Henry Corbin (París 1903, 1978), uno Filósofo de los más ... vs Corbin.pdfUn axis mundi que no...

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platónicos persas o en la gnosis chiíta, en los platónicos de Cambridge o en el new- ton bohemio, en los cabalistas cristianos o en Jakob Böhme y Swedenborg, en White- head o Bohm. Un mundo del alma que es corporeidad celeste, iconografía mental y nostalgia secreta del corazón. Y no hay aquí arbitrariedad lírica, es un órgano de conocimiento tan real como el de los sen- tidos, y cualquier filosofía que no lo tenga en cuenta se cierra el paso a los aconteci- mientos reales. Para la visión gnóstica, el pleroma o uni- dad primordial del que surgen el resto de los elementos no puede revelarse a sí mismo más que a través de otro. Y dado que no pue- de reconocerse a sí mismo como otro, debe reconocer a ese otro como sí mismo. Se tra- ta de un lugar común de la mística (la iden- tidad entre el amor, el amantey el amado) y de un antiguo motivo de las upanisads in- dias (el conocimiento que se conoce a sí mismo). el pleroma se proyecta hacia el ex- terior y sus emanaciones constituyen una serie de entidades que no tienen realidad propia, sino que son meras disposiciones de la divinidad al proyectarse hacia afuera. Dichas almas tienen por misión trasmitir a las esferas celestes el movimiento de su amor y deseo, y se llaman Ángeles celestes (espirituales o intelectuales) a los objetos respectivos de dicho amor. la imagen que estos ángeles celestes tienen de su propio universo es comparable a la del alma hu- mana cuando ejercita y purifica su imagi- nación activa. Dicho universo depende de la pura imaginación trascendente y no de- pende más que de sus propias categorías, de imágenes-arquetipos que toman cuerpo como formas-imaginales que enlazan la ex- periencia sensible (a la que preceden) con la inteligible (a la que imitan). en este ámbito se representa toda la dramaturgia del alma. Como en el sueño, ésta es al mismo tiempo guionista, esce- nario y protagonista. Un axis mundi que no tiene dimensiones físicas sino imaginales (que no es ni lo universal lógico ni lo sin- gular sensible), y que no se manifiesta ni en el nivel del concepto ni en el de la per- cepción. meditación o sueño sin nada de fantasmagórico o irreal, lugar donde se concilian los opuestos, cuerpo espiritual y tierra celeste donde es posible superar el dualismo superficial entre materia y espí- ritu, o entrehistoria y mito ese mundo tiene multitud de niveles donde se ubican las formas imaginales de los seres individuales (una especie de re- trato de Dorian Grey) y de los objetos ma- teriales del mundo sensible. la tradición sufí repite una idea de la filosofía india: las almas humanas, eternas, no se mezclan re- almente con el mundo de las cosas mate- riales, temporales y accidentales, sino que proyectan sobre éstas su imagen, su som- bra y su contorno. ese mundo imaginal contiene sus pro- pios paraísos y abismos, de hecho, es un multiverso, y encontramos un universo distinto para cada alma. Cuando el místico contempla el universo, en realidad está contemplando sus propias energías y fuer- zas, sus propias esperanzas y temores. no vemos las «cosas como son» (entelequia injustificada), vemos las cosas como so- mos. la tierra de verdad es el lugar que re- fleja las imágenes que proyecta el alma, donde se hacen presentes sus estados de ánimo. no es un escenario abstracto (de una teología negativa, por ejemplo) sino un lugar de apariciones. Hay en todo esto algo del sueño de una ciencia de lo presencial, erigida por los místicos, maestros en el arte de la «presen- tificación», que es el arte de hacer presente lo ausente, de crear lugares o personas me- diante la meditación intensa. aunque Cor- bin insiste en la importancia de los símbo- los para la vida del alma, no aclara si la for- ma imaginal es la trasmutación del dato sensible en símbolo. Sea como fuere, lo imaginal es el origen del alma, «el hombre se halla crucificado entre dos opuestos y sufre hasta que adviene el tercero media- dor». esa mediación viene a través del sím- bolo y se lleva a cabo a través de la imagi- nación activa, lo que permite a Corbin lan- zar su mantica participativa: «de la manera de meditar la tierra, dependerá la trans- mutación de la tierra». Plotino aconsejaba que toda alma medita- ra lo siguiente: «que ha sido ella la que ha crea- do todas las cosas vivas, inspirándoles su princi- pio vital […] que nadie más que ella hace girar el firmamento conforme al curso previsto. Y que, sin embargo, el alma es cosa distinta de todo lo que ella dispone, mueve y hace vivir». enéadas v 1.2.1. introductor de Heidegger y Jung en Fran- cia, el itinerario de Henry Corbin a través del mundo espiritual iraní será el que le hará ex- perimentar un radical desplazamiento antro- pológico: «Ser huésped de una cultura hasta el punto de comunicarse en su lengua y asu- mir sus problemas es una enorme y temible aventura, pero quien se queda en la orilla nunca podrá descubrir los secretos de la alta mar». Sus investigaciones sobre Sohrawardi y la Persia preislámica lo llevan a identificar luz y ser. lo que llamamos mundo real no es para Corbin sino luz en distintos grados de in- tensidad. la jerarquía de los seres viene mar- cada por la proximidad a la Luz de luces y la consiguiente degradación conforme nos ale- jamos de la fuente. el hombre de luz es aquel que se orienta hacia dicha fuente y le hace si- tio en su alma. a partir de ese esquema, Cor- bin erige un mundo cuya geografía se con- vierte en una angeología: el universo es un pentagrama en el que cada octava representa un nivel y se encuentra presidida por un án- gel. Una sucesión de teofanías, más o menos luminosas. Dichos acontecimientos espiri- tuales, discontinuos e irreductibles, no tienen lugar en un tiempo homogéneo, sino que ellos mismos tienen su propio tiempo que, como es de esperar, no se conforma con el nuestro. Y ese es el tiempo genuino de la creación. la relatividad de la fí- sica de einstein podría confir- mar estas tesis, pero nadie se atreve a establecer el para- lelismo, la de- pendencia del tiempo de la conciencia de un obser- vador. Corbin era consciente de que se enfren- taba el sínto- ma más alarmante de su época (que sigue siendo la nuestra): el suicidio de alma, o, por decirlo con sus palabras, «ese piadoso agnosticismo que paraliza a magníficas mentes inspirán- doles una especie de terror ante todo lo que significa gnosis.» a contrapelo del clima espi- ritual francés, que se debatía entre el existen- cialismo y el maoísmo, tradujo del persa y del árabe una fenomenología de la conciencia mazdeísta, dibujando las figuras y arquetipos que constituían las manifestaciones de lo sa- grado en lo cotidiano. Y participó de todo ello de un modo personal, desmarcándose tanto de la filosofía oficial, arrastrada por las cien- cias positivas, como de la mirada objetiva y distante del mundo académico. Defendió que la imaginación activa tenía una función cog- nitiva propia, y que mediante ella se podía lle- gar a intuir de forma directa el conocimiento (noesis). la clave de lo real no podía encontrarse en modo alguno en el mundo abstracto de con- ceptos que barajan filósofos y matemáticos. tampoco en las percepciones del sensualis- mo proustiano, había que buscarla en un mundo intermedio, el de la imaginación. la irrupción de lo imaginal desgarraba el entra- mado de categorías que imponía el positivis- mo, pues la primera consecuencia importan- te de lo imaginal era que la mente no era algo que pudiera desmontarse. Corbin seguía a Jung al considerar la psique como una totali- dad, sin tratar de reducirla a lo orgánico o a uno de sus aspectos (como hacía Freud con la líbido). las distintas «regiones» de la psique no eran partes, sino funciones. Y en ellas se centraría en su estudio de lo imaginal (que la tradición iraní llama «tierra de las visio- nes» o «mundo de Hūrqalyā»). Un ámbito que es ori- gen y lugar natural del alma y donde tienen lugar los acontecimientos reales. todo ello le llevaría a afirmar una serie de anatemas que sus contemporáneos recibi- rían con hostilidad. Para Corbin, la perspec- tiva histórica suponía una construcción men- tal unidimensional (si el pasado estuviera ce- rrado no daría lugar a tantas discusiones) y las querellas historicistas le parecían estériles. tanto nuestras construcciones mentales como nuestros deseos, incluso el amor más sano y natural por uno mismo, no serían nada sin el mundo imaginal. Un mundo, personal e in- transferible, donde «nuestros sím- bolos se toman al pie de la letra». La clave de la imaginación Sostener que la imaginación era la clave de lo real, una facul- tad cognitiva de pleno derecho, podía resultar peligroso. aso- ciar el mundo real a lo imagina- rio, en el sentido mítico o ficcio- nal, suponía convertirlo en irreal. De modo que Corbin, siguiendo la vieja tradición iraní, pero tam- bién ibérica (uno de sus principa- les representantes fue el murciano ibn arabí), no podía hacer depen- der lo real de la fantasía, sino que tenía que fundamentarlo en una Imaginatio vera, cuyas leyes constituirían el objeto del verdadero conocimiento. el destino del mundo ya no dependerá de las interacciones físicas o de los procesos his- tóricos sino que, en un sentido más profundo, lo hará de los encuentros o desencuentros de ciertos símbolos y metáforas (una idea que fascinará a Borges). Cosmológicamente, el mundo imaginal es de hecho el centro del mundo, el eje que mantiene unido lo abstrac- to y lo sensible, el lugar de encuentro de las ideas y la percepción. Sin ese eje estos mun- dos se disgregarían. el mundo imaginal es el ámbito donde lo inmaterial (el significado) se hace material (luz, color) y donde lo material (los cuerpos) se hace sutil. ese encuentro tiene una razón de ser: para que la ima- ginación no degenere en fantasía, es necesario el descenso de los signifi- cados. Pero ahí no acaba todo, para que lo sensible no quede abocado al sinsentido, debe ascender al mundo de la formas imaginales. Perdonen la compleji- dad, pero hay mucho en jue- go. esa mediación supone la prin- cipal virtud de lo imaginal y, gracias a ella, puede servir tanto a la percepción como al sentido. al ser puente entre lo material y lo in- material, lo imaginal «es tanto una forma per- cibida como un órgano de la percepción» (cualquier historiador del arte sabrá recono- cer esta verdad). lo imaginal crea la «sensibi- lidad», tan vieja como el mundo, que carac- teriza a místicos y visionarios. la pérdida de ese mundo aboca el alma hacia el pozo del ni- hilismo, del agnosticismo o del culto al poder. tres agujeros negros que acaban centrifugan- do a las mentes. El mundo imaginal las visiones y revelaciones (colectivas o particulares), las epopeyas heroicas y místi- cas, las experiencias simbólicas y las visiones en el tránsito de una existencia a otra, tienen lugar en el mundo imaginal. Pero dicho mundo tiene además otras virtudes. nos ayuda a liberarnos del dilema moderno en- tre mito e historia. el mundo imaginal viene al rescate. Hay un sentido espiritual para el acontecimiento histórico. Pero lo histórico no es lo literal, es la metáfora, sensible, de un significado al que podemos acceder gracias a su forma imaginal. esa morada es para Corbin la Sabiduría mayúscula, la Sofía de cabalistas y herméti- cos, la mediadora, el «alma del mundo» que parece irrumpir periódicamente en la histo- ria pero que de hecho marca su ritmo: en los JUAN ARNAU Filósofo SÁBADO, 2 DE DICIEMBRE DE 2017 6 Levante el merCantil valenCiano SÁBADO, 2 DE DICIEMBRE DE 2017 7 Henry Corbin (París 1903, 1978), uno de los más originales pensadores del siglo xx, está considerado el gran introductor en Occidente de los estudios sobre el islam. Experto en chiísmo y sufismo, a partir de cuyas experiencias creo un pensamiento propio. Se cumplen veinte años de la publicación en España de su «Cuerpo espiritual y Tierra celeste», una defensa radical del poder de la imaginación que no lograron ni el cine ni las vanguardias. A lgunos objetos resultan más lite- rarios que otros. aunque, bien mirado, todos los objetos son li- terarios, porque pertenecen al ámbito de la magia colectiva de la tribu. los hemos creado para servirnos de ellos, y mediante su uso hemos hecho cosas que no creeríais. Pensemos en la rueda y sus consecuen- cias, por mencionar uno de los objetos más célebres del museo humano. Qué de asun- tos han ocurrido, para bien y para mal, con la rueda dichosa y bendita. Cuántos viajes se han efectuado, cuántas guerras se han llevado a término, cuántas vueltas han dado sobre sí mismas las ruedas, y con ellas el destino. las agujas tienen mala fama, se asocian a nuestros terrores, al dolor, a la enfermedad, a las heridas. Para algunos son objetos que ha- bitan en nuestro sistema límbico del cerebro, y nos producen aversión –como los saurios, que alguna vez, hace miles de años, nos per- seguían y daban caza–, porque nos recuer- dan los colmillos de los depredadores de los que teníamos que huir para salvar la vida. Pero la verdad es que no hay nada más lírico –e incluso épico– que una aguja. Se descose la tela, llega la aguja, y la tela vuelve a su ser. Se abre la carne, acude la aguja sabia, y la carne regresa a su unidad primigenia. Hace falta penetrar en lo impenetrable del cuerpo, viene la aguja, y las pócimas curativas ya via- jan por el laberinto de las venas camino de cualquier rincón. las agujas deberían tener su poeta de cámara, e incluso su orquesta sinfónica, llegado el caso. no podemos vivir en permanente estado de asombro, porque eso nos conduciría a la inmovilidad contemplativa, a la perplejidad paralizante. mira ese tornillo. observa ese vaso de cristal. Piensa en la tinta y en las cria- turas que ha generado su estampación sobre una superficie, empezando por la caligrafía y su prima hermana la literatura. Si rindiése- mos a cada objeto los honores que merece, nos pasaríamos el día desfilando ante las co- sas y pasándoles, como Generales de la ma- teria, emocionada revista. Sin embargo, tene- mos durante el día muchas obligaciones la- borales, y solo nos permitimos cada cierto tiempo el pasmo admirativo ante la realidad. Uno de mis objetos favoritos, de incom- parable esencia literaria, es el ascensor. Por más veces que lo emplee, no consigo acos- tumbrarme a él y tratarlo de tú a tú, con naturalidad de usuario inconscien- te. Se trata de la gran máquina mística metropolitana, el expendedor de levita- ciones individuales y colectivas de la socie- dad del bienestar. abrimos las puertas, ce- rramos las puertas, apretamos un botón y ascendemos suave y verticalmente, igual que los santos, pero sin necesidad de tran- ces, ni de ayunos, ni de cilicios que mortifi- quen la carne pecadora. los aviones también nos proporcionan as- censiones, pero son demasiado rápidas, y, además, no son en vertical. Sin verticalidad no existe rigor de espíritu. no hay ascesis como la del ascensor, que unifica en un solo proceso la vía purgativa, la vía iluminativa y la vía unitiva de la teología. ahora bien, para descender no hay que utilizar nunca el ascensor. al infierno y a la calle se va siempre a pie, por la maldita esca- lera de nuestra propia suerte. Levitaciones laicas COMPLICIDADES Carlos Marzal Visión de ángel Carl Gustav Jung, tomando su pipa, charla con Henry Corbin (imagen de la izquierda). Sobre estas líneas, Corbin y sus ayudantes en uno de sus viajes a Irán. Corbin dio clases en la Universidad de Teherán y fue el responsable de la cátedra de estudios islámicos de la Escuela de Hautes Études de París durante más de dos décadas. En el periodo de entreguerras, Henry Corbin se inicia en los escritos de Sohrawardi, un místico persa del siglo XII. Descubre una cosmovisión que cambiará su vida y, como él mismo confiesa, «sellará su destino espiritual». El resto de su vida lo dedicará al estudio de la mística musulmana, en sus corrientes chiíes, ismaelitas y sufís. Así es como este francés de origen protestante, introduce en Europa el clima simbólico y oriental de unos textos que hablan de la Luz de luces y del mundo imaginal. Una obra sin precedentes que rescata ciertos motivos semiolvidados en nuestra tradi- ción intelectual, como puede ser el concepto de participación, la idea de una escala del ser o la tutela del ángel. Y lo hace protegido por las monta- ñas suizas de Ascona, donde Olga Fröbe reúne cada año al Círculo de Eranos, a orillas del Lago Maggiore y de ese otro océano que es Carl Gustav Jung. Unos encuentros que los amantes de ciertas tradiciones sapienciales aprovechan para volver a anudar lazos entre Oriente y Occidente. Pre- cisamente será Fröbe quien, tras la segunda gran guerra, arreglará el primer encuentro entre Jung y Corbin. Una tarde llena de promesas y cor- dialidad que transcurrió comentando imágenes alquímicas y textos de Pico della Mirandola. En aquella época Corbin estaba ya convencido de que la imaginación era el principal medio para relacionarse con la Creación y que la oración era el «supremo acto de la imaginación creadora». Se veía a sí mismo como miembro de una dispersa y bien avenida familia gnóstica de judíos, cristianos y musulmanes. La reacción del mundo académico, dominado por el mito positivista, no se haría esperar. Se le acusó de reaccionario y elitista, de ingenuo (en sus análisis históricos) y de parcial (en su obediencia a una determinada agenda espiritual). La uniformización del pensamiento no puede tolerar ciertos deslices. CORBIN Y EL CÍRCULO ERANOS Henry Corbin CUerPo eSPiritUal Y tierra CeleSte Henry Corbin siruela 352 PÁGs. 23,50 € temPlo Y ContemPlaCión Henry Corbin trotta 408 PÁGs. 32 € Henry Corbin, fue un profundo conocedor del misticismo iraní. En La Sorbona de París fomentó los estudios sobre religiones comparadas. AssociAtion DEs Amis DE HEnry Et stEllA corBin Al igual que Freud con el subconsciente o Jung con el inconsciente colectivo, Corbin teorizó el mundo imaginal, un estadio intermedio, fundamento de la creatividad, la intuición, la fantasía, lo sensible...

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platónicos persas o en la gnosis chiíta, enlos platónicos de cambridge o en el new-ton bohemio, en los cabalistas cristianos oen Jakob Böhme y Swedenborg, en White-head o Bohm. Un mundo del alma que escorporeidad celeste, iconografía mental ynostalgia secreta del corazón. Y no hayaquí arbitrariedad lírica, es un órgano deconocimiento tan real como el de los sen-tidos, y cualquier filosofía que no lo tengaen cuenta se cierra el paso a los aconteci-mientos reales.

Para la visión gnóstica, el pleroma o uni-dad primordial del que surgen el resto delos elementos no puede revelarse a sí mismomás que a través de otro.Y dado que no pue-de reconocerse a sí mismo como otro, debereconocer a ese otro como sí mismo. Se tra-ta de un lugar común de la mística (la iden-tidad entre el amor, el amantey el amado) yde un antiguo motivo de las upanisads in-dias (el conocimiento que se conoce a símismo). el pleroma se proyecta hacia el ex-terior y sus emanaciones constituyen unaserie de entidades que no tienen realidadpropia, sino que son meras disposicionesde la divinidad al proyectarse hacia afuera.Dichas almas tienen por misión trasmitir alas esferas celestes el movimiento de suamor y deseo, y se llaman Ángeles celestes(espirituales o intelectuales) a los objetosrespectivos de dicho amor. la imagen queestos ángeles celestes tienen de su propiouniverso es comparable a la del alma hu-

mana cuando ejercita y purifica su imagi-nación activa. Dicho universo depende dela pura imaginación trascendente y no de-pende más que de sus propias categorías,de imágenes-arquetipos que toman cuerpocomo formas-imaginales que enlazan la ex-periencia sensible (a la que preceden) conla inteligible (a la que imitan).

en este ámbito se representa toda ladramaturgia del alma. como en el sueño,ésta es al mismo tiempo guionista, esce-nario y protagonista. Un axis mundi que notiene dimensiones físicas sino imaginales(que no es ni lo universal lógico ni lo sin-gular sensible), y que no se manifiesta ni

en el nivel del concepto ni en el de la per-cepción. meditación o sueño sin nada defantasmagórico o irreal, lugar donde seconcilian los opuestos, cuerpo espiritual ytierra celeste donde es posible superar eldualismo superficial entre materia y espí-ritu, o entrehistoria y mito

ese mundo tiene multitud de nivelesdonde se ubican las formas imaginales delos seres individuales (una especie de re-trato de Dorian Grey) y de los objetos ma-teriales del mundo sensible. la tradiciónsufí repite una idea de la filosofía india: lasalmas humanas, eternas, no se mezclan re-almente con el mundo de las cosas mate-riales, temporales y accidentales, sino queproyectan sobre éstas su imagen, su som-bra y su contorno.

ese mundo imaginal contiene sus pro-pios paraísos y abismos, de hecho, es unmultiverso, y encontramos un universodistinto para cada alma. cuando el místicocontempla el universo, en realidad estácontemplando sus propias energías y fuer-zas, sus propias esperanzas y temores. novemos las «cosas como son» (entelequiainjustificada), vemos las cosas como so-mos. la tierra de verdad es el lugar que re-fleja las imágenes que proyecta el alma,donde se hacen presentes sus estados deánimo. no es un escenario abstracto (deuna teología negativa, por ejemplo) sinoun lugar de apariciones.

Hay en todo esto algo del sueño de unaciencia de lo presencial, erigida por losmísticos, maestros en el arte de la «presen-tificación», que es el arte de hacer presentelo ausente, de crear lugares o personas me-diante la meditación intensa. aunque cor-bin insiste en la importancia de los símbo-los para la vida del alma, no aclara si la for-ma imaginal es la trasmutación del datosensible en símbolo. Sea como fuere, loimaginal es el origen del alma, «el hombrese halla crucificado entre dos opuestos ysufre hasta que adviene el tercero media-dor». esa mediación viene a través del sím-bolo y se lleva a cabo a través de la imagi-nación activa, lo que permite a corbin lan-zar su mantica participativa: «de la manerade meditar la tierra, dependerá la trans-mutación de la tierra».

Plotino aconsejaba que toda alma medita-ra lo siguiente: «que ha sido ella la que ha crea-do todas las cosas vivas, inspirándoles su princi-

pio vital […] que nadie más que ella hace girar elfirmamento conforme al curso previsto. Y que, sin

embargo, el alma es cosa distinta de todo lo queella dispone, mueve y hace vivir».

enéadas v 1.2.1.

introductor de Heidegger y Jung en Fran-cia, el itinerario de Henry corbin a través delmundo espiritual iraní será el que le hará ex-perimentar un radical desplazamiento antro-pológico: «Ser huésped de una cultura hastael punto de comunicarse en su lengua y asu-mir sus problemas es una enorme y temibleaventura, pero quien se queda en la orillanunca podrá descubrir los secretos de la altamar». Sus investigaciones sobre Sohrawardiy la Persia preislámica lo llevan a identificarluz y ser. lo que llamamos mundo real no espara corbin sino luz en distintos grados de in-tensidad. la jerarquía de los seres viene mar-cada por la proximidad a la Luz de luces y laconsiguiente degradación conforme nos ale-jamos de la fuente. el hombre de luz es aquelque se orienta hacia dicha fuente y le hace si-tio en su alma. a partir de ese esquema, cor-bin erige un mundo cuya geografía se con-vierte en una angeología: el universo es unpentagrama en el que cada octava representaun nivel y se encuentra presidida por un án-gel. Una sucesión de teofanías, más o menosluminosas. Dichos acontecimientos espiri-tuales, discontinuos e irreductibles, no tienenlugar en un tiempo homogéneo, sino queellos mismos tienen su propio tiempo que,como es de esperar, no se conforma con elnuestro. Y ese es el tiempo genuino dela creación. la relatividad de la fí-sica de einstein podría confir-mar estas tesis, pero nadie seatreve a establecer el para-lelismo, la de-pendencia deltiempo de laconcienciade un obser-vador.

corbin eraconsciente deque se enfren-taba el sínto-ma más

alarmante de su época (que sigue siendo lanuestra): el suicidio de alma, o, por decirlocon sus palabras, «ese piadoso agnosticismoque paraliza a magníficas mentes inspirán-doles una especie de terror ante todo lo quesignifica gnosis.» a contrapelo del clima espi-ritual francés, que se debatía entre el existen-cialismo y el maoísmo, tradujo del persa y delárabe una fenomenología de la concienciamazdeísta, dibujando las figuras y arquetiposque constituían las manifestaciones de lo sa-grado en lo cotidiano. Y participó de todo ellode un modo personal, desmarcándose tantode la filosofía oficial, arrastrada por las cien-cias positivas, como de la mirada objetiva ydistante del mundo académico. Defendió quela imaginación activa tenía una función cog-nitiva propia, y que mediante ella se podía lle-gar a intuir de forma directa el conocimiento(noesis).

la clave de lo real no podía encontrarse enmodo alguno en el mundo abstracto de con-ceptos que barajan filósofos y matemáticos.tampoco en las percepciones del sensualis-mo proustiano, había que buscarla en unmundo intermedio, el de la imaginación. lairrupción de lo imaginal desgarraba el entra-mado de categorías que imponía el positivis-mo, pues la primera consecuencia importan-te de lo imaginal era que la mente no era algoque pudiera desmontarse. corbin seguía aJung al considerar la psique como una totali-dad, sin tratar de reducirla a lo orgánico o auno de sus aspectos (como hacía Freud conla líbido). las distintas «regiones» de la psiqueno eran partes, sino funciones. Y en ellas secentraría en su estudio de lo imaginal (que la

tradición iraní llama «tierrade las visio-

nes» o

«mundo de Hūrqalyā»). Un ámbito que es ori-gen y lugar natural del alma y donde tienenlugar los acontecimientos reales.

todo ello le llevaría a afirmar una serie deanatemas que sus contemporáneos recibi-rían con hostilidad. Para corbin, la perspec-tiva histórica suponía una construcción men-tal unidimensional (si el pasado estuviera ce-rrado no daría lugar a tantas discusiones) ylas querellas historicistas le parecían estériles.

tanto nuestras construcciones mentalescomo nuestros deseos, incluso elamor más sano y natural por unomismo, no serían nada sin el mundoimaginal. Un mundo, personal e in-transferible, donde «nuestros sím-bolos se toman al pie de la letra».

La clave de la imaginación Sostener que la imaginación

era la clave de lo real, una facul-tad cognitiva de pleno derecho,podía resultar peligroso. aso-ciar el mundo real a lo imagina-rio, en el sentido mítico o ficcio-nal, suponía convertirlo en irreal.De modo que corbin, siguiendola vieja tradición iraní, pero tam-bién ibérica (uno de sus principa-les representantes fue el murciano

ibn arabí), no podía hacer depen-der lo real de la fantasía, sino que tenía

que fundamentarlo en una Imaginatiovera, cuyas leyes constituirían el objeto del

verdadero conocimiento.el destino del mundo ya no dependerá de

las interacciones físicas o de los procesos his-tóricos sino que, en un sentido más profundo,lo hará de los encuentros o desencuentros deciertos símbolos y metáforas (una idea quefascinará a Borges). cosmológicamente, elmundo imaginal es de hecho el centro delmundo, el eje que mantiene unido lo abstrac-to y lo sensible, el lugar de encuentro de lasideas y la percepción. Sin ese eje estos mun-dos se disgregarían. el mundo imaginal es elámbito donde lo inmaterial (el significado) sehace material (luz, color) y donde lo material

(los cuerpos) se hace sutil. ese encuentrotiene una razón de ser: para que la ima-

ginación no degenere en fantasía, esnecesario el descenso de los signifi-

cados. Pero ahí no acaba todo, paraque lo sensible no quede abocadoal sinsentido, debe ascender almundo de la formas imaginales.

Perdonen la compleji-dad, pero hay mucho en jue-go. esa mediación supone la prin-cipal virtud de lo imaginal y, gracias a ella,puede servir tanto a la percepción como alsentido. al ser puente entre lo material y lo in-material, lo imaginal «es tanto una forma per-cibida como un órgano de la percepción»(cualquier historiador del arte sabrá recono-cer esta verdad). lo imaginal crea la «sensibi-lidad», tan vieja como el mundo, que carac-teriza a místicos y visionarios. la pérdida deese mundo aboca el alma hacia el pozo del ni-hilismo, del agnosticismo o del culto al poder.tres agujeros negros que acaban centrifugan-do a las mentes.

El mundo imaginallas visiones y revelaciones (colectivas o

particulares), las epopeyas heroicas y místi-cas, las experiencias simbólicas y las visionesen el tránsito de una existencia a otra, tienenlugar en el mundo imaginal. Pero dichomundo tiene además otras virtudes. nosayuda a liberarnos del dilema moderno en-tre mito e historia. el mundo imaginal vieneal rescate. Hay un sentido espiritual para elacontecimiento histórico. Pero lo históricono es lo literal, es la metáfora, sensible, de unsignificado al que podemos acceder graciasa su forma imaginal.

esa morada es para corbin la Sabiduríamayúscula, la Sofía de cabalistas y herméti-cos, la mediadora, el «alma del mundo» queparece irrumpir periódicamente en la histo-ria pero que de hecho marca su ritmo: en los

JUAN ARNAUFilósofo

SÁBADO, 2 DE DICIEMBRE DE 20176 Levante el mercantil valenciano SÁBADO, 2 DE DICIEMBRE DE 2017 7

Henry Corbin (París 1903, 1978), unode los más originales pensadores del

siglo xx, está considerado el granintroductor en Occidente de los

estudios sobre el islam. Experto enchiísmo y sufismo, a partir de cuyasexperiencias creo un pensamiento

propio. Se cumplen veinte años de lapublicación en España de su «Cuerpo

espiritual y Tierra celeste», unadefensa radical del poder de la

imaginación que no lograron ni elcine ni las vanguardias.

Algunos objetos resultan más lite-rarios que otros. aunque, bienmirado, todos los objetos son li-terarios, porque pertenecen alámbito de la magia colectiva de

la tribu. los hemos creado para servirnos deellos, y mediante su uso hemos hecho cosasque no creeríais.

Pensemos en la rueda y sus consecuen-cias, por mencionar uno de los objetos máscélebres del museo humano. Qué de asun-tos han ocurrido, para bien y para mal, conla rueda dichosa y bendita. cuántos viajesse han efectuado, cuántas guerras se hanllevado a término, cuántas vueltas han dadosobre sí mismas las ruedas, y con ellas eldestino.

las agujas tienen mala fama, se asocian anuestros terrores, al dolor, a la enfermedad, alas heridas. Para algunos son objetos que ha-bitan en nuestro sistema límbico del cerebro,y nos producen aversión –como los saurios,que alguna vez, hace miles de años, nos per-seguían y daban caza–, porque nos recuer-dan los colmillos de los depredadores de losque teníamos que huir para salvar la vida.Pero la verdad es que no hay nada más lírico–e incluso épico– que una aguja. Se descosela tela, llega la aguja, y la tela vuelve a su ser.Se abre la carne, acude la aguja sabia, y lacarne regresa a su unidad primigenia. Hacefalta penetrar en lo impenetrable del cuerpo,viene la aguja, y las pócimas curativas ya via-jan por el laberinto de las venas camino decualquier rincón. las agujas deberían tenersu poeta de cámara, e incluso su orquestasinfónica, llegado el caso.

no podemos vivir en permanente estadode asombro, porque eso nos conduciría a lainmovilidad contemplativa, a la perplejidadparalizante. mira ese tornillo. observa esevaso de cristal. Piensa en la tinta y en las cria-turas que ha generado su estampación sobreuna superficie, empezando por la caligrafía ysu prima hermana la literatura. Si rindiése-mos a cada objeto los honores que merece,nos pasaríamos el día desfilando ante las co-sas y pasándoles, como Generales de la ma-teria, emocionada revista. Sin embargo, tene-mos durante el día muchas obligaciones la-borales, y solo nos permitimos cada ciertotiempo el pasmo admirativo ante la realidad.

Uno de mis objetos favoritos, de incom-parable esencia literaria, es el ascensor. Pormás veces que lo emplee, no consigo acos-

tumbrarme a él y tratarlo de tú a tú,con naturalidad de usuario inconscien-te. Se trata de la gran máquina místicametropolitana, el expendedor de levita-

ciones individuales y colectivas de la socie-dad del bienestar. abrimos las puertas, ce-rramos las puertas, apretamos un botón yascendemos suave y verticalmente, igualque los santos, pero sin necesidad de tran-ces, ni de ayunos, ni de cilicios que mortifi-quen la carne pecadora.

los aviones también nos proporcionan as-censiones, pero son demasiado rápidas, y,además, no son en vertical. Sin verticalidadno existe rigor de espíritu. no hay ascesiscomo la del ascensor, que unifica en un soloproceso la vía purgativa, la vía iluminativa yla vía unitiva de la teología.

ahora bien, para descender no hay queutilizar nunca el ascensor. al infierno y a lacalle se va siempre a pie, por la maldita esca-lera de nuestra propia suerte.

Levitacioneslaicas

COMPLICIDADES

Carlos Marzal

Visión de ángel

Carl Gustav Jung, tomando su pipa, charla con Henry Corbin(imagen de la izquierda). Sobre estas líneas, Corbin y sus ayudantesen uno de sus viajes a Irán. Corbin dio clases en la Universidad deTeherán y fue el responsable de la cátedra de estudios islámicos dela Escuela de Hautes Études de París durante más de dos décadas.

En el periodo de entreguerras, Henry Corbin se inicia en los escritos de Sohrawardi, un místico persa del siglo XII. Descubre una cosmovisión quecambiará su vida y, como él mismo confiesa, «sellará su destino espiritual». El resto de su vida lo dedicará al estudio de la mística musulmana, ensus corrientes chiíes, ismaelitas y sufís. Así es como este francés de origen protestante, introduce en Europa el clima simbólico y oriental de unos

textos que hablan de la Luz de luces y del mundo imaginal. Una obra sin precedentes que rescata ciertos motivos semiolvidados en nuestra tradi-ción intelectual, como puede ser el concepto de participación, la idea de una escala del ser o la tutela del ángel. Y lo hace protegido por las monta-

ñas suizas de Ascona, donde Olga Fröbe reúne cada año al Círculo de Eranos, a orillas del Lago Maggiore y de ese otro océano que es Carl GustavJung. Unos encuentros que los amantes de ciertas tradiciones sapienciales aprovechan para volver a anudar lazos entre Oriente y Occidente. Pre-

cisamente será Fröbe quien, tras la segunda gran guerra, arreglará el primer encuentro entre Jung y Corbin. Una tarde llena de promesas y cor-dialidad que transcurrió comentando imágenes alquímicas y textos de Pico della Mirandola. En aquella época Corbin estaba ya convencido de quela imaginación era el principal medio para relacionarse con la Creación y que la oración era el «supremo acto de la imaginación creadora». Se veíaa sí mismo como miembro de una dispersa y bien avenida familia gnóstica de judíos, cristianos y musulmanes. La reacción del mundo académico,dominado por el mito positivista, no se haría esperar. Se le acusó de reaccionario y elitista, de ingenuo (en sus análisis históricos) y de parcial (en

su obediencia a una determinada agenda espiritual). La uniformización del pensamiento no puede tolerar ciertos deslices.

CORBIN Y EL CÍRCULO ERANOS

Henry Corbin

cUerPoeSPiritUal Y

tierra celeSteHenry Corbin

siruela352 PÁGs. 23,50 €

temPlo YcontemPlación

Henry Corbintrotta

408 PÁGs. 32 €

Henry Corbin, fue un profundo conocedor del misticismo iraní.

En La Sorbona de París fomentó los estudios sobre religiones comparadas.

AssociAtion des Amis de Henry et stellA corbin

Al igual que Freud con elsubconsciente o Jungcon el inconsciente

colectivo, Corbin teorizóel mundo imaginal,

un estadio intermedio,fundamento de la

creatividad, la intuición,la fantasía, lo sensible...