Historia económica del Valle del Cauca

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INTRODUCCION A menudo en el quehacer del científico concentrado en su laboratorio o en su reflexión, irrumpen hechos intempestivos y ajenos al plan de la investigación que son, precisamente, los que de súbito le iluminan el hallazgo. En la actividad del político se presentan, de pronto, situaciones, imprevistas, que no hacían parte de sus cálculos y que, sin embargo, derrumban de un momento a otro las metas que ya estaban a su alcance o, por el contrario, le permiten realizar de inmediato sus aspiraciones. También en la historia y en el desarrollo de los pueblos ocurre algo similar: hechos fortuitos, no deliberados, de ocurrencia ocasional y que, por lo tanto, no son contemplados en las previsiones y programaciones, constituyen con frecuencia “factores ocultos” del desarrollo: un error involuntario cometido en una circunstancia fortuita puede promover una corrección o una respuesta de desarrollo que en otras condiciones no se hubiera formulado; la lectura de una revista extranjera que accidentalmente cae en nuestras manos, de pronto enciende la idea para realizar un proyecto inédito en nuestro medio; un encuentro accidental con un funcionario de la banca internacional puede ser el despegue para un programa de desarrollo regional. Un viajero extranjero que por azar se instala en la ciudad puede ser un gestor inesperado de obras de progreso...etc.

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INTRODUCCION

A menudo en el quehacer del científico concentrado en su laboratorio o en su reflexión, irrumpen hechos intempestivos y ajenos al plan de la investigación que son, precisamente, los que de súbito le iluminan el hallazgo. En la actividad del político se presentan, de pronto, situaciones, imprevistas, que no hacían parte de sus cálculos y que, sin embargo, derrumban de un momento a otro las metas que ya estaban a su alcance o, por el contrario, le permiten realizar de inmediato sus aspiraciones.

También en la historia y en el desarrollo de los pueblos ocurre algo similar: hechos fortuitos, no deliberados, de ocurrencia ocasional y que, por lo tanto, no son contemplados en las previsiones y programaciones, constituyen con frecuencia “factores ocultos” del desarrollo: un error involuntario cometido en una circunstancia fortuita puede promover una corrección o una respuesta de desarrollo que en otras condiciones no se hubiera formulado; la lectura de una revista extranjera que accidentalmente cae en nuestras manos, de pronto enciende la idea para realizar un proyecto inédito en nuestro medio; un encuentro accidental con un funcionario de la banca internacional puede ser el despegue para un programa de desarrollo regional.

Un viajero extranjero que por azar se instala en la ciudad puede ser un gestor inesperado de obras de progreso...etc.

La historia y los procesos de desarrollo no se pueden entender a cabalidad únicamente con base en el determinismo. También se requiere del azar, la incertidumbre y lo aleatorio.

El propósito de este texto consiste – con base en la aseveración anterior – en mostrar una serie de “factores ocultos” que de una u otra manera han incidido en el desarrollo vallecaucano, con una previa descripción del desenvolvimiento de la región que sirve de marco y contexto a esos factores.

PRIMER CAPITULO: DESENVOLVIMIENTO HISTORICO DEL VALLE DEL CAUCA

I. PANORAMA DEL VALLE DEL CAUCA ANTES DE LA MODERNIZACION

I.1 ANTECEDENTES

Desde el siglo XVI el Valle inter-andino del río Cauca ha sido una región fundamentalmente pecuaria y agrícola basada en la gran hacienda.

Durante la conquista y la colonia se fundaron, a lo largo de las márgenes izquierda y derecha del río Cauca, dos cadenas de aldeas principalmente comunicadas por caminos pantanosos 1].

Hasta los comienzos del siglo XX, la región prácticamente permaneció aislada del Océano Pacífico, solo unida por un difícil camino al Dagua, para internarse por el peligroso río hasta Buenaventura. Estuvo además al margen del grueso de la circulación entre Quito y Santafé que seguía la vía de Popayán al Huila y al río Magdalena. Este aislamiento no permitió que el Valle pudiera beneficiarse de las demandas externas e inter-regionales, por tanto no se presentó un proceso sostenido de crecimiento de la producción ni se requirió un mejoramiento tecnológico que aumentara la productividad agrícola y pecuaria de la región.

En el primer cuarto del siglo XVIII, con el desarrollo de las concesiones reales para explotar la minería aurífera de aluvión en el Pacífico y el Chocó, con base en el trabajo esclavo, se conformó un sector social de mineros en el Valle y el Cauca. El oro amonedado en Cali o Popayán constituyó el ingreso de los mineros con el cual

1] En el Siglo XVI: Cali (1536), Yumbo (1537), Vijes (1539), Roldanillo (1537), Toro (1537) y Ansermanuevo (1539), en la margen izquierda. Cartago (1540), Buga (1555) y Guacarí (1570), en la margen derecha. En el siglo XVII: Yotoco (1622), en la margen izquierda, y Bugalagrande (1622), en la margen derecha. En el siglo XVIII, Jamundí (1725), y el Hato de Lemos (La Unión) a finales del siglo, en la margen izquierda, y San Pedro (1795) en la margen derecha. El desarrollo de Tuluá y Palmira no parten de una fecha precisa de fundación y su formación ha sido un proceso lento. De Tuluá se afirma que comenzó a conformarse cuando el capitán Juan de Lemos y Aguirre construyó unas casas en el lugar (1639). De Palmira se dice que en Llano Grande el Presbítero Gregorio Saa, propietario de El Palmar donó en 1766 unas tierras a la parroquia de Nuestra Señora del Palmar para distribuirla entre los vecinos.

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incentivaron la demanda interna en el Valle: compras a las haciendas de los abastecimientos requeridos por los asientos mineros del Pacífico y adquisición de bienes patrimoniales. Las demandas de los mineros enriquecidos, impulsaron la producción y el mejoramiento de las haciendas, lo mismo que las actividades de los artesanos residentes en los poblados.

A finales del siglo XVIII y durante la primera mitad del siglo XIX, se presentó la crisis de la minería del Pacífico, es decir, del sector que impulsaba el crecimiento económico en el interior del Valle.

La profundización de la crisis del esclavismo, que culminó a mediados del siglo XIX con la libertad de los esclavos; las guerras de independencia que azotaron el Cauca Grande y los agudos conflictos socio-políticos durante las primeras décadas de la vida republicana, se asociaron a la crisis minera para provocar una aguda recesión económica en la región, con campos desolados, hasta mediados del siglo XIX donde se inició el “despertar vallecaucano”, tímido y lento aún debido a la persistencia del aislamiento que impedía al sector creciente de comerciantes vincularse ampliamente a la actividad exportadora que comenzaba a tomar fuerza en el país dentro del modelo primario-exportador.

Subsistió la hacienda en su estado tradicional y las aldeas permanecieron como pequeños poblados carentes de procesos de industrialización, sin crecimiento económico suficiente que los convirtiera en polos de desarrollo capaces de desatar flujos inmigratorios desde el entorno hacia los poblados.

Sin embargo la economía vallecaucana presentó cierta reactivación en las postrimerías del siglo XIX y comienzos del XX. Aún dentro de las fuertes limitaciones de transporte a Buenaventura, las demandas externas del tabaco, pero también de quina y cacao, incidieron en la producción agrícola de la región. Por otra parte las demandas de ganado, azúcar de pan, aguardiente y otros bienes de pancoger por parte de los colonizadores del Quindío, impulsaron la producción agropecuaria y el mejoramiento manual de las haciendas y las fincas vallecaucanas.

Por otra parte, desde las postrimerías del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, se prolongó la “colonización antioqueña” al norte del Valle y penetró hasta Tuluá por la cordillera central y hasta Restrepo por la cordillera occidental. Estas corrientes colonizadoras, además de fundar poblados, 2] crearon una zona cafetera basada en la pequeña propiedad de la tierra, en contraste con la gran hacienda de la parte plana.

2] Por la cordillera Occidental, Versalles (1897), el Aguila (1911), Restrepo (1903), y el Cairo (1920). En la cordillera Central: Alcalá, convertida en municipio en 1919, Sevilla (1903) y Caicedonia (1910).

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I.2 EL DESPERTAR VALLECAUCANO

En los albores del Siglo XX se estampaban en el paisaje del Valle interandino del río Cauca, las grandes haciendas tradicionales, señoriales, de origen colonial. El ganado disperso deambulada a lo largo y ancho de las grandes extensiones de pastos naturales o de guinea y muy temprano, a las 4:30 de la mañana, con el “coro discortante de bramidos y balidos”, de las vacas y los terneros, comenzaba el ordeño1/. Unos cuantos cultivos de caña para abastecer las “sacadoras de aguardiente” y la molienda de los pequeños trapiches movidos por caballos arriados en círculo por los peones. De pronto se divisaba un platanal, un cacaotal, algunos árboles frutales, animales domésticos y un pequeño bosque. En la amplísima extensión de la hacienda se erigían las palmeras y se levantaban totumos, ceibas, guamos, yorumos, chiminangos y manojos de guaduales que cubrían las cañadas para refrescar sus aguas ante el sol canicular del medio día. En los atardeceres los árboles se blanqueaban de garzas o se llenaban de coclíes. Los pellares y patos se aposentaban en lagunas y ciénagas dejadas por las frecuentes “avenidas” de los ríos. Las bandadas de aves pasaban en algarabía y los animales de monte se escurrían entre las marañas del rastrojo en el bosque.

Por el centro de la hacienda era la gran casona colonial con techos de teja, anchos y sombreados corredores, amplios salones y alcobas, espaciosas cocinas, horno de barro, caballerizas y, a menudo, la capilla para las cristianas devociones del hacendado, su familia y sus peones.

La tranquilidad y la vida apacible reinaba cuando cesaban las guerras que asolaban la región, cuando los asaltantes de caminos eran aprehendidos y castigados, cuando los enfrentamiento sociales y los “perreristas” se apaciguaban o eran controlados por las autoridades.

Una vez surtidas las cocinas y el cuarto de almacenamiento, de las haciendas salían por caminos, cenagosos en épocas de lluvia o polvorientos en los veranos, las recuas de caballos cargados de plátano, maíz, azúcar de pan, aguardiente y tabaco, y se arriaba ganado a los mercados semanales de los pueblecitos y aldeitas como los denominaron los viajeros Holton y Saffray en la mitad del Siglo XIX 2/.

1/ Rivera y Garrido, Luciano – Impresiones y Recuerdos. Carvajal y Compañía, 1968.2/ Saffray, Charles – Viaje a la Nueva Granada. Ed. Incunables. Bogotá, 1984. Y Holton, Isaac – La Nueva Granada: Veinte meses en los Andes. Publicaciones Editorial Carvajal, Cali 1970.

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Pero también, de las pequeñas fincas de terrazgueros, arrendatarios y campesinos propietarios, enclavadas en las cordilleras y piedemontes o en las orillas del río Cauca, se sacaban cacao, plátano, maíz, tabaco y frutas a los poblados.

A finales del Siglo XIX, en el recorrido que hiciera en “vapor” por el Cauca, el viajero francés George Brisson observó, desde el barco que se deslizaba por el río, muchas fincas campesinas, “casas, caneyes, trapiches, negros y canoas” 3/. Los productos de las fincas se llevaban en canoas y en el vapor a pueblitos como Cartago, Bolívar, Tuluá, Buga, Palmira y Cali que durante el período colonial y en la primera mitad del siglo XIX sufrieran, a menudo, la escasez, el desabastecimiento y la carestía. Pero en las postrimerías de este siglo se revitalizaron los campos y la vida rural vallecaucana, especialmente después de la reforma de 1851 que terminó por abolir la esclavitud. Hacia los años 60 el ganado engordado en las haciendas se llevaba al Quindío y a Caldas, regiones de rápida expansión de la colonización antioqueña durante la segunda mitad del siglo XIX. Surgió – dice Hyland – un nuevo grupo de comerciantes, especialmente extranjeros y manizalitas que intensificaron los intercambios entre vallunos y paisas. La demanda en expansión por panelas, azúcar de pan, aguardiente y ganado, fortaleció la economía de las haciendas del Valle: aumentó la crianza de ganado, se mejoraron los trapiches, se adecuaron las acequias y cañadas, se descuajaron bosques para aprovechar la madera, se arreglaron los corrales, y en las haciendas más prósperas se introdujeron pastos de guinea para el reemplazo de los naturales. Sólo las guerras de 1860 y 1876 o la epizootia (*) que diezmó ganaderías (1887) interrumpieron temporalmente este despertar de la agricultura y la ganadería en los campos vallecaucanos.

3/ Grisson, George – De Cali a Medellín en 1890. Incluido en el tomo IV de las Maravillas de Colombia. Editorial Forja. Bogotá, 1979.

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I.3 EL DESARROLLO COMERCIAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX

Después de un largo y ruinoso período de recesión económica en el Valle del Cauca durante la primera mitad del siglo XIX, comienzan a aparecer signos de revitalización del comercio, proliferación de comerciantes y establecimiento de almacenes, casas y sociedades comerciales.

Las crecientes compras de ganado, de azúcar de pan, aguardiente y otros productos agrícolas por los colonizadores antioqueños en el Quindío y Caldas, el aumento de excedentes agrícolas y ganaderos que salían de haciendas y fincas campesinas para venderse en los poblados vallecaucanos, reactivaron la región. Asimismo la posibilidad de exportar contribuyeron a dinamizar la economía de la zona, especialmente las oportunidades de insumos agrícolas demandados en Europa y los Estados Unidos durante la vigencia del denominado modelo agro-exportador del Siglo XIX que se expresó en alza de las cantidades de quina (*) Epidemia del ganado exportadas por Buenaventura entre 1869 y 1873, de tabaco entre 1871 y 1875, de añil entre 1869 y 1874, además de cueros, caucho y café, reactivaron la región. Estas exportaciones –a pesar de las enormes dificultades para transportar la carga a Buenaventura – muestran el interés y el empuje de los comerciantes del Valle por vincularse decididamente a los mercados del exterior.

Tal era el interés de los comerciantes por vincularse a la actividad exportadora de productos agrícolas que hacia 1872 se produjo carestía de consumos domésticos – no por recesión económica – sino porque los esfuerzos y dineros se orientaron a producir insumos agrícolas para la exportación, como tabaco y cacao.

Generalmente los grandes comerciantes de la época combinaban las actividades agrícolas y ganaderas de sus haciendas, con el comercio en el interior, las ventas de mercancías en consignación, las importaciones, las exportaciones, el manejo de dinero a interés, el negocio de bienes raíces y la representación de casas extranjeras.

La proliferación de grandes comerciantes y la creación de casas comerciales durante la segunda mitad del siglo XIX se ilustra a manera de ejemplo, con los siguientes casos:

- Marco Fernández, bugueño residenciado en Cali y los hermanos Arroyo conformaron la sociedad “Fernández, Arroyo & Cía”, dedicada especialmente a cultivar quina en el Distrito de Caldas (Cauca) y a exportarla (1854).

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- José Vázquez Córdoba y Manuel José Caldas de Cali, establecieron una sociedad para exportar corteza de quina (1856).

- “Manuel Garcés e Hijo” hacendados y comerciantes, se dedicaron al comercio interior, a la importación y exportación (1856).

- Gonzáles y Vallejo, cuyo socio principal era Rafael González Umaña propietario de las haciendas Isabel Pérez, Meléndez y Novillera en Cali, compraba y exportaba cueros o los vendía para la elaboración de empaques o “zurrones” de tabaco y quina (1857).

- Caicedo Hermanos, cuyos socios fueron Cenón Caicedo – propietario de la primera fábrica de ladrillos y baldosas en Cali con maquinaria traída de los Estados Unidos, localizada en Santa Mónica al Norte de Cali – y Federico, su hermano. La sociedad se dedicó a producir y vender lozas y recipientes de aguardiente (1858).

- Borrero & Bermúdez. Los socios Angel María Borrero y Carlos Bermúdez, fundaron la sociedad con sede en Cali para importar y exportar variadas mercancías (1859). Posteriormente fue propietaria de una librería y papelería en Cali.

- Casa Comercial Gaviria. Compraba cueros para venderlos en el interior y exportarlos. También el cacao y el café fueron otras líneas de su comercio (1859).

- Sánchez, Uribe & Cía. Sociedad dedicada a la curtiembre, venta interna y exportación de cueros, tenía como socios a Cándido Sánchez, Felipe Martín Uribe y Charles Heyn (1860).

Corrían los años 60´s y 70´s y proliferaron hacendados y comerciantes que incursionaron en la siembra, compra, venta y exportación de tabaco: Marco Fernández, los hermanos Ramón, Francisco y Primitivo Sinisterra de Cali, Manuel María Barona con residencia en Cali, Manuel Joaquín Herrera de Palmira, Juan Antonio Salazar, Pío Rengifo de Cali, el Presbítero Marcelino Lazo de la Espada con residencia en Cali, Liborio Mejía, José María Correa, hacendado que además compraba cacao a los parceros y medianeros del norte del Valle, Vicente Velasco; Sinforoso Garcés hacendado que también se dedicaba a la crianza, venta y compra de ganado, y la Sociedad “Eder, Manrique & Cía” cuyos socios eran Santiago Martín Eder y Antonio Manrique.

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Si se exceptúan algunos pocos comerciantes vallecaucanos compradores y exportadores de quina, esta actividad la controlaban payaneses como Marcos Valencia, Ernesto Cerruti, italiano residenciado en Popayán, pero especialmente “Elías Reyes y Hermanos” entre cuyos socios se encontraba el General Rafael Reyes.

El añil tuvo importancia a finales de la década de los años 60 cuando comenzaron a formarse compañías dedicadas al cultivo, venta y exportación en San Pedro (Luciano y José María Rivera), Buga (Matías Fernández de Soto y Fortunato Cabal); Guacarí (Cayetano Delgado), Palmira (José María Patiño y Elías Reyes en Vilela, Tiberio Hernández en Agua Clara), Cali (Jaime Córdoba en Jamundí y Rafael González Umaña en Pance), Guacarí (Jesús Navia, Rafael Salcedo, Angel María Domínguez, y Juan Antonio Ducreet en la hacienda San Lorenzo).

Desde comienzos de los años 80 se crearon muchas casas comerciales que se dedicaron, no solo a la venta de productos de la región y del país, sino a importar variadas mercaderías y a exportar productos agrícolas (tabaco, cacao):

“Santiago M. Eder & Cía”, sociedad dedicada a la venta por comisión, exportaciones, importaciones, además de agente de la casa Hamburg American Steamschup Company.

- Payán Hermanos, dedicado a la compra-venta y exportación de cacao y cueros, con un almacén donde expedían artículos nacionales y extranjeros: papel, máquinas de coser, Kerosene, velas vasos de vidrio y licores.

- Argaez y Carvajal, dedicado a la compra, venta y exportación de cacao y cueros, con un almacén de artículos de tocador, colonias y perfumes ingleses.

- Casa comercial de Ernesto Cerruti, comerciante italiano muy controvertido por sus negocios con el Estado y su participación política al lado de sus socios radicales. Estableció en Popayán la Sociedad Ernesto Cerruti y Compañía dedicada a la compra y exportación de quina e importación de sal del Perú. Abrió almacén en Buenaventura y casa en Cali para exportar e importar mercaderías. En el Cerrito estableció un centro para comprar tabaco con fines de exportación.

- Robledo, Holguín & Cía, vendía productos nacionales e importados.

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- Robledo Hermanos, sociedad dedicada a la importación de mercancías europeas y americanas.

- Palau, Corrales & Cía, vendía productos nacionales e importados.

- Botica Escobar y García dedicada a la preparación de medicamentos, venta de drogas y perfumes importados.

- Domínguez & Cía (Buga), representaba casas extranjeras, exportaba e importaba mercaderías europeas.

- Bertín Hermanos (Buga) vendía mercancías en comisión, manejaba giros y descuentos de letras.

En Buenaventura existían varias casas comerciales con actividades de importación y exportación que a menudo operaban como intermediarias y agentes de comerciantes caucanos, entre ellas:

E. Cerruti & Cía, Caputo e Hijos, Francisco Menotti con almacén en Cali para la venta de mercancías importadas, Carmelo Pugliese, V. Pérez y Hermanos, Ruiz & García, Pugliese Hermanos.

Entre 1887 y 1888 se constituyeron varias sociedades que explotaron minas auríferas en el Salado y Bitaco ante las perspectivas favorables para exportar oro:

- Sociedad de Genaro Otero y Benito Chaperon (Cali).

- Sociedad de Enrique Polo con Primitivo y Rafael Orejuela (Salado – Cali).

- Sociedad Minera de Guadas de Carlos H. Simmonds, Belisario Suárez y Modesto García (El Saldo).

- Sociedad de Elías Reyes, Carlos H. Simmonds, Santiago M. Eder, Enrique Polo, Fernando Alonía y Julio García: Sociedad Minera de Vitaco.

- Sociedad Minera Simmonds y García (Vitaco).

En los albores del Siglo XX, en Cali – pueblito sin energía eléctrica ni agua potable, con menos de 25.000 habitantes-vivía un grupo relativamente amplio de comerciantes, algunos de ellos extranjeros, que se dedicaban a variadas actividades

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económicas como la compra-venta de ganados y productos agrícolas, negocios de bienes raíces, exportaciones e importaciones, venta de mercancías dejadas en comisión, representación de casas extranjeras y nacionales, manejo de giros, descuentos de letras y nacionalización de mercancías: Luis Carlos Fisher, Otto Beplat, Herman L. Bohmer, Juan Francisco Wolff, Henry Eder, Ricardo Price, Rodolfo De Roux, Emilio Bizot, Alberto Burkhardt, Miguel e Ignacio Guerrero, Angel María Borrero, Jesús María y Nicólas Hormaza, Alejandro Garcés Patiño, Isaías Mercado, Jorge Pineda, Narciso Riascos, Benito López, Pío Rengifo, Fidel Lalinde, Hernando Carvajal, Marceliano Calero, Manuel Buenaventura, Ulpiano Lloreda, Ernesto Lora, Pedro Pablo Caicedo, Ignacio Palau, Juan de Dios Restrepo Plata, Ismael Hormaza y Emiliano Otero 4/.

Esta dinámica comercial chocó con una camisa de fuerza: la carencia de una adecuada salida al mar, de una vía que conectara al Valle con el interior del País y de una red de comunicaciones que integrara los diversos poblados de la región. Sólo el “desembotellamiento” vial podría abrir las compuertas al desarrollo vallecaucano.

NAVEGACION POR EL RIO CAUCA.

Un importante esfuerzo por integrar comercialmente a la región y movilizar los abastecimientos agrícolas hacia los poblados lo realizó un puñado de hombres de negocios extranjeros y vallecaucanos en 1875 cuando constituyeron la empresa de navegación a vapor por el río Cauca. Pero aspirantes payaneses a la concesión y la guerra civil de 1876 retardaron la realización del proyecto. En 1880 se reinicia la idea y se crea la “Compañía de Navegación del río Cauca”. Los socios fueron: El General Julián Trujillo, Carlos H. Simmonds, Francisco Cisneros, Santiago Eder, Tomás Rengifo, José Rivera, José Domínguez & Cía, Ruíz & García y F. Olave. La empresa en 1890 sólo logró poner en el agua el primer vapor bautizado con el nombre de “Cauca” construido por C.H. Simmonds, que trajinó la ruta fluvial entre Puerto Simmonds (Cali) y la Virginia, y que se hundiera en el paso “Bambum” al comenzar la década de los años 20 del siglo actual. Por esta vía fluvial se transportaban mercancías, víveres, licores y sal. De las fincas y haciendas se sacaban al río, para llevar a los mercados de los poblados, productos como cacao, tabaco, panela, anís y

4/ La Cámara de Comercio de Cali se creó por Decreto No.699 de Agosto de 1910. No prosperó y se volvió a constituir por Decreto No. 1807 de Octubre de 1915. En la segunda fundación eran miembros de la institución en 1916: Rodolfo De Roux, Pedro Pablo Caicedo, Juan de Dios Restrepo, P. Ricardo Price, Ernesto Lora, Hernando Carvajal, Isaías Mercado Z., General Miguel González, Ignacio Palau, Ismael Hormaza.

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café. Aunque éste último sólo se transportó en volúmenes importantes por el Cauca, a partir de 1915 cuando se concluyó el tramo férreo Cali-Buenaventura, de tal manera que el grano del Quindío que se exportaba antes por el río Magdalena, comenzó a movilizarse por el Cauca hacia Cali para enviarse por vía férrea al Puerto del Pacífico.

En 1985 el doctor Evaristo Garcia decía “...la población se condensa a las orillas de los numerosos afluentes del Cauca en donde existen las haciendas con ingenios (trapiches) para utilizar las plantaciones de caña, los grandes platanales, los inmensos guaduales, los cultivos de arroz, de maíz, de tabaco, de caña y de café, los potreros de pará y de guinea para vacas de lechería y para ceba de ganados” 5/. De las haciendas y fincas salían los productos del campo “a las orillas del río Cauca, despensa inagotable de todas las ciudades del Valle” 6/.

Con el movimiento de carga por la vía fluvial se desarrolló una cadena de pequeños muelles en las riberas del Cauca que se unían por caminos con los diferentes poblados vallecaucanos abastecidos con los productos agrícolas transportados por el río: Puerto Simmonds – Cali, Mediacanoa-Buga, Riofrío-Tuluá, Caramanta-Bugalagrande, Tierra Blanca-Roldanillo, Guabal-Zarzal, La Cañada-La Victoria, Guanábano-Cartago, Fresneda-Cartago. Alrededor de esos pequeños muelles de cargue y descargue, se encontraban bodegas, talleres de reparación de los “vapores” almorzaderos y barcas que entre torres atravesaban el río de una orilla a otra. Estas fuentes de trabajo localizadas a lo largo del Cauca, las peonadas de las haciendas, las ventas de productos de las fincas ribereñas, irrigaron geográficamente el ingreso, permitieron una desconcentración de la población vallecaucana y revitalizaron el comercio de los poblados como Cali, Palmira, Buga, Tuluá, Roldanillo y Cartago.

Después del vapor “Cauca”, la Compañía de Navegación del río Cauca, estrenó el “Sucre” (1905) y luego amplió su capacidad de transporte fluvial con el “Cabal” (1912) y el “Ricaurte” (1915). La compañía fluvial de transporte inició operaciones con el "Risaralda" (1915), el “Manizales” (1921) y el Palmira (1921). La sociedad “Pinzón & Compañía” era propietaria del “Ceylan” (1921) y el “Danubio” (1921), y la Sociedad “Galindo, Díaz & Cajiao” disponía del “Libertador” (1920) y el “Isabel” (1921).

La construcción de dos vías nuevas entre Cali y Cartago hizo desaparecer el transporte fluvial por el Cauca: El ferrocarril del Pacífico que se extendió entre 1915 y 1925 y la carretera al norte que se construyó entre 1922 y 1927.

5/ García, Evaristo, “Estudios de Medicina Nacional”. Imprenta Departamental, Cali, Noviembre de 1945. Artículo “Tratamiento de Paludismo”, 1985 – Pág. 55.

6/ Idem. Discurso de inauguración de la nueva plaza de Mercado, 1987, Pág. 154.

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I.4 EL FIN DE SIGLO

Un fin de siglo febril, bullicioso, veloz, con novedades que aparecían por doquier, vivieron los europeos y norteamericanos. La segunda revolución industrial aceleró el ritmo febril y la vida urbana. El dínamo generador de energía de Faraday en Inglaterra, de Thomas A. Edison en Estados Unidos y de los hermanos Siemens en Alemania llenó de luces las grandes urbes. La turbina de vapor de Sir Charles Parsons, impulsó más velozmente los barcos en los mares, permitiendo ampliar y consolidar el mundo colonial ultramarino de las grandes potencias europeas. El motor eléctrico de Nicolás Tesla fue toda una revolución en el viejo continente. El motor de combustión interna del Alemán Gottieb Daimler aplicado al transporte puso a rodar miles de automóviles por toda la geografía de Europa, sustituyendo las viejas carrozas de tiro. La química abrió el abanico de productos industriales como las fibras y colorantes sintéticos, los plásticos, la pulpa de papel y los nuevos materiales para la fotografía y el cine. El telégrafo de Morse (1868), el teléfono de Bell y el inalámbrico de Marconi hicieron volar los mensajes y acelerar las comunicaciones a velocidades antes insospechadas. Aparecen las grandes corporaciones como la Standart Oil Trust de Rockefeller en Estados Unidos, la I.G. Farben de productos químicos en Alemania o la Siderúrgica de Krupp en Alemania. En las grandes ciudades proliferan los negocios, los bancos, la actividad bursátil, los mercados, las grandes usinas, y en las calles hormiguean los transeúntes y los automóviles como novedad mayor de la vida diaria. Y París vive una fastuosa y deslumbrante “belle epoque”.

En cambio, la irrupción del Siglo XX sorprendió a la alejada y modesta provincia vallecaucana en medio de una vida apacible, pastoril, rústica y austera. La vida rural y el paisaje del Valle fueron el sueño de poetas que vieron la luz en esta región durante la segunda mitad del Siglo XIX. Adolfo Valdés, caleño tempranamente fallecido en 1873 en Valparaíso, nos dibuja “La Campiña” vallecaucana:

“Por el extenso Valle se divisanpartidas de vaqueros y peonesalegres dirigirse a sus cabañas

porque ya terminaron sus labores.

Hacia la casa grande la haciendalos mayordomos van y los patroneshablando de la siembra de ese díay del “derribo” último del bosque”

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También en el canto a la “tierra del alma” de Carlos Villafañe (1882) con la “casita feliz medio escondida entre el cacaotal” del campesino de las orillas del Cauca; el poema de Alberto Carvajal (1882) “Al sol del Valle del Cauca” que ya cuando la tarde parpadea enciende “una rosa fulgurante en la cruz de la torre de la aldea”. Es el mismo “Sol de los venados” de Cornelio Hispano (1880) que acompaña a “tardos y silenciosos campesinos (que) descienden de la sierra”, cuando “En el Valle del Cauca” de Gonzalo Martínez Lemos (1898) “Muere la tarde y en apacible coro el ave inicia su postrer dulzura”. O también el poema “Tierra Caucana” de Ricardo Nieto (1979) donde el tranquilo y sosegado río va “recibiendo al pasar por el plantío, una lluvia de frutos y de flores”, y “la silla poltrona” de Jorge Rivas (1886), donde dibuja la vida tradicional:

“En el amplio y tranquilo corredor de haciendaviejo caserón triste, colonial, silencioso,

tal como hace dos siglos, en callado reposoguarda la muelle silla poltrona su leyenda”.

En este fin de siglo, los pueblecitos sucesivamente localizados desde Palmira hasta Cartago por la margen derecha del río Cauca, y desde Cali hasta Toro por la margen izquierda, eran bastante humildes, modestos y conservaban el mismo aspecto de la Colonia: casitas de bahareque o adobe, no pocas con techos de paja; callecitas rectas, algunas débilmente alumbradas por las noches con lámparas de petróleo; aguas llevadas desde el río cercano por acequias hasta las casas o las pilas. Y la iglesia que desde lejos se veía empinada sobre los techos del caserío.

Sin embargo, alrededor de la plaza mayor se levantaban las casonas de los notables, algunas de dos plantas con balcones mirando a la calle, cuyos salones, alcobas, cocinas y corredores en torno al patio interior se aderezaban con lujos importados: platería, vajillas, cristalería, espejos, edredones, lámparas de alcohol, camas de bronce o de hierro....

Palmira que había vivido la prosperidad del tabaco a mitad del siglo XIX y aumentado rápidamente su población no alcanzaba, sin embargo, los 22.000 habitantes el día que se inicio el nuevo siglo. También Cali, con un creciente movimiento comercial durante la segunda mitad del Siglo XIX no llegaba a los 25.000 habitantes. Pero al acercarse al siglo XX proliferaron las tiendas, las pulperías, las carnicerías, las ventas en las plazas el día del mercado, los almacenes, las casas comerciales dedicadas a la importación de artículos domésticos, ropa y herramientas, a la exportación y a la representación de empresas extranjeras, a pesar de las crisis que las afectaron durante las guerras de 1860 y 1876.

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II. EL VALLE DEL CAUCA EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XX

II.1 EL PERIODO 1910 - 1933

En 1910 con la nueva división político – administrativa del territorio nacional, se designa al Valle como un nuevo departamento, separado del Gran Cauca. Este acontecimiento permitió iniciar un proceso de desarrollo regional. Se logró el manejo descentralizado de los recursos propios y las transferencias del gobierno central, lo mismo que la toma de decisiones autónomas. Fue sin embargo, la construcción de la infraestructura vial y particularmente el ferrocarril del Pacífico por parte de la nación, lo que permitió romper el “embotellamiento”, comunicarse con Buenaventura, integrar las localidades de la región, vincularse con el interior del país y con los mercados internacionales y ampliar los mercados, dando lugar a un importante desenvolvimiento comercial y a un fuerte impulso a las actividades cafeteras y azucareras del departamento. La vía férrea iniciada en Buenaventura, llegó a Yumbo en 1914; a Cali en 1915, un año después de la terminación del canal de Panamá; a Palmira en 1918, a Tuluá en 1920, a Bugalagrande en 1922, y a Cartago en 1923. El muelle de cemento en Buenaventura, que reemplazó el que construyera Cisneros, se dió al servicio en 1922. Por otra parte, la empresa Ferrocarril del Pacífico construyó en el puerto el Hotel Estación (1923-1925), el Palacio Nacional de Cali por delegación del gobierno central (1929-33), y los acueductos de Buenaventura, La Cumbre y Piendamó, además del montaje de las plantas eléctricas de Dagua, La Cumbre, Piendamó y de los talleres de Chipichape en Cali (1929-1934).

Otros elementos del sistema vial de este período lo constituyen la intensificación y el mejoramiento de la navegación por el río Cauca de la Virginia hasta Cali, que desapareció con la extensión del ferrocarril y la carretera central del norte; la carretera Cali – Cartago (1922-1927), la carretera Armenia-Ibagué (1926-1928) y la vía Cali – Buenaventura por la recta de Anchicayá (1926-1940).

El movimiento de carga por el ferrocarril se hizo cada vez más intenso a medida que avanzaba hacia el norte. Entre 1916 y 1930, la cantidad de café movilizado por Buenaventura, creció 8 veces. En 1916 se exportó por este puerto el 12% del grano y en 1930 esta cifra se elevó al 38%. Las vías férreas y carreteables valorizaron las tierras del Valle y ampliaron el acceso a nuevos mercados cada vez más lejanos. Estas condiciones favorables de demanda y transporte, además de las características del suelo, dieron lugar a la creación de nuevos ingenios azucareros: mientras al comenzar el siglo, solo existía la Manuelita, en 1929 funcionaron además, Riopaila y Providencia.

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En este período fueron invitadas varias misiones extranjeras para estudiar y promover líneas de desarrollo agrícola para el Valle: La misión inglesa (1927) propuso un desarrollo algodonero en gran escala, en tanto que la misión Chardón (1929) planteó la conveniencia de una amplia e intensiva plantación de Caña de Azúcar y la creación de granjas experimentales como la que se construyó en 1928 en Palmira.

El aislamiento regional había impedido el desarrollo manufacturero. Sólo existían algunos talleres de bajísimo nivel tecnológico dedicados a producir bienes de consumo doméstico, generalmente con base en insumos agropecuarios de la región: velas, grasas, jabones, chocolates, curtiembres y productos del cuero, cigarros, y cigarrillos, gaseosas, materiales de construcción (ladrillo, teja, baldosas), harinas, féculas, molinos de arroz, pero sobre todo las trilladoras de café. Dentro de este panorama manufacturero se destacaban por su tamaño la textilera “La Garantía”, la cervecería “Andes” (1924), la imprenta “Carvajal y Cía” (1904) y la empresa de Mariano Ramos, (Litografía, imprenta, pastas, alimentación y galletas) en Cali (1925).

En tanto que en Palmira merecen mención las fábricas de cigarros y cigarrillos “Ideales”, “La Corona” y “El Sol”, además de las fábricas de alcohol y la compañía Vallecaucana de Sericultura.

Este período de gran desarrollo de la infraestructura vial y el transporte, con intensa actividad comercial, aunque con un pobre desarrollo manufacturero, se cierra con la crisis internacional de los años 1929-1932 que afectó a la región debido a la suspensión de obras públicas a causa de la drástica caída del crédito externo del país, la situación del comercio exterior colombiano y de su impacto en los recursos arancelarios del gobierno. Se elevó el desempleo y cayó la demanda. Por tanto la economía vallecaucana entró en recesión que solo comenzó a superarse a finales de 1932.

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II.2 HACIA EL MAR DE BALBOA

Desde la Colonia hasta 1915 – año en el que llegó a Cali el Ferrocarril del Pacífico – la integración de la región Vallecaucana con el mercado mundial estuvo obstaculizada por la carencia de una adecuada salida al mar a pesar del empeño, el interés y los esfuerzos realizados por los comerciantes que proliferaron en la segunda mitad del Siglo XIX y por políticos del Cauca Grande. Por esta época, la salida al mar – que no era más que un largo y penoso caminito de herradura, con un peligroso tramo por el río Dagua para atravesar la cordillera occidental – impedía realizar todas las potencialidades comerciales y los intercambios con el exterior. A menudo, las recuas de caballos se diezmaban, las mercancías se deterioraban o se perdían en las corrientes de las aguas o en los desfiladeros. La demora del transporte en “un viaje que variaba de ocho a veinte días dependiendo del clima, era un problema aún en las más benignas estaciones” 7/

En su relato de viajero “por el Dagua hacia el Chocó” (1823), Gaspar Teodoro Mollien contaba que “...los negros, uno empuñando un remo y otro una pértiga, se colocaron a proa y a popa de la piragua: cuando todo estuvo listo se soltó la amarra.... y en el acto nos arrastró la corriente con la velocidad de una flecha y nos llevó ante un verdadero muro de rocas que las aguas franqueaban con ruidoso espanto ...salíamos de ese peligro para caer en otro... cuando creía que el Dagua había llegado a su nivel, me di cuenta de que las aguas agitadas corrían a algunos pies del lugar donde nos hallábamos. Piloto experto, el negro ...atrevido se aventuraba por entre las revueltas hacia deslizar por esos pasos angostos, pero a veces una piedra nos detenía en la bajada y el agua que brotaba ...amenazaba sumergirnos; eran momentos críticos”. A pesar de algunas mejoras al camino, “de Cali que sería el centro natural del tráfico, no se exportaba nada al extranjero a causa de que los fletes lo absorberían todo por las dificultades que se presentan en el tráfico del Dagua a la Buenaventura “decía Felipe Pérez (1862) en su Geografía del Estado soberano del Cauca.

El prolongado aislamiento regional, que duró más de tres siglos y medio, se hacía insostenible a finales del siglo XIX con el apogeo del comercio. Los comerciantes que constituían una importante fuerza social en ascenso, urgieron una salida al mar que les permitiera participar más ampliamente en la corriente agro-exportadora de la

7/ Informe de Agustín Codazzi de la Comisión de la Coreográfica al Gobernador de la Provincia de Buenaventura, 10-IX-1855. Citado por Richard Preston Hylan en “El Crédito y la Economía 1851-1880”. Banco Popular, Pág. 103.

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época y en las importaciones que modernizarían los patrones de consumo en la región.

La construcción de la vía férrea al Pacífico fue ordenada por el Congreso por medio de la Ley 66 de 1872. Por una serie de problemas financieros, técnicos, políticos, bélicos y con los contratistas, se demoró la terminación de la obra. Los trabajos se iniciaron en Buenaventura en 1878. Cuatro años más tarde se inaugura el primer tramo de 20 km en Córdoba. Pero la vía férrea sólo llega a Yumbo en 1914, a Cali en 1915, Palmira en 1917, Guacarí en 1919, Buga en 1922, Tuluá en 1923 y Cartago en 1925. En 1926 se inauguran las estaciones en Popayán y Armenia.

El movimiento de productos y pasajeros entre la región vallecaucana y Buenaventura se disparó desde la llegada del ferrocarril a Cali. En 1917 la movilización de carga por vía férrea aumentó siete veces y la de pasajeros cuarenta veces respecto a 1908 cuando el ferrocarril sólo llegaba a Dagua donde se transbordaban mercancías y pasajeros. Mientras en 1916 se exportaba el 12% del café por Buenaventura y el 62% por Barranquilla, en 1930 se igualan las exportaciones del grano por ambos puertos alrededor del 37% en cada uno de ellos, y a partir de 1935 las exportaciones de café por el puerto del pacífico superaron de manera creciente las que se realizaban por Barranquilla.

El Ferrocarril del Pacífico fue la obra pionera en romper el aislamiento regional. Vinculó el Valle al mercado internacional, reorientó hacia Buenaventura el transporte del café de exportación, fortaleció la integración regional, y con la construcción de la carretera Armenia-Ibagué (1926-28), que financió con sus recursos, se conectó con el Ferrocarril Girardot-Tolima-Huila, vinculando el occidente con el interior del país. Esta articulación ferroviaria la impulsó el desarrollo del sector azucarero del Valle; permitió abastecer de sal a la región, superando la carestía y altos costos de transporte; facilitó el suministro del cemento nacional para reemplazar cemento importado que se venía adquiriendo hasta ese momento. Esto facilitó la construcción de obras regionales y edificaciones urbanas con características técnicas y arquitectónicas nuevas que se realizaron en el Valle y especialmente en Cali, en las postrimerías de los años veinte.

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III. HACIA LA MODERNIZACION

III.1 EL PERIODO 1933 - 1958

Con la reactivación del comercio exterior, del crédito externo y, por tanto, de los recursos fiscales del gobierno, se reanima el empleo y la demanda. La región intensifica sus intercambios con el resto del país y comienza un período de prosperidad económica. En la década de los treinta se crean empresas como “Maizena S.A.” (1933), Croydon (1937), Textiles el Cedro (1937) en Cali, y Cementos del Valle (1939-41) en Yumbo. En 1940-44 se funda en Bugalagrande una moderna empresa de productos lácteos, “Cicolac” y a partir de esa fecha se inicia una fuerte corriente de inversión extranjera en la región, pero particularmente en el área de Cali y Yumbo. 1]

La escasez de divisas y el proceso de sustitución de importaciones intensificado por la Segunda Guerra Mundial forzaron una industrialización que permitió producir internamente los bienes que no se podían importar. En el Valle del Cauca, esta industrizalización se caracterizó por la producción de insumos para el sector manufacturero y la agroindustria, utilizando en gran medida las materias primas agrícolas producidas en la región.

En el sector rural, se inicia un proceso acelerado de modernización y sustitución de cultivos de pan-coger por insumos agrícolas para el procesamiento manufacturero.

El sector azucarero registró un rápido auge: de 1.274 plazas de caña cultivadas en 1930 se pasó a 25.514 plazas en 1952. Además apareció un gran número de nuevos ingenios como Mayagüez, Bengala, La Industria, María Luisa, Balsilla, El Porvenir, Pichichí, Castilla, Oriente, San Carlos, San Fernando, La Carmelita, Tumaco, La Cabaña y Meléndez.

El gran desarrollo industrial, agrícola, urbano y comercial del período requería personal calificado para afrontar el reto de la modernización. Es precisamente en 1945, cuando se funda la Universidad del Valle.

1] En los años 40, Sidney Ross de Colombia, Good Year, Cartón de Colombia, Eternit, Palmolive, Home Products, Colombates (Palmira), Squibb, Unión Carbide. En los años 50: Monark, Icolápiz, Chiclets Adams, Quaker, Sanclair-Vallentine, Celanese, Lanera del Pacífico, Coca-Cola, Industrias Quin, Miles, Hoechst, Propal, Collins, Ceat General, Facomec, Atlantis, Baxter, Construcciones Tissot.

En Buga se crean en este período: Grasas S.A., Finca S.A., Soya S.A., y Purina.

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Pero el desarrollo de la infraestructura continuó: El 24 de Junio de 1946 se inaugura la carretera Simón Bolívar a Buenaventura. En 1954 la Constituyente aprueba la creación de la C.V.C. 2], al año siguiente se inaugura la Central Hidroeléctrica de Anchicayá (2 de Julio de 1955).

El 4 de Marzo de 1956 se da al servicio el Oleoducto del Pacífico cuya sociedad se había formado desde 1951.

Esta dinámica requería también un desarrollo gremial y profesional. Es así como se crea la Sociedad Colombiana de Química (1950), la Sociedad Japonesa de Agricultores en Palmira (1958), la Sociedad de Viticultores del Valle del Cauca en Bolívar (1952), la Seccional de la Cámara Colombiana de la Construcción (1958).

Este proceso gremial continuó en la época de los sesenta con la Federación Nacional de Algodoneros en Palmira y Zarzal (1962), la Asociación de Dirigentes de Ventas-DIRIVENTAS (1962) y la Sociedad de Agricultores y Ganaderos del Valle (1963).

Pero además se realizaron importantes eventos religiosos, deportivos y feriados: El Congreso Eucarístico Bolivariano se celebró en Cali en Enero de 1949 con la asistencia del Cardenal Micará, como delegado papal y de las altas jerarquías católicas de los países liberados por Bolívar. Dentro de los actos se destacó la multitudinaria marcha de las antorchas hacia el Templete. En 1954 se realizaron en Cali los III Juegos Atléticos Nacionales, evento para el cual se construyó la Villa Olímpica, que incluyó el Coliseo cubierto y las piscinas Olímpicas de San Fernando. En las décadas siguientes continuaron los eventos deportivos que le han merecido a Cali el título de la “Ciudad Deportiva de Colombia”: El XV Campeonato Suramericano de Natación y Waterpolo en Febrero de 1960, el Campeonato Suramericano de Atletismo en 1963, que se realizó con el XII Congreso Suramericano de Medicina y Deporte, y con el XXII Congreso Suramericano de Atletismo. En Agosto de 1963 se llevó a cabo el IV Campeonato Juvenil e Infantil Centro-Americano y del Caribe de Natación, hasta llegar a los VI Juegos Panamericanos (30 de Julio de 1971) y los Juegos del Pacífico en Junio de 1995.

En las postrimerías de la década de los años cincuenta se realizaron eventos taurinos, feriados y educativos: El 28 de Diciembre de 1957, se realizó la primera temporada taurina en la nueva Plaza de Toros de Cañaveralejo. En el mes de Diciembre de 1958 se llevó a cabo la primera Feria de Cali y el Reinado Internacional

2] En los “Factores ocultos”, incluidos en esta misma obra, ver “LA CREACION DE LA C.V.C. y LOS HECHOS OCASIONALES”, además de “LOS FACTORES ESTRATEGICOS DEL DESARROLLO VALLECAUCANO”.

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de la Caña de Azúcar. 3/ En tanto que el 17 de Noviembre de 1958, se inauguró la Universidad de Santiago de Cali.

3/ En los “Factores Ocultos” incluidos en esta misma obra ver “EL CLUB SAN FERNANDO, LA FERIA Y LA PLAZA DE TOROS”.

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III.2 FACTORES ESTRATEGICOS DEL DESARROLLO VALLECAUCANO

La creación del Departamento del Valle en 1910, la construcción de obras de infraestructura regional y la capacidad de los vallecaucanos para crear y poner en funcionamiento instituciones públicas y privadas, son los tres grandes factores estratégicos del desarrollo del Valle del Cauca 8].

III.2.1LA CREACION DEL DEPARTAMENTO DEL VALLE

La creación del Departamento del Valle y su segregación del Cauca es un acontecimiento que hunde sus raíces históricas en la diferenciación de dos mentalidades y dos procesos sociales: Popayán fue una importantísima sede colonial, aristocrática, con alcurnia y blasones, menos igualitaria que Cali, con mayor raigambre del esclavismo y con una elite que subestimó el trabajo considerándolo como tarea que solamente correspondía a sus sectores sociales subalternos. En cambio Cali fue en la colonia una pequeña aldea de poca monta, predominantemente plebeya, con menores diferencias sociales y menos subvaloración del trabajo 9]. En estos términos se podría decir que Popayán ha sido a Cali lo que Cartagena a Barranquilla y Manizales a Pereira.

La diferencia de mentalidades y de características sociales entre Popayán y Cali contribuye a explicar ese proceso histórico que desembocó en la separación del Valle y su constitución en departamento. Con la ampliación y fortalecimiento del sector de los comerciantes vallecaucanos desde las postrimerías del Siglo XIX, con una mentalidad que divergía de la caucana y con una visión más dinámica de la economía y la sociedad, se produjo una diferenciación cultural de la región vallecaucana como base social de la separación.

La subordinación al Cauca era considerada como un obstáculo al desarrollo del Valle. Del sector de los comerciantes surgieron abanderados de la segregación. Tal es el caso del doctor Ignacio Palau, médico, periodista, fundador en 1907 del periódico “El Correo del Cauca”, con negocios comerciales dedicados a la importación y venta de útiles de escritorio, artículos fotográficos, medicamentos y drogas homeopáticas. Desde su periódico sacó a la luz la idea de la separación del Valle del Cauca que de 8] Rodrigo Escobar Navia. Entrevista realizada por la Cámara de Comercio de Cali. 1993

9] Idem.

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tiempo atrás venía creciendo en silencio en los vallecaucanos. Envió cartas a sus amigos de otras localidades para que buscaran la adhesión de los Concejos a la propuesta de división administrativa, como requisito legal consignado en los artículos 5o. y 45o. de la Constitución vigente en aquella época. Con el doctor Palau hizo causa común el Coronel Rafael Ocampo Riascos quien viajó a lomo de mula por la región para impulsar y recoger las peticiones de los cabildos que luego llevó a Bogotá.

En carta del 5 de Septiembre que enviara el doctor Palau a su amigo Arcesio González en Buenaventura decía: “.... Celebro que la idea del nuevo departamento sea bien acogida allá; es necesario obtener del Concejo una petición en ese sentido para unirla a las demás peticiones de los Concejos del Valle, y llenando así el requisito que la Constitución exige, se vea el Poder Ejecutivo en el caso de atendernos. De aquí hemos escrito el asunto a los amigos en las demás provincias. Hoy hay motivo para luchar hasta conseguir nuestro propósito, pues don Julio Caicedo ha sido reelecto Gobernador. Continuará barriendo todo para Popayán y desvalijando al Valle... y mientras tanto han arruinado a los distritos quitándoles sus rentas, como la del 25% de la renta de licores, de modo que aquí ha habido necesidad de cerrar las escuelas y suprimir la policía”.

Otro motivo de descontento en el Valle fue el empleo de recursos en la apertura del camino del Cauca al Micay, cuando consideraban más importante la carretera de Popayán a Cali y la terminación del Ferrocarril del Pacífico.

El doctor Palau envió carta al doctor Roberto Arturo de Buga solicitándole que buscara la adhesión del Concejo de Buga y promoviera la idea en la opinión pública de la “Ciudad Señora”. El destinatario la dio a conocer de Roberto Becerra Delgado, amigo del General Rafael Reyes, a la sazón presidente de la República. Aquí comenzó la persecución del gobierno contra el doctor Ignacio Palau.

En comunicado oficial del Ministro de Guerra al General Lucio Velasco, comandante General de la Zona Militar del sur, le decía: “El Gobierno tiene informes que algunas personas de allá... han dirigido circular a las provincias para que organicen Juntas y hagan propaganda. El Gobierno en ningún caso acepta esa pretensión por considerarla perjudicial e inconveniente, y está dispuesto a reprimir enérgicamente y sin contemplación alguna a los que insistan en ello o traten de producir perturbaciones con tal motivo. Recomiéndole hacerlo saber para efectos consiguientes”.

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El doctor Palau fue citado, ante la presencia del general Lucio Velasco, a la prefectura para hacerle conocer la prevención enviada por el general Reyes: “...El gobierno considera como elemento perturbador del orden, la propaganda que el señor Palau está haciendo por medio de circulares y de cargos injustos privadamente en las provincias del Valle, para dividir el Cauca, y que si continúa en esa tarea, obligará al Gobierno a tomar medidas legales para impedir el mal que podría venir de esa antipatriótica campaña”. El doctor Ignacio Palau hace sus descargos, niega haber realizado actividades que atenten contra la legalidad y el orden público, señala que se ha ceñido a los requisitos constitucionales que consideran las peticiones de los Concejos de Provincias adhiriendo a la formación de nuevas divisiones administrativas, e informando que no ha promovido reuniones clandestinas y que sólo han ocurrido conferencias con el Excelentísimo señor Francisco Ragonessi, delegado apostólico, y los señores Eduardo Holguín, Benito López, Ricardo Price, Belisario Zamorano, Manuel Sinisterra, Pedro Calderón e Ismael Hormaza, para tratar el asunto del Nuevo Departamento, agregando – además – que recomendaría se prescindiera del camino de Micay y se procediera a la construcción de la carretera Cali-Popayán.

A pesar de que el general Reyes en comunicación enviada a Joaquín Caicedo Albán del 28 de Septiembre de 1907 le autoriza “publicar documentos división Cauca”, el Ministro de Guerra decretó el confinamiento indefinido del doctor Ignacio Palau en Popayán, por haber dado a la publicidad en el número 342 del 6 de Noviembre de 1907 del Correo del Cauca, aquellos documentos en un editorial en el cual controvertía sobre las inversiones que el gobierno supuestamente había realizado en el Valle y en Cali, razón por la cual se decretó la censura de su periódico.

Pero el movimiento “segregacionista” no ocurrió en vano. En desarrollo de la Ley 1ª. de 1908 expedida por la Asamblea Nacional Constituyente y Legislativa, el general Reyes dictó el Decreto No. 916 del 31 de Agosto del mismo año, en el cual se dividía el territorio Nacional en 46 departamentos entre los cuales figuraban el de Cali (que incluía a Buenaventura y a Palmira), el de Buga (que incorporaba a Roldanillo y Tuluá) y el de Cartago. El general Reyes nombró a don Ulpiano Riascos González como Gobernador de Cali y a los doctores Roberto Becerra Delgado y Luis Felipe Campo en las gobernaciones de Buga y Cartago respectivamente. Por Decreto No.916 Ejecutivo se suprime el Departamento de Cartago. El Congreso Nacional, una vez se cayó la dictadura de Reyes expidió la Ley 65 de 1909 que restableció la división territorial y por tanto, el Valle volvió a quedar dentro de la jurisdicción del Departamento del Cauca. Se provocó por tanto, un movimiento en el cual participaron Ignacio Palau, Pablo Borrero Ayerbe, Blas Scarpetta, Ignacio Guerrero, Manuel María Buenaventura Pineda, Belisario Zamorano, Andrés J. Lenis, Jorge

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Zawadski, Pedro Calderón, Benito López, Julio Bustamante, Ismael Hormaza, Marino Arguelles, José Antonio Pinto y otros prestantes dirigentes de la región, quienes apoyaron la acción parlamentaria de los congresistas que prohijaron la separación del Valle como el general Rafael Uribe Uribe, Carlos Nicolás Rosales y Armando Holguín y Caro enfrentados a Guillermo Valencia.

Aún con la oposición del general Luis Enrique Bonilla, caucano y ministro de guerra, el general Benjamín Herrera logró – basándose en el informe de la Comisión del Congreso y de los documentos sobre el lleno de los requisitos legales y el apoyo de los dirigentes regionales – que en el Decreto No.340 del 16 de Abril de 1910 se incluyera al Departamento del Valle – con capital Cali – dentro de los trece departamentos contemplados en la división territorial, comprendiendo a las provincias de Buga, Cartago y Cali en la jurisdicción del Nuevo Departamento. El primer gobernador del Valle nombrado por el Presidente, general González Valencia, fue el doctor Pablo Borrero Ayerbe.

Para Cali, el año de 1910 constituyó un hito histórico, no sólo por ser elevada a la categoría de capital del departamento recién creado. Sino porque además, el 20 de Julio, - día del Centenario de la Independencia – se inauguró el tranvía a Juanchito que agilizó el transporte de café que del norte del Valle llegaba a la ciudad para ser exportado por Buenaventura, y los abastecimientos agrícolas embarcados a lo largo del río Cauca, desde la Virginia. El 26 de Octubre de ese mismo año empieza a funcionar la primera planta eléctrica del río Cali, que le prolongó el día a los caleños e iluminó la plaza de la Constitución. Pero además, abrió sus puertas la biblioteca del Centenario. Tras la designación como capital, Cali fue adquiriendo importancia como sede de la administración pública departamental, de diferentes dependencias de la rama Jurisdiccional, del Comando General Militar del Sur y de la Diócesis erigida canónicamente el 6 de Enero de 1911 según bula papal de Pío X. Estos cambios que experimentó el pequeño poblado y las expectativas del ferrocarril que llegaría en 1915 comenzaron a constituir a Cali como centro de atracción de inmigrantes y a elevar el tamaño de su población que pasó de 27.747 habitantes en 1912 a 45.525 en 1918, equivalente a una tasa de crecimiento anual de 8.6%, la más alta registrada en toda su historia hasta 1940, década en que irrumpe la industrialización moderna.

Sólo la crisis económica internacional de 1930, que afectó los recursos arancelarios y obligó al gobierno a posponer obras como las que venía adelantando la Empresa del Ferrocarril del Pacífico en el Valle, detuvo transitoriamente el desarrollo de las ciudades de la región: Tal es el caso de Cali, que era una ciudad predominantemente comercial, con unas pocas manufacturas incipientes, orientadas a la producción de consumos domésticos de pequeña escala, con bajísimo nivel tecnológico, sin un

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moderno desarrollo empresarial. Es correcta la apreciación del doctor José Antonio Ocampo cuando al referirse a Cali, señala su “industrialización tardía”, respecto a Bogotá, Medellín y Barranquilla, que se inicia en las postrimerías de la década de los años 30, pero particularmente en los años 40´s.

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III.2.2LA CONSTRUCCION DE LA INFRAESTRUCTURA

Como lo ha manifestado el doctor Rodrigo Escobar Navia, la construcción de infraestructura constituyó un impulso crucial al desarrollo económico vallecaucano. A partir de 1905, pero especialmente de 1910, el gobierno contrató la construcción de caminos para unir las poblaciones intermedias con los pequeños puertos en el río Cauca que era una vía de transporte fluvial de primer orden durante las tres décadas iniciales del siglo XX. Estos caminos unían a Cartago con Toro, a Bolívar con Bugalagrande, a Tuluá con Huasanó, a Buga con Yotoco. Así comienza a conformarse una red vial y terrestre-fluvial, para la integración económica de la región.

Pero el Ferrocarril del Pacífico fue la obra fundamental que permitió “desembotellar” al Valle del Cauca y romper la camisa de fuerza que constreñía la dinámica comercial y la relación de la región con el mundo. Posiblemente fue la principal condición favorable que le permitió al Valle utilizar su ventaja de localización para el posterior desarrollo agrario e industrial de la región. La del Ferrocarril del Pacífico – dice el doctor Escobar Navia – es la historia de la primera apertura del Valle al mundo, señalando que mientras la modernización de Colombia entro por el Atlántico, la del Valle ingresó por el Pacífico en el siglo XX, a raíz de la apertura del Canal de Panamá, la construcción del Ferrocarril del Pacífico, la adecuación del Puerto de Buenaventura y la carretera al mar. Su buena razón tenía don Hernando Caicedo cuando decía: “Cali, Capital Buenaventura”. Y hoy, el doctor Carlos Holguín Sardi, desde la Gobernación del Departamento, ha tenido – como la tuvo con los Juegos Panamericanos de Cali –una mirada audaz y visionaria, ahora en la búsqueda de una segunda salida histórica al mar para vincular al Valle y a Colombia en un proceso de apertura hacia los países de la Cuenca Internacional del Pacífico que registran las más altas tasas de crecimiento y de expansión de la demanda en el mundo 10/.

A partir de la llegada del Ferrocarril del Pacífico a Cali en 1915, la vía férrea se extendió a Cartago y otro ramal a Popayán (1952). Pero, además fueron de primera importancia, la prolongación Zarzal-Armenia como paso inicial para acercarse al Tolima. La Ley 67 de 1923 ordenó los estudios definitivos del tramo Zarzal-Ibagué, las obras se iniciaron en marzo de 1925 y en abril de 1927 se dio al servicio hasta Armenia. El ramal Santander – Timba fue construido por el Departamento del Cauca pero debido a las pérdidas que arrojó, la Nación lo compró en 1932 y los transfirió a la administración del Ferrocarril del Pacífico. Así como el último tramo a Cartago, el

10/ En entrevista de la Cámara de Comercio, el doctor Rodrigo Escobar Navia ha dicho del doctor Holguín Sardi que “no es líder por ser gobernador, sino que es gobernador por ser un líder”.

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ramal Palmira – Santander fue construido con fondos de la indemnización americana por el Istmo de Panamá, y dado al servicio en 1923.

Entre las obras de infraestructura complementarias al Ferrocarril del Pacífico debe destacarse la construcción del Muelle de Buenaventura que se dió al servicio en 1923 sustituyendo al viejo muelle construido por Cisneros. El Gobierno Nacional, basado en la Ley 1ª. de 1911, contrató los estudios del muelle con la Casa Pearson & Son de Londres y delegó al Departamento del Valle para la realización de la obra que financió con un empréstito de la Bankers Trust Company de New York. El Departamento contrató la construcción con la firma Amsink & Company con el proyecto elaborado por el Ingeniero T.W. Blackwood y nombró al ingeniero Gabriel Garcés para dirigir los trabajos. Por problemas financieros del Departamento convino con la Nación que ésta se encargara del muelle y de la cancelación de la deuda. El Gobierno incorporó luego el muelle a la Empresa Ferrocarril. Este muelle quedó insuficiente debido a la expansión del movimiento comercial con el exterior y la gerencia del Ferrocarril contrató un nuevo proyecto con la Raymond Concrete Pile Company que también se encargó del dragado del Canal de acceso marítimo a Buenaventura.

En 1926 se inicia la Carretera Armenia-Ibagué, financiada por la Empresa Ferrocarril del Pacífico. Esta vía se dio al servicio en 1929 y conectó al Ferrocarril del Pacífico con el Ferrocarril Girardot - Tolima-Huila, ampliando el intercambio comercial entre el occidente y el centro del país y el volumen de carga movilizada entre el interior y Buenaventura.

En 1927 se termina la carretera Central entre Cali y Cartago iniciada por el gobierno en 1922. Por mandato de la Ley 53 de 1927 el Ferrocarril del Pacífico construyó los talleres de Chipichape para el mantenimiento del equipo rodante, en terrenos obsequiados por el Municipio de Cali. La obra se inició en 1929 y se terminó en 1931. Inicialmente la licitación de los talleres se adjudicó a firmas extranjeras que presentaron elevados presupuestos, pero las dificultades financieras del país durante la crisis y la intervención de la ingeniería colombiana que mostró su capacidad para realizarla con igual eficiencia técnica y menos costo, influyeron para que el Consejo de Ministros dispusiera adelantar la obra directamente por la Administración del Ferrocarril del Pacífico.

En 1940 se concluyó la carretera Cali-Buenaventura por la vía de Anchicayá. Desde 1926 la Asamblea Departamental había decretado la obra y por medio de la Ley 106 de 1927 el Gobierno Nacional concedió una subvención de $10.000 por cada kilómetro construido.

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Cuando el Valle del Cauca, en la década de los años 40, despegaba económicamente, iniciando un proceso de modernización agrícola y con una industrialización tardía pero acelerada que superaba la incipiente y rudimentaria producción manufacturera anterior, el Departamento ya contaba con una infraestructura vial y portuaria básica que le permitió la integración económica regional, su conexión con el interior del país y su vinculación con el exterior.

El doctor Rodrigo Escobar Navia afirma, “a riesgo de crítica”, que el Valle del Cauca – al menos en la etapa preparatoria del despegue hacia el desarrollo – “es una iniciativa pública” que creó condiciones para un vigoroso fortalecimiento y crecimiento del sector privado. Habría que puntualizar, sin embargo, que muchas de las obras de desarrollo regional han sido ideadas y realizadas por dirigentes del sector privado cuando han prestado sus servicios al gobierno, como ha ocurrido con frecuencia; o las han apoyado y promovido desde el mismo sector privado para ser tomadas en consideración por el sector público.

En pleno despegue industrial durante las décadas de los 40 y 50 continuó el desarrollo de la infraestructura vallecaucana. El crecimiento manufacturero del Departamento que se expresó en un salto de 800 a 1506 establecimientos industriales entre 1945 y 1953, el desarrollo urbano en la región con la expansión del sector terciario y la construcción, y el crecimiento de la población vallecaucana que llegó casi a duplicarse de 1938 a 1951, aceleraron la demanda de energía eléctrica que no podía atenderse en 1954 con la generación departamental de 29.844 kw de los cuales 12.400 se producían en Cali. Fue esta insuficiencia de la oferta de energía eléctrica la que planteó la urgencia de construir la Central Hidroeléctrica de Anchicayá y otros proyectos que se estudiaron con anterioridad. Se constituyó en 1944 la Empresa Central de Anchicayá como sociedad limitada, de carácter oficial con un capital inicial de $1.500.000 aportados por el Gobierno Nacional (51%), el Departamento del Valle (23%) y el Municipio de Cali (26%) y que fuera diseñada para producir 64.000 kw en tres etapas durante el período de 1954 y 1957. En la Junta participaron dirigentes del sector privado como don Manuel Carvajal Sinisterra quien, muy preocupado por la situación energética de la región escribiere en torno a las “Realidades sobre la Electrificación del Valle del Cauca” y más tarde – con otros miembros de los sectores público y privado – comprometiera sus esfuerzos en la creación de la Corporación Autónoma Regional del Cauca, Valle y Caldas, CVC, en 1954.

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III.2.3LA CAPACIDAD DE LOS VALLECAUCANOS PARA CREAR INSTITUCIONES.

Sin alharacas que pregonan su espíritu empresarial, el vallecaucano se ha caracterizado por la capacidad de idear, promover y poner en marcha instituciones modernizadoras que han impulsado el desarrollo económico, social y cultural de la región y que, en no pocas ocasiones, han servido de modelos para otras regiones e incluso, para otros países. No es gratuito que el Valle del Cauca se destaque en la geografía del país como uno de los departamentos más dinámicos. Y lo ha logrado sin eximirse de la alegría, la espontaneidad y la “salsa”.

Una ilustración de esa capacidad de crear instituciones considerada por el doctor Rodrigo Escobar Navia como factor del desarrollo vallecaucano es la Corporación Autónoma Regional del Cauca – CVC – que no tuvo antecedentes en el país y cuya creación implicó, más bien, la transformación del marco legal e institucional de Colombia, para poner en marcha un modelo de modernización que impulsó la electrificación, el control de aguas, la adecuación de tierras y la irrigación, que sirvieron de base para el desarrollo del perfil agro-industrial del Valle.

Cómo no mencionar las innumerables empresas promovidas directa o conjuntamente con el decidido concurso del sector privado y el gobierno, por la Cámara de Comercio de Cali y la Fundación para el Desarrollo Integral del Valle del Cauca. Allí están como ejemplos tangibles entre otros, la Zona Franca “Manuel Carvajal Sinisterra”, la Productora de Carbón de Occidente, la Compañía Central de Carga Cencar S.A., Carnes y Derivados de Occidente, Productos Derivados de la Sal Prodesal S.A., La Bolsa de Occidente S.A., la Fundación para el Desarrollo de la Microempresa Fundenic, la Fundación para el Mejor Ambiente y Terpel de Occidente S.A.

La congregación de voluntades y esfuerzos es otra característica, necesariamente complementaria con la capacidad de crear instituciones. Como lo ha dicho Farouk Kattán, “la agremiación ha jugado un papel muy importante. La región le debe mucho a la acción colectiva”.

En el campo social sería muy extenso el listado de instituciones creadas en el Valle del Cauca y bastaría señalar unas pocas pero importantes organizaciones como la Fundación Carvajal, la Fundación Sarmiento Palau, la Corporación para la Recreación Popular y la Corporación para la Tercera Edad:

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La Fundación Carvajal. Inspirada en los principios cristianos que, según la familia Carvajal, deben sustentar no sólo la vida familiar sino, también, la actividad empresarial. La Fundación nace en un momento en el que se hace necesario atender con urgencia el creciente malestar social. A finales de los años 50 Cali era la ciudad problema de Colombia, con agudos conflictos laborales y con una proliferación de invasiones de tierra como resultado de un intenso proceso inmigratorio. El cinturón de miseria y las grandes zonas tuguriales de Siloé y Terrón Colorado se ampliaba hacia la parte plana de la ciudad. Los especuladores de tierra vendían lotes en áreas sin servicios, al margen de todo control urbanístico. Las invasiones y los barrios piratas constituyeron un foco de conflictos.

La Fundación Carvajal, propietaria de casi el 40% de Carvajal & Cía, disponía de recursos pero no tenía inicialmente claridad sobre el desarrollo que debía impulsar. Cuando llegó a Cali el nuevo Arzobispo Alberto Uribe Urdaneta propuso que las Parroquias de los barrios pobres fueran también centro de servicios para las comunidades, en materia de salud, educación, recreación y deporte y comisariato. Entonces la Fundación se comprometió con el sostenimiento de los Centros Parroquiales como los de El Guabal, la Independencia, La Fortaleza, Cauquita y el de Unión de Vivienda Popular construido con las actividades de las ex–alumnas del Colegio Sagrado Corazón, pero que se encontraba sin recursos.

La Fundación que había nacido jurídicamente en 1961 y que comenzó a funcionar en 1962 optó por fundar tres cooperativas: de recicladores, zapateros y modistas. Pero esas cooperativas fracasaron. Fue entonces – cuando con base en una exitosa experiencia brasilera sugerida por el profesor Fuenzalida de la Universidad del Valle – se pensó en el desarrollo microempresarial que tenía la virtud de generar ingresos, superando así el enfoque puramente caritativo. La Fundación envió al Brasil al economista Pedro Sardi con el fin de conocer el modelo microempresarial de ese país. Se estudiaron las formas de funcionamiento, las líneas de posible desarrollo, las necesidades de capacitación, asesoría y crédito, para los micro-empresarios. Este programa comenzó a funcionar en 1977 y en la actualidad se ha extendido a toda la ciudad.

Si bien al finalizar la década de los años setentas y comienzos de los ochentas, las zonas atendidas habían logrado cierto nivel de desarrollo, surgió inusitadamente el distrito de Aguablanca, hacia el cual había que orientar la actividad de la Fundación. Se estudió la problemática socio-económica de este amplio sector y se detectó que uno de los problemas era el de los altos precios de los materiales de la construcción, más elevados que cualquier otro sector urbano porque los mismos urbanizadores piratas especulaban en la venta de esos materiales. Así, pues, en diciembre de 1982

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se fundó el primer Centro de Servicios Básicos Comunitarios en el barrio el Poblado que prestó el servicio de ventas de materiales por concesión. La Fundación no se encargaba de la compra y venta, sino que le alquilaban un espacio a los productores y distribuidores de los materiales para que los vendieran. Pero debido al gran volumen de ventas, puesto que allí se concentraban muchísimos compradores pequeños que pagaban al contado, los distribuidores podrían lograr su rentabilidad sin recurrir a costosas especulaciones, en tanto que los compradores podían pagar precios módicos debido a las ventajas de la economía de escala. A partir de esta actividad se adelantaron otras en Aguablanca: Se solicitó al Banco Central Hipotecario colocar una sucursal que captara los ahorros y con base en ellos otorgara crédito para la construcción de vivienda popular sobre la hipoteca del lote. Como las gentes no tenían capacidad para diseñar las casas, se convino con las Facultades de Arquitectura que los estudiantes en sus prácticas ayudaran a diseñar y calcular las construcciones.

Pero, además existía el problema de los dispendiosos trámites para lograr las licencias de construcción en la Oficina de Planeación; fue entonces cuando se habló con la dependencia de Control Físico para que semanalmente recogiera la información y a la semana siguiente llevara las licencias. En 1985 se convino con INVICALI desarrollar en el Vallado un programa de autoconstrucción de viviendas, según el cual la gente compraba el lote sobre el plano aprobado de la urbanización y después de un curso sobre lectura de planos y técnicas de construcción, los propietarios con asesoría levantaban sus viviendas. Pero además se montó un programa para tenderos con el fin de abaratar los elevadísimos precios de los productos en el sector. A través de un sistema de proveeduría los tenderos compraban a precios módicos, se controlaban las especulaciones y se les enseñaba el manejo de las tiendas.

Más tarde se llevó a Aguablanca la atención primaria en salud y prevención de enfermedades con un equipo de 600 voluntarias cada una de las cuales hace el seguimiento, vigilancia y orientación de 80 familias que son visitadas dos veces al año. El programa de reciclaje en el Poblado consistió en que las familias debían pagar la pavimentación con material reciclable, es decir, cambiando basura por adoquines, previo establecimiento del aporte que cada familia debería hacer.

El programa educativo consistió en enseñar pedagogía y brindar capacitación a quienes llegaban a montar escuelas piratas. Se adoptó la metodología de Escuela Nueva, se montaron talleres en diferentes áreas bajo la dirección de asesores.

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La Fundación administra cuatro Centros de Servicios Básicos, tres en Aguablanca y uno en la Comuna 18. Cada Centro dispone de un local con aulas para capacitación, banco de materiales, banco, servicios de Telecom y de salud, ventas de textiles, ferretería y cafetería. Allí se capacitan los tenderos y se les entrega el carnet con el cual pueden comprar en la Proveeduría que no vende al público.

La Fundación también ha desarrollado programas rurales: La Corporación del Desarrollo de Tunía donde Carvajal & Cía., tenía la planta de ensamblaje de libros, pero que tuvo que cerrar debido a las acciones guerrilleras, clausurando noventa empleos que beneficiaban a la vereda. Impulsó el sistema de riego por autoconstrucción en Tunía, el programa de desarrollo artesanal y el programa de microempresas campesinas de desarrollo agropecuario. Este programa se extendió al Tambo, Versalles, Boyacá y Nariño, pero también ha servido de modelo de desarrollo rural en Ecuador, Bolivia, Venezuela, Costa Rica, Salvador y Honduras.

Si bien los programas de la Fundación tienen una clara orientación social, se ha eximido de prestar servicios gratuitos. Aunque a precios bajos, estos servicios se prestan con el criterio de que el usuario los valore.

La Fundación ha recibido apoyo de crédito del BID, de las Fundaciones FORD y Kellog, y de la AID. Ha trabajado con organismos gubernamentales como el ICBF y el SENA, y con entidades financieras impulsadoras del desarrollo como la FES.

Esta Fundación, líder en el desarrollo social, nació gracias al esfuerzo de Manuel, Mario, Alberto, Josefina y Ana Carvajal, quienes fueron sus iniciadores. Pero la tarea la continúan hoy los miembros del Consejo Directivo integrado por Alberto José Carvajal que es su presidente, Guillermo Carvajal Sinisterra, Adolfo Carvajal Quelquejeu, Mario Alfonso Carvajal Quelquejeu, Helena Carvajal Lourido, Jorge Hernando Carvajal Sinisterra y Monseñor Rubiano, única persona que no es miembro de la familia Carvajal.

Fundación Sarmiento Palau. Para lograr un mayor alcance en las obras de beneficio social se fusionaron las Fundaciones Carlos Sarmiento Lora y María Cristina Palau de Sarmiento en 1968. Con un significativo y generoso aporte del 40% de las acciones del Ingenio San Carlos, comenzó a funcionar la nueva Fundación que se propuso contribuir al mejoramiento del nivel de vida de los más necesitados por medio de programas en los campos microempresarial, salud, educación, cultura, recreación y deporte. El programa de microempresas se ha orientado hacia la capacitación técnica administrativa de los pequeños negocios, la colaboración en la

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consecución de créditos para ampliar la capacidad productiva y las asesorías a las microempresas.

Con un empréstito del BID por $500.000 dólares administrados por el Banco de Bogotá otorgó créditos para la adquisición de equipos, materias primas y capital de trabajo. Apoyó la creación de Fundemic para comercializar productos elaborados en micro – empresas de ebanistería, confecciones, calzado, productos de cuero y carpintería metálica.

En Tuluá realizó un programa para vendedores de frutas y verduras para cuyo desarrollo compró un lote para la construcción de la Proveeduría de Tenderos y otorgó créditos a los vendedores.

En asocio con la Fundación Carvajal, la Fundación Valle del Lilí, la Fundación para la Educación Superior, el Instituto de Bienestar Familiar y el Plan Padrinos, se vinculó la Fundación Sarmiento Palau a los programas de la Secretaría de Salud en el Centro de atención primaria que cubre una amplia zona de Aguablanca integrada por los barrios Poblados I, Poblado II, Comuneros III, Petecuy IV y el Vergel.

Ha apoyado con aportes económicos los programas educativos y culturales, y adjudicado becas a estudiantes de educación media y superior. En el campo de la cultura se han beneficiado con sus aportes la Asociación para la promoción de las Artes (Proartes) y la Corporación para la Cultura, donando equipos para el Teatro Jorge Isaacs de Cali.

En el campo deportivo uno de los programas más prestigiosos ha sido la “Escuela de Fútbol Carlos Sarmiento” para promover la formación de jugadores bajo la dirección de profesionales. Se trabaja con jóvenes entre 11 y 21 años brindándoles además de la formación deportiva, apoyo económico para la educación escolar, auxilios de transporte y alimentación.

La ciudad de Tuluá se benefició con el Parque Recreacional y Deportivo donado en 1984 por la Fundación Sarmiento Palau.

Con la Fundación Carvajal, la FES y la Cámara de Comercio de Cali creó Procívica TV que a través de Telepacífico se ha encargado de promover los valores humanos y la conciencia cívica entre los vallecaucanos. Son innumerables las entidades sociales que trabajan en los campos de la salud, la cultura, el desarrollo económico, los deportes y la educación que se han beneficiado con los apoyos brindados por la Fundación.

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Corporación para la Recreación Popular. Durante la Alcaldía del doctor Rodrigo Escobar Navia se realizó una encuesta para detectar las necesidades más sentidas por los sectores populares de Cali. Los resultados sorprendieron por cuanto no se esperaba que la recreación figurara entre las seis necesidades de más alta valoración. En aquella época los aspirantes a los cargos públicos más altos a nivel municipal no incluían a la recreación entre sus propuestas por cuanto consideraban que la ciudadanía y la opinión pública no la estimaban prioritaria. Pero esa encuesta reveló su importancia dentro de la jerarquización de las necesidades. El señor Alcalde, conocedor de la experiencia de Harold Zangen en estas materias le solicitó estudiar con los funcionarios de la Secretaría de Educación una solución a esta necesidad sentida. Se consideró, entonces, que la solución no podía limitarse a la construcción puntual en este u otro parque, sino que se debería plantear una propuesta global de mayor alcance y de una entidad que jugara el papel de promotora de la recreación exenta de limitaciones burocráticas. Se planteó, por lo tanto, la creación de una Corporación para la Recreación Popular en la cual participara el sector privado y el sector público que implicaba un modelo de concertación. Efectivamente así ocurrió: El sector empresarial aportó el 70% del capital en tanto que el aporte del sector gubernamental fue del 30%. Pero lo más importante de este modelo fue la masiva y organizada participación de los usuarios para encargarse del mantenimiento y operación de los parques de recreación.

En enfoque de esta Corporación consideraba la difusión de la recreación que permitiera una adecuada utilización del tiempo libre, la construcción y adecuación de las instalaciones físicas en los parques, la promoción de eventos deportivos, culturales y recreativos, el rescate de las tradiciones culturales de las comunidades, lo mismo que la recuperación y preservación del medio ambiente.

Según el modelo, el gobierno municipal de Cali aporta los parques y zonas verdes cedidas obligatoriamente por los urbanizadores con la dotación de los servicios públicos. Estas áreas se cedieron en comodato entre 20 y 99 años. El sector empresarial o las instituciones descentralizadas aportan los recursos para la dotación o la construcción de los parques. Además, se creó un Fondo especial cuyos rendimientos se destinan al mantenimiento y la administración. Una Junta Directiva constituida con personas de la comunidad beneficiaria tiene la función de promover la unidad recreativa, organizar comités operarios, fijar las tarifas, elaborar los programas recreativos, educativos, ecológicos, sociales y culturales. Este modelo propende por la autosuficiencia de la operación, al menos en el mediano plazo.

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Así, pues han entrado en funcionamiento treinta y un parques y cuatro nuevos se darán al servicio próximamente. El éxito ha sido rotundo y ha sido favorable la respuesta del público. En la actualidad tienen un cubrimiento de 680.000 personas:

El Parque de la Caña recibe entre 80 y 100 mil personas, en tanto que el de Pance cubre 250.000 personas mensuales.

Actualmente el modelo de recreación se ha extendido en todos los municipios del Departamento del Valle a tal punto que cada uno de ellos cuenta con su parque recreacional.

PROGRAMAS PARA LA TERCERA EDAD:

Pero una curiosa y fortuita relación entre los parques recreativos y los programas para la Tercera Edad es narrada con satisfacción e inmensa alegría por el doctor Harold Zangen: La Corporación para la Recreación Popular quiso adquirir un pequeño lote con bastante pendiente en Terrón Colorado para utilizar su parte plana en la construcción de un parque. El doctor Zangen subió al barrio para examinar el terreno y se encontró con un grupo de señoras de la tercera edad que trotaban en buzo alrededor del lugar. Le preguntaron que iban a construir allí y el doctor Zangen les contó que pensaban instalar un parque. Las señoras desconsoladas le dijeron que no les quitara el espacio para sus ejercicios. El doctor Zangen les aclaró que en el parque podían seguir desarrollando mejor sus actividades. Al regresar después con el Ingeniero se encontraron de nuevo con el grupo de “las Hiper” como les decían los vecinos en tono de mofa a las ancianas, muchas de las cuales sufrían de hipertensión arterial.

Con el correr de los días se celebró en Cali el Congreso Latinoamericano de Arquitectura para la Recreación. Llegaron ciento catorce representantes de todo el continente, pero el doctor Zangen no podía asistir porque tenía que viajar al Congreso Mundial de Recreación que simultáneamente se celebraba en New York, pero podía regresar a la clausura que se realizaría en el Club Colombia. Cuando volvió a Cali la víspera de la clausura, de la Corporación le informaron que no se haría en el Club Colombia sino en el local de Terrón Colorado. Sorprendido por el tremendo cambio de sede pensó que alguna buena razón debía existir. Salió para Terrón Colorado a las 7 de la noche y estuvo a la espera de la llegada de los representantes latinoamericanos al Congreso de Arquitectura para la Recreación. Alguien se acercó para decirle que “las Hiper” querían hacer una presentación y un homenaje a los delegados. Muy temeroso de que hicieran el ridículo ante las delegaciones

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internacionales, pero a la vez preocupado por no desairar a “las Hiper”, accedió a que hablaran solo cinco minutos. El acto comenzó, habló el Alcalde y el doctor Zangen como representante de la Corporación. Luego vino la presentación de “las Hiper”. Una anciana comenzó su intervención diciendo que no sabía hablar en esos actos pero que les contaría sus historias. Y se tomó el micrófono: “tengo 82 años y los reto a que compitan conmigo trotando media hora.... antes de formar el grupo de la Tercera Edad yo era una cosa que mis familiares movían de un lado a otro. Ahora tienen que salir a buscarme...” y con chistes y chistes hicieron destornillar de la risa a los delegados. Luego controló el micrófono una anciana gorda y les contó su historia: “ahora soy una gorda feliz, el ejercicio me ha hecho fuerte. Soy una gorda bella, no es cierto?” Les preguntaba a los asistentes cuya sonrisa pasaba a carcajada. Trajeron la “papayera” y lechona y el acto programado para terminar a las 9 de la noche concluyó a las cuatro de la madrugada. Los delegados felices manifestaron que ese acto había sido la cumbre del congreso y nunca se los habían imaginado, elogiando la actividad de las ancianas, la vitalidad de “las Hiper” y el programa para la Tercera Edad.

Fue así como surgió la idea de desarrollar el programa para la Tercera Edad en Cali, vinculándolo con los espacios de los parques recreativos y coordinando múltiples grupos de ancianos formados espontáneamente. En la actualidad existen en Cali 47.000 socios de la Tercera Edad que grupalmente utilizan los parques para realizar sus prácticas y fortalecer lazos de amistad. Doña Irma Buenaventura líder del grupo de “las Hiper” se convirtió en dinámica asesora para la conformación de nuevos grupos de la Tercera Edad. El movimiento fue creciendo hasta que se creó el parque de la Tercera Edad donde todos los viernes funciona la “viejoteca” de 3 de la tarde a las 9 de la noche: baile, traguito moderado, concursos, chistes y sobre todo mucha alegría y fraternidad. Los grupos de ancianos pasivos y tristes que existían se convirtieron en focos de alegría y optimismo, e incluso han salido del enclaustramiento sin esperanza de los asilos para participar en un nuevo proyecto de vida, y hoy los grupos se autodenominan “Las Gaviotas”, “Las Panteras Rosas”, o Asovive (Asociación de viejos verdes)...

El inusitado éxito de este programa en Cali ha promovido réplicas en Palmira, Buga, Tuluá. En el Valle se cuenta con 60.000 ancianos constituidos en grupos no para esperar la muerte sino para disfrutar la vida. Pero también se ha desarrollado el modelo para la Tercera Edad en otras ciudades del país como Bucaramanga y Barranquilla. Anualmente se congregan los grupos, primero en el Evangelista Mora, luego en el Gimnasio del Pueblo y últimamente debido al crecimiento de las organizaciones de la Tercera Edad han tenido que reunirse en el Estadio Pascual Guerrero, en cuya grama los ancianos por grupos presentan sus “Shocos”, mientras

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en las graderías los corean y aplauden los familiares, amigos y vecinos. Con una inmensa satisfacción el doctor Zangen dice que de todas sus acciones sociales que ha desarrollado en su vida, y que a decir verdad no han sido pocas, con la que más se ha sentido realizado ha sido este exitoso programa para la Tercera Edad, pero puntualiza que la idea provino de la actitud de esa viejita que se tomó el micrófono en Terrón Colorado e hizo reír a todos los delegados al Congreso de Arquitectura para la Recreación.

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III.3 LAS DECADAS RECIENTES

Estas décadas se inician dentro de una precaria coyuntura económica y en el contexto de una fuerte agitación socio-política: Descenso de los precios internacionales del café, problemas cambiarios, endeudamiento externo, y un proceso de desaceleración del crecimiento económico aunado con conflictos laborales y problemas en torno a las ocupaciones de hecho en tierras de la periferia de Cali.

Las inversiones extranjeras en la industria continuaron, pero a un ritmo menos alto 1]. En tanto que la desactivación económica y el desempleo constituyeron una preocupación del empresario vallecaucano. 2]

En las tres últimas décadas, la economía y la sociedad vallecaucana han experimentado profundos cambios: si bien el producto interno del Valle ha crecido a ritmos más acelerados, que el de Colombia en su conjunto, el crecimiento del sector agropecuario del Valle ha sido inferior que el del resto del país.

La producción agrícola del pan-coger ha perdido dinamismo pero la producción de insumos para la industria ha seguido respondiendo al desarrollo agro-industrial. Por otra parte, el sector industrial vallecaucano ha crecido a un ritmo que le ha permitido mantener su participación dentro del producto interno vallecaucano alrededor del 37%.

Sin embargo, el mayor dinamismo ha correspondido al sector terciario, y especialmente a los subsectores financieros, servicios personales y transporte.

La modernización económica de la región ha estado basada en un nuevo tipo de servicios: telecomunicaciones, informática, marketing, leasing, publicidad, asesorías y servicios varios a las empresas. Pero además a partir de los años sesenta se ha ampliado rápidamente el sector informal, la microempresa y los trabajadores “cuenta propia” en las ciudades del Valle. También se ha presentado una dinámica importante en la creación de fundaciones y de ONGS, con actividades en múltiples campos.

1] En los años sesenta: BORDEN, ALCAN, BURROWES, MERCK SHARPE Y DOMME, JHONSON Y JHONSON, BRISTOL, DAVIS, PULPAPEL, PHILLIPS PETROQUIMICA, METALURGICAS BERA, COBRES DE COLOMBIA en el área de Cali-Yumbo

2] En los “factores ocultos” ver MARTES DE RENOVACION.

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En estas tres últimas décadas se destaca la creación de varias empresas e instituciones, lo mismo que la realización de grandes obras de infraestructura: a comienzos de la época de los sesenta, la C.V.C. adelantó el proyecto de Aguablanca que permitió adecuar y drenar 5.500 hectáreas para la expansión de Cali, y adelantó el proyecto de irrigación Roldanillo-La Unión-Toro (RUT). El 3 de Marzo de 1965 entra en funcionamiento el Banco de Occidente. La Fundación para el Desarrollo Industrial 3] se crea en 1969. Para los Juegos Panamericanos se pone al servicio el nuevo aeropuerto de Palmaseca (1971). La Corporación de Abastecimientos del Valle del Cauca S.A. – Cavasa – inicia actividades el 25 de Agosto de 1972, siendo socios los municipios de Cali, Palmira, Candelaria, Florida y Pradera. Tuvo como antecedentes la Promotora de Abastecimientos de Cali (14 de Noviembre de 1966) y la Promotora de Abastecimientos del Valle (30 de Marzo de 1970). En 1974 se pone en servicio la Central de Transportes de Cali. En 1975 comienzan las operaciones tendientes a la creación del Parque Industrial de Acopi. En 1970 el gobierno decreta la creación de las Zonas Francas de Buenaventura y Palmaseca. Esta última fue reglamentada el 28 de febrero de 1974.

El 7 de Marzo de 1983 comienza a operar la Bolsa de Occidente y en 1986 entra en funcionamiento La Central de Carga – CENCAR.

Aparecen también nuevas instituciones educativas de nivel superior: La Universidad de San Buenaventura inaugurada el 24 de agosto de 1971, la Universidad Central del Valle en Tuluá que inicia con la facultad de derecho y educación (1976) y más tarde abre la facultad de Contaduría y Administración (1978). La Universidad Autónoma de Occidente creada en década de los años sesenta, recibe la aprobación de su Facultad de Economía en 1975. También entran en funcionamiento la Universidad Javeriana y el ICESI. La Universidad del Valle a comienzos de la década de los años sesenta se traslada a su sede del sur.

3] En los “Factores Ocultos” incluidos en esta obra ver “UN VIAJE PROGRAMADO, UNA IDEA INESPERADA”.

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SEGUNDO CAPITULO: LOS FACTORES OCULTOS

I. “EL HOTEL ALFREZ REAL Y LA “PRIORIDAD DIPLOMATICO- MILITAR”.

Corre el año de 1933. Una sorpresiva noticia conmociona la opinión pública nacional: El General Sánchez Cerro, presidente del Perú le declara la guerra a Colombia e invade con tropas el territorio amazónico del país. De un momento a otro este acontecimiento convierte a Cali en centro de operaciones aéreas para responder a la agresión.

De inmediato el Presidente Enrique Olaya Herrera designa al General Alfredo Vásquez Cobo para viajar al exterior a comprar armamento y lo encarga de las operaciones. Solicita colaboración a la Sociedad Colombo-Alemana de Transporte Aéreo Scadta que venía funcionando en el país desde 1919 y que hacía viajes de Bogotá a Cali: En el “Long Champ” (entre las calles 26 a 28 y carrera 8a. a 12) aterrizaban sus aviones “la Gaviota” y “La Garza”, nave que se estrellara el 15 de Febrero de 1930 contra los tejados del viejo claustro de Santa Librada.

Ante la solicitud del Presidente Olaya Herrera esta compañía de aviación comisionó al Coronel Herbert Boy para colaborar en las adecuaciones militares y seleccionar los terrenos que debían servir de base aérea. Se examinaron varias alternativas: El “Long Champ”, el Hipódromo de Versalles, llanos que fueron propiedad de don Pío Rizo y donde una década antes, el 21 de Abril de 1920 aterrizara el primer avión en Cali, - el “Telégrafo I” – que voló desde Guayaquil piloteado por Ferrucio Guichardi. Otras alternativas que se consideraron para instalar la Base Aérea fueron los terrenos de “Isabel Pérez” al sur de Cali, entre el barrio San Fernando construido desde 1927 y el río Cañaveralejo. Además, se pensó en los llanos de El Limonar en Pasoancho, lo mismo que en una hacienda lechera que perteneció a Don Ulpiano Lloreda, más una parte de la Hacienda El Guabito en el Troncal. Se decidió esta última alternativa por colindar con el camino que de Cali conducía a Juanchito en el río Cauca y con la línea del Ferrocarril del Pacífico hacia Palmira y Cartago.

Rápidamente se procedió a la adecuación y nivelación de la tierra para construir la pista, con una aplanadora a vapor facilitada por el municipio de Cali, y se comenzaron a construir los hangares. Entre tanto los ingenieros y técnicos armaron los aviones

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que venían a grandes piezas dentro de cajas de madera. Una vez armados se cubrieron con carpas mientras se terminaban los hangares.

El viernes 18 de Mayo de 1934 desde Río de Janeiro la United Press lanzó al mundo la noticia del acuerdo entre las partes en conflicto y, por tanto, la finalización de la guerra. Afranio de Mello Franco, mediador brasilero en las conversaciones, logró una fórmula conciliatoria aceptada por Víctor Maúrtua como Jefe de la delegación Peruana, y por Roberto Urdaneta Arbeláez que encabezaba la delegación colombiana integrada por Guillermo Valencia, Luis Cano y Eliseo Arango. Se firmó la Paz de Río y la guerra terminó.

Pero la Base Aérea de El Guabito continuó. Se utilizó como escuela de pilotaje, base de la aviación militar y también como aeropuerto para la aviación comercial. Allí funcionó por algún tiempo, antes de trasladarse a Jamundí, la escuela de aviación civil “Aeroclub Colombiano” de Guillermo Rodríguez Vallecida “el Chéchere”, en 1940. Para la instrucción la escuela contaba con un biplano “Byrd” con doble comando y con dos aviones para el aprendizaje militar de la casa Curtis que el propietario reacondicionó, porque la aviación militar los había sacado del servicio para reemplazarlos por otros nuevos de marca Fludling que se emplearon para el entrenamiento militar.

En el Guabito se inició la aviación comercial de Cali. Desde la Vieja Casona de dos plantas – actualizada con remodelaciones que le han permitido persistir en el tiempo para presenciar la expansión de la ciudad hasta el río Cauca – operaron vuelos nacionales de pasajeros, a los países vecinos de Suramérica y a Panamá. Allí funcionaron empresas de aviación como Avianca, Lanza, Taca, Saeta, Viarco y Panagra. Esta última empresa, con aviones Douglas DC-3 realizaba vuelos por una ruta internacional más extensa. Al comenzar la década de los años 40, cuando comenzaba la segunda Guerra Mundial, hacía el viaje en doble dirección y con escalas: New York, Miami, Kingston, Panamá, Cali, Quito, Lima, Santiago de Chile, Buenos Aires y Río. Los socios de Panagra fueron la Panamericana Airwys y la Grace, propietaria a su vez de la Grace y de la Compañía Grace Line. Tenía sede en New York y desde allí era manejada por Peter Grace, hijo del fundador de la empresa.

La Panagra no volaba a Bogotá porque las condiciones atmosféricas no eran favorables y por la dificultad de los aviones Douglas DC-3 para escalar 8.000 pies de altura. Por lo tanto, en la ruta hacia el sur seguía la costa del Pacífico.

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En 1938 llegó a Cali un joven guatemalteco de ascendencia alemana que apenas contaba con 21 años de edad y que fuera contratado por una distribuidora de películas, Bertram Wartemberg.

“Cuando llegué, nos cuenta, Cali era un pequeño pueblo,uno caminaba desde el Hotel Alférez Real,

pasando el Puente Ortiz, hasta llega al Teatro Bolívardonde hoy se encuentra el Correo de Avianca.

De allí en adelante hacia el norte, siguiendo el caminoa Yumbo, sólo habían dos cuadras construidas

con las mejores residencias de la época, y a partir de allítodo era abierto y se llegaba al hipódromo de Versalles”.

Entró a trabajar con la Grace y se vinculó a Panagra en 1943, año en el cual se casó con Haydée Villegas formando una familia de cinco hijos. Don Bertram guarda recuerdos de su trabajo en la empresa durante los años de 1943 a 1945.

Cuenta que en 1943 la oficina de Panagra se encontraba en el edificio de la Compañía Colombiana de Tabaco frente al Hotel Alférez Real, y más tarde se trasladó el Edificio “Gutiérrez Vélez” al otro lado del río Cali, en cuyos bajos funcionó por muchos años el correo aéreo. Durante la Segunda Guerra Mundial – nos dice – el transporte aéreo estaba sujeto a la “prioridad diplomática y militar”. El viajero que hacía una reservación tenía que someterse a esa prioridad; en cualquier momento se le podía suspender o cancelar el viaje y ceder el cupo a los diplomáticos. En Cali le sucedió con frecuencia a los viajeros que hacían escala en la ciudad con destino a Surámerica o al norte. Las personas que no podían continuar el vuelo descendían al aeropuerto de El Guabito y se trasladaban – para alojarse y pernictar los hoteles Alférez Real, contiguo a la Ermita, al Columbus en el edificio del Teatro Colón o al Menéndez al lado del río Cali, según la disponibilidad de dinero de los viajeros. Los que tenían pocos recursos pasaban muchos trabajos durante esta escala obligada y pedían con insistencia cupo para el día siguiente, por carencia de dinero para pagar el hotel. A pesar de que había un vuelo diario que hacía escala en El Guabito para seguir al norte y otro para continuar al sur, muchas veces no había cupo para continuar el vuelo al día siguiente en los aviones Douglas DC-3 que sólo tenían 21 asientos. Era frecuente ver 30 o 40 pasajeros que se acumulaban en el aeropuerto pidiendo que se les enviara en el próximo vuelo, pero sólo venían 3 o 4 cupos disponibles.

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Las empresas aéreas – recuerda don Bertram Wartemberg, tenían que pagar un derecho de aterrizaje en el Guabito. Panagra compartía los servicios de radiocomunicación con Avianca y por medio del servicio telegráfico morse se recibían los avisos de salidas y llegadas de los aviones y se manejaban las reservaciones y los cupos.

“Recuerdo, - cuenta Harold Zangen – que viajé por Panagraen la época en que estudiaba en Estados Unidos. La ruta que trajinéera Miami, Kingston, Panamá y Cali. El vuelo seguía hacia el sur, a otras ciudades de Suramérica”.

También Harold Arabia lo recuerda:

“Cuando salí a estudiar a los Estados Unidos viajé en Panagra. El avión venía de Guayaquil, hacía escala en Cali para dirigirse a Panamá, Jamaica y Miami”.

Muchos empresarios, inversionistas y hombres de negocios extranjeros tuvieron que hacer esa forzosa escala en Cali, pero al partir la consideraron como una agradable visita a un pequeño pueblo que les era desconocido. En el imponente Alférez Real, frente al Puente Ortiz, al lado de la Ermita, a pocos pasos del parque de Caicedo y con la fresca brisa de las 5 de la tarde que bajaba de la cordillera corriendo paralela con el río y la Avenida Colombia, comenzaron a conocer y a compenetrarse con la ciudad que se encontraba ya a las puertas de un rápido desarrollo industrial. En el lobby, en el bar o en el comedor del Alférez, los extranjeros entraban en contacto con empresarios y personalidades públicas de la región que habitualmente asistían al hotel. Estos contactos dice – don Ernesto de Lima – se constituyeron en factores no deliberados y fortuitos que permitieron el flujo de inversionistas extranjeros a Cali y al Departamento, y crearon oportunidades para el desarrollo del Valle. Allí, en el hotel y en conversaciones con gentes de la ciudad los empresarios extranjeros conocieron las oportunidades de inversión que ofrecía la región y las ventajas de localización de Cali: acceso al mar por ferrocarril y carretera a Buenaventura, conexión vial del Valle con el interior del país, una región con constelación de ciudades y el ambiente agradable y placentero vivido por gente alegre y abierta. Precisamente en esa época comienza la instalación de las empresas multinacionales localizadas en Cali, Yumbo y el Valle, y se inicia el desarrollo moderno de la región.

El mismo crecimiento económico que fuera auspiciado de manera no deliberada por la “prioridad diplomática y militar” en el Guabito y por los contactos que establecieron los viajeros extranjeros hospedados en el Alférez debido a su escala forzosa en Cali, exigió que la aviación comercial – que requería un nuevo aeropuerto – se separara de

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la aviación militar. Fue así que Avianca adquirió los terrenos de la Hacienda “Los Guales” en Candelaria y construyó a Calipuerto donde hoy se encuentra Cavasa. Después, Calipuerto resultó insuficiente y el Gobierno Nacional por medio de la empresa colombiana de Aeropuertos ECA, construyó en Palmaseca, dentro de la jurisdicción de Palmira, el aeropuerto actual que lleva el nombre de uno de los dirigentes – intelectual y periodista – más relevante que haya producido el Valle, y quien fuera el promotor más apasionado del nuevo aeropuerto: Alfonso Bonilla Aragón.

A medida que la ciudad crecía y se desarrollaba la aviación comercial, el joven Bertram Wartemberg, que había llegado a Cali en 1943 y trabajado en Panagra, fue echando raíces. A partir de 1945 se dedicó al comercio en el ramo de la maquinaria agrícola e industrial, a los vehículos – automóviles, Jeeps y camiones, se encargó de la gerencia de la firma Leonidas Lara e Hijos y luego organizó su propia empresa distribuyendo equipos de refrigeración, sonido y comunicación. Pero no sólo se trata de raíces económicas sino también familiares: La esposa, cinco hijos y doce nietos. Su relato confirma lo planteado por don Ernesto de Lima; un hecho fortuito, accidental, no deliberado y más bien producto del azar – como fueron las escalas obligadas en Cali que les tocó padecer a los viajeros y su hospedaje en el Alférez Real por la década de los años 40´s – favoreció la llegada de la inversión extranjera y de las empresas multinacionales, para impulsar un rápido proceso de industrialización y modernización en la región: surge, así, con Cementos del Valle y Eternit S.A., la zona industrial de Yumbo, sede preferida por las empresas extranjeras que se instalaron en las décadas de los 40 y 50.

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II. UN VIAJE PROGRAMADO, UNA IDEA INESPERADA

No sólo en la investigación científica la búsqueda de un propósito determinado puede llevar inesperadamente a un hallazgo distinto. Lo mismo suele suceder en los viajes.

En 1967 – o tal vez en 1968 – don Manuel Carvajal emprendió un viaje de negocios al lejano oriente, que, como lo sabemos hoy al examinar el desarrollo tecnológico y económico de esos países, no sólo depara sorpresas exóticas. Allí, las circunstancias le permitieron acercarse a una interesante experiencia que esta ocurriendo en esas distantes latitudes: la creación de “zonas libres” que tenían el objetivo de atraer inversionistas, capitales e industrias orientadas a la exportación, que se desplazaban hacia esos países en busca de mano de obra barata, incentivos fiscales, facilidades crediticias, etc.

No basta que un viajero se tope en el exterior con una experiencia nueva importante. Se requiere que tenga una formación, una mirada ávida para captar los hallazgos y las ideas nuevas, y una vocación por el desarrollo de su propio país que sería el objetivo de esas novedades. Don Manuel, siempre interesado en la búsqueda de oportunidades de desarrollo, trajo esa idea. Si bien en Colombia ya existían algunas zonas francas en la Costa Atlántica, como la de Barranquilla, lo novedoso de la idea consistía en que se trataba de un proyecto vinculado, no al acceso marítimo, sino a los aeropuertos, y destinado al establecimiento de industrias de productos livianos exportables por vía aérea. Nace así, pues, la idea de una zona franca, contigua a Palmaseca.

Don Manuel Carvajal a su regreso, se dió a la tarea de conversar con mucha gente – entre las cuales figuraban los doctores Luis Carvajal, Hugo Botero, Gustavo Barona, Adolfo Carvajal y Germán Holguín – con el fin de despertar interés, crear un ambiente favorable a la idea e iniciar su promoción. “Entre las personas con las cuales habló fue conmigo”, recuerda el Doctor Germán Holguín Zamorano. Con don Manuel le dedicamos bastante tiempo en madurar esa idea, agrega.

Por aquellos años se acababa de crear la Fundación (1969) para el Desarrollo Industrial (FDI), con el propósito de generar soportes y allegar la información que requerían los inversionistas extranjeros y nacionales para definir la localización de sus empresas y plantas. La FDI realizó sus estudios sobre disponibilidad de fuerza laboral, dotación y perspectivas de ampliación de los servicios públicos como energía, acueducto y teléfonos; tributación local, ventajas de localización y transporte en Cali y en el Valle del Cauca.

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Don Manuel Carvajal propuso que la FDI tomara a su cargo el estudio de factibilidad de las zonas francas, la gestión ante el gobierno nacional y la puesta en marcha del proyecto.

Pero, ¿cómo nació esta Fundación que asumió la tarea inicial de las zonas Francas?. Estando el Doctor Germán Holguín en la dirección del Instituto Colombiano de Administración (INCOLDA), observa con preocupación que en la década del 60 – después del acelerado auge industrial de Cali y el Valle cuando llegaron numerosas multinacionales en los años 40 y 50 – se entró en un período de desactivación industrial, sin que se establecieran empresas nuevas en la región. Para dar respuesta a esa coyuntura el Doctor Holguín tuvo la idea de crear un ente que impulsara el desarrollo industrial. La propuesta tuvo una acogida entusiasta por parte de la dirigencia regional, El Gobernador del Departamento, El Alcalde de Cali, La Corporación Autónoma Regional (C.V.C), las Empresas Municipales de Cali, La Corporación Financiera del Valle y las entidades del sector privado que sirvieron de soporte a la idea.

El 21 de Junio de 1969 se reunieron en los salones del Club Colombia, representantes de 24 entidades públicas y privadas 1/ para construir la Fundación para el Desarrollo Industrial (FDI) con el fin de promover el progreso económico y social de Colombia en los sectores agrícolas e industrial y “obtener la expansión de mercado, el crecimiento de la producción y la productividad, la generación de nuevas oportunidades de trabajo y, como resultado de todo ello, el beneficio de las masas consumidoras y un mejor nivel de vida para todos”. Para alcanzar esas metas se propone “hacer permanentes investigaciones básicas sobre la situación económica y social de la región: realizar estudios sobre la factibilidad; promover nuevas empresas, y fortalecer y ensanchar las existentes; colaborar con las agencias estatales en las tareas de preparación, coordinación y ejecución de programas de desarrollo, y proyectos sobre Colombia y el mundo una imagen comarcana que propicie la atracción de recursos foráneos... y una mejor utilización de sus propios

1/ Gobernación del Departamento (Rodrigo Lloreda Caicedo), Alcaldía de Cali (Marino Rengifo Salcedo); C.V.C (Henry Eder Caicedo), EMCALI (Antonio Garcés Sinisterra); Cámara de Comercio (Rafael Navia González), Universidad del Valle (Alfonso Ocampo Londoño), Corporación Financiera del Valle (Benjamín Martínez M.); Unidad de Acción Vallecaucana (Alfonso Bonilla Aragón), ANDI (Gerardo Velasco Cabal), Cartón de Colombia (Eduardo Jacobs), Carvajal y Cía (Jaime Carvajal); Banco de Occidente (Alfonso Díaz Viana), El País (Alvaro José Lloreda); Occidente (Luis Palacios); Río Paila (Luis Ernesto Sanclemente); Central Castilla (Guillermo Ramírez); Dulces Colombina (Ariosto Manrique); Delima y Cía (Humberto Ascione); Grasas S.A. (Jorge Durán Castro); Textiles el Cedro (Samir Camilo Daccach); Ultratex (Selim Maklour Takla), Atila de Colombia (Isaacs Gilinski); Artur Andersen y Cía (Alexander Young) y Juan Manuel Torres C. (INCOLDA).

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valores humanos, naturales y financieros”, según consta en el Acta de Constitución 2/. A partir de 1976, la Cámara de Comercio de Cali se encargó “de desarrollar o ejecutar el objeto estatutario de la FDI”. Esta entidad se adhirió y se asoció a la Cámara, pero “sin perder su propia personería” y sin menoscabo de su fisonomía original y así “cumplió los propósitos comunes de sus estatutos”, según consta en el Convenio entre la FDI representada por el doctor Alfonso Ocampo Londoño y el doctor Humberto Raffo Rivera en nombre de la Cámara de Comercio de Cali.

Las entidades de apoyo, llegado el momento de constituir la Fundación, le solicitaron al doctor Holguín que asumiera la presidencia de la nueva organización. Se retiró de INCOLDA y asumió la dirección de la FDI. Se dió a la tarea de estudiar las experiencias similares en otros países y, dice, “la que más me llamó la atención fue la de Puerto Rico”, donde se estaba impulsando decididamente una política de desarrollo industrial con base en la atracción de empresas y capitales, que contemplaba incentivos fiscales y créditos blandos, hasta darles facilidades para adquirir maquinaria con el propósito de que se establecieran en ese país.

A raíz de su retiro entró a la dirección de la FDI el doctor Bernardo Garcés Córdoba que acababa de separarse del Ministerio de Obras Públicas durante el gobierno del doctor Carlos Lleras Restrepo, “Fue durante el período del doctor Alfonso Ocampo Londoño - cuenta el doctor Holguín – que tomó la decisión de convertir la FDI en brazo promocional de la Cámara de Comercio de Cali y en ese momento le cambiaron el nombre de el de Fundación para el Desarrollo Integral” que permitía ampliar sus objetivos.

Pues bien, fue la FDI – en 1969 – la encargada, por sugerencia de don Manuel Carvajal, de realizar el estudio de factibilidad de la Zona Franca contigua al aeropuerto de Palmaseca con un propósito industrial y comercial, en la cual se elaborarían productos livianos adecuados al transporte aéreo y orientados fundamentalmente a la exportación. Cuando se inició la gestión ante el gobierno se desató una fuerte oposición por parte de la gente de Buenaventura por cuanto consideraron lesiva a los intereses del puerto la creación de una zona franca cuya 2/ Presidentes del Consejo Directivo de la FDI: Rodrigo Lloreda Caicedo (1970–1971), Henry Eder Caicedo (1971–1976), Humberto Raffo Rivera (1976–1977), Samir Camilo Daccach (1977-1979), Jorge Ernesto Holguín Beplat (1979-1980), Harold Zangen J. (1980-1983), Jaime Orozco (1983-1985), Gunnar Lindahl H. (1985-1990), Gustavo Saavedra Barberena (1990-1992), José Ricardo Caicedo (1993-1994) y Roberto Pizarro Mondragón (1994). Los Presidentes Ejecutivos de la FDI: Germán Holguín Zamorano (1969-1971), Bernardo Garcés Córdoba (1971-1974), Alfonso Ocampo Londoño (1974-1975), Juan Martín Caicedo Ferrer (1975-1978), Mario Ernesto Calero Buendía (1978-1981) y Fabio Rodríguez (1981-).

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área de influencia excluía a Buenaventura. Ante la justeza de estos argumentos la FDI resolvió emprender simultáneamente la promoción de la Zona Franca de Cali con un carácter industrial y vinculada al transporte aéreo, y la Zona Franca de Buenaventura con un carácter comercial y vinculada al transporte marítimo, cuyo estudio de factibilidad también fue realizado por la Fundación.

Tanto los estudios como las gestiones ante el gobierno central – con pleno respaldo de la Junta de la FDI – se realizaron con el apoyo efectivo de un pequeño grupo de empresarios de las jóvenes generaciones que sin estar ubicados en ese momento en las cúspides, comenzaban a descollar en las empresas.

Si un viaje sirvió para que se encendiera inesperadamente la idea, otra coincidencia fortuita concurrió luego a su realización y éxito: En el momento de adelantar las gestiones de aprobación ante el gobierno nacional, don Manuel Carvajal desempeñaba el cargo de Ministro de Comunicaciones y desde su alta posición ayudó decisivamente a crear un ambiente favorable al proyecto en el interior del gobierno, hasta que se logró en 1970 el decreto que autorizaba las dos zonas francas. La idea que gestó e impulsó don Manuel Carvajal vuelve una – vez madurada – a su autor que ahora desde una posición favorable contribuyó a su realización.

Nada más justo que la Zona Franca llevara el nombre de quien encendiera la chispa de la idea en un momento fortuito y, más tarde, le diera vida real desde posiciones decisorias. Así, pues, se puso en marcha la Zona Franca Industrial y Comercial “Manuel Carvajal Sinisterra”, que se constituyó el 7 de Julio de 1970, con un capital inicial de $1.000.000.

III. LA CREACION DE LA C.V.C Y LOS “HECHOS OCACIONALES”

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Posiblemente un retardo de dos días hubiese podido cambiar el rumbo del desarrollo económico vallecaucano o al menos postergar su despegue. El 7 de Abril de 1948, dos días antes del “bogotazo”, el alcalde de Cali doctor José Castro Borrero, invitó a una reunión de estudio y a una comida en el Hotel Alférez Real a Mr. Mc.Cloy que había venido a Colombia para asistir a la Conferencia Panamericana en Bogotá. En ese momento Mr. Mc.Cloy era el presidente del BIRF y con anterioridad, una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, había sido representante de los Estados Unidos en la Administración tripartita de Alemania.

De tiempo atrás el doctor José Castro Borrero venía preocupado por la falta de conexión entre diferentes estudios que se realizaban en el Valle del Cauca en materia de electrificación, regulación de aguas, irrigación, drenaje, adecuación y análisis de suelos 1/. Como él mismo lo ha expresado, era necesario “un estudio integral de todos los recursos de la región” y una entidad encargada del manejo coherente de esos recursos.

La invitación al almuerzo en el Hotel Alférez Real se le extendió al señor Marshall, ampliamente conocido por el Plan de Reconstrucción de Alemania y quien asistiría a la Conferencia Panamericana en Bogotá, y al señor Mc Cloy. El señor Marshall por falta de tiempo no pudo atender la invitación del doctor Castro Borrero, pero Mr. Mc.Cloy aceptó. A esa reunión asistió la dirigencia vallecaucana: Manuel Carvajal, Ciro Molina Garcés, Hernando Caicedo, Harold Eder, Espiritu Santo Potes, José María Guerrero y otros.

En esa ocasión el doctor Castro Borrero expuso la necesidad de un estudio integral sobre el manejo de los recursos del Valle del Alto Cauca y la creación de una entidad encargada de su realización. Mr. Mc.Cloy expresó decididamente su interés por el proyecto que se ajustaba a las orientaciones del Banco, sugiriendo la conformación de una Junta encargada de compilar la información y los antecedentes. Ese 7 de Abril de 1948 se dejó establecido un contacto importante con el BIRF, que dos (2) días después hubiese sido imposible.

1/ En 1928 la Misión Chardon de Puerto Rico, contratada por el gobierno departamental estudió los recursos agrícolas del Valle. En 1942 el Secretario de Agricultura del Valle, doctor Ciro Molina Garcés contrató en New York estudios de ingeniería sobre la utilización de las fuentes de agua en el Valle. En 1946 se estudió un proyecto hidroeléctrico en Calima. El gobierno departamental contrató con la firma Olarte, Ospina, Arias y Payán (OLAP) un estudio sobre la electrificación del Valle y también un plan de irrigación. En 1952 se presentó el Plan para el Desarrollo Económico de la Cuenca del Alto Cauca que ya sugería la creación de una Corporación.

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Por múltiples razones –decía don Manuel Carvajal- “concentrar en una sola institución el estudio y la responsabilidad de ejecutar los programas de electrificación, irrigación y regulación, en los casos frecuentes de proyectos de uso múltiple y coordinarlo todo para sentar las bases de un proceso de desarrollo armónico”. Y agregaba: ...”di todo mi apoyo a José Castro Borrero a quien, indudablemente, se debe la concepción de la idea de crear una institución de este género, y mucha parte del mérito de su realización 2/.

Como gerente regional de la ANDI se dedicó a proponer ante los industriales del país el apoyo de un “Plan Integral de Aprovechamiento de los Recursos Naturales del Alto Cauca” y a solicitar su realización al gobierno. En este sentido se aprobó la proposición No.1 por la Asamblea Nacional de la ANDI reunida en Cali el 4 de Septiembre de 1952, la proposición No.5 en Barranquilla y la proposición No.11 de la Asamblea de la ANDI reunida al año siguiente en Medellín. Fue apoyada por la dirigencia vallecaucana, el Presidente y el Vicepresidente de la ANDI, doctores José Gutiérrez Gómez y Diego Tobón Arbeláez, los voceros de la ANDI en Bogotá, doctores Enrique Caballero Escobar y Eduardo Cuéllar y el embajador de Colombia en Washington, doctor Eduardo Zuleta Angel.

El doctor Gabriel Betancur Mejía le entregó al doctor Castro Borrero la información sobre el proyecto realizado por el gobierno de Roosevelt en el Valle de Tenessee que dirigía David Lillienthal. “Circunstancia ésta –dice el doctor Castro Borrero – que convocó todos mis impulsos a conseguir el favorable testimonio de este genial funcionario” 3/.

“Un hecho ocasional hizo posible mi empeño en ese momento “dice el doctor José Castro Borrero. Cuál fue ese “hecho ocasional” o fortuito? Don Manuel Carvajal que ocupaba la cartera de Minas y Petróleos, el doctor José Gutiérrez Gómez que desempeñaba el cargo de presidente de la ANDI y el doctor Eduardo Zuleta Angel, embajador de Washington solicitaron al doctor Castro Borrero sus buenos oficios para que el viaje del señor Milo Perkins a Colombia fuera exitoso. El señor Milo Perkins que había sido miembro del gabinete del Presidente Roosevelt y que en el momento de su viaje al país (1951) desempeñaba el cargo de presidente de la Junta Directiva de la Estándar Oil Company venía a estudiar la política petrolera de Colombia.

El doctor Castro Borrero entró en buenas relaciones con Mr. Perkins y lo enteró sobre el proyecto de desarrollo para el Valle del Alto Cauca. Mr. Perkins, a su vez, le contó sobre su amistad con David Lillienthal y ofreció preguntarle al director ejecutivo del

2/ Carvajal, Manuel. “Realidades de la Electrificación en el Valle del Cauca”, 1969.3/ Castro Borrero, José. “Breve Historia de la CVC y enfoque sobre su futuro”.

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Tenessee Valley Autority si aceptaría viajar al Valle a evaluar las posibilidades del proyecto que de tiempo atrás venía madurando el doctor Castro Borrero.

Pocos días después de su regreso a Washington el señor Perkins comunicó que Lillienthal aceptaría venir siempre que fuese invitado por el Presidente de la República de Colombia.

Fue entonces cuando el doctor Castro Borrero viajó a Bogotá a entrevistarse con el Presidente quien se comprometió a comunicarse con el doctor Eduardo Zuleta y más tarde le solicitó al embajador que la entrada de Lillienthal al país se hiciese por Montería, pero el doctor Zuleta ya había dispuesto todo para ingresar por Buenaventura.

El Gobernador del Valle, doctor Diego Garcés Giraldo; el cónsul de los Estados Unidos en Cali, señor Aubrey E. Lippincott y el doctor José Castro Borrero recibieron a Lillienthal que llegó a Buenaventura el 19 de Febrero de 1954 en el vapor “Santa Isabel” de la Grace Line, y viajaron a lo largo del Valle del Cauca en automóvil, para que Lillienthal conociera directamente la región sobre la cual versaría el proyecto.

El entusiasmo y la voluntad de los dirigentes vallecaucanos que lo acompañaban se fortaleció cuando Lillienthal, además de señalar las similitudes entre el Tenessee Valley Autority y el proyecto del alto Valle del Cauca, se comprometió a prestar su apoyo ante el Banco Mundial de Reconstrucción y Fomento, previos respaldos de los gobiernos nacional, departamentales y de los municipios involucrados, lo mismo que del sector privado.

David Lillienthal propuso que se integrara una comisión para que viajara a Washington y al Valle de Tenessee a conocer las obras y las actividades que se desarrollaban. La Comisión la conformaron el gobernador del Valle, doctor Diego Garcés Giraldo; y el secretario de Hacienda del Departamento, doctor Luis Enrique Sanclemente decididamente interesados en convertir la creación de la C.V.C. en bandera de la gestión departamental; Manuel Carvajal, Bernardo Garcés Córdoba, José Otoya y José Castro Borrero, una vez en Estados Unidos, presentaron los proyectos ante los funcionarios del BIRF y ante representantes de importantes firmas de ingeniería.

A partir de ese viaje, dice el doctor Castro Borrero, “ya no se trataba de una quimera sin respaldo alguno, sino de una idea reforzada por conceptos muy favorables de distinto orden y de proyectos encomendados a prestigiosas firmas de ingeniería de los Estados Unidos y de Colombia como Olarte, Ospina, Arias & Payán Ltda. (OLAP),

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Gibbs & Hill, Inc. (G&H) de New York, y de Knappe-Tippetts-Abbott McCarthy (KTAM), más tarde Tippetts, Abbott, McCarthy Stratton (TAMS) de Nueva York y de los conceptos tan prestigiosos como los de David Lillienthal y de Milo Perkins” 4/ .

De acuerdo con las recomendaciones de Lillienthal el programa no se podía circunscribir a la jurisdicción departamental sino que debería abarcar el área geográfica del Valle del río Cauca, es decir, los departamentos de Caldas, Valle y Cauca de donde se derivó la sigla C.V.C. Por otra parte, la entidad que se encargaría del manejo debería tener personería jurídica y autonomía respecto a la política y al gobierno. Estas características implicaban una reforma constitucional puesto que según la carta de 1886 la autoridad y las facultades administrativas e impositivas tenían como base la división política administrativa conformada por el Gobierno Nacional, los departamentos y los Municipios, y no contemplaba la posibilidad de una entidad superpuesta como la que Lillienthal recomendaba.

Pero se presenta otra casualidad. En el año de 1954 se reunía la Asamblea Nacional Constituyente para introducir reformas a la Carta Constitucional. Era la oportunidad de proponer una enmienda que permitiera la creación de la Corporación Regional, Interdepartamental y Autónoma. A pesar de que se consideraba de difícil aprobación por parte de la Asamblea Nacional Constituyente, se elaboró el texto de la disposición constitucional. El doctor Diego Tobón Arbeláez nombrado por la ANDI elaboró el proyecto del Acta Legislativo No. 5 de 1954.

El doctor Castro Borrero en Compañía del doctor Jorge Rivera Cabal gerente de la ANDI y del coronel Ignacio Rengifo Garcés solicitaron una audiencia con el Presidente, General Gustavo Rojas Pinilla, quien, con el concepto favorable del doctor Carlos Mario Londoño, autorizó la presentación del proyecto a la Constituyente como iniciativa gubernamental. Los doctores Castro Borrero, Jorge Rivera Cabal y el Coronel Rengifo acompañados por el doctor Carlos Mario Londoño se trasladaron a la Asamblea Constituyente que en ese momento presidía el doctor Mariano Ospina Pérez para hacer entrega del texto. El doctor Ospina la puso en consideración, se aprobó en primer debate y pasó para su estudio a la comisión presidida por el vallecaucano Hernando Navia Varón quien al día siguiente presentó ponencia favorable. “No puedo olvidar – recuerda el doctor Castro Borrero – el hecho de que, ante una intempestiva oposición de algunos miembros de la representación adicta al

4/ “Recuerdo que viajamos al Valle de Tenessee e hicimos un gran recorrido por la represa que regulaba las aguas del río; conocimos las instalaciones de generación eléctrica, fundamentales para el desarrollo de ese Valle que era pobre y regresamos muy entusiasmados. Recuerdo que como Secretario de Hacienda me tocó entregar el primer aporte del Departamento al doctor Bernardo Garcés que fue nombrado director de la C.V.C (Entrevista con Luis Enrique Sanclemente).

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Gobierno, el doctor Henao Mejía tomó la palabra para descalificar cualquier intención de ese tenor, factor éste determinante de la unanimidad en la aprobación a la ponencia, que se había presentado”. Los constituyentes vallecaucanos – Hernando Navia Varón, Esmeralda Arboleda de Uribe, Alvaro Lloreda, Carlos Sardi Garcés, Guillermo Borrero Olano, José Ignacio Giraldo, Severo Reyes Gamilva y Jorge Zawadsky – fueron decisivos en la aprobación del acto legislativo No.5 del 27 de Agosto de 1954, cuyo artículo primero decía: “El Legislador podrá crear establecimientos públicos dotados de personería jurídica autónoma para la prestación de uno o más servicios especialmente determinados, los cuales tendrán competencia para la ejecución de los actos necesarios al cumplimiento de su objeto, y en sus actividades podrán abarcar todo el territorio nacional o parte de él”.

En la incorporación a la nueva constitución (1954) se recogió la propuesta en el artículo séptimo: “Fuera de la División General del Territorio habrá otras dentro de los límites de cada departamento, para arreglar el servicio público. Las divisiones relativas a lo fiscal, lo militar, la instrucción pública y el fomento de la economía podrán no coincidir con la División General”.

Después de aprobada la Reforma Constitucional y ante la ausencia del Congreso que había sido clausurado por el General Rojas Pinilla, el Ejecutivo creó la Corporación Autónoma General del Cauca (C.V.C.) por medio del Decreto Legislativo 3110 del 22 de Octubre de 1954 que le dio vida jurídica.

Posteriormente se dictó el Decreto No.160 de 1956 que dotó a la entidad de recursos financieros. Se estableció una sobre-tasa catastral del 4 x 1000 que después se rebajo al 3 x 1000.

Posteriormente, tras el derrocamiento del régimen militar del General Rojas Pinilla, el Plebiscito Nacional del 1º. de Diciembre de 1957 dejó sin validez el acto Legislativo que era la Ley Orgánica de la CVC. El 18 de Junio de 1960 se le da una base jurídica, pero con pérdida de autonomía que fue definitivamente recortada en la Reforma Constitucional de 1968 durante el gobierno del doctor Carlos Lleras, cuando la CVC se adscribe al Ministerio de Agricultura.

Si bien la creación de la C.V.C. es el resultado de los esfuerzos tenaces realizados concientemente por la dirigencia vallecaucana, también es cierto que un conjunto de hechos casuales concurrieron favorablemente a esa creación: La invitación, dos días antes del “Bogotazo” que el alcalde de Cali hiciera a Mr. McCloy, presidente del BIRF, que hubiera sido imposible dos días después; el encuentro inesperado del doctor José Castro Borrero con Milo Perkins quien logró el contacto con David Lillienthal y la

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coincidencia que un vallecaucano-el doctor Hernando Navia Varón – presidiera la comisión de la Constituyente y le tocara presentar el informe de ponencia que le daría vida legal a la C.V.C.

IV. EL CLUB SAN FERNANDO, LA FERIA Y LA PLAZA DE TOROS

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Había quedado atrás, perdida en el pasado, “La Finquita” de don Fidel Lalinde donde el 25 de Septiembre de 1892 se organizó la primera corraleja, localizada al lado del camino que desde el viejo Puente Ortiz salía para Yumbo, y donde hoy se encuentra el Teatro Calima. Ya no existía la enmalezada y sucia placita de Toros de 1916, frente al río y detrás de la antigua Ermita, donde más tarde se construyera el elegante Hotel Alférez Real. También había desaparecido la Plaza de Toros de Belmonte de Jesús Solis y Mario Montegú, frente a la vieja estación del ferrocarril devastada por la explosión del 7 de Agosto de 1956. Tampoco existía ya la Plaza de El Crucero inaugurada el 25 de Octubre de 1910, también por don Fidel Lalinde, ubicada por allá en la carrera 8ª. con calle 25. Y ya comenzaba a olvidarse la plaza de toros del Granada. Al comenzar la década de los años 50, bajo nuevas construcciones habían desaparecido de la memoria las placitas de toros de la modesta Ciudad Colonial.

¿Cómo nació la idea de la moderna Plaza de Toros de Cañaveralejo?. Posiblemente, nadie más indicado para recordarlo que el doctor Eduardo Buenaventura Lalinde, pues como él mismo dice, “La Plaza de Toros ha sido algo que ha perseguido durante toda la trayectoria de mi vida. No sé porqué, pero así ha sido”.

“En sus inicios no era nada, sólo una piscina rodeada de un alambre de púas”. Viajó a Bogotá a estudiar en el Colegio del Rosario, se graduó, y a su regreso volvió a encargarse de la Presidencia del Club. Adelantó una política amplia para dar acceso a estudiantes de último año de la Facultad de Medicina de la Universidad del Valle que hacían sus prácticas en el Hospital Departamental, a jóvenes de la Base Aérea Marco Fidel Suárez y a las niñas que no tenían un adecuado lugar de esparcimiento y que hicieron parte de la sección de “damas asociadas” entre las cuales se encontraba la que más tarde fuera su esposa.

El Club San Fernando tuvo un gran auge y en la década de los años 50 desplegó numerosas actividades sociales: las “empanadas bailables” los domingos en la tarde; las fiestas de comparsas el 6 de enero – día de Reyes – donde competían por premios a los mejores disfraces otorgados por un jurado calificador; las fiestas decembrinas amenizadas por prestigiosas orquestas como la de Luis Rovira con su cantante Conchita Iris, la del Maestro Alfonso Haya, la de Sebastián Solarí, la de Julio García, y la inolvidable de Lucho Bermúdez con la voz maravillosa de Matilde Díaz.

El Porro que fuera como el himno del club –san, san, San Fernando – precisamente lo compuso Lucho; los eventos de elección de las candidatas por el Valle al reinado de la Belleza en Cartagena, de donde salieron Leonor Navia Orejuela y Luz Marina Cruz, elegidas en 1951 y 1953 como reinas nacionales de la belleza en la Ciudad

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Heroica, y Luz Carime Alhach señorita Valle en 1957 que despertó una inmensa simpatía entre todos los medios sociales de Cali y el Valle.

Por allá en 1952, cuando el Club lo presidía el doctor Bernardo Lozada de S., le correspondió al doctor Iván Rodríguez Ospina como administrador, contratar para la temporada de diciembre a la Orquesta de Lucho Bermúdez radicada en Medellín. El contrato establecía 100 horas de actuación a $120 la hora, además de pasajes y hoteles en Cali. Como el éxito fue rotundo se contrató para el año siguiente y al doctor Rodríguez se le ocurrió introducir en el contrato una cláusula en la cual Lucho debía componer una canción alusiva al Club. De inmediato Lucho Bermúdez contestó una carta furiosa respondiendo que la inspiración musical no se podía ordenar ni ser materia de contrato.

El doctor Rodríguez se disculpó y el contrato se firmó sin esa cláusula. Pero pocos días después recibió un telegrama de Lucho en el cual le informaba que en la presentación de su orquesta en la radio “plantea” de la emisora Voz de Antioquia, a tal hora, se estrenaría el porro “San Fernando”. Esa transmisión radial se esperó con mucho interés. Al llegar ese momento los socios del Club – Martha Velásquez de Davis, Isabel Mazcaró, y los doctores Mario Lozano Henao, Juan Pablo Urrea e Iván Rodríguez con sus esposas – se reunieron en cada de Runo Johnson, ejecutivo de Croydon para escuchar en una radio Philips de mesa por la voz de Antioquia que casi no se pudo sintonizar – el estreno de la famosa canción alusiva al Club San Fernando en la voz de Matilde Díaz. Su re-estreno en la temporada decembrina fue toda una locura.

En 1954 se organizó en el Club San Fernando la elección de la representante del Valle al Concurso Nacional en Bogotá donde se elegiría a la reina de Colombia al Reinado Internacional del Café que se celebraría en Manizalez durante la Feria de esa ciudad. El Club San Fernando le insistió a don Adolfo Aristizábal y a su señora que permitieran que su hija Gloria fuera la representante del Club en el concurso para elegir la candidata del Valle al reinado del café. Don Adolfo, persona muy importante, uno de los mayores exportadores cafeteros del país y afincado en Cali a pesar de u origen antioqueño, terminó aceptando ante la insistente solicitud del Club. Pero “por descuido nuestro o tal vez por inexperiencia, Gloria no salió elegida como representante por el Valle”, cuenta el doctor Buenaventura. “Supremamente apenados con don Adolfo, su señora y con la misma Gloria, nos empeñamos en que saliera reina por Antioquia, dado el origen de su padre”.

Una delegación del Club presidida por el doctor Buenaventura Lalinde se trasladó a Medellín y allí logró que el Club Campestre de la capital de la Montaña la postulara

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como la reina antioqueña que competiría en el concurso de Bogotá con otras reinas departamentales. Luego el desplazamiento fue hacia Bogotá donde se realizara el certamen nacional para elegir a la representante de Colombia que competiría en Manizales en el Reinado Internacional del Café. Allí – cuenta el doctor Buenaventura – “nos tocó enfrentarnos con la señorita Valle que había sido elegida en el Club San Fernando”, y en Bogotá salió elegida Gloria Aristizabal como candidata de Colombia. El desplazamiento siguiente fue hacia Manizales para brindarle apoyo a Gloria en el reinado del Café. El recibimiento no fue nada bueno, no se le había preparado alojamiento, ni casa, ni hotel a la comitiva. De esta situación desagradable y bochornosa, salió la idea de realizar un evento similar en Cali para mostrar cómo se debe organizar una feria y recibir a la gente.

Al regreso de Manizales la gente del San Fernando, Club que en ese entonces estaba presidido por don Abraham Domínguez Vásquez, decidido promotor de la Feria, realizó las gestiones necesarias para llevar a cabo el evento en Cali. En un principio se pensó que no debería llamarse “Feria” para diferenciarlo de las fiestas de Manizales. Pero no se quiso que se denominara “Carnaval” para desligarlo del lamentable recuerdo de los que se realizaban anteriormente en Cali, durante la década de los años 20.

En 1925 se realizó en Cali el Carnaval cuya reina fue doña Leticia Lalinde, prima del doctor Eduardo Buenaventura. Este exclusivo evento – con festividades, reinado y coronación – se celebró en el recinto cerrado del Teatro Moderno que en aquella época se encontraba donde hoy se levanta el Teatro Jorge Isaacs. “No se le dio al pueblo – dice el doctor Buenaventura – la oportunidad de divertirse, no se le tuvo en cuenta". Lo que hubo en Cali fue un anti – carnaval, porque el carácter de carnaval – como en la Edad Media y el Renacimiento Europeos – era la fiesta popular, masiva, abierta, de plaza pública, donde “uno – dice Goethe – se limita a dar una señal que anuncia que cada cual puede mostrarse tan loco y extravagante como quiera, y que –con excepción de golpes y puñaladas – casi todo está permitido”. Los disfraces y las máscaras permitían la libertad para la sátira bufona, la comicidad irreverente, demoliendo autoridades y jerarquías. “La diferencia entre grandes y pequeños – dice el poeta de “El Viaje a Italia” – parece omitirse durante un momento; todo el mundo se relaciona, cada uno toma a la ligera lo que le sucede: la libertad y la independencia mutuas son mantenidas en equilibrio por un buen humor universal”. Lo que hubo en Cali, pues, no fue carnaval sino exclusivas fiestas de salón.

En 1925, el pueblo quedó en las calles sin fiestas, separado del elegante evento por las puertas del Teatro Moderno. El día de la coronación de la reina, se levantó la protesta popular, la muchedumbre pretendió penetrar al acto solemne y se desataron

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enfrentamientos callejeros que dejaron en el suelo cinco o seis muertos. Y así murieron en 1925 los carnavales de Cali.

Por esa bochornosa razón se prefirió desligar de la memoria los carnavales de los años 20 y darle más bien el nombre de “feria” al evento decembrino que se organizó en Cali en 1957.

Pero de inmediato se pensó que “sin plaza de toros no hay feria”. Ya todas las placitas “hechizas” del poblado tradicional habían desaparecido. Había, pues, que construir una plaza moderna para los eventos taurinos.

Los promotores de la obra eran, en su mayoría, miembros del Consejo Administrativo de la ciudad, entidad que en el gobierno del General Rojas Pinilla había sustituido al Cabildo. Se reunieron con el Alcalde de Cali, Jaime Lozano Henao, para buscar la manera de conseguir el terreno donde debería construirse la Plaza de Toros.

En ese entonces – recuerda el doctor Buenaventura Lalinde – existía un parrandeadero denominado “Pailón 70” contiguo al río Cañaveralejo. El dueño había sido asesinado y como no tenía herederos quedó como bien mostrenco. En el Consejo Administrativo el Alcalde Lozano Henao ofreció ceder gratuitamente el lote, pero los promotores no quisieron recibirlo y decidieron comprarlo al Municipio por $100.000 evitando trámites demorados (1954).

Siendo presidente del Club San Fernando el doctor Buenaventura Lalinde, el comité nombrado para promover la construcción de la Plaza de Toros se dedicó a vender acciones en todo Cali. Se lograron colocar algo más de 20.000 acciones entre 600 accionistas. Pero se requería constituir legalmente la sociedad Plaza de Toros S.A. fue así que el 30 de Junio de 1955 se registró la sociedad anónima por Escritura Pública No. 730 de la Notaría 4ª. del Circuito de Cali.

Al acto de la firma de escritura comparecieron el Alcalde Jaime Lozano Henao en representación del Municipio, el doctor Ramón Sinisterra Barberena en su calidad de personero Municipal, los ganaderos de reses bravas Ernesto González Piedrahita, su esposa María Caicedo de González, Abraham Domínguez Vásquez y José María Estela. Entre los aficionados que asistieron se encontraban Joaquín Paz Borrero, Alvaro Lloreda Caicedo, Germán Tafur, Carlos Sarmiento, Alfonso Garrido Tobar, Justo Lourido Garcés, los hermanos Caicedo Isaacs y el doctor Eduardo Buenaventura Lalinde.

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En la construcción de la obra hay que mencionar a los arquitectos Julián Guerrero y Jaime Camacho quienes realizaron el diseño arquitectónico, al ingeniero Carlos Fernández que realizó los cálculos estructurales, al ingeniero Italiano Dominico Parma Marré que utilizó la novedosa modalidad de cables tensionantes con el sistema Suizo BBRV y la firma Gino Faccio y Francisco Villaquirán escogida para la construcción.

El coso de Cañaveralejo con la forma de una inmensa taza parecía desafiar la ley de la gravedad y en Cali se extendieron rumores sobre la precaria resistencia para alojar a los espectadores en los tendidos. Una bruja vaticinó un desastre para el día de su inauguración. El 24 de diciembre se hizo la prueba de resistencia colocando tambores llenos de agua en las graderías, operación que no se concluyó porque el líquido se derramó. Pero no pasó nada!... la bruja y sus malos augurios se olvidaron como pasa siempre con los vaticinios que no ocurren.

El 28 de diciembre de 1957 se realizó la primera temporada taurina organizada por la gente que había ayudado a vender las acciones. El cartel estaba integrado por Joaquín Bernardo, Chamaco, Gregorio Sánchez, Juan Antonio Romero, Joselillo de Colombia y Manolo Zuñiga, quienes torearon animales de las ganaderías de Ernesto González Piedrahita, Mondoñedo, Clara Sierra, Pepe Estela y Benjamín Rocha.

Esta temporada fue un descalabro financiero, se perdió mucha plata. “Tuvimos que ir a los bancos – cuenta el doctor Buenaventura – a solicitar préstamos personales para pagar las deudas”. Y así sucedió por varios años.

Más tarde, tal vez en 1970 o 1971, Eduardo Estela, accionista de la Plaza de Toros S.A., adelantó un debate en la Asamblea de Socios y demostró no sólo que estaba mal manejada sino que requería una reestructuración para darle un vuelco. La exposición fue rigurosa y con un gran manejo de las cifras planteó la situación financiera de la empresa y la necesidad de cambio. “A pesar de haberlo derrotado nosotros en esa Asamblea, porque teníamos la mayoría de votos, al día siguiente le preguntamos quien le había preparado el informe y las cifras que había presentando tan espectacularmente. Esos números no son tuyos – le dijimos – te los debieron elaborar expertos muy especializados en esa materia. Contanos quién los hizo”. Sigue recordando el doctor Buenaventura – Se trataba de un experto de Artur Andersen y Compañía, empresa especializada en auditaje. Le solicitaron a Eduardo Estela que los conectara con la compañía porque querían hablar con la persona que había hecho el estudio. Efectivamente los acompañó y les presentó al autor del trabajo, a quien le solicitaron que ampliara más el estudio y les absolviera algunas

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preguntas. Les pidió un mes de plazo para adelantar la ampliación del estudio. Al concluir el mes volvieron y le preguntaron.

- ¿Ya llegó a alguna conclusión?.

- Si, respondió el experto. La conclusión es que usted, doctor Buenaventura, es el responsable de la crisis de la Plaza de Toros, S.A.

- ¿Yo, porqué?. Le respondió sorprendido.

- ¿Usted es el Presidente de la comisión de presupuesto del Concejo, cierto?.

- Si, evidentemente, le dije.

- Pues usted como miembro de la Comisión de presupuesto presentó una proposición exonerando de impuestos municipales a la Plaza de Toros. No es verdad?.

- Si, efectivamente, así fue. Pero qué tiene que ver eso con la crisis de la Plaza?. Le pregunté.

- Pues el gobierno nacional – me respondió – a través del impuesto a la Renta se lleva mucha plata, pues con la exoneración queda una base gravable mayor y una tasa impositiva alta. Usted no sólo le quitó recursos al Municipio sino que permitió que el gobierno Nacional se llevará la plata, en lugar de beneficiar la plaza.

El doctor Buenaventura recapacita hoy y acepta su error involuntario. “Aceptar los errores – dice – es una de mis características personales”. Pero el diálogo continuó:

- ¿Qué hago para solucionar eso? No sólo me diga la enfermedad, déme el remedio!.

- Hay dos soluciones, dijo el experto de Artur Andersen, la primera; que convenza a los 800 accionistas de la Plaza de Toros para que cedan sus acciones al Municipio o a una entidad sin ánimo de lucro para lograr una exoneración en el pago del impuesto de renta y complementarios.

- Esa solución no me sirve – interpeló el doctor Buenaventura Lalinde – pues no puedo lograr que 800 personas socias de la Plaza, acepten esa propuesta. Búsqueme otra.

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- La segunda – respondió el experto de Artur Andersen y Cía, consiste en que conformen una fundación sin ánimo de lucro, diferente a la Sociedad Anónima, y hagan que la Plaza de Toros, S.A., le alquile el coso de Cañaveralejo a esa fundación, y que a su vez ésta le entregue la organización de los eventos taurinos a la Plaza de Toros S.A., de tal manera que la Fundación sin ánimo de lucro que sugiero, exenta de impuestos por su naturaleza, sea la institución que presente las utilidades o pérdidas ante la Administración de Impuestos Nacionales. Así evitarían pagar los gravámenes sobre renta y patrimonio al gobierno central y el impuesto del 11 por mil por concepto de industria y comercio al Municipio.

Efectivamente, así se hizo y se aprobó en el Acta del 22 de abril de 1971 de la Asamblea de Socios de la Plaza de Toros, S.A., crear la Fundación que tendría como objeto “prestar asistencia pública o social y protección de la vejez y de la infancia; para fines de caridad, beneficencia y religiosos; para ejercer actividades encaminadas a fomentar el adelanto científico y la educación: para ayudar en la solución de problemas de vivienda de familias pobres...”. En el momento de constituir la “Fundación Plaza de Toros”, se eligieron los primeros directivos:

Doctor Marino Rengifo Salcedo, presidente, quien fuera gobernador del Departamento en esa época; doctor Eduardo Buenaventura Lalinde, vicepresidente, miembro del Cabildo de Cali, quien fuera reconocido como “Concejal Insignia”; los doctores Alvaro Correa Holguín, Jaime Morales Ruiz, Juan Castro O'Byrne, doña María Caicedo de González Piedrahita y don José María Estela, como vocales; doctor Leonardo César Tafur González como Fiscal; doctor Alfonso Garrido Tobar como Tesorero y el señor Julio Isaacs como secretario.

El 28 de diciembre de 1971, por Resolución No.5372, se le reconoció la Personería Jurídica a la Fundación Plaza de Toros de Cali. Al día siguiente, inició sus actividades y – según el Acta No.5 – se le dieron atribuciones a su presidente para organizar la temporada taurina 1971 – 1972, tomando en arrendamiento el coso de Cañaveralejo.

Múltiples han sido las obras sociales creadas y apoyadas con los recursos obtenidos por la Fundación, especialmente en el campo de la salud y la recreación popular: Centro Hospital Cañaveralejo (1976), Centro – Hospital Joaquín Paz Borrero (1978), Pabellón Club Noel de Atención Pediátrica (1985), Instituto Tobías Emanuel (1985), Fundación Valle de Lilí (1987), Centro Asistencial Caminos (1987), Hospital Militar Pichincha (1988), Hospital Fundación Plaza de Toros en Aguablanca (1989), Fundación Cirena (1989) y Polideportivo Plaza Tory Castro en Terrón Colorado (1982).

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En el acontecer social se van presentando hechos inesperados, eventos no deliberados, situaciones accidentales y oportunidades súbitas que se combinan y encadenan dando por resultado procesos y obras de desarrollo económico, cultural y social. Una de estas cadenas ocultas fue la que se inició en el pasado en el Club San Fernando, siguió en un Reinado del Café en Manizales, continuó con la organización de la Primera Feria de Cali, avanzó en la creación de la Plaza de Toros y la construcción del coso de Cañaveralejo, y luego en el impensado “error” del doctor Buenaventura Lalinde que corrobora aquello de que “no hay mal que por bien no venga”, para llegar a la Fundación Plaza de Toros como institución promotora del desarrollo social.

V. LAS MIELES Y LA PRIVATIZACION

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¿Quién puede recordar algún precedente de privatización portuaria en Buenaventura, anterior a la realizada durante el gobierno del doctor César Gaviria? ¿Acaso las hubo? ¿Esos muelles no han sido, pues, manejados en su totalidad por la administración de los Ferrocarriles Nacionales y Colpuertos?. Cómo actor que fue del primer ensayo de privatización en el puerto de Buenaventura, el doctor Luis Eduardo Lourido lo recuerda.

Si alguien se diera a la tarea, necesariamente selectiva, de escribir “Quién es quién en el Valle del Cauca”, una de las personalidades que no podría omitir sería la del doctor Luis Eduardo Lourido. De raigambre caleña, es hijo del doctor Gonzalo Lourido, ya fallecido, que fuera fundador y gerente del antiguo Banco Hipotecario del Pacífico, Gerente del Banco Garcés & Giraldo y del Banco de Colombia en Cali. El doctor Luis Eduardo Lourido nació y vivió su infancia en la tradicional hacienda familiar de Arroyohondo. Estudió el bachillerato en los Colegios de San Luis y Yanaconas. Luego se trasladó a Medellín donde estudió Ingeniería Química, egresó de la Escuela de Minas y adelantó estudios en la Universidad Pontificia Bolivariana de la capital antioqueña. Realizó su postgrado en Massachusset (M.I.T.) y a su regresó al país desplegó una amplia actividad profesional.

Estuvo vinculado al Consorcio de Lecherías y a Varela Hermanos, gerente de la Industria Licorera del Valle durante la administración departamental del doctor Carlos Sardi Garcés, fue el primer gerente de la seccional Vallecaucana del Instituto de los Seguros Sociales, estuvo vinculado a la dirección de la Cámara de Comercio de Cali, fue gerente de la Compañía de Mieles S.A., creada por Asocaña, al lado de la Mielera de Occidente S.A. o Paneleros de Occidente.

Pues bien, el doctor Lourido recuerda que –precisamente en una época en que predominaba la idea del Estado como rector de la actividad económica – se realizó el primer intento de privatización portuaria.

Las mieles subproducto de la producción azucarera vallecaucana se perdían, se vertían en los caños de los ingenios causando daños ambientales en las aguas, los cultivos, las ganaderías y en las mismas plantaciones de caña, nos cuenta en interesante diálogo, el doctor Lourido. Era urgente encontrar una solución al problema. De repente surgió la idea de buscar mercados externos para las mieles. La búsqueda fue exitosa y se exportaron a varios países, especialmente a los Estados Unidos donde había gran demanda para utilizarlas en la destilación y en la producción de sucro – químicos.

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La exportación – nos cuenta – fue todo un éxito, pues su calidad y pureza – superior a las mieles exportadas por el Perú, México o Chile – permitieron que crecieran rápidamente sus demandas externas. Se transportaban desde los ingenios hasta Buenaventura en Ferro-tanques y camiones. Apareció, pues, la necesidad de un muelle especializado en el puerto que permitiera agilizar las exportaciones de ese subproducto del sector azucarero, que hasta ese momento no tenía utilización interna importante.

En aquella época el doctor Luis Eduardo Lourido se desempeñaba como gerente de la Compañía Mieles S.A., empresa creada por Asocaña que exportaba a granel. Es en ese momento que se concreta la idea de un muelle privado para la industria azucarera en Buenaventura. El doctor Alvaro Dangond Donado como gerente Nacional de Puertos y el doctor Lourido como representante de la empresa, firmaron el contrato. La Compañía de Mieles financió las inversiones que requería la adecuación portuaria y realizó las obras de habilitación del primer muelle privado que existió en Buenaventura. Hoy esa idea dentro del ambiente de privatización y de internacionalización de economía y de apertura al Pacífico, sería otra más, pero en aquella época resultaba casi excepcional.

Así, pues, se logró armonizar la ecología y la rentabilidad, la solución de un problema ambiental con el impulso a la actividad exportadora de la industria azucarera vallecaucana, creando el precedente de la primera privatización portuaria en Buenaventura.

Un poco más tarde se optó por destilar las mieles y obtener varios derivados para la utilización interna y con destino a la exportación, dando un impulso a la sucroquímica y fortaleciendo el desarrollo agro-industrial que ha sido característico del perfil y del desenvolvimiento económico vallecaucano.

En esta conversación tranquila, con la sencillez cordial del doctor Lourido intuimos que podíamos explorar otros aspectos interesantes de su vida vinculada a la región, a pesar de que no podía precisar fechas con exactitud. De inmediato nos dimos cuenta que ha sido de aquellos dirigentes que han sabido armonizar el sentido de progreso con lo que vale la pena conservar la tradición, el espíritu empresarial con la sensibilidad social.

Como partícipe en debates sobre opciones del desarrollo regional o frente a determinadas situaciones sociales ha acuñado frases “gráficas” que las sintetizan o las explican.

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Cuando propuso intensificar y modernizar la extracción de carbón en la cordillera occidental desde Cali hasta Timba, sugirió destilar el mineral y obtener coke metalúrgico que permitía alto contenido de valor en pequeños volúmenes beneficiándose con costos de transporte, y propuso desarrollar la generación de energía con este recurso natural inadecuadamente explotado en la región. Su oposición a la hidroeléctrica de Calima la basó, en parte, en su apreciación sobre la incidencia en la actividad carbonífera. Y efectivamente el desarrollo hidroeléctrico determinó que se subestimara la actividad carbonífera, cuya explotación técnica hubiese permitido elevar la productividad, aumentar la rentabilidad y mejorar las condiciones de los trabajadores de la minería, evitando que se convirtiesen en caldo de cultivo propicio para las ideas subversivas que los acechaban.

Ante la línea de desarrollo energético que siguió la región basada en hidroeléctricas, ante la sustitución de la fuente energética mineral y la rotunda pérdida de importancia del carbón, el doctor Lourido decía que habían “convertido el oro negro en elefante blanco”.

Durante la gerencia en EMCALI 1971 - que resultó de una elección unánime de la Junta Directiva en la cual, además de los partidos tradicionales, figuraban representantes de la Alianza Nacional Popular (ANAPO) y el partido comunista, le tocó concluir el Centro Administrativo Municipal (CAM) y colaborar decididamente en las obras y servicios públicos requeridos por las instalaciones deportivas de los Juegos Panamericanos. Pero también le tocó afrontar difíciles situaciones sociales ocasionadas por las inundaciones en los barrios populares y en las invasiones a terrenos en una época en que se prolongaban las oleadas migratorias a la ciudad. “El patrimonio de los pobres está a menos de un metro de altura” decía el doctor Lourido no sin cierto humor negro pero con veracidad y precisión matemática.

En otra ocasión el doctor Belisario Betancur, copartidario suyo, le preguntó sobre las causas de los agudos conflictos sociales en el norte del Valle. La respuesta no tardó: “Se cerraron los trapiches y comenzó la violencia”. Desprevenidamente le preguntamos sobre la relación entre estos fenómenos sociales y el doctor Lourido nos ofreció su explicación: Inmigrantes de todas partes del país venían durante los períodos de la cosecha cafetera a emplearse en la recolección del grano en el norte del Valle. Concluida la cosecha pasaban a trabajar en los trapiches alimentados por la caña que – a diferencia del café – se producía continuamente durante todo el año. Pero por problemas de mercado y de precios los trapiches se convirtieron en un mal negocio y cerraron. Esos inmigrantes desocupados se convirtieron en un fermento para la violencia.

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VI. MARTES DE RENOVACION

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La década de los años 60 se ha de recordar en la historia universal como una época de grandes convulsiones políticas, profundas transformaciones culturales y radicales luchas generacionales a lo largo y ancho de la geografía mundial: el lanzamiento del hombre al espacio y el viaje a la luna; los Beatles, el “Rock and Roll”, Bob Dylan, los Rolling Stones y la multitudinaria congregación de las generaciones jóvenes en el concierto de Woodstok; el hippismo y la canabis; la agudización del conflicto este-oeste, la revolución cubana y la guerra del Vietnam, la lucha generacional por la revolución sexual, la rebeldía juvenil del mayo francés de 1968 y su extensión a toda Europa y los Estados Unidos bajo la consigna de “prohibido prohibir”; el camino de valores, comportamientos, modas, formas de vida como desafío de los jóvenes a las generaciones adultas y a las formas familiares y sociales autoritarias; la nueva ola tecnológica en la producción, las telecomunicaciones y el transporte; las propuestas de nuevas estructuras administrativas basadas en criterios más horizontales y los movimientos alternativos más radicales que pugnaban por la auto-gestión; las vanguardias artísticas rompiendo los parámetros estéticos vigentes y lanzando permanentemente nuevas propuestas...

A Colombia, a pesar de su lejanía de los grandes centros mundiales y de su particular condición de país en vías de desarrollo o tercermundista, como decían en aquella época, también alcanzó a llegar el influjo de esas convulsiones y cambios. El pías ingresaba en la etapa del Frente Nacional y del bipartidismo, como propósito de paz, con el empeño de superar la violencia y los agudos conflictos partidistas de los años 40 y 50. Por su parte, el Valle del Cauca que inició la década de los sesenta con una fuerte agitación social y laboral, entró – como el país en su conjunto – en un período de desactivación de la inversión después de haber experimentado una acelerada industrialización durante las dos décadas anteriores. Sólo la dinámica del sector azucarero, con ocasión de la suspensión por parte de los Estados Unidos de la cuota azucarera de Cuba, permitió amortiguar parcialmente el impacto recesivo.

El conflicto social y la desactivación de la inversión en la región desde los inicios de los años 60, constituyó un desafío para los líderes empresariales, políticos y cívicos del Valle. El doctor Fabio Rodríguez, Presidente de la Cámara de Comercio recuerda que en su época de estudiante en la Universidad del Valle, la situación de la región “era socialmente convulsa: inmigraciones desde distintos departamentos del país y de las zonas rurales, invasiones de tierras, huelgas y los primeros secuestros. Esta fue una campanada de alerta que puso a pensar en Cali y en el Valle a los dirigentes de la región y congregó gentes jóvenes que se empeñaron en la búsqueda de oportunidades de desarrollo” para superar la situación conflictiva".

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La preocupación por el destino del país y de la región no fue un asunto exclusivo de los dirigentes y empresarios adultos y experimentados que en esa época constituían el liderazgo vallecaucano. Se estaba formando una nueva generación empresarial que, alrededor de los 30 años de edad, comenzaba a hacer presencia y a irrumpir en el Valle del Cauca y en Cali. Fue en los comienzos de los años 60 – cuando el Valle perdía el dinamismo creador de empresas, se debilitaba la inversión, continuaba la oleada de inmigrantes y se agitaban conflictos sociales y laborales – que varios amigos jóvenes decidieron reunirse semanalmente para conversar, reflexionar sobre la situación y rumbo de la región, plantear inquietudes, examinar los grandes problemas de interés común y, sobre todo, pensar soluciones y formular proyectos que se tradujeran en resultados tangibles y prácticos. Así surgió el “Grupo de los Martes”.

Nació espontáneamente. Se reunía informalmente a conversar, sin presidente, sin secretario, sin actas...En un comedor secundario del antiguo Club Colombia, unos quince jóvenes que aún no se desempeñaban en los rangos superiores de las instituciones y empresas, llegaban a las 7 en punto de la noche a conversar y a comer. La asistencia era muy puntual porque el doctor Henry Eder tenía que viajar la misma noche a Palmira para madrugar a las 4 de la mañana a trabajar en la Manuelita, según lo recuerda el doctor Samir Camilo Daccach. Escogieron ese día de la semana como si se tratara de retar ciertas creencias supersticiosas: “...ni te cases ni te embarques”, “martes 13”. Pero evidentemente el reto era otro: “nos dimos cuenta – dice el doctor Daccach que se desempeñaba como Secretario General de la CVC – que por las posiciones que ocupábamos, algún día seriamos las personas llamadas a participar activamente en las instituciones”. Y para preparar el relevo y el empalme generacional “invitábamos personajes de la ciudad, gerentes, líderes cívicos, funcionarios de los consulados, jefes políticos, para que nos contaran qué estaban haciendo y por qué lo estaban haciendo”. Naturalmente ese relevo implicaba, no sólo conocer lo que hacía la dirigencia adulta y experimentada que ejercía el liderazgo en ese momento, sino evaluar ese quehacer:

“Llegamos a una conclusión: todo el mundo sabía muy bien lo que estaba haciendo, pero no había un denominador común en el por qué lo estaban haciendo. No había un propósito común. Lo común era lo individual más que lo colectivo”.

Sin embargo – como lo puntualiza el doctor Germán Holguín Zamorano partícipe y coordinador del grupo – la dirigencia experimentada y adulta, a diferencia de otras regiones del país, apoyó e impulsó a la nueva generación de jóvenes deseosos de abrir nuevos rumbos al desarrollo regional. Personalidades como Manuel Carvajal, Mario Carvajal, Alfonso Ocampo Londoño y Benjamín Martínez, en lugar de cortarles

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el vuelo, les pusieron alas. Así, pues, el relevo y el empuje de los jóvenes se fue logrando gradualmente sin la conflictiva rebeldía generacional.

Por aquella época en el Valle y en Cali ya se había producido un importante salto industrializador durante los años 40 y 50. Sin embargo, la mentalidad empresarial requería ponerse a tono con los nuevos retos, pensar nuevos derroteros e impulsos al desarrollo regional, reactivar la inversión y afrontar con nuevos criterios los conflictos sociales y sindicales.

Los aumentos salariales eran considerados per-sé, como el obstáculo para las utilidades, sin plantearse que los modernos sistemas administrativos, la búsqueda permanente de mercados más amplios, la continúa predisposición a la adopción de innovaciones tecnológicas, el estímulo a los empleados y trabajadores y el aumento de la productividad, permitían compaginar las mejoras salariales con la elevación de las utilidades dentro de un nuevo enfoque en el manejo de las relaciones laborales de las empresas.

Los doctores Germán Holguin Zamorano y Samir Camilo Daccach recuerdan que en el “Grupo de los Martes” existía la convicción generalizada de que “no hay empresa sana en una comunidad enferma”.

Las inversiones extranjeras que llegaron al Valle del Cauca durante la Segunda Guerra Mundial y en la inmediata Post-guerra, produjeron un acelerado proceso de transferencia tecnológica, nuevas modalidades de gestión e innovaciones en las técnicas administrativas que se aplicaban en el ámbito de sus empresas, pero que aún no se extendían al conjunto de la industria regional. Por otra parte, un caso casi excepcional en aquella época era “Carvajal & Cía”, que bajo el pensamiento de don Manuel Carvajal, asumió un criterio diferente en el campo de las relaciones humanas y laborales. “En Carvajal – dice doña Amparo Sinisterra de Carvajal – todos han tenido la concepción de que el hombre en lo que importa y que se le tenga en cuenta como un colaborador, pues allí no se dice trabajador. Ese colaborador sabe que se trata de una política de puertas abiertas que permite conocer sus inquietudes y sugerencias” y que se le considera como persona humana. “Igualmente siempre ha tenido el concepto de familia cristiana y de devolver a la comunidad lo que ella le ha brindado” a la empresa. Con estos criterios y valores se creó la Fundación Carvajal, la mayor accionista de “Carvajal y Cía”, lo que ha permitido disponer de recursos para realizar las obras sociales.Existía en aquella época el antecedente técnico y modernizador de las empresas extranjeras y el enfoque humano de “Carvajal y Cía”, pero no eran predominantes en todo el espectro industrial del Valle. Se necesitaba un “remezón” en la mentalidad de

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una región, que si bien ya había ingresado en la industrialización, aún mantenía ciertas formas de manejo propias de la hacienda tradicional. Se requería – como lo afirmara en aquella época el doctor Roderick O´connor – difundir ampliamente nuevas concepciones, modernos modelos administrativos y los enfoques que en las relaciones humanas y laborales ya venía aplicando don Manuel Carvajal en sus empresas.

El “remezón conceptual”, como lo denomina el doctor Germán Holguin Zamorano, requería un instrumento académico que irradiara las nuevas concepciones, que aglutinara la más alta dirigencia regional y que promoviera la reflexión en busca de un cambio de enfoques y actitudes. Por su corta edad la Universidad del Valle no había asumido aún ese reto.

Las generaciones adultas que ejercían el liderazgo regional en los años 60´, habían estudiado y egresado de las universidades de Bogotá, - Medellín y Popayán. Don Miguel Camacho Perea – historiador y educador de amplia trayectoria en Cali – recuerda que en épocas de reiniciar las labores universitarias, “salía un tren con cerca de catorce vagones que sólo llevaban estudiantes para Popayán. Nuestros padres sólo pensaban en ahorrar dinero para mandarnos a estudiar a esa ciudad”.

El doctor Daccach recuerda que en el “Grupo de los Martes”, “vimos que uno de los problemas consistía en que la Universidad del Valle era muy joven, aún ninguno de sus egresados hacía parte de la clase dirigente de la región y por tanto, no había influencia de la Universidad en el medio empresarial, social y político”.

En el ambiente de modernización, de búsqueda de nuevos enfoques, criterios, conceptos y técnicas, que reinaba en el “Grupo de los Martes”, se gestó la idea de promover un Magister para altos ejecutivos como instrumento para desatar ese “remezón conceptual”. Evidentemente ya existía en Cali el Instituto Colombiano de Administración (INCOLDA) del cual fuera director el doctor Germán Holguín Zamorano, co-gestor de la idea del Magister y subdirector técnico el doctor Guillermo Garrido Sardi recién egresado. Esta institución se dedicaba a formar mandos medios que – como lo recuerda el doctor Daccach – “se veían frustrados porque al llegar a las empresas con sus nuevos enfoques, no eran tenidos en cuenta”.

Por lo tanto, en el Grupo de los Martes se consideró que era necesaria la participación de los gerentes y altos directivos que tenían la capacidad de tomar las decisiones empresariales fundamentales. Como no se les podía llevar a INCOLDA – cuenta el doctor Daccach – surgió la idea en el “Grupo de los Martes” de crear un Magister en la Universidad de Valle, única institución a nivel universitario que existía

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en la región. La idea (muy afín al espíritu que animaba al Grupo de los Martes) fue acogida por el rector de la Universidad y apoyada activamente por el doctor Manuel Carvajal.

Con ocasión de su presencia en Colombia, el doctor Roderick O´connor fue invitado en 1962 como expositor a un ciclo de conferencias sobre Administración de Empresas organizado por el grupo. Don Manuel – según doña Amparo Sinisterra de Carvajal – tenía conexiones con universidades norteamericanas, especialmente con la universidad de Nueva Orleans que le había conferido el título Honoris Causa, “y esas conexiones facilitaron que el doctor O’connor viniera a Cali”.

El doctor Roderick O´connor era una personalidad con prestigio internacional, profesor de Administración Industrial y Desarrollo Organizacional de Georgia Teach, consultor de empresas en los Estados Unidos y en Colombia. Su presencia y vinculación a Cali fue definitiva para la creación del Magister y la invitación a Peter Drucker. Ambos contribuyeron con los principios y el enfoque del programa de Magister en Administración Industrial que funcionó bajo las modalidades organizativas propuestas por el doctor Reynaldo Scarpetta. El post-grado comenzó con la dirección del doctor O´connor y el apoyo de profesores extranjeros como Ulrich Reyes, Franklin Magüashca, Gabriel Borrero y Sergio Muñoz.

Altos ejecutivos se inscribieron y cursaron el Magister. En la primera promoción (Octubre 5 de 1964 a Junio 17 de 1966) se inscribieron entre otros:

Manuel Carvajal ...................................... Carvajal y CompañíaBenjamín Martínez ...................................... Corporación Financiera del ValleAlfredo Carvajal ...................................... Carvajal y CompañíaGabriel Velásquez Palau .............................. Facultad de Medicina UnivallePedro Angel .............................. Carvajal y CompañíaJuan Pablo Alvarez .............................. C.V.C. (FAO)Nessin Daccareth .............................. Textiles el CedroJorge Durán .............................. Grasas S.A. de BugaTeodoro Echeverry .............................. Pavimentos del ValleAlvaro García .............................. Universidad del ValleUlpiano Lloreda .............................. Lloreda, Jabones y GlicerinaJorge Ocampo .............................. Financiera del Valle

Alfredo Ocampo .............................. Industrias Camel-Depto. Ciencias Sociales –Univalle

Jaime Olano .............................. Corporación Financiera del Valle

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Jaime Olano .............................. I.C.S.S. – Central Transporte de CaliEduardo Polo ............................. Textiles El Cedro - Supermercado

CarullaHarold Rizo Otero ............................. Secretario Educación MunicipalJaime Sáenz ............................. Lago, Sáenz y E. CoboBernardo Tobón ............................. Textiles El Cedro – AlmacenarGerardo Velasco ............................. ANDIHernando Borrero H. ............................. Empresa de Energía Eléctrica de BugaAlfredo Domínguez ............................. IMCABEMarino Estrada ............................. Manteca La AmericanaOctavo García ............................. Consultor, profesor universitarioHernando Gallo ............................. Arquitecto, Construcción y asesoríaHough Leonard ............................ Collins ColombianaJoaquín Lozada ............................ Super Bus – BogotáAngel Rivera ............................Leo Feldsbeny ............................. FRUCOJorge E. Holguín .............................. Facultad de Economía – Univalle

Del Grupo de los Martes asistieron y se graduaron Germán Holguín Z., Samir Camilo Daccach, Jorge Herrera Barona, Armando Lloreda y Gustavo Moreno.

Las asignaturas de la primera promoción fueron: Teoría de la Gerencia y Economía I en el primer trimestre, Desarrollo Humano y Economía II en el segundo trimestre, Contabilidad Administrativa y Mercadeo I en el tercer trimestre, Finanzas I y Mercadeo II en el cuarto trimestre, Finanzas II y Producción en el quinto trimestre, Relaciones Industriales y Políticas de Negocios en el último trimestre.

Ingresaron a la Segunda Promoción del Magister los doctores:

Bernardo Garcés Córdoba.............................. Ministerio de Obras PúblicasAlfonso Ocampo Londoño .............................. Universidad del ValleLuis E. Sanclemente .............................. Ingenio PichichíJaime Carvajal .............................. Carvajal y Cía.Alberto José Carvajal .............................. Carvajal y Cía.Hugo Lora Camacho .............................. Fundación para la Educación SuperiorAriosto Manrique .............................. Fábrica de Dulces ColombinaLuis Emilio Sardi .............................. Promociones Holguines AsociadosAlberto Angel .............................. Grasas S.A., de Buga Hernando Arellano .............................. Decanatura de Estudios - UnivalleJack Bartholf .............................. Unión Carbide

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José V. Borrero .............................. Borrero, Victoria y VernazaFrancisco Cruz ............................. Lloreda Grasas y Aceites Vegetales Rodrigo Cruz ............................. Laboratorios MilesJesús A. Cuéllar ............................. Fundación para la Educación SuperiorHernando de Angulo ............................. Programa Graduados - UnivalleCarlos Eder ............................. Sociedad Agropecuaria “El Guavito”Tulio Echeverry ............................. Centro Administrativo MunicipalLuis David Esguerra ............................. PROINSAAntonio Forero ............................. Promotora de AbastecimientosHernando Gallo ............................. Arquitectos, Construcción y AsesoríaGustavo Gómez ............................ Cartón de ColombiaAlfonso Holguín ............................ S. Koppers ColombianaEfraín Illera ............................ Cartón de ColombiaEarl Kaufman ............................ Container Corporation of AméricaGuy Hayes ............................Jairo Libreros ............................ Central AnchicayáHumberto Molano ............................ González Molano y Roldán, AbogadosJoaquín Mora ............................ BogotáJaime Mosquera ............................ Asesorías y FinanciamientoJosé Otoya ............................ ConcivilesLorenzo Pagani ............................ Productos Knorr, S.A.Raúl Plata ............................ Banco de BogotáEnrique Roldán ............................ Banco de la RepúblicaHernán Siemens ............................ Aluminio AlcánGenaro Sierra ............................ Almacenes JotagómezRodrigo Silva ............................ Textiles El CedroLeonardo Sinisterra ........................... Depto. de Nutrición – UnivalleHumberto Tenorio ........................... Cítricos del ValleEduardo Uribe .......................... Almacenes Generales de Depósito “Al

Occidente”Mario Vernaza ...........................Edmond Cobo ..........................Carlos Giraldo ..........................Alberto Molano ..........................Roger Booth ..........................

Los principios de la Administración Moderna y los enfoques sobre el entorno de la empresa de Peter Drucker “se llevaron a la región a través de sus más distinguidos dirigentes. Se extendió un nuevo concepto de la misión del empresario que no

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consistía en ir solucionando problemas sino, más bien, en aprovechar oportunidades” dice el doctor Germán Holguín Z.

El doctor Fabio Rodríguez – que en esa época del “remezón conceptual” adelantaba estudios universitarios dentro del ambiente del cambio de mentalidad empresarial – recuerda las nuevas ideas de Peter Drucker y Roderick O´Connor que comenzaban a ventilarse en las aulas universitarias: “Para Drucker – dice – el nivel de utilidades de una empresa está en relación directa con las necesidades de la comunidad que ella pueda satisfacer con su oferta”, puntualizando siempre que “no puede haber empresa sana dentro de una comunidad enferma”.

Muchas otras ideas, que luego se realizarían, surgieron de la creatividad del “Grupo de los Martes”. Su relación con la dirigencia regional, INCOLDA, FDI, la Universidad del Valle, fue bastante fructífera en propuestas. Nació la idea – recuerda el doctor Samir Camilo Daccach- de una entidad financiera vinculada a la comunidad que apoyara a la Universidad, ya que se concentraría luego con la creación de la Fundación para la Educación Superior (FES). También se ventiló la idea de una entidad que financiara la recreación popular y que más tarde se hiciera realidad con la Corporación para la Recreación Popular.

Detrás de grandes obras hay hombres que las han concebido, promovido y realizado. Con el paso del tiempo las obras quedan como una materialidad visible o como instituciones vivas y actuantes que, a menudo, ocultan a sus gestores. El “Grupo de los Martes” fue un equipo de jóvenes de los años 60 que hoy hay que desocultar para mirarlo como uno de los factores del desarrollo regional.

VII. “LOS JUEGOS NO FUERON UN JUEGO”

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Cuando la imaginación alimentada por el deseo se asienta en antecedentes y condiciones de posibilidad, los sueños utópicos se transforman en proyectos viables y desatan las fuerzas de voluntad necesarias para realizarlos. Alberto Galindo Herrera compendiaba los sueños, el realismo y la voluntad. Don Artemo Franco Mejía lo recuerda como “un gran líder cívico y deportivo que tenía mucha imaginación y siempre se le ocurrían “cosas novedosas”.

Había sido el director de los VII Juegos Atléticos Nacionales de 1954 realizados en Cali. Desde la exitosa culminación de este evento fue madurando la idea de solicitar para Cali la sede de los Juegos Panamericanos.

Aunque se tenga una predisposición para lo novedoso, a menudo la chispa de una idea nueva salta en un momento intempestivo: “La idea de realizar unos Juegos Panamericanos en Cali – contaba el mismo Alberto Galindo – me nació a raíz de las Olimpiadas Mundiales de Tokio a las cuales no asistí, y después de leer algunas revistas norteamericanas”, que se referían a este acontecimiento deportivo. Su interés fue mayor cuando se informó “que con ocasión a esos Juegos Olímpicos, la capital del Japón se había proyectado hacia el mundo y se había convertido de una ciudad de cartón en una ciudad de cemento”. ¿“Acaso la realización de unos Juegos Panamericanos en Cali no podría impulsar la transformación urbanística de la ciudad y presentar a la Sultana del Valle en el concierto internacional”?.

La idea, en un principio, pudo parecer una ilusión salida de una febril mente creadora de fantasías como la del “loco Galindo”, pero no para Don Alberto Galindo Herrera que conocía muy bien los antecedentes y posibilidades que Cali podría esgrimir para solicitar la sede: El otorgamiento en 1946 de la Coupe Olympique por parte del Comité Olímpico Internacional y de la Coupe Fearnley en 1950, la realización de los VII Juegos Atléticos Nacionales en 1954, del IV Campeonato Infantil y Juvenil Centroamericano y del Caribe en Natación, el XV Campeonato Suramericano de Natación, el Campeonato Suramericano de Atletismo, de una dirigencia local con capacidad empresarial que había permitido realizar con éxito diez Ferias Internacionales de la Caña de Azúcar, además de que la Junta Departamental de Deportes de Cali, era una de las siete organizaciones que el Comité Internacional reconocía con categoría Olímpica.

Consideró, pues, que la ciudad ya estaba en condiciones de realizar el evento deportivo, y así lo consignó en el memorando “Cali, Sede de los Juegos Panamericanos”. El sueño tenía los pies en la realidad y la imaginación se asentaba en las posibilidades, asegurando su viabilidad.

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Cuenta su hijo Ramiro que un buen día, o quizá una noche de 1964, en una discoteca frente al Centro Administrativo Municipal, aún sin terminar, su padre departía con Jorge Herrera Barona, Enrique Ortiga y otros amigos. Allí, en medio de la conversación y la música, soltó la idea de solicitar para Cali la sede de los Juegos Panamericanos. La idea no se quedó en enunciado, se realizó al igual que otras anteriores como su propuesta de introducir en las programaciones de las decembrinas Ferias de Cali, los grandes desfiles de reinas y carrozas a la manera de los que había presenciado alguna vez en New Jersey.

Don Manuel Carvajal apoyó incondicionalmente a Don Alberto Galindo y facilitó que se le abrieran las puertas de entidades, fundaciones, organizaciones culturales, deportivas y cívicas para que presentara la propuesta. La idea de la sede de los Juegos Panamericanos para Cali cayó en terreno fértil y se acogió con entusiasmo. Como dice don Harold Zangen, se produjo un vigoroso “encuentro del gobierno, el sector privado y la comunidad que unidos decidieron asumir el reto de sacar adelante los juegos”.

Alberto Galindo Herrera envió carta, el 25 de Enero de 1965 al señor Averey Brundage, presidente del Comité Olímpico Internacional expresándole la aspiración de Cali. Recibió respuesta el 19 de Febrero del mismo año ofreciéndole apoyo y sugiriéndole entrar en contacto con los Comités Olímpicos de Argentina, México, Brasil, Estados Unidos y con el general José Luis de Jesús Clark Flórez de México, que era presidente de la Organización Deportiva Panamericana (ODEPA). Se dirigió también al señor J. Ferris, presidente de la Amateur Atletic de los Estados Unidos, en carta que exponía la aspiración, las condiciones de Cali y la importancia de los juegos para la ciudad.

Tuvo incidencia don Alberto Galindo en la constitución del “Comité Pro-Sede de los Juegos Olímpicos” en el cual formó parte de la Unidad de Acción Vallecaucana (UAV) que desempeñó una labor importante en la realización del evento. Este Comité trabajó en varios frentes y conformó comisiones de deporte, finanzas, planeación y obras urbanísticas, asuntos culturales, promoción y civismo, relaciones públicas, problemas técnico-deportivos y asuntos jurídicos. Se adelantó toda una campaña promocional en el interior del país que resultó exitosa. El Ministerio de Educación, el Departamento y la Asamblea del Valle, la Alcaldía de Cali y el Concejo Municipal, el Comité Olímpico Colombiano y la Junta de Deportes del Valle acogieron, aprobaron y ofrecieron su apoyo efectivo a la idea 1/.1/ El Ministerio de Educación refrendó el Comité pro-Sede por Resolución No.3909. El Gobierno Departamental y la Asamblea aprobaron la idea por Resoluciones No.2282 del 2 de Julio de 1965 y el 3 de Julio del mismo año. La Alcaldía de Cali y el Concejo Municipal acogieron la idea con el Decreto No.291 del 5 de Julio de 1965 y con la Resolución No. 07 del 10 de Julio de 1965. El Comité Olímpico

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Se celebran en Quito, durante el mes de Noviembre de 1965, los Juegos Bolivarianos a los cuales asistía el general José de Jesús Clark Flórez, presidente de la Organización Deportiva Panamericana. Era el momento oportuno para incursionar en las relaciones deportivas internacionales y lanzar la ofensiva en busca de la sede.

Entonces se tomó la decisión de viajar a Quito. Artemo Franco Mejía, alcalde Cali en ese momento, Alfonso Bonilla Aragón, Alberto Galindo y algunos miembros del Comité Pro-Sede volaron a la capital ecuatoriana. En el Lobby del Hotel abordaron al general Clark Flórez y le expusieron las aspiraciones de Cali. El General un poco sorprendido les preguntó por qué Cali sin ser ciudad capital, pretendía los Juegos Panamericanos. La inteligente y sustentada intervención de los delegados colombianos inclinaron al general Clark Flórez a favor de esta aspiración caleña, hasta lograr que la Asamblea General de Delegados a los Juegos de Quito aprobara una resolución de apoyo. Se había dado un paso importante, pero sólo se había ganado una batalla. La ofensiva internacional debía continuar.

Posteriormente, en los Juegos Centroamericanos y del Caribe que se celebraron en San Juan de Puerto Rico, una comisión del Comité Pro-Sede integrada por el doctor Nolasco Sierra y Guillermo Quintero logró que los dieciséis países miembros de la Organización Deportiva del Caribe (ODECABE) apoyaran la aspiración de Cali.

Llegó el momento definitivo: La celebración de los Juegos Panamericanos en Winnipeg en 1967. El doctor Daniel Arango Ministro de Educación expuso en el marco de este escenario de decisiones deportivas internacionales – la aspiración de Colombia y de Cali de realizar en esta ciudad los próximos Juegos Panamericanos. El doctor Jorge Herrera Barona presentó en detalle el Plan de los Juegos, obras deportivas, adecuación de la ciudad para el evento, los preparativos y las realizaciones técnico-deportivas. Se ofreció en Winnipeg – con ocasión del 20 de Julio, día de la Independencia Colombiana – una recepción a la cual fueron invitados los miembros de la Organización Deportiva Panamericana para establecer contacto directo. La lucha por la consecución de la sede para la Sultana del Valle culminó exitosamente el 22 de Julio de 1967 cuando la ODEPA votó a favor de Cali.Durante las administraciones municipales de los doctores Luis Emilio Sardi y Marino Rengifo Salcedo se iniciaron los preparativos para adecuar la ciudad a las exigencias del evento Panamericano. La Alcaldía del doctor Carlos Holguín Sardi fue definitiva. Pareciera como si el reto viniera acompañado del Liderazgo capaz de afrontarlo. Su capacidad empresarial y su gestión dinámica no sólo contribuyeron decisivamente al

Colombiano por Resolución del 2 de Julio de 1965 y la Junta de Deportes del Valle por Decreto del 25 de Octubre de 1965 ofrecieron toda su colaboración.

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éxito del evento, sino que impulsaron el salto de Cali hacia la modernización urbana bajo la bandera de los Juegos Panamericanos. Con la dirección del doctor Holguín Sardi los organismos de la Administración Municipal (EMCALI, EMSIRVA, Valorización, Planeación, Secretaría de Obras Públicas, Invicali, etc.) desplegaron todas sus potencialidades y energías para alcanzar el objetivo de una nueva Cali, pues en la década de los años 60 que precedieron a los juegos, la ciudad había perdido la dinámica de los años 40 y 50.

El éxito de los Juegos Panamericanos realizados en Cali desde el 30 de Julio hasta el 13 de Agosto de 1971, con la asistencia de 4.086 atletas de 33 países, obedeció al propósito mancomunado de la dirigencia cívica y deportiva representada en el Comité organizador y en el Comité Ejecutivo de los Juegos 2/, al sector privado que realizó obras y prestó su apoyo al Departamento de Comercialización 3/, al sector público que adecuó urbanísticamente a la ciudad, a la ciudadanía que dió ejemplo de civismo y colaboración, además del esfuerzo del gobierno nacional que se comprometió con el evento.

Cali se transformó urbanísticamente e inició un proceso de modernización. Para los juegos se adelantaron obras como las siguientes:

- Remodelación y construcción de la Unidad Deportiva de San Fernando que incluía el Gimnasio Evangelista Mora, la remodelación de las antiguas piscinas, la Casa del Deporte y el Parque Panamericano.

- La Unidad José de Jesús Clark Flórez en el Antiguo Hipódromo, con la construcción de las piscinas olímpicas, el estadio de béisbol, el campo de hockey.

2/ Comité organizador. Presidentes: Libardo Lozano Guerrero (1967-68), Rodrigo Lloreda Caicedo (1968-1970), Marino Rengifo Salcedo (1970), Primer Vicepresidente: Carlos Holguín Sardi, Segundo Vicepresidente: Joaquín Lozada, Directores Generales: Nicolás Ramos Gómez (1967-69), Artemo Franco Mejía (1969), Jorge Herrera Barona (1969-72), Director Administrativo: Hernando Botero O´Byrne, Director Técnico: Oscar Zamorano, Director de Promoción: Alfonso Bonilla Aragón, Director Deportivo: Jaime Aparicio, Gerente de Comercialización: Eduardo Lozano Henao. Además de una importantísima nómina de vocales.

3/ Celanese, Confecciones Lord, Textiles Panamericanos, Pantez, Cicolac, Carvajal y Cía, Publicar, Chrysler Colmotores, Cartón de Colombia, Olivetti, Singer, Federación Nacional de Cafeteros, IBM, Lotería del Valle, Philips, Gillette de Colombia, Productora de Papel S.A., Colombiana, Colgate Palmolive, Fruco, La Garantía, Coca-Cola, Posada Tobón, Gaseosas Lux, Embotelladora Canada Dry, Riopaila, La Rosa S.A., La Muñeca, Scott de Colombia, Coltejer, Textiles el Cedro, Productos Lever, Termo-Aromas, Atlantis de Colombia, Croydon, Tecnoquímicas, Agropecuarias Chamberi y Hoover.

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- La Unidad Deportiva Alberto Galindo con el Gimnasio del Pueblo y el Velódromo.

- Obras deportivas varias: El diamante de la Base Aérea Marco Fidel Suárez, canchas populares y gimnasio auxiliar, adecuación deportiva en el Lago Calima para deportes náuticos, polígono de tiro del Batallón Pichincha, gimnasio de levantamiento de pesas en el Colegio Pío XII, adecuación del campo ecuestre en el Club Campestre de Cali, sedes alternas de fútbol en Palmira, Buga, Tuluá y Cartago.

- Villa Olímpica para alojamiento de deportistas en el Campus de la Universidad del Valle en construcción, financiada parcialmente por los juegos.

- Obras de urbanismo: modernización de la nomenclatura urbana, fijación de 11.000 señales de tránsito, separación de andenes, enlucimiento de fachadas, adosamiento a la pared de avisos luminosos, construcción de la Estación de Policía en el Norte, construcción de tres nuevos centros de salud, construcción de la Unidad de Consulta Externa del Instituto de los Seguros Sociales en el Sur de Cali y compra de doce barredoras mecánicas para el aseo vial.

- Modernización del Sistema Vial.

- EMCALI adelantó el Plan A de Acueducto y Alcantarillado con financiación de la AIDJ y el IFI y recursos propios para ampliar la planta del acueducto del río Cauca, la construcción de colectores de aguas lluvias e interceptores de aguas negras, planta de bombeo de aguas sanitarias para los barrios populares y la iluminación de vías.

- Obras Varias:

- La construcción del Aeropuerto Internacional de Palmaseca que hoy lleva el nombre de uno de los más connotador líderes cívicos. La construcción del Hotel Intercontinental por un grupo de empresarios de la región que constituyeron en 1968 la Sociedad Pro-Hoteles S.A. para dar solución a la insuficiencia de la capacidad hotelera que se acentuaría durante los juegos. Construcción del terminal Inter-urbano de transporte contiguo a la Nueva Estación del Ferrocarril.

Alberto Galindo Herrera falleció sin ver ondear las banderas panamericanas en la inauguración de los juegos, pero desde el momento en que leyó la revista norteamericana que comentaba la transformación de Tokio con el evento olímpico mundial, presintió una nueva imagen de Cali, abierta a la modernización. Y la idea

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que soltara cuando departía en una discoteca frente al Centro Administrativo Municipal, se convirtió en realidad.

VIII. VOCACION ARTISTICA Y RAIGAMBRE REGIONAL: FACTORES DEL DESARROLLO CULTURAL VALLECAUCANO

En la historia del Valle del Cauca encontramos ejemplos de aquel tipo de personalidad excepcional, dotada de decidida vocación, alta sensibilidad y desbordante creatividad, interesada en plantar mojones culturales que permanecen y

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se desarrollan en beneficio de sus comunidades. Esas personalidades de excepción son, evidentemente, factores de cambio, que acometen obras sin esperar la iniciativa y los auspicios de otros.

Fue Antonio María Valencia –pionero de la cultura en el Valle- una de esas personalidades. Cinco años después de su exitoso concierto en la Sala Pleyel de París, fundó en Cali en 1932 uno de esos mojones culturales perdurables: El Conservatorio.

Había estudiado música en la capital francesa donde se conectó con el mundo cultural europeo en el cual pudo descollar. Pero prefirió – debido a su honda raigambre afectiva con su región natal – regresar a Cali para emprender una formidable tarea cultural. Con la creación del Conservatorio logró sacudir la vida provinciana y monótona de ese pequeño poblado que era Cali, prácticamente desconectado de las corrientes culturales del mundo.

El Conservatorio inició labores en la edificación donde había funcionado la primera Gobernación del Valle, frente al Teatro Municipal 1/. Bajo la dirección y presencia cultural del maestro Antonio María Valencia se creó la Escuela de Música y surgió en 1937 bajo su batuta la Orquesta de Cali integrada por profesores y alumnos de la Escuela y por instrumentistas de viento de la Banda Departamental.

Debido a las vinculaciones del maestro Valencia con el ámbito internacional, se trajeron e incorporaron tanto a la docencia como a la ejecución instrumental de la Orquesta, varias personalidades extranjeras. En su etapa inicial la Orquesta estuvo integrada por Fanny Detjen, Gerardo Alzamora, Kurt Bieler, Carmen Sabrine y Gisella Sefert, Ismael Posada y Enrique Umaña en los violines; Salvatore Ciocciano, Rodolfo Bieler y Fritz Seifert en las violas; Walfang Schneider y Jothar Moschner en los violoncelo, Samuel Uribe en el contrabajo, Oscar Alvarez y Alfonso Borrero en las flautas, Adolfo Lora en el oboe, Oscar Fesch en el fagot, Samuel Cruz en el clarinete y Jesús Montoya en los timbales, además de los instrumentistas de viento de la Banda Departamental y de estudiantes de la Escuela de Música que completaban la Orquesta.

En ese ambiente artístico y cultural creado por el maestro Valencia se desarrollaron múltiples vocaciones que dieron sus aportes a la Escuela, la Orquesta y la cultura de la región: Luis Carlos Figueroa, Maruja Rengifo Salcedo, Soffy Arboleda, Rosalía

1/ Cuando el Conservatorio se trasladó en 1942 a la sede que ocupa actualmente, esa edificación quedó libre y fue ocupada con posterioridad por la Universidad Santiago de Cali. En la actualidad es la Sede de Pro-Artes.

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Cruz, Elvira Garcés Córdoba, Mireya Arboleda, Berta Garcés, Camilo Correa, Mary Fernández e Inés Navia de Tanaka entre tantos.

En su primera etapa como lo reseña Hernando Restrepo fueron directores de la Orquesta Fritz Seifert, Antonio Benavides y León J. Simar quien la dirigió desde 1948 hasta 1956, año en que conmemoró el segundo centenario del nacimiento de Mozart. La orquesta se revive en 1962 cuando Néstor Sanclemente estaba de director de Bellas Artes y Luis Carlos Figueroa como director del Conservatorio, reiniciándose con instrumentos de cuerda para ir reincorporando otros instrumentos en la medida en que el presupuesto del Instituto de Bellas Artes lo permitía. Ante las limitaciones económicas, doña Luisa Eder de Mejía tuvo la idea de crear la Asociación de amigos de la Orquesta para ayudar a su financiación, pero esta entidad se extinguió en 1917 con la muerte de su promotora. En esta segunda etapa fueron directores de la Orquesta Luis Carlos Figueroa, José Tomás Illera y Gustavo Yepes. A partir del 1º. de Octubre de 1979 cuando se creó la Fundación Orquesta Sinfónica del Valle, adquirió plena autonomía, se constituyó en institución de economía mixta y recibió apoyo y aportes de la Gobernación del Valle, la Alcaldía de Cali, Colcultura y la Fundación para la Educación Superior (FES).

Después del maestro Gustavo Yepes, la Fundación en 1984, vinculó como director al maestro Catalán Agustín Culell hasta 1991 cuando lo sucedió el maestro búlgaro Dimitri Manolov.

Pero además de tiempo atrás, en el Conservatorio funcionó la Escuela de Artes Plásticas en la cual colaboraron y dejaron su impronta el maestro Martínez, Gerardo Navia, José María Espinosa, Julio Abril y muchos más.

La fuerza que tomó el Conservatorio exigió su transformación en la Escuela de Bellas Artes. En 1955, bajo la dirección de Cayetano Lucas de Tena se organiza la Escuela de Teatro, con el apoyo del maestro Enrique Buenaventura.

Durante la dirección de Elvira Garcés, de Soffy Arboleda y con la participación decisiva de Néstor Sanclemente en la Secretaría de la escuela de Bellas Artes, se producen importantes novedades. Se trajo de Italia al profesor Brinatti para la dirección del Ballet. El maestro Enrique Buenaventura, quien sucediera en la dirección de la Escuela de Teatro a Lucas de Tena, trajo en la década de los años 60´s a Pedro Martínez y Fanny Mickey. Se logró un salto importante en el TEC que no sólo significó el ingreso serio, creativo y profesional de la región a la actividad teatral, sino que Enrique Buenaventura se constituyó en un hito de la dramaturgia internacional.

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“Lo que debe la cultura colombiana a Enrique Buenaventura todavía no ha sido evaluado ni reconocido y más bien ha sufrido persecuciones”, dice Alvaro Bejarano. Y agrega: “es tan grande su impacto en la cultura que terminará siendo respetable en la historia”.

INCOLBALLET

El Conservatorio ha sido semillero de creatividad y cultura. Un ejemplo lo corrobora: durante los años 60´s se encontraba en el ballet de la Escuela de Bellas Artes la alumna Gloria Castro que comenzaba a figurar en la danza. Para perfeccionar su vocación viaja a Praga y en unas vacaciones de 1970 regresa transitoriamente a Cali. Pero –dice Gloria Castro- apareció “una circunstancia muy fortuita y casual”: En ese momento Kurt Bieler, director de Bellas Artes, y a quien había conocido en la época en que estudiaba ballet en Cali, le propone quedarse para asumir la dirección de la Escuela Departamental de Danza que se encontraba afectada. Gloria se sorprende ante la urgente solicitud, duda asumir el cargo por cuanto había dejado en Europa algunos compromisos pero, al fin, decide quedarse. Inicia la reestructuración de la Escuela de Danza con el claro propósito de formar bailarines profesionales. Para lograr este objetivo era necesario abandonar la modalidad de recibir jóvenes que adelantaban sus estudios convencionales en los Colegios de Cali y que asistían por las tardes a clases marginales de ballet en el Conservatorio.

En Praga había conocido otra experiencia: sus compañeros adelantaban sus estudios integrados al ballet. Con esta idea se dió a la tarea de crear un tipo de colegio que no existía en Cali, ni el país. Ante el desconocimiento de los programas del Ministerio de Educación convocó a un grupo de personas para que colaboraran en el diseño de la nueva institución: Susana López quien fuera cofundadora del Conservatorio; Octavio Marulanda, folclorólogo que perteneciera al TEC; Mariela O´byrne, sicóloga y educadora; Johanio Marulanda y Lilian Marulanda. Se expuso el programa a los padres de familia y a los alumnos. Comenzó la gestión ante Colcultura cuando Gloria Zea se encontraba en la dirección, ante el vice-ministro de Educación a cargo de Doris Eder de Zambrano, en la Secretaría de Educación del Valle, María del Socorro Bustamante de Lenguas. Después de una difícil etapa de convencimiento en el Ministerio de Educación, el Gobernador Carlos Holguín Sardi no tuvo reparos en firmar la licencia para poner en marcha el colegio.

Como se trataba de una escuela pública, Gloria Castro y su equipo se dieron a la tarea de difundir y promocionar la institución en los barrios y colegios populares. Se

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inició con cuarenta y cinco estudiantes de 4º. y 5º de primaria, pero “tocó abrir el 1º. de bachillerato porque al carecer de sede se quizo utilizar el local del colegio Manuel María Mallarino de bachillerato, recién inaugurado”.

En 1984 sale la primera promoción de bachillerato en ballet, en 1987 se lanza “Barrio Ballet”, en 1988 se crea la Compañía de Ballet de Cali y actualmente tiene su sede en el Valle de Lilí y registra ya once promociones de bachillerato.

Una “circunstancia muy fortuita y casual”, como lo ha dicho Gloria Castro, unida a su vocación y tenacidad dieron por resultado el Colegio de Bachillerato en Ballet y la Compañía de Ballet de Cali que al irrumpir con “Barrio Ballet” colocó a la región en los primeros lugares de la danza en el país, marcando, además, un ejemplo de integración entre el saber convencional y la cultura.

OTROS MOJONES EN LA CULTURA VALLECAUCANA

Soffy Arboleda –cuyo nombre se asocia directamente con la cultura- señala, además del hilo pionero del conservatorio, otros mojones en el desarrollo cultural de la región:

- El Colegio de Santa Librada de Cali – fundado en 1923 por el General Santander – antecedió a otras importantes instituciones educativas como los Colegios San Luis Gonzaga (1885) y Berchmans (1933). En la década de los años 50´s tuvo a Maruja Rengifo Salcedo como tutora cultural, interesada en despertar la sensibilidad musical de los estudiantes de estratos populares y medios que asistían al Colegio.

- El Liceo Benalcázar fundado en 1936 por María Perlaza con el decidido apoyo de Ana López de Domínguez y Betzabé Zapata fue el primer colegio femenino con profesores varones, clases de gimnasia rítmica, uniformes y cursos sobre historia del arte y música, diferenciándose de la Providencia, colegio creado seis años antes, y del Sagrado Corazón fundado diez años después. Fue particularmente relevante por sus cambios significativos en la educación de la mujer y en la mentalidad tradicional que predominaba en el ambiente provinciano de Cali.

- La Universidad del Valle (1945). Se funda en un momento en el cual despegaban la industrialización, la modernización agrícola y los procesos de urbanización en el Valle del Cauca. Antes – cuenta el doctor Gabriel Velásquez Palau – los estudiantes de Cali y la región tenían que ir a las universidades de Bogotá,

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Popayán y Medellín. Los impulsos iniciales provinieron de personas como Tulio Ramírez, Carlos Arturo Cabal, Jorge Vergara, Mario Carvajal y Hernán Cruz Riascos.

En 1945 el doctor Severo Reyes Gamboa, director de Educación del Departamento, con el apoyo del doctor Carlos Navia Belalcázar, gobernador del Valle, presentó a la Asamblea Departamental un proyecto de ordenanza que creaba la Universidad Industrial del Valle del Cauca. La Ordenanza No. 12 de Junio de 1945 creó la Universidad que se inició con la Facultad de Agronomía a la cual ingresaron cuarenta y siete alumnos, la Escuela Superior con diecinueve alumnos y la Escuela Profesional Femenina con setenta y seis alumnas que luego se convirtiera en el Colegio Femenino de Bachillerato y posteriormente el Liceo Departamental Femenino.

Las instituciones de nivel medio se fueron separando de la Universidad. La primera facultad creada fue la de Ingeniería Química, en 1947 la Facultad de Arquitectura y en 1950 las facultades de Ingeniería Electro-Mecánica y la Escuela de Medicina por iniciativa del Colegio Médico del Valle. La creación de la facultad de Medicina tuvo alguna oposición. Se argumentaba que los fondos para su funcionamiento deberían dedicarse a la educación primaria, no se contaba con profesorado experimentado y había que traerlo de otras ciudades, y por tanto resultaba muy costoso para el Departamento. Pero el cuerpo médico expuso argumentos más contundentes: el número de médicos es insuficiente para atender las necesidades de la región y del país, se darían posibilidades de seguir la carrera a estudiantes sin recursos para trasladarse a Bogotá, Popayán o Medellín. Cali y el Valle se encontraba en un proceso de expansión demográfica, crecimiento económico y necesidades de atención por parte del Hospital Departamental, se requerían jefes de clínica, médicos residentes, internos practicantes y personal paramédico. El 13 de Julio de 1950 el Colegio Médico del Valle dirigió una carta a Relator y El País desmintiendo las versiones que aparecieron en el Diario del Pacífico según las cuales ese Colegio no apoyaba la Facultad de Medicina 2/. La Facultad de Medicina fue creada por medio del Decreto 641 del 29 de Mayo de 1950, siendo gobernador el doctor Antonio Lizarazo y el 23 de Noviembre la Gobernación nombra como primer Decano al doctor Gabriel Velásquez Palau. Durante la rectoría de Carlos Arturo Cabal (1952) se incorporó la Facultad de Medicina a la Universidad del Valle e inició labores en la antigua casa del Colegio de Santa Librada.

2/ Entre los firmantes figuraban Alvaro Vallejo O´Byrne, Alfonso Ocampo Londoño, Carlos Borrero Sinisterra, Ramiro Guerrero, Mario Correa Rengifo, Julio H. Calonge, Carlos Salcedo Cabal, Primitivo Iglesias, Alberto Trozzi, Gabriel Yusti, Gabriel Velásquez Palau, Alvaro O´Byrne y muchos más.

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- La Tertulia no nació como museo sino como un “Conservatorio” de temas culturales. Se reunían personas interesadas en estos campos como Maritza Uribe de Urdinola, Clara Suárez de Zawadsky, Soffy Arboleda, Rosalía Cruz, Alfonso Bonilla Aragón, Octavio Gamboa, Leonor Campo de Lega, Herny Pardo, Gustavo Balcázar Monzón, Bolivia de Balcazar, Nicolás Buenaventura. En 1956 sus aportes personales tomaron en alquiler una casa en la carrera 5ª. con calle 4ª., pagaron la vigilancia de un señor Zapata y su esposa, y compraron muebles baratos. Soffy Arboleda había traído de París litográficas de los pintores impresionistas, con las cuales se montó la primera exposición en la Tertulia y quedaron como ornamento de la sede.

La Tertulia – nombre escogido por Clara Inés Suárez de Zawadsky – comenzó sus actividades públicas invitando conferencistas, realizando charlas culturales y exposiciones. El primer ciclo de conferencias lo dictó Soffy Arboleda – recién llegada de Europa – sobre el arte francés. Se invitaron personalidades del mundo intelectual y político: Alberto y Carlos Lleras, Alvaro Mutis, Jorge Rojas, Alejandro Obregón y tantos otros que descollaban en la década de los años 50´s en el panorama de la cultura. Durante la dictadura del General Gustavo Rojas Pinilla se invitó al doctor Alberto Lleras Camargo que comenzó su conferencia advirtiendo el peligro de cierre que implicaba su intervención para la Tertulia. Aunque el centro cultural se convirtió en un espacio de crítica a la dictadura, sus puertas no fueron cerradas.

Fue una década rica en actividades culturales que se realizaban en el Teatro Municipal a sólo tres cuadras de la sede de la Tertulia: el pianista chileno Claudio Arrau, amigo del maestro Antonio María Valencia; Isaac Stern, violinista de prestancia mundial; la Opera Norteamericana Porgy and Bess; la voz de la soprano de ébano Marina Anderson, el Ballet del Marqués de Cuevas; el violinista Ruggiero Ricci, el memorable violinista Arturo Rubinstein y el maravilloso mimo Marcel Marceau.

Creció la audiencia y la Tertulia había congregado ya un amplio público. Fue entonces cuando Maritza Uribe de Urdinola –nervio dinámico de la organización- solicitó al Municipio el lote que en el antiguo Charco del Burro había dejado una reforma vial. Edmond Cobo y Manolo Lago en la construcción, apoyaron directamente la creación de la nueva sede con museo y cinemateca, que hoy no sólo constituye un hito cultural, sino un símbolo arquitectónico de la ciudad, como la Ermita, la Estatua de Belalcázar, el Puente Ortiz y la Merced.

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Otro mojón en el campo artístico ha sido el Instituto de Cultura Popular (IPC) fundado en 1947. Allí estuvieron vinculadas personas que han dado su aporte a la cultura de la región y del país: Mario Ledesma, Luis Alvarez, Gilberto Escobar, Susana López, Diego Estrada en el área de la Música; Mardoqueo Montaña, Luis Aragón Varela, Mario Gordillo, Ernesto Buzzi, Bernardino Labrada en pintura y en artes plásticas; Octavio Marulanda, Berta Cataño, Vicky Hernández, José Luis Andreone, Jorge Vanegas, Alvaro Arcos y Danilo Tenorio en teatro y artes dramáticas; Delia Zapata Olivella, Yolanda Azuero y Lorenzo Miranda en danza, el maestro Gómez Vignes experto musicólogo y biógrafo del Antonio María Valencia.

En los años 69´s el maestro Omar Rayo, - otra de esas personalidades tenaces, de férrea vocación, afectivamente asidas a su localidad natal -, fundó un nuevo bastión cultural en Roldanillo: El Museo de Rayo. A pesar de tener un lugar en Estados Unidos, no dejó de dirigir su mirada hacia su pueblo natal. Mas bien se valió de sus vinculaciones en el campo de las artes plásticas para concitar el apoyo de múltiples pintores de renombre internacional y del gobierno, con el obsesivo propósito de convertir a Roldanillo en un punto obligado de la geografía cultural del país.

El movimiento educativo y cultural se ha extendido en la región partiendo de los colegios tradicionales como el de Santa Librada de Cali, Cárdenas de Palmira, Académico de Buga, Gimnasio del Pacífico en Tuluá, General Santander de Sevilla y Pascual de Andagoya de Buenaventura, y del Archivo Histórico Municipal. Más recientemente, han proliferado de las Casas de la Cultura en los municipios vallecaucanos, las sedes culturales de las Cámaras de Comercio y las galerías de arte.

IX. EL PAPEL DE LOS EXTRANJEROS EN EL DESARROLLO VALLECAUCANO

El Valle del Cauca ha sido tierra acogedora para el extranjero. Su paisaje, la calidez de su clima y de sus gentes que no niegan un lugar para el foráneo; la amistad alegre y el desenfado espontáneo y sincero del Vallecaucano han pemitido que los extranjeros se alojen en su suelo como en casa propia para desarrollar sus proyectos de vida. Sin genuflexiones, formalismos reverenciales o cortesías exageradas que

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siembran dudas sobre la sinceridad, el “valluno” se ha acercado al extranjero no sólo para curiosear lo que parece extraño, sino para entablar esa amistad alegre, espontánea y siempre igualitaria.

Farouk Kattan refiriéndose a los inmigrantes palestinos que como su padre, llegaron a Cali por los años 20´s, dice que “la ciudad no les hizo ni buena ni mala cara. Simplemente los dejaron operar”. Y esta es una manera auténtica de no ser regionalista. ¿Acaso al hermano hay que hacerle cortesías, halagos y reverencias por estar en casa? ¿No tiene el mismo derecho de recorrerla, habitarla, vivirla, entrar y salir de ella como nosotros mismos lo hacemos? ¿No son acaso los excesos de atenciones que rompen la naturalidad de su transcurrir cotidiano los que hacen sentir al inmigrante como un cuerpo extraño en la ciudad, de la misma manera que el rechazo regionalista?. Alfonso Bonilla Aragón refiriéndose a la manera de ser del Vallecaucano decía que ”en ninguna parte como aquí la hospitalidad es un hecho natural, al que nadie, por eso mismo, considera virtud. Aquí es bienvenido, sin saludo ni fanfarrias, todo el mundo”.

Nadie pregunta ni por origen no por el destino. Se ha dado, sí, la constancia de que las gentes venidas de fuera, nacionales o extranjeros, se amolden de tal manera a la idiosincrasia regional que a poco son tan vallecaucanos como los aquí nacidos.

En Colombia no ha habido una política de inmigración como en Argentina, Chile o Venezuela. Sin embargo, ciudades como Barranquilla, Bogotá y Cali han recibido extranjeros que a título individual se han asentado y vinculado sus proyectos de vida con el desarrollo de las regiones que los han acogido.

Una relación exacta de los inmigrantes en Cali sería interminable, pero algunos nombres importantes pueden ilustrar esa historia:

Don Estanislao Zawadsky, de alta estirpe polaca, hizo para del nacionalismo contra la ocupación de su patria. Amigo de Federico Chopin, con una exquisita cultura, tiene que emigrar y se radica en París donde se hace ingeniero civil. Es invitado por el General Tomás Cipriano de Mosquera para trabajar en el Ferrocarril del Pacífico. En 1948 se buscaron alternativas y exploraciones para definir la vía Cali – Buenaventura por los ríos Dagua y Anchicayá. Estos trabajos se encomendaron a don Estanislao quien optó por la Vía del Dagua. Constituida la Compañía Empresaria del Camino de Ruedes de Buenaventura a Cali y con crédito del Banco de Londres, los trabajos se encomendaron a Mr.G.Hopkins que murió en 1865 y fue sucedido por don Estanislao.

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Se radicó en Cali y su casa de habitación en la esquina de la carrera 5ª. con calle 12, diagonal al que sería el Edificio Otero, se convirtió en el centro cultural. Su descendencia ha estado tan inmersa en Cali y el Valle que hacen parte de la historia de la región. No se puede hablar de la historia eclesiástica de Cali sin mencionar al Padre Alfonso Zawadsky, ilustre estudioso de los temas bolivarianos. No se puede hablar del periodismo regional sin considerar a “Relator” que jugó un importante papel en la política vallecaucana y en la promoción de obras de desarrollo local, sin mencionar los nombres de Jorge, Hernando, Ernesto y Clara.

Emili Bizot, un ciudadano suizo, se integró a Cali vinculándose al desarrollo de la ciudad. Fue promotor y co-propietario del tranvía de Juanchito a Cali (1910), una empresa de la cual fue su primer director-gerente, además propietario de las minas avisadas y tituladas en las cabeceras del río Meléndez: La Rosalía y la Candelaria.

Hernán Bohmer, vinculado a Cali y socio de la sociedad comercial Bohmer & Linzen (1909), co-propietario y suplente de Bizot en la empresa del tranvía a Juanchito, además de promotor del Teatro Jorge Isaac, diseñado por otro extranjero, el arquitecto italiano Gaetano Lignarolo.

Santiago Eder. Nacido en las Provincias Bálticas, viajó a los Estados Unidos donde se nacionalizó. Su espíritu viejo lo llevó a Buenaventura donde estableció un negocio de comisiones e importación. Se estableció en Palmira donde fundó el ingenio pionero del desarrollo azucarero del país. Su familia con profunda raigambre vallecaucana ha descollado en el campo empresarial, cultural y en la promoción del desarrollo regional. La historia de la familia Eder está fundida con la del Valle del Cauca hasta el punto que resulta redundante seguir relatando su trayectoria. Henry J. Eder, por ejemplo fue miembro de la Junta del Tranvía, promotor y copropietario de la primera compañía de electricidad que operó en Cali desde el 26 de Octubre de 1910 y empresario ganadero.

Ricardo Price figura en la historia de Cali no sólo como cofundador de la primera empresa de energía (1910). También había sido gerente de la importante casa Menotti importadora de productos extranjeros con sedes en Popayán, Buenaventura y Cali, de propiedad de don Francisco Menotti. Fue miembro de la Junta Directiva del Tranvía de Cali y de la Junta Constructora del Acueducto Municipal (1920) y con amplias vinculaciones comerciales.

Federico y Alberto Burckhardt cuyos nombres se asociación a la “Central Fotográfica” y a la “Casa Víctor” importadoras de cámaras y material fotográfico, a las “vitrolas” y discos, en las primeras décadas del siglo XX.

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Carlos H. Simonds quien organizó la navegación empresarial a vapor por el río Cauca, Rodolfo de Roux, ciudadano panameño de origen francés quien se vinculó a comienzos del Siglo a Cali, donde estableció la Ferretería Central (1914) con sucursales en Palmira y Tuluá, Cofundador y Presidente de la Cámara de Comercio de Cali (1936-1937).

Edmond Zaccour y Camilo Daccach, ciudadanos libaneses que se instalaron en Cali por los años 20´s. Es interminable la lista, pero hay que destacar aquellas gentes extranjeras que encontraron en el Valle el lugar propicio para sus vidas, sus familias y sus proyectos. En las primeras cuatro décadas del Siglo XX encontramos en el Valle del Cauca: Bellini, Bryon, Bizot, Bohomer, Barth, Beck, Beplat, Blum, Bougand, Burckhardt, Burrowes, Cuenca, Fischaman, Glaker, Gandini, Ghedini, Ghitis, Hearrer, Hoffmann, Huber, Jensen, Juri, Kattán, Klahr, Krick, Kruger, Kohen, Kohenke, Konietzko, Kuri, Liebrand, Liebb, Marchant, Menotti, Murrie, Minotta, Miller, Materon, Nader, O´byrne, Oganesoff, Pachini, Pinedo, Price, Pugliesse, Raffo, Rasmussen, Racines, Reveiz, Simonds, Scarpetta, Storino, Sitar, Sperlin, Sager, White, Warnier, Winter, Woolf, Young, Yusti, Zaccour, Zawadsky...

En la década de los años 40 y 50 los extranjeros dieron un gran impulso a la actividad comercial y manufacturera 1/.

Las inmigraciones masivas no han ocurrido en Colombia ni en el Valle. Sin embargo, hay dos casos que merecen atención: La inmigración de un grupo judío relativamente amplio a la que se refiere el novelista tulueño Gustavo Alvarez Gardeazábal y la colonia japonesa instalada en Palmira estudiada por Germán Patiño. La primera colonia judía grande que llegó a Colombia arribó a Tuluá por allá en la década de los años 30, cuenta Alvarez Gardeazábal. Las condiciones de su llegada fueron bastante curiosas según el relato del novelista: Mi abuelo, nos cuenta, tenía una librería en Tuluá donde vendía libros en cuatro idiomas que puede parecer extraño para este pequeño pueblito con altísimo analfabetismo y desconectado del mundo. Su oficio le permitió vincularse epistolarmente con grandes editores europeos, generalmente judíos. Organizó una liga para inmigrantes y trajo judíos que entraban por Buenaventura y se instalaban en Tuluá donde se llegó a conformar una colonia de casi ochenta judíos.

1/ Entre ellos los Safistein, Spataro, Fisch, Ajlemberg, Levy, Bakst, Hleap, Fihman, Corkidi, Zangen, Mizrachi, Mitrani, Sellares, Firmaraan, Dorgensterid, Fiedhaber, Bacal, Staruste, Frochich, Rosemberg, Nessin, Amashta, Hissani, Kaim, Stremberg, Jensen, Prati, Tazzoioli, Marchant, Schidt, Kohen, Haln, Dorfzan, Kaminiski, Weiskricht, Todhunter, Becks, Steiger, Treffri, Jeremias, Molinari, Waluntta y Hunter

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Pero el pueblo tenía poco movimiento económico mientras en Bogotá o en Cali la actividad comercial era mucho más dinámica. Por esto los judíos salieron de Tuluá y se regaron por todo el país en busca de mejores oportunidades.

La historia de la colonia japonesa de Palmira es diferente y con antecedentes que se inician desde comienzos del siglo XX: el 17 de Marzo de 1905 – cuenta don Tulio Raffo en “Palmira Histórica” – llegó a esta ciudad el periodista japonés Mokichi Nakamura como corresponsal de dos grandes periódicos de su país, el Gi-Gi y el Kokomin en los cuales publicaba sus impresiones sobre el mundo occidental y sobre Colombia. Pero además, en Cali se estableció el comerciante nipón Yuzo Takeshima en 1926. Se interesó en las potencialidades económicas y agrícolas del Valle del Cauca. Era el señor Takeshima un hombre culto. Tradujo “La María” al japonés y la obra tuvo una gran difusión en los medios literarios e intelectuales del país del Sol Naciente. Interesó a muchos japoneses el idílico paisaje y la prodigalidad de las tierras del Valle. Fue así que un grupo de familias japonesas en 1929, durante la crisis que azotó a su país, decidió emigrar al Valle del Cauca. Llegó el 16 de Noviembre en el vapor Kacuyo Marú. Eran 28 los inmigrante con sus familias. El doctor Ciro Molina Garcés a la sazón secretario de Industrias del Departamento les brindó hospitalidad y apoyo.

Los dirigentes del grupo, Samuel Shima y Adolfo Nakamura, se establecieron en unas fincas de Corinto. Tras intenso trabajo lograron comprar tierras y cultivar arroz, maíz y frijol. La creciente demanda de la región que entraba en un acelerado proceso de industrialización y urbanización les aseguró la venta de sus productos y el éxito comercial. Fueron llegando inmigrantes japoneses a partir de esta primera incursión hasta completar cerca de mil familias que con su trabajo y dedicación lograron conformar una colonia floreciente y constituir la Sociedad de Agricultores Japoneses SAJA, bajo la dirección del señor Samuel Shima.

No han sido pocos los extranjeros que han encontrado en el Valle y en Cali el sitio adecuado para sus aspiraciones y propicio para su existencia. Aquí se han quedado para vivir, desarrollar proyectos, levantar la familia, sin perder la memoria y el afecto por su patria natal. Se han vinculado estrechamente a la región hasta hacerse vallunos con facilidad. Algunos han sido destacados por su país natal como cónsules en su país adoptivo y de verdad que han sabido tejer lazos entre sus dos patrias y fortalecer las relaciones comerciales, financieras, tecnológicas y culturales. Y esta historia también es larga. A riesgo de cometer omisiones se pueden señalar como pioneros a don Benito Chapperon como cónsul de Francia, don Rodolfo de Roux quien llegó a Cali en 1982 y se vinculó al comercio, a las actividades de desarrollo

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local hasta ser designado cónsul de Panamá; Knut F. Jensen dinámico empresario comercial e industrial, cofundador del cuerpo consular en Cali en el año 1937 como cónsul General de Dinamarca.

Artur E. B. Laurence. Un joven alto, delgado, súbdito del Imperio Británico, con reposados y espontáneos modales ingleses, llegó en 1927 – cuando apenas contaba con 20 años de edad – al puerto de Buenaventura que a la sazón era un pueblito marino, pobre, de casuchas de madera, enclavado en el fondo de una bahía tropical de nuestro pacífico selvático y lluvioso, pero que despertaba interés en los negocios porque ya comenzaba un agitado movimiento comercial impulsado por el ferrocarril que no conectaba con el interior del país. Allí permaneció algún tiempo y pronto se trasladó a Cali, se vinculó al Banco de Londres y Suramérica y echó raíces. Se casó con la dama caleña Marina Calero Jované y tuvo dos hijos, Peter y Michel. En 1946 fue designado cónsul de Gran Bretaña en Cali donde no sólo se distinguió en el cuerpo consular como su decano sino que se integró de tal manera que se le ha considerado como un “caleño inglés”, combinación bastante curiosa, pero que hizo posible. Con su hijo Michel quien fuera nombrado en 1974 como vicecónsul, compartió las labores consulares. El 28 de Marzo de 1990 el embajador de Gran Bretaña en Bogotá, Richard Neilson, lo condecoró en nombre de la Reina Isabel con la Orden del Imperio.

Jean B. Exiga. Ese espíritu jovial y abierto como el Mediterráneo de su Marsella natal debieron hacerle más fácil su acercamiento a la manera de ser del Vallecaucano. A pesar de cierta predisposición crítica – que es una virtud – ha predominado en él una risueña y presurosa comunicación que no ha sido límite sino un atractivo para el caleño más lento y pausado en el hablar. En el “haber” de su juventud está la participación en las acciones bélicas de la Segunda Guerra Mundial en defensa de su patria, de “Francia la bien garrida” como dijera el poeta Jorge Zalamea, y su excitante afición por la aviación.

Muy joven comenzó a escalar, desde los primeros peldaños, la carrera bancaria y se casó con doña Francine. Un día de 1950 el gerente le ofreció un cargo bancario en Colombia que Exiga, aceptó, aunque su esposa era renuente al traslado. El 6 de Noviembre del mismo año llegó a Cali y comenzó a trabajar como co-gerente del Banco Francés – Italiano (hoy Sudameris) que gerenciaba Pietro Cavalli. Más tarde fue consejero financiero de la empresa Recamier de productos cosméticos de propiedad del señor Edmond Bougaud de origen francés, en Cali. El 3 de Mayo de 1958 fue nombrado agente consular de Francia y en 1977 ocupó el consulado de Cali a raíz de que se elevara el rango de la representación francesa.

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Su vinculación financiera y consular le han permitido seguir de cerca el desarrollo de empresas francesas en la región como Laneras del Pacífico, Metálicas Tissot, Banco Nacional de París y la participación de la firma Degremont en la construcción de la primera planta del acueducto en Cali en el río Cauca. Uno de sus aportes culturales ha sido el decisivo concurso que prestó a la fundación del Liceo Francés “Paul Valery” que se inició con 13 fundadores aportantes, un director francés y dos profesores pagados por el gobierno de Francia. También participó en la creación de la Alianza Colombo-Francesa que se ha convertido en un núcleo cultural en Cali. Además su actividad como Consejero de Comercio Exterior de Francia, Presidente de la Sociedad de Beneficencia de los Franceses en Colombia – Sede Cali y miembro de los franceses en el exterior para Colombia y Ecuador, le han valido el reconocimiento por parte del gobierno de su país. Ha recibido la Palma Académica, la Orden del Mérito Francés firmada por el General De Gaulle y el reconocimiento de la Legión de Honor. Pero también del Valle ha recibido la Cruz de Oficial de las Ciudades Confederadas y las medallas de oro y plata “Sebastián de Belalcázar” del cuerpo consular de Cali.

Luis Augusto Mazariegos Godoy. País de leyendas y patria de Miguel Angel Asturias, uno de sus mejores narradores. Guatemala guarda el sagrado testimonio de una portentosa civilización maya en monumentos como los del Tikal, con sus plazas, su acrópolis, sus empinadas gradas de piedra y el “templo del jaguar”. Desde allí llegó a Colombia en 1947 Luis Augusto Mazariegos Godoy. Con una beca vino a estudiar a la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá y se recibió de Médico Veterinario. Culminó su postgrado en Pensilvania (1958) y se especializó en la Universidad Nacional (1970). En desarrollo de su profesión creó en Cali el Laboratorio Laveriam y además fue promotor y es socio de otro con similares características en Guatemala. Fue en Cali donde encontró condiciones favorables para el desempeño de sus actividades y aquí sentó sus bases. Fue nombrado vice-cónsul el 23 de Agosto de 1963 y cónsul el 8 de Marzo de 1965. Sobrados merecimientos ha tenido para recibir la Medalla al Mérito Agropecuario en la Feria Agropecuaria de Buga (1965) y el reconocimiento de sus colegas del cuerpo consular que lo destacaron con la Medalla de Oro y Plata “Sebastián de Belalcázar”.José y Pedro Sellares. En los comienzos de los años treinta los nubarrones presagiaban tormenta en España. Fue entonces cuando don José Sellarés con su familia llegó a Cali para continuar sus actividades comerciales. En esta ciudad que cuatro siglos antes fundara otro español, Sebastián de Belalcázar, pudo asentarse don José sin tener que afrontar un nuevo idioma ni cambios drásticos en la idiosincrasia, hasta llegar a desempeñar el viceconsulado de su país entre 1936 y 1939. Pedro, su hijo compenetrado en el medio social de la ciudad, vinculado en matrimonio con doña Leonor López Ayala de Sellarés, dedicado a la comunidad

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española residente en la ciudad, también era la persona indicada para llegar al viceconsulado.

Ha sido presidente del Centro Español y del equipo de Fútbol “Los Diablos Rojos” de Cali en 1954 y promotor del Colegio Hispanoamericano.

Fares Guezlan. Siguiendo lo pasos de su hermano, llegó muy joven a la Andalucía Vallecaucana en 1932 y ambos se dedicaron al comercio, vocación económica de los libaneses que arribaron al Valle. Antes de llegar a Cali en 1950 con su esposa colombiana Leonilde Andrade De la Cruz, había ya tentado suerte en Bolívar y Buga. Se desempeñó como Cónsul de Egipto para el occidente colombiano desde 1951 hasta 1984, año en el que falleció. Fue además, representante consular de la que fuera la República Arabe Unida. Los lazos afectivos y patrióticos con sus orígenes siempre los conservó. Escribió para la prensa nacional e internacional artículos y ensayos sobre la problemática árabe y el derecho de los palestinos a tener una patria, lo que le permitió establecer relaciones epistolares con dirigentes árabes y entrevistarse con Nasser, Sadt y Arafat.

Knut y Gunnar Lindahl. Alberto Castaño García, cónsul de Noruega en Cali, con diestra y amena prosa narra en sus “Perfiles Consulares” cómo un grupo de suecos, por allá en los años veintes, atraídos por la siembra, cultivo y comercialización del café, llegó a estas tierras tropicales que debieron parecer muy extrañas para un nórdico.

Allí estaba Knut Lindhal que inicialmente llegó como comerciante y fue destacándose hasta merecer el consulado de su país. Su hijo, Gunnar, hizo toda una carrera diplomática: Vicecónsul en 1952 cuando su padre desempeñaba el consulado. Después de un paréntesis retorna y en 1966 es nombrado cónsul encargado para ser nombrado en propiedad al año siguiente. Ha compartido su tiempo con versatilidad y competencia entre sus actividades económicas y consulado, además de su vinculación como directivo de la Cámara de Comercio de Cali donde su merecimiento y servicios a la comunidad le han válido el cargo de vicepresidente. En 1984 el Cuerpo Consular de Cali lo nombró decano en vista de su experiencia, vocación y capacidad.

Santiago Marcovich Freund. Su origen yugoslavo por línea paterna, sueco por línea materna, peruano por nacimiento, amante del tango del Gran Buenos Aires y de la cacería como un buen inglés, son las pinceladas básicas para su retrato. Vino a Cali en las postrimerías de los años 50´s como Director de Mercadeo de Laboratorio

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Squibb. Tras la renuncia de Jaime Sánchez Mallarino del Consulado Peruano, fue nombrado para reemplazarlo.

Knud y Henry Jensen. Los Jensen en Cali constituyen toda una genealogía diplomática. Knud llegó al Valle en primeras décadas del siglo XX. Se dedicó a la actividad comercial y en la historia de la ciudad su nombre se asocia al comercio y la importación del cemento en un período en que Cali iniciaba su modernización urbana.

Fue Cónsul General de Dinamarca y cofundador en 1937 del Cuerpo Consular. Su hijo Henry, siguiendo el camino de su padre, fue vicecónsul en 1961. Cónsul en 1969, Cónsul General de Dinamarca desde 1979 y decano del cuerpo consular en el período 1978 – 1984.

Pero allí no se detiene la línea diplomática de los Jensen: Lilian Helena, hija de Henry Jensen, la continúa como Vicecónsul (1981).

Lupi Sergio Mendoza. Su padre, Gregorio Mendoza, fue cónsul de Bolivia en Valdivia, Chile. Entre tanto su hijo Lupi Sergio, iniciaba su carrera de medicina en Santiago, para terminarla en Bolivia. Luego se especializó en Urología en los Estados Unidos con beca en la Fundación Kellog entidad que lo recomendó a la Facultad de Medicina de la Universidad del Valle como profesor de su especialidad. Llegó a Cali en 1955 donde desplegó toda una brillante carrera profesional y académica vinculándose desde su disciplina a importantes proyectos científicos, docentes y hospitalarios. Bastaron siete años de brillante labor para que el gobierno de su país lo destacara como Cónsul de Cali.

Erik Leupin. Sólo contaba con tres años edad cuando sus padres, desde Montreal se trasladaron a Cali. Cursó la educación primaria en los Colegios Alemán y Berchmans. Viajó luego a Canadá para continuar sus estudios. Más tarde regresó a Cali y se vinculó a la empresa Croydon y en 1970 fundó la Empresa Reforestadora S.A. Fue nombrado Cónsul de Holanda, pero no alcanzaron a transcurrir dos años cuando sufrió la más dura pena que pueda infringir la perversión humana, el secuestro. Ocurrió a manos de esa delincuencia brutal que pretende engañar disfrazándose de ideología. Por dos años dolorosos y angustiantes fue arrancado de su familia, pero los delincuentes no lograron quebrar su entereza y valor.

Stig Moller. En su Copenhague natal adelantó sus estudios y se graduó como Administrador de Empresas. Durante la segunda Guerra Mundial se alistó en la Marina de su País, pero a raíz de la ocupación alemana a Dinamarca fue capturado y enviado a un campo de concentración de donde se fugó. Se radicó en Suecia y en

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1947 viajó a los Estados Unidos. Ocho años después la empresa donde trabajaba lo envió a una visita a Colombia. Se quedó en Cali y trabajó en Propal hasta 1981.

Stg Muller. Danés, es cónsul de El Salvador, la patria de su esposa, pero no es extraño en el cuerpo consular pues también hay “un libanés cónsul de Egipto, y otro cónsul de la República Dominicana y hasta un colombiano cónsul de Noruega” como lo menciona éste último, Alberto Castaño, en sus “Perfiles Consulares”.

Pero el conjunto de importantísimas personalidades consulares que se han afincado en Cali, echado raíces, contribuido al desarrollo de la región y a la vinculación del Valle con el exterior prolonga en nombres como Peter Niessen de Alemania Federal; Antonio Obeso de Mendiola, cónsul General de Costa Rica; Guillermo Muñoz Sandoval, cónsul del mismo país; Omar Lira Nieres de Chile; Enrique Pareja Vargas del Ecuador; Ruedi Schmid, cónsul de Suiza quien llegó a Colombia en 1960 para vincularse a Propal y más tarde asumió el consulado (1980) en reemplazo de Eric Straessle quien se retiró por motivos de edad.

Las motivaciones que han impulsado a los extranjeros a migrar han sido variadas pero hay que destacar entre ellas las guerras mundiales que han afectado sus países de origen y la imagen de una América Latina exótica, llena de posibilidades, donde “todo está por hacer”. En tanto que su afincamiento en el Valle obedece en buena medida a la idiosincrasia alegre, abierta y espontánea de sus gentes exentas de malsano regionalismo.

EL PAPEL Y EL INMIGRANTE

Cuatro jóvenes italianos – Balila, Arrigo, Lino y Ledo – llegaron a los muelles de Cartagena el 9 de Febrero de 1961. “Era un día de huelga y el puerto estaba patrullado hasta los dientes. Desde el barco vimos ese movimiento y, temerosos, no sabíamos si bajarnos para continuar nuestro destino o seguir derecho”. Pero dos

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encargados de Propal los recibieron y los llevaron a conocer Cartagena: El corralito de piedra, la Popa, el Castillo de San Felipe, la bahía... Como Cristóbal Colón –dice Ledo Spadini- nos dimos cuenta que estábamos en un mundo nuevo del cual teníamos muy poca información en Italia: el trópico, el bullicio de Cartagena, la gente de tez morena, los frutos – papayas, piña -. A los dos días volaron a Cali. “Era el primer avión de mi vida. Lo fotografié desde la cola hasta las llantas” cuenta don Ledo. Llegaron a Calipuerto y entraron por Juanchito. La primera impresión que recibieron fueron chozas, casas de barro, gente pobre de color. Y pensaron: “el papel es sinónimo de madera, la madera nos remite a la selva. Seguramente Propal se encontraría en medio de la selva y tal vez debiéramos conseguir caballos y escopetas para ir a trabajar”. El cambio fue grande cuando llegaron al hotel Alférez Real.

“Vimos una ciudad muy bonita”. En las tardes recorrían la ciudad y luego salían a la famosa vida nocturna de Cali.

Muy contento trabajó don Ledo en Propal. Era como una torre de Babel donde laboraban cerca de 80 extranjeros de diferentes países: holandeses, británicos, belgas, estadounidenses, italianos...Para llevarlos al trabajo la empresa les asignó dos buses y todo el mundo quería subirse para compartir con ellos. En Propal encontró la empresa que soñaba en Italia donde tenía un puesto rutinario. Acá, en cambio, tuvo acceso a la planta de tratamiento de agua, la de tratamiento de fibra, a la planta de caldera, además de la nueva experiencia de la fabricación de papel con bagazo de caña y así se pasaron tres años volando.

Desde un comienzo empezó a relacionarse con los colombianos y asistir a sus fiestas sin saber una palabra de español.

Al cabo de los tres años, cuenta don Ledo, “nos dijeron que por asuntos internos de la política colombiana no podían renovarnos el contrato, nos echaron al agua, pero nosotros ya nos habíamos adaptado y empezamos a nadar en un ambiente propicio”.

¿Porqué se quedaron? “Básicamente nuestras culturas e idiosincrasia se parecen mucho, tenemos casi los mismos valores morales y la misma fe. Y lo que más me impactó: En Colombia se disponía del tiempo todavía, del que se carecía en otras partes. Aquí se vive más en torno a la vida que al trabajo y la tecnología”.

Vinieron la amigas, las novias, el alegre ambiente de la ciudad y “viví mi juventud muy bien vivida en Cali, hasta que después de muchas cosas me casé y hoy tengo una hija” cuanta don Ledo, con la satisfacción de un tiempo bien aprovechado.

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Al terminarse el trabajo en Propal pensó en regresar a Italia pero no quiso salir de Colombia. Empezó a desarrollar actividades independientes como la fabricación de papeles especiales como los de lino y los martillados para tarjetas de grado.

La empresa la montó con un método bastante primitivo que usa la fábrica de papel más antigua de Europa que se encuentra en le Marque, en la región centro – norte Italiana: las manufacturas “le Cartier Emiliani”. De allí procede el papel para la fabricación de los billetes colombianos de $5.000 y $10.000, que se le reconocen porque tienen dos venitas en lugar de una. Conocía el procedimiento para fabricar el papel y el diseño de la máquina lo tenía en la cabeza. La dibujó, la mandó a construir en un taller de Palmira donde se hacían las masas de los trapiches y “a todo el mundo le decía que era hecha en Alemania”. Allí trabajaba 5 o 6 meses al año y paseaba el resto del tiempo. Cuando se acababa el dinero volvía a trabajar. “En Carvajal y Cía ya lo sabían, y así trabajé durante ocho años”.

Fue en ésta época cuando conoció a don Jaime Carvajal. Se presentó a la empresa y le mostró el papel de lino que producía. A don Jaime le gustó y le mandó a hacer los almanaques que se obsequiaban en los diciembres. Y así duró por varios años esa relación con don Jaime Carvajal.

Luego empezó, con un amigo, la fabricación de límpido y otros detergentes. Pero no fue a más porque para don Ledo, aún joven, “era más importante pensar en la diversión y en la novia, en vez de hipotecar su vida solamente al trabajo”.

En 1968 empezó otra actividad: la producción de empaques termosellables como las bolsitas de salsa de tomate y de mostaza que se entregan con la hamburguesas, o las de sal y azúcar que se suministran con el café.

En sus viajes conoció prácticamente desde México hasta el extremo sur del continente. Prestaba asesoría gratuita a las fábricas de papel de pulpa en suramérica y era invitado por firmas canadienses y norteamericanas. Así transcurre cinco años de su vida.

En uno de esos viajes – y ya a la edad madura – pensó: “que debía formar una familia”. Se bajó del avión en Cali y no volvió a viajar, se casó y tiene una hija adolescente con quien viaja cada dos años, en vacaciones a Italia a visitar a su familia. Suelta una frase que en la actual crisis de valores tiene una importante validez: “Nosotros, los italianos, tenemos la idea de que a la familia unida no le entran los cañonazos”.

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Analizando la capacidad de los italianos para involucrase en el medio colombiano, recuerda “que actualmente cada uno de nosotros tiene sus amistades y ya no tenemos la imperiosa necesidad ni sentimos tan fuertemente el deseo de reunirnos entre nosotros como ocurría hace 30 años. Sin embargo, tenemos un Centro Italiano que desarrolla actividades culturales, dicta cursos de italiano y culinaria, nos mantenemos al tanto de las becas y de eventos culturales para coordinar con la Tertulia y otras entidades para presentar exposiciones y dictar conferencias. Tenemos la inquietud por hacer algo grande como la fundación y construcción de una escuela bilingüe y el Centro de Instituciones italianas donde funcionen el Consulado, la Cámara de Comercio Italiana, la Sociedad “Dante Alligheri” para la difusión de la cultura, el idioma y la instalación de un restaurante.

DE BOLONIA A YUMBO

Bolonia, en el camino de Venecia y Ferrara hacia Roma, ha conservado la arquitectura del renacimiento italiano, sus torres, plazas y calles. Es capital de la Provincia de Emilia, una región del noreste con larga tradición en las industrias de

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alimentos, tabaco y cueros. Antes de la Primera Guerra Mundial vivían en esta región los Vaffony, familia muy italiana que congregaba al padre – mecánico industrial – la madre y siete hermanos. En la guerra del 14 matan al padre, y la familia queda en una situación económica bastante difícil, al igual que toda la Italia recién salida del conflicto bélico.

En medio de la pobreza del país, el fascismo que se mostraba como el salvador de Italia aparecía con desafiante furor. El Duce había fundado en 1919 la Liga de Combatientes, los “fasci di combattimento”, que vestían las camisas negras a la usanza de los agricultores de la Provincia de Emilia, portaban puñales y “manganellos” o garrotes para agredir a los opositores, y con el brazo en lo alto recordaban el antiguo saludo romano.

En este confuso ambiente político y social, Pío uno de los siete hermanos de la familia Vaffony, ya adolescente asistía en Bolonia al Colegio de los Salesianos, comunidad religiosa que había establecido instituciones educativas en muchos países del mundo.

A menudo miembros de esa comunidad que habían residido en el exterior iban al colegio a dictar conferencias y contaban sobre la exuberancia de la naturaleza, las riquezas y el clima de suramérica, “donde todo estaba por hacer”. Los relatos de tierras ignotas y la convulsa situación italiana impulsaron al muchacho a emprender la aventura y tentar suerte.

Pío, que a la sazón sólo contaba con 16 años, y sus hermanos mayores, se las arreglaron para conseguir el pasaje. Se embarcaron sin destino e hicieron la travesía del Atlántico. La primera escala en suramérica fue Guayaquil. Aquí subieron al barco dos italianos que venían de Quito a recoger unos repuestos de avión. No resulta nada extraño, tratándose de italianos, que los muchachos entraran fácilmente en conversación con ellos. Los paisanos les preguntaron a los jóvenes su destino. ¿Tal vez irían a Quito?. Evidentemente, las aventuras no se emprenden con una meta predeterminada con precisión. Les sugirieron desembarcar y seguir hasta la capital ecuatoriana. Ya en Guayaquil los impresionó el trópico, el clima y el tranvía tirado por caballos. Los muchachos se acomodaron en el camión, al lado de los repuestos de avión. Se encontrarían de nuevo en Quito con sus paisanos. Así emprendieron un duro viaje de dos días desde la costa hasta la sierra. Ya en Quito los relacionaron con otros italianos y después de descansar del viaje decidieron visitar a los Salesianos en busca de ayuda y trabajo. Y efectivamente lo encontraron en el taller, que en la noche les servía de dormitorio, y a donde iban con cierta frecuencia, algunos colombianos. “Me vine para acá – les dijo un tumaqueño – porque pensé

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que esto era bueno, pero me regreso para Colombia. Váyanse ustedes para allá”. Resolvieron hacer maletas y emprender la marcha a pie. Si pagaban caballo no les quedaría dinero para comer. La travesía por el Patía fue extremadamente difícil y después de 16 días llegaron a Popayán.

En esta ciudad la firma Loboguerrero – Santamaría estaba construyendo el moderno acueducto con maquinaria inglesa. Don Miguel Antonio Arroyo, secretario de la Junta del Empréstito Municipal, acogió muy bien a los jóvenes italianos y les dio trabajo en el acueducto en construcción. También fueron apoyados por el Ingeniero Luis Loboguerrero y, naturalmente, por el superintendente del acueducto, el italiano Juan Cappa. Los salesianos no eran los únicos italianos que estaban en todo el mundo! El joven Pío Vaffony trabajó en el acueducto hasta 1927 pero sus hermanos mayores ya se habían trasladado a Cali y trabajaban donde Gabriel Molina, frente a la Ermita.

Siguió a sus hermanos mayores y llegó a Cali en 1927. Encontró un pequeño pueblo, donde se estaba construyendo un barrio con materiales modernos, alejado de la ciudad hacia el sur: San Fernando. En la carrera 1ª., cerca de la Ermita, se encontraba la carpintería del señor Clímaco Gómez, donde trabajaron por algún tiempo.

Hoy recuerda don Pío que en el año 28 se realizaron en Cali unas olimpiadas y vinieron dos boxeadores de fama internacional: el español Paulino Escoró, campeón mundial y Jean Renault, campeón canadiense. Las peleas se hicieron en el ring que se armó en la pequeña plaza de toros del Belmonte, en inmediaciones de la vieja estación del ferrocarril. “Pasadas las olimpiadas” – cuenta don Pío – en Cali no había trabajo. Pero la firma Loboguerrero & Santamaría empezaban a construir los acueductos de Tuluá y Cartago.

El señor Cappa, que había conocido en Popayán, trabajaba en esa obra, y “yo me fui donde mi paisano a trabajar”. En 1930 se terminaron las obras y me nombraron administrador del acueducto. Pasaron varios años, terminó la Segunda Guerra Mundial y viajó a Italia a visitar a su madre. Por medio de sus tíos logró hacer el negocio de una máquina para fabricar ladrillo que enviaría a Yumbo.

En Roma se encontraba como diplomático un vallecaucano, el doctor Héctor Fabio Varela, casado con una dama romana. Don Pío lo visitó. Posiblemente el contarle que era un italiano que venía de Colombia y que residía en el Valle del Cauca, debió entusiasmar al diplomático y facilitar la conversación. Le expuso el motivo de su visita a la sede diplomática de Colombia en Roma: tramitar la introducción a Yumbo de una maquinaria para producir ladrillo en esa localidad vallecaucana que iniciaba

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un importante proceso de industrialización. Con entusiasmo el doctor Varela lo ayudó en su propósito. Regresó, llegó la maquinaria de Italia y comenzó la producción de ladrillo. “Fui yo – dice don Pío – el que empezó el sistema de terrazas en Yumbo. Todavía existe la primera casa de dos plantas y terraza construidas con el ladrillo que produje. Desde allí comenzó a despegar la construcción con 3 y 4 más pisos en Yumbo”, pero además, vendió ladrillo en Buga, Tuluá, Darién y La Cumbre.

A través de su negocio de ladrillo tuvo relaciones comerciales con gente importante de Cali Viejo. Recuerda a Don Julio Giraldo dueño de una hacienda en Arroyohondo y propietario de una casa en el centro de Cali (carrera 5 entre calles 11 y 12); a don Samuel Velasco médico, suegro del doctor Ramiro Guerrero y abuelo del doctor Rodrigo Guerrero Velasco, también médicos; a don Jorge Garcés, propietario de los laboratorios que llevan su nombre; a don Mariano Ramos, dueño de la fábrica de pastas alimenticias “La Espiga de Oro”: a Don Hernando Carvajal cuando Carvajal & Cía se encontraba en la carrera 5ª. con calle 14; a los hermanos Jorge y Hernando Zawadsky propietarios de “Relator”; a don Alberto Ascionne y a don Jorge Vallejo propietario de los galpones de San Fernando; a don Aurelio, don León y don Orlando Sardi y muchos más.

Recuerda don Pío que por el año de 1935 transportó en un camión grande de su propiedad, por $10.00, la planta eléctrica para Yumbo desde el taller de unos ciudadanos alemanes, localizado en la calle 14 entre 7ª y 8ª. En Cali, la planta no podía ser transportada en el camión hasta el sitio de su instalación porque a partir de la casa de una familia Lemos, donde se descargó, hacia la parte alta no había carretera. De tal manera que se llevó poco a poco arrastrada a través de la montaña por un camino lleno de predrancones por donde únicamente se podía pasar a caballo. Sólo más tarde se construiría la carretera de Yumbo a la Cumbre.

Al Padre Peña, que constituyó en 1934 la Junta Pro-Luz, se le debe –además de la instalación de la planta eléctrica-, la construcción del acueducto de Yumbo y la carretera a la Cumbre, para lo cual el gobierno facilitó presos como mano de obra, en tanto que el trazado y la dirección corrió a cargo de un cadenero, de apellido Valencia, que había trabajado en el Ferrocarril del Pacífico.

“ME LE VOLE A MI PAPA”

En la vida de las gentes y de las sociedades a menudo irrumpen por azar hechos o acontecimientos fortuitos, no deliberados, cuyos resultados no se dejan explicar por programaciones previas, conscientemente establecidas. ¿De no ser así, cómo

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entender, entonces, la relación entre la fuga de la tutela del padre que protagonizara un muchacho extranjero en Manizales por allá en 1928 y la existencia actual de una de las más importantes cadenas comerciales de Cali?.

“Me le volé a mi papá”, cuenta hoy don Jorge Arabia. Efectivamente, salió de esa ciudad custodiada por el Nevado del Ruiz, hacia Cartago para dirigirse a Cali.

Don Demetrio, su padre, propietario de un almacén de textiles en Manizales, era una persona estricta ceñida con rigor a la ética del trabajo. Despertaba muy temprano a su hijo para que colaborara en sus actividades y le llamaba la atención cuando el muchacho sociable y alegre – que no llegaba a los 16 años y aspiraba a ser técnico en electricidad – deambulaba por el parque con amigos y amigas de su edad. “Así nunca aprenderá a trabajar” le decía.

En 1882, don Demetrio había salido del Líbano. Por cosas del azar llegó a Manizales donde se dedicó al comercio de textiles. Regresa a su patria en 1909 y tras un reencuentro con su novia, se casa. Nace su hijo Jorge en Rahve en el año de 1911.

Poco después regresa a Colombia, remonta de nuevo el río Magdalena, llega a Bogotá y, como lo contara más tarde su hijo, allí lo sorprendió un acontecimiento luctuoso, el asesinato del General Uribe Uribe (1914). Se traslada a Manizales con el propósito de dedicarse al comercio y traer su familia, pero la Primera Guerra Mundial se lo impidió. Concluido el conflicto regresa al Líbano con libras esterlinas, producto de su actividad comercial. En 1924 vuelve a Colombia con su hijo Jorge que a la sazón contaba con 13 años de edad. Navegan por el río Magdalena y de esta aventura don Jorge recuerda hoy que el vapor encallaba cuando bajaba el nivel del río y reemprendía su marcha cuando las aguas aumentaban. Llegaron a Mariquita, desembarcaron, contrataron tres caballos: uno para don Demetrio, otro para su hijo y el tercero para cargar las maletas. Desde allí emprendieron la difícil marcha hasta Manizales, ciudad donde don Demetrio reinicia su actividad comercial, con la ayuda de su hijo que luego emprendió el “vuelo” a la edad de 17 años hacia Cartago, cuando aún no había carretera, para luego llegar a Cali que, como lo recuerda don Jorge, “No era una ciudad sino un pueblito con calles empedradas” que se podían recorrer a cualquier hora de la noche con tranquilidad y sin temor.Viajó con la esperanza de que en esta “ciudad” los libaneses conocidos por su padre le darían trabajo o lo ayudarían a iniciar una nueva vida. Pero muy poco duro esta esperanza porque los paisanos no querían “acolitar” esta aventura del muchacho y más bien le recomendaban volver al lado de su padre. Sin embargo, se quedó en Cali. La decisión ya estaba tomada y comenzó a afrontar la vida por su propia cuenta. Su espíritu sociable y el conocimiento del español – aprendido con facilidad

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debido a la semejanza con el francés que estudio en su país y al frecuente contacto con sus jóvenes amigos en Manizales – le permitieron granjearse rápidamente amistades en Cali y relacionarse con comerciantes de la ciudad a quienes les llevaba clientes a cambio de pequeños porcentajes en las ventas. Vendedores de productos agrícolas y misceláneos durante los días de mercado en los pueblos vecinos, eran los clientes que le llevaba a los comerciantes de Cali. Por eso viajaba los sábados a Jamundí, los domingos a Corinto, los lunes a Tuluá, los martes a Florida, los miércoles a Puerto Tejada.. y descansaba dos días a la semana.

Pero el muchacho, con la euforia de la juventud, todo lo gastaba en paseos y en “traguitos” con sus amigos colombianos, como ocurría cuando frecuentaba el estanquillo de Don Rosendo Zea en la carrera 10 entre calles 11 y 12. Pero la adultez llegaba y - nos atrevemos a pensar – esas recomendaciones de su padre, que no fueron en balde, seguían golpeándolo como un eco interior: “Así nunca aprenderás a trabajar”!.

Un buen día don Jorge llevó unos clientes a los almacenes Zaccour para enseñarles un nuevo lote de vestidos de paño muy baratos. Quince pesos no más!. El señor Antonio Zaccour corroborando las habilidades comerciales de don Jorge le ofrece empleo estable en el Almacén con $60.oo mensuales de remuneración. Ochenta pesos ($80.oo) fue la contrapropuesta; pero no hubo arreglo en esa ocasión. Con el correr de los días don Jorge le expresa al señor Zaccour su predisposición para “trabajar en balde” con la convicción de que su desempeño en el almacén lo haría merecedor de esta remuneración. Ante la negativa rotunda del propietario del almacén, le propone trabajar gratis un mes, durante el cual el señor Zaccour podría valorar su eficiencia y decidir la remuneración que ameritaba su trabajo. Así ocurrió y al concluir el mes, el propietario le asignó ochenta pesos ($80.oo) de sueldo. Don Jorge trabajó ocho años con la complacencia y la confianza que le brindó don Antonio Zaccour.

Allí se desempeñaba como cajera la que sería su esposa, doña Edelmira Zea. Don Jorge recuerda que la madre de doña Edelmira le tenía estimación. Lo conoció de muchacho y en ocasiones, cuando ella se dirigía muy temprano a la misa en Santa Rosa, lo sorprendía en las horas de la madrugada con “traguitos en la cabeza” rumbo a la pensión. ¿Y don Rosendo Zea, no lo conoció, acaso en su estanquillo?.

Se casaron en 1940 y juntos emprendieron con tenacidad unos empeños que resultaron exitosos. Hoy – al recordar a doña Edelmira – Se ilumina su rostro y no puede contener frase de inmenso afecto por quien fuera su gran amor y su definitivo apoyo. Trabajaban en los almacenes Zaccour y decidieron fabricar pañuelos en

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casa, durante las noches. Compraron la máquina de coser. Con permiso del propietario del almacén, viajaba a Medellín a encargar las telas. Ella cortaba y cosía. El planchaba y doblaba. El salía muy temprano a colocar los pañuelos en los almacenes de Pedro Ossa, María Cajiao o Mario Salcedo. Al atardecer pasaba de nuevo a recoger el producto que les correspondía de las ventas.

Como buscador de oportunidades, cierto día se fijó en una puerta que permanecía cerrada en la calle 12 entre 8ª y 9ª. El propietario del local era nada menos que don Enrique Echavarría, de los capitanes de empresa de Medellín. Le pide el pequeño local en alquiler para montar un almacén, con la ventaja adicional de convertirse en cliente de sus textiles. Don Enrique pide una prima de $3.000. Después de pensarlo un poco, don Jorge le entrega esa suma que había logrado ahorrar con la venta de los pañuelos. Aprovechando su conocimiento y sus relaciones con el comercio textilero de Medellín viaja a esta ciudad y encarga un surtido a crédito para abastecer su propio almacén en Cali. La puerta que permanecía cerrada se abre en 1944 para dar inicio a la empresa: El Almacén de Jorge Arabia, calle 12 No. 8-69. Teléfono 6026. Se retira del almacén Zaccour para dedicarse, con doña Edelmira, a la administración y dirección de su propia empresa.

Era una época propicia. La Segunda Guerra Mundial estaba por concluir y Colombia entraría en una etapa de acelerado crecimiento económico. El “Pueblito con calles empedradas”, empezaba a cambiar su rostro. Las viejas casonas del parque Caicedo comenzaban a sustituirse por altos edificios modernos. Irrumpía con celeridad la industrialización; Cementos del Valle, Croydon, Good Year, Eternit, Tres Estrellas, Fábrica de Oxígeno y Productos Metálicos FANO, Curtiembres Titán, Unión Carbide, Cartón de Colombia, Home Products...

Un vertiginoso desarrollo comercial vivió Cali en la década en que abrió las puertas el almacén de don Jorge Arabia. Hacia 1950 la calle 12, desde el Parque de Caicedo hasta la Galería, ya congregaba multitud de almacenes: Cuatro Jotas, Valher, Real, Antonio Zaccour, el Barato, la Moda de París, Volga, la Perfección, Mizrachi, Juan B. Pineda, Calzado “Bebé”, El Encanto, el Rey, Texnal, Fortunato Nader, Clodomiro Naranjo, “Emilia”, la Garantía, Mariella, La Muñeca, etc. También eran muy conocidos los almacenes Pedro Ossa (cra. 8ª. entre 12 y 13), de Mario Salcedo y de María Cajiao (calle 13 entre 7ª y 8ª). Se vendían telas, paños, vestidos para hombre, mujer y niño; calzados, cueros y artículos de modistería y tocador.

El auge económico de Cali en los años 40, la visión comercial y el tesón de don Jorge, la esmerada atención al público y los cómodos precios, le permitieron ganar clientela rápidamente, al punto que dos años después de iniciar, tuvo que ampliar el

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almacén con un local contiguo. En 1949 la actividad comercial de la empresa desborda el marco urbano por medio de distribuidores que recibían créditos para comercializar sus mercancías en los departamentos de Cauca, Nariño, Caldas, Tolima, Antioquia, Santander y Cundinamarca. La empresa les facilitó vehículos para el transporte con la opción de adquirirlos, y muchos de los distribuidores establecieron sus propios negocios en plazas distintas a Cali.

Harold Arabia Zea, hijo de don Jorge y doña Edelmira, fue enviado por sus padres a estudiar Administración en Filadelfia durante 5 años y luego a Inglaterra. A su regreso en 1963 se vinculó a la empresa. “Mi hijo me resultó un gallo fino”, dice don Jorge. Cuando su padre enfermó gravemente y estuvo recluido durante tres meses en la Clínica de Occidente, don Harold asumió la dirección de la empresa, animado por doña Edelmira. En 1969 don Jorge Arabia entrega la gerencia de la empresa a su hijo.

La idea de descentralizar y abrir sucursales en distintos sitios de la ciudad en expansión, la tuvo don Harold. En 1969 abre el más grande almacén que tiene la empresa, localizado frente al antiguo local. Los señores Pedro y Jesús Sellarés – hijos de quien fuera propietario de un almacén en el edificio Borrero en la calle 10ª. con cra. 6ª y conocido de don Jorge, se aventuraron en abrir un almacén en el norte cuando aun la ciudad no se había extendido plenamente en esa dirección y el comercio continuaba concentrado en el centro de Cali.

No tuvieron éxito y ante la amenaza de quiebra recurrieron en 1975 a don Jorge y don Harold. Los Sellarés aportarían el local y los Arabia lo surtirían de mercancías. Así se crea la firma comercial Jorge Arabia y Sellarés Ltda. Con el almacén que fuera administrado hasta 1991 por los Sellarés, quienes en este año se retiran de la sociedad y venden su parte social a la empresa Jorge Arabia e Hijos Ltda. En 1978, contiguo al almacén original, abren otro para la venta de toda clase de confecciones. Pero la expansión comercial continúa: en 1982 “Jorge Arabia e Hijos Ltda” construye en la calle 12 entre 9ª y 10ª el almacén de saldos. Este crecimiento exigió una reestructuración administrativa y la empresa se organiza por departamentos. En 1987 se introducen las computadoras a la compañía y al año siguiente se lanzan las tarjetas de crédito personal que han alcanzado la cifra de 10.000 clientes. En 1989 se remodela el primer almacén adecuando un segundo piso para las oficinas de la empresa. Se amplía el Almacén de Saldos y las bodegas y se inaugura el Almacén No.5 en el barrio Santa Elena. Pero todo no para allí. En 1991 se abrieron puntos de venta en los barrios populares de El Poblado y El Vallado. En 1992 se abre el almacén en Cosmocentro y en abril de 1993 el del Centro Comercial “La 14” del barrio Calima. Un importante reconocimiento le llega a la empresa: el Premio

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Nacional de “Excelencia en el Servicio” que le otorgara Credencial – Banco de Occidente.

¿“Nunca aprenderás a trabajar”? hoy, más bien, don Demetrio hubiese dicho: fallé en mi vaticinio precisamente porque las recomendaciones a mi hijo cayeron en terreno fértil. ¿Y quien habría podido predecir, por allá en 1928, que un hecho de azar – la fuga de la tutela del padre – concluyera en esta poderosa empresa?.

Equipo Investigador:

Fabio Rodríguez GonzálezEdgar Vásquez B.

Jairo Henry ArroyoAlejandra Davia

Daniel Zambrano Villanueva

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