Henshall- El Absolutismo_1

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1 El absolutismo (1550-1700), ¿un mito? Revisión de un concepto historiográfico clave Ronald G. Asch Heinz Duchhardt (eds.) 1 IDEA BOOKS 1

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• El absolutismo (1550-1700), ¿un mito? Revisión de un concepto historiográfico clave

Ronald G. Asch Heinz Duchhardt

(eds.)

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IDEA BOOKS

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CAPITULO II

El absolutismo de la Edad Moderna 1550-1700 ¿Realidad política o propaganda? *

Nimias Henshall

Entre los años veinte del siglo XIX y los años cincuenta del si-glo XX cualquiera sabía lo que quería decir "absolutismo". Era el. enemigo autocrático de la consultación, el adversario despótico de los derechos, el usurpador burocrático de las élites naturales de la sociedad. Tal vez haya sido sobre todo el contrario coercitivo de la. Inglaterra. consensual. La interpretación Whig de la historia, al trazar el déiaifolo del gobieriio parlamentario, presentaba a la mayoría de los gobernantes de la Edad Moderna en estos términos, ya que tenían más poder del que los historiadores Whig de los siglos XVIII y XIX creían apropiado. La convicción de que Inglaterra había esca-pado de aquel destino en 1688 estaba ligada a concepciones de identidad e interés nacionales. Se transformó en el mito nacional.

"Absolutismo" todavía implica un monopolio total del poder. Instituciones consultivas, como los estamentos, con un poder por derecho propio, son coriceptualmente incompatibles con él. Si se dekübre que étistéñ, sé préSéritan . Como- niaiginadas en vez de in-dispensables. Sin embargo, las investigaciones recientes revelan al :.

go distinto. Estamentos adormecidos ya no sonel bass o continuo dél régimen de ' los Borbones. Éstos reconocieron a los estamentos como organismos de consulta mostrandoq-denoera-f-i7aUtocratic-os:

como Los respetaron Coo custodios délas liberta -des:Mostrando que no eran despóticos. Y los emplearon como instancias de administra-

* El término inglés "Early Modem", como denominación para un ámbito tem-poral, y de manera similar el alemán "Frühneuzeit", se ha traducido en esta obra co-

mo referidos a la Edad Moderna. aunque ambos aluden más indiscutiblemente a los

siglos XVI y XVII que al siglo XVIII, sin excluir este totalmente. Por ello, en el con-

texto de este libro cabría también traducir los mencionados términos como referidos en buena parte, al menos. a la Alta Edad Moderna. (Nota del Ed.).

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El absolutismo de la Edad Moderna 1550-1700 El absolutismo (1550-1700), ¿un mitos

ción, mostrando que no eran burocráticos. Dado que los Borbones son equivalentes a "absolutismo", el concepto se vuelve problemá-tico. Sin embargo, la reacción principal ha consistido en forzar las investigaciones nuevas en el viejo marco "absolutista": corno era de esperar, los alegatos en favor de una moratoria del término se igno-raron. Ciertamente, la monarquía de la Edad Moderna requiere un nuevo paradigma, basado en consenso y colaboración en vez dé. confrontación y coerción. En este artículo voy a examinar los cain-bios recientes en la perspectiva histórica que han producido esto

han —y que en el proceso 'disuelto muchos de los contrastes tradi- .... cionales entre Gran Bretiña y el Continente.

El primero es un cambio hacia un enfoque comparativo en vez de nacional. Algunos de los paralelismos entre Inglaterra y el Continente han emergido de manera accidental, pero otros son el producto de una síntesis deliberada.'

En 1807, 77)e Edinburgh Review proclamó: «Todos los go-biernos civilizados se pueden dividir entre libres y arbitrarios; o más exactamente ... entre el gobierno de Inglaterra y los otros gobiernos europeos.» El mito Whig de la singularidad de Irigl.ate-rra. ha sobrevivido, mientras que su . h.fstoiia se escribía separarla de la del !Continente »absolutista». Ahora, muchos historiadores ven una monarquía múltiple británica con una fuerte prerrogati-va real, una corte dominante y reuniones irregulares de las asam-bleas estamentales inglesas, irlandesas y (después de 1603) esco-cesas. Todo esto se ve menos 'excepcional en el contexto de los gobiernos continentales de la Edad Moderna. Poner el estado in-glés en la misma categoría que el holandés forma parte del Mito Whig; el último fue una república durante la mayo': parte dé ese periodo, el primero sólo durante los once años del interregno. En 1660, todo el aparato monárquico fue restaurado, con una prerrogativa real aborrecible para los holandeses, cuyos Estados

Fritz Hartung y Roland Mousnier, Quelques problémes concernant la monar-chie absolute. En: Relazione del X Congre.sso Internazionale di Scienze Storiche, IV: Simia moderna. Florencia 1955, 3-55. John Miller. The Potencial for Absolutism in La- ter Stuart England. En: History 69 (1984) 187-207; idem (ed.), Abso/utism in Sevente-enih-Centary Europe. Londres 1990; John Brcwcr, The Sinews of Power. Londres 1989; Nicholas Hen.shall, 77re Myth of Absolutism. Londres 1992; Jeremy Rlack, Covergence or Diuergence? Britain and ¿he Continent. Londres 1994.

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Generales podían remitir un asunto de política exterior al conse-jo de una ciudad. Definitivamente, hasta. 161:38 el sitio de Inglate-rra está al lado de las grandes mcmarquías europeas.

«Un terreno muy pisoteado puede verse muy distinto, si se mira desde un globo en vez de la tradicional cima de la colina nacional.» 2 Mientras que uno asciende, las formas cambian de una manera inesperada. El ataque a las asambleas bohemias, des-pués de su derrota en 1620 convertió Bohemia en una monar-qnía hereditaria; los oficiales del estado iban a ser nombrados por el rey y no por las asambleas, que también perdieron su de-rdcho exclusivo de iniciar la legislación. Esto normalmente se sa-luda corno la imposición del .absolutistno» por los Habsburgo. En realidad, esto les dio los mismos poderes en Bohemia de los qtae los monarcas ingleses habían disfrutado durante siglos. Es-paña fue considerada por los ingleses de los primeros decenios del siglo XVII como la esencia del despotismo, estando las liber-taes y las propiedades de los súbditos a la merced de los capri-chos de su señor. Pero la situación española era comparable a la si4ya propia. Las prerrogativas de la corona en Castilla estaban Más limitadas por obligaciones contractuales que en cualquier Monarquía, aparte de Polonia. 3 Luis XIV era llamado un monarca ,.absoluto» durante su vida tanto en Francia como en Inglaterra, prO -ios dos pueblos entendieron lo contrario por ello. Los fran-c -Se referían a un monarca provisto de poder para defender lats libertades y propiedades de sus súbditos; a finales del siglo XTII, los ingleses se referían a uno provisto de poder para des-tntirlas,

¿Cómo pasó aquello? Desde luego, no empezó con The Edinburgh Review. El hombre responsable de la afirmación de que 19s . parlamentos tenían algo específicamente inglés fue For-tesCue. En el siglo XV, cuando los gobernantes habían estableci-ó en toda Europa asambleas consultivas, muchas de ellas con o i iciales permanentes, comités permanentes y un estatus corpo- rátivo denegado al Parlamento inglés, aquél proclamó que su njonarca era el único que necesitaba el consentimiento de su

2 Dominic Lleven, Nicholas II Londres 1993, p. X. 3 1. A. A. Thompson, Castile. En Miller, Absolutism in Seventeentb-Ce ury Eu-

rope (n.1), 69-98. pp 71-73 y 81.

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Parlamento para la legislación y la tributación, mientras que el monarca francés se podía valer por sí Mismo con la propiedad de sus súbditos. Pero Commines y Bodin (a pesar de la preferen-cia atribuida por este último al «absolutismo ,) reivindicaron para Francia algo semejante a lo que Fortescue había advertido en In-glaterra.

Ahora sabernos que, alrededor de 1500, el dominium floté-ticum et regale era la norma, no la excepción. Esto no signfica 1 una monarquía mixta. Potiticum quiere decir gobierno mixto y regale gobierno real. Fortescue no estaba sugiriendo que el rey tenía un solo poder que compartía con el Parlamento. Tenla dos, uno compartido con el Parlamento y otro por sí sCiloT -bi'ex in par-iIiiriéaó . establecía lbs impuestos y legislaba, y el" - .a. splus ejekiá -la . prerrogativa réal. Fortescue tenía razón en 'e-Unto :;i la -monafbía inglesa, pero no la tenía en cuanto a las demás.Sus 1, motivos (quitarles puntos a los franceses) eran puramente t icti-cos, pero el daño estaba hecho. Su engañosa división de monar-quías en dos categorías pasó a la mitología política inglesa. 4

En algunos aspectos, la monarquía inglesa era la única en Ser absoluta. los estatut.a-delbs parlamentos ' dé la Refórma ha-bían investido sólo al monarca con da supremacía ecicsiásiica. Isabel 1 realmente podía llamarse abSOluta en los asuntos esiri- e tuales y temporales cuando arrancólóS.. éf-iiéififól de - laS .igl-

l Sia's

filó pael4les y los substituyó por los escúdós de armas realesSii autoridad no se limitaba-al papel: se empieza a ver claram nte que impuso el protestantismo a una población que no lo quqría. Hoy día sabemos cuán sumisamente los capellanes ingleses Liaja- ron, pusieron y otra vez bajaron las imágenes de los santos obe-deciendo a los caprichos de los monarcas a mediados de la épo-ca Tudor. 5 Esto dice mucho sobre la fuerza del gobierno Tudhr y su dominio sobre las comunidades. Sin embargo, fueron las no-narquías católicas del Continente, que tenían una fracción del poder de los Tudor sobre sus iglesias, las que recibieron el tí ulo de ,,absolutismo confesional...

Pero Inglaterra también afirmó ser única en el imperio de ._....... ' Jonathan Clark, The language of liberty 1660-1832. Cambridge 1994, p. 76

y SS.

5 Ronald Hunon. The Local Impact of the Tudor Refonnations. En: Christc»her Haigh (ed,), •1m English Relbrmation Revised. Cambridge 1987, 114-138.

El absolutismo de la Edad Moderna 1550-1 700

la ley. Esto se puede cuestionar, dado que los gobernantes con-tinentare-S éltabantan limitados por la ley Corno lbs ingleses. Llegado el .siglo XVIII, muchos hogares franceses sólo poseían un libro, una copia de la coutume, o código legal: las coutumes

eran más populares que la Biblia, 6 Se suele argumentar que fuesen cual fuesen las limitaciones legales del monarca, en el Continente era imposible hacer que se cumplieran. Tampoco se podía hacerlo en Inglaterra, excepto por la Revolución. Los Tu dor yj los Estuardo poseían una prerrogativa de emergencia, comparable a la de los Borbones, que era difícil de controlar. Todos aquellos sospechosos de sedición para el Privy Council

(Consejo Privado) .de Isabel I fueron sometidos, de . forina ruti- • nada; á la encarcélación arbitraria y a la toi'tura. 7 Los veredictos inevitables de los grandes juicios de traición bajo los Tudor contrastan de una forma sugestiva con el fracaso de Luis XIV éii sir intento de asegurar la pena capital contra Fouquet. Mo-rral y Si"irgeSs - han argumentado de fórina convincente que aquello por lo que se querellaba en el caso del ship lnoney [un impuesto sobre los puertos y para los casos de guerra, cuya ex-tensión a todo el país, por Carlos I, en 1635, dio pie a un im-portante conflicto jurídico-constitucional) no era el derecho del rey sobre la propiedad de sus súbditos, en caso de emergencia, sino su juicio de qué constituía una emergencia. La common

law (la ley inglesa que derivaba de la costumbre propia del país) resultó impotente para detenerle en la ejecución de su prerrogativa en contextos no apropiados. 8 Por esto se derrum-bó el consenso de la. época de Jacobo I, Los Estuardo hacían lo que les daba la gana con la judicatura, inTelfuras 'que en Francia los jueces habían comprado sus cargos no Podían ser despo- jados - dé ellos. Ni se podían destituir los oficiales lOcales fránce-seS,_ a diferencia de Vos .jueces, dé paz.ingleses.

Tampoco hay un contraste nítido entre el Continente,

6 Bruce Lenman y Geoffrey Parker, The State, the Community and the Criminal Law Early Modem Europe. En: Bruce Lenman, Geoffrey Parker y V.A.C. Gatrell (cris.). Crime and the Law. Londres 1980, 11-48, p. 11.

Penry Williams, Tbe Tudor Reginze. Oxford 1979, pp , 392f. John Morrill, The Religious Context of the English Civil Wai. En: Transactions

of the Royal.Historical Society, 5 1 se., 34 (1984) 155-178, pp.160 y 174; Glenn Burgess,

The Politics of tbe Ancient Constitution. Londres 1992, pp. 202-206.

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El absolutismo (15504700), :un mito?

donde los monarcas legislaban por autoridad propia, y . los es-tados «no-absolutistas» como Inglaterra, donde la ley surgía del King-in-Parliament. Legislar emerge de los capitularios fran-cos y anglosajones corno una de las prerrogativas más anti-guas de la realeza. Pero en algunos aspectos también era una actividad. conjunta y parece que seguía siéndolo en la era del «absolutismo». En 1680, el supuestamente «absolutista» Carlos XI de Suecia afirmaba que la prerrogativa real de legislar daba la fuerza a la ley: no daba el derecho de determinar su conte-nido en solitario. 9 Según la antigua y venerable fórmula, en Inglaterra la ley fue promulgada por su más excelente majes-tad el rey con el consentimiento de las cámaras de lores y co-munes. Y lel derecho de la . corona,. francesa de iniciar. la legis-lación en Sblitario encomió un equivalente en el derecho de veto del rey inglés.

Bajó los Borbones, el legislar estaba definido de una mane-ra imprecisa. El detenido examen del Recueil général de la legis-lación de los reyes franceses por Isambert revela que la ciudad de París examinaba tratados con el exterior, testamentos reales, concesiones de títulos nobiliarios, patentes. de compañías y de-claraciones de guerra —asuntos del estado que pocos parlamen-tos bajo los Tudor y los Estuardo consideraron suyos. 10 En la Suecia «absolutista», los monarcas, en su juramento de corán-a-ción, juraban consultar el Riksdag [la asamblea estamental sueca] en decisiones importantes de política exterior; en la Inglaterra «no-absolutista», los parlamentos, en algunas ocasiones, intenta-ron interferir en la 'política exterior, pero nunca se les reconoció un derecho formal de hacerlo» Sé ha sugerido que Isabel I rei-nó- en gran Medida mediante 'pragmáticas, precisamente porque ningún . Pailamento las podía tocarlo' La insistencia borbóniCa en 1673 en tener la primera y última palabra en tales asuntos parece

9 Anthony Upton, The Swedish Riksdag and the, English Parliament in the Se-venteenth Century-- Some Comparisons. En: Nils Stjernquist (ed.), The Swedisb Riks. dag iu ati International Penpective. Estocolmo 1989, 118-133, p. 128.

10 Fraiwois Isambert, Recueil général des anciennes lois frarz9aises. París 1822.- 1833,

11 Upton, Swedisb Riksdag (n. 9), p 122. 12 Raymbud W. K. Hinton, The Decline of Parliamentary Governmenr under

Elizabeth and the Early Stuarts. En: Cambridge Historical Journal 13 (1957) 116-132, pp.125 y ss.

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El absolutismo de la Edad Moderna 7 550-7 700

MI nos absolutista», una vez que se ha observado que los monar- c s ingleses reivindicaron lo mismo. 13

El segundo cambio proviene del reciente interés en el discur-sa más que en el estudio tradicional de la teoría política. Ahora, la conciencia política se considera definida por los discursos disponi-

, articulados por el clero, los abogados y los políticos más que por los filósofos políticos. Ellos representan una mentalidad más que un modo de teorizar. El discurso de la. Edad Moderna propo-ne tres tipos de gobierno —y en éstos no se incluye el «absolutis-mb» que supuestamente separaba Inglaterra del Continente.

En primer lugar, la mayoría de los gobernantes se considera-, ron «absoltitOs»en el sentido de que monopolizaron las prerrogati-

vas principescas de guerra 5.-rpaz, patronazgo y clistribución de Car-gos, y no reconocieron ninguna limitación legítima de sus decisio-.

nes. El término es anterior a la ,era del absolutismo». Se encuentra e el siglo XIV, cuando los gobernantes de Francia, Inglaterra y Es aña empezaron a reivindiCar el ingierium y a llevar las coronas artieadas que los equiparaban con el Emperador Sacro Romano- Gtrrrnánico. En las promulgador-res de las Cortés castellanas duran- te el reinado de Alfonso XI en 1348, el término es invocado repeti- , damente," La monarquía es absoluta por definición: ésta es. su ea- r4terística principal. Quiere decir el gobierno de uno —no un po- d r compartido ni con un superior imperial ni con comisiones de n bles ni con señores feudales. El poder absoluto convertía los in- te eses, las capacidades y las decisiones de un hombre en la fuer-

&za' motriz del gobierno. En la Baja Edad Media, los monarcas de la

ropa Occidental monopolizaron las prerrogativas que anterior- ' mente habían sido duplicadas por otros. El derecho crucial de ha-cer la guerra fue reservado, a la corona; kis 'que le hacían guerra al rey sé trataron como traidores y no como feudatarios que ejercían

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1 13 David ParIcer, Sovereignty, Absolutism and the Function of Law In Sevente- enth-Century France. En: Past and Present 122 ( 1989) 36-74; Roger Mettam. Power arad{ Fact ion in LOtii5 XIV's France. Oxford 1988, p. 167; idem, France. En: Miller, Ab-solluism (n. 1) 42-67, pp. 48 y ss.

14 james Surtís, Lordsbip, Kingship and Empire. Oxford 1992, p. 72. 15 Richard Kaeuper, War, Justice and Public ()raer in the Later Middle Mes.

Oxl'ord 1988, pp. 225-231, Theodor Schieder, Wandlungen des Sraars in der Neuzeit. • Historische Zeitschrill 216 (1973) 265-303, p. 269.

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El absolutismo 0550-7700), ¿un mito? El absolutismo de la Edad Moderna 1550-1700

su derecho de ,diffidatio [ruptura del lazo feudalPs Por ende el faiar 'a la - Corona a hacer cierta polítieá era rebelión; los que con-seguían cargos a la fuería eran conspiradores.Lo importante del poder absoluto no era su capacidad coercitiva. Corno insistía &Os-suet, lo importante era que no podía ser coercionado.

El poder absoluto era compatible con una— Participación de. le abajo. Los monarcas sólo monopolizaron legítimamente lo que se conocía corno asuntos de estado»: 0110 deínáS tenían que co e-guifei -Consentimiento. Alguna vez se nen—S(5 que éstadistinción 6- lo se J'Odia' aPliCif a' Inglaterra: pero se puede argumentar que era universal en la Europa Occidental y Central. Los monarcas franclés y español fueron llamados «absolutos» cuando los Estados Gene -a-les y las Cortes se reunían frecuentemente. La cuidadosa enumera-ción de prerrogativas en innumerables tratados sugiere que éstas no se extendían a todo. El poder absoluto terminaba donde empe-zaban los dereehos.de_loSáiíbelitoá y no.iinplieáfia ning(tn dere o de pisotearlos. Había una sensibilidad acerca de lo que el gob r-nante podía y lo que no podía hacer. Esto va más allá de las limita-ciones prácticas del poder absoluto (distancia, recursos, oficiales le poco fiar, etcétera) que últimamente han acaparado mucha aten-ción. Se extiende a sus limitaciones legales y teóricas, que han rei-bido menos. Europa, y no solamente Inglaterra, abogaba por el • peno de la ley: el poder absoluto también era un poder limitado o constitucional. 16 Cómo gUardianes de la ley, -los g6b"einantes no. la podían romper sin debilitar su•propia autoridad. El poder absolu o no era visto como una amenaza a los derechos -le—g—ale—s. :inVestía a logliberriantes con fuerza para protéged6s. Ál reducir la autorkIld absOluta y la limitada a una Sola, como hicieron los contemporl-neos, los regímenes de Inglaterra y del Continente se convierten In miembros de la misma especie: la monarquía.

En segundo lugar, algunos gobernantes se consideraron «despóticos» o »arbitrarios» porque fueron más allá de las prerro-gativas reconocidas e invadieron los derechos de sus súbditos.

; invasión_ de .derechos de propiedad sin asentimiento fue conde-nada . Incluso por pensadores supuestamente «absolutiátas» com Bodrit la fuerza era ilegitima. La capacidad de imponer impue - tóIra voluntad ha sido vista durante mucho tiempo como una ca-

16 Borns, Lordship (o. 1 4), p. 1 58.

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racterística clave de la monarquía absoluta. Cualquiera que fuera la práctica, está cada vez más claro que ninguna prerrogativa de ese tipo existía en la teoría. El principio de que los gobernantes debían consultar a sus súbditos, cuyos derechos estaban en jue-go, había penetrado profundamente en la cultura política de la Europa Occidental. Los monarcas y las asambleas podían pelear, pero hablaban el mismo lenguaje. El despotismo fue considerado una disfuncion y nunca fue equiparado con la constitución. aun-que fue comúnmente identificado con los regímenes turco y ru-so. Aunque lus derechos y privilegios podían ser molestos para algunos gobernantes, normalmente no los suprimieron, incluso cuando tenían la oportunidad. Las asambleas sobrevivieron al fracaso de las revueltas, en Nápoles en 1585 y en Aragón en 1591, aunque Felipe II fácilmente hubiera podido recortar sus poderes. La doctrina según la cual las acciones despóticas eran anticonstituCionales . nofue inventada por los imrlements [altos tribunales dejusticia] franceses rebeldes en el' siglo XVIII: fue enunciada per BoSSuet, el teórico oficial de Luis XIV'?

Los derechos y privilegios se Incorporan en un discurso de la antigtia costumbre, de los contratos y fueros: su sanción era el pasado. De . manera que _Federico Carlos de Wünternberg era ati-ple—á-Cuando, en 1692 y en palabras que anticiparon a José II ide AiTstrial,ifiejsiiazóla antigua constitución como historia del pasa-do (alte Historie) que era irrelevante para las nuevas circuristan-cias.ar Los derechos eran tanto individuales como corporativos y podían extenderse hasta la libertad de expresión. Muchos mo-narcas de los siglos XVI y XVII permitieron la diversidad de opi-niones sobre los asuntos de política: algunos, como los Austria españoles, la alentaron. Luis XIV no hizo ningún intento de si-lenciar el grupo crítico que se había reunido alrededor del Du-que de Borgoña. En cambio. Victor Amadeo II de Saboya impuso la denegación más autoritaria de libertad intelectual al oeste de Rusia. Parece que ello dependía más del temperamento indivi-dual de los reyes que de cualquier sistema «absolutista.

r James Collins, Fiscal Limits cy. Absoltaism. Berkeley, CA 1988, p. 2; Vicior L.

Tapie, France in the Me ofiLouis XIII asid Richelieu Nueva York 1975, pp. 54-60;

Frank Tallett, War and Society tü Early Modem Europe. Londres 1992. p. 196.

18 James A. Vann, 7be Making oí a State: Winuembeig 1593-1793. lthaco, Nue-

va -5.-c - 1; 1984, p. 161

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El absolutismo (1550-1700). ,jun mito?

En tercer lugar, algunos gobernantes fueron considerados como inclinados hacia acomodos ',republicanos» porque permitie-ron la intrusión en las prerrogativas principescas por parte de los consejos, comisiones o asambleas estamentales. Los pueblos se quejaron cuando el príncipe no gobernaba por sí solo.: el orgullo de Luis XIV era que sí lo hacía. Al contrario de la creencia usual, los nobles preferían gobernantes fuertes a débiles. Los grupos de poder provinciales, que querían una ayuda real efectiva en las contiendas locales, necesitaban un mando indiviso en el centro de poder para impedir apelaciones a rivales jurisdiccionales. Co-mo los ministros y oficiales frecuentemente se disputaban las áreas de responsabilidad uno al otro, un arbitraje real firme era más que vita1. 19 Los últimos años de Felipe IV de España fueron condenados corno-rePúblicanos por Muchos observadores por-queel rey era incapaz de imponer sus decisiones al gobierno. 20

Pero la minoría de edad o la incompetencia de un rey podían in-vertir '' elta- aelitud. Al comienzo del siglo XVII en Brandenburgo, las asambleas estamentales lograron su reivindicación de poder vetar la Política exterior y en 1648 el parlement de París intentó hacer lo mismo, Es significativo que, de los últimos decenios del

Brandenburgo y Francia son famosos por unas rnues-tras eSpeffletilares 'de ''absolutismo>': posiblemente, sus monarcas sólo recuperál-pp_el poder real o principesco normal. Lo que Pre-cede a los regímenes «absolutistas.> muchas veces es ilustrativo. Si empezamos a observar Dinamarca en 1661, vemos a un monarca fuerte que ocupa nuevos poderes de manera agresiva y aparen-temente está lanzando el ,-absolutismo», Si empezamos en 1648, vemos a un monarca electo, débil, con un consejo de magnates impuesto sobre él. No hay nada intrinsicamente «absolutista» en un rey que quiere elegir sus propios servidores y dejar la corona a sus herederos. El destacar el. poder absoluto era, al menos en parte, una retórica de recuperación.

De modo que había un tipo de gobierno legítimo (monar-quía) y-d-o-S-Perversiones de 'él (despotismo y re-publicanismo). La monarquía degeneraba hada el depotismo cuando Monopoliza

19 Charles Frostin, L'organisation ministérielle sous Louis XIV: curnul d'attribu-tions et situations conflictuelles. En: Reme dbistoire du Droit franlais et étranger 58 (1980) 201-226.

Thompson, Ca.stile (n. 3), p. 88.

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El absolutismo de la Edad Moderna 1550-1700

ba _los poderes que supuestamente debía compartir y se inclina-ba hacia republicanismo - cuando compartía •loS -poderes que supuestamente debía Monopolizar, La distinCión vital era entre nEiiárqUías absolinaS y -despóticas; que tenían piintoS -de -vista o .

1) tiestos sobre los derechos de sus súbditos -no entre las nno-

4rquías absolutas y limitadas, - qu'e' eran dos aspectos 'de la - mis- n1 Esa El discurSo polítito de la Edad - Moderna-empleaba . una retórica de la armonía que combinaba lo que aparentemente era opuesto. Era el deber del gobernante mantener una constitución equilibrada. Los gobiernos francés y inglés actuaban, pues, tanto mediante la manera de prerrogativa como mediante la manera. cónsultiva. Esta es larazónpor la que los contemporáneos se re-ferían enigratiCamente a los mismos gobernantes como absolu- tcts Sr-éorñüliftiitiados. Entonces, los dos (términos) no se eonsi-de-fabári-mutuamente excluyentes porque se referían a distintas ateas de la actividad gubernamental que tenían reglas distintas. En Inglaterra, Burgess lo llamó la teoría binómica del gobierno. Bacon lo describió corno un poder doble en el rey: ... su poder absoluto, por el que puede levantar fuerzas contra cualquier no, clón y su poder limitado, que es declarado y expresado en las le-yés. Un miembro del Parlamento inglés declaró en 1610:

Este reino disfruta las bendiciones y los beneficios de una nlonarquía absoluta y dé un estado libre ... Por lo tanto, no pien-se nadie que libertad y soberanía son incompatibles, que cuanto 2 da al uno se le quita al otro ... lo uno apenas puede subsistir n ocho tiempo sin lo otro. 21

Esta es también la razón por la que la reinvención por parte d Sornmerville de una lucha entre las teorías del gobierno »ab- s lutas» y «limitadas« en la Inglaterra del temprano siglo XVII no a anca. El poder absoluto y el limitado fueron vistos corno sim-- b áticos y complementarios.

No todos los comentadores estaban de acuerdo entonces. Ni lo están ahora. En 1559,john Aylmer expresó su alivio porque Isabel I, una mujer, no pudiera decidir los asuntos de guerra y paz por sí sola. Algunos historiadores todavía afirman que la rei-na se inventó la distinción entre los asuntos de la comunidad,

21 Burgess, Ancient constitution (n. 8), p. 166; Elizabeth Read Foster (ed.), P •oceedings in Parlianzent 1610. 2 vols., Nem., Haven, CT 1966. II, pp. 191 y 195.

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El absolulisme (1 550-1 700). ¿un mito?

que el Parlamento podía vetar, y los asuntos del estado. que no podía vetar. Ya que la teoría de esta dicotomía es al menos an antigua corno Fortescue y la práctica era necesaria por la p ca frecuencia de los parlamentos, podemos concluir que esos hi ()- dadores ("y Aylmer) se equivocan. Elton define la prerrogativa r sal Tudor como sujeta a la ley, lo cual es engañoso, Estaba dentro de la ley en el sentido de que sus límites se hallaban definidos por la ley; pero estaba fuera de ella en el sentido de que no funcionilba a través de ella sino a través de la incuestionable voluntad dlel rey. En este aspecto. era comparable a la prerrogativa de los B i-bones, que se situaba más allá de las apelaciones legales. So n-merville va al extremo opuesto cuando compara la reivindicad o

Jacobo I de una prerrogativa por encima de la- ley con aqu la de los borbolles. Presenta de mañera correcta a Jacobo que taba en una confusión despóticas pero de manera incorrecta a s Borbolles, quiénes rearazaban cualquier teoría de despotismo.

Bossuet difícilmente podía ser más claro. La autoridad real ds:

absoluta re.specto a la coerción. no habiendo ningún po ei-capd".ide ''''''''''''''''' que en este sentido es iiidk5 diente de toda autoridad humana. Pero de esto no se sig re que el gobierno sea arbitrario, porque.... hay leyes en -TOS i perius y todo lo que se hace en contra de ellas es nulo en dei ch c ;32

El consenso binómico de la Inglaterra de los primeros pos de los Estuardo fue empujado más allá de sus límites pbr Carlos I, siguiendo la línea de su 'padre y désafiand.o la de suet. Por enoja relación entre los reáimenes Borbón y Estuar o obviamente no se puede clarifiCár'etiquetandó amboS con el t'r-

• mino de - absolutismw. DeSpués de la Guerra Civil [inglesa] se 1 i-zo algún intento de asociar de nuevo la monarquía absoluta con la limitada, pero al final del siglo las dos eran consideradas ip- compatibles. Esto era ilógico, dado que una monarquía absoluta

22 Geoffrey Elton, The Role of Law in Sixteenth-Century Ertgland. En: (den, ..S .tudies in Tudor and Stuart Politics and Government 2 vols., Carnbridge 1974. L 2( 0-284 Juliano Sonunerville, Pohtics aria Meologv nz .1,..7,1and 2603-1640. Londres 19(6, pp. 46 y es. Jacques-Bénigne Bossuet. Politique tupe des propres paroles de lEcritu "e .calme. ed. peques Le Brun. París 1967, p. 292.

El absolutismo de la Edad Moderna 1550-1700

que no era despótica en algún sentido era limitada. Pero el desa-rrollo debía poco a la lógica y mucho a la propaganda —una res-puesta lingüística al desafío religioso y comercial de Luis XIV en los años ochenta y noventa del siglo XVII. Locke y_ Bossuet dan unas definiciones tan idénticas del despotismo que . parece que las iigr:áü,:áEordado: 23 Pero existe una diferencia crucial. Bos- su tse _el poder absolriterd):- despdtiai Thieritras que LoCke los equipara. Sancionado por su autoridad, absoluto adquiría las coiiiibtacionts despóticas que ha conservado." Por definición ya no era posible para los gobiernos absolutos ser limitados la

vez71.5.."1 -Siglio XVIII, los ingleses habían olvidado el sentido ori-ginal no-despótico de la palabra. Er0756,..pavid Hume estaba peTlIelo.. por las frecuentes referenCias de los Tudor y los Estuar-do a su monarquía como absoluta. ¿La monarquía inglesa no ha-

bía—aido limitada por'laá leyes y el Parlamento durante siglol? Se preguntó, brevemente, en una nota a pie de página, si el signi-ficado- de la palabra habría cambiado, pero no prosiguió la espe-ctiladón.25

Pronto, esto llegó._a..Francia...Dossuet„Judiaba_por.manterier la diátineiel -Eritre el poder absoluto, . . defensor de los derechos de sus súbditos, y el poder despótico o arbitrario,..sit opresor. Ex-ponía el intento de desacreditar la monarquía absoluta:

Para hacer odioso este .térrnino ... muchos aparentan con-fundir el gobierno absoluto y el gobierno arbitrario. Pero nó-hay nada más diférente. 26

Cualquier discurso contiene un elemento de interés propio: encierra tanto táctica como principios ideales. La élite europea tenía una cultura en común: era deseable reivindicar la legitima-ción de la normas políticas clásicas. La descripción familiar de Inglaterra como una monarquía mixta que se repetía sin fin en todo el siglo XVI y el XVII se basaba en la idea tradicional del

Zs Ibid., pp.292f; John Locke, neo Treati.ses of Government, ed. Peter Laslett .

Nueva York 1965, p. 182 24 James Daly, The Idea of Absolute Monarchy in Seventeenth Century En-

gland. En: Historical journal 21 ( 1978) 227-250, p. 245. 25 David Hume, Histoty of England. 10 vols., Londres 1809, VI, pp. 246 y ss.

Bossuet, Potingue (o. 22), p. 92.

El absolutismo (1550-1700, ¿un mito?

gobierno mixto que se podía encontrar en Aristóteles y otros au-tores de la Grecia y la Roma antiguas, como por ejemplo en la De Re Publica de Cicerón (aunque esta obra en particular no fue redescubierta hasta el año 1819). A la mezcla se le atribuían con-tenidos muy dispersos. Algunos favorecían el clero, los lores y los comunes, otros el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial. Claramente, los hechos fueron adaptados al modelo, no el mode-lo a los hechos. Sin embargo, los historiadores reiteran el modelo solemnemente, como si se basara en los resultados de la ciencia política moderna. Durante la mayor parte de la época, absoluto era un cumplido y despótico un insulto. La clasificación estaba coloreada por la antipatía dinástica, nacional o religiosa. Bossuet veneraba a Luis XIV corno absoluto mientras que el hugonote Ju-rieu lo denigraba corno despótico. Según los políticos Whig in-gleses de los años ochenta del siglo XVII, Luis ).(IV era un déspo-ta católico, mientras que Leopoldo I, un buen aliado, era visto como políticamente correcto y, para decirlo así, como protestan-te honorario. 27

«Absolutismo ,, es ajeno a este discurso. Representa una nor-ma gubernamental y tiene connotaciones despóticas. En el dis-curso anterior a la Ilustración no puede hacer las dos cosas.

En tercer lugar, ha habido un viraje hacia el estudio de es-tados MterriaCionales en vez de nacionales. El enfoque británieo en vez deritigléS ha revelado 'paralelismos con las monarquías múltiples del Continente. 28 La mayoría de las observaciones so-bre la singularidad inglesa soiT -Irrelevantes a escala brltánc. El auge 'de la conciencia nacional y los estados nacionales sigue obsesionando a los historiadores, pero ahora también subrayan el dominio de la Europa de la Edad Moderna por parte de las dinastías imperiales internacionales. Hay, por lo tanto, más resis-tencia a equiparar el ' ,absolutismo« con el auge del estado nacio-nal y se sospecha de las descripciones globales como «absolutis-tas. de imperios que encerraban distintas formas de leyes consti-tucionales.

27 Cicerón, De Re Publica. .De legibus. Con trad. inglesa de Clinton Walker Ke-yes. Londres 1928, pp. 102-104; Nicole Perrier-Caveriviere, l'image de Louis XIV dans la littérature frawaise de 1660 á 1715. París 1981, pp. 314-330.

23 Black, Convergente (n. 1).

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El ab.solutisrno de la Edad Moderna 1550-1700

Los estados de la Edad Moderna eran aglomeraciones di-násticas, adquiridos sin tener en cuenta la etnicidad o la geogra-fía, divididos por la ley y el lenguaje, reunidos sólo por la lealtad a la, familia del gobernante, la corte y, especialmente después de 1650, la religión. El mar no era una barrera para el dinasticismo: reunía el territorio en vez de dividirlo, como en el imperio sueco y el reino de Dinamarca-Noruega. Pero el consenso era difícil de crear cuando el territorio central que contenía la capital dinástica infringía las libertades o divergía de la religión de las provincias subordinadas, que muchas veces tenían sólo una corte virreina! o ninguna. De ahí las revueltas en los Países Bajos (1566), Bohe-mi ' (1618), Escocia (1639) y Cataluña (1640),

En cuarto lugar, los historiadores revisionistas han destaca-do las contingencias en vez de las estructuras. Esto ha debilitado el concepto de •absolutismo» como tipo de sociedad. La impa-cier cia con los fundamentos económicos y sociológicos demasia-do simplificados ha revivido l'histoire éténementielle [de los acontecimientos] con su énfasis en la contingencia a corto plazo co o la principal herramienta de explicación. El énfasis se pone en a autonomía de la esfera política y constitucional y en la me-did en la que ésta generó una fuerza propia.

La monarquía hereditaria es impredecible por definición. Fac ores fortuitos como la capacidad y la personalidad regias cau-san trayectorias diversas en diferentes estados. Estudios de la alta política de las facciones de la corte han demostrado las influen-cias sobre, y la importancia de, las decisiones claves tornadas por los ue estaban en el poder. Las maniobras políticas en la corte Tud r convirtieron la política, -y por ello el progreso de la Refor-ma, en un asunto de stierte. 29 La armonía interna era frágil por-que dependía de la habilidad de los monarcas hereditarios indivi-dua es de mantener juntas con pocos recursos y menos fuerza a las comunidades políticas fragmentadas. Mujeres o niños en el tron , o una sucesión disputada, debilitaron la monarquía frente. a otro grupos. Y muchas veces se olvida que de los monarcas se esp raba que reinaran hasta que fallecieran. Los achaques d la edad y la senilidad eran por ello peligros normales para el ?_,o-

29 Christopher Haigh, Englisb Refirmations. Oxford 1993, p. 336.

57

R1 absolutismo (155071700), ¿un mito?

bierno real. Los historiadores notan variaciones en la aceptación oficial de lo inevitable. Mientras que los fabricantes de las imáge-nes reales desdibujaron las arrugas de la reina Isabel I, a 1 ima-gen oficial de Luis XIV se le permitió envejecer discretament . :so

El «absolutismo« no puede ser tratado como un desarr llo li-neal, con un monarca construyendo sistemáticamente so re la política de su predecesor. La verdad fue más cíclica y acci enta-da. Monarcas como Luis XIV se pueden ver como aquellos que recuperan sus prerrogativas después de desafíos (las Frondas) durante la minoría real o la incompetencia (Mazarino). No era necesario establecerlas por la fuerza: de los gobernantes ca aces y adultos se esperaba que las ejercieran. En vez de ver el » bso-lutismo» corno un empuje agresivo hacia poderes nuevos, uede ser presentado corno una estrategia de recuperación despu s de los golpes naturales a los que las monarquías estaban s jetas -como la determinación de monopolizar los poderes legí irnos del gobernante, pero no los poderes de nadie más.

Recientemente, muchos historiadores de la Edad Mocerna han destacado la continuidad más que el cambio. El «absolutis-mo», por definición un distanciamiento de las formas de gdbier-no medievales, ha sido por lo tanto cuestionado. Inglateri4, en

1) contraste, siempre ha sido reconocido como un estado d nde hubo una supervivencia importante -la colaboración de la oro-na por un lado y los estamentos y élites locales por el otro, junto a las libertades regionales y de clase que defendieron. Ahora tie-ne que compartir esa distinción con los del Continente, que re-claman una tradición igualmente larga de cooperación. La idea convencional consistía en que el nuevo estado «absolutista” era el enemigo de las élites establecidas y las corporaciones dominadas por ellas. Ahora, esto es cludoso. 3 '

Así como cruza las fronteras nacionales, el gran cuadro ha de trascender los períodos usuales de investigación: los histbria-dores de...1a..Edad...Moderna son conscientes ahora del peligro de separar su período de su predecesor medieval. Él '.;abSolútiarrib»

- _....„ ...,.. --- -• - - ..-

30 Peter Burke, The Fabrication gf161.1iS X71,7 Londres 1992, pp. 107-123 y 197. 3' Dietndt Gerhardi red.), Stünciische Venrrtungeiz in Europa 1111 17. und 18

,fahrhundert. Góttingen 1974; John. Russell Major, Representarme Government in.,'arb. , Modem France. New Haven, CT 1980; Francis Carsten. Princes and Parliameru's in Genvnany C)xford 1959.

58

El absolutismo de la Edad Moderna 1550-1700

cuino una ruptura con los modos de gobierno anteriores se adIatilazperfectarriente a una agenda histórica dominada por los cmeeptosJe..carnbio, crisis y revolución. Pero se puede argu-mentar que a pesar de las guerras sin precedentes, la dislocación económica y la discordia religiosa, los fundamentos políticos y

soeiales . del gobierno tardo-medieval no cambiaron. La Edad Mo-derna tiene más sentido cuando se la enfoca desde el período anterior en vez dél . posterior. Entonces, los gobernantes «absolu-tistaS; elel siglo XVII tardío pueden ser vistos como reparadores del ¿:onsenSo . ¿Orona-élites después de que su autoridad había si-db-de-St-rdiada sucesivamente por la Reforma, las guerras religio-sas71a:Guerra de los Treinta Años y la •Crisis General» [del siglo

Sus problemas y .soluciones .eran..Semejantes a los de los »monarcas nuevos» de comienzos del siglo XVI que heredaron los escombros de las guerras civiles .en Inglaterra, Escocía, Fran-cia, CaStilla y Aragón. Enrique de Navarra puede ser presentado corrió 'él conciliador despUéS de la guerra de religión casi en el mismo formato que Enrique Tudor después de la Guerra de las Dos Rosas. Pero en Inglaterra hablamos del programa de recupe-ración de Enrique VIle . mientras qué lOS franceses prefieren el «absolutismo« de Enrique IV.

No hay una ruptura aguda entre el feudalismo medieval y las estructuras más flexibles que le siguieron.. Durante gran parte de la Edad Moderna, la manipulación por parte del monarca de la sucesión de feudos y de los matrimonios de herederos era una técnica clave de gobierno. El feudalismo medieval tardío había pasado su cénit como sistema militar, pero la continuidad entre el lazo feudal y la clientela es obvio, mientras que el señorío feu-dal era esencial para el «absolutismo« siciliano. La Edad Moderna, así como aceptaba la propiedad de la tierra en el sentido moder-no, estaba saturada del concepto medieval de propiedad como un complejo de derechos. En toda la Europa Occidental y Cen-tral, esto era el fundamento de las seigneuries a las que se dele-gaba la justicia local. Igualmente, el dinasticismo medieval seguía siendo el motivo principal de la política nacional e internacional. La rebelión en la Edad Moderna todavía requería un miembro de la familia real para otorgarle credibilidad y la mayoría de las gue-rras se hacían para perseguir reivindicaciones dinásticas. Al re-vés, gran parte de la resistencia que los monarcas absolutos en-

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El absolutismo (1550-1700, ¿un mito? El absolutismo de la Edad Moderna 1.570-1700

contraron se explica por la incapacidad del dinasticismo para ofrecer el foco de unidad y lealtad suministrado por el naciona-lismo en el siglo XIX.32

La Europa de la Edad Moderna era un «museo de_ libertades corporativas bajonnedievales«. La visión antigua del asunto Con-siste en que el «absolutismo» trataba de abrirse camino a través de la maraña de leyes, privilegios y jurisdicciones, «el Stándesta-at testado de estamentos] cedía el paso a un estado absoluto en el sentido de que la autoridad legal del príncipe fue liberada de los límites que la ley natural, las jurisdicciones rivales, las cos-tumbres antiguas y las libertades especiales de los grupos gober-nantes le habían impuesto.» 33 Los gobernantes de la Edad Moder-na antes de 1700 no hubieran reconocido este folleto informativo a favor de la monarquía liberada. Fuese lo que fuese lo que es-cribieron Bodin y Hobbes, los súbditos no tenían deberes exclu-sivamente ante el estado, sino también ante una multitud de au-toridades locales y provinciales, civiles y eclesiásticas. 34

El equilibrio de poder dualista entre gobernante asam-bleas estamentales también fue conservado. Las noticias de que este equilibrio se estaba inclinando hacia los gobernantes delatan - la mentalidad guerrera del siglo XIX. Los monarcas de la Edad Moderna normalmente no consideraban' a los parlamentos como un límite a su poder: éstos lo extendían. Llevaban a cabo las ta-reas administrativas y judiciales para las cuales a los gobernantes les faltaba la mano de obra y les suministraban el consentimiento de la "Coinunidad a las políticas reales que la afectaban. 35 Sin los parlamentos, las opciones eran el despotismo o la inacción. Así, la investigación está descubriendo abundantes formas de vida re-presentativa donde antes se había proclamado extinguida. Los

52 Tommaso Astarita, uie Continuity of Feudal Power. the Caracciola Di Brien-zi in Spanish Naples. Cambridge 1991; Jeremy Black, Absolutista. En: John W. Yolton et 3 1 . (eres.), The Blackwell Companion to the Enlightenment. Oxford 1991, 11-13, p

añ s después de 1648 vieron un florecimiento final de la socie-da corporativa alemana. Las asambleas estamemales fueron ex-clu as de la alta política en la que algunas habían chapoteado un oco durante los agitados siglos XV y XVL pero los príncipes gar atizaban la base de poder local de sus miembros y los con-sultaron en los asuntos relacionados con ella:56 Esto no es pro-piamente una situación «absolutista»: los parlamentos bajo los Tu-dor' y los Estuardo no tuvieron más derecho de intervenir en la. alta política que los estamentos alemanes. El Stándestaat por lo tan o no fue remplazado por el •absolutismo»: continuó.

La mayoría de los actores para el nuevo drama «absolutista• rest eta tener papeles antiguos. Se ha sugerido que el rasgo dis-tint vo del •absolutismo« de la Edad Moderna consistía en que las éiit s locales estuvieron subordinadas a la corona. 37 Pero siem-pre lo habían estado. Los grupos de poder independientes de la Ed d Media son un mito romántico. El persuadir a las élites con aut tidad local para que gobernasen según los deseos del cen-tro, o al menos reconocieran un interés común, era la más anti guaj preocupación de los monarcas. Ningún gobernante podía emplear o fiarse de burócratas entrenados en los municipios an-tes 1 de los últimos decenios del siglo XVIII. Los gobernantes ase- guraron el control explotando el poder, la ambición y la rivalidad loe .a les en vez de esquivarlos. En cada estado europeo _ admi- nis1 ción local seguía siendo asiento de las élites' territoriales o urb m'al establecidaS. Hacia e la 1700, en Brandenburg o Prusia tanto

. .

curio en Inglaterra ejercían los poderes judicial y fiscal en la ba- ... ... _... .........._..._ ._....

se. i La"escasez de personal preparado hacía a los monarcas con-tinentales tan dependientes de él como a sus homólogos ingle ses - por lo tántO,'' el -que su control local haya sido superior es una especulación. No sólo los jueces de paz bajo los Estuardo por larihacerhuelgas, como descubrió el Duque de Alba cuando im eso el impuesto de la «décima de penique». Las autoridades

il 3° l'olker Press, The System of the Estates in the Austrian Hereclaary Lands and in tl4 Holy Roman Empire: a Comparison, En: Robert J. W. Evans anee Trevor V. Tho- lilas keds.), Criaren, Church and Estates: Central European Politics in the Sixteenth and 'eventeenth Centuries. Londres 1991, 1-23, pp. 4ff.

37 Miller, Potential for Absolutism (o. 1), pp. 188 y ss. •

idem j58 Gerhard Oestreich, Strukturprobleme des europaischen Absolutismus. En: Getst and Gestalt des frümodernen Staates. Berlín 1969, 179-197.

u. 33 Hans Rosenberg, Bureaucracy, Aristocracy and Autocracy. Cambridge, MA

1958, p..11. Mettarn, Power and Faction (a. 13), p. 49; Terence Ball, James Farr y Russell

L. Hanson, Political Innovation and Conceptual Change. Cambridge 1989, pp. 122 y SS.

35 Rudolf Vierhatts, Germany in the Age of Absolutistn. Cambridge 1988, pp. 88

y ss

60 61

El absolutismo U550-1700). ¿un mito?

locales nunca lo recaudaron," Esta decentralización universayli- suelve alin más el contraste entre el Continente »absolutista»or 1.1 unTado eThigraterra-y-la--Républia holandesa por el otro. Si ra nobles no eran ios oponentes naturales de la corona;-ento ces no había necesidad para los monarcas de estar en contra de los nobles. Los señores locales rara vez eran las víctimas de la lino-narquía absoluta: eran sus beneficiarios.

El cliché de que los gobernantes absolutos desafiaron el a-pel deTal -nobleza eh el gobierno central finalmente es rerui do por el estudio más completo de la nobleza curopa ptibtie7 do - hasta ahpra. 4° Los siglos XVI y XVII vieron la llegada de niie as instancias administrativas equipadas con profesionales . entre la-dos de una procedencia que no era noble; pero „como los r11 in-bres nuevos antes de ellos, pronto se convirtieron en nob es, porque el servicio real en todas partes era la escalera más seg l'a hacia la nobleza, Y no estaban solos. La élite antigua pronto ba a fijase, en la oportimidades ofrecidal por el estado en .c-feei- miento. La nobleza de servicio •absoluttsta», supuestamente n. ié- va, esta desapareciendo en su país clásico, Rusia, donde rest lta ser la nobleza antigua. Con la excepción significativa de Di a- marca después_de 1660, dO-nd'élha-atiltoCracia nueva - lile ere' da desde cero, los monarcas absolutos no remplazaron la elite e IS- .... tente con una nobleza de servicio. En vez de ello, la propia_é íté exiS tente-Se-eaWfitió-én"una nobleza de servicio. En el pros k) fue profesionalizada en Cierta medida y átiffic- un cambio este c-tural, ya que el estatus social llegaba a depender del cargo en el gobierno más que del título nobiliario heredado» Esto prol a-blemente era más original que el viejo recurso de usar ,,hombiles nuevos». Ejemplificado por la noblesse de robe [nobleza de to a] y por las tablas de rango de la Europa del tardío siglo XVII, in e- graba tranquilamente a los miembros nuevos en las élites a ti guas. Si Starkey tiene razón en que la reforma de 1540 estableció

39 HeIMUI Koenigsherger, Epilogue: Central and Western Europe. En: Eva Thornae. C'rotorz. Chtirch ami Estafes (o. 3(i) : 300-310, p. 304.

'u Lawrence Stone, The Crisis of the ArLstocmcy. Oxford 1965; Hamish M. Septt (ed.), 77.7e Etiropeau Nohdities in the SeoPnteenth and Eighteenth Centonies. 2 yo Londres 1995.

11 13rencla Mechan-Waters, Autocracy and Aristocracy. The Rassian Service Elile (,I' 1730. Nueva Brunswick, Nj 1982; Scott, European Nobilities (o. 401, I. pp. 9 y es.

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El absolutismo de la Edad Moderna 1550-1700

un Privy Council de activos funcionarios, entonces c. 1a1nglaterra de los Tudora.iná.vez más se asemeja al Continente. En _ la prácti ca esto significaba que los grandes magnates territoriales fueron exchtidos al Menos de los consejos centralés:a151:0é - éllñó podían asistir regularmente. Del Privy COUnCtil de Isabel I, seis miembros eran nobles, pero cuatro eran de su propia creación y ninguno era un magnate territoria1. 42 Aunque los Habsburgo per-mitían a los magnates retener cargos administratiVos claves, en el occidente su exclusión de. los altos consejos era normal y no ritíéYa: La excepción tuvo lugar durante las guerras de religión y la-g--inonarquías débiles de 1550 a 1650. Aunque Luis XIV daba al-tos,,,puestps de corte, militares, diplomáticos y éclésiástiCos.:á los magnates, los excluía de sus consejos. 13

Más allá de su dediea-Ción militar es conjeturable que el go-bierno hubiese tenido un papel engrandecido en este período. Había más regulación de lo que antes se había dejado a la suer-te, las fuerzas del mercado o la voluntad individual -un impulso que ha sido atribuido a la búsqueda renacentista de un orden ra-cional. Posiblemente llevaba a un marco nacional lo que . habían sido asuntos regionales; y probablemente intervenía en áreas de la vida. de los súbditos que anteriormente habían estado libres de control, como las Polizeiordnungen [las ordenanzas policíacas], que se extendían desde la actividad religiosa y económica hasta la salud, la seguridad y la beneficiencia moral. Pero esta perspec-tiva puede estar distorsionada. El personal del gobierno se incre-mentó, pero no por esta razón. Para implementar las nuevas am-biciones no había nada excepto los antiguos procedimientos."

Recientemente se han considerado con mucho énfasis los proyectos abortados, la estrecha base impositiva y el débil con-trol de la mayoría de las monarquías absolutas. 45 Esto olvida su logro indudablemente novedoso de poner en pie de guerra ejér-citos de un tamaño sin precedentes. También acepta la agenda

' 2 David Starkey, The Reign of Henry VIII. Londres 1981, pp. 129-133; Chris-

topher Haigh, Elizabetb L Londres 1988, p. 67. 43 mettam, Power and Faction (n. 13.1, pp. 81-91. " Marc Raeff, The Well Ordered Police State. New Haven. CT 1983. pp. 152-

157 .

45 David Parlter, The Making of Fumcb Absolutism. Londres 1983; Collins, Fis -

cal Limes (n. 17). p. 2.

63

El absolutismo (1550-1700): ¿un mito?

«absolutista» y solamente la presenta como incumplida. La activi- . dad continuada cle las asambleas estamentales, la supervivencia

de las libertades provinciales y los compromisos con los grupos poderosos deberían ser atribuidos no al estado incompleto del «absolutismo», sino a su no-existencia.

El interés también se ha desplazado de la perspectiva buro-crática a la social. Una nueva conciencia de la monarquía absoluta corno un producto social que, más que ser impuesto a una socie-dad jerárquica, la•refleja y la sostiene, ha tendido a alinear el Con-tinente con Inglaterra, 46 Las relaciones personales ysociales pre-dominaban sobre los valores burocráticos. Las estrUctura's institu-cionifes no- erídinenOlíticas, como en el modelo tradicional, sino dominadas por facciones en competencia entre sí, reconociendo lealtades rivalizantes-a familiares y patronos exteriores. Soló re-crehténiente se nos - ha recordado que, lejos de un conflicto inevi-table entre las asambleas estamentales y los príncipes, en la mayo-ría de las asambleas estamentales alemanas había un partido de la corte. 47 La historiografía tradicional basaba el «absolutismo» sobre unos sistemas de apoyo bien conocidos, que lo reforzaban frente a la sociedad: ejércitos permanentes y burocracia. Pero los ejérci-tos «absolutistas» no eran una fuerza autónoma fuera de la socie-dad: exisitieron dentro de ella. En Prusia reflejaron las relaciones sociales del campo, ya que los campesinos y los oficiales funker [nombre de los terratenientes en el este de Alemania] transfirieron el nexo siervo-terrateniente a sus regimientos. AnteS de la levée en masse [reclutamiento general] de 1792, los ejércitos «absolutistas» lucharon en favor de los terratenientes aristócratas que los dirigie-ron y no, como se supone muchas veces, en favor de algo precur-sor de la nación-estado del siglo XIX. 48 De manera similar, la •bu-rocracia» operaba en una sociedad de élites, dominada por con-cepciones de lealtad y honor: aunque era profesional en algunos aspectos, aseguraba la sumisión sólo cuando estaba reforzada por

' 6 Mack V Holcl (ed.), Society and lnstitutions GA 1991, pp. .X1-XVIII; Enmanuel Le Roy Ladurie, 1994, pp. 4-25.

47 Press, Sywent (y' Estates (n.36), pp. 10 y ss. John R.. Seeley, The Life and Times of Stein

Onier Banov, The Nadan in Arrns. En: Hisrmy Today

64

El absolutismo de la Edad Moderna 1550 1 700

relaciones de clientela. Los intendentes eran los baillis [bailes] me-die+ales con mayúscula, indefensos sin la ayuda de los grupos de poder locales. Los instrumentos vitales de la corona no eran las instituciones de gobierno formales, sino las asociaciones que for-malle con otros intereses, porque reforzaba su autoridad y les reci-claba los ingresos de los impuestos. Para el control provincial, los gobernantesse fialsan de las redes clientélares que enlazaban las élites dela corte con las loaleS. -latribiéh -Se- aprovechaban de la Iglesia, la ártica iraftución qUeteni-aiinT61gaiiilacióki . eh 'Cada pa-rroqula. Deahí -la -iírip-Ortancia del eoriseriáb religioso para la for- márer6T-rder estado. -ES' extraño que el descubrimiento de esta de pendencia se considere como debilidad o limitas ión de lo que se llanta ‘er2i'la clave para su' funcionamiento. •

'MuClioá' rasgos del gobierno de la Edad Moderna reflejan la te ra de su sociedad. El...trabajo antropológico sobre África y Pol necia ha mostrado lo inapropiado qUe es el lenguaje del par-la eritáriátto- tübeléino para las sociedades tradicionales. Un exa .- me Ue . lbs rituales, la retórica y los intercambios simbólicos de las Cortes de Portugal destaca una armonía y un equilibrio de in- ter ses. Mucho de lo que los historiadores vieron como síntomas de a inutilidad y rnarginalización de las asambleas estamentales -d bates largos, palabrerrá Vacía, maniobras infructuosas- sim-ple ente es el camino por el cual la gente llegaba al consenso en a-sociedad de la Edad Moderna. 49

Tant6 la monarquía inglesa como las continentales forjaron má enlaces con las comunidades de los que el término «absolu- tis o• sugiere. Los marxistas siguen sin irritarse: ya que, se trata de una conspiración de clase para desplumar al campesinado, el diá ogo corona-élites es de esperar. 5° Para ellos, el «absolutismo» siglitifica el dominio de los grandes terratenientes. Esta es una de-

que'no ayuda. La Polonia del siglo XVII fue dominada por grandes terratenientes, pero pocos historiadores la llamarían una monarquía absoluta. En los estados alemanes, no hay una correlación observable entre la extensión del poder real y cl cle-

19 Pedro Cardim, Ceremonial and Ritual in the Cortes of Portugal 1581.1698. En arliatnenu. Erutes and Represenzation 12 (19921 1-14.

"i° Boris Porchnev, Les Soulévements poputaires en France de 1623 a 1618. Pa-rís 1 63; Perry Andersón, Lineages of the Absolatist State Londres 1974.

65

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Cambridgc 1870, pp. 231 y as.; 44 (1944) 27-33, pp. 27-29.

El absolutismo (1550-1700), ¿un mito?

sarrollo de la Gutsherrrchaft [domino de explotación di ecta en el este de Alemania a partir del siglo XVIJ.51 Ni es el caso que los gobernantes ayudaran sólo a las élites. Lejos de ser i puesto desde fuera, el poder estatal era inseparable delorden s ciar en cualquier nivel -y estaba imbricado 'en una coMplea-red: é Valo-res y relaciones sociales. Era el producto de un proceso en dos direccioneSs, solo vagamente Captacielp9e1.„étlf4s qup os Tiis-toriaclores han puesto en la obediencia.

LOS pequenOS principeS alemanes estaban ligados .asi de forma individnata c-ada hogar campesino en su eitado: ---s poder llegaba a los pueblos partiendo de una sutil base de dar y reci-bir. Eñ érláto-entre -los caitipesitibS" y er-PFinelp en el condado de Hohenlohe le obligaba a éste a ajustar sus xigen-cias fiscales a los altibajos de la economía de aquéllos. 52 I Iluso los historiadores de Rusia destacan ahora laparticipació en' labase en vez de la dominación de la sociedad por el estado 53 Los ministros de Iaiis -XIV fortalecieron a las con-nulidades ca/inpesi- nas de forma consistente, vigorizando las asambleas de Ilueblo que las representaban y los derechos y propiedades colectivos

articis- lo

)s se- ue se

ha llamado FaTilty:-.St9kcompact [cc:my-II:O entre rá- fama' y el estaefolTér-p¿der de un padre francés sobre su mujer y seis hijos era 'fortalecido por edicto real, justificado por el mismo dis urso dl'pódél abSoluto y defendido en los tribunales civilesm-1 -que en los eCleSiástieo0 5 De la misma manera, los cabezasCie- r masculinos de los hogares fueron reconocidos como la ba es- piritual y fiscal del estado •udor y Estuardo,

5J Ronald G. Asch, Estates and Princes after 1648: The Consequences of the Thirty Years Wat En: Gernsan Histo7 6 (1988) 113-132, pp. 121f.

52 Thomas Robisheaux, Rural Soder) , and the Search for Other in Early tlJpdern Germany. Cambridge 1989, pp. 260 y ss.

53 John LeDonne, Ruling Russia. Politics and Administration in the Age • ‘solutism. Londres 1984,p. 49.

54 Hilton Root, Peasarris and King in Burgundy: Agraria n Foumiati ns of Prench Absolatism. Berkeley, CA 1987, pp. 72 y ss.

55 Sarah Hanley, Engendering the Family: Family Formation and State Bt ding in Early Modem France. En: French Historical Studies 16 (1989/90), pp. 4-27.

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El absolutismo de la Edad Moderna 1550-1700

Reforzada de esta manera, la gente de las poblaciones loca-les era la responsable de gran parte de la regulación atribuida al «absolutismo». , El comportamiento religioso, moral, sexual, social y económico, así como la educación y la beneficiencia fueron supervisados como nunca antes. Pero aparte de los pequeños es-tados alemanes, el agente de la conformidad no era cl gobierno central: eran las propias comunidades lasCiálades o TOS-pne- blos-La sociedad, disciplinada no fue la 'CreaCióndeviria Mo- narquía a-Eso luta, sino de la república holandesa, donde la auto-ridad. de los consejos municipales estaba claramente definida y era formidable. Allí, los guardias de las vecindades consiguieron un grado de criminalidad más bajd que en el campo. Para pio-rnóver la decencia públicay deááleritaTer desorden, Amsterdam introdujo el primer sistema mundial de. iluminación pública de las call11-6ii 1670, fijando 1.800 faroles en paredes o posteá -un logro en 'aquella fecha fuera del alcance de . laS grandes monar-quías de Inglaterra y Francia. 56 Pero incluso allí, hacia 1700, el auge del mercado de consumo había convertido el robo en el crimen más común en los tribunales y había alarmado a los que tenían propiedad que perder. Además, the gocIty, los reformado-res religiosos exigieron que los pecados fueran elevados al rango de crímenes. Mientras las comunidades se volvieron menos tole-rantes, el estado expandió su papel judicial, pero probablemente más en respuesta a la exigencia popular que por iniciativa pro-pia. El impulso a las_ cazas de brujas europeas aparentemente provino" de las .comunidades .centro, mientras. que antes se suponía que_los. gobiernos .absoloos las habían promo-vido para extender su propio poder. Ahora parece que éstos más biedaspiraron a limitarlas. 57

" Este ió es ningún modelo de .suma cero, donde más auto-ridad para la corona significa menos para todos los demás. Aun-que los monarcas absolutos monopolizaron el poder en la cima, lo compensaron respaldando a los grupos de elite y reforzando las estructuras de poder colectivas y patriarcales. El atribuir la ex-

56 Wolfgang Neugebauer, Ahsolutlstischer Staat and Schuiwirlelichkeit in Bran-

deriburs-Preussen. Berlín 1985, pp. 581-634; Jonathan Israel, The Du.tch Republic: its

Rise, Greatness and Fall 1477-1806. Oxford 1995. pp. 680-682. 57 Lenman/Parker, The State (n. 6), pp. 3441; Brian Levack. The Witch-Hunt in

Early Modern Europe. Londres 1995, p. X.

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que las untan. En Borgoña, la corona intentó insistir en la pación de todos los cabezas de familia. 54 Corno resultad campesinos franceses del siglo XVIII eran oponentes de s ñores más temibles de lo que lo eran los ingleses. En lo

f Ab-

El absolutismo (.1550-1700), ¿un mito?

tensión del gobierno a la política real olvida su respuesta a la presión desde abajo. Un incremento en el personal del gobierno normalmente es atribuido a un crecimiento comparable en sus tareas. De hecho, la expansión interna y externa del estado en parte fue causada por la necesidad de recursos que se dispensa-ban como patronazgo para la creciente nación política, un hecho que es identificado como una característica del desarrollo del es-tado inglés desde la tardía Edad Media y como una barrera con-tra el «absolutismo', Su descubrimiento en Alemania y Francia tie-ne implicaciones para este concepto. 58

Por más de una década, la perspectiva de la corte ha ocupa-do a los historiadores más que la burocrática. La Inglaterra de los Tudor y los Estuardo fue colocada junto al Continente hasta enton-ces 'absolutista» por el descubrimiento de la importancia de las cor-tes reales en ambos. 59 Los historiadores de siglo XIX supusieron que su papel político se acababa con el auge del estado burocráti-co. Ahora, Elias ha transformado la etiqueta y el ceremonial de Ver- saltes de tiria-cürlaidad-bizarra en un mecanismo para maneja} a la élite-. 60 •CualesqUiera''que fueran las prerrogativas formales .' de-Ta realeza, los monarcas tenían que hacer valer su derecho a ser obe decidos. En todos los estados, la corte era el centro social y políti-co, el panel de mando central que conectaba a los grupos de po-der locales con el monarca por redes nacionales de patronazgo y corretajes. En todo el período, la alta nobleza, que dominaba las provincias en todas partes, mantenía su control sobre los cargos de la corte. Esto era así especialmente en las monarquías múltiples. Leopoldo 1 usaba la corte de Viena para conectar sus territorios he-terogéneos e integrar a las élítes políticas, Su fracaso en absorber la nobleia húngara dejó espacio para un énfasis peligroso en el eje Viena-Praga. Brandenburgo-Pnisia es la excepción por su aparente-. mente poca confianza en la corte O la clientela -aunque es posible que los historiadores de Prusia no vieran lo que no buscaban.

58 William Deik, Absolutism and S'ociety in Seventeentb-Cetinny France. C2111- bridge 1985; Robisheaux, Rural Society (n. 52); Gerald Harriss. Political Society and. the Growth of Government in Late Medieval England. En: P. ast and Present 138 (1993) 28-57, p. 56.

" Ronald G. A5ch y Adolf Birke (eds.), Princes, Patronage and the Notrility: The Court at the Beginning of the Modem Age c. 1450-1650. Oxford y Londres 1991.

Norbert Elias, The Cuan Soctety. Oxford 1983.

El absolutismo de la Edad Moderna 1550-1700

La cortesana puesta en escena de la monarquía contribuía a un consenso de la elite que las connotaciones coercitivas de «ab-sohttismo7W- Captan. .Nd era tanto un. gobierno por órdenes co-m4 'Sor lá manipulación y la socialización. La cortesía y la eti-queta—éiTri-laS herrarnientas reales para someter a aristócratas anárquicos.61 La corte presentaba al monarca como distante y ac-cesible simultáneamente: era un pedestal del príncipe y un pun-to de contacto. La distancia reforzaba el énfasis en el poder ab-soluto y la accesibilidad reforzaba la asociación con la elite. En-vueltos en una representación teatral de actividades estilizadas, los nobles se observaban a sí mismos en espejos, con la arqui-tectura como fondo, la etiqueta corno las indicaciones escénicas,. los sirvientes como ayudantes de escena, la familia real como ac- li tor .s y los cortesanos en los papeles de extras. Dado que la cor-

te Taba en torno a la persona del monarca, los historiadores de la 'orte se enfrentan a los que destacan el desarrollo del estado im ersonal.62 En todo el período de la Edad Moderna, los nobles en todas partes percibieron su servicio como una lealtad perso- na hacia el gobernante, 63 y los ritos reales de pasaje subrayaron pa su similitud con el ceremonial aristocrático los lazcisPersona-les del monarca con los ,nobles. El orden en el cortejo fúnebre de raque VIII se ha visto, recientemente, como una representa- ció del gobernante como líder de la jerarquía feudal." Isabel 1 re 'vil) la Orden de la Jarretera, y Enrique III de Francia creó la de Saint Esprit para simbolizar la importancia de la cooperación ente la corona y los nobles. Aunque la sociedad de corte france-sa no sobrevivió a los atroces antagonismos de las guerras de re-ligi n., las órdenes de caballería también podían tender puentes po encima de las fronteras nacionales y los' abismos ' entre las co fesioneS. Cuándo Enrique III recibió la Orden de la Jarretera en 1585, en el punto más alto de la animosidad religiosa, los ca-

61 Mettani, Power and Faction (n. 13); Orest Ranum, Courtesy, Absolutism and the rench State. En: Journal of Modere History 52 (1980) 126-451; Davis Starkey led. , 712e English Court from the Wars of the poses to the Civii War, Londres 1987; Joh Salmen, Renaissance and Revolt. Cambridge 1987, p. 291.

62 Kenneth Dyson, The State Tradition le Western Europe. Oxford 1980, p. 28. 63 Scott, European rtubilities (e. 40), 1, p. 40. 64 Jennifer ,Loach,The Funcrion of Ceremonial al the Reign of Henry VIII. En: <,'

Past and Present 142 (1994) 43-68.

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El absolutismo (1550-1700), ¿un mito?

balleros franceses católicos y los ingleses protestantes cam naron juntos en procesión a través de París 65 Dado que la corte perso-nalizaba la soberanía y la integraba en la alta sociedad, 1 s go-bernantes teniart,,gue estar presentes. En los años ochenta el si-glo XVI, la retirada'cle Felipe II de la corte y la recii.416ñ cereMónialCausó confusión. Un buen perfil no era necesa o: la distancia proveía el enc:anto. 66 Pero los monarcas ausent s no podían tener éxito.

Hacia 1550, las cortes de la Europa Occidental y C ntral habían emergido por delante de todos los rivales nobles orno la fuente de poder y promoción. La influencia local seguía sien-do crucial para las ambiciones de la elite, pero la habilid d en mantenerla, reforzarla y expandirla dependía de una inflo ncia paralela en la corte. Su expansión se refleja en el crecim ento de las nuevas «capitales», donde las cortes reales antaño tine-rantes se asentaron. Los nobles estaban obligados a pasar más tiempo-allí,, y la yepetial -Agenda dkl; hogar '' redüdía laS ..op"nti-nidades de estar acompañados por Lin séquito noble. Ési- fue renpjaZado por un equipo báSiCo dé un significado Más 'clo-rnésticb que L6S- litigios reemplazaron "a loS ejércitos pii- vad657 -RaCia"i"400 las comitivas de los magnates tanto fra ce-ses como ingleses habían desaparecido. El conde de Derb era típico : En1561.. terila'uria .CaSa dé - 120- pérábriaS; 'gin 1702 "'su - desceridlerite- hal5ía-bajado a 31 67 .5inériibli'gó; por m ha tiempo los hábitos residenciales de la nobleza inglesa fu ron presentados como un contraste supuestamente satisfactorio es-pecto a sus homólogos franceses, ausentes, ligados a la co e y con un destino funesto.

Las facciones de la corte ahora se ven menos triviales d lo que se veían, aunque gran parte de las fuentes todavía es di ícil de trabajar (para Francia, no hay documentos sobre los deba tes de los consejos, y la investigación de la correspondencia real- nisterial apenas ha comenzado). Las cortes funcionaban co no

65 Roy Strong, The Cult of Elizabeth. Londres 1977, p. 177. 66 David Starkey, Intimacy and innovation. The Rise of the Privy Chan- ber 1485-1547. En: ídem, English Court (n. 61), 71-118, p.77. 67 Sharon Kettering, Putrons, Brokers and Clients jo .Seventeentb-Centuly Fz-

ce. Oxford 1986, p.217; Kate Mercas, The English Noble Housebold 1250-1600 Oxlird 1988, p. 291.

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El absolutismo de la Edad Moderna 1550-1700

carlinga para los grupos de interés que competían por la merced real en la mascarada, en el cuarto del consejo, detrás del escena-rio y en la cama. La exclusión de facciones importantes precipi-taba las crisis politiCal; Las dificultades de gobernantes corno Oli - vares,...Ricjillieu.Y. :Carlos I pueden atribuirse en parte a su fraca- so en imbricar a, los elementos importantes de la aristocracia en la red de- la corte. Los cambios en el favor real en la corte reque- ríaiiTacbiilrüCción de "un nuevo sistema de clientela en laá pro-

vincias.--Da-Clida. de Montmorency en 1632 reorganiZó la geogra-fla paila déTrancia: Los revisionistas ahora reescriben los con-flictos constitucionales, en Inglaterra tanto como en Francia, co-mo contiendas de la. corte. Gran parte de la. oposición en los par-lamentos de Isabel I se originó en las facciones de la corte. Lo que menos se considera es la razón por la que Luis XIV encon-traba poca oposición institucionalizada -probablemente porque, a diferencia de sus sucesores, tenía las facciones de la corte bajo su control.

Los historiadores también han subrayado la función de la corte como centro de la producción de la imagen real. Esto debi-lita aún más su reputación como arma de la coerción real. La pe-

tite accidémie [creada en 1663 como un comité de la Academia (de la lengua) Francesa, se trocó en 1696 en Academia Real de las Medallas e Inscripciones] de Colbert ha sido analizada en tér-minos de las técnicas de propaganda, cultos a la personalidad y eventos mediáticos del siglo XX 68 Los historiadores, hasta hace poco, se han tragado las estimaciones extravagantes, a primera vista, del poder real que estaban destinadas a intimidar a los contemporáneos. Las artes no reflejaban la realidad de la autori-dad real: crearon la ilusión de ella. La novedad no era el poder real, sino su difusión mediática.

La disposición de las cortes reales también aporta algo a la comprensión. La proximidad del cuarto del consejo al dormitorio de Luis XIV es una yuxtaposición lógica para un monarca abso-luto. En la Viena del siglo XVII, la administración y la corte fue-

ron dominadas por la misma elite aristocrática. Colocar el Privy

Councti firmemente en el contexto de la corte de los 'Pudor es-

trechaba la distancia entre cortesanos y políticos/administradores

68 Burke, Fabncation (n. 30), pp. 58 y SS.

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El absolutismo (1 550-1 700), ¿un mito?

también en Inglaterra. 69 Corno el Rey Sol, Enrique VIII e Isabel convirtieron su vida privada en espectáculo.

El consentimiento político en vez de la coerción militar ha sido enfatizado por los historiadores recientes de la formación del estado. El nacimiento de la historia profesional en el siglo XIX. coincidió con el auge del nacionalismo. Los historiadores nacio-nalistas promovieron la identidad nacional y buscaron los oríge-nes del estado nacional, monopolizador del poder en un área te-rritorial definida. Lo localizaron en el novedoso monopolio de poder adquirido por los monarcas absolutos de la Europa de la Edad Moderna que emplearon a las burocracias y los ejércitos permanentes para allanar otras fuentes de poder y fortalecer la voluntad del monarca como ley. Sus regímenes fueron transfor-mados en •absolutismo» --el Machtstaat [estado de poder], que im-puso un monopolio de la violencia legítima y creó estabilidad por la fuerza. •El ejército prusiano es sin duda el lazo más real y más efectivo de la unidad nacional, entonaba Treitschke. De este mo-do, en Berlín una escuela influyente de historiadores que respon-día a la creación del Imperio Alemán mediante el poderío arma-do, producía un mito histórico para legitimarlo— el estado militar.

La «revolución militar» de los siglos XVI y XVII expandía el número de tropas masivamente: por eso había ejércitos perma-nentes y burocracias centralizadas para respaldarlos. Éstas, en cambio, proveían de la capacidad administrativa y coercitiva para acabar con la dependencia real de las asambleas estarnentales re-presentativas y las noblezas locales. Instituciones con un poder por derecho propio y por ende con una voluntad propia fueron marginados como cuerpos consultivos y reemplazados corno ór-ganos'administrativos por mecanismos que debían su poder sola-mente al gobernante y por eso estaban bajo su Control. El útero del estado moderno fue la guerra, y su comadrona fue la fuer-za. 70

La investigación reciente ha cuestionado este relato de la

"° Starkey, Intitnacy(n. 66). 7° Michael Roberts, The Military Revolution, 1560-1660. En: idem, Essays in

Swedish History. Londres 1967, 195-225, Geoffrey Parker, The Military Revolution. Mi-litary Innovation and the Rise of the »si, 1500-1800. Cambridge 1988, pp. 6-81.

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El absolutismo de la Edad Moderna 1550-1700

fon-nación del estado. Arriba se ha argumentado que-.el-control real de las provincias dependía Menos de los mecanismos boro- cracCO5y, l los ejércitos permanentes que de la colaboración con los Iota es oca es —menos de destruir las tientes alternativas de ' utoridad que de emplearlas. Al menos dentro de la elite, fue-

;-

...

cita! fuera ra cita! ra la retórica de la autoridad, su realidad era recíproca y por ello consensual. Desde 1550, las divisiones tras la. Reforma dentro de las élites significaban crisis para los monarcas. Des-pué de 1650, la cohesión religiosa fue largamente restaurada, en el c so de los Borbones y los Habsburgo por la eliminación o la mar inación del protestantismo!' Con ello llegó la estabilidad, pro ablemente no por la fuerza, sino por la cooperación tradi-cioi al entre el gobernante si la elite. Esta alianza aseguraba el fi-nal le la desobediencia campesina. Antes de 1650 era peligrosa; des'. ués de esa fecha estaba controlada. La revuelta aristocrática se xiinguió por sí misma, salvo en la Europa Oriental, donde fue xacerbada por odios étnicos y xenófobos.

Los historiadores políticos más que los militares proponen aho a uii" triddelOde consenso más que de fuerza para -el-gobier-no e la Edad Moderna. Los Tudor desmilitarizaron "los súbditos del asiado poderosos" por ,medio de su corte, no por un ejército pen aanente que no tenían. Un <estado militar-fiscal» fue estable-cido en la Inglaterra del tardío sigIO XVII 'en cooperación, en el Pad- mento, con los poseedores de propiedad: la elite terrate-niente tenía el mando del nuevo ejército permanente. En ambos cas s, el consenso llegó primero, la expansión de los ejércitos reales después. Algunos historiadores sitúan ahora el cambio mi-litar decisivo en el Continente después de 1650, cuando el acuer-do ligioSo fue restaurado en muchos estados europeos.. Tam-bién allí, la cooperación 'de los nobles probablemente aumentó el p dér Militar del estado, no al revés. Cualquiera que fuera la clasi icáción constitucional tradicional, en todos los estados el resp Ido a la guerra era el resultado del regateo y del diálogo con los súbditos. 72 El estudio más reciente de Luís XIV destaca

7 ' Roben J. W. Evans, The Making of the liabsburg Monarchy. Oxtbrd 1979. 72 Jeremy Black, A Military Revolution? Military Cha rige and European Society

155011800. Londres 1991, pp.67-82; idem, European Wartare, 1660-1815. Londres 1994,1p. 87-103; John Hale, War and Society in Renaissance Europe. Londres 1985, p 759.

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sus capacidades tradicionales de manejo de las élites más que la innovación institucional basada en la burocracia y los ejércitos permanentes." Ahora parece que los gobernantes intentaren las mismas técnicas de consenso que en Inglaterra. Su mayor éxito militar y fiscal por lo tanto ha de localizarse en otra parte —pro-bablemente en su casi singular Parlamento nacional que e a ca-paz de superar el regionalismo y unir todo el reino. Corlo en Suecia, las asambleas estamentales se convirtieron en un cÓmpli. ce de la política de estado. Las estructuras políticas determinaron la capacidad de guerra más que la guerra las estructuras olítí-cas.

Comparados con los déspotas ilustrados del siglo XVII. , $9..1 DOlablaiefiCe::15050 .8-108 gobernantes que entre 1550 y 17 0 in-tentaron cortar _la mara,, de . ley y costumbre para iMPOI, ci la uniformidad e.n.laS.. mon 317W4.1 ,Yr4liples- :Éstos. fueron sen ¡bits a lándenh'elades locales y las diferencias regionales. La in egra-ciórrebffUlo Sé consiguió. no por ta, simple _conquista, áln :7por la unióii-Y la COntinuiclad .de los intereses locales en un arco más amplio. El triunfo de la cultura alemana de los Habsbur o se ha atribuido a la aclimatización voluntaria de los nobles, los bur-gueses y los profesionales que la percibieron como algo que confería la admisión en la elite gobernante. 74

Ahora parece dudoso que la guerra promoviera el .rcci-miento de la burocracia estatal. En España, en la mitad del iglo XVII, llevó a la privatización de las estructuras estatales exi ten- tes. Inicialmente no hubo una correlación entre el tatuan del ejército y el crecimiento de los mecanismos fiscal-burocrá 'cos: los gobiernos simplemente desplazaron la organización aria empresarios privados y el coste hacia las poblaciones locales al-rededor de los cuarteles. Los ejércitos generaban su propi ex-pansión, pues solamente los de grandes magnitudes podía ex-traer las contribuciones necesarias para pagarse a sí mismo En 1626, Wallenstein informó a Fernando II que podía mantene un ejército que se financiara a sí mismo con 50.000 hombres, ero no uno con 20.000. En el campo de batalla de Lützen, en 1 32,

73 Peter Campbell, Louis XIV. Londres 1993. 74 Mark Greengrass, Conquest and Coalescence (Introducción). En: ideal ed.),

Conquest and Coalescence. Londres 1991, 1-24, pp. 61; Charles Ingrao, The Hab burg Monarchy 1618-1815. Cambridge 1994, pp. 99f.

El absolutismo de la Edad Moderna 1 550-1 7(,0

apenas una décima parte de las fuerzas de Gustavo Adolfo estu-vieron con él. El resto estaba en los cuarteles controlando los te-rritorios que estaban realizando •contribuciones»." Los intentos, en Francia y Brandenburgo-Prusia, en los últimos decenios del siglo XVII, de conseguir más control directo fueron un nuevo rumbo, no un desarrollo de una política anterior. Y aunque Lou-vois intentara imponer un control y una financiación estatales en el ejército de Luis isaV, las incesantes guerras lo volvían más de-pendiente de los proveedores privados, no menos. El lazo causal entre la guerra y la centralización burocrática se rompe de una manera muy espectatular en. la República holandesa. Durante la guerra de los Ochenta Años, su singular capacidad extractiva la capacitó para movilizar recursos financieros y militares en una escala incomparable. Sin embargo, es 'probable que la burocracia y la administración apenas avanzaran.76

¿La necesidad de fuerzas armadas y los imperativos fiscales marginaron a las asambleas estamentales o. las hicieron esenciales? El modelo «absolutista» es el gobernante estimulado por la guerra a suprimir las asambleas estamentales. y los nobles, a abolir las exenciones fiscales y a recaudar los ingresos por medio de una burocracia estatal eficiente, mientras que impone su voluntad por la fuerza de las armas. Pero es difícil citar a un gobernante que real-mente haya hecho todas estas cosas, aparte de Emanuel Filiberto de Saboya y el Gran.Electoi de Brandenburgo-Prusia. Un estado que hizo muchas de ellas era Gran Bretaña, cuyos pueblos sopor-taban los mayores impuestos de toda. Europa..Allí, especialmente después de 1688, los impuestos se triplicaron en treinta años (mientras que en Francia permanecieron estables), fueron recau-dados a nivel nacional y en tasas uniformes, el tax farming (arren-damiento de impuestos] fue abandonado y los ingresos fueron re-caudados por un cuerpo creciente de oficiales del gobierno (los famosos hombres de la excise, el impuesto sobre el consumo, cu-yos poderes fueron considerados como una amenaza a las liberta-des de un pueblo libre por Blacksione). Según Brewer, el servicio

75 I. A. A. Thompson, War and Governinew Os Habsburg .5:pa rs 1560-1620. Londres 1976, pp. 275-287; David Parrott, The Milkary Revolution in Early Modem Europe. En: History Today 42 (1992) 21-27.

76 Marjolein C. 't Hart, The Making of a Bourgeois State. Manchester 1993, pp. 2-5.

74 75

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de la excise inglesa era más semejante a la idea weberiana de la burocracia que cualquier organismo gubernamental en la Europa de la Edad Moderna. Después de 1688, Gran Bretaña tenía un ejército permanente y una marina grandes, cuyos gastos consti-tuían alrededor de un 70 por ciento de los gastos del gobierna Por la época dé la Guerra de Supesión española, la proporción en-tre las-Ttópas y fa Población había llegado de uno a treinta y seis -la misma que en Prusia, y Suecia, y mayor que en Austria, Fran-cia y España.' El ejército de Gran Bretaña servía el año entero-, á diferencia dél dé Prusia, que era enviado a casa en la época de la cosecha y que en tiempos de paz tenía permitidas largas ansen- ciaS: .G.ran Bretaña :Sé usaba con 'más . freEnériCia-que' Cx>ntiriente para - reprimir subleVaciones y forzarla-recaudación del exclle.77. Si ésto es una trionarquii hl-hitada, antimilitarista, enton- .

ces ¿cómo se supone que se ve un ejército «absolutista»? . -

Finalmente, gran parte de la historiografía del siglo XIX aho-ra se revela como propaganda. No aspiraba tanto a investigar los estados dinásticos de la Edad Moderna como a equipar los ino-demos estados nacionales. coa 1.111.p4g11,78 Los ,,absolutistas» aho-ra se ven como quienes solucionan problemas de forma pragmá-tica y no como innovadores que implementaron diseños teóricos. La teoría por lo tanto seguía a los hechos, y a una distancia ma-yor de lo que normalmente se afirma -dos siglos después.

El concepto -absolutismo» surgió principalmente de un dis-curso radicalmente nuevo, inventado por la RevoluCión Francesa, que-ignoró las costumbres antiguas y definió el AnCien Régime (Antiguo Régimen) condenándolo. Tragarse esta definición signi-fica aceptar la propaganda de los revolucionarios como realidad histórica. Los historiadores del siglo XIX les seguieron, actuali-zando y simplificando en exceso el Anden Régime según los tér-minos de sus propias agendas liberales y nacionalistas. Los intcn-dentes de Luis XIV se veían como versiones barrocas de loS pre- fectos "de la . Tertera -República.79 La consultación de" la Edad Mo-

77 Tallett, War and Sociely (n. 17), pp. 188-193; Brewer, Sinews (.n.l), pp. 29-91. 78 ,John Tosh, 712e Pulsan of History. Londres 1992, pp. 3 y SS. 79 Francais-Xavier Emmanuelli, Un mythe del'absoltaistne bourbonien: L'interz-

dance, do milico de ATP siécle d la fin do XVII? siécle. Aix-en-Provence 1981.

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El absolutismo de la Edad Moderna 1550-1700

dem , desplazada del nivel ,nacional» al local, desapareció en las perc O pciones de los nacionalistas del siglo XIX. Estos esperaron de 'es parlamentos que representaran unidades 'nacionales y de-cidieran la política. Dado que la mayoría de las asambleas esta-ment les de la Edad Moderna no hacían ni lo uno ni lo otro, fite-ron i arginaclas como víctimas del »absolutismo» -no por los roo-narc 's de la Edad Moderna, sino por los historiadores de la Edad Comí inporánea.

1 redescubrimiento del orden antiguo requiere destruir en nues o vocabulario una serie de «ismos• del temprano siglo XIX que odavía ofuscan las diferencias entre la mentalidad de la Edad Moderna y la nuestra. Acuñados por activistas políticos pa-ra id ntificar las fuerzas contemporáneas, no las históricas, ,libe-ralis o», -socalismo, »comunismo», «nacionalismo , y »absolutismo• satisf cieron las necesidades de la polémica social y política de loS a os 20 y 30 del siglo XIX.' El primer uso de la palabra «ab-solut mo» que el presente. autor ha podido encontrar ocurrió en 1823 en los debates franceses sobre el conflicto entre los libera- les.:y nicMaiea -represor en España. 81 ,.....

ra es una especie de autoridad coexistente con otras; la segunda es un agenda de confrontación. -Absolutismo» significaba despo-tismo -de la forma que normalmente se podía observar en la Eu-ropa ost-napoleónica. En los años veinte del siglo XIX, «absolu-tismo y -monarquía limitada» eran alternativas contrarias entre sí, Ento ces fueron proyectadas hacia atrás sobre el antiguo ré3i-men, en el que un gobernante estaba forzado a operar tanto de form absoluta como de forma limitada. El discurso del siglo XIX desta 6 la forma absoluta en Francia y la limitada en Inglaterra: de ah el mito de la tiranía francesa y la libertad inglesa. Los his-toriad res Whig preferían destacar los elementos de la constitu-ción inglesa que promovían la libertad en vez de aquellos que proa' oían la autoridad: siempre subestimaron las prerrogativas reales, Incluso Elton habló mucho sobre el rey-en-el-Parlamento (King in-Parliament), pero poco sobre el «rey-fuera-del-Parla-mente ,. (King-out-of-Parliament), que se encargaba de la mayor

I

liberty(a8 Henshall, klytb (n. 1), pp. 208 y s.s.

1 8 Clark, Language of .70, pp. 142-145.

Aiitbridad absoluta el diferente de «absolutismo». La prime-

77

El absolutismo (1550-17W), ¿un mito?

parte de la política gubernamental hasta el siglo XIX. Hasta hoy en día, la constitución. británica . conserva la prerrogativa realMás poderosa del mundo moderno. Esta es la razón poi la cual aide- clara—di6n—ae guerra está fuera del alcance del Parlamento en el Reino Unido.

Brandenburgo-Prusia fue la mayor víctima de la nue re-dacción histórica que el siglo XIX hizo para sus propios fine Fue presentado como el conejillo de Indias del ,absolutismo». n el Imperio, los historiadores destacaron su falta de mecanism s de corte y de patronazgo y su confianza en la burocracia y el ej rcito permanente. Esta singularidad se debe menos a la realidad stó-rica que a la obsesión de los historiadores con Hegel, Weber y las Acta Borussica [publicación de la escuela nacionalista de la isto-riografia prusiana]. Su historiografía creó el mito prusiano. sco-gieron a Federico Guillermo I [1640-1688] como un monarc típi-co y trazaron, a partir de él, retrospectivamente, una traye toria militar y burocrática. Federico I [1681 7 1713], en contraste, e un derrochador que construía palacios barrocos. Estableció la orte como pivote político y consiguió una corona para los Hoh nZo-llem, pero esto no le salvó. Fue tachado de fracaso. 82

Los historiadores nacionalistas. del. ,sigto,,XIX presentaren la desaparición de los Estados Generales franceses, las Cortés aste-llanas yla Dieta de Brandenburgo corno el auge del absoluti mo». El nivel local en el que fueron reetnplazjaae Sin ula-riclaadeTa representación inglesa dependía de la disposició del derecho romano de vincular a las comunidades locales a las mesas hechas en su nombre por sus representantes. Esto ap fue establecido én el Continente: por eso, los monarcas pref tratar directamente con las ciudades y comunidades individti Ladéstrucsión dé las Cortes [castellanas] en 1664 ., por lo tariti .

82 Gustavo Corni, II Mito prussiano ed il concetto di Corte nella storio rafia "borussiea" del XIMCY secolo. En: Cesare Mozzarelli y Giuseppe Olmi (eds.), La Cor-te nena cultura e nella storiogralia. Roma 1983, 123-134. pp. 123-126.

83 I. A. A. Thompson, Crown and Cortes in Castile, 1590-1665. En: Parlia-ments, Estates andRepresentation 4 (1984) 125-133.

El absolutismo de la Edad Moderna 1550-1700

Otras asambleas continuaron como antes. La casualidad y la costumbre determinaron en gran parte el grado en el que los monarcas eran independientes económicamente. Si tenían pocos ingresos de regalías, como el monopolio de la sal en Hungría, las tierras reales en Prusia y los impuestos indirectos en Francia, la mayor parte de sus fondos seguía proviniendo de las asambleas estarnentales, Como Guillermo III de Inglaterra, el emperador Leopoldo I tenía que reunir sus asambleas estarnentales cada año para votar el impuesto sobre la tierra: sus ingresos por prerroga-tivas sumaban menos de una quinta parte de lo que necesitaba para sus guerras. El consentimiento de las Cortes de Castilla era esencial para la recaudación de impuestos. Sus subsidios se in-crementaron en la ,,era del absolutismo» de un 25 por ciento de los ingresos reales, en el decenio de 1560, a más de. un 60 por ciento un siglo después, cuando los acuerdos financieros entre el rey y las Cortes fueron hechos explícitamente de forma recíproca y contractual, Después de que dejaran de reunirse, los impuestos fueroncongelaalis -én el nivel de 1664:84 En Alemania ; las Dietas completas se volvieroncostosas e ineficientes: muchos príncipes alemanes consultaron de forma creciente a comités más reduci-dos (Landschajlen) [asambleas estarnentales regionales], autoriza-dos a actuar por aquéllas.

Los historiadores del siglo XIX presentaron las relaciones entre los monarcas y las asambleas estamentales en sus propios términos de confrontación. De hecho, éstas fueron otro punto de contacto que institucionalizó la vital colaboración entre el gober-nante y las élites. Para los monarcas que carecían de herramien-tas para asumir sus propias funciones administrativas fueron un instrumento operativo. Y una vez autorizadas las asambleas esta- mentales a dar el consentimiento de la comunidad o de la corpo-

ración a decretos del gobierno que afectaban a sus derechos, aquéllas extendieron la autoridad real a áreas de inmunidad más allá del alcance de la prerrogativas del príncipe..I.2 obsesión del siglo XLX por las asambleas estamentales como control ,delPoder rearé-s-fiírapTomp."7.ada-,'Ekiían para legitimar su expansión.

Los historiadores rest

visioniStas ingleses destacan la coopera-ción más que el conflicto entre el monarca y las asambleas: tam-

84 Press, System of Estates (n. 36), pp. 5f. Thompson. Castile (n. 3), pp. 80.

pro-nas rían les. es

una muestra cunosa del «absolutismo» en acción. El recurso a la consulta no continuó en un,niveLinf.erior. La autor dad no, fuecentralizada sino devuelta. Y las Cortes fueron socav das no por cl poder dé la Corona sino por élPOdér de las ciudade, 83

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bién en Francia, el regateo y el compromiso eran tonalidades de fondo. ,- En 1661. Colbert, después de pensar en una cifra - y dol -blarla, pidió 1.500.000 libras francesas a la asamblea estamental de Borgoña. Ésta ofreció 500.000. Como - en un arbitraje moder-no, dividieron la diferencia por la mitad y acordaron 1.050.000. 83

El--ánico-carriino para asegurar un pasaje tranquilo para --las- "pro-pire~-de- inipuestos reales era el asegurarse de que los líderes -de las -asambleas estainentales 'fueran clientes de 'Colbert. En "la Inglaterra de los Tuclor, los historiadores llaman a esto «parlia-mentary managament» [manejo del Parlamento]. No está claro porque lo llaman «absolutismo» en Francia.

La belleza de los «ismos» consiste en que todo puede ser adaptado a ellos. Una vez una generalización como «absolutismo,

esté acuñada en los cráneos históricos, explica todo. La selección es la clave. La colaboración de la asamblea sajona con sus prínci-pes era tan pacífica como tormentosa la de los estamentos de Wüntemberg con sus déspotas: la saga de Württernberg es más famosa. La exageración de su importancia anterior presta un am-biente covenienternente cata.clísmico a la desparición de los esta-mentos del siglo XVII. La Dieta de Brandenburgo no se reunió después de 1652, ni ios Estados Generales después de 1614. Lo que no es tan conocido es que antes se habían reunido pocas veces. La historiografía «absolutista» se impone siempre ante las dos actitudes. La asamblea complaciente del Languedoc es de-nunciada como marioneta del déspota, ya que nunca rechazó las exigencias de Luís XIV. La insolente asamblea de Provenza se considera que se autodefiende contra la tiranía. Así pues, dos signos infalibles de «absolutismo» —acuerdo y conflicto.

A los ojos del siglo XIX, otra estratagema «absolutista» era el derecho romano. Pero fueron los estados como Francia, España y el Reich, donde el derecho romano tenía influencia, los que no lograron desarrollar una teoría completa de la. soberanía indivisi-ble antes de 1789. El derecho romano constitucional era mucho más favorable a los privilegios e inmunidades locales que el common law de Inglaterra. El (pon' principi placuit legis habet vigorem de Justiniano normalmente se traduce como lo que le

85 Roger Mettarn, Government and Society in Louis XTV's Frunce. Londres 1977, pp. 38 y ss.

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ha Macído al príncipe tiene la . fuerza de la ley. Esto perpetúa en los países de habla inglesa la convención de considerar al dere-cho -ornan() como un mandato en favor de los caprichos arbitra-rios de los gobernantes continentales. Pero la verdadera inten-ción; de Justiniano era explicar que al lado de la costumbre, las reno uciones del senado y los *edictos de loá magistrados, las de-claraciones del emperador tenían fuerza legal porque el pueblo le había conferido su propia soberanía. El discurso protestante polémico, que siempre había equiparado el derecho romano y el catolicismo romano como motores gemelos del despotismo, triunfó en el siglo XIX y dió una coloración tiránica permanente a loá estados con sistemas legales romanos. 86

Igualmente engañoso fue el afán de los historiadores del sigl. XX, especialmente en países con economía planificada, de ver I «absolutismo» como el pionero del estado intervencionis-ta.•lbert y el Gran Elector supuestamente intentaron construir un "evo orden económico. Sin embargo, como la República hola desa era el pionero de sus métodos (y de sus ejércitos per anentes), probablemente no hay mucho de «absolutista» en ello . Mientras que el Polizeistaat y las Polizeiordnungen [Poli-zei n el sentido de fomento, administración pública; Polizci-staa sería algo así como el estado bien regulado y las Poli-zeio dnungen las ordenanzas que sirven a este fin] bien orde-nados son presentados por Gagliardo como promotores de la auto racia del príncipe, para Raeff estimularon la participación corp rativa. 87

Los historiadores del siglo XLX vieron el •absolutismo» y el ..z... • «des otistuo« como `térininos que se podían intercambiar, y que mit' rían el monopolio del poder al gobernante y negaban los dere hos y la participación de sus súbditos. El 0..xford English Dict naiy todavía define «absolutismo» como despotismo. Sólo en 1 s años cincuenta del siglo MC. Mousnier separó el «absolu-tista] » de sus asociaciones despóticas, lo que reflejó la investiga-ción de la posguerra sobre la supervivencia de los estamentos y la co aboración de gobernantes y élites, con los derechos y las li-

86 Claris, Language of Liberte' (n. 4), pp. 64-77. John Liagliardo, Germany ander the Olcl Regime. Londres 1991, pp. 107-120;

rell-Ordered Pollee State (n. 44), p. 154.

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Raeff.

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bertades como límites del poder real. 88 Estos hechos invalidan todas las características del «absolutismo» en su definida' cersP glo XIX —autocracia, burocracia y despotismo. Esto, a su vez, -in-valida el contraste con Inglaterra.

Inglaterra fue diferente de otros estados europeos. 'Iodos eran diferentes entre sí. Pero las similitudes, sobre todo e Lt los periodos de los Tudor y loS . E,stuardO,eran Más grandeS— qt-it los contrastes. ¿No és hora de que la monarquía .abSoluta irigleSa"--eS- conaida durante tanto tiempo, sea, por fin, descubierta?

• Como «Renacimiento» o «Ilustración», 'absolutismo» sigi

ahora cualquier cosa que los historiadores quieran. Pero a dif ren-cia de ellos, 'absolutismo» no fue un término coetáneo. Los his .ria-dores de la Edad Moderna seguramente no tienen ninguna o iga-ción de luchar con el significado de una palabra que la gente ue la Edad Moderna no habría reconocido. El„ ,,absolutisrno» como •iste-ma de gobierno sólo existió en el siglo, IXEX—POr ejemplo cua do, en los años cinctienta,todos los órganos representativos, centra les, provinciales y locales de los Habsburgo fueron abolidos por •ran-cisco José [de Austria]. Devolvimos el término »abáolutisino» lá era de Metternich para la cual fue acuñado. Su definiCión cid Mal corresponde claramente al concepto de despotismo de la Edad o-derna; pero el depotisrno fue considerado como una -disfun lári por la gente de la Edad Móderna; -inierittaS ellié él zábsblutisirio» de-finía las normas gubernamentales: Ahora'' e acere á la' realidad del gobierno de la Edad Moderna, pero sólo porque su contenido ori-ginal ha sido tirado por la borda. Crea confusión el describir na asociación consensual entre el monarca y la comunidad con na palabra usada hasta el decenio de 1970 para sugerir lo opuesto.

En 1975, Rabb afirmó que, después de la Crisis General del siglo XVII), la estabilidad en Europa fue restaurada por »el e ta-blecimiento final de la estructura que se reconoce como el e ta- do moderno, organizado alrededor de un sistema de gobierno impersonal, centralizado y unificador, basado en la ley, la bu o-: cracia y la fuerza»89 —en breve, basado en el «absolutismo». A e-

8'1 Harning Mousnier, Quelques problérnes (n. 1). pp. 7 y ss. " Theodore K. Rabh, The S'truggle for Stability in Early Modere Europe. Ox

1975, p. 72. rd

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nas una sílaba de esto sobrevive a la investigación reciente. La monarquía es de lo más personal. Una sociedad en la que los hombres guardaban lealtad hacia familias o individuos en vez de instituciones impersonales no era capaz de burocracia. La Francia de Luis XIV no estaba centralizada, no se hallaba bajo el control directo del estado y sus leyes no estaban unificadas. La armonía se establecía por el consenso, no por la fuerza. Ahora parece que Rabb tenía razón en cuanto a la estabilidad y no la tenía en todo lo demás. Esto muestra lo rápido que el cuadro ha cambia-do en los veinte años desde que aquél escribió sobre ello. Y mi-de hasta qué punto visiones bastante recientes del «absolutismo' están desfasadas respecto a la investigación cle las últimas dos décadas.

El concepto, como dijo Hexter acerca de la clase media Tu-dor, tiene el rigor de una cinta elástica. Reúne regímenes muy distintos entre sí en cuanto a las disposiciones sobre representa-ción. Austria, donde las asambleas estarnentales continuaron, se equipara con Saboya, donde desaparecieron. Ésta, en cambio, se identifica eon Rusia, donde nunca existieron. «Absolutismo» es una excusa impresionante para el pensamiento poco consistente —por esta razón probablemente seguirá siendo popular.

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