Historia del Río de la Plata · Belgrano: «La era napoleónica y las colonias americanas»,en...

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©2007, 2008 Roberto P. Payró Historia del Río de la Plata Tomo i Roberto P. Payró Parte tercera: América revolucionaria Capítulo 10: Restauración del comercio con Inglaterra

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©2007, 2008 Roberto P. Payró

Historia del Río de la Plata

Tomo i

Roberto P. Payró

Parte tercera:América revolucionaria

Capítulo 10:Restauración del comercio con Inglaterra

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Capítulo 10. De las invasiones inglesas hasta larestauración del comercio con los ingleses en el Ríode la Plata

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En los meses posteriores a la victoria de los luchadoresde Buenos Aires y Montevideo frente a los invasoresingleses, una serie de circunstancias fueron gestando unclima favorable a la afirmación de la autonomía rioplatense.En efecto, la invasión de Portugal y España por los ejércitosbonapartistas, las maniobras de Napoleón paradesembarazarse de los Borbones y dar el trono de España asu hermano José Bonaparte, el levantamiento del puebloespañol y el establecimiento en España de juntasautónomas y de una Junta Central - que intentaron ejercerel poder real en representación de Fernando VII -, fueronalterando un orden que ya era precario en el Virreinato delRío de la Plata, donde ya estaban agitados los ánimos a raízdel deterioro de las instituciones y del erario públicovirreinales y los enfrentamientos de Liniers con la élitemonopolista y el Cabildo porteños.

I. Vicisitudes políticas en Portugal y España1

Veamos ante todo que pasaba en la península ibéricamientras terminaba la segunda invasión inglesa del Río dela Plata.

Portugal había seguido siendo fiel a su alianza con GranBretaña. A fines del siglo XVIII había querido que Españase uniera a ellos en la lucha contra los revolucionariosfranceses, pero - como se recordará - Godoy optó porplegarse a Francia y ejercer presión sobre Portugal, no sólopara que rompiera sus lazos con los británicos y les cerrara

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Véanse, entre otras fuentes, Bernard, op. cit., pág. 283; así como AndréFugier::«La era napoleónica y la guerra de la independencia española», y MarioBelgrano: «La era napoleónica y las colonias americanas», en Historia de la NaciónArgentina, vol.V, primera sección, op.cit., págs. 55-75 y 77-90, respectivamente.

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sus puertos, sino para que emulara su acción. Prontoemprendió la Guerra de las Naranjas en connivencia conFrancia, que - para no entrar en guerra con Lisboa - alprincipio pareció contentarse con reclamar la cesión debuena parte del Brasil septentrional, una fuerteindemnización y ventajas comerciales, pero pronto invadióa España y Portugal (cuando este último país se negó aparticipar junto a franceses y españoles en el bloqueocontinental decretado por Napoleón). Como Portugal senegó a cerrar sus puertos al comercio y los barcos deguerra británicos, Napoleón decidió conquistarla, para locual tenía que atravesar España. Aprovechó la ambición deGodoy, que quería que Napoleón lo ayudase a crear unreino separado en Portugal, y envió al general Junot con lamisión de ocupar ese país. En virtud del tratado deFontainebleau que firmó con España, Napoleón hizo creerque el norte de Portugal sería para una hija de Carlos IV yel sud para Godoy, con el centro del país en reserva,mientras que el Brasil se dividiría entre España y Francia.Carlos IV sería el emperador de ambas Américas, laespañola y la portuguesa. La realidad, sin embargo, erabien distinta, pues lo que pretendían en verdad losfranceses era invadir España, a cubierto de la alianza contraPortugal, y desembarazarse de Carlos IV.

El general Junot tomó a Lisboa en noviembre de 1807,dos días después de que los ingleses embarcaran a toda lafamilia real portuguesa rumbo a Río de Janeiro. Juan dePortugal cruzó al Brasil con la marina de guerra y la flotamercante, cargada de refugiados, llevándose no sólofuncionarios; ministros y cortesanos en catorce navíos, sinotambién el tesoro real y la biblioteca; escoltados por unaescuadra inglesa al mando del almirante Sidney Smith.. Alllegar a Bahía, declaró abierto el Brasil al comercio ydestrabó el desarrollo interno de la industria y la actividadmercantil. Otro de sus primeros actos de gobierno fuedemostrar que estaba en guerra con Francia: hizo invadir laGuayana francesa y tomar Cayena (diciembre 1808-enero

de 1809)2.

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A pesar de que el tratado de París estipuló la devolución de la Guayanafrancesa , Juan VI no quiso ratificar la cláusula pertinente. En el Congreso de Viena,el embajador portugués pretendió que la cesión se hiciera sólo a cambio de la

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En la segunda mitad del año 1808, tras la derrota deTorres Vedras, Junot se vió obligado a firmar la convenciónde Sintra y a abandonar los territorios que habíaconquistado en Portugal. Tomó el poder un consejo deregencia y el ejército portugués quedó al mando del

general Beresford3, que pronto empezó actuar como si

fuera un virrey. El mariscal Soult intentó reinvadir elPortugal, pero fue vencido por Wellington en Talavera ytropezó con líneas fortificadas inexpugnables en TorresVedras. (Hacia mayo de 1811 ya no quedaban tropasfrancesas en Portugal.)

En la península ibérica, la guerra contra el invasor uniólos esfuerzos de los pueblos de España y Portugal y deéstos con los del ejército expedicionario y la flota británicos.

Para ese entonces, el príncipe Fernando, que aspiraba aderribar a Godoy antes de que éste pudiera intentarusurpar el trono a la muerte de su padre Carlos IV, pidió laayuda de Napoleón, y gracias a ese pretexto Napoleónmandó al mariscal Murat en dirección de Madrid. Lapoblación creyó que venía a derribar a Godoy y a apoyar aFernando... Carlos IV y María Luisa, aconsejados porGodoy, salieron de Madrid en dirección de Cádiz, dondedebían embarcarse para América, cuando se produjo elamotinamiento de Aranjuez, golpe decisivo contra elfavorito y no menos contundente para Carlos IV, quien -muerto de susto - decidió destituir a Godoy y abdicar.

Napoleón hizo persuadir a la familia real española de lanecesidad de entrevistarse con él en Bayona. Allí forzó unanueva abdicación de Carlos IV - que entretanto se habíaretractado de su decisión de Aranjuez - y su renuncia detodos sus derechos al trono español, que iba a usurpar elemperador francés con la venia del abdicante, y consiguiócon nuevas argucias que Fernando VII suscribiese laabdicación de Carlos IV y renunciara a sus propios derechosal trono, con lo que dejaba abierta la puerta al candidato de

entrega de Olivenza por los españoles. Cayena fue restituía a Francia recién ennoviembre de 1817 y en esa oportunidad España protestó porque temía que desdeahí se socorriese a los revolucionarios colombianos y venezolanos.

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El mismo que dirigió la primera invasión inglesa de Buenos Aires en 1806 yque más tarde organizó al ejército portugués que invadió a la Banda Oriental.

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Napoleón, su hermano José, que dejó el trono de Bataviapor el de España.

Carlos IV y su esposa debieron resignarse al cautiverioen Compiègne y Chambord mientras que Fernando VII y suhermano pasaron el suyo en el castillo de Valençay,propiedad de Talleyrand.

La Constitución de Bayona, adoptada con el beneplácitofrancés por una asamblea constitucional de “afrancesados”-es decir, españoles peninsulares y algunos criollos,simpatizantes o partidarios de Francia-, se inspiró en laConstitución francesa de 1791. En ella se reconoció que lascolonias tendrían los mismos derechos que la madre patriay estarían representados en el poder legislativo central. Dehecho, participaron en calidad de diputados seis americanosque se hallaban en Europa, entre ellos Francisco AntonioZea, originario de la capitanía general de Guatemala.,Sánchez Tejada, diputado por Nueva Granada, y José delMoral, proveniente de México, y otros dos que se dijovenían en representación de Buenos Aires, aunqueprocedían de Montevideo: Nicolás Herrera, que defendía losintereses de la Banda Oriental en Madrid, y Milá de la Roca,a quien ya conocemos. Esos y otros representantesagradecieron la participación que se les daba en lareorganización de la monarquía, propusieron que serestableciera el ministerio de Indias, aconsejaron dar grandifusión a la constitución en todas las colonias e incitar alclero a acatarla, y pidieron reformas administrativas,económicas y sociales.

Quedó acéfalo, pues, el trono de los Borbones, y Muratimpuso una junta fantoche en Madrid para dar a JoséBonaparte un arma de gobierno. Pero el pueblo de España,con la excepción del bando de los «afrancesados», se alzócontra el ejército invasor francés, desconoció la autoridadde José Bonaparte y acató la del ausente Fernando VII.Desde el movimiento de mayo de 1808 contra Godoy yCarlos IV, la guerra contra los franceses fue una causaeminentemente popular, pero los "desastres de la guerra"fueron tremendos. José Bonaparte pudo ampliar el territorioefectivamente controlado por él a medida que la soldadescafrancesa empujaba a los resistentes hacia el sur, perocuando Napoleón retiró de España muchas tropas que

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necesitaba para la campaña en Rusia fue perdiendo terrenoy debió fugarse tras el triunfo de Wellington en Vitoria.

Surgieron de inmediato varias juntas de gobiernoregionales, seguidas de otra, conocida por el nombre deJunta Central (o Junta Suprema de España y de las Indias),trasladada a Sevilla al poco tiempo, con el propósito deejercer el poder mientras durase el cautiverio del reyborbónico. Era ésta una demostración de la voluntadpopular de afianzar la soberanía de sus súbditos sin dejarde afirmar su lealtad a la Corona; en ejecución de esafinalidad, el pueblo prescindía de las autoridadestradicionales y organizaba, encarnado en la Junta, sugobierno propio. (En septiembre de 1808, Juan Martín dePueyrredón, que estaba en España desde la reconquista deBuenos Aires, lamentó la anarquía que presenció, contantos gobiernos como provincias, cada una de ellas con«locas pretensiones a la soberanía», y transmitió esa

impresión a sus corresponsales porteños4.)Además, para luchar contra las tropas francesas no

bastó la resistencia popular y se forjó una alianza con losingleses y portugueses. Desde Cork, en Irlanda, donde seestaba preparando para lanzar la tercera invasión del Ríode la Plata, acudió en auxilio de España un ejércitobritánico. Así dejó de ser Inglaterra la enemiga de Españapara convertirse en su principal apoyo contra Napoleón.

Napoleón, que al principio sólo pensó en sacar el mayorprovecho posible del comercio con Hispanoamérica, una vezintegrada ésta a su imperio, decidió que su hermano JoséBonaparte debía anunciar a los colonos que el Emperadordeseaba liberarlos de su esclavitud, ofrecerles armas ymuniciones con ese objeto, hacerles ver las ventajas que selograrían mediante la abolición del monopolio, el desarrollode la agricultura y de la industria, y el mejoramiento de lacondición de los indios. Esa proclamación fue acompañadade otra destinada al clero en la que reclamaba obediencia a

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Citado por Ricardo Levene en «Intentos de independencia en el Río de laPlata», capítulo XI de la Historia de la Nación Argentina , vol. V, primera sección,op. cit., pág. 451.

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la nueva dinastía y resistencia contra la propaganda y la

acción insidiosa de los ingleses5..

En diciembre, Napoleón fue más lejos, pues reformuló supolítica diciendo que nunca se opondría a que las coloniasse independizasen, a condición de que los insurgentes nohicieran causa común con Inglaterra (recordó, como eraoportuno, cuánto había contribuido Francia a laindependencia de Estados Unidos). Los agentesbonapartistas se dedicaron a pintar un panoramaprometedor acerca de los cambios que se estabanproduciendo en España a raíz del reemplazo de losBorbones por José Bonaparte y de las decisiones deBayona, y a hacer resaltar la idea de que el pueblo españolse entusiasmaba con las transformaciones anunciadas ydaba su adhesión al nuevo rey. La unión de Francia conEspaña - debían destacar - iba a ser de gran utilidad paralas colonias tan pronto como se ampliara el comercio deultramar. (Como ya veremos, el marqués de Sassenay tuvopor cometido hacerse el mensajero de tales parabienesante el virrey Liniers.). En Washington, el embajadorSérurier iba a intentar un acercamiento con el Gobierno deEstados Unidos como medio de acentuar la rivalidad de esepaís con Inglaterra, por ejemplo en Venezuela. A partir de1810, los emisarios franceses activaron su propaganda enfavor de la independencia, sobre todo en las Antillas,México, América Central y Venezuela.

Es evidente que desde Madrid se hizo mucho paraengañar a las colonias acerca de las intenciones del reyJosé. Napoleón, por su parte, ya no estaba en condicionesde cumplir sus promesas. La difusión de instrucciones,comunicados y noticias procedentes tanto de fuentesbonapartistas como de las juntas regionales y la JuntaCentral crearon mucha confusión. Por ejemplo, a fines dejunio de 1809 la Junta Central advirtió a todas lasautoridades coloniales que había que hacer caso omiso delas reformas que dictara el Consejo de Indias porque eseórgano se había convertido en el instrumento de la dinastíausurpadora.

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Robertson: France and Latin American independence, op.cit., págs. 68-69 ysigtes.

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II. Repercusiones en América austral6

Hasta entonces, en Buenos Aires y Montevideo se asistíaa las secuelas de las invasiones inglesas de 1806 y 1807,con temor de que los portugueses, con apoyo inglés,intentaran invadir la Banda Oriental.

En abril de 1808, es decir un mes antes de que Liniershubiese asumido las funciones de virrey interino, el ministrode guerra Rodrigo Souza Coutinho amenazó desde Río deJaneiro que el Brasil haría causa común con Inglaterra si elRío de la Plata no aceptaba el protectorado portugués conla garantía de los derechos y fueros de los cabildosrioplatenses y la promesa de no establecer nuevosimpuestos y de permitir una completa libertad decomercio. De inmediato, Buenos Aires se dispuso aemprender una expedición militar en dirección de RíoGrande, que Liniers se ofreció a comandar. La excitación secalmó a raíz del envío de un embajador brasileño, XavierCurado, a quien no se permitió cruzar de Montevideo aBuenos Aires, pero que aprovechó su estancia allí paraproponer al gobernador Elío una protección portuguesacontra una presunta invasión francesa, pues para entoncesInglaterra ya había cambiado de bando.

En el orden interno, Liniers ya tropezaba con ciertaresistencia del Cabildo, mucho más favorable a Alzaga y alos intereses de la clase pudiente y de los negociosmonopolistas que a las orientaciones políticas y económicaspropiciadas por el nuevo virrey, malquistado con la mayoríade los capitulares a causa del apoyo que le brindaba el“populacho” y el respaldo que le daban los jefes y soldadosde los principales regimientos creados con motivo de lasinvasiones. Con el presupuesto para gastos militares,decían, se estaba procediendo a demasiados

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Salvo indicación contraria, los datos e impresiones recogidos en esta sección ylas siguientes se basan en distintas relaciones: V. F. López: Historia de la RepúblicaArgentina, tomo II, op. cit., capítulos XXXIII y XXXV; Levene: :«Intentos deindependencia en el Virreinato del Río de la Plata (1781-1809)» y «Asonada del 1.o

de enero de 1809». en la Historia de la Nación Argentina, vol. V. primera sección,op. cit.; Busaniche: Historia argentina, op. cit., págs. 294-303; Halperin Donghi:Revolución y guerra, op. cit., págs. 76-150, y Luna: Historia integral de laArgentina, vol. 4, op. cit., págs. 87-114 y 143-160.

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nombramientos de oficiales y suboficiales de baja condiciónsocial, con lo que se adulaba a la plebe y se mejoraban lasposibilidades de consumo populares, cuando parecía másnecesario fortalecer las tropas y la oficialidad de extracciónpeninsular en detrimento de las criollas.

Se estaba agudizando la lucha de facciones, con lacaracterística notable de que no todos los españoles nativosadherían al partido de Álzaga y de que no pocos criolloscriticaban abiertamente a Liniers. Pronto se vio que elconflicto no se limitaba a la querella y animosidad entre dospersonas vanidosas y ambiciosas que luchaban por dominarla escena después de haberse destacado en la primera osegunda invasión inglesa. Distintos matices de opinión,desavenencias y ambiciones comenzaban a manifestarsedentro de otros círculos respecto de aspectos políticos,ideológicos e institucionales y a los intereses económicosdefendidos por cada campo.

Comenzaba un período confuso, marcado por laincertidumbre acerca de las consecuencias de la situaciónen España y una profusión de rumores, comentarios,espionajes, intrigas, denuncias, acusaciones yprovocaciones destinadas a desestabilizar a Liniers y arobustecer la influencia de los españoles europeos, o - porlo contrario - a romper la cohesión de la burguesía yconseguir un grado mayor de autonomía económica ypolítica para todo el Virreinato. Es difícil reconstruir elverdadero encadenamiento de los sucesos porque loshistoriadores del período han sido parcos en la indicaciónde fechas o se apoyan en cronologías distintas; también esdifícil aclarar por qué razones precisas fueron cambiandolas actitudes de muchos participantes en el proceso y nohay más remedio que interpretar tales cambios,genéricamente, como el producto de tanteos sucesivos, dedudas e indecisiones, de disensiones o ambicionespersonales, o sencillamente de reorientacionesoportunistas.

Las noticias de Europa provocaron un progresivodesarrollo de la oposición en que estaban empeñadosÁlzaga y sus partidarios, que pronto encontraron otrosmotivos para agitar en contra de Liniers, no sólo debido asu ostensible voluntad de cortar las alas del Cabildo y

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prescindir de él en el trámite de todo asunto de «altogobierno y materias de Estado», sino también porque, porel hecho de ser francés de origen, se hizo sospechoso dedeslealtad hacia la Corona por sus supuestas actitudesbonapartistas. A pesar de su larga trayectoria al servicio deEspaña, una carta suya dirigida a Napoleón con motivo dela reconquista de Buenos Aires dio fundamento al reprocheinicial, aunque se dijo que envió esa correspondencia con elúnico fin de conseguir armas para luchar contra losingleses. Por otra parte, se creía que había facilitado la fugade Beresford y que no impidió los contactos de éste congente interesada en saber de la ayuda que Inglaterrapudiera dar a un movimiento de emancipación.

Más tarde, cuando hacía poco que se había tenidonoticia de la abdicación de Carlos IV y de sus secuelas, yhubo que decidirse a hacer acto de pleitesía a FernandoVII, provocó sobresalto la llegada a Buenos Aires delmarqués de Sassenay, emisario de Napoleón y de la JuntaSuprema de Madrid dominada por Murat, que traía muchamás información sobre los sucesos españoles y unadocumentación que sembró dudas acerca de la verdaderasituación en España. Con mucha prudencia, Liniers se negóa recibirlo a solas mientras no hubo terminado la entrevistaoficial que le concedió y en la que lo acompañaronrepresentantes de la Audiencia y del Cabildo, pero una vezcumplida esa obligación aparentemente le confió sussimpatías por José Bonaparte.

Liniers no hizo nada para impedir que el Cabildo deBuenos Aires jurase fidelidad a Fernando VII a fines deagosto de 1808, pero la proclama que hizo pública acercade la jura, redactada con la ayuda de los participantes en laentrevista con Sassenay, contribuyó a que se le acusara denuevas ambigüedades: en efecto, en la parte inicial de esedocumento señalaba, sin necesidad, que Napoleón «se haobligado a reconocer la independencia absoluta de lamonarquía española, así como también la de susposesiones ultramarinas, sin reservarse ni desmembrar elmás leve ápice de sus dominios», y varios párrafos máslejos, después de aludir a la actitud rioplatense durante laguerra de Sucesión, exhortaba a la población a aguardarque se conociera «la suerte de la monarquía para obedecer

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a la autoridad legítima que ocupe la soberanía»7. El texto

sugería que vacilaba entre mantenerse firme en su calidadde virrey de Fernando VII o cambiar de soberano.

Los españoles y criollos que participaron directa oindirectamente en la jura deben haber tenido en menteotros razonamientos, que Bartolomé Mitre resumió comosigue:

Españoles y americanos se unieron por un momento...abrigandoel mismo propósito, aunque con tendencias opuestas. Estepensamiento fue resistir a la nueva dominación. Ni unos ni otrosquerían que las colonias siguieran la suerte de la madre patria, casode que España fuese conquistada, y al mismo tiempo nadie dudabaque la monarquía española iba a sucumbir. Una gran parte de losespañoles, previendo esta catástrofe, meditaban en consecuenciahacerse los herederos del monarca cautivo...y continuar gobernandolas colonias como hasta entonces...Los americanos, por suparte,...[procuraban] emanciparse de la tutela de los españoles quemonopolizaban los destinos públicos a título deconquistadores...Sostenìan que la América no dependía de España,sino del monarca a quien habían jurado obediencia, y que enausencia de él caducaban todas sus delegaciones en la metrópoli.Esta teoría del gobierno personal debía conducirlos más tarde adesconocer las autoridades españolas en América, y a reasumir susderechos y prerrogativas en virtud de la soberanía [absoluta] del rey

convertida en soberanía popular8

El conflicto de Liniers con Elío, gobernador deMontevideo, aparentemente mucho más dispuesto que él amarcar su repudio de Napoleón y a acatar y hacer respetarel juramento de fidelidad a Fernando VII, así como lavoluntad de los comerciantes peninsulares, tambiénconspiró en contra del poder virreinal. En efecto, con elapoyo de la población de Montevideo, en la quepredominaba la influencia de los españoles europeos, Elíodesconoció y rechazó la autoridad de Liniers. Este intentódestituirlo y reemplazarlo por Juan Angel Michelena, peroun cabildo abierto convocado en Montevideo dio la razón aElío y, además, decidió reasumir su derecho de soberanía y

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López, op. cit,, apéndice IX: proclama de Liniers sobre la jura de FernandoVII, págs. 501-503.

8

Véase Historia de Belgrano y de la independencia argentina (Buenos Aires,Editorial Juventud Argentina, 1945), pág. 183.

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crear una junta de gobierno para la Banda Oriental, encalidad de delegación de la Junta Central de Sevilla. TantoElío como Álzaga aspiraban a ocupar el cargo de virrey,pero no podían prever que la experiencia juntista iba ainspirar a los criollos porteños cuando se sintieran másfuertes y con motivos suficientes para derrocar al futurovirrey Cisneros.

A esas razones de descontento con Liniers se fueronagregando otras imputaciones: era partidario de habilitar elcomercio con los ingleses y toleraba el contrabando; serodeaba de burócratas malqueridos del tiempo deSobremonte; protegía a Guillermo P. White, que había sidoconspirador pro-británico desde antes de las invasiones,portavoz de los intereses ingleses, amigo de Popham yagente comercial suyo para procurar abastecimientos alejército invasor; no era gobernante probo, y prohijaba, acubierto de las tertulias organizadas por su segundaesposa, hija de Martín de Sarratea (que era enemigo deÁlzaga), o por su amante, la Perichona (María Ana Perichonde Vandeuil, casada con Miguel O’Gorman, tambiénsospechoso de connivencias con ingleses y portugueses),iniciativas y negocios poco recomendables.

En torno a todos estos cabildeos se notaban divisiones yevoluciones tanto entre los españoles como entre loscriollos. Recordando esa época, Belgrano llegó a decir ensus memorias que los sucesos de España y Bayona hicieron«avivar las ideas de libertad e independencia en América»,que los americanos empezaron «por primera vez a hablarcon franqueza de sus derechos» y que «los mismoseuropeos aspiraban a sacudir el yugo de España por no sernapoleonistas». Criticaba a Liniers, en quien veía a un«mandón» interesado «en mantenernos en el abatimiento yla esclavitud», pero lo apoyaba cuando el virrey semostraba partidario del libre comercio, a pesar de que elConsulado del que era secretario mantenía una actitud máshostil a ese proyecto.

Por su parte, Mariano Moreno se acercómomentáneamente a Álzaga, aunque su labor de abogadolo fue llevando a distanciarse del corporativismo de losgrandes comerciantes y a pensar cada vez más en losintereses de los productores, sin representación de

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suficiente peso en el Cabildo o en el Consulado. Entre él yBelgrano, un primer desacuerdo surgió a raíz de lasambiciones de la Infanta Carlota.

1. Comienzos del «carlotismo»

Desde el Brasil, doña Carlota de Borbón, princesa dePortugal y Brasil e hija de Carlos IV - aquélla que él preferíaa Fernando como sucesora suya -, reclamó el derecho deejercer la autoridad suprema que correspondía a su padre yhermanos, privados de libertad, y con ello abrió la puerta auna sucesión de maniobras para conseguir que las colonias

españolas la aceptaran como regente o reina9. Con la ayuda

del almirante Smith y del marqués de Casa Irujo,embajador de España, comenzó a tender sus redes; lanzómanifiestos y, para hacerse adictos, entró encorrespondencia con los comandantes militares y losfuncionarios de la administración porteña, así como algunoscriollos. Enterada de lo que ocurría en el Río de la Plata,declaró que quería poner remedio a las disidencias entreMontevideo y Buenos Aires y terminar con el espíritu departido entre sus habitantes.

Saturnino Rodríguez Peña, que después de contribuir ala fuga del general Beresford se había refugiado en Río deJaneiro, donde vivía gracias a una subvención de losingleses y servía de agente a Miranda, fue el primero enapoyarla.

En Buenos Aires, algunos criollos - Belgrano, Castelli,Vieytes, Pueyrredón, Saavedra -, contrariamente a lo quepensaban Moreno, Paso y Nicolás Rodríguez Peña, nojuzgaron inoportuna la pretensión de Carlota y hastaquisieron valerse de ella para avanzar hacia la consecuciónde la autonomía rioplatense. Carlota, que también flirteóseparadamente con los españoles, acabó denunciando asus corresponsales criollos para conquistarse el favor de

9Para ese entonces ya había surgido una nueva proposición de Miranda,

formulada a Castlereagh en 1808: abogaba por la creación de cuatro estadosindependientes: México y América Central; Venezuela, Colombia y Ecuador; Perú yChile, y el Virreinato del Río de la Plata.

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Liniers y los realistas peninsulares10. Fue Elío quien extrajoel mejor partido de la situación, pues interceptó la denunciade la Infanta y las pruebas que encontró entre los papelesde Diego Paroissien, sindicado por ella como agente deRodríguez Peña, y con base en ellas inició una causa contralos presuntos conspiradores.

2. Tentativa de destitución o derrocamiento deLiniers

Dadas las características de Álzaga y de sus partidariosno puede extrañar que el partido peninsular decidiera pasarde la oposición obstinada pero pacífica a la lucha armadacontra Liniers. Durante casi tres meses hicieronpreparativos infructuosos, pese a que el virrey y losregimientos criollos parecían precavidos y no vacilaban enmontar guardia e intimidar al Cabildo con despliegues yprecauciones militares excepcionales. Tres nuevosacontecimientos los hicieron decidirse: el temor de queSaavedra obtuviera el puesto de alcalde de primer voto; elcasamiento de una hija de Liniers con un hermano de laPerichona, a pesar de que ni siquiera la hija de unmagistrado estaba automáticamente autorizada a casarsecon una persona que viviese en su propia jurisdicción, y unnombramiento de alférez real con que Liniers quisofavorecer a uno de sus adeptos, nada menos queBernardino Rivadavia. En enero de 1809 se produjo, pues,el alzamiento destinado a derrocarlo con el apoyo de loscuerpos armados de vizcaínos, gallegos y catalanes.

Coincidió con la realización de elecciones de cabildantes,ya organizada de antemano para que resultaran electosÁlzaga y sus acólitos; del Cabildo salieron el obispo Lué yotros capitulares para exigir la dimisión de Liniers. Este semanifestó dispuesto a renunciar, pero se opuso a que loreemplazara una junta, pero todo fracasó debido a laoportuna intervención de Saavedra, a la cabeza delregimiento de Patricios, de otros comandantes criollos y dealgunos españoles fieles al virrey. Álzaga y otrosconspiradores fueron deportados a Carmen de Patagones,

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Véanse los capítulos 12 y 13 para más información sobre la tendenciamonarquista en el Río de la Plata.

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de donde Elío les hizo escapar a Montevideo, y fuerondesbandadas las tropas adictas al bando insurgente. Lafacción europea quedó debilitada, pero de todos modoshabía sonado la hora de remover a Liniers y la JuntaCentral, enterada de todo, pronto resolvió reemplazarlo.

3. Por la libertad de comercio11

La situación económica empeoró después de lasinvasiones inglesas.

Entre el 9 de agosto y el 9 de septiembre de 1807habían salido de Montevideo 240 buques mercantes y deguerra ingleses, llevándose las tropas vencidas, perodejando en tierra un enorme volumen de mercaderías cuyaventa no pudieron impedir las autoridades. Como dijoVicente Fidel López, «todo quedó en manos del comercio ydel vecindario de Montevideo», que aprovecharon «paraderramar y vender en provecho propio esas mercaderíaspor todo el virreinato», donde circularon con tanta libertadque hasta los comerciantes altoperuanos bajaban aMontevideo para comprarlas de contrabando. Las telasinglesas se vendían a muy bajo precio con el consiguienteperjuicio para los importadores españoles a menos queellos mismos entrasen en el juego. Durante todo el períodoabarcado por las dos invasiones se realizaron ventas porvalor de un millón de libras esterlinas, de las que sebeneficiaron sobre todo los españoles europeosconcentrados en Montevideo y sus socios de Buenos Aires.En tales circunstancias, no debe extrañar la connivenciaque se forjó entre los grupos peninsulares de ambospuertos, tanto en lo político como en lo económico, frente aun Liniers decidido a que tan abundantes mercaderías

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Véanse Ricardo Levene: «Significación histórica de la obra económica deManuel Belgrano y Mariano Moreno». en Historia de la Nación Argentina, vol. V,primera sección, op. cit., y Ensayo histórico sobre la Revolución de Mayo y MarianoMoreno, dos tomos (Buenos Aires, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, 1920),en el que considera más extensamente el mismo tema; Miron Burgin: Aspectoseconómicos del federalismo argentino (Buenos Aires, Hachette, 1960), págs. 34-41; Halperin Donghi: op. cit., págs. 93-94 y 133-153 , y Ferns, op. cit., págs. 79-80.

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ultramarinas no evadiesen totalmente el pago de derechosaduaneros.

Pese a las restricciones impuestas después, el comercioilícito con Inglaterra se mantuvo a un buen nivel, aunque alprincipio se hizo por vía de Río de Janeiro, recurriendo a lapráctica rutinaria del contrabando a través de la BandaOriental.

Sin embargo, las finanzas públicas disminuyeronsustancialmente a partir de 1807 debido a los grandesgastos a que se había comprometido Buenos Aires paracostear proyectos de defensa y militarización y al declive dela recaudación impositiva y aduanera por cuatro motivosprincipales: la irregularidad del abastecimiento procedentede España, agravada por la guerra europea; lasinsuficiencias del régimen de «contribuciones patrióticas»;la pérdida de las remesas altoperuanas a raíz de losalzamientos en Charcas y La Paz en mayo y julio de 1809, yla facilidad con que muchas importaciones y exportacionesse hacían sin pagar los derechos correspondientes. Todoello ponía en evidencia la fragilidad del sistema comercialvigente y la impunidad con que muchos mercaderescontravenían las mismas leyes prohibitivas o restrictivas delcomercio con el extranjero en que se amparaban paraimpedir la llegada abierta de mercancías de origen inglés.

Para luchar contra el invasor francés, la Junta Central deSevilla necesitaba contar con el apoyo militar británico y elcompromiso incondicional de los dominios españoles enAmérica; esto condujo a la adopción, en enero de 1809, deun acuerdo de mutuas facilidades al comercio, firmado conInglaterra, y, por otra parte, a la decisión de darrepresentación en la Junta a los virreinatos americanos,pues esos dominios, se afirmó entonces, «no son colonias ofactorías... sino una parte esencial e integrante de lamonarquía española».

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4. Iniciativas en favor de la reapertura del comerciocon Inglaterra

Para debilitar a Montevideo y al gobierno de Elío, asícomo para recaudar fondos para pagar los sueldos de lastropas porteñas, el virrey Liniers invocó la necesidad dereabrir el comercio con los ingleses, de no contentarse conel que se permitía con los países neutrales y de relajar lasleyes prohibitivas, fundándose en el acuerdo de mutuasfacilidades al intercambio concertado entre Inglaterra y laJunta Central de Sevilla; sobre esa base, concedió licenciasespeciales.

Entre 1808 y 1809, en un solo año, llegaron a BuenosAires y Montevideo 41 barcos británicos con un cargamentopor valor de 2.786.000 libras; es imposible apreciar cuántopasó por la aduana y en qué proporción las mercaderíasingresaron de contrabando, pero los nuevos arancelesaduaneros fijados por Liniers aparentemente produjeronsuficientes rendimientos.

En Buenos Aires comenzó a crecer la colectividadinglesa: hacia 1810 ya había 127 residentes con bienes decapital evaluados entre 750.000 y un millón de libras.Aunque no les estaba permitido participar directamente enel comercio interno, se valían de testaferros o desacatabanla obligación de recurrir a un consignatario español;tampoco se privaban de la posibilidad de vender al pormenor o de organizar subastas que les permitían negociargrandes volúmenes en pequeños lotes.

La llegada en julio de 1809 del virrey Baltasar Hidalgo deCisneros, nombrado en reemplazo de Liniers, señaló elcomienzo de una nueva evolución. Hasta el últimomomento, los criollos habían resistido su instauración ypropiciado en cambio el establecimiento de juntas degobierno a la manera española; el Cabildo de Buenos Airesles enrostró la intención de «evadirse de la dominaciónespañola y aspirar a la independencia total», aludiendoquizá a los alzamientos ocurridos en Chuquisaca y La Paz elmismo año.

En agosto, dos comerciantes ingleses pidieron a Cisnerosque autorizara las importaciones de su país. Este no podía

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desconocer el respaldo que tenían en la propia Inglaterra yen el Brasil y acogió favorablemente la petición, perodecidió consultar al Cabildo y al Consulado, no sin hacerresaltar que en circunstancias normales, es decir si nofuese tan perentorio recaudar fondos para el erario público,tal gesto le estaría vedado; en cambio, era tal la situacióneconómica que un cambio de política le parecíaaconsejable, puesto que gracias a un comercio lícito con losingleses se podrían incrementar los ingresos fiscales,mientras que, de otra manera, las fuerzas a su disposiciónno serían suficientes para impedir la entrada clandestina dela carga que traían muchos barcos fondeados en el río de laPlata.

El Cabildo, debilitado desde la asonada del mes de eneroanterior y, además, reconstituido en virtud de elecciones enque los criollos habían logrado ocupar tantos sitiales comolos que tenía el grupo peninsular, no se opuso al proyectode Cisneros. En cambio, el Consulado dictaminó en favor dela propuesta del virrey, pero enumeró una serie derestricciones a que debería sujetarse la autorización. Estosólo se logró a consecuencias de una votación en la que semanifestaron siete partidarios de la intención de Cisneroscontra cinco que opinaban lo contrario.

Pese a esto, la posición adoptada en definitiva por elConsulado reflejó las concesiones hechas a la minoría paraapaciguar el descontento de los comerciantes monopolistas:todo extranjero que quisiera tratar o contratar en elvirreinato podría hacerlo durante un plazo máximo de dosaños, a condición de actuar por intermedio de unapoderado español debidamente matriculado, que enningún caso estaría habilitado para vender al por menor, nien cantidades y volúmenes que excedieran las de pacas,cajones y barricas y tampoco podría asociarse con otroespañol ni dedicarse al comercio interior; podrían importartelas y géneros, pero les estaría prohibido introducir ropahecha, muebles y carruajes; tales importaciones seautorizarían a condición de que quedaran compensadas porexportaciones de cueros y otros frutos del país equivalentesa dos tercios y un tercio, respectivamente, con la salvedadde que la salida de oro o plata, asimilados a la categoría defrutos del país, exigiría la obtención de permiso especial y

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el pago de derechos de embarque, extracción al extranjeroe introducción en España.

5. La Representación de los hacendados12

En relación con la consulta hecha por Cisneros y eldictamen del Consulado, fue Moreno quien enrepresentación de los productores - sostuvo que eran20.000 - se elevó tanto contra la argumentación presentadaindependientemente por Miguel Fernández de Agüero,apoderado del Consulado de Cádiz y portavoz de muchoscomerciantes porteños, destinados a impedir el libreintercambio comercial con los ingleses, como contra las«trabas artificiales, incapaces de otro efecto que menguarun plan generoso con notorio riesgo de frustrar una granparte de la felicidad a que se destina», propuestas por elConsulado.

El alegato de Moreno, conocido por el nombre deRepresentación de los hacendados., recién se publicó al añosiguiente. Con gran despliegue retórico, su autor alaba laintención de Cisneros pero también le reprocha la falta derepresentatividad de los entes consultados, sosteniendoque hasta que surgió la iniciativa de sus propiosmandantes, nadie se había planteado la necesidad deconocer el parecer de los principales interesados, es decirlos productores, de preferencia al de los comerciantes,sobre todo los monopolistas, o de los artesanos, cuyaopinión se había intentado asimilar a la de los mercaderes,que ya habían captado la adhesión de herreros y zapateros.

Un núcleo importante de comerciantes, por boca deFernández de Agüero, presagiaba los peores males en casode facilitarse el comercio con Gran Bretaña. Sostenían queno sólo se arruinaría el comercio entre España y el Río de laPlata, sino que también iban a experimentar una ruinainevitable las provincias interiores del Río de la Plata.Cochabamba no podría competir con las manufacturasinglesas, Córdoba, Santiago del Estero, Salta, Puno y el

12Véanse Mariano Moreno: Representación de los hacendados y otros escritos

(Buenos Aires, Emecé editores, Colección Memoria argentina, 1998), y Levene, op.cit.

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Cuzco correrían la misma suerte....Todo esto encendería enlas provincias «el fuego de la división y rivalidad», y «así laColonia concluiría por romper los vínculos con lapenínsula»; además, pronosticaban grandes peligros para lareligión católica.

En opinión de Moreno, la más vejatoria de las opinionesexpresadas por Fernández de Agüero era la idea de que:

concedido a los ingleses el comercio con las Américas, es detemer que al cabo de pocos años veamos rotos los vínculos que nosunen con la Península española». Aunque para producir tamañoatentado se toma el disfraz de atribuir este peligro a la codicia de losextranjeros - dijo Moreno - el verdadero espíritu de esta injuriosainvectiva es suponer arriesgada la fidelidad de los americanos con eltrato extranjero, pero es ésta la última prueba de lo que es capaz uncomerciante agitado por la insaciable sed de la codicia. Por lo quehace a los ingleses nunca estarán más seguras las Américas quecuando comercien con ellas, pues una nación sabia y comerciantedetesta las conquistas, y no gira las empresas militares sino sobre losintereses de su comercio.

Moreno se empeñó en demostrar que muchosargumentos de Fernández de Agüero eran falaces y queeran pésimos los arbitrios sugeridos a modo de alternativaal comercio con Inglaterra. Los opositores a eseintercambio - afirmó - no tenían interés en defender el biencomún; obraban guiados por estrechos y mezquinosintereses, que hasta los habían incitado a argüir que laapertura del comercio sólo atraía a la plebe. Para que elvirreinato saliera de sus grandes apuros financieros, nohabía otro remedio, aunque éste fuese una medidatemporal, que comerciar con los ingleses. Ni Cádiz ni elresto de España estaban en condiciones de abastecer al Ríode la Plata, pues no sólo no disponían los españoles de lamarina mercante necesaria para ello, sino que tampocopodían llenar bodegas con productos nacionalesinexistentes ni asegurar su protección; en cambio, losproductores, comerciantes y marinos ingleses estaban encondiciones de hacerlo, como se había visto desde antes delas invasiones de 1806 y 1807, pero sobre todo a raíz deellas.

Quienes exigían «a grandes voces la observancia de lasleyes prohibitivas del comercio extranjero», dijo con

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considerable vehemencia, eran los mismos que en sustiendas acumulaban «géneros ingleses de clandestinaintroducción» - entre los que se encontraba el propioFernández de Agüero - , como se podría comprobar, decíaMoreno, cuando ellos rechazasen la proposición de losproductores representados por él de comprar a precioalzado toda la mercadería española introducida lícitamente,a cambio de la entrega de todo lo que esos mercadereshubiesen contrabandeado.

Para disponer de ingresos con que auxiliar a España, nohabía que prohibir el comercio con Inglaterra o cualquierotro país, sino darle nueva vida y propender al desarrollode la actividad económica. Esto era mucho más urgente eimportante que cualquiera de los arbitrios propuestos porFernández de Agüero para resolver la crisis financiera. Elcomercio con los ingleses fomentaría la producción y nadiesaldría malparado, ni siquiera los artesanos, y muchomenos la agricultura, la industria y las provincias interiores,pues era totalmente erróneo plantear problemas dedesunión o hablar de un tremendo drenaje del numerario aconsecuencia del intercambio con los ingleses, cuando eraevidente que éste se haría con productos nacionales acambio de mercancías importadas, contrariamente a lo quehabía ocurrido cuando estuvo prohibida la exportación defrutos y lo que más salía era la plata, y que el consumoaumentaría en la medida en que se enriqueciera lacampaña. Y pensando en el bien común, más que en aquelque pretendían los comerciantes monopolistas, incluyó ensu perorata interrogaciones como éstas:

¿Será justo que se envilezcan y pierdan nuestros preciosos frutosporque los desgraciados pueblos de España no pueden consumirlos?¿Será justo que las abundantes producciones del país permanezcanestancadas porque nuestra aniquilada marina no puedeexportarlas?…¿Será justo que presentándose en nuestros puertos esanación amiga y generosa ofreciéndonos baratas mercaderías quenecesitamos, y la España no nos puede proveer, resistamos lapropuesta, reservando su beneficio para cuatro mercaderes atrevidosque lo usurpan con un giro clandestino? ¿Será justo querogándosenos por los frutos estancados que ya no puede el paíssoportar, se decrete su ruina, jurando en ella la del Erario y lasociedad?

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Por todo ello, sostuvo que había que desechar, por serinoperantes o contraproducentes, las medidas alternativassugeridas por Fernández de Agüero: un empréstito con lagarantía de las hipotecas de la Real Hacienda y de losfondos del Cabildo y el Consulado, que seguramente nosuscribirían suficientes prestamistas; nuevos gravámenes,que serían insoportables para la gente; venta detemporalidades y otros bienes de la Corona, cuandoquedaban tan pocos; reducción de los sueldos de losempleados públicos, a pesar de que era notoria suinsuficiencia; inoportunidad de solicitar la ayuda financierade los gobiernos de Chile y el Perú; inutilidad de lapropuesta de organizar una gran lotería, y colmo de loscolmos, impertinencia de la sugestión de que el Virrey seempeñase en asegurar la puntual observancia de las leyesprohibitivas del comercio extranjero y la represión delcontrabando, que podría disminuir pero nunca desaparecermientras no hubiera comercio libre.

En relación con las medidas recomendadas por elConsulado, Moreno propuso, entre otras, las siguientesenmiendas: no debía insistirse en prescribir el recurso aapoderados españoles matriculados y restringir lasfacultades de éstos, sino más bien autorizar a cualquiernatural del Reino a aceptar consignaciones, con libertad deacción para ejecutar las ventas como mejor le pareciera yhasta obrar en las provincias; todo introductor deberíaexportar frutos del país equivalentes a la mitad de losvalores importados y por esos frutos, incluso la plata, nodeberían pagarse otros derechos que los aplicables a losbuques extranjeros que traían esclavos y se llevabanproductos de la tierra. Haciéndose eco de la preocupaciónmanifestada respecto de un posible perjuicio a los tejedoresde Cochabamba y otras provincias, recomendó que loslienzos ordinarios de algodón que pudiesen exportar losingleses en caso de incluirlos entre sus manufacturaspagasen un 20 por ciento además de los derechos decírculo, «para equilibrar de este modo su concurrencia» conla producción autóctona.

La reglamentación aplicable al comercio con Inglaterraentró en vigor el 6 de noviembre de 1809. Una junta

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consultiva convocada por Cisneros la había aprobado enuna forma aceptable para el bando monopolista que, por lotanto, hacía caso omiso de muchas de las observaciones deMoreno. Sin embargo, dijo más tarde su hermano Manuel:

los efectos benéficos de este cambio empezaron a sentirse muypronto... La tesorería de Buenos Aires necesitaba para sus gastosmensuales en el año 1809 la cantidad de 250.000 pesos, esto es,tenía que pagar tres millones de pesos al año; de esta suma no podíareunir en el estado exhausto en que se hallaba sino apenas 100.000pesos al mes...; abierto el comercio, no sólo ha pagado sus deudas,sino que ha quedado a su favor un residuo de 200.000 pesos en cadames, y por consiguiente resulta que sus valores han ascendido a5.400.000 pesos y que el comercio libre ha producido el provecho de4.200.000 pesos al tesoro público...Cerca de un millón y medio [de

cueros] salieron de los almacenes del país en menos de seis meses13

.

6. Hacia la Revolución de mayo de 1810

Sin que Cisneros apreciara debidamente la magnitud delos efectos acumulados desde las invasiones inglesas, el Ríode la Plata se estaba acercando inexorablemente almomento de la ruptura con la dominación española. Sinembargo, la Junta Central de Sevilla debe haber presentidola necesidad de restablecer el orden institucional, cada vezmás debilitado por luchas entre facciones, y pareciódispuesta a reconstituir el virreinato del Perú tal como habíaexistido antes de 1776.

Causó mucho sobresalto la decisión de reprimir confirmeza los alzamientos de Chuquisaca14 y La Paz, mediantela intervención del arequipeño José Manuel Goyeneche -agente de la Junta Central, intrigante, ambicioso yresponsable de mucha confusión por actitudes unas vecesteñidas de extremo rigor realista y otras de veleidades detipo bonapartista, “carlotista” o “juntista” - y de recurrir encaso necesario a regimientos criollos de Buenos Aires. Creótanto resentimiento como la resolución del virrey porteñode sobreseer a los insurgentes del mes de enero,

13

Manuel Moreno: Vida y memorias del doctor don Mariano Moreno (Londres,1812), citado por Vicente Fidel López, op. cit., págs. 376-377.

14 Para una relación detallada de los prolegómenos de la acción revolucionariaen Chuqisaca, su evolución y su represión, véase Gabriel René Moreno: Últimos díascoloniales en el Alto Perú, op. cit.

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declarando que tanto los comandantes militares que habíansostenido la autoridad de Liniers como los españoleseuropeos que intentaron destituir a éste habían procedidoconforme a motivos e imperativos que cada grupoconsideraba justificados y que tenían el mérito propio de lascircunstancias en que se suscitaron, en razón de lo cualhabía resuelto poner término al destierro de los capitularescomprometidos en la asonada y restituir sus banderas yarmas a los cuerpos armados que los habían apoyado, acondición de que esas tropas se integrasen en otrosbatallones regulares.

No menos indignación provocó el nombramiento de Elíoen calidad de inspector general de armas, que estuvo apunto de provocar una revuelta de los militares criollos,parecida a aquella con que habían amenazado cuandoCisneros estaba por llegar de España y muchos de elloscreyeron llegada la hora de constituir una junta de gobiernoque actuara en nombre de la infanta Carlota.

Pronto se produjo una coyuntura que hizo cuajar a unmovimiento popular que hasta comienzos de mayo de 1810no había manifestado intenciones revolucionarias: ante elavance de las tropas francesas y la extensión de su dominiohasta Andalucía, la Junta Central de Sevilla decretó supropia disolución y decidió la constitución de un Consejo deRegencia.

En Buenos Aires la reacción fue rápida. Como dijoSaavedra, ya no convenía postergar lo inevitable, pueshabían «madurado las brevas». El gobierno soberano, o seael de la Junta, había caducado, y las provincias americanasya podían desconocer la autoridad de un Consejo deRegencia en cuya elección no habían intervenido.

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