HISTORIA DE ANDALUCÍA (III): LA BÉTICA ROMANA · 1.2. Herramientas de la romanización Los...

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HISTORIA DE ANDALUCÍA (III): LA BÉTICA ROMANA 1. CONQUISTA Y ROMANIZACIÓN La actual Andalucía fue una de las zonas del Imperio Romano, incorporadas al mismo tras un largo período de conquistas, más intensamente romanizada. Toda la costa sur y este de Hispania había estado abierta al contacto con nuevos pueblos desde muchos siglos atrás (griegos, fenicios, cartagineses), creando una cultura favorable a la asimilación de lo extranjero, lo cual hizo rápido, duradero y voluntario el proceso de Romanización. 1.1. Cronología: En el contexto de la II Guerra Púnica y como consecuencia de ella, Andalucía, junto con la costa levantina y el área catalana quedaron englobadas en la primera provincia creada al margen del territorio itálico y las islas adyacentes. En el proceso de conquista y romanización subsiguiente debemos destacar los siguientes hitos cronológicos: 208 a.C.: Fundación de la primera colonia romana en Itálica (Santiponce, Sevilla) 197 a.C.: Revuelta turdetana contra las autoridades romanas. Tras la represión se decide dividir los dominios romanos en dos provincias, quedando la Andalucía romana dentro de la Hispania Ulterior. 146-139 a.C.: Durante las Guerras Lusitanas, el caudillo Viriato somete a la Bética a contínuos saqueos que los romanos no podrán impedir hasta el asesinato del líder lusitano 49-45 a.C.: Guerra civil entre Pompeyo y Julio César. La revuelta de los hijos de Pompeyo en la Ulterior (46 a.C.) obliga a César a regresar a Hispania. En 45, la Batalla de Munda (entre Écija y Osuna) pone fin a la guerra con la victoria de los cesarianos. 44 a.C.: Marco Antonio promulga la Lex Ursonensis y lleva a cabo un proceso de conversión de ciudades indígenas en colonias romanas (Hispalis, Urso, Corduba…) 27 a.C.: Augusto, primer emperador poco después de su victoria en la guerra contra Marco Antonio, reorganiza las provincias y crea la Hispania Ulterior Baetica, como provincia consular. 74 d.C.: Vespasiano concede el derecho latino a los hispanos e inicia una segunda fase de colonización del interior de la Bética (Singilia Barba, Irni, Malaca…). Su hijo Domiciano culminará el proceso con la promulgación de la Lex Irnitana (91 d.C.) 212 d.C.: El emperador Caracalla concede la ciudadanía romana a todos los habitantes no esclavos del Imperio.

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HISTORIA DE ANDALUCÍA (III): LA BÉTICA ROMANA 1. CONQUISTA Y ROMANIZACIÓN

La actual Andalucía fue una de las zonas del Imperio Romano, incorporadas al mismo tras un largo período de conquistas, más intensamente romanizada. Toda la costa sur y este de Hispania había estado abierta al contacto con nuevos pueblos desde muchos siglos atrás (griegos, fenicios, cartagineses), creando una cultura favorable a la asimilación de lo extranjero, lo cual hizo rápido, duradero y voluntario el proceso de Romanización.

1.1. Cronología: En el contexto de la II Guerra Púnica y como consecuencia de ella, Andalucía, junto con la costa levantina y

el área catalana quedaron englobadas en la primera provincia creada al margen del territorio itálico y las islas adyacentes. En el proceso de conquista y romanización subsiguiente debemos destacar los siguientes hitos cronológicos:

208 a.C.: Fundación de la primera colonia romana en Itálica (Santiponce, Sevilla) 197 a.C.: Revuelta turdetana contra las autoridades romanas. Tras la represión se decide dividir los

dominios romanos en dos provincias, quedando la Andalucía romana dentro de la Hispania Ulterior. 146-139 a.C.: Durante las Guerras Lusitanas, el caudillo Viriato somete a la Bética a contínuos saqueos

que los romanos no podrán impedir hasta el asesinato del líder lusitano 49-45 a.C.: Guerra civil entre Pompeyo y Julio César. La revuelta de los hijos de Pompeyo en la Ulterior

(46 a.C.) obliga a César a regresar a Hispania. En 45, la Batalla de Munda (entre Écija y Osuna) pone fin a la guerra con la victoria de los cesarianos.

44 a.C.: Marco Antonio promulga la Lex Ursonensis y lleva a cabo un proceso de conversión de ciudades indígenas en colonias romanas (Hispalis, Urso, Corduba…)

27 a.C.: Augusto, primer emperador poco después de su victoria en la guerra contra Marco Antonio, reorganiza las provincias y crea la Hispania Ulterior Baetica, como provincia consular.

74 d.C.: Vespasiano concede el derecho latino a los hispanos e inicia una segunda fase de colonización del interior de la Bética (Singilia Barba, Irni, Malaca…). Su hijo Domiciano culminará el proceso con la promulgación de la Lex Irnitana (91 d.C.)

212 d.C.: El emperador Caracalla concede la ciudadanía romana a todos los habitantes no esclavos del Imperio.

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1.2. Herramientas de la romanización Los factores que contribuyeron a la rápida e intensa penetración de la cultura romana en Andalucía, así

como los testimonios que nos indican la importancia de esta romanización en la configuración cultural de nuestra Comunidad Autónoma, fueron:

1.2.2. Las vías de comunicación La construcción de las vías romanas, por las que discurrían las legiones, y tras ellas el comercio, facilitó la

creación de campamentos y ciudades que pronto fueron núcleos de explotación agrícola y comercial, así como focos de cultura. Las vías romanas en la Bética y sur de la Tarraconense son conocidas principalmente por un famoso Itinerario (algo así como una guía de viajes, que señalaba las distancias en millas a Roma y los principales albergues en el camino), el Itinerario Antonino.

Eran importantes los ramales de la Vía Augusta (por la costa mediterránea hasta Gades y por el interior por Guadix y Córdoba a Sevilla, y la Vía de la Plata, que partía de Gades e Itálica y se dirigía hacia el norte de Hispania pasando por Emérita.

También era frecuente, y muchas veces más rápido y seguro (y por ello más utilizado en algunas ocasiones, como los intercambios comerciales), el tráfico marítimo y fluvial (el Guadalquivir era navegable hasta más arriba de Sevilla). La zona siempre fue un importante foco del comercio marítimo, debido a la extensión y seguridad de sus costas, con puertos como el de Gades, Malaca, Carteia (cerca de Algeciras) y Sexi (Almuñécar).

1.2.3. La unificación lingüística El territorio de la actual Andalucía adoptó rápidamente y por completo el uso del latín en la vida diaria y

como vehículo de propagación de la cultura, hasta el punto de que, según testimonios de la época, había olvidado sus lenguas maternas. La educación fue bastante cuidada en la región, pues hay testimonios de un nivel cultural bastante alto. En diversa poblaciones importantes (Cádiz, Córdoba, Écija) existieron escuelas públicas que enseñaron la cultura y la literatura latinas, y favorecieron la educación de la población bética indígena. Fruto de este auge cultural, en Andalucía se conocen varias familias hispanas que llegan a intervenir activamente en la vida cultural y política del Imperio. De hecho, una de las familias que dio brillo a la literatura latina fue la de los Séneca, natural de Corduba (Séneca el retórico, Séneca el filósofo, Lucano). En Cádiz es famosa la familia de los Balbos (senadores) y el agrónomo Columela, y de Itálica salen dos emperadores, Trajano y Adriano, que llevaron al Imperio a uno de sus mejores momentos en cuanto a expansión y estabilidad cultural y política (finales s. I d. C.-comienzos s. II d. C.)

1.2.4. La organización administrativa y social En el Imperio Romano, cada provincia se encuentra dividida en conventi, unidades administrativas con fines de administración de justicia, si bien debieron servir también funciones de reclutamiento o recaudación de impuestos. La Bética estuvo dividida en cuatro conventi: Gades, Corduba, Hispalis y Astigi. Cada conventus estaba a su vez dividido en civitates, es decir, porciones de territorio que estaban bajo la jurisdicción de un núcleo de población principal. La creación de coloniae y municipii civium romanorum vel latinarum contribuyeron a la difusión del derecho y las costumbres romanas. De esta manera en las provincias se fue produciendo una estratificación social reflejo de la itálica y romana:

Los soldados y colonos, representantes de las clases sociales bajas romanas, eran fundamentalmente de origen itálico, es decir, con ciudadanía (cives), no romana, sino itálica, sin gozar de plenos derechos de participación en la vida política de la capital. Las clases bajas hispanas convivieron pacíficamente y se mezclan con las clases bajas y medias de procedencia romana o itálica. Muchos hijos de matrimonios mixtos obtenían con facilidad la ciudadanía. Los hombres libres no ciudadanos (peregrini) formaban la mayoría de la población hispana y disfrutaban de derechos civiles, pero no políticos. La clase dominante romana (senatores, eques) adquiere posesiones en la zona, pero la mayor parte de las veces están ausentes de ellas, dejando su explotación en manos de administradores o arrendatarios. Los beneficios sacados de estas explotaciones revierten principalmente en Italia, donde los dueños invierten. Otro modo de intervención en Hispania por parte de estas clases acaudaladas se

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hace por medio de las sociedades de publicanos, que explotan por arrendamiento diversas posesiones y exclusivas del Estado: minas, recaudación de impuestos. Parte de estos beneficios revierten en Italia, y otra parte se invierte en la agricultura hispana. Las clases altas indígenas se asimilan y son absorbidas por las clases altas romanas. Con bastante facilidad se concedió la ciudadanía romana a quienes se hubieran distinguido en acciones en pro de Roma. En cuanto a los esclavos (servi), desde que se pacificó la zona, los esclavos no solían ser de procedencia bética. Trabajaban principalmente en minas, explotaciones agrarias y talleres artesanales.

1.2.5. El proceso de urbanización Andalucía fue una zona intensamente urbanizada, en la que las ciudades preexistentes se integraron

plenamente en la estructura administrativa romana, junto con las de nueva creación, y contribuyeron a la expansión de la cultura romana. Las civitates tuvieron estatutos jurídicos diferentes, según fuera su base organizativa indígena o romana.

Entre las indígenas existieron ciudades federadas (exentas de impuestos y que mantiene su sistema jurídico indígena por haber hecho un pacto con Roma), libres (igual, pero por concesión del Senado, que podía volverse atrás en su concesión) y estipendiarias (que deben pagar impuestos por haber sido sometidas por las armas).

Entre las romanas, es decir, las ciudades jurídicamente privilegiadas, existieron las colonias (fundadas por Roma con ciudadanos romanos o latinos, a los que se entregaban lotes de tierra; se organizaban al modo romano) y los municipios (ciudades indígenas a las que Roma otorgaba el derecho de ciudadanía). En la Bética el número de las ciudades privilegiadas era muy numeroso proporcionalmente al resto de Hipania.

Cada ciudad tenía: un Senado (ordo decurionum), cuyos miembros eran nombrados vitaliciamente y elegidos entre la oligarquía de la ciudad, y debían ser ciudadanos; una Asamblea popular formada por los ciudadanos con derecho de ciudadanía; dos duoviri, encargados del poder ejecutivo (elegidos anualmente, presidían las reuniones del Senado y la Asamblea, y tenían como ayudantes a dos ediles.)

1.2.6. Los recursos naturales La gran riqueza agrícola de la Bética queda demostrada, por ejemplo en el gran número de talleres de

fabricación de ánforas y vajillas que sirvieron como recipientes para la exportación de estos productos (cereal, vino, aceite, etc.). Cascotes de estos recipientes se encuentran por todo el Imperio y en especial en Roma donde su acumulación dio lugar al Monte Testaccio. Fue especialmente rico y explotado el fértil valle del Guadalquivir.

La riqueza minera de Sierra Morena, en todo el norte de Andalucía (provincias de Huelva, Córdoba y Jaén, especialmente) era muy conocida y codiciada por los pueblos que pasaron por la región. La enorme riqueza de la región hizo posible el interés de Roma por mantener su poder y su civilización en la zona, así como la aparición de numerosas familias importantes hispanas, que consiguen la ciudadanía y el ascenso social.

2. LOS ESPACIOS ROMANIZADOS: URBS Y VILLA

La cultura bético-romana ha dado lugar a un extenso catálogo de elementos patrimoniales (yacimientos, piezas escultóricas, epígrafes…), por lo que merece la pena pararnos a analizar cómo se organizaba el espacio donde se desarrolló.

Como ya se ha dicho, el territorio de la Bética se articulaba a partir de civitates o urbes, en cuyo agger

aparecían distintas categorías de núcleos rurales dependientes, siendo el fundus (gran finca agrícola-ganadera) el más importante; dentro de él se podían distinguir los vici (aldeas campesinas de dimensiones variables) y las villae (haciendas de los grandes latifundistas). Pocos restos han quedado de aquéllos, en cambio muchos de urbes y villae, por lo que nos centraremos en ellas.

2.1. La urbs bética

2.1.1. Estructura general: La ciudad romana es heredera directa de la griega, pero tuvo un desarrollo gradual e ininterrumpido

durante todo el Imperio. Inicialmente tenían un desarrollo orgánico, resultado de ir añadiendo casas al núcleo original. La ciudad romana por antonomasia es Roma, la Urbs (o Urbe). Sin embargo, los romanos fundaron multitud de colonias en las tierras que dominaron y ahí apareció otro tipo de urbanismo. Tiene planta en

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damero, además de lo que ya tenían las viejas ciudades romanas: lugares públicos donde se reúne el pueblo para tomar las decisiones políticas y en donde divertirse.

Básicamente, la ciudad romana está compuesta por una serie de módulos iguales, distribuidos ordenadamente y separados por calles. Entre todos forman un conjunto de diseño rectangular que está rodeado por una muralla perimetral (vallum) con torres de vigilancia. Todas las calles son iguales, excepto dos: la que va del norte a al sur (kardo maximus) y la que va del este al oeste (decumanus), que son más anchas y que terminan en las únicas cuatro puertas que tiene la muralla. En el cruce de estas dos calles se ubican el foro (forum) de la ciudad y el mercado (macellum).

2.1.2. Diversidad de espacios:

Viviendas: La casa romana (domus) se fue desarrollando y

complicando con el tiempo. Tenía una puerta de entrada, un atrio (con un impluvium y un

compluvium) alrededor del cual se desarrollaban las estancias. A un lado del vestíbulo de entrada se encontraba la estancia donde se rendía culto a los dioses (lararium) y al otro lado había otra habitación donde se encontraban las máscaras y, a veces, las urnas de los que habían muerto. En algunos casos estas habitaciones se colocaban en las alas y eran más pequeñas y en su lugar se colocaban tiendas (tabernae) que comunicaban con la calle. Al fondo del atrio aparecía el tablinum, la habitación donde los señores de la casa recibían las visitas, tras la cual estaba el jardín o huerto, llamado peristylum, ya que era un espacio amplio, abierto y con una columnata para pasear. Al fondo de este peristilo estaba el triclinium, el comedor. Estaban decoradas con pintura y mármoles.

Otro tipo de vivienda era la insula. El término se usó para denominar a cada una casa de pisos, más humildes que las anteriores y de alquiler. Tenían un patio interior y al exterior tenían ventanas y balcones. En la parte baja habría tiendas.

Por último, las grandes familias disponían de palatia, villas urbanas que partían del concepto estructural de la domus pero eran más grandes y complicadas y no presentaban regularidad en planta.

El foro y los edificios públicos: El foro (forum) deriva del ágora griega y era una gran plaza porticada en el cruce de las dos calles

principales y a su alrededor se disponían los edificios públicos más importantes. Entre ellos estaban los templos (templa), muy parecidos a los griegos, aunque levantados sobre un pedestal. Tenían planta rectangular y estaban rodeados por una hilera de columnas.

Las basílicas (basilicae) eran un tipo de edificio de nueva creación. No se sabe claramente cuál era su origen estructural. Servía para administrar justicia y para realizar transacciones comerciales.

Las termas (thermae, balnea) o baños públicos fueron edificios de gran originalidad en el mundo romano Eran lugares de reunión con un cierto carácter social y de recreo, más allá del uso balneario específico. Las termas estaban estructuradas en cuatro zonas: apodyterium (lugar de recepción, donde estaban los vestuarios), frigidarium, trepidarium y caldarium. También había gimnasio (palaestra), zonas de masajes, bibliotecas y espacios abiertos de paseo. Las Termas Romanas influirán enormemente en culturas posteriores, especialmente en el Islam. Para calentar el agua se usaba un sistema de calefacción subterránea llamado hipocausto. Las termas estaban lujosamente ornamentadas. Aunque fueron creadas principalmente para los hombres, existieron termas masculinas y femeninas, e incluso para ambos.

Lugares de diversión: El teatro (theatrum) deriva directamente del griego, aunque existen algunas diferencias. Está formado por

el coro, la orquesta, el proscenio y las gradas. Al tratarse de un edificio de fábrica, también tenía importancia estética el exterior. Los teatros romanos presentan una serie de pisos, en lo que juegan un papel importante el arco y la columna, ya que en los vanos intermedios se colocaban estatuas. En el interior había una serie de

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pasillos con puertas de acceso. Toda esta estructura interior estaba abovedada. Al teatro romano no se accedía por los laterales como ocurría en los teatros griegos sino por unas puertas llamadas vomitoria

El anfiteatro (amphitheatrum) romano es similar al teatro: tiene una gran fachada con pisos, columnatas, arcos y en ellos estatuas. Es ligeramente elíptico y aparenta ser el resultado de la unión de dos teatros. Se dividía en arena, cavea o grada y una estructura subterránea bajo la arena. El anfiteatro romano estaba destinado al combate de los gladiadores. En la zona subterránea esperaban los gladiadores y también se guardaban los animales.

El circo (circus) es el lugar destinado a carreras, pero en algunas ocasiones también se realizaron conmemoraciones de acontecimientos del Imperio. Es un edificio alargado con remates semicirculares. En la arena había una espina, una división en sentido longitudinal que marcaba la línea donde tenían que dar la vuelta los caballos. En esta espina se solían colocar columnas, estatuas, etc.

Principales áreas arqueológicas: En la actualidad existen en Andalucía varios conjuntos arqueológicos que muestran diferentes aspectos de

las urbes romanas antiguas. Destacaremos los siguientes: o Sevilla: Antiquarium de la Encarnación, con restos de viviendas, tiendas y talleres. Columnas de la

fachada de un templo (calle Mármoles). Tramos del antiguo acueducto (Caños de Carmona) o Carmona (Sevilla): Antigua puerta púnico-romana (Alcázar de la Puerta de Sevilla) y su

impresionante necrópolis, situada junto al emplazamiento del antiguo circo o Itálica (Santiponce, Sevilla): Importantes restos de domus de la Nova Urbs con mosaicos, calles

enlosadas y, por supuesto, su famoso anfiteatro. A cierta distancia, el teatro o Munigua (Villanueva del Río y Minas, Sevilla): Ciudad-santuario con un importante templo o Osuna (Sevilla): Necrópolis rupestre de inhumación de época tardía. Teatro y cisterna o Cádiz: Teatro en el casco antiguo de la ciudad o Baelo Claudia (Playa de Bolonia, Tarifa, Cádiz): un completísimo conjunto con restos de templos,

mercados, talleres de salazones, teatro… o Córdoba: Destaca su puente viejo y restos de templos del foro o Málaga: Teatro al pie de la Alcazaba o Acinipo (Ronda la Vieja, Ronda, Málaga): Importante conjunto donde destaca su teatro

2.2. Las villae

2.2.1. Esquema general: Sus orígenes se remontan a las villas griegas del siglo V a. C. y aparecen en la zona del Lacio un siglo más

tarde. Estas propiedades podían consistir en pequeñas haciendas dependientes de trabajo familiar o por el contrario en grandes propiedades, con trabajadores esclavos, o siervos. En los siglos II y I a. C. se produce un crecimiento económico y la paulatina desaparición de los pequeños agricultores paralela a un significativo aumento de los latifundios. Esto repercute positivamente en las villae, cuya parte residencial pasa a ser cada vez más sofisticada y elegante constituyéndose en magníficas domus. Construidas frecuentemente en torno a un jardín, comenzaban a ser edificadas como casas de campo para los ricos, siendo cultivadas por arrendatarios y supervisadas por un administrador (vilicus). La mayoría de estas villas son abandonadas a finales del siglo II d. C. y las que perduran son transformadas de forma radical. Las causas son, fundamentalmente, un reestructuramiento de la producción motivado por la concentración de tierras y la competencia con la producción africana. A partir del siglo IV muchas se transforman en lugares de culto y algunas compaginan ambas funciones, constituyéndose en un factor importante de la cristianización del mundo rural. En en valle del Guadalquivir perduran algunas villas hasta el siglo VII transformadas en iglesias cristianas. Las invasiones bárbaras unidas a un cambio en la cultura y en la propiedad acaban con las últimas villas.

2.2.2. Principales ejemplos en Andalucía: Málaga:

o Villa de Benalmádena o Villa de la Estación (Antequera) o Villa de la Torre de Benagalbón (Rincón de la Victoria) o Villa de Río Verde (Marbella) o Villa del Faro (Torrox)

Córdoba:

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o Villa de Santa Rosa o Villa de El Ruedo (Almedinilla) o Villa de Mitra (Cabra) o Villa de Fuente Álamo (Puente Genil)

Sevilla: Conjunto Termal (Herrera) Huelva: Villa de la Almagra Jaén: Villa de Bruñel (Quesada) Granada: Villa de Salar (Salar) 3. La Bética en el tránsito a la Edad Media 3.1. La Bética en el Bajo Imperio Tras la caída de los Severos se inicia la llamada “Anarquía Militar” (235-285), durante la cual numerosos

pretendientes se disputan la púrpura imperial. Es una época de inestabilidad que algunos pueblos bárbaros aprovechan para realizar incursiones, como las de los francos y alamanes desde el Rhin y las de los mauri feroces desde el norte de África, que afectaron a algunas ciudades de la Bética que entraron en decadencia hasta desaparecer siglos después (Italica, Munigua, Baelo…)

Con Diocleciano (285-305) se reforma el poder imperial y se introduce un nuevo sistema político, además de reformas administrativas y militares y persecuciones religiosas (martirio de Santas Justa y Rufina en Sevilla). Tres dinastías se suceden en el trono de Occidente a partir de su abdicación: Constantiniana (305-363): En esta época

es de destacar la celebración del Concilio de Elvira, muestra de la expansión del Cristianismo en la región. Es una época de estabilidad y recuperación económica.

Valentiniana (363-389): En 386, Magno Máximo, un general de origen hispano, usurpa el trono y vence a Graciano, pero en 388 es derrotado por el también hispano Teodosio.

Teodosiana (389-476): Tras declararse el Cristianismo como religión oficial del Imperio, el Imperio se divide definitivamente. En 411 una coalición de pueblos bárbaros (suevos, vándalos, alanos) invade la Península y pone fin al dominio romano sobre la Bética 3.2. La Bética en época visigoda La Bética fue romana hasta que en el 411, en el contexto de las Primeras Invasiones bárbaras, en virtud de

un foedus pactado con el Imperio romano de Occidente, los suevos, vándalos y alanos se establecieron en la península Ibérica. Los vándalos silingos (dirigidos por Fridibaldo), más poderosos que sus hermanos asdingos, recibieron la fértil provincia de la Bética, donde permanecieron poco tiempo antes de pasar al Magreb. No es posible especificar en qué zonas de Andalucía se asentaron, debido a su corta permanencia y a la falta de hallazgos arqueológicos.

Con la irrupción de los visigodos en el escenario político de la península Ibérica el 418, los vándalos fueron expulsados. La fuerte romanización y la fortaleza de una oligarquía territorial de la provincia, capaz de tener auténticos ejércitos propios, hizo de la Bética un territorio difícil de conquistar. Fue el último territorio controlado de facto por los visigodos, y el que mayor inestabilidad política presentaba. Muestra de ello es que en el año 521 el pontífice nombró vicario de la Lusitania y la Bética al obispo metropolitano de Sevilla (Salustio), dando a entender que la jurisdicción eclesiástica de Tarragona no controlaba los territorios del sur peninsular.

A partir del año 531 el rey visigodo Teudis llevó a cabo una rápida expansión hacia el sur, llegando a instalar su corte en Sevilla, para tener un mejor control de sus operaciones en el sur peninsular. Incluso llegó a dirigir una ofensiva, fracasada, contra el poder bizantino establecido en Settem (Ceuta). Finalmente la Bética quedó definitivamente integrada en el reino visigodo de Toledo, si bien cuando los intereses de la oligarquía terrateniente hispano-romana peligraban, se producían rebeliones, como las de Atanagildo y Hermenegildo.

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La rebelión de Atanagildo, con apoyo de la oligarquía de la Bética, supuso la entrada en acción del poder bizantino, en expansión bajo Justiniano I. Una parte importante de la Bética y la Cartaginense, dada su importancia para el comercio en el Mediterráneo, fue conquistada e incorporada por dicho emperador bajo el nombre de Provincia de Spania, que estableció su capital en la mediterránea Malaca. Para ello Justiniano debió contar con el apoyo fundamental de la población y élite vernácula, fuertemente romanizada, que estaba en contra de los visigodos y deseaba la vuelta al orden romano y católico. Sin embargo, la presencia bizantina en la Bética fue fugaz, ya que el reino visigodo de Toledo siempre quiso recuperar el litoral perdido. Las campañas, primero de Leovigildo y luego de Suintila, hicieron que se creara un poder unificado en la península Ibérica.

Entre el 580 y el 584 tuvo lugar en la Bética una rebelión contra el rey Leovigildo en Sevilla. El trasfondo de la misma -y su posterior justificación-, fue la conversión de Hermenegildo al catolicismo por influencia de su esposa, la princesa franca Ingundis, y de Leandro, obispo de Sevilla, abandonando así su fe cristiana arriana que era la que profesaban los visigodos. Esta guerra civil entre godos acabó con la victoria del rey Leovigildo y el apresamiento y posterior asesinato del rebelde Hermenegildo. Los obispos católicos de la Bética, sólidamente apoyados por la población local, consiguieron convertir al rey visigodo arriano Recaredo y sus nobles. Durante el periodo visigodo, en lo religioso y cultural San Leandro y San Isidoro fueron personalidades fundamentales, que desempeñaron su labor principalmente en Sevilla.

A partir de este momento, la Bética quedó plenamente integrada en el Reino de Toledo hasta su final en 711, fecha en que tiene lugar la batalla de Guadalete, punto inicial de la historia de Al-Ándalus.