Harlan Ellison - El Muchacho y su Perro.pdf

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    Haba salido con Blood, mi perro. Era su semana de molestarme; no haca otra cosa que llamarme Albert, slo porque le pareca muy divertido. Payson Terhune1: Ja ja. As que le cac un par de ratas de agua, de esas grandotas, verdes y ocres, y un manicurado caniche que algn subserrano haba abandonado sin correa en uno de los pramos; haba comido muy bien, pero estaba quisquilloso. Vamos, malnacido le exig, rastrame un buen culo. Se limit a rer sordamente desde el fondo de su perruna garganta. Cuando ests alzado eres terrible dijo. Es posible que lo bastante como para machacarle el ojete de una patada a este de-sertor de una manada de dingos. Vamos, busca! No jodeo! Pero no te da vergenza, Albert? Despus de todo lo que te ense. No se dice no jodeo, se dice no estoy jodiendo o esto no es joda. El muy maldito se daba cuenta de que haba llegado al lmite de mi paciencia. As que, de repente, se puso a cavilar ceudo. Se sent sobre los desmoronados restos de la vereda, parpade y cerr los ojos, y el pelo de su cuerpo se eriz. Al momen-to se levant lentamente sobre las patas delanteras y las ech hacia delante hasta quedar tendido, la cabeza lanosa apoyada sobre las patas estiradas. Abandon la tensin y empez a temblar, casi como lo haca cuando se preparaba para rascarse una pulga. Sigui as casi un cuarto de hora; por fin rod a un lado y se tendi de espaldas, el vientre desnudo hacia el cielo nocturno, las patas delanteras dobladas como una santateresa, las traseras extendidas y abiertas. Lo siento dijo. No hay nada. Podra haberme dejado llevar por la clera y patearlo, pero saba que haba hecho todo lo posible. No me senta feliz, quera realmente mojar el bizcocho, pero qu poda hacer? De acuerdo dije, resignado. Olvdalo. Se rasc el costillar y rpidamente se levant. Entonces, qu quieres hacer? pregunt. Poco podemos hacer, verdad? era un comentario sarcstico. Se sent de nuevo a mis pies con humilde insolencia. Me apoy en el mun derretido de una farola y pens en minitas. Era doloroso. Siempre nos queda ir a un espectculo dije. Blood observ la calle. Lagunas de sombras cubran los crteres de los que brotaba maleza y no dijo nada. El cuzco esper pacientemente mi iniciativa; Le gustaban las pelculas tanto como a m. De acuerdo, vamos le dije. Se levant y me sigui, la lengua afuera, jadeando feliz. Adelante, rete, lamehuevos. No habr pochoclo para ti!

    1 Referencia al escritor Albert Payson Terhune (1872 1942)

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    NUESTRA BANDA era una bandarmada que, hartos ya del simple saqueo, optaron por la comodidad y utilizaron un hbil sistema para conseguirlo. Eran wachitos afi-cionados al cine y se haban apropiado del terreno donde estaba el Cine Metropole. Nadie nunca intent arrebatarles su territorio, porque todos queramos ver pelcu-las, y mientras Nuestra Banda tuviese acceso a las pelculas, y desempease bien la tarea de proyectarlas, proporcionaba un buen servicio, hasta a solos como Blood y yo. Especialmente a solos como nosotros. En la puerta tuve que dejar mi cuarenta y cinco y la Browning del veintids largo. Haba una pequea alcoba junto a la taquilla. Compr primero las entradas; la ma cost una lata de carne de cerdo Oscar Mayer Philadelphia y la de Blood una de sardinas. Luego los bandurros de Nuestra Banda, me empujaron hacia la alcoba a punta de pistola y entregu all mis fierros. Vi que el agua goteaba de un cao roto del techo y le dije al comprobador, un wacho con grandes verrugas coriceas por toda la cara y labios, que colocase mis armas en sitio seco. No me hizo caso. Eh, t! Maldito sapo, pon mis cosas en otro lado... Se oxidan en seguida... Y si se me oxidan, amigo, te romper los huesos! Se dispuso a pegarme por aquello, mir a los guardias armados y se dio cuenta de que si me echaban yo perdera el precio de la entrada entrase o no; pero los guar-dias no buscaban accin, probablemente estaban cansados, y le indicaron que ac-cediera a mi pedido. As, el sapo pas mi Browning al otro extremo de la estantera y coloc debajo mi cuarenta y cinco. Blood y yo entramos al cine. Quiero pochoclo. Ni hablar. Vamos, Albert. Cmprame pochoclo. No tengo un mango. Puedes vivir muy bien sin pochoclo. Eres una mierda. Me encog de hombros. Entramos. Estaba atestado. Me alegr de que los bandurros no hubiesen intentado quedarse con algo ms que las armas de fuego. Mi pa y mi cuchillo envainados detrs del cogote me daban seguridad. Blood encontr dos asientos juntos y libres y entramos en la fila de butacas, pisando pies. Alguien me solt un insulto que ig-nor. Un Doberman gru. A Blood se le eriz el pelo, pero tampoco hizo caso. Siempre haba algn duro en la fila, incluso en terreno neutral como el Metropole. (En una ocasin o hablar sobre un lo que haban tenido en el antiguo Granada de Loew, en el Lado Sur. Acab con diez o doce solos y sus perros muertos, el local quemado y un par de buenas pelculas de Cagney perdidas para siempre en el in-cendio. Despus de eso fue cuando las bandarmadas tuvieron que llegar al acuerdo de que los cines fuesen santuarios. Ahora las cosas estaban mejor, pero siempre haba alguien demasiado retorcido mentalmente para adaptarse.) Esa noche pasaban tres pelculas; RAW DEAL con Dennis O'Keefe, Claire Trevor, Raymond Burr y Marsha Hunt, era la ms antigua de las tres. Era de 1948, ochenta y seis aos atrs, y slo Dios sabe cmo se conservaba an entera la cinta; a veces

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    se sala y tenan que parar la pelcula para repararla. Pero era una buena pelcula. Era la historia de aquel solo que haba sido traicionado por su banda y tomaba ven-ganza. Gngsters, matones, luchas y puetazos. Muy buena. La segunda pelcula la haban hecho durante la Tercera Guerra, en el 2007, dos aos antes de nacer yo, y se llamaba SMELL OF A CHINK. Salan sobre todo escenas de destripamientos y alguna buena lucha a puetazos. Haba una escena maravillo-sa de galgos guerrilleros equipados con lanzadores de napalm, achicharrando toda una ciudad chinoka. A Blood le gust, aunque ya habamos visto antes la pelcula. Se haba inventado la historia de que aquellos eran antepasados suyos, y l saba que yo saba que era un cuento. Hey, hroe, Te gustara asar un beb? le susurr. Entendi la indirecta y simplemente se agit en su asiento, sin decir nada, obser-vando satisfecho cmo los perros se abran paso a travs de la ciudad. Yo empeza-ba a aburrirme; esperaba la pelcula principal. Por fin lleg. Era toda una belleza, una cinta rodada a finales de los aos setenta. BIG BLACK LEATHER SPLITS. Empezaba muy bien. Aquellas dos rubias, con corss negros de cuero y botas atadas hasta la entrepierna, con ltigos y mscaras, derribaban a un flacucho y una de las chicas se le sentaba encima de la cara mientras la otra lo tra-bajaba ms abajo. A partir de ah las cosas se ponan espesas. A mi alrededor haba solos menendosela. Yo estaba a punto de hacer lo mismo cuando Blood se inclin hacia m y me susurr, como hace cuando descubre algo inslitamente aromtico. Aqu dentro hay una minita. Ests loco le dije. Te digo que puedo olerla. Esta aqu, varn. Procurando no llamar la atencin, mir a mi alrededor. Casi todos los asientos del cine estaban ocupados por solos y sus perros. Si se hubiese metido all una chica se habra producido una revuelta. La habran hecho pedazos entre todos antes de que uno solo hubiese podido bajarle la caa. Dnde? pregunt sigilosamente. A mi alrededor los solos se agitaban y geman mientras las rubias se quitaban las mscaras y la de abajo se tragaba el descomunal ganso del flacucho de la pelcula. Dame un minuto dijo Blood. Estaba concentrndose de verdad. Tena el cuerpo tenso como un alambre. Los ojos cerrados, el hocico tembloroso. Lo dej trabajar. Era posible. Caba la posibilidad. Yo saba que los subserranos hacan pelculas de mierda, del tipo que se hacan all por la dcada de 1930 y por la de 1940, cosas realmente insulsas con gente casada e incluso durmiendo en camas gemelas. Pel-culas estilo Myrna Loy y George Brent. Y tambin saba que de vez en cuando suba a la superficie una minita de la estricta burguesa subserrana para verse una porno bien peluda como sta. Haba odo decir eso, pero nunca haba pasado en un cine en el que estuviera yo. Y las posibilidades de que sucediera aqu concretamente, eran realmente escasas,

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    porque venan muchos gayos al Metropole. Carajo, que quede bien entendido que no tengo prejuicios especiales contra el hecho de que los bandurros se muevan el guiso entre s... en fin, lo entiendo perfectamente. Lo que sucede es que en ningn sitio hay wachitas suficientes. Pero lo que no puedo aguantar es ese asunto de te-ner un gayo celoso dependiendo de ti. Porque la comida tampoco alcanza y siempre tienes que salir a cazar, y se cree que lo nico que tiene que hacer en la vida es entregarte el ojete para conseguir que trabajes como un perro para l. Es peor que tener una hembra colgando de tu cuello siempre. Adems, produce muchas peleas y celos peligrosos entre las bandarmadas grandes. As que yo no sigo ese camino. En fin, no es que no lo haya transitado nunca, pero hace tiempo de eso. As que con todos los solos del Metropole, era improbable que una minita se arries-gase. No s quin la destrozara primero, si los gayos celosos o nosotros. Y si ella estaba all, por qu no la olfateaba ninguno de los otros perros? Tercera fila enfrente de nosotros dijo Blood. Asiento del pasillo. Vestida como un solo... Cmo pudiste olfatearla t y los otros perros no? Te olvidas de quin soy, Albert. No lo olvido, simplemente no lo creo. En realidad, en el fondo, supongo que lo crea. Cuando alguien como yo que siem-pre fui un tarambana y un perro como Blood que me haba enseado tanto, poda creer cualquier cosa que me dijera. Uno no discute con su maestro. No, uno no discute con su maestro cuando ste le ensea a leer y a escribir y a sumar y a restar y todo lo dems que saban antes, cuando se supona que se era inteligente (aunque ya no significa mucho de todos modos, salvo que es bueno sa-berlo, supongo). (La lectura es una cosa muy buena. Es muy til cuando encuentras comida enlata-da en algn sitio, en un supermercado bombardeado, por ejemplo. Te resulta ms fcil localizar lo que te gusta cuando los dibujos se han borrado de las etiquetas. Un par de veces la lectura me ayud a no llevarme remolachas enlatadas. Demonios, odio la remolacha!) Supongo entonces que poda confiar en que Blood poda olfatear a una posible chica all, y que ningn otro perro poda hacerlo. Me haba explicado todo aquello un mi-lln de veces. Era su cuento favorito. Historia le llamaba l. Dios mo. No soy tan idiota! S lo que era la historia. Era todas las cosas que pasaron antes de aho-ra. Pero me gustaba que Blood me contara la historia, en vez de hacerme leer uno de aquellos libros gastados con que andaba siempre. Y aquella historia concreta se re-fera exclusivamente a l, as que me la cont una y otra vez hasta que me la aprend de memoria. La saba de corrido, lo cual significaba que la saba palabra por palabra. Y cuando un perro te ensea todo lo que sabes, y te cuenta algo que llegas a aprenderte palabra por palabra, imagino que llega un momento en que lo crees. Pero yo nunca permit que aquel garrapatudo lo supiera.

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    Lo que me haba contado era lo siguiente: Hace unos cincuenta aos, en Los ngeles, antes incluso de que empezase la Ter-cera Guerra, haba un hombre llamado Buesing que viva en Cerritos. Criaba perros a los que adiestraba como vigilantes, centinelas y atacantes. Dobermans, daneses, schnauzers y akitas japoneses. Tena una perra pastora alemana de cuatro aos llamada Ginger. Trabajaba para el departamento de narcticos de la polica de Los ngeles. Localizaba marihuana por el olfato. Le daba igual que estuviese bien es-condida. As que le hicieron una prueba: colocaron veinticinco mil cajas en un al-macn de piezas de automviles. En cinco de ellas haban colocado marihuana envuelta con celofn, y luego en papel de aluminio y luego en papel grueso marrn, y por ltimo encerrada en tres cajas de cartn distintas y bien cerradas. Ginger tard siete minutos en localizar los cinco paquetes. Al mismo tiempo que Ginger trabajaba, a unos ciento sesenta kilmetros al norte, en Santa Brbara, los cetlo-gos haban extrado y reforzado mdula espinal de delfn y se la haban inyectado a babuinos y a perros. Haban hecho tambin alteraciones quirrgicas e injertos. El primer productor vlido de este experimento cetolgico haba sido un macho pul de dos aos llamado Ahbhu, que haba comunicado telepticamente impresiones sen-soriales. Mediante cruces y experimentos constantes haban logrado producir los primeros perros guerrilleros, justo a tiempo para la Tercera Guerra. Estos animales, telpatas a cortas distancias, fcilmente adiestrables, capaces de localizar gasolina, tropas, gas venenoso o radiacin en conexin con sus controladores humanos, se haban convertido en los comandos de choque de un nuevo tipo de guerra. Los ras-gos selectivos se haban afirmado. Dobermans, galgos, akitas, puls y schnauzers se haban hecho cada vez ms telpatas. Ginger y Ahbhu haban sido los antepasados de Blood. l me lo haba contado miles de veces. Me haba explicado la historia as, con pala-bras, un millar de veces, tal como se lo haban contado a l. Yo le haba credo, pe-ro nunca le haba credo realmente hasta entonces, quizs. Quizs mi cuzquito fuese realmente especial. Examin al solo que estaba encogido en el asiento del pasillo tres filas delante de nosotros. No pude advertir nada especial; llevaba la gorra embutida y el peludo cuello de la chaqueta levantado. Ests seguro? Todo lo seguro que puede estarse. Es una hembra humana. Si lo es, est hacindose una paja igual que un bandurro. Blood dej escapar una risita. Sorpresa dijo sarcstico. El misterioso solo sigui all sentado durante la nueva proyeccin de RAW DEAL. Tena sentido, si se trataba de una chica. La mayora de los solos y todos los miem-bros de las bandarmadas se fueron despus de la porno. Haban quedado dos ga-yos, uno arrodillado mamndosela al otro, pero no pens que ninguno de ellos se preocupasen de si haba o no en el local carne de hembra. La pelcula no llen el ci-

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    ne mucho ms; dio tiempo a que las calles se vaciaran; l o ella podra volver al lu-gar de donde haba venido. Segu all sentado durante RAW DEAL tambin. Blood se ech a dormir. Cuando se levant el solo misterioso, le di tiempo a que recogiera sus armas si las haba entregado y se fuese. Luego tir a Blood de su orejota peluda y le dije: Va-mos. Me sigui por el pasillo. Recog mis armas y examin la calle. Vaca. Bien, sabueso dije. Hacia dnde se fue? Hacia la derecha. Sal de ah, cargando la Browning de mi bandolera. No vea a nadie movindose en-tre las cscaras de los edificios bombardeados. Aquella seccin de la ciudad estaba destrozada, realmente muy mal. Pero, con Nuestra Banda controlando el Metropole, no tenan que preocuparse por ninguna otra cosa para ganarse la vida. Resultaba irnico; los DRAGONES tenan que mantener en funcionamiento toda una planta energtica para recibir tributo de las otras bandarmadas, la TRIBU DE TED tena que preocuparse de la represa, los ROMPEHUESOS trabajaban de peones en los huertos de marihuana, los NEGROS DE BARBADOS perdan un par de docenas de miembros al ao limpiando los pozos de radiacin de la ciudad; y Nuestra Banda slo tena que encargarse de aquel cine. Quienquiera que hubiese sido su jefe, por muchos aos que hiciese que las ban-darmadas empezaran a formarse a base de solos errantes, tena que admitirlo: haba sido un bandurro muy astuto. Saba cuales servicios eran los ms interesan-tes. Dobl por aqu dijo Blood. Lo segu mientras corra hacia el lmite de la ciudad donde la radiacin verdeazula-da an se vea parpadear sobre las colinas. Entonces me di cuenta de que tena ra-zn. La nica cosa que haba all era un viejo tubo de descenso a las subserranas. Era una minita, no haba duda. Las mejillas del culo se me tensaron al pensarlo. Iba a conseguirlo. Haca casi un mes desde que Blood me haba olfateado una solita en el stano del Market Basket. Era bien puerca y me peg ladillas, pero era toda una hembra, y en cuanto la ama-rr y le pegu un par de veces, se port muy bien. Tambin le gust, aunque me escupi y me dijo que me matara en cuanto consiguiera soltarse. La dej bien ata-da, para asegurarme. Cuando volv a mirar hace dos semanas ya no estaba all. Atencin dijo Blood, bordeando un crter casi invisible frente a las sombras de alrededor. Algo se agit en el crter. Cruzando la Terrayerma comprend por qu todos los solos o miembros de bandar-madas, salvo un puado, eran tipos. La Guerra haba liquidado a la mayora de las chicas, como suceda siempre en las guerras... al menos eso me haba contado Blood. Las cosas que nacan pocas veces eran macho o hembra, y haba que estre-llarlas contra la pared en cuanto salan de la madre. Las pocas minitas que no se haban ido abajo con los burgueses eran perras duras y solitarias como la del Market Basket; correosas y speras y dispuestas siempre a

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    cortarte con una navaja al menor descuido. Conseguir tocar un culo se haca cada vez ms difcil, a medida que me haca ms viejo. Pero de cuando en cuando una sola se cansaba de ser propiedad de una bandarma-da, o cinco o seis bandarmadas organizaban una incursin y se apoderaban de al-guna subserrana desprevenida; o como en esta ocasin a una chica de la clase media subserrana, a la que se le calentaba el tajo por descubrir cmo eran las pelculas y la vida que tenamos en la superficie. Al fin iba a conseguirlo. Carajo, no poda esperar ms!

    III

    All no haba ms que vacos despojos de edificios calcinados. Haba todo un barrio derribado y apisonado, como si hubiese bajado del cielo una prensa de acero y la hubiese aniquilado en un slido BUM!, reducindolo todo a polvo. La sola estaba asustada, e inquieta, me di cuenta. Avanzaba errticamente, mirando hacia atrs por encima del hombro y a los lados. Saba que estaba en territorio peligroso, va-rn. Ja, si supiera lo que le esperaba. Un edificio se alzaba solitario al final de una manzana aplastada, como si se les hubiera olvidado y el azar le hubiese permitido sobrevivir. Se meti adentro y al cabo de un minuto distingu una luz oscilante. Una linterna? Quizs. Blood y yo cruzamos la calle hasta la oscuridad que rodeaba el edificio. Era lo que quedaba de la YMCA. Eso significaba Asociacin Cristiana de Jvenes. Blood me ense a leerlo. Pero, qu cuernos era una asociacin cristiana de jvenes? A veces el saber leer te plantea ms dudas que si fueras bastarado. No quera que la wacha saliera; all dentro podra culearla tan bien como en cual-quier otro sitio, as que puse a Blood de guardia junto a la escalera que llevaba a la portn principal, y di la vuelta por detrs. Todas las puertas y ventanas eran mar-cos vacos, por supuesto. No me fue difcil entrar. Trep hasta el borde de una ven-tana y entr por ella. Oscuridad adentro, varn. Ningn ruido, salvo el rumor de ella movindose por el otro lado del viejo edificio de la YMCA. Yo no quera correr ningn riesgo. As que me colgu la Browning y saqu la automtica del 45. No te-na que cargarla, haba siempre un proyectil en la recmara. Empec a avanzar cautamente por el local. Era una especie de vestuario. Haba cristales y escombros por el suelo, y toda una hilera de armarios de metal con la pintura desprendida; la explosin las haba alcanzado a travs de las ventanas mu-chos aos atrs. Mis zapatos no hacan ruido alguno al cruzar la habitacin. La puerta colgaba de una sola bisagra y pas sobre ella, a travs del tringulo in-vertido. Sal al sector de la piscina. La gran piscina estaba vaca, con el mosaico de-rretido en el extremo, en la parte ms alta. Ola muy mal all; no era extrao, haba bandurros muertos, o lo que quedaba de ellos, a lo largo de una de las paredes. Al-gn maldito limpiador de los NEGROS DE BARBADOS los haba colocado all, pero no se haba molestado en enterrarlos. Me tap nariz y boca con la bufanda y segu

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    avanzando. Pasado el otro extremo del sector de la piscina, cruc un pequeo pasaje en cuyo techo haba lamparitas rotas. No tena ningn problema para ver. La luz de la luna penetraba por las ventanas destrozadas y por un gran agujero que haba en el te-cho. Pude orla entonces claramente, al otro lado de la puerta del final del pasillo. Me pegu a la pared y avanc hacia la puerta. Estaba entreabierta, pero bloqueada por listones y yeso cados de la pared. Hara ruido al abrirla, era seguro, varn. Tena que esperar el momento adecuado. Pegado a la pared, comprob lo que ella haca ah adentro. Era un gimnasio, gran-de, con sogas colgando del techo. Ella tena una de esas linternas cuadrada sobre la grupa de un potro gimnstico. Haba paralelas y una barra horizontal de unos dos metros de altura, el acero todo oxidado ya. Haba anillas y un trampoln y una gran viga de madera para hacer equilibrio. A un lado haba barras de pared y bancos de equilibrio, escaleritas horizontales y oblicuas y un par de cajas de salto. Decid no olvidarme de aquel lugar, varn. Era mucho mejor que el miserable gimnasio que yo haba montado en un viejo cementerio de chatarra. Para ser un buen solo hay que saber mantenerse en forma. Se haba quitado su disfraz. Estaba de pie, temblando, sin ms vestido que el pelo. S, haca fro, y pude ver que tena carne de gallina. Era alta, con lindas tetas y piernas flacas. Estaba cepillndose el pelo. Le colgaba por la espalda. La linterna no daba suficiente claridad como para poder apreciar si era morocha o si era pelirroja, pero desde luego no era rubio, lo que resultaba mejor porque a m me gustan las pelirrojas. Adems tena un buen culito redondito. No poda verle la cara, el pelo colgaba suave y ondulado ocultando su perfil. La ropa que haba llevado puesta estaba desparramada por el suelo, y lo que se dispona a ponerse estaba sobre el potro de madera. Llevaba unos zapatitos con unos extraos tacos. No poda moverme. Comprend de pronto que no poda moverme. Era bonita, real-mente bonita. Estaba extasiado slo de estar all vindola, viendo cmo se ondula-ba su cintura y cmo brotaban las caderas y cmo se movan los msculos de los lados de sus tetas cuando se llevaba las manos a la parte superior de la cabeza pa-ra cepillarse el pelo. Era realmente extrao, el placer que yo obtena de estar sim-plemente all solo mirando a una wachita hacer esas maniobras. Eran, sin duda, cosas de hembra. Me gustaba mucho, varn. Nunca me haba quedado quieto mirando simplemente a una solita as. Todas las que haba visto haban sido unos bagayos que Blood haba olfateado para m y sim-plemente me haba apoderado de ellas. O las minotas de las pelculas. No como aquella, blanda y suave, pese a su carne de gallina. Poda seguir contemplndola toda la noche. Dej de cepillarse el pelo y sac una bombacha de un montn de ropa y se la puso. Luego apart un corpio y se lo puso. Nunca haba visto cmo lo hacan, varn. Se lo puso por atrs, alrededor de la cintura, y tena un par de ganchitos que encastr y que lo mantenan firme. Luego le dio la vuelta hasta que las copas quedaron de-

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    lante y se lo subi hasta colocarlas en su sitio, primero un pecho y luego el otro; luego se ech las cintas por encima de los hombros. Levant despus el vestido, y yo corr a un lado algunos escombros y listones y me apoy en la puerta para abrir-la de golpe. Ella tena el vestido sobre la cabeza y los brazos alzados y metidos dentro de l y, en cuanto meti la cabeza y qued apresada all, por un segundo empuj la puerta y hubo un estruendo al caer pedazos de madera y de yeso, y salt al interior y me arroj sobre ella antes de que pudiese zafarse del vestido. Empez a chillar como un chancho y le desgarr el vestido al arrancrselo y todo pas antes de que ella se diese cuenta de nada. Estaba abombada. Simplemente abombada. Grandes ojos: no poda determinar de qu color eran porque estaban en la sombra. Unos rasgos realmente bellos, boca grande, nariz chiquita, pmulos exactamente como los mos, muy altos y prominentes. Me miraba fijamente. Realmente asustada, varn. Y entonces (y esto es realmente extrao) sent como si debiera decirle algo. No s porqu. Simplemente algo. Me incomodaba ver que tena miedo, pero qu carajo poda hacer yo. Quiero decir, despus de todo iba a culearla y no poda decirle sim-plemente que no se achicara por eso. Despus de todo, ella haba subido a la su-perficie. Pero aun as, yo quera decirle: vamos, no te asustes, slo quiero tocarte y cogerte un poco. (Nunca me haba pasado antes, varn. Nunca haba deseado de-cirle algo a una solita; simplemente usarla, y eso era todo.) Pero eso pas y puse una pierna tras las suyas y la derrib de espaldas sobre un montn de escombros. La apunt con la 45, y abri un poco la boca sin decir ni m. Ahora voy a ir a buscar una de esas colchonetas, para que te resulte mejor, ms cmodo, eh? Si haces un solo movimiento te arranco una pierna de un corchazo, y te mover el guiso de todas maneras, slo que tendrs una pierna menos. Esper a que me indicase que entenda lo que le haba dicho, y por fin asinti, as que segu apuntndola con la automtica, y me acerqu al gran montn polvoriento de colchonetas y tir de una. La llev arrastrando hasta donde estaba ella y le di la vuelta para que la parte ms limpia quedase arriba y utilic el can de la cuarenta y cinco para obligarla a colo-carse encima. Ella simplemente se sent en la colchoneta, con las manos atrs y las rodillas dobladas mirndome fijamente. Me baj el cierre de mis pantalones y empec a quitrmelos, cuando vi que ella me miraba de un modo muy raro. Dej los pantalones. Qu me miras? Yo estaba furioso. No saba por qu estaba furioso, pero lo estaba. Cmo te llamas? me pregunt. Tena una voz muy suave y como sedosa, como si saliera de una garganta que es-tuviese forrada de seda o de algo parecido. No dejaba de mirarme, esperando mi respuesta. Soy Vic le dije. Pareca como si esperara ms. Vic qu?

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    Durante un minuto no entend lo que quera decir, luego ca. Vic. Slo Vic. Eso es todo. Bueno, cmo se llaman tu padre y tu madre? Entonces empec a rerme y segu bajndome los pantalones. Nena, eres una putita estpida dije, rindome ms. Ella pareci ofendida. Eso me puso furioso otra vez. Deja de mirarme as o te rompo los dientes! Ella cruz las manos sobre el regazo. Me baj los pantalones hasta los tobillos. No iban a pasar por los borcegues. Tuve que apoyarme en un pie y sacar el borcegu del otro. Era complicado, porque tena que seguir apuntndola con la 45 y quitarme el calzado al mismo tiempo. Pero lo hice. Yo estaba all de pie en pelotas de la cintura para abajo, con la mquina dura y to-do, y ella estaba sentada un poco echada hacia delante, con las piernas cruzadas y las manos an en el regazo. Vamos, qutate esas cosas le dije. Permaneci inmvil un segundo y cre que iba a causarme problemas. Pero luego se llev las manos a la espalda y se solt el corpio. Se oy un ruidito cuando separ los dos ganchos. Luego se ech hacia atrs y se quit la bombachita. De pronto ya no pareca asustada. Me miraba muy fijamente y pude ver entonces que sus ojos eran azules. Pero esto es lo realmente extrao... No pude hacerlo, varn. Quiero decir, no exactamente. Quiero decir, yo quera cu-learla, s, pero ella era tan delicada y bonita y no dejaba de mirarme y aunque nin-gn solo me creera, me o a m mismo hablar con ella, parado ah como un sesoseco, un borcegu afuera y los pantalones en los tobillos. Cmo te llamas? Quilla June Holmes. Es un nombre extrao. Segn mi madre es bastante comn all en Oklahoma. Tu gente vino de ah? Asinti. Antes de la Tercera Guerra. Deben de ser muy viejos ya. Lo son, pero estn muy bien. Supongo. Estbamos all simplemente inmovilizados, charlando. Me di cuenta de que ella te-na fro porque temblaba. Bueno dije, disponindome a acostarme a su lado, creo que lo mejor ser... MIERDA! Ese maldito Blood! Justo en ese momento entr. Cruz entre el montn de yeso y listones, levantando polvareda, deslizndose debajo de unas vigas hasta que lleg a nosotros. Y AHORA QU? le pregunt. Con quin hablas? pregunt la solita. Con l. Con Blood. EL PERRO? Blood la mir fijamente y luego la ignor. Empez a decir algo, pero la minita lo interrumpi:

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    Entonces es verdad lo que dicen... Todos ustedes pueden hablar con los anima-les... Vas a estar oyndola toda la noche o vas a orme a m que te explique por qu vine? De acuerdo, por qu viniste? Ests en un lo, Albert. Vamos, desembucha. De qu se trata? Blood torci la cabeza hacia la puerta principal del edificio de la YMCA. Una bandarmada. Tienen el edificio rodeado. Calculo que sern quince o veinte, quiz ms. CMO CUERNOS SUPIERON QUE ESTBAMOS AQU? Blood pareca apesadumbrado. Baj la cabeza. Bueno... Algn otro perro la oli en el cine? Eso mismo. Y ahora qu? Tendremos que sacrnoslos de encima, supongo. Se te ocurre alguna otra suge-rencia? Slo una. Esper. Blood hizo una mueca irnica. Sbete los pantalones.

    IV

    Esa minita, Quilla June, estaba bastante segura. Le hice una especie de cobijo con unas colchonetas de gimnasia, quizs una docena de ellas. As no podra alcanzarla ninguna bala perdida; y si no tropezaban directamente con ella, no la encontraran. Sub por una de las cuerdas que colgaban de las vigas y me situ all con la Brow-ning y un par de puados de cargadores. Pens que dara cualquier cosa por tener en aquel momento una automtica, una Bren o una Thompson. Comprob la 45, me asegur de que estuviera cargada y de que hubiera una bala en la recmara y coloqu los cargadores extra sobre la viga. Tena un ngulo de tiro que cubra per-fectamente todo el gimnasio. Blood estaba tendido en la sombra junto a la puerta principal. Me haba sugerido que liquidase primero a los perros que viniesen con el grupo, si poda. Eso le permi-tira actuar libremente. Esa era la menor de mis preocupaciones. Hubiese preferido atrincherarme en otra habitacin, una que tuviese slo una en-trada, pero no tena medio de saber si los merodeadores estaban ya dentro del edi-ficio, as que aprovech lo mejor que pude lo que tena. Todo estaba tranquilo. Hasta aquella Quilla June. Me haba costado valiosos minu-tos convencerla de que estara mucho mejor oculta y sin hacer ruido, que estara mucho mejor conmigo que con aquellos otros veinte. Si quieres volver a ver alguna vez a tus viejos... le advert; despus de eso no

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    me caus ms problemas. Silencio. Luego o dos cosas, ambas al mismo tiempo. En el fondo del sector de la piscina o el roce de unas botas que aplastaban yeso. Un rumor muy suave. Y de un lado de la puerta central me lleg un tintineo de metal golpeando madera. Al parecer inten-taban rodearnos. Bien, yo estaba preparado. Silencio de nuevo. Apunt con la Browning a la puerta del sector de la piscina. An estaba abierta de cuando haba pasado yo. Si lo supona de un metro setenta y bajaba la mira unos cincuenta centmetros poda alcanzarle en el pecho. Haba aprendido haca mucho que no se debe apuntar a la cabeza. Es preferible la parte ms ancha del cuerpo: el pecho y el vientre. El tronco. De pronto o ladrar un perro fuera, y parte de la oscuridad junto a la puerta de en-trada se separ y entr en el gimnasio, directamente frente a Blood. No mov la Browning. El merodeador de la puerta principal se apart de Blood. Luego movi el brazo y arroj algo (una piedra, un trozo de metal, algo) al otro lado de la habitacin para atraer la atencin. Yo no mov la Browning. Cuando la cosa que l haba arrojado lleg al suelo, irrumpieron dos merodeadores por la puerta del sector de la piscina, uno a cada lado, los rifles dispuestos, prepa-rados para rociar. Antes de que pudiesen abrir fuego, efectu el primer disparo, desvi el arma y dispar sobre el otro. Ambos cayeron. Impactos mortales, justo en el corazn. Quedaron tendidos, ninguno se movi. El tipo que estaba junto a la puerta dio la vuelta para huir y Blood se arroj sobre l. Exactamente as, brot de la oscuridad, ZOOM! Blood salt sobre el can del rifle del bandurro que lo tena preparado y hundi sus colmillos en su garganta. El wacho lanz un grito y Blood se separ de l lle-vndose en la boca un trozo de carne. Empez a gorgotear extraos sonidos y por fin cay sobre una rodilla. Le atraves la cabeza con un disparo y cay de bruces. Todo qued tranquilo otra vez. No estaba mal. No estaba mal en absoluto. Tres atacantes eliminados y an no co-nocan nuestras posiciones. Blood haba vuelto a ocultarse en la oscuridad, junto a la entrada. No deca nada, pero yo saba lo que estaba pensando: quiz fuesen tres eliminados de diecisiete, o de veinte, o de veintids. No haba forma de saberlo; podamos estar all metidos toda una semana y no saber si los habamos liquidado a todos, a alguno o a ninguno. Podan irse y volver otra vez repuestos y yo me en-contrara al final sin municin y sin alimento, y aquella sola, aquella Quilla June llo-rara y me hara desviar la atencin hacia ella, y la claridad del da... y ellos estaran all an ocultos esperando a que sintisemos suficiente hambre como para hacer algo estpido, o a que se nos acabasen las municiones y entonces caeran sobre nosotros. Uno de los atacantes cruz la puerta a toda velocidad, dio un salto, se tir al suelo, rod, se levant siguiendo en una direccin distinta y lanz tres andanadas a distin-tos rincones de la estancia antes de que pudiese alcanzarle con la Browning. Estaba

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    por entonces lo bastante prximo debajo de m como para que no tuviese que des-perdiciar un proyectil del 22. Recog silenciosamente la 45 y le vol la nuca. El pro-yectil penetr limpiamente, sali y se llev con l la mayor parte de su pelo. Cay como una bolsa de papas. Blood! El rifle! Sali de las sombras, lo agarr con la boca y lo arrastr hasta el montn de colcho-netas del rincn del fondo. Vi que del montn de colchonetas brotaba un brazo y que una mano tomaba el rifle y lo arrastraba hacia adentro. Bien, al menos all es-taba seguro, hasta que lo necesitase. Una putita muy valiente. Blood se acerc al atacante muerto y empez a debatirse con la bandolera de municiones que llevaba. Tard un rato en poder soltarla; podran haber disparado contra l desde la puerta o desde una de las ventanas, pero lo consigui. Un cuzquito valiente. Tena que acordarme de darle algo bueno para comer en cuanto salisemos de aquel quilom-bo. Sonre, all arriba en la oscuridad. Si conseguamos salir no tendra que pre-ocuparme de conseguirle algo tierno. Haba bastante sobre el suelo del gimnasio. Cuando Blood arrastraba la bandolera retirndose de nuevo hacia las sombras, otros dos con sus perros lo intentaron. Penetraron por una ventana que quedaba a nivel del suelo, uno detrs de otro, dando vueltas y saltando y corriendo en direc-ciones opuestas, mientras los perros (un horroroso akita, grande como una casa, y una perra doberman color mierda) penetraban por la puerta principal y se separa-ban en dos direcciones desocupadas. Alcanc con el 45 a uno de los perros, el aki-ta, y cay pataleando. El doberman quedaba para Blood. Pero al disparar haba delatado mi posicin. Uno de los atacantes dispar desde la cadera y dos proyectiles 30-06 de punta blanda astillaron las vigas a mi alrededor. Dej caer la automtica, y empez a deslizarse fuera de la viga mientras yo busca-ba la Browning. Intent con la 45 y eso me salv. Ca hacia adelante para agarrar-la, se me escurri y golpe en el suelo del gimnasio con estruendo, y el atacante dispar hacia donde yo haba estado. Pero yo estaba pegado a la viga, el brazo col-gando, y el estruendo lo aturdi. Dispar hacia el ruido y justo en aquel instante o otro disparo de un Winchester; el otro atacante, que se haba colocado en posicin segura en la sombra cay hacia adelante tapndose un gran agujero chorreante en el pecho. Le haba disparado esa tal Quilla June desde las colchonetas. No tuve tiempo siquiera de pensar qu carajos pasaba. Blood luchaba rodando con el doberman, y los rugidos y el rumor de la lucha eran espantosos. El atacante del 30-06 lanz otro disparo y alcanz el can de la Browning que sobresala por un lado de la viga, y chau, desapareci, cayendo. El hijo de puta estaba oculto en las sombras, esperndome. Otro disparo del Winchester y el atacante dispar contra las colchonetas. Quilla Ju-ne se ocult, y me di cuenta de que no poda contar con ella para nada ms. Pero tampoco lo necesitaba; en aquel segundo, mientras el atacante estaba pendiente de ella, agarr la cuerda y me descolgu de la viga. Aullando como un loco me des-lic cuerda abajo, sintiendo cmo me desollaba las palmas. Baj lo suficiente como para poder balancearme. Empec a bambolearme en el aire, lanzando mi cuerpo en direcciones distintas, va-

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    riando de direccin constantemente. El hijo de puta segua disparando, intentando seguir una trayectoria, pero yo logr apartarme de su lnea de fuego. Luego, se qued sin municin y yo me ech hacia atrs con todas mis fuerzas y luego me lan-c hacia su esquina en sombras, solt la soga y ca sobre aquel rincn y all estaba l y hund mis pulgares en sus ojos. Chillaba y los perros chillaban y la sola chillaba y machaqu la cabeza de aquel hijo de puta contra el suelo hasta que dej de mo-verse y luego levant el 30-06 y se lo revent en la cabeza hasta que me di cuenta de que no poda hacerle ms dao. Luego busqu la 45 y liquid al doberman. Blood se levant y se sacudi. Tena bastantes cortes. Gracias murmur, y fue a tenderse en las sombras para lamerse. Fui hasta dnde estaba Quilla June. Lloraba. Por todos los bandurros que habamos matado. Eso creo. Sobre todo por el que ella haba matado. No pude conseguir que dejase de aullar, as que le pegu en la jeta y le dije que me haba salvado la vida y eso ayud algo. Blood vino arrastrando el culo. Cmo vamos a salir de esto, Albert? Djame pensar. Pens y me di cuenta de que no haba esperanza. Por muchos que matramos, habra ms. Y ahora era cuestin de machos. Su honor estaba en juego. Qu te parece un incendio? sugiri Blood. Escapar mientras esto arde? negu con la cabeza. Deben de tener todo el lugar rodeado. No sirve. Y si no nos vamos? Y si quemamos toda esta mierda? Lo mir. Mi perro no es ningn cagn... y es vivo como el diablo.

    V

    Reunimos toda la madera y las colchonetas y los potros y los bancos y todo cuanto pudiese arder, y apilamos la basura contra una pared divisoria de madera de un ex-tremo del gimnasio. Quilla June encontr una lata de nafta en el almacn, y pren-dimos fuego todo aquel maldito montn. Luego seguimos a Blood hasta el lugar que haba encontrado para escondernos. Era la sala de calderas situada debajo del edi-ficio. Nos metimos en la caldera vaca y cerramos la portezuela, dejando una aber-tura de ventilacin para el aire. Llevamos una colchoneta con nosotros y todas las municiones que pudimos transportar y los fusiles y las armas cortas extra que haban pertenecido a los muertitos. Ests recibiendo algo? le pregunt a Blood. Un poco. No mucho. Estoy leyendo a un tipo. El edificio arde bien. Podrs saber cundo se separen? A lo mejor. Me puse cmodo. Quilla June temblaba por todo lo que haba pasado. Tmatelo con calma le dije. Por la maana, el edificio se habr derrumbado y buscarn entre los escombros y encontrarn un montn de carne chamuscada y

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    puede que no busquen demasiado el cuerpo de una sola. Y todo se resolver... si no nos asfixiamos aqu adentro. Sonri un poco e intent parecer valiente. Estaba bien aquella wacha. Cerr los ojos y se tumb en la colchoneta e intent dormir. Yo estaba molido. Cerr los ojos tambin. Puedes arreglrtelas? le pregunt a Blood. Supongo. Mejor duerme. Asent, me ech a un lado y cerr los ojos. Me qued dormido inmediatamente. Cuando despert me encontr a la wachita, a aquella Quilla June, acurrucada bajo mi sobaco, abrazada a mi cintura, dormida como un tronco. Apenas poda respirar. Aquello era como un horno. Me cago, era un horno. Extend una mano y la pared de la caldera estaba tan caliente que no poda tocarla. Blood estaba arriba, en la col-choneta con nosotros. Aquella colchoneta haba sido lo nico que haba impedido que nos asramos. Estaba dormido, la cabeza enterrada entre las zarpas. Ella esta-ba dormida, as que la termin de desnudar. Puse una mano sobre uno de sus tetitas. Estaba caliente. Se movi y se apret an ms contra m. Se me endureci el palo. Consegu quitarme los pantalones y ponerme encima de ella. Despert en cuantito sinti que le separaba las piernas, pero ya era demasiado tarde. No... basta... qu haces... no, no... Pero estaba medio dormida y dbil y, de todos modos, no creo que en realidad qui-siera impedrmelo. Llor un poco cuando la part, por supuesto, pero despus todo fue perfectamente. La colchoneta se moj de rojo. Y Blood sigui durmiendo como si nada. A partir de esa maana, desde luego, todo fue distinto... Cuando ella se levant de la colchoneta y me abraz tan fuerte que crea que me rompera las costillas, y lue-go se dej caer lento, lento, lento. Tena los ojos cerrados y pareca relajada. Y fe-liz. S notaba. Despus, lo hicimos muchas veces, y al cabo de un rato fue idea suya, pero ya no me negu. Y luego nos echamos uno junto al otro y hablamos. Me pregunt cmo era lo mo con Blood, y le dije que los perros guerrilleros se haban hecho telpatas y que haban perdido la capacidad para cazar comida para ellos mismos (de modo que tenan que hacerlo los solos y las bandarmadas). En cambio, los perros como Blood eran buenos para encontrar wachitas para solos co-mo yo. No dijo nada sobre esto. Le pregunt cmo era vivir en las subsierras. Magnfico. Pero siempre es muy tranquilo. Todo el mundo es muy educado con todo el mundo. En fin, como un pueblo pequeo. En cul vivas t? En Topeka. Est muy cerca de aqu. S, lo s. El tubo de descenso est slo a unos ochocientos metros de aqu. Estu-ve una vez echando un vistazo. Nunca has bajado? No. Y tampoco tengo ganas.

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    Por qu? Es muy bonito. Te gustara. Mierda. Eres muy grosero. Siempre soy grosero. Pero no siempre. Aquello empezaba a ponerme furioso. Escucha, imbcil, Qu carajo te pasa? Te agarr y te arrastr para ac. Te viol media docena de veces. Qu tengo de bueno yo, Eh? Qu mierda te pasa, que no te das cuenta cuando alguien... Ella me sonrea. No me import. Me gust hacerlo. Quieres que lo hagamos otra vez? Yo estaba realmente sorprendido, varn. Me apart de ella. Pero qu demonios te pasa? No sabes que a una sola como t, los solos pueden maltratarla realmente? No sabes que a las chicas de las subserranas sus padres les advierten no subas, si no te agarrarn esos sucios y peludos solos? Es que no lo sabes? Ella me puso una mano en la pierna y empez a deslizara hacia arriba. Las yemas de los dedos rozaron mi muslo. Me puse duro otra vez. Mis padres nunca me dijeron eso sobre los solos dijo. Luego se ech otra vez encima de m y me bes, y no pude evitar volver a hacerlo. Dios mo, y as durante horas, varn. Al cabo de un rato, Blood se volvi y me dijo: No puedo seguir fingiendo que estoy dormido. Tengo hambre. Y estoy herido. La apart de m (esta vez estaba encima) y examin a Blood. El doberman le haba arrancado un trozo de la oreja derecha y tena un corte que le llegaba al hocico, y el cuero bastante ensangrentado a un costado. Ests hecho una porquera, cuzco. T no eres ningn jardn de rosas, Albert! replic. Y retir la mano, por las du-das. Podremos salir de aqu? le pregunt. Mir alrededor y luego mene la cabeza. No puedo leer nada. Debe haber un montn de escombros encima de esta calde-ra. Tengo que salir y explorar. Esperamos un rato y por fin decidimos que si el edificio se haba enfriado un poco, la bandarmada habra buscado ya entre las cenizas. El que no hubiesen intentado buscarnos en la caldera indicaba que probablemente estuviramos bastante bien enterrados. O era eso, o el edificio segua ardiendo sobre nosotros. En ese caso an estaran all, esperando para revisar entre los escombros. Crees que puedes manejar este asunto en las condiciones en que ests? Supongo que tendr que hacerlo, No? dijo Blood. Su tono era muy amargo. Quiero decir, si en lo nico que piensas es en violar subserranas, tendr que pen-sar yo todo lo dems, No es cierto? Me di cuenta de que haba un verdadero problema con l. No le gustaba Quilla Ju-ne. Me di la vuelta par abrir la puertita de la caldera. Pero no poda moverla. As que apoy la espalda en un lado y haciendo palanca con las piernas le di un empu-jn lento y firme.

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    Lo que hubiese cado sobre ella resisti un minuto. Luego empez a ceder, y al final se derrumb con estruendo. Abr del todo la puerta y mir fuera. Los pisos superio-res se haban derrumbado sobre el stano, pero eran bsicamente ceniza y escom-bros de poco peso. Todo humeaba. A travs del humo, pude ver la luz del da. Sal, quemndome las manos en la parte exterior de la puertita. Blood me sigui. Empez a abrirse paso entre los escombros. Pude ver que la caldera estaba casi to-talmente cubierta por lo que haba cado de arriba. Haba bastantes posibilidades de que la bandarmada hubiera hecho una revisin rpida, pensando que estbamos asados, y se hubiesen ido. Pero, de todos modos, quera que Blood hiciese una ins-peccin. Empez, pero lo detuve. Vino rengueando. Qu te pasa? Baj los ojos hacia l. Te dir lo que pasa, pulguiento. Ests actuando muy cochinamente. A llorar al sindicato. Mierda, Qu carajo te pasa, perro? Ella. Esa wacha que tienes ah. Qu pasa con ella? A qu viene eso ahora...? Ya he tenido solas antes. S, pero ninguna que se colgara como sta. Te lo advierto, Albert, presiento que esta subserrana nos traer problemas. No seas imbcil! No contest. Slo me mir con rabia y luego se fue a explorar el escenario. Volv al interior y cerr la portezuela. Ella quera mover el guiso otra vez. Le dije que yo no quera; Blood me haba enfriado. Estaba inquieto. Y no saba muy bien por qu. Pero mierda que estaba buena, varn. Ella hizo una especie de puchero y se retrep con los brazos cruzados. Cuntame ms cosas sobre las subsierras dije. Al principio se mostr reacia, deca muy poco, pero al cabo de un rato se abri y empez a hablar libremente. Aprend muchas cosas. Pens que quiz me seran de utilidad alguna vez. Parece que slo haban quedado unas doscientas subserranas bajo la Terrayerma entre los Estados Unidos y Canad: Al principio, se haban construido en donde haba pozos o minas u otro tipo de agujeros profundos. Algunos de ellos, en el Oes-te, estaban en formaciones naturales como cuevas, a unos siete u ocho kilmetros de profundidad. Eran como grandes cajas puestas de pie. Y la gente que se haba establecido ah eran bichos del peor gnero. Baptistas sureos, fundamentalistas, amantes de la ley y el orden, autnticos cuadrados de clase media sin ningn gusto por la vida salvaje o la vida natural. Y haban retrocedido a una especie de existen-cia que ya no exista desde haca ciento cincuenta aos. Se haban llevado a los l-timos cientficos para que hicieran el trabajo, inventaran el cmo y el porqu y luego los haban echado a la mierda. No queran ninguna clase de progreso, no queran ninguna discrepancia, no queran ningn cambio, de eso ya haban tenido bastante. La mejor poca del mundo haba sido antes de la Primera Guerra Mun-dial, y suponan que si eran capaces de mantener as las cosas podran vivir tran-quilamente y sobrevivir. Mierda! Yo me volvera loco en uno de aquellos sitios.

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    Quilla June sonri y se ech otra vez encima de m y esta vez no la rechac. Empe-z a acariciarme de nuevo, all abajo, y por todas partes, y luego dijo: Vic? Qu? Has estado alguna vez enamorado? Cmo? Enamorado. Si has estado alguna vez enamorado de una chica. Bueno, nunca, estoy seguro! T sabes lo que es el amor? Claro. Imagino que s. Pero si no has estado nunca enamorado... No seas idiota. Tampoco me han pegado nunca un tiro en la cabeza y s que no me gustara. Apuesto a que no sabes lo que es el amor. Bueno, si eso significa vivir all abajo, supongo que simplemente no tengo ganas de discutirlo. No seguimos esta conversacin mucho tiempo. Me ech al suelo y lo hicimos de nuevo. Y cuando acab, o a Blood rascar en la caldera. Abr la portezuela y all es-taba. Todo despejado dijo. Seguro? S, s, seguro. Ponte los pantalones dijo con tono burln y sal de ah. Tene-mos que hablar. Lo mir y me di cuenta de que no jodeaba. Me puse los vaqueros y los borcegues y sal de la caldera. Trot delante de m, y nos alejamos de la caldera; cruzamos algunas vigas enne-grecidas y salimos al gimnasio, que estaba hundido. Pareca la raz podrida de un diente. Qu te pasa ahora? le pregunt. Se acomod sobre un trozo de hormign hasta colocarse casi nariz con nariz con-migo. Ya no me ests haciendo caso, Vic. Me di cuenta de que estaba serio. Ya no utilizaba lo de Albert. Me llamaba Vic. Porqu? Anoche, varn. Pudimos salir de aqu y dejrsela a ellos. Eso habra sido lo ms inteligente. Yo la quera. S, ya s. De eso hablo. Ya no es anoche; es hoy. Ya la te la moviste como medio centenar de veces. Por qu tenemos que seguir aqu? Quiero un poco ms. Entonces se enfad. Bien, escucha, amigo..., tambin yo quiero algunas cosas. Quiero algo de comer, y quiero librarme de este dolor del costado y quiero abandonar este territorio. Qui-zs ellos no hayan renunciado como creemos.

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    Tmalo con calma. Todo se resolver. Pero ella puede seguir con nosotros. As que esa es la nueva historia dijo. Ahora viajaremos tres, no es as? Ests empezando a parecer un caniche maricn! Y t ests empezando a parecer un gayo. Hice ademn de pegarle. No se movi. Baj la mano. Nunca le pegara a Blood. No le haba pegado nunca y no quera empezar entonces. Perdona dijo suavemente. Es igual. Pero no nos miramos. Vic, amigo, tienes responsabilidades conmigo, sabes? SOY TU PERRO. No tienes que decrmelo. Bueno, quiz tenga que hacerlo. Quiz tenga que recordarte algunas cosas. Como aquella vez que sali a la calle un chamuscabrn y te agarr. Me estremec. Aquella cosa mutante era verde. Exactamente verde piedra, y brilla-ba como un hongo. Se me revolvieron las tripas slo de pensarlo. Y yo me lanc sobre l. Asent. S, perro, lo hiciste. Y podra haber resultado con quemaduras graves y haber muerto, pero no me import, Cierto? Asent de nuevo. Me estaba machacando. No me gustaba que me hicieran sentirme culpable. Las cuentas entre Blood y yo estaban cincuenta-cincuenta. l lo saba. Ni lo pens siquiera, recuerdas? Record cmo chillaba aquella cosa verde. Carajo!, era como fango y pestaas. S, de acuerdo, pero no me castidies. FASTIDIES, NO CASTIDIES. Bueno LO QUE SEA! grit. Deja de machacarme o acabaremos olvidando to-do nuestro mierdero acuerdo! Entonces Blood estall. BIEN, QUIZ TENGAMOS QUE HACERLO, HUMANO IMBCIL, ESTPIDO PUTZ! Qu es eso de putz, garrapatudo de mierda? Es algo malo...? S, debe serlo... Cuidado con esos insultos, hijo de puta, o te encajo una patada en el culo! Permanecimos all sentados sin hablar durante quince minutos. Ninguno de los dos saba qu hacer. Por ltimo retroced un poco. Le habl suave y lento. Le dije que era un maldito hinchapelotas pero me preocupara de sus pro-blemas como haba hecho siempre y l me amenaz diciendo que deba hacerlo por mi bien porque ya haba visto un par de solos ms vivancos que yo por la ciudad, y que estaran encantados de tener un husmeador profesional e inteligente como l. Le dije que no me gustaba que me amenazaran y que mirase dnde pona las patas porque si no le rompera una. Se enfureci y se fue, rengueando. Lo mand a la mierda, y volv a la caldera para desahogarme con Quilla June. Pero cuando met la cabeza en la caldera, ella estaba esperando con una pistola que le haba quitado a uno de los bandurros. Me golpe con fuerza sobre el ojo derecho y ca por el borde de portezuela y qued fuera de combate.

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    VI

    Ya te dije que no era buena. Me miraba mientras me untaba la herida con desinfectina de mi botiqun y pintaba la piel con yodo. Rea entre colmillos cuando me sobresaltaba. Recorr la caldera reuniendo todas las municiones que poda llevar y dejando la Browning por el 30-06, ms pesado. Luego encontr algo que debi habrsele cado a ella de entre la ropa. Era una plaquita de metal, de unos diez centmetros de lon-gitud por cuatro de altura. Tena una serie de nmeros grabados, y unos agujeros que parecan hechos al azar. Qu es esto? le pregunt a Blood. Me mir y lo olfate. Debe de ser una especie de tarjeta de identidad para salir de las subsierras. Eso me dio una idea. Me la met en el bolsillo y sal hacia el tubo de descenso. A dnde demonios vas? grit Blood detrs de m. No vayas, te matarn! Tengo hambre, maldito! Albert, hijo de puta! Vuelve aqu! Segu andando. Tena que encontrar a aquella wacha y partirle la cabeza. Aunque tuviese que ir abajo para encontrarla. Tard una hora en llegar al tubo de descenso que llevaba a Topeka. Cre ver a Blood seguirme, pero procuraba esconderse. No le hice caso. Yo estaba como loco. Por fin apareci. Una columna alta y recta de metaluminio negro resplandeciente. Deba de tener unos seis metros de dimetro, era perfectamente lisa en la cspide y se hunda recta en el suelo. Era una tapa, nada ms. Camin directamente hacia ella y hurgu en mi bolsillo buscando la tarjeta metlica. Entonces algo me tir de la botamanga derecha. Escucha, imbcil, No puedes bajar ah! Lo apart de una patada, pero volvi. Escchame! Me volv y lo mir. Blood se sent; el polvo se alz a su alrededor. Albert... Me llamo Vic, bastarado. De acuerdo, de acuerdo, dejmonos de tonteras. Vic su tono se suaviz. Vic. Vamos, varn. Estaba intentando llegar hasta m. Yo estaba realmente hirviendo, y l intentaba razonar. Me encog de hombros y me sent a su lado. Pero, Vic dijo Blood, es que no te das cuenta de que esa wachita te lav el cerebro. Sabes bien que no puedes bajar ah. All todo est reglamentado, todos son cuadrados burgueses, y conocen a todo el mundo; odian a los solos; han baja-do demasiados bandurros a robar y a violar a sus mujeres, y a quitarles su comi-da... tendrn sistemas de defensa. Te van a matar, varn! Y por qu mierda te preocupas tanto por m? Siempre andas diciendo que esta-ras mucho mejor sin m.

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    Eso lo afect. Vic, llevamos juntos casi tres aos. Hemos pasado por cosas buenas y malas. Pe-ro esta puede ser la peor. Tengo miedo, amigo. Miedo de que no puedas volver. Y tengo hambre, y tendr que encontrar a alguien que se ocupe de m... y ya sabes que la mayora de los solos se agruparon en bandarmadas. Sera el ltimo orejn del tarro... adems me estoy haciendo viejo, y estoy herido. Lo comprenda. Lo que deca era razonable. Si yo dejase de ser un solo y me incor-porara a una bandarmada, tambin me pasara lo mismo que a l, me convertira en un gayo culorroto para todos los malditos bandurros del grupo. Pero no poda pensar ms que en aquella puta, aquella Quilla June, en cmo me haba violado. Y luego vea las imgenes de sus tetitas suaves, los pequeos gemidos que soltaba cuando la taladraba, y mov la cabeza pensando que a pesar de todo tendra que bajar. Tengo que hacerlo, Blood. Tengo que hacerlo. Respir hondamente y se encogi an ms. Saba que era intil. No te das cuenta siquiera de lo que te ha hecho, Vic. Me incorpor. Procurar volver rpido. Me esperars? Guard silencio largo rato y yo esper. Esperar un poco dijo por fin. Quizs est aqu. Quiz no. Comprend. Me di vuelta y empec a caminar alrededor de la columna de metalu-minio negro. Encontr por fin una ranura en la columna y met en ella la tarjeta de metal. Hubo un suave ronroneo y luego una seccin del pilar se dilat. Yo no haba visto siquiera las lneas de las secciones. Se abri un crculo y entr. Me volv y ah estaba Blood mirando. Nos miramos un rato, mientras la columna zumbaba. Hasta luego, Vic. Cudate, Blood. Vuelve pronto. Procurar. S. Bueno. Luego me volv y avanc hacia al interior. El tubo portal de descenso se cerr como un iris tras de m.

    VII

    Tendra que haberlo sospechado. Desde luego, de vez en cuando una minita suba a ver lo que pasaba en la superficie, a ver lo que haba sido de las ciudades; s, suce-da. Haba credo lo que ella me haba contado. Enroscada a mi lado en aquella cal-dera de vapor, haba credo que ella quera ver lo que era culear con un hombre, que todas las pelculas que haba visto en Topeka eran aburridas y sosas y las chi-cas de su escuela hablaban sobre pelculas porno, y alguna de ellas tendra un libri-to de historietas de ocho pginas y lo habra ledo con la boca abierta... S, le haba credo. Era lgico. Debera de haber sospechado algo al ver que dejaba aquella pla-ca de identidad metlica. Era demasiado fcil. Blood haba intentado convencerme.

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    Ser idiota? S! En cuanto se cerr detrs de m el acceso, el zumbido se hizo ms fuerte y bro-t de las paredes una luz fra. Una pared. Era un compartimiento circular con slo dos lados de pared: dentro y fuera. La pared palpitaba luz y el zumbido se hizo ms sonoro, y luego el suelo donde yo estaba se dilat lo mismo que haba hecho la puerta exterior. Pero yo estaba paradote como un ratn en una historieta y mien-tras no mirase hacia abajo estaba tranquilo, no caera. Luego empec a asentarme. Ca a travs del suelo, y el iris se cerr sobre mi cabe-za. Caa tubo abajo, aumentando la velocidad pero no demasiado, simplemente ca-yendo de forma constante. Por fin saba lo que era un tubo de descenso. Baj y baj y cada poco iba viendo algo como NIVEL 19 o ANTICONT 55 o TUBO DE ALIMEN o BOMBA DE SEG 6 en la pared, y vagamente pude distinguir la seccin de un iris... pero la cada no terminaba. Por ltimo llegu al fondo, y all estaba escrito en la pared LMITES DE LA CIUDAD TOPEKA POBLACIN 22.860, y all qued quieto sin tensin alguna, doblando un poco las rodillas para aminorar el impacto, que no fue gran cosa. Utilic de nuevo la placa de metal, y el iris (mucho mayor esta vez) se abri y tuve mi primera visin de una subserrana. Se extenda unos treinta kilmetros hasta el indefinido y brillante horizonte de me-tal tipo lata, donde la pared que haba detrs de m se curvaba y se curvaba y se curvaba hasta completar un liso y cerrado circuito y volva rodeando rodeando ro-deando hasta donde yo estaba contemplando. Me encontraba al fondo de un gran tubo de metal que se extenda hasta el techo situado casi a un kilmetro sobre mi cabeza, y de treinta kilmetros de dimetro. Y en el fondo de aquella lata alguien haba construido una ciudad que pareca exactamente una foto de uno de los libros de la biblioteca de la Terrayerma. Yo haba visto una poblacin como aquella en los libros. Exactamente como aquella. Limpias casitas y curvadas callecitas y jardines bien cuidados y una zona comercial y todo lo dems que hubiese tenido Topeka. Excepto un sol, excepto pjaros, excepto nubes, excepto lluvias, excepto nieve, ex-cepto fro, excepto viento, excepto hormigas, excepto polvo, excepto montaas, excepto ocano, excepto grandes campos de trigo, excepto estrellas, excepto la lu-na, excepto bosques, excepto animales corriendo libremente, excepto... Excepto libertad. Estaban enlatados all abajo, como peces muertos. Enlatados. Sent una terrible angustia en el cogote. Quera salir. AFUERA! Empec a temblar, notaba fro en las manos y sudor en la frente. Haba sido una locura bajar all. Tena que salir! Di la vuelta para volver al tubo, y entonces esa cosa me agarr. Aquella wacha de Quilla June! Debera haberlo sospechado! La cosa era baja y verde y en forma de caja, y tena cables y manotas con guantes en las terminacio-nes en vez de brazos, y rodaba sobre cadenas y me agarr. Me iz hasta su tapa cuadrada y lisa y all me inmoviliz con las manotas enguan-tadas, sin que yo pudiese hacer maniobra alguna, slo intentar dar patadas a aquel gran ojo de cristal que haba adelante, pero sin conseguirlo. Esa porquera tena s-

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    lo un metro veinte de altura, y mis borcegues casi llegaban al suelo, pero faltaba un poco, y la mquina empez a caminar hacia Topeka, llevndome con ella. Haba gente por todas partes. Sentados en mecedoras en sus porches delanteros, segando sus prados, pasendose, metiendo monedas en las mquinas de chicles, pintando una faja blanca en medio de la carretera, vendiendo peridicos en una es-quina, escuchando una banda en un parque, jugando a la rayuela y a las escondi-das, limpiando un coche de bomberos, sentados en bancos leyendo, lavando ventanas, podando matorrales, quitndose el sombrero para saludar a las damas, recogiendo botellas de leche en carritos, cuidando caballos, tirando un palo para que un perro lo recoja, nadando en una piscina comunal, escribiendo con tiza pre-cios de verduras en una tabla fuera de una tienda, paseando de la mano con una chica, todos vindome pasar en aquella maldita mquina. Poda or a Blood hablando dentro de mi bocha, diciendo exactamente lo que me haba dicho antes de que yo entrase en la rampa: All todo est reglamentado, to-dos son cuadrados burgueses, y conocen a todo el mundo; odian a los solos; han bajado demasiados bandurros a robar y a violar a sus mujeres, y a quitarles su co-mida... tendrn sistemas de defensa. Te van a matar, varn! Gracias, cuzquito. Adis.

    VIII

    La caja verde cruz el sector comercial y dobl hacia un establecimiento donde es-taba escrito en la vidriera OFICINA DE NEGOCIOS. Sin detenerse, entr por la puerta abierta, y all haba esperndome media docena de hombres y mujeres vie-jos y hombres muy viejos. Tambin un par de mujeres. La caja verde se detuvo. Uno de ellos se acerc y me quit de la mano la placa de metal. La mir, luego se volvi y se la entreg al ms viejo de los hombres viejos, un bufo arrugado con unos pantalones muy anchos y una visera verde y unas gomas en las mangas de la camisa a rayas para sujetarlas. Quilla June, Lew dijo el tipo al viejo. Lew tom la placa de metal y la meti en el cajn de arriba a la izquierda de un es-critorio. Ser mejor que le quites sus armas, Aaron dijo el viejo. Y el tipo que me haba quitado la placa me limpi. Sultalo, Aaron dijo Lew. Aaron se acerc a la parte posterior de la caja verde y se oy un clic y las mano-tas enguantadas se escondieron en la caja, y yo ca al suelo. Tena los brazos en-tumecidos donde la caja me haba agarrado. Frot uno y luego el otro, y los mir furioso. Ahora, muchacho... empez Lew. CHPAME LA VERGA, VIEJO GAYO! Las mujeres palidecieron. Los hombres se pusieron muy serios. Ya dije que no resultara dijo otro de los viejos a Lew.

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    Mal negocio ste dijo uno de los ms jvenes. Lew se inclin hacia delante en su silla de respaldo recto y me apunt con un dedo retorcido. Muchacho, ser mejor que te portes bien. Espero que todos tus bastarados hijos sean retrasados mentales! Esto no dar resultado, Lew! dijo otro hombre. Rufin dijo una mujer de boca picuda. Lew me mir fijamente. Su boca era una rayita asquerosa y negra. Me di cuenta de que aquel bastarado no tena un solo diente en su maldita boca que no estuviese podrido y apestara. Me miraba con malvolos ojitos... Dios mo, qu feo era, varn. Era como un pjaro dispuesto a arrancarme a picotazos la carne de los huesos. Pa-reca a punto de decir algo que no iba a gustarme. Aaron, quiz sea mejor que se haga cargo de l otra vez el centinela. Aaron se acerc a la caja verde. De acuerdo, esperen dije, alzando la mano. Aaron se detuvo, y mir a Lew, que asinti. Luego Lew volvi a inclinarse hacia de-lante y volvi a apuntarme con su garra. Ests dispuesto a portarte bien, hijo? S, eso creo. Ser mejor que lo hagas. De acuerdo. Lo har. Y ten cuidado con lo que dices. No contest. Viejo gayo. T eres para nosotros una especie de experimento, muchacho. Intentamos captu-rar un espcimen de la superficie por otros medios. Enviamos a algunos arriba para conseguirlo, pero nunca volvieron. Pensamos que sera mejor atraerte con algn cebo para que bajaras t mismo. Re burlonamente. Aquella Quilla June. Ya me encargara de ella! Una de las mujeres, algo ms joven que la de boca picuda, se acerc y me mir a la cara. Lew, nunca sacars nada en limpio de ste. Es un sucio asesino. Mira esos ojos. TE GUSTARA QUE TE METIERA POR EL CULO EL CAN DE UN RIFLE, WACHA? Retrocedi de un salto. Lew se enfad otra vez. Perdndije. No me gusta que me insulten. Comprende? Se calm y ri a la mujer: Mez, djalo en paz. Estoy intentando aclarar las cosas. Aqu no haces ms que estropearlo todo. Mez retrocedi y se sent con los otros. Aquellos seres repugnantes eran emplea-dos de la Oficina de Mejores Negocios! Como te deca, muchacho, eres para nosotros un experimento. Llevamos aqu en Topeka cerca de veinte aos. Se est bien aqu abajo. Es un lugar tranquilo, donde hay gente buena y honrada que se respeta mutuamente. No hay crmenes, se res-peta a los viejos, y es un lugar magnfico para vivir. Estamos creciendo y prospe-rando.

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    Esper. Pero, bueno, hemos descubierto que alguna de nuestra gente no puede tener ms hijos..., y las mujeres que pueden tenerlos, tienen casi todas chicas. Necesi-tamos hombres. Cierto tipo especial de hombres. Me ech a rer. Era demasiado bueno para ser verdad. Me queran para semental. No poda parar de rer. GROSERO! dijo ceuda una de las mujeres. Esto ya es bastante terrible para nosotros, muchacho. No lo hagas peor todava. Lew estaba muy nervioso. As que yo haba pasado arriba en la superficie casi toda mi vida y la de Blood tra-tando de encontrar un culo y aqu abajo me queran slo para que le bajara la caa al mujero. Me sent en el suelo y me ech a rer hasta que se me escaparon las l-grimas. Por fin me levant y dije: De acuerdo, de acuerdo. Pero para que lo haga van a tener que prometerme un par de cosas. Lew me mir fijamente. Lo primero que quiero es a esa Quilla June. La voy a culear hasta que no pueda ms y luego le voy a dar un buen golpe en la cabeza igual que ella me hizo a m. Parlamentaron un rato y luego Lew dijo: No podemos tolerar ninguna violencia aqu abajo, pero supongo que tanto da empezar por Quilla June como por cualquier otra. Ella es capaz, no es cierto, Ira? Un tipo flaco de piel amarillenta asinti. No pareca muy feliz con el asunto. Era sin duda el padre de Quilla June. Bueno, entonces empecemos dije. Que se pongan en fila. Empec a bajar el cierre de mis pantalones. Las mujeres chillaron, los hombres me agarraron y me trasladaron a una residencia donde me dieron una habitacin y me dijeron que tena que conocer un poco mejor Topeka antes de ponerme a trabajar, porque el asunto era, bueno, en fin, un poco peliagudo, y tenan que preparar a la ciudad para que pudiera aceptarlo..., pensan-do, supongo, que si yo funcionaba bien, importaran unos cuantos bandurros se-mentales ms de arriba y nos dejaran por all sueltos. As que pas algn tiempo conociendo a la gente de Topeka, viendo lo que hacan, cmo vivan. Era estupendo, maravilloso. Se sentaban en mecedoras en los porches delanteros, cortaban el csped de sus jardines, charlaban en los portales, metan monedas en las mquinas de chicles, pintaban franjas blancas en medio de la ca-rretera, vendan peridicos en una esquina, escuchaban una banda en el parque, jugaban a la rayuela y a la escondida, limpiaban coches de bomberos, se sentaban en bancos a leer, lavaban ventanas, podaban matorrales, se quitaban el sombrero para saludar a las damas, repartan botellas de leche en carritos, cuidaban caballos, tiraban un palo para que lo recogiera el perro, nadaban en una piscina comunal, escriban con tiza precios de verduras en una tabla a la puerta de una tienda, pa-seaban de la mano con algunas de las wachas ms feas que he visto en mi vida y, en fin, me resultaban absolutamente castidiosos e insoportables.

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    Al cabo de una semana me entraron ganas de ponerme a gritar. Me senta encerra-do dentro de aquella lata. Senta sobre m el peso de la tierra. Todo lo que coman era mierda artificial: porotos artificiales y carne falsa, pollos de imitacin, todo tena el gusto de la tiza y a polvo. Educados? Dios mo, daban ganas de vomitar viendo la mierda, las hipocresas y las mentiras, que ellos llamaban educacin. Hola seor esto y hola seor aquello. Y cmo est usted?, y cmo est la pequea Janie?, y cmo van las cosas?, y va a ir usted a la reunin de la asociacin el viernes?... Empec a volverme loco en la habitacin de la residencia. La manera dulce, limpia, inmaculada y encantadora que tenan de vivir era suficien-te para matar a cualquier tipo. No me extraaba que a los hombres no se les para-ra la maquinola y que tuviesen cachorros con tajos en lugar de un par de bolas. Los primeros das todos me miraban como si estuviese a punto de estallar y cubrir de mierda sus lindos cercos del jardn. Pero al cabo de un tiempo, se acostumbra-ron a verme. Lew me llev a la zona comercial y me compr un par de mamelucos y una camisa que cualquier solo podra haber localizado a un kilmetro de distan-cia. Aquella Mez, aquella putarraca que me haba llamado asesino, empez a ron-darme, y al fin dijo que quera cortarme el pelo, para que pareciese civilizado. Pero yo saba muy bien lo que pretenda. No haba en ello nada de malo. Qu pasa, Doa? le mand. Es que su macho no la atiende? Se tap la boca con la mano y yo me ech a rer como un sesoseco. Crtele las pelotas a su marido, Doa. Y mi pelo est bien como est. No supo qu decir y sali corriendo. Corriendo como si tuviese un misil en el culo. Las cosas siguieron as durante un tiempo. Yo paseando y ellos viniendo a verme y a alimentarme, manteniendo toda su carne joven fuera de mi camino hasta que preparasen a la ciudad para lo que vendra conmigo. As encerrado, no pude pensar bien durante un tiempo. Me senta encajonado, senta claustrofobia y me sentaba en la oscuridad bajo el porche de la residencia. Luego esto pas y empec a sen-tirme castidiado, a burlarme de ellos, luego me sent triste, luego deprimido. Por fin, empec a pensar en las posibilidades de salir de all. Todo empez cuando me acord de aquel caniche huesudo que le haba dado de comer a Blood tiempo atrs. Tena que haber salido de un sitio como ste. Y no poda haber subido por el tubo de descenso. Por lo tanto tena que haber otras formas de salir. En fin, me dejaban andar con bastante libertad por la ciudad, siempre que cuidase las maneras y no intentase nada raro. Aquella caja centinela verde andaba siempre cerca de m. Por fin encontr la salida. Nada espectacular; tena que haberla y la encontr. Luego descubr dnde guardaban mis fierros, y consider que estaba ya preparado. Casi.

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    IX

    Una semana despus de que descubriese la salida vinieron a buscarme Aaron, Lew e Ira. Me senta bastante animado por entonces. Estaba sentado en el porche tras-ero de la residencia, fumando una pipa de no s qu mierda de maz, sin camisa, tomando un poco el sol. Aunque no haba sol. Dieron la vuelta a la casa. Buenos das, Vic me salud Lew. Andaba cojeando y con un bastn, el viejo pedorro. Aaron me dedic una gran son-risa. Como la que se dedicara a un gran toro semental a punto de meter su carne en una buena vaca de cra. Ira tena una de esas miradas que podran serruchar una madera. Qu tal, Lew. Buenos das, Aaron, Ira. Lew pareci muy complacido con esto. AH, VIEJOS PIOJENTOS, YA VAN A VER! Lew carraspe y continu. Ests dispuesto a ir a ver a tu primera dama? Lo estoy y lo estar siempre, Lew dije, y me levant. Humo fresco, verdad? dijo Aaron. Saqu la pipa de la boca. Pura delicia le sonre. Ni siquiera haba encendido aquella mierda de pipa. Me llevaron hasta la calle Marigold, y cuando enfilamos hacia una casita de contra-ventanas amarillas y cercos blancos, Lew dijo: Esta es la casa de Ira. Quilla June es su hija. Bueno, felicidades le dije. Los flacos msculos de las mandbulas de Ira se tensaron. Entramos. Quilla June estaba sentada en el sof con su madre, que era una versin ms vieja de Quilla June, y flaca como un msculo marchito. Seora Holmes dije, haciendo una pequea inclinacin. Sonri. Una sonrisa tensa, pero una sonrisa. Quilla June estaba sentada con los pies juntos y las manos cruzadas en el regazo. Tena una cinta en el pelo. Una cinta azul. Me dedic una cada de ojos. Sent un retortijn en las tripas. Quilla June dije. Alz los ojos. Buenos das, Vic. Luego todos empezaron a moverse muy nerviosos, y por ltimo Ira empez a bal-bucear explicando que haba que entrar en el dormitorio y hacer aquella porquera antinatural en seguida para luego poder ir a la iglesia y pedirle al Seor que no nos destrozara a todos con un relmpago en el ojete o alguna mierda as. As que extend la mano y Quilla June la tom sin alzar los ojos y entramos en un pequeo dormitorio de la parte trasera y ella se qued all de pie con la cabeza ba-

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    ja. No se los dijiste, verdad? pregunt. Neg con la cabeza. Y de pronto, ya no quise matarla. Quise abrazarla. Muy fuerte. Y lo hice. Y ella se puso a llorar en mi pecho y a pegarme con sus puitos en la espalda y luego alz los ojos, me mir y empez a hablar atropelladamente: Oh, Vic, lo siento, lo siento tanto, no quera, tuve que hacerlo, y te amo y ahora te tienen atrapado aqu, y no es nada sucio, como dice pap, verdad? La abrac y la bes y le dije que no se preocupara; y luego le pregunt si quera fugarse conmigo; y ella dijo s-s-s-realmente-quera. As que le dije que quiz tu-viera que hacerle algn dao a su pap, para salir de all, y hubo en sus ojos un brillo que yo conoca muy bien. Pese a todo su decoro, a Quilla June Holmes no le importaba gran cosa su papito chupacirios. Le pregunt si tena algo pesado, como un candelabro o un palo, y me dijo que no. As que busqu por el dormitorio y encontr un par de medias de su papi en un ca-jn de un armario. Met las grandes bolas de bronce de la cabecera de la cama en los medias. Las sopes. Ella me mir enarcando las cejas. Qu vas a hacer? Quieres salir de aqu? Asinti. Entonces ponte detrs de la puerta. No, espera un momento. Tengo una idea me-jor. chate en la cama. Se ech en la cama. Ahora sbete la falda, qutate los calzones y abre bien las piernas. Me ech una mirada de puro horror. Hazlo si quieres salir de aqu dije. As lo hizo y yo me acerqu y le levant bien sus rodillas para que estuviesen do-bladas y las piernas abiertas en los muslos, y me puse a un lado de la puerta y le susurr: Llama a tu pap. A l solo. Vacil un largo instante y luego llam con una voz que no tuvo que fingir. Pap! Pap, ven, por favor! Luego cerr los ojos. Ira Holmes cruz la puerta, ech un vistazo a su deseo secreto, abri la boca, y yo cerr la puerta tras l de una patada y le pegu con todas mis fuerzas. Su cabeza estall y salpic las ropas de la cama. Luego se derrumb. Ella abri los ojos al or el PAF!, y cuando vio eso que le salpic las piernas se in-clin hacia un lado y vomit en el suelo. No podra ayudarme ya gran cosa en atraer a Aaron a la habitacin, as que abr la puerta, saqu la cabeza y con aire preocupado dije: Aaron, podra venir un momento, por favor? Mir a Lew, que hablaba con la seora Holmes sobre lo que pasaba en la habitacin trasera, y en cuanto Lew le hizo un gesto de asentimiento entr en la habitacin.

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    Ech un vistazo al matorral de la entrepierna desnuda de Quilla June, a la sangre de la pared y de la cama, a Ira en el suelo, y abri la boca para gritar en el mo-mento en que le pegu. Necesit machucarlo dos veces ms para que cayera al pi-so. Quilla June an segua vomitando. La agarr de un brazo y la saqu de la cama. Al menos no gritaba, pero, apestaba como la mierda. Vamos! Intent soltarse, pero la apret con fuerza y abr la puerta del dormitorio. Cuando la saqu, Lew se levant, apoyndose en su bastn. Le di una patada al bastn y el viejo pedorro se derrumb como un montn de trapos. La seora Holmes nos mira-ba, preguntndose dnde estara su marido. Est ah dentro dije, dirigindome a la puerta de salida. El Seor lo ilumin en la cabeza. Luego salimos a la calle, Quilla June apestando detrs de m, lloriqueando y obli-gndome a arrastrarla y probablemente preguntndose qu habra sido de su bom-bacha. Tenan mis fierros en un armario cerrado en la Oficina de Negocios, y dimos un ro-deo hasta mi residencia, donde tom una barra de hierro que haba conseguido en la estacin de servicio y que tena escondida en el porche trasero. Luego cruzamos por detrs de la Granja y entramos en el sector comercial y fuimos directamente a la Oficina de Mejores Negocios. All haba un empleado que intent detenerme y le part la cabeza con la barra. Luego destroc la puerta del armario de la oficina de Lew y recuper el 30-06 y mi 45 y todas las municiones, y la pa, y mi cuchillo y mi equipo y lo cargu todo. Para entonces Quilla June ya haba recuperado un poco la serenidad. Adonde vamos? Adonde vamos? Oh, pap, pap, pap...! Escucha, Quilla June, yo no soy pap, ya no hay paps. T dijiste que queras es-tar conmigo... Pues bien, yo me voy arriba, wacha... Si quieres venir conmigo, ser mejor que me sigas. Estaba demasiado asustada para discutir. Le ofrec el 45 y lo agarr, mirndolo con fijeza. Sal por la puerta delantera y all vena como un perro de caza el centinela robot ca-ja-verde. Tena los cables fuera y haban desaparecido los guantes. Ahora haba ganchos. Puse una rodilla en tierra, me ech al brazo la correa del 30-06, apunt y dispar contra el gran ojo que tena delante. Un tiro, BANG! Lo alcanc en el ojo, y el aparato estall con una lluvia de chispas, y la caja verde se tambale y atraves la vidriera principal de la tienda de enfrente, rechinando, chillando y sembrndolo todo de llamas y chispas. Maravilloso. Me volv para buscar a Quilla June, pero ya se haba ido. Mir calle abajo y all lle-gaban los vigilantes. Lew con ellos apoyado en su bastn como una especie de ex-trao saltamontes. Y en ese momento empezaron los tiros. Un gran estruendo. El 45 que le haba dado a Quilla June. Alc la vista y all estaba, sobre el porche, en el segundo piso, la au-

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    tomtica apoyada en la baranda, disparando contra el grupo como si fuera un ban-durro cualquiera. Pero qu estupidez! Perder el tiempo en eso cuando tenamos que fugarnos. Llegu hasta la escalera exterior que suba hasta all y trep los escalones de tres en tres. Ella sonrea y rea a carcajadas cada vez que alcanzaba a uno de aquellos wachos y sacaba la punta de la lengua por una esquina de la boca y tena los ojos hmedos y brillantes y BANG! Caa muertito. Pareca disfrutar el asunto. Justo en el momento en que llegu junto a ella estaba apuntndole a su flacucha madre. Le pegu un manotazo en la nuca y fall el tiro, y la vieja pedorra hizo una pequea cabriola y sigui avanzando. Quilla June volvi la cabeza hacia m y haba muerte en sus ojos. Me hiciste fallar. Su voz me hizo estremecer. Le quit el arma. Wacha idiota. Desperdiciando municin as. Arrastrndola detrs de m, di la vuelta al edificio, encontr un cobertizo en la parte trasera, salt hasta l y la hice seguirme. Se ri como un pjaro y salt tambin. La levant, y nos deslizamos hasta la puerta del cobertizo y nos paramos un segundo a ver si nos seguan de cerca. No se vea a nadie. Agarr a Quilla June por el brazo y seguimos hacia el extremo sur de Topeka. Era la salida ms prxima que haba encontrado en mi merodeo y tardamos en llegar unos quince minutos, jadeando y dbiles como gatitos. Y all estaba. Un gran conducto de entrada de aire. Hice saltar las abrazaderas con la barra de hierro y nos metimos adentro. Haba es-caleras que suban. As tena que ser. Era lgico. Para reparaciones, para mantener todo limpio. Empezamos a subir. Tardamos mucho tiempo en llegar arriba. Cuando se senta demasiado cansada, me preguntaba: Me amas, Vic? Yo le deca siempre que s. No slo porque lo senta. Eso la ayudaba a seguir su-biendo.

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    X Salimos casi a dos kilmetros del tubo de descenso. Destroc las tapas del filtro y los cerrojos y salimos. Deberan haber tenido ms cuidado all abajo. No se juega con Jimmy Cagney. Nunca tuvieron una oportunidad. Quilla June estaba agotada. No se lo reprochaba. Pero no quera pasar la noche al descubierto; haba cosas all fuera que no me gustaba pensar en encontrarme ni si-quiera de da. Estaba oscureciendo. Caminamos hacia el acceso del tubo de descenso. Blood estaba esperando. Pareca dbil. Pero estaba esperando. Me acerqu y le alc la cabeza. Abri los ojos y muy suavemente dijo: Hola. Le sonre. Carajo, que bueno volver a verlo. Lo conseguimos, amigo. Intent levantarse, pero no poda. Las heridas tenan muy mal aspecto. Comiste algo? le pregunt. No. Agarr una lagartija ayer... o quiz fuese anteayer. Tengo hambre, Vic. Entonces se acerc Quilla June y Blood la vio. Cerr los ojos. Es mejor que nos demos prisa, Vic dijo. Por favor. Podran subir por el tubo de descenso. Intent levantar a Blood. Era peso muerto. Escucha, Blood, ir a la ciudad y conseguir algo de comida. Volver pronto. Es-pera aqu. No vayas, Vic dijo. Hice una exploracin el da antes de que bajaras. Descu-brieron que no nos asamos en el gimnasio. No s cmo. Quiz los doberman hus-meadores oliesen nuestro rastro. He estado vigilando y no han intentado o querido perseguirnos. No se los reprocho. No sabes lo que es estar aqu afuera de noche. Amigo... No sabes... Se estremeci. Tmatelo con calma, Blood. Pero estamos marcados en la ciudad, Vic. No podemos volver all. Tendremos que ir a otro sitio. Aquello cambiaba las cosas. No podamos volver y con Blood en aquellas condicio-nes no podamos seguir adelante. Y yo saba, estaba tan seguro de ello como de que era un solo, que no poda conseguir nada sin l. Yo no era un gayo. Y all no haba nada que comer. Y l necesitaba comida inmediatamente y cuidados mdicos. Tena que hacer algo. Algo rpido. Vic. La voz de Quilla June era aguda y plaidera. Vamos! Ya se pondr bien. Tenemos que darnos prisa. La mir. El sol desapareca. Blood temblaba en mis brazos. Quilla June hizo un pu-chero. Si me amas, vendrs conmigo!

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    Era imposible, sin l no poda hacer nada. Lo saba. Si la amaba... Ella me haba preguntado en la caldera, Sabes lo que es el amor? Fue una hoguera pequea, lo suficiente para que ningn bandurro la localizara des-de los arrabales de la ciudad. Sin humo. Y despus de que Blood comi hasta har-tarse, lo llev hasta el conducto de aire, a dos kilmetros de distancia, y pasamos la noche dentro en un pequeo saliente. Estuve cuidndolo toda la noche. Durmi bien. Por la maana, lo cur delicadamente. Lo haba conseguido; haba recuperado sus fuerzas. Comi otra vez. Quedaba mucho de la noche anterior. Yo no com. No tena ham-bre. Empezamos a cruzar la calcinada Terrayerma aquella maanita. Con un poco de suerte, encontraramos otra ciudad y lo conseguiramos. Tenamos que avanzar lentamente porque Blood an rengueaba. Tuvo que pasar mucho tiempo para que dejara de or la voz de ella llamndome en mi cabeza. Pre-guntndome, preguntndome: Sabes lo que es el amor? Claro que lo s. Un muchacho ama a su perro.

    FIN