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Hijos e Hijas víctimas de la Violencia de Género: Importancia de una Intervención Directa. JOSEFA CUESTA ROLDÁN Y Mª CARMEN MONREAL GIMENO 1. INTRODUCCIÓN Durante los últimos años el número de medidas de atención hacia las mujeres ha ido en aumento, pero con el foco de atención puesto indudablemente en ellas, se ha ido dejando a un lado a otras víctimas que también han vivido y sufrido las situaciones de malos tratos, sus hijos e hijas. Aún hoy en día es fácil encontrar profesionales que siguen pensando que una adecuada intervención sobre la mujer, va a repercutir directamente en el niño/a, por lo que éste no necesitaría recibir atención alguna. Este pensamiento es erróneo, porque aunque es cierto que un cambio y un equilibrio psicológico y físico en la madre va a influir positivamente en todos/as los/as que estén a su alrededor, eso no significa que los/as menores no necesiten también una intervención específica como víctimas directas de la Violencia de Género que se ha ejercido en su hogar. Actualmente la violencia de género ha dejado de ser un fenómeno privado, y se ha convertido en un fenómeno internacional como queda recogido en el Estudio del Secretario de Naciones Unidas (Nueva York, Naciones Unidas, 2006): “La violencia contra la mujer es una forma de discriminación y una violación de los derechos humanos. Causa perjuicio a las familias durante generaciones, empobrece a las comunidades y refuerza otras formas de violencia en las sociedades. La violencia contra la mujer tiene consecuencias de largo alcance tanto para ella como para sus hijos/as y la sociedad en su conjunto. Éstos corren más riesgos de tener problemas de salud, bajo rendimiento escolar y trastornos de conducta.” En relación a este tema se presenta la siguiente investigación, que se desprende de un estudio realizado sobre la Situación Legislativa y las Medidas de Intervención en hijos e hijas víctimas de la Violencia de Género en Andalucía (Josefa Cuesta, 2012), en el que se concluyó entre otras cuestiones, que actualmente no existe una mención legal a la necesidad de atención que los/as menores requieren como consecuencia de haber sufrido graves situaciones y exposiciones a la Violencia de Género, y ni siquiera son reconocidos/as como víctimas directas. Además de ser muy escasos, los servicios de atención específica tanto públicos como privados que existen para estos/as menores a nivel andaluz.

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Hijos e Hijas víctimas de la Violencia de Género: Importancia de una Intervención Directa.

JOSEFA CUESTA ROLDÁN Y Mª CARMEN MONREAL GIMENO

1. INTRODUCCIÓN

Durante los últimos años el número de medidas de atención hacia las mujeres ha ido en aumento, pero con el foco

de atención puesto indudablemente en ellas, se ha ido dejando a un lado a otras víctimas que también han vivido y

sufrido las situaciones de malos tratos, sus hijos e hijas.

Aún hoy en día es fácil encontrar profesionales que siguen pensando que una adecuada intervención sobre la mujer,

va a repercutir directamente en el niño/a, por lo que éste no necesitaría recibir atención alguna. Este pensamiento es

erróneo, porque aunque es cierto que un cambio y un equilibrio psicológico y físico en la madre va a influir

positivamente en todos/as los/as que estén a su alrededor, eso no significa que los/as menores no necesiten

también una intervención específica como víctimas directas de la Violencia de Género que se ha ejercido en su

hogar.

Actualmente la violencia de género ha dejado de ser un fenómeno privado, y se ha convertido en un fenómeno

internacional como queda recogido en el Estudio del Secretario de Naciones Unidas (Nueva York, Naciones Unidas,

2006): “La violencia contra la mujer es una forma de discriminación y una violación de los derechos humanos. Causa

perjuicio a las familias durante generaciones, empobrece a las comunidades y refuerza otras formas de violencia en

las sociedades. La violencia contra la mujer tiene consecuencias de largo alcance tanto para ella como para sus

hijos/as y la sociedad en su conjunto. Éstos corren más riesgos de tener problemas de salud, bajo rendimiento

escolar y trastornos de conducta.”

En relación a este tema se presenta la siguiente investigación, que se desprende de un estudio realizado sobre la

Situación Legislativa y las Medidas de Intervención en hijos e hijas víctimas de la Violencia de Género en Andalucía

(Josefa Cuesta, 2012), en el que se concluyó entre otras cuestiones, que actualmente no existe una mención legal a

la necesidad de atención que los/as menores requieren como consecuencia de haber sufrido graves situaciones y

exposiciones a la Violencia de Género, y ni siquiera son reconocidos/as como víctimas directas. Además de ser muy

escasos, los servicios de atención específica tanto públicos como privados que existen para estos/as menores a

nivel andaluz.

Pues bien, el propósito de esta investigación es la realización de un estudio piloto sobre los síntomas y

consecuencias de la situación vivida por un grupo de madres y sus hijos/as que han sufrido y vivido la violencia de

género en su hogar. A través de entrevistas, se recogieron una serie de datos de interés en relación a los síntomas

que presentaban los/as menores a causa de las situaciones vividas.

2. DESARROLLO.

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2.1. Marco teórico.

Durante años se ha investigado sobre las consecuencias y el daño que produce en las mujeres la violencia de

género, pero no es hasta hace unos años cuando empezaron a desarrollarse estudios sobre los efectos que este

tipo de violencia podría tener también sobre los/as hijos/as.

En los hogares donde existe violencia de género se repiten a diario una gran variedad de comportamientos abusivos

por parte del maltratador hacia su pareja, tales como: abuso emocional, acoso, amenazas, violencia sexual,

agresiones físicas e incluso el peor de los finales, el asesinato. Pero no sólo las mujeres están expuestas y sufren

estas vejaciones, los/as niños/as que viven en esos hogares

están ex expuestos también a ese tipo de violencia de varias formas: siendo testigos visuales o auditivos,

observando los efectos en la madre víctima, como contusiones y heridas, o en el hogar, ya que pueden provocar

desorden, agujeros en las paredes y puertas. Sin sumar además que estos/as niños/as también pueden verse

influidos por la afectación psicológica de esa violencia en su madre.

Investigar por tanto, y conocer la realidad de estos/as menores es muy importante, ya que se estima que estos/as

niños/as tienen entre dos y cuatro veces más posibilidades de exhibir problemas de comportamiento clínicamente

significativos, comparado con otros/as menores, por lo que es de suma importancia la necesidad de realizar

programas de intervención y tratamiento específicos, no sólo para sus madres, sino también para ellos/as.

2.2. Consecuencias en los/as menores.

Uno de los primeros estudios sobre las consecuencias de la violencia de género en menores es el de Jaffe, Wilson y

Wolfe (1986)1, en donde los autores informaron que entre el 25 y el 70% de los/as niños/as expuestos a este tipo de

violencia presentaban problemas clínicos de conducta, poniendo de relieve la relación existente entre conflicto de

pareja intenso y problemas de conducta de los/as hijos/as.

Agresividad: se trata de uno de los síntomas más frecuentemente encontrados en niños y niñas que han vivido y

sufrido situaciones de violencia de género. Según el estudio de Jaffe, Wilson y Wolfe (1986), ser testigos de

violencia de género en el hogar puede generar actitudes en los menores que justifican su propio uso de la violencia,

y la percepción de que la violencia es aceptable o no puede afectar a su comportamiento en otras relaciones

interpersonales. En muchos de los casos estos niños y niñas nacen ya en un hogar donde impera la violencia, no

han conocido otra forma de relación y viven inmersos en el dolor que causa su padre a su madre y a ellos/as

mismos/as, por lo que aprenden a convivir con ello.

Conductas antisociales y delictivas: se estima que ente el 25 y el 70% de los menores de familias en las que se

producen episodios de violencia, manifiestan problemas clínicos de conducta, como conductas agresivas y

antisociales (McDonald y Jouriles, 1991)2. En relación al binomio -exposición a la violencia de género en la

adolescencia y la conducta delictiva-podemos encontrar el estudio realizado por Herrera y McCloskey (2001)3, en el

que encontraron que la exposición a la violencia de género en la niñez, predice futuros actos delictivos, o el de

González de Rivera (2002) que encontró que la exposición a la violencia de género provoca en la adolescencia

resistencia a las normas y falta de ideales y proyectos.

Ira y Hostilidad: cuando los niños y niñas adolescentes se exponen a alto niveles de hostilidad y agresión por parte

de sus progenitores, éstos/as pueden sentir diferentes y contradictorias emociones y reaccionar mostrando altos

niveles de ira, por lo que pueden llegar a responder de forma agresiva a los estímulos incluso en situaciones en las

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que la respuesta de ira no ha sido provocada o no es la adecuada a la situación. Lo que llegan a hacer estos niños y

niñas es interpretar que las expresiones de ira son un medio eficaz para cubrir sus necesidades y desarrollan

respuestas automáticas de ira en las situaciones sociales conflictivas.

Ansiedad: los menores se pueden sentir ansiosos sobre todo al desarrollar expectativas de que las interacciones en

las discusiones van a derivar en agresiones físicas. Uno de los cuadros diagnósticos que aparecen más

frecuentemente en niños y niñas que han vivido la violencia de género, es el Trastorno de Estrés Postraumático

(TEPT) con síntomas como la re experimentación del evento traumático, síntomas de activación como la

hipervigilancia, y retraimiento emocional.

Depresión: la depresión está íntimamente unida a la ansiedad, ya que esa anticipación que realizan los niños y

niñas de que las discusiones derivarán en agresiones físicas, no sólo provoca ansiedad, sino también aumenta la

probabilidad de desarrollar síntomas depresivos.

Trastornos del Aprendizaje y del Desarrollo: las consecuencias psicológicas de la exposición y vivencia de la

violencia de género en el hogar, ocasiona patologías clínicas en los y las menores (como se ha ido viendo) que son

las que afectan directamente en su rendimiento escolar. En cuanto al desarrollo, muchos de los niños y niñas

experimentan pesadillas, no tienen control de esfínteres, sufren crisis de pánico y presentan patrones de sueño

interrumpidos./

Problemas de adaptación Psicosocial: los menores que han experimentado alguna forma de rechazo parental o

maltrato tienden a presentar sesgos atribucionales hostiles y aprenden a anticipar y a evitar las conductas de

rechazo, generalizando esta anticipación a contextos interpersonales y desarrollando con alta probabilidad déficits

en el procesamiento de la información social. Así, es más probable que estos niños y niñas que se muestran

agresivos en las relaciones interpersonales con sus iguales no sean aceptados entre sus compañeros y

compañeras, aumentando el riesgo de aislarse o relacionarse con grupos de pares agresivos.

Crecimiento: la violencia de género también tiene repercusiones sobre el crecimiento de los y las menores: retraso

en el crecimiento, trastorno de la conducta alimentaria, dificultad o problemas de sueño, regresiones, déficits en

habilidades motoras, y síntomas psicosomáticos (alergias, asma, cefaleas, dolores abdominales, enuresis nocturna,

etc).

2.3. Modelos explicativos.

Además de estos estudios, existen diferentes propuestas teóricas sobre las consecuencias en los/as niños/as de la

exposición a la violencia de género, y cada una de ellas pone el énfasis en distinto procesos o mecanismos que

subyacen al inicio de los síntomas relacionados:

Teoría del Apego: Según esta teoría los/as menores que son expuestos a violencia familiar desde muy temprana

edad, tienen una alta probabilidad de de desarrollar un patrón desorganizado de vinculación, que provoca efectos

adversos en su desarrollo. Así, los/as niños/as que son maltratados tienen un mayor riesgo de desarrollar vínculos

inseguros al no recibir apoyo emocional de los adultos que les aterrorizan, (Cicchetti, Toth y Lynch, 1995) 4. Según

Bowbly (1989)5, la etiología de numerosas patologías infantiles está relacionada con los vínculos de apego

desarrollados con los cuidadores principales, por tanto si existe una falta o deterioro de los mismos, como en el caso

del maltrato, abuso o violencia de género, se podrían generar dichas patologías.

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Teoría del Desarrollo: Según esta teoría, las experiencias tempranas proporcionan la base para las posteriores

adaptaciones al entorno, moderando o exacerbando el impacto de los acontecimientos vitales. Así, la exposición a la

violencia familiar durante la primera infancia, cuando la capacidad de regulación emocional está surgiendo y existe

una fuerte identificación de los menores con sus figuras de apego, proporcionará efectos negativos más fuertes y

duraderos en la adaptación a futuras experiencias. Parte de la idea, de que una familia donde existe violencia de

género es un ambiente inadecuado para que se dé un buen desarrollo.

Esta teoría, organiza el estudio de las consecuencias de la violencia de género en torno a los “hitos” del desarrollo

del niño o a la niña, de esta forma la violencia afecta al desarrollo del menor, dificultando la concesiòn de los “hitos”

evolutivos que se consiguen consecutivamente. Además, basándose en los resultados de los distintos estudios,

predice que la violencia de género va a afectar al desarrollo emocional, cognitivo y comportamental del menor,

aunque el impacto sobre él o ella, dependerá de la etapa de desarrollo en la que se encuentre y los recursos

personales y ambientales para hacerles frente.

Teoría del Aprendizaje Social: Siguiendo esta teoría, el comportamiento violento se puede transferir de generación

a generación, lo que se conoce como ciclo de la violencia. De este modo, los niños y niñas que proceden de familias

violentas aprenden diversas tácticas de agresión, explicando la transmisión intergeneracional de las conductas

violentas. La propuesta central de esta teoría es que los menores expuestos a violencia de género tienden a

desarrollar estrategias de afrontamiento del estrés y de resolución de problemas caracterizadas por el uso de la

violencia, legitimada por el aprendizaje intrafamiliar. Así el niño o la niña ante una situación de violencia en el hogar

se puede identificar con el agresor, aprendiendo a manipular y coaccionar a los demás para satisfacer sus

necesidades o en caso contrario, asimilando que sólo podrá relacionarse con los demás mediante la adopción de

comportamientos de sumisión, autoculpabilización, o desistiendo ante las dificultades. De esta forma, la violencia

puede perpetuarse a través de los papeles de maltratador y de víctimas, volviéndose adultos violentos o adultas

sumisas, potenciales maltratadores o víctimas respectivamente (Duarte, 2007)6<.

Teoría del Trauma: Esta teoría propone que la pérdida y la amenaza asociada a la situación de violencia de género,

crea un ambiente altamente estresante para los/as niños/as (DeBellis, 2001)7. La exposición crónica y severa a este

tipo de violencia, puede provocar en el/la menor una sintomatología más grave que otro tipo de estresor, debido a

los altos niveles de miedo, terror, desamparo, impotencia que genera, y a la percepción de que tanto él/ella como su

madre pueden morir o ser gravemente heridos (McNally, 1993; Moreno, 1999; Terr, 1990).

Teoría de la Resiliencia: Según la psicología positiva, no todos los niños y niñas expuestos a la violencia de género

presentan problemas, debido a la capacidad de resistencia frente a la adversidad o “resiliencia” (Hughes, Graham-

Bermann y Gruber, 2001)8. Este concepto se utiliza para explicar la forma sorprendente de adaptación y bienestar de

niños y niñas que habían sido criados en ambientes desfavorables y negativos, con múltiples factores de estrés

grave y crónico y por tanto potencialmente traumatizante. Se ha encontrado que la resiliencia o la habilidad para

afrontar exitosamente el estrés y los eventos adversos, proceden de la interacción de diversos factores de la vida del

niño o niña, entre ellos: la inteligencia, el temperamento del niño o niña, el locus de control interno o dominio, la

familia y el ambiente de la comunidad en la que vive, sobre todo la relación con su crianza y las cualidades de apoyo

que están presentes, y el número, intensidad y duración de las circunstancias estresantes o adversas por la que ha

pasado, especialmente en edades tempranas.

2.4. Diseño.

Partiendo de la base de que el objetivo del presente estudio piloto es identificar los síntomas y consecuencias

físicas, emocionales y psicológicas que sufren los/as menores que han vivido en hogares donde se ejercía la

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violencia de género, el diseño de investigación que se va a llevar a cabo será de tipo cualitativo, concretamente

exploratorio-descriptivo y transversal.

En cuanto al tipo de muestra, será no probabilística e intencional, se partió de un grupo de madres y sus hijos/as que

en el momento de la investigación participaban en un taller para hijos e hijas de mujeres víctimas de Violencia de

Género, impartido en un Centro Municipal de Información a la Mujer.

Las participantes en el taller eran mujeres víctimas de Violencia de Género que actualmente estaban

separadas/divorciadas de sus maridos, los cuales tenían todos ellos un régimen de visitas que consistía en fines de

semanas alternos más un día a la semana. Como consecuencia de todo este proceso, las mujeres habían sido

atendidas previamente por la Asesora Jurídica del Centro y ésta junto con la Psicóloga aconsejaba la participación

en el taller de ellas y sus hijos/as.

El grupo de veinte niños/as habían sido víctimas directas de la Violencia de género ejercida en el hogar, y sus

edades oscilaban entre los 6 y los 13 años.

Pues bien la recogida de datos consistió en una entrevista realizada a las madres, en la que no sólo se les

preguntaba por la historia de Violencia de Género que habían sufrido, además se les entregaba un listado de

síntomas, extraídos de Wolak (1998), que son las alteraciones más frecuentes detectadas en los/as menores que

han vivido este tipo de violencia.

Tabla 1. Instrumento de recogida de datos.

2.5. Resultados.

Como resultados más significativos extraídos de las entrevistas con las madres y del instrumento que se les pasó,

encontramos los siguientes:

El 100% de los/as menores habían sufrido o sufrían en el momento actual, irritabilidad y trastornos de la

conducta alimentaria.

El 87.5% habían tenido o tenían trastornos del sueño.

El 75% tienen problemas de concentración y aislamiento.

El 62.5% se mostraban miedosos, ansiosos y/o tristes, además de mostrar respuestas exageradas a

estímulos.

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El 50% mostraban indiferencia hacia los sentimientos de la madre, constricción emocional y evitaban

realizar actividades que les recordara a situaciones negativas vividas.

En menor medida con un 37,5% los/as niños/as tienen conductas de hipervigilancia y con un 12,5% han

disminuido su interés por actividades que antes les resultaban positivas.

3. CONCLUSIONES.

Por tanto y a partir de los resultados obtenidos se concluye a modo general que al hablar de menores que han

sufrido Violencia de Género, hablamos de niños/as que entre otras cosas, muestran trastornos del sueño a modo de

pesadillas, terrores nocturnos y miedo a la oscuridad; trastornos de la conducta alimentaria con falta de apetito.

Presentan conductas de hipervigilancia, se muestran indiferentes cuando las madres están agobiadas, en cambio

sienten miedo cuando éstas están enfermas. Algunos/as de ellos/as buscan la soledad y apenas hablan de sus

sentimientos con las madres, tienen dificultades en la concentración e irritabilidad que se traduce sobre todo en

agresividad verbal.

Además de todo esto, también se desprendió de las entrevistas con las madres, que algunos/as de los/as niños/as

presentan conductas y pensamientos machistas.

Por todo ello, creemos que es de suma importancia que se pongan en marcha recursos de atención específicos,

atendidos por profesionales especializados en el tema. Siendo además esta intervención una manera no sólo de

disminuir los efectos que la Violencia de Género deja sobre ellos/as, sino también como un instrumento para frenar

una posible transmisión transgeneracional de este tipo de violencia.

4. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.

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RESUMEN

Dado que ya se ha hablado y ofrecido información y orientación a las mujeres

víctimas de la violencia de género, he preferido centrarme en esas otras víctimas

invisibles de este tipo de violencia: los niños -hijos e hijas de la violencia doméstica-.

Niños expuestos a situaciones de malos tratos.

Con esta ponencia pretendo plasmar una visión general aunque esquemática de lo que

sabemos sobre el maltrato infantil en tanto que modalidad específica de violencia

doméstica.

A lo largo de la exposición nos iremos deslizando por diferentes niveles de análisis.

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En este marco, definimos la violencia familiar (Cantera, L. 2002. Maltrato infantil y violencia familiar de la ocultación a la prevención. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en El Salvador. PNUD 32 pp.) como un comportamiento consciente e intencional que, por acción o inhibición, causa a otro miembro de la familia un daño físico, psíquico, jurídico, económico, social, moral, sexual o personal en general. La violencia de género se refiere al maltrato físico, psíquico o sexual que reciben mujeres por parte de hombres con quienes han vivido o siguen viviendo una relación íntima.

La violencia de género (según la Ley Integral contra la violencia de género, 2004) se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión.

Recientemente, está dejando de ser considerada un asunto privado y cobra la relevancia de un problema social que debe ser comprendido y prevenido.Definimos el maltrato infantil (Centro Internacional de la Infancia de París) como cualquier acto por acción, omisión o trato negligente, de carácter no accidental, realizado por individuos, por instituciones o por la sociedad en su conjunto, y todos los efectos derivados de estos actos o de su ausencia que priven a los niños de su libertad o de sus derechos correspondientes y/o que dificulten su óptimo desarrollo.

Quiero incidir y resaltar que además de ser altamente probable que los niños sean también víctimas directas de violencia física o psicológica en situaciones de maltrato doméstico, los hijos de las mujeres maltratadas son receptores directos de la violencia contra sus madres, aunque ellos directamente no hayan recibido ni un solo golpe.

Vivenciar la angustia de la madre maltratada, su temor, inseguridad, tristeza, les produce una elevada inseguridad y confusión. Esa angustia se traduce en numerosos trastornos físicos, terrores nocturnos, enuresis, alteraciones del sueño, cansancio, problemas alimentarios, ansiedad, estrés, depresión, etc.

La UNICEF señala que, aunque no se les ponga la mano encima, presenciar o escuchar situaciones violentas tiene efectos psicológicos negativos en los hijos. Aunque no sean el objeto directo de las agresiones, padecen violencia psicológica, que es una forma de maltrato infantil y que la Convención Internacional de los Derechos del Niño -ratificada por España- considera una forma de maltrato infantil y la recoge en el artículo 19 como “violencia mental”.

Los niños no son víctimas sólo porque sean testigos de la violencia entre sus padres sino porque “viven en la violencia”. Son víctimas de la violencia psicológica, a veces también física, y que crecen creyendo que la violencia es una pauta de relación normal entre adultos (Save the Children, ONG).

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Pero lo peor, al estar en fase de crecimiento y desarrollo madurativo, conforman su personalidad en función de la violencia y la toman como modelo, interiorizando los roles de maltratador o maltratada. Interiorizan patrones de comportamiento violentos y no discriminan lo que es adecuado o está bien, de lo que es injustificable.

En la mayoría de los casos la violencia se produce en etapas donde los niños maduran su desarrollo psicológico. Las agresiones de una figura primordial de referencia en su desarrollo (el padre) sobre el agente de socialización por excelencia (la madre). Los hijos de un maltratador crecen inmersos en el miedo. Ellos y ellas son candidatos al diagnóstico de toda la variedad de trastornos por estrés traumáticos, depresiones por desesperanza o de posibles trastornos de personalidad. Todo ello sin un solo golpe, sin un maltrato “directo”. El ejercicio de la Violencia Doméstica siempre afecta a los niños, siempre, bien como receptores, bien como testigos.

Me dirijo en este caso a las madres, que como víctimas en ocasiones no pueden, y en otras no son conscientes de que sus hijos, aunque no sean directamente agredidos, sí lo están siendo de forma indirecta, sólo por el hecho de presenciar o vivir una situación de violencia en el ámbito familiar. Y los efectos de la violencia sobre los niños, de todas las edades, son terribles.

Grosso modo, las consecuencias de la violencia familiar para estos niños son gravísimas, tanto a corto, como a largo plazo. De hecho, los trastornos y problemas psicológicos y sociales que presentan estos niños son similares a los que presentan sus madres como víctimas de violencia de género. Es decir, los niños en esta situación, insisto, también están siendo agredidos.

Es un mito, dentro de la violencia contra la mujer, que la conducta violenta del agresor a la mujer no es un riesgo para los hijos. Sin embargo, muchísimos estudios prueban que los hijos, sean víctimas directas o indirectas, padecen enormes consecuencias negativas, tanto para su desarrollo físico como psicológico, tanto efectos a corto como a largo plazo, afectando a sus emociones, pensamientos, valores, comportamiento, rendimiento escolar y adaptación social. Manifiestan conductas externas: agresivas, antisociales, desafiantes, etc., e internalizadas: inhibición, miedo, baja autoestima, ansiedad, depresión, síntomas somáticos, etc.

Efectos en los niños, víctimas o testigos, de la violencia de géneroLas alteraciones detectadas en los niños y las niñas afectan diferentes áreas: física, emocional, cognitiva, conductual y social (Wolak, 1998):

Problemas físicos:- Retraso en el crecimiento– Dificultad o problemas en el sueño y en la alimentación– Regresiones– Menos habilidades motoras– Síntomas psicosomáticos (eczemas, asma, etc.)– Inapetencia, anorexia

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Problemas emocionales:- Ansiedad– Ira– Depresión– Aislamiento– Baja autoestima– Estrés post-traumático

Problemas cognitivos:

- Retraso en el lenguaje– Retraso del desarrollo– Retraso escolar (rendimiento)

Problemas de conducta:- Agresión– Crueldad con animales– Rabietas– Desinhibiciones– Inmadurez– Novillos– Delincuencia– Déficit de atención-hiperactividad– Toxodependencias

Problemas sociales:- Escasas habilidades sociales– Introspección o retraimiento– Rechazo– Falta de empatía/Agresividad/Conducta desafiante

Figura 1. Efectos directos e indirectos de la violencia en hijos de mujeres maltratadas

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Los factores que determinan el alcance del impacto de la violencia en los niños son, básicamente:

- Edad y nivel de desarrollo– Género– Tipo, severidad y tiempo de exposición a la violencia– Contexto familiar– Tipo de intervención social– Acumulación de otros factores estresantes

Transmisión generacional de la violencia. El modelo de aprendizajeExisten efectos a más largo plazo que se producen en los niños expuestos a violencia en el contexto familiar. El más destacado es el modelo de aprendizaje de comportamientos violentos. Se ha estudiado que estos niños, de mayores, con más frecuencia y probabilidad maltratarán a sus parejas y que las niñas serán víctimas deviolencia de género.Los hijos de la violencia de género están viviendo de forma continuada y prolongada situaciones de violencia y abuso de poder, experiencias que les marcarán en su desarrollo, personalidad, comportamiento y valores en la edad adulta. Aprenden a entender el mundo y las relaciones de forma inadecuada. Tengamos en cuenta que la familia es el primer agente socializador y el más determinante para el desarrollo y la formación de modelos y roles.

Las relaciones familiares violentas influirán en el significado que el niño atribuya a las relaciones interpersonales, y más concretamente a las relaciones entre géneros, entre hombres y mujeres. Estos patrones violentos de comportamiento y relación se aplicarán a sus propias relaciones, desarrollando conductas sexistas, patriarcales y violentas.

Algunos autores llegan a la conclusión de que los menores expuestos a violencia hacia su madre desarrollarán unas creencias y valores asociados a la violencia de género, tales como:

1) El hombre es el que manda en la familia; todos los demás deben obedecerle

2) Las mujeres son inferiores al hombre y no tienen los mismos derechos

3) Si un hombre golpea a una mujer es porque se lo merece o porque ella lo provoca

4) El pegar a las mujeres es normal, es frecuente y no tiene repercusiones

5) Si quieres que te respeten tienes que ser violento

No tienen opción a aprender estrategias más adecuadas de relación interpersonal, de solución de conflictos, flexibilidad, diálogo o respeto.

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Evaluación de los menores víctimas de la violencia de género- Debemos ser conscientes de las consecuencias negativas que sufren los niños víctimas directas de la violencia doméstica. Asumir que también son víctimas y pueden sufrir graves perjuicios en su desarrollo físico y emocional.

- Prevención/intervención inmediata desde los servicios sociales, psicológicos, sanitarios, educativos, fuerzas policiales, desde el ámbito jurídico, etc. A fin de detectar cuanto antes este problema. También las madres, los vecinos, la sociedad en general.

- A las madres, los psicólogos, profesores, profesionales de la salud, hacer un llamamiento para estar atentos a fin de determinar indicadores/síntomas/trastornos que puedan estar originados por la exposición a la violencia intrafamiliar. (Muchas madres acuden a consulta con diversa sintomatología psicológica sin ser conscientes de que es producida por el maltrato que sufren, a veces, incluso, “empujadas” por el sujeto maltratador, trasladándoles a ellas la culpa de su estado).

- Desde el contexto judicial, en cada situación que indique violencia contra la mujer y en el que haya niños inmersos se debería actuar lo más rápido y eficazmente posible para valorar la victimización infantil.

Violencia contra la mujer

Violencia de pareja y violencia sexual contra la mujer

Nota descriptiva N.° 239

Octubre de 2013

Datos y cifras

La violencia contra la mujer -especialmente la ejercida por su pareja y la violencia sexual- constituye un grave problema de salud pública y una violación de los derechos humanos de las mujeres.

Las cifras recientes de la prevalencia mundial indican que el 35% de las mujeres del mundo han sufrido violencia de pareja o violencia sexual por terceros en algún momento de su vida.

Por término medio, el 30% de las mujeres que han tenido una relación de pareja refieren haber sufrido alguna forma de violencia física o sexual por parte de su pareja.

Un 38% de los asesinatos de mujeres que se producen en el mundo son cometidos por su pareja.

Estas formas de violencia pueden dar lugar a problemas de salud física, mental, sexual y reproductiva y otros problemas de salud, y aumentar la vulnerabilidad al VIH.

Entre los factores de riesgo de comisión de actos violentos cabe citar un bajo nivel de instrucción, el hecho de haber sufrido maltrato infantil o haber presenciado escenas de violencia en la familia, el uso nocivo del alcohol, actitudes de aceptación de la violencia y las desigualdades de género.

Entre los factores de riesgo de ser víctima de la pareja o de violencia sexual figuran un bajo nivel de instrucción, el hecho de haber presenciado escenas de violencia entre los progenitores, la exposición a maltrato durante la infancia, y actitudes de aceptación de la violencia y las desigualdades de género.

En entornos de ingresos altos, hay ciertos indicios de la eficacia de los programas escolares de prevención de la violencia de pareja (o violencia en el noviazgo) entre los jóvenes.

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En los entornos de ingresos bajos, aparecen como prometedoras otras estrategias de prevención primaria, como la microfinanciación unida a la formación en igualdad de género y las iniciativas comunitarias dirigidas contra la desigualdad de género o tendentes a mejorar la comunicación y las aptitudes para las relaciones interpersonales.

Las situaciones de conflicto, posconflicto y desplazamiento pueden agravar la violencia y dar lugar a nuevas formas de violencia contra las mujeres.

Introducción

Las Naciones Unidas definen la violencia contra la mujer como "todo acto de violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada".La violencia de pareja se refiere al comportamiento de la pareja o ex pareja que causa daño físico, sexual o psicológico, incluidas la agresión física, la coacción sexual, el maltrato psicológico y las conductas de control.La violencia sexual es cualquier acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual u otro acto dirigido contra la sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona, independientemente de su relación con la víctima, en cualquier ámbito. Comprende la violación, que se define como la penetración, mediante coerción física o de otra índole, de la vagina o el ano con el pene, otra parte del cuerpo o un objeto.Alcance del problema

Las estimaciones más precisas de la prevalencia de la violencia de pareja y la violencia sexual en entornos sin conflictos son las proporcionadas por encuestas poblacionales basadas en el testimonio de las víctimas. En un estudio de la OMS sobre la salud de la mujer y la violencia doméstica contra la mujer (WHO multi-country study on women’s health and domestic violence against women) realizado en 10 países, en su mayoría en desarrollo, se observó que en las mujeres de 15 a 49 años:

entre el 15% de ellas en el Japón y el 71% en Etiopía referían haber sufrido a lo largo de su vida violencia física o sexual perpetrada por su pareja;

entre un 0,3% y un 11,5% referían haber sufrido violencia sexual perpetrada por alguien que no era su pareja después de cumplidos 15 años;

la primera experiencia sexual había sido forzada en muchos casos (17% en la Tanzanía rural, 24% en el Perú rural, y 30% en zonas rurales de Bangladesh).En un análisis reciente hecho por la OMS, la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y el Consejo de Investigaciones Médicas, basado en los datos de más de 80 países, el 35% de las mujeres han sufrido violencia física o sexual por parte de su pareja o violencia sexual por terceros.La mayor parte de esta violencia corresponde a la ejercida por la pareja. A nivel mundial, cerca de un tercio (30%) de las mujeres que han tenido una relación de pareja han sufrido violencia física y/o sexual por parte de su pareja. En algunas regiones la cifra es mucho mayor. Un 38% de los asesinatos de mujeres que se producen en el mundo son cometidos por su pareja.La violencia de pareja y la violencia sexual son perpetradas en su mayoría por hombres contra mujeres y niñas. El abuso sexual infantil afecta a niños y niñas. En los estudios internacionales realizados, aproximadamente el 20% de las mujeres y el 5%-10% de los hombres refieren haber sido víctimas de violencia sexual en la infancia. La violencia entre los jóvenes, que incluye también la violencia de pareja, es otro gran problema.Factores de riesgo

Los factores de riesgo de violencia de pareja y violencia sexual son de carácter individual, familiar, comunitario y social. Algunos se asocian a la comisión de actos de violencia, otros a su padecimiento, y otros a ambos. Entre los factores de riesgo de ambas, violencia de pareja y violencia sexual, se encuentran los siguientes:

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un bajo nivel de instrucción (autores de violencia sexual y víctimas de violencia sexual);

la exposición al maltrato infantil (autores y víctimas); la experiencia de violencia familiar (autores y víctimas); el trastorno de personalidad antisocial (autores); el uso nocivo del alcohol (autores y víctimas); el hecho de tener muchas parejas o de inspirar sospechas de infidelidad en la pareja

(autores); las actitudes de aceptación de la violencia (autores y víctimas).

Entre los factores asociados específicamente a la violencia de pareja cabe citar: los antecedentes de violencia (autores y víctimas); la discordia e insatisfacción marital (autores y víctimas). las dificultades de comunicación entre los miembros de la pareja.

Y entre los factores asociados específicamente a la violencia sexual destacan: la creencia en el honor de la familia y la pureza sexual; las ideologías que consagran los privilegios sexuales del hombre, y la levedad de las sanciones legales contra los actos de violencia sexual.

La desigualdad de la mujer con respecto al hombre y el uso normativo de la violencia para resolver los conflictos están estrechamente asociados tanto a la violencia de pareja como a la violencia sexual ejercida por cualquier persona.Consecuencias para la salud

La violencia de pareja y la violencia sexual producen a las víctimas supervivientes y a sus hijos graves problemas físicos, psicológicos, sexuales y reproductivos a corto y a largo plazo, y tienen un elevado costo económico y social.

La violencia contra la mujer puede tener consecuencias mortales, como el homicidio o el suicidio.

Asimismo, puede producir lesiones, y el 42% de las mujeres víctimas de violencia de pareja refieren alguna lesión a consecuencia de dicha violencia.

La violencia de pareja y la violencia sexual pueden ocasionar embarazos no deseados, abortos provocados, problemas ginecológicos, e infecciones de transmisión sexual, entre ellas la infección por VIH. El análisis de 2013 reveló que las mujeres que han sufrido maltratos físicos o abusos sexuales tienen una probabilidad 1,5 veces mayor de padecer infecciones de transmisión sexual, incluida la infección por VIH en algunas regiones, en comparación con las mujeres que no han sufrido violencia de pareja. Por otra parte, también tienen el doble de probabilidades de sufrir abortos.

La violencia en la pareja durante el embarazo también aumenta la probabilidad de aborto involuntario, muerte fetal, parto prematuro y bebés con bajo peso al nacer.

Estas formas de violencia pueden ser causa de depresión, trastorno de estrés postraumático, insomnio, trastornos alimentarios, sufrimiento emocional e intento de suicidio. En el mencionado estudio se observó que las mujeres que han sufrido violencia de pareja tenían casi el doble de probabilidades de padecer depresión y problemas con la bebida. La tasa fue aún mayor en las que habían sufrido violencia sexual por terceros.

Entre los efectos en la salud física se encuentran las cefaleas, lumbalgias, dolores abdominales, fibromialgia, trastornos gastrointestinales, limitaciones de la movilidad y mala salud general.

La violencia sexual, sobre todo en la infancia, también puede incrementar el consumo de tabaco, alcohol y drogas, así como las prácticas sexuales de riesgo en fases posteriores de la vida. Asimismo se asocia a la comisión (en el hombre) y el padecimiento (en la mujer) de actos de violencia.Repercusión en los niños

Los niños que crecen en familias en las que hay violencia pueden sufrir diversos trastornos conductuales y emocionales. Estos trastornos pueden asociarse también a la comisión o el padecimiento de actos de violencia en fases posteriores de su vida.

La violencia de pareja también se ha asociado a mayores tasas de mortalidad y morbilidad en los menores de 5 años (por ejemplo, por enfermedades diarreicas y malnutrición).

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Costos sociales y económicos

Los costos sociales y económicos de este problema son enormes y repercuten en toda la sociedad. Las mujeres pueden llegar a encontrarse aisladas e incapacitadas para trabajar, perder su sueldo, dejar de participar en actividades cotidianas y ver menguadas sus fuerzas para cuidar de sí mismas y de sus hijos.Prevención y respuesta

En la actualidad hay pocas intervenciones cuya eficacia se haya demostrado mediante estudios bien diseñados. Son necesarios más recursos para reforzar la prevención de la violencia de pareja y la violencia sexual, sobre todo la prevención primaria, es decir, para impedir que se produzca el primer episodio.Respecto a la prevención primaria, hay algunos datos correspondientes a países de ingresos altos que sugieren que los programas escolares de prevención de la violencia en las relaciones de noviazgo son eficaces. No obstante, todavía no se ha evaluado su posible eficacia en entornos con recursos escasos.Otras estrategias de prevención primaria que se han revelado prometedoras pero deberían ser evaluadas más a fondo son por ejemplo las que combinan la microfinanciación con la formación en materia de igualdad de género, las que fomentan la comunicación y las relaciones interpersonales dentro de la comunidad, las que reducen el acceso al alcohol y su uso nocivo, y las que tratan de cambiar las normas culturales en materia de género.Para propiciar cambios duraderos, es importante que se promulguen leyes y se formulen políticas:

que protejan a la mujer; que combatan la discriminación de la mujer; que fomenten la igualdad de género; y que ayuden a adoptar normas culturales más pacíficas.

Una respuesta adecuada del sector de la salud puede ser de gran ayuda para la prevención de la violencia contra la mujer y la respuesta consiguiente. La sensibilización y la formación de los prestadores de servicios de salud y de otro tipo constituyen por tanto otra estrategia importante. Para abordar de forma integral las consecuencias de la violencia y las necesidades de las víctimas y supervivientes se requiere una respuesta multisectorial.Respuesta de la OMS

En colaboración con varios asociados, la OMS: reúne datos científicos sobre el alcance y los distintos tipos de violencia de pareja y

violencia sexual en diferentes entornos, y apoya los esfuerzos desplegados por los países para documentar y cuantificar esa forma de violencia y sus consecuencias. Esto es fundamental para comprender la magnitud y la naturaleza del problema a nivel mundial.

refuerza las investigaciones y la capacidad de investigación tendentes a evaluar las intervenciones con que se afronta la violencia de pareja

elabora orientaciones técnicas basadas en datos científicos sobre la prevención de la violencia de pareja y la violencia sexual, y fortalece las respuestas del sector de la salud a ese fenómeno.

difunde información y apoya los esfuerzos nacionales tendentes a impulsar los derechos de las mujeres y a prevenir la violencia de pareja y la violencia sexual contra la mujer y a darle respuesta; y

colabora con organismos y organizaciones internacionales para reducir o eliminar la violencia de pareja y la violencia sexual en todo el mundo.

La asignatura pretende analizar la violencia contra las mujeres desde una perspectiva de género. El objetivo es la adquisición de los conocimientos básicos para la comprensión de esta violencia como un fenómeno estructural, lejos de lo anecdótico. De este modo nos interesará de qué manera la cultura canaliza la violencia en función del género. La abrumadora diferencia entre la agresividad social masculina y la femenina orientará nuestros pasos hacia su consideración como parte integral de un sistema de dominación por el cual se perpetúa la desigualdad entre mujeres y varones.

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La asignatura se estructura en siete temas que recogen aspectos de esta problemática que se consideran básicos para su conocimiento. Puesto que la violencia se aprende, se insistirá en los modelos de la construcción de la feminidad y masculinidad, que construyen a mujeres y hombres como seres sociales. Pero hombres y mujeres, además de serlo en sociedad, se unen en relaciones erótico-afectivas y a menudo constituyen nuevas familias. El aprendizaje de los papeles respectivos se realiza por medio de la socialización de género. Todo ello da a veces como resultado una relación de violencia, en particular de los hombres hacia las mujeres, que reviste  distintas formas y tiene lugar en distintos ámbitos. Se prestará, pues, especial atención a los diversos tipos de violencia contra las mujeres y a las principales formas en que se manifiesta en nuestro entorno –agresiones sexuales, malos tratos y acoso sexual-. Se tendrá en cuenta la particular relación de las mujeres con las guerras, el ejército y el militarismo. Con todo ello se intenta abarcar de forma diversa el fenómeno de la violencia de género a fin que el estudiantado adquiera los conocimientos básicos necesarios para su aplicación al Trabajo Social.

NTERVENCIÓN PSICOLÓGICA CON MUJERES MALTRATADAS POR SU PAREJA

Mª Pilar Matud*, Ana Belén Gutiérrez** y Vanesa Padilla**

Universidad de La Laguna

En este artículo revisamos la evaluación y tratamiento psicológico con mujeres maltratadas por su pareja y el impacto psicológico de dicha violencia. Así mismo recogemos los aspectos más relevantes de las investigaciones sobre este tema, ya que el problema de la violencia contra la mujer no puede ser bien comprendido centrándonos exclusivamente en la psicología del individuo. En el tratamiento que nuestro grupo ha llevado a cabo tres son las metas básicas: 1) aumentar la seguridad de la mujer; 2) ayudarle a recuperar el control de su vida; 3) remediar el impacto psicológico del abuso. Los resultados del programa de intervención grupal mostraron que las mujeres que participaron experimentaron una reducción significativa en su sintomatología de estrés postraumático, depresión, ansiedad y síntomas somáticos, aumentando su autoestima, confianza en sí mismas y el control de sus vidas.

This article reviews the psychological assessment and treatment of battered women and describes the psychological effects of partner violence in battered women. We also review the most relevant themes of the research on partner violence, because the problem of violence against women cannot be fully understood by focusing exclusively on individual psychology. In the treatment program which our group has developed there are three basic goals: 1) increasing the abused woman’s safety; 2) helping them to regain some control over their lives; 3) healing the psychological impact of abuse. Results of the group program indicated that battered women who participated in the program reported significant reduction in posttraumatic stress disorder, depression, anxiety and somatic symptoms, and increases in self-esteem, self-confidence and control over their lives.

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Correspondencia: Mª Pilar Matud. Facultad de Psicología. Universidad de La Laguna. 38205 La Laguna, Tenerife. E-mail: [email protected].............* Profesora titular del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos.** Licenciadas en Psicología. Alumnas de Tercer Ciclo del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos. Miembros del equipo de investigación del proyecto "Diseño y validación de un programa de intervención psicológica con mujeres víctimas de maltrato por parte de su pareja". Plan Nacional de I + D + I.1 Trabajo subvencionado por el Instituto de la Mujer. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.

El maltrato a la mujer por su pareja es una de las formas más comunes de violencia contra las mujeres, siendo más probable que sufran ataques repetidos, lesiones, violaciones o que mueran que en el caso de ser atacadas por otro tipo de agresores (Browne y Williams, 1993). Se trata de un fenómeno global que se extiende por todos los países y afecta a las mujeres de todos los niveles sociales, culturales y económicos y su impacto en la salud es tal que recientemente se está considerando como un problema importante de salud pública (Fischbach y Herbert, 1997; Heise y García-Moreno, 2002; Roberts, Lawrence, Williams y Raphael, 1998). Además de las lesiones físicas sufridas como consecuencia directa de las agresiones, tiene gran impacto psicológico y también supone un factor de riesgo para la salud a largo plazo (Koss, Koss y Woodruff, 1991).

Una persona que viva con alguien que abusa de ella física o emocionalmente suele desarrollar una respuesta de estrés cuando es atacada. Si se repiten los ataques o amenazas, desarrolla una serie de síntomas crónicos, siendo los más prevalentes en las mujeres maltratadas por su pareja el trastorno de estrés postraumático y depresión (Golding, 1999). Además, cuando la mujer es degradada y ridiculizada por su pareja de forma repetida puede disminuir su autoestima y sentimiento de autoeficacia (Orava, McLeod y Sharpe, 1996) e, incluso, puede llegar a pensar que merece sus castigos y que es incapaz de cuidar de ella y de sus hijos/as, desarrollando una gran inseguridad en sí misma (Matud, 2004a). También se ha encontrado que es posible que desarrolle sentimientos de culpa, aislamiento social y dependencia emocional del maltratador, junto con ansiedad y sintomatología somática (véase, por ejemplo, Buchbinder y Eisikovits, 2003; Dutton y Painter, 1993; Echeburúa y Corral, 1998; Matud, 1999). Y aunque su frecuencia es menor, también se han descrito

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tendencias suicidas y abuso de alcohol y/o drogas (Golding, 1999), así como de medicamentos, sobre todo analgésicos y psicofármacos, en un intento de superar el malestar físico o emocional generado por la situación vivida (Echeburúa y Corral, 1998). Dutton (1992), integrando los trabajos teóricos, empíricos y clínicos, plantea que los efectos psicológicos del maltrato como experiencia traumática incluyen un amplio rango de respuestas cognitivas, conductuales, emocionales, interpersonales y físicas que pueden ser clasificadas en tres grupos: 1) indicadores de disfunción o de malestar psicológico; 2) problemas de relación; y 3) cambios en el esquema cognitivo.

El maltrato a la mujer por su pareja incluye conductas tales como agresiones físicas (golpes, patadas, palizas ...); abuso psicológico (intimidación, menosprecio, humillaciones ...); relaciones o conductas sexuales forzadas; y conductas de control, tales como aislamiento, control de las actividades y restricciones en el acceso a información y asistencia (Heise y García-Moreno, 2002). Aunque no todas las mujeres sufren todos los tipos de abuso, es muy común que se den de forma conjunta y muchos autores plantean el control y la dominación como una característica central de este tipo de violencia. Así, Walker (1994) afirma que, generalmente, el abuso es parte de un patrón de conducta obsesiva, más que una expresión de pérdida repentina de control y Dutton (1992) destaca el control de la víctima como un rasgo central para considerar una conducta como abuso.

A nivel social, la violencia del hombre contra la mujer es una manifestación de la desigualdad de género y un mecanismo de subordinación de las mujeres que sirve para reproducir y mantener el status quo de la dominación masculina y la subordinación femenina (Koss et al., 1995). Muchos autores sitúan la violencia marital dentro del contexto más amplio de la dominación masculina (Koss et al., 1995; Lorente, 2001, Pérez del Campo, 1995) ya que la estructura económica y familiar es jerárquica y está dominada por el hombre, lo que implica una distribución desigual del poder. Desigualdad que impregna la construcción social del género y la sexualidad y que afecta profundamente a las relaciones íntimas de mujeres y hombres, por lo que para comprender la violencia de los hombres frente a las mujeres es necesario analizar las desigualdades entre ambos. Como señala Pérez del Campo (1995), la ideología patriarcal y las instituciones permiten al hombre usar la fuerza como un instrumento de control lo que conlleva que no se denuncie el abuso y que, cuando se hace, se deje en muchos casos en total impunidad a los agresores y en la más completa indefensión a la víctima. Porque no se puede olvidar que varias de las mujeres que han muerto en nuestro país a manos de sus parejas o ex parejas habían sido amenazadas durante años, y estos hechos habían sido denunciados en más de una ocasión.

Las normas y las expectativas culturales juegan papeles muy importantes en la configuración y la promoción de la violencia del hombre contra la mujer, minimizando u ocultando sus efectos dañinos e impidiendo el diseño de políticas y programas efectivos para la erradicación de tal violencia (Koss et al., 1995). Así, son muchos los mitos en torno a la mujer maltratada, mitos que no solo perpetúan la violencia sino que niegan la asistencia a sus víctimas, ya que muchas veces se duda que exista el maltrato, se minimizan sus efectos, cuando no se exculpa al agresor o se culpabiliza a la víctima. Se trata de creencias que han sido y son mantenidas aún por muchas personas, incluso profesionales de la psicología, ya que solo en las últimas décadas se ha estudiado el maltrato a la mujer, estudios que son mucho más recientes en nuestro país. Dado que consideramos que es fundamental el conocimiento del fenómeno antes de realizar cualquier intervención psicológica, y que un tratamiento psicológico que se centre únicamente en el control de los síntomas de la mujer maltratada resulta claramente insuficiente a medio y largo plazo, a continuación revisaremos brevemente las características que consideramos más relevantes y útiles en la intervención psicológica.

Tradicionalmente ha sido ignorado, cuando no tolerado e incluso "recomendado", por lo cual no debe sorprendernos el alto arraigo de su práctica y tolerancia en la población. Así, como señala Pérez del Campo (1995), el Código de Napoleón, en el que se inspiró nuestro Código Civil, legitimaba la inferioridad de la mujer, condenándolas a la dependencia y supeditación del hombre. Hasta muy recientemente se ha mantenido oculto, ya que se consideraba como un fenómeno "privado" o incluso "normal" del que la mujer incluso tenía que avergonzarse y, aunque en los últimos años la situación está cambiando en algunos países, aún se sigue ocultando en gran parte de los casos, por lo que es difícil conocer su incidencia y prevalencia. Römkens (1997), tras analizar y comparar los datos de diversos estudios, estimó que al menos el 10% de las mujeres habrá sufrido en alguna ocasión agresiones físicas graves y repetidas por parte de su pareja. Y en 48 encuestas realizadas en diversos países se encontró que entre el 10 y el 69% de las mujeres habían sido agredidas físicamente por su pareja en algún momento de su vida (Heise y García-Moreno, 2002). Respecto a los datos de España, en una encuesta a mujeres de todo el Estado español se encontró que el 9,2% de las mujeres mayores de 18 años sufría violencia en sus relaciones de pareja (Alberdi y Matas, 2002).

Generalmente, los abusos comienzan en los primeros años de la relación de pareja, aunque en algunos casos se dan ya desde el noviazgo (Amor, Echeburúa, Corral, Zubizarreta y Sarasua, 2002; Fontanil et al., 2002; Matud, en prensa), y su frecuencia e intensidad suele ir aumentando con el paso del tiempo, aunque no en todos los casos parece darse esta "escalada" de violencia. Un aspecto importante a tener en cuenta es que, generalmente o al menos en los primeros tiempos de relación, la violencia no es constante, sino que se da por ciclos o bien se alternan las fases de agresión con las de cariño, siguiendo típicamente el tratamiento positivo a la finalización del negativo (Dutton y Painter, 1993). Walker (1979) ha descrito un "ciclo de la violencia" en el cual se dan tres fases, que pueden ser variables en cuanto a la intensidad y duración, tanto en diferentes parejas como en la misma: la primera fase, denominada de acumulación de la tensión, se caracteriza por pequeños incidentes que llevan a un incremento de la tensión entre la pareja. Esta tensión acumulada da lugar a una explosión de violencia de mayor o menor gravedad; es la segunda fase o episodio agudo. Inmediatamente tras ésta viene la tercera fase, que también se ha denominado de calma o de Luna de miel, en la que el agresor se muestra muy cariñoso, pidiendo perdón a la mujer y prometiéndole que nunca más volverá a ocurrir. Pero al poco tiempo vuelve a aumentar la tensión y a repetirse el ciclo. Como señalan Zubizarreta et al. (1994), en este ciclo el castigo (la agresión del hombre) se asocia a un refuerzo inmediato (la expresión de arrepentimiento y ternura) y a un potencial refuerzo demorado (la posibilidad de un cambio conductual en el hombre). Pero con el paso del tiempo, el maltrato es cada vez más frecuente y severo, disminuye la fase de arrepentimiento y cariño y aumenta la probabilidad de que se cronifiquen las consecuencias psicológicas del abuso.

Tampoco es infrecuente el maltrato del marido a su mujer embarazada, con el consiguiente aumento del riesgo para la mujer y el niño. Y también es probable que el hombre que golpee a su esposa agreda a sus hijos/as, si bien las tasas de coocurrencia de tales agresiones varía si se trata de muestras comunitarias o clínicas. Aunque en las primeras las tasas se

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sitúan en torno al 6% (Appel y Holden, 1998) en las segundas se estima en torno al 40%. Además del impacto que tiene en la salud de los/as hijos/as (se ha estimado que la probabilidad de desarrollar problemas clínicos es entre dos y cuatro veces mayor que en los/as hijos/as de las familias sin violencia), algunos autores han planteado que parece darse una transmisión intergeneracional de la violencia. Aunque la asociación es entre débil y moderada (Stith et al., 2000) se ha encontrado que es más probable que un hombre que haya sido víctima o testigo de violencia en su familia de origen sea violento y se convierta en agresor de su pareja, y algunas mujeres maltratadas por su pareja también han sido testigos o víctimas de maltrato en su familia de origen. Pese a que no están claras las vías de transmisión, los factores de riesgo parecen ser, además del modelado directo, el desarrollo desde la infancia de una serie de alteraciones psicológicas, las cuales son a su vez factor de riesgo de agresión a la mujer.

Otra de las características del maltrato es que pese a su frecuencia y gravedad, la mayor parte de las mujeres (entre el 40 y el 89%) permanecen con su pareja durante muchos años y, en algunos casos, vuelven con ellas aunque hayan sido capaces de abandonarlas temporalmente. Se trata de un fenómeno controvertido que, como señalan Echeburúa, Amor y Corral (2002), está condicionado por múltiples factores socieconómicos, emocionales y psicopatológicos. Aunque se da gran variabilidad en el tiempo de permanencia en la relación, la media suele ser superior a los 10 años. En un estudio realizado en Asturias se encontró que la media fue de 14,1 años (Fontanil et al., 2002) y en otro realizado en Canarias la media era algo menor: 11,5 años, aunque el rango oscilaba entre menos de doce meses y 43 años (Matud, en prensa). En este último estudio, realizado con 240 mujeres que habían sido o eran maltratadas por su pareja, se encontró que, aunque había una gran variabilidad en la edad de comienzo de la relación con la pareja que les maltrataría (el rango oscilaba entre 11 y 50 años), la mitad de las mujeres habían comenzado tal relación antes de los 21 años, y el 77% antes de los 27. El rango de edad en que las mujeres comenzaron a sufrir los abusos oscilaba entre 13 y 54 años, aunque la mitad ya había sido maltratada antes de los 23 y solo el 10% de las mujeres comenzó a sufrir abusos de su pareja a partir de los 33 años. Y pese a que muchas personas sostienen la "creencia" de que la mujer maltratada se caracteriza por tener relaciones con distintas parejas que abusan de ella (lo que la hace "sospechosa"), se encontró que en algo más de la mitad de los casos (el 54,5%) se trataba de la primera pareja; el 34% había tenido una o más relaciones de pareja anteriores, pero no había sufrido maltrato, y únicamente el 11,6% habían tenido relaciones anteriores en las que habían sufrido abusos de su pareja.

PERFIL DEL AGRESOR

Aunque no se han encontrado que la mujeres maltratadas por su pareja tengan características psicológicas comunes previas a los abusos de su pareja, sí parece darse una serie de variables comunes en los agresores, lo que ha llevado al establecimiento de diferentes "tipologías" de agresores. Pese a que no existe unanimidad entre los autores, generalmente se distinguen dos o tres tipos. Así, por ejemplo, Dutton y Golant (1997) distinguen tres tipos generales de agresores: 1) los psicopáticos; 2) los hipercontrolados, cuyo rasgo más distintivo es el distanciamiento emocional, presentando un perfil de evitación y agresión pasiva; y 3) los cíclicos/emocionalmente inestables, que se caracterizan por cometer actos de violencia de forma esporádica y únicamente son violentos con su pareja. Holtzworth-Munroe y Stuart (1994), tras una revisión de los trabajos publicados sobre tipologías de agresores propusieron también tres tipos: solo familiares, bordeline/disfóricos y antisociales-violentos, si bien en trabajos posteriores plantean que quizá se de cierto solapamiento entre estos dos últimos grupos Holtzworth-Munroe, Meehan, Herron, Rehman y Stuart (2003).

Pero, más allá de las tipologías, y aunque existe gran heterogeneidad, se ha encontrado que los hombres que abusan de sus parejas, comparados con los que no lo hacen, tienen niveles más altos de ira y hostilidad. También se han citado otras características tales como baja autoestima, impulsividad, déficit de las habilidades de afrontamiento, tendencia a las rumiaciones, ansiedad, depresión y otras alteraciones emocionales, así como actitudes de rol más tradicionales y mayor posesividad y celos. Y es más probable que tengan historia de abuso de alcohol y/o de drogas y de violencia en su familia de origen (Dutton, 1999; Fernández-Montalvo y Echeburúa, 1997; Maiuro, Cahn, Vitaliano, Wagner y Zegree, 1998; Medina, 1994).

Pero, como afirman Unger y Crawford (1992), estas características, aunque están relacionadas con el abuso físico no se puede asumir que lo causen, si bien algunas pueden actuar como variables mediadoras. Por ejemplo, la baja autoestima y la carencia de habilidades de afrontamiento pueden llevar a un hombre a beber y a golpear. Y aunque el consumo de alcohol está asociado a mayor incidencia, frecuencia y gravedad del maltrato a la pareja, la relación no es directa (Hutchison, 1999). Según algunos autores, el matrimonio podría ser para el hombre como una "licencia" para golpear, aunque las mujeres no responden al vínculo matrimonial de ese modo (Berk, Fenstermakerm, Loseke y Rauma, 1983). En esta misma línea, se ha sugerido que el hombre puede usar el alcohol como una excusa para golpear a su mujer, disminuyendo así su responsabilidad porque "no puede controlarse cuando ha bebido" (Unger y Crawford, 1992).

Adams (1988, tomado de Suárez, 1994) presenta un perfil del agresor destinado a que los funcionarios del sistema judicial estén más informados y sean menos vulnerables a sus manipulaciones, que resume muchas de las características citadas por diversos autores: 1) Discrepancias entre el comportamiento en público y en privado, presentando una imagen pública amistosa y de preocupación por los demás, mientras que la mujer puede aparecer alterada, lo que puede generar que el agresor tenga más credibilidad que la mujer ante los demás. 2) Minimizan y niegan su violencia. 3) Culpar a los demás, no responsabilizándose de su propia violencia. 4) Conductas para controlar, ya que junto con el maltrato físico, el abuso incluye una serie de conductas para la coerción y el control. 5) Celos y actitudes posesivas. 6) Manipulación de los/as hijos/as, que utilizan como forma de acceso y manipulación, especialmente en los casos de separación. 7) Abusos de sustancias. 8) Resistencia al cambio, careciendo la mayor parte de los agresores de motivación interna para buscar asistencia o para cambiar su comportamiento.

Algunos autores (Medina, 1994; Pérez del Campo, 1995) destacan la relevancia de los valores culturales tradicionales asociados a la virilidad en la conformación del hombre violento, considerándolo como una persona cuyos ideales son la fortaleza, la autosuficiencia, la racionalidad y el control del entorno que le rodea, cualidades que considera masculinas y superiores y contrapone a las opuestas que serían femeninas e inferiores. Y no dudan en utilizar la violencia para recuperar el control perdido en el único lugar donde puede mostrarse superior, su propio hogar.

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EVALUACIÓN E INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA

El conocimiento de todos estos factores es imprescindible en la intervención psicológica con mujeres maltratadas por su pareja ya que, como señalan Goodman, Koss, Fitzgerald, Russo y Keita (1993), el problema de la violencia contra las mujeres no puede ser comprendido centrándose exclusivamente en la psicología del individuo. Otro aspecto a destacar es la necesidad de trabajar dentro de un equipo multidisciplinar, donde se pueda dar respuesta a las necesidades de tipo legal, laboral y social que tan frecuentes son en estas mujeres y que también van a influir en su recuperación. Pero, centrándonos únicamente en los aspectos psicológicos, a continuación revisaremos brevemente las características de la evaluación y de la intervención que consideramos más relevantes.

El primer paso de la evaluación psicológica es el acordar con la mujer el consentimiento informado. Es importante que la mujer comprenda por qué es importante la evaluación, qué tipo de información se va a recoger y la medida en que otras personas tienen o pueden tener acceso a dicha información. Dadas las implicaciones legales del maltrato a la mujer, debe saber que los datos obtenidos pueden o deben tener tratamiento jurídico. También es importante tener en cuenta que en la evaluación, al contar su historia, la mujer puede reexperimentar el miedo y el dolor emocional asociado con el incidente, especialmente si ha ocurrido hace muchos años (Walker, 1994). Como señala esta autora es importante que se sea sensible a estas emociones y se proporcione un encuentro terapéutico que facilite la comprensión y la curación, a la vez que se está recogiendo la información.

A la hora de evaluar y planificar la intervención psicológica parece especialmente adecuado el modelo de respuesta ante el maltrato propuesto por Dutton (1992), quien plantea la necesidad de analizar los siguientes componentes: 1) el tipo y patrón de violencia, abuso y control; 2) los efectos psicológicos del abuso; 3) las estrategias de las mujeres maltratadas para escapar, evitar y/o sobrevivir al abuso; 4) los factores que median tanto las respuestas al abuso como las estrategias para sobrevivir a éste. Todo ello analizado dentro del contexto social, cultural, político y económico.

Como señala esta autora, para comprender los efectos psicológicos del abuso es necesario analizar el tipo y patrón de abusos del agresor. Este análisis va más allá de la simple descripción de los actos de violencia, ya que la comprensión de la experiencia de la mujer maltratada implica también conocer el sentido que para ella tiene el contexto en que se da la violencia. Así, es importante tener en cuenta que algunas conductas no violentas pueden tener las mismas propiedades que las violentas en cuanto al control de la víctima se refiere, en la medida en que anteriormente se han asociado con violencia. Así, por ejemplo, el tono de voz, determinadas miradas, la ingesta de alcohol… pueden adquirir propiedades similares a la conducta agresiva.

Al evaluar los efectos psicológicos de la violencia, abuso y control es necesario tener en cuenta: 1) los cambios cognitivos, ya sea de los esquemas cognitivos, las expectativas, las atribuciones, percepciones o la autoestima de la mujer maltratada; 2) los indicadores de malestar o disfunción psicológica (por ejemplo, los miedos, la ira, la depresión, el abuso de sustancias…); 3) los problemas de relación con otras personas distintas al agresor, tales como problemas de confianza en los demás, miedo a la intimidad… Como afirma Dutton, todas estas respuestas deben ser inicialmente consideradas como respuesta al trauma, sin asumir psicopatología anterior, siendo una hipótesis de trabajo que se puede poner a prueba a lo largo de la intervención.

Dentro de los factores que influyen o median tanto los efectos psicológicos del abuso como los intentos de las mujeres para evitar y escapar del abuso y protegerse a sí misma y a sus hijos/as, Dutton incluye:1) la respuesta institucional que, si es positiva puede no solo ayudar a la mujer maltratada a evitar la violencia en el futuro, sino que incluso puede mediar la gravedad de sus efectos, pero que si es negativa puede generar victimización secundaria; 2) las potencialidades y puntos fuertes de la mujer, que pueden ser desde la confianza en sí misma para encontrar soluciones al problema hasta creer en su derecho de vivir libre de violencia, pasando por la determinación en lograr sus metas, el conocimiento del abuso y sus efectos, sus capacidades organizativas, sociales, ocupacionales... Como señala Dutton, la evaluación, validación, y fomento de estas capacidades puede facilitar en gran medida los intentos de la mujer maltratada para protegerse y evitar violencia futura; 3) los recursos materiales y el apoyo social, que pueden tener un importante efecto en la capacidad de la mujer para responder de forma efectiva ante la violencia; 4) los factores históricos, de aprendizaje y de salud física, tales como la socialización rígida en los roles de género; victimizaciones anteriores u otros traumas sufridos en la infancia que pueden aumentar la vulnerabilidad de la mujer y propiciar que victimizaciones posteriores tengan efectos más negativos; o las limitaciones o discapacidades físicas; 5) la presencia de estresores actuales adicionales al maltrato de la pareja, que pueden influir tanto en la reacción psicológica de la mujer maltratada como en sus esfuerzos por responder a éste; 6) los aspectos positivos y negativos de la relación con la pareja que percibe la mujer maltratada, ya que es importante conocer estas percepciones para comprender su conducta dentro de la situación de abuso.

En cuanto a las técnicas de evaluación, las más utilizadas han sido las entrevistas y los cuestionarios, recomendándose una evaluación multimétodo. Se han utilizado tanto entrevistas no estructuradas como estructuradas, siendo más adecuadas las primeras al comienzo de la evaluación, ya que permiten que la mujer exprese su historia tal como desea. En esta evaluación se recomienda una escucha activa, empática, que proporcione validación de la experiencia de la mujer, y en la cual no se la juzgue, interprete ni aconseje (Dutton, 1992; Walker, 1994). Las entrevistas estructuradas permiten obtener información más específica, tanto del abuso, como de todas aquellas áreas que es importante evaluar pero a las que la mujer no se ha referido o no ha precisado en la evaluación inicial. Walker (1994) plantea que es útil recoger la descripción de episodios de abuso concretos, tales como el más reciente, el peor y el primero y Dutton (1992) recomienda preguntas específicas y directas para reducir lo más posible la minimización del abuso.

Aunque en la mayoría no se ha analizado su eficacia, son varios los tratamientos que se han llevado a cabo con las mujeres maltratadas. Lundy y Grossman (2001), citan más de 16 modelos en su trabajo de revisión de las investigaciones y de la práctica clínicas con mujeres maltratadas. En todo caso, es importante destacar que no todo tipo de terapias es adecuado. Como señala Walker (1994), la psicoterapia tradicional deberá modificarse de modo que tenga en cuenta el impacto específico del trauma y la respuesta idiosincrática de la mujer. Esta psicoterapeuta, con más de 20 años de experiencia con mujeres víctimas de maltrato, en su libroAbused women and survivor therapy compila una serie de

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estrategias de intervención, cuyos orígenes están en la teoría feminista y en la terapia del trauma, que considera forman una nueva intervención y denominaSurvivor therapy. Los principios más relevantes son la seguridad de la mujer, su empoderamiento, la validación de sus experiencias, el énfasis en sus puntos fuertes, la educación, la diversificación de sus alternativas, el restaurar la claridad en sus juicios, la comprensión de la opresión y que la mujer tome sus propias decisiones. También incluye el tratamiento de los síntomas producidos por el abuso mediante técnicas tomadas de otras terapias, especialmente del enfoque cognitivo-conductual, aunque reconoce que pueden ser útiles otras técnicas cuando los tratamientos son grupales o si el impacto es muy grave.

Nuestro equipo lleva varios años diseñando y validando técnicas de evaluación y programas de intervención con mujeres maltratadas por su pareja. Nuestro acercamiento, además de tener en cuenta los datos sobre el impacto psicológico que el maltrato tiene en la mujer así como de las circunstancias sociales y la dinámica de la violencia que hemos ido obteniendo a lo largo de estos años de investigaciones, se basa en las revisiones bibliográficas del área, así como en las experiencias de otros grupos de investigación españoles, sobre todo los de Echeburúa y colaboradores (véase, por ejemplo, Echeburúa y Corral,1998; o Echeburúa, Corral, Sarasúa y Zubizarreta, 1996). Aunque se trata de un programa un tanto ecléctico, predomina la aplicación de técnicas cognitivo-conductuales, ya que son las más recomendadas en los diferentes estudios, pero también incorpora muchos de los principios y estrategias generadas desde la perspectiva socio-estructural del maltrato a la mujer. Consideramos que, sin obviar la relevancia del tratamiento directo de los síntomas de la mujer maltratada, es necesaria una aproximación integral en la que se tenga en cuenta, además del contexto social y cultural, los factores que median la respuesta de la mujer ante el abuso. Es un planteamiento que, centrado en el desarrollo de las potencialidades de la mujer, tiene como meta final el ayudarle a que recupere el control de su propia vida.

Los objetivos planteados en el programa de intervención son los siguientes: 1) Aumentar la seguridad de la mujer maltratada, ya que no se puede olvidar el peligro físico en el que viven inmersas estas mujeres. 2) Reducir y/o eliminar sus síntomas. 3) Aumentar su autoestima y seguridad en sí misma; 4) Aprender y/o mejorar los estilos de afrontamiento, de solución de problemas y de toma de decisiones. 5) Fomentar una comunicación y habilidades sociales adecuadas. 6) Modificar las creencias tradicionales acerca de los roles de género y las actitudes sexistas. Aunque estos objetivos se modifican y/o adaptan en función de la problemática y la situación concreta de la mujer, lo que se pretende con ellos es conseguir normalizar la experiencia de la mujer y fomentar su independencia, recuperando así el control de su vida y dándole estrategias que la sitúen en una posición de mayor poder y confianza en sí misma.

Para poder alcanzar estas metas, la psicología cuenta con una serie de técnicas y estrategias. Las que se han mostrado más efectivas para las mujeres maltratadas y que utilizamos habitualmente son, entre otras, las siguientes: a) estrategias para el control de la ansiedad (respiración profunda, relajación muscular progresiva,…); b) técnicas cognitivas para identificar y modificar los posibles pensamientos distorsionados, tales como reestructuración cognitiva, parada de pensamiento…;c) entrenamiento en habilidades sociales; d) inoculación de estrés, que utilizamos con aquellas mujeres que presentan estrés postraumático; e) entrenamiento en solución de problemas. Además, es muy importante la inclusión de un componente educativo en el que se aborden las creencias tradicionales sobre el maltrato a la mujer y las actitudes sexistas.

El acercamiento terapéutico propuesto puede ser llevado a cabo tanto de forma individual como grupal, y también pueden combinarse ambas modalidades, lo que hacemos en función de las necesidades de cada mujer. Aunque se opte por el acercamiento grupal, la mujer asiste a sesiones individuales previas, en las que se realiza la evaluación inicial. En ésta utilizamos una entrevista semiestructurada elaborada por Matud (1999) en la que se exploran los aspectos más relevantes relacionados con los abusos, tanto actuales como históricos, así como las respuestas de las mujeres. También usamos diversos test que nos permiten evaluar, además de la presencia de estrés postraumático y sintomatología depresiva, somática y de ansiedad, los abusos concretos a los que la mujer ha estado sometida, su apoyo social, autoestima y seguridad en sí misma, así como su forma típica de hacer frente al maltrato de su pareja y los estresores actuales. Dicha evaluación no sólo nos permite recoger los datos necesarios para la intervención y generar un clima de confianza y respeto, sino que también se obtiene un efecto terapéutico de expresión emocional y de validación de la experiencia de la mujer ya que, durante la misma, aún siendo una entrevista con algunas partes muy estructuradas, se permite y fomenta que la mujer exprese sus vivencias, temores, problemas y deseos.

La intervención grupal se realiza en pequeño grupo. Consta de diez sesiones de una duración mínima de dos horas y, aunque cada una de las sesiones está muy estructurada, puede y debe ser adaptada en función de las necesidades individuales y/o del grupo. En cada sesión se plantea uno o más objetivos, aunque muchos de ellos se persiguen en más de una, puesto que es necesario que los contenidos se asimilen de forma paulatina y lleguen a formar parte del repertorio habitual de conductas de las participantes. Además, en todas sesiones se propone alguna tarea para realizar en casa, con el objetivo de que las mujeres puedan asimilar y consolidar los contenidos de cada una de las sesiones. La intervención grupal tiene la ventaja adicional de proporcionar a las mujeres maltratadas la posibilidad de validar sus propias experiencias y de proveerles apoyo social. Además, el hecho de que se compartan diferentes experiencias en el grupo les da la posibilidad de aprender distintas estrategias y de desdramatizar su propia situación, ayudándoles a comprender que no es un problema individual, que no son las responsables de la situación vivida y que su situación puede ser superada. Nuestro grupo lleva diseñando y validando este tipo de intervención más de dos años. Se ha puesto en práctica por diversas terapeutas en cuatro centros públicos y se ha aplicado a varios grupos de mujeres maltratadas por su pareja. Aunque el análisis de la eficacia a largo plazo solo se ha realizado con doce mujeres, en las que hemos encontrado que la mejoría se mantiene a los 12 meses tras el tratamiento, los datos recogidos inmediatamente tras la intervención han mostrado la eficacia del programa en la reducción significativa (o incluso la eliminación en algunos casos) del estrés postraumático, de la indefensión y de la sintomatología depresiva, somática y de ansiedad. Además, las mujeres han aumentado su autoestima y seguridad en sí mismas (Matud, 2004b).

Finalmente, queremos destacar que este programa de intervención ha sido diseñado para mujeres maltratadas que acuden en búsqueda de ayuda profesional a diferentes servicios especializados de atención a la mujer. No se trata, pues, de una intervención "en crisis", sino que se ha aplicado mayoritariamente con mujeres que están, o bien en proceso de separación del agresor, o ya separadas, pero en las que los efectos psicológicos del maltrato aún persisten, si bien en algunos casos las mujeres aún conviven con la pareja que abusa de ellas. Y en la intervención psicológica a aplicar es muy importante tener en cuenta las circunstancias particulares en las que se encuentra la mujer, para garantizarles así las estrategias que se ajusten a su caso. Por ejemplo, si continúan con el agresor o si se encuentran en situación de peligro, es fundamental hacer hincapié

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en las medidas de seguridad (informarle de qué pasos debe seguir ante un ataque, a qué lugares puede acudir a solicitar ayuda,…), en los riesgos que corre, etc. Así mismo, debemos señalar que en estos casos la intervención es más compleja, porque algunas de las estrategias que se trabajan con la mujer pueden tener una utilidad muy limitada ante el control ejercido por el maltratador.

BIBLIOGRAFÍA

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Amor, P. J., Echeburúa, E., Corral, P., Zubizarreta, I. y Sarasua, B. (2002). Repercusiones psicopatológicas de la violencia doméstica en la mujer en función de las circunstancias del maltrato. Revista Internacional de Psicología Clínica y de la Salud, 2, 227-246.

Appel, A. E. y Holden, G. W. (1998). The co-ocurrence of spouse and physical child abuse. A review and appraisal. Journal of Family Psychology, 12, 578-599.

Berk, R., Fenstermakerm S., Loseke, D. y Rauma, D. (1983). Mutual combat and other family violence myths. En D. Finkelhor, R. Gelles, G. Hotaling y M. Straus (Eds.) The Dark Side of Families. Current family violence Research. Beberly Hills. Sage Publications.

Browne, A. y Williams, K. R. (1993). Gender, intimacy and lethal violence: Trends from 1976-1987. Gender & Society, 7, 78-98.

Buchbinder, E. y Eisikovits , Z. (2003). Battered women’s entrapment in shame. A phenomenological study.American Journal of Orthopsychiatry, 73, 355-366.

Dutton, D. G. (1999). Traumatic origins of intimate rage. Agression and Violent Behavior, 4, 431-447.

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Dutton, D. G. y Painter, S. (1993). The battered woman syndrome: Effects of severity and i

1. Investigación Descriptiva:En las investigaciones de tipo descriptiva, llamadas también investigaciones diagnósticas, buena parte de lo que se escribe y estudia sobre lo social no va mucho más allá de este nivel. Consiste, fundamentalmente, en caracterizar un fenómeno o situación concreta indicando sus rasgos más peculiares o diferenciadores.

En la ciencia fáctica, la descripción consiste, según Bunge, en responder a las siguientes cuestiones:

- ¿Qué es? > Correlato.- ¿Cómo es? > Propiedades.- ¿Dónde está? > Lugar.- ¿De qué está hecho? > Composición.- ¿Cómo están sus partes, si las tiene, interrelacionadas? > Configuración.- ¿Cuánto? > Cantidad

El objetivo de la investigación descriptiva consiste en llegar a conocer las situaciones, costumbres y actitudes predominantes a través de la descripción exacta de las actividades, objetos, procesos y personas. Su meta no se limita a la recolección de datos, sino a la predicción e identificación de las relaciones que existen entre dos o más variables. Los investigadores no son meros tabuladores,

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sino que recogen los datos sobre la base de una hipótesis o teoría, exponen y resumen la información de manera cuidadosa y luego analizan minuciosamente los resultados, a fin de extraer generalizaciones significativas que contribuyan al conocimiento.

1.1. Etapas de la investigación descriptiva:

1.      Examinan las características del problema escogido.

2.      Lo definen y formulan sus hipótesis.

3.      Enuncian los supuestos en que se basan las hipótesis y los procesos adoptados.

4.      Eligen los temas y las fuentes apropiados.

5.      Seleccionan o elaboran técnicas para la recolección de datos.

6.      Establecen, a fin de clasificar los datos, categorías precisas, que se adecuen al propósito del estudio y permitan poner de manifiesto las semejanzas, diferencias y relaciones significativas.

7.      Verifican la validez de las técnicas empleadas para la recolección de datos.

8.      Realizan observaciones objetivas y exactas.

9.      Describen, analizan e interpretan los datos obtenidos, en términos claros y precisos.

 1.2. Recolección de datos de la investigación descriptiva:

En el informe de la investigación se señalan los datos obtenidos y la naturaleza exacta de la población de donde fueron extraídos. La población —a veces llamada universo o agregado— constituye siempre una totalidad. Las unidades que la integran pueden ser individuos, hechos o elementos de otra índole. Una vez identificada la población con la que se trabajará, entonces se decide si se recogerán datos de la población total o de una muestra representativa de ella. El método elegido dependerá de la naturaleza del problema y de la finalidad para la que se desee utilizar los datos.

Población total: Muchas veces no es difícil obtener información acerca de todas las unidades que componen una población reducida, pero los resultados no pueden aplicarse a ningún otro grupo que no sea el estudiado.

Muestra de la población: Cuando se trata de una población excesivamente amplia se recoge la información a partir de unas pocas unidades cuidadosamente seleccionadas, ya que si se aborda cada grupo, los datos perderían vigencia antes de concluir el estudio. Si los elementos de la muestra representan las

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características de la población, las generalizaciones basadas en los datos obtenidos pueden aplicarse a todo el grupo.

1.3. Expresión de datos de la investigación descriptiva:

Los datos descriptivos se expresan en términos cualitativos y cuantitativos. Se puede utilizar uno de ellos o ambos a la vez.

Cualitativos (mediante símbolos verbales): Se usan en estudios cuyo objetivo es examinar la naturaleza general de los fenómenos. Los estudios cualitativos proporcionan una gran cantidad de información valiosa, pero poseen un limitado grado de precisión, porque emplean términos cuyo significado varía para las diferentes personas, épocas y contextos. Los estudios cualitativos contribuyen a identificar los factores importantes que deben ser medidos. (Visión cientificista).

Cuantitativos (por medio de símbolos matemáticos): Los símbolos numéricos que se utilizan para la exposición de los datos provienen de un cálculo o medición. Se pueden medir las diferentes unidades, elementos o categorías identificables.

1.4. Tipos de investigación descriptiva:

Tomando en cuenta que las siguientes categorías no son rígidas, muchos estudios pueden encuadrarse sólo en alguna de estas áreas, y otros corresponden a más de una de ellas. Encuestas, estudio de Interrelaciones y estudios de Desarrollo

1. Estudios tipo encuesta.

Se llevan a cabo cuando se desea encontrar la solución de los problemas que surgen en organizaciones educacionales, gubernamentales, industriales o políticas. Se efectúan minuciosas descripciones de los fenómenos a estudiar, a fin de justificar las disposiciones y prácticas vigentes o elaborar planes más inteligentes que permitan mejorarlas. Su objetivo no es sólo determinar el estado de los fenómenos o problemas analizados, sino también en comparar la situación existente con las pautas aceptadas. El alcance de estos estudios varía considerablemente; pueden circunscribirse a una nación, región, Estado, sistema escolar de una ciudad o alguna otra unidad. Los datos pueden extraerse a partir de toda la población o de una muestra cuidadosamente seleccionada. La información recogida puede referirse a un gran número de factores relacionados con el fenómeno o sólo a unos pocos aspectos recogidos. Su alcance y profundidad dependen de la naturaleza del problema.

2. Estudios de interrelaciones.

Si el objeto es identificar las relaciones que existen entre los hechos para lograr una verdadera comprensión del fenómeno a estudiar, los estudios de esta índole son los estudios de casos, estudios causales comparativos y estudios de correlación.

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Estudio de casos: 

El educador realiza una investigación intensiva de una unidad social o comunidad. Para ello recoge información acerca de la situación existente en el momento en que realiza su tarea, las experiencias y condiciones pasadas y las variables ambientales que ayudan a determinar las características específicas y conducta de la unidad. Después de analizar las secuencias e interrelaciones de esos factores, elabora un cuadro amplio e integrado de la unidad social, tal como ella funciona en la realidad. El interés en los individuos no es considerándolo como personalidad única, sino como tipos representativos. Se reúnen los datos a partir de una muestra de sujetos cuidadosamente seleccionados y se procuran extraer generalizaciones válidas sobre la población que representa la muestra. El objetivo de los estudios de casos consiste en realizar una indagación a profundidad dentro de un marco de referencia social; las dimensiones o aspectos de dicho marco dependen de la naturaleza del caso estudiado.

Un estudio de casos debe incluir una considerable cantidad de información acerca de las personas, grupos y hechos con los cuales el individuo entra en contacto y la naturaleza de sus relaciones con aquéllos. Los seres humanos desarrollan una constante interacción con diversos factores ambientales, por eso es imposible comprender su conducta sin examinar tales relaciones. Los datos deben provenir de muchas fuentes. Se puede interrogar a los sujetos mediante entrevistas o cuestionarios y pedirles que evoquen experiencias pasadas o sus deseos y expectativas presentes. Se estudian documentos personales como diarios y cartas, efectuando distintas mediciones físicas, psicológicas o sociológicas. Se puede interrogar a padres, hermanos y amigos de los sujetos, analizar archivos de los tribunales, escuelas, hospitales, empresas o instituciones sociales.

Los estudios de casos son similares a las encuestas, pero en ellos hay un estudio intensivo de una cantidad limitada de casos representativos, en lugar de reunir datos de pocos aspectos de un gran número de unidades sociales. Tiene un alcance más limitado pero es más exhaustivo que el de encuestas, y le da más importancia a los factores cualitativos.

Estudios causales comparativos: 

Si además de pretender descubrir como es un fenómeno se quiere saber de qué manera y por qué ocurre, entonces se comparan semejanzas y diferencias que existen entre fenómenos, para descubrir los factores o condiciones que parecen acompañar o contribuir a la aparición de ciertos hechos y situaciones. Por la complejidad y naturaleza de los fenómenos sociales, es menester estudiar las relaciones de causalidad. Este tipo de estudio se usa en los casos en que los investigadores no pueden manejar una variable independiente y establecer los controles requeridos en los experimentos.

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En un estudio causal comparativo el investigador analiza la situación vital en la cual los sujetos han experimentado el fenómeno que se quiere investigar. Después de estudiar las semejanzas y diferencias que hay entre dos situaciones, entonces podrá describir los factores que parecen explicar la presencia del fenómeno en una situación y su ausencia en la otra. Esta investigación tiene su origen por el método utilizado por John Stuart Mill para descubrir las situaciones causales, que establece que “si dos o más instancias del fenómeno investigado tienen sólo una circunstancia en común, en la cual todas las instancias concuerdan, es la causa (o efecto) del fenómeno dado”. Este método proporciona al investigador la doble posibilidad de control sobre sus conclusiones acerca de las relaciones de causalidad.

Las dificultades posibles de explicar los fenómenos en este tipo de estudios reside en la imposibilidad de establecer un control más allá de poner a prueba tantas hipótesis alternativas como sea posible;

- si al estudiar el problema el factor produce un efecto determinado no se incluye entre los puntos considerados, entonces no será posible averiguar la causa (si se desea hallar las posibles causas de los fenómenos y desechar los factores aleatorios se debe poseer suficiente información general acerca de tales fenómenos y elaborar cuidadosamente sus procedimientos de observación);

- al exigir que sea un solo factor el que determine la aparición o ausencia de un fenómeno, muchas veces en los fenómenos sociales complejos se obedece a múltiples causas; cuando dos variables se hallan relacionadas entre sí es difícil determinar cuál de ellas es la causa y cuál el efecto;

- al intentar clasificar a los sujetos en grupos dicotómicos a fin de establecer comparaciones entre ellos, los fenómenos sociales sólo presentan similitudes si los incluimos en las más amplias categorías, aunque sabemos que los hechos sociales no se clasifican automáticamente en categorías exclusivas (por lo general la comparación entre dos variables indefinidas proporciona escasa información útil sobre el fenómeno que se pretende explicar);

- cuando se trata de estudios en los que se comparan situaciones normales, la tarea de seleccionar no requiere los mismos cuidados y precauciones que en el caso de los estudios experimentales, generalmente resulta difícil hallar grupos de elementos que sean similares en todos sus aspectos, excepto en lo que respecta al hecho de hallarse expuestos a una variable distinta (siempre existe el peligro de que los grupos presenten diferencias en relación con otras dimensiones -salud, inteligencia, antecedentes familiares, experiencia anterior- que pueden afectar los resultados del estudio).

Estudios de correlación: 

Se utilizan para determinar la medida en que dos variables se correlacionan entre sí, es decir el grado en que las variaciones que sufre un factor se corresponden con

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las que experimenta el otro. Las variables pueden hallarse estrecha o parcialmente relacionadas entre sí, pero también es posible que no exista entre ellas relación alguna. Puede decirse, en general, que la magnitud de una correlación depende de la medida en que los valores de dos variables aumenten o disminuyan en la misma o en diferente dirección.

Si los valores de dos variables aumentan o disminuyen de la misma manera, existe una correlación positiva; si, en cambio, los valores de una variable aumentan en tanto que disminuyen los de la otra, se trata de una correlación negativa; y si los valores de una variable aumentan, los de la otra pueden aumentar o disminuir, entonces hay poca o ninguna correlación. En consecuencia la gama de correlaciones se extiende desde la perfecta correlación negativa hasta la no correlación o la perfecta correlación positiva. Las técnicas de correlación son muy útiles en los estudios de carácter predictivo.

Si bien el coeficiente de correlación sólo permite expresar en términos cuantitativos el grado de relación que dos variables guardan entre sí, no significa que tal relación sea de orden causal. Para interpretar el significado de una relación se debe recurrir al análisis lógico, porque la computación estadística no dilucida el problema. Sus riesgos son los mismos que en los estudios causales comparativos.

3. Estudios de desarrollo:

Consiste en determinar no sólo las interrelaciones y el estado en que se hallan los fenómenos, sino también en los cambios que se producen en el transcurso del tiempo. En él se describe el desarrollo que experimentan las variables durante un lapso que puede abarcar meses o años. Abarca estudios de crecimiento y de tendencia.

Los estudios de crecimiento se refieren a la identificación de los diversos factores interrelacionados que influyen sobre el crecimiento en sus diferentes etapas, saber en qué momento se tornan observables los diversos aspectos y cuándo surgen, permanecen estacionarios, alcanzan su desarrollo óptimo y, finalmente, decaen. Para el estudio del desarrollo humano se usan dos métodos: las técnicas lineales y las de corte transversal. En ambos tipos de investigación, se deben efectuar una serie de observaciones sistemáticas.

El objetivo de las técnicas lineales es medir el grado de crecimiento de determinados niños en diferentes edades, por ejemplo; y en los de corte transversal no se medirían los mismos niños a intervalos regulares, sino se efectuaría un registro de medidas de diferentes niños pertenecientes a distintos grupos de edad.

Los estudios de corte transversal incluyen generalmente a una mayor cantidad de sujetos, y describen un número menos de factores de crecimiento que los estudios lineales. La técnica de corte transversal se usa con más frecuencia por su bajo

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costo y porque ocupa menos tiempo; la técnica lineal es el más adecuado para estudiar el desarrollo humano.

Ambas técnicas plantean problemas de muestreo: en los de corte transversal es posible que los diferentes sujetos de cada nivel de edad no sean comparables; los lineales obtienen información de un número limitado de sujetos, sin la confiabilidad de muestras más amplias, asimismo la dificultad para el investigador de evaluar y perfeccionar con cierta frecuencia sus técnicas, pues una vez iniciada la investigación no es posible interrumpirla para modificar o mejorar los procedimientos empleados. Para estudios lineales hacen falta apoyos económicos y un equipo de trabajo ininterrumpido durante años.

Los estudios de tendencia consisten en obtener datos sobre aspectos sociales, económicos y políticos y en analizarlos posteriormente para identificar las tendencias fundamentales y predecir los hechos que pueden producirse en el futuro. En ellos se combinan a veces técnicas históricas, documentales y las que se usan en las encuestas. Resulta aventurado formular predicciones basadas en los datos de tendencia social, porque las condiciones económicas, los avances tecnológicos, las guerras, las aspiraciones individuales y otros hechos imprevisibles pueden modificar de manera repentina el curso esperado de los acontecimientos.

A causa de los innumerables factores impredictibles que pueden ejercer influencia sobre los fenómenos sociales, la duración de los análisis de tendencia afecta en una medida considerable la validez de la predicción; la mayoría de las predicciones de largo alcance constituyen meras estimaciones, en tanto que las que se refieren a lapsos más breves gozan de mayores posibilidades de certeza.

1.5. Evaluación de la investigación descriptiva:

Algunos problemas con que suelen tropieza los investigadores se refieren a examen crítico de los materiales originales, el vocabulario técnico, la formulación de hipótesis, la observación y experimentación, y la generalización y predicción.

2. Investigación Exploratoria:Es aquella que se efectúa sobre un tema u objeto desconocido o poco estudiado, por lo que sus resultados constituyen una visión aproximada de dicho objeto, es decir, un nivel superficial de conocimiento. Este tipo de investigación, de acuerdo con Sellriz (1980) pueden ser:

a) Dirigidos a la formulación más precisa de un problema de investigación , dado que se carece de información suficiente y de conocimiento previos del objeto de estudio , resulta lógico que la formulación inicial del problema sea imprecisa. En este caso la exploración permitirá obtener nuevo datos y elementos que pueden conducir a formular con mayor precisión las preguntas de investigación.

b) Conducentes al planteamiento de una hipótesis: cuando se desconoce al objeto de estudio resulta difícil formular hipótesis acerca del mismo. La función de la

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investigación exploratoria es descubrir las bases y recabar información que permita como resultado del estudio, la formulación de una hipótesis. Las investigaciones exploratorias son útiles por cuanto sirve para familiarizar al investigador con un objeto que hasta el momento le era totalmente desconocido, sirve como base para la posterior realización de una investigación descriptiva, puede crear en otros investigadores el interés por el estudio de un nuevo tema o problema y puede ayudar a precisar un problema o a concluir con la formulación de una hipótesis.

3. Investigación Explicativa:Se encarga de buscar el porqué de los hechos mediante el establecimiento de relaciones causa-efecto. En este sentido, los estudios explicativos pueden ocuparse tanto de la determinación de las causas (investigación postfacto), como de los efectos (investigación experimental), mediante la prueba de hipótesis. Sus resultados y conclusiones constituyen el nivel más profundo de conocimientos.

La investigación explicativa intenta dar cuenta de un aspecto de la realidad, explicando su significatividad dentro de una teoría de referencia, a la luz de leyes o generalizaciones que dan cuenta de hechos o fenómenos que se producen en determinadas condiciones.

Dentro de la investigación científica, a nivel explicativo, se dan dos elementos:

- Lo que se quiere explicar: se trata del objeto, hecho o fenómeno que ha de explicarse, es el problema que genera la pregunta que requiere una explicación.

- Lo que se explica: La explicación se deduce (a modo de una secuencia hipotética deductiva) de un conjunto de premisas compuesto por leyes, generalizaciones y otros enunciados que expresan regularidades que tienen que acontecer. En este sentido, la explicación es siempre una deducción de una teoría que contiene afirmaciones que explican hechos particulares.