Histografia e Historias del Guarico.

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UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL SIMÓN RODRÍGUEZ Historiografía e Historias del Historiografía e Historias (Compilación de Ensayos de Historia Regional y Local) Felipe Hernández G. 2007 del

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UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTALSIMÓN RODRÍGUEZ

Historiografía e Historiasdel

Historiografía e Historias

(Compilación de Ensayos de Historia Regional y Local)

Felipe Hernández G.

2007

del

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UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTALSIMÓN RODRÍGUEZ

Historiografía e Historiasdel

Historiografía e Historias

(Compilación de Ensayos de Historia Regional y Local)

Felipe Hernández G.

2007

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Índice

Dedicatoria .................................................... 09

Presentación .................................................... 10

Prólogo .................................................... 13

Introducción .................................................... 17

Capítulo ITendencias Historiográficaspresentes en la Región Guárico .................................................... 19

Capítulo IILa Microhistoria comoTransferencia de Saberes .................................................... 39

Capítulo IIIEl Llano y Los Llaneros .................................................... 45

Capítulo IVDécimas a Valle de la Pascua,Ernesto Luís Rodríguez, 1957 .................................................... 53

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Capítulo V Andanzas de Fray Tomás de Ponscon los Negros de la Rebeliónde Andresote por los Llanosdel Guárico, 1731-1733 .................................................... 57

Capítulo VIParmana, aportes Históricos .................................................... 67

Capítulo VIINotas Históricas de los Sitiosde San Miguel de La Peñay Santa Feliciana .................................................... 99

Capítulo VIIICrónicas Históricasde la Parroquia San JuanBautista de Espino .................................................... 109

Capítulo IX Reseña Históricade la Universidad NacionalExperimental Simón Rodríguez,Núcleo Valle de la Pascua .................................................... 137

Capítulo XReseña Histórica del SectorGuamachal de Valle de la Pascua,Municipio Leonardo Infantedel Estado Guárico .................................................... 159

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Capítulo XIAspectos Geohistóricosde la Población de San Rafaelde Laya .................................................... 171

Capítulo XIILa Sublevación de la India Maríade los Ángeles en la Misión deNuestra Señora de los Ángeles,Calabozo, 1784 – 1785 .................................................... 179

Capítulo XIIIAportes Históricos sobrela Fundación de la Poblacióndel Santo Cristo de la Humildady Paciencia de Camaguán .................................................... 187

Capítulo XIVLas Mercedes del Llano(1868 - 1930). En una Crónicadel Dr. Julio De Armas .................................................... 193

Capítulo XVVisita del Obispo Mariano Martía la Población de Santa Catalinade Siena de Parapara. Año1780 .................................................... 203

Capítulo XVICapitán Dionisio Machado Salazar,Un Patriota Santamarieño.Aproximación Histórica .................................................... 209

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A José Antonio, Isabel Valentina y Gaspar David,herencia de una estirpe hecha del mismo barro,

que se perpetuará por generaciones.

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El alma de la Patria es el llano.

J.A. Pérez Bonalde

Sin el cabal conocimiento de los íntimos espacios que nos rodean será imposible comprender el cosmos. Nada escapa a la historia, nada es ajeno a la historia.

Adolfo Rodríguez

La historia, la verdadera historia, es pu-dorosa y sus fechas esenciales pueden ser asimismo, durante largo tiempo secretas.

Jorge Luís Borges

…La función del historiador no es ni amar el pasado ni emanciparse de él, sino dom-inarlo y comprenderlo como clave para la comprensión del presente.

Edward H. Carr

La historia no es una narrativa de hechos y acontecimientos muertos, la historia, al igual que la poesía, es un órgano de con-ocimientos indispensables para construir nuestro universo humano.

Cassirer

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Prólogo

El colega y amigo Felipe Hernández, docente e historiador de oficio y artesano de la historia, ha emprendido un transitar por una ciencia que está en continuo proceso de construcción y revalorización, siempre sometida a nuevas discusiones desde el punto de vista epistemológico, donde los viejos y nuevos paradigmas se entrecruzan. Pre-cisamente es así como el autor enfoca su obra Historiografía e Historias del Guárico, (Compilación de Ensayos de Historia Regional y Local). Dieciséis excelentes ensayos compilados en un volumen, constituyen su más reciente propuesta, en la cual trata de no caer en un historicismo exacerbado ni en una historia historizante, es decir, con un carácter lineal o cronológico o en una simple narración de los hechos del pasado; tal como lo manifestaba el maestro Brito Figueroa, “la historia debe ir más allá, porque es el estudio del hombre en todas sus manifestaciones, pues es él, el protagonista principal”.

De acuerdo a lo planteado, la misma está escrita con gran rigurosidad cientí-fica conformando un discurso coherente y lógico, enmarcada bajo el principio de globalidad, estableciendo las relaciones e interconexiones de los hechos, procesos y fenómenos históricos desde lo político, lo económico y lo socio-cultural de algunos pueblos, personajes e instituciones del Guárico, lo que le permite dar a la historia una relevancia como ciencia social o ciencia del hombre en el tiempo, amen de la contribución que da con la propuesta sobre las tendencias historiográficas.

Desde la concepción metodológica, no sólo se vale de la heurística, la hermenéu-tica y la exégesis, procesos que llevan al autor a la comprensión, análisis e inter-pretación de los hechos históricos, a su vez aplica el método y los métodos que se requieren para darle coherencia y validez científica a la obra, valiéndose de la regre-sividad histórica, partiendo del presente - pasado - presente; es decir, la retrospec-tividad histórica vista desde el presente, que permite percibir las transformaciones o cambios ocurridos en el devenir histórico, también observamos la aplicación del método comparativo, estableciendo las relaciones y comparaciones de procesos u hechos que aún siendo simultáneos en el tiempo, presentan características diferentes en el orden local, regional, nacional y global; así mismo se aprecia el manejo de cat-egorías (hatos, relaciones de producción, pueblos, villas y ciudades, limite temporal, grupos sociales, memoria colectiva), con lo cual le da cuerpo al trabajo investigativo y un carácter científico y social a los temas objeto de estudio. De allí que se pueda afirmar, que en su libro se propuso, tal como lo señala Marc Bloch, realizar un estudio sobre el terreno, valiéndose de diversas fuentes ya sean documentales, bibliográficas, hemerográficas, las ciencias estadísticas e incluso de

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la oralidad y las formas de pensar y de sentir de los pueblos, las tradiciones, la sim-bología religiosa, es decir, se introduce en la memoria colectiva de los pueblos, en este caso del llano guariqueño.

El doctor Felipe Hernández González, es profesor titular de la Universidad Na-cional Experimental Simón Rodríguez, en el Núcleo de Valle de la Pascua, de una larga trayectoria académica, en un proceso de avance continuo, desempeñándose como docente universitario en el área de pre y postgrado, fue director del Núcleo, ha contribuido de manera significativa en la formación de profesionales de la población vallepascuense y sus áreas circunvecinas. En reconocimiento a nuestra Universidad ha dedicado uno de sus ensayos al Núcleo de Valle de la Pascua, donde rinde un mere-cido homenaje al personal (docente, administrativo y de servicios), a sus egresados y a todos aquellos que han contribuido al posicionamiento de la institución. En este ensayo se aprecia la incorporación de elementos que le permiten construir la memo-ria histórica. Es una manera de hacer historia de las instituciones.

Con gran acierto y de manera sistemática, coloca su agudo sentido como his-toriador para lograr una jerarquización e interpretación de las diversas cor-rientes historiográficas que predominan y han predominado en el Guári-co, haciendo hincapié en la necesidad de replantear en las instituciones y personas vinculadas al quehacer histórico una concepción diferente para el proceso de construcción y reconstrucción de la historia del Guárico, los pueblos y su devenir.

A lo largo del desarrollo del estudio de cada uno de los ensayos, se observa de manera sistemática la categoría del tiempo y el espacio, pues el tiempo es fundamen-tal en la comprensión de los fenómenos, hechos y procesos históricos, es decir, incur-siona en un diálogo entre el pasado y el presente en una realidad que se circunscribe a los llanos del Guárico como un contexto geohistórico en su dimensión socio-históri-ca-antropológica y cultural.

El autor va paso a paso construyendo y reconstruyendo esas vicisitudes esa historia menuda que los identifica como pueblo, parte de lo conocido, de lo vivi-do y de las acciones cotidianas, pues la obra en cuestión se orienta al rescate de la Historia Regional y Local, como unidades geohistóricas en la diversidad. Realizó un proceso de historiar historias, bajo una concepción Marcblochniana, al introducirse al estudio de esas singularidades y especificidades locales, hace ref-erencia a la presencia de la negritud como un aporte significativo en la formación social del pueblo guariqueño, describe y comenta, la fundación y evolución de algunos pueblos llaneros, cómo la presencia de esos hatos y latifundistas ganaderos

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contribuyeron a la formación de estos pueblos, así como también a las comunidades que han adquirido papel de importancia dentro del contexto socio-cultural-político y económico (el Orituco, Parmana, Espino, Santa María de Ipire, Valle de la Pascua, San Rafael de Laya, Parapara), como poblaciones que conforman el amplio espectro del espacio geográfico de los llanos guariqueños.

Aborda la acción investigativa, tomando la microhistoria, como una transferencia de saberes, donde interrelaciona el contexto, tomando sus múltiples referentes, legiti-mando esos saberes cotidianos del hombre del llano, rindiendo un tributo a la llanura, a su música, al folklore, abarca el mundo de las emociones, percepciones e imágenes, que de una u otra manera constituyen los saberes del terruño, es decir refleja todo ese sentimiento y ese sentir de identidad con su pueblo.

Todas estas consideraciones me llevaron a prologar esta obra, escrita de mane-ra muy amena y de una gran sencillez, aunque producto de un acucioso estudio de carácter histórico, desde una perspectiva totalizadora, donde el autor refleja ser no sólo un aficionado sino un artesano de la Historia.

Gracias amigo, me complace prologar esta obra, pues permite transitar por la historia de algunos pueblos guariqueños, algunas instituciones y su gente, haciéndose una reivindicación a lo local, que sirve para que todos aquellos que se interesen por la historia y además se identifican con estas llanuras y sus amplias sabanas, puedan tener el goce de recorrer la historia de algunos espacios de la geografía guariqueña, que contribuyen a la construcción de la historia nacional. Valga la ocasión para ex-presarle como discípula del maestro Federico Brito Figueroa que necesariamente es un aporte a “esa novedosa manera de hacer historia escrita y concebir la tarea del his-toriador, militando en la vida de su sociedad y su tiempo, se hace historia militante”.

MIRIAM FRANCIS MEZA BÁEZCaracas, 20 de marzo de 2007

La presente obra, destinada a estudiar fundamentales cuestiones de historiografía y de la historia del Guárico, fue elaborada en distintos períodos de nuestra vida in-telectual, apelando a la condición de aficionados de la historia en constante formación, identificados con la historia regional y local en general, y de manera particular con el devenir histórico del Guárico. Las fuentes de información consultadas explican en parte, pero no justifican las diferencias en cuanto a la elaboración y presentación de cada uno de los resultados que constituyen los ensayos que conforman el texto.

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Algunas explicaciones son necesarias sobre el criterio que nos guió en la se-lección de las cuestiones consideras como estructurales, y en la metodología uti-lizada en el proceso de recopilación y análisis de los materiales, hasta la present-ación de los resultados finales. En ese sentido, y en primer término, conviene aclarar que esta obra es de historia regional y local, y en consecuencia, orienta-da a estudiar temas, fenómenos y hechos particulares, con una visión de conjun-to, aplicando el criterio de globalidad en un espacio y en un tiempo determinado.

La posición expuesta constituye el principio que justifica la metodología (teoría, método, métodos y técnicas) presente en el proceso de trabajo: recopilación y se-lección de los materiales, formulación de interrogantes y presentación orgánica y sistemática de los resultados en cada uno de los ensayos.

La labor del historiador que selecciona como objeto de sus investigaciones los problemas o cualquier otro aspecto de las localidades o regiones geográficas de Ven-ezuela, constituye una labor muchas veces difícil, si de lo que se trata realmente es de estudiar las localidades y sus particularidades con espíritu histórico. En palabras del doctor Federico Brito Figueroa (1993), “porque se trata de un área de estudio influida e interferida por los intereses fundamentales de la realidad histórica en cuyo contexto existe el historiador del presente, unido por los complejos y sutiles hilos de la vida cotidiana, que inciden directa e indirectamente en su labor intelectual. En nuestro país, esta labor intelectual se dificulta aún más porque ella presupone un previo trabajo de recopilación de material informativo totalmente disperso […] y en cuanto se trata de datos […] es necesario acumular por vía de la investigación directa…que en razón del carácter limitado [...] tiene que considerarse como una aproximación a un tema”.

Parafraseando a los maestros Marc Bloch y Federico Brito Figueroa, y en conso-nancia con sus postulados, la historia no constituye un conjunto de tesis a demostrar, pero en todo trabajo historiográfico, precisamente para tener el carácter de obra histórica, es necesario constatar el hilo conductor teórico, reflejado en la capacidad de abstracción del historiador. Esta consideración es válida, cuando se considera al his-toriador como un hombre de su tiempo, factor histórico individual de los problemas sociales de su tiempo y de su sociedad, no puede eludir la comprensión del presente para penetrar con más fuerza y certeza en la explicación del pasado. Así está concebi-do en la cita aleccionadora del maestro Marc Bloch, que expresa: “La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero sería vano agotarse en

Introducción

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comprender el pasado sino se sabe nada del presente”.

En ese sentido, el maestro Brito Figueroa es del criterio, que: “La situación se complica en el caso concreto de la historia contemporánea de Venezuela, en cualquiera de sus campos de especialización”, porque el objeto de estudio es el propio presente del historiador, que condiciona su existencia e influye en su tra-bajo intelectual, limita o enriquece su capacidad de penetración en la realidad social y su capacidad de elaboración sobre esa realidad, cambiante y aparente-mente contradictoria para el historiador que no realice serios esfuerzos para com-prender con criterio de síntesis y una visión de conjunto la raíz de los problemas.

El libro Historiografía e Historias del Guárico lo integran 16 ensayos que tratan sobre historiografía e historia regional y local, los temas son variados aunque circun-scritos geohistoricamente al Guárico, en distintos tiempos y contextos de su devenir, bien en el pasado o en nuestro tiempo. La variedad temática, no ha sido excusa para tratar de realizar en lo posible, una comprensión del método y los métodos uniforme-mente, de modo que justifiquen la presentación de estos Ensayos en un solo volumen.

De manera reiterada, se deja constancia que los ensayos en esta obra expuestos, en el pasado y en el presente, en el período colonial, en el siglo XIX, en el siglo XX y en el XXI, están estudiados en términos de una realidad y de un espacio geográfico: el Guárico, tratando de describir lo típico y peculiar de la dinámica de los fenómenos en cada uno de los períodos a los que corresponda, en el entendido que es este uno de los fines de la historia como ciencia. Con este espíritu y siguiendo ese norte, están estudiadas las propuestas que conforman la presente obra.

Felipe Hernández GonzálezValle de la Pascua, 05 de febrero de 2007

Capítulo I

Tendencias historiográficasen la Región Guárico

1 Semánticamente, la palabra historiografía es una derivación del término his-toriógrafo, que es un vocablo compuesto de las raíces griegas: Ioropia que significa historia, e ypáqeiv que traduce escribir: el que escribe o describe la historia. En con-

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secuencia, la historiografía es el registro escrito de la historia, es decir, la memoria fi-jada y registrada por la propia humanidad a través de la escritura de su propio pasado.

En cuanto a la historia, como ciencia que es, tiene como objeto el estudio del pasado de la humanidad, por tal razón se tiene que someter –como toda ciencia-, al método científico, que aunque no pueda aplicársele con toda la rigurosidad de las ciencias experimentales, si puede hacerse a un nivel equiparable a las llamadas cien-cias sociales.

Un tercer concepto a considerar a la hora de definir la historia como fuente de conocimiento, es la “teoría de la historia”, que según un término acuñado por José Ortega y Gasset, (2005), también puede llamarse historiología, cuyo papel es estudiar la estructura, las leyes y las condiciones de la realidad histórica.

Ante la imposibilidad de acabar con la polisemia y la superposición de estos tres términos, de una manera sencilla puede decirse, que: la historia son los hechos del pasado; en palabras de Marc Bloch, ciencia de los hombres en el tiempo; la histo-riografía es la ciencia de la historia, su relato y el arte de escribirla; y la historiología es su epistemología.

Despejada la cuestión nominal de los conceptos, queda para la historiografía como tal, el análisis de la historia escrita, las descripciones del pasado; específicamente de los enfoques en la narración, interpretaciones, visiones del mundo, uso de las evi-dencias o documentación y métodos de presentación hechas por los historiadores; y también el estudio de estos mismos, sujetos y objetos de la ciencia histórica a la vez. Expuesto de una manera llana, la historiografía es la manera en que la historia se ha escrito. En un sentido amplio, la historiografía se refiere a la metodología y a las prácticas de la escritura de la historia. En un sentido más específico, se refiere a escribir sobre la historia en sí y al arte de escribirla.

Desde esta perspectiva y motivado por el objeto del ensayo, que es estudiar las tendencias historiográficas presentes en la región Guárico, es importante señalar que la historia como ciencia que es, tiene entre sus opciones seguir la tendencia a la especialización que tiene cualquier disciplina científica. El conocimiento de toda la realidad es epistemológicamente imposible, aunque el esfuerzo de un conocimiento transversal, humanístico, de todas las partes de la historia, es exigible a quien ver-daderamente quiera tener una visión correcta del pasado.

En ese sentido, la historia debe segmentarse no sólo porque el punto de vista del

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historiador tiene su carga de subjetividad e ideología, sino porque es necesario optar por un punto de vista, que le permita determinar la selección de la parte de la reali-dad histórica que toma como objeto, y que sin duda dará tanta información sobre el objeto estudiado, como sobre las motivaciones del historiador que estudia. La visión sesgada que pueda tener, puede ser consciente o inconsciente, asumida con mayor o menor compromiso por el historiador, y es distinta para cada época, nación, religión, clase social, o ámbito en el que el historiador quiera situarse.

Sin embargo, la inevitable pérdida que supone la segmentación, se compensa con la confianza que otros historiadores harán de otras selecciones, inevitablemente siem-pre sesgadas, que deben complementarse. De ahí, que la pretensión de conseguir una perspectiva holística, como pretende la historia total o la historia de las civilizaciones, no sustituye la necesidad de todas y cada una de las perspectivas parciales que se puedan presentar; las cuales pueden ser de carácter temporal, metodológico, espacial o temático. A modo de ejemplo se pueden señalar: las periodificaciones, los para-digmas, la historia continental, la historia nacional, la historia política, económica o social, la historia de la religión, la historia del arte, o en este caso, la historia regional y local, entre muchas más.

A propósito de la ejemplificación propuesta, convendría preguntarse ¿Cuál es el objeto de la historia?, es acaso elegir qué merece ser conservado en la memoria, cuales son los hechos memorables. ¿Los son todos o sólo los que cada historiador considera trascendentes? En los ejemplos propuestos están las respuestas que los in-teresados pueden dar.

Dentro de este marco de ideas, en lo que concierne a la historia regional y local, en Venezuela después que en México e igual que en casi todos los países de América Latina, el estudio de las regiones y las localidades ha venido ocupando importantes espacios académicos. Sobre el particular expone A. Medina Rubio, (2002), “Lo que aparecía solitario, endeble, frágil e incipiente en los años setenta del pasado siglo XX, se ha convertido en una comunidad numerosa, fuerte, densa y sólida, que como nin-guna otra de las diferentes expresiones de la práctica profesional de los historiadores, contribuye a su expansión y a su crecimiento. Es en la práctica de los historiadores de las regiones y localidades, donde la ciencia histórica ha podido recoger el mejor resultado de los vínculos con las disciplinas sociales, donde mejor se expresa la rel-ación del pasado con el presente y con el porvenir y mejor aún, donde la Historia, Clío, volvió a encontrar su vínculo teórico con la literatura, con cuyo ropaje viste has-ta lo más áspero que pudiera haber en las aproximaciones estadísticas, geográficas, sociológicas y vitales de la historia, que además de objetiva es subjetiva, como quiere

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la mejor ciencia humana de nuestros días”.(p.6)

De allí pues, que la historia regional es la que expresa las identidades, en ese senti-do, es válido afirmar que existe y se tiene una historia nacional común, donde existen identidades locales y regionales, que se expresan en las manifestaciones gastronómi-cas, en las danzas y bailes, en el habla, en las costumbres, etcétera, de cada región. Es decir, que dentro del todo nacional hay factores que son comunes al proceso, perviven a lo largo de su devenir especificidades claramente diferenciadas, con ritmo propio, e incluso con diferentes tiempos históricos. Antes que una idea generalizada de nación, ha de considerarse la presencia de ese mosaico de especialidades, que aunque in-dependientes, están articuladas al conjunto nacional en correspondencia con lo local y su ámbito regional.

Es importante anotar que la idea de historia regional se presta para múltiples in-terpretaciones; a objeto de esta investigación se considera que la historia regional y local se enmarca en el concepto de región histórica propuesto por Tarcila Briceño de Bermúdez, (2002), cuando afirma que es “es el espacio que gira en torno de una ciudad, [territorio o espacio geográfico] con una dinámica propia que lo hace singular y coherente, con una personalidad definida, cuyos habitantes han tejido vínculos y nexos de solidaridad a lo largo del tiempo, así como un sistema de valores y repre-sentaciones sociales, que se expresan en una conciencia y un sentimiento de pert-enencia a esa tierra”.(p.120)

Como se puede apreciar, aunque la conceptualización tiene una connotación de carácter cultural como elemento dinamizador, no es el que determina la región, ya que son los nexos de pertenencia, las afinidades, las prácticas sociales y lingüísticas, internalizadas en el transcurrir del tiempo las que la determinan. Sin duda son ele-mentos subjetivos, difíciles de cuantificar, cargados de emotividad, aunque sociológi-camente es aceptada la premisa que los procesos sociales y la valoración cualitativa constituyen el sendero para comprender y analizar los comportamientos colectivos. En consonancia con lo expuesto, afirma A. Medina Rubio, (1993) que: “Las historias regionales cumplen con la función de mantener la vinculación de los hombres con sus raíces, con la historia de la vida cotidiana”. (pp. 8-9).

2 Constituye preocupación de primer orden, la impostergable necesidad de abrir nuevos horizontes que hagan posible una reelaboración de la historia nacional, par-tiendo de la certeza de que ésta no puede aprehenderse en su real concreción sino es a través de la reconstrucción de los procesos históricos regionales. Valga el recono-

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cimiento al profesor de la Universidad de Carabobo, doctor Armando Martínez, por la publicación de su obra sobre las “Tendencias Recientes de la Historia Regional”, (1996), referida fundamentalmente a las tendencias que se han expresado en la histo-riografía de la región central, de manera especial en Valencia, estado Carabobo, como centro jerarquizante de esa región. Obra que sin duda ha estimulado el estudio de la historiografía de otras regiones del país, entre ellas la del Guárico. En ese sentido, motivado por la casi total ausencia y, por ende deficiente cono-cimiento de los procesos históricos regionales, derivado de un quehacer historiográf-ico con momentos de desigual valor histórico, entresacando nudos o momentos es-telares escogidos por motivaciones públicas, subjetivas o ideológicas, sin asideros fundados en una concepción científica de la historia, pero con un fuerte arraigo de un proceso liderizado en y desde la capital de la República, además de los evidentes propósitos ideologizantes de minorías interesadas en la formación de la conciencia nacional.

Como consecuencia de lo antes expuesto, el balance para el Guárico no puede ser menos que desalentador, por su reiterada ausencia de la historia nacional. Con esta práctica se pretende negar la existencia de un proceso propio, afincado en sus autén-ticas raíces y dinámico por naturaleza.

La investigación constituye una aproximación para el estudio de la Historiografía Regional, tomando como referencia el estado Guárico, partiendo de las principales tendencias historiográficas que se han presentado en Venezuela, y en consonancia con la importancia que en los últimos años ha adquirido en el ámbito universitario, la historia regional y local. El objetivo está orientado a determinar las tendencias que se han expresado en la historiografía de la región guariqueña.

Al respecto, en palabras de A. Martínez, (1996), “Uno de los temas que tiende a abrirse un espacio en la investigación histórica, es el estudio de las tendencias his-toriográficas vigentes en el país, y esta situación se ha extendido hacia el campo de la historia regional, sobre todo por el hecho evidente que no se conocen estudios sistemáticos sobre historiografía a nivel de las regiones”. (p.65) Sobre el particular, en lo que se refiere a la región Guárico, es una tarea que está por realizarse, por cuan-to hasta ahora, no se conoce ningún intento realizado con el propósito de estudiar y/o analizar las tendencias historiográficas que se han manifestado en la producción histórica sobre la región.

Para la realización de esta aproximación historiográfica regional se consultaron

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un total de 63 títulos, que tratan sobre distintos tópicos de la Historia del Guárico, los cuales fueron previamente clasificados para su caracterización. En ese sentido, se imponen ciertas condiciones a la exposición, a saber:

1. No se citan todas las obras consultadas, sino sólo algunas. 2. Tampoco se citan todos los autores consultados, sino los más representativos. 3. La clasificación se hace según la orientación de las obras, sin considerar la

clasificación historiográfica tradicional. 4. Existe conciencia que se omitieron obras sobre el Guárico, a las cuales no tuvo

acceso el autor al momento de realizar el estudio. En ningún caso se menos-caba su importancia.

Autores como Germán Carrera Damas (UCV), y Armando Luís Martínez (UC), consideran que en Venezuela se han consolidado cinco grandes tendencias histo-riográficas, son ellas: Historiografía de la Independencia, Historiografía Romántica, Historiografía Positivista, Historiografía Marxista e Historiografía Contemporánea.

Sin embargo, al aproximarnos al estudio de la historiografía regional sobre el Guárico, se evidencia, que la clasificación de la historiografía nacional no se adecua a este nivel. Esto indica de manera clara, que las regiones deben ser estudiadas en sus manifestaciones específicas, sin pretender encontrar necesariamente en ellas, las expresiones de la historiografía nacional.

El método debe estar acorde con la concepción de sentir a lo local y regional des-de dentro de la nación, y a su vez más allá de ésta, ya que los rasgos de especificidad de la historia regional están orgánicamente relacionados con las dinámicas anteri-ores: es la interacción de lo general con lo particular y la generación de cambios que condicionan la visión histórica. Sin que esto signifique que lo regional sea un simple reflejo de lo nacional o internacional y que la especificidad pierda su entidad histórica y autenticidad. (Carrera Damas, G. 2002).

Una análisis general de la historiografía guariqueña, nos permite caracterizarla como fragmentaria, de desiguales alcances, y una acentuada exaltación de la región y de sus personajes, con polémicas intrascendentes e improductivas, fosilización en el estudio de algunos temas, superficialidad en cuanto al alcance de muchas de sus interpretaciones y análisis, escasa utilización de fuentes primarias, ausencia de crítica historiográfica, y orientación, en muchos casos hacia la fabulación, entre otras con-sideraciones.

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En cuanto a los autores que se han ocupado de escribir sobre el Guárico y su his-toria, se destacan dos tendencias muy bien diferenciados. Una, integrada por personas aficionadas a la historia y preocupadas por el rescate de los sucesos de trascendencia, sin mayor formación en cuanto a los aspectos teóricos y metodológicos de la historia; y la otra, conformada por profesionales preocupados por una mayor rigurosidad en el estudio histórico de la región.

La preocupación de estos profesionales se orienta hacia el rescate de las fuent-es documentales, la revisión crítica y objetiva de un mayor número de testimonios, aplicación de nuevas categorías de análisis histórico para el estudio de la región, el acercamiento y el retomar de temáticas que hasta ahora habían sido dejadas de lado, la reinterpretación de algunos problemas que habían sido consagrados por la histo-riografía tradicional, y el análisis historiográfico de la producción precedente.

A manera de ejemplo sobre este aspecto, sirvan de referencia la reinterpretación sobre el apresamiento y muerte del general José Félix Ribas en el sitio de “Las dos Palmas” en 1815, hecha por el historiador guariqueño-aragüeño Germán Fleitas Núñez; la obra La Llamada del Fuego. Vida, Pasión y Mito de Ezequiel Zamora, del historiador Adolfo Rodríguez, donde hace una revisión histórica rigurosa sobre el personaje, con conclusiones diferentes a las conocidas hasta entonces, que lo de-smitifican; y la investigación de Felipe Hernández G. sobre las Repercusiones en el Guárico, de la Rebelión del Negro Andresote ocurrida en Yaracuy en 1731.

En atención a lo expuesto, se puede afirmar que en la historiografía de la región histórica Guárico, se encuentran muchos de los defectos de la historiografía tradicio-nal venezolana, caracterizada por el énfasis puesto en lo decimonónico, lo anecdótico y lo narrativo. Olvidándose que existe suficiente material para hacer estudios más acuciosos y con mayor rigurosidad.

En consonancia con la propuesta formulada por el historiador Armando Luís Martínez, (2003), para estudiar las manifestaciones historiográficas regionales, entre las tendencias que se han expresado en la región Guárico, se distinguen las manifesta-ciones siguientes:

1. Literatura de los Orígenes. 2. Estudios Panorámicos. 3. Crónica Histórica. 4. Estudios Geohistóricos y Toponímicos. 5. Estudios Culturales.

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HISTOGRAFÍA E HISTORIAS DEL GUÁRICO

6. Estudios Económicos y Sociales. 7. Biografía Histórica. 8. Microhistoria. 9. Historia de las Instituciones. 10. Otros Géneros o Tendencias. 11. Historiografía Contemporánea.

Al hacerse un análisis de cada una de estas tendencias, se puede acotar lo sigui-ente:1. La Literatura de los Orígenes

Como su nombre lo indica, esta tendencia se caracteriza por expresar una exag-erada reverencia hacia el pasado histórico, donde se buscan las causas que originan los procesos, dejando a un lado los factores que los explican. En la historiografía venezolana, esta tendencia se ubica fundamentalmente en el período colonial, de manera especial en aspectos como la fundación de ciudades y las acciones de los primeros conquistadores, colonizadores y misioneros españoles. El historiador francés Marc Bloch calificó a la producción historiográfica que se ubica en esta ten-dencia, como “el ídolo de los orígenes”.

En lo referente a la historiografía del Guárico, existe un muestrario de obras muy significativo, porque son muchos los historiadores, escritores y cronistas que se han interesado en estudiar las comunidades locales, cuyos orígenes se desconocen, o no se conocen cabalmente. Entre las obras más representativas están:

Las del doctor Adolfo Rodríguez: “Historia de la Tierra de Ipire”, “El Guárico, Orígenes Mundo y Gente”, y “Calabozo, siglo XIX”. Del historiador Oldmán Botel-lo: “Los Tiznados: Orígenes de San Francisco y San José de Tiznados”, “San Juan Bautista de Espino. Apuntes para su Historia”, “Guayabal y Cazorla: Apuntes para su Historia” y “San Nicolás de Bari de El Rastro. Ave Fénix Guariqueña”. De Lucas Guillermo Castillo Lara: “Villa de Todos los Santos de Calabozo: el derecho de ex-istir bajo el sol” y “Guadatinajas: Cien años de su acontecer”. De monseñor Rafael Chacín Soto: “Orígenes de Valle de la Pascua”. De José Antonio de Armas Chitty: “Zaraza. Biografía de un pueblo” y “Tucupido: Formación de un pueblo llanero”. De Tito Sierra Santamaría: “Sitios Históricos del estado Guárico”. De Manuel Soto Arbeláez: “El Guárico Oriental I, II y III”, De Carlos López Garcés: “Tiempos Colo-niales de Altagracia de Orituco (1694-1810), entre otros autores.

La llamada literatura de los orígenes presenta desde la perspectiva historiográfi-

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ca, la problemática siguiente: el conocimiento que de ella se genera, no traspasa los límites del período colonial, las afirmaciones y conclusiones a las que arriba, son de difícil comprobación, ya que las fuentes en que se fundamentan las obras se encuen-tran en archivos y repositorios de difícil consulta, o fuera del país, y además rechazan el estudio de lo contemporáneo por ese interés manifiesto de estudiar sólo la etapa colonial.2. Los Estudios Panorámicos

Los estudios panorámicos son aquellos que pretenden dar una visión de conjunto del proceso histórico de las ciudades. Se trata de estudios donde se analiza el devenir histórico desde una perspectiva unilineal, razón por la cual son relativamente ambi-ciosos, ya que aspiran abarcar las estructuras económica, política, social y cultural de la región. En ellos generalmente se describen los procesos históricos, que explican el crecimiento y desarrollo de las ciudades y pueblos del Guárico.

Pueden señalarse como ejemplo claro de esta tendencia, la “Historia del Guárico” de José Antonio De Armas Chitty, “Historia de Valle de la Pascua. 1725-2000” de Fe-lipe Hernández González, “Las Mercedes del Llano: Más de un siglo de Historia” de Edgardo Malaspina, “Apuntes sobre la Historia de San José de Guaribe” de Miguel Rojas, entre otras.

Muchas veces, los estudios panorámicos se confunden con la crónica, cuando se plantean como breves aproximaciones a la historia de las ciudades, sin embargo, no se debe olvidar, que aunque la crónica forma parte del conocimiento histórico, ella no posee una base metodológica rigurosa, razón por la cual no constituye conocimiento histórico en el sentido estricto de la palabra.

3. La Crónica Histórica

Indudablemente que existe una separación entre la narración de los cronistas y la narración histórica, porque aunque en ambas se hace referencia al tiempo o a la cronología, ello no es determinante para establecer que se ha realizado una narración histórica científica. En ese sentido, la historiografía tiene que ver con aquellos hechos que nos interesan, de tal manera, que toda historia es actual y tiene vigencia porque en ella se estudian procesos sociales de forma global. El cronista por el contrario, no va más allá de la simple descripción de un hecho.

Para decirlo con palabras del doctor Reinaldo Rojas (2003): “El acontecimiento político o militar se hace histórico cuando pasa de las manos del cronista, a las del

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historiador, que es quien le da sentido cultural cuando lo ubica en el tiempo y lo jer-arquiza para el consumo posterior. Antecedentes, causas y consecuencias.

El cultivo de la crónica histórica en el estado Guárico, se aprecia de manera ev-idente en los cronistas de la región. Su presencia es constante en la historiografía local, quizás debido a las particularidades de las microregiones que conforman la geografía del estado, donde cada una posee identidad propia, que le viene dada por las singularidades de los hechos en ellas acaecidos.

Como ejemplo de crónica histórica en el Guárico, se pueden citar las obras “Tres etapas de Valle de la Pascua” de Lorenzo Rubín Zamora, “Tucupido es el nombre del recuerdo” de Alejandro Berroeta, “Zaraza (Desde una esquina con faroles)” y “Un poco antes… y después” de Moisés Rodríguez, “El ayer de la Princesa – Valle de la Pascua” de Luís Pérez Guevara, y “Semblanza de un Pueblo” de Dario Laguna, entre otras.

Es importante resaltar, que aunque la crónica histórica ha sido cultivada sufici-entemente en la región guariqueña, sin embargo su contribución para estimular la comprensión acertada de los procesos históricos regionales, ha sido bastante limitada.

4. Los Estudios Geohistóricos y Toponímicos

Es una de las tendencias que tiene más seguidores en los estudios regionales, su éxito parece estar relacionado a la obra de algunos pioneros, como Telasco Mac Pher-son quien escribió el Diccionario Histórico, Geográfico, Estadístico y Biográfico del Estado Miranda en 1891, cuando el Guárico formaba parte del llamado Gran Estado Miranda, por lo que ha tenido sus seguidores que han continuado su labor investi-gativa en este campo. El género se caracteriza por requerir de una gran acuciosidad del investigador. Entre los antecedentes de esta tendencia, también se cuenta la obra de los cronistas y viajeros que visitaron la región en los siglos XVIII y XIX, dejando una huella importante en la historiografía regional, pueden tomarse como ejemplo, los testimonios y crónicas de Alejandro de Humboldt, Francisco Depons y Juan de Castellanos.

Dos obras emblemáticas sobre esta tendencia en el estado Guárico, son los “As-pectos Geográficos del Estado Guárico” de Marco Aurelio Vila, y el “Diccionario Geográfico del Estado Guárico” editado por el Ministerio del Ambiente y los Recur-sos Naturales Renovables. También meritoria es la tesis del licenciado José Obswal-do Pérez, dedicada a los “Topónimos del estado Guárico”.

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Sobre esta tendencia es necesario acotar, que presenta algunas desventajas porque limita significativamente el aporte que ella puede dar a la historia regional, ya que al profundizar en el dato geográfico, imposibilita el análisis total de los hechos y de los procesos históricos. Además, debido a que la mayor parte de la producción se orienta hacia la descripción, no aporta conocimientos importantes desde el punto de vista histórico sobre las localidades estudiadas. A pesar de estas observaciones, es preciso reconocer que la toponimia histórica, en determinados casos permite establecer pun-tos de partida para reconocer la memoria histórica regional.

5. Los Estudios Culturales

En el estado Guárico, esta tendencia está representada por algunos investigadores que han escrito sobre la evolución de la actividad cultural, señalando la contribución de sus impulsadores, y los principales acontecimientos ocurridos en el área de la cultura. Generalmente el objetivo de estos escritores es resaltar el aporte de distintas personalidades al desarrollo de la cultura local. Sin embargo, hasta ahora no se con-oce ningún estudio que vincule lo local y regional con el desenvolvimiento cultural a nivel nacional.

Se puede decir, que en este campo, no se ha hecho ningún estudio metodológica-mente riguroso, los que existen sólo expresan la propuesta de algunos autores, que suministran largas e importantes listas de escritores y artistas, sin considerar las bases de sustentación de la cultura regional. Esta tendencia está representada por Lorenzo Rubín Zamora, con su “Diccionario Biográfico Cultural del Estado Guárico”; Juan Suárez Ávila, con “Historia y Valores de Valle de la Pascua”; Porfirio Torres, con “San Juan de los Recuerdos”; Parminio González Arzola, con sus obras “Al Abrigo de los Vientos” y “El Periodismo en Venezuela”; Moisés Rodríguez, con “Listín Peri-odístico de Zaraza”, Adolfo Rodríguez, con “Muestrario de Escritores Guariqueños”; y otros.

Si partimos del criterio que la cultura se refiere a la herencia social legada de una generación a otra, se debe señalar que en la región no existe una verdadera obra que represente una reflexión científica sobre el devenir cultural. Esto determina la necesi-dad de una acción interdisciplinaria, con el propósito de estudiar objetivamente la verdadera comprensión del hacer cultural en la región guariqueña.

6. Los Estudios Económico – Sociales

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No constituyen una constante en la historiografía guariqueña, se presentan fun-damentalmente como investigaciones aisladas a nivel universitario, sin que hayan alcanzado la importancia que les corresponde; su sitial ha sido ocupado por la crónica histórica y por el culto a los héroes. En ese sentido, es necesario que se realicen es-fuerzos mancomunados entre especialistas de diversas disciplinas que aborden estu-dios de carácter económico y social en el ámbito regional.

Coincidimos con Martínez (2003), cuando afirma que “Una contribución de la Escuela de los Annales fue la preocupación por lo económico y lo social; en su obra “Combates por la Historia” Lucien Febvre hizo un gran esfuerzo por ilustrar acerca de la necesidad de avanzar en este sentido. En Venezuela “Los Annales” han tenido admiradores, no en balde la obra del profesor Federico Brito Figueroa se titula “His-toria Económica y Social de Venezuela”. También la célebre fórmula del historiador Marc Bloch quien nos legó el concepto según el cual la historia puede y debe entend-erse como la ciencia de los hombres en el tiempo, de ahí que, “Se estudie el pasado para comprender el presente” postulado que ha tenido mucho éxito entre nuestros historiadores profesionales”. Sin embargo, este no es el caso de la región Guárico, donde falta mucho por hacer sobre el particular, debido a que lo que se ha hecho hasta ahora es muy escaso.

7. La Biografía Histórica

Este género tiene importantes cultivadores en el Guárico; se corresponde con la aspiración de las regiones y localidades de equiparar su historia a la historia nacional, especialmente en lo político y militar, para ello se apela a la contribución y el arrojo de los héroes y personalidades locales, en las acciones y luchas desencadenadas du-rante todo el siglo XIX y primera mitad del XX en Venezuela. Son muy importantes los documentos oficiales, así como los testimonios sobre los hechos y contiendas en los que tomaron parte, porque son la base con la cual se sustenta esta tendencia.

Como obras representativas de este género en el Guárico, se pueden citar: “La llamada del fuego: vida, pasión y mito de Ezequiel Zamora” y “Juan Germán Róscio. El Máximo Constituyentista de Venezuela” de Adolfo Rodríguez; “La viva presencia del Guárico” de Pedro Díaz Seijas; “El Guárico en la Historia” de Parminio González Arzola; “Los Muxica, Guariqueños de la Independencia” de Carlos Alfonso Vaz; “Héroes Ignorados” de Rafael López Castro; “El Tuerto Vargas: Doctor y General” de Oldmán Botello. En este orden también puede inscribirse el libro autobiográfico del general Emilio Arévalo Cedeño, titulado “Mis Luchas”, donde hace un recuento

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de su vida y de las acciones que como guerrillero adelantó en contra de la dictadura de Juan Vicente Gómez.

8. La Microhistoria

Desde la década del sesenta, cuando Luís González González reinstaló la prác-tica de la microhistoria en el ámbito universitario, ésta se ha venido multiplicando, creando un amplio espectro metodológico, potenciando hasta niveles inesperados, el conocimiento de los pequeños espacios, debido a que su interés es la especificidad de los fenómenos sociales.

En palabras del doctor Arístides Medina Rubio, la microhistoria como categoría histórica nace en Francia, de ahí es llevada a Inglaterra y luego a España, de donde pasa a México para esparcirse por toda latinoamérica. La microhistoria tiene que ver con la reivindicación de la historia de los pueblos, es la historia que interesa a los niños, jóvenes y adultos que en ellos habitan. Se refiere fundamentalmente a aquellas semblanzas sembradas en el recuerdo, que tienen que ver con hechos y personajes locales, a los cuales la gente se aferra tratando de no perder la memoria personal y colectiva.

Obras representativas de esta tendencia, son: “Llaneros Auténticos” de Víctor Manuel Ovalles; “Crónicas del Guárico” de Pedro Díaz Seijas; “Retazos: Breve sem-blanza de Las Mercedes del Llano” de Edgardo Malaspina; “Historias Pueblas” de Carlos Juvenal Chirinos; entre otras.

La microhistoria es fundamental en la creación de la identidad local y regional. También se le llama historia “de campanario” porque su hacer alcanza hasta donde se oye el tañir de las campanas de los pueblos.

9. Historia de las Instituciones

Esta tendencia tiene que ver con la reconstrucción del devenir histórico de las instituciones públicas en el Guárico. Fundamentalmente las investigaciones se han orientado a la divulgación de la historia de las instituciones educativas regionales, y ha servido de fuente de inspiración en la elaboración de trabajos de investigación de estudiantes universitarios, como una señal de identidad con las escuelas, liceos e instituciones de educación superior localizadas en el estado. Interesa la contribución que han dado en la formación educativa y cultural de las comunidades, así como la labor académica de sus docentes y el desempeño de sus egresados en la vida pública

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y privada a nivel nacional, regional o local. Aunque en menor cuantía, también existe un muestrario de obras sobre iglesias, música, y centros de salud.

Obras representativas de esta tendencia son: de Argenis Ranuárez Angarita, “Li-ceo Juan Germán Róscio. Apuntes para su Historia” y “Perfil de un Llanero Ejem-plar”; de Carlos López Garcés, “Templos Católicos de Orituco”; de Adolfo Rodrí-guez, “La Escuela Normal de Ortiz”; y de Carlos Ramón Gómez, Dario Laguna, Alicia Sánchez Esaa y otros, “La música y los músicos del estado Guárico”.

10. Otros Géneros o Tendencias

Cuando se habla de otros géneros o tendencias historiográficas, nos referimos fun-damentalmente a la Literatura Histórica, género que usualmente no llama la atención de los historiadores profesionales, pero que a la hora de evaluar la historiografía regional, es conveniente tomarla en cuenta, puesto que en ella hay importantes influ-encias de acontecimientos y hechos históricos, que son incorporados a la literatura, a través de algunas fuentes históricas y bibliográficas que se ocupan de períodos históricos, especialmente situados en el siglo XX.

Obras representativas de esta tendencia historiográfica en el estado Guárico, son: “El reflejo de los remanso azules” de Rafael Cabrera Malo; “De lo que vi y oí en Orituco”; de Pedro Calzadilla Álvarez; de Miguel Otero Silva, “Casas Muertas”; “Las hijas del mastranto” de Simón R. Contreras Velásquez; “Sangre mandinga” de Piedad Campagna, y “Cundanga” de Rafael López Castro, entre otros.

11. Historiografía Contemporánea

Finalmente, se debe reconocer que las corrientes representadas por el materialis-mo histórico y la escuela de los annales, que triunfó en los ambientes intelectuales y universitarios europeos y americanos a mediados del siglo XX, en lo que respecta al Guárico, sólo se aprecian ciertos cambios que se pueden inscribir en los paradig-mas de las referidas corrientes, especialmente en la metodología de los estudios de historia regional. Los mismos han sido introducidos por historiadores y docentes que en los últimos años han venido luchando por la apertura de espacios para una investi-gación histórica coherente. A manera de ejemplo se pueden presentar los trabajos de Irma Marina Mendoza, Mirian Francis Meza y Felipe Hernández G.

Una caracterización de la historiografía contemporánea en la región Guárico, per-mite determinar lo siguiente:

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- Aplicación de la metodología histórica todavía de manera incipiente.- Intentos de ampliar el espectro investigativo con la introducción de nuevos

temas.- Especial preferencia e interés por el estudio de la historia regional y local.- Una mayor preparación teórico-metodológica de los historiadores e investi-

gadores.

Para el desarrollo y arraigo de este género historiográfico en la región, deben comprometerse las instituciones universitarias, y los organismos públicos y privados, responsables de velar por la reconstrucción y preservación del acervo histórico re-gional y local.

En otro sentido, un representante guariqueño de la historiografía contemporánea nacional en el pasado, fue Carlos Irazábal, uno de los iniciadores de los estudios históricos marxistas en Venezuela, con sus obras “Hacia la Democracia” y “Venezu-ela Esclava y Feudal”. Ambas sobre historia nacional.

En esta tendencia historiográfica se inscriben también, Salvador de la Plaza, Rodolfo Quintero, Miguel Acosta Saignes y Federico Brito Figueroa, entre otros; quienes irrumpen con este movimiento, como un impulso en la búsqueda de una ex-plicación de la sociedad venezolana, sometida durante veintisiete años por la férrea dictadura de Juan Vicente Gómez, régimen que encontraba explicación y justificación en la historiografía positivista. Lo que determinó que estos historiadores se inspi-raran en los postulados del materialismo histórico, bajo el influjo de la revolución socialista rusa de 1917, para explicar el proceso histórico venezolano.

En su planteamiento inicial, según J.O. Pérez (2007), “esta historiografía, tan mil-itante y programática como las anteriores en su tiempo y modo, buscó legitimar una nueva proposición de organización sociopolítica mediante lo que se llamó “venezola-nizar el marxismo”, es decir comprobar, en el caso de Venezuela, el funcionamiento del instrumental teórico por él proporcionado”. Fue este el objetivo de la obra de Car-los Irazábal, primer intento orgánico de esta historiografía de contraponer su visión de Venezuela a la de otras historiografías, especialmente la positivista, integrada a la historia oficial.

En agosto del 2007 se cumplen 100 años del nacimiento de Carlos Irazábal, lo que hace que la fecha sea propicia para declararla año centenario de su nacimiento, y para realizar un balance de la historiografía marxista en Venezuela y en América Latina.

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Conclusiones

Las tendencias historiográficas que se presentan constituyen una muestra de los géneros historiográficos en la región Guárico. De ellas se pueden presentar los resul-tados siguientes:

1.- La división historiográfica tradicional venezolana no se adecua al estudio de la historiografía regional del estado Guárico. En todo caso, las expresiones que se presentan serían intentos de ubicar las tendencias nacionales a la histo-riografía regional de una manera generalmente impropia.

2.- No se aprecia una expresión acabada ni directa de la historiografía positivista y marxista en la historiografía de la región Guárico.

3.- Lo que hasta ahora existe mayoritariamente, son aproximaciones a las historia de la región y de las ciudades y pueblos del Guárico, generalmente presenta-das a través de crónicas. La bibliografía se ha nutrido y escrito con todas las influencias de la época a la cual correspondan.

4.- Son escasos o inexistentes los estudios económicos, sociales e ideológicos sobre la región Guárico. Es necesario escribir una historia apoyada en la teoría social. Las universidades que hacen vida en la región, están llamadas a estim-ular e impulsar acciones para lograr este propósito.

5.- Las fuentes sobre la historia del Guárico, sin dejar de reconocer su valor his-toriográfico, en muchas de ellas se aprecian deficiencias de orden teórico-met-odológico, escaso análisis problematizado y crítico, narración, relevancia en hechos políticos y militares, desvinculación del proceso mismo con el con-texto real que les define en su ámbito central-llanero venezolano, nacional, continental y mundial, lo cual conduce u un conocimiento precario del mismo, en menoscabo de una real posibilidad de afirmarse como pueblos.

6.- La producción historiográfica acerca de determinados temas, tales como: lo-calidades, acontecimientos o períodos históricos concretos es muy escasa o inexistente, lo que indica que hasta el momento no han recibido la atención debida por parte de los historiadores y cronistas. Ello no significa que su ob-jeto de estudio sea poco relevante o que no haya fuentes documentales que proporcionen información para hacerlo.

7.- El tratamiento cronológico es el más usado por la mayoría de los historiadores. El mismo se corresponde con la narración convencional, y además permite enlazar las causas pasadas con las consecuencias del presente o del futuro.

8.- La presente investigación constituye un aporte a la tarea de revisión de la his-toriográfica regional del Guárico, lo cual debe contribuir a su repensamiento

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y a su evolución. 9.- El interés general que se ha observado en los últimos tiempos de estudiar la

historiografía de las regiones, con posibles ecos nacionales e internacionales, es un indicio de que el mundo y la historia han cambiado o están cambiando. En tal sentido, se están produciendo tendencias y propuestas alternativas, lo que indica que se pueden tener iniciativas historiográficas desde las regiones. Tendencias que en el pasado reciente dependían de las tendencias nacionales e internacionales.

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Capítulo II

La Microhistoria como tranferenciade saberes

Una de las conquistas que han alcanzado los historiadores y otros científicos so-ciales en los últimos tiempos, es la posibilidad de interpretar y abordar la vida del hombre en sociedad desde diferentes perspectivas, esto significa entre otras cosas, la alternativa de conjugar para la reconstrucción histórica, de una diversidad de esce-narios, donde los cambios de paradigma han abierto una amplia gama de reflexiones sobre el ser humano y su relación en y con el mundo, lo cual supone una nueva mane-ra de enfocar los hechos históricos en su devenir, que ha determinado un nuevo modo de saber que responde a nuevas formas de construir y reconstruir el conocimiento.

Todo hombre es un ser con historia. Historia compartida -social- e historia person-al, en una sola urdimbre, que es el producto de un pasado rico en experiencias. Como ser humano, el individuo sintetiza y retraduce el movimiento de la totalidad social. Ello hace posible, que la sociedad se exprese a través de las acciones de las personas

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localizadas en un espacio y en un tiempo determinado, sin restarles su autonomía y sus ámbitos de libertad. En consecuencia, la historia como ciencia de los hombres en el tiempo, que trata sobre lo humano y para lo humano, no sólo debe tener como objetivo el pasado y el presente, sino también el futuro, por lo menos como reto, y como posibilidad abierta.

Debe entenderse, que el conocimiento es una construcción simbólica subjetiva del mundo social y cultural, que deviene de la integración vivencial que se logra a través de la experiencia de vida de lo social, y que conduce a la comprensión de procesos, fenómenos o contextos desde su propia realidad. Esa realidad se construye a partir de las interrelaciones entre los seres humanos, donde el interés se circunscribe a la apre-hensión del significado de lo vivido. En ese sentido, se caracteriza por ofrecer una comprensión minuciosa de los acontecimientos ocurridos en contextos especiales; sobre el particular expone Montero (citado por González, 1992), lo siguiente: “Con-siste en descripciones detalladas de situaciones, eventos, personas, interacciones y comportamientos que son observables. Además, incorpora lo que los participantes dicen desde sus experiencias, actitudes, creencias y pensamientos tal y como son expresados por ellos”.

La microhistoria viene a ser la disertación exhaustiva de la vida y el devenir de una colectividad; en la que, generalmente se presentan los hechos y personajes más significativos. Un aspecto característico a considerar, es que se estudian los hechos cotidianos, aunque no sean reveladores, y las personas comunes y corrientes.

En otras palabras, constituye la posibilidad de escribir una historia, dándole pri-oridad a todo lo que sin ser, ni constituir un gran acontecimiento, ha instituido el que-hacer usual de los habitantes de una comunidad. Es la vida de los hombres de carne y hueso: el que ríe, sufre, piensa, padece, llora y canta, donde la memoria -con sus sueños, quimeras y fantasías-, recorre aquel tiempo en el que los hombres y mujeres localizados en un espacio y en un tiempo, disfrutaban con placer de los rigores y la belleza de la vida. Es lo pequeño de una época, que en quien la ha vivido, constituye un momento trascendente en el trabajo, los valores, el juego, los amores y las queren-cias que animan al ser para construir un destino en un medio ambiente determinado. En palabras del gran pensador español, don Miguel de Unamuno: “¡Oh, Dios es el hombre, el de carne y hueso, el que camina entre las veredas, el objeto de la filo-sofía!”. Así nació la intrahistoria y la microhistoria; es decir lo pequeño como esencia de lo cotidiano, que es tan importante como la historia universal misma, porque de lo que se trata es, que cada quien cuente su historia.

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En atención a los razonamientos expuestos, puede afirmarse que se trata de un proceso, que tiene como horizonte la búsqueda del saber desde el encuentro del ser con su ser, del hombre consigo mismo; es decir el entendimiento de las transforma-ciones y cambios sociales desde sus propios significados, donde se reivindica al hom-bre como actor principal del saber individual, e inexorablemente, del saber colectivo.

Se trata de reconocer que todo ser humano tiene una historia de vida, que está con-stituida por los hechos que han acaecido en su devenir, ello supone una narración que busca develar, a través de la historia personal, un tiempo histórico con sus determina-ciones sociales y culturales, que atienden al significado de una experiencia de vida, sobre el particular, Villarroel (1999) expone que “…permite un acceso privilegiado a lo social vivido en tanto proceso mediado por acontecimientos históricos”. En otras palabras, permite tender una comunicación que actúa como puente, entre el cono-cimiento de lo particular, en término de lo vivido, relatado por el actor social, y el con-ocimiento de lo general, es decir, las características, condiciones y eventos del contex-to social e histórico en el cual transcurre o transcurrió la vida del que narra su historia.

En concordancia con los criterios expuestos, expone González (1992), lo sigui-ente: “De la microhistoria contada o cantada por “viejitos” se suele pasar a la micro-historia escrita por los muchos aficionados o “todistas” pueblerinos...”. Sin embargo, es preciso hacer una evaluación crítica de las fuentes que testimonian el devenir de las gentes humildes y su vida cotidiana. Al respecto González es bien explícito, cuando afirma que: “La gente encopetada y los hechos de fuste, asunto de las macrohistorias tradicionales, ha dejado muchos testimonios de su existencia. No así la gente hu-milde y la vida cotidiana, objetos de la microhistoria.[...] que se agarra de las luces proporcionadas por las cicatrices terrestres de origen humano; por los utensilios y las construcciones que estudian los arqueólogos y por la tradición oral…hecha mano también de papeles de familia, registros eclesiásticos..., entre otros elementos que ga-rantizan esa transmisión de saberes de una generación a otra y de estos a la posteridad.

El estudio y la preservación de los saberes de las gentes sencillas y menu-das, se justifican desde la perspectiva de la microhistoria, porque abarca la vida integralmente, ya que recobra a nivel local la familia, los grupos, el lenguaje, la literatura, el arte, la ciencia, la religión, el bienestar y el malestar, el derecho, el poder, el folklore, es decir, todos los aspectos de la vida humana, en un espa-cio, un tiempo, una sociedad y un conjunto de vicisitudes que les pertenecen.

Un rasgo importante de este tipo de historia, es que se nutre fundamentalmente de fuentes de tipo oral, generalmente provenientes de las comunidades, lo cual le confi-

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ere un contenido afectivo de gran valor, porque constituye la experiencia subjetiva de sus habitantes.

En concordancia con lo expuesto, se puede decir que la historia que constituye el día a día de la gente en su lenguaje y en su actuar, es el conjunto de huellas cotidianas que deja el hombre en su paso por el tiempo y que son recordadas, constituyéndose en representaciones de la memoria colectiva de las comunidades. Memoria de un valora-do pasado que es parte de los pueblos y que moldea su identidad, la cual se material-iza de forma escrita u oral, en los mitos, leyendas, anécdotas, poemas, cantos, que se pueden conocer en las crónicas costumbristas de los periódicos, en las memorias que algún particular escribió en textos para la posteridad.

De ahí, que sea necesario intentar la reconstrucción de los hechos sociales, desde la perspectiva de una historia global, una historia que pueda orientar y encaminar el diálogo entre las culturas, entre los saberes, entre las historias. Esta debe ser la con-ciencia histórica del siglo XXI. La salida debe estar, en encontrar la riqueza en que ahora nos comunicamos.

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Caracas: Editorial Psicoprisma.

Capítulo III

El llano y los llaneros

Hablar del llano y de los llaneros, es hablar de una unidad geográfica en cuanto a las condiciones del relieve, y de una raza indómita que nació de la fusión del blanco y el indio, y también del negro, de allí salió un mestizaje genuino al que pertenece-mos todos los nacidos es ese espacio geográfico que comprenden los estados Apure, Guárico, Cojedes, Barinas y Portuguesa, así como el sur de los estados Anzoátegui y Monagas, y los territorios localizados más allá del Arauca en la parte colombiana, que comprenden la región de El Meta, Casanare y El Vichada.

Sin rubor se puede afirmar que siempre han sido y serán nuestros, ¿De quién? ¿De quiénes?, De todo aquel que alguna vez haya sentido como su única patria el Llano, como dice el historiador Rafael María Baralt de los llaneros “Una patria que comenzaba en el Delta del Orinoco y alcanzaba hasta la Nueva Granada”, como ad-vierte Bolívar en su Proclama de 1818 en El Sombrero, “Sólo los que se enceguecen ante la realidad geográfica y la fuerza del ethos cultural pueden negar el poder inex-tinguible de lo étnico, capaz de derrotar imperios”, llámense romanos, musulmanes, ibéricos, norteamericanos o soviéticos … También puntualizó Bolívar “Vosotros sois invencibles... Vosotros seréis independientes a despecho del imperio español. A despecho de cualquier imperio o dominación, venga de Roma, de España, de Wash-ington, de Moscú, de Caracas o Bogotá...” (en: A. Rodríguez Mirabal, 1990).

En este orden de ideas, vale merecen referirse las investigaciones realizadas por el historiador guariqueño Adolfo Rodríguez (1995), sobre la identificación que sentía el prócer cubano José Martí por el llano y los llaneros. Como es sabido Martí no sólo sintió especial simpatía por Bolívar y su gesta libertaria, lo cual testimonió en numerosos discursos y ensayos, pero hay otros en los que pone de manifiesto, su

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irrefrenable simpatía por los llaneros y sus héroes. En un discurso en Nueva York, un año antes de su muerte en 1895, al referirse a los tres siglos de colonialismo, dice que desaparecieron “atados a la cola del caballo llanero… por los rincones de toda la tierra, los americanos están peleando por la libertad. Unos cabalgan por el llano y caen al choque enemigo como luces que se apagan, en el montón de sus monturas”. Jamás tuvo palabras admonitorias contra Páez ni contra Zaraza, y de Leonardo Infan-te refiere que había muerto “diciendo cosas épicas a los senadores que lo condenaban y el pueblo que lo oía”. Cualidad de épico que gustaba colocar insistentemente al lado

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del sustantivo “llanero”.

Del guariqueño Pedro Zaraza escribió Martí: “…jefe de los laureados de Rom-pelíneas, el que en Maturín desaloja a Morales, en La Hogaza hiere a La Torre, en Quebrada Honda combate contra Quero, y remata luego a Boves en Urica…”. José Antonio Páez parece que era su héroe preferido: “…aquel que sin más escuela que sus llanos, ni más disciplina que su voluntad, ni más estrategia que el genio, ni más ejér-cito que sus hordas, sacó a Venezuela del dominio español, en una carrera de caballo que duró dieciséis años…¡Que peleas, brazo a brazo, la de La Miel, la de Los Cocos, la de Mucuritas, la de Las Queseras del Medio, la de Carabobo”. (en: A. Rodríguez, 1990).

Constituye la llanura venezolana, una amplia extensión territorial de caracteres que tienden a la homogeneidad en el patrón general del paisaje geográfico, tierra abierta, indómita, agreste, en esencia una naturaleza primitiva surcada de ríos, caños, leyendas, aparecidos, ha constituido a lo largo del devenir histórico un importante escenario, trasfondo en el cual la relación fundamental del hombre con su medio ha generado particulares formas de organización social del trabajo, e igualmente peculi-ares formas de vida, que se evidencian en la conformación de un tipo característico: el hombre a caballo, modalidad intrínsicamente relacionada con las características del medio físico en el cual se desenvuelve y del cual forma parte.

Estas estructuras sociales y económicas forjaron uno de los destinos más notables, determinado por factores provenientes del viejo continente –jinete, caballo y gana-do- dieron nacimiento a la vida pastoril. Muchos de los hombres que llegaron con las carabelas y se arraigaron en la tierra, despojados de la ilusión de el dorado, buscaron otros rumbos, y dejaron su esfuerzo tras la huella del rebaño en los llanos.

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En palabras de don Julio De Armas, (1996): “Desde allí por siglos hemos sido pueblo de jinetes. Nuestras llanuras y otras regiones fueron escenario cautivador para conquistadores y viajeros, y la vacada, el caballo y el jinete constituyeron una trilogía histórica y trascendente, dándonos vida y costumbres nuevas y diferentes. De la llan-ura surgió fundamentalmente un hombre nuevo: el hombre de a caballo.

Es preciso destacar, que la modalidad del hombre a caballo es un fenóme-no propio de la colonia. Constituye este período histórico el antecedente de la in-corporación del hombre – centauro, es decir del llanero venezolano, al marco general de desarrollo de la guerra civil, característica de la llamada guerra nacio-nal de independencia, y de todas las confrontaciones acaecidas posteriormente du-rante todo el siglo XIX, y hasta bien entrado el siglo XX. (F. Hernández, 2005).

En ese sentido, el llanero es una fuerza particular que valoriza cualitativamente el espacio geográfico de los llanos, constituida por algo más que una amalgama de etnias que determinó un mestizo, donde confluyen una gama de conflictos sociales, en los cuales se entrelazan las insatisfacciones de la población indígena reducida, la rebeldía de la masa de desarraigados al margen de toda norma de legalidad civil o religiosa, que se refugiaba en los montes huyendo de la acción evangelizadora, y la implantación de una enmarañada red de leyes y ordenanzas, creadas para beneficiar a los poderosos amos del suelo llanero. El llanero es en fin, la suma cualitativa de etnias, medio físico y patrones conductuales de vida.

Esta deducción se confirma, cuando incorporamos otros elementos para el análi-sis, a saber: la infraestructura que surca ese espacio, la evolución histórica de su población, y el género de vida y sus costumbres, basadas en una misma actividad económica. De esa manera, al relacionar estas variables comprobamos que ese espa-cio forma un conjunto coherente y estructural que se puede considerar como el de una unidad regional.

Conocido es el hecho, que la conquista y colonización del llano se inició de mane-ra tardía, en relación con las demás regiones del país. De manera reveladora nos dice Carlos Siso, (1986), que “en ninguna parte de América fue más difícil la obra de la colonización que en los llanos de la provincia de Caracas”. Reseñan los cronistas, que las particularidades climáticas y la vastedad del paisaje, imprimieron a estos territorios, el carácter de una zona de refugio, especie de frontera a la cual llegaban en busca de amparo los negros esclavos que escapaban de sus amos, los indios, zambos, pardos, la población volante de cumbes y cimarroneras, e igual-mente llegaban blancos sin fortuna y sin oficio determinado, contrabandistas holan-

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deses e ingleses, a quienes los indios con quienes realizaban prácticas comerciales itinerantes, llamaban “camaradas”, en fin, toda una gama de etnias que en asombrosa simbiosis van conformando un mosaico humano y de hábitos de vida, determinada además por la influencia del indio como elemento autóctono, así como del negro, zambo, pardo, blanco criollo y/o peninsular, que encontraron en la vasta soledad del llano, un refugio seguro contra las leyes que venían desde la península a través de reales cédulas e imponían a su antojo acá, las autoridades reales.

La confluencia de diferentes caracteres, costumbres, patrones de vida y de conduc-tas, en un medio abierto, donde se desconocía el uso de las cercas y la aplicación de instrumentos represivos comúnmente utilizados en otras regiones, que lo relacionan con un fenómeno social e histórico, que no se puede tipificar como el simple producto de un mestizaje que se amparaba en la soledad del llano. En ese sentido, es válida la tesis de Laureano Vallenilla Lanz (1984) cuando refiere, que: “Cometeríamos un gran error si fuéramos a considerar psicológicamente a nuestro llanero, como la re-sultante de una mezcla del blanco, del indio y del negro. La herencia psicológica de las tres razas madres… desaparece por completo ante la acción físico-psicológica impuesta por el medio […] sin que el análisis más prolijo –si fuese posible hacerlo- hubiera podido encontrar en ellos diferencias sensibles en los hábitos, en las ideas…en los instintos guerreros, […] y en el conjunto en fin de caracteres del grupo entero”.

El llanero venezolano es un hombre de las sabanas, que responde a un momento histórico y a unas condiciones específicas; al estudiarlo, nos encontramos con un medio físico determinante de una particular forma de vida, organización del trabajo e incluso de las actividades de producción. “De allí que al tratar de determinar la proce-dencia u origen del llanero venezolano, nos encontramos que este hombre a caballo, que algunos han definido como centauro, es un fenómeno netamente colonial, aunque sus antecedentes inmediatos se pueden precisar en la población autóctona, aborigen, ocupantes primitivos del medio geográfico denominado Llanos”.(A. Rodríguez M.: 1987).En consecuencia, la distancia entre la llamada región de los llanos y los centros poblados, fue configurando un tipo social, que discurría la mayor parte de su vida luchando contra los elementos que le imponía el medio, contra las fieras y las duras faenas propias de la actividad pecuaria. De este modo, se fue conformando en torno a él, un lenguaje, una forma de vestir, de pensar, de actuar, de luchar, e incluso de juzgar a todo aquel que no perteneciera al llano; pocas veces se alejaba de su medio, las apetencias de la ciudad no llamaban su atención, y sólo la imperiosa necesidad de reunir el ganado y conducirlo hasta los centros de venta y consumo lo obligaban a ausentarse durante semanas, y a veces durante meses.

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El medio, las actividades pecuarias, y el desplazamiento constante a lomo de ca-ballo, fueron imponiendo en él, los elementos necesarios para la subsistencia en un entorno generalmente hostil, a saber: rudeza, sagacidad, destreza, afán y agilidad, a las cuales se suma la malicia, que constituye un elemento de capital importancia y difícil delimitación, que le permite intuir el peligro en situaciones aparentemente normales.

Cuando se analiza el desarrollo mental y social del llanero, es común establecer comparaciones con el gaucho de la pampa argentina y con el beduino árabe, sin em-bargo, a pesar de algunas similitudes, cada medio físico-geográfico impone patrones particulares de vida, la relación entre los hábitos no es suficiente para establecer una comparación, que sólo teóricamente puede ser sustentada, porque en la práctica, el llanero venezolano y el colombiano emerge como un hombre de la sabana, que en mi-metismo asombroso amolda sus hábitos de vida, tradición y costumbres a las condi-ciones de un medio que le ha sido por naturaleza hostil, pero que a la vez representa la esencia misma de toda su existencia.

El llanero es al llano como la copla al llanero, y entre los tres se conforma una unidad, en virtud de la cual hablar del llano, es hablar del llanero y de la copla errante. Así lo dice don Rómulo Gallegos (1972), en “Cantaclaro”: “La sabana arranca al pie de la cordillera andina, se extiende anchurosa, en silencio el curso pausado de los grandes ríos solitarios que se deslizan hacia el Orinoco, salta al otro lado de éste y en tristes planicies sembradas de rocas errátiles languidece y se entrega a la selva. Pero quien dice sabana, dice el caballo y la copla. La copla errante”.

Se puede afirmar, que el hombre llanero siempre ha existido en función del ca-ballo, y la lejanía cuenta en función de la tierra y no del río. La soledad, el silencio y la lejanía en el llano parece que detienen el tiempo. En este universo la presencia desde antaño del caballo y su jinete, suelen borrar ese espejismo que se extiende al mediodía, para llegar al límite de si mismo, a su propia medida en el amplio desierto, tal como lo proclama la copla:

Sobre la tierra la palma, sobre la palma los cielos,

sobre mi caballo yoy sobre yo mi sombrero.

En palabras de Luís Alberto Crespo (1985), “el verso, la canta lo dicen: vivir el llano, la llanura, la sabana es enfrentarse a los opuestos, es un reto del ser, es una

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travesía por fuera y por dentro en una tierra que no come sombra desde que amanece y su muerte (su mancha) sale apenas crepusculiza en el gran enfrente y en nosotros”.

Rememora el escritor colombiano Rogerio Maurno Quintero (1993), su nos-talgia por el llano y su condición de llanero, cuando expone: “Otra maravilla del llano es la exuberancia de su naturaleza, porque a veces el viajero detiene su cabalgadura para contemplar este prodigio del Señor, las banquetas donde crece el frondoso mastranto, planta que ha inspirado a copleros y que esparce su fragancia en los primeros aguaceros del mes de mayo, aguaceros que al humedecer la tier-ra seca permiten reverdecer los pastos, señalando así la llegada de las lluvias”.

En tal sentido, se puede decir que la vida del llanero está cargada de un profundo contenido reflexivo, netamente existencial, que universaliza la angustia del hombre ante el mundo y ante la vida misma, sacudidas cada día por nuevas y diversas vi-cisitudes. La presencia de todos los llanos, en su intimidad le armoniza los diversos elementos y le espejea en los ojos tranquilos de hombre que a todos muestra, para que lean mejor la limpidez de su conciencia, y la conciencia de cada uno de sus actos y de sus canciones, que no aspiran otra eternidad que no sea la de ser totalmente hu-mana, porque él no puede dejar “aquellas sabanas que se hacen querer”, ni las noches con sus crecientes de estrellas, ni las lagunas como grandes pensamientos olvidados, ni “los ríos que se ponen guapos”, ni el cariño siempre fresco de las mujeres, ni la ternura de “las tierras paradas y muertas de sed”, ni las pobres bestias de Dios que comparten la misma existencia recia; además su voz tiene también el imperio de una espada, y tierra habrá siempre para el que nos alertó a tiempo, que dicho en versos de Alberto Arvelo Torrealba, sería: “Sobre tu pecho desnudo –yo me paro a responder”, o aquellos que dicen:

Se toparon los vaquerosmuertos de sol los caballos:

¡Hermano, ah tierra bien sola!¡Ah vida bien dura, hermano!

¡Ah caramba compañero!No lo puedo remediar

que acabe diciendo en versolo que empecé a conversar.

Finalmente, se debe precisar que el mundo del llano y del llanero, es una condición que hay que vivirla para entenderla, la cual se debe preservar. Es una condición que se corresponde con su verdadera existencia, esa es la cualidad fundamental, en palabras de la antropóloga colombiana Simona Reyes D. (2006), citada por Adolfo Rodríguez

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(2007), la noción de llaneridad es concebida “como la manera propia, émica, de esta cultura de delimitar su especificidad en factores que construye como inmutables, una naturalización cultural de unos ideales y actuales típicas maneras de ser, que en varios estudios de la zona, a mi manera de ver, han esencializado y exagerado. El término es ampliamente usado en estos estudios y lo retorno, porque de todas maneras abarca, más allá de su énfasis, factores determinantes de la definición cultural, que delimita maneras propias y muy sentidas”. Continuando con el criterio de A. Rodríguez, quien estima que dicho concepto equivaldría a lo que Clifford Geertz (2000) denomina el ethos de un pueblo: “la actitud subyacente que un pueblo tiene ante sí mismo y ante el mundo que la vida refleja”. Explicando Reyes que “sería como el temperamento, su estilo, el carácter de una cultura”. En consecuencia, mientras ella persista, siempre habrá una oportunidad para que la cultura llanera no sea un residuo para hacer arque-ología, y cada vez mucho más será, una fuerza viva para construir el futuro.

Asimismo, el llano siempre será un espejo sobre cuya superficie caen los soles más intensos, como en las sabanas guariqueñas, que tanto en tempora-das de lluvias o de sequía, este espacio de llano es un resplandor, retratado ma-gistralmente en la poesía de Luís Barrios Cruz, especialmente cuando dice:

Cuando el caballo se parapor la tostada llanura

es el camino el que viaja.Mira como sigue solo cuando el caballo se para.

Caminito, caminito,¿Quién te dio tanta sabana, quién te dio tanta pierna, camino que no te cansas?Me voy a morir de anhelo, si me niegas tus audacias:camino que sigues solo.

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Capítulo IV

Décimas a Valle de la PascuaErnesto Luis Rodríguez

(1957)

En el año 1957 el poeta zaraceño, guariqueño, venezolano y universal, don Ernes-to Luis Rodríguez escribió y dedicó sus “Décimas a Valle de de la Pascua”, en ellas

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expone en verso sensible y expresivo, dichosas imágenes de las muchachas que en aquel tiempo adornaban con su galanura y finos modales, el bucólico pueblo que era a finales de los años cincuenta Valle de la Pascua.

Las Décimas a Valle de la Pascua se le quedaron al Poeta, a la orilla del tiempo y del olvido, y ahora en estas páginas son recreadas para rememorar el renacer históri-co y poético de la identidad y el gentilicio vallepascuense. En ellas se aprecia, que Ernesto Luis Rodríguez, más que dejarse obnubilar por los espejismos del paisaje y de la llanura de la Princesa del Guárico, prefiere cantar a sus mujeres, a las que hubo de grabar en su nítida memoria de poeta.

Desde el punto de vista literario, constituyen un canto de gratitud y valoración a la gracia y figura de la mujer vallepascuense. Apreciándose la predominancia del léxico costumbrista del llano.

En palabras del Poeta: “Estas décimas fueron escritas al calor de un generoso recibimiento que me hizo tan hermosa ciudad llanera y que mi corazón agradecido no puede olvidar nunca.

Con ellas quiero corresponder en algo a sus muchachas -ramilletes de sol que alumbran los caminos de mi tierra- aquellas atenciones que obligan para siempre.

Si alguna de ellas no figura en estas décimas, no ha sido por negligencia del recu-erdo, sino porque el poema se haría largo y no quiero que fatigue a sus lectores. Pero todas están espiritualmente en mi corazón y en mi poesía”.

Décima a Valle de la Pascua

Valle de aromas el pelopascua de miel la sonrisahecho de luna, de brisade girasol en desvelo,

es el diciembre del cieloeterno abril de la aurora

fiesta del arpa sonoraazul del hondo universo

hasta su nombre es un verso

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Gladys Hernández Zamora.

Luisa Bolívar del díay de la noche y del aire

la del eterno donaireque se le vuelve alegríasol de la tierra bravía

piel de jagueyes en calmamundo de soga, de palmade alcaravanes y ordeñosella es un río de ensueñosque desemboca en el alma.

Isbelia Arzola tan claraque al manantial se parece,toda La Pascua amanecellena de sol en la cara.

Sólo el rosal se comparaporque es ternura y aromatallo de rumbos, idioma

de los cantares del vientoel llano siempre contento por sus pupilas asoma.

El colorcito… Dios mío!de esta Azucena Figuera

dulce la dicha llaneray el matinal albedrío.Copia de fiel señorío

luz de guitarra morenaes una extraña azucenao un tulipán de Zaraza

cantando el aire que pasade su frescura se llena.

Linda Julieta Zamoracomo palmera con luna

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su gracia como ningunade amanecer se colora.Por ella la garza aflorasobre el retozo del ríopor ella canta el corríoy ante la brisa celosapor el amor de la rosa

se vuelve loco el rocío.

Bajo la tarde serenapasa Angelina Campagna

tiene dulzura de cañavivo rumor de colmena,amor escrito en la arenaluna dorando la espigade los capachos, amigade los aljibes, estrellala calle sigue tras ella

diciendo: “Dios la bendiga”

Yajaira del aire puroGloria Moreno y Marinay dos de canela fina queson la vida de Arturo.Luisa del alma, te juro

que de tus ojos me acuerdoy Esther Morales Izquierdo,

flor caraqueña en el llanoa todas tiendo la mano

con la emoción del recuerdo.La Pascua… Por ti levanta

mi corazón algo triste.Tu, que poeta me hiciste

dándome pulso y gargantatierra del sol y la canta

la de polainas y espuelasBeatriz, Raquel y Graciela

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cantares, versos, detalles.En el amor de tus callesme amaneció Venezuela.

Ernesto Luis Rodríguez1957

Capítulo V

Andanzas de Fray tomás de Ponscon los negros de la rebelión

de Andresote por los llanos del Guárico

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(1731 - 1733)

La presencia de negros esclavos y cimarrones en los llanos del Guárico es un hecho comprobado durante el período colonial. Diversos autores y documen-tos reseñan ésta realidad social, que desde muy antiguo había echado raíces en esas desiertas llanuras. Así esta expuesto en trabajos de investigación históri-ca de Adolfo Rodríguez, Lucas Guillermo Castillo Lara, José Antonio de Ar-mas Chitty, Irma Marina Mendoza, José Marcial Ramos Guédez, Alejandro de Humboldt, Miguel Acosta Saignes, Oldmán Botello, Carlos López Garcés y otros. Es notoria la presencia esclava en el trabajo de los hatos y de las funda-ciones ganaderas llaneras de algunos señores de Caracas, en ese período histórico.

1 La vida en el llano aunque dura y ruda y con mucho sufrimiento, tendría para los esclavos un mayor aliciente de libertad, por estar en comunión abierta con la naturaleza indómita y salvaje; libres de las limitaciones que imponían las cercas y las distancias.

Sin embargo, el mayor aporte de sangre negra en esta región estuvo constituida por las cimarroneras de esclavos prófugos, negros, zambos y mulatos que habitaban los intrincados refugios del llano, así lo considera Adolfo Rodríguez, (1994), cuando expone que: “Para 1627 ya se hablaba de “negros y mulatos” en el partido de las palmas, llevados allí por los dueños de hatos para que les ayudasen en la recolección del ganado... presencia esclavista o dominadora, que debía tener ya su contrapartida, en las cumbes, caseríos, guaridas o rochelas en virtud de... la facilidad con que un “negro” podía hacerse “cimarrón” teniendo la comida segura en dicho ganado...”.

Casi desde que llegan los esclavos negros a Venezuela comienzan las fugas y huidas. De la existencia de negros realengos, informan los misioneros en diversos documentos, así como las actas del Cabildo de Caracas. Es indudable que el aporte étnico de los negros cimarrones en la región del Guári-co merece un estudio especial, por cuanto fue significativa su influencia racial en la formación del pueblo llanero, más no tiene como objeto esta investigación adentrarse en esa temática de tantísimo valor histórico desde la perspectiva demográfica y so-cial, sino presentar una aproximación histórica de las repercusiones y al aporte étnico de un significativo número de negros procedentes de los valles de Yaracuy y Aroa, donde tomaron parte de la Rebelión que acaudillara el zambo Andrés López del Ro-sario, alias Andresote o Andreote, entre los años 1731 y 1733, y que fueron llevados

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hasta las riberas del Orinoco por los misioneros franciscanos fray Salvador de Cádiz y fray Tomás de Pons, en el año de 1732. La odisea peregrina de estos negros y los misioneros que los conducían desde las costas yaracuyanas hasta los lejanos llanos de Caracas, constituye un aporte a la historia del Guárico, por la cuota de sacrificios y sangre negra que dejó regada en esta extensa región.

De todos es conocida la manera como la sublevación de Andresote, en los valles de Yaracuy y Aroa, estremeció con violencia la estructura de la colonia. Allí se mezclaban en un explosivo fermento: la lucha económica en torno a la implantación de la Compañía Guipuzcoana; el comercio ilícito y el contraban-do, estimulado por los contrabandistas holandeses desde Curazao; la rebeldía de unos negros alzados en los montes, unidos bajo el mando y la mística de la fig-ura de un nombre: Andresote; las intrigas políticas de las autoridades y grupos gobernantes; las aspiraciones de sacudir el yugo esclavo que bullía en la con-ciencia de esta clase social de manera soterrada, y el temor que flotaba en el aire, ante una posible sublevación general de todos los negros esclavos de la provincia.

La rebelión de Andresote no tuvo nunca una forma organizada de lucha y acción. Sin embargo llegó a dominar una extensa zona que abarcaba desde más allá de Tu-cacas hasta los Valle de Morón y Urama. En ese territorio imponían su voluntad y su ley, impedían la entrada de las autoridades y ejercían el comercio ilícito libremente.

Buena parte de los rebeldes eran negros cimarrones de las “cumbes” que des-de hacía tiempo se habían asentado en las intrincadas montañas, aproximadamente cuarenta años antes, junto al río Yaracuy, a los cuales se habían unido otros de manera paulatina para así recobrar su libertad, junto con algunos indios y unos pocos blancos. Del lado de afuera estaban los holandeses y algunos criollos de las comarcas vecinas que les ayudaban en sus acciones. Queda claro que no existía, ni tenían una idea clara ni definida de libertad política, sólo se podría hablar de un posible sueño de libertad.

De lo expuesto, se deduce que la lucha tuvo características eminentemente económicas y que se centra en acciones contra la Compañía Guipuzcoana y su rígido monopolio. Expone el doctor Federico Brito Figueroa, (1996), que: “Muchos cri-ollos apoyaban encubiertamente la revuelta, por la natural resistencia que en ellos producía los métodos de la compañía y su celo para reprimir el comercio ilícito”. A esto se agregaban las intrigas políticas que enfrentaron al director de la guipuzcoana, Pedro José de Olavarriaga, con el gobernador Sebastián García de La Torre, quien fue acusado por Olavarriaga de negligente en el ejercicio del cargo, y connivencia con los amotinados.

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La rebelión tuvo su mayor auge durante los años 1731 y 1732, cuando los alzados lograron exitosamente derrotar sucesivamente las expediciones militares organizadas para combatirlos. Entre otras, las derrotas sufridas por las autoridades coloniales don Luis de Altamirano, el alférez real de Nirgua, Juan Rumualdo de Guevara, y por don Juan de Manzaneda, quienes habían sido enviados por el gobernador en distintas misiones al frente de casi 300 hombres. El mismo gobernador García de la Torre se vio precisado a marchar a principios de 1732 a Puerto Cabello, Nirgua, San Felipe, y las cercanías de los valles de Yaracuy, para participar personalmente en la lucha contra los rebeldes. No pudo lograr su propósito de capturar a Andresote y terminar la revuelta, pero las medidas adoptadas y las actividades desplegadas surtieron efecto, porque Andresote huyó a bordo de una balandra holandesa hacia Curazao, donde se asiló. Aunque las fuerzas del gobernador llegaron a obtener algunos éxitos logrando quebrantar la rebelión, sin embargo no logró extinguirla, ni tampoco logró someter a los rebeldes.

A mediados de 1732, el obispo fray Félix Valverde, viendo que habían sido in-fructuosas las armas para aplacar el levantamiento rebelde, resolvió valerse de la predica y la persuasión de los religiosos capuchinos, para que los atrajese a la justicia y a la obediencia de las autoridades reales, mediante una arreglada vida y cristiano proceder en sus actuaciones. En la acción del obispo Valverde se mezcló de manera indudable lo político con lo evangélico. Para adelantar la acción fueron designados los misioneros franciscanos fray Salvador de Cádiz y fray Tomás de Pons.

Después de solventar algunas diferencias y celos con las autoridades designadas, fray Salvador de Cádiz se internó en las montañas de Canoabo y Morón, y fray Tomás de Pons lo hizo por Urama, Guamita y Cabria. Iniciaron con todo celo y ardor su predicación, prometiendo a los rebeldes que si se reducían y obedecían, serían per-donados. Ante la desconfianza de los alzados, el padre Cádiz solicitó, que las autori-dades entregasen por escrito la promesa de indulto. Así lo hizo el gobernador García de la Torre el primero de Octubre de 1732, empeñando su palabra, sí los negros le-vantados entregaban sus armas al teniente de justicia de Nirgua, y se presentaban en Caracas bajo la dirección de los misioneros, en un plazo no mayor de 30 días, no les impondrían pena alguna, ni se les molestaría, en tanto el Rey dispusiese otra cosa. El decreto del gobernador fue publicado en Nirgua, más sin embargo, en San Felipe las autoridades se negaron a hacerlo hacerlo.

Los capuchinos Cádiz y Pons lograron así con el favor divino, la reducción total de 180 personas de los sublevados. Luego de muchos contratiempos el teniente de

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justicia de Nirgua autorizó a los frailes para que marcharan a Caracas con los negros reducidos, primero lo hizo el padre Cádiz, y luego el padre Pons, después de solventar algunos atropellos y muertes que las autoridades de Nirgua dieron a algunos de sus reducidos. Fueron hostilizados en los pueblos de tránsito, negándoles alojamiento y comida, teniendo el padre Pons que pedir limosna para poder mantenerlos.

Después de caminar más de 50 leguas la doliente caravana llegó a Turmero, donde el fraile se vio precisado a detenerse por el lastimoso estado del grupo. Allí recibió unos socorros, que le enviaba el obispo y la noticia de la sustitución del gobernador García de la Torre por Martín de Lardizábal, quien no estaba de acuerdo con el indul-to prometido a los insurrectos.

Expone Lucas Guillermo Castillo Lara, (1996), que “las noticias llegaron a Turmero y alarmaron con evidente razón a los pobres negros, que desesper-ados querían huir a los montes y acusaban a los religiosos de traición y engaño. Al mismo tiempo fray Tomás de Pons recibió cartas del obispo Valverde y del padre Cádiz, en donde le indicaban que para no ser infieles a la palabra empeña-da y quedar con el lunar de una irregularidad canónica, los refugiase en una igle-sia o los llevase a otro paraje en donde quedasen libres del rigor de la justicia”.

El padre Pons resolvió entonces llevarlos al Orinoco, y así se lo comunica en una sentida comunicación al padre Cádiz, el 04 de enero de 1733.

2La aventura del padre tomás de Pons y su caravana

hasta las riberas del orinoco

Así se inició la odisea de fray Tomás de Pons, en su itinerante aventura desde Turmero hasta las riberas del Orinoco, acompañado de aquella doliente caravana de temerosos negros que iban en pos de una ansiada libertad. Pero no era sólo la simple ilusión de aquella pobre gente, sino que en el pensamiento de los frailes e incluso del obispo, estaba la idea de fundar con el grupo, un pueblo en las desiertas regiones de los llanos del sur, específicamente en las riberas del Orinoco. Indudablemente que aquellas noticias difundidas entre los negros reducidos, les exaltaba sus ancestrales anhelos de libertad.

Refiere Castillo Lara, (1996), que “la gente de los lugares y pueblos de tránsito veían pasar con asombro aquella inusitada caravana de negros, mulatos, zambos, indios, hombres, mujeres y niños, a cuyo frente marchaba un polvoriento y atezado

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fraile. Muchos se asustaban por lo que creían un alzamiento general de los esclavos, y sin ninguna compasión por sus sufrimientos, trataban de hostilizarlos, aunque sin atreverse a detenerlos...”.

Desde Turmero, la expedición transitó hacia su destino por los sitios, villas y pueblos siguientes:

El 06 de enero de 1733 llegaron muy temprano a la villa de San Luis de Cura. Ahí el alcalde Felipe de Salazar trató de oponerse a que continuaran viaje, por lo cual el padre Pons presentó ante el cabildo las cartas del Obispo y de Cádiz, donde se le ordenaba seguir al Orinoco; de ahí siguieron hasta San Sebastián de los Reyes, donde tuvieron iguales obstáculos, los cuales también fueron vencidos. El Padre siempre se cuidó de mantener en secreto el lugar fijo de su destino, dic-iendo a unos y otros que se dirigía a Calabozo, La Misión de Arriba, Sigüire o a un punto indeterminado del Orinoco. Aunque siempre estuvo seguro que sabía a donde ir, lo que realmente le importaba era alejar a aquella pobre gente lo más posible de Caracas y salvarlas del cruel castigo, como les había prometido.

En su itinerario, de San Sebastián los llevó a San Francisco de Cara, luego los trasladó hasta el hato La Cruz, de ahí siguió a Barbacoas, donde se ranchearon en el hato San Martín, y por fin a Calabozo donde llegaron el 24 de enero de 1733.

A medida que iban avanzando en su viaje, los obstáculos que hallaban se iban aminorando, igual que cambiaba la mentalidad y el hábito de los pobla-dores. Hasta San Sebastián encontraron una cerrada oposición, de ahí en ad-elante la gente era menos hostil y algunos hasta benévolos, dándoles comida y permitiéndoles hacer paradas en los hatos. En Calabozo nadie les impidió el paso, ni siquiera el teniente de justicia les inquirió su destino. En esta villa la ex-pedición se hospedó en la casa de fray Marcelino, adonde concurrió buena par-te de la población curiosa, de ahí la caravana pasó a ranchearse en las riberas de los ríos Guárico y Orituco, donde podían mantenerse de la caza y de la pesca.

El padre Pons pudo dejarlos ahí, rumbo al sur y a la libertad que le deparaban las desiertas llanuras y las espesas selvas, pero el fraile sabía que sin su protección, serían cazados como fieras por el largo brazo de las autoridades reales. Por eso con-tinuó con su tropa de negros por las soledades del llano sin revelar su destino, pasan-do por las mesas de Mocapra, Aracay y Espino, los cuales eran sitios que ya el padre Pons conocía. En este trayecto, libres ya del peligro de ser apresados, se huyeron una veintena de negros, que se refugiaron en los intrincados montes y caños de la zona.

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La acción del padre Tomás de Pons generó serias controversias entre el obispo Valverde y el gobernador Martín de Lardizábal, las cuales determinaron que al padre Cádiz se le enviase como emisario y comisionado a San Sebastián de los Reyes y Cal-abozo, a persuadir a fray Tomás de Pons para que llevase hasta Caracas a los negros, a lo cual, localizado por un baquiano de Calabozo el padre Pons se negó de manera categórica, haciendo saber sus razones y su malestar a las autoridades eclesiásticas y políticas, y continuando con la expedición hacia su destino.

Queda claro que no hubo interés en Calabozo por perjudicar la acción de Pons, por ello argumentaron que desconocían su paradero, lo que obligó al padre Cádiz a regresar a Caracas a rendir cuenta de su fallida misión.

Como consecuencia de los acontecimientos y ante la imposibilidad de convenc-er a los negros para que se regresaran a Caracas como lo requerían las autoridades reales, y dado que comprendía la imposibilidad de fundar un pueblo con los negros reducidos, ya que serian cazados por la fuerza de las armas que despacharían las auto-ridades de Caracas, Cumaná y Guayana, el fraile dividió al grupo, dejando a los más dóciles refugiados en las cercanías de los ríos Aracay e Iguana, y a los más aguerridos y rebeldes se los llevó hasta el sitio de Parmana y sus islas en el Orinoco.

Después de ésta acción el padre Pons regresó a Caracas, donde se entrev-istó con las autoridades reales y eclesiásticas, solicitando protección para los ne-gros dejados en el Orinoco, sin embargo ante los sucesos que se habían reac-tivado en Yaracuy contra las autoridades reales y la guipuzcoana, la petición de misericordia no fue considerada, por lo cual se ratificó la revocación del indulto.

Los negros llevados a Parmana en su mayoría huyeron hacia Guayana, donde fueron acogidos en las misiones del padre José Gumilla, otros huyeron hacia las islas del río Apure, unos pocos se vinieron a Caracas siguiendo a Pons, creyen-do en el indulto, otros fueron cazados y asesinados por las autoridades de Cumaná y otros formaron una cimarronera de donde surgió en 1733 el pueblo de Parma-na que conocemos hoy, donde está localizado el puerto de Parmana en la ri-bera guariqueña del río Orinoco, formando parte de la parroquia Espino del municipio Leonardo infante. Así está recogido en investigaciones de los histo-riadores José Marcial Ramos Guédez, (2001), e Irma Marina Mendoza, (2004).

Como se puede ver, las drásticas disposiciones decretadas contra los negros de la rebelión de Andresote tuvieron un relativo efecto sobre los negros refugiados en los

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llanos guariqueños, ya que la mayoría logró salvarse, refugiándose en la espesura de los bosques y breñales, a la orilla de los ríos y caños. Después muchos de ellos se unieron a las cimarroneras que por allí existían de antes o crearon algunas nuevas. Cuando todo se calmó, comenzaron a integrarse como peones en los hatos, donde no les preguntaban su procedencia, sino la necesidad y esfuerzo de su trabajo. El rastro de esos negros fugitivos o quizás de sus descendientes, es posible detectarlo en los años siguientes.

Así por ejemplo, cuando los capuchinos estaban fundando la villa de San Fer-nando de Cachicamo en las cercanías del Orinoco, un informe del prefecto hacía referencia a unos indios caribe, que en 1749 habían fingido “querer poblarse con los misioneros de esta provincia, y de un negro esclavo que salió habiendo entre ellos” esta información la aporta el padre fray Buenaventura de Carrocera, (1972). Asimis-mo, en el año 1767 un negro llamado Fabián de Uribe, que habitaba en las inmedi-aciones del río La Portuguesa, se presentó ante las autoridades reales, representadas por el gobernador, el provisor y el vicario del obispado, ofreciéndose para reducir a un numeroso grupo de indios, negros y zambos que vagaban dispersos en los montes de aquella región, y fundar el pueblo de Camaguán; para ello ofrecía toda clase de facilidades. Existe la hipótesis que Fabián de Uribe era descendiente de los negros del padre Pons, que se fugaron durante la estadía en Calabozo.

En definitiva, buena parte de los negros de fray Tomás de Pons terminaron dis-persándose por todos los confines del centro y sur del Guarico, fundiéndose como elemento importante a la nueva tierra. La mezcla de sangre se realizó acel-eradamente, sobre todo con las indias, y de los blancos con las negras, para con-tribuir a mestizar en los llanos guariqueños el mosaico integrador de la raza.

De esa integración racial, y de la identificación de los negros traídos a esta región por el padre Pons con la geografía guariqueña, donde formaron cumbes y rochelas, surgieron comunidades y pueblos, de los cuales hoy muchos de ellos todavía existen, y en sus habitantes y nativos se aprecian los rasgos étnicos de esos ancestros. Entre esos pueblos y comunidades se cuentan en el municipio Leonardo Infante, las comunidades de Jácome Arriba, Apamate y Morichito, en la parroquia Espino las comunidades de Parmana, Aracay y Rabanal Abajo y en la parroquia Cabruta, la comunidad de Tere-cay, en el municipio San Gerónimo de Guayabal, la comunidad de Garabunda o Ga-rambunda, y en la comunidad de las islas de Apurito. Viene a ser este el aporte étnico, demográfico y cultural de los negros alzados en Yaracuy a los pueblos del Guárico.

A manera de conclusión, se puede afirmar, que las andanzas y acciones de fray

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Tomás de Pons con parte de los negros sublevados por Andresote en 1731, en los valles de Yaracuy y Aroa, luego de atravesar los valles de Aragua, fueron conduci-dos hasta los llanos del Guárico, siguiendo la ruta San Sebastián de los Reyes, San Francisco de Cara, Barbacoa, El Sombrero, la Mesa de Calabozo, Mocapra, Aracay, Espino y Chimire, hasta llegar con unos pocos a Parmana, en las riberas del Orinoco. Antes en el recorrido desde Calabozo, muchos de los negros huyeron para unirse a las cimarroneras comarcanas.Esta sublevación estuvo apoyada por diferentes sectores de la población, lo que pone en evidencia la existencia de marcados antagonismos sociales y económicos, que es-taban determinados por una realidad socio-histórica concreta, el sistema colonialista metropolitano español, materializado en la explotación social a través de la esclavi-tud y la servidumbre, como modelo vinculado al sistema capitalista mundial en as-censo, aunado al decaimiento del comercio, debido al estricto control que ejercía la real compañía guipuzcoana sobre la producción económica de Venezuela en el siglo XVIII.

Se aprecia la preocupación de las autoridades españolas por esta sublevación, que utilizando los métodos de la violencia, rechazaban la opresión y la ser-vidumbre a que estaban sometidos a través de las relaciones sociales de pro-ducción existentes en la estructura económica. También quedan claros los mét-odos de sometimiento, mediante la utilización de la violencia por las autoridades reales y la pacificación religiosa o evangelizadora por los frailes y capuchinos.

Merece destacarse la actuación de los frailes Cádiz y de Pons, los cuales demues-tran que comprendían el rigor de las autoridades coloniales, quienes no sólo faltaban a la palabra empeñada y a los compromisos contraídos, sino que además, lejos de tomar medidas conciliatorias, aplicaban torturas, persecuciones, castigos, prisión y hasta el asesinato de quienes se sublevaban.

Finalmente, los sublevados de Andresote que fueron traídos hasta la soledad de estas extensas llanuras, se fusionaron con las etnias guariqueñas y llaneras, formando primero cimarroneras y rochelas, y luego poblaciones y aldeas, hasta convertirse a través de sus descendientes en hombres libres, integrados completamente a estas sa-banas.

Referencias Bibliográficas

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Capítulo VI

Parmana

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Aportes históricos

La información que se presenta constituye una contribución a la Historia de Par-mana, comunidad con importantes potencialidades para la agricultura, la ganadería, la navegación, la pesca y el turismo. Sitio perteneciente geográfica y administrativa-mente a la parroquia Espino, en el municipio Leonardo Infante del estado Guárico, como un aporte para su estudio y reconstrucción histórica e historiográfica.

Antecedentes históricos de Parmana La localidad de Parmana es un puerto del río Orinoco, localizado geográficamente al sur del municipio Leonardo Infante, en la parroquia Espino del estado Guárico, distante a 192 kilómetros de la ciudad de Valle de la Pascua, que es la capital del municipio.

Investigaciones arqueológicas realizadas en la zona por los arqueólogos Van Der Merwer, H. Churlenis y J. Vogel, coincidieron que los establecimientos poblacionales más antiguos localizados en el sitio se remontan a 400 y 800 años a.C., conclusión a la que arribaron por los restos fosilizados de maíz y tusas que encontraron en el lugar, que datan aproximadamente de ese tiempo. Las comunidades aborígenes que se esta-blecieron en la zona eran nómadas y pertenecían a las etnias caribe y palenque.

Expone el alcalde del municipio Infante, V. García (2006), que: “Según los estu-dios, en la zona de Parmana, junto al lado oriental del lago de Maracaibo, frontera actual entre los Andes venezolanos y Colombia, costa del estado Sucre y parte de la Amazonía, se encontraron vestigios de asentamientos que cultivaban y elaboraban ollas, recipientes, bol trapezoidales, tiestos funerarios, que sirvieron para determinar la antigüedad de los asentamientos”.

Para preservar el valor zooarqueológico de las piezas y la zona, el alcalde Val-more García, informó que ha establecido contactos con el Centro de Arqueología y Etnohistoria del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, para que se realicen las investigaciones básicas y aplicadas, análisis, evaluación, recuperación, protección y ordenamiento de las piezas, las cuales son un patrimonio del municipio Infante.

La palabra Parmana es una voz indígena que le da nombre al poblado y al espa-cio geográfico donde está localizado, la palabra significa “teta de agua”. Hipotética-

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mente la explicación para que las antiguas comunidades aborígenes nómadas, que en determinadas épocas del año poblaban la zona le dieran ese nombre, es debido a su condición de zona anegadiza durante el período de lluvias, o a su casi superficial nivel freático donde proliferan manantiales y se puede obtener agua pura y cristalina a muy poca profundidad de la superficie del suelo. Sus habitantes tienen el gentilicio de parmanenses.

Su fundación se inició en el año 1733 cuando el padre fray Tomás de Pons con motivo del alzamiento del negro Andresote en Yaracuy en 1732, logró sacar un grupo apreciable de negros esclavos, y traerlos a territorio del Guárico. Siguiendo la ruta de San Sebastián de los Reyes, Barbacoa, El Sombrero, Calabozo, Orituco, Mocapra y Aracay, los condujo hasta el sitio de Parmana en las riberas del Orinoco. Lo que permite afirmar que el poblado de Parmana se fundó de una rochela de negros que provenían de Yaracuy, conducidos hasta el sitio por fray Tomás de Pons, quien los salvó del castigo de las autoridades coloniales por su participación en el citado alz-amiento. Así está recogido en investigaciones de J.A. de Armas Chitty, (1982), J.M. Ramos Guedez, (2001), F. Hernández G. (2006), y otros.

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En investigaciones realizadas por M. Soto Arbeláez, (2006), afirma que “hacia 1750 esas tierras le pertenecían a don Jacobo Ramírez de Salazar”, quien era dueño de once hatos localizados en territorio guariqueño, uno de ellos era el hato Parmana.

Dado lo interesante y fidedigno de la información presentada por Manuel Soto Arbeláez, (2006), en sus investigaciones, merece copiarse textualmente buena parte del documento. El relato es como sigue: “Los orígenes de Parmana, cuyas tierras serían poseídas desde 1750s en adelante por don Jacobo Ramírez de Salazar. Aparen-temente don Jacobo murió soltero en el pueblo de Lezama, quedando el hato indiviso [a su muerte] en manos de sus sobrinas doña Juana María Ramírez y Sarmiento, hija de Tomás Ramírez y doña Juana María Sarmiento. La otra sobrina heredera fue Ana Francisca Ramírez Ramírez, hija de don Andrés Ramírez y María de Jesús Ramírez. Estas dos señoras se casaron con don Pedro Cobeña Buroz, natural de Madrid, e hijo de José María Cobeña y doña Fermina Buroz.

Pedro Cobeña Buroz, otorgó testamento en Caracas el 16/11/1840 y murió en La Guaira el 23/12/1840… se casó tres veces. En las dos primeras lo hizo en Altagracia de Orituco, la primera el 22/09/1803 con doña Juana María Ramírez y Sarmiento, quien murió en 1808. De nuevo contrajo nupcias el 19/06/1809 con doña Ana Fran-cisca Ramírez Ramírez, quien murió de parto el 24/06/1810, sin sucesión. Por tercera vez don Pedro Ramírez insistió en el maridaje y se casó en 1815 con doña Manuela Serpa, nacida en 1794 y fallecida en La Guaira el 28/07/1837. Del primer enlace tuvo a María Manuela Cobeña Ramírez y Sarmiento, fallecida sin sucesión y a doña Josefa Antonia Cobeña Ramírez y Sarmiento, quien casó con don Nicolás Serpa.

Del tercer matrimonio hubo a doña Manuela Cobeña Serpa, casada en… Caracas el 12/09/1857 con don Carlos Mendoza Buroz, hijo del doctor Cristóbal Hurtado de Mendoza y doña Gertrudis Buroz Tovar…

…Hay una relación familiar estrecha entre los Ramírez, Buroz, Tovar, Bañes y Cobeña…[…] La relación de los Tovar Bañes con el Guárico es de vieja data… […] Lope María Tovar Ramírez y Bañes, además de oficial retirado de los ejércitos patrio-tas, fue uno de los principales herederos, por vía materna, de las tierras de Parmana…

En un documento de 1877 que reposa en el Registro Subalterno de Valle de la Pascua,… se certifica la donación que verbalmente había hecho el coronel Buroz, de una legua cuadrada de tierra al señor Lope María Cobeña Serpa, de un total de nueve que por herencia le correspondían. Asimismo, ratifica que además de la donación le vende a Cobeña cuatro leguas más “de las nueve que he hablado en la mencionada

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posesión -Parmana- por el precio de ochenta venezolanos, o sean mil pesos sencillos que recibo en efectivo”(…).

Confiesa Buroz Tovar que esas tierras las hubo en las particiones de los bienes de su madre doña Josefa Antonia Tovar (Ramírez) de Buroz, practicada en 1852… En el paquete de documentos sobre la posesión, aparece uno en el cual la señora Carmen G. de Buroz “viuda del coronel Lope María Buroz, Prócer de la Independencia, ratifica la donación y venta al señor Lope María Cobeña (Serpa) de las leguas cuadradas en la gran posesión de tierras de sabana que denominan -Parmana-, jurisdicción de Espino y posteriormente el mismo coronel Buroz, el 26/10/1881 vendió al señor Cobeña las cuatro leguas restantes de las nueve dichas, por el precio de cuatro mil bolívares, de los cuales entregó en este acto la cantidad de 1.600 bolívares y quedando el compra-dor en pagar los 2.400 bolívares restantes”(…).

A poco de la muerte del coronel Buroz, ocurrida en 1882, el señor Lope María Cobeña, pagó los 2.400 bolívares comprometiéndose al prorrateo de los gastos que ocasionaren por razón de las particiones del gran hato, constante de cuarenta y nueve leguas y tres cuartos.

Posteriormente Lope María Cobeña compró a la sucesión del general Joa-quín Crespo Torres, el 04/09/1906, los terrenos denominados -Parmana-. La compra la hizo con dinero perteneciente a los señores Enrique Ledézma y sus hermanos Pedro, José Norberto, Juan José, Lope María, ya difuntos estos dos úl-timos, y Luisa Dolores Cobeña, viuda de José María Aurrecoechea. A los Ledéz-ma le pagó con tres leguas y las 26 leguas restantes quedaron repartidas por partes iguales a los hermanos Cobeña y a los herederos de los ya difuntos. Es-tas 26 leguas se sumaron a las nueve que recibió Lope María Cobeña en 1877…[…] Una legua cuadrada es igual a 3105 hectáreas, en números redondos”.

Como se puede apreciar, la información no tiene desperdicio, dejando claramente determinada la manera como se va transfiriendo la propiedad de las tierras de Parmana, de una generación a otra dentro de una misma familia (Ramírez, Buroz, Tovar, Bañes, Cobeña, Aurrecoechea, Ledézma) unida por parentescos y lazos de consanguinidad y afinidad por generaciones, hasta la actualidad, preservándose en el tiempo la tenencia de la tierra y por ende del gran latifundio, en manos de los descendientes y allegados de sus antiguos propietarios, a través de distintas figuras jurídicas, entre las que destacan herencias, particiones, compra-venta, ventas ficticias, donaciones y pago de deudas.

Otra consideración derivada del análisis del documento, es que la posesión del

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gran latifundio pasó intacta de la colonia a la república, por un período de tiempo que abarca más de doscientos años, si se toma como fecha de referencia el año 1750, cuando don Jacobo Ramírez de Salazar se hizo de las tierras. En la investigación Soto Arbeláez no precisa como las adquirió, pero se puede inferir que fue a través del método y las figuras jurídicas de la época, es decir, mediante el proceso de transferencia de la propiedad a través de una merced real y de posteriores monopolios de grupos ligados consanguíneamente sobre el movimiento de composi-ciones, compra-venta, remate y confirmaciones (fundamentos legales de la tenencia de la tierra en la colonia), que se hacían a expensas de las tierras baldías y de los predios pertenecientes a las comunidades indígenas, así como de la compra-venta de pequeñas y medianas propiedades, con lo cual se incrementaba y consolidaba el poder de los grupos privilegiados amos del suelo que concentraban parte de la riqueza territorial, en este caso en la región de los llanos.

En investigaciones realizadas por Manuel Soto Arbeláez, (1997) sobre un pleito por tierras en Valle de la Pascua en 1737, expone: “Canarios, es-pañoles peninsulares y blancos criollos comenzaron la ocupación y a tomar posesión de las tierras al noroeste de la quebrada de La Pascua…[…] sin títu-los de propiedad, o con papeles con contenido dudoso, o con un simple permiso del Cabildo de San Sebastián de los Reyes”. Para luego componerlas según los procedimientos legales antes citados. No es de dudar que este haya sido el proced-imiento utilizado por don Jacobo Ramírez de Salazar para posesionarse de muchas de las tierras en los confines del sur Guárico, en los llamados llanos de Caracas.

Aunque el profesor Oldmán Botello, (2005) en su obra sobre la Historia de San Juan Bautista de Espino, afirma que: “Don Jacob o Jacobo Ramírez cargó con el mayor número de hatos a la muerte de su padre, sus hermanos quedaron con uno sólo. Esta familia es el origen de la mayor parte de integrantes del linaje Ramírez de Valle de la Pascua, [el Orituco] y el sur guariqueño incluyendo Cazorla. Los Ramírez y don Ignacio Martínez, así como los Requena eran los dueños de la mayor parte de los terrenos de Espino Arriba, donde se estructuró el pueblo, pero la concentración de la comunidad fue en la parte cedida por los Requena…”. La información referida a la herencia dejada por el padre de Jacobo Ramírez y sus hermanos, está sujeta a ser comprobada.

Don Jacobo Ramírez de salazar:Hacendado en el Orituco y hatero llanero

De don Jacobo Ramírez de Salazar o Jacob Ramírez, existe abundante infor-mación en documentos y bibliografía donde se le reseña, pudiéndosele considerar de

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acuerdo con la categoría histórica, como un gran cacao, y uno de los grandes hateros llaneros, durante la segunda mitad del siglo XVIII y primera mitad del siglo XIX en el Guárico.

Según documento que reposa en el Registro Subalterno de Altagracia de Oritu-co, en el año 1789, don Tomás, don Andrés y don Jacobo Ramírez de Salazar, don Manuel Infante, doña Leonor Velásquez y otros hacendados y labradores del valle de Orituco, declararon: “…tenemos y poseemos en las riberas del río Orituco, cau-dalosas haciendas de cacao y caña e igualmente labranzas de maises,[] yuca y demás frutos…”.

Por otra parte, en investigación realizada por Carlos López Garcés, (2005), ex-pone que: “…Tales sembradíos [de café] habrían comenzado en las últimas décadas del siglo XVIII, mucho antes de 1800, en las riberas donde tenían sus propiedades los Infante, Ramírez, Ledezma y otros hacendados, que destacaban en la sociedad co-lonial por su poder económico, sus relaciones amistosas y mercantiles con comerci-antes capitalinos y sus buenos vínculos políticos con el gobierno hispano-monarquis-ta representado en Caracas…”.

Lo antes expuesto lo confirma un escrito de Manuel Soto Arbeláez, (1997), que dice: “La amistad de estos blancos criollos se consolidó mediante intercambios so-ciales en San Sebastián, donde poseían casas solariegas de “tejas y rafas”. En 1760 con motivo del advenimiento al trono español de Carlos III, los ricos de esa localidad financiaron las fiestas en honor a este rey de origen napolitano. Los días del 23 de noviembre al 08 de diciembre, hubo corridas de toros, fiestas eclesiásticas, comedi-as, teatro, gallos, caballos, etc. Siendo los Salazar, Manuel Infante, Jacobo Ramírez de Salazar, los hermanos Gómez Román, los hijos de Francisco Machuca, Andrés Belisario, Pascuala Rodríguez, Juan Fernández de Miranda, Pedro Ledesma, Joseph Requena y Carlos Del Peral quienes corrieron con los gastos de los festejos, todo en franca camaradería, como correspondía a su posición social y económica”.

En ese sentido, en la obra sobre la Visita Pastoral del obispo Mariano Martí, (1998), se le califica de “hombre muy rico, dueño de esclavos… propietario de once hatos y de plantaciones de cacao en el Orituco. Dueño de los hatos La Barrosa, Ara-cay, Requena y El León en jurisdicción de Lezama”. Ramírez vivía mucho tiempo en el precitado hato El León ubicado a cinco leguas de Lezama a cuya parroquia pertenecía.

También eran hateros y hacendados, sus hermanos y/o parientes Esteban,

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Thomás, Francísco Javier, Pedro Alonso, Andrés y Juan Ramírez de Salazar. Así se les considera y califica en diversos documentos, artículos y textos, en-tre otros, en las obras de J.A. de Armas Chitty, (1979); M. Soto Arbeláez, (1997); Oldmán Botello, (2005); C. López Garcés, (2005): “Como dueños de hatos y ha-ciendas”. Jacobo Ramírez de Salazar además era pariente, posiblemente her-mano, de don Jacinto Ramírez de Salazar, quien murió en 1800 en el valle de Conoropa en el Orituco Arriba, en la margen izquierda del río Memo, en las in-mediaciones de Taguay, donde había testado en 1797, es decir un año antes.

La afirmación se fundamenta en la información que aporta un documento que reposa en el Archivo Arquidiocesano de Caracas: Matrículas parroquiales, carpeta 37, donde aparecen en el año 1798, los Ramírez de Salazar con haciendas en el partido de San Miguel, en los sitios de: “Conoropa de Jacobo Ramírez, bajo la advocación de la deidad patronal San Pablo Ermitaño; Tomás Ramírez y Francisco [Javier] Ramírez en Guanape con haciendas bajo la advocación de el Dulce Jesús y Santa Clara respec-tivamente”. Es decir, la tenencia en el sitio de haciendas y apellidarse Ramírez de Salazar.

En las propiedades antes citadas de los Ramírez de Salazar, se aprecia que cada una tiene por nombre una divinidad patronal, con esto expresaban su devoción reli-giosa y su fe católica, además es una manifestación que refleja la influencia ideológi-ca de la iglesia en ese tiempo histórico. Igual ocurre con algunas de las propiedades del sur del Guárico, es el caso de: Santa Feliciana, La Peña de San Miguel, Santa Catalina y La Magdalena.

Sus hermanos y/o parientes ocuparon los siguientes cargos: Juan Ramírez de Salazar, ocupó el cargo de corregidor de Altagracia de Orituco entre los años 1742 y 1746; don Tomás Joseph Ramírez de Salazar se desempeñó como justicia mayor del Valle de Orituco entre los años 1765 y 1766; y Esteban Ramírez, según Martí en 1783, “… y dicen que ahora ya hay nombrado otro Teniente [de justicia mayor] de San Fernando [de Cachicamo] y Corregidor de este pueblo de Iguana, que es don Estevan Ramires, soltero, hermano de don Jacobo Ramires, dueño de once hatos, que se discurre no ha pretendido este Tenientazgo por otro motivo que para defender de estos indios el ganado de [los] hatos de sus hermanos, inmediatos a este pueblo”.

La información que aporta Martí, deja ver de que manera los hermanos se ayudaban, ocupando cargos gubernamentales, que aunque eran represent-aciones oficiales de menor jerarquía que otorgaba la corona en las parroquias, a través de ellos garantizaban la protección y preservación de sus propiedades

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y bienes. Además habla de hatos y hermanos -en plural-, lo que indica que en esa jurisdicción no sólo Jacobo tenía once, sino también sus otros hermanos.

En cuanto a las propiedades, existe total certeza que de los once hatos que poseía don Jacobo Ramírez de Salazar, Parmana era uno de ellos, como queda demostrado en el documento que presenta Soto Arbeláez. Otros dos hatos en esa jurisdicción eran Santa Feliciana y San Miguel de la Peña, localizados del otro lado del morichal de Carapa, entre éste y el hato La Peña de Marrero de don Bernabé Marrero. La exten-sión territorial de los hatos Santa Feliciana y San Miguel de la Peña era de treinta y cuatro leguas.

Además existe certidumbre, que de los once hatos que fue propietario don Jacobo Ramírez de Salazar, diez estaban localizados en terrenos de la parroquia Espino, a saber: La Barrosa, La Magdalena, Aracay Arriba, Aracay Abajo, Parmana, Santa Fe-liciana, San Miguel de la Peña, Espino Arriba, El Tabaco y Mereyal. En el Orituco era propietario del hato El León en jurisdicción de Lezama, y de la hacienda San Pablo Ermitaño en el valle Conoropa, y sus hermanos Esteban era dueño de otro hato en Parmana, y Pedro Alonso Ramírez de Salazar era dueño del hato El Butaque, en esa misma jurisdicción. Para un total de 12 hatos de los hermanos Ramírez de Salazar en la zona.

Merece reseñarse una información que aparece en la obra del obispo Martí (1998), que dice: “Por auto de la Junta de Diezmos, expedido en Caracas a 13 de setiembre de 1780, se declara no haver probado Ramón Pérez su acción sobre que el hato de don Jacobo Ramíres, que fue de Requena, sito en Río Claro, era perteneciente a la vereda decimal de Santa María de Ipire, y que por el contrario, dicho Ramíres probó cumplidamente pertenecer a la vereda de esta villa de San Fernando, con todos los demás hatos del mismo sitio…”. Como se puede deducir, está por determinarse si el hato Requena también le perteneció a Jacobo Ramírez de Salazar, si así fue, el núme-ro de hatos de este terrateniente sería doce, (uno en Lezama y once en el sureste del Guárico).

Relación general de hatos y otras propiedadesde Don Jocobo Ramírez de Salazar y sus hermanos y/o parientes

(año 1796)

Propiedad Propietarios Jurisdicción, Esclavos y Observadores Hato La Barrosa Jacobo Ramírez de Salazar Espino. Tenía 22 esclavos

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y 14 agregados

Hato La Magdalena Jacobo Ramírez de Salazar Espino. 16 esclavos

Hato El Tabaco Jacobo Ramírez de Salazar Espino. 8 esclavos

Hato Espino Arriba Jacobo Ramírez de Salazar Espino

Hato Aracay Arriba Jacobo Ramírez de Salazar Espino

Hato Aracay Abajo Jacobo Ramírez de Salazar Espino

Hato Mereyal Jacobo Ramírez de Salazar Espino. Mayordomo: Nicolás Ceballos de Landázuru

Hato Parmana Jacobo Ramírez de Salazar Espino

Hato Santa Feliciana Jacobo Ramírez de Salazar Espino

Hato La Peña de San Miguel Jacobo Ramírez de Salazar Espino

Hato Flamenco Jacobo Ramírez de Salazar Espino

Hato Flamenquito Jacobo Ramírez de Salazar Espino

Hato El León Jacobo Ramírez de Salazar Lezama

Hacienda Jacobo Ramírez de Salazar Conoropa. Orituco. San Pablo Ermitaño

Hato El Butaque Pedro Alonso Ramírez Espino. 9 esclavos de Salazar

Hato Parmana Esteban Ramírez de Salazar Espino. 12 esclavos

Hacienda de caña de azúcar Juan Ramírez de Salazar Guanape. Orituco. (Caña de azúcar)

Hacienda Dulce Jesús Tomás Josef Ramírez Guanape. (Cacao) de Salazar

Hacienda López Andrés Ramírez de Salazar El León. Lezama. (Cacao)

Hacienda de caña. Andrés Ramírez de Salazar Guanape. (Caña de azúcar)

Cataure (Tierras) Andrés Ramírez de Salazar Valle de Cataure. Orituco.

Hacienda Santa Clara Francisco Javier Ramírez Guanape. (Caña de azúcar) de Salazar

Fuente: AAC, C. López Garcés, M. Soto Arbeláez, O. Botello, y otros. Elaboración del autor.

Como se puede apreciar en la relación presentada, los hermanos Jacobo, Esteban y Pedro Alonso Ramírez de Salazar eran dueños de catorce hatos en jurisdicción de la parroquia Espino. No está completamente determinado si el hato Requena, localizado entre Parmana y Santa María de Ipire, le perteneció a Jacobo Ramírez, por eso no se incluye en la relación.

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Está confirmado que los hermanos Jacobo, Esteban y Pedro Alonso Ramírez están entre los 33 fundadores del pueblo de Espino, donde además vivieron los dos últimos, no se ha precisado cuando fijaron residencia en el poblado, pero se sabe que entre los años 1790 y 1796 vivían en la localidad. Para el sostenimiento del cura y de la iglesia aportaron: Pedro Alonso: 15 pesos, Jacobo: 50 pesos y Esteban: 12 pesos. Expone O. Botello, (2005): “Se ve a las claras que el mayor potentado era don Jacobo o Jacob Ramírez, propietario de diez hatos en la jurisdicción; los más pobres aportaron entre cuatro y un peso para lograr tener pueblo e iglesia”.

Para la construcción de la capilla “el aporte más elevado fue de los pudientes. Por ejemplo, entregaron cien pesos Juan Muñoz, Pedro Alonso Ramírez, Ignacio Martínez y Esteban Ramírez...”.

En opinión de J.A. de Armas Chitty, (1961), “…Los Ledézma […] junto con Jacobo Ramírez, los Siso, Herrera, Matute, Guzmán, Machado y otros, dan fisonomía a la riqueza pecuaria para ese entonces en el municipio Infante, Belén (Las Mercedes del Llano) y Chaguaramas…”

En cuanto a la condición de dueño de esclavos, no sólo la fundamenta la afir-mación del obispo Martí en 1783, (1998), sino también, el precitado documento de 1798, donde los hermanos aparecen como esclavistas, con la siguiente cantidad de esclavos declarados:

Número de esclavos en el Orituco de los Ramiréz de Salazar(año 1798)

Propietarios Realción año / nº de esclavos

1764 1767 1769 1772 1791

Don Jacobo Ramírez de Salazar 10 8 11 11 32

Don Francisco Javier Ramírez de Salazar 27 17 17 16 -

Don Tomás Joseph Ramírez de Salazar 11 6 9 8 3

Don Andrés Ramírez de Salazar - - - - 43 Fuente: C. López Garcés. Elaboración del autor.

Como se puede apreciar, don Jacobo Ramírez en un período de 27 años multiplica la cantidad de esclavos de los que se declara dueño, y don Andrés Ramírez apa-rece como el que más esclavos tiene para el año 1791. Esto permite inferir que eran

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grandes propietarios con mucho poder económico y social, que se acrecienta a medi-da que pasan los años. Además el calificativo de “don” con que aparecen registrados en los documentos ratifica su importante posición.

Para el año 1796, don Jacobo Ramírez posee en sus hatos localizados en juris-dicción de Espino 68 esclavos, a saber: 22 en La Barrosa, más 14 agregados; 16 en La Magdalena; 8 en El Tabaco y 8 en Parmana. Su hermano Esteban Ramírez tenía 8 en su hato de Parmana, y su hermano Pedro Alonso Ramírez tenía 9 en el hato El Butaque. En las demás posesiones no declara si tenía esclavos, aunque se infiere que sí, al igual que en su hacienda de cacao en Conoropa y en su hato El León en Lezama, donde vivía la mayor parte del tiempo.

En la obra de Martí, (1998) se relata el caso de un esclavo de don Jacobo Ramírez que deja claramente señalada la segregación étnico-social que practicaba la iglesia para ese entonces, dice así: “Gabriel Toribio, esclavo de don Jacobo Ramírez, negro, y María Concepción de la Charidad, india de este pueblo, soltera, huérfana de padre y madre, quieren casarse y se ofrece el reparo de la desigualdad. Se ha determinado por mí, por este Cura y por don Ilario que no se celebre este matrimonio, y que el dicho Gabriel se case con igual, y que la dicha María se case con un indio de este pueblo llamado Matheo, con quien tiene tratados esponsales, […] si no es con dicho Matheo, se podrá casar con otro igual”. Se aprecia como la iglesia como institución eclesiásti-ca no realizaba de manera regular matrimonios entre personas de distinta condición social, lo que habla claramente de una sociedad de castas, sin posibilidad de ascenso social.

En relación a las propiedades de los familiares y parientes de don Jacobo Ramírez en el Orituco, en la obra de C. López Garcés, (2005), aparecen: - Don Juan Ramírez de Salazar, quien acusa en su testamento, otorgado en 1760,

una hacienda de caña de azúcar en Guanape.- En el Registro Subalterno de Altagracia de Orituco, de agosto de 1793, reposa

el testamento de don Thomás Josef Ramírez donde se expone, “que era dueño de una hacienda en el sitio de Guanape, donde había veinte mil plantas de cacao en agosto de 1793”.

- Don Andrés Ramírez de Salazar, en mayo de 1794, era dueño de una hacienda de caña de azúcar, ubicada en el valle de Guanape (al norte gracitano), conformada por once tablones que totalizaban una superficie de treinta y tres mil ochocientas cincuenta varas cuadradas, identificadas con los nombres católicos: Santa Bárba-ra, La Caridad, San Josef, San Joaquín, La Concepción, Altagracia, Santa Ana, San Miguel, La Merced, Jesús y San Agustín.

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Además, para el año 1794 don Andrés Ramírez también era propietario de la haci-enda López, en el sitio El León, jurisdicción del Orituco, donde existía una arboleda de cacao en mayo de 1794, que fue valorada así:

Inventario de la hacienda López de Don Andrés Ramírez de Salazar(año 1794)

Árboles de Cacao Valor Valor total en reales en reales p/c planta

3.414 frutales 6 20.484

646 horqueteados 3 1.938

150 resiembros 1.5 225

3.163 fallas 3 cuartillos 2.362Fuente: C. López Garcés. Elaboración del autor.

Para el año 1797 Andrés Ramírez ya había muerto, así está demostrado en doc-umentos, donde su viuda doña María Jesús Ramírez “Protesta por cuentas a pagar dejadas por su difunto marido don Andrés Josef Ramírez”. (Altagracia de Orituco, 30/04/1798. Bloque 19, años 1797 a 1799.

En diciembre de 1804, doña Juana María Sarmiento Valladares, viuda de don Thomás Ramírez de Salazar, poseía en el valle de Guanape un poco más de cuatro mil plantas de cacao.

López Garcés, (2005): “En el año 1806 doña María de Jesús Ramírez (viuda de don Andrés Ramírez) vendió a don José de Páiz, el 08 de marzo de 1806, por la can-tidad de mil pesos de ocho reales de plata cada uno, posesión de tierras en el valle de Cataure”.

Es conocida la información, que para el año 1775 la región de Orituco proveía el cacao que se consumía en Angostura y la región de Guayana, así se lo autorizó para ese año, el gobernador de la provincia de Guayana, capitán don Carlos de Agüero al teniente de justicia mayor del valle de Orituco, capitán don Manuel Infante, para que comercializara anualmente 500 fanegas de cacao en Santo Tomás de Guayana, a donde era transportado en recuas de mula, a razón de dos fanegas por cada animal. El viaje de ida y vuelta duraba unos dos meses aproximadamente. No es descabellado suponer la participación de don Jacobo Ramírez de Salazar y sus hermanos en este

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comercio, dada la situación estratégica de Parmana, por el paso obligado que tenían que hacer los arrieros por su territorio desde el Orituco hasta el Orinoco, para embar-carse seguramente en el puerto de Parmana y desembarcar en Las Bonitas (al frente de Parmana) en territorio guayanés y viceversa.

Posesiones del General Joaquín Crespo Torres en Jurisdicciónde Espino y Parmana

Sobre la posesión tierras del general Joaquín Crespo Torres en Parmana, históri-camente es suficientemente conocida la información, que el general Crespo, presi-dente de Venezuela entre los años 1884 y 1886, fue en su tiempo uno de los mayores (sino el mayor) terratenientes del Guárico. En cuanto a las posesiones que tenía en jurisdicción de Valle de la Pascua, Espino Parmana y La Peña, está demostrado doc-umentalmente que fueron muchas las tierras e inmuebles que adquirió en el Guárico entre los años 1895 y 1898. En lo que para ese entonces se llamaba distrito Bravo (hoy municipio Leonardo Infante) a través de sucesivas compras, entre esos años llego a ser dueño del hato Chimire, y de las posesiones: San Emilio, Los Playones, La Tortuga, Guamayen, Los Tiestos, La Tigrera, Las Ánimas y Las Animitas. Todas eran hatos, fincas y posesiones rurales. Además tenía vivienda en Valle de la Pascua y Espino.

Fue dueño del histórico hato El Totumo, que compró el 15/12/1895, a doña Juana Hernández de Toro, en jurisdicción de San José de Tiznados, donde también tenía una vivienda.

Después de su muerte en el combate contra José Manuel “El Mocho” Hernández en el sitio de La Mata Carmelera el 16/04/1898, se cuentan entre su cuerpo de bienes: con el N° 86, el hato Chimire, valorado en 167.112 bolívares; con el N° 89, el hato El Totumo, valorado en 100.000 bolívares, y con el N° 92, las posesiones Las Ánimas y Las Animitas, valoradas en 16.000 bolívares.

En el año 1906 Lope María Cobeña les compró a la viuda y herederos de la sucesión crespera 100.000 hectáreas en Parmana, se supone que la compra incluía el hato Chimire. Merece señalarse que en la actualidad, existen en jurisdicción de Espino, La Peña y Parmana los sitios de Chimire, Guamayen o Guanayen, Tortuga, Los Playones, Los Tiestos, las Ánimas y Las Animitas.

Su situación actual es la siguiente:- Chimire, es un caserío constituido por unas 15 viviendas, asentado en el llamado

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“Paso de Chimire”, en el morichal de ese nombre. Ahí habitan con sus familias: José Higuera, José Antonio Rivero y José Angel Chire, y otros. En su entorno es-tán localizadas algunas fincas pecuarias. También hay una bodega y una escuela.

- Guanayen: Es una posesión ganadera localizada entre Parmana y Puerto Requena, al norte, en la vía hacia Santa María de Ipire, cuyos propietarios son los señores Luís Campagna, e Isaías y Gerónimo Felizola.

- Tortuga: Es una posesión ganadera localizada entre los sitios de Guanayen al norte y la comunidad de Aracay al sur, en ese medio, junto con los sitios denomi-nados “La Muerta” y “Campana”, está el sitio de “Tortuga”, que es una posesión que perteneció a don Jesús Hernández (del Banco Telesfero) y en la actualidad, pertenece a sus sucesores: Santos-Hernández; Blanco-Hernández; Seijas-Hernán-dez y Pérez-Hernández.

Los sucesores de don Jesús Hernández actualmente tienen un litigio con el coro-nel Pompeyo Torrealba, quien reclama 59.000 hectáreas en el sitio de “Tortuga”, según documento registrado que dice poseer.

- Los Playones: finca ganadera localizada en la vía Espino – Parmana, a la izqui-erda del río Juajuita, su propietario es don Ignacio Ramírez y la familia Ramírez Gómez.

- Los Tiestos: Posesión ganadera localizada en las inmediaciones del cerro El Ma-cho, entre las posesiones de Santa Edelmira y La Casimira, antes de llegar a la población de Espino. Su propietario es el señor Luís Bastidas.

- Las Ánimas: localizada en jurisdicción de San Miguel de La Peña y Santa Felici-ana, es un hato del señor Omar Camero Zamora.

- Las Animitas: También es un hato ganadero localizado en jurisdicción de San Miguel de la Peña y Santa Feliciana, cuyo propietario es el señor Eletis Higuera Higuera.

Del “Héroe del deber cumplido” como se conoce al expresidente y general Joa-quín Crespo Torres, expone el historiador Guillermo Morón, (1988), lo siguiente: “Sobrio, abstemio, cojo de la pierna derecha por herida de guerra, fiel a misia Jacinta, no muy escrupuloso en el manejo de los dineros públicos, Crespo se convirtió en el Jefe Supremo del Partido Liberal Amarillo y dominó la vida política de Venezuela en la última década del siglo XIX”.

Contribución de Parmana al proceso de independencia

Durante el período de la llamada Guerra Nacional de Independencia, el Puer-to de Parmana jugó un importante papel estratégico a favor de las tropas patriotas,

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porque sirvió de lugar de desembarque y abastecimiento de las fuerzas aliadas, cuan-do venían de Guayana hacia el centro del país y hacia Apure. Así está recogido en la correspondencia del general Antonio José de Sucre del año 1819 y en el Archivo del Libertador, Sección O’Leary, (1981), como valoración de la adhesión patriota de Parmana y de su contribución a la gesta independentista, se transcriben dos corre-spondencias que le remite el general Sucre al general Carlos Soublette.

Santa Cruz, a 16 de diciembre de 1819Señor general Carlos Soublette.Mí querido Carlos:

En la mitad del camino de San Juan a Achaguas encontré al general que me hizo regresar con él a Angostura. Me hizo estar allí un día y al siguiente me vuelve para Apure para que se prevengan víveres allí y en el tránsito para las tropas y le haga bajar toda la escuadrilla y cuantos buques encuentre, a Par-mana unos y aquí otros.

Yo voy muy de prisa y bajaré de prisa por el Arauca y por tanto te escribiré y te hablaré en el río donde nos veremos muy pronto. Tu familia quedo buena: te abrazo y soy tuyo siempre.

ANTONIO

Santa Cruz, 17 diciembre de 1819Al benemérito señor general Carlos Soublette.Señor general:

Para el mantenimiento de las tropas que V.S. conduce, he contratado con el comandante de este punto cien pesos de cazabe y algún dulce, y con el señor coronel Torres en Moitaco la adquisición de otros ciento. Yo sigo hoy para arriba y en todos los pueblos procuraré que se acopie pan cuanto se pueda, y de Parmana bajará toda la carne salada que haya. Cuantos buques encuentre en el tránsito los mandaré a este comandante, que los tendrá a las órdenes de V.S., además de los que vienen de Angostura.

Para el pagamento de pan, viene un oficial o comisionado a comprar cuanto se encuentre, que o lo pagará inmediatamente o se satisfarán por los recibos que V.S. mande dar.

Dios guarde a V.S. muchos años.

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El general de brigada.A.J. DE SUCRE

Como se puede apreciar en las dos correspondencias queda muy clara la impor-tancia estratégica de Parmana y su puerto, no sólo para el transito sin contratiempo de las embarcaciones patriotas, sino también para desembarcar y aprovisionarse de carne salada y otros víveres que se requerían para alimentar las tropas acantonadas en Guayana en el año 1819.

En ese sentido, antes de 1819, en opinión de J.A De Armas Chitty, (1961), “…Cuando la Guerra de Independencia invade el llano, varios Ledézma [de Espino y Parmana] acompañaron al general Pedro Zaraza a sostener la resistencia republicana entre 1814 y 1818”.

Parmana a finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX

Para el año 1872 Parmana -escrita con “L”- aparece reseñada en los Apuntes Estadísticos del Estado Guárico, (1967), compilados por Rafael Ramón Castellanos, como un sitio del distrito Espino, con una población conformada por 52 habitantes (34 varones y 18 hembras), y con sólo 10 casas.

Informó el arquitecto Manuel Matos Charmelo que doña Elena Cobeña contaba, que recordaba la importancia económica que desde finales del sig-lo XIX y hasta los años cuarenta del siglo XX tuvo el Puerto de Parmana, por la producción de plumas de garza y cueros de caimán para la exportación a Eu-ropa, especialmente a Francia, a las grandes casas de moda de la época. Exis-ten fotografías donde se aprecian las grandes salazones de cueros de caimán.

Sobre la comercialización de las plumas de garza, expone la historiadora Ade-lina Rodríguez Mirabal, (1988), “A partir de las últimas décadas del siglo XIX el comercio de plumas de garza llegó a constituir un recurso económico de sorprendente valor, inspirado por las necesidades de la moda europea, especialmente en Francia e Inglaterra…En Venezuela, a raíz de la demanda de las plumas de garza procedente de mercados europeos, la economía de los llanos altamente afectada por la caída de los precios del ganado y sus derivados, se activó vigorosamente con el aliciente de la alta cotización y estima de este producto, situación ésta que favoreció notablemente a los hacendados ganaderos llaneros, en cuyos predios se localizaban la mayor parte de los garceros…”. La ruta que utilizaban los traficantes para la comercialización de las plumas de garza extraídas de los garceros de Parmana, se hacía a través del puerto

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de Ciudad Bolívar, donde eran recibidas por los barcos de vapor que transitaban por el Orinoco, que las trasladaban a los mercados extranjeros. Esta misma ruta era la utilizada para la comercialización de los cueros de caimán.

Por otra parte, durante mucho tiempo, de la zona de Parmana también se extraían las “rolas” de acapro y birote, que eran utilizadas para el funcionamiento de los bar-cos de vapor que transitaban por el Orinoco.

En otro sentido, algunas personas ancianas de Parmana, recuerdan las distintas oportunidades que el general Emilio Arévalo Cedeño estuvo en la zona, reclutando hombres jóvenes para integrarlos al ejército guerrillero, que encabezó entre los años 1914 y 1930 contra la dictadura del general Juan Vicente Gómez. Informan que eran tiempos de terror y miedo, que determinaba que los jóvenes de la comunidad se inter-naran en las zonas boscosas y en los morichales donde se escondían hasta que pasaba la acción de reclutamiento compulsivo y violento.

Parmana, Ronquín y Chimire (años 2006 - 2007)

La información que a continuación se presenta se ubica cronológicamente en el tiempo presente (año 2006).

PARMANA: En la actualidad el puerto de Parmana es una comunidad localizado en la barranca occidental del río Orinoco, perteneciente a la parroquia Espino, desde donde dista 89 kilómetros, y cuya comunicación se hace a través de una carretera de tierra y granzón en muy malas condiciones, lo que dificulta el tráfico automotor. En el N° 1 de la publicación de la Alcaldía del municipio Infante titulada: Cabildo Abierto, junio 2006, se describe a Parmana de la manera siguiente: “En la actualidad Parmana es un caserio bucólico, donde la cotidianidad de la vida está circunscrita a la actividad pesquera, cría de ganado y siembra de frijoles, patillas y otros rubros emanados de los vaivenes del soberbio Orinoco. Sus habitantes pugnan por mantener una dinámica de vida que se resiste a la emigración constante de la juventud hacia otras latitudes en busca de mejores horizontes. La lejanía se empeña en frenarle el desarrollo. La mala vialidad también…”.

El sitio se encuentra al sureste del estado Guárico, a 46 metros sobre el nivel de mar, en los llamados llanos bajos, en la zona se localizan abundantes ríos, morichales y riachuelos pertenecientes a la cuenca del Orinoco; en ese sentido, después de la población de Espino se deben atravesar 16 ríos y/o morichales hasta llegar a Parma-na, a saber: río Espino o morichal de Caño Largo, Las Raíces, Espinito, Macanillal,

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Los Juanes, Morichalito, La Candelaria, Rabanal Arriba, Los Almendrones, Juajuita, El Paso de Veladero, Centella o Las Piñas, Paso de Chimire, Los Hileros (puente de Los Hileros), Los Arrecifes (puente de Los Arrecifes), y Las Váquiras (puente de Las Váquiras) a dos kilómetros antes de llegar al poblado y al puerto de Parmana.

La santa patrona de Parmana es la Santísima Virgen María, y las fiestas patronales en su honor se realizan en la segunda quincena de marzo (22 de marzo) de cada año. Festividades que generalmente coinciden con la semana santa, temporada del año cuando la zona es visitada por muchos temporadistas y turistas de distintos lugares del Guárico y de toda Venezuela, que seleccionan esos parajes para disfrutar en esos hermosos paisajes solitarios, del solaz y el esparcimiento natural en los llamados hi-leros de Parmana y otros sitios de la zona, entre los que destacan: el paso de Chimire, Corozal, Las Vegas, Las Peonías, Ronquín y las playas intermedias del río Orinoco.

Los Hileros de Parmana, nacen en el morichal de Carapa, constituyendo un ramal donde se forman como especie de hilos de agua cristalina, que cruzan la sabana y dibujan el paisaje, frecuentados durante los asuetos de carnaval y semana santa por su belleza. Constituyen uno de los lugares turísticos del estado Guárico, más recono-cidos nacional e internacionalmente por sus potencialidades para practicar el llamado turismo de aventura. Se encuentran a unos 15 minutos antes de llegar al Puerto de Parmana.

En el año 1997 J. T. Ledézma describió los hileros de Parmana de manera sigui-ente: “Las hermosas y cristalinas aguas de los hileros son hábitat natural de… can-tidades de patos silvestres, alcaravanes, corocoras y garzas paletas, las cuales en los atardeceres y amaneceres, con su algarabía le brindan a los visitantes y temporadistas que allí se dan cita, un hermoso espectáculo pleno de belleza y colorido, [que hace de estos parajes] un lugar prodigioso para el recreo, el disfrute y el sano esparcimien-to…”.

Según datos aportados por la Dirección de Malariología del estado Guárico, el po-blado está constituido por unas 120 viviendas. La mayoría son casas rurales, y el resto son de bahareque con techos de moriche o zinc, muy escasas las que están techadas con acerolic u otro material de construcción.

En cuanto a la población que reside en el poblado, varía según la época. Durante el período de siembra se establecen en la comunidad unas 600 personas, pero en otras épocas apenas se quedan unos 300 habitantes, radicados de manera permanente. Sus pobladores viven de la siembra, la pesca, la ganadería o trabajando como peones u

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obreros en las fincas de la región.

El poblado está formado por dos calles: la calle principal y la calle Orinoco que desemboca en el sector Los Mangos. Los sectores en los que está dividido el pobla-do son los siguientes: a la entrada el sector Las Burras, La Encubadora, Los Moros, Punta de Mata, Los Mangos, Los Taguapires, así se llama el comercio de la señora Coromoto Ruíz, establecido en el sitio de ese nombre, y Las Peonías, que es el sector del río donde está el puerto, y donde se desarrolla el mayor movimiento económico y comercial de la zona.

El ciclo de siembra se fundamenta en la fluctuación del río Padre, que condiciona una estrecha relación entre las islas y tierra firma, la cual a su vez, determina una condición especial de vida de los lugareños. El período de siembra se ubica en el lla-mado ciclo norte-verano, entre los meses de octubre y febrero. La siembra se realiza en las islas y vegas del río Orinoco. Las islas son las siguientes: Las localizadas en el espacio geográfico de Parmana, son: Isla López, El Caro, El Puyazo, Chimire, Gua-camaya, Rabopelado, El Zapateao, y El Brisote; y las pertenecientes a la parroquia Cabruta del municipio Las Mercedes del Llano, son: La Guanota, La Rompía y El Baulito.

El algodón es el rubro que más se siembra, seguida de frijol, caraota pintada, melón y patilla; en menor cuantía se siembra caraota negra y maíz. En los últimos años ha disminuido la siembra de frijol y caraota pintada y ha aumentado la de maíz y patilla. El algodón es el renglón de mayor producción, el cual se siembra en las riber-as del río Orinoco, especialmente el llamado algodón de fibra larga. Como referencia se tienen los índices de los años 1997 y 1998, cuando se produjo una cosecha de tres millones de kilos de algodón en rama, es decir con la semilla (en bruto).

En cuanto a la pesca, esta actividad se realiza en el río Orinoco y en los morichales de Otocuao y Carapa. Entre las especies que más abundan están los pescados de cuero y sin espina: balentón, rayao, bagre blanco, dorado, jipi, curvina y bagre tigre; y los pescados de escamas: cachama, morocoto, caribe, coporo, palometa y pavón. Tam-bién abundan las babas, terecayes y galapagas. El balentón es el pez más grande del Orinoco, puede llegar a alcanzar un peso promedio que oscila entre 150 y 200 kilos por unidad. El guanaguanare es el ave que más abunda especialmente en los playones del río, donde pone sus huevos entre los meses de enero y febrero, además de las garzas, gabanes, patos sabaneros, cotúas, garzones y otros.

Hatos y fincas ganaderas localizadas en jurisdicción de Parmana

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(años 2006 - 2007)

En la vía nacional Espino - Parmana(Después de la comunidad de Chimire)

Nombre de la posesión Propietarios Las Marías. José Delfín Aguilar. Los Tres Moriches. José Ángel Chire.

La Candelaria. Luis Estanga.

La Buenamoza. Don Miguel Chire.

Los Quereveres. Rafael Enrique López.

Los Pozos. Julián Vásquez.Elaboración del autor.

En los alrededores de Parmana(Hasta Puerto Arturo)

Nombre de la posesión Propietarios Los Garzones. Familia Aurrecoechea.

El Piñal. Los Ledézma. (Perucho Ledézma). Bajo Hondo. Los Villarroel.

El Atajo. Víctor Díaz.

La Macanilla. Suc. de Juan Bautista Hernández.

Elaboración del autor.

En los alrededores de Parmana Nombre de la posesión Propietarios Los Guarataros. José Hernández.

La Paloma. Ramón Vicuña.

La Parmana. Luís Estanga.Elaboración del autor.

Familias y apellidos más comunes: Entre las familias y los apellidos de mayor tradición en la comunidad de Parmana se encuentran: González (Ana González es la fundadora de la familia), Rafael Rivero y familia, Rafael Gámez y familia, Pedro Miguel Estanga y familia, Miguel Silva y familia, Santana Hernández y familia, José Rodríguez y familia, José Higuera y fa-milia, Gustavo Ledézma y familia, Los Salazar, Los Santaella y familia, entre otros.

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Las familias de mayor posición económica de la comunidad son los Estanga, los Hernández y los Rivero, que se dedican al desarrollo y explotación de actividades agrícolas y pecuarias. Los Gámez son una familia de pescadores que se dedica a la comercialización de pescado.

Entre las personas más destacadas que han nacido en la comunidad de Parmana, se cuentan: el boxeador Leo “Torito” Gámez, Noleida Hernández Rivero (admin-istradora y profesora universitaria), los docentes Amalia Martínez de Flores, Elsa Hernández Rivero y Luis Edgardo Estanga Ledézma, el abogado Jaime Velásquez Martínez, los ingenieros Richard Martínez y Mauricio Estanga Ledézma, el TSU José Ángel Chire, entre otros.

Para el año 2006, las personas más ancianas de la comunidad son don Pedro Mi-guel Estanga y don Miguel Silva.

Servicios: para el año 2006, Parmana cuenta con los servicios siguientes: - Electricidad: se suministra a través de una planta eléctrica que funciona entre

las 12 del mediodía y las 12 de la noche. - Agua potable, que extraen de un pozo subterráneo y la depositan en un tanque

de 40 mil litros, de donde se la suministran a las viviendas a través de tuberías. - Medicatura rural. En la actualidad no tiene asignado médico ni enfermera, ni

cuenta con ningún tipo de dotación. - Un destacamento policial, con dos policías permanentes, que cumplen guar-

dias de 24 por 24 horas, cuando son relevados por otra guardia, son el resguar-do para sus centenares de habitantes y para los visitantes.

- Teléfonos celulares privados: movilnet y movistar. - Un comisario (señor Ruperto Jaramillo). - Tres bodegas, de los señores: Luís Martínez, Pedro Agüero y Arquímedes

Fuenmayor. Además de dos bodegas Mercal, y una casa de alimentación. - Un cementerio.

Para el año 2006 la comunidad no tiene plaza Bolívar u otras plazas, tampoco existen canchas deportivas, sólo hay un parque infantil en el sector Los Moros, al lado de la iglesia católica que está ubicada en el centro del pequeño poblado, donde la señora Thaís imparte y enseña catequesis a los niños y jóvenes por las tardes, ya que no hay párraco de manera permanente. Semanalmente los días sábados, el pár-roco José Vanhoof se traslada desde El Socorro y Espino a oficiar la misa. El padre Vanhoof es de nacionalidad belga, y existe consenso entre la población de la loable

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labor social y religiosa que cumple, en procura del bien ciudadano. También existe una iglesia evangélica pentecostal, llamada “Los Hijos de Dios”.

Es común entre sus habitantes la comercialización de pescado fresco, queso llane-ro, bollos de moriche y granos, que venden a los visitantes o que se trasladan a vender hasta la ciudad de Valle de la Pascua, que es la capital del municipio Infante, de la que dista unos 192 kilómetros aproximadamente.

Parmana es un pequeño puerto, donde sólo atracan curiaras que llegan a comer-cializar pescado desde las poblaciones de Cabruta al sur del Guárico, de Mapire en el estado Anzoátegui, y desde las comunidades de Las Bonitas, Tucuragua y Las Majadas, entre otras poblaciones ribereñas del estado Bolívar. Los pescadores de esos pueblos del Guárico, Anzoátegui y Bolívar, se llegan hasta este puerto, a venderle pescado a los caberos y comerciantes del producto, que van hasta Parmana a com-prarlo, entre los meses de septiembre y abril. Entre mayo y agosto es la temporada de veda.

En septiembre de cada año se detienen en el puerto, los participantes en la com-petencia nacional del Rally Fluvial “Nuestros Ríos son Navegables”, lo cual consti-tuye un espectáculo y una fiesta, que genera un ingreso económico adicional para el comercio y la economía informal de la localidad. En jurisdicción de Parmana se encuentran los morichales de Otocuao y Carapa. El morichal de Carapa nace en la entrada del sitio de La Peña y Santa Feliciana. Los Hileros son un ramal de este morichal.

La vegetación es de sabana, cubierta con una maleza conocida con el nombre de “paja pelúa”, y árboles dispersos, especialmente de chaparro que es una de las especies que más abunda, y pequeñas matas. En el horizonte se divisan serranías constituidas por arrecifes.

Las especies arbóreas más comunes son: mango, moriche, guamacho, samán, dra-go, chaparro, manteco, alcornoque, caro-caro, guamo, algarrobo, cañafístola, entre otras. En la zona abunda la peonía, que es un arbusto trepador de flores pequeñas blancas o rojas, de semillas duras semejantes a granos, muy vistosa y llamativa de color negro y rojo intenso, utilizadas por los indígenas para hacer artesanía.

Es paradójico que siendo Parmana un lugar turístico tan visitado en temporadas de carnaval y semana santa, y durante los fines de semana el ecoturismo se activa con visitantes llegados de distintos lugares del país, sin embargo, no cuenta con una

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pista de aterrizaje, en la actualidad sólo existen algunas pistas de tierra, improvisadas y riesgosas en los hileros de Parmana, donde solo son seguros los aterrizajes en heli-cópteros.

Educación: Para el año 2006, en Parmana sólo existe una escuela donde se dictan los niveles de preescolar y educación básica de 1ro.a 6to.grado. (Escuela Estadal N°. DC-36) donde laboran cuatro docentes. A saber: Mailex Salazar, Mayra Tromp, Mirian González de Martínez y Luis E. Estanga Ledézma. La matrícula es de 20 alumnos de preescolar y 57 de educación básica. La Escuela está adscrita al Núcleo Escolar Rural N° 570, del Municipio Escolar N° 3, del estado Guárico, que funciona en Valle de la Pascua.

Especial reconocimiento para TSU Luís Enrique Estanga Ledézma, natural de Parmana, donde se desempeña como productor ag-ropecuario y docente en la Escuela Rural No. DC-36 de esa comunidad, por haber aportado y corroborado buena parte de la información que se presenta.

Ronquín

RONQUÍN: En jurisdicción de Parmana se en-cuentra la comunidad de Ronquín, que es un impor-

tante sitio arqueológico, en el se han encontrado cementerios indígenas, con vasijas y piezas muy bien conservadas, que son un testimonio de la presencia de comunidades aborígenes organizadas que habitaron la zona en el pasado. En el lugar han realizado investigaciones los arqueólogos Mario Sanoja Obediente e Yraida Vargas, (1974) y

otros, que sostienen que “... las áreas estudiadas por Cruxen en Valle de la Pascua y Parmana se inscriben en el período neo-in-dio con una data de 3.500 años A. de C. hasta la actualidad. Época identificada con la tradición Saladoide y con la Arau-canoide”.

La fase Ronquín correspondería a la tradición Saladoide, ubicándose en el período de 300 a 500 años A. de C., con ma-terial similar al de la fase Barrancas, que se caracteriza por la

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presencia de una cultura agroalfarera adaptada a los ciclos estaciónales de sequía y

lluvias propias del llano.

La fase Ronquín y la tradición Saladoide son de gran importancia, por su localización en el área del Ori-noco Medio, que fue lugar de confluencia de culturas

prehispánicas procedentes de distintos espacios geográficos, para quienes los llanos constituían, en palabras de A. Rodríguez, (1994) “…una región periférica o hinter-land culturalmente pobre… zona de productividad marginal rodeada en gran parte por culturas de mayor complejidad socio-cultural…teniendo un papel de intermedi-arias, en materia de comercio, particularmente en lo que respecta a la producción de “aceite de tortuga y pescado”, hecho que originaba grandes ferias en cierta épocas del año...” Red de intercambio que se extendía hasta la región de los Andes, la selva amazónica y el bajo Orinoco, cuya importancia está determinada por el surgimiento de un modo de producción agrícola y un sistema de adaptación en la región.

Al norte de Parmana en el sitio denominado Camoruco, tuvo lugar un proceso tecnológico avanzado en los montículos construidos por grupos pertenecientes a la tradición Araucanoide, hacia 1000 años d.C.

Ronquín es una isla del río Orinoco, formada por una loma de arena blanca, en un recodo del morichal de Carapa, antes de su desembocadura en el Orinoco. Para llegar al lugar, es necesario utilizar lanchas o curiaras, aunque en el período de sequía se puede llegar a pie o a caballo, porque el morichal tiene pasos que se secan. Desde Parmana embarcado en curiara por el río, el traslado se hace en unos 15 minutos.

En la actualidad la comunidad de Ronquín tiene unos 60 habitantes, localizados en viviendas dispersas, dedicados a las actividades agrícolas en las vegas del Ori-noco. La persona más importante de la comunidad es don Santana Hernández, que posee el único hato del lugar, en un recodo del citado morichal de Carapa. En Ron-quín funciona una escuela unitaria con una matrícula de 17 alumnos, que atiende el maestro César Augusto Gómez.

Es necesario que las riquezas arqueológicas que actualmente se encuen-tran en jurisdicción de Parmana, especialmente en los sitios de Ronquín, La Gru-ta y Camoruco, sean protegidas y destinadas exclusivamente para estudiarlas arqueológica y científicamente, y evitar que este valioso patrimonio caiga en

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la extracción dispersa, y con fines contrarios a la ciencia, que borren la memo-ria y el acervo que las culturas que ahí se establecieron legaron a la posteridad.

Chimire

CHIMIRE: Lo que en la actualidad constituye la comunidad de Chimire, fue un hato que formó parte de uno de los latifundios que en la zona de Parmana y Espino, poseyó el general Joaquín Crespo Torres. Terrenos que adquirió entre los años 1895 y 1898. Después de su muerte en 1898, el Hato Chimire fue declarado entre su cuerpo de bienes con el N° 86, y valorado en un monto de 167.112 bolívares. En el año 1906, su viuda, doña Jacinta Parejo de Crespo y sus otros herederos le vendieron a Lope María Cobeña 100.000 hectáreas en la zona, entre ellas los terrenos de Chimire.

Antes que el General Crespo lo adquiriese, Chimire formó parte de las tier-ras que conformaban el hato Parmana, que era propiedad desde 1750 y siguien-tes del gran terrateniente y hatero del Orituco, don Jacobo Ramírez de Salazar, y que a su muerte heredaron sus sobrinas doña Juana María Ramírez Sarmiento Valladares y doña Ana Francisca Ramírez Ramírez y sus sucesivos herederos.

La palabra chimire es un vocablo indígena que significa “el agua con la que se bañan los duendes” en lengua aborigen. Existe una leyenda que señala que dado lo hermoso de la zona, los indígenas que habitaban en sus parajes, le atribuían propie-dades mágicas y de encantamiento a las aguas de los pozos del llamado morichal de Chimire.

Actualmente Chimire es un bonito espacio natural que forma parte de la gran ex-tensión geográfica que conforma la llamada región de Parmana al sureste del estado Guárico, donde está establecida una comunidad de unos 80 habitantes aproximada-mente, que se dedican fundamentalmente a la pesca, siendo las especies más apre-ciadas y abundantes, pavón, rayado, morocoto y caribe, así como la caza de chigüire, también practican la agricultura.

En los años setenta, durante el primer gobierno del presidente Carlos An-drés Pérez, en la zona se establecieron sistemas de riego y pivotes, con lo cual se producían los renglones antes señalados y también hubo una importante produc-ción con fines comerciales de maní, especialmente en llamada mesa de Torralba.

Los cultivos propios de la zona, son patilla, yuca, frijol, caraotas, onoto y otros. Renglones que comercializan en las poblaciones de Espino y Valle de la Pascua. Otra actividad que practican con fines comerciales, es la explotación ma-

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derera de acapro y birote. Además, los hombres de la comunidad trabajan por temporadas como peones en los fundos y explotaciones agropecuarias de la zona.

El caserío esta constituido por unas 14 viviendas dispersas, asentadas en el llamado “Paso de Chimire”, en el morichal de ese nombre. Los apellidos más comunes en la zona son: Chire, Herrera, Martínez, Salazar, Suárez y Zerón. Entre las personas reconocidas en la comunidad, están los señores: Emilio Suárez, José Higuera, José Antonio Rivero y José Angel Chire, entre otros.

En su entorno están localizadas algunas fincas pecuarias. También hay una bode-ga propiedad de Emilio Suárez. En la comunidad funciona la Escuela Básica Rural N° DC-100 que atiende una matrícula de 29 alumnos, que estudian entre primero y sexto grado respectivamente, el maestro en la actualidad es el TSU Jean Paul Zamora. Esta escuela fue fundada en el año 1983, y su primera docente fue la maestra Aimara Amaral de Gámez.

Una iniciativa importante iniciada en el año 2006 por el arquitecto y ex- alcalde vallepascuense Manuel Matos Charmelo, es la construcción de un resort (hotel) en los alrededores de la comunidad, lo que constituye una importante iniciativa para desarrollar el turismo en la zona.

Merece señalarse, que antes de llegar a Chimire están los balnearios de Rabanal Arriba y Las Piñas, y la comunidad de Las Parcelas. Después de pasar Chimire, a la derecha queda la comunidad de Corral de Agua o Corral de Alambre; a la izquierda la comunidad de Puerto Arturo; y siguiendo derecho, están los Hileros y 20 minutos más adelante, en la barranca del Orinoco, la población y el puerto de Parmana.

Algunas posesiones agropecuarias localizadasen jurisdicciçon de la localidades de las parcelas,

Chimire y Puerto Arturo (años 2006 - 2007)

Las Parcelas

Nombre de la Finca Propietario La Queserita José Luís Perdigón

Torralba Ramón Rodríguez

Horizonte Ramón Rodríguez

Somoza Ramón Rodríguez

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Chimire

Nombre de la Finca Propietario Fundo Resort Chimire Arq. Manuel Matos Charmelo

La Grietera Ing. José Antonio Orellana

Puerto Arturo

Nombre de la Finca Propietario Apipa General Bohorquez

Lucianito La Negra Arzola (Isolina Arzola de Rodríguez)

La Macanilla Juan Félix Hernández

Elaboración del autor.

Un poco antes de llegar a la comunidad de Las Parcelas, está la posesión ag-ropecuaria “La Caputera”, propiedad del señor Francisco Caputo. La comuni-dad de Corral de Agua la integran apenas cinco viviendas de bahareque, uno de sus habitantes es el señor Manuel Chire y su familia. La actividad económica que prevalece y practican sus habitantes, es al igual que en Chimire, la agricul-tura y la pesca, además de la fabricación de queso llanero, con fines comerciales.

Para el año 2007s, entre los planes de PDVSA-CVP con la alianza de Minfra, la Alcaldía del municipio Leonardo Infante y la gobernación del estado Guárico, tienen previsto poner en práctica el Proyecto Social de desarrollo del Sur, que contempla un vasto plan de rehabilitación vial y mejoramiento de la calidad de vida de la zona. Según informaron: “En lo concerniente al Plan Boyacá, donde está asentada la zona sur del municipio [Infante] se rehabilitará la carretera Espino – Parmana, tomando en cuenta la construcción del puente de Macanillal y el fortalecimiento del llamado ter-raplén [de Parmana]”. El Desarrollo Integral del Sur comprende a los estados Guári-co, Anzoátegui y Monagas, “donde PDVSA aplicará un desarrollo de infraestructura que comprende plantas de transmisión eléctrica, refinerías, puentes, muelles y fer-rocarril. Igualmente se tomará en cuenta el aspecto social… en el municipio Infante se tomará en cuenta, además de la vialidad, el desarrollo pesquero de Parmana y el resguardo ambiental”.

Referencias Bibliográficas

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Registro Subalterno de Altagracia de Orituco: Testamento de doña Juana María Sarmiento Valladares (Viuda de don Thomás Ramírez). Altagracia de Orituco, 30/12/11804. Bloque N° 22, año 1804, y Blo-que N° 23, año 1805.

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Arq. Manuel Matos Charmelo.

TSU Jean Paul Zamora. 12/01/2007.

TSU Luís Enrique Estanga Ledézma. 15/05/2006. Electrónicas:

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Capítulo VIINotas Historicas de los Sitios

San Miguel de la Peña y santa Felicia

Las localidades de La Peña de San Miguel, la Peña de Marrero y Santa Felici-ana, aparecen reseñadas en documentos que datan de la colonia. “La Peña” a secas como se le conoce en la actualidad, es una comunidad de gran nombradía en el oriente del Guárico, especialmente en el municipio Infante, por los fundos y explota-ciones ganaderas que existen y han existido por generaciones en el área geográfica que comprende, además los paisajes formados por sabanas y morichales constituyen verdaderos atractivos naturales, aunado a la variada fauna silvestre y acuática, que la convierten en destino turístico durante todo el año, especialmente en períodos de va-caciones de carnaval y semana santa, cuando sus parajes son visitados por los dueños de fincas y sus familiares, además de los turistas y visitantes que provienen no sólo del estado Guárico, sino de toda Venezuela.

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La región de La Peña perteneció a los llamados llanos de Caracas, y está lo-calizada al sureste del estado Guárico, en la zona de los llanos bajos, su veg-etación es de sabana, con paisajes característicos, conformada por grandes esteros, medanales, chaparrales y morichales. Por el lado sur limita con el río Orino-co que la separa del estado Bolívar, y por el este limita con el morichal de Cara-pa que la separa de la región de Parmana. Por el oeste limita con el río Manapire.

En el morichal de Carapa en la llamada puerta de La Peña y desemboca en el río Orinoco, antes de llegar al río, en él desembocan del lado La Peña, los morichales siguientes: La Becerra, Cabuyare, La Batalla, y Los Tiestos. Por el

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lado de Parmana, en el morichal de Carapa desemboca el morichal de Chimire. El llamado morichal de La Batallita desemboca en el morichal de La Batalla.

Al río Manapire desembocan por el lado de La Peña, los morichales de Antoniote y Las Botas, antes de desembocar en el Orinoco.

En otro orden de ideas, sobre el devenir histórico de La Peña, es necesario pre-cisar los siguientes aspectos: El escritor vallepascuense Juan Suárez Ávila en 1960 escribió su obra “Historia y Valores de Valle de la Pascua” (1980), afirma que: “…El fundo San Miguel de la Peña y Santa Feliciana consta de ochenta y cinco leguas españolas y de la expresada cantidad, cincuenta y una leguas de ese fundo indiviso pertenecieron a Don Bernabé Marrero y treinta y cuatro leguas pertenecieron a Don Jacobo Ramírez… De estos dos terratenientes, [los hijos de Bernabé Marrero] dis-pusieron de treinta y tres leguas vendidas a terceras personas, [No precisa la fecha] quedando pendiente y a favor de los sucesores y sobrevivientes la cantidad de diecio-cho leguas españolas…”, en la llamada Peña de Marrero.

En el Archivo Arquidiocesano de Caracas. Sección Parroquias, Expedientes, (s/f) reposa un documento, donde el obispo Mariano Martí, expone: “Decidí entonces la fundación de la nueva “Parroquia de San Juan Bautista de Espino”, con Jurisdicción sobre los sitios de Espino Arriba, Morichalito, La Peña de Marrero, Santa Feliciana, Aracay Abajo, La Barrosa, La Magdalena, El Mereyal, El Butaque, Las Animas, La Candelaria y El Tabaco”. Como se puede apreciar, la llamada Peña de Marrero para finales del siglo XVIII ya existía, puesto que el auto para la creación del nuevo curato de San Juan Bautista de Espino fue dictado por el obispo Martí el 18 de junio de 1790.

Según testimonio de criadores y dueños de fincas y hatos en ese espacio geográfi-co, a los sitios de San Miguel de la Peña y Santa Feliciana, pertenecieron también los sitios de Santa Catalina y la Peña de Marrero. También es conocida la información que los sitios San Miguel de la Peña, Santa Catalina y Santa Feliciana pertenecieron durante la colonia a un gran terrateniente de apellido Ramírez de la zona del Orituco (don Jacobo Ramírez de Salazar), y la llamada Peña de Marrero, perteneció a don Bernabé Marrero que era un terrateniente que vivía en el Orituco o en El Calvario, (parroquia del municipio Miranda) del estado Guárico.

Existe consenso que el sitio de La Peña lo constituyen unas 200.000 hectáreas de tierras comunales e indivisas, sin poderse determinar con precisión los límites de cada uno de los cuatro sitios antes nombrados. En los documentos consul-tados a objeto de esta investigación, se repiten de manera constante, lugares y sitios que demarcan los linderos generales del sitio. Sirvan de ejemplo los lin-

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deros que aparecen en un documento de compra-venta de terrenos en esa juris-dicción, de los años 1852 y 1914 respectivamente, el cual reposa en la Ofici-na del Registro Subalterno del municipio Infante del estado Guárico. Dice así:

“…que he vendido pura y simple, perfecta e irrevocable y libre de todo grava-men…una superficie de terreno constante de ciento cincuenta (150) hectáreas ubi-cada en las posesiones “La Peña de San Miguel” y “Santa Feliciana”, jurisdicción del Municipio Espino, Distrito Ynfante del Estado Guárico, dentro de los siguientes linderos: Los de “La Peña de San Miguel”, así: Por el Oriente con el morichal de “Carapa”, hasta su desembocadura en el río Orinoco. Por el Oeste, una línea que principia en el paso de “Carapa” y llega hasta Parmana, pasando por la cabecera del morichal de “La Batalla”, de allí a la Matica de “La Peña” y desde éste punto sigue el curso del morichal de “Las Botas” hasta desembocar en el río Manapire, cuyo río desde éste punto, hasta su confluencia con el río Orinoco, tiene de límites por el Oriente y por el Sur, la parte del Orinoco comprendida entre la desembocadura de “Carapa” y Manapire. En cuanto a los linderos de la posesión “Santa Feliciana” son éstos: Por el naciente, con las tierras de Don Martín Tovar y Baños [Bañes o Ibáñez], por el poniente el río Manapire, por el sur, con las tierras de Don Laureano Machado, y por el norte, el río Espino [Espinito]”.

Otro documento registrado en Caracas en el año 1945, presenta los siguien-tes linderos: “…las propiedades que se enumeran en los numerales siguientes, primero: siete leguas castellanas de terrenos comprendidas dentro del perímet-ro general de las posesiones de “San Miguel de la Peña” y “Santa Feliciana” ubi-cados en jurisdicción del municipio Espino, Distrito Infante del Estado Guári-co, bajo los linderos generales de la posesión SAN MIGUEL DE LA PEÑA que son, Norte: Terrenos de Santa Feliciana; Sur: El río Orinoco; Este: Morichal de Carapa; y oeste: El río Manapire”; y los límites de la posesión SANTA FELICI-ANA que son los siguientes: Norte: Río Espinito; Sur; Terrenos de San Miguel de la Peña; Este: Cabeceras del morichal de Centella; y Oeste: El río Manapire…”.

En otro documento del año 1968, se lee: “…La posesión denominada La Peña de San Miguel enclavada en los siguientes linderos: Norte: El paso que va para Parmana, en el morichal de “Carapa”, línea recta al oeste que toca por la Matica de La Peña; de ésta a las cabeceras del morichal de Las Botas, siguiendo su curso hasta embocar en el río Manapire. Sur y Oeste: El espacio que existe entre la boca del morichal de Las Botas, en el río Manapire, hasta la boca del morichal de Carapa y, Este: Del paso que va para Parmana en el morichal de Carapa hasta su desembocadura en el río Orino-co”.

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Como se puede apreciar en los tres documentos citados, los linderos generales coinciden, aunque unos son más específicos que otros, sin embargo, ninguno especi-fica el lugar exacto dentro de la posesión de La Peña de San Miguel y Santa Feliciana donde están ubicados los terrenos que venden o que compran, lo que indica, que estos terrenos están indivisos, es decir, que los que tienen tierras en el lugar, se pueden es-tablecer en cualquier parte del gran espacio territorial que conforman las posesiones generales, siempre que los condueños estén de acuerdo y lo aprueben.

Según información aportada por algunos dueños de fundos en el sitio, “El sitio de La Peña lo conforman unas 200.000 hectáreas comunales, por que nadie tiene documentos que indiquen la tradición desde el principio, cuando el cabildo de San Sebastián o la corona española autorizó la posesión de las tierras”, a través de una merced real.

Eso explicaría porque en los documentos consultados, los que tienen tierras o las venden, sólo indican que la heredaron de sus ascendientes, o las compraron, pero en ninguno caso aparecen reseñados sus primeros dueños, es decir, los Ramírez y los Marrero o sus descendientes. A modo de ejemplo, la tradición del documento de 1852 citado, dice: “Yo, María Arzola Martínez de González González… doy en venta una superficie de terreno ubicada en las posesiones “La Peña de San Miguel” y “Santa Feliciana”…Los bienes que doy en venta me pertenecen…por ser parte de mayor ex-tensión que hube por herencia de mi difunto padre Juan Crisóstomo Arzola Álvarez, fallecido en 1925, quien las hubo también por herencia de su padre Alejandro Arzola Hernández, éste lo hubo por herencia de sus hermanas Casilda Arzola Hernández de

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Escobar y Josefa María Arzola Hernández de Escobar, quienes lo adquirieron por haberlo comprado a Don Benito Escobar...en 1893…” ahí se rompe la tradición. En este documento que data del año 1852, aparece reseñado un lindero con tierras de don Martín Tovar y Baños (Bañes), que dice así: “Por el naciente, con las tierras de Don Martín Tovar y Baños”, lo que permite determinar la posesión de tierras en la zona de La Peña y Santa Feliciana, de los descendientes y/o herederos de los Ramírez de Salazar del Orituco. Así esta expuesto en investigación documental realizada por Manuel Soto Arbeláez, (2006), que dice: “…Hay una relación familiar estrecha entre los Ramírez, Buroz, Tovar, Bañes y Cobeña…[…] La relación de los Tovar Bañes con el Guárico es de vieja data… […] Lope María Tovar Ramírez y Bañes, además de oficial retirado de los ejércitos patriotas, fue uno de los principales herederos, por vía materna, de las tierras de Parmana…” y se infiere que de Santa Feliciana y La Peña de San Miguel también, por el lindero que señala el documento del año 1852 citado.

Existe además una información expuesta por el escritor vallepascuense Juan Suárez, (1980), que dice: “Respecto a este gran fundo o derecho sucesoral pendiente o sobrante ha habido muchos dueños o herederos que no lo son en realidad sino pu-ramente pretensos o supuestos herederos...”. Y agrega: “Los derechos de tierra del fundo San Miguel de la Peña y Santa Feliciana son sucesorales y están vigentes a favor de los familiares de Don Bernabé Marrero,[…] De los descendientes de Don Bernabé Marrero se pueden mencionar a Benigno Marrero, quien es padre de: José Bernabé, José de los Ángeles, José del Carmen, Eloy de Jesús, José María, María de Jesús, Ulpiana Ramona, María Raimunda, Elena del Carmen, María Francisca, Rosa Dolores y Julia Maria Marrero”. La información permite inferir, que este escritor conoció a don Bernabé Marrero y/o a sus descendientes, aunque no aporta mayores datos.

A la luz de la información documental, bibliográfica y testimonial expuesta, a modo de conclusión se puede decir, que las tierras de La Peña de San Miguel, y Santa Felici-ana al igual que las de Parmana, pertenecieron a don Jacobo Ramírez de Salazar desde 1750s aproximadamente y sus herederos, los: Ramírez, Buroz, Tovar y Bañes, quienes hasta 1925 por lo menos, fueron propietarios de tierras en la zona. También poseyeron tierras en ese lugar, en la llamada Peña de Marrero, don Bernabé Marrero y sus descen-dientes. No está determinada la fecha, ni la manera como los Tovar Bañes y los Marrero y sus descendientes o herederos se deshicieron (por venta, transferencia o donación) de los derechos de tierra que tenían ese gran espacio geográfico del sureste guariqueño.

El general Joaquín Crespo Torres, presidente de la República (1884-1886) tam-bién tuvo tierras y posesiones en el sitio de La Peña, aparecen reseñadas en el cuerpo

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de bienes que declaran sus herederos después de su muerte en 1898, con el N° 92, las posesiones Las Ánimas y Las Animitas, valoradas en un monto de 16.000 bolívares. De estas posesiones se deshizo su viuda, doña Jacinta Parejo de Crespo y sus hereder-os, se supone que en el año 1906, cuando vendieron a Lope María Cobeña 100.000 hectáreas en Parmana.

Algunas posesiones y fincas ganaderas localizadasen el sitio de la Peña de San Miguel y Santa Feliciana

(años 2006 - 2007)

Nombre de la posesión Propietarios

Bajo Verde Manuel Hernández / Julio Guerrero

Bello Horizonte Arleny Hernández de Hernández

Chaparral Joel González Pérez

Chaparral Grande Omar Camero Zamora

Chaparralito Nelson Hernández

El Aparte Suc. de Joseito Matos

El Basurero ¿ ? Palma

El Guatacaro José Torrealba

El Paso Felipe Hernández G.

El Retruco Adán Escobar

El Rucio ¿ ?

Guayabal Suc. de Nicanor leal (Leal Higuera)

Jumito Miguel Ángel (Catire) Higuera Suárez

La Armenantera Ugo Armenante Abbro

La Arrechera José Valentín Hernández G.

La Bachaquera Alejandro Martínez

La Batallita José Ángel Hernández

La Chiquitera Salvador “Chiquito” Párraga Rangel

La Elba Suc. de Dexait González

La Esperanza Amelia Ledézma

La Margarita Salvador Párraga

La Mata Negra Manuel Hernández / Julio Guerrero

La Paquera ¿ ?

La Perica ¿ ? Arenas

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La Reserva Omar Camero Zamora

La Unión Jocho Parra / Nelson Hernández

Las Animitas Eletis Higuera Higuera

Las Bombas Tulio Loreto González

Las Brisas Moisés Higuera (Suc. Higuera Puerta)

Las Trojitas Sócrates Mercado Díaz

Los Arrendajos Esteban Guzmán (familia Guzmán)

Los Bolsones Suc. de Simón Arzola. (Arzola González y Arzola Arias)

Los Bracitos Sócrates Mercado Díaz

Los Cocos José Gregorio Jaspe

Los José y Brisas de Carapa Suc. Pérez Higuera

Los Quereveres Arturo Monserrate

Los Tembladores José Quiterio Matos

Matapalito ¿ ? Ledézma

Morichalito Cruz Arzola Matos

Morichito Feo Párraga

Perro de Agua ¿ ? Rodríguez Armas

Pozote Gamalier Jaspe

Sestiadero Orlando González

Suc: Sucesión.Cuadro elaborado por el autor

La lista de fundos y hatos que se presenta, constituye sólo una muestra del inde-terminado número de posesiones dedicadas fundamentalmente a la explotación agro-pecuaria extensiva, mediante el sistema de pastoreo, ordeño y fabricación de queso llanero, en las queseras establecidas en la zona. Es importante señalar, que son muy pocos los propietarios de estas explotaciones agropecuarias que viven en ellas, en sus posesiones mantienen peones y encargados, que son los responsables de garantizar el manejo y funcionamiento de la finca. Los propietarios usualmente visitan las fincas semanal o quincenalmente, cuando van a recoger el queso, y cumplir con otras tareas propias de su condición de propietarios (pagar, llevar recursos, girar instrucciones a los encargados y supervisar el manejo de la explotación).

El lugar de residencia de los dueños de fincas y posesiones en La Peña, es may-oritariamente la ciudad de Valle de la Pascua, que es la capital del municipio In-fante, a la cual pertenece la zona, y una minoría vive en Las Mercedes del Llano,

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Tucupido, o en Caracas, La Victoria, Maracay, Valencia, u otras ciudades del país.

Debido a que la región de La Peña pertenece a los llamados llanos bajos, y bue-na parte de sus sabanas son anegadizas, los dueños de fincas y hatos, generalmente tienen dos o más posesiones, para trasladar durante el período de lluvias el ganado a las partes más altas. En la actualidad en las sabanas de ese extenso espacio territorial pastan alrededor de 70.000 reses.

La economía de la zona se fundamenta en la producción de los siguientes ren-glones: ganado de carne, queso llanero, patilla, frijol, caraotas y yuca. La población de la zona está constituida de manera general por peones y obreros, que son contratados por los propietarios de las posesiones ganaderas para trabajar en sus predios; existe un pequeño núcleo de población autóctona de la localidad, integrado por miembros de las familias Santaella, Guape, Herrera, González, Jaspe, entre otras. En ese sentido, la llamada mesa de Potrerito, está habitada por miembros de las familias González y Jaspe, constituyendo una comunidad, donde viven durante todo el año en sus explotaciones pecuarias, además poseen un fondo de comercio (bodega), que atiende los requerimientos de los lugareños.

En la llamada costa de Orinoco, de este lado del río, en jurisdicción de La Peña, están establecidas las comunidades de “Las Ventanas” y “Totumal”, in-tegradas por núcleos familiares dedicados a la pesca, y a la siembra de los ru-bros agrícolas siguientes: patilla, caraota pintada, caraota negra, frijol, yuca, y en menor cuantía maíz y topocho para el autoconsumo. Estas comunidades tienen muy poca comunicación con el resto del territorio de La Peña, debido a que la zona es selvática, por eso la población con la que mantienen relación y comuni-cación permanente es Cabruta, por vía fluvial, a través del río Orinoco, saliendo del llamado paso del Onotal hasta la comunidad de Terecay, y de ahí hasta Cabruta.

La vegetación de La Peña, esta constituida fundamentalmente por paja “pelúa”, (Panicum. Gramineae) que cubre sus extensas sabanas y medanales donde pastan unas 70.000 reses aproximadamente de manera extensiva. Además abundan las especies vegetales siguientes: acapro (Tabebuia spectabilis), alcor-noque (Bowdichia virgilioides), algarrobo (Hymenaea Courbaril), chaparro (Cu-ratella americana), guamo (inga sp. Mimosaceae), juasjua (Bambusa guasdua), maguey (Agave americana), mango (Mangifera indica), manteco (Byrsonima crassifolia), moriche (Mauritia flexuosa), onoto (Bixa orellana), sarrapia (Dip-teryx odorata -cumarona odorata-), tacamahaca (Protium heptaphyllum), y otras.

La fauna silvestre la integran chiguires, zorros, perros de agua, conejos, y una

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importante fauna acuática integrada por: galápagos, rayas, tembladores, guabinas, bagres, rayados, pavón, babas, culebras de agua, y otras especies. En cuanto a las aves, abundan las variedades de garzas, gabanes, garzones, tautacos, carrao, co-rocoras, loros, pericos, gavilanes, cari care, mochuelo, y otras. En épocas pasadas abundaban los tigres, leones, venados y caimanes, sin embargo hay son especies en extinción que se han replegado a las zonas más inhóspitas y de difícil acceso para el hombre.

Sobre el uso indiscriminado de la fauna, se hace necesario tomar medidas orienta-das a la toma de conciencia de sus habitantes y visitantes, para que hagan uso de ella de manera racional, ya que la misma constituye un recurso natural no renovable, que si no se conserva propenderá irremediablemente hacia la extinción. El comisario de la comunidad de La Peña desde hace muchos años es el señor Ramón Álvarez, conocido popularmente entre los lugareños como Ramón “Chiquito”. Para el año 2007, está prevista la designación de un maestro, para que atienda la demanda estudiantil de un importante número de niños y ado-lescentes en edad escolar que viven en la localidad. Sería la primera escuela que de manera oficial establece el Ministerio de Educación y Deportes en la zona.

Referencias Bibliográficas

Documentales:

Archivo Arquidiocesano de Caracas. Secciones Parroquias y Expedientes, (s/f) Archivo Arquidiocesano de Caracas. (30/03/1813), Secciones Parroquias.

Juzgado de Comercio del Distrito Federal. Registro N° 275, tomo 1B, del 01/03/1945. Registro Subalterno del Distrito Infante. N° 1, folio 1 al 18, protocolo duplicado N° 14, del año 1852, debidamente mensurado según documento registrado bajo el N° 21, folio 21 vuelto, protocolo primero, primer trimestre del año 1914.

Registro Subalterno del Distrito Infante. N° 120, folio 189, protocolo primero, primer trimestre del año 1968.

Bibliográficas:

BOTELLO, OLDMAN. (2005), San Juan Bautista de Espino. Apuntes para su Historia. Villa de Cura: Editorial Miranda. Colección Savia.

CASALE, Irama. (1997), La Fitotoponimia de los Pueblos de Venezuela. Caracas: UCV, Servicio Autóno-mo de Geografía y Cartografía Nacional. Ediciones de la Comisión Nacional de Nombres Geográficos.

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DE ARMAS CHITTY, J.A. (1961) Tucupido. Formación de un pueblo llanero. Caracas: UCV. Facultad de Antropología e Historia. Facultad de Humanidades y Educación.

HERNÁNDEZ G. Felipe. (2005) Aportes sobre la Historia de la Parroquia San Juan Bautista de Espino. Espino: Sesión solemne del Consejo Legislativo del estado Guárico, 25/06/2005. (Discurso de orden en ocasión de las Fiestas Agropecuarias Espino 2005).

MARTÍ, Mariano. (1998), Documentos Relativos a su Visita pastoral de la Diócesis de Caracas. (1771-1784). Libro Personal. Tomo II. Caracas: Academia Nacional de la Historia / Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela.

SOTO ARBELÁEZ. Manuel. (2006), Gente relacionada con Parmana. Orígenes del poblado (1); Gente relacionada con Parmana. Tenencia de la Tierra (2); y Gente relacionada con Parmana, sus tierras y nacimiento como pueblo (3). Artículos publicados en: Diario Jornada de Valle de la Pascua. Año 2006.

SOTO ARBELÁEZ. Manuel. (1994), Parroquia San Juan Bautista de Espino. San Juan de los Morros: Diario El Nacionalista, 15/01/1994. p.04.

SUÁREZ, Juan. (1980), Historia y Valores de Valle de la Pascua. San Juan de los Morros: Editorial Los Llanos.

Testimoniales:

Sr. Joel González Pérez.Sr. José Valentín Hernández G.

Capítulo VIII

Crónicas Históricas de la ParroquiaSan Juan Bautista de Espino

La población de San Juan Bautista de Espino, es la capital de la parroquia Espino del municipio Leonardo Infante del estado Guárico. Se halla localizada geográfica-mente en la Fila de Flamenco de la serranía del interior, a 150 metros sobre el nivel del mar. Tiene una temperatura media de 26,6˚ y una precipitación media anual de 1200 mm aproximadamente. Se comunica con la Ciudad de Valle de la Pascua a través de una carretera llanera. Dista de esta población 89 Km., y de la comunidad de Parmana 103 Km.

Los límites de la parroquia son los siguientes: por el norte: la línea sur del municipio Infante, que principia en las cabeceras del río Santiago, y se pro-longa hasta el río Manapire, aguas abajo de este río, hasta la boca de la quebra-

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da de Mata de Guasdua y de ahí, el curso de la referida quebrada hasta sus cabec-eras; luego una recta hasta el paso de Los Aceites, en el caño del mismo nombre.

Por el sur: desde la desembocadura del río Iguana, en el Orituco aguas arriba de este río hasta Boca Guárico.

Por el este: una línea que parte de las cabeceras del río Santiago y siguiendo al sur, termina en la desembocadura del río Iguana en el Orinoco.

Por el oeste: Boca Guárico en el Orinoco, aguas arriba de Apurito y Guariqui-to, hasta donde desemboca el caño de Mocapra, siguiendo el curso de este caño, aguas arriba, hasta el paso del mismo nombre y de aquí hasta el paso de Los Aceites.

Antecedentes Históricos

La región que comprende el territorio de la parroquia Espino estuvo habit-ado por comunidades nómadas de las tribus pertenecientes a las etnias palenques, cumanagotos, guamos, guamonteyes y abaricotos de origen caribe.

El crecimiento poblacional de Espino fue espontáneo y rápido, a los primeros 400 habitantes establecidos en la zona, se le sumaron en muy poco tiempo muchos otros. Según una matricula parroquial del año 1796, elaborada por el padre José Manuel Hidalgo, para ese año había una población establecida en la zona, constituida por 596 habitantes, de los cuales 137 eran niños. Para el año 1801, según información aportada por el padre Juan Pedro Letra, el pueblo de Espino estaba constituido por 37 viviendas, y en el campo había 21 casas. Para ese año la población la consti-tuían 587 habitantes. Existen tres matrículas poblacionales de Espino que datan de los años1801, 1807 y 1809 respectivamente, donde se refleja el número de habitantes para esos años.

Habitantes de Espino discriminados por castas(años 1801, 1807 y 1809)

Blancos 75 209 102

Indios 20 195 32

Pardos libres 354 435 340

Negros libres 3 9 15

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Esclavos 112 171 119

Total 564 1019 608

Fuente: Archivo Arquidiocesano de Caracas. Elaboración del autor.

La revisión de las matrículas parroquiales presentadas, permite apreciar de manera clara la inestabilidad poblacional en todos los estratos sociales presentes en Espino para esos años, además acusan un alto índice de mestizaje, siendo muy su-periores estos grupos, cuando se comparan con los blancos. Llama la atención que esta clase no aparece discriminada según su condición: peninsulares, criollos o ca-narios. Es muy elevada la presencia esclava, lo que habla del establecimiento en la zona de personas con muy buenas posibilidades económicas. El alto índice de mestizos informa que esta práctica se encontraba muy vigente, por lo que se puede deducir la permisividad para el cruzamiento de los grupos sociales presentes en la región, fenómeno que se puede explicar por lo apartado de la zona que dificulta-ba el control de las autoridades religiosas. En cuanto a la inestabilidad de la po-blación indígena, es una clara señal del carácter nómada de las comunidades pre-sentes en la región, que se resistían al sedentarismo que les trataban de imponer las autoridades civiles y religiosas, prefiriendo subsistir deambulando libremente por las riberas de los ríos, morichales y caños, viviendo de la caza, la pesca y lo que le proporcionaban los frutos silvestres estaciónales como era la costumbre ancestral.

El alto número de esclavos reflejados en las matriculas sirve para desvirtuar la tesis que sostiene que en los llanos la esclavitud fue una práctica muy escasa. Además el alto índice de mulatos permite inferir que el cruzamiento entre los distintos grupos fue una práctica corriente, lo que habla de un trato y una relación de cercanía e igual-dad entre las clases.

Después de su visita pastoral a Cabruta y San Fernando de Cachicamo, el obispo creador de pueblos, don Mariano Martí, estatuyó la parroquia de Santa Rita de Mana-pire, a orillas del río de ese nombre nombre. El prelado estableció que debía pensarse en la creación de una parroquia adicional “dada la vastedad del territorio sumado a lo malo de los caminos y las crecidas de los ríos Aracay y Manapire que impiden que los fieles vayan a San Fernando y Santa Rita a recibir los sacramentos”. Refería el obispo Martí, que hacia el sur del Orinoco no había pueblos fundados, aunque está claramente determinada, la existencia de hatos y rochelas de negros, tómese como referencia el hato Parmana de los hermanos don Jacobo y don Esteban Ramírez de Salazar, y los negros de la rebelión de Andresote, que condujo hasta la región de Par-mana fray Tomás de Pons, en el año 1733.

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Decidió entonces la creación de la nueva parroquia de San Juan Bautista de Es-pino, con jurisdicción sobre los sitios de Espino Arriba, Morichalito, La Peña de Marrero, Santa Feliciana, Aracay Abajo, La Barrosa, La Magdalena, El Mereyal, El Butaque, Las Ánimas, La Candelaria y El Tabaco. Se fijó la congrua del cura en 200 pesos que debían pagar los habitantes “con posibilidades”. La oblata sería de 25 pe-sos.

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Según información que reposa en archivos y documentos recogida por el his-toriador Oldman Botello, (2005), M. Soto Arbeláez, (2006), y otros, los dueños de hatos y algunos vecinos menos pudientes debieron costear los gastos de acuerdo a sus posibilidades económicas. La relación del prorrateo para el sostenimiento del cura y de la iglesia, aporta información que permite determinar los 33 vecinos que aparecen como fundadores del pueblo de Espino, son ellos los siguientes:

Fundadores de pueblo de San Juan Bautista de Espino y aportepara el sostenimiento de la iglesia y el cura. Año 1790

NOMBRE PESOS APORTADOS Ignacio Martínez 25 pesos Pedro Alonso Ramírez de S. 15 pesos Timoteo Sarmiento 4 pesos Miguel Martínez 4 pesos Francisco Álvarez de Ron 5 pesos Jacobo Ramírez de Salazar 50 pesos Nicolás Arteaga y Zulueta 5 pesos José Bernardo Sarmiento 4 pesos Enrique del Castillo 5 pesos Juan José Centella 14 pesos José Centella 4 pesos Luis Centella 2 pesos Pablo Requena 4 pesos Juan Muñoz 12 pesos Martín Herrera 13 pesos Ramón Belisario 4 pesos Esteban Ramírez de Salazar 12 pesos Rosalía Torralva 3 pesos Aniceto Izquiel 4 pesos Juan Bautista Gómez 5 pesos Ignacio Gutiérrez 5 pesos Timoteo Bolívar 10 pesos Jacob Villarroel 1 peso Urbano Villarroel 1 peso Fermín Suárez 1 peso Domingo Vásquez 1 peso Valerio Delgadillo 1 peso Rafael Ramírez 1 peso

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Melecio Delgadillo 1 peso Pedro José Delgadillo 1 peso Miguel Cordero 4 pesos Bernabé Gamarra 1 peso Bernardino Rondón 1 peso

Fuente: Archivo Arquidiocesano de Caracas / Botello, Oldman.Elaboración del autor.

Como se puede apreciar, son 33 las personas que se pueden considerar como fundadoras del pueblo de San Juan Bautista de Espino, quienes dieron un aporte de 223 pesos, siendo Jacobo (Jacob) Ramírez de Salazar el que dio la mayor cantidad, lo que permite calificarlo entre los fundadores con mejor situación económica, posición determinada por ser un gran terrateniente, propietario de diez hatos en jurisdicción de Espino, además de propiedades en el Orituco y Lezama, de donde era oriundo. Junto con sus hermanos Pedro Alonso y Esteban Ramírez de Salazar, además de Ignacio Martínez, Juan José Centella, Juan Muñoz, Martín Herrera y Timoteo Bolívar, son las personas más acomodadas económicamente.

Los Ramírez de Salazar eran propietarios en jurisdicción de Espino, de los hatos siguientes: de don Jacobo Ramírez eran: La Barrosa, La Magdalena, Aracay Arriba, Aracay Abajo, Parmana, Santa Feliciana, San Miguel de la Peña, Espino Arriba, El Tabaco y Mereyal, además en el Orituco era propietario del hato El León en jurisdic-ción de Lezama, y de la hacienda San Pablo Ermitaño en el valle de Conoropa, y sus hermanos, Esteban era dueño de otro hato en Parmana, y Pedro Alonso Ramírez de Salazar era dueño del hato El Butaque.Juan José Centella era el padre de José y Luís Centella, dueños de hato en Santa Feli-ciana, así está establecido en la obra del obispo Mariano Martí (ANH: 1998), cuando expone: “Don Luis Centella, blanco, soltero, hijo de don Juan Joseph Centella, vive mal con una india soltera del pueblo de Camaguán, en el hato de Santa Feliciana de Espino de esta Parroquia, distante este hato una quince y tal vez más leguas de esta villa, y el hato es propio no del hijo, sino del padre…”. Actualmente en la zona es conocido el llamado morichal de Centella, cuyo nombre le viene de don Juan José Centella.

El obispo Martí designó al padre don Silvestre Pérez “Cura que fue de Santa Rita y ahora de Camatagua”, para que echara a andar a la nueva parroquia. El capitán gen-eral Juan Guillermi decretó la creación del curato de San Juan Bautista de Espino, el 19 de julio de 1790, como una desmembración del curato de Santa Rita de Manapire.

El día12 de octubre de ese año llegó don Silvestre Pérez al pueblo y envió una

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carta al Obispo participándole su llegada; la comunicación iba certificada por los señores Pablo Requena, Enrique del Castillo y Diego Suárez de Aguado, teni-ente de justicia de San Fernando de Cachicamo, quienes además reunieron en-tre los habitantes de la parroquia, 225 pesos para los estipendios del prelado.

En otro orden de ideas, a finales del año 1790, en Caracas, San Fernando de Cachi-camo y San Sebastián de los Reyes, se fijaron carteles para el nombramiento del cura propietario definitivo del pueblo de Espino. Al concurso se opusieron los clérigos de hábito talar, don Juan José Zamora y Pinto, José Antonio de León, y Joseph Alex de Avendaño. A Zamora y Pinto los aplazaron en el examen. Siendo escogido el padre de León, quien era natural del pueblo de La Vega, blanco de 25 años. La designación hecha por Martí data del 01 de marzo de 1791. Antes el nuevo cura de Espino, había intentado en los concursos para Charallave, Macaira y San Diego de los Altos.

También ese año de 1790, el rico hacendado don Martín Eugenio de Herrera so-licitó que su hato “Santa Juana de la Cruz”, fuese excluido del nuevo curato para que se le anexara al de Valle de la Pascua. El Obispo difirió el asunto poniendo una nota al pie: “Resérvese hasta su tiempo”.

El padre José Antonio de León durante su estancia en Espino, construyó la iglesia de bahareque y tapias, y a mediados de 1792 solicitó la autorización para oficiar en ella. La petición iba respaldada con la firma de don Pedro Arzola, Pablo Requena y don Nicolás de Arteaga y Zoloeta.

La relación de curas en Espino, es como sigue: desde 1791 hasta 1799 José Antonio de León; de 1800 hasta 1806 Juan Pedro Letra; desde 1807 hasta 1812 Juan Pablo Payares, cuando fue promovido a un cargo superior. Ese año se abrió un concurso al que concurrieron los presbiteros Joseph Francisco Bello, Juan Nepomuceno Castro y Joseph Felipe Fernández, quien era clérigo tonsurado, que fue quien resultó electo. Estuvo en Espino hasta el año 1813. En 1816 el en-cargado de la iglesia era el cura de Santa Rita de Manapire, don Manuel Bravo.

Expone M. Soto Arbeláez, (2004) lo siguiente: “Un dato curioso es que Pbro. Fernández fija la fecha de la creación del Curato el 13.12.1790. En el Archivo Ar-quidiocesano de Caracas, Parroquias, Carpeta 57, existen cartas suyas en las cuales demuestra su apoyo a los realistas, haciendo denuncias contra los patriotas de Espino. En una de ellas invoca una petición de ayuda al mismísimo Boves. ¡Algo así como invocar al diablo!”.

El 05 de enero de 1813 el general Domingo de Monteverde nombró a José Tomás

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Boves, comandante de armas de Calabozo, una de sus primeras acciones terroristas tuvo lugar precisamente en Espino. Allí concurrió para sofocar un intento de alz-amiento contra la corona española, y como dice Vicente Lecuna, citado por M. Soto Arbeláez, (2001), “cumplió su cometido castigando a unos mandándolos a alancear y a otros dándoles azotes amarrados desnudos a postes de la plaza pública, hasta dejar-los morir de hambre, de sed y de los azotes aplicados a cada rato”. Posteriormente el cura Fernández, tal vez arrepentido, envió un informe al obispo de Caracas, dándole los nombres de algunas de las victimas. Dos años después, en 1815, Fernández murió de mengua, casi menesteroso en Santa Rita de Manapire.

Debido a lo desolado que quedó el pueblo de Espino, y ante la amenaza de un nuevo ataque del sanguinario Boves, buena parte de la escasa población restante se sumó a una caravana de gente de Chaguaramas que huía a oriente, específicamente a Maturín.

Los datos de la emigración de la gente de Espino y Chaguaramas, según don Gerónimo Escobar Ramírez, (1914), los obtuvo de la ilustre anciana espinense, doña Ana María Ramírez, quien siendo aún una niña, formó parte de los emigrados; en atención a la información que le aportó, expone: “Curiosas noticias se dan en la lo-calidad: La anciana Ana María Ramírez - quien tenía entonces once años -narra que cuando la Guerra Magna toda esa gente de los vecindarios y caseríos de La Pascua, Tucupido, etc., se reconcentraron en Aracay, Iguana y Los Playones, tocando an-tes Espino. Ya la emigración de este último sitio había tomado el mismo rumbo...”. Además agrega, que los hijos de doña Eleuterina Pérez de Ledezma, llamados En-rique y José María Ledezma Pérez, ancianos ya en 1914, también le aportaron datos sobre Espino, pues su madre después del desastre de Maturín se fue a vivir a Los Teques y regreso a Espino al terminar la guerra.

Un dato importante y poco conocido en la historia del Guárico, es que el general Pedro Zaraza hizo sus primeras armas en Espino. Así lo dice él mismo en los apuntes que escribió para el doctor Cristóbal Mendoza en 1824, los cuales son reseñados por M. Soto Arbeláez, (2001) de la manera siguiente: “En noviembre de 1813 tomé las armas siendo nombrado oficial y salí con cuarenta hombres de auxilio a Espino y destruí a los godos que allí estaban al mando de Bernardino Nogales y Juan Gregorio Gedler con 236 hombres de todas armas; allí estaba el comandante patriota Villegas que huyó y tenía 80 hombres, me retiré a Chaguaramas con los heridos”.

Para el año 1883, manifiesta Pedro Cunill Grau, (1984), que Espino y los caseríos

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dispersos hasta la fachada del Orinoco contaban con una población de 2.190 ha-bitantes, siendo zonas de ganadería extensiva, y las comunidades de Santa Rita de Manapire, Aracay, Altagracia de Iguana y la Peña tienen un poblamiento de apenas 515 habitantes que viven de lo que producen en conucos de subsistencia, que son un complemento de la ganadería, la caza y la pesca propia de la zona.

Desde entonces, Espino ha atravesado un calvario de carencias. En las dos pri-meras décadas del siglo XX el señor Juan Félix Ledezma fue el personaje que más contribuyó con las obras pías de la comunidad. En el poblado sólo existían cuatro casas de tejas cuyos dueños eran el mismo don Juan Félix Ledezma, Pedro Vera y Asunción Ramírez de Camero, todas las demás casas eran de paja y moriche.

El comercio se limitaba a tres bodegas y dos tiendas. La iglesia era administrada por el cura de El Socorro y los gastos corrían por cuenta de los mismos personajes antes nombrados. Para ese año habían dos escuelas: Una de varones cuyo maestro era el señor Carmen Méndez D. y una de niñas a cargo de la señorita Concepción Hitcher. Todavía en el primer tercio del siglo pasado la vida de Espino era anodina. Los estragos producidos por Boves, nunca se olvidaron y el poblado no pasaba de ser una pequeña aldea.

En 1954 el benemérito cura de El Socorro, Manuel Acereda Lalinde, auxilió al poblado, encontrando la iglesia en ruinas pero dando muestras de “un antiguo biene-star”. Allí logró salvar un misal editado en España en 1765 y otro, también en latín de 1905. Las campanas con la inscripción de haber sido fundidas en 1852.Según infor-mación aportada por el anciano Dionisio Muñoz, (2005) “Las campanas de la iglesia de Espino, eran las de la iglesia del pueblo de Iguana, de donde las trajeron cuando sus pobladores lo abandonaron o murieron por la epidemia que lo asoló”.

Manifiesta el párroco Acereda Lalinde, que la casa de la prefectura presentaba el mismo estado ruinoso de la iglesia. La escuela era mixta con dos grados primarios. El dispensario con médico y dos enfermeras, levantados por Rafael Zamora Pérez durante su gestión como gobernador del Guárico entre los años 1950 - 1951. El 19 de enero de 1958 el párroco Acereda Lalinde hizo su última visita a Espino, en un relato sobre la visita efectuada, cuenta: “vi con asombro que habían robado el antiguo cáliz y el copón de plata, preciosas reliquias de tantos años atrás. Puse el denuncio, desde entonces el prefecto rehuyó mi encuentro y no lo vi más. El juez se encogió de hombros y otras personas llenas de indiferencia y de ignorancia del valor y mérito perdido”.

Continúa el relato, informando, que la plaza del pueblo era regular, y estaba ro-

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deada de casas, la iglesia que existía había sido construida con la ayuda de todos los vecinos, quienes habían aportado contribuciones en metálico para tal fin. Siendo su promotor el señor Juan Félix Ledezma. Describe el templo de la manera siguiente: “Dicho Santuario tiene su macizo frontis de mampostería, esmeradamente hecho; y de eso mismo son los pilares. Dos antiquísimas campanas convocan a los fieles, y ex-pone: Espino está consagrado al patrono de San Juan Bautista, y además se venera allí a La Purísima. El sostenimiento y el fomento del culto de ambas imágenes incúmbele a hermandades, auxiliar de la feligresía es el señor cura de El Socorro”.

El apellido Ledezma

En investigaciones realizadas por el historiador J. A. De Armas Chitty, (1961), estableció que el apellido Ledezma emerge en la historia del Guárico a comienzos del siglo XVIII, informa que sus miembros son gente con tradición de trabajo y heroís-mo, al frente de actividades ganaderas en jurisdicción de Espino, y en otras partes del Guárico, especialmente en Belén (Las Mercedes del Llano), Chaguaramas y Valle de la Pascua.

Junto con Jacobo Ramírez, los Siso, Herrera, Matute, Guzmán, Machado, del Castillo y otros, dan fisonomía a la riqueza pecuaria para ese entonces en el municipio Infante. Además cuando la guerra de independencia invadió el llano, varios Ledezma acompañaron al general Pedro Zaraza a sostener la resistencia republicana entre 1814 y 1818.

En investigaciones realizadas por P. Calzadilla Álvarez, (2000), se afirma, que los Ledezma del Guárico, son descendientes de “don Eugenio de Ledezma, que para el año 1783 era alcalde ordinario de San Sebastián [de los Reyes], tío del presbíte-ro Joseph Gregorio Ledezma y, además, de los principales de esta parroquia”, (San Rafael de Orituco). El historiador guariqueño Adolfo Rodríguez sostiene la tesis, que los Ledezma de San Sebastián de los Reyes, se esparcieron por todo el Guárico, especialmente hacia la parte oriental, tal como lo afirma J.A De Armas Chitty.

Descendientes a su vez, del conquistador y poblador don Alonso Andrea de Ledesma, conocido en la historiografía nacional, como el “Quijote venezolano” por su valiente acción en defensa de la ciudad de Caracas del asalto del pirata inglés Amyas Preston en el año 1595, donde don Alonso perdió la vida.

Del nombre del Pueblo de Espino

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El nombre del pueblo de Espino deriva del río Espino, que nace en el cer-ro Las Picas cercano al río Iguana, y vierte sus aguas en el río Manapire. A su vez, se supone que el nombre del río Espino le viene del arbusto o mata de Es-pino, de los cuales existen tres variedades silvestres: 1.- El rosáceo de ramas es-pinosas y flores blancas, cuya corteza se emplea en tintorería y como purgante; 2.- El de tipo arbusto romnáceo de flores de color amarillo verdoso y fruto en dru-pa, cuya semilla se emplea como purgante, y 3.- la variedad del tipo de mata rom-nácea con las ramillas terminadas en espinas, flores sin corola y fruto en drupa.

Expresan los conocedores que el arbusto o arbolillo de espino o espinito (como también se le llama), abunda en la zona y en las márgenes del río, lo que permite deducir, que para el momento que el conquistador y los misioneros en su avance colonizador hacia el Orinoco, se consiguieron con el río, tomaron como referencia la planta para dar nombre al río, y luego por extensión se llamó de este modo a los hatos que tenían en la zona Jacobo Ramírez, Ignacio Martínez y Francisco Álvarez de Ron (Espino Arriba), y los Requena (Espino Abajo), nombre que fue transferido al asentamiento que conformó el grupo humano que le dio fisonomía a lo que viene a ser hoy la actual población.

Hatos localizados en Jurisdicción de Espino, año 1796

En documentos que reposan en la sección parroquias, del Archivo Arquidiocesa-no de Caracas, analizados por el historiador Oldman Botello, (2005), se señalan como localizados en jurisdicción del pueblo de San Juan Bautista de Espino, para el año 1796, los hatos siguientes:

Relación de hatos y sus propietarios localizadosen Jurisdicción de Espino. Año 1796

NOMBRE DEL HATO PROPIETARIO OBSERVACIONES

La Barrosa Jacobo Ramírez de Salazar Tenía 22 esclavos y 14 agregados.

La Magdalena Jacobo Ramírez de Salazar 16 esclavos.

El Tabaco Jacobo Ramírez de Salazar 8 esclavos.

Aracay Arriba Jacobo Ramírez de Salazar Aracay Abajo Jacobo Ramírez de Salazar

Mereyal Jacobo Ramírez de Salazar Mayordomo: Nicolás de Landázuri

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Parmana Jacobo Ramírez de Salazar 8 esclavos.

Parmana Esteban Ramírez de Salazar 12 esclavos

Espino Arriba Jacobo Ramírez de Salazar

Espino Arriba Ignacio Martínez 12 esclavos

Espino Arriba Francisco Álvarez de Ron 5 esclavos

El Butaque Pedro Alonso Ramírez de Salazar 9 esclavos

La Candelaria Henrique del Castillo 3 esclavos

Morichito Juan Muñoz 16 esclavos

Santa Juana de la Cruz Paula de Herrera Mayordomo: Lorenzo Zaraza Manrique. 10 esclavos y 19 agregados.

Fuente: Archivo Arquidiocesano de Caracas / Botello, Oldman.

Elaboración del autor.

Un ligero análisis de la información expuesta, permite reafirmar la condición de terrateniente, esclavista y gran hatero llanero de don Jacobo Ramírez de Salazar, quien aparece reseñado en la matrícula con ocho hatos, aunque está determinado que también era dueño de dos hatos más en la zona: Santa Feliciana y La Peña de San Miguel. Lo expuesto permite inferir que era la persona con más hatos, más influyente y de mayor fortuna en aquella región.

No está determinado si Jacobo Ramírez de Salazar vivió en Espino, por cuanto en información que aporta el obispo Martí (1998), se afirma que: “Don Jacobo Ramires, dueño de onse hatos, y entre ellos del hato en el sitio llamado el León, [en jurisdic-ción de Lezama – Orituco] distante de esta Iglesia cinco leguas, perteneciente a esta Parroquia, en cuyo sitio o hato del León vive mucho tiempo el referido Jacobo y regu-larmente cumple con los preceptos annuales...”. Si está confirmado que sus hermanos Esteban y Pedro Alonso Ramírez de Salazar vivían en Espino. La categoría de hatero, terrateniente y esclavista, la comparte con sus hermanos, y con Ignacio Martínez, Francisco Álvarez de Ron, Henrique del Castillo, Juan Muñoz y los Herrera. Está confirmado que también vivían en Espino: don Francisco Álvarez de Ron, casado con doña Juana de Álvarez, y sus hijos Andrés, María Dionisia, María del Ro-sario, Juan Bautista, Eugenio, Juana Antonia, Pedro y Brígida Álvarez de Ron; don Nicolás Arteaga y Zulueta con su esposa doña Juana Sánchez y sus hijos Pedro, Juan, Jacinto, Ramón Isidoro, María Antonia y María Manuela Arteaga Sánchez; y don

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Ignacio Martínez, casado con doña Micaela de Martínez con sus Ramón, Venancio, Gerardo, María Josefa, Josefa Antonia, Concepción, Bárbara y Feliciana Martínez.

En la matrícula se registran 54 esclavos propiedad de Jacobo Ramírez, más 14 agregados, lo que le convierte en el mayor esclavista de la zona, junto con sus her-manos y demás hateros, que también poseían esclavos, aunque en menor cuantía.

De don Esteban Ramírez de Salazar dueño de un hato en Parmana, refiere Martí (1998), “…ya hay nombrado otro Teniente de San Fernando [de Cachicamo] y Cor-regidor de este pueblo de Iguana, que es don Estevan Ramires, soltero, hermano de don Jacobo Ramires, {…} que se discurre no ha pretendido este Tenientazgo por otro motivo que para defender de estos indios el ganado de los hatos de sus hermanos, inmediatos a este pueblo. […] Dicho don Estevan se embriaga, y siempre tiene mala lengua y habla mal de unos y de otros; y en vista de estos vicios, el dicho Romero ha ido a Caracas para que se revoque el dicho nombramiento a favor de dicho Es-tevan…”. Se deduce, que los Ramírez de Salazar no sólo defendían sus intereses de clase, para lo cual procuraban el ejercicio de cargos de teniente justicia y corregidor, que les garantizaba la administración de justicia y la preservación de su bienes y propiedades, sino que además, su comportamiento ciudadano no era el mejor, razón por la cual no gozaban de muy buen aprecio de las autoridades y de las comunidades indígenas de la región.

Existe parentesco (posiblemente hermanos) entre don Henrique del Castillo, dueño del hato La Candelaria, y don Thomás del Castillo dueño del hato Belén, para el año 1783.

Doña Paula de Herrera era la esposa de don Martín de Herrera y Mesones, hijo del capitán, maestre de campo, juez de llanos, alcalde y miembro destacado del cabildo de Caracas, don Francisco Carlos de Herrera, gran terrateniente caraqueño de finales del siglo XVII y primeras décadas del siglo XVIII, con importantes vínculos en San Sebastián y el Orituco, de donde era oriunda su esposa doña Mercedes Mesones.

Como queda claramente establecido, para el período histórico analizado, los dueños de hatos localizados en jurisdicción de Espino, formaban parte de la ar-istocracia territorial caraqueña y de San Sebastián de los Reyes, con importantes vínculos en el Orituco y en el oriente del Guárico, relacionados con los gru-pos esclavistas y propietarios de esclavos negros. Esa clase social estaba for-mada por los hacendados, hateros y encomenderos, amos del suelo llanero, que fundamentaban su condición de estrato poseyente y privilegiado en el con-trol de la clase social, a través de las tierras incorporadas al dominio privado.

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El cuadro de preeminencia de esta aristocracia territorial como clase social po-seyente y como casta privilegiada, lo completa el control que ejerce sobre las in-stituciones del poder político. (F. Brito Figueroa, 1993 / F. Hernández, 2005)

Visita del arzobispado monseñorRamón Ignacio Méndez de la Barta a Espino. Año 1834

En el año 1834 el para entonces arzobispo de Venezuela, monseñor Ramón Ignacio Méndez de La Barta, acompañado de un gran séquito, posó su planta per-egrina en los pueblos y aldeas del alto llano guariqueño. Hacían 52 años que es-tos pueblos y villorrios no eran visitados por una dignidad eclesiástica tan im-portante, ya que la última la había realizado el obispo Mariano Martí en 1783.

En su peregrinación el arzobispo visitó las poblaciones de Barbacoa, Taguay, Ca-matagua, Valle Morín, San Casimiro, Cúa y Charallave, para luego pasar a los pueb-los de Orituco y Chaguaramas. En su periplo pasó por Santa María de Ipire, Altamira, San Fernando de Cachicamo, Iguana, Espino, El Butaque, Santa Rita de Manapire y finalmente Cabruta, donde se embarcó para emprender su regreso vía Orituco y An-gustura. En cada pueblo pernotó dos días por lo menos y el testimonio de su visita a cada uno de los pueblos fue registrado cuidadosamente en el legajo 07, folios del 187 al 227, año 1834 del Archivo Arquidiocesano de Caracas.

Es de destacar que los pueblos y villas enclavados en las cuencas de los ríos Manapire, Tamanaco y Unare, aún no se habían recuperado de los estragos dejados por la guerra de emancipación. Debe recordarse que Valle de la Pascua, Tucupido, Chaguaramal de Perales y Espino habían sido quemados durante el devenir de la guerra.

En el caso de los pueblos de Altamira, San Fernando de Cachicamo, Iguana y Espino, expone el relato del Arzobispo, tendían a la disolución, especialmente por el éxodo de los habitantes criollos hacia sus posesiones agrícolas, se supone que asola-dos por las epidemias que azotaban esas comunidades.

En cuanto a los indígenas que en esos pueblos estaban asentados escapaban hacia el Orinoco, apenas los curas les retiraban la atención por traslado de estos a otras localidades. Se presume también la existencia de cumbes y rochelas de negros cimar-rones, si se considera que hacia esa zona habían sido trasladados negros esclavos en 1732 por el misionero fray Tomás de Pons, de los que participaron en el alzamiento del negro Andresote en Yaracuy, sumados a los negros esclavos que se fugaban de las

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fincas y haciendas asentadas en el alto llano guariqueño.

La iglesia San Juan Bautista de la parroquia Espino

El movimiento económico en el siglo XVIII toma un fuerte empuje desde la zona norte del país hacia el interior del territorio; desde San Sebastián de los Reyes partían las expediciones hacia los distintos rumbos del llano, hasta donde llegaba la pro-vincia de Caracas. En esa etapa colonizadora, el canario es el que más se arraiga a la tierra, el que más se identifica con el medio, el que mejor se difunde. Como testigos de su establecimiento quedan los templos de la época. En el caso de de la población de Espino, las primeras noticias sobre la erección de una Iglesia datan del año 1792, cuando el párroco José Antonio de León “Construyó la Iglesia de ba-hareque y tapias y solicita autorización al obispado para oficiar misa en ella”, M. Soto Arbeláez, (2001). Además solicita se prorrogue la autorización que prohíbe no continuar confesando en oratorios, de los cuales hay varios en su jurisdicción. Esta observación indica que en los hatos de los alrededores había oratorios, aunque no indica en cuales, ni donde. Se supone que podía haber oratorios en Aracay, Santa Feliciana y Las Peñas de Marrero, que eran posesiones de los terratenientes Jacob Ramírez de Salazar, las dos primeras y de Bernabé Gutiérrez la tercera. Esta Iglesia de bahareque fue quemada por los españoles realistas que asolaron al pueblo en 1813.

Los restos de la capilla quemada fueron derribados a finales del año 1847 por el padre Santiago Álvarez, para construir una nueva iglesia de tapia y rafa, con techo de palma y fuertemente empalmada. Una vez concluida la capilla, el 07 de febrero de 1848, solicitó permiso al Vicario encargado del gobierno eclesiástico de Caracas para bendecirla, permiso que le fue concedido el 07 de junio de ese año, es decir, cinco meses después.

En ese orden de ideas, en el periódico religioso “La Luz del Santuario” del año 1914, el escritor vallepascuense Gerónimo Escobar Ramírez expone que la segunda iglesia fue construida con “la contribución en metálico de todos los vecinos, la con-clusión del vasto y gentil templo se debe al esfuerzo del señor Juan Félix Ledezma. Dicho Santuario tiene un macizo frontis de mampostería esmeradamente hecho y de eso mismo son los pilares. Dos antiquísimas campanas convocan a los fieles”. Deja saber que Espino está consagrado al santo patrono San Juan Bautista de Espino, y además se venera La Purísima. El sostenimiento y el fomento del culto de ambas imágenes es responsabilidad de las hermandades, y el auxiliar de la feligresía es el cura de El Socorro.

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En la actualidad, la iglesia de la población de Espino es un sencillo edificio de tres naves pintado de azul y techo de acerolit. La ornamentación de su fachada es sencilla, una cornisa corrida de extremo a extremo que le imprime horizontalidad a la composición, equilibrada por las medias columnas que enmarcan el acceso y que continúan hasta el tímpano del frontón triangular-acampanado que remata la fachada.

Adosada a la derecha tiene la casa parroquial y a la izquierda el campanario, según información aportada por el señor Dionisio Muñoz, las campanas de la iglesia de Espino, eran de la iglesia de Iguana, que las trajeron cuando este pueblo quedó asolado y sus habitantes murieron o emigraron por la epidemia de fiebre amarilla.

La iglesia está ubicada frente a la Plaza Bolívar, lo que permite una mayor venti-lación e iluminación, además que se pueden apreciar los volúmenes del frente de la estructura del templo.

En este momento histórico, para la reflexión de los habitantes del pueblo, es im-portante considerar que las iglesias sintetizan una rica herencia patrimonial, que en este caso, los espinenses están en la obligación de proteger y darle uso y tratamiento apropiado, en atención que estos lugares son sitios sagrados de reunión, para la co-municación con un sacerdote o hasta con el propio Dios. Para el año 2006-2007, y desde hace algunos años, la iglesia de Espino está bajo la rectoría del párroco de la población de El Socorro, el padre de nacionalidad belga José Vanhoof, quien tiene la obligación no sólo de oficiar y dirigir todo lo atinente a lo religioso, sino de concien-tizar a los feligreses sobre lo expuesto, en un clima de armonía y paz ciudadana.

Tips históricos de Espino

* La región que comprende el territorio de la Parroquia Espino estaba habitada por comunidades de tribus Palenques, Cumanagotos, abaricotos, Guamos y Guamon-teyes.

* En 1732, con motivo del alzamiento del negro Andresote en Yaracuy, el mis-ionero fray Tomás de Pons, logró sacar grupos apreciables de negros es-clavos de esa región y llevarlos a territorio del Guárico, y por la vía de El Sombrero hasta las mesas de Mocapra, Aracay y Espino los condujo hasta Parmana. Posteriormente, la mayor parte de ellos se fugaron hacia Guayana.

* El 25 de mayo de 1812, el realista José Tomás Boves se encuentra en la población de Espino.

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* En el año 1813 en los hatos no se hablaba de seguir a los patriotas o a los realistas. El llanero no tenía concepto preciso sobre el rumbo a seguir. Sabía que la guerra le iba a arrastrar, que tendría que ir a la guerra. Se incorporó a ésta cuando supo que la montonera que combatía al lado de Boves se había formado con esclavos, e indios de pueblos del Guárico, especialmente de Espino.

* El 15 de noviembre de 1813, combaten en las sabanas de Espino el coronel Pedro Zaraza y el comandante realista Bernardino Nogales.

* El 16 de febrero de 1819, combate en el lugar llamado La Barrosa, el patriota general Pedro Zaraza y derrota al realista coronel Juan Juez.

* El 17 de febrero de 1819, combate en el vecindario Zanjonote el patriota general Pedro Zaraza y sale derrotado por el realista coronel Juan Juez.

* El 20 de febrero de 1819, combate en el sitio “Cerros de Espino” el patriota gen-eral Pedro Zaraza y sale derrotado por el realista coronel Juan Juez.

* En Santa Clara de Manapire, sitio a orillas del río Manapire y en jurisdicción de Espino, el Libertador esperaba entrevistarse con pedro Zaraza a fines de 1817. Así lo expuso en cartas del 25 de noviembre, del 30 del mismo mes y del 02 y 05 de diciembre de 1817.

* En comunicación dirigida por el libertador Simón Bolívar al general Pedro Zaraza el 26 de noviembre de 1817, le dice “Mi objeto es que Usted VS. ocupe a Santa Clara sobre el Manapire en las inmediaciones de Espino, este último pueblo será ocupado por mí cuando sepa que VS. se acerca a aquel”. El Libertador no fue nunca a Espino.

* El 02 de diciembre de 1817, en el hato La Hogaza, en jurisdicción de Espino, Miguel de la Torre venció al general Pedro Zaraza, frustrando los planes del lib-ertador Simón Bolívar de invadir la provincia de Caracas por Manapire. En esa batalla murió el sobrino del libertador Guillermo Palacios.

* El 02 de diciembre de 1817, el general La Torre vence al general Pedro Zaraza, en el sitio de La Hogaza. Entre los objetos de los cuales se apoderó La Torre, figura una imprenta que tenía Pedro Zaraza. De manera que esta es la primera imprenta que se conoce en jurisdicción de Valle de la Pascua y pueblos vecinos.

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* El hermano mayor del general Pedro Zaraza, de nombre Lorenzo Zara-za Manrique, fue mayordomo de un hato de doña Paula de Herrera, localiza-do en jurisdicción de Espino, en tierras de gran latifundio Santa Juana de la Cruz que le perteneció al maestre de campo don Francisco Carlos de Herrera.

* Desde 1848, la población de Cabruta antes de ser elevada a municipio, perteneció políticamente al municipio Espino.

* En el año 1818, la gripe española que asolaba el país, atacó a los habitantes de Espino, para combatirla se utilizó el aceite de ricino de tártago, según formula medica propuesta por el médico marroquí radicado en Valle de la Pascua, Aarón Benchetrit. En Espino, el purgante de aceite de ricino era administrado por Nep-talí Prieto López, que tenía algunos conocimientos de medicina, de los muchos que en los pueblos de la Venezuela de ese entonces se les llamaba “curiosos”.

Historia de la Educacion en la Poblacionde San Juan Bautista de Espino

Antes de 1870 no se han conseguido referencias sobre la educación pública en la población de Espino. Es a partir de ese año con la promulgación el 27 de ju-nio de 1870, del decreto de Instrucción Pública, Gratuita y Obligatoria por el pres-idente Antonio Guzmán Blanco y su ministro de Fomento e Instrucción Pública, Martín J. Sanabria, que se instalaron varias escuelas en las parroquias caraqueñas.

En el Guárico el decreto entró en vigencia sino cuatro años después, el 20 de oc-tubre de 1874, cuando el director de Educación Primaria del Ministerio, P. Casanova, informa en la Memoria que presentó al Congreso Nacional de ese entonces, sobre la creación de 21 escuelas en este estado llanero. De ellas sólo se establecieron once, sin especificar en cuales pueblos. Es sabido que para la época, lo que hoy es el estado Guárico estaba dividido en 21 departamentos y municipios; lo que permite deducir que correspondía una a cada cabecera administrativa de los municipios.

Para el año 1883 habían dos escuelas en Espino, una de varones cuyo maestro era el señor Carmen Méndez D. y una de niñas a cargo de la señorita Concepción Hitch-er. En el año 1891, es decir 21 años después de la promulgación del decreto de In-strucción de Guzmán Blanco, siendo presidente del estado Guárico J. M. Hernández Ron. La Junta de Instrucción Pública en esta entidad, estaba integrada por resolución ministerial por: José Antonio Ron, que la presidía, como principales Antonio José So-tillo y Doroteo Correa y suplentes Manuel Medina, Manuel Berroeta Ron y Rodolfo

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Moleiro Arbeláez. La resolución N° 424 de fecha 29 de mayo de 1891, entre otras disposiciones, ordenaba que de las cuatro escuelas cerradas: dos en San Rafael de Orituco, una en Taguay y otra en La Peñita, sean reubicadas así: la de Taguay es reu-bicada en El Socorro, las de San Rafael de Orituco, la N° 794 la reubican en Valle de la Pascua y la N° 802 en Espino. La N° 815 de La Peñita la reubican en Cabruta. Estas reubicaciones se hicieron efectivas dos años después, el 15 de septiembre de 1893.

Entre los años 1897 y 1903, debido a los continuos levantamientos y alzamientos, que prácticamente mantenían al país en guerra civil, el cierre de las escuelas federales fue casi continuo. No se cuenta con información que indique si la escuela de Espino fue cerrada. En el año 1903 se promulgó la resolución 18, donde se ordenaba el cierre de 550 planteles en todo el país, y en 1904 se eliminaron las escuelas de párvulos y los jardines de infancia. No existe la menor duda, que la escuela de Espino fue cerra-da.

No es sino en 1910, cuando el superintendente de Educación de la sección Guári-co – Apure del Gran Estado Miranda, el doctor Augusto L. Figueredo, en un informe que le envía el 25 de febrero de ese año al ministro Samuel Darío Maldonado, aparece reseñado el pueblo de Espino, con una escuela mixta a cargo de los maestros Adolfo Morean y Clemencia Hitcher. De manera oficial se puede decir que Adolfo Morean y Clemencia Hitcher. No se ha conseguido información hasta que fecha actuaron como docentes en Espino, sin embargo se sabe que posteriormente ejerció como maestra de esa comunidad, Ana Dolores infante Baloa, quien era oriunda de Barbacoa, hermana de don Genaro Infante Baloa, gente que se arraigó en ese pueblo y hasta el día de hoy ahí viven algunos descendientes, especialmente de don Generito Infante quien era hijo de Genaro Infante Baloa. En cuanto a la maestra Ana Dolores, se casó en Espino con Pedro Nolasco López, cuyos descendientes son los Jurado López que hoy están arraigados en Valle de la Pascua.

Después de la maestra Ana Dolores, en los años 30 y 40 actuaron como docentes, los maestros Rafael Martínez y don Mena Herrera. En el año 1953 fue creada la Escuela Unitaria DU-26 adscrita la Núcleo Escolar Rural N° 123, como maestra fue designada Teresa Gazzoa de Aguilar, oriunda del estado Apure. Entre los años 1953 y 1956 trabajó como maestra de primero, segundo y tercer grado. En 1956 la escuela pasó a ser concentrada DC-541, aunque no se designaron más docentes, por lo que se puede decir que fue una escuela unitaria hasta 1962, cuando el director de Educación y Cultura del estado Guárico, profesor Arturo Álvarez Alayón designó primero a las maestras Regina Linares de Cordero y Aliria Ruiz de Carpio y luego a Olga Campos de Flores. A ellas les siguieron Lola de Lugo y Josefina Martínez.

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Entre los años 1953 y 1962 la escuela funcionó en el Centro de la Fundación Llano Adentro, frente a la plaza Bolívar con el apoyo altruista de la presidenta de la fundación, doña Críspula Aurrecoechea Cobeña. En 1963 fue inaugurado el Grupo Escolar “Enrique Bernardo Núñez” que estaba construido desde 1958. Para trabajar en la sede nueva fueron designadas otras docentes, entre ellas Dublia Rodríguez de Velásquez, Yolanda Camero Bolívar, Carmen Luisa Rodríguez Tovar, Zaida Peña, Palmira Velásquez Arzola, Milagros Pinto y la directora María Benigna Carrillo de Escalona, oriunda de El Socorro, quien ejerció la dirección por más de 30 años, hasta que se jubiló y le sustituyó la docente Josefina Infante de Nieves.

En el año 1981 la institución pasó a ser modelo para la implantación del proyec-to de educación básica, con una matrícula de 365 alumnos de preescolar y edu-cación básica. Los primeros profesores fueron Deise Rodríguez de Figueroa, Alberto González, Manuel Herrera, Irma Bolívar, Sor Dulce Luque Molina, Efraín Amatima y Benito Seijas.

En el año escolar1998-1999 se inicio el nivel de educación media y diversificada, con la creación de una sección de primer año, mención ciencias. Para el año 2007, el director de la Unidad Educativa “Enrique Bernardo Núñez” es el licenciado Juan Eladio Herrera y la subdirectora la licenciada Deise María Rodríguez de Figueroa. La maestra María Benigna Carrillo de Escalona, falleció en Valle de la pascua el 14 de abril del año 2004. A ella especial reconocimiento, por su entrega desinteresada a la educación en esa laboriosa comunidad.

La Feria de San Juan Bautista de Espino. Año 1966

En distintas ediciones del periódico Región, que editó en Valle de la Pascua el escritor vallepascuense Lorenzo Rubín Zamora en la década de los sesenta del siglo XX, se recogen reseñas periodísticas de la Primera Feria Agropecuaria Rural que se efectuó en Venezuela. Correspondió ese honor al noble pueblo de Espino, que se engalanó durante los días 06, 07 y 08 de enero del año 1966 con el evento. Los orga-nizadores de la Feria fueron las personalidades e instituciones siguientes: doctor Ra-fael Zamora Pérez, don Luís Clemente Martínez Hitcher, don Nicanor Belisario, y la Fundación Llano Adentro presidida por doña Críspula Aurrecoechea, Nancy Cobeña y otros.

En la edición de Región, correspondiente al 15/11/1965, se lee la información siguiente: “…La Asociación “Llano Adentro”, que comanda la voluntad vigorosa y filantrópica de doña Críspula Aurrecoechea, y que en todo momento ha aportado

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esfuerzo y cariño en beneficio de Espino, ahora acompañada por el valioso esfuer-zo de otras personas y algunas instituciones, entre las que se cuentan la Cámara de Comercio de la localidad, la empresa Pepsi-Cola, la Algodonera Guárico y la Com-pañía Protinal y algunos comerciantes, además de la colaboración del gobierno del Estado, enviará materiales y útiles necesarios para las construcciones y dotaciones necesarias, prometen seguridades de que la Feria resulte un acto lucido y de altas conveniencias para los pequeños industriales de la jurisdicción”.

Para la construcción del parque de exposiciones, la junta comunal de Espino para la época, donó una extensión de terreno en el lugar denominado Los Aceites, con la aspiración que la feria se institucionalizara y se realizara anualmente.

El eslogan con el que se promocionó el evento fue: La feria de Espino, es la pri-mera feria de campo que se realiza en Venezuela. La reina de la feria fue la señorita Trina Gómez, y la reina de la agricultura y la ganadería fue la señorita Ramona Ramírez Pérez.

En la edición de Región del 15/01/1966, se informa sobre los resultados de la feria. La reseña dice así: “Feria de Espino: Resultó excelente. Hubo concurrencia de ejemplares pecuarios y agrícolas. Asistió mucha gente. Hubo alegría y hubo deseos de hacer algo valioso en aquel abatido pueblo venezolano… La Feria comenzó con una misa campal que ofició el excelentísimo Sr. Obispo de Calabozo, la que fue acompañada por numerosa concurrencia… dando así demostración de respeto al cul-to católico”.

Seguidamente se procedió a la inauguración del Parque-Exposición, cuya cinta simbólica fue cortada por la honorable matrona doña Luisa Hitcher de Martínez, una de las poquísimas personas que sobreviven la época en que Espino fue rico por sus recursos y por la buena voluntad de sus moradores. Luego don Alfre-do Zamora expresó acertadas palabras en nombre de la Asociación de Criadores del Distrito Infante…La Asociación Llano Adentro, representada casi en su to-talidad por sus progresistas damas, tuvo una actuación verdaderamente enco-miable en la realización de esta feria, que marca época por su importancia…”.

Los productores que asistieron y expusieron ganado en la feria, fueron: Alejandro Campagna, hermanos Oropeza Fraile, hermanos Álvarez Hernández, Omar Camero Zamora, Dr. Guillermo Silva Otty, Efrén Carpio Castillo, Víctor Felizola Oraa, Em-igdio Hernández, Eleazar Guevara, Juan Tomás Camero, Dr. Diógenes Ron Troconis, María Ledezma, Rafael Ramírez, hermanos Soler, José Ramón Ramírez, hermanos

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Martínez Ávila, entre otros. La premiación fue donada por la Asociación de Cri-adores de Infante (Apadi), la Cámara de Comercio y Producción del Distrito Infante, el Club de Leones de Valle de la Pascua y la Algodonera Guárico.

Don Luis Clemente Martinez Hitcher honorable patriarcade la población de Espino (Espino-estado Guárico: 1906 – 06/01/1980)

Honorable ciudadano natural de la población de Espino, vinculado a distin-guidas familias vallepascuenses, guariqueñas y de la capital de la República. Na-ció en el año de 1906, de la unión de don Ernesto Martínez y doña Luisa Hitch-er Pérez de Martínez. Apellidos de origen español por el padre, descendiente de los primeros colonizadores, y alemán por la madre, que se remonta al siglo XVI cuando los Welser arrendaron el territorio venezolano a la corona española. Hombre de ideas progresistas en pro de mejoras y bienestar para el pueblo que le vio nacer, y donde siempre vivió. En los años 40 del siglo pasado ocupó en Espino el cargo de juez, también fue prefecto de su pueblo, donde fundó el partido social cristiano COPEI, del cual fue dirigente y referencia obligada en el estado Guárico. Se caracterizó por practicar valores y sentimientos de altruismo, caridad y solidaridad social, especialmente con las personas de menores recursos que siempre acudían a su casa en solicitud de ayuda, medicinas, recomendaciones e intermediación ante in-stancias públicas y privadas, a quienes siempre recibía y atendía de manera generosa y amable.

También se preocupó por el sostenimiento de la iglesia y de los párrocos a quienes dio apoyo y protección en la comunidad. Asimismo procuró mejoras de gran impor-tancia para la población, entre otras la medicatura rural, el local donde funciona la casa de la cultura, que en su momento tuvo como objetivo el funcionamiento de una escuela, también diligenció en 1960 la construcción de la represa ante el gobernador Juan Manuel Barrios, la cual hasta la actualidad abastece de agua a Espino.

Su casa situada en la calle principal de la población, frente a la plaza Bolívar, era considerada una embajada, donde no sólo llegaban sino que también se alojaban las personas ilustres y representantes de los poderes regionales y nacionales que visit-aban el pueblo. Siempre recibió visitas y correspondencias cordiales de presidentes y candidatos a la presidencia de la República, gobernadores del estado, senadores, diputados, ministros, dirigentes políticos, concejales, profesionales, artistas, etc. Son de grata recordación todavía en la comunidad, la visita y alojamiento en su casa del obispo de Calabozo, monseñor Miguel Antonio Salas, del ministro de Relaciones Exteriores durante el primer gobierno del doctor Rafael Caldera, doctor Arístides

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Calvani, de los presidentes Luís Herrera Campíns y Jaime Lusinchi, de los minis-tros Luís Augusto Dubúc, Guillermo Palacios, Mario Dudúc y Alberto Aranguren, del gobernador Juan Manuel Barrios y todos los demás gobernadores del período que se inicia en 1960, de los artistas Simón Díaz, Ivo, Néstor Zavarce, entre otros. Mantuvo especial amistad con los expresidentes venezolanos Rafael Caldera y Luis Herrera Campíns. Durante la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, su casa sirvió de refugio a importantes dirigentes políticos de la oposición que eran persegui-dos por el régimen, entre ellos Antonio Pinto Salinas y el doctor Alberto Aranguren.

De su unión con la dama espinense María Eusebia Pérez Zaá de Martínez, tuvo a su única hija, Hidelcira Martínez Pérez de Moisés, distinguida dama de la sociedad vallepascuense y guariqueña, que se casó con el exitoso empresa-rio, productor agropecuario y senador de la República por el partido COPEI, señor Juan Moisés Padra. Los últimos años de su vida los compartió con la seño-ra América Martínez, y ayudó a la crianza de jóvenes de la comunidad, entre el-las a la señora Carmen Elena Belisario Álvarez de Oropeza, Solmery González y la doctora Luisa Elena Gómez. También se preocupó por proteger y apoyar a mu-jeres solas de espino, entre otras a doña Mariana Peña y doña Amparo Álvarez.

Don Luís Clemente Martínez Hitcher murió en Espino, pueblo que tanto quiso y por el que tanto hizo, un 06 de enero del año 1980. Son sus nietos, hijos de la unión de don Juan Moisés Padra y doña Hidelcira Martínez de Moisés: el empresario David José Moisés Martínez, y las abogadas María Milagros Moisés Martínez y Lilí Moisés de Ramos.

Críspula Aurrecoechea Cobeña (1908 – 1969)

Entre las personas altruistas con profunda vocación de servicio que encausó su acción en beneficio de la población de Espino y sus comunidades aledañas, destaca el nombre de la honorable matrona Críspula Aurrecoechea Cobeña o doña Críspula, como fue popularmente conocida. Esta ciudadana ejemplar hoy día es poco recordada por las nuevas generaciones de esta importante parroquia del municipio Infante del estado Guárico, sin embargo durante más de cincuenta años adelantó acciones a favor de la educación, la cultura, la salud y la fe de los habitantes de Espino. Obras que son cono-cidas por todos sus moradores, y que por su importancia han permanecido en el tiem-po, cumpliendo una gran función en el ámbito educativo, cultural, religioso y de salud.

De Críspula Aurrecoechea, el escritor vallepascuense Lorenzo Rubín Zamora, en su obra: Diccionario Biográfico Cultural del Estado Guárico (Caracas, 1972) expone: Aurrecoechea Cobeña (Críspula). “Notable dama, consagrada fervorosamente a la

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cultura y al altruismo bien entendido y rectamente practicado. Impulsada por sus inquietudes espirituales y desvelos por ser útil, fundó un organismo de proyección social y restaurativa del pueblo llanero de Espino, denominada “Llano Adentro”, que construyó locales para una escuela primaria y de oficios, y para un dispensario; que restauró la plaza Bolívar. Reconstruyó la iglesia parroquial, y estimuló con sus con-sejos y acciones a las humildes familias de la comunidad. Su muerte, tan inesperada como profundamente sentida, paralizó las generosas iniciativas, que esta notable y dinámica mujer, alimentaba para el mejoramiento integral del querido municipio. Nació en Valle de la Pascua (1908) y murió en Caracas, donde tenía su residencia (1969). Padres: Don José María Aurrecoechea y Doña Dolores Cobeña de Aurrecoe-chea. Hijo: Eduardo Plaza Aurrecoechea”.

En atención a lo expuesto, se debe significar, que la población de Espi-no está en deuda con esta ilustre y altruista dama que tanto dio y se preocupó por sus moradores. Razón que debe motivarles a iniciar acciones a los fines de designarla como epónimo de una escuela, una plaza, un parque o una cal-le del pueblo, que perpetúe en el tiempo el nombre de tan honorable ciudadana.

Los Rendón Pérez

A mediados de los años sesenta del siglo XX, el cantautor guariqueño, nacido en Zaraza, don Carlos González, compuso e interpretó la canción titulada “Mata e’ Caña”. Un hermoso pasaje llanero dedicado a la población de Espino, que constituye una especie de himno a ese pueblo y su gente. En la letra nombra lugares y personas de Espino, especialmente a los Rendones que es una familia con profundas raíces en esa población, emparentadas con el prócer de la independencia de Venezuela, general Juan José Rondón. Han sido los Rendones, dueños del hato “Las Aguadas” en la vía Valle de la Pascua - Espino, en jurisdicción de la comunidad de Zanjonote. Son de gra-ta recordación en la comunidad, doña María Magdalena Pérez de Rendón, y sus hijos: Esteban, Tito, Juan José, Juan Agustín (que ejerció como médico en la medicatura de Espino), Josefina y Emma María Rendón Pérez, a quien le dedica el autor la canción.

La biblioteca de la Escuela “Enrique Bernardo Núñez” de Espino, tiene como epónimo el nombre de doña María Magdalena Pérez de Rendón.

La familia Rendón se radicó en San Juan de los Morros, Caracas y Valencia. Juan Agustín ha ejercido su profesión de médico de manera exitosa en Caracas, donde también se radicaron Josefina y Emma María; y el profesor Juan José Rendón Pérez ejerció su magisterio en Valencia, estado Carabobo.

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Carlos González conocido artísticamente como “El Rey del Pajarillo”, fue tío del cantautor Reinaldo Armas, escribió en los años sesenta del siglo XX, como homenaje a los Rendón Pérez y de manera especial a Emma María, la canción “Mata e’ caña”, donde además hace alusión al pueblo de Espino y a algunos sitios emblemáticos de la zona, como La Barrosa, Rabanal y Parmana, razón por la cual, a través del tiempo se ha convertido en una especie de himno con el que se identifica a la población de Espino y a su gente.

Mate e’ caña

Recuerdo de aquellos díasaquella semana santa

en el hato “La Barrosa”los Rendones me invitabanpara el pueblito de Espino,donde allí me esperaban.

Con los hermanos Rendonesel pueblo se embanderaba,

señorita Emma Maríate dedico el Mata e’ Cañaporque eres mujer llanera,

con tu hermosurareverdeces la sabana.

Aquel pueblito de Espinono pierdo las esperanzas

de volverle a visitary llevarle el Mata E’ Caña.Aquel jueves por la tarde

en Rabanal me bañabaun sitio tan agradable

tanta gente allí llegaba,también fue la señorita Emma Rendón,

muchacha muy apreciada,tengo que volverme pronto

si Dios lo quiere,hasta el Puerto de Parmana.

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Capítulo IX

Reseña históricadel núcleo Valle de la Pascua

de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez

“…No quiero parecerme a los árboles, que echan raíces en un lugar, sino al viento, al agua, al sol, a todas esas cosas que marchan sin cesar”.

SIMÓN RODRÍGUEZ

“Las universidades están en la obligación, como máxima expresión de la academia, de for-mar hombres suficientemente sensibilizados, para que intervengan eficazmente en la vida económica y social del país, execrando definitivamente lo que llamaba el maestro Prieto, “la educación aérea”, de gente con la cabeza en las nubes y los pies en el aire. Esta es nuestra premisa fundamental”.

ANDRÉS PASTRANA VÁSQUEZ

La Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez (UNESR) fue creada a través del Decreto Presidencial N° 1.582, de fecha 24 de enero de 1974, con la finalidad de contribuir con el desarrollo integral de Venezuela, mediante la formación de ciudadanos y ciudadanas con espíritu creativo, capaces de participar de manera activa y efectiva en la construcción de una sociedad libre, democrática, participativa, dinámica y equilibrada.

El decreto de creación está recogido en la Gaceta Oficial de la República de Ven-

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ezuela, N° 30.313 de fecha viernes, 25 de enero de 1974, firmado por el Presidente de la República y el Ministro de Educación de ese entonces, doctores Rafael Caldera Rodríguez y Enrique Pérez Olivares, respectivamente. La Universidad Simón Rodríguez fue concebida por el doctor Félix Adam (El Toro. Estado Delta Amacuro, 24/12/1921 – Caracas, 31/01/1991), quien la fundó y fue su primer rector entre los años 1974 y 1982, aportando sus ideas sobre la edu-cación con enfoque andragógico. En ese sentido, con su modelo andragógico, Félix Adam revolucionó la educación superior latinoamericana, caribeña y venezolana, al romper con las estructuras tradicionales inmóviles de espacio, tiempo y jerarquía, al presentar una universidad global que antepuso la visión geopolítica, haciendo hincapié en la cooperación, dándole oportunidad de seguir aprendiendo a muchos jóvenes y adultos, que por múltiples razones no podían comenzar o continuar sus estudios superiores.

Desde su creación a la Universidad se le concibió como una institución de ed-ucación superior para el desarrollo, así está establecido en el documento mediante el cual se le crea, cuando declara que su propósito fundamental es: “…contribuir al desarrollo integral de Venezuela mediante la formación de los recursos humanos”. En ese orden de ideas, el documento proponía la necesidad de mantener una estrecha co-ordinación y relación entre los programas de la Universidad, los planes de la Nación y los planes de desarrollo del sector correspondiente a la Educación Superior.

El artículo 3 de la Ley de Universidades (1970), establece: “Las Universidades deben realizar una función rectora en la educación, la cultura y la ciencia. Para cum-plir esta misión, sus actividades se dirigirán a crear, asimilar y difundir el saber y la enseñanza; a completar la formación integral iniciada en los ciclos educacionales an-teriores; y a formar los equipos profesionales y técnicos que necesita la Nación para su desarrollo y progreso”.

Para cumplir con la función rectora y la difusión del saber, que le establece la Ley, debe fomentar la investigación, para generar nuevos conocimientos, a ser im-partidos a través de la docencia, y difundidos a través de la extensión universitaria.

Además, en su artículo 10, la Ley de Universidades establece el fin de las Uni-versidades Experimentales, cuando señala: “…podrá crear Universidades Nacionales Experimentales con el fin de ensayar nuevas orientaciones y estructuras en Educación Superior…Su organización y funcionamiento se establecerá por reglamento ejecu-tivo y serán objeto de evaluación periódica a los fines de aprovechar los resultados beneficiosos para la renovación del sistema y determinar la continuación, modifi-

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cación o supresión de su status”.

Bajo este marco de disposiciones legales se creó la Universidad Nacional Exper-imental Simón Rodríguez, el 24 de enero de1974, con la finalidad de dar respuesta y atender la creciente demanda de: aquellos adultos que aspiraban a ingresar a la Edu-cación Superior para iniciar sus estudios de pregrado, los egresados de los colegios e institutos universitarios que habían obtenido sus grados y títulos de técnico superior universitario, y de aquellos adultos que deseaban continuar los estudios que en algún momento habían abandonado.

Filosofía de la UNESR

La UNESR desde su creación tiene como filosofía académica y administrativa, cinco premisas fundamentales, a saber:

1.- El carácter nacional: Establece que la Universidad debe crear y mantener uni-dades operativas formalmente establecidas a todo lo largo y ancho de la geografía venezolana, como una contribución para resolver las problemáticas locales y re-gionales in situs, formando los recursos humanos que requieren las regiones, gen-erando investigaciones y prestando servicios.

2.- El carácter experimental: Señala que la Universidad debe orientar su acción edu-cativa hacia el ensayo y la experimentación de nuevos esquemas de organización, nuevas metodologías de aprendizaje y concepciones, en las funciones y respons-abilidades propias del quehacer universitario; así como hacia exploración de nue-vos caminos en el manejo de las relaciones humanas, y el incremento de logros académicos, en función del rendimiento y del desarrollo de la nación.

3.- El carácter andragógico: Se fundamenta en el principio que la Universidad es una comunidad de gente adulta, capaz de formular su propio proyecto, para alcanzar sus metas personales, académicas y administrativas. En ese sentido, la experien-cia y la autoresponsabilidad constituyen un aporte que es invalorable.

4.- El carácter participativo: Establece que la Universidad debe orientar su acción hacia dos aspectos fundamentales: a) La organización de los aprendizajes debe permitir que los participantes actúen de manera activa en la búsqueda y manejo de la información, avanzando a su propio ritmo, en consonancia con sus experi-encias personales y sus potencialidades, en un ámbito de autonomía a medida que avanza en el desarrollo de la carrera; y b) La Universidad se debe convertir en

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la promotora del desarrollo de las regiones en donde se encuentran insertos los Núcleos, mediante el ejercicio de la docencia, la práctica de la investigación, la creación de empresas productivas y el desarrollo de actividades de producción y extensión, que contribuyan a la solución de los problemas locales y regionales.

5.- El carácter flexible: Establece que la Universidad debe contar con una organi-zación, con suficiente capacidad para adecuarse ante los cambios, que posibilite el desarrollo de las funciones normales y rutinarias de la Institución, así como la introducción de innovaciones de carácter académico y administrativas, suscep-tibles de evaluación para determinar su rendimiento, productividad y eficiencia, con base a las divisiones administrativas claramente delimitadas.

Al amparo de estos principios filosóficos, especialmente de lo establecido en los postulados del carácter nacional y del carácter participativo de la UNESR, que sost-ienen y practican el principio que dice: “…que ha de estar presente donde las necesi-dades humanas y sociales lo requieren… porque es política de la Universidad cortar el éxodo y la emigración forzosa de los talentos que deben quedarse en sus medios vitales y darles posibilidades de creatividad para que sientan la emoción… de trabajar arduamente en la transformación de su ambiente…contribuyendo a la solución de los problemas locales y regionales”, nace el Núcleo Valle de la Pascua, y los demás nú-cleos que posee la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez, extendidos a lo largo y ancho del territorio nacional de Venezuela.

De ahí la importancia del carácter nacional y del carácter participativo de esta alta casa de estudios superiores, lo cual significa que no se siente limitada por encuadr-amientos geográficos, en donde parecieran surgir fronteras en la búsqueda y divul-gación del conocimiento, así como la prestación de servicios que reclaman las comu-nidades nacionales, que constituyen las instancias insustituibles para el desarrollo de programas de investigación, extensión y docencia, vinculados al más genuino interés nacional, para la solución de los problemas del desarrollo independiente.

Fue el Núcleo de Valle de la Pascua, el segundo centro que instaló en el estado Guárico la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez, antes había creado el Núcleo Zaraza, y después del de Valle de la Pascua, creó el Núcleo de San Juan de los Morros. Sobre la presencia de la UNESR en el Guárico pueden decirse y hacerse muchos reconocimientos y elogios institucionales, porque aunque aún es una institución muy joven, la labor desarrollada desde sus espacios le ha situado en un alto nivel en al ámbito nacional, regional y local dentro del área pedagógica, andragógica y social,

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prestando servicios eminentes a las comunidades y a la patria, de esos que los pueblos reconocen y pagan inscribiéndolos en las mejores páginas de su historia.

Visión, misión y valores de la UNESR

Visión: La UNESR tiene como visión constituirse en una institución global, de vocación integracionista y latinoamericana, abierta al cambio, flexible, innovadora, andragógica y de excelencia, que promueva y practique la libertad de pensamiento y de acción, fomente la participación y la profundización de los valores éticos y democráticos; que permanezca en la búsqueda constante del desarrollo sostenido y armonioso de la sociedad y del individuo, y esté profundamente comprometida con el desarrollo de la comunidad.

Misión: La UNESR tiene como misión la búsqueda, aplicación y difusión del conocimiento y el afianzamiento de los valores trascendentales del hombre y de la sociedad.

Valores: La UNESR asume los valores que le caracterizan como Universidad y determinan las orientaciones para el desarrollo de actividades inherentes al ámbito institucional y de los miembros de la comunidad. Son ellos: espíritu democrático, pertinencia, andragogía, autogestión, excelencia, calidad de vida, naturaleza, ética, creatividad, cooperación, compromiso y solidaridad.

Propósitos institucionales de la UNESR

Para desarrollar su Misión la Universidad Nacional Experimental Simón Rodrí-guez, propone las acciones siguientes:

Contribuir al enriquecimiento del acervo cultural y del saber universal mediante el fomento y participación en programas para el mantenimiento, conservación y preservación de los valores éticos, morales, históricos y sociales del hombre y de la sociedad.

Ofrecer alternativas de formación profesional mediante la apertura de carreras de pregrado, cortas y largas, y cursos de postgrado acordes con las exigencias de desar-rollo del país. Ofrecer alternativas de incorporación a la educación superior por las vías de la ho-mologación y convalidación de estudios formales y la acreditación y reconocimiento del aprendizaje por experiencia.

Ofrecer programas de educación continua dirigidos a la capacitación, actual-

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ización y perfeccionamiento en distintas áreas del saber.

Fomentar la interacción e integración permanente y crítica con la comunidad me-diante la promoción y desarrollo de proyectos de beneficio mutuo en áreas de interés socio-comunitario, tecnológico, cultural, educativo, deportivo, ecológico y en la pro-ducción de bienes y servicios.

Adoptar formas de organización interna que permitan el desarrollo de su modelo universitario, y que promuevan y profundicen:

La democratización universitaria a to-dos sus niveles, mediante la participación de los miembros de su comunidad, direct-amente o a través de los órganos de coges-tión y de representación.

La efectividad organizacional a través de: 1.- El fortalecimiento y desarrollo armónico de los recursos humanos, ma-teriales y financieros comprometidos con las funciones básicas que cumple la insti-tución. 2.- La desconcentración, descen-tralización y regionalización de sus pro-cesos, decisiones y estructuras académicas y administrativas. 3.- La integración y cooperación intra e interinstitucional.

La creación de mecanismos de integración interna que faciliten el surgimiento y las actividades de agrupaciones formales y no formales identificadas y comprometi-das con la visión y misión de la Universidad.

Las estrategias metodológicas de aprendizaje, investigación, extensión y produc-ción que promuevan la creación, innovación y operacionalización.

El desarrollo de actitudes en el personal que facilite su adaptación a los cambios dentro de la Universidad, y por las normas y reglamentos aprobados por el Consejo Superior y por el Consejo Directivo de la Institución.

El núcleo Valle de la Pascua y su historia

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“Avanza el que yerra buscando la verdad”.

SIMÓN RODRÍGUEZ “…No puedo renunciar al apostolado de hacer de la educación el instrumento liberador de nuestros pueblos y sólo puede lograrse formando profesionales con nueva mentalidad, con una nueva actitud para los cambios venideros”.

FÉLIX ADAM

Escribir sobre el día a día de una institución y su devenir histórico, constituye una crónica que se puede ubicar en el ámbito de la microhistoria, si se considera la categorización del profesor mexicano Luis González González, cuando afirma, “que es la disciplina de las ciencias sociales encargada de estudiar todo lo relacionado con el terruño, la aldea, la parroquia, el municipio y la patria chica… Dentro del enorme universo del pasado historiable, es posible aislar la parcela que le corresponde a la microhistoria; es decir, el espacio, el tiempo, la gente, [las instituciones], y las ac-ciones que le preocupan”.

Como historia institucional, interesa la contribución que ha dado la Universidad Simón Rodríguez en el Núcleo Valle de la Pascua, a la formación educativa y cul-tural de ésta comunidad y de otras comunidades del estado Guárico y de Venezu-ela, así como la labor académica de sus docentes y el desempeño de sus egresa-dos en la vida pública y privada a nivel nacional, regional o local. En ese sentido:

La Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez en la ciudad de Valle de la Pascua, se inició como un Centro Regional de Estudios Universitar-ios Supervisados -CREUS-, creado mediante Decreto Rectoral el primero de octubre de 1979. El día 07 de enero de 1980, inició sus actividades administra-tivas en Valle de la Pascua, bajo la coordinación del economista José Luís Sola-no, la señora Doris Correa González como secretaria, y la señora Carmen Au-gusta Zerpa como obrera. La oficina donde se iniciaron las actividades, estaba ubicada en la calle Atarraya, sur, en el primer piso del edificio “El Orinoqueño”.

A mediados del año 1980 el CREUS mudó sus oficinas a una quinta propiedad del señor Rubén Párraga Laya, ubicada en la calle Bolívar N° 16, entre las calles Retumbo y Camaleones, donde se iniciaron las actividades académicas el día 17 de mayo de ese año, con una matrícula integrada por 170 participantes, inscritos en la Licenciatura en Educación, mención Orientación, que fue la primera carrera que of-reció la UNESR en el CREUS Valle de la Pascua.

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Un año después, en mayo de 1981 por el economista José Luis Solano, asum-ió la coordinación del CREUS el licenciado Zacarías Castro, hasta el año 1984, cuando se encargó de la coordinación, el ingeniero Domingo Mata Padrino, qui-en fue trasladado desde la Estación Experimental “La Iguana” de la Univer-sidad, para ocupar el cargo de coordinador del CREUS en Valle de la Pascua.

Los primeros facilitadores que contrató la Universidad en Valle de la Pascua, fueron: Beatriz Cuberos de Arocha, Manuel Márquez Figueroa, Elena Suárez de Aquino, Magda Madrid de Gómez, Víctor Venegas, Zoraida Ramos de Sanoja y José Alfredo Mejías. Después de estos primeros facilitadores, vinieron: Carmen Cecilia Rangel, Benedicta Andrade de Torrealba, Rafael González, Teresa Navar-ro de Aguilar, Isabel Dan de Venegas, Carlos Zaraza y Juan Pacheco, entre otros.

Como consecuencia del crecimiento matricular, en el año 1984 el CREUS volvió a cambiar de sede. Esta vez fue mudado a la quinta “Santomé”, propiedad del doctor Aquiles Silvera, ubicada en la calle Cinco de Julio cruce con calle Los Pinos de la Urbanización Guamachal, frente a la plaza “Profesora Isaura Ledesma Martínez” o la placita de Guamachal como se le conoce popularmente. Ese año se creó la Licencia-tura en Educación Integral.

Debido a que las instalaciones de la quinta “Santomé” eran insuficientes para fa-cilitar las clases y asesorar a los participantes inscritos en las dos carreras, se solicitó apoyo institucional a las autoridades del Instituto Universitario de Tecnología de los Llanos para facilitar en su sede, las actividades académicas los días sábados. También se le solicitó apoyo a las Escuelas Básicas Francisco Lazo Martí y Carlos José Bello. Ocasionalmente se utilizaban ante requerimientos urgentes, las instalaciones del Li-ceo José Gil Fortoul, de la Casa de la Cultura Lorenzo Rubín Zamora y el auditórium del Hospital Rafael Zamora Arévalo, entre otras. Las actividades administrativas se realizaban de manera regular en la quinta “Santomé”, donde además se asesoraba a los participantes entre los días martes y viernes, y se compartían oficinas con el per-sonal de la Estación Experimental La Iguana.

Para esta época, se contrató a los facilitadores: Néstor Medina, Oggla Sequera, Lilian Seijas, Consuelo Barriteau y Felipe Hernández.

Desde sus inicios en el Núcleo ha contado con una biblioteca, cuyo epónimo es “Manuel Vicente Benezra”, quien fuera un investigador de la UNESR. Ha sido preocupación de las autoridades universitarias, dotar y consolidar este servicio, ade-cuándolo a las necesidades y requerimientos de sus usuarios, integrados por los par-

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ticipantes, facilitadores y personas de la comunidad.

Un hecho muy importante en la vida de la Universidad Simón Rodríguez en Valle de la Pascua y en la comunidad, ocurrió en el mes de diciembre del año 1986, cuando egresó la primera promoción de licenciados en educación, mención orientación, inte-grada por 18 participantes. Fueron ellos:

Ada Moreno R., Adriana Santos Hernández, Aída Guzmán de Cabeza, Amanda Elizabeth Matos Hernández, Beneris Betancourt de Corrales, Camila Aurora Ren-gifo, Doris Blanca de Hernández, Eloisa del Valle Larez Villarroel, Freddy Malavé, Hilda Candelaria Infante, Irma Rodríguez de Montilla, Isabel Soto de Toro, Lourdes Mercedes Ruíz, María Gracia Cabeza de Soto, Mercedes Ramírez de Mosqueda, Mirian Hernández de Fernández, Priscila Infante Azuaje, y Xiomara Pereira Seijas. Son estos los primeros profesionales egresados de la Universidad Simón Rodríguez en Valle de la Pascua.

En el año 1989 egresó la primera promoción de Licenciados en Educación Inte-gral. Entre los primeros egresados de Licenciados en Educación Integral, se recuerda a: Carmen Alicia Pino Lima, Rosa María Belisario, Noris Sojo, Juana Gregoria Re-bolledo, Ligia López Puerta, Zuleima Martínez de Moreno, Luisa Nora Tovar, Ya-jaira Ríos Jacobo, Diana Pereira Rodríguez, Marina Hernández Lara y Liliana Díaz Campos, entre otras.

Dado el interés de la comunidad estudiantil vallepascuense y de las pobla-ciones vecinas por proseguir sus estudios superiores en el CREUS de Valle de la Pascua, y ante el creciente número de egresados de la institución en al área docen-te, sirvió de motivo para que el ingeniero Domingo Mata Padrino, en su condi-ción de coordinador del centro, efectuara el diagnóstico y los estudios respec-tivos para diligenciar ante las autoridades nacionales de la Universidad y ante el Consejo Nacional de Universidades la apertura del nivel de postgrado. Lo-gro que se alcanzara con la autorización para la apertura de una Maestría en De-sarrollo Rural Integral, mención Planificación, en el mes de abril del año 1988. La coordinadora de la maestría fue la profesora María del Valle García de Villa.

Con la apertura de esta maestría en Valle de la Pascua, se iniciaron los estudios de postgrado en esta ciudad. Lo que convierte a la Universidad Simón Rodríguez en pio-nera de los estudios de postgrado en el municipio Infante y en el oriente del Guárico. El primer egresado de la maestría en Desarrollo Rural Integral fue el profesor Fe-lipe Hernández González en acto realizado en la ciudad de Caracas el 27 de noviem-

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bre de 1991, luego en las siguientes promociones egresaron los profesores: Teresa Navarro de Aguilar, Isabel Dan de Venegas, Héctor Rodríguez Rondón, Carmen Ce-cilia Rangel Ortega, Gladys Pumar de Solórzano, Mercedes Guacarán Velásquez, Beatriz Cuberos de Arocha, Carlos Alberto González, Neira Sandoval, Lourdes Mer-cedes Ruíz, entre otros.

Relación de profesores del primer postgrado dictadoen Valle de la Pascua

(Maestría en desarrollo rural integral) (años 1988 - 1991)

Facilitador Materia o Curso Limber Salazar Comprensión de la Realidad Nacional

Domingo Mata Padrino Estadística

Gonzalo Abreu Extensionismo, Asociativismo y D.R.I.

María del Valle García de Villa Metodología de la Investigación

Regina Tukkel Psico-Sociología Rural

Gonzalo Abreu Técnicas Comunicacionales

Ángel Pérez Herrera Planificación Estratégica

Pedro Caballero Proyectos de Desarrollo Rural Integral

María del Valle García de Villa Trabajo de Campo

Benito Andrade Armas Agro – Ecología Venezolana

María del Valle García de Villa Trabajo Complementario de Grado

María del Valle García de Villa Planificación de la Educación Rural.

Gonzalo Abreu Metodología de la Asistencia Técnica

Ángel Pérez Herrera Planificación y Desarrollo Regional

Prudencio Chacón Investigación aplicada al D.R.I.

Domingo Mata Padrino Seminario de Trabajo Especial de Grado

Naidú Silvera de Almea Inglés I – II Fuente: Archivo del autor.

En el año 1988 se iniciaron conversaciones con las autoridades del Instituto Uni-versitario de Tecnología de los Llanos, a los fines de suscribir un convenio que le permitiera a los egresados de esa casa de estudios superiores, continuar estudios para obtener la licenciatura. Es así como en el año 1989 se suscribe un convenio entre el director del IUT de los Llanos y la rectora de la Universidad, doctora Elizabeth Yabour de Caldera para tal fin. En el año 1990 se iniciaron en la Universidad Simón

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Rodríguez, los primeros egresados del Tecnológico de los Llanos beneficiados por el convenio, para cursar la Licenciatura en Educación, mención Docencia Agropecuar-ia.

El 07 de mayo de 1990 se creó la Fundación Amigos del Núcleo Valle de la Pas-cua de la Universidad Simón Rodríguez, su primera junta directiva estuvo integrada por los siguientes ciudadanos: Doctor Fernando Aular Durant, presidente; doctor Si-gisbaldo Urbaez, vicepresidente; doctor Felipe Hernández, tesorero; doctora Belkis Alida García, secretaria, y como vocales la profesora Milagros Martínez de Díaz y el señor Miguel Puerta. La Fundación tenía como objetivos, los siguientes: Estimular la integración de la Universidad con la comunidad, contribuir con la consecución de la sede del Núcleo [la Alcaldía había donado el terreno en el sector La Represa, pero no se habían iniciado los trabajos de construcción], después de esta primera junta directiva, se eligieron dos directivas más, la segunda presidida por los profesores Eva Martínez de Beltrán y Edgardo Chire, y la tercera por el licenciado Gustavo Barreto Zerpa. En el mes de septiembre del año 2000 la fundación cesó en sus funciones.

Por otra parte, en junio del año 1990, el Centro Regional de Estudios Universi-tarios Supervisados (CREUS-Valle de la Pascua) es eliminado, para crear el Núcleo Valle de la Pascua, el cual quedó adscrito al Centro Regional Oriente, cuya sede es-taba en la ciudad de Barcelona, estado Anzoátegui. El ingeniero Domingo Mata fue trasladado y designado coordinador del Centro Regional, y para dirigir el Núcleo fue designada la profesora Teresa Navarro de Aguilar.El 11 de junio del año 1993 egresó la primera promoción de la Licenciatura en Ed-ucación, mención Docencia Agropecuaria, la segunda de Licenciados en Educación Integral, y otro grupo de egresados de la Maestría en Desarrollo Rural Integral. Los primeros egresados de la licenciatura en Educación, mención: Docencia Agropecuar-ia, fueron: Aída Albert González, Aníbal Matute Escalona, Sorella Bettin de Rojas, Milvida Pérez López, Pedro Castillo, Ángel Padilla, Eleazar Ramos Calzada, Elsa Camacho de Gamboa, Héctor Morales Guerra, Laura Requena de Pérez, Margari-ta González, Ketty Cabrera de Suárez, Janeth Ramones, Rodolfo Piña, Héctor Lara López. La madrina de la promoción fue la doctora Benedicta Andrade de Torrealba.

Durante la gestión como coordinadora del Núcleo de la profesora Teresa Na-varro de Aguilar, en el año 1993, la Universidad fue mudada a la sede construida para tal fin, donde funciona actualmente: en la Tercera Transversal del Sector La

Represa. La sede fue construida por el Ministerio de Desarrollo Urbano. El diseño de los planos fue realizado por los ingenieros: Domingo Mata Padrino,

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Carlos Valera Merecuana y el arquitecto Manuel Matos Charmelo. El diseño para la ambientación y ornamentación del ed-ificio, lo realizó el señor Simón Suárez.

El acto de inauguración de la sede se efec-tuó el 15 de abril de 1994, con la asistencia del decano de la Región Oriente, doctor Do-

mingo Mata Padrino, autoridades del nivel central de la Universidad, facilitadores, par-ticipantes, el alcalde de la ciudad, ingeniero Edgar Martínez Ferrer, los concejales Ketty Cabrera de Suárez, Zonia Charaima y Reinaldo Peña Chacín, y público invitado al acto.

En el año 1994 la profesora Teresa Navarro de Aguilar fue seleccionada por la Universidad para realizar estudios de postgrado en la Universidad de Syracusa, en el estado de Nueva York, Estados Unidos de Norteamérica. Para ocupar el cargo de coordinadora, fue designada la profesora Carmen Cecilia Rangel Ortega y como co-ordinador académico el profesor Felipe Hernández.

En el segundo período académico del año 1992 se inició la especialización en Educación Rural. En el primer período del año 1994 se inició la Licenciatura en Administración, con dos menciones: Recursos Materiales y Financieros, y Recursos Humanos, con una matrícula de 90 estudiantes. Hubo la contratación de personal do-cente especialista en el área de administración para trabajar en la nueva carrera, entre ellos: Fedor Castillo Higuera, Ramón Aguilar, Manuel Matos Charmelo, Ana Isabel Hernández, Sandra Carpio de Di Pinto, Ondiángel Arbeláez, y otros. También trabajo al inició de la carrera, prestada por el IUT de los Llanos, la Profesora Hilda Yañez García. En septiembre del año 1997 fue designado director del Núcleo el profesor Felipe Hernández González, durante esta gestión se construyó la segunda etapa de la sede del Núcleo, se inició la Licenciatura en Educación Preescolar, la Especialización en Gerencia Educativa, y se instaló la primera aula virtual en la institución, donde se dictaban cursos en línea.

A finales del año 1998 se inauguró la segunda etapa del Núcleo, a entregar la obra asistieron el ministro de Desarrollo Urbano de ese entonces, arquitecto José luís Granados, autoridades nacionales del Ministerio de Desarrollo Urbano y la directora del Ministerio en el Guárico, arquitecta María Montaleone. La primera promoción de Licenciados en Administración egresó el 21 de julio

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del año 2000, estuvo integrada por 14 participantes, son ellos: Ana Antonia Ra-mos, Ana Mercedes Guzmán Aray, Alicia Toro Jiménez, Mariela Toro Jiménez, María Iris Arzola Ramírez, José Rafael Ríos Jacobo, Marja Teresa Zamora, Mer-cedes Gil Padrino, Iris Ramos, Omaira Hernández Muguerza, Maria Isabel Hernán-dez Valera, José Antonio Medina, Nelly Mota de Aguirre y Solsiré Velásquez. Para el año 2000, el personal docente, administrativo y obrero del Núcleo, lo integraban: Felipe Hernández González (Director), Benedicta Andrade de Tor-realba (Subdirectora Académica), Isabel Dan de Venegas (Subdirectora de Sec-retaría), Héctor Rodríguez Rondón (Subdirector Administrativo), Teresa Peña de Silveira (Subdirectora de Investigación y Postgrado), y Oggla Sequera Molina (Subdirectora de Extensión), Coordinadores de Carreras: Lilian Seijas Bastidas, Fedor Castillo Higuera y Neira Sandoval Naranjo, y los facilitadores: Ana Isa-bel Hernández, Carlos Zaraza, Carmen Cecilia Rangel, Carmen Méndez de Gue-dez, Efraín Bolívar Pereira, Eloisa Larez Villarroel, Enrique Leal, Jesús Medina, José Lorenzo Vásquez, José Mendoza, José Oscar Guerra, Lenny Simoza Lien-do, Luis Fernando Bolívar, Manuel Hernández, Manuel Matos Charmelo, María Elena Peñalver, Marisol Rebolledo, Nohelia Navarro, Noleida Hernández Riv-ero, Ondiángel Arbeláiz Balza, Ramón Aguilar, Samuel Mejías y Tairis Palma.

El personal administrativo lo integraban: Carmen Campos, Doris Correa González, Gladis Medina, Mirtha Suárez y Vilma Vegas, Irika Meleán de Polanco (Médico). Personal obrero: Adilia Machuca, Carmen Augusta Zerpa, Dario Sierra, Epifania Gota de Vilera, Humberto Machuca, Isabel Sierra, José Ángel Medina, José Valdespino, María Eusebina Martínez Zerpa, Nelson Navas, Palminio Vilera, entre otros.

En el año 2000 asumió la dirección del Núcleo el ingeniero Roseliano Matheus, y en julio del año 2006 el profesor Samuel Mejías Moreno que es el actual director.

En diciembre del año 2006 egresó la primera promoción de Licenciados en Edu-cación Preescolar, integrada por seis participantes, de las 35 que integraron la primera cohorte que ingreso en el año 1999. Son ellas: Alida López Puerta, Dubraska Bolívar, Ana Mary Cepeda de Villarroel, María Milagros Gutiérrez, Silvia Contreras, Yaritsé Piñero Camacho y Yelitza Villarroel.

Coordinadores y Directores del núcleo Valle de la Pascua

AÑOS COORDINADOR / DIRECTOR

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1980 - 1981 Econ. José Luís Solano

1981 - 1984 Lic. Zacarías Castro

1984 - 1990 Dr. Domingo Mata Padrino

1990 - 1994 Dra. Teresa Navarro de Aguilar

1994 - 1997 Dra. Carmen Cecilia Rangel Ortega.

1997 - 2000 Dr. Felipe Hernández González

2000 - 2006 Dr. Roseliano Matheus

2006 - Prof. Samuel Mejias Moreno

Cuadro elaborado por el autor.

Justo es reconocer como durante la gestión rectoral del doctor Andrés Pas-trana Vásquez, se le abrió concurso a todos los docentes contratados del Nú-cleo Valle de la Pascua, en un acto de profesionalismo y grandeza académica, sin mezquindad de ninguna naturaleza, privando sólo el interés institucional y la consolidación del Núcleo mediante la dignificación de todo su personal con-tratado, garantizándole estabilidad y una carrera como profesional universitario.

Junto con el equipo integrado por los vicerrectores académico y administrativo, Jaime Pizani y Domingo Mata Padrino, y por la secretaria, la destacada profesora val-lepascuense, doctora Alicia de Mosquera, no sólo se abrieron concursos al personal, sino que se produjo un proceso de formación del personal, a través de cursos en línea y postgrados dictados virtualmente por la Universidad de Monterrey -México-, según convenios suscritos para tal propósito. Además se envió un importante contingente de docentes a realizar estudios de maestría y doctorado en la Universidad de Syracusa (Syracuse University. Program in Higher Education), EE.UU. Del Núcleo Valle de la Pascua viajó la profesora Teresa Navarro de Aguilar.

Fue muy importante el proceso de modernización y actualización tecnológi-ca, creando un aula virtual, instalando internet y dotando al Núcleo de computa-doras y tecnología de punta, porque ello implicó la conexión de la institución con la llamada autopista de la información y la virtualización desde sus inicios en el país, para provecho académico y profesional de sus participantes y facilitado-res, además de otras instituciones y la comunidad vallepascuense en general.

El centro de estudiantes del Núcleo, lo han presidido: Luis Álvarez Orope-za, María Angélica Ortega Requena, Teresa Orosa Cabrera, Eva Martínez de Bel-trán, José Rafael Ríos Jacobo, Alejandro Kassowua Fernández, Marlyn Bolí-var Zerpa y Simón Flores. La primera reina o madrina de la UNESR en Valle de

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la Pascua, fue la participante Emma Cecilia Álvarez Loreto en el período 1983-84, le sucedió Azucena Párraga, después han representado al Núcleo como reinas de la institución en distintos eventos: María Isabel Suárez Ramírez, Liliana Díaz Campos, Ynerda Hernández Castillo, Soldiana Rojas, Esperanza Lima Maucó, María Julia Hernández, Alexandra Camejo, Luisana Martínez y otras. La úni-ca egresada cum laude del Núcleo, es la profesora Carmen Méndez de Guedez.

El primer autobús que tuvo el Núcleo fue en el año 1998, cuando el Rector Andrés Pastrana le hizo entrega de una unidad, a las autoridades de la institución y al centro de estudiantes que presidía José “Cheo” Ríos Jacobo, Eva Martínez de Beltrán, Ed-gardo Chire, Mariela Rodríguez, y otros.

Para el primer semestre del año 2007, el Núcleo Valle de la Pascua cuenta una matricula de 1.576 participantes, inscritos en las siguientes carreras de pregrado:

Licenciatura en Educación Preescolar: 396 participantes.Licenciatura en Educación Integral: 638 participantes.Licenciatura en Educación. Mención: Docencia Agropecuaria: 94 participantes.Licenciatura en Administración. Menciones: Recursos Humanos: 144 partici-pantes, y Recursos Materiales y Financieros: 304 participantes.

En postgrado se dicta la maestría en Desarrollo Rural Integral, que tiene una matrícula de 80 participantes, y 36 participantes están por culminar las especial-izaciones en Gerencia de los Procesos Educativos y Educación Rural respectiv-amente. Adelantándose en la actualidad un proceso de selección e inscripción de nuevas cohortes de participantes en la maestría y en las especializaciones antes nom-bradas.

Matricula de participantes delnúcleo Valle de la Pascua. Año 2007

(Primer semestre 2007)

CARRERAS (PREGRADO) Número de Participantes Educación Preescolar 396 Educción Integral 638 Docencia Agropecuaria 94 Administración 448 POSTGRADO Maestría en Desarrollo Rural 80

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Especialización en Gerencia 16 de los Proceso Educativos. Especialización en Educación Rural 20

Cuadro elaborado por el autor.

Es importante señalar, que en la actualidad el Núcleo está dotado de dos au-las virtuales, el Proyecto Alma Mater, que desde el año 2004 instaló sus equipos en esta sede universitaria “Para el mejoramiento de la calidad y equidad de la Educación Superior en Venezuela”, que le permiten a los participantes conex-ión y acceso a conocimientos novedosos, en las distintas áreas del saber, que in-dudablemente repercuten favorablemente en su formación profesional. Actual-mente el Núcleo cuenta con una planta profesoral, integrada por 42 facilitadores.

Finalmente, los datos expuestos constituyen un rico aporte en información, sobre el acontecer de la UNESR en Valle de la Pascua, desde 1979 cuando fue decretada la creación de un Núcleo es esta ciudad, hasta la actualidad. Se tra-ta de una crónica escrita con reflexiva paciencia, rica en noticias, muchas de ellas ignoradas o desconocidas, especialmente de los primeros años de exis-tencia de esta Casa de Estudios Superiores en el actual municipio Leonardo Infante del estado Guárico, donde ha dado una importante contribución uni-versitaria, formando un significativo contingente de profesionales que se han inte-grado de manera cabal al desarrollo del municipio, del Guárico y de Venezuela.

Como se podrá deducir, esta Historia constituye una crónica en torno a la vida cotidiana de una Institución, que ha marcado pendularmente el ritmo de la historia de la educación superior en Valle de la Pascua y en el oriente del Guárico, así como en el sur de los estados Aragua y Bolívar, el estado Amazonas y otras regiones del país, durante los últimos veintiocho años.

Lo que permite afirmar, sin incurrir en exageración, que no es posible es-cribir hoy la Historia de la Educación Superior en Valle de la Pascua y en el ori-ente del Guárico, sin tener que citar a la UNESR y su contribución en el campo académico y de investigación, puesto que su huella está presente en el pensamien-to, las acciones y las realizaciones de sus egresados, en cada uno de los espa-cios que ocupan como profesionales comprometidos con el desarrollo económi-co, social y cultural de este importante espacio de la geografía venezolana.

La Estación Experimental La Iguanade la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez

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El 24 de enero de 1974, el presidente de la República de ese entonces, doc-tor Rafael Caldera fundó la Universidad Nacional Experimental Simón Rodrí-guez. Dos años después, en el mes de mayo de 1976 el presidente Carlos Andrés Pérez, decretó la creación de la Estación Experimental “La Iguana” o Campo “El Salao” como también se le conoce, del mencionado centro de enseñanza superior.

La Estación se inició bajo la coordinación de la doctora Beatriz Birbe, acompaña-da de unos veinte profesionales: ingenieros agrónomos, biólogos y médicos veteri-narios, inspirados en las ideas de investigación y producción del maestro don Simón Rodríguez.

Inicialmente para su instalación se seleccionaron unas tierras localizadas en el vecino Caserío La Iguana, en el municipio El Socorro, posteriormente se optó por un predio llamado Campo El Salao, en el municipio Santa María de Ipire, porque reunía mejores condiciones para el desarrollo de la Estación Experimen-tal, sin embargo, conservó el nombre dado inicialmente, es decir: Estación Ex-perimental La Iguana. El lugar en referencia, consta de 3500 hectáreas de su-perficie, que pertenecieron al productor agropecuario Miguel Ángel García.

Está ubicado a 70 kilómetros de la población de Santa María de Ipire y a 15 kilometros antes de llegar al desaparecido pueblo San Fernando de Cachicamo, en la parroquia Altamira. Astronómicamente se encuentra localizada a 100 m. de altitud sobre el nivel del mar, a 8°, 23’, 30’’ y 8°, 28’, 30’’ de latitud norte, y a 65°, 28’, 37’’ y 65°, 28’, 50’’ de longitud oeste. El clima es propio de sabana, megaisotérmico, con temperaturas que oscilan entre los 26° y 28° centígrados.

La flora de la zona está integrada fundamentalmente por las especies siguientes: chaparro (curatella americana), alcornoque (bowdichia virgilioides), cañafístula (cas-sia fistula, cassia moschata), palma llanera (copernicia tectorum) y palma moriche mauritia flexuosa, mauritia carana). En cuanto a los pastos, predomina la llamada paja peluda (panicum), (trachipigon, brizanta de cumbre, brachiaria dictoneuro y tristón). La fauna es diversa, abundan mamíferos, entre los que destacan: conejo sabanero, cachicamo y venados. Aves: alcaraván, paraulata llanera, aguaitacaminos, y otros, y reptiles: babas y galápagos. Dado el tipo de vegetación boscosa de la zona, en ellas habita una importante gama de mamíferos y aves en peligro de extinción, que en las tierras de la Estación Experimental han encontrado refugio, como consecuencia de la política de veda institucional impuesta desde hace 15 años aproximadamente. Entre las especies, destacan: cunaguaros, dantos, pumas, mapurites, váquiros, picures, osos hormigueros, osos meleros, iguanas, y otros.

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La Estación Experimental La Iguana, además de estar inspirada en las ideas del maestro don Simón Rodríguez, se fundamenta en los principios de la Universidad Simón Rodríguez, entre ellos, el carácter experimental. El objetivo principal de la Estación Experimental está orientado al mejoramiento de las áreas agrícola animal y agrícola vegetal de la zona. También se práctica el extensionismo, como sistema para incorporar e interesar a los habitantes de las comunidades localizadas en la zona, en el óptimo empleo de los recursos naturales, lo cual repercute en una mejor calidad de vida de los obreros, campesinos y productores de la región.

La actividad agrícola animal tiene como objetivos generales, obtener mediante prácticas de estudio, investigación y experimentación, una relación armoniosa entre el ecosistema de sabana y la explotación pecuaria, la cual se debe traducir en un pro-ceso de producción que beneficie al hombre y al medio ambiente. En ese sentido, los objetivos específicos están orientados a estudiar y evaluar las razas europeas en un medio de sabana, así como el cruce de razas para el mejoramiento de los rebaños, los problemas de salud animal y su incidencia en la capacidad productiva y los recursos naturales de flora y fauna existentes en la zona.

La actividad agrícola vegetal, fundamentalmente estudia la producción y evolu-ción de los cultivos tradicionales de la zona, la introducción de nuevos cultivos y la hibridización.

La Estación Experimental La Iguana, es Centro de Atención Nacional e Interna-cional. En Convenio con la Universidad Rómulo Gallegos, han investigado el uso racional de las sabanas guariqueñas, para la cría del ganado, se han evaluado razas de animales europeos y el producto de los cruces de razas en la zona como alterna-tiva para el mejoramiento de los rebaños. También se realizan tomas de muestras para pruebas de brucelosis, leptospirosis y otras enfermedades. Está proyectado la instalación de un laboratorio experimental con los cultivos tradicionales propios de la región, además, con cultivos nuevos se efectúan pruebas de híbridos. Así mismo, buscan el autofinanciamiento de sus actividades, mediante la venta de los productos de las cosechas.

El Proyecto Milenium realizado con la Universidad Central de Venezuela UCV, analizó el comportamiento de bachacos, hormigas, pájaros y otras especies animales

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en el ambiente y su incidencia en los pastos y cultivos. Existe también una Estación Metereológica, para medir la temperatura del medio ambiente, analizar las lluvias y los vientos.

En la Estación Experimental La Iguana de la UNESR, informan, preparan, motivan y adiestran a los productores agropecuarios, en la fabricación y uso de los bloques mul-tinutricionales de melaza y urea solidificados en un sólo cuerpo, con fibras, maíz, eno y frijol molidos, el fruto de cañafístola y un endurecedor (cal, cemento, tierra o yeso).

La Siembra comenzó el siglo antepasado, la semilla que sembró Simón Rodríguez, Maestro de nuestro Libertador Simón Bolívar, crece robusta y fructífera en la Estación Exper-imental “La Iguana”, de la Universidad que lleva su nombre.

Abnegadas trabajadoras de la Estación Experimental La Iguana, en su oficina ad-ministrativa en Valle de la Pascua, fueron hasta su jubilación, las señoras Ana Moya de Zaá y Fanny Rodríguez.

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Lic. Alicia Toro Jiménez.

Lic. Ana Isabel Hernández.

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HISTOGRAFÍA E HISTORIAS DEL GUÁRICO

Sra. Carmen Augusta Zerpa.

Dra. Teresa Navarro de Aguilar.

Capítulo X

Reseña histórica del sector Guamachalde Valle de la pascua,

Municipio Leonardo Infante,estado Guárico

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El sector Guamachal de la ciudad de Valle de la Pascua en el estado Guárico, es una comunidad urbana localizada geográficamente al sur-este de la ciudad, llamada popularmente urbanización, sector o barrio Guamachal. Su nombre deviene del lla-mado camino real de Guamachal, el cual comenzaba desde el conuco de don Andrés Gómez, pasaba por La Atascosa y por la parte conocida como “Las Loceras”, la cual a finales del siglo XIX, se localizaba en las inmediaciones de la intersección donde está ubicado hoy el Liceo “José Gil Fortoul” y la calle Atascosa, continuaba por la llamada subida o el alto de El Cambao, llamada también a través del tiempo, subida de Los Arrieros, después subida de La Estudiantina, (años 60 y 70 del siglo XX), y actualmente subida del Liceo; específicamente, donde se inicia la calle principal de Guamachal.

El citado camino real, desde la subida de El Cambao pasaba por los sitios sigui-entes: frente a la Quinta Mena, propiedad de don Martín Álvarez Veitía, y Corrali-to, en cuyas inmediaciones vivía doña Isabel Marquéz, hasta llegar al lugar cono-cido con el nombre de el Alto de la Luz, poco antes de llegar a la quebrada de La Pascua donde finalizaba, para desembocar en el camino real de La Pereña, en la vía hacia oriente, y las poblaciones de El Socorro, Espino y Santa María de Ipire.

Como es de suponer, era un camino por donde sólo transitaban bestias y se arre-aba ganado. Se le llamaba Guamachal, porque en sus bordes, a lo largo del mismo y en los alrededores abundaban los árboles de guamacho (Pereskia guamacho). Todavía hoy, las personas mayores que conocieron el camino real y sus alrededores, lo recu-erdan, entre ellos, doña Yolanda Álvarez de Sánchez, doña Juana Pérez y don Ramón Vanezca Valera, quienes refieren que “toda la zona estaba poblada de guamachos”. Pero también había sitios que la gente conocía y distinguía dentro del perímetro, entre ellos estaban, La Quinta, San Jacinto, La Osa, El Guasimal, entre otros. El espacio geográfico donde surgió el sector Guamachal, comprendía desde el fi-nal de la calle Atarraya sur, el sector El Valle, desde la avenida Libertador sur hasta el Liceo “José Gil Fortoul”, el sector Doce de Octubre, el Tecnológico de los Llanos, y el sector Magisterio, aproximadamente, hasta el hospital “Rafael Zamora Arévalo”, el barrio El Zamuro y el sector semi-rural llamado San Jacinto, donde vivían la señora Vi-centa Gota y su familia, el señor Teófilo Flores, y tenía una posesión agrícola Napoleón Loreto. Como se puede deducir, estas zonas son vecinas pero diferenciadas, especial-mente el sector donde comenzó el poblamiento, llamada Guamachal pobre, Guamach-al viejo o barrio Guamachal, para diferenciar al sector del llamado Guamachal rico,

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Las Quinticas o Magisterio, así como la parte que ocupa el sector Doce de Octubre, que es producto de una invasión realizada en el año 1988, cuando era presidente del Concejo Municipal del municipio Infante, el profesor Heriberto Bustamante Padrón.

Vale la pena señalar, que debido a la manera violenta y anárquica como se realizó la invasión, el barrio Doce de Octubre inicialmente se llamó “El Verguero”. En 1993 la alcaldía aprobó una ordenanza mediante la cual decretaba la condición de urban-ización del sector, lo cual fue celebrado con un acto donde participó el alcalde de ese entonces, arquitecto Manuel Matos Charmelo y los concejales: doctor Manuel Díaz, arquitecto Ernesto Arévalo, y otros, junto con los líderes de la comunidad que ahí habitaban.

Cuando se produjo la invasión, la zona del Doce de Octubre, era un bosque con grandes árboles y monte; en sus inmediaciones sólo habían tres viviendas dispersas, que ocupaban Adelina Flores y su familia, Antonio Herrera, con su esposa Josefina Márquez y sus hijos, ambas viviendas localizadas en la zona cercana a los corrales y el potrero de El Tecnológico de Los Llanos, e Hipólita Izquiel que vivía sola en un rancho en la parte más profunda del bosque.

El territorio donde se estableció la comunidad de Guamachal formó parte del anti-guo gran latifundio Santa Juana de la Cruz, propiedad del capitán, maestre de campo, juez de llanos y cabildante de Caracas, don Francisco Carlos de Herrera, en el tiem-po histórico comprendido, entre finales del siglo XVII y primeras décadas del siglo XVIII cuando este muere. Luego, sus descendientes en sucesivas ventas a terceros, se deshacen paulatinamente de la posesión, deviniendo esta porción del latifundio a for-mar parte del fundo La Vigía, propiedad del canario don Pedro del Hoyo y Arzola y doña Juana Catalina Álvarez Guedez de del Hoyo y Arzola, posteriormente su yerno don Juan González Padrón compra en 1754 parte de La Vigía a su suegra ya viuda, y se la anexa a la parte que heredó su esposa doña Juana Francisca Arzola Álvarez de González Padrón. Para el año 1783, cuando el obispo Mariano Martí visita el sitio de Valle de la Pascua, el canario Juan González Padrón era uno de los terratenientes más importantes e influyentes de la localidad, propietario del hato La Vigía o La Gonzal-era. A su muerte a principios del siglo XIX, sus herederos se repartieron el latifundio. Es por eso que cuando se revisa la tradición de los documentos que refieren sobre el espacio geográfico donde está asentado el sector Guamachal, es común encontrar que sus propietarios eran de apellido Álvarez y Arzola, además de los apellidos Loreto, Alvarado y Campagna, entre otros; quienes tenían el territorio dividido en potreros ganaderos, plantaciones de topocho y otros cultivos. Es decir, que el territorio donde se estableció y desarrolló la comunidad que habita el sector Guamachal, era un predio

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rural dividido en potreros y majadas de propiedad privada.

En ese sentido, para finales del siglo XIX y durante las tres primeras déca-das del siglo XX, entre los potreros localizados en la zona de Guamachal se en-contraban los siguientes: potreros Arzoleros, de don Ángel Rafael Arzola, la Quinta Mena, que era una casa con potrero de cuatro hectáreas de don Martín Álvarez Veitía, San Jacinto de don Simón Loreto, La Campañera de Alejandro y Silvio Campagna, terrenos de Daniel y Chicho Alvarado, y terrenos de Juan Antonio Díaz (Puño de Oro), entre otras posesiones. Cada uno de estos predi-os tenía su laguna, donde abrevaba el ganado y se surtían de agua los habitantes de las escasas viviendas localizadas en la zona. Todavía son recordadas las lagu-nas: la peruchera, la arzolera, la topolera, la campañera, y el caño de los Álvarez.

Para corroborar lo expuesto, sirva de referencia un documento del año 1934 regis-trado en el Registro Subalterno del Distrito Infante, donde don Martín Álvarez Veitía vende la quinta Mena y su potrero a don Manuel Vicente Álvarez Ramírez. El docu-mento dice así:

Yo, Martín Álvarez Veitía, mayor de edad, criador y de este domicilio, declaro que he vendido al señor Manuel Vicente Álvarez Ramírez, mayor de edad, criador y vecino de este Municipio, una casa de bahareque y tejas, constante de dos piezas de habitación con corredores en contorno, cocina y despensa, con un potrero alambra-do como de cuatro hectáreas de cabida, conocida con el nombre de “Quinta Mena” ubicado en ejidos del Municipio Valle de la Pascua, Distrito Infante, Estado Guári-co, dentro de estos linderos: norte y este: camino real de “La Pereña”; sur: potrero de Luis D. [Dolores] Ortuño; oeste: carretera oriental. Este inmueble lo hube por haberlo hecho a mis propias expensas; y lo he vendido por la cantidad de mil cien bolívares que el comprador ha puesto a la disposición de mi hermana Cecilia Álvarez de Salazar…y yo, Manuel Vicente Álvarez Ramírez, acepto la venta que precede y hago constar a la vez que el dinero con que hago esta adquisición pertenece al peculio particular de mi esposa Antonia Ramona Álvarez de Álvarez, por lo que el inmueble lo declaro como de su exclusiva propiedad. Valle de la Pascua: veinte de diciembre de mil novecientos treinta y cuatro.

Refiere doña Yolanda Álvarez de Sánchez, que: “Después de esta compra, don Manuel Vicente Álvarez Ramírez, agrandó la posesión, mediante la compra de dos potreros a don Ángel Rafael Arzola quien también tenía posesiones en la zona, que colindaban con la finca San Jacinto, y con los terrenos de Juan Antonio Díaz (Puño de Oro)”.

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Un perfil de la epónima de la quinta “Mena” (doña Filomena Veitía de Álvarez) lo traza el intelectual y farmaceuta Victor Manuel Ovalles Carloman, quien fue su amigo, según información publicada en el diario Jornada de Valle de la Pascua, en dos artículos (marzo 2007), escritos por el ingeniero Manuel Soto Arbeláez, dice así: “…El escritor farmaceuta [Dr. Victor Manuel Ovalles Carloman] rinde culto a la familia Veitía, sobre todo a don Vicente, jefe de ella, hombre franco y condescendi-ente con sus amigos. Misia Genara, su esposa, era una mujer avanzada para aquellos tiempos en las prácticas del feminismo, por lo cual resultaba incomprendida entonc-es. El matrimonio tenía 5 hijas, todas ellas buenas parejas de baile, encantadoras por su donaire: María, la mayor y Julia, Filomena, Lola, y Genarita, todas ellas se desenvolvían en un medio social sano en una población vallepascuense sin excesos y turbulencias”. Continúa Soto Arbeláez: “La amiga era doña Filomena Veitía, viuda de Manuel Álvarez e hija de don Vicente Veitía, quien por muchos años fue el Reg-istrador Subalterno del distrito Infante. Hombre de gran corazón y progresista que acompañó a la juventud de Infante en los 1890s en las manifestaciones de protesta por la invasión que Inglaterra había hecho de la Guayana venezolana”…“¿Tú recuer-das cómo se ataviaban las parejas en nuestros lujosos bailes?... Las damas con faldas de raso, zapatos de gamuza, altas peinetas, mantillas españolas, guantes de preville, etc. También la juventud masculina se trajeaba a la moda, y en nuestros bailes de lujo eran indispensables los guantes. En esa época los jóvenes se distinguían por la cultura del estilo con que trataban a las damas; a las mujeres se les rendía entonces un culto digno de ellas. Extrañará a algunos tales adelantos en un pueblo del llano (la Valle de la Pascua de los 1890s)”. Lo expuesto por Soto Arbeláez permite afirmar que los Álvarez Veitía, eran de las familias principales, económicamente acomodadas de Valle de la Pascua.

En la actualidad la quinta Mena todavía se conserva, y es conocida popularmente con el nombre de “La Quinta” a secas, en la calle principal de Guamachal, donde vive doña Yolanda Álvarez Álvarez viuda de don Eligio Sánchez y algunos de sus hijos, descendientes directos de los esposos Manuel Vicente Álvarez Ramírez y Antonia Álvarez de Álvarez, quienes informan que para el año 1934 sólo había en la zona tres casas, la quinta, donde vivían sus padres y abuelos y ahora viven ellos; la de Asciclo Álvarez (hermano de doña Antonia), cuya casa estaba ubicada en la llamada esquina de Isidora (localizada hoy en el cruce de la calle Guamachal con la avenida Circun-valación); y las casas de la familia Carrasquel, (Rosa y Modesta, Eulalia y Andrea Carrasquel) en el sector Las Loceras, un poco antes de la subida de El Cambao.

Para los años cuarenta construyó una vivienda en el sector, doña Amalia Rivas de Ledezma, vivienda que a su muerte heredaron don Pascual Pérez y su esposa doña

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Eusebia Ledezma de Pérez que era su única hija, a finales de los años cincuenta, la casa les fue expropiada por el concejo municipal, porque en la zona se construiría la sede del Liceo “José Gil Fortoul”, también fueron expropiadas las viviendas de las señoras Modesta, Eulalia, Rosita y Andrea Carrasquel, quienes fueron indemnizadas por el Concejo Municipal. En el caso de la señora Eusebia de Pérez, solicitó que el Concejo le construyera su casa en el sector Guamachal, la cual le fue construida y entregada por este organismo en el año 1959. En ella vive actualmente su hija doña Juana Pérez y sus hijos, en la esquina de la calle Guamachal cruce con Los Tulipanes.

Informó doña Yolanda Álvarez de Sánchez, que a principio de los años cuarenta, siendo presidentes del Concejo Municipal de Valle de la Pascua, Arturo Tovar en 1940, Rafael Santaella Ledezma en 1941, Rafael Ortuño Suárez en 1942, y Alejandro Cam-pagna en 1943 respectivamente, de manera reiterada exhortaron a su propietario don Manuel Vicente Álvarez para que le quitase los alambres a los potreros, alegando que estaban localizados en el perímetro urbano, en terrenos de la municipalidad, y así las personas interesadas en construir viviendas en el sector, lo hiciesen. Instrucción que fue acatada por su propietario, en contra de su voluntad y la de su esposa, iniciándose de ese modo el poblamiento lento pero sostenido del sector Guamachal, hasta la actualidad.

Una manera de preservar la memoria de las comunidades es recordando las ac-ciones de sus habitantes, es el caso del ciudadano José Rafael Armas, quien tuvo su casa de habitación en el lugar donde ahora está construida la sede de el Tecnológico de los Llanos, este ciudadano era llamado popularmente “El Brujo”, por sus poderes para curar enfermedades con rezos y plantas medicinales, a partir del año 1945 toda la colectividad vallepascuense lo llamó doctor, porque el presidente del concejo munici-pal para ese entonces, médico Ángel Vicente Ochoa, le extendió un certificado que lo acreditaba como tal, en agradecimiento por curarle una enfermedad que padecía. Fue José Rafael Armas quien plantó el árbol de samán que todavía existe en la esquina este del Tecnológico, aledaño a la avenida circunvalación.

Para finales de los años 40, durante los años 50 y principios de los 60 del siglo XX, vivían o se establecieron en Guamachal las familias de don Nery Álvarez Belisario y doña Margarita Colmenarez de Álvarez, don Felipe Adamés, Pastora Ortega, Juana María Rengifo y Juana Rafaela Rengifo de Brizuela, María Eugenia Malpica, Leonor Mayorga, Juana Delgado, don Ramón Vanezca y doña Tomasa López de Vanezca, Rafael Martínez y doña Manuela Herrera, doña Petra de Morales, Pilar Martínez de López, Ana Rosa Fernández, Nieves Gelder, Félix Marquéz, Petra González, Juan Manuel Gutiérrez y Nelly Meza de Gutiérrez, Lucio Blanco, Simón Correa, Jose-fa Hernández, Máxima Valera y Servanio Díaz, Eleuteria Díaz de Rodríguez, Pablo

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Villalobos, Chicho Brizuela y Gema Ortega de Brizuela, Lucía Millo, Lupercio Mo-rales y Carmen Segovia de Morales, doña Felipa Solórzano y su hijo don Ubaldino Solórzano, Caridad Gómez, Azucena Ortiz, Manuela García, Chucha Seijas, Elena Astudillo, Julián Noriega y doña María Gómez de Noriega, Rafael Noriega y Ra-mona Caraballo de Noriega, doña Olivia Hoel, Guerino Ardizzi y Elvira Álvarez de Ardizzi, María Guarán, don Miguel Suárez y doña Raquel Guevara de Suárez, Simón Flores y doña Sara Bolívar de Flores, Edelmira Rengifo, Manuel Ángel Álvarez y doña María Seijas de Álvarez, entre otros.

En los años setenta, se establecieron en la zona, Alberto Azarak y doña Sara Moisés de Azarak, Pablo Villalobos, Chicho Pérez y Rosa Padrón de Pérez, Gilber-to Néderr, Valentín Hernández y Juana González de Hernández, Amador Hernán-dez y Rosa González de Hernández, Francisco González Arzola, Ernestina Suárez y Pedrito Carrasquel, Manuel Oropeza Fraile y Julieta Zamora de Oropeza, Ico Re-quena, Alejandría Rengifo, Armando Aquino y Elena Suárez de Aquino, y otros.

Es importante señalar que el crecimiento poblacional de la comunidad se acen-tuó a mediado de los años sesenta y se aceleró a partir de 1970, convirtiéndose el sector en uno de los más populosos de la ciudad. En tal sentido, merece reconocerse la gestión realizada por Manuel Oropeza Fraile, presidente del Concejo Municipal, y por el síndico Juan Rafael Montenegro en ese entonces (1968-1972), quienes se preocuparon por donar parcelas y solares a familias honorables y trabajadoras, que han hecho de esta zona una de las urbanizaciones más tranquilas y reconocidas de Valle de la Pascua.

Las obras de infraestructura e instituciones emblemáticas de Guamachal son: el Instituto de Tecnología de los Llanos, proyectado y construido durante el primer go-bierno del presidente de la República, doctor Rafael Caldera, quien lo inauguró en 1973; además del auditórium “monseñor Rafael Chacín Soto”. El parque “Vicente Sánchez Chacín”, la iglesia La Trinidad de Guamachal, la plaza “Profesora Isaura Ledézma Martínez”, y la cancha cubierta “Francisco de Miranda” al lado de la Plaza. Es tal la identificación de estos espacios con el nombre del sector, que las personas al referirse a cualquiera de ellos, dice: “la iglesia, el parquecito, la cancha o la placita de Guamachal”, omitiendo por desconocimiento o lógica los epónimos oficiales. Otras obras de importancia, vecinas al sector, son: el Liceo “José Gil Fortoul”, el Hospital “Rafael Zamora Arévalo”, y la Escuela “Doce de Octubre”. Muy cerca están también la Escuela “Carlos José Bello”, la Casa de la Cultura “Lorenzo Rubín Zamora”, y la Asociación de Productores Agropecuarios APADI; así como el hotel “San Marco”.

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Entre los años 1981 y 1992 tuvo su sede en Guamachal, el Núcleo Valle de la Pas-cua de la Universidad Simón Rodríguez, funcionaba en la quinta “Santomé”, propie-dad del abogado Aquiles Silvera, localizada en la calle 5 de Julio cruce con Los Pinos, diagonal a la plaza “Isaura Ledezma Martínez”.

La iglesia La Trinidad de Guamachal fue construida en el año 1973, durante el primer gobierno del doctor Rafael Caldera, por diligencias realizadas por monseñor Víctor Pérez Rojas, que fue su primer párraco.

En la calle Guamachal funcionaron durante mucho tiempo las oficinas adminis-trativas de la Empresa de Electricidad Edelca, hasta que en los años ochenta fueron mudadas a su sede actual, en la comunidad rural de San Gerónimo, en Potrerito, vía Espino.

A Guamachal se le puede considerar una zona con especial vocación estudiantil, por la presencia en el sector y sus alrededores de importantes instituciones educativas de todos los niveles. El Tecnológico ha determinado la proliferación de residencias estudiantiles, donde se alojan jóvenes que provienen desde distintas regiones del país a cursar sus carreras.

Socialmente la población de Guamachal pertenece al estrato de clase media, con-formada fundamentalmente por pequeños y medianos comerciantes, profesionales (médicos, docentes, ingenieros, técnicos, abogados, contadores y otras), trabajadores independientes, productores agropecuarios, empleados públicos y privados, y amas de casa.

Siendo una comunidad que se comenzó a establecer de manera espontánea, en una zona agrícola, con potreros y corrales para el encierre y ordeño de vacas, por donde sólo pasaba un camino real para recuas, es natural que sus calles se comenzaran a trazar por los organismos competentes, tardíamente. Es así, como esta tarea la inició el Concejo Municipal y la Prefectura Infantina, con el apoyo de la gobernación del estado Guárico, en el año 1974. Era presidente del Concejo, el profesor José López Itriago, el prefecto Héctor Soto, y el gobernador el doctor Máximo Salazar Carchidio.

En el llamado sector viejo o Guamachal pobre, las principales calles son: principal de Guamachal, El Liceo, Mara, Los Pinos, Los Tulipanes, Los Lla-nos, Martí, El Peñón, Las Delicias, Los Caobos, El Limón, y la avenida Circun-valación, que comienza frente al Hotel “San Marco”, atraviesa el sector, pasa frente al IUT de los Llanos, y termina en la calle real, en la salida hacia Tucupido.

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A la calle Las Delicias se le llamó durante mucho tiempo calle “La Condenada” por su mal estado, que la hacía intransitable. La primera calle asfaltada fue la Gua-machal, en el año 1973. La calle Los Llanos para los años 70, era una pica que fue abierta para que transitaran los camiones que transportaban piedra picada desde “La Sosilca”, que era una compañía dedicada al tratamiento de asfalto y a “picar y moler”, piedra, establecida en el sector Los Dos Caminos, a la entrada de donde está localiza-do actualmente el barrio La Solución, el cual se llama así, porque tomo el nombre de un taller mecánico que tiene o tuvo en la zona Eduardo Montenegro, llamado Taller “la Solución”.

El sector Magisterio o Guamachal rico, lo conforman transversales, desde la pri-mera hasta la séptima, además de las calles Perú, Italia y España, Cinco de Julio, des-de la Casa de la Cultura hacia el este, La Atascosa, desde la avenida Libertador hasta la iglesia de Guamachal donde finaliza, entre otras. También existen los sectores: El Valle o Santa Eduviges, Doce de Octubre y San Jacinto, con sus calles. Las calles de mayor movimiento comercial, tránsito peatonal y vehicular son la Guamachal, Los Tulipanes y la avenida Circunvalación.

Las esquinas más conocidas del sector, son: la esquina de “Guacharaco”: calle Los Tulipanes cruce con Las Delicias; esquina de “Vanezca” o del “Parque”: calle Los Tulipanes cruce con Los Llanos; esquina de “La Reforma”: calle Los Tulipanes cruce con Guamachal; esquina de “Rosa Pata Blanca”: calle Los Tulipanes cruce con Martí; esquina de “Fidelina”: calle Los Tulipanes cruce con El Liceo, esquina de “Doña Olivia” o de “Mi Juguito”: calle Guamachal cruce con Mara; y esquina de “Isidora” o de “El Tecnológico”: en la calle Guamachal cruce con avenida Circunva-lación.

El agua y las cloacas fueron instaladas en el año 1972, refiere la señora Máxima Valera que la primera persona que tuvo agua instalada por tuberías en el sector, fue la señora Josefa Hernández, a quien se la mandó a instalar desde la avenida Libertador, su hijo, el coronel del ejército Carlos Hernández, en el año 1968. Después instalaron una pluma pública en inmediaciones de donde ahora está Comercial “El Rodeo”, por diligencias hechas por la señora Flor Ortega, que vivía al frente. También antes de 1972, fue colocada una tubería con una llave, en la calle Guamachal, específica-mente debajo de un gran roble que estaba donde ahora está el parque; y dos tanques públicos, uno en la calle Los Tulipanes cruce con Las Delicias, y otro en la calle Guamachal, al inicio de la calle El Peñón, frente a la casa de José Vicente Rengifo y Carmen María Álvarez de Rengifo. Estos tanques fueron construidos e instalados por

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el desaparecido Instituto Nacional de Obras Sanitarias -INOS- y el Concejo Munici-pal, a finales de los años sesenta.

En otro sentido, es meritorio dejar testimonio de los primeros establecimientos comerciales que se establecieron en el sector. El más antiguo del cual se tiene noticia fue una pequeña bodega y botiquín con rocola de la señora Petra González, ubicada en la que posteriormente fue la casa de habitación de don Rafael Martínez, quien también tuvo bodega en ella.

En 1962 se estableció don Ramón Vanezca Valera, con su bodega “Brisas del Llano”, otra bodega fue la Isaías Matos Arzola (Mono), que fue vendida a finales de los 80 a Rubén Michelangelli; en 1968 se estableció Francisco González con la bo-dega “El Bienvenido” que todavía se mantiene con el nombre de Bodega y Quesera “Los Tulipanes”, a principio de los años 70 se estableció Valentín Hernández con la bodega y carnicería “La Reforma” que todavía existe, después han tenido bodegas en el sector Julio Brizuela y María Brizuela, bodega “Las Marías”, Carmen Loreto, bodega “Mary Igle”; Elisa Rengifo de Padrino con la Lunchería “Mi Juguito”; Rosa de Medina con la bodega “13 de diciembre”, entre otras. Fue emblemático el prós-pero mayor de víveres que entre los años 70 y 80 tuvo en el sector, el señor Lupercio Morales, también la llamada bodega de “Aribe”, así como la Ferretería “El Ferretero” de Freddy Arzola en los años 90 y principios del 2000.

Desde finales de los 80, está en la calle Los Tulipanes, la Ferretería “Los Tu-lipanes”, propiedad de Andrés Souto, otros fondos de comercio establecidos en el sector, son Comercial “El Rodeo” de José Luís Girón en la calle Guamachal; Parabri-sas “Royka” de Roy Morales en la calle el Liceo, las panaderías “La Torre del Pan” en la avenida Circunvalación, y “Guamachal” en la esquina de la calle Guamachal cruce con calle El Peñón, un centro Mercal, en la calle Los Llanos frente al parque, entre otros. Son muchos y variados los comercios que en los últimos treinta años se han establecido en el sector: panaderías, bodegas, farmacia, marmolería, queseras, depósitos y distribuidoras de arroz, sal, cerveza, leche, agencias de lotería, talleres, y muchos más, que le han dado vida económica y referencia a la comunidad a través del tiempo.

A manera de reflexión final, es importante señalar, que el sector Guamachal que conocemos y tenemos hoy, es muy diferente de aquel que subyace con nostalgia en la memoria de muchos de sus habitantes, ha desaparecido su ruralidad y sus guama-chos, pero está vivo aún su devenir, el cual está presente en muchos nombres que le dan identidad a sus calles, esquinas y sitios, contra los que inútilmente ha luchado el progreso urbanístico y la desmemoria de muchos de sus habitantes.

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Referencias Bibliográficas

Documentales:

Oficina Subalterna del Registro del Municipio Infante. Documento N° 3, folios 5 y 6, protocolo primero, 1er. trimestre, año 1934.

Bibliográficas:

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CASALE, Irama (1997). La Fitotoponimia de los Pueblos de Venezuela. Caracas: Ediciones de la Bib-lioteca de la UCV. Cartografía Nacional. Comisión de Nombres Geográficos N° 2.

HERNÁNDEZ G. Felipe (2005). Historia de Valle de la Pascua. En los Llanos del Guárico (1725-2000). Caracas: Tipografía de Miguel Ángel García e Hijo.

MARTÍNEZ, Azucena (2005). Mi Estado Guárico. San Juan de los Morros: Ince Guárico. Gráficas Los Morros, CA.

NÜÑEZ, Enrique Bernardo (1988). La Ciudad de los Techos Rojos. Caracas: Monte Ávila Editores.

RUBÍN ZAMORA, Lorenzo (1972). Diccionario Biográfico Cultural del Estado Guárico. Caracas: Tall-eres Hijos de Ramiro Paz SRL.

SOTO ARBELÁEZ, Manuel. (2007), Los bailes de Valle de la Pascua del siglo XIX. (1 y 2). Valle de la Pascua: en: Diario Jornada, 13 y 20/03/2007. p.4.

Testimoniales:

Para la realización de esta investigación, fueron muy importantes los aportes testimoniales de las perso-

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nas que a continuación se indican:

Doña Juana González de Hernández.

Doña Juana Pérez: conversación sostenida el 24/08/2006.

Doña Máxima Valera: conversación sostenida el 17/08/2006.

Don Ramón Vanezca Valera: conversación sostenida el 12/08/2006.

Doña Yolanda Álvarez de Sánchez: conversación sostenida el 11/08/2006.

Galifa Fernández.

Lic. Ricardo Antonio Sánchez Álvarez. Conversación efectuada el 11/08/2006.

Teolinda Vanezca López: conversación sostenida el 12/08/2006.

Capítulo XI

Aspectos Geohistóricos de la población de San rafael de Laya

El rescate de la historia de los pueblos es la única opción capaz de hilvanar los hilos para el impulso de su desarrollo. Cuando los hechos históricos que han impli-cado transformaciones en los pueblos carecen de claridad, niegan la posibilidad de descifrar el orden real de los acontecimientos, las verdaderas causas y consecuencias

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de los procesos históricos y el reconocimiento de quienes han contribuido con su devenir.

La población de San Rafael de Laya, es una parroquia del municipio José Félix Ribas del estado Guárico, cuyos limites son los siguientes: por el norte: el municipio Cagigal del estado Anzoátegui; por el sur: la parroquia Tucupido, por el este: limita con el municipio Pedro Zaraza, desde la línea recta que parte des-de el paso Charmelero, y con rumbo al suroeste termina en el sitio denominado El Páramo del municipio Zaraza; y por el oeste: limita con el municipio José Ta-deo Monagas, desde el nacimiento de la quebrada La Danta, en el cerro Montevi-deo, aguas abajo, hasta su confluencia con la quebrada Chepedíaz, continuando el lindero por la quebrada Chepedíaz aguas abajo, hasta el paso de Los Galápagos.

Astronómicamente se encuentra localizada en la parte nororiental del esta-do Guárico, a 9°, 34’ y 40’’ de latitud norte y a 65°, 38’ y 10’’ de longitud este. El espacio geográfico de la parroquia San Rafael de Laya, geológicamente consti-tuye una depresión tectónica (sinclinal) que hasta finales del período terciario es-tuvo casi en su totalidad cubierta por el mar. Posee un relieve formado por coli-nas (sabanas) con ondulaciones moderadas, cuya altura máxima es de 180 metros sobre el nivel del mar, y pendientes que oscilan entre 16 y 30% respectivamente.

El clima es tropical de sabana, con una temperatura media anual que oscila entre los 28 y 30° c. siendo los meses de enero y febrero los más fríos del año, con una temperatura media de 24° c. y los más calientes entre abril y mayo, con una tempera-tura media que oscila entre los 34 y 36 grados. La precipitación media es de 107 mm anuales, y una humedad relativa de 65%.

El territorio esta surcado por quebradas y riachuelos, entre las que desta-can: La Tigra, El Danto, El Pescado, Chepedíaz, y la quebrada de Laya. Además de las lagunas de Bastidas, La Muerta, y la de Méndez; y las represas: La Vieja, La Nueva, y La Tigrita que abastece de agua a la población y sus caseríos vecinos.

El suelo es de textura franco arcillosa, con buen drenaje, ph ligeramente ácido, que le ubica dentro de las clases II y III, aptos para la producción agrícola y ganadera. La vegetación es propia de la zona montañosa de sabana, donde abundan las espe-cies siguientes: samán (pithecellobium samán), pata de ratón (cliricida cepium), cují yaque (acacia farnesiana / acacia macracantha), guatacaro (bourreria cumanensis), acapro (tabebuia billberguii), entre otras.

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La población de San Rafael de Laya fue conocida durante mucho tiempo con el nombre de El kilómetro 133, o el Ciento 133. También se conoció el sitio, con los nombres de: El Pescao Rondonero, La Esperanza, El Avión, San Luis y La Coromoto. Sin embargo, al final el nombre oficial a partir del año 1965, fue el actual: San Rafael de Laya.

En la obra de don Tito Sierra Santamaría, está expuesto un relato que data del mes de julio del año 1974, que suministra don Arturo Martínez, quien hab-itaba en el sitio, dice así: “El día primero del corriente [1° de julio de 1974] nos dispensó una visita de cortesía el viejo amigo Arturo Martínez, quien habita en los predios del primitivo caserio -Kilómetro 133-, ahora convertido por la Hon-orable Asamblea Legislativa en Municipio desde el mes de marzo de 1972 con el nombre de “San Rafael de Laya”… nos explicó que el conoció de vista, trato y comunicación a los señores Rafael Méndez, Gerardo Carreño, Luis Alemán y al señor Romero, pero de éste último no logró recordar su nombre de pila y nos aseguró que estos fueron los primeros agricultores que se residenciaron allí y for-maron el núcleo inicial del vecindario en el año 1944. Arturo Martínez es también labrador y cuenta con más de 20 años trabajando la agricultura en aquella zona”.

El surgimiento de San Rafael de Laya como pueblo es una consecuencia de la explotación petrolera en Venezuela en el período postgomecista, que determinó un reacomodo de la población venezolana, mediante la migración rural – urbana, y el surgimiento de nuevos núcleos de población en aquellas localidades donde se estab-lecieron explotaciones petroleras, o se realizaban actividades propias de la industria. En este caso, en el año 1943, la instalación de una tubería para transportar petróleo desde Las Mercedes del Llano hasta la Refinería de Guanta en el estado Anzoátegui, que pasaba entre otras localidades, por la población de Tucupido y la comunidad de Las Palmas, antes de llegar a territorio del estado Anzoátegui, lo que determinó que en el límite de los estados Guárico y Anzoátegui se estableciera el núcleo humano que le dio fisonomía a la actual población.

El asentamiento poblacional comenzó con el establecimiento de un campamento en la zona por la compañía petrolera Hermanos William, que fue la encargada de realizar la pica, y la posterior colocación de la tubería para transportar el petróleo. (Dicho campamento estaba ubicado a la entrada de la actual población, en el sitio conocido como “La William”, al lado de la Subestación de Elecentro). Muchos de los obreros contratados por la Compañía para abrir la pica e instalar la tubería, eran campesinos con vocación para las actividades agrícolas, los cuales, una vez termina-

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do el trabajo y el contrato con la compañía, dada la calidad de las tierras del lugar, decidieron establecerse en la zona y fundar pequeñas explotaciones agrícolas, funda-mentalmente conucos. Entre ellos se recuerda a: Vicente Aray, Rafael Méndez, Luis Alemán, León Benavente, Juan Pablo Romero, Ramón -El Chino-, José Méndez, Carlos Armas, José Manuel Itriago, Gerardo Carreño, entre otros.

Como se puede inferir, el lugar está localizado en una encrucijada vial que des-de sus inicios le garantizó una importante prosperidad económica, que determino el establecimiento de varias estaciones de servicio, restaurantes y comercios. Entre las estaciones de servicio se recuerdan la del señor Corrado Pizani en la calle Miranda, y tres en la calle principal o calle Bolívar, cuyos propietarios eran: Juan Pablo Romero, Juan Castillo y Sergio La Posta, actualmente sólo presta servicio esta última. Los restaurantes que se establecieron fueron los siguientes: “Sol y Sombra” de Sergio La Posta, “El Caiguero” de Carmen La Pava, otro de Celina Díaz y otro de Rafael Méndez. Y los establecimientos de comercio: Botica San Antonio y Zapatería Noris de José Vidal, Bodega El Palomar de Juan Ramón Parariá, una pulpería de León Be-navente y un quisco de Tomás Herrera.

El establecimiento en la población de Rafael Enrique Jaramillo a principio de los años cincuenta, constituyó un significativo factor de progreso para el poblado. Pro-pietario del fondo de comercio “Horno Negro” fue en su tiempo uno de los establec-imientos comerciales más grandes de todo el distrito Ribas, con sucursal en la ciudad de Caracas. Rafael Enrique Jaramillo llegó a ser uno de los líderes más importantes de la comunidad, se preocupó por reactivar la economía de la zona, formando coop-erativas y solicitando reivindicaciones y mejoras viales y de infraestructura para el pueblo.

En el año 1952 se estableció en la zona una empresa desmotadora de algodón, propiedad de los señores Manuel Scrofani y mister Prag, que constituyó junto con el establecimiento comercial “Horno Negro” otro factor de progreso y empleo para los lugareños.

No escapó San Rafael de Laya a la acción de la guerrilla rural y urbana que surgió y se organizó en Venezuela a partir del año 1959, con conatos de rebelión e intentos de golpe de Estado contra el gobierno del presidente Rómulo Betan-court. En la zona surgieron focos guerrilleros, que obligaron al entonces gober-nador del estado Guárico, don Juan Manuel Barrios a establecer vigilancia poli-cial y a estimular la presencia humana en la localidad, mediante la construcción de viviendas residenciales; así nació el barrio Pueblo Nuevo, a los que sigui-

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eron posteriormente: La Desmotadora, Anzoátegui, Corpoven, Pedro Came-jo, Trece de Mayo, Simón Rodríguez, Brisas de Oriente, Centro Plaza, y otros.

En el año 1962, Rafael Enrique Jaramillo creó en la zona la Cámara Agríco-la y Pecuaria de Venezuela, mediante la cual se tramitaban y concedían crédi-tos agrícolas a los campesinos y productores agropecuarios de la región, lo que constituyó una importante fuente de trabajo y prosperidad para sus habitantes.

El 11 de marzo de 1964, el gobernador del estado Guárico, don Ricardo Montilla inauguró en el poblado, la plaza La Constitución. Un caso curioso con esta plaza, es que posee dos efigies: la de El Libertador Simón Bolívar en la parte sur, y la del doc-tor Juan Germán Róscio al norte. Para ese entonces, ya se habían construido el Grupo Escolar José Antonio Hurtado Ascanio, el dispensario, la iglesia, y la prefectura, que fueron obras realizadas durante la gestión de Juan Manuel Barrios.

En el año 1965 se organizaron las primeras fiestas patronales, surgieron como una iniciativa de algunos lugareños que le transmitieron la idea al padre Pierre, párroco de Tucupido, que iba los fines de semana a oficiar misa en el pueblo. Lo primero fue la escogencia del santo patrono. En ese sentido se escogió a San Rafael, por el arcángel Rafael, que era el santo del líder del caserío: Rafael Enrique Jaramillo, y Laya, por la quebrada de Laya que circunda la población. Así surge el nombre definitivo del pueblo y se crea la parroquia eclesiástica. Los organizadores de las primeras fiestas patronales en el año 1965, fueron: José Luis Castellanos, Carlos Armas, Rafael Méndez, Corrado Pizani, Pedro Ortega, Pedro Luis Rojas, Sergio La Posta y José Carmona, entre otros.

El 11 de mayo de 1972, siendo gobernador del estado Guárico David Itriago Si-fontes, firmó el ejecútese del decreto N° 3 de la Asamblea Legislativa del estado, mediante el cual se elevaba a municipio el caserío “San Rafael de Laya”. Fueron designados como prefecto Gregorio Vanezca, y como presidente de la junta comunal Pedro Luis Rojas.

La elevación a la categoría de municipio del caserío, generó un serio proble-ma de límites entre los estados Guárico y Anzoátegui, ya que este último lo rec-lamaba como perteneciente a esa entidad. El reclamo sin embargo no prosperó.

A principio de los años setenta se inició un proceso de mejoramiento de las vías de comunicación que comunican al poblado con otros pueblos de los estados Guárico y Anzoátegui, además, la Corporación Venezolana de Petróleo (CVP) acometió la construcción de nuevas tuberías de gas.

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En los años 1981 y 1983 ocurrieron dos terribles tragedias en San Rafael de Laya. La primera tragedia ocurrió en 1981, cuando por un descuido de los empleados de la compañía petrolera Corpoven, se produjo un escape de gas en una de las tuberías ubi-cada al sur del pueblo, lo que determinó que se produjera un chispazo que causó una terrible explosión y un incendio de gran magnitud que quemó a una buena parte de la población. 41 personas murieron quemadas, muchos de ellos niños y adolescentes. De los quemados, sólo sobrevivieron 4 infantes y un adulto.

Esta tragedia motivo la migración de un significativo número de habitantes, es-pecialmente de los familiares de los fallecidos en el incendio. Lo cual incidió en una disminución notable y brusca de la población. Una segunda tragedia ocurrió el 22 de octubre de 1983, cuando en el sitio denom-inado “La Manga”, a la entrada del pueblo, el gobernador del estado Guárico para ese entonces, señor José Rodríguez Sáez, quien conducía la avioneta que lo traía a inaugurar unas obras en la población, entre otras, el stadium “Pedro Piñango” y la manga de coleo, chocó contra las cuerdas de alta tensión de electricidad de la empresa Cadafe. En el accidente murieron además del gobernador, el piloto y un periodista que le acompañaban. La avioneta era propiedad del señor Nicolás Felizola Oraa.

Distribución de la población urbana y rural (año 2003)

Sectores Viviendas Población Población Masculina Femenina Población total %

Urbano 341 1.123 1.504 2.277 64,2

Rural 270 704 567 1.271 35,8

Fuente: Junta Parroquial de San Rafael de Laya.

Como se puede observar, para el año 2003 la población total de la parroquia San Rafael de Laya, en el municipio José Félix Ribas del estado Guárico, es de 3.548 habitantes, de los cuales, el 64,2% es urbana, lo cual resulta contradictorio, si se con-sidera la vocación agrícola de la zona, y las actividades que se realizan están referidas a la agricultura y la ganadería.

Distribución de la población por edad (año 2003)Población urbana

Población Edad Subtotal Infantil 0 - 4 años 470

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Niños 5 - 14 años 261

Jóvenes 15-21 años 554

Adultos 25 y más años 662

Total 2.277

Población Rural

Población Edad Subtotal Infantil 0 - 4 años 193

Niños 5 - 14 años 322

Jóvenes 15-21 años 212

Adultos 25 y más 544

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Total 1.271 Fuente: Junta Parroquial de San Rafael de Laya.

En cuanto a la distribución de la población por edad, se observa que en la Parro-quia la mayor cantidad de habitantes tanto en el medio urbano como rural, son niños y jóvenes. Además es muy alto el índice de natalidad infantil, cuando se le compara con los demás estratos de la población, lo que permite inferir que es una consecuencia del alto índice de población joven y de la posible falta de orientación para la planificación familiar.

Economía: Las actividades económicas de la parroquia San Rafael de Laya son fundamentalmente las propias del sector primario; en ese sentido, la agricultura y la ganadería son las que predominan. Se práctica la ganadería extensiva, basada en la explotación de doble propósito, es decir engorde y venta de mautes y elaboración de queso, alcanzándose la mayor productividad durante el período de lluvias, época propicia para la siembra de los cultivos propios de la región (maíz y sorgo). Se ob-serva en la zona el predominio de los llamados cultivos de subsistencia o conucos, acompañados con la cría y explotación de pequeños rebaños. También se cultivan hortalizas y legumbres.

Es común durante el período de cosechas, que en la población se establezcan compradores de maíz, que luego revenden en la misma comunidad o a las empresas que comercializan este rubro en Tucupido y Valle de la Pascua. Además existen es-tablecimientos para la compra y venta de queso al mayor, un centro de acopio donde compran leche, y tres romanas ganaderas.

Para el año 2007, en la parroquia San Rafael de Laya existe: una Escuela Bo-livariana y la Escuela Técnica Agropecuaria “José Antonio Hurtado Ascanio”, un ambulatorio rural, la junta parroquial, un puesto policial, una oficina de registro civil parroquial, una iglesia católica, tres iglesias evangélicas, matadero, teléfonos, red de cloacas, servicio de aseo urbano, dos stadium, tres abastos, ocho bodegas, una farmacia, una manga de coleo, dos canchas, un parque de recreación, un acueducto, servicio de electricidad, una estación de gasolina, siete hogares de cuidado diario, tres carnicerías, dos agencias de lotería, dos caucheras, entre otros servicios públicos y privados.

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Referencias BibliográficasCASALE, Irama. (1997), La Fitotoponimia de los Pueblos de Venezuela. Caracas: UCV, Servicio Autónomo de Geografía y Cartografía Nacional. Ediciones de la Comisión Nacional de Nombres Geográficos.

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SIERRA SANTAMARÍA, Tito. (1975). Sitios Históricos del estado Guárico. San Juan de los Morros: Talleres de la C.T.P.

Sr. Ramón Carrasquel.

Sra. Antonia Carrasquel.

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Capítulo XII

La sublevación de la india María de los Ánge-les en la misión Nuestra señora de los Ánge-

les (Calabozo, 1784 - 1785)

Al revisar la documentación sobre los conflictos sociales en la región de los lla-nos, en el tiempo histórico 1760 – 1800, encontramos diversos conatos de rebelion-es e insurrecciones dirigidas fundamentalmente por gente de color, pero con mayor preponderancia de movimientos indígenas, por ser éstos grupos los más explotados por los blancos y de manera global por el sistema político de la colonia. En el exten-so territorio de los llanos centrales, específicamente en jurisdicción del hoy estado Guárico, se suscitaron varios motines indígenas de apreciable valor historiográfico, en su mayoría hasta ahora desconocidos.

La Villa de Calabozo y sus pueblos inmediatos fueron escenario de hechos de violencia social, una especie de foco antagónico entre los grupos y los obstáculos, para las apetencias de la oligarquía política y territorial de la época. En ese sen-tido, en la segunda mitad del siglo XVIII, específicamente en 1784, se produjo una sublevación con características importantes, liderizada por una india ladi-na, conocida a través de los documentos encontrados como Maria de los Angeles.

Los hechos ocurrieron por roces que se producían entre los indios de la misión y su cura doctrinero, presbítero José Antonio de Silva. Los causantes de la discordia fueron la india María de los Ángeles y su hijo Cornelio, quienes propiciaron una especie de revolución en la hasta entonces pacífica misión, la cual se materializó a través de motines y levantamientos, asaltos de viajeros y abigeato de ganado, a lo que se agregaba los robos de muchachas indias que llevaban a los montes, y la prédica subterránea para que nadie asistiese a la doctrina. María de los Ángeles con estas acciones no sólo se convirtió en la capitana y señora de los indios, sino que nombró

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juez a su hijo Cornelio, y además era acusada de ejercer poderes ocultos y hechicería sobre ellos.

Esta sublevación estuvo apoyada e integrada por diferentes sectores de la po-blación oprimida (indios, mestizos, blancos y extranjeros, entre otros), pero may-oritariamente indígenas, por causa de los abusos y el cobro exagerado de trib-utos por parte de las autoridades, que causaron malestar en estas poblaciones “volantes” de los llanos centrales. En el caso que nos ocupa, el pueblo de la Mis-ión de los Ángeles, donde se produjo la rebelión de la india María de los Ánge-les, era para ese entonces una comunidad de indios de la nación guamos, fugi-tivos desde la fecha de la rebelión en las sabanas y montes del llano calaboceño.

Con respecto al estado general de la población indígena de Calabozo y en especial de los pueblos de misiones, ésta era crítica, de poca productividad, a excepción de los pequeños conucos y labranzas que poseían las comunidades aborígenes. En el caso específico del pueblo de Nuestra Señora de los Ángeles, la población indígena era “reducida” a través de los misioneros capuchinos andaluces que allí se establecieron. Este pueblo según el obispo Mariano Martí: “pertenece a la Vicaría de la Villa de Cal-abozo, se fundó en el año de 1723, con varias naciones de indios gentiles del Orinoco: guires y mapueyes, ubicada en la mesa de Calabozo sobre el río Guárico, distante de Caracas como sesenta leguas, asistidas por capuchinos misioneros”.

En un oficio remitido por el teniente de justicia mayor del pueblo de Nuestra Señora de los Ángeles en Calabozo, Francisco Guevara, al capitán general, refiere lo siguiente:

“Muy señor mío y mi favorecedor por lo que asumían funciones de protecto-res y consecuentes defensores de los en vida … y decreto a continuación de la sumaria sobre la sublevación de la india María de los Ángeles y demás de su co-mando…En esta virtud asumí el día de ayer para la expedición la cual con efec-to se hizo más que infructuosa, pues el cura José Félix Gutiérrez que interesa-do por los indios que hay no ignoran a más de haberlos alejado, los hizo poner en fuga y amotinarlos …Desobedeciendo más y más de modo que me ha sido preciso despachar escoltas a ver si se consigue su cogida para su castigo…”

Es notable la preocupación de las autoridades españolas por la rebeldía de este movimiento indígena, que utilizando los métodos de la violencia rechazaban la opresión del colonizador, sus maltratos y la relación de servidumbre a la cual eran sometidos a través de las relaciones de producción en la existente estructura económi-

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ca.

Sin embargo algunos religiosos comprendían los niveles de depauperación y abandono de las poblaciones indígenas, naturales, como en el caso del cura José Félix Gutiérrez. Por su parte las autoridades coloniales, lejos de tomar medidas conciliato-rias, aplicaban torturas, persecuciones, castigos y toda clase de vejaciones a los gru-pos sublevados, como ocurrió con esta rebelión, tal como lo señala la documentación.

En referencia la sublevación de María de los Ángeles, en otra comunicación que le envía el teniente de justicia Francisco Guevara al capitán general de Venezuela, don Manuel González, le informa que:

“… en vista del mandato de Usted, sobre la sublevación reciente de los indios del pueblo de Nuestra Señora de los Ángeles, capitaneados por la india María de los Ángeles, se han hecho tres expediciones a fin de ver si se conseguía su organización como se manda; en la primera no se encontraron las cabezas, ni la capitana, por lo que fue infructuosa; en la segunda que se encontraron, hicieron resistencia e hirieron dos de los indios de esa banda y el uno de muerte; y en la tercera que fueron con mayor prevención, hicieron fuga y no han podido ser habidos por hallarse fugitivos en los montes, donde son incomparables los daños que está haciendo…”.

De la anterior acotación, podemos inferir que se ratifica a María de los Ánge-les como líder del motín. Este aspecto es históricamente significativo, pues-to que reivindica el aporte de la mujer indígena en las luchas sociales de la co-lonia, pues era usual que la estructura organizativa y la dirección de la tribus estuviese representada por caciques que fungían de jefes político y militares.

Por otra parte resulta evidente la actuación premeditada y en cierto modo or-ganizada, en la incursión del movimiento. Esta característica indica los niveles de distinción socioeconómica entre los grupos, lo que nos permite afirmar sobre la ex-istencia de fuertes antagonismos y luchas de la población indígena frente al proceso del cual eran objeto por parte de los blancos.

Las diversas entradas o expediciones armadas ordenadas por los gobernadores, demuestran los métodos de la llamada conquista “violenta” implementada para som-eter al indio, luego de fallar los mecanismos de pacificación religiosa o evangeliza-dora.

Otro elemento a considerar en la referida rebelión, es la férrea resistencia indí-

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gena a pesar de la inferioridad de los instrumentos bélicos, constituidos por arcos y flechas, contra la espada y las armas de fuego del español.

Aunque en las denominadas “Leyes Nuevas” del año 1542 se suprimía la esclavi-tud indígena, ésta fue una práctica permanente en aquellos sectores de la sociedad colonial que se consideraban con poder: ya sea político, económico o religioso, y más aún en las últimas décadas del siglo XVIII, cuando la estructura política colonialista entró en un proceso de decadencia y resquebrajamiento funcional. Es notorio que los conflictos sociales son un elemento primario en este proceso.

En ese sentido, son innegables las connotaciones históricas de la sublevación de la india María de los Ángeles, pues pone en evidencia la existencia de marcados antagonismos sociales que no obedecen a determinismos caprichosos, sino a una re-alidad socio histórica concreta, el sistema colonialista metropolitano español, cuyo orden mantenía al indio imbuido en una estructura esclavista con relaciones de ser-vidumbre y vinculado al modelo capitalista mundial en ascenso. En los documentos se aprecia el decaimiento del comercio, lo cual coincide con el estricto control que ejercía la real Compañía Guipuzcoana sobre la producción económica de Venezuela en el siglo XVIII. Entre otras consideraciones la documentación evidencia también “la inexistente instrucción de los habitantes y vecinos de la Villa de Calabozo, de genio jubiloso, de espíritus quiméricos y desidiosos, predominando la ociosidad y pereza al trabajo del que nace el robo y la morasidad…”.

La documentación encontrada nos revela de manera exacta el desenlace de aquel-la rebelión, es decir, el destino y la suerte de sus líderes. En el año de 1785, el alcalde de la Villa de todos los Santos de Calabozo, don Juan Pablo Báez, comunica lo sigui-ente:

“Certifico en bastante forma y en el mejor modo que puedo y debo participar ante los S.S. que la presente vienen como en mi tribunal estoi siguiendo causa criminal contra unos reos indios de la Misión de Nuestra Señora de los Ángeles de quienes se presume dieron muerte con flechas a un cadáver que halle en despoblado; como asi mismo me consta que todos los demás de aquel pueblo, viven de olgazanez sin trabajar, robándose los ganados agenos para mantenerse ellos, y sus vicios. Al mismo tiempo con tal licenciosa vida y costumbres, a cada paso ejecutan muertes así en su pueblo como fuera de él por ser naturalmente mal inclinados”.

Como se puede ver, las sublevaciones constituían fenómenos sociales casi “dev-astadores” de aquellos pueblos que servían como escenario de tales manifestaciones,

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la documentación referida a la sublevación de María de los Ángeles indica que después del motín el grupo se desplazó hacia los espesos montes, donde constituían poblaciones arrocheladas, amparados por la espesura del paisaje geográfico que les servía como refugio natural, único sistema con el cual convivían sin ser “agredidos” interesadamente.

En el caso que nos ocupa, el conocimiento y familiarización de los indígenas con el territorio, hacía posible sus correrías e incluso enfrentar las entradas militares de los españoles, que se organizaban en la Villa de Calabozo, causándoles bajas a las ex-pediciones armadas que se aventuraban a entrar al llano para capturarlos y someterlos a “reducción”. Acción que se deduce de los informes de las autoridades.

También en la documentación encontramos cuando el alcalde Báez en su condi-ción de autoridad de la Villa de todos los Santos de Calabozo, notifica al capitán general lo siguiente:

“…en la última entrada que se hizo en seis días se ha encontrado un hombre muer-to y seco con sinco flechazos y el caballo del mismo modo. El cadáver sin reconoc-erse por tener el rostro comido por los zamuros, en vista de no encontrar medio para sosegar esos perjuicios he resuelto dar cuenta de esto por medio de un indio quien dará más extensa razón de todo como anda entre ellos y explicará la máquina que mueve esa sublevación…”

En la cita se aprecia otra forma de utilización del indio por parte de las autori-dades. La misma radicaba en instruirlos como guías para perseguir a las poblaciones fugitivas y luego actuar como espías e informantes, estrategia aprovechada para fa-cilitar la acción de los cercos militares y civiles, y el éxito de las “entradas”.

Interpretando la declaración anterior, hecha por el alcalde de la Villa de todos los Santos de Calabozo, don Juan Pablo Báez, en la cual deplora la actuación de los in-dios sublevados y algunos reos, donde les atribuye los peores calificativos, de hecho para justificar las medidas que comúnmente se aplicaron a lo largo del período de dominación hispánica.

Según las apreciaciones antes señaladas, a los cabecillas de la rebelión se les siguió causa criminal, sin llegar a establecerse las sentencias finales del proceso. La documentación no aporta ninguna información sobre la aprehensión de los implica-dos. Históricamente se conoce que lo común era que después de los ataques realiza-dos por las poblaciones de indios marginales, estos se replegaban por los intrincados montes que conforman la extensa tierra llanera, formando rochelas y cumbes, dedica-das al robo de ganado y bienes, actuando como salteadores y malhechores.

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Sin embargo, en 1787, en un informe que el administrador de la Villa de Calabo-zo, don Joseph Gabriel de Silva le remite al capitán general, don Juan Guillelmi, le comunica lo siguiente:

“Señor, cumpliendo con las órdenes que Vs. me tiene conferidas hice una salida en este presente mes penetrando los montes de Caño Caracol en donde encontré un rancho o rochela con quatro hombres, uno era esclavo del Alférez de esta Villa y tres libres, dos de estos eran peones del dicho Alférez real, los cuales mantenían las mujeres con ganados robados, estas eran indias fugitivas del pueblo de los Ángeles, las que traje y entrege a dicho pueblo. De los hombres solo pude coger al esclavo que entrege a su dueño quien le dio su merecido castigo y a un zambo que dice ser libre natural del pueblo de Coromoto al que tengo preso. También les encontré una garapeña de tabaco de contrabando el que entrege a la administración de esta Villa…”.

Como se puede ver, tres años después, en el informe del referido administra-dor se refiere el caso de la captura de unas mujeres indígenas pertenecientes al pueblo de Nuestra Señora de los Ángeles, sublevadas en 1784 contra las autori-dades y los vecinos españoles, escapadas luego a los montes inhóspitos de los lla-nos, cuya cabeza del motín estuvo representada por la india María de los Ángeles.

Alrededor de esta rochela localizada en el Caño de Caracol, jurisdicción de Cal-abozo en los llanos centrales del Guárico, giraban restos de otras rochelas proce-dentes de Nuestra Señora de la Aparición de Coromoto, jurisdicción de Guanare en Portuguesa, que para 1786 estaba incorporada a la recién creada provincia de Barinas.

En conclusión, la rebelión de la india María de los Ángeles se inscribe en el marco de las rebeliones que por vía de “rochelas” se gestaban debido al régimen de opresión a que estaba sometida la población móvil de los llanos, donde se aprecia de manera evidente el aprovechamiento personal que era llevado a cabo por los personeros mil-itares de la colonia, que aparte de sus funciones oficiales, también se desempeñaron como propietarios explotadores de la mano de obra esclava y de peones libres.

La incursión de los grupos desposeídos organizados a través de las rochelas se hacían específicamente en los hatos, ocasionando daños, entre otros, hurtos de ga-nado y contrabando de tabaco, actos éstos, temidos por los dueños del suelo llanero, los cuales a su vez representaban una abierta oposición a la llamada “colonización pecuaria” o expansión de la hacienda llanera, práctica que fue tradicional en llanos de Calabozo y del Guárico en general.

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Las rivalidades sociales en los llanos fueron notorias, las diferencias de clases se dieron con mayor claridad quizás por lo complejo del especio geográfico. Además de la rebelión de la india María de los Ángeles, sirvan de ejemplo los siguientes casos:

En una comunicación para don Carlos del Pozo y Sucre se informa “…sobre los atropellos del teniente de justicia mayor de Calabozo, contra una hija de un indio de nombre Santiago Rocha, la cual fue llevada por este a su casa en calidad de criada en contra de su voluntad”.

En 1787 el gobernador y el capitán general don Juan Guillelmi, reciben comuni-cación donde se les informa del “… atentado cometido contra el escribano de dicha villa (Calabozo), gravemente herido por hombres que en la oscuridad de la noche le propin-aron una paliza, hasta dejarlo casi muerto, teniendo como agresores según el escribano y testigos a hombres blancos…”. Las acciones sumarias del alcalde segundo de elección de Calabozo recayeron sobre un zambo de nombre José Ramón, esclavo de doña Toma-sa de la ciudad de Barinas. Se aprecia aquí, el interés de aplicar la ley, sin la seguridad de culpa sobre las personas más débiles económicamente y socialmente marginados.

Finalmente, es preciso señalar que la Villa de Calabozo a fines del siglo XVIII se convirtió en foco de los enfrentamientos, alimentados por las pugnas de control económico y la rapiña de los hateros y terratenientes, escudados por las autoridades civiles y militares de los cuales eran aliados.

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Capítulo XIII

Aportes históricossobre la fundación de la población

del Santo Cristo de la humildady paciencia de Camaguán

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En los repositorios y archivos del país, existe una extensa y variada docu-mentación, donde se puede indagar y reconstruir los hechos y elementos que le dieron configuración y estructura jurídica a los pueblos y a la tierra donde se asentaron en su devenir. En lo que hoy constituye el espacio territorial donde está asentado el es-tado Guárico, no era más que ardientes y desiertas llanuras que se extendían desde el piedemonte de la cordillera de la costa en la serranía del interior hasta las riberas del Apure y el Orinoco, descritas por Alejandro de Humboldt a principios del siglo XIX, como: Un horizonte que de continuo parece huir ante nosotros, aquellos tallos de palmera tienen todos igual semblante y se pierde la esperanza de poder alcanzarlos, porque se les confunde con otros que rebasan poco a poco el horizonte visual.

Durante el período de conquista y colonización, fueron estos parajes, tierra abierta para el esfuerzo del hombre y la estructuración de mitos y leyendas, desde antes de la fundación de San Sebastián de los Reyes por el capitán Sebastián Díaz de Alfaro en 1585, hasta el estructurado nacimiento y fundación de pueblos a finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII, los llanos guariqueños fueron una especie de tierra de nadie.

Después de San Sebastián se inicia el afán fundacional en estos confines, así se intentó fundar Camaguán, incluso antes que a Calabozo. En este esfuerzo debe de-stacarse la empresa adelantada por los misioneros capuchinos, la cual se encuentra representada en toda la región guariqueña. Así nacieron pueblos de los cuáles sólo se conserva su nombre en antiguos documentos y papeles, otros por el contrario han pervivido en el tiempo, dándole hoy fisonomía e identidad a la estructura poblacional del Guárico.

La historia de la fundación y el posterior devenir de la población del Santo Cristo de la Humildad y Paciencia de Nuestro Señor Jesucristo de Camaguán es extremada-mente interesante y está estrechamente vinculada con el quehacer de los misioneros en tierras guariqueñas. Se puede afirmar que su historia empieza con el establecimien-to de los primeros capuchinos en la región, quienes sufrieron múltiples tropiezos en su fundación. Así tenemos que en el año de 1690 se produjo un primer intento de fundación, cuando los frailes Buenaventura de Vistabella y Arcángel de Albaida en su acción misionera en el río La Portuguesa, redujeron a un considerable número de indios en las riberas del citado río. Los aborígenes aceptaron poblarse, sólo con la condición que fuese a orillas del río, en el sitio de Camaguán, que era un médano

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arenoso al que en invierno sólo se podía llegar embarcado debido a las inundaciones. De ese modo, nació San Buenaventura de Camaguán, el año de 1690. Más sin embar-go, una vez poblados en el lugar propuesto, los indios conspiraron contra la vida de los dos misioneros, quienes se vieron obligados a abandonar el pueblo, dejándolo a su suerte. Como resultado de los padecimientos sufridos durante la huída, falleció el padre Vistabella y el poblado desapareció en el olvido.

Cincuenta y nueve años después, el año de 1749, el padre fray Antonio de la Higuera intentó refundar el pueblo, situándolo en la confluencia de los ríos Guanare y La Portuguesa, en la isla de Camaguán, cerca de donde hoy está situ-ado el sitio de La Unión. El lugar seleccionado resultó inapropiado por ser muy anegadizo, lo cual les ocasionó serias dificultades, lo que obligó al mis-ionero a mudarlo al sitio de Guatarama, a unas veinte leguas al sur de Calabozo.

Hecha esta refundación, cuando comenzaba a organizarse como pueblo de indios, los terratenientes de la zona, entre ellos, don Alejandro Blanco, se opusieron y se que-jaron ante el gobernador, alegando que eran tierras de su propiedad y los indígenas les perjudicaban. El gobernador falló a favor de los terratenientes, ordenando a los misioneros mudar los indios a otro lugar, y destruir el pueblo, quemando las casas y la iglesia.

La orden del gobernador se ejecutó tres años más tarde, es decir en 1752, lo que obligó a repartir a los indígenas en otras misiones, por lo cual los religiosos alzaron su voz de protesta, ante el esfuerzo apostólico en vano y el trabajo perdido de los indígenas.

La adversidad y los contratiempos no fueron factor para que las ideas de fundar o refundar Camaguán se borrará de la memoria de los hombres. Fue así como en el año 1767 un negro llamado Fabián de Uribe, que habitaba en aquellos contornos, se presentó ante las autoridades, representadas por el gobernador, el provisor y el vicario del obispado y les ofreció reducirlos para fundar en el sitio de Camaguán a numerosos grupos de indios, negros y zambos que vagaban dispersos en los montes de la región. Ofrecía para la fundación toda clase de facilidades y afirmaba que tenía reunidos en Camaguán un significativo número de pobladores, quienes no querían de cura a un misionero capuchino sino a un clérigo secular.

Se sabe que Fabián era un negro libre y existe la hipótesis que descendía de los prófugos de la rebelión de Andresote que el Padre Pons condujo hasta el Ori-noco en 1733, o sino de las cimarroneras que estaban localizadas en la región.

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Es de suponer que Fabián debía tener facilidad de expresión y poder de con-vencimiento, porque las autoridades accedieron a la solicitud sin mayores ob-stáculos y sin hacer ninguna averiguación. Además le dieron el título de capitán conquistador y fundador de Camaguán, que a partir de entonces se llamó Nues-tra Señora de la Merced de Camaguán; también le facilitaron dinero y nom-braron cura de esa tercera fundación al presbítero doctor Juan Antonio de Urbina.

Era Urbina un brillante sacerdote y un gran académico, que se incorporó a mediados de febrero de 1768 al curato recién creado, donde se encontró con una realidad muy diferente a la esperada. Teniendo que abandonar a toda prisa, dos meses y medio después el poblado, hostigado y amenazado por Fabián, qui-en resultó no ser tan pacífico y bueno como se le había considerado, haciéndose imposible reducir a la vida cristiana a sus habitantes. En su huída, el padre Ur-bina se llevó a treinta indios guahibos, los cuales entregó al padre fray Félix Cortés, en la misión de la Santísima Trinidad. Estos indios fueron posterior-mente colocados en la recién fundada misión de Santa Bárbara de Guardatinajas.

Ante aquel gran escándalo, al negro Fabián de Uribe se le acumularon delitos y faltas que terminaron con su detención y prisión en Caracas. Los capuchinos fueron de nuevo llamados para que no se perdiese nuevamente la fundación de Camaguán.

Como rector de la misión fue designado el padre fray Tomás Bernardo de Castro, quien consolidó definitivamente el pueblo bajo la advocación del Santo Cristo de la Humildad y Paciencia de Nuestro Señor Jesucristo de Camaguán, tomándose como fecha de la fundación el 24 de septiembre de 1768, con los linderos siguientes: de la Boca de Montano línea recta al naciente hasta Mata Sola y de ahí a la Madre Vieja so-bre el río Guárico, lindando en esta extensión con el curato de la Santísima Trinidad. En su jurisdicción se encontraban los sitios de Mata Sola, Caños del Caracol y Ojo de Agua, así como las fundaciones de don Juan Rodríguez Oses y don Adrián Delgado, la fundación Mata de Guasguas de José Hernández y Madre Vieja de Miguel Sosa. Otras fundaciones eran las Animitas, Mata de Rancho, Venegas, Santa Rosa, La Yeg-uera y los hatos Camaguán de don Antonio Velásquez y Banquitos de don Bartolomé Sanoja; además de otras fundaciones y sitios, y teniéndose como su fundador al cita-do fray Tomás Bernardo de Castro.

De quien dice monseñor Mariano Martí; en el Tomo II de sus Documentos Relati-vos a su Visita Pastoral a la Diócesis de Caracas -Libro Personal-, que llegó al pueblo de Camaguán el día 16 de febrero de 1780, provenientes de San Rafael de Atamaica, dejando constancia que el padre Castro se había mantenido en el poblado desde su

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llegada el 04 de diciembre de 1768, hacían 12 años, que entre sus ejecutorías estaban la expulsión del sitio de todos los negros, zambos y otros que vivían con toda libertad de conciencia, quedándose con 55 indios guamos, a los cuales se habían agregado posteriormente otros grupos de indios provenientes de Cojedes, Apure y Cabruta, siendo la patrona del pueblo la Virgen de la Merced o de las Mercedes.

José Antonio de Armas Chitty, expone en su Historia del Guárico que la su-erte de Camaguán siempre estuvo unida a la de Guatarama: “Un día expulsa-ba el señor N. Blanco a los indios de Guatarama y se alojaban en el sitio de Ca-maguán, y otro día los sacaban de este puerto y retornaban a Guatarama. Siendo mucha la paciencia de los frailes Capuchinos y mucha la fe en la obra que se re-alizaban, para aguantar atropellos de los indios, de los latifundistas, y todo con la anuencia de gobernadores y justicias mayores”. Fueron muchos los av-atares y contratiempos que sufrió Camaguán para establecerse como pueblo.

A este noble pueblo y sus esteros, dedicó el poeta calaboceño Armando Díaz Lo-vera, los versos siguientes:

Más cerca de la tierra y enfrente del estero,Camaguán rodeado de silencio y empeños, vive pena

del labriego que a través de sus huellasha regado semillas en el alba abonada de sus hijos.

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Capítulo XIV

Las Mercedes del llano(1868 - 1930) en una crónica

del Dr. Julio de Armas

En 1959 el Dr. Julio de Armas publicó en la editorial América de México, D.F. la obra CAMINO REAL. En el prólogo escrito por el escritor Ramón Díaz Sánchez en

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el año 1958, refiere que la idea de recoger en volumen las crónicas que se exponen surgió en el doctor Julio de Armas, en 1957, cuando le solicitó que escribiese unas líneas que sirviesen de prólogo, de las cuales dice “he escrito con el sincero interés y la cordial devoción que nos inspira este amigo”. De la obra dice que: “los trabajos que integran CAMINO REAL son un testimonio de la constante preocupación de Julio de Armas por los problemas de Venezuela. Variados en sus motivos y diversos en su tónica y estructura, nos dan la medida de un pensamiento atento y honesto y la ima-gen de un escritor inquieto, capaz de manejar con igual soltura la prosa y el verso”.

En las palabras expuestas por el escritor Ramón Díaz Sánchez se aprecia no sólo el sentimiento de estima y respeto intelectual hacia don Julio De Armas, sino que además valora su sensibilidad por los problemas de distinto orden que en ese momen-to histórico vivía nuestro país. En ese sentido, el pueblo de Las Mercedes del Llano, donde De Armas tuvo tierras, hato y amigos, al constituirse en uno de los objetos de su preocupación y de su pasión por la Venezuela profunda, convierte a la crónica en una referencia de la realidad económico - social de la población para esa época; que además, tal como está concebida, constituye un profundo ejercicio de síntesis históri-ca, que merece ser conocida por los mercedenses y guariqueños.

De la crónica sobre Las Mercedes del Llano, expone Díaz Sánchez lo siguiente: “Nos hallamos ante una viva experiencia que se proyecta en emoción en sugestivas estampas de paisajes y de personas... Nos hace asistir al nacimiento y desarrollo de un pueblo -Como ese de Las Mercedes donde se perpetúa el másculo ejemplo de don Jorge Carpio-”. En otras palabras, la crónica recoge el devenir histórico del pueblo, visto a través de la querencia que el escritor profesa al paisaje y sus personajes. En la obra, la crónica sobre LAS MERCEDES esta identificada con el número V. Páginas 47, 56. En el relato Julio De Armas expone que “Las Mercedes del Guárico es un pueblo que nació de un Jagüey. Sus primitivos pobladores buscaron el agua tras la huella del rebaño”.

Hombre y ganado se agruparon y crecieron en torno a un manantial. “La Atascosa Abajo”, mezcla de agua, tremedal y rumbo, fue su originario nom-bre de bautismo con la tierra y sus gentes”. Describe que “el agua corría de norte a sur en una planicie” hundida y ligeramente en declive dentro del arco de coli-nas distantes. En un pequeño oasis de frescura, casimba y de fronda, en un alto del viejo camino real entre dos antiguas fundaciones llaneras, los hatos de Pala-cios y Belén, el tiempo clavo el pueblo en el corazón de la tierra guariqueña”

Al norte los montes lejanos y los claros de sabana, alternando con trechos oscuros de vegetación selvática. Por esta vía se cruzará más tarde, siguiendo picas y caminos

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de recuas, hacia los pueblos de Orituco, del Tuy y el Valle de Caracas. Un cerco de bosques confundidos en el horizonte, se extiende hacia el este, señalando el curso del río Manapire, y más allá, la enmarañada selva de Tamanaco. Al oeste y al sur, en la llanura sin límite, echan raíces los recios cujisales y el chaparral torcido.

Cinco palmas cruzadas en pentagrama y un rancho de rodillas sobre la misma tier-ra, denotan la presencia del hombre, rodeado de soledad y de silencio. El ordeño, la totuma, el tenedor y el rejo hacen la tarea. A ratos el ordeñador y el becerrero pueblan de cantos y voces el ámbito llanero. Es punto de fundación de la antigua y extensa posesión “Las Guasduas”, de los hermanos José Félix, José Nicolás, José del Rosario y de Rafaela Álvarez de Belisario, desmembración del gran latifundio colonial de “Belén”, cerca de la quebrada del mismo nombre, “Belén”, leguas y leguas.

Casa de tejas con balconcete y oratorio, semblanza de principios del siglo XVIII. Allí el obispo Martí bendice los campos y dice misa en su visita pastoral de 1783. Rebaños y más rebaños. Alto de los caminantes.Encrucijada de los caminos hacia Chaguaramas y Valle de la Pascua, poblaciones más cercanas porque están a poco más de diez leguas. No lejos del trágico sitio de la Hogaza y de las sabanas de Las Guasduas, revés y triunfo de los patriotas del General Pedro Zaraza en 1818.

Cerca estaba “La Atascosa Arriba”, a menos de una legua, a inmediaciones de la quebrada “La Atascosa” y del sitio “La Musiera”, hoy porción del Hato “La Marre-reña”, que fue asiento viejo de antigua fundación ganadera. Para esa fecha, dentro de este marco geopecuario de aquel lugar, don Jorge Carpió y su familia cambian su rancho en las sabanas del “Hato Palacios”, donde vivían como vecinos, para convertirse en propietarios de una legua de tier-ra que tuvo como centro el abundante y cristalino jagüey de “La Atascosa Aba-jo”. Don Jorge era un llanero de recia estirpe, de carácter emprendedor, y nada le atemorizaba, ni las guerras civiles que le habían azotado sus rebaños, ni el despotismo de los nuevos dueños del “Hato Palacios”, los hermanos Vargas.

Había detenido su caballo sediento en la cuenca azulosa de aquel manan-tial, en las largas caminatas hacia el pueblo, cuando el hambre o la acechan-za de la muerte se enseñoreaban en su hogar, y de regreso a su casa con el saco bastimentero abultado de comestibles o de medicinas, don Jorge meditaba junto al agua, a la vera del sendero. Ya conocía como fértil aquel rincón de la llanura.

Llevó unas cuantas morocotas, producto de las ventas de sus vacas, y don Anto-nio Belisario y la esposa de éste, Rafaela Álvarez, viuda de Castillo, le firmaron la

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escritura en la capital del antiguo Cantón de Chaguaramas. Una docena de horcones y la “cobija” de palma, el piso muy pisoneado y las paredes de barro. Empalizadas de cerca y corralejas de troncos. Nuevas manos hacen más hondo el jagüey, y el agua brota abundosa.

Don Jorge viene adelante con una escasa “madrina” de reses mansas, una tropilla de yeguas y tres persogos de caballos. Era la vanguardia del trabajo en la voluntad de un hombre. Detrás, le siguen silenciosas las mujeres y los niños de la familia, envueltos en blancas mantas y adornados faldones, cubriéndose bajo el ala del ancho sombrero de pelo.

Entre ellas viene su madre, doña Mercedes y la hija de aquél, que también por sucesión nominal se llama igualmente Mercedes. Era por el mes de julio de 1868. El invierno cubre de verdor los campos y el agua dispersa en la llanura sembrada en múltiples charcos, brilla con el sol ardiente como si fuera la fragmentación de un espejismo.

Con ellos llega a “La Atascosa Abajo”, el primer núcleo humano fundador, y el jagüey cumple su segunda etapa de “quesera”. Con la fundación del hogar de los Carpio, se construye en este sitio la primera casa, en el lugar donde está hoy la que fue también primera casa de tejas, denominada “Casa Marquera”, por el nombre de sus primeros ocupantes, en el ángulo suroeste de la actual plaza Bolívar, del pueblo que hoy reseñamos. Don Jorge, bondadoso y caciquesco, es cabeza de familia, y desde su antigua res-idencia del “Hato Palacios”, le siguen diez y ocho familias más, como aquellas diez y ocho familias cordobesas que tras un rebaño vacuno y caballar. Obedecen a Cristóbal Rodríguez, y que después de vencer innumerables obstáculos y describir un extenso arco Tocuyo-Uberito, fundan el primer hato en los llanos de Venezuela.

Cinco casas en torno del jagüey, rodeadas de ancho cuadrante, celebran el primer aniversario en 1869. Las ocupan: don Emeterio Muñoz — a quien le cede el viejo Carpió media legua de terreno—, el general Pablo Emilio Guevara y don Pilar Ramos, casados con doña Juana, doña Trinidad y doña Victoria, hermanas de don Jorge, re-spectivamente. Después, año tras año, desde Barbacoas y El Sombrero viene gente al nombrado “Hato Palacios”, que al poco tiempo siguen a don Jorge y se convierten en sus vecinos y pisatarios, a los que se suman, posteriormente, nativos de Chaguaramas, Altagracia de Orituco y Valle de la Pascua, para citarlos en orden cronológico. Y pro-gresivamente se instalan, sembrando más casas, las familias del coronel Gabriel Ce-lis, Juan Lecumberre, Nicanor Carpio, Nicanor Ávila, Dámaso Landaeta, capitán Lo-

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renzo Infante, Salustiano Reyna, Trinidad Marchena, Santos Rangel, Ramón Carpio, Cipriano González, la familia Zerpa y otra más, cuyo nombre no he podido obtener.

Todas estas gentes eran modestos y honrados campesinos, de arraigada vocación por la tierra, y cuya ocupación favorita era la ganadería. Si algunos figuran con títulos militares, se debe a que al cabo de unos años dejaron el caserío para incorporarse a las filas de la Revolución Legalista en 1892. Y como liberales y como llaneros eran amantes de la libertad.

En 1869, don Jorge, que es el jefe del grupo, decide dar el nombre de Las Mer-cedes al incipiente caserío, en honor a su madre, a su hermana y a su hija que llevaban la misma denominación, y que posesionadas de coraje y de entusiasmo le acom-pañaron al frente de su empresa pobladora.

No conozco ningún pueblo de mi tierra que tenga envuelta la historia de su nom-bre en el apelativo de tres mujeres. Tres llaneras decididas que con su actitud valiente, junto a un puñado de hombres, cegaron el tremedal de la “Atascosa Abajo”, hasta cambiarle el nombre por el suyo propio. Sugerente relato de un pueblo que nace bajo el manto nominal y el esfuerzo de tres mujeres, que pastorearen rebaños y surcaron la tierra del conuco, para alimentar a una generación de sus hijos, como la vieja loba histórica dio de mamar a Rómulo y a Remo en el nacimiento de la Ciudad Eterna. Por semejanza en el amparo maternal, podríamos decir que en su génesis urba-na, Las Mercedes es la pequeña Roma del Estado Guárico. En 1878, o sea 10 años después de construida la primera casa, el pequeño vecindario producía algunos fru-tos. Para esa época don Cipriano González, natural de Barbacoa, compra unos dere-chos correspondientes a media legua, de la que pertenece a don Emeterio Muñoz y a don Jorge Carpió. Aquel señor González establece la primera casa de comercio, que aunque pequeña, expende algunas mercancías, víveres y frutos.

Casi al mismo tiempo, en una fecha no precisada, dos hombres procedentes de Altagracia, don Miguel Carvallo y don Miguel Carchidio, se establecen en el lugar con sus familias como vecinos de don Jorge, y organizan el primer establecimiento mercantil propiamente dicho, que más tarde traspasaron en venta al señor don José Antonio Márquez, de Chaguaramas, el ocupante de la primera casa de tejas del lugar a que hemos hecho referencia anteriormente.

A raíz de 1898, transitoriamente aplacada la guerra civil en esa localidad, lle-gan otras familias como la de Vicente González Rodríguez, los hermanos Marrero, la de Rafael Ledezma Camejo y otras más, que arribaron al finalizar el siglo XIX.

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Ledezma Camejo se hizo propietario de casas y derechos de terrenos, que compró a Vicente González Rodríguez y a don Jorge Carpió. Ledezma Camejo que vive hoy octogenario, fue uno de los hombres más trabajadores del lugar, hasta formar una numerosa familia y una fortuna en hatos y negocios mercantiles. Don Rafael, como se le nombra, tiene la pintoresca manera —muy propia de los llaneros de antigua cepa— de contar su numerosa descendencia y refiere al respecto: “Me faltan dos cabezas para los 100 vivos”. Ha tenido 19 hijos, 63 nietos y 11 biznietos.

Alrededor de 1910, llegan al pueblo dos hombres importantes: Antonio Camejo y José Gregorio Celis. El primero de los nombrados hace de boticario, y funda la pri-mera Farmacia, pero en 1918 muere a consecuencia de la gripe española. Le sucede en la misma ocupación el doctor Luis M. Camejo, su hermano, quien procedente de Chaguaramas toma residencia en la localidad junto con su familia. Funda un hogar honorable y obtiene sólida fortuna. Prestó a la población servicios médicos valiosos. Puede afirmarse que fue el primero que dio asistencia médica al pueblo y sus alrede-dores.

El segundo de los nombrados, don José Gregorio Celis, se formó en un hato y vino con su familia de Valle de la Pascua.

Celis puede considerarse como uno de los ganaderos más progresistas de la región, y personalmente le adornaron excelentes virtudes ciudadanas. Lamentable-mente murió hace unos años en lo mejor de su vida y de su obra. Su nombre debe ser inscrito en el pórtico de una escuela o de una fundación ganadera, en homenaje a su preocupación y esfuerzo por el progreso del poblado y de la industria pecuaria.

Muchos hombres laboriosos se formaron, unos en el lugar, y otros venidos de fuera que llegaron después, y de quienes sólo mencionaremos a los siguientes: Gustavo In-fante, Diógenes López, los Manuitt, Pedro Ramón González, Castor Trujillo, Saturni-no Dale, Héctor Arévalo, los Bolívar, Antonio y Elicio Marchena, Francisco Carvallo, Antonio González Alonzo, Pedro R. González, Isidro R. Herrera, J. G. Celis, Pedro Rachadel, Antonio J. Ascanio, Mario A. Herrera, Antonio Carpió, Manuel J. Aular, Benicio Hurtado del Nogal, José Antonio Márquez, Jesús Antonio Herrera, Jesús An-tonio Martínez, Nicolás A. Santaella G., Juan Trujillo, Juan María Ruiz, Leopoldo Gá-mez, Ángel Vicente González, Eusebio Guevara, José Santana González, Ruffo Fer-rer, Hermanos Thurpial, Nicolás Pierro, Celestino Tovar, don José La Grecca, Felipe Acuña, los Prieto, Rafael Bastidas, doctor Julio de Armas Matute (padre), Emiliano del Corral, los hermanos Loaiza, Juan Antonio del Corral, Adam Marín, Rafael Fin-amore, Ramón Alayón, los Palmas, Anacleto Méndez, Benito Escobar y muchos otros.

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Una de las características sociológicas más encomiables de este pueblo, es el hecho de que en todas y cada una de sus manifestaciones de progreso, sus habitantes en distintas épocas han tomado la iniciativa de las obras urbanas, tanto de ornato como en materia de servicios públicos, contribuyendo cada uno de sus pobladores, en la medida de sus posibilidades económicas, a complementar la acción oficial.

Este ejemplo es digno de ser seguido por otros pueblos de Provincia, en que sus gentes yacen en la más completa y dolorosa indolencia ante el destino de la colectiv-idad regional.

Entre aquellos hombres de iniciativa privada, se ha destacado siempre un hijo del pueblo, modesto, generoso y honrado, que en todo momento no ha dejado de tender su mano y ofrecer su corazón para todo lo que sea esfuerzo y sentimientos populares. Ese hombre merece la consideración y el cariño de sus conterráneos. Me refiero a don Antonio Marchena, por quien me sumo en admiración y reconocimiento. Para 1926 el poblado de Las Mercedes, de acuerdo con el registro del primer Cen-so Nacional, resultó con 94 casas y 1,012 habitantes. Hoy ocupa el cuarto lugar entre las poblaciones del estado por su densidad de población, con más de 7,000 almas.

Lento había sido su progreso, por el paludismo, el bajo precio del gana-do, el aislamiento y el estancamiento del pueblo. En sus 58 años de fundado has-ta esta última fecha, apenas se había construido un poco más de una casa por año.

Desde 1929, cuando queda enlazado con la carretera oriental de los Llanos, y comienzan en el lugar las primeras exploraciones sismográficas para descubrir el petróleo, Las Mercedes se erige posteriormente en municipio y se dota de algunos servicios públicos, a la par de numerosos negocios, convirtiéndose en una de las po-blaciones de mayor movimiento comercial y gran centro ganadero del estado Guári-co.

Por otra parte, es el punto de enlace de la carretera Cabruta - Las Mercedes, que ha de construirse como una arteria vital para la economía de las reglones que atraviesa, además de la comunicación que ha de establecerse con otros pueblos del oriente y sur del Guárico, y de allí con Ciudad Bolívar, Barcelona y Caracas.

Cuando las explotaciones petroleras comenzaron hace cuatro años a tener su may-or volumen de trabajo obrero, Las Mercedes se convirtió en la meca cosmopolita de una masa humana flotante y heterogénea, de personas llegadas de distintos puntos del país y del extranjero, y últimamente de muchos inmigrantes incorporados a la vida de la nación.

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Actualmente lleva el pueblo una vida comercial bastante intensa [para el año1952] aunque menor que en la hora dorada y transitoria de la fundación del campamento petrolero de “Roblecito”. El viejo y cantarino jagüey ha hundido sus ojos bajo la tierra, para no aparecer jamás ante la atrayente presencia del oro ne-gro. Eso fue Las Mercedes de ayer: jagüey y tremedal, vacada y llanería. Gesto varonil, voluntad de mujer. Esto es Las Mercedes de hoy: petróleo, petróleo, petróleo.

Vale la pena señalar, que la crónica sobre Las Mercedes antes de su publi-cación en el libro Camino Real, había sido publicada como artículo de opinión siete años antes, el 23 de noviembre de 1952 en el periódico El Nacional de Caracas.

En otro orden de ideas, retrotrayendo la crónica al tiempo presente, el alcalde del municipio Las Mercedes del Llano, Raúl Carballo (2005) expone que: “Las Mercedes del Llano, junto a Santa Rita y Cabruta es un municipio de gente trabajadora en busca del progreso regional y nacional. Estos pueblos conforman un paisaje hermoso con una variedad geográfica que abarca sabanas, cerros, bosques, lagunas y ríos.

Tenemos una historia rica que nos viene de nuestros ancestros indígenas. Esa historia está presente en la guerra de independencia y también la modernidad con el descubrimiento del petróleo”. El razonamiento constituye la visión sobre la realidad económica, social y geográfica de la primera autoridad del municipio a principios de la primera década del siglo XXI.

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Capítulo XV

Visita del obispo Mariano Martí a lapoblación de Santa Catalina de Siena

de Parapara (año 1780)

Si se revida detenidamente el Tomo II de los Documentos Relativos a la Visita Pastoral de la Diócesis de Caracas. (1771 –1784), del obispo Mariano Martí, se puede determinar que en la peregrinación por su Diócesis, estuvo en el pueblo de Santa Catalina de Siena de Parapara, por lo menos en tres oportunidades. La primera vez se detuvo los días 27 y 28 de diciembre de 1779, en su viaje hacia la villa de San Jaime, en la otra banda de Apure.

La segunda visita la efectuó el 10 de mayo de 1780, procedente de Ortiz, y per-maneció en el poblado hasta el día 16, es decir seis días, durante los cuales a través de sus observaciones y con las informaciones que le aportó el cura del pueblo para ese entonces, don Andrés Curbelo y otros principales, conoce la situación y las condi-ciones religiosas, morales, económicas y sociales de la población, así como la local-ización geográfica de Parapara y Paya Arriba, las cuales describe detalladamente en su relación.

La tercera visita la efectuó procedente de San Juan en viaje hacia El Sombrero, el 29 de enero de 1783, cuando pernocta en este pueblo hasta el día 30, para continuar

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hacia su destino.

De las tres visitas, la más importante es la segunda, por el tiempo que permaneció en el pueblo y la descripción detallada que hace de los asuntos de su competencia. De ella se pueden deducir entre otros, los aspectos siguientes:En cuanto al espacio geográfico, expone que las tierras de los cerros que están después de Ortiz, son mejores mientras más inmediatas están a Parapara. En la época de vera-no se seca casi todo, pero en los cerros se conservan las hierbas con los que se alimen-ta el ganado, mejor que en otros sitios. Indica que el pueblo está metido entre cerros, y que el río Parapara pasaba a cuadra y media o dos cuadras de la iglesia. En verano el río no corre y el agua que tomaban los vecinos, la sacaban de jagueyes o pocitos. Señala que la iglesia está bajo la invocación de Santa Catalina de Sena, construida de tapia y rafia con techo de teja y obra limpia, de una sola nave con coro alto y órga-no, sacristía, altar mayor y dos altares más en el cuerpo de la iglesia, medianamente ornamentada, aseada, con los altares decentes, y señala, que aunque es una estructura de una sola nave, no es una iglesia pequeña. Como no había cementerio, lo mandó a construir. El cura era don Andrés Curbelo, natural de Caracas, donde había nacido el 17 de abril de 1739. El padre Curbelo había llegado a Parapara, el 24 de julio de 1776, venía procedente del pueblo de indios de Charallave, donde había servido du-rante 10 años; es decir, que para el momento de la visita de Martí a Parapara, Curbelo tenía cuatro años actuando como pastor de almas de esa comunidad. De él dice Martí, “no tiene capellanía, predica y enseña la doctrina cristiana, es puntual en la admin-istración de los sacramentos, y estimado por los feligreses, por su buen genio, no se altera fácilmente, menos de una minoría, entre ellos don Pedro Gamarra, blanco de los más principales del pueblo de quien era enemigo, pero ya hicieron las paces”.

La enemistad de don Pedro Gamarra con el cura se debía a que éste le hizo apresar por el Teniente de Justicia, por haber cometido incesto con su cuñada doña Rosalía Torralba, mujer soltera, la cual parió y fue desterrada a Maracay, ello determinó que la mujer de Gamarra, doña Concepción Torralba no quisiera vivir más con su mari-do, por considerarlo inhabilitado, conllevando a que Gamarra injuriase y profiriese públicamente, palabras indecorosas contra el cura. Martí propició la reconciliación entre los dos hombres y entre los esposos. También parece que Gamarra mantenía relaciones con la parda Laura Sojo, casada con un primo o sobrino suyo, por lo que le prohibió cualquier trato o comunicación con la citada dama; también lo comprometió a asistir a misa, y solicitó al cura que le informase del futuro compartimiento del vecino para él tomar medidas. Además de este escándalo, también reseña otros que ocurren en el poblado y en sitios que pertenecen a la parroquia. A todos impone orden y solución.

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Según el relato, para 1780 pertenecían a la feligresía de Parapara, los siguientes sitios y lugares: * San Antonio. A tres leguas de Parapara. * Paya Arriba A medio cuarto de legua de Parapara. * Puepe. A Cuatro leguas * Paya Arriba. A medio cuarto de legua. * Uberito. A legua y media. * El Totumo. A media legua al oriente. * El Roble. A una legua. * La Platilla. A ocho leguas. * Quebrada de las Yeguas. A dos leguas.

Informa que en el pueblo viven todo tipo de gente, se refiere a las clases o castas que integran el estamento social paraparense de ese entonces, a saber: blancos, ne-gros, mulatos, sambos y otras clases. Esta información se puede complementar, con el aporte que hace J. A. De Armas Chitty, quien señala, que la población de Parapara para 1783 tenía 2008 habitantes, distribuidos así: blancos: 547; indios: 110; pardos: 894; negros: 257; y esclavos: 200. El poblado estaba integrado por 120 casas con 111 familias, y en los sitios y lugares de su jurisdicción había 219 casas y 205 familias. Como se puede ver, la clase social más numerosa era la de los pardos, seguida de los blancos, negros, esclavos, y en menor cuantía los indios. Información que es confir-mada por Martí, cuando expone: “Acá hay también algunos indios desperdigados de otros pueblos, me dice el cura que son pocos”.

En cuanto a la situación económica de los habitantes, deja saber que la mayoría eran pobres, que poseían entre diez y veinte o más reses, alguna mula o caballo. Los ricos eran muy pocos. La población se alimentaba de leche, maíz, arroz, platanos, ñame, yuca y otras legumbres, que cultivaban en los cerros que rodean al pueblo, donde se producía todo en abundancia en la época de invierno, ya que en verano se secaba casi todo.

En cuanto a la contribución que daban los vecinos a la iglesia anualmente, expone que era de doscientos cincuenta pesos, de ellos, 50 eran para comprar pan, vino y cera, y 200 para el cura. Contribución que todos los vecinos pagaban por prorateo. Señala que la recaudación no se hacía completa, ya que la mayoría de la población era pobre, por lo que recomendó al cura que se hiciese un nuevo prorateo, y así evitar el perjuicio para la iglesia y para él.

Durante su estadía en Parapara, el obispo Martí también visitó al sitio de Paya Arriba, señala que es un pueblo habitado por unas 200 almas, que dista a medio

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cuarto de legua desde la iglesia de Parapara, con unas 125 casas, en opinión del cura, los vecinos son gente especialmente buena, dóciles, de buen genio y bien intencionados, respetuosos de los santos sacramentos. Entre las vecinas más devotas señala a las mulatas Ana María Pereira, y Micaela Ochoa y sus hijas. Expone que en la iglesia hay un relicario con una imagen muy semejante a la de Nuestra Señora de la Corteza de Acarigua, la imagen está pintada en una piedra llana de unos tres dedos de ancho y casi lo mismo de alto, apareció en una quebrada después de una gran creciente hacían unos 70 años atrás, es decir en 1710 aproxi-madamente, en el valle de Las Yeguas, a dos leguas hacia el monte. La halló allí un indio, sobre unas piedras, y la llaman Nuestra Señora de La Peña. Expresa el Obispo, que la imagen está muy clara, la describe con un niño en los brazos, parecida a virgen de la Concepción, colocada en un nicho en lo más alto del altar mayor. Señala que la imagen es muy milagrosa y la gente le tiene mucha fe. Para ilustrar la devoción que le tienen, dice que un devoto va a celebrar el 08 de septiembre que es el día de Nuestra Señora de La Peña, una fiesta y donará 250 pesos. Otro devoto pedía limosna para celebrar el día, y él le concedió licencia para que continuase pidiendo limosna, y celebrara la fiesta de la virgen los próximos tres años.

En cuanto a la localización geográfica de Paya Arriba, expone que el pueblo está situado entre cerros que no son muy altos, de norte a sur hay un cuarto de legua entre cerro y cerro, mientras que de oriente a poniente, la distancia es mayor entre ellos. En la parroquia habitaban más de dos mil almas de todas las condiciones y clases: blancos, negros, mulatos, sambos, y algunos indios desperdigados. Cree que en la comarca nunca faltará gente en abundancia, porque las tierras son muy buenas para engordar el ganado que traían de los llanos y de la otra banda de Apure, para engordarlo en dos meses y luego enviarlo a Caracas, donde era vendido. Además los pobres podían vivir aquí mejor que en otros parajes, porque las tierras de los cerros, cañadas y quebradas son muy buenas para sembrar.

En su visita a Paya Arriba se entrevistó con don Andrés Antonio Bolívar, quien habló con el obispo en representación de la comunidad de La Platilla, donde habit-aban 38 familias, Bolívar le presentó un memorial, donde pedía licencia para reed-ificar la capilla en honor de San Antonio, que desde hacía algunos años se había caído y estaba en ruinas, y sus alhajas y ornamentos habían sido trasladadas a Paya para que las mantuviesen en la sacristía de esa comunidad. También solicitó que el cura Curbelo residiese en La Platilla durante una temporada de cuatro meses al año, como se hacía en otros tiempos, solicitud que le fue negada con el argumento que en Parapara había mucho más gente y no había sino un sólo cura para atender la parroquia; le recomendó fundar una capellanía de tres o cuatro mil pesos para que

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se ordenase un sacerdote que les diese misa y les administrara el pasto espiritual. Consideraba Martí que eso era más fácil que crear una nueva parroquia en La Platilla. Para el año 1780 cuando se produce la visita del obispo Martí, el teniente de Jus-ticia de Parapara era Francisco Osío, quien residía en el pueblo, y además, tenía a su cargo los pueblos de Ortiz y Tiznados.

De la relación de personas que refiere, los apellidos más comunes en Parapa-ra para ese entonces, eran: Gamarra, Muxica, Alvis, Torralba, Sojo, Sánchez, Reyes, Carreño, Solano, España, Borrego, Requena, Silva, Pereira, Ochoa, Sam-brano, García, Bolívar, Hidalgo, Torres, Herrera, Cordova y Serrano, entre otros.

A manera de conclusión se puede decir, que para el año 1780, cuando el obispo Mariano Martí visita a Parapara, esta es una población dedicada a la agricultura y a las actividades pecuarias, donde conviven unos 2000 habitantes. Se aprecia una pro-funda diferenciación social de los blancos con respecto a las demás clases y castas que formaban los negros, mulatos y sambos, entre otras, integrada por gente pobre.

También se puede deducir, que un segmento importante de la población no vive según los preceptos de la iglesia y sus mandamientos, por lo cual debe imponer cor-rectivos, además de instruir al padre Andrés Curbelo para que imponga orden. Los pecados cometidos especialmente por los más pudientes, son motivo de enemistad de estos con el cura, y por ende con la iglesia, con las consecuencias que ello determin-aba.

Para 1780, Paya Arriba era un pueblo habitado por una población importante, que tenía mejores condiciones económicas que Parapara. Llama la atención, que el sitio sirviera para llevar ganado de los llanos y de la otra banda de Apure para engordarlo, en su arreo hasta los mataderos de Caracas.

Se aprecia la fe religiosa y la devoción por Santa Catalina y la virgen de La Peña de la feligresía.

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Capítulo XVI

Capitán Dionisio Machado Salazar.Un patriota santamarieño.

Aproximación histórica

A finales del año 1811 la estabilidad de la República de Venezuela estaba seria-mente amenazada ante el avance realista. En distintos puntos del país se producían amotinamientos de negros y pardos que se pronunciaban contra el gobierno de los mantuanos. El clima político se agravaba aceleradamente, hasta que se produjo la inevitable caída de la Primera República, como resultado de diversos factores, tales como la indisciplina del ejército, la debilidad del poder ejecutivo, las deserciones y revueltas internas, problemas que contribuyeron a desgastar la estructura del régi-men republicano recién constituido, hasta conducirlo a su extinción en julio de 1812, cuando el ejército patriota se vio obligado a capitular frente a los realistas.

Ante el ambiente de confrontación que vivía el país, al iniciarse las hostilidades entre patriotas y realistas, el santamarieño Dionisio Machado Salazar, fue uno de los jóvenes que se alistó en la empresa libertaria. En 1810 ya se había iniciado como soldado, su incorporación a la causa libertadora empezó con los sucesos de abril de ese año en Caracas. En 1815 organizó en los llanos una compañía, con la cual se unió en San Diego de Cabrutica a Pedro Zaraza, quien lo nombró capitán de la compañía, lo que permite inferir su arrojo y valentía, y los servicios que ya había prestado a la causa libertadora.

La iniciación de Dionisio Machado en la lucha pro-independentista es poetizada por el historiador José Antonio de Armas Chitty (citado por Adolfo Rodríguez, 1998) de la manera siguiente: “En la vida callada de Ipire, en el silencio de la villa mantua-na donde se observaba sin alteración el cumplimiento de las normas que veinte años atrás dejara la fe voluntariosa del obispo Martí; allí, en la paz bucólica del pueblo, escoltado de bosques verdes, levantase el hijo de don José María Machado. Nunca

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llegó hasta esa tierra el eco de las voces apagadas en la sombra de la colonia, pero la luz de los ojos rebeldes mantuvo a través del tiempo su crepúsculo”. Y continúa: “un día cualquiera de comienzos de siglo, por la calle del Nacimiento de Dios que remata en los farallones de Misacantada, Dionisio Machado va con sigilo. Después de los greñales de Los Mangos se abre la plaza. Al fondo en la sombra verde de la quebrada se mueven algunos hombres. Algarrobos y ceibos dan cobijo a los conspiradores. Tienen que ir con cautela porque el teniente de justicia es un hombre alerta y la ruta que lleva Machado y que ya hicieron los suyos es la misma por donde el representante de la Real Audiencia envía su gente hacia Barcelona”.

El doctor Adolfo Rodríguez (1998), deduce que Dionisio Machado y Aniceto Torrealba “debieron presenciar el encuentro entre Mc Gregor y Pedro Zaraza en la casa machadera, en la esquina de La Palma el 06 de agosto de 1816, luego de la batalla de Quebrada Honda, planificando los éxitos de El Alacrán y El Juncal, “al abrigo de las inundaciones y ríos” como dice la Gaceta de Caracas del 18.9.1816”.

Fue Machado uno de los triunfadores con Gregor Mac Gregor en la batalla de El Alacrán, el 06 de septiembre de 1816. De allí pasó a formar filas en el ejér-cito del general Carlos Piar, con quien triunfó el 26 de septiembre de 1816 en la batalla de El Juncal. Por su valor fue ascendido por Piar a segundo comandante.

Su hoja de vida reporta que fue jefe militar en El Chaparro, lo que permite dedu-cir que en abril de 1817, Machado estuvo con Pedro Zaraza acompañando a Simón Bolívar, por los caminos ipireños que controlaba Zaraza, quien guía al Libertador en su retorno hacia Guayana. Según investigaciones adelantadas por Adolfo Rodríguez, e informaciones orales recogidas por el poeta zaraceño José Rodríguez Malaspina, el itinerario de Bolívar en abril de 1817 en la región, fue el siguiente: 1) El Chaparro, 2) el río Unare, 3) Barutal, 4) El Alacrán, 5) hato El Mamón, 6) hato El Toro (o La Puerta del Toro), 7) hato La Palmita (llamado hoy La Palmita Monaguera), 8) quebra-da Apamate, 9) San Pedro de Agua Sucia, 10) Las Delicias, 11) quebrada San Pedro, 12) quebrada Agua Sucia, 13) río Ipire, en la divisoria entre los actuales municipios de Santa María de Ipire y Zaraza, 14) Siete Palos, 15) quebrada La Patriótica, 16) Cunaguaro, 17) quebrada La Culebra, 18) quebrada El Venado, 19) hato El Toro, 20) laguna El Muerto, 21) quebrada El Arestín, 22) río Zuatica, 23) quebrada Chaparral, 24) hato Loma del Viento, 25) actuales límites entre los estados Guárico y Anzoáte-gui, 26) quebrada Palote, y 27) hato La Leona.

En consecuencia, los capitanes Dionisio Machado y Aniceto Torrealba participa-ron de esta gloriosa acción, la cual ha sido poco ponderada y reconocida por la histo-

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ria y la historiografía regional y nacional, que hace de esta región, gracias a la gesta de Pedro Zaraza y sus aguerridos llaneros, el único bastión patriota que se conservó después de la caída de la Segunda República.

También en 1817, el capitán Medina Salazar, con los capitanes Bartolomé González y Pedro Muguerza, actúo como comisionado de Pedro Zaraza, ante los comisionados de Juan José Rondón, para organizar el encuentro de los dos generales y materializar la incorporación de Rondón a las filas patriotas, acto que se realizó el 03 de octubre de 1817 en el sitio de Los Boquerones.

En 1818 lo dejaron manco en una escaramuza cerca de San Antonio de Apure. No obstante su minusvalía continúo en armas hasta el año 1824, cuando desempeñó la comandancia de armas de la población de Santa María de Ipire, que era su lugar de nacimiento. Entre 1825 y 1842 desarrolló su vida política y militar en el Ipire, alternándose en diferentes cargos. En 1825 inició la tramitación de su Despacho de teniente coronel, para ello en 1826 levantó un justificativo de las propiedades que su padre, don José María Machado, puso al servicio de la causa independentista en Santa María de Ipire. Cuando comenzó los trámites para obtener una pensión y sus haberes militares, sólo presentó una cédula como capitán inválido. En la documentación pre-sentada para tratar de obtener esos logros, expuso que era hijo legítimo de don José María Machado y Rosalía Salazar.

En el año 1835, desempeñándose como juez de paz de esa villa, le tocó de-fender al gobierno legítimo del doctor José María Vargas, ante la conjura de “Las Reformas”, cuyo cabecilla intelectual era Santiago Mariño, y el brazo ejecu-tor el teniente coronel Pedro Carujo Hernández, quien era natural de Barcelo-na y primo hermano del ya difunto general José Antonio Anzoátegui Hernández.

En febrero de 1835 el presbítero, doctor José Vicente Polacre Burgos, vino desde Chaguaramal de Perales a Santa María, a oficiar la boda del capitán Dionisio Mach-ado con su hasta entonces concubina Celestina Padrino, hija legítima de Santiago Padrino y María Silva. Del matrimonio nacieron los siguientes hijos: Juan Antonio (militar como su padre), Petronila, Manuel José, Críspula, Josefa Antonia y Rosaura Machado Padrino.

De la conducta y celo patriótico de Machado dieron fe por escrito, el párroco San-tiago Álvarez y el alcalde primero Lucas Rodríguez, quienes aseguraban la manque-dad e inutilidad del peticionario, el escrito lo certifica el secretario Nicanor López. La pensión y cédula de inválido se la otorgaron el 26 de mayo de 1842. La muerte le

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sobrevino al capitán Machado el 13 de noviembre de 1849. La viuda que era anal-fabeta, comisionó como apoderado a Nicolás Mosqueda para que le refrendaran los beneficios otorgados con anterioridad a su esposo. Estos le fueron reconocidos en 1850, en 1864 y en 1867, siempre con cédula de inválido. En 1852 le otorgaron el montepío.

El capitán Dionisio Machado fue el padre del también militar y político Juan An-tonio Machado Padrino, conocido en la historiografía venezolana como “El Chingo Machado” (1830-1883), compañero de luchas del general Antonio Guzmán Blanco. Fue gobernador del Distrito Federal y presidente del estado Guayana. En 1876 fue propuesto como candidato a la presidencia de la República, pero no obtuvo los votos necesarios. Después fue ministro de Guerra y Marina, y en 1879 de nuevo fue pre-candidato a la presidencia, pero al distanciarse de Guzmán Blanco pierde todas las posibilidades y se alza en armas. En la batalla de la quebrada de Machadito (en el actual estado Anzoátegui), es ultimado por las fuerzas leales al gobierno.

En los documentos de este ilustre héroe y patriota que se encuentran en el Ar-chivo General de la Nación (AGN), aparecen como funcionarios santamarieños de la época: juez público, Domingo Pedrique; Secretario, Anteportán Pedrique. El de-sempeño militar lo avalan: en 1824, el GB. Julián Infante; en 1836, el GB. Pedro Hernández; y en 1836, lo hace desde Valencia el comandante José María Zamora.

Referencias Bibliográficas

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