Historia Del Arte Guatemalteco

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HISTORIA DEL ARTE GUATEMALTECO SIGLO XVI, XVII y XVIII Durante la época colonial se puede decir que hubo inicios de un arte sacro, con el objetivo evangelizador, el cual se desarrolló no solo en la pintura, destacó el reino de Guatemala por la escultura, la escultura colonial, el cual la ciudad de Santiago de los Caballeros. Entre los notables pintores de la época colonial podemos mencionar: Pedro de Liendo: maestro pintor, una de las importantes figuras artísticas de Guatemala de la primera mitad del siglo XVII. Entre los escultores notables se puede mencionar a: Quirio Cataño: no se sabe con certeza si nación en Guatemala, escultor, también llamado pintor, grabador, platero. Juan de Aguirre: de origen español adoptó el hábito franciscano, destacado por realizar imágenes de vírgenes. Durante el siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII, la pintura tenía un fuerte impacto religioso, de diversas órdenes haciendo sentir al influencia española. en el siglo XVIII empiezan a destacar los artistas guatemaltecos. Durante la época colonial hubo mucha obra de autores desconocidos; tanto en escultura, pintura. Después de los terremotos de la Ciudad de Santiago de los Caballeros, surge con el traslado la nueva edificación de la ciudad, y el arte cambia con implementarse la casa de la moneda, vienen de España grabadores contratados por la corona, y con el tiempo van surgiendo nuevas obras y nuevos aprendices que van desarrollando y perfeccionando la técnica. entre los grabadores guatemaltecos que destacan, el maestro Francisco Cabrera, a los 13 años inicio su carrera como dibujante en la casa de la moneda bajo la dirección de Pedro Garci Aguirre, además se puede mencionar a José Casildo España, Juan Bautista Frener, Mateo Ayala, entre otros. Existe poca historia escrita sobre el arte guatemalteco de esa época, sin embargo, se tiene conocimiento de las diferentes artes de Guatemala, entre las que podemos mensionar: Pintura La pintura logró también considerable desarrollo y fueron varios

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HISTORIA DEL ARTE GUATEMALTECO SIGLO XVI, XVII y XVIII 

Durante la época colonial se puede decir que hubo inicios de un arte sacro, con el objetivo evangelizador, el cual se desarrolló no solo en la pintura, destacó el reino de Guatemala por la escultura, la escultura colonial, el cual la ciudad de Santiago de los Caballeros. Entre los notables pintores de la época colonial podemos mencionar: Pedro de Liendo: maestro pintor, una de las importantes figuras artísticas de Guatemala de la primera mitad del siglo XVII. Entre los escultores notables se puede mencionar a: Quirio Cataño: no se sabe con certeza si nación en Guatemala, escultor, también llamado pintor, grabador, platero. Juan de Aguirre: de origen español adoptó el hábito franciscano, destacado por realizar imágenes de vírgenes. Durante el siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII, la pintura tenía un fuerte impacto religioso, de diversas órdenes haciendo sentir al influencia española. en el siglo XVIII empiezan a destacar los artistas guatemaltecos. Durante la época colonial hubo mucha obra de autores desconocidos; tanto en escultura, pintura. Después de los terremotos de la Ciudad de Santiago de los Caballeros, surge con el traslado la nueva edificación de la ciudad, y el arte cambia con implementarse la casa de la moneda, vienen de España grabadores contratados por la corona, y con el tiempo van surgiendo nuevas obras y nuevos aprendices que van desarrollando y perfeccionando la técnica. entre los grabadores guatemaltecos que destacan, el maestro Francisco Cabrera, a los 13 años inicio su carrera como dibujante en la casa de la moneda bajo la dirección de Pedro Garci Aguirre, además se puede mencionar a José Casildo España, Juan Bautista Frener, Mateo Ayala, entre otros. Existe poca historia escrita sobre el arte guatemalteco de esa época, sin embargo, se tiene conocimiento de las diferentes artes de Guatemala, entre las que podemos mensionar: 

Pintura 

La pintura logró también considerable desarrollo y fueron varios los pintores, generalmente autodidactas, que sobresalieron. 

Al igual que las otras artes de la época, la pintura acusaba un fuerte impacto religioso en su temática. Las primeras pinturas del siglo XVI se ejecutaron para decorar iglesias y conventos con considerable influencia de los pintores mexicanos. 

Los pintores guatemaltecos comenzaron a distinguirse con un sello personal en el siglo XVII. Entre ellos destacó Pedro de Liendo quien ejecutó las pinturas para varios retablos famosos. 

En el mismo siglo destacaron los tres pintores Montúfar de una misma genealogía. El fundador, Francisco de Montúfar ejecutó varias obras, entre ellas posiblemente el discutido retrato de Sor Juana de Maldonado y Paz. 

Su hijo Antonio de Montúfar fue famoso por la ejecución de un ciclo pictórico de La

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Pasión para la Iglesia de El Calvario en Santiago de Guatemala (hoy La Antigua), y a su hijo Francisco Antonio de Montúfar se le atribuye el retrato del Santo Hermano Pedro de Betancur que se conserva en el Museo de la Iglesia de San Francisco El Grande en La Antigua. Esta pintura, que ilustra el presente artículo, se considera el verdadero retrato del Santo, con gran apego a la apariencia física que tuvo en vida. 

La figura descollante en el siglo XVIII fue sin duda Tomás de Merlo, considerado la personalidad más destacada de la pintura barroca de Guatemala. Su paleta se caracteriza por ricos tonos primarios como el rojo, blanco y azul, con una abundante gama de ocres. 

José Martí describió su obra así: “Original para inventar, osado para componer, hábil para colocar, alejar y acercar, dar perspectivas; oscuro en el color, seguro en el dibujo…” 

Tomás de Merlo ejecutó una serie pictórica de once cuadros de gran formato de La Pasión, para decorar El Calvario antigüeño, en sustitución de los de la misma temática pintados por Antonio de Montúfar que fueron destruidos por los terremotos de 1717. 

Estas pinturas de Merlo se conservan en el Museo de Arte Colonial de La Antigua y seis de ellas aún en El Calvario. El autor ha dirigido durante más de once años los proyectos para su restauración con fondos de ADESCA. 

Otros pintores guatemaltecos famosos del siglo XVIII fueron Pedro de Alvarado Mazariegos, Alfonso Álvarez de Urrutia, Manuel España, José de Valladares y finalmente Juan José Rosales, considerado el último pintor barroco de Guatemala. 

Tomás de Merlo Tomás de Merlo (Guatemala, 1694 - 1739) es un pintor guatemalteco que produce su obra en los albores del barroco antigüeño. Algunos de sus cuadros se exponen actualmente en el Museo Nacional de Arte Colonial, en la Antigua Guatemala, auque hay cuadros de su autoría en algunas iglesias, tal es el caso de la pintura de la "Virgen del Pilar con las monjas fundadoras" que se localiza en la Iglesia de San Miguel de Capuchinas, en la Nueva Guatemala de la Asunción, en el cual se hace referencia a las seis monjas que fundaron el convento de las madres capuchinas, en la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala. Las obras de Merlo en el Museo de Arte Colonial corresponden a la serie de la Pasión de Cristo (integrada originalmente por 11 pinturas), con cuadros de gran formato que fueron creados para ornar los muros de la Iglesia del Calvario, en sustitución de las pintura de Antonio Montufar, que se destruyeron en los "Terremotos de San Miguel" en 1717. Otra de sus obras es la "Apoteosis de San Ignacio de Loyola", en la que se le muestra ante un rompimiento de gloria, en una composición de dos registros, en la que, en el inferior se le muestra instruyendo a personajes alegóricos masculinos que representan a América, Ásia, África y Europa. También se puede apreciar en dicho museo una pintura de "San Salvador de Horta" en la que a diferencia de la mayoría de sus obras, no prevalecen los colores intensos que caracterizan a su paleta, de ricos tonos primarios como el rojo, blanco y azul, con una abundante gama de ocres. Fue hijo del también pintor Thomás de la Vega Merlo y hermano de Pedro Francisco,

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quien practicó la misma profesión. El Museo de arte colonial se localiza en la 5a. Calle Oriente No. 5, Antigua Guatemala. 

Arquitectura 

DIEGO DE PORRES 1677-1741 Diego de Porres fue el arquitecto más importante del reino de Guatemala en la primera mitad del siglo XVIII. En 1713 fue nombrado Fontanero Mayor de la ciudad, por lo que tuvo a su cargo tanto la actividad constructora de la ciudad como la ingeniería hidráulica. Fue el primero en usar la pilastra abalaustrada serliana, expresión predominante barroca de la arquitectura del período manierista y del renacimiento. Sus trabajos arquitectónicos más importantes son: las iglesias de Los Remedios, San Agustín, Catedral, San Gaspar, Concepción (en ciudad Vieja), la iglesia y claustro del Oratorio de San Felipe Neri, iglesia y convento de Santa Clara, iglesia y convento de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza Chimaltenango, Casa de la Moneda, Palacio Arzobispal, el anterior Palacio de Gobierno, etc. Además construyó el puente del camino a San Lorenzo El Tejar, participó en la restauración y ampliación del puente Los Esclavos. Asimismo construyó la fuente de sirenas ubicada en Antigua 

Cartografia FRANCISCO VELA 1859-1909 Distinguido Cartógrafo, nació el 23 de julio de 1859 en Xelajú, Quetzaltenango. Realizó sus estudios en la Escuela Politécnica donde se graduó de Ingeniero Topógrafo el 23 de enero de 1882. Se destacó por el dominio de las Matemáticas, sus estudios del sistema métrico decimal y sus trabajos de la geografía nacional. Fue Director de la Escuela Politécnica (1891), Decano de la Facultad de Ingeniería (1898 a 1902) y durante el gobierno del presidente Manuel Lisandro Barillas fue electo diputado. Publicó "Datos de la República de Guatemala" (1908), escribió varios libros de Aritmética, ejecutó el estudio de los límites entre Guatemala y Honduras el cual no pudo concluir (1909). Sin duda su más extraordinaria obra ha sido la realización del mapa en relieve, el cual se puede apreciar en el Hipódromo del Norte en la ciudad de Guatemala. Este mapa fue inagurado el 26 de febrero de 1909 y ha sido considerado como uno de los más valiosos bienes del patrimonio cultural guatemalteco. Falleció el 28 de febrero de 1909 en Esquipulas, Departamento de Chiquimula 

Literatura 

Se denomina literatura de Guatemala a la escrita por autores guatemaltecos, ya sea en cualquiera de los 23 idiomas que conforman el canon lingüístico del país, o en español. Aunque con toda probabilidad existió una literatura guatemalteca anterior a la llegada de los conquistadores españoles, todos los textos que se conservan son posteriores, y están además transliterados a caracteres latinos. El Popol Vuh 

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La obra más significativa de la literatura guatemalteca en idioma quiché, y una de las más importantes de la literatura hispanoamericana precolombina. Se trata de un compendio de historias y leyendas mayas, destinado a conservar la memoria de las tradiciones de la raza. La primera versión conocida de este texto data del siglo XVI, y está escrita en idioma quiché transcrito en caracteres latinos. Fue traducida al español por el dominico Fray Francisco Ximénez a comienzos del siglo XVIII. Las leyendas incluidas en el Popol Vuh pueden dividirse en cuatro partes: Creación del mundo y de los primeros seres humanos Historias de Hunahpú e Ixbalanqué Creación de los "hombres de maíz" Listado de generaciones posteriores La importancia del Popol Vuh radica en su carácter de compendio histórico-religioso, aunque con preponderancia del segundo elemento sobre el primero. Por esta conjunción de lo mítico y lo religioso, ha sido denominado la Biblia maya, y es un documento fundamental para conocer la cultura de la América precolombina. 

El Rabinal Achí El Rabinal Achí, en el original Xajooj Tun o "Baile del Tun", es una obra dramática, consistente en bailes y textos, que se conserva y se representa tal y como se debió representar originalmente. Se supone que data del siglo XV, y en él se narran los orígenes míticos y dinásticos del pueblo Kek'chi', y sus relaciones con los pueblos vecinos. La historia cuenta cómo el príncipe de los Kek'chi' lucha contra las tribus vecinas y, aunque inicialmente las derrota, posteriormente es capturado y llevado ante el rey Job’Toj, quien le concede volver a su pueblo para despedirse y bailar con la princesa por última vez. El Rabinal Achí se representa durante la fiesta de Rabinal, el 25 de enero, día de San Pablo. Fue declarado Obra Maestra de la tradición Oral e Intangible de la Humanidad por la Unesco en 2005. La literatura guatemalteca tras la colonización española Época colonial: siglos XVI-XIX Los primeros escritores naturales de Guatemala que emplearon el idioma español en sus creaciones datan del siglo XVII. Entre ellos cabe mencionar a Sor Juana de Maldonado, a quien se considera la primera poetisa y dramaturga colonial de Centroamérica, o el historiador Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán. El jesuita Rafael Landívar (1731-1793) es considerado como el primer gran poeta de Guatemala. Obligado a exiliarse por la orden del expulsión dictada por Carlos III, viajó a México primero, y a Italia después, donde falleció. Escribió originalmente en latín su Rusticatio Mexicana, de gran éxito, así como sus poesías de elogio al obispo Figueredo y Victoria. En el campo de la poesía es de suma importancia el cultivo de formas poéticas tradicionales escritas para ser cantadas. Entre estas destaca especialmente el villancico destinado a los oficios de vísperas de las principales fiestas del año litúrgico. Esta era la única ocasión litúrgica en la que era permitido cantar en idiomas vernáculos, mientras todas las demás celebraciones eran exclusivamente en latín. En Guatemala como en todo el imperio español se compusieron sainetes, jácaras, tonadas, cantatas y villancicos sobre letras en castellano. Entre los autores de estos poemas, que fueron puestas en música por ellos mismos, sobresalen Manuel José de Quirós (ca. 1765-1790), Pedro Nolasco Estrada Aristondo, Pedro Antonio Rojas y

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Rafael Antonio Castellanos (ca. 1725-1791). Este último es uno de los más importantes en el mundo hispano y en la música de Guatemala. Durante el siglo XVIII la literatura guatemalteca recibió la influencia del Neoclasicismo francés, como demuestran las obras didácticas y filosóficas de autores como Rafael García Goyena o Fray Matías de Córdoba. 

Fray Matías de Córdoba | | | | | 

(1768-1828). Escritor. Ingresó muy joven en el Convento de Santo Domingo de Guatemala. En 1800 se graduó de licenciado en Sagrada Teología y en 1803 marchó por cinco años a España. De vuelta a su país, fundó la primera imprenta, para la cual redactó el periódico El Pararrayo, bajo el seudónimo El Especiero. 

Por defender los derechos de Centroamérica sobre el estado chiapaneco se alzó en armas contra las tropas del imperio mexicano al mando de general Filísola. Fue reconocido entre los prosistas de fines del siglo XVIII y a principio del XIX; sin embargo, fue la “Fabula del león” la que le dio fama. El apologista García Goyena la recogió bajo el título “La tentativa del león”. Ramón Uriarte la incluyó en su colección. 

Musica Si bien la música tradicional guatemalteca tiene orígenes en la antigua cultura maya, cuyos elementos se fusionarón a partir del siglo XVI con componentes de las culturas españolas y afro-caribeñas. Esto está representado en la marimba, considerada instrumento nacional, que contiene elementos conceptuales y constructivos provenientes de cada una de estas tres culturas que forman la base de la cultura guatemalteca. La marimba La marimba es un idiófono de la familia de los xilófonos que ha tenido un desarrollo notable a partir del modelo cultural original. Se distingue la marimba de arco, un instrumento portátil con un teclado diatónico provisto de resonadores de jícara; la marimba sencilla, que ya es estacionaria, estando apoyada sobre patas de madera, y ocasionalmente provista de cajas de resonancia construidas de madera; y la marimba doble o cromática, inventada en 1894, que posee en adición al teclado original diatónico (que representa las teclas blancas del piano) un teclado adicional con las notas equivalentes a las teclas negras del piano, con lo cual se logra reproducir la escala cromática de doce sonidos. Este invento abrió las puertas a que la marimba pudiera asimilar la música pianística en boga para esa época, y tuvo como consecuencia la popularización inmensa del instrumento durante el siglo XX en Guatemala. Época del Renacimiento Guatemala fue una de las primeras regiones del Nuevo Mundo en ser introducidas a la música europea, a partir de 1524. Los misioneros y clérigos trajeron consigo un amplio repertorio de cantos litúrgicos para las diferentes celebraciones del año católico. Tanto en la primera catedral, consagrada en 1534 y reconstruida después del traslado al Valle de Panchoy, como en las misiones de la Verapaz se cultivó el canto gregoriano y el polifónico. La polifonía estaba a cargo del maestro de capilla, de quien también se

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esperaba que contribuyera los trozos corales que fueran necesarios. Entre los maestros de capilla, se destacaron durante el siglo XVI tres compositores ibéricos que trabajaron en la catedral de Santiago de Guatemala: Hernando Franco, Pedro Bermúdez y Gaspar Fernández. Todos ellos dejaron composiciones de altísima calidad, contenidas en diversos manuscritos eclesiásticos y destinadas principalmente a las liturgias de vísperas y de la misa. Época barroca Durante el siglo XVII cambió el gusto, dándose preferencia al género del villancico de maitines. Estas composiciones, de estilo barroco, estaban escritas mayormente en castellano, pero también en dialectos seudo africanos, gallegos, italianos o franceses, y ocasionalmente en acentos indígenas guatemaltecos. Los más grandes compositores en este género fueron Manuel José de Quirós y Rafael Antonio Castellanos. A éste último correspondió encarar el traslado a la Nueva Guatemala de la Asunción, a la cual llegó en noviembre de 1779. Entre sus coetáneos y alumnos varios se destacaron como compositores, como Manuel Silvestre Pellegeros, Pedro Antonio Rojas y Pedro Nolasco Estrada Aristondo. Época clásica José Eulalio Samayoa es el compositor emblemático de esta orientación estilística. Fue uno de los primeros compositores de las Américas, si no el primero, en abordar la composición del género de la Sinfonía. De sus obras en este género nos han quedado tres: la Séptima Sinfonía, así como la Sinfonía Cívica y la Sinfonía Histórica. También escribió mucha música sacra en latín, así como villancicos en castellano. José Escolástico Andrino también cultivó el género de la sinfonía y el villancico. Otros compositores de esa época son Juan de Jesús Fernández y Remigio Calderón. Romanticismo La música sacra y el género de la sinfonía después de Samayoa está representado por Indalecio Castro. Otras tendencias musicales románticas están representadas por la música pianística, la ópera, las bandas militares y el invento de la marimba cromática. La música pianística obtuvo un gran impulso con el regreso de Europa de un grupo de virtuosos, quienes también habían aprendido la composición musical: Herculano Alvarado, Luis Felipe Arias, Julián González y Miguel Espinoza. La labor de ellos sería continuada entrado el siglo XX por pianistas compositores como Alfredo Wyld, Rafael Vásquez y Salvador Ley. El género de la ópera fue introducido en Guatemala por Anselmo Sáenz y Benedicto Sáenz hijo, quienes de esa manera abrieron las puertas a que se recibiera la frecuente visita de compañías de ópera italianas, y a que se construyeran teatros para el efecto, como el Teatro Colón, el Teatro Municipal de Quetzaltenango y el de Totonicapán. Las bandas se desarrollaron principalmente gracias a la acción del director prusiano Emilio Dressner, quien introdujo nuevas técnicas instrumentales y una disciplina adecuada para el estudio y la interpretación instrumental. Entre los compositores que fueron discípulos de Dressner se destacaron Germán Alcántara, Rafael Álvarez Ovalle y Fabián Rodríguez. La marimba cromática Un paso fundamental fue el invento en 1894 de la marimba de doble teclado o cromática, realizado en Quetzaltenango por el compositor capitalino Julián Paniagua Martínez y el constructor de marimbas quetzalteco Sebastián Hurtado. A partir de entonces fue posible para las marimbas interpretar las piezas de música de salón en boga, aprendiéndose valses, mazurcas, polkas, pasodobles y otras, de las cuales también empezaron a componer los autores locales. Ente estos sobresalieron los

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hermanos Bethancourt, representados por Domingo Bethancourt, los hermanos Hurtado, en especial Rocael Hurtado, y los hermanos Eustorgio, Higinio y Benedicto Ovalle, Wotzbelí Aguilar y Mariano Valverde, entre los integrantes de numerosas marimbas que se formaron durante las primeras décadas del siglo XX. Valoración de lo autóctono La postura de interesarse por la música autóctona y también por las temáticas literarias del pasado maya se cristalizó en la actividad y obra de Jesús Castillo. Sus oberturas indígenas y más tarde su ópera Quiché Vinak fueron fundamentales para establecer una postura de apreciación y valoración de las herencias culturales guatemaltecas. Su hermano Ricardo Castillo, compositor, quien tuvo la oportunidad de estudiar en París, continuó con esta orientación, introduciendo a su música elementos estilísticos del impresionismo y del neoclacisismo musicales. José Castañeda fue otro compositor de esa generación en interesarse por el pasado maya, si bien en sus composiciones instrumentales mantuvo una postura más bien experimental, en tono con las tendencias más avanzadas de su tiempo. Una influencia importante emanó del compositor austriaco Franz Ippisch, quien hizo los primeros pasos hacia la valoración de la herencia musical histórica y proporcionó recursos a varios jóvenes músicos de Guatemala. Entre los alumnos de estos maestros varios se interesaron por seguir la misma corriente, componiendo obras basadas en historias del Popol Vuh o en la temática del Rabinal Achí. Esta postura valorativa se manifestó en diversos entornos estilísticos, extendiéndose al ámbito de la marimba y de la composición electroacústica a finales del siglo XX 

Musica y archivo musical   

  Uno de los tesoros más importantes, pero poco conocido y apreciado, es el archivo de partituras musicales; las más antiguas se remontan a la primera mitad del siglo XVI. Es un acervo inapreciable por su valor artístico y su importancia documental e histórica para nuestro país. Este repertorio musical catedralicio se conserva en el Archivo Histórico Arquidiocesano “Francisco de Paula García Peláez”; aparte de ser uno de los más antiguos, es uno de los más abundantes y de mejor calidad de todo el continente. Desde el tiempo del obispo Marroquín, se tiene noticias de libros con partituras musicales, y desde 1570 se tiene la certeza de haber tenido siempre un maestro de capilla que, además, componía música para la Catedral. Grandes personajes ocuparon ese encargo. Entre los más importantes están el granadino Pedro Bermúdez y el portugués Gaspar Fernández (ca. 1566-1629). De ambos subsisten numerosas obras compuestas en el país. Parte de la actividad del maestro de capilla era también la de procurar obras de autores del renacimiento europeo. Gracias a ello, se cuenta también con obras de Francisco Guerrero, Cristóbal de Morales, Rodrigo de Ceballos (todos del siglo XVI), así como de los conocidísimos Giovanni Pierluigi da Palestrina, Tomás Luis de Victoria y Roland de Lassus.   

  El archivo cuenta también con abundantes obras de compositores del siglo XVIII, la mayoría guatemaltecos. Un maravilloso ejemplo lo tenemos en Manuel José de Quirós

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(1738-1765), quien ocupó el cargo de maestro de capilla por 27 años.  Su sobrino, Rafael Antonio Castellanos (m.1791), quien lo siguió como maestro de capilla, es el autor más prolífico y representativo de la época. En la época republicana, se encuentran también varios maestros de capilla muy renombrados: los Sáenz (Vicente, su hijo Benedicto, el mayor; su nieto Benedicto, el Joven y su bisnieto Francisco) quienes, junto a compositores como Eulalio Samayoa (1781-1866), dieron gran realce a la música litúrgica. Después, la reforma liberal y el despojo de los bienes de la Iglesia provocaron un abandono casi total de la música en la Catedral. El fondo que custodia los documentos del repertorio musical de la Catedral posee partituras, libros de canto llano (canto gregoriano para el propio de la misa y antífonas), obras en hojas sueltas y escritas en castellano, villancicos, antiguos misales, breviarios, graduales y antifonarios impresos, todo lo cual constituye una extraordinaria colección, una de las más valiosas del mundo.   

  

  

  

Quirós nació en Santiago de Guatemala, hoy la Antigua Guatemala, hacia finales del siglo XVII. Recibió una esmerada educación religiosa y musical, siendo su instrumento principal la vihuela. Fue nombrado maestro de capilla de la Catedral de Santiago de Guatemala en 1738, ejerciendo ese puesto hasta su fallecimiento en 1765. Se convirtió en el primer compositor del Nuevo Mundo en obtener una reseña pública, cuando su actuación frente a la agrupación en ocasión de las ceremonias de la elevación de la Catedral a Metropolitana fue alabada públicamente por Antonio de Paz y Salgado en 1747, en su libro Las luces del Cielo de la Iglesia Difundidas en el Emispherio de Guathemala. Quirós adquirió numerosas composiciones europeas y virreinales para ser interpretadas en Guatemala. A él se debe la preservación de los libros de canto polifónico de la Catedral, elaborados por Gaspar Fernández a finales del siglo XVI y principios del siglo XVI. Uno de los grandes logros de Quirós fue la educación y formación de su sobrino Rafael Antonio Castellanos, a quien enseñó composición. Como compositor, Quirós produjo una serie de villancicos, cantatas, tonadas y obras sacras con características del barroco español, para las fiestas mayores del año católico. 

Rafael Castellanos Rafael Antonio Castellanos nació en la Ciudad de Santiago de Guatemala, hoy la Antigua Guatemala, hijo de Antonio Castellanos y Marcela de Quirós. Su educación musical estuvo a cargo de su tío Manuel José de Quirós, quien era el maestro de capilla de la catedral. El joven se inició como aprendiz, estudiando el violín, el arpa y la composición musical, además de todo lo necesario para poder ejercer la música litúrgica católica. Su Lamentación Segunda de Jeremías, de 1740, fue escrita cuando todavía era "menor discípulo" de Quirós, y revela una técnica y expresividad poco común para un joven aprendiz. En 1745 pasó a la categoría de oficial y entró a la agrupación catedralica, llamada la capilla, como primer violín. En este período empezó

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a sobresalir como compositor, contribuyendo varias obras que fueron representadas durante los maitines, como "El Bonetero", estrenado para los maitines de Navidad de 1758 junto a "El Baratillo" de Quirós. En 1765 falleció Quirós, y Castellanos fue nombrado maestro de capilla por el cabildo eclesiástico. Entre sus obligaciones la principal era dirigir la música para vísperas, maitines y misas durante todo el año; además debía enseñar a los niños de coro y componer la música que fuera requerida para las diferentes ocasiones litúrgicas. Después del Terremoto de Santa Marta del 29 de julio de 1773 Castellanos y sus músicos permanecieron en la ciudad arruinada, junto al Arzobispo Pedro Cortés y Larraz, el clero y las órdenes religiosas. Finalmente tuvieron que encarar el traslado a la Nueva Guatemala de la Asunción en noviembre de 1779. Aquí se desempeñaron en locaciones provisionales, ya que la ciudad y sus principales edificios estaban aún en construcción. A pesar de las dificultades, Castellanos logró mantener el alto nivel musical que había mantenido en la antigua ciudad, ahora llamada la Antigua Guatemala o simplemente la Antigua. Cuando su salud se fue deteriorando por los rigores del clima y las dificultades de la vida, empezó a pasar temporadas en clima más cálido, a orillas del Lago de Amatitlán. Falleció a finales de julio de 1791, y fue sepultado a principios de agosto en la Iglesia de la Recolección. 

Escultura Francisco Cabrera | | | | | | 

Nació en la ciudad de Guatemala el 18 de septiembre. Para 1796, cuando tenía 16 años, su maestro Pedro Garci-Aguirre lo propuso como maestro corrector de la Casa de la Moneda y la Sociedad Económica de Amigos del País. 

Destacado miniaturista y retratista de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, se le ha considerado como el miniaturista más genial de Latinoamérica. 

Cabrera representa el auge del retrato en miniatura en Guatemala y fue en esta especialidad que ganó fama. Las miniaturas- retratos hechos sobre marfil- llegaron a varios centenares. 

Otra obra importante de Cabrera fue su participación en el Atlas Guatemalteco, con mapas y planos hechos por él y Casildo España. También realizó algunas figuras de santos. 

Muchas personalidades fueron partícipes de las obras de este excelente artista, ejemplo ello podemos citar el cuadro del rey Carlos IV, extraordinaria obra que le hizo merecedor de una medalla de oro. 

Asimismo fue premiado por una miniatura grabada y pintada en una pequeña plancha de marfil, con la efigie dela reina Maria Luisa. 

Entre sus obras más importantes podemos mencionar: el escudo del Colegio de Abogados, su participación en el Atlas guatemalteco junto con Casildo España, la obra

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impresa "Guatemala por Fernando VII" en la que también participó Casildo España y Manuel Portillo. 

Rafael Rodríguez Padilla | | | | | 

Rafael Rodríguez Padilla. Escultor y pintor. Nació en la capital de Guatemala el 23 de enero de 1890 y se suicido por motivos políticos el 24 de enero de 1929, a los 39 años de edad. 

Estudió en Guatemala con el escultor venezolano Santiago González, luego viajó a España a estudiar con el escenógrafo, pintor y escultor Luis Muriel y López. Participó en varias exposiciones colectivas. 

Pintura  En España conoció la obra del impresionista Joaquín Sorolla, la cual influiría en la mayoría de su producción pictórica. 

Posterior como gran colorista supo imprimir a sus obras matices y atmósferas de extraordinaria luminosidad, especialmente en los retratos de diferentes personalidades de la época. 

De sus obras más características se encuentran “Desnudo en escorzo”, “Desnudo del reflejo”, “Retrato de Jaime Sabartés”, “Retrato de Dr. Manuel Morales”, “Retrato de Juana Padilla” (premio Centroamericano de pintura), “Retrato de Eduardo de La Riva”, “Retrato de Adalberto Saravia”. 

Participó en varias exposiciones colectivas. Obtuvo el Premio Nacional en 1920 y el primer premio en pintura en la Exposición Centroamericana del 15 de septiembre, en 1921. 

Escultura Entre sus obras más conocidas se encuentran los monumentos dedicados a José Milla y Vidaurre (Parque Gómez Carrillo), Medallón de Beethoven (Conservatorio Nacional) José Maria Orellana (Tipografía Nacional), Francisco Vela, El Cristo (Iglesia de Malacatán), Luis Pasteur (Facultad de Medicina) y Lorenzo Montufar (primera escultura fundida en bronce en Guatemala, ubicada en la Avenida de la Reforma), que hizo junto con el español Cristóbal Azori. 

Hizo además un mausoleo para la familia Castillo, en el Cementerio General. Impartió clases de dibujo y fue fundador y primer director de la Academia Nacional de Bellas Artes 1922, conocida ahora como Escuela Nacional de Artes Plásticas, que lleva su nombre. 

Joyas de arte recorren las calles El mayor esplendor de la escultura guatemalteca es la de los siglos XVII y XVIII. Esas piezas de dramatismo y belleza se acercan cada año a la población devota que las

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considera un vínculo entre lo terrenal y lo divino. Éstas van rodeadas con detalles especiales en su anda. 

Sepultado de La Recolección A la escultura guatemalteca le llaman el “arte consentido de la Semana Santa”, ya que entorno a ella se mueven todas las manifestaciones de esta fiesta religiosa de tradición centenaria que la convierte en inigualable en el mundo. 

Cada año recorren las calles de diferentes ciudades del país, esculturas espléndidas, con gran valor artístico, histórico y cultural. Salen rodeadas de misticismo y devoción para que miles las admiren y las veneren. 

El libro Contemplaciones apunta que en Guatemala hay presencia de imágenes religiosas cristianas desde la Conquista; la Virgen del Socorro del siglo XV fue la primera. Para el sometimiento ideológico, uno de los tres que se dieron —los otros fueron el militar y el económico—, los frailes se auxiliaron de las esculturas como elementos pedagógicos para la evangelización. Primero las tallas fueron importadas. Más tarde, a finales del siglo XVI, fray Félix De Mata se dedicó a varias artes, una de ellas la escultura, para la cual trabajó la técnica de la pasta de caña, de origen mexicano, explica Carlos Morán, registrador de bienes coloniales del Ministerio de Cultura y Deportes. 

Después, los frailes enseñaron los fundamentos de la escultura a los artistas nativos, quienes poseían una base ancestral; de esa fusión de estilos, españoles y americanos, surge la talla nacional. Aparecieron los talleres formales dirigidos por un maestro con oficiales y aprendices para satisfacer la demanda. Los primeros modelos se basaron en la copia de grabados importados. 

Desarrollo notable 

Los cristos crucificados del siglo XVI muestran estilos puros y combinados, con ciertos rasgos renacentistas, influencia gótica y manierista (más dinamismo en la composición). Sin embargo, fue a finales del siglo XVII y todo el XVIII cuando la escultura guatemalteca alcanzó su mayor esplendor artístico y de calidad. Carlos Morán dice que estas piezas son de estilo barroco. “El carácter propio de la imaginería local es tener expresividad, los gestos son más exagerados, y dinámica (las piezas son menos rígidas), con policromías y encarnados notables, así como trabajos de estofe que reproducen texturas y tejidos. Rostros y cuerpos ensangrentados”, agrega 

Primera decoración en Jesús de la Merced. En esta época se desarrolla una serie de imágenes basadas en la narrativa bíblica —Jesús de la columna, del pensamiento, cautivo, nazareno, crucificado, sepultado y resucitado—, la mayoría de uso doméstico o para la veneración privada en los conventos y beaterios, encargadas por los integrantes de las órdenes religiosas, cofradías, hermandades y de estrato social alto, cita el libro Contemplaciones. Los nombres de los escultores y encarnadores casi nunca fueron registrados, ya que su trabajo era como una ofrenda. El Nazareno de La Merced es el único de quien se conoce con exactitud su procedencia, comenta Morán. Tallada por Mateo de Zúñiga

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en 1654 y encarnada por don José de la Cerda; al año siguiente hizo su recorrido por primera vez. Desde 1677 se fijó su salida el Martes Santo, antes era el Jueves Santo, pero por rivalización con la procesión de La Candelaria se cambió de día. Es la imagen con más reproducciones —de tipo doméstico, pinturas y estampas devocionales—. Fue consagrada el 5 de agosto de 1717. El encarnador recibía la obra del escultor, y hacía que en el rostro y cuerpo se reprodujeran aspectos anatómicos, como músculos, tendones y venas resaltadas. Las imágenes más antiguas presentan cabellera tallada, después se colocó cabello natural, que da un aspecto más humano. 

Los ojos de la imagen de La Merced fueron pintados en la madera, un detalle propio de las primeras obras, después fueron elaborados de vidrio soplado. La mirada transmite nobleza. Según Morán, los tallistas ponían énfasis en la expresión de los ojos, donde recae la carga psicológica de la comunicación; y en la boca, que transmite la sensación de un gemido, lamento o una palabra. El semblante de Jesús en el arte guatemalteco refleja la influencia gótica, renacentista, flamenca, barroca, neoclásica y romántica. En el siglo XIX se impone el estilo neoclásico, que es más austero y formal. Le imprime al rostro de Jesús, compostura y circunspección. En el XX entra a su etapa de decadencia y desaparición, al volverse comercial, agrega el restaurador. Escultura   

  La escultura guatemalteca fue, entre las artes, la que más se desarrolló desde los primeros siglos de la época colonial gracias a una gran influencia española que, sin embargo, encontró una gran destreza y creatividad en los aprendices locales. La necesidad catequética de representar visualmente la fe condujo a una proliferación de la escultura colonial, sea doméstica, sea eclesial. Primordialmente, se utilizó madera, copiando estampas y grabados que circulaban así como tallas traídas de España.   

  En la Catedral puede observarse una representación de la escultura a lo largo de los siglos. Tres tallas son españolas (la Virgen del Socorro, traída por los conquistadores; el Santo Cristo de los Reyes, obsequio del rey Carlos V y el Cristo Yacente), y otras fueron traídas de Europa ya en el siglo XIX (como la Virgen de las Victorias, traída de Francia), pero en su mayoría son guatemaltecas, excelente ejemplo de la escultura colonial. Unas son tallas completas, otras de vestir (siguiendo un gusto más moderno); algunas fueron hechas para los retablos de la Catedral de Santiago, mientras que otras con razones varias (por ejemplo, algunas son procesionales).   

  Llaman la atención las tallas encarnadas y de cuerpo entero, seguramente de los siglos XVII y XVIII, que alcanzan un dramatismo extraordinario. El hermoso Cristo del Altar Mayor, por ejemplo, es anatómicamente perfecto y tallado respetando todos los cánones de un crucifijo. Igualmente San Sebastián, posiblemente de Juan de Chávez,

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de mediados del siglo XVIII, es una talla cuya perfección hace que sea considerada “la obra maestra del barroco guatemalteco”. Su cuerpo es perfectamente proporcionado, su postura y contorsión le conceden un movimiento armónico que continúa en el paño de caderas que lo cubre. Del mismo tipo es San Jerónimo, talla perfecta en todos sus detalles, recientemente restaurada.   

  Otras tallas de grandes dimensiones, muestran un excelente trabajo en el desarrollo del ropaje y el movimiento de la imagen, así como en el posterior dorado y estofado de dichos trajes. Entre ellas sobresalen las de la Virgen Dolorosa y San Juan que acompañan al Cristo de los Reyes (siglo XVII), San Antonio (siglo XVIII, con un excelente trabajo de estofado en plata y pintado de azul), San Francisco de Paula (esculpido por petición de Fray Pedro Pardo de Figueroa a mediados del siglo XVIII, ya que era su santo patrón), Santa Ana (s. XVIII), San José (siglo XVIII, posteriormente estofado por Pedro Gallardo en 1867), San Juan Nepomuceno (siglo XVIII), Corazón de Jesús (siglo XVIII, transformado y dorado en el XIX), Santiago el Mayor (de quien se cuenta con dos imágenes, ambas del siglo XVIII), Virgen de la Asunción (de quien se cuenta con dos imágenes de diferentes dimensiones, pero ambas del siglo XVIII) y la serie de los cuatro santos que flanquean el altar mayor: San Dionisio, San Francisco de Sales, San Fernando, rey de España y San Luis, rey de Francia (siglo XVIII, sobredorados en el siglo XIX).   

  Asimismo, la Catedral posee varios bellísimos ejemplos de esculturas de vestir: San Pedro penitente (siglo XVII ó XVIII), Virgen de Dolores (s. XIX), Inmaculada Concepción (Buenaventura Ramírez, 1852), Virgen de Lourdes (Mariano Ganuza, 1878), San José (del Sagrario, siglo XIX).   

  También se cuenta con imágenes más modernas. Entre ellas, el Jesús Nazareno "Justo Juez", hecho para los vía crucis de la Catedral en 1909 por el escultor Narciso Castillo; el Cristo de Esquipulas, escultura en bronce, copia del original hecha en 1953 por Julio Urruela; la Virgen de la Medalla Milagrosa, de pasta fina, traída de Francia a finales del siglo XIX y trasladada a la Catedral con ocasión del centenario de las apariciones en 1930; San Juan María Vianney, hecho por J. Luis Domínguez en 1933.   

  Completan la colección de esculturas otras tallas domésticas, muchas de las cuales pueden observarse en el Museo Arquidiocesano de Santiago, así como otras esculturas “de utilería”, como los arcángeles y ángeles de la Inmaculada Concepción, las imágenes para el Nacimiento y otras.   

  

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Para conocer la historia de cada imagen, refiérase a la sección “Imágenes de devoción de la Catedral”, donde encontrará a cada una en particular.   

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Adornos evangelizadores 

Por años, las imágenes han salido para catequizar, llevadas por cargadores en andas hechas de finas maderas. Miguel Álvarez, cronista de la ciudad, cuenta que en la Época Colonial, un mantel de brocado francés o damasco, cuyo color cambiaba cada año, era el único adorno, práctica prolongada hasta principios del siglo XX. Las primeras innovaciones fueron un cojín y flores —naturales o hechas de papel—. Jesús Nazareno de La Candelaria llevaba un cojín con movimiento, eso causó sensación; después fueron plataformas escalonadas con espejos. Más tarde vinieron decoraciones más elaboradas. 

Al principio, la temática de los adornos era la Pasión de Cristo o alegorías a la misma, con materiales sencillos —papeles de diferente tipo, flores artesanales de cera, papel o tela—. Con posterioridad introdujeron figuras para complementar la escena. Hasta llegar a la actualidad, cuando se elaboran grandes y complicados ambientes con materiales industriales y tecnológicos, “alejando, muchas veces, el mensaje sencillo de la evangelización”, indica Álvarez. 

El altarero era el artista que expresaba el sentimiento popular con creatividad en el adorno. La actividad se originó en la ciudad y luego pasó a Antigua. A partir de los años 1970 y 1980 ya no es exclusividad de un gremio, sino de diferentes disciplinas. “En las andas se combina modernidad de la decoración con la antigüedad de las imágenes, éstas siempre deberán ser el centro de atención”, dice. Andas procesionales, decoración y esculturas son obras de arte que recorren las calles cada año para deleite de los fieles católicos.