sus viajes más inolvidables—el que hizo en la Navidad de 1961 con Claire y con el élder Spencer W. Kimball y Camilla, su esposa, a Egipto y el Medio Oriente. Ambos apóstoles resumieron sus experiencias e impresiones en una carta que, desde Estambul, enviaron a sus colegas del Quórum de los Doce:

Estas tres semanas han resultado ser intensas y provechosas. Hemos seguido la trayectoria de nuestro patriarca Abraham, desde Ur de los Caldeos, a través de su nacimiento, su juventud, su casamiento y su fuga de la idolatría que era prevalente en el gran valle que existe entre los dos antiguos ríos. Escalamos con él el templo Ziggurat, recorrimos las

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excavaciones de las ciudades donde probablemente habitó, y continuamos en su camino por el valle hasta el lugar llamado Babilonia que tanto habría de expandirse mucho tiempo después.

Seguimos sus pasos en las proximidades de Damasco y de allí fuimos a Betel y a Hebrón, y a Bersheba y a Egipto, para regresar al Monte Moríah, el del sacrificio de Isaac. Visitamos la caverna de Machpelah, donde fue sepultado con Sara, Isaac, Rebeca, Jacob y José.

Seguimos luego en pos de Jacob y de José y sus familias hacia Egipto, y de los israelitas en su regreso a la Tierra Prometida, a través de sus conquistas, sus dificultades bajo el gobierno de los jueces y su esplendor en la época de los reyes y la magnificencia del reinado de Saúl, de David y de Salomón.

Escalamos colinas como las de Samaría, las que una vez fueron cuna de palacios y cortes de gran majestuosidad y ahora son labrantíos que cubren columnas derrumbadas, torres derribadas, muros destrozados y millones de fragmentos de mármol, loza y granito por doquier, cada uno de los cuales podría contar historias ingeniosas y tristes, conmovedoras y alegres; historias de depredación, de adoración, de idolatría, de conquistas, de convenios quebrantados, de esperanzas truncas y de castigos padecidos.

Recorrimos el camino de los israelitas transgresores a Babilonia, atravesando con mucho interés sus ruinas, y sentándonos "junto a las aguas de Babilonia" con ellos, lamentamos sus transgresiones (como nación), las cuales resultaron en su cautiverio. . . .

En la Nochebuena permanecimos en Belén, donde nació Cristo. Había allí otras 20.000 personas de diversos países y de todo color, raza, idioma y credo. Pero cuando fuimos al Campo de los Pastores, nos encontramos solos en la oscuridad de la noche. En realidad, habría sido oscuridad si no fuera por la brillante luna y el cielo estrellado. Y en voz baja cantamos: "En la Judea, en tierra de Dios, fieles pastores oyeron la voz: ¡Gloria a Dios en lo alto!" No hay aquí mezquitas ni catedrales que empañaran el paisaje y sentimos el espíritu; y bien podríamos decir que, desde aquella noche sagrada, el lugar ha experimentado algunos cambios.

Seguimos luego a José, a María y al niño Jesús por la campiña y la Franja de Gaza hacia Egipto, y allí visitamos el lugar en la antigua sección de El Cairo donde la tradición cuenta que aquella familia habitó mientras permanecieron en la ciudad a la vera del río Nilo. Subimos a las colinas de Nazaret, donde pasó Su adolescencia. Entonces les seguimos por sobre las colinas de Judea hasta el templo en Jerusalén...

Anduvimos por las colinas de los milagros en torno al Mar de Galilea, recorrimos la comarca de rocas inmutables que una vez fueran ciudades donde El durmió y comió, donde predicó y realizó milagros. Cruzamos las azules aguas del Mar de Galilea, las cuales El cruzó tantas veces en barco y sobre las que caminó. Le seguimos hasta el Mar Mediterráneo, al Jordán hacia el sur, a Cesárea de Filipo al norte, y de nuevo a Jerusalén, al sur. Nos sentamos a descansar en la cima de varios montes y allí leíamos las Escrituras. En Jerusalén y sus alrededores, visitamos la mayoría de los lugares tradicionales.

Nosotros, los cuatro, caminamos varios kilómetros desde Betania hasta el Monte de los Olivos y de regreso a Jerusalén—por el sendero que El recorrió tantas veces. Ascendimos al monte Gólgota, que muy bien podría haber sido el Calvario, donde nos sentamos y permanecimos un largo rato para leer el relato del arresto, el juicio, la persecución y la crucifixión de nuestro Salvador.

Con la doliente multitud descendimos de la colina y pasamos unas horas en las excavaciones que, según se cree, fueron el sepulcro y el jardín originales. Allí tuvimos una

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grata sensación—la certeza de que estábamos en el paraje auténtico. Y al leerlos en ese mismo lugar, los Evangelios parecieron tomar un nuevo significado.

En el Monte de los Olivos' leímos acerca de la ascención del Señor, lo cual fue una gloriosa experiencia. Viajamos precisamente desde la tierra de Dan hasta Beerseba, y desde Transjordania hasta el Mediterráneo.... Recordamos la historia del Medio Oriente, tanto la secular como la eclesiástica. Tenemos la seguridad de que este viaje nos ha hecho comprender más aún la realidad del pasado, su relación con el presente y la deuda que tenemos con el Señor, cuya vida, muerte y sacrificio cobran un mayor significado.1

En Estambul, los matrimonios debieron tomar rumbos diferentes. Los Kimball viajaron a Alemania y a Holanda para asistir a conferencias de estaca, mientras que los Hunter, para cumplir con una asignación similar además de participar en otras reuniones llevadas a cabo en siete misiones distintas, viajaron a Inglaterra y a Suiza. Después, los Hunter tomaron un avión hasta Berlín, donde también visitaron el sector oriental, al otro lado del gran muro de cemento que se había construido poco antes para dividir la ciudad. "A ambos lados del muro", notó el élder Hunter, "había guardias militares. Aunque yo he leído mucho acerca de la tiranía del comunismo, nunca antes había comprendido realmente lo que significa la libertad. Me compadezco de la gente que vive bajo la angustia del temor continuo."

Después de pasar seis semanas de constante trajín, los dos apóstoles y sus respectivas esposas estaban ansiosos de regresar a sus hogares. Desde Alemania viajaron en avión a Nueva York, donde la hermana Kimball se quedó para ir a visitar a uno de sus hijos en la ciudad de Albany, en tanto que los Hunter y el élder Kimball siguieron viaje. El avión tuvo que permanecer én Grand Junction, estado de Colorado, porque el aeropuerto de Salt Lake City estaba cerrado por causa de niebla. Como no había camarotes disponibles en el tren que entonces debieron tomar a las dos de la mañana, viajaron sentados toda la noche para llegar a Salt Lake City unas seis horas más tarde.

Un taxímetro llevó al élder Kimball y al élder Hunter al Templo de Salt Lake para la reunión de los jueves de la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce, y a la hermana Hunter hasta su casa. En su diario, el élder Hunter concluyó con este comentario: "Viajar es algo interesante, pero nada hay en el mundo que pueda compararse al hogar."

El crecimiento de la Iglesia y el

incremento en las tareas

A PESAR DE cuán maravilloso es para él su hogar, el élder Hunter no siempre tiene tiempo para disfrutarlo sino por pocos días a la vez. El número de los países que permiten la obra misional ha aumentado enormemente desde 1960, con el consecuente incremento sin precedentes de misiones y estacas en todo el mundo, en particular, en Latinoamérica y en Asia.

Mientras que en décadas anteriores los miembros del Consejo de los Doce solían visitar sólo unos pocos países durante todo su ministerio, en la segunda mitad de este siglo los após-toles han tenido que viajar, por lo general, a muchas naciones cada año. Sus asignaciones incluyen entrevistas con oficiales de gobierno en países que previamente no hayan permitido la labor de la Iglesia, a fin de obtener la autorización necesaria para la futura obra proselitista; también la supervisión de las misiones y de los templos, y la capacitación de sus presidentes, la organización, división y reorganización de estacas, la verificación de los asuntos temporales

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y el desarrollo de la Iglesia y el fortalecimiento de sus miembros en las regiones que visitan. Poco tiempo después de que el élder Hunter recibiera su llamamiento como apóstol, el

número de oficiales en los diferentes lugares comenzó a acrecentarse rápidamente, por lo que se llamó a Representantes Regionales y, por cierto tiempo, a Representantes Misionales para que proveyeran la capacitación de líderes locales del sacerdocio. Al cabo de algunos años, aumentó el número de miembros del Primer Quórum de los Setenta y, a fines de la década de 1980, se organizó el Segundo Quórum. Aunque se han simplificado algunos programas y aun se han eliminado otros, las responsabilidades de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce fueron haciéndose cada vez mayores. Esto les ha requerido gran dedicación y un esfuerzo extraordinario para atender las necesidades de la Iglesia, cuyo número de miembros ha venido duplicándose con el paso de los años y cuya obra se extiende hasta los confines del mundo.

El élder Hunter ha sido siempre partícipe en esta expansión extraordinaria, habiendo ocupado cargos en muchos directorios de corporaciones y en comités de la Iglesia, y tra-bajando como director o asesor de los principales departamentos en las Oficinas Generales. Cuando no se hallaba viajando por el extranjero en funciones asignadas por la Iglesia, en la mayoría de los fines de semana tenía que presidir en conferencias de estaca en los Estados Unidos o en Canadá. En las pocas ocasiones en que no tenía ninguna asignación oficial, con frecuencia se lo podía encontrar en su oficina poniendo al día sus tareas. Siendo que, por lo general, cumplen muchas funciones en los fines de semana, las Autoridades Generales tienen libre el día lunes. De tanto en tanto, el élder Hunter lo ha mencionado en su diario con algunos comentarios como los siguientes:

"El presidente McKay nos ha dicho que todas las semanas nos tomemos un día libre. Nunca lo he logrado, pero me agradaría arreglar mis asuntos para poder hacerlo." (5 de febrero de 1962.)

"La Primera Presidencia ha reiterado varias veces que no deberíamos ir a la oficina los lunes. Pensé que quizás hoy podría trabajar sólo unas horas para arreglar algunos asuntos pendientes, pero eran las seis de la tarde cuando terminé de hacerlo." (14 de marzo de 1966.)

"Una de las resoluciones que he tomado para este año es que no iré a trabajar a la oficina en días lunes, como se nos ha pedido. Hoy falté a mi promesa, pero desde ahora en adelante me esforzaré por cumplirla." (4 de enero de 1971.)

Las tareas continuaron multiplicándose sin cesar, y aun a fines de 1991 seguía disponiéndose a no trabajar los lunes en su oficina: "Creo que soy el único miembro del Consejo de los Doce que se halla hoy en la oficina. Como Autoridades Generales, se espera que nos tomemos libre el día lunes, pero no lo he hecho. Quizás no vendré más a la oficina los lunes." (11 de noviembre de 1991.)

Diversas bienvenidas

A PESAR DE sus enormes responsabilidades, el élder Hunter encontraba siempre

provechosa e inspiradora su relación personal con los miembros de la Iglesia. Para muchos de éstos, si no para su mayoría, quizás cuando asistían a las conferencias en las que él presidía y hablaba, el élder Hunter era la única Autoridad General que jamás tendrían la oportunidad de conocer. Al terminar las reuniones se formaban largas filas para saludarlo y más de una vez perdió su avión porque se quedaba para estrechar la mano de todos. Nunca parecía estar de

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prisa y quien lo conocía recibía la impresión de ser, en ese preciso momento, la persona más importante en la vida del élder Hunter.

El gozo de estar en la presencia de una Autoridad General se manifestó muy particularmente entre los miembros de la Iglesia en las islas del Pacífico Sur. De acuerdo con un ex presidente de estaca en Samoa, "el élder Hunter tiene una modalidad especial para con la gente de la Polinesia y sabe percibir las diferencias entre las culturas. En ese respecto, es como el presidente Kimball."

En 1968, cuando fue a organizar la Estaca Nuku'alofa en Tonga, esperaban al élder Hunter y a su esposa los líderes de la misión y de las mesas directivas, muchos miembros de la Iglesia, representantes de los medios de prensa, fotógrafos, y la banda de música de los alumnos de la Escuela Secundaria Liahona. "A medida que pasábamos entre las filas de recep-ción, la banda iba tocando y la multitud se nos acercaba para estrecharnos la mano y ponernos collares de flores alrededor del cuello", escribió luego el élder Hunter. "Nunca antes habíamos tenido tal recibimiento de tanta gente. Tiene que haber habido allí, por lo menos, 250 personas."

Durante esa visita, él y el élder Thomas S. Monson, quien lo acompañaba, conocieron al rey Taufa'ahau Tupou IV de Tonga. El élder Hunter describió así la ocasión: "Fuimos al palacio a la hora señalada y se nos condujo a la sala de recepciones donde, en un extremo, se encontraba sentado el rey. Al vernos entrar, se puso de pie, nos saludó y nos estrechó la mano a medida que nos presentaban. ... El rey es un hombre de considerable tamaño. Según se nos dijo, pesaba más de 180 kilos, y es una persona muy agradable y cordial con toda la dignidad de la realeza. Conversamos acerca de la Iglesia y el hermano Monson le comunicó los saludos del presidente McKay."

Claire acompañó por lo general al élder Hunter en sus vía-es a diversos lugares del mundo hasta fines de 1970, cuando por razones de salud debió dejar de hacerlo. De acuerdo con el presidente Monson, cuando viajaron a Tonga, las hermanas Hunter y Monson visitaron a las hermanas de la Sociedad de Socorro y a los niños de la Primaria. "La hermana Hunter solía tomar a aquellos niños en sus brazos y, sentando a uno en cada rodilla, conversaba con ellos", dijo, "y entonces les decía a las maestras de la Primaria cuán bendecidas y privilegiadas eran de tener la oportunidad de enseñar a esos niños maravillosos. Ella conocía el valor del alma humana."2

Al regresar de un viaje a Australia y al Pacífico Sur, el élder Hunter le dijo a un periodista del semanario Church News que un presidente de misión le había comentado que bien le valdría tener "un cuello fuerte." El reportero escribió luego: "El élder Hunter recordó esta advertencia cuando los miembros de Papeete y de las islas vecinas lo saludaron estrechándole la mano y colgándole del cuello unos collares hechos de conchas marinas. Cuando terminaron de saludarlo, habían adornado a los visitantes con unos 25 kilos de collares."3

Al élder Hunter nunca le gustó ser el centro de atención, pero sí le agradaba reunirse con la gente. En los mares del sur se le brindaron muchos homenajes en ceremonias especiales, como el que recibió en la isla de Fidji, en 1969: "En una solemne ceremonia se me entregó una tauba, que es el más grande honor que pueda presentarse a un rey o a un dignatario visitante. Se trata de un diente de ballena envuelto en una trencilla para poder lucirlo en el cuello. Es algo de tanto valor que no puede sacarse de la isla sin tener un permiso especial. Por tanto, el Secretario de Asuntos Nacionales al Servicio de Su Majestad me dio una carta autorizándome a retirar el tauba de la colonia."

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Otra ceremonia igualmente especial—cosa típica de esas islas—ocurrió cuando, en 1974, se encontraba en Samoa para organizar la Estaca Upólo:

"Unos cien guerreros se hallaban sentados en hilera a ambos lados del Príncipe, quien se sentó junto a un tazón de kava,4 y unos sesenta jefes—casi todos los del sur de la isla— estaban sentados en grupo detrás del tazón. ... La ceremonia comenzó con varios discursos de salutación por parte de los jefes, con toda la pompa y el esplendor de los cortejos de la antigüedad. Una vez preparada la kava, el copero les sirvió a los dignatarios visitantes. Luego llegó el momento de la entrega de regalos. Formaron una procesión para exhibir las veinticinco finas alfombras que habían de darse a los visitantes, como así también otros regalos—cerdo asado, una vaca, canastos, sartas de cuentas y varias cosas más. Alguien nos dijo después que nunca se había visto en toda Samoa una ceremonia tan espléndida ni con tantos regalos."

En una ocasión en que, en junio de 1983, el élder Hunter estuvo en Tonga para organizar una nueva estaca, el presidente Pita F. Hopoate, de la Misión Nuku'alofa, y su esposa tuvieron un hijo. Dos días después, durante una cena en la casa de la misión, el presidente Hopoate anunció que al niño le habían dado el nombre de Howard Hunter-i-Ha'pai Hopoate, con el sobrenombre de "Cuatro Haches."

Cuando el élder Hunter volvió a Tonga dos meses más tarde para la dedicación del templo, la hermana Hopoate llevó al niño al aeropuerto para que él pudiera ver a su tocayo. Luego comentó que "el presidente Hopoate dijo que sus iniciales eran H.H.H.H., pero siendo que la H en el idioma de Tonga se pronuncia 'Já, debía llamársele 'Ja Já Já Já'."

Pasándola lo mejor posible

TODO VIAJE EXTENSO, a veces con horarios rigurosos, suele venir acompañado de

problemas, frustración y sorpresas desagradables. Por lo general, el élder Hunter ha sabido aceptar estas cosas con verdadera ecuanimidad y considerable buen humor, como lo ilustran las siguientes experiencias:

En diciembre de 1965, en Trípoli, él y Claire dejaron el hotel un domingo por la mañana y tomaron un taxímetro hasta el aeropuerto para viajar de allí en avión a Túnez. Pero cuando llegaron al mostrador de la aerolínea, se dieron cuenta de que habían olvidado sus pasaportes en el hotel. Llamaron en seguida por teléfono al conserje y éste se los envió por taxi, pero para entonces el avión había partido y no habría otro vuelo hasta la mañana siguiente.

Entonces decidieron regresar a la ciudad y asistir a la reunión sacramental con un grupo de soldados en una base militar norteamericana; sin embargo, cuando al fin pudieron encontrar la capilla, la reunión había terminado. El hotel en el que se habían hospedado antes no tenía habitaciones disponibles y se les recomendó otro. El élder Hunter escribió: "El cuarto era muy pobre y carecía de baño, pero estábamos agradecidos de tener un lugar donde dormir. Este fue un día en que todo pareció salir mal, desde el mismo estado del tiempo hasta la pérdida del vuelo y el no haber podido asistir a la reunión sacramental. Preferimos reírnos y pasarla lo mejor posible."

En una ocasión se encontraba viajando en un barco pesquero entre las islas de Tonga cuando, contaba, "se desató una tormenta tropical, el mar se enfureció, el barco se remontaba y se abatía, y la lluvia arreciaba. Entonces nos refugiamos bajo la cubierta y uno a uno comenzamos a sentirnos mareados, se malogró nuestro desayuno y nos fuimos al camarote. El

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mar continuó embravecido el resto del día. Claire y yo nos sentíamos demasiado enfermos y nos quedamos en la cama, y era evidente que también los demás se sentían igual." Finalmente, la tormenta se calmó esa noche y cuando el barco ancló a la mañana siguiente, el élder Hunter saludó gozoso a los miembros de la Iglesia que le esperaban en el puerto y, aunque aún se sentía bastante débil, se mostró dispuesto a caminar hasta la capilla que había ido a dedicar.

En el Medio Oriente, el cambio de planes y de horarios no es para nada fuera de lo común. En 1975, el élder Hunter tenía que viajar desde Teherán, en Irán, hasta Israel, a unos 1.200 kilómetros de distancia, pero, a raíz de una huelga de la aerolínea israelí El Al, no había ningún vuelo directo. Después de consultar con diferentes compañías, finalmente consiguió pasajes en una aerolínea iraní hasta Atenas, "desde donde probablemente se podría llegar a Tel Aviv. . . . Sin embargo, debido al creciente conflicto en Beirut, se nos cambió el itinerario y volamos hasta Abadán, sobre el Golfo Pérsico, y de allí proseguimos hacia el norte, a través de los valles entre los ríos Tigris y Eufrates, hasta Bagdad (Irak). Entonces, cruzando Irak, seguimos hacia el oeste por Jordania, Jerusalén y el Mar Mediterráneo hasta Atenas. . . . Nuestro vuelo a Israel en Air France debía salir a las siete pero, llegada esa hora, se nos informó que habría una demora hasta la medianoche."

Aunque llegó a Tel Aviv después de medianoche, le esperaban allí algunos miembros de la Iglesia, quienes le dieron la bienvenida y lo llevaron al hotel donde se hospedaría en Jerusalén.

Poco después, ese mismo año, los Hunter visitaron nuevamente el Medio Oriente y viajaron desde El Cairo hasta Beirut, donde se reunieron con los líderes de la rama y trataron acerca del futuro de la Iglesia en la República del Líbano. "Como norteamericanos que éramos, nos sentíamos un tanto nerviosos al llegar a Beirut en una aerolínea egipcia", dijo. "El aeropuerto estaba vigilado por soldados con ametralladoras y tanques. Notamos algunas ventanas destrozadas y otros daños causados por los terroristas que habían secuestrado un avión la semana anterior, incidente en el que murieron catorce personas. Los pasajeros fuimos transportados hasta la ciudad con una escolta militar."

En Belfast, Irlanda del Norte, los líderes de la estaca llevaron a los Hunter a través de las zonas cuyos edificios habían sido bombardeados y muchos automóviles incendiados por el ejército de la República Irlandesa.

El élder Hunter debió enfrentar un peligro diferente en 1971 cuando, de viaje a América del Sur con su esposa, hizo escala en Panamá. "Antes de ir a dormir, salimos a caminar por una de las calles principales. Al pasar cerca de un callejón, cuatro hombres me atacaron con la aparente intención de arrastrarme hacia el callejón. Me arrojé al suelo y grité a viva voz. En cuestión de unos pocos segundos me revisaron los bolsillos, menos el de mi billetera porque no consiguieron que yo sacara de él la mano. Una multitud acudió a nosotros y los agresores huyeron hacia el tenebroso callejón. No sufrí daño alguno, pero sentí los efectos del ataque; tampoco me faltó nada, excepto la llave de mi habitación del hotel. Este es un lugar peligroso."

Después de cierta conferencia de estaca, el élder Hunter expresó sus sentimientos en su diario personal con respecto a otro tipo de peligro que amenaza a las Autoridades Generales:

Es casi imposible para las Autoridades Generales de la Iglesia mantenerse en línea. Cada fin de semana, cuando permanecemos en el hogar de un presidente de estaca, su esposa se esmera por cocinar y preparar la mesa con abundancia de cosas. Nunca me quejo, porque no hay nada que no me agrade. A mucha gente le gusta el jamón al horno y el pollo asado, y también a mí; pero últimamente he comido estas cosas tantas veces que apenas puedo pensar

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en un cerdo o un pollo sin sentirme culpable al considerarlos ya un tanto empalagosos. Por ejemplo, el pasado fin de semana, en la cena que tenemos los viernes en la Sinfónica

de Utah, nos sirvieron una mitad de pollo a cada uno—mucho más de lo que yo pude comer. En el vuelo a Chicago, el sábado por la mañana, nos sirvieron unas enormes tajadas de jamón para el desayuno. Al mediodía, en viaje a Atlanta, nos sirvieron pollo frito relleno de jamón. Entre Atlanta y Jacksonville el almuerzo fue liviano: emparedados de pollo y jamón.

Cuando llegamos a la casa de nuestros anfitriones, nos esperaban con una gran cena y la hermana había cocinado un delicioso jamón al estilo sureño. Esta mañana, cuando me levanté, la hermana tenía ya el desayuno listo, con huevos fritos, bizcochos, sémola, jalea de melocotón y, por supuesto, unas enormes tajadas de jamón frito.

En el vuelo de regreso a Chicago, no tenía mucho apetito debido a tan suculento desayuno, pero cuando sirvieron un refrigerio—emparedados de pollo y jamón—sólo comí el pan y los encurtidos. En los vuelos nocturnos de Chicago a Salt Lake City siempre sirven una abundante cena. Primero pedí jugo de tomate y luego la azafata preguntó si estaba listo para la cena. "¿Qué tienen para comer?", le pregunté, a lo que respondió: "Shish-kabob de carne vacuna." Asentí de buen grado y pensé, "¡Qué bueno! Al fin comeré algo diferente." A los pocos minutos sirvieron la cena—en una larga puya, venían ensartados tres grandes trozos de jamón, dos más pequeños de carne vacuna, con pedacitos de cebolla y pimientos entremezclados. Me deleité con la carne vacuna y entonces me puse a pensar en que me agradaría mucho que, entre otras cosas, se mencionaran el jamón y el pollo en la Sección 89 de Doctrina y Convenios.

Estoy muy agradecido para con tanta gente maravillosa con quienes he pasado muchos fines de semana y aprecio mucho su bondad, pero al pasar de regreso a casa frente a una hamburguería no pude menos que pensar, "¿No serían, acaso, una hamburguesa y una leche malteada un delicioso banquete?"

"A los extremos de la tierra"

En UNA REVELACIÓN dada al profeta José Smith, el Señor dijo, concerniente a los

Doce Apóstoles: "Tú testificarás de mi nombre. . . y enviarás mi palabra a los extremos de la tierra." (D. y C. 112:4). Como apóstol, Howard Hunter ha proclamado realmente el evangelio "a los extremos de la tierra", por medio de sermones transmitidos vía satélite a las regiones más lejanas del mundo y también mediante visitas personales a muchos países que, durante la mayor parte de este siglo, habían sido inaccesibles para los líderes y misioneros de la Iglesia.

En sus viajes, el élder Hunter ha visitado diversos lugares en todo el mundo: desde Machu Picchu, el centro arqueológico incaico en los Andes peruanos hasta los desiertos azo-tados por los vientos y la arena en África; desde Dachau, el ignominioso campo de concentración de la Segunda Guerra Mundial en el sur de Bavaria hasta el Taj Mahal, en la India; desde la Gran Muralla China hasta el muro de Berlín; desde la Plaza Roja en Moscú hasta la de Tiananmen en Pekín; desde asoladas ciudades como Beirut y Belfast, hasta los apacibles villorrios y los senderos campestres en Escandinavia y Escocia; desde el Monte Victoria sobre Hong Kong hasta la Meseta Montañosa que domina El Cabo, en África del Sur; y desde la llanura desértica de Australia hasta las bulliciosas y atestadas ciudades de Shanghai, Tokio, Río de Janeiro y Bombay. El élder Hunter ha navegado por los canales de Venecia, por el Mar Mediterráneo y por los ríos Moscú, Sena, Hudson, Nilo, Rin y Danubio; ha viajado en

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trenes de cremallera, subterráneos, interurbanos y en el Expreso del Oriente, en autobuses y también en los tradicionales carruajes japoneses tirados a mano; asimismo, ha montado caballos, camellos y burros.

Son muy pocos los lugares del mundo que no haya visitado alguna vez y muy raros los medios de transporte y los tipos de hospedaje que no haya utilizado. Y doquiera que ha ido, ha sabido enseñar y fortalecer a los miembros de la Iglesia, acercándose personalmente a ellos y a muchos otros. Siempre ha estado genuinamente interesado en la gente y le agrada sobremanera volver a ver a sus viejos amigos y establecer nuevas amistades. Ha conocido y ha conversado con muchos jefes de estado, oficiales de gobierno y líderes religiosos en muchos países, y se ha relacionado con mucha gente de condición y posición humildes.

Una vez, encontrándose en función oficial con el élder Neal A. Maxwell en El Cairo, caminó con él por en medio de hacinadas multitudes para ir a buscar al portero del hotel en que se había hospedado años antes. Recordaba cuán bondadoso había sido con él, y se enteró con profunda tristeza de que el hombre ya había fallecido.

En Noruega, en septiembre de 1966, él y su esposa visitaron Hammerfest, la ciudad más septentrional del mundo, por sobre el Círculo Ártico. Un artículo en el semanario Church News describió así su aventura: "No es nada fácil llegar a Hammerfest en medios de transporte regulares. Originalmente, se había dispuesto que los visitantes viajaran a esa ciudad en hidroplano, pero el mal estado del tiempo no lo permitió. Entonces decidieron hacerlo en automóvil desde Alta, la ciudad con aeropuerto más cercana a Hammerfest. La nieve empezó a cubrir las carreteras. Varias veces, el élder Hunter y el presidente Leo M. Jacobsen debieron bajarse del automóvil para empujarlo en la nieve. Cuando todo parecía en vano, pasó por allí un camión y los remolcó por sobre la cima de la montaña hasta Hammerfest."

Finalmente, a las diez y media de la noche llegaron a una reunión que debía haber comenzado a las siete y se encontraron con que la mayoría de los miembros aún les aguardaba. Habían venido desde varios lugares por el cabo norte, aun desde Kirkenes, en la frontera con Rusia", dijo el élder Hunter. El artículo del semanario terminó diciendo que, como resultado de esa visita, "los misioneros han percibido una actitud más amigable entre los lugareños y un renovado sentimiento de solidaridad entre los miembros de la Iglesia."5

El élder Hunter es un hombre muy modesto, discreto y considerado que piensa en los demás antes que en su propia comodidad. En lugar de que se le dispense una atención espe-cial, prefiere ser aceptado como parte del grupo. Los jóvenes, en particular, congenian con él.

Cuando en mayo de 1975 se le pidió que acompañara al grupo de danzas folklóricas internacionales de la Universidad Brigham Young en una excursión de dos semanas en la China, él podría haber viajado en la sección de primera clase, pero prefirió hacerlo en la sección económica con los miembros del grupo y sus asesores. "El avión iba lleno y viajábamos un poco apretados", comentó, pero nunca se quejó de las condiciones, ni del hospedaje, ni de la exigencia de los horarios.

El élder Hunter acompañó al grupo en casi todas sus excursiones y asistió a la mayoría de sus actuaciones, y no demoró en convertirse en el compañero y amigo predilecto de cada uno de ellos. En su diario describió detalladamente el itinerario y las experiencias del grupo, agregando comentarios como éstos: "Después de una divertida noche de entretenimientos, nos retiramos a descansar cerca de la medianoche", y "Por espacio de una hora estuve contestando preguntas a los alumnos." Refiriéndose a los miembros del grupo, dijo: "Son los treinta y dos jóvenes más considerados, amables, corteses, felices, espirituales y atentos con quienes jamás haya estado relacionado. Es un verdadero placer acompañarles en este viaje."

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En Hong Kong, en ocasión de su última reunión espiritual, les dijo a los alumnos que con mucho gusto haría llegar cualquier mensaje a sus respectivas madres si le daban sus números de teléfono. En el transcurso de pocas semanas, ya de regreso en su oficina en Salt Lake City, cumplió su promesa e hizo cada uno de los llamados telefónicos.

En otro viaje con alumnos de la Universidad Brigham Young, les demostró que es un buen camarada, que tiene un buen sentido del humor y que está dispuesto a tomar riesgos y a soportar cualquier incomodidad. En 1982, fue con un numeroso grupo de alumnos, líderes y miembros de la Rama Jerusalén y otros en una excursión al Monte Sinaí, poco antes de que Israel le devolviera a Egipto la región.

Los alumnos viajaron en autobuses, en tanto que el élder Hunter y su comitiva lo hicieron en una avioneta "por sobre las arenas y el escabroso desierto y las montañas de la Península del Sinaí, hasta un pequeño aeropuerto", el cual, comentó, se encontraba sujeto a una estricta vigilancia militar. "En diversos sectores, los soldados israelíes estaban desmantelando las instalaciones y el ejército egipcio se desplazaba construyendo campamentos. Tuvimos la impresión de que estábamos en medio de un conflicto bélico." Los alumnos llegaron al aeropuerto al caer la noche y los 128 turistas se acomodaron como pudieron en una barraca para descansar unas horas.

A las dos de la mañana siguiente, tomaron los autobuses para trasladarse hasta la base del Monte Sinaí, donde las personas de mayor edad montaron camellos y los más jóvenes comenzaron a caminar hacia la cima. El élder Hunter describió así la ocasión:

Hacía frío y la luna llena permitía ver bien el rocoso sendero. La larga caravana inició su viaje pasando por el monasterio Santa Catalina, rodeando la base del Monte Sinaí y comenzando el ascenso por la empinada ladera. Andar sobre un camello lento, bamboleante y maloliente no es algo que podría considerarse como una experiencia placentera, pero tampoco lo es el escalar una montaña por un sendero áspero y rocoso. A medida que seguíamos ascendiendo, se iba poniendo cada vez más frío y el viento comenzó a soplar.... Yo tenía puesta una chaqueta abrigada con capuchón, pero las piernas, que colgaban del camello, se me adormecían a causa del frío y tenía las manos entumecidas al arerrarme al asta de la montura.

Habían pasado ya dos horas e íbamos acercándonos a la cima. Los camellos se resbalaban en las piedras y, finalmente, los camelleros indicaron que no era posible continuar más adelante. Entonces hicieron que los camellos se inclinaran para que pudiéramos desmontar. Apenas podía yo caminar y el viento arreciaba. Agradecidos por la luz de la luna, caminamos lentamente por entre las rocas hasta llegar a los setecientos escalones que llevan hasta la cumbre. Esforzándonos paso a paso, llegamos a una saliente desde donde podíamos percibir la cima. . . .

De pronto, notamos que empezó a aclarar el día y nos quedamos en una hendedura para observar la salida del sol que, gradualmente, apareció por sobre las montañas a la hora sexta—un espectáculo que jamás he de olvidar. David Gal-braith preguntó, "¿Ponemos nuestro pie en la cumbre?", a lo que respondí, "Ya lo he visto todo; para mí es suficiente. No puedo creer que Moisés haya ascendido más allá de este punto."

El frío y el viento eran demasiado para mí, así que comenzamos a descender por la empinada ladera hasta donde habían quedado los camellos. No hay palabras que puedan expresar lo que significa bajar por la cuesta del Monte Sinaí montado en un bamboleante camello de patas rígidas. La mayoría de los alumnos descendieron tomando un atajo por el otro lado de la montaña y nos recibieron alborozados cuando llegamos al monasterio Santa Catalina dos horas más tarde.

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Para entonces, la temperatura era más cálida, nos sentamos al sol sobre la arena, detrás del monasterio, y tuvimos una reunión espiritual con estos jóvenes maravillosos. Cantamos ... y cada uno de nosotros pronunció algunas palabras. Yo les leí los relatos del Antiguo Testamento referentes al Monte Sinaí y los Diez Mandamientos, los cuales parecían ser mucho más reales ahora que habíamos subido a donde subió Moisés.

La visita al hogar de los miembros

ALGUNAS DE LAS más gratas experiencias que ha tenido el élder Hunter, las vivió al

visitar el hogar de miembros de la Iglesia. Una de tales ocasiones fue en la Europa Oriental, mucho antes de que se rasgara la "cortina de hierro." En septiembre de 1967, y en compañía del presidente Rendell N. Mabey y su esposa, de la Misión Suiza, el élder Hunter dirigió una conferencia en Polonia, donde en esa época había una sola rama con veinticuatro miembros de la Iglesia en la pequeña villa de Zelwagi. Allí se hospedaron en la casa del presidente de la rama, Erich Konietz. El élder Hunter escribió:

"Cuando llegamos a la casa, su esposa y sus cuatro pequeños hijos se acercaron a recibirnos, alborozados de tener la visita de su presidente de misión y de una Autoridad Gene-ral. La casa, en la que habían vivido los abuelos de la hermana Konietz, era muy humilde, y ahora residían allí los miembros de una cuarta generación. Tanto dentro como afuera hay moscas, perros, gatos, gallinas y gansos, pero la familia es feliz y todos son miembros fieles de la Iglesia.... El presidente y la hermana Mabey durmieron en un sofá en la sala comedor, Claire y yo ocupamos el dormitorio, y la familia durmió en las habitaciones de los niños. Las comodidades no eran muchas; había que traer el agua en un cubo desde un pozo que hay en el fondo de la casa y, como carecían de baño, uno tenía que atender sus necesidades afuera y a la luz de la luna."

A la noche siguiente, los miembros de la rama se reunieron en la primera sesión de la conferencia. "Desde Gliwice, en el sur de Polonia, dos hermanas viajaron 22 horas en tren, algunos llegaron desde el Mar Báltico, al norte, en otro tren después de 20 horas de viaje, mientras que otra familia viajó 7 horas en automóvil. Esta era la segunda vez que un miembro del Consejo de los Doce visitaba la rama, pues el élder Ezra Taft Benson lo había hecho en 1946. Una sesión nocturna de la conferencia se efectuó en la capilla.... A excepción del idioma, fue como estar reunidos en nuestro propio barrio, donde prevalecen las salutaciones amistosas, el lloriqueo de los niños y las conversaciones espontáneas."

Después de la sesión matutina del domingo, a la que asistieron ochenta y ocho personas, "todos caminamos hasta un lago, donde el presidente Mabey bautizó a tres personas.... Luego regresamos a la capilla y los confirmamos miembros de la Iglesia."

Cuando llegó el momento de partir, los Mabey distribuyeron ropa y otros efectos entre los adultos, y juguetes y dulces entre los niños. "Para ellos fue como la Navidad, porque es tan poco lo que tienen", escribió el élder Hunter. "En su mayoría, los miembros lloraban cuando nos estrechaban la mano, y fue en realidad una triste despedida.

A medida que nos alejábamos en el automóvil, todos permanecieron afuera de la capilla saludándonos con la mano. No sé si alguna vez volveremos a ver a estos fieles miembros de la Iglesia."

En 1972, mientras se encontraban en Europa en funciones relacionadas con la Sociedad Genealógica, el élder Hunter y su esposa acompañaron a Fred Barth, un empleado de la

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sociedad, hasta la pequeña localidad de Jidvei, en Rumania, donde el hermano Barth había nacido. Se hospedaron en la casa de su sobrino, Martin Barth. Las comodidades eran escasas pero agradables, observó el élder Hunter, agregando que "ninguna de las viviendas contaba con un cuarto de baño interior, y cuestioné la lealtad de la gente cuando noté que como papel higiénico usaban el periódico oficial del partido comunista."

En la mañana del último de sus tres días de estada, el élder Hunter escribió: "Las campanadas de la iglesia y el canto del gallo nos despertaron temprano, cuando apenas se asomaba el sol sobre la aldea. Cuando regresé de la pequeña casucha detrás del gallinero, me encontré con Martin que volvía de ordeñar una búfala para servirnos leche y cereal como desayuno. A manera de ducha, nos lavamos con agua fría en una jofaina y quedamos listos para las tareas del día.... Uno a uno, todos los miembros de la familia se hicieron presentes. La despedida fue muy triste, pues habían sido muy generosos y compartieron con nosotros todo lo que poseían para que nuestra visita fuera agradable. Sabíamos, por supuesto, que proba-blemente nunca más habríamos de tener la oportunidad de estar juntos."

El renacer de la historia

COMO HISTORIADOR, el élder Hunter ha visitado con particular interés los lugares

donde el profeta José Smith y los demás apóstoles de su época vivieron y predicaron el mensaje del evangelio restaurado. Y como genealogista, ha efectuado una extensa investigación de la historia de sus antepasados y ha viajado a los numerosos pueblos y aldeas donde vivieron en Europa.

En octubre de 1963, el élder Hunter y su esposa asistieron a una conferencia de presidentes de misión y sus respectivas esposas, la cual se llevó a cabo en Nauvoo, Illinois. Una noche, las mujeres se quedaron en la antigua residencia del presidente John Taylor y los hombres se fueron a dormir en el piso de la cárcel de Carthage, donde en junio de 1844 un populacho asesinó al profeta José Smith y a su hermano Hyrum. El élder Howard escribió al respecto:

Después de prepararnos para dormir, nos sentamos en círculo sobre las camas en el cuarto principal del segundo piso de la cárcel y conversamos acerca de los acontecimientos que tuvieron lugar allí muchos años antes. El presidente M. Ross Richards, de la Misión de los Estados del Golfo, es nieto de Willard Richards, quien se encontraba con el profeta José y su hermano Hyrum el día de su martirio. Nos relató lo que había sucedido aquel día y los detalles de la tragedia. A la tenue luz del lugar, podíamos ver en el piso las manchas de la sangre de Hyrum y, a un lado, la ventana por donde cayera el Profeta después que lo balearon. Después cantamos "Un pobre forastero", el himno que tanto le agradaba al Profeta y que, poco antes de que la muerte interrumpiera su misión terrenal, le había pedido a John Taylor que se lo cantara.

Nunca habré de olvidar aquellos momentos que pasé con los hermanos en ese lugar. El presidente Carroll W. Smith, de la Misión Canadiense Occidental, ofreció una oración y entonces nos acostamos a dormir. El presidente Smith y yo dormimos en la celda interior, entre rejas.

Cada vez que sus funciones se lo permitían, el élder Hunter trataba de visitar en Europa los lugares de donde procedieron sus antepasados y los antepasados de su esposa antes de que emigraran a los Estados Unidos.

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En septiembre de 1970, cuando Fred Barth lo acompañó como intérprete, alquiló un automóvil en Praga, Checoslovaquia, y viajaron hasta Polonia, donde procuró encontrar el pueblo de Dorskau y otras localidades importantes en la historia familiar de Claire. Permanecieron en Zary, cerca de los límites de la Alemania Oriental, que anteriormente había sido la ciudad alemana de Sorau. Desde allí, viajaron unos siete kilómetros hasta Droskau. No pudieron encontrar a nadie que hablara alemán y en el cementerio vieron que las lápidas habían sido derribadas y destruidas durante la invasión de Polonia. En Zary, dijo el élder Hunter, "tomamos fotos de las calles, del edificio de la alcaldía en la plaza principal donde pensamos que Maria Reckzeh llevó a sus hijos para hacer los trámites para emigrar a los Estados Unidos, y de la estación ferroviaria que sin duda existía ya en esa época."

Dos años más tarde, en abril de 1972, el élder Hunter y su esposa viajaron a Dinamarca para visitar ciertos lugares donde habían vivido algunos de sus antepasados. Les acompañaban el presidente Paul L. Pehrson, de la Misión Danesa, y su esposa, y se detuvieron en numerosos pueblos para tomar fotografías, visitar las parroquias de las iglesias y hablar con la gente. En uno de esos pueblos encontraron la iglesia, todavía en buen estado y funcionando después de varios siglos, en la cual acristianaron a Morten Rasmussen, el bisabuelo del élder Hunter, y a la que concurrían los miembros de su familia.

"Esta ha sido una experiencia emocionante para mí", dijo al término de su apresurado viaje, "porque pude visitar cada una de las ciudades, villas e iglesias de Dinamarca en las que, hasta donde he podido verificar según los registros, nacieron, fueron acristianados, se casaron y murieron mis antepasados daneses.... Esta visita ha hecho renacer la historia, y la vida de cada uno de ellos se ha convertido en una realidad."

En otro de sus viajes a Escandinavia, los Hunter fueron a varios lugares en Noruega donde, por muchas generaciones, había vivido la familia de su bisabuela Nilla Pedersen.

En septiembre de 1989, el élder Hunter y su hijo Richard visitaron la abadía Paisley, fundada en 1163, en la que se cree que su abuelo John Hunter fue bautizado miembro de la Iglesia de Escocia. Luego recorrieron el Castillo de Hunterston, enclavado en una propiedad de cuatrocientos sesenta hectáreas cerca de Largs, en el estuario de Clyde.

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10 EL MINISTERIO APOSTÓLICO —PARTE 1

El APOSTOLADO, escribió el élder Bruce R. McConkie, "tiene la responsabilidad de

proclamar el evangelio en todo el mundo y también de regular los asuntos de la Iglesia."1

Casi inmediatamente después de ser ordenado apóstol, Howard W. Hunter comenzó a intervenir activamente en la administración de los asuntos de la Iglesia en el mundo. Muchas de las asignaciones se le dieron a raíz de su experiencia en cuestiones legales y de negocios, mientras que otras le permitieron explorar nuevos campos de acción. Cada una de estas funciones fueron expandiendo su percepción en cuanto a la diversidad y a las necesidades de la Iglesia en su rápido crecimiento internacional.

En 1971, uno de esos años característicos, ocupó los cargos de Historiador de la Iglesia, Presidente de la Sociedad Genealógica, supervisor de área de las misiones de los Mares del Sur y de Australia y luego de las sudamericanas, Director del Centro Cultural Polinesio, y Presidente de la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo. Fue también miembro de la mesa directiva del sacerdocio, del comité de publicaciones, del consejo de educación, del comité asesor de inversiones, del comité de conferencias de áreas, del comité de personal, del comité coordinador de bibliotecas de centros de reuniones, del directorio de la Universidad Brigham Young, y del comité de la facultad de derecho de esa misma universidad. Asimismo, integró los directorios de varias instituciones financieras y de compañías de seguros, y de la compañía inmobiliaria Watson. El élder Hunter ha dejado una indeleble impresión en cada una de esas funciones, demostrando su buena disposición hacia los sistemas modernos, las ideas y los diferentes procedimientos para llevar a cabo las cosas, y un interés verdadero y gran sensibilidad en cuanto a las necesidades y los sentimientos de las personas con quienes se ha relacionado. Sus compañeros en el Consejo de los Doce—hombres que con él han participado en concilios, han viajado y han trabajado en funciones eclesiásticas y profesionales—han dicho del élder Hunter:

• "Tiene una habilidad especial para hacer que la gente se sienta cómoda. Nunca se impone a ellos, sino que sabe escucharles."

• "Cuando él viaja con otras personas, siempre trata de asegurarse de que todos estén bien atendidos y de que nadie se sienta incómodo o molesto."

• "El élder Hunter es firme cuando tiene que serlo, amable cuando corresponde, y compasivo cuando es necesario."

• "Nunca lo hemos visto perturbado, irritado o descontento por ninguna cosa. Tiene una manera especial de ver que todo se haga correctamente, de acuerdo con las Escrituras y con las tradiciones y normas de la Iglesia. Tiene interés en los demás y es muy afectuoso, caritativo y compasivo. Es muy leal con sus líderes y un devoto estudiante de las Escrituras, de la humanidad y de la naturaleza humana. Posee todas las cualidades para ser un líder de la humanidad y un verdadero representante del Señor."

• "Posee esa extraordinaria paciencia que emana de la paz interior. Uno debe estar en condiciones de sentir el amor y el apoyo de nuestro Padre Celestial y de nuestro Salvador para vivir, como vive él, una vida de abnegación."

Estos rasgos de su personalidad, en combinación con su astuta mentalidad legal, le han

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ayudado a cumplir con sus numerosas asignaciones. El élder Hunter ha sabido desempenar con notable franqueza su mayordomía en cuanto a los asuntos de la Iglesia. Mucho es lo que, bajo su dirección personal, se ha logrado para acelerar la obra del Señor entre los fieles y facilitar la misión que la Iglesia tiene de proclamar la plenitud del evangelio "hasta los cabos de la tierra." (D. y C. 1:23.) Un repaso de sus varias funciones habrá de ilustrar el alcance de su liderazgo e influencia.

La Sociedad Genealógica

La HISTORIA FAMILIAR siempre ha sido un tema predilecto del élder Hunter. Aun

cuando niño, le interesaba saber acerca de su linaje y solía escuchar con gran entusiasmo los relatos sobre sus antepasados pioneros. Ya adulto, ha investigado extensamente cada nombre, fecha y lugar necesarios para entrelazar sus líneas familiares. Durante los meses inmediatos a la fecha en que fue llamado al Consejo de los Doce, cuando viajaba todas las semanas entre California y Utah, solía quedarse por las tardes en la biblioteca genealógica de la Iglesia o visitar a sus primos en la zona de Salt Lake para intercambiar con ellos información sobre su historia familiar.

Así fue que el élder Hunter ya tenía experiencia en cuanto a la genealogía cuando, el 4 de marzo de 1960, fue llamado a la mesa directiva de la Sociedad Genealógica, como se denominaba entonces al actual Departamento de Historia Familiar. Desempeñó tal cargo hasta el 16 de junio de 1961 y volvió a ocuparlo el 23 de diciembre de 1963. Un mes más tarde, el 21 de enero de 1964, se le llamó como presidente de la sociedad, posición que ocupó durante ocho años, hasta que fue relevado el 14 de febrero de 1975. Durante esos años se produjeron algunos de los cambios más significativos de la organización, los cuales tuvieron lugar como parte del programa de correlación.

El 30 de septiembre de 1961, en un discurso que pronunció en la sesión del sacerdocio durante la conferencia general de la Iglesia, el élder Harold B. Lee hizo una reseña del pro-grama de correlación que se proponía y de la necesidad de "una mayor coordinación y correlación entre las actividades y los programas de los diferentes quórumes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares", en procura de "la consolidación y simplificación del plan de estudios, las publicaciones, los edificios y las reuniones de la Iglesia, y muchos otros aspectos importantes de la obra del Señor."2

Una importante medida que habría de afectar la obra genealógica se llevó a efecto en enero de 1963, cuando se le asignaron al sacerdocio las responsabilidades correspondientes a cuatro aspectos principales—la obra misional, el plan de bienestar, la orientación familiar y la genealogía—y el director de la Sociedad Genealógica pasó a ser miembro del comité coordinador de la Iglesia.3

En esa época, el Presidente de la Sociedad Genealógica era el élder N. Eldon Tanner, quien acababa de ser llamado al Quórum de los Doce después de haber sido uno de los Ayu-dantes de los Doce. Aunque ocupó ese cargo por menos de un año, fue durante su administración que se adoptaron varias medidas para modernizar la organización, estudiar la posibilidad de utilizar computadoras y otros sistemas técnicos, y lograr que la operación fuera más profesional y eficaz. Asimismo, la organización se incorporó como la Sociedad Genealógica de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, de conformidad con las leyes del estado de Utah.

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En octubre de 1963, el élder Tanner fue llamado como segundo consejero en la Primera Presidencia. En diciembre, nombró entonces al élder Theodore M. Burton, quien era Ayudante de los Doce, vicepresidente y gerente general de la sociedad. Un mes después, en enero de 1964, la Primera Presidencia llamó a Howard W. Hunter para que reemplazara al presidente Tanner como presidente de la Sociedad Genealógica.

Uno de los mayores problemas que afectaba en esa época a la Sociedad Genealógica era la carencia de nombres para hacer la obra en el templo. Durante décadas se había alentado a los miembros para que buscaran los nombres de sus antepasados fallecidos y que proveyeran registros de grupo familiar, los cuales debían ser verificados por la Oficina de Registros del Templo antes de que pudiera efectuarse la obra vicaria. Este método de verificación manual era lento y difícil, y con frecuencia la información suministrada era incorrecta y los registros debían rechazarse.

Para agravar aún más el problema de no tener un número suficiente de nombres para todos los que asistían al templo, los que suministraban dichos nombres podían, si así lo desea-ban, conservarlos en reserva para sus propios familiares. De otro modo, los nombres se archivaban en el templo para los usuarios que no contaban con registros de sus antepasados.

Aunque frecuentemente se recomendaba a los miembros que intensificaran su propia investigación genealógica y que no dependieran tanto de los archivos del templo, la escasez de nombres aprobados para la obra continuaba aumentando en relación con los miembros que asistían al templo. A raíz del rápido incremento en el número de miembros, especialmente fuera de los Estados Unidos, y considerando la posibilidad de que se anunciara la construcción de varios templos en pocos años, la situación se tornaba crítica y requería que, sin demora, se buscaran soluciones.

La Sociedad Genealógica había comenzado a microfilmar los documentos y registros de sus colecciones en 1938. Terminada la Segunda Guerra Mundial, la sociedad inició los trámites para que se le permitiera microfilmar registros en todos los Estados Unidos y en muchos otros países. Pero a fin de que toda la información obtenida pudiera facilitar más efi-cazmente la investigación genealógica y el archivo en los templos, se necesitaba un sistema moderno para procesarla.

La solución se encontró en las computadoras, que ya a principios de la década de 1960 se estaban desarrollando y adaptando rápidamente para su utilización en los negocios, las industrias, la educación y otras instituciones importantes. La Sociedad Genealógica había estado estudiando y experimentando con diversas maneras de utilizar la nueva tecnología, y en 1962 se implemento un programa para comenzar a usar las computadoras del Departamento de Planeamiento Avanzado, que entonces hacía trabajos computarizados para todos los departamentos de la Iglesia.4

En su carácter de Presidente de la Sociedad Genealógica, el élder Hunter decidió que debía aprender algo acerca de las computadoras y se inscribió para un seminario de siete días que, auspiciado por la compañía IBM, se llevó a cabo en San José, California, en abril de 1964. El curso incluyó clases de financiación y de control de inventario.

Al cabo del primer día, escribió en su diario: "Me maravillé al descubrir que podía preparar un programa de computadora en un solo día, sin tener ninguna experiencia previa."

Después del cuarto día: "Este fue un largo día en que tuvimos que aprender los numerosos lenguajes de la computadora y la matemática operativa. También aprendimos acerca de las funciones de varios tipos de almacenamiento de datos en cintas magnéticas, cilindros y discos, y cómo diseñar los diferentes tipos de programas."

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Al día siguiente: "El material es tan concreto y se nos da tan rápidamente, que tenemos que hacer mucho esfuerzo para mantenernos en el ritmo de la clase. Hacía tanto tiempo que no había tenido que resolver problemas matemáticos complicados, que ahora me siento abrumado. Estamos recibiendo las tareas al mismo paso en que podemos absorberlas. . . . Después de haber aprendido cómo hacer para enviar la información a la memoria de la computadora, cada uno de nosotros diseñó un programa con diversos problemas de inventario complicados y luego lo procesamos electrónicamente."

Finalmente: "Este fue el último día de clases. En la sesión de la mañana, nos explicaron acerca de un gran número de programas para los cuales se puede utilizar una computadora, y después del almuerzo, los instructores nos hicieron ver lo que se podría esperar en el futuro con respecto a esta nueva industria."

Cuando la sociedad inició la conversión de sus copiosos registros a los sistemas electrónicos y se analizaron las posibilidades de las computadoras, el élder Hunter estaba preparado para hablar con conocimiento y entendimiento sobre el tema.

Otra de las necesidades de la Sociedad Genealógica era la de contar con un lugar donde conservar permanentemente los microfilmes. En 1963, cuando el élder Hunter pasó a ser el presidente de la sociedad, se estaba construyendo ya un extraordinario depósito—las Bóvedas de Granito—una gruta monumental con refuerzos de acero excavada en plena montaña en uno de los cañones al sudeste de Salt Lake City, de donde los pioneros habían obtenido, casi un siglo antes, el granito para construir el Templo de Salt Lake.

El 22 de junio de 1966, algunas Autoridades Generales y Otros oficiales de la Iglesia, juntamente con varios líderes de negocios, educacionales y gubernamentales, como así también representantes de medios informativos, recorrieron las Bóvedas de Granito y luego se reunieron al aire libre para participar en la ceremonia de dedicación. El élder Hunter dirigió los servicios y el presidente Hugh B. Brown, Primer Consejero en la Primera Presidencia, pronunció la oración dedicatoria.

Las anotaciones del élder Hunter en su diario personal mencionan algunas deliberaciones realizadas en cuanto a las diversas formas de acelerar y perfeccionar la obra genealógica:

"El hermano Burton vino a mi oficina con George H. Fudge, un antiguo empleado de la sociedad, y juntos analizamos algunas proposiciones innovadoras concernientes a la investigación genealógica" (10 de septiembre de 1965). "Hoy comenzamos la microfilmación de las 800.000 hojas de registros familiares que se recibieron como resultado del programa genealógico del año pasado" (15 de marzo de 1966). "La Sociedad Genealógica ha estado desarrollando un programa que habrá de eliminar el uso de las hojas de registro familiar y que implementará un nuevo concepto en cuanto a la investigación genealógica y la obra del templo" (20 de junio de 1967). "Hoy me reuní con el hermano Burton y Lyman Tyler a fin de hacer recomendaciones a la Primera Presidencia con respecto a las bibliotecas de barrios y estacas en correlación con las bibliotecas genealógicas auxiliares" (10 de abril de 1968).

Como consecuencia de estos estudios y deliberaciones, se llevaron a cabo varios cambios significativos y de gran alcance pertinentes a las operaciones genealógicas de la Iglesia y la obra del templo. Dichos cambios incluyeron:

• El orden en que debían efectuarse las ordenanzas del templo en forma vicaria pasó a ser más flexible. Tradicional-mente, las ordenanzas a favor de los muertos se habían estado haciendo en el mismo orden en que se hacen para los que están vivos: bautismo, confirmación, ordenación al sacerdocio, investidura, casamiento, y sellamiento de hijos a sus padres. De

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acuerdo con las nuevas instrucciones, se dio preponderancia a la obra vicaria en sí; por lo tanto, los hijos podrían ser sellados a los padres aun cuando los nombres de éstos no se conocieran todavía (utilizando la palabra padres en la ordenanza).

• Hasta entonces, un miembro tenía que obtener una recomendación para el templo diferente para cada templo que visitara. Este requisito fue cambiado de manera que todo miembro digno pudiera recibir una sola recomendación, renovable anualmente, que fuera aceptada en todos los templos.

• Se simplificaron los formularios para enviar nombres para la obra del templo. Conforme con el nuevo programa de Información Genealógica y Procesamiento de Nombres (conocido en inglés con el nombre de GIANT), los miembros podían remitir un formulario simple con nombres individuales, sin tener que esperar la confirmación de que están vinculados con su familia.

• Las ordenanzas del templo podrían ahora efectuarse en favor de una persona un año después de su fallecimiento, sin la necesidad de establecer su dignidad para determinar si fue excomulgada o si cometió alguna otra transgresión que no se hubiera resuelto antes de su muerte.

• Se estableció el Servicio de Referencia Genealógica, a fin de poner en contacto a las personas que estuvieran investigando apellidos similares en las mismas regiones.

• El Departamento de Investigación de la Sociedad Genealógica dejó de efectuar indagaciones en favor de los usuarios. En lugar de ello, se implemento el sistema de recomendarles los servicios privados de investigadores acreditados.

• Se modificó la biblioteca genealógica, disponiéndose con estantes accesibles para facilitar la identificación y obtención de sus libros y, posteriormente, de los microfilmes.

• Se establecieron bibliotecas auxiliares en muchos centros de estaca fuera de Salt Lake City.

• La biblioteca y las oficinas se trasladaron a un local provisorio en el centro de Salt Lake City a fin de proceder a la demolición del antiguo edificio y a la construcción de uno de veintiocho pisos para las Oficinas Generales de la Iglesia. A fines de 1972, cuando el nuevo edificio estuvo listo para ser ocupado, la Sociedad Genealógica ocupó diversas oficinas en varios pisos.

• Se establecieron clases, seminarios y publicaciones especiales con el fin de enseñar a la gente cómo buscar información y trazar su genealogía. Comenzando en 1966, se llevó a cabo en la Universidad Brigham Young una conferencia anual sobre genealogía, programa que se suspendió a fines de la década de 1970, cuando la responsabilidad de la capacitación se confió a los líderes locales del sacerdocio.

Estos cambios y varios otros transformaron totalmente la manera en que operaba la Sociedad Genealógica y los servicios que podía ofrecer tanto a los miembros de la Iglesia como a los que no lo son. En 1969, al cumplir su septuagésimo quinto aniversario, la sociedad informó haber recaudado "más de 670.000 rollos de microfilme, equivalentes a tres millones de volúmenes de 300 páginas cada uno. Si a esto se le agregan los seis millones de registros de grupos familiares, un índice de tarjetas que contenga los nombres de 36 millones de personas y la colección de más de 90.000 libros que la sociedad posee, podría uno imaginar la vastedad de su programa de recopilación. La sociedad tiene asimismo 80 bibliotecas auxiliares. ... y recibe de todas partes del mundo unos 1.000 rollos nuevos de microfilme por semana."5

En la época en que sirvió como presidente de la sociedad, el élder Hunter continuó

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trabajando en su propia genealogía. En ocasión de un seminario para Representantes Regionales, se refirió a una visita de sus maestros orientadores en la que hablaron en cuanto a la importancia de preparar las hojas de registro familiar y los cuadros genealógicos. "Queríamos mostrarle las hojas de nuestro grupo familiar", dijeron sus maestros orientadores, agregando: "No tenemos tiempo esta noche de ver las suyas, pero nos agradaría verlas la próxima vez que vengamos a visitarles."

"Esto fue algo muy interesante para mí", comentó el élder Hunter a los Representantes Regionales. "Trabajé arduamente durante todo el mes preparándome para la siguiente visita de los maestros orientadores. Si conseguimos que la gente haga estas cosas, será para ellos un motivo de gran inspiración."

Para celebrar el aniversario de plata de la Sociedad Genealógica, la Iglesia auspició la primera Conferencia Mundial de Registros y, simultáneamente, una Convención y Seminario Mundial sobre Genealogía, llevadas a cabo del 5 al 8 de agosto de 1969 en el Salt Palace de Salt Lake City. En esa oportunidad, asistieron más de seis mil personas que participaron en unos 200 seminarios. El élder Hunter, en representación de la sociedad, dio una cordial bienvenida a los delegados y pronunció uno de los principales discursos, "exponiendo la labor y los objetivos de la Sociedad Genealógica, expresando su reconocimiento a los delegados de muchas naciones de la tierra por su asistencia, y declarando nuestra responsabilidad colectiva de preservar los registros del mundo."

Entre varios discursantes de la conferencia, se destacaron: Lord Thompson de Fleet, distinguido propietario del hondón Times y otros numerosos periódicos; el Dr. Alfred Wagner, de París, experto en programas de archivos de la UNESCO; Genadii Alexandrovich Belov, de Rusia, Director General de los Archivos de la Unión Soviética; el Dr. Félix Hull, Director del Archivo del Condado de Kent, Inglaterra; y el Dr. James B. Rhoads, archivista de los Estados Unidos.

Al término de la conferencia, el élder Hunter escribió en su diario personal: "Ha creado una muy buena voluntad hacia la Iglesia y también ha abierto muchas puertas a nuestra obra en todo el mundo. . . . Aunque fue una empresa colosal y requirió largos meses de ardua labor, creemos que ha contribuido a afianzar nuestra posición como la organización genealógica predominante en todo el mundo."

Al día siguiente, escribió: "Recibí en mi oficina a muchos visitantes que vinieron para manifestar su agradecimiento por los eventos de la semana. Cada uno de ellos expresó abierta-mente su encomio en cuanto al beneficio obtenido en aras de un mejor entendimiento internacional para la preservación e intercambio de registros en el mundo. Muchos nos invitaron a que les visitemos cuando viajemos a sus respectivos países."

Al año siguiente, el élder Hunter asistió al Congreso Internacional de Archivos en Moscú y luego al Décimo Congreso Internacional de Genealogía y Ciencia Heráldica en Viena. En 1971, participó en las negociaciones de la Iglesia para iniciar la microfilmación de registros en Italia. Gracias a la Conferencia Mundial de Registros "y de otras informaciones acerca de nuestra labor", comentó, "varios países que antes nos habían negado acceso a sus registros, están ahora abriéndonos las puertas."

El élder Richard G. Scott, del Consejo de los Doce, quien tiempo después habría de estar relacionado con el Departamento de Historia Familiar, describió de esta manera la influencia que el élder Hunter ejerció sobre este programa tan trascendental: "Dedicó a esta obra una gran parte de su vida y estableció las bases y la trayectoria de los que la Iglesia continúa cosechando frutos."

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Historiador de la Iglesia

EN 1970, UNO de los años en que se implementaron muchos cambios en la Sociedad Genealógica, el élder Hunter recibió un llamamiento adicional, el cual le llegó inesperadamente a fines de una semana muy penosa para las Autoridades Generales y para toda la Iglesia.

El domingo 18 de enero de 1970, en horas de la mañana y después de una prolongada enfermedad, a la edad de 96 años falleció el presidente David O. McKay, el profeta, vidente y revelador. El élder Hunter se encontraba en Reno, estado de Nevada, a fin de dividir la Estaca Reno, cuando se enteró de lo sucedido y canceló entonces sus planes de ir desde allí a California. Esa misma noche regresó en avión a Salt Lake City para ayudar a los Doce en la preparación de los servicios.

El jueves 22 de enero, el día de los funerales en el Tabernáculo, el élder Hunter escribió: "Hoy ha sido un día que nunca hemos de olvidar como uno de regocijo y de tristeza a la vez—regocijo por causa de la vida y el liderazgo del presidente McKay y el gozo de habernos relacionado tan íntimamente con él, y tristeza porque su fallecimiento nos priva de su constante inspiración. . . . Por mi mente pasaron hoy muchos pensamientos. Recordé la ocasión en que envió por mí para que fuera a su oficina el 9 de octubre de 1959, durante la conferencia general, y me llamó a servir en el Consejo de los Doce; y cuando el jueves siguiente puso las manos sobre mi cabeza y me ordenó apóstol; y las numerosas reuniones de la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce en el templo; y las conferencias con él en su oficina; y muchas otras cosas que he experimentado en los últimos diez años. Estoy agradecido por esta relación y por el privilegio de haberme sentado a sus pies y de haber sido enseñado por un verdadero Profeta del Señor. Así concluye una época importante en la Iglesia bajo su dirección durante diecinueve años, y la cual también ha sido tan significativa para mí."

A la mañana siguiente, en una reunión del Quórum de los Doce en el Templo de Salt Lake, se apartó a Joseph Fielding Smith como profeta, vidente y revelador, y Presidente de la Iglesia, con Harold B. Lee como Primer Consejero y N. Eldon Tanner como Segundo Consejero en la Primera Presidencia. El presidente Lee, quien era el apóstol más antiguo, fue asimismo apartado como presidente de los Doce y Spencer W. Kimball como presidente en funciones.

El élder Hunter escribió horas más tarde: "Nunca había presenciado antes una mayor demostración de completa unión como la que hubo en la reunión esta mañana. El Espíritu del Señor nos confirmó, a cada uno de nosotros, la divina aprobación de la medida adoptada, y sabíamos que ésa era la voluntad del Señor."

El élder Hunter tenía que viajar en avión con su esposa el sábado por la noche al Pacífico Sur, y por lo tanto fue a su oficina temprano esa mañana para terminar algunas tareas. La Primera Presidencia tuvo también una reunión esa mañana y, en el transcurso de la misma, lo llamaron para que ocupara el cargo de Historiador y Registrador de la Iglesia. El élder Hunter pasó así a ser el decimoséptimo en ocupar dicho cargo en esta dispensación, en reemplazo del presidente Joseph Fielding Smith, quien lo fuera durante cuarenta y nueve años.

En una entrevista que se publicó en la revista Improvement Era, el élder Hunter se refirió a su nuevo cargo con estas palabras: "Fue tan grande mi sorpresa, que en ese momento no percibí cuán trascendental era la responsabilidad de esa asignación. El presidente Smith había sido el Historiador de la Iglesia por muchos años y apenas si pude imaginarme en esa posición. . . .

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"La asignación, recibida del Señor mediante revelación, es un extraordinario desafío—tanto en el cumplimiento de la tarea de compilar y escribir el material histórico, como de disponerlo para el uso de los miembros de la Iglesia. Creo que la mayoría de la gente tiene interés en la historia, como yo mismo lo tengo. Poseo una obra de 20 tomos sobre la historia de las civilizaciones, y he disfrutado mucho al leerla en varias ocasiones. Pienso que cuando entendemos lo que ha sucedido en el pasado, podemos hacer mejores planes para el futuro."7

Con el fervor que lo caracteriza, el élder Hunter comenzó a estudiar todo lo que podía acerca de la Oficina del Historiador—su historia, sus responsabilidades, su organización y su enorme colección. A la fecha de su asignación, de acuerdo con un informe del semanario Church News, la oficina contaba con cuarenta y ocho empleados y su archivo contenía "más de 260.000 tomos encuadernados y casi un millón de folletos, fotos, grabaciones y documentos. El Historiador de la Iglesia es responsable de preservar todos los registros de la Iglesia, incluso las minutas, los registros del templo, todas las ordenaciones y bendiciones patriarcales, y todo material informativo producido por la Iglesia, tales como películas cinematográficas, diapositivas, cintas, etc."8 Además, el Historiador está a cargo del Comité Coordinador de Bibliotecas de la Iglesia y del programa de administración de registros, el cual evalúa todo material remitido para microfilmación y su permanente preservación.

Estas responsabilidades fueron reveladas al profeta José Smith, como lo declara la sección 85 de Doctrina y Convenios: "Es el deber del secretario del Señor, a quien él ha nombrado, llevar una historia y un registro general de la iglesia de todas las cosas que acontezcan en Sión."

En la época en que el élder Hunter recibió este llamamiento, el Quórum de los Doce estaba tratando de relevar a los apóstoles de algunas de sus pesadas tareas administrativas. En consecuencia, además de estudiar todo lo concerniente a la Oficina del Historiador, consultó con su personal profesional y con varios miembros de la Iglesia que eran historiadores de renombre en cuanto a la mejor manera de reorganizarla. En ocasión de un viaje a Boston, Massachusetts, conoció a un historiador que, aparte de estar de acuerdo con sus ideas personales, lo llevó a visitar los archivos y el sistema bibliotecario de la Universidad de Harvard.

El 6 de enero de 1972, al cabo de la reunión con los Apóstoles en el templo, el élder Hunter escribió: "Se ha decidido relevar a los Doce de sus cargos como directores de departa-mentos y organizaciones a fin de que podamos dedicar más tiempo al desarrollo de normas en general."

La semana siguiente, después de reunirse con las Autoridades Generales, escribió: "Se anunció que yo seré relevado como Historiador de la Iglesia y que para el cargo se llamará a un experto en la materia.... Se ha reorganizado la Oficina del Historiador con Alvin R. Dyer, Ayudante del Consejo de los Doce, como administrador, bajo la dirección de Spencer W. Kimball y la mía, y Leonard J. Arrington como Historiador de la Iglesia, y Earl E. Olson como Archivista de la Iglesia. Esta disposición requiere que sea uno de los directores pero me exime de las funciones operativas."

Al día siguiente, después de que el presidente Tanner anunciara dichos cambios en una reunión de empleados del departamento, el élder Hunter comentó: "En mi opinión, esto marca una nueva era para la Oficina del Historiador."

El élder Howard W. Hunter continuó en sus funciones como asesor del departamento hasta febrero de 1978.

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La Fundación Arqueológica Nuevo Mundo

El 26 DE ENERO de 1961, se le presentó al élder Hunter una nueva oportunidad para aprender acerca de un tipo diferente de historia cuando se le designó director del consejo asesor de la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo (NWAF), una organización profesional de investigaciones históricas con sede en la Universidad Brigham Young, la cual realizaba exploraciones en Mesoamérica (en el sur de México y el norte de Cen-troamérica).9

A fines de la década de 1940, un grupo de miembros de la Iglesia interesados en estudiar el Libro de Mormón y su relación con la arqueología, había estado efectuando algunos estudios en Mesoamérica, tratando de determinar un posible vínculo con los lugares mencionados en el libro. Uno de esos miembros, Thomas Ferguson, estableció contactos con varios arqueólogos prominentes del Instituto Carnegie y de la Universidad de Harvard, en base a la necesidad de una más amplia investigación de las antiguas civilizaciones de América, y precisamente a raíz de ello se organizó la mencionada fundación arqueológica. La misma se incorporó como una empresa sin fines de lucro en 1952, con el apoyo financiero de algunos miembros de la Iglesia, aunque las tareas eran llevadas a cabo por expertos que no estaban afiliados a la Iglesia.

Las exploraciones se iniciaron en 1953; entonces, en 1955 y con la subvención de la Iglesia, se efectuaron amplias excavaciones en Chiapas, en el sur de México, investigaciones que se extendieron luego a otras localidades mexicanas y guatemaltecas. En marzo de 1959, la junta directiva de la Universidad Brigham Young decidió incorporar la organización como parte integral suya y dos años después ésta pasó a llamarse oficialmente Fundación Arqueológica Nuevo Mundo de la Universidad Brigham Young.

El élder Hunter tomó parte activa en la fundación, reuniéndose frecuentemente con los miembros de su mesa directiva e inspeccionando en persona, dos o tres veces al año, los sitios donde se llevaban a cabo las excavaciones arqueológicas. También adoptó un fuerte sentimiento paternal hacia los operarios y sus familias. En sus expediciones, a veces com-binadas con las asignaciones que recibía de la Iglesia, visitaba lugares primitivos—aun peligrosos—y aprovechaba entonces a aprender todo lo que podía acerca de las civilizaciones antiguas y sus enseres característicos.

Varias de las anotaciones que hizo en su diario personal, tales como las que se transcriben a continuación, ilustran el sentido aventurero que esta asignación fue despertando en él:

"Pierre llegó al hotel antes del amanecer, trayendo consigo seis caballos ensillados. ... A las seis de la mañana, salimos hacia la montaña para explorar las ruinas de Tonalá. En un sendero muy empinado y lleno de rocas, recorrimos unos 8 ó 10 kilómetros hasta una elevación de más de 700 metros. Las ruinas consisten de muchas paredes, terrazas y grandes estructuras desde donde se pueden contemplar las llanuras de la costa y el Océano Pacífico. . . . Eran la una de la tarde cuando regresamos al hotel. Fue demasiado tiempo sobre una montura para alguien que, como yo, no hace más ejercicio que estar sentado en una silla de oficina." (12 de diciembre de 1964.)

"Fuimos a Chiapas de Corzo. . . . una enorme localidad con unos 140 montículos que datan desde unos 1.000 años antes de Jesucristo hasta el denominado período Clásico. El edificio que hemos restaurado había sido utilizado en la época de Cristo. Regresamos a Tuxtla Gutiérrez y allí fuimos al laboratorio y analizamos los planes para excavar, el año próximo, las localidades de Izapa, El Mirador y Chiapas de Corzo." (14 de diciembre de 1964.)

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"Salimos de Comitán a las seis. . . . Antes de llegar a la frontera, tomamos un camino al sur del río Grijalva, bordeándolo. Se trata de un camino muy rudimentario, rocoso, sin nivelar y serpenteado entre árboles y malezas. ... A medida que avanzábamos, debíamos detenernos en cada cerco, desatar los alambres para pasar y volverlos a atar. ... Al continuar junto al río desde San Felipe, pasamos por una localidad arqueológica llamada Las Briscas. A través de unos cinco kilómetros pudimos observar unas terrazas sobre las laderas y muchas plataformas, lo cual indicaba que en la época de Cristo habitaba allí mucha gente." (16 de febrero de 1967.)

"Hoy pasamos el día en el río Usumacinta, que separa a México de Guatemala. Viajamos en un pequeño avión... hasta un paraje en el bosque junto al río que se llama Agua Azul. Desde allí, navegamos por el río en una canoa hecha con un tronco de caoba que tenía unos 14 metros de largo por 75 centímetros de ancho. ... El viaje fue a través de un hermoso bosque tropical. Yaxchilán es una de las mayores localidades mayas que, aparte de numerosos montículos, tiene templos y otros edificios muy bien preservados. ... En este lugar no se ha efectuado ninguna excavación ni tampoco reconstrucción alguna, y ha permanecido inaccesible durante siglos, excepto para quienes podrían haber llegado en alguna embarcación. Estuvimos caminando varias horas por el denso bosque y ascendiendo a los lugares elevados para poder contemplar los templos.... Este fue un día provechoso ... aunque la vigorosa actividad y el calor del trópico nos dejaron exhaustos." (9 de mayo de 1967.)

"Los 22 kilómetros que recorrimos en jeep fueron sobre el peor camino que yo jamás haya transitado. Durante toda una hora tuvimos que treparnos sobre rocas y colinas y por medio de matorrales y desfiladeros antes de poder llegar a la antigua localidad maya de Xcalumkin. . . . Con una cuadrilla de obreros viajamos hasta la aldea maya de Cumpich. Quien les cocina es una mujer indígena y ese domingo nos invitaron a cenar con ellos: huevos, frijoles y tortillas. La choza tiene piso de tierra y, en tanto que cenábamos, entraban y salían de allí gatos, perros, pavos y cerdos. Esto no me molestó mucho, pero no me agradó que las gallinas se subieran a la mesa mientras comíamos." (14 de abril de 1968.)

En la localidad de El Mirador, en Guatemala, "nos llevaron a varias de las excavaciones y hasta la cima de El Tigre, uno de los montículos de templos más elevados. Al regresar, observamos a cientos de monos arañas que saltaban de un árbol a otro, mientras que los loros y los tucanes chillaban por doquier y repentinamente la jungla toda pareció cobrar vida. Nos cuidábamos en especial de las serpientes, porque las lluvias recientes las habían hecho encaramarse sobre los árboles y varios obreros en las localidades arqueológicas murieron a causa de sus picaduras. En el trayecto vimos tres víboras—una era una serpiente venenosa y otra una coral, mientras que no logramos identificar a la tercera. A eso de las cuatro, se nos acercaron desde los árboles muchos monos aulladores, gritando y gruñendo. ... Cenamos debajo de un toldo y el menú fue arroz y frijoles. El élder William R. Bradford, del Primer Quórum de los Setenta, y yo dormimos sobre bolsas de dormir en una carpa con una malla de hilo para protegernos de los mosquitos y otros insectos de la jungla." (8 de marzo de 1980.)

De acuerdo con un prominente arqueólogo, "Ya para 1967, la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo de la Universidad Brigham Young era reconocida en México y en otros países como la institución extranjera más activa y respetada de las que operaban en Mesoamérica."10

El élder Hunter ocupó el cargo de director de la fundación por casi veinte años, durante los cuales jamás dejó de visitar las localidades arqueológicas. Una anotación que hizo en su diario personal después de realizar uno de sus viajes en febrero de 1979, sintetiza sus sentimientos: "He visitado este famoso lugar muchas veces, pero nunca deja de asombrarme."

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Un récord en el número de nuevas estacas

Un VIAJE QUE el élder Hunter realizó a México en noviembre de 1975 sorprendió a muchos y aparentemente estableció un récord inigualado en la historia de la Iglesia. En esa ocasión, se le encomendó, con la asistencia del élder J. Thomas Fyans, que era Ayudante del Consejo de los Doce, la misión de dividir y redelinear varias estacas en ese país. Después de reunirse con los Representantes Regionales y el presidente de la misión, y de evaluar los datos que le suministraron los presidentes de estacas, decidió que con las cinco estacas existentes y algunas ramas de la Misión Ciudad de México, se formaran quince estacas.

"Nuestro objetivo", escribió en su diario personal, "fue reducir el territorio de las estacas, delinearlas mejor, disminuir las distancias que los miembros tenían que viajar, y también hacer los preparativos necesarios para el rápido crecimiento que se está produciendo en México. La opinión general era que si las estacas fueran más pequeñas, se podría capacitar mejor a los miembros, el liderazgo sería más eficaz y con el crecimiento en el número de miembros, que para marzo se estima será aproximadamente de 1.000, se facilitaría su her-manamiento."

Ambas Autoridades Generales se comunicaron entonces en Salt Lake City con F. Burton Howard, asesor legal en asuntos mexicanos, para obtener su opinión al respecto, quien les informó que consultaría con el presidente Marión G. Romney y que luego les contestaría. "Cuando posteriormente nos llamó", comentó el élder Hunter, "en la misma línea telefónica tenía al presidente Kimball y al presidente Romney. Estoy seguro de que se sintieron un tanto alarmados cuando les presentamos nuestra propuesta, pero cuando hubimos concluido nuestra explicación, nos autorizaron a proceder con la medida."

El élder Hunter y el élder Fyans entrevistaron durante todo un día a varios líderes y "a eso de las once de la noche, se habían escogido y llamado a quince nuevos presidentes de estaca." Luego, en la forma lacónica que lo caracteriza, el élder Hunter concluyó diciendo: "Dudo que se haya hecho antes en la Iglesia una organización masiva como ésta; cuando regresamos, nos sentíamos extenuados."

En realidad, antes de volver a Salt Lake City unos días más tarde, él y el élder Fyans asistieron a un seminario de tres días para presidentes de misión en México y Centroamérica, organizaron la Estaca Poza Rica de lo que fuera un distrito de la Misión México Veracruz, visitaron las ruinas mayas de una localidad arqueológica, e hicieron escala en Houston para dividir la Estaca Houston Texas.

Después de dar su informe sobre las estacas organizadas en la siguiente reunión de los Doce en el templo, escribió: "Creo que los hermanos del consejo se quedaron algo sor-prendidos, pero sé que, con el transcurso del tiempo, se comprobará que mi decisión fue acertada."

Esto no fue el fin del asunto, porque varias veces debió soportar de sus colegas algunas bromas inocentes sobre ello. Al año siguiente, después que diera su informe acerca de otro de sus viajes a México, el presidente Kimball le preguntó por qué fue que había organizado solamente tres estacas esa vez. Y en mayo de 1977, escribió: "Bruce McConkie acaba de regresar e informó que en diez días había organizado cinco estacas en América del Sur, y el presidente Kimball entonces le preguntó si estaba tratando de batir mi récord. Todavía siguen comentando acerca de las quince estacas que organicé en la Ciudad de México en un fin de semana."

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El tiempo demostró que el élder Hunter había actuado acertadamente. La Iglesia continuó progresando rápidamente en México y, en cuestión de dos años, algunas de aquellas estacas estaban listas para ser divididas. En realidad, sólo catorce meses después de haber organizado la Estaca Poza Rica, debió regresar a México para dividirla. Al día siguiente dividió la Estaca Veracruz, la estaca número ochocientos de la Iglesia y una semana más tarde organizó la Estaca Mérida México, la primera en la península de Yucatán. Esto agradó muy particulamiente al titular de la junta directiva de la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo porque, según escribió luego, se encontraba "en pleno corazón de la zona maya de Mesoamérica, la cual tiene tanto significado en la historia del Libro de Mormón."

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11 EL MINISTERIO APOSTÓLICO —PARTE 2

EN UNA SESIÓN especial que se llevó a cabo en noviembre de 1990, el Tribunal

Federal de Apelaciones del Noveno Circuito de Los Angeles le rindió honores a Howard W. Hunter con motivo de cumplir cincuenta años como miembro de la Barra de Abogados de California. En esa oportunidad, John S. Welch, quien era un viejo amigo suyo y abogado de renombre en Los Angeles, comentó que "Howard Hunter es la personificación de la práctica de la abogacía en el más clásico estilo: con honradez, ética, cortesía, gentileza, la habilidad para contribuir a la eficacia del sistema litigante sin comprometer las reglas del mismo, y. . . con gran integridad." Otro abogado y amigo de años, el juez J. Clifford Wallace, se refirió al élder Hunter como una persona que tiene la sagacidad para analizar las cosas y solucionar cualquier problema legal.

Cuando se estableció la Cátedra de Derecho Howard W. Hunter en la Facultad de Leyes de la Universidad Brigham Young, un resumen biográfico en el folleto conmemorativo decía que "el estudio y la práctica de la abogacía han tenido marcada influencia en la habilidad y aptitud que el élder Hunter posee para prestar servicio como apóstol." Se le ha escuchado afirmar que "el procedimiento por el cual se arriba a conclusiones valederas es el mismo, tanto en la jurisprudencia como en la administración eclesiástica."

El presidente Thomas S. Monson recuerda este comentario hecho por el presidente Harold B. Lee después de una extensa deliberación acerca de un asunto de la Iglesia en el que prevaleció la opinión del élder Hunter: "Si alguna vez llegare a necesitar un eficaz abogado defensor ante un jurado, me gustaría que esa persona fuera Howard Hunter. El juez quedará satisfecho, yo resultaré victorioso y quedaré satisfecho, y el hermano Hunter también quedará satisfecho."

Estas son las cualidades que han calificado al élder Hunter para recibir asignaciones especiales en cuanto a la administración de la Iglesia en todo el mundo. Muchas de tales asig-naciones han requerido una extraordinaria destreza para negociar y la habilidad para escuchar sin prejuicios cualquier punto de vista, analizar temas complejos, simplificar toda cuestión, resolver problemas y encontrar soluciones que promuevan la concordia y los buenos sentimientos entre los participantes. La forma en que el élder Hunter ha cumplido con tales asignaciones en dos regiones separadas por medio mundo—Hawai y la Tierra Santa—ilustra fehacientemente esas virtudes.

El Centro Cultural Polinesio

En FEBRERO DE 1955, el presidente David O. McKay habló en la ceremonia de la

palada inicial para la construcción de un nuevo colegio universitario de la Iglesia en Laie, Hawai.

Los que le escucharon quedaron muy sorprendidos (y quizás algunos lo hicieron con escepticismo), cuando dijo que Laie tenía el potencial de convertirse en "un instrumento misional que influirá no solamente en miles o decenas de miles, sino en millones de personas que llegarán queriendo saber qué clase de pueblo es éste y en qué estriba su importancia."1 En

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esa época, Laie era una pequeña villa sobre la costa norte de la isla de Oahu, rodeada de tierras de labrantío, montañas y mar. El único edificio significativo era el Templo, en el cual los 15.000 miembros de la Iglesia en Hawai y otros procedentes de las islas del Pacífico Sur podían efectuar las ordenanzas para la salvación propia y la de sus antepasados. No parecía ser el punto de destino para "millones de personas." En realidad, ni siquiera Hawai era todavía una atracción turística renombrada, pues en 1955 solamente la visitaron 110.000 personas, casi todas procedentes del territorio continental de los Estados Unidos.

El Colegio Universitario de la Iglesia en Hawai fue inaugurado en el otoño de ese año con 153 estudiantes inscriptos, en su mayoría jóvenes de la Polinesia. Para muchos de ellos, el simple viaje a Laie en avión costaba toda una fortuna y para poder quedarse allí necesitaban conseguir empleo. En 1959, después de que los alumnos presentaran en un teatro de Honolulú una producción de marcado éxito con canciones y danzas polinesias, comenzó a cristalizarse el sueño que muchos líderes del colegio universitario tenían de organizar un centro en el que los estudiantes pudieran presentar espectáculos similares para difundir sus propias tradiciones. Y así se construyó entonces el Centro Cultural Polinesio, el cual fue dedicado en octubre de 1963—un amplio parque en el que 1.000 jóvenes polinesios demostraron la cultura y las costumbres de sus islas natales en seis diferentes villas y en un teatro restaurante con capacidad para 750 personas.

Pero los turistas no concurrían en masa al centro. El promedio de asistencia a los espectáculos nocturnos en el primer año fue de 324 personas, y las agencias de servicio a los turistas en Honolulú, como también los oficiales de convenciones y turismo, no estaban muy convencidos de que el Centro Cultural Polinesio fuera a transformarse en una importante atracción turística.

El 13 de enero de 1965, quince meses después de inaugurado el centro, el élder Howard W. Hunter recibió una carta de la Primera Presidencia mediante la cual se le designaba presi-dente y director de la mesa directiva del mismo, siendo así la primera Autoridad General de la Iglesia en ocupar ese cargo. Hasta esa fecha, el Centro había sido administrado por un consejo de veintisiete miembros, entre los que había presidentes de estaca y de misión, así como delegados de las diferentes culturas representadas en los espectáculos de las seis villas. De acuerdo con los nuevos estatutos, se formó entonces una mesa directiva más reducida y más fácil de administrar.

Al élder Hunter y a su mesa directiva les aguardaba una ardua tarea, pues tenían que enfrentar una serie de problemas para administrar el programa, el cual agrupaba a mucha gente de culturas y temperamentos diversos—hawaianos, tahi-tianos, tonganos, maoríes, fidjianos y samoanos (los naturales de las islas Marianas se incorporaron un tiempo después)— como también diferentes opiniones en cuanto a la misión del centro y a los programas a presentarse. Aun algunas Autoridades Generales no alcanzaron a comprender la visión que el presidente McKay tuvo con respecto al importante papel que el centro jugaría en familiarizar a los turistas, no solamente con los pueblos y las culturas de la Polinesia, sino también con la Iglesia y los principios del Evangelio de Jesucristo.

Tal como con todas las asignaciones que recibiera anteriormente, el élder Hunter se dedicó de inmediato a analizar el centro, su potencial y sus necesidades. Una semana después de recibir su asignación, permaneció tres días en Laie, lugar que visitaría con frecuencia en el transcurso de la década siguiente. El 18 de febrero de 1966, al regresar de un viaje a Hawai, escribió en su diario: "Varios de nosotros hablamos en una reunión con los alumnos e hicimos un análisis de los propósitos y objetivos del Centro Cultural Polinesio en relación con la ayuda que podría ofrecerles para que pudieran seguir estudiando, lo cual, de otra manera, sería

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imposible para ellos. . . . Este es el tercer año del centro. Las pérdidas en el primer año sumaron más de $600.000 y las del año pasado fueron unos $70.000. Este año esperamos alcanzar el nivel de equiparación entre las ganancias y los gastos. . . . Pese a las pérdidas del año pasado, pudimos contribuir $150.000 a los derechos de matriculación estudiantil."

Con el tiempo, las agencias de turismo empezaron a propagar la atracción ofrecida por el Centro Cultural Polinesio y la asistencia al mismo fue incrementándose y en agosto de 1966 el interés aumentó en gran manera cuando, durante cuatro noches, se presentó el espectáculo en el Hollywood Bowl, el afamado anfiteatro de California. "En los 50 años de su historia", opinó un comentarista musical en el periódico Los Angeles Times, "es difícil que jamás se haya visto en el Hollywood Bowl un espectáculo tan singularmente hermoso como el Festival Polinesio."

Algunas partes de la presentación fueron grabadas en video para "El Show de Ed Sullivan", un popular programa de televisión que era visto por millones de personas en todo los Estados Unidos. Al cabo de un año, la asistencia al Centro Cultural Polinesio aumentó considerablemente y hubo que ampliar el teatro a fin de poder dar cabida a 1.400 personas. Y no pasó mucho tiempo antes de que se agotaran las entradas para la mayoría de los espectáculos.

Ya para 1968, el centro dejaba ganancia, lo cual redundó en una cuantiosa asistencia monetaria para los estudiantes de la universidad. En 1971, al notar que las ganancias seguían aumentando, el élder Hunter escribió: "Estamos muy complacidos con estos resultados, pero aun así nos preocupa el futuro. Se ha colmado la capacidad del centro y también los gastos continúan incrementándose."

Para esa época, eran casi un millón de personas las que anualmente visitaban el centro. A fin de ampliar sus comodidades y solventar los crecientes gastos, se hicieron planes para la expansión necesaria, incluyendo un teatro con capacidad para 2.500 personas, un enorme salón comedor para los bufets nocturnos, varias nuevas atracciones culturales y algunos edi-ficios para el servicio y la administración.

El programa de expansión estaba ya por completarse cuando, en abril de 1976, el élder Hunter fue relevado de sus funciones como presidente y director de la mesa directiva y se nombró al élder Marvin J. Ashton, del Quórum de los Doce, como su sucesor. El élder Hunter sintetizó su actuación en el centro con las siguientes palabras:

"Así terminan los doce años en que estuve a cargo de esta empresa. Durante ese período logramos transformarla, de una operación que daba pérdidas, a un negocio realmente prove-choso. Hemos ayudado a miles de estudiantes del Pacífico Sur a obtener una educación, lo que de otra manera habría sido imposible para muchos de ellos. El centro ha contribuido grandes sumas de dinero a la Universidad Brigham Young-Hawai, ha llegado a ser un factor preponderante en destacar la imagen de la Iglesia y cultivar el esfuerzo misional, ha logrado mejorar la comunidad de Laie, y se ha convertido en la atracción turística más concurrida de Hawai. Constituye una floreciente unidad de la Iglesia y he disfrutado mucho la asignación que la Primera Presidencia me encomendó para hacerla prosperar."

El domingo 4 de julio de 1976, el élder Hunter viajó a Laie para asistir a la dedicación de los nuevos edificios del centro. "Esta fue una fecha muy importante por dos razones", escribió. "Los Estados Unidos entran hoy en el tercer siglo de su historia, y el Centro Cultural Polinesio comienza su decimocuarto año en un nuevo y más amplio lugar."

Bien podía él contemplar con íntima satisfacción las realizaciones del centro. La profecía pronunciada por el presidente McKay en 1955 al dedicar el Colegio Universitario de

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Hawai, se había cumplido. La institución, que ahora lleva el nombre de Universidad Brigham Young-Hawai, el Centro Cultural Polinesio adyacente a la misma, y el templo sobre la colina al noroeste del establecimiento, estaban ejerciendo una influencia benéfica "no solamente en miles o decenas de miles, sino en millones de personas."

Un puente para el buen entendimiento

En UNA CONFERENCIA que se llevó a cabo en la Universidad Brigham Young en

1979, el élder Hunter comentó: "Uno de los miembros del consejo de ministros de Egipto me dijo en cierta ocasión que si alguna vez se lograra construir un puente entre el cristianismo y el islamismo, habría de hacerlo la Iglesia Mormona. Al preguntarle por qué decía eso, quedé muy impresionado cuando mencionó nuestras similitudes y los lazos de hermandad que nos unen. Tanto los judíos como los árabes son hijos de la promesa y, como iglesia, no favorecemos a unos ni a otros, sino que sentimos amor y tenemos interés en ambos. El propósito del evangelio es propagar el amor, la unidad y la hermandad en el orden más sublime. . ..

"A nuestros amigos de Judá, les decimos: Nosotros somos sus hermanos de la casa de José y nos sentimos íntimamente relacionados con ustedes. Somos los mensajeros del verdadero convenio y declaramos que Dios ha hablado en estos días. A nuestros parientes de la casa de Abraham, les decimos: Somos sus hermanos—no hacemos diferencia alguna entre naciones o nacionalidades. Invitamos a todos los hombres a que consideren nuestro mensaje y acepten nuestro hermanamiento."2

El élder Hunter visitó por primera vez el Medio Oriente en 1958 y 1960, durante sus viajes por el mundo con su esposa y sus hijos. En 1965, seis años después de ser llamado al Consejo de los Doce, comentó: "Hemos visitado los principales países musulmanes de África del Norte y casi todas sus ciudades más importantes. Toda esa región ha hecho enormes contribuciones a la historia del mundo." Ya para 1993, había visitado casi cada una de las naciones islámicas del mundo—algunas de ellas en numerosas ocasiones. También ha visitado, más que ninguna otra Autoridad General, la Tierra Santa, a donde viajó una docena de veces en asignaciones de la Iglesia.

Estando profundamente interesado en la historia antigua, ha descrito detalladamente en su diario cada uno de los lugares que ha conocido. En 1975, después de visitar Shiraz, en Irán, escribió:

"Es muy poco lo que ha cambiado desde que estuve aquí con Claire el 28 de abril de 1966, pero habiendo leído luego los anales del Imperio Persa, en esta oportunidad me parece haber estado caminando a través de la historia antigua. Después de visitar las ruinas del fabuloso palacio, fuimos a ver las tumbas de Darío el Grande, de Jerjes I, de Artajerjes I y de Jerjes II en Nagsh-i-Rastam, enclavadas en la roca de un acantilado. Persépolis y las tumbas datan de unos 500 años antes de Jesucristo, y ese lugar fue arrasado por Alejandro Magno cerca de 300 años antes de la era cristiana, en represalia contra los persas que incendiaron Atenas."

Cada vez que visitaba un lugar histórico, el élder Hunter trataba frecuentemente de repasar los eventos allí ocurridos. Por ejemplo, aunque visitó muchas veces el Jardín de Getse-maní, el Monte de las Bienaventuranzas y otros lugares relacionados con el Salvador, en cada una de esas oportunidades leía o hacía que uno de sus acompañantes leyera lo que las

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Escrituras mencionan sobre ellos, y luego se sentaban a meditar acerca de su significado. En sus viajes al Medio Oriente, el élder Hunter solía visitar a los jefes de estado y otros

líderes de gobierno, pero también le complacía conversar con los camelleros y la servidumbre. Se lo agasajó tanto en los palacios como en las tiendas de los beduinos; le era indiferente viajar en limosinas o sobre el lomo de muías y camellos; y, asimismo, comía de mesas suntuosas o de mesas humildes. Congeniaba con cualquier persona, más allá de su condición social, porque siempre ha tenido un interés genuino en la gente. Asistía a conferencias y leía siempre con avidez acerca del Medio Oriente, y el caudal de conocimiento que acumuló con respecto a esos países le fue abriendo muchas puertas y cultivó amistades muy valiosas para la Iglesia.

En las ocasiones en que algún dignatario o ciudadano árabe o israelí visitaba Salt Lake City, era el élder Hunter quien generalmente le recibía en representación de la Iglesia. Uno de dichos visitantes fue George M. Mardikian, un inmigrante armenio propietario de un famoso restaurante en San Francisco. Cuando pasó por Utah en 1967 para recibir un doctorado honorario de la Universidad Brigham Young, el élder Hunter lo llevó al apartamento del presidente McKay en el Hotel Utah y le presentó al Profeta. El élder Hunter escribió luego que el Sr. Mardikian "conoce personalmente a los jefes de muchas naciones árabes, y nuestra conversación se basó en los problemas del Medio Oriente. El Sr. Mardikian declaró que lo que mayormente se necesita en esa región es un entendimiento de las doctrinas que enseña nuestra Iglesia—el trabajo, el albedrío, la dignidad humana y otras."

Pocas semanas más tarde, mientras se encontraba en el norte de California para asistir a una conferencia de estaca, el élder Hunter habló por teléfono con el Sr. Mardikian "durante media hora, especialmente acerca de la situación reinante en el Medio Oriente. Me agradeció por haberle presentado al presidente McKay y me dijo, 'Yo he conocido prácticamente a cada uno de los patriarcas y dirigentes de las iglesias cristianas en todo el mundo, como así también a los del islamismo y de otras religiones, pero nunca he estado en la presencia de un hombre que irradie tanta espiritualidad como el presidente McKay. Mientras conversábamos, tuve la impresión de que él es verdaderamente un Profeta de Dios.'"

En varias de sus visitas a Israel, el élder Hunter se reunió con Teddy Kollek, el Alcalde de Jerusalén, con quien entabló una gran amistad. Asimismo, se relacionó con otros fun-cionarios de la ciudad y del estado.3 Gracias a su gran conocimiento acerca del Medio Oriente, fue cultivando un profundo sentimiento hacia esos pueblos y su inmenso patrimonio en la historia religiosa y cívica. En 1979, durante una visita a Jerusalén, el élder Hunter manifestó sus sentimientos al describir el ambiente que lo rodeaba:

"Desde mi ventana del hotel puedo observar allá abajo la comarca al sur de la muralla de la Ciudad Antigua, donde convergen los valles del Cedrón y el Hinnam hacia Betania. . . . Anduve caminando por el jardín enfrente del hotel y me puse a contemplar cómo caía la noche y se iban encendiendo las luces en la antigua Jerusalén. La luna llena se fue asomando hasta cubrir con su fulgor esta ciudad sumergida en tan trascendental historia. No hay palabras que puedan expresar lo que sentí entonces, en la soledad y la quietud de la cálida noche."

A raíz de su conocimiento en cuanto a esta región tan especial, la Primera Presidencia le encomendó al élder Hunter dos proyectos de gran significado para la Iglesia en la Tierra Santa: el Jardín Conmemorativo Orson Hyde y el Centro de Estudios del Medio Oriente en Jerusalén.

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El Jardín Conmemorativo Orson Hyde

El 24 DE OCTUBRE de 1841, el élder Orson Hyde, del Quórum de los Doce Apóstoles, fue a Palestina—como se denominaba entonces la Tierra Santa—en una misión especial de la Iglesia. "Bastante antes del amanecer", escribió en la ocasión, "desperté y salí de la ciudad tan pronto como abrieron sus portales, crucé el arroyo Cedrón y fui hasta el Monte de los Olivos; y allí, en solemne silencio, con pluma, tinta y papel, tal como lo vi en. . . una visión, ofrecí una oración a Aquél que vive por siempre y para siempre." De pie en la base de la colina al otro lado del valle del Cedrón desde Jerusalén, el élder Hyde pronunció una oración dedicando la tierra de Palestina para la edificación de Jerusalén y el recogimiento de la posteridad de Abraham.4

El 24 de octubre de 1979, el presidente Spencer W. Kimball estuvo sobre la misma colina y dedicó el jardín conmemorativo en memoria de la oración pronunciada allí por Orson Hyde. En la ocasión se halló también presente el élder Hunter, quien había tomado parte activa en la recaudación de fondos y en las negociaciones que precedieron la construcción de dicho jardín.

Las tareas preliminares del proyecto se habían iniciado en septiembre de 1972, cuando el presidente Harold B. Lee, el élder Gordon B. Hinckley, de los Doce, y el presidente Edwin Q. Cannon, hijo, de la Misión Suiza, viajaron a Israel y se reunieron con algunos representantes de los ministerios de religión, de relaciones exteriores y de turismo, para estudiar con ellos la posibilidad de erigir un monumento a Orson Hyde en Jerusalén.5

Tres meses más tarde, el 19 de diciembre de 1972, el élder Hunter escribió en su diario: "Siendo que la semana próxima viajaré a la Tierra Santa, la Primera Presidencia me llamó esta mañana para preguntarme si estaría dispuesto a reunirme con el líder del grupo de la Iglesia en Jerusalén y, si fuera necesario, también con el alcalde para hablar acerca del monumento a Orson Hyde en aquella ciudad."

El día de Año Nuevo, ya en Jerusalén, el élder Hunter, en compañía de su esposa, recorrió algunos posibles lugares para el monumento y luego dio su informe al presidente Lee en cuanto a sus impresiones, pero en esos momentos no se adoptó ninguna decisión al respecto. Dos años después, el gobierno de Jerusalén invitó a la Iglesia a participar en la cons-trucción de un parque que se ubicaría en derredor de la Ciudad Santa. Después de una de sus visitas a Jerusalén, el élder Hunter indicó que el lugar propuesto para el monumento, ubicado en el Monte de los Olivos, era el más amplio de todo el parque. Y así fue que comenzó a tomar forma el Jardín Conmemorativo Orson Hyde.

La supervisión del proyecto y la tarea de procurar fondos para el mismo les fueron asignadas al élder Hunter y al élder LeGrand Richards, quienes, en mayo de 1976, recomendaron a la Primera Presidencia que se organizara una fundación— que se conocería como Fundación Orson Hyde—con el presidente Tanner, el élder Hunter, el élder Richards y cinco biznietos de Orson Hyde como miembros fundadores. Luego se designó al élder Richards como presidente y consignatario de la misma.

Una de las principales responsabilidades de la fundación era recaudar, de donantes particulares, la suma de un millón de dólares. En mayo de 1977, dos días después de que la fundación fuera legalmente constituida y de esa forma se concretara la participación oficial de la Iglesia, se recibió un telegrama del alcalde Kollek en el que decía: "Un convenio con los mormones es mejor que uno con el gobierno de los Estados Unidos, porque los mormones cumplen sus promesas."

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El élder Hunter viajó varias veces a Jerusalén con el fin de negociar el contrato para el monumento y supervisar la obra de construcción del jardín, el cual un artículo en la revista Ensign describió como "un anfiteatro ubicado en una especie de gruta, con asientos para los visitantes, desde donde se puede contemplar la ciudad antigua y numerosos lugares históricos de Jerusalén. En el jardín, una enorme placa inscrita en inglés y en hebreo contiene algunos pasajes de la oración de Orson Hyde. Un sinuoso sendero que atraviesa por huertos de árboles, plantas y otros arbustos, conduce al visitante hasta esa placa."6

En la pared rocosa del anfiteatro se colocó una caja de cobre que contenía una lista con los nombres de los 30.000 donantes y algunos efectos recordatorios de la Iglesia, de Orson Hyde, del proyecto de construcción y de los servicios dedicatorios.

Siete Autoridades Generales, encabezadas por el presidente Kimball, se reunieron con más de mil Santos de los Últimos Días en Jerusalén para efectuar los servicios dedicatorios. Muchos de ellos, incluso el élder Hunter, habían viajado en barco como participantes de una excursión de estudios a Israel auspiciada por la Universidad Brigham Young. El viernes 24 de octubre, en horas de la mañana, el alcalde Kollek ofreció una recepción en los salones del concejo municipal a la que asistieron más de cien invitados, entre los que había oficiales del gobierno, líderes educacionales y dignatarios de varias agrupaciones religiosas. "Varios de los presentes hicieron uso de la palabra", escribió luego el élder Hunter, "y LeGrand Richards entregó a Teddy Kollek un cheque por el saldo del millón de dólares que habíamos prometido contribuir."7

Después de la recepción, se condujo a los invitados a la entrada superior del jardín y, formando fila, todos caminaron por el ondulante sendero entre numerosos espectadores hasta el anfiteatro. La dirección de los servicios estuvo a cargo del élder Hunter, quien introdujo al alcalde Kollek, y éste presentó una medalla de la Ciudad de Jerusalén al presidente Kimball y a los élderes Hunter y Richards.

"Estamos muy agradecidos de que todos ustedes hayan hecho el esfuerzo de venir a la otra Jerusalén", dijo el alcalde, refiriéndose a la enseñanza de la Iglesia en cuanto a una "nueva Jerusalén" que ha de construirse en el continente americano. "Todo aquél que conoce la historia de Jerusalén en estos tiempos, sabe también acerca de la profecía de Orson Hyde. Y aquí tenemos ya a los judíos de regreso en Jerusalén. Todos participamos en debates políticos, pero nadie duda que Jerusalén es una ciudad más hermosa, mejor unida que separada por alambrados de púas, campos minados de explosivos y murallas de cemento."8

El día fue cansador, con un almuerzo y con paseos por otros lugares de Jerusalén que la Iglesia podría interesarse en desarrollar, y finalmente con una cena, disertaciones y programas abordo del barco en el que habían llegado. "Todos los pasajeros estaban entusiasmados y encantados con las actividades del día", escribió el élder Hunter.

Uno de los participantes más entusiasmados y encantados era el propio élder Hunter. Esa noche, compartió en una cena con varias de las personas que habían intervenido en el proyecto del Jardín Conmemorativo Orson Hyde. Sus esfuerzos y la consumación del jardín, dijo, "habrán de tener una gran influencia benéfica en promover una imagen favorable de la Iglesia."

El Centro de Estudios de Jerusalén

EN TANTO QUE se desarrollaba el proyecto de Orson Hyde en Jerusalén, el élder

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Hunter también estuvo haciendo las averiguaciones y negociaciones para establecer un edificio que sirviera como centro de extensión para un programa de estudios de la Universidad Brigham Young en el extranjero y para la rama y el distrito de la Iglesia en Jerusalén.

Sin embargo, la tarea de encontrar un lugar apropiado, presentar un plano de arquitectura y efectuar negociaciones en base a innumerables requisitos burocráticos, no iba a ser cosa fácil. Pero en cada una de las visitas que hacían con relación al proyecto Orson Hyde, el élder Hunter y los líderes del programa de estudios y los de la rama procuraban determinar en qué lugar podría establecerse el centro.

Tal como se lo explicó a un grupo turístico de la Universidad Brigham Young, "las cosas se producen lentamente" en Jerusalén. "Primero hay que diseñar lo que uno desea construir y entonces se procede al estudio del plan y de las ordenanzas de zonificación. Finalmente, una vez aprobados los planes, hay que arrendar el terreno. Por lo general, se necesitan unos diez años para hacer lo que nosotros hemos logrado en cuatro." En aquellos días, faltaban varios años para la consumación del monumento, y los problemas más difíciles y peligrosos no se había manifestado todavía.

La búsqueda de un lugar apropiado comenzó realmente en 1979, cuando estaba por completarse el Jardín Conmemorativo Orson Hyde. El 8 de febrero de ese año, el élder Hunter se reunió con un grupo de Autoridades Generales y oficiales de la Universidad Brigham Young para decidir si, en efecto, la Iglesia debiera considerar seriamente la edificación en Jerusalén.

Dos meses después de esa fecha, los élderes Howard W. Hunter y James E. Faust, junto con Jeffrey R. Holland, quien era entonces el Comisionado de Educación de la Iglesia, se reunieron con la Primera Presidencia y, según el relato del élder Hunter, recomendaron "la adquisición de un terreno en Jerusalén y la construcción de un edificio para la capilla de una rama,.. . como también para el alojamiento y las salas de clase del programa de estudios de la Universidad Brigham Young en el extranjero." La propuesta fue aprobada y se autorizó al élder Hunter "para que buscara y adquiriera un terreno."

Esa decisión dio comienzo a numerosas reuniones, llamados telefónicos y viajes a Israel, a medida que el élder Hunter fue conociendo las complicadas leyes de Israel pertinentes a la transferencia de propiedades y otros requisitos que deben cumplirse antes de poder iniciar una construcción. Le asistían en la tarea varias personas calificadas y capacitadas, tales como Fred Schwendiman, uno de los vicepresidentes de la Universidad Brigham Young, quien había supervisado la construcción del Centro de Capacitación Misional en Provo y que llegaría a ser el director del proyecto del Centro de Estudios de Jerusalén; Robert Thorn, ex presidente de la Misión Sudafricana, quien era experto en negociaciones de propiedades inmobiliarias; David Galbraith, presidente de la Rama Jerusalén; Dallin H. Oaks, quien fue presidente de la Universidad Brigham Young hasta 1980, Jeffrey R. Holland, quien le sucedió en tal función; y Robert C. Taylor, Director del Departamento de Viajes de Estudio de la Universidad Brigham Young.

El lugar que la Iglesia prefería era uno que el presidente Kimball había visitado cuando fue a Jerusalén para la dedicación del Jardín Orson Hyde. Ese terreno se hallaba en el Monte de los Olivos, al lado de los terrenos de la Universidad Hebrea en el Monte Scopus, cerca de donde se planeaba construir el edificio de la Suprema Corte de Israel, y era de propiedad del gobierno israelí. La Primera Presidencia había autorizado al hermano Thorn para que tratara de adquirir ese lugar, y éste dedicó todo un año a investigar en cuatro ministerios diferentes cuáles eran los requisitos para la compra de la propiedad. Pero, como suele suceder en el

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Medio Oriente con las negociaciones complicadas, el camino a seguir no carecía de obstáculos. El 10 de septiembre de 1980, el élder Hunter escribió en su diario: "Robert Thorn nos informa desde Jerusalén que los agentes de inmobiliaria han suspendido las negociaciones con respecto al terreno que ha estado procurando adquirir, así que ahora tendremos que seguir con las negociaciones de compra por nuestra propia cuenta. Esto nos presenta un difícil problema."

Finalmente, en enero de 1981, el élder Hunter recibió la noticia de que habían aprobado el permiso para la Universidad Brigham Young en Israel, lo cual despejaba el camino para la adquisición de la propiedad. Cuatro meses más tarde, el Ministerio de Tierras de Israel autorizó a la Universidad Brigham Young el arrendamiento de un terreno por cuarenta y nueve años, con opción a renovarlo por otros cuarenta y nueve.

Sin embargo, no podría finalizarse el contrato de arrendamiento hasta que los planos de la construcción no se sometieran al estudio de varios comités y agencias del gobierno israelí. Además de ello, era necesario que se diera a publicidad la intención de la Iglesia de arrendar la propiedad. Se autorizó entonces al arquitecto David Resnik para que comenzara de inmediato a diseñar los planos y, después de que la Primera Presidencia los aprobó, se presentaron al Departamento de Propiedades Inmobiliarias de Israel.

El 27 de septiembre de 1983, al cabo de casi tres años de negociaciones y de prolongados estudios, David Galbraith llamó al élder Hunter y le comunicó que todos los planes habían sido aprobados por el Concejo del Distrito de Jerusalén. Esa misma tarde, durante una reunión de la Mesa de Educación de la Iglesia, se dio al proyecto su nombre ofi-cial: Centro de Estudios del Cercano Oriente de la Universidad Brigham Young en Jerusalén.

A los pocos meses se recibió el arrendamiento propuesto y unos días después de que lo aprobara la Primera Presidencia, el élder Hunter, el élder Faust y el presidente Holland via-jaron a Israel para completar las negociaciones. El 2 de abril de 1984 y en representación de la Universidad Brigham Young, el presidente Holland firmó los documentos correspondientes, concluyendo así lo que élder Hunter describió como "un largo tiempo y una tarea interminable." En diciembre se recibió el permiso de construcción, la cual comenzó un día después de la Navidad.

Pero esto no dio fin a los problemas relacionados con la edificación del centro. Aunque se había hecho pública la intención de la Iglesia de establecer un centro educativo, la oposi-ción de judíos y árabes por igual fue cobrando impulso tan pronto como se inició su construcción. Después de un viaje que hizo a Jerusalén en febrero de 1985 a fin de tratar de atenuar la oposición, el élder Hunter informó a la Primera Presidencia: "Los judíos temen que nuestra presencia en Jerusalén sea un medio para el proselitismo, y los árabes consideran que estamos edificando sobre lo que ellos estiman como territorio bajo ocupación."

Varios artículos de prensa publicados en Jerusalén demandaron que el Knesset cancelara el permiso acordado al proyecto y muchos opositores ejercieron una gran presión sobre los funcionarios públicos y amenazaron con provocar actos de violencia en el lugar de la construcción. El autor de una biografía del alcalde Kollek escribió:

Fue sólo cuando empezó la construcción que los ortodoxos se levantaron y se percataron de ello, y comenzaron las protestas. Las perspectivas de una manifiesta presencia de los mormones en Jerusalén enfurecieron no solamente al judío ortodoxo sino también a las antiguas comunidades cristianas de las ciudades, sin olvidar asimismo a los antagonistas palestinos que dicen que, si los judíos quieren ser tan generosos con los mormones, deberían cederles un terreno en el oeste de Jerusalén y no un lugar del que se han apropiado de los

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musulmanes. El Delegado Apostólico emitió una protesta formal aduciendo solamente 'condiciones ambientales'; en privado, sin embargo, los sacerdotes cristianos se refieren al nuevo centro como 'un insulto'. Uno de ellos ha dicho que 'ellos no son cristianos ni cuentan con una comunidad tradicional en la ciudad'. Aun los ciudadanos judíos se sienten molestos porque los mormones, que bautizan a los vivos en nombre de los muertos, han solicitado al Yad Vashem, la Organización del Holocausto de Israel, que les permitan el acceso a las listas de nombres de los que murieron en los campos de concentración (pedido que les ha sido negado).

Kollek (que es sólo uno de los que apoyan el proyecto) ha sido el blanco principal de todas las críticas porque ha defendido a los mormones por cuestión de principios, y eso lo ha colocado en una posición desfavorable. Los otros funcionarios han tratado de desentenderse del proyecto. . . El alcalde Kollek y sus defensores declaran que todo es sólo una tempestad en un vaso de agua, y que los estudiantes mormones han estado visitando Jerusalén por años sin que hayan conseguido una sola conversión. ... En noviembre de 1985, el haredim (los judíos ultraortodoxos) realizó otra de sus enormes demostraciones y Kollek tuvo que escribirles una carta a los líderes mormones en Salt Lake City para explicarles lo delicado del asunto y pedirles que enviaran una garantía por escrito de que no se haría ninguna tentativa en el centro de estudios por convertir a los judíos de Jerusalén.9

El punto central de la oposición de los judíos era el tema del proselitismo. La Iglesia ya se había comprometido, como una de las condiciones impuestas para la construcción en Jerusalén, a no efectuar ninguna labor proselitista, posición confirmada luego mediante un artículo publicado en el semanario Church News, en el que un portavoz de la Iglesia declaró:

"No hacemos obra misional donde ello sea en contra de la ley."10 No obstante, los opositores se negaron a aceptar tal aseveración y la controversia continuó violentándose.

Mientras tanto, la construcción del centro fue progresando. El élder Hunter y el élder Faust viajaron nuevamente a Jerusalén en mayo de 1986. "Pasamos la tarde del 21 de mayo recorriendo el edificio", escribió el élder Hunter. "La obra de construcción está por completarse y la sección para el alojamiento de los estudiantes estará disponible en octubre. . . Hemos entregado al Knesset una carta firmada por 154 representantes del Congreso de los Estados Unidos, miembros de ambos partidos políticos, apelando a que se permita la con-sumación del Centro de Estudios del Cercano Oriente de la Universidad Brigham Young en Jerusalén.

"Los miembros del Congreso declaran en ella que la dedicación de Israel a los principios de la democracia y a la voluntad de la mayoría es uno de los principales motivos del apoyo que se le ha demostrado. Y agregan que 'al permitir la construcción del centro y el uso para el cual se ha diseñado, Israel habrá de reafirmar su consagración a la pluralidad y a la virtud especial de Jerusalén. Nosotros creemos que, en vez de obstaculizar los vínculos entre los Estados Unidos e Israel, el Centro de Estudios de Jerusalén será una fuente adicional para el buen entendimiento y la cooperación entre nuestros países.'

"Otra buena noticia", agregó, "fue la opinión expresada por el fiscal general israelí al comité administrativo de la universidad mormona, de que no hay manera en que se pueda suspender la construcción del centro, puesto que todos los trámites fueron legales, el permiso se obtuvo legalmente, y el acuerdo se efectuó de acuerdo con la ley."

Cuando el élder Hunter viajó otra vez a Jerusalén en enero de 1987, el alcalde Kollek le aseguró que las aprobaciones de la inspección del centro estarían listas en pocas semanas para permitir el alojamiento de los estudiantes y maestros de la Universidad Brigham Young en la

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sección terminada del edificio. Dos meses más tarde, David Galbraith envió un telegrama al élder Hunter con el siguiente mensaje:

¡Hoy, 8 de marzo, se hizo historia! Los ochenta estudiantes que residían en el kibbutz Ramat Rachel recogieron todas sus pertenencias y tomaron el autobús. La gran mudanza se llevó a cabo en pocas horas y en un solo viaje de tres camiones y dos autobuses. ... El día transcurrió sin incidentes. Nuestros amigos ortodoxos se hallarían durmiendo o quizás les hemos prestado demasiada atención. De todas maneras, estamos al fin en nuestro nuevo edificio. Esto inicia toda una nueva fase de nuestra presencia en este país. Después de haber trabajado todos estos meses en la construcción de un edificio de cemento y piedra, y al considerar cuán impresionante y grandioso es este edificio, tiene ahora un mayor significado al asumir la medida de su creación. En él respiran los estudiantes el aliento de vida y esos fríos corredores y esos cuartos inertes reciben ahora un soplo de felicidad. En vez del martilleo de la construcción, se dejan oír gritos y murmullos, risas y llantos, y las paredes mismas los absorben, y al fin, todos están complacidos.

Habría de pasar más de un año antes de que el élder Hunter pudiera retornar a Jerusalén. Ese verano debió someterse a una seria operación de la espalda, y a ello siguieron muchos meses de recuperación y rehabilitación. El 8 de mayo de 1988, el Gabinete de Israel autorizó al Ministerio de Tierras para que emitiera el contrato de arrendamiento. El élder Hunter se enteró de ello a las tres y media de la mañana siguiente, cuando Jeffrey Holland lo llamó por teléfono para decirle: "El comité de ministros del Knesset aprobó ayer la consumación del arrendamiento para el Centro de Estudios de Jerusalén, con algunas modificaciones menores, y los medios de difusión lo han anunciado al público."11

Seis días después, el élder Hunter, acompañado por su hijo John, el élder Faust y su esposa, y el presidente Holland y su esposa, llegaron a Jerusalén para firmar el contrato.

"Este viaje", de acuerdo con un relato de la Rama Jerusalén, "ofreció al presidente Hunter la primera oportunidad de ver el centro desde que comenzó a ocuparse. En honor de este gran hombre por la visión y la energía que ha dedicado, no sólo al centro sino especialmente a los miembros de la Rama Jerusalén durante los años en que ha venido a vi-sitarles, se programó una pequeña recepción con la participación de un coro formado por los estudiantes del semestre de primavera y los miembros de la rama. ... A medida que el coro les saludaba cantando 'La Ciudad Santa', el presidente Holland entró trayendo al élder Hunter en una silla de ruedas, pues todavía se está recuperando de su operación de la espalda."12

A las tres de la tarde del miércoles 18, el élder Hunter y sus acompañantes fueron a las oficinas del Ministerio de Tierras a firmar los documentos. Yehuda Ziv firmó en repre-sentación del Ministerio, Jeffrey Holland lo hizo por la Universidad Brigham Young, y el élder Hunter firmó por la Iglesia, bajo derechos de poder. El élder Hunter escribió pos-teriormente en su diario: "Cuando salimos de las oficinas del Ministerio de Tierras, sentíamos como si se nos hubiera quitado un enorme peso de los hombros."

A la mañana siguiente escribió: "Ha sido un día muy especial para los administradores, los maestros y los estudiantes del Centro de Estudios de Jerusalén. El alcalde Teddy Kollek y su secretaria, Noemi Teasdale, llegaron para visitar el centro. El ha demostrado ser un buen amigo y desde el principio nos ha ayudado en diversas formas con el proyecto. La adquisición del terreno, la aprobación de los planos y los interminables problemas que se relacionaron con la construcción, habrían sido imposibles si no hubiéramos contado con su ayuda y sus consejos.

"Una gran delegación les recibió cuando, a las diez de la mañana, llegaron a las puertas

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delanteras. El presidente Holland les acompañó por la galería abovedada hasta el auditorio principal, donde le explicó al alcalde las funciones del edificio, las habitaciones y los comedores, y también le hizo una demostración del impresionante órgano de tubos. Todas las ventanas dan hacia la ciudad antigua, y al ir recorriendo el edificio, el alcalde comentó repetidamente, 'Es magnífico', y, dirigiéndose al presidente Holland, le dijo: 'No estaba preparado para ver un edificio tan espléndido.'"

El élder Hunter no se resignó a que sus problemas de salud le impidieran regresar a Jerusalén en mayo de 1989 para la dedicación del Centro de Estudios. El día antes de su viaje, se cayó en su oficina y se hizo un corte en la cabeza, lo cual requirió que le dieran varias puntadas, pero de todas maneras partió para Israel con su hijo Richard de acuerdo con sus planes originales. El día de la dedicación, él y otros oficiales de la Iglesia, entre ellos el presidente Thomas S. Monson y el élder Boyd K. Packer, tuvieron una entrevista con el alcalde Kollek y luego regresaron al hotel para almorzar. Más tarde, el élder Hunter se fue a su habitación para que le sacaran las puntadas de la herida.

"Cuando el Dr. Poulson Hunter me cosió la herida en la cabeza dándome siete puntadas", escribió, "me dijo que esperara unos ocho días y fuera entonces al Hospital Hasada de Jerusalén. Boyd Packer dijo que él también era un doctor, así que vino a mi habitación con su nuera, Sue Packer, quien es enfermera diplomada, y en unos cinco minutos me sacó las puntadas."

Esa tarde, a las cuatro, se reunieron en el auditorio del Centro de Estudios de Jerusalén unos cincuenta invitados para presenciar los servicios dedicatorios. El presidente Monson, Segundo Consejero en la Primera Presidencia y director del Consejo Rector de la Universidad Brigham Young, dirigió los servicios. Esta fue una ocasión muy emotiva—un sueño hecho realidad—para los discursantes: Robert C. Taylor, quien más de veinte años antes había encabezado el primer viaje de estudios de la Universidad Brigham Young en la Tierra Santa; Fred A. Schwendiman, el director residente a cargo de la construcción del centro; el élder Holland, quien recientemente había sido llamado al Primer Quórum de los Setenta después de haber sido el Presidente de la Universidad Brigham Young por nueve años; y el élder Packer, quien era miembro del Consejo Rector de la Universidad Brigham Young.

El último discursante fue el élder Howard W. Hunter, Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, también miembro del Consejo Rector de la Universidad Brigham Young, y desde el principio representante de la Primera Presidencia en la supervisión del proyecto del Centro de Estudios de Jerusalén. Después de algunas palabras, pronunció la oración dedicatoria, en la cual expresó sus propios sentimientos y los de quienes habían trabajado y esperado por tanto tiempo la llegada de ese día:

Este edificio en el que nos encontramos sentados, se ha construido para alojar a quienes te aman y procuran aprender acerca de Ti y seguir los pasos de Tu Hijo, nuestro Salvador y Redentor. Es un edificio hermoso en todo sentido y una muestra verdadera de la belleza que representa. Padre Celestial, te agradecemos el privilegio de habernos permitido edificar esta casa en Tu nombre para el beneficio y la instrucción de Tus hijos e hijas.

Te suplicamos, Padre, que bendigas esta casa en todo sentido. Bendice la tierra sobre la cual descansa y los hermosos jardines que la rodean. Bendice sus cimientos, sus paredes, su techo y todos sus detalles. Rogamos que la protejas de todo daño y posible destrucción a manos de hombre o por causa de estragos naturales, y que la conserves siempre hermosa y digna de todo lo que es sagrado y que te pertenece.

Por tanto, Padre, nosotros, Tus hijos, te dedicamos este hermoso edificio que ha sido

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construido con amor por nuestras manos, este Centro de Estudios del Cercano Oriente, con todas sus pertenencias, rogando que te sea aceptable en todo sentido y que todos los que entren en él para enseñar, aprender o por cualquiera otra razón, reciban Tus bendiciones y puedan sentir Tu Espíritu.

http://bibliotecasud.blogspot.com/

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12 JUNTOS NOS COMUNICÁBAMOS

DULCEMENTE"

El 4 DE OCTUBRE de 1972, después de la reunión de la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce en el templo, el élder Hunter escribió en su diario: "El presidente Lee se refirió al Salmo 55:'.. . Juntos comunicábamos dulcemente los secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios.'"

Existe entre esos hombres a quienes los Santos de los Últimos Días sostienen como profetas, videntes y reveladores, un sentimiento fraternal muy especial. Cada uno de ellos ha sido llamado para dar testimonio al mundo de que Jesús es el Cristo, el Autor del evangelio, y que venció los efectos de la muerte, que por Su intermedio se efectuará una resurrección universal, y que todos los que obedezcan Su evangelio alcanzarán la salvación y la exaltación en el reino de Dios. Cada uno de ellos ha consagrado su vida y sus talentos al servicio del Señor y a la unanimidad de su apostolado. Cada uno de ellos aporta al consejo su percepción y su experiencia personal, combinadas en un todo cuando "juntos se comunican dulcemente."

El élder Hunter nunca termina de maravillarse del privilegio que ha estado teniendo cada semana de reunirse en el templo con la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce para participar de la santa cena, suplicar al Señor en oración y deliberar sobre los asuntos pertinentes al reino del Señor. "Esa reunión del consejo en el templo es una experiencia que nos hace sentir la necesidad de ser mejores y de proceder mejor", escribió en 1967. "Allí se manifiestan la bondad, la unidad y el amor."

Tales expresiones suelen verse atenuadas solamente por un sentimiento de admiración al recibir tantas bendiciones, como lo revelan estos comentarios del élder Hunter: "El simple hecho de sentarme junto a este grupo de hermanos, me hace sentir inadecuado pero a la vez me inspira siempre a superarme." "Es en momentos como éstos que advierto mi .propia insignificancia y falta de mérito para que se me permitan tales privilegios y bendiciones." "Estas reuniones son los momentos sobresalientes de mi vida y siempre me dejan pensando por qué habré sido escogido y por qué es que tengo el privilegio de ser parte de este consejo." "Hoy salí del templo, tal como en otras ocasiones, sintiéndome inadecuado y pensando por qué habré sido seleccionado para integrar este grupo. Siempre me resuelvo a mejorarme y esforzarme por ser el ejemplo que se espera que sea."

Parte de la respuesta a su interrogación quizás se encuentre en su bendición patriarcal, la cual recibió cuando tenía veintidós años de edad y que dice: "Tú eres uno a quien el Señor conocía con anterioridad . . . Aportarás tus talentos a la iglesia y te sentarás en sus concilios, y te reconocerán por tu sabiduría y tu discernimiento."

En 1960, como miembro del Consejo de los Doce, el presidente Kimball expresó con estas palabras los sentimientos del élder Hunter y de los otros apóstoles con respecto a su relación con el Profeta y el apoyo que les merecía:

"En las reuniones de los jueves en el templo, después de orar y de ayunar, se toman importantes decisiones, se procede a organizar nuevas misiones y estacas, se adoptan nuevos métodos y normas y se dejan de lado las noticias al considerarlas como simples especulaciones humanas. Para los que integramos estos íntimos grupos y escuchamos las

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oraciones del Profeta de Dios y su testimonio, para los que observamos la agudeza de sus deliberaciones y la sagacidad de sus decisiones y pronunciamientos, él es, verdaderamente, un profeta."1

El élder Hunter se siente particularmente bendecido al haber disfrutado, casi a diario, de una entrañable asociación con cinco profetas—David O. McKay, Joseph Fielding Smith, Harold B. Lee, Spencer W. Kimball y Ezra Taft Benson—así como los consejeros de cada uno de ellos.

Poco antes de la Navidad de 1968, los apóstoles tuvieron una experiencia muy emotiva cuando juntos visitaron al presidente McKay, quien entonces permanecía enfermo en su apartamento del Hotel Utah. Comenzando con el élder Thomas S. Monson, quien era el apóstol que había sido llamado más recientemente, cada uno de ellos pronunció algunas palabras y, según las notas del élder Hunter, "dio testimonio del Profeta de Dios. Esto le causó una profunda emoción al presidente, quien sollozó y declaró que no hay en todo el mundo un grupo como éste de hermanos que se amen entre sí y que amen al Señor. Con lágrimas que le caían por el rostro, suplicó al Señor que lo hiciera digno de la confianza que le manifestaban los hermanos. Fue un momento muy emotivo y el Espíritu me reveló que estábamos en la presencia del Profeta del Señor en la tierra."

En otra ocasión, en 1977, el élder Hunter escribió: "En el día de hoy tuve una breve entrevista con cada uno de los miembros de la Primera Presidencia. Nunca deja de asom-brarme el vigor y la capacidad que poseen para llevar sobre sus hombros la pesada carga de esta Iglesia que progresa tan rápidamente. El presidente Kimball pronto cumplirá 83 años de edad y es tan activo como un joven ejecutivo y, a pesar de los problemas físicos que ha tenido en el pasado, trabaja sin cesar día y noche . . .

"El presidente Tanner va a cumplir 80 años de edad en mayo. También él tiene mucho vigor y una mente muy alerta. Siempre me fascina ver con cuánta rapidez puede analizar los hechos más complicados, identificar cuáles son los puntos esenciales y tomar decisiones incuestionables.

"El presidente Romney cumplió 80 años de edad en septiembre del año pasado ... Se emocionó mucho cuando nos contó acerca de la salud debilitante de su esposa y nos dijo que no pasará mucho tiempo hasta el día en que ambos habrán de ser librados de los problemas de la ancianidad ... El es uno de los hombres más dulces, bondadosos y profundamente espi-rituales que jamás he conocido. Yo apoyo a estos hermanos con todo mi corazón."

Dos años después, el élder Hunter fue al hospital una noche a visitar al presidente Kimball, quien había sido operado y estaba todavía bajo cuidado intensivo. "Hablé con la hermana Kimball", escribió, "quien me invitó a pasar a la habitación del Presidente. No me pareció oportuno visitarlo tan pronto después de su operación, pero luego me sentí feliz de haberlo hecho. El acababa de preguntar si alguno de los hermanos había ido a visitarle y, aparentemente, yo era el primero en hacerlo. Con gran vigor me tomó de la mano, hizo que me sentara a su lado y, sacándose la máscara de oxígeno, me besó.

"Yo no podía creer que tuviera tanta energía y lucidez después de tan seria experiencia. Con tono ocurrente me preguntó si le había llevado alguna tarea para hacer y le respondí que, si quería trabajar, le iría a buscar algo. Esto es algo característico en el presidente—nunca tiene un solo momento desocupado o de descanso en su constante afán por trabajar en aras de la expansión del reino."

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El interés por los demás

CADA UNO DE los hombres que ha sido ordenado al apostolado y sostenido como profeta, vidente y revelador trae consigo a su quórum y a la Iglesia virtudes y talentos especiales. Howard Hunter es considerado entre sus colegas como un hombre de sólido discernimiento y discreta sabiduría. Es muy raro que hable de sí mismo y de sus realizaciones o que comparta sus íntimos sentimientos personales. Su interés primordial está en las realizaciones, los sentimientos y el bienestar de los demás.

En una reunión de capacitación para Autoridades Generales, el élder Marvin J. Ashton se refirió a una experiencia que el élder Hunter les había contado a sus hermanos: "Había tenido una entrevista muy agradable con cierta pareja a la que había casado en el templo treinta años antes, y dijo, 'Me agradó que me contaran acerca de sus hijos, sus respectivos hogares, sus actividades y donde vivían.'" Y el élder Ashton agregó: "Si así lo hubiera querido, bien podría él haber hablado durante toda la entrevista de sus treinta y dos años como miembro del Consejo de los Doce."

El élder Dallin H. Oaks cuenta sobre la vez en que le presentaron al élder Hunter, en febrero de 1953. En esa época, el élder Oaks residía en Chicago, Illinois, y el élder Hunter había ido en compañía del élder LeGrand Richards con la asignación de dividir la Estaca Chicago, organizar dos nuevas estacas y escoger a las presidencias respectivas. Poco después de haber llegado, un viernes por la tarde, el élder Hunter recibió la noticia de que su padre había fallecido en California.

"Mas no se anunció nada sobre el particular", dijo el élder Oaks. "El élder Hunter continuó con las entrevistas con mucho aplomo y sin atraer la atención a sí mismo." El domingo por la noche, después de las sesiones de la conferencia (durante la cual se sostuvo al élder Oaks como segundo consejero en la presidencia de la nueva Estaca Chicago Sur), el élder Hunter tomó el avión a Los Angeles para acompañar a su madre y a su hermana. El martes siguiente, después del funeral en el Barrio Walnut Park, pronunció la oración dedi-catoria del sepulcro de su padre.2

Los Doce Apóstoles y todos los que con ellos trabajan saben que el élder Hunter analiza cuidadosamente toda cuestión antes de ofrecer sus opiniones, conclusiones o soluciones, debido, sin duda, a su experiencia en la abogacía. Sabe escuchar con atención cuando los demás expresan sus opiniones y sentimientos, y si el consenso no es general o si alguno en el grupo tiene una idea divergente, prefiere postergar la deliberación sobre el tema antes de llevarlo a votación. Pero cuando llega el momento de tomar una decisión, todos saben que la recomendación del élder Hunter será equitativa y directa. A veces, después de escuchar las opiniones y recomendaciones de los demás, suele conducir la deliberación en una dirección totalmente distinta a fin de señalar otras consideraciones y consecuencias que se deben tener presentes antes de tomar una decisión final.

En una de sus reuniones, varios apóstoles lamentaban la ausencia del élder LeGrand Richards, quien se encontraba gravemente enfermo en el hospital. El pronóstico médico era que no habría de sobrevivir la crisis. El élder Hunter escuchó en silencio los comentarios desalentadores de cada uno de los presentes y cuán lamentable sería la pérdida que sufrirían si aquel amado hermano fuera llevado de entre ellos. De pronto, el élder Hunter golpeó con la mano el posabrazo de la silla del élder Richards junto a la suya y declaró enérgicamente que el élder Richards regresaría y que volvería a sentarse en su silla. El élder Richards regresó tiempo después. Su labor en la tierra no había concluido y tomó de nuevo su lugar en la sala

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del consejo con sus hermanos.

Los momentos de camaradería

AUNQUE LOS MIEMBROS de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce tienen muchas responsabilidades, también suelen pasar momentos de solaz y conversar sobre cosas triviales—y a ninguno le agradan más los relatos entretenidos que al élder Hunter. Después de una de sus reuniones semanales en el templo, comentó: "Hoy almorzamos todos juntos en el pequeño comedor del templo, lo cual es siempre una ocasión placentera. No sólo la comida fue agradable, sino también nuestra conversación. Las historias, el buen humor y otras expresiones son todas cosas muy especiales."

En su diario personal, el élder Hunter se refiere a muchas de esas conversaciones, historias y ocasiones tan particulares. Una vez describió el almuerzo durante el cual una de las Autoridades Generales contó el caso de una señora que opinaba que las mujeres debían poseer el sacerdocio. Según el relato, cuando ella habló sobre el particular con el élder John A. Widtsoe, se cree que él le dijo que el profeta José Smith había estado a punto de recibir una revelación al respecto cuando lo asesinaron. Después de las risas subsiguientes de los hermanos, el presidente McKay preguntó: "¿No le dijo que fue por eso que el Señor se lo llevó?"

El presidente McKay puso en evidencia su buen sentido del humor cuando, al cumplir ochenta y ocho años de edad, les dijo a los hermanos: "He aprendido a valorar la vejez, porque ha sido una compañera fiel. No siempre lo pensé así, pero gracias a ella he podido cumplir mis setenta y cinco, mis ochenta, mis ochenta y cinco, y mis ochenta y ocho, así que voy acostumbrándome a su compañía." Unas semanas después, el élder Hunter escribió que el presidente McKay les había dicho en la reunión en el templo que indudablemente estaba envejeciéndose, agregando: "Sé que mi juventud ha pasado ya, porque mis idas y venidas ya vinieron y se fueron."

El día de uno de sus cumpleaños, el élder Hunter hizo un comentario que le habría agradado mucho al presidente McKay: "Hoy cumplo setenta años", dijo, "y siempre he pen-sado que ésta es una edad muy avanzada; pero creo que voy a tener que cambiar mi opinión." Dos años después, a los setenta y dos, comentó: "Al alcanzar esta edad, me he dado cuenta de que los días van acortándose cada vez más. En adelante, preferiría no tener ya cumpleaños."

En ocasión de su viaje a la Tierra Santa en 1961, los élderes Spencer Kimball y Howard Hunter forjaron entre sí una gran amistad que perduró los veinticuatro años que sirvieron jun-tos en el Consejo de los Doce y que continuó durante la época en que el élder Kimball fue el Presidente de la Iglesia. El élder Hunter menciona en su diario las numerosas veces en que fueron a cenar y al teatro con sus respectivas esposas.

En cierta oportunidad, en 1964, los Kimball estaban de vacaciones en la cabana de un amigo en el Cañón Big Cotton-wood, al este de Salt Lake City, e invitaron a cenar con ellos a los Hunter y al presidente Tanner y su esposa. El élder Hunter se refirió a esa velada de esta manera:

"Salí temprano de la oficina y fui a casa a buscar a Clairé. Luego pasamos a buscar a los Tanner, y juntos nos dirigimos hacia el cañón. Cuando llegamos, el presidente y la hermana Kimball nos esperaban con una cena exquisita, después de la cual los seis caminamos hasta la cascada Donut.Cuando regresamos, estaba ya obscuro y no pudimos entrar en la casa porque

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la puerta estaba cerrada con llave y ésta había quedado adentro. Spencer fue en su automóvil hasta un teléfono público y le indicaron dónde podía encontrar otra llave." Más tarde, una vez dentro de la cabana, "pasamos una noche agradable alrededor de la mesa, cantando canciones con el acompañamiento de Spencer en el clavicordio y escuchando el relato de los Kimball acerca de su reciente viaje a las misiones de América del Sur."

"Por lo demás, hermanos,. .. sed de un mismo sentir"

EN SU SEGUNDA epístola a los corintios, el apóstol Pablo termina diciéndoles: "Por lo

demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros." (2 Corintios 13:11.) Estas palabras, escritas hace dos mil años, describen fidedignamente a los líderes de la Iglesia en esta dispensación.

Quizás no haya mejores ejemplos de la unanimidad y la unión que existe entre las Autoridades de la Iglesia en estos últimos días que la ocasión en que todos confirmaron, sin vacilar, la revelación recibida en 1978 de "que se puede conferir el sacerdocio a todos los varones que sean miembros dignos de la Iglesia sin tomar en consideración ni su raza ni su color", y las veces en que un profeta es llevado de la tierra y se aparta a otro para que continúe siendo el portavoz del Señor sobre la tierra.

Antes de recibir dicha revelación, el presidente Kimball había hablado extensamente durante varios meses con los miembros de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce en forma colectiva e individual. El élder Hunter se refirió en su diario a una ocasión en la cual el profeta lo llamó a su oficina para conversar con él durante una hora sobre el particular. "Pude percibir", dijo, "su íntima preocupación y su deseo de acatar estrictamente la voluntad del Señor."

El élder Bruce R. McConkie escribió acerca de la reunión en la que todos los hermanos "escuchamos la misma voz y recibimos el mismo mensaje desde lo alto":

"Sucedió en un día glorioso de junio de 1978. Todos nos encontrábamos en la sala superior del Templo de Salt Lake, orando fervorosamente, suplicándole al Señor que nos manifestara Su pensamiento y voluntad concerniente a quiénes debían tener el derecho de recibir Su santo sacerdocio. Nuestro portavoz en la oración fue el propio presidente Kimball, quien expresó a ese Dios, cuyos siervos somos, los deseos de su corazón y del corazón de cada uno de nosotros.

"En su oración, el presidente Kimball pidió que todos fuéramos purificados y librados de nuestros pecados a fin de que pudiéramos recibir la palabra del Señor. Consultó al Señor libre y sinceramente, recibió una declaración mediante el poder del Espíritu, y lo que dijo le fue inspirado de los cielos. Ese fue uno de esos momentos poco comunes en que los discípulos del Señor están en perfecta unión, cuando todos los corazones laten al unísono y el mismo Espíritu arde en todo pecho."3

"Después de la oración", escribió el élder Hunter, "se manifestaron entre los hermanos muchas expresiones de amor y gratitud. Comentamos también sobre el sentimiento que nos unía a todos, de que muy rara vez, si es que acaso había existido jamás, se percibió tanta unanimidad en el consejo."

Una semana después se leyó a los hermanos el enunciado escrito de la revelación, y el élder Hunter comentó en su diario que "varios se refirieron al poderoso testimonio del Espíritu

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que se manifestó el jueves y a cómo ello había confirmado el origen divino de la revelación." Temprano a la mañana siguiente—el viernes 9 de junio de 1978—se leyó el documento en presencia de todas las Autoridades Generales durante una reunión de ayuno, "una reunión profundamente espiritual con grandes emociones y muchas lágrimas, en la cual los hermanos expresaron su amor por todos los hijos de Dios y dieron testimonio de que el presidente Kimball es un profeta de Dios. Esa fue una reunión que jamás habré de olvidar."

En pocas horas, los medios de información propalaron al mundo la noticia, y los Santos de los Últimos Días en todos lados sintieron las mismas emociones y el mismo gozo que los que habían participado en esta gloriosa manifestación.

Algunas de las experiencias de intensa confirmación espiritual vividas por el élder Hunter y sus hermanos en el Consejo de los Doce han tenido lugar en los momentos cuando ha fallecido un amado profeta y uno de ellos es entonces apartado y sostenido como el nuevo presidente, profeta, vidente y revelador.

El fallecimiento del presidente David O. McKay, en enero de 1970, no fue algo totalmente inesperado, siendo que su salud había estado decayendo gradualmente por varios años. (Véase el capítulo 10.) Pero la muerte de los dos profetas siguientes llegó repentina e imprevistamente.

El domingo 2 de julio de 1972, el élder Hunter escribió que, como no tenía asignación de asistir a ninguna conferencia de estaca, dedicó su tiempo libre a trabajar en su genealogía. Esa noche, poco antes de las diez, un oficial de la Iglesia le informó por teléfono que el presidente Joseph Field-ing Smith había fallecido a las nueve y media. "Esta fue una noticia devastadora, porque él no había estado enfermo", agregó el élder Hunter. Después de describir lo que le refirieron con respecto a los últimos breves momentos del presidente Smith, concluyó: "Muchas veces he pensado acerca de la condición de los seres trasladados, y esta noche he podido sentir que ése es el modo en que el presidente ha pasado de esta vida a la inmortalidad, sin sufrir la muerte."

El presidente Smith había sido el líder del élder Hunter en el Consejo de los Doce durante diez años y luego el Presidente de la Iglesia por dos años y medio. "Nuestra íntima asociación ha enriquecido mi vida", escribió el élder Hunter, "por lo cual estoy muy agradecido."

Los apóstoles se reunieron en el templo después del funeral y Harold B. Lee, quien era el apóstol de mayor antigüedad, fue sostenido como Presidente de la Iglesia, con Nathan Eldon Tanner y Marión G. Romney como consejeros en la Primera Presidencia. Una vez que estos hermanos fueron ordenados y apartados, el élder Hunter escribió: "El Espíritu ... dio testimonio a cada uno de nosotros de que, lo que había sido hecho, era la voluntad del Señor."

Sólo dieciocho meses más tarde volvería a presenciar la transferencia de la presidencia, cuando el presidente Lee falleció inesperadamente. Al recibir la noticia, en la noche del viernes 26 de diciembre de 1973, los Hunter se encontraban en Ojai, California, celebrando la Navidad con su familia en la casa de John. El élder Hunter se comunicó por teléfono con los presidentes Tanner y Romney y les dijo que regresaría a Salt Lake al día siguiente. Entonces conversaron con su esposa y con John, Louine, Richard y Nan hasta la medianoche.

"Les conté acerca de las deliberaciones del Consejo de los Doce en ocasión del fallecimiento del presidente McKay y del presidente Smith, y la manera en que se eligió a sus sucesores", escribió. "Claire y yo les comunicamos entonces que nuestros planes eran compartir con ellos y sus hijos nuestras propiedades. . . . Nos sentimos muy felices por la forma en que expresaron su amor mutuo y sus planes para el futuro y la eternidad. Esta fue

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una experiencia muy especial y gratifi-cadora." El sábado 29 de diciembre, un día frío y lluvioso, el élder Hunter asistió con las demás

Autoridades Generales al funeral llevado a cabo en el Tabernáculo y luego a los servicios de la dedicación de la sepultura en el cementerio de Salt Lake City "El fallecimiento del presidente Lee continúa siendo para mí una gran sorpresa", escribió esa noche en su diario personal, "y me parece increíble que ya no esté entre nosotros. Aunque sólo sirvió como presidente unos dieciocho meses, recordaremos para siempre su carácter de líder y sus vigorosos programas."

En la tarde del siguiente día, los apóstoles se reunieron una vez más en el Templo de Salt Lake para escoger a un nuevo presidente. Spencer W. Kimball, el principal de los apóstoles, fue ordenado y apartado Presidente de la Iglesia, con el presidente Tanner y el presidente Romney como sus consejeros. "Nunca había escuchado yo al consejo deliberar con tanta unidad y armonía", escribió el élder Hunter, describiendo luego el procedimiento. "Nunca olvidaré el dulce espíritu de esta ocasión y el gran amor y la amabilidad demostrada entre los hermanos."

Como Presidente de la Iglesia, Spencer W. Kimball estableció un ritmo extraordinario para las Autoridades Generales y para todos los Santos de los Últimos Días al exhortarles a que prolongaran el paso. Y él mismo dio el ejemplo en ello. En una reunión en el templo, en diciembre de 1980, se anunció que, una vez que todas las estacas autorizadas se hubieran organizado, el número de las mismas en la Iglesia llegaría a 1,244. En su diario, el élder Hunter comentó: "Cuando se mencionó que la mitad de este número de estacas se había organizado desde que el presidente Kimball ocupó su cargo al frente de la Iglesia, él dijo: '¿Seguimos adelante?'"

Aunque el presidente Kimball padeció de mala salud en los últimos años de su presidencia, nunca dejó de inspirar a la Iglesia y, en particular, a sus colegas en los quórumes directivos, a medida que alargaran su paso. Por eso, cuando el martes 5 de noviembre de 1985 informaron al élder Hunter y a los otros miembros del Consejo de los Doce que el presidente Kimball se encontraba en grave estado, el anuncio "cubrió de tristeza las oficinas." A las diez y media de la noche, el élder Hunter recibió la noticia de que el presidente Kimball había fallecido.

Al día siguiente, en horas de la mañana, los apóstoles se reunieron en el Templo de Salt Lake. El presidente Gordon B. Hinckley, quien entonces era el Segundo Consejero en la Primera Presidencia, siendo que el presidente Romney, el Primer Consejero del presidente Kimball, se encontraba enfermo, tomó su lugar entre los Doce al lado del élder Hunter, junto a quien se había sentado por veinte años, desde 1961 a 1981. A ambos, al élder Hunter y al élder Hinckley, se les asignó que se reunieran con la familia Kimball y luego con los departamentos responsables de los varios aspectos del funeral.

Una tormenta pronosticada para el sábado 9 de noviembre, el día del funeral, no se produjo hasta momentos antes de efectuarse los servicios dedicatorios de la sepultura en el cementerio de Salt Lake City, cuando una lluvia de granizo azotó la zona. En su diario personal, el élder Hunter escribió ese día: "Un gigantesco roble ha caído. Durante su adminis-tración y bajo su liderazgo, se registraron mejoras en cada departamento de la Iglesia—en el número de miembros, en la obra misional, en la edificación de templos y en las funciones administrativas. Su lema de 'alargar el paso' llegó a ser un sinónimo de su vida."

En la tarde del día siguiente, en la reunión en el templo, las Autoridades Generales sostuvieron a Ezra Taft Benson, el apóstol de mayor antigüedad en el quórum, como presidente, profeta, vidente y revelador de la Iglesia, con los presidentes Hinckley y Monson

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como consejeros. Quedando entonces como su sucesor en el Consejo de los Doce, el élder Romney ocupó el cargo de presidente del mismo, mas a causa de su frágil estado de salud, el élder Howard W. Hunter, quien le seguía en antigüedad, fue sostenido como Presidente en Funciones. Ese mismo día en el templo, el presidente Hunter ordenó y apartó el presidente Benson, después de lo cual el presidente Benson apartó a sus dos consejeros. Luego, con la asistencia de los Doce, el presidente Hinckley apartó al presidente Hunter y le dio una bendición.

A fines de ese año, el presidente Hunter hizo un resumen de todos los acontecimientos y concluyó diciendo: "Con los cambios producidos en cuanto a mis deberes, no sé todavía cuáles serán mis asignaciones, pero no olvidaré la promesa que hice antes de la conferencia general en la cual me sostuvieron como miembro del Consejo de los Doce, y pienso cumplirla lo mejor que pueda." Su promesa había sido: "Estoy dispuesto a dedicar mi vida y todo lo que poseo a este servicio." Antes de ser apartado como presidente en funciones de los Doce, él tuvo que demostrar varias veces esa disposición para dedicar al Señor y a la Iglesia su vida y su todo, pero en los días que siguieron habría de ser puesto a prueba mucho más.

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13 LA FAMILIA Y LOS VECINOS

CUANDO EL PRESIDENTE McKAY lo apartó como miembro del Quórum de los

Doce Apóstoles, oró para que el élder Hunter fuera bendecido en su hogar y para que su existencia "continuara siendo placentera y plena."

Muchas veces, después de un viaje en funciones asignadas por la Iglesia o de un paseo por tierras lejanas, el élder Hunter escribió en su diario personal: "¡Qué bueno es estar de vuelta en el hogar!" La atractiva y cómoda casa que él y Claire habían construido en Salt Lake City poco después de que lo llamaran al Consejo de los Doce, fue diseñada para que pudieran satisfacer sus propias necesidades y constituía para ellos un verdadero refugio de paz. Allí podían descansar cómodamente al cabo de las arduas—y a veces muy exigentes—tareas rela-cionadas con su llamamiento y dedicarse a sus pasatiempos favoritos o simplemente a no hacer nada en particular. A fines de cierto año, y después de resumir sus prolongados viajes a Europa, África del Norte, América del Sur y los Estados Unidos, agregó: "Es muy agradable poder iniciar el año en nuestro hogar. . . . Este día de Año Nuevo lo pasamos tranquilamente en casa."

El élder Hunter posee una amplia colección de libros y de grabaciones de música clásica, y dos de los primeros proyectos que tenía para su nuevo hogar eran completar su biblioteca personal e instalar un equipo estereofónico. Poco antes de que se mudaran a su nueva residencia, había comprado unas maderas y preparado los estantes en los que habría de poner su equipo estereofónico. Al día siguiente, escribió: "Richard y yo conectamos el equipo y en la tarde ya lo probamos." Esa misma noche también pusieron una pantalla sobre los estantes de la biblioteca y vieron algunas diapositivas.

En su diario ha hecho referencia a muchos de sus proyectos caseros, tales como los que se describen a continuación:

"Hoy me quedé en casa y trabajé en el jardín y también instalé en el sótano el revestimiento de las paredes y varillas para las cortinas."

"Hoy dediqué gran parte del día a limpiar mi taller, a ordenar mis herramientas y un sinnúmero de accesorios, y a hacer una instalación eléctrica."

"El motor de nuestro equipo de calefacción se descompuso y tuve que llevárselo a alguien para que me lo arreglara, y pasé el resto del día reparando el triturador eléctrico de la pileta de la cocina."

"Hoy comencé con el proyecto de duplicar las cintas grabadas de las conferencias de la Estaca Pasadena, desde la fecha de su organización hasta cuando fui relevado como presidente de la misma. Las había conservado en varias cintas y quiero ponerlas en orden utilizando unas de cuatro bandas."

Howard Hunter se había distinguido en las clases de carpintería que había tomado en la secundaria, así que ahora tenía muchas oportunidades para aprovechar tales habilidades. Sus hijos se refieren aún a la excelente organización de su taller. John, por ejemplo, comentó: "Cuando yo necesitaba alguna herramienta, sólo tenía que mencionárselo y él entonces me decía, 'Vé al taller y búscala; está en el medio del tercer cajón de la tercera puerta.' Y por cierto que allí la encontraba."

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La casa estaba ubicada sobre las colinas al este de la ciudad, y para la familia Hunter eso significaba tanto una bendición como un desafío. El vecindario era tranquilo y la vista del valle y del mismo lago hacia el oeste, y las montañas majestuosas hacia el este, les ofrecía un panorama espectacular. Cuando las condiciones del tránsito eran favorables, le llevaba al élder Hunter unos diez minutos llegar a su oficina en el centro de la ciudad, y aun las nevadas le proporcionaban una paz y tranquilidad especial, como lo ilustra esta descripción suya de la última noche de 1970:

"Hoy disfrutamos de una noche apacible en nuestro hogar. Al llegar la medianoche, salí al balcón. La noche era clara y fría, todo estaba cubierto con un manto de nieve, y las luces de la ciudad titilaban suavemente entre las sombras. Luego comenzaron a caer algunos copos de nieve y, de pronto, un estallido interrumpió el silencio cuando unos fuegos artificiales poblaron el cielo con mil estrellas."

La desventaja que presentaba la ubicación de la casa sobre la colina era sólo en relación con las condiciones del tiempo. En varias ocasiones, Howard Hunter escribió en su diario: "Nevaba tanto cuando salí de mi oficina que tuve que estacionar mi automóvil al pie de la colina y caminar el resto del trayecto. En la calle empinada pude ver varios automóviles atascados en la nieve." "Hoy nevó la mayor parte del día, así que no fui a la oficina." "Anoche nevó copiosamente y esta mañana estaba todo cubierto con un manto blanco. Cada vez que tengo que sacar la nieve con la pala pienso que me gustaría estar de vuelta en California—por lo menos durante el invierno."

Algunos de los peores problemas se presentaban cuando llovía torrencialmente. En septiembre de 1963, una fuerte lluvia arrasó con las semillas del césped y con parte de la tierra del jardín. A la mañana siguiente, los jardineros volvieron a sembrarlo, pero un día después otra tormenta arruinó su trabajo y provocó una seria erosión en el terreno. El élder Hunter, quien ese viernes por la tarde tenía que viajar a la ciudad de Kansas, acudió de prisa a su casa y trabajó con afán bajo intensa lluvia para desviar el torrente. Luego tomó el avión a altas horas de la noche, para llegar a Kansas el sábado por la mañana. A la semana siguiente, hizo construir un sostén de cemento para desviar las aguas en el futuro.

Un sábado escribió en su diario: "Hoy dediqué la mayor parte del día a cavar la tierra, ... a nivelarla, fertilizarla y a plantar césped." Al día siguiente, "la lluvia que cayó en la zona donde vivimos alcanzó proporciones de tempestad. Arruinó mi trabajo de ayer y arrasó con todo hasta el pie de la colina. Esto es verdaderamente desconsolador." El lunes, "De regreso a casa desde mi oficina, compré más semillas y fertilizante y me pasé el resto del día volviendo a nivelar la tierra y plantar nuevamente el césped que había arruinado la fuerte lluvia."

Un año, en la primavera, dos días después de haber plantado verduras en un macetero (al que llamaba "mi pequeña granja"), una tardía tormenta de nieve le destruyó todas las plantas. "Esto me hace entender mejor los problemas del agricultor", comentó.

En junio de 1979, los Hunter recibieron visitantes inesperados: "Mientras nos encontrábamos en Samoa, una familia de zorrinos se mudó a nuestro patio y cavaron su nueva vivienda debajo de la escalinata de cemento. Esta mañana los vimos jugueteando en el patio: dos zorrinos adultos y seis cachorros. No hay duda de que ya se han ambientado, pero tendré que encontrar la manera de librarnos de ellos sin fastidiarlos."

El élder Hunter llamó al departamento de control de animales de la municipalidad, y le informaron que a los zorrinos les desagrada el alcanfor. "Cuando salí de la oficina, fui a com-prar bolas de alcanfor y cuando llegué a casa puse algunas en la cueva de los zorrinos. Al obscurecer, los animalitos salieron a jugar al patio." Al día siguiente, después de que los

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zorrinos salieron nuevamente al patio, él les puso varias bolas más de alcanfor en la cueva, lo cual surtió el efecto esperado.

Los zorrinos, sin embargo, regresaron cinco años más tarde. "Todavía conservo algunas bolas de alcanfor", escribió el élder Hunter, "y siendo que los había desalojado antes, puse otra vez algunas en la cueva. Al día siguiente, las habían arrojado afuera, así que volví a ponérselas adentro. Parece ser que ya se han ido, porque no los hemos visto por tres días. Menos mal que se fueron sin hacernos problema."

Amigos y vecinos

Al DOMINGO SIGUIENLE de haberse mudado a su nueva casa, Howard y Claire

hablaron en la reunión sacramental del Barrio Trece de Monument Park, al que ahora pertenecían. "Después de la reunión, muchos miembros se acercaron para saludarnos como nuestros nuevos vecinos", escribió en su diario. "Estoy seguro de que vamos a disfrutar mucho este barrio."

Debido a la gran frecuencia de sus viajes, especialmente durante los fines de semana, el élder Hunter suele asistir a las reuniones dominicales de su barrio solamente una o dos veces al año. En ocasión de una entrevista de ajuste de diezmos, le dijo a su obispo que "con mucho gusto aceptaría la asignación de servir como maestro orientador, quizás como substituto de alguno que por alguna razón no pudiera hacer sus visitas."

Talmage y Dorothy Nielsen, que vivían enfrente de la casa de los Hunter y que se habían mudado allí en la misma época, eran sus maestros orientadores. La hermana Nielsen cuenta que el élder Hunter "fue siempre una persona muy humilde y tratable." Y recuerda una ocasión en la cual, cuando en una clase de la Escuela Dominical alguien hizo una pregunta y el maestro, dirigiéndose al élder Hunter, le pidió su opinión al respecto, él rehusó responderle y agregó: "No debe olvidar que soy solamente una Autoridad General."

Claire era muy activa en la Sociedad de Socorro y cuando no se hallaba viajando con su esposo asistía a las reuniones y a las fiestas. Una de las anotaciones en el diario personal del élder Hunter se refiere a una de las manualidades que Claire aprendió a principios de 1960 y que muchas hermanas de la Sociedad de Socorro recuerdan aún: "Esta noche, Claire fue con algunas hermanas de la Sociedad de Socorro a aprender cómo hacer decoraciones utilizando bolitas de vidrio." Por muchos años, lució en su casa el centro de mesa que hizo en aquella ocasión.

Los Hunter se habían mudado a un vecindario de gente muy amigable, servicial y sociable, a quienes les agradaban las fiestas. Preston Adams, uno de los miembros del barrio, con frecuencia limpiaba las veredas y la entrada de la casa de los vecinos después de las nevadas. Una vez, cuando un fuerte viento destrozó uno de los ventanales de su casa, Howard comentó: "Vinieron algunos vecinos trayendo consigo unas hojas de plástico y de tela y otras cosas con las cuales cubrimos los muebles y la alfombra de la sala para protegerlos contra la lluvia." Para la Navidad, una verdadera procesión de vecinos pasó por el hogar de los Hunter, trayéndoles regalos y cantando villancicos.

Howard Hunter tomó parte activa en la tarea de mantener limpio y seguro el vecindario. Cierto día, después de una limpieza general de la casa, puso varias bolsas de basura junto al borde de la acera para que se las llevaran los recolectores de residuos al día siguiente. Esa noche, algunos adolescentes se llevaron por delante las bolsas con su camioneta, esparciendo

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la basura por la calle a través de dos cuadras. A la mañana siguiente, uno de los vecinos vio que el élder Hunter estaba recogiendo la basura y poniéndola en bolsas nuevas.

En otra ocasión, Talmage Nielsen se hallaba instalando un equipo electrónico en la lancha que tenía estacionada a la entrada de su casa. Insistiendo en ayudarle, Howard se metió sin vacilar debajo de la embarcación para ver lo que se necesitaba hacer. Siendo que él ya había instalado su propio equipo, no tuvo problemas para colaborar en la tarea.

Un vez, cuando entre 1992 y 1993 los Nielsen se encontraban sirviendo una misión en Ecuador, un hijo de ellos estaba en el jardín de su casa tratando de reparar el sistema de riego. Al verlo, el élder Hunter acudió enseguida a ayudarle.

Los Nielsen han compartido muchas experiencias con los Hunter. En ocasión de celebrar el día de la independencia de los Estados Unidos, las dos familias fueron a una cabana que los Nielsen tenían junto a un lago en las montañas Wasatch. Cuando uno de los hijos de Talmage Nielsen hizo explotar un petardo, el pasto se incendió y comenzó a acercarse a la cabana. Claire corrió, y, tomando una manta de sobre el lomo de un caballo, la mojó en el lago y apagó el fuego.

Otro de los vecinos y amigos íntimos de los Hunter es Jon Huntsman, un industrial y filántropo de renombre, quien durante varios años fue su presidente de estaca. Una Navidad, el hermano Huntsman llamó al élder Hunter por teléfono y le contó que Roland Rich Woolley, quien era un amigo de ambos, residente en el sur de California, había estado por años lla-mando por teléfono a los hijos de la familia Huntsman en la víspera de la Navidad, identificándose como Papá Noel, para informarles que, si en el año habían sido obedientes, llegaría durante la noche a llevarles regalos.

"El hermano Woolley había fallecido recientemente", escribió el élder Hunter, "y con mucho gusto acepté la invitación de ser el Papá Noel de este año. Llamé y hablé con cada uno de los cinco niños, y fue muy divertido escucharles cuando me explicaron cómo se habían esmerado en ser buenos y cuánto apreciarían cualquier regalo que les dejara Papá Noel." Howard Hunter continuó haciendo esos llamados telefónicos a los niños durante los tres años en que la familia vivió en Washington, Distrito de Columbia, donde Jon Hunts-man sirvió como presidente de misión.

Actividades familiares

En JULIO DE 1969, Howard, Claire, John, Louine, Richard y Nan Hunter se

encontraron en Boston, Massachusets, para iniciar una excursión de doce días en automóvil por lugares relacionados con la historia de la Iglesia. Richard había preparado un itinerario acompañado de un comentario explicativo sobre el mismo, basado en relatos del propio José Smith en la Historia de la Iglesia y en otras fuentes de información acerca de los acon-tecimientos registrados en los lugares que habrían de visitar.

Los seis turistas fueron deteniéndose con frecuencia a medida que recorrían las regiones de Nueva Inglaterra, Nueva York, Pensilvania, Ohio, Illinois y Misurí. En la Arboleda Sagrada, el lugar donde el Profeta había orado y tenido la visión de Dios el Padre y de Su Hijo Jesucristo, Howard escribió: "La arboleda, después de las lluvias recientes, es hermosa. El sol brilla por entre los árboles con franjas de luz, y la calma que aquí existe nos produce un sentimiento de enorme serenidad. Ahora puede uno entender mejor lo que aconteció aquí aquella mañana, en la primavera de 1820."

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En ese mes de julio, se escribió otra página de la historia. Mientras viajaban por Farmer City, una ciudad de Illinois, escucharon por radio la noticia de que unos astronautas norteamericanos habían circunvalado la luna y después descendido en ella. "Fue una experiencia emocionante escuchar las instrucciones que les daban desde la tierra", escribió Howard. "El mundo entero estaba escuchando y aguardando ansiosamente los resultados de esa maniobra tan seria. Después de unos momentos, escuchamos la voz de Neil Armstrong desde la nave espacial, diciendo: 'El águila se ha posado.'"

Esa noche se quedaron en un hotel en Nauvoo, Illinois, la ciudad donde a principios de 1840 estaba la sede de la Iglesia, y lo primero que hicieron fue ver la televisión en sus respectivas habitaciones. Tal como en todo el país y en el mundo entero, vieron con asombro el momento en que el astronauta caminó sobre la superficie de la luna y plantó en ella la ban-dera de los Estados Unidos. "Esto es increíblemente fantástico, pero lo vimos con nuestros propios ojos y escuchamos la descripción total con nuestros propios oídos", comentó ma-ravillado Howard. "El que el hombre ponga su pie sobre la luna, es ahora una realidad."

Cuando viajaba, a Howard le agradaba andar desde temprano en la mañana hasta tarde en la noche, y no siempre se detenía a la hora de almorzar. Cierto día, después de que visitaron varios lugares, comentó: "Bueno, creo que realmente deberíamos comer dos veces por día." Los otros respondieron: "¡Muy bien! ¡Decidamos ahora mismo a qué hora y asegurémonos de que lo haremos!"

Antes de ser llamado al Consejo de los Doce, Howard había planeado practicar la abogacía con sus dos hijos en California. Aunque ambos se habían graduado de la Universidad Brigham Young y John obtuvo su maestría en esa universidad, habían decidido asistir a la facultad de derecho en California y entonces practicar la abogacía en ese estado.

John recibió su licenciatura de derecho en la Universidad del Sur de California y pertenecía al personal de una publicación especializada en leyes. Sirvió entonces durante cuatro años como ayudante del fiscal del Condado de Ventura, al noroeste de Los Angeles, y luego pasó a ser socio en un despacho de abogados. En 1970, fue nombrado juez del Tribunal Municipal del Condado por Ronald Reagan, quien en esa época era el Gobernador de California, y en 1992 se retiró de dicho cargo para aceptar el de juez del Tribunal Superior de Ventura. Por su parte, Louine, su esposa, había obtenido de la Universidad Brigham Young su bachillerato en educación primaria. Habiendo establecido su residencia en el Condado de Ventura, viven actualmente en la localidad de Ojai, en una finca de estilo español rodeada de un huerto de naranjas.

Richard se recibió de abogado en la Universidad de California en Berkeley e instaló su práctica en la zona de la bahía de San Francisco. El y su esposa vivieron por un tiempo en Denver, estado de Colorado, cuando estudiaba también para contador público. Después de practicar la abogacía durante varios años en San Francisco, organizó su propio despacho de abogados en San José, en la región central de California. En 1961, Nan se había graduado en zoología de la Universidad Brigham Young y, como propietaria de una escuela privada, había trabajado como maestra de primaria. Poseedora de un gran talento musical, Nan Hunter escribió las estrofas del himno "Father, This Hour Has Been One of Joy", que forma parte del himnario de la Iglesia en inglés. Richard y Nan viven en una casa que construyeron en un bosque cercano a San José.

Ambos hermanos Hunter fueron ordenados sumos sacerdotes en la Iglesia por su padre, a la misma edad, cuando tenían veintitrés años, en el momento en que fueron llamados como consejeros en obispados; pocos años más tarde, les ordenó obispos. En 1971, cuando iba de

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viaje al Pacífico Sur en funciones oficiales de la Iglesia e hizo un alto en San Francisco para ordenar obispo a Richard, el élder Hunter escribió en su diario: "Richard nos llamó la atención al hecho de que los tres—él, John y yo—habíamos sido ordenados obispos a la edad de treinta y dos años. No sé cuánto más podría nuestra familia haber sido bendecida, ni cómo podría yo haber sido bendecido más como padre que el saber que mis dos hijos son fieles a su sacerdocio y que están criando a sus familias con fe y devoción." John y Richard también sirvieron en presidencias de estaca.

Después de que Howard Hunter fuera llamado al Consejo de los Doce, John y Richard asistieron, generalmente con sus esposas y a veces con sus hijos, a la mayoría de las conferen-cias generales y se sentaban en una sección especial en las primeras filas del Tabernáculo. Entre sesiones, iban a la oficina de su padre, en el Edificio de Administración de la Iglesia, para participar del almuerzo que les preparaba Ruth Webb, quien fue la secretaria privada del élder Hunter durante más de veinte años. Cuando Ruth se encontraba enferma o ausente, otras secretarias o sus nueras y nietas preparaban los alimentos.

Howard y Claire recibían con regocijo a sus familiares y esperaban ansiosamente las horas de la noche para conversar con ellos, y a veces se entretenían viendo películas de la familia. En su diario, Howard describió la visita de sus hijos en octubre de 1972: "Ni bien llegaron a casa, atacaron el recipiente de las galletas y el refrigerador—nada diferente a la rutina de años anteriores. Todos experimentamos un sentimiento apacible cuando, como familia, nos arrodillamos a orar antes de retirarnos a dormir."

El orgullo de abuelo

En SUS VISITAS por todo el mundo, con frecuencia los miembros de la Iglesia suelen

preguntar al élder Hunter si está emparentado con ésta o aquella persona de su mismo ape-llido. Su abuelo, John Hunter, nunca se unió a la Iglesia, y solamente Will, el único hijo varón de aquél, fue quien perpetuó el apellido Hunter. Las probabilidades aumentaron en la siguíente generación, cuando Howard tuvo dos hijos varones que se casaron y tuvieron, John y Louine ocho hijos y dos hijas, y Richard y Nan cuatro hijos y cuatro hijas—asegurando, de esa manera, la perpetuidad del nombre.

Cada vez que les nacía un hijo, Louine y Nan recibían del orgulloso abuelo un fajo de cien billetes de un dólar. Las madres se divertían entonces gastándolos uno por uno. El último de los nietos de Howard Hunter nació en octubre de 1979 y, siendo que éste fue el décimo hijo de Louine y John, el abuelo hizo que el banco les preparara un fajo de cien billetes de diez dólares. "Espero que Louine disfrute mucho al gastarlos", escribió en su diario.

Muchas de las visitas del abuelo Hunter a sus nietos eran de paso, tales como una breve permanencia entre asignaciones de la Iglesia en California. Una historia, comentada tanto por la familia como por los medios de prensa, refiere cómo, siendo que siempre iban con su padre al aeropuerto de Los Angeles para buscar a Howard, los hijos de John lo conocían como "el abuelo que vive en el aeropuerto."

A Howard y a Claire les encantaba visitar a sus familiares en California en julio y durante la temporada navideña, porque esas son las ocasiones en que las Autoridades de la Iglesia no tienen asignaciones oficiales. Entonces los visitaban alternadamente en el sur de California y en la zona de la bahía de San Francisco. Por lo general, John y Richard trataban de juntarse con sus familias al menos una parte de ese tiempo. Los dieciocho nietos nacieron

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entre los años de 1959 y 1979, requiriendo que las actividades estuvieran de acuerdo con sus edades y que gradualmente fueran adaptándose a las preferencias de los adolescentes a medida que iban creciendo.

El verano era siempre una época ideal para ir a las montañas o a la playa. En julio de 1975, toda la familia pasó unos días en el campamento Aspen Grove, una propiedad de la Universidad Brigham Young en el cañón American Fork, a unos cuarenta kilómetros al sur de Salt Lake City. Una noche, la familia en pleno atestó la cabana de Howard y Claire para presentar un programa de talentos. "Las noches que pasamos allí fueron frías y no teníamos calefacción en las cabanas", escribió Howard. "Menos mal que habíamos llevado nuestras frazadas eléctricas."

Algunas de las temporadas más placenteras tuvieron lugar en las casas que solían alquilar en las playas de la bahía de Monterey y de Mussel Shoals, cerca de Santa Barbara, en California. En julio de 1976, Howard escribió: "Todo en la costa es vivaz y activo, en especial los diecisiete niños de apellido Hunter, los cuales se lo pasan excavando, edificando, nadando, arrojando cosas, saltando, corriendo, gritando, persiguiéndose, trepándose, luchando y comiendo, pero rara vez están sentados, durmiendo o envueltos en nada que requiera sosiego. Los primos se están divirtiendo como nunca."

Un año, bajo la dirección de Nan, los niños prepararon un relato de misterio, confeccionaron los trajes, ensayaron y luego filmaron una película titulada "El Secuestro", que su orgullo abuelo aseguró "debe haber sido la producción más extraordinaria jamás filmada." Una de las tradiciones anuales era la competencia de construir castillos de arena en la playa, en la que los adultos actuaban de jueces. Los niños también presentaban un programa de talentos todos los años.

Los domingos, la familia en pleno asistía a las reuniones de un barrio local—ocupando dos bancos completos—o realizaban su propia Escuela Dominical y su reunión sacramental en la casa que estaban alquilando en la playa, lo cual fortalecía los vínculos familiares. Cierta vez los varones de la familia se dirigían hacia la ciudad para asistir a la reunión del sacerdocio y se les descompuso el automóvil. Entonces regresaron caminando a la casa de la playa y llamaron dos taxímetros para que fueran a buscar a la familia para llevarla a la Escuela Dominical, pero uno solo respondió con la idea de llevar primero a la mitad y volver luego por el resto. "Esto habría causado que llegáramos tarde a la Iglesia", escribió Howard en su diario, "así que nos quedamos en la casa y tuvimos nuestras propias reuniones, dirigidas por Richard, nuestro obispo. Cantamos himnos y luego John bendijo la santa cena, que Robert y Steven repartieron. Todos, a excepción de los pequeñitos, dimos nuestro testimonio. Fue un verdadero gozo escuchar a los niños cuando expresaron sus sentimientos acerca de la Iglesia y su gratitud por ser miembros de nuestra familia. Cuán bendecidos somos de ver que nuestros hijos, sus esposas y sus hijos sean tan dedicados a la Iglesia. Quizás hubo una razón especial para que no pudiéramos asistir a la capilla esta mañana."

Una noche inolvidable de verano en 1983, escribió: "Los niños me pidieron que les contara cómo fue que me llamaron al Consejo de los Doce y cuáles eran mis asignaciones. Terminado el programa de esa noche, fuimos a la playa para ver cómo llegaban a la costa las lisas, unos peces pequeños. Cientos de esos corcoveantes y brillosos animalitos plateados que reflejaban las luces de la casa cubrían la playa en cada oleaje. Los niños llenaron varios baldes con ellos y, poniéndolos en bolsitas plásticas, los conservaron en el refrigerador para usarlos luego como carnada."

Howard Hunter, quien cuando joven acostumbraba a juntar huevos de pájaro en los

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pantanos del río Boise, se quedaba encantado con los pájaros de la playa. Un verano escribió: "En muchas playas hay multitudes de gente y muy pocos pájaros, pero aquí la gente es escasa y, por tanto, hay cientos de pájaros de enorme variedad. . . . Siempre pensé que había algo muy peculiar en la persona que se deleita observando los pájaros, pero después de haber leído acerca de los que habitan cerca del agua y emigran de un continente a otro, ahora me interesan mucho. He estado contemplando varias cadenas de pájaros que, durante toda la mañana, corren de arriba hacia abajo sobre la arena, saltando sobre el oleaje. Entre los más comunes, he visto varias especies de aguzanieves, chorlitos, sarapicos, agachadizas, ostreros, gaviotas y pelícanos. Son algo fascinante para el que no tiene nada que hacer."

Howard Hunter también disfrutaba mucho las caminatas que daba a solas por la playa en horas tempranas: "No vi ni un sola alma cuando me levanté esta mañana y salí a caminar. El mar estaba hermoso y calmo, entonces caminé hasta el final de la playa. . . . Un perro solitario vino a acompañarme, corriendo delante de mí, y juntos contemplamos los pájaros que buscaban qué comer cuando las olas retrocedían dejando expuestos sobre la arena pequeños cangrejos y otros moluscos para el beneficio de las hambrientas aves."

La Navidad en el hogar de sus hijos ofrecía a los Hunter un alivio de la temporada típicamente fría y nevosa de Utah. Pero también encontraban menos paz y tranquilidad que las que Howard gozaba en su casa, tal como sucedió en la Navidad de 1968 en el hogar de John:

"Los niños se levantaron temprano y pronto la casa parecía haber sido devastada por un tornado, aunque supongo que esto es natural cuando se tienen cinco niños llenos de energía.... Cerca de las siete, llegaron Richard, Nan y sus cuatro hijos de San José, así que todos disfrutamos de una segunda Navidad. Poco después llegó la noche. A los dos pequeñitos se los puso en sus cunas y los otros siete se acostaron en bolsas de dormir y en cuestión de minutos reinaba el silencio. Este ha sido un día hermoso y agradable porque lo hemos pasado juntos."

En 1971, Howard y Claire fueron otra vez al hogar de John. "La conmoción empezó a las siete. Los niños se habían levantado, se habían vestido y estaban listos para ir a la sala tan pronto como se les permitiera hacerlo. Reinaba el alboroto, pero en medio del ruido surgieron siete niños cubiertos con envoltorios y ribetes, cargando en sus brazos el botín navideño."

En la temporada de 1975, la familia celebró una Navidad especial en la casa de Richard, en honor de su linaje danés. "Nan cocinó un pavo enorme para la cena de Nochebuena", escribió Howard. "La mesa estaba primorosamente decorada con platos con motivos navideños, velas y bocadillos daneses." A la mañana siguiente, "los niños se levantaron tem-prano. La confusión reinaba en medio del gran entusiasmo de los que abrían los regalos. Más tarde, comimos un desayuno delicioso al estilo danés.. . . Por la noche, tuvimos la cena a la luz del candelabro, con pavo frío y más bocadillos daneses. Nan trajo a esta Navidad una porción de Dinamarca."

En 1983, toda la familia se reunió en la casa de John; esta vez, cuando los nietos mayores estaban recibiendo ya sus llamamientos misionales o asistiendo a la universidad. "Esta bien podría ser nuestra última Navidad juntos", comentó el élder Hunter.

Poco antes de la Navidad de 1987, Howard escribió en su diario: "Richard me había pedido que hablará individualmente con sus ocho hijos, así que después de la cena tuve el placer de hablar en privado con cada uno de ellos. Conversamos acerca de su progreso en los estudios, sus sentimientos en cuanto a la Iglesia y sus testimonios, sus relaciones familiares, y muchas cosas más. Estoy muy complacido con el éxito, la madurez y las ambiciones de cada uno de ellos."

El que su abuelo haya oficiado en sus sellamientos en el templo es algo muy importante

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para los nietos. A medida que han ido planeando sus casamientos, han coordinado todos los arreglos con él, porque, como lo indicó Richard, reconociendo las funciones de su padre, "es difícil que procure obtener favores especiales para alterarlas."

Considerando la vida incesantemente activa que por lo general vivía, no era fácil que Howard Hunter pudiera descansar en sus vacaciones. "Cuando venía para la Navidad", recuerda Nan, "nos dábamos cuenta de que, si queríamos que estuviera feliz, teníamos que darle algo para hacer." Entonces empezó a reservar algunos proyectos y reparaciones para el momento de sus visitas.

Cierta vez, Howard le ayudó a Richard en el jardín a recoger las hojas secas y a podar los arbustos, a limpiar el garaje y a acarrear basura hasta el basurero municipal. Luego diseñó un teatro de títeres para los niños y fue a la ferretería a comprar todo lo necesario para construirlo. A la mañana siguiente, mientras Richard hacía las entrevistas de ajuste de diezmos en su barrio, Howard preparó los materiales y por la tarde, con la ayuda de Richard, armó el teatro mientras Nan y Claire confeccionaban los títeres y la ropa para una escena navideña.

En otra Navidad, Howatd escribió: "Ricbard fue a su ofi-cina por unas horas y entre tanto yo hice unos caballitos de madera para regalarles a los niños. Cuando Richard regresó, juntos desconectamos la cocina eléctrica y reparamos algunas de sus partes."

Al año siguiente, mientras Richard se encontraba en su oficina, Howard se dio a la tarea de los proyectos que Nan le había reservado: "Primeramente, desarmé la secadora de ropa y le cambié la resistencia que tenía quemada; luego empecé a fabricar con madera prensada una casa de muñecas para Me-rrily, utilizando los planos que Nan había comprado." A la mañana siguiente, recogió las hojas secas del jardín, limpió el patio y terminó de construir la casita de muñecas.

Durante otra de sus visitas, él y Richard fueron a comprar unas maderas y construyeron un patio cercado y con techo (para levantarlo se necesitó la ayuda de muchos, incluso de Sol y Florence Green, los padres de Nan), colocó los caños del sistema de riego en el jardín, instaló las válvulas y conectó el agua. Otra vez, después de desarmar el sistema de filtración de agua y de limpiar los depósitos de salitre, comentó en su diario: "Esto debería hacernos merecedores de una especialidad scout en reparaciones del hogar."

Cuando sus nietos servían una misión, el élder Hunter se mantenía siempre en contacto con ellos por correo y en ocasiones en que sus asignaciones le requerían viajar a los lugares donde estaban ellos, aprovechaba a visitarlos personalmente. En 1990, cuando pasó por Colonial Williamsburg, en el estado de Virginia, fue a ver por unos minutos a Merrily, la hija de John, quien servía en la Misión Virginia Roanoke. "Hoy fue un día muy especial, sobre el cual debo escribir en mi diario", indicó Merrily en un artículo para el semanario Church News. "Mi abuelo disfrutó de un repaso que hicimos de la historia de nuestro país. A él le apasiona la historia, y su patriotismo es algo que la familia toda admira."

El amor que por él sienten sus nietos fue expresado en un mensaje que Richard, Nan y sus ocho hijos le enviaron en 1979 para el Día del Padre: "En tu honor este día nos esforzaremos por cumplir los mandamientos, amarnos unos a otros y amar a los demás, trabajar con afán en nuestras asignaciones, estudiar las Escrituras, orar juntos e individualmente, plantar un huerto, servir al prójimo, santificar el día del Señor y mucho más. Te agradecemos la función que cumples en nuestra familia, todo tu amor y tu interés en nosotros, por todo lo cual te agradecemos y te amamos. Estamos orgullosos de ti por todo lo que has hecho en tu vida y es para nosotros (y para todos los demás) un honor en este día saber que te pertenecemos y que nos perteneces para siempre. Con amor y 1.000 besos."

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Relación con los parientes

HOWARD HUNTER es un hombre de familia. Siente orgullo genuino por sus descendientes y está íntimamente relacionado con sus antepasados, aquéllos que tanto sacrificio hicieron para unirse a la Iglesia y que ayudaron a establecer las comunidades y las familias en Sión. Una vez citó al novelista George Eliot en su diario personal, al decir: "No deseo futuro alguno que desate los lazos del pasado."

En marzo de 1957, dos años y medio antes de ser llamado al Consejo de los Doce, Howard viajó a Mount Pleasant, en Utah, donde su bisabuelo pionero se había establecido, y escribió: "Aunque nunca he vivido aquí, éste es mi hogar porque aquí están mis raíces. Cuán agradecido estoy por mi linaje que tanto valoro y que surge de este valle, a través de aquéllos fieles que dejaron atrás a sus seres queridos, confiaron su travesía a los vientos del Atlántico y soportaron las penurias del gran desierto americano para llegar a este lugar, indómito aún por la mano del hombre."

Durante muchos años tomó parte muy activa en varias organizaciones familiares, comparando, intercambiando y verificando datos genealógicos. En 1973 comentó: "Dediqué todo el día a compilar mis registros genealógicos. He logrado completar el registro de todos los descendientes de mi bisabuelo, Anders Christensen, los cuales abarcan 288 familias hasta fines de 1973. También estoy investigando los nombres de sus progenitores y he podido definir algunas conexiones más allá de lo que la familia ha podido hacer en el pasado."

Pocos años más tarde, cuando la Iglesia pidió a los miembros que prepararan los formularios de registro familiar hasta cuatro generaciones y las enviaran al Departamento de Genealogía, Howard Hunter asistió a unas sesiones de un curso práctico de la familia Christensen y les dio formularios de Anders Christensen y sus cuatro esposas; asimismo, dio instrucciones sobre cómo preparar las hojas de las cuatro generaciones.

Las reuniones de la familia Christensen en Mount Plea-sant duran por lo general dos o tres días, y asisten a ellas participantes tanto de lugares cercanos como distantes. Cuando le es posible, Howard está presente en ellas. Durante las reuniones se llevan a cabo excursiones a la antigua residencia de Anders Christensen y Martin Rasmussen, la cual forma parte del registro federal de hogares históricos, y también visitan el cementerio de la ciudad. Otras actividades incluyen el intercambio de datos genealógicos, la presentación de un programa de talentos, y la asistencia a una sesión en el Templo de Man ti.

Una vez, Howard asistió a una cena del Día de Acción de Gracias para miembros de la familia Rasmussen en la cafetería de la Escuela Mount Pleasant. "Fue una ocasión muy agra-dable", dijo después. "Llevé a la cena mi libro genealógico referente a la familia Rasmussen y conseguí mucha información que no tenía."

La genealogía de la familia Hunter ha sido más difícil de conseguir, porque Nancy Hatch Nowell, la tatarabuela de Howard fue el único antepasado activo en la Iglesia. En 1974, conoció en Filadelfia a Dorothy Carousso, quien era prima de su padre y oficial de la Sociedad Genealógica de Pensilvania. Ella le mostró los archivos y la biblioteca de la sociedad y le dio copia de los datos que había obtenido del linaje de la familia Nowell. También le informó acerca de un libro titulado El Testimonio de Nancy Nowell, que contenía, según ella misma, "un relato diario del devoto ejercicio de mi corazón y del testimonio de la verdad." Howard logró conseguir un ejemplar del libro para su propia colección y de vez en cuando vuelve a leerlo.

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También Claire Hunter estuvo siempre interesada en la genealogía, y compiló algunos datos acerca de sus antepasados alemanes, a pesar de que durante la Primera Guerra Mundial y la segunda se destruyó mucha información que podría haber sido provechosa. También consiguió registros de la familia Jeffs y escribió varias historias familiares.

Aunque sus padres y todos sus hijos vivían en California, Howard y Claire se mantuvieron en contacto directo con ellos, los visitaban lo más frecuentemente posible y esperaban ansiosos la visita de ellos en Utah.

Cuando en la conferencia general de 1959 leyeron el nombre de Howard, una de las primeras personas en responder fue su madre, quien desde South Gate, California, le envió un telegrama diciéndole: "Orgullosa de ti. Los discursos maravillosos. Cuánta emoción. Tengo la piel como de gallina. Sinceramente. Que Dios esté con todos ustedes, [firmado] Mamá."

Nellie fue siempre la más noble alentadora y defensora de su hijo. En un artículo publicado en el periódico Deseret News en 1983, Howard recordó que cuando lo llamaron como obispo del Barrio El Sereno, ella le dijo: "Es bueno ser importante, pero más importante es ser bueno."1 El artículo mencionó que Nellie "tenía una personalidad resuelta y un carácter agradable, pero apreciaba mucho a la gente y todo el mundo la amaba. No era inclinada a la ostentación, pero siempre se dijo que era 'el alma de la fiesta' en las reuniones de labores de la Sociedad de Socorro, porque siempre tenía algo para contar."

Además de su participación en las organizaciones auxiliares de la Iglesia, Nellie era miembro de las Hijas de los Pioneros de Utah y cantó con el "Coro Conmemorativo Californiano de las Hijas de los Pioneros de Utah" en ocasión de los servicios dedicatorios del edificio de la sociedad en Salt Lake City, llevados a cabo el 23 y el 24 de julio de 1950.2

En 1963, Howard se encontraba en Chicago cuando se enteró del fallecimiento de su padre, y también se hallaba en esa ciudad cuando, el 4 de septiembre de 1971, le informaron que su madre estaba gravemente enferma y que la habían internado en el hospital. En esos momentos, él y Claire estaban por tomar un avión en el aeropuerto de Chicago, en tránsito de Francfort, Alemania, a Milwaukee, estado de Wisconsin, cuando el Presidente de la Estaca Chicago llegó para darle la noticia. Howard llamó enseguida a su hermana Dorothy, en Los Angeles, quien le dijo que a su madre, quien sufría del corazón, se le había declarado neumonía, pero que estaba reaccionando favorablemente al tratamiento que se le daba. Entonces prosiguió con su asignación, tal como lo había hecho ocho años antes cuando su madre, después de comunicarle el fallecimiento de su padre, le dijo: "Estás en la obra del Señor y tienes que cumplir primero con tu asignación."

La salud de Nellie se deterioró rápidamente y el jueves 11 de noviembre, en momentos en que Howard se hallaba en la reunión de los Doce en el templo, recibió la noticia de que su madre había fallecido apaciblemente mientras dormía. "Los hermanos me expresaron su condolencia", comentó luego. "El presidente Kimball me preguntó si quería retirarme, pero pensé en aquel día en Chicago cuando me informaron que mi padre había muerto, y cuando llamé a mi madre, ella me alentó para que me quedara y cumpliera con la tarea del Señor antes de regresar. Y le dije al presidente Kimball que me quedaría y cumpliría con mis deberes."

Al día siguiente, Howard asistió a la ceremonia inaugural de Dallin H. Oaks como Rector de la Universidad Brigham Young y luego acompañó a otra de las Autoridades Generales hasta St. George a fin de participar en la asamblea solemne para conmemorar el centenario de la iniciación del Templo de esa ciudad. Una vez finalizadas sus asignaciones, él y Claire tomaron el avión a Los Angeles y asistieron al funeral y sepelio de su madre. "Hoy fue un día triste para nosotros y de regocijo a la vez", escribió. "Mi madre tuvo una vida larga

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y útil, y todos sus descendientes somos activos en la Iglesia. Su cuerpo físico se había debilitado y era tiempo de que dejara este mundo, habiendo cumplido su labor. Estoy muy agradecido al Señor por mi heredad."

A la madre de Claire también le agradaban mucho las visitas de los Hunter cada vez que viajaban al sur de California. Durante varios años tuvo huéspedes en su amplio hogar en Los Angeles y sirvió en numerosos llamamientos en la Iglesia, incluso como obrera en el templo, consejera en las presidencias de la Primaria y la Sociedad de Socorro, y maestra de religión. En abril de 1967, después de haber sufrido varios ataques de apoplejía, vivió con Howard y Claire durante algunos meses para luego residir en un hogar para ancianos cerca del Templo de Salt Lake. Ella falleció en 22 de diciembre de 1974, a la edad de noventa y dos años, y fue sepultada en Inglewood, California, junto a las tumbas de su esposo, que murió en 1933, y de su nieto Howard William Hunter, hijo, que murió en la infancia en 1934.

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14 "UNA BUENA CUOTA DE ALTIBAJOS"

La VIDA—TODA VIDA—tiene una buena cuota de altibajos. Verdaderamente, en el

mundo podemos ver tanto alegrías como tristezas, muchos planes modificados y nuevos rumbos, muchas bendiciones que no siempre parecen ser o sentirse como tales, y muchas cosas que nos hacen humildes y que aumentan nuestra paciencia y nuestra fe."1

Cuando Howard W. Hunter pronunció estas palabras en la conferencia general de octubre de 1987, las dijo por experiencia. En el transcurso de los quince años anteriores a esa fecha, había experimentado una buena cuota de altibajos, de alegrías y tristezas, y había cambiado muchos planes y tomado nuevas direcciones. Y así continuó explicándolo:

"No siempre es fácil llegar a ser como un niño y someterse a la voluntad de nuestro Padre Celestial. El presidente Kimball, que conocía muy bien lo que es el sufrimiento, las desilusiones y las circunstancias que escapan a nuestro control, escribió en una ocasión: 'Como seres humanos, qué no daríamos por librarnos de los dolores físicos y de la angustia, y asegurarnos así una vida fácil y cómoda; pero si fuéramos a cerrar las puertas al pesar y a la congoja, podríamos estar despreciando a nuestros mejores amigos y benefactores. Porque el sufrimiento puede santificar a la persona a medida que aprende a tener paciencia, longanimidad y autodominio.'"2

Paciencia, longanimidad y autodominio. Estos fueron los principios que guiaron la vida del élder Hunter cuando, primero Claire y luego él mismo, tuvieron que sufrir enormes problemas de salud.

A principios de la década de 1970, Claire comenzó a padecer en ocasiones la pérdida de la memoria, intensos dolores de cabeza y desorientación. En octubre de 1972, Howard escribió en su diario que la había llevado al médico y de ahí al hospital para que le hicieran unos exámenes. Los resultados indicaron entonces "el endurecimiento de las arterias y el médico le recetó medicamentos para contrarrestar el problema."

Pero éste persistió y tres meses después, en febrero de 1973, Claire estaba de vuelta en el hospital para someterse a otros exámenes, incluso a la inserción de una tintura en las arterias del cuello para explorar la circulación sanguínea en la cabeza. Le encontraron un coágulo y le recetaron medicamentos adicionales, pero no se le produjo mejora alguna.

En los años subsiguientes se le hicieron a Claire muchos exámenes más, se le recetaron otros medicamentos y consultó a muchos especialistas, pero nadie logró determinar exacta-mente la causa de su enfermedad ni cómo tratársela eficazmente. En uno de sus viajes al sur de California, Howard habló con un neurocirujano en un hospital de Hollywood y, en otra ocasión, el médico de cabecera consultó por teléfono a los decanos de las facultades de medicina de la Universidad de Harvard y de la Universidad de California. Cuando les expli-caron los síntomas que Claire padecía, ninguno de ellos respondió en forma alentadora.

En julio de 1975, después de sufrir repentinos y rigurosos dolores en el pecho y en un brazo, Claire debió ser internada en el hospital. Había tenido un colapso en el pulmón izquierdo, problema que le fue solucionado, pero seis meses más tarde, el 29 de diciembre, fue nuevamente internada en el hospital y le hicieron un examen que consistió en inyectarle un isótopo radioactivo en la médula espinal. Después de eso, los médicos le explicaron a Howard cuáles eran las opciones que restaban, incluso la posibilidad de una cirugía.

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"Aunque la necesidad de operar no es muy crítica", escribió Howard en su diario, "el médico indicó que eso sería el último recurso. También me dijo que si se tratara de su propia esposa, él optaría por someterla a una operación llamada de desviación arterial. La decisión no era fácil. Si habría de beneficiar a Claire, tenía que hacerse, pero si no, sería horrible para ella sufrir tamaña experiencia. Sentí entonces la necesidad de ir al templo para quedarme solo, y cuando regresé, llamé a Dorothy, a Richard y a John. Cada uno de ellos opinó que, si ésa era la única manera de aliviarla, debía correrse el riesgo porque, de otro modo, quedaríamos para siempre con la duda de que quizás algo podría haberse logrado."

El 2 de enero de 1976, antes del amanecer, Howard fue al hospital y se quedó con Claire hasta que la llevaron a la sala de operaciones. "Seguí con ella hasta la sala, la besé y me quedé mirándola hasta que cerraron las puertas. Mientras esperaba, me puse a pensar en las veces cuando, años antes, esperé a la puerta de la sala de partos. De pronto, mi ansiedad se tornó en una sensación de paz. Sentí que habíamos tomado una decisión acertada y que el Señor había contestado mis oraciones."

El cirujano le informó que le había hecho "una desviación arterial, de la región cerebral por sobre y detrás del oído derecho a un vaso en el cuello, para reducir la presión sanguínea. Si la presión había sido la causa del problema, esto podría contribuir a remediarlo."

Howard visitó a Claire todos los días de las dos semanas que estuvo internada—temprano en la mañana, al mediodía y después del trabajo hasta que ella se dormía. Una noche, al salir del hospital, vio que las calles habían quedado intransitables a causa de la nieve y le llevó más de una hora—cinco veces más que de costumbre—llegar hasta la calle que con-ducía a su casa desde el pie de la colina. "No pude llegar a casa porque el camino estaba literalmente cubierto de vehículos atascados en la nieve", escribió luego, "así que dejé mi automóvil y empecé a caminar. ... A veces pienso que preferiría estar en el sur de California."

Diez semanas después de la operación de Claire, Howard la llevó al médico para que la examinara. "Nos dijo que, a la fecha, tendría que haberse mejorado mucho más, lo cual podría indicar que el resultado no ha sido favorable."

Antes de que se le diera de alta en el hospital, a Claire le hicieron otros exámenes, los cuales mostraron que se le estaba desarrollando un principio de diabetes. Los médicos dijeron que se trataba de un caso benigno y que podría controlarse fácilmente, por lo que Howard aprendió a efectuar por sí mismo los análisis en la casa. Al poco tiempo, sin embargo, era obvio que no podía dejársela sola, así que contrató a una enfermera para que la acompañara durante el día. Unos meses después, preparó un pequeño apartamento en el sótano de su casa para el alojamiento de la dama de compañía de Claire. No obstante, Howard cuidaba a su esposa durante la noche, lo cual le permitía dormir muy pocas horas.

A pesar de su continua preocupación por Claire, el élder Hunter no descuidó sus responsabilidades en el Consejo de los Doce. Se lo relevó de un par de asignaciones, pero la Iglesia seguía creciendo a pasos agigantados, particularmente en Latinoamérica y en Asia, y él se había determinado a cumplir cabalmente con su deber. Cuando podía, viajaba con Claire, sobre todo al principio de su enfermedad, pero cuando su cuidado fuera de la casa fue haciéndose cada vez más difícil, comenzó a viajar solo o en compañía de algún otro miembro de su familia. La mayoría de sus nietos estudiaban en la Universidad Brigham Young, así que podían acompañarle en ocasión de las funciones sociales y oficiales que allí se realizaban. En las conferencias generales, Claire se sentaba junto a Dorothy en los bancos reservados para miembros de la familia e invitados especiales, en lugar de hacerlo en la sección para las esposas de las Autoridades Generales.

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Cuando se encontraba fuera de Salt Lake City, el élder Hunter llamaba frecuentemente a su hogar para saber cómo se sentía Claire, cuya condición continuaba deteriorándose, pues a raíz de pequeños ataques de apoplejía, le resultaba difícil ya hablar y usar las manos. Cuando sufrió un colapso en el pulmón izquierdo, tuvieron que operarla y le insertaron unos tubos en el pecho para que pudiera respirar mejor. Varias veces sufrió desmayos posiblemente a causa de su condición.

El élder Hunter acudía de inmediato cada vez que la dama de compañía lo llamaba a su oficina. Cuando llegaba a la casa, solía encontrarla recuperada, pero a veces tenía que llevarla enseguida al hospital para que la examinaran o la trataran.

En mayo de 1981, Claire sufrió un derrame cerebral y los médicos opinaron que probablemente nunca más volvería a caminar. Dos semanas y media más tarde, cuando se le dio de alta, salió del hospital en silla de ruedas. Unos días después, Howard expresó su esperanza al escribir: "Aunque los médicos han dicho que no habrá de caminar otra vez, Claire puede ahora ponerse de pie si se la ayuda, y esta mañana, tomada de mis manos y apoyándose en mí, logró caminar desde el dormitorio hasta la cocina."

Dorothy Nielsen, quien ha sido amiga íntima y vecina de los Hunter, recuerda haber estado presente cuando Howard regresó de la oficina o de uno de sus viajes y ayudó a Claire a levantarse de la silla de ruedas. Entonces, tomándola fuertemente en sus brazos, dio vueltas con ella en la sala como lo había hecho tantas veces antes cuando iban a bailar. Con bastante regularidad, solía llevarla al salón de belleza para que la peinaran y, aunque ella no podía comunicarse, él le hablaba y le comentaba sobre sus tareas en la oficina y las novedades acerca de la familia y los amigos.

"La evidente ternura"

CADA VEZ QUE se producía una mejora o algo que inspirara esperanza en la

recuperación de Claire, parecía que enseguida debía sufrir un revés mucho más debilitante. En abril de 1982 tuvo otro ataque cerebral, pero esta vez no se recuperó. Cayó en un sueño profundo que se prolongó por varios días, pero cuando, por fin, comenzó a abrir los ojos, no daba señales de saber dónde se hallaba y qué sucedía a su alrededor. Esta vez los médicos insistieron en que se la internara en una casa para convalescientes, en la cual podría recibir el cuidado de enfermeras las veinticuatro horas del día.

El élder Hunter se resistía a consentir que Claire recibiera el cuidado necesario fuera de su propio hogar pero, siendo que él mismo había comenzado en esa época a tener serios problemas de salud, no podía ya cuidarla y a la vez cumplir con su llamamiento en la Iglesia. En consecuencia, el 22 de abril de 1982, unos diez años después de que la salud de Claire comenzara a debilitarse, la internaron en una casa para convalescientes en East Millcreek, a unos ocho kilómetros de su hogar.

Howard comenzó entonces la rutina de visitar a Claire una o dos veces al día. Si tenía que ausentarse para cumplir alguna de sus asignaciones, al regresar iba a verla directamente desde el aeropuerto, antes de ir a su casa. "Cada día que pasa, tengo la esperanza de encontrarla recuperada, pero su progreso es lento", escribió el 3 de mayo de 1982. "La mayoría de las veces la encuentro con los ojos cerrados y no parece reconocerme." Tres semanas después de haberla internado en la casa para convalescientes, Howard decidió sacarle el anillo de compromiso, el cual hubo que cortárselo debido a que tenía el dedo muy

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inflamado. "Esa fue la primera vez que salió de su mano desde que se lo coloqué aquel día en que nos casamos en el templo."

Claire permaneció durante dieciocho meses en la casa para convalescientes sin que se produjera cambio alguno en su salud, y Howard, otros miembros de la familia y Lucy Thomas, la anciana mujer que la había acompañado en su hogar, la visitaron durante todo ese tiempo, aferrándose todos a la esperanza de que abriera los ojos y les reconociera.

Durante la conferencia general de octubre de 1983, después de la sesión del sábado de tarde, Lee Child, la sobrina que había sido como una hija para los Hunter, fue con Howard a visitar a Claire. "En esa época de su enfermedad, ella no reconocía a nadie", recuerda Lee, "pero mi tío y yo le hablamos como si nos entendiera. Nos aseguramos de que se sintiera cómoda y le dijimos que la amábamos. Fue un momento muy especial."

El jueves siguiente, Claire contrajo neumonía. Y el sábado, siendo que parecía sentirse bastante mejor, Howard aprovechó para viajar a Idaho con la asignación de dividir la Estaca Cald-well. Después de las reuniones de la conferencia, llamó a Salt Lake City y le dijeron que Claire seguía igual. Cuando a la noche regresó en avión a Salt Lake, el Dr. J. Poulson Hunter, médico de cabecera y amigo de años, le esperaba en el aeropuerto.

"Tan pronto como lo vi", recordó Howard, "supe que algo estaba mal. Me dijo, 'Claire nos ha dejado. Falleció hace apenas una hora.' Me sentí abatido. Salimos del aeropuerto y me llevó al Edificio de Administración de la Iglesia, donde yo había dejado mi automóvil. En el trayecto, mencionó cuánto mejor era esto para ella y, por supuesto, yo sabía que Claire no se habría mejorado, pero el reconocerlo no aliviaba el dolor de mi corazón ante su ausencia."

Entonces fue directamente a la casa para convalescientes, donde la enfermera que la había atendido dijo que Claire había pasado apaciblemente "de una respiración profunda a un hálito tranquilo que gradualmente se apagó." Llamó luego a la funeraria y se quedó junto a Claire hasta que se la llevaron en una carroza fúnebre. "En camino a casa", escribió, "empecé a sentir todo el impacto de lo acontecido y me di cuenta de que ésta había sido la última vez que iba a verla a la casa para convalescientes después de haberlo hecho diariamente durante los últimos dieciocho meses. Cuando llegué a mi hogar, la casa me pareció fría y, por doquiera que iba, todo me hacía recordarla."

El miércoles 12 de octubre, los amigos y familiares asistieron al funeral de Claire, colmando literalmente el Centro de la Estaca Monument Park. Las palabras y las oraciones pronunciadas por sus amigos y colegas íntimos ofrecieron consuelo a Howard. Los discursantes fueron el presidente Gordon B. Hinckley, el presidente Thomas S. Monson, y el élder James E. Faust; también J. Talmage Jones, quien había sido su obispo y uno de sus consejeros en la presidencia de la Estaca Pasadena, y Daken K. Broadhead, también consejero suyo en la presidencia de estaca. Richard Hunter pronunció la oración familiar y John Hunter unas palabras en homenaje a su madre. Después de los servicios, el cortejo se dirigió al cementerio de Salt Lake City, donde Richard dedicó la sepultura sobre una colina desde la que se domina el Valle del Lago Salado.

Howard Hunter había cuidado con tierna devoción a su amada compañera durante más de doce años, desde que su salud comenzó a deteriorarse. En su sermón, el élder Faust expresó lo que muchos sentían ese día: "Esta mujer augusta tiene que haber sido una de las más excelentes y nobles hijas de Dios para que haya merecido tanto amor y tanto aprecio— tanto respeto, devoción, admiración y cuidado amoroso de su compañero eterno. También ella—aunque últimamente se sintió tan desmejorada—supo corresponder a tales sentimientos. Por momentos, le sonreía y le respondía solamente a Howard. La evidente ternura que existía entre

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ellos al comunicarse, era algo inspirador y emotivo. Nunca he visto un ejemplo mejor de la devoción de un marido hacia su mujer. El amor que existió entre ellos ha sido algo maravilloso."

Después que todos los miembros de la familia se hubieron ido, Howard se sentó durante casi una hora para meditar a solas. "Todo me parecía tan triste", escribió luego en su diario. "Por mucho tiempo Claire había estado ausente de la casa, pero ahora me estoy dando cuenta de que ya no regresará."

Un paciente impaciente

HOWARD HUNTER HABÍA disfrutado de buena salud la mayor parte de su vida,

excepto cuando contrajo polio en su niñez. En realidad, como anotó en su diario, apenas en octubre de 1965, poco antes de cumplir los cincuenta años de edad, fue a ver a un médico a raíz de una infección que le produjo alta temperatura y síntomas gripales, lo cual requirió que se quedara dos semanas en su casa. Hasta ese momento y durante unos doce años después, tuvo una salud relativamente buena. Cualquier cuidado necesario lo recibió siempre en la oficina misma de su médico.

En febrero de 1977, después de la reunión semanal en el templo, fue al hospital para que le hicieran un examen y de allí regresó a su oficina, donde esperó el diagnóstico del médico. Se sorprendió mucho cuando le comunicaron que tenía las paperas, contraídas quizás en México unos días antes cuando organizó allí dos nuevas estacas. "Nunca pensé que tendría el honor de contraer las paperas 'mexicanas'", comentó en broma. Recogió entonces algunos archivos y papeles y fue a acostarse a su casa. "A todos les resulta cómico que yo tenga las paperas, menos a mí", escribió en su diario. "El presidente Kimball dice que quizás sea porque no he madurado aún."

No teniendo mucha experiencia personal en cuanto a las enfermedades, al élder Hunter le resultaba difícil tener que quedarse quieto. Al segundo día, después de haber trabajado la mayor parte de su tiempo "con máquinas de calcular, planillas, papeles, informes y cheques" para entregárselos a su contador, relacionados con la finca ganadera que había comprado con Gilíes DeFlon en el noroeste de Utah, comentó que había logrado completar el trabajo de un día "sin violar muy seriamente las instrucciones de permanecer en cama. En la tarde vino el Dr. Hunter a verme—sin duda para comprobar si yo guardaba cama." Después de que el médico lo examinara nuevamente dos días después, Howard dijo: "Creo que sólo viene para ver si estoy siguiendo sus instrucciones de quedarme en cama. Por fortuna, ahí era, precisamente, donde yo estaba cuando llegó."

Teniendo en cuenta su salud, 1980 no resultó ser un buen año para Howard Hunter. El 4 de junio fue internado en el hospital, donde se le sometió a cuatro horas y media de cirugía para extirparle un tumor. Se sintió muy agradecido cuando los médicos le dijeron que era benigno, lo cual significaba que no necesitaría tratamiento alguno. El día en que salió del hospital, su maestro orientador le llevó un plato con fresas deliciosas. En su diario escribió entonces: "Estoy pensando que, después de todo, no es tan malo estar enfermo."

Unas pocas semanas después, el 23 de julio, llegó a su casa y se sentó a leer el periódico, cuando de pronto sintió un agudo dolor en el pecho. Llamó enseguida al Dr. Hunter, quien acudió de inmediato y lo llevó al hospital para que le hicieran un electrocardiograma. En menos de una hora, lo pusieron en la sala de cuidado intensivo a causa de un ataque cardíaco.

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Allí permaneció conectado a un aparato hasta el 28 y después le hicieron una serie de exámenes hasta el día 7 de agosto, cuando le dieron el alta. Uno de los cardiólogos le dijo que el daño había sido insignificante y que, con el debido cuidado, pronto podría volver a sus tareas normales.

Aun cuando Claire se hallaba aún en su casa y su salud continuaba en decadencia, Dorothy la llevó consigo a su hogar por unos días con tal de que Howard no tuviera que preocuparse por ella. Los médicos le prescribieron descanso absoluto para facilitar la recuperación de su corazón, aunque a veces lo irritaban tales instrucciones. Al completarse la primera semana de su convalescencia, escribió en su diario: "Este ha sido el día más aburrido de todos, porque estoy solo en casa. Me han sometido a una cirugía, he tenido un ataque cardíaco, y ahora sólo me falta sufrir un colapso nervioso al ver que no me permiten hacer absolutamente nada." Una semana después escribió: "Como no hay nada que hacer, nada se ha hecho en todo el día." Ya a fines de agosto, la inactividad le resultaba "inaguantable."

Una de las recomendaciones de sus médicos era que saliera a caminar. Al atardecer, cuando el sol empezaba a desaparecer en el horizonte y una brisa fresca soplaba desde el cañón por sobre su casa, salía a caminar por el vecindario mientras escuchaba las cintas grabadas de los servicios espirituales de la Universidad Brigham Young, los discursos de las conferencias generales y otros programas relacionados con el evangelio. En su diario, escribió: "Si continúo haciendo estos ejercicios, en tres semanas lograré caminar unos dos kilómetros al día—si es que no sufro un colapso nervioso al pensar en todo lo que tendría que estar haciendo y que no puedo hacer." El día en que comenzó a caminar esos dos kilómetros, el médico lo alentó para que en otras tres semanas duplicara la distancia, pero Howard le confesó, "No me entusiasman mucho las caminatas."

El viernes 5 de septiembre, Howard escribió: "Este ha sido un día memorable, porque he regresado a mi oficina—aunque no sea más que por dos horas diarias." Cuando dos días después viajó a Los Angeles para asistir a una reunión de directorio de la Compañía de Tierras Watson, aprovechó una demora en el aeropuerto para caminar un par de kilómetros por los corredores. Gradualmente, a medida que seguía el régimen recomendado por sus médicos y los terapeutas, se le fue fortaleciendo el corazón y al poco tiempo pudo cumplir nuevamente con sus asignaciones. De igual modo, continuó cuidándose para evitar todo posible problema. Un año después de volver a sus tareas cotidianas, escribió: "Todos los días de entre semana me levanto a las cinco y media y salgo a caminar por lo menos dos kilómetros—no porque me agrade, sino porque los médicos insisten en que lo haga."

"La arena del tiempo corre velozmente"

EN LOS AÑOS que siguieron después de su ataque cardíaco, Howard comenzó a viajar

más que nunca: a México, Europa, el Medio Oriente, América del Sur, el Lejano Oriente, las islas del Pacífico Sur, Australia y muchas partes de los Estados Unidos y Canadá. A algunos de estos lugares viajaba varias veces, sobre todo a Israel, cuando estaban terminando la cons-trucción del Centro de Estudios de Jerusalén.

A fines de año prefería quedarse en su casa y descansar. Cierta vez, en la noche antes del Año Nuevo, escribió en su diario personal: "Aunque hoy muchos se quedan para despedir el año viejo y recibir el nuevo, me acosté temprano. A eso de la medianoche me despertaron las bocinas de los automóviles y las sirenas, y hasta me pareció que la gente hacía sonar las

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cacerolas. Y por sobre el ruido se oyeron voces que gritaban, '¡Feliz Año Nuevo!' Me tapé la cabeza con las mantas y seguí durmiendo."

Al año siguiente, pensó: "El año que termina parece haber transcurrido más rápidamente que el anterior, y el otro antes que ése, más corto que el que le precedió. No puedo menos que pensar, y no es sólo una ilusión, que la arena del tiempo es cada vez más veloz a medida que los años se deslizan en el crepúsculo. . . Job dijo: 'En los ancianos está la ciencia, y en la larga edad la inteligencia.' Espero que esto sea cierto. En todo caso, tenemos mucho para agradecer al concluir este año, aunque existan condiciones que, de ser posible, me agradaría que cambiaran. Quizás todo podría resumirse en la simple pero elocuente oración de George Herbert: 'Tú, de quien tanto hemos recibido, danos algo más.... un corazón agradecido.'"

Una de las bendiciones que más agradece es que, después de recobrarse de su ataque cardíaco, no volvió a sufrir mayores problemas de salud a principios de la década de 1980, en especial durante los años cuando Claire necesitaba tanta atención. Cuando el estado del tiempo se lo permitía, continuaba con sus caminatas, y los días de frío o de tormenta, se iba temprano al Edificio de Administración de la Iglesia para hacer ejercicios en el gimnasio del subsuelo. "Antes de subir a mi oficina, hice cien flexiones en la máquina de remar, varios saltos sobre el trampolín, y volví a hacer otras cien flexiones con los remos. Creo que esto es más eficaz que las caminatas que hacía antes."

Aunque se mantuvo muy ocupado después del fallecimiento de Claire, la echaba mucho de menos. Sus familiares, sus compañeros en el Consejo de los Doce y la Primera Presidencia, los miembros de su barrio y sus vecinos, y sus amigos, tanto cercanos como lejanos, se mantenían en continuo contacto con él, pero también pasaba muchas horas en soledad cuando al fin del día o después de un largo viaje regresaba a la casa.

En febrero de 1987, unos tres años y medio después de la muerte de su esposa, escribió: "Hoy Claire habría cumplido ochenta y cinco años de edad. Salí temprano de la oficina y fui al cementerio. El día era despejado y frío, y el césped estaba cubierto de nieve. Al llegar a su tumba, me acometió un sentimiento de soledad y pensé cuán solitaria habrá de sentirse ella al encontrarse tan lejos de su familia y de los nietos que tanto amó. Tales sentimientos persistieron en mí cuando volví a casa y vi todas las cosas que me traen recuerdos de ella."Después de su ataque cardíaco, Howard continuó yendo a ver a su médico y observó un régimen de alimentación y de ejercicios. Se sentía feliz cuando, después de cada examen, el médico le confirmaba la buena salud de su corazón. Por eso fue que, en octubre de 1986, tanto él como sus médicos quedaron asombrados al constatar que tenía coágulos en las arterias y que sería necesario operarlo inmediatamente. El domingo, a las seis y media de la mañana, lo anestesiaron y lo llevaron a la sala de cirugía, donde le hicieron un injerto múltiple de cuatro reparaciones coronarias, operación que llevó cinco horas.

Sus hijos se turnaban para acompañarle mientras permaneció internado. A los dos días pudo levantarse y dar unos pasos en su habitación y ya en el décimo día logró caminar casi dos kilómetros por los corredores del hospital. Cuando le dieron el alta, Dorothy estaba esperándole en la casa para ayudarle, pero al día siguiente, ella enfermó de gripe y debió volver a su hogar. El élder Hunter, siendo de un carácter tan independiente, no dijo nada a la familia acerca de tal complicación y prefirió quedarse acompañado solamente por un guardia de seguridad de la Iglesia para que contestara el teléfono y atendiera la puerta durante las veinticuatro horas del día y se asegurara de que no lo perturbaran mientras se recobraba de la operación.

Howard estaba decidido a recuperarse tan rápidamente como le fuera posible para

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reanudar sus deberes en el Consejo de los Doce. En esa época ocupaba el cargo de Presidente en Funciones porque el presidente Marión G. Romney, quien era el apóstol de mayor antigüedad en el quórum, se encontraba muy enfermo. Howard iba con regularidad a un centro de rehabilitación cardíaca para hacer ejercicios con equipos especiales. "Estoy seguro de que, si cumplo con el régimen, estos ejercicios acelerarán mi recuperación", escribió en su diario, agregando, "aunque son cansadores y agotan mis fuerzas."

Al poco tiempo, Dorene Beagles—quien había reemplazado a Ruth Webb como secretaria del élder Hunter— comenzó a llevarle tareas de su oficina y algunas de las Autoridades Generales empezaron a visitarle para ponerlo al tanto de lo que acontecía en la Iglesia. "En general, he podido experimentar cierta mejoría", escribió, refiriéndose a su recu-peración, "pero me gustaría que todo fuese más rápido."

A fines del año, parecía haberse recuperado completamente de la operación del corazón . . . "Estoy agradecido porque en el próximo año podré trabajar sin limitaciones", escribió en su diario. Estoy seguro de que 1987 resultará ser un muy buen año."

"Cuando las puertas se abren y se cierran"

EL NUEVO AÑO se inició sin problemas y Howard pudo reanudar todas sus

asignaciones y responsabilidades. El 22 de enero, viajó a Europa acompañado por Richard para participar en unas conferencias y luego a Israel para asistir a unas reuniones en el Centro de Estudios de Jerusalén. Cinco días después de su regreso, uno de sus médicos le prescribió algunos ejercicios físicos y se quedó maravillado al constatar que el corazón de su paciente estaba en excelentes condiciones, "mejor que el de una persona de sesenta años de edad", comentó. Esto agradó sobremanera a Howard, quien habría de cumplir los ochenta en el otoño.

No obstante, en esos días empezó a sentir molestias en otras partes del cuerpo. Hacía tiempo que le dolía la espalda, y el dolor parecía ser cada vez más intenso. En febrero, le tomaron unas radiografías que indicaban el posible desgaste de una de sus vértebras y síntomas de artritis, y al siguiente mes le hicieron varios exámenes en el hospital. Todo parecía estar desarrollándose normalmente, excepto el desgaste de los huesos en la espalda, lo cual le causaba intensos dolores que se le extendían hasta las piernas. Los médicos decidieron ponerlo en estricta observación antes de recomendar tratamiento alguno.

El 6 de abril, al día siguiente de la conferencia general, el élder Hunter tuvo que cancelar su programado viaje a Burma debido a que, cuando los médicos lo examinaron a raíz de un fuerte dolor estomacal—que nada tenía que ver con los dolores de la espalda y las piernas—descubrieron que tenía una úlcera sangrante. De inmediato, se internó en el hospital para iniciar su tratamiento. Dos días más tarde, después de que el tratamiento no diera resultado, lo llevaron a la sala de cuidado intensivo y luego a la de cirugía. Después de recibir una bendición, tres cirujanos comenzaron a operarlo a las nueve de la noche. La operación duró tres horas, durante las cuales él debió recibir en transfusión más de dos litros de sangre.

Howard estuvo varios días bajo el efecto de muchos medicamentos y no tenía conciencia de lo que estaba pasando, pero para los médicos fueron momentos muy críticos. Luego le informaron que había estado bajo una constante vigilancia y la supervisión de cinco médicos, que tuvieron que hacerle transfusiones de sangre adicionales y que habían empezado a fallarle los ríñones. Su condición mejoró al fin y de la sala de cuidado intensivo lo trasladaron a una habitación privada. El 18 de abril, escribió en su diario: "El 6 de abril fui al hospital para que

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me hicieran un examen, el cual iba a tomar una hora, y hoy me dieron el alta. Esa fue una hora demasiado larga y muchas cosas han pasado. La operación fue un éxito y me siento suficientemente recuperado para dejar el hospital." Arme, la hija de Richard, quien acababa de terminar un semestre en la Universidad Brigham Young, fue a quedarse en la casa con su abuelo hasta que se recuperara.

Aunque el problema de la úlcera se le había solucionado, el dolor de espalda seguía torturándole. Después de una noche particularmente angustiosa, escribió, "no pude dormir y me levanté más cansado que cuando me acosté." Fue dos o tres veces a su oficina para poner al día sus papeles, pero le era imposible asistir a las reuniones en el templo porque no podía permanecer sentado por mucho tiempo.

El 11 de mayo lo internaron nuevamente en el hospital, donde los médicos tenían la esperanza de poder prepararlo para una cirugía en la espalda, pero dos semanas más tarde lo enviaron de vuelta a la casa porque no estaba aún lo suficientemente fuerte para tal operación. El dolor que sufría era insoportable y la familia hizo los arreglos para que lo cuidaran las veinticuatro horas del día. Una semana después, fue internado otra vez en el hospital. "Los médicos han llegado a la conclusión de que es necesario que se me opere", escribió, "a pesar de que todavía me siento débil a causa de la operación de la úlcera en abril."

El jueves 4 de junio, Howard fue llevado a la sala de cirugía, donde le ensancharon el orificio de la vértebra por el cual pasaba el nervio que tanto dolor le había estado provocando. La operación en sí procedió sin problemas, pero el diagnóstico de su resultado continuaba siendo incierto.

Durante esos días en la sala de cuidado intensivo, Howard permanecía en estado de confusión. Luego escribiría en su diario: "Me tenían bajo los efectos de los medicamentos y no estaba yo en contacto con la realidad." El 11 de junio, lo pusieron en una habitación privada y al día siguiente, dijo, "empecé a orientarme y pude salir a caminar un poco." Aún así, todavía lo acosaban los dolores.

Louine y Nan se turnaban para cuidarlo, así que siempre tuvo la compañía de un familiar mientras permaneció internado en el hospital y cuando regresó a la casa. En junio, terminadas las clases escolares en California, sus dos nueras llevaron a sus hijos a Utah, les alquilaron apartamentos en el campo de la Universidad Brigham Young y ellos participaron en sus tradicionales actividades. Entonces las madres se turnaban entre quedarse en Salt Lake para cuidar a su suegro y supervisar a sus hijos en Provo.

Richard ha dicho que ésa fue una buena oportunidad para que su padre aprendiera una gran lección—la de permitir que otros cuidaran de él. "Papá fue una persona obstinadamente independiente toda su vida", dijo. "Si se considera capaz de hacer algo, simplemente lo hace. En parte, ello se debe a que no le gusta que las cosas queden a medio hacer, y aún más, pienso que la razón principal es que nunca ha querido molestar a nadie cuando se trata de algo que él mismo puede hacer." Por lo tanto, agregó Richard, "no siempre ha permitido que otros lo ayuden. Pero ésta ha sido una buena oportunidad y una bendición, para la familia y para otros, de poder servirle con la misma devoción con que él siempre ha servido a los demás."

Cierta vez, Richard le dijo a su padre: "Tú sabes, papá, que la doctrina de la Iglesia es que 'prorrumpimos en voces de gozo' cuando se nos dio la oportunidad de venir a la tierra para obtener un cuerpo. ¿Crees, realmente, que eso es verdad?" Howard meditó unos momentos y entonces respondió: "Sí, creo que es verdad, pero no estoy muy seguro de que sepamos la historia completa."

Después de la operación, la espalda le quedó bien, pero, debido al daño en los nervios y

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la complicación de su diabetes, Howard continuó sufriendo intensos dolores en las piernas. Un terapeuta iba a su casa dos veces por semana para ayudarle a ejercitar las piernas y, utilizando un andador, podía caminar por los alrededores, pero los médicos le advirtieron que si no se le iba el dolor, tendría que andar en silla de ruedas.

"Todos los días hago varias clases de ejercicios", escribió el 27 de julio en su diario. "Flexiono los brazos mientras sostengo una bolsa, muevo las piernas en un tipo de bicicleta, camino con el andador y hago otros ejercicios para fortalecerme los músculos." Pero los nervios de la pierna derecha se le habían deteriorado seriamente y el caminar le resultaba cada vez más difícil y doloroso. A las pocas semanas, comenzó a usar una silla de ruedas.

A mediados de agosto, el élder Hunter pudo otra vez empezar a asistir semanalmente con las otras Autoridades Generales a las reuniones en el templo. Era algo agotador, pero también se sentía vigorizado al reunirse con los hermanos y poder trabajar en la obra a la cual había consagrado su vida y su energía. El 29 de septiembre anotó en su diario: "Esta ha sido la primera vez que he podido pasarme todo un día en mi escritorio desde la conferencia general de abril, y la de octubre tendrá lugar este fin de semana."

El domingo 4 de octubre de 1987, para asombro de todos los que sabían acerca de los problemas relacionados con sus operaciones y su rehabilitación, Howard W. Hunter habló en la conferencia general. En su diario describió así el hecho:

"Estuve muy preocupado en cuanto a mi participación, pero los hermanos me alentaron para que lo hiciera. Boyd Packer y Russell Ballard habían hecho los arreglos para que se le colocaran ruedecillas a mi sillón del tabernáculo y que se me construyera un pulpito especial con bisagras para poder regularle la tapa cuando me acercara a la plataforma central. Yo fui el segundo discursante de la primera sesión. El hermano Packer y el hermano Ballard me ayudaron hasta el pulpito y allí pude hablar desde mi silla de ruedas. Me referí al tema de 'Cuando las puertas se abren y se cierran', acerca del efecto de las adversidades en nuestra vida. El temor me fue dejando y sentí que había logrado superar mi invalidez."

Sus primeras palabras capturaron inmediatamente la atención de la congregación: "Perdónenme si me quedo sentado mientras les dirijo la palabra. No es por capricho que les hablo desde una silla de ruedas. Veo que todos parecen estar disfrutando de la conferencia mientras permanecen sentados, así que voy a seguir el ejemplo de ustedes."

Ahora estaba de vuelta en su propio ambiente, enseñando a los miembros de la Iglesia mediante el ejemplo y la palabra.

Motivos para celebrar

La RECUPERACIÓN del élder Hunter después de dos operaciones serias y de haber

cumplido ochenta años de edad el 14 de noviembre, era un verdadero motivo para celebrar. En el otoño, sus familiares llegaron de todas partes para ayudarle en ello. Nan y Louine prepararon una gran cena de cumpleaños y pusieron en la mesa del comedor los mejores platos de loza, las copas de cristal y los cubiertos de plata.

Después de la cena, todos los miembros de la familia fueron turnándose para decirle a Howard qué era lo que más admiraban en él y cuál había sido su mayor influencia en la vida. De acuerdo con Nan, fue un momento muy emocionante, colmado de lágrimas. Entonces alguien dijo, "Dinos, abuelo, lo que piensas que debemos hacer en la vida; ¿qué consejo tienes para darnos?" Después de una breve pausa, y poniendo una vez más de manifiesto su sentido

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del humor, él respondió solemnemente: "Pues bien, cuando se bañen, mantengan la cortina adentro de la bañera."

A la mañana siguiente, todos asistieron a la conferencia de la estaca, donde les habían reservado los asientos de adelante. El presidente de la estaca, Jon Huntsman, invitó al élder Hunter, a sus hijos, y a Kathleen y a Robert, sus dos nietos mayores, a que hablaran. Después de la última oración, el coro de la estaca y la congregación le cantaron la canción del cumpleaños, y muchos se acercaron a saludarle. La celebración continuó esa tarde con una fiesta en la casa de Tal-mage y Dorothy Nielsen, sus vecinos de enfrente. "Tuvimos una verdadera procesión de amigos durante dos horas", escribió. "He estado en muchas fiestas, pero ninguna ha sido tan magnífica como ésta. . . . Esta ha sido una ocasión memorable."

La celebración de su cumpleaños culminó unos pocos días más tarde cuando la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce, con sus respectivas esposas, le ofrecieron una cena en el hogar del élder y la hermana Packer.

La noche antes del Año Nuevo, el élder Hunter hizo un resumen de las cosas más importantes que le habían pasado y concluyó su anotación en su diario, diciendo: "El año 1987 ha llegado a su fin, y al mirar hacia atrás, resultó ser para mí una época de dolor y sufrimiento, pero también fue un año de regocijo y realizaciones. Estoy agradecido porque mi estado de salud ha mejorado lo suficiente para permitirme cumplir con la obra que me ha sido asignada."

A veces, el progreso de las cosas se produce en pequeños incrementos tan lentamente que apenas podemos percibirlos, hasta que miramos hacia atrás y podemos entonces ver dónde estábamos y a dónde hemos llegado. En ocasiones, así le parecía a Howard. Se había propuesto a caminar de nuevo y entonces continuó con su tratamiento, exigiéndose hasta los límites de su resistencia. Si todo dependía de su intención, no habría de pasar el resto de su vida en una silla de ruedas.

En el centro de rehabilitación de la Universidad de Utah le colocaron unas abrazaderas en las piernas para facilitarle una mayor estabilidad. Después de que se las ajustaron y de ca-minar sosteniéndose entre dos barras de hierro, comentó: "No me fue muy bien, pero estoy seguro de que me acostumbraré a esto." Dos días más tarde, con la ayuda de un andador, logró caminar cubriendo una distancia tres veces mayor que antes, y confesó: "Este progreso es alentador."

A mediados de febrero tuvo otro desafío, cuando comenzó a aprender cómo usar las muletas. La segunda vez que lo hizo, consiguió caminar casi dos cuadras. El 29 de abril escribió: "Hoy, por primera vez, pude caminar con el andador sin tener las abrazaderas en las piernas. No me sentía muy seguro, pero logré caminar casi doscientos metros por los corredores del hospital. Esto me da esperanzas de que pronto podré usar mejor las piernas."

Menos de dos semanas después, viajó a Hong Kong para asistir a una convención de la Compañía de Seguros Benefi-cial, y también visitó la isla de Macau y a la ciudad de Cantón, en la China. Desde Hong Kong, pasando por Bangkok, Munich y Francfort, viajó a Israel para firmar el contrato de arrendamiento del Centro de Estudios de Jerusalén. Le acompañaron su hijo John y un guardia de seguridad de la Iglesia, quienes estuvieron constantemente a su lado durante el viaje y le ayudaron con su silla de ruedas y también al subir y bajar de los autobuses y otros vehículos. El viaje fue agotador, sin embargo, al regresar, el élder Hunter se mostró muy entusiasmado, especialmente porque el Centro de Estudios de Jerusalén estaba listo para funcionar, pero también, quizás, porque acababa de demostrar que todavía podía viajar al extranjero.

Durante el verano y el otoño, Howard continuó con su tratamiento y sus caminatas con

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la ayuda del andador y de las abrazaderas. Con el tiempo, logró caminar sin ellas, siempre que alguien lo acompañara para ayudarle en caso de que trastabillara. Antes de la operación, los médicos le habían dicho que el dolor le persistiría por unos seis meses. Después de un año, aún lo tenía aunque con menor intensidad, por lo cual estaba muy agradecido.

Su victoria mayor tuvo lugar el jueves 15 de diciembre. En esa fecha escribió: "Hoy fue un día especial. Tuvimos la última reunión de 1988 en el templo y ésta fue la

primera vez, desde el 13 de agosto de 1987, que asistí sin andar en la silla de ruedas. Hoy fui al templo con el andador. Lo hice lentamente y con dificultad, pero lo conseguí siendo acompañado por Neil McKinstry, el guardia de seguridad, quien caminó a mi lado preparán-dose para sostenerme en caso de que me cayera. Cuando entré en la sala del consejo, los hermanos se pusieron de pie y me aplaudieron. Esta fue la primera vez que alguien aplaudió en el templo. Todos han sido muy amables y atentos conmigo, y han pedido por mí en casi cada una de las oraciones pronunciadas en este último año. En su gran mayoría, los médicos me habían dicho que nunca más podría yo estar de pie o caminar, pero no tuvieron en cuenta el poder de la oración."3

A mediados de febrero de 1988, uno de los terapeutas fue con Howard al Tabernáculo para ayudarle a practicar cómo caminar hasta el pulpito y regresar a su asiento. "Quedé sor-prendido al poder hacerlo; quizás me será posible permanecer de pie ante el pulpito cuando tenga que hablar, cosa que los médicos me han dicho que no será posible." El departamento de mantenimiento de la Iglesia le hizo modificaciones en su silla sobre el estrado, alargándole los posabrazos y elevándole los almohadones para que le sea más fácil incorporarse. Después de varias sesiones de ejercicios, y de andar por el pasaje subterráneo entre el Edificio de Administración de la Iglesia y el Tabernáculo, finalmente se sintió listo para la próxima conferencia.

El domingo 1o de abril de 1988, la mirada de todas las personas en el Tabernáculo estaba fija en el élder Howard W. Hunter cuando éste se levantó y, lentamente, caminó hacia el pulpito con la ayuda de un andador. El corazón de las otras Autoridades Generales, de los miembros de su familia y de otros que sabían cuánto había luchado por llegar a ese momento de su vida, latía con fuerzas mientras muchos oraban por él en silencio.

En su diario anotó lo siguiente: "Todo anduvo bien hasta que llegué a la mitad de mi discurso, cuando de pronto perdí el equilibrio y caí hacia atrás en medio de un arreglo floral, yendo a parar a la plataforma del director del coro. El presidente Monson, el élder Packer y Dale Springer, un guardia de seguridad de la Iglesia, me levantaron sin demorar y continué con mi discurso."

Quienes se hallaban escuchando la conferencia por radio y los que no estaban prestando mucha atención en el Tabernáculo o en sus hogares mientras seguían la sesión por la televisión, no se percataron de lo que había sucedido. Sólo se produjo una breve pausa y entonces el élder Hunter siguió hablando como si nada hubiera pasado y, cuando terminó su discurso, el presidente Monson comentó: "Todos los que lo hemos visto llegar hasta el pulpito, hemos presenciado un milagro." Luego, refiriéndose a la rápida recuperación del élder Hunter después de su caída, agregó: "Quizás no un solo milagro, sino dos."

Al mediodía, los miembros de la familia Hunter se reunieron en su oficina para el tradicional almuerzo del que participan en días de conferencia general. Los nietos, quienes siempre se sienten cómodos en presencia del abuelo, comenzaron a hacerle bromas en cuanto a lo acontecido. "Sabemos, abuelo, que sólo quisiste llamar la atención", dijo uno de ellos. Otro agregó: "Tu discurso no era suficientemente bueno, así que se te ocurrió hacer algo más

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para mejorarlo." El abuelo Hunter se echó hacia atrás en su silla y soltó una carcajada. Sin embargo, no se rió cuando una radiografía que le tomaron tres semanas más tarde

mostró que tenía tres costillas fracturadas. "No siento ningún dolor, a menos que me retuerza", anotó en su diario. "Siendo que se me están sanando solas, preferí que no me vendaran."

En el discurso que pronunció en la conferencia general de octubre de 1987, el presidente Hunter dijo: "Las puertas se cierran con regularidad en nuestra vida, y algunas nos causan a veces un verdadero pesar. Pero yo creo que cuando una se cierra, otra se abre (y quizás más de una), ofreciéndonos esperanzas y bendiciones en otros aspectos de nuestra vida que de otra manera no habríamos tenido."

Pocos meses después, un reportero del semanario Church News le preguntó qué opinaba de ese discurso de la conferencia y entonces escribió:

El presidente Hunter dijo haber recibido numerosas cartas y comentarios acerca de ese discurso, "de personas que manifestaron su aprecio por las ideas expresadas."

"La adversidad", dijo, "afecta la vida de mucha, mucha gente. La cosa más importante es cómo la aceptamos. Debemos reconocer que todo está de acuerdo con los propósitos del Señor, no importa lo que pase con nosotros. Si aceptamos esto, podremos continuar viviendo con fe y entendimiento."

Refiriéndose a las experiencias que ha tenido como apóstol, el presidente Hunter dijo con ternura: "Yo he aprendido a tener paciencia y confianza. Creo que he logrado un cierto entendimiento acerca del principio de la fe. He aprendido a sentir compasión.

"Todos esos . . . años, en lo que a mí respecta, han tenido una gran influencia en mi vida."4

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15 PRESIDENTE DEL QUÓRUM DE LOS DOCE

El VIERNES 20 DE MAYO DE 1988, Marión G. Romney, Presidente del Quórum de

los Doce Apóstoles, falleció en su hogar de Salt Lake City. Trece días más tarde, en la reunión semanal llevada a cabo en el templo el 2 de junio, Howard W. Hunter fue sostenido y apartado como Presidente de los Doce.

Pese a que había transcurrido sólo un año desde que fuera operado de la espalda, y aun cuando no recobraba plenamente el uso de sus piernas, el presidente Hunter estaba resuelto a que nada se interpondría en el cumplimiento de sus responsabilidades como presidente del quórum. Tras haber servido como presidente en funciones de dicho cuerpo por más de treinta meses, estaba plenamente compenetrado con tales deberes. Como encargado del Comité de Asignaciones, se aseguró de hacer su parte en las arduas tareas a las que se enfrentaba la Iglesia como consecuencia de su rápido crecimiento. También servía como encargado del Comité Ejecutivo de Correlación y era miembro de la Mesa Directiva de Educación, del Comité Asesor de Inversiones y de varios otros cuerpos auxiliares del gobierno de la Iglesia. Además de ello, era el presidente del directorio y del comité ejecutivo de la compañía de seguros Beneficial Life, así como integrante del directorio de otras nueve corporaciones.

"El servir en estas responsabilidades, siendo Presidente del Consejo de los Doce, cumpliendo asignaciones en conferencias de estaca y regionales, así como en reuniones de capacitación de área, me mantendrá plenamente ocupado", escribió.

Por pocos días, después de haber sido llamado al Quórum de los Doce, casi veintinueve años antes, tal vez se haya preguntado cuánto tiempo transcurriría antes de estar completa-mente ocupado, pero no fue por mucho. Casi de inmediato recibió múltiples asignaciones y, al ir creciendo la Iglesia, también aumentó el volumen de trabajo de los líderes. A fines de 1959, el año en que fue llamado a servir como Autoridad General, el total de miembros de la Iglesia alcanzó la marca de 1.616.088, y a fines de 1988, ese número aumentó a 6.721.198, con congregaciones en 97 países y 25 territorios, colonias y posesiones. El total de estacas aumentó de 290 en 1959, a 1.707 en 1988, mientras que de las 50 misiones que había en 1959, el número llegó a 222 en 1988. La Iglesia tenía un total de 5.500 misioneros regulares en 1959, y para 1988 la cifra llegaba a los 36.132. Y en comparación con los 12 templos que había en operación en 1959, para 1988 la Iglesia contaba con un total de 42, más otros varios en proceso de planificación y de construcción.

En casi veintinueve años como Autoridad General, el presidente Hunter había visitado estacas y misiones en todo el mundo—muchas de ellas varias veces—habiendo organizado él mismo un gran número de las mismas. También había participado en casi todas las dedicaciones de treinta templos. Cuando fue llamado a servir como uno de los Doce, eran dos las Autoridades Generales que asistían a cada conferencia trimestral de estaca; para cuando asumió sus funciones como presidente del quórum, las estacas estaban llevando a cabo conferencias dos veces por año, y los miembros de los Doce generalmente asistían cuando se llamaba a un nuevo presidente de estaca. El número de Autoridades Generales aumentó de treinta y cuatro en 1959, a noventa y seis para el mes de abril de 1989, cuando se organizó el Segundo Quórum de los Setenta.

El período transcurrido desde que fue llamado como Autoridad General hasta su

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sostenimiento como presidente de los Doce, según le comentó a un reportero del semanario Church News, "fue sumamente gratificador. Han sido años de mucho trabajo, pero todos sabemos que es de esperar. No hay sacrificio alguno relacionado con esta obra", dijo, añadiendo que "ésta avanza por todo el mundo . . . No creo que haya habido jamás en la historia de la Iglesia una época en que sus oficiales y líderes se hayan esforzado más que hoy día. El entusiasmo del liderazgo por cierto que ha sido una gran fuerza motivadora, pero hoy nos impulsa también el entusiasmo puesto de manifiesto por los mismos miembros de la Iglesia. Todos avanzamos juntos; y considero que es esa unidad la que ha traído aparejado tanto éxito".1

El presidente Hunter, quien había pulido su capacidad administrativa como resultado de su actuación en importantes asignaciones en diversos departamentos y comités generales de la Iglesia, ahora presidía el quórum, cuyas responsabilidades fundamentales abarcan el establecimiento de normas y la supervisión del tremendo crecimiento del reino.

Pese a que aún padecía problemas de salud, el presidente Hunter no redujo demasiado su programa de viajes. Dos semanas antes de que se le apartara como presidente de los Doce, regresó de un viaje a Jerusalén, donde había firmado el arriendo del centro de estudios que la Iglesia estableció en dicha ciudad. Dos días más tarde fue internado en el hospital, en el cual permaneció seis días bajo alimentación intravenosa para equilibrar los fluidos del cuerpo.

En mayo de 1989, acompañado por su hijo Richard, volvió a Israel para la dedicación del Centro de Estudios de Jerusalén, cuya planificación y construcción él mismo había supervisado por tantos años. De ahí viajó a Jordania para visitar a los miembros de la pequeña rama de la Iglesia en ese país. Junto con quienes le acompañaban en el viaje, fue agasajado por Oli Ghandour, presidente del directorio de Real Aerolíneas y Hoteles Jordanos, y ex Primer Ministro del Líbano, así como por el General Hamaidy El-Fayez y su esposa, siendo aquel edecán del rey Hussein de Jordania. El grupo viajó después a Rotterdam para participar en una conferencia regional, haciendo una breve escala en Francfort, Alemania, para visitar el templo.

En julio, el presidente Hunter fue a Cancún, México, para una convención de la compañía de seguros Beneficial Life y, al día siguiente de su regreso, estuvo presente en la reunión de la familia de Anders Christensen, en Mount Pleasant, Utah.

A principios de septiembre, otra vez acompañado por su hijo Richard, viajó por dos semanas a Francia, Escocia e Inglaterra, para una serie de reuniones y sesiones de capacitación de líderes de misión, de región y de área. Se las ingeniaron para ir a visitar lugares culturales e históricos, entre ellos, el castillo de Hunterston en Escocia.

Pese a tener que trasladarse en una silla de ruedas, el presidente Hunter jamás perdió la afinidad y el entusiasmo por visitar diferentes lugares. En muchos de ellos ya había estado varias veces, tales como la parte antigua de la ciudad de Jerusalén y el mar de Galilea en Israel; la antigua ciudad romana de Jerash en Jordania; la famosa subasta de flores de Aalsmeer, en Holanda; las ruinas de Chichén-Itzá en México; la torre Eiffel y la catedral de Notre Dame en París; los cerros de Escocia, y las verdes campiñas de Inglaterra. Y en cada lugar que visitaba cumplía con asignaciones de la Iglesia, renovaba su asociación con los Santos, y cultivaba nuevas amistades.

"He decidido casarme"

TODOS LOS JUEVES, los Doce se reúnen en el templo a las ocho de la mañana para

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tratar asuntos concernientes a ese cuerpo del sacerdocio, y a las nueve y media se une a ellos la Primera Presidencia por el resto de la mañana. Cuando estaba por terminar la reunión de los Doce del jueves 10 de abril de 1990, después de haberse tratado todos los temas de la agenda, el presidente Hunter preguntó, "¿Alguien desea referirse a algo que no esté incluido en la agenda?" Habiendo sido puestos sobreaviso en privado que el presidente tenía algo que mencionar si había tiempo al final de la reunión, ninguno de los presentes dijo nada. "Pues bien", continuó el presidente Hunter, "si nadie tiene nada más que decir, quería hacerles saber que esta tarde me voy a casar".

Uno de los apóstoles que estaba en la reunión comentó, "El anuncio me dejó con la boca abierta, y todos nos preguntábamos si habíamos oído bien. Entonces el presidente Hunter, con su tradicional modestia, explicó, 'Inis Stanton es una vieja amiga de California. He estado visitándola por algún tiempo y he decidido casarme'. Agregó que el presidente Hinckley iba a casarlos en el Templo de Salt Lake y que le había pedido al presidente Monson que fuera uno de los testigos y al obispo de Inis que fuera el otro. Y después nos dijo que nadie más estaba invitado."

En su diario, el presidente Hunter escribió de la siguiente manera su versión de lo que había sucedido esa mañana: "Al terminar la reunión de los Doce en el templo, hice el anuncio de que tenía la intención de casarme esa tarde. Todos se mostraron sorprendidos, pero me manifestaron cuán complacidos estaban y me expresaron sus mejores deseos. Después llegó la Presidencia, tratamos los asuntos del día, y una vez terminada la reunión, disfrutamos de un agradable almuerzo juntos."

Tres días antes, el élder James E. Faust, a quien se le había informado sobre la boda, había hecho los arreglos para que el oficial del condado fuera al despacho del presidente Hunter con el fin de entregarle la correspondiente licencia matrimonial, y así evitar la publicidad que se hubiera creado de haber ido él mismo a las oficinas del condado. El presidente Edgar M. Denny, del Templo de Salt Lake, también había ido al despacho del presidente Hunter para concertar el sellamiento y la ceremonia.

A las dos de la tarde de ese día jueves, Howard W. Hunter e Inis Bernice Egan Stanton se arrodillaron junto al altar de una de las salas de sellamiento del templo, y el presidente Hinckley efectuó la ceremonia, pronunciándolos marido y mujer.

Después del templo, los recién casados regresaron al hogar del presidente Hunter, donde habrían de vivir. El domingo anterior a la boda, su vecina Dorothy Nielsen lo había llevado en su auto a la iglesia y él le había confiado sus planes. "Me sorprendió tanto con la noticia que tuve que detener el auto contra la acera por un momento", comentó Dorothy. El miércoles por la tarde, el día antes del casamiento, ella arregló para que algunas de las hermanas de la Sociedad de Socorro fueran a limpiarle la casa al presidente Hunter. Mientras la pareja se encontraba en el templo el jueves, Dorothy les preparó la mesa con refulgente porcelana china, cubiertos de plata esterlina, candelabros y un hermoso arreglo de flores frescas como centro, y les dejó la cena lista en la cocina.

La hermana Nielsen no fue la única que se sorprendió con la noticia. El futuro novio le dio a conocer su decisión a muy pocas personas. Sus hijos y nueras ya le habían dicho que podía contar con su apoyo si se volvía a casar. Hasta le habían sugerido algunas posibles "candidatas". El presidente Hunter sonrió ante las sugerencias, pero no se mostró interesado en hacer demasiado al respecto.

Pocos días antes de la boda, durante una visita de Richard a Salt Lake City, su padre le preguntó, "¿Qué pensarían si yo volviera a casarme?"

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"No sólo pensamos que sería apropiado, sino que es lo que debes hacer", le aseguró Richard.

"He estado pensando al respecto", continuó su padre. "¿Estás considerando a alguien en particular?" El presidente Hunter le dijo que sí y le

habló un poco sobre Inis. Richard le dijo que tenía interés en conocerla, así que su padre la invitó a ir a cenar con ellos esa misma noche.

Más tarde Richard le preguntó al presidente Hunter si había hablado con Inis de una posible fecha para casarse. "Sí", le respondió su padre, "será este próximo jueves". También le dijo que deseaban que la ceremonia fuera íntima y que no se le diera ninguna publicidad al hecho. Inis tenía dos hijas y un hijo de un matrimonio anterior, quienes también se habían sorprendido y no fueron invitados a la boda. Howard dijo que las únicas personas que les acompañarían serían alguien con el poder de sellar y dos testigos.

El domingo de Pascua, tres días después de la boda, la flamante pareja asistió a las reuniones del barrio del presidente Hunter, el que ahora sería también el barrio de Inis. "El obispo anunció nuestro casamiento", escribió Howard, "así que después de la reunión fuimos rodeados por una nube de gente que vino a felicitarnos y a darnos sus mejores deseos. Inis fue bien recibida. . . . Este fue un día de Pascua muy agradable".

A la semana siguiente, los miembros de la Primera Presidencia y del Consejo de los Doce, acompañados de sus respectivas esposas, agasajaron a la pareja con una cena en el hogar del élder y la hermana Packer. "La cena estuvo deliciosa", dijo el presidente Hunter. "En el centro de la mesa había un enorme pastel de bodas que Inis cortó y sirvió. Fue una velada que jamás olvidaremos."

A pesar de que la decisión de casarse había causado enorme sorpresa entre sus familiares y amigos, Howard e Inis eran conocidos de muchos años y se habían estado viendo discretamente por varios meses. La nueva Sra. Hunter había sido miembro del Barrio El Sereno, en California, en la época en que el presidente Hunter fue obispo. A principios de la década de 1970, ella empezó a trabajar como recepcionista en el Edificio de las Oficinas de la Iglesia, al poco tiempo de haber sido inaugurado, y en el transcurso de los años sus caminos se cruzaron en varias ocasiones.

Dotada de gran educación y de una personalidad vivaz, Inis trajo renovada dicha y ánimo a la vida de su flamante esposo. Hicieron ciertos cambios en la casa con la compra de algunos nuevos muebles y accesorios que reflejaban el buen gusto y la personalidad de Inis. Algo que se destacaba era una enorme colección de muñecas que ella misma había hecho, con rostros expresivos y vestidos meticulosamente diseñados. Inis deleitó a las esposas de las demás Autoridades Generales cuando se refirió a sus muñecas en uno de sus almuerzos mensuales en la Lion House (Casa del León). Se había iniciado en el arte de hacer muñecas después de mudarse a Salt Lake City, y tras haberse hecho diestra en el diseño de los rostros y las formas clásicas, se le pidió que enseñara clases. Su trabajo era de tanta calidad que, de haberlo querido, podría haber ganado muy buen dinero vendiendo las muñecas, pero prefería guardarlas para ella o regalarlas a miembros de su familia y a amigos cercanos.

El llegar a ser la esposa de una Autoridad General, especialmente de alguien que había ocupado una posición tan visible por más de treinta años, requirió ciertos ajustes de parte de Inis. Cuando una Autoridad General asiste a una conferencia de área o regional, su esposa le acompaña y se le pide que hable. Dos semanas después de la boda, ella tuvo que acompañar a su marido a una conferencia regional en Norfolk, estado de Virginia, donde habló sobre el tema "Florece donde se te plante"—"la importancia de hacer lo que se nos pida que hagamos,

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dando lo mejor de nosotros mismos, a fin de contribuir a la edificación del reino y de preparar nuestro camino hacia la vida eterna", dijo el presidente Howard. "Fue un buen discurso y muy bien dado. Me sentí orgulloso de ella."

Pocas semanas después fueron a una convención de la compañía de seguros Beneficial Life en Vail, estado de Colorado, donde los invitados podían poner a prueba su destreza en una variedad de actividades al aire libre. "Inis salió campeona en una competencia con herraduras de caballo", comentó orgulloso Howard.

Juntos en el placer de viajar

lNIS NUNCA HABÍA viajado mucho antes de casarse con Howard, así que las

asignaciones de su esposo a lugares distantes del mundo fueron una bendición para ambos—para él, pues tendría una constante compañera de viajes después de muchos años de soledad, y para ella, porque tendría la oportunidad de ver el mundo junto a un guía amoroso quien dis-frutaba intensamente de todos los sitios que veía y que estaba dispuesto a compartirlo con ella. A los dos les encantaba conocer a nuevas personas, a los Santos que les rodeaban con afecto después de conferencias y a quienes conocían de paso. Cinco semanas después de la boda, emprendieron una luna de miel atrasada—una excursión por el río Nilo, desde Luxor hasta Asuán, con un grupo de la Universidad Brigham Young que fue en viaje de estudios. A diario tenían la oportunidad de visitar antiguos lugares, tales como el Templo de Carnac, el Valle de los Reyes y el Valle de las Reinas, así como las estatuas y los templos de Ramsés II. Tras atracar en Asuán, viajaron en avión hasta El Cairo para visitar más lugares y después hasta Israel para efectuar una gira de nueve días y cumplir con asignaciones de la Iglesia. Los recién casados acapararon toda la atención en un concierto realizado una noche en el Centro de Estudios de Jerusalén. Un doble cuarteto masculino interpretó una canción romántica, la cual dedicaron a Howard e Inis.

Desde Israel, los Hunter viajaron a Londres. También allí visitaron lugares históricos en los que Howard había estado varias veces, aunque esta vez los veía a través de los ojos de Inis, para quien todo era nuevo y fascinante.

Tres semanas después de su regreso al hogar, Howard e Inis viajaron a Hawai, donde él recibió honores como el primer presidente del Centro Cultural Polinesio. "La mayoría de los invitados eran personas 'entradas en años' que contribuyeron a la planificación y a la construcción del centro, y entre quienes tomaron parte en el programa se encontraban los que habían actuado en los primeros shows hace unos cuantos años", escribió. "Fue una velada encantadora y me alegró mucho ver a tantos viejos amigos."

En noviembre de ese mismo año, el presidente Hunter celebró su cumpleaños fuera del país, al haber ido con Inis a una serie de conferencias regionales y de estaca en Nueva Zelanda, Australia y Fidji. El día de su cumpleaños, el 14 de noviembre, se les homenajeó con una cena en el Teatro de la Opera de Sydney, en un salón para banquetes desde el que se veía la ciudad y el puerto. "La cena fue formal y magníficamente servida", comentó. "Como postre, los camareros trajeron un pastel de cumpleaños y nos lo sirvieron mientras todos los que estaban alrededor de la mesa me cantaron la canción tradicional. Hoy cumplí ochenta y tres años de edad."

El matrimonio parecía sentarle bien, pues terminó el año con sólo una enfermedad de importancia, un ataque de pulmonía que lo tuvo en el hospital por seis días. El presidente

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Hunter continuó con sus sesiones de terapia con la determinación de cobrar aun más fuerza en las piernas. El 3 de agosto escribió en su diario personal: "En 1987, hace exactamente tres años, empecé a usar una silla de ruedas, y no fue sino hasta fines de 1988 que comencé a valerme sólo de un andador. Durante casi dos años seguí usando un andador, a pesar de que los médicos me dijeron que nunca podría volver a caminar. Voy a continuar con la terapia con la esperanza de que algún día vuelva a caminar sin ningún tipo de ayuda."

En octubre, por primera vez desde el 2 de abril de 1987, pudo ponerse de pie, "con un poquito de ayuda", en el círculo de oración de las Autoridades Generales. Fue un paso impor-tantísimo en su camino hacia la recuperación.

El presidente Hunter e Inis continuaron su agitado ritmo en 1991. En el mes de enero, él tuvo el gusto de presentarla en una reunión sacramental especial del Barrio Pasadena Sur, ex Barrio El Sereno, que conmemoraba el cincuenta aniversario de su creación. En esa ocasión, Howard escribió: "El barrio tuvo catorce obispos desde que fue organizado en 1940, siendo yo el primero de ellos. Estuvieron presentes muchos de los miembros originales del barrio, como también un gran número de quienes se habían mudado y que volvieron para la reunión. Como primer obispo, fui el principal orador. Después de la reunión, los obispos (once de ellos estábamos presentes) formamos una línea de recepción en el salón de la Sociedad de Socorro y tuvimos la oportunidad de saludar a casi todos los que habían asistido a la reunión. Fue una ocasión inolvidable el volver a ver a tantos viejos amigos y recordar tantas cosas de épocas pasadas."

En febrero, acompañado por el élder M. Russell Ballard y su esposa, viajaron en avión a Mérida, México, para visitar las antiguas excavaciones arqueológicas de Uxmal y Kabah. De allí fueron a Cancún y después regresaron a Mérida para ir en automóvil hasta la ciudad maya de Chichén-Itzá. En una conferencia regional en Mérida, más de mil líderes del sacerdocio asistieron a una sesión de liderazgo el día sábado, y más de cuatro mil miembros de las cuatro estacas de la región estuvieron presentes en la sesión de la conferencia del domingo de mañana. "Para terminar la reunión, todos se pusieron de pie y cantaron 'Como Yo os he Amado', mientras agitaban pañuelos blancos. Fue una escena de la cual nunca nos olvidare-mos", escribió el presidente Hunter.

La visita a Mérida fue una especie de regreso al hogar, pues no sólo que él había estado allí muchas veces como presidente de la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo, sino que también había organizado la primera estaca en Mérida, en el año 1977. Ahora había cuatro estacas. Muchos Santos le rodearon antes y después de las reuniones, ansiosos de estrechar su mano y mostrarle sus hijos.

Un viaje mucho más largo fue el que realizó en mayo cuando, acompañado por Inis, asistió a conferencias en Santiago, Chile; Buenos Aires e Iguazú, Argentina; y Sao Paulo, Brasil. Cuando al mes siguiente viajaron a Alaska para una conferencia regional, disfrutaron mucho una excursión de cinco horas a bordo del Prince William Sound, la cual describió en su diario personal de la siguiente manera: "Vimos 26 glaciares, fiordos y cascadas, así como lobos marinos, marsopas, focas, nutrias marinas, innumerable cantidad de peces, aves y mamíferos, y muchas especies típicas de la vida silvestre de Alaska. Cerca del final de la excursión nos detuvimos próximo a acantilados donde vimos bandadas de gaviotas y otras aves de mar. En el trayecto se nos sirvió una cena deliciosa mientras mirábamos cómo los glaciares se deslizaban de las paredes heladas para zambullirse en el océano. Fue una excursión espectacular."

Ni siquiera una emergencia médica se interpuso en el viaje que habría de emprender dos

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semanas después. El Alcalde de Jerusalén, Teddy Kollek, había estado en Salt Lake City como parte de su primera visita a Utah, por lo que prominentes líderes religiosos, oficiales gubernamentales, hombres de negocio e industriales, habían sido invitados a una cena ofrecida en su honor. En el momento mismo en que el presidente Hunter se ponía de pie para hacer uso de la palabra, empezó a ahogarse. Se le llevó de inmediato al hospital, donde se descubrió que le había ido comida a los pulmones. Más adelante escribió: "Al tercer día de haber sido internado, llamé al médico y le dije que no deseaba permanecer ni un minuto más en el hospital, y me respondió que iría a hablar conmigo al respecto. Llamé a Inis para pedirle que me fuera a buscar. Ella y el médico llegaron casi al mismo tiempo, así que les dije que deseaba irme a mi casa y viajar a Hawai al día siguiente. El médico puso objeciones, pero cuando se dio cuenta de que le hablaba en serio, hizo los arreglos para que me dieran el alta."

A la mañana siguiente, Inis y Howard viajaron en avión hasta Los Angeles, donde Richard y Nan se unieron a ellos para seguir hasta Honolulú. John y Louine habían ido antes y los estaban esperando cuando llegaron. Las tres parejas fueron al Centro Cultural Polinesio y visitaron otros lugares de interés antes de volar a Kauai donde se llevaría a cabo la convención anual de la compañía de seguros Beneficial Life.

En agosto, los Hunter viajaron a Guatemala y a Panamá para asistir a conferencias regionales. En Panamá, el presidente Hunter escribió: ''Fuimos hasta la cima de la colina Ancón para efectuar un servicio dedicatorio. Era una mañana hermosa y clara, y reinaba un profundo silencio que sólo de vez en cuando era interrumpido por el trinar de un pájaro. Ofrecí la oración para dedicarle al Señor la tierra de la República de Panamá para la predicación del evangelio." En Guatemala, además de participar en la conferencia regional, visitaron las ruinas mayas del Tikal y otros sitios.

Once días después de haber regresado a su hogar, emprendieron viaje a más reuniones y conferencias en Japón, Hong Kong y Corea del Sur, aprovechando a hacer un viaje a Guangzhou (Cantón), China.

Los últimos días de ese año tan agitado fueron sorprendentemente tranquilos. En su diario personal, el presidente Hunter describió algunos de ellos. "Fue un día calmo en la oficina. Esta tarde escuchamos música de cintas cásete y de discos compactos en el nuevo equipo que hemos incorporado a nuestro sistema estereofónico." "Hoy no hay nada que escribir—no se hizo nada y no se logró nada." "Estuve en la oficina durante el día y pasamos la noche en casa." (Este fue un lunes, el día de la semana que no se espera que las Autoridades Generales vayan a la oficina.) Y por último, esto que escribió el día de Fin de Año: "Mi secretaria, Dorene, y yo trabajamos en la oficina esta mañana, pero como había poco que hacer, después del almuerzo cerramos todo y nos fuimos cada cual a su casa. Inis preparó una deliciosa cena y después de escuchar un poco de música nos fuimos a acostar temprano sin aguardar la llegada del nuevo año. De esta manera otro año más llega a su fin."

"Hemos disfrutado nuestros viajes juntos"

EN LOS PRIMEROS veinte meses de casados, Howard e Inis tuvieron la oportunidad

de viajar y de conocer a miembros de la Iglesia en África, Asia, Europa, América del Norte, América del Sur y varias islas del mar. En febrero de 1992 fueron con el élder y la hermana Packer a una conferencia regional en África, que se llevó a cabo en Johannesburgo. Llegaron unos días antes para poder visitar el famoso Parque Nacional Kruger, a unos 400 kilómetros

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de Johannesburgo, donde se preserva la vida silvestre. El grupo de nueve personas, entre las cuales había dos apóstoles acompañados por sus respectivas esposas, viajó al parque en dos vehículos—un auto y una van—y se quedaron en unos cobertizos africanos de techo de paja.

A poca distancia podían observar jirafas, hipopótamos, elefantes, leones, leopardos, rinocerontes y muchos otros animales salvajes. Se les había dicho que, dentro del parque, debían mantener las puertas y las ventanillas cerradas, pero siendo que se encontraban sobre un puente, alguien en la van bajó la ventanilla para tomar una fotografía de un leopardo que se encontraba a la orilla del río. "Un mandril, rápido como un rayo, entró de un salto por la ventana, levantó la tapa de la heladera y tomó unas bolsas de fruta y las papitas saladas", escribió Howard. "Se sentó en el puente, peló los plátanos y se comió las frutas y las papitas. Luego decidimos seguir el viaje y ya no volvimos a bajar las ventanillas."

Después de la conferencia del domingo, las Autoridades Generales y sus esposas viajaron a Francfort, donde los Packer tomaron un avión hacia El Cairo y los Hunter, junto con el élder Faust y su esposa, viajaron a Israel. En Jerusalén hicieron una visita de cortesía a Chaim Herzog, presidente del estado de Israel, con quien mantuvieron "una agradable conversación de más de media hora sobre el Centro de Estudios de Jerusalén, temas de actualidad mundial, las conferencias de paz y muchos otros asuntos". Le hicieron entrega de la Enciclopedia del Mormonismo, la que había sido recientemente publicada en inglés, y en la cual parecía estar muy interesado, tras haber sido el encargado y editor de una obra similar, la Enciclopedia Judaica. Los dos apóstoles también visitaron la Fundación de los Pergaminos del Mar Muerto, en donde se les informó en cuanto al trabajo que la misma estaba haciendo en la traducción y la preservación de los pergaminos, los cuales se estaban preparando para su publicación.

Durante un almuerzo efectuado en el Centro de Estudios de Jerusalén, al que asistieron el alcalde Kollek y oficiales de la Asociación Sinfónica de Jerusalén y de la Fundación Jerusalén, se extendió una invitación para que el Coro del Tabernáculo actuara en Israel. El alcalde Kollek estuvo de acuerdo en preparar una invitación oficial, la cual el presidente Hunter y el élder Faust presentarían a la Primera Presidencia. (La invitación fue aceptada y el 26 de diciembre el coro viajó a Israel para su primera gira por la Tierra Santa, una región rica en historia del Antiguo y del Nuevo Testamento.2)

El 12 de abril de 1992, el día de su aniversario de bodas, el presidente Hunter escribió en su diario personal: "Hoy hace dos años que Inis y yo nos casamos y nos sellamos en el Templo de Salt Lake. Han sido dos años felices. Ella ha sido una dulce compañera y hemos disfrutado nuestra vida y nuestros viajes juntos, y nuestro hogar es un lugar de paz y armonía." Un mes después viajaron a Los Angeles para una reunión del Barrio Garvanza, al cual Inis había asistido por muchos años en su juventud. Llegaron con cierta anticipación para que Inis pudiera mostrarle a Howard algunas de las casas donde había vivido, las escuelas a las que había asistido y otros lugares significativos de su infancia. "A la reunión asistieron unos 80 ex miembros del barrio", escribió Howard. "Inis conocía casi a todos. Yo también conocía a muchos de mi época como obispo del Barrio El Sereno, el cual estaba cerca, y muchos miembros se habían mudado de un barrio para el otro. Fue un día del que disfruté mucho."

En el mes de mayo los Hunter volvieron a viajar a Inglaterra para participar en una conferencia regional en Merthyr Tydfil, País de Gales. Luego, acompañados por el élder Jeffrey R. Holland, entonces presidente del área, fueron en automóvil a Escocia para visitar el castillo de Hunterston.

Los viajes de la pareja disminuyeron en junio cuando Inis tuvo que internarse para una

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operación de rodilla, separación que Howard sintió mucho durante los diez días que ella estuvo en el hospital. La primera noche, él escribió: "La casa parece vacía y fría sin Inis." En otra ocasión, "Después de llegar a casa y de prepararme la cena, empecé a darme cuenta de cuán bien marcha todo cuando Inis se encarga de los quehaceres cotidianos, por lo cual no siempre se expresa la debida gratitud." Seis días después de la operación, el presidente Hunter comentó: "Es una seria limitación el no poder conducir un automóvil. Quería ir al hospital a ver a Inis, pero no tenía manera de llegar allí. Hablaba con ella por teléfono varias veces al día, pero no era lo mismo que estar a su lado." Se sintió mucho mejor cuando Inis regresó del hospital, en muletas, y su hija, Elayne Allebest llegó de California para ayudarla por algunos días.

A principios de septiembre, Inis se había recuperado lo suficiente como para acompañar a su esposo en un viaje a Rusia, Armenia, Ucrania y Austria. A las cuatro horas y media de haber aterrizado el avión en Moscú, el presidente Hunter se reunió con líderes del sacerdocio de las seis ramas de la Iglesia en esa ciudad y, después de dirigirles la palabra, respondió a sus preguntas durante una hora. Al día siguiente asistió una gran cantidad de miembros, investigadores y misioneros a la conferencia del distrito de Moscú. El presidente Gary Browning, de la Misión Moscú, describió la experiencia en una carta enviada a familiares y amigos en la Navidad de 1992:

En septiembre, el élder Howard W. Hunter y su esposa estuvieron de visita por Moscú y hablaron ante quinientas personas congregadas en un servicio dominical. La reunión fue muy buena y edificante desde el punto de vista de la espiritualidad. Pero lo que más recordaré sucedió después de terminada la reunión cuando cientos de personas en forma silenciosa hicieron una fila para estrechar la mano del presidente Hunter. Nadie tomó demasiado tiempo, pero todos le desearon buena salud y felicidad. Yo estaba a su lado, interpretando para él, y tuve la inolvidable experiencia de mirar en los ojos de nuestros miembros mientras le hablaban al élder Hunter. Desearía poder transmitir las expresiones de fe, pureza y calidez humana que emanaban de sus sonrisas y de sus rostros. Cuesta creer que hace pocos meses la mayoría de ellos apenas estaban aprendiendo en cuanto al evangelio y a la Iglesia, y que hasta hace pocos años, habrían tenido una gran dificultad en profesar tipo alguno de convicción religiosa. Ahora sus rostros irradiaban por este apóstol y profeta un agradecimiento y un amor que eran a la vez algo inspirador como confirmante.

Cuatro días más tarde, los Hunter llegaron a Kiev, la capital de Ucrania, donde el presidente Hunter y el élder Robert K. Dellenbach, miembro de la Presidencia del Área de Europa, hablaron en una charla fogonera en el Palacio de Octubre. "La Iglesia cuenta con 400 miembros en Kiev", escribió el presidente Hunter, "y hubo una concurrencia de 1200 personas a la charla fogonera." Se sintió conmovido por la receptividad de Ios-Santos y los investigadores al mensaje del evangelio—a las buenas nuevas de paz. De allí el grupo viajó a Austria.

Temprano en la mañana del sábado 12 de septiembre de 1992, un grupo de líderes de misión, estaca y barrio fueron hasta la cima de una colina desde la cual se ve Viena, sus bosques y el río Danubio. En ese lugar el presidente Hunter dedicó Austria para la predicación del evangelio. Esa tarde fue a la conferencia regional de Munich, la cual empezó con una reunión de liderazgo del sacerdocio en Linz, una ciudad austríaca a mitad de camino entre Viena y Munich. Al día siguiente, unas cuatro mil personas procedentes de Austria y de Alemania Oriental colmaron un estadio cerrado para la sesión general. Después de terminada la reunión, el presidente Hunter estrechó la mano de varios cientos de personas.

Un mes después, los Hunter estaban de vuelta en Europa, esta vez para asistir a la

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conferencia regional de Londres y a las sesiones de la rededicación del templo de esa ciudad. El presidente Hunter dirigió la palabra en cuatro de las sesiones, mientras que Inis fue invitada para hablar en una de ellas.

Su última asignación en 1992 fuera de los Estados Unidos le llevó a Tahití y otros lugares en el Pacífico Sur. Regresaron apenas a tiempo para la celebración del día de Acción de Gracias (a fines de noviembre), y unos días más tarde el presiente Hunter fue internado en el hospital debido a hemorragias internas. Allí permaneció por dos semanas y su recuperación fue lenta.

"La vida ofrece un buen número de desafíos"

EL AÑO 1993 trajo más altibajos. A los ochenta y cinco, pasada por muchos años la

edad de jubilarse para la mayoría de las personas, el presidente Hunter—al igual que sus hermanos de la Primera Presidencia y de los Doce—continuaba dando lo mejor de sí para contribuir al rápido crecimiento de la Iglesia. Cada recuperación parecía llevar más tiempo, pero se rehusaba a descansar por más de lo que fuera absolutamente necesario, lo cual se hizo por cierto evidente en las consecuencias de un extraño incidente ocurrido a principios de ese año.

El 7 de febrero los Hunter fueron a la Universidad Brigham Young, donde estaba programado que el presidente Hunter hablara en una charla fogonera para miembros de diecinueve estacas. Cerca de veinte mil jóvenes mayores colmaron el Centro Marriott y miles más se congregaron en edificios de la Iglesia en otras partes de América del Norte para ver la transmisión especial de la charla fogonera vía satélite.

Después de la oración y de las presentaciones, el presidente Hunter se acercó al micrófono y empezó a hablar. De pronto se oyó una voz que gritó, "¡Deténgase ahora mismo!" Un hombre con un maletín en una mano y un objeto negro en la otra se lanzó de entre el auditorio hacia el estrado y, declarando que tenía una bomba y un detonador, ordenó a todos, menos al presidente Hunter, que abandonaran el estrado.

La mayoría de los oficiales e invitados hicieron rápidamente lo que el sujeto les exigía, y el presidente Hunter permaneció acompañado de dos guardias personales de seguridad quienes se negaron a dejarle solo. Agitando lo que decía que era un detonador, y que muchos de los espectadores temían que fuera un revólver, el individuo le entregó al presidente Hunter una declaración escrita, demandando que la leyera. Con calma pero con firmeza, el presidente Hunter se negó a hacerlo.

En los recintos donde muchos se habían reunido para presenciar la charla fogonera vía satélite, la transmisión de pronto se interrumpió, pudiéndose ver sólo el anuncio de "dificultades técnicas" en la pantalla. En el Centro Marriott, los concurrentes quedaron momentáneamente como petrificados en sus asientos. De pronto algunos se echaron a llorar; otros empezaron a desplazarse hacia las salidas, mientras que unos pocos, obviamente enojados, se aproximaron al estrado, donde trataron de hacer que el hombre se rindiera. La calma volvió a reinar cuando un grupo de estudiantes, a quienes se unió la totalidad del auditorio, empezaron a cantar "Te Damos, Señor, Nuestras Gracias" y después "Soy un Hijo de Dios".

En el estrado, un caballero mayor trató de distraer al agresor, pero fue empujado contra una hilera de sillas. Entonces, uno de los estudiantes que estaba cerca del frente, roció la cara

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del intruso con mace (producto químico comúnmente usado en los Estados Unidos como método de defensa contra agresiones físicas), y los oficiales de seguridad lo empujaron fuera del estrado, donde con la ayuda de unos cuantos estudiantes lograron reducirlo.

En medio de la confusión, el sobrino nieto del presidente Hunter, Corey Child, corrió desde su asiento en la quinta fila hasta el lado opuesto del estrado, abrazó a su tío por atrás y, susurrándole palabras de ánimo, ayudó a los oficiales de seguridad a bajarlo del estrado. Corey, quien en la agitación sufrió fractura de costillas y distensión de músculos de hombro y rodilla, empezó a mirar a su alrededor para ver qué le había sucedido a la joven con quien había ido a la charla fogonera. Impulsada por su instinto de enfermera, ella lo había seguido hasta el estrado. Corey se sorprendió al verla arrodillada junto al presidente Hunter.

La totalidad del incidente duró unos diez minutos, pero para muchos, pareció ser considerablemente más prolongado. Finalmente, tras descansar por unos momentos, el presidente Hunter volvió a ponerse de pie detrás del micrófono y empezó a leer el discurso que tenía preparado. "La vida ofrece un buen número de desafíos", leyó, y mirando al auditorio, añadió, "tal como lo acabamos de ver". Y continuó hablando con calma y elocuentemente, como si nada hubiera sucedido.3

Esa semana el presidente Hunter cumplió con su acostumbrado programa de reuniones y tareas en su oficina, y seis días después de la perturbada charla fogonera, él y su esposa partieron en una asignación que les llevaría por Australia, Sin-gapur y Japón. Tras unas pocas semanas en su hogar, en el mes de marzo fueron a Brasil, y en abril viajaron a San Diego para la dedicación del templo.

A principios de mayo, el presidente Hunter fue internado nuevamente en el hospital para una operación de vesícula. Debido a cicatrices superficiales y en el tejido como resultado de operaciones anteriores, los médicos no pudieron emplear procedimientos quirúrgicos más modernos, por lo que tuvieron que operarlo a la antigua, haciendo una incisión grande en el abdomen. El presidente Hunter por lo general experimentaba reacciones adversas a los medicamentos, y en esta ocasión no fue diferente. Después de la operación, la cual se esperaba que fuera de rutina, entró en un sueño profundo del cual no se le podía despertar. Esta vez los médicos pensaron que no pasaría la noche.

Transcurridos veinte días desde la operación, el presidente Hunter seguía sin reaccionar. Dorene Beagles, su fiel secretaria, le visitó temprano una mañana y, a pesar de que tenía los ojos abiertos, no daba señas de reconocerla, ni de saber que había alguien en la habitación. A la mañana siguiente, cuando pasó a verle nuevamente, se sorprendió al verle sentado en la cama, alerta y listo para que se le informara en detalle sobre lo que había sucedido y lo que estaba pendiente en la oficina. Robert, el nieto mayor del presidente Hunter, tuvo una expe-riencia similar. Había ido a verle regularmente en el hospital sin percibir en él la más mínima reacción, pero esa mañana su abuelo le recibió con un animado "¡Buen día, Robert!" Cuatro días después, el presidente Hunter fue dado de alta.

Ante la proximidad de las vacaciones de verano, se recuperó en su hogar, pero asistía a determinados eventos, como la dedicación del Edificio Conmemorativo José Smith, el ex Hotel Utah, el cual había sido remodelado y transformado en un edificio de oficinas de la Iglesia y en centro de la comunidad. A principios de septiembre tuvo que regresar al hospital para ser sometido a unos exámenes, y nueve días más tarde viajó a Los Angeles para la celebración del cuarenta aniversario del Coro Mormón del Sur de California, el cuál él mismo había contribuido a organizar en 1953 con motivo de la dedicación del Templo de Los Angeles, cuando servía como presidente del consejo regional de presidentes de estaca.

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El último fin de semana de septiembre, el presidente Hunter participó en una conferencia regional en Hattisburg, Misisipí, donde habló improvisadamente y con gran convicción durante treinta minutos en la sesión de liderazgo del sábado y nuevamente en la sesión general del domingo de mañana. Pero a la semana siguiente estaba nuevamente enfermo y no pudo estar presente en las sesiones de la conferencia general de octubre.

Y así continuaba su vida, con altibajos, aunque por lo general se rehusaba a dejarse abatir por las circunstancias. Cada vez le llevaba más tiempo recuperarse, pero no bien ganaba un poco de fuerzas, volvía a la oficina, al principio por unas pocas horas, hasta que, gradualmente, llegaba a trabajar jornadas enteras. Cuando se le había dado su asignación como nuevo apóstol, se había comprometido a dar todo de sí a la Iglesia, y estaba resuelto a cumplir con su compromiso. Sus momentos más felices los vivía cuando estaba en la obra del Señor.

Honores y reconocimientos

A LO LARGO DE LOS AÑOS, muchos fueron los honores que se brindaron al

presidente Hunter, un hombre de innumerables logros que se entregó a su trabajo en forma silenciosa, eficiente y con intensa dedicación y deseo de hacer lo que el Señor le pidiera que hiciera. Jamás quiso estar debajo de las candilejas ni ser el centro de atención, sino que siempre prefirió dar reconocimiento a los demás. Pero sus esfuerzos y su ejemplo nunca pasaron desapercibidos, y así fueron llegando los tributos.

Entre los numerosos premios y reconocimientos que recibió al cabo de los años se encuentran los siguientes:

• Miembro honorario de la organización de servicio Blue Key en la Universidad Brigham Young, en abril de 1966. John y Richard Hunter habían sido activos en esa organización mientras estudiaban en dicha universidad.4

• Miembro honorario de la organización de Hombres Jóvenes de la Universidad Brigham Young, en abril de 1968.5

• Premio al Ciudadano Distinguido, otorgado por líderes de negocios, de la industria y eclesiásticos del sur de California, "por haber alcanzado gran distinción como abogado, empleado civil y líder eclesiástico". Este premio le fue presentado "conjuntamente con una actuación de la Orquesta Sinfónica de Utah en el Hollywood Bowl, el 22 de junio de 1968", según lo que escribió en su diario.

• Título honorario de doctor en leyes de la Universidad Brigham Young, el 13 de agosto de 1976, "por la excelencia de su ejemplo y por su distinguido servicio a la profesión, a su comunidad, a su Iglesia y hacia la educación superior."

• El nombre de Howard Hunter dado por estudiantes de abogacía miembros de la Iglesia a su organización estudiantil en la Universidad Southwestern de Los Angeles, en febrero de 1977.

• Otro Premio al Ciudadano Distinguido, presentado en una cena llevada a cabo en Los Angeles, en abril de 1977, en reconocimiento al "élder Howard W. Hunter, oriundo de Cali-fornia y adoptado por el Estado de Utah, por haberse distinguido como abogado, empleado civil y líder eclesiástico".

• El reconocimiento al Scout Águila distinguido, presentado por el Consejo del Gran Lago Salado de la Asociación Nacional de Boy Scouts de los Estados Unidos en noviembre de

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1978. Este reconocimiento fue de particular beneplácito para el élder Hunter, quien había recibido su premio como scout Águila cincuenta y cinco años antes. "Se le otorga sólo a hombres que han alcanzado el rango de Águila y que por más de veinticinco años han vivido conforme a la promesa y a la ley scout, sirviendo a Dios, a la patria y al prójimo", escribió en su diario personal. Se había otorgado un reconocimiento de ese tipo sólo a otra persona en el estado de Utah. Once años antes el élder Hunter había sido homenajeado en una cena y corte de honor para scouts de la Estaca Boise. Uno de sus ex maestros scout, el Auditor del Estado de Idaho Joe R. Williams, le hizo entrega de su Manual Scout personal, el cual había estado durante cuarenta y cinco años en una biblioteca de barrio de Boise.

• Un doctorado honorario en humanidades otorgado por la Universidad Brigham Young—Hawai, el 22 de junio de 1985.

• La cátedra Howard W. Hunter, establecida en 1989 en la Facultad de Leyes J. Reuben Clark de la Universidad Brigham Young. Se mostró particularmente complacido al año siguiente cuando asistió a una reunión de la Watson Land Company en Los Angeles, en la que se leyó lo siguiente de las minutas de la reunión anterior, a la cual no había podido asistir: "El presidente Huston informó que se había recibido un pedido de donación por una suma no determinada, para una dote que será usada con fines de crear una cátedra en leyes bajo el nom-bre de Howard W. Hunter, en la Facultad J. Reuben Clark de la Universidad Brigham Young. En vista de la constante contribución del Sr. Hunter al éxito de la Watson Land Company, a lo largo de más de cincuenta años como director6, la administración recomendó una donación de 50.000 dólares, la cual será igualada por otras entidades." La propuesta fue unánimemente aprobada y adoptada.

• Reconocimiento del Tribunal Federal de Apelaciones del Noveno Circuito de Los Angeles "por cincuenta años de dedicación y servicio a la administración de la justicia como miembro de la barra de este tribunal, este día 26 de noviembre de 1990".

• El Premio a una Vida Ejemplar, otorgado por la Asociación de Estudiantes de la Universidad Brigham Young.

"Tu fuerza será volcada en Sión"

En UNA REVELACIÓN recibida por medio del profeta José Smith el 25 de enero de

1832, el Señor declaró: "Escuchad, oh vosotros que habéis presentado vuestros nombres para salir a proclamar mi evangelio y podar mi viña. He aquí, os digo que es mi voluntad que salgáis y no demoréis, que no estéis ociosos, sino que obréis con vuestra fuerza, alzando vuestra voz como con el son de trompeta, proclamando la verdad de acuerdo con las revelaciones y los mandamientos que os he dado. Así que, si sois fieles, seréis premiados con muchas gavillas y coronados con honor, gloria, inmortalidad y vida eterna." (D. y C. 75:2-5.)

En ningún momento de su vida el presidente Hunter aspiró a los honores de los hombres; más bien los recibió porque ha tenido su mira puesta en la gloria de Dios y porque aplicó las enseñanzas del Señor al tratar con su prójimo. Ha proclamado el evangelio en la mayoría de las naciones del mundo, pero lo que es, tal vez, más importante, él ha vivido el evangelio en forma silenciosa pero al mismo tiempo inequívoca, dando a los Santos un ejemplo constante.

En la bendición patriarcal que recibió en 1930, se le dijo: "Tu fuerza será volcada en Sión, y serás sostén de sus instituciones y llegarás a ser una seguridad para la gran iglesia que servirá de refugio para el pueblo de Dios". Al igual que Nefi en la antigüedad, él puede

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testificar de las bendiciones que provienen de decir, "Iré y haré lo que el Señor ha mandado, porque sé que él nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles la vía para que cumplan lo que les ha mandado". (1 Nefi 3:7.) Se trata de una enseñanza que él ha puesto en práctica.

La vida no ha sido fácil para Howard W. Hunter; ha padecido muchas enfermedades y se ha enfrentado a un sinnúmero de desafíos, particularmente en los años más recientes de su ministerio. Tales problemas harían claudicar a muchas personas, pero su espíritu indomable y su determinación de hacer cualquier cosa que el Señor le mandare, le han dado las fuerzas y las bendiciones para continuar sirviendo a la Iglesia y a sus semejantes.

En la conferencia general del 3 de abril de 1994, él instó a los Santos, diciendo: "Sigamos al Hijo de Dios en todas las formas y en todos los aspectos de la vida. Hagamos de El nuestro ejemplo y nuestro guía. En todo momento debemos preguntarnos, '¿Qué haría Jesús en mi lugar?', teniendo después el valor necesario para actuar conforme a la respuesta. Debemos seguir a Cristo, en el sentido más amplio de esa palabra. Debemos trabajar en Su obra como El lo hizo en la de Su Padre." Esta declaración bien puede ilustrar a las claras la manera como Howard W. Hunter mismo ha tratado de vivir su vida. Y la Iglesia es mejor por causa de ello, y por cierto que también lo es el mundo.

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APÉNDICE

ENSEÑANZAS Y MENSAJES DE HOWARD W. HUNTER

El Templo de Boise. Nací en Boise, cuatro años después de que se organizara la Rama

de Boise, que más tarde llegó a formar parte de la Misión de los Estados del Noroeste . . . Incluso dando rienda suelta a la imaginación, nadie se habría imaginado que un día, este valle estaría lleno de barrios y estacas, pero así fue. Además, se ha erigido un templo como un monumento a la fe y a la devoción de la gente. Cuán agradecido estoy de que el Señor me haya permitido contemplar el progreso que se ha producido en estos años. (Palabras que pronunció durante la dedicación del Templo de Boise [Idaho], el 25 de mayo de 1984.)

Poner fin a la incertidumbre. Me compadezco de los jóvenes y de las jovencitas cuando les asaltan las dudas y luchan en el gran conflicto de tratar de poner fin a esas inquietudes. Eso lo pueden lograr si poseen un deseo sincero de conocer la verdad y si ponen de manifiesto un esfuerzo moral, espiritual y mental. Por medio de ese conflicto, y debido a la lucha, obtendrán una fe más firme, más fuerte y más grande. Mediante esas incertidumbres y conflictos, pasarán de una fe sencilla e ingenua, a una fe sólida que llega a convertirse en testimonio. (Conference Report, octubre de 1960.)

¿Un discípulo en secreto? El mundo necesita hombres que estén dispuestos a dar un paso al frente y a darse a conocer; el mundo necesita varones que sobre sus hombros lleven en alto la carga de la responsabilidad bajo el estandarte de Jesucristo, que abiertamente estén dispuestos a defender lo correcto .. .

¿Cómo pueden los hombres con conciencia hacer caso omiso a las enseñanzas del Maestro en sus asuntos cotidianos, en los negocios o en el gobierno? Nos volvemos espectadores pasivos y nos hacemos los disimulados ante muchas cosas porque tememos hacer algo al respecto. Quizás nos opongamos ideológicamente al crimen o al comunismo, pero, ¿qué hacemos al respecto? Tal vez sintamos resentimiento hacia la corrupción en el gobierno o hacia la delincuencia juvenil, pero, ¿qué hacemos al respecto? Quizás tengamos una cierta creencia en el Evangelio de Jesucristo, pero, ¿qué estamos haciendo al respecto? Es preciso que desechemos el temor y sigamos adelante con una declaración firme y positiva, y asumamos nuestra responsabilidad...

Ha llegado el momento de que aquellos que hayan andado con evasivas o que hayan demostrado indiferencia, declaren con intrepidez creer en Cristo y estén dispuestos a demostrar su fe mediante las obras. (Conference Report, octubre de 1960.)

Pongamos la mano en el arado. "Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios" (Lucas 9:62). De todos los trabajos del campo, la arada es la labor más pesada; es primitiva y fundamental ... es una faena que requiere una tenacidad semejante a la de los pioneros. En cualquier lugar se puede plantar una semilla sin que se presente resistencia alguna, pero en el momento en que la cuchilla del arado penetra la tierra, miles de fuerzas se unifican para oponerse al cambio. Es preciso el trabajo arduo y el sudor a fin de cambiar lo acostumbrado, derribar lo tradicional o intentar producir cambios en la manera tan arraigada de hacer las cosas en la vida de las personas. La labor más difícil en el

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reino de Dios es aflojar la superficie de la tierra que se ha endurecido bajo el calor del sol, o que está cubierta del verdor de la naturaleza.

Qué gran cambio se realiza en el terreno que ha sido limpiado y arado, con hilera tras hilera de zanjas espaciadas equitativamente, el subsuelo flojo y expuesto al sol, al aire y a las lluvias de los cielos, listo para ser arado y cultivado. El yermo ha sido conquistado y sojuzgado.

Aquellos que llegan a ser discípulos del Maestro y ponen la mano en el arado, sin mirar hacia atrás, prueban que son dignos labradores. Al darle vuelta a las antiguas superficies de las tradiciones, preparan los campos para la introducción y la propagación del cristianismo en el mundo. (D. y C. 75:5.) (Conference Report, abril de 1961.)

Una religión de todos los días. La religión es más que un conocimiento de Dios o una confesión de fe, y es más que la teología. La religión es poner en práctica la palabra de Dios; es, entre otras cosas, ser el guarda de nuestro hermano. El mantenerse sin mancha del mundo no significa que debamos alejarnos de todo contacto con éste, sino que nos apartemos de las maldades de él.

La religión puede formar parte de nuestro trabajo cotidiano, nuestros negocios, nuestras compras y ventas, construcción, transporte, fabricación, carrera o profesión, o cualquier cosa que hagamos. Podemos servir a Dios si con honradez e integridad llevamos a cabo nuestras gestiones de negocios, de la misma manera que lo hacemos durante la adoración dominical. No podemos separar ni apartar de nuestros asuntos cotidianos y de negocios los verdaderos principios del cristianismo ...

En nosotros recae un deber y una resposabilidad enormes. Si todos los hombres fueran obedientes a esos principios al tratar con los demás, si aquellos que gobiernan a los pueblos y a las naciones del mundo se rigieran por esas mismas leyes, reinaría la rectitud, volvería la paz y el Señor derramaría Sus bendiciones sobre Su pueblo. (Conference Report, octubre de 1961.)

Un corazón comprensivo. El amar al prójimo es algo noble e inspirador, ya sea que el prójimo sea nuestro vecino o, en el sentido más extenso de la palabra, un miembro de la raza humana. Esto estimula el deseo de fomentar la felicidad, el consuelo, el interés y el bienestar de los demás; da lugar a la comprensión, la cual podría curar las enfermedades del mundo. Las guerras cesarían y el crimen desaparecería ...

Necesitamos una mayor comprensión en nuestras relaciones con los demás, en los negocios y en la industria, entre los que administran y los trabajadores, entre el gobierno y los que son gobernados. Necesitamos comprensión en la más importante de todas las unidades de la sociedad: la familia; comprensión entre hijos y padres y entre marido y mujer. El matrimonio traería la felicidad, y, si hubiese corazones entendidos, no se conocería el divorcio. El odio destruye; la comprensión edifica. Podríamos orar como lo hizo Salomón: "Señor, dame un corazón entendido". (Véase 1 Reyes 3:9.) (Conference Report, abril de 1962.)

Creer es ver. No hay evidencia positiva, concreta y tangible de que Dios vive, sin embargo, mediante la fe, que constituye la evidencia de las cosas que no se pueden ver, millones de personas tienen un conocimiento de que así es. Muchos les dicen a los misioneros: "Aceptaría el bautismo si pudiera creer que José Smith recibió una visita del Padre y del Hijo". Para este hecho no existe una evidencia positiva, concreta ni tangible, pero para las personas que reciban un testimonio por medio del Espíritu, la fe tomará el lugar de dicha evidencia de las cosas que no se pueden ver. Recuerden las palabras del Maestro resucitado cuando estaba

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frente a Tomás: "... bienaventurados los que no vieron, y creyeron" (Juan 20:29). Creer es ver. (Con-ference Report, octubre de 1962.)

Profetas en esta dispensación. Para las personas que vivieron en épocas y dispensaciones pasadas, el profeta más importante era el que en ese entonces vivía, enseñaba y revelaba la palabra del Señor. En cada una de las dispensaciones pasadas, el Señor ha levantado profetas como Sus portavoces para esa era particular y para los problemas específicos de esa época.

El profeta viviente de la actualidad es nuestro líder, nuestro maestro; de él recibimos guía en este mundo contemporáneo. De los cabos de la tierra, aquellos que lo sostenemos como profeta del Señor, expresamos nuestro agradecimiento por esta fuente de guía divina. Estamos agradecidos por su vida, su ejemplo, sus enseñanzas, su dirección...

Al recordar a los profetas desde los días de antaño hasta la actualidad, reconocemos la gran bendición que derivamos de la influencia de un profeta viviente. De la historia habremos aprendido que a menos que estemos dispuestos a dar oído a las amonestaciones y sigamos las enseñanzas de un profeta del Señor, estaremos sujetos a los castigos de Dios. (Conference Report, octubre de 1963.)

¿Dónde está la paz? La paz que el mundo añora es una época libre de hostilidades; pero los hombres no se dan cuenta de que la paz es un estado de la existencia que sólo se recibe bajo las condiciones de Dios, y de ninguna otra manera . ..

Aun cuando una persona viva en un ambiente bello y pacífico, tal vez se encuentre en un estado de constante confusión debido a la discordia y a los conflictos internos. Por otra parte, la persona quizás se encuentre rodeada de una total destrucción y la matanza de la guerra y, sin embargo, sienta la serenidad de una paz indescriptible. Si recurrimos al hombre y a las vías del mundo, encontraremos angustia y confusión; pero, si en cambio nos volvemos hacia Dios, encontraremos paz para el alma intranquila ...

Esta paz nos protege de la confusión del mundo. El conocimiento de que Dios vive, de que somos Sus hijos y de que El nos ama, brinda alivio al corazón acongojado. La respuesta a esa búsqueda yace en la fe en Dios y en Su Hijo, Jesucristo, la cual nos brindará la paz ahora y por la eternidad. (Conference Report, octubre de 1966.)

Imperativos del evangelio. Las mejores metas, los mejores amigos y las mejores oportunidades no sirven para nada a menos que se conviertan en realidad mediante nuestros actos cotidianos. La creencia se debe forjar en el logro personal. Los verdaderos cristianos deben comprender que el Evangelio de Jesucristo no es sólo un evangelio de creencia, sino que es un plan de acción. Su evangelio es uno de imperativos, y la naturaleza misma de su esencia es un llamado a la acción. El no dijo: "observen" mi evangelio; El dijo: "¡Vívanlo!" El no dijo: "Admiren su bello lenguaje figurado"; El dijo: "Vayan, hagan, vean, sientan, den, crean". El Evangelio de Jesucristo está repleto de imperativos, palabras que requieren un cometido y una acción personal: que obligan, que compelen, que exigen . . . No es suficiente con sólo decir, aceptar y creer; son palabras que quedan incompletas hasta que lo que denoten se transforme en la acción dinámica del diario vivir. (Conference Report, abril de 1967.)

¿Se necesita una iglesia? Propongo que la Iglesia de Jesucristo es tan esencial en la vida de los hombres y de las mujeres de la actualidad como lo fue cuando El la estableció, no como un interés pasivo o como una manifestación de fe, sino como la adopción de una responsabilidad activa. Es así como la Iglesia nos saca de la obscuridad de una vida aislada a la luz del evangelio, donde, según las exhortaciones de las Escrituras, la creencia se convierte en acción. Esa es la esperanza de la persona, de la familia, de la Iglesia, de las naciones de la

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tierra. (Conference Report, octubre de 1967.) Bienaventurados son los que no han visto. Nuestros días se caracterizan por una gran

diversidad de creencias con respecto a muchos pasajes fundamentales de las Escrituras. Los modernistas niegan el nacimiento inmaculado de Jesús; niegan Su poder divino manifestado en los muchos milagros que llevó a cabo durante Su corto ministerio; ponen en tela de juicio que el Maestro voluntariamente se haya ofrecido a Sí mismo para expiar los pecados de la humanidad, y niegan que de hecho se haya llevado a cabo una expiación.

Creemos firmemente que ésta es una realidad y que en todo el plan divino de salvación no hay nada más importante que el sacrificio expiatorio de Jesucristo. Creemos que la salvación se obtiene a causa de la Expiación. Sin esta última, el plan entero de la Creación sería nulo ... Sin ese sacrificio expiatorio, la muerte temporal sería el fin, no habría una resurrección, y nuestra vida espiritual no tendría ningún propósito. No existiría la esperanza de obtener la vida eterna. (Conference Report, octubre de 1968.)

La ética sola no es suficiente. Existe una gran diferencia entre la ética y la religión. Hay una distinción entre aquel cuya vida se basa sólo en la ética, y el que vive una vida verdaderamente religiosa. La ética es necesaria, pero la verdadera religión abarca las verdades de la ética y mucho más. La raíz de la verdadera religión yace en la creencia en un ser supremo. La religión cristiana se basa en una creencia en Dios el Eterno Padre y en Su Hijo Jesucristo, y en la palabra del Señor según aparece en las Escrituras ...

Para la persona cristiana, la verdadera religión se manifiesta por medio de una firme creencia en Dios, con el conocimiento de que tendremos que rendirle cuentas de nuestros actos y comportamiento. La persona que viva esa clase de religión, está dispuesta a vivir los principios del Evangelio de Cristo y a andar rectamente delante del Señor en todas las cosas, según Su palabra revelada. Esto le brinda al hombre o a la mujer un sentimiento de paz y libertad de la confusión de la vida, dándole la seguridad de recibir la vida eterna en el más allá. (Conference Report, octubre de 1969.)

La existencia de Dios. Por regla general, no obtenemos las cosas de valor a menos que estemos dispuestos a pagar un precio. El erudito no llega a obtener conocimiento a menos que de su parte ponga el trabajo y el esfuerzo para lograrlo. Si no está dispuesto a hacerlo, ¿podría decir que no existe tal cosa como la erudición? Los músicos, los matemáticos, los científicos, los deportistas y las personas capacitadas en muchos otros campos dedican años de estudio, práctica y trabajo arduo a fin de adquirir esa habilidad particular. ¿Pueden aquellos que no estén dispuestos a dedicar el esfuerzo necesario, decir que no hay tales cosas como la música, las matemáticas, la ciencia o los deportes? Es igual de absurdo para un hombre afirmar que no hay Dios simplemente porque no ha tenido la inclinación de buscarlo.

La historia nos dice que hay un Dios; la ciencia confirma el hecho de que hay un Ser Supremo; el raciocinio humano nos persuade a creer que hay un Dios; Sus propias revelaciones al hombre no dejan ninguna duda en cuanto a Su existencia. Para que una per-sona pueda obtener un firme conocimiento de la realidad de Dios, debe vivir los mandamientos y las doctrinas establecidos por el Salvador durante Su ministerio personal. . .

Aquellos que estén dispuestos a emprender una búsqueda, a poner de su parte y a hacer la voluntad de Dios, recibirán el conocimiento en cuanto a Su existencia. Cuando un hombre encuentra a Dios y comprende Sus designios, llega a saber que nada de lo que hay en el universo resultó por casualidad, sino que todas las cosas fueron consecuencia de un plan divino previamente arreglado. ¡Qué conocimiento tan sublime llega a su vida! Suyo es el conocimiento que trasciende al del mundo. Las bellezas de éste se hacen más hermosas, el

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orden del universo adquiere un significado más profundo, y llega a tener una mayor comprensión de todas las creaciones de Dios al presenciar el ir y venir de los días y cómo las estaciones siguen su orden prescrito. Si el hombre encontrara a Dios y siguiera Sus caminos, su corazón se volvería en amor hacia sus hermanos y las naciones gozarían de paz. (Conference Report, abril de 1970.)

¿Dónde, pues, está la esperanza? Hay personas que afirman que está pasado de moda creer en la Biblia. ¿Está pasado de moda creer en Dios, en Jesucristo, el Hijo del Dios Viviente? ¿Está pasado de moda creer en Su sacrificio expiatorio y en la resurrección? Si así fuere, admito que la Iglesia y yo somos anticuados. Con exquisita sencillez, el Maestro enseñó los principios de vida eterna y las lecciones que les brindarán felicidad a aquellos que tengan la fe para creer. No parece razonable el asumir la necesidad de modernizar estas enseñanzas del Maestro. Su mensaje se basaba en principios que son eternos ...

En este mundo de confusión y prisas, de progreso temporal, es preciso que volvamos a la sencillez de Cristo; es preciso que lo amemos, le rindamos honores y lo adoremos. A fin de obtener la espiritualidad y gozar de Su influencia en nuestra vida, no podemos permitir que las enseñanzas tergiversadas de los modernistas nos confundan y nos desvíen del camino. Es necesario que estudiemos los simples principios fundamentales de la verdad que enseñó el Maestro y eliminemos los puntos de controversia ...

La Iglesia permanece inmutable en contra de la flexibilidad o el cambio en lo que respecta a los asuntos morales, y se opone a la así llamada nueva moral. Los valores espirituales no se deben dejar de lado, no obstante las opiniones de los modernistas que tratan de denigrarlos. Podemos ser modernos sin ceder a la influencia de los modernistas. Si está pasado de moda creer en la Biblia, debemos darle gracias a Dios por el privilegio de ser anticuados. (Conference Report, octubre de 1970.)

Un maestro. Temprano por la mañana un día de verano, me encontraba de pie cerca de la ventana. Las cortinas impedían que me vieran dos pequeñas criaturas que estaban en el césped; una de ellas era un pájaro grande y la otra era un pajarillo, que obviamente acababa de salir del nido. Observé que el pájaro más grande daba saltos por el césped, luego daba golpecitos con las patas y agachaba la cabeza. Extrajo del césped un lombriz larga y gorda y se dispuso a volver al lugar donde había estado. El pajarillo abrió el pico, pero el pájaro grande se tragó la lombriz. En seguida vi que el pájaro grande volaba a lo alto de un árbol en donde picoteó la corteza por unos momentos, y luego regresó con un insecto en la boca. El pajarillo volvió a abrir el pico pero el pájaro grande se tragó el insecto a pesar de los graznidos de protesta del más pequeño.

El pájaro grande se fue volando y no lo volví a ver, pero me quedé observando al pajarillo. Después de unos momentos, se fue saltando hasta el césped, dio unos golpecitos con las patas, inclinó la cabeza y extrajo una enorme lombriz. Dios bendiga a las buenas personas que enseñan a nuestros hijos y a nuestros jóvenes. (Con-ference Report, abril de 1972.)

¿Del mundo o del Reino? La sociedad se ha esforzado enormemente para modernizar el mundo en el campo de la educación, las comunicaciones, el transporte, la salud, el comercio, la vivienda y de muchas otras maneras, a fin de aumentar el estándar de vida; pero, ¿qué le ha hecho a la familia —la institución básica de la sociedad— esta modernización y adaptación al medio social? Jamás ha habido tanta inestabilidad; el índice de divorcios es actualmente mayor que en cualquier otra época de la historia. La modernización ha transferido la responsabilidad de educar del hogar a las instituciones públicas, en donde las ideas contemporáneas han llegado a ser más importantes y los principios morales se han

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abandonado. El aumento del crimen es alarmante; la adicción a las drogas, la desobediencia a la ley, el incremento de enfermedades venéreas y la corrupción en todas sus formas, parecen ser aceptables. En esta era de modernización se fomenta y se promueve la libertad de pen-samiento y de acción, sin tener en cuenta las responsabilidades que acompañan a dicha libertad, si es que la sociedad ha de permanecer estable. Por cierto todos estamos de acuerdo con que en nuestra sociedad, la institución familiar ha sufrido un daño serio, y quizás irreparable ...

¿En dónde, pues, yace la esperanza en este mundo de frustración y decadencia moral? Yace en el conocimiento y en la comprensión de las verdades que enseñó el Maestro, las cuales se deben enseñar, en su totalidad, en la Iglesia de Cristo, y las cuales sus miembros deben creer y vivir. Estas son verdades eternas y continuarán siéndolo indefinidamente, no obstante las circunstancias cambiantes de la sociedad, del desarrollo de nuevos logros científi-cos o del aumento del conocimiento del hombre. (Conference Report, octubre de 1973.)

Pagar nuestra deuda. ¿Cómo podemos pagar en realidad la deuda de gratitud que tenemos con nuestros padres, hermanos y hermanas, maestros, y aquellos que nos han servido de tantas maneras? ¿Cómo podemos demostrar nuestro agradecimiento por buenos hogares, cónyuges que son fieles y verídicos, hijos que tienen el deseo de vivir rectamente y servir al Señor? ¿Cómo expresamos agradecimiento por nuestro bautismo, por el privilegio de participar de la santa cena y de renovar nuestros convenios, por el sacerdocio que poseemos, por la luz del evangelio restaurado, por el programa de la Iglesia, diseñado para ayudarnos a progresar hacia la exaltación y la vida eterna?

Esa deuda de gratitud la pagamos al vivir de tal manera que rindamos honor a nuestros padres y al nombre que llevamos, al hacer el bien a los demás, al prestar servicio, al estar dispuestos a compartir la luz y el conocimiento que hemos recibido a fin de que, al vivir los principios del evangelio en su plenitud, otras personas también tengan gozo y felicidad. (Conferencia de Área de Estocolmo, agosto de 1974.)

Conocer a Dios. Con el adelanto del conocimiento se ha llegado a confiar en los principios de comprobación científica, y, como resultado, hay personas que no creen en Dios porque Su existencia no se puede corroborar científicamente. De hecho, la investigación científica es una tarea que tiene como fin averiguar la verdad, y los mismos principios que se aplican a esa búsqueda son los que se utilizan en la indagación para establecer la verdad de la religión ... Pese a la importancia de la investigación científica, la más sublime de las búsquedas es la de Dios, con el fin de determinar Su existencia, Sus atributos personales y obtener un conocimiento del evangelio de Su Hijo Jesucristo. No es fácil adquirir un conocimiento perfecto de Dios. La búsqueda requiere esfuerzo constante, y existen personas que nunca sienten la motivación de conseguir dicho conocimiento. (Conference Report, octubre de 1974.)

Fe, el primer paso. En un sentido legal, no existe evidencia tangible ni concreta de la existencia de Dios ni de la divinidad del Maestro, pero no toda la búsqueda de la verdad resulta en una prueba por medio de una evidencia real o demostrativa. Es ilógico argumentar que debido a que no hay una evidencia demostrativa de la existencia de Dios, El en verdad no existe. En vista de que se carece de evidencia, la que por lo general el mundo científico considera necesaria para establecer una prueba positiva, nuestra búsqueda tal vez nos lleve hacia el reino de la evidencia circunstancial. Podríamos pasar muchas horas haciendo una descripción de las maravillas del universo, de la tierra, de la naturaleza, del cuerpo humano, de la exactitud de las leyes de la física, y de miles de otras cosas, todas las cuales dan a la conciencia del que busca la verdad la percepción de que existe un creador y un ser que

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gobierna el universo .. . Supongamos que todas las cosas se pudiesen probar mediante la evidencia demostrativa.

¿Qué pasaría entonces con el elemento de la fe? No habría necesidad de la fe, y sería eliminada, dando lugar a esta pregunta: Si la fe es el primer paso o principio del evangelio y ésta se elimina, ¿qué le sucede al plan del evangelio? Los cimientos mismos se derrumbarían. Afirmo que existe una razón divina por la que no todas las cosas se pueden probar mediante la evidencia concreta. (Conference Report, abril de 1975.)

Para que seamos uno. Al pensar en el tremendo crecimiento de la Iglesia, la diversidad de lenguas y culturas, y la tarea monumental que aún descansa sobre nuestros hombros, nos preguntamos si existe un objetivo más importante ante nosotros que el vivir de forma tal, que podamos disfrutar del espíritu de unión que emana del Señor. Como Jesús oró, debemos ser unidos si es que el mundo va a convencerse de que El fue enviado por Dios el Padre para re-dimirnos de nuestros pecados. Es la unidad de acción y de propósito lo que nos habilita para declarar nuestro testimonio en todo el mundo ...

Es la unidad lo que ha permitido a la Iglesia, a sus barrios, ramas, estacas, distritos y miembros, construir templos y capillas, llevar a cabo programas de bienestar, hacer obra por los muertos, velar por la Iglesia y edificar la fe. Aún debemos hacer mucho más. Estos grandes propósitos del Señor no se hubieran podido lograr en medio de la disensión, los celos ni el egoísmo. Quizás nuestras ideas no siempre estén de acuerdo con las de quienes presiden sobre nosotros, mas ésta es la Iglesia del Señor y El nos bendecirá si nos alejamos del orgullo, oramos por fortaleza y contribuimos al bien de todos.

De la misma manera, puedo deciros que no conozco arma más poderosa en las manos del adversario contra cualquier grupo de hombres o mujeres en esta Iglesia que la división, el encontrar faltas y crear antagonismo ... La clave para que una Iglesia sea unida es un alma unida, que esté en paz consigo misma y no entregada a conflictos y tensiones interiores. (Véase "Para que seamos uno", Liahona, agosto de 1976, pág. 96-97.)

"Santificado sea tu nombre". Hay grandes núcleos de nuestra sociedad en los cuales el espíritu de oración, reverencia y adoración ha desaparecido. Los miembros de muchos círculos sociales son diestros, interesantes, doctos; mas les falta un elemento principal para una vida completa: la oración. No ofrecen votos en justicia . . .

Su conversación es brillante pero no es reverente; su manera de hablar es graciosa, mas no sabia. Aquellos que ponen de manifiesto sus poderes limitados, ya sea en la oficina, en el gimnasio, o en el laboratorio, han descendido tanto en la escala de la dignidad que encuentran necesario blasfemar contra los poderes ilimitados procedentes de lo alto.

Desgraciadamente, a veces encontramos esta falta de reverencia aun dentro de la Iglesia. En ocasiones hablamos muy alto, entramos y salimos demasiado irrespetuosamente durante lo que debería ser un momento de oración y adoración. La reverencia es la atmósfera del cielo. La oración es la expresión del alma que se eleva hacia Dios el Padre. Tratemos de asemejarnos a nuestro Padre, orándole, recordándole siempre, y demostrando gran amor por Su mundo y Su obra. ("Santificado sea tu nombre", Liahona, febrero de 1978, pág. 73.)

Los conceptos básicos de la honradez. Si somos conscientes de nuestra relación con el Salvador, debemos ser honrados en las cosas pequeñas así como en las grandes. Siempre debemos tener presente que nunca estamos solos; no hay acto que no se observe; no hay pa-labra hablada que no se escuche; no hay pensamiento que pase por la mente del hombre que Dios no conozca. No hay obscuridad que pueda ocultar lo que hacemos. Es preciso que pensemos antes de actuar ... Si deseamos tener con nosotros la guía del Maestro y la compañía

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del Espíritu Santo, debemos ser honrados con nosotros mismos, honrados con Dios y con nuestro prójimo. Todo esto resultará en verdadero gozo. (New Era, febrero de 1978, pág. 5.)

El desarrollo de la espiritualidad. Ninguno de nosotros ha alcanzado la perfección ni ha llegado al apogeo del desarrollo espiritual que podemos lograr en la mortalidad, pero cada persona puede y debe progresar espiritualmente. El Evangelio de Jesucristo es el plan divino para que ese desarrollo sea eterno. Es más que un código de ética; es más que un orden social ideal; es más que un pensamiento positivo relacionado con la autosuperación y la determinación. El Evangelio con el Sacerdocio, que es su sostén, y con el Espíritu Santo, es el poder salvador del Señor Jesucristo. Si tenemos fe en El y obedecemos Su Evangelio, mejoramos paso a paso, buscando fortaleza por medio de la oración; y mejorando nuestra actitud, nos encontraremos completamente integrados en el rebaño del Buen Pastor. (Filipenses 4:13.) ("El desarrollo de la espiritualidad", Liahona, agosto de 1979, pág. 35.)

"Todos son iguales ante mí". Como miembros de la Iglesia del Señor, es preciso que elevemos nuestra visión más allá de los prejuicios personales. Es necesario que comprendamos la suprema verdad de que, en realidad, nuestro Padre no hace acepción de personas. A veces ofendemos indebidamente a los hermanos de otras naciones al adjudicarle un grado de superioridad a una nación más que a otra . . . Imaginemos a un padre que tiene muchos hijos, cada uno de ellos con diferente temperamento, actitudes y características espirituales. ¿Ama a uno menos que a otro? Quizás el hijo que tenga menos inclinación espiritual goce de la atención, las oraciones y las súplicas del padre más que los otros hijos. ¿Significa eso que ama menos a los otros? ¿Se imaginan a un Padre Celestial que ame a una nacionalidad de Su progenie en una manera más exclusiva que a otra? Como miembros de la Iglesia, debemos recordar la pregunta desafiante de Nefi: "¿No sabéis que hay más de una nación?" (Charla fogonera de catorce estacas, efectuada en la Universidad Brigham Young, 4 de febrero de 1979; Ensign, junio de 1979, pág. 74.)

El estudio de las Escrituras. Cuando seguimos el consejo de nuestros líderes de leer y estudiar las Escrituras, recibimos toda clase de beneficios y bendiciones. Este es el estudio más provechoso al que podemos dedicarnos. Con frecuencia nos referimos a la parte de las Escrituras conocida como el Antiguo y el Nuevo Testamento, calificándola como la más grandiosa literatura del mundo. Estos libros pueden considerarse tratados científicos, tesis filosóficas y también registros históricos; mas si comprendemos el verdadero propósito de éstas y otras escrituras, llegamos a la conclusión de que en realidad forman la literatura fundamental de la religión.

Los libros canónicos contienen las declaraciones básicas en cuanto a Dios, a Sus hijos y la relación que hay entre ellos. En cada libro se nos insta a creer y a tener fe en Dios el Eterno Padre y en Su Hijo, Jesucristo; y desde el principio hasta el fin de cada uno de ellos se nos llama a cumplir la voluntad de Dios y a guardar Sus mandamientos. Las Escrituras contienen un registro de la forma en que Dios se ha revelado al hombre, y por medio de ellas Dios le habla. ¿Cómo podrían existir horas más productivas que las que dedicamos a leer en los libros canónicos la literatura que nos enseña a conocer a Dios y a comprender nuestra relación con El? (Véase "El estudio de las Escrituras", Liahona, enero de 1980, pág. 96.)

La verdadera grandeza. Tenemos un número ilimitado de oportunidades para llevar a cabo estos hechos sencillos e intranscendentes que a la larga nos hacen grandes. A aquellos que han dedicado su vida al servicio y al sacrificio por sus semejantes y por el Señor, el mejor consejo que puedo darles es simplemente que lo sigan haciendo. A aquellos que están haciendo el trabajo común del mundo y que se preguntan dónde estará el valor de sus logros, a los que llevan sobre sus hombros el trabajo más pesado en esta Iglesia y promueven la obra

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del Señor en tantas formas silenciosas pero significativas; a los que son "la sal de la tierra" y la fortaleza del mundo y la espina dorsal de cada nación; a vosotros, simplemente quiero expresaros nuestra admiración. Si perseveráis hasta el fin, y si sois valientes en el testimonio de Jesús, alcanzaréis la verdadera grandeza y viviréis en la presencia de nuestro Padre Celestial. (Véase "La verdadera grandeza", Liahona, julio de 1982, pág. 38.)

Preocupación de los padres por los hijos. Hay muchos padres en la Iglesia y en el mundo que tienen sentimientos de culpabilidad e indignidad, porque algunos de sus hijos se han alejado del rebaño o se han extraviado . . . Sabemos que, aunque los padres conscientes dan lo mejor de sí, casi todos han cometido errores. No es posible embarcarse en una empresa como la de ser padres sin llegar pronto a darse cuenta de que se cometerán muchos errores a lo largo del camino. Ciertamente, cuando nuestro Padre Celestial confía Sus hijos espirituales al cuidado de padres jóvenes e inexpertos, El sabe que éstos tomarán decisiones equivocadas .. .

Los padres que han tenido éxito son los que han amado, los que se han sacrificado, los que se han preocupado, han enseñado y han atendido a las necesidades de sus hijos. Si habéis hecho todo eso y aún así vuestro hijo es desobediente, contencioso o mundano, puede muy bien ser que, a pesar de ello, hayáis sido buenos padres. Es posible que entre los jóvenes que han venido al mundo haya hijos que serían un problema para cualquier pareja de padres, bajo cualquier circunstancia. En la misma manera, quizás haya otros que serían una bendición y un gozo para cualquier padre o madre. Me preocupa el pensar que hay padres que quizás se juzguen muy duramente como tales, y que permitan que esos sentimientos destruyan su vida, cuando en realidad han hecho lo mejor que podían, y deben seguir con fe. (Véase "¿Se ha extraviado vuestro hijo?", Liahona, enero de 1984, págs. 112-115.)

El fariseo y el publicano. La humildad es uno de los atributos divinos que poseen los verdaderos santos. Es muy fácil comprender por qué fracasa una persona arrogante: Es que se contenta con confiar en sí misma y nada más. Esto es evidente en aquellos que buscan una posición social o que hacen a un lado a los demás por encumbrarse ellos mismos en los negocios, el gobierno, la educación, los deportes y otras empresas. Debemos tener interés en el éxito de los demás. El orgulloso se aisla de Dios, y cuando lo hace, ya deja de vivir en la luz ... Desde el principio de los tiempos ha habido seres orgullosos y otros que han seguido la divina admonición de ser humildes. La historia indica que los que han querido enaltecerse han sido humillados, y que los humildes han sido enaltecidos. En toda ruta transitada hay fariseos y publicanos; quizás uno de ellos lleve nuestro nombre. (Véase "El fariseo y el publicano", Liahona, julio de 1984, pág. 110.)

"Cristo, el mar se encrespa". Creo que sin lugar a dudas en el transcurso de nuestra vida todos tendremos adversidades, algunas de las cuales podrán ser violentas, dañinas y destructivas; algunas incluso podrán poner a prueba nuestra fe en un Dios amoroso que tiene el poder para administrarnos consuelo. Pienso que a estos temores el Padre de todos nosotros respondería: "¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?" Y lógicamente esta fe debe perdurar a través de toda nuestra vida, y no solamente durante aquellos momentos tempestuosos .. .

Pero Jesús no fue ajeno a la angustia, el dolor y los bofetones. Es imposible describir la carga que él soportó, ni tenemos la sabiduría necesaria para comprender la descripción que de El hizo el profeta Isaías cuando habló del "varón de dolores". (Is. 53:3.) Durante la mayor parte de su vida, los vientos sacudían su barco, el cual, cuando menos ante los ojos de los mortales, encalló fatalmente en la costa rocosa del Calvario. No se nos pide que contemplemos la vida con ojos mortales, sino que a través de la visión espiritual compren-damos que en aquella cruz sucedió algo muy diferente.

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No obstante la ferocidad de la tormenta, en los labios y el corazón del Salvador sólo había paz. Que así sea con nosotros: en nuestro corazón, en nuestro hogar, entre las naciones del mundo, y aun en medio de los bofetones que de vez en cuando enfrenta la Iglesia. No debemos pensar que pasaremos por esta vida, ya sea individual o colectivamente, sin recibir oposición. ("Cristo, el mar se encrespa", Liahona, octubre de 1984, pág. 27.)

Un testimonio de la Resurrección. Alejandro Magno, rey de Mace-donia, discípulo de Aristóteles, conquistador de la mayor parte del mundo conocido en esa época, fue uno de los líderes jóvenes más sobresalientes del mundo. Después de años de ejercitar su pompa y sus hazañas militares y luego de extender su reino desde Macedo-nia a Egipto, y desde Chipre a la India, se lamentó cuando pareció no existir más mundo por conquistar. Más tarde, como evidencia de lo efímero que es tal tipo de poder, Alejandro contrajo fiebre y falleció a los treinta y tres años de edad. El inmenso reino que había conquistado, murió virtualmente con él.

Un joven líder bastante diferente también murió a esa edad de treinta y tres años, que parece tan prematura. El también fue un rey, un discípulo y un conquistador; sin embargo, no recibió los honores de los hombres, no logró ninguna conquista territorial, ni se acercó a ninguna corriente política. Hasta donde sabemos, jamás sostuvo una espada ni usó ninguna pieza de armadura. Pero el reino que estableció aún perdura después de dos mil años. Su poder no era de este mundo.

Las diferencias entre Alejandro y este joven nazareno son muchas, pero la diferencia más grande está en Sus últimas victorias. Alejandro conquistó países, gente, principados y reinos terrenales. Pero aquel que se llama el Líder Perfecto, aquel que fue y es la luz y la vida del mundo—Jesucristo, el Hijo de Dios—conquistó lo que ni Alejandro ni ningún otro pudo vencer o sojuzgar: Jesús de Nazaret conquistó la muerte. A diferencia de las medallas y de los monumentos de siglos que muestran las victorias transitorias de los hombres, se eleva el único monumento necesario para marcar el triunfo eterno: un sepulcro vacío. ("Un testimonio de la resurrección", Lia-hona, julio de 1986, pág. 11.)

La verdadera grandeza. La verdadera grandeza no es nunca el resultado de un acontecimiento casual, ni es un esfuerzo ni un logro que se alcanza fácilmente. Requiere que desarrollemos nuestro carácter, que diariamente tomemos una multitud de decisiones correctas eligiendo entre el bien y el mal. ..

A medida que evaluemos nuestra vida, es importante que veamos no solamente nuestros logros, sino también las condiciones bajo las cuales hemos trabajado. Todos somos personas únicas y diferentes; todos hemos empezado en distintos puntos de la carrera de la vida; todos tenemos una mezcla única de talentos y habilidades; y todos tenemos nuestros propios desafíos y compulsiones con que luchar. Por lo tanto, la manera en que nos juzgamos y eva-luamos nuestros logros no debería incluir solamente el tamaño, la magnitud, y la cantidad de los mismos, sino también las condiciones existentes y la manera en que nuestros esfuerzos afectaron a otras personas...

Me parece que la clase de grandeza que nuestro Padre Celestial quiere que busquemos está al alcance de todos los que tengan el evangelio consigo. Tenemos un número ilimitado de oportunidades para llevar a cabo esos hechos sencillos e intranscendentes que a la larga nos hacen grandes. A aquellos que han dedicado su vida al servicio y al sacrificio por sus semejantes y por el Señor, el mejor consejo que puedo darles es simplemente que lo sigan haciendo.

A aquellos que . . . promueven la obra del Señor en tantas formas silenciosas pero

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significativas; a los que son "la sal de la tierra" y la fortaleza del mundo y la espina dorsal de cada nación; a vosotros, simplemente quiero expresaros nuestra admiración. Si perseveráis hasta el fin, y si sois valientes en el testimonio de Jesús, alcanzaréis la verdadera grandeza y viviréis en la presencia de nuestro Padre Celestial. (Véase "La verdadera grandeza", Liahona, julio de 1982, págs. 36-38.)

Las bendiciones divinas. Quizás haya veces en que consideremos que nuestra sensibilidad espiritual se ha debilitado; en algunos días verdaderamente difíciles hasta tal vez consideremos que Dios nos ha olvidado, que nos ha dejado solos con nuestra confusión y pre-ocupación. Sin embargo, esta manera de pensar no está más justificada entre los que somos viejos que entre los más jóvenes y más inexpertos. Dios nos conoce y nos ama a todos, y todos somos Sus hijos e hijas, y cualquiera sea la lección que la vida nos enseñe, la promesa sigue en pie: "Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente, y sin reproche, y le será dada" (Santiago 1:5). ("Las bendiciones divinas"/Liahona, enero de 1989, pág. 63.)

Es preciso conocer las Escrituras. La Iglesia necesita hombres y mujeres que conozcan las Escrituras a fondo, que hagan en ellas referencias recíprocas y las marquen, que preparen lecciones y discursos basándose en la Guía Temática, que estén familiarizados con los mapas, el Diccionario de la Biblia, y las demás ayudas que aparecen en este maravilloso juego de libros canónicos ...

Nunca en esta dispensación, y por cierto en ninguna otra dispensación, han estado las Escrituras —la palabra eterna e inspiradora de Dios— tan fácilmente al alcance de las personas y estructuradas de manera tan útil para el uso de todo hombre, mujer y niño que desee escudriñarlas. La palabra escrita de Dios se consigue con más facilidad y en un estilo más sencillo y ameno de leer que el que jamás se haya puesto al alcance de los miembros laicos en la historia del mundo. Por cierto se nos tendrá por responsables si no las leemos. (Discurso pronunciado vía satélite a los maestros de religión, 10 de febrero de 1989.)

Nuestra responsabilidad como maestros. Den a sus alumnos la verdad, la cual les enseñarán con poder, pues así es como se les brinda una experiencia espiritual. Dejen que ésta fluya de una manera narural, quizás con el derramamiento de algunas lágrimas o tal vez no. Si lo que ustedes declaran es la verdad, y si la expresan con inocencia y sincera convicción, esos alumnos sentirán el espíritu de la verdad que se les está enseñando y reconocerán esa inspiración y revelación en su corazón. Es así como edificamos la fe. Es así como fortalecemos los testimonios: con el poder de la palabra de Dios que se enseña con pureza y convicción.

Busquen la verdad, den oído a la doctrina, y permitan que la inspiración del Espíritu se manifieste en sus numerosas y variadas formas. Pongan su fundamento en principios sólidos; enseñen con un corazón puro. Entonces, el Espíritu penetrará su mente y corazón, y la mente y el corazón de cada uno de sus alumnos. (Discurso pronunciado vía satélite a los maestros de religión, 10 de febrero de 1989.)

La Iglesia es para todos. Esta es la Iglesia de Jesucristo, no la iglesia de los casados, o de los solteros, o de cualquier otro grupo o persona. El evangelio que predicamos es el Evangelio de Jesucristo, que abarca todas las ordenanzas y los convenios salvadores que se requieren para salvar y exaltar a toda persona que esté dispuesta a aceptar a Cristo y a guardar los mandamientos que El y nuestro Padre Celestial han dado.

¡Cuán necios seríamos si no gozáramos de los ricos dones que Dios nos da! Quizás pasaríamos por alto las oportunidades de brindar bendiciones a los demás por sentir que se nos

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privó de alguna bendición que esperábamos recibir y por habernos dejado cegar por nuestra propia autoconmiseración. No sólo debemos tener cuidado de no privar a los demás de recibir bendiciones debido a que andemos errantes en los páramos de la autoconmiseración o autorecriminación, sino que debemos tener mucho cuidado de no privarnos a nosotros mismos de otras bendiciones que podrían ser nuestras. Mientras esperamos el cumplimiento de bendiciones prometidas, no debemos marcar el tiempo, ya que si no seguimos hacia adelante, eso hasta cierto grado sería una retrogresión. Estén ansiosamente ocupados en buenas causas, incluso la de su propio progreso. (Discurso pronunciado vía satélite a los jóvenes adultos, 26 de febrero de 1989.)

La fibra dorada de la elección. Dios obra solamente por medio de la persuasión, de la paciencia y de la longanimidad, y no a través de la fuerza ni de la confrontación violenta. El Señor obra tratando de atraernos con dulzura, respetando siempre nuestra libertad e inde-pendencia. El desea ayudarnos y nos pide que le demos la oportunidad de hacerlo, pero nunca lo hará violando nuestro albedrío. El nos ama demasiado para hacer eso, ya que, si lo hiciera, iría en contra de Su divina naturaleza ...

El reprimirnos o quitarnos el derecho de elegir y luego impedirnos tomar cualquier decisión es el método de Satanás y no de Dios; nuestro Padre nunca hará eso. No obstante, El estará cerca de nosotros y nos ayudará a ver la senda correcta, a tomar las decisiones justas, a oír y obedecer la voz de la verdad y sentir la innegable influencia del Espíritu. Su cálida, pacífica y poderosa persuasión a hacer lo bueno y hallar el gozo estará con nosotros "... mientras dure el tiempo, o exista la tierra, o haya en el mundo un hombre a quien salvar" (Moroni 7:36). ("La fibra dorada de la elección", Liahona, enero de 1990, pág. 18.)

Somos testigos de Dios. Si podemos moldear nuestra vida siguiendo el patrón que nos dejó el Maestro, y tomar Sus enseñanzas y ejemplo como modelo supremo de nuestra conducta, no nos será difícil ser constantes en todos los aspectos de la vida, porque estaremos dedicados a una sola norma sagrada de comportamiento y creencia. Ya sea en el hogar o en la tienda, en los estudios o mucho después de haber pasado la época estudiantil; sea que actuemos solos o al unísono con una cantidad de personas, nuestro curso será claro y nuestras normas muy evidentes y habremos tomado entonces la decisión, como dijo el profeta Alma, de "ser testigos de Dios a todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar en que [estemos], aun hasta la muerte" (Mosíah 18:9). ("Somos testigos de Dios", Liahona, julio de 1990, pág. 73.)

Los muros de la mente. A medida que van cayendo los muros en Europa oriental, la Unión Soviética, África, China, India, América del Sur, y muchas otras partes del mundo, ciertamente irá en aumento la necesidad correspondiente de tener más misioneros para cumplir la divina comisión de llevar el evangelio a toda la tierra. ¿Estamos listos para hacer frente a la empresa?

A fin de satisfacer las nuevas demandas que recaen sobre nosotros en esta gran obra misional de los últimos días, quizás sea necesario que algunos, (particularmente la generación mayor que ya ha criado a su familia), evaluemos la situación para determinar si los "muros" que hemos levantado en nuestra propia mente deben caer. Por ejemplo, ¿qué sucede con el "muro de la comodidad" que parece ser la causa de que muchas parejas y personas solteras no salgan a una misión? ¿Qué sucede con el "muro de la economía", de deudas que interfieren con la habilidad que tienen algunos miembros para salir a una misión, o del "muro de los nietos", o el "muro de la salud", o el "muro de la carencia de autoconfianza", o el "muro de la transgresión", o los muros del temor, la duda o la indiferencia? ¿Duda alguien por un instante de que con la ayuda del Señor él o ella pudiese derribar esos muros?

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Se nos ha dado el privilegio de nacer en estos últimos días, en vez de una de las dispensaciones pasadas, a fin de llevar el evangelio a toda la tierra. No hay llamamiento más sublime en esta vida. Si estamos satisfechos con escondernos detrás de los muros que hemos levantado, de nuestra propia voluntad renunciaremos a las bendiciones que de otro modo serían nuestras. (Ensign, septiembre de 1990, pág. 10.)

"Venid a mí". ¿Por qué queremos llevar nuestras cargas solos?, nos pregunta Cristo, o ¿por qué insistimos en cargarlas con un apoyo temporal que pronto se acaba? Para los que llevan una carga pesada, el yugo de Cristo, o sea, la fortaleza y la paz que se obtienen luchando al lado de Dios, es lo que les dará el apoyo, el equilibrio y la fortaleza para vencer las dificultades que se presenten y para soportar lo que se requiera de ellos en esta difícil vida mortal. Por supuesto, las cargas de la vida diaria varían con toda persona, pero todos las tenemos. Además, cada prueba en esta vida está adaptada a la capacidad y a las necesidades de cada uno, las que nuestro Padre Celestial, que tanto nos ama, conoce muy bien. Es cierto que algunos problemas son causados por los pecados de un mundo que no obedece el consejo de ese Padre, pero sea cual sea la razón, nadie está completamente libre de las dificultades de la vida. Cristo nos dijo que ya que todos tenemos que llevar alguna carga y soportar algún yugo, ¿por qué no elegimos el suyo? El nos dice que Su yugo es fácil y Su carga liviana (véase Mateo 11:28-30). (Véase "Venid a mí", Liahona, enero de 1991, pág. 20.)

El evangelio: una fe universal. En el mensaje del evangelio, toda la raza humana es una sola familia que desciende de un solo Dios. Todos los hombres y todas las mujeres no son sólo linaje de Adán y de Eva, sus primeros padres, sino también linaje espiritual de Dios el Eterno Padre. Por tanto, todas las personas de la tierra son literalmente hermanos y hermanas en la familia de Dios. Es por la comprensión y la aceptación de la Paternidad universal de Dios que todos los seres humanos pueden reconocer mejor el interés de Dios en ellos, así como la relación que existe entre todos los hijos de Dios. El evangelio es un mensaje de vida y de amor que se contrapone totalmente a todas las opresivas tradiciones que se basan en la raza, el idioma, la posición económica o política, la preparación académica o los antecedentes culturales, puesto que todos somos de la misma alcurnia espiritual. Somos de linaje divino: toda persona es hijo o hija espiritual de Dios. ("El evangelio: una fe universal", Liahona, enero de 1992, págs. 19-20.)

Un camino más excelente. El mundo en que vivimos, ya sea cerca de nuestro hogar o lejos de él, necesita el Evangelio de Jesucristo. Provee el único camino mediante el cual el mundo llegará a lograr la paz. Debemos ser más bondadosos los unos con los otros, más tiernos y tolerantes. Debemos ser tardos para la ira y más prontos para prestar ayuda. Debemos extender una mano de amistad y no buscar la venganza. En una palabra, debemos amarnos los unos a los otros con el amor puro de Cristo, con caridad y compasión genuinas y, si es necesario, compartir el sufrimiento, pues es así como Dios nos ama. (Véase "Un camino más excelente", Liahona, julio de 1992, pág. 67.)

Un ancla para el alma del hombre. Durante mi vida he sido testigo ocular de dos guerras mundiales, además de la de Corea, la de Viet-nam y todo lo demás que estamos presenciando en la actualidad. Pasé por la época de la depresión económica y me las arreglé para completar mis estudios de abogacía mientras que al mismo tiempo empezaba a formar una familia. He visto el desenfreno de las bolsas de valores y de la economía del mundo, así como el de algunos déspotas y tiranos, cosas que por todo el mundo despiertan cierta inquietud. De modo que, con toda franqueza, esta noche quisiera decirles que espero que no piensen que todas las dificultades del mundo se han concentrado en esta década, o que para cada uno de ustedes, las cosas nunca habían estado peor que ahora, o que nunca mejorarán.

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Les aseguro que ha habido circunstancias peores y que siempre mejorarán; siempre sucede así, especialmente cuando vivimos y amamos el Evangelio de Jesucristo y dejamos que florezca en nuestra vida. (Charla fogonera para los jóvenes de diecinueve estacas, efectuada en la Universidad Brigham Young, 7 de febrero de 1993; Ensign, octubre de 1993, pág. 70.)

El testimonio de un Apóstol en cuanto a Cristo. Como Apóstol ordenado y testigo especial de Cristo, doy solemne testimonio de que Jesucristo es en realidad el Hijo de Dios; El es el Mesías que anunciaron los profetas del Antiguo Testamento; El es la Esperanza de Israel, por cuya venida habían orado los hijos de Abraham, Isaac y Jacob durante los largos siglos de adoración . . . Doy este testimonio mediante el poder del Espíritu Santo. Testifico de la existencia de Cristo como si hubiera visto con mis propios ojos y oído con mis propios oídos. Asimismo, sé que el Espíritu Santo confirmará la veracidad de mi testimonio en el corazón de aquellos que escuchen con un oído de fe. (Charla para establecer vínculos de amistad y her-manamiento, transmitida vía satélite, 30 de octubre de 1983; Ensign, enero de 1984, pág. 70.)

¿Qué clase de hombres habéis de ser? ¡La gran norma! ¡El único camino certero! ¡La Luz y la vida del mundo! Cuán agradecidos debemos estar a nuestro Padre Celestial por haber enviado a Su Hijo Unigénito a la tierra para cumplir por lo menos dos misiones que ninguna otra persona podría haber cumplido. La primera misión de Cristo como Hijo perfecto y libre de todo pecado fue redimir a todo el género humano de la Caída, expiando el pecado de Adán y nuestros propios pecados si lo aceptamos como nuestro Salvador y lo seguimos. Y la segunda gran misión fue establecer el ejemplo perfecto de rectitud, de bondad, de misericordia y de compasión, a fin de que el resto del mundo sepa cómo vivir, cómo progresar y cómo llegar a ser más como El es ...

Debemos llegar a conocer a Cristo mejor de lo que lo conocemos; debemos recordarle con más frecuencia de lo que le recordamos; debemos servirle más valientemente de lo que le servimos. Entonces beberemos del agua que salta para vida eterna y comeremos del pan de vida.

¿Qué clase de hombres y mujeres habremos de ser? Aun como El es. En el nombre de Jesucristo. Amén. ("¿Qué clase de hombres habéis de ser?", Liahona, julio de 1994, págs. 72-73.)

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NOTAS

CAPITULO 1: NACIDO DE BUENOS PADRES

1.Cuando el presidente Hunter visitó el castillo de Hunterston el 2 de junio de 1992, obtuvo un folleto en el que aparecía la historia de la familia y sus propiedades, la cual hizo que se escribiera a máquina en su diario y que aparece bajo esa fecha. Esta cita se ha tomado de esa transcripción.

2."President Howard W. Hunter Honored by Scottish Clan", Ensígn, enero de 1988, pág. 75.

3.Aproximadamente en 1939, el abuelo de Howard, John Hunter, quien entonces vivía en San Francisco, escribió la historia de su vida, intitulada "To the Children: Early Life of Your Father" (A los hijos: un relato de la vida de su padre). Esta cita y la información posterior, concerniente a la familia Hunter, se ha tomado de ese documento y de una versión condensada escrita por Howard. Ambos manuscritos, sin fecha e inéditos, están en posesión de miembros de la familia.

4.Nancy F. Nowell, Testimony ofNancy Nowell. A Copy of My Journals. Commenced in Lapeer, Michigan, A Daily Account ofthe Devotíonal and Devout Exercises ofMy Heart and the Testimony ofthe Truth (Salt Lake City: George Q. Cannon and Sons, 1892). Nancy hizo que se publicara el manuscrito como un legado para sus descendientes.

5.No se sabe mucho en cuanto a lo que les sucedió a Nancy y a Silas en Nauvoo. Este aparentemente se oponía a viajar hacia el oeste con los Santos, pero ella estaba resuelta a irse y a llevar consigo a dos de sus hijos. Cuando acababa de abordar el barco para cruzar el Misisipí, unos hombres que la habían ayudado le gritaron para avisarle que Silas se aproximaba. Antes de que pudieran zarpar, Silas llegó al muelle y sacó del barco a uno de los niños. El y la criatura desaparecieron, y sus descendientes nunca han llegado a saber qué fue de ellos.

6.LeRoy R. Hafen y Ann W. Hafen, Handcarts to Zion (Glendale, California: The Arthur H. Clark Company, 1960), 193. Esta fuente señala que Anders tenía veintinueve años de edad; en realidad tenía veintiuno. Asimismo menciona incorrectamente el nombre de Nilla como Nellie.

7. En algunos registros familiares y de la Iglesia, el nombre de Nilla aparece como Nilla Torgersen.

8. En diversos registros familiares y de la Iglesia, el nombre de Nicoline aparece también como Nicholine, Nicolene y Nicolina. Su familia la llamaba Lena.

9. Por un tiempo, los hijos de Nicoline vivieron con su padre, y luego se mudaron con sus abuelos a Mount Pleasant.

10.Andrew Jenson, Encyclopedic History ofThe Church of Jesús Christ of Latter-day Saints (Salt Lake City: The Church of Jesús Christ of Latter-day Saints, 1941), 75—76.

11.Howard Hunter llevó un diario desde el 5 de agosto de 1918, tres meses antes de cumplir once años, hasta el 6 de enero de 1919. Cuando su orquesta, los Hunter's Croonaders (los Vocalistas Sentimentales de Hunter) salieron en un crucero al oriente el Io de enero de 1927, llevó un diario detallado de las actividades de cada día. Continuó escribiendo en dicho diario hasta fines de ese año. A través de los años llevó registros meticulosos de fechas y

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acontecimientos importantes en su vida; y a principios de la década de 1970, valiéndose de esos registros y de los recuerdos de los miembros de la familia, escribió una historia de su vida hasta octubre de 1959, cuando fue llamado al Quórum de los Doce. Desde ese período, tomaba apuntes de las actividades de cada día, los cuales dictaba a su secretaria para que ésta los transcribiera. La transcripción de esos diarios ascienden a un total de casi tres mil páginas en cuatro tomos. Con el permiso del presidente Hunter, las citas que se hacen en esta biografía se han tomado tanto de su historia como de sus diarios. Las citas adicionales que se le atribuyen a él provienen de artículos de los periódicos y de las revistas, cuyas fuentes se identifican al final de las citas, así como de entrevistas personales.

CAPITULO 2: UNA NIÑEZ FELIZ EN BOISE

1. En ésta y en citas subsiguientes tomadas del diario que Howard escribió cuando era

niño, se dejó intacta la ortografía original. Con el fin de facilitar la lectura se insertaron algunos signos de puntuación y letras mayúsculas; en lo que respecta a lo demás, se siguió el estilo del manuscrito original.

2. Kellene Ricks, "Friend to Friend", Friend, abril de 1990, pág. 6. 3. A Meridian se le dio originalmente el nombre de Hunter, dando con ello

reconocimiento al nombre del abuelo de Howard, John Hunter. 4. Ricks, "Friend to Friend". 5. J. M. Heslop, "He Found Pleasure in Work", Church News, 16 de noviembre de 1974. 6. Howard tenía la esperanza de ser el primer scout Águila en el estado de Idaho, y varios

años después, algunos artículos de periódicos y de revistas escritos acerca de él indicaban que había sido el segundo. No obstante, debido a que la Iglesia tenía barrios y estacas bastante estables en el sureste de Idaho, al norte del valle Cache en Utah, él piensa que es posible que uno o más scouts de esa región hayan logrado ese reconocimiento antes que él; pero lo cierto es que fue el segundo scout Águila de Boise, y tal vez del estado de Idaho.

CAPITULO 3: LA SECUNDARIA, EL TRABAJO Y UN CRUCERO

1.En 1976, Howard y Dorothy regresaron a Boise para la celebración del cincuenta

aniversario de la graduación de éste de la secundaria, y a la que también habían invitado a la clase de 1928, o sea, la de Dorothy. Los dos días de actividades culminaron con un banquete en un restaurante local. Después de la cena y del programa, Howard escribió: "Muchos de los invitados bailaron al compás de la música de una orquesta que tocaba las piezas que solíamos bailar hace más de cincuenta años. Los que no eran buenos para bailar charlaban con viejas amistades . . . Fue una ocasión muy amena y llena de nostalgia en la que todos parecieron divertirse mucho. Me da gusto que hayamos venido. Regresamos a casa después de la medianoche."

2.Howard solía jugar al golf de vez en cuando después de que se mudó a California, y hasta la época en que llegó a ser obispo en 1940. Después de su relevo, afirma, fue a jugar golf una vez con su esposa Claire, y ella le ganó.

3.Muchos años más tarde, el élder Neal A. Maxwell visitó las Filipinas y fue al Hotel Manila, en donde vio lo que se conocía como el Apartamento del General MacArthur, en

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honor al General Douglas MacArthur. Al regresar a Salt Lake City, se enteró de que el élder Hunter también iba a Manila, y le dijo: "Tiene que ir a ver el apartamento en ese hotel. ¿Ha estado ahí alguna vez?" "Sí", fue la respuesta. "¿Cuándo?", preguntó el élder Maxwell. "En 1927", fue la respuesta. En una entrevista que se le hizo para este libro, el élder Maxwell comentó: "No es solamente que el élder Hunter se haya criado en un ambiente diferente; tiene conexiones con una época a la que realmente no consideramos que él pertenezca."

4. En mayo de 1983, Howard acompañó al grupo de danzas folklóricas internacionales de la Universidad Brigham Young en una gira de dieciséis días por China. El 24 de mayo, mientras estaban en Shanghai, volvió al restaurante. En su diario, describió esa experiencia: "Cuando estuve en Shanghai en 1927, la ciudad estaba dividida en secciones: la Concesión Francesa, la Concesión Británica, la Concesión Japonesa y la Ciudad Antigua. Le pregunté al guía en cuanto al club francés en el que una vez había estado, y me dijo que se encontraba a sólo diez minutos de distancia y que nos llevaría a Fred [SchwendimanJ y a mí a ese lugar . . . Caminamos por la calle Mac. Ming hasta el número 58 y ahí estaba el restaurante, el que ahora lleva el nombre de Jing Jiang Club, considerado todavía el restaurante más exclusivo de la ciudad. Atravesamos los jardines y nos dispusimos a hablar con el portero. Nos llevó adentro, guiándonos por la bella escalinata hasta el comedor y la sala de baile. Ha cambiado un poco pero el lugar donde bailan y las luces todavía son los mismos, y el sitio de la orquesta continúa siendo el mismo. Me parecía imposible estar en el lugar donde había estado hacía cincuenta y seis años, sin darme cuenta en aquel entonces de que algún día volvería."

5. Cuando Howard volvió a visitar Kobe en 1979 para las sesiones de la conferencia de la Estaca Osaka Japón Norte, escribió: "En camino de regreso a la casa de la misión [de la Misión Japón Kobe] llevamos a los hermanos Kikuchi [Yoshihiko] al Hotel Oriental en Kobe, un hotel nuevo que ocupaba el lugar en donde había estado otro con el mismo nombre, donde yo había tocado hacía cincuenta y dos años, cuando mi orquesta estaba de gira en el S.S. President Jackson. El presidente [Robert T.] Stout nos llevó en el auto hasta el mismo muelle al que habíamos atracado en aquella época. Nos detuvimos a mirar un barco de Shanghai, y leí en mi diario acerca de mi visita a Kobe, el 10 de febrero de 1927. Fue interesante ver el muelle, la vieja aduana, y el lugar en donde había estado hacía muchos años. Todo parecía igual, pero ya no estaban más los cientos de carricoches." Al día siguiente, "después de cenar, el presidente Stout nos llevó al hermano Kikuchi y a mí a un paseo hasta la cima de la montaña Rokko, así como a la cumbre del monte Maya, en donde había estado en 1927. Los transbordadores y los santuarios todavía existen."

6. Después de su bautismo, Will continuó fomentando el que la familia participara en la Iglesia, pero por muchos años él no estuvo plenamente activo. En 1953, él y Nellie recibieron sus investiduras en el Templo de Ari-zona, en Mesa, y Howard fue sellado a ellos. Véase el capítulo 7.

CAPITULO 4: ¡CALIFORNIA, ALLÁ VOY!

1. Mildred Adams, según la cita Carey McWilliams en Southern California: An Island on

the Land (Santa Barbara and Salt Lake City: Peregrine Smith, 1973), 135. 2. La obra misional que se llevó a cabo en Sorau se describe brevemente en la obra de

Gilbert W. Scharffs, Mormonism in Germany: A History of The Church of Jesús Christ of Latter-day Saints in Germany Between 1840 and 1970 (Salt Lake City: Deseret Book, 1970), 41—43. En 1892, la región recibió la visita de dos misioneros: Hugh and David Cannon, hijos

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del presidente George Q. Cannon, Primer Consejero en la Primera Presidencia. Ellos "habían estado trabajando sólo un corto tiempo en una región nueva de la misión de Prusia, en el pueblo de Sorau . . . cuando, de pronto, David Can-non falleció el 17 de octubre de 1892 . . . Para fines de 1893, había 262 misioneros en la misión [Suiso-alemana], la mayoría de ellos (181) en Alemania. La nueva Rama de Sorau llevaba la delantera con 37 bautismos". Al año siguiente, 1894, "Sorau tenía más bautismos que cualquier otro lugar en Europa en esa época ... La misión recibió la visita del presidente de la Misión Europea, el apóstol Anthony H. Lund. En Sorau, un acaudalado granjero que era presidente de rama había invitado a 200 personas a su hogar, ya que las reuniones públicas estaban prohibidas. A esa reunión asistieron dos oficiales de la ciudad y el hijo de un ministro. Después de la reunión, varios de los Santos que habían tenido que viajar cerca de veinticinco kilómetros, fueron apedreados cuando se dirigían a sus hogares." Esa parte de Prusia, cerca de la frontera entre Polonia y Alemania, fue cedida a Alemania después de la Primera Guerra Mundial, llegó a formar parte de la zona de ocupación de Rusia después de la Segunda Guerra Mundial, y, posteriormente, fue cedida a Polonia. Esa región quedó destruida a consecuencia de las dos guerras, en las que también se destruyeron muchos registros importantes, transformando una tarea casi imposible el hacer investigación genealógica en la línea de la familia Reckzeh.

3. Maria Emilie vivió el resto de su vida en Salt Lake City, en donde participó activamente en la Iglesia y llevó a cabo una obra considerable en el Templo de Salt Lake. Al tiempo de su fallecimiento, el 21 de mayo de 1942, a la edad de ochenta y tres años, había efectuado la obra del templo por más de quinientas personas.

4. Richard Hunter hizo recientemente el siguiente comentario: "Siempre he admirado la determinación de papá de seguir un curso de acción que pensaba era el mejor. Cuando decidió guardar para siempre su saxofón y su clarinete, me pareció una decisión increíble. Desde su juventud le había gustado la música y divertir a la gente. Era un buen músico, y la música siempre formó parte de su vida. El cerrar el estuche de sus instrumentos me pareció una decisión extraordinaria; sin embargo, él había decidido que necesitaba seguir un camino mejor en la vida. Cuando yo cursaba los estudios secundarios, teníamos una orquesta de jazz, la cual necesitaba un sa-xofonista. Le pregunté a papá si todavía tenía el saxofón, y dijo que tal vez estaba en el desván. Lo encontré tal como él lo había dejado en 1931. Lo saqué, mandé a que le pusieran rellenos nuevos y lo toqué por algún tiempo. En realidad, a mí me pareció como si ... él no hubiera abierto el estuche del saxofón durante veinticinco años."

5. Doyle L. Green, "Howard William Hunter, Apostle from California", Improvement Era 63 (enero de 1960): 36.

CAPITULO 5: ESPOSO, PADRE, ABOGADO, OBISPO

1. El Coro del Tabernáculo se encontraba en una gira que incluía presentaciones en la

Feria Mundial de San Diego, "The California Pacific International Exposition". Véase "The Church Moves On", Improvement Era 38 (octubre de 1935): 621.

2. Según Leo J. Muir, A Century of Mormón Activities in California (Salt Lake City: Deseret News Press, sin fecha), 1:252—53, "El 24 de julio de 1936, el barrio presentó otra vez en el anfiteatro la continuación de la primera exhibición teatral The March of the Battalion'. Esta exhibición teatral se presentó nuevamente en la Feria Mundial de San Diego, auspiciada por el Barrio Inglewood."

3. "Se dio comienzo a la construcción de la capilla en diciembre de 1937, y le dedicó el

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24 de julio de 1938, el élder Melvin J. Ballard. El costo del edificio y del terreno excedió los $50.000 dólares." Muir, A Century of Mormón Activities in California 1:252.

4. Varios años más tarde, la universidad decidió conferir el grado de doctor en leyes o "juris doctor", en vez de licenciado en leyes. La decisión se hizo retroactiva y, en 1971, Howard solicitó y recibió el grado de doctor en jurisprudencia para reemplazar el grado de licenciado en leyes que previamente había recibido.

5.John Hunter falleció al año siguiente, el 10 de agosto de 1941, en San Francisco. 6.Todos los dieciséis miembros de la clase de genealogía de Howard, hasta donde se

puede determinar, se casaron más tarde en el templo. Green, "Howard William Hunter, Apostle from California", 36.

7.Unos meses después, cuando Frank Brundage se mudó de esa región, Richard M. Bleak fue llamado como primer consejero, y James A. Rawson, como segundo consejero. Cuando el hermano Bleak se mudó en 1943, el hermano Rawson fue nombrado primer consejero, y George W. Rands, segundo consejero. Estos hombres sirvieron con el obispo Hunter hasta que fue relevado en noviembre de 1946.

8.Nelle Hedtke, "History of the South Pasadena Ward Sunday School, Pasadena Stake of Zion, 1938—1950", manuscrito inédito.

9.Charles C. Pulsipher, "My Most Influential Teacher", Church News, 10 de enero de 1981, 2.

CAPITULO 6: LA VIDA FAMILIAR Y LA PRACTICA DE LA ABOGACÍA

1. Dieciséis años más tarde, en agosto de 1970, los exploradores y sus líderes efectuaron

una reunión en Pasadena. Howard informó que "de los catorce jovencitos que hicieron el viaje, la mayoría han cumplido misiones, han terminado su educación, algunos han prestado servicio militar, y todos se han casado."

2. Green, "Howard William Hunter, Apostle from California", 37. 3. Todavía a principios de 1994, Howard era aún miembro del directorio de la compañía

Watson. Casi cada mes, durante cincuenta años, excepto cuando se encontraba en asignaciones de la Iglesia o por enfermedad, asistió a las reuniones mensuales del directorio, yendo por lo general en avión a Los Angeles el domingo por la noche o los lunes por la mañana, asistía a la reunión del lunes, y regresaba a casa esa misma noche.

4. En noviembre de 1989, se publicó la corta biografía que Richard Hunter escribió de su padre, en un folleto intitulado "The Howard W. Hunter Professorship in the J. Reuben Clark Law School, Brigham Young University". El folleto se repartió a los invitados que asistieron a un programa especial en homenaje al élder Hunter, con respecto al establecimiento de la cátedra en leyes en la Universidad Brigham Young.

5. Palabras de John S. Welch, pronunciadas en un programa especial en tributo a Howard W. Hunter, patrocinado por el Tribunal Federal de Apelaciones del noveno circuito de Los Angeles, el 26 de noviembre de 1990.

6. Palabras de Cree-L Kofford, pronunciadas en una reunión patrocinada por las organizaciones locales de la Sociedad J. Reuben Clark, del sur de California, en honor a Howard W. Hunter, Hotel Hilton, Los Angeles, 6 de mayo de 1989.

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CAPITULO 7: PRESIDENTE DE LA ESTACA PASADENA

1.Bruce Henstell, Los Angeles: An Illustrated History (Nueva York: Alfred A. Knopf, 1980), 186.

2.En esa época se discontinuó el nombre de la Estaca Hollywood, y desde entonces fue conocida como la Estaca Los Angeles. A la que previamente se conocía como la Estaca Los Angeles se le dio el nuevo nombre de Estaca Los Angeles Sur.

3.El Io de marzo de 1953, Daken Broadhead fue relevado de la presidencia de la estaca, después de aceptar un puesto como ayudante executivo del nuevo Secretario de Agricultura de los Estados Unidos, Ezra Taft Benson. A. Kay Berry, que había sido segundo consejero, fue sostenido como primer consejero, y J. Talmage Jones fue llamado como segundo consejero en la presidencia de la estaca. Posteriormente, el presidente Berry fue relevado, y el presidente Jones fue llamado como primer consejero, y Richard S. Summerhays como segundo consejero. En septiembre de 1959, el presidente Jones fue relevado como primer consejero, puesto en el que se sostuvo al presidente Summerhays. Daken Broadhead fue nuevamente sostenido como miembro de la presidencia de la estaca, esta vez como segundo consejero.

4.William A. Pettit, manuscrito inédito de la historia de la Estaca Pasadena, septiembre de 1966, pág. 21.

5.James B. Alien y Glen M. Leonard, The Story of the Latter-Day Saints, segunda edición, revisada y amplificada (Salt Lake City: Deseret Book, 1992), 599.

6.Según lo confirmó Daken Broadhead, en la década de 1990, la propiedad valía por lo menos diez veces más que aquella cantidad. Debido a la inclinada colina que se encuentra detrás del estacionamiento, la propiedad está rodeada de una franja de follaje. Con una suma adicional de 5,000 dólares, la estaca compró un terreno al lado este del edificio, en el que construyeron instalaciones de recreo, incluso un campo de softball, un lugar para picnics, y otro con juegos para niños.

7.Para mayor información sobre la introducción del programa de seminarios matutino en Los Angeles, véase Alien y Leonard, The Story of the Latter-day Saints, segunda edición, 575-76.

8."Welfare and the Relief Society", Relief Society Magazine, abril de 1962, pág. 238. 9.Pettit, manuscrito inédito de la historia de la Estaca Pasadena, pág. 20. 10."Make Us Thy True Undershepherds", Ensign, abril de 1986, 7. 11.Green, "Howard William Hunter, Apostle from California", 37. En el artículo no

aparece el nombre de la persona citada. 12.Betty C. McEwan, "My Most Influentíal Teacher", Church News, 21 de junio de

1980, 2.

CAPITULO 8: EL LLAMAMIENTO AL QUORUM DE LOS DOCE

1. "Durante los tres semestres que asistió al Pasadena City College, en todas las clases sacó calificaciones de 'A', excepto una 'B' que recibió en Composición II", anotó Howard en su historia. "Me sentía orgulloso de su aptitud escolástica".

2.Journal ofDiscourses 9:86. 3.El 15 de octubre de 1959, el Quórum de los Doce estaba integrado por el presidente

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Joseph Fielding Smith, 83; y los élderes Harold B. Lee, 60; Spencer W. Kimball, 64; Ezra Taft Benson, 60; Mark E. Petersen, 61; Delbert L. Stapley, 62; Marión G. Romney, 62; LeGrand Richards, 73; Richard L. Evans, 53; George Q. Morris, 85; Hugh B. Brown, 75; y Howard W. Hunter, 51.

4.Alien y Leonard, The Story ofthe Latter-day Saínts, segunda edición, 591, 593. 5.Richard Summerhays, que había sido consejero en la presidencia de la estaca, fue

sostenido como el nuevo presidente de la estaca, con James C. Ellsworth y Clifford I. Cummings como consejeros.

6.Hasta 1977, la conferencia general anual de abril se efectuaba por tres días e incluía dos sesiones el 6 de abril, el aniversario de la organización de la Iglesia en 1830. Si el 6 de abril caía en jueves o viernes, las otras sesiones por lo general se llevaban a cabo el sábado y el domingo siguientes. Si el 6 de abril caía en lunes, martes o miércoles, la conferencia daba comienzo el fin de semana anterior. Había seis sesiones generales; una sesión del sacerdocio que se efectuaba el sábado por la noche, una sesión de bienestar, que por lo general se efectuaba temprano por la mañana, y una reunión para los oficiales y maestros de la Escuela Dominical, que se efectuaba el domingo por la noche. Desde abril de 1977, las sesiones de la conferencia general se han llevado a cabo el primer sábado y domingo de abril, y el primer domingo en octubre y el sábado que le antecede (cuando el 1° de octubre cae en domingo, la conferencia da comienzo el sábado 30 de septiembre).

7.Aunque ya no practicaba la abogacía, el élder Hunter aún tenía participación en numerosos negocios, algunos de ellos en sociedad con Gilíes DeFlon, y otros con John y Richard. Uno de esos negocios era la inversión en la industria ganadera. Durante varios años, el élder Hunter y sus hijos fueron propietarios de ganado, el cual tenían en una parcela en Lancaster, California. En junio de 1961, el élder Hunter y el señor DeFlon compraron un rancho de diez mil hectáreas al oeste de Promontory, Utah. Al élder Hunter le gustaba visitar el rancho periódicamente, y durante varios años ayudó a preparar los documentos relacionados con los impuestos, manteniéndose al tanto de otros asuntos relacionados con dicha propiedad. Después del fallecimiento del señor DeFlon en 1966, su hijo James DeFloñ se hizo cargo de esa porción de la propiedad. Después de hacer una visita al rancho con James DeFlon en 1991, el élder Hunter escribió: "Tenemos aproximadamente mil ochocientas cabezas de ganado, incluyendo vacas, toros y novillos; veinte hombres se hacen cargo de marcarlas y vacunarlas. Jim me llevó a dar una vuelta alrededor del rancho para ver los tanques del agua, el molino y las bombas solares que activan las cañerías. Hacía mucho que no iba al rancho y me quedé asombrado al ver el tamaño de la operación".

8. El 9 de febrero de 1973, el élder Hunter escribió: "El trabajo de este comité [de personal] ha aumentado considerablemente durante los últimos años, a medida que los departamentos se han agrandado debido al crecimiento de la Iglesia. Muchos empleados, tales como los que trabajan en los templos, en el departamento de construcción, en las oficinas en el extranjero, y en otras operaciones, han quedado bajo la jurisdicción de este comité. Nosotros determinamos los salarios, los aumentos, los beneficios para los empleados, así como las normas para la administración". Cuando fue relevado del comité el 15 de julio de ese año, escribió: "Fui llamado a este comité el 17 de enero de 1963, y he trabajado aquí desde entonces. LeGrand Richards y yo hemos sido los únicos miembros por varios años, tiempo durante el cual utilizamos los servicios de Russell Williams como director de personal, y establecimos un eficiente departamento de operaciones".

9. Con fecha martes, 17 de abril de 1973, el élder Hunter escribió: "Esta mañana me

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encaminé bajo la lluvia hasta la Casa Misional y di mi última presentación. El 11 de noviembre de 1960, fui llamado a integrar el personal de enseñanza y disertar en cuanto al tema de la Apostasía y la Restauración, y desde ese entonces he hablado ante varios cientos de clases de misioneros". En aquellos años, la Casa Misional se encontraba ubicada a media cuadra del Edificio de Administración de la Iglesia. A principios de 1961, los misioneros que eran llamados a regiones donde no se hablaba inglés, asistían al Centro de Capacitación de Lenguas, al norte de la Universidad Brigham Young, en Provo, y en 1976, una vez que esa institución se amplió considerablemente, los misioneros que eran llamados a regiones donde se hablaba inglés, también iban ahí para recibir capacitación.

CAPITULO 9: TESTIGO ANTE EL MUNDO

1. Impreso en el semanario Church News, 20 de enero de 1962, 5. Véase también

Edward L. Kimball y Andrew E. Kimball, hijo., Spencer W. Kimball (Salt Lake City: Bookcraft, 1977), 336. Camilla Kimball escribió en cuanto a la experiencia que tuvieron en Jerusalén durante la Navidad en la revista This People, diciembre de 1985, pág. 41, y en una carta al editor de This People, febrero/marzo de 1986, 6.

2. Palabras pronunciadas por el presidente Thomas S. Monson en los servicios fúnebres para Claire Jeffs Hunter, Centro de la Estaca Monument Park, Salt Lake City, 12 de octubre de 1983.

3. "Élder Hunter Reports So. Pacific Missions", Church News, 9 de junio de 1992, 3. 4. Kava, una especie de pimienta que se cultiva en las islas y se muele para hacer una

bebida. 5. Church News, 24 de septiembre de 1966,15.

CAPITULO 10: EL MINISTERIO APOSTÓLICO - PARTE 1

1. Bruce R. McConkie, Doctrina Mormona (Salt Lake City: Bookcraft, 1966). 2. Conference Report, 30 de septiembre de 1961, 79, 81. 3.Una porción de la información sobre la historia de la Sociedad Genealógica durante la

década de 1960 se ha extraído del libro de James B. Alien y Jessie Embry, "Hearts Turned to the Fathers: A History of the Genealogical Society of The Church of Jesús Christ of Latter-day Saints", manuscrito inédito, 1991. Ejemplares del mismo se encuentran en la Biblioteca Harold B. Lee, de la Universidad Brigham Young, Provo, Utah; en la Biblioteca Histórica de la Iglesia y en la Biblioteca del Departamento de Historia Familiar en Salt Lake City. Véanse también artículos sobre la genealogía en la revista Improvement Era, julio de 1969.

4.En 1968 se organizó la compañía Management Systems Corporation (MSC), una entidad de la Iglesia encargada de los asuntos referentes a las computadoras de la Iglesia, así como de los contratos para trabajos comerciales. El Departamento de Sistemas de Información se estableció en 1974 con el fin de administrar todos los asuntos internos referentes a las com-putadoras, y en 1979 se disolvió la MSC. Véase Alien y Embry, "Hearts Turned to the Fathers", capítulo 10.

5.Douglas D. Palmer, "The World Conference on Records", Improvement Era, julio de 1969, 7. Para fines de 1993 se habían establecido más de dos mil centros de historia familiar

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con el fin de atender las necesidades tanto de los miembros de la Iglesia como las de aquellos que no lo son.

6.Seminario para Representantes Regionales, Salt Lake City, Utah, 1968. 7.Jay M. Todd, "Élder Howard W. Hunter, Church Historian", Improvement Era, abril

de 1970,27. 8.Church News, 14 de febrero de 1970, 3. 9.La información sobre la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo se ha tomado del

libro de John L. Sorenson, "Brief History of the BYU New World Archaeological Foundation", disertación inédita preparada para el simposio sobre la Arqueología en Mesoamérica, en la Universidad Brigham Young, 1975.

10. Ibid.

CAPITULO 11: EL MINISTERIO APOSTÓLICO - PARTE 2

1. La información sobre Laie, el colegio y el Centro Cultural Polinesio aparece en las siguientes fuentes: Robert O'Brien, Hands Across the Water: The Story ofthe Polynesian Cultural Center (Laie: The Polynesian Cultural Center, 1983); R. Lanier Britsch, Unto the Islands ofthe Sea: A History ofthe Latter-day Saints in the Pacific (Salt Lake City: Deseret Book, 1986); Craig Ferré, "A History of the Polynesian Cultural Center's 'Night Show': 1963—1983", disertación de doctorado, Universidad Brigham Young, agosto de 1988; Alton L. Wade, palabras pronunciadas en un servicio espiritual en la Universidad Brigham Young—Hawai, 7 de enero de 1993, y publicado en Profile Maga-zine (BYU—Hawai), verano de 1993, págs. 4—8.

2. "Todos son iguales ante mí", discurso pronunciado en una charla fogonera de catorce estacas en el Centro Marriott de la Universidad Brigham Young, 4 de febrero de 1979, y reimpreso en la revista Ensign, junio de 1979, págs. 72—74.

3.En una recepción llevada a cabo en Jerusalén en octubre de 1975, el élder Hunter se reunió con el Primer Ministro Yitzhak Rabin, quien, en 1993, viajaría a los Estados Unidos con el fin de firmar un acuerdo de paz con Yasir Arafat, jefe de la Organización para la Liberación Palestina.

4.Una carta del élder Hyde, en la que describe sus experiencias misionales y que incluye una copia de su oración, se publicó en el Millennial Star, y se reimprimió en la obra de José Smith, History ofthe Church 4:454—59.

5.Steven W. Baldridge, con Marilyn N. Roña, Grafting In: A History ofthe Latter-day Saints in the Holy Land (Israel: The Jerusalem Branch of The Church of Jesús Christ of Latter-day Saints, 1989), 19—21. De acuerdo con este libro, el alcalde de Jerusalén, Teddy Kollek, había sugerido previamente la construcción del monumento.

6."President Kimball Dedicates Orson Hyde Memorial Garden in Jerusalem", Ensign, diciembre de 1979, 67—68. Para información adicional sobre el proyecto conmemorativo, véase Lucile C. Tate, LeGrand Richards: Beloved Apostle (Salt Lake City: Bookcraft, 1982), 284—85, 299—301. En el libro dice que la dedicación se llevó a cabo en domingo; sin embargo, el calendario de 1979 muestra que el 24 de octubre fue miércoles.

7.La contribución de un millón de dólares habría de costear los gastos de construcción y el arreglo de los jardines. La Fundación Jerusalén, que tuvo a su cargo el proyecto del

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sembrado, accedió a encargarse del mantenimiento del jardín durante los 999 años del arrendamiento.

8.Baldridge, Grafting In, 53—54. 9.Naomi Shepherd, Teddy Kollek, Mayor of Jerusalem (Nueva York: Harper & Row,

1988), 102—3. Véase también Baldridge, Grafting In, 76—81. 10.Church News, 28 de julio de 1985. 11.Las modificaciones incluían la garantía de que nadie que tuviera alguna conexión con

el centro jamás podría hacer obra proselitista en Israel. 12.Baldridge, Grafting In, 94.

CAPITULO 12: "JUNTOS NOS COMUNICÁBAMOS DULCEMENTE"

1. Spencer W. Kimball, Instructor, agosto de 1960,256—57, como lo citara Ezra Taft

Benson en un artículo para conmemorar el 150 aniversario de la organización del Consejo de los Doce, Church News, 27 de enero de 1983, pag. 3.

2. Will Hunter había gozado de buena salud hasta un poco tiempo antes de su muerte, cuando sufrió una hemorragia cerebral. Falleció tranquilamente, sin recobrar el conocimiento, a los ochenta y tres años de edad.

3. Bruce R. McConkie, "The New Revelation on Príesthood", Priesthood (Salt Lake City: Deseret Book, 1981), 126.

CAPITULO 13: LA FAMILIA Y LOS VECINOS

1. Carma Wadley, "Utahns Share Memories of Mother", Deseret News, 8 de mayo de

1983. 2. Muir. A Century of Mormón Activities in California 1:447.

CAPITULO 14: UNA BUENA CUOTA DE ALTIBAJOS

1."The Opening and Closing of Doors", Ensign, noviembre de 1987, 58. 2.Spencer W. Kimball, La fe precede al milagro (Salt Lake City: Deseret Book, 1972),

pág. 97. 3.En un discurso pronunciado en la conferencia general de abril de 1991, el élder Rulon

G. Craven, de los Setenta, ex Secretario Ejecutivo del Quórum de los Doce, hizo referencia a las dificultades que el presidente Hunter tuvo para caminar, y al día triunfante en que por fin pudo caminar hasta el templo: "Muchos recordarán que hace algunos años se le informó al presidente Hunter que no podría volver a caminar y que quedaría confinado a una silla de ruedas. Sin embargo, su fe y su determinación fueron más fuertes que ese diagnóstico. Diariamente, sin publicidad y en forma muy callada, se sometió a una terapia de ejercicios cansadores y difíciles, con la determinación y la visión de que algún día volvería a caminar. Durante esos difíciles meses, sus hermanos de los Doce oraron diariamente por él en sus reuniones de quórum y en forma privada.

"Meses después, un jueves por la mañana, fui a la oficina del presidente Hunter por un

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asunto que estaba anotado en la orden del día para la reunión del templo. Me dijeron que ya se había ido caminando al templo. Aun cuando dudé de lo que me habían dicho, me apresuré para alcanzarlo. Cuando lo hice, pude ver que caminaba con la ayuda de un andador. Fuimos juntos hasta el ascensor y luego hasta el cuarto piso, y caminamos hasta el aposento alto. Cuando el presidente entró en la sala, los Doce se pusieron de pie y lo aplaudieron. Lo observaron cariñosamente caminar hasta su silla y sentarse y luego, con un amor, honor y ternura magníficos, cada uno de ellos se acercó a él, lo besó en la frente y lo abrazó, demostrándole así su cariño y admiración. Luego que todos se sentaron, el presidente Hunter les agradeció y les dijo: 'Se decía que yo no volvería a caminar, pero con la ayuda del Señor y mi determinación, y lo que es más importante, la fe de mis hermanos de los Doce, estoy caminando nuevamente'" ("Profetas", Rulon G. Craven, Liahona, julio de 1991, págs. 29—30).

4. Dell Van Orden, "Exciting Time in Church History", Church News, 25 de junio de 1988, pág. 6.

CAPITULO 15: PRESIDENTE DEL QUORUM DE LOS DOCE

1. Van Orden, "Exciting Time in Church History", 6. 2. El Coro del Tabernáculo estuvo en Israel desde el 27 de diciembre de 1992 hasta el 6

de enero de 1993. Una descripción detallada de su gira y conciertos aparece en el artículo intitulado "One Voice", por LaRene Gaunt, Ensign, abril de 1993, págs. 34—49. El presidente Hunter había hecho planes para estar en Israel para esa gira histórica, pero tuvo que cancelar el viaje debido a problemas de salud.

3. Cody Judy, un individuo de veintisiete años de Bakersfield, California, fue detenido en la cárcel del Condado de Utah al habérsele acusado formalmente de agresión física, de alteración del orden público y detención ilegal. Además, se le identificó como a la persona que una semana antes había dejado armas de fuego y municiones en la Manzana del Templo (en ese incidente no se le formularon cargos). Cuando le preguntaron la razón por la que había amenazado al presidente Hunter, afirmó haber recibido visiones en las que Dios le decía que él sería el siguiente profeta de la Iglesia. Fue enviado al Hospital del Estado de Utah para una evaluación psiquiátrica, y el 23 de marzo se escapó de dicha institución saltando desde una ventana del tercer piso. Tres días después se entregó en una estación de televisión de Salt Lake City. El 2 de junio de 1993, se declaró culpable en el Tribunal del Cuarto Distrito, en Provo, de un cargo de robo a mano armada, delito de primer grado; un cargo de agresión física; delito de tercer grado; y un cargo de fuga, fechoría clase B, y fue sentenciado a prisión. Véase "Suspect Linked to Guns Left at Square", Deseret-News, 8 de febrero de 1993, A-l; "Suspect in Fireside Bomb Threat Says He Is Fulfilling Prophecies", Deseret News, 9 de febrero de 1993, B-l; "Judy Pleads Guilt to 'Bomb' Threat", Deseret News, 3 de junio de 1993, B-2; "California Man Threatens President Hunter, Fireside Audience with Fake Bomb", Brigham Young Magazine, febrero de 1993, pág. 15—16.

4. "Y. Honors Élder Hunter", Church News, 16 de abril de 1966. 5. "Students Honor Élder Hunter", Church News, 27 de abril de 1968. 6. En realidad, el presidente Hunter fue elegido al directorio el 19 de julio de 1944,

cuarenta y seis años —no cincuenta— antes de que la compañía hiciera su contribución en su nombre a la facultad de leyes de la Universidad Brigham Young.

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Deseret News Sección "Noticias de la Iglesia" del Deseret News Ensign Friend Idaho Statesman Improvement Era Liahona Los Angeles Times New Era Profile Magazine fBYU-Hawai) Revista de la Sociedad de Socorro Salt Lake Tribune This People

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