Historia de Espana en El Siglo XX (2) - Javier Tusell

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Annotation

La Historia de España en elsiglo XX abarca un períodoespecialmente controvertido, cuyoconocimiento es imprescindible paracualquiera que desee hacer undiagnóstico del presente. España hasido protagonista de acontecimientosfundamentales en este siglo -laGuerra Civil y la transición a lademocracia- y la cultura española haalcanzado desde comienzos del sigloXX unas cotas que permiten

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establecer un paralelismo con losSiglos de Oro. Este primer volumenabarca el período comprendido

de 1898 a la proclamación de laRepública.

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VIVIR EN GUERRA

La Historia deEspaña en el siglo XXabarca un períodoespecialmentecontrovertido, cuyoconocimiento esimprescindible paracualquiera que deseehacer un diagnóstico delpresente. España ha sidoprotagonista de

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acontecimientosfundamentales en estesiglo -la Guerra Civil y latransición a lademocracia- y la culturaespañola ha alcanzadodesde comienzos del sigloXX unas cotas quepermiten establecer unparalelismo con los Siglosde Oro. Este primervolumen abarca elperíodo comprendido

de 1898 a laproclamación de la

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República.

Autor: Tusell, Javier©1996, Sílex EdicionesISBN: 9788477370598Generado con: QualityEbook

v0.35

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ÍNDICE Plenitud y crisis de los años

treinta_ 4

Medio rural y urbano en Españaen torno a 1930_ 6

El ritmo de la vida cotidiana acomienzo de los treinta 13

El impacto de la crisiseconómica en España 19

La democracia de masas:

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movilización política y experienciade la democracia 23

BIBLIOGRAFÍA_ 27

La experiencia democráticarepublicana_ 30

La elaboración de laConstitución_ 33

La reforma militar. 36

La cuestión religiosa 40

La reforma agraria y la

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agitación social en el campo 45

La pluralidad española: losnacionalismos y el "estado integral"_48

La política económica y lasreformas sociales 53

La "República en una tenaza":monárquicos y anarquistas 56

La crisis del bienio reformista yLas elecciones de 1933 61

Radicales y cedistas: el

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comienzo de la colaboración_ 65

La insurrección de octubre de1934 69

Las secuelas de octubre y laagonía inacabable del segundo bienio74

División y radicalización de lossocialistas españoles 80

Fascismo en España 84

BIBLIOGRAFÍA_ 104

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La guerra civil española_ 108

La conspiración contra laRepública 111

Un primer balance de fuerzas:España dividida en dos 116

La revolución y susconsecuencias 121

La represión en la retaguardia126

El catolicismo ante la GuerraCivil 131

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La guerra de columnas 136

La batalla en torno a Madrid. La

guerra en el mar 140

La internacionalización de laGuerra Civil 143

Las potencias y la guerraespañola 145

La campaña del norte 150

Aspectos económicos de laguerra 156

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La formación de dos Ejércitos y

la conducción de la guerra 159

Unidad política en torno aFranco 162

El enfrentamiento en el seno delFrente popular 168

El gobierno Negrín_ 173

Teruel y la marcha hacia elMediterráneo 177

La batalla del Ebro y sus

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consecuencias: colapso en Cataluña180

Alternativas finales de lapolítica exterior sobre la guerra 183

El fin de la guerra 188

Sociedad y cultura en tiemposde guerra 192

BIBLIOGRAFÍA_ 198

MAPAS DE LA GUERRACIVIL ESPAÑOLA_ 205

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Plenitud y crisis de losaños treinta

Resulta imposible exagerar laimportancia que tienen los añostreinta en la Historia españolacontemporánea. Gran parte de labibliografía del pasado, aunqueproporcionalmente menos de lasinvestigaciones del presente, se hacentrado en este período por razonesque son fácilmente comprensibles yque derivan de lo trágico de lascircunstancias vividas en este

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momento así como de latrascendencia para el futuro de laexperiencia colectiva por la que losespañoles pasaron entonces. Sóloalcanza su explicación el tiempoposterior teniendo en cuenta losucedido en estos momentos, como silo que aconteció en estos añosrevistiera una especial densidadhistórica. Los años treinta son unperíodo de nuestro pasado en el queda la sensación de que losacontecimientos revisten unaespecial importancia, como si senegaran a ser narrados de la misma

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forma que cualquier otro período dela Historia de España. Por supuesto,esta sensación no es casual y elloderiva de varios factores. En primerlugar, la peculiaridad española en loque a la Historia del siglo XX serefiere deriva probablemente de esteperíodo y no de otro. Con diferenciasde matiz el sistema político delliberalismo oligárquico teníasimilitudes con fenómenos parecidosen la Europa de la época y, si no enla mayor parte del occidente delviejo continente, sí en el este erafrecuente encontrar fórmulas

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políticas semejantes a la Dictadurade Primo de Rivera. En cambio, laexperiencia democrática que vivióEspaña a partir de 1931 no fue unfenómeno habitual porque, por másque pueda haber comparaciones conlo sucedió en Europa oriental en laprimera posguerra mundial, el intentoque supuso la Segunda Repúblicaespañola fue mucho más profundo ensus propósitos reformistas en losocial y participativos en lo políticoque cualquier otro régimen europeode entreguerras. Todavía constituyeun signo distintivo más peculiar del

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caso español la Guerra Civil de1936—1939: fue el único casorelevante de presencia, pordesgraciados motivos, de España enel escenario internacional durante elsiglo XX, al menos hasta el momentode la transición y constituye, además,el único caso en Europa occidentaldonde se dio una guerra civil en unmomento en que tuvo lugar la crisisde un régimen democrático. Suexperiencia convulsa creó en partede la sociedad española, porevidentes razones interesadas, lasensación de que la peculiaridad

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española era más acentuada y de quese refería también a otros períodos.De ahí interpretaciones sesgadas queresultan injustificables desde elpunto de vista historiográfico.

Pero, además, la relevancia deeste período deriva también de unasensación que es patente para elhistoriador y para quienes vivieronesta experiencia histórica. La décadade los treinta fue una etapaprometedora, aunque finalmentefallida, pero esto último no puedehacer olvidar lo primero. La SegundaRepública concluyó en un trágico

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episodio de discordia civil pero fuela única experiencia realmentedemocrática que vivió España antesde 1977. Sería una visión anacrónicadesde el punto de vista histórico, einjusta desde el intelectual,considerar que en abril de 1931 seiniciaba una singladura radicalmentenueva en la vida nacional. Lo era, sinduda, desde el punto de vista delrégimen político, pero loscontemporáneos —y con ellos elhistoriador— la juzgan más biencomo la consecuencia de procesosanteriores que ahora parecían tener

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como resultado lo que parecía ungran paso adelante en la vidacolectiva española. A la altura de1931 España había llegado a unafase de plenitud, producto de unamodernización precedente queparecía poderla instalar en un puntode partida nuevo.

Resulta, en efecto, sorprendentela contraposición entre la unanimidadentusiástica con la que fue recibidala República y su triste final. Porsupuesto, esta paradoja puede serinterpretada aludiendo a lainveterada tendencia al mesianismo

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nacional cuya última manifestaciónfue, antes de 1931, la reacción anteel golpe de Estado de 1923. Sinembargo, una interpretación comoésta pecaría de exceso dedesconfianza en el carácter nacional.Existió, además, un factor másdecisivo que éste para justificar laalegría generalizada después delcambio de régimen: Es posible quese confiara demasiado en lainmediata solución de los problemasnacionales pero, al menos por vezprimera, parecía existir unaimportante razón para hacerlo. El

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colapso de la Monarquía se habíaproducido porque,desafortunadamente para ella, porobra y gracia de la clase políticamonárquica se había identificadocompletamente con el caciquismotambién durante el período 1930—1931. Se puede añadir que norepresentaba tan sólo un sistemapolítico periclitado sino incluso todauna España ligada al pasado y que,con el transcurso del tiempo, parecíahaber entrado en crisis o, por lomenos, conmocionado por el procesode cambio experimentado desde

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comienzos del siglo. Laproclamación de la SegundaRepública suponía, en este sentido,que el pueblo español había logradola victoria sobre sí mismo queimplicaba la desaparición de esesistema de tutela política y que larazón fundamental de ella residía,precisamente, en la referidamodernización.

Pero, si es posible explicar la"luna de miel" republicana —esaconsideración de la República comola "niña bonita"— desde esoscriterios, es también obligado tratar

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de dar una explicación con losmismos parámetros de la rápidadesaparición del entusiasmo inicial ysu sustitución por un ambiente hoscoy violento que ha quedado en lamemoria de la mayor parte dequienes participaron en la vidapública de aquellos años. Lamodernización había sido efectiva ycontribuyó al cambio de régimen alidentificar (en parte inevitable y enparte involuntariamente) laMonarquía con la España delpasado, pero pronto se descubrió quetambién era insuficiente. De haber

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sido aquélla más amplia y profundala transición hacia un régimenpolítico nuevo se hubiera producidoantes y más pausadamente, quizá sintraumas y acaso sin un cambio en lasinstituciones fundamentales. Ahora,como en todo el primer tercio delsiglo, se demostró de nuevo que, si ala larga la modernización concluyeen la estabilización, a corto plazo noresuelve los problemas sino quepuede presentarlos de forma másaguda, sobre todo si se dan unascondiciones generales que así lofaciliten. En suma, bien puede

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decirse que la sociedad española, ala altura de 1930, era losuficientemente moderna como paratener una democracia pero no lobastante como para que fuera estable.

La narración de lo ocurrido enEspaña durante los años treinta debe,por tanto, venir precedida de unaconsideración acerca del grado demodernización logrado hasta aquelmomento así como por la alusión a lapeculiaridad de las circunstanciasque a España le tocó vivir entonces.Antes que nada, mucho más que porlas acciones u omisiones de la clase

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política, el desenlace final de 1936se ilumina atendiendo a unos factoresque, en gran medida, escapaban a sucontrol y eran independientes de suvoluntad e incluso de su capacidadde modificarlos. A ellosdedicaremos unas páginasintroductorias, imprescindibles parala comprensión de lo que fue laEspaña de los años treinta.

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Medio rural y urbanoen España en torno a1930

Lo sucedido en 1930—1931 nose entiende, en efecto, si no se tieneen cuenta que en los años veintehabía continuado el proceso demodernización iniciado en Españacon el cambio de siglo. En ciertamanera se podría establecer unacomparación entre la transformaciónacontecida en los años sesenta en la

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sociedad española y aquella que tuvolugar en los veinte, aunque ésta fueramucho menos espectacular. Así comola transición a la democracia en 1975fue consecuencia de la previa yprofunda transformación de lasociedad española, en 1931 se llegóa un cambio de régimen políticocomo resultado, en buena medida, dela plenitud experimentada conanterioridad por la sociedad.

En algunos historiadores,principalmente extranjeros, ha sidohabitual en el pasado la tendencia apresentar la sociedad española de la

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etapa republicana como unanacronismo en la Europa de laépoca. Se trataría de una sociedadrural y estancada, alejada de loscambios experimentados en el viejocontinente, dominada por fuerzasreaccionarias y condenada a un ciegoenfrentamiento de clases queimposibilitaría cualquier posibilidadde convivencia a corto y medioplazo. Tal imagen, sin embargo, distade ser exacta, al menos en lostérminos en que se acaba de hacer.Mucho más correcto sería decir queEspaña era, a estas alturas, un país

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semi—industrial que había cambiadoconsiderable (pero nodefinitivamente) con respecto a1900, en especial a partir delmomento en que la posición deneutralidad española durante laPrimera Guerra Mundial facilitó unrápido proceso de industrialización.Claro está que España no habíaexperimentado una mutación tandecisiva como otros países: incluso,por citar un ejemplo, retrocedió en elranking mundial de la producciónsiderúrgica y textil; hubo paísescomo Italia, Suecia, Bélgica y

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determinadas zonas del antiguoImperio Austro—Húngaro queavanzaron mucho más en el procesode modernización, pero España almenos vio disminuir la distancia quela separaba de potencias como GranBretaña, Francia y Alemania. Si biense mira, esta contradicción entre lamodernización y sus límitesconstituye la mejor explicación delas tensiones de la etapa republicana:la estabilidad hubiera sido el rasgoprincipal de la sociedad española sino hubiera experimentadomodificación significativa alguna o si

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ésta hubiera resultado de lasuficiente magnitud como paraconsiderarla homologable a lassociedades europeas másadelantadas. Fue el hecho de quepermaneciera en un estadointermedio lo que explica que de sudestino resultara la inestabilidadpolítica.

En 1930 ya España no podía serconsiderada como un país con unaeconomía agraria y una poblaciónrural. La población activa dedicada ala agricultura había descendidodesde unos niveles superiores al 65

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por 100 al comienzo de siglo hasta el57 en 1920 y el 45 a comienzos de lacuarta década del siglo. De estamanera, por vez primera en laHistoria española, la poblaciónactiva agraria era inferior a laindustrial y la de servicios unidas; lapoblación activa industrial superabaya el 25 por 100 y la relevancia deeste aumento se aprecia en el hechode que no se produjo un nuevoincremento significativo hasta bienentrada la sexta década del siglo. Lacondición agrícola de la economíahabía venido unida hasta el momento

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a una distribución de la población enpequeños núcleos rurales en los quela influencia de los notables localesera determinante en el terrenopolítico y las libertades estaban dehecho recortadas por el aislamiento yla falta de conciencia cívica. Ahorabien, ya en los años treinta Españahabía dejado de ser esa sociedadabrumadoramente dominada por unapoblación rural que vivía con unaperspectiva puramente localista de suhorizonte vital. Las ciudades de másde 100.000 habitantes habían pasadode seis a once desde principios de

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siglo. Si en 1900 la poblaciónresidente en núcleos mayores de10.000 habitantes era del 32 por 100,en 1930 alcanzaba el 43 por 100. Enesta última fecha tan sólo uno decada cinco españoles vivía enpueblos inferiores a los 2.000habitantes cuando a comienzos desiglo lo hacía el 27 por 100. Sepuede considerar que, en 1930, diezmillones de españoles —sobre untotal de veintitrés— vivían en zonasurbanas.

Los cambios no se referían tansólo a la estructura ocupacional de la

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población sino que afectaban amuchos otros aspectos de ésta. Enprimer lugar, el crecimientodemográfico era ahora más rápido yconstante: los dieciocho millones dehabitantes de comienzos de sigloeran en 1921 más de veintiuno y unadécada después superaban losveintitrés. En este crecimiento había,por supuesto, un factor causaldirectamente derivado de lamodernización pues era producto dela mejora de condiciones higiénicasque, al aproximarse a las de Europa,acercaban también las tasas de

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mortalidad españolas a las del viejocontinente, pasando de un 25 por1000 en torno a 1907 a menos de un10 por 1000 hacia 1930. El descensofue especialmente espectacular en loque respecta a la mortalidad infantil,entendiendo por tal la de los menoresde cinco años: de un 12/1.000 en1900 se pasó a 7 en 1921 ya 5/1.000en 1931. De todos modos todavía lasituación higiénica ofrecía muchosaspectos en que era posible lamejora: incluso en la tercera décadadel siglo se pudo atribuir a lasdiarreas estivales hasta una cuarta

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parte de las muertes. La gripe en1918 fue el último caso de epidemiacon verdadera relevanciademográfica en la Historia española.El descenso de la mortalidad tuvocomo efecto, lógicamente, que laesperanza de vida de los españolesprogresara, pasando de los 35 años acomienzos de siglo a los 50 en ladécada de los treinta. Y si las tasasde mortalidad españolas se ibanhomologando a las europeas algoparecido sucedió con las denatalidad. En el período 1911—1920se produjo lo que Nadal ha

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denominado "el primer granrepliegue de las madres españolas"al disminuir la tasa de natalidaddesde el 34/1.000 al 29/1.000. Seseñalaba así una tendencia queperduraría y que se aprecia inclusoen la abundancia de informaciónsobre métodos de control de lanatalidad en la prensa y en lapublicística de los años treinta.

También en la emigración seprodujeron cambios importantesdesde inicios de siglo. El másdecisivo fue la drástica reducción dela emigración ultramarina: si en la

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primera década de siglo elcrecimiento demográfico españolhabía desembarcado en Américahasta 600.000 personas, laemigración disminuyó comoposibilidad vital ya en la segundadécada del siglo en que el número denacidos, algo superior a los dosmillones de personas, contribuye aexplicar la presión de la juventudsobre el mercado de trabajo y laagitación social en la etaparepublicana. Se trataba de jóvenes —entendiendo por tales a los grupos deedad entre los 15 y los 34 años—

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que accedían a la edad laboral y queno encontraban ocupación. Supresencia resultaba especialmentepatente en las grandes urbes comoMadrid, donde se ha calculado quesuponían alrededor de un 40 por 100de la población. Por supuesto esto noquiere decir que la emigracióndesapareciera radicalmente, pero síque tendió a disminuir, en especialen los años veinte, etapa en que lascifras de salidas anuales seestabilizaron en torno a las 15.000.Además, la emigración se modificóen lo que se refiere a su dirección y

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duración, pasando de americana aeuropea y de estable a temporal. En1914 existía ya una importanteminoría española en Francia,calculable en unas cien mil personas.Durante la Primera Guerra Mundialun buen número de españoles,procedentes sobre todo de las áreaslevantinas, fueron a engrosar esaemigración hasta tal punto que laciudad de Nimes llegó a tener lamitad de su población deprocedencia española. Una parte deestos emigrantes regresaron a Españaconcluido el período bélico, pero en

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1931 su número en Francia se habíaelevado hasta los 350.000. A pesardel creciente grado de urbanizaciónde la sociedad española ladivergencia de comportamientosentre el campo y la ciudad persistía,aunque quizá no de una manera tanacentuada como en el pasado. Lasensación de transformación ycambio caracterizaba a la segunda,mientras que el primero mostrabasobre todo una estabilidad que sóloalteraba levemente el transcurso deltiempo. Es cierto que España eramucho más urbana pero la población

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activa agraria era mayoritaria ennada menos que 46 de las 50provincias españolas. En 1935 losabonos utilizados por el agricultorespañol representaban el 82 por 100de los empleados por el italiano y el64 por 100 de los del francés y losrendimientos por hectárea habíancrecido de 4,3 a 6,1 quintales decereal, pero la superficie dedicada aesta producción apenas se habíavisto alterada; la producción de trigopor hectárea era en España la mitadque en Alemania o Gran Bretaña. Enlos años treinta la mecanización de la

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agricultura española seguía siendomínima: apenas había 4.000 tractoresy el 62 por 100 de los arados eranromanos, es decir, los mástradicionales que cabe imaginar.Sólo en los años treinta se pudopercibir el resultado de la políticahidráulica que había sido uno de losejes del regeneracionismo: durantelos años republicanos se terminarontreinta pantanos y se triplicó el aguaembalsada.

Los cambios en la producciónhabían sido modestos pero todavía lofueron más los de la estructura de la

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propiedad. Sólo en 1900 se habíanpuesto las bases para la realizaciónde un catastro que a mediados de losaños veinte no alcanzaba a cubrirmás que un tercio de la superficieagrícola. Además, el Estado no habíadesempeñado prácticamente papelintervencionista alguno en elmercado de trabajo rural o comoredistribuidor de la propiedad: lascifras de la colonización interiorresultan irrelevantes. España no era,ciertamente, un país en que se dieranfenómenos latifundistas tan acusadoscomo en los países

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hispanoamericanos, ni un pesodecisivo de la nobleza o el clero enla vida agraria como en el este deEuropa después de la Primera GuerraMundial, pero en ella el 96 por 100de los propietarios poseían el 47 por100 mientras que un 3,5 por 100poseía más de la mitad. Si en Méxicolas propiedades superiores a 1.000hectáreas representaban el 62 por100 en España tan sólo significabanel 5 por 100. Había un problemalatifundista —de hecho el término"latifundio" empezó a emplearse concarácter peyorativo a comienzos de

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siglo— pero no exclusivamentenobiliario y centrado en una parte deEspaña y no en toda ella. Unos 262nobles poseían 335.000 hectáreas ysolían actuar como propietariosabsentistas, residiendo en su mayorparte en Madrid y más fácilmentelocalizables en Francia que en lascapitales andaluzas, pero habíatambién otro problema derivado dela concentración de la riquezaagraria en manos de la burguesía enzonas especialmente feraces. SegúnBernal, en la Bética el 2 por 100 delos propietarios controlaba el 56 por

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100 de la riqueza: no se trataba de unlatifundismo que supusiera el malcultivo puesto que, por ejemplo, tansólo Sevilla y Cádiz concentraban un15 por 100 de las cosechadorasexistentes en España (en la segundaprovincia citada el 40 por 100 de latierra estaba en manos de 289propietarios). En cualquier caso unay otra fórmula latifundistacontribuyeron poderosamente, juntocon la presión demográfica, a crearesa sensación de "hambre de tierra"presente en la agitación social de laépoca. La comparación entre los

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salarios agrícolas y los precios alconsumo de los productos de primeranecesidad revela las parcas mejorasconseguidas por los trabajadores delcampo. El índice salarial (1914 =100) era de 145 en 1920 y el deprecios 220, por 207frenteal89enl930.

Por otro lado en Galicia elviejo problema de los "foros" sepodía considerar resuelto antes deladvenimiento de la República,aunque mucho más por la propiaevolución de la economía gallegaque por una disposición oficial como

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la que la Dictadura promovió en1926 al objeto de favorecer laredención de dichas rentas. De unamanera indirecta, es decirtransmitiendo los foros a una clasemedia que luego se los trasladó alpropio agricultor, el problema fuedesapareciendo merced a las nuevasdisponibilidades económicas nacidasde la comercialización de laganadería, las transformacionestécnicas de la agricultura y lasremesas procedentes de laemigración. A diferencia de losucedido en Galicia, en Cataluña

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persistía otro problema agrariocaracterístico de zona no latifundista.La rabassa morta, o contrato por elque el cultivador pagaba alpropietario una parte alícuota de lacosecha de la vid, venía a ser unarrendamiento de larga duración ymuy estable, que fue sustituido porfórmulas menos beneficiosas para elprimero cuando se produjo lainvasión de la filoxera. La crisis delprecio del vino y, sobre todo, laaparición de la Unió de Rabassairesa comienzos de los años veinte, conun programa que defendía la plenitud

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de los derechos para el cultivador,hicieron nacer una reivindicaciónque, como comprobaremos,desempeñó un papel de primeraimportancia en la políticarepublicana.

La estabilidad del mundoagrario explica la emigración delcampo a la ciudad que caracterizótodo el primer tercio del siglo XX yque, a la altura de 1930, habíaproducido un crecimientoespectacular de los núcleos urbanos.Ya en 1900 el 9 por 100 de lapoblación había nacido en un lugar

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diferente de aquel en donde fuecensada y, con el transcurso deltiempo, este fenómeno se acentuó detal manera que, para el índice 1900 =100 el crecimiento de las capitalesde provincia se situaba en 1930 en162, por sólo 126 en el total del país.Modernización equivalía en laEspaña del primer tercio del siglo xxa urbanización. Una de las regionesque mayor número de emigrantesrecibió fue Cataluña, que pudoacoger un cuarto de millón depersonas en las dos primerasdécadas de siglo y más de trescientas

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mil en la tercera. El crecimientoindustrial fue el factor decisivo quepermite explicar el desarrollo delmundo urbano. Este experimentó unconsiderable progreso a partir de laPrimera Guerra Mundial, períododurante el cual se produjo el mayordiferencial en el crecimiento de laproducción industrial entre España yel resto de los países europeos.Aquellos núcleos queexperimentaron un proceso deindustrialización más lento fuerontambién los que permanecieronestancados desde el punto de vista

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demográfico.Las grandes ciudades

españolas, Madrid y Barcelona,experimentaron un crecimiento que,en líneas generales, obedeció apautas similares: poblacionescercanas se unieron al casco urbanoprincipal mientras se abrían nuevasvías a la circulación, se planteaba elalojamiento de los emigrantesproletarios recién llegados y, por vezprimera, se planificaba a medio ylargo plazo. A Madrid, la novenacapital europea a la altura de laPrimera Guerra Mundial, se

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incorporó Tetuán de las Victorias y,a partir de 1912, presenció laapertura de la Gran Vía, que haríadesaparecer una veintena de viejascalles. En realidad esta vía urbana nopasó de ser la traducción a la capitalde España de la filosofía urbanísticadel "gran bulevar", destinado adescongestionar e higienizar elcentro de la ciudad haciendodesaparecer calles antiguas. Desde elpunto de vista arquitectónico yurbanístico la Gran Vía supuso unasucesión de estilos desde elneomudejarismo a la influencia de

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las innovaciones europeas. Elincremento de su número dehabitantes (que rondaba ya el millóna la altura de los años treinta, ciframayor si tenemos en cuenta laspoblaciones del entorno) se debió,sobre todo, a la inmigración: unas250.000 personas acudieron a lacapital en la tercera década del siglo.Pero, en muchos aspectos, la capitalespañola distaba de ser una modernaciudad industrial europea. Por estaépoca su principal fábrica era una detabaco y su industria más importantela de confección; su mortalidad

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(doble de la que se daba en Londres)resultaba semejante a la de algunasciudades rusas. En 1916 el alcalde,Joaquín Ruiz Giménez, se hizo ecode "el cinturón de miseria que rodeae infecta Madrid", primer impactodel problema del "extrarradio" quecontribuiría, en lo político, aconvertir a la capital en una urbecuyo principal partido (desde lostiempos finales de la Monarquía y,sobre todo, en la época republicana)era el socialista. Ya en los añosveinte menudearon las propuestasurbanísticas reformadoras que luego

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se concretarían en el plan Zuazo,durante los treinta; mucho antes,desde finales del XIX, se había dadoen la llamada Ciudad Lineal unexcepcional ejemplo de urbanismoinspirado en los modelos británicos.Desde los veinte empezó a percibirseuna distribución social horizontal dela población y no vertical —en unmismo edificio— como hasta elmomento. En los treinta, la principalactividad industrial madrileña era laconstrucción, que ocupaba a 80.000personas fundamentalmente enproyectos estatales, como la

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construcción de la CiudadUniversitaria, o en otros destinadosal transporte (el "metro", puesto enmarcha a partir 1919). En efecto losmedios de comunicación colectivoshabían experimentado ya un profundocambio: el transporte subterráneo,que en 1920 facilitó el traslado a 14millones de pasajeros, en 1923alcanzó los 24 para llegar en 1928 alos 70. El resto de las industriasmadrileñas importantes eranalimenticias, imprentas, etc. —Perfumería Gal, ImprentaRivadeneyra, Cervezas El Águila...

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—, que tan sólo empezaban a dar a lacapital la fisonomía de una ciudadindustrial y que apenasproporcionaban trabajo a unas66.000 personas entre todas ellas.Aun así, Madrid empezaba a cambiarde forma importante adoptando elaspecto exterior de una urbemoderna: el definitivo traslado de sucentro de gravedad desde la Puertadel Sol al Eje Prado—Recoletos—Castellana supuso la modernizacióndefinitiva de la ciudad. Pía, acomienzos de los años veinte, ladescribió como una "ciudad

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cortesana y burocrática, basada en elfeudalismo agrario emplazado en lameseta". Pero quizá ya entoncesresultaba más apropiada la imagenutilizada por Azaña: sería "unpoblachón mal construido en el quese esboza una gran capital". Lo eraya, al menos en términos relativos,porque se había convertido en algomás que un centro administrativopoblado por rentistas: Constituía "lacapital del capital", como se pruebapor el elevado número de empleadosde banca o similares que lapoblaban.

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Barcelona sí tenía un caráctermás marcadamente industrial, peroprobablemente convenga no exagerarel grado de industrialización de lasociedad catalana: quizá sólo el 20por 100 de la población estabaconstituida por trabajadoresindustriales, la mitad de los cuales sededicaba al textil. TambiénBarcelona experimentó —entre lasdos exposiciones de 1888 y 1929—un crecimiento muy considerable quela acercó al millón de habitantes. Ensu caso la voluntad planificadora fueanterior y más decidida: en 1903 se

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planteó un concurso internacionalpara prever el enlace entre elEnsanche y los pueblos de alrededory el poeta Maragall pudo imaginar"la ciudad del sueño", es decir, idealo de nueva planta. Si la primerapermitió que adquirieran sufisonomía inicial la Rambla deCataluña, el Paseo de Gracia y elparque de la Ciudadela, en lasegunda se urbanizó la zona deMontjuich. En 1910 se abrió la VíaLayetana, destinada a poner encomunicación la parte norte de laciudad con el puerto, y en 1921

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Sarria se incorporó al casco de lacapital catalana. Mientras tanto habíatenido lugar también la unión de laciudad antigua con importantesnúcleos urbanos de la periferia comoSans, Clot y San Gervasio. El nuevoeje de la ciudad estuvo constituidopor la Plaza de Cataluña, urbanizadaa partir de 1902, y el Paseo deGracia, en un camino hacia el Norte,que revelan también los sucesivosdomicilios de sus habitantes másseñeros (como, por ejemplo, el el yacitado Joan Maragall). Además,desde el comienzo de siglo el

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Ayuntamiento, a través de concursosarquitectónicos, promovió eldesarrollo de una arquitecturanovedosa que competía en voluntadde distinción y de originalidad yacabó por convertir a Barcelona enla ciudad modernista por excelenciaen toda Europa. El llamado "Quadratd'or", a uno y otro lado del Paseo deGracia, resultó el testimonio óptimode una burguesía pujante einnovadora y creó un signo deidentidad permanente de la capitalcatalana. Esta disponía de una activared de transportes —cincuenta líneas

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de tranvías a la altura de la PrimeraGuerra Mundial—, como Madrid.También en ella el peso de lapoblación juvenil era muyconsiderable y el analfabetismo sesituaba por debajo del 20 por 100 enel momento de la proclamación de laSegunda República. Sería posiblehacer una descripción parecida deldesarrollo urbanístico de lasciudades españolas, de las que tansólo se toman estos dos ejemploscomo más significativos: todas ellasexperimentaron un crecimientoimportante a partir de la segunda

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década del siglo, incorporaronpoblaciones contiguas y tuvieronproblemas de vivienda para acoger ala población inmigrante. Peroconviene también llamar la atenciónsobre las considerables diferenciasexistentes entre unos y otros casos.Bilbao, por ejemplo, creció todavíaa mayor rapidez que Barcelona. Seanexionó Deusto en 1925 y Begoña acomienzos de los años treinta; trasproyectar su ensanche al otro lado dela ría, alcanzó los 160.000habitantes. Fue, además, una de lasciudades en que de forma más clara

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se pudo percibir la división socialhorizontal del espacio. En una escalamenor Zaragoza, por ejemplo,duplicó su población durante las tresprimeras décadas del siglo llegandoa los años treinta con 180.000habitantes; Valencia llegó a sentir unauténtico orgullo patriótico urbanofrente al contexto rural que larodeaba. Las ciudades andaluzasofrecen un panorama muy distinto.Málaga, que cerró definitivamente en1907 sus altos hornos, apenas pasóde 130 a 188.000 habitantes duranteel período reseñado. Sevilla creció

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de 148 a 228.000 habitantes pero eraconsiderada como una de lasciudades más mortíferas de Europa—mortalidad del 20 por mil— conmás de la mitad de la poblacióninfantil todavía no escolarizada.Toda la Historia de la Sevilla delprimer tercio del siglo XX puederesumirse en el intento de llegar atener la Exposición iberoamericanaque, en efecto, se llevó a cabo en1929 y dejó un rastro duradero en elurbanismo y la arquitectura de laciudad. Fue en este período, además,que surgieron las tradiciones que

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luego han tenido un profundo arraigoy que se han convertido en elejemplo prototípico de invención deuna tradición: la Semana Santa y laFeria, muy distintas en su origen deldefinitivo perfil que luegoadquirieron.

Fue la España urbana la quepresenció principalmente unatransformación, patente al comienzode la década de los treinta y prueba,al mismo tiempo, de lamodernización de la sociedadespañola así como de sus límites: laeducativa. En 1910 el porcentaje de

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analfabetos se situaba en torno al 59por 100 y la proporción fuedisminuyendo con el transcurso deltiempo, de manera que en 1920 era el52 y en 1930 el 44 por 100. En 1923se creó una Comisión central contrael analfabetismo que tuvo escasaefectividad pero que constituye unindicio de hasta qué puntopreocupaba esta cuestión. En laprimera de las fechas indicadas elnúmero de educandos era de unmillón y medio que pasaron a tres acomienzos de los años treinta. Laaceleración de este progreso de la

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educación se produjo, sobre todo, enla tercera década del siglo y espatente atendiendo a determinadascifras. El número de escuelas pasóde 24.000 en 1900 a 29.000 en 1923y a 35.000 en 1930. En 1931 habíaunos 35.000 maestros, profesión quehabía visto incrementar sus efectivosen torno a un 25 por 100 desde 1922;el número de estudiantesuniversitarios era en 1929 algo másde 40.000 frente a los 23.000 de1918. Quizá las cifras mássignificativas sean, sin embargo, lasque se refieren a la enseñanza media.

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El número de sus alumnos apenascreció desde la Restauración hastacomienzos del siglo XX, pero los32.000 de principios de siglo eran52.000 en 1914 y 76.000 en 1931; entan sólo el período 1926—1929 elnúmero de institutos pasó de 62 a 96.De todas maneras, aun siendosignificativos estos datos, lasensación de insuficiencia permanecesi tenemos en cuenta que el últimopresupuesto de la Monarquía incluíaunos gastos en Guerra y Marinaequivalentes al 22 por 100 del total,mientras que los de Instrucción eran

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tan sólo el 8,5 por 100. España,cuando se proclamó la SegundaRepública, tenía un 60 por 100 másde analfabetismo y un 25 por 100menos de tasa de escolarización queItalia.

Los cambios de la sociedadespañola afectaron también a cadauno de los sectores de que secomponía. Sería erróneo considerarla España del reinado de AlfonsoXIII como una sociedad muytradicional dominada por la noblezay alejada de cualquier tipo demovilidad social; por el contrario, la

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caracterizó una movilidad importantey, al menos, un cierto declinar deaquellos sectores más vinculados alpasado. La nobleza no poseía másque una doceava parte de la tierra,aunque la proporción llegara hastauna sexta parte en determinadaszonas del sur, pero la de mayoralcurnia desempeñaba un papelsocial y político decreciente. Sólo untercio de los senadores eran nobles ala altura de la Primera GuerraMundial y de esta proporción lamitad eran títulos recientes. Tan sóloen períodos muy determinados, como

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cuando ejerció el poder Silvela o enla época de Primo de Rivera, esconstatable una intervencióndestacada de la nobleza en la vidapolítica, pero en este último períodose trató de la nobleza más reciente yno de la de mayor prosapia.Precisamente ése fue un rasgo muycaracterístico del período, elcrecimiento de la noblezaincorporando a ella a personalidadesque habían triunfado en la sociedadde su tiempo por motivoseconómicos o políticos. Entre laspersonalidades políticas Dato,

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Maura y Canalejas recibieron sendosducados y García Prieto elmarquesado de Alhucemas; tambiénse otorgaron títulos a algunosmilitares. Lo relativamente nuevofue, sin embargo, el gran número demiembros de la burguesía industrial yde negocios que recibieron estadistinción honoraria, lo que explicaque el total de títulos creadossuperara los trescientos. Porsupuesto la concesión de un título ennada modificaba la concepción vitalde quien lo recibía: resulta absurdosuponer que eso significara un modo

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de vida especialmente apegado a latradición o carente de iniciativaseconómicas, pues no era sinoreconocer una trayectoria exitosa enla vida. Durante el reinado deAlfonso XIII todos los títulosconcedidos a los miembros de la altaburguesía catalana lo fueron apersonalidades del mundoeconómico —Sert, Vi ver, tres títulosconcedidos a los Güell...—e inclusose concedió uno al dueño de unosalmacenes comerciales, desdeentonces conde de Salces del Ebro.Se podría añadir que la propia

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nobleza (el duque de Alba, porejemplo) colaboró de modoimportante en muchas empresascapitalistas y que una parte de lasgrandes familias burguesas tardó enreclamar el título nobiliario. Elhecho de que entre la mitad y dostercios de la nobleza residiera enMadrid contribuía a que fueraperdiendo progresivamenteinfluencia social en las regiones enque poseía sus latifundios.

Quizá como mejor se aprecia lamovilidad social del reinado deAlfonso XIII es teniendo en cuenta

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quiénes eran los miembros de la altaburguesía, el origen de su fortuna y lafecha de que databa ésta. En Madridla fortuna del marqués de Urquijo yla del conde de Romanones, losprimeros contribuyentes, erareciente, como también elennoblecimiento, especialmente en elprimer caso; en las grandes fortunasmadrileñas la propiedad inmobiliariajugaba casi siempre un papel muyimportante. De las grandes familiasbarcelonesas, Girona era hijo de unrelojero y decía "jo soc de casapagesa" (soy de familia campesina)

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y los Ferrer Vidal descendían de unfabricante de barriles; allí laprosperidad procedía de lasprincipales ramas de la actividadeconómica e industrial y seconcretaba en la constitución de unagran empresa familiar que sólo en unsegundo momento revestía el carácterde sociedad anónima. Los vínculosentre la política y el mundoeconómico eran estrechos, pero esono impedía la movilidad: en 1930 unGüell, es decir, alguien procedentede una de las más conocidas familiasbarcelonesas, era alcalde mientras

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que Cambó, quien en principiocarecía de medios de fortuna, losconsiguió debido más por sucondición de "manager" que por suactividad política. En general, igualsucedía en el resto de España, peroello no quiere decir que la altaburguesía militara necesariamente enlos partidos del turno o en su sectormás conservador y clerical; estacaracterización valdría tan sólo parauna parte de esta clase (el marquésde Comillas o la familiaIbarra).También existía unaburguesía periférica liberal

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(Chávarri en Bilbao) y que podíamilitar en partidos opuestos alsistema político vigente: aparte delcaso, muy patente, de Cataluña,encontramos ejemplos de esta actituden el País Vasco (Sota,Echevarrieta..., cuya riqueza es bienpatente en cualquier conocedor de laría) o en Asturias (Álvarez Valdés,Pedregal....).

Asimismo es posible percibirun cierto cambio modernizador en loque atañe a las clases mediasprofesionales y el funcionariado. Seha calculado que los efectivos de las

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primeras se duplicaron en las tresprimeras décadas del siglo. Engeneral los miembros de la clasepolítica procedían de la clase mediaprovinciana: los casos de Maura,Alba o Dato son, en este sentido,paradigmáticos mientras que, encambio, el del marqués de la Vega deArmijo, un título nobiliario deraigambre, parece excepcional, comode otra época. La burguesía agraria,compradora de los bienes de lanobleza o arrendataria de los mismosen el pasado, nutrió también la clasepolítica situando a alguno de sus

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representantes en la primera fila dela política nacional (así, el casoNiceto Alcalá Zamora). En todaEspaña una figura social ascendenteera no sólo el naviero vasco o elindustrial textil catalán sino tambiénel terrateniente que había amasado sufortuna mediante comprasinteligentes, combinadas con unacuidadosa elección de enlacesmatrimoniales. Por su parte laburocracia mantuvo sus efectivosestables en torno a las 100.000personas pero tan sólo en Madridrepresentaba algo desde el punto de

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vista social y, por otro lado,experimentó una importante mutaciónen su estabilidad yprofesionalización: mientras quetodavía en la etapa final del sigloXIX incluso el Tribunal Supremodefendía la discrecionalidad delGobierno al hacer los nombramientosde funcionarios, la ley de julio de1918 y el posterior Estatuto deseptiembre contribuyerondecisivamente al cambio que seconsolidó en la etapa de laDictadura, que tuvo entre suscolaboradores algunas figuras de los

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que luego serían denominados"técnicos" como, por ejemplo, elingeniero conde de Guadalhorce.

El cambio en las condiciones devida de las clases populares esdifícil de generalizar. En cualquiercaso parece que las transformacionesen el medio urbano fueron másimportantes que las que tuvieronlugar en el medio rural. De todosmodos parece, según cálculos nototalmente fiables, que el número dejornaleros pudo disminuir de dosmillones y medio a un millón y mediodurante las tres primeras décadas del

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siglo, mientras que el de propietariospequeños o cultivadores directos sepudo incrementar en el mismoperíodo de menos de dos millones ados millones trescientos mil. Había,en cualquier caso, una notoriadiferencia entre el proletariocampesino y el industrial y urbano,pues éste recibía a menudo un salariodoble que el del primero. Siatendemos a los datos oficiales de larenta per cápita, cabe deducir que elnivel de vida de la clase trabajadorapudo haber experimentado unamejora indudable al haberse

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producido un crecimiento de 823pesetas (de 1929) en al año 1906 a1030 en 1920 y una cifra semejanteen 1930. Sin embargo este cálculo esdemasiado general y no tiene encuenta el coste de las subsistencias.Un estudio del Instituto de ReformasSociales dictaminó, en torno a 1930,que en la primera posguerra mundialse había producido un deterioro dehasta un 20 por 100 en el nivel devida de la clase trabajadora, aunqueluego en los años veinte la situacióncambió en sentido positivo. De todasformas en este estudio se apreciaba

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también una tendencia general haciala disminución de la jornada y unafuerte mejora en las actividades mássindicalizadas (minería, industriatextil...), de modo que la introducciónde la mano de obra femenina en estaúltima estuvo motivada por su menorcombatividad y una conclusióngeneral que resulta la mejorexpresión de los límites de lamodernización de la sociedadespañola: "el español, con su salario,puede adquirir un poco menos de lamitad de la ración alimenticia delobrero inglés". Las evaluaciones del

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peso de la alimentación en elpresupuesto de los obrerosindustriales oscilaban de un 56 al 75por 100 pero, fuera cual fuera lacifra, sumándole el vestido y lavivienda no quedaba yaprácticamente nada. El estudio de lascondiciones de vida en una capitalcastellana revela que, tanto acomienzos de siglo como en elumbral de los años treinta, trescuartas partes de los asalariados noestaban en condiciones, con sólo susueldo, de satisfacer las exigenciaselementales de la unidad familiar de

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tal modo que necesitaban que sumujer o sus hijos se subemplearanpor un menguado estipendio.

Con el transcurso del tiempo sehabía iniciado la aplicación enEspaña de la obra de reforma,consecuencia de la iniciativa delInstituto de Reformas Sociales. Tallegislación se había iniciado con elsiglo y había sido producto de lacolaboración de los dos partidos delturno y aun de todos los partidos através de su representación en elcitado Instituto; liberales,republicanos, socialistas y católicos

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colaboraron en esta obra. Un granimpulso recibió la obra reformista enla primera posguerra mundial,momento en que se introdujo enEspaña la jornada de ocho horas almismo tiempo que en el resto deEuropa. La mejor prueba de lasresistencias que mereció se encuentraen las palabras de quien, comoCambó, fue probablemente elconservador más moderno de laépoca: según él aquella fue "una delas mayores locuras que laHumanidad ha conocido en eltranscurso de su Historia".

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Quizá el mejor método paraapreciar el avance de la reformasocial en España, en comparacióncon otros países europeos, sea laintroducción de los seguros sociales.A fines del XIX, y hasta bien entradoel XX, la situación del trabajadoraccidentado queda descrita con lassiguientes palabras: "El obrero quequeda inútil no tiene más auxilio quesi los compañeros tienen la bondadde echar un guante a fin de quecompre un cajoncito para venderfósforos". Los cambios fueronimportantes pero lentos. Aparte de

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los introducidos por la legislaciónsocial se deben tener en cuentatambién los que fueron iniciativa delos propios trabajadores. El ahorropopular avanzó a partir de finales delXIX, aun con la modestia que revelaque en 1919 algo menos de uno decada diez trabajadores tenía libretade pensiones en Barcelona. Sinembargo en el cambio de siglo, comoalternativa a la Caixa d'Estalvistradicional, se crea la Caixa dePensions, de carácter más popular.En toda la geografía española elahorro, fuera cual fuera la iniciativa

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de creación de las Cajas, privada opública, católica o no, fuedesempeñando un papel cada vezmás importante. Por otro ladotambién en el cambio de siglo sedesarrollaron considerablemente lassociedades de socorros mutuos. Uncálculo reciente cifra en 1.200 lasexistentes en 1887 que pasan a ser3.000 en 1904 y 5.200 en 1916. Apartir de un determinado momentolos sindicatos se organizaron por elsistema de "base múltiple",fundamentado no sólo en laexistencia de una caja de resistencia

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para casos de huelga sino también enlos servicios mutualistas. Estaevolución reviste gran interés porquees asimismo indicio de un cambio enel papel del sindicato en el mundolaboral: si hasta la Primera GuerraMundial luchó principalmente por sureconocimiento a partir de esta fechaabandona en cierta medida laconfrontación mientras que lospropios patronos descubrían elimportante papel que podíacorresponderle como factor parainstitucionalizar el arreglo de lasdivergencias. Otros dos aspectos más

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de la iniciativa de los trabajadoresdeben ser abordados. El Instituto dePrevisión tenía tan sólo 1.000afiliados en 1909 y llegó a los135.000 en 1917. El movimientocooperativista también tuvo undespegue finisecular pero, aunque laley de sindicatos agrícolas de 1906facilitó su difusión, sólo en 1929 secreó una federación nacional y laregulación legal en esta materia no seprodujo sino en tiemposrepublicanos, momento en que elcooperativismo agrupaba a unas200.000 personas.

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Al mismo tiempo que sedescriben todos estos cambios espreciso resaltar también lasinsuficiencias. En el momento deproclamarse la República sólo sehabía implantado un seguro socialobligatorio, el retiro obrero, quebeneficiaba a cinco millones depersonas; el seguro de paro seplanteaba ya como una necesidadacuciante pero tan sólo era eso y encuanto al de maternidad, aunque seaprobara en 1923, no había llegado aaplicarse. Si tenemos en cuenta queotros países europeos, además de los

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mencionados, disponían de un segurode enfermedad entenderemos que ladiferencia entre el obrero español yel de otras latitudes europeas no eratan sólo de salario sino que seextendía a otras muchas facetas.

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El ritmo de la vidacotidiana a comienzode los treinta

Durante las tres primeras

décadas del siglo XX la vidaespañola experimentó en muchosotros aspectos cambios importantesen sentido modernizador. Hoy nospueden parecer poco relevantes pero,en realidad, en muchos casos resultanantecedente directo del presente ypara los españoles que hubieran

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conocido el comienzo de siglohubieran sido espectaculares.

Quizá el más decisivo se refiereal papel de la mujer. En el CódigoCivil de 1889 había predominado, dehecho, la idea del varón como únicosujeto legal de modo que de éldependía la posibilidad de que lamujer tuviera una vida profesional,suscribiera contratos o ejerciera elcomercio. En la práctica estabasometida al varón y existía un doblemodelo de moral sexual. Pero larealidad de la condición femeninahabía experimentado una evolución

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importante. En los años veinte habíaaparecido ya en los contextosurbanos la mujer de vida profesionalindependiente, sofisticada e inclusodotada de la apariencia nueva que ledaba, por ejemplo, el pelo corto. Enlas revistas de la época algunosilustradores, como Penagos, crearonel modelo prototípico de esta mujer.

El papel más importante eigualitario de la mujer en la sociedadespañola empieza a resultarperceptible atendiendo a laevolución de su educación. En 1900un 71 por 100 de las mujeres no

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sabía leer, mientras que en 1930alfabetas y analfabetas se repartíanpor mitades; en las grandes ciudadesel porcentaje de éstas era inferior al20 por 100. En 1900 sólo había unaestudiante universitaria mientras queeran casi 1.700 al comienzo de lostreinta; sólo en 1910 se derogó unadisposición que establecíadeterminados requisitos previos a lamatrícula femenina en laUniversidad. Los límites de estecambio se aprecian teniendo encuenta que durante mucho tiemposiguió existiendo un diferencial entre

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géneros por motivos educativos.También en el trabajo la mujer

desempeñó un papel creciente hastatal punto que en 1930 lastrabajadoras del textil en Barcelonaempezaban a superar en número a losvarones. Además existía ya unamayor pluralidad de dedicacionesque a comienzos de siglo: si en 1900la industria del vestido, el textil y laalimentación cubrían casi el 90 por100, en 1930 tan sólo llegaban al 65por 100. Sólo a partir de 1910empezó a existir un sindicalismofemenino, que tuvo probablemente su

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élite en las cigarreras. De todosmodos, son también perceptibles loslímites en el papel desempeñado porla mujer: ya en 1910 en Suecia lamujer representaba el 38 por 100 dela población activa, mientras que en1930 sólo el 19 por 100 de lasespañolas formaba parte de lapoblación activa en los tramos deedad entre los 12 y los 19 años.Aunque fue el trabajo en la industriael que más progresó éste seguíasiendo un fenómeno relativamenteaislado en España. En Cataluña selocalizaba el 40 por 100 de la

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población activa femenina en laindustria allá por 1930, mientras queen Granada —o incluso Madrid—más del 80 por 100 pertenecía alsector terciario, principalmente alservicio doméstico. En la capital, de86.000 mujeres activas en 1930,62.000 estaban en el serviciodoméstico, 7.000 en el textil y sólo4.000 en profesiones liberales oasimiladas. En Cataluña el númerode trabajadoras en la industria pasóde 100.000 a 250.000 en el períodode 1900 a 1930. No obstante laparquedad de estas cifras la propia

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dinámica de la evolución económicaintroducía nuevas ramas de actividaden que la mano de obra femeninaestaba destinada a desempeñar unpapel creciente: en 1926 Telefónicatenía 8.750 trabajadores, de los que3.200 eran mujeres. Hasta los añostreinta el número de las mujerespresentes en la vida pública habíasido muy reducido (principalmenteprocedieron de los sindicatos, comola anarquista Teresa Claramunt o lasocialista Virginia González) pero yaen la República les correspondió unpapel apreciable. Una diputada que

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jugó un papel relevante en la políticarepublicana, Margarita Nelken,todavía consideraba escasos losavances, pero afirmaba también queen España se iba progresando "apasos agigantados". Lo fueron tansólo a partir de unos antecedentesmuy modestos. Durante los añosrepublicanos el derecho de la mujeral trabajo siguió estando limitado porel estado civil de modo que tan sóloen Cataluña, a partir de 1934, fueeliminado el requisito de la licenciaprevia marital para permitir eltrabajo de la mujer. Aunque los

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salarios tendieron a homogeneizarseseguían siendo entre el 40 y el 60 por100 inferiores al salario del varón,según se tratara de trabajo agrícola oindustrial. Desde 1870 hasta 1930 elnúmero de sirvientas que aparecíancomo tales en los censos se situósiempre por encima de las 300.000personas. Según los testimonios de laépoca hasta dos tercios de lasprostitutas —40.000 en Madrid,según ciertos cómputos— habíanpasado previamente por el serviciodoméstico.

El papel de la mujer en la

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actividad laboral o en la vidapolítica constituye tan sólo unadimensión del cambio producido enel primer tercio del siglo XX, quetuvo su eclosión en los años de laRepública. La reducción de la mujeral marco de lo familiar y domésticotardó mucho en entrar en crisis. Sóloen el teatro finisecular de JacintoBenavente aparece —en un contextosocial de clase alta— la mujerindependiente, aquella que padece eldonjuanismo del marido y se rebelacontra él o pretende salirse de supapel convencional y, aun así, lo

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habitual es que el desenlace de latrama resulte convencional. Elfeminismo español, de muydiferentes contenidos ysignificaciones, apareció tambiéncon el final de siglo. Con todo lareivindicación de una vida propia, almargen de la institución delmatrimonio, fue excepcional. Amediados del XIX ConcepciónArenal tuvo que acudir a laUniversidad vestida de hombre y loscasos de mujeres dedicadas a tareasprofesionales fueron tan ocasionalescomo, por ello mismo, merecedores

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de atención (María Martínez Sierra,Concha Espina, María Lejárraga).Sólo en los años veinte, coincidiendocon la aparición de una moda nueva,hubo indicios de liberación de lamujer en el comportamiento sexual,tema que aparece con ciertafrecuencia en la narrativa de laépoca. La difusión de la eugenesia yde los métodos de control de lanatalidad se produjo principalmentedurante esas mismas fechas teniendocomo protagonistas a quienes erandisidentes políticos (Jiménez deAsúa y Marañón, principalmente).

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Todo este conjunto defenómenos, demostrativos de laliberación femenina, adquirió, comoqueda dicho, una especial relevanciadurante los años republicanos. Enellos la mujer se lanzó a la calledesempeñando un papel creciente enla vida pública y no sólo en lapolítica, como pudiera ser el caso deMargarita Nelken, Victoria Kent oClara Campoamor —a las que habríaque añadir las propagandistas de laderecha— sino también en la vidaprofesional (casi el 4 por 100ejercían profesiones liberales).

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Tanto en la enseñanza secundariacomo en la universitaria elporcentaje del alumnado femenino seduplicó llegando a representar el 31y el 9 por 100, respectivamente.También en materia decomportamiento sexual hubo cambiosmuy importantes, pero no siemprepositivos. Si se presenció un primerpaso en la liberación de la mujer enla prensa gráfica o en losespectáculos se hizo presente lacomercialización del desnudofemenino. Cuando hubo divorcio algomenos de un tercio de las demandas

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fueron presentadas por la mujer y endos tercios de los casos se referían acomportamientos tan flagrantes delvarón como los malos tratos o elabandono del hogar. Aun así no debeexagerarse el impacto de esta medidaque ofreció resistencia incluso en losmedios republicanos de derecha:entre 1932 y 1933 hubo tan sólo7.000 divorcios tramitados con 4.000sentencias firmes. Durante los añostreinta los congresos eugénicoscontribuyeron a la difusión demétodos anticonceptivos: la décadase había iniciado con la publicación

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d e La limitación de la prole, unlibro redactado por una feminista,Hildegart. Al descenso de la tasa denatalidad cabe atribuirle ese origen.

Fruto de los cambios del paísfueron también las mutaciones en lasdiversiones populares y en losmedios de comunicación. Respectode las primeras cabe decir quesiguieron existiendo lastradicionales, pero también, comotestimonio de la apertura del país alos vientos del exterior, seintrodujeron modas de procedenciaextranjera o se modernizaron las

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heredadas del pasado, en ocasionesen una mezcla peculiar que desde elpunto de vista histórico puedeparecer incongruente.

Tomemos, por ejemplo, el casode la canción popular, elementofundamental de la cultura de masas,expresión de la vida de una sociedady testimonio de sus cambios. Lacaracterística de los espectáculosteatrales y musicales españoles, delarga tradición en España, fue contarcon partes habladas y cantadas —unidades cortas, fácilmentedesgajables, y capaces de

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popularidad autónoma—, una ciertadramatización, pero con temáticamuy convencional, exhibición devoces y de cuerpos femeninos yescenografía decorativa. Todo estemundo, con muy diversasdenominaciones —zarzuela, génerochico o incluso ínfimo, variedades—fue la diversión urbana fundamentalhasta el estallido de la guerra civil.La popularidad de los intérpretes ylos beneficios económicos de loscompositores así lo prueban. Con eltranscurso del tiempo la canción —el"cuplé"— fue independizándose del

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conjunto del espectáculoconstituyendo su atractivo principal.Esa canción mantuvo unascaracterísticas fundamentales pero,con el transcurso del tiempo, tambiénresultaba susceptible a cambios deimportancia. Protagonizada por lamujer, convertida la cupletista en"heroína de nuestro tiempo" (ÁlvarezQuintero), tenía un contenidosentimental y convencional en loideológico, proyectado a través deuna música pegadiza. Muycaracterístico de ella, por tanto,resulta una visión tradicional y

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patriotera pero, sobre este trasfondo,aparecieron novedades. El fin desiglo y los comienzos del XXsupusieron el surgimiento de unacierta trasgresión en el terreno de lamoral sexual con los espectáculos"sicalípticos". Más decisiva fue lasuperposición, sobre la herenciafolclórica, de los nuevos ritmostropicales o anglosajones y laaparición de espectáculos nuevoscaracterizados por la rápida sucesióny la considerable variedad de laoferta. La revista, las "variedades" olos llamados espectáculos "de

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visualidad" fueron buena prueba detodos esos cambios: en los añosveinte estos espectáculos musicaleseran lo bastante cosmopolitas comopara contar con bailarines negros otanguistas argentinos. De lo que nocabe la menor duda es de lapopularidad de este mundo,semejante al que tendría el disco apartir de los años sesenta (que, en elmomento del estallido de la guerracivil, apenas si tenía difusión). En1912 se calculaba que en Españahabía del orden de 5.000 ó 6.000locales con orquesta y algún tipo de

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espectáculo dramatizado. En 1920 sevendieron 110.000 partituras de ElRelicario, un éxito espectacular, entan sólo un mes. El mundo musicalpermitió el trasvase desde losgéneros más populares a los demayor exigencia: de hecho en losaños veinte y treinta se produjo unarecuperación de la gran "zarzuela"(Sorozábal). Todo él se benefició delas transformaciones modernizadorasde la vida española: a partir de 1914estos espectáculos se electrificaronpor completo e incluso nuevasdiversiones, como el cinematógrafo,

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estuvieron —como veremos— muyestrechamente relacionadas en suorigen con los espectáculos teatralesy musicales.

Otra diversión tradicional,modificada y, por así decirlo,modernizada en las primeras décadasdel siglo, fue el toreo. Quizá la Edadde oro del toreo transcurra entre1913 y 1920, manteniendo, sinembargo, su esplendor hasta laguerra civil. A partir de la PrimeraGuerra Mundial una diversión tanpopular y tradicional contó connuevas plazas y, probablemente,

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reunió multitudes que nunca habíalogrado hasta el momento: en 1916se construyó la Monumental deBarcelona y en los años treinta la deMadrid. Es posible que a la altura dela Primera Guerra Mundial hubieraen España 400 plazas y que sesacrificaran unos 5.000 toros;noticias como la muerte de Belmontetuvieron mayor repercusión en laprensa —El Liberal vendió 200.000ejemplares— que el asesinato delPresidente del Gobierno, EduardoDato. Entre los aficionados larivalidad entre Belmonte y Joselito

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se tradujo en enfrentamientos casi decarácter religioso. Muy propio delmomento fue, sin embargo, laexistencia de una polémica en torno aestas cuestiones que llegaron a serprotagonizadas por intelectuales deprimera fila. Si Belmonte fue elrepresentante de una ciertatauromaquia exquisita y poco castiza,que logró el apoyo de un Romero deTorres o un Valle Inclán, al mismotiempo hubo también todo un mundointelectual contrario a la fiestanacional. El Sol, el principal diarioliberal, no publicaba noticias sobre

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tauromaquia y hubo escritores, comoEugenio Noel, que dedicaron granparte de su obra a combatir el toreocon una beligerancia que hubierasido inconcebible en la generaciónanterior que, en definitiva, estuvoseducida por los toros a la vez queabominaba de ellos. Cuando ValleInclán quiso presentar un panoramade la vida nacional recurrió a lametáfora más obvia, es decir, "ElRuedo Ibérico"; Ortega y Pérez deAyala escribieron sobre políticaespañola a partir de metáforastaurinas. Pero, por esos mismos años

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veinte, el espectáculo taurinoexperimentaba también unatransformación modernizadora.Durante la Dictadura de Primo deRivera, de quien fue decididoopositor Valle Inclán, seestablecieron los petos protectoresde los caballos, se prohibieron lasbanderillas de fuego y se reiteró lasupresión de las capeas. Junto a esasdiversiones populares de caráctertradicional aparecieron tambiénotras, expresivas de latransformación de la vida española.Cuando Churchill quiso llamar la

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atención acerca de la modernidad deAlfonso XIII lo describió como unmonarca deportista, afirmación quees cierta y que, además, permiteponer este fenómeno en relación conel espíritu del tiempo. El deporteestuvo, en efecto, muy conectado ensus momentos iniciales con elregeneracionismo (en realidad con élse pretendía la regeneración delcuerpo humano). También lo estuvocon los estratos privilegiados de lasociedad, aunque llegara a tener conel paso del tiempo un impactoextraordinario en las clases

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populares. El primer olímpicoespañol fue el tirador de arco PedroPidal, marqués de Villaviciosa deAsturias, que también practicaba eltiro de pichón y el alpinismo.Cuando, en 1909, se creó laFederación española de Fútbol lapresidió el propio Alfonso XIIImientras los duques de Alba y Arióndesempeñaron las vicepresidenciashonoríficas; la aviación deportiva fuepatrocinada por el Infante Alfonso deOrleans.

La cronología del desarrollo deldeporte en España resulta muy clara.

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Con el fin de siglo se produjo eldescubrimiento del deporte comoactividad lúdica e higiénica deprocedencia extranjera,principalmente británica. Eso explicaque, por ejemplo, los primerospartidos de fútbol tuvieran lugar enHuelva, junto a los intereses minerosde Riotinto, o en el País Vasco. Ladifusión del deporte tuvo lugarprincipalmente durante la década delos veinte, en la que los españolesobtuvieron los primeros éxitosinternacionales. El boxeador vascoPaulino Uzkudun tuvo una carrera

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francesa y norteamericana y dostenistas (Manuel Alonso y LiliÁlvarez) llegarían a la final de tenisen Wimbledon mientras que elmarqués de Trujillos lograba laprimera medalla olímpica en hípica.Ya en los años treinta entre losdeportes con una prácticaconsolidada figuraban el ciclismo(personificado en Trueba y Cañardo;la primera vuelta ciclista a Españadata de 1935) y el baloncesto. Lapropia palabra "deporte" sepopularizó en los veinte, frente alanglicismo "sport". Los jóvenes

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intelectuales del 27 exaltaron elmundo deportivo frente al académico(como hizo Dalí) o a sus figurasconcretas (Alberti cantó a Platko, elportero húngaro del Barcelona). Losintelectuales de otras generacionesfueron capaces también de percibirel cambio ambiental que se habíaproducido en la relación del hombrey la naturaleza. Fernández Flórez, enEl malvado Carabel, describió elcaso de un oficinista agonizantecomo consecuencia del simplecontacto con el campo.

Ningún deporte alcanzó mayor y

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más rápida popularidad que elfútbol. En 1930 se pudo escribir que"hoy apenas quedan sin equipo defútbol ni un lugar insignificante... nibarrio de ciudad secundaria... nicalle de gran ciudad... ni profesiónliberal, ni industria o comercio a lamoderna... ni en ningún centrorecreativo o cultural". Así era: enMadrid, desde la JuventudRepublicana hasta AlmacenesRodríguez tenían su equipo de fútbol.Pero la distribución era muyheterogénea, signo de la diferenteevolución social de cada región pues

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fueron las más desarrolladas oindustrializadas aquellas en que elfútbol tuvo un mayor impacto. De los700 clubes existentes en esa fecha lamitad eran catalanes o vascos. Desde1910 hubo campeonatos nacionalesde fútbol, aunque en ocasiones condos grupos de equipos contendiendopor separado; la Liga en fórmulaactual no llegó sino a finales de losveinte. La popularidad de estedeporte de masas creció sobre todo apartir de esta década. Ya en 1924 seconstruyó el estadio barcelonés deLas Corts, con capacidad para dos

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decenas de millares de espectadores.En los treinta el balance del repartode títulos ofrecía un panoramasemejante a la distribucióngeográfica ya descrita: el Athletic deBilbao había sido 10 veces campeón,8 el Barcelona y 5 el Madrid y elIrún. El deporte muy a menudo sirvióde cauce para expresar laconflictividad de la vida social. ElBarcelona, por ejemplo, a pesar dehaber sido fundado por un suizo ytener los colores del cantón deTicino, fue un club siemprecatalanista, como el Athletic fue

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nacionalista vasco. Otros clubescambiaron con el transcurso deltiempo en su imagen pública: elEspañol nació con una connotaciónsemejante al Barcelona —suscolores eran los de Roger de Lauria— y recibió ese título porque susjugadores no eran de más allá de losPirineos; luego, sin embargo, setransformó en el club de los menosintegrados en Cataluña. El Atléticode Madrid fue originariamente unclub de tono intelectual para luegorevestirse de una imagen populista.El cinematógrafo se convirtió

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también en otro medio de distracciónde masas, en especial a partir de ladécada de los treinta. Muy pocodespués de su invención en Franciauno de los colaboradores de loshermanos Lumiere, Promio, lomostró en Madrid y el año siguienteFructuoso Gelabert filmó el primerdocumental español. Aun así no fueconsiderado más que como unacuriosidad durante mucho tiempo demodo que hasta 1910 se puede decirque el cine español vivió en un"prolongado pionerismo" a pesar dela existencia de alguna figura muy

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interesante, incluso por sucosmopolitismo, como Chomón. Lasescasas películas —de las que tansólo queda una parte muy reducida—se exhibían como complemento deespectáculos teatrales o musicales enlos locales destinados a estosesparcimientos. Hasta la GranGuerra la localización principal, casiúnica, de la industria cinematográficaespañola fue Barcelona y los génerosprincipales fueron el documental y elcómico, al que se debe sumar elserial de aventuras. En torno a laPrimera Guerra Mundial el

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cinematógrafo empezó a disponer deinstalaciones propias, aunque demomento se trataba tan sólo debarracones, y la difusión de la nuevadiversión siguió siendo en gran parteambulante. Fue en los años veintecuando el cine empezó a alcanzar unadifusión masiva: "Yo nací —respetadme— con el cine", dice unverso del poeta Rafael Alberti. En1925 había ya casi 1.500 salas enEspaña (una décima parte de losexistentes en Europa). Algunas de losmás frecuentadas en las grandescapitales fueron obra de los

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principales arquitectos del momento(Anasagasti, por ejemplo). En esosaños, además, el cine se beneficiódel apoyo de algunas figurassingulares del teatro o de la literatura(Benavente, Marquina, Guimerá,Gual....) mientras que despertaba elinterés de algunos de los grandes dela generación del 98 (como sedemuestra en Luces de Bohemia, deValle—Inclán). Los más jóvenesfueron los más entusiastas de lanueva forma expresiva y de difusióncultural. La revista España fue laprimera en tener en sus páginas

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crítica cinematográfica. En 1928 secelebró el primer congresocinematográfico español. A estasalturas la localización de la industriacinematográfica había cambiado: enMadrid la producción, en manos deempresas de propiedad aristocrática(e incluso con la participación delmonarca), tuvo como temáticaprincipal la zarzuela (la mitad de laspelículas de 1923 lo eran en suorigen) o el melodrama máscosmopolita. Perojo o Florián Reyfueron los directores y productoresmás importantes En realidad, el cine

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no fue nunca mudo porque laspelículas sin sonido eran explicadaso acompañadas por la música en loslocales en que se proyectaban. Detodos modos la aparición del cinesonoro representó toda unarevolución. En 1931 el número depelículas españolas fue tan sólo trespero en 1935 ya había en Españaunas 3.400 salas de proyección y, deellas, 1.500 estaban adaptadas alcine sonoro. En cuanto a los mediosde comunicación la lectura de laprensa demuestra el considerableprogreso logrado no tanto por la

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multiplicación de diarios como porla mejora de la calidad de losmismos. En efecto, desde el final delXIX se produjo una profundatransformación de los periódicos.Por esos años Maeztu y Unamunodieron por concluida la época delperiodismo evangelizador desde laóptica de los partidos, característicade todo el siglo anterior. La nuevaprensa era mucho más informativa y,sobre todo, se libró de la tutela delos grupúsculos partidistas. Almismo tiempo los grandes diariostuvieron tras de sí empresas sólidas,

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se renovaron desde el punto de vistatecnológico a partir de laintroducción de las linotipias yprocuraron dotarse de contenidoinformativo, al margen de quetuvieran una inclinación genéricaacerca alguna de las vertientesideológicas en las que se dividía lasociedad española, sin que ellosupusiera nunca una identificaciónplena y absoluta. Además, algunos delos nuevos diarios, como ABC,procuraron dignificar la profesiónperiodística exigiendo dedicaciónabsoluta o pagando sueldos

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aceptables. Los más importantestuvieron entre sus colaboradores adestacados intelectuales. Ortegallegó a considerar la prensa diariacomo "plazuela" imprescindible parapredicar su concepción de unaEspaña europeizada: cuando nopodía hacerlo en los diarios cercanospor motivos familiares —Ellmparcial— o de afinidad depensamiento —El Sol— no teníainconveniente en acudir a otrastribunas. Unamuno (como Maeztu ytantos otros) también acudieron a laprensa para promover sus

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concepciones de España. El primerono tuvo reparo en reconocer que enparte lo hacía por "indudablesnecesidades de padre de familia". Escierto que la prensa vivió en lo queEl Sol denominó un régimen de"tartamudeo" en lo que respecta a lalibertad de expresión: entre 1898 y1923 hubo 23 suspensiones de lospreceptos constitucionales respectode la libertad de expresión, 9 deellas de carácter nacional y luego enla Dictadura existió un régimenpermanente de censura previa. Aunasí no cabe la menor duda de que la

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prensa española alcanzó cotasinéditas de independencia, influenciay capacidad crítica.

Conviene glosar, aunque seabrevemente, algunas de lasprincipales empresas periodísticasdel momento, testimonio todas ellasde los cambios producidos en estemundo. Prensa española fue obra deTorcuato Luca de Tena, un senadorliberal andaluz. Su periódico inicialf u e Blanco y Negro, la primerapublicación española que utilizó elcolor, y que pretendió conceder unaespecial relevancia a la información

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gráfica. Sin embargo, la obraesencial de la empresa fue el diarioABC (1905), aunque también editómuchas otras publicaciones. Aunquede un liberalismo cada vez másconservador e inequívocamentemonárquico, ABC siempre mantuvouna actitud muy independiente que lepermitió, por ejemplo, serestrictamente neutral durante laPrimera Guerra Mundial y apoyar ala dictadura pero, al mismo tiempo,criticarla. En esto último coincidiócon El Debate, obra de la EditorialCatólica, la gran empresa del

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catolicismo político en torno a lapersona de Ángel Herrera que en1926 procuró elevar el nivel deexigencia del periodismo por elprocedimiento de crear su propiaescuela de profesionales. Otrainiciativa importante —y anterior—fue la constitución en la primeradécada de siglo de la Sociedadeditorial de España que agrupó abuena parte de los diarios designificación liberal—radical ypopulista. Fue obra de Miguel Moya,quien presidió durante muchos añosla Asociación de Prensa de Madrid,

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fundada en 1895, primera entidad dedefensa de los interesesprofesionales. Otra gran empresaperiodística fue auspiciada porNicolás María de Urgoiti, unindustrial papelero, madrileño perode raíces vascas, que promoviótambién empresas editoriales comoCalpe. El diario El Sol fue obra deUrgoiti aunque sus opinionespolíticas fueran algo másconservadoras y, en realidad,dependiera principalmente de Ortegay Gasset en su inspiraciónideológica. Fue, sin duda, el diario

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más interesante de la época y taninfluyente que en 1931 lo compraronmiembros de la alta burguesía paraevitar que el republicanismo tuvieraen sus páginas un importantevehículo de expresión. La empresamás consistente surgida en el primertercio de siglo —así, al menos,parece probarlo su propia duración— fue, sin embargo, la de LaVanguardia, un ejemplo de prensaimparcial e informativa que pronto sepuso al frente de las publicacionesbarcelonesas.

La descripción precedente no

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deja de ser una mera aproximaciónque no tiene en cuenta la pluralidadvivida en cada capital importante nilos cambios producidos con eltranscurso del tiempo. Por citar tansólo el caso de Madrid, durante losaños veinte se editaban una veintenade diarios de las más diversastendencias, desde el monárquicoconservador ABC hasta el liberalintelectual El Sol, pasando por elcatólico El Debate y los liberales detono popular y a veces desgarradoHeraldo de Madrid, La Libertad yEl Liberal. En torno a 1918 en

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España había unos 240 diarios y latirada total podía ser de millón ymedio de ejemplares, aunque estasegunda cifra quizá resulte excesiva.Mientras tanto declinaban los diariosde partido, incluso los de tradicióntan larga como El Imparcial , endonde escribía Ortega y Munilla,padre del filósofo. Durante laDictadura de Primo de Rivera tuvolugar una cierta recuperación de laprensa de partido con la aparición deEl Noticiero de los Lunes y, sobretodo, con la conversión de LaAcción, un diario maurista, en La

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Nación, un órgano de prensa alservicio del régimen. Ya en los añostreinta apareció Ahora, un diario degran calidad tipográfica y excelenteilustración que pudo competir conABC, que en ese terreno había tenidohasta el momento una hegemoníamanifiesta. Ahora fue propiedad deLuis Montiel, un importanteempresario dueño de muchas otraspublicaciones, que se decantó haciauna posición moderada,prorrepublicana y centrista y quellegó a pagar sus colaboracionesmejor que cualquier otro diario.

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Pero, además, este períodopresenció la aparición de un nuevomedio de comunicación, la radio,cuya influencia resultó decisiva en lavida política de la épocarepublicana, aunque en el períodoanterior se había dedicado ante todoa tareas informativas y culturales.Novedad radical por lo que tenía deinstrumento inmediato de transmisiónde noticias, oral e imposible demediatizar, la radio empezó porllamar la atención de losintelectuales de vanguardia comoGómez de la Serna quien aseguró que

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"así como hay divorciadas porque sumarido se dedica al alcohol, a lasmujeres o al juego, las hay ahoraporque el marido se dedicademasiado a la radiocomunicación".El nuevo medio de comunicación fueconfigurado como "un serviciopúblico, monopolio del Estado"aunque con posibilidad de que éstehiciera concesiones a particulares Laprimera radio española empezó aemitir a comienzos de 1924,auspiciada por las empresaseléctricas, difundiéndose amplia yrápidamente. La empresa más

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importante fue, con el tiempo, UniónRadio, de significación liberal (unhijo de Urgoiti estuvo al frente deella) aunque en los años treinta debiócompetir con Radio España,vinculada con el mundo católico. Ala altura de 1930 había ya unoscincuenta mil receptores yempezaban a aparecer losinformativos que habrían de tener tanimportante papel en la vida políticade la etapa republicana. El principalfue el titulado La Palabra, de UniónRadio. Durante los añosrepublicanos el número de los

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receptores existentes creció de formamuy rápida: 145.000 en 1933,300.000 en 1936 (en Italia 530.000)y también se multiplicó a un ritmosemejante el número de emisoras, enespecial las de carácter local (detodos modos quizá se trate de cifrasincompletas pues se refieren a laspersonas que pagaban el canon, perohabía quienes no lo hacían). En todoslos acontecimientos importantes de lavida política de estos añosdesempeñó un papel decisivo laradio, incluido en el estallido de laguerra civil: mientras que Arturo

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Barea, en La forja de un rebelde,nos presenta su utilización desde elbando republicano, el generalQueipo de Llano se convertiría en uneficaz propagandista desde el puntode vista de los sublevados.

Tras esta rápida descripción delos cambios sucedidos en la vidaespañola durante el primer primertercio del siglo debemos volver a lafecha inaugural de 1931. La imagenque se deduce de esta España delcomienzo de los años treinta es la deun país que, en un grado menor queotros de la Europa occidental, pero

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de manera indudable, había iniciadoel camino hacia la modernización. Siésta no había sido tan definitivacomo en otras latitudes próximas ellono deriva ni de la peculiaridad de unsupuesto carácter nacional ni de laincapacidad de las clases dirigentespara avanzar por este camino. Enrealidad, había sido la lentitudmisma del proceso modernizador laque había impedido que se plantearaseriamente una reforma global de lasociedad española capaz de hacerlapolítica y socialmente idéntica a laseuropeas de las que ya era

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culturalmente homologa. Laproclamación de la Repúblicapareció testimoniar inicialmente queera posible dar este gran pasoadelante y de ahí el entusiasmo conque fue recibido el nuevo régimen,pero pronto se descubrió que lasdificultades eran mayores de lasprevistas y de ahí la decepciónsentida. Como hemos señalado, da lasensación de que en 1931 lasociedad española era losuficientemente moderna como paratener un sistema democrático y no sergobernada por un liberalismo

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oligárquico, pero no tanto como paraque esa democracia fuera estable.

A la altura de 1931 losespañoles se encontraban con el retode transformar la totalidad de lasociedad española utilizando comoinstrumento el Estado, pero éste eradébil e impotente para la tarea queiba a asumir. De 1890 a 1920 elgasto público había aumentado en un50 por 100 (en Alemania se habíatriplicado y en Gran Bretaña e Italiatodavía había crecido más que ennuestro país) pero aproximadamenteun tercio se dedicaba al pago de la

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Deuda. Toda la política hidráulicadel regeneracionismo había quedadoreducida a una décima parte por puraimpotencia del Estado de laRestauración que era, al decir deUnamuno, "apariencias de ejército,ficciones de magistratura, sospechade universidad y escrúpulos demarina". Pero, además, a partir de1931, este Estado impotente hubo dehacer frente a dos retos añadidos sincuya comprensión es imposibleentender lo sucedido durante laSegunda República.

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El impacto de la crisiseconómica en España

En plena guerra civil, cuando ya

la República se debatía entre la viday la muerte, Manuel Azaña,meditando sobre el origen de lacatástrofe, se refirió a los problemaseconómicos que antes no parecenhaber ocupado, al menos de formaobsesiva, su pensamiento. "Éstasfueron, y no los complotsmonárquicos ni los motines

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anarquistas, —dice— lasdificultades que le salieron al paso ala República naciente ycomprometieron su buen éxito.Ninguna propaganda mejor que laprosperidad. Para un régimen reciéninstalado la crisis económica podíaser mortal". Ya veremosinmediatamente hasta qué punto sepuede atribuir tal resultado alimpacto sobre España de la crisiseconómica de 1929, pero, por elmomento, es preciso constatar que enel tránsito de un régimen a otro yadesempeñó un papel importante la

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situación económica marcada por ladesvalorización de la peseta y por lasequía y el correspondiente paro engran parte del sur de España: ya enesos momentos en algunas provinciasandaluzas el paro puede haberalcanzado el 20 por 100. Por otrolado, la política gubernamental secaracterizó por su timoratoconservadurismo. Así como hubo un"error Berenguer" también puedehablarse de un "error Argüelles",pues este ministro de Hacienda, consus medidas de contracción del gastopúblico no hizo sino multiplicar los

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problemas de paro, ya de por síbastante graves. De cualquier modoen este terreno la herencia delperíodo dictatorial se demostró tanenvenenada como en el terrenopolítico lo había sido para laMonarquía. En esencia losproblemas de la economía españoladurante la primera mitad de los añostreinta deben ser explicados enfunción de los desequilibrioscausados en la etapa previa: durantela Dictadura se emitió un volumen dedeuda anual que fue más del doble deaquel al que pudo recurrir el nuevo

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régimen.En cualquier caso, lo sucedido

en el momento de la transición de unrégimen a otro fue superado concreces por el deterioro de lasperspectivas económicas a partir deabril de 1931. En líneas generalespuede decirse que si los años veintefueron una década de prosperidad yoptimismo económico (los happytwenties) un destino completamentecontrario le correspondió a la décadasiguiente a partir de la quiebra de laBolsa neoyorquina, que había hechonacer gigantescas fortunas en un

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plazo corto de tiempo y que tenía lasuficiente trascendencia en laeconomía mundial como paraarrastrar tras de sí no sólo a lanorteamericana sino al resto de laseconomías occidentales. Los factoresque más decisivamente influyeron enque la quiebra se produjera fueron ladesarticulación del sistemafinanciero mundial (cuyo centro seencontraba en Gran Bretaña), susustitución por otro en los EstadosUnidos y la brusca contracción delconsumo que experimentó este país.Buena parte de los rasgos políticos,

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sociales e intelectuales de esta épocadeben ponerse en directa relacióncon la crisis económica sin la cual,por ejemplo, resultaríaincomprensible el volumen de paroexistente o el auténtico pavor sentidopor las fuerzas conservadoras antereformas sociales que tenían muypoco de revolucionario.

Lo que nos interesa conoceraquí es el impacto que pudo tenereste fenómeno de carácter general enEspaña a partir del momento en quese produjo el cambio de régimen y eladvenimiento de la República. A este

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respecto cabe decir que la opinión delos historiadores de la economíaresulta coincidente, aunque conmatices. De acuerdo con su criterio,el impacto de la crisis fue menor queen otras latitudes debido a los rasgosmás característicos de la economíaespañola de la época. Paísmediterráneo, periférico,tradicionalmente aislado y todavíasemindustrial, España no podía versetan afectada como, por ejemplo,Alemania. Por eso puede afirmarseque la crisis no fue un factor que demodo decisivo contribuyera al

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colapso del régimen sino que, a losumo, coadyuvó a aquél en unanación que, eso sí, ya tenía bastantesproblemas políticos y sociales. Enese sentido se puede decir queconstituyó un trasfondo negativosobre el que se producía la actividadde la clase política dirigente. Elmejor testimonio de ese impacto loproporcionan las cifras de renta percápita que, si suponen unestancamiento o ligero retroceso, nopresencian un colapso como el quese produjo en otras latitudes pues sudescenso en el período 1931—1933

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puede haber sido del orden del 0,5por 100. Otros datos resultancoincidentes en el diagnóstico. Losprecios al por mayor permanecieronestables, a diferencia de lo sucedidoen la mayor parte del mundo, y elnivel de producción en 1936 no eramuy diferente del de ocho años antes.

La crisis económica, sinembargo, afectó de manera diversa alos diferentes sectores. El comercio,la industria siderúrgica o el mercadode valores siguieron muyestrechamente la evolución de lacrisis mundial. El caso más

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espectacular fue el del comercioexportador español que, al estarconstituido por productosprescindibles, experimentó unadrástica reducción, superior en estecaso a la del norteamericano oalemán: alrededor de los cinco milmillones al comienzo de la década,por tan sólo unos mil quinientos en elpeor momento de la crisis. Losefectos los padecieron regiones deproductos agrícolas o industriales deexportación como, por ejemplo,Valencia (naranja) y el País Vasco(hierro). Aun así la contracción del

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comercio exterior fue mayor enpaíses de parecidas condiciones alas españolas; el deterioro de lacotización internacional de la pesetajugó un papel importante para que elcomercio no disminuyera aún más.También alguna industria, como lasiderometalúrgica o la de cemento,experimentaron graves problemasdebido a la política contractiva delgasto público (y, por lo tanto, de lasobras de este carácter); se hacalculado que la inversión públicadecreció a un ritmo de un 9 por 100anual, mientras que la privada lo hizo

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en torno al 25 por 100, acosada porla inestabilidad social y política. Elresultado fue que, por ejemplo, AltosHornos de Vizcaya redujo susplantillas en una cuarta parte y elnúmero de mineros descendió de90.000 a 77.000. Pero este caso nofue tan habitual porque, por ejemplo,la industria química no se vioafectada y la textil se benefició porla mejora general del nivel deconsumo popular. Las cosechas detrigo fueron excepcionalmente buenasdurante la década, aunque estoprovocó problemas de

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superproducción que ya parecenhaber sido estructurales a la altura delos años treinta y que se agravaronpor la importación de cereal queimprevisoramente se hizo en 1932.Hubo otros productos agrícolas,como el plátano, que experimentaronuna bonanza espectacular.

Como sucedió en todas partes yera inevitable que acontecieratambién en España la crisiseconómica tuvo una repercusióninmediata sobre el ambiente socialque se vivió durante el períodorepublicano. Se puede decir que

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hubo un auténtico coste económicode la democracia. El incremento delos salarios desde el índice 100 en1932 hasta el 126 en 1935, cuando elmercado de trabajo se habíacaracterizado hasta el momento porun exceso de mano de obra, empeoróinevitable y gravemente lasexpectativas empresariales. Lasclases medias y la alta burguesíasufrieron el colapso de una Bolsaque, en el período entre 1930 y 1933,pasó del índice 100 al 53; fue ese elaño álgido de la crisis y aquel en queconcluyó la experiencia de centro—

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izquierda reformista de Azaña. Talcolapso que, en principio, no parecejustificado por motivos de índoleeconómica, nos indica que losfactores políticos desempeñaron unpapel importante en la sensación decrisis social perceptible durante losaños treinta. Una sensación paralelase tiene al poner en relación el nivelde vida de las clases populares conla protesta social. Es difícil precisarhasta qué punto la Repúblicasignificó una mejora en el nivel devida de las clases trabajadoras, pero,al mismo tiempo, es evidente que lo

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fue. Hay que tener en cuenta, enprimer lugar, que se produjo unaamplia reforma social que afectó alas condiciones de vida de unamanera indirecta, pero, además, debeseñalarse que hubo un incrementoimportante en los salarios. Unhistoriador ha señalado que en lamayor parte de las ramas de laproducción se produjeron alzassalariales del 20 por 100 pero hubosectores en que alcanzaron el 30 por100. Un estudio monográfico sobre lacondición obrera en Barcelonaconcluye que el 35 por 100 de los

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trabajadores consiguió una reducciónde la jornada laboral, un 55 por 100vio aumentar sus jornales y un 33 por100 ambas cosas a la vez. La mejorafue importante y de ella haytestimonios estadísticos y literarios.

Pero, además, el azote del paro,aunque revestido en España de unespecial dramatismo dada laausencia de cualquier tipo de segurosocial, no tuvo en nuestro país unimpacto tan extraordinario como enotros. En Alemania, en el momentodel ascenso de Hitler al poder,superaba el 40 por 100, cifra que

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estuvo muy lejos de ser alcanzada enEspaña en donde, según losespecialistas, el porcentaje de paroera del 5 por 100 en 1932 paraascender, dos años después, al 7,5por 100, porcentajes semejantes a losde la Italia de la época y algosuperiores a los de Francia. Es muyposible que el impacto del paro en elambiente social se viera multiplicadopor el hecho de que no hubo unaacción mínimamente efectiva contraél. Las estadísticas de la época,incompletas y dudosas, dan unosseiscientos mil parados en 1933 que

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eran ya ochocientos cincuenta mil enfebrero de 1936; sin embargo, lamagnitud de estas cifras puedeinducir a error porque incluyentambién el paro parcial, queconstituía aproximadamente unatercera parte del total. En cualquiercaso, el paro jugó un papelimportante en determinadas regioneso ciudades aunque puede habertenido menos importancia en otras.Un estudio sobre la Barcelonarepublicana asegura, por ejemplo,que este fenómeno afectó, de una uotra manera, al 12 por 100 de la

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población, lo que sólo en parte puedejustificar las tensiones sociales de lacapital catalana durante el período;en cambio, en Madrid la reducción auna cuarta parte de las licencias deconstrucción y el paro consiguienteen esta rama de la actividad supusoque un 35 por 100 de lostrabajadores dedicados a ellapermanecieran sin trabajo y seradicalizaran considerablementehacia el anarquismo, en especial enel momento final de la experienciarepublicana.

De todos modos, el volumen y

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la aspereza de los conflictos socialesno pueden explicarse tan sólo por lacrisis económica. En 1933 sebatieron todos los récords en elnúmero de jornadas perdidas comoconsecuencia de las huelgas,incluyendo la etapa de la primeraposguerra mundial: casi catorcemillones y medio y unos ochocientoscincuenta mil huelguistas. Las cifrasresultan todavía más espectacularescomparándolas con las de 1926, elaño central de la dictadura, fecha enque hubo tan sólo unos veinte milhuelguistas y doscientas cincuenta

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mil jornadas perdidas. Hay, por lotanto, una obvia disparidad entre laconflictividad social y ese moderadoimpacto de la crisis en España. Nisiquiera la sensación de irresolucióndel problema del paro que pudieraexistir basta para justificar elvolumen de la protesta social que,además, estuvo acompañada de unaenorme aspereza. Otra estadísticaquizá nos proporcione una clave paraentender lo ocurrido: se trata de larelativa a la población reclusa, queen 1933 era de 12.000 personas, eldoble que en 1931; de ellas un 10

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por 100, al menos, correspondían adelitos contra el orden público.

Ahora bien si estos últimos seproducían, es decir si, al margen dela realidad de las condicionessociales objetivas en relación con elperíodo inmediatamente precedente,había una exasperada protesta socialera porque la República no sólo fueun cambio de régimen, sino queprodujo una revolución en lasexpectativas de cambio social de laclase trabajadora. Existíanreivindicaciones que eran productodel pasado y que ahora se

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acumulaban en una demanda global,multiplicándolas el propio cambiopolítico. Así se explica que lashuelgas no sólo aumentaran ennúmero sino que cambiaran decarácter: fueron más duraderas y amenudo violentas, acompañadas dela participación en reunionespúblicas de masas humanas nutridas,incorporadas a los grupos sindicalesexistentes. Venían a ser la respuestaante unas expectativas, nacidas comoconsecuencia del cambio de régimenpolítico e insatisfechas por la clasedirigente del mismo.

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En este punto reside una de lasdiscrepancias más serias en lahistoriografía económica acerca delperíodo. Mientras que algunosesgrimen los programas reformistasintentados por los diferentesministerios otros insisten en que nose llevaron a cabo por culpa,principalmente, de la inestabilidadpolítica del período. Se ha llegado adenunciar el "elevado grado deincapacidad política" de losdirigentes de la época, conindependencia de su significaciónpartidista. De acuerdo con esta

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interpretación los gobernantes deizquierda, obsesionados por el deseode mostrar su honestidad y de ofreceruna imagen distinta de la de Primo deRivera, insistieron en la necesidadde evitar el dispendio de loscaudales públicos. De ahí no sólo lalimitación de los gastos en la reformaagraria sino también la declaraciónde Prieto en el sentido de noconstruir "ni un kilómetro, ni un solokilómetro más de ferrocarril ahora".Él mismo había denunciadosupuestos favoritismos en laconcesión de líneas ferroviarias

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durante el período precedente, lo queexplica su posición en este momento,pero no se debe olvidar que un sectorde la historiografía lo ha consideradocomo el principal promotor de unaactiva política de gasto público paracombatir la crisis. La posición de laderecha gobernante a partir de 1933es de más evidente explicación y nosólo porque durante su período degobierno la inestabilidad fueramayor. Hubo programas deinversiones públicas para combatirel paro pero colapsaron porcompleto en el momento en que

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Chapaprieta alcanzó las máximasresponsabilidades en el terrenoeconómico. La propensión de laderecha consistió en recurrir a losprocedimientos tradicionales: en1935 tan sólo se emplearon 65millones en la lucha contra el paromientras que en los dos añosprecedentes el incremento en laplantilla de la Guardia Civil fue delorden de un 28 por 100. Parece,pues, tener cierto fundamento laacusación relativa a la incapacidadde la clase política en materiaseconómicas. Se podría pensar que

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fue la oposición patronal a cualquiertipo de reformas la que permiteexplicar toda esta exacerbación de lalucha social. Sin embargo el examende la movilización patronal parecedemostrar que fue posterior alcomienzo de la agitación, que,además, se identificó con figurasrelativamente moderadas de lapolítica republicana, como Lerroux,y que la organización de grandescentrales patronales no fue sino lareproducción en ese ámbito delfenómeno que se había dado tambiénen los sindicatos. En suma, la

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exasperada tensión que muy prontoexistió en el ambiente social de losaños treinta obedeció a la larga etapaprevia de reivindicacionesinsatisfechas y a la expectativa deque ahora lo serían de modoinmediato. Para la mayoría de lostrabajadores la proclamación de laRepública supuso, en efecto, laesperanza de una mutación esencialde su vida. Este cambio de actitud,principalmente en las esperanzas defuturo, explica en gran medida ladecepción posterior. "La Repúblicanació alegre y los gobernantes nos la

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han hecho triste", escribió Ortega,pero todo hace pensar que a ellocoadyuvó la creencia en que podíasurgir, de forma inmediata, unaredención social. Además, la reformade la legislación laboral, al margende que en algunos aspectos susciteinterrogantes, se llevó a cabo en elmomento menos conveniente posible,cuando la situación económica erapésima. Un sistema político nacientese encontró así con una agobianteacumulación de problemas a los que,por sus propias características, le fuemuy difícil dar pronta solución. Los

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incidentes anticlericales, con quemasde edificios religiosos que eransímbolos esenciales de la vidatradicional, o las destrucciones decosechadoras en el campo andaluz,fueron algunas de las expresionesmás ciegas e incontrolables de esteestado de cosas. Aunque sea un casoparticularmente agrio de estasituación —sin que pueda tomarsecomo indicativo de lo que sucedía enla totalidad de España— la Sevillade comienzos de la etapa republicanapuede servir como testimonio decuanto antecede. Entre abril y

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diciembre de 1931 hubo nada menosque 34 huelgas; mientras que seproducía una fortísimasindicalización —el 60 por 100 de lapoblación— el poder público semostraba impotente ante elpistolerismo (hubo seis gobernadoresciviles en tan corto espacio detiempo) y, en cambio, el fenómenodel paro tampoco era tan agobiante,sobre todo teniendo en cuenta losantecedentes inmediatos de lasituación obrera en la capitalandaluza. Si en un principio lospatronos adoptaron posiciones

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reformistas con el transcurso deltiempo algunos acabaron por ver encualquier intento de modificar lasituación laboral un propósitorevolucionario solapado.

En suma, si la crisis económicacontribuyó como factorcomplementario a las tensionessociales éstas fueron también, eincluso de manera primordial, elproducto de una realidad que eraoriginariamente política y que con eltranscurso del tiempo la propiapolítica tendió a exasperar. Por elloresulta imprescindible abordar los

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cambios más profundos que tuvieronlugar en España en la vida política almismo tiempo que se producía elcambio de régimen.

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La democracia demasas: movilizaciónpolítica y experienciade la democracia

Un factor esencial para

comprender la vida social españolaen la etapa republicana es tener encuenta que, al comienzo de ella, seprodujo un cambio decisivo en laforma de vivir la política. Por unlado, la República suponía un

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cambio de régimen pero, másimportante aún, en ese momento seprodujo el advenimiento de lasmasas a la vida pública de unamanera aparentemente abruptaporque la Dictadura de Primo deRivera había servido para ocultar,primero, y dar un carácter brusco,después, a un fenómeno que podíahaberse producido poco a poco. Enese sentido puede decirse que laSegunda República fue, ante todo ysobre todo, la experienciademocrática española por excelenciaantes de 1977. Nunca tuvo España, ni

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antes (pues, entonces, lo que habíaera liberalismo oligárquico), nidespués, el régimen de participaciónde las masas en la vida públicacaracterístico de las democracias. Alhacer esta afirmación no se pretendeemitir un juicio de valor, sinosimplemente constatar un hecho. Laafirmación de este carácterdemocrático sirve para testimoniaruna realidad patente para todos loscontemporáneos, pero no prejuzgaque los dirigentes republicanosacertaran siempre en susplanteamientos, ni tan siquiera

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implica la viabilidad del intento. Porotro lado, resulta patente hasta quépunto la movilización política tieneun paralelismo con esa agitaciónsocial que ha sido mencionada en elpárrafo anterior. A fin de cuentasambas eran testimonio de que lasmasas habían alcanzado su mayoríade edad frente al poder político y quese habían lanzado al protagonismo enla vida pública; testimonio de larapidez —y también delmaximalismo que derivó de ello— seencuentra en ambos fenómenosparalelos.

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Al examinar este fenómeno dela movilización política convienetener en cuenta, en primer lugar, sucronología. Como ya se ha señaladoaquélla se había iniciado antes de laproclamación del régimenrepublicano y ésta sólo se puedellegar a comprender teniendo encuenta ese fenómeno. Sin embargo, elproceso requirió algún tiempo paracompletarse. Las mismas eleccionesconstituyentes de 1931 han podidoser definidas como unas "eleccionesde transición" debido a que todavíano se había configurado la

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movilización como un fenómenodefinitivo. En efecto, en ellas hubouna candidatura oficial republicano—socialista que contó con unaevidente ayuda oficial y que nosiempre tuvo enfrente una pluralidadde candidaturas de oposición enigualdad real de condiciones.Existen, además, repetidostestimonios de fraude ante laaceptación, por parte del electorado,de lo que constituía, como en otrostiempos, una especie de encasilladooficial. Aun así estas eleccionesfueron mucho más auténticas que las

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del pasado. Pero quizá el factor másexpresivo a la hora de calificar estaselecciones como transicionales es elhecho de que el mapa electoral, sipor un lado señala las zonas deimplantación de algunos grupos comolos socialistas, en cambio no muestrade modo definitivo la implantaciónpreponderante de la derecha, queestuvo infrarrepresentada en lasCortes Constituyentes para lo que erasu fuerza social real. En definitivalas elecciones de 1931, precisamentepor su condición transicional,tuvieron unos resultados que

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acabaron por causar problemas almismo sistema político al que dieronluz, pues no facilitaron el consensoconstitucional posterior.

La movilización políticaconcluyó a lo largo de 1932 y era yaun fenómeno definitivo a la altura de1933. Incluso resulta muy probableque a partir de esta fecha laafiliación a los diferentes partidos yorganizaciones sociales tendiera aestancarse en la mayor parte de lageografía peninsular. Contribuyó aello el sistema electoral diseñadopara las Constituyentes, que ya no se

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modificaría a lo largo de la etaparepublicana. Consistía éste, enprimer lugar, en una división deEspaña en distritos provinciales o degrandes ciudades que sustituyó a losdistritos uninominales de la etapamonárquica, acusados, con razón, deperpetuar el caciquismo. Pareceindudable que el sistema logróconcluir con éste como factordeterminante de los resultadoselectorales pero hubo, en cambio,aspectos mucho menos positivos. Elsistema de atribución de escaños enlas Cortes se efectuaba mediante lista

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y suponía una fuerte prima a lacandidatura más votada y larepresentación muy reducida de laderrotada que, además, debía comomínimo obtener el 20 por 100 de losvotos. Este procedimiento tuvo elgrave inconveniente de propiciar lasgrandes coaliciones, con lo que, encuanto comenzó la polarizaciónpolítica, las alianzas adquirieron untono esencialmente negativo eincluían en su seno tendenciasradicales, incluso contradictorias enlo fundamental. Si una alianzadeseaba triunfar debía abarcar en su

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seno a los sectores más extremistas,porque una diferencia mínima envotos podía ser sustancial a la horade traducirse en escaños. Sin duda,un sistema proporcional, aunquetuviera como resultado lafragmentación del panorama político,habría resultado más estabilizadorpara el régimen.

La legislación amplió, ya alcomienzo de la República, elderecho electoral a los varonesmayores de 23 años, pero además laConstitución incluyó el de lasmujeres. Se trataba de una novedad

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importante que ni siquiera la Franciarepublicana había adoptado por elmomento y que produjo una claraprevención entre los diputadosrepublicanos de centro e izquierda,la mayor parte de los cuales no lavotaron: de 470 diputados sólo 188lo hicieron y entre quienes seopusieron hubo voces tan importantescomo la del socialista Prieto; inclusoalguna sugerencia en ese mismosentido provino de una de lasprimeras diputadas de la Historiaespañola. En general se atribuía a lamujer una condición conservadora

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que tampoco parece totalmentecierta, pues si bien nutrió las filas dela derecha católica (un 40 por 100 delos afiliados madrileños a la CEDAeran mujeres y en cambio sólo loeran menos del 5 por 100 de losradicales) también apareció en unlugar destacado en las socialistas. Detodos modos, la participación de lamujer en la vida política fue ya unhecho definitivo que contribuyó a lamovilización general del país; en1933 hubo ya seis diputadas, tres dederecha y otras tantas de izquierda.Al final de la etapa republicana la

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presencia de la mujer en los actospolíticos o electorales era ya muyimportante. Quizá la organizaciónpolítica que proporcionalmentedesempeñó un papel más relevanteen el seno de una tendencia partidistafue la "Emakume Abertzale Batza",es decir, la asociación de mujeresnacionalistas. Aunque había tenidoun origen remoto (nada menos que en1907) su expansión sólo se produjoal comienzo de los años treinta. Unas20.000 mujeres nutrieron sus filas yen el 80 por 100 de los municipiosvizcaínos tenía una sede local. Poco

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a poco las mujeres nacionalistasfueron conquistando un protagonismocreciente en el seno de esta tendenciapolítica, a pesar de la resistencia enesta materia no sólo de los varonesmás recalcitrantes sino del propioideario de Arana.

A partir de 1933 se constata quelas elecciones empezaron adesempeñar un papel semejante alque les corresponde en cualquiersistema democrático, es decir, el deser el mecanismo para cambiar a losdirigentes de la vida públicamediante la libre voluntad de los

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ciudadanos. Por vez primera en laHistoria española las eleccionescelebradas en 1933 y 1936 fueronperdidas por quienes estaban en elpoder, que sólo pudieron influir demanera muy relativa en losresultados y que no tuvieron laopción de apoyar desde él acandidaturas propias con esperanzade verlas triunfar. Rico Avello en1933 fue el primer ministro de laGobernación español en toda laHistoria que no fue reelegido en suescaño. La veracidad de laselecciones contribuye a explicar el

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apasionamiento con que se vivieronlas consultas electorales. El modo enque los españoles se enfrentaron conlos comicios no puede aislarse de laagitación social y de la tendencia almaximalismo político de los añostreinta. Con razón el escritorWenceslao Fernández Flórez afirmóque "con la cuestión electoral hasucedido lo que con los baños desol"; así como otras generaciones lostemían cuando en realidad no valíannada, "en nuestros días soportamos laprevia campaña electoral conperoratas que la radio lleva a todos

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los hogares, y cartas y proclamas yamenazas de que los derrotadossaldrán disparando tiros".

Claro está que las eleccionesespañolas de la época tampocopueden definirse como modélicas.Hubo, en primer lugar, un grado deabstención superior al de la Europade la época, provocado por factoresestructurales,'pero también por lafuerza del anarquismo, aunque éstejugó un papel mucho más cambiantede lo que se suele decir pues, porejemplo, su participación en laselecciones de 1936 contribuyó

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poderosamente a la victoria delFrente Popular. En realidad elabstencionismo oculta realidadesmuy diversas. Hubo unabstencionismo profundo, invariable,y otro intermitente en el que se debecontabilizar el específicamenteanarquista. Para comprobar larelevancia del mismo basta compararlas cifras de participación en unaprovincia de singular significaciónanarquista como era Cádiz. Entre1933 y 1936 los porcentajes devotantes pasaron, en Cádiz yUbrique, del 18 y 15 a 61 y 74 por

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100, respectivamente. Así como en laprimera elección la derecha obtuvouna confortable victoria en lasegunda se impuso de manera clarala izquierda. A pesar de lasdiscontinuidades producidas por laparticipación o la abstenciónanarquista lo cierto es, sin embargo,que el comportamiento electoral dela etapa republicana fue mucho másestable de lo que puede hacer pensarla brusca variación en lacomposición del Parlamento. Si sesigue la trayectoria del electorado enun ámbito reducido esa impresión de

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estabilidad queda ratificada. Así enGuipúzcoa, un 30 por 100 del votofue para la izquierda mientras que elPNV osciló entre 45 y 35 por 100 yla derecha entre 25 y 35. Incluso laestabilidad se mantiene con eltranscurso del tiempo pues los mapaselectorales de esta época muestranuna cierta continuidad con el pasado.La diferencia fundamental entre laselecciones españolas de los treinta ylo que aquellas significan en unsistema democrático estable resideen la permanencia residual delpasado. El resultado global de las

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elecciones no podía atribuirse a lainfluencia de quienes ejercían elpoder, a las trampas o al caciquismo,pero perduraron las influencias de lapolítica personalista y clientelista,como también la distinciónfundamental entre el comportamientopolítico del campo y el de la ciudad.Además, la radicalización deposturas y el maximalismocontribuyeron a fomentar la presiónviolenta en los momentos electorales.Hubo partidos esencialmentecaciquiles, como los agrarios, ymuchos caciques se incorporaron a

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las opciones republicanas de centro,en especial al partido radical. Enmuchas provincias antiguos caciquesse integraron en los nuevos partidospolíticos pero su influencia sebasaba en las mismas realidades delpasado: en Cuenca, por ejemplo, lacandidatura de derechas era unasuma de cacicatos comarcales,mientras que en Zamora dos antiguasfamilias liberales, los Cid y losGalarza, seguían monopolizando unpoder que se disputaban ahora conviolencia, a diferencia de lo quesucedía en la época de la

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Restauración. Algo parecido puededecirse de la diferencia decomportamiento entre campo yciudad: en la isla de Gran Canaria laderecha apenas obtenía un 18 por100 de los votos en la capitalmientras que la izquierda en losmunicipios rurales lograba entre el 5y el 15 por 100; en Alicante, en laelección de 1933, la izquierdaobtuvo 27.000 votos y la derecha6.000, pero los resultados finalescasi fueron de empate. En todaCastilla—León, la región másapegada a la tradición, perduraron

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antiguos políticos de la Monarquía,ahora transformados en republicanosde centro. Casi no hubo provincia depredominio agrario en que no sediera este fenómeno por más que nosea bastante para determinar losresultados electorales. Por lo tanto,aunque la nueva política demovilización fuera lo más novedosoy determinante, de hecho perdurótambién la política antigua. Claroestá que, con el transcurso deltiempo, se fue consolidando estatransformación de la vida socialespañola. Hacia 1936 la política

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clientelar estaba en claro retroceso.Pero también existían fórmulasintermedias: partidos políticosmovilizadores podían tener un apoyoclientelar: tal fue el caso deltradicionalista Oriol en Álava o delcatólico Sánchez Dalp en Huelva.

Como las elecciones, tambiénlos partidos políticos eran y son unmecanismo fundamental departicipación en la políticademocrática y de masas. En realidad,no se puede decir que existieranantes de 1931, pues antes de esafecha eran en su mayor parte, y a lo

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sumo, "tertulias caciquiles denotables". Ahora, en cambio,consiguieron movilizar a masas deseguidores y partidarios, al igual quelos sindicatos y grupos noespecíficamente partidistas. Losmejores datos cuantitativos los sueleofrecer el sindicato y el partidosocialista. UGT tenía al comienzo dela etapa republicana unos 200.000afiliados; el mayor incremento seprodujo en los primeros mesesrepublicanos hasta llegar a 654.000en octubre de 1931, pero luego lascifras siguieron progresando hasta

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alrededor de 780.000 en 1932 y másde un millón en el verano de 1933.No todos ellos cotizaban, pero enparte esto se debía a que el paroafectaba al sindicalismo y al hechode que, además, la UGT habíaperdido su condición de aristocraciaobrera al mismo tiempo que habíasuperado por vez primera enefectivos a la CNT, que podía teneralgo más de medio millón deafiliados. Cabe pensar que parte deafiliación de los partidosrepublicanos fuera ficticia pero nosólo los sindicatos crecieron de

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forma espectacular. El PSOE tenía75.000 afiliados en torno a 1933,fecha en que quizá AcciónRepublicana tenía 130.000; UniónRepublicana se atribuyó luego unos200.000. El partido de masas porexcelencia de la derecha fue laCEDA que tuvo, en su momentoálgido, 700.000 afiliados; erahabitual que más de la mitad de laspoblaciones de cada una de lasprovincias tuviera su comité local.Incluso los partidos que, por susrasgos característicos e incluso porideología, parecían vinculados a los

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notables locales, como fue el caso dela Derecha Liberal Republicana,decían tener decenas de millares deafiliados. Pero tan significativo comoesta pretensión o realidad de tenermiles de afiliados resulta el hechomismo de que su estructura semodificara de forma sustancial.Incluso los partidos que tenían comoprincipal e incluso única razón de serla personalidad de su dirigentepretendían tener una estructurademocrática, un sistema decotización y periódicos congresos enlos que definir un programa político.

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Por supuesto en la práctica no era nimucho menos así en todas lasocasiones: Lerroux controló a laminoría parlamentaria radical sin tansiquiera asistir a sus reuniones y GilRobles personalizaba a la CEDA,como Azaña lo hacía con AccióRepublicana, pero signo de lostiempos era que los políticos sesintieran obligados a estarrespaldados por auténticos partidosde masas. Si esto no siempre eracierto al menos es patente, comosigno de la veracidad del sistema departidos, que correspondían a unas

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peculiares coordenadas sociales y auna implantación geográfica precisa.A título de ejemplo, si comparamoslos rasgos de las dos opciones másimportantes del republicanismoveremos que existen similitudes —por ejemplo, la virtual ausencia de lamujer entre los afiliados—, perotambién importantes diferencias: elperfil de los seguidores de Azañacorresponde a profesionales de ladocencia de alrededor de loscuarenta años de edad; los dirigentesdel radicalismo, con menor grado deformación, tenían, por el contrario,

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mayor edad. Si esta correlación entrerealidad social y vertebraciónpolítica resulta ya una indicación delcarácter de la veracidad de esospartidos todavía lo es más el hechode que, como ya se ha advertido,buena parte de la implantacióngeográfica de los grupos de la etaparepublicana persista en los mapas dela actualidad: si ha desaparecido elanarquismo o el republicanismo, elsocialismo y la CEDA encuentran sutraducción en las elecciones delpresente.

En una visión superficial el

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sistema de partidos de la épocarepublicana puede dar la sensaciónde ser la expresión misma delpluralismo exacerbado. Ha detenerse en cuenta, ante todo, que elsistema de partidos partía de ceroporque nada tuvo que ver el queexistió antes con uno propio de unaetapa de movilización políticageneralizada. Por otro lado, estarealidad del pluralismo partidistaresultaba, entonces, y es, ahora, a lavez, producto de la sociedadespañola (de la época y de momentosposteriores) y testimonio de la

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autenticidad del sistema partidista.Ahora bien, el sistema evolucionócon el paso del tiempoconsolidándose y simplificándose; afin de cuentas, también en la primeraetapa de la democracia republicanalos partidos parecían más elproducto de una mentalidad que deuna ideología propiamente dicha. Porun lado, la España de la época estabaenfrentada en problemasfundamentales: la cuestión delrégimen, la controversia entreclericalismo y anticlericalismo, elapego al sistema democrático, la

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cuestión regional, la transformacióno la conservación social... etc.,fueron otros tantos motivos dedivergencia entre las fuerzaspolíticas. El sistema electoral, lamultiplicación en el nivel regional deopciones que tenían muy poco dediferentes en el nacional (porejemplo, en Cataluña, a escalaautonómica, la Esquerra venía asignificar algo parecido al partido deAzaña, cosa que no sucedía con elPNV en el País Vasco) e incluso laperduración de reductospersonalistas en el seno de la

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política provincial contribuían aconfigurar un abigarrado panorama.Con el paso del tiempo las diferentesposturas fueron perfilándose: en unprimer momento hubo, por ejemplo,radicales socialistas que divergíanpoco de los republicanos de centro yotros más cercanos al socialismo queal republicanismo de centro. Luegolas posturas se decantarondefinitivamente. Por otro lado, aveces las vinculaciones personalesde los dirigentes sustituían enrealidad a las adscripcionesideológicas propiamente dichas y de

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ese modo se multiplicabaninnecesariamente las opcionespartidistas que, sin embargo,tendieron a simplificarse. Otrosfactores propiciaban esasimplificación, como la pérdida deimportancia de los partidos denotables —el agrario, por ejemplo—o la desaparición de opcionesrelativamente semejantes como, porejemplo, sucedió con la constituciónde la Izquierda Republicana deAzaña a partir de unos grupospolíticos cuyas diferencias eranpequeñas. Al final de la experiencia

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democrática republicana el sistemade fuerzas políticas tendía acentrarse en tres principales, aunquehubiera otras: un partido dederechas, que habitualmente era laCEDA en la mayor parte de laPenínsula, el partido socialista, en laizquierda, y un centro republicano,muy dividido, que gravitó endiversos sentidos para inclinarse en1936 en favor de Azaña, como lohabía hecho en 1933 en favor deLerroux.

No se puede decir, porsupuesto, que el sistema de partidos

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contribuyera por sí mismo a poner enpeligro el sistema democráticorecién nacido, pero, sin duda,encerraba peligros potencialesevidentes. En primer lugar, unsistema partidista como el descritotenía el peligro de alimentar en algúnaspecto determinado laconflictividad, en vez de resolverla:la existencia de partidos designificación nacionalista, que en suorigen tenían un componente muyclerical, o de otros cuyafundamentación era primordialmentereligiosa, pudo contribuir a que estos

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dos problemas —nacional yreligioso— se agravaran. Pero, sobretodo, el peligro de este sistemapartidista residía fundamentalmenteen que al pluralismo se sumara lapolarización. La mayor parte de loscasos de quiebra en sistemasdemocráticos se han producido enaquellos países en los que, como enla Alemania de 1933, el pluralismose caracterizó por una polarizaciónpolítica en vez de por una actitud deconsenso en las cuestionesfundamentales. Así acabaríasucediendo también en España en los

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términos que se analizarán másadelante.

Por el momento nos interesaseñalar que la propia movilizaciónpolítica desempeñó un papelimportante en que así sucediera.Todo en la experiencia republicanatiende a recordarnos su condicióndemocrática: el Parlamento fue elcentro de la vida política, adiferencia de lo que sucedía en elreinado de Alfonso XIII, y la prensa,aun sometida a periódico régimen decensura, alcanzó tiradas notablesdiscutiendo los principales

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problemas de la vida pública. Peroes preciso tener en cuenta que lapolitización de la vida cotidiana tuvoun doble aspecto, positivo ynegativo. Por un lado, en cuantotestimonio de una progresivarealización de los derechos humanos,la República, en efecto, fue, como sehabía esperado de ella por losmanifestantes del 14 de abril, ungigantesco avance en la vida públicanacional. Pero, al mismo tiempo, labrusquedad de la politizacióncondujo al maximalismo. Un país nopuede pretender adquirir como por

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ensalmo una vida democráticaestable, pues ésta es producto defactores diversos, entre los quecuentan que el grado de tensiónsocial no sea excesivo, un nivelcultural y, sobre todo, unaprendizaje, incluso durante décadas,de unas pautas de comportamiento. Silos dos primeros factores fallaron enel caso español durante los añostreinta, además tampoco se dio eltercero. La brusquedad de latransición desde el liberalismooligárquico a la democraciacontribuyó a ello, como también el

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clima general de la época. El tonoexasperado de la vida políticarepublicana es perceptible, sobretodo, en la vida local, en la que lastensiones políticas nacionales setraducían de modo simplicísimo y amenudo violento. Así se explica elimportante papel que le correspondióa la agitación anticlerical que parasus protagonistas debió constituir unprocedimiento de subversión delorden tradicional. Un estudioso hadescrito la política de un pequeñopueblo aragonés como el resultadodel enfrentamiento entre dos bandos,

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uno de los cuales se empeñaba ensalir armado escoltando la procesiónen el día del patrono, mientras que elotro, también armado, pretendíaevitarlo. Todo ello tenía poco quever con el impacto de la crisiseconómica en España y es la mejordemostración de que el factorestrictamente político tiene unaextremada importancia paracomprender la tensión con que sevivió la experiencia democráticarepublicana.

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BIBLIOGRAFÍA Aparte de la bibliografía citada

y de la información del Instituto deReformas Sociales, para la sociedadespañola a la altura de 1930 véanse:Ángel BAHAMONDE y LuisEnrique OTERO, La sociedadmadrileña durante la Restauración,1876—1931, Madrid, Comunidad deMadrid, 1989; José María BORRASLLOP, Historia de la infancia en laEspaña Contemporánea, 1834—1936, Madrid, Ministerio de

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Sobre las condiciones de vida

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con especial referencia al mundorural, aparte de la informaciónpublicada por el Instituto deReformas Sociales, véanse, a títulode ejemplo; Miguel ARTOLA yotros, El latifundio. Propiedad yexplotación, Madrid, Ministerio deAgricultura, 1978; Antonio MiguelBERNAL, Economía e Historia delos latifundios, Madrid, Instituto deEspaña, Espasa Calpe, 1988; Lacuestión agraria en la Españacontemporánea, Madrid, Edicusa,1976; Luis GARRIDO, Riqueza ytragedia social. Historia de la clase

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Sobre las condiciones de la

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vida urbana véase: Aviva AVIV,Tradición y cambio en la burguesíamadrileña (1900—1936), Tesisdoctoral presentada en laUniversidad de Oxford, 1982;Francesc CABANA, La burguesíacatalana. Una aproximaciónhistórica, Barcelona, Proa, 1990 yEpisodis de la burguesía catalana,Barcelona, Proa, 1998; LuisCASTELLS, Los trabajadores delPaís Vasco (1876—1923) , Madrid,Siglo XXI, 1993; Las ciudades en lamodernización de España. Losdecenios interseculares, Madrid,

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mil julios y otras estaciones.Barcelona de la reforma interior ala revolución de julio de 1909,Madrid, Siglo XXI, 1993; Gary WrayMc D O N O G H , Goodfamilies ofBarcelona. A social History ofpowerin the industrial era, PrincetonUniversity Press, 1987; J. M.PALOMARES, Valladolid, 1900—1931, Valladolid, Ateneo deValladolid, 1981; Guillermo PÉREZSÁNCHEZ, Ser trabajador: vida yrespuesta obrera (Valladolid, 1875—1931), Valladolid, Universidad deValladolid, 1996; Alvaro SOTO, El

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Las condiciones de vida de lamujer: Cristina BORDERAS, Entrelíneas. Trabajo e identidadfemenina en la Españacontemporánea. La CompañíaTelefónica, 1924—1980 , Barcelona,Icaria, 1993; Rosa María CAPEL, Eltrabajo y la educación de la mujeren España (1900—1930), Madrid,Ministerio de Cultura, 1982; PilarFOLGUERA, El feminismo enEspaña: Dos siglos de Historia,

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Para las diversiones popularesy el ocio: L'Avene, n.° 211, II—1997, dedicado a La cultura deisestadis. Fútbol i hooligans; JulioCésar IGLESIAS, El deporte enEspaña, Madrid, Lunnwerg, 1991;Josefina MARTÍNEZ, Los primerosveinticinco años de cine en España,1896—1920, Madrid, FilmotecaEspañola—Consorcio Madrid92,1992; Serge SALAUN, Elcuplé(1900—1936), Madrid, EspasaCalpe, 1990; Joaquín SOTO

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Para los medios decomunicación: Presse etpouvoir enEspagne, 1868—1975, Madrid, Casade Velázquez, 1996; Lorenzo DÍAZ,La radio en España, 1923—1993,Madrid, Alianza Editorial, 1992;Carmelo GARITAONANDÍA, Laradio en España, 1923—1939,Bilbao—Madrid, Universidad delPaís Vasco, Siglo XXI, 1988.

Sobre el impacto de la crisiseconómica de 1929 en España véase:Albert BALCELLS, Crisis

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Granada, 1931—1936, Córdoba,Ayuntamiento de Córdoba—Ediciones Libertarias, 1995; ManuelM A C A R R O , La utopíarevolucionaria. Sevilla en laSegunda República, Sevilla, Caja deAhorros, 1985; Manuel PÉREZY R U E L A , La conflictividadcampesina en la provincia deCórdoba, 1931—1936, Madrid,Ministerio de Agricultura, 1979;Fernando PASCUAL, Luchasagrarias en Sevilla durante laSegunda República, Sevilla,Diputación Provincial, 1983. Pero

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esta bibliografía debe sercompletada con la relativa a losmovimientos obreros durante la etaparepublicana.

Son ya abundantes los estudiosde historia electoral. De carácternacional: Jean BECARUD, LaSegunda República española, 1931—1936, Madrid, Taurus, 1967; RosaMaría CAPE, El sufragio femeninoen la Segunda República española,Granada, Universidad deGranada;1975; William J. IR WIN,The CEDA in the 1933 CortesElection, Columbia University Ph.

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Logroño, Instituto de EstudiosRiojanos, 1984; Miguel ÁngelCABRERA ACOSTA, Laselecciones a Cortes durante la IIRepública en las Canariasoccidentales, La Laguna, Graficolor,1990; Jesús BUENO, ConcepciónGAUDO, Luis G. GERMÁN,Elecciones en Zaragoza—capitaldurante la II República, Zaragoza,Diputación provincial, 1980; DiegoCARO CANCELA, La SegundaRepública en Cádiz: elecciones ypartidos políticos, Cádiz, Diputaciónde Cádiz, 1987; Alejandro R. DIEZ

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TORRE, "Guadalajara, 1936: laprimera crisis del caciquismo", enEstudios de Historia social, 1987;Manuel FERRER, Elecciones ypartidos políticos en Navarradurante la Segunda República,Pamplona, Universidad de Navarra,1989; Miguel Ángel MATEOS, LaRepública en Zamora (1931—1936).Comportamiento político electoralde una sociedad tradicional,Zamora, Instituto de EstudiosZamoranos, 1995; AgustínMILLARES, La Segunda Repúblicay las elecciones en la provincia de

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los partidos sólo se hará menciónaquí de los republicanos, como losmás identificados con el régimen,dejando para más adelante al resto:Juan AVILES, La izquierdaburguesa en la II República,Madrid, Espasa Calpe, 1985 y "Laderecha republicana, 1930—1936",e n Revista de Estudios Sociales,1976; Eduardo ESPIN, Azaña en elpoder. El partido de AcciónRepublicana, Madrid, Centro deInvestigaciones Sociológicas, 1980;Jesús de JUANA, La posicióncentrista durante la Segunda

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La experienciademocráticarepublicana

Una de las característicasobvias de la vida pública española alo largo del siglo XX ha sido, sinduda, la discontinuidad de la clasedirigente. Cada cambio de régimensuponía, por lo menos en un elevadoporcentaje, la sustitución de unpersonal político por otro,habitualmente de rasgos diferentes, si

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no contradictorios. Por ello resultaimprescindible, como lo hemoshecho ya al tratar del reinado deAlfonso XIII y lo haremos másadelante en el caso de Franco, pasaruna rápida revista al republicanismoy al socialismo que accedieron alpoder con ocasión de laproclamación del nuevo régimenrepublicano en abril de 1931.

Del Gobierno provisionalrepublicano formaban parte, enprimer lugar, dos antiguos políticosdel régimen monárquico que habíansido los primeros —en realidad

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también los únicos antes de laproclamación de la República,aunque luego les siguieron muchosotros— en cambiar de adscripciónpolítica. Tanto Niceto Alcalá Zamoracomo Miguel Maura eran católicos yliberales, pero, aparte de haberjugado un papel de relevancia en lapolítica anterior a 1931 ahí concluíansus semejanzas. Del primerodescribió el segundo en susMemorias unas virtudes que muy amenudo fueron olvidadas por otrosprotagonistas de la vida política enla etapa republicana: en concreto, "su

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bondad, patriotismo, honradezacrisolada y ferviente deseo deacierto"; a todo ello se podría añadirsu experiencia, su ejercicio habitualde la prudencia y la formaciónjurídica. Todas estas virtudes tenían,sin embargo, sus contrapartidas Laprimera era que el futuro Presidentede la República seguía siendo unhombre de la vieja política. En susMemorias lo descubre claramentecuando afirma haberse convertido en"consultor y gestor de todos" en elPriego natal que le elegía y haberdedicado una buena parte de su

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esfuerzo al "cultivo parlamentario",es decir, a satisfacer los interesesclientelistas de su distrito. Suoratoria, que le había convertido enministrable en 1912, con un discursocontra las reivindicacionescatalanistas a las que acabaríacontribuyendo a dar satisfacción enla etapa republicana, era un buentestimonio de ello: Maura decía deella que el oyente quedaba, despuésde un discurso de D. Niceto, "molidoy para el arrastre" por subarroquismo expresivo, Pía lacomparaba con las cataratas del

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Niágara y Azaña le atribuía "unaholgura de palabrasdesproporcionada con el contenido".Pero lo peor no era la oratoria sinoel carácter y la psicología personalque translucía. El alambicamiento desus discursos —que era también elsuyo personal— acabó enfrentándolecon un elevadísimo porcentaje de laclase política de su época. Latragedia de Alcalá Zamora es que,habiendo sido indudablementebienintencionado, se le achacó,aunque "con mayor preparación queAlfonso XIII", lo mismo que se

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atribuía a éste, es decir, intervenir enexceso en la vida política asumiendoen ella responsabilidades que no lecorrespondían y, cuando menos,complicando los avatares políticos.Como en el caso del Monarca, yacomprobaremos que el juicio es, engeneral, muy poco justo, pero elresultado fue idéntico, la pérdida decualquier apoyo político al final desu ejercicio de la Jefatura delEstado. Por su parte Maura eratambién bienintencionado, valiente ygeneroso; había tenido, además, lacapacidad de romper con un pasado

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monárquico y con la imagencorrespondiente a un apellido. Sumayor defecto residía en una peculiarcombinación entre la volubilidad y lavehemencia. Cambiaba demasiado deopinión y lo solía hacer en tono tandesgarrado que difícilmente manteníatras de sí a un electorado estable,calificativo que suele serespecialmente válido en el caso delconservador. Azaña lo describiócomo "un torbellino", que "primerodispara y luego apunta". AlcaláZamora empleó términos semejantesal decir de él que era "un viento

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nunca quieto y jamás fijo". Puedepensarse que caracterizaciones comolas que anteceden carecen de interéshistórico pero no es así porque,precisamente, los rasgos personalesde ambos personajes contribuyeronde modo decisivo a explicar elfracaso de una opción política quehubiera sido cardinal para estabilizara la República. Ésta había nacidocon el apoyo de los sectoresconservadores, pero éstos no estabanorganizados para la actuaciónpolítica en un régimen republicano yni Alcalá Zamora ni Maura fueron

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capaces de construir un partido queconsiguiera ese resultado. LaDerecha Liberal Republicanaconsiguió incorporar a sus filas aalgunos antiguos caciques, pero nofue nunca un partido moderno conuna base social precisa y un idearioclaro. Durante la campaña de 1931tuvo a su frente a otro político delpasado, Chapaprieta, pero, entoncesy después, careció de medios y depropaganda y fue, en definitiva,incapaz de incorporar a los católicosa la vida de la naciente República.Transcurrido poco tiempo el

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minúsculo grupo de los seguidoresde Alcalá Zamora se denominó"progresistas" y "conservadores" losde Maura.

En el Gobierno provisional elrepublicanismo de mayor soleraestaba representado por Azaña,Lerroux y los radicales—socialistas.Azaña, que ha sido descrito conacierto por Marichal como hombrede "maduración tardía", eraprácticamente un desconocido fuerade los círculos intelectuales a laaltura de 1931—Convertido con elpaso del tiempo en una figura

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demoníaca para la derecha, estaimagen ha podido dar de él unavisión polémica en exceso, queoculta su realidad más profunda, lade un gran intelectual, uno de losgrandes escritores de una épocanutrida de ellos. Su actitud ante lapolítica era la típica de determinadogénero de intelectuales: comoValera, del que escribió unabiografía, pensaba que la sociedadespañola era primitiva, zafia eignorante en muchos aspectos y estole animaba a la acción en la políticapero también le acarreaba periódicas

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desilusiones. Así se explica, porejemplo, que durante la Dictaduraesbozara toda una tesis programáticapara la acción y que luego se sumieraen el desánimo y se dedicara a laactividad literaria; así se explica,también, su garra de gobernanteemprendedor en 1931 y sumelancolía de la etapa bélicamanifiesta en La velada deBenicarló. Habitualmente se le haatribuido una vanidadcontraproducente para su actividadpolítica, pero ésta nacía de su realsuperioridad, no sólo por cultura

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sino también por su condición degobernante enérgico capaz deelaborar un programa político y,sobre todo, de llevarlo a la práctica;en este sentido se puede decir que supersona misma resultaba muyrepresentativa de los cambiospolíticos acontecidos en el tránsitode la Monarquía a la experienciademocrática republicana. Por esoserá necesario tratar más adelante deél como gobernante, pues su personay su gobierno fueron verdaderamentedefinitorios del régimen. Esasuperioridad, sin embargo, a menudo

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le hacía adoptar un tono desdeñoso yfrío, semejante a su oratoria, que leconvertía en "antipático" (Baroja) oincluso "insoportable" (Maura).Junto a ese desprecio del adversarioy a un talante jacobino, del que másadelante se tratará, un defecto muycaracterístico de Azaña fue el derodearse de un conjunto decolaboradores en los que confiabaestrechamente: siendo algunos muyvaliosos, otros no estuvieron a laaltura del importante papel que lesatribuyó, por ejemplo en materias deorden público o militares. Su

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partido, Acción Republicana, fue,según Madariaga, "el máscompetente, inteligente y honrado" detodos los republicanos, "el únicopartido burgués bastante progresivocomo para desear de verdad llevar aEspaña a una era nueva y bastanteconservador para intentarlo coneficacia". Formado pocas semanasantes de la proclamación del nuevorégimen se nutrió de figuras deelevada cualificación profesional y,aunque en un primer momento fueramuy indisciplinado, resultó a la largael núcleo de atracción de la

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izquierda republicana y, en cuanto amodos de comportamiento, de unamodernidad indudable, superior, porejemplo, a la del partido radicalfrancés.

Esta denominación desde laprimera década del siglo había sidoasumida en España por losseguidores de Alejandro Lerroux, aquien se le concedieron en elGobierno provisional dos carterascomo si así se quisiera reconocer latradición histórica de su partido,pero de escasa importancia ambas,como testimonio de que la mayoría

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de sus miembros no confiaba en él. Ala altura de los años treinta Lerrouxvenía ya a ser, en palabras de RamosOliveira, una especie de "agitadorcansado" o, como señaló Madariaga,"un león domesticado", que "rugíasiempre a las mil maravillas", peroque, en el fondo, era ya inocuo tantoen sus reivindicaciones socialescomo en las anticlericales de otrotiempo. Desde la Monarquía Lerrouxvenía ejerciendo una oposición queera puramente formal. Ahora, en lanaciente República, el partido queacaudillaba venía a ser una especie

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de refugio "para los monárquicosinconsolables de la izquierda y losrepublicanos desconsolados de laderecha" que pronto no encontraronmejor opción que ésta. Muy amenudo Lerroux se convirtió en laexpresión simbólica de una voluntadde concordia al margen deimprudentes maximalismos y, si biense mira, él hizo más que el propioAzaña para mantener unida a lafamilia republicana. Lo malo deLerroux y de su partido era que, muya menudo, su condición centristaderivaba de la voluntad de no tomar

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partido, del silencio, de la simpleadecuación a las circunstancias o dela incapacidad de definir una políticapropia. Así sucedió, sobre todo,durante el primer bienio republicanoy más aún en el Gobiernoprovisional, durante el cual suprograma pareció ser "ver, oír ycallarse". La mano temblorosa deLerroux no erró en lo fundamental,pero, aparte de que representaba elpasado, su partido carecía decuadros con formación y con alturaética. En cambio sí tenía ésta última,sin la menor duda, el otro

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representante del radicalismo en elGobierno provisional, DiegoMartínez Barrio, hijo de un albañil yuna vendedora de mercado, que sedescribió a sí mismo en susmemorias como persona pulcraaunque carente de brillantez.Moderado y ajeno a todo rencor,despecho o deseo de venganza,Martínez Barrio llegó a ser, durantela República, la expresión misma delcentro político. Su relación conLerroux era, ya en 1931, muypeculiar: la lejanía de su jefe (él fueel principal dirigente del radicalismo

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en Andalucía) y el respeto por sutrayectoria velaban las posibilidadesde discrepancia que inevitablementeacabaron apareciendo.

Quizá lo menos digno dealabanza en el seno delrepublicanismo de la época fue elpartido radical—socialista. Surgido(y ello es muy característico) en elmomento final de la Dictadura,ofrece los rasgos de esos partidosefímeros vinculados con un estado deánimo colectivo o una circunstanciahistórica demasiado concreta. En lamemoria de quienes fueron

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compañeros de gobierno y deexperiencia política la imagen deeste partido resulta poco propicia aningún tipo de respetabilidad. Azañacalificaba al partido de"revolucionario" con tres erres por lafrecuencia con que la mayor parte desus miembros recurrían a lademagogia. Uno de ellos, MarcelinoDomingo, no tuvo empacho, despuésde haber sido ministro, de lamentarque no se hubiera recurrido a unadictadura republicana durante eseperíodo. Tanto Domingo comoÁlvaro de Albornoz parecen

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producto de una mezcla por igual debondad de fondo, carencia deconocimientos, ineficacia eimprudencia demagógica. DeDomingo escribió Azaña en su diarioque "ofrecía todo, reunía asambleas yno resolvía nada", porque, dotado de"una mente oratoria y periodística",parecía imposible "pedirle detalles yprecisión de alguna cosa". AlcaláZamora en sus memorias ha dejadoescrito que ocupó la cartera deAgricultura cuando sabía distinguiral trigo de la encina, pero era másdudoso que apreciara la diferencia

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entre el maíz y el primero y elalgarrobo y el segundo. El propioDomingo dice de sí mismo que enAgricultura, donde se producía lasituación social más grave de lasociedad española de la época,"había de interpretar la verdad odescubrirla porque (a él) nadie se ladecía". Albornoz fue descrito porLerroux como "un hombre honradoque vivía embutido en una especie deescafandra de espejos, político decafé, ingenuo, superficial,campanudo". Azaña le reprochó amenudo que sus propuestas no tenían

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ni pies ni cabeza y que condemasiada frecuencia "quería haceruna sonada, como corresponde a susignificación revolucionaria". Lasdescripciones de compañeros degobierno resultan, pues,inmisericordes pero, a pesar de ello,estos dos personajes desempeñaronun papel importante hasta el final dela etapa republicana.

Tres figuras notablementediferentes representaban alsocialismo en el seno del Gobiernoprovisional, al haberse negado ahacerlo un Julián Besteiro congruente

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con su tesis de no colaboración conregímenes burgueses. Dejando paramás adelante el papel que jugaroncada uno de ellos en el seno delpartido durante estos años es precisoreferirse brevemente a su trayectoriay personalidad. Fernando de los Ríosrepresentaba al socialismoreformista sobre cuya raíz humanistahabía escrito durante la Dictadura.Catedrático de Derecho político ytemprano diputado, en realidad, adiferencia de los otros dos ministros,parece haber sido una personalidadun tanto aislada en el seno del PSOE.

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En cambio, tanto Francisco LargoCaballero como Indalecio Prietorepresentaban más claramentetendencias en su seno, aparte detrayectorias y temperamentosdistintos que apenas tenían otra cosade común que la ausencia dereflexión teórica en la que De losRíos, en cambio, había brillado endefensa de un socialismo"humanista". Largo Caballero,antiguo estuquista, representaba latradición sindical del partido.Incansable y metódico para eltrabajo, la vida de Largo fue muy

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semejante a la de Pablo Iglesias.Limitado en su formación, lo eratambién en su capacidad decomprender la coyuntura política,pero tenía una especie de sextosentido para llegar a apreciar elestado de ánimo de la clasetrabajadora y ponerse al frente deella; fue esto lo que le llevó acolaborar inicialmente con laRepública para luego acabarrompiendo con ella de maneradrástica. Ya se ha hecho mención dela personalidad de Indalecio Prietocomo dirigente principal del

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socialismo vizcaíno. A estas alturaseran ya patentes su talento nato parala política, sus contactos con laizquierda republicana y suabnegación en las tareas colectivas yeso que Miguel Maura denominó "sugran corazón". Durante la Repúblicase descubrió, además, su intensosentido práctico como gobernante.No era aún un socialdemócrataporque no eludió el recurso a laviolencia, pero llevaba camino deconvertirse en tal porque en lapráctica siempre se aproximó a estatendencia. Su principal defecto era

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una impulsividad —lo que Mauradenominaba las "prietadas"—mezclada con ciclotimia, que si aveces le llevaba a adoptar un tonodesgarrado en otras le convertía enun apático y deprimido espectador delos acontecimientos.

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La elaboración de laConstitución

Esta clase política, de la que

hemos descrito algunos de susprincipales dirigentes, empezó muytempranamente a plantear unareforma integral de la vida españolaque, sin embargo, sólo adquirió superfil definitivo a partir dediciembre de 1931 en manos deAzaña por lo que dejaremos paramás adelante la mención de cada uno

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de los aspectos en que se concretóese propósito reformista eludiendo,de esta manera, un tratamiento decarácter estrictamente cronológico.

Sin embargo se debe destacarpreviamente un aspecto decisivo dela evolución política española cuyacomprensión es imprescindible paraentender el clima en que se elaboróla Constitución de 1931. Comosabemos la República había nacidoen un ambiente de entusiasmo yunanimidad que era, en gran medida,el producto de aquel cambio en lavida política que introdujo la

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democracia, más trascendente,incluso, que el propio cambio derégimen. Interesa recalcar lo pocoque tardó en disiparse eseentusiasmo inicial debido, sobretodo, al planteamiento de losproblemas de orden público yreligioso. Dadas las característicasde ambos inevitablemente la víctimade lo sucedido fue Miguel Maura y,en consecuencia, que no naciera unaderecha democrática republicana enestos momentos o en los posteriorespuede atribuirse en parte a estacircunstancia. La actuación de

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Maura, siempre bienintencionada,solía ser enérgica, aunque a vecesimprudente o carente de la direcciónmás oportuna. Hay que tener encuenta que, en una España que era unhervidero de tensiones sociales, nodisponía de fuerzas de orden públicomodernas: una de sus primerasmedidas fue la creación del Cuerpode Asalto para evitar recurrir a unaGuardia Civil carente de otras armaspara la represión de disturbios quelas de fuego. Debe tenerse en cuentatambién que los subordinados deMaura, es decir, los gobernadores

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civiles, eran con frecuenciadeleznables, producto de unaselección en la que jugaban más lasfidelidades personales alrepublicanismo que la valía objetiva.Maura cuenta en sus memoriashaberse encontrado candidatos alpuesto de gobernador provincial quedecían ser republicanos "uterinos" oaun "de placenta previa", como si ésefuera el único valor que justificara sunombramiento.

Pero quizá lo que contribuyó deforma más singular a cambiar elclima político republicano fue el

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planteamiento de la cuestiónreligiosa y en ella le traicionó aMaura su exceso de vehemencia. Laexpulsión de España, a mediados demayo, del obispo de Vitoria, unprelado que había acatado el nuevorégimen y del que no era imaginableuna actuación política, fue algodesmesurado agravado por el hechode que ni el Presidente ni el resto delos ministros fueron informados alrespecto. En cambio la del cardenalSegura, Primado de Toledo, el messiguiente, parece más justificada, porsus alabanzas a la Monarquía y por

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la manera de disponer de los bienesreligiosos. De todos modos más queestos enfrentamientos, que, a fin decuentas, pueden ser interpretadosdesde una clave personal, fue laquema de conventos del 11 de mayola que más decisivamente contribuyóa cambiar el clima en el que sedesarrollaba la vida pública. Apartir de un incidente tras la aperturade un círculo monárquico en lacapital de España se produjeron unaserie de algaradas en Madrid, queluego se extendieron a provincias. Sesaldaron con más de un centenar de

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edificios religiosos incendiados y, enadelante, cualquier disturbio social opolítico concluiría con actos comolos mencionados. El caso másperegrino fue el de Málaga, en el quepresidió los incidentes el propiogobernador civil. La reacción delGobierno ante los acontecimientosdemuestra, como luego escribióMartínez Barrio en sus memorias,que todavía se hallaba en la"infancia" del oficio de gobernar.Mientras que Azaña comentabadespectivamente que los edificiosreligiosos no valían la vida de un

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republicano, otros optaron poresperar, recurso de los gobiernosdébiles, y alguno por parlamentarcon los manifestantes. Prieto narró,tiempo después, que se habíaentrevistado con un manifestante que,como panacea para todos losproblemas, incluidos esos disturbios,le propuso traer el Orfeóndonostiarra a Madrid. Talespectáculo hubiera resultadocómico de no tener la trágicacontrapartida de lastrar unasingladura que había parecido, en susinicios, tan prometedora.

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Melancólicamente Ortega, que tanimportante papel había jugado en elestablecimiento de la República,protestó contra "ese fetichismoprimitivo que lo mismo lleva aadorar las cosas materiales que adestruirlas".

No puede dejar de tenerse encuenta este cambio de clima de lavida pública a la hora de juzgar losresultados electorales de lasconstituyentes de 1931, cuyo carácterde transición ya hemos señalado.Estas elecciones supusieron unaplastante triunfo de las candidaturas

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de la conjunción republicano—socialista, que se presentabantodavía como oficiales ogubernamentales. Los socialistastuvieron más de un centenar dediputados y una cifra algo inferiorlos radicales—socialistas, mientrasAcción Republicana y la EsquerraCatalana quedaban bastante pordebajo. Los sectores republicanos decentro y de derecha quedaron muylejos de estos resultados, connoventa escaños para los radicales ysólo una veintena de seguidores deAlcalá Zamora y Maura. En la

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derecha propiamente dicha militabancuarenta diputados agrarios,católicos y vasconavarros, siendo lavasco navarra la única región en que,a pesar de las circunstancias, seconservó la tradición derechista; encambio, aunque hubo políticosmonárquicos que conservaron supuesto tan sólo uno —Romanones—lo hizo con la filiación liberal. Muyprobablemente, atendiendo a losresultados de elecciones posteriores,tiene razón Alcalá Zamora al afirmarque las Cortes salidas de estaselecciones estaban "muy distanciadas

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de la efectiva y serenarepresentación nacional". Da lasensación de que la derecha estabademasiado desorganizada comoconsecuencia del cambio no sólo derégimen sino también de vidapolítica y que los conflictos de ordenpúblico y en el terreno religiosodeterioraron la posición de AlcaláZamora o Maura, sin ser suficientespara movilizar a la derecha católica,que no lo hizo hasta, por lo menos,1932. Esta composición de lasCortes explica que la Constitución nopudiera ser un texto de consenso

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entre todos los sectores sociales ypolíticos de la vida española.

A este factor, imprescindiblepara comprender la obra de lasConstituyentes, es preciso sumar otroque, en realidad, ya hemos visto altratar de la reacción gubernamentalante la quema de conventos. LasConstituyentes republicanas tuvieron,sin duda, una gran altura intelectual,pero también una patenteinexperiencia, producto de esadecisiva renovación de la clasepolítica dirigente. Si a ella se sumala tendencia demagógica que, desde

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un principio y de manera insistente,practicaron los radical—socialistas,no puede extrañar que el resultadofuera eso que Ortega denominó "eljabalí". Con este nombre designó elfilósofo a aquellos diputados queincumplieron su consejo de no ser "nipayaso, ni tenor, ni jabalí". De ellosFernández Flórez escribió queposeían "un vozarrón formidable,pero su absoluta falta de preparaciónno les permite utilizarla en decircualquier cosa importante oluminosa; hacen eso tan fácil que esinterrumpir". El propio Azaña, al que

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siguieron muy a menudo los radical—socialistas, los calificaba de"gente impresionable, ligera y depoca chaveta". Adviértase de todosmodos que la condición de "jabalí"no se identificaba sólo con losdiputados de este partido sino quetambién afectaba a otros y, estando elsistema de partidos en mantillas, aese exceso de impresionabilidad ydemagogia hay que sumar laindisciplina de unas agrupacionespolíticas incipientes.

Todos estos antecedentes debenser muy tenidos en cuenta a la hora

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de intentar comprender laspeculiaridades de la Constitución de1931— Originariamente se pensó enque fuera elaborado un anteproyectoconstitucional por una ComisiónJurídica Asesora presidida porOssorio, pero este propósito chocócon la resistencia de los diputadosconstituyentes a recibir sugerenciastécnicas que pudieran sustraerles ladecisión sobre materias esenciales.Prieto dijo que '"en cuanto se juntanocho sabios y se suman lassabidurías el resultado es unaimbecilidad". En el clima del

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momento había, además, una marcadatendencia a considerar que laproclamación de la República habíasido una revolución que necesitabaser completada y, por consiguiente, arepudiar las apelaciones a la"juridicidad". El propio Azaña sedecía contrario a la "ossorización"de la República. Si se hubiera hechocaso a la Comisión Asesora habríaexistido un Senado y unas comisionestécnicas asesoras en la Constituciónde 1931, aparte de que,probablemente, se hubieran dadomejores condiciones para llegar a un

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posterior Concordato con la Iglesia.No fue así y la nueva ley

fundamental fue redactada por unaComisión de las Cortes cuyopresidente fue el diputado socialistaLuis Jiménez de Asúa, quien, endeclaraciones a la prensa, asegurópretender transfundirle "roja sangrepolítica" para evitar que quedarandecepcionadas las ansias de lasmasas. No puede extrañar, enconsecuencia, que él mismo ladefiniera como "avanzada" y "deizquierda pero no socialista" como lamayor parte de las redactadas en la

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primera posguerra mundial, con lasque guardaba en muchos puntos unainnegable similitud. La Constitución,larga, abundaba en declaracionesidealistas y mostró una típicareacción de ánimo ante lo que habíasido el pasado monárquico ydictatorial, procurando vertebrar unsistema que fuera la expresión mismade la democracia en antítesis a esospuntos de referencia. A estosaspectos positivos hay que sumar unaidentificación con el pacifismo y unavoluntad de extender los derechosindividuales. De esos factores y del

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idealismo de ese texto constitucionalproceden artículos como el quedefinía al régimen como "unarepública de trabajadores de todaslas clases", el que afirmaba larenuncia de España a la guerra comoinstrumento de las relacionesinternacionales, otro que prohibía laretirada de España de la Sociedad deNaciones sin mediar previamente unaley votada en Cortes, o los queregulaban el sufragio de la mujer olos nuevos derechos sociales.

Los inconvenientes principalesde la Constitución de 1931 no

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radicaron en estos excesosdeclarativos. Fue, sin embargo,criticada (y con razón) por Ortegacuando afirmó que "nos lleganartículos tan cargados de divisas,gallardetes y banderines que laConstitución va a acabar por pareceruna vieja fragata barroca, panzuda yartillada"; para el filósofo erapreciso que una ley fundamentaltuviera más músculo y menos materiaadiposa. Se refería con ello,probablemente, a artículos como losque ratificaban la declaraciónuniversal de los derechos del niño o

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aquel otro que afirmaba que laenseñanza debería hacer del trabajoel eje de su actividad metodológica yse inspiraría en la idea desolidaridad humana. Sin embargo, elerror fundamental, quizá inevitabledada la composición de las Cortes,fue no haber intentado redactar untexto que, sobre todo en materiasconflictivas como la religiosa, fuerael producto de un más amplioconsenso y que, por lo tanto, hubierapermitido que gobernaran todas lastendencias políticas de formasucesiva. Pero había también, sin

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duda, otros inconvenientes quenacían indirectamente, como efectono querido, de ese tono democráticoy se referían a las relaciones entrelos diversos poderes de laRepública.

En efecto, la Constitución fueunicameral en contra de los deseosde republicanos de centro (AlcaláZamora, Martínez Barrio...) quehubieran deseado un Senadomoderador, de algunos socialistasque pedían unos consejos técnicos ode los nacionalistas catalanes, quehubieran preferido una segunda

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cámara federal. En cambio, se creabaun Tribunal de GarantíasConstitucionales, encargado dedictaminar sobre laconstitucionalidad de las leyes. Elsistema político republicano sedefinía con tan acentuadoparlamentarismo que establecía unaDiputación permanente de las Cortesdestinada a desempeñar una funciónsupletoria en el caso de que noestuvieran reunidas. Pero lo máspeculiar era que ese parlamentarismode la Constitución se hacíacompatible con una magistratura

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presidencial débil. Aunque enprincipio se había pensado que fuerade elección popular, como lapresidencia norteamericana o la de laRepública de Weimar finalmente lasCortes, dentro de ese espírituultrademocrático, convirtieron alPresidente republicano en "el másdébil del orbe", según el propioJiménez de Asúa. Nombrado por seisaños, no era inmediatamentereelegible y sólo podía disolver lasCortes dos veces, pero de la segundadisolución debía dar cuenta alParlamento recién elegido, una vez

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reunido por vez primera, para quevotara sobre la necesidad de sudisolución. El procedimiento deelección presidencial era también,según la expresión de Jiménez deAsúa, "una pieza de extraña factura"al basarse en unos compromisarioselegidos al efecto a los que sesumaban los propios diputados. Aunsin hacer mención a la ausencia deconsenso generalizado,principalmente sobre el problemareligioso, ni a la cuestión regional,de la que se tratará más adelante,parece ya claro que el sistema

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político previsto en la Constituciónde 1931 tenía sus inconvenientes. Sibien se mira tanto el excesivoparlamentarismo como el voluntariodebilitamiento del ejecutivo fueronotros tantos testimonios de un reflejoreactivo, poco meditado, frente a laetapa inmediatamente anterior. Nosería justo, sin embargo, atribuirleuna responsabilidad directa en losproblemas finales de la Repúblicaque nacieron mucho más del sistemade partidos y de la actuación de losprotagonistas de la vida pública quede las instituciones en sí mismas. La

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inestabilidad gubernamental tuvo esarazón fundamental y no otra.

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La reforma militar.

La figura de Azaña y el bienioreformista.

Fue la cuestión religiosa la que,dividiendo al Gobierno provisionalen el momento de su discusión en lasCortes, impuso una nueva fórmula degobierno y, por lo tanto, dio lugar aun bienio al que caracterizaremosmás adelante como reformista. Quiendirigió esta primera experienciagubernamental republicana fue Azañay la primera razón por la que lo logró

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derivó del prestigio logrado por suobra ministerial y no por susintervenciones en la discusión de laConstitución, en la mayor parte delas cuales estuvo ausente.

A diferencia de otros ministros,como Lerroux, que parecían carecerde una especial preparación para sucartera y procuraron pasar lo másinadvertidos posible, Azaña teníarazones intelectuales para quererdesempeñar la cartera de Guerra yademás partía de unos conocimientosque le permitían no tener queelaborar trabajosamente un

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programa. Su preferencia por elcargo nacía de que el Ejército leparecía una parcela de la sociedadespañola particularmente necesitadade transformación. "Todo estabaabandonado en esta casa", escribióen una ocasión en su diario; "hay quearreglarlo todo, desde la artilleríahasta los jardines del Ministerio".Sabía en qué dirección quería que seprodujera el cambio pues del casofrancés —que conocía gracias a suestancia en Francia — había tomadoel ejemplo de cómo evitar que unejército hipertrofiado llegara a

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convertirse en una carga para lasociedad civil y conviviera enlibertad con ella. Aunque sólopublicó uno de los tres tomosprevistos de su libro sobre lasinstituciones militares francesas, supreocupación acerca de estos temasno disminuyó; además loverdaderamente importante de estacuestión era recortar la dimensióndel cuerpo de oficiales sin cuyasolución no podía iniciarse ningunareforma. Azaña supo ver lasoportunidades que ofrecía unacoyuntura de cambio de régimen y

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tuvo arrestos para enfrentarse conuna reforma ante la que habíanretrocedido sus antecesores en elcargo. A las Cortes Constituyentesllegó con la aureola de haberconseguido realizar la gestión máscompleta y seria de la etapa delGobierno provisional. Ortega, queera parco en el elogio y en nadasimpatizaba con él, calificó sugestión de "maravillosa, increíble,fabulosa y legendaria".

Las primeras medidas de Azañaconsistieron en conseguir que elEjército español perdiera su

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dimensión "suntuaria" y seconformara con unos efectivos másproporcionados, sobre todo deoficialidad, a las necesidades delpaís. Se eliminaron los cargos decapitán general, teniente general ygobernador militar y se redujoaproximadamente a la mitad elnúmero de unidades que, en muchoscasos, no pasaban de ser puraapariencia más que realidad. Pero lamedida esencial fue la Ley de Retirode la oficialidad por la que ésta, entan sólo treinta días, tenía que elegirentre un retiro con el sueldo íntegro o

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la permanencia en el Ejército, peromostrando su adhesión al nuevorégimen. De esta manera se retiraronunos siete mil oficiales,principalmente de las armasgenerales; el número de generales seredujo a algo menos de la mitad.Desde luego fue una medida drástica—que no parecía tener en cuenta quelos mejores podían retirarse— ycara, —al conservar su sueldo laoficialidad—, pero consiguió lapráctica unanimidad de comentaristasy políticos. Complemento de esta Leyde Retiro fue la revisión de

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ascensos: se declararon procedentesun número inferior a la mitad de losconcedidos, con lo que hubooficiales que perdieron hasta dosgrados (entre ellos Várela y Goded).Por supuesto, estas medidas en nadamejoraron el prestigio de Azaña antela oficialidad, aunque demostraron elpredominio del poder civil.

Pero la reforma militar deAzaña no se detuvo sólo en eso.Otras medidas estuvieron dirigidas,precisamente, a someter al Ejércitoal poder civil. Desaparecieron lostribunales de honor y pudieron

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reingresar los expulsados por ellos,se suprimió el Consejo Supremo deJusticia Militar y se hizo cargo desus funciones una Sala del TribunalSupremo; fue derogada la Ley deJurisdicciones y, en fin, se creó unConsorcio de Industrias militares. Seintentó también "intelectualizar" laformación militar vinculándoladurante un año a los estudiosuniversitarios y suprimiendo laAcademia General Militar, unamedida muy discutible y, en general,valorada negativamente por loshistoriadores militares. Además, el

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sistema de ascensos se efectuaría, enadelante, no por méritos o elección,ni tampoco por antigüedad, sino porel estudio; de esta manera Azañamostraba su reticencia frente a losascensos por méritos de guerra, loque despertó la protesta de algunossectores, entre los que estabanalgunos de los militares másprestigiosos. Mola, por ejemplo, sequejó de que "de esta manera los queno van a la guerra o los que yendoocupan un lugar donde no silban lasbalas, están de enhorabuena". Hubotambién medidas que pretendían

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favorecer el ascenso desde lasuboficialidad a la oficialidad, de talmanera que ésta procedería en unporcentaje significativo de aquélla.El servicio militar tendría unaduración proporcionada a laformación del recluta; en ese sentidono se puede decir que hubiera unverdadero igualitarismo pues deforma indirecta se favorecía a lasclases altas, e incluso perduraba enparte el sistema de "cuotas" de laépoca anterior.

Azaña se mostró muy satisfechode su tarea y, no sin razón, decía

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haber sido el primer gobernanteespañol que había reducido losgastos del Ejército e incluso susefectivos y lo había hecho,"desafiando y venciendo la tentaciónbíblica", en muy corto espacio detiempo. Pensaba, sobre todo, quehabía conseguido concluir con todauna etapa en la historia de España enla que había resultadoimprescindible que el poder civilaceptara las imposiciones del militaro al menos negociara con él; ahora,decía, "se puede gobernar y segobierna sin consultar a los generales

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y sin hacer plebiscitos entre losoficiales de las armas, cosa nuncavista desde Fernando VII". El merohecho de que, cuando llegó al poder,Gil Robles apenas si hicierarectificaciones en la política azañistaes una buena demostración de que elbalance general de la misma mereceun juicio positivo en muchosaspectos.

En otros el propio Azaña eraconsciente de lo poco que había sidocapaz de hacer. Las deficienciasmateriales del Ejército no fueronresueltas y Azaña admitió en las

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Cortes que "no hay cañones, no hayfusiles, no hay municiones" y que laaviación estaba tan en mantillas queEspaña no tenía, en realidad, másque un solo aparato de granbombardeo; a estos datos hubierapodido añadir que también faltabanlos tanques, los antitanques y lasametralladoras pesadas. No pareceque pecara de exagerado Molacuando escribió que la situación delEjército español era "francamenteangustiosa": la mejor prueba es quecuando estalló la Guerra Civil ambosbandos hubieron de recurrir

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inmediatamente al extranjero paraque les dotara de los elementosimprescindibles para el combate.Esta tarea debería haber sidoemprendida a partir de 1932, peropara entonces estaba ya agotado elimpulso reformista de Azaña a quienel intento de golpe de Estado enagosto de 1932 le sumió en unaprofunda decepción sobre laposibilidad de cambiar la instituciónmilitar.

Sin embargo, con ser eso grave,los testimonios de la época y losjuicios de los historiadores militares

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insisten también en que Azaña seenfrentó innecesariamente con unaparte de la oficialidad que estaba,además, bien preparada desde elpunto de vista técnico. Es posibleque se dejara aconsejar por un sectorliberal de procedencia juntera y pocorespetable profesionalmente; si lohizo queriendo evitar la politizacióndel Ejército lo que realmente logrófue que no mejorara su eficaciatécnica. Ni la supresión de laAcademia General Militar ni la delos ascensos por méritos de guerraparecen justificables. La propia ley

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de retiros quizá fue demasiadogenerosa. La derecha habló de la"trituración del Ejército", expresióndesmesurada destinada a servir parala propaganda política, pero elpropio Mola, que alabó la Ley deRetiro, decía que ésta existiódimanando "de la labor anárquica yde indisciplina que dentro delEjército se ha hecho... de haberencumbrado a individuos cuya vidase desliza sorteando los artículos delCódigo de Justicia... [y] de laparcialidad y el favor que hanimperado en la elección de ciertos

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cargos y destinos". Quizá, enconclusión, un juicio más ponderadosea el de Madariaga para quien"asistía plena razón a Azaña en supropósito, pero no estuvo tanacertado en cuanto a la manera derealizarlo".

De todos modos, en losprimeros meses de la República eljuicio generalizado fuemayoritariamente favorable a Azañay, por tanto, contaba con una basedesde la que elevarse hasta la másalta magistratura de la Nación. Fue lavotación del artículo 26, relativo a la

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cuestión religiosa, en octubre de1931, la que le hizo asumir estasresponsabilidades. No se trata dealudir aquí a esa intervención, puesde ella trataremos más adelante, perosí de recordar que en sus párrafosfinales hacía referencia a laposibilidad de hacer nacer una nuevafórmula política estableciendo unpacto con el PSOE. Los adversariosde Azaña hablaron de la "perfidia"del que ahora iba a ser presidente delGobierno, pero la realidad es quefue, sencillamente, hábil: la cuestiónreligiosa marginaba del primer plano

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de la política, por el tratamiento quese le dio, a Alcalá Zamora y aMiguel Maura, pero ello no queríadecir que necesariamente le hubierade corresponder el poder a Azaña,incluso a pesar de su oferta al PSOE,pues era posible un gobiernoexclusivamente republicano y eraposible también que lo presidieraLerroux. Este, sin embargo, dio pasoa Azaña, primero porque pensabaque ésa sería una solución interina y,segundo porque, dada lacomposición del Parlamento, no sefiaba de sus posibilidades. El propio

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Azaña, en su diario, atribuyó suelección a la casualidad o a lavoluntaria negativa de quien debíahaber asumido el poder; de esamanera "la más vacilante de lasvocaciones políticas se fueconvirtiendo en la más firme de lasvoluntades reformadoras" (Julia).Luego el jefe radical debió sentir esadecisión pues se encontró conquepresidía la República un republicanoprocedente de las filas monárquicasmientras en el gobierno permanecíaun Azaña que no estaba dispuesto adejarlo sin llevar a cabo su

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programa. En efecto, en diciembre de1931 fue elegido Presidente, casi porunanimidad, Alcalá Zamora, lo que siquería ser una muestra de buenavoluntad con respecto a loscatólicos, sin embargo de nuevodisminuyó las posibilidades de laderecha republicana, al situar sufigura más destacada en un papelmoderador. Por otro lado, de lacrisis quedó un enfrentamiento entreLerroux y Azaña que resultaríapersistente y al que cabe atribuirdecisiva importancia en lafragmentación del centro

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republicano.Durante casi dos años, desde

diciembre de 1931 hasta septiembrede 1933, Azaña estuvo al frente deuna solución gubernamental de centro—izquierda formada porrepublicanos (incluida la Esquerracatalana) y socialistas. El mejorcalificativo para denominar estaopción gubernamental es, sin duda, elde reformista. Como ha señalado elhistoriador norteamericano Jackson,pocos gobiernos en la Historia haniniciado tantas reformas en una vidatan corta. De esa manera, más en los

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propósitos que en las realidadesefectivas, el citado gobierno habríasido "una oportunidad única paraaquellas fuerzas que querían unasolución democrática, reformista ylaica de los múltiples problemasespañoles". Pero una descripcióncomo ésa sería incompleta si noañadiéramos otro adjetivo y si noincluyéramos, ya de entrada, lamención de alguna de laslimitaciones del propósito de Azaña.

Al adjetivo "reformista" hay, enprimer lugar, que sumar el de"jacobino", tal como señala Pabón.

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No se trata tan sólo de que en lamentalidad de los dirigentesrepublicanos de entonces hubiera unenfervorizado recuerdo de laRevolución Francesa, aunque éste esbien patente: quienes eran masonesutilizaron nombres derevolucionarios de aquella época ose los dieron a sus logias ("Danton","Condorcet"...) e incluso lasConstituyentes se abrieron el día dela toma de la Bastilla, el catorce dejulio. Lo importante no es tanto esareferencia histórica como la realidadde una mentalidad, perceptible en un

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Azaña que, en su diario, dijo preferirla personalidad de Robespierre a lade Marco Aurelio.

Nada, en efecto, describe mejorel fundamento de la posición deAzaña que el manifiesto que redactódurante la Dictadura bajo el título"Al servicio de la República" en quepostulaba "una democracia militantey docente". No se trataba, por tanto,de construir un marco legal para queen él pudieran enfrentarse lasdiferentes opciones políticas sino deestablecer un programa desde elpoder que sirviera a la edificación

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de una España radicalmente nueva.Originariamente escéptico acerca delas posibilidades de instalación deun régimen republicano, luegopropuso "un régimen español ydecente". Hubiera sido, en efecto,eso si, como le dijo el embajadorfrancés, pudiera haber llevado acabo "la inevitable transformación"modernizadora de un país anclado enel pasado "sin la necesidad de unarevolución". Pero, en realidad,porque la República no podía ser"una oligarquía parlamentaria sincorona", identificó su proyecto con

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unos contenidos concretos que,aunque fueron los mejores y aun losúnicos de carácter constructivo quetuvo la República, marginaron deella a un sector importante de lapoblación. Típico del jacobinismoresulta tender hacia un "despotismode la libertad", interpretando que nohay ni debe haber libertad para losenemigos de la misma. Azaña no fueen absoluto el dictador que pintaronlas derechas pero, por talante y porideas, tendió a ser exclusivista ysectario, en especial en la primerafase de su mandato. En realidad esta

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postura tiene poco de liberal, perocoincide bastante con la actitud defondo de un personaje cuyo desdénhacia el adversario —y tambiénhacia muchos de sus colaboradores— fue tan patente en la primera etaparepublicana.

Ligada a esta tesis jacobinaestaba su juicio sobre el sentido delcambio de régimen, al que Azaña nodudaba en dar una significaciónrevolucionaria. Enlazando con latradición regeneracionista afirmó enla campaña electoral de 1931 que laRepública "había rasgado los telones

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de la España oficial" y añadió quedebía ser conquistada "a fuerza depuños". Ese impulso para haceraparecer la realidad de España yhacerlo con voluntad de rupturaparece heredado de un Costa, del queestuvo, sin embargo, tan lejano. Así,la sublevación de Jaca no era paraél, "un mal sueño", sino la expresiónmisma de esa revolución y laevidencia de la necesidad deservirse de cualquier arma. LaRepública, más que un régimen deconvivencia era, por tanto, uninstrumento para cambiar la vida de

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los españoles. Por eso Azañaafirmaba que "no quería la paz de losespíritus" y se mostraba "encantadode que la República tenga enemigos",porque "la República no aspira a launanimidad; humanamente esimposible, psicológicamente sería unfastidio, políticamente sería elestancamiento". El instrumentoesencial era el Estado: "a mí lo queme interesa es el Estado soberano ylegislador", dijo en una ocasión,dando la mejor prueba de talanteestatista, hasta un grado que hoy seríapoco concebible en un liberal.

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Esta visión parcialmente críticade Azaña es compatible con susmuchos méritos. El mismo laconvirtió en posible por elprocedimiento de escribir unosdiarios excepcionales en la literaturauniversal por su calidad objetiva, sucapacidad para el autoanálisis y suinteligencia para describir lassituaciones políticas. En ellosmuestra su talante intelectual que lehace con frecuencia añorar ladedicación a la propia "intimidadpersonal" tras la "ruptura voluntariade estas prisiones". También muestra

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sus limitaciones —despego de lascuestiones económicas, tendencia atratar los problemas sociales comocuestiones de orden público...—alguna de ellas graves. La másimportante fue, con mucho, imaginarel marco legal como un medio parafavorecer a unos, los cercanos, yperjudicar a otros. Así se percibecuando aparece, en la intimidad,defendiendo una ley electoraldestinada a cerrar el paso al "avancearrollador" del adversario oconsiderando inaceptable, como"rodeo" torticero, el recurso del

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adversario al Tribunal de GarantíasConstitucionales. Pero la lectura deesos diarios también muestra laaltura de miras del personaje inclusocontra adversarios capaces derecurrir a la violencia, comoSanjurjo, y, además, presenta de unaforma óptima el drama del políticoen el momento de construir un nuevoorden social.

De cualquier modo en todasestas actitudes latía el peligro —queen Azaña sólo fue verbal y en todocaso fue desapareciendo con el pasodel tiempo—, de que acabaran en un

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repudio a los ideales de convivencia.Por eso, durante la etapa de laSegunda República algunosdirigentes de la izquierdarepublicana preferían, para definirse,mucho más el término "revolución"que el de "democracia". Álvaro deAlbornoz, por ejemplo, declaró que"no participaba, en modo alguno, delas ideas liberales y democráticasdel siglo XIX"; ya se puede imaginarque afirmaciones como estamotivaban una inmediata reacción desus adversarios, que tampoco teníanprecisamente la convivencia como un

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ideal. En definitiva, tiene razónMadariaga cuando afirma quedurante el primer bienio republicanose dio la sensación de que selegislaba "más contra el pasado quepor el porvenir". Además, no hay queolvidar en qué consistieron lasgrandes líneas de esa legislación.Tanto Azaña como las fuerzaspolíticas que le seguían parecenhaber tenido primordial interés en unprograma que hiciera desaparecerlos privilegios de los sectoressociales hasta entonces preeminentes,es decir, la nobleza, el clero y los

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militares. Aun siendo socialmentereformista, el primer bieniorepublicano fue mucho másanticlerical. Por supuesto eso noquiere decir que rehusara lasreformas sociales sino que suprioridad estaba en otro tipo dedisposiciones. De hecho, en elmanifiesto citado escrito durante laetapa dictatorial, Azaña redujo losaspectos sociales originales por elrecurso de pedir un programa sociala la UGT y, cuando presentó en lasCortes su primer gobierno, afirmóque traía tras de sí "pocas

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novedades" en ese terreno.Dejando por el momento la

cuestión de los contenidos precisosdel programa reformista importaahora señalar que la interpretación"jacobina" de la República fuecontestada duramente por lossectores que se decían liberales ypartidarios de la "juridicidad". Comosabemos ésta fue una disputa que seinició con la misma elaboración dela Constitución, pero quizá quienmejor la expresó fue, en una fechaposterior, el filósofo José Ortega yGasset. Según él resultaba en este

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primer bienio republicanoinaceptable "el albedrío de lasautoridades inferiores, la política deagresión desde las alturas delMinisterio, la incompetente ligerezaen la facultad de decretar y elpersistente propósito de ahuyentar dela República a una buena parte de losespañoles". En el fondo, la esenciade las posturas contrapuestasradicaba en la diferente percepciónde lo que había sucedido con elcambio de régimen. Para Ortega larevolución no había existido; es más,el pueblo español no se había

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movilizado con ocasión de lossucesos de Jaca y había votado luegopor la República. Había, por tanto,según Ortega, que impedir la"tergiversación" del régimen: "LaRepública es una cosa, elradicalismo otra". Resultaba una"botaratería" hacer una especie depropiedad privada de la soluciónreformista jacobina pues laRepública era de todos y para todos.Hacer desaparecer el radicalismo yel jacobinismo no era adulterar loscontenidos del régimen republicanosino estrictamente lo contrario, pasar

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de lo "falso a lo auténtico". Perodurante dos años, entre 1931 y 1933,predominó esa opción y las reformasque se emprendieron se vieronlastradas por los inconvenientesnacidos de esa posición de fondo.

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La cuestión religiosa

De las reformas acometidas

durante el primer bienio republicanosólo la reforma agraria excede enimportancia a la cuestión religiosa (oclerical, si se prefiere, porque enella hubo esos dos aspectos,íntimamente relacionados perodistintos). Tanto la reforma agrariacomo las medidas gubernamentalesen la relación con el mundo católicoafectaron a sectores muy importantesde la sociedad española de entonces

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y, en ambos casos, probablemente,los gobernantes republicanos, auntomando en sus manos un problemaque exigía tratamiento, se enajenaronmás voluntades de las que seatrajeron, demostrando su capacidadpara afrontar unas reformasnecesarias pero también su falta dehabilidad para resolverlaseficazmente sumando adhesiones alas instituciones.

Para entender lo sucedido espreciso partir de una someradescripción de la situación delcatolicismo español a comienzos de

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la década de los treinta. Aunquehubieran existido importantesintentos de modernización en su senolo cierto es que el panorama queofrecía en ese momento distabamucho de estar a la altura de lostiempos y de ello existen testimonioscoincidentes desde testigos muydistintos. Tedeschini, el nuncio eneste momento, no tuvo inconvenienteen escribir que "el divorcio entre elclero y la sociedad española teníaraíces muy antiguas". Uno y otro sehabrían caracterizado por suignorancia en materia religiosa e

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incluso los mismos seminarioshabrían sido "cuarteles oreformatorios, llenos deinmoralidades y libertadesintolerables". Según Orwell, quevivió la experiencia de la GuerraCivil desde la óptica de la izquierda,para muchos españoles de esasignificación la religión era "untinglado". En gran parte era asíporque si, de un lado, el estado delcatolicismo resultaba lamentableejercía al mismo tiempo unasintolerables pretensiones dehegemonía sobre la sociedad (a esto

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habría que denominarlo problemaclerical). El catolicismo español nohabía estado presente en ninguna delas grandes cuestiones planteadas enel seno del catolicismo universal,apenas se había modernizado —pesea los esfuerzos de Herrera— y, sobretodo, carecía, —en especial tras losúltimos nombramientos de obisposdurante la Dictadura—, de unamínima conciencia del pluralismoque ya era palpable en el seno de lasociedad española. En esascondiciones la transformaciónpolítica del país creaba unas

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circunstancias "providenciales" parael cambio, como sugirió el nuncio,pero también para la crispaciónultraclerical, y las circunstanciascondujeron hacia este segundocamino. Durante la República el retoal orden tradicional contribuyó a unafuerte descristianización —entre1930—1934 disminuyó en un 42 por100 el número de los seminaristas—pero, aunque eso hubiera podidofomentar cierta modernización, elresultado fue mayoritariamente elcontrario.

En gran medida la razón debe

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atribuirse al desbordamientoanticlerical. Como sabemos, elconflicto se había iniciado antes delas elecciones constituyentes y lasmanifestaciones de anticlericalismose convirtieron pronto en una especiede rito en todas las protestas deizquierda, al mismo tiempo que laderecha hacía repetidas yexasperadas muestras declericalismo. Sólo en 1934empezaron los procesamientos porincendios de edificios religiosos, loque hizo pensar en el absolutodesinterés de las autoridades por

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perseguir delitos evidentes. Laviolencia de la lucha religiosa hizoque aparecieran interpretacionesconspirativas y demonizadoras deladversario y así surgió la que desdela derecha atribuía un papel decisivoa la masonería, semejante a la que elanticlericalismo daba de laCompañía de Jesús. Es necesario,por tanto, referirse a esta cuestióncon carácter previo.

En términos generales hay queseñalar que, aun siendo la masoneríauna institución laica ymayoritariamente anticlerical, no

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tuvo una posición única respecto lacuestión religiosa aunque sí unaespecial sensibilidad a este respecto;tampoco resultó tan decisivamenteinfluyente en esta materia y, además,al intervenir de modo más o menosdirecto en política ella misma se viomuy afectada por las disputaspartidistas en su seno. En granmedida todo cuanto se acaba deseñalar se explica por losantecedentes durante la etapa de laDictadura. En ese período laoposición al régimen se vioprecisada de actuar en la

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clandestinidad y encontró en lamasonería un instrumento de relacióny un lugar en donde comunicar suinquietud política. El resultado fueque nutrieron la masonería(principalmente la rama másimportante, denominada Gran OrienteEspañol) un número importante deintelectuales, profesionales ymilitares (Núñez de Prado,Riquelme, López de Ochoa...);también ingresaron en ella sectoresde clase media baja que adoptaríandurante la República una actitudextremista, principalmente en

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cuestiones religiosas.Así se explica que en el

momento de proclamarse laRepública el número de masoneshubiera llegado a unos 5.000, cifraconsiderablemente superior a la delos años veinte, pero sin posiblecomparación con los más de 30.000masones existentes en Francia.Aunque la masonería no intervino enel cambio de régimen, había sidoobjeto de alguna redada por lapolicía en la etapa dictatorial y ellamisma consideró el nuevo régimencomo la revolución "más

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perfectamente masónica" de laHistoria a la vez que se apresuró ahacer sugerencias al Gobierno acercade cómo vertebrar las nuevasinstituciones: la verdad es que habíajuicios contradictorios en cuanto almodo pero todos demuestran unapreocupación decisiva por laproblemática religiosa y muchos laconcretan en un programamarcadamente anticlerical. Frente aunas cifras reducidas de afiliados lamasonería tenía, en cambio, unaimportancia muy considerable en losmedios políticos: seis ministros del

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Gobierno provisional, al menos 130diputados y un porcentaje muy altodel conjunto de los parlamentarios endeterminadas agrupaciones políticas,como todas las de izquierdarepublicana (más del 50 por 100) yla socialista (más del 30 por 100).

Sin embargo, a pesar de quetodos los masones eran partidariosde un Estado laico las diferencias enel seno de la asociación erangrandes. Martínez Barrio, presidentede la masonería hasta 1934, hubieraauspiciado una fórmula deconvivencia más viable que otros

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masones situados más a la izquierda,que habrían deseado la expulsión delas órdenes religiosas y protestabanante cualquier tipo de connivenciacon la derecha católica. Lanzada a lapreocupación por la política, lamasonería fue también víctima deella convirtiéndose en el escenariode la lucha entre Azaña y Lerroux, enla que acabó triunfando el primero apesar de la mayor solera delsegundo. En realidad, los diputadosconstituyentes que fueron masones noadoptaron un criterio anticlerical porserlo, sino que lo eran antes de haber

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ingresado en la masonería. Esta sóloañadía, a los ojos de los adversarios,una especie de tenebrosidad en suactuación y, si acaso, una preferenciapor esta problemática religiosa y nopor otra. En cierto modo algoparecido se puede decir de losjesuitas. El anticlericalismo lesatribuyó fuerza e integrismo pero, silo primero fue cierto, algunos de losalumnos formados en los colegios dela orden figuraron comocolaboradores del régimenrepublicano.

Dicho todo esto resulta preciso

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retroceder en el tiempo hasta la etapadel Gobierno provisional en queempezaron a esbozarse las posturasde cada uno de los sectoresimplicados en la cuestión religiosa.La jerarquía religiosa y elrepublicanismo presenciaron desdecampos rotundamente opuestos laproclamación de la República nosólo porque el segundo fueraanticlerical sino porque algunosmiembros de la primera habíanpresentado la consulta electoral deabril de 1931 en unos términos quevinculaban estrechamente Monarquía

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y catolicismo. Sin embargo, una vezproclamado el nuevo régimen, latotalidad de los obispos —exceptouno— hicieron, voluntariamente o aregañadientes, una explícita muestrade acatamiento al mismo.

Sin embargo, respecto de esteproblema, se dieron importantesdiferencias de posición no sólo en elseno de la clase política republicana,sino también en el del episcopadoespañol. Ya hemos señalado que laexpulsión temporal de España delobispo Múgica careció defundamento, pero, en cambio, la

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postura del Primado, el cardenalSegura, aun partiendo de la tesiscatólica de indiferencia respecto delas formas de gobierno, mostró unainequívoca simpatía hacia el régimendesaparecido. Segura, que veía entodos los males del presente unaconsecuencia de la "cenagosareforma protestante", no tuvoempacho en dedicar en una de suspastorales "un recuerdo de gratitud"al Monarca exiliado. Para él "laIglesia e instituciones hoydesaparecidas convivieron juntasaunque sin confundirse ni absorberse

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y de su acción coordinada nacieronbeneficios inmensos que la historiaimparcial tiene escrita en sus páginascon letras de oro". El cardenalSegura no sólo hizo esta tanimprudente declaración, sino que aliniciar consultas con abogados paratomar medidas respecto de unaeventual incautación de bienes delclero no hacía sino provocar alanticlericalismo, tan frecuente, comosabemos, entre los constituyentesrepublicanos. Al cardenal Pacelli leaseguró, de forma taxativa, que "elactual poder ciertamente no

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representa la mayoría verdadera". Detodos modos esa postura fueminoritaria entre los obisposespañoles que criticaron, en sucorrespondencia, la posiciónadoptada por Segura hasta el extremode que uno de ellos se quejó de queactuaba como una especie de Papaespañol (en efecto, decidía por sí ypretendía arrastrar a los demás). Lapostura inicialmente predominantefue la del Cardenal Vidal iBarraquer, bien porque coincidierancon él muchos obispos o porque lamayoría creyeran que no existía otra

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posibilidad. Vidal, que había tenidoconflictos con la Dictadura ymantenía una relación cordial perodiscrepante con buena parte de losdirigentes republicanos, siempre semostró partidario de una solución deconvivencia, consciente de lospeligros de la "excesiva confianza enlos métodos clamorosos y deobstrucción radical". Cuando elcardenal Segura fue expulsado comoconsecuencia de sus agresivasdeclaraciones, Vidal i Barraquerrecordó a las autoridadesrepublicanas que "hemos ofrecido

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nuestro respeto, obediencia ycooperación" y que, por lo tanto, erapreciso tratar con la Santa Sede yllegar con ella a un acuerdo. ElVaticano, por su parte, a través delnuncio Tedeschini, que habíasimpatizado en Italia con el PartidoPopular hasta que éste fue prohibidopor Mussolini, había adoptadotambién una actitud decontemporización. Desde elGobierno quienes se mostraban máspropicios a una solución detransigencia hicieron saber a lasautoridades vaticanas que ésta era

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imposible si no se adoptaba unaposición meridianamente clararespecto del Primado. Roma solicitó,entonces, y obtuvo que Seguradimitiera de su sede. De los Ríos, elministro de Justicia hizo entonces elmuy regalista comentario de que "niFelipe II había obtenido una cosaasí". El antiguo Primado vivió acontinuación retirado en Franciaaunque mantuvo cierta influenciasobre Goma, que le sucedió en lasede toledana.

Cuando se dio a conocer ladimisión del cardenal Segura se

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aproximaba ya el día en que había dedebatirse en las Cortes el artículo dela nueva Constitución en que seabordaba la problemática religiosa.Como ha escrito un historiador,aquella fue "la semana trágica de laIglesia en España" y también lo fuepara la República por lasconsecuencias que sobre su destinoacabó teniendo. A la altura de finalesde septiembre de 1931 el propioGobierno parecía dividido ante lacuestión religiosa. Alcalá Zamora yMaura hubieran deseado unaseparación amistosa entre Iglesia y

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Estado formalizada a través de unConcordato aprobado por las Cortes;el Vaticano y el sector dirigente delcatolicismo español de la épocaestaban dispuestos a admitir lalibertad de cultos o la separaciónentre Iglesia y Estado. El propioministro de Justicia parecía inclinadohacia la solución de concordia,teniendo en cuenta que se habíaidentificado con la tradiciónerasmista y había afirmado quequienes mantenían una posición comoél no era que no fueran religiosossino que querían "serlo más que los

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católicos". En el gabinete la posiciónmás anticlerical estuvo representadapor Indalecio Prieto, tambiénsocialista, estando los demásministros dispuestos, con matices, ala concordia. Hubo, por lo tanto, laposibilidad de un acuerdo e inclusolas autoridades eclesiásticas tuvieronla impresión de haberlo obtenido.Pero presionaba sobre todos losdirigentes republicanos elanticlericalismo de las masas deizquierda y el jacobinismo de losdirigentes entre quienes, comosabemos, no faltaban los "jabalíes".

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Álvaro de Albornoz resultó laexpresión misma de la intoleranciacuando afirmó: "No más abrazos deVergara, no más pactos de El Pardo,no más transacciones con el enemigoirreconciliable de nuestrossentimientos y de nuestras ideas... LaIglesia española ha sido,políticamente, una Iglesia dedominación que ha venidosojuzgando al poder civil... Si estoshombres (los católicos) creen quepueden hacer una guerra civil, que lahagan". Con ser estridentes estasafirmaciones, no se puede decir que

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resultaran excepcionales. Luis deTapia, diputado de la izquierdarepublicana, pidió "tribunaspúblicas" para presenciar las quemasde conventos y, poco antes de ladiscusión parlamentaria, publicóunos versos que decían: "Si cumplenlos diputados/sus deberes mássagrados/fuerza es que el fraile y ellego/tomen las de Villadiego". En ElSocialista aparecieron artículospidiendo la "destrucción" de laIglesia y Barriobero describió elsentimiento religioso como una"droga de uso interno". Claro está

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que las muestras de intolerancia sedaban también en el otro bando. Eldiputado Pildain, futuro obispo, llegóa defender la "resistencia activa amano armada", una vez aprobado elartículo constitucional sobre estacuestión.

Llama la atención hasta quépunto cuando, en la segunda semanade octubre, las Cortes Constituyentesempiezan a debatir la cuestiónreligiosa, la solución a la mismaresultaba impredecible. Estodemuestra la inexperiencia y, enparte, la frivolidad con que se

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afrontó el problema, pero también esun testimonio de la indisciplinaparlamentaria y de que la solucióndada pudo ser más intolerante. Dosde los grupos más izquierdistas delas Cortes, radicales—socialistas ysocialistas, propusieron la expulsiónde todas las órdenes religiosas,medida que hubiera podido tener elapoyo de la mayoría de la cámaraentre otros motivos porque, una vezmás, como solió acontecer en todo eldebate constitucional, la posición deLerroux resultó titubeante: dijoquerer un Estado laico "con la

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máxima eficacia pero con la mínimaalarma", pero no se empleó a fondopara llegar a una solución deconcordia. Sí lo hicieron, en cambio,Alcalá Zamora y Gil Robles. Elcardenal Vidal i Barraquer dijo delprimero que "ha cumplido casiheroicamente". Había, por un lado,tratado de disipar la supuesta imagende blandura por parte del Estado enel caso de que se llegara a unConcordato: en la Constitución lacuestión no podía plantearse en esostérminos pues en ella ni se imponíael Concordato ni se vetaba su

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existencia. Por otro lado, una vez quesus propuestas fueron derrotadas hizouna apelación que no podía menos deresultar sensata: "a la guerra civil,no, a los comicios". Gil Roblesadmitió que el mundo católicoespañol podría purificarse con lapersecución, pero señaló que lasalida que iba a darse al problemareligioso era todo menos liberal.

Al final, la cuestión se resolviómerced a una intervención de Azaña,"inesperada y sorprendente" deacuerdo con el juicio de Vidal iBarraquer, quien propuso una

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fórmula de transacción para elartículo 26 del texto constitucional,pero que, como recordaría el propioAzaña, seguía sin ser una regulaciónliberal del problema. Quien a partirde este momento sería presidente delGobierno sostenía que la España delpasado había sido católica en elsentido de que lo eran susprincipales manifestaciones sociales,artísticas e intelectuales; la actualhabía dejado de serlo y era preciso,por tanto, organizar el Estado deacuerdo con esta realidad. Azafia, enconsecuencia, no postuló que España

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debía de dejar de ser católica sinoque constató una realidad queresultaba incontrovertible. Respectoa la cuestión de las órdenesreligiosas, la más candente, Azañainterpretó que el criterio a seguir erael de tener en cuenta su posiblepeligrosidad para el régimenrepublicano. Con conciencia de"disgustar a los liberales", propusoque se prohibiera la enseñanza atodas las órdenes religiosas y,aduciendo como argumento el cuartovoto de fidelidad al Papa prestadopor los jesuitas, defendió su

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expulsión. Al tratar del problema dela enseñanza de las órdenesreligiosas, Azaña se refirió a laexperiencia de las personas de sugeneración "que se encontraban en larobustez de la vida ante la tragediade que se les derrumbaban losprincipios básicos". Finalmente, supropuesta fue aceptada y votada apesar de que para una parte de lamayoría parlamentaria no acababa deser satisfactoria. Conviene recalcarel carácter transaccional que tenía suplanteamiento, perceptible en elhecho de que si no llega a ser por su

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intervención hubiera hecho una muysemejante Miguel Maura; el propioOrtega, en un discurso sobre lacuestión religiosa que no llegó apronunciar, había parecido aceptar laprohibición de la docencia a losjesuitas por razones pedagógicas.Azaña, que se había casadocanónicamente con una mujerpracticante y que, agnóstico perorespetuoso de las conviccionesreligiosas, no tenía nada deanticlerical, fue partidario enadelante de evitar las "vejacionesinútiles" al mundo católico. Aunque a

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menudo no fue seguido por suscolaboradores, así lo demostró en lalegislación complementaria de laConstitución, como la ley decongregaciones religiosas.

Aparte de la cuestión relativa alas órdenes religiosas y a suprohibición de actuar en el terreno dela enseñanza, la Constitución incluíamuchas otras previsiones, como, porejemplo, el divorcio —del que losdiputados de derecha quisieronevitar la retroactividad en laaplicación y limitarlo a losmatrimonios civiles—, la

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secularización de los cementerios, lasupresión del presupuesto de culto yclero... etc. Todas estasdisposiciones constitucionales sellevaron a la práctica en los mesessucesivos. Azaña, como se ha visto,pensaba que a partir de laaprobación de la Constitución erapreciso enfrentarse con losproblemas religiosos "de otramanera", pero lo cierto es que, porparte de los gobernantesrepublicanos, no hubo una decididavoluntad de cerrar la herida que sehabía abierto en la vida nacional. La

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Compañía de Jesús fue disuelta,aunque sus miembros no fueronexpulsados, como en la época deCarlos III, y sus bienes fueronnacionalizados. El Estado se adueñóde un centenar y medio de edificiospero, como resultaba difícildeterminar si verdaderamente eranpropiedad de la orden, se dispuso lanacionalización en los casos de duday la indemnización posterior, casoque se hubiera procedido de manerailegal. A pesar de todo ello laenseñanza de los jesuitas pudo seguirmediante el recurso a instituciones

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privadas. Es irónico comprobar quesi, por un lado, Ortega y Pérez deAyala habían pasado por laexperiencia descrita por Azañarespecto de la pérdida de la fe en laedad juvenil, al mismo tiempo eranalumnos de los jesuitas algunos muydestacados colaboradores de lasinstituciones republicanas: este fue elcaso, por ejemplo, no sólo de GilRobles sino también de José AntonioAguirre, futuro presidente vasco, odel catalanista republicano CarrascoFormiguera, uno de los firmantes delllamado Pacto de San Sebastián. Este

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último llegó a decir que a los jesuitas"les debía todo" y que la fórmula a laque se había llegado era "fascista".

En aplicación de lo previsto enla Constitución el Gobiernopresidido por Azaña presentó unproyecto de ley para regular elrégimen jurídico de las restantesórdenes religiosas al margen de losjesuitas. El proyecto, que motivó unacerrada oposición en las Cortes porparte de la derecha, hasta el punto deque a uno de sus artículos sepresentaron nada menos que 28enmiendas, acabó radicalizándose en

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la discusión parlamentaria gracias ahaberse restablecido laidentificación entre el Gobierno y lamayoría anticlerical. La Ley deCongregaciones de mayo de 1933exigía a las existentes en España unaminuciosa inscripción en el registrocorrespondiente, la obligación de noposeer más bienes que aquellos queles rentaran el duplo de los gastospara su manutención y, en fin, admitíala disolución de las órdenes porparte del Estado, que se atribuía unaespecie de dominio eminente sobretodos los bienes eclesiásticos.

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Con todo ello la cuestiónreligiosa se había convertido ya enun problema de trascendentalimportancia para la vida política. Amenudo una legislación poco liberalfue empeorada mediante elprocedimiento de aplicarla demanera mortificante: así, porejemplo, los actos externos de cultorequerían aprobación gubernativa y,en buena parte de la geografíaespañola, multitud de alcaldespueblerinos se dedicaron a imponercontribuciones por toques decampanas, a prohibir procesiones o

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entierros católicos o incluso a gravarfiscalmente la soltería. Este tipo deactitud engendró una reacción altiempo defensiva, integrista y airada.Es indudable que la Iglesia españolaperdió la oportunidad en estosmomentos de vivir una experienciade separación del Estado enautonomía, cordial o no, respecto delmismo, pero no parece que a ella sele puedan achacar todas las culpas.En los años treinta existió unageneralizada conciencia crítica enlos medios católicos respecto de loque había sido hasta entonces la

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actuación colectiva propia. El propiocardenal Goma, sucesor de Segura enToledo y no precisamente unapersona autocrítica, admitió que loscatólicos españoles habían trabajado"poco, tarde y mal". Si hubierahabido independencia sin atisbos depersecución es posible que la Iglesiahubiera podido cambiar y contribuira la paz civil mediante oportunosmensajes doctrinales en terrenoscomo el político y social. Pero laactitud mantenida con las órdenesreligiosas produjo un reflejodefensivo que se perdió en una

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exacerbación de lo clerical. Unaextrema derecha católica, dotada detintes monarquizantes, pretendió lalicitud moral de la insurreccióncontra el orden constitucional —elcanónigo Castro Albarrán dedicó unlibro al "derecho a la rebeldía"—mientras que el ex ministro Yanguasdefendió la vigencia del Concordatode 1851. En la campaña electoral de1936 el principal diario católicopresentaba como máximo éxito delbienio en que habían gobernado lasderechas el hecho de que habíanpodido celebrarse las procesiones de

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Semana Santa. El ultraclericalismovenía favorecido por la paradójicarealidad de que, habiéndoseproducido el declinar del ordenreligioso tradicional, al mismotiempo las prácticas diariasrecordaban el peso del catolicismo:durante 1934, en Madrid, sólo hubo231 entierros civiles.

Como ya se ha insinuado, losucedido fue muy perjudicial para laRepública y en ello coinciden lostestimonios de los personajespolíticos más moderados y sensatosde los años treinta con el testimonio

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unánime de los historiadoresactuales. Tuñón de Lara ha escritoacerca de la "impolítica políticareligiosa" de la República y RamosOliveira señaló que el enfoque dadoa esta cuestión venía a ser algo asícomo tratar de construir una casa porel tejado. Un liberal como Madariagasubrayó que la República hubierahecho mucho mejor si hubiera tratadode atraerse a la Iglesia mediante unConcordato, en vez de "empeñarse enasestarla un golpe frontal". ParaMartínez Barrio fue "dudosa" laconveniencia de una política como la

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de Azaña, pues, habiendo argüidoque estaba declinando el componentecatólico de la sociedad española,acabó excitando las "brasas fanáticasde otras eras". Pero quizá el juiciomás oportuno acerca de cómoplanteó la República la cuestiónreligiosa se encuentra en esediscurso redactado por Ortega que nollegó a pronunciarse. Para el filósofola cuestión religiosa era "unacuestión de tacto histórico"; eraesencial que, como consecuencia dela solución dada, "no se dejaraherida a la Iglesia". "Si esta cámara

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—escribió— fuera un escorzoaproximado del sistema de lasfuerzas que integran España nuestradiscusión no ofrecería dificultad",pero, como no era así, Ortega pedíaque los diputados no creyeran queEspaña era sólo "el inmediato tropelde los afines". No se cumplieron suspropósitos y el resultado fue reducirgratuitamente las posibilidades de laconvivencia colectiva.

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La reforma agraria y laagitación social en elcampo

Sin la menor duda la reforma

agraria fue la de mayor envergadurade las que se le podían plantear alnuevo régimen republicano en elmomento en que comenzó susingladura. Como en el caso de lacuestión religiosa también estareforma agraria se apareció en elhorizonte en los momentos iniciales

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del régimen, antes de que estuvieraredactado el texto constitucional y,como en ese caso, la forma deabordar este tema contribuyódecisivamente a enajenar el apoyo deuna parte importante de la poblaciónal régimen republicano. La reformaagraria, aun a pesar de losinconvenientes de su contenido y latimidez de su puesta en práctica,tuvo, al menos, el mérito indudablede enfrentarse con un problemamultisecular, que se planteaba ya conuna especial virulencia en elmomento del cambio de régimen

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dada la crisis económica, lasexpectativas sociales creadas y,sobre todo, el empuje de unademografía pujante que noencontraba hueco en el mercado detrabajo.

Ya el Gobierno provisionalrepublicano, como se ha advertido,inició la obra reformista agrariadictando una serie de disposicionesde indudable importancia relativas,por ejemplo, a la prohibición deexpulsar a los pequeñosarrendatarios, reducción del horariode trabajo y extensión de los jurados

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mixtos al campo. Hasta fines del año1931 aparecieron en el Diario oficialhasta 157 medidas que puedepensarse se decidieron con elacuerdo unánime de los componentesdel gobierno. Todas estasdisposiciones no encontraronresistencia por parte de lospropietarios, a pesar de que prontolos jurados mixtos empezaron aactuar en materia de condiciones detrabajo en sentido favorable a loscampesinos; de hecho, estainstitución da la sensación de habercontribuido a aliviar las tensiones

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sociales e incluso en alguna ocasiónparece, además, haber contribuido aintegrar a los propios militantes de laCNT (este fue el caso, por ejemplo,de Córdoba). Como también lossalarios crecieron bastante —un 20por 100, por ejemplo, en esaprovincia— en esos meses lasituación del campo parecíaprometedora ante las posibilidadesde una transformación social quebeneficiara a quienes en éltrabajaban sin perjudicar de maneragrave a los propietarios. Hubo, sinembargo, otras medidas iniciales que

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fueron recibidas con mucho menosentusiasmo por estos últimos. Eldecreto de laboreo forzoso lesimponía seguir cultivando las tierrassegún los "usos y costumbres" de lalocalidad para evitar que aumentarael paro. También resultó muydiscutido el decreto de términosmunicipales, por el que se establecíala obligación patronal de contratarpreferentemente a los obreros de lalocalidad. En realidad la disposiciónera susceptible de una aplicacióncaciquil y, además, muy a menudotenía graves inconvenientes, tanto

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económicos como sociales: si seaplicaba de forma estricta a veceslas buenas cosechas no podían serrecogidas o se perjudicabagravemente a los trabajadorestemporales procedentes depoblaciones vecinas. De hecho,tantos eran los inconvenientes de estedecreto que su aplicación sesuspendió en muchos casos y, engeneral, se eludió su funcionamientoal mismo tiempo que su existenciaindignaba a los patronos.

En realidad, buena parte deestas medidas fueron obra del

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Ministerio de Trabajo, regido por elsocialista Largo Caballero y éstadebe ser la causa de la prontitud enponerlas en marcha, pero la reformaglobal marchó mucho más lentamentey ése fue precisamente uno de susmayores defectos. No se hizo caso aSánchez Román, que había sugeridoque se hiciera por decreto, y luegoMartínez Barrio escribió, en susmemorias, que a la reforma le faltó"un cirujano de hierro". Ahora bien,la lentitud en la tramitación seexplica por la discrepancia en loscontenidos que separaba a los

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partidos del Gobierno provisional.La Comisión técnica, nombrada porDe los Ríos como ministro deJusticia, elaboró un anteproyecto delque, con perspectiva histórica, cabedecir que si se hubiera puesto enpráctica hubiera logrado evitarmuchos de los males que luegoaquejaron a la reforma efectivamenterealizada. El texto partía de laurgencia de tomar medidas y, enconsecuencia, preveía la "ocupacióntemporal" de las tierras; anualmenteserían asentadas de 60.000 a 75.000familias y la reforma se financiaría

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mediante un impuesto progresivosobre las grandes fincas. En elverano de 1931 Alcalá Zamoraredactó otro proyecto querepresentaba la posición de losrepublicanos derechistas: suprincipal novedad era introducir trescategorías de tierras en las que lareforma se aplicaría: las no regadasen zonas regables, las deprocedencia feudal y las que fueranarrendadas sistemáticamente; encualquier caso habría indemnización,aunque variable según los casosmencionados. Tampoco este proyecto

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fue aprobado, lo que induce a pensarque, aunque no hubiera existido elproblema religioso, habría sidodifícil que Alcalá Zamora continuaseal frente del Gobierno republicano.Esta diferencia de criterios siguióexistiendo en el momento de latramitación parlamentaria de la ley,siendo la divergencia más acusada laque enfrentaba a los socialistas conel resto de los partidos republicanos.Los primeros querían una reformamás rápida, que favoreciera losarrendamientos colectivos y queafectara también a las propiedades

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extensas por el hecho de serlo. Lospartidos republicanos insistían enlimitar los gastos de la reforma,querían "encauzar" la protesta de losjornaleros mediante una reforma muypensada y hacérsela pagar endefinitiva a la nobleza (que, enrealidad, tampoco poseía tantasextensiones como para satisfacer el"hambre de tierras" de losjornaleros).

En marzo de 1932 el gobiernode Azaña presentó su proyecto dereforma agraria después de que losborradores iniciales fueran

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radicalizados por la comisiónparlamentaria correspondiente. Sinembargo, no por ello se aceleró latramitación, porque los radicales yalgunos de los miembros de lamayoría gubernamental criticaron elproyecto y, sobre todo, la derechallevó a cabo una auténtica guerrillaen contra del mismo mediante lapresentación insistente de enmiendas.Asimismo, cabe achacar al propioGobierno desidia en su tareareformista: ni Azaña ni Domingoconsideraron primordial el proyecto—el primero, al final, cambió de

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opinión— y los nacionalistasgallegos y catalanes no se sentíanafectados por él. Sólo con la derrotade la conspiración de Sanjurjoavanzó con rapidez la reforma. Comoconsecuencia de ella Azaña obtuvola incautación de los bienes de todala Grandeza española, a pesar de quetan sólo dos de los 262 Grandes sehabían visto implicados en lasublevación. Fue una medidarevolucionaria, pero que con razón elpropio Azaña presentó como un"pequeño correctivo"; en el fondo,con ella, como con la expulsión de

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los jesuitas, quería dar unasatisfacción parcial al sector másradical que le apoyaba. Pero, vista lamencionada insuficiencia de la tierrapropiedad nobiliaria para satisfacera los jornaleros, el Presidente"resultó ser un Robespierre sólo ensu retórica y no en los actos"(Malefakis).

En definitiva la Ley de ReformaAgraria fue aprobada en septiembrede 1932. Como consecuencia de loscomplicados pactos queinevitablemente habían presidido sugestación, entre grupos políticos

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cuyos idearios en la materia eran, enel fondo, incompatibles, su textoresultó complejo hasta el extremo.Llegaba a haber nada menos quetrece categorías de tierrasexpropiables que quedabanregistradas en un inventario y que,por ello mismo, estaban sometidas adeterminadas restricciones en elejercicio de los derechos depropiedad. De esta manera el númerode los afectados por la reformaaumentó considerablemente sin quese aportaran los mediosimprescindibles para que la reforma

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se pudiera llevar a cabo. La reformase extendió a la totalidad de laPenínsula y no tan sólo al sur demodo que la amplitud de lascategorías de tierras expropiablesera tan grande que en algunasprovincias un tercio de su superficiequedaba incluida en el inventario. Laexpropiación se llevaría a cabosiempre mediante indemnización,excepto en el caso de la Grandeza deEspaña, pero siguiendo baremosdiversos. La aplicación de la Leyquedaba en manos de un Instituto dela Reforma Agraria que tampoco

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estaba exento de posibles críticas. Suorganización era, al mismo tiempo,confusa y excesiva. Se había pensadoque las decisiones del IRA setomaran colegiadamente y con lacolaboración de los sectoresimplicados pero resultó, finalmente,que el Instituto se convirtió en unaespecie de Cortes en miniaturaactuando con una lentitud que seconvirtió en proverbial. Su excesoburocrático llegó a tal extremo queen su consejo directivo figuraban unarquitecto y un veterinario. Con todola Ley logró su objetivo esencial,

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pues puso a disposición del Estado, aunos precios accesibles, enormescantidades de tierras para que éstetratara de satisfacer las demandascampesinas. Ya en la etapa final delbienio reformista se presentó una Leyde arrendamientos que no llegó a seraprobada y que constituía unelemento imprescindible para lareforma, pues había provinciasenteras (como Badajoz) en que lamitad de la tierra estaba arrendada.

Sin embargo lo peor vino acontinuación, porque lo máscaracterístico de la reforma agraria

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republicana es lo extremadamentelimitado de sus resultados. Comoafirma Malefakis, el historiador quemejor ha escrito sobre ella, fue, en elfondo, "más un intento que unarealidad". Para confirmarlo basta concomparar las cifras, originariamenteprevistas, de campesinos a instalarcon los resultados efectivos. Si en unprincipio se había pensado de 60.000a 75.000 (los socialistas querían150.000), la realidad es que sólo seexpropiaron 24.000 hectáreas paraasentar definitivamente unos 4.300campesinos; en otras 20.000

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hectáreas de inferior calidad,también expropiadas, las cifras,necesariamente, fueron inferiores. Laúnica decisión que afectó a unnúmero importante de campesinosfue provocada por las circunstanciasy era, además, temporal. Dada latensión social existente enExtremadura, mediante un decreto de"intensificación de cultivos" sepermitieron ocupaciones temporalesde tierras que beneficiaron a unos40.000 campesinos, pero estamedida, sin satisfacer por completo alos jornaleros por su temporalidad,

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motivó una dura protesta de lospropietarios, que temieronposteriores medidas revolucionariasdel gobierno.

Se puede completar esta visióngeneral con la mención de loocurrido en dos provincias andaluzasen las que el problema de la tierraresultaba particularmente grave. EnCórdoba un tercio de la superficie,poseída por 817 personas pero cuyamitad era de tan sólo 98 propietarios,fue declarada expropiable. Una parteconsiderable era de la nobleza, quearrendaba el 7 5 por 100 de ella

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mientras que los restantespropietarios sólo lo hacían en el 20por 100. La reforma fue tan tardíaque el primer ingeniero del IRA sólose instaló en 1933. Entre 1934 y1935 se asentaron 534 trabajadores,una cifra muy baja que se sextuplicóa través del procedimientoexcepcional de la "utilidad social" enlos días finales de la República. EnCádiz donde, a diferencia delconjunto de Andalucía y de Córdoba,predominaba la CNT, fueronasentados unos 1.620 trabajadores,más de la tercera parte durante el

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gobierno del Frente Popular. Laaplicación de la reforma sólo sellevó a cabo en el segundo bienio,momento en que fue expropiada LaAlmoraima, el mayor latifundio deEspaña, en el pueblo de Castellar.Con sus medidas agrarias —concluyeun especialista— la República nobenefició sino, a lo sumo, al 10 por100 de la población desocupada. Yase puede imaginar que para estas dosprovincias lo sucedido en torno aesta cuestión ocupa el centro degravedad de la experienciarepublicana.

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A la hora de tratar de averiguarlas posibles causas de la noaplicación de la reforma agraria hayque empezar por recordar lacomplejidad de una ley en cuyagestación habían intervenido latotalidad de los abogados presentesen las Cortes. Es necesario recordartambién las dificultades financierasde un Estado que debió restringir susgastos por la grave crisis económica.Se ha dicho, con razón, que si Azañaactuó como un Robespierre con laexpropiación de los bienes de lanobleza fue un Necker a la hora de

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proporcionar recursos para lareforma agraria. Pero a todo ello hade sumarse, además, laincompetencia del ministroencargado de la reforma, MarcelinoDomingo. Periodista y escritorprolífico, Domingo fue nombrado porser radical—socialista, es decir,equidistante entre los grupospolíticos que formaban el gabinete deAzaña, pero, como no dudó enreconocer el propio Azaña en sudiario, "su desconocimiento de lascosas del campo es total". "Todo vaahí despacio" dice otra anotación de

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su diario, que informa también de lairritación del presidente deGobierno, lego en esta materia y auninicialmente desinteresado de ella,cuando a las preguntas que formulabaa su ministro se encontraba conque"no sabía contestarlas". A Domingoni siquiera sus subordinados lerespetaban y a menudo llevó alConsejo de Ministros medidas (comorevestir las oficinas públicas decorcho para estimular esta industria)que provocaron la perpleja rechiflade sus compañeros; en 1932,coincidiendo con una de las mejores

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cosechas de trigo del siglo, mandóimportarlo. Los ataques que sufriófueron durísimos y eso aumenta laresponsabilidad de Azaña, que desobra conocía sus limitaciones, almantenerlo en su puesto cuandohubiera podido cambiarlo. La verdades que en este campo es donde mejorse aprecian las limitaciones de unpolítico como él, incapaz de tomaruna determinación decidida en unproblema como éste, que afectaba a\a mayor parte de la sociedadespañola pero que en la prácticaprefirió eludir en sus discursos. De

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todos modos no fue el únicogobernante de la época conlimitaciones en este terreno. Elpropio Prieto parece haber pensadoque todo lo relativo a la reformaagraria era "literatura" y que tan sólotenía sentido llevarla a cabo en losregadíos.

Las consecuencias de estasituación para la coalicióngobernante fueron extremadamentegraves. El mismo Azaña fueconsciente, en la intimidad de sudiario, de lo que estabaaconteciendo: "No harán nada útil —

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escribió— y habiendo producidoinquietud y perturbación ni Domingoni sus huestes son capaces de hallaruna compensación para la República,atrayéndose a masas de campesinos alos que se dé tierra". Muchos añosdespués, en sus memorias, MartínezBarrio afirmó algo parecido: lareforma agraria "acrecentó el númerode los enemigos sin sumarpartidarios". Así fue, en efecto.Mientras que la tierra perdía parte desu valor a causa de su inclusión en uninventario, la mayor parte de cuyasinscripciones no acabarían nunca en

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expropiación, los jornaleros, y nosólo los propietarios, quedaronprofundamente decepcionados.

La mejor prueba consiste en elcrecimiento de la agitacióncampesina que, como sabemos, sehabía iniciado en el mismo momentode producirse el cambio de régimeny estaba motivada por lasexpectativas de transformaciónsocial ahora decepcionadas. Muypronto el medio rural se convirtió enel escenario de enfrentamientosdurísimos, a veces protagonizadospor la CNT, pero también por una

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UGT cuya Federación deTrabajadores de la Tierra se inclinóprogresivamente hacia posicionesmaximalistas. Precisamente laagitación se incrementóconsiderablemente en el precisoinstante en que la Ley de ReformaAgraria era aprobada, a fines de1932 y comienzos de 1933; ello estestimonio de hasta qué punto losdirigentes republicanos habíandejado pasar el tiempo. Fue en lamitad sur de España donde esaagitación fue más virulenta. Seconcretó a veces en recogida de

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armas (en 1932 se incautaron enSevilla 700 bombas de una sola vez)pero también en otro tipo deincidentes como incendios, hurtos,"rebuscas", a caballo entre laroturación de terrenos ajenos y elrobo, y, en fin, atentados contra lassegadoras consideradas como"enemigo directo" de la clasetrabajadora en Sevilla y otrasprovincias andaluzas. Los patronosactuaron entonces con radicalismosemejante: protestaron con dureza yse organizaron en asociaciones paradar una batalla que en nada favoreció

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al régimen republicano.En el futuro el problema agrario

español estaba destinado aexperimentar un cambio muyconsiderable. Los ingenieros de lareforma agraria tenían como misiónno sólo hacer posible la instalaciónde los campesinos en la tierra sinointroducir nuevos cultivos, comoplantas forrajeras e industriales; amenudo, en sus informes al IRA, sequejaron de lo que describían como"feroz individualismo" delcampesino pues, permitiendo la leyque la explotación se hiciera el lotes

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individuales o colectivos, la mayoríaoptó por la primera fórmula. Pasadoel tiempo sin haberse producidocambios de ninguna trascendencia enmateria de propiedad, eseindividualismo llevaría a lostrabajadores a emigrar del campo ala ciudad o al extranjero. Fueronentonces los propietarios quienesintrodujeron la mecanización y losnuevos cultivos.

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La pluralidadespañola: losnacionalismos y el"estado integral"

Como la reforma agraria o la

cuestión religiosa, la estructuraciónde un Estado que permitiera a laplural realidad española traducirseen una organización propia y peculiarestaba planteada desde al menos loscomienzos del siglo XX y no dejo de

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abordarse en el primer bieniorepublicano. Además hay que añadirque lo fue generosamente y con lavoluntad de darle una solucióndefinitiva e irreversible. Fue méritode Azaña hacerlo a pesar de que supensamiento siempre fue muyespañolista y, como tal, podía haberestado tentado por el unitarismo.Pero no fue así, sino que demostróuna capacidad de comprensión enesta materia muy superior a la decualquier político español de unaépoca anterior. Además para él elproblema de Cataluña era uno de los

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retos fundamentales que las nuevasinstituciones debían afrontar y, así,aseguró que "si no lo resolvemos, laRepública habrá fracasado aunquedure cien años". Otra cosa es que sediera cuenta de hasta qué punto setrataba de un problema global queafectaba al conjunto de laconvivencia y no de la petición deuna sola comunidad. De cualquiermodo, el tratamiento que el régimendio a esta cuestión, aun sin satisfacerpor completo la totalidad de lasdemandas de la sociedad española,no tuvo, en cambio, los resultados

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decepcionantes que se dieron en lacuestión religiosa o en la agraria.

Antes de abordar este problemaresulta indispensable referirse almodo en que se planteaba durante losaños treinta. Sabemos que durante laprimera posguerra mundial habíanempezado a brotar en otras regiones,diferentes de las que habían sidoprotagonistas principales de losnacionalismos de la periferia,pequeños grupos de carácterregionalista y que, tanto en Cataluñacomo en el País Vasco, la etapa de laDictadura radicalizó el sentimiento

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nacionalista, en especial entre lossectores juveniles. Pero los cambiosen los movimientos nacionalistas oregionalistas no se detuvieron en elmomento de la transición de laMonarquía a la República sino quese aceleraron durante ésta. Enrealidad, durante esta etapa seplantearon cambios tantrascendentales en esta cuestión quese puede decir que de ellos seguimosviviendo en el momento actual. Deesta década data, por ejemplo, laconfiguración definitiva delcatalanismo como una realidad que

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abarca el conjunto del arcoparlamentario, aun con diversasmodulaciones, la del vasquismo,centrado y estructurado por unpartido, o el galleguismo comofuerza minoritaria pero importante enla vida pública. Mas hubo tambiénotros cambios no menostrascendentales. En primer lugar, losnacionalismos, como cualquierrealidad política de la época, sevieron nutridos de masas reciénllegadas a la vida pública. Algunascifras testimonian esta penetracióncuantitativa: La prensa escrita en

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catalán contó, por ejemplo, con 23diarios más durante la etaparepublicana y otros veinte durante laGuerra Civil. En once poblacionescatalanas había prensa diaria en estalengua y en Barcelona se publicabansiete, uno de ellos de la CNT. En elPaís Vasco sucedió algo parecido: enVizcaya el porcentaje de votonacionalista osciló entre el 37 y el 45por 100 y en Guipúzcoa alrededordel 25 por 100. Incluso en Galicia sepuede medir este auge: elgalleguismo alcanzó los 5.000afiliados. Todos estos datos prueban

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una misma realidad, la ya citada.A la mayor penetración del

nacionalismo (o regionalismo) sedebe sumar su creciente extensióngeográfica. Como veremos, en 1936la reclamación de estatutos deautonomía estaba ya generalizada,aunque en algún caso hubiera estadovinculada a actitudes iniciales derepudio del Estatuto catalán. En cadacomunidad española esa propensiónal descubrimiento de los signos deidentidad propia tuvo característicasespeciales. En Valencia, porejemplo, los dos partidos

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predominantes —Derecha RegionalValenciana y Partido de UniónRepublicana Autonomista— teníanuna especial significaciónregionalista y consiguieron superarsin problemas disidenciasnacionalistas; además surgió unrepublicanismo de izquierdas de estasignificación. En toda España hubo,además, una renovación de la clasedirigente de los nacionalismos,mucho más joven que la anterior.Ejemplo de la misma puede ser JoséAntonio de Aguirre, el principallíder del PNV, pero el relevo no se

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produjo tan sólo entre los políticossino también en la misma sociedad.El propio término nacionalismoimpregnó al conjunto de ésta. Entorno a la Primera Guerra Mundial unteórico del catalanismo, Rovira iVirgili, había empleado laparadójica expresión"nacionalización del nacionalismo"que resulta válida para describir esefenómeno. Muchos de los dirigentesde la Esquerra no se denominabannacionalistas antes de esta década yahora lo pudieron hacer precisamenteporque se había producido una

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ampliación del sentimientocatalanista. En fin, un rasgo muycaracterístico de la época fue la"deriva hacia el centro—izquierda"del conjunto del sistema político enlas zonas de más clara peculiaridad(Beramendi), provocada por laspropias características deladvenimiento de una democracia demasas.

Resultaba, pues, perentorio quela República abordara esta cuestióny, además, así se había planteado enel llamado Pacto de San Sebastián, alque concurrieron los nacionalistas

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catalanes. La referencia a la cuestiónde la pluralidad española debe, pues,empezar por Cataluña haciendo,además, referencia a los cambiospolíticos producidas en ella comoconsecuencia del nuevo régimen.Hasta entonces puede decirse que elcatalanismo había estadorepresentado casi exclusivamente porla Luga, pero los resultados de laselecciones de abril de 1931supusieron un giro copernicano en elpanorama político catalán: enBarcelona la Esquerra Republicanacatalana, un partido nacido hacía

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poco, obtuvo una holgada ventaja,superior al 50 por 100 del voto,sobre la Lliga, doblando el voto dela opción republicana porexcelencia, Acció Catalana, ahoradenominada Partit Cátala República.La Esquerra, con quien este últimopartido se había negado a colaborarpor considerar que no teníaposibilidades electorales, obtuvo suéxito gracias a la personalidad deMaciá, quien había llegado aconvertirse en símbolo de unaCataluña a la búsqueda de suidentidad nacional. Maciá, de

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orígenes catalanistas tibios y deprocedencia social acomodada ytradicional, era un ingeniero militarenfrentado con el cuerpo al quepertenecía por motivos políticoscuando evolucionó hacia unnacionalismo radical. A menudotruculento en la oposición su caso,una vez alcanzado un papel decisivoen la política catalana, fue semejanteal de tantos políticos que, después deconvertidos en símbolosindisputados, dotados de buensentido, una cierta ingenuidad,honestidad y capacidad para

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desempeñar su nueva funcióngubernamental, llegan a serinvencibles en el terreno electoral.

La Esquerra fue, en efecto, elpartido hegemónico de Cataluña,pues ganó todas las elecciones,dominó su Parlamento y sobrevivió ala desaparición de L'Avi (el abuelo)como fue denominado Maciá. Elinconveniente que tuvo un partidocomo éste fue, obviamente, laheterogeneidad de su composición:hubo en él seguidores del Presidenteque carecían de ideología,catalanistas radicales de proclividad

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semifascista que llegaron a defenderla existencia de un partido único delcatalanismo (como fue el caso deEstat Cátala y Dencas) y, en fin,personas que en el pasado y en elpresente habían tenido y teníanrelaciones óptimas con la CNT. Elproblema de la Esquerra no era ganarlas elecciones sino conseguirdespués tener una actuación única ycoherente. Su fuerza electoral fue tanpersistente y profunda que grupospolíticos que tenían en sus filaspersonalidades de mayor tallaacabaron aceptando esta realidad e

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ingresaron en ella. Así lo hizo, en sumayor parte, la antigua AccióCatalana que se sentía como un"estado mayor sin tropas" y susdiscursos electorales "sabios,didácticos, un poco fríos" (Ametlla)parecían condenados a no conseguirescaños. Algo parecido sucedió, enuna fecha anterior, con el gruporeunido en torno a la revistaL'Opinió, que tenía en el seno de laEsquerra una pretensión socializantey una capacidad gubernamentalsuperior a la media. Fue ésta laprotagonista inicial de la demanda de

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autonomía por parte de Cataluña;portavoz todavía de un catalanismoexaltado, Maciá proclamó laRepública Catalana en abril de 1931y fue necesario un viaje de tres delos ministros del Gobiernoprovisional de la República para quese llegara a un acuerdo consistente encrear un gobierno catalán (laGeneralitat) que debería elaborar unEstatuto de autonomía destinado a serpresentado en las CortesConstituyentes.

Junto con la Esquerra, pero enuna situación manifiestamente

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inferior en cuanto a número de votos,la vida política catalana estuvoprotagonizada por la Lliga, quemodernizó considerablemente susprocedimientos de actuación y,además, supo establecer algunospuntos de coincidencia con laEsquerra en materias autonómicas.Hasta entonces la Lliga había sidoprimordialmente un partido denotables, pero ahora se convirtió enuno de masas, conservador en losocial y mayoritariamente católico.Supo también integrar en su seno auna porción de la Acció Catalana,

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representada por Bofill i Mates, y, enel seno de la política española, vinoa representar una posición centrista.La Lliga (ahora denominada Catalanay no Regionalista) fue el otro polo dela política catalana que inspiró lascoaliciones electorales más a laderecha. Aunque tan sólo hubo dosdiputados de la Lliga en lasConstituyentes su actuación resultócoincidente con la de la Esquerra enlos temas referentes a la autonomía.

Desde luego lo sucedido enCataluña, donde la Generalitat tuvounos poderes provisionales, pero de

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cierta importancia, tuvo decisivaimportancia a la hora de la discusiónconstitucional. La Comisión JurídicaAsesora, repudiando el modelofederal, propuso la aceptación de lasautonomías regionales. En elmomento de la discusión del artículocorrespondiente se dibujaron tresposturas: la federal, la que, partiendode una voluntad de organización delEstado en grandes "comarcas", comolas denominaba Ortega, hubierapropuesto una especie deautonomismo generalizado y la tesis"realista" consistente en reconocer la

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existencia de unas regiones coninstituciones propias allí donde esesentimiento hubiera ya demostradouna virtualidad efectiva. Aunquehubiera diversas denominacionespara esta última fórmula (AlcaláZamora llegó a hablar de "Estadofederable") fue, en definitiva, laadoptada por los constituyentes de1931. Su principal defensor fue elpropio Jiménez de Asúa, que lajustificó siguiendo el modelo alemánde "Estado integral" partiendo de labase de que tanto el unitarismo comoel federalismo estaban en crisis. En

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realidad la Constitución de 1931,partiendo de esos criterios realistas,únicamente estableció la autonomíade los municipios dejando la de lasregiones como potestativa. Setrataba, pues, de un Estado unitarioque no aceptaba la autodeterminaciónde sus regiones y que hacía posiblela autonomía regional, pero cuyaestructura definitiva podía a la largaresultar disfuncional al ser posibleque unas regiones tuvieran autonomíay otras no, sin que sea posible emitirun juicio al respecto dada la limitadaduración que tuvo. La fórmula de

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reparto de competencias consistió enuna división tripartita, defendida porAlcalá Zamora, entre competenciasestatales, de las regiones y delEstado pero con ejecución regional.En las propias deliberacionesconstitucionales hubo ya discusionesno sólo con la oposición sino inclusoen el seno de la mayoríagubernamental, al reclamar lossocialistas, frente a la Esquerra, quela competencia para legislar sobrematerias sociales fueraexclusivamente estatal.

Sin embargo, las divergencias

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fueron todavía mayores cuando sepresentó ante las Cortes el proyectode Estatuto catalán elaborado enaquella comunidad. La tesisdefendida por todos los catalanistas,tanto de izquierdas como dederechas, fue que en el Pacto de SanSebastián se había reconocido el"derecho de autodeterminación" delos catalanes y Maciá nunca dejó dehablar de la "soberanía catalana". Elllamado —por el lugar de redacción— Estatuto de Nuria, al crear unaciudadanía catalana, posibilitar laincorporación de otros territorios,

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declarar como lengua oficial elcatalán y hacer referencia a lascondiciones para cumplir el serviciomilitar, partía de hecho de eseprincipio de autodeterminación. Sólo4 concejales de los 8.300 existentesen Cataluña y, luego, al ser sometidoa plebiscito, 3.000 electores de unos600.000, estuvieron en contra de estafórmula en el conjunto de Cataluña.

Sin embargo, es obvio que taltexto resultaba incompatible con laConstitución, lo que explica losmúltiples conflictos a lo largo de sudiscusión, desde mayo a septiembre

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de 1932. Las derechas(especialmente los agrarios,representantes de intereses y votoscastellanos) se opusieron al Estatuto,pero esta actitud encontró, además,eco en otros sectores de laintelectualidad liberal. Aparte deUnamuno, habitualmente pocosimpatizante con los nacionalismosperiféricos, Ortega declaró, no sinrazón vista la diferencia de puntos departida, que el problema erairresoluble y que "sólo se podíaconllevar". Por su parte lossocialistas, que acabaron perdiendo

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algún diputado por culpa delEstatuto, exigieron inicialmente, porboca de Prieto, una mayoría"semiaclamatoria" para laaprobación de su texto, con lo que dehecho demostraban la profundidad delos recortes a que querían someterlo,y tampoco los radicales mostraronningún entusiasmo por su contenido.Frente a todas estas actitudes loscatalanistas reaccionaron conirritación. Companys declaró que, talcomo iba quedando, el Estatuto podíallegar a "no interesar" a los catalanesy otro diputado de la Esquerra llegó

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a afirmar que "habían sidoengañados". Si finalmente se llegó ala aprobación de un Estatuto se debióa una intervención muy brillante deAzaña y, sobre todo, a la reacción desolidaridad entre todos los sectoresrepublicanos como consecuencia dela derrota del golpe de Sanjurjo en1932. Con todo, si tuvo tan sólo 24votos contrarios, otros ciendiputados se abstuvieron en suvotación definitiva.

La verdad es que el Estatuto deNuria se había transformado a fondotras su paso por las Cortes. De la

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autodeterminación no quedaba másque un recuerdo en la afirmación deque "Cataluña se constituye comoregión autónoma", como si elreflexivo indicara que lo hacía porpropia y única voluntad. En cambiodesaparecía la ciudadanía catalana yel catalán quedaba tan sólo comoidioma cooficial. Cataluña tendría supropio Parlamento y su Consell ogobierno. No se preveía la presenciade un representante del poder centralen Cataluña pero subsistía laprimacía de la Ley estatal sobre lasregionales y dependía del Tribunal

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de Garantías Constitucionales ladeterminación de la validez de estasúltimas. De acuerdo con laConstitución quedaba reservada alEstado la competencia sobre unalarga serie de materias (relacionesexteriores y defensa), pero donde losdebates fueron más duros fue enaquellas cuestiones en que se hubode llegar a un acuerdo detransacción, inevitable a partir deposturas iniciales tan notablementedistantes. En materia hacendísticaestuvo, por ejemplo, a punto deproducirse la dimisión de Prieto; en

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lugar de optarse por la fórmula delEstatuto de Nuria, que hubieraentregado los impuestos directos a laGeneralitat, se llegó a otra que, deacuerdo con los especialistas, limitóconsiderablemente las posibilidadesfinancieras de las institucionesautonómicas. Respecto de lascuestiones sociales Largo Caballeroconsiguió reservar al Gobiernocentral la facultad legislativa en estamateria, para irritación de laGeneralitat, pero ésta conservó lacapacidad de legislar sobre elDerecho civil. Como veremos, de

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esta ambigüedad nacieronposteriores conflictos. En ordenpúblico y en obras públicas seestableció una distinción entreaquellos aspectos de competenciaestatal y los de carácter regional.Finalmente, en relación con materiaseducativas, Cataluña recibió lascompetencias sobre primera ysegunda enseñanza y podría crearcentros de enseñanza en todos losniveles educativos. La universidadde Barcelona podría convertirse enautónoma, en cuyo caso sería laúnica de Cataluña y en ella se

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garantizaría la paridad entre elcastellano y el catalán.

Como se puede apreciar, laRepública había dado una solución alos problemas presentados por lareivindicación de un gobiernopeculiar para Cataluña, aunque nosería correcto afirmar que lo hicierasatisfaciendo por completo losdeseos de los nacionalistascatalanes. De todas formas, como yase ha indicado, a diferencia de losucedido en cuestiones como laagraria o la religiosa, la Repúblicano aumentó el número de sus

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enemigos por sus decisiones en estamateria y llegó a una solución detransacción que, no siendo totalmentesatisfactoria para nadie, se demostróestable y punto de coincidencia deizquierdas y derechas en Cataluña.Otra cosa es que en 1934 seprodujera una crisis, provocada porla subversión de la Generalitat, y queperdurara en la extrema derecha unavoluntad de hacer desaparecer lasinstituciones autonómicas.

Los inconvenientes respecto dela forma en que fue abordado elproblema de la pluralidad española

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durante el primer bienio republicanoresiden no tanto en la fórmulajurídica adoptada para el casocatalán como en la incapacidadefectiva para satisfacer las demandasde otras comunidades, en parte por laposición de sus movimientosregionalistas o nacionalistas y suspeculiaridades políticas propias perotambién por el enfoque partidista queadoptó a menudo el gobierno y por laescasez de tiempo de que dispuso.Así se aprecia en el caso del PaísVasco y en el de Galicia.

En el País Vasco el

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nacionalismo aparecía todavíadividido cuando se produjo el finalde la Dictadura de Primo de Rivera,pero a finales de 1930 reconstruyó suunidad aunque se mantuvieranimportantes divergencias de talantepolítico en su seno. Sin embargo losnacionalistas no creyeron que fuera acaer la Monarquía y, por lo tanto, nocolaboraron con los republicanos enel nacimiento de un nuevo régimen.Tan sólo lo hizo un minúsculopartido, Acción Nacionalista Vasca,liberal y nacionalista, que repudiabael confesionalismo religioso y la

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herencia ideológica de SabinoArana. Acción Nacionalista Vascaquiso significar en la política vascaalgo parecido a lo que fue AccióCatalana en Cataluña, pero, enrealidad, lo único que logró fueasemejarse en su incapacidad paraobtener apoyo electoral, que resultóincluso mayor. En parte la razónestriba en que el PartidoNacionalista Vasco supo evolucionary, sin perder su connotación católica,comenzó a convertirse en un partidopopular y de masas que no sóloaumentó su ¡influencia en la región

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extendiéndose, por ejemplo, a Álava,sino que, a partir de 1934, fueidentificándose con los partidos designificación demócrata cristiana.Así pudo percibirse, por ejemplo, ensu connotación cada vez másinterclasista. El sindicatonacionalista Solidaridad de ObrerosVascos llegó a tener varias decenasde miles de afiliados y el contenidosocial de las doctrinas nacionalistasse pudo apreciar en sus órganos deprensa. Además, con el paso deltiempo, el nacionalismo fueadaptándose, con lentitud pero de

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forma clara, al marco democráticorepublicano. Eso no obsta, sinembargo, para que en el PNVsubsistieran actitudes muytradicionales, como la del propioLuis Arana, hermano del fundador,que en 1933 dimitió de lapresidencia del partido porque losnuevos estatutos concedían a la mujeriguales derechos que al hombre.Además el Estatuto fue consideradopor los dirigentes del PNV —Aguirre, incluido— como un medio.Como tal, fue el partido que másluchó por conseguirlo, pero nunca lo

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consideró como el objetivo final;para muchos éste, a veces de formaexplícita, seguía siendo laindependencia. Finalmente, en elseno del nacionalismo vasco hubosectores que en esta misma épocadefendían la tesis de que el PaísVasco era como una especie decolonia y que, por tanto, norepudiaban el uso de la fuerza paralograr la independencia. Esta fue laposición del grupo juvenil JagiJagi.

A partir de estos presupuestosevolutivos debe abordarse la luchapor la autonomía vasca. En 1931 los

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nacionalistas, aliados con lasderechas, elaboraron el llamadoEstatuto de Estella, que incluyó aNavarra en el País Vasco y que,elaborado antes de la Constitución,pretendía reservar las competenciassobre materias religiosas al propiotexto del Estatuto. Como es lógico,un texto con esas características yelaborado en claro antagonismocontra la izquierda carecía deviabilidad alguna en las Cortes. Enconsecuencia, no puede extrañar queno fuera aprobado y que se recurrieraa otra fórmula. Sin embargo, el

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llamado "Estatuto de las gestoras"encontró también graves dificultadesque derivaron, en parte, del excesode confianza del nacionalismo en suspropias fuerzas y del recelo, nosiempre justificado, del Gobierno.Desde el verano de 1932 Navarra ensu conjunto, donde la Ribera estabacastellanizada, y los tradicionalistasno mostraron nada más que unacircunstancial coincidencia con elPNV, y se desenganchó del Estatutocomún. En Álava la actitud positivafue siempre poco entusiasta; enrealidad sólo los municipios

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euskeldunes, el norte, estuvierondecididamente a favor. Lacastellanizaron de esta provincia y sutemor a ser dominada por otras sesumó al hecho de que en ella erapredominante el tradicionalismo que,si lo hubiera sido quizá también enuna comunidad vasco—navarra,ahora quedaba reducido a unprotagonismo menor. En el fracasode la propuesta autonómica tambiéntuvo un papel importante el hecho deque el Gobierno de centro—izquierda tuviera otras prioridades y,sobre todo, de que contara en el seno

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de los partidos que lo formaban conserias resistencias al nacionalismovasco, aunque no fueran compartidaspor Prieto. A partir del otoño de1932 se produjo un severoenfrentamiento entre el PNV y elGobierno en Vizcaya y Guipúzcoa,que se saldó con medio millar dedetenciones y los enfrentamientoshabituales entre jóvenesnacionalistas y socialistas fueron amenudo violentos.

En Galicia la consecución de laautonomía estuvo complicada poralgunos problemas específicos como,

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por ejemplo, el de la capitalidad dela región, pero los más decisivosfueron la existencia de unas actitudesautonomistas bastante tibias entre lospartidos de la izquierda que estabanen el poder. La OrganizaciónRepublicana Gallega Autónoma deCasares Quiroga votó, por ejemplo,en contra del carácter federal de laConstitución y la actitud socialistafue inicialmente muy reticente conrespecto a la autonomía de estacomunidad. Quizá, sin embargo, hubootra razón de mayor importancia: lainexistencia de un fuerte partido

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nacionalista unido, capaz de imponeresa prioridad a la política regional silos otros grupos no la querían. A laselecciones constituyentes de 1931 losgalleguistas sólo fueron concandidatura propia en la provincia dePontevedra, donde triunfó Castelao,mientras que en el resto se sumaron aalianzas con la ORGA o losradicales. A fines de 1932, cuando seredactó un proyecto de Estatuto, unelevado número de ayuntamientos seabstuvieron de emitir juicio sobre ély sólo al final del bienio se aprobóun decreto, que no se puso en

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ejecución, acerca del modo deplebiscitarlo, cosa que no se hizohasta los momentos finales de laexperiencia republicana. El PartidoGalleguista llegó a tener unaorganización importante y, olvidandola connotación muy plural de estemovimiento en el pasado, se fueinclinando, en la práctica, hacia unaexclusiva definición ideológicademocrático—liberal. Pero setrataba de un grupo político deintelectuales y profesionales no tanvinculado a organizaciones agrariasy muy distante del mundo obrero

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industrial, lo que limitaba suimpacto. En la práctica, por tanto, laposibilidad autonomista abierta porla Constitución se limitó, durante elprimer bienio, a tan sólo Cataluña.

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La política económicay las reformas sociales

En páginas precedentes hemos

aludido al papel que desempeñó lacrisis económica mundial en la vidadel régimen republicano: a pesar deque el impacto de la crisis en Españafue mucho menor que en otros paísesno cabe la menor duda de quecontribuyó a hacer todavía másdifícil el reformismo que eraconsustancial a su realidad política.

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Resulta preciso, por tanto,preguntarse acerca de la políticaeconómica gubernamental paracombatirla y, al mismo tiempo, aludirtambién a las reformas sociales que,además de la agraria, trataron dellevarse a cabo.

La crisis de los años treintadesde el punto de vista de la políticaeconómica tuvo un efecto importantesobre los gobiernos democráticos.Por descontado, en este sentido, laspersonalidades más dignas de citason Keynes, propulsor de unincremento del gasto público que

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sirviera para estimular elfuncionamiento de la maquinariaeconómica y Roosevelt, el presidentenorteamericano, que, con el llamadoNew Deal, trató precisamente,mediante la utilización del gastopúblico, de llevar a la práctica esegénero de nueva política económicade fuerte contenido social,consiguiendo un éxito apreciable queno fue absoluto hasta el estallido dela guerra mundial.

España, sin embargo, nopresenció durante el bienioreformista el nacimiento de una

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política económica de ese signo nihabría de tenerla durante todo elperíodo republicano. Dos razones loexplican: en primer lugar, lapersistencia de un ideario económicoliberal ortodoxo, especialmenterígido en la derecha, pero tambiénpresente en la izquierda y, ensegundo, la inestabilidad política delperíodo, que hizo que durante laetapa hubiera nada menos que doceministros de Hacienda.

El primero de los del bienioreformista fue Indalecio Prieto,político valioso en muchos aspectos,

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pero cuya presencia en esta carteraproduce "auténtico asombro"(Palafox) no sólo por sureconocimiento ante las Cortes desus limitaciones para desempeñarla,sino porque indicaba a las claras queel centro—izquierda no tenía otraperspectiva que la de la nivelaciónpresupuestaria. Estos limitadosplanteamientos demostraban laprioridad concedida a otros aspectosde la política nacional. De hecho entoda la etapa republicana lasdiscusiones parlamentarias sobrepolítica económica fueron mínimas y,

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frente a lo previsto en la propiaConstitución, fue habitual recurrir acréditos extraordinarios, prórrogaspresupuestarias y recargos tributariosque no modificaban la fiscalidadexistente. Al mismo tiempo, laobsesión por la nivelaciónpresupuestaria trajo comoconsecuencia que la políticainversora en obras públicas quehabía caracterizado a la Dictadura dePrimo de Rivera no sólo entrara encrisis sino que retrocediera; si a ellosumamos la actitud reticente delempresariado ante un gobierno de

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izquierdas no puede extrañar que lainversión pública decreciera a unritmo del 9 por 100 anual y laprivada a casi un 25 por 100. Engeneral, cuando se sintió lanecesidad de realizar inversiónpública para combatir el paro losrecursos utilizados fueroninsuficientes y se dedicaron tan sóloa pequeñas obras que no fomentabanla producción industrial aunquedurante algún tiempo resolvieran losproblemas más graves en ciertaslocalidades.

Hubo que esperar a la salida de

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Prieto de Hacienda para que susucesor, Carner, emprendiera unatransformación de la fiscalidadespañola que, de todas formas,resultó modesta, algoverdaderamente sorprendente en uncampo tan idóneo para las reformasestructurales como el de losimpuestos. La contribución sobre larenta, creada en diciembre de 1932,gravó con un modesto porcentaje del1 al 4 por 100 las rentas superiores a100.000 pesetas, pero se configurócomo una figura superpuesta y, endefinitiva, marginal respecto de los

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ingresos tradicionales. El propioministro dijo ante las Cortes que "dehaberse ido más lejos hubiesefracasado". Otra medida fiscalreformista fue, en este mismo año, larevisión de valores a efectos de lacontribución rústica.

Todo ello era muy poco para unEstado del que las masas popularesesperaban mucho y pronto y que, sinembargo, se encontraba en lapráctica imposibilidad de actuardebido a la falta de recursos. Estodebe ser muy tenido en cuenta a lahora de juzgar la actuación de Prieto

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en la cartera de Obras Públicas, queasumió nada más dejar Hacienda. Noparece que en ella fuera capaz deconvertirse, como en ocasiones se hadicho, en el artífice de un supuestoNew Deal republicano. Sus planesincluyeron la realización de lasgrandes terminales subterráneas deferrocarriles en Madrid (quemalintencionadamente las derechasdescribieron como "el tubo de larisa") y la asunción de todo elprograma regeneracionista sobreobras hidráulicas. En los diarios deAzaña se descubre, por otra parte, el

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relevante papel que tuvo también élen esta iniciativa, quizá mayor que eldel propio ministro, comocorrespondía a un liberal tanpropicio a que el Estado jugara unpapel decisivo en la configuración deuna nueva realidad económicamediante grandes proyectos como elcitado. Así como las inversiones enferrocarriles se llevaron a cabo ycontribuyeron de manera importantea aliviar el paro en la capital, losplanes hidráulicos no fueron más alláde la asunción por parte de Prieto y,en general, de los gobernantes

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republicanos, de las tesis delingeniero Lorenzo Pardo, de tanconocida raigambre costista. Claroestá que también se beneficiaron dela labor constructora previa queahora pudo verse plasmada en larealidad. El ministro, al anunciar elproyecto y resumirlo diciendo que setrataba de "conquistar España"utilizó el mismo lenguaje de Pardo,que había escrito sobre "La conquistadel Ebro", pero, aunque susproyectos habrían de resultar envarios sentidos premonitorios deempresas posteriores, no llegaron a

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convertirse en realidad. La Ley deobras de puesta en riego de abril de1932 permitía que fuera el propioEstado el que las asumiera para asíevitar que se desperdiciaran lasoportunidades nacidas de laconstrucción de presas. En cuanto alPlan de obras hidráulicas de 1933constituyó la primera declaración deintenciones del Estado sobre lanecesidad de trasladar los sobranteshidrológicos de la cuenca atlántica ala mediterránea.

Aunque la reforma agraria fuerala de mayor trascendencia para la

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vida nacional, dadas laspeculiaridades de la España deentonces, se debe también haceralusión a la importante obrareformista al frente del Ministeriodel Trabajo de otro miembro delPSOE, Francisco Largo Caballero,algunas de cuyas disposiciones,como sabemos, también afectaron alámbito rural. Aparte de ésas (a lasque ya hemos aludido) y de otrastendentes a la mejora de lascondiciones de vida o relativas aaspectos administrativos (porejemplo, la creación de las

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Delegaciones de Trabajo) quizá lasdos de mayor relevancia fueron lasrelativas a los seguros sociales y alos jurados mixtos. Se puede decirque durante la etapa republicana sepasó por fin, por vez primera, de unaetapa semiteórica a otra más prácticaen el terreno de la seguridad social.Las medidas más importantesconsistieron en iniciar el caminohacia el seguro unitario, extender laLey de accidentes del trabajo alcampo y convertir en una realidad elseguro de maternidad. Todas estasmedidas estaban previstas ya en la

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obra del Instituto Nacional dePrevisión, pero fue mérito de LargoCaballero haber dado un importanteimpulso a su ejecución: baste condecir que en ese primer bienio elincremento del presupuesto del INPfue del 49 por 100, sin que en añosposteriores se experimentara ningunamodificación significativa. Aun así laindigencia del Estado republicanolimitaba obligadamente su voluntadde reforma social: aunque se creóuna Caja Nacional contra el paroforzoso en mayo de 1931 de ella sebenefició una parte ínfima de la

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población, mientras que ya en Europacuarenta millones de personas teníanun seguro obligatorio contra el paro.

La otra gran disposición deLargo Caballero durante su gestiónministerial fue la relativa a losjurados mixtos, creados en 1931.Como sabemos esta instituciónrespondía a toda una tradición dentrode la historia contemporáneaespañola y tan evidente era sunecesidad que su versión de la épocade la Dictadura, los comitésparitarios, no fue suspendida a ladesaparición de aquélla. A

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diferencia de los comités paritarioslos jurados mixtos no pretendían,como es lógico, el establecimientode toda una estructura corporativanacional; además, carecían defacultades ejecutivas y susostenimiento corría a cargo delEstado y no del patrono. Sus podereseran amplios, en especial sobrematerias relativas a conciliación,reglamentación e inspección de lascondiciones de trabajo, pero no fueeso lo más discutido en ellos sino sucomposición y, en especial, lapresidencia atribuida a personas

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nombradas por el Ministerio delTrabajo, caso de no llegarse a unacuerdo; también era laAdministración quien debíaintervenir en el caso de entablarse unrecurso contra la decisión del jurado.Criticados por los juristas y por laderecha, pero no sólo por ella, sinotambién por los radicales, losjurados, en efecto, parecen haberactuado durante el primer bienio deuna forma partidista: el propio LargoCaballero admitió que tan sólo unode cada cinco presidentes erannombrados por acuerdo entre

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patronos y obreros y no cabe dudaque la UGT se vio muy beneficiadapor la composición de estosorganismos lo que si, por un lado,contribuyó a la mejora de lascondiciones de vida de las clasestrabajadoras, por otro originó gravesinconvenientes al desempeñar losjurados una función de clientelismopartidista.

Aunque no se trate, en términosestrictos, de una reforma socialpropiamente dicha conviene tratartambién en este apartado de la laboreducativa emprendida por los

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gobernantes de este primer bieniorepublicano. La atención de lossucesivos ministros de InstrucciónPública, Marcelino Domingo yFernando de los Ríos, se concentróprincipalmente en resolver lasgravísimas deficiencias deinfraestructura, sobre todo en laenseñanza primaria. La verdad es,sin embargo, que la calidad y lacapacidad personales de ambos fuediferente, pues mientras que losjuicios de Azaña sobre Domingoeran similares a los que emitió sobresu gestión en Agricultura (en la

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intimidad de su diario calificó suprograma de "irrealizable,desatinado, ruinoso y socialmentedesastroso"), en cambio De los Ríosparece haber conseguido unaaceptación bastante generalizada entodos los medios políticos. Elesfuerzo educativo de la República,especialmente en este primer bienio,fue ejemplar y para probarlo abundancifras estadísticas objetivas. Elpresupuesto, en primer lugar, pasódel 5,5 al 7 por 100 del total y paraapreciar la magnitud de este aumentose debe tener en cuenta no sólo la

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política deflacionista practicada porel Gobierno sino también la crisiseconómica que vivía el mundo (esprobable que durante los años treintaningún gobierno incrementara tansignificativamente su presupuestoeducativo como el español).

Además, durante la etapa decentro—izquierda presidida porAzaña, se duplicó con creces elnúmero de Institutos de enseñanzamedia pasando sus alumnos de70.000 a 130.000. El de maestros seelevó de 36.000 a 51.000, creciendoanualmente a un ritmo triple al que lo

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había hecho durante la etapamonárquica; además, también seincrementaron sustancialmente lossueldos de esta profesión que nutriólas filas del republicanismo.Respecto al número de escuelas losespecialistas discrepan, puesmientras que las estimaciones másoptimistas calculan en unas 13.000las escuelas construidas en el primerbienio hay quienes reducen estascifras a la mitad. En cualquier casono cabe dudar de lo ingente delesfuerzo, que hizo decir a Llopis, eldirector General de Enseñanza

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Primaria, que la República hacía enun año lo que la Monarquía enquince. Sin embargo, se deben teneren cuenta también las gravísimasdeficiencias existentes hastaentonces: incluso si se hubierancreado 16.000 escuelas durante latotalidad de la etapa republicanahubieran sido necesarias 11.000 máspara solucionar las carenciasexistentes. En una ciudad comoMadrid el número de alumnos de lasescuelas privadas era mayor que elde las públicas, pero, al mismotiempo, todavía resultaba muy

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elevado el de los que carecían deescuela adonde ir. El problema másgrave de la República fue —en esteterreno como en tantos otros— lacarencia de recursos suficientes ypor ello sólo un sectarismoanticlerical permite explicar que elproblema educativo fuera agravadopor los propios gobernantes alpretender sustituir, sin conseguirlo,la enseñanza de las órdenesreligiosas, considerable en el nivelprimario y mayoritaria en elsecundario. Una impolíticalegislación sobre las Congregaciones

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contribuyó así a hacer menosevidente el generoso y casirevolucionario esfuerzo de laRepública en materia educativa.

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La "República en unatenaza": monárquicosy anarquistas

El paralelismo con la

revolución de 1789, implícito en lacaracterización de Azaña comojacobino, puede prolongarseseñalando que también el políticoespañol hubo de mantenerse en elpoder contando con poderososadversarios a su derecha y a suizquierda. El mismo llegó a escribir

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en sus diarios que a la República losanarquistas y los monárquicos laestaban situando "en una tenaza".Caracterizó, en efecto, a estos dosextremismos de sentido contrario unaoposición radical, y desde susinicios, al intento reformista y uncomún recurso a los procedimientosde violencia para hacerlo inviable.El jefe de Gobierno, consciente deesta doble oposición, presentó aestos dos extremos como enemigosde semejante entidad que en el fondocoincidían en sus propósitos y que,por ello, como dijo en una ocasión el

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presidente en las Cortes, parecíanmostrar "satisfacción, complacenciay esperanza" en su común labor deoposición en cuanto que las protestasviolentas auspiciadas desde el otroextremo no hacían sino ratificar lainviabilidad del proyecto reformista.

La evolución ideológica delmonarquismo en la oposición a laRepública es la directa continuaciónde una deriva hacia el autoritarismoque era ya patente en el panorama dela política y de la cultura española yque fue ratificada y consolidadadespués de la Dictadura de Primo de

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Rivera. Antes de ella el avance delautoritarismo respecto delliberalismo conservador se pudoapreciar, por ejemplo, entre loselementos juveniles del monarquismoespañolista vasco que estuvoconectado con una parte de laoligarquía local y, al mismo tiempo,tuvo una evidente preocupaciónintelectual perceptible en la obra deSalaverría o de Sánchez Mazas.Luego, durante la República, ése fueuno de los ejes de la extrema derechaespañola. Por otro lado, en elmaurismo, en especial el de carácter

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más juvenil, había anidado unpensamiento corporativista yorganicista que, a la caída de laMonarquía, ya le faltaba poco paraser un declarado partidario de unrégimen dictatorial permanente. Otrofactor importante fue la influencia delas doctrinas autoritarias delnacionalismo integral,principalmente provenientes deFrancia, pero también de Portugal.En realidad, pensadores de estasignificación habían tenido ya suimpacto en el mundo de la culturaespañola antes de la Primera Guerra

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Mundial, por ejemplo en Azorín,pero ahora, en unas condicionespolíticas nuevas, esa influenciaresultó mucho mayor. La figura másdestacada de estas corrientes fueCharles Maurras, defensor de unasdoctrinas que intentaban elevar unorden pretendidamente derivado dela misma naturaleza a la categoría deideal. Su monarquía autoritaria —enrealidad, dictatorial— permitió aquienes se oponían en España a laruptura modernizadora del mundotradicional enfrentarse con elliberalismo democrático desde una

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supuesta posición estrictamentecientífica. Así se sentaron las basesde una derecha radicalcontrarrevolucionaria, que añorabael pasado y era beligerante contra eldeseo de transformarlo.

En la etapa final de lamonarquía el derrumbamiento delliberalismo monárquico, y laadscripción de los supervivientes delos antiguos partidos del turno a lospartidos centristas republicanos, dejócomo único protagonista del campopolítico monárquico a quienesauspiciaban un régimen totalmente

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distinto a la Monarquíaparlamentaria de la Restauración. Detodos modos no ha de pensarse queesta evolución fuera instantáneapuesto que Alfonso XIII, en unprimer momento, recomendó desde elexilio una acción exclusivamentelegal asegurando que si la Monarquíahabía desaparecido merced alsufragio también reapareceríagracias a él; incluso un biógrafo deAzaña afirma que el monarcaexiliado mostró ocasionalmente suadmiración por las reformasmilitares del político republicano.

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Diario tan vinculado a la Monarquíacomo el ABC madrileño no dudó encondenar repetidamente, durante losprimeros meses de la República,cualquier recurso a la violencia.

De todas formas ya en fecha tantemprana como diciembre de 1931apareció un órgano ideológico de losmonárquicos cuya orientación eraproclive a la dictadura y porcompleto contraria a la monarquíaliberal. Originariamente hubieradebido llamarse Contrarrevolución,lo que resulta significativo, perofinalmente se adoptó el nombre de

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Acción Española, que también lo esen cuanto que la revista, de estamanera, descubría bien a las clarassu identificación con el pensamientoantidemocrático francés expresadoen la revista Action Frangaiseinspirada por Maurras. La iniciativafundamental en esta empresa deorientación ideológica, financiadacon una subvención aristocráticaoriginariamente dedicada a lapreparación de un golpe de Estado,la tuvo Eugenio Vegas Latapie quien,a diferencia del citado pensadorfrancés, procedía de círculos

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católicos de significación integrista.Es posible que factores biográficos,unidos a la experiencia del exilio,contribuyeran también aldecantamiento de Calvo Sotelo haciaeste tipo de soluciones dictatoriales.Otros colaboradores de la revista,como Maeztu, dirigían desde hacíatiempo su pensamientorevolucionario a la búsqueda de lareconstrucción del mundo tradicionalque ahora se encontraba en la vueltaa un orden nacional—católico queimpregnaría toda la obra de Españaen América (ese sería el ideal de la

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"Hispanidad").La posición política de Acción

Española fue inequívoca: pretendíaconstituir un núcleo doctrinal capazde influir en la derecha española ensentido contrario a cualquier tipo decomplacencia con la República o conel liberalismo. Objeto principal desu atención fueron los mediosmilitares a los que los dirigentesmonárquicos querían dotar de unaarmazón doctrinal de la que carecían.A partir de la defensa deltradicionalismo católico y de unamonarquía no liberal, que por lo

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tanto no sería la que había tenidoEspaña durante la Restauración, sinootra nueva, "instaurada", seestablecería un nuevo sistemapolítico que, si por un lado tenía elobjetivo de mantener el orden social,insistía todavía más en laincuestionable necesidad deprescindir de los procedimientosdemocráticos. Para los redactores dela citada revista "la democracia es elmal, es la muerte"; por eso, cuandollamaban al ejercicio del sufragio,recomendaban "votar para dejar devotar". Pero, aun así, estos sectores

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juzgaban que el pueblo "siempreelige lo peor" y, por consiguiente, "laverdad puede y debe imponerse porfuerza". Esa fuerza era la militar, a laque se hacía alusión precisamente enla divisa de la revista.

Consecuentemente con estosprincipios Acción Española convocóun premio de ensayo acerca delpapel de los organismosrepresentativos "en la hipótesis de lainstauración en la España actual deun Estado antidemocrático yantiparlamentario".

La evolución doctrinal de un

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sector monárquico fue, por tanto,anterior al nacimiento de unas nuevasexpectativas dinásticas, a la creaciónde un partido propio y a cualquierintento de golpe de Estado, pero enla realidad todos estos hechosacabaron teniendo lugar. En primerlugar, la desaparición de Don Jaime,el heredero de la línea dinásticacarlista, en octubre de 1931, dejóplanteada la eventualidad de unaconfluencia de las dos versionesmonárquicas españolas enfrentadaspor tres guerras civiles. El sucesorde Don Jaime, Don Alfonso Carlos,

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tenía una edad que hacía prever sudesaparición sin heredero. Desde esemismo momento se planteó laeventualidad de que los derechos desucesión recayeran en Alfonso XIIIo, para evitar susceptibilidades, ensu heredero, Donjuán de Borbón. Talposibilidad se había formulado antesde la muerte de Don Jaime y por élmismo, pero además veníafavorecida por el hecho de que losmonárquicos alfonsinosevolucionaban en un sentido que, adiferencia de otras épocas, ya noestablecía una distancia insalvable

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con el tradicionalismo. AntonioGoicochea, uno de los dirigentes delalfonsinismo que habría de acabardirigiéndolo, llegó a afirmar que"ayer nos separaba mucho; hoy casinada; nada en lo porvenir". A pesarde declaraciones como éstas laverdad es que durante todo elprimero bienio republicano lacolaboración entre los monárquicosde distinto signo avanzó con lentitud.A finales de 1932 ya existía unentendimiento entre los seguidores delas dos ramas dinásticas y acomienzos del año siguiente los

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alfonsinos se separaron del resto dela derecha católica española con laque hasta entonces habíancolaborado. En febrero de 1933nació Renovación Española, unnuevo partido monárquico, que sedeclaró "en lo religioso, católico, enlo político, monárquico, en lojurídico, constitucional y legalista yen lo social, demócrata". La realidades, sin embargo, que el partidomantenía las ideascontrarrevolucionarias ya expuestas.Nunca fue un partido de masas pueseste mismo año decía tener tan sólo

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1.400 afiliados y apenas si consiguióuna treintena de concejales en unaselecciones en que fueron elegidos19.000. Su influencia, sin embargo,era poderosa en los mediosfinancieros y militares y su papelconsistió, sobre todo, en ejercer unainfluencia importante cerca de lasrestantes agrupaciones de la derecha.En marzo de 1933 se creó una oficinade coordinación con los carlistasdenominada TYRE (Tradicionalistasy Renovación Española) y cuando,tras su exilio y su elección comodiputado, Calvo Sotelo volvió a

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España en 1933, empezó adesempeñar un papel de primeraimportancia en las discusionesparlamentarias. Quedó asíconfigurado un partido que ha podidoser merecedor de la definición, enapariencia paradójica, de"conservador subversivo" (GilPecharromán).

Por su parte el tradicionalismotenía entre la extrema derecha elprestigio de una larga tradiciónantiliberal y de una sólidaimplantación electoral endeterminadas zonas. Ahora,

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evolucionando gracias a VíctorPradera hacia una posición muycontraria a cualquier regionalismo,su ideario venía a ser coincidentecon el de la revista Acción Españolaen la que escribió este autor concierta asiduidad. Su presencia en lasCortes constituyentes, aliado connacionalistas catalanes y vascos,demostraba una fuerza que elmonarquismo alfonsino no tenía yque quedó confirmada en abril de1933 cuando fueron elegidos unos500 concejales tradicionalistas.Como ya había sucedido en la

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Primera República losplanteamientos anticlericaleshicieron crecer al tradicionalismoaunque, como veremos, la mayorparte del voto católico se canalizóhacia la CEDA. El caso deltradicionalismo resulta muy curiosoporque, tratándose de un grupopolítico cuyo pensamiento defendíaun retorno al Antiguo Régimen,modernizó considerablemente susprocedimientos de actuación ypropaganda (y también de luchaarmada).

El carlismo proporcionó al

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conjunto de la extrema derecha unasmasas políticas dispuestas a tomarlas armas en defensa de la religión ypor eso no puede extrañar que en lasublevación militar del 10 de agostode 1932 hubiera dos muertostradicionalistas, pero aquélla no fueproducto de una conspiraciónexclusivamente monárquica. Aunqueen ella colaboraran militares de esasignificación, antiguos colaboradoresde la Dictadura como el generalBarrera, la mayor influencia sobre sucabecilla y animador, el generalSanjurjo, fue ejercida por antiguos

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políticos constitucionalistas,liberales pertenecientes a losantiguos partidos del turno paraquienes la evolución del nuevorégimen iba adquiriendo un tonoexcesivamente radical. Sanjurjo,soldado valiente pero ignorante ycandoroso —Azaña lo describiócomo un viejo mueble—, después dehaber jugado un papel importante enel advenimiento de la Dictadura y enel tránsito de la Monarquía a laRepública, se dejó convencer paraemprender un movimiento a la viejausanza, cuyo contenido no sería

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específicamente antirrepublicano.Como en los pronunciamientos delsiglo XIX, Sanjurjo se atribuyó larepresentación de la voluntadnacional y tuvo la pretensión deconseguir el poder sin granderramamiento de sangre tras unforcejeo psicológico con quien lodesempeñaba. La sublevación parecehaber estado prevista en variospuntos de la geografía peninsular,pero sólo alcanzó verdaderarelevancia en Sevilla, dondeSanjurjo se hizo con el poder duranteunas horas, y en Madrid, donde un

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puñado de militares intentó en vanoocupar el Ministerio de la Guerra.Desde su interior Azaña, que sabíacuanto iba a acontecer y que habíaescrito en su diario que "el grano vaa reventar y cuanto antes mejor",presenció, abrumado por todo cuantosignificaba para el conjunto de losespañoles, el fracaso de estaconspiración a la vieja usanza. Laverdadera relevancia política de lamisma fue, en primer lugar, quepermitió a Azaña romper laoposición a su programa en lasCortes y que impuso también la

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necesidad de un decantamiento en elseno de la derecha entre lasposiciones más opuestas al régimenrepublicano (partidarias incluso dela violencia) y las de quienes estabandispuestos a optar por elposibilismo.

En el otro extremo del espectropolítico había al menos algunaesperanza de que de la CNT seintegrara en las nuevas institucionesrepublicanas pues, en definitiva,varios de sus dirigentes habíancolaborado en las conspiracionesprevias e incluso Maciá intentó que

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Pestaña figurara en el Gobiernocatalán. Todavía más: muchos viejossindicalistas recibieron muy bien a laRepública y tanto Pestaña comoPeiró reconocieron ante loscongresistas de la CNT haberpactado con el líder nacionalista queno harían campaña antiparlamentaria.Sin embargo, no tardarían en versedecepcionadas estas ilusiones. Enjunio de 1931 se celebró en Madridun Congreso de la organizaciónconfederal que, con medio millón deafiliados, debía seguir a la cabezadel sindicalismo español en ese

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momento, aun para perderla pocodespués. Como solió sucederle a laCNT, este Congreso se desarrolló enmedio de un "barullo singular"(Bueso), pero en principio dio lasensación, por el protagonismo queen él tuvo Pestaña, de que triunfabala tendencia más moderada. Fue, sinembargo, una impresión superficial,pronto desmentida. Para muchoslibertarios a la "borrachera deentusiasmo" debía seguir el"despertar a una realidad de clase",una vez rotas las "ilusionesdemocráticas". Los sectores

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controlados por la FAI se opusierona cualquier tipo de colaboración yrechazaron algo tan elemental comolas Federaciones de Industria, uninstrumento perfectamente lógicopara organizar un sindicalismomoderno, contraponiéndolas alsindicato de oficio, una fórmulatradicional a la que denominaban"puramente española" y que, enrealidad, era muy poco práctica.

El liderazgo del sectormoderado se desmoronó en losmeses sucesivos, cuando el sectorradical se lanzó a lo que él mismo

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denominó una "gimnasiarevolucionaria". Los dirigentes de laFAI, agrupados en células denombres pintorescos, como "Losindomables", aseguraban que yahabía "llegado la hora de larevolución" que, en última instancia,no era sino "una cuestión deaudacia". De ahí las prolongadashuelgas de la Telefónica, de Sevillao del puerto de Barcelona. De nadasirvió que los organismosconfederales se quejaran de que eranexcesivos los conflictos que, además,se veían acompañados por

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exhibiciones de violencia. Enseptiembre de 1931, los treintaprincipales dirigentes de la CNT másmoderada suscribieron un manifiestoque pretendía detener esecomportamiento irresponsable, peroese mismo día se declaró una huelgageneral en Barcelona y, al poco,Peiró, uno de los sindicalistasmoderados, debió dejar la direcciónd e Solidaridad Obrera. Para lamayor parte de la CNT los"treintistas" fueron en adelante los"treinta judas" o los "bomberostreintistas", poco menos que

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traidores a sus compañeros deluchas. El "treintismo", en realidad,agrupó en Cataluña a la poblaciónsindicada de aquellas poblacionesindustriales de mayor solera, comoSabadell, Manresa o Mataró.Formaban parte de él sindicalistaspuros, como Pestaña, que acabaronfundando un partido,anarcosindicalistas como Peiró opartidarios de un sindicalismoneutro. Sus tesis se basaban en lademocracia sindical, las acciones demasas no revolucionarias y lacapacitación progresiva de los

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trabajadores, pero siempreestuvieron en minoría, entre otrosmotivos porque en algunas regionesdonde la dirección cenetista eramoderada, ésta ni siquiera se tomó lamolestia de combatir a la FAI que,por otro lado, siempre tenía a sufavor la solidaridad con losrepresaliados. Los treintistasintentaron construir una especie deorganización semejante a la FAI perode distinto contenido, la FederaciónSindicalista libertaria, pero una vezmás la CNT no acabó de dar el pasohacia el sindicalismo que en

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repetidas ocasiones se habíaapuntado.

Asimismo se ha de tener encuenta que, al margen de que la FAIprocurara en repetidas ocasionesfomentar la conflictividad, fue lapropia proclamación de la Repúblicala que tuvo como consecuencia unaeclosión de problemas de ordenpúblico. Así se ha indicado ya enpáginas anteriores pero tieneespecial sentido recordarlo ahora altratar de explicar el mecanismo porel que el conjunto de la CNT se lanzóa una actitud revolucionaria. La

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subversión del orden tradicional enlos pueblos en un momento de crisisy la existencia de un instrumentorepresivo, como la Guardia Civil,que sólo podía actuar con armas defuego, produjo sucesos como los deCastilblanco o Arnedo, en los quelos protagonistas no fueronespecíficamente anarquistas.Además, el reparto del trabajo en elcampo creó confrontación entre lossindicatos: Azaña escribió en sudiario que esa especie de guerraintersindical era "acaso la realidadpolítica más vigorosa de España en

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estos tiempos". Lo que el mundolibertario aportó a esta situación, yade por sí conflictiva, fueron actitudestradicionales más que detonantes ouna red conspiradora que la FAI,siempre muy desarticulada, nuncatuvo. Muy pronto la retóricarevolucionaria fue propulsada por la"sangre proletaria derramada" almismo tiempo que crecía el utopismode las propuestas alternativas(jornada de seis horas). La profundaconvicción de que la CNT surgía "delas entrañas del pueblo" significabala incapacidad de controlar —o tan

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sólo coordinar— movimientosrevolucionarios cercanos, ya que aeste espontaneismo se sumaba lainmediata solidaridad de clase. Enadelante, a la espera de unarevolución que parecía inminente porla misma razón de las muchasexpectativas creadas por laRepública, todo fueron "pulsos" alpoder burgués que, aunque parecieralo contrario, siempre concluían en un"triunfo moral".

En efecto, la FAI, no satisfechacon promover huelgas de resultadosmás que improbables, se lanzó

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también a una estrategiainsurreccional que se concretó entres intentonas revolucionarias en tansólo un año y medio: en enero de1932 en el Alto Llobregat, un añodespués en Cataluña y Andalucía y, afines de 1933, en Zaragoza y lacuenca del Ebro. Todas estasintentonas estaban mal o nadapreparadas y demasiado localizadasen unas determinadas regiones ocomarcas como para lograr que setambalearan los fundamentos delEstado republicano, pero se saldaronen muertos, detenciones y una

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sensación de casi perpetuo desordenpúblico al que seguía una represión amenudo muy dura. La revoluciónanarquista respondía a un esquemarepetido hasta la saciedad. En unmedio rural, a menudo aislado,donde existían gruposrevolucionarios, se recibía la noticiade que la revolución había estalladoo era inminente; inmediatamentetomaban las armas losrevolucionarios locales queasediaban el puesto de la GuardiaCivil y ocasionalmente destruían elRegistro de la propiedad o el archivo

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municipal. La llegada de fuerzas deorden público suponía el inmediatofinal de la insurrección con elinevitable derramamiento de sangre.Los revolucionarios locales eranjóvenes, varones y solteros sobre losque unos instigadores, muchas vecesllegados de fuera, ejercían unainfluencia decisiva por las propiascoincidencias en talante vital. Loperegrino del caso es que la mayorparte de los anarquistas, en especiallos faístas, carecían de una ideamedianamente precisa del nuevoorden revolucionario que querían

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construir. Es muy posible, en efecto,que precisamente esta insuficienciahiciera que este fuera el momento enque se inició el canto de cisne de laCNT, encerrada en simplificacionesdoctrinales del género de decir quepara el nuevo orden revolucionario"no necesitamos más que bondad ybuena fe" (Urales). Otros escritoresanarquistas teorizaron sobre elmunicipio libre y algunos vieron enel sindicato la prefiguración de esenuevo orden, pero sus declaracionesy escritos eran demasiado vagos ysus posturas demasiado cambiantes

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como para que de todo ello sepudiera esperar el nacimiento de unmodelo revolucionario eficaz.

Si los anarquistas no tenían unaidea precisa de la sociedad utópicaen que querían vivir, poseían, encambio, una tenacidad increíble y unconvencimiento que las sucesivasderrotas no lograron desalentar. Sóloestos dos rasgos explican los sucesosde Casas Viejas a comienzos de1933. En este pequeño pueblo de laserranía de Cádiz había, como enmuchos de la zona, grupos de acciónlibertarios. Fue uno de ellos llamado

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Amor y Concordia, cuyas figuras másdestacadas eran un joven apodado"Gallinito" y su novia, Libertaria, elque promovió la insurrección queobedeció al modelo ya descrito. Lanovedad consistió en que las tropasde orden público que llegaron alpueblo para reprimir la insurrección,cansadas y dirigidas por un oficialindeseable, se tomaron la justicia porsu mano con el resultado final de 22campesinos y 3 guardias muertos.Azaña había dado órdenes severaspara la represión pero no fue enabsoluto culpable de lo sucedido,

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sino que, en un primer momento, loignoró empleando su habituallenguaje despectivo contra susadversarios: al principio se limitó adecir que había pasado "lo que teníaque pasar". Su ministro deGobernación, Casares Quiroga, sehabía quejado de que las fuerzas deorden público "no proceden consuficiente energía" y "se dejan matar,pero no pegan duro", aunque Azañale reconvino por estas opiniones.Cuando se conoció realmente losucedido Azaña pasó por sus peoresmomentos en el Gobierno. La

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extrema izquierda —y también laoposición de todos los signos—desató, entonces, una durísimacampaña contra su persona, quetambién benefició a la derecha. Nopuede extrañar, en estas condiciones,el fuerte abstencionismo de losanarquistas en las elecciones de1933. En realidad, como ya haquedado apuntado, la actitud de loslibertarios a este respecto era, en loslíderes más significados, másintermitente que fija, muy ligada a lascircunstancias.

Se ha de tener en cuenta que las

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dificultades de orden público con lasque tuvo que enfrentarse el gobiernopresidido por Azaña, no nacieronúnicamente de la existencia delanarquismo sino también de actitudessemejantes en otros grupos políticos,incluso de la mayoría gubernamental.Hasta la Segunda República lasorganizaciones socialistas en elcampo habían sido minoritarias en elseno de la UGT, excepto durante elllamado "trienio bolchevique";ahora, en cambio, crecieron y aunqueen general durante el primer bieniolos dirigentes mantuvieron una

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actitud moderada y reformista, enalguna ocasión se produjeronestallidos de violencia semejante alos de Casas Viejas. Este fue el casode Castilblanco en Extremadura.Pero, sobre todo, hay que tener encuenta también que los comunistas,que con el paso del tiempo, en plenaGuerra Civil, habían de representarla postura más comedida respecto dela eventualidad de llevar a cabo unarevolución, durante el primer bienioadoptaron una posición que en muypoco difería de la anarquista.

El Partido Comunista de España

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estaba reducido a tan sólo unospocos centenares de personas en elmomento del advenimiento de laRepública y fue durante ella cuandose convirtió en un partidopropiamente dicho más que en unasecta. Fue, por supuesto, un partidotípico de la era estaliniana: losdelegados de la Internacionaljugaban un papel decisivo en sudirección, sus militantesdenominaban a Moscú "la casa",debiendo recurrir a periódicasconsultas para llegar a tomarcualquier decisión de importancia y,

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en fin, aproximadamente sólo una decada cuarenta pesetas de financiacióndel partido procedía de sus propiosmedios y no de la financiacióninternacional. Dirigido por personasrelativamente jóvenes, sólo muylentamente fue adquiriendo el PCE unpapel de cierta importancia en elseno de la política española. Elclima revolucionario endeterminados ambientes comoconsecuencia del cambio de régimentuvo para el PCE la ventaja deproporcionarle una afiliación mayor(unos 15.000 militantes) y la

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simpatía de medios intelectuales (elnovelista Sender, por ejemplo) ociertos apoyos en medios másamplios que los estrictamentepropios: en 1933 fue elegido porMálaga el primer diputadocomunista, Bolívar, con un programamaximalista y con el apoyo, más omenos directo, de socialistas yanarquistas. Sin embargo lo que másnos interesa constatar por elmomento es que la estrategiacomunista no fue muy diferente de laanarcosindicalista. De hecho de estaprocedencia era más de un tercio de

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su militancia, como sucedió, porejemplo, en el caso de José Díaz,convertido por decisión de Moscú ensecretario general del partido en1933 después de que el anterior,Bullejos, fuera expulsado por"oportunista". En realidad, no habíahecho otra cosa que manifestar suapoyo a la República inmediatamentedespués de la sublevación deSanjurjo, pero su posición tuvo comoantecedente que en el momento de laproclamación de aquélla los escasosmilitantes comunistas habíanrecorrido las calles pidiendo la

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constitución de "soviets" ymanifestándose contra el nuevorégimen. Esta estrategia, que incluyótildar a los socialistas de"socialfascistas" y a los anarquistasde "anarcorreformistas", fuepracticada durante todo el primerbienio republicano y nacía, a la vez,de un sectarismo extremo y de unadesmesurada confianza en laspropias fuerzas, siendo producto deun diseño de la Internacional que, alpretender un enfrentamiento de "clasecontra clase", condenaba de modoautomático cualquier posibilidad

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reformista. De hecho en Sevilla,único lugar donde los comunistastenían una fuerza de primeramagnitud, su táctica difirió poco dela anarquista: si la CNT promoviósiete huelgas generales en el período1931—1934, los comunistas, quecontrolaban el segundo sindicatolocal, patrocinaron otras cinco y sesumaron a seis nacidas de otrasiniciativas. En el fondo, este tipo deplanteamiento sectario contribuye aexplicar la existencia de escisionescon las que el comunismo oficialpolemizó con dureza a pesar de su

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inequívoca voluntad ortodoxa. Asísucedió con el Bloc Obrer iCamperol, surgido en Cataluña en1932 como pequeña organizaciónregional procedente del sindicalismorevolucionario y dotada deimportantes signos de identificaciónnacionalistas. De ella surgió,principalmente en 1935, el POUM(Partido Obrero de UnificaciónMarxista) cuyos dos principalesdirigentes, Maurín y Nin, tenían unnivel teórico e intelectual superior alos habituales en los dirigentes delPCE de la época.

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Si volvemos, para concluir, alos resultados de esta confluyenteoposición violenta, monárquica yanarquista, en contra del proyectoreformista de Azaña, comprobaremosque, en realidad, fracasó plenamenteen sus propósitos. La conspiraciónmonárquica no tuvo otro resultadoque afianzar la situacióngubernamental de Azaña, mientrasque la "gimnasia revolucionaria" delos anarquistas tuvo comoconsecuencia dificultar la reformaagraria y dar argumentos a la derechacontribuyendo, sobre todo, a que los

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afanes destructivos de losanarquistas amenazaran su propiaexistencia. De todos modos esevidente que la República fueadquiriendo un manifiesto tonohosco, incluso con la puesta envigencia de recortes legales alrégimen de libertades. La Ley deDefensa de la República y la Ley deOrden Público, de 1931 y 1933,proporcionaron al régimenrepublicano unos medios paradefenderse imprescindibles pero quefueron utilizados con demasiadafrecuencia y con una amplitud

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injustificable, sin por ello librar depeligros al régimen. Así, porejemplo, la sublevación de Sanjurjotrajo consigo la suspensión de 127periódicos, de los que 77 erandiarios; algunos de ellos, como ABCo El Debate, nada habían tenido quever con la intentona. Del otro ladouna publicación comunista, LaLucha, fue recogida en 22 de las 53apariciones que tuvo. Para combatirlas sublevaciones anarquistas se optópor desterrar al Sahara a una parte desus dirigentes. Pero toda estaseveridad represiva no tuvo el

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resultado apetecido por losgobernantes del primer bienio que,en cambio, con justicia o sin ella,vieron cómo se deterioraba suimagen ante sectores más moderadosde la política nacional.

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La crisis del bienioreformista y Laselecciones de 1933

En realidad las mayores

dificultades políticas de Azaña noprocedieron de la subversiónviolenta de monárquicos oanarquistas sino de grupos políticosque no recurrieron a la violencia.Fueron ellos, y no los primeros,quienes acabaron desplazándole delpoder. Como era previsible nacieron

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en la derecha, donde cada vez eramayor la relevancia política de GilRobles, pero, por el momento, estesector político carecía de suficientefuerza parlamentaria. Eso explicaque, en definitiva, las mayoresdificultades del gobierno de centro—izquierda presidido por Azañaprocedieran de los propiosrepublicanos. El momento álgidodesde el punto de vista político de laalianza de socialistas y republicanosde izquierda fueron las últimassemanas de 1932, en que fueronaprobadas la Ley de Reforma

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Agraria y el Estatuto de Cataluña. Apartir de este momento la estrella delgabinete declinó y comenzó aobservarse un creciente repudio delmismo por parte de las propiasminorías republicanas que estabanausentes de él. Con ello se abrió unaprofunda brecha en el seno delrepublicanismo que habría tenerprofundas consecuencias en la vidadel régimen.

La postura de los radicales conrespecto al gobierno se caracterizódesde un principio por esaambigüedad en la que Lerroux fue

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maestro. En realidad, ante el propiomovimiento subversivo de agosto de1932 la actitud del jefe de losradicales fue, según Alcalá Zamora,típica de los "enterados" de que elmovimiento se iba a producir, perotodavía resulta más grave larevelación que hace Martínez Barrioen sus memorias según la cualresultaría que fue él quien avisó algobierno de que se estabaorganizando una conspiración comola que acabó estallando, mientras queen el entorno de Lerroux habíaquienes parecían estar dispuestos a

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recibir el poder "sin reparar en lascircunstancias". Pero cuando arrecióla oposición radical fue a partir decomienzos de 1933 y encontró comomotivo principal la oposición a lapresencia de los socialistas en elpoder, a la que se atribuyó con pocajusticia muchos de los inconvenientesnacidos, en realidad, de la malacoyuntura económica. Azaña dijo queeste género de opiniones parecíanpropias de un "burgués ignaro" o de"una señora devota"; la mismamoderación de muchas de lasreformas sociales propiciadas por

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Largo Caballero parece ratificar estepunto de vista. Más grave aún fue lademagogia que se utilizó a menudopara condenar al gobierno en elasunto de Casas Viejas en vez decooperar al conocimiento de larealidad de lo sucedido. De LerrouxAzaña siempre había tenido malaopinión, pero ahora empezó a verlocomo una persona "débil" y, por ellomismo, "arbitrario y tornadizo". Dela lectura de sus diarios parecededucirse que empezó por pensar quecon su actitud los radicalescontribuían a hacer inviable una

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solución política futura —comohubiera podido ser una alianza detodos los republicanos— pero luego,a partir de 1933, llegó a considerarque entregarles el poder llevaría al"envilecimiento" de las institucionescon lo que la República seconvertiría en un régimen "tan bajo yestéril como la Monarquía deAlfonso XIII". Si los seguidores deLerroux fueron irresponsables laposición de Azaña pareceexclusivista y sectaria.

Pero los radicales consiguieronconvertirse en una especie de

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"partido esperanza" al propugnar elabandono del poder por parte delPSOE, y provocaron una reacciónindignada de este último que acusó asus adversarios de "negar en susfundamentos la obra renovadora dela República" e incluso desabotearla. No obstante, aquel juicioacerca de la presencia de lossocialistas en el poder estabaextendido en los mediosrepublicanos, como se demuestra porla división del partido radical—socialista, uno de los componentesde la coalición gubernamental.

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Mientras que Gordón Ordás, uno desus líderes, consideraba que supartido resultaba una especie de"apéndice lamentable" del socialista,Domingo llegó a la conclusión deque era preferible estar con lossocialistas en el poder que con losrestantes republicanos. A estasdificultades de Azaña se unieron susmalas relaciones con el Presidentede la República nacidas dedivergencias ideológicas, perotambién de incompatibilidad decaracteres. Ya en 1933 el Presidentede la República consideró la Ley de

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Congregaciones como "un trágala" yAzaña escribió de él que estaba"loco"; las relaciones todavíaempeoraron cuando la prensa adictaal gobierno se dedicó a atacar alPresidente de la República. Elprimero tenía razón en intentarresistir un exceso deintervencionismo, como una especiede poder moderador monárquico, almargen de que los intentos de AlcaláZamora para, con estosprocedimientos, atraer a loscatólicos hacia el régimen y mejorarsu imagen, fracasaron

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lamentablemente. Pero Azañahubiera debido darse cuenta queestos propósitos eranbienintencionados y que no debíanconstituir el principal de susproblemas. Como tendremos laocasión de comprobar tan pésimasrelaciones llegaron a tener efectospolíticos.

Lo definitivo para Azaña no fuela actitud de esas personas y grupossino que poco a poco fue haciéndosepatente que una parte importante dela opinión pública estaba tras ellos.Desde 1932 pensó que sus

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diferencias con los radicales sólopodían solucionarse con una consultaelectoral pero, cuando se llevó acabo, tardó mucho en aceptar quehabía perdido el apoyo de la opinión.En abril de 1933 fueron convocadaselecciones en un elevado número demunicipios en donde losmonárquicos habían obtenido latotalidad de los puestos en disputasin lucha (artículo 29 de la leyelectoral). Los resultados dieron unaconsiderable ventaja a lasoposiciones. Azaña interpretó losucedido diciendo que se trataba de

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"burgos podridos", pero, aunque encierto sentido tenía razón, pues setrataba de pequeñas poblaciones deinclinación conservadora, lo habitualhasta entonces había sidoprecisamente su sumisión a quienestaba en el poder; además, el propioPrieto había considerado que en laelección iba a ventilarse hasta quépunto el país estaba o no detrás delGobierno. Este no quiso, sinembargo, interpretar lo sucedidocomo una advertencia de la opiniónpública sino que decidió permaneceren el poder. Fernández Flórez

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comentó entonces, desde lascolumnas de ABC, que sisobreviniera un diluvio el Presidentedel Gobierno se limitaría a decir queera bueno para el campo, quefavorecía la producción de energíaeléctrica o que servía para unproyecto de genial ampliación delocéano Atlántico, pero que semantendría en el poder hasta quemantuviera a su lado a la mitad másuno de los diputados. Enconsecuencia, la crisis de junio de1933 tuvo que ser provocada porAlcalá Zamora. De nuevo resulta tan

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obvio que le guiaba un buenpropósito como que estaba, en estaocasión como en tantas otras,extralimitándose en sus funciones."Quería —cuenta en sus memorias—que se ensanchara la mayoría y quefuera mejor la relación entre lospartidos republicanos". Su propósitoparece haber sido la constitución deun gobierno exclusivamenterepublicano, pero Azaña se limitó areconstruir el suyo con la solaentrada en él de la Esquerra y de unode los dirigentes del minúsculoPartido Federal.

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Una nueva consulta electoral, enseptiembre de 1933, para la elecciónde los vocales regionales en elTribunal de GarantíasConstitucionales demostró de nuevola quiebra en la popularidad delejecutivo pues tan sólo obtuvo cincopuestos frente a los trece de lasoposiciones. El cuerpo electoralestaba formado por los Colegios deAbogados y por los Ayuntamientos,estos últimos elegidos en abril de1931, recientemente o producto de unnombramiento gubernativo; en unos yotros resultó manifiesto el desvío de

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la opinión. Resultaba, pues, lógicauna crisis que, como todas las quepresidió Alcalá Zamora, resultóbarroca en su tramitación aunquetambién fue justa en la apreciaciónde las circunstancias. Las izquierdasse sintieron expulsadas del poder,pero este juicio, como habrían derevelar las inmediatas elecciones,carecía de fundamento. Aun así eldeseo de algunos de perpetuarse enaquél llegó hasta el extremo de queDomingo propuso que no sedisolvieran las Cortes Constituyenteshasta la redacción de un nuevo

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Código de comercio. Más coherenteera la opinión de Azaña que veía a laizquierda dividida e incapaz deaprovechar la ley electoralmayoritaria y a Españaexcesivamente conmovida por elimpacto coincidente de la crisiseconómica y la transformaciónpolítica. Frente a la imagendivulgada por la derecha, que quisopresentarle como una especie dedéspota ansioso de poder, lo ciertoes que, desde 1932, tuvo repetidastentaciones de abandonarlo e inclusoen julio de 1933 llegó a decidirlo en

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firme. No lo hizo por una mezcla deconciencia de su propia superioridad—una anotación de entonces aseguraque "todos estos señoritos nohubieran servido para bajarle loshumos a un sargento"— y de supésimo juicio acerca de susopositores ("El desdén me sostiene",escribió en otra ocasión). Dadas lascircunstancias, en cuyo diagnósticoacertaba Azaña, lo lógico hubierasido procurar evitar el exceso deenfrentamiento con los republicanosde centro y derecha. Claro está quetampoco éstos dieron facilidades.

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Martínez Barrio reconoce en susmemorias que los radicales secomportaron, con su obstrucción algobierno Azaña, de manera contraria"a los elementales intereses de laRepública" y que "su propiaobcecación", y no la voluntad deAlcalá Zamora, fue la que dio altraste con el bienio reformista.

Así se vio, en efecto, cuando seconstituyó el gobierno deConcentración Republicanapresidido por Lerroux conparticipación, originariamente, deelementos de la izquierda

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republicana. El gabinete no sólo durómuy poco sino que, además, concluyócon las escasas posibilidades de unentendimiento entre Azaña y Lerroux.En una famosa sesión parlamentariael segundo, que había intentado tansólo de manera muy leve rectificar laobra del primer bienio republicano,se calificó a sí mismo de "leónviejo" mientras que atribuía lacondición de joven a Prieto y la de"serpiente", zoológica yparlamentariamente mucho menosrespetable, a Azaña. De maneradefinitiva se habían distanciado los

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dos representantes máscaracterizados de la política delrégimen, acontecimiento debido en elfondo a diferencias de carácter —Azaña era demasiado intelectual ypetulante para Lerroux y ésteresultaba en exceso prosaico ysospechoso de corrupción para aquél—, pero en cualquier caso decisivopara fomentar las tendenciascentrífugas de la vida políticadurante los años treinta. La derrotaparlamentaria de Lerroux llevabaaparejada, de acuerdo con el texto dela Constitución republicana de 1931,

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la imposibilidad de que formarainmediatamente un nuevo gobierno,por lo que no pudo presidir laselecciones generales que se habíanconvertido ya en inevitables.

Quedaba con ello clausurada laexperiencia reformista de este primerbienio republicano y ello obliga allevar a cabo un balance global de lamisma. La primera y más evidenteconclusión puede consistir enrecordar que en esta ocasión, por vezprimera en nuestra historia, se habíanplanteado los problemas más gravesde la vida española, aquellos que a

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lo largo de la Restauración se habíanido remansando en un marasmo deindecisiones o de solucionesdiferidas cuando no inexistentes.Como dijo Jiménez de Asúa,recordándolo, "si la República nohubiera de mudarlo todo, nomerecería el esfuerzo de haberlatraído". Lo cierto es que, en cuanto acontenidos, la República consistiómás que nada en la obra legislativadel primer bienio, pues, comoveremos, apenas si existió la delsegundo. Sin embargo, el hecho dehaber emprendido esa reforma global

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de la vida española, siendo en sípositivo, no agota el juicio acerca delos gobiernos de Azaña porque niexistió un oportuno establecimientode prioridades, ni se optó siemprepor las soluciones más correctas, nitampoco en todas las ocasiones seejecutaron las reformas de maneraadecuada. Una reforma global de lavida española debía haberseleccionado sus objetivos demanera más hábil procurando noenajenarse a sectores socialesextensos o, al menos, hacerlo de unamanera prudente que compensara con

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otras medidas a quienes se sintierancontrarios al régimen. Ya se haseñalado también que muchosaspectos de las reformas erantécnicamente incorrectos. A losdirigentes republicanos de esteperíodo no les faltó voluntad, pero sícapacidad reformista: para merecereste calificativo hay que saberlo ser.En fin, un último aspecto delreformismo del primer bienio es elque se refiere a la ejecución de lasreformas. La acidez de Azaña, en susdiarios íntimos, con buena parte desus seguidores, en especial de

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Domingo, está de sobra justificadaaunque no se trasluciera al exterior.Frente a la anterior cita de Jiménezde Asúa conviene recordar otra deOrtega. Se lamentaba éste de que elprimer bienio hubiera consistidosobre todo en "repetir hasta elinfinito la palabra revolución"cuando la República consistíatambién en "hacer cosas" y hacerlasbien. Todavía se puede añadir que eneste período nacieron posturas deenfrentamiento por ambas partes queno fueron cortadas cuando se debía,en su momento germinal, y que

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tuvieron funestas consecuencias.El bienio reformista concluyó

prácticamente con la elección deAlbornoz para la Presidencia delTribunal de GarantíasConstitucionales, lo que fue un"desatino" en opinión de Azaña. Denuevo un juicio como éste debierahaber hecho pensar en la necesidadde una confluencia con el resto delrepublicanismo, por lo menos paratener una clase política más ampliadonde elegir. Pero no sólo eseacuerdo no fue posible sino que lasposteriores elecciones de noviembre

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de 1933 consagraron esaimposibilidad y, con la ayuda de laLey Electoral, dividieron a lospartidos del régimen en dos bandosantagónicos e irreconciliables, el dequienes estaban dispuestos acolaborar con el socialismo y los queaceptaban figurar en una mismacandidatura con la derecha. Fue laprimera manifestación de unapropensión centrífuga que acabaríasiendo catastrófica para laRepública.

El punto de partida para lacampaña electoral no pudo ser más

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distinto en la derecha y en laizquierda. Las derechas elaboraronprontamente un programa electoralque, aunque negativo y mínimo,contenía propuestas que podíanmovilizar a una porción considerablede la sociedad española: la reformade la Constitución y de las leyesdirectamente derivadas de ella, laprotección de los intereseseconómicos (en especial, losagrícolas) y una amplia amnistía,semejante en extensión a la aprobadadespués de los sucesos de 1917. Laderecha propiamente dicha tan sólo

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se dividió en tres circunscripcioneselectorales, no dio excesivarelevancia a los candidatosexplícitamente monárquicos (lo erantan sólo cuatro de los trece porMadrid) y, en fin, se mostródispuesta a colaborar con el centrorepublicano en la segunda vuelta. ElPartido Radical representó en estosmomentos esa difusa tendencia decentro que tenía confianza en lasinstituciones republicanas, pero queera opuesta a la permanencia de lossocialistas en el poder. En la primeravuelta electoral los radicales fueron

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en candidaturas propias o pactaronexclusivamente con losconservadores de Maura, pero yaestuvieron dispuestos a figurar con laderecha en siete circunscripcioneslatifundistas del sur. Luego, en lasegunda, las alianzas con la derechase hicieron mucho más ampliasteniendo como punto único deconfluencia el repudio de lossocialistas.

El panorama de la izquierdaresultó radicalmente distinto. Elanarquismo, que no había realizadouna activa propaganda abstencionista

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ante las elecciones de 1931, sí lahizo ahora, especialmente en el surandaluz, donde el descenso de losniveles de votación fue, en algunoscasos, espectacular. Pero, con sereso importante, todavía lo era más eldesacuerdo de la izquierda a la horade formar candidaturas comunes.Azaña hubiera sido partidario de unaestrecha colaboración electoral conlos socialistas pero fueron éstos losque, muy decepcionados de su pasopor el poder, se negaron a ella concarácter general. De hecho el escañoparlamentario que Azaña logró por

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Bilbao lo fue gracias a que Prieto,siempre proclive a la colaboracióncon la izquierda republicana, loincluyó en su lista y pudobeneficiarse del sufragio del PSOE.

En el momento en que, ennoviembre de 1933, se celebraronlas elecciones se había completadoel proceso de movilización políticaque el país había experimentadodesde el establecimiento del nuevorégimen. La consulta electoral tuvolugar en un ambiente febril yentusiasta y, aunque pueden haberexistido incorrecciones

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circunstanciales, los resultadosrespondieron plenamente a lavoluntad de la opinión pública,mucho más que en 1931, momento enque la política española carecíatodavía de articulación suficiente yen que el poder del Gobierno pudoser más decisivo al apoyar unacandidatura oficial. Ahora tanto elministro de la Gobernación como susubsecretario, candidatos ambos, nofueron elegidos diputados.

El examen de los resultadoselectorales en sufragios vienedificultado por la existencia de

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coaliciones diferentes en cadacircunscripción. Los cómputos varíandependiendo de cómo se considerenlos votos de centro, pero todos ellosdan una cierta sensación deequilibrio. Es cierto que la derechahabía crecido espectacularmente,pero no lo es menos que antes habíaestado infrarrepresentada y que,además, no venció arrolladoramente.Los votos de la derecha y de lascoaliciones de derecha y centro noestuvieron más de tres o cuatropuntos porcentuales por encima deuna izquierda demasiado fragmentada

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en la que el voto socialista resultó,gracias a esta fragmentación,predominante. El centro figuró enesta consulta electoral en tercerlugar, con la mitad de los sufragiosde las otras dos opciones, pero enunas condiciones inmejorables paraejercer el poder. En definitiva, ladecisión del electorado resultófavorable a un giro a la derecha, peroni tan acusado ni tan irreversiblecomo muchos pudieron pensar.Sucedió, sin embargo que, por culpade la Ley Electoral, esa sensación deequilibrio se desvanece si en vez de

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tomar en consideración el número devotos pasamos a considerar el deescaños. En un Parlamento de 470diputados doscientos lecorrespondieron a la derecha, de losque algo más de la mitad eran de laCEDA; el centro disponía de unos160, de los que un centenarpertenecían al partido radical. En laizquierda el PSOE mantuvo unafuerza parlamentaria considerable,con sesenta escaños, pero laizquierda republicana apenas teníacuarenta y de ellos la mayor parte lecorrespondían a la Esquerra

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Catalana. Azaña, que acababa deabandonar el poder, se encontró conuna minoría de tan sólo cincodiputados, mientras que los radicalessocialistas prácticamente sevolatilizaron.

En definitiva los resultadossupusieron un cambio de rumboimportante, pero de ninguna maneraun giro copernicano en la vidapolítica española. Quizá una de lasinterpretaciones más ajustadas a larealidad que se hicieron en la épocaacerca de lo realmente ocurrido fuela esbozada por Ortega y Gasset, ya

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retirado y decepcionado de lapolítica, en dos artículos titulados"¡Viva la República" y "En nombrede la Nación, claridad". El filósofocriticó en ellos, principalmente, laactuación de las izquierdas durante elprimer bienio republicano:comportándose "no ya como jabalíessino como rinocerontes", "habíanvomitado todas las necedades quetenían en el vientre" y, al encontrarsecon el país en las manos habíandemostrado "que no tenían la menoridea de lo que había que hacer conél". El resultado de las elecciones

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había sido, sobre todo, unadesautorización de quienes habíangobernado. Se trataba de "un triunfoen busca de un triunfador" pues nodebía irse más allá de interpretarlocomo la manifestación condenatoriade quienes hasta una fecha tempranahabían estado en el poder. En estascondiciones era preciso dirigirse alas derechas reclamándoles, "ennombre la Nación, claridad" porque"sabemos lo que antison y es deurgencia saber qué cosa son"verdaderamente. Ante laeventualidad de que se hiciera una

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interpretación antirrepublicana delresultado electoral el filósofo, pocoproclive a las manifestaciones deentusiasmo, no dudaba ahora, sinembargo, en vitorear al régimen. Suartículo se dirigía principalmente aGil Robles, al que describía como"joven atleta victorioso". Era, desdeluego, lo último, pero le conveníarecordar, según Ortega, que lasderechas acababan de llegar al techode sus posibilidades de voto y que lohabían hecho mediante unaindefinición que ahora debía serdespejada.

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Radicales y cedistas: elcomienzo de lacolaboración

Los dos grandes vencedores de

las elecciones de 1933 fueron, enefecto, Alejandro Lerroux y JoséMaría Gil Robles, pero, al menos entérminos relativos, parecía másevidente la victoria del segundo, quepartía de una fuerza política yparlamentaría mínima. Por su partelos pequeños grupos de derecha, que

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también alcanzaron ahora unaimportante representación, no podíantener la esperanza de convertirse enel eje de cualquier situacióngubernamental, bien porque se tratarade grupos de carácter regional, comoera el caso de la Lliga Catalana, porestar vinculados tan sólo a unapersonalidad política más que a unprograma (como era el caso deprogresistas, conservadores o liberaldemócratas), por tratarse de partidosque habían acogido en su seno aantiguos caciques (agrarios) y porquesu monarquismo les situaba al

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margen de cualquier posibilidad decolaborar en el ejercicio del poder.A todas estas razones es precisosumar la más evidente: ninguno deestos grupos políticos tenía un apoyoparlamentario semejante al deradicales y cedistas.

Ya se ha hecho mención enpáginas precedentes de lasignificación de Lerroux en el senode la política republicana, pero noestará de más aludir al partido quedirigía en el momento en que, por susvotos y por su posición en elespectro político republicano, a él le

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correspondió jugar un papel políticode especial relevancia. Lo quepodría ser denominado como la"vieja guardia radical", compañerade demagogias de Lerroux enBarcelona, se vio relacionadatodavía más que él con asuntos dedudosa moralidad. Habían sido losprimeros políticos profesionales dela España de comienzos de siglo,pero al lado de esa actividad sehabían dedicado también a losnegocios y, aunque mantuvieron suadhesión a los viejos principios, conel paso del tiempo su extremismo y

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demagogia se había convertido enalgo vacuo y carente de concreción;como escribió un historiadorposterior, "si ya no había quelevantar el velo a las novicias oentrar a saco en la civilización, lasfinalidades eran muy dudosas". Estavieja guardia formaba parte de labiografía del radicalismo y elloexplica que Lerroux tuviera unaexcesiva complacencia con ella, apesar de que muy probablemente eraél quien mejor percibía sus defectosy los inconvenientes que para él y supartido tenía. Pero presentar el

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radicalismo como el exclusivoproducto de esa vieja guardia radicalsería, con toda seguridad, injusto.Había también un nuevo radicalismo,probablemente mayoritario eirreprochable desde el punto de vistade la moralidad administrativa y dela formación, tan insuficiente en elcaso de los miembros de la viejaguardia. No se puede atribuir a losnuevos radicales carecer de otromotivo de presencia en la vidapública que el puro usufructo delpoder. Representaban, por un lado, el"republicanismo histórico" (título

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que se dio precisamente a un libro enhomenaje a Lerroux), alejado decualquier complacencia con elsocialismo e irritado con losseguidores de Azaña a los que, enúltima instancia, tendía a conceptuarcomo advenedizos y perseguidoresdel republicanismo más tradicional.Lo mejor del radicalismo residía enun sentimiento centrista y moderado,deseoso de estabilidad para lasinstituciones y de una pausa en latarea reformista, pero noreaccionario ni puramenteoportunista. Lerroux, con la

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experiencia de un viejo político en lafase final de su vida, supo actuar conprudencia y deseo de acuerdo entrelos republicanos; no erró, además, ensus decisiones fundamentales, aunquecareciera de programa concreto y decapacidad para llevarlo a cabo. Esoes lo que explica que el radicalismose convirtiera en una gran esperanzaen un determinado momento, pero, almismo tiempo, revela también lafragilidad de esta última. Elradicalismo logró unir a esossectores, diferentes e inclusodivergentes, gracias a la figura de su

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líder, pero éste había conseguidoconvertirse en tal gracias, en parte, asu indefinición. En otrascircunstancias es posible que elrégimen republicano hubiera logradoestabilizarse a base de pura inercialerrouxista, pero con el grado demovilización política de la Españade los años treinta y la acumulaciónde problemas existentes lo quesorprende es que Lerroux consiguieracolaborar durante tanto tiempo conun grupo político que, precisamente,representaba la antítesis de cuantohabía supuesto en el pasado el viejo

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jefe del radicalismo.En efecto, si por algo puede

definirse a la CEDA es por lacondición católica de sus miembros yde su programa. Los antecedentes desu posición política —definida comoConfederación Española deDerechas Autónomas— seremontaban a los proyectos decolaboración alimentados por ElDebate entre los sectores másconfesionales y diversos grupos de laderecha española durante laMonarquía alfonsina. En el momentodel cambio de régimen, mientras se

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diluían los viejos partidos políticos,Ángel Herrera, director de El Debatey principal inspirador de la ACNPconsiguió que Acción Nacional, elpartido que fundó, aunque conmagros resultados, fuera la únicaopción política importante de laderecha en las eleccionesconstituyentes republicanas. En esemomento su ideario era tan sóloclerical y conservador, basado en ladefensa de la religión, el orden y lapropiedad, pero había en su enfoqueuna posibilidad evolutiva quederivaba de su voluntad de no

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pronunciarse respecto de la forma degobierno. Esa indiferencia —almargen de las preferenciassentimentales— testimoniaba quepara el partido lo esencial era ladefensa de los intereses delcatolicismo. De esa manera podíapretender agrupar, como así hizo, aquienes eran monárquicos, perotambién a quienes eran republicanosde hecho aunque, por estarinspirados en los criterios delcatolicismo político, no aceptaran elcontenido de la obra gubernamentalde Azaña. Además, desde esa actitud

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y en el seno de una política de masasdemocrática, se podía esperar unaposible evolución hacia la definitivaadopción de ese ideario por parte delcatolicismo español.

Como ya se ha señalado fue lasublevación monárquica de agosto de1932 la que definió de modoirreversible la separación de camposentre el monarquismo y laespecificidad propia de la CEDAcatólica. Después de dos congresos,celebrados en octubre de 1932 y enmarzo de 1933, la CEDA quedóvertebrada como organización

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política partidista con especificidadpropia y con una relevancia que leharía convertirse, ya en 1933, en laprimera fuerza en el seno de laderecha y revalidar este carácter en1936. En gran medida eso se debió ala modernidad de sus procedimientosde actuación. Ya se ha señalado que,como partido de masas, sólo admitecomparación en la época con elPSOE. Con denominaciones varias,en 1936 estaba organizada en lapráctica totalidad de la geografíanacional con la excepción deaquellas provincias de sentimiento

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nacionalista o en las que había unapersistente influencia personalistaprocedente del pasado; hubo otras,como por ejemplo Valencia, en quemás del 90 por 100 de los pueblostenía un comité propio. Ya se puedeimaginar que para esta penetracióncapilar en la sociedad la CEDAutilizó principalmente lasorganizaciones católicas. A esamovilización de masas hay queañadir una potente organizaciónsectorial, principalmente femenina yjuvenil, aunque esta última conproclividades netamente

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antidemocráticas; en cambio, elsector dirigente de la CEDA noconsiguió nunca vertebrar al mundosindical obrero confesional. Lamodernidad se podía apreciartambién en los métodos de actuaciónen materia de propaganda y en lacapacidad de sus dirigentes, en sumayor parte personas sin pasadopolítico previo. Principalmenteabogados, los diputados de la CEDAestaban más cercanos, en cuanto aformación, al partido de Azaña que alos radicales, aunque susdivergencias con aquellos fueran

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abismales. Partido de clasesmedias, más profesionales quepropietarias, se debe tener en cuentaal juzgarlo que, en definitiva, esamodernidad quedó atemperada porlas circunstancias regionales. EnGalicia, por ejemplo, las dosprovincias en que se mantenían unosmás marcados rasgos caciquiles —Lugo y Orense— tuvieron menospresencia de la CEDA que las otrasprovincias gallegas. Pero también eneste partido, como en otros,perduraron las redes clientelaresque, incluso, a partir de un cierto

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momento, resucitaron hasta controlarorganizaciones provinciales enteras,como la sevillana.

A la modernidad de la CEDAhay que contraponer, en todo caso, lapluralidad de composición de susector dirigente y la incertidumbre desu programa positivo. En realidad, alo largo de su historia, la CEDAagrupó a personas de procedenciadispar. Había en ella antiguoscolaboradores de la Dictadura,conservadores y clericales y, enparte, integró en su seno a las fuerzasde derecha del pasado. También

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hubo jóvenes católicos susceptiblesde experimentar un proceso defascistización, especialmente patenteentre las juventudes del partido, omoderados que hubieran podidoconvivir con regímenes diversos.Existía también un sector que habíanacido a la vida política comoconsecuencia de su previapertenencia al asociacionismocatólico, que eligió como modelo alos partidos católicos de Alemania oBélgica, y entre quienes estabanpersonas que podrían serdenominadas como demócratas

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cristianos. Ejemplos de estos últimospodrían ser Manuel GiménezFernández, Álvarez Robles o laDerecha Regional Valenciana (lasección de la CEDA correspondientea ésta). Tan abigarrada mezcla sólopuede entenderse por los orígenes dela CEDA, que no eran otros que ladefensa de un catolicismo que sesentía perseguido por la obralegislativa del primer bieniorepublicano. De ahí que GiménezFernández describiera su partidocomo una negación de la negaciónanticlerical y añadiera,

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autocríticamente, que así como enálgebra la negación de una negaciónes una afirmación, en política seconvertía en una estupidez. De todoslos modos, en general, la éliteparlamentaria era más moderada quelas organizaciones locales y éstasque el votante. Aun así en casi todaslas cuestiones fundamentales laCEDA tenía en su seno unapluralidad de puntos de vista que nose daba en cualquier otro partidopolítico de la época, con laexcepción del socialista. Ya veremosque los mayores opositores del

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programa de reforma agraria deGiménez Fernández los encontró ésteen su propio partido (los"conservaduros", como él losdenominaba) y algo parecido cabeseñalar de las posiciones respecto dela democracia, y lo mismo valedecir«n relación con la autonomíaregional. Cuando se trató de lacuestión los diputados navarros yvalencianos votaron a favor mientrasque el resto estuvo en contra.

En estas condiciones no es fácildefinir el contenido ideológico de laCEDA de una manera precisa.

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Algunos han insistido en la"fascistización" que experimentó(Montero) y otros lo han definidocomo "nacionalismo conservador"(Elorza), pero lo cierto es que resultadifícil hacer una definición válidapara todos los sectores y todos losmomentos puesto que el auditorio —mitin, respuesta a la prensa ointervención parlamentaria— jugabaun papel decisivo a la hora de haceruna declaración. Las afirmacionesdemocráticas y republicanas fueronmuy minoritarias pero más frecuentesentre los dirigentes superiores,

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quienes testimoniaban respeto a lafórmula parlamentaria distanciándosede proclividades totalitarias. Nuncase llegó a la explícita afirmación deadhesión a la República, pero enparte eso se debió a que ésta se decíavinculada a un programa concreto,inaceptable para la mayor parte delos católicos. Gil Robles hizo amenudo declaraciones imprudentes,pero cuando resumió por escrito suideario en esta época lo hizoidentificándose con la derechaconservadora y moderada francesa yno con Mussolini.

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Un factor que contribuye aexplicar la unidad de un conjunto tanheterogéneo como fue la CEDA es,precisamente, la persona de JoséMaría Gil Robles, no sólo suprincipal dirigente sino aquel queconcentró en sus manos lasdecisiones más importantes de unamanera absoluta y total. Diputado porSalamanca y catedrático de Derechopolítico, Gil Robles se alzó con ladirección de la oposición a Azaña —con quien compartió el mérito de serprincipal descubrimiento de lapolítica española de los años treinta

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— desde su escaño parlamentario.Enérgico e impetuoso, Gil Roblestuvo como principal inconvenientedurante el segundo bieniorepublicano ser tan hábil tácticocomo incierto estratega, de modo quemuy a menudo no le resultó sencillollegar a prever el resultado de suspropias acciones. Supo, en cambio,mantenerse al frente de la derechaespañola y acertó a menudo aldirigirla, pero dudó en ocasionesdecisivas respecto de laestabilización del régimenrepublicano, única razón de su

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existencia en la política y a menudoerró, principalmente en su relacióncon el Presidente de la República.Éste, en sus memorias, viene a decir,no sin razón, que Gil Robles tuvomayores dotes de caudillo que deestadista y que, muy a menudo, sedejaba llevar por el ímpetu más quepor la ideología guardandodemasiada condescendencia con elsector de su partido menosasimilable al régimen republicano.En dos ocasiones —al menos—bordeó la tentación de auspiciar uninaceptable intervencionismo militar.

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Éstas eran las dos opcionespolíticas a las que correspondía elprotagonismo durante la nueva etaparepublicana. Si el régimenrepublicano se hubiera consolidado,a una primera experiencia de centro—izquierda le debiera habercorrespondido otra de centro—derecha. Pero ello hubiera supuestoque la derecha tuviera esa capacidadpara definirse positivamente que lereclamaba Ortega y que la izquierdahubiera aceptado que un programadiferente del intentado durante elprimer bienio era igualmente

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legítimo en el marco de lasinstituciones republicanas. En lapráctica ninguna de las dos cosastuvo lugar.

Sin embargo, hay que tener encuenta que, como se demostró desdefecha muy temprana, la colaboraciónentre radicales y cedistas ofrecíapatentes dificultades. Ya losprimeros meses del segundo bieniorepublicano, desde diciembre de1933 hasta abril de 1934,presenciaron la sucesión de dosgobiernos, a los que hubo que sumarcrisis ministeriales parciales; de este

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modo apareció el protagonistafundamental de esta etapa que no fueotro que la inestabilidad, de la quederivó su esterilidad. Verdad es que,al mismo tiempo y de formainsistente, varios de los gruposrepublicanos vencidos en laselecciones (entre ellos, el de Azaña)habían pedido a Martínez Barrio,nada más conocerse el resultado delas mismas, la convocatoria de unasnuevas. Como reconoció en privadoBesteiro, presidente de las CortesConstituyentes, esta decisión hubierasido inconstitucional y hubiera

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atribuido al Presidente de laRepública unos poderesabsolutamente desmesurados, quehabrían podido volverse en contra decualquier partido.

La obra de gobierno muy prontopresentó aspectos problemáticos.Según Madariaga, Lerroux "se dabacuenta de la importancia de la Iglesiay del Ejército en la vida española yse dispuso a reconquistar estas dosfuerzas y, si era necesario, a pagar elprecio". Probablemente larectificación era necesaria e inclusoobligada, ateniéndose a los

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resultados electorales de noviembrede 1933, pero el solo hecho deintentarla provocó inevitablesreticencias entre los propiosradicales, al mismo tiempo queimpaciencias entre los diputados dela CEDA. Gil Robles se encontrabaen una situación difícil porque en lasCortes carecía de fuerza suficientepara imponer sus criterios, laausencia de adhesión explícita a lasinstituciones republicanas vedaba suacceso al poder mientras que, almismo tiempo, su colaboraciónresultaba imprescindible para

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cualquier gobierno radical nosocialista.

Como luego resultócaracterístico de toda la obra delsegundo bienio, las medidasimaginadas por Lerroux pueden sercalificadas de oportunistas o deconservadoras, pero no dereaccionarias, ni tampoco deadulteradoras de lo que hastaentonces había sido la experienciagubernamental republicana. En lacuestión religiosa Lerroux trató decambiar el ambiente negativo de lasmasas católicas del país respecto de

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las instituciones republicanas pordos procedimientos, simbólico elprimero y más efectivo el segundo: ladotación del clero y el intento deConcordato con la Santa Sede. Laprimera medida consistió en habilitarcantidades no muy importantesdestinadas al clero másdesfavorecido, asimilando sucondición a la del funcionariado; lamedida bordeaba lainconstitucionalidad, por habersesuprimido el presupuesto del clero,pero atendía una necesidad patente yresultaba muy hábil. Pero el

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problema religioso no quedaríaresuelto hasta que se llegara a unacuerdo con el Vaticano y éste fueimposible. No hay que negar, sinembargo, que hubo un serio intentode llegar a él, pues mientras que laIglesia condenó a quienes se decíandefensores del llamado "derecho a larebeldía", Lerroux nombró comoministro de Estado a Leandro PitaRomero, un católico perteneciente ala ORGA que, además, acumuló aeste cargo la condición de embajadorante la Santa Sede. Ésta aceptó sunombramiento añadiendo que

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esperaba que con él se solucionaranlos problemas de persecuciónreligiosa en España, una coletillainnecesariamente hiriente, pero enrealidad fue la inexistencia de unaclara mayoría a favor de lamodificación de la Constitución y deun panorama político claro lo quevedó un posible acuerdo. Quizá elVaticano, aunque no en cambio Vidali Barraquer, llegó a pensar de formamuy característica que era mejoresperar la llegada al poder de laCEDA, como si este hecho fuerainevitable.

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Tampoco en las cuestionessociales hubo una tareagubernamental reaccionaria odecididamente rectificadora de lasmedidas de Azaña. La Ley deTérminos Municipales fue derogada,pero había sido criticada no sólo porla derecha sino también por lospartidos republicanos y, además, sehabía demostrado en buena medidainaplicable. Las propiedadesincautadas a la nobleza fuerondevueltas, pero esta medida —quehabía sido la única verdaderamenterevolucionaria de Azaña—, por sí

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sola no resolvía el problema agrarioespañol, y era injusta, al menosdesde el punto de vista de laparticipación de la aristocracia en laintentona de 1932 (que no había sidotan clara). Por otro lado la noblezasiguió siendo el sujeto pasivoprincipal de la reforma agraria; éstano sólo no fue suspendida sino quebajo el Ministerio de Cirilo del Ríose mantuvieron los discutidosdecretos de intensificación decultivos, asentándose mayor númerode campesinos que durante todo elbienio precedente.

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A pesar de que la rectificaciónno era tan significativa, lasdificultades de la colaboración entreradicales y cedistas fueron losuficientemente patentes como paraque traslucieran. La CEDA mostródesde un principio su reticencia antelo que consideraba insuficiencias enla rectificación del primer bienio;objeto especial de las iras de GilRobles fue Martínez Barrio, acusadode lenidad ante el desorden. Encambio mostró mucha mayorsatisfacción ante otros gobernantesradicales (los de menor capacidad,

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según Alcalá Zamora, aunque partede las críticas del dirigente católicohan de entenderse a raíz de laausencia de ideas y programas que élcreía observar en los radicales).Como el apoyo de Gil Roblesresultaba imprescindible para lospropósitos gubernamentales deLerroux, al final resultó inevitable laescisión del radicalismo. En marzode 1934 Martínez Barrio, fuera yadel Gobierno, inició una disidenciaque le llevó a la fundación de unpartido radical demócrata; ni Lerrouxlo aceptaba a su lado como defensor

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de la pureza izquierdista ni él, por suparte, quería seguir la senda desumisión a la CEDA que creíapercibir en el gobierno. Lerrouxconsiguió que una parte considerablede la izquierda de su partido siguieracon él, pero en adelante su posiciónquedó dañada, no sólo porque cadavez dependía más de la CEDA sinoporque con Martínez Barrio se fueronalgunos de los más irreprochablesdirigentes de su partido.

Por si fuera poco ya en estosmomentos empezaron a surgir lasdificultades entre los dirigentes de la

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derecha gobernante y el Presidentede la República. Uno de losprincipales puntos programáticos delas derechas en las elecciones habíasido la amnistía, pero ésta tenía elinconveniente de poder suponer lavuelta al Ejército de los militaressublevados en agosto de 1932.Alcalá Zamora, que tenía lapreocupación de no "ser un MacMahón", es decir, de no aparecercomo un presidente monarquizantecomo el de este nombre en Francia,probablemente excediéndose en susfunciones, aunque con buena

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intención, opuso reparos, al mismotiempo que criticaba la gestión delsucesor de Martínez Barrio enGobernación, Salazar Alonso. Así seprodujo el primer conflicto entreAlcalá Zamora y la derecha y laprimera irritada propuesta desustitución del Presidente por partede un sector de la CEDA. Lasituación se resolvió en un sentidofavorable a la ley de amnistía, peroprovocó el inmediato alejamiento delpoder de Lerroux.

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La insurrección deoctubre de 1934

El carácter temporal del

gobierno que sustituyó a Lerrouxquedó demostrado por el hecho deque quien lo presidió fue una figurade segunda fila en el seno del partidoradical, Ricardo Samper, que no fuerespetado ni por la derecha ni por laizquierda. Si la primera fue culpabledel definitivo naufragio de sugabinete, Azaña, por su parte, llegó a

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afirmar que prefería "al rey y a susministros" y un autor socialista lodescribe como "un personaje dejuzgado municipal". Sin embargo, esmuy poco lo que cabe reprocharle alo largo de su gestión, en la queintentó evitar la confrontación sinque pueda achacársele lenidad antela intentona revolucionaria, comohizo la derecha.

Hay que tener en cuenta, sinembargo, que las dificultadespolíticas tendieron a multiplicarse. Ala siempre difícil colaboración entreradicales y cedistas se sumó ahora la

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actitud de la izquierda socialista yrepublicana. El PSOE sintió elabandono del poder en 1933 comouna especie de despojo insultante yempezó a esgrimir un lenguajerevolucionario que alimentaba laradicalización de las masas al mismotiempo que nacía en ellas. A partir definales de 1933 los exponentesprincipales de la actitudrevolucionaria fueron LargoCaballero, principalmente, y Prieto,mientras el cada día más marginadoBesteiro consideraba esos proyectoscomo "un disparate". Largo

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Caballero, que puede haber incubadosu posición antes incluso deabandonar el Ministerio, afirmabaahora la imposibilidad de obtenerninguna ventaja de la colaboracióncon la burguesía y la necesidad dearmarse. Principal artífice del girorepublicano del PSOE en 1929—1930, y exponente ejemplar delcolaboracionismo durante su estanciaen el Ministerio del Trabajo, ahoraintuyó un cambio de actitud en granparte del proletariado, muydecepcionado respecto de susiniciales expectativas con el régimen

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republicano. No debe pensarse, enefecto, que su actitud fuera unaexcepción sino que algo muyparecido pensaban gran parte de lasmasas socialistas sin necesidad deque nadie las empujara a ello: eldiario socialista asturiano Avance,por ejemplo, que había afirmadodurante el primer bienio que el"antagonismo lógico" entre patronosy obreros podía convertirse en tansólo una "discordancia entre elobrero que aspira a un mejor y máshumano vivir y el patrono que,comprensiblemente, desea obtener un

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rendimiento prudencial a un capitalinvertido", se lanzó ahora a unapropaganda incendiaria que hizo que,en unas semanas, de 82 edicionesfuera suspendido en 62.

Las reuniones de la directiva dela UGT abundan en quejas,esgrimidas por los sectores másextremistas, acerca deincumplimientos de la legislaciónobrera, provocaciones o"desmoronamientos" de sindicatosrecientes en toda la geografía ruralpeninsular, pero, aunque no cabeduda que ese pudo ser un factor

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importante los planteamientospolíticos parecen haberdesempeñado un papel más decisivo.Los dirigentes tradicionales, comoBesteiro, se lamentaban de quequienes habían pensado que "ésta erala más perfecta de las Repúblicas,cuando ven que se ha despertado unareacción salvaje..., se ponendesesperados". Besteiro, quepresidía la UGT, lamentaba quedesde el partido Largo Caballero,sirviéndose de sus órganos, selanzara a una propaganda que llevaba"camino de locuras". Una

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insurrección no triunfaría porque lascondiciones eran muy distintas de lasde Rusia y, aun así, si lo lograra,sería una "pesadilla" lo que deberíahacer el partido. Seguidores suyosrecordaban el error cieno haberacudido a la elección en coalicióncon los republicanos, criticaban a losnuevos líderes sindicales juveniles(que muy a menudo no eran obrerossin cualificar sino oficinistas oempleados de banca) y asegurabanque "no hay quien diga que hay unpeligro inmediato de fascismo". A losumo estaban dispuestos a una

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resistencia caso de flagranteviolación de la Constitución. Susadversarios, que no ocultaban unavoluntad de acción ofensiva contra eladversario burgués, llegaron a juzgarque la "corrupción absoluta" de laburguesía republicana españolaimpedía colaborar con ella y que el"descontento" del Ejército lesproporcionaba oportunidades. Mássensato, Indalecio Prieto estabaconvencido que sublevarse era "unanecesidad" pero se mostraba "muypesimista" sobre los resultados.

La verdad es, sin embargo, que

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el PSOE carecía por completo detradición conspiradorarevolucionaria; a lo sumo, habíaarropado con una huelga general unmovimiento subversivo de caráctermilitar, creando problemas de ordenpúblico de trascendencia limitada,como en 1917. La mejor prueba deesta ausencia de verdaderacapacidad para la revolución seencuentra en el hecho ele que elsocialismo en ningún momento hizoun secreto de sus propósitossubversivos. Su órgano oficialdefendía el "odio a muerte a la

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burguesía criminal", mientras quehabía dirigentes que declaraban quela democracia republicana ya no lesservía. Difícilmente el gobiernopodía poner en duda los propósitosde un partido que pedía "atención aldisco rojo" y que, en el mes deseptiembre de 19>4, afirmaba que elsiguiente "puede ser nuestrooctubre". Tal afán declarativo yverbal contrastaba con la auténticapreparación del movimientoinsurreccional y llevaba, enocasiones, a pensar que lossocialistas querían, sobre todo,

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asustar, hasta el momento en quefueron arrastrados por su propio usodel lenguaje.

En realidad los socialistas, másque organizar la revolución,hablaban de ella. Tan sólo un coronely unos pocos comandantesparecieron dispuestos a colaborarcon la insurrección socialista (uno delos participantes anota que tuvieronconsigo a tres hijos de generales, queservían de muy poco). En definitiva"no tuvimos un Rafael Riego",asegura Amaro del Rosal: el generalMiaja, luego defensor de Madrid, en

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este momento no dudaba en declararque a él "nadie le levanta un puño enlas narices". Además de limitada, lapreparación subversiva fueincompetente. El gobierno, porejemplo, descubrió con relativafacilidad depósitos de armas como eldel barco Turquesa, en Asturias,pero también en los locales de laUGT o incluso en los domicilios delos diputados, a uno de los cuales sele incautaron cincuenta pistolas. Elmovimiento tampoco tuvo unprograma, pues aunque Prietoredactó uno no era sino una

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radicalización de la experiencia delprimer bienio. Por si fuera poco, lacarencia de coordinación entre losdirigentes socialistas fue manifiesta alo largo de todo 1934. En el veranode este año el movimiento sindicalsocialista en el medio rural, quehasta entonces había tenido unaactitud moderada, se lanzó a unahuelga general que concluyó en unrotundo fracaso, en gran medida porla absoluta falta de colaboración delsindicalismo urbano. La UGT, quehabía obtenido un importantecrecimiento en el campo,

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experimentó una dura derrota de laque no se recuperaría sino de modoparcial.

Mientras esto sucedía en losmedios socialistas en una regiónespañola arreciaban las dificultadespara el Gobierno. Allí el líderindiscutible del catalanismo deizquierdas había sido Maciá, a quiense ha comparado con Garibaldi. Erael representante de un idealismoexaltado cuya actuación en laoposición siempre pareciódesmesurada, pero que mostró en elejercicio del poder una sensatez y

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una capacidad de liderazgo sobre elconjunto de la sociedad catalana quelo convirtió en figura paternalcomúnmente aceptada por todos.Escofet lo ha descrito dejándoseinterrumpir en los mítines cuando lefaltaba el término concreto quequería utilizar y esperaba delauditorio que se lo sugiriera. Sólo élpodía ser capaz de mantener unida ala Esquerra Republicana deCatalunya, un partido plural queacabó presenciando una división en1933. Companys, su sucesor en laPresidencia de la Generalitat,

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carecía de ese carisma personal,sobre todo ante quienes tenían unatrayectoria biográfica más vinculadaque la suya a la causa delcatalanismo; así sucedió, porejemplo, con miembros de EstatCátala, como su conseller deGobernación, Dencás.

Lo que provocó el conflictoentre la Generalitat y el Gobiernocentral republicano fue una cuestiónagraria grave, pero que hubierapodido ser resuelta sin provocar unconflicto institucional. La rabassamorta era un contrato agrario que

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regía la explotación de la vid y quesuponía que el arrendatario orabassaire debía pagar una partealícuota de su cosecha al propietariode la tierra. La Ley de Contratos deCultivos, aprobada por unParlamento catalán en el quecorrespondía la mayoría a laEsquerra, tenía como propósitopermitir que los rabassairesaccedieran a la propiedad endeterminadas condiciones. Aunquealgunos de sus artículos resultarandiscutibles el propósito era sólo noaceptable sino que coincidía con las

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medidas de política agraria de losgobiernos radical—cedistas. Sinembargo, el problema se complicabapor una cuestión de competenciasentre el Parlamento estatal y elcatalán derivada de la interpretaciónde un Estatuto en que la legislacióncivil le correspondía a Cataluña y lasocial al Estado central. Una parte delos propietarios catalanes de tierrasrecurrió ante el Tribunal deGarantías Constitucionales y arrastrótras de sí a la derecha catalana,incluida la Lliga, y a la española. ElTribunal, actuando con criterios

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exclusivamente jurídicos y en contrade la opinión de los vocales designificación próxima al partidoradical, decidió declarar lainconstitucionalidad de la ley. Alnegarse la Generalitat a aceptar estefallo, la cuestión se fue envenenandomientras que parecían haberseolvidado sus orígenes, de modo queya no parecía tratarse de una cuestiónrelacionada con materias sociales oagrarias sino de un pleito acerca dela autonomía. Como luego escribióMartínez Barrio en sus memorias,había sido un grave error "entregar la

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resolución de problemas políticos ajuristas". Hubo entonces que intentarremediar los inconvenientes de latensión existente mediante unanegociación. Un catalanista deizquierda moderada, Hurtado,escribió luego en sus memorias quela Esquerra había utilizado "comosimple pretexto" la cuestiónrabassaire y esto fue "una auténticadesgracia tanto para Cataluña comopara la República". Fue él mismoquien, junto a Samper y AlcaláZamora, intentó lograr una fórmulade concordia. A la altura de octubre

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de 1934 existía una situación decrisis en la relación de Cataluña conlas instituciones respecto delp r o b l e ma rabassaire que losacontecimientos condujeron a unauténtico desastre.

Aunque el resultado no llegó aser tan grave también en el PaísVasco se agudizó considerablementeel problema autonómico en losprimeros meses del bienio radical—cedista. A comienzos de 1934 elPartido Nacionalista Vasco planteóde nuevo la cuestión del Estatuto enlas Cortes para encontrarse con la

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sorpresa de que, si sus pretensioneshabían sido mal recibidas en elprimer bienio, ahora también lofueron, incluso por aquellos quehabían estado a su lado en elParlamento en aquel período. Apropuesta de un diputado de laCEDA estuvo a punto de aprobarseuna moción de acuerdo con la cual laprovincia de Álava seríadefinitivamente excluida del Estatuto.En ella la voluntad autonomista habíasido notoriamente más tibia que enlas otras dos provincias vascas peroal decidirse por el Parlamento que

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era necesaria una nueva consulta loque sucedió fue que el EstatutoVasco quedó detenido en sutramitación. Además, en los mesessiguientes, hubo un motivo adicionalde protesta de los nacionalistasvascos en contra del Gobierno alatribuirle la voluntad de modificar elconcierto económico. Losnacionalistas, ahora más próximos ala izquierda, celebraron actos deprotesta como la Asamblea deZumárraga; de este modo la derechaextremista pudo encontrarargumentos para acusar a los

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nacionalistas de colaborar en unamplio movimiento subversivo. Pero,en realidad, aunque el PNV estuvocerca de la Esquerra en la cuestiónrabassaire, no intervino en absolutoen el movimiento subversivo de 1934y durante los meses siguientes apoyóen líneas generales a los gobiernosde significación radical.

Para la derecha católicaresultaba evidente a estas alturas queno se habían obtenido los frutosprometidos durante las elecciones de193 3. A Gil Robles su propiopartido —y también las masas que

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acudían a sus mítines— le pedían unaactuación gubernamental másdecidida; él mismo pensaba que en elconflicto con la Generalitat no sepodía aceptar "dialogar de potencia apotencia". Hasta este momento habíatratado de influir todo lo posible enel Gobierno desde fuera, pero resultalógico que pretendiera unaparticipación directa en lasresponsabilidades ministeriales paramejorar su actuación; en últimainstancia, la necesidad de unaampliación del régimen hacia laderecha era sentida por amplios

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sectores de la vida política nacional,incluido el Presidente de laRepública. Al declarar en las Cortesque era precisa una rectificación dela tarea gubernamental que Samperno parecía dispuesto a emprender,Gil Robles provocó una crisistrascendental: que desembocara en laviolencia estaba muy lejos de suspropósitos y fue responsabilidadexclusiva de una parte de laizquierda.

Lo más importante en esa crisisfue la eventualidad de unaparticipación de la CEDA en el

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poder, a pesar de no haber hechoexplícita profesión de fe republicana.Alcalá Zamora estaba dispuesto aella siempre que no pudiera haber lamenor duda respecto a quienes iban adesempeñar las carterasministeriales: en sus memoriasafirma que los ministros de la CEDAfueron "elegidos entre los menossospechosos". En efecto así fue: ni elnúmero de carteras concedidas a laCEDA, ni cuáles fueran esos puestosministeriales, ni las personas queiban a ocuparlos podían hacer pensarremotamente en la eventualidad de un

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golpe de Estado dictatorial dederechas. Las carteras eran Trabajo,Agricultura y Justicia: de los tresministros, uno, Giménez Fernández,"el mejor y más sincero republicanode la CEDA", según Alcalá Zamora,se había declarado como tal en lacampaña electoral; otro, Anguera deSojo, había demostrado serlo en sutrayectoria biográfica y por loscargos que había ocupado, entreellos el de fiscal contra losconspiradores monárquicos deagosto de 1932 y, en fin, de Aizpún,el principal dirigente de los cedistas

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navarros, también juzgaba AlcaláZamora que lo era gracias a losinformes que acerca de su personahabía recibido de Fernando de losRíos. Adviértase, además, que, en unmomento en que había conflictos enCataluña y el País Vasco, dos deesos tres ministros se habíanmostrado partidarios de losrespectivos Estatutos de Autonomía.Lejos de haber, por tanto, interés enprovocar a las izquierdas por partede los gestores de la crisis se dabauna voluntad exactamente contraria.

Sin embargo esto, que tan claro

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resulta para el historiador, no lo fueni remotamente para la izquierda delmomento. Los grupos republicanosalejados del Gobierno protestaroncon tanta dureza que dijeron rompercualquier tipo de solidaridad con lasinstituciones de un régimen al queconsideraban traicionado; laimprudencia de esta declaración esadmitida por Martínez Barrio —unode ellos—, en sus memorias. Otrosdos dirigentes republicanos acabaronpensando algo semejante: Maurallegó a aceptar la colaboración conaquellos cuya presencia en el

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Gobierno había vetado y, enreuniones privadas, el propio Azañano dejaba de expresar su opinión deque el empleo de la violencia tendríaunos efectos completamentecontraproducentes, porque "puestos ajugar todos a los soldados... tambiénquerrían entrar los que lo eran deverdad". Pero estas posicionesfueron posteriores o permanecieronocultas. Lo habitual fue una reaccióntan indignada que, en los sectoresextremistas, no se tuvo inconvenienteen considerar aceptable el empleo dela fuerza. Se debe tener en cuenta que

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el empleo de un lenguaje al menosambiguo respecto del sistema deconvivencia se había convertido, aestas alturas, en habitual. Companyshablaba de "democracia expeditiva",Domingo lamentaba que la Repúblicano hubiera optado en su fase inicialpor actuar de forma dictatorial eincluso, según Azaña, De los Ríosllegó a tener tentaciones de este tipoque, sin embargo, no expresópúblicamente.

Si estas posturas eraninjustificadas e imprudentes —undiario republicano aseguró que "no

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le interesaba la República que hoy seinicia"— más lo fueron todavía lasde quienes acudieron a la violencia.En los primeros días de octubre de1934 se produjeron una serie deacontecimientos a medio caminoentre la barricada y la huelgainsurreccional con algunos apuntesde lo que podría haber acabado enuna revolución. En la mayor parte delpaís hubo sólo una huelga,desigualmente seguida porque noparticipó el campesinado ni la CNT,con ocasionales incidentes violentos.De la huelga fue protagonista

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esencial el PSOE, pero la falta depreparación y de hábitorevolucionario del partido hizo, porejemplo, que en Madrid tan sólo seprodujeran algunos incidentes ytiroteos por la actuación de unasmasas sindicales que tenían pocasarmas y que, además, carecían deestrategia para emplearlas. Losintentos de involucrar en elmovimiento a fuerzas de seguridad omilitares fallaron o se demostraronincompetentes (la policía descubrióuniformes de guardias civiles con losque los milicianos socialistas

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quisieron aparecer como tales). En elPaís Vasco los mineros se hicierondueños de la cuenca pero selimitaron a patrullar por ellamientras las fuerzas del orden seretiraban temporalmente para evitarenfrentamientos y regresar luego,cuando el movimiento hubieraconcluido.

La excepción estuvo constituidapor los graves acontecimientos deCataluña y Asturias. En la primera,como ya resultaba previsible,Companys fue rebasado por elcatalanismo más extremista sin que

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parezca que midiera bien lasconsecuencias de sus actos. Dencáshabía preparado tan sólo unacaricatura de golpe de Estado pero elPresidente de la Generalitat, en losemotivos momentos posteriores a laformación del gobierno conparticipación cedista, llegó aproclamar "el Estado catalán dentrode la república federal española".Luego, dirigiéndose a quienes lerodeaban y le habían reprochado máso menos explícitamente su falta decatalanismo les replicó que "ya nodiréis que no soy catalanista". El

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desarrollo de los acontecimientosprobó, desde luego, que Companysno erraba cuando, en 1936, llamó as u conseller de Gobernación,Dencás, el principal de losorganizadores del movimiento, de ser"un espíritu tartarinesco y ridículo".La confusión fue absoluta ymanifiesta la falta de medios parauna situación bélica. Companys, quediciendo defender la Repúblicahabía recurrido a una proclamaciónmanifiestamente anticonstitucional deRepública federal, debió mantenersea la defensiva sin contar tan siquiera

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con el apoyo de la izquierda obrera.Parte de la CNT y otras tendenciasde extrema izquierda habían formadounas Alianzas Obreras queproclamaron una huelga contra elGobierno —no a favor de laGeneralitat— pero las dos fuerzassindicales más importantes, la CNToficial y el sindicato de rabassaires,por quien se había iniciado elconflicto con el Gobierno central,permanecieron al margen del mismosin prestar ayuda a los insurrectos.La Generalitat muy pronto debiórendirse ante el general Batet que,

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militar republicano, no tuvo la menorduda acerca de donde estaba lalegalidad. El caso de este militar,como el de Miaja, testimonia lafidelidad de la mayor parte de losmandos a las instituciones en estosmomentos. Batet había participado enla redacción del expediente Picassosobre las responsabilidades delEjército africanista en 1921 yprobablemente era más catalanistaque el propio Companys. Suprudencia —a pesar de que sabía quehabía sido espiado por los serviciosde orden de la Generalitat en días

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anteriores— evitó muchos muertos.De hecho lo que hizo Companys fuemucho más un gesto político que unasublevación y bastó la presencia delas tropas en la calle y algunos actosde fuerza para que la insurrecciónfuera derrotada.

En Asturias los sucesos seasemejaron más a lo quehabitualmente se entiende por unarevolución. Era esta la única regiónen la que existía una colaboraciónentre todas las fuerzas de extremaizquierda y en la que se habíanpuesto los medios de organización

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imprescindibles para que pudieratriunfar un golpe. Las dos fuerzassindicales más importantes eran laUGT y la CNT y se habíanconcertado "para abolir el régimenburgués".

El papel de los comunistas y delas Alianzas Obreras, formadas porsectores minoritarios de extremaizquierda, fue mucho menor aunqueluego su propaganda tendiera amagnificarlo. Los conspiradoreshabían conseguido constituir catorcedepósitos de armamento con más deun millar de fusiles y alguna

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ametralladora y disponían, además,de abundante dinamita. En estascondiciones consiguieron apoderarserápidamente de la cuenca mineradejando de modo inmediato sitiadoOviedo, que resultó parcialmentedestruido en los combatesposteriores. Aunque no lo tomaron esposible que llegaran a tener unostreinta mil hombres a su disposicióny fue, por tanto, necesario recurrir alenvío de 18.000 soldados, en parteprocedentes de Marruecos, querealizaron una auténtica ocupación dela provincia a través de una serie de

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operaciones militares. Cuatrocolumnas (la de Yagüe,desembarcada en Gijón, la de LópezOchoa, avanzando por el oeste, la deSolchaga, por el este, y la de Bosch—Balmes, detenida en el sur) seencargaron de la sumisión de losmineros, que Franco organizó desdeel Estado Mayor en Madrid. Envarios sentidos se puede decir quelos sucesos revolucionariospresagiaron la guerra civil: laaparición de milicias, la formaciónde comités locales como autoridadpolítica suprema, el empleo del

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terror, en gran medida anticlerical, eincluso alguna medidarevolucionaria, como la supresióndel dinero llevada a cabo por losanarquistas. Las pérdidas humanasfueron muy considerables (un millary medio de muertos), pero sobre todola brutalidad empleada por ambosbandos creó un abismo entre dossectores de la sociedad española. Siya se habían producido casosmanifiestos de vesania entre lossublevados, el gobierno de centro—derecha hizo muy poco para lareconciliación y, sobre todo, cerró

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los ojos para no ver el empleo deprocedimientos represivos bárbarose ilegales por parte de la policía y elEjército. Nada parecido había tenidolugar en tiempos recientes y menosaún en Europa occidental: la agitadapolítica francesa no presenció apenasderramamiento de sangre y la guerracivil austríaca de principios de esemismo año no había sido unainiciativa revolucionaria. Sólo larevolución rusa o la insurrecciónespartaquista de 1918 admitencomparación, pero la primera tuvolugar en un contexto lejano y

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diferente.Señala Madariaga que "el

alzamiento de 1934 esimperdonable" porque la decisión deAlcalá Zamora de llamar al poder ala CEDA era "incluso debida desdehacía tiempo". Lo primero es seguroy lo segundo las circunstancias lohicieron inevitable. Al no aceptar ladecisión del Presidente, la izquierda,según el citado autor, no sólodemostró falta de confianza en símisma y de paciencia, sino queademás "perdió hasta la sombra de laautoridad moral para condenar la

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sublevación de 1936" y desde luegocontribuyó a hacerla posible. Perotodavía resulta peor lo sucedido sitenemos en cuenta que, conindependencia de que la CEDAhubiera entrado o no en el gobierno,lo cierto es que la radicalización deun importante sector socialista habríallevado a una insurrección como ésaincluso sin necesitar un motivo, puesse pensaba no sólo en un acto defuerza defensivo sino ofensivo. Elintento subversivo constituyó undesprecio a un electorado quemayoritariamente había votado por

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una fórmula de centro—derecha,mientras que sólo en un porcentajeinferior a un 20 por 100 lo habíahecho por los socialistas. Fue,además, un error porque ni la CEDA,ni Alcalá Zamora, ni Lerrouxtuvieron los propósitos que lossublevados les atribuyeron, ni estabaen peligro la República, ni tansiquiera la mayor parte de su obrareformadora; al contrario, losmayores problemas surgieron conposterioridad a estos sucesosTampoco podía esgrimirse que unhundimiento drástico del nivel de

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vida de la clase obrera desde elprimer bienio hasta estas fechas, pormás que existiera una reacciónpatronal. Un último argumentoexculpatorio puede encontrarse enquienes han juzgado los hechos deloctubre de 1934 español como unaespecie de "revolución preventiva"destinada a evitar que en España sereprodujera lo que ya había sucedidoen Austria con el ascenso al poder deuna dictadura clerical presidida porDolfuss. La tesis de la revoluciónpreventiva falla por su base puestoque, como sabemos, no había

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dictadura que prevenir, pero,además, la comparación con Austriatampoco parece muy acertada. Escierto que lo sucedido en este paísparece haber obsesionado a LargoCaballero, pero, en cambio, no sacóde ello las conclusiones oportunas.Éstas hubieran debido ser queDollfuss no era Hitler (hasta el puntode que fue asesinado por los nazis) yque los socialistas austríacos, consus actos violentos, como el asalto alPalacio de Justicia en 1927, y suambigüedad, habían provocado lacrecida de la extrema derecha.

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Además su derrota había dejadoclaro que un Estado fuerte, en unacoyuntura internacional normal,estaba en condiciones de aplastarcualquier intento revolucionario quese produjera. Incluso si Gil Robleshubiera querido asemejarse aDollfuss, como en más de unaocasión pareció, no estaba encondiciones de lograrlo, contandocon las tres carteras citadas en ungobierno mayoritariamenterepublicano. Aun así, lascircunstancias ambientales externasjugaron, sin duda, un papel de

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primera importancia en la intentona.De quienes participaron en laorganización de octubre de 1934probablemente la actitud másconvincente resulta la de Prieto que,años después, ya en el exilio, afirmóque aquellos sucesos "pudieron ydebieron haberse evitado". Laderecha, por su parte, no se equivocóal subir al poder sino en lo que hizo—y en cómo lo llevó a cabo— unavez llegado a éste. Pero esa es yaotra cuestión, con ser gravísima.

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Las secuelas deoctubre y la agoníainacabable del segundobienio

"Las consecuencias políticas de

la rebelión de octubre —escribeAlcalá Zamora en sus memorias—fueron inevitablemente contrarias alespíritu de progreso como las del 10de agosto de 1932 lo habían sido,por la misma, aunque opuesta

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reacción, al interés conservador".Así fue, en efecto, aunque también sedemostró en el períodoinmediatamente posterior a lasublevación que los partidos en elpoder no eran lo reaccionarios que laizquierda había asegurado. No seprodujo una suspensión de laexistencia legal del PSOE, como laque tuvo lugar en Austria unos mesesantes, aunque la magnitud de lasublevación fue semejante o superioren España. Lerroux, el presidente delGobierno, rechazó cualquiersugerencia a este respecto (incluso

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parece haber colaborado a que Prietohuyera) y la CEDA, por su parte,tampoco planteó esa posibilidad. ElEstatuto de Cataluña, como veremos,fue suspendido y no abolido. Pero elclima político se enrareció comoconsecuencia de lo sucedido, demanera que por la extrema derecha yuna parte considerable de la propiasociedad española se exigió algobierno una decisión y unaactividad represoras quecontrastaban con la moderación y latendencia a la inercia de losradicales.

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La liquidación de lasconsecuencias del octubrerevolucionario fue la cuestión queprodujo más y mayores conflictos enlas Cortes en los meses transcurridosentre octubre de 1934 y la definitivacrisis gubernamental en abril de1935. El primer enfrentamiento seprodujo cuando los monárquicosquisieron exigir responsabilidades alGobierno por no haber sido capaz deprever la revuelta; algún diputadoasturiano de la CEDA, comoFernández Ladreda, colaboró en estareclamación que, obviamente,

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dificultaba la posibilidad decolaboración política entre radicalesy cedistas. Tan sólo la habilidadparlamentaria de Gil Robles evitó laescisión de su propia minoría y ladimisión total del Gobierno del que,sin embargo, debieron salir Samper eHidalgo, presidente y ministro de laGuerra en el precedente. A losmonárquicos, sin embargo, no lesbastó con infligir esta humillación alos radicales, sino que en repetidasocasiones hicieron todo lo posiblepara suscitar tensiones entre los dospartidos principales de la coalición

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gobernante, de acuerdo con unaestrategia catastrofista que conveníamuy bien a sus propósitos contrariosa la estabilización del régimendemocrático republicano. En todasestas ocasiones Gil Robles debióintervenir en el Parlamento parajustificar su política posibilista,exculpar indirectamente a losradicales e impedir la división de suminoría parlamentaria, mientras queLerroux solía permanecer ausente delos escaños. Cuando los monárquicospropusieron la desaparición delEstatuto catalán la CEDA y los

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radicales, después de arduasnegociaciones, acabaron porlimitarse a suspenderlo. Cambó juzgóesta decisión como "un castigo paratodo un pueblo" y no para laEsquerra, y la Lliga impugnó ladecisión ante el Tribunal deGarantías Constitucionales pero locierto es que era políticamente hábily oportuna; además, las personas quedesempeñaron las supremasresponsabilidades en esta situacióntemporal (el radical Pich i Pon y elcedista cercano al catalanismoVillalonga) actuaron con un criterio

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moderado y centrista. Un nuevoproblema se produjo cuando undiputado planteó la incompatibilidadentre la pertenencia a la masonería yel desempeño de una altaresponsabilidad militar, lo quehubiera desautorizadoinevitablemente a los numerososradicales que figuraban en las filasde la citada organización, por lo quede nuevo se hizo preciso queinterviniera el dirigente de la CEDA.A veces ni siquiera era necesaria laintervención de un miembro de otropartido para que estallara el

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conflicto en el seno de la coalicióngobernante porque, como escribeMartínez Barrio en sus memorias,Lerroux y la CEDA respondían a"estados de conciencia políticos nodistintos sino antagónicos". Unaalabanza del cedista Salmón a Galány García Hernández, realizada convoluntad de satisfacer a losradicales, provocó protestasmonárquicas y de su propia minoría,y el ministro de Instrucción Públicacausó un nuevo incidente alresponder de forma airada a unaintervención del cedista Pabón sobre

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un tema de enseñanza que tampocotenía una trascendencia excesiva.

Todo cuanto queda expuestodemuestra, sin lugar a dudas, que lasdificultades de la coalición radical—cedista no sólo no habíandesaparecido con la victoria sobre lainsurrección de octubre sino que sehabían incrementado. Lo mássignificativo de este período degobierno, entre otros motivos porquedemuestra de nuevo la dificultad deautodefinición de la derecha católicay porque tampoco hubo mucho más,fue la labor de Manuel Giménez

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Fernández al frente del Ministerio deAgricultura. Diputado de la CEDA yrepresentante de su sector másavanzado, joven y preparado,Giménez Fernández estaba dotado deun auténtico fuego interior que lellevaba a tratar de traducir elcristianismo a la realidad social;como Las Casas, al que luegodedicaría buena parte de su labor dehistoriador, Giménez Fernández eraáspero e insobornable ante lo queconsideraba situaciones injustas. Adiferencia de muchos de suscorreligionarios creía en la

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necesidad de una reforma agraria nobasada tan sólo en criteriosproductivistas sino nacida de lanecesidad social de aumentar elnúmero de propietarios. Sus ideas noeran más que la traducción de losplanteamientos habituales de ladoctrina social cristiana; creía en lapropiedad privada y en la necesidadde indemnizar las expropiaciones,pero partía de un concepto de lapropiedad basado en que los bienessobrantes, en caso de extremanecesidad, debían ir al que losnecesitara y juzgaba que el

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verdadero procedimiento paradesarmar a la revolución no podíaser el puro empleo de las fuerzas deorden público. La principaldisposición legal que promovió fueuna Ley de arrendamientos que debíapermitir el acceso a la propiedad delos arrendatarios. Tal disposiciónencontró la oposición de lasextremas derechas (uno de cuyosmiembros llegó a decir que si elministro seguía utilizando comoargumento las encíclicas papales élse haría cismático griego) e inclusoen su propio partido, en donde si

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bien Gil Robles durante algún tiempole apoyó también acabaríadesinteresándose de sus propósitossociales reformistas. Como en tantasocasiones durante este segundobienio, la gestión de GiménezFernández fue demasiado corta yestuvo en exceso sometida apresiones como para que de ella sepudieran sacar todas lasconsecuencias positivas imaginables.Además, una gestión como la suyahubiera sido más viable de nohaberse producido el ambiente dereacción frente al proceso

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revolucionario de Octubre.Como en ocasiones anteriores y

posteriores, Gil Robles quiso evitarla creciente sensación de marasmopolítico mediante una nueva crisisque aumentara su poder yconstituyera una especie de garantíade eficacia que él no apreciaba enlos dirigentes radicales. La nuevarectificación, por otro lado, seencontraba también justificada porlas presiones de la derechamonárquica, cada vez másinsistentes, y venía impuesta,además, por la sensación existente en

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las masas cedistas de que laestrategia del posibilismo no estabadando sus frutos. Es muy posible, enfin, que Gil Robles hubiera estadoinicialmente de acuerdo en tan sólouna rectificación del rumbogubernamental sin necesidad decambio, pero éste finalmente seimpuso en abril de 1935. La ocasiónfue, sin duda, muy poco oportuna.Cuando tanto Lerroux y los radicalescomo el Presidente de la Repúblicase mostraron dispuestos a amnistiaral diputado socialista asturianoGonzález Peña, condenado a muerte

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como consecuencia de los sucesos deoctubre, Gil Robles dio orden a losministros de la CEDA de votar encontra y de esta manera provocar lacrisis gubernamental. Fue elmomento menos propicio imaginableporque vinculó a la CEDA con lacausa de la represión en estado puroy, por si fuera poco, lo hizoinútilmente, puesto que el citadoparlamentario fue finalmenteamnistiado. Por si fuera poco ladecisión se tomó cuando ya seconocía que la represióngubernamental había provocado en

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unas decenas de casos la ejecuciónilegal de algunos de los sublevados.No es extraño, por tanto, que ElDebate, Ángel Herrera y GiménezFernández estuvieran en desacuerdocon esta crisis gubernamental.

Sin embargo aún no fueronpatentes los peores inconvenientes deesa mayor participacióngubernamental que Gil Roblesquería. Con ella no sólo se implicabamás decididamente la CEDA en latarea gubernamental, sino que, mástodavía, se hacía depender a losradicales de un apoyo externo, con lo

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que se los debilitaba, y se giraba másdecididamente hacia la derecha enmaterias sociales, al tiempo que seolvidaba la prevención inicialrespecto de la participación en elpoder que había caracterizado hastaentonces al partido de Gil Robles. Lavoluntad de éste se impuso y,después de un paréntesis de un mesen que gobernó un ministerio designificación puramente técnica,Lerroux formó un nuevo gobierno conmayor participación cedista. No hubotampoco en esta ocasión unaexplícita declaración de que la

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CEDA se identificara con lalegalidad republicana porque seestaba lejos de haber obtenidoventajas importantes del posibilismo.

En el nuevo gobierno figuraroncinco ministros de esa procedenciaentre los que estaban el propio GilRobles, ocupando la cartera deGuerra, así como Lucia y Salmón,dos de los más importantes dirigentesde su partido. Junto a ellos, aparte deradicales, había también agrarios yliberal—demócratas, pero, sin duda,el gabinete, si por algo podía sercaracterizado era precisamente por

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el relevante papel que en él tuvo laCEDA, de quien partieron las másimportantes iniciativas. Tanto GilRobles como Lerroux, en susrespectivas memorias, dan lasensación de que este fue el momentocumbre del segundo bieniorepublicano. Las grandesconcentraciones de masasauspiciadas por los dos partidos másimportantes de la coalicióngubernamental, la desaparicióntemporal de la conflictividad social yla virtual ausencia de un auténticopeligro político por parte de la

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izquierda demuestran que el gobiernofue, en este momento, popular. Otracosa es que, a diferencia de losucedido con la etapa similar en elprimer bienio, no se lograra traducireste apoyo en medidas concretas degobierno.

Así fue, en efecto, pues nisiquiera en estos momentos se llevóa cabo una labor legislativamerecedora de este nombre. Laverdad es que resultaba difícilrealizarla dada la insuficiencia delos apoyos parlamentarios respectode cuestiones importantes, pero,

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además, todos los dirigentes delcentro—derecha cometieron erroresgraves en este momento y fueron, portanto, responsables de la esterilidaddel período. Las dos cuestionesdecisivas de índole política sobre eltapete eran la reforma constitucionaly la electoral. Desde comienzos de1935 hubo debate acerca de laprimera en las reuniones del Consejode Ministros, pero, aunque había unsustancial acuerdo en la procedenciade esa reforma, por razones muydiversas ni siquiera se llegó aelaborar un texto alternativo. Por un

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lado, Gil Robles creía necesaria unaacción gubernamental amplia antesde efectuar la reforma constitucional,que para él tenía especialesproblemas pues debía evitar elenfrentamiento con el partido radical,tradicionalmente anticlerical, y, a lavez, satisfacer a la derecha de supropio partido. La reforma, además,implicaba la disolución de las Corteslo que, por supuesto, despertaba muypoco entusiasmo en un Parlamentoguiado, sobre todo, por la oposiciónal primer bienio republicano.También respecto de la reforma

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electoral había coincidencia en sunecesidad entre los partidos de lacoalición gobernante, pero se disipóa la hora de concretarla puesto que laCEDA defendía un sistemaproporcional que encontraba laoposición de los pequeños partidosde notables aferrados a suimplantación de carácter local que,en consecuencia, propiciaban unavuelta a distritos electoralespequeños. Con el paso del tiempo, sefueron inventando sistemas mixtoscada vez más complicados quenacían de la distinción entre distritos

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urbanos y rurales pero sin llegarnunca a una fórmula de mínimaconcordancia. No cabe la menorduda de que ambas reformashubieran contribuido a laestabilización de la Repúblicaespañola; si la izquierda habíaerrado al promover la solución legalinicial, la derecha fue incapaz dedarse cuenta de que en esos dosaspectos, y no en cualquier otracuestión, residían sus intereses.

Por otro lado, tampoco se llevóa cabo una labor de mínimaimportancia en otros terrenos que

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eran responsabilidad más o menosdirecta de la CEDA. En el Ministeriode Guerra la llegada de Gil Roblessupuso la ocupación de los puestosclave por parte de militaresafricanistas, como Goded y Franco,quizá los más prestigiosos, pero nosupuso mucho desde el punto de vistade la dotación material del Ejército.Gil Robles nunca dijo, como CalvoSotelo, que el Ejército era "lacolumna vertebral de la patria", perosu presencia en ese Ministerio, queél mismo había impuesto comogarantía contra el desorden, creó en

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el Presidente de la República unasenormes reticencias que resultaronirreversibles. Con ello surgió entreambos un abismo inseparable. Segúnlas memorias del jefe de la CEDAlas intervenciones del Presidente enel Consejo de Ministros le resultabanuna verdadera "tortura"; no cabe lamenor duda de que fueron excesivasy en buena medida carecían dejustificación, pero la reacción de GilRobles, como veremos, fue confrecuencia desmesurada, portemperamental, y contraproducenterespecto de los propósitos finales

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que le guiaban.Con todo, el principal error de

la coalición de centro—derecharesidió en el sentido abiertamenteconservador que dio a su gestión enlos terrenos económico y social. GilRobles prescindió de GiménezFernández en la cartera deAgricultura pues, aunque le habíaapoyado tibiamente durante sugestión en la misma, al final debiópensar que sobre todo le reportabaproblemas en el seno de la propiaminoría. Por exclusión acabóhaciéndose con esta cartera el

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agrario Velayos quien, con su Ley deReforma Agraria, concluyó porproducir una auténticacontrarreforma o, al menos, la virtualparalización de un proceso que, enrealidad, apenas si se había iniciadopero que había despertado tantasmerecidas esperanzas en las masascampesinas. El presupuesto del IRAfue reducido y las nuevasindemnizaciones que se fijaron encontrapartida de las expropiacionesresultaban tan excesivas queequivalían a los precios de compraen el mercado normal.

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Paradójicamente hubo, sin embargo,una cláusula que permitía laexpropiación por causa de "utilidadsocial" que luego sería aplicada porlos gobiernos del Frente Popular.Giménez Fernández, que había dadoa su Ley de arrendamientos unainterpretación progresista, a la horade que se redactara su reglamentovio, sin embargo, cómo una cláusulade la legislación por él promovida,relativa a la posibilidad de que elcultivador sustituyera al arrendatarioasumiendo por sí mismo el cultivo,servía para desplazar a muchos

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pequeños arrendatarios.En otros terrenos de la política

económica la insuficiencia de laacción gubernamental estuvoprincipalmente provocada por laincoherencia programática de loscoaligados. Si había sectores dentrode la CEDA que no eran contrarios amedidas de corte social reformista,al mismo tiempo, a la hora deplasmarlas en medidas concretasresultaba imposible hacerlo y no sepasaba de una genérica declaraciónde buenas intenciones. Salmón, porejemplo, no se limitó a modificar los

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jurados mixtos convirtiéndolos enmagistraturas de trabajo sino quepromulgó una Ley contra el parodestinada a fomentar el empleo através de la financiación de empresasprivadas. Lucia, por su parte,propuso un "gran plan de pequeñasobras públicas" que serviríantambién para disminuir el paro. Lomás probable es que todas estasmedidas, caso de haber sidoaplicadas íntegramente, no hubierantenido el resultado que suspatrocinadores les atribuían, pero,además, muy pronto estos propósitos

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de combatir el paro gracias a lainversión estatal encontraron unaguerrido adversario en la personade Chapaprieta, el ministro deHacienda. Entrado en el Gabinete enmayo, este antiguo político liberalimpresionó inmediatamente a laopinión pública, no sólo de derechas,por la solidez de sus conocimientos,sin duda muy por encima de lamedia: Seco Serrano lo ha descritocomo "un técnico anterior a latecnocracia". Sin duda, Chapaprietaconsiguió éxitos importantes en unasituación política que estaba muy

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poco provista de ellos, como reducirel déficit y aumentar de manerasustancial la recaudación, pero laesencia de su programa, basada enmantener una política fuertementedeflacionista, hacía imposible unadecidida actuación del Estado paracombatir el paro. En realidad, lapolítica económica de Chapaprietano fue otra cosa que unaradicalización de lo que era yahabitual entre los dirigentesrepublicanos de uno y otro signo,pero él quiso aplicarla con unaextremada severidad empleando

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criterios morales para cercenar losgastos y siendo muy poco conscientede la realidad política del momento.En un principio pudo resultar inclusodeslumbrador ante la opinión de losmás preparados pero al poco sepercibió que, a corto y medio plazo,el resultado de sus medidas iba a serimpopular en extremo. Una coalicióncuya efectividad en el poder habíasido escasísima y cuya discordiahabía constituido un espectáculopermanente difícilmente podíaemprender un duro plan deestabilización que ninguno de sus

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componentes considerabanprioritario. No obstante la actitud derigor presupuestario de Chapaprietapareció concluir, como vamos a ver,en un éxito personal cuando enseptiembre de 1935 su voluntad dehacer desaparecer parte de losministerios tuvo como consecuenciauna crisis al no aceptar los agrariosel sacrificio de sus carterasministeriales. Por debajo de la crisis,además, estaba ya la inminencia delestallido de los escándalosadministrativos de los radicales, delos que no tenía noticia más que

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Alcalá Zamora.La crisis resultó más

complicada que nunca y de ello tuvouna parte considerable de culpa elPresidente de la República que, consu intervención excesiva, lacomplicó hasta el extremo. El nuevoGabinete fue presidido porChapaprieta, quien había impuestosus criterios en materia de reducciónde gasto público hasta tal extremoque refundió en tan sólo uno losMinisterios de Justicia y Trabajo.Resulta significativo que el nuevoPresidente no tuviera tras de sí a

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partido alguno, pues era diputadoindependiente y prácticamente nohabía intervenido en políticapropiamente dicha durante su gestiónministerial en Hacienda, mientrasque los radicales, la opciónrepublicana de centro más votada en1933, quedaban preteridos, al quedarsu presencia gubernamental reducidaa una situación subordinada.

La repetición de la crisis y laausencia de una labor gubernamentalhacían pensar ya en la inminencia delcolapso de la coalición radical—cedista, pero el verdadero comienzo

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del naufragio sólo se produjo con laaparición pública de lasinmoralidades administrativas de losradicales. Sospechas acerca de ellassiempre habían estado presentes enlas mentes de sus compañeros degobierno; eran alimentadas por labohemia burocrática de muchos desus dirigentes y, sobre todo, por latolerancia senil que el propioLerroux tenía acerca de algunos desus colaboradores más cercanos. Elprimer escándalo se produjo en elmes de octubre de 1935 y estuvobasado en la denuncia de unos

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personajes de dudosa moralidad(Strauss y Perl) quienes habíantratado de poner en marcha enEspaña un tipo de ruleta("estraperlo") valiéndose, parahacerlo, de sus influencias en el senodel radicalismo, incluyendo en ellasal propio hijo adoptivo de Lerroux.Lo malo de la denuncia no era laentidad del fraude: a fin de cuentaslos denunciantes no lograron supropósito y el soborno comprobadose redujo a la aceptación de dosrelojes de oro; en ese sentido, comodijo el conde de Romanones, se

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trataba en realidad de "un asunto decalderilla". Sin embargo, incidíasobre un partido que tenía merecidafama de corrupto y uno de cuyosdirigentes parlamentarios eraEmiliano Iglesias, de quien se habíaprobado un caso concreto de cohechodurante el primer bienio republicano.A partir de este momento, de manerainevitable, se diluyó todo cuanto elradicalismo había supuesto deesperanza; fue imposible evitar unplanteamiento político de la cuestión,lo que era impensable en un régimencomo el republicano. Años después

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Pórtela escribiría en sus memoriasque todo el asunto fue "terrible yestúpidamente trompeteado", quizápor el deseo del resto de los partidosde evitar ser salpicados por loocurrido. Por si fuera poco tambiénresultó inevitable que surgierantensiones internas entre los grupospolíticos de centro derecha. MartínezBarrio acusa a la CEDA en susmemorias de haber "colaboradohipócritamente" a magnificar losucedido y, en cuanto a los radicales,la inmediata sustitución de Lerrouxpor figuras de segunda fila de su

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partido tuvo como consecuencia lairritación de éste, lo que todavíaañadió mayor inestabilidad a lacoalición gubernamental.

Por si fuera poco, en noviembrede 1935 se planteó un nuevo caso decorrupción administrativa de losradicales, de mayor entidadeconómica y de una trascendenciapolítica imposible de superar, dadala repetición del fenómeno en unplazo tan corto de tiempo. Unfuncionario, Nombela, denunció queun miembro del partido radical,Moreno Calvo, había librado una

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orden de pago en favor de unacompañía naviera comoindemnización a la misma sin queello hubiera sido previamenteaprobado por el Consejo deMinistros. Un Lerroux débil ydesangelado fue incluso incapaz deenfrentarse a las acusaciones contrasu persona; como escribió Pabón elnuevo affaire no hizo sino "matar aun cadáver".

En realidad fueron dos porque,si bien quedó definitivamenteconsagrada la descalificación delpartido radical, al mismo tiempo se

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demostró por enésima vez laincapacidad de la coalicióngobernante para mantener y llevar acabo un programa unitario y se inicióla senda que llevaba ya a laselecciones de 1936. El tan bienrecibido Chapaprieta empezó aencontrar gravísimas dificultadespara cumplir su programa, queincluía medidas tan poco popularesen plena crisis económica como lareducción de los funcionarios o delas pensiones, así como recortespresupuestarios que afectaron aalgunos de los aspectos más

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innovadores del régimen, como lasmisiones pedagógicas. No le faltabaparte de razón a Azaña cuando dijoque el Gobierno había cercenado unacuarta parte del Estado. Pero,además, las medidas encaminadas alaumento de la recaudación fiscal(por ejemplo, el incremento de losderechos reales), encontraron lacerrada hostilidad de una parte delParlamento y, en especial, del sectormás conservador de la CEDA, Elresultado fue que Chapaprieta acabópor presentar la dimisión endiciembre de 1935. Él atribuye la

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oposición a sus medidas por parte dela CEDA el carácter de "pretexto"para desencadenar la crisis, mientrasque Gil Robles le achaca el habermantenido una posición en excesointransigente. Ambas afirmacionesson parcialmente ciertas y, por ello,revelan la inviabilidad de lasituación política de centro derecha.

La nueva crisis planteó unaposibilidad hasta entonces inédita eincluso impensable un año antes, lade que Gil Robles accediera a lajefatura del Gobierno, ya que todaslas restantes opciones podían

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considerarse fenecidas y la CEDAera el grupo más numeroso delParlamento. Si, no obstante, lasolución no fue ésa, la razón estribaen una radical incompatibilidad entreel dirigente de la CEDA y AlcaláZamora a la que hay que atribuir unaimportancia semejante en el destinopolítico de la República que a laimposibilidad de acuerdo entreAzaña y Lerroux. Alcalá Zamorapuede haber sentido sobre GilRobles los lógicos celos ante quien,mucho más joven, había conseguidovertebrar un partido para la derecha

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española que él nunca tuvo tras de sí.Probablemente tenía razón alconsiderarle, como dice en susmemorias, "muy por encima de unagitador vulgar y muy por debajo deun estadista clarividente". En cambioes posible que su desconfianzaabsoluta sobre su persona y suproclividad a nombrar militares pocorepublicanos fuera exagerada. Esesentimiento, por otra parte,multiplicó la tendencia presidencial,descrita por Martínez Barrio, aconsiderar como "dioses mayores"de la política a quienes habían sido

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antiguos políticos monárquicosliberales. Tanto Chapaprieta comoPórtela niegan (con razón) sucondición de hechura absoluta delPresidente de la República, pero eslógico que Gil Robles lo juzgara asídada la carencia de fuerza política opartidista tras ambos. En estaocasión, como en otras, Gil Robleserró en el juicio acerca de lascircunstancias y en la reacción anteellas. No creyó que si exigía el poderpara sí mismo y sólo para él AlcaláZamora acabara disolviendo lasCortes y cuando ya esta actitud se le

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hizo patente reaccionó con extremaviolencia y con una interpretaciónconspiratoria. En sus memoriasdescribe lo sucedido como "un vastoengranaje para inutilizarpolíticamente a la CEDA" e inclusoañade que, al darse cuenta de lasituación, llegó a percibir "todo elporvenir trágico de España". Tan esasí que, rompiendo con lo que hastaentonces había sido habitual en sutrayectoria política y con las tesisposibilistas de su partido, consultócon varios jefes militares laposibilidad de un golpe de Estado en

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contra de las supuestas violacionesconstitucionales de Alcalá Zamora.Es posible que lo sucedido no pasarade ser una tentación, pero revelahasta qué punto se había hecho difícilla convivencia entre quienes, en elfondo, no diferían esencialmente enlos puntos de vista sobre el rumboque debía seguir la política española.Los inicios de la campaña electoralinmediata abundaron en reticenciasde los principales dirigentes de laCEDA contra del Presidente de laRepública. En esta ocasión, comotambién antes, la gestión de la crisis

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por Gil Robles despertó las críticasde aquel sector de su partido máspropicio a una sincera colaboracióncon el régimen.

El sucesor de Chapaprieta fueuno de esos "dioses mayores" de laantigua política. Manuel PórtelaValladares era un liberal de la épocade Alfonso XIII, cuya presencia en lavida política se debía a su habilidadcomo representante del Gobierno enCataluña y a su posterior gestión enGobernación y que todavía tenía trasde sí menos fuerza política que suantecesor, pues ni siquiera era

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diputado. Su elección mostraba biena las claras el deseo de AlcaláZamora de centrar la vida política desu país, pero también que los mediosempleados dejaban mucho quedesear. No se trataba de una simplehechura del Presidente ni estabasubordinado a él, pero no estaba,tampoco, en condiciones derepresentar algo verdaderamentenuevo o perdurable en la vidapública española. A él se le dio elencargo de construir una fuerzapolítica centrista, pero trató delograrla ya en período electoral con

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"los monárquicos de la víspera, losneorrepublicanos recién nacidos, lamuchedumbre caciquil y los residuosde todos los partidos en período dedescomposición". Se daba cuenta deque tenía que contar con la CEDAporque, según señala en susmemorias, "ni era posible niconvenía destruir a un partido queapoyaba al régimen", pero estaba enlas peores condiciones paraconseguir esta colaboración, dadoslos antecedentes. Dos sucesivosgobiernos por él presididos noestuvieron en condiciones de

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presentarse ante las Cortes y esoobligó a Pórtela a la disolución delParlamento, carente del "auxilio deltiempo para hacerse hueco". En elúltimo de ellos nada menos que seiscarteras estaban ocupadas porquienes no tenían la condición dediputados.

El final de este segundo bieniorepublicano produce la sensación deuna abrumadora falta de previsiónpor parte de todos los protagonistasde la vida política: la disolución seprodujo, como dice Alcalá Zamora,"sin quererla ni ellos ni yo". Lo

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cierto es, no obstante, que desdenoviembre de 1933 se había dado larepetida sensación de que el centro—derecha se caracterizaba por suesterilidad e inestabilidad. Por lotanto, difícilmente puede utilizarse elcalificativo de "negro" para definireste período, porque ni tan siquierallegó a traducir en realidades unprograma y, sobre todo, unaactividad de gestión que apenas siexistieron, a no ser que se entiendapor tal una expresión negativarespecto del pasado inmediato. Enninguna cuestión importante se

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volvió a 1930 sino que la obra delprimer bienio republicanopermaneció sustancialmenteincólume, con tan sólomodificaciones que no fueronfundamentales. A lo sumo se avanzóalgo en la consideración de que elrégimen republicano podía y debíaampliarse hacia la derecha, pero, almismo tiempo, se demostraron lasinsuficiencias de los radicales.Fueron éstas, "la imposible coyundade ellos y los cedistas" (Madariaga)y la indefinición, cuando no lastentaciones reaccionarias, de los

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últimos, las que condujeron a laestéril inestabilidad del período. Sinembargo, debe, tenerse en cuenta quetan culpables de lo sucedido comolos partidos que ejercieron el poderfueron aquellos que permanecieronen la oposición: la extrema derecha,sosteniendo una persistente posicióncatastrofista, hizo todo lo posiblepara frustrar las posibilidades dequienes querían mantener una actitudde posibilismo frente a la Repúblicamientras que la izquierda, alsublevarse, proporcionó los mejoresargumentos a la reacción que decían

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querer combatir.

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División yradicalización de lossocialistas españoles

Antes de tratar de las cruciales

elecciones de febrero de 1936, quepresidió desde el poder PórtelaValladares, es preciso, para poderllegar a comprender sus resultados,abordar previamente el examen dedos sectores políticos que fueronprotagonistas esenciales de la vidapolítica republicana y que durante

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este segundo bienio permanecieronen la oposición. Dada la importanciaelectoral del PSOE y el decisivopapel que había jugado en laproclamación del régimenrepublicano no puede extrañar que aél hagamos alusión en primer lugar;además, durante los años treinta untestigo tan relevante de la etaparepublicana como Madariagaatribuyó a su escisión nada menosque un papel decisivo en el estallidode la guerra civil.

Hubo un fenómeno de base quefue fundamental en la explicación de

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la pluralidad de tendenciassocialistas y sin el cual no es posibleentender ni que éstas se produjeran nique entre ellas predominaraclaramente el sector más radical.Hasta abril de 1931 el PSOE nohabía sido un partidosocialdemócrata, pero la razónestribaba más en su lejanía del poderque en el radicalismo de sus ideas.Partido de la aristocracia obrera,carecía de los votos como parapretender el poder y eso le permitíaman—• tener unos principiosideológicos revolucionarios con los

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que contrastaba fuertemente unapráctica diaria reformista tendente aconquistar mejoras sociales yparcelas de poder político. En estesentido seguía siendo, como en elreinado de Alfonso XIII, un partido"reformista—revolucionario". Eladvenimiento de la SegundaRepública supuso un crecimientodesbordado del socialismo que seprodujo, además, a una velocidadrealmente meteórica: tan sólo desdela proclamación de la SegundaRepública hasta junio de 1932 laUGT pasó de 300.000 a 1.041.000

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afiliados. De este modo se convirtióen la primera fuerza socio—políticadel país, capaz de organizar entre unacuarta a quinta parte de lostrabajadores españoles. La CNTpudo llegar a unos 800.000 a fines de1931 pero luego experimentó undescenso. También lo sufrió la UGTque, en 1934, precisamente cuandose lanzó a la senda revolucionaria,sólo tenía 650.000 y muchos de ellosno pagaban cuotas, lo que explicaque sus ingresos se hubieranreducido a la mitad respecto de1932. Pero su fuerza relativa no

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disminuyó y tendía a crecer al finalde la etapa republicana.

Pero no sólo se produjo esteincremento de afiliados sino que,sobre todo, cambió la procedenciade los militantes, campesinos en casien un 50 por 100. En 1931 el númerode "trabajadores de la tierra" másque doblaba el de las cuatrofederaciones siguientes —construcción, que también habíacrecido mucho, ferrocarril, mineros ymetalúrgicos, más clásicas en elsindicato— lo que revela hasta quépunto había cambiado la base social

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del sindicato. Por si fuera poco unode cada cuatro militantes —es decir,un total de 276.000— estaba en elparo. En estas condiciones, la UGThabía perdido su carácter de reductode la aristocracia obrera. Todo esto,sin duda, debía afectar seriamente almodo de actuación de los dirigentesdel partido que se encontraban ahoracon unas bases poco pacientes con ladisciplinada práctica sindical deantaño. Los dirigentes tradicionalesdel partido eran perfectamenteconscientes del cambio acontecido yde cuáles podían llegar a ser sus

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consecuencias; como dijo Cordero,"ese crecimiento de fuerzas, si noestamos constantemente al lado deellas, podría sernos muyperjudicial". Todas las discusionesen el seno de la UGT están llenas dereproches, por parte de los dirigentestradicionales, a los más jóvenes, por"advenedizos" o por romper lasprácticas habituales del sindicatomientras que éstos últimos, en unprincipio respetuosos ante elliderazgo heredado, acabaron porsublevarse en su contra. Elmaximalismo no fue sólo, por tanto,

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la política de un grupo o el resultadode una influencia ideológica sino laconsecuencia de una tendencia de laspropias bases del partido que notuvieron inconveniente en alzarse encontra de sus dirigentes tradicionalesy convertir el partido en el escenariode enfrentamientos muy virulentos.En Alicante, por ejemplo, laorganización provincial socialistaexpulsó a un diputado moderado,prohibió la difusión de Democracia,el periódico de la tendencia dirigidapor Besteiro, y decidió, por su cuentay riesgo, el abandono de la Segunda

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Internacional. Como es natural nosucedió algo parecido en todas laspartes. En el País Vasco elsocialismo creció, pero lo hizo endonde ya existía, sin que seinterrumpieran las tradiciones dereformismo y coalición con losrepublicanos que venían del pasado.

Si este factor debe tenerse muyen cuenta a la hora de interpretar ladivisión y la radicalizaciónsocialistas hay también elementosambientales y de carácter personalde la mayor importancia paraexplicarlas. Ya hemos visto la

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influencia de los acontecimientos deAustria y Alemania. El partidosocialista siempre había sido ungrupo político cuya aparienciaexterna era de una absolutadisciplina a una direcciónextremadamente sólida y estable.Aunque, en el pasado, lasdivergencias eran mayores de lo quese solía pensar, lo cierto es queahora esa apariencia se destruyó porcompleto. Si se leen los escritos delos principales dirigentes, su prensao sus libros se aprecia el extremadogrado de divergencia a que se llegó

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en el partido. Lo curioso del caso esque todas las posturas de los añostreinta encontraban razones defundamentación en el pasadosocialista de modo que no existió unaruptura radical respecto del pasado,por más que el ambiente lafavoreciera.

De los tres sectores en que sedividió el partido paradójicamenteaquel que más lejos estuvo de poderllegar a alzarse con la hegemonía fueel representado por Besteiro, quehabía sido el principal heredero dePablo Iglesias. La imagen histórica

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que a menudo se tiene del catedráticode Lógica, identificándolo con unapostura puramente liberal, de"humanismo socialista", correspondemás bien a De los Ríos, quien en1935 desempeñaba un papel mínimoen el partido. La relevancia deBesteiro era mucho mayor, pero noestaba en condiciones de aspirar aque se atendieran sus planteamientos.Estos eran marxistas y, en puridad,mucho más sólidos, en cuanto aelaboración doctrinal, que los de susadversarios. Su interpretación, sinembargo, tendía a identificar a Marx

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con una especie de racionalizacióndel impulso de protesta obrero que,de esta manera, era encauzado por lavía del gradualismo. Frente a la"colaboración" con la RepúblicaBesteiro hubiera preferido la"penetración", es decir, no laparticipación en el poder sino lainfluencia en la legislación y en losorganismos de carácter socialreformista. De ahí que acusara aLargo Caballero y a Prieto de"reacciones pendulares" desde elcolaboracionismo a la subversión.Para él la demostración de que esa

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táctica gradualista podía tener éxitoera la "impregnación de socialismo"que se había producido en otrasideologías, incluso en el capitalismonorteamericano, ejemplificado por lapolítica de Roosevelt en los añostreinta. En cambio el exceso deoportunismo llevaba a la "locura". Laverdadera revolución era la acciónsocial encaminada a latransformación del régimeneconómico y no el ejercicio de laviolencia armada. Marx, según él,había repugnado de los medioscoactivos del Estado y, por eso, la

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dictadura del proletariado sólo teníasentido como salida de determinadogénero de regímenes, como el de laRusia zarista. En España, en cambio,una dictadura proletaria hubieraacabado empapada de la sangre delos restantes afiliados sindicalessobre quienes ejerciera el poder. Elsocialismo revolucionario era"mitológico", una expresiónvoluntarista provocada por "unaverdadera invasión de gentes nuevas"que, de hecho, ignoraban la realidadde lo que había sido y debía ser elpartido y el sindicato. La tradición

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de Besteiro fue, quizá, la másauténticamente derivada de Iglesias,pero se sentía ya derrotada de modoabrumador por sus adversarios y, enespecial, por Largo Caballero. Unbesteirista pudo escribir, en 1935,que el porvenir socialista era"pésimo" porque el "ciempiésbolchevizante está solo y señor en elhorizonte proletario y mi marxismosólo puede imaginar que va en buscade una de sus rotundas victorias; sien octubre de 1934 no logró más queGil Robles gobernara... con el máshorrible y estéril derroche de sangre

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obrera, sólo cabe esperar que en elfuturo complete su obra definitiva".Estas frases han sido a menudocitadas como la más dura acusacióncontra Largo Caballero por suresponsabilidad en el estallido de laGuerra Civil.

La antítesis de la postura deBesteiro era, en efecto, la de LargoCaballero. La verdad es, sinembargo, que también teníaantecedentes en posturas anterioresdel PSOE, pues había caracterizadoa éste el aprovechamiento de todaslas posibilidades de acción en el

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marco político burgués. La posiciónde Largo, burócrata sindicalhabituado a estos comportamientos,se entiende desde esta perspectiva,aunque parezca singularmenteinconsistente por lo que parecenbruscos cambios de postura política.Después de haber colaborado con laDictadura, Largo no llegó aconsiderar como algunos socialistas—por ejemplo, Negrín— que supartido era el único republicanoauténtico, sino sencillamente que eneste régimen podía lograr el máximode ventajas en reforma social y poder

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para los sindicatos. Por eso nadiecomo él fue tan entusiasta delcolaboracionismo a lo largo delprimer bienio. El cambio decisivo seprodujo inmediatamente antes o en elmomento del abandono del poder,precediendo claramente a la entradade la CEDA en el gobierno. LargoCaballero empezó entonces aconsiderar liquidada la posibilidadde lograr beneficios de lacolaboración de los socialistas en elpoder, se proclamó revolucionario yfue denominado el "Lenin español".Al adoptar esta postura personificó

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en sí mismo una tendencia potencialexistente en las masas socialistas y,en especial, en dos sectoresconcretos, las juventudes y un sectorintelectual.

Las Juventudes Socialistasmultiplicaron sus efectivos de formamás tardía que el resto del partido yexperimentaron de manera singular laproclividad maximalista quefavorecían las circunstancias. Susdirigentes no sólo practicaban unradicalismo marxista sin paliativossino que despreciaban la "pocilgaparlamentaria" y se consideraban

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"los verdaderos bolcheviques"; notenían inconveniente en manifestarsepartidarios de la ruptura con laSegunda Internacional y de la"depuración" del partido. En cambio,aunque nunca se sintieron satisfechoscon la dependencia de Moscú de loscomunistas españoles, decían que deellos tan sólo les separaban palabras.No tiene, pues, nada de particularque en abril de 1936 se produjera launificación de jóvenes socialistas ycomunistas en las llamadasJuventudes Socialistas Unificadas.Por otro lado, la victoria de esta

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posición maximalista no se entiendesi no por el evidente prestigiointelectual logrado merced a laevolución de intelectuales comoAraquistain. Periodista cuyopensamiento se había movidosiempre en el ámbito delregeneracionismo, Araquistain fuecolaborador de Largo Caballero enel Ministerio de Trabajo y luegoembajador en Alemania. En él se diotambién, en apariencia, un bruscosalto desde el colaboracionismo conla República a la ruptura con ella;con el paso del tiempo admitiría que

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había sido liberal y demócrata, peroque también lo hubiera sido Lenin ensus circunstancias y de las eleccionesde 1936 dijo que acudía a ellas comoa un "acto externo, sin entusiasmo".En él jugó un papel decisivo elderrumbamiento del socialismoalemán ante Hitler y, de su erradodiagnóstico acerca de las razones delmismo, derivó su idea de que erainevitable el enfrentamiento de dosEspañas que no podían convivirentre sí a medio plazo. Desde 1933consideró que sólo había dosposibilidades: la "franca dictadura

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burguesa" o la "franca dictadurarevolucionaria", pues inclusoRoosevelt no suponía más que unafórmula peculiar de fascismo. Deeste modo su propensión fue siemprela de adelantarse al adversario, loque explica lo sucedido en 1934. Porotro lado, Araquistain afirmaba que"las revoluciones son como elnadar", es decir, que se aprendía aactuar en ellas por la simplepráctica. En el ambiente tenso de losaños treinta, con un maximalismo quelas circunstancias sociales de baseno hacían sino alimentar, se puede

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calcular cuál fue el efecto de estegénero de prédicas en los mediospopulares, sobre todo cuandoencontró como portavoces a lar e v i s t a Leviatán o al diarioClaridad.

La evolución de losacontecimientos demostró, sinembargo, que ni Largo Caballero eraLenin ni tampoco se parecía en nadaa él su mentor, Araquistain; esposible que los zares hubieranagradecido que la semejanza hubierasido mayor. En sus memorias LargoCaballero narra la preparación de la

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revolución de octubre de 1934 yafirma que fue deficiente porquemuchos de los que la tenían quehacer en el fondo la temían, aunquemás aún temieran aparecer comoadversarios de ella. Algo parecidocabe achacarle a él mismo porque dala sensación de que, sobre todo,utilizó el maximalismorevolucionario para imponerse a susadversarios del partido sin romperdefinitivamente con su trayectoriareformista y, de esta manera,aterrorizó a los conservadores consus declaraciones mientras que no

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llegó a preparar de modo eficiente larevolución. Su actitud fue, en efecto,una extraña mezcla de voluntarismo yconfianza en el ineluctable desarrollodel proceso revolucionario. Decíacreer en la revolución, pero sucarácter inevitable le sumía pocomenos que en la pasividad. No creyóque los militares se sublevaran en1936 porque eso equivaldría a unaoleada de sangre de la que no seríancapaces y esperó a que losseguidores de Prieto sencillamenteabandonaran la dirección del partidoentregándosela a él. Hosco, de

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formación elemental e incapaz detrascender las pequeñas rencillas enel seno de su partido, Largo siguiósiendo un reformista al que lascircunstancias convirtieron enprotagonista de una revoluciónverbal e improbable. Sus culpasresiden "no en no ser otra cosa quereformista sino en que, siéndolo,pretendió pasar, en el mundo ilusoriode la ideología, por revolucionario"(Julia). Aunque por supuesto no fueúnica, su responsabilidad en elestallido de la Guerra Civildifícilmente puede ser exagerada.

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También es posible encontrarprecedentes de la postura de Prietoen estos momentos en la historia delPSOE de la etapa prerrepublicana ylos más evidentes se encuentran en supropia actuación en Bilbao despuésde la Primera Guerra Mundial. En elpasado el recurso a la revolución delos socialistas no había consistido enel género de incendiariasdeclaraciones que practicaba LargoCaballero, sino en el episódicoempleo de la violencia mezclada conla huelga; otra de las tradiciones delPSOE fue la colaboración con otras

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fuerzas de izquierda. En estos dospuntos se fundamentaba la posiciónde Prieto que, también en este caso,carecía de verdadera preparaciónteórica. En la práctica su actitud sebasaba en la pura y simpleconstatación de la realidad. Fautor engran medida de la revolución deoctubre, pensaba que el PSOE nodebía "circunscribirse a ella" y debíabuscar el momento oportuno parahacerla; autor del programa deaquella ocasión (que, como sabemos,tuvo un impacto pequeñísimo sobrelos acontecimientos) pensó, a partir

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de aquella fecha, que era posible"radicalizar" la República y cumplircon esos propósitos desde el podercon la ayuda de los republicanos deizquierda. Sólo en 1942 se declararía"culpable", ante su partido, suconciencia y su país, de suparticipación en la sublevaciónasturiana, momento del que datatambién su autoproclamación como"socialista a fuer de liberal".

En 1933 —pensaba con razón—"nos ahorcamos con una cuerdatrenzada por nosotros mismos" alacudir en solitario a las elecciones,

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lo que había de evitarse en el futuro.Conservando el apoyo de una parteimportante del partido (incluido eldirigente minero asturiano GonzálezPeña), Prieto estaba en condicionesde enfrentarse a las tendencias másradicales, como efectivamente hizo.Para él existía el peligro de que "nosdejemos ganar por la ilusión deobtenerlo todo... [tras la que] puedevenir la trágica realidad de que nosquedemos sin nada". En los jóvenessocialistas veía un desmedido afánde que todo se ajuste al "moldemarxista" y una utilización de este

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ideario, "como un mecano", cuando"a mayor verbosidad revolucionariale correspondía una menorconsistencia espiritual". Susadversarios le respondieron conparecida violencia: a pesar deproclamar la beligerancia de lasideas Prieto se valdría de la "granalcahueta de la táctica" y, gracias adefender la "coalición permanente"con los republicanos y "lassoluciones diagonales y pactos deVergara", condenaba a su partido y,en especial, a sus juventudes, acastrar sus ilusiones revolucionarias.

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Dado el predominio de losseguidores de Largo Caballero y laimportancia política del PSOE en elpanorama de la vida públicaespañola, parece evidente quecualquier posibilidad revolucionariadebía centrarse de manera decisivaen él. La CNT seguía teniendo unpeso numérico importante aunque,por vez primera en la Historia deEspaña, había sido superada enafiliación por la UGT mientras que,convertida en un sindicatos deparados, su número de cotizantesefectivos estaba por debajo de los

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200.000; además, había perdido sucapacidad de iniciativa durante elperíodo de "gimnasiarevolucionaria" entre 1931 y 1933.La oposición de los treintistas lehabía hecho perder parte de susmejores cuadros, algunos de ellos demanera definitiva, como es el casode Pestaña, que fundó un partidosindicalista, y la revolución deoctubre fue el primer caso deinsurrección violenta noprotagonizada por la centralanarquista aunque en Asturiasparticipara en ella. Desde 1934

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estuvo ya en condiciones de abrirse ala colaboración con otros grupos deextrema izquierda. Además, a lolargo de 1935 se fue haciendopatente la necesidad de reconstruir launidad sindical y los "sindicatos deoposición" volvieron a la CNT ya enel año siguiente. La nueva actitudmaximalista de la mayoría del PSOEplanteaba la posibilidad de unacolaboración con ellos aunque laCNT quiso circunscribirla a la UGT.Si todo esto podía hacer pensar en lacolaboración de la CNT en unpropósito revolucionario común,

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había al mismo tiempo otros factoresque la impedían o la dificultaban.

El principal era laincertidumbre de los anarquistasacerca de lo que significara surevolución en el futuro y la forma deorganizaría, una vez triunfante: en elcongreso de Zaragoza de mayo de1936 hubo un intento de delimitar elcontenido del comunismo libertario,pero se dieron hasta un centenar ymedio de definiciones del mismo. Enel fondo seguía predominando en elanarquismo la visión comunalista yagraria del pasado y sus propios

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intelectuales parecían rebajarse, parahacerse comprensibles, hasta estenivel de simplicidad utópica. ElCongreso abundó en afirmacionespintorescas como recomendar "elcambio de comuna" para quien,afectado por la enfermedad del amor,"quiera amar a la fuerza obestialmente", pero en cambioapenas hubo un estudio serio acercadel papel de los sindicatos en lanueva sociedad. A la altura de eseaño la CNT, mucho tiempo despuésque los sindicatos europeos deidéntica significación, comenzaba a

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entrever la urgencia de una respuestaa problemas como la planificacióneconómica o la participación en lapolítica, pero estaba muy lejos dehaberla perfilado.

El problema del PCE no fuetanto la incertidumbre estratégica eideológica como la parquedad de susefectivos. La verdad es que losantecedentes sectarios y anarcoidesdel partido tardaron mucho endesaparecer y los últimos ecos de losmismos cabe encontrarlos en lasintervenciones de los diputadoscomunistas en las Cortes del Frente

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Popular. No obstante la nuevadirección que sustituyó a Bullejospareció todavía más dócil a laestrategia diseñada en Moscú,proclive ahora a conseguir un frentepolítico más amplio, y la evoluciónhacia los extremos de la políticaespañola, alimentada por lacoyuntura económica y social,facilitó la penetración delcomunismo en el panorama políticonacional. Desde el verano de 1934los comunistas, siguiendo latendencia marcada por su direccióninternacional, empezaron a proponer

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una más sincera política de pactoscon otras organizaciones. Poco antesde los sucesos de octubre ingresaronen las Alianzas Obreras, creadas asugerencia de los comunistasheterodoxos catalanes y fueron,desde luego, los grandesbeneficiarios de la propagandatendente a la exaltación de esefenómeno revolucionario y suposterior mitificación. Pero susefectivos seguían siendo parcos y esoimpidió que el PCE ocupara unaposición central en la políticaespañola. Si en 1931 había obtenido

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tan sólo 60.000 votos, en 1933fueron 400.000 y un diputado cuyaactuación, además, careció deimpacto en la opinión pública.

En esas condiciones no podíaesperarse mucho del PCE comodesencadenante de una revolución enEspaña. Sus verdaderasoportunidades radicaban más bien ensu capacidad de influencia sobreotras fuerzas políticas. Desde 1935el PCE insistió especialmente en elacercamiento al ala izquierdista delsocialismo, a pesar de que con eltranscurso del tiempo las posiciones

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originarias de ambos grupos parecíanhaberse trastocado por completo,pues ahora eran los comunistas másmoderados que loslargocaballeristas. Este acercamientoexplica la posterior unificación delas juventudes en una únicaformación política (aunqueclaramente dominada por quienesprocedían del socialismo) y elingreso de los sindicatos controladospor los comunistas en la UGT. Detodos modos las perspectivas deunidad de ambos partidos erantodavía remotas en el momento de

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estallar la Guerra Civil,principalmente porque lasuperioridad numérica del PSOE lehacía pensar en la posibilidad de unapura y simple absorción de loscomunistas.

Tan sólo en Cataluña se llegó ala formación del Partit SocialistaUnificat de Catalunya con las ramasregionales de los partidos nacionales—PSOE y PCE— y pequeñosgrupúsculos de significación yprocedencia catalanista. Lo sucedidoen este caso se explica por la alianzade sectores de mínimo peso

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específico frente a la tradicionalhegemonía de la CNT. Ya en 1933 elPSOE se había incorporado a la UnióSocialista de Catalunya, un partidomínimo y de significación intelectual.Las conversaciones para formar unpartido marxista unitario se iniciarona comienzos de 1935 con laparticipación de los dos sectoresragionales de los partidos nacionalesy el minúsculo Partit CátalaProletari, dirigido por Compte, quienprocedía del partido de Maciá.Cuando la unificación se produjo elliderazgo le correspondió a personas

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procedentes del socialismocatalanista, como Comorera, pero elcontenido programático yorganizador se atuvo al leninismo yal centralismo democrático. Era laprueba de una propensiónmaximalista que no apareció deforma exclusiva en la izquierda sinotambién en la derecha.

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Fascismo en España

Existe un curioso paralelismo

entre la derecha y la izquierda enrelación con la fuerza respectiva quelos sectores más extremistas teníandentro de cada una de estastendencias. A diferencia de losucedido en otros países, como Italiao Alemania, la influencia directa decomunistas y de fascistas fue enEspaña francamente reducida hasta elmomento del estallido de la GuerraCivil. Otra cosa es que los estilos

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respectivos de esos dos movimientostotalitarios dieran incluso lasensación de impregnar el conjuntode la vida política española. Lainfluencia de la derecha extrema enEspaña fue considerable, pero eseúltimo miembro de ella que fue elfascismo todavía representaba acomienzos de 1936 una fuerza socialy política desdeñable y marginal,incluso en mayor grado que elcomunismo, del que ya se ha hechomención. Dividido, y sin apenasrepresentación parlamentaria, suúnico éxito había sido el conseguido

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en los medios estudiantilesuniversitarios en los que quizáresultaba ya predominante, tal comoel propio dirigente del partidocomunicaba a quienes le ayudaban enel extranjero.

Un nuevo posible paralelismoentre el comunismo español y laFalange reside en que el fascismoespañol resultó un movimientoplural, aunque siempre de escasaentidad. Antes de la proclamación dela República había existido un ciertofascismo intelectual del que fuerepresentante característico Giménez

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Caballero, editor de La GacetaLiteraria y admirador entusiasta deMussolini, con cuyas organizacionesinternacionales mantenía contacto.Pero en lo que se refiere a grupospolíticos propiamente dichos huboque esperar a 1930 para que secrearan algunos al menosremotamente semejantes al fascismoitaliano. Los llamados "legionarios"de Albiñana, aparecidos en losmomentos finales de la Monarquía,tuvieron una significación muyconservadora en lo social y un puroactivismo violento que no tenía de

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propiamente fascista más que laliturgia. En cambio Ramiro LedesmaRamos, fundador de la revista LaConquista del Estado y personaje deuna cierta vitola intelectual, en lo quetenía de revolucionario ynacionalista pareció más asimilablea las categorías del fascismo. Suentusiasmo por Hitler, su oratoriademagógica y su indudableproclividad a los procedimientosviolentos convirtieron a las Juntas deOfensiva Nacional—Sindicalista porél fundadas en el sector más radicalde la Falange posterior. Otro sector

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que formaría parte de ella sería elgrupo procedente del sindicalismocatólico agrario vallisoletanofundado por Onésimo Redondo. Sinembargo todos ellos no pasaban deser más que grupúsculos fácilmentecontrolados por las fuerzas deseguridad que detenía a susmiembros caso de creer en unpeligro, aunque fuera remoto, para laRepública: así sucedió, pbr ejemplo,en agosto de 1932, momento en quelos dos líderes citados fueronperseguidos por la policía. Pero aesta altura cronológica sí existía en

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España un marcado interés en losmedios de la derecha extrema por elfenómeno fascista italiano. Seremontaba a los años veinte enciertos círculos militares y delmaurismo pero durante la Dictadurahabía quedado hibernado por falta deadversarios a los que combatir. Estossobraban ya en los años treinta y deahí que hubiera el proyecto depublicar un diario llamado ElFascio, cuyo inspirador era unantiguo director del diario maurista yla Unión Patriótica de Primo deRivera. La posibilidad de que

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apareciera tal publicación provocóuna conmoción en la opinión deizquierdas, lo que sirvió depropaganda y caldo de cultivo almovimiento. Durante los mesesiniciales de la vertebración de unfascismo español se empleó sinningún reparo esta denominación quesólo luego sería evitada. Nada detodo lo reseñado tuvo verdaderatrascendencia hasta la aparición, en1933, de Falange Española. Asícomo el resto de los grupos designificación más o menos proclivesal fascismo carecían de un liderazgo

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conocido y de un simbolismopersonal relevante, Falange los tuvoen José Antonio Primo de Rivera, elhijo mayor del dictador. Nacido enuna familia en la que, durante tresgeneraciones, los varones se habíandedicado al Ejército no puedeextrañar que, en un principio,pensara en esta profesión, aunqueacabó siendo abogado con bufete decierto prestigio y muy celoso de quese le reconociera su valía. Lapersonalidad de Primo de Rivera,atractiva incluso para algunos de susadversarios, resultaba una mezcla de

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elementos difícilmente compatibleso, como escribió Ledesma, de"contradicciones de tipoirresoluble". Esta afirmación parececierta si tenemos en cuenta que, porejemplo, aunque dirigente de unpartido antiparlamentario, se sentía agusto en los debates de las Cortes.Tímido a veces y retraído en otras,en ocasiones estallaba en él uncomponente colérico que lo llevaba ala agresión violenta. Desdeñó confrecuencia las habilidades de losprofesionales de la política, sobretodo las más caracterizadas de su

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doctrina —"serviría para todo menospara Caudillo fascista", dijo de símismo— e incluso su vocación porla vida pública nació más que nadapor el deseo de reivindicar lamemoria de su padre. No podíaaceptar que se elevaran voces contrasu progenitor en cuyo régimen viouna especie de germen titubeante delideal fascista que quería imponer enEspaña. A diferencia del Dictador,sin ser propiamente un intelectual,tenía cultura y gustos literarios ("Yohe nacido para ser un matemático delsiglo XVlll" confesó a uno de sus

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amigos). En este terreno sus gustosestaban relativamente cercanos almundo liberal, pues preferíaUnamuno a Maeztu y Lorca a Pemán.

Es posible que el movimientofundado por José Antonio Primo deRivera tardara en emprender elcamino hacia el empleo sistemáticode la violencia, pero Falange fue unode los principales partidos que lapracticó durante el segundo bienio.Desde un principio empleó unlenguaje violento que resultóprovocativo porque existía ya enEspaña la imagen de lo que estaba

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sucediendo en otras latitudes y unatáctica de confrontación callejeracontra el adversario de izquierdasque podía llegar al asesinato. Losprimeros muertos entre los lectores yrepartidores de prensa falangista seprodujeron en enero de 1934 y sóloen junio mataron los falangistas peroesa posibilidad existió en elmovimiento desde un principio,como se prueba por el hecho de quelas fichas de afiliación contenían lamención de que el que la rellenabatenía (o no) "bicicleta" (es decir,pistola). Dentro de Falange hubo,

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incluso, un sector que veía en ella larazón de ser de su grupo político y notuvo inconveniente en que se lautilizara como puro brazo armado dela derecha. Con todo, la mayorcontradicción de Primo de Riveraconsistió en proclamarse dirigente deun grupo político que afirmaba suvoluntad revolucionaria y detransformación social, pero cuyasconexiones con las clases altasespañolas eran siempre patentes. Losdos diputados que hubo en 1933fueron nobles, elegidos por lossectores más conservadores de

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Cádiz, mientras que el partido fuesubvencionado por los monárquicosy Sancho Dávila, fundador de laFalange sevillana, afirmó haberhecho prosélitos "entre los consociosdel Aeroclub". El propio Primo deRivera tenía aprecio a su títulonobiliario, a su condición decaballero de una orden militar y almodo de vida de las clases altas.Entre sus papeles íntimos seencuentran frases que permitendescribirlo como un señorito, comola de que "entre las mujeres laicassólo son tolerables las que salen un

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poco golfas". En definitiva, no lefaltaba razón a Unamuno cuandoafirmó que Primo de Rivera "esdemasiado fino, demasiado señoritoy, en el fondo, tímido para ser un jefey, menos aún, un dictador"

Las contradicciones personalesde Primo de Rivera eran también lasde su partido y unas y otras explicanque la vida de este último abundaraen escisiones y testimonios deindisciplina. Falange fue fundada enoctubre de 1933, en un acto queapareció en la prensa como "deafirmación españolista" pero

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permaneció casi desapercibida; seincorporaron luego a ella las JONS,pero las relaciones con el grupo deLedesma fueron siempre conflictivas.Es lógico que así fuera porqueLedesma veía en ella tan sólo"señoritos muy ricos, militares enretiro por la Ley Azaña yterratenientes de provincias". En unprincipio la dirección del grupo fueun triunvirato pero, al concentrarse elpoder en Primo de Rivera, losjonsistas se separaron a fines de1935. En realidad Ledesma, queopinaba que en España "las derechas

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son aparentemente antifascistas y enmuchos extremos esencialmenteantifascistas y las izquierdas sonaparentemente antifascistas y enmuchos aspectos y pretensionesesencialmente fascistas", queríaradicalizar el movimiento hacia laizquierda dándole un contenido mássocial y revolucionario. Por esodecía que sus seguidores preferían "alas camisas negras de Mussolini lasrojas de Garibaldi". Pero no fuerontan sólo las escisiones por culpa deeste sector izquierdista las quepusieron en peligro la unidad de un

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movimiento político tan pequeñosino también las procedentes de loque podríamos denominar la derechadel mismo. En 1934 Primo de Riveradebió enfrentarse con quienespracticaban un activismo tan violentocomo carente de norte y con aquellosque fueron atraídos por losmonárquicos, como Ansaldo o elmarqués de la Eliseda; el propioCalvo Sotelo trató de integrarse enlas filas falangistas sin lograrlo, enparte por la aversión que hacia élsentía el dirigente falangista. Dadasestas circunstancias no puede

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extrañar que, a comienzos de 1936,Falange fuera, sobre todo, un partidopolítico de jóvenes universitarios sinfuerza electoral propia ni menos aúnimplantación en medios sindicales oproletarios.

Por eso ha podido decirse deFalange que era una "mimesisdesafortunada" de los fascismoseuropeos de la época. Ledesmamismo, al escribir sobre el"Fascismo en España", puso el títulode su libro entre interrogantes y algoparecido pensaba Araquistain, quienno acababa de creer en la existencia

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en España de este tipo demovimiento. Más adelante, durante laGuerra Civil, Azaña diría que enEspaña podría haber fascistas perono habría fascismo sino un régimenclerical y militar, más adaptado a latradición de lo que había sido laderecha tradicional española. Estaafirmación resulta, muyprobablemente, acertada. En Españano existía en 1936 una tradiciónnacionalista laica como la quealimentó el fascismo italiano, nilíderes descontentos de la izquierdadeseosos de inventar una revolución

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nacional, como en Inglaterra oFrancia. Tampoco se dieron lascondiciones de la Europa del estepara que el antiparlamentarismofascista satisfaciera a unas masasque, de otro modo, podían estar en laizquierda. Pero, sobre todo, lasmasas derechistas españolasbuscaban no un Mussolini sino unKolchak, el general ruso blanco de laetapa revolucionaria, y eso lopodrían encontrar más fácilmente enlos partidos más tradicionales nopropiamente fascistas pero sí"fascistizados". De la misma manera

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que les sucedía a los comunistas,Ledesma veía el porvenir delfascismo español en grupos como laJAP o, en cierto sentido, losmonárquicos o los tradicionalistas.

No puede extrañar que así fuerasi tenemos en cuenta el lenguajehabitualmente empleado por todosestos sectores. La JAP sedenominaba a sí misma "nimonárquica ni republicana sinoimperialista". En 1934 cuando, sobretodo en el Parlamento, Calvo Soteloempezó a desempeñar la jefaturaefectiva de los monárquicos

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alfonsinos, no ocultó que queríaencaminar a España hacia "unareforma totalitaria del Estado". Lasesperanzas de ese monarquismo, queseguía mucho más las tesis deMaurras que las de Hitler oMussolini, residían, sobre todo, enarrastrar al resto de la derecha haciauna dictadura implantada con ayudade militares, pero siempre careció demasas para cuya atracción le hubieraresultado imprescindible uncontenido social y un lenguajedemagógico. Respecto a loscarlistas, en abril de 1934 se produjo

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la sustitución de Rodezno por FalConde en su jefatura. El equipodirigente en el que se apoyó éste erajuvenil y vertebró un auténticomovimiento de masas. Partiendo delas tesis corporativistas yantiliberales de Pradera, lostradicionalistas se identificaron conDollfuss en Austria o Degrelle enBélgica pero siempre consideraronel fascismo como un "hijodegenerado" del tradicionalismo, queera la única doctrina verdadera. Suconvicción de que al final la lucha sedirimiría por las armas no les

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llevaba tanto al pistolerismo fascista(o falangista) como a la organizaciónde una auténtica guerra civil a partirde la creación de milicias propias.De hecho el requeté fue la únicafuerza civil armada con la que pudocontar la sublevación militar de juliode 1936.

Con todo, si bien se mira, todosestos "fascistizados" sólo muygenérica e imprecisamente podríanidentificarse con el fascismo. Lapropia denominación, aparte decarente de contenidos, atribuye unaexcesiva importancia a un elemento

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cuantitativamente menos nutridodentro de la extrema derecha. Lo másapropiado sería llamarlos derecharadical o contrarrevolucionaria. Enel fondo el clericalismo de laextrema derecha española impedía eltotalitarismo y su reaccionarismopuro quitaba sentido a una"revolución nacional" de contenidomodernizador. En ese ambiente nopodía prosperar la Falange, que nopasó de ser un grupúsculo hasta losprimeros meses de 1936 en que lageneralización de la violencia hizoque sus filas se nutrieran de jóvenes

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procedentes de los sectores"fascistizados", aunque la mismarazón de su ingreso en el falangismohace pensar en la superficialidad desu adscripción política.

El Frente Popular y laselecciones de 1936

En páginas precedentes se hahecho mención a la evolución de laderecha y del socialismo durante elsegundo bienio republicano; suconocimiento resulta imprescindiblepara entender el planteamiento de las

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elecciones de 1936, pero no bastaporque es preciso también referirse aotros sectores políticos, tanto de laizquierda republicana como de laderecha no extrema, para comprenderel posterior desarrollo de losacontecimientos.

Mientras que progresaba ladescomposición políticacaracterística de los gobiernos decentro—derecha, en elrepublicanismo de izquierdas seproducía un proceso radicalmentedistinto. La posición política quehabía representado Azaña desde el

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poder había quedado virtualmentevolatilizada como consecuencia delas elecciones de 1933, aunquemucho más en lo que respecta apuestos parlamentarios que ennúmero de votos. Azaña eraconsciente de la necesidad devertebrar políticamente la opciónpolítica republicana de izquierdas,demasiado fragmentada para serviable desde el punto de vistapolítico y, también, para tenersentido como posible colaboradorade los socialistas en una candidaturacomún. La necesidad de unión fue tan

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patente que, ya antes de los sucesosde octubre de 1934, se habían dadotodos los pasos para la creación deun nuevo partido que, al cabo deltiempo, se denominó IzquierdaRepublicana. Ya Azaña, al pretendercrear en el primer bienio unaFederación de Izquierdasrepublicanas, había señalado demanera clara la pauta que siguió elnuevo partido que, desde unprincipio y de manera inequívoca,estuvo dirigido por quienesprocedían del partido AcciónRepublicana fundado por el ex jefe

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de Gobierno. De él formaron partetambién, sin embargo, los radicalessocialistas situados más a laizquierda (Domingo y Albornoz) y lamayor parte de los galleguistas de laORGA, cuyo principal dirigente eraSantiago Casares Quiroga. En elConsejo Nacional del nuevo partidohubo 10 miembros de AcciónRepublicana, 8 ex—radicalessocialistas y 3 galleguistasrepublicanos de izquierda.

El panorama de los gruposrepublicanos dispuestos a colaboraren lo que luego sería el Frente

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Popular se completó con la creación,en el verano de 1934, de la UniónRepublicana en la que, bajo ladirección de Martínez Barrio, seunieron los radicales socialistassituados más a la derecha con losantiguos radicales que habíanabandonado a Lerroux por sucolaboración con la CEDA. Como enel caso del partido de Azaña,también en éste el predominio de ladirección correspondió al sector delnuevo partido que no había pasadopor las filas del radical—socialismo.Lo característico de UR, que contó

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entre sus filas a no pocos miembrosde la masonería, fue una actitudmoderada y centrista perceptible enel lenguaje empleado por MartínezBarrio en sus discursos (dijo, porejemplo, estar contra "la basculaciónpolítica extremada") y también en sustomas de posición anteacontecimientos concretos: mientrasque IR, por ejemplo, negó"solidaridad" ante el gobierno de queformaban parte miembros de laCEDA, UR sólo empleó la palabra"colaboración" para designar igualpropósito e incluso, por ejemplo,

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consideró que la sentencia delTribunal de GarantíasConstitucionales acerca de la Ley deContratos de Cultivos catalana, unavez emitida, tenía que ser cumplida.

Aunque había grandes puntos decoincidencia entre los dos nuevospartidos, en especial teniendo encuenta que ya Azaña había enunciadosu deseo de que se llegara a una"restauración" de la República del14 de abril, sólo a comienzos de1935 se plasmó esta alternativa conla petición de restablecimiento de lasgarantías constitucionales y la

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enunciación de un plan de gobiernoen cuya gestación jugó un papelimportante Sánchez Román,representante del pequeño PartidoNacional Republicano, que al finalacabaría no colaborando en el FrentePopular. Hubo una diferenciaestratégica fundamental entre IR yUR que no era otra que lacolaboración con los socialistas lacual, siendo imprescindible paraAzaña, era poco aceptable para unMartínez Barrio que temía lapropensión revolucionaria deaquéllos. Lo que hizo triunfar la

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postura del primero fue, desde luego,la posibilidad inmediata de accederal poder, vista la descomposición dela mayoría gobernante de centro—derecha, pero también su propiaresurrección como personaje políticodecisivo del régimen republicano.Fue precisamente la persecución delas derechas lo que produjo unareacción a favor de Azaña: casi120.000 personas firmaron unaprotesta por aquélla, testimonio desolidaridad en la que coincidieron unnúmero importante de conocidosintelectuales. Como bien dijo Primo

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de Rivera —juzgando los resultadosdesde el punto de vista de la extremaderecha— "en este caso, el procesoresponsabilista ha resultado undesatino". Con esta base de partidalos grandes discursos de Azaña enconcentraciones masivas en campoabierto consolidaron una ofertapolítica que, además, tendió de formainmediata su mano hacia lacolaboración con los socialistas.Entre éstos, a mediados del año1935, había dos tendenciasclaramente distintas respecto de lacoalición con los republicanos.

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Prieto, siempre partidario de ella,veía ahora, en el crecimiento delgrupo político de Azaña, eltestimonio de su utilidad. AunqueLargo Caballero era mucho másreticente a esa alianza (sobre todocon Martínez Barrio, de quienrecordaba su actitud durante la fasefinal del primer bienio), y siemprequiso recalcar que el PSOE quedaba"libre de cualquier compromiso", elascenso de Azaña, perceptibledespués del discurso de Comillas, lehizo aceptar como inevitable esacolaboración. Fueron, por lo tanto,

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Azaña y Prieto los fautores de laalianza electoral que ha pasado a laHistoria con la denominación deFrente Popular. El PCE, en realidad,aunque hubiera variado su estrategiahasta adecuarla a estecolaboracionismo, no tenía influenciapolítica suficiente como paragestionarla; es más, fue por supresencia en la coalición, respectode la que Azaña sentía poquísimoentusiasmo, por lo que SánchezRomán acabó desligándose delFrente Popular después de habercontribuido de manera decisiva a la

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redacción de su programa. Por otrolado, la entrada de los comunistashizo desaparecer las reticencias queen determinados medios —lasjuventudes socialistas y el POUM,por ejemplo— había contra unafórmula que impedía el "FrenteObrero" por ellos patrocinado. Enfin, para comprender la gestación delFrente Popular es preciso tener encuenta también que incluso quienes,por su significación anarquista, nohabían votado nunca hasta entoncesveían con entusiasmo una posiblevuelta al poder de la izquierda

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parlamentaria. Peiró, por ejemplo,principal de los dirigentes treintistas,anunció que, por vez primera en suvida, iba a acudir a las urnas.

El Frente Popular fue, en estascircunstancias, un instrumento idealpara obtener la victoria en laselecciones, aunque luego sedemostraría mucho menos apto parael ejercicio del poder. Resultó capazde sumar fuerzas muy heterogéneassin descubrir las reales divergenciasentre los sumandos. En realidad, nose produjo un acuerdo entre partidostan distintos como el de Martínez

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Barrio y el POUM, sino que losrepublicanos se pusieron de acuerdocon los socialistas y éstos a su vez lohicieron con los grupos situados a laizquierda. No hubo nunca, durante elperíodo electoral, comités localesdel Frente Popular que dieransensación de unión irreversible, nitampoco mítines comunes en dondese pudieran apreciar las abismalesdivergencias existentes entre unAzaña y un Nin, por ejemplo. Lapropia manera de negociar lascandidaturas contribuyó a dar uncarácter más moderado a la

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colaboración electoral, puesto que nohubo una proporción entre los votosconseguidos en 1933 por la izquierdarepublicana y los puestos atribuidosa IR y UR en la candidatura delFrente Popular. El programaelectoral resultó un catálogo dedivergencias entre la opciónrepublicana y la más izquierdista enmaterias tan decisivas como lareforma agraria o el orden público,pero, al menos en comparación conlo sucedido en la derecha, fue todoun resumen de propósitos degobierno, tan sólo algo más avanzado

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que el del bienio reformista delperíodo 1931—1933. Por parte deAzaña existió una muy explícitavoluntad de identificarse, a sí mismoy a la opción que dirigía, con laRepública del 14 de abril, frente a lacorrupción y el reaccionarismo delos dos últimos años: no dudó endeclararse burgués y a veces eludíala denominación Frente Popular paraemplear una más genérica e inocuacomo la de "coalición deizquierdas". A lo largo de lacampaña electoral, los candidatos deizquierda, con la excepción de las

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prédicas maximalistas de losseguidores de Largo Caballero, seexpresaron moderadamente y dandola sensación de situarse a ladefensiva frente a la reacción. Esmuy posible, incluso, que nocreyeran en la posibilidad de lograrla victoria electoral que de hechoobtuvieron. La elaboración rápida ycentralizada de las candidaturas y ladisciplina con que fueron acogidastuvo como consecuencia evitar unadispersión del voto izquierdista quesí se dio en el de derechas.

El panorama de estas últimas

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fue, desde luego, muy distinto. Delsegundo bienio en el que habíanpermanecido en el poder salieroncon la amargura de la esterilidad,pero también con la evidencia de quediscrepaban en aspectosfundamentales. La elaboración de lascandidaturas resultó alambicada ypoco ejemplar. Por un momentopareció que Gil Robles —queempezó el período electoral atacandoa Alcalá Zamora mientras que lasjuventudes de su partido sepronunciaban en términos de unamanifiesta inconstitucionalidad—, se

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iba a decidir por una colaboraciónexclusiva con la extrema derecha.Poco a poco, superada la reaccióntemperamental de su principaldirigente, la CEDA fue decantándosehacia los grupos republicanos detendencia moderada. En algún casoGil Robles debió hacer verdaderossacrificios a la hora de laelaboración de las candidaturas,sobre todo respecto del partidocentrista que Pórtela Valladaresquería crear desde el poder. Comoen anteriores ocasiones la Leyelectoral imponía alianzas lo más

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amplias posibles y por ello resultabaimprescindible la colaboración conel presidente del Consejo, a pesar deque éste tuviera muy poca fuerzapolítica propia. Pórtela Valladaresestaba guiado de buenos propósitos,como era formar un grupo políticocentrista que evitara elenfrentamiento entre derechas eizquierdas; sus expectativas de llegara cien diputados eran, sin embargo,demasiado optimistas y, sobre todo,los métodos para lograrlo eran porcompleto inadecuados a lascircunstancias que vivía España.

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Pórtela reconoce haber tratado deatraer a "elementos de vieja cepaliberal y democrática, retraídos de lapolítica" y haber obtenido el apoyode "personalidades de alta calidadfinanciera", pero, en realidad, todoeso no significaba más que laresurrección del antiguo caciquismocon la ayuda del poder del Estado,utilizado de una manera que muchasveces poco tenía de imparcial. Apesar de que con el transcurso deltiempo se fue logrando unacandidatura unitaria, perduraroncasos de indisciplina, inevitables

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dadas las circunstancias. Fue, porejemplo, imposible marginartotalmente a unos radicales endescrédito, aunque conservaronalgunos puestos en las listas decoalición, o aceptar, al mismotiempo, las pretensiones excesivas demonárquicos y de cada uno de lospequeños grupos republicanos. SiFalange no estuvo presente en lascandidaturas de derechas eso nosirvió para darles un aspecto másmoderado, porque los monárquicoshicieron declaraciones parecidas alas que podrían haber salido de los

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labios de seguidores de Primo deRivera. Resulta muy significativo quela derecha fuera incapaz de elaborarun programa electoral porque ellodemuestra su división aunque, porotro lado, el hecho de que no seredactara debió nacer del deseo de laCEDA de evitar declaracionesprogramáticas demasiado estridentes.A pesar de que la derecha repartióenormes cantidades de propagandasu contenido distó mucho de seróptimo: lemas de la CEDA como"Todo el poder para el Jefe" y"Contra la revolución y sus

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cómplices" tenían un carácter casisubversivo o englobaba a losseguidores de Martínez Barrio entrelos segundos; "A por los trescientos"era pretencioso e incongruente, puesni siquiera el partido católico teníatal número de candidatos; "Por Diosy por España" encerraba lamentablesconfusionismos religioso—políticos.

El resultado electoral constituyóuna sorpresa total, que no se hubieraproducido de haber tenido en cuentaque los resultados electorales de1933 habían mostrado una ciertaequivalencia en el sufragio entre las

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dos grandes fuerzas políticas, entanto que cuanto favoreció a Lerrouxen 1933 benefició ahora a Azaña. Sitenemos en cuenta el número desufragios España aparecía en febrerode 1936 dividida en dos tendenciassensiblemente semejantes: el FrentePopular, de acuerdo con los mejorescómputos, habría obtenido el 34,3por 100 del electorado, la derecha el33,2 por 100 y el centro no unido a laderecha el 5,4 por 100. Por supuesto,como ya había sucedido en 1933, lasituación parlamentaria no traducíaeste virtual empate sino que daba una

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cómoda mayoría al Frente Popular.Las dos razones más importantes queexplican la victoria de éste son elcambio en la actitud de losanarquistas y el descalabro de losradicales. Pórtela Valladares fueconsciente por vez primera de laderrota de centro y derecha cuandovio que, en Cádiz, donde los votos decentro y derecha habían crecido algo,los anarquistas, con su voto, habíandado una ventaja considerable alFrente Popular. Asimismo, es muyposible que la masa moderada yrepublicana, que en 1933 había

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considerado a Lerroux unaesperanza, atribuyera ahora esemismo carácter a Azaña. Por otrolado, la CEDA conservóprácticamente el mismo número devotos que había logrado en 1933 eincluso creció levemente respecto delos pequeños grupos republicanos decentro. En cualquier caso losmonárquicos no amenazaban enabsoluto su hegemonía en el seno delespectro derechista.

Se ha dicho que los resultadosde estas elecciones son unantecedente de la Guerra Civil y esta

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afirmación sólo es cierta en elsentido de que la geografía electoralde febrero de 1936 tiene unamarcada semejanza con el plano delas primeras operaciones bélicasdespués de julio. Sin embargo, no sepuede decir de ninguna manera que,en el momento de realizarse laconsulta electoral, las posibilidadesde convivencia estuvieran yadefinitivamente arruinadas. Engeneral, da la sensación de que elelectorado mostró su predilección,en cada candidatura, por los másmoderados aunque también es

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posible que éstos fueran másindisciplinados. De cualquier modo,la lista de Madrid del Frente Popularquedó encabezada por Besteiro,mientras que el último puesto loocupaba Largo Caballero. Esposible, además, que una razóncomplementaria para el triunfo delFrente Popular resultara,precisamente, de esa condiciónmoderada de su propaganda y de suscandidatos en este momento. Contoda probabilidad los partidossituados en el extremo del arcopolítico partidista acabaron

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penalizados por el elector. Falange,por ejemplo, apenas obtuvo entre40.000 y 60.000 votos sobre unelectorado de trece millones depersonas. Incluso es probable que loscomunistas no hubieran obtenidoningún escaño de no haber ido suscandidatos incluidos en las listas delFrente Popular; lo mismo puededecirse, por supuesto, de losgrupúsculos situados más a laizquierda: no hubieran tenidopresencia en el Parlamento. Laaparente desaparición del centro noera real porque estaba provocada por

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la Ley electoral y porque habíamoderados tanto en las listas delFrente Popular como en las de laderecha. Además, la salvación de laRepública dependía de personascomo Prieto o Giménez Fernández,mucho más que de Pórtela. Endefinitiva, la victoria en laselecciones no había correspondido auna subversión por la derecha o laizquierda sino a la postura de Azaña,que, a fin de cuentas, durante lacampaña electoral se había definidoa sí mismo como persona de talantemoderado y reformista.

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La sorpresa por los resultadosfue, sin embargo, tan grande que seexplica que una persona comoPórtela Valladares, que habíapresidido las elecciones y habíafracasado en su propósito de crear unpartido desde el poder, hiciera todolo posible por abandonarlo cuantoantes. En sus memorias pretendejustificar esta actitud afirmando quetanto Gil Robles como Franco (alque, sin embargo, califica de"republicano") le propusieron queejerciera una dictadura. Pordescontado, en los términos en que

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esta sugerencia se planteó, resultabainjustificable tanto más por laimportancia, política y militar, dequienes la hicieron. Los testimonios,concordantes en esto, de AlcaláZamora y de Martínez Barrio hacenpensar, sin embargo, en que la"dimisión—huida" de Pórtela, comola califica el primero, no tuvo comomotivo el descrito (que habríadebido provocar la resistencia y noel abandono) sino el reconocimientode una verdadera incapacidadpersonal para enfrentarse con lasituación.

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El Frente Popular en el

gobierno

Abandonado el poder por unPórtela que hubiera debido esperar ala constitución de las nuevas Cortesinmediatamente fue nombrado Azañapara sustituirle. Al Gobierno llegabade nuevo el dirigente de IzquierdaRepublicana en una situación másconfortable que la anterior, pues supartido político tenía casi tres vecesmás diputados que la AcciónRepublicana del primer bienio y,

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contando con Unión Republicana,alcanzaba a tener cuatro veces más.El núcleo dirigente de su partidoseguía constituido, sin embargo, porlos miembros de aquel grupointelectual que le siguieron en laprimera hora: la mitad de losministros de su gobierno tenía esaprocedencia. Algo se habíamodificado el carácter de Azaña, sinperder, no obstante, su habitual tonodesdeñoso respecto del adversariopolítico: cuando le visitó GiménezFernández mostrando la actitudcolaboradora de la CEDA lo

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atribuyó al temor y a una actitud ilusaque quería hacer compatibles la fecatólica y la reforma social. Peroahora, al llegar de nuevo al poder,partió de una voluntad manifiesta demantenimiento de la convivencia enla que juzgaba, con razón, como"postrera coyuntura del régimenparlamentario" que debería quedarfecundado por "el acceso al poderpolítico de nuevas clases sociales".Este lenguaje distabaconsiderablemente del empleado porél mismo durante el primer bienio.Sin embargo esto no quiere decir que

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no fuera consciente de lasdificultades que podía tener, puestoque a su círculo íntimo le confió que"lo mejor hubiera sido que laselecciones se perdieran". Las"palabras de paz" del nuevo jefe deGobierno fueron acompañadasademás de gestos concretos: porejemplo, tal y como le pidió laderecha, no nombró a Casares, muydesprestigiado tras el primer bienio,ministro de la Gobernación, ni seatribuyó a sí mismo la cartera deGuerra, que desempeñó el generalMasquelet. También la CEDA, el

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principal partido de la oposición,que ignoraba la actitud mantenida porsu líder tras las elecciones, mantuvoesta posición de colaboración para laestabilidad de las institucionesrepublicanas. Buena prueba de elloes que un Gil Robles desorientado yconfuso entregó a GiménezFernández la dirección de la minoríaparlamentaria cedista. El antiguoministro de Agricultura decía porestas fechas que "Dios nos haenviado la derrota para evitarnos unmal uso de la victoria" y erapartidario de un claro decantamiento

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de la CEDA a favor de lasinstituciones republicanas. El propioMartínez Barrio, antiguo opositor ala presencia en el poder de la CEDA,creyó ver una actitud colaboradoraen ella "si el Gobierno abría paso auna política conciliadora".

La realidad, sin embargo, habríade invalidar no mucho tiempodespués estas perspectivashalagüeñas. Los deseos de paz deAzaña y de buena parte de losdirigentes del Frente Popularempezaron por ser traicionados a lahora misma de la discusión de las

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actas electorales. Como en el restode las consultas de la etaparepublicana, también en éstas hubocasos de corrupción, practicada porla derecha cuando estaba en el podery por las izquierdas inmediatamentedespués de que Pórtela loabandonara. El Frente Popular, sinduda, obtuvo por procedimientoshonestos una mayoría parlamentariasuficiente, pero a la hora de discutirlas actas en las Cortes, con laparticipación de alguna figuraimportante de la coalición triunfante,no tuvo inconveniente en tratar de

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aumentar esa mayoría medianteprocedimientos partidistas. Lautilización de criterios cambiantes,según la significación política delbeneficiario del escaño, llegó a talesextremos que el propio Prieto dimitióde su puesto en la Comisión de Actasy parece haber pensado en suretirada de la vida política. Tan sólouna rectificación de última hora deIzquierda Republicana permitió que,en contra de la opinión de losextremistas, Calvo Sotelo ocupara elescaño para el que había sidoelegido. Al anunciar la retirada

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temporal de las Cortes de la minoríade la CEDA como consecuencia deesta actitud, Giménez Fernándezseñaló, con razón, que la actuaciónde la izquierda suponía "lasustitución de la voluntad popular,base del régimen democrático, por elimperio absoluto de una mayoríadiscutible" y que con ello se jugabanada menos que la "suerte delrégimen".

Aunque la CEDA volvió alParlamento, la actitud del FrentePopular no cambió. Cuenca fue, porejemplo, una de las provincias en

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que, de acuerdo con su tradiciónelectoral y los primeros resultados,había vencido la derecha, pero laselecciones fueron anuladas. En larepetición se presentó José AntonioPrimo de Rivera cuya acta tampocofue aprobada. En Granada, dondesucedió algo parecido, la candidaturade la derecha tuvo una significaciónmuy beligerante y nada propicia amantenerse en el ámbitoconstitucional: estuvo formada porcinco cedistas, cuatro falangistas y un"independiente", el coronel Várela,en realidad instructor del Requeté

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carlista. Aun por completodiscrepante de los planteamientospolíticos de Primo de Rivera, denuevo en esta ocasión GiménezFernández defendió su escaño,indicando que sería más peligrosopara la democracia el olvido de loscriterios objetivos que la presenciaen el Parlamento de un diputadofascista. Tampoco en esa ocasión fueoído el diputado de la CEDA, aquien le asistía toda la razón.

Los juicios de personalidadesinequívocamente republicanas sobrelo sucedido con ocasión de la

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discusión de las actas resultanabiertamente condenatorios delFrente Popular: Alcalá Zamoraafirma que "nada semejante" se habíaproducido en la, de por sí, pocorespetable historia de las eleccionesespañolas y Martínez Barrio aseguraen sus memorias que fue "tanto másdeplorable la liquidación de la luchaelectoral cuanto que se trataba desatisfacer el apetito de unoscandidatos no muy seguros de susderechos sacrificándoles la posiblenormalidad del Parlamento y lalimpia ejecutoria de la mayoría que

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en buena lid había obtenido el FrentePopular". Lo peor del caso es que noera éste el único terreno en que susdirigentes mostraban sectarismo. Elgobierno procedió a disolveraproximadamente la mitad de losayuntamientos españoles, no amnistióa los militares acusados de permitirla represión extralegal en Asturias —pero sí a quienes se habíansublevado—, actuó de formapartidista en lo que respecta a laAdministración de la Justicia ydiscriminó a los miembros de laGuardia Civil y del Ejército de los

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que desconfiaba —en buena parte delos casos con razón—.

El propio Presidente de laRepública fue el sujeto paciente deotra medida del Frente Popular quecarece de justificación política yconstitucional. Alcalá Zamora prontose enfrentó con el Gobierno alparecer, principalmente, por lagestión de Amos Salvador enGobernación, "la improvisación másinepta, negligente y dañosa de quehaya recuerdo" y pidió la destituciónde algún gobernador que nocontrolaba la situación del orden

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público; de hecho, sus quejas debíantener algún fundamento como lodemuestra el hecho de que cinco deellos fueron relevados. Es indudableque Alcalá Zamora ya era muyimpopular en todos los sectorespolíticos, aunque no siempre conjusticia, y prácticamente no selevantó en su favor voz alguna en elParlamento. Los dirigentes del FrentePopular pueden haber tenido laimpresión de que el Presidenteestaba dispuesto a darles la batalla oa contribuir a su división pero ni auneso justificaría su postura. El

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procedimiento para lograr esadestitución bien merece elcalificativo de inaceptable: setrataba de que unas Cortes cuyacoalición mayoritaria, que estaba enla oposición en el períodoprecedente, había venido reclamandodurante toda la legislatura anterior ladisolución del parlamento declararanahora que el Presidente obróincorrectamente cuando procedió aella. Para mayor incoherenciaMartínez Barrio, presidente de estasCortes, había suscrito un decreto enel que se decía que la disolución de

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las Constituyentes no contaba paralas dos atribuidas en el cómputo decada Presidente de la República.Hubo quien sugirió al Presidente querecurriera a la fuerza para evitar sudestitución, pero, con independenciade que eso hubiera acabado en nada,Alcalá Zamora nunca fue partidariode esos procedimientos. No fueronpocos los miembros del FrentePopular que no estuvieron deacuerdo con esta medida, aunquenada hicieron por evitarla: GordónOrdás se describe en sus memoriascomo "indignadamente disconforme"

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y el propio Martínez Barrio dicehaber sentido una "vivísimacontrariedad" al conocer el propósitode Azaña, principal responsable delo sucedido; incluso —según Pórtela— "nadie, absolutamente nadie"parece haber estado de acuerdo en lajusticia de tal medida. Sin embargo,no hubo protestas contra ella y lasustitución del Presidente "lógica ymoralmente inconcebible"(Pabón) ola "tragicomedia política másincreíble que la imaginación másloca pudo entonces haber concebido”(Madariaga) no sólo constituyó una

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transgresión de la legalidad sino que,lejos de disminuir las dificultadespolíticas del Frente Popular lasagravó considerablemente porqueempeoró el conjunto de la situaciónpolítica en el país. Así se demuestra,en primer lugar, por el hecho de quea las elecciones de compromisariospara nombrar nuevo Presidente de laRepública no se presentó la derechacatólica, lo que implicaba sualejamiento del marco deconvivencia democrática. Pero peorresultó la elección de Azaña comoPresidente. Aunque se hubiera hecho

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por unanimidad, en realidad bajo ellase ocultaba una discrepanciacreciente en el seno de la coalicióngobernante. Los caballeristas jugaroncon la posibilidad de presentar aAlvaro de Albornoz, mucho másextremista en las ideas y en laexpresión de las mismas, peroacabaron aceptando a Azaña con elferviente deseo de que fracasara ensu gestión ("Así caerá de más alto",dijo Araquistain). Azaña, por sutrayectoria política anterior, nohubiera sido el Presidente másoportuno en condiciones normales,

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pero menos aún en esos momentoscuando era uno de los escasosgobernantes que, desde las riendasdel Ejecutivo, podría haber evitadoel fatal desenlace. Él mismo parecehaberse sentido un tanto fatigado yescéptico ante sus nuevasresponsabilidades: "Ya estamos paraque nos fusilen", fue su comentario ya partir de este momento cabeatribuirle una pasividad culpableante unos acontecimientos que cadadía revestían tintes más dramáticos.

A estas alturas —comienzos demayo— las posibilidades de

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convivencia no habían desaparecidodel todo: "Era posible gobernar",asegura Martínez Barrio, pues "unosy otros, los grupos aferrados a laviolencia, la extrema derecha y laextrema izquierda, aplacaban susímpetus cuando se les hablaba alto".Sin embargo, ya había habido algunadiscusión acerca de la situación delorden público, que constituía el másinminente peligro para la Repúblicaespañola. En unas circunstanciascomo las que vivía el país hubierasido necesario un gobernante conpeso específico y con autoridad,

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aparte de prestigio previo, en laizquierda. Probablemente la personaadecuada, en la imposibilidad de queAzaña asumiera esa responsabilidad,habría sido Indalecio Prieto, pero sucandidatura a la presidenciaparadójicamente fue vetada por sugrupo parlamentario, en el que lamayoría estaba controlada por loscaballeristas. Con tazón uno de losdiputados presentes en la votaciónescribió que "de haber dejado pasarla hora socialista, todos somosculpables" (Vidarte). A quien lecorrespondió, entonces, la jefatura

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del Gobierno fue a Santiago CasaresQuiroga, íntimo de Azaña y personamanifiestamente por debajo de laaltura a la que obligaban lascircunstancias a las que debió hacerfrente. En realidad, su gestión fue unapeculiar mezcla de "inconcebiblepasividad" y "explosiones de cólera"periódicas (Martínez Barrio) queocultaban una auténtica debilidad.Declararse, por ejemplo, beligerantecontra el fascismo cuando lasizquierdas no tenían inconveniente enidentificar a éste incluso con algunossectores del republicanismo

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moderado no tenía otro resultado queprivar gratuitamente al régimen debuena parte de sus apoyospotenciales. Estos eranimprescindibles porque, en realidad,el Gobierno era mucho más débil delo que las declaraciones de supresidente pretendían. Casares, porejemplo, ni siquiera logró lacolaboración de algunos de losministros de Azaña en la etapainmediatamente anterior. Encontrapartida prometió someter a laderecha sin manifestar prevenciónalguna a la actuación ilegal de la

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izquierda o sin estar dispuesto acontrolar sus propias masas.

La actuación gubernamental, alo sumo, resultó decidida a la horade relevar del mando a algunoscargos militares y de orden públicorespecto de los cuales no teníaseguridades en su fidelidad, pero aunen eso, como luego se demostró, fuetimorato, marchando a rastras de losacontecimientos y haciendopoquísimo por aplacar las tensionespolíticas ya desatadas en España. ElGobierno no tomó, en realidad,disposiciones importantes respecto

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de la reforma agraria sino que selimitó a consagrar la legalidad de laespontánea ocupación de la tierra porlos trabajadores en determinadaszonas. En total se instalaron entre100.000 y 200.000 jornaleros en elcampo; con esas medidaslegalizadoras se consiguió hacerdesaparecer las tensiones más gravesdel campo extremeño, pero en otraslatitudes, como en Andalucía, lasocupaciones de tierras y larealización de trabajo, impuestos porlos campesinos a los propietarios, notuvieron otro resultado que el de

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agriar la situación. Algunoscómputos elevan las ocupaciones detierras a un millón de hectáreas, el 5por 100 de la tierra cultivada; lasprevisiones respecto de la cosecha,debido al desorden, calculaban unadisminución de una cuarta parte. Enotras materias la actuación delGobierno no hizo sino aumentar ladesconfianza de las masasconservadoras al radicalizar laversión de la República del primerbienio, a veces en contradicción conel propio programa del FrentePopular. Éste, por ejemplo, había

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previsto la readmisión de lostrabajadores represaliados pormotivos políticos sin perjuicio paralas empresas y sus intereseseconómicos, pero lo efectivamentellevado a cabo fue una especie derevancha de los en otro tiempopreteridos. Las disposicionestendentes a la "republicanización" dela Administración o de la Justiciaresultaron también puramentepartidistas. En cuanto a la sustituciónde la enseñanza religiosa mediante laincautación de colegios,inevitablemente alejaba a los

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católicos de la República, sobre todocuando iba acompañada demanifestaciones en las Cortes comola de que la educación religiosa"prostituía la conciencia del niño".

Respecto a los problemasrelativos a las autonomías regionalesel gobierno también parece haberestado a remolque de las peticionesexistentes. En realidad la difusión delas demandas en este terrenoresultaba, como ya se ha dicho,inevitable, pero en estos momentosde la experiencia republicana sueclosión repentina pudo contribuir,

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en la óptica de la derecha, a unasensación de descomposición.Durante todo el segundo bieniorepublicano las posibilidades de darsatisfacción a las peticiones dedeterminadas regiones se habíanreducido a la nada, pero durante elgobierno del Frente Popular seprodujo una auténtica erupción dedemandas autonómicas, incluso enregiones como Extremadura oCastilla, que hasta entonces apenas sihabían visto apuntar este sentimiento.En Galicia el Partido Galleguista, yauna organización relativamente

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nutrida y unida, figuró en lascandidaturas del Frente Popular apesar de sus relaciones inicialmentetensas con parte de los republicanosde izquierda. Fue esa circunstanciapolítica la que facilitó que el 28 dejunio se celebrara el plebiscito sobrela autonomía que, si presenció untriunfo abrumador (73 por 100 delelectorado votó afirmativamente) esmuy posible que no se celebrara contodas las garantías. En Andalucía, encambio, el regionalismo onacionalismo no estuvo organizadoen partido propio sino que su

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inspirador principal, Blas Infante,figuró en Izquierda RadicalSocialista o presidió una JuntaLiberalista de Andalucía sin carácterpartidario. Aunque en 1933 elandalucismo ya había celebrado uncongreso en Córdoba en el que seestablecieron unas basesautonómicas, en 1936 todavía estabamuy lejana la obtención de unasinstituciones propias para la región.

Pero lo peor del balance delGobierno no fue lo que hizo sino loque no supo evitar. Parece evidenteque en el estallido de la Guerra Civil

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jugó un papel importante el desordenpúblico existente en España en lassemanas posteriores a las eleccionesde febrero de 1936; yainmediatamente después de ellas seprodujeron actos de violencia que,con ritmo variable y geografíacambiante, se prolongaron hasta elmomento del comienzo del conflicto.

Se debe tener en cuenta quetodo ello tenía lugar en una sociedaden la que la cultura política durantemucho tiempo había encontrado —yseguía encontrando— motivos debenevolencia para el ejercicio de la

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violencia y ésta ya había sidopracticada con asiduidad. Llama laatención que por ambas partes laespontaneidad revolucionaria, unaespecie de aceptación del impulsoincontenible que llevaba a saltarse lalegalidad, fuera considerada comoeximente moral del empleo deaquélla. En eso resultaban muysemejantes el general Sanjurjo y losanarquistas. Muy a menudo, además,funcionó una especie de espiral deacción—reacción que contribuía aconsolidar la corrección del empleode la fuerza. En las fuerzas políticas

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da la sensación de que la amenaza dela sublevación —o el hecho dellevarla a la práctica —era unmecanismo aceptable como medio depresión o chantaje frente aladversario, sin prever lasconsecuencias de los actos propios.La propensión a considerar laviolencia como un medio dereafirmación o de aprendizaje, lalenidad del castigo, la frecuencia delas amnistías y el hecho de que elcastigo a través de la compasiónfomentaba una propensión al voto afavor del castigado contribuyen a

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completar el panorama.Pero, además, a lo largo de los

años republicanos, se produjo unaauténtica militarización de la vidapública. Muchas de las organizaciónpolíticas de masas se desdoblaron enotras de carácter paramilitar, queagrupaban a los miembros juvenilesy recibían nombres apropiados a subeligerancia ("primera línea","milicias antifascistas obreras ycampesinas"...). Como es lógicofueron los movimientos políticos máshabituados a este tipo de prácticasviolentas quienes en primer lugar las

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organizaron. Los carlistas lasiniciaron en 1932 y a comienzos de1936 quizá tenían 25.000 afiliadosencuadrados en ellas, principalmenteen el País Vasco y Navarra. Loscomunistas podían tener entre 2.000y 4.000 hombres encuadrados en susmilicias. Pero llama la atencióntambién el hecho de que lossocialistas empezaran a organizaríasen fecha tan temprana como 1932.Aunque en estos dos últimos casosestos grupos dispusieron de armas einstrucciones organizativas prolijasla realidad es que en ningún caso

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pudieron enfrentarse al Ejército conposibilidades de derrotarle o deasaltar sus cuarteles. En octubre de1934 los socialistas madrileños nodispusieron de municiones siquierapara cinco ametralladoras. Endefinitiva las organizacionesparamilitares servían para subvertirel orden y no para derribar lasinstituciones. Las sublevacionesanarquistas del primer bienio quizácausaron 200 muertos y a ellos sedeben sumar los 1.500 de octubre de1934; en 1935 "sólo" hubo 43muertos.

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Pero volvamos a 1936. Se hacalculado que el número de muertososcilaba entre 270 y 350, cifra que,si como mínimo, fue inferior a ladenunciada por la derecha en elParlamento en un 20 por 100, resultabastante superior a los 200 muertosque precedieron a la toma del poderpor Mussolini; además, en el caso deEspaña se sumaban a los muertosanteriores. No toda la geografíapeninsular se vio afectada por estetipo de incidentes, especialmentegraves en Madrid y Andalucía y, encambio, menos habituales en la

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Galicia interior, Extremadura, PaísVasco y Cataluña. Más de la mitad seprodujeron en núcleos urbanos. Elritmo varió siendo probablemente elpeor momento no el inmediatamenteanterior al estallido de la guerra sinolos últimos días de mayo y primerosde junio, período en que hubo casisetenta muertos; con todo, másimportante que determinar elmomento álgido de la violenciapolítica resulta señalar la sensaciónde que el proceso parecía imparable(hubo una media de más de oncemuertos durante nada menos que

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veinticuatro semanas). No sólo setrataba de asesinatos sino que veníanacompañados de incendios deedificios de culto o de maquinariaagrícola. Por supuesto, la violenciafue practicada por los dos lados: lasmasas del Frente Popularincendiaron iglesias, periódicos dederechas y locales de estos partidos,mientras que los falangistas poníanbombas en locales sindicales ointentaban asesinar a figuras comoJiménez de Asúa y Eduardo Ortega yGasset. Sólo en algunos casos esposible determinar quién fue

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principal culpable de la violencia: enCórdoba parece haber sido laextrema derecha y en Logroño laizquierda. En cualquier caso, teníarazón Gil Robles cuando dijo en lasCortes que "igual fracasa un gobiernono pudiendo dominar una subversióncausada por las derechas queproducida por las izquierdas ycuando ese gobierno tiene un signocontrario a aquellos adversariossobre quienes se pretende echar laculpa de la subversión nacional,mayores son todavía el fracaso y laresponsabilidad". Da la sensación de

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que el ejercicio de la autoridad pudodisminuir en algún caso la violencia:la prohibición de Falange, porejemplo, tuvo un resultado positivoen el orden público. En otros casos,en cambio, resultó enormementeluctuosa. Así sucedió en Yeste, unpueblo albaceteño en donde el votoizquierdista era reducido y en dondela Guardia Civil detuvo acampesinos que ocupaban las tierrassaldándose el intento de detencióncon once muertos. Con muchafrecuencia la violencia fue ciega,espontánea y reactiva. En Logroño el

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descubrimiento de un supuesto grupofascista produjo graves incidentes,saldados con tres muertos; en Palma,un mes antes de la Guerra Civil, laexplosión de una bomba en la Casadel Pueblo, realizada por Falange,provocó el incendio de algunosedificios de culto y el asalto a loslocales políticos de la derecha. Enotras ocasiones la violencia revestíaun exclusivo tono anticlerical: enLevante unas 100.000 personasquedaron sin posibilidad de cultoreligioso por desaparición física delas iglesias y, en Madrid, un rumor

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tan absurdo como el reparto decaramelos envenenados por monjasprodujo también incendios deiglesias. A veces la violencia no eratanto de la derecha contra laizquierda y viceversa como en elseno de la izquierda. En Málaga, porejemplo, se produjeron gravísimosenfrentamientos entre anarquistas ysocialistas, mientras que en Madridla huelga de la construcción enfrentóa UGT y CNT. La descripción deesta violencia no justifica, enabsoluto, la posterior sublevación,que produjo un número de víctimas

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infinitamente superior, sino quetestimonia las deficiencias de laacción gubernamental y la angustiosasensación, sentida por muchos, deque el adversario podía tomar lainiciativa e imponerse impidiendo lareacción propia.

El plano inclinado haciala guerra civil

Sobre este telón de fondo se hade estudiar la actitud de lasdiferentes fuerzas políticas en losúltimos meses republicanos. La que

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llama más la atención es la del alaextremista del PSOE. Para Claridad,el órgano diario de la tendenciacaballerista, el desorden público noera sino "la expresión viviente einquieta pero no inquietante de unnuevo orden social". Eso explica laen principio sorprendente actitud deLargo Caballero en los meses finalesde la República: pese a lo que luegose aseguró por parte de lossublevados, en realidad, no estabapreparando una revolución sinoesperando a que el régimencolapsara como "un fruto maduro".

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Uno de sus colaboradores llegó aconsiderar que las repetidasafirmaciones de Prieto de que eldesorden no hacía sino fortalecer aladversario no eran más que un"chantaje" para evitar el triunfo de latendencia maximalista. La tácticacaballerista, reformista al fin, aunqueno dejara un momento de hablar derevolución, estuvo mucho másempeñada en estos momentos enpromover un congreso extraordinariodel partido que en acumular armaspara llegar a la conquista del poder.La posición de Prieto era mucho más

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lúcida y su triunfo hubieracontribuido a evitar la Guerra Civil ya mantener la estabilidad de laRepública. Si ya en el momento de lavictoria del Frente Popular —lafórmula electoral que él mismo habíapropuesto— Prieto estuvo en contrade "administrar la victoria conmanifestaciones delirantes" ahoraembistió repetida y firmementecontra el desorden. En un memorablediscurso con ocasión de la nuevaelección en Cuenca (en el queadvirtió sobre el posible liderazgode Franco caso de un movimiento

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militar), afirmó que los actos dedesorden "no los justificaba, no losaplaudía y no los alentaba" porqueno eran "signos de fortalezarevolucionaria" mientras que, encambio, la "disciplina es un elementoabsoluta, totalmente indispensable enuna sociedad moderna"; losdesmanes no hacían sino favorecer lareacción porque esa situación "es laque necesita el fascismo paraflorecer". "La convulsión de unarevolución, con un resultado u otro,—añadía— la puede soportar unpaís; lo que no puede soportar es la

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sangría constante del desordenpúblico sin finalidad revolucionariainmediata; lo que no soporta unanación es el desgaste de su poderpúblico y de su propia vitalidadeconómica manteniendo eldesasosiego, la zozobra y laintranquilidad". Estas palabrasresultan la mejor ilustración de losdatos de violencia anteriormentetranscritos. Es difícil saber hasta quépunto este género de afirmacionesiban haciendo mella en los cuadrossocialistas, porque si bien confrecuencia Prieto era mal recibido

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por los propios militantes de supartido (incluso a tiros, como lesucedió en Ecija), al mismo tiempola posible convocatoria de unCongreso extraordinario parecehaber tenido una clara mayoría en elseno del PSOE. En cualquier caso, eldiagnóstico de Prieto acerca de lasituación era de hecho compartido,en cierto modo al menos, porpersonalidades muy distintas, desdeDomingo a Ossorio pasando por GilRobles. La opinión de éste revisteespecial interés porque era elprincipal dirigente del primer partido

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de derechas presente en elParlamento. Ya en julio el jefe de laCEDA aseguró en las Cortes que loque el Frente Popular denominabafascismo era, en realidad, "un ansia,muchas veces nobilísima, delibertarse de un yugo y unaopresión"; en realidad él y su partido"estamos ya desbordados por unsentido de violencia que habéis sidovosotros los que lo habéis creado yestáis difundiendo por toda España".Estas palabras describían de modoadecuado la realidad porque, enefecto, las JAP se pasaban en

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oleadas a la Falange, mientras que elliderazgo parlamentario de GilRobles en la derecha estaba ya enpeligro ante un Calvo Sotelo muchomás agresivo; otra cosa es, al mismotiempo, que la CEDA hubieracontraído también importantesresponsabilidades en el pasadorespecto de una posible ruptura delorden constitucional. Poco antes delestallido de la guerra el propio GilRobles, que no participó en laconspiración contra el régimen, notuvo, sin embargo, inconveniente enentregar a quienes lo hicieron los

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remanentes de las cantidadesempleadas para los gastoselectorales, acto que contradecía atodas luces su apoyo posibilista delrégimen republicano.

A comienzos de julio en Españaempezaban a apuntar muytímidamente indicios de una posiblereacción, pero al mismo tiempo erapatente una especie de parálisis en laacción de la mayor parte de losdirigentes políticos en cuyas manosestaba una posible reacción. Lostestimonios de los protagonistas, yaun de los testigos de los

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acontecimientos, nos muestran unamezcla de dolor, indignación moral yrabia impotente ante unadescomposición política y socialcomo la que se estaba produciendo.Existía, claro está, una espiral depolarización entre las fuerzaspolíticas, pero también una acusadafalta de reacción ante ella. En estafase final de la República los dosgrandes partidos políticos, elsocialista y la CEDA, carecieron porcompleto de propósito único y deliderazgo firme. Pero la sensación defatalidad y de incapacidad para la

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acción no fue propia sólo de ellossino de muchos más. Después dedescribir el espectáculo que teníaante los ojos el siempre desgarradoUnamuno concluía: "Y no se hable deideología, que no hay tal. No es sinobarbarie, zafiedad, soecidad, malosinstintos y lo que es —para mí, almenos —peor, estupidez, estupidez,estupidez".

Sólo una reacción decidida deun nuevo gobierno podría haberlibrado al país de una situación comoésta, pero esta reacción sólo muytímidamente apuntó por el momento.

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Azaña, en la Presidencia, permanecíacomo espectador de la acción de ungobierno que había nombrado y quetodavía no había durado lo bastantecomo para ser sustituido; a estasalturas parece haber pensado, sinembargo, que el Frente Popularestaba condenado a desaparecer enun plazo no muy largo de tiempo.Pero si esto último no lo hizo demodo inmediato fue porque, en elfondo, sabía que Casares Quirogaestaba tratando de actuar con unaestrategia muy semejante a la que élmismo había seguido en agosto de

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1932, es decir, esperar a que lasublevación derechista, una vezvencida, le sirviera para reafirmarseen el poder. Al mantener estapasividad, Casares, que no eraAzaña, demostró, además, unaignorancia radical de la situaciónespañola, así como de los medioscon los que podría encauzarla. Suerror era tan manifiesto que fueronmuy numerosos los políticos delFrente Popular que a lo largo de lasúltimas semanas de la República ledenunciaron la existencia de unaconspiración; luego, cuando la

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magnitud de la misma le sorprendió,se ganó los juicios condenatoriosgenerales. Estos son merecidos encuanto al error en el diagnóstico dela situación española, pero, por otrolado, es también cierto que tomó másmedidas tendentes a evitar laextensión de la sublevación de lasque apreciaron sus contradictores. Enuna idéntica situación de pasividadpermanecieron en este momentopersonas como Martínez Barrio oPrieto.

Esta parálisis constituye larazón fundamental de que no

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fraguaran dos postreros intentos quepudieron constituir la últimaposibilidad de mantener laconvivencia en el seno del régimenrepublicano, y que tan sólo selimitaron a apuntar levemente. Elprimero de ellos, que parece haberpasado por la mente de personascomo Sánchez Albornoz o GiménezFernández, hubiera consistido en lacreación de una nueva mayoría quepudiera contar, a la vez, con el sectorcentrista del socialismo y de laCEDA. Esta solución permaneció enel terreno de lo remoto y no dio lugar

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ni siquiera a una negociación o unestudio detenido. Debe tenerse encuenta que una fórmula como laapuntada por el momento no habíatenido viabilidad en la Europa de laépoca: así, no pudo aplicarse enItalia para detener a Mussolini.Además, el PSOE tenía una tradiciónde disciplina que encontraba sucorrelato en el personalismogilroblista de la CEDA y ambosfenómenos hacían poco viable unafragmentación de ambos partidos. Elsegundo intento alcanzó expresiónpública pero era inviable por

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inconstitucional y por no ser apoyadopor fuerzas políticas importantes.Miguel Maura pidió una "dictadurarepublicana" temporal destinada a"mantener el orden para volver luegoa la legalidad". Si no una"dictadura", un gobierno deautoridad, aun con algunaconnotación de excepcionalidad,hubiera podido tener este resultado.

Por difíciles que fueran estasdos posibilidades quizá hubieranpodido fraguar caso de no producirseel asesinato de Calvo Sotelo. Enfebrero de 1936, aunque la guerra

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civil apareciera ya como unaposibilidad, estaba todavía lejana; enjulio estaba mucho más próxima,pero hasta el último momento pudohaberse evitado si el comportamientode los actores políticos hubiera sidootro. El último empujón, que paramuchos de los contemporáneos fuedecisivo, lo dio el asesinato deCalvo Sotelo, como represalia a otroanterior de un teniente de Asaltoizquierdista. Lo grave del sucesoradicó no en que Calvo Sotelohubiera sido asesinado por elGobierno, lo que nadie afirmó en la

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época y es falso desde el punto devista histórico, sino en el hecho deque el Gobierno no daba la sensaciónde controlar a parte de sus propiosagentes que actuaban guiados porconvicciones partidistas y al margende la legalidad. Quienes detuvieron aCalvo Sotelo estaban dirigidos porun capitán de la Guardia Civil quehabía participado en la sublevaciónde octubre, una docena de guardiasde asalto no todos ellos uniformadosy cuatro jóvenes socialistas; parecíauna milicia de las que luegoexistieron durante la Guerra Civil.

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Nunca en la Europa occidentaldemocrática un dirigente de laoposición había sido asesinado pormiembros de la policía. Además, nisiquiera hubo una vibrante respuestade parte del Gobierno que permitierauna reacción de confianza deaquellos sectores que no lo habíanvotado. Hay dos hechos muycaracterísticos del momento:dirigentes socialistas —el propioPrieto, entre ellos— conocieron apersonas que habían participado enel asesinato y no los denunciaron;mientras tanto, Gil Robles

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preguntaba a sus diputados si debíanacudir al Parlamento dado quepresumiblemente les cachearían porsi llevaban armas mientras que nohabía seguridad de que, al irdesarmados, estuviera garantizadaésta. El líder de la derecha, sinembargo, no acusó al Gobierno dehaber promovido el crimen. Endefinitiva, el asesinato de CalvoSotelo no probaba la situación deamenaza revolucionaria de lasizquierdas, sino la enorme fragilidaden que la pésima gestión delGobierno había dejado al Estado

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republicano. Aunque no fuera laverdad histórica parece evidente queuna parte de España se sintióamenazada por la otra y cometió elerror, nunca justificable, porimpaciencia y falta de templanza, dealzarse contra ella.

Junto con la República deWeimar el caso de la Españarepublicana se puede considerarparadigmático de la destrucción deuna democracia. No fue un fenómenoinfrecuente durante los años treintapues, a fin de cuentas, sólo Finlandia,Irlanda y Checoslovaquia —entre los

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países que llegaron a la democraciaen el período de entreguerras—mantuvieron esas instituciones. Lasrazones de esa quiebra venían delejos pero, antes de analizarlas, hayque constatar hasta qué punto elrégimen republicano había sido ensus momentos inicialesjustificadamente prometedor.

El elogio más grande que puedehacerse de la República consiste entomarla como un resultado delproceso modernizador de las tresprimeras décadas del siglo. Con susobvias deficiencias la República fue

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la única experiencia democráticacolectiva de los españoles antes de1977; tuvo, además, unaspretensiones reformistas globalesque la hacen situarse muy por encimade experiencias realizadas en paísesde entorno semejante, como Portugaly su punto de partida fue, sin duda,mucho más problemático que, porejemplo, el de la República deWeimar. Las dificultades objetivasque tuvo el régimen republicanonacieron de factores difícilmentesuperables. Da la sensación de que,como escribió Madariaga, España

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quiso definitivamente seguir elmodelo europeo en un momento enque éste había pasado por una etapade ciega locura producto, a la vez,del auge del totalitarismo y la crisiseconómica. Lo hizo, además, tratandode resolver en un corto plazo detiempo un amplio legado deproblemas heredados y en muchos deellos, como educación, autonomíaregional o legislación social, tuvoresultados muy apreciables. En lapráctica se intentó algo tan difícilcomo la implantación súbita de unrégimen democrático en un país cuyo

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nivel cultural y tensiones socialeseran los de la Francia o la Inglaterrade hacía más de un siglo. Se siente latentación de afirmar que España eraun país lo suficientementemodernizado como para intentar esaexperiencia democrática, pero notanto como para mantenerla estable.También se podría decir que Españahabía evolucionado lo bastante ytenía una tradición liberal losuficientemente fuerte como para queya en ella una revolución resultaraimprobable (salvo caso de guerracivil, como se verá).

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Cuanto antecede demuestra queno se pueden cargar las tintas a lahora de enumerar lasresponsabilidades de la clasepolítica republicana. Como haescrito Malefakis es muy probableque, incluso si los políticos de laépoca hubieran sido ángeles, laacumulación de dificultades leshubiera hecho fracasar. Losprotagonistas de la vida pública delos años treinta fueron superiores alos de otras épocas anteriores yposteriores pero es obvio que nofueron ángeles y por eso Francisco

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Ayala ha podido hablar de las"insensateces encadenadas en seriesdialécticas" que entonces secometieron. Si se pretendieraestablecer una distribución precisade culpas el intento resultaríacomplicado porque una guerra civiles siempre la demostración de unfracaso o un pecado colectivo. En elmomento del estallido de la guerra lasituación puede considerarseparecida a una mesa de billar con lasbolas chocando entre sí, momento enque ya no tiene sentido preguntarsepor el responsable de la primera

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tacada. Resulta, sin embargo,evidente que de la guerra fueronprincipales responsables quienesdesde los extremos hicieron todo loposible por evitar la convivencia, losque toleraron la violencia o lapracticaron. Aunque pudieranparecer más heroicos, los jóvenescomunistas o falangistas resultaronmucho más peligrosos que los másprosaicos republicanos moderados.Es indudable, por ejemplo, queBesteiro, Giménez Fernández oMartínez Barrio tuvieron unaresponsabilidad mucho menor que

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Indalecio Prieto, Gil Robles oAzaña.

Trascendiendo las culpasindividuales no cabe la menor dudade que se cometieron errores decarácter colectivo de los que sepueden extraer lecciones para evitarla destrucción de un sistemademocrático. A la República le faltóun consenso originario quepermitiera que todos asumieranreglas comunes de convivencia; poreso no puede extrañar que al final lasensación del historiador respecto deella sea la de descomposición de un

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sistema cuyo fundamento nunca fueamplio y firme. Su sistemainstitucional funcionó mal por culpade una presidencia débil perodemasiado intervencionista, unparlamentarismo excesivo, réplica ala dictadura anterior, y una fuertedivisión de la clase política.Después del abandono del poder porparte de Azaña no hubo gobierno quedurara seis meses y en las dosúltimas elecciones prácticamentedesapareció el partido que habíagobernado en el período anterior. Unculpable claro de la quiebra de la

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democracia fue, sin duda, lapolarización: un sistema de partidospolíticos como el español es elóptimo para concluir mal cuando lastendencias centrífugas se imponen alas centrípetas, como sucedió ennuestro país en 1936. La paradoja esque eso se produjo no porque lossectores manifiestamente desleales alrégimen fueran potentes, sino porquehubo una semilealtad todavía máspeligrosa, basada en la ambigüedad,que, por uno y otro lado y de maneracambiante, practicaron los dospartidos más importantes del

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momento, la CEDA y PSOE. Inclusoalgo parecido puede decirse delcentro que, además, carecía, de lafuerza o habilidad suficientes paracompensar esas actitudes semileales.Entre los republicanos, tanto Lerrouxen 1932, como Azaña en 1934,supieron de algunas conspiracionespara derribar por medio de laviolencia a quienes ejercíanlegítimamente el poder, y no lasdenunciaron. En la fase finalmenudearon los errores de todos. Almargen de guiarse por el temor aladversario, sin pretender clarificar

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mínimamente las propias posturas,todas las fuerzas políticas tomaron laparte de la sociedad española queestaba tras ellas por el todo ypracticaron o toleraron la ilegalidad.Resultaba inevitable que, a medioplazo, se pagaran las consecuenciasde esta falta de respeto a las normasdemocráticas.

Política exteriorespañola en los años treinta

Tiene sentido aludir a lapolítica exterior republicana,

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precisamente, en el momento en quequeda planteado el estallido de laGuerra Civil porque, a diferencia delo que sucedió con la crisis de lademocracia alemana, en laacontecida en España no hubo unfactor de política exterior que puedaconsiderarse como verdaderamentedecisivo de cara a la quiebra de lademocracia. Si, en efecto, lasreclamaciones en torno a la paz deVersalles y a las reparacioneseconómicas pesaron gravementesobre la democracia alemana nadaparecido sucedió en España. No

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obstante, nada más iniciarse elconflicto hubo acusaciones de que elrégimen republicano había sidopuesto en peligro, no como resultadode la lucha interna sino comoproducto de la conspiración exteriorcuando todo induce a pensar que loprimero es mucho más cierto que losegundo. También hubo quejas en elsentido de que una política exteriormás decidida de cara a otraspotencias, como Francia, o al sistemade seguridad internacional, hubierapodido ser mucho más beneficiosapara la República cuando hubo de

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enfrentarse a la sublevación militar.La política exterior republicana

quiso partir de unos preceptosconstitucionales que suponían larenuncia a la guerra comoprocedimiento para dilucidar losconflictos entre los países y quedaban por supuesta tal confianza enlos procedimientos de arbitraje queEspaña sólo podría abandonar laSociedad de Naciones previadecisión de las Cortes. Aparte deello la tradición política delrepublicanismo vinculabaobviamente, por razones de

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semejanza política, el nuevo régimencon aquellos países (principalmenteFrancia y Gran Bretaña) con los que,por otra parte, teníamos relacionesmás estrechas en función de laproximidad y de la coincidencia deinterés por el Mediterráneooccidental. Cuando Lerroux, elprimer ministro de Estadorepublicano, propuso como lema delnuevo régimen la "paz con todos yvinculaciones especiales con lospaíses democráticos" estabarepitiendo lo que era una tradición delos republicanos, pero, además,

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ratificaba la aliadofilia de éstos. Portanto España, ahora por razonespolíticas y no sólo estratégicas,permaneció durante la etaparepublicana en la órbita franco—británica, aunque lo hiciera conciertos matices respecto delinmediato pasado. Hay que tener encuenta, en primer lugar, que el nuevorégimen padeció de una graveinestabilidad, con un total de onceministros dedicados a las relacionesexteriores, de los que el másduradero permaneció en su puestosólo un año y medio, lo cual ya es

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expresivo de la imposibilidad derealizar una política duradera. Otrorasgo de la política exteriorrepublicana residió en laimprovisación de una clasediplomática, procedente de las filasde la intelectualidad, con la quesustituir a la antigua, en sus trescuartas partes formada poraristócratas: así, Pérez de Ayalaocupó la Embajada en Londres yMadariaga la de París, por sólo citarlos más importantes. No hubo, encambio, una estructura de serviciosracional destinada a cumplir estos

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propósitos. En tercer lugar, hubotambién otro testimonio decontinuidad en la política exteriorrespecto de la presencia enHispanoamérica interviniendoEspaña —que dispuso de nuevasembajadas en México y Brasil—como arbitro en los conflictos de lazona.

Señalados esos rasgosgenerales hay que advertir, además,que el tipo de políticos queestuvieron en la cartera de Estado sesituó en una zona templada y que, portanto, si no tuvieron permanencia en

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el cargo al mismo tiempo manteníanuna posición de fondo bastantesemejante. Esto es lo que atribuyeespecial relevancia a la obra deSalvador de Madariaga comorepresentante español ante deSociedad de Naciones, cargo queacumuló al de Embajador en París.Madariaga, probable autor de lasreferencias a la política exterior enla Constitución, era partidario nosólo de la presencia en ella sinotambién de "vivificarla" por elprocedimiento de promoveractivamente el pacifismo y el

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arbitraje. En este propósito élatribuía un papel decisivo a Españacomo potencia de tamaño intermedio,que podía tener importantes puntosde contacto con las nacionescentroeuropeas, de un lado, y con lashispanoamericanas, de otro.Madariaga, respetado en losorganismos internacionales y enEspaña, a menudo llevó a cabo, sinembargo, una política personal nosiempre atendida por quienes eranlos supuestos inspiradores de suactuación. El mismo cuenta en susmemorias que Azaña, en el momento

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de plantearse las sanciones a Italiapor la ocupación de Abisinia fuepoco propicio a juzgar la cuestión entérminos ideológicos; la paradoja delcaso es que durante el gobierno decentro—derecha se aplicaron lassanciones económicas a Italia de unaforma bastante estricta. AunqueMadariaga dimitió en 1936,probablemente nadie como élrepresentó lo que la Repúblicaquería ser en el mundo de entonces:un país guiado por principios a lahora de enfrentarse con la realidadinternacional. Ese idealismo explica

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que fuera objeto de burlas —se leapodó "Don Quijote de Manchuria",por querer aplicar sanciones a Japóncuando invadió esta región— perotambién que tomara en ocasionesunas iniciativas que no lecorrespondían, como, por ejemplo,hacer una propuesta de reforma de laSociedad de Naciones no consultadacon sus superiores, lo que constituyóla razón de su dimisión.

Aunque ha habido quien haquerido interpretar como"neutralidad malevolente" la políticarespecto a España de las potencias

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democráticas por el tono radical quela República adquirió lo cierto esque Francia, Gran Bretaña y, enmucho menor grado, Estados Unidosresultaron ser las naciones máscercanas a España en las relacionesexteriores republicanas. Francia era,por tradición, el punto de referenciaesencial del republicanismo españoly, en consecuencia, todo hacía pensarque España se decantaría en unadirección francófila, pero el excesode intervencionismo de Herbette, elembajador francés, y el carácterpoco complaciente de Azaña ante sus

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intromisiones hicieron que un viajedel Presidente francés Herriot aEspaña, en otoño de 1932, noconcluyera en ningún acuerdo(Francia hubiera deseado contar conel permiso español para facilitar eltransporte de tropas en caso deconflicto con Italia) lo que se tradujoen frustración por las dos partes.Aunque en los actos oficiales seconfirmaba la identificación entreEspaña y Francia tan siquiera huboconversaciones reservadasdestinadas a ratificar esaidentificación que se proclamaba

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hacia el exterior. Algo parecidosucedió luego, en 1935, con GranBretaña cuando se produjo elconflicto de Abisinia y solicitó, sinconseguirla, una pasiva colaboraciónespañola en caso de guerra. Entre1931 y 1933 había transcurrido laetapa de mayor idealismo de ladiplomacia republicana; a partir deesta fecha la destrucción de lademocracia alemana hizo que,mientras Gran Bretaña dejaba demostrar una actitud de cesión anteHitler, España se decantara hacia unaneutralidad a ultranza, con el fin de

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librarse de un conflicto para el quede ninguna manera estaba preparada.Hay que tener en cuenta que en elcaso de Abisinia se planteaba porvez primera un conflicto en zonascercanas —al menos por la potenciaatacante, Italia— así como lanecesidad de unas sancionesefectivas.

En suma las dos potencias que,décadas pasadas, habían influidodecisivamente en la vida española,siguieron siendo en los años treintasu referencia fundamental. Conambas tuvo que mantener la España

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republicana un trato cuidadoso queevitara la sensación de preferenciapor una u otra. Como siempre, paraEspaña era más problemática larelación con Francia, respecto de lacual tenía en 1935 reivindicacionesacerca del Estatuto de Tánger,relativas sobre todo a laadministración de las aduanas, unavez más pospuestas a pesar de quepor estas fechas se aproximaba larenovación del Estatuto. Huboalgunos conflictos respecto de losintereses británicos ynorteamericanos en España,

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principalmente con motivo de laaplicación de la legislación obrera opor las peculiares relacionesprovocadas por el controlnorteamericano del serviciotelefónico, pero los diplomáticos deestos países, como los franceses,mantuvieron una postura proclive alas instituciones vigentes, como, porotro lado, no podía menos desuceder. Sólo en la fase final delrégimen estaban crecientementeirritados y perplejos ante unasituación que juzgabanpotencialmente revolucionaria; el

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embajador norteamericano, Bowers,fue quien mantuvo mantuvo unaactitud más próxima a la izquierdarepublicana.

No hubo una política exteriorsustancialmente diferente de la yamencionada a pesar de los sucesivoscambios de gobierno: elrepublicanismo se fragmentó pormuchísimas razones, pero no poréstas, aunque hubiera matices entreLerroux, más probritánico, y Azaña,más francófilo. Incluso la CEDA,expresando siempre sus reticenciasante una política que quisiera mostrar

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cualquier tipo de benevolenciarespecto de Francia, siendo másescéptica respecto de la Sociedad deNaciones y recalcando másvigorosamente la posiciónneutralista, no difería en exceso de laposición oficial republicana; en laextrema derecha monárquica yfalangista es posible encontrarposiciones propiamente italianófilasque tan sólo tuvieron una acogidaparcial en el partido católico. En loque, en cambio, la política de laCEDA hubiera sido muy distinta esrespecto Portugal. En el mismo

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momento en que se produjo laproclamación de la SegundaRepública se dirimía en el vecinopaís el destino de una de las variasconspiraciones en contra del régimende Salazar. El cambio de régimen enEspaña produjo el temor de unintervencionismo iberista que no sólofue utilizado por Salazar como mediopara desacreditar a sus adversariospolíticos sino que respondió a unapreocupación auténtica y, además,justificada. En efecto, el gobiernorepublicano de Azaña no ocultó sudeseo de que se produjera un cambio

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político en Portugal, hizo profesiónde fe federalista y ademásproporcionó armas y dinero a losrefugiados lusos de izquierdas. Hubouna auténtica "guerra oculta" de laRepública española contra elrégimen portugués, que obedeció apropósitos nacionalistas y nopuramente ideológicos y que no tuvoempacho en aceptar el recurso aprocedimientos ilegales. En sudiario, Azaña afirma que el logro delcambio de régimen portugués"colmaría todas mis ambiciones", yparece haber mostrado una voluntad

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de colaboración con los portuguesesrespecto a política exterior quehubiera supuesto un exceso devinculación con España para unPortugal siempre temeroso delintervencionismo español. Miembrosde la administración española, comoRamón Franco, o relacionados conella, como Echevarrieta, seencargaron de proporcionar armas ala oposición antisalazarista; lascompradas por el segundo a laspropias industrias bélicas españolasserían incautadas luego, cuando lasquisieron utilizar los socialistas para

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su proyectada revolución asturiana.No puede extrañar que, de estamanera, y no por razonesestrictamente políticas, quedaraarruinada la buena relación entrePortugal y España que se habíainiciado en los años veinte. Duranteel bienio de derechas las relacionesmejoraron considerablemente cuandoEspaña pareció haber renunciado acualquier propósito federativo y, encambio, se mostró dispuesta agarantizar las colonias portuguesas.La vuelta de Azaña al poder en 1936fue considerada por los diplomáticos

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portugueses como una catástrofe (unode ellos le llegó a calificar de"desastre para la civilización") y losesfuerzos del Frente Popular paramodificar el juicio portugués, através, por ejemplo, delnombramiento de Sánchez Albornozpara la Embajada en Lisboa,resultaron baldíos. Salazar acogió alos exiliados españoles de extremaderecha y en el verano de 1936 ya semostraba proclive a ayudar a lasubversión antirrepublicana.

Visto el papel que, en ayuda dela sublevación de Franco,

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desempeñaron Alemania e Italia,conviene referirse a sus relacionescon el régimen republicano.Comencemos por decir que la actitudde ambas fue muy diferente porqueAlemania no intervino en la políticainterna española y se guió respectode ella por criterios de caráctereconómico, mientras que la posiciónitaliana resultó por completodiferente. Desde 1933 Hitlermantenía una posición política muyindiferente respecto de España:aunque José Antonio Primo deRivera estuvo en Alemania ni pidió,

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ni obtuvo dinero, ni se sintió tanpróximo al nazismo. En cambio,Alemania acrecentó su comercio conEspaña, convirtiéndose en susegundo cliente y esto la ayudó aconvertirse en una potencia militarde primer orden al proporcionarlenuestro país recursos mineros de losque carecía: en concreto, Alemaniatriplicó sus importaciones de hierro yduplicó las de piritas de procedenciaespañola. Pero Hitler no contribuyódirectamente a la caída del régimenrepublicano y su papel no fuedecisivo hasta el momento mismo de

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la sublevación.La intervención italiana en la

política interna española fue, encambio, importante, aunqueprobablemente inferior a lo que aveces se ha afirmado. Mussolini,decepcionado con la Dictadura dePrimo de Rivera, juzgó eladvenimiento de la República comoun anacronismo pero también comoun hecho embarazoso porque enEspaña se refugiaban exiliados de supaís y la prensa era beligerantementeantifascista. Su política, en unmomento en que abandonó la quietud

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que había caracterizado a su primeraacción exterior, consistió en tratar demantener unas relacionesdiplomáticas buenas pero seguir, almismo tiempo, una subterráneaactividad subversiva. Ya en 1932hubo un testimonio de esta últimacuando el fascismo estuvo dispuestoa apoyar económicamente lasublevación monárquica de agosto,pero sólo fraguaría a partir deldeclive del primer bieniorepúblicano. José Antonio Primo deRivera se entrevistó con el Duce tansólo diez días antes de fundar la

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Falange, que en la etapa finalrepublicana recibió a través de laembajada italiana en París unasubvención de 50.000 lirasmensuales, equivalentes a unos cincomillones de los años setenta, que siparece una cantidad pequeña suponíaalgo así como la mitad de los gastosde esa organización política, siempremuy admiradora del fascismoitaliano. Pero éste no se limitó a eseregistro político sino que tambiénintentó otros. En marzo de 1934 losmonárquicos y carlistas españoleshabían obtenido de Mussolini un

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acuerdo por el que éste secomprometía a proporcionarle10.000 fusiles, 100 cajas de bombas,aparatos de radio y un millón ymedio de pesetas para sus gastos deconspiración. Sin embargo, a laaparente importancia de esta ayudahay que contraponer la realidad deque las armas no fueron entregadas y,sobre todo, el hecho de que el interésde Mussolini decrecía, si no porEspaña sí por los conspiradores deextrema derecha. Roma era la capitalmejor informada acerca de losconspiradores españoles y sus

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propósitos, pero en los últimosmeses de vigencia de la República senegó a facilitarles fondos e inclusono parecía ser consciente del peligroque amenazaba a las instituciones,pues un cónsul italiano fue cesadopor juzgar inminente el estallido deun golpe militar.

Parece, por tanto, evidente quefueron factores internos, más que laintervención de potenciasextranjeras, los que motivaron elestallido de la Guerra Civil. A estaafirmación se puede sumar otra más.España era una pequeña potencia

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inestable en un contexto internacionalen proceso de descomposición,principalmente en lo que respecta ala seguridad colectiva. Eso la obligóa pasar del idealismo al pragmatismo—evolución que también se dio en elpropio Madariaga—, lo que explicasu proclividad final por unneutralismo a ultranza. En 1936 elministro de Estado, Barcia, aseguróque España no tenía "planesconcretos" en la políticainternacional y vivía "día a día". Eso—y su insuficiencia militar— lequitaba cualquier posibilidad de

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tener un papel determinante en lo querespecta al mantenimiento de laSociedad de Naciones y tambiéncualquier otra de conseguir unaalianza que le proporcionaraseguridad. En esas circunstancias seenfrentó con una guerra civil.

Plenitud y crisis en losmedios culturales

La evolución de la culturaespañola en los años republicanos nopuede entenderse sin partir de esasensación de plenitud que constituye

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una característica esencial de todaesa etapa. En realidad toda la culturade la vanguardia durante los añosveinte no se desarrolló más que enámbitos muy minoritarios. En losaños treinta, en cambio, nació, auncon todas las limitaciones, unproyecto global de modernizacióncultural que tuvo su origen eimplantación fundamental en las dosgrandes capitales de cultura española—Madrid y Barcelona— pero que,desde allí, llegó a difundirse en losmedios urbanos e incluso en parte delos rurales. De ahí que, en muchos

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sentidos, la etapa republicana vengaa ser en el conjunto de la Historiacultural española una especie decomienzo de la tradición de lamodernidad. Fenómenos como elurbanismo contemporáneo, el triunfode un teatro de calidad en la capital,la difusión de la vanguardia en artesplásticas o una legislación adecuadapara combatir el expolio delpatrimonio histórico —y tantos otros— aparecieron en este momento.Pero también esta etapa da lasensación de haber sido algo asícomo tan sólo un germen prometedor,

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"el sueño de una noche de verano",finalmente frustrado, según ha escritoCalvo Serraller. Para el campocultural, como para todo en la etaparepublicana, valen los versos deMachado: "Montar quisimos en pelouna quimera / mientras la mar dormíaahita de naufragios".

Una parte de ellos losproporcionó la entrada de la políticaen el terreno de la creación cultural.Como era inevitable, la crisiseconómica, social y espiritual de losaños treinta tuvo una repercusiónmuy directa sobre los medios

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intelectuales y culturales. En todaslas latitudes, en Europa y América,fue así, pero, además, en nuestro paísse daban unas especialísimascircunstancias que favorecían esteimpacto. En primer lugar, seríadifícil encontrar un régimen políticomás vinculado en su origen con elmundo intelectual; así se demuestrapor el elevadísimo número deintelectuales y profesores que fuerondiputados constituyentes, hasta elpunto de que algunos partidos omovimientos (Acción Republicana ola Agrupación al Servicio de la

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República) adquirían su perfil máscaracterístico merced precisamente ala impronta que les daban losintelectuales. Por otro lado, ensegundo lugar, los medios decomunicación, con los que tanvinculados estaban los intelectuales,experimentaron durante el períodouna fortísima politización perceptibleen los contenidos, pero también enlos avatares de las diferentespublicaciones periódicas: si despuésde agosto de 1932 se prohibieronmás de un centenar, muchas de loscuales no habían tenido nada que ver

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con la conspiración de Sanjurjo, en1 9 3 4 El Socialista, tras larevolución de octubre, tuvo quepublicarse bajo el nombre de ElPueblo, y en muchas capitales deprovincia se incendiaron los diariosde derechas después de laselecciones de 1936. No hubo revistaintelectual que no adquiriera unaconnotación política hasta tal puntoque el antiguo hogar de losvanguardistas, la Gaceta Literariapudo decir de sí misma "quizá dentrode poco sea nuestro periódico elúnico estrictamente literario". Al

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mismo tiempo, la radiodifusióndesempeñaba un papel cada vez másimportante en la vida nacional: apartir de 1934 hubo ya un plan deradiodifusión nacional y desde lasmismas sesiones de las CortesConstituyentes hasta las campañaselectorales todos los acontecimientosde cierta importancia política fueronobjeto de retransmisión.

En un principio el régimen nopodía aparecer más prometedor paralos intelectuales. Si Ortega habíahablado en otro tiempo del"generalato de la mollera", éste

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parecía haberse hecho presente enlas Cortes, en donde había nadamenos que 45 catedráticos. Es ciertoque había ya una actitud proclive almaximalismo pero tendía a versecomo "una vibración un pocodesmesurada, pero tónica"(Marañen). Tan sólo Unamunoprevio que de unas Cortes con tantosprofesores pudiera salir un "partidoantipedagogista". Ortega, el otro graninspirador de las posturas colectivasde los intelectuales, se sentía enplenitud, dispuesto a emprender unasegunda "navegación vital"

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inspirando al régimen ybeneficiándose de unas nuevascondiciones de vida hechas posiblesen él. "Llevo veinte años meditandosobre las cosas de España yesperando esta hora, precisamenteesta hora", escribió. La Repúblicaera para él no sólo la eliminación dela institución monárquica sinotambién "la reforma radical de todaslas instituciones españolas". Laparadoja de estos entusiasmos es queconcluyeron en la mayor parte de loscasos en profunda decepción. Losintelectuales de la generación de

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1914, y quienes sobrevivían de laanterior, desaparecieron comoinspiradores de la acción política(con la notable excepción de Azaña),mientras que los más jóvenes selanzaban a una politizaciónentusiasta, pero casi siempre alejadade los propósitos iniciales del nuevorégimen.

La decepción intelectualrespecto del régimen fue temprana,incluso en el primer bienio. Ortegatuvo en este período lo más parecidoa una actividad propiamentepartidista en toda su vida. Criticó las

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"palabras hueras, vacías" y el"fetichismo" de que se hizo galadurante la campaña electoral de1931; ya se han citado muchos de suspronunciamientos, muy acertados,acerca de la obra constituyente. Loque interesa es lo pronto que sedecepcionó y su voluntad deimpulsar una rectificación de laRepública. Ya en 1932 había ungrupo de jóvenes intelectuales entorno de él que estaban dispuestos auna nueva acción colectiva, pero suactitud con respecto al liberalismoera, cuando menos, ambigua. El

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grupo se denominó Frente Español yen él militaron personas tan distintasluego como María Zambrano yAlfonso García Valdecasas, futurofundador de Falange. El discurso deOrtega sobre la "rectificación de laRepública" no pretendió otra cosaque hacer desaparecer el tono hoscoy agrio que habían ido adquiriendolas instituciones republicanas ysustituirlo por autenticidad ymodernización. En una fecha muytemprana, sin embargo, Ortegarecayó en algo muy habitual en él, ladesconfianza de la política, que le

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hacía ver en los profesionales de lamisma la necesidad de ser "un pocobruto, un poco ciego", porque dichaactividad tenía mucho de"sonambulismo y semitontería". Susúltimos artículos políticos sepublicaron inmediatamente despuésde la victoria de la derecha en 1933,advirtiendo a ésta sobre sus límites ysu ambigüedad. Después se sumió enun angustiado silencio.

Unamuno no lo hizo, pero esomismo nos permite conocer hastadónde llegaba su sensación de desvíorespecto de las instituciones

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republicanas. Durante el bienioconstituyente le preocupó la solucióndada a la cuestión catalana y, engeneral, lo que él llamaba "losnacionalismos chicos" y se indignócon el anticlericalismo de los"contrajesuitas". Ya en 1933 votó alas derechas y durante el segundobienio presenció aterrado eladvenimiento del maximalismo,sobre todo, entre los jóvenes. Lepasmaba la "vaciedad aterradora" yla "violencia pueril" de lamozalbetería imbuida de lo que éldenominaba fajismo (por fascismo).

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Temía que "la gente física,corporalmente joven estuvieravolviéndose psíquica,espiritualmente pueril". Para él la"demencia polarizada" estabaconvirtiendo a España en un"manicomio suelto". El liberalismo yla cultura (a la que él colocaba "porencima y por debajo" de la política)habían de sufrir las consecuencias yeso mismo le hacía a él pensar en laposibilidad de emigrar.

Al margen de las posiciones deUnamuno y Ortega, que habían sidodesde hacía mucho tiempo

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principales inspiradores de la accióncolectiva de los intelectuales, las delresto también mostraron, dentro delpluralismo, una inquietainsatisfacción. Para Baroja laRepública fue pronto "cosa deconserjes de casino", mientras que aMenéndez Pidal le preocupaba elpeligro de "disgregación cadavérica"por la aceptación de losregionalismos y nacionalismos.Maeztu, definitivamente, se adhirióal ideario dictatorial maurrasianoqueriendo sustituir la trilogíarevolucionaria francesa por la de

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"servicio, hermandad y jerarquía".Valle Inclán también decía quererdictadura, oscilando entre Lenin y elfascismo, para "imponer dignidad aesa tropa confusa". D'Ors fuetambién un oráculo del pensamientofrancés de extrema derecha. Quienespermanecieron en la acción políticacomo Azaña se encogían de hombrosante estas actitudes de suscompañeros de profesión, pero en elfondo, antes o después, hubo en ellosla misma sensación de incertidumbreangustiosa ante el porvenir, bienperceptible luego en La velada de

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Benicarló del Presidenterepublicano.

Pero si los de mayor edadnormalmente ofrecieron esta imagende desesperanza y angustia, dealejamiento de la política o deradicalización de posturas, los másjóvenes (y aun no sólo ellos)vivieron con entusiasmo elcompromiso político en el períodorepublicano. Así les sucedió, porejemplo, a buena parte de losmiembros de la generación de 1927,antaño despreocupada por lapolítica. Desde 1931 la poesía de

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Alberti se hizo no ya cívica, sinopolítica y partidista; algo parecidocabe decir de su teatro. Lotea, muchomenos interesado por estosproblemas, no tenía inconveniente endescribir a Rusia como "cosaformidable" y sus dramas de temarural muestran a la vez la fuerzatelúrica y trágica del sexo, perotambién la rebelión en contra de lasconvenciones sociales y la moraltradicional. La antítesis de estasposturas estaría en la conversión deciertos poetas en falangistas y en laproclamación de Ledesma en el

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Ateneo, en otro tiempo bastiónexclusivo de la izquierda: "frente alos liberales, actuales". La literaturatambién se convirtió de hecho en uncampo de batalla política. Mientrasque Alejandro Casona triunfaba conNuestra Natacha, modelo de maestraprogresista, y Sender obtenía elPremio Nacional de Literatura en1935 con Mr. Witt en el cantón ,testimonios ambos del mundoizquierdista o de la agitación social,Pemán estrenó El divino impaciente,evocación sobre San FranciscoJavier en un momento en que los

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jesuitas habían sido expulsados. Lanovela social fue realista hastaidentificarse con el documental,como sucede en la trilogía de SenderOP, Siete domingos rojos y Viaje ala aldea del crimen. Su temática,además, estuvo comprometida con ladenuncia de una aristocraciadecadente —Joaquín Arderius—, ladenuncia de la guerra de Marruecos—Imán de Sender—, la exaltaciónde la condición obrera —Zugazagoitia, Acevedo...—o ladenuncia del caciquismo rural, en Elcrimen de Cuenca, de Alicio

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Garcitoral. Pero también hubo unaliteratura popularantirrevolucionaria, aún de menorcalidad (Carretero, Romano...). Si enalguna de las "astracanadas" deMuñoz Seca aparecían las siglas deUGT con la significación de "últimageneración que trabaja", Pérez deAyala dio, en su versión teatral deAMDG, aliento al típicoanticlericalismo del momento. Engeneral, puede decirse que contrastala libertad de estos momentos con elmayor grado de creatividad queparece haber existido en la etapa

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dictatorial, en la que la libertadestaba ausente. De todas maneras hayexcepciones: aparte de algunas de lasobras indicadas, basta con citar elmayor interés de un Machado por laprosa cívica de Juan de Mairena envez de la poesía.

El contexto políticamentebeligerante de la vida intelectual ycultural se aprecia también en otrosdos terrenos. Buena parte de losgrupos políticos o ideológicostuvieron revistas en las queofrecieron al público lector su visióndel mundo o su bagaje filosófico,

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siempre muy comprometido con larealidad circundante. Así AcciónEspañola lo hizo con elmonarquismo dictatorial y heviatáncon el socialismo caballerista. Hubo,sin embargo, muchas otras revistasde parecida intención como, porejemplo, Cruz y Raya, defensora decierto catolicismo progresista, laRevista de Estudios Hispánicos, queinspiraba a la CEDA, Octubre yNuestra palabra, defensoras de lastesis culturales del PCE, en especialel realismo socialista, suscrito tansólo por los más adictos, como

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Alberti y Arconada..., etc. Al mismotiempo un rasgo muy característicode los años treinta fue laproliferación de editoriales (Cénit,Orto... etc.) destinadas a lapublicación de libros populares enlos que se mezclaba la temáticasocial revolucionaria con lainformación sexual. Sin duda, estaliteratura no solía pasar de laelemental divulgación, pero haypruebas de que la lectura aumentóconsiderablemente durante estaetapa: en el período 1928—1934 seduplicó el número de títulos

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editados.Si existe un contraste entre

libertad y creatividad comparando losucedido durante los años veinte ytreinta, éste es también palpable alrelacionar las instituciones culturalesde los dos períodos. La Dictaduraconservó y recortó las institucionesnacidas en otros tiempos, mientrasque la República tuvo importantesiniciativas en el terreno de la políticacultural. Muchas de ellas estuvieronrelacionadas con la relevante tareaeducativa emprendida. Las MisionesPedagógicas, cuyo patronato presidió

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Cossío, pretendían difundir elconocimiento y la sensibilidad en unmedio rural desprovisto de lasposibilidades del urbano y algoparecido cabe decir de La Barraca.La tarea de creación de escuelasestuvo estrechamente vinculada conla promoción de la lectura a travésde bibliotecas y, además, se creó enel año 1931 una Junta de Intercambioy adquisición de libros. En agosto de1932 la universidad de verano deSantander, que luego fue acompañadapor otra institución paralela surgidaen los medios de inspiración

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católica, permitió el contacto de lacultura española con la de allendenuestras fronteras: Einstein, Valéry,Maritain o Spengler pasaron porEspaña gracias a ella. En cambio, laenseñanza universitaria tradicionalno estuvo exenta de problemas. Silos estudiantes de los años veinte ytreinta tuvieron importantesiniciativas renovadoras en el campode lo social (universidadespopulares, por ejemplo, destinadas ala promoción de la cultura en mediosobreros) los presupuestosuniversitarios pudieron disminuir

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incluso en un tercio al estar centradoel mayor esfuerzo inversor de losgobernantes republicanos en losprimeros escalones de la enseñanza.

Un problema decisivo para lapolítica cultural española delmomento era el de conservar ellegado de antaño. La República creólos Archivos HistóricosProvinciales, pero, sobre todo, dictódisposiciones de trascendentalimportancia para la conservación delpatrimonio artístico. A unasdisposiciones de urgencia en 1931 lesiguió la Ley de Patrimonio de 1933,

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que habría de perdurar hasta latransición española a la democracia.En ese momento todavía la mayorparte de los monumentos históricosexistentes en muchas provinciasespañolas habían sido declaradoscomo tales en la etapa republicana.Los medios puestos a disposición dela conservación del patrimoniofueron, en cambio, muy insuficientes.Si en general esas medidas tuvieronamplia repercusión y trascendenciahistórica, en cambio el ConsejoNacional de Cultura que laRepública creó no llegó a tener

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verdadera virtualidad.En cuanto a las artes plásticas

no se puede decir que la políticarepublicana fuera muy innovadora,aunque al menos se intentaron hacersendas exposiciones de Zuloaga, dequien se adquirió obra, y Picasso, losmáximos pintores del momento encuanto a aprecio internacional(finalmente la de Picasso se llevó acabo gracias a una iniciativa nooficial en Madrid y Barcelona; Dalípudo decir en esta ocasión que lamuestra era algo así como un tren deprimera que llegaba a la estación con

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cuarenta años de retraso); Juan de laEncina, primer crítico español delmomento, fue nombrado director delMuseo de Arte Moderno.

Lo más interesante es, sinembargo, que en estos años seprodujo la definitiva eclosión de lavanguardia e incluso algún pintorrelacionado con ella, como ManuelÁngeles Ortiz, recibió un premiooficial. En efecto, aunque conextremada lentitud, la vanguardia fuepenetrando en los medios oficialesmereciendo de ellos al menos unacierta atención. Desde el punto de

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vista estético quizá lo más peculiardel momento fue la plenaincorporación del surrealismo a lavanguardia española, lo que diolugar a importantes polémicas en losmedios culturales. En 1932 tuvolugar un segundo Salón de ArtistasIbéricos que también se exhibiríamás allá de nuestras fronteras, enAlemania y Dinamarca; hubo tambiéndos exposiciones de arte español devanguardia —o, al menos, reciente—en París. Las más importantesiniciativas, sin embargo, surgieron enlos medios de la periferia. En

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Canarias la Gaceta del Arte difundióel surrealismo a través deexposiciones de Óscar Domínguez yde los principales pintores de estatendencia. En 1935 se formó enBarcelona ADLAN (Amigos del ArteNuevo) que vino a ser una especie deavanzada beligerante de lavanguardia. Mientras tanto en Madridlos medios de la vanguardia —Benjamín Palencia, por ejemplo—llevaron a cabo una especie denacionalización de esta tendenciaenmarcándola en unaspreocupaciones sobre la esencia

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colectiva de lo español heredadas degeneraciones anteriores. La esculturade Alberto Sánchez, uno de losmiembros de la Escuela de Vallecas,que propuso estos planteamientos,introdujo no sólo la temática ymorfología surrealistas sino tambiénla utilización de materiales nuevos,lo que tendría una repercusión deprimera importancia en el futuro.

Sin embargo fue quizá enarquitectura en donde se produjeronlas novedades más considerables. Unimportante grupo de arquitectos, cuyaformación y primeras obras databan

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de una época anterior, se preocupópor enlazar con los movimientoseuropeos más recientes, en especialcon el racionalismo, mientras quereivindicaba también la tradiciónarquitectónica mediterránea,comenzaba a trabajar en equipo yrechazaba por completo elregionalismo y el clasicismohistoricistas hasta entoncesimperantes. Este grupo formó elGATEPAC (Grupo de Artistas yTécnicos Españoles por unaArquitectura Actual) contando entresus principales animadores con Sert

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y García Mercadal; iniciativa delmismo fueron también exposicionesvanguardistas como las de Picasso yErnst. En Madrid las construccionesmás innovadoras de la época tambiénaparecen marcadas por elracionalismo: este es el caso debuena parte de las construcciones dela Ciudad Universitaria y de laColonia de El Viso. Muycaracterísticos de la época fueron,con nuevos ayuntamientosdemocráticos imbuidos deresponsabilidades sociales, losambiciosos planes de urbanismo,

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como el llamado Plan Maciá enBarcelona, que incluía una Ciudaddel Reposo, destinada a él junto a lasplayas del sur y la expansión de laCastellana y los Nuevos Ministeriosen Madrid, obra de Zuazo. En cuantoa las innovaciones técnicas las másimportantes íueron introducidas porel ingeniero Torroja, a base dehormigón armado y pretensado(Frontón Recoletos o Hipódromo dela Zarzuela en Madrid).

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BIBLIOGRAFÍA Los estudios sobre la Segunda

República experimentaron unconsiderable auge en los años setentapero desde esa década han sidomenos abundantes y novedosos. Unaresumen relativamente reciente enGloria NÚÑEZ, Bibliografíacomentada sobre la II Repúblicaespañola (1931—1936). Obraspublicadas entre los años 1940 y1992, Madrid, FundaciónUniversitaria Española, 1993. El

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estudio global más reciente es el deStanley PAYNE, La primerademocracia española. La SegundaRepública, 1931—1936, Barcelona,Paidós, 1995 (*). Aparte de losmanuales citados, una posibleselección de otras obras generalesacerca de la etapa republicana, demuy variada significaciónideológica, podría ser la siguiente:Ricardo de la CIERVA, Historia dela Guerra Civil. Antecedentes,Madrid, San Martín, 1969; JoaquínARRARÁS, Historia de la SegundaRepública española, Madrid,

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Editora Nacional, 1965; RaymondCARR, The Republicand the CivilWar in Spain , Londres, Macmillan,1971(*); Gabriel JACKSON, TheSpanish Republic and the Civil Warin Spain, 1931—1939, PrincetonUniversity Press, 1965 y Entre lareforma y la revolución, 1931—1939, Barcelona, Grijalbo, 1980;Josep PLA, Historia de la SegundaRepública española, Barcelona,1940; Manuel TUÑÓN DE LARA,La 11 República, Madrid, SigloXXI, 1976 (*). Estudios de variosautores con ocasión del

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cincuentenario en Revista deOccidente, n.° 7—8, XI—1981 yArbor n.° 426.427, VI—VII, 1981.Otros estudios de carácter colectivorecientes: José Luis GARCÍADELGADO (ed.), La II RepúblicaEspañola. Bienio rectificador yFrente Popular, 1934—1936 , IVcoloquio de Historia de Españadirigido por Manuel Tuñón de Lara,Madrid, Siglo XXI, 1988; "Lasegunda República" en HistoriaContemporánea, n.° 1, 1988 yAurora BOSCH, Ana MaríaCERVERA, Vicent COMES, Albert

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G I R O N A , Estudios sobre laSegunda República, Edicions AlfonsEl Magnanim—GeneralitatValenciana, 1993.

Afortunadamente la SegundaRepública, por lo trágico de suconclusión, ha dejado buen númerode memorias de los personajespolíticos que jugaron un papelimportante ella. Una posibleselección estaría compuesta por:Niceto ALCALÁ ZAMORA,Memorias, Barcelona, Planeta, 1977y Discursos, Madrid, Tecnos, 1979;Francisco AYALA, Recuerdos y

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olvidos, Madrid, Alianza Editorial,1982; Manuel AZAÑA, ObrasCompletas, México, Oasis, 1966,Diarios, 1932—1933. Loscuadernos robados, Barcelona,Crítica—Mondadori, 1997, Apuntesde memoria inéditos y cartas,edición a cargo de Enrique Rivas,Valencia, Pretextos, 1990; JoaquínCHAP APRIETA: La paz fueposible. Memorias de un político,Barcelona, Ariel, 1971; MarcelinoDOMINGO, La experiencia delpoder, Madrid, 1934; José MaríaGIL ROBLES, No fue posible la paz,

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Barcelona, Ariel, 1968; FélixGORDÓN ORDÁS, Mi política enEspaña, México, 1962—63; AmadeuH U R T A D O , Quaranta anysd'advocat. Historia del meu temps,Barcelona, Ariel, 1964; CésarJ A L Ó N , Memorias políticas.Periodista, Ministro, Presidiario ,Madrid, Guadarrama, 1973;Francisco LARGO CABALLERO,Escritos de la República, edición deSantos JULIA, Madrid, EditorialPablo Iglesias, 1985; AlejandroLERROUX, La pequeña historia,Buenos Aires, Cimera, 1945 y

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Memorias, Madrid, AfrodisioAguado, 1963; Diego MARTÍNEZB A R R IO , Memorias, Barcelona,Planeta, 1983; Caries PI I SUNYER,La República y la guerra. Memoriasde un político catalán, México,Oasis, 1975; Manuel PÓRTELAVALLADARES, Memorias. Dentrodel drama español, Madrid, AlianzaEditorial, 1988; Indalecio PRIETO,Convulsiones de España, México,Oasis, 1968 y Cartas a un escultor,Buenos Aires, Losada, 1961; PedroSÁINZ RODRÍGUEZ, Testimonio yrecuerdos, Barcelona, Planeta, 1978;

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Eugenio VEGAS LATAPIE,Memorias políticas, Barcelona,Planeta, 1983; Juan SIMEÓNV I D A R T E , Las CortesConstituyentes de 1931—1933,Barcelona, Grijalbo, 1976, El bienionegro y la insurrección de Asturias ,Barcelona, Grijalbo, 1978 y Todosfuimos culpables, México, Tezontle,1973— Aunque varios protagonistaspolíticos de la etapa han merecido unlibro de memorias quien hadespertado un interés mayor ha sidoAzaña. Véase Manuel Azaña.Catálogo de la exposición

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organizada por el Ministerio deCultura, Madrid, 1990; AliciaALTED, Ángeles EGIDO y MaríaFernanda MANCEBO, ManuelAzaña: pensamiento y acción,Madrid, Alianza Editorial, 1996;Ángeles EGIDO, Manuel Azaña.Entre el mito y la leyenda, Junta deCastilla y León, Consejería deEducación y Cultura, 1998; SantosJ U L I A , Manuel Azaña. Unabiografía política, Madrid, AlianzaEditorial, 1990 (*). Otras biografíasrecientes: Hilari RAGUER, Elgeneral Batet, Barcelona, Península,

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1996 y Javier TUSELL y JoséC A L V O , Giménez Fernández,precursor de la democraciaespañola, Mondadori—DiputaciónProvincial de Sevilla, 1990.

Sobre la Constituciónrepublicana: Niceto ALCALÁZAMORA, Los defectos de laConstitución de 1931, Madrid,Espinosa, 1936; M. GARCÍAC A N A L E S , La constituciónespañola de 1931 y su aplicación,Madrid, Centro de EstudiosConstitucionales, 1983; LuisJIMÉNEZ DE ASÚA, Proceso

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histórico de la Constitución de laRepública española, Madrid, Reus,1932; Fernando de MEER, LaConstitución de la II República,Pamplona, EUNSA, 1978; NicolásPÉREZ SERRANO, La Constituciónespañola, Madrid, 1932; JoaquínTOMÁS VILLARROYA, ElPresidente Alcalá Zamora y suproyecto de reforma constitucionalde 1935, Valencia, Cátedra FadriqueFurió, 1976.

Las reformas emprendidasdurante el segundo bieniorepublicano han dado lugar a una

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bibliografía variada, bastantecompleta para unas cuestiones einsuficiente para otras. Respecto dela reforma militar véanse: MichaelALPERT, La reforma militar deAzaña (1931—1933), Madrid, SigloXXI, 1982 y Emilio MOLA VIDAL,Las tragedias de nuestrasinstituciones militares. El pasado,Azaña y el porvenir, Madrid,Bergua, 1934. Sobre la cuestiónreligiosa la bibliografía es muchomás abundante, aunque dispar ensesgo ideológico: Víctor ManuelARBELOA, La Semana Trágica de

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la Iglesia en España, Barcelona,Galba, 1976; Archivo Vidal iBarraquer, Iglesia y Estado en laSegunda República española,edición a cargo de M. BATLLORI yV. M. ARBELOA, Monasterio deMontserrat, desde 1971; VicenteCÁRCEL ORTI, La persecuciónreligiosa en España durante laSegunda República (1931—1939),Madrid, Rialp, 1990; José A.FERRER BENIMELI, Masoneríaespañola contemporánea, Madrid,Siglo XXI, 1980; María DoloresGÓMEZ MOLLEDA, La masonería

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en la crisis del siglo XX, Madrid,Taurus, 1986; AnastasioGRANADOS, El cardenal Goma,primado de España, Madrid, EspasaCalpe, 1969; Mercedes MONTERO,Historia de la Asociación Católicade propagandistas. La construccióndel Estado confesional, 1939—1945, Pamplona, EUNSA, 1993;Ramón MUNTANYOLA, Vidal iBarraquer, cardenal de la pau ,Barcelona, Estela, 1970; J.ORDÓÑEZ MÁRQUEZ, Laapostasía de las masas y lapersecución religiosa en la

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provincia de Huelva, 1931—1936,Madrid, CSIC, 1968 y José ManuelO R D O VA S , Historia de laAsociación Nacional Católica dePropagandistas. De la Dictadura ala República, Pamplona, EUNSA,1993; Gonzalo REDONDO, Historiade la Iglesia en España, 1931—1939, Madrid, Rialp, 1993.

Acerca de las cuestionesagrarias durante el período véanse:Albert BALCELLS, El problemaagrari a Catalunya (1890—1936).La questió rabassaire, Barcelona,Nova Terra, 1968; Pascual

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CARRIÓN, La reforma agraria dela Segunda República y la situaciónactual de la agricultura española,Barcelona, Ariel, 197 3; AlejandroLÓPEZ LÓPEZ, El boicot de laderecha a las reformas de laSegunda República. La minoríaagraria, el rechazo constitucional yla cuestión de la tierra, Madrid,Instituto de Estudios Agrarios, 1984;Antonio LÓPEZ ONTIVEROS yRafael MATA OLMO, Propiedad dela tierra y reforma agraria enCórdoba (1932—1936), Córdoba,Servicio de Publicaciones de la

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Universidad de Córdoba, 1993;Edward MALEFAKIS, Reformaagraria y revolución campesina enla España del siglo XX, Barcelona,Ariel, 1970 (*); Jacques MAURICE,La reforma agraria en España en elsiglo xx (1900—1936), Madrid,Siglo XXI, 1975; FranciscaROSIQUE, La reforma agraria enBadajoz durante la SegundaRepública, Diputación provincial,1988; Fernando SIGLER, Losproyectos de reforma agraria en laprovincia de Cádiz durante laSegunda República. Repercusiones

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políticas y sociales, Tesis doctoralen la UNED, 1995. Sobre losproblemas educativos en la épocarepublicana véase: ClaudioL O Z A N O , La educaciónrepublicana, 1931—1939,Universidad de Barcelona, 1980; A.MOLERO PINTADO, La reformaeducativa de la Segunda Repúblicaespañola. Primer bienio. Madrid,Santillana, 1977; Mariano PÉREZG A LÁ N , La enseñanza en laSegunda República española,Madrid, Edicusa, 1975; MercedesS A M A N I E G O , La política

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educativa de la Segunda Repúblicadurante el bienio azañista, Madrid,CSIC, 1977. Otros aspectos de lareforma social del primer bieniorepublicano en: A. MAZUECOS, "Lapolítica social durante el primerbienio republicano: trabajo,previsión y sanidad", en Estudios deHistoria Social, 1980; NicolásORTEGA, "Las propuestashidráulicas del reformismorepublicano" en Agricultura ySociedad, VII—IX—1984; MercedesSAMANIEGO, La unificación de losseguros sociales a debate. La

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Segunda República, Madrid,Ministerio del Trabajo, 1988.

La cuestión regional—nacionalha sido objeto de abundantes trabajosdurante la última década. Unimportante trabajo colectivo es JustoG. BERAMENDI y Ramón MAÍZ(comps), Los nacionalismos en laEspaña de la Segunda República,Madrid, Siglo XXI, 1991(*). Es muyabundante ya la bibliografía sobreCataluña en la etapa republicana.Una posible selección en la que seincluyen las memorias y textossimilares podría ser la siguiente:

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Claudi AMETLLA, Memoriespolitiques, 1918—1936, Barcelona,1977; Enric UCELAY DA CAL, LaCatalunya populista. Imatge,cultura i política en I'etaparepublicana (1931—1939),Barcelona, La Magrana, 1982; JordiC AS ASS AS, Jaume Bofill i Mates(1878—1933), Barcelona, Curial,1980; Joan B. CULLAI CLARA, Elcatalanisme ¿'esquerra (1928—1936), Barcelona, Curial, 1977;Manuel GERPE, L'Estatutd'autonomía de Catalunya i l'Estatintegral, Barcelona, Edicions 62,

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1977; J. A. GONZÁLEZC A S A N O VA S , Eederalisme iAutonomía a Catalunya (1868—1938), Barcelona, Curial, 1974;Isidre MOLAS, El sistemadepartidos en Cataluña, Barcelona,Edicions 62, 191 A; Ismael E.P I T A R C H , L'estructura delParlament de Catalunya i les sevesfuncions politiques, Barcelona,Curial, 1977; Hilari RAGUER,L'Unió Democrática de Catalunya ielseu temps (1931—1939), Abadíade Montserrat, 1976; Josep M.ROIGI ROSICH, L'Estatut de

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Catalunya a les Corts Constituents(1932), Barcelona, Curial, 1978.Acerca del nacionalismo vascovéase: José Antonio AGUIRRE,Entre la libertad y la revolución,1930—1935, Bilbao, VerdesAchirica, 1935; Juan Pablo FUSI, Elproblema vasco en la SegundaRepública, Madrid, Turner, 1979;José Luis de la GRANJA,Nacionalismo y Segunda Repúblicaen el País Vasco , Madrid, CIS,1986; Santiago de PABLO, Elnacionalismo vasco en Álava (1907—1936), Bilbao, Rontegui, 1988 y

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Los problemas de la autonomíavasca en el siglo XX. La actitudalavesa (1917—1979), Oñate,Instituto Vasco de AdministraciónPública, 1991; Gabriel PLATAPARGA, La derecha vasca y lacrisis de la democracia española(1931—1936), Diputación Foral deVizcaya, 1991— Para Galicia en losaños treinta: Alfonso BOZO, Lospartidos políticos y la autonomía enGalicia, 1931—1936, Madrid, Akal,1976; Xavier CASTRO, 0galeguismo na encrucilladarepublicana, Publicacions da

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Deputacion de Ourense, 1985; XoséVILAS NOGUEIRA, 0 EstatutoGalego, A Coruña, Edicions doRueiro, 1975. Ver también JoséAntonio ROCAMORA, Elnacionalismo ibérico, 1792—1936,Secretariado de Publicaciones de laUniversidad de Valladolid, 1994.

Resulta ya bastante abundante labibliografía acerca de la extremaderecha durante los años treinta, quese ha enriquecido bastante en losúltimos tiempos. Con caráctergeneral, José Luis RODRÍGUEZJIMÉNEZ, La extrema derecha

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española en el siglo XX, Madrid,Alianza, 1997 y Javier TUSELL,Feliciano MONTERO y José MaríaMARÍN, Las derechas en la EspañaContemporánea, Madrid—Barcelona, UNED—Anthropos,1997. Como principales títulos sobrelos monárquicos véanse: MartínBLINKHORN, Carlism and Crisisin Spain, 1931—1939, CambridgeUniversity Press, 1975; Julio GILPECHARROMÁN, Conservadoressubversivos. La derecha autoritariaalfonsina (1913—1936), Madrid,Eudema, 1994; Pedro GONZÁLEZ

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C U E VA S , Acción Española.Teología política y nacionalismoautoritario en España (1913—1936), Madrid, Tecnos, 1998; RaúlM O R O D O , Acción Española.Orígenes ideológicos delfranquismo, Madrid, Túcar, 1980.Sobre Falange la bibliografía esinmensa, aunque no siempre recienteni de calidad: Ian GIBSON, Enbusca de José Antonio, Barcelona,Planeta, 1980; Julio GILPECHARROMAN, José' AntonioPrimo de Rivera. Retrato de unvisionario, Madrid, Temas de Hoy,

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1996; Javier JIMÉNEZ CAMPO, Elfascismo en la crisis de la SegundaRepública española, Madrid, CIS,1979; Roberto LANZAS, ¿Fascismoen España? Su origen, sudesarrollo, sus hombres , Barcelona,Ariel, 1968; Manuel PASTOR, Losorígenes del fascismo en España,Madrid, Túcar, 1974; StanleyPAY N E , Falange. A HistoryofSpanish Fascism, StanfordUniversity Press, 1961; MiguelPRIMO DE RIVERA Y URQUIJO,Papeles postumos de José Antonio,Barcelona, Plaza y Janes, 1996.

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Acerca del anarquismo tambiénexiste bibliografía abundante aunquefalten los estudios regionales: JohnB R A D E M A S , Anarquismo yrevolución en España (1930—1937),Barcelona, Ariel, 197 4; JuliánCASANOV A, De la calle al frente.El anarcosindicalismo en España(1931—1939), Barcelona, Crítica,1997; Antonio ELORZA, La utopíaanarquista bajo la SegundaRepública, Madrid, Ayuso,1973;Jerome R. MINTZ, The Anarchists ofCasas Viejas, University of ChicagoPress, 1982; Eulalia VEGA, El

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trentisme a Catalunya. Divergenciesideologiques en la CNT (1930—1933), Barcelona, Curial, 1980.Sobre el resto de los grupos políticosde extrema izquierda: FrancescBONAMUSA, El Bloc Obrer iCamperol. Elsprimers anys (1930—1932), Barcelona, Curial, 1974 yAndreu Nin y el movimientocomunista en España (1930—1937),Barcelona, Anagrama, 1977; RafaelCRUZ, El Partido Comunista deEspaña en la II República, Madrid,Alianza Editorial, 1987; Josep LluisMARTÍN RAMOS, Els origens del

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PSU(1930—1936), Barcelona,Curial, 1977; Ricard VIÑAS, Laformación de las JuventudesSocialistas Unificadas (1934—1936), México, Siglo XXI, 1978.

Sobre la CEDA existen yaalgunos estudios importantes perofaltan monografías locales y, sobretodo, una interpretación única acercade su significación. Véanse: LeandroALVAREZ REY, La derecha en la IIRepública: Sevilla, 1931—1936,Universidad de Sevilla—Ayuntamiento de Sevilla, 1993;Emilio GRANDIO SEOANE, Los

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orígenes de la derecha gallega: laCEDA en Galicia (1931—1936), ACoruña, Edicions do Castro, 1998;José R. MONTERO, La CEDA. Elcatolicismo social y político en laSegunda República, Madrid, Revistadel Trabajo, 1977; Luis MiguelM O R E N O , Acción PopularMurciana. La derecha confesionalen Murcia durante la II República,Universidad de Murcia, 1977; M.PÉREZ MONTOYA, Las derechasalmerienses durante la SegundaRepública: el primer bienio (1931—1933), Instituto de Estudios

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Almerienses, 1991; Paul PRESTON,La destrucción de la democracia enEspaña. Reacción, reforma yrevolución en la SegundaRepública, Madrid, Turner, 1977;Richard A.H. ROBINSON, TheOrigins ofFranco's Spain. TheRight, the Republic and theRevolution, 1931—1936, Londres,Denis and Charles, 1970; JavierTUSELL, Historia de la democraciacristiana en España, Madrid,Edicusa, 1974 y Rafael VALLS, Laderecha regional valenciana (1930—1936), Valencia, IVEI, 1992.

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Es muy abundante ya labibliografía acerca del socialismodurante la Segunda República por loque, en general, no resulta necesariorecurrir a la cita de obras de laépoca: Julián BESTEIRO, Marxismoy antimarxismo, Madrid, Gráficassocialistas, (s.a.); MartaBIZCARRONDO, Araquistain y lacrisis socialista en la II República,Madrid, Siglo XXI, 1975; Andrés deBLAS, El socialismo radical en la IIRepública, Madrid, Túcar, 1978;George A. COLLIER, Socialistas dela Andalucía rural, Barcelona,

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Anthropos, 1997; ManuelCONTRERAS, El PSOE en la IIRepública: organización eideología, Madrid, CIS, 1981;Santos JULIA, La izquierda delPSOE (1935—1936), Madrid, SigloXXI, 1977 y MANUEL Redero,Estudias de Historia de la UGT,Universidad de Salamanca—Fundación Largo Caballero, 1992.Monografías locales relacionadascon la historia del partido: SalvadorF O R N E R , Industrialización ymovimiento obrero. Alicante, 1923—1936), Valencia, Institución

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Alfonso el Magnánimo, 1982; EmilioMAJUELO, La II República enNavarra. Conflictividad agraria enla Ribera tudelana (1931—1933),Pamplona, Pamiela, 1986; RicardoMIRALLES, El socialismo vasco enla II República, Universidad delPaís Vasco, 1988.

La celebración delcincuentenario de la revolución de1934 produjo una floración deestudios sobre el particular, nosiempre interesantes: "La revoluciónde octubre de 1934 en Asturias" enEstudios de Historia Social, X—

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XII, 1984; Octubre 1934—Cuarentaaños para la reflexión, Madrid,Siglo XXI, 1985; AMARO DELR O S A L , 1934: el movimientorevolucionario de Octubre , Madrid,Akal, 1983; David RUIZ,Insurrección defensiva y revoluciónobrera. El octubre español de 1934 ,Barcelona, 1988; J. A. SÁNCHEZ YGARCÍA SAÚCO, La revolución de1934 en Asturias, Madrid, EditoraNacional, 1974. Acerca del FrentePopular: Martin S. ALEXANDER,Helen GRAHAM (eds), The Frenchand Spanish Popular Fronts.

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Comparative Perspectives,Cambridge University Press, 1989;Santos JULIA, Orígenes del FrentePopular en España (1934—1936),Madrid, Siglo XXI, 1979. Acerca dela violencia en la fase finalrepublicana: "La militarización de lapolítica durante la SegundaRepública", en HistoriaContemporánea, n.° 11, 1994 yStanley PAYNE, "Political Violenceduring the Spanish SecondRepublic", en JournalofContemporary History, 1990.

Acerca de la política exterior

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del período véanse principalmente:María Ángeles EGIDO, Las ideassobre política exterior en la Españade la II República, Madrid, UNED,1988; Douglas LITTLE, MalevolentNeutrality. The United States, GreatBritain and the Origins of theSpanisb Civil War , CornellUniversity Press, 1985; CésarOLIVEIRA, Portugal e a IIRepública de Espanha, 1931—1936,Lisboa, Perspectivas e realidades,1985; José Fernando PERTIERRA,Las relaciones hispano—británicasdurante la Segunda República

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española (1931—1936), Madrid,Fundación Juan March, 1984;Francisco QUINTANA NAVARRO,España en Europa, 1931—1936. Delcompromiso por la paz a la huida dela guerra, Madrid, Nerea, 1993;Ismael SAZ, Mussolini contra la IIRepública. Hostilidad,conspiraciones, intervención (1931—1936), Valencia, Institucióvalenciana d.estudis e investigació,1986; Hipólito de la TORRE, Larelación peninsular en laantecámara de la Guerra Civil deEspaña (1931—1936), Mérida,

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UNED, s.a.; Ángel VIÑAS, LaAlemania nazi y el 18 de julio,Madrid, Alianza Universidad, 1974.

Una posible selecciónbibliográfica acerca de los aspectosculturales de la etapa republicanasería la siguiente: Jean BECARUD,E. LÓPEZ CAMPILLO, Losintelectuales españoles durante laSegunda República, Madrid, SigloXXI, 1978 (*) y Cruz y Raya (1933—1936), Madrid, Taurus, 1969;Oriol BOHIGAS, Modernidad en laArquitectura española de la Españarepublicana, Barcelona, Tusquets,

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1998; F. CASTAÑAR, Elcompromiso en la novela de laSegunda República, Madrid, SigloXXI, 1992; J. M. CAPARROS, Artey política en el cine de la república(1931—1939), Universidad deBarcelona, 1981; Intelectuales antela Segunda República, edición deVíctor M. ARBELOA y Miguel deSANTIAGO, Salamanca, EdicionesAlma, 1981; Christopher COBB, Lacultura y el pueblo. España, 1930—1939, Barcelona, Laia, 1981; J. L.GARCÍA DELGADO (ed.), Losorígenes culturales de la Segunda

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República, Madrid, Siglo XXI, 1993;Eduardo HUERTAS, La políticacultural de la Segunda Repúblicaespañola, Madrid, Ministerio deCultura, 1988; BenitoMADARIAGA, La Universidad deVerano de Santander , Ministerio deUniversidades e Investigación, 1981;Madrid—Barcelona, 1930—1936.La tradición de lo nuevo,Exposición organizada por laFundación La Caixa, 1997 (*); MaríaFernanda MANCEBO, LaUniversidad de Valencia de laMonarquía a la República, 1919—

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1939, Valencia, Instituto de CulturaJuan Gil Albert, 1994; EugenioOTERO, Las misiones populares:una experiencia de educaciónpopular, A Coruña, Edicions doCastro, 1982; Gonzalo SANTONJ A,La república de los libros. El nuevolibro popular de la II República,Barcelona, Anthropos, 1989; JavierTUSELL, "Política de Bellas Artes:la II República", en Revista deOccidente, 1982; Miguel deUNAMUNO, República española yEspaña republicana (1931—1936),Salamanca, Ediciones Alma, 1979—

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La guerra civilespañola

La Guerra Civil española es unade las dos únicas ocasioneshistóricas en que nuestro país hajugado un papel protagonista en lahistoria del siglo XX. Tan sólo enotro momento, mucho más grato ensus resultados, como fue la transicióna la democracia, España resultóactor de primera fila en la vida de laHumanidad o centró la atención detodas las miradas. A pesar de ello

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como, según ha escrito Vargas Llosa,los intelectuales suelen ser amantesde catástrofes —y se supone que loshistoriadores pertenecen a esacategoría— todavía parece obligadoatribuir mayor importancia a laguerra que a esta otra aventura confinal feliz. No puede extrañar, por lotanto, que, desde una óptica nacionalo extranjera, se haya solidoconsiderar como eje interpretativo denuestro pasado lo sucedido en eseperíodo.

Este tipo de interpretación, sinembargo, tiene el obvio

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inconveniente de considerar latotalidad de la Historiacontemporánea española como uncamino inevitable hacia el conflictoentre dos sectores de nuestrasociedad enfrentados a muerte. Nadaparecido a una guerra civil concentenares de miles de muertos sedio en otro país del Occidenteeuropeo durante el primer tercio delsiglo XX y menos aún en la épocaposterior. Eso, sin embargo, no debehacer pensar que el enfrentamientoviolento fuera inevitable; por elcontrario, hasta el último momento la

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Guerra Civil pudo evitarse. Lostestigos presenciales, en especial losque tenían responsabilidad políticade importancia, han solidoconsiderar que no fue así, pero ellose debe, quizá, al deseo deexculparse por sus responsabilidadesy, de cualquier modo, se refiere tansólo a la recta final del período. Laprueba de que podría haberseevitado la guerra reside en que, dehaber sido otro el comportamiento deCasares Quiroga —más diligente enla persecución de los conspiradoreso menos agresivo con respecto a la

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oposición— o si hubiera sidosustituido antes por Martínez Barrio,el curso de los acontecimientospodría haber sido muy distinto. Enrealidad, pocos desearonoriginariamente la guerra aunquehubiera muchos más a los que leshubiera gustado que se convirtieranen reales sus consecuencias, es decir,el aplastamiento del adversario; ésefue el principio que llevó a laviolencia generalizada posterior.Con el transcurso del tiempo esepuñado de españoles consiguió lacomplicidad de sectores más

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amplios, la pasividad o laimpotencia de la mayoría y se olvidóque los entusiasmos políticos quellevaban a una España a desearimponerse sobre la otra implicabanno sólo un brutal derramamiento desangre sino también una rupturaabsoluta con el pasado. Una vez quela guerra estalló no cabía duda deque sus consecuencias habrían de serfundamentales para el destino de losespañoles, y todavía se acrecentaronmás por la misma duración delconflicto. El enfrentamiento no fue,pues, inevitable pero, una vez

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producido, se convirtió en unacontecimiento absolutamentecentral, imprescindible paracomprender cuanto vino acontinuación.

Si no hay que atribuir a laguerra un origen tan remoto tampocodeben admitirse interpretacionessimplificadoras, como las que ven enun supuesto carácter nacional unaproclividad hacia la Guerra Civil oculpan globalmente a una clasesocial, sea la burguesía o elproletariado. En ambos casos,aunque desde puntos de vista muy

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diversos, el conflicto pareceinevitable (y ya hemos visto que esaopinión resulta imposible dejustificar). Todas esascaracterizaciones de la Historiaespañola como un proceso hacia laguerra no son ciertas, pero sí lo es eneste punto la peculiaridad de nuestropaís respecto del resto de lasnaciones europeas porque, endefinitiva, aunque en muchos paíseshubo quiebra de la democracia, sóloen nuestro caso se produjoacompañada de un conflicto bélicode tamaña entidad. Además, la guerra

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fue una experiencia colectiva quecreó un conjunto de traumas difícilesde superar y, por lo tanto, muyduraderos en el tiempo. En ciertosentido la Guerra Civil no concluyóhasta 1977 y desde 1939 todos losrasgos de la vida españolaestuvieron marcados por la improntabélica. Claro está que también con elcurso del tiempo se superó esasituación, pero, a fin de cuentas, seseguía viviendo en la órbita históricay política de aquel decisivoacontecimiento. El régimen deFranco no puede comprenderse sino

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como consecuencia de una GuerraCivil cuyo recuerdo alimentó y acuyas instituciones dio un fundamentodecisivo. Además, factores tanimportantes de la vida españolacomo el nacional—catolicismo o elrepudio de tan importante tradicióncultural española como había sido laliberal sólo se entienden desde esaperspectiva. Como veremos, en lapropia transición a la democracia,que superó de manera definitiva esassituaciones, resultó fundamental elrecuerdo de la guerra de 1936.

De todos modos, a pesar de lo

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indicado, la Guerra Civil debeconsiderarse como un fenómenohistórico universal cuyos orígenes seremontan a la Revolución Francesa,de la que se ha escrito que fue laprimera guerra civil mundial. Locaracterístico de ella es lademonización del adversario, unaauténtica transposición de las guerrasde religión de otros tiempos alcampo de lo político. Eseenfrentamiento, que supera la luchade clases y las motivacionespatrióticas, no tolera la neutralidad yjustifica la barbarie contra el

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disidente. Por eso la tipología de labarbarie no es exclusiva del casoespañol sino que tiene antecedentes yse ha repetido en otras latitudes y enotros tiempos hasta el punto que noencontramos especial novedad enella. En los últimos tiempos lasguerras revolucionarias y las deliberación nacional han tenidomanifestaciones de brutalidad muysemejantes a las de la Guerra Civilespañola.

Los españoles han sido muyconscientes, durante décadas, de larealidad de que su Guerra Civil

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había contribuido a moldear susvidas. En un primer momento,mientras que los vencedoreslevantaban todo un régimen políticosobre el recuerdo de la guerra comogesta heroica y los vencidos secruzaban reproches, las heridaspadecidas parecieron evitar lainsistencia en los recuerdos. Luego,durante los años sesenta, se produjouna eclosión de apasionado interéspor la guerra; en esos momentos, yhasta bien entrados los años setenta,lo habitual no era tanto hablar comodiscutir acerca de la Guerra Civil .

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Todavía en 1983 una encuesta de larevista Cambio 16 revelaba que casiuno de cada tres españoles hablabaen familia de la guerra y más de lamitad pensaban que perdurabanmuchos odios como consecuencia dela misma. Desde el cincuentenario dela Guerra Civil ha sido frecuenteconsiderar que se había llegado a unaespecie de saturación en el interésdel gran público respecto de ella. Almismo tiempo, sin embargo, se haido profundizando en elconocimiento científico de la misma.Conviene tener en cuenta que,

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aunque, desde hace décadas, por elnúmero de títulos que comprendía labibliografía sobre la Guerra Civilpodía considerarse oceánica, eso noimplicaba un elevado gtado decaVidad histórica sino que constituía,más bien, un índice de las polémicaslevantadas por aquellosacontecimientos. El número de títulospublicados acerca de la revoluciónrusa —un acontecimiento de muchamayor importancia histórica—, era,hace unos años, antes de la caída delcomunismo, inferior al de lospublicados sobre la Guerra Civil

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española y el de los impresos acercade la guerra mundial resultabaaproximadamente semejante. Esosdatos corroboran la importanciaatribuida al conflicto español dentroy fuera de nuestras fronteras.

Pero, como se ha señalado, esono implicaba verdaderoconocimiento científico de loocurrido. En realidad sólo a partir delos años sesenta se ha iniciado lautilización de los fondosarchivísticos españoles, que haavanzado a buen ritmo en fechasposteriores y que, como es lógico,

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son esenciales para la comprensiónde la realidad de lo sucedido. En laactualidad, a pesar de que el granpúblico tenga la equivocada idea deque los historiadores extranjerosresultan más fiables por másimparciales lo cierto es que losavances historiográficosfundamentales los hacen jóvenesinvestigadores españoles. Además,los puntos de coincidencia entrehistoriadores han ido aumentando demanera que hoy puede decirse queexiste coincidencia en lo sustancialen muchos aspectos fundamentales,

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en especial acerca de lasoperaciones militares o el conjuntode razones por las cuales unosvencieron y otros perdieron.

Desde los ochenta hanaparecido nuevos temas de interés enla investigación histórica de estaetapa del pasado español, como larepresión llevada a cabo por parte delos dos bandos o lascolectivizaciones. Hoy conocemosbastante bien la evolución política deambos beligerantes y sobre losaspectos internacionales de la guerraexisten decenas de monografías,

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aunque no se han explotadosuficientemente los archivossoviéticos, que deben contener unainformación del máximo interés.Aunque falta una obra general acercade la represión en ambos bandos lasmonografías locales son muyabundantes y de calidadconsiderable. En la Historia socialde la guerra se ha pasado del interésun tanto romántico por la revoluciónal funcionamiento real de laeconomía colectivizada. Losaspectos estrictamente económicosdel conflicto constituyen, hasta el

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momento, una cuestión muy pocoabordada en profundidad. Losmismos aspectos militares han sidoobjeto de tratamiento científico casiexclusivo por parte de historiadoresvinculados ideológica osentimentalmente con los vencedores,por lo que es posible que lautilización de esas fuentes por otroshistoriadores ofrezcainterpretaciones novedosas. Otraposible laguna se refiere a losestudios globales, que hoy, frente alo que sucede en la investigaciónmonográfica, siguen siendo

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principalmente de autoresanglosajones. De todos modos laactitud fundamental del historiadoren torno a la Guerra Civil españolanecesariamente ha de ser humilde.Como se ha dicho respecto de laRevolución Francesa, nunca podráescribirse una Historia definitiva dela Guerra Civil española por lasencilla razón de que afectódemasiado gravemente a un númerodemasiado grande de personas.

El mayor problema delhistoriador ante este acontecimientono nace hoy de las fuentes sino de la

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voluntad de alcanzar la objetividad.Se trata, por supuesto, de unpropósito que siempre está enpeligro y resulta, al mismo tiempo,difícil de alcanzar. El problemaafecta a la denominación misma delconflicto y de los contendientes.Todavía es hoy un problema para loshistoriadores la forma de designar aestos últimos, evitandodenominaciones peyorativas o que nose correspondan con la realidadhistórica. Quizá la mejor manera dereferirse a ello fuera acudir a unadenominación negativa,

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"anticomunistas" y "antifascistas",pero con ella quedaría excluida encada uno de los dos bandos una granparte de la población que no era ni louno ni lo otro. La contraposición"republicanos"—"nacionales" (o"nacionalistas") tiene elinconveniente de que en el bando delos primeros no sólo militabanquienes aceptaban esa definiciónmientras que tan nacional era unacausa como la otra. Por eso quizáconvenga denominar a unos como"los sublevados", los vencedores olos franquistas —la persona de

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Franco siempre resultó muyrepresentativa del conjunto desectores políticos de los que fuelíder— y a sus adversarios como losgubernamentales, los vencidos o los"frentepopulistas", puesto que lo quesucedió durante la Guerra Civil , endefinitiva, no fue otra cosa que unaampliación del Frente Popularoriginario con la presencia de losnacionalistas vascos y losanarquistas y, además, hubo antiguosrepublicanos de derecha queestuvieron con Franco. La mejorforma de ofrecer un tratamiento

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imparcial de una temática espinosacomo ésta consiste en empezar porusar el lenguaje más neutro.

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La conspiración contrala República

Como ya se ha indicado el

estallido de la Guerra Civil no puedeser atribuido a factores de carácterexterno, a pesar de la ayuda prestadapor Italia a monárquicos,tradicionalistas y falangistas: Ni esaayuda hubiera bastado para financiarla sublevación contra la República nien el momento de la sublevación tansiquiera aumentaba sino que se

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mantenía estable en su modestia.Durante la guerra se hizo pública porlas autoridades republicanas lainformación relativa a los pactosfirmados por los monárquicos conMussolini en 1934, con el propósitode demostrar la existencia de unatemprana conspiración contra elrégimen, pero, en realidad, la ayudaitaliana contra la República sólotuvo carácter decisivo a partir dejulio de 1936.

A partir de febrero de 1936, losgrupos de extrema derecha yamencionados, que en su momento

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lograron la ayuda fascista italiana,redoblaron sus esfuerzos pororganizar una conspiración capaz deliquidar las institucionesrepublicanas mediante la violencia.Paradójicamente, dado el elevadonúmero de personajes de estasignificación que han escrito sobre lacuestión, la conspiración que peorconocemos en sus detalles precisoses la de los monárquicos, quizá porel hecho de que se confundía enrealidad con la de los jefes militares.De hecho, durante los añosrepublicanos, los monárquicos

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siempre habían optado por talfórmula. En los últimos meses de laRepública un dirigente de estasignificación llegó a pensar en unasalto a las Cortes con gasesasfixiantes mientras que otro —SáinzRodríguez— habitualmente asistía alas mismas armado con un bastón queocultaba una pistola. Como losmonárquicos carecían de masas,tenían que limitarse a financiar aotros grupos subversivos (como laUnión Militar Española) o a prepararunos contactos en el exterior queluego tuvieron en la práctica una

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importancia decisiva. En cualquierade los momentos cruciales de losprimeros días de la guerra aparececomo protagonista algún dirigentemonárquico desempeñando un papelfundamental en cuestiones como eltraslado de Franco a la península oen la primera ayuda italiana a lossublevados.

Sin embargo, fue eltradicionalismo quien antes organizóla conspiración con sus propiashuestes. Ya hemos visto que habíasido el más temprano y eficienteprotagonista de la militarización de

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la política en el campo de la extremaderecha. Poco después de laselecciones de febrero su jefe, FalConde, había organizado una Juntacarlista de guerra cuyos primerospropósitos consistieron en tratar depreparar una sublevación limitada,basada en actividades guerrilleras,parecidas a las de las guerrascarlistas, teniendo como centro laszonas montañosas junto a Portugal,Navarra y el Maestrazgo. Esosplanes testimonian la tenacidad deltradicionalismo pero también suescasa capacidad para poner en

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peligro el Estado republicano, puesestas actividades no habían deamenazar sus cimientos. Más tarde,en torno a mayo de 1936, eltradicionalismo consiguió aumentarsus posibilidades mediante laincorporación a sus filas del generalSanjurjo, cuyo pasado militar yprevia actividad conspiradora leotorgaban una preeminencia obviaentre los militares.

En realidad, como decía elpropio Fal Conde, el general era untanto "simplote" en sus apreciacionespolíticas y probablemente no se

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adhiriera al carlismo más que porver en él el único grupo políticodispuesto a lanzarse con sus propiasmasas a la calle, incluso sinnecesidad de contar con otrasayudas: en los montes navarros habíavarios miles de requetés que seentrenaban para la lucha sinexcesivos problemas. Allí, además,estuvo el centro inspirador de laconspiración, cuya mente rectora eraMola. Los dirigentes carlistasentraron en contacto con él en fechatemprana, pero las relaciones fueronsiempre tormentosas. Los proyectos

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de Fal Conde —una inmediataderogación de la Constitución y delas leyes laicas, la desaparición detodos los partidos, la banderabicolor y, como comité directivo, undirectorio formado por un militar ydos civiles tradicionalistas— teníanpoco que ver con los de Mola,calificados, a su vez, por un dirigentecarlista de "disparates republicanos",muy distantes de la restauración de laEspaña del Antiguo Régimen entorno a la Monarquía carlista. Alobjeto de influir en Mola, en lasegunda semana de julio, los

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carlistas le trajeron una carta deSanjurjo en que se mostrabapartidario de la bandera bicolorcomo "cosa sentimental y simbólica"y de "desechar el sistema liberal yparlamentario". Mola, no sin unaseria resistencia, acabócomprometiéndose muy vagamente aaceptar, en sus líneas generales, lasindicaciones de Sanjurjo. En lapráctica, sin embargo, pactó con loscarlistas navarros saltando porencima de Fal Conde que tuvo,entonces, todos los motivos paraquejarse de que los suyos habían

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vendido su pureza ideológica por"ventajillas locales". Aunque nohubo ningún partido queproporcionara inicialmente tantoshombres armados como el carlismo,la sublevación nunca fue, pues,propiamente tradicionalista.

A pesar de ello, cuando seprodujo, adquirió en esta región unasignificación especialísima. Elmundo rural navarro (y el alavés)sintió el momento como una granocasión de transformar el conjunto deEspaña de acuerdo con sus formas devida tradicionales, puestas en peligro

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por la movilización política y laagitación social de los años treinta.Navarra, así, quiso ser una "nuevaCovadonga" empeñada en laReconquista de España. Losprincipios con los que loscombatientes carlistas se dirigieronal frente fueron los mismos que enlas guerras del XIX: teocracia,visión de la Historia de Españacomo Historia sacra, idea de laguerra como medio de purgación delas faltas propias y de la muertecomo salvación del pecado, místicadel martirologio... etc. No cabe la

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menor duda de la popularidad deestas ideas en ese contexto social,por ancladas en el pasado quepuedan parecer. El entusiasmo fuedesbordante: los testigospresenciales lo describieron "comoun amanecer en las fiestas de SanFermín". Casi uno de cada cuatrovoluntarios sumados a la sublevaciónen sus primeras semanas en elconjunto de España era navarro. El10 por 100 de los varones de laregión lo hizo (y el 4 por 100 de losalaveses).

También Falange Española, por

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su ideario y por su afiliación juvenil,que ahora crecía meteóricamente,estaba en condiciones de conspirarcontra el régimen republicano y tratarde derribarlo con la violencia. Así lohizo, pero siempre mantuvo unacierta ambigüedad con respecto a losmandos militares. Desde la cárcel deAlicante, José Antonio Primo deRivera les dirigió escritospresentando un patético panorama deEspaña y animándolos a la acción.Parece indudable que estos textostuvieron influencia sobre losacontecimientos, porque gran parte

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de la oficialidad joven se sintióespecialmente atraída por elfalangismo (según algunos cómputos,quizá hasta un tercio de los miembrosde la oficialidad eran afiliados aFalange). Con todo, entre un ideariocomo el de Falange, aunque con suspeculiaridades de indudablesignificación fascista, y la actitud delos mandos militares necesariamentetenía que haber tensiones ydificultades que desembocaron entitubeos.

Una buena prueba de ello resideen el hecho de que Garcerán, en

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nombre de los falangistas, ofreció aMola las milicias del partido el 1 dejunio, revocó esta decisión unassemanas más tarde y acabó porreafirmarla cuando acababa el mes.Primo de Rivera parece haber temidoque los militares no supieran hacerotra cosa que una "revoluciónnegativa", lo que explica su actituden buena medida contradictoria:ordenó ponerse a disposición de losmandos naturales pero mantuvo unamanifiesta reticencia respecto delcontenido concreto del movimiento.Eso es lo que explica que previniera

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a los dirigentes de su partido acercade los peligros de las alianzaspolíticas. Sus papeles íntimosrevelan que en un determinadomomento pudo pensar en unasolución no demasiado lejana de lafórmula de la dictadura republicanapropuesta por Maura. Llegó aescribir listas de ministros queconstituirían un gobierno destinado aconvertir a España en un país"tranquilo, libre y atareado". Temíaque los militares se sirvieran de"meros tópicos" para vertebrar elnuevo régimen; vio en ellos una

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"desoladora mediocridad política" ypensó que su victoria podíasignificar la "clausura en unos añosde toda posibilidad de edificación deuna España moderna". En todas estasfrases se aprecian, sin duda, lascontradicciones del personaje.Detenido en Alicante, cuando fuejuzgado por un tribunal popularparecía crecientemente alejado de ladirección política de los sublevados.Pensaba ya que la sublevación sehabía hecho "cuidando especialmentede que yo no la conociera". Pero enrealidad los militantes falangistas

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habían participado desde el primermomento y en la primera fila de lasublevación en toda la geografíapeninsular.

Nos queda hacer mención de laúltima fuerza de derecha durante laetapa republicana que era, también,la más importante y nutrida, elcatolicismo político. Es muy posible,que el término "descomposición" seala mejor forma de describir su estadoa la altura del verano de 1936, consectores dispuestos a mantenerse enla legalidad y otros apasionados pordestruirla. Parece indudable que

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algunos de sus diputados, como elconde de Mayalde o Serrano Súñer,colaboraron en la preparación de lasublevación. Las Juventudes delpartido a estas alturas estaban yapasándose a Falange. En cuanto alpropio Gil Robles —que, comoanunció en las Cortes, había acabadoperdiendo el control de sus propiasmasas— parece indudable que noparticipó en la conspiración y que nisiquiera los principales dirigentes dela misma pensaron en consultarle,aunque no tuvo inconveniente encontribuir a financiarla con los

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fondos electorales de su partidoidentificándose luego con ella. Suinquieta actividad de estos díasincluyó entrevistas con Fal Conde yMola y en alguna ocasión losprincipales responsables de laconspiración militar se reunieron encasa de un miembro de la CEDA.

Sin embargo, el destino al queestaba condenado este partido era lamarginación, afirmaciónespecialmente válida para aquelsector que mantuvo una trayectoriaposibilista con respecto al régimen ymás aún con aquel otro dispuesto a

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colaborar con la legalidadrepublicana. Este fue el caso deGiménez Fernández, que se opuso aque la CEDA abandonara las Cortes,o el de Luis Lucia, dirigente de lasección valenciana del partido que,una vez estallada la sublevación,hizo público un telegramaasegurando su fidelidad al régimenrepublicano cuando algunos de losmiembros de su partido estaban, enaquellos precisos momentos,colaborando con los sublevados enla propia capital levantina.

La conspiración contra el Frente

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Popular (como se verá, inicialmenteno iba contra la República) no fue,en lo esencial, protagonizada porgrupos políticos, sino por militares.Aunque no se tratara de unaconspiración exclusivamente militarni de todo el Ejército sí tuvo esecarácter, incluso mucho más que enagosto de 1932. Fundamentalmente laprotagonizó la generación militarafricanista de 1915 y tuvo comorasgo característico la voluntad deutilizar desde el primer momento unaviolencia extrema orientada a laobtención de una rápida victoria: un

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punto de partida producto de lastensiones que vivía el país y que tuvocomo resultado, cuando se demostróla inviabilidad de ese objetivo, quela sublevación no quedara en unclásico pronunciamiento, sino quederivara en guerra civil.

La conspiración militar fuebastante tardía en sus perfilesdefinitivos —lo que de nuevo hacepensar en que la guerra era evitable—, y un tanto confusa, en el doblesentido de que, por un lado, seconspiraba mucho, pero muydesordenadamente y, por otro, los

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propósitos de los conspiradores niestaban tan meridianamente claros,ni, aún menos, se convirtieron enrealidad cuando llegó el momento deintentarlo. Hay que empezar por teneren cuenta que no hubo unaorganización militar secretadestinada a urdir la conspiración.Existía una Unión Militar Españolacuyos orígenes cronológicos debenretrotraerse hasta el primer bienio,con unos propósitos corporativistas,pero también políticos, de signoantirrepublicano La importancianumérica de la UME, nutrida de

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capitanes y comandantes conespecial influencia en el EstadoMayor, no parece haber sido grande,pero, en cambio, difundióampliamente en los cuarteles laactitud subversiva contra laRepública durante los últimos mesesdel régimen republicano. Quizá elmejor ejemplo del éxito de esta laborpropagandística lo sea el hecho deque un buen número de sus dirigentesdesempeñaron un papel importanteen la política de la España deFranco. De la influencia de algunosmiembros de la UME es prueba que

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cuando el general López Ochoa,inequívocamente republicano,nombró un defensor en la causajudicial de que era objeto comoconsecuencia de la represión de larevuelta de Asturias, no tuvoinconveniente en que fuera un militarperteneciente a la UME.

Este hecho es también reveladorporque muestra que en laconspiración de 1936 no tomaronparte sólo militares monárquicos yorganizaciones financiadas por estesector político (como era el caso dela propia UME) sino que el desvío

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respecto de la República y lavoluntad de sustituirla por unrégimen dictatorial temporal opermanente estaba extendida entremás amplios sectores militares. Entrelas principales figuras de laconspiración y de la sublevaciónhubo personalidades militaresinesperadas. El general Mola, porejemplo, según el principal de susbiógrafos, tenía una "limitadísima"simpatía por la Monarquía; Godedhabía conspirado contra ella en laépoca del gobierno Berenguer ycolaboró con Azaña hasta 1932.

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Queipo de Llano también fueconspirador antimonárquico, altocargo militar en la etapa republicanay estaba emparentado con AlcaláZamora. Escritores izquierdistasllegaron a asegurar que la presenciade Cabanellas con los sublevadossólo se entendía por haber sidoobligado a punta de pistola. No fueasí pero en el momento de sublevarseno tuvo reparo en recordar su pasadodemocrático.

En cuanto a Franco puededecirse que su trayectoria hastaentonces había sido singularmente

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poco política. Cuando se sublevó eldiario comunista Mundo Obrero loidentificó con Gil Robles, lo quesupone una actitud al menosrelativamente moderada, pero locierto es que nadie podía definirlo,en el terreno político, de una formaprecisa. Sanjurjo, que ya en agostode 1932 había visto la dificultad decomprometerle en un proyectoconspirador, tampoco confiaba ahoraen que participara en él. No obstante,cuando en el mes de marzo de 1936tuvieron lugar los primerosmovimientos conspiradores, Franco

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figuró en ellos, aunque tan sólo enuna posición de segundo de a bordo,tras Sanjurjo. Luego, destinado enCanarias, se mantuvo alejado de laconjura. Es muy significativo de sucarácter —y de la situación quevivían España y los altos cargosmilitares— el hecho de que el 23 dejunio dirigiera una carta a CasaresQuiroga, que era demostrativa deinquietud pero que podía serinterpretada tanto como amenaza desublevación o como testimonio defidelidad. A mediados de julio, contan sólo un día de diferencia, de

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Franco escribió a Mola negándoseprimero a participar en el complotpara luego mostrarse dispuesto ahacerlo. Para explicar estos titubeosse debe tener en cuenta no sólo elcarácter de Franco sino también elhecho de que después de esosprimeros contactos el gobiernosancionó y dispersó a parte de losconspiradores, enviando a Orgaz aCanarias y a Várela a Cádiz. Sinduda tenía indicios —más quepruebas— de lo que ocurría. Fue laparticipación de todos estos altoscargos militares, de una significación

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política más amplia que lamonárquica, lo que dio un carácterpeculiar a la conspiración de 1936.Esta sólo se perfiló definitivamenteen las manos del general Mola, desdePamplona, donde estaba al frente delmando militar. Su fase final tuvolugar a fines de abril, fecha de la quedata su primera circular a suscompañeros de conjura. En elconjunto de las que escribió desdeese mes hasta julio, y que fechó en el"Peloponeso", se da cuenta de lo quequerían los sublevados y de losmedios que iban a emplear para

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lograrlo. Su idea original no diferíaen exceso de la de unpronunciamiento, aunque preveíadificultades mucho mayores para eltriunfo. El movimiento debía tener uncarácter esencialmente militar:aunque esperaba la colaboración defuerzas civiles, éstas actuarían sólocomo complemento oacompañamiento (la prueba es quepensó sumar a las unidades militaresgrupos de requetés destinados aincrementar su entusiasmo político).Consistiría en una serie desublevaciones que acabarían

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convergiendo en Madrid, como habíasucedido a lo largo de todo el sigloXIX.

Hasta aquí la conspiraciónparecía un pronunciamiento de no serporque Mola recomendaba que elgolpe fuera desde sus comienzos muyviolento. Con ello no quería sentarlas bases para una guerra civil , sinorecalcar el carácter resolutivo que,para romper cualquier resistencia,debía tener la actuación inicial; pero,ejercida esa misma violencia por susadversarios, la guerra se hizoinevitable. También difería la

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conspiración del 36 de unpronunciamiento clásico en lo quetenía de modificación de la estructurapolítica vigente. No se trataba demantener a Isabel II pero cambiandola constitución como en el caso deEspartero o Narvaez. El proyectoinicial de Mola tenía un ciertoparentesco con fórmulas de"dictadura republicana" que personasde muy distinta significacióndefendieron antes que él. Lasuspensión de la Constitución seríapor el momento tan sólo temporal yse mantendrían las leyes laicas y la

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separación de la Iglesia y el Estado,aspecto este especialmenteinaceptable para los tradicionalistas.Había, en ocasiones, también un posoregeneracionista, como la mención alcarné electoral —lo que implicaba laexistencia de un sufragio aunquefuera restringido— y las esperablesdosis de arbitrismo, (la pura y simpledesaparición del paro como por unacto de magia). Pero Mola tambiénaludía en sus instrucciones a un"nuevo sistema orgánico de Estado",tras el paréntesis de un gobiernomilitar. Al desencadenarse la Guerra

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Civil se produjo, como es lógico, eldeslizamiento definitivo hacia esanueva concepción del Estado. Pero elhecho de que tan importante cuestiónno estuviera clara en los propósitosde los sublevados induce a confirmarlo tardío y lo políticamenteimpreciso de sus proyectos. Despuésla guerra transformó, como siempreha sucedido en la historia de lahumanidad, las ideas originarias.

Después del estallido de lacontienda las izquierdas reprocharonal último gobierno del FrentePopular su incapacidad para

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estrangular la revuelta en gestación.Indalecio Prieto cuenta, por ejemplo,que al denunciar ante CasaresQuiroga la existencia de laconspiración, se encontró con laairada respuesta de éste. El númerode los testimonios semejantes,incluso de personas aún vivas, esmuy elevado y casi en su totalidadcoinciden en mostrar a un gobiernoilusamente confiado en laestabilidad. Pero estos juiciosprobablemente no sean acertados. SiCasares reaccionaba ante ese génerode denuncias con dureza no era

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porque ignorara la existencia de unaconspiración: era imposible pensarque no existiera cuando hasta laprensa hacía mención de ella. Almargen de su carácter intempestivo,el presidente del Gobierno seirritaba porque acudieran a él conrumores quienes poco le ayudaban ensus propósitos. El asesinato de CalvoSotelo amplió la extensión de laconspiración y, en general, laspropagandas revolucionariasaterrorizaron aún más a una derechaa la que sólo le faltaba eso parasumarse a una sublevación.

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La mejor prueba de que Casaresera consciente del peligro existentees que tomó disposiciones efectivaspara evitar el triunfo de laconspiración. De los cinco ayudantesmilitares de Casares dos, a los quese ha atribuido ser comunistas, sededicaron de forma especial a tomarmedidas contra la subversión en loscuarteles. Los mandos superiores delEjército estaban ocupados porpersonas de las que no era previsibleque se sumaran a la sublevación y,gracias a la disciplina, podíapensarse que la totalidad de las

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unidades militares les fueran fieles.Sólo unos pocos mandos sublevadosocupaban cargos decisivos en elmomento de la insurrección: tan sólouno de los ocho comandantes de lasregiones militares se sublevó. Fueronfieles al Gobierno el Inspector de laGuardia Civil y sus seis generales;fue totalmente inesperado que no lofuera el Inspector del Cuerpo deCarabineros, Queipo de Llano. Enlas últimas semanas de la Repúblicamuchos militares sospechosos fuerontrasladados a puestos en los queparecían resultar mucho menos

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peligrosos: así sucedió con Francoen Canarias o Goded en Baleres demodo que lo verdaderamentesorprendente no es que tuvieran esemando sino que fuera inferior a loque implicaba su trayectoria previa.A Mola se le mantuvo en Pamplona,quizá porque se confiara en que nollegaría a ponerse de acuerdo con loscarlistas, pero tenía como superior aBatet, el general republicano quehabía suprimido la revuelta deoctubre de 1934 en Barcelona quien,además, le estaba empujando a quepidiera el traslado o, al menos, a que

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se alejara de cualquier posibletentación conspiratdora. A Yagüe,uno de los elementos decisivos parala sublevación en África, se leofreció una apetitosa agregaduríamilitar en el exterior. También allí, apesar de la aparente rapidez de lavictoria de los sublevados, losmandos eran adictos a la República.Hubo, en fin, otros casos dedestitución o de sanción además delos indicados: aparte los ya citados,García Escámez y González de Laratambién las padecieron. En cada unode los cuerpos armados o de

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seguridad se tomaron disposicionespreventivas. En Aviación el generalNúñez de Prado llevó a cabo unadepuración, aunque sus superiores nole dejaron que fuera tan completacomo quería. Se modificaron lasplantillas del Cuerpo de Asalto enBarcelona, Madrid y Oviedo paragarantizar la lealtad al régimen. Hay,por tanto, numerosas pruebas de queno es cierta la supuesta pasividad deCasares Quiroga. La decisiva, sinembargo, la proporciona el generalrepublicano Emilio Herrera cuandoafirma, en un texto posterior a la

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finalización del conflicto bélico, que"jamás en ninguna guerra ni porninguna causa se vertió tanta sangrede jefes militares como en defensa dela Segunda República". De los 21generales de división 17 fueronfieles al Gobierno; de los 59 debrigada lo fueron 42. El bandofranquista, en definitiva, eliminófísicamente a 16 generales. Algunoscasos fueron especialmentesangrantes. Batet, por ejemplo, quelos sublevados intentaron se uniera asus filas, fue expulsado previamentedel Ejército por su "desamor a la

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patria demostrado en momentostrascendentales para la vida de ella",aludiendo a una supuesta debilidadfrente a los sublevados de octubre de1934.

Por tanto, resulta evidente queel gobierno del Frente Popular tomómedidas para evitar una sublevacióna la que debía temer, por mínimaconciencia de la realidad quetuviera. Su error no fue pecar depasividad sino de exceso deconfianza. Todo induce a pensar queesperaba la repetición de lo sucedidoen 1932, pero ahora la situación era

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muy diferente. Azaña consideraba,incluso a estas alturas, que lasconspiraciones militares solíanacabar en "charlas de café" y aZugazagoitia, figura importante delsocialismo y luego uno de losprimeros historiadores de la guerra,le dijo que "si usted conociese comoyo a los militares sabría el caso quedebe hacerse de sus quejas ydisgustos". Sin embargo esteplanteamiento, que suponía dejar quela sublevación estallara para, una vezderrotada, proseguir la obragubernamental, resultaba por

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completo suicida. La situación de1936 no era prerrevolucionaria,porque no había nadie capacitadopara llevar adelante una revoluciónni la propia sociedad española lahubiera aceptado, pero todavía teníamenos que ver con la del año 1932.Sólo una vigorosa reaccióngubernamental destinada a controlarlas propias masas del Frente Populary a perseguir a los conspiradoreshabría sido capaz de disminuir laamplitud de la conjura. Así, además,el gobierno republicano no hubierapasado por la situación que se

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produjo inmediatamente después dela sublevación cuando se encontróobligado a armar a las masas con loque su poder, ya deteriorado por lasublevación, todavía se redujo más.De cualquier modo, al no imaginar laposibilidad de una guerra civil elgobierno del Frente Popular no hacíaotra cosa que reproducir la actitud delos conspiradores.

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Un primer balance defuerzas: Españadividida en dos

Tanto el Gobierno como los

sublevados —e incluso la extremaizquierda que pronto actuó por sucuenta— pensaban que la suerte delpaís se dirimiría en pocos días. Sinembargo, lo que sucedió en tresdramáticos días de julio, fue tan sóloque "el alzamiento transformó lasconfusas pasiones de principios de

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verano en alternativas elementales yen entusiasmos rudimentarios"(Carr). Aunque muchos intentaron laneutralidad hubo que elegir, al final,entre uno de los dos bandos. En esostres días lo único que quedó clarofue que ni el pronunciamiento habíatriunfado por completo ni tampocohabía logrado imponerse elGobierno.

La sublevación se inició,paradójicamente, en Marruecos, puesen un principio los conspiradores nohabían previsto que intervinieran lastropas allí destacadas. El clima en el

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protectorado era muy tenso, por loque no puede extrañar que finalmentela conspiración se adelantara cuandoestuvo a punto de descubrirse sutrama. En el protectorado, como enotras partes de España —ha escritoun testigo presencial— elenfrentamiento se veía como unaespecie de "carrera contra reloj" enla que quien se retrasara podíaperder su oportunidad" de liquidar aladversario (Seco). Fue el tiempo enque "todo el proletariado se habíaadueñado de las calles"—narra otro— "toda la juventud estaba a punto

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de explotar en cuanto veía pasar a unsacerdote, a un religioso o a un jefemilitar". En Marruecos, no obstante,el papel de las masas necesariamentehabía de ser mínimo frente al de laguarnición. Las tropas mejorpreparadas del Ejército, losRegulares y el Tercio, se inclinabanclaramente hacia la sublevación eidéntica era la postura de losoficiales más jóvenes. Lasautoridades oficiales, tanto civilescomo militares, pecaron de excesode confianza. Uno de losconspiradores decía que el general

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Romerales "era un bendito, le faltó elvalor para ser malo y la valentía paraser bueno y, como es natural, quedómal con todo el mundo, repudiadopor el Frente Popular y fusilado pornosotros".

También un primo hermano deFranco fue fusilado, señalando elrumbo de lo que a partir de estemomento sería habitual en toda lageografía peninsular. Los simplessoldados en el momento de lasublevación, como luego narraría unode ellos, "no sabían nada de nada ysólo obedecíamos a las órdenes que

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nos daban" (Llordés). Los oficialessublevados, gracias a su decisión, entan sólo dos días (17 y 18 de julio)se impusieron rápidamente. Entre losdirigentes de la sublevación habíamilitares que desempeñarían unpapel fundamental en la guerra, perola dirección le correspondió a quienera, antes de que se iniciara aquélla,el jefe moral del Ejército deMarruecos, el general Franco,Comandante militar de Canarias,donde se impuso también sindificultades, dejando a Orgaz paraliquidar los últimos focos de

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resistencia. El día 19 se trasladó aMarruecos en un avión inglésalquilado por conspiradoresmonárquicos.

A partir del 18 de julio lasublevación se extendió a lapenínsula produciendo unenfrentamiento cuyo resultado variódependiendo de circunstanciasdiversas: El grado de preparación dela conjura y la decisión de losmandos implicados en ella, la unidado división de los militares y de lasfuerzas del orden, la capacidad dereacción de las autoridades

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gubernamentales, el ambientepolítico de la región o de su ciudadmás importante y la actitud tomada enlas zonas más próximas fueron losfactores que más decisivamenteinfluyeron en la posición adoptada.Allí donde la decisión de sublevarsepartió de los mandos y su acción fuedecidida el éxito acompañó casiinvariablemente a la insurrección, ano ser que el ambiente local fueraextremadamente contrario a ella. Elfracaso de los sublevados fue elresultado donde el Ejército sedividió o existió hostilidad de una

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parte considerable de la población.El clima político de una capital oprovincia pudo influir en suoficialidad pero, además, pudotraducirse también en resistenciaarmada a la sublevación. Sinembargo, por sí misma esta última noexplica el resultado delenfrentamiento inicial entre ambosbandos.

Navarra y Castilla la Vieja eranlas dos regiones en las que, enprincipio, cabía esperar un másdecidido apoyo a la rebelión, tantopor sus mandos militares como por el

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carácter conservador de suelectorado. En la primera lasublevación lanzó a la calle a lasmasas de carlistas y Mola, que dejóescapar al gobernador civil, no tuvoespeciales dificultades para obtenerla victoria. Los momentos inicialesde la sublevación fueron vividoscomo una "gran esperanza" de darlela vuelta a la Historia de Españapero, al mismo tiempo, se produjouna dura represión en la Ribera. EnCastilla la Vieja la resistencia quetuvo lugar en algunas capitales deprovincia y pueblos de cierta entidad

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fue sometida sin excesivasdificultades por parte de lossublevados. En Segovia y Ávila lainsurrección se impuso de formaprácticamente incruenta; mayoresdificultades existieron en Valladolidy Salamanca pero se redujeron adeterminados barrios o a algunosedificios como, por ejemplo, los delas Casas del Pueblo. En BurgosBatet quiso evitar la sublevación,pero el general Dávila acabó porimponerse. Igual hicieron enValladolid Ponte y Saliquet, quedetuvieron al general Molero, su

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superior, que fue también fusilado. Amenudo los representantes políticosde esta región, incluso los de laCEDA, se alienaron desde el primermomento en favor de los sublevados.

En cambio, la situación deAndalucía era radicalmente opuestaporque el ambiente eracaracterizadamente izquierdista. Enrealidad el único caso importante entoda España de oposición por partede los mandos naturales y hostilidadde la población a la sublevación fueel de Sevilla. Cuando el generalQueipo de Llano, encargado de

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sublevar esta región, realizó susprimeros contactos, descubrió pocospuntos de apoyo entre lasguarniciones. Al final, no obstante,consiguió adhesiones importantes envarias de las capitales a pesar de quetambién le fallaron otros en los queconfiaba (por ejemplo, Málaga,donde residía una de sus hijas). Unpapel decisivo le correspondió en lasublevación a Sevilla, conquistadapor Queipo con unos 3.000 soldadosde la guarnición y a base de unacombinación entre audacia y bluff.Lo que le permitió la victoria fue la

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pronta ocupación de la zona centralde la ciudad, el titubeo de losmilitares fieles a la República enTablada, la desorientación deladversario popular, dedicado aquemar iglesias, y su falta deliderazgo, pero sólo el 23 de juliopudo considerar liquidada laresistencia de quienes, durante días,habían controlado dos tercios de lapoblación de la capital andaluza.Queipo consiguió pronto ayuda desdeMarruecos pero sólo su victoriaexplica que el Ejército de Áfricapudiera pasar el Estrecho y se

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convirtiera en la clave de lasposteriores operaciones militares.

En Huelva la sublevacióntriunfó, a pesar de que desde la zonaminera se enviaron columnas contraSevilla que fracasaron en su intento.En Cádiz, Granada y Córdobatambién se alzaron las guarnicionespero, como en Sevilla, la situacióninicial fue extremadamente precariapues los barrios obreros ofrecieronuna resistencia que no desaparecióhasta que llegó el apoyo del Ejércitode África. El campo era anarquista osocialista y, por lo tanto, hostil a la

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sublevación y las comunicacionesentre las capitales de provinciafueron nulas o precarias, en especialen el caso de Granada, prácticamenterodeada por el adversario. Muydistinta resultó la actitud de lasfuerzas del orden. En Pozoblancofueron fusilados más de un centenarde guardias civiles proclives a lasublevación. En Jaén, por su parte, laGuardia Civil se mantuvoconcentrada en una situación deaparente neutralidad hasta que, en elmes de septiembre, dirigida por elcapitán Cortés, acabó refugiándose

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en el Santuario de Santa María de laCabeza en donde mantuvo unaresistencia a ultranza. Almería, porsu parte, fue arrastrada por laevolución de los acontecimientos enLevante.

Otro rasgo característico de losdecisivos días de julio en la regiónandaluza fue el impacto que tuvo enellos la constitución del gobierno deMartínez Barrio, del que másadelante se hablará. Dicha decisiónpolítica explica que el generalCampins, que estaba al frente de laguarnición de Granada y había

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negociado con Queipo de Llano sucolaboración en la sublevación, sevolviera atrás; el hecho no tuvoconsecuencias porque la mayor partede la guarnición se impuso a susdeseos y acabó fusilado, pero, encambio, en Málaga, las dudas delgeneral Patxot acabaron teniendocomo consecuencia el triunfo delFrente Popular.

Sin la menor duda la suerte deCataluña y de Castilla la Nueva sejugó en Barcelona y Madrid. Enambas ciudades el ambiente políticoera izquierdista, los mandos de la

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guarnición militar estaban divididosy los sublevados cometieron errores;estos tres factores unidos a un cuarto,consistente en la actuación de masasizquierdistas armadas, explican losucedido, que no fue sino la derrotade los sublevados. Esta, por tanto, nodebe atribuirse exclusivamente alpueblo en armas, como en ocasionesse ha hecho de un modo en excesoromántico. En Barcelona laconspiración hubo de enfrentarse conautoridades decididas a resistir. Losprincipales organizadores delmovimiento de fidelidad a la

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República fueron Escofet, Guarner yAranguren, responsables del ordenpúblico en la capital catalana,militares todos ellos. Aunque laexcesiva confianza del general Llanode la Encomienda benefició a losconspiradores, cuando éstos selanzaron a la calle encontraron lospuntos neurálgicos ocupados porfuerzas de Asalto y Guardia Civil yapenas pudieron maniobrar. Lacolaboración de la CNT, con la quelas fuerzas leales mantuvieron solouna "alianza tácita", fue "sustancialpero de ninguna manera

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determinante" puesto que, aunque seenfrentaron al adversario, no fueroncapaces de impedir que ocupara susobjetivos. Finalmente, la postura dela aviación y la Guardia Civil afavor de las autoridades trajoconsigo la liquidación de lasublevación, a pesar de que Goded,"el mejor general del Ejércitoespañol" en el juicio de suadversario Escofet, llegó desde lasBaleares. Estas islas, con la únicaexcepción de Menorca, sesublevaron y la resistencia resultófácilmente dominada. En la última

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fase de los combates de Barcelona seprodujo un hecho que habría de teneruna importante repercusión: la CNTconsiguió la entrega de armasprocedentes de los cuarteles y enadelante sus milicias controlaron lacapital catalana aprovechando estehecho. Mientras tanto en el resto deCataluña, aunque hubo intentosinsurreccionales, el peso deBarcelona impuso la victoria de losgubernamentales.

En Madrid la conspiraciónestuvo muy mal organizada hasta elpunto de que quien colaboró en ella

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describió la situación afirmando que"se habla mucho y no se concretanada". Los problemas de losdirigentes de la sublevación nacieronde la dificultad de obtener lacolaboración de los mandosnaturales y de comunicarse entre sí.De los tres generalescomprometidos, Villegas, Fanjul yGarcía de la Herrán, el primeropermaneció dubitativo, el segundo sehizo cargo del Cuartel de la Montañay el tercero, que ya se habíasublevado en 1932, intentó, sin éxito,ponerse al frente de las guarniciones

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del sur madrileño. La acción másdecisiva fue la toma del Cuartel de laMontaña, en donde los sublevados,en una actitud más de "desobedienciaactiva" que de verdaderainsurrección, permanecieronacuartelados sin lanzarse a la callesiendo pronto bloqueados porpaisanos armados y fuerzas de ordenpúblico. Ni siquiera la totalidad delos encerrados era partidaria deunirse a la sublevación y cuando unaparte expresó esta divergencia conbanderas blancas los sitiadoresacudieron para ocupar el cuartel y

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fueron recibidos a tiros. La posteriortoma del mismo se liquidó, comoconsecuencia, con una sangrientamatanza.

En el norte, el País Vasco seescindió ante la sublevación: enÁlava el alzamiento militar fuemasivamente apoyado, incluso porparte del Partido Nacionalista Vasco,algunos de cuyos miembrosadoptaron idéntica postura enNavarra. En cambio, en Guipúzcoa yVizcaya la actitud predominante delPNV fue alinearse con el Gobierno—opción que tomaron los órganos

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rectores del partido en general— enparte por la promesa de concesióndel Estatuto pero también por elideario democrático y socialmentereformista que el PNV había idohaciendo suyo con el transcurso deltiempo. Así se explica que familiasnacionalistas de siempre seescindieran con ocasión delconflicto. La nota oficial en que elPNV dio cuenta de su posición,escrita en términos condicionales,reflejó una actitud de espera y unaposición neutral pero, al mismotiempo, de respeto inequívoco al

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orden constituido. En cuanto a loslíderes de la insurrección fue suindecisión la que desempeñó unpapel decisivo en su fracaso. Por suparte, la tradición izquierdista deAsturias hacía previsible que allí seprodujera un alineamiento favorableal Gobierno, pero en Oviedo elComandante militar, Aranda,conocido por sus conviccionesdemocráticas, consiguió convencer alos mineros de que debían dirigir susesfuerzos hacia Madrid,asegurándoles su lealtad, para acabarsublevándose luego. Su posición, sin

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embargo, fue desde un principio muyprecaria, prácticamente rodeado enmedio de una región hostil. Unasituación todavía peor fue laexperimentada por la guarnición deGijón donde el enfrentamiento acabócon una victoria de las fuerzas de laizquierda tras un asedio que seprolongó semanas. En Galiciatambién triunfó la rebelión pese a laoposición de las autoridadesmilitares y la resistencia endeterminadas poblaciones, comoVigo y Tuy. También en esta regiónel que la balanza se inclinara a favor

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de un bando u otro dependió de losucedido en una ciudad, en este casoEl Ferrol.

En Aragón y Levante elresultado de la sublevación fueinesperado, teniendo en cuenta lasprevisiones de los conspiradores y eljuicio generalmente admitido acercade la posición política de lasautoridades militares. El generalCabanellas, máximo responsable delEjército en Aragón, había sidodiputado radical y era miembro de lamasonería, pero se sublevóarrastrando a la totalidad de las

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guarniciones de las capitales deprovincia. En su proclama hizoprofesión de fe en la democracia yquizá eso explica que el generalrepublicano Núñez de Prado sedesplazara a Zaragoza para hacerledesistir. Fue éste uno más de losintentos por evitar el desenlacebélico pero concluyó como casitodos ellos, es decir, con elfusilamiento de Núñez de Prado. Elcaso de Valencia fue un tantoperegrino, pero revelador también delas dificultades para tomar unadecisión. Durante dos semanas los

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cuarteles comprometidosmantuvieron una especie de precarianeutralidad, a pesar de que el númerode los comprometidos en lasublevación era elevado. Lapresencia en la capital levantina deMartínez Barrio, moderado yvolcado a una acción negociadora, ylas dudas del general GonzálezCarrasco, que en principio hubieradebido sublevarse en Barcelona,contribuyen a explicar lo sucedido.El decantamiento final se produjo enun momento en que la República y elgobierno del Frente Popular parecían

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haber obtenido una situaciónventajosa frente al adversario. Uncaso parecido de neutralidad porparte de las autoridades militares seprodujo en el Sahara y Guinea hastaque la mayor cercanía de lossublevados tuvo como consecuenciasu victoria. En la importante basenaval de Cartagena los cambios demandos militares explican el fracasode una sublevación que parecíacontar con apoyos importantes. EnExtremadura la decisión a favor de lasublevación (en Cáceres) o en contrade ella (Badajoz) dependió de las

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fuerzas de orden público. En suma,durante unos cuantos días de juliosobre la superficie de España quedódibujado un mapa de la sublevaciónen que las iniciales discontinuidadespronto empezaron a homogeneizarse.Abundan los ejemplos que de estefenómeno pueden citarse: Alcalá deHenares y Albacete, por ejemplo,originariamente sublevados, fueronrápidamente sometidos por lasguarniciones leales del entornoinmediato mientras que el regimientode transmisiones de El Pardo,también sublevado, se trasladó a la

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zona contraria. La geografía de larebelión así resultante tenía bastantesemejanza con la de los resultadoselectorales de febrero de 1936,prueba de la influencia del ambientepolítico de cada zona sobre ladefinición ante la insurrección.Había, por supuesto, excepciones,como la de Santander, demasiadopróxima al País Vasco y Asturiascomo para decantarse en sentidoderechista, o las capitales andaluzas,controladas por sus respectivasguarniciones militares.

El 19 de julio todavía se dio

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una última posibilidad deconvivencia para estas dos Españas.Esa fecha supuso, en efecto, eldefinitivo e irreversible fin decualquier posibilidad de transacción.En esos momentos hubo contactos, delos que tenemos escasas noticiasprecisas, entre sublevados ydirigentes del Frente Popular como,por ejemplo, el viaje a Madrid de unenviado de Goded, el marqués deCarvajal, para entrevistarse conAzaña. De él partió la iniciativa másconsistente —pero ya tardía— paraevitar el enfrentamiento. Quizá

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pensaba que el Frente Popular erauna fórmula a la que losacontecimientos, ya antes del veranode 1936, habían convertido en pocoviable. A medio plazo debía pensarque sería necesario romper esacoalición, dar un giro al centro yactuar con mano firme contra losgrupos extremistas de izquierda,aunque estuvieran integrados en elFrente Popular. Los hechos acabarondemostrando que ya era demasiadotarde pero Azaña, cuyas culpas en lasituación parecen evidentes, tuvo elmérito, en este último momento, de

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intentarlo.El gobierno Casares Quiroga

había tratado de mantener lalegalidad republicana evitando laentrega a las masas izquierdistas delas armas almacenadas en loscuarteles. La extensión de lasublevación, el exceso de confianzamostrado ante las denuncias sobre laconspiración y, en fin, su carácter eimprudentes manifestaciones previasimponían su dimisión. El 18 de julioAzaña trató de que se formara ungobierno de centro, similar al queMaura, junto con otros políticos de

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significación semejante, comoSánchez Román, había sugerido. Esteúltimo personaje, muy respetado, quese había marginado del FrentePopular, tras haber contribuido alograr la colaboración de losrepublicanos de izquierda, defendióahora la necesidad de pactar con losinsurrectos y formar un gobiernomoderado. Así se intentó. Elencargado de presidirlo fue MartínezBarrio, que venía a ser algo así comoel representante del centro absolutoen la política española de aquellosmomentos.

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"Yo no sentí la impresión deque todas las treguas estabanterminadas y disipadas todas lasesperanzas de concordia", dice ensus memorias el dirigenterepublicano al referirse al asesinatode Calvo Sotelo. De acuerdo con elencargo que le hizo Azaña, MartínezBarrio debía excluir, por la derecha,a la CEDA y a la Luga, y, por laizquierda, a los comunistas. Entre el18 y el 19 de julio daba la sensaciónde que este intento transaccionaltodavía resultaba viable. En OviedoAranda todavía no se había

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sublevado y en Málaga y Granada lasituación aún estaba por decidir.Martínez Barrio tenía la posibilidadde convencer a los más moderados olos más republicanos de losdirigentes de la sublevación como,por ejemplo, Cabanellas. "Seríadifícil —dice en sus Memorias—pero se podría gobernar".

Pero no tuvo la oportunidad dehacerlo. No pudo convencer ni aMola ni a Largo Caballero de lanecesidad de una transacción, puesambos no consideraban posible (nideseable) evitar la Guerra Civil.

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Mola, con quien habló MartínezBarrio, le respondió que ya era tarde,como si esto justificara no tomar enserio la posibilidad de evitar laconflagración. "Ni pactos de Zanjón,ni abrazos de Vergara, ni pensar otracosa que no sea una victoriaaplastante y definitiva", añadió, conpalabras tajantes. Lo mismo debíanpensar las masas que seguían a LargoCaballero o que simpatizaban con loque él representaba, porqueinterpretaron el propósito deldirigente de Unión Republicanacomo una auténtica traición. "Se

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repetía el mismo fenómenoalucinatorio de la rebelión deAsturias" —interpretó MartínezBarrio—, "creer que en España lavoluntad de una clase social puedesobreponerse y regir a todas las delEstado". En definitiva fue la actitudde esas masas populares, "irreflexivay heroica", como las describe élmismo, la que hizo inviable supropósito. En estas condiciones fueya imposible detener a medio caminoel estallido de la Guerra Civil. ElGobierno presidido por Giral,formado tras la renuncia de Martínez

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Barrio, presupuso ya su existencia yactuó de acuerdo con ella al aceptarque se entregaran armas a las masasrevolucionarias. El dimisionariopartió para Valencia dondeconsiguió, como sabemos, que laguarnición se mantuviera fiel a laRepública.

En realidad, antes incluso deque se hubiera formado el gobiernoGiral, hubo ya en los mediosgubernamentales de segunda filaquienes, gracias a mantener unaactitud que consideraba elenfrentamiento inevitable,

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contribuyeron de manera importantea que el balance inicial del conflictono fuera positivo para lossublevados. Los testimonios dealgunos de los principales dirigentesmilitares republicanos resultan, eneste sentido, muy significativos.Tagüeña dice, por ejemplo, haberpasado en los últimos tiempos "casitodas las noches de guardia en elpuesto de mando de las miliciassocialistas en espera del golpemilitar" porque llegar alenfrentamiento era un "deseoacariciado largo tiempo". Más

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decisiva aún fue la acción de otromilitante comunista, Cordón, que,junto al general Sarabia, jefe depersonal en el Ministerio de laGuerra, contribuyó a que buena partede las guarniciones permanecieranadictas al Gobierno. En la flota, laacción espontánea de un oficialradiotelegrafista llamado Balboa,que envió desde el centro decomunicaciones de la Armadatelegramas a las tripulaciones enfavor del Frente Popular, consiguióla rebelión de buena parte de ellas encontra de la oficialidad, con los

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luctuosos resultados que luego sereferirán. Si existía una organizaciónmilitar conspiradora con las siglasUME había también otra,denominada UMRA (Unión MilitarRepublicana Antifascista), tanminoritaria como la citada, pero alacecho de los intentos conspiradoresantirrepublicanos.

El 19 de julio era patente nosólo el fracaso de los intentos detransacción sino también el delpronunciamiento imaginado porMola, y ambas realidades hacíaninevitable la Guerra Civil. Los "tres

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días de julio" no habían sido enabsoluto resolutivos, al contrario delo que habían pensado ambosbandos. El Ejército no había actuadocon unanimidad, lo que prueba que laactitud gubernamental fue muchomenos pasiva de lo que se sueleafirmar y había tropezado conresistencias muy fuertes de carácterpopular. Por eso sería incorrectopresentar lo sucedido exclusivamentecomo una sublevación del Ejército olos generales contra de lasinstituciones. Aunque los principalesdirigentes del bando sublevado

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fueran generales y dieran unaimpronta característica a la rebeliónno faltaron inicialmente oficiales enla zona controlada por el Gobierno.Como ya se ha señalado, muchosmandos militares no se sublevaron yel número de generales afectos alrégimen fue elevado.

Resulta muy posible que ladiferencia de comportamientopolítico en el seno de la oficialidaden el momento del estallido de lasublevación derivara de diferenciasgeneracionales que se sumaban a lasideológicas. Fueron los oficiales más

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jóvenes los que se sublevaron, hastael extremo de que en las últimaspromociones de la AcademiaGeneral Militar el porcentaje de losque lo hicieron se aproxima al 100por 100. De todos modos alGobierno republicano no le faltaronen un primer momento oficiales,puesto que de los quince mil enactivo aproximadamente la mitadquedó en la zona controlada por él.Así lo han recalcado loshistoriadores favorables a Franco,que no tienen en cuenta la verdaderarealidad. En efecto, esta cifra resulta

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engañosa por la sencilla razón de queluego el Ejército Popular no hizo usode los oficiales que quedaron en lazona que controlaba, bien pordesconfianza de sus intenciones,porque fueron asesinados o porquehuyeron. A los oficiales en activo sepudieron sumar los retiradosdispuestos a colaborar. En suma sepuede ca\cu\ar, de acuerdo conhistoriadores favorables a lasublevación, que el Ejército Popularcontaría con unos 5.000 oficialesprofesionales, cifra inferior en un 50por 100 a la de los que combatieron

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en el otro bando, pero que no revelaindefensión por parte de lasautoridades republicanas. Noobstante, cálculos posterioresrevelan una realidad mucho menosfavorable a la causa republicana.Sólo el 14 por 100 de los oficialesque figuraban en el Anuario militarestuvieron al frente de tropas delFrente Popular y, como veremos, lascircunstancias fueron todavía másdesfavorables en otras armas.

De todos modos, en losmomentos iniciales de la guerra lasituación no era ni mucho menos tan

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propicia a la sublevación como lohubiera sido en el caso de que a éstase hubiera sumado a la totalidad delEjército. La balanza estaba bastanteequilibrada e, incluso, desde más deun punto de vista, si alguien teníaauténtica ventaja era el Gobierno. Uncómputo realizado por algunoshistoriadores militares proclives a lacausa de los sublevados afirma que,aproximadamente, el 47 por 100 delEjército, el 65 por 100 de losefectivos navales y aéreos, el 51 por100 de la Guardia Civil, el 65 por100 de los Carabineros y el 70 por

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100 de los Cuerpos de Seguridad yAsalto estuvieron a favor de losgubernamentales. Tales cifras, comolas relativas a la oficialidad, puedenser muy engañosas y parecentransmitir la impresión de que fue laincompetente dirección del EjércitoPopular la que ocasionó su derrota,juicio más que discutible. Enrealidad la división del Ejército encasi dos mitades idénticas oculta larealidad de que la porción másescogida del mismo, la únicahabituada al combate y dotada demedios, en términos relativos al

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menos, el Ejército de Marruecos,estuvo en su totalidad en manos delos sublevados. Otro ejemplo de lasituación efectiva resultará todavíamás significativo. La distribución delos medios bélicos navales, medidosen número de buques, ofrece unpanorama todavía más aplastante afavor de la República, que tenía 40de los 54 barcos disponibles. Sinembargo, los sublevados prontocontaron con unidades modernas (loscruceros Canarias y Baleares) y,sobre todo, los gubernamentales nopudieron hacer patente su

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superioridad por tener en contra a lapráctica totalidad de la oficialidad.En total un 35 por 100 de la mismafue asesinada por las tripulaciones,un porcentaje enorme que todavía esmayor en el caso de los más jóvenes,pues se eleva al 43 por 100 en losalféreces de navio. Entre asesinadosy dados de baja casi el 85 por 100 dela oficialidad naval fue inutilizadapor el propio Frente Popular pero niaun la mitad del resto (6,5 por 100)sirvieron a su causa, lo que sin dudaexplica la catastrófica actuación dela flota republicana. De unos 450

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aviones existentes el Gobiernorepublicano contó con más detrescientos, pero los avionesitalianos, que llegaron muy pronto enayuda de la sublevación, al sermucho más modernos, equilibraron lasuperioridad gubernamental.

En cambio, ésta fue patente enlo que respecta a los recursoshumanos y materiales de los queinicialmente se partió. En un discursoradiado Indalecio Prieto afirmó,como por otro lado era bienevidente, que "extensa cual es lasublevación militar que estamos

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combatiendo, los medios de quedispone son inferiores a los mediosdel Estado español". Prieto insistióespecialmente en dos hechos: el orodel Banco de España permitía alGobierno una "resistencia ilimitada"y, además, el ejecutivo tenía tambiéna su favor la mayoría de las zonasindustriales, de importanciaprimordial para el desarrollo de unaguerra moderna. A ello se podíaañadir que, aunque la zonagubernamental fuera discontinua, enella vivía un porcentaje de población—60 por 100 del total— superior a

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la adversaria.¿Cómo se explica entonces que

el resultado de la Guerra Civil fueratan distinto de las previsiones dePrieto? Para dar una respuestacompleta a este interrogante serápreciso esperar al final del presentecapítulo pero, de entrada, se puedecitar una causa fundamental. Almismo tiempo que el Estadorepublicano hacía frente a lasublevación militar e impedía queésta triunfara, se enfrentó también auna auténtica revolución política ysocial surgida en las mismas

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regiones y sectores sociales que sedecían adictos a su causa. Como"cada grupo actuó con absolutaindependencia y se organizó no comoparte de un todo sino como un todoaparte", el resultado de esta situaciónfue que esas ventajas iniciales,relativas en todo caso, se esfumaron.

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La revolución y susconsecuencias

"Al día siguiente del alzamiento

militar —escribió Azaña cuando laGuerra Civil hubo terminado— elGobierno republicano se encontró enesta situación: por un lado tenía quehacer frente al movimiento... quetomaba la ofensiva contra Madrid; ypor otro, a la insurrección de lasmasas proletarias que, sin atacardirectamente al Gobierno, no le

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obedecían. Para combatir al fascismoquerían hacer una revoluciónsindical. La amenaza más fuerte era,sin duda, el alzamiento militar, perosu fuerza principal venía por elmomento de que las masasdesmandadas dejaban inerme alGobierno frente a los enemigos de laRepública". Por eso, añadía el ya ex—Presidente de la República, laprincipal misión del Gobierno a lolargo de toda la Guerra Civil debióser, precisamente, "reducir aquellasmasas a la disciplina". Nunca unafrase ha resumido tan bien un

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proceso tan complicado como el quetuvo lugar a partir de julio de 1936.Si la República fue derrotada partede las razones residen, en definitiva,en el hecho de que no consiguieraconcluir el proceso denormalización.

En la España de 1936 larevolución real fue "la respuesta auna contrarrevolución emprendidafrente a una revolución supuesta"(Aróstegui). Los propios testigospresenciales así lo vieron de modoque, por ejemplo, Federica Montsenyaseguró que "la rebelión tuvo como

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consecuencia adelantar la revoluciónque todos ansiaban pero que nadieesperaba tan pronto". En adelanteguerra y revolución desempeñaron unpapel antagónico o complementario,según la ideología de cada uno. Perono se piense que la opciónrevolucionaria se limitó a quieneshabían practicado la "gimnasia"subversiva contra la República. Nofueron tan sólo los anarquistasquienes defendieron la primacía dela revolución sino que estesentimiento estuvo mucho másextendido en la "cultura popular" de

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entonces, la cual contribuyó tambiéna fomentar las posteriorescolectivizaciones. Claridad, eldiario de Largo Caballero, quepronto fue presidente del Consejo, lohizo literalmente: "La guerra y larevolución son una y la misma cosa.No sólo no se excluyen y perturbanmutuamente sino que secomplementan y conjugan".

El espectáculo de algo tan pocohabitual en Europa como unarevolución y la evidencia de lamisma fueron los factores queatrajeron a tantos extranjeros a

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España, de la que dieron a menudouna impresión colorista pero nosiempre acertada. Esa visión estabadestinada a convertirse en unaleyenda duradera de la Guerra Civil.Algunos de los viajeros de entoncesofrecen una visión inigualable de laBarcelona de las primeras semanasde la guerra. Parecía "como sihubiéramos desembarcado en uncontinente diferente a todo lo quehubiéramos visto hasta el momento".En efecto, "a juzgar por su aparienciaexterior [Barcelona] era una ciudaden que las clases adineradas habían

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dejado de existir". Todo el mundovestía como si fuera proletarioporque el sombrero o la corbata seconsideraban prendas "fascistas",hasta el punto de que el sindicato desombreros debió protestar por estaidentificación. El tratamiento de"usted" había desaparecido y serespiraba una atmósfera deentusiasmo y alegría, aunque laexistencia de una Guerra Civil seapreciara en la frecuente presenciade grupos armados, mucho másnecesarios en el frente que en laretaguardia.

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En las descripciones de losextranjeros brilla ante todo un interésentusiasta por la novedad. Larealidad es, sin embargo, que confrecuencia los viajeros extranjeros,amantes de las emociones fuertes yherederos de las tradiciones delromanticismo, no supieron apreciarlos graves inconvenientes que lasituación revolucionaria tuvo paralos intereses del Frente Popular. Unavez que estalló la revolución comorespuesta a la sublevación adversariaresultó por completo irreversible:como también escribió Azaña, ante la

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revolución el Gobierno "menos queadoptarla podía reprimirla". Losorganismos revolucionariosrecortaron el poder del Estado —aunque también lo suplieran en unosmomentos difíciles—, pero otra cosaes que, pasado el tiempo,constituyeran un sistema de direccióneficaz. En cualquier caso lo sucedidoen España poco tuvo que ver con loacontecido en Rusia en 1917 o enAlemania en 1918. Allí la revoluciónengendró unos soviets o unosconsejos que permitieron sustituirpor completo, aunque sólo

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temporalmente en el segundo de loscasos, a la organización estatal. EnEspaña existió una pluralidad decomités u organismos semejantes queimpidió el monopolio de una solafórmula, obligó al prorrateo delpoder político y lo fragmentógravemente; por si fuera poco nocreó un único entusiasmo y menosuna disciplina como la que Trotskyimpuso al Ejército bolchevique, sinoque los fervores divergentes de lasdiferentes opciones resultaron enbuena medida incompatibles yautodestructivos. En palabras de

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Madariaga el Frente Popular resultó"una verdadera hidra revolucionariacon una cabeza sindicalista, otraanarquista, dos comunistas y tressocialistas, amén de las cabezuelas,mordiéndose furiosamente la una a laotra". No siempre sucedió así pero,como veremos, la situación descritafue bastante habitual.

El citado ensayista ha señaladotambién cómo la causa querepresentaba la República, es decir,la tradición de Francisco Giner, fuesepultada entre las Españas querepresentaban otros dos Franciscos,

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Franco y Largo Caballero. Elgobierno Giral se vio condenado auna parálisis radical motivada poruna situación de la que no eraculpable y a la que no podíaenfrentarse. Cuando, en julio,prohibió los registros y detencionesirregulares, no fue atendido y cuandoordenó, al mes siguiente, la clausurade los edificios religiosos no hizosino levantar acta de lo que yasucedía (si no estaban destruidos).Formado el gabinete exclusivamentepor republicanos de izquierda, ya norepresentaba ni remotamente la

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relación de fuerzas existente en elFrente Popular, pero la impotenciano sólo le fue atribuible a él sinotambién al siguiente gobierno.Cuando el de Largo Caballero quisoabandonar Madrid ante la amenazade las tropas de Franco, algunosministros fueron obligados aretroceder por la fuerza imperiosa delas armas. Se demostró, así, que, "aun tiro de fusil" de la capital suautoridad "se extinguía y lasuplantaban los jefes de columna ylos sargentos de piquete"(Zugazagoitia).

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Mientras tanto se habíaproducido "una oleada deconsejismo" que pulverizó el poderpolítico, reduciendo al gobiernoGiral a la poco brillante tarea demantener ante el exterior la fachadade las instituciones republicanas.Siguiendo una larga tradiciónhistórica española que se remontahasta la guerra de la Independencia,cada región (o incluso cadaprovincia y cada localidad)presenció la constitución de juntas yconsejos que, a modo de cantones,actuaron de manera virtualmente

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autónoma. "El orden republicanoantiguo —escribió Azaña, entre lamelancolía y la irritación— pudo serreemplazado por otro, revolucionario(pero) no lo fue y no hubo así másque impotencia y barullo".

Un recorrido por la geografíacontrolada por el Frente Populardemuestra que no hay exageración enestas palabras. En el mismo Madridla salida del Gobierno provocó lacreación de una Junta. En Valencia,destinataria de aquél, hubo en losprimeros momentos dos poderes, elComité Ejecutivo Popular, formado

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por representaciones políticas ysindicales, y la Junta delegada delGobierno, nombrada por éste. EnBarcelona las armas conseguidas porla CNT provocaron que el Comité deMilicias Antifascistas redujera a laGeneralitat, en los primerosmomentos, a la condición de merasancionadora de decisiones que notomaba por sí misma; a su vez laGeneralitat pretendió hacer crecer supoder a expensas de laAdministración central lo que, dadasu impotencia, no dejaba de tenerfundamento. En consecuencia asumió

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las competencias de aduanas ycomercio exterior y pretendió que nofueran válidas otras medidas que lasque ella misma convalidara. EnAsturias hubo inicialmente doscomités, el de Gijón, anarquista, y elde Sama de Langreo, socialista. ElConsejo de Aragón, formado graciasa las columnas anarquistasprocedentes de Cataluña, tuvo unaespecie de consejo de ministrospropio. Incluso en unidadesgeográficas inferiores a las regionesse pudo constatar la fragmentacióndel poder político. Hubo un momento

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en el que la provincia de Guipúzcoatuvo tres juntas. En cada poblaciónlas autoridades municipales legalesfueron sustituidas por otras que eranel resultado del reparto entre lospoderes sindicales o políticos delFrente Popular en la nueva situación,al margen de lo que hubiera sucedidoen cualquier elección municipal. EnCastellón, por ejemplo, se hizo conel Ayuntamiento un Comité con 14miembros de la CNT, 7 de UGT, 7del POUM y 7 republicanos.

"Nunca se conocerá conseguridad la magnitud de nuestras

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pérdidas durante aquellos días, dadanuestra gran inexperiencia y lo pocoversados que estamos en el arte de laguerra", ha escrito uno de losmejores militares del Frente Popular,Tagüeña. En efecto, la revoluciónsupuso, de entrada, la ineficaciamilitar en los primeros meses deguerra, de modo que de nada sirvióque las fuerzas relativas de loscontendientes estuvieranrelativamente equilibradas el 18 dejulio, porque la realidad es que en lazona del Frente Popular no sólo sedescompuso la maquinaria del

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Estado sino que incluso desaparecióel Ejército organizado, siendosustituido por una mezcolanza demilicias políticas y sindicales junto aunidades de Ejército que ya noconservaban sus mandos naturales.Como testimonio de que "las masasalucinadas destruían los últimosrestos de la maquinaria militar queiba a hacer tanta falta" Azaña contóluego, indignado, lo sucedido enValencia, donde se vendieron a losgitanos todos los caballos de unregimiento.

La indisciplina hizo frecuente

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que los milicianos madrileñoscombatieran unas horas paro volverluego a dormir a sus hogares. Lascolumnas anarquistas tenían amenudo nombres sonoros, pero quecorrespondían poco con suineficacia. Se puede calcular elasombro y la ira con la que elgeneral Rojo, fundamental inspiradorde las principales operacionesmilitares del Frente Popular,denunciaba hechos como haberencontrado a soldados en el frente deAragón que jugaban al fútbol con eladversario o a oficiales que llevaban

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su graduación pintada a pechodescubierto sobre la tetilla. Nopuede extrañar que en sus libros losdescriba como "cazadores" y noverdaderos combatientes. En esascircunstancias, cuando nadie eracapaz de saber qué efectivos habíaen el frente ni tampoco dóndeestaban, la ventaja o la igualdad departida del Frente Popular estabacondenada a disiparse. Así seentiende también que no existiera niunidad en los propósitos, niselección de prioridades en el bandofrentepopulista, que dio pruebas

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aparentes de estar más interesado enconquistar pequeños pueblosaragoneses que en evitar que Francocruzara el Estrecho de Gibraltar. Almenos, sus dirigentes no fueroncapaces de rectificar esta impresión.

La importancia de la revoluciónrebasa este aspecto militar y político,de directa e inmediata influenciasobre el desarrollo de lasoperaciones. Hay otro aspecto, eleconómico—social, que despertó elinterés y el entusiasmo de losextranjeros que visitaron Españapara solidarizarse con la revolución.

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En una época muy posterior, durantelos años sesenta y setenta, fue muyhabitual considerar que en España sehabía dado el primer y único caso derevolución anarquista llevada a lapráctica, con la única posibleexcepción de Ucrania durante laetapa bolchevique. Quienesdefendieron fórmulas de "socialismoautogestionario y descentralizado",no relacionadas propiamente con elanarquismo, también pensaron que elcaso español revestía un interéssingular. Pero hasta una fecha muyreciente no se ha iniciado una labor

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de investigación monográfica quepermita enjuiciar esta revolución sinque la realizada hasta ahora tampocopermita ofrecer un balance completoy definitivo de lo sucedido. La razónestriba en que la literaturapropagandística de la revolución espoco proclive a ofrecer datosconcretos. Cabe, sin embargo,establecer algunas conclusionesgenerales que pueden ejemplificarseen los casos de los que tenemos unconocimiento más detallado.

En primer lugar, ha de partirsede que la colectivización, en

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términos generales, fue un fenómenoespontáneo y no impuesto, aunque enél jugaran un papel esencial lasminorías dirigentes. La excepciónpodría estar constituida por el campoaragonés, en donde no existía unsindicalismo organizado y donde lascolumnas anarquistas procedentes deCataluña impusieron la revoluciónpor la violencia. Por otro lado, nopuede decirse que lascolectivizaciones partieran de cero:aparte de la experiencia del intentorevolucionario asturiano habíatambién la de los arrendamientos

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colectivos de la tierra, que enalgunas provincias (Jaén) habíantenido una importancia destacada.Tampoco cabe identificarexclusivamente la revolución con losanarquistas puesto que en ellacolaboró con todo entusiasmo laUGT. La "cultura popular" desindicatos y de masas proletariasresultaba bastante homogénea, almargen de la distancia ideológicaexistente entre quienes las dirigían.Fue muy característico del procesorevolucionario el desarrollo de unaenorme variedad de fórmulas

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organizadoras, incluso enpoblaciones muy cercanas. Sinembargo, con el paso del tiempo laespontaneidad revolucionaria fuesiendo sustituida por el centralismo yla autoridad estatal.

El volumen del procesocolectivizador es muy difícil decalcular. El número mismo de lascolectivizaciones oscila, según losdiferentes cómputos, entre 1.300 y2.300. De todas formas es difícilexagerar la importancia del procesoy basta para demostrarlo con citardos datos fiables: según fuentes

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anarquistas tres millones de personashabrían participado en el procesocolectivizador agrario y, según cifrasoficiales de 1938, relativas a tansólo una parte de la zona del FrentePopular, habrían sido expropiadascinco millones y medio de hectáreasque suponían el 40 por 100 de lasuperficie útil. De ser así resultaríaque el cambio de propiedad de latierra durante la revolución españolahabría sido superior al de la primeraetapa de la revolución soviética.

Con todo predomina laimpresión de variedad geográfica en

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el grado de la colectivización, de talmanera que ese porcentaje global esmuy poco significativo. En Cataluñay Valencia la colectivización agrariaparece haber sido un fenómenomarginal. En la primera región habríaafectado a tan sólo 66 entre más deun millar de municipios y en lasegunda el porcentaje fue del 13 por100 en Valencia y del 5 por 100 enCastellón. En ambas la forma depropiedad no latifundista y el clarodeseo del campesino de tener yexplotar la tierra de forma individualimpidieron o dificultaron las

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colectivizaciones. En Alicante, porejemplo, dada la resistencia de loscampesinos a la colectivización, loscomunistas optaron por promovercooperativas, de las que controlaronmás de la mitad. En cambio en otraszonas los porcentajes de tierra quecambiaron de dueño fueron muysuperiores. En Ciudad Real seexpropió el 56 por 100 del total, el33 por 100 en Albacete, pero elporcentaje fue todavía mayor (65 por100) en Jaén, donde, además, el 90por 100 fue colectivizado. En cambioen la vecina Almería la

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colectivización fue poco importante.(En esta provincia un factorpuramente personal, la actuación delgobernador civil, permitió unaperduración efectiva delfuncionamiento de las institucionesrepublicanas.)

El ritmo de la revoluciónagraria varió también e idénticasensación de heterogeneidadproporciona la significación políticade las colectivizaciones. Aragón fuela única región en que parece habertenido un claro predominio la CNT,que controló el doble de

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ayuntamientos que la UGT. Aunqueen algunos casos la colectivizaciónfuera espontánea en general fueimpuesta por la violencia en unaregión donde la mayor parte delelectorado era republicano ocatólico. Durruti, el principaldirigente anarquista, llegado deCataluña, no ocultó esta realidad alafirmar que "es ley de vida que losejércitos vivan sobre el terreno quehan conquistado" y alguno de suscolaboradores no tuvo reparo enjustificar la "justicia instintiva",dando pie a la más arbitraria de las

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violencias. Caspe, capital delConsejo de Aragón, tenía, antes de lallegada de las columnas anarquistas,una significación netamenteconservadora pero, tras ella, el 75por 100 de los habitantes vivieron encolectividades. Incluso en aquellasregiones en donde no existióviolencia en el período bélico seprodujo, probablemente presionadapor el ambiente y por el deseo delograr protección, unasindicalización masiva, y lassociedades sindicales llegaron hastapoblaciones en donde nunca habían

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sido implantadas.En cambio, en Valencia hubo

una enorme diferencia entre laspoblaciones que tenían una largatradición anarquista (Alcoy y Elda,por ejemplo)"y aquellas otras en lasque no era éste el caso; la mayorparte de las colectividades fueron dela CNT —cuatro veces más que UGT— pero, como se ha dicho, elfenómeno tuvo unos efectosrestringidos. En Alicante, por suparte, el 44 por 100 de lascolectividades agrícolas fue de UGT,el 40 por 100 de CNT y el resto

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mixtas mientras que en las industriaspredominó de manera clara la CNT.Frente a lo que en principio podríapensarse, en Andalucía los ugetistastuvieron tanta importancia en lascolectivizaciones como losanarquistas. En Jaén un tercio fueronexclusivamente suyas, quedando laCNT reducida a una minoría. En elresto de Andalucía se dio un mayorequilibrio entre las dosorganizaciones. Llama la atención lacolaboración entre centralessindicales de pasado tan antagónico ytan diferentes concepciones pero

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debe tenerse en cuenta que ningunade ellas tenía concepciones clarassobre cómo organizar lascolectividades, lo que facilitó elposible acuerdo.

Si la composición política variótambién lo hizo la forma deexplotación agraria. De ello puedenhaber sido responsablesprincipalmente los anarquistas, quehabían declarado que en el momentode llegar la revolución "cada cualpropiciará la forma de convivenciasocial que más le agrade". Algúnviajero extranjero, como Borkenau,

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describe casos en los que elanarquismo organizó algo así comocomunas primitivas autosuficientes,gobernadas por una especie de sovietcampesino, y que, cuandonecesitaban un producto, recurrían alsimple trueque con el pueblo vecino.En Andalucía fue bastante frecuentela supresión del dinero o incluso laprohibición de bebidas alcohólicas yel cierre del bar. Pero estasfórmulas, que remiten a una especiede anarquismo primitivo, no siemprese dieron. Hubo casos en que latierra fue explotada mediante un

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sistema mixto, en parte individual yen parte colectivo. Parece haber sidobastante habitual en lascolectividades agrarias la existenciade dos organismos de gobierno, unaasamblea general y un consejo ocomité, más reducido, de carácterejecutivo.

Idéntica variedad parecehaberse dado también en el ámbitourbano. Es muy posible que trescuartas partes de la población obrerabarcelonesa trabajara en centroscolectivizados, mientras que sólo lamitad lo hacía en Valencia y un

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tercio en Madrid; en Asturias lacolectivización industrial fue muyimportante, pero mucho menor en elPaís Vasco gracias a la influencia delos nacionalistas vascos. En unaprovincia como Alicante lacolectivización no fue completa perola intervención sindical afectó a casitodas las empresas, incluso aunqueconservaran a los patronos comogerentes técnicos. En Barcelona seprodujo la práctica desaparición deéstos así como una evidentemediatización de la gestión por partede los sindicatos, pero las fórmulas

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precisas de explotación sólo puedeser intuidas, teniendo en cuenta, porotro lado, que las autoridades (eneste caso, la Generalitat) fueronimponiendo progresivamentefórmulas que facilitaran su control.En octubre de 1936 fueroncolectivizadas en Cataluña todas lasfábricas de más de cien trabajadores,las que hubieran sido abandonadaspor sus dueños o aquellas donde éstefuera partidario de los rebeldes, perosubsistieron empresas privadas demenor tamaño y con control sindical.En realidad, por esas mismas fechas

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se estaba produciendo en el conjuntode España el comienzo de unatendencia rectificadora del procesorevolucionario. Aunque la culturapopular favoreciera lascolectivizaciones éstas, en realidad,fueron obra de una minoría. Inclusoen una Barcelona de inequívocasignificación anarquista el estudio dealguna industria colectivizadatestimonia la pasividad de la mayorparte de los trabajadores;

en Alicante gran parte de lasincautaciones de tierras se realizaron"al tuntún", según opinión de los

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comunistas locales. Como, además,las colectivizaciones, variadas ensignificación, poco pensadas y, sinduda, complicadas en la gestión,causaban problemas a la direcciónde la guerra fueron precisamente loscomunistas quienes protagonizaron latendencia rectificadora del procesorevolucionario. Vicente Uribe,ministro del PCE en el gobierno deLargo Caballero, denunció que en losprimeros meses de la contiendaapenas se había trabajado la tierra ytrató de limitar las expropiaciones atan sólo aquellas tierras cuyo dueño

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fuera "fascista". Así se abrió unapolémica que resultaría central en elseno de la causa del Frente Popular.Todos estos propósitosrectificadores —en cierto modocompartidos por la totalidad dequienes estuvieron en el poder—encontraron una serie resistenciaporque, una vez iniciado el proceso,era muy difícil darle marcha atrás.De todos modos desde finales de1936 la política gubernamentalresultó mucho más proclive a losmedianos y pequeños propietarios.

Difícilmente puede exagerarse

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la importancia de la revolucióneconómica y social que tuvo lugar enla zona controlada por el FrentePopular durante las primerassemanas de la Guerra Civil . Nohemos abordado, de momento, laevolución económica, de la que setratará más adelante, pero es posibleque el resultado en este terrenoresulte semejante a las consecuenciasde la fragmentación del poder. Cabeadelantar que, aun siendo mucho másdifícil efectuar un balance en estecaso que en el de la revoluciónpolítica, el efecto pudo ser parecido.

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El propio interés de los responsablesdel Gobierno central o de laGeneralitat por controlar laagricultura y la industria lodemuestran y es obvio que lapretendida autosuficienciaeconómica de las colectivizacionesno ayudaba al esfuerzo bélico. Pudohaber un número más o menos alto deellas que fueran bien administradas,incluso a pesar de las dificultadesimpuestas por la guerra, en especialsobre los aprovisionamientos, peroen industrias claves, como la dearmamento, acabó por producirse una

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rigurosa centralización porque éseparecía el único medio para asegurarla continuidad del esfuerzo bélico.Aunque su ideología puede habercontribuido a la dureza de susjuicios, conviene recordar que untestigo tan cualificado como Azañaescribió que "después de lositalianos y los alemanes no hantenido los nacionalistas mejorauxiliar que todos aquellos creadoresde una economía dirigida o, másbien, secuestrada por los sindicatos".

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La represión en laretaguardia

Una consecuencia inmediata de

que la Guerra Civil fuerairreversible fue que ambos bandos—o, mejor, individuospertenecientes a cada uno de ellos—no sólo demonizaron al adversariosino que juzgaron que lo más urgenteera exterminarlo físicamente. Hubomomentos iniciales en que se dejóescapar al enemigo o se pactó una

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cierta neutralidad pero muy prontopareció imposible este tipo detolerancia. En efecto esta situaciónduró poco y la represión fue eltestimonio de que se había iniciadola Guerra Civil al tiempo quecontribuía a hacerla irreversible.Iniciado el derramamiento de sangrese abrió un abismo entre losbeligerantes que ya no pudo cerrarse.Incluso podría añadirse que elprimer fenómeno que se produjo enel bando del Frente Popular no fue elintento de llevar a cabo unarevolución social, como tampoco en

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sus adversarios se trató de unarestauración de los principiostradicionales. Antes que nada lo quetuvo lugar fue el terror, laeliminación física del disidente, realo potencial.

Los motores del terror en una yotra zona fueron idénticos. Nadie losanalizó mejor que Azaña en susescritos posteriores al final delconflicto. "Los impulsos ciegos quehan desencadenado sobre Españatantos horrores —escribió— hansido el odio y el miedo. Odiodestilado, lentamente, durante años

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en el corazón de los desposeídos.Odio de los soberbios, pocodispuestos a soportar la insolencia'de los humildes. Odio a lasideologías contrapuestas, especie deodio teológico, con que pretendenjustificarse la intolerancia y elfanatismo. Una parte del país odiabaa la otra y la temía. Miedo de serdevorado por un enemigo en acecho:el alzamiento militar y la guerra hansido, oficialmente, preventivos paracortarle el paso a una revolucióncomunista. Las atrocidadessuscitadas por la guerra en toda

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España han sido el desquitemonstruoso del odio y del pavor. Lahumillación de haber tenido miedo yel ansia de no tenerlo más atizaban lafuria".

Pero, si esos fueron losmecanismos esenciales del terror,indistintos en cada uno de losbandos, es preciso preguntarse porlas posibles diferencias. El hecho deque ya se hayan iniciadoinvestigaciones muy detenidas sobreel particular permite hacer algunasindicaciones al respecto. Hubo en losdos bandos una represión sangrienta

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carente de cualquier tipo deformalidad que recibió el nombre,entre sarcástico y brutal, de "paseo".Esta fórmula represiva fuepracticada, principal, pero noexclusivamente, al comienzo de lacontienda y por una reducidaminoría, aunque sin duda con lacomplicidad de muchos más, demodo que no debe dejar de imputarsea los responsables máximos unaresponsabilidad por omisión, almenos en el caso de quienes eran losencargados del orden público encada uno de los bandos.

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Algunos datos parecen probarque los "paseos" se llevaron a caboen los inicios de la Guerra Civil, almenos en la zona controlada por elFrente Popular: dos tercios de las4.175 víctimas del "terror rojo" en laactual Comunidad Valenciana seprodujeron hasta octubre de 1936.De las 8.352 víctimas de losasesinatos sumarios en Cataluña unas6.400 murieron antes de finalizar1936; en Madrid el 60 por 100 de losasesinatos tuvo lugar en tan sólo losdos meses y medio iniciales de laguerra. La significación ideológica

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de las bandas que practicaron estetipo de bárbara venganza represivaes difícil de precisar, pero hayalgunos datos significativos: porejemplo, en dos poblacionesbarcelonesas cercanas, como eranSabadell y Tarrasa, el número devíctimas fue el triple en la segunda,donde la influencia de la FAI eramuy superior. Eso no contradice quehubiera dirigentes anarquistas que sesignificaran por su deseo de evitar elderramamiento de sangre; incluso lapropia FAI amenazó con liquidar alos responsables de los "paseos". De

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cualquier modo los casos demilitantes anarquistas queprotestaban más decididamente porel empleo de la violenciacorresponden a dirigentes moderadoscomo, por ejemplo, Peiró, que quiso"evitar que la venganza se conviertaen un arma revolucionaria", o elresponsable de prisiones MelchorRodríguez, que hizo mucho por evitarlos peores aspectos de la represiónen la capital de España. Hay indiciosde que los comunistas desempeñarontambién un papel de primeraimportancia en la represión, con la

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particularidad de que la hicieron deuna forma mucho más selectiva.Pero, en realidad, la mayor parte delas culpas se deben remitir más a laspersonas que a los idearios. Hay quetener en cuenta que en la zona delFrente Popular la liberación de lospresos tuvo como consecuencia laaparición de un poder represivoparalelo que, de hecho, estaba enmanos de delincuentes. Un caso muycaracterístico fue el de GarcíaAtadell, principal protagonista deasesinatos incontrolados en Madrid,que luego trató de huir con el

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producto de sus robos con la malafortuna para él de que el barco enque lo hacía recaló en Canariasdonde, descubierto, fue ejecutado.Reivindicó una significaciónsocialista pero sólo fue undelincuente.

La proliferación de entidadespolíticas que se produjo en la zonadel Frente Popular se tradujo tambiénen idéntica proliferación de órganosrepresivos. Las llamadas "checas",especie de locales entre policiacos yde tortura, se adscribían a lospartidos políticos, aunque actuaban

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por libre: en Madrid, por ejemplo,hubo unas 200. En Barcelona existió,además, un organismo entrepoliciaco y parajudicial, la Oficinajurídica, en manos de abogadospróximos al anarquismo, comoBarriobero o Samblancat, queincluso se permitieron revocarsentencias de tribunales ordinarios.Pero, sobre todo, lo que durante losmeses iniciales de la guerra existióen el bando del Frente Popular fueuna mezcla de tolerancia eincapacidad de control de laviolencia represiva: eso es lo que

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explica los sucesos de Paracuellos,en las proximidades de Madrid, o losdel cementerio de Moneada,Cerdañola y las Corts, en lascercanías de Barcelona. De formasemejante a lo que caracterizó a estesector desde el punto de vista militaren las primeras semanas de la GuerraCivil el "terror rojo", aparte decruel, fue ineficaz. La vida dependiómuy a menudo no de la pertenencia auna clase social o a una adscripciónpolítica sino de la pura arbitrariedadde las bandas armadas cuyasprácticas tenían poco de sistemático

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o coherente. Mataron, por ejemplo,sacerdotes, que eran inocuos, omilitares, una parte de los cualespodían haber combatido en sus filas.

Frente a lo que en algunaocasión se ha dicho el "paseo", orepresión indiscriminada practicadapor elementos irregulares, fuetambién una fórmula bastante habitualen el bando adversario durante laprimera fase de la guerra. EnZaragoza, por ejemplo, de los 3.111asesinados por los franquistasdurante la Guerra Civil , 2.610 lofueron en el año 1936. Más difícil es

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identificar la significaciónideológica de quienes lospracticaban pero hay indicios de quefalangistas y determinados elementosde las fuerzas de seguridad tuvieronun triste protagonismo. Según elconde de Rodezno, futuro ministro deJusticia de Franco, en Navarra losfalangistas se distinguieron porllevar a cabo "limpias queespeluznan", en especial en laRibera, mientras que caracterizaba alos tradicionalistas "otra moral ymayor piedad". Pero loverdaderamente determinante fue

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siempre el factor humano y personal,y no el ideológico, aunque la extremaderecha moderna fuera más brutalque la antigua.

En uno y otro caso el "paseo",es decir el asesinato sin más, carentede cualquier formalidad, nodesapareció completamente hasta elfinal de la guerra. En Cataluña, porejemplo, cuando entraron las tropasde Franco todavía se produjeronmedio centenar de muertes sin pasarpor ningún tipo de formalidadjurídica: así, fue asesinado porquienes huían hacia la frontera

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francesa el último de los obispos quepereció en el conflicto (el deTeruel).

En Valencia hubo 76 muertosirregulares con la ocupaciónfranquista pero antes, cuando todavíacontrolaban la situación losrepublicanos, había ejecucionessumarias cuando se producía unbombardeo aéreo o naval. Hasta elmismo final de la guerra no eraextraño que cuando se tomaba unaposición que costaba a los atacantesfuerte derramamiento de sangre seejecutara a todos o parte de los

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resistentes. Siempre el mayorvolumen de sangre derramada estuvovinculado con la violencia de lalucha política y social previa. EnCataluña el mayor número deasesinatos durante el dominio delFrente Popular se produjo en elPriorato y en la Terra Alta, donde sedaban estas características, como enValencia en las zonas agrícolas dellitoral y en Aragón, bajo el dominiofranquista, en los partidos judicialesde Ejea, Sos y La Almunia, de granpropiedad (37 por 100 de losasesinatos de Zaragoza).

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Con el transcurso del tiempo, el"paseo" fue sustituido por fórmulasaparentemente jurídicas que, enrealidad, suponían la suplantación delos mecanismos hasta entonceshabituales de aplicación de la Ley yque, dejando en la práctica pocomenos que indefensos a los acusados,redujeron de manera considerable elnúmero de ejecuciones. Elparalelismo fue señalado en sumomento por el hijo del ex—presidente de la República, AlcaláZamora, que era catedrático deDerecho procesal. Tanto los

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tribunales militares como lospopulares estaban en su mayoría enmanos de personas que no eranjueces; si acaso, cabe adivinar uncarácter más sistemático y uniformeen los primeros que en los segundos.En el bando sublevado la justiciamilitar redujo la restante a unamínima expresión, adquiriendo unaextensión desmesurada. Sólo uno delos cinco miembros de los tribunalestenía que ser jurista: el defensor, quedebía ser militar, ni siquiera debíapertenecer a esta carrera; laadministración de esta supuesta

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justicia era expeditiva, no sólo por elpoco tiempo dedicado a cadapersona sino también por laagrupación de causas muy dispares,al margen de que se juzgara por"rebelión militar" a quienes,precisamente, no se habíansublevado. Se ha podido decir deella, por tanto, que era algo así comouna "justicia al revés".

En la zona contraria se crearonlos tribunales populares en agosto de1936. En ellos sólo tres de losmiembros eran funcionariosjudiciales, mientras que los otros 14

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representaban, a título de jurados, alas organizaciones del FrentePopular por lo que bien se puededecir que aplicaban una justiciapolítica. Con objeto de partir de ceroen esta materia se llegó a amnistiarde todo tipo de delitos a quienesfueran avalados por los partidospolíticos del Frente Popular. Bien esverdad que la carrera judicial teníaactitudes muy conservadoras y, porello, fue necesario recurrir a talesprocedimientos. El propio legisladorparecía partir de la excepcionalidadde esta jurisdicción al afirmar que

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estos tribunales seguirían vigentes"mientras duren las actualescircunstancias". El panorama de lalegislación represiva republicana secompletó con los tribunales deurgencia que juzgaban actitudespolíticas más que actuaciones: enMadrid, por ejemplo, entre 12.000—13.000 personas fueron juzgadas pordesafectas. En la fase final de laguerra se consideraba delictivoincluso el "derrotismo", es decir, lafalta de entusiasmo por la causapropia. Con el paso del tiempo en lostribunales de espionaje creados por

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el Frente Popular desempeñaron unpapel creciente los militares opersonas relacionadas con el ordenpúblico. Las incautaciones de bienes,privados o religiosos, se realizaronde forma espontánea pero luego secrearon tribunales populares deresponsabilidades civiles, destinadosa decidirlas, mientras que los bienesadquiridos por este procedimientoeran administrados por una Caja deReparaciones. En el momento finalde la guerra esos bienes, sobre todolos más liquidables, se emplearonpara financiar la emigración

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republicana.Ha habido quien ha tratado de

establecer una distinción entre elterror practicado en la zonafrentepopulista y la sublevada: elprimero habría sido espontáneo ydescontrolado y, sobre todo, sehabría producido a posteriori, ante laimpotencia de unas autoridades quehubieran querido reprimirlo; encambio los sublevados lo habríanpracticado de modo sistemático ycon carácter previo. Quienesdefienden esta opinión recuerdan queMola había indicado que el

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movimiento debía ser muy violento eincluso que era necesario "propagaruna atmósfera de terror". Talcaracterización, sin embargo, noparece por completo acertada. Elexterminio del adversario se produjoen los dos bandos y de maneraespontánea a partir del momento dela sublevación. Quienes mataron enel bando del Frente Popular nonecesitaron del ejemplo del enemigo,aunque fuera la sublevación la quedesató los peores instintos en ambosbandos. Tampoco los asesinatos delos sublevados pudieron ser tan

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sistemáticos cuando, por ejemplo, enLugo, de los 625 ejecutados sólo 168lo fueron previo sumario. Noobstante, el carácter más sistemáticode la represión de los sublevadosparece apreciarse en el hecho de queen este bando no se dio laheterogeneidad que existió en laJusticia republicana. Los tribunalespopulares de Madrid no pasaron deun 8 por 100 de sentencias a muertemientras que en Valencia superaronel 40 por 100; los de urgenciaabsolvieron el 77 por 100 enCastellón y sólo el 12 por 100 en

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Alicante. Por otro lado, es cierto quehubo muchísimas más declaracionespúblicas condenando la represiónindiscriminada en la zonarepublicana: nadie (y menos aúnnadie dotado de tanta autoridad, almenos teórica) hizo en el otro bandoun discurso parecido al de Azaña endemanda de "paz, piedad y perdón".Tampoco hubo periodistas que, comoZugazagoitia, recordaran por escritoque "para juzgar a cuantos hayandelinquido disponemos de la ley", nidirigentes políticos que pronunciaranen público las estremecedoras

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palabras de Prieto: "No imitéis esaconducta, os lo ruego, os lo suplico.Ante la crueldad ajena, la piedadvuestra; ante los excesos delenemigo, vuestra benevolenciagenerosa". Sin embargo, debe tenerseen cuenta que en el bando adversariola libertad de prensa no existía enabsoluto y la posibilidad dediscrepancia interna era muchomenor que en el Frente Popular.Quizá la distancia más significativala marca, en el caso del FrentePopular, la investigación emprendidapor el Tribunal de Casación de

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Cataluña, que reveló dos millares deasesinatos y mandó detener a 175personas responsables del terror.Pero en el propio territorio de estaComunidad autónoma el Servicio deInformación Militar llevó a caboejecuciones irregulares en los mesesfinales de la guerra.

En el bando adversario Yagüehizo un discurso pidiendo clemenciapara el enemigo pero recibió unareprimenda y una sanción, no tantopor lo que había dicho sino porexpresar discrepancias, producto deuna supuesta indisciplina, en relación

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con el comportamiento que seconsideraba normal. Es significativotambién que las palabras más durascontra el terror hayan sido las deOlaechea, obispo de Pamplona que,por su condición, quedaba al margende cualquier sanción: "Nosotros nopodemos ser como nuestroshermanos de la otra banda: esoshermanos ciegos, que odian, que nosaben de perdón". Es importanteseñalar que la queja ante la represiónemprendida por los afines quedólimitada entre los sublevados a losdiarios personales. "Dios mío, qué

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arriesgado es juzgar a los hombres enun ambiente de pasión, de ira, derevancha y de miedo contenido",comentó en su diario Jorge Vigón,militar y futuro ministro de Franco."Dios quiera librarnos pronto deestas pesadillas y restituirnos a unanormalidad donde la vida humanatenga un valor inestimable", escribióel conde de Rodezno en el suyo.Pero, aunque haya importantesdiferencias entre el terror de uno yotro bando, lo que fundamentalmentellama la atención es la profundasimilitud del practicado por las dos

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Españas enfrentadas en guerra, comoya hemos visto en la configuración desus respectivos sistemas judiciales.Las verdaderas diferenciasresidieron en las actitudespersonales, producto desensibilidades diferentes que podíandarse por igual en los dos bandos.

Respecto de los destinatarios dela represión puede aceptarse, enprincipio, lo que escribió Azaña: "Enel territorio ocupado por losnacionalistas fusilaban a losfrancmasones, a los profesores deuniversidad y a los maestros de

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escuela tildados de izquierdismo, auna docena de generales que sehabían negado a secundar elalzamiento, a los diputados y ex—diputados republicanos y socialistas,a gobernadores, alcaldes y unacantidad difícilmente numerable depersonas desconocidas; en elterritorio dependiente del Gobiernode la República caían frailes, curas,patronos, militares sospechosos defascismo, políticos de significaciónderechista". Llama la atención, en laexacta descripción de Azaña, que semencione a los frailes y sacerdotes

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entre los destinatarios de larepresión en la zona republicana. Esoexplica el carácter religioso de laguerra para buena parte de losadversarios y ha sido confirmado porla investigación reciente. Enprovincias como Almería y Alicantelas ejecuciones de clérigos llegarona constituir el 20 por 100 del totalpero en zonas como el Maresme, enlas proximidades de Barcelona, sealcanzó un 85 por 100, lo que resultaespecialmente significativo teniendoen cuenta que la Iglesia catalana fuela más próxima a la colaboración con

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el régimen democrático republicano.Más adelante se insistirá sobre estepunto.

La violencia represiva se puedeapreciar de modo preciso haciendoreferencia al destino sufrido por ungrupo humano reducido como era elde los representantes parlamentarios.En plena guerra los rebeldesejecutaron a unos cuarenta diputadosdel Frente Popular, mientras que elFrente Popular hizo seguir el mismotrágico destino a veinticinco de laderecha; uno de cada cinco diputadosde los dos grupos más nutridos de las

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Cortes (PSOE y CEDA) fueroneliminados durante el conflicto.

Si es posible hacer un balancede la mortalidad represiva en ungrupo reducido como es elParlamento, siguen produciéndoseduras controversias acerca delvolumen total de la misma y de laresponsabilidad de cada uno de losbandos en el monto global. Hay, porsupuesto, muchos cómputos, pero lamayor parte no es que no se basen encriterios científicos, es que nisiquiera lo intentan. El primerbalance general elaborado

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cuidadosamente lo pretendió llevar acabo, a partir de las inscripciones enlos registros civiles, Ramón Salas,un serio historiador militar que habíacombatido con los sublevados. Deacuerdo con ellos resultaría que lasejecuciones en la zona controladapor el Frente Popular fueronalrededor de 72.500, por unos35.500 de la zona sublevada. Sucálculo reducía el supuesto margende error a tan sólo el 10 por 100 deltotal y se completó con una cifrarelativa a las ejecuciones de laposguerra. Como es lógico, en una

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comparación entre ambos terroresestas últimas cifras no se puedenemplear por la sencilla razón de queno se puede conocer el número deejecuciones que hubiera llevado acabo el Frente Popular de habervencido.

Sin embargo, los estudiosmonográficos de carácter provincialo local muestran discrepancias muyimportantes con estas cifras. Asícomo las inscripciones regístrales delos asesinados derechistas sehicieron siempre o casi siempre nosucedió lo mismo con los muertos

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del Frente Popular, aunque, pasadomucho tiempo, cuando se produjo latransición la posibilidad dereivindicar pensiones y ladesaparición de las razones paracualquier miedo acabó propiciandolas inscripciones. Así, en esecómputo global, parecen másprecisos los datos relativos al terrorrojo que al blanco. Los estudiosmonográficos, realizados a partir delos mucho más fiables libros deregistro de los cementerios, parecendemostrar que Salas sobrevalorólevemente el número de ejecuciones

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en la zona del Frente Popular enprovincias como Córdoba y Málaga,pero bastante más en Cataluña, dondecalculaba 14.000 muertos frente a los9.000 sugeridos por el estudiomonográfico de Solé y Villarroya. Encuanto a las cifras de ejecuciones enla zona sublevada la infravaloraciónde los registros sería de un 30 por100 en la mayor parte de los casos,pero hay quien la ha multiplicado portres o por cuatro en provincias comoNavarra o Soria. Aun así se debetener en cuenta que en esta materiasiguen operando no sólo los

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recuerdos familiares sino también lossesgos ideológicos. Incluso quienesdicen haber utilizado procedimientosmetodológicos semejantes dan enocasiones cifras contradictorias.

En definitiva, no es posibleofrecer datos acerca de la represiónpara toda España que seanabsolutamente fiables, sino tan sólode alguna región o provincia. EnCataluña la represión de la quefueron objeto las derechas se cobróunas 9.000 víctimas y la franquista, amedida que fue siendo ocupada laregión, resultó ser de unas 3.400

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personas. Estas cifras, sin embargo,resultan difícilmente extrapolablesporque Cataluña fue la única regióndonde pudo producirse unaemigración masiva a medida queavanzaban las tropas de Franco. EnValencia la represión del FrentePopular afectó a 4.715 personas y lade los vencedores a 4.434, perotambién en este caso se comparancifras heterogéneas al tratarse estasúltimas de ejecuciones producidasuna vez concluido el conflicto. Elmejor especialista en estas materias(Solé) ha calculado el terror rojo en

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unas 55—60.000 víctimas y otrohistoriador (Moreno) el blanco enunas 90.000 (antes de concluido elperíodo bélico). Si esas cifrasresultaran exactas la diferencia nosería, a fin de cuentas, tan acusada.Pero el debate permanece y noparece fácil que se llegue a unacuerdo en un plazo corto de tiempo,por más que las posiciones seaproximen. La única proporción nodiscutida por los historiadores es laque se refiere al porcentaje demuertos como consecuencia de larepresión en comparación con el

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total de los producidos por la GuerraCivil : la cifra se acercaría a lamitad del total, lo que resulta unpalpable testimonio de la barbarie dela guerra.

En cambio parece existircoincidencia entre los investigadoressobre lo que podríamos denominar lageografía de la represión. Enaquellas zonas donde, comoconsecuencia de la situación militar,el miedo al adversario eraespecialmente grave, la represión fuemás sangrienta. El terror blanco fuemuy duro en Zaragoza —3.111

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asesinados— y Córdoba, en laprimera línea de combate, así comoen general en toda Andalucía y, sobretodo en Málaga, en la que habíahabido una represión previa cuandoestaba controlada por el FrentePopular. El terror rojo tuvo unaespecial significación en tres grandescapitales (Madrid, Barcelona,Valencia) gracias a esa carencia decontrol inicial, pero también en zonasde combate como Teruel.

Conviene tratar de formadetallada algunos casosespecialmente relevantes. Las

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cuestiones relativas a la represiónprovocada por cada uno de los dosbandos siguen siendo, en efecto, lasmás debatidas de la Guerra Civil enel momento actual y entre ellasresultan especialmente polémicasdos: los asesinatos de Paracuellosdel Jarama y el de Federico GarcíaLorca. A ellos habrá que hacer, portanto, una breve alusión.

En Madrid, a la altura de losprimeros días de noviembre de 1936,cuando el Gobierno abandonó lacapital, había unos 10.000 presos, delos que un número elevado eran

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militares, siempre diana predilectade la barbarie represora en esa zona.En el período de un mes a partir delmomento en que se hizo cargo delpoder la Junta de Defensa, (en la queSantiago Carrillo era responsable delOrden Público), hubo unas 2.400ejecuciones sumarias en Paracuellos,en un momento en que la situaciónbélica era especialmentecomprometida. De las cárcelesmadrileñas, que ya habían sidoasaltadas con anterioridad, salieronhasta 33 expediciones destinadas aevacuar a presos, pero 23

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concluyeron con la eliminación físicade todos los que formaban parte deellas. Parece comprobado que de losucedido puede haber tenidoresponsabilidad algún elementosubordinado de Orden Público, comoSerrano Poncela, quien habló porradio de la "evacuación definitiva"de los presos y algún asesorsoviético, como Koltsov, que en sudiario deja clara su voluntad deasentar la defensa de la capital en ladecisión de "fusilar a mil bandidos".Pero la polémica se centra sobretodo en si tuvo conocimiento Carrillo

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de lo que sucedía, si pudo evitarlo.Él asegura que no y que ni siquieracontrolaba el entorno madrileñohasta el punto de que cuando, unosdías después, trató de trasladarse aValencia, se lo impidió una especiede guerrillero llamado "el chato delas Ventas". En cualquier caso noparece que hubiera decisión algunade impedir estas ejecucionessumarias como haría después, endiciembre, el responsable de lasprisiones, el anarquista MelchorRodríguez, que evitó el asalto de laprisión de Alcalá de Henares y el

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traslado nocturno de los presos.Estaríamos, por tanto, ante unaresponsabilidad por omisión. Comoen Madrid, la situación vivida enGranada en agosto de 1936 eracrítica. La ciudad había soportado larepetición de las elecciones, elincendio del diario de derechas y lasdudas del general Campins a la horade sublevarse. Luego Granada fuesitiada y bombardeada durante casiun mes, con el resultado de más de uncentenar de muertos. Lorca fueasesinado en un período en el quesufrieron la misma suerte más de 500

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personas. El poeta no se significabapolíticamente, aunque en los últimostiempos manifestara claras simpatíaspor la izquierda. En el mismo mesfueron ejecutados el alcalde de laciudad, su cuñado, y buena parte delos concejales de izquierda, así comomedia docena de catedráticos, entreellos el rector de la universidad. Losresponsables directos de la detenciónde Lorca fueron un antiguo diputadode la CEDA, Ruiz Alonso, y unoficial vinculado en otro tiempo a larepresión de Casas Viejas, pero losejecutores fueron Guardias de Asalto

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y no cabe la menor duda de que lasautoridades supremas de la ciudadconocían lo que estaba sucediendo.Sólo se atrevieron a defender alpoeta intelectuales como el poetaLuis Rosales o el músico ManuelFalla. Francamente dudoso resulta,sin embargo, que se pueda atribuiralgún conocimiento oresponsabilidad a autoridadesmilitares lejanas. Unas horas despuésdel asesinato se restableció lacomunicación de la ciudad con elexterior y con ello se alivió latensión durante tanto tiempo existente

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en ella.Todo cuanto antecede se refiere

al aspecto más brutal de la represiónpero no fue el único. Vino, acontinuación, la depuraciónadministrativa por razones políticas.Unas cifras servirán para dar cuentade su magnitud. En Lugo fueronsancionados por las autoridadesfranquistas el 24 por 100 de losempleados del ayuntamiento de lacapital, el 31 por 100 de laDiputación y el 27 por 100 de losmaestros. En las quince provinciasque permanecieron siempre

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controladas por el Frente Popular ladepuración de maestros afectó al 16por 100 y al 59 por 100 de losinspectores; en la universidad deMadrid fueron sancionados el 22 por100 de los profesores y en la deValencia el 47 por 100.

Si la Guerra Civil constituyó untestimonio de barbarie hubo tambiénquienes hicieron todo lo posible porevitarla. Fueron muchos losespañoles que se hallaron en estecaso pero, puesto que las potenciasextranjeras desempeñaron un papelimportante en exacerbar la dureza de

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la lucha conviene recordar quetambién contribuyeron a evitar elderramamiento de sangre. La Españarepublicana había quedado sin otrasrepresentaciones que la de Rusia,Turquía y seis países de nuestraascendencia. Determinados paíseshispanoamericanos, como Chile oArgentina, iniciaron, durante el sitiode Madrid, una política de asilo ensus representaciones diplomáticasque llegó a beneficiar a 11.000—12.000 personas; muchas de ellasfueron evacuadas, aunque todavía en1938 quedaban 2.000. La

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representación de la RepúblicaDominicana llegó a tener 68 pisosdestinados a la protección deespañoles. Vivían en ellos personasque trataban de evitar ser objeto deuna presumible represión y no demiembros de la llamada "quintacolumna", expresión ésta última muydesgraciada que utilizó Mola paradenominar a los partidarios de lossublevados en la capital y que tuvocomo consecuencia centenares deejecuciones. A lo largo de la guerracinco representaciones diplomáticasfueron asaltadas cuando en ellas tan

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sólo se ofrecía protección y no seconspiraba contra las autoridadesrepublicanas. Nunca en la Historia sehabía producido nada semejante y nofue el único testimonio de laintervención humanitaria de otraspotencias en nuestra guerra. GranBretaña, que no practicó el asilo ensu Embajada acogió, en cambio, a30.000 personas cuando cayó elfrente norte.

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El catolicismo ante laGuerra Civil

Al tratar de la SegundaRepública hemos podido comprobarhasta qué punto el factor religiosodesempeñó un papel de extremadaimportancia en la vida social ypolítica. Todo hace pensar queexisten argumentos tanto a favorcomo en contra de la afirmación deAzaña de que España había dejadode ser católica. Sin duda, el mundo

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de la cultura había dejado de serlo, yalgo parecido puede decirse debuena parte de las clases mediasilustradas, pero la afirmación nopuede extenderse al conjunto de lasociedad española. La misma durezade la contraposición entreclericalismo y anticlericalismodurante los años republicanos revelaque la cuestión no era en absolutoindiferente para la sociedadespañola. Ésta, sin embargo, viviócon tensión variable el problemaque, siendo muy agudo en el primerbienio, lo fue mucho menos luego. Ya

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hemos visto que la revolución deoctubre de 1934 tuvo un componenteanticlerical que también se dio en losdesórdenes públicos de las últimassemanas de la legalidad republicana;por su parte la propaganda de laderecha en las elecciones de febrerode 1936 revistió también caracteresde un clericalismo extremo. Almargen de los aspectos estrictamentepolíticos conviene recordar unsuceso producido en los añosrepublicanos. Poco después deproclamada la República, en elmomento en que desaparecían los

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crucifijos de las escuelas, tuvieronlugar en el pueblecito de Ezkioga, enel interior de Guipúzcoa, unassupuestas apariciones de la Virgenque, aun descalificadas por laIglesia, congregaron, en reunionessucesivas, a un millón de personas.Quienes acudieron a esos actosfiguraron en bandos diferentesdurante la Guerra Civil —una parteeran nacionalistas vascos— pero, decualquier manera, el número deasistentes prueba la importancia delsentimiento religioso en la sociedadespañola mientras que el contenido

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de los mensajes recibidos en lasapariciones revela una concienciaagónica provocada por la sensaciónde una inminente catástrofepersecutoria.

Pese a ello, en sus bandosiniciales los militares sublevados noaludieron a la cuestión religiosa en laque, por tanto, no parecían estarprimordialmente interesados; ladictadura que pretendían crear, deacuerdo con sus planes iniciales, erarepublicana y, además, laica. InclusoFranco, católico practicante, serefirió a la aconfesionalidad

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religiosa del nuevo Estado. Esto, sinembargo, no quiere decir que fueradudoso el alineamiento de loscatólicos una vez producido elconflicto.

En la zona controlada por lasautoridades republicanas se produjouna durísima persecución del clerocatólico. Es cierto que este fenómenose concentró en los meses de julio yagosto de 1936, semanas en las quetuvo lugar la mitad de los asesinatosde sacerdotes —y diez de las treceejecuciones ele obispos—, peroentre algunos sectores de extrema

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izquierda la eliminación desacerdotes o la destrucción deiglesias siguió considerándose comoalgo normal. SolicLiricLiclObrenilamentó que, aunque hubieradesaparecido el culto público, sólose hubiera eliminado un 2 por 100 delos clérigos y Nin se congratuló deque el proletariado hubiera resuelto"el problema de la Iglesia" por elprocedimiento de no dejar en pie niuna sola. Más adelante, ya en 1938,los anarquistas protestaronvivamente cuando Negrín trató derestablecer la libertad de cultos.

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Si las cifras de asesinatos comoproducto del "terror rojo" resultantodavía más o menos discutibles encambio la magnitud de la represiónejercida sobre el clero se conocehasta el detalle. Murieron 4.181miembros del clero secular, 2.365religiosos y 283 religiosas, es decirun total de 6.835 personas. Lamagnitud de estas cifras se apreciaen términos relativos e históricos. Sepuede calcular que desaparecieronun 1 3 por 100 de los sacerdotes y un23 por 100 de los miembros de lasórdenes religiosas en las zonas

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controladas por el Frente Popular, loque supone, respectivamente entre un8 y un 10 por 100 del total. Estasserían las cifras medias pero enpuntos determinados el porcentajefue muy superior. En los obispadosde Barbastro, Lérida y Tortosa losporcentajes del clero eliminadofueron del 88, el 66 y el 62 por 1 00respectivamente. La geografía hacepensar en la responsabilidaddesempeñada en estas ejecucionespor los incontrolados de caráctermás o menos anarquista, pero nopueden atribuirse tan solo a este

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sector político los crímenes porqueen una ciudad grande como Madrid,donde era más fácil ocultarse ydonde apenas existía el anarquismomurió el 30 por 100 del clero, cifraaún mayor que la de Barcelona. Esprobable que ésta haya sido lapersecución más sangrienta de laHistoria de la Cristiandad, sólocomparable a la producida durante laRevolución Francesa o durante elimperio romano, pero de muchamayor magnitud cuantitativa (en elúltimo caso el número de muertos noparece haber sobrepasado el millar).

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También debe recordarse el pesorelativo de los asesinatos de clérigosen el conjunto de la represión. En unacomarca pequeña, como el Maresme,el porcentaje llegó al 85 por 100 deltotal de asesinados.

En última instancia lo de menoses el número pues la realidad fueque, durante meses, bastaba sersacerdote para ser asesinado, porsupuesto sin formación de causaalguna. En la zona controlada por elFrente Popular el culto simplementedesapareció y sólo de formaclandestina pudo practicarse en

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privado, al menos hasta 1938 (y muymodestamente a partir de entonces).Quizá se destruyeran unos 20.000edificios, muchos de ellos de interésartístico, buena parte del ajuarlitúrgico y la Iglesia española en lazona republicana se vio obligada avivir en una situación semejante a lade las catacumbas. Quienes vivieronesta situación no la pudieron olvidar.El cardenal Tarancón, que tuvo unpapel decisivo en la transición a lademocracia recordó, muchos añosdespués, que ya antes de queestallara la guerra "era peligroso ir

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con sotana por las calles de Madrid".La incógnita sigue siendo por

qué resultó posible esta persecución,por qué se toleró y cuál fue eldetonante de este estallido de odio.Se pagaron así los pecadoscolectivos de la institucióneclesiástica, su bajo nivel y peorrespuesta a las demandas de sectoressociales que distaban mucho de serindiferentes respecto de ella y hubotambién una especie de "venganzapor defraudación" contra lainstitución eclesiástica por su formade comportarse en el pasado

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inmediato o remoto. Pudo habercasos contados de directacolaboración con los sublevados y esposible que para los incendiarios deiglesias y los asesinos de curas estafórmula de subversión fuera la másespontánea —y también la menospeligrosa— contra la sociedadtradicional. Pero aun así, tamañasatrocidades, de todo puntoinjustificables, requieren unainterpretación antropológica quetodavía no se les ha dado. El carácterparódicamente religioso, casi ritual,de los ataques contra edificios y

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personajes religiosos y la repeticiónde este tipo de atentados desde elcomienzo del siglo XIX requieren,sin duda, una explicaciónconvincente que todavía no está anuestro alcance.

Se ha dicho que la toma deposición de la jerarquía eclesiásticaespañola se adoptó un tantotardíamente, después de la primeraintervención papal acerca de nuestropaís y como consecuencia de lapersecución (Tarancón). La verdades, sin embargo, que menudearon lasdeclaraciones antes de que se

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produjera la papal y que en ellas seseguía una actitud inequívocamentepartidaria de los sublevados; talactitud fue espontánea y en ella pudojugar un papel muy importante lapersecución, aunque es imaginableque se hubiera producido de formasemejante sin esta última. Hubo unadocena y media de textosinequívocos episcopales en lasprimeras ocho semanas de la GuerraCivil, en alguno de los cuales ya seutilizó el término "cruzada" parareferirse a lo que sucedía en España.Otra cuestión que se ha suscitado se

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refiere a los rasgos personales de losasesinados. En este punto se debeaceptar que fueran los que fueran —ejemplares o no en el terreno moral,abiertos o no a la colaboración conla República— el resultado fue elmismo.

También en una fecha muytemprana, durante el mes de agosto,dos obispos, el de Vitoria yPamplona, condenaron la posición delos nacionalistas vascos, contrarios alos sublevados, por su colaboracióncon los comunistas. El autor de esteescrito fue el Primado de España,

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Goma, que desde el final de la épocarepublicana era ya, de maneraabsolutamente clara, el dirigentedecisivo de la Iglesia española. Lacondena del comunismo conectabacon las últimas declaracionespapales, pero la primera intervencióndel pontífice sobre la España enguerra, producida a mediados deseptiembre de 1936, empleó unlenguaje bastante diferente al de losprelados españoles al reclamar elperdon, invocar la paz y aludir a lascausas justas de las reivindicacionessociales. Esta alocución no fue

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publicada, en estos términos, en laEspaña sublevada. En ese mismomes el obispo Pía y Deniel, futuroprimado después de Goma, publicóuna pastoral, Las dos ciudades, muyexpresiva de la visión habitual en lajerarquía eclesiástica y consistenteen presentar la contienda, de acuerdocon los ideales de cruzada, como elresultado del enfrentamiento entre elBien y el Mal. Pía y Deniel, formadoen Roma, configuró su pensamientodurante los dos primeros deceniosdel siglo en Barcelona. La hegemoníaque atribuía a la teología sobre el

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resto de las ciencias humanas, susimplicidad escolástica y suextremado reduccionismo lecondujeron a una interpretación comola indicada.

Los obispos españoles quesiguieron esta pauta no secontentaron con resguardar lasituación preexistente, sino que, a lolargo de 1937, hicieron una"sobreinterpretación católica" delconflicto, insistiendo en sus factoresreligiosos y señalando la necesidadde una recristianización radical de lasociedad española que borrara

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cualquier apariencia de tibieza y queconfigurara al catolicismo español,estrechamente vinculado con lanacionalidad, como el más íntegro yperfecto. El clima bélico explica esteplanteamiento, que resultóperdurable y que no era fácilmentecomprensible para los católicos deotras latitudes.

Así se explica la carta colectivade los obispos españoles de agostode 1937. Pensada originariamentepor Goma, se convirtió en realidadgracias, en parte, a una sugerencia deFranco. La carta no tenía como

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destinatarios a los católicosespañoles, ya suficientementeconvencidos, sino a los preladosextranjeros y eludía el empleo deltérmino "cruzada". De acuerdo consu interpretación, la Repúblicahabría hecho de la Iglesia "víctimaprincipal" de su obra de gobierno yla guerra habría resultado inevitablecomo consecuencia de una previarevolución comunista, ya preparada y"documentalmente probada". Estoúltimo en absoluto era cierto pero noera ese el único inconveniente de laCarta colectiva, que ignoraba la

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importancia del conflicto social en elorigen de la sublevación, parecíaolvidar la represión de lossublevados y el caso de los vascos y,en fin, se mostraba muy alejada delos valores democráticos. Lo curiosodel caso es que, no mucho después,Goma pudo apreciar en el NuevoEstado síntomas peligrosos quehacían desvanecerse sus esperanzasde una catolización radical de lasociedad española. La cartacolectiva fue escrita durante labatalla de Brunete en un momento enque ni remotamente se podía dar por

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descontada la victoria de lossublevados.

El problema de la jerarquíaeclesiástica española de cara a laGuerra Civil residía en que esealineamiento suyo con lossublevados la convertía en aliadaindirecta de quienes auxiliaban aFranco. En 1937 no se pudo publicaren la España sublevada la encíclicacontra el nazismo, lo que fueaceptado por el propio Goma. Sutexto sólo apareció en publicacioneseclesiásticas durante el año 1938,pero no en Burgos, sede del

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Gobierno, ni tampoco en Valladolid,la ciudad falangista por excelencia.Los roces prosiguieron durante todoeste año: se produjeron por lapredicación en vasco o por losintentos de la Iglesia de "ahorrarsufrimientos", palabras del Papa alembajador de Franco que no publicóla prensa de la zona sublevada. En lafase final del conflicto la Iglesia y elNuevo Estado eran como doscompañeros de camino que habíancolaborado para ganar la guerra yque querían seguir haciéndolo, peroen sus respectivos puntos de vista

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sobre cómo hacerlo había seriasincomprensiones. La Iglesia habíahecho una sobreinterpretaciónreligiosa de la guerra pero no podíapermitir la nacionalización ypolitización del catolicismo que lequerían imponer las nuevasinstituciones, para las que éste era unimprescindible elemento de unión.Los obispos fueron incapaces decomprender que, al exigir un Estadoque devolviera al catolicismo unpapel central en la sociedad, estabanlegitimando de forma indirecta unEstado totalitario. Las últimas

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pastorales de Goma (e incluso dePía) testimonian una crecientepreocupación respecto del futuro delrégimen franquista. Ya en 1937 habíaescrito al Vaticano que existía en losmedios católicos españoles la ideageneralizada de que "ganaremos laguerra pero perderemos la paz". En1938 un texto suyo recordó a loscatólicos que los sentimientosnacionalistas no podían primar sobrela adscripción religiosa. Todavía fuemás notoria su reticencia respectodel Nuevo Estado una vez obtenidala victoria definitiva: la pastoral

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Lecciones de la guerra y deberes dela paz, de octubre de 1939, no pudoser difundida por orden de SerranoSúñer. En ella quedaba patente lapreocupación del Primado, que notardaría en morir y estaba cada vezmás obsesionado por los problemaseconómicos del clero, ante laorientación política de España, tantaque postulaba la necesidad de launión de los católicos y de que losdirigentes políticos de la España deFranco recibieran la "iluminación dela sana doctrina", como si por elmomento no hubiera sido ése el caso.

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Esta reticencia se explica por laactitud del Vaticano respecto de losmovimientos fascistas y, en especial,del nazismo, sin duda muy influyenteen los medios dirigentes españoles.De todas formas en Roma, de hechodesde fecha muy temprana, se dio unaactitud sobre los sucesos españolesque permite apreciar una diferenciade planteamientos con respecto aEspaña. La opinión que delcatolicismo español se tenía enRoma no era muy halagüeña, a pesarde que aquél tendiera a considerarsecomo un ejemplo a imitar. Por otro

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lado, en los primeros meses de laguerra la actitud intemperante delembajador oficioso de Franco ante elVaticano, el almirante Magaz, nocontribuyó en nada a mejorar lasituación. Magaz se quejaba de la"absoluta incomprensión" de losmedios vaticanos y del propio Papa,que consideraba "completamenteinjusta la conducta y los deseos delGobierno nacional". La indignaciónde Pío XI, al que calificó de"autoritario y despótico", llegó hastael extremo de que "creí que loenterrábamos". Fue el propio Goma

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quien consiguió una mejorasustancial de las relaciones entreRoma y Franco. En diciembre de1936 visitó Roma, de donde volviótras haber convencido al Vaticanodel carácter católico de Franco y susseguidores y dispuesto además aservir de "punto de sutura" entre losdos poderes. Pero de ningún modopuede decirse que existiera entreambos la identificación y lacordialidad que traslucía el ideal dela "cruzada".

Aunque ya en el verano de 1937residía en la España de Franco un

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representante de la Santa Sede,Antoniutti, las relaciones entre ésta ysu Gobierno no se normalizaron hastaabril de 1938, momento en que seintercambiaron representantesdiplomáticos oficiales. Cicognani, elnuncio nombrado por Pío XI,procedía de Austria, hecho quepuede revelar los temores de Romaacerca de la posible influencia de laAlemania nazi en España. A estasalturas el gobierno franquista y surepresentante en Roma teníanimportantes puntos de discrepanciacon el Vaticano relativos a la validez

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del Concordato —cuestiónimportante pues permitía mediatizarel nombramiento de los obispos—, ala voluntad de sustituir al CardenalVidal i Barraquer, cuya posicióndescribiremos más adelante, y alconvenio cultural con Alemania, alque la Santa Sede atribuía una"gravedad excepcional" porquepodía servir para introducirdoctrinas que detestaba. Resulta muysignificativo que sólo en este añodesapareciera del Anuario Pontificiola mención a la representacióndiplomática ante las instituciones

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republicanas.Aparte de la habitual prudencia

de la diplomacia vaticana, su actitudrespecto de la Guerra Civil españolase explica también por la profundadivisión que estos acontecimientosprodujeron en la conciencia católica.Ésta se aprecia de forma especialdesde una óptica universal. Quizá enEspaña fue donde se produjo unmenor grado de discrepancia en estamateria, aunque se diera también,como lo prueban los casos deEuzkadi, Cataluña y de un puñado deintelectuales.

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En el País Vasco la actitud delos nacionalistas fuemayoritariamente partidaria de lafidelidad a la República. Su posiciónfue objeto de dura controversia porparte de quienes se alinearon conFranco; se inició con la condena dela colaboración con los comunistasrealizada por Goma y prosiguió en1936 mediante de un cruce de cartasentre el Primado y Aguirre, elpresidente vasco. En esencia, el PNVinsistió en que la Guerra Civil teníacomo razón de ser un enfrentamientosocial o político y no religioso; los

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sublevados, escribió el canónigoOnaindía, habían incumplido lospreceptos de la Iglesia sobre elacatamiento al poder constituido yhabían iniciado la ofensiva contraquienes no les atacaban. Aguirreañadió que los vascos estaban contrael fascismo y el imperialismo porespíritu cristiano. La aspereza de ladivisión se aprecia en el hecho deque, de los 47 sacerdotes asesinadosen el País Vasco, 14 lo fueron por lastropas de los sublevados; es posibleque, como dijo Franco a Goma, esehecho fuera el producto del "abuso

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de autoridad de un subalterno", peroacabó provocando la protestaindignada del obispo de Vitoria,Múgica, que en octubre de 1936abandonó la zona controlada porFranco. En realidad Múgica,integrista, no podía calificarse departidario del PNV, al que en sucorrespondencia acusó de ir "detumbo en tumbo", pero sintió laurgencia de defender al clero de sudiócesis porque —pensaba— enVitoria "mandan los militares y laIglesia está esclavizada". Mientrastanto el vicario Lauzurica hacía las

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más entusiastas declaraciones sobreFranco, pero tenía problemas enrelación con la predicación eneuskera. Cuando llegó el primeremisario oficioso del Vaticano a laEspaña de Franco se tuvo que ocuparde abogar por las varias decenas desacerdotes nacionalistasencarcelados.

También en Cataluña existía uncatolicismo que por suspeculiaridades nacionalistas y sumentalidad más moderna,difícilmente podía alinearse del ladode los sublevados. Testimonio del

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mismo puede ser el propio cardenalVidal i Barraquer, perseguido porlos anarquistas y salvado por laGeneralitat, y que, con Múgica, fue elúnico prelado que se negó a suscribirla carta colectiva del verano de1937. Requerido por Goma para quelo hiciera respondió que la juzgaba"más propia de la propaganda" quede la firma de quienes la iban asuscribir. Como Vidal, un sectorconsiderable del catolicismo catalánse vio cogido entre dos fuegos, congravísimas consecuencias en algúncaso.

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Los jóvenes pertenecientes a laFEJOC o la UDC fueron perseguidospor los anarquistas aunque, por suideario democrático, estaban muylejos de identificarse con lasposiciones de los sublevados. De losdirigentes católicos nacionalistashubo uno, Carrasco Formiguera, que,perseguido primero por la CNT,cayó luego en manos de lossublevados siendo ejecutado en abrilde 1938. Otro, Romeva, resultó elúnico voto discrepante en elParlamento de Cataluña frente algobierno de Companys aunque

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permaneciera, al mismo tiempo, en laestricta legalidad constitucional. Untercero, Roca Cavall, animó losllamados "Comités por la paz civil"que intentaron resolver el conflictomediante una solución negociada através de diversas gestiones ante lasautoridades o la opinión pública enGran Bretaña o Francia. Hijo de esteúltimo fue Miquel Roca Junyent,futuro dirigente del catalanismodurante la transición a la democracia.Hubo, en fin, algunos intelectuales opolíticos católicos, como Ossorio,Bergamín o Semprún, que se

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identificaron por completo con lacausa republicana asumiendo enocasiones su propaganda de forma enexceso indiscriminada.

Con todo, habiéndose producidouna división manifiesta en elcatolicismo peninsular respecto de laguerra el decantamiento fuemayoritariamente favorable a lossublevados, lo que no fue así en otraslatitudes. Eso —y la carencia deposibilidades de influir en la opiniónpública internacional de otra manera— es lo que explica la cartacolectiva de los obispos españoles y

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la puesta en marcha de una oficina depropaganda católica ligada al nuevoEstado. La guerra españolaconmovió, en efecto, al catolicismouniversal, lo dividió y le causógraves problemas internos y deconvivencia con el conjunto de unasociedad plural. Así sucedióespecialmente en Francia, dondehubo partidarios de los vascos,intentos de lograr la mediación ycondenas de la visión de la guerracomo cruzada (en el caso deMaritain) pero tambiénpersonalidades literarias muy

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conocidas, como Claudel, queevocaron a los mártires por motivosreligiosos y, en fin, reaccionarioscomo Bernanos que, pese a ello, erancontrarios a Franco comoconsecuencia de su asco al"pudridero moral" de la represión.Aun oculta debido a la existencia delrégimen fascista idéntica división seprodujo en Italia. Los emigradosantifascistas, como Sturzo, e inclusoalgunos disidentes internos estaban afavor de la paz a través de lamediación o criticaron lasublevación. En Gran Bretaña o en

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Estados Unidos los mediosintelectuales y sindicales estuvieronen contra de Franco pero éste logróapoyos importantes en algunasórdenes religiosas —los jesuitas, porejemplo— y en amplios medios que,no muy informados del caso español,al mismo tiempo eran incapaces decomprender la matanza de clérigosque se había producido en España.

En general, la carta colectiva delos obispos españoles contribuyó demanera importante a alinear a lajerarquía católica de todo el mundoen la condena a la persecución

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religiosa, aunque no puede decirse lomismo respecto del ideal de cruzada,que muy pocos suscribieron. Lospropios dirigentes de la propagandade Franco admitieron que por esteprocedimiento habían conseguido unéxito inimaginable por otros. Enefecto, no sólo la inmensa mayoríade los católicos aceptaron los puntosde vista de su jerarquía, una vez queésta se sumó a la posición de laespañola sino que los críticos deFranco se vieron neutralizados. Enlos países anglosajones, donde latotalidad de los católicos se

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identificaban con las institucionesdemocráticas, el caso español atajósu integración en ellas y provocógraves problemas de conciencia. Enlos latinos los católicos disidentes dela posición mayoritaria antifranquistatendrían una especial relevancia enel mundo político e intelectual apartir de 1945.

En suma, la persecuciónreligiosa agravó considerablementelos problemas de imagen externa dela República sin que por parte de losdirigentes republicanos hubiera unareacción pronta y decidida en contra

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de esa situación. En noviembre de1936 Largo Caballero nombróministro al nacionalista vasco Irujopero éste no ocupó ninguna cartera eneste momento. A comienzos de 1937presentó al Consejo de Ministros uninforme en el que se mostraba lamanifiesta inconstitucionalidad deuna situación por la que, de hecho,había quedado suprimida la libertadde cultos. Esta intervención no logróel apoyo del gobierno republicano,alguno de cuyos miembros sepronunció en términos de unanticlericalismo elemental. La

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situación cambió cuando Irujo seconvirtió en ministro de Justicia bajoel gobierno Negrín: aunque éste seguiaba por el puro pragmatismo,Irujo consiguió al menos una ciertatolerancia, consistente en elmantenimiento de un culto católico amedio camino entre privado yclandestino. Era, sin embargo,demasiado tarde para que losdirigentes republicanos obtuvieranninguna ventaja de un cambio tantímido. Ciertos cargos eclesiásticos,como el vicario de Barcelona, senegaron a admitir la posibilidad de

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un culto público tras la anteriorpersecución aunque el de Tarragona,Rial, pareció más propicio. Nivolvió a Cataluña Vidal i Barraquer,como había pretendido Negrín, ni seaceptó, por influencia de Goma, queel Vaticano enviara en 1938 unlegado a la España republicana.Cuando ya había dimitido Irujo —por razones derivadas de sucondición de nacionalista y no decatólico— el gobierno republicanocreó un Comisariado de cultos,medida que aquél había propuestosin conseguir que se tradujera en la

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realidad.En abril de 1939, ocultando la

realidad de unas relaciones quetenían muchos puntos de fricción, secelebró en la Iglesia madrileña deSanta Bárbara un acto que puedeconsiderarse como el punto departida del nacional—catolicismo.En él Franco recibió la espada de lavictoria de manos de Goma, ypronunciaba unas palabras en las quedescribió a sus adversarios como los"enemigos de la verdad" religiosa. Elacto resulta literalmenteincomprensible sin tener en cuenta la

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experiencia histórica de lapersecución previa. Ese mismo mesel Papa —ya Pío XII— hizo unadeclaración pública acerca del fin dela Guerra Civil española en la que secongratulaba no sólo de la paz sinode la "victoria". Parecía, por tanto,existir una coincidencia, hasta ahorainexistente, entre el Vaticano y elvencedor.

Julián Marías ha escrito que alprincipio de la Guerra Civil cabíaesperar que la Iglesia fueraperseguida o fuera profanada;padeció de ambas cosas, persecución

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y profanación, practicadas cada unapor un bando. Fue injustificable lapersecución e intolerable la actitudno sólo de quienes la practicaron,sino también de quienes la toleraronpasivamente. Tampoco resultamínimamente aceptable esasobreinterpretación religiosa de laguerra que practicó la mayor parte dela jerarquía, de la cual derivó elnacional—catolicismo. Quizá valgala pena recordar lo escrito tiempodespués por Madariaga: "Al estallarla Guerra Civil la Iglesia españoladebió haber abierto los brazos, como

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Jesucristo, a la derecha y a laizquierda; debió haber abierto elpecho y el corazón a ambos lados enademán de paz y unión; debió haberluchado por la paz y la unión y porellos muerto". Azaña se pronunció entérminos parecidos: "Aunque laIglesia se sintiera atacada y atacadacon injusticia, su papel era muy otro(al que tuvo). No debió alentar losenconos políticos ni azuzar a unosespañoles (a unos prójimos) contraotros. La religión no se defiendetomando las armas ni excitando a losdemás a que las empuñen". Resultan

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apropiadas aunque el presidenterepublicano achacara a la Iglesia unaactitud que él debiera haber tenidotambién durante el primer bienio.

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La guerra de columnas

Los epígrafes anteriores sirven

para comprender el ambienteespiritual y social en los primerosmomentos de la Guerra Civil. Larepresión, la revolución política ysocial y la identificación delcatolicismo con una de las dosEspañas en guerra tuvieron lugar almismo tiempo que las primerasoperaciones militares y lascaracterísticas de éstas resultanvinculadas en buena medida a las

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circunstancias no bélicas que hansido mencionadas. La revolución y ladescomposición del Estadocontribuyen a explicar, desde luego,la peculiar fisonomía de la guerra ensu primera etapa. La lucha adoptó laforma de enfrentamientos sucesivosentre agrupaciones no muy nutridasde fuerzas de ambos bandos sin unfrente muy preciso. Fue habitual quela disparidad de efectivos y decalidad resultara grande, por lo quecasi siempre uno de los dos bandosestaba en situación defensiva. Lacomposición de esos núcleos

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armados —las columnas— solía sermuy heterogénea puessimultáneamente formaban parte deellas unidades militares, fuerzas deorden público y voluntarios. Lasdecisiones en cada bando no sólofueron muy descentralizadas sino quea menudo dan toda la sensación deque no existía un plan de conjunto.

Si estos rasgos son comunes alos dos bandos hubo, sin embargo,una diferencia fundamental entreellos. Resulta posible que entre lossublevados, como pensó Mola, lasfuerzas voluntarias incrementaran la

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moral de las columnas pero elentusiasmo revolucionario en elFrente Popular contribuyó a ladisolución de las unidades y a poneren peligro la jerarquía y disciplinamilitares. El intento inicial delgeneral Hernández Saravia deintegrar las milicias de los partidosde izquierda en unidades militaresfracasó y, en consecuencia, aunque alas columnas del Frente Popular noles faltaran recursos ni material,carecieron de eficacia militar. Conmucha frecuencia las unidades veíanreducirse drásticamente sus efectivos

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porque milicianos abandonaban suspuestos; pero más frecuente aún fuela indisciplina de esas unidades y,sobre todo, su incapacidad deenfrentarse con el adversario encampo abierto. El temor a serrodeados por las expertas tropas delEjército marroquí fue una constantede las milicias populares en estasprimeras semanas. De no habertenido que enfrentarse con ellashubiera sido muy probable que loséxitos logrados por los rebeldesfueran mucho menos espectaculares.

En las instrucciones que redactó

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Mola estaba previsto que lossublevados, nada más obtenida lavictoria en sus puntos de partida,hicieran un rápido movimiento haciaMadrid, en la hipótesis de que allínada pudiera estar resuelto. Así sehizo, y la mejor prueba de que secumplieron esas instrucciones resideen que a comienzos de agosto lascolumnas avanzaron 120 kilómetrosen tan sólo cuatro días. Sin embargo,la derrota de la sublevación enciudades y regiones donde seesperaba que triunfara (Valencia, porejemplo), la necesidad de consolidar

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el dominio en una retaguardia quehabía testimoniado más resistenciade la esperada y la carencia demunicionamiento hicieron que esemovimiento ofensivo no pudiera sertan firme y decidido como se habíaprevisto. En la noche del 22 de juliolas columnas de Mola estaban a 100kilómetros de Madrid, peropermanecían detenidas junto a lospuertos de montaña de la cordilleraCentral enfrentadas a unidadesmilitares de fuerza numérica yenvergadura material semejante.

La única posibilidad que les

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quedaba a los sublevados de llegar aMadrid consistía en emplear lasfuerzas del Ejército de Marruecos,pero éstas necesitaban atravesar elEstrecho. No era, en cambio,imaginable que Queipo de Llano, ensituación muy precaria, lograra hacerotra cosa que defenderse. De ahí latrascendental importancia del pasodel Estrecho, que los dirigentes delFrente Popular no apreciaron o,demasiado ocupados en hacer larevolución, no fueron capaces deimpedir. Por eso ha podido decirseque la primera victoria de los

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sublevados fue una operación detransporte (Cardona) o que ladecisión de trasladar la flota alCantábrico fue la decisión máserrada de toda la guerra (Alpert).

Parte de las tropas del Ejércitoque mandaba Franco atravesaron elEstrecho a comienzos de agosto en unpequeño convoy naval, pero, enrealidad, la operación consistió en"el primer transporte aéreo de laHistoria" (Díaz de Villegas). Erainevitable que tuviera ese carácterporque, de momento, la flotarepublicana dominaba el mar, aunque

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lo hacía con una evidente ineficaciadada la eliminación de la oficialidad.El transporte de las tropas fueiniciado con los parcos mediosaéreos que Franco tenía, a los que nose enfrentó con decisión la aviaciónrepublicana, pero sobre todo graciasa la ayuda italiana y alemana.Durante las primeras semanas setransportaron por aireaproximadamente el doble de tropasque por mar, lo que haría decir aHitler que Franco hubiera debidoelevar un monumento a los Junkers52. Sin ellos, y sin la incapacidad de

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reacción republicana, simplemente laGuerra Civil podría no haberseproducido, al permanecer aisladoFranco en Marruecos. Sus tropas —cuya participación en el conflicto nofue prevista por Mola hasta fines dejunio— jugaron un papel decisivo enabsolutamente todos los frentes enlos que la sublevación obtuvovictorias durante semanas. Sólo afinales de septiembre, cuando losbarcos nacionalistas conquistaron elEstrecho aprovechando la retiradadel adversario hacia el Cantábrico,pudo normalizarse la comunicación

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entre los dos continentes.De entrada, el ejército africano

sirvió para aliviar la situaciónangustiosa de las capitales andaluzas,tan sólo unidas por un modestocordón umbilical. Contribuyó ahacerlo posible la particularineficacia de las milicias anarquistasde la región. En general la guerra enAndalucía se caracterizó por suirregularidad y dureza pues lascolumnas de Queipo de Llano teníanun aspecto tan pintoresco yabigarrado como las anarquistasaunque, reforzadas tras el cruce del

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Estrecho, mostraron una eficaciacombativa muy superior. Un intentode ofensiva gubernamental enCórdoba fracasó debido a la lentituden emprenderlo y a la inexperienciade unos milicianos que sedispersaban ante el bombardeoadversario a pesar de que, comoescribe un historiador, tuviera un"efecto irrisorio". Idéntica ineficaciase percibió en Granada, donde lascolumnas del Frente Popular teníanmandos políticos, o en Málaga,donde la ausencia de dirección únicay firme resultó especialmente grave

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para este bando. Cuando las tropasde Franco se acercaban a Madrid laposición de Queipo en Andalucía eraya más confortable pues éste,además, había dejado en situaciónprecaria a la provincia de Málaga,sin otra salida que la carretera deAlmería, lo que convertía el ataque ala misma en algo por completoprevisible.

A partir de este momentoinicial, la Guerra Civil dejó de tenercomo centro geográfico decisivoAndalucía, pues aquí las accionesmilitares carecieron, en adelante, de

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importancia o valor resolutivo. Lastropas procedentes de África seemplearon, fundamentalmente, en unacarrera hacia Madrid que seesperaba, tal como se previo en unprincipio, tuviera como resultado laconclusión de la guerra. Si se optópor seguir la ruta de la fronteraportuguesa fue porque proporcionabauna espalda segura y permitíaestablecer antes el contacto conMola, necesitado de recibirmuniciones, mientras queDespeñaperros hubiera sido muchomás difícilmente expugnable. La

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forma de avance fue siempre lamisma: un grupo de columnasmóviles avanzaba con bastanterapidez por la carretera y sólocuando encontraba un obstáculoenemigo, habitualmente enpoblaciones de cierta entidad, sedetenía y efectuaba una maniobraenvolvente. Ésta solía bastar paraque el adversario emprendiera unahuida en desorden, dislocando susunidades, que quedaban reducidas auna ineficaz acción guerrillera, comoya había sucedido en la serranía deHuelva. De esta manera los

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sublevados lograban un controlsomero del terreno (a veces con unadura represión) y, tras dejar unapequeña guarnición, proseguían suavance. En un principio éste fuemeteórico: en tan sólo cuatro días secubrieron 120 kilómetros, merced alempleo de cuatro batallones detropas marroquíes. Las verdaderasdificultades comenzaron en Badajoz,donde la empecinada resistencia delas milicias fue seguida de una atrozvenganza mediante la liquidaciónfísica de centenares de personas.Todavía Talavera pudo ser tomada,

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en los primeros días de septiembre,mediante una operación de flanqueo.A partir de este momento laresistencia se hizo mucho más durano sólo por la proximidad deMadrid, sino también porque losmilitares del Frente Popular eran yaconscientes de los errores cometidoshasta entonces y estaban dispuestos aremediarlos. El coronelPuigdengolas escribió, por ejemplo,a sus superiores que "la columnaenemiga no es numerosa pero es unamáquina de guerra que funciona y,por eso, para combatirla, hacen falta

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medios análogos a los que seutilizan". Resulta significativo queeste militar republicano acabara susdías a mano de un miliciano cuyahuida había tratado de evitar. Otromando republicano, que llegó del sury que resultó el tercero que se hizocargo de las tropas en tan sólo diezdías, aludió claramente a la"incompetencia y cobardía" de susmilicias. Este fue el telón de fondoque permite explicar el cambio degobierno y la militarizaciónimpulsada por Largo Caballero, elnuevo presidente.

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Ya en la marcha desde Talaveraa Toledo las tropas sublevadasinvirtieron el mismo tiempo quedesde Sevilla a la primera ciudad. Ladecisión de auxiliar al Alcázar deToledo, muy contestada, sobre todopor Yagüe, que fue relevado delmando, tuvo un importante efectomoral, pero retrasó el avance. Enesta posición se habían refugiadounas mil setecientas personas,partidarias de la sublevación, de lasque la mayor parte eran guardiasciviles. La defensa a ultranza seexplica, en parte, al margen de la

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decisión de los defensores, por laincompetencia militar del adversarioque contribuyó a convertir laposición en un mito. En octubre elEjército Popular, utilizando materialsoviético, lanzó un contraataque contanques en Seseña, detenidoprincipalmente gracias a lautilización incorrecta que se habíahecho de los mismos. A medida quelos atacantes se acercaban a Madrid,la defensa se hacía más densa y enella empezaban a participar ya lasnuevas unidades militares creadaspor el Gobierno del Frente Popular.

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La insuficiencia de tropas delEjército de África de cara a estefrente era ya grave pues no podíaatacar a la vez en toda la línea delfrente sino tan sólo de formaalternativa allí donde pudiera lograrla sorpresa y, tras de ella, la victoria.Con todo a principios de noviembre,gracias al mantenimiento de susuperioridad como fuerzacombatiente, las tropas de Franco seencontraban ya a las puertas deMadrid.

Mientras tanto las tropasprocedentes de Marruecos tenían que

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emplearse también en otros frentescuando en alguno de ellos seplanteaba una situación angustiosa.Con ello se retrasó el avance haciaMadrid consagrándose unacaracterística de la Guerra Civil, asaber, que las operaciones militaresmás importantes quedaban a menudosupeditadas a la necesidad sentida dedar respuesta al adversario en elmismo lugar donde atacaba. Acomienzos de septiembre, al tiempoque caía Talavera en manos de lossublevados, Irún seguía el mismodestino. Las columnas que,

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procedentes de Navarra, intentarontomar Guipúzcoa habían quedadodetenidas en Oyarzun y sólo losrefuerzos venidos de otros frentespermitieron esa operación que tuvocomo efecto dejar la zona norte delFrente Popular sin comunicación conFrancia. Hasta este momento habíansido las fuerzas de izquierda lasprincipales protagonistas de la luchacontra los sublevados, existiendoincluso algunos contactos indirectosentre los nacionalistas vascos y elbando adversario. No obstante, enGuipúzcoa las izquierdas sólo

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asesinaron a dos sacerdotes mientrasque los sublevados ya habíanejecutado a una decena (y luego atres más). En octubre la concesióndel Estatuto de Autonomía y elbombardeo de Bilbao crearon unabismo entre unos y otros. ElGobierno vasco empezó a crearunidades propias que empleó por vezprimera, cuando todavía erandemasiado bisoñas, en un fallidoataque sobre Villarreal, en Álava.

En el otro extremo del frentenorte también fueron unidadesprocedentes de Marruecos las que

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permitieron establecer el contactoentre Galicia y Oviedo por una rutadel interior que evitaba un litoralaccesible para la flota republicana.Desde un principio Asturias vino aser, en cuanto a número devoluntarios, algo parecido a lo quefue Navarra en el bando adversario.Aranda, en efecto, apenas tuvo unoscentenares de combatientes civiles asu lado. Las nutridas miliciaspopulares, formadas sobre todo pormineros, se sintieron atraídas deforma "excluyente y total" porOviedo, ciudad que hubieran

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deseado tomar en el aniversario de larevolución de octubre. Sin embargoeste carácter de la capital como"ventosa" provocó que no seemprendiera la ofensiva en direccióna Galicia y León, lo que hubiera sidomás efectivo. El pasillo que, a partirde octubre, unió Oviedo con Galiciaera indefendible desde el punto devista estratégico, hasta el punto deque había zonas en las que sólo teníaun kilómetro de ancho pero, aun así,perduró. Todavía en los primerosdías de 1937 lo atacaron las miliciaspopulares pero siempre con la

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ineficacia característica de lasunidades militares no regulares.

Resulta muy probable que laineficacia militar fuera la razón delfracaso del Frente Popular en otrosmuchos escenarios. Cataluña, dondela rebelión había fracasadorotundamente, podría haber sido unafuente de hombres y recursos parasometer al adversario, pero las dosofensivas iniciadas desde ellaconcluyeron en sendos fracasos. Elataque de columnas anarquistas sobreAragón concluyó finalmentedeteniéndose a las puertas de dos de

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las capitales de la región, Huesca yTeruel. La primera estuvo durantemeses en situación precaria e inclusovio cortadas sus comunicaciones conZaragoza, pero los atacantes nosupieron aprovechar su manifiestasuperioridad numérica. Elabigarramiento de las columnas,típico de la primera etapa de laguerra, alcanzó en el caso de Aragónsu expresión máxima con presenciade prostitutas, mientras que lasconsultas asamblearias a loscombatientes y el desprecio alasesoramiento de los oficiales fue

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moneda común. En cambio eladversario empleó sus reservas conavaricia y eficacia. Logró casisiempre que las posiciones rodeadasresistieran a ultranza y, en general,empleó una táctica dilatoria queacabó empantanando los ataquesadversarios.

La otra expedición emprendidadesde Cataluña se dirigió hacia lasBaleares, en donde Mallorca e Ibizaestaban sublevadas mientras queMenorca permanecía leal al FrentePopular. El origen de la mismarevela a las claras la falta de mando

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único y planeamiento conjunto delFrenmte Popular. La iniciativa no fuede ninguna autoridad, sino de unmilitar, Bayo, que arrastró tras de sí,en especial, a elementos catalanistasradicales que en Barcelona habíansido desplazados por el Comité deMilicias Antifascistas. Bayo, queparece haber creído que con la solapresencia de los invasores iba alograr la rendición del adversario,dispuso de recursos suficientes, perose enfrentó con algunos de sussubordinados por haber actuado ennombre de la Generalitat, que

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tampoco le apoyó, mientras que elGobierno central —en especial,Prieto— se expresaba respecto de élcon profunda reticencia. Laexpedición tomó Ibiza sin problemasy llegó a desembarcar en Porto Pí,pero fue incapaz de avanzar hacia elinterior de Mallorca. La llegada afines de agosto de una eficaz fuerzaaérea italiana concluyó pordesmoralizar a los invasores cuyaexpedición carecía de sentido porcarecer del apoyo decidido del altomando y de la suficiente rapidez enla ejecución. A diferencia de lo

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sucedido en Aragón, en este casotampoco los defensores tuvieron unaactuación muy brillante. Con sucaracterística dureza Franco habíaordenado una resistencia a ultranza,"fusilando a quien desfallezca", perolos mandos militares se mostrarontitubeantes —nunca habían estado encampaña— y luego seríanprocesados. A partir de estemomento las Baleares jugaron unpapel importante para el bloqueo,por los sublevados, de la costamediterránea y para el bombardeo deBarcelona gracias a la presencia de

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fuerzas aéreas italianas. Bayoreaparecería en la Historia muchotiempo después como principalasesor de Fidel Castro en la luchaguerrillera.

Ninguna de todas estasoperaciones de la guerra decolumnas tenía la menor posibilidadde ser resolutiva, por lo que denuevo tenemos que volver alescenario decisivo, que seguíasiendo Madrid. Allí, a lo largo delmes de noviembre, tuvo lugar unviolento forcejeo entre las tropas deFranco y los defensores de la capital

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que finalmente concluyó con ladetención de los primeros. Enrealidad el ataque apenas si mereceser narrado pues, como algunas otrasbatallas de la Guerra Civil, no fueotra cosa que una embestida brutal,como la de dos carneros quechocaran con la testuz.

La penetración de los atacantesno consiguió doblegar la resistencia,principalmente en la CiudadUniversitaria y en el parque delOeste. Varias razones lo explican.Aparte del descubrimiento de losplanes ofensivos del adversario el

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Ejército Popular contó con unadirección adecuada en manos delmuy capaz general Rojo y de Miaja,tranquilo y ordenado, que acabóconvirtiéndose en un auténticosímbolo de la resistencia de lacapital. Las nuevas unidadesdemostraron también mayorcapacidad, sobre todo en ladefensiva, y a ella colaboró tambiénel espíritu de resistencia popular queconvirtió el "No pasarán" en divisapermanente y mucho más efectiva queconsignas revolucionarias anteriores.Hay que atribuir un papel importante

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a los refuerzos internacionalesllegados a Madrid, pero es posibleque su trascendencia se hayaexagerado: las BrigadasInternacionales supusieron tan sólo el25 por 100 de los efectivosresistentes que, por otra parte,incluían también la importante ayudarusa en aviación. Otras razones de ladetención derivan no tanto de laactitud de los defensores como de losatacantes. Éstos, aun siendo siemprede superior calidad militar, eraninferiores en número y, además, eltipo de combate, en los aledaños de

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una gran ciudad, no permitía lasmaniobras que les habían dado eltriunfo en ocasiones anteriores.Franco había conseguido sus grandesvictorias merced, hasta el momento,a la abrumadora superioridad técnicade sus tropas, pero ahora resultabamucho más difícil sacar partido deella, entre otros motivos porque sehabía hecho mucho menos patente.

El panorama de las operacionesbélicas durante esta primera etapa dela guerra no quedaría completo sinhacer mención de lo que podríamosdenominar asedios. Constituían, en

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realidad, el paso final en lahomogeneización de cada una de lasdos zonas en que se dividió España.Acostumbraron a ser, además, elresultado de un titubeo inicial de lossublevados, de la estrategiaconsistente en esperar en vez dedesplegarse, de la abrumadorasuperioridad del adversario o laconsecuencia de una maniobra inicialcomo la que se produjo en Oviedo.El caso de los cuarteles de Gijón odel Santuario de la Virgen de laCabeza en Jaén demuestran lapeligrosidad de esa indecisión

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original, pues en Gijón el cuartel noestaba preparado para la defensa yacabó rindiéndose, mientras que elSantuario estaba demasiado lejos delas líneas de Queipo de Llano quien,además, careció siempre de fuerzasque le permitieran pensar en elauxilio a los sitiados. A diferenciade lo que sucedió en Oviedo, laresistencia del Santuario —tardía,pues no se inició hasta septiembre, ymuy duradera, pues sólo concluyó enmayo de 1937— no supuso atracciónde tropas adversarias. El número debajas fue, sin embargo, tan alto como

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el de Oviedo, un quinto de losdefensores. El caso de asedio quealcanzó mayor repercusióninternacional fue el Alcázar toledano,que sí atrajo a tropas del EjércitoPopular. La inexperiencia y desordende los atacantes —entre los cualeshubo anarquistas que construyeronminas sin conocimiento del mandomilitar que llevaba el asedio— y laproximidad de las tropas de Francoexplican que los resistentes pudieranser liberados a fines de septiembre.Éstos, pese a lo aparatoso de la ruinadel edificio, padecieron una

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proporción de bajas inferior a la delos casos ya citados.

En conclusión, si hubiera queresumir lo sucedido durante esta fasede la "guerra de columnas" podríadecirse que constituyó la prueba másevidente de la superioridad de lasfuerzas regulares frente a lasmilicias, o, lo que es lo mismo, de lacalidad frente a la cantidad. Lamarcha sobre Madrid fue posibleporque el Ejército de África eranotoriamente superior a las miliciasy esta realidad tuvo consecuenciaspolíticas, pues de ella deriva la

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promoción de Franco a dirigentesupremo de su bando. Las milicias,que a menudo disponían dedenominaciones brillantes,demostraron ser un ineficazinstrumento de combate. Es posibleque si Franco hubiera optado porconcentrarse en Madrid hubierapodido llegar a conquistarla,adelantándose así a la organizacióndel adversario y a la recepción de laayuda exterior por su parte. Sinembargo, la estrategia de Franco fue,a lo largo de toda la guerra, otra: aKindelán le dijo que era preciso

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"llevar al enemigo el convencimientode que hacemos cuanto nosproponemos". Este planteamientoinevitablemente alargaba el conflictoque, en adelante, debió recurrir aformas bélicas más sofisticadas quela guerra de columnas.

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La batalla en torno aMadrid. La guerra enel mar

El fracaso de la acometida

directa de Franco contra Madrid, ennoviembre de 1936, significó un giromuy importante en la Guerra Civildesde el punto de vista estrictamentemilitar. La guerra de columnas habíallegado a su agotamiento porque losfrentes se habían ido consolidandomientras que las milicias populares

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crecían en eficiencia, al menos en ladefensiva. Ante esta realidadobligadamente debía reaccionar elalto mando sublevado. Hasta ahoralas mayores dificultades las habíatenido el Ejército de Franco alenfrentarse con un enemigoresistiendo en una posición estable.La estrategia adoptada por el generalFranco inmediatamente acontinuación tiene su coherencia. Sihasta ahora había fracasado el asaltoa Madrid mediante una ofensivadirecta ahora iba a intentar unamaniobra de flanqueo con la que

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podía atraer al adversario hacia losespacios abiertos en los que susuperioridad había quedadodemostrada en las semanasanteriores. Sin embargo la batalla entorno a Madrid concluyó, tras unviolento forcejeo, en tresoperaciones sucesivas, sin arrojar unresultado definitivo. Las tropas deFranco testimoniaron su superioridaden la maniobra pero la mejora de susadversarios hacía ya imposible quepudieran derrotarlo antes de disponerde la superioridad artillera y deaviación que luego tuvieron. Por otro

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lado, el signo de la guerra cambiótambién en otro sentido: durante esteviolento forcejeo se había iniciadoya la organización de sendosEjércitos cuya necesidad se hizocada vez más perentoria después delas tablas en que concluyó la batallade Madrid.

La ofensiva inicial de las tropasde Franco, desarrollada entrenoviembre de 1936 y enero del añosiguiente, se centró en el flancoizquierdo del ataque a Madrid, sobrela carretera de La Coruña. Estaprimera batalla constituye el

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testimonio evidente delendurecimiento de la guerra en mediode unas condiciones muy precariascreadas por la niebla y el maltiempo. Iniciada la operación conauspicios brillantes para losatacantes pues el general Orgaz, quelos dirigía, consiguió abrir unaprofunda brecha entre susadversarios, concluyó, sin embargo,con un avance poco significativo que,si suponía la toma de la carreteramencionada y de la localidad de LasRozas, no podía tener verdaderainfluencia en el desarrollo de las

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operaciones. Franco, a lo sumo,había logrado mejorar sucomprometida situación en elentrante de la Ciudad Universitaria yen la casa de Campo, lugar de sumáxima penetración sobre la capital,pero lo había hecho a cambio de undesgaste considerable y avanzandotan sólo 15 kilómetros. En este sectorgeográfico las líneas bélicasquedaron ya prácticamenteestabilizadas hasta el final de laguerra.

Desde el punto de vistacronológico resulta imprescindible

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hablar de la conquista de Málagaantes de la batalla del Jarama,segundo acto de la batalla en torno aMadrid; además, la mención de latoma de la capital andaluza resultaimprescindible para explicar acontinuación el avance sobreGuadalajara. La situación en Málagaparece haber sido de un caos febril einútil provocado por elenfrentamiento, desde la etapaanterior a la sublevación, de la CNTcon el resto de los grupos deizquierda, como consecuencia delcual fueron asesinados el presidente

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de la Diputación, socialista, y elprimer concejal comunista. La CNTno sólo había adquirido ventajasobre su competidora sindical, laUGT, sino que pretendióincorporarla a sus filas. Existió,como suprema autoridad política, unComité de enlace entre el Gobiernocivil y los partidos del FrentePopular, pero quien de verdadejerció el poder real fue un Comitéde Salud Pública controlado por losanarquistas. Las autoridades civiles ymilitares se sucedieron, una tras otra,pero ninguna consiguió crear

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disciplina para la lucha. Una de lassegundas es descrita en los diariosde Azaña como autor de laafirmación de que él "no hacíafortificaciones; yo siembro larevolución y si entran los facciososla revolución se los tragará".Actuando como un cantón que queríatener relaciones directas con laURSS y Cataluña, Málaga teníapocas posibilidades de sobrevivirfrente a un ataque adversario, perosus dificultades se multiplicaron,además, por la ausencia de mediosnavales y de aviación, por su difícil

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situación geográfica y el empleo detropas italianas. La capital andaluzavenía a ser como una especie debolsa en el terreno controlado por eladversario con un solo acceso haciaLevante. En un mes, desde mediadosde enero de 1937, la provincia deMálaga fue tomada, reduciéndose unfrente de 250 kilómetros a 20. Lahistoria de esta operación militar esmuy simple pues tan sólo consistió enel avance rápido de las bienpertrechadas tropas italianas,mientras que a continuación lastropas de Queipo de Llano lo hacían

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más lentamente limpiando el terrenode adversarios. A la crueldadpracticada durante la etapa dedominio del Frente Popular sucedióahora la de los vencedores,saldándose una y otra con unos dosmillares y medio de ejecuciones. Apartir de este momento la guerra sealejó de Andalucía pues Franco, porprevención a los italianos o a Queipode Llano, no les dejó perseguir a loshuidos hacia Almería. Otro intentoofensivo del citado general enPozoblanco, con el propósito deintentar ayudar a los sitiados en el

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Santuario de la Virgen de la Cabeza,no prosperó por falta de efectivossuficientes para llevarlo a cabo. Laderrota tuvo importantesconsecuencias políticas en el FrentePopular. Largo Caballero habíallegado a amenazar con no enviararmas a Málaga si no cambiaba ladisciplina pero ni a él, ni al generalAsensio, subsecretario de la Guerra,ni a Martínez Cabrera, Jefe delEstado Mayor, cabe atribuirles unaresponsabilidad directa en losucedido, pues ésta corresponde alas autoridades locales. No obstante,

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ante la opinión y ante los partidos delFrente Popular, la imagen delpresidente del Gobierno quedóseriamente deteriorada.

La preocupación esencial deFranco seguía estando en torno aMadrid y eso es lo que explica laofensiva del Jarama a lo largo detodo el mes de febrero de 1937.Resultaba tan evidente la posibilidadde flanqueamiento por esa zona queambos contendientes la habíanplaneado, pero la iniciativa fue, unavez más, de los sublevados. Elataque tuvo como propósito llegar a

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Arganda y Alcalá de Henares paraasí cortar las comunicacionesadversarias hacia Levante. Se tratóde "una batalla de transición en latécnica militar", iniciada con ungolpe de mano para ocupar lospuentes sobre el río y permitir elpaso de la caballería, al modo de laguerra de otro siglo, seguida acontinuación por el empleo de lasunidades mejores por parte de ambosbandos. Los atacantes tuvieron comoobstáculo no sólo el hecho de que susadversarios hubieran empezado aconcentrar allí sus efectivos, sino

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también lo intrincado del terreno.Del 6 al 18 de febrero consiguieronavanzar pero a partir de estemomento el enemigo contraatacó y seprodujo una terrible lucha dedesgaste durante algo más de unasemana. Como prueba de la violenciade los combates baste decir que unaaltura, el llamado vértice Pingarrón,cambió tres veces de manos. Al finalla lucha concluyó por el puro ysimple agotamiento de loscontrincantes, incapaces de derrotaral adversario. La batalla del Jarama,como indica el general Rojo, fue "la

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primera batalla de material de laguerra" con combates aéreos en losque participaron más de un centenarde aviones. Por vez primera lastropas del Ejército Popular no sólohabían resistido la embestidaadversaria sino que también habíansido capaces de contraatacar. Elgeneral Kindelán llegó a escribir ensus memorias que "en ningún otrocombate aprecié tal mordiente, tan enforma para el asalto, al enemigo". Esmuy posible que, con la posibleexcepción de la batalla del Ebro,ésta fuera la más encarnizada de toda

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la guerra. Mientras tanto se producíauna nueva ofensiva de las miliciasdel Frente Popular sobre Oviedo.Allí, como en el Jarama, Francosiguió con su táctica parsimoniosa deenfrentarse hasta el desgaste con eladversario a pesar de que Aranda,uno de los militares más valiosos delEjército español, era por completoconsciente de lo insostenible de susposiciones. Llegó a asegurar a sussuperiores que "lo más expuesto ycaro es mantener la situacióninestable actual". Estaba dispuestoincluso a evacuar la capital del

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Principado pero se le ordenó quepermaneciera en sus posiciones,estrategia permanente de Franco a lolargo de todo el conflicto.

La batalla de Guadalajara, enmarzo de 1937, exige unaexplicación previa acerca de sugestación. Franco no había deseadola presencia de unidades italianas enla Península y, menos aún, quetuvieran un protagonismo excesivo enlas operaciones militares; así se lodejó claro a Cantalupo el embajadorde este país. Por eso rechazó unaoperación, propuesta por Roatta,

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general que las mandaba, consistenteen penetrar desde Teruel hastaSagunto, una maniobra audaz que porsí sola, en caso de triunfar, hubierapodido decidir la guerra. Tampocopareció muy interesado en unaoperación sobre Guadalajara hasta elmomento en que su avance en elJarama flaqueó. Prometió, entonces,colaborar en una operación conjuntacon sus aliados pero el traslado deVárela, que había desempeñado elmando en el Jarama, parecedemostrar que el mando militarsublevado no tenía el propósito —ni

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quizá la posibilidad— de ayudar deun modo decisivo a los italianos.

A pesar de ello éstos, quepropusieron la operación, teníanposibilidades de lograr un éxitoimportante por disponer de unamáquina militar impresionante paralo que era la Guerra Civil españolahasta el momento. Dotados de 170piezas artilleras y de unos mediosmotorizados y tanques que, pese a suescaso blindaje, habían logrado untriunfo espectacular en Málaga, lositalianos podían esperar llegar hastala capital alcarreña y actuar como

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pinza en una maniobra envolventeque se complementaría desde elJarama; de este modo, a mediados demarzo, la capital de España podíaquedar rodeada e indefendible. En unprincipio los atacantes penetraronbien pero pronto comenzaron lasdificultades. Los italianos seencontraron con unas condicionesclimáticas malas que, además, dieroninmediata superioridad aérea aladversario: como señala Hidalgo deCisneros, uno de los principalesdirigentes de la aviaciónrepublicana, los aeródromos

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enemigos estaban encharcados einutilizables, no así los propios.Además las tropas con las que lositalianos tuvieron que habérselas noeran las que habían tenido comoenemigas en Málaga: hubo, pues, unamanifiesta subestimación deladversario. Se demostró entoncesque habían actuado "con petulancia yalegre despreocupación" sin protegersus flancos, ni calcular losproblemas de transporte. La victoriaprecedente había tenido comoresultado complementario lasobrestimación de la eficacia bélica

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de las tropas italianas, que sólo enparte estaban constituidas porunidades militares, mientras que lamayoría procedían de unvoluntariado político ineficiente.Presionados en su flanco izquierdo yembotellados en las carreteras lositalianos debieron retroceder aunquese mantuvieran por delante del puntode partida de su ataque.

Parece obvio que en estas tresbatallas en torno a Madrid la victoriaha de atribuirse al Ejército Popular,pues por más que el adversariohubiera tenido menos bajas o hubiera

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logrado adelantar sus posiciones, noconsiguió los objetivos quepretendía. En cambio las fuerzas delFrente Popular, que libraban unabatalla defensiva, sí lograron suspropósitos, al mantenerse, en loesencial, la línea del frente. Lainiciativa seguía siendo de Franco,pero el enemigo había sido ya capazde enfrentársele dejando la situaciónen tablas. Estas tres batallas venían ademostrar que la Guerra Civil deninguna manera podía ganarse entorno a Madrid. Conocida ladetención de los italianos, Franco,

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aconsejado por Vigón, decidióconcentrar sus esfuerzos en el frentenorte. Incluso pareció dispuesto aaceptar una rectificación, defensiva yestabilizadora, del frente en la zonacentro que luego no se llevó a cabo.Como ha escrito Martínez Bande,"Guadalajara trajo, por tanto,Vizcaya".

Mientras tanto la guerra en elmar adquiría ya unos rasgos queperdurarían hasta el final delconflicto. El dominio de los buquespor comités revolucionarios redujo ala nada la eficacia militar de la flota

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republicana. Fue incluso precisorecordar a los buques que noplanearan operaciones por símismos, sino que atendieran lasinstrucciones superiores. En lapráctica, después de una tempranaexpedición al norte en septiembre de1936, la flota republicana se dedicótan sólo a la protección de losconvoyes que traían armas desdeRusia, empresa en la que no siempretriunfaron (sus adversarios, queapenas si tenían tonelaje mercante alcomenzar la guerra, sólo perdieronsiete buques de mercancías durante

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ella). Los cruceros más modernos,rápidos y bien artillados de lossublevados —Canarias yBaleares— (que no estaban enfuncionamiento cuando estalló laguerra pero que el adversario noconsiguió inutilizar antes de quepudieran ser empleados), les dieronla superioridad en el Mediterráneo,mientras que la flota republicana,mal protegida ante los ataques de laaviación quedaba reducida a laimpotencia y se veía obligada aabandonar Cartagena cada noche anteel peligro de bombardeo.

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Conscientes de la propia inferioridadPrieto, ministro de la Guerra, yBruno Alonso, delegado político dela flota, consideraron "peligroso yuna locura irreparable" enfrentarsecon el enemigo en el momento de latoma de Málaga. En parte eso sedebió a la ineficacia de lastripulaciones pero también a la ayudaque italianos y alemanes prestaron aFranco. A fines de 1936 ochosubmarinos italianos (y alguno másalemán) contribuían al bloqueo de lacosta republicana y actuaban deforma coordinada con la flota

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nacionalista, hundiendo buques detransporte y de guerra. Esto nosobliga a tratar de otra dimensión delconflicto que resultó de importanciadecisiva.

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La internacionalizaciónde la Guerra Civil

Como ya se ha advertido laGuerra Civil, en su origen, fue unconflicto interno, de modo que nopuede atribuirse a país alguno lasuficiente intervención en la políticarepublicana como para provocarla.Sin embargo, una vez que estalló,convirtió a España en el "centro delas pasiones y decepciones delmundo". Sin la ayuda exterior no se

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entiende el paso del Estrecho, ladefensa de Madrid, la batalla deGuadalajara o la hegemonía deFranco en el mar, y en losacontecimientos militares que sesucedieron hasta el final mismo delconflicto el papel de la ayudaexterior fue de primerísimaimportancia. Resulta lógico queambos contendientes solicitaran laayuda de otros países porque, a finde cuentas, el Ejército españolestaba muy mal dotado desde elpunto de vista material (la Repúblicahabía suscrito convenios sobre esta

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materia que resultaron papelmojado).

En las relacionesinternacionales del momento se vivíaya una fuerte tensión y el espectáculode la Guerra Civil contribuyó demanera decisiva a perfilar elalineamiento de las distintaspotencias frente al futuro conflictomundial. Era el momento de losvirajes hacia la Segunda GuerraMundial y se tambaleaba el sistemade paz acuñado en Versalles. Lospaíses derrotados o insatisfechos —como Alemania o Italia— se

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lanzaban a una espiral dereivindicaciones ante la mezcla deindecisión y mala conciencia de losvencedores, mientras que elcomunismo y el fascismo, en susvertientes internacionalistas oimperialistas, y la crisis económicamundial contribuían al deterioro dela situación. Por el momentoexaminaremos el impacto general dela guerra en las relacionesinternacionales y la actitud de losdiversos países. Más adelanteabordaremos la evolución de lapolítica internacional en torno al

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conflicto y estableceremos unbalance de la ayuda concedida acada beligerante.

La petición de ayuda por partede sublevados y gubernamentales fueuna consecuencia de la sensación, alos pocos días de iniciada lasublevación, de que ésta no seliquidaría de la forma que había sidohabitual en los pronunciamientos delsiglo XIX. De ahí que ambos bandosrecurrieran a aquellos países quemás lógicamente les podían ayudar;éstos se decantaron rápidamentehacia una intervención que parecía

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muy prometedora con poco esfuerzo,aunque al poco tiempo inventarantambién, para evitar la ruptura delstatu quo, una pantalla destinada adisimularla.

El 19 de julio Giral formulópetición de ayuda al Gobiernofrancés, que pronto se mostródispuesto a atenderla, pero lapublicidad que se le dio motivó unaindignada reacción de la derechafrancesa y dejó en posicióndesairada al gobierno del FrentePopular presidido por Blum queincluso hubiera dimitido de no ser

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por la petición de suscorreligionarios españoles. A partirde este momento la ayuda se hizomás titubeante y disimulada. Encuanto a los sublevados, su peticiónde ayuda fue tan sólo unas horasposterior y estuvo dirigida aAlemania e Italia. La primerarespondió más prontamente y ademásprestaría mayor ayuda a Franco hastael mes de noviembre de este año,momento en que se produjo lallegada de los voluntarios italianos.Es posible que las potenciasfascistas temieran genéricamente a

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sus adversarios potenciales pero noexiste prueba alguna de que la ayudaque estaba recibiendo la Repúblicales moviera a actuar: más bien lohicieron por su política agresiva.

Quedaban así sentadas las basesasimétricas con que los beligerantesespañoles fundamentaron lasrelaciones con sus aliados. El FrentePopular recurrió al muy costosomercado internacional de armas, enespecial al de los países bálticos,Polonia y Checoslovaquia, ademásde a la ayuda francesa, pero suposición no se alivió hasta que, en

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septiembre, la Unión Soviética sedecidió a prestarle ayuda en lascondiciones que examinaremos másadelante. En cuanto a los sublevadoscontaron con la ayuda italiana yalemana, a pesar de que sureconocimiento como gobiernolegítimo no llegó hasta el mes denoviembre de 1936. Sin embargo, esimportante señalar que tal decisiónno se tomó en un momento en queparecieran haber obtenido unavictoria decisiva, sino cuandoestaban en dificultades al no habertomado Madrid, lo que demostraba la

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voluntad de colaboración de susaliados.

Una situación como lamencionada, en la que aparecíaninvolucradas las principalespotencias europeas, resultabapotencialmente explosiva. Todavíalo fue más porque, de formainmediata, la opinión públicamundial se conmovió por lasublevación en un país en definitivaperiférico mucho más que por elacceso de Hitler al poder enAlemania. Esa es la razón por la quese pretendió distender las relaciones

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internacionales mediante la creaciónde un novedoso sistema, noexperimentado hasta el momento, elComité de No—Intervención deLondres. En realidad, quien propusoesta fórmula fue Francia. El gobiernodel Frente Popular dejó la iniciativaa los británicos que fueron quienesfundamentalmente la auspiciaron enel concierto internacional. Estoscreían que se había producido unaauténtica carrera para intervenir enEspaña y que, de no existir unorganismo que procurara evitar lasdecisiones unilaterales, la paz

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mundial estaba en peligro. De hechoa partir de este momento la cuestiónespañola ya no pudo por sí mismaproducir una guerra generalizada.

Desde septiembre de 1936 elComité, reunido en la capitalbritánica, comenzó a estudiar lasmodalidades de la no intervención. Apartir de este momento, pese lasprotestas del gobierno del FrentePopular español, la Sociedad deNaciones, cuyo secretario general notenía ninguna simpatía por la causarepublicana, remitió cualquier tipode actuación al citado organismo,

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como si fuera una especie deinstrumento especializado de laorganización internacional para todolo relativo al problema español.

En una ocasión Metternich dijoque lo que la no—intervenciónsignificaba era, "poco más o menos,intervención" y tal afirmación resultaválida para la Guerra Civil española.Nadie, ni por un momento, pensó quecon ese Comité se fuera a evitar laintervención de otros países en losasuntos internos españoles, aunque lamoderara en alguna ocasión y lasometiera a alguna regla. Las

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potencias fascistas siguieron a esterespecto una política cínica. Elconde Ciano, ministro de Exterioresitaliano, dio a su embajador enLondres unas instruccionesconsistentes en hacer todo lo posiblepara que el Comité mantuviera unaacción "puramente platónica". Dehecho Italia boicoteó la labor delComité durante el tiempo necesariopara aprovisionar a Franco paraluego reclamar la no—intervenciónmás estricta. Se ha calculado que losalemanes violaron la no—intervención 180 veces y que los

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italianos lo hicieron 134. Cifrassemejantes se pueden atribuirtambién a los franceses, con algo másde pudor, y a los rusos, con muchomenos. Incluso los británicos teníanla misma opinión acerca de esteComité. Un diplomático británicodijo que se trataba de "una farsa,pero una farsa extremadamente útil"en el sentido de que, aunque nocumpliera sus propósitos, evitabaque empeorara la situación mundial.En el mismo sentido, Edén admitióque la política de la no—intervención no era otra cosa que "un

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telón de seguridad improvisado,andrajoso y lleno de agujeros" peroinfinitamente mejor que el peligro deuna guerra generalizada.

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Las potencias y laguerra española

Descrita ya la evolución de la

política exterior de la Guerra Civilen sus primeras etapas, podemosexaminar la posición de cada una delas naciones más importantes en elmundo de la época o de aquellasotras que más vinculadas estuvieroncon España por las razones quefueran. Cada país tuvo una políticacon peculiaridades propias pero

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aquellos con institucionesdemocráticas vieron, además, cómola opinión pública tomaba posiciónen torno al conflicto en un sentido uotro. La Guerra Civil, en efecto, seconvirtió en enconado objeto dedebate.

Ese, en cambio, no fue elproblema de Alemania e Italia. Laintervención alemana a favor deFranco fue consecuencia de unadecisión personal de Hitler, aunquehubiera sido propuesta por losrepresentantes del minúsculo partidonazi existente en Marruecos. Frente a

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la opinión más reticente de algunosde sus colaboradores más directos,como Goring, el Führer adoptó unade sus decisiones arriesgadas perode la que sacaría amplio partido antela falta de respuesta de las potenciasdemocráticas. Hasta el momentoEspaña era para los nazis un paíslejano y carente de verdaderointerés, aunque en algún momentohubieran pensado construir allí algúnsubmarino para sortear lasdisposiciones acerca del rearme. SiAlemania decidió intervenir fue poruna mezcla de razones estratégicas

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(presionar a Francia desde el sur) eideológicas (oposición alcomunismo); sólo en un segundomomento apareció el interéseconómico. Mucho más prudentesque los italianos los alemanes noexhibieron en exceso suparticipación en la guerra: sólo en1939 Hitler habló de la LegiónCóndor, que sería su principal ayudaa Franco. Tampoco se mostraron muydispuestos a rescatar a José AntonioPrimo de Rivera, preso en Alicante.Contribuyeron a la promoción deFranco, pero los juicios de su primer

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embajador ante él fueron siemprereticentes, tanto respecto de sulentitud a la hora de llevar a cabo lasoperaciones militares como por sucarencia de voluntad"revolucionaria" en lo social y lopolítico. Más tarde que Italia, enmarzo de 1937, Alemania suscribióun tratado con la España de Francocuyo contenido no revestía unaespecial trascendencia pues serefería al mantenimiento de contactosinformativos recíprocos acerca delcomunismo y a evitar la colaboracióncon terceros países que pudieran

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perjudicar a los firmantes. Másimportancia tendrían, en cambio, losbeneficios económicos obtenidos, delos que se tratará más adelante.

A diferencia de lo sucedido enel caso alemán, los dirigentesfascistas italianos habían tenidocontactos previos con la extremaderecha española, si bien Mussolinivetó en el verano de 1936 cualquiertipo de ayuda previa a lasublevación. Esa relación fueresucitada en el momento delestallido de la Guerra Civil, y elconocimiento directo de Ciano de la

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situación en Marruecos jugó un papelimportante en que se tomara ladecisión. La personalidad delministro de Exteriores fascistaparece haber tenido un protagonismoimportante en esta política, queconsideró como propia. Representó,en efecto, una actitud agresiva contraGran Bretaña que derivóimperceptiblemente hasta convertirseen proalemana. En cuanto a susrazones para intervenir en España lomás probable es que Mussolinipensara que podía obtener un aliadobarato, con el empleo de unos

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medios reducidos, en una zonaestratégica para él decisiva. Suspropósitos originales parecen habersido los de una política exteriortradicional. Con el transcurso deltiempo, sin embargo, la guerraespañola tuvo un contenidoideológico más importante para surégimen que, por ejemplo, la deAbisinia, al tiempo que establecía,de hecho, las bases de lo que luegosería el Eje con Alemania.

Desde un principio laintervención italiana en los asuntosespañoles fue más escadalosa que la

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alemana. Una parte de los primerosaviones italianos enviados al nortede África fue descubierta al caer unode ellos en territorio francés. Laintervención italiana en Baleares fuetambién objeto de especulaciones enlos medios diplomáticos europeos.Una base permanente de Italia en lasislas podría originar dificultadesinsuperables para que Franciapudiera traer sus tropas coloniales ala metrópoli. En noviembre de 1936se firmó un tratado entre ambaspartes que presuponía unaneutralidad más que benevolente de

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la España de Franco respecto deItalia en el caso del estallido de unaguerra. Era mucho más de lo quenunca los alemanes —queprotestaron— consiguieron deFranco, pues suponía de hecho lahegemonía fascista en elMediterráneo occidental. A partir deeste momento Mussolini se empleó afondo a favor de los sublevados,incluso más de lo que éstos hubieranquerido. De ahí que mandara todo unejército —del que casi la mitad erantropas regulares— sin que Franco lodeseara o lo hubiera pedido, pues

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para él lo esencial era la ayudamaterial y no los efectivos humanos.Desde entonces la guerra españolafue para los dirigentes fascistasitalianos una aventura cara que aveces proporcionaba quebraderos decabeza, unas auténticas "arenasmovedizas" de las que era imposiblelibrarse pues el deseo de resolver elproblema de una vez provocabainevitablemente una mayorintervención y ésta obligaba a exigirla victoria total. Hasta el final mismode la guerra la obsesión de Mussolinise redujo a la victoria militar

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mientras que sólo algunos radicalesdel fascismo, como Farinacci,predicaron la fascistización delrégimen español. Luego, tras lavictoria, las cosas cambiaron.

Hubo otro país que jugó tambiénun papel importante en la fase inicialdel conflicto en favor de Franco,aunque su papel mucho menosdestacado en las relacionesinternacionales y su condición depequeña potencia evitara que pudieratener mayor trascendencia. ElPortugal de Salazar había tenidosiempre una intensa preocupación

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por los problemas españolesderivada de la intromisión de laizquierda española en la políticainterna portuguesa. El propioministro luso de Asuntos Exterioresaseguró que para su país una GuerraCivil en España no era una cuestiónintrascendente sino "de vida omuerte", porque podía provocar unaguerra interna en Portugal. Cuandoestalló el conflicto español Salazaraprovechó la ocasión para actuardecididamente contra la oposición,incluso creando una organización decierto paralelismo con los partidos

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fascistas, la llamada Legiaoportuguesa. En las semanasposteriores al estallido de la guerraespañola el embajador de laRepública, Sánchez Albornoz, se vioaislado ante la hostilidad de lasautoridades y el abandono de larepresentación diplomática por suscolaboradores. En octubre Portugal yla España del Frente Popularrompieron relaciones. Fue Salazarquien más dificultades puso a laaceptación del Comité de No—Intervención, debido principalmentea que creía que implicaba una

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disminución de su soberanía. Laprincipal ayuda de Salazar a Franco,que siempre evitó laespectacularidad, fue proporcionarlela seguridad de una frontera, peroademás desde territorio portuguésentraron en la zona nacionalistaaviones, allí se consiguieronpréstamos y, en fin, unos 4.000 ó6.000 portugueses combatieron conFranco. La prensa portuguesa sevolcó en apoyo de éste.

Para comprender lasignificación de la postura franco—británica respecto de la Guerra Civil

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española hay que partir de quenuestro país podía ser consideradocomo área tradicional de influenciade estos dos países, a pesar de locual su actitud no resultó en absolutodecidida. Hay varias razones quecontribuyen a explicarlo: lascaracterísticas de los regímenesdemocráticos, que no podíanpropiciar una intervención como lade los fascistas, el deseo de evitar laguerra mundial, las divisionesinternas de la opinión pública y, enfin, el hecho de que el Frente Popularparecía demasiado revolucionario y

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Franco no lo suficientemente fascista.En la práctica lo más importante dela posición de Francia y GranBretaña fue lo que dejaron hacer, yno lo que hicieron. Gran Bretañaquiso sobre todo evitar la guerra yFrancia intervino lo suficiente comopara ganarse la enemistad duraderade Franco pero no para determinar elresultado de la guerra.

En ninguno de los dos paíseshubo una actitud verdaderamentenacional en torno al conflicto pues laopinión pública se dividió respecto aél.

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En Francia la guerra españolaexcitó las pasiones ideológicas hastaun extremo impensable. Ya en lacampaña electoral que dio la victoriaal Frente Popular el caso de Españafue presentado como una prueba delpeligro revolucionario. Iniciada laGuerra Civil, se dio la paradoja deque la derecha más nacionalistaapoyaba a Franco a pesar de queéste, por su cercanía a Alemania eItalia, representaba interesestotalmente opuestos a los franceses.Otros sectores más amplios (loscatólicos, los intereses

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comerciales...) simpatizaron conFranco. En cuanto a los partidos deizquierda se dividieron, incluso en elmismo gobierno, respecto del tipo deayuda a prestar a la Españarepublicana. Desde 1937 hubopeticiones de establecimiento derelaciones con Franco y en 1938 elnúmero de diputados pertenecientes aasociaciones profranquistas rondabaya el 40 por 100 del total; entre elloshabía miembros del partido radical—socialista.

Este tipo de actitudes seapoyaba en la necesidad de practicar

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una política que no desentonara conla británica, pero se inspiraba sobretodo en el espectáculo de larevolución española. El embajadorHerbette, antaño amigo personal deAzaña, se convirtió en partidario deFranco. El gobierno del FrentePopular francés, presidido por Blum,luchó entre los sentimientosencontrados del pacifismo y lanecesidad de apoyar a un gobiernocomo el español pero, sobre todo, lepreocupó la posibilidad de contribuira que se produjera una división entrelos franceses semejante a la de los

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españoles. Por eso se organizó todauna red semiclandestina dedicada aprestar ayuda a la República. Por suparte, los comunistas franceses, conla divisa "Por la no—intervención,contra el bloqueo", fueron los másdecididos partidarios de que sesiguiera autorizando la venta dearmas a la España republicana peroal mismo tiempo intentaban evitarque se colapsara el Frente Popular.De hecho esta etapa de gobierno noquebró por esta razón. La posiciónfrancesa osciló entre una neutralidadsimplemente benevolente hacia la

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República y una "no intervenciónrelajada" cuando predominaban lossectores situados más a la izquierda.Se debe tener en cuenta que durantelos años treinta la política francesafue tan inestable que hubo hasta 16gobiernos. Esa última fórmula de nointervención relajada implicabatolerar que, de manera subrepticia,circularan por territorio francésarmas destinadas a la Españarepublicana. Así, con dineroprocedente de la Repúblicaespañola, se financiaron en Franciaperiódicos y empresas de transporte

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más o menos directamentecontroladas por los comunistas. Entérminos diplomáticos supuso que enoctubre de 1937 el embajadorfrancés se instalara en Valencia, cosaque nunca hizo el británico, quepermaneció en Francia desde elestallido de la guerra. Unos 15.000franceses combatieron en España.

También en la Gran Bretaña laGuerra Civil española tuvo unaimportante repercusión tanto para elgobierno y la política interna comopara la opinión pública. Para laseguridad británica una España

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neutral o amiga era muy importantepero de hecho se tomó mucho más encuenta el contexto internacional. Seha podido calcular que en trescuartas partes de las reuniones delgobierno británico se abordó elproblema español, cuya importanciaderivaba no sólo del peligro quesuponía para la estabilidad europeasino también para las inversionesbritánicas, que venían a ser el 40 por100 de las extranjeras realizadas enEspaña.

Como en el caso de Francia, losdiplomáticos británicos se alinearon

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casi inmediatamente con Franco. Elembajador Chilton residió toda laguerra en el sur de Francia ydescribió el enfrentamiento comorebel versus rabble ("los rebeldescontra la chusma"). La posición delgobierno conservador, consistió, adiferencia de lo sucedido en Francia,en no encontrar ningún beligerantepróximo a sus propias posturas eintereses, de no ser los nacionalistasvascos. El premier Baldwin expresóesta postura de una manera un tantocínica cuando dijo que los británicosodiaban tanto a los fascistas como a

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los comunistas y que resultaba tantomejor si había un país en que unos yotros se mataran. Pero en la posicióndel partido conservador hubo muchosmatices. En la Marina, Hoaremantuvo siempre una postura muyfranquista. Desde el Foreign OfficeEdén veía peligros en la proclividadfascista de los sublevados y, en elParlamento, Churchill recalcó elpeligro de que la Italia mussolinianadesempeñara un papel creciente en elMediterráneo como consecuencia delos acontecimientos en España. Peroestas opiniones no se tomaron muy en

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serio y, en definitiva, los gobernantesbritánicos parecen haber pensadoque el problema fundamental de laguerra española nacía del peligro deque provocara un conflictogeneralizado. De ahí que se siguierauna política de "apaciguamiento" dela que es óptima muestra una frase deChamberlain, el sucesor de Baldwin:dijo haber oído que "en las altasmontañas hay a veces condiciones enlas que un movimiento imprudente oun grito repentino puede producir unaavalancha" y eso era lo que tenía laintención de evitar que se produjera

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en relación con los sucesosespañoles.

Aunque Gran Bretaña mantuvouna neutralidad muy estricta, superiora la del resto de los países europeos,como con ella evitó la compra dearmas por parte de los republicanos,su posición resultó beneficiosa paraFranco. A partir de la primavera de1937 tuvo éste un representanteoficioso en Londres (el duque deAlba, emparentado con laaristocracia británica) y en octubrehubo, además, un representante delos intereses comerciales británicos

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en la España de Franco. En materiascomo el terror empleado por uno yotro bando, los bombardeos apoblaciones civiles, la pirateríasubmarina o el bloqueo marítimoGran Bretaña intervino a veces, conresultados positivos, para lahumanización del conflicto: unas90.000 personas fueron evacuadas dela zona norte gracias a ella.

La Guerra Civil no sólo fue unacuestión del gobierno —muy establedurante la época— sino también dela opinión pública. Como en el casode Francia, resultó una cuestión tan

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ásperamente debatida que "en ningúnmomento fue posible una accióncoherente" (Churchill). Entre lospropios conservadores hubopartidarios de la República, como laduquesa de Atholl y la divisióninterna de los laboristas fue tambiénmanifiesta. El ala derechasindicalista (Citrine, Attlee, Bevin...)se mostraba profundamente reticenterespecto del papel de los comunistasen España y mantuvo una posicióncauta y defensiva que presuponía unainterpretación muy abstracta de lasolidaridad. Por su parte los

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izquierdistas mantenían una posiciónprofundamente contradictoria pues si,por un lado, defendían posturaspacifistas, muy difundidas entre losbritánicos, al mismo tiempo queríanque se ayudara a la República. Lacuestión se complicaba aún más porel hecho de que la inmensa mayoríade los católicos ingleses eranlaboristas y, por lo tanto, seencontraban divididos en suslealtades. Sólo un minúsculo partidode extrema izquierda, el IndependentLabour Party, en el que militóOrwell, se alineó con decisión al

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lado de la República. Durante elperíodo bélico los sucesos españolesno alteraron decisivamente lapolítica parlamentaria británica pero,en cambio, la agitación en la opiniónfue profunda y duradera. Unos 2.000—2.500 británicos —principalmentemineros galeses— combatieron enEspaña; de ellos murieron unos 500.

Es evidente que, muy a menudo,en Gran Bretaña se desconoció larealidad de los sucesos españoles demodo que Franco a veces eradescrito como un conservadorclásico. Esta sensación de ignorancia

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es patente también en el caso de losEstados Unidos. Allí tan sólo un 14por 100 de la población simpatizócon Franco y, aun así, esa cifra sedebía tan sólo al hecho de que entrelos católicos el porcentaje era muysuperior, alcanzando un 39 por 100.Con todo el embajadornorteamericano, Bowers, fue quienmantuvo una posición más netamenteprorrepublicana entre los de paísesdemocráticos. Eso, no obstante, no setradujo en la postura oficial de supaís. Los Estados Unidos sedeclararon neutrales en agosto de

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1936 y Roosevelt recomendó el"embargo moral" del negocio dearmamento que más adelante se hizoefectivo, impidiendo de esta maneraque el Frente Popular se pertrecharade armas cuando Franco no tenía elmenor problema para obtenerlas. Seha atribuido a los Estados Unidosuna posición benevolente respecto aFranco por el hecho de que lascompañías petrolíferas leproporcionaran abastecimientoenergético, pero el Gobierno no teníanada que ver en ello y la empresacitada, que exigió ser pagada con

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antelación, se basó en criteriospuramente económicos. Aunque ladistancia quitó dureza alenfrentamiento de la opinión públicarespecto de la cuestión españolatambién en Estados Unidos huboduras polémicas, principalmenterelacionadas con actitudes religiosas.Unas 2.800 personas, procedentes demedios urbanos de los que casi lamitad eran comunistas y un terciojudíos combatieron, comovoluntarios a favor de la República,en la brigada Abraham Lincoln.Muchos de ellos no eran otra cosa

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que radicales, sin filiaciónextremista, pero el destino que leshabía convertido en prematurosantifascistas les hizo luego, tras laSegunda Guerra Mundial, sertambién víctimas prematuras delmacartismo.

En suma, la posición de laspotencias democráticas demuestrahasta qué punto este tipo deregímenes pueden ser incapaces dellevar a cabo una intervencióndecisiva en un conflicto de lascaracterísticas de una Guerra Civil,sobre todo cuando se enfrentan a

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otras naciones que no deben tomar encuenta a la opinión pública ni tienenpor qué mostrar escrúpulos moralespor intervenir en asuntos ajenos. Dehecho las circunstancias dejaronaislada e inerme a la República que,tras algunos intentos peregrinos, notuvo otro remedio que recurrir a laayuda de la URSS.

En el transcurso aproximado detres meses desde que se iniciara laGuerra Civil la República se quedócon tan sólo una décima parte de losalgo más de trescientos diplomáticosde que disponía España. Como

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consecuencia la representaciónexterior debió improvisarseentregándosela a menudo aintelectuales, como Jiménez de Asúaen Praga y Araquistain en París, queademás ejercieron de organizadoresde propaganda, espías ycomerciantes de armamento, dadaslas dificultades de la República paraobtenerlo. Si personalidades comoésas pudieron realizar una laborimportante de cara a la opiniónpública la verdad es que la gestiónde muchos de sus subordinados (elnovelista Max Aub o el director de

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cine Luis Buñuel, por ejemplo)parece haber sido la característica deaficionados románticos. Losservicios de información, que sólofueron unificados en 1938 enGinebra, bajo la dirección deJiménez de Asúa, fueron ineficaces.Pero lo peor para los republicanosfueron las dificultades para comprararmas. La falta de experiencia leshizo, en un principio, conceder laexclusiva a una empresa para luegodispersar sus compras en unatreintena de países. En ocasiones lasarmas procedían de lugares

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inesperados, como Polonia,gobernada por un régimen autoritariode derechas, o Checoslovaquia, endonde se podían comprar armas perolo difícil era hacerlas salir con loque hubo que optar porprocedimientos tan complicadoscomo intentar corromper a la amantedel Rey de Rumania o a diplomáticosbolivianos. Incluso el gobierno delFrente Popular llegó a adquirir armasen Alemania por el intermedio deGrecia. El resultado de esteprocedimiento de armarse fuedesastroso: el Ejército republicano

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llegó a tener hasta diez calibres en lamunición para fusiles yametralladoras, obtuvo materialantiguo —eso, por ejemplo, explicasu deficiencia artillera— y, en fin,pagó con frecuencia muy caro, casiun tercio más en el caso de losfusiles polacos. Nos queda, sinembargo, aludir a la ayuda soviética,la más importante pero de la que nose ha podido tener una idea suficientehasta que en tiempos muy recientesse ha podido acceder a los archivosrusos.

Frente a lo que pensaron las

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derechas, la realidad es que ni elinterés de Stalin por los sucesosespañoles fue grande ni su decisiónde intervenir inmediata. LaRepública no había mantenidorelaciones con la URSS hasta laGuerra Civil y cuando seestablecieron probablemente no sepensó, en un principio, en la amplitudque llegarían a tener. Es muy posibleque para Stalin Casares hubiera sido,por puro interés estratégico, mejorque Largo Caballero, pero elprestigio revolucionario de la URSSexigía un apoyo a la lucha de la

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España del Frente Popular. Ésta, trasun período en que no pasó deoficiosa, acabó siendo oficial desdefinales de septiembre, es decir, unafecha relativamente tardía. En estaactitud final quizá desempeñara unpapel decisivo la reflexión respectode la situación internacional y laespañola. Stalin debió pensar, enefecto, que una conmoción tanprofunda de las relacionesinternacionales como la originadapor guerra española le daba laoportunidad de comprobar hasta quépunto el sistema de seguridad

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colectiva podía evitar una guerramundial o, por lo menos, hasta quépunto podía él mismo acercarse apaíses como Francia y Gran Bretaña.Luego, cuando vio que esas dosopciones fracasaban, se decidió apactar con Hitler, ya en 1939. Lacolaboración con el Frente Popularle permitía, por otro lado, tener unainfluencia decisiva en un país deloccidente europeo y respondía a lanecesidad de que la URSS estuvieraa la vanguardia revolucionaria delmundo. Además la situación internade Rusia (era la época de las grandes

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purgas) pudo ocultarse gracias a laexistencia de la guerra española y,durante ella, se pudo identificar lacausa comunista con la liberal.

De todas formas, paracomprender la posición de la URSShay que tener en cuenta que al mismotiempo que expresaba suidentificación con la causa del FrentePopular se trasladaban las reservasde oro del Banco de España a Rusia.Aunque nada se puede probar pareceposible que el propio Stalin sugirierael traslado antes de embarcarse enentregas importantes de armas. Nada

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como este hecho demuestra elpatético aislamiento de losrepublicanos, que no podían confiarpor completo en Francia y que asíquedaban condenados a una solafuente de aprovisionamiento bélico.De este modo se hace patentetambién que Stalin, que controlópersonalmente los envíos, no actuabacon un criterio idealista. En el fondoa él le interesaba relativamente pocoEspaña —exactamente igual que aChamberlain Checoslovaquia— peroeso no quiere decir que la ayuda rusaal Frente Popular fuera siempre de

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mala calidad o insuficiente. En totalhubo 48 envíos, a veces con largosparéntesis. Aviones y tanquesparecen haber sido de calidad perono así los fusiles, que procedían deocho países distintos, eran de dieztipos y seis calibres diferentes. Perosi la calidad pudo ser, en ocasiones,buena, los precios resultaron siempredesmesurados gracias al cambio delrublo impuesto por Moscú: enalgunos aviones la URSS cobraba28.000 dólares por encima del costereal. Los asesores militares ypolíticos soviéticos, por su parte,

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jugaron un papel muy importante enel seno de la causa frentepopulista.Sus sueldos, viajes y vacaciones lospagó la República.

Otro rasgo determinante de laintervención soviética en la GuerraCivil española reside en la voluntadde discreción que la caracterizó. Deahí que la presencia de asesoressoviéticos pretendiera ser simulada,incluso haciéndolos pasar porhispanoamericanos. La principalayuda en hombres estuvo formadapor las Brigadas Internacionales,reclutadas gracias a la actuación de

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la Internacional Comunista, pese aque no todos sus miembros, nisiquiera la mayoría, pertenecieran agrupos políticos de estasignificación. La fecha en queempezó el reclutamiento para lasBrigadas coincide con la decisióntomada por la URSS como tambiéncon la significación que se dio a lasmismas en su política exterior comotestimonio de la solidaridadinternacional en la lucha contra elfascismo. En ellas hubo de todo:parados y aventureros pero tambiénun número muy elevado de idealistas

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de ideas radicales, intelectuales oexiliados de aquellos países en queel fascismo había destruido lademocracia. Eso explica que enGuadalajara hubiera combatientesitalianos en ambos bandos. Losbrigadistas, en general, fueronbuenos combatientes, pero enocasiones se les debió someter a ungrado de disciplina muy dura,siempre en manos de los comunistas.

Finalmente, un recorrido por lageografía del impacto de la GuerraCivil española en el mundo no debeexcluir el caso de Hispanoamérica,

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con la que nuestro país mantenía unasrelaciones tan estrechas, producto dela Historia pasada y reciente. Hayque empezar por señalar que enmuchos de esos países no se viotanto el conflicto de España como unenfrentamiento entre fascismo ydemocracia como entreconservadurismo y liberalismo; entodos ellos se daba, además, unatendencia a juzgar lo que sucedía enEspaña desde una óptica propia yatendiendo a los conflictos internos.En México, donde el presidenteLázaro Cárdenas presentó la guerra

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española como una lucha contra elimperialismo intervencionista deotras potencias, transponiendo susenfrentamientos con losnorteamericanos, mientras que laderecha católica se identificaba conel corporativismo de Franco quienesmás apoyaron al Frente Popularfueron los sindicatos, en los que lainfluencia comunista eraconsiderable. Aunque Méxicomantuvo un estrecho contactocomercial con la España del FrentePopular y sirvió de cobertura parauna parte de su comercio de armas,

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su ayuda al Frente Popular no pudoser sino muy modesta. Hubo tambiénotros países en que el Frente Popularconsiguió apoyo. Este fue el caso deColombia, donde los liberalesproponían una política semejante a ladel Frente Popular, o en Cuba, dondela emigración española era nutrida yBatista, que gobernaba con lasizquierdas y luego se convirtiría endictador, pudo utilizar esta opción depolítica exterior en su beneficio. EnChile el gobierno del Frente Populartambién mostró su simpatía, aunquemás bien platónica, por la República.

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En realidad su fórmula política eramás moderada que la homónimaespañola e igual sucedió en laderecha. El apoyo a Franco fueevidente en algunos países pequeños,como Guatemala y Nicaragua, perotambién en otros en los quepredominaban tendenciasconservadoras y militaristas, comoPerú. En Argentina las tendenciaspolíticas predominantes eranconservadoras lo que explica lapronta admisión de un enviadooficioso de Franco, pero con maticesque dependían del talante del

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ministro de Exteriores, lo queexplica la tardanza en establecerrelaciones plenas.

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La campaña del norte

A pesar de una inicial

resistencia Franco decidió trasladarel centro de gravedad de la guerra ala zona norte a fines de marzo de1937. Fue ésta una decisión acertadaque implicaba un "rodeo" hasta ellogro de sus objetivos finales, peroque, en el "punto crítico" delconflicto permitió una victoria quehabría de tener un efecto decisivosobre el final del mismo. Sin duda, laguerra se resolvió en la campaña del

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norte, y hasta quienes militaron enbandos contrapuestos están deacuerdo en este punto. Desdecomienzos de abril hasta octubre,sucesivamente, el ejército sublevadoconquistó Vizcaya, Santander yAsturias, modificando por completoel balance inicial de fuerzasestablecido en julio de 1936.

Para explicar lo sucedido en laprimera parte de la campaña, aquellaque se refiere a la última de lasprovincias vascas fieles a laRepública, es preciso remitirse alpunto de partida de ambos

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contendientes. Hasta el momento desu muerte fue el general Mola elresponsable de la dirección de lasoperaciones por parte de lossublevados. Dispuso, para laoperación, de unidades fogueadascomo eran las brigadas navarras, queya se habían convertido, por sucalidad, en una especie de sustitutivode las tropas de Marruecos. Tuvosuperioridad artillera, si no enhombres, y, sobre todo, de aviación,al haber podido concentrar en estaparte del frente el núcleo principalde las reservas y las unidades de

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élite, entre las que desempeñaban unpapel especialmente importante laaviación alemana e italiana. Mola seenfrentó a un adversario que casisiempre demostró ser aguerrido, perocuyas condiciones de combate fueronlamentables, en parte por razones delas que él mismo era culpable.

La zona norte estaba adoscientos kilómetros del resto delterritorio controlado por el FrentePopular y se extendía a lo largo de unfrente de trescientos kilómetrosteniendo tras de sí a un millón ymedio de habitantes, con una

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profundidad de tan sólo 30 ó 40kilómetros. A esta peligrosasituación estratégica hubo que sumarproblemas graves nacidos delcantonalismo en la dirección y de lainsuficiencia de recursos militares.Ramón González Peña, el diputadodel PSOE que ahora desempeñaba lamáxima responsabilidad política enAsturias, aseguró que "Era mejor unsolo mando malo que dos buenos",pero esta sabia sentencia no fueatendida. En el momento inicial de laguerra hubo hasta tres Juntasdiferentes en Guipúzcoa —San

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Sebastián, Azpeitioa y Eibar— perolo más significativo no es tanto queesto sucediera sino lo insuficiente ytardíamente que se fue solucionando.Sólo en diciembre se produjo unaunificación que redujo a tresunidades políticas y militares elpanorama de dispersión políticaprevia —Consejos de Santander,Burgos y Palencia, el de Asturias y elGobierno vasco— pero, aun así, elgrado de coordinación fue muyrelativo, porque en materias comorelaciones comerciales con elexterior e incluso moneda actuaron

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un tanto por su cuenta, hasta elextremo de que cuando sus fuerzasmilitares combatían en territorio queno era el suyo actuaban como si lohicieran en país extranjero. Asísucedió en la ofensiva sobreVillarreal de Álava, en la que losvascos quisieron emplearexclusivamente sus propias tropas.En noviembre fue nombrado paradirigir el Ejército del norte elgeneral Llano de la Encomienda,pero su autoridad fue más biennominal. Buena prueba de ello es queel Gobierno autónomo vasco rechazó

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la presencia de comisarios en lasunidades militares e incluso Aguirre,su presidente, asumió en mayo elmando, a pesar de que legalmente notenía derecho a hacerlo. Los vascosquisieron tener su propia legislaciónmilitar y que sus unidadescombatieran tan sólo en su propioterritorio. Prieto les reprochó,además, que aspiraran a unarepresentación diplomática propia yque pretendieran controlar el tráficomarítimo. En el resto de la zona nortehubo problemas parecidos. Hastaabril no se empezó a organizar el

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Ejército de acuerdo con los criteriosgenerales del resto de la zona delFrente Popular y sólo en mayodesaparecieron los consejeros dedefensa en Santander y Asturias.Pero las autoridades militaresenviadas desde Valencia nuncallegaron a imponerse por completo.Largo Caballero, en un momento deindignación, llegó a afirmar que "nohay Ejército del norte; no hay másque milicias organizadas, mejor opeor, en Euzkadi, Asturias oSantander".

A estas deficiencias en la

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dirección de la guerra hay que sumar,además, los problemas de material yaprovisionamiento. Para losdefensores fue siempre obsesiva lasuperioridad del adversario enaviación, que cifraron en diez a uno,como puede haber sucedido en algúnmomento en que apenas tenían unadecena de aviones en uso. Ese fue elgran reproche de Aguirre a Prietopero debe tenerse en cuenta tambiénque la utilización masiva de laaviación y su coordinación con lainfantería por parte de lossublevados se produjo por vez

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primera en esta operación y que nopodía por menos que afectar a lamoral la sucesión de bombardeos sinrespuesta. Desde la zona central setrató de enviar refuerzos al norte,pero las dificultades para mantener asalvo los aeropuertos propios en unafaja tan estrecha de terreno, elcriterio contrario de loa asesoressoviéticos, la voluntad de usoconjunto de la aviación propia o lasdificultades puestas por los francesespara permitir el paso por su territorioexplican que ese auxilio resultarasiempre insuficiente. La superioridad

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artillera de los atacantes también fueun factor importante. El FrentePopular, según Ciutat, uno de losmandos enviados desde la zonacentral, tenía nada menos que 14modelos diferentes de piezasartilleras. Más injustificable es elhecho de que la superioridad navalde la República no se tradujera en elauxilio efectivo a la zona norte.Aunque con medios precarios, lossublevados intentaron un bloqueonaval que hubiera sido imposible sise hubiera empleado en el norte latotalidad de la flota republicana.

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Paradójicamente fueron unidadesimprovisadas, como los pesquerosarmados vascos, las que demostraronuna mayor moral de combate,coincidente también con las de lasfuerzas de tierra.

Estas, por otra parte, partían deunas concepciones estratégicasdefensivas y pasivas que fueronjuzgadas "un error" por Franco y quetambién criticaron los dirigentesrepublicanos. El llamado "cinturónde Bilbao", según Zugazagoitia,"tácticamente desconsolaba" y paraAzaña se hablaba de él "suponiendo

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que existe lo que debiera existir",porque era mucho más vulnerable delo que se suponía. Todavía resultanmás duros los juicios de Ciutat, jefede Estado Mayor republicano en elnorte. Según él era "descabellado",porque no se apoyaba en obstáculosnaturales sólidos, las trincheras noestaban protegidas contra los ataquesaéreos y quedaba más protegido en lazona occidental que en la oriental,cuando lo lógico debiera haber sidoestrictamente lo contrario. Si a todoello sumamos que los atacantesdisponían de los planos de las

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fortificaciones republicanas, nopuede extrañar que la validez de estabarrera defensiva fuera muy limitada.

Las operaciones se iniciaron afines de marzo de 1937 y desde unprincipio se caracterizaron por elempleo de una tremenda potencia defuego artillero, combinado con losbombardeos de la aviación. Estaúltima no dudó en emplearse contrala población civil y en Durangocausó muchos muertos, inclusosacerdotes y monjas. Lasoperaciones se llevaron a cabo conlentitud, en parte por exceso de

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precaución de Mola, pero tambiénpor carencia de efectivos suficientesen infantería. Cuando los italianostomaron Bermeo, adelantándose conpoca prudencia, fueron objeto de untemible contraataque lateral. A finesde mayo el general republicanoGámir se hizo cargo del mandomilitar en Vizcaya, pocos días antesde que muriera Mola en accidente deaviación y de que se iniciara laruptura del cinturón de hierro entorno a Bilbao. Esta operación sellevó a cabo con una concentraciónde fuego como no había existido

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hasta entonces en la guerra española:casi ciento cincuenta piezas, a lasque sumar la labor de la aviación,concentraron su fuego sobre lasfortificaciones republicanas. Elpresidente Aguirre, angustiado por lacarencia de ayuda por parte de lazona central, llegó a contabilizar1.500 disparos artilleros por hora, almargen de los impactos de bomba.En estas condiciones al adversariotan sólo le costó tres días superar elcinturón merced, entre otras cosas, asu buena colaboración entre aire ytierra. Antes, en cambio, las tropas

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vascas habían ofrecido unaresistencia encarnizada que en 72días impidió al enemigo un avancesuperior a los 35 kilómetros, esdecir, menos de 500 metros por día.Hubo algún proyecto de convertirBilbao en un segundo Madrid, en loque a resistencia se refiere, pero losvascos se negaron a la destrucción dela ciudad que, además, dadas suscondiciones estratégicas, no hubieragarantizado su defensa. El propioAguirre vetó la destrucción de lasinstalaciones de Altos Hornos.

En el transcurso de la campaña

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de Vizcaya, concluida en junio de1937, tuvo lugar la operación militarmás controvertida de la guerraespañola: el bombardeo de Guernica.Acerca de este episodio, acontecidoel 26 de abril de 1937, casi todo hasido discutido, excepto la prácticadestrucción de la ciudad (un 70 por100 de los edificios fueron arrasadosy murió un 5 por 100 de lapoblación). La investigaciónhistórica reciente ha ido aclarandomuchos puntos. A pesar de que se haasegurado lo contrario, Guernica nofue objeto de un experimento; menos

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aún fue éste inducido desde Berlín.No está probado que con ladestrucción de la ciudad sepretendiera hacer desaparecer elsímbolo de las libertades vascas,sino que parece que el bombardeosobre una posición que estaba en laretaguardia inmediata al frente fuesolicitado por las propias tropasatacantes. Se puede considerar queGuernica era un objetivo militar, porser un cruce de caminos, aunque lasbombas no alcanzaron los blancosmás obvios, quizá por lainefectividad de los atacantes, sino el

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campo o la ciudad. La cuestiónverdaderamente decisiva no es tantoésa como si con anterioridad elmando aéreo sublevado habíaconsiderado este tipo de objetivoscomo dignos de un bombardeo. Larespuesta es positiva y vale no sólopara los sublevados sino tambiénpara el Frente Popular; los primeroslos habían utilizado por vez primeraen esa misma campaña contraDurango y el general Vigón habíadado órdenes de "imprimir a laoperación un ritmo tal que todas lascarreteras al sur de Guernica

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quedarán bloqueadas". Estosprocedimientos serían luegohabituales (e infinitamente másmortíferos y brutales) durante laSegunda Guerra Mundial. Por eso laaviación atacante —no sólo alemana,sino italiana— pudo considerar un"completo éxito" la operación. Conindependencia de que hubiera enGuernica fábricas de interés militar,el objetivo más obvio y evidente eraun puente que no se vio afectado porel bombardeo. La mezcla de bombasrompedoras e incendiarias resultóespecialmente destructiva en una

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población de casas altas y callesestrechas, pero no hay pruebas clarasde que se pretendiera con esa cargaun efecto especial, aunque llamemucho la atención el empleo de esesegundo tipo de bombas. El númerode muertos sigue siendo muydiscutido.

La reacción del bandofranquista consistió en acusar alFrente Popular de haber destruido lapoblación mediante voladurasvoluntarias y hay indicios de que estaopinión pudo ser sinceramentesentida, aunque carezca por completo

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de justificación histórica. Encualquier caso la corresponsabilidaddel mando nacionalista pareceevidente porque resulta inimaginableuna absoluta falta de conexión entrelos respectivos mandos. Elbombardeo fue realizado por avionesque no eran españoles pero a lo largode esta campaña las operacionestierra—aire estuvieron perfectamentecoordinadas. No existe, en fin,ninguna prueba de que Francoprotestara por lo sucedido antealemanes o italianos sino que selimitó a culpar al adversario. Fuera

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cual fuera el objetivo de la operaciónno cabe la menor duda de quecontribuyó a aterrorizar al adversarioy pudo desempeñar un papel en lacaída de Bilbao. Pero el impacto enla opinión pública mundial fueformidable y muy perjudicial paraFranco.

Cuestión polémica, aunque demenor virulencia, ha sido la de loscontactos entre los nacionalistasvascos y los atacantes con vistas auna eventual rendición. Entre unos yotros existía un punto de contacto quenacía de su común catolicismo y ello

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explica que durante la guerra hubierauna polémica por escrito entre Gomay Aguirre en el mismo momento quese combatía. Por eso no es extrañoque, en el punto álgido de lacampaña de Vizcaya, desde elVaticano se transmitiera unapropuesta de rendición cuyosinspiradores eran Mola y Franco, enla que se prometía someter tan sólo ajuicio a los autores de delitoscomunes y llevar a cabo una políticasocial de acuerdo con las encíclicaspapales. Hubo también contactosindirectos entre los dos bandos a

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través del cónsul italiano en SanSebastián. De cualquier modo lapropuesta papal fue interceptada porLargo Caballero o por la izquierdafrancesa. Sobre los nacionalistasvascos pesaba la idea de que habíanrecibido muy poca ayuda de la zonacentral y eso explica que uno de susdirigentes, Ajuriaguerra, hablara de"traición manifiesta". Durante el mesde agosto emisarios nacionalistas seentrevistaron con dirigentes fascistasen Roma, contactos que luego serepitieron en Francia. El propioMussolini trató de convencer a

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Franco de la oportunidad para unacapitulación de los vascos encondiciones especiales, pero suinterlocutor se limitó a esperar a quese hiciera patente que las unidadesvascas eran ya incapaces decombatir. En última instancia nohubo rendición formal a los italianosy, además, las unidades franquistasse interpusieron para impedirjo. Elhecho es que, a fines de agosto, losbatallones vascos se negaron aretirarse hacia Asturias para seguirallí el combate. Aguirre parece habermantenido hasta el final su

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preferencia porque el Ejército vascofuera trasladado en su totalidad aAragón. A pesar de todos estosconatos de negociación fue poco loque los vascos obtuvieron. Hechasprisioneras sus unidades en Santoña,pronto empezaron los fusilamientosaunque algún dirigente político,como Ajuriaguerra, vio conmutada supena de muerte.

En definitiva la campaña enVizcaya significó la "mayoría deedad de la Guerra Civil " (MartínezBande), tanto por los mediosempleados como por la impresión de

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que las unidades empleadas, enespecial las atacantes, tenían unaelevada calidad militar. El EjércitoPopular siguió combatiendo de formamuy semejante a como lo hacía en laépoca de la guerra de columnas. Sedio una carencia manifiesta demandos subalternos y las unidades deizquierdas seguían eligiendo susmandos por sufragio.

Si en Vizcaya fue la mayoría deedad bélica para el ejércitosublevado, en Santander, que apenastenía fuerzas defensivas, pudoparecer que, además, este ejército

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había aprendido la gran maniobra yera capaz de ejecutarla. Estaprovincia tenía una significaciónmarcadamente derechista y larepresión supuso unos 1.200asesinatos; durante las operacionesmilitares fueron abundantes lasdeserciones de las filas del FrentePopular y también los nacionalistasvascos dieron pruebas de ausenciade capacidad moral para el combatetras la derrota previa. Sin embargo elfactor verdaderamente decisivo fueesa capacidad de maniobra yamencionada. Lo ha escrito Ciutat, uno

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de los mandos más capaces delEjército Popular en el norte: "Si enla ofensiva de Bilbao resultódecisiva la aviación alemana de laLegión Cóndor podemos decir que enla de Santander influyó de mododecisivo la maniobra de las unidadesde montaña, las brigadas de Navarra,por la altura de las divisorias,combinada con la incesante presiónaérea". De acuerdo con este militarhubiera resultado mejor para losrepublicanos defenderse en las zonasmontañosas, prescindir del peligrososaliente que la línea de combate

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dibujaba en Reinosa y mantener losmismos mandos en vez decambiarlos, tal como se hizo pocoantes de iniciarse las operaciones.

Los sublevados eran, pues,superiores en calidad y cantidad einiciaron su ataque con una rápidaestrangulación (en tan sólo tres días),de la citada bolsa de Reinosa,capturando un elevado número deprisioneros, tras lo cual, en la últimaquincena de agosto, cortaron el frentede sur a norte rompiendo lascomunicaciones con Asturias, parafinalmente ocuparse de la gran bolsa

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que había quedado al este. Debido asu espectacularidad Santander fue lamayor victoria obtenida hasta elmomento por los sublevados y laprimera ocasión en que dieron lasensación de que comprendían que enuna guerra lo decisivo no es tanto laocupación del terreno como ladestrucción del adversario.Consiguieron esto último, como sedemuestra por el hecho de quehicieron unos 45.000 prisioneros. Ensus memorias Ciutat afirma que, deno ser por el desastre en el frentesantanderino, Franco hubiera sido

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incapaz de concluir la campaña delnorte antes de la primavera de 1938,lo que hubiera dado tiempo a que suadversario hubiera organizado unEjército Popular eficiente.

Lo sucedido en Asturias durantelos meses de septiembre y octubre de1937 demuestra hasta qué puntopuede ser decisiva en una GuerraCivil la moral para la resistencia.Zugazagoitia escribe que Santander"no tenía nada que esperar delgobierno porque su destino eraconocido" pero esta frase vale máspara Asturias. Aquí la desigualdad

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de efectivos a favor de los atacantesera absoluta en todos los terrenos,pero la resistencia fue mucho mayorque en Santander, por más que300.000 refugiados contribuyeran adificultar la situación. El avancefranquista se decidió durante laprimera quincena de septiembre,bastando en ocasiones el fuego de laartillería o la acción de la aviaciónpara que se produjera el colapso deladversario. Luego, durante lasegunda parte de la campaña, eltiempo y la orografía propiciaron unaresistencia encarnizada: hubo una

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etapa en que fueron necesarios trecedías para cubrir un avance de tansólo 8 kilómetros. Sin embargo denuevo factores relativos a la carenciade unidad política y de mando militarcontribuyeron a facilitar las cosas alatacante. A fines de agosto elConsejo asturiano se declaró"soberano", concentrando en susmanos toda la autoridad, como si sedesentendiera de las autoridadescentrales y comunicó esta decisión,entre necia y desesperada, a laSociedad de Naciones, lo que paraPrieto no tenía otra disculpa que la

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de que "los dirigentes asturianoshubieran perdido la razón". Mientrastanto la desorganización, lafragmentación política y la carenciade recursos, tuvieron comoconsecuencia que la industriafuncionara a un cerdo de sucapacidad mientras que en lacampaña de Santander la fábricamilitar de Reinosa había cambiadode manos intacta. Con amarguraAzaña comentó de la campaña delnorte que "no se ha visto causa másjusta servida más torpemente, nibuena voluntad peor aprovechada".

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Cuando acabó la lucha todavía unelevado número de guerrillerosmantuvieron la resistenciadistrayendo algunas tropas de Francoy testimoniando el carácterizquierdista de la provincia. Lamayor parte de los dirigentesconsiguieron, no obstante, huir aFrancia en embarcación.

Un factor importante en estacampaña fue la incapacidad de losrepublicanos por obteneraprovechamiento de su superioridadnaval. Apenas un destructorpermaneció en Asturias hasta el final

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y fue hundido; otro, enviado desde elMediterráneo sobrecargado dematerial, fracasó en su empeño.Aunque se pedía mucho de ella y enocasiones pecaba de imprudente,dados sus efectivos, la nota de lossublevados estableció un dominioprecario sobre el adversario graciasa su movilidad y máximo empleo. Encambio en el otro lado sedenominaba a los oficiales navales"rábanos" porque eran "rojos porfuera y blancos por dentro". Laactuación de las unidades navalespropias fue, al decir de Aguirre,

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"vergonzosa": hasta los submarinosdebieron ser dirigidos por asesoressoviéticos. El bloqueo naval de losfranquistas fue una causa importantede la derrota adversaria. Sólodurante el cuarto trimestre de 1937capturaron 48 embarcacionesadversarias y hundieron 11. A finesde este año disponían de la mitad dela flota mercante, cuando su punto departida al comienzo de la guerra erasólo del 15 por 100.

De este modo concluyó laresistencia en la zona norte lo que,como veremos, modificó de forma

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sustancial el equilibrio de fuerzasentre los dos bandos. Pero es precisohacer mención de lo que sucedía enlos restantes frentes. Si Francoconsiguió la superioridad en el norteello fue porque concentró allí susefectivos. Lo lógico en el caso de suadversario era atacar en otras zonas,aprovechando su ventaja relativa oatrayendo a sus reservas. De hecholos ataques se produjeron y estemismo hecho demuestra hasta quépunto había cambiado la mentalidaddel gobierno de Valencia, que yaconcebía la posibilidad de una

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táctica ofensiva. De todos modos,aunque hubo un total de ochoacciones sólo dos (Brunete yBelchite) pueden ser calificadascomo verdaderamente importantes.Se debe achacar a los planificadoresde la acción militar republicanahaber dispersado sus esfuerzos enuna pluralidad de operacionessucesivas, algunas de las cualesapenas duraron tres días y haberlohecho, además, tardíamente. Lasprincipales ofensivas se llevaron acabo, en efecto, durante el mes dejulio, cuando ya parecía insostenible

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el frente norte. En descargo delgobierno de Largo Caballero y delgeneral Rojo, principal planificadorde la guerra en este bando, hay queadvertir que imaginaron unaoperación única que podría habertenido un efecto decisivo. Se tratabade atacar en Extremadura de modoque la zona controlada por Francoquedara cortada en dos. De estamanera, al menos, se hubieraimpuesto unas tablas o el finalnegociado del conflicto. Pero laavaricia de Miaja con sus propiosrecursos y la oposición de los

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asesores rusos tuvieron comoconsecuencia que esta ofensiva fueradesechada.

Tenía, no obstante, muchosentido porque era en la zona centrodonde el Ejército Popular habíarecibido la mayor parte de susaprovisionamientos materiales ydonde, además, se había aplicadouna voluntad más consistente demilitarización de sus efectivos. A finde cuentas las primeras iniciativasacabaron por tomarse allí. Elprimero de los ataques, a fines demayo, fue el peor preparado, por la

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carencia de medios suficientes y desorpresa. Se realizó en unos días enque parecía haberse detenido laofensiva de Mola ante el "cinturón dehierro" y en que Prieto acaba de sernombrado ministro de Defensa ("yataque", dijo a los periodistas) en elnuevo gobierno Negrín. El intentoconsistió en tratar de llegar a LaGranja y Segovia, pero no huboapenas concentración de recursos ylas tropas maniobrarondeficientemente en terrenomontañoso, viéndose obligadas avolver a sus puntos de partida. La

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victoria de las tropas de Francomotivó que a la patrona de Segovia,Nuestra Señora de la Fuencisla, lefuera impuesto el fajín de capitángeneral, ante la indignación deHitler, quien aseguró a suscolaboradores que no visitaría jamásun país cuyo clericalismo llegaba aesos extremos.

La ofensiva de Brunete, a lolargo del mes de julio, fue ya algomuy diferente. Allí el EjércitoPopular dispuso de la másconsiderable "maquinaria militar"que existía en España,

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principalmente en lo que respecta aconcentración de artillería y decarros (Martínez Bande). El ataque,efectuado sin sorpresa, tenía comoobjetivo inicial el pueblo citadopero, de haberse obtenido la victoriacompleta, hubiera servido paradesembarazar por completo el frentede Madrid. En medio de un c'alorsofocante, que convirtió losoperaciones en una auténtica "batallade la sed", las unidades del nuevoEjército Popular penetraron en unprincipio profundamente, aunqueencontraron encarnizada resistencia

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de unidades adversarias situadas enposiciones no muy fáciles dedefender. Franco consideró que laofensiva adversaria merecía"inmediata respuesta" y envió partede sus tropas más selectas del norte y150 aviones hacia Brunete a pesar deque, con ello, provocó la irritaciónde algunos mandos de su Ejército. Elgeneral Vigón, por ejemplo, aseguróestar "apesadumbrado" porque secaminaba hacia la "cuarta batalla deMadrid".

El enemigo había conseguidoconquistar una especie de

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protuberancia cuadrada de diez porseis kilómetros. En la segundaquincena del mes, con las unidadesvenidas del norte, se produjo lacontraofensiva que se prolongódurante algo más de una semana endurísimos combates de desgaste,hasta el extremo de que uno de cadados hombres del Ejército Popular fuebaja, produciéndose en ciertasunidades conatos de indisciplina. Labatalla acabó, como en el Jarama,por agotamiento de los doscontendientes; aunque perdieronBrunete dos tercios de la bolsa

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conquistada permanecieron en manosde quienes habían tenido lainiciativa. La ofensiva había tenidomomentos muy brillantes y habíademostrado que el Ejército Popularera muy superior a las milicias deantaño, pero había dejado patentestambién algunos de sus defectos: lafalta de mandos subalternos, la malautilización de los carros,principalmente por falta de práctica yadiestramiento y. sobre todo, laincapacidad de conseguir laexplotación de un éxito inicial, quizácausada porque los mandos seguían

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siendo antiguos milicianos. En suma,según en general Rojo, para el FrentePopular la batalla constituyó "unéxito táctico de resultados muylimitados y éxito estratégico tambiénde carácter restringido". Si losatacantes cometieron errores algoparecido cabe achacar a Franco, quese empeñó en tomar una poblacióntan carente de interés objetivo comoera Brunete, cuando hubiera podidosacar mejor rendimiento a susunidades en otros frentes. Estabatalla, en fin, tiene una curiosasemejanza con la de Guadalajara en

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cuanto que las líneas atacantesavanzaron pero al final la localidadque le dio nombre permaneció enmanos de quienes se defendían.

A partir de este momento lazona centro no pudo aliviar laspenosas circunstancias que el FrentePopular vivía en el norte; dejó de serel protagonista esencial de la GuerraCivil. Resulta necesario, pues,referirse a aquella otra zona endonde se podía llevar a cabo unaofensiva merced a la superioridadrepublicana el frente de Aragón.

A lo largo del verano y el otoño

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de 1937 el Ejército popular insistió,una y otra vez, en sus ataques poresta zona. En la segunda quincena dejunio lo hizo en Huesca, donde elfrente parecía semejante al deOviedo pues la posición sublevadaen la capital era un estrecho corredorde ocho kilómetros cuyo anchoapenas sobrepasaba los dos enalguna parte. En julio y agosto elataque republicano se trasladó haciael sur donde sus tropas tomaronAlbarracín, que volvieron a perder alpoco tiempo.

La ofensiva sobre Zaragoza, a

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partir de finales de agosto de 1937,fue la operación más brillante eincluso se ha dicho de ella —Martínez Bande— que constituyó "elmás ambicioso plan que conoció elEjército Popular a lo largo de suHistoria": se trataba de ocupar lacapital aragonesa de manera rápidamediante un ataque convergentedesde los flancos. Los atacanteserraron respecto del estado de ánimode sus adversarios pero acertaban enotros aspectos, como juzgar que susmedios y reservas eran escasos. Peroel Ejército Popular de nuevo mostró

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sus deficiencias: en un día susunidades fueron capaces de avanzar30 kilómetros en un frentedesguarnecido, pero a continuaciónmostraron lo que Rojo denominócomo "su temor al vacío". Habíanrecibido instrucciones de nodetenerse pero, en vez de seguir suprogresión, perdieron el tiemposometiendo a reductos enemigosaislados. Estos —Quinto, Codo,Belchite...— incluso hicieroninnecesario que Franco enviararefuerzos desde el norte. La ofensivasobre Zaragoza sólo hubiera podido

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tener un verdadero efecto sobre lasoperaciones en ese frente en el casode que las ofensivas de Brunete yBelchite hubieran coincidido.

Durante toda esta campaña delnorte no fueron escasos los erroresde los franquistas, demasiadomorosos y optimistas al principio ysiempre atraídos en exceso porMadrid. Sin embargo, mayoresresponsabilidades cabe atribuir a susadversarios. A fines de octubre de1937, Prieto escribió un artículo enEl Socialista, que Rojo confirma ensus libros, en el que resumió las

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razones de lo sucedido. Huboantagonismos políticos,intromisiones de la política en elmando militar, insuficientesolidaridad entre las diversasregiones, recelos ante los mandos...,etc. Todas estas causas se resumían,según Prieto, en "la falta de mandoúnico cuya conveniencia reclamantodos, pero que casi nadie respeta".La situación, a este respecto, habíasido muy diferente entre susadversarios pues concentraronsistemáticamente sus medios,principalmente los aéreos y

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artilleros, en el punto en querealizaban su ofensiva aun a riesgode desguarnecer sus posiciones enotras partes.

Las consecuencias del final delfrente norte fueron decisivas para eldesarrollo de la guerra. Loshistoriadores militares aseguran quefue "la clave de la victoria" y amenudo citan para probarlo laspalabras de un republicano,Francisco Galán: se gún él la guerrase habría perdido en el Estrecho,ganado en Madrid y "la volvimos aperder, ahora definitivamente, en el

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norte". El Ejército Popular habíaperdido allí una cuarta parte de susefectivos y con su derrota propicióque la mitad de la antigua potenciaindustrial del Frente Popularcambiara de manos. A partir de estemomento Franco no sólo dispuso dela superioridad cualitativa de sustropas sino también de lacuantitativa, debido al aportedemográfico de las zonasrecientemente conquistadas y tambiéna su hegemonía en el terrenoindustrial, antes sólidamentedecantada a favor de sus adversarios.

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Si antes la situación estabaequilibrada ahora, gracias a lasuperior calidad de los sublevados,todo cambió. En adelante Francotuvo una ventaja estimable entre el25 y el 30 por 100, al margen de quela ayuda exterior recibida fueramayor y por más que en ocasionesconcretas, como en la batalla deTeruel, pudiera parecer que estabapor detrás del adversario. El famosobalance inicial de fuerzasestablecido por Prieto habíacambiado de signo y en los primerosmeses de 1938 la guerra parecía

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destinada ya a concluir.

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Aspectos económicosde la guerra

Como se ha indicado, el

desenlace de la campaña del nortedesempeñó un papel de primerísimaimportancia en la Guerra Civil demodo que sirve para establecer uncorte fundamental en ella. Una vezabordada esta etapa bélica, tienesentido, por tanto, aludir adeterminados aspectos de la guerraque sería posible tratar desde una

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perspectiva cronológica pero quealcanzan mejor comprensión si setratan globalmente. Abordaremos, enprimer lugar, el aspecto económicode la Guerra Civil, la constituciónparalela de dos maquinarias bélicasy, en fin, la evolución política de losdos contendientes que, a fines de1937, había quedado perfilada deforma definitiva.

Para las dos zonas en que quedódividida España el estallido de laguerra supuso una conmoción, aunquede diverso grado y carácter. Algunosfenómenos se dieron en ambas

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mientras que, como es lógico, lasrespectivas políticas económicasfueron no sólo distintas sinoradicalmente opuestas. Por otro lado,dada la tradicional vinculación conel exterior de la economía españolaambas zonas necesitaron ayudaexterior e intercambios comercialesa cambio de sus exportaciones. Apartir de estos presupuestos sepueden sentar como ciertas lasapreciaciones de un especialista enHistoria económica (SánchezAsiaín): en la España sublevada "seimpuso desde el principio un férreo

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control centralizado de todos losrecursos económicos bajo sudominio dirigiéndolos hacia elexclusivo fin de ganar la guerra" porel procedimiento de la militarizaciónmientras que, en el adversario, "laatomización de la dirección en laguerra fue un fenómeno generalizado"siendo frecuentes las interferencias,disputas e incluso choques violentos,aunque con el paso del tiempotendieran a ser menos estridentes.

La política económica seguidapor cada uno de los bandos fuedistinta porque divergentes eran

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también sus concepcionesfundamentales, pero, como se haindicado, en ambas existió una obviacoincidencia en lo que se refiere alprogresivo avance de las tendenciascentralizadoras y de la crecienteintervención del Estado. No esextraño que la tendenciacentralizadora e intervencionista sediera también en el bando franquistaporque éste asumió las tesisnacionalistas en materia económicaque habían caracterizado a laderecha española desde comienzosde siglo. De hecho Franco siguió

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concediendo una relevancia singulara la experiencia económica delperíodo bélico, incluso cuandoempezó a practicarse en España unapolítica que nada tenía que ver con lade aquella época y cuando carecía desentido hacerlo, principalmente en elterreno comercial.

Desde el principio lacentralización entre los sublevadosfue inmediata y muy disciplinada.Parece que esta movilización militarde la economía, que fue el rasgopredominante entre ellos, obtuvoéxitos importantes, como así parecen

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demostrarlo las cifras de larecuperación industrial vascadespués de la campaña del norte. Lode menos es que esa zona industrialsupusiera algo así como el 50 por100 de la producción nacional deexplosivos. En 1937 lascircunstancias bélicas hicieron que laproducción siderúrgica quedarareducida a tan sólo el 5 por 100 de lahabitual. Tras la victoria de losfranquistas ya en 1938 la producciónera superior a la de 1935 y en esemismo año la producción de mineralde hierro duplicó la producción del

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año anterior. Al margen de esaindustrialización quizá en el apartadoen que fue más precisa la línea deconducta por parte de losinspiradores de la políticaeconómica del llamado NuevoEstado fue en la política agraria. Enfecha tan temprana como agosto de1936 se suspendió la aplicación dela Ley de reforma agraria, aunque latierra no sería efectivamente devueltahasta comienzos de 1940. Estamedida se completó con la creación,en el verano de 1937, del ServicioNacional del Trigo que satisfizo,

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mediante la intervención de losprecios de trigo, los intereses de lospequeños agricultores de la mitadnorte de la Península. Se debe teneren cuenta que los sublevados teníansu base social en zonas deproducción agrícola tradicional, porlo que no padecieron de restricciónen los abastecimientos, mientras queen la zona controlada por el FrentePopular se concentrabaoriginariamente la mayor parte de laindustria española teniendo, encambio, menores recursos agrícolas.Como punto de partida esta

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constatación es elemental paraconfrontar las dos realidadeseconómicas y el tratamiento que lesdieron los beligerantes. La zona delFrente Popular no tuvo más que unaquinta parte del ganado vacuno, unadécima del ovino y algo menos de untercio del trigo, para una poblaciónsuperior a la de la zona adversaria.Así se explica que, a pesar delpronto racionamiento, desde elprincipio hubiera dificultades en elterreno alimentario, dificultades quefueron mucho menos sentidas por losadversarios. A ello es preciso añadir

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el desplazamiento de la población: ala altura de 1938 había en Cataluñaunos 700.000 refugiados. Estadificultad objetiva se agravó,además, por factores derivados delproceso revolucionario. Las cifrasdel propio bando republicanoproporcionan el testimonio evidentede una etapa de desbarajuste. Lacosecha de 1936 se redujo a la mitadde la del año anterior, la de 1937 fuetan sólo del 40 por 100 que lasanteriores pero en no pocasprovincias controladas por el FrentePopular apenas se alcanzó el 25 por

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100. Si eran patentes las deficienciasganaderas en esta zona lascircunstancias bélicas yrevolucionarias las agravaron aúnmás. El número de cabezas deganado ovino disminuyó a la mitad,en un tercio el de vacuno y cabrío yaún más el de cerda. Según elembajador alemán a fines de 1938los sublevados disponían de entredos tercios y cuatro quintos de losabastecimientos alimenticiosespañoles.

En cuanto a la industria en elbando del Frente Popular

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lógicamente el punto de partidarevolucionario implicó un mayorgrado de experimentación en elterreno económico mientras que lafragmentación del proceso dedecisiones en lo económico obligó,en un segundo momento, a unaconcentración de las mismas para lamayor eficacia de la maquinariabélica. Ambos rasgos deben habersedado en la totalidad de la geografíapeninsular, pero nos sonespecialmente bien conocidos en elcaso de Cataluña, dondecorrespondió a la Generalitat la

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iniciativa de la centralizacióneconómica. Allí, en agosto de 1936,se creó un Consell d'Economía quediseñó un "Plan de TransformaciónSocialista del País". Su contenidosuponía, aparte de lascolectivizaciones en la agricultura yla industria, el monopolio delcomercio exterior, la disminución delos alquileres, el establecimiento deun impuesto único..., etc. Lo ciertoes, sin embargo, que no existió unmodelo claro de régimen económicoal que se quisiera llegar. Lasmedidas tomadas en agricultura y en

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industria no hicieron otra cosa queconsolidar las colectivizacionesllevadas a cabo espontáneamente. Lamejor prueba de esas dudas reside,sobre todo, en el hecho de que sesiguiera especulando sobre la futuraorganización económica —endiciembre de 1936 se celebraronunas jornadas sobre Nueva Economía— mientras que los enfrentamientos aeste respecto entre los diversospartidos fueron, a menudo, muyduros. Según Comorera, principaldirigente del PSUC, los primerosmeses de guerra habían sido de

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"errores graves, aventuras y ensayoslamentables y peligrosos", mientrasque, en el otro extremo, el POUMaseguraba que "para un marxista elproblema no está situado en el mapamilitar sino en la lucha de clases".Estas discrepancias sólo pudieronser superadas con el transcurso deltiempo a medida que la guerra ibaimponiendo sus exigencias.

Durante el año 1937 lacentralización de las decisiones sehizo en beneficio de la Generalitatque dispuso de un interventor en lasempresas colectivizadas y, sobre

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todo, del decisivo instrumento delcrédito. La posterior creación de unaComisión de Industrias de Guerra, enagosto de ese año, y el Decreto deIntervenciones Especiales, ennoviembre, aumentaron ese poder,pero en la etapa final de la guerra lapresencia en Barcelona del gobiernorepublicano tuvo como resultado unacreciente influencia de éste, quehabía criticado con dureza a laGeneralitat por no haber sabidoresponder adecuadamente al reto dela guerra. Los índices de laproducción industrial no fueron muy

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satisfactorios desde la misma laprimera etapa de la guerra. A finesde 1936 habían descendido a la cota69 (para enero de 1936= 100) y nose recuperaron nunca, descendiendoen cascada ya en 1938. Aun así debetenerse en cuenta que a lo largo detodo el conflicto hubo gravesproblemas de abastecimiento, asícomo muchos otros relacionados conla revolución o con el fenómenobélico.

Por más que la evolución de laeconomía industrial catalana no fuerapositiva se debe tener en cuenta que

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en determinadas ramas, como lametalurgia, esencial para la guerra,se produjo un crecimiento. Endefinitiva la situación hubiera podidoser aún peor y no lo fue debido a lossucesivos esfuerzos centralizadorestras la inicial desorganizaciónrevolucionaria. En Valencia, unaeconomía muy distinta, también sesiguió un camino semejante hacia laintervención creciente del Estado,principalmente porque éstenecesitaba controlar la exportaciónde los agrios y así conseguir lasdivisas indispensables para mantener

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el esfuerzo bélico.Nos quedan por abordar, en fin,

los aspectos comerciales,monetarios, bancarios y definanciación de la guerra, en granmedida relacionados entre sí. Sehace preciso señalar en primer lugarque, al margen de la ayuda exterior,la existencia de un temorrevolucionario en una de las Españasresultó más grave para muchasempresas que la prevención conrespecto a los aliados de Franco. Elcaso más evidente es el de losproductos petrolíferos, tan decisivos

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para la guerra. La CAMPSA de lossublevados se benefició de untratamiento benévolo de la empresanorteamericana TEXACO, queproporcionó un millón de toneladasen condiciones favorables, mientrasque el Frente Popular no obtuvo estasventajas.

La Guerra Civil, con laconsiguiente movilización de losrecursos humanos en los dos bandos,supuso la desaparición del paro enambos. Inversamente la inflación sedisparó en las dos zonas, aunque conunas magnitudes muy diferentes: en la

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zona sublevada se alcanzó un 37 por100 durante todo el período bélico,mientras que en la controlada por elFrente Popular se llegó al 50 por 100en tan sólo los últimos meses de1936, y a un 60 por 100 en losprimeros meses de 1937. Desdenoviembre de 1936 existió unadivisión en dos zonas con signomonetario distinto. A fines de 1937la peseta de los sublevados se habíadepreciado un 17 por 100 mientrasque la del adversario lo había hechoel 75 por 100. Un factor esencialpara explicar esta realidad reside en

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el hecho de que Cataluña, el PaísVasco, Aragón, Santander y Asturias,en especial durante los primerosmomentos de fragmentación delpoder político, emitieron su propiamoneda, con las consecuenciasprevisibles. En cuanto a los bancossus Consejos de Administración sefueron reconstruyendoprogresivamente en el bandosublevado.

Si todos esos fueron problemascomunes de las dos Españas,solucionados con diferencias, en otrotodavía es más clara su resolución de

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manera muy distinta. El principalobjetivo de ambos bandos fue, comoes lógico, financiar un esfuerzo tanconsiderable como el bélico. A esterespecto no pueden imaginarsepolíticas más divergentes. Como dijoun funcionario de Haciendarepublicano, "Burgos tuvo lahabilidad o la fortuna de hacer laguerra a crédito". Fue mucho más losegundo que lo primero pues aunquela habilidad hubiera sido enorme nohabría permitido enfrentarse alconflicto con mínimas garantías deéxito.

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Como su adversario el bandosublevado recurrió a suscripciones,recortes en los sueldos de losfuncionarios y otras medidas, pero suprincipal mecanismo de financiaciónfue que Alemania e Italia le cedieronarmas a crédito. Se ha calculado queéste supuso para la España de Francoentre 659 y 681 millones de dólaresde la época, cifra muy cercana a lade la España del Frente Popular,como veremos de modo inmediato, yque, por tanto, parece demostrar unacierta equivalencia entre la ayudaconseguida del exterior por cada uno

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de los dos bandos. La financiación acrédito, por otro lado, implicaba ungrado de compromiso por parte delos prestatarios muy superior al delas potencias que vendían a cambiode un pago inmediato contante ysonante.

La financiación del FrentePopular no pudo ser, probablemente,más que ésta última y a ella se lanzódesde el principio el Gobiernoporque no tenía otro remedio; alhacerlo desde el primer momento,angustiado por su propia situación,en realidad no hizo otra cosa que

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contribuir a malacostumbrar almercado internacional de armamento.Esto parece haber sidoespecialmente cierto en los primerosmeses de guerra, en que losemisarios del Gobierno republicanogestionaron la venta de una primeraparte de las reservas de oroespañolas en Francia. Prieto habíaconsiderado dichas reservas comouna de las ventajas más claras conlas que contaban quienes acabaronperdiendo la guerra. Constaban deunas 640 toneladas de oro fino,equivalentes a 725 millones de

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dólares de la época.Desde fecha muy temprana los

gubernamentales recurrieron a esteprocedimiento de financiación, loque motivó las airadas protestas deladversario. No obstante la decisiónno fue definitiva hasta septiembre de1936, fecha en que la totalidad deldepósito aurífero fue trasladado aCartagena, de donde partiría paraRusia. La cantidad allí enviada era el73 por 100 del total existente (460toneladas); fue fundida y en su mayorparte se vendió para obtener divisasen París: sólo un tercio parece haber

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sido abonado directamente a laURSS. Todo hace pensar que tiempoantes de concluir la guerra estabaagotada la cuenta española pero yahemos visto que los soviéticosaplicaron unos precios desmesuradosa los encargos de material hechospor la República. En cualquier casoel gobierno del Frente Popular, consu decisión, proporciona el mejortestimonio que hasta qué punto en susaprovisionamientos lascircunstancias le hacían dependerpor completo de la URSS, hasta elextremo de tener que aceptar sus

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precios e incluso pagar poradelantado. De los depósitos de oroespañol tan sólo una pequeñacantidad —40 toneladas, depositadasen Mont de Marsan— pudieron serrecuperadas por los vencedores de laguerra. Los vencidos liquidarontambién la mayor parte de lasreservas de plata, mucho menosvaliosas (20 millones de dólares).Durante años la cuestión de lasreservas de oro del Banco de Españafue objeto de una persistentepropaganda por parte de losseguidores de Franco. Pero lo que

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principalmente resalta de cuanto hasido expuesto es la muy distintaforma en que cada uno de los bandosfue tratado por su respectivo aliado.Sin embargo, debe añadirse algomás. Si, quizá, era tan poco deseablecomo inevitable el envío de lasreservas de oro a la URSS resultadigno de todo tipo de críticas eldesbarajuste en las compras deguerra iniciales por parte de lasizquierdas españolas, que contribuyóa que se lucraran numerososaprovechados. Al final ese oro, malutilizado, que no se quiso confiar a

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Juntas regionales, ni a diplomáticos,ni a comisiones de compras, acabóen manos de otros aprovechados, lossoviéticos. Una parte de él, sumadoal producto de saqueos, fue utilizadopor los vencidos una vez en el exilio,pero de ella nunca se dio cuenta anadie, ni siquiera mucho tiempodespués.

Queda con esto descrita ladivergencia existente entre dospolíticas económicas ante muydiferentes circunstancias. Comoveremos también en materiasmilitares y políticas las dificultades

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de los vencedores fueron muchomenores que las de losgubernamentales.

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La formación de dosEjércitos y laconducción de laguerra

Cuando se produjo la

liquidación de la zona norte habíaquedado perfilada de manera casidefinitiva la formación de los dosEjércitos cuyos rasgos fundamentalesperduraron hasta el final mismo de laGuerra Civil. Una de las más graves

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tragedias del Frente Popular fue queen el momento en que pudo contarcon un verdadero Ejército —detodos los modos inferior en calidadal adversario— éste ya disponía deuna notoria ventaja material a sufavor.

La gestación de este Ejército fuelenta y muy complicada; inclusoalguno de los dirigentes militares delbando vencido, como Rojo, no dudanen aludir a las razones de ello como"nuestros errores", el principal delos cuales habría sido ser "cobardes"a la hora de emprender la

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imprescindible labor demilitarización. El resultado fue queel propio Rojo ponía en duda laexistencia de un Ejército único nosólo porque no existieran unosservicios de intendencia, de sanidado de transportes comunes, sinotambién por el hecho de que muy amenudo cada uno de los sectoresmilitares del Ejército Populardiseminados por la geografíapeninsular actuó, no con autonomía,sino con auténtica independenciarespecto de los demás.

Ya en los programas de la

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izquierda anteriores al estallido de laguerra había existido algunamanifestación del deseo de suprimirel Ejército y sustituirlo por unasmilicias. La sublevación contribuyóno sólo a destruir el poder políticode las instituciones republicanas sinotambién su capacidad de acciónmilitar. Dio la sensación, en efecto,que lo apropiado y urgente eracombatir el militarismo que animabaa los generales sublevados. Resultasignificativo, por ello, que una de lasprimeras medidas gubernamentalesfuera declarar disueltas las unidades

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insurrectas y licenciados sussoldados. Esa medida no tuvoaplicación en el adversario, pero encambio fue lo más habitual en las quepermanecieron fieles al Gobierno.

El resultado fue la proliferaciónde las milicias y la ausencia de unaoficialidad capaz de dirigirlas. Enpáginas precedentes ya hemos vistohasta qué punto resultaron ineficacesdesde el punto de vista militar estetipo de unidades descritas por unobservador extranjero —el generalfrancés Duval— como "una masacaótica e inarticulada, inadaptable a

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la tarea guerrera". Lo que ahora nosinteresa principalmente es señalarque la situación cambió muydespacio. En el mes de octubre seprocedió, por ejemplo, a laeliminación de los nombres de lascolumnas existentes, pero sólo deforma muy lenta se aplicó estamedida.

Siendo de muy escasa utilidadmilitar, los milicianos recibieron unapaga diaria de diez pesetas,semejante a la de los obrerosespecializados de la época. Con ellose hacía patente una laudable

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voluntad de asimilación, pero cara y,en suma, difícil de aplicar dadas lascircunstancias. Claro está que hubosiempre una notable diferencia decalidad entre unas milicias y otras.Como ejemplo más característico dedisciplina y de calidad militar sesuele citar al llamado QuintoRegimiento, formado por loscomunistas. En realidad estos juiciosproceden de la autoalabanza, en partejustificada, pero también objeto deexageración. Su antecedente fueronlas "milicias" comunistas que seformaron de la misma manera que las

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de significación política diferentepero caracterizándolas un tempranorealismo frente a la guerra. SegúnSalas Larrazábal "los comunistas nojugaron a la guerra sino que seprepararon para hacerla". Seríaabusivo, en efecto, considerar quefueron los únicos que lo hicieron eneste bando, pues algunos de los jefesmilitares más aptos en el EjércitoPopular fueron personas, como elanarquista Cipriano Mera, que, en unprincipio, se habían opuesto acualquier tipo de militarización. ElQuinto Regimiento tuvo su sede en

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Madrid, de cuyas clases bajasprocedieron más de la mitad de susefectivos. Más que una unidadpropiamente dicha fue un centro dereclutamiento e instrucción de dondesalieron muchos de los mandos ocomisarios comunistas. No dudó endisolverse para promover laexistencia de un auténtico Ejército.

La mejor prueba de hasta quépunto era imprescindible lamilitarización es que en su primeraetapa fue protagonizada por LargoCaballero, cuyo diario inicialmentese había declarado opuesto a ella.

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Los más decididos opositores fueron,sin embargo, los anarquistas, quetenían una visión romántica de laguerrilla pero que no lograron másque concesiones intrascendentes,como la creación de un Consejo deDefensa Nacional. El nuevo Ejército,denominado Popular, no fue otracosa que la reconversión de lasunidades milicianas en otras decarácter regular. Tuvo comodistintivo la estrella de cinco puntas,mientras que el saludo tradicional fuesustituido por el puño cerrado. Tantoéste como el brazo en alto en el

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adversario testimonia la conversiónde las unidades militares eninstrumentos de una opción política ode partido.

En el Ejército Popular estecarácter partidista estuvo recalcadopor el hecho de que existieran"comisarios políticos", descritos porMadariaga como una especie de"capellanes castrensesrevolucionarios". Fueron creados enoctubre de 1936 por inspiración delos comunistas, que de este mododaban contenido político a la guerra.Su misión, en efecto, no era tan sólo

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la propaganda o la elevación de lamoral sino que entre susinstrucciones estaba la depreocuparse de prometer a lossoldados un cambio sustancial en lapropia estructura del Estadorepublicano una vez lograda lavictoria. Los antecedentes de estafórmula, en la revolución francesa orusa, dejaban bien clara estasignificación, confirmada por el pesoen ella de los comunistas. Aunque nollegaron a ser hegemónicos tuvieronuna importancia desproporcionadapara su peso político. El PCE tuvo

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23 comisarios de División frente a16 del PSOE y 12 de la CNT, pero64 de brigada (frente a 73 de losotros dos grupos) y casi la mitad delos 648 comisarios de batallón frentea unos 180 de PSOE y CNT. Laorganización militar adoptada por elEjército Popular fue la llamada"brigada mixta", que venía a ser una"pequeña gran unidad", dotada de unconjunto de armas y servicios que laconvertían una especie de ejército enminiatura. Era, por un lado, laderivación lógica de las columnasque habían estado presentes en los

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campos de batalla hasta el momento,pero también se trataba de unaunidad militar flexible y másavanzada que la vieja división enregimientos y batallones. Loshistoriadores consideran muyconveniente este tipo deorganización.

Los problemas del EjércitoPopular no derivaron de ella sino delpapel que la oficialidad desempeñóen su seno y de la procedenciamiliciana de sus unidades. Comoconsecuencia de la reacciónantimilitarista que ha sido descrita,

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de la confianza en la victoriainmediata y del olvido de que el artemilitar es también una técnicasofisticada, las jerarquías militaressolieron caer en desuso y muy amenudo los militares fueronutilizados como simples asesores delos milicianos o de compañeros dearmas de graduación inferior. "Sedesconfiaba sistemáticamente detodos los militares y más aún de losque, como yo, no teníamos carné delpartido predominante ni de ningunaorganización", ha escrito en susMemorias Guarner, uno de los

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artífices de que el Frente Popularvenciera en Barcelona; el otro,Escofet, después de enfrentarse alComité de Milicias Antifascistas, fueenviado al extranjero para comprararmas porque había puesto en peligrosu vida. Ello ha de tenerse en cuentaa la hora de computar el número deoficiales que permanecieron fieles algobierno frentepopulista, porqueestas condiciones de actuacióndisminuían gravemente su eficacia.Como en el bando adversario, elEjército Popular debió crear"tenientes en campaña", es decir,

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oficiales improvisados. Llegó aformar a unos 13.400, cifranotablemente inferior a la deladversario. Como procedían desectores más humildes en suformación las enseñanzas de caráctermás general jugaron un papelprimordial. El resto de los oficialesdel Ejército Popular procedieron dela oficialidad regular, desuboficiales ascendidos, de lasmilicias o de las fuerzas de ordenpúblico.

Entre los jefes militares delEjército Popular los hubo de muy

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diferentes procedencias y calidades.En torno a un 15 por 100 de losmandos divisionarios nunca fueronjefes de milicias. Éstos dieron lugara algunos mandos disciplinados ybrillantes como, por ejemplo, loscomunistas Modesto, que llegó ageneral, y Líster, que se habíaformado en Moscú en la AcademiaFrunze y que alcanzó la graduaciónde coronel. Al partido comunista lecorrespondió un papel de primeraimportancia en estos mandos, muysuperior a la de quienes procedían dela CNT que tuvieron, tan sólo, un 10

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por 100 de los mismos. Hubotambién otros jefes militares quehabían tenido, en su juventud, unpasado inconformista en la etapa dela Monarquía (Cordón, Tagüeña,Casado...). El general Rojo, quetambién era profesional y católico,fue en la época de Largo Caballero,pero sobre todo en la de Negrín,como Jefe del Alto Estado Mayor,principal inspirador de lasoperaciones militares másarriesgadas y tam bien másbrillantes. Formado en elregeneracionismo militar d

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principios de siglo tenía unavertiente intelectual de la quecarecieron la mayor parte de losmilitares del bando adverso. Funouno de los mayores prestigios delEjército español en cuyos programasde formación jugo un papel muyimportante. Es posible que sus planesofensivos, siempre imaginativos,fueran excesivamente numerosos,pero es posible también que estoviniera motivado por la tendencia alcantonalismo del Ejército Popular,que dificultaba el desplazamiento delas unidades. Siempre se consideró

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como un jefe de Estado Mayor quetenía la responsabilidad delasesoramiento más que de laejecución de las grandes maniobras.Sus juicios sobre el papel de lossoviéticos, acerca de la incapacidadde la dirección política —inclusocon Negrín— en materia militar ysobre la valía del Ejército Popularfueron siempre independientes yaudaces. Exiliado tras la GuerraCivil formó a doce generaciones demilitares bolivianos. A la hora devalorar la calidad de este nuevoEjército republicano hay que insistir

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de nuevo en la lentitud y lasinsuficiencias del proceso demilitarización. Esto hizo que, comoescribió Líster, "sólo un númerolimitado de unidades tenía unverdadero dominio del arte militar",por lo que debían ser empleadasinevitablemente allí donde seproducía una ofensiva. Tal el caso delas Brigadas Internacionales o dedeterminadas unidades de filiaciónideológica comunista. Un gravísimoinconveniente del Ejército Popularfue también la ausencia de mandosintermedios, como consecuencia de

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lo cual las órdenes de ofensivadebían ser pormenorizadísimas paraque fueran cumplidas a rajatabla y,aun así, no se cumplían. La calidadde las tropas resultó, en general, muysuperior en posición defensiva queen la ofensiva, pues en ésta última,según Kindelán, uno de los generalesadversarios, prácticamente noemplearon la maniobra y nada másemprendido el ataque sentían "temoral vacío", es decir, a dejarposiciones adversarias enretaguardia, o se detenían en elavance sorprendidos por su propio

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éxito inicial. Esos problemas decalidad contribuyen a explicar quemuy a menudo sus bajas fueran másaltas que las adversarias. Bienmirado, teniendo en cuenta el puntode partida miliciano del EjércitoPopular, no puede extrañar que ésefuera el resultado. Lo que sorprende,por el contrario, es que este bandoconsiguiera levantar una fuerzaarmada de 600.000 ó 700.000soldados en armas a la altura delfinal de la campaña del norte y, másaún, que inmediatamente despuésemprendiera una ofensiva vigorosa,

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concluida en éxito, como Ja deTeruel.

El bando adversario tuvomuchos menos problemas paraconstituir un Ejército, imprescindiblepara la victoria. En la zona delFrente Popular "incluso el Ejércitoquiso transformarse en milicia entanto que las milicias nacionalistasdesearon parecerse al Ejército"(Salas). La mejor prueba de ello esque, espontáneamente y sinproblemas, los voluntarios seintegraron en las unidades militarescontribuyendo a aumentar entre los

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soldados su fervor políticoantirrepublicano. Este procedimientolo utilizé) por vez primera el generalMola. El Ejército de los sublevadosno sé)lo integró en sus filas a esosvoluntarios sino que impidió que lasfuerzas políticas tuvieran sus propiasacademias militares: en diciembre de1936 el propio Franco impidió laexistencia de la tradicionalista,calificando de "traidor" a quienhabía pretendido montarla, y en abrilsiguiente la falangista fue tambiénclausurada. Eso, sin embargo, nodisminuyó el entusiasmo de las

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masas adictas a la sublevación quenutrieron las filas del Ejército. Hubomuchas decenas de miles devoluntarios tradicional istas ofalangistas con un númerodecreciente, a partir de 1937, deotras filiaciones que acabaron pordesaparecer. La proporción de losfalangistas fue siempre superior a lade los carlistas y, además, ladiferencia fue aumentando. Así, enoctubre de 1936, había 46.000voluntarios, de los que 25.000 eranfalangistas, 1 2. 000 requetés y 9.000de otras milicias. En el momento de

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la conclusión de la guerra había72.000 falangistas y 23.000 requetés,habiendo desaparecido los de otrassignificaciones.

Al igual que en el bandoadversario, para encuadrar esta masade voluntarios también huboproblemas relativos a la formaciónde la oficialidad. Los "alférecesprovisionales" —unos 25.000—30.000— partieron de un nivelcultural superior al de los "tenientesen campaña" y eso quizá les hizo másvaliosos desde el punto de vistamilitar. Estos oficiales provisionales

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consiguieron entre un quinto y untercio de las máximascondecoraciones concedidas en subando, en lo que se refiere alaureadas y medallas militaresrespectivamente. En muchos otrosaspectos cabe establecer unparalelismo entre los dos Ejércitosen pugna, a pesar de esa diferenciafundamental relativa a la formaciónde la oficialidad. Los franquistastambién debieron confiar casiexclusivamente en unidades de élitepara sus maniobras ofensivas que, ensu caso, eran los marroquíes, los

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italianos, las brigadas navarras o laLegión. Una prueba del desgaste deeste tipo de unidades nos la da laelevada cifra de muertos de laLegión —7.600— cuando no llegó atener más que un máximo de 15.000hombres.

A Franco le bastó perfeccionarel Ejército de que partía y no tuvoque crear uno nuevo. Esto era unaventaja pero con el inconveniente deque el nivel de calidad de esamaquinaria militar no pudo superaren mucho la habitual en la España dela época prebélica. Los jefes

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militares sublevados fueron jóvenes(Franco tenía 43 años, pero, porejemplo, Asensio no llegaba a loscuarenta) y su experienciaprofesional consistía en dirigirunidades que no superaban elbatallón. Habían combatido no hacíatanto tiempo en Marruecos y eranduchos en la organización depequeños combates, pero pococapaces de grandes maniobras.

Mola describió acertadamentela capacidad de transporte yconcentración de recursos de quienesvencieron en la guerra cuando afirmó

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que su táctica consistía en reunirveinte hombres contra uno y a éstematarle por la espalda. Esacapacidad de concentración de losrecursos daba a los sublevadossuperioridad en cualquier punto queeligieran para la ofensiva: despuésde la campaña del norte su Ejércitotenía 700.000 hombres y podíanconcentrar el 40 por 100 de esta cifrapara iniciar el ataque sin excesivopeligro en el resto de los frentes. Eladversario, a estas alturas, disponíade menores recursos humanos y susreservas no llegaban al 25 por 100.

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Concentración no quiere decir,sin embargo, maestría estratégica. Elgeneral Kindelán afirmó en susmemorias que la causa de la duraciónde la guerra reside en que ganó quienera el inicialmente más débil, peroesto sólo en parte es cierto. Todoslos observadores extranjeros —desde el general Duval a Mussolini— acusaron a Franco de actuar conexcesiva lentitud; muchos de suspropios generales le reprocharon unatáctica timorata y conservadora sinatreverse a emplear más que muyexcepcionalmente la gran maniobra.

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El mismo argumentó ante elembajador italiano que lo hacía paraasegurarse la retaguardia y que seríapeligroso para su país que "tuvieraprisa", pero la prudencia no bastapara explicar su lentitud. Tiene razónRojo cuando afirma que el Ejércitovencedor no riñó, en realidad, tansiquiera "una gran batalla", sino queprocedió a un avance simplista yelemental. Pero si los desplieguescomo Santander, Alfambra o labatalla de Cataluña fueronexcepcionales la razón deriva, enúltima instancia, de esa experiencia

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africanista que caracterizó a losmilitares sublevados. Queda, en fin,un último rasgo de interés en relacióncon este Ejército. Al final de laguerra contaba con un millón dehombres y podía parecerespectacular respecto a la etapainicial de la misma, pero en esemismo momento disponía de tan sólounos seiscientos carros y de aquellacifra de efectivos personales sólo30.000 eran ingenieros o artilleros.Un Ejército, en fin, que más quepresagiar el futuro recordaba alpasado, lo que explica que no se

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pudiera confiar en él para unconflicto bélico como el de laSegunda Guerra Mundial.

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Unidad política entorno a Franco

Como en el caso del Frente

Popular el primero y más evidenteresultado del alzamiento militar fuela fragmentación de la autoridadpolítica entre los sublevados, pero eneste caso fue sólo la consecuenciadel fracaso del pronunciamiento y delo discontinuo de la geografía quecontrolaron en un principio. Ademáscon el transcurso del tiempo en este

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bando, aunque perdurara laheterogeneidad en la composiciónpolítica, se logró, sin derramamientode sangre, un grado elevado deunidad en las condiciones queinmediatamente veremos. Talsituación se explica por la peculiarmentalidad que guiaba a lossublevados. Para ellos se trataba deevitar, ante todo, el triunfo de unarevolución que sintieron comoinminente a pesar de que ni estabapreparada ni existía un grupo políticocapaz de protagonizarla.

El resultado de esta especie de

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contrarrevolución preventiva fue unarevolución de contenidos disparespero la primera, situada en unaposición defensiva apenas si losnecesitó, como no fueran porcompleto negativos. Probablementesi la sublevación hubiera triunfado sehabría constituido un directoriomilitar con algunos técnicos dentrode un régimen formalmenterepublicano y es previsible que eserégimen hubiera sido tan sólotemporal en sus propósitos, aunquemucho más represivo que el dePrimo de Rivera. Al menos así lo

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hacen pensar las declaraciones dealgunos de los protagonistas de lasublevación. Con el paso del tiempohubo ya el propósito de construir unafórmula política mucho más estable,pero la precisión siguió brillandopor su ausencia. Es significativo queel mismo Franco no tuviera empachoen declarar que quería construir unEstado que fuera la "antítesis de losrojos". Tal propósito se reducía auna fórmula que reconstruyera launidad nacional frente al pluralismode los partidos, pero él mantuvo unaesencial indefinición durante todo el

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conflicto. Resulta obvio que a largoplazo ésta era insostenible, pero tuvoel efecto de no distraer a lossublevados en disputas internas y losmantuvo concentrados en elpropósito de hacer imposible lasupuesta revolución adversaria.

La fragmentación inicial de lossublevados puede ejemplificarse enNavarra y en Sevilla. En el primercaso, la existencia desde hacíatiempo de una fuerza políticaarraigada y con una neta hegemoníaen la región, como era el carlismo,permitió la creación de una Junta que

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venía a ser una especie de germen deEstado con su organizaciónparaministerial en lo civil y lomilitar. Allí, en las primeras semanasde la guerra, se tomarondisposiciones que en condicionesnormales sólo hubieran resultadoimaginables con carácter general yno sólo en una provincia como, porejemplo, la reintegración delcrucifijo en las escuelas. Losucedido en Sevilla fue laconsecuencia no del arraigo de unpartido sino de la fuerte personalidadde Queipo de Llano, cuya autoridad

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se veía multiplicada por loinesperado de su victoria. Aunque enSevilla empezó a utilizarse eltérmino "caudillo" para referirse aFranco fue Queipo quien nombró alos gobernadores, legisló en materiaeconómica y social y olvidó casi porcompleto otorgar cualquier papelimportante a la Falange.

De todos modos desde muypronto sintieron los sublevados lanecesidad de algo parecido a unadirección unificada. No obstante, laconstitución de una Junta de Defensaen Burgos, a fines del mes de julio,

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como consecuencia de una reuniónprevia de los jefes militares de lazona norte, es una buena prueba, deldeseo de remitir al futuro cualquierdecisión sobre la organizaciónpolítica definitiva. La Junta, cuyonombre recordaba a la Historiaespañola de principios de siglo, noera más que un instrumento deadministración y de intendencia de laretaguardia, presidida por el generalmás antiguo, Cabanellas. Prueba dela voluntad unificadora dirigida a laobtención de la victoria es el hechode que declarara el estado de guerra,

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pero, al mismo tiempo, testimonia lapeculiar incertidumbre política delos militares el hecho de que, en estemomento inicial, ni siquiera seprohibieran la totalidad de lospartidos políticos sino tan sólo losdel Frente Popular, mientras que lasCortes republicanas no se declarabanilegítimas sino "ganadas por el afánbolchevizante". En suma, como luegodiría Serrano Súñer, lo que allí habíaera un "Estado campamental",impreciso en sus funciones y en susobjetivos. No obstante, como motorde esa voluntad unificadora había un

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grupo político, los monárquicos,conscientes de que tan sólo a travésde la influencia en los mediosmilitares lograrían dar contenido, ensu propio beneficio, a la España delos sublevados.

Fueron generales monárquicos,como Orgaz y Kindelán, losprincipales autores delnombramiento de Franco para lasuprema dirección de este bando,aunque en ello coincidieran conmilitares africanistas, como Yagüe,y, en general, todos quienes contabanen la dirección insurrecta estaban de

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acuerdo en este punto. Da lasensación de que Franco empleó paralograr su nombramiento un arma queen él pronto se convirtió en habitual,es decir, dejar pasar el tiempo pues,según Kindelán, "dilataba día trasdía su decisión". Finalmente lacuestión se resolvió tras unasreuniones, a fines del mes deseptiembre, en la finca del ganaderoPérez Tabernero en la provincia deSalamanca. Las noticias que tenemosacerca de lo sucedido en estemomento son muy esclarecedoraspues revelan que los militares

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estaban totalmente de acuerdo en laidea de la unidad de mando militar ypolítico, pero de ninguna manerapensaban en que, como consecuenciade ello, fuera a nacer una dictadurapersonal ilimitada en su duración. Enefecto, como hubo reticencias a laconcentración de todo el mando enuna persona, el decretooriginariamente aprobado preveía tansólo la asunción del poder políticodurante el transcurso de la guerra. Ladisposición que fue publicada, sinembargo, atribuía a Franco laambigua condición de "jefe del

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Gobierno del Estado" y, sobre todo,no limitaba la duración de sumandato en el tiempo.

La designación de Franco nohabía podido motivar dudas. Apartede que ya desde el principio era elsegundo de la sublevación, trasSanjurjo, de los tres generales quehabían sido principales responsablesde las operaciones militares, Mola loera de brigada, Queipo de Llanotenía un pasado político que podíainducir a la discrepancia, y Franco,en cambio, aunque no era el másantiguo, había conseguido el respeto

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de sus compañeros antes delcomienzo de la guerra y, una veziniciada ésta, había logrado lasvictorias más espectaculares merceda la superioridad de sus tropas. Alparecer sólo Cabanellas, desplazadode su puesto, por más honorífico queresultara, mantuvo su reticencia,aunque el grado de satisfacción fueramuy variado entre el resto de losgenerales. La guerra, sin embargo,estaba destinada a convertir elmando único en caudillaje.

Al mismo tiempo que se creabael mando único se modificó la Junta,

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que definitivamente pasó a ser unmero órgano de intendencia de laretaguardia, carente de cualquiercapacidad de dirección militar. Lapresidió en primer lugar el generalDávila quien, al mismo tiempo,desempeñó la jefatura de EstadoMayor de Franco, lo que prueba elpapel de segundo orden de la Junta,hasta que al asumir, tras la muerte enaccidente de Mola, la dirección delEjército del norte, le sustituyóGómez Jordana. Ambos eranmilitares con una sólida experienciaen Marruecos y capaces para las

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tareas organizadoras, pero carecíande experiencia o marcadasignificación política. De lapresidencia de la Junta, ahoradenominada Técnica de Estado,dependieron siete comisiones en lasque figuraban técnicos y algunospolíticos de significaciónmonárquica como Bau, VegasLatapie, Pemán, Amado... etc.

En general, y con la posibleexcepción de las materias relativas ala cuestión religiosa, en las que seinició la labor restauracionista quecaracterizó luego al franquismo, la

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obra de la Junta Técnica recuerdamás a la derecha tradicional que alfascismo. El propio Pemán afirmóque existía un marcado contrasteentre las "cosas católicas" que laJunta promovía y las "cosas nuevas yfascistas" patrocinadas por laFalange. Algunas medidas inicialesrecuerdan, incluso, al arbitrismo deMiguel Primo de Rivera. No deja deser lógico porque la Junta estuvodominada por militares y esedominio se veía multiplicado por elhecho de que, de forma paralela yharto disfuncional, Franco disponía

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de otros organismos políticos bajo sudirecta dependencia: de él dependíauna Secretaría General, ocupada porsu hermano Nicolás, una Secretaríade Guerra, un gobernador general yuna Secretaría de RelacionesExteriores, único cargo no ocupadopor un militar sino por eldiplomático monárquico Sangróniz.A fines de 1937 era ya patente ladisfuncionalidad de estaorganización. Según Jordana,Nicolás Franco era un "hombregenial y extraordinario perodesbarajustado", y la administración

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se había convertido en un maremágnum sin que, por otro lado,hubiera desaparecido elpolicentrismo original, al menos enlo que respecta a la Sevilla deQueipo de Llano.

Mientras tanto tenía lugar unaimportante evolución política internaque llevaría a la constitución de unpartido único. A comienzos de 1937corrieron rumores de que se iba acrear un partido "franquista" perotodo hace pensar que esta idea nonació de una iniciativa oficial sinoque quizá fue sentida por los aliados

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de los sublevados y por sus masassin clara adscripción política. Hayque tener en cuenta la peculiaridadde la situación en que se encontrabanlos diferentes grupos políticos cuyosseguidores habían apoyado desde unprincipio la sublevación. El granpartido de la derecha durante laetapa republicana había sido laCEDA, pero su colaboracionismocon la República implicó sumarginación. Tuvo unas milicias,pero muy poco nutridas, que muypronto Gil Robles estuvo dispuesto adisolver si se formaba un gran

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movimiento político unitario. Noobstante, la verdad es queprácticamente carecía ya deseguidores. Por su parte, losmonárquicos procedentes deRenovación Española siemprecarecieron de masas y confiaron enadquirir influencia por elprocedimiento de asesorar a losmilitares. Prueba de su escasaresistencia a la unificación laencontramos en el hecho de quecuando D. Juan de Borbón quisoacudir a combatir al lado de Francolo hizo vistiendo de una manera que

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presagiaba el uniforme del futuropartido único. Franco no le autorizóa hacerlo porque eso le hubierasupuesto un conflicto con los dosgrupos políticos emergentes en laEspaña por él acaudillada. Desde elcomienzo del período bélicotradicionalistas y falangistas jugaroneste papel, merced a su capacidadpara adaptarse a la beligerancia pesea que su afiliación hasta el momentohabía resultado comparativamentepoco nutrida. Pero unos y otrosestaban en una situación muy peculiary difícilmente podían enfrentarse a

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Franco o, tan siquiera, oponerleverdaderos reparos. Este, por otrolado, causó una muy buena impresióninicial a los dirigentes políticos detodos los grupos de la derecha. ARodezno, uno de los principalesdirigentes carlistas, le pareció"cauto, muy sereno, amable yreservado y superior a suscompañeros generales".

En estos momentos el problemade los falangistas fue, según uno desus dirigentes, que habían pasado deser "un cuerpo minúsculo con unagran cabeza a ser un cuerpo

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monstruoso sin cabeza". En efecto,sus bases se habían multiplicado demanera desbordada —en Galiciapasaron en pocas semanas a variasdecenas de miles a partir de tan sólounos centenares— sin que lasesperanzas de que José Antonio semantuviera en vida estimularanverdaderamente la aparición denuevos dirigentes. Manuel Hedilla,hombre honesto, austero y trabajador,fue elegido al frente de una Junta demandos en agosto de 1936; susindudables cualidades se unían en supersona a una evidente carencia de

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instrucción y de imaginación. Esposible que cometiera el error delanzarse por la senda de una actituddemagógica pero su principalproblema era que carecía decapacidad de liderazgo pues, a pesarde su elección, en la práctica nuncafue aceptado por la mayoría de losdirigentes falangistas. De ahí elnacimiento de un cantonalismofalangista cuyo contenido ideológicoresulta difícilmente precisable.Aznar, Garcerán y Sancho Dávila,principales adversarios de Hedilla,no pueden ser tildados de

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"neofalangistas" pues, en un primermomento, su disidencia pudo seralimentada por la propia Pilar Primode Rivera. Por el contrario, suoposición parece haber nacido de lano aceptación de su liderazgo, enespecial a partir del momento en quese inició una campaña de promociónpolítica de su figura. Los dirigentesfalangistas eran todo exceptodóciles: en su mayoría se trataba dejóvenes estudiantes inexpertos yembriagados de violencia, de los quedifícilmente podía esperarse unaauténtica disciplina. Por su parte ya

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desde la época de la SegundaRepública el tradicionalismo estabadividido en una dirección nacional,la de Fal Conde, y la de aquellaregión donde había tenido desdefecha muy temprana una mayorimplantación, es decir, Navarra, endonde predominaba el conde deRodezno. Las circunstancias bélicasagravaron esta situación que era másde talante —mucho más posibilista elde Rodezno— que de principios.

La actitud de Franco conrespecto a ambas fuerzas políticasfue siempre decidida y disciplinaria,

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no sólo en materias estrictamentemilitares sino también políticas.Cuando en diciembre de 1936 loscarlistas crearon una AcademiaMilitar que concedería títulos deoficial Franco habló de "traición",suprimió la Academia y obligóverbalmente a Fal Conde a exiliarse.En realidad no habían hecho otracosa que continuar en su líneatradicional pues desde 1934 tenían supropia organización militar; no teníanantagonismo alguno con el Ejércitopero en su Academia los gradosmilitares serían concedidos en

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nombre del regente de su causa. ParaRodezno lo que del tradicionalismoirritó a Franco fue el "tono desoberanía" que adoptaba. Cuandoambos mantuvieron una conversaciónen enero de 1937 el primero sacó laimpresión de que el segundo habíadiseñado ya una línea de actuaciónpropia consistente en no admitir ni deforma remota su propia interinidad,no tolerar la menor disidencia oapariencia de la misma y atribuir alas dos grandes opciones políticas desu bando una misión específica ysubordinada al mando propio. El

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tradicionalismo le proporcionaría lasolera y el fundamento doctrinal desu posición política y la Falange eltono radical capaz de atraer a lasmasas obreras de inicial signoizquierdista. Estaba ya claro quequería todo el poder para siempre.Al regente carlista le dijo que eranecesario evitar plazos o reservas"que puedan poner en interinidad alEstado, necesitado de fortaleza". AFal Conde trató de someterlo conpromesas de cargos, pero no loconsiguió. Mientras tanto había yaimpuesto la disciplina a los

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falangistas con idéntico rigor que alos tradicionalistas. Cuando éstosquisieron distribuir un discurso deJosé Antonio en el que éste habíamostrado una voluntadrevolucionaria Franco, para evitarlo,recurrió a la legislación que prohibíalas actividades políticas y no tuvo elmenor empacho en destituir a tresjefes falangistas castellanos. Desdefines de 1936 las milicias quedaronsometidas al Código de Justiciamilitar, lo que atribuyó a Franco unduro instrumento disciplinario.

La única posibilidad de

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resistencia ante la voluntad deFranco —patente a partir de lasprimeras semanas de 1937— decrear un partido único, consistía enque carlistas y falangistas decidieranpor sí una unificación que losconvirtiera en un contrapeso frente elcreciente poder de la direcciónmilitar. Los tradicionalistas, quehabían crecido mucho menos que laFalange, intentaron incorporar a susfilas a la Luga y de la CEDA, a lossindicatos católicos y al minúsculopartido nacionalista de Albiñana. Elmismo hecho de que trataran de

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sumar adhesiones prueba que eranconscientes de su debilidad relativarespecto a Falange. A lo largo delmes de febrero de 1937 huboconversaciones en Lisboa ySalamanca sin que resultaranverdaderamente relevantes lasdiferencias entre las diversasfacciones existentes en ambos grupospolíticos respecto de la unión. Lostradicionalistas defendían, como eslógico, la necesidad de proclamar laregencia de D. Javier y queríansuprimir los partidos mientras quelos falangistas parecían indiferentes

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ante las formas de régimen ydeseaban un partido único. Pero elverdadero factor de divergencia fuela tendencia de Falange a considerarque la única unidad posible consistíaen que ella absorbiera eltradicionalismo. De esta maneraperduraba una prevenciónfundamental entre estas dos fuerzaspolíticas que no estaban encondiciones de evitar lo que se lesvenía encima. La unificación estabadecidida por el mando militar antesde que estallara la lucha en el senode Falange. Franco, además, no

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estaba dispuesto a consultar sobreella sino tan sólo a notificarla.

La lucha de facciones en el senode la Falange fue, por tanto, un factorque ayudó a Franco, pero que noprovocó su decisión. En el fondo loque hubo tras de esa lucha era lasimple ausencia de una jefaturacomúnmente aceptada en el seno deFalange. El 16 de abril de 1937 elenfrentamiento tuvo comoconsecuencia, tras un choque enSalamanca, dos muertos, productomás que de un atentado de latendencia de los dirigentes

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falangistas a ir con escoltas armados.Ni aun después de estos sucesos, quesupusieron la detención de los tresadversarios fundamentales deHedilla, tuvo éste tras de sí a toda ladirección de la Falange. De los trescabecillas, dos le debían su puesto yuno más había colaborado con él y,del resto de la dirección falangista,sólo 10, de un total de 22, lemostraron su firme apoyo para quellevara las conversaciones conFranco en relación con launificación. La victoria de Hedillafue pírrica y, además, volátil.

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Mientras el líder falangista acudía alos italianos dando una visiónrevolucionaria de Falange lasconversaciones de los dirigentesfalangistas durante estos díastestimonian una excepcional carenciade información y criterio ante lasituación. La mayoría pensaba que seiba a formar un gobierno presididopor Mola y sólo estaba preocupadapor cuestiones formales e internas.Ni por un momento pensaron enresistir en la conciencia, como dijouno de ellos, de que "un acuerdo, siel Generalísimo hace (la unificación)

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por la fuerza, no cabe". En realidad,Franco ni tan siquiera hubo deutilizar la fuerza sino que se limitó aevitar que circularan emisariosfalangistas a través del territorio quecontrolaba. Bastó eso para producirla unificación, que se convirtió endecreto una semana después de losincidentes de Salamanca. Partiendode que "una acción eficiente degobierno" era "incompatible con lalucha de partidos" y con la promesade incorporar al nuevo grupo político"aportaciones colectivas eindividuales" se dio luz a un partido

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de kilométrica denominación,Falange Española Tradicionalista delas Juntas de Ofensiva Nacional—Sindicalista. En su dirección estabaprevisto que figurara Hedilla, pero,al negarse, fue acusado de serculpable de los incidentes del 16 deabril y de haber mantenido unaposición de resistencia ante el mandopolítico de Franco, condenándosele amuerte, aunque fuera luego indultado.Una decena más de personas fueronenviadas a prisión tras juiciossumarísimos con severas penas.Entre ellas hubo futuros ministros de

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Franco, pues éste siempre prefiriócomprar posibles disidentes quehacerlos desaparecer, como ya habíademostrado en el caso de Fal Conde.

Algunos historiadores haninterpretado que en esta ocasiónFalange se "suicidó", pero dichaafirmación no parece cierta sitenemos en cuenta que su tonorevolucionario era, a diferencia deotros grupos fascistas, bastantesuperficial. No sólo los dos albaceastestamentarios de José AntonioPrimo de Rivera, Ramón SerranoSúñer y Raimundo Fernández Cuesta,

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colaboraron con el régimen enpuestos destacados sino que tambiénlo hizo la hermana. No tuvo ningúnéxito, en consecuencia, el intento dePrieto de promover una disidenteFalange Española Auténtica, de laque resultaban poco atractivas hastasus siglas (FEA). El embajadoralemán, proclive a la intromisión enla política interna para favorecer alos sectores más radicales delfascismo, afirmó ante sus superioresque describiría la supuesta NuevaEspaña cuando llegara a descubrirla.

Lo más relevante de la

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unificación es que descubrió a lasclaras la concupiscencia y laavaricia de poder de Franco. Para sutriunfo contó con la realidad de queel sector más fuerte dentro de laderecha permanecía marginado,mientras los dos emergentes erandemasiado noveles, inexpertos en sudirección y heterogéneos como parapresentarle seria resistencia. Otroelemento crucial para llegar aentender el éxito de Franco consisteen que en esta ocasión, como entantas otras, dio la sensación deadoptar una medida provisional y de

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urgencia y, por tanto, susceptible decambio, cuando en realidad no hacíaotra cosa que ratificar su claro deseodel monopolio de poder.

Desde fines de 1937 se fuehaciendo evidente en el bandosublevado la urgencia de constituirun organismo de gobierno yadministración más eficaz que elhasta entonces existente. A lacreación de un gobierno propiamentedicho, que sustituyera la frágilestructura de la Junta Técnica deEstado, coadyuvaron Jordana, supresidente, y Serrano Súñer, la

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estrella ascendente en la políticainterna de los sublevados.Finalmente el gobierno quedóconstituido en los primeros días defebrero de 1938, tras la batalla deTeruel. Jordana fue nombradovicepresidente—secretario,asumiendo también la competenciaacerca de las relaciones exteriores,pero todavía resultó mayor lainfluencia de Serrano, al frente delúnico ministerio con tressubsecretarías. Tanto el programacomo las principales disposicionesde política interior salieron de sus

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manos y, por si fuera poco, parecehaber inspirado la propiacomposición del gabinete. Inclusoevitó que figurara en él NicolásFranco, aludiendo al peligro de quehubiera en él "demasiada familia".

Como sería habitual en laEspaña de Franco, caracterizó a esteprimer gobierno una composiciónplural y muy medida: junto a dosfalangistas había tres generales, dosmonárquicos alfonsinos, untradicionalista, dos ingenieros y unantiguo cedista. Serrano también lohabía sido, pero no era esta la razón

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de su ascenso político. Cuñado deFranco, tenía unas capacidadesadministrativas y de traducir entextos legales la voluntad política delJefe del Estado de las que éstecarecía. Bien dotadointelectualmente, era el único de losmiembros del Gabinete capaz deesbozar y promover un programapolítico como alternativa al "Estadocampamental" hasta entoncesexistente. El contenido de dichoprograma, siempre en favor de lapreeminencia de su cuñado y de élmismo, trataba de aunar el "calor

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popular, social y revolucionario" delas doctrinas falangistas con las algomás "inactuales" del carlismo, peroen realidad favoreció mucho más a laprimera que al segundo y sentó elprimer paso para el intento de"fascistización" de la posguerra.Tenso, absorbente y personalista,Serrano Súñer siempre se viogravemente perjudicado por suambición demasiado evidente y porsu carencia de don de gentes.

De todos modos no debepensarse que la sustitución delEstado campamental por uno nuevo

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fuera tan inmediata, ni que la obralegislativa en el bando de Francofuera amplia y significativa. La mejormuestra de que el "Estadocampamental" perduró reside en quesiguió repartido en una pluralidad desedes en toda la meseta superiorcastellana y el norte. Quizá la normapolítica más duradera fue la Ley dePrensa de 1938, que introducía unasconcepciones beligerantes contra lalibertad de prensa, incluyendo lacensura y el nombramientogubernativo de los directores de losmedios de comunicación, por lo que

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en algunos aspectos resultó inclusomás dura que la legislación italianaen la que se inspiraba. Caracterizó,por su parte, a la legislación acercade los aspectos vinculados con losministerios de Justicia y Educación,cuyos titulares fueron Rodezno ySáinz Rodríguez, respectivamente,una voluntad decidida derestauracionismo religioso que llevóa la purga del personal docente y a laabolición de la legislación laica dela República, dando un extremadocarácter clerical a la nueva. Lo queluego se denominó Fuero del

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Trabajo, única disposición de rangoconstitucional aprobada en eltranscurso de la guerra, hechoexpresivo de ¡a indefinición de lossublevados, fue elaborado pordirigentes falangistas —DionisioRidruejo y el ministro PedroGonzález Bueno— por lo que teníaconcomitancias originales con elfascismo pero luego, por influenciamonárquica y tradicionalista, no pasóde ser un conjunto de declaracionesgenerales, apenas traducidas enlegislación concreta.

A lo largo de 1938 las victorias

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militares de Franco en la guerra nose vieron acompañadas de unaparalela clarificación del panoramapolítico interno de su régimen. Ciertapropensión fascista y una radicalindefinición que, en la práctica,multiplicaba el poder político deFranco, resultaron los rasgos máscaracterísticos de un Estado quedaba sensación de provisionalidad.La preeminencia de las operacionesmilitares y la radical ausencia demuestras de heterogeneidad en laprensa contribuyeron, no obstante, aque esta situación no apareciera con

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claridad.Ya a estas alturas el nuevo

partido había demostrado ser unaentidad artificial sin capacidad parala actuación autónoma y enfrentadoen la práctica en su seno por lafundamental discrepancia entre lasdos organizaciones originarias. ElConsejo Nacional de FET de lasJONS estuvo formado por numerosaspersonas, pero la mayor parte pocosignificativas; desde el exilio Cambómeditó sobre "la terribleinferioridad" de la clase dirigentedel nuevo régimen. Entre sus

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miembros hubo quienes no dieron lamenor importancia a su pertenenciaal nuevo organismo, como Pemán,quienes comprobaron su inanidadqueriendo intervenir en el pleno perosin éxito, como Queipo de Llano, oquienes fracasaron al intentar unacandidatura elegida de formaespontánea para la Junta política,especie de Comisión permanente,como Vegas Latapie, para descubrirque Franco había decidido imponersus candidatos. Desde muy pronto sepercibió que el Consejo no serviríamás que para aparatosas ceremonias

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medievalizantes realizadas para laexaltación personal del Caudillo. LaJunta Política se reunió másasiduamente, pero estaba todavíamás dominada desde las alturas.Franco no admitió de ninguna maneraque en los Estatutos internos delpartido se sometiera su poder aningún recorte pues se consideraba"responsable ante Dios y ante laHistoria" y no sujeto, por tanto, aprocedimiento alguno de destitucióno de juramento. Raimundo FernándezCuesta, un personaje gris ydesconfiado que fue nombrado para

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la Secretaria General del partido,muy pronto decepcionó lasesperanzas que en él habían puestolos falangistas más puristas. Elmismo asegura en sus memoriashaber sido propuesto para ese cargopor sus adversarios "que lo quequerían era que fracasara". Ridruejo,el más caracterizado de ese sectorfalangista asegura haberse"equivocado de medio a medio"acerca del personaje. Enconsecuencia una especie de"sanedrín" falangista, reunido entorno a Pilar Primo de Rivera,

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mantuvo con respecto a la evoluciónpolítica una actitud "distanciada peronegociadora y finalmente integrada".Falange, al mismo tiempo, fue labeneficiaría fundamental y casi únicade la unificación, sobre todo endeterminados cargos provinciales ylocales mientras los carlistas, por suparte, apenas tuvieron media docenade gobiernos civiles. AunqueFalange tuviera veleidades verbalesradicales y chocara con losfranquistas puros, todos suselementos, incluso los más radicales,se integraron sin problemas en el

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régimen. No sucedió eso con loscarlistas, que siguieron subsistiendocon una cierta autonomía, en especialen Navarra. Rodezno, su principaldirigente colaboracionista, afirma ensu diario haber sentido la unificación"como hierro de ganadería" y estardispuesto a que "le abrieran encanal" antes de uniformarse como seordenó tras ella. Fal Conde redactótextos en contra del partido único, elregente D. Javier fue obligado aexiliarse y hubo carlistas que sepreguntaban, al final de la guerra, sino sería necesario "salir otra vez".

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No sólo la unificación habíasido un fracaso, según el sentir de losgrupos afectados por ese proceso,sino que en la etapa final de laguerra, mientras que Franco parecíacada vez más seguro y consciente desu condición de Caudillo, algunos desus principales colaboradoresquedaron decepcionados de suscapacidades e incluso del papel queellos mismos habían jugado en supromoción. Entre los ministrosMartínez Anido afirmaba que Francoera "un desastre", Sáinz Rodríguezaseguraba que "tenía una gran cultura

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de saberes inútiles" y Amado juzgabaque sus opiniones sobre materiaseconómicas eran de "tertulia decafé". Incluso Jordana, caracterizadopor su fidelidad a Franco, pensabaque las instrucciones que le dabaeran demasiado inconcretas comopara ser aplicables". Gran parte delmalestar existente entre los ministrosy, en general, la clase dirigente delrégimen, era producto del ascenso deSerrano Súñer, único ministro queaparecía en la prensa y que parecíabeneficiarse constantemente de surelación familiar con Franco. A

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comienzos de 1939 Franco,indignado, destituyó a SáinzRodríguez, autor de una inocuabroma acerca de su cuñado. Laactitud de sus ministros le parecióinsuficientemente sumisa cuando loanunció y, en consecuencia, laGuerra Civil concluyó con unasituación en que ya resultabaprevisible un inmediato cambiogubernamental. Rodezno, poraquellos días, anotó en su diario que"este hombre —Franco— no tieneremedio y nos ha dado un buenchasco"; "esto parece que toma

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rumbos de poder personalindefinido", concluyó.

Puede decirse, en conclusión,que durante la Guerra Civil, demanera poco frecuente, atendiendo alo que por lo general sucede en estegénero de conflictos, el bandosublevado consiguió un grado deunidad considerable. Sin duda todoello contribuyó, de maneraimportante, a la victoria aunque no sesabe lo que podría haber llegado asuceder si en algún momento lossublevados hubieran experimentadouna grave derrota militar. Franco

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utilizó su habilidad pero, además, sevio beneficiado de una situaciónventajosa que nacía de la peculiarposición de las fuerzas políticas quedirigía. En lo que tenía de régimendictatorial personal y militar, muypoco institucionalizado y con unpartido único pero de influenciapolítica limitada, se puede decir queel franquismo nació como régimendurante la Guerra Civil. Pero sólodurante la Segunda Guerra MundialFranco se convirtió en arbitropermanente de las tendenciaspolíticas de la derecha en un

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momento dificilísimo para él y surégimen, que hubiera podido suponerla entrada en el conflicto mundial yla "fascistización" completa.

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El enfrentamiento en elseno del Frentepopular

El panorama que ofrece el

Frente Popular durante la GuerraCivil resulta considerablementedistinto al que se acaba de describiren el bando franquista. Las doscuestiones más decisivas en torno ala guerra fueron la formación de unEjército regular y la realización o no,en breve plazo, de la revolución

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social, política y económica y, entorno a ellas, existieron posturasdiferentes que llegaron a serirreconciliables. Luego el imperio delas circunstancias fue modificando lasituación imponiendo la adaptación alas necesidades del momento, peronunca desapareció el enfrentamientoinicial de tendencias que inclusollegó a reproducirse en cadamomento en que tenía lugar unaderrota militar. Se suele decir quelos dos polos extremos deenfrentamiento fueron aquellos querepresentaban el partido comunista y

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el anarcosindicalismo y estaafirmación, como comprobaremos deinmediato, es cierta. Sin embargo, nodebe olvidarse que la diferenciaradical entre ambas opciones se dioprincipalmente en la fase inicial dela guerra. Luego hubo dirigentesmilitares anarquistas, como CiprianoMera, que, no sin problemas deconciencia, acabaron aceptando lanecesidad de militarizar susabigarradas columnas. Durante laguerra, con la presencia de ministrosanarquistas en el poder, se llevaron acabo nacionalizaciones de industria,

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idea contraria a la colectivización deprocedencia ácrata.

Por otro lado, se debe recordarque estas dos posiciones norepresentaron nunca la totalidad delespectro político en la España delFrente Popular, ni siquiera sumayoría. Al enfrentamiento entreambas hay que sumar la pugna —doctrinal y personal— entre elsocialismo prietista y el caballerista,el de las, al menos, dos versiones decomunismo (el ortodoxo y el POUM)o la que separó a los partidoscentralistas de los grupos

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nacionalistas catalanes y vascos, queen la práctica incrementaron su podery competencias políticas con eladvenimiento de la Guerra Civil. Porsi fuera poco, a todos estos factoreshay que sumar las divergenciaspersonales entre los dirigentespolíticos de cada formación. En sumala revolución española fue, comootras de su género, violenta yprofunda pero, además, resultóextremadamente pluralista y estehecho contribuye a explicar suderrota.

De todos modos siempre será

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útil aludir a esa esencial divergenciainicial entre comunistas yanarquistas. La postura de losprimeros constituyó un completocambio respecto de la que había sidohabitual durante la primera parte dela etapa republicana. Si en estemomento caracterizó al partido unaactitud maximalista, revolucionaria einsurreccional, ahora su cambio deactitud resultó tan grande que unvisitante extranjero como FranzBorkenau se preguntó cómo eraposible que un partido que en Europahabía estado insistiendo tanto en

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posibilidades revolucionarias que noexistían no viera ninguna en unaEspaña donde resultaban muypatentes. Gran parte de las razonesderivaban de su condición de partidoinfluido directamente desde Moscú y,por lo tanto, proclive a tener enespecial consideración los interesesde la política exterior soviética. Laparadoja era que los comunistasespañoles parecieran muy pocodispuestos a fomentar lascolectivizaciones exactamente en elmismo momento que este procesotenía lugar en la Unión Soviética. EL

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PCE sólo defendió la necesidad dellevar a cabo algunas medidas que enteoría hubieran sido factibles en unrégimen democrático republicano,aunque al mismo tiempo daba porsupuesto que el régimen habíacambiado de manera esencial y que,por lo tanto, lo que habría en elfuturo sería un sistema político "denuevo tipo", definición esta muyimprecisa y muy poco reconfortantepara quienes creían en la Repúblicade 1931. Dolores Ibárruri aseguraba,por ejemplo, que en España se estaballevando a cabo la "revolución

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democrática" que en otros paíseshabía tenido su desarrollo hacía unsiglo. Como contrapartida, fueabrumadora la insistencia de loscomunistas en los problemasmilitares: todo debía ser sacrificadoa la necesidad de obtener la victoria.

De esta manera el partidocomunista logró, por un lado, laadhesión de aquellos pequeñospropietarios que temían la revolucióny, por otro, la de los militaresprofesionales que juzgabanimprescindible someter a disciplinaa las milicias de partido. En los

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primeros meses de la guerra fue elPCE el gran defensor de lospequeños propietarios y no, encambio, Esquerra o IR. Por otrolado, resultó muy frecuente el casode quienes entraron en el partidocuando mayor era el peligro dederrumbamiento del régimen; todoslos mandos profesionalesimportantes del Ejército Popular —como el apolítico, y bastanteconservador en el pasado, Miaja o elcatólico Rojo— sintieron en algúnmomento la tentación de ingresar enun partido del que se decía que

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"hacía las cosas mejor que nadie". Esmuy probable que la posturacomunista fuera sencillamente la máscongruente y la única viable siverdaderamente se quería obtener lavictoria sobre el adversario. Sinembargo su rápido crecimiento yextremado sectarismo motivaron unaprotesta creciente de los otrossectores de la políticafrentepopulista.

Los anarquistas, en cambio,opinaban que la sublevación habíacreado "las condiciones objetivaspara el estallido de la revolución".

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Guerra y revolución, por lo tanto,debían ser dos procesos paralelos ycomplementarios, de manera que nose podía triunfar en la primera sinllevar a cabo la segunda. En cuanto alos aspectos militares del conflicto laposición anarquista fue resumida porLa Revista Blanca en los siguientestérminos: "Disciplina es obedienciaal mando: anarquismo es noreconocer mando alguno". Entre losdirigentes anarquistas era habitual elentusiasmo no sólo por lascolectivizaciones, más o menosespontánea:: o forzadas, las formas

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de "juntismo" aparecidas en elconjunto de España, las quemas deiglesias o incluso el abandono deMadrid por parte del Ejército,saludado con un "hurra" por parte deldiario anarquista local. Tampoco laprensa anarquista tenía el menorreparo en mostrar su satisfacción porlas ejecuciones sumarias, eso queuno de los dirigentes —GarcíaOliver— denominó "justiciaexpeditiva". Pero este entusiasmopor la situación existente en Españaen otoño de 1936 pronto chocó conla realidad de que era necesario

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enfrentarse al adversario militar y,además, pactar con el resto de lossectores políticos que formaban partedel Frente Popular. Como bienseñala un dirigente cenetista, laalternativa efectiva no consistía enhacer o no hacer la revolución sinoen preguntarse si debía imponerse elcomunismo libertario, en cuyo casoel anarquismo debía optar por unadictadura propia, suprema paradojade una situación imprevista.

En realidad la única posibilidadlógica consistía en la colaboraciónen el Frente Popular, pero cuando se

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tomó esta decisión la CNTinmediatamente se vio obligada aceder sus conquistas revolucionariasuna a una, primero en Cataluña yluego en el resto de España. Ademásesta realidad tuvo como graveinconveniente complementario que elanarcosindicalismo, antaño elmovimiento obrero español porantonomasia, se dividiera y de ellose siguió una irreversibledecadencia. Lo que ha quedado en laliteratura anarquista posteriorrespecto de este período es unacerbo juicio ético retrospectivo,

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como si a la traición en losprincipios le hubiera sucedido elocaso definitivo.

Queda, en fin, por advertir quelas tesis sociales y políticasasumidas por la CNT no eranprivativas de ella en la fase inicialde la guerra, sino que las compartíancon entusiasmo los socialistas del alade Largo Caballero. Cuando elsoviético Koltsov se entrevistó conél descubrió que utilizaba a Leninpara defender a las miliciaspopulares.

Fue éste quien, en septiembre de

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1936, en un momento en que era yagravísima la situación militar,asumió la Presidencia del Gobierno.Lo hizo contra la opinión y "con laprotesta más airada " de Azaña y conlas reticencias del propio Prieto,quien pensaba que se estaba jugandodemasiado pronto lo que calificabade "última carta". Sin embargo, hayque tener en cuenta que, poi elmomento, de nada había, servidotener al republicano moderado Giralal frente del gobierno y que, comoseñala Zugazagoitia, resultabalegítimo utilizar en esos momentos la

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popularidad y la fuerza política deldirigente socialista. Pero el mentorde Largo Caballero —Araquistain—no parece haber pensado tanto en lasituación militar como en "unaprogresiva transformaciónrevolucionaria del gobierno", a laque Azaña no podría negarse si laapoyaba el resto de la izquierda. Deforma inmediata la prensa anarquistaaseguró recibir al nuevo gobiernocon "tolerancia y comprensión"mientras que Federica Montsenyinsistía en una posición antifascistaunitaria que demostraba deseo de

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colaboración. En realidad, si losanarquistas no entraron desde elprincipio en el gobierno de LargoCaballero fue por sus excesivaspretensiones, que suponían lacreación de un Consejo de Defensa(en vez del Gobierno), lamarginación de los comunistas ycinco puestos en ese órganoejecutivo, los mismos que la UGT ymás que los republicanos. Noobstante, quedó establecido elprincipio de colaboración anarquista,que no tardaría en plasmarse en larealidad. De hecho, la CNT estaba

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representada en el gobierno de laGeneralitat desde ese mismo mes.

El gobierno de Largo Caballeroestuvo dominado por completo porsu persona, pues no sólo desempeñóla cartera de Guerra, aparte de laPresidencia, sino que, además,colocó a dos socialistas de sutendencia, Álvarez del Vayo yGalarza, en las decisivas carteras deEstado y de Gobernación, mientrasque, por ejemplo, los comunistas selimitaban a desempeñarresponsabilidades de inferiortrascendencia en Agricultura e

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Instrucción Pública. La definitivaentrada anarquista en el Gobiernotuvo lugar en noviembre, cuando lasituación militar se tornó dramática.Uno de los ministros de estasignificación llegó a Madrid parahacerse cargo de su puesto con elfusil, como ya se habían presentadolos consejeros anarquistas en laGeneralitat catalana. No puedeextrañar la exasperación de Azaña altener que aceptar como ministro deJusticia a quien, durante el primerbienio, había sido uno de los másentusiastas propagandistas de la

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"gimnasia revolucionaria".Testimonio de lo que pensaba unaparte de los anarquistas acerca de lainstituciones republicanas es elhecho de que cuando el gobiernooptó por abandonar Madrid fueradetenido por elementos armadosanarquistas, entre cuyos jefes estabaCipriano Mera.

El propio periódico de LargoCaballero había asegurado que "laRepública del 14 de abril hamuerto", mostrando un desbordadoentusiasmo por las colectivizacionesy por el Ejército miliciano. Esta

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actitud explica que no pocosrepublicanos de izquierda, comoSánchez Albornoz o Domingo, seexiliaran u ocuparan puestosdiplomáticos en el exterior. Bien sepuede decir, por consiguiente, que laRepública no murió el 1 de abril de1939sinoel 18de julio de 1936, fechacelebrada no sólo por los sublevadossino también por los revolucionarios.Y así se ha podido escribir que nacióun nuevo régimen político, "latercera República" (Bollotten), conpeculiaridades muy marcadas, quemantenían hasta cierto punto la

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legalidad republicana pero que enmuchas materias —libertades,propiedad privada, administración,parlamento...— la habían cambiadode manera sustancial. Se entiendedesde esta perspectiva la trágicaposición de Azaña. Sabía que la obrarevolucionaria comenzó bajo ungobierno revolucionario "que noquería ni podía patrocinarla";juzgaba que el Frente Popular estabacondenado a la derrota pero que "sipor milagro se ganara en el primerbarco que saliera tendríamos queembarcar los republicanos si nos

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dejaran". Sus notas escritas en losprimeros meses de la guerra lodescriben como presidente"coaccionado" e incluso"amortizado", deseoso de concluir laguerra mediante una gestióndiplomática. Sin embargo, nadarevela mejor lo que en realidad eraLargo Caballero que el hecho de que,nada más alcanzado el poder,empezara a hablar de la necesidad derespetar la legalidad republicana. Surevolucionarismo no era otra cosaque epidérmico y el reformismo, encambio, había sido una práctica

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habitual en toda su trayectoriapersonal. Ahora, consciente de lasnecesidades del momento, trató deganar la guerra centralizando elpoder político y creando unamáquina militar. De ahí sus medidastendentes a recortar ese "juntismo"que suscitaba tanto entusiasmo en sualiada la CNT. Por eso también laJunta de Madrid, formada en elmomento del abandono de la capitalpor el Gobierno, se convirtió en"delegada" del poder del Estado. Poreso, también, la supresión de losorganismos de este tipo existentes en

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Valencia, o la obligación impuesta alConsejo de Aragón de ampliar sucomposición política, para que nofuera ya únicamente anarquista. La"normalización" de las institucionesrepublicanas se apreció también enla reunión, a comienzos de 1937, dela Diputación Permanente de lasCortes en Valencia. En cuanto a ladirección militar baste con decir quesi los ataques contra el subsecretariode Guerra, Asensio, fueron muchos,las deficiencias de su gestión debenser atribuidas a las de las tropas quetenía bajo su mando.

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Desde una fecha muy tempranase hicieron patentes las limitacionespersonales de Largo Caballero,mientras que asimismo seevidenciaba que era incapaz deevitar los enfrentamientosprogramáticos, e incluso armados, dela coalición que presidía. Uno de losmilitares más destacados del EjércitoPopular, Cordón, comunista, quienasegura haber compartido elentusiasmo inicial por elnombramiento del líder sindicalistaañade que "pronto tuve quecomprobar que su firmeza de

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carácter, que todos admiraban comouna cualidad altamente positiva, teníaun fondo de tozudez y setransformaba frecuentemente porexageración y por influencia de unamor propio excesivo, de unaautoestimación demasiado alta de suautoridad y cualidades en un rasgonegativo de su carácter". Otrosjuicios de personas distintas resultancoincidentes. El soviético Koltsov lodescribe en su diario sarcásticamentecomo "un burócrata congelado en elpapel de arrebatado". Azaña estodavía más duro al constatar "falta

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de ideas personales, de imaginación,de energía". Ahora se demostródefinitivamente que Largo no era "elLenin español" porque era poca cosay demasiado confuso como paraserlo.

En el fondo, quienes en otrotiempo habían contribuidodecisivamente a auparle no parecíanahora dispuestos a respetar suautoridad y a ellos debió hacerrepetidas advertencias yllamamientos a la disciplina. En laDiputación Permanente de las Cortesdijo, por ejemplo, refiriéndose a los

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anarcosindicalistas que "ya se haensayado bastante". Pero también seenfrentó a los comunistas quecriticaban la política militar deAsensio. Desde comienzos de 1937cada vez que habló con Azañaaprovechó la ocasión para atacar alos comunistas, porque utilizaban elEstado en beneficio propio, o a lossoviéticos, "que se meten en todo ypretenden dirigir la guerra". Largohabía aceptado que se formara enenero de 1937 un Comité de enlacePCE—PSOE, pero vetó launificación que sólo se produjo en

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algún caso aislado, como el de Jaén,para acabar siendo evitada. Lapresión de los comunistas no dudó enemplear recursos como lasmanifestaciones públicas y a ellasrespondió el presidente del Gobiernoexigiendo "obediencia, disciplina ylealtad". En marzo de 1937 lasrelaciones del presidente delGobierno con los comunistas eran yamuy tensas. Había sufrido críticaspúblicas de alguno de sus ministros yse enfrentó con el embajador ruso, alque echó de su despacho. "Largocuenta y no acaba de las

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intromisiones de los rusos", anotóAzaña. El ministro Álvarez del Vayoescribió a Araquistain, caballeristacomo él, previendo lo peor: "con loscomunistas en vez de caminar haciala unidad vamos al encontronazo".

Existía, además, otro procesobien indicativo de las tendencias dedispersión del Frente Popular. A lolargo de los meses iniciales de laGuerra Civil fueron frecuentes losenfrentamientos armados entreanarquistas y comunistas, que a vecesafectaron a los dirigentes y otras alos simples militantes. Una parte de

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estos incidentes derivaba de lasimple indisciplina de los primeros,en especial en algunas zonas. Lallamada Columna de Hierro,organizada en Valencia con algunoselementos procedentes de prisiones,no dudaba en volver a la retaguardiapara hacer "una labor de orientacióny reparación", es decir, puramenterepresiva. En marzo de 1937 unincidente del que fue protagonistaacabó con muertos y unos 200detenidos. En diciembre de 1936había sufrido un atentado el delegadode abastecimientos de la Junta de

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Madrid, de significación comunista;en la capital se prohibió circular conarmas largas mientras los anarquistasacusaban al PCE de haber eliminadoa 18 anarquistas en seis provincias.Con el paso del tiempo el número dechoques no sólo no disminuyó sinoque tendió a aumentar. Es posibleque en estos enfrentamientos la cifratotal de muertos se acercara a uncentenar; se convirtió en habitual elintercambio de acusaciones, como lade ser "agente provocador alservicio del fascismo", que una yotra organización se atribuían

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mutuamen:te". Esos incidentessiempre tuvieron como motivo algotan alejado de las verdaderasoperaciones bélicas contra eladversario como el orden público yel control en la retaguardia.

La situación descrita teníanecesariamente que estallar, como enefecto sucedió en Barcelona durantela primera semana de mayo de 1937.En Cataluña los gobiernos de laGeneralitat habían supuesto unaapelación a la disciplina semejante ala que en general se había dado entoda la zona controlada por el Frente

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Popular. La fuerza políticaascendente era, sin duda, el PSUC,que en el gobierno formado amediados de abril contaba con tresconsejerías por sólo 4 de la CNT;además, desde fines del año anteriorhabía logrado expulsar del gobiernoautónomo al POUM, el pequeñopartido comunista disidente. Desdefines de abril menudearon losatentados que afectaron a los dosprotagonistas del enfrentamiento:murieron presidentes de comitéslocales anarquistas y un secretario deun consejero comunista.

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El 3 de mayo la Generalitat ylos comunistas intentaron, en elmarco de la política de unificaciónmilitar y política, apoderarse dellocal de la Telefónica en Barcelona,incautado por la CNT y desde dondeésta desencadenó una serie decombates como consecuencia de loscuales murieron Antonio Sesé, elconsejero de Orden Público,comunista, un hermano de FranciscoAscaso, el presidente del Consejo deAragón, anarquista, y un conocidomilitante de estas ideas, Berneri.Mientras todo el mundo reclamaba la

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calma se llevó a cabo una confusalucha, espontánea y sangrienta, cuyomejor testigo fue el escritor británicoGeorge Orwell quien se preguntaba"qué demonios estaba pasando, quiénluchaba contra quién y quién llevabalas de ganar". Al final la llegada detropas y dirigentes anarquistas,aparte del puro cansancio, liquidó elenfrentamiento, que hubo de causar400 ó 500 muertos y que llegóincluso a provocar desplazamientosde las unidades del frente de Aragónhacia Barcelona.

El incidente había sido

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espontáneo y no premeditado, perotuvo graves consecuencias políticas.La CNT no lo había provocado niLargo Caballero tenía otraresponsabilidad en él que haberpermitido que se llegara hasta estosextremos pero, como veremosinmediatamente a continuación, laconsecuencia más grave de losucedido fue que Largo Caballero ylos anarquistas tuvieron queabandonar el poder. Peor fue el casode los dirigentes del pequeño PartidoObrero de Unificación Marxista, alos que los comunistas acusaron de

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ser los principales responsables delo sucedido, aprovechando así laocasión para eliminar a quienes porsu heterodoxia antiestalinista fuerontildados de fascistas. No sólo estaacusación carecía de cualquier tipode justificación sino que susmiembros ni siquiera eran seguidoresde Trotsky, como los comunistasaseguraban. Por el contrario, elantiguo dirigente bolchevique nohabía dudado en calificar su políticade "criminal". Además sus miembrosestaban demasiado desunidos yalejados de las posibilidades de

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alcanzar el poder. Los únicosgrupúsculos que habían alimentado elenfrentamiento habían sido sectoresradicales del anarquismo —"LosAmigos de Durruti"— o delcomunismo, —los "Bolcheviquesleninistas"—. El POUM, endefinitiva, fue disuelto y el principalde sus dirigentes, Nin, después depermanecer algún tiempo en variascárceles, fue asesinado junto aAlcalá de Henares. Sin duda losautores fueron los soviéticos o loscomunistas, que controlaban el ordenpúblico, o ambos en colaboración;

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no en vano José Díaz había afirmadoen público que sus dirigentes debíanser "exterminados sinconsideración". Este mismo hecho,parte de cuya responsabilidad recaeen todo el Frente Popular, revela ladispersión del poder en esta zona.

Pero la verdadera relevanciapolítica de lo sucedido en Barcelonaradica en la crisis política queprodujo. En estrictos términos losucedido no puede interpretarsecomo una maniobra contra LargoCaballero, aunque debilitóseriamente la autoridad del

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Gobierno. Los comunistas queríanque abandonara la cartera de Guerray Galarza la de Gobernación, dondesu fracaso resultaba notorio; ademásestaban indignados en contra de undecreto, dirigido contra suinfiltración en el Ejército puessuspendía la validez de losnombramientos de comisarios hastaque los aprobara el propiopresidente del Gobierno. A lo largode la crisis insistieron en lanecesidad de la unificación política ymilitar, del orden en la retaguardia yde la concentración de esfuerzos en

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la guerra, puntos que luego recogió elprograma de Negrín. Además, fueronlos ministros comunistas quienesprovocaron la crisis al abandonar elConsejo de Ministros, pero eldesenlace de la misma no puedeentenderse sin tener en cuenta otrosfactores.

El primero de ellos es lasituación misma en la que seencontraba Largo Caballero. Tenía,quizá, razón, al tratar de que sehiciera en estos momentos unaoperación ofensiva en Extremadurapero ese propósito lo enfrentaba no

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sólo a Miaja, uno de los mayoresprestigios militares del camporepublicano, sino también a lossoviéticos, que no querían emplearallí su aviación. Su deseo de montarun gabinete ministerial a base sólo delas centrales sindicales, UGT y CNT,carecía de posibilidades puessuponía que se mantenía supopularidad, ya disipada, y,asimismo, marginaba a fuerzaspolíticas muy importantes,encontrando por ello una resistenciadecidida en el PSOE y en laPresidencia de la República.

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Además, durante toda la crisis laCNT permaneció en una actitud deambigüedad poco propicia a LargoCaballero y menos aún dispuesta aaceptar una participación en elGobierno en condiciones de paridadcon los comunistas. Quienesrodeaban a Largo veían alrededor deél "tirantez, navajeo y deslealtades";querían, en consecuencia, llegar a"una dictadura política y económica"pero resultaban incapaces de darsecuenta de que el presidente ya no eracapaz de imponerla por su carenciade autoridad efectiva. "Siete meses

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de obrero a la cabecera.Diagnóstico: impotencia", anotóAzaña en estos días.

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El gobierno Negrín

Azaña y Prieto fueron los

verdaderos responsables deldesenlace de la crisis política y no,en cambio, ninguno de los grupospolíticos antes citado. El primerohabía deplorado la presencia deLargo Caballero en el poder y ahorajuzgaba su actuación con palabrasdurísimas: "ineptitud delirante aliadacon la traición". Procuró mostrarseamable a lo largo de la crisis con elpresidente del Gobierno pero, al

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mismo tiempo, librarsedefinitivamente de él, algo en lo quecoincidían muchos otros, pues ahoraabundaron los que opinaban quenunca había debido llegar a esepuesto. Fue Azaña quien resultódeterminante en la selección de JuanNegrín como sucesor: en él veía una"tranquila energía" frente a los"altibajos" y "repentes" de Prieto.Éste hizo ver a Largo Caballero queel abandono del Consejo deMinistros por los comunistas suponíael inevitable estallido de la crisispolítica e hizo inviable su

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permanencia al reclamar Cordero,uno de sus seguidores, un "cambioabsoluto". Puede añadirse, en fin,que también fue él mismo quien semarginó de la Presidencia al admitirque, por sus enfrentamientos con loscomunistas y anarquistas y por sucarácter, no era "el hombre de lascircunstancias". De todos modos alrecibir la cartera de Defensa, en quese refundieron los ministeriosmilitares, tenía una significaciónpolítica en el Gobierno de entidadsemejante a la del presidente,reforzada, además, por la presencia

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de Zugazagoitia, estrechamentevinculado a él, en Gobernación. Lasignificación de la crisis debecompletarse teniendo en cuenta queun republicano como Giral ocupó lacartera de Estado, sustituyendo alprocomunista Álvarez del Vayo,mientras que los cenetistas salierondel Gobierno.

La personalidad de Negrínauguraba un giro hacia el orden, laautoridad y la centralización. Era deuna procedencia ideológica que teníamuy poco de revolucionaria oincluso marxista; se había opuesto a

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la insurrección de octubre de 1934 eincluso a la presencia en laPresidencia de Largo Caballero, dela que dijo que equivalía a "perderGetafe" cuando el adversario estabatodavía lejos de Madrid. Joven,trabajador y culto había sido uno deesos intelectuales formados en elextranjero gracias a la Junta deAmpliación de Estudios, cuyaradicalización antimonárquica alcomienzo de los años treinta le habíallevado al PSOE. No tenía ningunasimpatía por la posición, en su seno,del caballerismo; repudiaba a los

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milicianos o que le llamaran"camarada", a diferencia del anteriorpresidente, y había consideradodurante su mandato, en el que ejercióla cartera de Hacienda, que ahoramantuvo, que se trataba de unaemergencia excepcional destinada aser superada. Su altura intelectual noofrece dudas: catedrático deFisiología, en su escuela se formaronmuchos de los mejores biólogosespañoles. Sus declaracionesiniciales consistieron en mostrar unadecidida voluntad de mantener laRepública de 1931, presagiando ya

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los 13 puntos que luego definirían suposición ante el conflicto. No diomarcha atrás a las colectivizacionesni tampoco otorgó verdaderasfacilidades para la libertad de cultos,pero identificó la República con laspautas democráticas que figuraban ensu texto constitucional.

Como es lógico el cambio degobierno provocó una inmediata eirritada oposición por parte dequienes de él salieron. García Oliverpretendió, como ministro de Justicia,no dar posesión de su cargo ni aNegrín ni al nacionalista vasco

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Manuel Irujo, que le relevaba en sucartera. La CNT consideró al nuevoGobierno como"contrarrevolucionario", mientrastendía a desempeñar un papeldecreciente en la vida política de lazona frentepopulista. Pero las causasde su declive no radican en lapersecución adversaria sino que sonendógenas. Es cierto que en adelanteel orden público, responsabilidadprincipal de los comunistas, seempleó contra el POUM y que laprensa anarquista vio recortada sulibertad de expresión. Se llegó a

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hablar de miles de detenidos ycuando Largo Caballero, en el ocasode su influencia, habló en público sequejó de "casos verdaderamentedesgraciados... de personas hechasdesaparecer" y de que los comunistas"habían constituido un Estado dentrodel Estado". Pero cuando hubo unjuicio contra los dirigentes quequedaban del POUM la sentencia lesexculpó de ser fascistas, comohubieran querido los comunistas,aunque les atribuyó haber queridoocupar el poder.

En realidad, como escribió el

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propio García Oliver, la CNT,durante mucho tiempo el primersindicato español, había quedado"como un saco hinchado y vacío",capaz de conspirar contra Negrínpero también de ser utilizado por élpara ampliar su Gobierno cuando loconsideró pertinente. Estos seismeses de estancia en el poderresultaron, por tanto, muy amargospara los anarquistas. Durante elloshabía sido ministra FedericaMontseny, la primera mujer que llegóa ese puesto. Pero si en esto elanarquismo había sido premonitorio

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hay que tener en cuenta también quela novedad duró poco. Las propiasmilicianas apenas si habían estadounas semanas en el frente y lasMujeres Libres, la agrupación ácratafemenina, nunca llegó a tener unarelevancia semejante a la ramajuvenil masculina. Todavía fue máslamentable la situación delcaballerismo, que siguió pidiendouna alianza sindical, pero cuyafuerza, reducida a un meropersonalismo, fue decreciente eincluso resultó incapaz demantenerse en la dirección de la

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UGT, de donde fue sustituido porantiguos centristas. Los comunistas,que tanto le habían ensalzado, lereprochaban ahora haber mantenidouna posición "dictatorial" y carecerde apoyo en el frente y en laretaguardia.

La obra de Negrín, tanto desdeel punto de vista militar como desdeel político, estuvo dirigidaprincipalmente a la "normalización"o, lo que es lo mismo, a lacentralización y el logro de laeficacia, imprescindible si se queríaalcanzar la victoria. De ahí que, en

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agosto de 1937, disolviera elConsejo de Aragón, cuya figura másrelevante, Ascaso, parece habercometido delitos comunes. Paraimponer esa decisión debió utilizarunidades militares, principalmentedirigidas por comunistas, comoLíster, quien en sus memorias afirmahaber encontrado depósitos dealimentos destinados en exclusiva alos dirigentes de la CNT. En octubrede ese mismo año se reunieron lasCortes en Valencia asistiendo unelevado número de diputados que, deesta manera, testificaron ante la

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opinión internacional el carácterparlamentario y democrático de lasinstituciones. Además el traslado dela capitalidad a Barcelona estuvomotivado por el deseo de conseguirque Cataluña contribuyera máseficazmente a la lucha común contrael adversario. En cuanto al esfuerzomilitar ni la ofensiva de Teruel, ni ladefensa en el Maestrazgo, ni laposterior batalla del Ebro hubieransido imaginables de no ser por lasnuevas perspectivas abiertas tras laasunción de la Presidencia porNegrín, aunque a éste tampoco deban

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atribuírsele todos los méritos.Todas esas operaciones

militares se saldaron finalmente nocon un éxito espectacular sino conuna derrota y eso contribuyó a que semanifestaran tempranas protestas.Inicialmente Azaña parece haberdeseado adoctrinar a Negrín, pero lapersonalidad del jefe de Gobiernoera demasiado fuerte como paraadmitir tutelas. Según Ansó, uno desus seguidores, el nuevo gabinete fuedenominado "Gobierno Negrín—Prieto", pero cualquiera queconociera a los dos personajes podía

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imaginar que el primero seindependizaría por completo delsegundo. Bohemio y en aparienciadesordenado, pero enormementetrabajador y dotado de una dureza decarácter que le hacía inasequible aldesaliento, Negrín se sentía atraídopor un sentido de la eficacia que lehacía despreciar consejos ycolaboraciones y tendía a hacer queaceptara todo tipo de medios, inclusoaquellos más que dudosos porrazones morales o constitucionales.Muy pronto dio la sensación de quese interesaba más en el triunfo de su

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causa que en la defensa de losprincipios en que se fundamentaba laRepública. Decía que "desear lavictoria y no servirla es hacer unservicio al enemigo" pero como erael responsable de obtener aquélla noadmitía con facilidad signos deoposición en su contra. Siendo alllegar a la Presidencia unapersonalidad que no tenía detrás aningún partido, su gobierno, merceda las necesidades bélicas, ya en 1938tenía en la óptica de sus adversariosclaras propensiones dictatoriales. Seha escrito que fue "el hombre

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necesario" en aquella circunstanciadel Frente Popular pero estaafirmación presupone que enaquellas circunstancias no se podíaactuar nada más que como él lo hizo,algo muy dudoso. En relación conestos rasgos personales y estasituación ha de examinarse laacusación de que estaba dominadopor los comunistas. En realidadhabía ascendido al poder desde lanada política y esto explica quetodos pensaran en servirse de él y,como esto no sucedió, tendieron aconsiderarle dominado por otros. Lo

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correcto sería decir Negrín tenía unapolítica personal y utilizaba a loscomunistas, pero ni era comunista niestaba controlado por el PCE,aunque a fuerza de descansar sobreellos alcanzaron más poder quenunca, especialmente en el Ejército.Lo que le distinguió de otrossocialistas fue hasta donde estuvodispuesto a llegar en concesiones alpoder de los comunistas, aunque éstecontribuyera de forma eficaz a lamejora de su situación. IndalecioPrieto, que desde los años veinte sehabía enfrentado con aquéllos en

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Vizcaya, opuso tenaz resistencia a supropensión a "apoderarse de losresortes del Estado". En el verano yotoño de 1937 promulgó variasdisposiciones que prohibían lapropaganda política en el Ejército —que él presentó como un testimoniode "coacción repulsiva"— y quevetaban la participación de militaresen actos de partido porque "elEjército es de todos y no es denadie". Aunque algunos dirigentescomunistas, como Cordón, reprochana Prieto "sectarismo anticomunista"parece evidente que el papel del

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PCE en el Ejército Popular eradesmesurado y que suyo era elsectarismo, al margen de sucontribución a la tarea de lograr lavictoria. En el verano de 1937, segúndatos de la Komintern, 800 de los1.300 comisarios políticos erancomunistas y también lo eran casi lamitad de los jefes de cuerpo y dostercios de los de brigada. El PCEhabía conseguido por tanto, ya en esafecha, una fuerza en el Ejército muysuperior a la de sus sufragios en1936. La utilizaba a veces enmanifiesta violación de la legalidad

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republicana como se prueba no sólopor el asesinato de Nin sino tambiénpor las actuaciones de la policíamilitar, que motivaron protestas deCompanys y Azaña.

Prieto atribuyó luego su salidadel Gobierno exclusivamente a losmanejos comunistas, pero paraexplicarla hay también que hacermención a un rasgo de su carácter.Ciclotímico, carecía de la dureza decarácter de Negrín y pronto, ante lasderrotas, empezó a pensar que sólo"cabía aguantar hasta que esto sehaga cachos o nos demos de

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trastazos". Sus declaracionesllegaron a ser tan patéticamentepesimistas que algún seguidor suyopresente en el Gobierno, comoZugazagoitia, declaraba a la salidadel Consejo que no sabía si ir a lafrontera o a casa. Como a Azaña, aPrieto se le puede achacar en estemomento "desfallecimientoculpable".

Así se explica la crisis de abrilde 1938, en la que abandonó elministerio de Defensa. Había yachocado con los comunistas que,como antes hicieron con Largo

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Caballero, no dudaron en atacarle enla prensa a través de la pluma de unode sus ministros. La llegada deFranco al Mediterráneo le pareció aPrieto un desastre sin paliativos yexcitó en parte de los republicanos eldeseo de librarse de los comunistas.En estas circunstancias unamanifestación auspiciada por éstos,pero secundada por otros partidos,presionó exigiendo la resistencia aultranza y esta decisión acabóimponiéndose en parte por ladebilidad y el escepticismo de Azañay Prieto y en parte por la propia

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coherencia de la postura de Negrínque era ya poco menos queindispensable. Negrín tenía razóncuando afirmaba que "no puede serministro de Defensa quien estáconvencido de que tiene perdida laguerra" y, sobre todo, su juicioacertaba plenamente al opinar que nohabía más posibilidades de llegar ala paz por el hecho de marginar a loscomunistas o exhibir el pesimismo.En el nuevo gobierno situó a antiguosprietistas en el ministerio de laGobernación, la Secretaría Generalde Defensa o el ministerio de

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Justicia, porque su antiguo jefe habíadejado de ejercer el liderazgo queahora le correspondía al presidentedel Gobierno. Su programa de trecepuntos parece haber estado destinadoa resistir, pero también a mostrar lavoluntad de transacción y respeto alos valores de la democracia de caraa Francia y Gran Bretaña, posiblesmediadores de una paz. Pero cadavez consultaba menos a los partidoso al Presidente de la República. Sucomentario sobre la actitud de lasCortes en la crisis —"la charcapolítica se ha agitado mucho;

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francamente da un poquito deasco"— testimonia megalomanía eincapacidad de tener en cuenta laopinión de otros.

El aumento del poder de Negrínmotivó protestas crecientes. En losúltimos meses de la guerraAraquistain juzgó a su Gobiernocomo "el más inepto, más despóticoy más cínico" que había tenidoEspaña. El propio Besteiro,habitualmente ponderado,consideraba que "si se ganara laguerra España sería comunista". Sinembargo otro adversario —Martínez

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Barrio— afirmó que era"insustituible por desgracia", unjuicio que parece más certero. Laúltima crisis parcial sufrida por elGobierno, en agosto de 1938, asíparece demostrarlo.

Desde abril habían idoarreciando las críticas en los mediosdel Frente Popular mientras queNegrín cada vez parecía menosdispuesto a tomar en consideración anadie que no fuera él. A mediados dedicho mes presentó tres decretos a ladeliberación del Consejo deMinistros tendentes aumentar su

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poder y la centralización: semilitarizaban las industrias de guerray se creaba una Sala de Justicia enCataluña y unos tribunales especialesde justicia militar. Estasdisposiciones motivaron la dimisiónde los ministros catalán y vasco,mientras fuerzas políticas muyvariadas exigían un cambio depolítica que llevara a un gobiernomás de centro, capaz de hacer la paz.De nuevo, no obstante, Negrín acabóimponiéndose después de unaentrevista con Azaña que éstedescribió como "para no olvidarla"

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(el Presidente de la República leacusó de intentar dar un golpe deEstado). Finalmente Negrín retiró laúltima de sus propuestas legales,manifiestamente anticonstitucional,pero permaneció en el poder. Esposible que Azaña no actuara condecisión, pero no parece que conotro gobierno las posibilidades depaz, la única alternativa clara en estemomento, fueran mayores.

Negrín, en otro tiempoconsiderado como una personamanejable, era ahora insustituibleaunque sólo fuera por su propia

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voluntad de mantenerse en el poder ypor la incapacidad o la falta dedeseo de otros para sustituirle en unmomento de cosecha de derrotas. Eljefe de Gobierno aseguró entoncesque tan sólo una clara retirada deconfianza por parte del jefe delEstado o los partidos del FrentePopular le haría renunciar al poder.Cuando en septiembre las Cortes sereunieron en Figueras por última vezen territorio español —sóloasistieron 62 de los 473 diputados—le criticaron republicanos ycatalanistas pero los acalló por el

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procedimiento de decir que noaceptaba votos condicionados. Nadiepareció dispuesto a disputarle elpoder. Pero a estas alturas existía yaentre algunos elementos militaresrepublicanos la idea de que debíanprescindir de los políticos parallegar a la paz, tesis que llevaría a lasublevación de Casado.

Mientras tanto la influencia delos comunistas se resquebrajaba.Defensores de la resistencia aultranza en la inminencia de laderrota se les culpó de ella y,proclives a incrementar su poder,

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vieron ahora crecer las críticas en sucontra. Negrín sabía que eran suprincipal apoyo. A fines de 1938,cuando le faltabanaprovisionamientos de todo tipo,escribió a Stalin lamentando la"enconada y dura campaña contra loscomunistas" que eran "mis mejores ymis más leales colaboradores" ymostrando su disposición paraconvertir a España en un"instrumento potente militar y naval"capaz de colaborar con la URSS.Pero Stalin había ya perdidocualquier interés en la España

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republicana. De todos modos, tantola carta como la predisposición deNegrín a formar una especie deFrente Nacional resultan muyreveladoras de su posición.

Muchos protagonistas de losacontecimientos e historiadoresposteriores han interpretado lasituación política existente en la zonarepublicana como un régimen deapariencia democrática pero deefectivo dominio del partidocomunista. Utilizando las propiasdeclaraciones de los comunistas hansugerido que se podría tratar de una

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especie de "democracia popular"como las de Europa del Este a partirde 1945. Los dirigentes del PCE, enefecto, afirmaban que en Españahabía nacido un nuevo tipo dedemocracia, en la que ya no habíalibertad para el fascismo y en la quese habían destruido las baseseconómicas del capitalismo. Por otrolado, al final de la guerra loscomunistas controlaban lasSubsecretarías de aviación y detierra, la Jefatura de las fuerzasaéreas, el Estado Mayor de laMarina y las Direcciones Generales

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de Seguridad y de Carabineros; tresde los cuatro cuerpos de ejército dela zona centro estaban dirigidos porellos. Sin embargo, el relevantepapel militar del PCE no puedeentenderse si no es por su constantedefensa de la disciplina. Lascircunstancias en Europa de 1945fueron muy distintas de las de Españaen 1938 porque los regímenesmencionados nacieron con ayuda delEjército soviético. El resto de laspotencias europeas no hubieranpermitido nada parecido en el casoespañol a la altura cronológica

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señalada.Además durante el período

bélico en la España del FrentePopular nunca desaparecieron lasposibilidades reales de disidencia,muy superiores a las de la otra zona.Siempre existieron allí combatientesque lucharon por la democraciarepublicana y la causa de ésta, deestar ligada a uno de los bandos, sinduda se identificaba con éste. Si loscomunistas habían alcanzado unainfluencia muy grande era por susectarismo y disciplina, pero tambiénpor "la deserción de otros", como

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señala Modesto, o porque ellos "noestuvieron a la altura de lascircunstancias" (El Campesino). Suidentificación con la resistencia,cuando ésta carecía ya de sentido,deterioró la imagen del PCE, quedemostró que no era tan determinantecomo para evitar que unaconspiración acabara desplazándolodel poder.

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Teruel y la marchahacia el Mediterráneo

Como ya se ha señalado, el final

del frente norte pudo hacer concebira ojos de los observadoresindependientes la posibilidad de quela Guerra Civil española quedaraliquidada en unos pocos meses.Aparte de la superioridad material ymilitar conseguida en tierra por lossublevados los envíos de materialsoviético estaban dificultados por los

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submarinos italianos y por la caídadel gobierno Blum en Francia. Laflota republicana, después de perderpor accidente el Jaime I, actuaba a laestricta defensiva. La URSS se sintiópresionada por los acontecimientosde Extremos Oriente, lo que explicaque el número de sus aviadores en laEspaña republicana tendiera adisminuir. Todo parecía, por tanto,ofrecer los mejores presagios aFranco pero la lucha se prolongó yen dos ocasiones sucesivas, durantelas batallas de Teruel y el Ebro, elembajador alemán escribió a Hitler

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que el conflicto español no tenía unasolución militar.

Estas dos operaciones militaresfueron imaginadas por Rojo,convertido en general después definalizada la campaña del norte.Paradójicamente la primera de estasbatallas no tenía, en su origen, másque la pretensión de ser un simplegolpe de mano sin idea deexplotación posterior ni másfinalidad inmediata que atraer a lasreservas adversarias a fin dehacerlas combatir en una posicióndifícil para ellas. En cambio, Rojo

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tenía, como gran designioestratégico, la realización delllamado "plan P", consistente entratar de romper la zona adversariamediante un ataque en Extremadura.Por su parte Franco estaba en estemomento dispuesto a emprender laquinta batalla de Madrid, que Rojoconsideraba improbable puespensaba que supondría para eladversario "la aventura de un nuevodescalabro con el consiguientedesgaste y pérdida de tiempo". Lalógica militar hubiera inducido, porel contrario, a concentrar los

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esfuerzos en dirección a Cataluña,mucho menos militarizada comoconsecuencia del peso que en ellahabían tenido las miliciasanarquistas.

El ataque de Teruel estuvo bienelegido por el Frente Popular. Lacapital aragonesa venía a ser como"una pistola que apuntaba al corazónde Levante", pero estabaescasamente fortificada, con unascomunicaciones difíciles, batidas porel adversario, y una guarnición muyde segunda fila por lo que se refierea calidad y material. El ataque

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convergente llevado a cabo por elEjército Popular, emprendido porbuenas unidades con unos efectivosmuy superiores, consiguió cercar aTeruel a mediados de diciembrereduciendo la resistencia a unascuantas posiciones en el casointerior. Zugazagoitia llegó a escribirque fue "la primera empresa seriaque nos salía bien", en lo que teníarazón, pues la bolsa se cerró con tansólo 300 bajas y todos los propósitosde los atacantes parecieron habersecumplido. Un intento de auxilio porparte de las tropas de Franco,

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realizado con intensísimo frío y conuna especie de penetración en puntade lanza fracasó y, al final de laprimera semana de enero de 1938, serindieron las últimas posicionesfranquistas. El comandante que lasmandaba, Rey d'Harcourt, fueacusado por los vencedores en laguerra como consecuencia de estarendición, a pesar de haber sidoposteriormente asesinado. Larealidad es que no pudo mantener unadefensa como la del Alcázar deToledo porque los sitiadores teníanya una calidad militar muy superior.

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Dispuso de casi 7.000 hombres, perocon poco armamenro, y dos terciosde los jefes y oficiales fueron baja enel transcurso de los combates.Concluida así la ofensiva en laóptica de los atacantes, por dosveces Rojo llegó a abandonar elescenario de los combates con elpropósito de incorporarse a ladirección de la operaciónverdaderamente decisiva que, desdesus planteamientos, era la deExtremadura. No obstante, como entantas ocasiones anteriores, Francodecidió enfrentarse al Ejército

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adversario allí donde había recibidosu ataque en vez de emprender tinamaniobra en otro punto. El avance,sin embargo, resultó penosísimo.Quienes han narrado la operacióndesde el punto de vista de lossublevados tienen razón alconsiderar que se trató del '"éxitoartillero más completo de Franco"(Martínez Campos), que ele estemodo utilizó uno de los elemenros desu evitlente superioridad material. Aesta potencia de fuego se sumaron500 aviones con el resultado de quelas tropas del Ejército Popular, a

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menudo bisoñas, se desmoronaron eindisciplinaron llegando incluso aamotinarse. Hubo un momento enque, ante el fuego adversario,abandonaron sus posiciones, paraluego recuperarlas. La batalla no sedecidió hasta que, a primeros defebrero de 1938, una maniobra en elflanco izquierdo de ataqueprofundizando hasta el río Alfambrahizo desplomarse el frente enemigoen tan sólo tres días y con muy pocasbajas. Gracias a esto en la segundaquincena de febrero Teruel, la únicacapital de provincia capturada por el

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Ejército Popular, fue reconquistadadesde el norte. Como admiteZugazagoitia lo sucedido demostrabaque todavía estaba por nacer elnuevo Ejército Popular, de lo quetambién eran conscientes susadversarios, como Kindelán, quien,encargado de evaluar la calidadmilitar del enemigo, llegó a laconclusión de que no había mejoradoy de que, por tanto, "cualquiermaniobra que emprendamos tendráéxito".

Así se demostró con el paso deltiempo pero Franco, habitualmente

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conservador y parsimonioso, nocambió su forma de actuación. "Yono debo conquistar sino liberar yliberar significa para mí redimir", lehabía dicho al embajador italiano;por eso "me limito a ofensivasparciales pero de éxito seguro". Enrealidad, a partir de este momento suforma de dirigir la guerra estuvosujeta a las críticas de sus propiosgenerales. Los atacantes, por suparte, habían actuado con demasiadaconfianza y consideraron liquidada labatalla cuando ésta tan sólo se habíainiciado. Los franquistas habían

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conseguido responder al adversarioallí donde había atacado, pero acambio de 40.000 bajas y sin utilizarsus reservas donde hubieran sidomucho más útiles y de efecto muchomás inmediato.

La dureza de los combates deTeruel coincide con el comienzo delempleo sistemático de unprocedimiento de guerraespecialmente brutal, aunque durantela Segunda Guerra Mundial segeneralizaría y empeoraría en susdimensiones y efectividad. Losbombardeos a ciudades de la

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retaguardia fueron habituales a partirde este momento aunque los llevarona cabo de modo mucho máscontinuado y contundente losfranquistas. En un principio seconcentraron en puntos que podíantener valor estratégico, como lospuertos, pero luego no pretendieronotra cosa que aterrorizar a lapoblación civil. Algunas de estasoperaciones supusieron centenaresde víctimas entre ésta,principalmente en Barcelona, amenudo alcanzada por avionesitalianos que despegaban no sólo de

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las Baleares sino también de basesmetropolitanas: la geografía mismade la ciudad se vio alterada por losbombardeos. Asimismo sebombardearon poblaciones muchomenores, como Reus o Figueras, y enellas entre el 20 y el 25 por 100 delos edificios quedaron parcial ototalmente destruidos. Unas 5.000personas murieron en Cataluña comoconsecuencia de este tipo deacciones, la mitad de ellas en lacapital catalana, mientras que lasefectuadas en represalia setradujeron en apenas un par de

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decenas de muertos. Como es lógico,los bombardeos minaron gravementela moral de la retaguardia. Elimpacto de estos sucesos en laopinión mundial fue mucho menorque el de Guernica; posteriormente,sin embargo, cuando comenzaba labatalla de Inglaterra, Churchillrecordaría en declaraciones públicasa los barceloneses.

Poco después de la batalla deTeruel tuvo también lugar unrepentino acontecimiento bélicofavorable a la causa del FrentePopular cuando, a principios de

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marzo de 1938, fue hundido elcrucero nacionalista Baleares. Elmando naval nacionalista habíavenido insistiendo en su carencia deunidades auxiliares, comodestructores; el combate fue nocturnoy en él el adversario, que utilizótorpedos, estaba en mejorescondiciones para obtener la victoria.Franco siempre se mostró reticenteante la actuación de su propia flota, ala que exigió que corriera riesgosdesmesurados, lo que originó esteresultado cuando en la práctica elMediterráneo ya estaba cerrado para

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el suministro adversario. A partir deeste momento la reparación de otrasunidades republicanas, como elcrucero Cervantes, proporcionó unasuperioridad que losgubernamentales siguieron sinaprovechar. Las operaciones navalesrepublicanas no sólo no seincrementaron sino que parecieronreducirse por miedo al éxitoobtenido.

Para comprender lo sucedido enel frente de Aragón durante lassemanas siguientes hay que tener encuenta que el resultado de la batalla

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de Teruel afectó muy gravemente a lamoral de resistencia del EjércitoPopular y que no pudo superarse estasituación ni siquiera mediantefusilamientos. El propio Rojodescribió "el enorme estado dedesmoralización" y añadió que losnuevos reclutas que llegaban al frente"no servían para nada". En estascondiciones se explica que, alreanudarse el ataque de las tropas deFranco, se produjera un auténticoderrumbamiento del frente. Elcomienzo del mismo tuvo lugar,durante la segunda semana de marzo,

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no en Teruel sino al sur del Ebro, endirección a Belchite y Caspe. Eldesmoronamiento del EjércitoPopular fue tal que se produjerondesbandadas de hasta 20.000 ó25.000 hombres, que empleaban laviolencia contra quien queríadetenerles, incluso contra las fuerzasde orden público. Los franquistashabían actuado por sorpresa (pues elenemigo esperaba ahora el ataque endirección a Guadalajara) yemplearon muy bien la aviación enpersecución del adversario. En unasemana avanzaron 100 kilómetros,

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tomaron 7.000 kilómetros cuadradosde superficie con un centenar depueblos, capturaron 10.000prisioneros y se hicieron con lasrutas que conducían hacia el mar.Rojo comentó entonces que"tardaremos aún mucho tiempo paraque los jefes de nuestro Ejército secomporten como es debido". Alfrente de las tropas republicanasestaba un capitán, retirado en 1931,que, por consiguiente, tenía obviaslimitaciones en su experienciamilitar.

A mediados de marzo Franco

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decidió seguir la ofensiva en unadoble dirección, al norte del Ebro yhacia el mar. En la primera de laszonas indicadas sólo ladesmoralización existente en elFrente Popular explica que apenas seutilizaran las fuertes líneas dedefensa existentes en el río Cinca. Denuevo se produjo el derrumbamientodel frente con la conquista de 15.000kilómetros cuadrados y unapenetración de 100 kilómetros. Afines de mes las tropas de Francopenetraban en Cataluña y el cuatro deabril fue tomada Lérida. Franco,

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entonces, dio instrucciones de noencarcelar necesariamente a todo elque hablara el "dialecto" catalán,"aun de buena fe", lo que indica eldestino que les esperaba a lasinstituciones autonómicas.

Finalmente la detención de lastropas nacionalistas se produjo porpuro cansancio porque el adversarioestaba incapacitado para laresistencia, que sólo en la zona delPirineo —Bielsa— tuvo lugar deforma encarnizada. "Desde el Ebrohacia el norte —escribió Rojo—nuestro frente prácticamente no existe

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pues la mayor parte de las fuerzasque constituían el Ejército del este,como las enviadas en refuerzo, sehallan desarticuladas entre sí, sinconstituir frente defensivo y la mayorparte están desorganizadas yretrocediendo, víctimas de unfenómeno de pánico". Prieto que"exultaba" cuando sus tropas tomaronTeruel, consideró lo sucedido comoun "desastre sin compostura". Esohabía juzgado Rojo que sería unanueva división del territoriocontrolado por el Frente Popular, lacual tuvo lugar a mediados de abril.

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La llegada al mar con la toma deVinaroz y la conquista de 6.400kilómetros cuadrados necesariamentehabía de desempeñar un papeldecisivo en el desenlace de laguerra. Lo sucedido jugó, comosabemos, un papel de primeraimportancia en el estallido de lacrisis política del Frente Popular yexplica el desánimo de muchosdirigentes militares republicanos.Por ejemplo, el aviador ManuelTarazona describe lo sucedido conestas palabras: "En un mes elenemigo barrió nuestras tropas en

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tierra y a nosotros en el aire; nuestrotriunfo de Teruel había sido anuladoy la impotencia nos hacía llorar derabia".

Un error estratégico demagnitud cometido por Franco vinoen ayuda de los derrotados en Teruel.Lo lógico, en aquellos momentos,hubiera sido atacar Cataluña, que eraun objetivo política y militarmentemás importante y en cuya direcciónni siquiera parecía encontrarresistencia el Ejército franquista. Sinembargo tomó la decisión, calificadade "increíble " por algún historiador

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militar, de avanzar por el Maestrazgohacia Valencia, en contra de laopinión de algunos de sus consejerosmilitares e incluso en "netadiscrepancia" con su propio EstadoMayor. Se ha dicho que Cataluña eraun objetivo importante pero tambiénun avispero, porque podía provocarla intervención francesa, sobre todosi unidades italianas se acercaban ala frontera, pero, aun así, no secomprende que Franco pensara enpoder tomar Valencia con rapidez.Es posible que en este momentocreyera ya tener en su mano la

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victoria porque no mostró excesivaresistencia ante la eventualidad deuna retirada de la Legión Cóndor.

En cualquier caso no se pudoelegir peor terreno para la ofensivadonde, desde abril, se centraron loscombates durante tres largos meses.Se trataba del Maestrazgo, unterritorio abrupto, pobre decomunicaciones y compartimentado,cuya zona costera estaba dotada debuenas defensas. El Ejército Popular,dirigido por Miaja, llevó a cabo unanueva batalla defensiva escatimandosus fuerzas y escalonando la

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intervención de los refuerzos altiempo que multiplicaba las líneasdefensivas. Díaz de Villegas, uno delos historiadores militaresfranquistas, ha escrito que ésta fue lamejor batalla defensiva del EjércitoPopular. Por otro lado los atacantescometieron errores no sóloestratégicos sino también tácticos: envez de elegir un sólo sentido para suprogresión intentaron hacerlomediante una pinza en una región queno permitía posibilidad alguna demaniobra. Además —muestra de suexceso de optimismo—, emplearon

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en la ofensiva tropas insuficientes, loque les obligó a modificar eldespliegue hasta cuatro vecesintroduciendo refuerzos que, por otrolado, nunca bastaron para romper laresistencia adversaria. Sólo en elmes de mayo parece haber pensadoFranco en la posibilidad de optar porcambiar el centro de gravedad de suataque, después de que Kindelán leescribiera en ese sentido y de que enla zona leridana el Ejército Popular,reorganizado, realizara un tanteoofensivo. A mediados de junio pudoser tomado Castellón y aunque la

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lucha siguió hasta el momento mismode la ofensiva del Ejército Popularen el Ebro el avance fue pocosignificativo. Las tropas de Franco,detenidas sin posibilidades deobtener una victoria rápida, habíanpermitido que el Ejército Popular serecuperara y ganara una batalla,aunque sólo fuera defensiva.

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La batalla del Ebro ysus consecuencias:colapso en Cataluña

A lo largo de los meses

empleados en la ofensiva delMaestrazgo el Ejército Popular pudoreconstruir su organización y susefectivos, cuando meses antes estabaa punto de desmigajarse; incluso,transcurrido algún tiempo, estuvolisto para iniciar alguna modestaofensiva que demostró su

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"inconsistencia" pero que parecióresucitar el deseo de resistir. Larecuperación de los efectivos se hizoapelando a nuevos reemplazos queiban desde la "quinta del biberón",con tan sólo 18 años, hastareservistas de más de cuarenta,incorporando en total 17 reemplazosfrente a los tan sólo 12 de Franco.Por otro lado, el Ejército del Ebrofue reconstruido a partir de lavoluntad de una estricta disciplinaque, en las circunstancias delmomento, debía ser política. Comoseñaló Azaña "casi todo el Ejército

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del Ebro es comunista; hay unaespecie de disciplina interior en cadaunidad". Así fue, en efecto: lajefatura del Ejército (Modesto), la desus tres cuerpos y la mayor parte desus divisiones y brigadas y latotalidad del comisariado tenía estaadscripción ideológica. El generalRojo, que no había tardado más dedos semanas después de la llegadadel adversario al mar en elaborar unnuevo plan de actuación, fue el autorde la nueva iniciativa táctica. Elpropósito no era tan ambicioso comotratar de recuperar la comunicación

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entre las dos zonas en las que habíaquedado dividido el Frente Popular,pues tan sólo pretendía paralizar laofensiva adversaria hacia Valencia yganar tiempo, en la conciencia de quela mayor parte de los efectivos delEjército Popular estaban en la zonacentro. Como en Teruel, la forma deactuación consistió en emprender unaofensiva, y no una defensiva deretroceso escalonado como lallevada a cabo en el Maestrazgo porlas tropas de Miaja. A diferencia delas ofensivas adversarias, quesiempre se iniciaban con una gran

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ofensiva artillera, de la mismamanera que en Brunete, Belchite yTeruel el ataque fue por sorpresa. El24 de julio de 1938 el EjércitoPopular cruzó en varios puntos el ríoEbro que formaba la divisoria entrelos dos bandos frente a Gandesa. Laidea de los atacantes consistía enevitar que el adversario percibierade qué punto provenía la penetraciónprincipal. Todos estos ataques, conexcepción del de Amposta,fructificaron; en tan sólo un díacruzaron el río tres divisiones yelementos de otras tantas en una

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maniobra descrita como"brillantísima" y que Negrín llegó acalificar de "fantástica". Rojoemplea para definirla adjetivos quedeben ser recordados porque resultanpor completo ciertos: fue un éxito,"fulminante, concreto, insospechadoe indiscutible". La verdad es que eladversario esperaba este ataque,pero no la magnitud que tuvo. Así,por insuficientes, los refuerzos queenvió pudieron ser fácilmenteeliminados. La penetración delEjército Popular supuso ladesaparición del frente en 70

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kilómetros, pero, hecha por lainfantería durante la noche, carecióde profundidad suficiente porque nofue posible el uso de la artillería, loscarros o la aviación. Aunque el éxitofuera considerable y el rigor técnicode la ejecución patente, mayor que enninguna otra ofensiva anterior, elEjército Popular no llegó a tomarGandesa, en donde tropas de éliteresistieron a ultranza, y su impulsoofensivo se agotó en tan sólo unosdías.

Lo sorprendente no es eso sinoque, una vez más, con "su

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determinación cazurra" (Salas)Franco no dudó en acudir al terrenoelegido por su adversario paraemprender "una ciega lucha decarneros, mediante el enfrentamientodirecto, golpeándose las respectivascabezas hasta que se agotó el másdébil". Fue la más sangrienta, larga yempeñada batalla de la Guerra Civilespañola pero también la másinnecesaria y absurda. Incluso losjefes militares del adversario eranperfectamente conscientes de queFranco hubiera hecho mucho mejoren utilizar sus fuerzas en otro sitio, al

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norte, por ejemplo, en la direcciónLérida—Barcelona. Hubo generalesfranquistas, como Aranda, que seirritaron frente a esta simplicidad,pero la verdad es que el EjércitoRepublicano no fue ya capaz deofrecer resistencia al adversario unavez resuelta esta batalla.

Entre los días 26 al 31 de julioel Ejército Popular fue detenido,mientras que con su rapidez logísticahabitual Franco concentraba sustropas y recursos en el salienteformado por el ataque del enemigo y,con tomar en consideración la

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posibilidad de atacar por otro lado,se enfrentaba con él allí mismo. ElEjército Popular se atrincheró en lastres sierras (Pandols, Cavalls yFaltarella) con la resuelta decisiónde resistir al adversario. La historiade la batalla es sencilla de narrarteniendo en cuenta que se trató sólode ese enfrentamiento frontal. Elterreno era rocoso, lo que nofacilitaba ni la defensa ni el ataque yel calor fue sofocante. Para amboscombatientes las condiciones fueronpenosísimas: las tropas del EjércitoPopular debían resistir bajo cubierto

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el bombardeo de preparación deladversario, que cuando avanzabadebía servirse de alcanfor para nooler sus propios cadáveres. Pero,con extremada lentitud, las tropas deFranco, que tenían enormesuperioridad artillera —al menos eldoble y de mejor calidad mientrasque sólo el 14 por 100 de losoficiales del arma servían a laRepública—, y de aviación,comenzaron a recuperar el terreno.En los primeros días de agosto fuesuprimido el entrante adversariojunto a Mequinenza. A mediados del

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mes siguiente otro duro ataque, enque los nacionalistas emplearon 170bocas de fuego, sólo logró un avancede 28 kilómetros.

Esta situación temporal deindecisión en la batalla permitió aNegrín negociar una posiblemediación, en un momento en que seventilaba la crisis de Munich. En esesentido resulta cierto el diagnósticode Listen "la ofensiva republicana enel Ebro mejoró grandemente lasituación política y militar de laRepública". Sólo en la tercerasemana de octubre el Ejército de

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Franco, después de concentrar 500bocas de fuego, asaltó la sierra deCavalls, el centro de la defensaadversaria. En los primeros días denoviembre se produjo la ofensivadefinitiva y a mediados de mes lastropas del Ejército Popular volvierona la otra orilla. Aquella había sido labatalla más sangrienta de la guerra,que pudo causar entre 60.000—70.000 bajas a cada bando y en laque se impuso la superioridad de lossublevados en aviación y artillería(en un sólo día se hicieron casi14.000 disparos). El Ejército de

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Franco había aprendido, además, autilizar de forma coordinada los doselementos de fuego. Todos loscombatientes reconocen que, comodijo Franco, ésta fue "la batalla másfea" de la guerra. En su propio bandoel jefe artillero Martínez Camposescribió que fue "como una cárcel ouna checa" y Vigón añadió queaquella sería "la batalla que menosnos agradecerá España". Ni siquierapor la concentración del adversarioen este punto se entiende la decisiónde Franco de responderle en elmismo sitio. Tampoco se comprende

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la resistencia a ultranza del EjércitoPopular en la bolsa de Gandesa, deno ser por una situación internacionalque parecía justificar la esperanza.

Tras estos tres meses de lucha,en las que había debido soportarhasta siete ofensivas adversarias, elEjército Popular había quedado enuna situación moral que sería yairreversible. Como escribió elgeneral Kindelán, la batalla del Ebro"acabó por decidir la guerra a favorde nuestro ejército sin posibleapelación". La actividad de Rojoconsiguió la reconstrucción de la

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organización militar e incluso elestablecimiento de cuatro líneasdefensivas sucesivas. Al mismotiempo volvió a imaginar laposibilidad de una operaciónofensiva en Extremadura, ahora conla variante de intentar atraer lasreservas del adversario hacia el surgracias a un desembarco en Motril(Granada), idea a la que acabóoponiéndose Miaja. Pero la situaciónhabía cambiado de manera esencialporque la acumulación de derrotashabía quebrado la voluntad deresistencia del Frente Popular

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mientras que durante la ofensiva delEbro se había pensado seriamente enlos medios internacionales, una vezmás, que la guerra podía concluir entablas. No sólo contaba esta derrotasino también el ya citado efectodesmoralizador de los bombardeos.Por si fuera poco la diferencia demedios entre los sublevados y losrepublicanos no había hecho sinoaumentar: durante la batalla deCataluña la superioridad atacantefue, como mínimo, de 10 a 7 enartillería y de 5 a 3 en aviación. Losúltimos aprovisionamientos de

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material ruso llegaron a la fronterafrancesa demasiado tarde como paraque pudieran ser utilizados por elEjército Popular.

Aun así lo sucedido en labatalla de Cataluña demuestra que larazón esencial de la derrota de losrepublicanos radicó mucho más enfactores morales que en otrospropiamente militares. La ofensivade Franco se inició el día anterior aNavidad en dos puntos, al norte,junto a Artesa de Segre, que resistiómejor, y más al sur, cerca de BorjasBlancas, en donde después de quince

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días de feroz combate se abrió unabrecha amplia y profunda que dejóprácticamente liquidado al Ejércitodel Ebro, que no pudo hacer otracosa en lo sucesivo sino retirarse. Lohizo, además, en forma dedesbandada, "una de las muchas quedebimos presenciar", en palabras deRojo. Hubo unidades enteras de tipobrigada que se diluyeron en contactocon el enemigo y se produjeron casosde pánico cuando el adversarioestaba todavía a 50 kilómetros. Enestas condiciones la campaña deCataluña no fue otra cosa que una

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gigantesca explotación del éxito. Enpocos días las tropas de Francohabían conquistado 7.000 kilómetrosprosiguiendo su avance hacia lafrontera francesa. A mediados deenero fue tomada Tarragona.

Hubo todavía algún esfuerzovoluntarista de convertir a Barcelonaen una segunda edición de la defensade Madrid, pero había una diferenciaesencial en el espíritu de los queresistían en una y otra ocasión pues,como luego escribió Rojo, en enerode 1939 ya se notaba "lo esencial, lafalta del apoyo y la de la

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retaguardia". El día 26 de ese mes seprodujo la entrada de las tropas deFranco en Barcelona sin resistenciaalguna. Sólo tres días antes lasautoridades republicanas habíandecidido la proclamación del estadode guerra. En su camino hacia lafrontera buena parte de los dirigentesrepublicanos daban ya por inevitableuna derrota que alimentaría, además,el enfrentamiento entre ellos. Algomás de medio millón de personascruzaron la frontera francesa. Buenaparte de ellas no volvería jamás.

De nada sirvió que el Ejército

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Popular tratara, en esta fase final, detomar la iniciativa en otros sectores."El del sur había sido la cenicientade los frentes", escribió con razón elcomunista Antonio Cordón. Antes, noobstante, lo hicieron sus adversarios.La especial contextura del frente enesa zona geográfica daba pie a que setomaran iniciativas ofensivas.Existían amplias soluciones decontinuidad entre las posicionesdefensivas que, por uno y otro bando,no podían ser consideradas más quecomo líneas de vigilancia. En laprimavera de 1938 Queipo de Llano

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solicitó de Franco tomar la iniciativapara estrangular la bolsa de Mérida,de más de 3.000 kilómetros deterreno quebradizo e irregular, queformaba un pronunciado salientegracias al cual el Ejército Popularpodía imaginar un día llegar a cortarla zona adversaria en dos. Lasoperaciones se llevaron a cabodurante la batalla del Ebro de formaun tanto lenta, lo que prueba lainsuficiencia de recursos de losatacantes. El Ejército Popular, encambio, tomó la ofensiva en elmomento de la campaña de Cataluña,

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atacando en dirección a Pozoblanco.En un principio la ruptura del frentepudo parecer que tendría comoconsecuencia un derrumbamiento,pero el ataque concluyó de maneraparecida a los de Brunete o Belchite.Los atacantes penetraron hasta 40kilómetros pero los bordes de labolsa que produjeron en el frenteadversario permanecieron firmes. Labatalla no fue, por ello, más que unaincidencia que no tuvo otro efectoque distraer una parte de la aviaciónrepublicana en el frente del sur,aumentando por tanto la superioridad

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de Franco en Cataluña. Al mismotiempo las circunstanciasinternacionales se habían vueltodefinitivamente favorables para losque resultarían vencedores de laguerra.

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Alternativas finales dela política exteriorsobre la guerra

En páginas anteriores se ha

abordado la actitud de cada uno delos países europeos y de algunos delos americanos respecto de la GuerraCivil española desde los inicios delconflicto. Este planteamiento generalsirve para explicar las razones de suactitud en el momento inicial pero nopermite conocer los avatares de su

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intervencionismo en los asuntosespañoles, sujetos a vicisitudesdiversas en una coyunturainternacional muy cambiante, nitampoco hacer un balance general delas ayudas recibidas por ambosbeligerantes, como vamos a intentaren el presente epígrafe.

A comienzos de 1937 el Comitéde No—Intervención había yadecidido un plan de control paraEspaña, pero no pasó mucho tiempopara que se demostrara la ineficaciade sus medidas. En el mes de abril,gracias al llamado convenio Fagioli,

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la Italia de Mussolini cedió dossubmarinos modernos a la España deFranco que ésta pretendió que erandos unidades capturadas a susadversarios; además, la flotafranquista se incrementó con cuatrodestructores italianos. Unas y otrasunidades desempeñaron un papelimportante en el bloqueo de la zonacontrolada por la República en elMediterráneo y evitaban a Mussolinitener que emplear sus propiasunidades en la guerra contra losrepublicanos, como había hechohasta el momento. El sarcasmo es

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que esas mismas unidades ya habíanhundido buques republicanos y que laventa a los franquistas se hizo acrédito. De esta manera Italiaviolaba de forma clarísima la no—intervención. En mayo y junio de1937 dos buques alemanes, elDeutschland y el Leipzig, fueronbombardeados por la aviaciónrepublicana, hechos que motivaron,respectivamente, una brutal respuestade Alemania —el bombardeo de lainerme Almería— y la retirada de laflota alemana y la italiana de lasmisiones de control marítimo. Por

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esas mismas fechas el relevo en elgobierno de izquierdas francés porotro más de centro —el radicalChautemps había sustituido alsocialista Blum— tuvo comoconsecuencia que aumentaran lasdificultades para losaprovisionamientos del EjércitoPopular republicano a través de lafrontera francesa.

No hubo que esperar muchopara que tales aprovisionamientos sevieran en grave peligro en elMediterráneo. Desde agosto de 1937submarinos (y en algún caso

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unidades de superficie) italianos seemplearon de nuevo para hundir a losmercantes que transportaban armas yaprovisionamientos destinados a laRepública. Esta ayuda a Franco, sinparangón, ni siquiera mínimoparalelismo, con ninguna de la querecibió la República, llegó a ser tanabrumadora y excesiva que nisiquiera si hubieran actuado a la veztodos sus submarinos hubiera sidoposible hundir tantos buques deladversario. Ni en los Dardanelosparecían estar libres de peligro losbuques rusos que traían armas a la

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República. En total se realizaron unaveintena de ataques y sin duda lacarga destinada a reposar en el fondode los mares había sido pagada acuenta del oro depositado en Moscúpor la República. La magnitud de laintervención italiana hizo que laURSS buscara otra ruta deaprovisionamiento pero tambiénacabó volviéndose en contra dequienes la habían practicado. En elmes de septiembre, bajo presióninglesa, los italianos tuvieron queaceptar una conferencia en lapoblación francesa de Nyon

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destinada a estudiar los casos de"piratería" en el Mediterráneo. Sedecidió en ella que las potenciaspatrullaran por la totalidad de estemar y quedó reducida la zona dondelo harían los italianos a tan sólo elMar Tirreno. El resultado fue que loshundimientos desaparecieron y queChurchill pudo ironizar diciendo quedesde los tiempos de Julio Césarnunca una decisión de Roma habíatenido tanta importancia en un asuntomediterráneo.

Solucionado, al menos en loesencial, este conflicto, se discutió

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en el Comité de No—Intervención lacuestión de la retirada de losextranjeros combatientes en España,que Franco no quería o que, por lomenos, vinculaba de manera radicalcon su reconocimiento comobeligerante. Esto hubiera sido dejaren una situación detestable alrégimen republicano, más aún deaquella en la que ya estaba. Durantela guerra la República perdió elpuesto que hasta entonces habíatenido España como miembrosiempre reelecto del Consejo de laSociedad de Naciones, demostración

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de que era ya un régimenconsiderado poco digno de confianzapor una parte de la sociedadinternacional. Durante la etapa finaldel gobierno Largo Caballero losdirigentes de la España del FrentePopular, principalmente inspiradospor Araquistain, embajador en París,realizaron un intento para superaresta mala imagen. Con una visión delas potencias democráticas ofascistas basada en unos criteriospuramente economicistas se quisocomprar su neutralidad o subenevolencia por el procedimiento

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de sugerir posibles cesionesterritoriales en Marruecos, lo que erauna ingenuidad, entre otros motivosporque Marruecos no tenía muchointerés para nadie y, además, hubierarequerido un acuerdo global por susituación estratégica. Losrepublicanos también intentaronprovocar una sublevación indígenaen el norte de África, lo que hubierasupuesto privar a Franco de parte desus tropas más valiosas.

1938 trajo nuevas incidenciasinternacionales, ninguna de las cualesfue positiva para la República. En

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febrero dimitió como secretario delForeign Office Edén, cuya postura enel seno del partido conservador, muyparecida a la de Churchill, teníaespecialmente en cuenta el factorestratégico y, por lo tanto, el peligrode que Italia sustituyera a losbritánicos en el dominio delMediterráneo. Este cambio fueimportante ya que permitió alpremier Chamberlain llevar hasta susúltimas consecuencias su política de"apaciguamiento", que venía a ser, enúltima instancia, una política decesión ante las potencias fascistas.

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En abril de 1938, británicos eitalianos entablaron contactos quedejaron bien claro que los segundosno iban a cesar en su apoyo a laEspaña de Franco hasta el final delconflicto. Durante este año siguieronproduciéndose intentos de mediaciónque, como siempre, tuvieron comocentro Londres, capital de la únicagran potencia verdaderamenteneutral. Participaron en ellos algunosintelectuales y políticos españoles yextranjeros de significaciónmoderada. Pero, dado lo complicadode la situación internacional,

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tampoco el Foreign Office estaba encondiciones de intervenir de unamanera resuelta para llevarlos acabo. En 1937 Besteiro, enviado porAzaña como representante de laRepública a la ceremonia decoronación de Jorge V, no habíalogrado una intervención mediadoracuando la situación militar estabamás equilibrada en España. En 1938ya Franco parecía poco menos queseguro vencedor.

Sin embargo, en marzo de esteaño, la vuelta al poder de lasizquierdas francesas mejoró la

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situación internacional de laRepública. Como sabemos esposible que la decisión militar deFranco sobre la ofensiva en Levantese debiera al temor a la Francia delFrente Popular. Pero ese gobierno deBlum duró poco y su sustitución porun gabinete Daladier, con el muy"apaciguador" Bonnet en Exteriores,nuevamente perjudicó al régimenrepublicano. La crisis de Munich, enseptiembre de 1938, tuvo undesenlace adverso para la Repúblicaespañola pues constituyó una nuevacesión de las potencias democráticas

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ante Alemania. El hecho de queFranco, con gran irritación deMussolini, se declarara neutral anteun eventual conflicto europeo dio lasensación a Francia de que losnacionalistas suponían para ella unpeligro estratégico inferior al quehabía imaginado. En cuanto a Negrínel desenlace de los acontecimientos(ni guerra ni posición firme de lasdemocracias frente al Eje) había deser necesariamente perjudicial.Munich, además, tuvo el efecto defacilitar el acercamiento deAlemania e Italia. Si existía algún

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resquemor entre ambas comoconsecuencia de la incorporación acomienzos de año de Austria a laprimera —el llamado Anschluss—se desvaneció al haber quedadosatisfecho el magalómano dictadoritaliano por haber ejercido como unaespecie de arbitro europeo. Tambiénfue decisivo Munich para la URSS,pues a partir de este momento llegó ala conclusión de que no podía confiaren absoluto en las potenciasdemocráticas.

El único momento en que losmecanismos de no intervención

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parecieron funcionar, aunque muytardíamente, fue cuando en el otoñode 1938 se produjo la retirada de losvoluntarios internacionales. Laverdad es que en esas fechasdesempeñaban ya un papel de escasaimportancia en las operacionesmilitares de ambos beligerantes. Elcírculo de relaciones de laRepública había ido cerrándose amedida que se multiplicaban susderrotas militares. Hacía ya un añoque los franquistas manteníanrelaciones comerciales con GranBretaña y, a comienzos de 1939, un

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crucero británico participó en larendición de la Menorca republicanaa Franco. Todavía éste pensabadurante las primeras semanas de1939 en la posibilidad de unaintervención francesa en Cataluña,pero no faltaba mucho para que laEspaña de Franco y la Franciarepublicana establecieran relacionesdiplomáticas, como se hizo elconvenio Jordana—Bérard. Enmarzo de 1939 Franco se mostródispuesto a suscribir un nuevotratado con Alemania de caráctercultural y, además, firmó el pacto

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Antikomintern, cuya existencia no sereveló hasta concluido el conflicto ycuyo contenido lo alineaba con el Ejedesde el punto de vista ideológico.Mientras tanto la Unión Soviéticaparecía ya mucho más interesada enlos problemas del Extremo Orienteque en los españoles, y, a fines de1938, los patéticos llamamientos deNegrín no parecían hacerle muchoefecto. En definitiva, la derrotamilitar republicana discurrióparalelamente a la diplomática.

Ahora bien ¿cuánto y cómoayudaron cada una de las potencias

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europeas teóricamente nobeligerantes a cada uno de loscontrincantes españoles? En elpasado se ha solido mantener que laayuda recibida por Franco no sólohabría sido abrumadoramentesuperior sino que, además, por sísola, habría sido la razón explicativadel desenlace del conflicto. En unmomento posterior, sin embargo, seestimó que en los pagos efectuadosexistía una similitud considerable,pero que el monto total de ayudarecibida fue netamente favorable albando franquista. Es probable que el

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debate historiográfico deba tener encuenta tanto el monto de la ayudacomo su empleo, la oportunidad de laenviada en cada momento delconflicto y el beneficio obtenido porquien la proporcionaba. En definitivasi se suma, por un lado, el oro ydemás metales preciosos vendidospor la República y los préstamoslogrados por Franco resultancantidades similares, equivalentes aalgo más de 5.500 millones depesetas de la época, un quinto de larenta nacional. Pero eso no nos daidea exacta de la magnitud de la

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ayuda entregada ni tampoco de lascontrapartidas obtenidas por quienesayudaron a los dos beligerantes.

Para apreciar lo que significó laayuda tanto para el receptor comopara quien la enviaba quizá lo mejorsea referirse por separado a cada unode los países que participaron enella. Para los franquistas la ayuda"más importante, delicada,desinteresada y noble", en palabrasde Serrano Súñer, fue laproporcionada por la Italia fascistaque, a cambio, no recibió casi nadade forma inmediata, a no ser

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promesas de amistad y de influenciapolítica. La ayuda italiana consistióen material y en colaboración conrecursos humanos. Italia entregó aEspaña unos 700 aviones, dos terciosde los cuales eran cazas, entre 100 y200 carros, en su totalidad pequeños,y casi 2.000 cañones, además dealgunos submarinos y otros buques,como destructores. A estas cifras hayque sumar unos 1.500 morteros,3.500 ametralladoras y casi 7.000vehículos varios. El valor de todoeste material ascendía a unos 7.500millones de liras de entonces, una

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cifra que luego, en negociaciones conlos españoles, se vioconsiderablemente reducida y que noterminaría de pagarse hasta fecha tantardía como la de 1967. Italiadispuso de una compañía destinada aconcentrar el comercio con Españapero los intercambios, comparadoscon los de Alemania, fueron escasos,incluso minúsculos. Por si fuerapoco, las unidades militares italianasque acudieron a España a fines de1936 y que actuaron durante la guerracomo unidades de choque, aunquecon resultado muy desigual,

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denominadas Corpo di TruppeVolontarie, llegaron a ver pasar porsus filas unos 73.000 hombres porotros 5.700 en la aviación. La ciframáxima de soldados presentessimultáneamente puede haberrondado los 40.000. En la fase finalde la guerra la oficialidad italianamandaba, en realidad, a gran parte delos combatientes españoles.

La ayuda alemana a Francorevistió características bastantediferentes. También Alemaniaproporcionó un número importantede aviones (alrededor de 500),

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aunque otros cómputos recienteselevan esta cifra hasta más de 800,pero probablemente lo más efectivode su ayuda fue la llamada LegiónCóndor, formada por un centenar ymedio de aviones, que actuabancomo unidad independiente. LaLegión debió tener algo más de 5.000hombres pero en total debieron pasarpor ella casi 20.000, de modo tal quefavoreció el adiestramiento del armaaérea alemana. Alemania tambiénenvió carros, instructores para lasmilicias, equipos artilleros y, engeneral, material militar sofisticado.

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A cambio de esta ayuda, cuyo montopuede haber sido inferior en más deun tercio a la italiana, los alemanesdescubrieron en el transcurso de laguerra que podían obtenercontrapartidas importantes que,además, les iban a servir parapreparar su posible participación enuna guerra mundial. A tal efectocrearon una serie de compañías —HISMA, ROWAK, SOFINDUS—,dirigidas precisamente por losinspiradores de su intervención en laGuerra Civil, cuya misión principalfue apoderarse del capital de las

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compañías mineras españolas.Franco opuso cierta resistenciainicial a la penetración del capitalalemán pero en 1938 acabó cediendoa la presión de los alemanes, queagruparon sus participaciones en unanueva firma llamada MONTANA.Ya en 1937, desplazando a GranBretaña, Alemania había obtenido deEspaña un millón y medio detoneladas de hierro y cerca de unmillón de toneladas de piritas. Enenero de 1939 casi la mitad delcomercio de la España franquista sedirigía a Alemania y si ésta hubiera

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invertido en nuestro país la totalidadde las cantidades que le adeudabahubiera cambiado de formaespectacular el panorama global delas inversiones extranjeras en él. SiFranco supo obtener considerablesventajas de Mussolini, no puededecirse lo mismo de los alemanes.Franco contó también con la ayudade voluntarios portugueses eirlandeses aunque su misión fue pocorelevante en lo que respecta aldesenlace final de la contienda. Losmarroquíes, en cambio, sí tuvieron unpapel destacado pero no se les puede

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considerar extranjeros en los mismostérminos que a los participantes delos países antes citados. La ayudarecibida por el Frente Popular vinoprincipalmente, como sabemos, deFrancia y de la Unión Soviética y fuepagada toda ella con las reservas delBanco de España. Francia pudoentregar unos 300 aviones a laRepública, pero la ayuda exteriorfundamental fue de procedenciasoviética. Los rusos adoptaron en suintervención en el conflicto españoluna actitud parecida a la de losalemanes: enviaron material y no

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personal y exigieron una inmediatacontrapartida económica que, en sucaso, no fue minera sino la de lasreservas metálicas citadas. Elnúmero de rusos presentes en laPenínsula sigue siendo una incógnita,pues mientras que Prieto afirma queno hubo más de 500 a la vez loshistoriadores elevan la cifra hasta7.000 ó 8.000 a lo largo la contienda.Su intervención en las operacionesmilitares testimonia una elevadacapacitación. Futuros mariscales,como Zhukov o Malinowsky,estuvieron en la Península y en

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ocasiones, además, combatientessoviéticos participaron enoperaciones militares, como elcontraataque con blindados enSeseña o los combates aéreos enMadrid. Da la sensación de que lafragmentación del mando y lasdisputas de carácter político en lazona republicana facilitaronconsiderablemente que la influenciade los asesores militares soviéticosfuera grande, bastante mayor que laque pudieran tener alemanes eitalianos en el otro bando. Durante labatalla del norte el propio Prieto,

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ministro de Defensa, no logró que secumplieran sus órdenes relativas alauxilio de la aviación a aquella zona.

Con respecto al material hansido muy controvertidos los datos delo que la URSS entregó a la Españadel Frente Popular. Un cálculoanterior a la utilización de losarchivos soviéticos lo cifraba enunos 800 aviones, casi 500 carros,1.500 cañones, 15.000ametralladoras y un número reducidode torpederos. Existe coincidencia enconsiderar que los carros fueron losde más poderoso blindaje presentes

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en la guerra española. Este hecho nospone en contacto con una cuestión deimportancia que ha sido muydiscutida respecto de la GuerraCivil. Se ha dicho que el material deguerra ruso era deficiente, pero estaafirmación no parece correspondersiempre a la realidad: vale quizápara los fusiles, viejos y deprocedencias muy dispares, pero nopara los carros ni aviones. Decualquier manera los cálculos másrecientes acerca de la ayuda rusa, apartir de las inapelables fuentes delos archivos de aquel país, tienden a

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reducir el volumen de la ayuda. LaRepública, según ellos, habríarecibido tan sólo 627 aviones, 390carros y vehículos blindados, unmillar de piezas de artillería y379.000 fusiles (Howson). Estascifras, siendo importantes, estánlejos de la ayuda recibida por eladversario y revelan, por otro lado,porque el resto delaprovisionamiento en material deguerra de los republicanos debió serplural y de calidad muy floja.

Un último aspecto de lapresencia rusa en España se refiere a

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su influencia política. Todo hacepensar que fue superior a la quetuvieron alemanes e italianos en elotro bando donde, por ejemplo, elembajador Von Faupel fue cesadopor entremetido. Algunos soviéticospresentes en España habían tenidouna considerable importancia en supaís. Este fue el caso, por ejemplo,de Ovseenko, un viejo militantebolchevique que había participado enla revolución de 1917 y que asumióla representación de su país en elconsulado de Barcelona. Pero sipudieron tener mayor influencia

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fueron también más discutidos a lolargo de todo el período bélico(sobre todo en su fase final) como loprueban las memorias de algunospersonajes políticos o militaresimportantes (Prieto o Guarner).Finalmente una parte de lossoviéticos presentes en Españadurante la guerra fueron objeto depurgas cuando volvieron a su país.

Si directamente la URSS noproporcionó un número elevado decombatientes, en cambio organizó enbeneficio del Frente Popular lasBrigadas Internacionales, cuyos

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efectivos totales también han sidomuy discutidos. Las evaluacionesmás recientes (pero todavíaimprecisas) contabilizan entre32.000 y 40.000 hombres en total,pero en el momento álgido losefectivos máximos debieron situarse,en torno al verano de 1937, en unos20.000. No todos los componentes delas Brigadas eran comunistas aunqueeste partido, de acuerdo con loescrito por Dolores Ibárruri, fue el"motor organizativo" de la unidad.Las Brigadas Internacionalesconstituyeron un excelente

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procedimiento para que Stalinsatisfaciera las ansiasrevolucionarias de la Komintern a laque, sin embargo, el dictadorsoviético designaba como lavotchka,es decir, "pandilla de estafadores", y,al mismo tiempo, para que hicieraolvidar la persecución que, enaquellos días, se estaba organizandoen Rusia contra los seguidores deTrotsky y, en general, contracualquier tipo de disidencia, real oimaginaria, política o militar. Así seexplica que en las Brigadas figurarauna buena muestra de la clase

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dirigente del comunismo mundial queluego, en 1945, ejerció el poder en elEste de Europa: un presidente ycuatro futuros ministros de laRepública Democrática Alemana, unfuturo presidente de Hungría, cuatrofuturos ministros polacos... etc. Elpropio Marty, principal organizadorde las Brigadas, fue una figuraimportante del comunismo francés,que acabaría abandonando: habíaconseguido en él un papel relevanteorganizando la protesta de la flota desu país destinada a intervenir en laRusia revolucionaria.

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Todos los testimonios presentana las Brigadas como unidadesregidas por una extremada disciplina—hubo un elevado número deejecuciones por no guardarla—, loque las convirtió en fuerzas dechoque del Ejército republicano, conun elevado porcentaje de bajas. Elideal que las guiaba era elantifascismo y, en muchos casos, eldeseo de llegar a una revoluciónmundial, como se demuestra por losmuchos exiliados procedentes deAlemania e Italia que militaban ensus filas y por las mismas divisas de

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sus banderas ("Hoy en España,mañana en Italia"; "Por vuestralibertad y la nuestra"). Los ex—brigadistas desempeñaron enocasiones un importante papel en lospaíses democráticos durante laSegunda Guerra Mundial pero luegoresultaron víctimas de la GuerraFría.

La descripción de la ayudainternacional a cada uno de los dosbandos en la guerra revela laimportancia que tuvo para ellos. Enúltima instancia, sin ella no habríatenido lugar porque Franco no

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hubiera podido franquear el Estrechode Gibraltar, los sublevadoshubieran perdido Mallorca, nohabrían détenido el flujo de armaspor el Mediterráneo, ni hubierantomado Málaga o tenido lasuperioridad de fuego durante lacampaña del norte. Por su parte,probablemente, el Frente Populartampoco habría sido capaz de ofrecerresistencia a la toma de Madrid, deemprender la ofensiva de Brunete ode atacar cruzando el Ebro. Con losdatos de que hoy disponemos —yque ya es poco probable que algún

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día sean modificados—, es clara ladiferencia en favor de losvencedores. Franco siempre pidiómás ayuda pero nunca se quejó de nohaberla recibido en el volumennecesario; en cambio para Azaña laayuda rusa fue siempre "lenta,problemática e insuficiente".

En parte puede deberse a que elEjército Popular hizo un uso pocoeficaz de ella, pero también a que lacausa de la España republicanatampoco era tan importante para laURSS y a que las potenciasdemocráticas, por sus especiales

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características, su división interna ysu política de "apaciguamiento" noquisieron intervenir en España o lohicieron con titubeos. Al margen desu volumen Franco recibió una ayudamás generosa (porque era apréstamo), más decidida (era pedidapor los propios embajadores de susaliados al mismo tiempo que por él)y más arriesgada (porquecomprometió a unidades militares delos países intervinientes). La URSSde Stalin ni remotamente llevó acabo operaciones similares altorpedeo de los submarinos italianos.

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Puede que la ayuda exterior noexplique por sí sola el resultado dela guerra, pero, comparativamente, elbeneficiario fundamental de laintervención exterior fue Franco. Sucondición de sublevado contra unrégimen comúnmente aceptado por lacomunidad internacional en 1936 lotestimonia de forma muy clara.

En la política internacionalquien salió mejor parado de losucedido en la guerra fue Hitler.Aprovechando plenamente lacircunstancia de crisis europeaconsiguió atraerse a la Italia fascista,

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hizo que Stalin desconfiara delsistema de seguridad internacional y,sobre todo, de la fiabilidad de lospaíses democráticos, atemorizó aéstos con el peligro de unaconflagración general y dejó aAustria y Checoeslovaquia porcompleto inermes. Aunque nuncasería peligroso para sus intereses,Franco no era en absoluto, en 1939,un dirigente en que pudieran confiarmínimamente Francia y Gran Bretañay eso tenía importancia estratégicapara ambas. Otros países obtuvieronmenores beneficios. Rusia padeció,

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al menos, una parte de la derrotaporque después de alzar a loscomunistas españoles a un puesto deprimera importancia en la políticanacional los vio caer a la mismavelocidad. Italia vengó la derrota deGuadalajara pero más bien obtuvopropaganda y gloria ficticia quebeneficios materiales.

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El fin de la guerra

Para muchos de los españoles

afectos al Frente Popular la caída deCataluña simplemente significaba elfinal; el inmediato reconocimiento deFranco por parte de Francia y GranBretaña pareció ratificar estaimpresión. La conciencia de que sehabía llegado a esta situación fuegeneral aunque la reacción de lasautoridades políticas y militaresfuera muy diferente. A veces se hainterpretado este final de la guerra

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como el resultado de unentrecruzamiento de conspiraciones,con mayor o menor intervención delos servicios secretos de Franco,pero sería mucho más acertadojuzgar lo sucedido como un fenómenode desintegración, que afectó a todoslos sectores y protagonistas delFrente Popular, pero que les llevó aactuar de manera sensiblementedistinta.

El primer testimonio de esadesintegración se aprecia en larendición de Menorca, en losprimeros días de febrero de 1939. Ni

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esta isla ni la base naval de Mahónhabían desempeñado ningún papel deimportancia en la guerra. Lainiciativa de la rendición surgió delsimple espectáculo del Estadorepublicano y un barco de guerrabritánico participó en lospreliminares de la negociación.Siendo todo ello muy característicotambién lo es el hecho de que,después de haber lanzado la aviaciónfranquista propaganda pidiendo larendición, se produjera unasublevación en la Ciudadela entre lastropas que hasta el momento se

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habían mantenido fieles a laRepública. Se apuntaba así unatendencia que se generalizaría en elinmediato futuro en forma de carrerapara obtener la benevolencia de losvencedores. Alemanes y,especialmente, italianos seindignaron como consecuencia delacuerdo final de rendición, del quehabían sido completamentemarginados.

Aproximadamente al mismotiempo que esto sucedía las máximasautoridades de la Repúblicaabandonaban el territorio nacional.

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Azaña lo hizo para no volver más y,a fines del mes de febrero, cuandolos británicos consideraban que laguerra había concluido ya con laderrota de la República, presentó sudimisión ante Martínez Barrio,Presidente de las Cortes. Quizá nadiemejor que éste último hayainterpretado los sentimientos deAzaña. Su último intento deenfrentarse a Negrín se habíaproducido en el verano de 1938 ydesde entonces le había invadido undeseo "indomable" de dejar a un ladola guerra y su puesto. Como

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argumento empleó la opinión del Jefede Estado Mayor en el sentido de queya nada podían hacer losrepublicanos. Pero Rojo se apresuróa desmentir que su juicio técnicopudiera justificar cualquier toma depostura como ésa: desde fines de1938 él mismo parece haber estadodispuesto a tomar el poder con otrosmilitares, marginando a los políticos,para de esta manera concluir laguerra. Ni Rojo, ni Azaña, nitampoco Martínez Barrio volvieron ala zona central; este último comunicóa Negrín que sólo estaba dispuesto a

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asumir la Presidencia republicana enel caso de que el Gobierno optarapor liquidar la guerra.

La postura del jefe de Gobiernoresulta más difícil de interpretar. Esposible que no se diera cuenta de supropia impopularidad que hacía quea las lentejas, uno de los pocosalimentos que se encontraban, se lasllamaran "pildoras del doctorNegrín". Esa impopularidad afectabatambién a sus principalescolaboradores, los comunistas, porsu política de resistencia a ultranza yla voluntad que se les atribuía de

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concentrar en sus manos todo elpoder político; Zugazagoitia aseguraque "acaparaban todas lasmaldiciones". Pero es posible que supolítica, aun considerando estaceguera, tuviera coherencia interna.Negrín había dicho que "o todos nossalvamos o todos nos hundimos en laexterminación y el oprobio". Lainterpretación más favorable al jefede Gobierno es la de Cordón: habríavuelto a España como "personadecente que acepta el sacrificio yquiere tranquilizar su conciencia".Parece posible que, sin admitirlo

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públicamente, estuviera dispuesto auna rendición que permitiera elexilio de los principales dirigentesdel Frente Popular o un retrocesolento hacia los puertos levantinos quepermitiera la evacuación de quienescorrieran peligro. Probablemente noera la persona capaz de presidir unaretirada ordenada o una negociaciónpero sus propósitos, si eran esos,tenían lógica y patriotismo. Perocuanto describimos explica que, endefinitiva, los perdedores (luegoexiliados) vivieran una situación deacefalia hasta el final de la Segunda

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Guerra Mundial.De regreso Negrín en la zona

centro a mediados de febreromantuvo una reunión con losprincipales mandos militares en LosLlanos (Albacete). Su tesis fue que"como el enemigo no quiere pactar laúnica solución es resistir" y parecehaber sido aceptada por Miaja,aunque no por el almirante Buiza,jefe de la flota, y menos aún por elcoronel Casado, principalresponsable de la defensa de Madrid.Casado, en sus memorias, admite lainteligencia y la valentía de Negrín

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pero lo califica de "desequilibrado".Además, después de la caída deCataluña, pensaba que prolongar laresistencia era "un crimen de lesahumanidad" y no duda en describir lasituación existente en el bando delFrente Popular como "una dictaduraal servicio de una potenciaextranjera", Rusia. Desde finales de1938 había pensado en sustituir alGobierno y había entablado contactocon la "quinta columna" franquistapara una posterior negociación de larendición. Otros importantes cargosmilitares del Frente Popular,

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conscientes de que el fin de la luchase aproximaba, no tuvieroninconveniente en entregar planos deldespliegue propio al adversario.

En esta situación Negrín parecehaber decidido un cambio en losmandos militares, acontecimientoque, sin llegar a traducirse en lapráctica, produjo inmediatamente ladescomposición del EjércitoPopular. Algunos militares nocomunistas —como Casado oMatallana— iban a ser retirados delmando directo de tropas mientras queparte de los nombrados para

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sustituirlos (como Modesto, Cordón,Galán y Líster) estaban en unporcentaje elevado adscritos alcomunismo. Pero esto no deja detener su lógica ya que se trataba delúnico partido que a estas alturasparecía dispuesto a la resistencia yNegrín, siempre proclive amonopolizar el poder, se daba cuentade que en este momento necesitabaque se le obedeciera fielmente. Noparece que existiera, ni por su parteni por la del PCE, un intento de golpede Estado, porque, de haber sido así,hubiera detenido a sus posibles

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adversarios y los comunistashubieran actuado más unánime ycoordinadamente. No fue así eincluso Dolores Ibárruri y Togliattijuzgaron los nombramientos deNegrín como innecesariamenteprovocadores: incluso este últimollegó a culpar luego al jefe deGobierno de connivencia conCasado, lo que es muestra de ladescomposición política reinante.Cualquier otra decisión de Negrínprobablemente hubiera sido tanpolémica como aquella que tomó.Los mandos de los que se rumoreaba

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iban a ser relevados fueronconvocados por él a una reunión,pero la mayor parte no asistió. Laactuación de los militares comunistasen Madrid, al enfrentarse conCasado, parece haber sidoespontánea y no premeditada.

En la noche del 4 de marzo seempezaron a produciracontecimientos en Cartagena. AllíBuiza había dado tan sólo tres días aNegrín para que se rindiera yabandonara el poder. Laconspiración contra el Gobierno fueiniciada por elementos republicanos,

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pero su divisa ("Por España y lapaz") fue pronto sustituida por gritosa favor de Franco de quienes queríanaprovechar la ocasión para cambiarde bando. Entre los días 5 y 7 lasublevación fue aplastada porunidades que, en teoría, obedecían algobierno de Negrín pero quien lasdirigía descubrió al final que el jefedel ejecutivo ya había abandonadoEspaña y entonces se adhirió alConsejo Nacional de Defensaformado en Madrid por Casado. Laconfusión se tornó entoncesindescriptible. Hubo un momento en

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que las baterías de la costa eranfranquistas, la flota republicana,habiendo tomado el mando de la baseGalán, un comunista. Para acabar decomplicar la situación en cuanto tuvonoticias de lo que sucedía Francodecidió un desembarco en la basenaval enviándose inmediatamente,desde Castellón, tropas en buquesque carecían de protección, en laconfianza de que las baterías decosta eran amigas. Uno de estosbuques, el Castillo de Olite, fuehundido ante la costa y, de estamanera, una sublevación que se había

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liquidado con escaso derramamientode sangre acabó trayendo loscentenares de muertos más absurdosde toda la guerra porque se habíapreferido, contra el criterio delmando naval, la rapidez a laseguridad. No se puede exculpar deello a Franco. Por su parte, la flotarepublicana abandonó Cartagena a laque, después de dudar, no volvería,dirigiéndose al Norte de África.

Pocas horas después de haberseiniciado la sublevación de Cartagenatenía lugar otra en Madrid. Negrínparece haber tratado de evitarla

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negociando con los insurrectos eincluso atribuyendo a puraimpaciencia la decisión de noreconocer su autoridad. En realidadcarecía por completo de ella y comoprueba basta con citar la referenciaque se hizo en el manifiesto de lossublevados, redactado por Besteiro,al "fanatismo catastrofista" del jefede Gobierno, que pronto abandonó elpaís. Al frente del Consejo Nacionalde Defensa que se formó figurabaMiaja, aunque en realidad quien loanimó fue Casado, después de queBesteiro se negara a asumir ningún

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papel por considerar que éste lecorrespondía al Ejército. Lasublevación tuvo un fuerte sentidoanticomunista: Besteiro se refirió aeste partido diciendo que "estamosderrotados nacionalmente porhabernos dejado arrastrar a la líneabolchevique que es la aberraciónpolítica más grande que hanconocido quizá los siglos". Añadió,además, que "los españoles nosestamos asesinando de una maneraestúpida por unos motivos todavíamás estúpidos y criminales"; en suopinión el ciudadano de la República

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no era ni fascista ni bolchevique peromucho menos lo segundo que loprimero. Quizá fuera esto, junto a laposición a favor de la resistenciaadoptada por la organización delPCE en Madrid, lo que explica, a suvez, la sublevación de las unidadesde esta significación en torno a lacapital, lo que produjo durísimoscombates entre los días 6 y 11, en losque participaron 30.000 soldados.Gracias a las unidades del anarquistaMera, que no dudó en calificar de"traidor" al PCE, se restableció lasituación. El propio partido, cuyos

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dirigentes habían sido detenidos endeterminados frentes mientras que enotros permanecían libres, hizo unllamamiento a la paz. Tagüeña, uncomunista bastante ponderado queluego dejó de tener esta significaciónpolítica, afirma en sus memorias quede ningún modo quiso su partido enesos momentos ocupar el podermediante la fuerza.

Con ello ya Casado y Besteiroestaban en condiciones de intentarnegociar el final de la guerra conFranco. Pero su juicio acerca de larealidad política era profundamente

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errado. Casado pensaba quenegociaría mejor quien hubieraliquidado a los comunistas y no dudóen acusar de delitos comunes aNegrín, pero Franco quería acabarno sólo con ellos sino también contodo el Frente Popular. Por su parte,el bienintencionado Besteiro parecehaber tenido una opinión todavía másoptimista, pensando que a él no lepasaría nada y que, además, seríaposible algún día reconstruir la UGT.Lo que uno y otro querían es que sedieran facilidades para la evacuacióny que no hubiera represalias

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indiscriminadas, pero poco podíanhacer para lograrlo. Las dosconversaciones mantenidas con eladversario, los días 23 y 25 demarzo, demostraron que éste noquería otra cosa que la rendiciónincondicional. A partir de la últimafecha se inició la ofensiva de lastropas nacionalistas. Francodemostró en toda esta fase final de laguerra la misma falta de generosidad(pero también idéntica conciencia desu propia fuerza) que lecaracterizaría durante todo surégimen. "Nos hacen la guerra

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porque queremos la paz", decían lostitulares de El Socialista en elmomento en que ya se derrumbabatodo el frente republicano. Fueimposible, en efecto, organizar unaretirada gradual. En Alicante, tras elderumbamiento, las tropas italianasmantuvieron una especie de zonaneutral entre ambos beligerantesespañoles, pero los soldados ymandos del Ejército Popular,carentes de medios para huir,debieron entregarse al adversario(hubo, sin embargo, algunossuicidios). El 1 de abril Franco

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anunció la victoria de sus tropas.Había hecho con sus adversarios loque les había anunciado a susseguidores, es decir, dejarles "que secocieran en su propia salsa". Nadacomo esta frase tan característico deél y del régimen que fundó.

Así concluyó la Guerra Civilespañola. Tras su narración espreciso recordar algo que ya se dijoen un principio: que no erainevitable. La sociedad española noera más conflictiva que otraseuropeas, y el enfrentamiento entreespañoles no estaba revestido de una

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especial crueldad que lo hicieradistinto de los que se daban en otraslatitudes. Lo peculiar de nuestrahistoria contemporánea es que seprodujera una Guerra Civil en unafecha tan tardía. Quizá esto explicasu principal consecuencia, que no fueotra que un gigantesco retroceso nosólo en posibilidades de convivenciasino en muchos otros aspectos de lavida nacional, incluido el desarrolloeconómico.

Pero lo que interesa es referirsea las causas de la victoria de unos yde la derrota de otros, aunque

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propiamente fueron todos losespañoles los derrotados. La primerareflexión es la que se refiere a lascausas militares y sobre el particularhay que recordar que la Guerra Civilespañola fue, como ha escrito Carr,una "guerra de pobres", más cercanaa la Primera que a la Segunda GuerraMundial, en la que los mediosmateriales siempre fueron limitados,sin que ninguno de los dos bandospudiera emprender dos accionesofensivas a la vez por carencia defuerzas de maniobra suficientes. Nopuede extrañar, en consecuencia, que

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un observador extranjero, el generalDuval, llegara a la conclusión deque, en cuanto a técnica militar,resultaba decepcionante para quieneshabían considerado a los carros o ala aviación como armas del futuro.En España rusos y franceses erraronpor completo respecto del papel delos blindados en una guerra moderna:los primeros los emplearon mal y, detodos modos, nadie pudo adivinar supapel en el futuro inmediato pues suutilización fue tan modesta que suefecto resultó imperceptible. Losalemanes pudieron, a lo sumo, intuir

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el papel de los carros, pero, encambio, a pesar de descubrir elpapel psicológico de los bombardeosa la población civil, mantuvieron elpredominio de los bombarderosligeros en vez de los pesados, conlas consecuencias consiguientes parasu propia aviación durante la guerramundial.

Pero nos interesa, sobre todo,hacer alusión a las causas deldesenlace de la guerra española másque a sus consecuencias sobre lamundial. Sobre el particular hay quedecir que el Ejército Popular

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desaprovechó ventajas iniciales,pues con tan sólo haber aprovechadode forma correcta dos escuadrillasde aviones habría hecho imposible elcruce del Estrecho. Por otro lado,aunque aprendió a combatir a ladefensiva, táctica en la que confiódemasiado de acuerdo con las tesisestratégicas francesas de la época,sus ofensivas fueron siempre deescasa eficacia, al menos en lorelativo a la explotación del éxito,principalmente por la modestacalidad de las tropas y, más aún, dela oficialidad. Rojo mismo afirmó

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que el bando perdedor habíaconstruido un Ejército "con elnombre de tal" pero que sólo habíasubido "los primeros peldaños" de lacalidad. El Ejército de Franco tuvosiempre mucha mayor capacidad demaniobra y de ofensiva, pero lasvirtudes de quien lo dirigía fueronmás la tenacidad y la capacidadlogística que la audacia o labrillantez de ejecución. Quizá nohaya que atribuir a un especialmaquiavelismo de Franco laprolongación de la guerra, que fue,más bien, consecuencia de sus

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limitaciones.Si el desenlace de la Guerra

Civil no puede explicarse sólo poresas causas de índole técnico—militar tampoco basta con hacermención a la intervención exterior. Alo largo de las páginas precedenteshabrá quedado claro que la forma derecibir ayuda, más constante, y sobretodo, de pagarla a crédito, favorecióclaramente a Franco. Pero la GuerraCivil española, aun conmocionandola conciencia mundial, no produjouna intervención extranjera semejantea la de otros conflictos históricos,

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como la Revolución Francesa o laGuerra de Independencia; enconsecuencia, aunque contribuya aexplicar el desenlace en unaproporción elevada no fue la únicacausa determinante del mismo. Sobreel particular los estudios másrecientes coinciden en afirmar eldesequilibrio logrado por Franco asu favor, pese a que hace algunosaños se pensaba que el volumen de laayuda a los dos bandos habríaresultado semejante.

Un factor probablemente tanimportante como éste reside en la

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peculiar contextura en cada uno delos bandos de sus propósitos yobjetivos y la manera en que trataronde conseguirlos. La parte de Españaque resultó vencedora dispuso mejorque los derrotados de los mediospara obtener la victoria. Eso noindica que una causa fuera mejor queotra sino que una Guerra Civil, comocualquier conflicto bélico, tiene unasexigencias imprescindibles. Lospropósitos de ambos bandos eranmás negativos que positivos (endefinitiva, los beligerantes estabanmovidos por el antifascismo y el

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anticomunismo), pero esta afirmaciónresulta especialmente cierta en elcaso de los vencedores, que actuaronpor una especie de reflejo defensivoante una revolución que, en realidad,no estalló sino después de susublevación. Casi siempre en todaslas guerras civiles quienes combatenen el seno de uno y otro bandodifieren en aspectos muy importantes.En la española se dio una unidadexcepcional en un bando, a causa delpapel de los dirigentes militares y dela inanidad de las fuerzas políticasque les seguían o la marginación de

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las más decisivas. En el otro, encambio, se produjo una excepcionaltendencia a la dispersión. En teoríael impulso revolucionario hubierapodido animar a la resistencia, peroen la práctica más bien garantizó laderrota, pues provocó falta de unidadpolítica y motivó que el EjércitoPopular no fuera un instrumentoeficaz para el combate.

La revolución española,espontánea, poco planeada y plural,tuvo, pues, unos efectos adversossobre la Guerra Civil, al contrarioque en otras, como China y Rusia, en

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las que guerra y revoluciónestuvieron claramente dirigidas, enespecial, por un solo partido.Algunos protagonistas de este penosoepisodio de la vida nacionalsupieron ver esta realidad. Quienhabía sido principal inspirador delas operaciones militares delEjército Popular, el general Rojo, lodejó escrito. La derrota propia seprodujo porque "fuimos cobardes porinacción política antes de la guerra ydurante ella". Franco, en definitiva,no había vencido, según él, sino por"una superioridad lograda, tanto más

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que por su acción directa, pornuestros errores... [pues]... hemossido nosotros los que le hemos dadola superioridad en todos los órdenes:económico, diplomático, industrial,orgánico, social, financiero,marítimo, aéreo, humano, material,técnico, estratégico y moral. Y se lahemos dado porque no hemos sabidoorganizarnos, administrarnos ysubordinarnos a un fin y a unaautoridad". A fin de cuentas, portanto, la unidad, aunque fuerapuramente negativa, jugó un papelfundamental en el resultado de la

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guerra.Hubo un hombre que a lo largo

del conflicto permaneció en unsegundo plano, dolido y apagado,impotente, y que, probablemente,hubiera podido hacer mucho máspara evitar que se produjera. Sellamaba Manuel Azaña y en esamezcla confusa de fanatismo ylucidez, de barbarie y heroismo quees toda Guerra Civil, él pronunciólas palabras más dignas de serrecordadas. "La obligación —dijo en1938— de los que padecen la guerra[es]... sacar la lección y de la musa

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del escarmiento el mayor bienposible y cuando la antorcha pase aotras manos, a otros hombres, a otrasgeneraciones... si alguna vez sientenque les hierve la sangre iracunda yotra vez el genio español vuelve aenfurecerse con la intolerancia, conel odio y con el apetito dedestrucción, que piensen en losmuertos y escuchen su lección: la deesos hombres que han caídoembravecidos en la batalla luchandomagnánimamente por un idealgrandioso y que ahora, abrigados enla tierra materna, ya no tienen odio,

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ya no tienen rencor y nos envían conlos destellos de su luz, tranquila yremota como la de una estrella, elmensaje de la patria eterna que dicea todos sus hijos: Paz, Piedad yPerdón".

Estas bellas palabras tardaríanen ser escuchadas nada menos quecuatro décadas. Cuando, al fin, lofueron, por sí o por los sentimientosque las animaban, se prestó atencióna razones de carácter máspragmático. Pero, desde este últimopunto de vista, también Azaña supodecir en su día que la victoria en una

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Guerra Civil resulta simplementeimposible: "En una Guerra Civil nose triunfa contra un contrario, aunqueéste sea un delincuente. El exterminiodel adversario es imposible; pormuchos miles de uno y otro lado quese maten, siempre quedarán lossuficientes de las dos tendencias paraque se les plantee el problema de sies posible o no seguir viviendojuntos". Esto es, en definitiva, lo quesucedió a partir de 197 5.

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Sociedad y cultura entiempos de guerra

Concluida la referencia a la

Guerra Civil española en su aspectomilitar, internacional y políticointerno es preciso, sin embargo,referirse a otras vertientes. Lapolarización de la sociedad españolaen dos o tres reductos difíciles deconciliar no es un rasgocaracterístico de la totalidad denuestra Historia, pero sí del período

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bélico y del posterior, porque antesla divergencia no había excluido laconvivencia. El estallido de la guerraabrió una profunda división en lasociedad española destinada aperdurar durante mucho tiempo. Elfactor decisivo fue, en parte, lapertenencia a una clase social, peroprobablemente los factoresestrictamente culturales, deconcepción del hombre y de la vida,influyeron más que ese tipo decaracterizaciones basadas en lapertenencia a un sector social.

Es evidente que la aristocracia

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latifundista estuvo al lado de lasublevación y que en contra tomaronlas armas grupos sindicalesrevolucionarios de pluralsignificación. Sin embargo, no lo esmenos que la Guerra Civil enfrentó ados mitades de España con ampliosapoyos sociales y que, por tanto, nohubo una sola causa popular en laguerra sino dos. Los sublevados noeran tan sólo los miembros de lanobleza terrateniente sino también elcampesino pobre, pero propietario,católico y alfabeto de la mitad nortede la Península. La causa del Frente

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Popular no tuvo como únicosrepresentantes y directivos arevolucionarios que habíanconspirado en otro tiempo contra laRepública, sino a personaspertenecientes a la burguesía, inclusorelativamente acomodada y deideario liberal, como podrían serNegrín y Azaña. Si desde una ópticapolítica la pulverización del centroes uno de los factores que másclaramente explican el estallido de laGuerra Civil, como muy bienescribió Azaña, fue "la discordiainterna de la clase media y, en

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general, de la burguesía, el origen dela misma". Al lado de generales, derequetés o de falangistas hubotambién en el bando vencedorpersonas que en el pasado habíansido liberales, pero que vieron en laexperiencia de los años treinta laprueba —evidentemente, falsa— deque el carácter español era pococonciliable con la práctica de lademocracia. Una de ellas, procedentetambién de esa clase media, eraCambó, quien, en el exilio, se sentía"lejos del espíritu de ferocidad" queenvolvía a la realidad española, pero

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que juzgaba que "ante la anarquía,como mal menor, ha de venir lafuerza".

Puesto que los factoresculturales primaron sobre lossociales bueno será referirse a losprimeros. Los motivos demovilización en guerra de las dosEspañas se definieron no en términossociales sino ideológicos o deconcepción de la vida, más queestrictamente políticos. Si se leen lasproclamas iniciales de los dirigentesde la sublevación la idea exclusivaque en ellas impera es la del

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restablecimiento del orden y laautoridad, aunque la propiasublevación concluyera por hacerlosinviables. De ahí, por un mecanismomental no sólo sublimador sinotambién producto de lascircunstancias y de lospadecimientos sufridos, se pasó a laexaltación religiosa, al ideal decruzada, de manera espontáneapresente en los planteamientos nosólo de los dirigentes sino tambiénen los simples combatientes. No hayuna anécdota más reveladora a esterespecto que la propaganda del plato

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único, impuesto por las condicionesde abastecimiento, como medio de"santificación". Un último pasoconsistió en la exaltación de unpasado donde míticamente se habríadado la identificación entre patria yreligión. El propósito colectivoconsistiría, para los vencedores, entratar de volver a "ser lo que fuimosdespués de la vergüenza de lo quehemos sido", como se afirmó en lostitulares de un diario franquista.

Si resulta relativamente sencillosimplificar en una fórmula como lacitada el motivo movilizador para el

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combate de los sublevados, entre losgubernamentales es, sin duda, muchomás difícil. En algunos de losdiscursos del período bélico deAzaña, o en los trece puntos deNegrín, encontramos los principiosde la ortodoxia democráticarepublicana, pero no puede pensarseque tan sólo ellos fueran los vigentesentre los combatientes del FrentePopular. Para muchos otros eraverdad lo que decía el diarioanarquista madrileño: "Todos losviejos valores... se han hundidoestrepitosamente a partir de la

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insurrección militar". Lo que daba alFrente Popular un aire de abigarradopluralismo es, precisamente, el hechode que quien lo había sustituido noera una sola y única fórmula sinovarias, incluso duramente enfrentadasentre sí.

Nada explica mejor lasdiferencias entre las concepciones dela vida de los dos bandos que lapolítica cultural y educativa quepracticaron durante el períodobélico. Entre los sublevados más queuna política revolucionaria de corteradicalmente fascista se siguió, en

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materias educativas y culturales, otrade carácter clerical yrestauracionista. Las bibliotecasfueron depuradas y de ellas fueronexcluidos no sólo autoresrevolucionarios sino también otroscomo Cambó, Baroja, Tolstoi oBlasco Ibañez. De la dureza de larepresión entre los maestros dancuenta algunas anécdotas: bastabahaber asistido a un homenaje a Gorkio proceder de la Institución Libre deEnseñanza para recibir algún tipo desanción. En la enseñanza primaria nosólo se pretendió el restablecimiento

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de un sentido cristiano sino laintroducción de devociones muyconcretas, como las de caráctermariano. La reforma del Bachilleratode 1938 se basó en la formaciónclásica, la consideración delcatolicismo como "médula" de loespañol y la exaltación de lonacional a través de la Historia.Todo ello, como es lógico, teníamucho que ver con la mentalidad dequienes vencieron en la Guerra Civil.

Al lado de estasmanifestaciones clericales hubotambién una política cultural más

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fascista, en manos de Falange, quetenía la pretensión de incorporar alos vencedores los valores de lacultura española laica. No existió,sin embargo, una política depropaganda a partir de la laborrealizada en defensa del patrimonioartístico o monumental —elarquitecto Muguruza, responsable deesta parcela, admitió que se habíahecho "tan poco ante lo hecho por losrojos"— sino que tan sólo sedifundió en los medios la labordestructora de iglesias y lugares deculto en el otro bando. También se

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creó una gran institución cultural, elInstituto de España, que reunió a latotalidad de las Academias, pruebade que no faltaron a los vencedoresintelectuales de signo conservador.En el Instituto, inspirado y animadopor D'Ors, se entraba tras unestrambótico juramento de índoleclerical nacionalista. Para suPresidencia se pensó, en un primermomento, en Falla, una personalidadcatólica sin significación política,que finalmente rehusó.

En el bando gubernamentalencontramos una pluralidad mucho

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mayor. Existió, en primer lugar, todauna línea derivada de la tradición decorte liberal y republicano queconcedía un papel eminente a lacultura, consideraba que el hombrese salvaba a través de ella yapreciaba de manera especial la decarácter popular. Sobre estatendencia se basó el sentido utilitarioy propagandístico del PCE, que fueel principal responsable de lapolítica educativa y cultural delFrente Popular hasta bien entrado1938. La mejor prueba de estesentido de utilización política de la

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cultura se aprecia en la existencia deun organismo de la Administracióndedicado a la propaganda —ministerio o subsecretaría— derango y protagonismo superior al delos adversarios. La labor de loscomunistas fue a menudo sectaria,pero tuvo un éxito considerable en elexterior y demostró un mayor aprecioy sensibilidad por la problemática decarácter intelectual y cultural. Losllamados "milicianos de la cultura",por ejemplo, ligaron muyestrechamente el proceso dealfabetización con el de

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concienciación o de proselitismopartidista en una labor que fue muycriticada incluso en el seno delFrente Popular. Si, por una parte, unaspecto muy positivo del interés delbando gubernamental por la culturaresidió en la labor de extensióneducativa y cultural lograda a travésde la construcción de un númeroimportante de escuelas (quizá 5.000),la creación de un bachilleratoabreviado para obreros o la labor dedifusión cultura, en todas estas tareasse dio un componente partidista,como se demuestra en la existencia

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de una "cartilla popular antifascista"para enseñar a leer. Actuaciones deeste tipo sólo se han dado enregímenes totalitarios.

Pero el sentido de propaganda através de la mejor cultura del bandodel Frente Popular — y, en especial,de los comunistas— se evidencia,durante los primeros momentos de laguerra, en los varios manifiestossuscritos por intelectuales en apoyodel gobierno del Frente Popular(aunque algunos firmantes acabaronretractándose), así como en laevacuación de intelectuales de

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Madrid y la posterior creación deuna Casa de la Cultura en Valencia.El mismo sentido cabe atribuir alnombramiento de Picasso para regirel Museo del Prado, cargo del que notomó posesión, pero que le involucróen la política interna española comohasta el momento no lo había estado.También el bando gubernamentaltuvo su gran institución culturalsustitutiva de las Academias,denominada Instituto Nacional deCultura, cuya vida, sin embargo, noparece haber sido muy activa. Unatarea que tuvo importante difusión

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propagandística, y que respondíaademás a una clara necesidad, fue lasalvación del patrimonio artístico y,principalmente, de los tesoros delMuseo del Prado. En un principioexistieron una Junta de Incautación yotra del Tesoro Artístico, más omenos autónomas, hasta que estacompetencia fue absorbida por elpropio Estado. La labor de todosestos organismos, en los quecolaboraron importantespersonalidades del mundouniversitario español, contribuyó, almenos parcialmente, a aliviar la

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destrucción del legado histórico yartístico, de enorme importancia enlas circunstancias españolas delperíodo bélico. Finalmente al tratarde la política cultural republicana espreciso hacer mención de la calidadde algunas publicaciones auspiciadaspor el Estado. Si El mono azul fueuna revista intelectual con claravoluntad popular, Hora de España,fundada a fines de 1936 por un grupode jóvenes escritores, pretendíasuperar los "artículos de primeranecesidad, platos fuertes (que) seexpresan en tonos agudos y gestos

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crispados" y, por lo tanto,consideraba que la mejor defensa dela República era la calidadintelectual y la vinculación con unpasado glorioso. El adversario editóVértice, una revista de estéticafascista y de contenido muy inferior.

Señaladas las respectivaspolíticas culturales resulta obviohacer referencia también a laposición de los protagonistas delmundo cultural ante el conflictofratricida. Los intelectualesespañoles habían vivido la difícil ycrítica coyuntura de los años treinta

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con decidida beligerancia, que seincrementó exponencialmente con elestallido de la Guerra Civil. Estapotenció la voz de quienes estaban yacomprometidos con una u otratendencia pero también incorporó aestas filas a quienes pensaron queahora no les quedaba otro remedioque adoptar una posición parecida,bien porque juzgaran imposibles lasmedias tintas o porque sintieron lanecesidad de ir mucho más allá de lalealtad geográfica al bando donde seencontraban al iniciarse la guerra.Otros, sin embargo, optaron por el

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silencio o la marginación. En elfondo, todas estas posturas nodifieren en mucho de las del resto delos españoles y, por tanto, tambiénentre los intelectuales se puedenencontrar posturas de abyección,grotescas, oportunistas, heroicas osimplemente huidizas. El primercalificativo es el que merecen, porejemplo, las páginas de El mono azuldonde se mandaba "a paseo" apersonas e instituciones en el mismomomento en que esta palabra teníaresonancias mucho más siniestras.Bergamín, atacando a los disidentes

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comunistas, o Foxá, definiendo a losintelectuales indecisos, "desertoresde las dos Españas, híbridos comolas muías, infecundos y miserables",no están muy lejos de merecerlos. Logrotesco parece venir mejor a lasolemnidad y la frecuencia con laque Manuel Machado cantó a Franco(o aquella con la que su hermanoalabó a Líster). Mucho máscomprensible es la actitud de Guillenaceptando a Franco como mal menor,la de Pía, hijo desengañado, pero norenegado, del liberalismo o la deJuan Ramón Jiménez,

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inequívocamente republicano, y delque su mujer, Zenobia Camprubí,escribió que "si nos hubiéramosquedado en España se hubiera vueltoloco en tres meses". En definitiva,para los intelectuales españoles,como para el conjunto de losciudadanos, en la guerra existierondos peligros inmediatos en lopersonal, semejantes en gravedad. Elprimero era la depuración, por serconsiderados peligrosos por algunode los sectores en pugna o por losdos, lo que sucedió a personas comoOrtega y Gasset o Sánchez Albornoz.

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El segundo peligro no era menor:consistía en la posibilidad desometer el propio pensamiento ocreatividad a la beligerancia demanera utilitaria.

Sin embargo, la guerra tuvotambién otros aspectos máspositivos. Max Aub escribió muchodespués que la Guerra Civilespañola tenía una importancia parael espíritu de la que carecieron lasdemás y Luis Cernuda explicó lasrazones asegurando que la reflexiónsobre ella "me hizo ver en elconflicto no tanto sus horrores, que

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aún no conocía, como las esperanzasque parecía traer para el futuro". Lacultura de la España en guerra, comotoda ella, estuvo con tanta frecuenciallena de ejemplos de creatividadcomo de insubstancial sumisión no yaa un ideario como a personas quedudosamente la merecían. Aunque,como es lógico, dado el ambiente delos años treinta, el mundo intelectualse decantó de manera mayoritariahacia la causa republicana, no sepuede ni mucho menos decir que todoel mundo intelectual estuviera conella. Merece la pena señalar, de

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cualquier modo, la coincidencia enactitudes de fondo así como en lautilización de medios expresivossemejantes. El teatro de pretensionesheroicas, el verso épico o elcartelismo de combate, por ejemplo,aparecieron en ambos bandos, comotambién las actitudes entusiastas y lasmás escépticas.

Los vencedores tambiéntuvieron sus mártires intelectuales,como Maeztu. Hubo una tentación enellos a considerar que éstos eranculpables del estallido de la guerra,hasta el punto de que Sáinz

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Rodríguez habló de la existencia deun auténtico "temor colectivo" a lainteligencia y Cossío sugirió sustituiraquella denominación por la de"hombres de razón". Dominada pormilitares carentes de preocupacionesintelectuales, la España sublevada nocareció de apoyos de este tipoaunque, entre losantirrevolucionarios, los másvaliosos fueron, quizá, aquellos queabandonaron España, incómodos enlos dos bandos pero secretamenteesperanzados en la victoria deFranco, o quienes estaban dispuestos

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a aceptarla por repudio de lo quesucedía en el bando del FrentePopular. Este fue el caso de algunosde los representantes de la llamadageneración del 98 o de 1914. Baroja,aterrado ante la doble barbarie delos tradicionalistas, que estuvieron apunto de matarle, y de losrevolucionarios, creyó poder confiaren un dictador militar, "domador deesas bestias feroces", y acabóingresando en el Instituto de España.Pérez de Ayala mantuvo una posturapartidaria de Franco, aunque sinhacerla pública. Ortega y Gasset

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criticó las simplificaciones de losvisitantes extranjeros a la España enguerra, pero más tajante aún fueMarañón, quien interpretó lacontienda como resultado delenfrentamiento entre comunismo yanticomunismo y discrepó dequienes, al adoptar una posturarespecto a España, mostraban un"pánico infinito" a no parecerliberales. En realidad todos estosintelectuales profesaron una muydiscreta simpatía por Franco que, alpoco tiempo, quedó en nada, cuandose dieron cuenta de en qué consistía

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o se disiparon sus esperanzasrespecto de lo que podía llegar a ser;los tres últimos escritores citadostuvieron hijos combatiendo con losfranquistas.

En el fondo la discutidaposición de Unamuno ante elconflicto tuvo parecido origen peroen él, como siempre, se tradujo enagónico conflicto y postura públicaprofética y valiente. En un principiose identificó con la causa de lossublevados, a la que vinculó con lacivilización cristiana y occidental.No sólo fue partidario de ellos sino

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un colaboracionista, incluso enexpedientes de depuración. Peropronto supo de sus amigosasesinados en un "estúpido régimende terror". El borrador de un textosuyo sobre El resentimiento trágicode la vida testimonia su sufrimiento ysu lucidez: de quienes resultaronvencedores aseguró que "noslibraron de la salvajería moscovita"pero imploró "que no nos traigan laestupidez católico—tradicionalistaespañola"; comunismo y fascismoeran, para él "las dos formas —cóncava y convexa— de una misma y

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sola enfermedad colectiva". Despuésde su conocida intervención el 12 deoctubre en el Paraninfo de launiversidad de Salamanca, seconvirtió hasta su muerte en undisidente solitario que repudiaba la"mentalidad de cuartel y sacristía"imperante en la España de Franco.

Ninguna de estas posturas fue laoficial de los intelectuales en laEspaña de Franco. Quienesejercieron de tales en ella fueron loshombres de generaciones anteriores,que ya habían iniciado la evoluciónhacia posiciones dictatoriales

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(D'Ors) o que se incorporaron a estaactitud, como Manuel Machado, enuno de cuyos versos de época bélicase dice que Franco "sabe vencer ysabe sonreír". Igualmentecaracterístico es el caso de losjóvenes de la generación de 1927identificados con el nacionalismocatólico o con el falangismorevolucionario. En esta últimaversión resulta de interés especial lar e v i s t a Escorial, empeñada enrescatar para la causa de lossublevados a una parte de latradición liberal, aunque privándola

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de sus contenidos políticos.Novelas como Madrid de corte

a checa (Foxá) o Eugenio o laconsagración de la primavera(García Serrano) describen,respectivamente, el terror ante larepresión o la experiencia de laviolencia armada en las luchasjuveniles. Los poetas afectos aFranco presentaron la guerra comoun radical enfrentamiento entre elBien y el Mal o rememoraron unpasado histórico glorioso. Pemán, ens u Poema de la Bestia y el Ángel,pudo afirmar que "No hay más que

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carne o espíritu / Luzbel o Dios" yManuel Machado advirtió:' Ay delpueblo que olvida su pasado/ y aignorar su prosapia se condena". Allado de los nacionalistas estuvieronalgunos de los pintores españolesmás conocidos de la época comoZuloaga, que retrató a Franco, o JoséMaría Sert, que empleó sudecorativismo monumental en laexaltación de los mártires religiososo de los defensores de El Alcázar. Elprimero fue premiado en la Bienal deVenecia de 1938, organizada por laItalia fascista. Quienes estuvieron al

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lado de la España del Frente Popularcontaron también con figuras degeneraciones anteriores a la de 1927.Fue Antonio Machado el másbeligerante partidario de esta causa,que defendió con decisión y con unaprosa cuyas cualidades morales yestéticas, impregnadas de unaexaltación de los valores humanos ypopulares, trascienden la adscripciónpolítica. Pero también fue el autor deunos versos a Líster —"Si mi plumavaliera tu pistola / de capitán,contento moriría"— y de unaexaltación a la Rusia soviética cuyo

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puño cerrado equivaldría a una"mano abierta y generosa", que seequiparaba nada menos que con "elcristianismo auténtico". Juan RamónJiménez se identificó con la causarepublicana y luego escribiría acercade la "extraña alegría que habíainvadido Madrid en los tiempos delestallido" en el que había vividoacosado por unos milicianos de lacultura de los que dijo "estar, con elmás firme desprecio, a sudisposición" pero la barbarierepresiva, como sabemos, hizo queabandonara España. Sin embargo la

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mayor beligerancia literaria en favorde la causa del Frente Popular seencuentra en las nuevas generacionesliterarias. Mientras que Albertimontaba una Numancia querecordaba la defensa de Madrid y enla que los romanos representaban alos fascistas, Miguel Hernández eraautor de la poesía bellamentecomprometida de El rayo que nocesa. Entre estos jóvenes hubo, porsupuesto, casos de convencido ydevoto compromiso, como el delprotagonista de la novela de ArturoBarea, La forja de un rebelde, pero

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también de entrega a un ideal cuyosmales por el momento no sepercibían: María Teresa Leóndescribió a Stalin como "nuestropadre querido" cuyas manos "blancasy puras", "manos de nievesilenciosa", cantó Bergamín.

En lo que la causa republicanafue indiscutiblemente superior es enlas empresas colectivas montadaspara exaltar su opción. En la yac i ta d a Hora de España —cuyosímbolo era un viejo tocón del quebrotaban nuevas ramitas— se enlazócon la mejor tradición cultural

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española. El Congreso deIntelectuales antifascistas de 1937congregó en Valencia y Madrid a unelenco impresionante deintelectuales, lo mejor de la Europade la época, y dio lugar aintervenciones muy significativas enel fragor del enfrentamiento bélico.Todas las grandes cuestionesrelativas al compromiso político delintelectual se abordaron en él. Pero,vista esta ocasión desde el punto devista histórico, llama la atención lapropensión a olvidar la radicalexperimentación de la vanguardia y,

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sobre todo, a entregarse a causaspoco dignas de alabanza. Mediosiglo después, en una reedición deese Congreso, Octavio Pazrecordaría el momento que resultómás evocador para él, el deldescubrimiento del otro a quien secombatía tras las trincheras (y con elque se podía convivir). El Pabellónde la Feria de París en 1937testimonió la existencia de unavanguardia estética de excepcionalcalidad (no sólo Picasso, sinotambién Miró, Alberto, JulioGonzález o José Luis Sert) que se

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identificaba con la causarepublicana. En adelante el Guernka,que acabaría siendo consideradocomo el cuadro más importante delsiglo XX, se convertiría en la pruebade que era posible hacer compatibleel compromiso político y laexperimentación estética. Quienespromovieron la participaciónespañola o el encargo del cuadro nollegaron a ser verdaderamenteconscientes de que en esta ocasiónEspaña podía lograr, como de hechoobtuvo, un auténtico protagonismo enla cultura mundial, pero así fue.

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Frente al pabellón soviético o elalemán, enfrentados entre sí en esamisma feria, el español representabaen lo estético lo más avanzado yvalioso del momento, sin por elloperder su identificación política. Lapoesía bélica, conservadora en lasformas, resultó, en cambio, muchomás efímera.

En todos los aspectos de la vidacultural y social la guerra española,tanto entre nosotros como en otraslatitudes, supuso novedades. Por vezprimera, por ejemplo, la radio, lafotografía de reportaje o el cine

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documental audiovisualdesempeñaron un papel en lapropaganda y la creación. Al margende los organismos administrativosdedicados a la primera, el conflictodejó, por ejemplo, la obra de RobertCapa en fotografía y en cine algunasproducciones importantes —Sierrade Teruel , de Aub y Malraux oincluso la sonorización de Tierra sinpan de Buñuel—, manifiestosprorrepublicanos de actores muyconocidos, desde Chaplin a Gable oGarbo, y sobre todo, un temarecurrente en el mundo cultural

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universal y español del futuro.Expuesto lo anterior resulta

preciso hacer referencia a otrosaspectos en que el conflicto fue dedecisiva importancia para la Historiauniversal. Nunca hasta entonceshabía existido una guerra en que lapropaganda jugara un papel tandecisivo y tampoco hubo nunca talpresión ambiental para tomar partidoa favor de uno de los contendientes.Es posible que, en términoshistóricos, la Guerra Civil españolano fuera otra cosa que un desgarrónmás de la ficticia paz precedente,

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pero los intelectuales de todo elmundo la vivieron como una ocasióncrucial de la que dependía el destinode la Humanidad. Hugh Thomas haseñalado que nuestra contienda fueuna especie de Vietnam de los añostreinta; como en aquella ocasióndurante los sesenta a laintelectualidad liberal o izquierdistale resultó muy fácil designar quiénrepresentaba el Bien o el Malabsolutos en el conflicto español. Elpoeta británico Stephen Spender vinoa decir lo mismo con palabras algodistintas: como en 1848, se ofrecía al

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mundo un campo de batalla en quequien tenía a su lado la libertad y lajusticia, frecuentemente derrotado,parecía ahora obtener victorias sobreel adversario.

La inmensa mayoría de lasfiguras literarias más conocidas sepronunciaron en contra de Franco: enuna encuesta abierta por una revistabritánica un centenar de escritores sepronunciaron a favor del FrentePopular, mientras que sólo ciño lohicieron a favor de Franco; enEstados Unidos la mayoría todavíafue más aplastante (98 por 100 frente

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a 1,75 por 100 neutrales y 0,25 por100 a favor de Franco). La respuestade Beckett, el conocido autor deteatro del absurdo, no pudo ser mássimple: "¡Viva la República!". Deeste modo la Guerra Civil españolase convirtió en "la última grancausa": años después, en Mirandohacia atrás con ira, de Osborne, unode los personajes de la obra lamentaque "la gente de nuestra generaciónno es ya capaz de morir por unacausa como la de la Guerra Civilespañola". Si nunca tantos escritoresde tantos países distintos escribieron

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desde una óptica política acerca deun acontecimiento histórico fueporque, en un mundo que parecíaretroceder ante el empuje delfascismo, surgía un símbolo deresistencia, "lo único que puedemantener la esperanza" (Einstein).Como es lógico, a partir de estaspremisas fueron muy habituales lassimplificaciones. Day Lewis escribióque se trataba de "una batalla entre laluz y la oscuridad de la cual sólo unciego puede no darse cuenta". Comoera de esperar muy a menudo losintelectuales de todo el mundo no

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hicieron otra cosa que trasladar a unaGuerra Civil de otras latitudes sustensiones espirituales o las quevivían en el seno de sus propiassociedades, pero siempre lo hicieroncon una sensación de .urgencia y denecesidad de que la propia creaciónliteraria sirviera para un propósitocolectivo. Por eso un personaje deHemmingway afirma que "siperdemos esta guerra no habrá yanada que ver, ni hacer, ni intentar" yel poeta Cornford, muerto en losolivares de Lopera, aseguró que "nopodemos escapar de la vida con el

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pensamiento". Kokoschka, el pintorexpresionista, para abordar elconflicto español pintó al castillo dePraga en llamas aludiendo a que enlatitudes tan distantes el mismoconflicto estaba sobre el tapete.

Es casi imposible citar unafigura relevante del mundointelectual europeo y americano delos años treinta que no sepronunciara acerca de la guerraespañola. En Gran Bretaña lohicieron Wells, Auden, Spender,Huxley...; en Francia, Mauriac,Malraux, Bretón, Eluard, Maritain... ;

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en Estados Unidos, Dos Passos,Steinbeck, Dreiser, Hemmingway,... ;en Alemania Einstein, Mann,Brecht... ; en Hispanoamérica,Vallejo, Cortázar, Neruda, Paz... Sinembargo es de especial relevancia elhecho de que algunos de estosintelectuales no sólo adoptaron unaposición en torno a cuanto sucedía enEspaña sino que, además,escribieron obras centradas en susexperiencias propias después dehaber practicado el compromiso entierras españolas. Este es el caso deL'Espoir, de Malraux, desde luego

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no su mejor obra. Quizá lo másfresco y valioso de la obra deHemmingway en relación con laguerra española no sea Por quiéndoblan las campanas, que le dioprestigio y lectores, sino sus crónicasperiodísticas. Este resultó el géneromás adecuado a la experienciabélica, combinado con la reflexióndoctrinal, a pesar de que se dijo queaquella era "una guerra de poetas".Varias de las crónicas de Koestlerhacen referencia a su experiencia enla cárcel de Sevilla donde fuedetenido: en Darkness at noon, años

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después, trasladó sus recuerdos a laficción de un protagonista en unacárcel comunista. Antes, enTestamento español , había escritoque "frecuentemente por la noche,cuando me despierto, siento lanostalgia de la casa de la muerte enSevilla e imagino verdaderamenteque nunca he estado tan libre comoallí". En Hommage to CataloniaOrwell narró su alistamiento en lasmilicias populares diciendo que en elambiente revolucionario de la capitalcatalana ésa era la única opción quele parecía posible. La mezcla entre la

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descripción de su experiencia íntimay su relato alegórico, pleno desentido moral y político, laconvierten en una de sus mejoresobras. Como Orwell y Koestler, peroen un sentido muy distinto, tambiénBernanos sintió la experiencia de laGuerra Civil española como unaconmoción que le llevaría a adoptaractitudes muy distintas a las quehabía tenido en el pasado. En Lesgrands cimetieres sous la lune estecatólico de derechas mostró toda sudesgarro íntimo por la represiónnacionalista en Palma de Mallorca,

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que discurría ante la miradacomplaciente o indiferente de losbienpensantes. La gran paradoja esque este libro —más que una novelao un reportaje, un panfleto— ocultael hecho de que Bernanos mantuvo suposición ideológica y que su hijocolaboró en la represión que élcondenó en su libro. El desgarropersonal en este caso testimonia,como en Orwell o Koestler,autenticidad del compromisorespecto de la Guerra Civilespañola.

Como ya se ha señalado, una

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clara mayoría de los intelectuales entodo el mundo se pronunciaron encontra de Franco. Hubo, sin embargo,excepciones importantes, que serefieren principalmente aintelectuales atraídos por el fascismoo a católicos. Maurras visitó aFranco y también Belloc estuvo enEspaña al final de la Guerra Civil.Ezra Pound, por su parte, pareciómás contrario a los izquierdistasidentificados con el Frente Popularespañol —a los que reprochó buscar"un lujo intelectual para una pandillad e dilettanti de cerebro

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reblandecido"— que próximo aFranco. En Francia Claudel presentóa los mártires españoles como lossucesores de los perseguidos porEnrique VIII, Nerón o Diocleciano;ellos habrían seguido la senda difícilen el momento crucial. En GranBretaña Evelyn Waugh no dudó enafirmar que si fuera español lucharíaa favor de Franco, porque no siendofascista, se identificaría con estaposición si fuera la única alternativarespecto del comunismo mientrasArnold Lunn propiciaba la creaciónde un "frente cristiano unido" contra

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la revolución y la persecuciónreligiosa. Pero en los paísesanglosajones la posición de quienesapoyaron a Franco no sólo resultóminoritaria sino a menudoextravagante, como si quienes ladefendieran pertenecieran a lalunatic fringe.

En la obra de cuantosintelectuales se ocuparon de lo quesucedía en España hubo aciertos yerrores, tanto literarios comohistóricos. Fue frecuente la malainformación o la excesivasimplificación. Abundaron en exceso

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quienes erraron al ver a Franco comotan sólo un conservador o a laRepública como un régimendemocrático. Salvador de Madariagarecordó, a este respecto, el dichoespañol de acuerdo con el cual "unacosa piensa el bayo y otra quien loensilla " y protestó contra los"adolescentes de todas las edades ynaciones que, armados de máquinasde escribir, invadieron España parano ver en ella más que lo que yatraían en sus ojos, ingenuos eignorantes". Sin embargo todo ellono hace otra cosa que ratificar la

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importancia de los acontecimientosespañoles para la concienciauniversal. Los diagnósticos pudieronser errados pero el interés eralegítimo y absorbente y nunca en laépoca contemporánea lo había sido ylo sería ni tan siquiera de modosemejante.

Eso explica que, principalmenteen el caso de los militantes liberaleso de izquierda, algunas de lasreflexiones en torno a la Guerra Civilespañola se sitúan en el centromismo de la gravedad de la reflexiónmoral de nuestro tiempo. Brecht, por

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ejemplo, se planteó la posibilidad yla tentación de la neutralidad en unconflicto de esas características.Malraux, absorto, como siempre, porla pasión, aunque compañero deviaje de los comunistas, evolucionóhacia la democracia aunque para éllo fundamental fue la prioridadconcedida a la victoria (lo queidentificaba con los comunistas).Orwell reflexionó sobre el papel dela mentira propagandística, el peligrodel totalitarismo y la amargurasentida ante una causa revolucionariaderrotada por las circunstancias y

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por la traición de quienes se decíansus defensores; nada de su obraposterior se entiende sin su paso porEspaña. Algo parecido pensabaCamus: gracias a la experiencia de laguerra española —escribió— "loshombres aprendieron que uno puedetener razón y ser vencido, la fuerzapuede imponerse al espíritu y haymomentos en que la valentía no tienerecompensa".

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BIBLIOGRAFÍA Los estudios acerca de la

Guerra Civil española son tanabundantes que es convenientereferirse de forma primordial a lostrabajos más recientes. Estudiobibliográfico: J. GARCÍA DURAN,Fuentes de la Guerra Civil españolay bibliografía, Barcelona, Crítica,1985 y Bibliografías de la Historiade España. La Guerra Civil,CIDOC, Departamento de CienciasHumanas, CSIC, 1996, con un

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estudio de Juan ANDRÉS BLANCO.Estudios recientes de varios autores:Manuel TUÑÓN DE LARA, JulioARÓSTEGUI, Ángel VIÑAS,Gabriel CARDONA, Josep M.B R I C A L L , La Guerra Civilespañola. 50 años después,Barcelona, Labor, 1985 (*); LaGuerra Civil, editada por Historia16 en 24 volúmenes con elasesoramiento de Manuel TUÑÓNDE LARA, Javier TUSELL, JulioARÓSTEGUI, Gabriel CARDONA,Ángel VIÑAS y AlbertBALCELLS(*) y Stanley PAYNE y

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Javier TUSELL, La Guerra Civil,Madrid, Temas de hoy, 1996 (*).Planteamiento metodológicouniversal en: Gabriele RANZATO,Guerre fratricide. Le guerre avile inEtá contemporánea, Torino, BolladBoringheri, 1994. Investigacionesrecientes: Julio ARÓSTEGUI,Historia y memoria de la GuerraCivil, Junta de Castilla y León, 1988y AAVV, Los nuevos historiadores yla Guerra Civil española,Diputación Provincial de Granada,1990. Obras de autores extranjeros:Raymond CARR, The Spanisb

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Tragedy. The Civil War inPerspective, Londres, Weidenfeldand Nicolson, 1977; Paul PRESTON,Revolución y guerra en España,Madrid, Alianza Editorial, 1986;Hugh THOMAS, La Guerra Civilespañola, Madrid, Diario 16, 1986.Autores españoles: GuillermoCABANELLAS, La guerra de losmil días, Buenos Aires, Grijalbo,1973; Ricardo DE LA CIERVA,Historia ilustrada de la GuerraCivil española, Barcelona, Danae,1970 (hay ediciones posteriores);Jesús y Ramón SALAS, Historia

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general de la guerra de España,Madrid, Rialp, 1986. Ensayos sobrela Guerra Civil y sus consecuencias:La guerra de España, 1936—1939,Círculo de Lectores—El País, 1986,editado por Edward MALEFAKIS(*); Ramón TAMAMES y otros, LaGuerra Civil española. Unareflexión moral 50 años después,Barcelona, Planeta, 1986; JavierTUSELL, Los hijos de la sangre,Madrid, Espasa Calpe, 1986.Historia oral: Ronald FRASER,Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.Historia oral de la Guerra Civil

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española, Barcelona, Crítica, 1979 yCésar VIDAL, Recuerdo 1936... Unahistoria oral de la Guerra Civilespañola, Madrid, Anaya—MarioMuchnik, 1996. Vídeo: La GuerraCivil española, Granada TV—TVE,asesorada por FRASER, THOMAS yTUSELL.

Sobre la preparación de lasublevación y su derrota o triunfovéase la siguiente selecciónbibliográfica: A. BRAOJOS, L.ÁLVAREZ, F. ESPINOSA, Sevilla,36: sublevación fascista yrepresión, Sevilla, 1990; Federico

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ESCOFET, De una victoria a unaderrota: 6 de octubre de 1934 —19de julio de 1936, Barcelona, ArgosVergara, 1984; M. GARCÍAVE N E R O , El general Fanjul.Madrid en el alzamiento nacional,Madrid, Ediciones Cid, 1966; JoséMaría IRIBARREN, Mola. Datospara una biografía, Tjaxz.—goza,1938; Antonio LIZARZA, Memoriasde la conspiración. Cómo sepreparó en Navarra la Cruzada,Madrid, DYRSA, 1986; Félix B.MAÍZ, Mola aquel hombre. Diariode la conspiración, 1936, Barcelona,

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Planeta, 1976; Nicolás SALAS,Sevilla fue la clave. República,Alzamiento, Guerra Civil (1931—1939), Sevilla, Castillejo, 1992;Javier UGARTE, La nuevaCovadonga insurgente. Orígenessociales y culturales de lasublevación de 1936 en Navarra yelPaís Vasco , Madrid, BibliotecaNueva, 1998.

Parte de esos libros son, enrealidad, de memorias. Hay yamuchas, de uno y otro bando, aunqueen los últimos tiempos ha disminuidoconsiderablemente el número de las

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publicadas. Atendiendo a laimportancia de los implicados unaselección podría ser la que sigue acontinuación. Bando sublevado: JuanCERVERA, Memorias de guerra,Barcelona, Planeta, 1982; RafaelGARCÍA SERRANO, La granesperanza, Barcelona, Planeta, 1983;José LLORDES, Al dejar el fusil.Memorias de un soldado raso en laguerra de España, Barcelona, Ariel,1968; Manuel VALDÉSLARRAÑAGA, De la Falange alMovimiento, 1936—1952, Madrid,Fundación Nacional Francisco

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Franco, 1994; Eugenio VEGASL ATA P I E , Los caminos deldesengaño, Madrid, Tebas, 1987 yLa frustración de la victoria.Memorias políticas, 1938—1942,Madrid, Actas, 1995; Jorge VIGÍN,Cuadernos de guerra y notas de paz,Oviedo, Instituto de EstudiosAsturianos, 1970. Bando del FrentePopular: Diego ABAD DESANTILLÁN, Memorias, Barcelona,Planeta, 1977; Julio ÁLVAREZ DELVA YO, Les batailles de la liberté,París, Maspero, 1963; SantiagoÁ LVA R E Z, Memorias. Yo fui

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comisario político del EjércitoPopular, A Coruña, Edicios doCastro, 1986; Mariano ANSÓ, Yo fuiministro de Negrín, Barcelona,Planeta, 1976; Manuel AZAÑA,Apuntes de memoria inéditos ycartas, 1936—1940, Valencia,Pretextos, 1990; Pablo deAZCÁRATE, Mi Embajada enLondres durante la Guerra Civil ,Barcelona, Ariel, 1976; AdolfoBUESO, Recuerdos de un cenetista,Barcelona, Ariel, 1978; SegismundoC A S A D O , Así cayó Madrid,Madrid, Guadiana, 1968; Francisco

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CIUTAT, Relatos y reflexiones de laguerra de España" Madrid, Forma,1978; Antonio CORDÓN,Trayectoria. Memorias de unartillero, París, Globe, 1971; JuanGARCÍA OLIVER, El eco de lospasos, Barcelona, Ruedo Ibérico,1978; Vicenc GUARNER,L'aixecament militar a Catalunya ila Guerra Civil, Barcelona, Abadíade Montserrat, 1980; Manuel deIRUJO, Memorias, Buenos Aires,Ekin, 1976; Michail KOLTSOV,Diario della guerra di Spagna,Milán, Schwarz, 1961; Enrique

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LÍ STER, Nuestra guerra, París,Ebro, 1966; Cipriano MERA,Guerra, exilio y cárcel de unanarcosindicalista, París, RuedoIbérico, 1976; Juan MODESTO, Soydel quinto regimiento, París, Ebro,1969; Alberto de ONAINDÍA,Hombre de paz en la guerra, BuenosAires, Ekin, 1973; José PRAT,Memorias, Ediciones de laDiputación Provincial de Albacete,1994; Manuel TAGÜEÑA,Testimonio de dos guerras , Méjico,Oasis, 1974.

Los aspectos estrictamente

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militares de la guerra cuentan ya conaportaciones importantes. Loshistoriadores próximos a lossublevados han hecho lasinvestigaciones más documentadas,aunque susceptibles de críticas.Véanse principalmente: José ManuelMARTÍNEZ BANDE, Monografíasde la guerra española, Madrid,Editorial San Martin, 1968—1985,en donde se aborda en docena ymedia de volúmenes, algunos deellos reeditados, la evolución de lasoperaciones militares, y RamónSALAS LARRAZÁBAL, Historia

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del Ejército Popular de laRepública, Madrid, EditoraNacional, 1973 (*). No existeninguna obra parecida desde laóptica de los vencidos, pero puededesempeñar ese papel el conjunto dela obra de Vicente ROJO, ¡Alerta lospueblos! Estudio político militar delperíodo final de la Guerra Civilespañola, Barcelona, Ariel, 1974(*);España heroica. Diez bocetos de laguerra española, México, Era, 1961,y Así fue la defensa de Madrid,México, 1967. Otros estudios deimportancia son los siguientes:

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Michael ALPERT, La Guerra Civilespañola en el mar, Madrid, SigloXXI, 1984, y El Ejércitorepublicano en la Guerra Civil ,París, Ruedo Ibércio, 1977; SantiagoALVAREZ, Los comisarios políticosen el Ejército Popular de laRepública. Testimonio y reflexión ,A Coruña, Edicios do Castro, 1989;Juan ANDRÉS BLANCO, El quintoregimiento y la política militar delPCE durante la Guerra Civil,Madrid, UNED, 1993; AlfonsoBULLÓN y Luis E. TOGORES, ElAlcázar de Toledo. Final de una

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LARA, Gernika: 50 años después(1937—1938), Nacionalismo.República. Guerra Civil,Universidad del País Vasco; CésarV I D A L , La destrucción deGuernica. Un balance sesenta añosdespués, Madrid, Espasa calpe,1997; Joan VILLARROYAI FONT,Els bombardeigs de Barcelonadurant la Guerra Civil (1936—1939), Barcelona, Biblioteca SerraD'Or, 1981.

La bibliografía acerca de losaspectos religiosos de la GuerraCivil ha aumentado

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considerablemente en los últimostiempos. Una selección podría ser lasiguiente: Alfonso ALVAREZBOLADO, Para ganar la guerra.Para ganar la paz, Madrid,Universidad Pontificia de Comillas,1995 (*); Joan BADA, Guerra Civili Esglesia catalana, Barcelona,Abadía de Montserrat, 1987;William A. CHRISTIAN, Lasvisiones de Ezkioga, Barcelona,Ariel, 1997; Fernando GARCÍA DEGORTÁZAR, "Mateo Múgica, laIglesia y la Guerra Civil en el PaísVasco", en Letras de Deusto, 1986;

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Juan de ITURRALDE, Elcatolicismo y la cruzada de Franco,Vienne, Egi—Indarra, 1955; JuanMaría LABOA, Iglesias eintolerancias: la Guerra Civil,Madrid, Atenas (s. a.); La Iglesiacatólica y la Guerra Civil,cincuenta años después, Madrid,Fundación Friedrich Ebert—InstitutoFe y Secularidad, 1990; AlbertMANENT y Josep RAVENTOS,L'Esglesia clandestina a Catalunyadurant la Guerra Civil (1936—1939), Abadía de Montserrat, 1984;Antonio MARQUINA, La

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diplomacia vaticana y la España deEraneo (1936—1945), Madrid,CSIC, 1983 (*); AntonioM O N T E R O , Historia de lapersecución religiosa en España(1936—1939), Madrid, BAC, 1961;Vicente PALACIO ATARD, Cincohistorias de la República y laGuerra Civil, Madrid, EditoraNacional, 1973; Hilari RAGUER,Divendres depassió. Vida i mort deManuel Carrasco i Eormiguera,Abadía de Montserrat, 1984,"L'Esglesia i la Guerra Civil (1936—1939). Bibliografía recent (1975

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—1985)", en Revista Catalana deTeología, 1986, y La espada y lacruz (La iglesia 1936—193 9).Barcelona, Bruguera, 1977; MaríaLuisa RODRÍGUEZ AISA, Elcardenal Goma y la guerra deEspaña, Madrid, CSIC, 1981;Glicerio SÁNCHEZ RECIO, De lasdos ciudades a la resurrección deEspaña. Magisterio pastoral ypensamiento político de Enrique Píay Deniel, Ámbito—DiputaciónProvincial de Alicante, 1994; J. M.SÁNCHEZ, The Spanish civil waras a religious tragedy, University of

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Notre Dame Press, 1987; PaulVIG N A UX , Manuel de ¡rujo.Ministre de la Republique dans laguerra d'Espagne, París,Beauchesne, 1986.

Desde comienzos de la décadade los ochenta han aparecido lasprimeras monografías acerca de loque significó la Guerra Civil enalgunas provincias. Algunos de estostrabajos se refieren a todos losaspectos de la vida en cada zonamientras que otros sólo hacenreferencia a algunos muy concretos.Aquí se ha preferido agruparlos

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teniendo en cuenta a aquella de lasdos zonas a la que se refieren.Necesariamente, de esta manera encada una de las relacionescorrespondientes a cada bando hay,junto a estas recientes monografíaslocales, estudios de carácter másgeneral y libros que conservan suvalor a pesar de haber sido escritoshace ya mucho tiempo. Sólo sedesglosa en apartados temáticos estabibliografía en el caso de tratarse deaspectos que han sido abordados deuna forma muy insistente por parte delos historiadores en tiempos

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próximos.Resulta ya abundante la

bibliografía relativa al mandogubernamental durante el períodobélico, en especial los trabajosdedicados a la represión. Unaposible selección de los títulos másgenerales sería la siguiente: RafaelABELLA, La vida cotidiana durantela Guerra Civil española: LaEspaña republicana, Barcelona,Planeta, 1986; M. A.ACKELSBERG, Free Women ofSpain. Anarchism and theStruggiefor the Emancipation of

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Women, Indiana University Press,1991; José ARIAS VELASCO, LaHacienda de la Generalitat, 1931—1938, Barcelona, Ariel, 1977; JulioAROSTEGUI y Jesús MARTÍNEZ,La Junta de Defensa de Madrid(noviembre 1936— abril 1937),Madrid, Comunidad de Madrid,1984; B. BOLLOTEN, La GuerraCivil española: revolución ycontrarrevolución, Madrid, Alianzaeditorial, 1989 (*); FranzBORKENAU, The Spanish Cockpit,The University of Michigan Press,1963; Aurora BOSCH SÁNCHEZ,

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Ugetistas y libertarios. Guerra Civily revolución en el País Valenciano,1936—1939, Valencia, InstitutoAlfonso el Magnánimo, 1983; JosepBRICALL, Política económica de laGeneralitat (1936—1939),Barcelona, Edicions 62,1970 y 1979;David CATTELL, Comunism andtheSpanish Civil War , Berkeley,University of California Press, 1955;Albert GIRONA, Guerra i revolucióal País Valencia , Valencia, EliseuCliment, 1986; José Luis de laGRANJA, República y Guerra Civilen Euskadi, Bilbao, Instituo Vasco

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de Opinión Pública, 1990; GrahamK E LS E Y, Anarcosindicalismo yEstado en Aragón, 1930—1938¿orden público o paz pública?,Fundación Salvador Seguí—Gobierno de Aragón, 1994; Fernandode MEER, El Partido NacionalistaVasco ante la guerra de España(1936—1937), Pamplona,Universidad de Navarra, 1992;Antonio NADAL, Guerra Civil enMálaga, Málaga, Arguval, 1984;Francisco OLAYA, El oro deNegrín, Móstoles, Ediciones MadreTierra, 1990; George ORWELL,

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Homenajea Cataluña, Barcelona,Ariel, 1970; Pelai PAGES, LaGuerra Civil espanyola aCatalunya, Els llibres de frontera,1997; José PEIRATS, Losanarquistas en la crisis políticaespañola, Buenos Aires, EditorialAlfa, 1964; Rafael QUIROSA,Almería, 1936—1937. Sublevaciónmilitar y alteraciones en laretaguardia republicana , Almería,Universidad de Almería, 1996;TOGLIATTI, DÍAZ, CARRILLO,Los comunistas y la revoluciónespañola. Una antología de textos

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fundamentales para el conocimientoy comprensión de nuestra historia,Barcelona, Bruguera, 1979; ManuelTUÑÓN DE LARA, RicardoMIRALLES, Bonifacio N. DÍAZCHICO, Juan Negrín. El hombrenecesario, Gobierno Canario, 1996;Joan VILLARROYA I FONT,Revolució i Guerra Civil aBadalona (1936—1939), Badalona,Ajuntament de Badalona, 1985.

Específicamente acerca de larepresión en la retaguardiarepublicana véanse las siguientesmonografías: Javier CERVERA,

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Madrid en guerra. La ciudadclandestina, 1936—1939, Madrid,Alianza, 1998; Francisco_COBO, LaGuerra Civil y larepresión_enla^rwincia_dejaén,1936—1930, Diputación Provincialde Jaén, 1993; CarloTFERNAÑDEZ,Paracuellos deljarama: ¿Carrilloculpable?, Barcelona, EditorialArgos Vergara, 1983; VicentGABARDA, La represión en laretaguardia republicana. PaísValenciano, 1936—1939 , Valencia,Edicions Alfons el Magnanim, 1996;Ian GIBSON, Paracuellos: cómo

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fue, Barcelona, Argos Vergara, 1982;Justicia en guerra. Jornadas sobrela Administración de Justicia en laGuerra Civil española, DirecciónGeneral de Bellas Artes, 1990;R M O R E N O GÓMEZ^LaGuerraCivil en Córdoba, 1936—1939TMadrid, Alpuerto,Í9857GÍicerio SÁNCHEZ RECIO,La República contra los rebeldes ylos desafectos. La represióneconómica durante la Guerra Civil,Universidad de Alicante, 1991 yJusticia y guerra en España: losTribunales Populares (1936—1939),

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Alicante, Instituto de Cultura JuanGil Albert, 1991 (*); Josep SOLÉ ISABATÉ y Joan VILLARROYA IFONT, La repressióa la guerra i laposguerra a la comarca delMaresme (1936—1945), Barcelona,Publicaciones de la Abadía deMontserrat, 1983 y La repressióa laretaguardia de Catalunya (1936—1939), Barcelona, Publicacions del'Abadia de Montserrat, 1989—1990.

Sobre las colectivizaciones:Walter L. BERNECKER,Colectividades y revolución social.

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El anarquismo en la Guerra Civilespañola, 1936—1939, Barcelona,Crítica, 1982(*); JuliánC A S A N O VA , Anarquismo yrevolución en la sociedad ruralaragonesa, 1936—1938, Madrid,Siglo XXI, 1985, y Caspe, 1936—1938. Conflictos políticos ytransformaciones sociales durantela Guerra Civil, Zaragoza, EditorialHeraldo de Aragón, 1984 y El sueñoigualitario. Campesinado ycolectivizaciones en la Españarepublicana, 1936—1939, Zaragoza,Institución Fernando el Católico,

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1988; José Luis GUTIÉRREZM O L I N A , Colectividadeslibertarias en Castilla, Madrid,Campo Abierto, 1977; Frank MINTZ,L'autogestión dans l'Espagnerévolutionnaire, París, Belibaste,1970; Francisco J. PANIAGUA., Lasociedad libertaria. Agrarismo eindustrialización en el anarquismoespañol (1930—1939), Barcelona,Crítica, 1982; Stanley PAYNE, Larevolución española, Barcelona,Ariel, 1970 (*); Albert PÉREZB A R O , Trenta mesos decolectivisme a Catalunya,

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Barcelona, Ariel, 1970; F. QUILIS,Revolución y Guerra Civil. Lascolectividades obreras en laprovincia de Alicante, 1936—1939,Alicante, Instituto Gil—Albert, 1992;José Ángel SÁNCHEZ ASIAÍN, Labanca española en la Guerra Civil,1936—1939, Discurso de ingreso enla Real Academia de la Historia,Madrid, 1992 (*).

No abunda la bibliografíaacerca de la evolución política ysocial de los vencedores, pues lostítulos hasta ahora publicados sondemasiado partidistas o tienen más

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de testimonio personal que de otracosa. Ese estado de la bibliografíapermite un tratamiento conjunto. Enlos últimos tiempos, como en el casodel bando adversario, han abundadolos estudios sobre la represión. Hay,sin embargo, algunos estudiosvaliosos como: Rafael ABELLA, Lavida cotidiana durante la GuerraCivil. La España nacional,Barcelona, Planeta, 1973; JulioARÓSTEGUI, "El carlismo, laconspiración y la insurrecciónantirrepublicana de 1936", en Arbor,1986, y "Los combatientes carlistas

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en la Guerra Civil española, 1936—1939", Madrid, Aportes, XIX, 1991;Antonio BAHAMONDE, Un año conQueipo, Buenos Aires, EdicionesRepublicanas, S.A.; Jaime delBURGO, Conspiración y GuerraCivil, Madrid, Alfaguara, 1970 y "Unepisodio poco conocido de la GuerraCivil española. La Real Academiade requetés y el destierro de FalConde", en Príncipe de Viana, 1992;Vicente DE LAS CADENAS, Actasdel último Consejo Nacional deFalange Española de lasJONS.Salamanca, 18—19—IV—1937, y

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algunas noticias referentes a laJefatura Nacional de Prensa yPropaganda, Madrid, s. e., 1973;Julián CASANOVA,ÁngelaCENARRO, JuliaCIFUENTES, Marfa""Pi]arMALUENjDA._Pj_lar~ SALOMÓN,Elpasadooculto^Fasrísmoj^violencia en_Am^ónJJ936—1939XMadríd, Sigfo XXI, 1992;Julián CHÁVEZ, La represión en laprovincia de Cáceres durante laGuerra Civil (1936—1939),Universidad de Extremadura, 1995;Vicent GABARDA, Els

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afusellaments al País Valencia,1938—1956, Valencia, EdicionsAlfons el Magnanim, 1993;Maximiano GARCÍA VENERO,Historia de la Unificación. Falangey Requeté en 193 7, Madrid, 1970;Ian GIBSON, Queipo de Llano.Sevilla, verano de 1936. Con lascharlas radiofónicas completas,Barcelona, Grijalbo, 1986; MiguelPRIMO DE RIVERA Y URQUIJO,Vapeles postumos de José Antonio ,Barcelona, Plaza y Janes, 1996; H.R. SOUTHWORTH, El mito de laCruzada de Franco, París,

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RuedcTTEérico, 1963, yAntifalange. Estudio crítico deFalange en la guerra española,París, Ruedo Ibérico, 1967. Acercade la represión en esta zona, véaseprincipalmente: José CRESPO yotros , Purga de maestros en laGuerra Civil. La depuración delmagisterio nacional en la provinciade Burgos, Valladolid, Ámbito,1987; Ian GIBSON, La represiónnacionalista de Granada en 1936 yla muerte de García Lona, París,Ruedo Ibérico, 1971; EduardoMOLINA, Los últimos días de

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García Lorca , Barcelona, Plaza yJanes, 1983; Aiberto^REIGjrAPJA,Ideología e historia. Sobre larepresión franquista y la GuerraCivil, Madrid, Akal, 1985y_yiolencia_ y terror, Madrid,Ediciones Akal, 19.90; MaríaCristina RIVERO, La ruptura de lapaz civil. Represión en La Rioja(1936—1939), Instituto de EstudiosRiojanos, 1992; María JesúsSOUTO, La represión franquista enla provincia de Lugo (1936—1940),A Coruña, Edicios do Castro, 1998;Javier TUSELL, Franco en la

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Guerra Civil. Una biografíapolítica, Barcelona, Tusquets,1992(*).

La bibliografía acerca de losaspectos internacionales de la GuerraCivil española es muy abundante, porlo que resulta necesario recurrir auna selección. En la que sigue se hamantenido el criterio de preferir lostrabajos monográficos deinvestigación o aquellos libros quecontienen una información que no hasido superada o que es la másreciente, aunque resulte insuficiente.Por otro lado, se señalan con

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asterisco aquellos libros que resultanindispensables en aquel aspectotemático o relativo a la relación deun país determinado con la GuerraCivil española: Michael ALPERT, ANew International HistoryofSpanish Civil War , Londres,Macmillan, 1994; Juan AVILES,Pasión y farsa: franceses ybritánicos ante la Guerra Civilespañola, Madrid, Eudema, 1994;Bajo la bandera de la Españarepublicana, Moscú, EditorialProgreso (s.a.); Maryse BERTRANDDE MUÑOZ, La guerre avile

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espagnole et la littératurefrancaise, Montreal, Didier, 1972;José María BORRAS, Francia antela Guerra Civil española, Madrid,CIS, 1981; Catherine BREEN, Ladroite frangaise et la guerred'Espagne, Géneve, Médecine etHygiéne, 1973; Tom BUCHANAN,The Spanish Civil War and theBritish Labour Movement,Cambridge University Press, 1991 yBritain andThe Spanish Civil War ,Cambridge University Press, 1997(*); E. H. CARR, The Cominternand the Spanish Civil War , Londres,

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Macmillan, 1984 (*); RobertoC A N TA L UP O , Embajada enEspaña, Barcelona, Caralt, 1951;Marina CASANOVA, La diplomaciaespañola durante la Guerra Civil,Madrid, Ministerio de AsuntosExteriores, 1996; Peter N.CARROLL, The Odissey of theAbraham Lincoln Brigade.Americans in the Spanish Civil War ,Stanford University Press, 1994 (*);Andreu CASTELLS, Las BrigadasInternacionales de la guerra deEspaña, Barcelona, Ariel, 1974;David T. CATTELL, Soviet

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Diplomacy and the Spanish CivilWar, University of California Press,1957; John COVERDALE, Laintervención fascista en la GuerraCivil española, Madrid, AlianzaEditorial, 1979 (*); Iva DELGADO,Portugal e a Guerra Civil deEspanha, Europa— América (s. a.);Jacques DELPIERRE DE BAYAC,Les brigades internationales, París,Fayard, 1968; Jill EDWARDS, TheBritish Government and the SpanishCknlWar, 1936—1939 , Londres,Macmillan, 1979; Mark FALCOFF yFrederick B. PIKE, TheSpanish Civil

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War, 1936—1939. AmericanHemispheric perspectives,University of Nebraska Press, 1982(*); Alien GUTTMANN, AmericanNeutrality and the Spanish CivilWar, Lexington, 1968, y TheWoundin the Heart: America andthe Spanish Civil War , Nueva York,The free Press of Glencoe, 1962;Glenn T. HARPER, GermánEconomic Policy in Spain duringthe Spanish Civil War?, París,Mouton, 1967; GERALD Howson,Arms for Spain: The 1] ntold Storyof the Spanish Civil War , Londres,

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John Murray, 1998; Arthur H.LANDIS , The Abrahan LincolnBrigade, Nueva York, The CitadelPress, 1967; Félix LUENGO, Espíasen la Embajada. Los servicios deinformación secreta republicanosen Francia durante la Guerra Civil,Universidad del País Vasco, 1996;Manfred MERKES, Die deutschePolitik gegenuber dem SpanisbeBurgerkrieg, 1936—1939, Bonn,Rohrscheid, 1961; David W.VlKE,Les franjáis et laguerred'Espagne, París, PUF, 1975;Enrique MORADIELLOS,

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Neutralidad benévola. El gobiernobritánico y la insurrección militarespañola de 1936, Oviedo, Pentalfa,1990 y La perfidia de A/bión. Elgobierno británico y la Guerra Civilespañola, Madrid, Siglo XXI, 1996;Alberto PENA, El gran aliado deFranco. Portugal y la Guerra Civilespañola: Prensa, radio, cine ypropaganda, A Coruña, Edicios doCastro, 1998; T. G. POWELL,México and the Spanish Civil War ,University of New México Press,1981; Raymond PROCTOR, Hitler'sLuftwaffe in the Spanish Civil War ,

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Wetsport Greenwood Press, 1983;Rosaria QUARTARARO, Políticafascista nelle Baleari (1936—1939),Roma, Quaderni della FIAP, 1977;Mónica QUIJADA, Aires derepública, aires de cruzada: laGuerra Civil en Argentina,Hospitalet, Sendal, 1991; JavierRUBIO, Asilos y canjes durante laGuerra Civil española, Barcelona,Planeta, 1979 (*); Jesús SALASL A R R A Z Á B A L , Intervenciónextranjera en la guerra de España,Madrid, Editora Nacional, 1974;Ismael SAZ y Javier TUSELL,

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Fascistas en España, Roma, CSIC,1981; Fernando SCHWARTZ, Lainternacionalización de la GuerraCivil española, Barcelona, Ariel,1971 (nueva edición en Planeta,1999); F. Jay TAYLOR, The UnitedStates and the Spanish Civil War ,Nueva York, Bookman Associates,1956; Philip TOYNBEE, TheDistant Drum. Reflections on theSpanish Civil War , Londres,Sidgwick and Jackson, 1979;Richard P. TRAÍNA, AmericanDiplomacy and the Spanish CivilWar, Indiana University Press, 1968;

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Javier TUSELL y GenovevaGARCÍA QUEIPO DE LLANO, Elcatolicismo mundial y la guerra deEspaña, Madrid, Biblioteca deAutores Cristianos, 1993 (*); CésarV I D A L , Las BrigadasInternacionales, Madrid, EspasaCalpe, 1998; Ángel VIÑAS, El oroespañol en la Guerra Civil, Madrid,Ministerio de Hacienda, 1980 (*); K.W. WATKINS, Britain Divided. TheEffect of the Spanish Civil War onBritish Political Opinión,Edimburgo, Thomás Nelson, 1963.

Finalmente, un aspecto de la

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máxima importancia acerca de laGuerra Civil española es el de suimpacto en los medios intelectuales yartísticos, tanto en España como enel extranjero. Sobre ello, y sobre lapolítica cultural de ambos bandos,puede leerse: Alicia ALTED VIGIL,Política del Nuevo Estado sobre elpatrimonio cultural y la educacióndurante la Guerra Civil española,Madrid, Dirección General de BellasArtes y Archivos, 1984 (*); JoséÁLVAREZ LOPERA, La política debienes culturales del Gobiernorepublicano durante la Guerra Civil

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española, Madrid, Ministerio deCultura, 1982; Manuel AZNARSOLER y Luis Mario SCHNEIDER,El Congreso de Escritoresantifascistas (1937). Ponencias,Documentos y Testimonios ,Barcelona, Laia, 1979; FrederickB E N S O N , Wnters in Arms.TheLiterary Impact of the SpanishCivil War , New York UniversityPress/ London University Press,1967(*); Anthony BLUNT, Picasso'sGuernica, Nueva York, OxfordUniversity Press, 1969; FranciscoCAUDET, Las cenizas del fénix. La

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cultura española en los añostreinta, Madrid, Ediciones de laTorre, 1993; Comunicación, culturay política durante la II República yla Guerra Civil, Diputación Foral deVizcaya—Universidad del PaísVasco, 1990; ValentineCUNNINGHAM, Spanish Front.Wnters on the Civil War , OxfordUniversity Press, 1986; Herschel B.CHIPP y Javier TUSELL, Guernica .History, Transformations,Meanings, University of CaliforniaPress, 1988; Fernando DÍAZ PLAJA,Si mi pluma valiera tu pistola. Los

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escritores españoles en la GuerraCivil, Barcelona, Plaza y Janes,1979; Juan Manuel FERNÁNDEZSORIA, Educación y cultura en laGuerra Civil (España, 1936—1939),Valencia, Ñau, 1984; D. GAGEN yD. GORGE, La Guerra Civilespañola. Arte y violencia,Universidad de Murcia, 1991; AldoGAROSCI, Los intelectuales y laguerra de España, Madrid, Júcar,1981; Marino GÓMEZ SANTOS,Españoles sin fronteras, Barcelona,Planeta, 1983; Luciano GONZÁLEZEGIDO, Agonizar en Salamanca.

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Unamuno (julio— diciembre de1936), Madrid, Alianza Editorial,1986; Román GUBERN, 1936—1939: la guerra de España en lapantalla, Madrid, FilmotecaEspañola, 1986; Juan RamónJIMÉNEZ, Guerraen España (1936—1939), Barcelona, Seix Barral,1985; Antonio MACHADO, Laguerra. Escritos: 1936—1939,Madrid, Emiliano Escolar editor,1983; Fernando MARTÍN MARTÍN,El pabellón españolen la ExposiciónUniversal de París en 1937, Sevilla,Servicio de Publicaciones de la

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