Historia ficción El mar de las lentejas · prosa: la novela, el cuento y el ensayo, lo que subraya...

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Actas XIV Congreso AIH (Vol. IV). Françoise MOULIN CIVIL. Historia y ficción en «El mar de... - Historia y ficción en El mar de las lentejas (1979), de Antonio Benítez Rojo Moulin Civil UNIVERSIDAD DE PARÍS X-NANTERRE EN LA DÉCADA DE los 70, el escritor cubano Antonio Benítez Rojo es ya un narrador conocido y reconocido. Baste recordar que, en 1967, la crítica le otorgó el premio« Casa de las Américas» para su libro de cuentos, Tute de Reyes 1 , y, apenas dos años más tarde, el premio «Luis Felipe Rodríguez» para otro libro de cuentos, El escudo de hojas secas2. Algunos años después, en 1979, es cuando emprende la publicación de una trilogía enteramente dedicada al Caribe y que abarca los tres géneros más representativos de la prosa: la novela, el cuento y el ensayo, lo que subraya de antemano el deseo del autor de llevar a cabo inventarios. El tema caribefio le apasiona, fascina, incluso obsesiona desde siempre, tanto más cuanto que su situación y vivencia de exiliado hace su mirada a un tiempo (si bien parece paradójico) distanciada y más cercana con relación al Caribe. Precisamente a explorar tanto las realidades como los mitos del Caribe se ha empefiado Benítez Rojo, cuestionando sin cesar la dispersa configuración geográfica, la convulsa historia, el mosaico cultural, étnico, lingüístico del archipiélago. En esta tarea de exploración se sitúa su trilogía que se compone de la novela, El mar de las lente¡as 3 , el ensayo, La isla que se repite 4 y, por fin, el libro de cuentos, Paso de los vientos . Aunque se trata de un proyecto sumamente complementario, unitario, de larga gestación, sólo dedicaré el breve análisis que sigue a la primera entrega de dicha trilogía y, más particularmente, a las enrevesadas relaciones que en ella se establecen entre historia y ficción. En efecto, El mar de las lentejas parece pertenecer a esta corriente finisecular que propone a la vez un retomo a la Historia y un retomo de las(s) historia(s). Esta conjunción resulta ser también el fruto de una relectura programática del Caribe, propuesta por el autor a la luz de varias teorías: tanto la científica y cultural teoría del Caos 6 como las recientes propuestas metodológicas que se suelen denominar (a veces Benítez Rojo, Tute de Reyes, La Habana, Casa de las Américas, 1967. 3 Id., El escudo de hojas secas, La Habana, Unión, 1969. Id., El mar de las lentejas, Barcelona, Marta Fonolleda/Casiopea (col. Ceiba), 1999 (la ed., 1979!. Todas mis referencias al texto se harán por la edición barcelonesa. Id., La isla que se repite. Edición definitiva, Barcelona, Marta Fonolleda/Casiopea (col. Ceiba), 1998 (la ed., 1989). A este ensayo he dedicado un trabajo reciente: «La cuestión del Caribe en La isla que se repite (1989-1998), de Antonio Benítez Rojo», por publicarse en Destinos de Nues!t°a América. Ensayos en homenaje a Paul Estrade, ed. Manuel de Paz (Canarias, 2002). Antonio Benítez Rojo, Paso de los vientos, Barcelona, Marta Fonolleda/Casiopea (col. CeibV, 2000. Para una apreciación del impacto de esta teoría sobre Benítez Rojo, véase Edmundo Bracho, 465 -1 .. Centro Virtual Cervantes

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Historia y ficción en El mar de las lentejas (1979), de Antonio Benítez Rojo

Fran~oise Moulin Civil UNIVERSIDAD DE PARÍS X-NANTERRE

EN LA DÉCADA DE los 70, el escritor cubano Antonio Benítez Rojo es ya un narrador conocido y reconocido. Baste recordar que, en 1967, la crítica le otorgó el premio« Casa de las Américas» para su libro de cuentos, Tute de Reyes1

, y, apenas dos años más tarde, el premio «Luis Felipe Rodríguez» para otro libro de cuentos, El escudo de hojas secas2. Algunos años después, en 1979, es cuando emprende la publicación de una trilogía enteramente dedicada al Caribe y que abarca los tres géneros más representativos de la prosa: la novela, el cuento y el ensayo, lo que subraya de antemano el deseo del autor de llevar a cabo inventarios. El tema caribefio le apasiona, fascina, incluso obsesiona desde siempre, tanto más cuanto que su situación y vivencia de exiliado hace su mirada a un tiempo (si bien parece paradójico) distanciada y más cercana con relación al Caribe. Precisamente a explorar tanto las realidades como los mitos del Caribe se ha empefiado Benítez Rojo, cuestionando sin cesar la dispersa configuración geográfica, la convulsa historia, el mosaico cultural, étnico, lingüístico del archipiélago. En esta tarea de exploración se sitúa su trilogía que se compone de la novela, El mar de las lente¡as3

, el ensayo, La isla que se repite4 y, por fin, el libro de cuentos, Paso de los vientos .

Aunque se trata de un proyecto sumamente complementario, unitario, de larga gestación, sólo dedicaré el breve análisis que sigue a la primera entrega de dicha trilogía y, más particularmente, a las enrevesadas relaciones que en ella se establecen entre historia y ficción. En efecto, El mar de las lentejas parece pertenecer a esta corriente finisecular que propone a la vez un retomo a la Historia y un retomo de las(s) historia(s). Esta conjunción resulta ser también el fruto de una relectura programática del Caribe, propuesta por el autor a la luz de varias teorías: tanto la científica y cultural teoría del Caos6 como las recientes propuestas metodológicas que se suelen denominar (a veces

~Antonio Benítez Rojo, Tute de Reyes, La Habana, Casa de las Américas, 1967. 3 Id., El escudo de hojas secas, La Habana, Unión, 1969.

Id., El mar de las lentejas, Barcelona, Marta Fonolleda/Casiopea (col. Ceiba), 1999 (la ed., 1979!. Todas mis referencias al texto se harán por la edición barcelonesa.

Id., La isla que se repite. Edición definitiva, Barcelona, Marta Fonolleda/Casiopea (col. Ceiba), 1998 (la ed., 1989). A este ensayo he dedicado un trabajo reciente: «La cuestión del Caribe en La isla que se repite (1989-1998), de Antonio Benítez Rojo», por publicarse en Destinos de Nues!t°a América. Ensayos en homenaje a Paul Estrade, ed. Manuel de Paz (Canarias, 2002).

Antonio Benítez Rojo, Paso de los vientos, Barcelona, Marta Fonolleda/Casiopea (col. CeibV, 2000.

Para una apreciación del impacto de esta teoría sobre Benítez Rojo, véase Edmundo Bracho,

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abusivamente) postmodernas y que tienden a relativizar el saber histórico. Al respecto, la novela de Antonio Benítez Rojo, a la par que ofrece un misterioso y

sinuoso relato que abarca el consabido triángulo África/ España/ Nuevo Mundo, mezcla tanto los destinos colectivos e históricos (los de Cristóbal Colón, de Ovando o de Felipe II, por ejemplo) como los individuales y ficticios (sólo se nombrará aquí y ahora al protagonista, el pícaro Antón Babtista) y propone al lector (re)descubrir una inédita dimensión del Caribe. Tras examinar muy rápidamente la estructura global de la novela, se intentará considerar de qué manera se plantean las trilladas pero siempre candentes cuestiones de la ficcionalización del discurso histórico y de las tenues fronteras que separan la invención literaria y la reconstrucción histórica7

.

No en vano se ha aludido a la complejidad y a la sinuosidad de la novela de Benítez Rojo. En efecto, ésta se compone de cuatro relatos, aparentemente inconexos y autónomos. Sin embargo los cuatro remiten a un período histórico común ya que transcurren todos durante el siglo XVI, un período de por sí complejo por ser el de la Conquista y temprana colonización de América y, por ende, el de los cambios más decisivos de la época moderna. Incluso los cuatro episodios se inscriben en un marco cronológico no exento de significación, delimitado por dos fechas claves: 1492 (primer viaje de Colón) / 1598 (muerte de Felipe II). La complicación de la novela se debe también al hecho de que no son sucesivos los cuatro relatos. Al contrario se alternan según un orden más bien aleatorio, no por ello desprovisto de lógica interna. A pesar de esta estructura laberíntica llegan a formar las cuatro narraciones un significante «entramado de hilos» 8, una red conexa de interferencias. Siguiendo el orden cronológico, así se delinean:

-la primera transcurre durante el segundo viaje de Colón (1493-1496) y viene protagonizado por Antón Babtista, supuesto miembro de la tripulación y prototipo del conquistador y colonizador sediento de riquezas, oportunista y aventurero. La narración es llevada en tercera persona, alguna que otra vez en primera para adoptar, según avanzamos en el relato, la segunda persona. Pensamos, desde luego, en la estructura modélica de La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes;

-la segunda refiere acontecimientos que sucedieron antes del primer viaje del marino inglés John Hawkins a las Antillas, viaje que marca la entrada de los ingleses en el tráfico de esclavos africanos ( 1562-1563 ). Este relato se enriquece de otro que gira en tomo de las relaciones entre Hawkins y el canario Pedro de Ponte cuya familia contribuyó al desarrollo económico de las Islas Canarias. Si bien narrado en tercera persona, este relato sufre las intromisiones de un narrador historiador que se propone poner un poco

«Entrevista con Antonio Benítez Rojo. El Caribe y la Teoría del Caos», Quimera, n" 131-132, 19947p. 55-61.

Se ha escrito mucho sobre el tema en los últimos años. Me contentaré con citar aquí los dos volúmenes de Histoire et imaginaire dans le roman hispano-américain contemporain, América. Cahiers du C.R.I.C.C.A.L., n" 12 y nº 14, París, Presses de la Sorbonne Nouvelle, 1993 y 1994, y, en particular, los trabajos teóricos siguientes: Fernando Aínsa, «La invención literaria y la <reconstrucción> histórica» (n" 12, p. 11-26) y «Nueva novela histórica y relativización transdisciplinaria del saber histórico» (n" 14, p. 25-39); Amadeo López, «Le réel et l'imaginaire» (n" 12, p. 41-53) e «Histoire et roman historique» (nº 14, p. 41-61); por fin, Martina Guzmán Pinedo, «Algunas consideraciones sobre la ficcionalización del discurso histórico» (n" 12, p. 55-

61). 8 L . ' d A' 1 G L . 'l 1 dº . ' . (A . a expres1on es e nge . oureiro en su pro ogo a a e 1c10n que manejamos ntomo Benítez Rojo, El mar de las lentejas ... , op. cit., p. 9).

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de orden en las fuentes y en los documentos históricos que sirven de base a la narración de los preparativos del viaje;

-la tercera se centra en la expedición llevada a cabo por Pedro Menéndez de Avilés en 1565, en los albores de la Contrarreforma, contra una colonia de protestantes franceses establecida en las costas de Florida. Esta expedición viene narrada enteramente en primera persona por el propio yerno de Menéndez de Avilés, Pedro de Valdés, desde la salida del puerto de Cádiz hacia las Antillas, pasando por la fundación del fuerte de San Agustín, hasta el cruel y metódico exterminio de los colonos franceses;

-por fin, la cuarta narración agrupa diversos episodios del reinado de Felipe 11, recordados por él durante su última y agónica noche y contados en tercera persona.

Son precisamente esta multifocalización, el aspecto aparentemente deshilvanado de la novela y la selección bastante aleatoria de tales episodios los que inducen a reflexionar sobre esta lectura fragmentaria y heterogénea de la Historia de las Antillas. La alternancia de los relatos aboga muy claramente por una visión no lineal, no diacrónica de la Historia, por un esquema que se aleja radicalmente de la crónica aproximándose más a los conceptos de simultaneidad, sincronía o coincidencia9

. Desde esta perspectiva se dinamizan tanto los hechos como la visión que de ellos se tiene y la Historia ya no es, como lo apunta muy acertadamente Ángel G. Loureiro, en su prólogo a la novela, un «conjunto de hechos que se han quedado atrás, petrificados» o una «mera curiosidad

1, . 10 arqueo og1ca» . Muy al contrario, el texto de Benítez Rojo se adscribe plenamente a una visión

dialógica de los acontecimientos lo que permite una lectura global del Caribe, defendiendo así una aprensión simultánea de cuantos elementos (cualquiera que fuese su naturaleza) contribuyeron a fundamentar y a construir el Caribe. Se afirma, página tras página y desde la misma estructura narrativa, la significante permeabilidad de tales elementos, lo que viene a desmantelar el desarrollo diacrónico del referente histórico y a sustituirlo por un orden transhistórico en el que aciertan a conversar los seres más alejados (Felipe II y Antón Babtista, Cristóbal Colón y John Hawkins, etc.), en el que conviven también los lugares más dispersos (España, Guinea, Canarias, Antillas, Florida ... ), en el que, a la postre, quedan huecos e incertidumbres que el narrador, casi siempre socarrón y paródico, se esfuerza en suplir.

Esta preferencia narrativa se inscribe de llano en el aire del tiempo y corresponde a esa explosión de las certezas axiológicas imperantes hasta los años 60-70 del reciente siglo pasado, a esa ruptura epistemológica que sufre la Historia en cuanto disciplina. La irrisión y la ironía que caracterizan aquí el discurso narrativo corren parejas con la deconstrucción del discurso historiográfico oficial cuya legitimidad viene así cuestionada. Al respecto bien se puede hablar de ficcionalización de la Historia, proceso en el que historia y ficción están dotadas de signos complementarios y mutuos: pregonan la misma ambición, la de reordenar, de reconstruir la realidad e incorporar a sus respectivos programas el imaginario. Entendida así, la historiografia ya no rechaza los mitos, las leyendas, las historias personales; al contrario se enriquece con ellos. En El mar de las

9 En este sentido, la novela de Benítez se inscribe plenamente en la revolución formal que empry/í14ieron, desde la década de los 60, la llamada «literatura del Boom» y sus epígonos.

Angel G. Loureiro, prólogo a Antonio Benítez Rojo, El mar de las lentejas ... , op. cit., p.15.

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lentejas, lo ejemplifica un episodio de manera muy clara11• Después de un capítulo en el

que el narrador muestra veleidades de asentar la «crónica» sobre bases fidedignas, recurriendo a cuadros cronológicos muy precisos12

, mostrándose didáctico, minucioso, meticuloso13

, se cuenta en el capítulo siguiente una auténtica excursión al Teide que desemboca no obstante en la más poética y sorprendente leyenda. Se desdibujan, se esfuminan así las fronteras: hay tantos componentes históricos en el discurso narrativo como componentes narrativos e imaginarios en el histórico.

Esas nuevas perspectivas que reivindica la narrativa a partir de los años 70 distan bastante sin embargo de los llamados esfuerzos de contextualización. La intención es la que ha cambiado definiéndose a favor de la desacralización del discurso historiográfico, de su carnavalización. Es curioso notar que la novela de Benítez Rojo se publica el mismísimo año que la novela de otro cubano, Alejo Carpentier. Me refiero, desde luego, a El arpa y la sombra, texto sumamente paródico y, bajo más de un aspecto, irreverente e iconoclasta. Con ambos textos y sin excluir, desde luego, a otros14

, se inaugura en Cuba una nueva novela histórica que ya no se basa en lo verosímil, lo objetivo, lo unívoco sino en lo intertextual y lo polisémico. El dialogismo y la transversalidad empiezan a regir una narrativa que deja de seguir el modelo imperante hasta la fecha, a saber el modelo épico. Lo subraya así Femando Aínsa:

Las convenciones de veracidad y de ficcionalidad se funden y se complementan en esa intromisión de lo fabuloso en lo real, de lo fabulado en lo cronístico, esa mezcla de lo ficticio y lo histórico inaugurado por el Diario de Cristóbal Colón ... 15

De paso, cabe notar que el Diario de Colón está doblemente presente en el texto de Benítez: en cuanto referente pero también como modelo (parodiado) de escritura. En efecto, abundan las ~áginas en las que asoman huellas del texto colombino: empleo de los mismos tópicos1

, de los mismos procedimientos de amplificación e hipérbole17, la

:; Antonio Benítez Rojo, El mar de las lentejas .. ., op. cit., p.142. Me refiero al capítulo XVIII que se propone explorar la biografia de Pedro de Ponte (id.,

ibíde1fls p.125 y sig.) Citemos, por ejemplo: «Hay datos en su cronología que convendría revisar» , «habría que

disponer de más pruebas. Se acomete la investigación» , «Se recurre otra vez a los despedazados legajos de la Inquisición», «un análisis sereno derrumba esa hipótesis», etc. (id., ibídem, p. 128, 129, !} 1 y 135).

Al respecto, comparto totalmente la opinión de Ambrosio Fomet («La isla novelada: guía para turistas» (1993), en Las máscaras del tiempo, La Habana, Letras cubanas, 1995, p. 9-16) quien subraya que «los vínculos secretos entre documento y fantasía-puestos en evidencia por el ciclo caribeño de Carpentier-sostienen las estrategias discursivas de El mundo alucinante (México, 1969), de Reinaldo Arenas; El mar de las lentejas ( 1979), de Antonio Benítez Rojo; Temporada de árigles (1983), de Otero, y El sol de mediodía (1992), de Noel Navarro» (p. 14).

16 Femando Aínsa, «La invención literaria y la <reconstrucción> histórica ... », op. cit., p. 24. Véanse en particular las p. 109-113 (Antonio Benítez Rojo, El mar de las lentejas .. ., op.

cit.) en las que el narrador hace mofa de la «manía» del Almirante «de ponerle nombre a todo» (p. 109) o de su fascinación ante la naturaleza («el Almirante, alucinado ante el verdor del mar vegetal que se extendía a su vista, afirmó que a juzgar por aquel portentoso valle no habría de quedar muy lejos el Paraíso Terrenal» - p. 11 O); páginas en las que también se retoma el discurso dominante y tópico sobre la necia codicia de los indios («ellos siempre tan amigos de curiosear, de cambiar polvo de oro por algún zapato sin remedio, un cascabel, una camisa vieja, un bonete o un pezuelo de tinta para verterlo encima de sus cabezas picudas, gota a gota, como si se tratara de un bálsamo inapreciable» - p. 110) o sobre las riquezas inauditas del mundo recién descubierto («Minas riquísimas, abundantísimas; minas como desean los Reyes, como deseo yo, como desean los

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misma lengua arcaizante, etc. Esta dimensión de pastiche invalida, de cierto modo, cualquier pretensión seria del discurso ficticio-histórico, si bien no se descarta la posibilidad de que así se llegue mejor a un cm:stionamiento, a una puesta en tela de juicio de la «verdad histórica», a lo que llama otra vez Femando Aínsa, al hablar precisamente de El mar de las lentejas, una «relectura <deslegitimadora»> y una «visión crítica del pasado» 18

. Este propósito permite rehabilitar a los héroes oscuros, poner en un mismo plano al monarca universal Felipe II y a su más endeble súbdito, Antón Babtista. Lo que se enuncia aquí es que la Historia se nutre de historias tanto oficiales y preclaras como ocultas y recónditas; también que la Historia se ha relativizado al integrar otras disciplinas. De esta forma la Historia se construye como las historias, es decir a partir de fragmentos oficiales pero también marginados, de elementos auténticos pero también inventados, de documentos, testimonios, relatos de vida, etc. La nueva novela histórica, tal y como la conciben Benítez Rojo y otros muchos 19, celebra en definitiva la reconciliación de la Historia y de la Literatura sin, huelga decirlo, asemejarlas ni confundirlas.

Estas ideas, el autor cubano las retomará para ampliarlas en el ensayo de 1989, La isla que se repite. A la luz de la teoría del Caos, propondrá una lectura del Caribe capaz de delinear los rasgos inherentes del archipiélago:

Este curioso accidente geográfico [las Antillas constituyen un puente de islas] le confiere a todo el área, incluso a sus focos continentales, un carácter de archipiélago, es decir, un conjunto discontinuo (¿ de qué ?): condensaciones inestables, turbulencias, remolinos, racimos de burbujas, algas deshilachadas, galeones hundidos, ruidos de rompientes, peces voladores, graznidos de gaviotas, aguaceros, fosforescencias nocturnas, mareas y resacas, inciertos viajes de la significación; en resumen, un campo de observación muy a tono con los objetivos de Caos20

.

La teoría del Caos, a imagen y semejanza de los postulados neobarrocos de un Severo Sarduy21

, aboga por un derridiano descentramiento permanente22, una

proliferación de núcleos. Esto arroja luz-a posteriori-sobre la estructura misma de El mar de las lentejas: a partir de o hacia un centro común-el Caribe-se desarrollan varias

homqi:rs que han venido conmigo ... » - p. 113). Véase en particular la narración de la <~ubilosa mañana que despidió la marcha al Cibao»

(id., ifid., p. 108-109). Femando Aínsa, «Nueva Novela histórica y relativización transdisciplinaria del saber

histói¡~o ... », op. cit., p. 28. Véase al respecto el apartado «Le nouveau roman historique», in Histoire de la Littérature

hispano-américaine de 1940 a nos jours, ed. Claude Cymerman y Claude Fell, París, Nathan-Univ%sité, 1997, p. 338-344.

21 Antonio Benítez Rojo, La isla que se repite ... , op. cit., p. 16. Sobre este particular, véanse Severo Sarduy, Ensayos Generales sobre el Barroco, México-

Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica (col. «Tierra Firme»), 1987 así como mis trabajos: «Le néo-baroque en question», in Le néo-baroque cubain, América. Cahiers du C.R.I. C. C.A.L., n · 20, 1998, p. 23-49 e «Invención y epifanía del neobarroco: excesos, desbordamientos, reverberaciones», en Severo Sarduy, Obra completa, ed. Gustavo Guerrero y Frans;ois Wahl, 2 t., Madq9 ... , ALLCA XXI Archivos, 1999, II, p. 1649-1678.

Sería interesante estudiar a fondo la influencia mayor que ha ejercido (y sigue ejerciendo) la obra del filósofo francés Jacques Derrida (en particular, La dissémination) sobre los escritores latinoamericanos desde los años 60-70.

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narraciones que figuran la dispersión y la confusión propias de semejante espacio, su infinita apertura también. El narrador y ensayista cubano se niega a encerrar al Caribe en un sistema estancado y propone ir más allá del hiato histórico y socioeconómico que separa las razas, las culturas, las sociedades. En el ensayo ya aludido, él hablará precisamente de un «mar cultural sin fronteras»23

, imagen patente del mestizaje. El cotejo de los dos textos-novela y ensayo-, a pesar de su distinta naturaleza

genérica, muestra cuán coherentes son el pensamiento y la escritura de Benítez Rojo, cuán contemporánea es su preocupación por una renovación de las lecturas históricas. Totalmente inmerso en esta corriente que define la Historia como un imaginario, se acerca al Caribe con toda su subjetividad, desde una «voz personalizada»24 e íntima que propone descodificar la trama constitutiva de la compleja historia caribeña. A través de los episodios tan alejados entre sí como lo son la muerte de Felipe II, el ataque de colonos hugonotes, el viaje a bordo de una carabela, etc., Benítez Rojo emprende un recorrido aparentemente descabellado pero que no tiene sino un objetivo: explicitar las tensiones inmemoriales entre lo propio y lo ajeno, entre el pasado, el presente y el futuro, entre el viejo continente y el nuevo, estas tensiones que caracterizan no solamente la historia del Caribe sino la de América Latina toda. Visto así, la fría precisión del hecho histórico necesitaba, a la fuerza, ser ficcionalizada para lograr mejor esta reescritura creadora de la Historia y conseguir un mayor espacio de libertad.

En definitiva, El mar de las lentejas puede leerse a la vez como Historia y como fábula. En esta paradoja totalmente deseada y asumida se encuentra sin duda la clave de una larga y tremenda búsqueda que no puede ser sino identitaria. La novela, como más tarde el ensayo y más recientemente el libro de cuentos que integran la trilogía, ofrecen una pertinente y sincera lectura paradigmática y antonomásica del Caribe intentando captar todas sus facetas, todos sus estratos. Por esta misma razón son a la vez textos sumamente intelectuales y sensuales. En efecto, la transgresión permanente de los límites disciplinarios y de los géneros permite revelar una serie de recurrencias y ramificaciones que contribuyen a edificar un sistema de lectura del Caribe en el que caben tanto la aprensión objetiva como la subjetiva.

En este sentido, la escritura se convierte en una suma de signos, de huellas que, desde su propia atomización, dispersión, diseminación-a imagen y semejanza del archipiélago-- apenas ocultan una búsqueda de la unidad:

... don Pedro atravesaba con su dedo, de derecha a izquierda, la lenta porción de océano que separaba las costas de Guinea de aquello que el cosmógrafo llamaba en su carta La Mer de Lentille, sí querido Juan, pero lentejas como Puerto Rico, la Española, Cuba, la Xamaica, y aquí abajo, la Margarita, lentejas de oro, de plata, de perlas, de corambres, de sabores y olores y colores preciosos25

.

Tras una aparente estructura caótica se esconde y está al acecho la necesidad de la memoria que el autor, desde la distancia y arrebatado por un afán de legitimación

;! Antonio Benítez Rojo, La isla que se repite ... , op. cit., p. 350. La expresión es de Femando Aínsa, «La invención literaria y la <reconstrucción>

histó2fa ... », op. cit., p. 17. Antonio Benítez Rojo, El mar de las lentejas .. ., op. cit., p. 223.

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identitaria, se esfuerza en reconstituir. Así lo confesó más o menos en el epílogo de La isla que se repite:

Digo esto porque todo lo que he escrito sobre el Caribe lo he escrito para mí mismo, para explicarme mi génesis y mi realidad-esa forma inquietante de ser y estar siempre entre un acá y un allá. Así, este libro debe tomarse como el diario de a bordo de un viaje estrictamente personal: mi manera de intentar comprender lo caribeño26

.

26 Id., La isla que se repite ... , op. cit., p. 414 (el subrayado es del autor).

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