Historia Rural

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HISTORIA RURAL DE LA EDAD MEDIA Clases teóricas: 1. El concepto de Historia Rural. Un recorrido bibliográfico. 2. Los grandes ciclos de la Historia Rural de la Edad Media: Los siglos VIII-X: Una economía de recursos limitados. Las incertidumbres de la organización social. Los siglos XI al XIII. La larga expansión. La madurez del sistema feudal. La consolidación del poblamiento aldeano. Los siglos XIV y XV. Crisis y recuperación. Ritmos diferenciados. Clases prácticas. I. Seminario: Las técnicas agrarias en la Edad Media. II. Seminario: Explotaciones campesinas en Castilla. Perfiles físicos, articulaciones comunitarias, marcos señoriales. III. Seminario: Mercado y economía agraria en la España de los siglos XI-XIII. Bibliografía general.

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HISTORIA RURAL DE LA EDAD MEDIA

Clases teóricas:

1. El concepto de Historia Rural. Un recorrido bibliográfico.

2. Los grandes ciclos de la Historia Rural de la Edad Media:

Los siglos VIII-X: Una economía de recursos limitados. Las incertidumbres de la organización social.

Los siglos XI al XIII. La larga expansión. La madurez del sistema feudal. La consolidación del poblamiento aldeano.

Los siglos XIV y XV. Crisis y recuperación. Ritmos diferenciados.

Clases prácticas.

I. Seminario: Las técnicas agrarias en la Edad Media.

II. Seminario: Explotaciones campesinas en Castilla. Perfiles físicos, articulaciones comunitarias, marcos señoriales.

III. Seminario: Mercado y economía agraria en la España de los siglos XI-XIII.

Bibliografía general.

G. DUBY, Economía rural y vida campesina en el Occidente medieval (Barcelona, ed. Península, sucs. eds. desde 1968).

BH SLICHER VAN BATH, Historia Agraria de Europa Occidental, 500-1850 (Barcelona, ed. Península, 1974).

L. WHITE, Tecnología medieval y cambio social (Barcelona, ed. Paidós, 1990).

J. GIMPEL, La révoluyion industrielle du Moyen Age (d. du Seuil, 1975 ; hay traducción español).

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P. TOUBERT, Castillos, señores y campesinos en la Italia medieval (Barcelona, ed. Crítica, 1990).

W. ROSENER, Los campesinos de la Edad Media (Barcelona, ed. Crítica, 1990).

P. BONNASSIE, Del esclavismo al feudalismo en Europa Occidental (Barcelona, ed. Crítica, 1992).

L. GENICOT, Comunidades rurales en el occidente medieval (Barcelona, ed. Crítica, 1993).

R. PASTOR, Resistencia sy luchas campesinas en el período de crecimiento y consolidación de la formación feudal. Castilla y León, siglos X-XIII (Madrid, ed. Siglo XXI, 1980).

JA GARCÍA DE CORTAZAR, La sociedad rural en la España medieval (Madrid, ed. Siglo XXI, 1988).

1. El concepto de Historia Rural. Un recorrido bibliográfico.

La sociedad medieval reposa sobre el campesinado, pero, a su vez, es el grupo social que menos se conoce, situación que es así porque: una cuestión de fuentes/información documental; los campesinos rara vez sabían leer y escribir por lo que difícilmente sabrían expresarse en los escritos. Autores:

Van Bath: su obra es un intento de estudio económico, de expresar numéricamente la evolución de la sociedad agraria desde el año 600 hasta 1850. Otra idea es la de modelizar, ofrecer las grandes características a base de modelos ideales.

G. Duby: escribió una obra sobre una región del este francés que constituía el ámbito donde se encontraba el monasterio de Cluny. Trató de articular un relato en el que intervenían muchas personas: obispos, caballeros, etc., que vendrían a organizar las relaciones sociales. A esta obra le suceden muchas otras de carácter similar.

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P. Toubert: escribió una obra sobre la región del Lacio, Castillos, Señores y campesinos en la Italia medieval, en la que expone una imagen muy expresiva de esta región sobre los siglos X, XI y XII.

P. Bonassie: autor de una obra muy singular sobre Cataluña de mediados del siglo X al XII.

Los estudios sobre el campesinado son los más desarrollados en el último decenio y medio del siglo XX, sobre el campesinado en comunidad organizado en células locales, como es el caso de los siguientes:

W. Rösener: Los campesinos en la Edad Media.

L. Genicot: Comunidades rurales en el Occidente Medieval.

J.A. García de Cortázar: La sociedad rural en la España medieval, obra en la que intentó, y consiguió bastante, escribir sobre lo que se hacía en España en esos momentos. Una obra que ha tenido sus precedentes en una escuela concreta, la de R. Pastor con su obra Resistencias y luchas campesinas en el período de crecimiento y consolidación de la formación feudal. Castilla-León, siglo X-XIII, obra muy influida por Duby.

M. Bloch: fundador de la Escuela de los Annales, escribió una síntesis de una obra muy conocida: La sociedad feudal y la que nos interesa, La historia rural francesa: caracteres originales. En ella desarrolla elementos novedosos, ha constituido algo que se ha ido consolidando. Este trabajo apareció en 1931, como recopilación de unas conferencias que había dado Bolch en Oslo por encargo del Instituto para el Estudio Comparado de las Civilizaciones, lo que se tradujo en un libro que se editó en co-edición Oslo-París (250 Págs.). Posteriormente, Bloch reunió nuevas observaciones con objeto de llevar a cabo una segunda redacción. Pero este trabajo no llego a tener una segunda versión, ya que las circunstancias de la vida de Bloch, con su participación en ambas guerras mundiales, integrándose en la Resistencia francesa contra la ocupación nazi, su detención por parte de las SS en 1944 en Lyon y su ejecución en algún lugar desconocido lo impidió. En 1952 salió una segunda edición de esta obra llevada a cabo por uno de sus discípulos, R. Dannereghe, el cual se limitó a realizar una serie de reflexiones sobre los capítulos de Bolch. Cada capítulo consta de dos partes en esta nueva edición: una el texto de 1931 de Bloch y otra del que no llegó a tener una redacción final, el cual no opta para tener una enorme significación. En esta obra convergen tres tradiciones:

1. Una serie de adquisiciones de la erudición alemana sobre la genética de los paisajes. Alemania era a principios de siglo el punto de referencia fundamental en el terreno de las ciencias humanas.

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2. Lo referido a dos generaciones de historiadores franceses del derecho y de las instituciones que habían señalado la importancia que tenían las instituciones feudales que habían enmarcado el sistema social entre los siglos IX y XIII de Europa. Referencia a un autor clásico, Fustel de Coulanges, historiador de las instituciones muy relevante. Entre lo más llamativo, un análisis de la ciudad en la época antigua y un estudio sobre un tema como lugar fundamental, el problema de la tierra de la Edad Media, titulado Alodio, considerando como tales a las propiedades estrictamente libres que existían sobre todo en la temprana Edad Media. Designa la capacidad absoluta que un individuo tiene sobre sus bienes. En realidad, este alodio de Coulanges se proyecta en el sentido de la no capacidad de propiedad del campesino. Es un estudio mucho más amplio que el título que lo enuncia, es importante por su contenido y porque indica algo que para cualquier historiador es importante: no se puede pensar que el mundo de lo jurídico es estrictamente formal, aunque el retrato que intenta dar de la sociedad es modélico. La obra de Bloch recoge esa sensibilidad al mundo jurídico, sobre todo a través de la obra de Coulanges.

3. También incorporó, sobre todo a través de los geógrafos que en los años 10, 20 y 30 del siglo XX se dedicaban (en Francia) a la historia agraria en el merado de sus análisis regionales. Ha habido una corriente geográfica -regional- que la capacidad de observación ha ido más allá del ámbito de la geografía, introduciéndose en el marco de la historia, haciendo que los historiadores se preocupen del aspecto económico, viendo que la historia no es sólo cuestión de tiempo, sino también de espacio, no es sólo un escenario. Esto permitió a los historiadores dar una nueva dimensión a la historia.

No se puede prescindir de las instituciones jurídicas para hacer historia, pero las ás de las veces, quedan reflejadas sobre procesos judiciales que hablan del desarrollo y aplicación de determinadas leyes, de sentencias, y eso se puede encontrar en los archivos.

El hecho que determinados trazados pertenezcan a viejas cañadas, que determinados árboles marquen un camino, corresponde a un trabajo de campo. Esta sensibilidad es la que ha correspondido a los geógrafos. Estos se proyectan hacia el método regional para averiguar la realidad del espacio de la Edad Media; para ello era preciso averiguar hacia atrás: ¿por qué determinadas formas de cultivo? ¿Por qué determinadas fechas para sembrar o recolectar? La comprensión del presente obligó a averiguar las tradiciones del pasado.

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Vidal de la Blache: geógrafo principal de nuestro siglo, en su obra, las distintas adquisiciones del método regional es el elemento más característico. En las primeras páginas ofrece una serie de consejos para realizar el trabajo: observar regresivamente, partir del momento actual en que hay abundante documentación e ir regresando en una serie de etapas. Pero es necesario saber que no siempre todo se puede llevar a un pasado remoto. Los datos directos que tenemos suelen estar muy fragmentados. Antes de su contemporaneidad, había que tener en cuenta los grandes catastros de la época de Napoleón, los grandes mapas que diseñó en el siglo XVIII el cartógrafo Cassani por orden real. El historiador del mundo rural debe asistir a esa cartografía a escala reducida 1:50000 hecha a principios del siglo XX. El Catastro de Ensenada es un inventario parcelario y del aprovechamiento agrícola del reino de Castilla hecho por el ministro de Fernando VI: el marqués de la Ensenada, que corresponde a la mitad del siglo XVIII. Hacia atrás, habrá referencias importantes mandadas hacer 150 años antes por Felipe II, relaciones topográficas, un inventario de las utilidades y vida agraria local de una parte de la Corona de Castilla –la Meseta Sur-. Complementariamente, una serie de fuentes de ala época datan de una desamortización de la época de Felipe II, información que se halla en el Archivo de Simancas en la sección Documentos de Hacienda. Es ya el siglo XV cuando hay una larga serie de aperos de tierra que pueden dar información de interés en fuentes locales o fuentes de carácter general para el reino.

Hay necesidad de utilizar fuentes muy diversas y que tienen que ver con el espacio. No se puede hacer historia del mundo rural sin ayuda de los mapas y que permitan ir marcando los elementos que se van descubriendo sobre un plano. Bloh, por ejemplo, dedicó gran parte de su estudio a las técnicas agrícolas y a los movimientos migratorios de la población.

Conclusión: es difícil estudiar bien la historia si al mismo tiempo no se le concede una cierta importancia a la geografía.

Bloch intuyó que realmente se producía una ruptura clarísima en el mundo rural entre lo que se podría llamar una clara expansión hasta la crisis de la Edad Media. La expansión de la Edad Media Central había alcanzado unos límites, casi, ecológicos de acuerdo con la capacidad técnica del momento y no continuó porque las tierras que se estaban roturando no podían dar más de sí con las técnicas de cultivo de ese momento. La población siguió creciendo, pero los recursos eran limitados. Esta crisis de la Baja Edad Media es una crisis de las rentas señoriales. Los señores no podían continuar manteniendo su nivel de vida porque sus recursos eran inferiores a las épocas anteriores, lo que es una clave para la crisis que llevará a una reestructuración del sistema feudal.

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cartograf a un pasado remoto. que hay abundante documentaciandes magnates.

a aristocracia laica y no laica (abades y obispos).

ara sacar un m

Dependemos de unas fuentes escritas no procedentes del campesinado (salvo los registros arqueológicos). Gente no campesina que da su opinión sobre el campesinado.

Durante largo tiempo se ha podido pensar que el campesinado no tenía historia. La expresión parece despreciativa, hay que ver esta afirmación en que, cuando nos referimos a historia, hablamos de cambio, para lo que caracteriza al mundo campesino es su visible falta de evolución, la rutina. Esto es algo que se asocia a que en el campesinado se reflejan las viejas esencias de la sociedad, una sociedad donde el campesinado era depositario de todas las costumbres, en ellos estaba la esencia de la sociedad, que no había cambiado.

El campesinado era un estado de ánimo (una esencia) que no había cambiado. Esta corriente de pensamiento tiene críticas. Duby habla de Oswald Spengler: La Decadencia de Occidente (1919). Dice que si había alguna esperanza se encontraba en los valores fundamentales que venían de la antigüedad y se encontraban en el campesinado (las viejas y buenas costumbres del pueblo alemán). Spengler fue alguien que tuvo una obra que apoyó el ascenso del nacionalismo alemán.

Un punto de vista distinto nos ofrece Duby en su obra Economía Rural y vida campesina en el Occidente medieval, en la que intenta percibir unos ritmos de evolución que le son propios al mundo rural. Tienen una dinámica y ha

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cambiado, pero el ritmo no tiene comparación con la escala de una sociedad moderna. El campesinado sí tiene historia, pero hay que utilizar métodos para salvar el obstáculo de las fuentes y una cuestión de ritmos de evolución. El ritmo de evolución no es comparable al de otros sectores de la sociedad. Hay una identidad histórica del campesinado.

El manifiesto que sigue el libro de Duby se dirige a las llaves que desvelan el trabajo que se pretende hacer. La introducción son comentarios que suponen las vías de investigación del mundo campesino. Se introducen elementos nuevos en este aspecto: la historia no se hace sólo con textos, hay que contar con otras fuentes que discutan lo que nos dicen los documentos escritos. Hay que estudiar la geografía agraria, botánica, arqueología, estudio de los suelos. Es necesaria una ínter disciplina al estudio de la historia del campesinado. Pero en los en los años 60, la investigación de Europa occidental en el terreno arqueológico era mínima, lo que conoce hoy como cultura material es prácticamente inexistente a la hora de escribir el libro.

Los geógrafos dieron una aportación importante a la historia del medio rural. El espacio tiene una fuerte relación con la sociedad. El historiador necesita la geografía (observación minuciosa del paisaje natural).

Duby dice como debe hacerse la historia rural. En la introducción de la obra mencionada hay una especie de recetario de cómo debe llevarse a cabo esta investigación. Esta investigación debe seguir unas pautas. Habla de que, al investigar historia rural, debe escogerse una comarca que no sea muy extensa, que no esté mal provista de archivos y se debe observar el paisaje plural de la sociedad, el ambiente de la comarca; se debe pensar en las prácticas agrícolas, el factor climático, los suelos. El historiador no debe ser alguien que al estudiar el mundo rural no se mueva del archivo, sino que debe tener un trabajo de campo, debe estudiar la fisonomía de la zona rural.

Además, Duby dice que hay que utilizar los textos de un modo contextual izado para comprender la comarca de la manera más compleja, y es de donde saldrán los grandes problemas de las relaciones sociales.

Pero Duby ¿a quién dirige los consejos? Sintetiza su obra para que otras personas pudieran orientarse en estos estudios.

La zona que Duby estudió en su obra se encuentra situada al sur de Borgoña, y tiene cerca el Monasterio de Cluny.

Esta iniciación en la investigación cuenta con que el historiador debe leer exhaustivamente los textos, y no debe trabajar solo dentro de un gabinete: supone un tratamiento de los textos diferente a como se realizaba anteriormente, tiene mucho que ver con la lingüística. Los filólogos utilizan

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un método propio, las escuelas lingüistas centroeuropeas se dedicaban a estudiar las palabras, su ubicación en los textos, su significado, etc., Duby se sitúa en la misma posición que los lingüistas: hay que utilizar las palabras dentro de los textos y estudiarlos exhaustivamente.

Estudiar los textos para reconstruir las relaciones sociales es esencial. Los historiadores deben contextualizar los textos.

Por otro lado el paisaje hay que verlo como una configuración de elementos distintos introducidos a lo largo del tiempo.

Planteamiento del libro de Duby: La obra de Duby tiene, sobre todo, la voluntad de ser una amplia síntesis donde se pretende confrontar el resultado de monografías para, a partir de ellas, establecer unas enseñanzas generales. Duby partía de una amplia bibliografía sobre el mundo rural, un amplio material que el autor pretende sistematizar y sintetizar. Duby se distancia de otros autores como Marnoeu, ya que Duby pretende realizar una ruptura de las marcas nacionales. Las sociedades tuvieron una evolución pareja del siglo IX hasta el XIII en buena parte de la Europa occidental (Francia, Alemania, Inglaterra, etc.). Pero Duby deja al margen al mundo mediterráneo y a zonas como Bohemia, Escandinavia o Polonia. Muchas de estas regiones no tenían realizadas monografías en los años 60 cuando Duby realizó su obra, lo que ocurre en España o Italia, por ejemplo. En esos momentos todavía no interesaba el mundo rural. y Duby todavía, tampoco, dominaba el mundo rural.

Otra obra de la que hay que hablar es La historia de la Francia rural, con Duby y Walcan como directores de la obra publicada en 1975 y en la que colaboraron autores como Fourquin.

Esta obra es importante dentro de la historiografía del mundo rural: el objeto de su estudio es el territorio francés, y abarca desde la prehistoria hasta el momento contemporáneo. Nos interesa como ven en medio siglo la situación y la perspectiva ha cambiado: es una obra que se beneficia de aportes científicos de 1930 a 1975, aportes de dos tipos; los que se refieren a conocimientos y los que se refieren a los métodos.

Los incrementos de conocimientos, representan que la historia de Francia ha venido a enriquecerse con unas largas tesis regionales (temática regional) que crean un mosaico de trabajos sobre el territorio francés, pudiéndose, así, construir una síntesis. Tesis regionales como una realizada por Fourquin, donde estudia las campiñas entorno a París desde una perspectiva regional, planteando los problemas de la evolución del siglo XIV, crisis en la isla de París, como se habría resuelto, etc.

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Otra obra de carácter regional es la Robert Fossier, que estudia la región de Picardía zona limítrofe con el actual territorio belga, la zona septentrional de Francia y que constituye uno de los graneros de París, con campiñas dedicadas intensamente la agricultura y que, además, presenta lo que Duby demandaba: región rica en fuentes, historia rica del campesinado (con una estructura muy sólida del campesinado, con una vida rural peculiar, muy evolucionada y sólida). Era un estudio que va desde la época tardo imperial romano hasta el siglo XIII.

Otra obra a destacar es la de Gi Bois sobre la región de Normandía, una zona que ha mantenido contactos seculares con Gran Bretaña y tiene grandes núcleos urbanos relacionados con el campo. En esta obra analiza un modelo sobre la crisis de la Baja Edad Media.

Todos estos trabajos permiten establecer un balance sobre la historiografía para realizar una síntesis de la Historia de la Francia rural, síntesis que se basa en trabajos monográficos.

Respecto a los métodos, lo más llamativo es la incorporación de la arqueología, la lectura de los restos materiales como documentos, tipos de hábitat, poblamiento, objetos de madera, fosilización de los terrazgos, objetos de hueso, hierro, etc. En ciertas regiones de los Países Bajos se pueden hacer excavaciones que reflejan espacios y hábitat ya desaparecidos. Hoy se excavan las dunas móviles que se fijaron sobre los terrazgos, una excavación que aspira a descubrir los antiguos terrenos.

Los análisis de las turberas, depósitos donde se fosilizan elementos variados que tienden a carbonizarse (elementos vegetales, depósitos de polen, etc.) que permiten saber qué tipos de especies ha habido y sus variedades. Todos estos conocimientos aparecen en esta obra.

Duby decía que sería bueno realizar una arqueología medieval. A principios de los años 70 se empezó a desarrollar la arqueología medieval, que daría pistas para conocer la sociedad medieval y descubrir zonas poco conocidas, como era el caso de la región de la Provenza, zona muy romanizada, donde las fuentes escritas tienen mucha importancia y la escritura se desarrolló en el período medieval, aunque hay falta de fuentes hasta la Baja Edad Media ya que fue una zona ocupada por los musulmanes. Desde el siglo VII al XIII no se conocía su historia, pero la posibilidad de realizar excavaciones ha devuelto parte de su pasado.

Rugiers es un modelo de utilización de los métodos arqueológicos para las excavaciones de hábitat rurales dentro de un ambiente mediterráneo. Los métodos de esta obra son sobre todo arqueológicos, una nueva lectura del paisaje. Dentro de esta obra hay un equipo de autores muy nutrido

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(historiadores, prehistoriadotes, economistas, etnógrafos, geólogos, etc.), una obra realizada por una variedad de disciplinas, un trabajo multidisciplinar, yuxtaponiendo sus aportaciones. El problema que tiene es que no es una obra muy clara.

Sus objetivos, se vuelve a lo clásico porque reivindica el papel de las instituciones que, a partir de la historia social, pretende destacar que esta sociedad rural ha funcionado encuadrada dentro de unas marcas jurídicas que han ido evolucionando. La reivindicación de este tipo de historia es algo llamativo, señalan que las instituciones no sólo propias de la historia del derecho, sino que son importantes para los historiadores de la sociedad.

También tiene un aspecto innovador, una obra que es un primer ensayo para introducir el problema de la historia de las mentalidades como algo que tiene entidad propia. El historiador debe ser consciente de que hay elementos de carácter ideológico que se traducen en formas de actuar que revelan una mentalidad, mentalidades que han variado (el mundo rural, su visión de la muerte, su relación con la religiosidad, etc.). Pero esto estaba lejos de los historiadores hasta principios de los años 70. Es un elemento necesario para la comprensión de la sociedad de la época y de la sociedad rural.

Es un trabajo que se inserta dentro de una corriente bibliográfica muy importante. Un trabajo novedoso en cuanto a métodos y la introducción de nuevos campos, una obra muy importante dentro de la historiografía del mundo rural. Tiene un prólogo realizado por Duby que es un manifiesto de lo que puede ser y objetivos que debe tener el estudio de la historia rural aplicado a la Edad Media. Duby plantea grandes problemas, como la posibilidad de llevar a cabo una ruralización de la Edad Media; una propuesta de niveles de análisis que da por entendido que es posible hacer una historia rural. Duby escribe muy buenas páginas y es capaz de señalar tres niveles de análisis: la concepción del mundo rural como un sistema de evolución; visión de la complejidad de las relaciones sociales; intuición de lo que son las actitudes mentales campesinas. Precisa muy bien que se debe seguir para estudiar la historia rural.

Duby habla de los problemas a la hora de estudiar historia rural. Hay dos tipos de problemas: uno, los que se derivan estrictamente de la fuente; y dos, los problemas con el uso de las fuentes.

Respecto al primero de los problemas, hay o no hay fuentes, es un problema de volumen. Existen unos documentos que se distribuyen desigualmente en el tiempo y el espacio.

Respecto al segundo problema, es una cuestión de calidad, si se puede o no sacar provecho de los documentos.

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El tipo y número de fuentes: Duby se ciñe al espacio francés. Para él las fuentes experimentaban una reducción de materiales durante la época merovingia (500-750) con respecto de las fuentes de época tardo-romana. Se ve también caer el nivel arqueológico, pero nivel que se remonta con fuentes como la Crónica del Obispo Gregorio de Tours. La reducción de materiales tiene que ver con las gentes que ocupan Francia, destaca la época desde el punto de vista de la metalurgia, hay magníficas espadas. Con las Crónicas de Gregorio y los restos metalúrgicos hay una escasa visión de la época merovingia.

También se relaciona con el período posterior, la época Carolingia, (siglo IX), una época que supone una iluminación en aspectos como los documentos administrativos de la época que suponen un avance para los estudios demográficos y el funcionamiento de la vida agraria. Además, el desarrollo de la escritura es un hecho que impregna la época Carolingia.

También se conservan disposiciones que emanaban del poder real. El imperio dominado sobre una economía de base rural, con lo que las normas se refieren a ese mundo rural. Los Capitulares, que emanaban del poder real, eran normas jurídicas que en muchos casos se relacionaban con el mundo rural. Los Capitulares De Villis se refieren a las villas, a los dominios del fisco. Las grandes propiedades eran las características de la época Carolingia según las fuentes, pero es una visión errónea. Los pequeños dominios no aparecían en las fuentes, el pequeño campesinado y la pequeña propiedad no precisaban del uso de la literatura administrativa.

Pero desde la segunda mitad del siglo IX y el siglo X, crece la oscuridad, de nuevo hay una reducción de fuentes. Fue un período donde cayeron las grandes propiedades, una época de turbulencias: los normando, los musulmanes, los húngaros, tuvieron una gran importancia hasta la mitad del sigo X en Europa con sus invasiones. Esa situación de las segundas invasiones son un fenómeno clave para explicar la ruptura de la tradición de la época Carolingia sobre la administración.

Los elementos metalúrgicos de la época merovingia permiten hacer estudios, pero en el siglo X esto no ocurre, la cristianización de las poblaciones hizo que cada vez se pusieran menos ofrendas en las tumbas, no proporcionan tantos elementos documentales.

Por lo tanto, en el siglo X hay una carencia de fuentes arqueológicas, las fuentes documentales son mucho menores y no hubo personajes que realizaran relatos o crónicas de su época. El siglo X es un gran problema para su estudio, salvo algunos lugares concretos como la zona del monasterio de Cluny, donde existen algunos documentos.

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En el resto de Europa el ambiente es algo diferente, en la Europa germánica en el período Carolingio hay documentos de monasterios. Pero la excepción es sobre todo Italia. El documento escrito tenía una gran importancia en Italia, había una tradición en la escritura. Después de Italia, España constituye también una excepción, donde la conservación de documentos de los siglos VI y VII, el conocimiento de esta época depende de San Isidoro de Sevilla, de cronistas o documentos arqueológicos; a escala del mundo rural la arqueología tiene interés. Las pizarras visigóticas son documentos escritos realizados sobre láminas de este material. A falta de otros materiales para escribir se utilizó la pizarra que, a su vez, permitió su conservación. En estas pizarras aparecen testimonios sobre temas de la vida cotidiana, sobre temas relacionados con la historia rural. Se han encontrado en Salamanca, Ávila y Cáceres sobre todo.

También tenemos la llegada de los musulmanes a la Península Ibérica a principios del siglo VIII. Los testimonios escritos van a tardar en llegar, aparecen crónicas en el siglo X; Crónicas Palatinas de los Califas, Calendario de Córdoba (un documento que fue escrito por un obispo de Elvira, al servicio de Al-Hakam II, estuvo como embajador en la corte de Otón donde llevó un regalo consigo, este calendario), donde aparecen notas de los meses del año, temas relacionados con la agricultura, fiestas de mártires cristianos, una idea sobre la vivencia cultural.

Nuestras fuentes del siglo IX son inferiores a las del siglo X, donde en Francia fue un siglo oscuro. Hay en España una gran cantidad de documentos escritos, pero no toda la España cristiana gozaba de solidez de documentos. Excepciones son la documentación de Cataluña, que entre los años 800 y 1000 hay una buena documentación, incluso mejor que la que hay en Italia, ya que son originales. La otra región es el noroeste español (río Carrión hacia el oeste, León, norte de Valladolid, norte de Zamora y Galicia). El viejo reino de León tiene posibilidades de trabajo, los documentos que se conservan también son originales, los más importantes correspondientes a monasterios (Sahagún, etc.), catedrales (León y Lugo). Al ser zonas con sociedades rurales los pergaminos nos hablan de los problemas del campo.

En el siglo XI, a partir del año 1050, nos encontramos con un conjunto de datos mayor para el estudio de la Edad Media: hay una multiplicación de documentos escritos, gran cantidad de documentación arqueológica, adquieren un enorme valor las imágenes, todo tipo de documentos gráficos.

Los documentos escritos desde mediados del siglo XI pertenecen a documentos administrativos, empiezan a ser cada vez más frecuentes, además, con el paso del tiempo, se multiplicará su número y afectó tanto a las grandes explotaciones como a las pequeñas. Hay una multiplicación de diplomas. Esto aparece hasta fines de la Edad Media con una etapa estadística.

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Respecto a los documentos arqueológicos, tenemos dos especies: puede ser un documento virtual, que necesita una excavación, o tiene un contenido físico que se percibe directamente (castillos, monasterios, etc.). A partir del siglo XI conservamos elementos arqueológicos muy expresivos, por ejemplo, un monasterio cisterciense lleva consigo las granjas, elementos agrícolas, construidos a la vez que el monasterio, que son muy importantes desde el punto de vista de la arqueología rural. Estas tierras estaban asociadas a los cistercienses.

Las imágenes, a partir del siglo XI se han multiplicado los manuscritos, hay una pasión por representar la realidad a través de imágenes. Al representar mediante imágenes no hay una pretensión de ir a otro período, sino que se representan situaciones de la época: guerreros, elementos de la agricultura, formas de vivir. Las imágenes pueden servirnos para conocer la sociedad rural. La multiplicación de imágenes seguirá incrementándose a partir de este siglo XI.

Las fuentes es cierto que se incrementan, pero es difícil encontrar conjuntos compactos de fuentes a propósito de un espacio o de una cuestión.

Niveles de análisis del medio rural.

Sistema de producción: un sistema es un conjunto coherente de elementos indisociables de los que no cambia ninguno sin proyectar al todo hacia una nueva cristalización. Para el caso de la Edad Media, Duby cree que el sistema de producción reposa en dos elementos:

La realidad ecológica: el medio donde se proyecta la realidad humana, que reacciona constantemente ante las intervenciones humanas (a la acción antrópica).

La realidad humana: realidad que corresponde a una unidad social que interviene en el mundo ecológico.

El sistema se mantiene en un equilibrio precario. Depende de factores que tienden a proteger el equilibrio, que tienen mucho que ver con la realidad social: El medio debe ser cuidado. El medio rural debe ser protegido. Componente de sabiduría más que componente de rutina 8son los mayores del lugar). Norma de utilización del suelo. Protección de los recursos naturales.

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Frente a esa protección del entorno, es fácil discernir la actividad para los jóvenes pioneros que abandonan los marcos de la comunidad y roturan nuevas tierras, creando nuevos paisajes y roturaciones que afectan al sistema.

Variada gama de factores que actúan contra el equilibrio hacen evolucionar al sistema creando nuevos equilibrios:

Las transgresiones marinas y los cambios climáticos (no acción rural).

Las roturaciones de las tierras cultivadas que dependen de la acción humana. Por necesidades de provocar un mayor sustento por aumento demográfico y avances tecnológicos (cultivos de más tierra).

Evolución de los mecanismos de explotación rural. La presión del campesinado desde el exterior y que pueden variar algunos aspectos.

Como ejemplo: la presión señorial (plan de cultivar pan blanco sólo para señores, el resto consume centeno, cebada etc.) en Inglaterra, en el siglo XVI los señores ven un desarrollo de la industria textil es aprovechado y quieren criar ovejas en las tierras de cultivo, lo que llevará a crear la enclosures. El resultado del paisaje inglés es un cambio de granjas a casas de campo cerradas. También influye la oferta del mercado.

Los mecanismos mentales que actúan, como los goces de la vida (comer, beber, etc.) que varían las condiciones del paisaje. El consumo del vino hace que se cultive vid en zonas donde no se creía posible. La propia religión cristiana ha sacralizado varios elementos, como el comer pescado, durante muchas épocas del año. En resumen, se crean paisajes determinados con ciertas actividades.

Nivel de relaciones sociales: este es el segundo gran nivel de la Edad Media. Hay que señalar la diferencia entre campesino y señor, pero, además, hay que diferenciar las relaciones entre el propio medio campesino.

Campesino-señor: son relaciones disimétricas. El planteamiento más general es que la dominación sobre el campesino es algo presente en la historia desde que la agricultura se convierte en algo estable, desde que se produce una sedentarización de las gentes; y aunque se podría hablar de tiempos remotos, el período que se puede denominar como más estable sería el siglo XII.

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En esta época hay que tener muy en cuenta el papel de la Iglesia, que se ha ido renovando a través del tiempo. Dentro de ella hay una jerarquía, se puede hablar de obispos, abades párrocos, etc. Desde el momento en que la Iglesia tiene una presencia omnímoda no se puede prescindir de su papel importante en la sociedad.

Hay que hablar también de la casta de los guerreros, esos domoni, que representan el papel secular. No es lo mismo el poder que tiene un soberano, que el que tiene un príncipe o esos señores de dominio. Hay, por tanto, una jerarquía dentro de ellos. Poder temporal que conlleva la dependencia del conjunto de campesinado.

Tampoco es lo mismo el poder del siglo IX que el del siglo XII, hay, también, una evolución y variaciones notables.

Un tercer componente del poder que controla al campesinado sería el grupo del artesanado y comerciantes. Éstos son quienes proporcionan los productos elaborados que se necesitan en la vida cotidiana. Ellos son los intermediarios entre las clases. Han tenido un papel social que nos dirigía al ámbito de los antropólogos, ya que el conocimiento de ciertas técnicas es un claro exponente de poder social. El ejemplo más claro estaría en el sector del metal: el herrero, que estaría completamente al servicio del campesinado, ya que fabrica y arregla todos los utensilios de trabajo del campesino. Su importancia lo demuestra que en todas las aldeas había un herrero. Con frecuencia éstos eran esclavos o antiguos esclavos, por tanto, para entender su poder hay que ir al conocimiento que poseen de sus técnicas, que les ha hecho ser valorados por encima de los demás habitantes; con un sentido totémico, al dominar las fuerzas de la naturaleza dentro de una parcela pequeña que, además, es funcional. El herrero convierte el mineral en metal, controla el aire, el oxígeno, el agua, el fuego… ya que la calidad de su producto depende de su capacidad de control. Su poder lo ejercería de forma distinta que el señor o el abad, pero tiene una influencia social básica.

También los comerciantes tendrían ese poder, ya que traen productos de no se sabe dónde, cuentan relatos extraordinarios que adornan sus ventas, objetos más o menos raros que traen… todo eso da poder.

Las formas en que se desarrollan estos poderes de estos sectores es lo más conocido de la sociedad. También hay aquí lo que Duby llama “los monumentos del poder secular –castillos, granjas, molinos hidráulicos…-, todos estos datos debe incluirlos el historiador. Aunque también se tienen otras lecturas distintas de esos monumentos: historia política, historia social, historia arquitectónica, etc.

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Comunidad campesina: los elementos que nos pueden ayudar a comprender este sector podrían esclarecerse por lo que Duby decía: la comunidad campesina es muy mal conocida en sus rasgos de relación. No sabemos nada sobre las estructuras familiares, sería más interesante analizar la movilidad de las fortunas de los campesinos. Hoy en día se sabe bastante más de cuando se editó la obra de Duby.

La comunidad de campesinos no es tanto una comunidad de campesinos de forma individual como una comunidad de familias. No se trata de que las diferentes familias sean convecinas, sino que, además, esas relaciones pueden ampliarse en función de lo que es la vida cotidiana, dándose unas alianzas. En cualquier aldea puede darse el caso de convertirse en enemigo de sus convecinos por haberse saltado una de estas alianzas. Esto va a llegar a una serie de venganzas que harán establecerse una serie de normativas para eliminarlas o evitarlas en lo posible.

Muchas de las iglesias testimonian la vida de la comunidad, pasos vinculados a una sacralización de la sociedad. La parroquia ha servido para articula a la sociedad, no sólo en los ritos de paso, empieza a ser una obra colectiva, construida piedra a piedra bajo la ayuda y contribución de las comunidades campesinas. Otro elemento es que se trata de la casa comunitaria por excelencia, han servido para celebraciones litúrgicas pero, además, es el lugar donde se delibera y discute las acciones de la comunidad. Los porche de las iglesias –pasadizo externo pero cubierto anexionado a la propia construcción- hay que darles un sentido de centro de reunión comunitaria: por tanto, este tipo de anexo es bastante normal en las construcciones de las iglesias, testimonio del papel que la parroquia juega en la comunidad. En ocasiones, las propias naves interiores de la iglesia ejercen esas funciones. También es el lugar de reencuentro periódico entre los habitantes vivos y sus antepasados, ya que se enterraban dentro o en los alrededores de la propia iglesia.

Según lo tratado, los elementos de armonía priman sobre otros. Pero es conveniente tener en cuneta que esta comunidad tiene problemas estructurales. En el seno de la comunidad hay distintas escalas de familia, todos son campesinos, pero no todos tienen la misma riqueza. El caso más claro está en los braceros, que indica una escala de fortuna, ya que no tienen dinero suficiente para comprar bueyes y poder cultivar más tierras, tienen que hacerlo con sus propias manos. Con frecuencia lo que harán es ponerse al servicio de otros labradores que sí tienen bueyes y, así, poder utilizarlos en sus iterasen ocasiones que el labrador dominante no les necesite. Esta relación hace que, a veces, surjan unos contratos, los de yuguería. Les proporciona un salario y constituye una forma de explotar los bienes de los labradores más acomodados. Esto, por llamarlo de alguna manera, sería régimen especial de jornaleros.

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Esta situación de superioridad va a dar una crisis de identidad. Si el labrador acomodado tiene excedentes, ¿por qué no comprar caballos y armas? Esto permitiría una exención de impuestos y convertirse de alguna manera en un escalón superior, ser el auxiliar de ese señor, quien le podrá contemplar como uno más en sus acciones militares.

En la Edad Media castellana es muy frecuente el término de “caballero villano”, que sirve para definir a estos labradores, los cuales van a ser capaces de abandonar su situación estrictamente campesina para ser un caballero montado y, evidentemente, con el paso de las generaciones lograr un ennoblecimiento familiar.

La movilidad de las fortunas es, por tanto, otro elemento a considerar. Las relaciones entre uno y otro grupo tienen un antagonismo (elemento a resaltar). Los fundamentos de estos antagonismos: Duby señala que las claves había que buscarlas en las bases de las estructuras de poder. Su reforzamiento supone la victoria de una clase sobre otra y éstos, tienden a producir resistencias virulentas, las clases marginales se sienten más diferenciadas. Lo que Duby viene a plantear es que el desarrollo de las estructuras feudales, su maduración en un período (siglos IX a XI) ha conllevado la aparición de una solidaridad en el seno de quienes tenían que soportar el poder feudal, y ha puesto en términos concretos ese antagonismo, fórmula que ha permitido evolucionar a la sociedad. Este tipo de formulación no es sólo aplicable a la Edad Media, incluso en la época más reciente, en aquellos sistemas políticos que han tendido a imprimir de forma más autoritaria un predominio sobre una determinada capa social, ha terminado generando una solidaridad que ha acabado por desbancarles.

En la Edad Media, uno de los elementos más característicos es la unificación del conjunto de los campesinos al imponérsele una uniformidad tributaria, exhaustiva a base de una serie de obligaciones comunes que establecen un umbral de uniformidad social, con independencia de que todos los campesinos no tienen una situación de fortuna similar.

La uniformidad consiste en que el conjunto de habitantes de un mismo señor están obligados, en una época determinada, a pagarle un tributo. Otro elemento: el mismo día de la semana, esos campesinos tenían que ir a trabajar a las tierras que el señor explotaba directamente. Eran conducidos por un encargado y volvían a sus hogares o tierras, todos juntos, al sonar las campanas. Además, estaban obligados a contribuir con un presente cuando se casaba la hija del señor y cuando el señor tenía que partir a sus campañas bélicas, y obligados a prestar sus acémilas para las mesnadas del señor.

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Todos tienen obligaciones comunes, y este umbral común es la base necesaria para que en una comunidad campesina se establezcan unos lazos solidarios que tienen que ver muchas veces con intereses comunes.

Esta serie de obligaciones es la base para empezar a hablar y llegar en último término a la reivindicación. El planteamiento feudal des un elemento importantísimo para generar las condiciones para que los antagonismos se puedan convertir en progresivas acciones de resistencia. Algo que forma parte de la realidad cotidiana. Se puede decir que el poder feudal ha generado la comunidad campesina, la cual ha formado una sociedad fuerte contra el poder.

La acción de esta comunidad frente a los señores no ha sido revolucionaria en términos modernos. Había entre los campesinos una idea parecida de cambiar totalmente el sistema y establecer una sociedad basada en otros fundamentos distintos a los plateados por los señores. No es igual la resistencia de campesinos de Tierra de Campos a principios del siglo XII, que, por ejemplo, la de los campesinos ingleses en 1381. Los primeros estimaban que eran objeto de una presión excesiva, pero estaban dispuestos a aceptarlo si se aliviaba un poco la presión que sobre ellos ejercían. Los segundos, con una serie de revueltas, dieron pie a una serie de leyendas que se incorporaron a la sabiduría popular. A finales de 1120, nos encontramos con el perdón o perdones de los nobles, del rey, concesión de fueros, etc.

Otro hecho a tener en cuenta es que la sociedad ha evolucionado en torno a la ley divina. Los campesinos tienen que procurar que se vuelva a lo que dicen las Sagradas Escrituras. Era necesario prescindir de los caballeros. Lo religioso tenía un carácter que estimulaba las revueltas, lo que se ha llamado milenarismo. Estas revoluciones han sido conquistas puntuales, no han dado grandes transformaciones sociales, y tenían la verdad revelada como elemento transformador. Un ejemplo sería el movimiento Husita en el siglo XV. El señor incumple sus compromisos y hay que obligarle a que los cumpla.

Una de las expresiones de los antagonismos sociales, que se sale de este panorama, es el fenómeno del bandidaje. Se puede referir tanto a caballeros como a campesinos: en los primeros, que pueden ir más allá de lo que son sus propios poderes; en los segundos, que se desgajan del llamado milenarismo. Se desgajan de la comunidad, con una autonomía que se desprende de sus propias acciones. En general, este término hay que referirlo a los sectores que se automarginan de la sociedad.

En el caso español hay ciertas referencias de los denominados Golfines, bandas armadas que se movían entre os valles del Tajo y Guadiana. Hay quien ha visto en este movimiento la expresión de un bandolerismo social.

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Todo esto conduce a esa imagen del bandolerismo romántico, del bandolerismo generoso. En la Edad Media estos personajes están encarnados por Robin Hood. Este mito es, posiblemente, eso, un mito, no un personaje real, pero lo importante es que esa figura era totalmente real y actual en el seno del campesinado inglés. Había que inventar un personaje que representara los anhelos y esperanzas del campesinado. Lo importante es cómo estos personajes son representados por la sociedad.

Las fuentes sobre los antagonismos sociales se pueden resolver mal, porque las más de las veces, la información viene dada por fuentes que están de parte de los señores. Pero, además, esos antagonismos se expresaban de forma clandestina y multitud de movimientos y conjuras no han dejado huellas escritas.

El tercer nivel que señala Duby en las actitudes mentales campesinas, es su visión del mundo. Según habla Duby, el poder no se refleja solamente sobre la capacidad de extraer el excedente del campesinado por parte de los señores. El poder no es sólo material, es también cultural. La cultura es privativa de las clases que tienen el poder en la sociedad. No quiere decir que sólo ellos saben leer o tienen capacidad de decorar una iglesia o un palacio; la cultura es también contenido, y estos hombres son los que dan unos contenidos que intentan establecer que el mundo creado es el mundo con un orden natural. El poder es uniforme y supone que la cultura medieval es una cultura que justifica el poder.

Se ataca la cultura del campesinado a través de procesos judiciales. A principios del siglo XIV, en los territorios de la vertiente norte de los Pirineos quedaban vestigios de la cultura de los herejes albigenses, quienes pretendían ser una ideología purificadora, eran parte de un concepto de iglesia que se llevó por delante ciertas tendencias espiritualistas del siglo XII. Se enfrentaron con la Iglesia oficial y ésta comenzó a actuar en su contra, se les atacó. Se han conservado documentos de cómo se procedió contra los albigenses, el más interesante es que el afecta a la orden de Montaillou, proceso dirigido a señores, pero que, en realidad, expresa los valores y relaciones con el campesinado gracias a las declaraciones en las que cuentan sus experiencias vitales, informan sobre los universos de las aldeas, básico para conocer la mentalidad campesina. El vehículo de transmisión no está completamente cristalizado, ya que quien recoge la declaración de un detenido no es el mismo de quien hace una obra, quiere decir que está menos elaborado, de ahí que haya datos interesantes. Las informaciones judiciales son muy importantes para conocer la mentalidad campesina, esa es la primera cuestión.

La segunda cuestión es contar con los escritos de los intelectuales coetáneos. Hay que tener en cuenta que: lo escriben minorías eclesiásticas y aristócratas, quienes hablan de los campesinos con desprecio, relatan imágenes

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caricaturescas. El campesino viviría en un estado de ambiente arcaico, artificial, sin opiniones peyorativas, sin comunicación.

La tercera cuestión serían los catecismos: textos que sirven para la ilustración del pueblo campesino, Tarea pastoral que desarrollaban los clérigos. Eran textos funcionales que, debido a esa funcionalidad, buscaban adaptarse a la mentalidad de los destinatarios, que la gente entienda la religión. En la Baja Edad Media no se conocía el latín entre la población campesina, de ahí que una parte de la ceremonia litúrgica sería vista como una serie de ritos, pero el sentido de los mismos se les escapaba por los muchos elementos teológicos que podría tener la ceremonia. Lo importante era cuando el sacerdote comenzaba la liturgia, contaba el mérito de un santo que estaba en el cielo. Todos utilizaban las mismas liturgias aunque fueran textos distintos. Los sermones eran un tipo de historia y también vidas de los santos. Los catecismos contenían las grandes verdades. Más que el texto en sí, lo importante era la forma de transmisión, se necesitaba un lenguaje particular para que el campesino lo entendiera.

Problemas del tratamiento de las fuentes: En primer lugar, hay que transcribir los documentos y después el tratamiento de las fuentes. Los problemas son diferentes. ¿Estamos seguros de que contamos con todas las fuentes posibles para estudiar un tema? desde mediados de los años 70 y los 80 es el momento en que en España se ha producido una gran edición de fuentes. Una tarea que en otros países se había producido hacía un siglo. La edición de fuentes en España ha crecido mucho en los últimos 20 años. Se han editado muy buenas obras. Además, son documentos, sobre todo, que hablan del mundo rural entre los siglos X y XIII.

El tener las fuentes es un inicio, es necesario revelar los documentos; y es un problema la evolución de las fuentes, donde documentos han sido leídos por muchos y cada vez han sido tratados de forma diferente. cada generación interpreta de nuevo los datos de la historia. Cualquier material último para un tema es susceptible de ser estudiado.

El ambiente científico debe aportar nuevos puntos de vista. No hay documentos ya conocidos, hay formas distintas de aproximarse a los documentos escritos.

Instrumentos de investigación son los que se han ido incorporando desde los años 60 hasta ahora. Uno de los más importantes es la arqueología, que compone un amplio campo que puede recibir distintos tratamientos, la arqueología se puede llevar a cabo de diferentes formas. Las fotografías aéreas son muy útiles para conocer el hábitat rural. En el año 1975 Duby hablaba de otro instrumento de investigación, el tratamiento por ordenador de los textos. Las posibilidades que la electrónica ofrecía como un medio de trabajo. Los

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programas de ordenador nos sirven para ordenar, clarificar, hacer porcentajes de documentos etc. Pero los instrumentos informáticos no solucionan que los materiales deban recibir la interpretación del historiador. La informática prepara los materiales, pero no ofrece una interpretación. Además, los materiales deben ser contextualizados. No sólo hay que cuantificar los términos sino también contextualizarlos, eso el ordenador no lo puede realizar.

Las dificultades de algunas técnicas de investigación: El punto de partida de las precauciones está muy asociado a las fuentes. El historiador cuando tiene unas fuentes puede tentarle utilizar métodos analógicos, lo que puede llevar a errores.

Actitudes de las mentalidades campesinas.

La idea central: el peso de los poderes feudales no se desarrollan sólo en el ámbito económico, el poder de los señores también domina en el ámbito cultural, es un poder que impregna todos los aspectos de la vida social y también las mentalidades.

La documentación sobre las mentalidades campesinas: su estudio debe hacerse a través de trozos que son producto de la ideología dominante (la cultura de los señores). Fuentes:

1. Podemos encontrar documentación sobre sus mentalidades en procesos donde participan campesinos. Leroy Ladopie, en su obra Montaillou, estudia un proceso de la inquisición, en un lugar que era sede de una comunidad herética que había sobrevivido a la represión de la herejía cátara en el siglo XIII. Todavía quedaban aisladas comunidades cátaras y, además, había en esta zona católicos. Fueron investigadas muchas personas que dejaron sus declaraciones, lo que nos da una rica información de cómo eran, el pequeño horizonte de un lugar que permite acercarse a problemas novedosos, qué piensan sobre sí mismos y sobre su ambiente de gentes populares. Para los historiadores de las mentalidades los procesos son una fuente muy importante.

2. Referencias que los intelectuales contemporáneos recogen sobre la cultura de los campesinos. Escritos de gentes ilustradas de cada época sobre el mundo campesino. Hay una gran variedad de estos escritos: podía haber obras que idealizaban la vida de los campesinos, ofreciendo un cliché. Aunque, había tratados de los intelectuales con una idea de evangelización, donde planteaban los problemas a la hora de llevar a cabo su tarea de evangelización: obras como tratados sobre las supersticiones, realizada por un clérigo, Martín, que era un catálogo de los campesinos del noroeste español del siglo VII. Tenía la intención de convertirlos, obra que presenta las creencias desde el punto de vista más oscuro, pero sí que ofrece un panorama de las creencias. El aspecto

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de lo religioso tenía una gran importancia a la hora de estudiar las mentalidades, lo religioso articula las mentalidades y las creencias campesinas.

3. Importancia de los sermonarios, catecismos. Los sacerdotes tenían que enseñar sus creencias a gentes rústicas, la enseñanza tenía que partir de la comprensión hacia quien se explicaba. Buscaban ilustraciones para explicar las verdades de la religión. Hay un afán de explicar, las imágenes cuentan con un papel fundamental para explicar a los hombres la religión. Además de la escultura y pintura, se encuentran los sermonarios,Exempla y catecismos para explicar la religión: Los catecismos regulaban la vida religiosa, pero con elementos de cosmovisión campesina; los sermonarios, había colecciones de sermones, a través de intentar vulgarizar los contenidos religiosos introducen elementos de la vida común de los campesinos y el auditorio; colecciones de Exempla, que son pequeñas biografías sobre la vida de los santos a lo largo del año destinadas al propio clero. El sacerdote señalaba los méritos del santo del día, era el exemplum, el ejemplo, que servían para que el auditorio conociera como debía comportarse. Pero al igual que los sermonarios, se debían de hacer con el nivel de comprensión del repertorio. Aquí se nos ofrece un material rico para comprender la cosmovisión de los hombres del momento.

Hay muchas manifestaciones en este aspecto, pero son muy variados. Gonzalo de Berceo, su obra se conserva porque nace al lado del monasterio de San Millán de la Cogolla, e incluye una colección de Exempla, que incluye desde milagros de la Virgen hasta milagros de los Santos. Su obra se conserva por su valor catequético e ideológico, llegaba a la gente. Un producto literario que es un producto de acercamiento de los literario y lo popular.

El Cerratense era un dominico que escribió una colección de Exempla, también en castellano y dio un valor vulgarizador a su obra. También el Catecismo de Pedro de Cuellar, destinado a la catequesis de las gentes a través de vulgarizar las líneas religiosas. San Vicente Ferrer, sus sermones se conservan y dan una idea de cómo se podía llegar a la gente corriente utilizando su propia cosmovisión. Fue un gran pedagogo.

Otra de las obras a destacar sobre la historia del mundo rural es la de L. Genicot Comunidades rurales en el Occidente medieval. Contexto: Genicot es un especialista de la historia medieval, en Bélgica hay una gran tradición de esta historia de la sociedad rural (caso de Pirenne), Genicot se sitúa dentro de una corriente de historiografía belga muy dinámica. Escribió esta obra a modo, casi, de testamento. Es un libro que tiene su base en una serie de conferencias realizadas en EEUU. Tiene un contexto específico. El trabajo de

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Genicot se sitúa dentro de esta corriente historiográfica que ha llevado a estudiar la colectividad campesina medieval. El objeto de estudio es la comunidad campesina, corriente de los años 80 y 90. A partir de los años 80 el ambiente campesino adquiere un gran protagonismo. Se ve a los campesinos como una suma de colectividades.

La historiografía española es sensible a esta corriente en sus puntos de vista. Trabajos como los de R. Pastor y J.A. García de Cortázar, en los que se destaca el sentido de las comunidades campesinas en el noroeste de la Península Ibérica (Reina Pastor realiza un estudio anterior al comienzo de la corriente). La historiografía española tiene una perspectiva que no desentona con las corrientes más avanzadas.

El libro de Genicot tiene una determinada estructura: unas primeras páginas que se dedican al concepto de comunidad; capítulos diferenciados por temáticas; y un sector central constituido por tres aspectos:

1. Uno que se centra en los aspectos geo-económicos de las comunidades campesinas (universitas).

2. Otro que viene a enlazar temas que se refieren a cuestiones jurídicas-administrativas-políticas (Bannum).

3. Y otro que habla de aspectos religiosos (Parroquia)

Además, estos temas centrales vienen precedidos por un capítulo concreto, “Villa”, sobre indicios de las comunidades campesinas anteriores a la fecha de 1150, y otro posterior que finaliza estableciendo la relación entre la aldea y su entorno (“terra”). En conjunto, todos hablan de la comunidad campesina.

Cuestiones del concepto del libro: con la idea de comunidad campesina, que para su definición Genicot habla de que hay entre el siglo XI y XV un dato que las vincula; en ambos momentos las comunidades constituyen la base de la economía, indispensable para cualquier tipo de actividad. No se trata de considerar la actividad que se desarrolla dentro de una célula familiar y que mantenga el sistema económico, ni tampoco de que todo se rige por los señores. Lo que hace funcionar a la comunidad es una actividad hecha en cooperación y el marco es el de la una colectividad campesina. La sociedad funciona porque funciona el conjunto de las colectividades campesinas.

La economía viene a ser el elemento ordenador de la actividad social, pero no es una actividad que funcione por sí sola; y no quiere decir que las otras actividades carezcan de importancia.

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El autor explica por qué utiliza el término de comunidades: el término de comunidad era utilizado ya por las gentes de la Edad Media. Un término de “comunitas” que venía a definir a un grupo humano que ofrecía una especificidad y era consciente de ella, era capaz de diferenciarse de otros grupos. Una especificidad que venía por: situarse en un espacio concreto, un espacio que pertenece a cualquier aldea; ese espacio estaba diferenciado por un estatus jurídico, lo que permitía que el término tuviera un marco jurídico-administrativo propio y, así y todo, se someterá a un derecho común; a partir del año 1100 este espacio propio se solía encuadrar por poderes del algún tipo. La comunidad pudo dotarse de estas estructuras, pero a partir del año 1100, se encontraría encuadrada en los poderes feudales.

La comunidad también era específica en las estructuras eclesiásticas: las parroquias extendían su autoridad a lo que eran los términos o límites del territorio.

Las comunidades se diferenciaban porque asumían elementos de tradición respecto a otras tradiciones diferentes.

A lo largo de la obra de Genicot todos estos elementos se van diversificando porque utiliza muchos ejemplos: el autor es muy sensible a toda una serie de análisis monográficos de los años 80 sobre otros países. Lo que predomina es una enorme diversidad, no se puede establecer un solo modelo señorial. Los señoríos que se impusieron sobre las comunidades fueron variados. Una diversidad que resulta de la complejidad de circunstancias ambientales, el factor ecológico. Algunas comunidades. Como ocurrió en los Cantones suizos, se resistieron al control del poder feudal representado por los Habsburgo. Las formas de vida de las montañas intentaron separarse de otros poderes que se iban imponiendo. El medio ambiente influyó en las organizaciones de las comunidades.

Las trasgresiones marinas han generado sociedades que percibían una mayor cooperación, con rasgos de solidaridad para hacer frente a la hostilidad del mar u otros factores ambientales. Hay tradiciones diferentes que articulan la sociedad de forma diferente: mundo mediterráneo y mundo nórdico. El mundo mediterráneo, heredero de Roma, se inserta en una tradición donde las cuestiones públicas eran más importantes que las privadas. Las comunidades campesinas quedaron modeladas por la protección que los poderes públicos proporcionaban y les defendía de los poderes privados. Eran campesinos libres, que llegaron a conocer fórmulas de autonomía de la comunidad campesina que abarcaba más aspectos que los dominados por los poderes feudales. El mundo mediterráneo llegó a conocer formas de autonomía de la comunidad campesina que abarcaron más aspectos que las tierras del norte. La célula de los poderes feudales en el norte se estableció fuertemente.

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Pero, en el seno de las comunidades campesinas si hay elementos comunes: una señorialización generalizada que contribuyó a encuadrar las comunidades y las permitió considerarse como tales comunidades; también la parroquia es un elemento común; Genicot señala que en el seno de la comunidad campesina no nos encontramos con gentes que tienen el mismo estatus, el grupo de los Probi Viri, constituyen una capa de notables locales que controlan la parroquia y ejercen un poder sobre el conjunto de los campesinos de cada lugar. Desde la plena Edad Media ese grupo empezó a destacarse, un grupo que tenía la representación de la comunidad, controlaban la parroquia y ejercían un poder sutil sobre los campesinos.

2. Los grandes ciclos de la Historia Rural de la Edad Media.

Los siglos VIII-X: Una economía de recursos limitados. Las incertidumbres de la organización social.

Duby nos señala que en la civilización de la Baja Edad Media, lo rural tenía un peso muy importante, la mayoría de la gente dependía de la agricultura. Había pocas ciudades y, las que había, estaban organizadas en función del medio rural que las rodeaba. Claudio Sánchez Albornoz nos relata los hechos de la vida de León durante el siglo IX, novela corta, a pie de página nos indica los documentos leoneses de los que ha recibido información. Los protagonistas de la ciudad de León son:

El círculo de poder: monarcas, nobles, monasterios, pero también campesinos que llegan al mercado a hablar con su señor, a resolver sus litigios. Los protagonistas son los hombres que viven en el campo, no los que viven en la ciudad. Duby señala que las ciudades de la Galia e Italia septentrional no eran muy diferentes a las de León.

La vida rural tiene unos escenarios característicos:

Paisaje modelado por el trabajo humano cuyos protagonistas viven en núcleos fijos de población y tienen un trabajo productivo: viñedos, cereales y también utilizan amplios espacios boscosos.

Duby insiste en el carácter fijo de las aldeas: es topográfico y jerárquico. Cada pueblo dispone de un área atribuido jurídicamente. Cada pueblo fija sus leyes, sus normas. El paisaje que resulta de esto distingue tres zonas:

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1. Núcleo habitado: casas donde vive la gente. Los huertos con su pequeño pozo y con los animales domésticos. Zonas pequeñas pero muy productivas.

2. Zonas de cultivo: vasto cinturón de tierras de labranza que arropan a la zona de hábitat. De aquí proviene la alimentación de los hombres. El pan es el elemento más importante de la Edad Media. Las tierras del contorno no se pueden trabajar uniformemente. El campesino trabaja las tierras fáciles de acuerdo con sus precarias herramientas. Estos espacios pueden estar en áreas muy diversas, es un espacio heterogéneo, no es geométrico.

3. Espacios incultos: tampoco son áreas geométricas, en ellos el campesino obtiene muchos recursos. Zonas también para el paso de los animales.

Cada pueblo está formado por: conjunto de manos, explotaciones populares. Representan ámbitos privados, de ellos dependen huertos, tierras de cultivos; y de los colectivos tienen boques donde enviar cerdos, ovejas cabras a pastar.

Un segundo aspecto, Duby señala que en esta época existe un número muy reducido de hombres. Es, además, un poblamiento diferencial: zonas vacías y zonas donde la población es muy densa. La población se distribuye a modo de plagas. El hombre de la Edad Media utiliza el concepto desierto para designar zonas donde no viven hombres. La población se concentra sobre un manso (unidad de tierra que es capaz de alimentar a una sola familia). La sociedad experimenta un crecimiento vegetativo y es incapaz de desbordar las tierras, los espacios sin colonizar. Es una población cerrada entre sus espacios que da una extensa carencia que les impide progresar. Algunos hombres salieron de ese bloqueo cultivando nuevas tierras para obtener recursos. Los pioneros han tenido un papel muy importante, por lo que no es una sociedad tan bloqueada como dice Duby.

Un tercer aspecto sería el instrumental agrícola. Según Duby, ya hay indicios de lo que denomina el sistema trienal: siembras de invierno, de primavera y barbecho. El triunfo de este sistema no se aplicó a las tierras húmedas hasta tiempos más avanzados. El instrumental agrícola es muy sencillo y reducido. Predomina la madera endurecida al fuego sobre el hierro; tal vez eran mangos de madera doblados en los que se insertan piedras afiladas que se comportan como cuchillas. Frente a esto hay elementos que sufren una gran mejora: los molinos hidráulicos que sirven para moler el grano (molinos horizontales).

Sobre los animales de tiro, la arqueología nos ha dado información de la preponderancia de los bueyes. Pero no se sabe si eran usados habitualmente y si habría una selección de especies suficientes para establecer qué cruces de

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animales podrían dar mejor resultado. Estudios de huesos revelan que eran animales de corta alzada, de pequeño tamaño, tipo medio. Los bueyes eran más pequeños y menos fuertes que los de hoy en día.

Las grandes fortunas: la economía señorial.

Duby trata este tema a través del: marco familiar y las grandes fortunas. Hablan de las unidades de explotación agrícola que se insertan dentro de los dominios señoriales que viven una relativa independencia. Trata de las células de la economía rural que se integran en torno a la familia. Hablamos de la pequeña explotación campesina: desde el siglo VII esta explotación es denominada mansus (manso). En Cataluña todavía hoy los mansos son importantes en la agricultura (la masía). Son palabras que derivan de un verbo latino, monere, una idea que significa permanecer, donde se permanece. Se traduce como el lugar donde permanece un grupo familiar, allí reside y que cultiva unas tierras de forma permanente.

En un sentido restringido, el mansus es la parcela habitada dentro del pueblo o dentro de un término geográfico. En un sentido amplio es el conjunto de tierras que están vinculadas a la gente que habita ese lugar. Son las huertas que se encuentran entre las tierras habitadas; tierras de cultivo, los derechos para aprovechar las zonas eriales, las zonas de bosque, de pasto…, derechos colectivos de los que cada manso puede participar. Es una unidad de explotación familiar, un manso tiene suficiente tierra para un arado, es aquel espacio que puede trabajar durante un año un grupo de campesinos dotados de una yunta de bueyes. Los mansos, debido a su baja productividad, eran superficies muy dilatadas.

La distribución del manso: el campesino tiene unas tierras a su disposición a base de terrenos que se encuentran separados por el entorno del lugar. El mansus es una unidad fiscal, es una sociedad en la que cualquier célula tiene sobres í determinados poderes, lo que exige de los habitantes del manso unas obligaciones. Los administradores parten del mansus como unidad fiscal. El manso era una célula productiva y era la célula básica fiscal con la que los poderes públicos y particulares ejercían su función sobre la población.

Dentro de los mansos había una gran variedad: les había libres y serviles, en los que los tipos de obligaciones eran diferentes, a su vez, el tamaño de los mansos también era muy variable. La idea de permanecer en el manso era relativa: puede ocurrir que la tierra no sea suficiente o que un manso lo compartan varias familias, etc. Son problemas que dejan abierta la puerta a fórmulas más claras. En resumen, hay una gran variedad de situaciones.

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En su gran mayoría, todos los mansos, según Duby, solían estar insertados en realidades más amplias, señoríos dominicales que pertenecían a sectores sociales predominantes que concentraban la riqueza.

Las grandes fortunas.

Los grandes dominios tenían dos elementos complementarios:

La tierra que e señor explota directamente (dominio).

Los espacios que el señor donaba a los campesinos para que vivan en ellos, Tenencia, término que tiene un significado importante.

El término Tenencia viene del latino tenere, que permite diferenciar lo que a uno le pertenece y lo que uno aprovecha sin ser completamente suyo. Tenencia define muy bien que aquél que tiene bajo sí una Tenencia no la tiene nunca a título de propietario sino de usufructuario.

El término dominio es sustituido, a veces, por la perífrasis terra dominicata, que traduce literalmente una tierra de dominio. El término dominus es el que designa al amo, por tanto, es la tierra que está bajo la explotación directa del amo, y éste tiene un derecho absoluto que se explota directamente a su servicio. Cuando se habla de dominio y de los territorios que lo componen se puede hablar de Appendicia, en el sentido de las distintas ramificaciones que algunas veces nos conducen a los graneros, campos de bosque, campos de labor…, todos aquellos aspectos que tengan una finalidad distinta. Lo que pretende un dominus (dueño del dominio) es vivir ocioso, hacer relaciones y mantener un tren de vida que le de prestigio. Un dominio no es una empresa pensada para obtener beneficios y reinvertirlos, el asunto fundamental es que está pensado para aguantar unos gastos que siempre tienen que ver con la posibilidad de dar limosnas, de vivir sin ningún tipo de trabajo o la posibilidad de mantener un determinado tren de vida.

Cada una de estas cosas tiene una significación: la salvación se asegura mediante donaciones a los santos (intercesores ante Dios). El vivir ocioso, en el caso de los nobles, es el tiempo que necesita para ejercitarse en las tareas que le van a exigir a su señor: diplomacia, guerra…, y para eso hay una serie de actividades que sirven como entrenamiento, la caza, por ejemplo, que luego dará pie para el convite con los amigos, a los que no sólo les ofrecerá un manjar, sino el prestigio que da el haber cazado por sí mismo un gran animal, un oso, por ejemplo; y, por supuesto, la fama de valor ante los posibles adversarios. Es su propio tren de vida lo que tiene que mantener el dominio, pero también de la gente que le rodea. Cada comida significaba el prestigio de aquél que la daba. A estos invitados se les podía denominar comensales a lo que hoy llamaríamos gorrones.

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Cualquier dominio debía ser muy extenso, debido a que tenía muy bajos rendimientos agrícolas. Hay pocos datos, pero resultan tan modestos que hace pensar que la producción era muy baja. También había muchos espacios enormes a los que no se dedicaba ningún tipo de cultivo.

Los hombres de la Edad Media tenían como base importante de la dieta los productos de la recolección del bosque: nueces, castañas que podían ser convertidas en harina con un gran componente nutritivo; también estaba la miel y la función complementaria del desarrollo ganadero y la caza.

Desde ese punto de vista, no se trata de pensar en enormes campos sin cosechar, ya que los que tienen un gran dominio tienen los otros recursos: frutas silvestres, caza, etc.

A pesar de que las tierras de cultivo ocupen un espacio pequeño, es preciso invertir una gran mano de obra para sacar un mínimo provecho, esto es lo que nos pone en contacto al señor con las unidades de dominio dependientes –usufructuadores-. Esa contribución aparece de modos diversos: corveas, noches, etc., en las que se entregan productos textiles y del campo de forma periódica y, también, más raramente, lotes de monedas.

El sistema de explotación estaba basado en dos manos: esclavitud y prestaciones campesinas. Duby habla de la subsistencia de la mano de obra esclava. Hay indicios de que los esclavos están allí; en los documentos no aparece porque se consideran como cosas. Lo importante de la esclavitud, habrá que esperar a los años 80 para que se realicen trabajos sobre ello. Destaca entre ellos los de P. Bonassie con Persistencia del esclavismo en los años tempranos de la Edad Media, trabajo en el que se siguen las huellas de los pueblos bárbaros.

En su gran mayoría, todos los mansos, según Duby, solían estar insertos en realidades más amplias, señoríos dominicales, que pertenecían a sectores sociales predominantes que concentraban la riqueza.

El conocimiento de las grandes fortunas se realiza a través de los textos que señalan cuales eran los dominios de un número de abadías de Francia. Son textos políticos para una aristocracia terrateniente que engloba la aristocracia laica y no laica (abades y obispos).

La sociedad era, tal vez, más compleja de lo que estos textos nos dicen. Lo común era que los mansos se integraran en los dominios de los grandes magnates.

Explotación del dominio: el problema principal para los administradores era el de la mano de obra para asegurar el trabajo del gran dominio. La esclavitud

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era una realidad que persiste como herencia del mundo antiguo. Ahora estos esclavos eran recogidos del centro y este de Europa. En el mundo clásico y alto medieval no había ninguna palabra parecida a esclavo. Las gentes centroeuropeas eran los eslavos, a los que se les hacía esclavos. Su término étnico pasó a ser el grupo de los esclavos. Esta palabra surgió en la Alta Edad Media en la que la situación de los esclavos era diferente a los del mundo antiguo. Hay un concepto más próximo al de persona y se permite al esclavo que se case, pero siempre son considerados como bienes. Tanto los grandes dominios como, incluso, las pequeñas explotaciones tenían esclavos.

Los siervos se convertían en gentes casadas. Los servi casati eran los siervos que tenían sus propias casas, aunque muy modestas.

El calendario agrícola era muy irregular. Unas veces se necesitaban grandes inversiones de mano de obra y otras no. En la estructura del gran dominio se tenían que introducir otros modos de trabajo para poderse llevar a cabo. Así, se cuentan con otras formas de trabajo: el asalariado, que tenía problemas, porque el salario era muy reducido debido a la escasa circulación de moneda. Pero esa función se cumplía con la instalación de esos asalariados en mansos. A estas personas se las exigía que cuando se necesitara su mano de obra en la terra dominicata, estuvieran disponibles. El señor cedía el beneficio de los mansos, los asalariados se establecían en ellos, lo que daba una estabilidad a la mano de obra para el trabajo. Muchas de estas gentes serían antiguos siervos que se convirtieron en servi casati y otros también serían antiguos propietarios libres.

Las Corveas, eran el trabajo obligatorio dentro del dominio señorial. Duby sigue una visión clásica de estos elementos que es susceptible de críticas.

A escala del hábitat fue que, el triunfo del mismo aglomerado en una aldea fue algo más tardío, pero, aunque existieron, es un hecho que se encontraría en el siglo X y XI. El poblamiento rural sería distinto, el hábitat se distinguía por el uso de materiales perecederos, serían, casi, establecimientos temporales. Las estructuras agrícolas nos dan a entender que las tierras que estaban explotando eran terrenos que en unos años dejarían de ser productivos, por lo que tendrían que desplazarse a otras zonas y no se podría hablar ni de aldeas fijas ni de la rotación trienal.

El gran dominio no era la estructura dominante, pero los datos más expresivos son acerca de los grandes dominios, pero las cosas no eran así. Frente a esta visión había otra realidad que era la de los campesinos pequeños y libres, la realidad de las células pequeñas familiares era dominante.

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Texto de P. Bonnassie: en los años 70 (1975) Bonnassie publicó su gran estudio de la Cataluña de los siglos X-XI. Fue un trabajo rompedor, la visión de los pequeños propietarios había sido destacada por Sánchez Albornoz en los años 20: “Frente a la época Feudal en un grupo de campesinos libres que se concentraban en Castilla”, afirmación de Albornoz que tuvo gran descrédito.

P. Bonnassie afirmó que esos campesinos libres también se concentraban en Cataluña, en este lugar en los siglos IX-X, había sido una tierra que había experimentado una feudalización.

A principios del siglo XX, las ideas de Hinojosa Bonas planteaban que Cataluña era un país de pequeños propietarios. Estableció que la dinámica hacia el sistema feudal tenía características propias. Esa dinámica consistía en que una sociedad libre se había enfrentado a una situación revolucionaria, gentes armadas se habían impuesto sobre el conjunto de la sociedad, sometiendo a los campesinos libres sobre su poder banal. Esta auto-atribución de poder en beneficio de gente privada se había realizado a costa de un poder de antaño. A principios del siglo XI, la emergencia de esta comitiva de guerreros había quitado la libertad de los campesinos y los poderes públicos al abrazar las normas visigodas. Esto era muy distinto a lo que ocurría en otras zonas de Europa. La tesis de P. Bonnassie enfocaba distintos ámbitos que eran originales. Por otra parte, el tema del desarrollo económico en Cataluña es presentado por él en este trabajo:

Págs. 108-109: texto de los capitularios. Se define como una forma de beneficios a unas personas importantes. Los reyes se los han concedido a las gentes de su séquito: obispos, condes, vizcondes –supeditaos a los anteriores-, se les daba unas tierras a cambio de sus servicios prestados y de seguir estando a su servicio. Además de los documentos oficiales catalanes, también había privados. En el momento que alguien se sitúa en las tierras, las rotura y las mantiene, adquiere el título de propiedad. Su proceso:

Había gran cantidad de tierras yermas.

No tenían propietario conocido.

Colonos que llegan a las tierras y las roturan.

Como consecuencia de ese hecho, se crea una amplia red de propietarios libres que antes habían sido pioneros. Libertad conseguida tras haber hecho una roturación.

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Puede tratarse de gente joven, parejas de campesinos, gentes, en definitiva, que se buscan la vida. Hay gran cantidad de documentos que se refieren a esas circunstancias y, por tanto, quiere decir que adquirir tierras en Cataluña era algo muy normal y abundante.

Tipología: Págs. 109-110-113: El cómo se realizaron las roturaciones. La palabra que lo define es “ruptura2, que define un término muy físico: es, sobre todo, abrir una tierra virgen. Roturar la tierras es no labrarla, sería iniciar un trabajo agrícola allí donde no existía ningún tipo de labor previa, donde existía una vegetación silvestre. La roturación conlleva muchas veces esa labor de desfonde, de “arrancatio”, llevarnos por delante todos los elementos que contiene esa vegetación natural, incluidas las raíces (desfonde es sinónimo de roturación). Se habla de hachas, azadas y layas,(esta última ha sido utilizada todavía en épocas recientes, sobre todo en el País Vasco), herramientas que eran usadas a mano.

La ruptura puede ser sustituida o acompañada por la palabra “edificatio”, idea de que estos hombres han colonizado la tierra, inmediatamente se lanzan a construir casas. Otros significados: plantar, cuidar, por ejemplo, una viña para que crezca, edificar laderas, modificarlas y adaptarlas para bancales y poder utilizarlas para cultivos (como las terrazas típicas del Mediterráneo). En Cataluña hay un espacio accidentado y, por tanto, es necesario este uso de bancales que van a permitir el espacio de terrenos agrícolas nuevos que, en principio, eran imposibles.

Pág. 110: La expresión “trahere de eremo”, extraer de lo yermo, es decir, escoger un espacio silvestre y darle una nueva situación agrícola. Ese tipo de tierras, según la tradición es de titularidad pública, de los poderes públicos y, ésta, en el siglo X, son el fisco y el conde del lugar. Gracias a la roturación, ese bien pasará a convertirse en una propiedad privada y, por tanto, abandona su carácter público. El poder público accede de forma general a la ruptura de las tierras, a la colonización, cediendo su titularidad a esa empresa.

Págs. 110-113: en cuanto a los protagonistas, se creía tradicionalmente que los roturadores pertenecían a una planificación hecha por el poder (en este caos sería Guifré de Pelós, conde de Barcelona). Estos personajes poderosos habrían tenido una capacidad enorme para llevar a cabo esa roturación grande. La realidad es que ese poder y sus descendientes sí tuvieron una importancia militar y fiscal, pero no en la roturación directa de la tierra.

Los monasterios, catedrales, etc., no roturaban las tierras, se hacían con la titularidad de ellas a través de las limosnas y, a cambio, ellos oraban por los donantes –intercesión divina-. Estas instituciones tienen con frecuencia una capacidad económica que les deja acceder al mercado de la tierra, aunque también se puede usar el sistema de las confiscaciones judiciales.

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Este fenómeno afecta a la propiedad, no tiene nada que ver con la roturación. Por tanto, los principales protagonistas no son ni la nobleza ni el clero, pero sí han tenido mucha importancia pequeñas comunidades religiosas que tenían tras de sí una tradición ermitaña: se situaban en zonas donde no había nadie y edificaban campos de cultivo permanentes. Pero es seguro que éstas han sido menos que los grupos campesinos, los cuales han llevado tareas de cooperación que les ha permitido fundar células sociales, han creado una serie de vínculos.

Para ello es necesario tener un santuario propio que les ponga en comunicación con sus antepasados. Hay gran cantidad de iglesias que han sido construidas por la comunidad que las va a usar y, éstas, no serán tal hasta que no sean consagradas, lo que tiene que hacerlo la autoridad eclesiástica: el obispo levantará acta. su número nos habla de la cooperación campesina.

Se puede decir todavía que, aunque los campesinos se les vea actuar de esta manera, (roturar, edificar iglesias, molinos), no es éste tampoco el ámbito preferido para hablar de la colonización, son campesinos, pero no grupos, generalmente parejas que desbrozan las tierras y, junto a sus hijos, con el paso del tiempo tendrán un espacio colonizado. Estas gentes están presentes en el 88% de los contratos de compra/venta que se pueden registrar en estas fechas, los cuales ceden a otras personas las tierras o las arriendan.

Uno de los motivos de la puesta en marcha de las roturaciones es el hambre que existía entre la población. En este caso se pone el ejemplo aragonés. Se ha producido un crecimiento demográfico y se precisan nuevos espacios. Existía una situación de superpoblación que provocó migraciones de las zonas pirenaicas hacia el sur.

Otro de los motivos que se expone para estos movimientos es la presencia de la Carta de Franquicia de Cardona, quizá una de las primeras cartas de libertad de occidente. En la frontera con Cardona se encontraban los musulmanes. El Conde Guifré de Pelós concedió la carta a todos los inmigrantes garantizándoles libertad y seguridad en esa región, permanente en peligro, en la que había toda clase de gente marginal: esclavos, fugitivos, ladrones, adúlteros, etc., a cambio de que se asentaran en el lugar.

Estos dos tipos de circunstancias no sólo se dieron en esta zona catalana, sino que probablemente también en otros territorios como en la vertiente cantábrica, ya que, al parecer, existía desproporción entre las tierras que se cultivaban y la gran población que vivía allí (se podía ampliar la situación la necesidad de comer y la libertad al norte de Europa).

Hay un período que abarca los últimos años del siglo IX y los primeros del X que supusieron el auge de las roturaciones en la zona catalana. Esto

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significa que, si esta cronología es cierta, las primeras roturaciones fueron obra de tres generaciones, que supuso el cultivo de grandes superficies, fenómeno importante por el breve período de tiempo para realizarlo. La gran masa de roturaciones se dio entre los años 850 y 930.

Se señala, por otra parte, que con posterioridad surgió un crecimiento, pero diferente. No fue un crecimiento extensivo, sino intensivo, las tierras ya cultivadas aumentaron su productividad. Esto llevaba la puesta en marcha de un sistema hidráulico, a la arboricultura, viticultura y horticultura. El mapa de los terrenos de cultivo que aparecen en el siglo X es igual que el que aparecerá en el siglo XII.

En definitiva, se llega a la conclusión de que esas segundas oleadas de expansión fueron posibles gracias al trabajo de los campesinos de la Alta Edad Media.

Pág. 116: Huellas del crecimiento de las estructuras agrarias y el hábitat. Las ocupaciones de tierras de los siglos IX-X dieron lugar a dos tipos de estructuras agrarias: Alodio campesino y Tenencia a la parte de frutos.

Alodio es igual que una propiedad y se define como el derecho de posesión plena de un bien. Es la capacidad que una persona tiene sobre las tierras que posee. El Alodio está asociado a la ocupación de una nueva tierra. Esta propiedad campesina tiene aspectos peculiares. Desde el punto de vista de la topografía no se trata de grandes bloques de parcelas, sino en una multitud de pequeñas parcelas, es decir, se trataba de un mosaico de parcelas que con frecuencia podían ser enajenadas. Un Alodio podía ser la suma de parcelas, las cuales podían estar dispersas. Cada cambio generacional heredaba parte del Alodio, por lo que éste se fragmentaba. Las fórmulas de reparto entre los hijos fueron creciendo. La España del siglo X no hacía discriminación ni por primogenitura ni por sexo en el tema de la herencia, todos los hijos heredaban parte del Alodio. El fenómeno de concentración parcelaria pasa a un segundo plano respecto a la roturación de nuevas parcelas. Hay que señalar que, a mediados del siglo XI, se introdujo el concepto de señorío banal.

La Tenencia a parte de frutos, hoy hablaríamos de aparcería, en la que el propietario de la tierra cedería el uso de ese suelo a cambio de recibir parte de ese cultivo. Este sistema predominaba en las tierras bajas de Cataluña, donde había pocas tenencias a censo fijo y el manso era casi desconocido.

Mientras dura la ruptura de tierras los censos eran moderados. Al principio, se exigía al arrendatario el “contratio”, el censo más conocido era la “tasca”, como traducido como tarea, labor, que equivalía a la onceava parte de

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la cosecha. Era un tipo de contrato frecuente que con el tiempo tendrá que compartirse con otro tipo de contratos como la Cuarta parte.

La tenencia a censo variable es, al igual que el Alodio campesino, una estructura parcelaria, agrupamiento de campos y viñas censados de forma aislada.

Texto de Chris Wickham: este texto sacado de un artículo, trata de esclarecer una diversidad de ideas, dando una visión que nos traslada a todas las regiones europeas: “Problemas de comparación de sociedades rurales en la Europa Occidental”.

Transcurre en espacios muy limitados. La reflexión inicial tiene un carácter globalizador, lo que demuestra como los historiadores trabajan en lenguajes distintos que corresponden a a determinados prejuicios de corte nacional; las manías que de cada historiador tiene a propósito de la Alta Edad Media.

Pág. 50: El segundo aspecto del artículo es una cuestión que se puede denominar de desmantelamiento de una sociedad, topado con un nivel donde hay un umbral bastante claro; uno de ellos sería el umbral legal entre los siglos V al X. En la mayoría de los reinos europeos la implantación de los estados germanos supuso una ruralización que creó una serie de leyes, lo que permitió una corporación legal entre los diferentes pueblos germanos.

El funcionamiento de una sociedad habitualmente tiene poco que ver con las normas que permiten encuadrar a esa sociedad. La forma de ordenar una ley es también muy distinta a una del siglo VII que a otra del siglo XX. Por tanto, este punto es desmantelar el papel de la historia legal como umbral de la comparación de la legalidad en las distintas sociedades de la Edad Media.

Pág. 60/61: A partir de aquí, el artículo cambia de sentido, procura plantear lo que sería un cierto funcionamiento de la sociedad, cómo eran, a fin de esbozar qué es lo que se puede comparar en esas sociedades que él denomina “un sistema de base campesina”.

Para Wickham no son sociedades esclavistas, aunque tampoco son propiamente feudales. Serían sociedades en las cuales el campesinado tenía una importancia Durango, un tipo de sociedad que sin ser igualitaria, tampoco tenía grandes antagonismos internos; quienes tenían realmente el poder eran gente no muy diferente a sus vecinos, sino que tenían unas cualidades morales, serían esos “hombres buenos”, aquellos a los que se les encarga resolver los problemas de la comunidad a través de poner en comunicación a

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las partes en conflicto, de llegar a acuerdos sin tener que recurrir a los tribunales.

Una sociedad que, en definitiva, funciona en “zapatillas”, que va a esperar, quizá con demasiada pasividad, que le caigan encima los poderes señoriales, los cuales habían convivido con la realidad campesina.

Es un texto no bien escrito y peor traducido. Gran inconveniente, parece ser un ensayo en el que el autor se ha puesto a pensar y luego se ha limitado a transcribir sus pensamientos sin pararse a pensar en un orden, en unas coordenadas. Todo está sazonado con ironía, algo típico de la historiografía inglesa.

Wickham es un especialista del territorio de la Toscana (norte de Italia), región con una gran documentación que se suele remontar hasta el siglo VIII de nuestra era, a partir de unas fuentes ricas para la sociedad, que las va a reagrupar con otras de distintos países. Wickham es profesor de Birmingham, el centro más importante en historiografía y particularmente en historia medieval, es uno de los focos de mayor renovación de la historia medieval, sobre todo en el mundo del campesinado. Este mundo de renovación ha tenido su mayor exponente en Rodney Hilton (maestro de Wickham), que, a diferencia de su discípulo, se ha dedicado al terreno inglés y francés principalmente. Pertenece a la larga saga de los teóricos marxistas de Inglaterra. Wickham tiene un punto de vista distinto, incorpora elementos antropológicos.

Estos artículos son publicados en 1992. Tradicionalmente se ha escrito poca historia social de la Edad Media. A través del trabajo de los arqueólogos se han podido ver las diferentes estructuras que el tiempo ha destruido, y que ha permitido que diferentes historiadores alemanes, belgas y franceses extender sus trabajos. Se ha escrito una historia social que se vincula a estudios sobre la Iglesia y la aristocracia, el sinónimo sería, “La historia de los poderosos”, cosa más fácil, porque los testimonios iluminan los aspectos de los poderosos y muy poco de los menos afortunados. Para el período anterior al siglo X somos deudores del historiador austriaco Alfons Dopsch, quien presenta trabajos innovadores.

Pág. 46: Hay cuatro zonas muy diversas dentro de la Europa Carolingia que sirven como micro-ejemplos que pueden funcionar como base para una síntesis:

La región de Mainz (nombre alemán de la ciudad de Maguncia), importante porque se hallan en ella gran cantidad de monasterios con abundante y buena información para los estudios medievales.

La llanura de Lombardía al este de Milán en Italia.

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Los Pirineos catalanes.

La marca Bretona en Francia.

Todos estos lugares tienen una buena documentación y hay grandes estudios sobre ellas, que pueden servir como punto de referencia para la comparación con los demás países.

Sus conclusiones son que, realmente, lo que se ha escrito sobre historia social en la época carolingia está unido a una serie de prejuicios del trabajo historiográfico, y que vienen a constituir una especie de velo al trabajo que realmente se podía haber hecho. En cada país hay unos tópicos que hacen que los profesionales se dirijan a ellos antes que a otros elementos. Los historiadores de cada lugar tienen tantos tópicos porque son tremendamente chovinistas, piensan que lo más importante que pasa en el mundo ocurre en su país, no ven más allá de sus fronteras porque tienen grandes limitaciones debido a los diferentes idiomas. Los que menos limitación lingüística tienen son los noruegos, suecos, holandeses y alemanes porque en sus países tienen una lengua minoritaria y, generalmente, hablan dos o tres más. Cuando Wickham habla de limitaciones lingüísticas posiblemente se refiere a sus compatriotas ingleses –que sólo hablan inglés-, los franceses, a veces, hablaban uno o dos más y los españoles nada. Esto tiene como consecuencia que los estudios no tengan una dimensión real.

Otro punto es sobre la historiografía nacional –Wickham se refiere a la europea-, donde se ha recurrido al típico espacio entre el Rin y el Loira, donde se asentaron los grandes dominios como estructura básica. En Alemania –dice Wickham- es sobre todo el tema de los líderes del rey lo que ha tenido un carácter casi obsesivo. En Inglaterra se insiste en los grandes latifundios y en Francia sobre los impuestos del Imperio Carolingio.

Pág. 47: Sobre el tema de los campesinos, a Wickham le parece interesante señalar como una serie de tópicos historiográficos están fijados en cada época. De entrada, la existencia de campesinos supone un problema común, cualquiera que hable de ello en la Edad Media podía ser acusado de romanticismo. Tiene un contexto: en el ámbito de los movimientos románticos, de un primer nacionalismo, Alemania tiene un papel singular. Otro punto de vista es que el mundo romántico buscaba las bases para su nación y creyó encontrarlas en la Edad Media, representándose con caracteres singulares. En el caso alemán, esos campesinos estaban asociados a los formadores germanos de la nación que mantenían sus tradiciones. Los campesinos libres de la época medieval serían un poco el manantial de la esencia alemana.

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El problema es que un sector importante de la historiografía es contarlo de forma verosímil, porque no sólo se da este problema en Alemania, sale un poco en todas las nacionalidades, aunque con características particulares. En Italia, los campesinos libres son una realidad que ha coexistido con la otra realidad –el mundo aristocrático-, hubo un tiempo en que esas dos realidades habían sido compatibles, tuvieron su identidad particular: en España también se puede decir que los campesinos libres han tenido una enorme importancia en la historiografía, están presentes en la historia de Sánchez Albornoz, de Bonnassie, que tuvieron sus maestros en los historiadores alemanes. Albornoz se movía en el contexto de que, a partir de las enseñanzas en Alemania, llegaba a atribuir un fuerte papel a los campesinos libres traspasados al caso español. Esta existencia es un hecho en los siglos IX, X en la zona catalana: en Francia uno de los problemas es que ha tenido un alcance restringido –que o superficial- en el crecimiento de la Alta Edad Media, Foie subraya que la idea de un crecimiento del campesino libre sería en la Plena Edad Media.

Italia, país de las ciudades por antonomasia, es un mundo urbano extraordinariamente desarrollado –tópico historiográfico-. Los orígenes de esta eclosión urbana estarían en el siglo XI y en pleno siglo XII. Su historiografía se basa en estudiar este origen y cómo eran las ciudades antiguas, un tema que poco tenía que ver con lo campesino. En los últimos años, han empezado a subrayar que el, mundo rural tiene un interés no valorado de forma suficiente.

Sobre qué pasó con la invasión normanda, es sobre lo que se articula la Edad Media inglesa a escala de los historiadores. En 1066, Guillermo el Conquistador cruzó el Canal de la Mancha, acampó en Hastings, y el rey Harold de Inglaterra se enfrentó a él con un ejército numeroso pero cansado y con un equipo militar que no tenía nada que hacer contra el ejército normando que lo destrozó. Esto se cuenta, de modo magnífico, en el Tapiz de la Reina Matilde, pero, ¿la implantación normanda en Inglaterra supuso un cambio radical en una sociedad que era realmente libre, que lo rural tenía un peso clave, que la aristocracia seguía haciendo asambleas?, o bien que ¿esa Inglaterra cambió los titulares de los dominios que ya existían? Los campesinos se encontraron tan oprimidos en 1067 como en 1066, simplemente se reestructuraron las titulaciones y pasaron a hablar francés (monarquía y aristocracia). Dos puntos de vista en la historiografía inglesa: un cambio radical o no cambió nada en absoluto.

Págs. 52, 53, 55, 57: Por eso es distinto cuando se habla de España, Francia, Inglaterra…, sobre un acto determinado, dependiendo del peso que se haya tenido con una invasión determinada o un asentamiento, etc. Primero, cuando los puntos de mira de los historiadores oscilan de forma diferente se hace una sociología de la profesión: Segundo, una probabilidad real de si se

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puede estudiar un punto de la Edad Media estableciendo un umbral común; los Códigos Legales.

Lo que se ha venido haciendo con estos códigos es una ecuación equivocada, éstos códigos no pueden ser instrumentos de comparación. La Alta Edad Media era demasiado local para ser comprendida a través de leyes generales, ya que chocaría con una realidad sumamente compleja. Podía ser un elemento de referencia, pero no el más importante de todos, porque las leyes escritas jugaban un papel en el arreglo de las cosas habiendo otras formas de solucionarlas como era el arbitraje: Este arbitraje consistía, básicamente, en que dos partes en conflicto escogían como representantes a unos individuos concretos o plateaban sus problemas ante determinadas asambleas, las cuales se comprometían a asumir el resultado de la misma. Esta paree una fórmula que ha servido ampliamente en la Edad Media, en el que se necesitaba más el sentido común que las leyes escritas.

Wickham parece inclinado a observar las prácticas jurídicas locales en que el arbitraje juega un papel fundamental. Existe también un sistema para salvar las diferencias disimétricas: para poder discutir en términos de igualdad había que hacerse representar por alguien –encomendarse- que fuera homologable con el que se estaba discutiendo.

Todo esto son datos que se ven desarrollados de forma confusa en estas páginas, en las que se trata de ver si hay o no síntesis de campesinos. En la página 61 y siguientes es donde se va a tratar el tema de los campesinos libres de forma general. Se habla de las propuestas de modelos (Págs. 53-55) que aquí se formulan, aunque recupera de cierta forma el ritmo del artículo. El autor introduce el ejemplo de Italia y el de Cataluña. Los elementos más interesantes son:

Cuestión de la propiedad: en Cataluña aparece una gran cantidad de propietarios libres modestos que tienen unos derechos sobre la tierra que derivan de la tradición romana vulgar. Es una estructura simple, muchos propietarios pequeños: En Italia también hay una tradición romana vulgar, pero la situación de la propiedad es realmente intrincada, que quiere decir que a escala local conviven personas que tienen derecho de propiedad en ocasiones dentro de unos espacios de los que son propietarios más dilatados. En otros que son arrendatarios de otras parcelas, las cuales pueden pertenecer a personas hacendadas o a campesinos de su misma situación, es decir, gentes de estatus muy diversos pueden ser propietarios en un mismo lugar.

Cuestión de orden público: también hay diferencias notables. En Cataluña lo característico es la importancia del poder público, que llega a todos a escala de los siglos IX y X: En Italia –al norte- el poder público está muy presente, pero en realidad, con frecuencia parece una fachada, es un poder gestionado por intermediarios: condes, obispos, señores territoriales. Por tanto, en su gestión dependen de una aristocracia.

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Paradojas: esta etapa va a experimentar grandes cambios, más en el caso catalán. En Italia el de que el poder público sea gestionado por manos privadas le va a garantizar que exista largo tiempo. La sociedad italiana es un reflejo a escala local de las estructuras de poder y no han sentido la necesidad de hacer grades revoluciones, ya que lo que podía alcanzar en los siglos XI y XII ya estaba a su alcance en el siglo IX. Por debajo de la multitud de la diversidad de propietarios, la aristocracia tenía un poder antiguo que no se molestó en cambiar, aunque pudo tener algunas modificaciones como: presentarse en cierta forma reivindicativa contra la sujeción papal de los emperadores alemanes, pero esto es un cambio estrictamente a un nivel claro. En Cataluña los cambios fueron revolucionarios, porque las estructuras de la Edad Media eran muy nítidas, con unas aristas muy inflexibles y, por tanto, acabaron por romperse. A escala de los siglos IX-X había una sociedad de pequeños propietarios libres. Una sociedad con ribetes de igualitarismo, iguales ante una ley que representaba un poder público, es decir, un conde que representaba la autoridad. Esto dejaba poco paso libre a una aristocracia que se había ido formando. Pero la situación local de los campesinos libres antiguos se convirtió en un poder feudal que dominó a los pequeños campesinos libres antiguos y, por otro lado, se cargó al poder público. En el umbral del siglo XII, Cataluña era un principado totalmente feudal a escala de poder y explotación de la tierra.

Págs. 56 a 61: En el caso inglés las cosas parecen totalmente distintas. Lo interesante es distinguir y analizar las áreas de la Europa medieval temprana que parece no haber sido dominada por la aristocracia (distinguir = conceptuar: analizar = establecer las claves de algo).

Por tradición, hay una doble separación: a escala de lo que es la tradición jurídica, los que son los códigos legales los historiadores encontraron una distinción social en la que fundamentalmente se hablaba del rey estableciendo una conexión de él con los hombres libres. Éstos son los que aparecen en los códigos legales, lo sociedad estaba compuesta por aristócratas y de dependientes de estatus servil.

En realidad, estos aristócratas son los hombres libres de los códigos legales, es decir, los únicos hombres libres que existían en las sociedades de los siglos VI/VIII eran los aristócratas, que, a sí mismos, se caracterizaban como hombres libres. Estos códigos estaban realizados sólo para ellos, los llamados “libres del rey” tenían una existencia legal asociada a una tradición jurídica alemana.

Wickham parece establecer una relación: lo que sucede es que podían tener una pequeña escala con el rey como representante del poder público y una cierta aristocracia; después de este bloque de poder estaría una gran parte de la sociedad articulada bajo el concepto de hombres libres, posiblemente gran cantidad de pequeños propietarios que constituirían el eje de esa

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sociedad, son los campesinos que, en ocasiones, además, pueden ser guerreros. En tercer lugar habría una masa de dependientes serviles que sólo se conocen a través de los cartularios, los cuales nos dicen que estaban vinculados a los grandes dominios y en el marco de las explotaciones familiares de hombres libres siempre aparece algún esclavo.

Pág. 61. Análisis: A lo que Wickham llama un sistema socioeconómico de base campesina, los elementos que nos permiten conocer la dinámica de ese sistema, los problemas con los que se ha enfrentado. Este sistema campesino, en cierta forma, se opone conceptualmente en ciertos puntos de vista que pretendían subrayar la originalidad del campesinado. Se opone al concepto de sociedad germánica. Había una idea de los germanos expresada en dos formas de explotación:

1. Parcelas atribuidas a escala familiar.

2. Zonas de aprovechamiento destinadas a pasto de ganado, leña, etc.

Una sociedad concebida como algo igualitario y sin grandes tensiones. “El aura de libertad Taciteana” corresponde a la interpretación de autores que proponen una etapa “feliz”. Lo que le caracterizaba, utilizando el concepto de la antropología cultural y social, sería el concepto básico de una sociedad de rango, con antagonismos de clase totalmente formados, es decir, de sociedades que, si bien no son igualitarias, conocen el desarrollo de grupos muy bien diferenciados, un antagonismo como pudiera representar los latifundistas romanos frente a los esclavos.

Págs. 65/67: Los islandeses ilustran un principio básico de la sociología comparada: cuanro menos jerarquía haya y menos firme y hereditaria sea la autoridad en una sociedad, más gente debe uno ganarse con generosidad, comida o carisma para conquistar apoyo político y durante más tiempo uno debe seguir haciéndolo. En ningún otro lugar de la Europa alto-medieval fue igual a Islandia. Si queremos comprender las relaciones sociales en una economía agrícola asentada, debemos fijarnos en las formas propias de cómo la gente pudo obtener el control sobre la tierra y su riqueza y convertirlo en influencia efectiva sobre los otros y un estatus social duradero.

En Inglaterra, a diferencia de Islandia, había reyes, tenía una aristocracia estable en el sentido de que tenía líderes locales con atributos militares y seguidores leales. En cuanto a los lazos de dependencia, no es fácil afirmarlo, parece ser que los reyes no podían confiar en la lealtad de sus dependientes para toda la vida.

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En el continente, las cosas varían de región a región. Se podría suponer que la necesidad de negociación e intercambio de dones era mayor para las elites locales entre los campesinos relativamente independientes de Cataluña que para las jerarquías más estructuradas de las comarcas renanas y, especialmente, Italia. En Bretaña, según evidencian los cartularios, podemos identificar un estrato de nobles locales que presidían las actividades públicas de las aldeas. Eran “aristócratas en el sentido de que eran importantes terratenientes con responsabilidades civiles, pero ejercían poco control directo sobre los aldeanos. El autor tiene la impresión de que la sociedad bretona del siglo IX ha consistido en una sociedad protofeudal.

Págs. 68/69: En ellas se señala cual es la lógica del sistema: primero, la falta de igualdad entre los sistemas campesinos; segundo, esta gente no tenía idea de ser pobre de forma habitual. Los poderes externos no tenían mucha eficacia y, por tanto, los impuestos no eran excesivamente fuertes.; tercero, hace pensar que estas gentes habían accedido a un medio económico y social poco desarrollado y las diferencias entre ellos eran mínimas; y cuarto, esta sociedad tenía un cierto desarrollo económico que se traducía no en la capitalización de los recursos, se “comían” sus beneficios, ya que no tenían a su disposición productos que necesitaran de grandes inversiones.

Esta desaparición de los campesinos independientes entra dentro del contexto de lo que podía ser un sistema familiar mucho más fuerte que dará paso a todo lo feudal, hecho que se impone en el conjunto de Europa.

Resumen de las ideas principales.

1º, El papel de los grandes dominios –villae- a lo que, al principio, se establecerían una casi relación genealógica con los latifundios del Imperio Romano. Hay una cierta relación en la medida que grandes extensiones se yuxtaponen, que hay una servidumbre, un amo y que representan una propiedad muy similar al antiguo.

Matices: en estas explotaciones que junto a los espacios que explota el amo hay puntos que explotan que explotan los campesinos. El número de grandes dominios no es tan amplio, aunque proporcionen abundante documentación. Se sitúan entre el río Sena y el Rin y es, por tanto, una parte de lo que habría en esta Alta Edad Media, por lo que no puede dar una explicación de las reformas productivas de la época.

Duby señala la existencia de otros hechos a tener en cuenta: la explotación de un núcleo familiar, propiedad de cabezas de familia conyugales. Bonnassie nos ha concretado el sentido de esa explotación:

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1. Había numerosos alodios campesinos.

2. No hay posible relación entre el volumen regentado por los grandes amos y el volumen de los pequeños campesinos, esto sería más importante (constatado sobre todo desde los años 70)

En su estudio sobre Cataluña le dio un gran relieve. Estos pequeños propietarios son, además, el núcleo más dinámico de esta época, es decir, un núcleo, una célula económica que realmente pugna por conseguir una auto-reproducción, una pervivencia y que va a ir conquistando espacios a las tierras vírgenes, va asegurar el alimento a más gente facilitando el establecimiento de más colonos. Por tanto, la célula familiar es el motor de la explosión de la expansión de la alta Edad Media. Existen multitud de células campesinas que es lo que hace destacar su protagonismo.

Matices: este avance en la búsqueda de cultivos ha tenido un acicate fundamental: el hambre.

2º, La explotación familiar tiene también algún esclavo a su servicio. Cuando Wickham habla de las sociedades que enmarcan este trabajo campesino, señala que los esclavos están presentes. Para Bonnassie hay esclavos, pero en las gentes colonizadoras hay esclavos fugitivos. La Carta de Cardona refleja ese tipo de esclavos.

3º, Sobre las sociedades de rango, Wickham dice que existe un sistema campesino que no es igualitario, pero es que los antagonismos sociales no son algo estructural. La lógica de una sociedad es que, si hay notables, no hay grandes diferencias entre la mayoría de los que componen la sociedad. Hay monarcas, nobles, siervos…, pero la mayoría son campesinos libres que gestionan explotaciones familiares. Los notable parecen ser reconocidos como tales y tienen que redistribuir entre sus seguidores sus propios provechos. El ser notable encierra una especie de contradicción, necesita despojarse de esos bienes naturales que en otras circunstancias le permitirían ponerse por encima de los demás.

La sociedad de la Alta Edad Media era conservadora, progresó poco, aunque era una sociedad que se movía.

Características de la sociedad de la Alta Edad Media.

Puntos de vista básicos.

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El libro II de Duby trata de los aspectos económicos, cómo se ha producido una explotación del mundo rural que, en definitiva, es una expansión de la sociedad. Se refiere al ritmo y límite de esta expansión.

El libro III de Duby nos habla del tono más social: régimen señorial y economía rural, tiene el sentido de subrayar cómo esa economía rural estaba mediatizada por los señores. En la época que sigue lo importante es la casta dominante de los señores. Al predominio de los pequeños campesinos, le sucede el predominio de la aristocracia, y estos capítulos tratan de establecer en qué se concreta la relación entre ambos.

Otro tema sería el punto de riqueza y poder. La expansión y el régimen señorial son temas que van desde el siglo XI hasta casi finales del XII; el autor dedica un también un espacio que va desde 1180 a 1330 en el cual cierra la Alta Edad Media, y encabeza lo que sería ya la crisis del Imperio. Este espacio lo que plantea es el aspecto evolutivo de la cuestión.

Se puede decir que a escala de lo que son esos ritmos y esa expansión había algunos aspectos más destacables: capítulo técnico, es decir, hay que tener en cuenta que la expansión de la Plena Edad Media se funda en la adopción y generalización de una serie de técnicas que afectan al trabajo agrario y constituyen uno de los elementos más preciosos para conseguir esta expansión.

Otra manifestación, sobre las condiciones que, a una escala determinada de una región, permite hablar de una expansión.

Otros capítulos que tienen que ver con la economía y la sociedad:

1º, Como en Castilla las comunidades campesinas siguieron teniendo un fuerte protagonismo en la Plena Edad Media. Dos zonas claves a estudiar: Tierra de Campos y La Rioja. Constituyeron un componente muy claro de lo que es el protagonismo campesino que subsiste a pesar del predominio de los grandes señores. Contradictorio.

2º, Cómo el viñedo tuco un papel importante en la Edad Media, y sobre ello hay que hablar del Valle del Duero. Lo importante es destacar que el papel del vino en la Meseta es muy destacable por la superficie que ocupaba, por el sentido social que tenía el cultivo del viñedo ejerciendo un papel regulador social muy importante en la medida que constituía un elemento fundamental del intercambio comercial entre la Meseta y las zonas de la periferia. Zonas que tenían capacidades distintas, ya que permitó exportar también grano e importar elementos atlánticos de lo que antes carecían, como la madera y objetos metalúrgicos de gran importancia para las herramientas y

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útiles; también productos de bosques que producirían gran cantidad de alimento a los que no se tenía acceso.

Por tanto, hacer referencia del vino y viñedo nos permite hablar de: un elemento alimenticio imprescindible en la época; un elemento de comercio absolutamente activo y que nos permite hablar de temas con una triple ventaja:

1. Visión hispánica.

2. Penetración en espacios de estudio que una visión general no permitiría que son claves para estudiar la sociedad.

3. Conocer mediante qué métodos y tipos de fuentes se puede llegar a unas conclusiones.

La agricultura aparece condicionada con una serie de técnicas. Los síntomas aparecen, algunas veces, de forma indirecta. El primer índice puede ser el de la mejora alimenticia, prueba de bienestar creciente y de mejora ambiental. Se han estimulado las corrientes de intercambio y la mejora en los cultivos.

Se favorecen nuevos sectores productivos, lo que permite que espacios antes imprescindibles se puedan dedicar a la expansión, por ejemplo, de los vinícolas. La producción, ahora, puede derivarse a productos textiles, tintóreos, etc., lo que demuestra que se pueden crear espacios que no tengan valor alimenticio y que pueden producir un excedente económico por el estímulo de las corrientes de intercambio; porque con el dinero se obtiene, se pueden conseguir productos que no se podían producir con sus propias manos.

La alteración de los cultivos está asociada a modificaciones con las áreas explotadas, con los métodos de trabajo y con el nuevo punto de vista sobre la alimentación. Según Duby, esto es consecuencia clarísima de las nuevas roturaciones (Pág. 99). El movimiento no había empezado en el cambio de milenio, una cronología clara puede ser a mitad del siglo XII. El movimiento de roturaciones viene de mucho más atrás y la situación de los años 1150 y posteriores no muestra el inicio de unas operaciones, sino el control por partede fuertes sectores poderosos. Posiblemente se había iniciado en la época Carolingia, antes del cambio de milenio y continuaron después.

Según Duby, antes de 1150 la actitud de los señores había sido reticente hacia el avance campesino, habían frenado la roturación de nuevas tierras. Después de esa fecha la habrían promocionado y dirigido, generándose luchas por controlar esos movimientos.

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Además, la extensión de los cultivos no sólo había afectado a las propias zonas roturadas, sino también sobre las modificaciones del hábitat rural, en la aparición de pueblos de urbanismo totalmente nuevo. Los nuevos pueblos irán marcando los frentes de colonización. Hoy se piensa que los pueblos nuevos no van pautando las zonas a roturar, sino que serían los centros de control de ellas. Los señores habrían convertidos núcleos dispersos en otros concentrados, desde controlarían mejor a aquellos que ya eran sus dependientes. A lo largo del siglo XI las aldeas se multiplicaron, aunque siguieron existiendo pobladores entre dichas aldeas.

La expansión agrícola que experimenta Europa entre los siglos XI y XIII ofrece ciertos puntos de reflexión que entran dentro de las causas:

1º, Problema climático: muestra datos más elementales. Nos viene a señalar que entre el 750 y 1215, Europa h atravesado una fase más cálida y seca que las etapas anteriores y posteriores. El clima tuvo unas características definidas que se pueden resumir en una mayor suavidad con respecto a otros. Como consecuencia, la detención del crecimiento de los bosques, se ha alcanzado una especie de “optimum” climático en el cultivo de los cereales y la viña, siendo la media más alta de todo el período. Este clima es un hecho que facilita el cultivo. Las buenas condiciones del desarrollo agrícola no está estrictamente asociado a los siglos XI-XIII, sino que corresponde a una etapa anterior al cambio de milenio. En una Europa cubierta de grandes bosques, la roturación quiere decir poner en uso agrario y ganadero zonas que están cubiertas por espacios vegetales naturales. Las condiciones del clima de la ´peoca –sequedad- ofrecía unas condiciones más favorables y una cierta garantía de que la resistencia a los cultivos externos iba a ser menor, unido a que el clima suavizado tuvo importancia para una mayor producción agrícola.

2º, Problema demográfico: parece establecido que el crecimiento de los siglos XI-XIII es evidente. Por hablar de una idea generalizada, ese crecimiento se podría cuantificar; en el año 1300, 73 millones de habitantes en Europa, en 1150 eran 45 millones, lo que atestigua una situación favorable que habría permitido alimentar a más población. Habría habido una actividad agrícola que había asegurado la alimentación de un mayor número de hombres. Algunos autores piensan que, al haber mayor número de hombres, hubo que incrementar las producciones agrícolas. Para los que piensan eso, ciertos hechos tienen mucha importancia. Hubo un ambiente climático que impidió en estos siglos la incidencia de ciertas enfermedades que asolaban el continente anteriormente. En este sentido, estos autores recuerdan que las pestes estuvieron ausentes de Europa, iniciadas en el siglo VII, se consolidaron en el siglo IX y permanecieron hasta principios del siglo XIV. No hubo catástrofes importantes en la población, lo que permitió el crecimiento poblacional y, por tanto, este aumento será el que tenga importancia a la hora de estimular más roturaciones. Este planteamiento se

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basa en elementos de la Historia comparada, sobre todo en la obra de Esther Boserup, que tiene una particular incidencia, ya que ha hecho comparaciones en zonas del Asia Monzónica con otras zonas del Asia interior: lugares con unos recursos limitados y un crecimiento continuado de población, por tanto, debían poner en cultivo nuevas tierras porque la población demandaba unos recursos que son insuficientes con las tierras que se poseían normalmente.

La apertura de nuevos espacios de cultivo estaba particularmente determinada por una sociedad definida por sus propias limitaciones, que iban buscando nuevas tierras de cultivo (lo que ocurrió en Cataluña). El problema demográfico se plantea dentro de estas condiciones y merece un importante papel dentro de las diferentes explicaciones.

3º, Problema agrícola: se manifestó en la adopción de un amplio progreso técnico. Cuando se habla de este tema se está aludiendo a sus consecuencias: mejora del trabajo de la tierra y éste sobre aspectos diversos:

La mejora afectó al propio uso de los animales que utilizaba el agricultor para su trabajo y, por tanto, mejora en la tracción animal y sistema de enganches. La agricultura pudo incorporar a ciertos animales que hasta esos momentos no habían tenido importancia, como era el caso de los equinos.

También los instrumentos de trabajo se modificaron de forma sustancial: arados pesados, eficaces para el asalto de los suelos más profundos de Europa. Han sido la clave para acometer el trabajo en espacios muy productivos pero que no se habían podido cultivar por la deficiencia de los instrumentos. Este arado no se generalizará en todos los países europeos porque no era el más apto para todos los lugares.

Los ingenios que sirvieron para la elaboración de los productos agrícolas manifestaron un inmenso cambio: molinos hidráulicos que influyeron en toda la sociedad y representaron uno de los mayores avances hasta casi el siglo XVIII. Ingenio versátil que pudo aplicarse en varios aspectos de la vida agrícola y en la diversificación del trabajo en la vida rural.

La nueva organización de los espacios agrícolas: intensidad en los cultivos y los ritmos que se establecieron para estos cultivos. Pretendían racionalizar el trabajo humano y reorganizar el terrazgo de forma diferente.

Esto último puede considerarse disociado de un hecho que también ganó espacio en todo el espíritu medieval: el abonado de la tierra, que tuvo una extraordinaria importancia. Pero esto no quiere decir que todas las tierras fueran abanadas con elementos externos, también había técnicas elementales, pero muy eficaces, de fertilización.

No sólo se aumentó el espacio cultivado, sino que se hizo de forma mucho más productiva que antes. A diferencia de otros factores –clima, demografía-,

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es difícil ver que esos adelantos técnicos se hubieran implantado antes del año 1000. Esta fecha habría que colocarla entre los siglos XI-XIII.

Los siglos XI al XIII. La larga expansión. La madurez del sistema feudal. La consolidación del poblamiento aldeano.

Los siglos XI-XIII se podrían calificar como una época de crecimiento. El cambio de milenio supone para Europa un florecimiento, cuyos síntomas de crecimiento ya se podían percibir en el siglo X; un crecimiento que prosigue hasta los primeros decenios del siglo XIV.

El crecimiento de los siglos XI-XIII se produjo dentro de unos marcos estrictos: el señorío y los poderes feudales (el señorío sobre todo afecta a la economía y los poderes feudales a lo social).

Es una época de crecimiento de la población, donde triunfa la aldea, pero también se multiplican los habitantes dispersos (caseríos aislados). Se produce un desarrollo urbano.

Dentro de todo este desarrollo hubo grandes diferencias: en economía:

La industria tradicionalmente se ve como una actividad urbana, pero en este período se desarrolló sobre todo en el ámbito rural.

Se produjo un desarrollo de los espacios cultivados. Hubo una ampliación de los terrazgos por toda Europa.

Hubo una estricta correlación entre la economía urbana y el desarrollo de la economía rural. La economía urbana se desarrolló por el crecimiento de la economía rural.

A producirse un crecimiento de la producción agrícola se permitió que ciertos sectores sociales se dedicaran a otras actividades no agrícolas, un excedente humano que se dedicó a la producción de bienes de consumo (industria) o al intercambio de bienes de consumo (comercio).

Por lo tanto, hubo un desarrollo de la agricultura y ganadería que supuso el desarrollo de las ciudades. Había una correlación constante entre la ciudad y

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el campo, dos espacios de crecimiento complementario. Muchos productos que se fabricaban en la ciudad iban dirigidos a mejorar la agricultura, como era el caso de la metalurgia; y muchos productos que se comerciaban en la ciudad eran llevados por los campesinos (grano, leña, etc.).

En el aspecto político: los siglos de expansión son los momentos donde se consolidan las instituciones señoriales. Había diferentes modelos señoriales donde se producían diferentes formas de explotación. Es la época donde se implanta el poder de los señores en la sociedad; se ha sometido a esos campesinos libres que existían en la Alta Edad Media. A la vez que se desarrolla el feudalismo se desarrollaron las monarquías feudales. Había una fragmentación de los señoríos pero, también, había un desarrollo de monarquías fuertes que en la Edad Media adquirieron unas características que se desarrollarán posteriormente en la Edad Moderna.

El fenómeno señorial y monárquico son dos poderes que van a apropiar de los beneficios de la expansión. Una característica de este período va a ser la competencia entre diferentes poderes para apropiarse de estos beneficios del crecimiento. Así, los conflictos entre señores y reyes por apropiarse de la mayor cantidad posible de rentas fueron frecuentes. Hubo, incluso, grandes operaciones militares que fueron realizadas por reyes para controlar el poder (lucha contra las herejías cátaras y albigenses tuvieron como objetivo controlar los poderes feudales del sur de Francia por parte de la corona del norte).

Los campesinos fueron los que sufrieron estas competencias entre los poderes ya que, por un lado, tuvieron que sufrir el poder jurisdiccional de los señores y, por otro, la nueva fiscalidad de las monarquías. Pero, la exacción real y señorial (competitividad entre los poderes) no fue tan intensa como para pensar en un campesinado en una constante penuria, porque, si un señor exigiera unas prestaciones excesivas a sus gentes, éstas buscarían otros señoríos con unas mejores prestaciones. Así, los señores competían por ofrecer unas condiciones buenas para que sus gentes permanecieran en sus tierras. Se mantuvo un equilibrio entre lo que se podía exigir y lo que se podía pagar. Este equilibrio adquirió su carta de identidad a través de las “franquicias”, “fueros” o “cartas de libertad”, según cada región. Con estas franquicias se establecían unos marcos legales, negociados entre los señores y los campesinos, con los que los señores no podían exigir unas cargas no establecidas. Esto fue frecuente a partir del siglo XII en Castilla y el siglo XIII en Europa.

Estas cartas de franquicia tenían un sentido económico, y aunque era mejor tener muchos campesinos dependientes y que cada célula campesina pagara menos para conseguir que se mantuvieran en su señorío; que no cédulas explotadas que terminaran por desaparecer.

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Hubo una reducción progresiva de las cargas por unidad de explotación para que se compensaran los rendimientos generales.

Hubo una competencia entre los poderes por beneficiarse de la expansión y a partir de esa competencia se beneficiaron los campesinos. Esto fue siempre así siempre que se mantuviera la expansión general.

En la cuestión cultural: desarrollo del concepto de Europa. Nacimiento de Europa como una unidad cultural que se desarrolló en los siglos XI-XIII. Europa nace como una dilatación de la cultura latina que se difundió hacia el centro y sur de Europa, pero, a la vez, esta ampliación supuso la fragmentación a la larga de la cultura europea. Esta fragmentación se hizo patente con la aparición de las lenguas nacionales. Europa significa una cierta unidad pero también una diversidad clara.

Esta dilatación cultural es un hecho asociado al desarrollo de los poderes. Desde la cristianización de los reinos del centro-ese de Europa que dio lugar a la cristalización de diversos reinos. El hecho cultural es algo relacionado con la conquista de espacios por los poderes.

Economía: aspectos económicos que se relacionan con la expansión; síntomas de expansión, factores de la expansión, consecuencias de la expansión.

a) Síntomas de la expansión: tenemos dos síntomas muy claros: ampliación de las áreas explotadas; y multiplicación de nuevas unidades de hábitat (pueblos nuevos).

La extensión de los cultivos supone un movimiento roturador. Hay una intensa actividad de los pioneros hasta el año 1000, presidido por una dosis de libertad que queda encuadrada por los poderes de los señoríos después del año 1000.

A partir del año 1000 los campesinos tienen una iniciativa, pero los señores también intervienen cada vez más en la agricultura. Los campesinos buscan un lote de tierra para vivir y los señores intentan aprovecharse de esa tierra. Los señores del siglo XII ven que los beneficios de la agricultura son también sus beneficios. Sigue habiendo una mentalidad en la que tener recursos es una razón de ser, tener más y más excedentes significa más volumen de productos comercializables, con lo cual habrá una mayor renta. Una mentalidad llena ya de aspectos económicos, mentalidad que busca el beneficio económico.

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Muchas roturaciones se hicieron de una forma clandestina y muhcas necesitaron de la participación del grupo, a través de realizar grandes drenajes de tierra inundables, además de tratar de robar terrenos al mar creando diques. Son unas tareas que requerían una cooperación, una lucha que preside la comunidad campesina y las relaciones entre campesinos y señor. Hay niveles de roturación donde la intervención del señor es decisiva, el aspecto del arbitraje. Los señores intervienen para conseguir más beneficios de sus propiedades.

b) Los pueblos nuevos: la multiplicación de los núcleos de hábitat, para Duby sería una extensión del proceso roturador entre lo siglos XII y XIII. Los pueblos nuevos serían resultado de la roturación, pero es un hecho que se produce desde el inicio de la expansión.

La tipología: los hábitat dispersos de la Alta Edad Media dejaron paso en los siglos XI y XII a formas de hábitat más compactos, las aldeas. Son los señores quienes contribuyeron a compactar el hábitat. La roturación de espacios se acompañó por la creación de pueblos nuevos, se expandió por diversos lugares según las necesidades de tierras. Pueblos nuevos de los siglos XI y XII por roturaciones del hábitat y compactación de viejos enclaves.

La roturación se expandió sobre todo a zonas boscosas. La creación de muchos pueblos fue intervención de los señores, tuvo elementos estimulantes, proponiendo a las gentes que acudan a las ciudades. Los señores intentan atraer a la gente con la creación de un estatuto jurídico a los nuevos pueblos y, además, gentes que gestionan la población, los intermediarios que son los caballeros vasallos del señor; campesinos… son los que gestionaban la ubicación de nuevas gentes, intermediarios entre el señor y el campesino. A estos intermediarios se les denomina “Lo cators” en Alemania, y se encargarían de la organización del terrazgo llegan a formar dinastías, patrimonializan competencias, serían como los jefes del pueblo (alcaldes), eran jueces perpetuos con cargos vitalicios. En premio a su gestión recibían lotes de tierras mayores.

En la colonización de los desiertos hay que tener en cuenta iniciativas variadas: las iniciativas religiosas que seguían los ejemplos de la Alta Edad Media, la tradición eremítica continuada por órdenes religiosas como el Císter y los Premostratenses, que se ubicaban en zonas de monte. A partir de estos asentamientos se iniciaban procesos de roturación. Los monasterios cistercienses tuvieron un efecto colonizador en áreas alrededor de su asentamiento. A partir de los monasterios se dinamizó el proceso roturador, además, los cistercienses aprovecharon los mejores avances tecnológicos.

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b) Factores de la expansión: siglos XI-XII-XIII: interpretaciones de tres tipos:

Aspectos climáticos. Aspectos demográficos. Aspectos agrícolas.

Aspectos climáticos: la expansión dicen que fue una cuestión de clima. Entre los años 715-750 y 1215 se atravesó por una fase climática más cálida y seca que la anterior y posterior, un período caracterizado por un clima más suave. Las zonas cálidas del sur de Europa en esa época eran lugares más boscosos, por lo que la humedad se condensaba más, las regiones áridas actuales del sur europeo no lo eran tanto. El ascenso de las temperaturas fue un hecho importante para zonas de Europa con precipitaciones intensas y temperaturas bajas que permitían el desarrollo de la naturaleza, pero perjudicaban el desarrollo de la agricultura.

Este tipo de clima supuso la detención del crecimiento de los bosques. Una humedad excesiva no beneficiaba los cultivos. En esta época hay un clima óptimo para el desarrollo de la agricultura. Hubo una gran cantidad de humedad beneficiosa para la agricultura y unas temperaturas que facilitaron el desarrollo vegetativo. Las temperaturas pudieron subir de media anual 1 o 2 grados, siempre con variaciones (la viña, así, podía crecer en el sur de Inglaterra, nunca antes ni después se desarrolló), que benefició el cultivo de cereales.

Fue un proceso que se inició a principios del siglo VIII. Los análisis de glaciares, polinología, dendrocronología, etc., son métodos para conocer el clima que hubo en aquellos momentos.

Aspectos demográficos: entre los siglos IX y XIII se calcula que Europa pasó de menos de 40 millones de habitantes a 73 millones (en torno a 1300). Hubo un incremento de habitantes que estaría asociado a unas condiciones de salubridad mejores, condiciones que dependían de la reducción entre los siglos VIII y XIII de los brotes epidémicos que Europa había sufrido anteriormente y todavía de forma más dura sufrirá en el siglo XIV. Además,

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hay que tener en cuenta los elementos climáticos: al haber una mayor sequedad se redujeron los brotes epidémicos.

Fue este crecimiento e que promovió un incremento de las áreas cultivadas, más población, más campos roturados. Es un punto de vista con observaciones contemporáneas nuestras sobre el Tercer Mundo. Esther Boruseup hizo investigaciones en el norte de la India en las que vio en el crecimiento demográfico el estímulo de la producción agrícola.

Pero, para otros historiadores, el crecimiento demográfico fue algo real que no se apoyó tanto en la carencia de brotes epidémicos sino en el crecimiento de la productividad y la producción, por lo que se podría dar alimento a más hombres. En realidad, la falta de brotes epidémicos no tendría que ver con el clima, sino por la mejor alimentación de la población, lo que daría más defensas ante las enfermedades.

Un crecimiento acompañado de ausencia de epidemias que dependían de la mejor alimentación y ayudado por la mayor producción agrícola.

Aspectos agrícolas: desarrollo de unas técnicas que contribuyeron a hacer más eficaz el trabajo de la tierra, más productividad y mayor producción (rotación trienal).

Todos estos factores no funcionan solos, no funcionan en autonomía, los mismos elementos son más valorados y de forma distinta por los historiadores. Fue una expansión que comenzó antes del cambio de milenio.

c) Consecuencias de la expansión de los siglos XI-XIII: las zonas de nuevas roturaciones eran lugares con libertad campesina, con moderación en la influencia de las estructuras feudales.

Grandes diferencias en la expansión entre el norte y sur de Europa: el sur de Europa se basaba en la agricultura, en el norte la agricultura tenía un peso escaso frente a los recursos ganaderos también en función de una escasa población. Pero en esta situación se va a producir un cambio. La zona de la Europa rica será el centro-norte del continente, mientras que la Europa Mediterránea y sur pasó a empobrecerse. Los suelos de la Europa Atlántica son más ricos que los mediterráneos y tienen un uso más intensivo con cosechas más abundantes. La expansión agrícola supone un cambio en Europa, es una consecuencia de esa expansión.

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Aspecto comercial: el desarrollo del comercio es una consecuencia de la expansión agrícola. Hay una coincidencia entre el desarrollo agrícola y comercial. Hay factores de la demanda que facilitaron el desarrollo comercial, demanda de productos agrícolas. Hay una transferencia de productos alimenticios del campo a la ciudad. La producción se intensificó e incremento de los productos de lujo que, también, estimuló la producción agraria, paños y vinos de calidad.

El desarrollo de la fabricación de paños supuso la selección de especies ganaderas y la producción de vinos de calidad supuso la especialización de zonas europeas en su plantación (Burdeos, Isla de Francia, Rioja, Tierra de Campos, etc.). Los sectores que no participaban directamente en la agricultura estimulaban el comercio para hacerlo estable. Son hechos que se han consagrado por un desarrollo comercial en estos momentos.

El comercio se basa en la multiplicación de la moneda; tiene un papel clave a partir del siglo XI. Es el objeto de intercambio y los señores exigen liquidez para participar en el comercio y también en algo imprescindible para los campesinos, pagar las rentas. Además, hay un establecimiento de una importante red de mercados.

Las pequeñas villas en España eran centros redistribuidores, sedes de mercados. Mercados que tenían una celebración periódica (semanal) y a la que concurrían las gentes del entorno (campesinos) y también negociarían los propios habitantes del núcleo, aparecerían comerciantes ambulantes (en España los buhoneros). Este es el elemento central del intercambio entre el ambiente urbano y campesino.

Un fenómeno de mercado que se desarrolló en los siglos XI-XIII, momento en el que se asentaron en núcleos urbanos las redes de mercados, muy densas éstas. El proceso de urbanización radica en que cada 30 Km. había un núcleo de atracción semanal que permitía ir y volver en el día a comerciar a los habitantes del entorno.

Estos mercados se consolidaron gracias a la multiplicación de la Cartas de Franquicia. Quienes otorgaban esas cartas eran los poderes establecidos (laicos y eclesiásticos). El interés de los señores feudales por facilitar el desarrollo comercial y de mercado está asociado a los beneficios. Los señores contaban con la posibilidad de establecer impuestos en los mercados. El derecho de protección sobre los que acudían al mercado se hacía a cambio de unos pagos.

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Hay una consolidación de unas redes de comercio que nacen en esta época (siglos XI-XIII) y que se mantienen hasta la actualidad.

Régimen señorial en la expansión de los siglos XI-XIII.

Aquí aparecen los titulares del señorío y la naturaleza del mismo (cómo se ejerce sobre el campesinado): Señorío Dominical y Señorío Banal.

El Señorío Dominical y el Banal se superponen en muchas ocasiones, no son dos señoríos claramente diferenciados.

El Señorío Dominical o jurisdiccional es una estructura que se extiende universalmente. Nadie que cultive una tierra puede estar fuera del dominio de un señor, con independencia de que la tierra fuera de su propiedad.

Grupo de los señores.

Señoríos eclesiásticos y señoríos laicos; son dos tipos de señoríos que, cada vez, van a ser más diferentes, van a tener unas características propias

a) Patrimonio de los establecimientos religiosos: características de los señoríos eclesiásticos; tienen una enorme acumulación de bienes que se produjo a finales del siglo X y, sobre todo, a lo largo del siglo XI, comenzando a ralentizarse en el siglo XII. Acumulación patrimonial que fue resultado del prestigio creciente de la Iglesia. El conjunto de los hombres de la sociedad pensaba que para salvarse había que dar tierras a la Iglesia, a los intermediarios entre Dios y los hombres. Las personas de las pequeñas comunidades campesinas también pensaban así. La acumulación de bienes fue un hecho vinculado a su función y al prestigio creciente de la iglesia, que vino como consecuencia de la toma de conciencia, por parte de la Iglesia, de su función e identidad, viendo la necesidad de separarse de los poderes laicos, reformas que aspiraban a depurar el papel de las instituciones eclesiásticas. A la larga, esta actitud tendrá la capacidad de una mayor capacidad de recibir bienes laicos.

Hubo monasterios Benedictinos que pudieron atraer las ofrendas de las gentes. A partir del siglo XII las congregaciones que perseguían la vida austera (por ejemplo los Cistercienses y Premostratenses), consiguieron derivar hacia sí una parte importante de la caridad.

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b) Los patrimonios eclesiásticos eran dispersos, lo que era así porque gentes diversas de diferentes categorías sociales y de diferentes lugares hacían sus ofrendas a las instituciones eclesiásticas. Grandes dominios muy dispersos que no favorecieron en absoluto su gestión.

c) Los problemas de gestión: la forma más habitual entre los Benedictinos negros era dividir los dominios en unidades administrativas que se llamaban Prioratos. Éstos representaban al monasterio en casas menores. Decanus o Priores eran los responsables de cada unidad que, a su vez, agrupaba dominios dispersos. Servían, al final, para vincular los dominios de un contorno, para mantener vínculos administrativos desde la Casa Mayor hasta la menores. El número de Pritanías se relacionaba con la importancia de la abadía, un esquema que tenía complejidades respecto a quién debía gestionar los asuntos.

Al lado de los priores había que desdoblar la administración, por lo que se encargaba parte de esa administración a un laico; aparecía la figura del “Villacus”, Vicario, que se encargaba de controlar ejecutivamente los prioratos, vigilaba que las penas se aplicasen; era un oficial laico que controlaba los pagos de los censos al priorato, los derechos sobre los montes, multas a la población que incumplía las normas, etc. Tenían un cargo ejecutivo, la administración de estos dominios no podía prescindir de la gestión laica.

La orden de los cistercienses decía que los monjes tenían que dedicarse, en parte, a realizar labores productivas. Los cistercienses dividían a los monjes entre los que tenía que orar y los que se dedicaban a los trabajos manuales. Dentro del monasterio cisterciense existían oratores y laboratores que santificaban sus vidas a su labor. Eran religiosos, pero no todos tenían las mismas funciones, incluso, tenían diferenciados sus ámbitos, no se relacionaban entre ellos. Los monjes cistercienses tenían unidades administrativas que llamaban granjas; en ellas era donde vivían el mayor número de conversos. Los propios miembros de la comunidad eran los encargados de trabajar las tierras. Por lo tanto, era una explotación directa de la tierra dependiente de una granja y, a su vez, una Abadía.

Los dominios de una catedral se parecían a los monasterios Benedictinos. Los Premostratenses se parecían a los Cistercienses.

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d) La gestión tenía que seguir hacia un fin: los diferentes modelos se conjugan en una finalidad. En el dominio eclesiástico las relaciones entre las casas menores (unidades administrativas) y la abadía estaban en función de proveer recursos a la casa central desde esas unidades administrativas menores.

Estas unidades administrativas gozaban de ventajas para poder vender sus recursos y enviaban a la abadía central lo que sacaban del comercio. Así participaban en los mercados, lo que era un hecho privilegiado. Una de estas granjas recurría a un mercado porque se le habían concedido unos privilegios, remitiendo lo que obtenía a la casa mayor. Pero tampoco enviaban todo el dinero obtenido por el comercio, tenían que tener una reserva para las siembras, caridad, etc., por lo tanto, cada priorato tenía su propia contabilidad.

Hay un patrimonio rústico que presenta problemas, como era la cuestión de su dispersión. Hubo una dificultad de establecer una circulación normal de bienes hacia la casa central, había priores que se aprovechaban de las unidades administrativas; o el priorato no mandaba lo que debía, además de que en los prioratos intervenían otros poderes (nobles), comunidades campesinas.

Señoríos de los nobles: Diferencias con los eclesiásticos: los dominios eclesiásticos eran bienes que constituían manos muertas (bienes amortizados), no se podían enajenar, la Iglesia recibía sus recursos que nadie podía sustraerle. Los bienes eran pertenecientes a los santos particulares, los bienes se otorgaban a los santos, lo que hacía de estos patrimonios ser inalienables.

Los dominios de los nobles se transmitían de padres a hijos. Hasta el siglo XI, la costumbre era lo que cada padre, titular de unos bienes, repartía su patrimonio a toda su prole. Pero muchos de los hijos de los nobles estaban condenados a la pobreza: la solución era convertirse en protector de los intereses de un monasterio, porque derivaba, así, bienes para sí; otros decidieron buscar su futuro en tierras lejanas, nobles de origen francés en Castilla, las cruzadas, etc. Eran fórmulas que daban importancia a lo aleatorio.

Pero la fórmula que triunfó fue la implantación de la primogenitura, la indivisión de los bienes. La aristocracia laica cambió sus normas. Solamente un hijo, el primogénito, varón, heredaría la parte más importante del patrimonio. Las hijas no recibirían tierras, sino dotes. Los otros hijos recibirían menos posesiones que el mayor.

Dentro de los señoríos laicos hay grandes diferencias: internas, entre la alta y baja nobleza, diferencias importantes de rango. Los grandes nobles se llamaban magnates, optimates, siendo los más grandes un grupo pequeño que

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expresaba la cúspide del señorío laico. Había unos linajes asociados a su nacimiento, eran grupos pequeños. El magnate solía ser el primogénito y eran los que solían desempeñar los cargos políticos dependiendo de los reyes. Los magnates se consideraban equiparables al rey, quien era considerado como el primero entre los iguales. Era un círculo cerrado en la nobleza europea en gran parte. En los reinos hispánicos había 20-30 magnates y, además, en Castilla recibían el título de condes. En otras zonas eran duques, marqueses, etc., subrayando la primacía que significaba su título.

Los grandes nobles eran titulares de señoríos muy dispersos y se transferían a los hijos primogénitos.

La pequeña nobleza se denominaba el Miles, el Caballero. A fines del siglo XII en Castilla se llamaban hijodalgo, Hisjosdalgo en casty en Portugal. Estos eran los que integraban la pequeña nobleza que abarcaba a 9 de cada 10 miembros de la nobleza como mínimo.

Estos hombres (milites) solían ser feudatarios de los magnates cuando no eran feudatarios directos del rey. Constituían la red de vasallos de un señor. Las clientelas vasalláticas se realizaban aquí. Gran parte de la nobleza estaba formada por caballeros, los vínculos entre la nobleza se entendía con la condición de vasallo de unos sobre otros.

Una parte importante del patrimonio de los magnates era redistribuido entre su red de clientes en forma de feudos, los cuales formaban dominios pequeños y suponían el vínculo real para asentar la fidelidad o el vasallaje. Las grandes fortunas estaban movilizadas, tenían una capacidad de redistribución entre feudatarios a cambio de unos servicios que debían al señor. Además, la gestión de los grandes dominios era muchas veces llevada a cabo por los caballeros vasallos. Estos caballeros tenían un papel de vicarios de los grandes señores y también eran oficiales jurisdiccionales. Tareas administrativas muy importantes en las relaciones entre señores y vasallos.

En resumen: los grandes nobles para asegurar la transferencia de la heredad, cedía en beneficio de transmisión indivisa: había una capa superior de gran poder y una capa inferior que dependía de la anterior.

Este cuadro tendría muchos matices regionales: en la cancillería de Guillermo de Orange se decía que la gente se iba a España para beneficiarse de la guerra contra el musulmán. La movilidad social en la Península Ibérica fue intensa debido a la actividad militar. Era fácil ganar riquezas y ganarse el ser heredero al morir un integrante.

Los nobles en Italia, lugar que conoció una eclosión urbana muy importante. Las ciudades república (Génova, Milán, etc.) eran grandes centros

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al inicio del siglo XII en continuo crecimiento. Muchos nobles vivieron insertados en la vida de la ciudad, se beneficiaban de las actividades comerciales e industriales de estas ciudades. Su riqueza residía en la tierra, pero más que en otros lugares, también en las ciudades.

El Señorío Dominical (sea laico o no).

La zona de terrazgo del señorío que el señor explota directamente y la que cede siguen existiendo desde el siglo IX y X, pero la “terra dominicata”, la reserva, se redujo frente al número mayor de mansos. Estos mansos se multiplicaron en relación con el gran dominio, pero disminuyeron su dimensión. Esto se debió por el incremento de la productividad.

A partir de los siglos XI y XII con menos tierra se conseguía más producción, por lo que se podían fragmentar los mansos y dar cobijo a más familias. Menos reserva más mansos. Durante este período los grandes señores multiplicaron su poder por el incremento de sus tierras y el número de mansos de las mismas. Gran parte de la expansión va a parar a sus bolsos. Más tierras en grandes dominios.

Pero hubo excepciones, explotaciones de los cistercienses con una explotación directa de la tierra por ellos mismos.

También subsistió una mano doméstica en los grandes dominios, era algo que provenía de la Alta Edad Media. Seguían existiendo siervos domésticos, que tendieron a disminuir y a ocupar sus propios mansos, dejando de ser siervos. Aunque los siervos agrícolas son difíciles de distinguir de los hombres libres.

El trabajo temporal: la contratación de gente por períodos concretos para la realización de tareas específicas, se les pagaba con un salario en especie o dinero. Trabajadores temporales que realizaban tareas concretas a cambio de alojamiento, simiente, aperos, etc., eran denominados Bovarii (Bolleros). En Castilla esta gente recibía otros nombres como yugueros (los que tenían a su cargo un yugo de bueyes), quinteros (obtenían como salario la quinta parte de la cosecha). Estos trabajadores, además, recibían una provisión mientras no había resultado de la cosecha, a la que se llamaba añafra, la provisión (también hubo un contrato agrícola que se daba en el norte de África).

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En los siglos XI y XII la explotación directa de la tierra reposaba en un número amplio de siervos y cada vez más creció la posibilidad de contratar gente para el trabajo. Mano de obra doméstica y, a la vez, contratada.

Las Corveas: la obligación de trabajo que los habitantes de los mansos prestaban al señor dominical. Éstas perduraron desde la Alta Edad Media. Las corveas se podían distribuir a lo largo de todo el año, pero se diferenciaban con respecto a las de la época carolingia: las Reservas ya no eran tan extensas, había más habitantes dentro de un mismo dominio y el trabajo era más productivo. Por todo ello las corveas disminuyeron en esos siglos.

Durante el siglo XII se asistió a un cambio de concepto. No fue un cambio radical, las corveas tendieron a ser sustituidas por el pago de censos en dinero. A pesar de esto, los señores no renunciaron a la corveas, llegaron a incrementar el número de trabajadores que contrataban obtenido con el dinero pagado por las corveas, por lo que los temporeros adquirieron más importancia. Además, hubo una ineficacia del trabajo de las corveas. Había que dar de comer a los trabajadores, además de vino, resultaba más seguro que la gente pagara un censo en dinero que serviría para pagar a unos trabajadores durante el año para realizar esos trabajos agrícolas. Además los temporeros era los que lo necesitaban. Las viejas corveas ya no resultaban eficaces.

En resumen: disminuyeron las reservas y aumentó el número de lotes concedidos a los campesinos (a cambio de una renta). La Terra Dominicata disminuyó, lo que no supuso una disminución de la renta de los señores. el trabajo se hizo más productivo.

El Señorío Banal.

El Señorío Banal dependía de alguien que tenía un poder de mando. Estos señoríos tuvieron una presencia generalizada en toda Europa a partir del cambio de milenio (960-1050), aunque con claras variaciones de unas zonas a otras.

El Señorío Banal presenta, según zonas, unos caracteres diferentes, un poder de mando que varía. El Señorío Banal trae aparejado una serie de cuestiones ¿en qué medida representó una explotación de los hombres? ¿qué tipo de cargas suponía a escala familiar?

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Duby decía que a partir del año 1000, el campesinado estuvo bajo la autoridad de los señores, que ejercían el mando. Esto se va a expresar en la construcción de Castillos (una definición que hoy no se comparte del todo).

El poder de mando era una autoridad de carácter jurisdiccional (Bando deriva de ban…, entendido como el alcalde dio un bando, era la capacidad del alcalde de dar una orden).

Duby viene a señalar que el Señorío Banal el derecho de mando que se desarrolla sobre un territorio concreto, es un derecho nivelador. LA gran virtualidad es que vino a establecer un umbral de igualdad en el campesinado 8el campesino de los siglos X y XI fue libre y, al mismo tiempo, hubo grandes diferencias, propietarios, siervos, etc.). Tanto los antiguos esclavos, propietarios libres, etc., el Señorío Banal los igualó, los hizo dependientes jurisdiccionales del señor. Quien otorgaba las penas o dictaba el perdón era el señor, que, además, había que prestarle unas obligaciones que equiparaban al conjunto de los campesinos. El Señorío Banal fue un elemento novelador que afectó al conjunto del campesinado.

El castillo se convirtió en el centro de una organización política. Europa está sembrada de puntos donde se levantaron castillos en los siglos X y XI, construidos por señores para controlar un territorio determinado. Fueron una realidad que creció con el Señorío Banal. Estos castillos no son obras de gran envergadura, serían empalizadas de madera elevadas sobre un promontorio natural y que en su centro tenían una torre de piedra. Tuvieron una evolución hacia formas más complejas.

El señor se apropia de la autoridad sobre el entorno. Desde el castillo se administra justicia, se cobran impuestos por la protección que se ejerce del entorno, los señores cobran impuestos porque ejercen servicios de protección (eran sociedades de socorro mutuo). El Señorío Banal constituía una forma clientelar de interés para los que dominaban el señorío y los que se sentían protegidos por el señorío.

Después del año 1000 nadie podía garantizar la protección de la población salvo el Señorío Banal (los señores tomaron el relevo del rey, municipio, etc.). Pero no podemos decir que hubo un consumo social entorno al Señorío Banal. Hubo resistencias hacia la violencia del Señorío Banal.

Cómo se desarrollaron los Señoríos Banales.

Centro y norte de Italia: en Italia existieron los Señoríos Banales (jurisdiccionales), pero hacia 1100-1200 el Señorío Banal italiano no dependía

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de los castillos y sus señores, sino que tenían elementos de relación en las ciudades. La Edad Media en Italia fue una época con un gran desarrollo urbano (siglos XI-XII-XIII), que tenía su origen en el período romano.

Estas ciudades establecieron una actividad comercial entre oriente y occidente que supuso, a su vez, una actividad industrial importante. El mundo urbano en Italia tiene mucha importancia y, desde éste, se ejercía el Señorío Banal, sobre todo, en el territorio que dependía de la ciudad que se denominaba Contado. Este Contado era un territorio rural sembrado de aldeas, era el espacio entorno a la ciudad. El Contado, en origen, hacía alusión al espacio que controlaban los condes, pero que, ahora, serían controlados por la ciudad.

Las ciudades concedían los señoríos a nobles que eran obligados a ser fieles a la comuna urbana y tenían un plano inferior a la autoridad urbana. El Señorío Banal lo ejercían los ejecutores del señorío, pero que obedecían la jurisprudencia de la comuna urbana. Desde el siglo XII el Señorío Banal se contaminó con componentes jurídicos que formaron el derecho común. El renacimiento cultural del siglo XII trajo el viejo derecho romano. La ciudad tenía jurisdicción sobre el campo, pero el Señorío Banal cambió con el renacido derecho romano. Las ciudades italianas ejercieron una autoridad banal por medio de instrumentos de derecho público.

Espacio de la Lotaringia/Países Bajos, zona del este de Francia, región de Lorena y territorio alemán, este del río Rin: el espacio germánico (siglos XII-XIII). Aquí se conocía una forma peculiar de Señorío Banal representado por un protector o intermediario entre los señoríos dominicales y los campesinos que se denominó “Advocatis”. Con frecuencia había amplios espacios que formaban señoríos dominicales. Estos señores que controlaban un espacio, distribuían entre distintos advocati parcelas de su jurisdicción: Señorío Dominical—Señorío Banal—Campesinos.

El Señorío Banal estaría en una escala inferior de los Señoríos dominicales. Eran señores banales que tenían un control directo sobre los campesinos.

Se mantuvo en estos lugares una distinción entre hombres libres y siervos. El predominio del Señorío Dominical fue patente, aquí los señores banales no podían nivelar la situación de los campesinos.

Desde la segunda mitad del siglo XI y el XII, el mercado y el comercio se asentaron en núcleos, lo que suponía un factor básico en la diversificación de las actividades. Eran mercados que gozaban de una zona de influencia

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variable, había un espacio rural que era atraído de forma constante y reglamentada por las actividades comerciales que se hacían en la villa-ciudad más próxima. El mercado se urbanizó aunque, anteriormente, ya existía, pero no había una red de vías y ciudades. Se rompió con la tradición comercial que no necesitaba de centros urbanos para desarrollarse. Eran formas de comercialización que no requerían un entramado urbano y se situaban, en su mayoría, en fronteras, ríos, etc., no en ciudades (salvo excepciones).

Las ciudades son el resultado de un proceso donde el mercado ha unido un espacio, se ha urbanizado.

El Camino de Santiago.

En la ruta Jacobea se podía comerciar, robar, etc., un ambiente que acogía a peregrinos, comerciantes, etc. El camino es una vía trazada de forma clásica antes de mediados del siglo XII, cuando fue descrita por un autor francés. Pero, además de las implicaciones religiosas del camino de Santiago, también es un rosario de núcleos urbanos que se van sucediendo por todo el Camino. Se puede decir que el Camino es la ciudad y en ellas y entre ellas se intercalaban otros elementos, esas gentes necesitadas de acogida.

El Camino es el hospital, lugar donde uno es huésped y es acogido, lugar donde, además, los enfermos y viajeros son recibidos. Hay un gran número de hospitales ya que es una ruta muy concurrida, un corredor importante desde el punto de vista de la asistencia.

El Camino se identificaría también con la palabra santuario, ya que el Camino se dirige hacia la tumba del apóstol Santiago. El Camino está recorrido por una larga serie de santuarios cuyo objeto final es llegar a la tumba del apóstol, pero para lo cual los peregrinos deben seguir unas etapas sagradas representadas por una larga serie de santuarios. El peregrino avanza por el camino recorriendo estos lugares sagrados.

Dentro de la idea de Camino de Santiago podemos distinguir tres planos:

1. Camino identificado: el Camino forma una ruta este-oeste que ha transitado por la España norte antes de que el concepto de España existiese. El elemento más importante de estas rutas es la calzada romana que iba de Astorga a Burdeos que se construyó para el acceso a las minas del noroeste. Esta ruta se recuperó con un sentido distinto.

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También se produjeron cambios en el recorrido. León era un campamento romano, pero en el siglo X era la capital de un reino, el itinerario Antonino en el siglo X pasaba por León que era ya una capital importante. Pero también hay otros cambios, como la obligación de pasar por San Isidoro a todos los peregrinos del Camino.

A lo largo de las rutas romanas se introdujeron una serie de mejoras. La red de puentes medievales más importante es la del Camino de Santiago. A fines del siglo XI y el XII se construyeron una gran cantidad de puentes (algunos conservados hoy como los de Carrión de los condes, Itero, incluso hay topónimos referidos a ellos como Ponferrada, Puente de los Hierros, construidos en el siglo XI).

El Camino se identifica porque se le da un sentido y una dirección. Además, hay rutas transversales al Camino que van en dirección norte-sur, dirección a Zamora, Cea, etc. Esas rutas durante el siglo X jugaron un papel importante como circuitos trashumantes. Incluso el monasterio de Sahagún tuvo su propio circuito trashumante. Esos caminos eran una forma de contacto entre las tierras altas y bajas (norte-sur).

La Vía de la Plata, tiene un origen diferente. Conducía hacia el noroeste de España viniendo desde el sur. Ésta atraviesa el Camino norte-sur. Era la calzada equinea por donde iban los caballos y se junta con el Camino en Astorga.

2. El Camino poblado: Aparición de nuevos Burgos y organizaciones de esos habitantes. Nuevos Burgos que convierten al Camino en un rosario de villas y ciudades. En el Camino nos encontramos a lugares como Astorga, León… se basa en una serie de núcleos que eran los centros de poder de la España del siglo XI. Astorga es una sede episcopal, protegida por una muralla; Carrión de los Condes, con señores muy fuertes que tienen su sede en esta localidad; León, era la capital del reino; otras ciudades como Burgos, Pamplona, Nájera, Lugo, la misma Santiago de Compostela. Todos eran núcleos anteriores al Camino.

Pero en estos momentos del siglo X-XI aparecen nuevos barrios que son consecuencia del crecimiento en esas ciudades anteriores y, además, entre esos núcleos se intercalan nuevas villas como Sahagún, Mansilla, etc. No hay etapa en el Camino sin villa. Yuxtaposición de villas.

Es una nueva organización que, además, significa que estos lugares dominan amplios espacios del contorno, el alfoz, un territorio controlado por la ciudad, dependía jurisdiccionalmente de la ciudad.

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3. El Camino como eje económico: Diócesis de León. Dos espacios ecológicos; al norte, una zona rica en ganado, bosques, minería y al sur, una zona de trigo y cereal además de la vid. En el centro se sitúa el páramo, una zona que producía vino y algo de cereal.

El Camino es una bisagra entre dos espacios distintos: ¿qué relación hay entre ellos? ¿Cómo se articulan?

El Camino es un fósil director de procesos que se dan en toda la meseta. El comercio se articula en la Semana con un cierto orden.

En los siglos X-XII: Fenómenos que ocurren:

El mercado se asienta en una determinada ciudad. ¿Por qué van los campesinos del contorno al mercado? ¿qué instrumento jurídico hay? La gente del campo necesita los productos urbanos. La ciudad necesita del campo circundante (ganado, huerta, etc.). Para articular ese intercambio hay unas normas. Los campesinos del alfoz de León estaban obligados a acudir a la ciudad a defender las murallas y a realizar una serie de tareas de mantenimiento, era necesario reconstruir y mantener las murallas. Lo importante es que en León esto se asocia por ayudas en mantener las murallas y defender la ciudad, los habitantes del Alfonso tendrían que pagar ningún tipo de derecho cuando fueran al mercado de la ciudad. Obligaciones por el campesino a cambio de unos derechos. Este dato figura en el fuero de León que iría desarrollándose a lo largo del siglo XI.

En el año 1093, Grajal de Campos, sede condal, se vio forzado a no celebrar mercado semanal por Alfonso VI en beneficio de la villa de Sahagún que acababa de nacer junto l monasterio Benedictino. ¿Por qué atraer el mercado a una villa? No se podían fundar mercados en cualquier lugar, se debían crear a una determinada distancia. El espacio que dependía de Grajal, en adelante, sería atraído por Sahagún.

Mercadillo en las inmediaciones de Villalil, un núcleo cerca de Mansilla de las Mulas. Era un centro territorial, tenía un castillo y cerca existía otra villa, Mercadillo, que sería un caserío donde se comerciaba. A media que se fue formando Mansilla, en 1081 recibió unos fueros, desaparecieron esos otros dos centros, Mansilla asumió el centro del territorio de Villamil, su jurisdicción y también sus funciones económicas. Estas situaciones se cumplen por influencia del Camino de Santiago. Un mercado que se urbaniza.

El término de alfoz no es suficiente. El mercado queda articulado más allá del territorio del alfoz. El mercado se celebraba un día a la semana en

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cada ciudad, en un día determinado. así, los mercaderes podían ir de un mercado a otro. Estos mercaderes solían ser gentes de la comarca, profesionales del mercado, habría buhoneros, mercaderes ambulantes que iban de mercado en mercado.

En la zona oriental, el Camino se articula con otros espacios inmediatos. Un buhonero podía ir por el polígono que forman Carrión de los Condes, Villalón, Sahagún, Paredes de Nava, junto con otras posibilidades como Paredes de Nava, Palencia, Carrión de los Condes, Frómista. Era una red compleja de mercados. Polígonos compartimentados todo el espacio hecho en función de los buhoneros y los campesinos de cada entorno.

Esta compleja red se ponía en marcha cada semana. En estos mercados se producía un trueque de mercancías, intercambios que se introducen en una situación compleja. En estas ciudades hay un auténtica puja por los grandes propietarios del entorno, empeñados desde el siglo XII por obtener privilegios de vecindad: tener acceso a los derechos que tenían los miembros vecinos de la comunidad (villa y alfoz); poder acceder al mercado son tener que pagar derechos de entrada en el mercado, obtener los mismos derechos de los habitantes de una villa, de un territorio; además estos grande propietarios influyen en la dinámica del mercado (comercio local), disponen de más recursos y no tienen que pagar impuestos suplementarios. Un conflicto permanente entre los concejos de las villas y los grandes propietarios (siglo XII), una competencia por los precios que problematiza las relaciones dentro de los mercados.

Articulación del comercio regional.

Hay una dedicación diferenciada del suelo. Las gentes del norte venden y compran cosas del sur y viceversa. La diferencia norte-sur es algo presente en el Camino. Éste actúa como una especie de bisagra.

Campesino, término que aparece en los fueros de la localidad de Sahagún, se refiere a los habitantes de la Tierra de Campos.

Somozano se refiere a los habitantes de una zona al pie de las sierra cantábrica y Montes de León, submontia.

Somozanos de Astorga, la Maragatería es la somoza de Astorga (los maragatos). Éstos se dedicaban a transportar mercancías en mulas, vivían en una tierra muy pobre, al igual que los campurrianos, son los grandes transportistas de la época. Las mercancías que transportaban eran, pescado desde Galicia y Asturias hacia la meseta.

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Estos somozanos señalan la existencia de gentes que actúan como transportistas de la meseta central que, a cambio de otros bienes, llevan a la costa norte o a sus propios lugares de origen. Los maragatos cogían trigo en Sahagún para su transporte. El campesino se espera que traiga trigo al mercado; el somozano aporta madera, carros, leña, cosas que tienen que ver con una industria rural. Los somozanos se llevan el vino y el trigo que llevan los campesinos.

La región de Tierra de Campos tiene importancia por la articulación que representaban las ferias. La localización de ferias más antiguas guarda relación con el comercio regional. Las ferias se celebraban anualmente y podían durar varios días. Solían celebrarse e una fecha concreta y se concentraban en dos períodos: primavera tardía a primeros de otoño.

En las ferias celebradas en la primavera tardía, era el momento en el que se agotaban las cosechas del año anterior. En ellas se podían vender reservar de grano a precios altos, el momento de soldadura de las cosechas era un momento importante para hacer ferias.

En las ferias de primeros de otoño, se solía hacer acopio de instrumentos para realizar la labranza, animales, reservas para el otoño (pimentón, sal, etc.). Era un momento en el que se disponía de liquidez para comprar ya que se acababan de vender las cosechas. (Referencia de feria más antigua es la de Valladolid en 1152, que se celebraba en septiembre, en Sahagún entorno a Pentecostés en la primera semana de junio, en Carrión de los Condes data del 1169 y duraba un mes entorno a San Juan, en Castrogonzalo se celebraba por Santa Marina).

Todas estas ferias contoneaban Tierra de Campos y estaban concebidas en función a las posibilidades de tierra de Campos como mercado. Una red paralela es la que se celebraba en la Rioja, con tres ferias: Belorado, Miranda de Ebro y Santo Domingo de la Calzada, núcleos donde se realizaban las ferias más antiguas.

Estas dos zonas que corresponden a los dos regiones más productivas del reino de Castilla y León.

El Camino de Santiago articula el espacio, urbaniza el comercio. El intercambio de productos es un hecho establecido y estimulado por el Camino. Una sociedad rural donde la artesanía, industria textil estaba también muy presente, según las zonas. Todos son unos aspectos muy articulados.

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El mercado en la España cristiana de los siglos XI y XII.

En el seno de las sociedades feudales había un activo comercio que se extendía por toda Europa. Bonnassie y Dalché señalan la importancia del método regional. El comercio y su estudio se facilita estudiando una determinada región.

Las diferencias en el comercio entre los siglos XI y XII se atribuye a la aparición de las villas nuevas, lugares donde un día a la semana se celebraba mercado.

Protección del comercio, se protegía a quien comerciaba, una fórmula que señala que una persona (conde, noble, etc.) veía que los comerciantes tenían problemas propios. El comerciante a finales del siglo XI era visto como un extranjero y es alguien a quien se podía robar. El señor protegía a los comerciantes de sus problemas. Hasta el siglo XI esa legislación no había existido en España y en el norte de Europa la situación no fue mucho mejor.

Para facilitar el comercio se concedían exenciones de impuestos que permitían liberar a los comerciantes de unas obligaciones y tener mayor libertad en el tránsito de mercados. Las exenciones asientan la política comercial.

La protección del comercio, además, podía ser un monopolio. En una determinada región sólo se podía comerciar en un determinado lugar. Los lugares que tenían mercados alrededor lo van suprimiendo.

Las gentes que circulaban desde Burgos a Palencia, desde 1217 no pagaban impuestos, lo que creó el camino básico entre estas ciudades.

La articulación de los mercados estaba establecida en unos mercados articulados en relación con otros mercados.

En cada zona los mercados tenían una periodicidad distinta. En Galicia se celebraban una vez al mes, al igual que en el norte de Portugal.

Articulación del espacio: el Camino de Santiago fue un elemento muy importante de articulación espacial.

Seminario de técnicas agrícolas.

1. Instrumentos.

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2. Técnicas de aprovechamiento del suelo: técnicas de restauración del suelo, abonos, barbecho.

3. Rendimientos agrícolas en el siglo XII.

1. Instrumental

a) Desde el punto de vista de la forma de cultivar, el hombre ha conocido varias cosas. La tracción animal cambia los instrumentos de arrastre, a su vez, el animal cambia.

Para los bóvidos se usa el yugo cornal, que se sitúa detrás de los cuernos y se une a los mismos.

Para los équidos se empezó a usar la collera rígida. Fue a partir del siglo XII cuando empezó a proliferar el tiro con équidos, lo que quiere decir que se quitasen los bóvidos, compartieron el protagonismo.

b) El arado pesado es un nuevo instrumento de este momento, que se utiliza para arar. Es un instrumento más complejo que los arados antiguos, más que esos arados romanos. La sustitución del arado romano tampoco fue generalizada, dependió de zonas.

c) La tradición persistió en ciertos instrumentos, no sólo en el arado romano, también las hoces, los hocinos, instrumentos de recolección y poda de las viñas.

d) Un cambio, sobre todo, fue la generalización del molino hidráulico, utilizado para transformar los productos. No fue un invento de este momento, pero se generalizó entonces y persistirá en Europa hasta la Revolución Industrial.

a) Respecto a este primer punto, la collera se refiere a los équidos que, antes de los siglos XII-XIII eran colleras blandas hechas de cuero resistente, pero blandas y que sólo permitían al animal arrastrar determinadas cargas. Estas colleras blandas presionaban sobre la respiración del animal, hacía problemático que pudieran arrastrar los instrumentos ya que los animales se fatigaban rápido aunque la solución era que no arrastrase mucho peso. Este uso supuso una limitación en la utilización de équidos en el transporte y arrastre en lo referido a la agricultura.

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Las colleras rígidas eran exteriormente de cuero, pero dentro tenían un alma rígida de madera o metal y el cuero era como almohadillado. La collera rígida no estaba realizada para situarse en el cuello del animal, sino en el hombro lo que no impedía que pudiera respirar con tranquilidad y, por tanto, que se fatigara más tarde y pudiera trabajar mejor. Según cálculos experimentales, con un mismo animal con collera rígida y con collera blanda, con la rígida era capaz de trabajar cuatro veces más que con la blanda y comparando el trabajo realizado con un bóvido, el équido era más rápido y podía trabajar dos horas más. Esto optimizaría el uso de los équidos, se proliferó su uso optimizando su uso.

No todos los équidos eran utilizados con esta collera rígida, había unos yugos para mulos que tenían unos castillos para apoyarse en los hombros, sería como una collera primitiva. También había instrumentos mestizos entre un yugo y una collera.

El yugo tenía mas sentido hablando de los bóvidos. Apareció el yugo cornal, que se acoplaba a la parte trasera de los cuernos del animal unido por unas correas para facilitar el trabajo. El yugo cornal sustituyó a otras formas, la anatomía de los bueyes no era tan complicada como la de los équidos. La generalización de los yugos cornales fue importante para que se mantuviera el uso de los bóvidos.

En la plena Edad Media no sólo las colleras hicieron que se usaran los équidos, las herraduras, una plataforma metálica con forma de pezuña del animal y elevada que servía para protegerla de las inclemencias del suelo. Los primeros en usar herraduras fueron los habitantes de las estepas asiáticas sobre el siglo IX, uso que, parece, se extendió hacia el oeste y en el siglo X, XI se empezaron a usar en Europa. Asociado a las colleras y a la clase feudal, las herraduras se pudieron difundir y en el siglo XII su uso estaba generalizado, protegían una de las partes más débiles de los équidos.

b) Los arados pesados: el arado usado con anterioridad era el romano, el cual consistía en un timón que permitía la tracción, solía ser recto, la cama permitía usar mejor el dental, una mejor tracción y empuje; sobre el dental estaba la reja que era la pieza de metal, habiendo dos formas de reja, la lanceolada y la enchufada, unas piezas simétricas para abrir el surco; todo el arado romano estaba construido para la eficacia de la reja.

El arado romano fue sustituido por los arados pesados o de vertedera. En este nuevo arado se encuentran elementos anteriores, el dental, la reja, pero, lo importante, es que posee una vertedera. La vertedera es una lámina con una disposición transversal a la reja con una orientación vertical y un aspecto cóncavo. La vertedera sirve para voltear la tierra, además de abrir un surco, crea una concavidad mayor que un arado romano, desplaza más tierra por lo

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que necesita una mayor fuerza, el propio instrumento necesita esa mayor fuerza y los animales a usar necesitan ser más para arrastrarlo. Su objetivo es conseguir una mayor profundidad, mover más tierra para que se airee y conseguir una mayor eficacia en la tarea del arado, mejor arado y más rápido.

EL arado pesado está formado con un mástil con dos ruedas. Sobre el mástil hay una especie de cuchillo para abrir el surco y en la base del cuchillo está la punta de la reja para cortar la tierra y, sobre esa reja, se aprecia una pieza alargada que es la vertedera.

Hubo lugares donde los arados pesados se implantaron y otros no, no fue generalizado y tiene que ver con los suelos. Para el Mediterráneo, sus suelos son sólo unos centímetros la parte fértil, sin embargo, en el norte de Europa la zona fértil del suelo puede tener un metro de espesor, la fertilidad aquí es más consistente. Esos suelos de gran espesor solían ser difíciles de trabajar con un arado romano, aún así, no se podía sacar todas las posibilidades, pero se pudo encontrar una herramienta que permitió trabajar esas tierras y obtener mejores rendimientos. Permitió colonizar las tierras fértiles de Europa. La zona norte europea pudo cultivar más que el sur europeo, lugar en el que no se usó el arado pesado porque no era necesario debido al tipo de suelo existente allí.

El arado de vertedera supuso usar mucho más ganado que anteriormente, podía ser tirado por 4, 6, 8 bueyes. Esto hacía multiplicar la ganadería, los campesinos debían asociarse para realizar la labranza, no todos tenían tantos animales. La vertedera era un instrumento más complejo y más caro por la pieza de hierro que poseía. Requirió para su uso de una sociedad en cooperación más que con los arados tradicionales, lo que provocó que se creara una sociedad cooperativa más unida que sólo por aspectos morales.

c) Mantenimiento de costumbres: las imágenes de la siega pueden ser perfectamente de siglos anteriores. La hoz, una hoja curva enmangada para cortar la espiga. La espiga se cortaba muy arriba para dejar rastrojo para el ganado, sobre todo, lanar. Los manojos se unían en hoces y se dejaban los rastrojos. En el trato de la vid se usaba el hocino, una hoz más pequeña que cortaba de una forma parecida a un hacha y tenía un valor doble, ya que cortaba por la cóncava y la convexa. Estos instrumentos eran conocidos por los romanos y han permanecido prácticamente hasta ayer. La tradición ha sido fiel a esos instrumentos durante mucho tiempo, y han conllevado el uso de grandes cantidades de mano de obra.

d) Molinos hidráulicos: encontramos dos tipos de molinos hidráulicos; el molino horizontal y el molino vertical. Se diferencian en la posición de las paletas que dan motricidad a la piedra de moler, ambos movidos por al fuerza del agua.

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El molino horizontal tiene una presa que sostiene agua para que caiga con una velocidad que golpee la rueda de paletas y se mueva. Al moverse, se transmite por un mástil a la rueda superior del molino. Tiene dos ruedas, una fija y otra dinámica que se mueven en el mástil. A través del centro de la rueda el grano queda en el hueco entre las dos ruedas, por la tolva. Ese grano, al ser machacado, se convierte en harina. El molino horizontal no es un ingenio inventado en este momento (siglo XII), se conocía con anterioridad (también los molinos de viento). Antes, los molinos no eran tan necesarios, ya que había esclavos, pero en esos momentos no había una esclavitud y había que usar esa fuerza para ahorrar tiempo que dedicar a otras actividades. El uso de los molinos fue aumentado durante los siglos X-XI. Sus formas de trabajo se fueron diversificando, quizá, una de esas diversificaciones sean los molinos verticales.

El molino vertical su objetivo era el mismo que el horizontal, pero, en éste, la disposición de las ruedas es diferente, el movimiento vertical lo convierte en horizontal. Tiene un mástil con una rueda pequeña con pestañas que están en conexión con la jaula, las pestañas mueven los barrotes de la jaula que está situada en un mástil vertical que mueve las piedras.

A partir de la aparición del molino vertical el horizontal se dejó de usar. Para referirse a los molinos verticales se les denomina Aceña. En España entró entre los musulmanes y los cristianos, era una tecnología oriental que pasó a Europa por varias vías. Esto nos da pistas sobre los intercambios culturales. En los molinos verticales el problema no es la cantidad de agua que cayera, sino de lo acumulado en los depósitos que se creaban. Junto a los ríos nos encontramos el Calce, que sería un curso de agua artificial que llevaba el agua al molino. Se realizaban unas presas llamadas Pesqueras que desviaban el agua hacia el Calce. En ellos, además, se aprovechaba la pesca y se podía usar para el riego de algunas tierras, donde se solían hacer huertas. Los señores tendieron a controlar los molinos, pero también les había propiedad de comunidades rurales.

La fuerza hidráulica sirvió para otras actividades además de la molienda del grano, se usó como forma de bataneo de los paños e instrumentos metalúrgicos.

El bataneo de la lana, que era golpeada fuertemente una vez tejida. Para golpearla se usaba una rueda de paletas con un eje con pestañas que pasaban a unos martillos que golpeaban el paño. Los batanes era un aprovechamiento de la energía hidráulica. La industria textil no fue tanto una actividad de ciudad como pudo ser de campo, los campesinos usaban su tiempo libre en esta actividad que llegará al Verlag System. Hay una amplia industria textil que se realizaba en la ciudad. Un ejemplo lo encontraríamos en Tierra de Campos y

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en las tierras altas de la Rioja. Eran regiones rústicas que han producido textil casi hasta nuestros tiempos.

El Martinete de Navafría, que pasa por el río Cega, es una aceña que se usaba para el cobre. Ha funcionad hasta hace poco tiempo. El martinete se puede usar como herrería o molino ferrón. Tiene una rueda hidráulica que a través de unas pestañas transmite la fuerza a un martillo que cae rítmicamente sobre una lámina. Este martinete está ubicado en el medio rural, había que tener combustible y se situaba mejor en el campo. Esa tecnología ha servido para crear una actividad industrial en el campo.

2. Técnicas de aprovechamiento del suelo.

Las técnicas de aprovechamiento del suelo hacen que las tierras produzcan más y con mayor frecuencia. Esto deriva en el uso del sistema trienal y corresponde a una práctica de la plena Edad Media. El cultivo trienal consiste en que una parcela produce cosecha 2 de cada 3 años siguiendo este esquema:

Primer año Segundo año Tercer año

X + * X = Invierno

+ * X + = Primavera

* X + * = Barbecho

Los campesinos tenían que seguir un ritmo igual con una cooperación comunal Siguiendo un ritmo, una vez cosechado todo, podían entrar los ganados a pastar, ganados que pertenecían a la gente del pueblo. Había uso colectivo de los espacios durante una temporada, asegurando un equilibrio entre el uso agrícola y el ganadero. Se ayudaba a la reconstrucción del suelo, el ganado abonaba la tierra.

Este sistema tenía su origen en l plena Edad Media, fue una renovación que duró hasta la industrialización de la agricultura en los siglos XIX y XX.

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La proyección espacial de este sistema no se usó en toda Europa. No estuvo a disposición de todos, no eran igual de ricos los suelos en un lugar que en otro. La rotación trienal no fue universal, la Europa mediterránea no conoció la rotación trienal, aunque si que conoció una intensificación y generó formas de explotación más intensivas, pero no tanto como en la Europa del norte. La Europa mediterránea utilizó el año y vez o rotación bienal, cosecha un año de cada dos. Era un sistema menos productivo, pero también estaba adaptado a las posibilidades que el terreno ofrecía. En Castilla, a finales del siglo XI y durante el XII fue cuando empezó a oírse hablar de este sistema, antes del año 1080 no se conocía. En Escandinavia , Jutlandia, también se desarrolló el sistema de rotación bienal con algunas diferencias con la Europa mediterránea, en esos lugares reposaba sobre cultivo de primavera.

El sistema de rotación trienal corresponde, por tanto, a la Europa Atlántica, con un clima menos duro que n el norte europeo y no tan árido como en el sur europeo. La rotación trienal es una suma de las prácticas del norte y sur europeos, con unas condiciones ecológicas más favorables que en otras zonas.

Textos:

1. Explotaciones grandes que dependían de un monasterio cisterciense (Chaolis). Se desarrolla la rotación trienal. Un memorial donde el prior de la granja cuenta el desarrollo de los cultivos: Terrazgo = zona cultivada de la granja. Un terrazgo lo divide en 3 añojales (en aristas, también hojas de cultivo). El espacio que dedica a una función dentro de un terrazgo. Aparece una descripción de las tres hojas de cultivo. Hay una diferencia entre un añojal y otro, en torno a un 10%, habían dividido el espacio cultivable en tres zonas muy similares, un trabajo y una producción muy equilibrados.

Marcasque: momento que corresponde a una siembra y a una producción.

Iascuera: término latino, la zona de barbecho.

Añjal de cereales: es la parte de invierno, las siembras de invierno son las más productivas.

Un texto importante para hablar de la situación del occidente medieval en el siglo XIII. Una granja que era una gran explotación donde se desarrollaba la rotación trienal, una extensa zona controlada por un monasterio. Los monasterios cistercienses fueron unos bancos de pruebas de la rotación trienal, con un sistema que permitía realizar grandes explotaciones con un orden establecido.

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2. Habla de una zona atlántica, al sur del río Loira. Es un texto donde algunas personas deponen un juicio, un material muy rico. Un anciano da un testimonio sobre ciertas tierras que se disputan en el juicio, y cuenta la explotación de esas tierras, sus rendimientos, etc. Aparece una rotación trienal según el autor. Los cereales de invierno les da más valor, pero ¿no era una siembra cada tres años? Uno de cada tres años, cultivos al tercio; solamente hay rendimientos uno de cada tres años; siembra un año; erial o pastos dos años; trabajados tres años; barbecho para el año siguiente.

3. Rotación bienal y hojas de cultivo. La rotación bienal en Castilla, año y vez, se puede detectar en Zamora desde fines del siglo XI. Pero un sistema se relaciona con el conjunto de un terrazgo, no de una parcela. Este terrazgo del texto dependía de un monasterio cisterciense. El abad del monasterio dio un fuero a los habitantes de los pueblos donde recogía una cláusula que decía que todo el conjunto propiedad del abad y lo explotado por los habitantes estaba sometido a una explotación con sistema bienal. Eran campesinos solariegos que habitaban en solares del abad y debían pagar sus tributos al abad y, a la vez, recibían lotes de tierra para cultivar. El término de Fuella (hoja), una de las primeras manifestaciones de hoja en el sentido que usamos hoy. Cada campesino recibía una extensión de 20 cargas (27 hectáreas) cedidas por el monasterio, con dos espacios: uno próximo al río (vega) y otros de monte. El monte era una zona silvestre que, seguramente, eran zonas alejadas del río o eran zonas roturadas recientemente. Existían, por tanto, dos hojas de cultivo, a una misma hoja le correspondían terrenos de monte y de vega. Cada campesino recibía un lote semejante, cada campesino debía trabajar y producir en términos similares. Debían sembrar unas determinadas hectáreas de una hoja. Aquí los cistercienses disponían su propiedad en beneficio de la comunidad pero dando las pautas de cultivo. Los cistercienses no implantaron la rotación, pero al disciplina comunitaria si que la extendieron.

Técnicas de restauración del suelo.

De qué forma conseguir que las tierras sigan produciendo, que continúe el ciclo productivo de los cultivos. En la época medieval se usaban minerales, unas raíces a las que se llamaba Margas, las cuales se echaban sobre las hojas de cultivo cada 10-12 años. Eran muy ricas en carbonato cálcico, elemento importante para que crezcan los cereales. Esta operación era propia de zonas de la Europa Atlántica, pero no tuvo un desarrollo general.

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También se conocía el abono mineral y vegetal, espacios que eran sembrados para mejorar el suelo. Se enterraban algas para que se pudriesen. Abonos minerales, vegetales, animales representaban una parte reducida para la restauración del suelo. La mayoría de las tierras no podían ser abonadas, los ritmos de cultivo eran regulares lo que agotaba las tierras.

Qué otras formas había para reconstruir el suelo. Las técnicas de restauración del suelo se basaban, sobre todo, en el barbecho, un sistema utilizado en la rotación trienal y bienal. Ibn Wafid, participó en la escuela hispano-andaluza que fue dentro de la economía agraria (Escuela agrónoma hispano-andaluza).

Textos.

Texto 4: a) En este texto se mencionan los diferentes estiércoles y su categoría. También habla de cómo utilizar el estiércol para que tenga unos resultados buenos. Cada estiércol había que tratarlo de una manera determinada, necesitaba un tratamiento delicado. Los musulmanes compilaron unas experiencias muy antiguas del Medio Oriente, Aristóteles, etc., una fuente de experiencias con las que el Islam era un vehículo conector, utilizaban las experiencias anteriores. Una experiencia milenaria que se difundió gracias al Islam, gracias a su cultura aglomerada de diferentes partes. El agricultor debía regirse por una disciplina. Los estudios sobre la luna responden a la experiencia adquirida.

b) El texto parte de un ranking: qué tierras son buenas para determinados cultivos. El trigo requería las mejores tierras para su cultivo, cualquier tierra podía dar centeno. El término barbecho quiere decir que se realiza en verano. Para barbechar, la mejor época es la primavera (días y noches iguales). El barbecho se lleva a cabo con una reja grande, un trabajo en profundidad sobre el suelo. Altramuces = leguminosas: las leguminosas ejercen la síntesis del nitrógeno atmosférico, lo que contribuye al enriquecimiento del suelo (los minerales nitrogenados son importantes para el suelo). La experiencia llegó a percibir cosas como que el cultivo de las leguminosas servía para fertilizar el suelo. Se cultivaban en tierras de escasa calidad. La escuela agrónoma hispano-andaluza era la más importante de Europa.

Texto 5: a) Norte de Francia y sur de Bélgica, una parte de la Europa Atlántica, clima húmedo y rotación trienal. En la época alto-medieval la idea de regeneración del suelo se veía como una forma pasiva. Se cultivaba un año y se dejaba otro sin trabajarla para que se regenerase de nitrógeno. Da la

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impresión que se pasa de esta actitud a una más activa. Se trataba de activar el nitrógeno realizando unas labores determinadas en el suelo para reducir el tiempo entre siembra y siembra. Para ello había que incrementar el trabajo sobre los campos no sembrados, barbechar la tierra. Antes del siglo XIII no se puede hablar de un incremento de la productividad, no se practicaba el barbecho en la Europa Atlántica. El barbecho fue un elemento activador de la expansión agrícola, multiplicó los rendimientos agrícolas lo que era indispensable para el desarrollo.

b) En este texto aparece Aristóteles: tiene que haber una temperatura y una humedad en equilibrio para que la vida nazca y crezca. La arada es un elemento básico para acondicionar la tierra con la temperatura y humedad adecuadas. Abrir la tierra para que la lluvia juegue su papel, destripar los terrenos. La arada también sirve para sustituir el estiércol. El trabajo de la tierra de una forma determinada era un elemento fundamental para regenerar el suelo.

Monasterio de San Pedro de Cluny: Este lugar ocupa un lugar destacado en la historia religiosa de la Edad Media. También ha destacado su extensión económica, ya que llegó a ser como una multinacional con sucursales por el continente europeo, sus decisiones influían a escala continental.

Cómo se gestionaba unos centros cercanos a San Pedro de Cluny: estaba situado en la zona oriental de Francia, cerca del río Saona y de la localidad de Macon. Esta rodeado de unas zonas que daban los recursos necesarios al monasterio. Estos prioratos dependientes del central de Cluny proporcionaban carne, cereal, etc., para sostener a un grupo amplio, unos 300 monjes, además de a los invitados, pobres, peregrinos que pudiera haber. Había que asegurar, por lo menos, 500 bocas, para lo que era necesario una amplia disposición, no debían faltar recursos.

A mediados del siglo XII, cuando empezó a tener dificultades, se hicieron memoriales sobre la situación en esos momentos. Se trataba de asegurar el sistema. Parece que el memorial se escribió sobre 1150-1151. La distancia con estos prioratos no era amplia.

Destacamos el Priorato de Beaumont. En este lugar vemos que el prior no sólo contaba con sus recursos, además, usaba los de otros prioratos. Tenía corveas de los campesinos para trabajar sus tierras. Era una explotación trienal expresado en estas corveas de trabajo campesino, había barbecho, cereal de invierno y de primavera.

El priorato de Saint-Hippolyte. En este lugar los arados eran tirados por 6 bueyes, por lo que si tenían 5 arados, disponían de 30 bueyes como mínimo. Nos da la contabilidad de la cosecha, no habla de los rendimientos. Existe una

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continuidad en la siembra, se ven unos excedentes agrícolas. Además, aquí se habla de que se ha cosechado cebada, avena, cereales de primavera ambos, por lo que se practicaba un régimen de rotación trienal.

Decanía de Monberthaud. Aquí se nombran, además de bueyes, burros para otras ocupaciones. Los rendimientos parecen mayores, son terrenos que llevan una distancia de 80 Km. No nos dice si el suelo es igual, si ha habido pedrisco, etc., esto podía modificar los rendimientos, pero si que son llamativos esos rendimientos. Vemos que el trigo rinde menos que otros cereales como el centeno. En las pequeñas economías se ha consumido mucho más el centeno.

Hay multitud de funciones, corveas, etc., según el territorio. No todos los años son buenos o malos, depende del cereal, del suelo y del clima.

Decanía de Lourdon. Se ve aquí la siembra de habas, leguminosas, nos ofrece un elemento nuevo. Aparecen los cereales de ciclo corto (cebada y centeno). Las corveas eran obligatorias. En los trabajos del barbecho no hay sólo una labor, se podía hacer en varias veces.

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CODEX AQVILARENSIS

Cuadernos de Investigación del Monasterio de Santa María la Real

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FUNDACIÓN SANTA MARÍA LA REAL

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CENTRO DE ESTUDIOS DEL ROMÁNICO

Actas

I curso sobre la Península Ibérica y el Mediterráneo durante los siglos XI y XII (27-30 de julio de 1996).

Aguilar de Campoo (Palencia) Marzo 1998.

El mercado en la España Cristiana de los siglos XI y XII. Pascual Martínez Sopena, Universidad de Valladolid.

1. Consideraciones generales.

La actividad comercial es un fenómeno que se aloja en la entraña de la sociedad feudal de los siglos XI y XII, y su manifestación más común es el mercado de alcances modestos en cuanto a lo que oferta y a lo que demanda, que surte a una clientela del contorno y tiene su sede en núcleos no necesariamente grandes. G. Bois ha podido escribir que uno de los grandes elementos de la ruptura del año mil en el orden económico fue “la emergencia del fenómeno del mercado como mecanismo regulador de la economía”, lo que conllevó “una relación radicalmente nueva entre la ciudad y el campo”. La proliferación de centros de comercio que establecían una cercanía física del campesino al mercado y la aparición de espacios económicos locales muy estructurados, dotados de ferias y mercados, son sus síntomas más expresivos. De esta suerte, “crecimiento urbano y crecimiento rural se sostienen mutuamente”, aunque sea perceptible “el carácter asimétrico de la relación entre el campesino y el ciudadano”1.

No este un punto de vista compartido universalmente. Unas veces la imagen con que se presenta el comercio de esta época destaca las relaciones de larga distancia y la actividad de las metrópolis, en tanto otras se subraya que la ordenación económica concedía un papel poco relevante a los intercambios, cuya vitalidad dependió en todo caso de una clientela selecta de señores. La discusión de estos puntos de vista está presente en la historiografía española2, aunque la literatura sobre el tema sugiere una reflexión bastante obvia; tanto la extraordinaria lista de lugares de mercado como la constancia de intercambios de rango diverso o la reglamentación jurídica, indican un proceso de desarrollo del mercado que es paralelo al de las estructuras de poder feudales; en realidad, resulta plausible que, en un contexto de desarrollo económico general del que la España cristiana participa con características

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peculiares, los poderes sociales y políticos apoyaran las iniciativas comerciales y se beneficiasen de cuotas suplementarias en los provechos de la expansión gracias a ellas. Dentro de esta doble perspectiva cabe situar no sólo las abundantes concesiones de rentas y tiendas en los mercados a favor de grandes señores sino también los estímulos fiscales que en forma de exención de peajes, lezdas o portazgos se han otorgado al vecindario de numerosos lugares y a múltiples reuniones comerciales.

La peculiaridad por excelencia del desarrollo de los territorios cristianos en los siglos XI y XII es su relación con Islam. Al-Andalus constituye a la vez espacio y referencia para la expansión. La vertiente comercial de este presupuesto, admitido por lo común, es sintetizada por T. F. Glick en términos de historia comparada3. Según este autor, son visibles los paralelismos en el modelo evolutivo de los mercados (de los mercados rurales a los urbanos periódicos y permanentes, los mercados extramuros…), y el calco de las instituciones de control del mercado islámicas por los poderes cristianos –entre las que destacan las figuras de zabazoques y almotacenes-. Tras la conquista de ciudades por los cristianos, la permanencia física de los mercados urbanos, los azogues, testimonia lo que el autor llama la “hegemonía de los estilos urbanos islámicos”. En cuanto a la circulación comercial, las relaciones han sido estrechas; la estricta dependencia monetaria de la España cristiana respecto a Al-Andalus durante todo el período, y el intercambio desigual de productos (materias primas por productos elaborados, grosso modo), dan cuenta de sus condiciones globales. Sin duda, tal suma de proposiciones hace imprescindible considerar la influencia de Al-Andalus al estudiar el mercado en los territorios cristianos. Pero las realidades que se encierran dentro de este marco general aún están faltas de conocimiento sistemático. Así, raramente se ha analizado la persistencia o la transformación del ambiente del mercado en las ciudades andalusíes después de su conquista por los cristianos en esta época4. Por otra parte, las transferencias institucionales deben revisarse con cierto cuidado porque las filiaciones no resultan siempre evidentes5. La misma precaución hay que guardar ante ciertos topónimos, susceptibles de interpretarse como huellas de una red de zocos rurales que se habría desarrollado en la Península siguiendo el modelo norteafricano6.

En estudios previos he tenido ocasión de destacar ciertas características de la evolución del mercado en tierras castellanas entre los siglos X y XIII7. En un primer período, los centros de poder –sedes reales y condales, ciudades episcopales-, compartieron la función comercial con una nebulosa de mercados que se ubicaban en pasos de ríos y encrucijadas de caminos, que han podido originar aldeas y se hallaban en las cercanías de los castillos territoriales (y en todo caso bajo su control), a las que con cierta frecuencia ha acompañado el topónimo mercatello, sus derivados y algún otro8. En una etapa posterior este tipo de evidencias desaparece casi por completo. El mercado

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refuerza su papel en las ciudades tradicionales, al tiempo que pasa a vincularse particularmente con una amplia red de villas nuevas al norte del Duero, así como con las ciudades y villas que articulan la colonización todavía en curso al sur de este río, en las Extremaduras. Esto es, el mercado se urbaniza al mismo tiempo que también se urbanizan los diversos resortes del poder territorial. El fenómeno forma parte de un vigoroso proceso de reorganización del poblamiento a escala continental, del que nace una densa malla de núcleos que autores como Ch. Higounet y R. Hilton han denominado “pequeñas ciudades” o, muy expresivamente para nuestro objeto, “ciudades-mercado”. Como tantas de éstas, muchas de las villas castellanas son centros cuya población cabe estimar entre 800 y 1800 habitantes al filo del siglo XIII, y su mercado semanal alimenta las necesidades del contorno y estimula la actividad de un vecindario que comparte las actividades artesanales y las agrícolas. Con matices, ese contorno puede identificarse con el alfoz, un espacio de dimensiones muy variadas sobre el que se extiende su autoridad el concejo de la villa, y por el que se disemina un número de aldeas igualmente variable. Por lo demás, la actividad mercantil de las nuevas villas muestra su incardinación en la sociedad feudal desde aspectos muy diversos. Si las relaciones entre el monarca y sus grandes súbditos son un dato básico en el otorgamiento de mercados, al hablar de la dinámica de intercambios no se sabría prescindir de los productos de las economías señoriales (que llegan con frecuencia al mercado en condiciones privilegiadas), ni tampoco de sus ya aludidos y regulares beneficios sobre los ingresos fiscales.

Partiendo de estas consideraciones, el objetivo de este trabajo es indagar si los territorios del conjunto de la España cristiana presentan un umbral de homogeneidad y cuál es este. Para ello resulta conveniente comenzar por un balance de lo que sabemos sobre el mercado en los siglos XI y XII, donde he incluido los principales trabajos de que soy deudor para Castilla y los que he estimado más significativos de los demás espacios, antes de considerar los temas por donde un estudio comparativo puede ser más fructífero, o al menos resulta más evidente.

En todo caso, parece necesario ponderar nuestras fuentes a modo de última cuestión previa. Es u lugar común destacar las insuficiencias informativas de los siglos XI y XII, en concreto para lo que afecta al comercio. Por lo general, los fueros y cartas de población, seguidos a larga distancia por algunas relaciones de productos de los que se deriva el cobro de derechos (portazgos, lezdas) en determinado punto o puntos de una ruta, constituyen las principales fuentes sobre el mercado y el comercio. En relación con los textos forales y similares, se dispone de ediciones de casi todos los espacios que configuraban la España cristiana del período, si bien no todos reúnen las condiciones de la espléndida obra de J. Mª Font Rius sobre el espacio catalán, donde la edición cuidadosa de los textos se aúna con ilustraciones muy pertinentes sobre cada localidad y amplias reflexiones sobre

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la evolución general9. Estas precisiones tienen su razón de ser; noticias circunstanciales sobre un mercado o su carta de fundación no acreditan la perduración de las reuniones. Se hace preciso seguir su pista, lo que no siempre es fácil. En todo caso, las referencias indirectas sobre actividades comerciales, espacios de mercado, individuos y grupos dedicados a la actividad comercial, y cualquier otra que ilumine aspectos de la economía de intercambio, deben espigarse en la documentación, aunque los resultados no sean óptimos y los documentos no muestren la plasticidad que el investigador desea10. También se puede extraer provecho del tratamiento retrospectivo de datos actuales. algunos de los autores que se han dedicado al estudio del mercado con mayor fortuna –L. García de Valdeavellano, V. Rau, J. Vilà Valentí-, ofrecen páginas muy vívidas a través de las cuales se recrea el ambiente de los mercados y ferias de la Edad Media desde sus impresiones personales de los años 30 ó 40 de nuestro siglo11. Pero una identificación mecánica podría producir grandes errores aunque haya habido en la época medieval –y más concretamente en los siglos XI y XII-, una auténtica explosión del fenómeno.

II. Comercio y mercados en los estados cristianos peninsulares de los siglos XI y XII: Una reflexión sobre los métodos de análisis..

El estudio clásico sobre el mercado en Castilla y León sigue siendo el de L. García de Valdeavellano, más de 60 años después de su primera edición12. Se trataba, como el autor señala en sus primeras páginas, de un análisis del mercado medieval desde un punto de vista principalmente jurídico. En él se definió la triple escala del mercado (el azogue diario, el mercado semanal, la feria anual); se destacó que su concesión fue siempre una facultad regia la cual, en buena lógica, garantizaba la paz del mercado y la protección de los mercaderes al igual que establecía y gestionaba sus aspectos fiscales; en fin, esta obra ofrece páginas de interés sobre la regulación de las transacciones. El lector interesado sigue apreciando la voluntad de situar el mercado castellano-leonés en un contexto europeo, y de preguntarse por su asociación con el nacimiento y desarrollo de la ciudad. Para el autor y para otros grandes estudiosos de su época, esto casi equivalía a un estudio comparativo con las propuestas debatidas por la erudición alemana en el medio siglo precedente. Al menos, uno de los aspectos del problema le parecía claro: que la actividad mercantil no había desaparecido ni siquiera en los momentos más oscuros de la alta Edad Media peninsular; el contacto con el mundo andalusí y el empuje colonizador de los campesinos en el Valle del Duero habían obrado a favor de ello. Es visible, desde luego, la influencia del magisterio de Sánchez Albornoz en estas proposiciones. Muchas más dudas le suscitaba vincular el origen de la ciudad al mercado; en éste y otros terrenos, García de Valdeavellan fue consciente de la escasa literatura sobre la ciudad medieval hispana y postergó

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su respuesta, aunque no parece que pensase en una relación genética del mercado a la ciudad. La misma carencia le impedía, por otro lado, aventurarse en el terreno de lo que el mercado significó desde el punto de vista económico y de la evolución general, pero pinceladas sobre uno y otro aspecto se aprecian a lo largo de toda la obra.

En el año 1943 se publicó la primera versión del estudio de V. Rau13. Su objeto, las ferias medievales portuguesas, sólo abarca una parte de la problemática del mercado dentro de la triple división indicada por García de Valdeavellano. La alusión a este autor parece oportuna, su trabajo es el punto de referencia más inmediato de V. Rau, que comparte prácticamente todas sus conclusiones. Esto tiene el significado de mostrar que, hasta una fecha relativamente avanzada, no hay diferencias perceptibles entre la organización jurídica de la actividad comercial en Portugal y Castilla. La correspondencia va más allá del modelo normativo pues, como se advierte, “la economía medieval portuguesa formó un bloque afín con la de León y Castilla”. Pero al mismo tiempo, se aprecia que el fenómeno ferial no alcanza cierto volumen en Portugal hasta mediados del siglo XIII, es decir, en una época que ya queda fuera de nuestro horizonte y que contempló, simultáneamente, profundos cambios en la organización ferial castellana. De todas formas, el concepto de feria de V. Rau, que estima como tales todas aquellas que los documentos denominan así, mueve a reserva como habrá ocasión de comentar.

En 1975 se publicó en Sevilla la “segunda edición, corregida y puesta al día” del estudio de García de Valdeavellano. Aun incorporando algunas anotaciones puntuales, su contenido correspondía básicamente a la anterior. Esto da cuenta por sí solo de la escasa renovación del tema durante el lapso que media entre ambas fechas. No obstante, ese mismo año se publicaban las Actas del I Coloquio de Metodología Aplicada de las Ciencias Históricas, celebrado en Santiago de Compostela en 1973. Entre las colaboraciones incluidas en el volumen dedicado a la historia medieval, figuraba un llamativo estudio de J. Gautier Dalché14. No es ocioso indicar que el marco general de la reflexión es de naturaleza económica y social –“el sitio del mercado en el sistema feudal”-, y que el autor se beneficia de las adquisiciones de los estudiosos franceses de la economía rural y de las ciudades, así como de los análisis de historia regional. A todo ello añadió su profundo conocimiento del mundo urbano castellano-leonés, centro de sus preocupaciones desde mucho tiempo atrás15. Gautier Dalché distinguía dos fases en el comercio anterior al XIV. La primera abarcaría los siglos IX y X; adivinándose intercambios locales cuyo centro es el mercado urbano y, de modo más impreciso, contactos entre comunidades rurales, al tiempo que pudo existir una vinculación interregional (dependiente de los distintos ambientes ecológicos de la España cristiana, y de las relaciones con Al-Andalus)16. La segunda fase, iniciada con el siglo XI, se habría caracterizado por la multiplicación de polos comerciales y el aumento de la circulación monetaria, factores dominantes a

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los que se añaden el establecimiento de la fiscalidad real y el desarrollo de la trashumancia.

No debe olvidarse que el estudio de Gautier Dalché es una atinada reflexión sobre metodología, en cuyo marco se sugiere el análisis de una serie de temas17. Tuvo el gran valor de articular una propuesta de historia social y económica presidida por los problemas del comercio y el mercado. En las dos décadas que median desde su publicación, las posibilidades de conocer la organización, la articulación y la evolución mercantil se han enriquecido gracias a un buen número de estudios que las han enfocado desde la historia del mundo rural y urbano, desde el análisis regional, o considerando alguno de los temas monográficos para los que solicitaba atención (como es el caso de los impuestos de tránsito y de las ferias)18.

A diferencia de los territorios occidentales, no hay monografías específicas sobre el mercado de Navarra y Aragón durante esta época. Pero las ciudades y villas situadas entre los Pirineos y el Ebro Medio constituyeron objetos muy significativos del quehacer de J. M. Lacarra, que han servido de fermento a las reflexiones de otros autores, sobre todo respecto al corredor jacobeo y su contorno19. Más allá de este espacio, un profundo estudio de la región de Huesca desvela una problemática distinta: los cambios que se produjeron en las ciudades musulmanas conquistadas entre los últimos años del siglo XI y los primeros del XII20.

Por lo tanto, se dispone de análisis locales, regionales o temáticos que, partiendo del hecho urbano, permiten acercarse al mercado. La historia urbana de Navarra y Aragón se presenta dominada por dos grandes cuestiones: la primera, la rápida conquista que entre los años 1070 y 1120 llevó a los cristianos desde las montañas a las riberas del Ebro, poniendo en sus manos importantes ciudades musulmanas –Barbastro, Huesca, Tudela o Zaragoza-; la segunda, el fenómeno paralelo de establecimiento de villas y burgos por todo el territorio, con particular incidencia a lo largo del Camino de Santiago. A modo de puente entre ambas, resalta la importancia de la emigración franca, que nutrió la población de las nacientes villas y de las antiguas ciudades musulmanas con artesanos y comerciantes.

J. Vilà Valentí aportó, a fines de los años 40, un trabajo clásico de la historiografía catalana21. Su rasgo más significativo es que se pregunta por el papel del mercado medieval en las transformaciones del poblamiento; esto le lleva principalmente a constatar la general celebración de reuniones semanales desde el siglo XI y a analizar las áreas de influencia, el emplazamiento y la situación de los mercados catalanes, todo ello a base de abundante material que J. Balari había recogido medio siglo antes sobre éste y otros muchos aspectos de la Cataluña medieval22. Es, por tanto, un trabajo de geografía histórica, lo que abre una nueva perspectiva sobre el tema.

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Posiblemente el estudio más sugerente sobre el conjunto de la vida comercial sea el de P. Bonnassie. Publicada a mediados de los años 70, la tesis de Bonnassie es uno de los grandes hitos del análisis histórico-regional. Esto es, no se trata de un trabajo específico sobre el comercio, sino de una visión general de los problemas de la sociedad catalana desde mediados del siglo X a fines del siglo XI. Pero, en realidad, son muchas las páginas que se refieren a la dinámica de los intercambios y muchas más las que sitúan el mercado ene l contexto que hace inteligible su significado23.

Si Gautier Dalché había reflexionado con agudeza sobre las posibilidades que el análisis regional ofrecía para el estudio del comercio, no cabe duda de que un gran ejemplo de cómo realizarlo es el estudio de P. Bonnassie. El movimiento del mercado se alimentó con los avances de la producción agraria y el aflujo del oro de Al-Andalus, que en la transición del siglo X al XI llega gracias al concurso de una singular “mano de obra” (los mercenarios que combaten primero al servicio del califa y luego de las facciones en pugna por el poder), y, más tarde, con las parias. Cuando el sistema de parias se vino abajo a fines del siglo XI, el movimiento de la economía catalana había alcanzad unos niveles que frenaron los efectos del fatal descenso de entradas de oro. Estos puntos de vista encuadran la geografía de mercados y de intercambios, el progreso de la urbanización y el esbozo de los sectores sociales que participan del comercio.

Los trabajos de Vilà Valentí y de P. Bonnassie –junto con el ya citado de Font Rius-, proporcionan una lista de varias decenas de mercados durante estos dos siglos. Es evidente que los mercados catalanes aumentaron en número con el correr del tiempo. La conquista de la Cataluña Nueva tuvo que ver mucho en ello, al menos desde dos puntos de vista: si los castillos de frontera se dotaban de mercados a fines del siglo XI, el gran avance que se produjo en los años medios del XII incorporó dos importantes ciudades musulmanas que tenían una fuerte tradición comercial, Tortosa y Lérida, al tiempo que propiciaba la fundación de nuevas villas en los territorios adquiridos o asegurados. Sin embargo, sería erróneo valorar sólo el incremento del número de mercados al compás de las conquistas y de las iniciativas pobladoras; un proceso de centralización parece haberse operado paralelamente, orientado por un cierto principio de monopolio.

III. Reflexiones sobre la urbanización del mercado en el siglo XII.

En las páginas inmediatas se plantea que el mercado del siglo XII es indisociable del proceso de urbanización que se percibe en toda la España cristiana y de políticas favorables a las actividades comerciales. Dentro de estas coordenadas se han abierto pao los criterios de ordenación espacial y

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temporal de los mercados, cuya dinámica ha originado una particular conflictividad. Si la amplitud del tema ha aconsejado centrar las observaciones en un sector testimonio, el mercado semanal que influye sobre un espacio concreto, no se ha prescindido de las relaciones de mayor envergadura que aparecen como un dato estructural en este período. Definir, proteger y articular los mercados son, en resumen, los conceptos que presiden estas reflexiones.

La larga nómina de mercados que se registran en Cataluña en los siglos X y XI y su ubicación tanto en pequeños lugares como en ciudades episcopales proporcionan una imagen difusa del mercado alto-medieval que guarda relación con lo que al principio se señalaba respecto al territorio castellano-leonés. Del mismo modo, la evolución posterior mantiene un notable paralelismo, como se aprecia tempranamente en Vilafranca de Conflent, Vilafranca del Penedés, que están entre los testimonios más antiguos de una larga serie de fundaciones de villas-mercado que extendida tanto por los territorios de la Cataluña Vieja como por aquellos que, ganados a lo largo del siglo XII, constituirán la Cataluña Nueva24.

No obstante, y del mismo modo que sucedió en los territorios occidentales, hay otras villas como Perpiñán que no son fundaciones en sentido estricto, sino poblados que existían ya en la Alta Edad Media; es desde comienzos del siglo XII que su asiento en zonas llanas y en puntos bien comunicados les proporcionó dos elementos básicos para que se desarrollaran como centros de mercado, atrayendo una población que abandonaba los hábitat en altura. Resulta todavía complicao diferenciar cualquiera de estas dos vertientes de una tercera, las aglomeraciones nacidas al pie de castillos –como Sabadell, inmediato al castillo de Arraona-, cuyo núcleo básico es el mercadal. A la postre –y a diferencia de Castilla, donde los mercadiellos de época anterior se esfuman y el vocablo no renueva su contenido más ocasionalmente-, bajo este término se significa un polo de dinamismo urbano que tendrá su asiento en cualquier ciudad o villa catalana. En el otro extremo de la Península, el modelo de aglomeraciones surgidas a la sombra de un antiguo centro fortificado (y también de un prestigioso monasterio), se concreta en Guimarâes, cuyo expresivo fuero de población de 1096 incide particularmente en las cuestiones de mercado25.

En Aragón, la comarca de Huesca ofrece sus perspectivas propias. Un primer aspecto, ya indicado, es el de l integración de la nueva ciudad cristiana en la sociedad feudal. Desde el punto de vista mercantil parece relevante cómo Pedro I distribuyó de inmediato una parte de las tiendas y de lo provechos de la lezda de Huesca, en lo que es un buen ejemplo de la habitual participación de los poderosos en los rendimientos del comercio, una actividad que vivificarán en adelante los contingentes de “francos” que se instalaron al conjunto del enriquecimiento del reino26. Por lo demás, la

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ocupación cristiana transformó las estructuras del poblamiento rural del contorno oscense y, entre otras cosas, dio lugar a la aparición de algunas villas nuevas a lo largo del siglo XII. Almudévar es una de ellas; en 1170, Alfonso II otorgaba la carta de población donde se establecían sus términos y se fijaba la celebración de un mercado los miércoles de cada semana. El rey confirmaría el texto catorce años más tarde, incluyendo la previsión de asentar 300 pobladores en la villa27. Este cálculo, similar a los que por los mismos tiempos se hacían en Castilla para iniciativas semejantes, conforta el umbral de homogeneidad de las diferentes políticas de urbanización28.

La creación de unas condiciones que facilitasen el tráfico, que en definitiva animasen la circulación comercial, pasa por las distintas instancias. A fines del siglo XI se observa particularmente el reconocimiento de un derecho de los mercaderes a traficar sin problemas. Las prohibiciones impuestas por Alfonso VI a los tenentes del castillo de Autares, que abusaban de los transeúntes por ese tramo del Camino de Santiago datan de 1072, y tienen un eco inmediato en las normas de protección mercantil que poco después dictó Raimundo de Borgoña, conde Galicia, a instancias de los mercaderes de Santiago y Lugo, que datan de 1095 y 1106 respectivamente29. El mercader tiende a ser diferenciado a significarse como grupo, y del hecho se advierten otros síntomas aún anteriores en Cataluña: Redactada entre 1041 y 1075, la noticia de las obligaciones que debe los habitantes de Sanaüja al obispo de Urgel equipara a los mercaderes con los clérigos, los caballeros y los bailes, los oficiales señoriales, al eximir a todos de las cargas banales que pesan sobre el común30. Conforme pasa el tiempo, este tipo de situaciones se amplía. En particular, a través de as exenciones de impuestos de tráfico (portazgos o leudas) que benefician a los traficantes de gran número de villas en determinados recorridos o, incluso, en todo el ámbito de un reino31.

Al mismo tiempo que se definía a quienes comerciaban, se ha producido una definición de los marcos de comercio en el espacio y en el tiempo. Dicho de otra manera, se ha asegurado que las nuevas villas pudieran cumplir con su función como mercados. Desde el punto de vista de la ordenación espacial, Vilafranca de Conflent ofrece un primer testimonio, pues su carta de fundación establecía que en un amplio espacio –calculado en un centenar de kilómetros-, no hubiera otro mercado salvo el de Ix, a la sazón capital del condado de Cerdaña. A poco, una medida similar se aplicó a favor de Campodrón, y más tarde disfrutaron de ella otros centros –Gerona (1160) pero también la modesta localidad de Báscara (1187)-32.La prohibición de que dentro de un radio determinado existan otros mercados ha debido suponer la supresión de algunos de la época anterior y ha contribuido a dar un nuevo aspecto a la red comercial.

Otro aspecto de las tendencias monopolizadoras dentro de un área ha sido la supresión de una determinada sede en beneficio de otra. Si Puigcerdà,

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una villa fundada en torno a 1178, fue la “heredera natural” de Ix, la citada capital condal de la Cerdaña, lo que conllevo que su mercado se trasfiriese al nuevo emplazamiento33, el caso de Sahagún un siglo antes no tuvo el mismo cariz. En 1093, el abad del famoso cenobio benedictino obtuvo de Alfonso VI que el mercado que se venía celebrando en Grajal de Campos, unos kilómetros al sur, fuese trasladado a la villa que nacía alrededor del monasterio favorito del rey. Este hecho sirvió para consolidar el destino de la villa, centro de los intercambios en un vasto tramo del Camino de Santiago y también entre las regiones del piedemonte cantábrico y el corazón de la meseta, aunque motivó un largo contencioso con el vecindario de la villa despojada de su función comercial, y a la postre reducida a mero núcleo rural34.

Pero el establecimiento del área de irradiación de los mercados en los territorios castellano-leoneses ofrece otros hechos de interés, que guardan una relación estrecha con los espacios adjudicados a las villas como ámbitos jurisdiccionales. El fuero de León, por ejemplo, establece que los habitantes de un extenso territorio, identificable con el alfoz de la ciudad, están obligados a participar en las tareas de mantenimiento y defensa de los muros de la ciudad, a cambio de lo cual quedan exentos del pago de portazgo en su mercado. Este principio también debió regir en el territorio de Astorga y, desde luego, se hace patente en otros de los fueros derivados de León o en la aplicación práctica por parte de otros concejos de villas leonesas (los de Benavente, Mansilla de las Mulas, Castroverde de Campos, Puebla de Sanabria y Laguna de Negrillos). Un punto de vista semejante queda recogido, además, en el fuero de Miranda de Ebro. Las villas de Extremadura, por su parte, parecen monopolizar desde sus orígenes la función del mercado dentro de sus extensos distritos. Aunque, dada la extensión de algunos de ellos, resulta difícil imaginar que no existieron desde el principio centros secundarios dentro de algunas de las tierras35.

En sentido complementario, los mercados de ciertas localidades han podido ser apoyados por medidas más concretas, incluso discriminatorias, que tienen en la elevación de ciertas vías de tránsito a oficiales su expresión más caracterizada. Como frecuentemente aparecen en fueros locales, no cabe duda sobre su finalidad de apoyo a la población beneficiada del fuero. Mientras Miranda de Ebro obtuvo el privilegio de que todas las mercancías que viniesen de Álava pasaran por su puente, el fuero de Almudévar establecía con nitidez que el único camino autorizado para transitar de Huesca a Zaragoza era el que pasaba por el lugar, la llamadaVialada36 y Colliure se convirtió en etapa de todas las mercancías que iban hacia el puerto de la Clusa, según su carta de franquicias37. De forma sutil, la ruta de Burgos a Palencia vino a definirse a principios del siglo XIII, cuando Fernando III declaró exentos de portazgo a los vecinos de Burgos que transitaran por Muñó, Palenzuela (una villa de mercado) y Torquemada38.

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De todas formas, terminaría por ser simplista el concebir una actividad comercial estrictamente acorde a las condiciones de un monopolio legal. Parece más verosímil pensar que hubo centros dotados de una influencia que sobrepasaba el marco de su alfoz y el de los privilegios ajenos. De hecho, esta cuestión sirve para introducir la idea de una articulación en el tiempo.

Esta articulación se basa en el principio de concordancia entre las fechas de los mercados próximos, que se escalonan en el tiempo con el fin de optimizar las posibilidades de cada uno. La reglamentación del de Pamplona en 1087, tal vez confirmando disposiciones anteriores, muestra la coexistencia de reuniones comerciales en la ciudad y en su contorno, aunque subraya su jerarquía a favor del centro urbano39. No siempre ha ocurrido así, y los problemas sobrevenidos dan cuenta de hasta qué punto un mercado puede ser motivo de violentas querellas. Así aconteció hacia 1128 cuando el conde Ponç Hug de Ampurias decidió establecer en su villa de Castelló un mercado que se celebraría los sábados, el mismo día en que la villa de Perelada lo hacía desde algún tiempo antes. El señor de esta última, que era el vizconde de Ampurias, solicitó la ayuda de Ramón Berenguer III de Barcelona, que derrotó y apresó al conde, obligándole a suprimir su mercado, a pagar un fuerte rescate y a permitir el comercio de los barceloneses en condiciones privilegiadas. Parece evidente que junto a la concurrencia de ambos mercados entraron en juego otras cuestiones40. Pero la concordancia entre mercados próximos poseía una fuerte lógica y no siempre manifestó de forma tan intempestiva41. Cuando en 1123 la infanta Teresa de Portugal estableció el mercado de Orense, se cuidó bien acomodarlo a las fechas del que ya se venía celebrando en Allariz42, y el mismo principio regía en 1203, cuando el rey Alfonso VIII de Castilla fijó que los tres únicos mercados autorizados en la Bureba –los de Oña, Pancorbo y Frías-, se celebrarían respectivamente los lunes, jueves y sábados… Estos son algunos testimonios explícitos. Pero no son los únicos. En el supuesto de que se pudiese cartografiar la periodicidad de los mercados en un período determinado (lo cual no es imposible incluso a escala de grandes espacios), la imagen resultante podría ser expresiva de la existencia tanto de redes regionales como de una cierta jerarquización interna43.

La periodicidad del mercado ofrece otras reflexiones. En principio, la fórmula semanal parece la corriente. Pero no en todas las regiones se presenta así. En Galicia, las referencias más antiguas de los mercados de Lugo, Orense y Allariz indican una celebración mensual. Más adelante, la fundación de otros mercados sigue atestiguando lo mismo; por ejemplo, la ciudad episcopal de Mondoñedo, done se distingue el mercado mensual de la feria anual (1156), y Lobeira (1228), que tiene la particularidad contraria de hacer sinónimo el concepto de mercado y feria44. Esta serie de hechos, por otra parte, mueven a reflexionar sobre el panorama expuesto por Virginia Rau a propósito de Portugal. De acuerdo con la frecuencia que atribuyó a las celebraciones coetáneas (la feria de Ponte de Lima, mencionada en 1125, tenía

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una periodicidad quincenal, y la de Melgaço, existente en los años 1180, era mensual), y pese al uso del término, no parecen ser ferias en el sentido habitual de esta palabra; sería preferible considerar tales manifestaciones como mercados quincenales o mensuales. Galicia, tan próxima por cuestiones diversas, proporciona un buen argumento.

En la medida que sirve para regular las corrientes de comercio, la secuenciación de los mercados que apoya genéricamente al mercado local. Pero hay otras medidas más específicas de hacerlo: la reserva para los comerciantes locales de la venta al por menor –que vulgarmente se llama tai, como dirá n expresivo documento de Vic-. En 1138, los burgueses de Vic obtenían del obispo señor una carta que, al mismo tiempo que mostraba la presencia de mercaderes extranjeros en su mercado a la búsqueda del colorante quermés, imponía a éstos ciertas trabas de funcionamiento: sólo podrían las piezas de tela enteras, reservándose los comerciantes locales la venta por menudo45. Esto no sólo aseguraba a los mercaderes locales una mejor competitividad en la venta de tejidos propios, sino que, además, los convertía en intermediarios de la venta de tela s foráneas -ellos comprarían las piezas enteras para venderlas luego troceadas-. Este tipo de medidas tuvo su paralelo en las regiones occidentales, como muestra una de las concesiones hechas por el rey Fernando II a los burgueses de Lugo46. Estas medidas han podido eventualmente complementarse con otras; la carta de franquicias de Puigcerdà prohíbe además a cualquier negociante foráneo que puede disponer de puesto de venta (tabula), en el mercado de la villa47.

Pero la protección del mercado puede todavía tener otras manifestaciones que, sin lugar a dudas, se alejan del proteccionismo local para entrar en la clave de los conflictos sociales. En 1187, el conjunto de vecinos moradores del burgo de San Cernín de Pamplona se comprometían a no enseñar ninguno de los oficios a una larga relación a ningún navarro, bajo la pena de ser expulsado del Burgo quien lo hiciera48. Es evidente que tal compromiso es una medida significativa del clima de enfrentamiento interétnico que presidía las relaciones entre las distintas entidades que configuraban Pamplona –de hecho, entidades independientes-. Si lo analizamos desde el punto de vista de la función que el Burgo de San Cermín cumplía en el conjunto –era el núcleo artesanal y mercantil por excelencia-, quizá fuese también la defensa del monopolio de unas “artes” que, precisamente en las últimas décadas del siglo XII, comenzaban a verse amenazadas por la política de los monarcas navarros, donde se conjugaba el fomento de nuevos burgos con el final de las cláusulas de exclusividad para los francos en ellos.

Como se ha señalado incidentalmente con relación a Sahagún o a Vic, intercambios desbordan el cuadro local y comarcal. Puede hablarse de una integración de las corrientes comerciales de la que se perciben manifestaciones muy diversas. Ya se ha aludido a una de ellas, la protección

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de los comerciantes; el documento de exención del peaje del castillo de Autares (1072), precede a otros del noroeste hispano referidos a Santiago de Compostela y Lugo. Estos testimonios, por otro lado, nos ponen en contacto con la significación del Camino de Santiago como vía de intercambios múltiples.

En efecto, en la España de los siglos XI y XII el protagonismo del Camino de Santiago es un hecho sin parangón. Camino de peregrinación, el comercio ha estado asociado a él desde el principio. Los peajes de Jaca y Pamplona de fines del siglo XI aluden sin ambages a la propia función comercial que desarrollan los peregrinos49. Más tarde, el relato del monje Hermann transmite la misma idea; los comerciantes no sólo utilizan el Camino, sino que el final de su trayecto, el emporio de Compostela, es el lugar más adecuado para dirigirse hacia la España musulmana para comerciar.

¿Qué función cabe dar al Camino? La más evidente es la de transporte de mercancías a lo largo del corredor. Sobre la vitalidad de este hecho hay elementos muy sugeridores: La Primera Crónica de Sahagún y laHistoria Compostelana hacen comentarios sobre los vínculos y la comunicación entre los habitantes de villas y ciudades del Camino. Es fácil pensar que los contactos entre los burgueses no sólo se han producido en función de los conflictos que ensangrentaron el primer tercio del siglo XII. Desde luego, la antroponimia del Camino en el siglo XII revela hasta que punto han sido frecuentes los desplazamientos de personas originarias de unos núcleos de la ruta a otros.

Pero, además de esto, el Camino de Santiago ha polarizado los contactos norte-sur. No nos referimos ahora a los comerciantes que se dirigen a las tierras musulmanas, sino de los contactos entre las dos grandes áreas ecológicas de la Península, la Iberia húmeda y la seca. La primera serie de ferias del occidente hispano se apoya de una forma decidida sobre el Camino; en efecto, es allí donde se sitúa las riojanas de Belorado (116) y Santo Domingo de la Calzada (antes de 1210), y las de Sahagún (1155) y Carrión (1169). Al Sur y al Norte del Camino –terminando de abrazar la gran reserva de producción de granos que es la Tierra de Campos, se emplazan las de Valladolid (1152), Palencia (antes de 1154) y Padilla (en las cercanías de Villadiego, antes de 1185). A cambio del grano y del vino de las tierras llanas, las periferias montañosas aportan los productos del bosque y del mar, como empieza a acreditarse en este momento. La expansión del siglo XII ha potenciado otros contactos interregionales. Según un documento de portazgo del último cuarto del siglo, las gentes de Valladolid, Arévalo, Medina del Campo, Ávila y Segovia comercian usualmente en la región de Uclés, sobre el Tajo, que se halla enclavada en otra gran área de ferias50. Resulta plausible considerar su papel de intermediarios entre el circuito septentrional y el meridional.

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La conquista, por otro lado, ha puesto bajo control cristiano todo el curso del Ebro. La significación comercial que esto tuvo en la segunda mitad del siglo XII no es parcialmente conocida gracias a un arancel de peaje que señala las etapas desde Tortosa a Tudela51, aunque la información se ciñe sólo a los productos de importación –desde Al Andalus y el Moghreb-. Por otra parte, la navegación fluvial en el Ebro alcanzaba, por lo menos, hasta Varea, junto a Logroño y el Camino de Santiago.

Dentro de los territorios orientales, Cataluña poseía una amplia red de ferias. Es en Seo de Urgel donde se documenta (1048) la instauración de la más antigua de las ferias peninsulares52; pero el fenómeno ferial es sobre todo un hecho del siglo XII avanzado. Por otra parte, en esta misma época es cuando se dan pasos singulares en la integración comercial del oriente hispano. Dos hechos pueden bastar para acreditarlo: de una parte, que Barcelona comience a importar grano de otras zonas de Cataluña53; de otra, claramente vinculada con las nuevas circunstancias políticas, que algunos de los fueros aragoneses del siglo XII avanzado ya no sólo hagan exentos a los vecinos del pago de impuestos de tránsito en el reino, sino también hasta Cervera, en medio del camino principal que conduce desde Barcelona a Zaragoza54.

Tras presentar este panorama, donde los elementos descriptivos tienen un gran papel, la impresión dominante es que hay por delante una gran tarea de análisis sistemáticos. Para ese fin, la utilización de métodos comparativos ofrece una perspectiva del mayor interés, en la medida que resalta los elementos comunes y las diferencias específicas entre los territorios de la España cristiana y permite conceptuar mejor ciertas realidades. No obstante, parece bien asentado que, en general, el mercado y el proceso de urbanización en la Plena Edad Media estuvieron estrechamente relacionados y que los decenios de transición entre los siglos XI y XII –sobre los que hemos visto encabalgados muchos de los datos más expresivos-, constituyen una verdadera charnela entre dos épocas.

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EL CAMINO DE SANTIAGO Y LA ARTICULACIÓN DEL ESPACIO HISPÁNICO. Gobierno de Navarra. Departamento de Educación y Cultura. Pamplona, 1994. XX Semana de Estudios Medievales, Estella, 26 a 30 de julio de 1993.

El Camino de Santiago y la articulación del espacio en Tierra de Campos y León. Pascual Martínez Sopena.

El significado del Camino de Santiago como elemento activo de la organización del espacio es un hecho que viene siendo destacado en la historiografía, de tal modo que en una región como el bierzo ha sido estimando clave de la evolución del poblamiento55. No han faltado reflexiones de orden más general en momentos recientes56. En tal sentido, se ha recordado la caracterización de urbes y civitates, villas y burgos con que Aymeric Picaud designa y jerarquiza a los núcleos más significativos del recorrido en su Guía. Sobre esta red de centros, muchos de los cuales aparecieron desde

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fines del siglo XI, se articuló un comercio de larga distancia. El fenómeno, sin embargo, sería pasajero; desde mediados del siglo XII ninguno habría tenido otra significación que la de polarizar el campo circunvecino. En adelante, tal área no debía rebasar la del contorno donde se proyectó un control territorial que los concejos de villas y ciudades adquirieron a lo largo de esta centuria.

El objeto del trabajo es reflexionar sobre estos problemas en relación con un amplio tramo de Camino que delimitan el Pisuerga al este y el Puerto del Cebreiro al oeste, es decir, sobre los territorios de Campos y de León (fig. 1), que el autor de la Guía del Peregrino diferenciaba como lo hacían los documentos de principios del siglo XII. En ello hallaba una serie de centros –Carrión, Sahagún, León y Astorga-, que le merecieron consideraciones especiales, entre los que se intercalaban otros de carácter secundario como Mansilla o Villafranca del Bierzo, Frómista y Rabanal. No eran, desde luego, todos los que un viajero coetáneo hubiera encontrado a la vera del Camino, aunque sí los más significativos.

Tres perspectivas centrarán este acercamiento a la articulación de un vasto espacio regional: la identificación del Camino, la reorganización del poblamiento y del territorio en torno al corredor, y la afluencia económica que ejerció.

La obra de Aymeric Picaud ocupa, también, un momento central en la cronología que se ha adoptado, particularmente situada entre los años 1030 y 1260. Sin embargo, ciertos aspectos no podrían explicarse mínimamente dentro de este período. Por ello, no se ha desdeñado utilizar contextos más amplios. Acercarse a la percepción del Camino como un trayecto específico implica hacer referencia a las vías antiguas que cruzaban la región. Por el contrario, intentar aprehender su significado económico dentro del área supone no perder de vista circunstancias muy duraderas que se extienden hasta épocas modernas.

I. La percepción del Camino de Santiago como eje viario.

No parece discutible la importancia que en la fijación del Camino de Santiago ha tenido la época de Alfonso VI. A escala regional, los primeros testimonios de una ruta que conduce a Santiago se recogen entre los años 1072 y 1093, tanto en el Bierzo (Autares, Villamoratiel de las Matas, Villovieco)57. Desde estos momentos e indistintamente, se usan dos términos principales para definirla, strata y camino, en que se puede apreciar una voz culta latina y otra popular romance, como casi un siglo más tarde, en 1168, se subrayará con palabras de Fernando II de León: “…stratam publicam que vulgo dicitur Caminum…”58. Para entonces ya se han adoptado otros

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calificativos que enriquecen en sentido descriptivo la denominación de la ruta, entendida como via peregrinorum o camino francisco, de donde deriva el término tradicional de “camino francés”59.

1. El Camino de Santiago y las vías antiguas.

Con independencia de que a partir de fines del siglo XI se identifique con el nombre del apóstol, esta ruta tiene una larga tradición. Desde luego, la existencia de una corriente previa y compleja se pone de relieve cuando Alfonso VI prohíbe al castellano de Autares el abusivo cobro de portazgos; como refiere el monarca, por allí transitan peregrinos y negociantes, hispanos y extranjeros, desde los tiempos de sus antecesores60. Pero quizá sea en Sahagún donde el fenómeno se percibe de forma más clara. Desde sus orígenes, el monasterio de los Santos Facundo y Primitivo parece estimar su asentamiento “secus strata” como una de sus referencias básicas. Esta fórmula adopta distintas variantes durante los siglos X y XI, que insisten sobre la antigüedad de su factura (“…strata que fuit ab antiqus fundata”, “…strata antiquo opere fundata”), su carácter público y su difuso origen en el este (“…strata puplica currens de Oriente…”)61. Todas ellas carecen de referencias jacobeas, pero subrayan la importancia de la ruta.

Tenindo en cuenta esta perspectiva, la formación del Camino de Santiago se relaciona con algunas de las vías romanas de la región. Desde Carrión a Castroventosa, la coincidencia entre civitates y mansionesantiguas on diversas de las etapas o con simples puntos de paso del Camino va pautando el hecho62. Pero que los núcleos más importantes del recorrido y otros de los menores coincidan con una antigua vía no significa que el Camino se haya adecuado simplemente a un trazado previo –aunque esto pudo suceder en el tramo Carrión- Sahagún. En primer lugar, porque en la región leonesa existían diferentes vías romanas en dirección este-oeste (lo que ha supuesto a la larga la elección de unas u otras), y en segundo término porque cualquiera de las antiguas vías fue puntualmente desechada en beneficio de nuevas soluciones.

De este modo, el tramo de vía antigua que desde Calzada del Coto, cerca de Sahagún, alcanzaba el Esla al norte de Mansilla de las Mulas, parece haber sido postergado en beneficio de una ruta paralela a través de Bercianos, El Burgo de Ranero y la propia Mansilla. El paso por León benefició a una de las rutas descritas en el Itinerario de Antonino en detrimento de otra que discurría más al sur, la importante calzada de Astorga a Burdeos. En la entrada al bierzo por el puerto de Foncebadón, el descenso por Manjarín y Molinaseca debe haberse impuesto al que seguía la antigua calzada romana a través de Las Tejedas.

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Estas acomodaciones no parecen haberse producido en tiempos lejanos a la concreción del Camino. Resultan más bien producto de la propia dinámica de los siglos XI y XII y hacen pensar en una etapa de tanteos, cuyas circunstancias no conocemos por completo, aunque la observación de los casos concretos puede arrojar cierta luz63. En cualquier circunstancia, la conformación definitiva de la ruta principal está estrechamente asociada a la erección de puentes y a la difusión del proceso urbanizador, elementos difícilmente separables según se aprecia con la construcción del puente de Quintanilla, en torno al cual germinará Ponferrada, o con la del puente de Carrión, que articula el desarrollo de los dos núcleos de la villa64.

2. El Camino de Santiago y las rutas transversales.

Durante gran parte de su recorrido por Tierra de Campos y León, el Camino de Santiago discurre sensiblemente paralelo a la línea de montañas cantábricas y a la línea del Duero. Esto significa que las numerosas corrientes nacidas en la Cordillera o en los páramos altos cruzan el camino antes de entregar su caudal al gran río de la Meseta. Los valles que han abierto constituyen una serie de vías de comunicación perpendiculares al Camino, que se convierte en la espina dorsal de un gran área.

Sólo conocemos de modo parcial la formalización de esta red de comunicaciones. Al mismo tiempo que la strata comparece en los documentos lo hacen otras rutas transversales que ascienden desde el suroeste, lacarrera Ceana y la carrera Zamorana, que siguen respectivamente los valles del Cea y del Valderaduey, reuniéndose en el punto donde el interfluvio es más estrecho –esto es, en las cercanías de Sahagún-, y continuando al menos hasta Cea, el núcleo condal del siglo X65. En esta misma centuria, y sin perder de vista al monasterio de Domnos Sanctos, la falta de referencias explícitas sobre vías de comunicación hacia el norte se suple con otro hecho: la existencia de un circuito de trashumancia que hace etapa a lo largo de los valles en su ir y venir anual desde las montañas al páramo. Con independencia de su sentido económico –e incluso de que pueda ser un recorrido privado-, este tipo de actividad debió ser compartido por otros grandes propietarios de ganados del siglo X, de forma que cristalizase una red de vías en sentido norte-sur de significado polivalente66.

Sería interesante conocer la vinculación que estas corrientes o algunas de ellas han podido tener en la vitalización de rutas de mayor alcance. En la segunda mitad del siglo XII, la identificación de la Quinea o calciata Quinea en dos puntos tan distantes como el Bajo Porma, junto a León, y la Transierra leonesa indica el uso de una gran ruta hacia la España Sur-occidental –que posee también una visible tradición romana. El conjunto de

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los datos antes expuestos- a los que se añade la existencia de otras vías que comunican su hipotético trazado con el Camino de Santiago, siendo el caso más específico la carrera de Benavente a Astorga, le dan un aspecto arborescente, al menos en su sector septentrional67. En otro orden de cosas, el siglo XII ve desarrollarse a lo largo de ellas formas de protección semejantes a las que se multiplican, en forma de hospitales, a lo largo del Camino de Santiago68

II. Las nuevas formas de poblamiento y la articulación territorial.

El Camino de Santiago representa un impulso urbanizador decisivo en los reinos cristianos del noroeste peninsular. A lo largo del Camino se multiplican los burgos asociados a puentes de antigua factura o construidos en este momento, pero también a las puertas de antiguos monasterios y, desde luego, alrededor de algunas de las urbes alto-medievales. Casos como los de Ponferrada, Sahagún o León, todos ellos bien conocidos, lo atestiguan.

¿En qué medida este proceso supone una relativa ruptura con formas de organización del espacio a escala local y territorial que parecen heredadas de la Alta Edad Media? A riesgo de simplificar las cosas excesivamente, se puede plantear como la oposición entre el burgo y el castro. El resultado de esta oposición puede resumirse en un triunfo de los burgos, hecho con todo muy matizable. El dato tiene una profunda trascendencia a escala del entorno, aunque todavía resulta complejo establecer la dinámica de los territorios medievales que compartimentaban este largo tramo del Camino de Santiago.

1. Ciudades, villas y burgos.

Burgo y castro son términos expresivos de dos realidades distintas, más que términos empleados con todo rigor. Al hacer uso de ellos se pretende subrayar que núcleos de hábitat nuevos, asociados físicamente con la vía jacobea y por tanto dotados de unas condiciones que anteponen las facilidades de la comunicación a las de la defensa, se contraponen a formas de poblamiento anteriores, aunque no siempre se encuentren éstas encaramadas en una altura.

A lo largo del siglo XI, los signos de esta dicotomía adquieren un peso progresivo. Es sabido que el crecimiento temprano de León no significa tanto una reorganización del viejo y extenso recinto como la aparición de barrios extramuros, alrededor del mercado de la ciudad. Pero también en Carrión, centro principal de tierra de Campos, se distingue un espacio “intus

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muro” o “intus castro” que sugiere la paralela existencia de otros elementos apendiculares ya a mediados de siglo69. No se trata sólo del crecimiento de los núcleos más importantes; el mismo hecho parece darse simultáneamente en núcleos menores; así ocurre en Frómista. En el año 1066, la reina Dª Mayor, viuda de Sancho III el Mayor, dotaba el monasterio de San Martín, que se estaba construyendo junto a Frómista con “illa populationem quuam ego populavi circa ipsam ecclesiam”. Desde nuestro punto de vista, lo revelador es el establecimiento de un barrio próximo a un núcleo anterior, seguramente el que se agrupa en torno a la iglesia de Santa María del Castillo, como una iniciativa del poder señorial, que parece haber asumido por entero la conducción del proceso. La propia doña Mayor manifiesta en este documento su señorío de la cercana Población de Campos (Populatione), que tal vez sea resultado de otra acción suya70.

A partir de los años 1070 se multiplican las noticias. Sahagún resulta el ejemplo más significativo. De creer el autor de la Primera crónica del monasterio, en torno a él existía un núcleo donde vivían los dependientes inmediatos, la familia monástic, quizá germen del burgo que en la mente de Alfonso VI se convertirá en una buena villa merced a sus fueros. La calificación de “burgo” conviene también al núcleo que se ampara en el monasterio de San Zoilo de Carrión desde fines del siglo XI –un nuevo aspecto del desarrollo de Carrión-. Paralelamente, en la periferia de León crece el vico francorum71.Pero los datos siguen siendo reveladores en pequeños lugares. Con respecto a Villovieco, entre Frómista y Carrión, un documento de 1093 nos precisará que el pueblo consta de dos núcleos: el primero, intus castello, identificado por su iglesia de San Jorge; el segundo, extra castello, situado junto a la vía local que comunica el propio castro con el inmediato Camino de Santiago. La aparición, antes de 1103, del burgo de Trabadelo al pie del castillo de Autares trasmite una impresión semejante para el confín occidental72.

A través de los casos propuestos podemos apreciar en el desarrollo del siglo XI varios aspectos. Ante todo, un crecimiento periférico respecto a los hábitats anteriores, con independencia de la envergadura que tuvieran estos. En segundo lugar, que este desarrollo representa una cierta ruptura con las características de tales hábitat. Una ruptura que se manifiesta a escala funcional –como en León o Sahagún-, pero también a escala espacial; los núcleos crecen a lo largo del Camino o en dirección a él, divorciándose de los castros precedentes. Su denominación (populaciones, vicos o burgos, o la menos explícita de barrios), denota su originalidad. Con todo, conviene tener en cuenta que esto no significa el desarrollo de empresas al margen del poder señorial, que como mínimo ha llegado a tolerar estas iniciativas si es que no las ha conducido en la mayoría de los casos.

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Estas características seguirán enmarcando el proceso en el siglo XII. La continuidad es tan notoria que resulta convencional pensar en una etapa distinta. En todo caso, los progresos del movimiento se asocian a partir de los años 1120 a las tareas de reconstrucción del país tras asentarse Alfonso VII en el trono, lo que es diferente. Si hacia 1108 había iniciado el obispo Gelmírez la restauración del burgo de Cacauelos, los orígenes de Villafranca del Bierzo se sitúan en la propia coyuntura de guerra civil que conoce el país en los años inmediatos73. Por otra parte, el silencio de los documentos impide precisar cuándo se ha producido la emergencia de ciertos núcleos que, documentados durante el gobierno del Emperador, no son necesariamente resultado de la paz restaurada. La Populatione de illa strata (menú. en 1127; act. Población de Arroyo), parece indicar un crecimiento adventicio desde el Valdeginate, muy semejante a lo que se percibe en 1156 respecto a Rabanal del Camino, al oeste de Astorga74. Desde 1134 se aprecia en Molinaseca una iglesia dedicada a San Nicolás, gentes de origen franco, el concejo de la villa –todo lo cual debe venir de atrás. Por las mismas fechas (en 1138), comparece el “burgo de Mansilla, qui est in ripa Estule”, y algo más al sur El Burgo de Ranero75. Con estos precedentes, se hace difícil pensar que las primera noticias de la magra documentación astorgana sobre el burgo de Pomboeza y la rua de los francos, que resigue el Camino extramuros de la ciudad, correspondan en realidad a iniciativas del último tercio del siglo, que es cuando se documentan76.

En la primera mitad del XII puede darse por finalizada la implantación de nuevos hábitat a lo largo del Camino. Sus resultados se aprecian en todo el tramo. Al lado de esta secuencia cronológica, la continuidad de los tipos de desarrollo se pone de manifiesto. Crecimientos apendiculares respecto a antiguas aldeas o a las ciudades episcopales, y divorcio de los castros son los más notables, siendo el Camino –y con frecuencia los puentes del Camino-, quienes atraen la extensión de los hábitat. Pero, evidentemente, la constitución de núcleos de hábitat en un periodo determinado no cierra todo el proceso. Muchos de estos núcleos recibirán fueros en fechas posteriores, que por así decir fijan una identidad ya adquirida y, como veremos a continuación, proyectan su influencia sobre el contorno. El fuero, por tanto, suele ser un hecho tardío respecto al nacimiento de un hábitat: más bien parece consagrar la madurez de un proceso. Este es el caso de Villafranca del bierzo (1192), pero seguramente también el de Rabanal (1162) y, desde uego, el de Mansilla de las Mulas (1181)77. Una precisión terminológica no deja de tener interés. Es este intervalo, algunos de los burgos y poblaciones pierden este original calificativo, como signo de su integración en un conjunto más amplio o de su definitiva independencia. Un ejemplo ambiguo es el de San Zoilo de Carrión, a veces definido como barrio o como villa de San Zoilo, y otro el de la villa de Mansilla. El modelo de Sahagún, antes evocado, no deja de constituir un punto de referencia, pero este hecho no puede separarse de otro correlativo: desde fines del siglo XI será muy raro que las civitates de Santa

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María de Carrión, o de Cea y Grajal –entre las que se situaba el propio monasterio de Sahagún-, reciban tal nombre78.

2. Los cambios en la organización territorial.

En la segund amitad del siglo XI algunas grandes unidades territoriales compartimentan básicamente el espacio que cruza el Camino. Dispuestos desde el este al oeste, son los territorios de Santa María de Carrión, sobre el que se superpone el Camino desde Villasirga a Calzadilla de la Cueza, León –que ocupa buena parte del interfluvio Cea-Esla y alcanza el Órbigo, Astorga –desde este río al confín de la Somoza-, y el territorio Bergidense, que se extiende por el conjunto del Bierzo79. Como se habrá notado, hay zonas que no parecen atribuirse a ninguno de ellos. En el área más oriental, la comarca de Frómista ha podido tener una personalidad propia –pero indefinida por lo que sabemos-, y entre el territorio de León y el de Carrión se sitúa el territorio de Cea, donde está enclavado Sahagún. En otras zonas se percibe una organización distinta: Es así como, junto a las grandes o medianas unidades presididas por un centro de poder, aparecen ciertos territorios llamados del Sequillo, del Valdeginate o del Valle de Añoza para los que la strata es su límite septentrional y que no parecen adscribirse a ninguno de los anteriores80.

Esta elemental visión de conjunto sirve para señalar que los criterios de organización territorial no siguen un modelo único porque posiblemente la configuración del conjunto ha sido diacrónica, e incluso ha podido respetar situaciones que provenían de una época previa al asentamiento astur-leonés sobre las tierras llanas. Por otro lado, dentro de los grandes territorios parecen diferenciarse unidades menores que, con el mismo nombre, designan áreas más reducidas, seguramente dependientes de un centro fortificado a cuyo cargo existe un tenente, por lo común miembro de alguna de las familias aristocráticas del contorno, que practican una transmisión de facto de su cargo. Pero no siempre es fácil aprehender estos espacios menores que, por lo demás, tampoco han permanecido invariables desde sus orígenes.

La dinamización del Camino de Santiago y, especialmente, el fenómeno de creación de nuevas villas a lo largo de este tramo, va a acompañarse de grandes modificaciones en la organización territorial, que en general –no siempre- parecen darse a lo largo del proceso. Modificaciones que tienen, por otra parte, un sentido diverso e invitan a establecer una mínima tipología.

Se conocen muy bien algunos de los capítulos de la transformación. Por lo que afecta al territorio Legionense, parece darse durante el siglo XII una reducción respecto a los límites previos, pero tal circunstancia es paralela a otro hecho importante: desde comienzos del siglo XIII, si no antes, queda

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configurado como un territorio que depende del concejo urbano, la institución que se ha consolidado en el intervalo81. La evolución de otros de los centros regionales, como Astorga, no es nada fácil de reconstruir, aunque puede pensarse razonablemente que sus similitudes con el caso de León son más que formales.

Entre las circunstancias de la reducción espacial del alfoz leonés se halla que una parte del territorio pasó a integrar el alfoz de la villa de Mansilla en los últimos decenios del siglo XII. En realidad, lo que Mansilla obtuvo como área jurisdiccional se superpone en buena medida al viejo territorio de Sollanzo, uno de los distritos menores dentro del Legionense cuya tradición cabe rastrear en el siglo X82. Esta suma de circunstancias, y desde luego la autoridad conferida a los concejos, también parece convenir al desarrollo territorial de alguna de las villas bercianas en los años de fines del XII y principios del XIII. El control de las villas sobre el espacio parece sustituir al ejercido por los castros83.

Uno de los problemas que tanto las ciudades del territorio como las nuevas villas debieron afrontar fue la existencia de numerosos enclaves señoriales dentro de sus alfoces, resultado de una larga tradición que se había consolidado en el siglo XI con numerosas concesiones de inmunidad. Esto había beneficiado particularmente a los centros eclesiásticos. Pero, además, el papel de algunos de estos centros en la nueva organización del espacio les atribuyó un protagonismo que justifica considerar su circunstancia como un tipo particular, con facetas diferentes. El desarrollo de un territorio propio del monasterio de Sahagún ocupa una plaza destacada. Parece ser que la concesión de un amplio coto no es cuestión que pueda adelantarse a la segund amitad del siglo XI, en quedó fuera de la jurisdicción de los castellanos de Cea y de Grajal. Pero la inmunidad no sólo afectaba al coto monástico sino también al conjunto de los bienes del monasterio, de suerte que en los años fines del siglo XI y principios del XII hubo algunos lugares que, pese a estar fuera del coto, se consideraron como parte de un territorio Sancti facundi, de modo particular aquellos que se encontraban en las zonas del Sequillo y del Valdeginate –que, como hemos visto, tenían una organización más nebulosa, quizá por desconocida84. Sin embargo, los conflictos de la segunda década del siglo XII parecen haber arrumbado estos intentos; sería de interés conocer hasta qué punto la política expansiva del monasterio, manifestada en la escala territorial según se está comentando, no tuvo que ver con las conmociones campesinas que en tal coyuntura se produjeron precisamente en esta zona.

El segundo aspecto a considerar es la configuración de espacios urbanos propios de las instituciones eclesiásticas; es decir, cómo la inmunidad alcanzó la escala local, lo que no dejó de ocasionar problemas con los concejos. La diferenciación del burgo/villa/barrio de San Zoilo respecto a Carrión quedaba establecida nítidamente en 1169; como se recordará mucho más tarde, eran

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dos jurisdicciones diferentes, separadas por el río. Un estatuto semejante correspondió al barrio de San Martín de Frómista, también dependiente de San Zoilo desde 111885.

III. El Camino de Santiago, eje económico regional.

El planteamiento de la cuestión pasa por una elemental reflexión geográfica. Entre el Pisuerga y Astorga, el Camino de Santiago discurre a la vista de las montañas cantábricas, primero por el borde de la Tierra de Campos, después por los páramos, pero cruza las vegas del Esla, del Porma, del Torío, del Bernesga y del Órbigo. A través de la Somoza de Astorga, la Maragatería, sube el alto puerto de Foncebadón, desde donde desciende a la hoya del Bierzo, flanqueada por nuevos montes. El Camino pasa cerca de los límites entre la España seca y la España húmeda, cuyas diferentes posibilidades agrícolas y pecuarias en el primer caso, silvícolas, pecuarias, marítimas en el otro, son bien conocidas.

Esto supone una complementariedad económica que se ha utilizado desde antiguo. Al esbozar el problema de las vías se hacía una referencia en el terreno de la trashumancia ganadera a escala de siglo X. Desde perspectivas mucho más próximas, algunos trabajos clásicos han destacado el tráfico mantenido por los montañeses que cada año dos veces, en primavera y otoño, descendían a las tierras llanas aportando los productos de bosque –madera labrada, también frutos secos-, y ganado mayor, para volver a las tierras altas provistos de grano y vino; también se ha destacado el papel de la arriería maragata, vínculo entre el Atlántico y las tierras interiores. Todo ello subsistía en el siglo pasado86.

1. El mercado y su influencia.

El proceso de organización territorial ha tenido una de sus grandes virtualidades en el papel económico que otorga a villas y ciudades. En efecto, es en ellas donde se concentra la función mercantil, al reservarles el privilegio de hacer mercado y al facilitar el acceso de los campesinos del territorio o alfoz mediante alguna franquicia –que, en realidad, tienen sus contraprestaciones.

Un precepto del fuero de León, tal vez añadido al texto primitivo, sirve de pauta a la relación entre la ciudad y su contorno; es el que establece que los habitantes del territorio urbano están exentos de pagar portazgo por todo lo que vendan en la ciudad, pero a cambio deben contribuir en las obras de

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defensa y en la vigilancia de las murallas en tiempo de guerra. Desde luego, el carácter territorial del fuero leonés queda bien reflejado si se considera que otras villas del reino aplicaban esa norma87.

Pero una prescripción de este tipo ha tenido otra cobertura. Los monarcas han centralizado en las nuevas villas la función comercial desde fines del siglo XI, otorgando privilegios para la celebración de mercados semanales. El caso de Sahagún es muy revelador; en el año 1093, Alfonso VI trasladaba a la villa el mercado que hasta entonces se hacía en Grajal, con lo que confirmaba la irradiación de la villa y su monasterio más allá de su coto88. De modo semejante puede pensarse en el caso de Mansilla; a principios del siglo XII, en el alfoz de Villamil, e inmediato a este lugar, se encontraba el de Mercadiello, seguramente centro de los intercambios de la zona. Es bien significativo que desde mediados del siglo XII no se sepa más de él. Por lo demás, Mansilla también incorporará el precepto leonés que exime de portazgo a los aldeanos por trabajar en las murallas de la villa89.

Pero había otros mercados en la zona, cuyas noticias son todavía más circunstanciales. El fuero de Villafranca deja ver que ya antes de 1192 existía el “mayor mercado que se faz una vez en la semana”. Los apelativos personales sirven para documentar en de Carrión. Por la descripción de Frómista de 1291 conocemos el emplazamiento de su mercado. En fin, se tiene noticias del de Ponderada cuando es enfranquecido a fines del siglo XV… En todo caso, es fácil deducir que e mercado está asociado a la villa, aunque los datos son escasos .como suele suceder en todos los capítulos de las actividades mercantiles90.

Sin embargo, el comercio ordinario rebasa el ámbito de los alfoces. El dato que lo revela de forma mejor es el ritmo semanal de los mercados. Como se puede apreciar en la fig. 2, una serie de referencias invitan a considerar el papel del Camino como elemento de conexión entre comarcas. Es lo que ha debido suceder entre Ponferrada y Villafranca, entre Mansilla y León, o entre Frómista y Carrión. Pero, como se hace evidente de inmediato, no puede pensarse en el Camino como un circuito cerrado. A modo de ejemplo, la concatenación de fechas que existe entre Carrión, Paredes de Nava, Villalón y Sahagún permite comprenderlo –sin perjuicio de que cada uno de sus elementos forme parte simultáneamente de otras redes virtuales91.

Es evidente que este ritmo estaba pensado más para los traficantes y grandes propietarios que para el común de los habitantes de las villas y su contorno, quienes en circunstancias normales no acudirían más que al mercado de la propia localidad o cabeza de alfoz –sobre todo teniendo en cuenta las disposiciones que obraban en su favor. De ahí que los grandes propietarios haya n procurado conseguir un trato semejante en los mercados de un radio más o menos amplio, obteniendo el avecinamiento a cuenta de la

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contribución en la sobras muradas o su expresión metálica, el castellaje, como era el caso del monasterio de Sahagún en Mansilla y León, o muestra el privilegio obtenido por el monasterio de San Zoilo de Carrión de manos de Fernando III, que le permitía comerciar en el mercado de Carrión sin pagar ningún derecho92. Pero además de sus excedentes, los poderes señoriales han procurado conseguir otro tipo de privilegios, combatidos sin cesar por las comunidades. De esta suerte, el estanco del pan, el vino y del pescado que el fuero de 1085 consagraba como un derecho del monasterio de Sahagún fue suprimido por Alfonso VII en el fuero de 1152; ello no impidió, desde luego, que su presencia en el mercado urbano gozase de ventajas –en la medida que introducía libremente los productos de sus prioratos de toda la Tierra de Campos93.

2. La articulación del comercio regional e interregional.

Tomando como punto de partida el marco de referencia que preside este capítulo, la cuestión que se plantea es el modo en que los contactos entre espacios con capacidades distintas se produjeron entre los siglos XI y XIII, y en qué medida el Camino de Santiago sirvió para articularlos. Algunas noticias son bien conocidas. El episodio de los monjes de Corias que traían su recua con trigo de León y fueron expoliados en Laciana por los agentes del conde Suero Bermúdez hacia 1131 figura entre las primeras y más expresivas. En la misma línea, los asturianos seguían concurriendo masivamente a comprar grano en Astorga en el siglo XV94. Entre estas fechas extremas, otras noticias resultan reveladoras: los evetenses disfrutaban desde 1227 del privilegio de acudir a León sin pagar portazgo en el recorrido, y en el mercado de Oviedo los carneros terra-campinos eran particularmente apreciados, mientras el vino transitaba por Pajares a cargo de las propias gentes de León95. Ciertas noticias informan de otros recorridos. No sabemos qué transportaban las recuas que venían de Campos y se detenían habitualmente en Cacauelos, según se expone en 1209, pero no es difícil imaginar una arriería que aprovechaba el Camino y traía y llevaba mercancías desde o para Galicia: como los congrios de que se habla en Molinaseca en 1150, o como los paños de Campos que un siglo más tarde figuran entre los productos que controla el mayordomo de Pontevedra96.

Pero quizá el cuadro más acabado de los intercambios lo proporciona el arancel del portazgo de Sahagún, redactado en una fecha incierta del siglo XIII. Su contenido abunda en lo expuesto y da otros detalles97. En cualquier caso, no es ocioso destacar a los dos protagonistas colectivos de la concurrencia, el somozano y el campesino, es decir, aquéllas gentes que vienen desde las altas tierras del norte leonés –las llamadas Somozas98-, y los que proceden de Tierras de Campos. En general, no es difícil deducir qué es lo

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que compra y vende cada uno, aunque haya rúbricas menos evidentes. Sobre todo, el papel de encrucijada de Sahagún –y por extensión de gran parte del Camino-, queda de manifiesto a escala de este siglo99.

Para profundizar en las condiciones de este intercambio, los datos sobre rentas de cereales documentadas en el marco de la diócesis de León entre los años 1125 y los años 1325 ofrecen material para algunas reflexiones (fig. 3). Debe tenerse en cuanta que la circunscripción se extendía por la montaña, el páramo y la campiña, y que las informaciones disponibles sobre rentas agrarias se distribuyen por todas las zonas100.

La primera constatación es la de una gran área de rentas de trigo y cebada al Sur del Camino, abrazando la Tierra de Campos, en la gran zona oriental de la diócesis, esta área lo rebasa a lo largo de los valles del Carrión y del Avia. Al oeste de la diócesis, se prolonga más allá del Cea por el Páramo.

Sin embargo, se comprueba de inmediato cómo cobra importancia desde el Páramo hacia el norte otro cereal, el centeno, que adquiere con frecuencia un carácter dominante –descontadas las riberas leonesas. Aunque es cierto que el centeno también se cultivaba en Tierra de Campos, como expresan algunos documentos, su presencia en la composición de las rentas agrarias era secundaria; las diferencias que se observan entre el Páramo y Tierra de Campos traducen la distinta intensidad de cada cultivo en las dos zonas101.

Tercer elemento a destacar, el silencio del norte leonés. La zona montañosa no ofrece casi nada de todo esto –lo que no depende de las condiciones informativas, semejantes a las de otras áreas. Se debe a que las obligaciones agrarias tienen otras expresiones más características –ganado vacuno u ovino, barras de hierro (o rejas de arado), paños o lino, y transporte de leña y madera; estos últimos datos, por lo demás, también adquieren relieve en las zonas del Páramo102.

Todo esto sirve para subrayar los contrastes entre las regiones y destaca algunas cuestiones, de las que dos nos interesan particularmente. Por una parte, el vigor del cultivo del trigo en Tierra de Campos y la importancia de su comercialización; para principios del siglo XIII, la memoria de ingresos y gastos de un año agrícola en el dominio que la catedral de León tenía en Boada de Campos constituye una nueva y llamativa ilustración103. Por otra, la intensidad de las relaciones entre las áreas montañosas y su piedemoente con las villas situadas a lo largo del Camino; desde esta perspectiva se ha visto como el transporte de mercancías a León, Carrión o Sahagún formaba parte de las prestaciones debidas a los señores. Cabría preguntarse si los descensos periódicos de tal circunstancia, o si el sistema exactito incorpora prácticas usuales –como parece más lógico y deja intuir en un terreno paralelo la

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tradición trashumante-, que adquirieron nuevas dimensiones al compás del proceso urbanizador.

En cualquier circunstancia, elementos consuetudinarios y centralidad de las villas a escala señorial coinciden con otro dato relevante, cual es la organización de las ferias más antiguas y el papel jugado en ellas por el Camino de Santiago. Como puede observarse en la fig. 4, los años de mitad del siglo XII son el momento en que cristaliza lo que podríamos llamar una primera red ferial. Sobre el camino de Santiago, las ferias de Sahagún y de Carrión, concedidas en beneficio de los monasterios de Sahagún y San Zoilo, que se celebran con la primavera avanzada y a principios del verano, son la ocasión para el descenso anual de los montañeses con sus aperos agrícolas y carros, quizá con su ganado, que ofrecen antes de la cosecha; a cambio, se llevarán por un precio relativamente alto las reservas de grano y vino para la estación corta104. Así ah venido ocurriendo hasta el fin de los descensos a Tierra de Campos, que culminaba en la fiesta de San Juan. La segunda parte del ciclo lo componen las ferias de Valladolid y Palencia en el mes de septiembre, cuando ya se ha cosechado el grano, que se puede ofrecer antes de la estación larga a cambio de los animales y aperos para la siembra105.

En las regiones leonesas y en la Tierra de Campos, la identificación del “Camino de Santiago” es un hecho del último tercio del siglo XI. Pero el Camino se asienta sobre rutas de tradición antigua. La trama se ha ido decantando a favor de una vía ideal que une los principales centros de poder, y ha sido percibida en su singularidad antes de aquella fecha y, desde luego, utilizada para funciones diversas. Este dato acompañará en adelante el corredor jacobeo: el mismo trayecto que para Aymeric Picaud es la vía que conduce a la tumba del apóstol, para al-Idrsí –que escribe coetánea mente pero en otras coordenadas culturales-, es “la gran ruta de los viajeros”. Este sentido de “gran ruta” sacra o profana queda de resalte cuando en su etapa de apogeo se la compara con las otras rutas que le son transversales. Ninguna de ellas, salvo la Quinea, recibe el calificativo destrata o calciata, sino el de carraria o carrera, signo en que quizá no solo se reconoce su factura antigua –problemática por lo demás, como se ha señalado-, sino también su rango.

Una intensa transformación del poblamiento caracteriza a la ruta, sobre todo en el siglo que discurre entre los inicios del reinado de Alfonso VI y el fin del de Alfonso VII, muy vinculada a la paralela reorganización de los marcos territoriales. Tras analizar estos aspectos, cabe plantearse si este proceso resulta completamente original. La respuesta debería ser más bien negativa. La floración de populationes en el conjunto del espacio situado entre el Pisuerga y el Sil es un hecho que se recoge abundantemente en la documentación, aunque es cierto que no aparece el término burgo sino en el Camino de Santiago. Pero esto tampoco es definitorio, pues los burgos que

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adquieren cierto relieve acaban por transformarse en villas, y el fenómeno de las villas nuevas del siglo XII y comienzos del XIII define, igualmente, al conjunto de la región. El matiz podría estar en que en el Camino de Santiago parece adelantarse algunas de las realizaciones; en cualquier caso, no conviene olvidar que al unir el Camino los principales centros del poder de la época, hay una cierta lógica en que las innovaciones comiencen allí y más tarde se hayan extendido a otras áreas. Por lo demás, conviene tener en cuenta que, en un sentido contrario, la importancia de la urbanización en el Camino de Santiago no es sinónimo de que todo él sea un rosario de villas a fines del siglo XII. En realidad, muchos de los lugares a la vera del Camino son simples aldeas sometidas a señores solariegos como abundan en la región.

La irradiación económica del Camino, estrechamente asociada a su situación entre zonas de aptitudes distintas al norte y al sur, así como a su carácter de eje de comunicación del este con el oeste, resulta ser el rasgo de importancia más duradera. Puede decirse que el Camino de Santiago tuvo un papel singular en la formalización de las relaciones económicas a escala regional e interregional, y que su impronta había de conservarse secularmente. Los fundamentos de un cuadro de intercambios que llegan hasta el umbral de la época contemporánea se rastrean al hilo de noticias dispersas pero expresivas. Su articulación mediante mercados y ferias, vinculados por lo general unos y otras cin el proceso urbanizador, constituye el dato más aprehensible. Sin embargo, se ha señalado a veces la falta de futuro de estas ferias del Camino después del siglo XII, quizá pensando en el declive del comercio de larga distancia que utilizaba la ruta jacobea. Desde la perspectiva que hemos estudiado, no parece que sucediera así exactamente. Lo que ocurrió pudo ser otra cosa distinta: la sustitución de su papel en el siglo XV por las nuevas ferias de Medina de Rioseco y Villalón, que conservaban coordenadas muy parecidas en su ubicación. En un cierto sentido –y prescindiendo de otros factores de análisis- este que postergó el protagonismo mantenido por los señoríos eclesiásticos durante la época en que el Camino estuvo en su esplendor.

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1 G. Bois: “Camp i ciutat en la societat preindustrial”, L’espai viscut. Col. loqui Internacional d’Historia Local. València, 7-10 noviembre 1988, Valencia 1989, pp. 122-23. Corresponde con reflexiones similares del mismo autor en su obra La Mutation de l’An Mil. Lournad, village mâconnais de l’Antiquité au Feodalisme, París 1989, espec. pp. 125-126, donde se pregunta si “se ha prestado suficiente atención a la revolución que representa, en el plano de los intercambios, el semillero de pequeñas villas o burgos mercantiles que se etablece por todas partes a partir del siglo XI y se convierte en una de las características mayores de la futura sociedad feudal”.

2 Como ejemplo de una obra reciente donde el papel del mercado en el sistema feudal y la emergencia de villas-mercado se perciben desde puntos de vista contrapuestos, véanse las colaboraciones de J. Ortega Valcárcel y F- J- Peña Pérez contenidas en las Actas de las III Jornadas Burgalesas de Historia. Abril de 1991. Burgos en la Plena Edad Media, Burgos 1994. La influencia de G. Bois es visible en trabajos como el de M. AVENTIN: “La volanova de Vilamajor. Poblament i heretament als segles XII i XIII”, Miscel.lània en Homenatge al P. Agustí Altisent, Tarragona 1991, pp. 271-284.

3 T. F. Glick: Islamic and Christian Spain in the early Middle Ages, Pricetone 1979. Utilizo la traducción castellana de la primera parte de la obra, publicada bajo el título Cristianos y Musulmanes en la España medieval (711-1250), Madrid 1991, espec. pp. 145-173. En los aspectos del mercado, esta obra es deudora de la de P. Chalmeta Gendrón: El señor del zoco en España. Edades Media y Moderna. Contribución al estudio de la historia del mercado, Madrid 1973.

4 Por ejemplo, el brillante y matizado cuadro de la actividad económica en el Toledo musulmán trazada por Reyna Pastor (Del Islam al Cristianismo. En las fronteras de dos formaciones económico-sociales, Madrid 1975), deriva estrictamente a los problemas, sin duda básicos, de propiedad de la tierra en las páginas dedicadas a la etapa posterior a la conquista de la ciudad en 1085.

5 No ofrece problemas vincular el zabazoque del fuero de León (1020) con su homónimo andalusí; pero la presencia del almonacén o mostassaf en la Corona de Aragón puede plantear cuestiones de cierto calado; en tanto algunas villas del Bajo Aragón –como Monreal del Campo-, la recogen desde sus primeros fueros de comienzos del XIII, en Barcelona fue una magistratura tardía, que se instauró a mediados del siglo XIV, de donde debió difundirse a otras villas catalanas.

6 ¿Hay en al toponimia próxima a algunas ciudades, al igual que en los países beréberes, un rastro e zocos cíclicos? El estudio de A. Ubieto Arteta: “Topónimos numerales en torno a Huesca y Zaragoza”, Cesaraugusta nº 39-40 (1975-76), pp. 147-163, zanja esta cuestión al identificarlos con marcas miliarias de época romana. Los topónimos medievales Quart de la sinmediaciones de Barcelona, Gerona y Tarragona deben responder a lo mismo. Cuestión diferente es el lugar llamado Talatet, que existió en las cercanías de la actual Medina de Pomar, como recoge Glick (op.cit. pág. 155, tomándolo de J. Oliver Asín); estimo que esta expresión puede englobarse dentro de una problemática de los mercados alto-medievales a que se alude de inmediato.

7 Los estudios a los que me refiero en particular, redactados en los últimos cinco años, son los siguientes: “Foires et marchés ruraux dans les pays de la couronne de Castille et de León du Xe. au XIIIe. siècle”, en Ch. Desplat (Ed.): Foires et Marchés dans les Compagnes de l’Euurope médiévale et moderne. Actes des XIVes. Jouneés Internationales d’Histoire de l’Abbaye de Flaran, septembre 1992, Tolouse 1996, pp. 47-70. « El Camino de Santiago y la articulación del espacio en Tierra de Campos y León”, en El Camino de Santiago y la articulación del espacio hispánico (Actas de la XX Semana de Estudios Medievales de Estella, 23-30 de julio de 1993), Pamplona 1994, espec. pp. 200-209. “Repoblaciones interiores, villas nuevas de los siglos XII y XIII”, en Despoblación y colonización del Valle del Duero, siglos VIII-XX. IV Congreso de Estudios Medievales de la Fundación Sánchez Albornoz. León, octubre de 1993, León 1995, pp. 161-187. “Fundavi Bonam Villam”: La urbanización de Castilla y León en tiempos de Alfonso VI”, en Actas de la Reunión Científica “El Fuero de Logroño y su época”, Logroño, 26-28 de abril de 1995, Logroño 1996, pp. 167-187.

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8 La conexión filológica con la palabra mercadal ofrece un claro interés. J. Corominas y J. A. Pascual dan la lección siguiente: “ant. mercado, plaza (alex. 2374 y en mozárabe Simonet*, muy vivo cat. mercadal)* al-marqatâl “el mercado, lugar donde se celebra”ya en Abencuzman (1º mitad del siglo XII). Junto a marqatâl de Abencuzman hay marqatalim plural que parece designar a los mercaderes en un doc. árabe sevillano de 1196, y la forma con imela granadina mercatil, “plaza de mercado” en docs. de esta proa. de 1506 y 1528, luego mercatin en 1537 (Al-Andalus, XII, 448) (véase su Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Madrid 1981, vol. IV, pp. 48-49).

9 J. Mª Font Rius: Cartas de Población y Franquicia de Cataluña, Madrid-Barcelona, 1969-1983, 2 tomos, 3 vols. La publicación decana del género son los Portvgaliae Monvmenta Histórica. Leges et Consvetudines; su volumen I (Lisboa 1856; ed. facsímil Nendeln, Liechtestéin, 1967) contiene la información sobre los siglos de referencia. La edición de fueros siguiendo el esquema provincial ofrece hoy un trabajo cómodo para el estudioso de los territorios castellano-leoneses gracias a la labor de J. Rodríguez Fernández sobre León, Palencia y Zamora, de G. Martínez Díez sobre la Rioja, Santander y Burgos, y de E. González Díez sobre Valladolid; los autores también incluyen comentarios extensos de corte jurídico e histórico. Junto a los estudios y ediciones de los fueros de Jaca y Estella debidos a M. Molho, J. M. Lacarra y A. Martín Duque, la edición de textos relativos a Navarra y Aragón se ha enriquecido con la sobras de L. J. Fortín Pérez de Ciriza y M. L. Ledesma. Cierran por el momento esta relación los fueros de las tierras castellano-manchegas, objeto de la obra colectiva coordinada por J. Alvarado Planas: Espacios y fueros en Castilla-La Mancha (siglos XI-XV). Una perspectiva metodológica, Madrid 1995.

10 P. Bonnassie ofrece un par de anécdotas reveladoras a propósito de Cataluña, donde la actividad comercial era muy importante en el siglo XI según indicadores diversos: no está entre ellos la mención de gentes dedicadas al oficio de mercader, pues en los últimos decenios del siglo sólo en una ocasión se alcanza a identificar a cierto mercer. Redactada hacia 1080, se conserva una lista de casi 200 vecinos de Barcelona, entre los que apenas se cuenta una decena de artesanos; parece lógico pensar que eran muchos más, pero los usos antroponímicos no hacían necesaria esta precisión (¡fenómenos de la economía onomástica!), que tampoco era habitual un siglo después aunque resultaba más frecuente.

11 En los años 30, la Generalitat de Cataluña encargó al geógrafo Pau Vilà la definición de las comarcas dentro de un plan de política territorial; uno de los elementos básicos de la encuesta realizada con tal fin fue preguntar en los pueblos a dónde iban al mercado sus gentes. No cabe duda que muchos de los centros de mercado semanal catalanes –o castellanos y portugueses-, procedían de la Edad Media, pero no sería adecuado deducir que su geografía y otros aspectos eran simple calco de aquella época (véase Generalitat de Catalunya, Conselleria de Economia, La divisió territorial de Catalunya, Barcelona 1937 [reimp. Barcelona 1977], espec. pp. 56-58).Todavía en los años 80 se han podido recoger cientos de celebraciones de ferias semanales, quincenales o mensuales en Galicia (Gran Enciclopedia Gallega, Santiago de Compostela 1984, tomo XI, voz feira, pp. 230-243); pero muchas de ellas deben datar del siglo XVIII, como sucede con tantas otras vascas.

12 L. garcía de Valdeavellano: “El mercado. Apuntes para su estudio en León y Castilla”, Anuario de Historia del Derecho Español VIII (1931).

13 Subsidios para o estudo das Feiras Medievais Portuguesas, Lisboa 1943; 2ª ed., con int. y nota final de J. M. García, bajo el título Feiras Medievais Portuguesas. Subsidios para o seu estudo, Lisboa 1982.

14 “L’étude du comerse medieval à l’echèlle locale, régionale et inter-régionale : La pratique méthodologique et le cas des pays de la Couronne de Castille », pp. 329-351 del II volumen de actas.

15 J. Gautier Dalché: Hisotira urbana de León y Castilla en la Edad Media (siglos IX-XIII), Madrid 1979; una versión más amplia de este trabajo se había presentado como thèse d’Estat en 1971.

16 El desarrollo de la hipótesis del autor conecta con los puntos de vista mantenidos por Sánchez Albornoz y García de Valdeavellano sobre el mantenimiento del comercio en los primeros siglos alto-medievales. En todo caso, destaca la distribución diferencial de numerario, “relativamente abundante en León y sobre todo en Castilla” respecto a los otros territorios de la monarquía.

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17 Destaca en particular la irradiación de los centros de mercado (esto es, la relación ciudad/campo); la definición de redes interregionales (al hilo del Camino de Santiago, de la expansión hacia el Sur y de la potenciación de la fachada cantábrica, así como de las cañadas ganaderas); la generalización del numerario en la segunda mitad del siglo XII (hecho paralelo al incremento de los intercambios y al nacimiento de una fiscalidad monárquica). Por lo demás, subraya que al fundación de nuevas villas en tierras de poblamiento antiguo, la proliferación de ferias y los privilegios de exención fiscal al tráfico –hechos todos que sitúa en la segunda mitad del siglo XII-, favorecieron el desarrollo de las redes regionales e interregionales.

18 Sería largo desgranar las páginas dedicadas al tema en muchos de los estudios monográficos. Me contentaré con aludir a dos de naturaleza especialmente comercial: M. A. Ladero Quesada: “Las ferias de Castilla. Siglos XII-XIV”, Cuadernos de Historia de España, tomo LVII-LVIII (1982), pp. 269-335, recientemente reeditado en forma de libro con información suplementaria (Madrid 1994), y C. González Minués: El Portazgo en la Edad Media. Aproximación a su estudio en la Corona de Castilla, Vitoria 1989.

19 Siguen teniendo un gran valor para el tema los capítulos firmados por J. M. Lacarra en los tomos I y II de Las Peregrinaciones a Santiago de Compostela, la obra que publicó junto a L. Vázquez de Parga y J. Uría Riu, Madrid 1948-49, 3 vols. (Ed. facsímil, Pamplona 1992, con apéndice bibliográfico 1949-1992). Véanse más recientemente los estudios de J. A. Sesma Muñoz y de J. Carrasco incluidos en J. I. Ruiz de la Peña (coord.): Las Peregrinaciones a Santiago de Compostela y San Salvador de Oviedo en la Edad Media. Actas del Congreso Internacional celebrado en Oviedo del 3 al 7 de diciembre de 1990, Oviedo 1993, así como las colaboraciones de C. Laliena Corbera y A. J. Martín Duque en El Cmaino de Santiago y la articulación del espacio hispánico (Actas de la XX Semana de Estudios Medievales de Estella, 26-30 de julio de 1993), Pamplona 1994, que ofrecen estados de la cuestión y nuevos enfoques; también resulta útil el apéndice bibliográfico incluido en esta última obra, espec., pp. 353-361.

20 C. Laliena y P. Senac: Musulmans et Chétiens dans le Haut Moyet Âge : Aux Origines de la Reconquête Aragonaise, Montrouge 1991. Obra singular, respecto a lo dicho antes, cuya riqueza depende de la formación complementaria de sus autores; la combinación de registros arqueológicos y diplomáticos constituye otro importante valor del trabajo.

21 J. Vilà Valentí: “Notes sobre el poblament medieval català. El mercat”, Miscel.lània Puig i Cadafalch, Barcelona 1947-51, vol. I, pp. 225-241; reeditado con una nota introductora del autor en su recopilación El mon rural a Catalunya, Barcelona 1973, pp. 41-62, esta vez bajo el título “Vida rural i mercats setmanals als segles XI i XII”.

22 J. Balari Jovany: Orígenes históricos de Cataluña, Barcelona 1899 (2º ed. Sant Cugat del Vallès 1963, 2 vols. + índices).

23 P. Bonnassie: La Catalogne du milieu du Xe. à la fin du Xie. siècle. Croissance et mutation d’une société, Toulouse 1975-76, 2 vols. Utilizo la edición catalana, publicada bajo el título Catalunya, de mitjan segle X al final del segle XI, Barcelona 1979-1981, 2 vols.; sobre el tema, véase espec. vol. I, pp. 317-377, y vol. II, pp. 270-293. Más allá de su cronología, el estudio ofrece reflexiones de interés sobre el comercio catalán hasta mediados del siglo XII.

24 Sobre la fundación de ambas localidades, véase P. Bonnassie: op. cit., II, pp. 280-281; este topónimo de aspecto augurativo fue utilizado coetáneamente para bautizar a dos de las villas nuevas del Camino de Santiago (Villafranca Montes de Oca y Villafranca del Bierzo). Un estudio clásico sobre la Cataluña nueva es el de A. Altisent: “Un poble de la Catalunya nova els segles XI i XII. L’Espluga de Francolí de 1079 a 1200”, Anuario de Estudios Medievales nº 3 (1966), pp. 131-213. Pero los ejemplos podrían multiplicarse; sin ir más lejos, la inmediata villa de Montblanc; véase la nota de J. M. Font Rius: op. cit., 1, 2, pp. 745-747.

25 Portugaliae Monumenta Histórica, I, pp. 350-351. En realidad, Guimarâes será un modelo de villa doble desde fines del siglo XI hasta mediados del siglo XIV, formado por la “villa del Castillo” y la “villa baja”. El monasterio y el castillo de Guimarâes existían desde mediados del siglo X. Es significativo del proceso de inurbamento que poco después de la concesión del fuero de 1096, el monasterio se haya

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transformado en colegiata, confirmando su papel central en la villa baja (A. H. de Oliveira Marqués et al.:Atlas de Cidades Medievais Portuguesas, sécalos XII-XV, Lisboa 1990, vol. I, pp. 15-16). Ciertos datos aislados aunque expresivos van pautando el desarrollo comercial de la villa. Así, en 114 existía una calle “de los francos”, conocida con motivo de una donación de los Condes Enrique y Teresa de Portugal a tres hermanos que, por sus nombres, deben ser foráneos y obtienen ciertas ventajas para asentarse allí (Mª J. Lagos Trindade: “Marchands étrangers de la Méditerranée au Portugal pendant le Moyen Âge, Anuario de Estudios Medievales nº 10 (1982), pág. 344). Entre 1167 y 1204 se documentan por vez primera hasta cuatro calles de oficios artesanos, y en 1170 el espacio extramuros que es sede del mercado, el campo da Feira (J. Mattoso: Historia de Portugal, Lisboa 1993, vol. 2, pág. 241).

26 C. Laliena y Ph. Senac: Musulmans et Chrétiens…, pp. 174 y ss.

27 Mª L. Ledesma Rubio: Cartas de población del Reino de Aragón en los siglos medievales, Zaragoza 1991, nos. 96 y 119. Para el estudio de las nuevas poblaciones alto-aragonesas, véase C. Laliena Corbera: “La articulación del espacio aragonés y el Camino de Santiago”, en El Camino de Santiago y la articulación del espacio hispánico, obra ya citada, pp. 85-128, y del mismo autor y J. F. Utrilla Utrilla: “Reconquista y repoblación. Morfogénesis de algunas comunidades rurales alto-aragonesas en el siglo XII”, Aragón en la Edad Media, XIII (1997), pp. 5-40.

28 Respecto a Castilla, remito a los estudios citados en nota 7. Para Lobeira, en la Limia, el fuero de población concedido por Alfonso IX de León en 1228 también preveía el establecimiento de 300 vecinos (J. González: Alfonso IX, Madrid 1944, II, nº 547). Para proporcionar un contexto adecuado, conviene tener en cuenta que la ciudad de Barcelona podía contar con 3000 habitantes hacia 1080 y creció aceleradamente desde los años 1140, alcanzando entre 9 y 12000 habitantes a comienzos del XIII (según cálculos de Ph. Banks citados por S. Bensch: Economic Expansion and family formation in Medieval Barcelona, 1100-1291, Ann Arbor 1990, I, pp. 45-46). Pero a medidados del siglo XII, otras ciudades relativamente importantes eran núcleos de mediocre población; así Jaca, cuya lista de 189 vecinos de 1137 sugiere en torno al millar de habitantes (A. Ubieto Arteta: “sobre demografía medieval aragonesa”, ahora en Quince temas medievales, Zaragoza 1991, pp. 219-239). Barcelona debió ser durante todo este período la mayor ciudad del norte cristiano; teniendo en cuenta que las estimaciones hechas sobre los reinos occidentales no superan en ningún caso los 2000 habitantes hacia 1100 y que en el XIII habían experimentado un crecimiento inferior; a fines de siglo, León pudo tener 4 ó 5000 habitantes (B. F. Reilly: El Reino de León y Castilla bajo el Rey Alfonso VI, 1065-1109, Toledo 1989, pp. 175-176; C. Estepa Díez: Estructura social de la ciudad de León, siglos XI-XIII, León 1977, pág. 144). Por lo general, las villas nuevas mantendrán un carácter de centros intermedios entre estas pocas urbes mayores y la gran masa de aldeas, siendo excepcionales casos como Valladolid o Perpiñán.

29 P. Martínez Sopena: “Fundavi Bonam Villam…”, pp. 179-180.

30 P. BOnnassie: Catalunya…, II, pág. 289.

31 Toda esta ampliación de los horizontes comerciales ha requerido amplias tareas de construcción y mantenimiento de puentes y caminos. El tema ha sido objeto de muchos análisis parciales que sería conveniente integrar. La crónica redactada por el obispo Pelayo de Oviedo ensalza los méritos de Alfonso VI, restaurador de todos los puentes desde Logroño a Compostela, pero además se conoce en buena medida qué parte tuvieron en ello los obispos como Osmundo de Astorga, “hombres santos” como Domingo de la Calzada, magnates como los condes de Carrión. Antes de todo esto, la figura del obispo Armengol de Urgel, ahogado en el Segre cuando colaboraba en la construcción de un puente y mecenas de su propia sede, ha adquirido tintes legendarios. Más tarde, la Guía de Aymeric Picaud proporciona una referencia bastante precisa sobre la puesta a punto de algunos tramos del Camino de Santiago. Mientras tanto, las cofradías dedicadas a San Julián en Mayorga o Zamora –ésta integrada por mercaderes- ofrecen el contrapunto a iniciativas campesinas como las del Pont del Bar.

32 J. Vilà Valentí: op. cit., pp. 51-52, respecto a Camprodón. Sobre Gerona, Ch. Guileré: Girona al segle XIV, Barcelona 1993, vol. I, pág. 205; para Báscara, Ll. To Figueras: El monestir de Santa María de Cervà i la paresia: Una anàlisi local del canvi feudal, Barcelona 1991, pág. 57.

33 P. Bonnassie: op. cit., II, pág. 282 ; J. Mº. Font Rius : op. cit. 1-2, pp. 634-636.

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34 P. Martínez Sopena: La Tierra de Campos Occidental. Poblamiento, Poder y Comunidad del siglo X al XIII, Valladolid 1985, pp. 552-556.

35 P. Martínez Sopena: “Foires et marchés », pp. 58-61. Se ha observado la aparición de mercados en aldeas de la periferia de ciertos grandes territorios de la Extremadura en la Baja Edad Media, que se estiman como signos de las dificultades del centro rector para polarizar el comercio (piénsese que las tierras de Ávila, Segovia o Soria tenían cada una miles de kilómetros cuadrados). Sin embargo, en el confín occidental de la tierra de Ávila se localiza cierto lugar llamado Mercadillo en la segunda mitad del siglo XII. Tal vez signifique que ya había mercados secundarios antes de aquel período, o dependa de su posición fronteriza respecto a otras comunidades, o se trate de una reminiscencia de tiempos anteriores a la definición del territorio abulense.

36 Mª L. Ledesma: op. cit., nº 96 (1170).

37 J. Mª. Font Rius: Cartas de población…, nº 223 (1207); tamb. vol. 1-2, pág. 633.

38 E. González Díez: Colección Diplomática del concejo de Burgos (884-1369), Burgos 1984, nº 20 (1219).

39 Amplio comentario de M. A. Irurita Lasarreta: El Municipio de Pamplona en la Edad Media, Pamplona 1959, pp. 41-44, que estima de la época de Sancho III los orígenes de estos preceptos y destaca la expresiva fórmula según la cual los martes, día del mercado pamplonés, se prohibía celebrar otros en cualquier lugar desde donde se viera la catedral o se escuchasen sus campanadas. Por lo demás, García de Valdeavellano ya se había fijado en otro aspecto de este texto (op. cit., pág. 82), para estimar que el senior mercati al que alude “era, sin duda, el señor del territorio en que el mercado estaba situado”; pero me parece que se trata de una traducción latina de la figura del Sabih as-suq o zabazoque.

40 P. Bonnassie: op. cit., pág. 274.

41 Así, dos mercados dependientes de jurisdicciones distintas han coexistido en una ciudad (aunque resulta apropiado referirse a una ciudad doble). Es lo que sucede en Vic, cuyo mercado de la Quintana (dependiente de los vizcondes de Ausona y luego de los senescales del conde barcelonés), se mantuvo junto a Mercadal, que pertenecía al señorío del obispo. Pero no es de imaginar que las celebraciones se interfiriesen; en todo caso, cada uno de los poderes percibió rentas del mercado del otro en distintos momentos, lo que tuvo que ser una buena razón para el entendimiento (P. H. Freedman: The Diocese of Vic. Tradition and regeneration in Medieval Catalonia, New Brunswick 1983, pp. 68-75).

42 Comisión Provincial de Monumentos de Orense: Colección de Documentos medievales del Archivo Catedral de Orense, Orense, s. f., pp. 12-13.

43 A título de hipótesis, los lugares sedes de mercado de los días centrales de la semana –miércoles y jueves- podrían articular en torno suyo los demás mercados de una determinada comarca. Por ejemplo, en la región del Ebro medio se aprecia que el jueves es el día de mercado en Nájera, vitoria, Burgos, Estella y Calahorra; en torno a cada una de estas urbes, seguramente las más importantes de la zona, se dispone la orla de las otras villas-mercado que se reparten los demás días. Pero la definición de estas redes, atisbada en el siglo XII, quizá no culmina hasta bastante después. En todo caso, vale tenerla en cuenta como tendencia.

44 Sobre Orense y Allariz, véase nota anterior; sobre Lugo, el documento de 1106 repetidamente citado; para Mondoñedo, F. López Alsina: Introducción al fenómeno urbano medieval gallego a través de tres ejemplos: Mondoñedo, Vivero y Ribadeo, Santiago de compostela 1976, pág. 36. El fuero de Lobeira, antes citado, contiene los datos correspondientes.

45 P. Bonnassie: op. cit., II, pág. 275.

46 La concesión habría sido hecha por Alfonso VI, limitándose Fernando II a confirmarla en 1178; se lee en ella que “nullus francus vendat ibi in decalia, nisi habuerit propium hospitium in ipsa villa” (M. Risco: España Sagrada, tomo XLI, Madrid 1798, pp. 329-330). Interpreto la transcripción “decalio” por

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“detalio”, esto es, lo mismo que el “tay” de Vic; se observará, por otra parte, que el extranjero se convierte en Lugo en el “franco”, lo cual resulta llamativo teniendo en cuenta el gran número de nombres foráneos que atestiguan ciertas listas coetáneas de burgueses de la ciudad.

47 J. Mª Font Rius: op. cit. I, nº 67.

48 Mª. A. Irurita: op. cit., ap. doc. IV, pág. 117. En el mismo documento se acordaba expulsar del Burgo a todos los navarros, salvo los incluidos en una lista que no se ha conservado (quienes, en todo caso, tendrían un rasgo subalterno respecto al vecindario).

49 J. M. Lacarra: “Un arancel de aduanas del siglo XI”, ahora en: Estudios dedicados a Aragón de José María Lacarra, Zaragoza 1987, pp. 47-64.

50 J. L. Martín Rodríguez: Orígenes de la Orden Militar de Santiago (1170-1195), Barcelona 1974, pp. 232-234. Dentro de la Meseta Sur, las ferias de Alcalá de Henares se establecieron en 1184, las de Cuenca hacia 1200, y las de Brihuega en 1215 (M. A. Ladero: “Las ferias…”, pág. 330).

51 M. Gual Camarera: “Peaje fluvial del Ebro (siglo XII)”, Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, nº VIII (1967), pp. 155-188.

52 C. Batllé i Gallart: Els origens medievals de la Seu d’Urgell, Barcelona 1979, pp. 16-18.

53 S. Bensch: op. cit., I, pp. 45 y ss.

54 Mª. L. Ledesma Rubio: op. cit., nos. 83 (fuero de Alcañiz, concedido por Ramón Berenguer IV, príncipe de Aragón y conde de Barcelona en 1157), y nº 134 (fuero de Camarón, concedido por Alfonso II en 1194).

55 M. DURANY CASTRILLO, La región del Bierzo en los siglos centrales de la Edad Media, 1070-1250, Santiago de Compostela 1989; la autora titula a uno de los capítulos de su obra “El Camino de Santiago como articulador del espacio regional” (30-106), subrayando en sus conclusiones la “jerarquización del viejo poblamiento de aldeas en beneficio de las villas jacobeas”.

56 J. GAUTIER DALCHÉ, “Le Chemin de Saint Jacques comme facteur d’organisation de l’espace”, en Las peregrinaciones a Santiago de Compostela y San Salvador de Oviedo en la Edad Media. Actas del Congreso Internacional celebrado en Oviedo del 3 al 7 de diciembre de 1990, Oviedo 1993, 247-256.

57 L. VÁZQUEZ DE PARGA, J. M. LACARRA y J. URÍA RIU, Las peregrinaciones a Santiago de Compostela, Madrid 1948-49, tomo II, 19-24. Los autores consideran que la noticia más antigua corresponde a Arconada (1047), pero el documento presenta los caracteres de una falsificación bastante posterior; vid. J. A. PÉREZ CELADA, Documentación del Monasterio de San Zoilo de Carrión, 1047-1300, Burgos 1986, nº 1, 5. Sobre la amplia noticia vinculada al castillo de Autares, entre los ríos Turbia y Balboa (1072), vid. J. M. RUIZ ASENCIO, Colección Documental del Archivo de la catedral de León, León 1990, tomo IV, nº 1182; “… strata qui discurrit ad Sanctus lacobi Apostoli…”, en Carrión (1076, J. A. PÉREZ CELADA, op. cit., nº 7); “… por el sendero o camino que va para Santiago…”, en Poferrada (1086, A. QUINTANA PRIETO, El Obispado de Astorga en el siglo XI, Astorga 1977, 474); “… iuxta illo camino de Sancti lacobi non longe a monasterio Sancti Fecundi…”, en Villamoratiel de las Matas (fechado en 1089; M. HERRERO DE LA FUENTE, Colección Diplomática del monasterio de Sahagún, León 1988, tomo III, nº 848); “… barrio qui est iuxta via que decurrit de ipso castello ad illo camino…”, en Villovieco (1093, ID. ibid., nº 912).

58 A. VALCERCE GARCÍA, El dominio de la real Colegiata de San Isidoro de León hasta 1189, León 1185, apéndice nº 42. Como se puede apreciar, el término “Camino” parece definir por sí solo la vía jacobea.

59 Se recoge la primera denominación en 1145 (en Puente Castro, junto a León; J. M. FERNÁDEZ CATÓN, Colección… León, V, nº 1449), 1173 (via per quam vadunt peregrini ad Sanctus Iacobi, en

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Astorga; A. QUINTANA PRIETO, El Obispado de Astorga en el siglo XII, Astorga 1985, apéndice nº 18), o en 1215 (camino peregrinorum, entre Moratinos y Sahagún; G. CASTÁN LANASPA, San Nicolás del Real Camino, un Hospital de Leprosos Castellano-Leonés en la Edad Media (siglos XII-XV): BITTM, nº 51 (1984), apéndice nº 8). La segunda en 1143, en León (J. M. FERNÁDEZ CATÓN, op. cit., nº 1438). La última en 1162 (Villafranca del Bierzo; A. QUINTANA PRIETO, Tumbo Viejo de San Pedro de Montes, León 1971, nº 194), 1165 (entre Puente de Villarente y Arcahueja; J. M. FERNÁNDEZ CATÓN, op. cit., nº 1534), 1203 (A. QUINTANA PRIETO, op. cit., nº 273). El apelativo Camino como sobrenombre de iglesias se acerdita desde el primer cuarto del siglo XII: así, en 1122 se usa en León (onminum francorum Sancte Marie de Camino Sancti Iacobi; J. M. FERNANDEZ CATÓN, op. cit., nº 1374), en 1183 junto a Villafranca del Bierzo (capellanes Sancti Iacobi in Camino; . BERNARD y A. BRUEL, Recueil des chartes de l’Abbave de Cluny, V, París 1894 –ed. facsímil Francfurt 1974-, nº 4327). Algo más tardía parece su incorporación a la toponimia de los lugares situados junto a la ruta; Vilaamentero del Camino se menciona en 1229, y Bovadiella del Cmaino en 1240 (respect. J. M. LIZOÁIN GARRIDO, Documentación del Monasterio de las Huelgas de Burgos (116-1230), Burgos 1985, nº 233, y T. ABAJO MARTÍN, Documentación de la Catedral de palencia (1035-1247), Burgos 1986, nº 191).

60 La medida, destinada a corregir los excesos que se producían desde “temporibus avorum et parentum meorum”, se concebía como provecho para “ceteris populis, non solum Spanie, set etiam Italia, Francie et Alexandie” , precisándose más adelante la condición de los “peregrinorum et pauperum qui ad sanctus Iacibum causa oratoris proficiscebantur”, y la de cualquier “omine qui negotiator fuerit” (doc. cit. en n. 3).

61 Las referencias corresponden a J. M. MÍNGUEZ FERNÁNDEZ, Colección Diplomática del monasterio de Sahagún (siglos IX y X), León 1976, I, nº 27 (año 921) y 302 (años 980-984); M. HERRERO, ibídem, León 1988, II, nº 490 (año 1045); J. A. FERNÁNDEZ FLÓREZ, ibídem, León 1991, IV, nº 1170 (año 951).

62 Vid. T. MAÑANES y J. M. SOLANA SAINZ, Ciudades y vías romanas en la Cuenca del Duero (Castilla y León), Valldolid 1985, y spec. M. A. RABANAL Alonso, el Camino de Santiago en León. Precedentes romanos y época medieval, León 1992. No parece haber dudas sobre la identificación de Carrión (ant. Lacobriga), Lancia (junto a Villasabareigo), León, Astorga y Castroventosa (junto a Pieros, ant. Bergidum Flavium). La ubicación exacta de otras mansiones está sujeta conjeturas:Viminacio (¿Calzadilla de la Cueza?), Camala (¿Sahagún?), Palantia (¿Villamarco?), Vallata (¿La Milla del Páramo?), Interamnium Flavium (¿San Román de Bembibre) y Uttaris (¿Ruitelán o med. Autares?).

63 Un primer ejemplo es el de Villamoratiel de la sMAtas, que en 1089 se sitúa, según se ha indicado más arriba, “iuxta illo Camino de Sancti Iacobi”. Cabe pensar que se trata de una proximidad relativa a la bifurcación que desde las cercanías de Sahagún se dirigía a Bercianos, o bien que la ruta pasaba efectivamente por allí a fines del siglo XI; tal vez el establecimiento de El Burgo Ranero algo más tarde dejó a esta aldea fuera del recorrido. El tramo de Puente de Órbigo al Esla pasando por La Milla del Páramo y Ardón (sitio probable de la antigua mansio llamada Interamnio), muestra que en la segunda mitad del siglo XI no sólo se utilizaba la vieja calzada romana de Astorga a Burdeos, que evitaba León, sino también se realizaban obras de acondicionamiento. En efecto, Fernando I había encomendado a cierto abad Froila la construcción del puente de Ardón sobre el Esla, junto con un monasterio inmediato, antes del 1063 (A. VLACARCE GARCÍA, op. cit., apéndice nº 7); la iglesia de Villabante, en este mismo tramo, quedaba delimitada en 1094 por la “calciata que discurrit ad pontem (de örbigo)”. Pero todo esto debió pasar a un plano menor, por el papel neurálgico de León y porque, de acuerdo con don Pelayo de Oviedo, el rey Alfonso VI restauró los puentes que existían desde Logroño hasta Santiago –si es que no los construyó-. Entre ellos se contarían los que salvaban el Esla en Mansilla, y luego Porma, el Torío y el Bernesga, mencionados profusamente por la documentación leonesa desde la primera mitad del siglo XII, que facilitaban las comunicaciones de la ciudad. En fin, el descenso de Foncebadón por el Valle de las Tejedas aún debía ser habitual hacia 1124, cuando el clérigo Juan Estébanez y sus cofrades donaron a la catedral de Astorga el hospital que habían construido allí, “in strata Sancti Iacobi” (A. QUINTANA PRIETO, El Obispado de Astorga en el siglo XII, Astorga 1985, apéndice nº 69; pero a la postre el protagonismo de esta ruta se perdió en beneficio de la Molinaseca, que no parece tener precedentes romanos; puede ser revelador que el tramo entre el Puente del Boeza y Mlinaseca, destinado convertirse

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con el tiempo en trayecto principal, en 1097 sea designado simplemente como “illa cararia que discurrit ad Molina Sicca (A. QUINTANA PRIETO, Tumbo… Montes, nº 99).

64 Sobre Ponferrada. vid A. QUINTANA PRIETO, El Obispado… siglo XI, 470-475, donde se propone para la erección del puente del obispo Osmundo la fecha de 1085; este nuevo paso del río Sil también supuso una ligera variación en el trazado de la ruta jacobea. La construcción del puente de Carrión, obra del conde García Gómez completada por su viuda Teresa y sus vástagos, se había finalizado antes de 1077 (J. A. PÉREZ CELADA, op. cit., nº 8).

65 P. MARTÍNEZ SOPENA, La Tierra de Campos Occidental. Poblamiento, Poder y Comunidad del siglo X al XIII, Valladolid 1985, 103-105.

66 J. M. MÍNGUEZ FERNÁNDEZ, El dominio del Monasterio de Sahagún en el siglo X. Paisajes agrarios, producción y expansión económica, Salamanca 1980, 178-191. También observa algo parecido en la misma época M. J. CARBAJO SERRANO,El monasterio de los Santos Cosme y Damián de Abellar. Monacato y sociedad en la época astur-leonesa, León 1988, 264, en su caso relativo a una posible trashumancia entre las inmediaciones de la ciudad de León y las tierras de Luna y la cabecera del Bernesga.

67 Sólo deseo hacer unas breves consideraciones sobre un tema que me parece muy complejo. La existencia de diversas rutas de época romana desde las montañas cantábricas leonesas en dirección sur parece no ofrecer dudas; tampoco su reunión en el área de Zamora y Salamanca hasta alcanzar Mérida (vid. esquema en T. MAÑANES y J. M. SOLANA, op. cit., plano nº 15 en apéndice). Las referencias de notas anteriores permiten apreciar algunos movimientos de trashumancia entre puntos diversos de la cordillera y las llanuras, indicio de algo que debió ser mucho más amplio y sistemático. También se ha identificado otras vías de comunicación a lo largo del Valle del Cea y del Valderaduey; si uno de sus extremos es el área de Sahagún, el otro se halla inmediato a la citada calzada romana (zona de Benavente, Zamora). Quizá en el siglo X se puede hablar sólo de articulaciones parciales. En el siglo XII, sin embargo, esta situación ha cambiado, en función del progresivo avance cristiano hacia el sur; no es extraño que Quinea adquiera un nuevo protagonismo y se perciba como unidad (J. M. FERNÁDEZ CATÓN, op. cit., nº 1165, año 1163; J. GONZÁLEZ, “Fijación de la frontera castellano-leonesa en el siglo XII”: En la España Medieval. Estudios en memoria del Profesor D. Salvador de Moxó, 1982, I, 411-423, con referencias al papel de la calzada en los tratados de paz de 1158 y 1194), a lo largo de cuyo recorrido se van integrando los ramales montañosos, los procedentes de Tierra de Campos, los que vienen de la Somoza occidental (donde cabe la mencionada ruta de Astorga a Benavente, J. A. FERNÁDEZ FLÓREZ, Colección… Sahagún, IV, nº 1414, año 1184). Pero la unificación de los reinos en 1230 y los sucesivos avances cristianos debieron de modificar pronto este esquema, que en época moderna tiene un aspecto muy distinto (vid. O. GARCÍA MARTÍN et al., cañadas, cordeles u veredas, Valladolid 1992).

68 respecto al gran número de alberguerías de la carrera Zamorana, vid. P. Martínez SOPENA, op. cit., 516; al menos cuatro de ellas estaban establecidas en el siglo XII en un tramo de 35 Km. Otros ejemplos son el hospital de Cistierna, en la ruta del alto valle del Esla, construido antes de 1143 (J. M. FERNÁDEZ CATÓN, op. cit., nº 1143), o el llamado de Deustamben, situado junto al puente del mismo nombre, sobre la Quinea (L. FERNÁDEZ, Colección Diplomática de la Abadía de Santa María de Benevivere (Palencia), 1020-1561, Madrid 1967, nº 32); aunque el hospital no se documenta hasta 1196, su denominación hace referencia al constructor del puente –que también trabajó en la obra de San Isidoro de León y debió morir en la primera mitad del siglo-.

69 (Año 1060): “…in civitate intus muro cortes Ilas…”; año 1093: “… in civitate Karrione, monasterium Sancti Michaelis que est intus castrum…” (M. HERRERO; Colección… Sahagún, II, nº 615; III, nº 912). En este contexto se inscribe la construcción del puente de Carrión, ya aludida.

70 J.A . PÉREZ CELADA, Documentación… San Zoilo, nº 4. Según una noticia de 1202, el conde Sancho García de Castilla había poblado Frómista (J. del ÁLAMO), Colección Diplomática de SanSalvador de Oña (882-1284), Madrid, 1950, I, nº 345); de ser así, la acción de Dª Mayor significaba una línea de continuidad. Pero es posible que a mediados del siglo XI otros señores hayan modificado su actitud previa respecto a un proceso iniciado de modo más espontáneo a lo largo de la strata. Por ejemplo, el conde Flaín Fernández, que gobernaba el territorio leonés en 1032, mandó destruir la populatione promovida por cierto Alvino Hanniz junto a Reliegos. Lo hizo a petición de la catedral de

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León, que dominaba esta aldea; Alvino Hanniz había actuado al margen de la catedral, y se había puesto bajo el patrocinio de un señor distinto (J. M. RUIZ ASENCIO, Colección… León, IV, nº 899).

71 Un documento de Alfonso VI precisa en 1087 que “…ad preces abatís et monacborum in burgo qui est in ciecuiti et termino de monasterio fundavi bonam villam quam Sanctus Facundi vocavi…” (M. HERRERO, Colección… Sahagún, III, nº 830): puede contrastarse cone l relato de la Primera Crónica (R. ESCALONA, Historia del Real Monasterio de Sahagún, Madrid 1782, apéndice I, 301). Sobre el barrio de San Zoilo de Carrión no se tienen noticias coetáneas, pero Alfonso VII confirmaba en 1142 los fueros concedidos por los reyes Alfonso VI y Urraca a quienes “in burgo Sancti Zoilo populati sunt” (J. A. PÉREZ CELADA, Documentación… San Zoilo, nº 33). Respecto a León, C. ESTEPA DÍEZ, Estructura social de la ciudad de León (siglos XI-XIII), León 1977, 128.

72 M. HERRERO, Colección… Sahagún, III, nº 912; Historia Compostelana (ed., trad. y notas de M. SUÁREZ y J. CAMPELO, Santiago 1950), 72.

73 M. DURANY, La región del Bierzo…, 39, 42. Se anotará que en 1120 se habla de la “…villa Burvia, que alio nomine nuncupatur Villa Franca”. El trance de cambio de nombre denota tanto un asentamiento previo como su inmediatez; pero no es sólo una cuestión de nombres. Con independencia de los abundantes extranjeros que recoge la documentación, una parte de la villa era de nueva factura; la iglesia de San Nicolás, mencionada en el texto, no pudo existir antes de los años 1090 por razones conocidas.

74 Sobre Población de Arroyo, J. A. FERNÁDEZ FLÓREZ, Colección… Sahagún, IV, 1231. En 1156 se menciona la “…vía Ravanales” (A. QUINTANA, Tumbo… Montes, nº 187); en ésta y otras ocasiones, el plural parece perfectamente usado, pues a poco más de 1 Km. de Rabanal “del Camino” sigue existiendo Rabanal “Viejo”.

75 M. DURANY, op. cit., 35; a propósito de Molinaseca puede ser de interés que se aluda a cierto castro en 1156 (A. QUINTANA, Tumbo… Montes, nº 1156; de acuerdo con la topografía de alrededores, tal vez se sitúe en la altura que domina al pueblo según se desciende de Foncebadón; pudo ser un núcleo anterior al vico de San Nicolás, situado al otro lado del río. Las referencias al contorno de Mansilla desde el siglo XI también sugieren ciertas reflexiones. Repetidamente se alude a la “villa Masella” de los años 1030, e incluso en 1098 a Castro Mansilla (A. CALVO, San Pedro de Eslonza, León 1957, 268), todo lo cual parece corresponder a la act. Mansilla Mayor. En perfecta consonancia, cerca de ella se documenta en 1085 “Mansella Minor” (act. Mansilleja; V. VIGNAU, Cartulario del Monasterio de Eslonza, Madrid 1885, nº CCXX). La referencia al “burgo” de Mansilla (J. M. GARCIA CATÓN, Colección… León, V, nº 1423) indica al go posterior a estas fechas de fines del XI, que no se define por un nombre propio sino por su dependencia respecto a Mansilla (Mayor); un paso adelante es su calificación en 1165 como Mansela de illa ponte (diferenciada por cierto de “Mansella de hereditariis”, quizá Mansilleja; V. VIGNAU,op. cit., nº XCII); en efecto, el puente de Mansilla comienza a mencionarse en la primera mitad del XII (J. M. FERNÁDEZ CATÓN, op. cit., nº 1465). Más tarde se conocerá simplemente por Mansilla, siendo tardía su calificación “de las Mulas”. Respecto a El Burgo de Ranero, un dato puede servir para orquillar su establecimiento: su iglesia no es mencionada entre las pertenecientes a Sahagún en 1091, pero aparece en la relación de 1148 (M. HERRERO, Colección… Sahagún, III, nº 885; J. A. FERNÁNDEZ FLÓREZ, ibídem, IV, nº 1148).

76 A. QUINTANA, obispados… XII, 447-448 y 685.

77 Edición y comentario de los textos correspondientes por J. RODRÍGUEZ FERNÁDEZ, Los fueros del reino de León, León 1981, 2 vols. El caso de Molinaseca, de donde se conoce el fuero de 1193, es todavía distinto; establece la snormas de relación de los señores de la villa y sus vasallos (donde se hace patente su conexión con el fuero de León, también visible en los otros), y se preocupa de corregir los problemas internos del vecindario sin dar pistas sobre el desarrollo de la villa –que, por fortuna, conocemos a través de otros documentos.

78 El documento real de 1142 alude indistintamente al “burgo” y a la “villa” de San Zoilo. Este último término persiste en 1169, mientras que en el siglo XIII será usado siempre “barrio” (J. A. PÉREZ CELADA, Documentación… San Zoilo, nº 33, 41, 83, 101). El contraste de los documentos de Sahagún desde mediados del XI a comienzos del XII muestra el cambio de denominación de las civitates de Cea,

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Grajal y (Santa María de ) Carrión, convertidas en villas en torno al año 1100. En el último caso, el cambio se acompaña de la simplificación de nombre; Carrión es denominado aisladamente “civitate” en el doc. de 1169 antes referido porque conviene al contexto.

79 C. ESTEPA DÍEX, op. cit., 461, y “Configuración y primera expansión del reino astur”, en De Constantino a Carlomagno. Disidentes, heterodoxos, marginados, Cádiz 1992, 193-194; el autor subraya la temprana existencia de territorios menores al lado de las grandes circunscripciones, que han podido acabar englobados en alguno de ellas –como sería el caso del de Sollanzo (véase nota 28). M. DURANY CASTRILLO, La región del Bierzo en los siglos centrales de la Edad Media, 1070-1250, 92. Las referencias sobre el territorio de Carrión están tomadas de M. HERRERO, Colección… Sahagún, II, nº 590, y J. A. PÉREZ CELADA, Documentación… San Zoilo, I, nº 5. La carencia de información impide conocer los límites occidentales delterritorio asturicense, aunque parece razonable que alcanzase el puerto de Foncebadón; en 1081 se indica que formaba parte del él Turienzo (de los Caballeros; A. QUINTANA, Tumbo… Montes, nº 31).

80 La caracterización de Frómista es perceptible en los documentos reales y pontificios que a partir de 1059 la sitúan entre los centros territoriales de la diócesis de Palencia “cum ómnibus terminis suis antiquis et alfocibus”, en un sentido semejante al que luego recogerán los “Votos de San Millán” (véase T. ABAJO, Documentación… Palencia, nos. 9, 15, 25, 30…, y E. PEÑA BOCOS, “Percepción y organización del espacio palentino en el siglo XII”, en Actas del II Congreso de Historia de Palencia, Palencia 1990, tomo II, 441-452). La ubicación de Sahagún dentro del territorio de Cea es un hecho patente desde los primeros tiempos del cenobio; por ejemplo, en 1038 se dice que el monasterio está “in suburbana idem castello similitudo Ceia vocato” (M. HERRERO, Colección… Sahagún, II, nº 452). Distintas referencias de este mismo fondo documental señalan la existencia de los territorios del Sequillo (Valle de Moratinos), Valdejinate (Cisneros) o Val de Añoza en el siglo XI; persisten después, como se aprecia en un conocido diploma otorgado por Alfonso VII en 1127 (J. A. FERNÁNDEZ FLÓREZ, Colección… Sahagún, IV, nº 1231); estas áreas componían dentro de la diócesis de León en el siglo XIII el llamado arcedianazgo de Valdemeriel, nombre poco explicable si no se relaciona con la familia Banu Mirel, hacendada en ellas al menos desde el siglo X.

81 C. ESTEPA DÍEZ, El Alfoz y las relaciones campo-ciudad en Castilla y León durante los siglos XII y XIII: Stvdia Hisotirca, II-2 (1984), 10-11.

82 La evolución del problema no está establecida por completo; en la transición del XI al XII, el significado del territorio experimenta diversas alternativas, a tenor de la información disponible sobre Villa Montan, lugar enclavado en este distrito (V. VIGNAU, …Eslonza; nº LII y CCXVI). Durante el siglo XII, este espacio se identifica como el alfoz de Villamil (J. A. FERNÁNDEZ FLÓREZ, Colección .. Sahagún, IV, nº 1256; V. VIGNAU, op. cit., nº XII y XCV), una entidad que se esfuma después de la concesión del fuero de Mansilla.

83 M. DURANY CASTRILLO, La región del Bierzo…, 154.

84 Villa Hatima, en el Valdeginate (1074); Villa Vaduz y Villavellaco sobre el Valderabuey (1111 y 1117); Bercianos del Real Camino (1124) (M. HERRERO, Colección… Sahagún, II, nº 728; J. A. FERNÁDEZ FLÓREZ, ibídem, IV, nº 1184, 1198 y 1218).

85 La segregación del bario de San Martín de Frómista se pone de manifiesto en 1291, con ocasión del reparto de solares de la villa entre los herederos de su señor, Juan Díaz, que lo exceptúan como propio de San Zoilo de Carrión (J. A. PÉREZ CELADA, Documentación… San Zoilo, nº 152). Esta circunstancia motivó conflictos en Carrión con el concejo de la villa, de los que es muestra otro documento coetáneo (ID., ibid., nº 156).

86 Véanse los estudios de J. L. MARTÍN GALINDO, Los arrieros maragatos: Archivos Leoneses, nº 19 (1956), 153-179, y Arcaísmo y Modernidad en la explotación agraria de Vldeburón: Estudios Geográficos, nº 83 (1961), 167-222 (ambos incluidos en la recopilación parcial de su obra bajo el título Poblamiento y actividad agraria tradicional en León. Estudios de Geografía Rural, ed. I. López Trigal, Valladolid 1987).

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87 Hay indicios fundados de que entre ellas se encontraba Astorga; vid. J. A. MARTÍN FUENTES, El concejo de Astorga, siglos XIII-XIV, León 1987, 122-125, donde se aprecia una relación consuetudinaria entre el acceso, al mercado y la contribución a las tareas de muros o el impuesto que las sustituye, el “castellaje”.

88 M. HERRERO, Colección… Sahagún, III, nº 911.

89 En 1110 se documenta el lugar de Mercadiello, inmediato a Villamil (A. VLACARCE, …San Isidoro de León, nº 13), que debe asociarse al mercado citado por Alfonso VII cunado dona el alfoz de villamil al monasterio de Sahagún e 1136 (J. A. FERNÁNDEZ FLÓREZ, Colección… Sahagún, IV, nº 1256). Heredero suyo es el mercado de Mansilla, cuyo emplazamiento urbano se atestigua en 1257 (J. Mª. FERNÁNDEZ CATÓN, Catálogo del Archivo Histórico Diocesano de León, I, León 1979: Fondo Bravo, nº 46). Sobre el acceso de los habitantes del alfoz a su mercado, véase P. Martínez SOPENA, “Las pueblas reales de León y la defensa del reino en los siglos XII y XIII”, en C. de AYALA y B. CAUNEDO, coord., Castillos medievales del reino de León, Madrid 1989, 128-135.

90 AHN, Clero, carp. 910, nº 3 (1210, Petro Petriz de mercato, en Carrión); la descripción de la topografía urbana de Frómista en 1291 toma varias veces como punto de referencia el mercato situado extramuros, en el barrio de San Pedro (J. A. PÉREZ CELADA, Documentación… San Zoilo, nº 152); respecto a Villafranca y Ponferrada, M. A. LADERO QUESADA, Las ferias de Castilla, siglos XII-XV: CHE, LVII-LVIII (1982), 276; el “mercado mayor” de Villafranca en 1192 debe corresponderse con el posteriormente citado como mercado de los martes.

91 El día de celebración del mercado de León aparece en su fuero (precepto XLVII, …mercatum publicum quod IIIIIº. feria antiquitus agitar…). Sobre los días de mercado en Ponferrada, Villafranca y Frómista, véanse documentos aducidos en nota anterior. Respecto a Astorga, J. A . MATÍN FUENTES, op. cit., 126. El establecimiento del mercado de los sábados en Villalón databa de la época de Alfonso VIII (Arch. Mun. Villalón, Sec. 1ª leg. 1, nº 2), y las noticias más antiguas del de Paredes de Nava sitúan su celebración los viernes (J. C. MARTÍN CEA, El mundo rural castellano a fines de la Edad media. El ejemplo de Paredes de Nava en el siglo XV, Valladolid 1991, 133-135; en 1408 fue enfranquecido). Estos datos han sido contrastados y completados con los que para una época posterior ofrece D. E. VASSBERG, tierra y sociedad en Castilla. Señores, “poderosos” y campesinos en la España del siglo XVI, Barcelona 1986, 239; la estabilidad de las fechas de mercado –cuyo mejro exponente sigue siendo León-, justifica en principio la extrapolación.

92 AHN, Clero, carp. 915, nº 21; J. A. PÉREZ CELADA, Documentación… San Zoilo, nº 90 y 156.

93 A. HUETZ DE LEMPS, Vignobles et vins du NordOuest de l’ESpagne, Burdeos 1969, I, 179.

94 J. GONZÁLEZ, Aranceles del Portazgo de Sahagún: AHDE, nº 14 (1942-43), 574-575; Mª E. GARCÍA GARCÍA, San Juan Bautista de Corias. Historia de un señorío monástico asturiano (siglos XXV), 241; J. A. MARTIN FUERTES, op. cit., 125.

95 C. ESTEPA DÍEZ, Estructura… León, 429 y 432; J. I. RUIZ DE LA PEÑA SOLAR, El Comercio ovetense en la Edad Media. I. De la “civitas” episcopal a la ciudad mercado, Oviedo 1990, 211.

96 “…recovas de Campis tenientes…” (M. DURANY, La región del Bierzo…, 146, nota 496); “…una ducena de congros comunales…”, como renta anual por una viña en Molinaseca (A. QUINTANA PRIETO, Tumbo… Montes, nº 170); “…da carrega dos panos de Campos por portage II soldos e medio…”, en los fueros romanceados de Pontevedra, ca. 1255 (J. LÓPEZ FERRERIRO, Fueros municipales de Santiago y su tierra, Santiago 1895, II, 107.115; rep.: El Museo de Pontevedra, XXVIII, 1973, 185-189).

97 J. GAUTIER DALCHÉ, “L’étude du comerse médieval a l’échelle locale, régionale et inter-régionale : la pratique méthodologique et le cas des pays de la couronne de Castille », en Actas de las Primeras Jornadas de Metodología Histórica Santiago de Compostela 1973. vol. II : Historia Medieval, Santiago de Compostela 1975, espec. 346.

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98 El término Submontia se documenta ya durante el siglo XI en relación con el alto Esla (1070; V. VIGNAU, op. cit., nº V) y el alto Cea (“…Somoza Ceion”, 1076; J. M. RUIZ ASENCIO, Colección… León, IV, nº 1200), pero también respecto aun espacio más amplio que se sitúa entre León y las cumbres de la cordillera (“…in ovni Somoza, quanta est super civitas Legione donec figet in alveum Alier”, 1094; ID., ibid., nº 1282). Distinta, como antes se ha apuntado, es la llamada Somoza de Astorica, identificable con la actual Maragatería según testimonios del siglo XII (A. QUINTANA PRIETO, Obispado… XII, apéndices nº 14 y 7, de los años 1150 y 1162).

99 El trabajo de J. González citado en nota 40 contiene la edición de este texto en sus páginas 576-578. EL protagonismo de montañeses y agricultores, asociado a la complementariedad de sus economías, da sentido a todo el documento: “DE la madera del caroo del Somozano II d; et se vendir el carro III d. Et se troguier cuba o tina alzada III d. Se comprar pan o vino por leuar non dar portazgo al exir… El campesino que traga carro cargado de madera III d. III d. et después las meteduras, et se comprar carro III d. o carro cargado de madera IIII d. Como se echa de ver, el grano y vino de Campos se intercambia por los productos madereros de la Somoza, que incluyen la oferta de carros; la misma procedencia deben tener otros aperos intercalados en el texto, frutos secos, hierro, ganado mayor, etc… La relación de productos cuyo portazgo proporcionaba ingresos al monasterio de San Isidoro de León en 1313 revela la gran similitud entre ambos centros de mercado (conf. C. ESTEPA DÍEZ, Estructura social…, 431, n. 86).

100 La reconstrucción de la diócesis medieval leonesa y su red de poblamiento utiliza el trabajo de J. A. FERNÁDEZ FLÓREZ, El “Becerro de Presentaciones”, Códice 13 del Archivo de la Catedral de León. Un parroquial leonés de los siglos XIII-XV: León y su historia, V. Miscelánea Histórica de temas leoneses, León 1984, 263-565. Sobre esta trama se han cartografiado las informaciones proporcionadas por fueros y contratos agrarios. Prácticamente todos los datos relativos a contratos de arrendamiento se han extraído de los fondos documentales de Sahagún, San Pedro de Eslonza, Monasterio de Vega, Santa María de Sandoval, Santa María de Carrizo y San Zoilo de Carrión. Muchos de los documentos son bien conocidos graciaas a las ediciones de R. Escalona, E: Staff y J. A. Fernádez Flórez para el primero de los cenobios, y de V. Viganu, L. Serrano, G. Castán, C. Casado y J. A. Pérez Celadapara los demás; a ellos se añaden otros diplomas inéditos, que en general proceden de la Sección de Clero del Archivo Histórico Nacional. Por lo que hace alos fueros locales, la pesquisa ha sido útil en territorio de las actuales provincias de León, Zamora y Palencia, gracias a los textos editados sistemáticamente por J. Rodríguez Fernández, que ofrecen un particular interés para el dominio de San Isidoro de León.

101 Por ejemplo, en 1327 los monjes de Eslonza habían arrendado la casa de Moral del Payuelo, en el Páramo, por 50 estopos de pan (30 de centeno, 10 de trigo y 10 de cebada; V. VIGNAU, Eslonza, nº CLXXXIV). En contraste, el arrendamiento de los bienes que el Monasterio de Vega poseía en la localidad terracampina de su mismo nombre se fijó en 1314 en 300 cargas de cereal (200 de trigo, 50 de centeno y 50 de cebada; AHN, Clero, carp. 3429, nº 13). Esta diferencia entre las zonas del Páramo y la tierra de Campos también se aprecia un siglo antes; así, en 1224, el fuero de Agüero (actt. Buenavista de Valdivia), establecía la obligación de pagar como infurción 4 eminas de centeno, otras tantas de cebada y 2 de trigo, mientras que en 1212 la explotación directa de la heredad que tenía el monasterio de San Zoilo de Carrión en sus inmediaciones rentó 194 eminas de trigo, 88 de centeno y 276 de cebada (J. RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Palencia. Panorámica foral de la Provincia, Palencia 1981. nº 36; J. A. PÉREZ CELADA, Documentación… San Zoilo, nº 80).

102 Puede servir como modelo el cuadro de exacciones que el Becerro de San Isidoro de 1313 recoge en La Vid, lugar de cabecera del Bernesga (J. RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Los fueros del reino de León, León 1981, II, nº 114). El vecindario se encarga de tareas de transporte a León o cruza el Puerto de Pajares 3 veces al año. El monasterio recibe carneros o corderos en concepto de infurción o por permitir la plantación de árboles; algunas multas se expresan en ganado vacuno. Aunque parecen existir sembrados de trigo, cebada y centeno, sobre todo es importante el ingreso de las maquilas de los molinos –lo que no debe asociarse a grano producido, sino acarreado-. La obligación anual de transportar madera y leña a los centros ubicados en villas y ciudades, o de aportar carros para el tráfico de otras mercancías, tiene otros ejemplos muy significativos. Los carros para el tráfico de otras mercancías, tiene otros ejemplos muy significativos. Los vasallos de San Isidoro de León en Riosequino lo tenían especificado en su fuero de 1132-1135; como en La Vid, tal prestación es recogida por el becerro de 1313 (ID., ibid., nº 15 y 112). En 1213, el memorial de rentas de San Zoilo alude a que sus dependientes de la comarca de San Román de Entrepeñas también traían usualmente carros de leña a Carrión. En esta misma villa podían vender leña los vecinos de Agüero, que por otro lado dedicaban parte de sus afanes a fabricar arados –

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según anota el fuero de 1224 al reglamentar el uso de las dehesas señoriales en su beneficio-. Cuando el monasterio de Sahagún cedió las heredades de Santa Engracia a un propietario de Aviñante de la Peña en 1197, se estipuló que el concesionario pondría a disposición del cenobio dos carros para ir y volver de Sahagún por la fiesta de San Juan (J. A. FERNÁDEZ FLÓREZ, Colección… Sahagún, IV, nº 1514).

La importancia del ganado mayor en montañas y parameras se destaca también en algunos contratos agrarios, como el concluido por el monasterio de Sahagún en 1291 a propósito de Cofiñal y otros lugares, cuyo pago principal se valoraba en bovinos (E. STAAFF, Étude sur l’ancien dialecto leonais d’aprés des chartes su XIII siècle, Upsala 1907, ap. nº LXXII). El ganado obtenido de esta forma o criado en tales áreas abastecía las explotaciones señoriales, según se indica en el repetidamente citado memorial de San Zoilo, los animales de trabajo que se criaban en sus propiedades de Congosto de Valdivia bastaban para el servicio de todas las dependencias (casas) del monasterio.

103 J. M. RUIZ ASENCIO, Apuntes de contabilidad agrícola en un pergamino leonés de principios del siglo XIII; Archivos Leoneses, nº 85-86 (1989), 267-285. La parroquia de Boada, que para el caso servía como unidad administrativa del obispado de León, había vendido inmediatamente y a buen precio el 60% de la cosecha, que era principalmente de trigo. Por otro lado, el documento incide sobre un nuevo aspecto de la situación diferencial de grandes propietarios y pequeños cultivadores ante el mercado; a escala de las familias campesinas, no parece que hubiera posibilidad de presentar un balance parecido, siquiera mínimamente. Por ejemplo, los campesinos debían cultivar una proporción mucho mayor de cebada para el mantenimiento de sus animales de trabajo –lo que debía dificultar cuando no impedir los excedentes comercializables.

104 Alfonso VII concedió al monasterio de Sahagún la celebración de una feria anual en su villa en 1155, con una duración de tres semanas desde el día de Pentecostés; el diploma prevé la venida de gentes de mero imperio sive de alienis regnis, aspecto muy acorde con el carácter de arteria del gran comercio que tenía el Camino en estos momentos. La feria de Sahagún subsistía a mediados del siglo XIV (J. A. FERNANDEZ FLÓREZ, Colección… Sahagún, IV, nº 1320; E. GONZÁLEZ CRESPO,Colección documental de Alfonso XI. Diplomas reales conservados en el Archivo Histórico Nacional. Sección Clero. Pergaminos, Madrid 1985, nº 284). La feria de Carrión fue otorgada pro Alfonso VIII en 1169; se debía celebrar durante un mes, los quince días anteriores y posteriores a la fiesta de San Juan, en el barrio de San Zoilo –obteniendo el monasterio parte de los ingresos fiscales;- (J. A. PÉREZ CELADA, Documentación… San Zoilo, nº 41). En un plano semejante cabe estimar la feria de Castrogonzalo. Su establecimiento en 1222 se debe a Alfonso IX de León; debía celebrarse en el puente de santa Marina, ocho días antes y ocho después de esta festividad de mediados de julio (V. GARCÍA LOBO, Santa María de Arbas. Catálogo de su archivo y apuntes para su historia, Madrid 1980, nº 341); se anotará de paso el significado dentro del calendario agrícola a la fiesta de “Santa Marina de los prados”, como aparece denominada ene l inventario de derechos señoriales de La Vid, citado en nota precedente.

105 la primera referencia conocida de la feria de San Antolín de Palencia aparece en un documento de Alfonso VII del año 1154 (“…et quicumque pignoraverit… ómnibus qui admercatum vel feriam Sancti Antonini…”, T. ABAJO, Documentación… Palencia, nº 48). Tal vez se trataba en origen de un mercado extraordinario celebrado en el día del santo patrono de la ciudad que luego se extendió a las fechas inmediatas. También es de Alfonso VII la carta dirigida a los comerciantes del reino (“ómnibus negociatoribus civitatum, castellorum, villarum per totum Hispaniarum imperium conmorantibus”), en que se comunica la instauración de una feria general en la villa de Valladolid, que comenzará el día de la Navidad de María y se prolongará los ocho siguientes; el documento no tiene fecha, pero su último editor le atribuye la de 1152 (F. PINO REBOLLEDO, El Concejo de Valladolid en la Edad Media, 1152-1399, Valladolid 1990, nº 4).