Hacia una crítica de la cientificidad archvística

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Reflexiones epistemológicas a raíz de una lectura introductoria a esta disciplina por un anónimo aspirante a bibliotecario, o reflexiones archivísticas desde las bases para una crítica de la razón teórica y de la razón práctica

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¿CIENCIA DE LOS ARCHIVOS?

HACIA UNA CRÍTICA DE LACIENTIFICIDAD ARCHIVÍSTICA

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¿CIENCIA DE LOS ARCHIVOS?,

HACIAUNA CRÍTICA DE LA

CIENTIFICIDAD ARCHIVÍSTICA:

Reflexiones epistemológicas a raíz de una lectura introductoriaa esta disciplina por un anónimo aspirante a bibliotecario,

o reflexiones archivísticas desde las bases parauna crítica de la razón teórica

y de la razón práctica.

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Está permitida la reproducción total o parcial de esta obra porcualquier medio siempre que sea para su difusión, no paracomerciar con ella.

Raúl F. de la Flor Martín, en 2002 para la edición preliminar, yen 2010 (versión ampliada) para la edición de autor.

Depósito legal: M-36327-2013ISBN-10: 84-616-7208-9ISBN-13: 978-84-616-7208-0

Edición y publicación por el autor por medios propios o anejos.

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Esta obra está dedicada atoda aquella persona que la leacompleta, y en especial a la quele inspire ideas, sean a favor,en contra o alternativas.

Particular mención a losprofesores José Luis la Torre yMª Paz Martín-Pozuelo, prime-ros lectores de esta obra queanimaron a su publicación.

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ÍNDICE

Págs.Tres citas 9Presentación . . . . 13Introducción . . . . 17Un planteamiento. . . . 21 El objeto . . . . 23 El método . . . . 28 El fin . . . . 49 La comunidad archivística 54 Observaciones horizontales: el horizonte 58Otro planteamiento. . . . 71 La archivística como ciencia teórica. . 73 La archivística como ciencia práctica. . 90 Observaciones verticales: el vértice. . 94Postrimerías. . . . . 97 De las fuentes de la archivística. . 98 Del archivo como fuente . 103 Modo archivístico y modo científico. . 110Epílogo. . . . . 115Despedida. . . . . 123Bibliografía . . . . 127Apéndice 129Erratas 131

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“Es tristemente cierto que durantemuchos años no se han querido dar cuenta loshombres, deslumbrados tal vez por fosforescen-cias fugaces de cosas transitorias, del riquísimotesoro que dormía el sueño de su censurableolvido en habitaciones donde el polvo de susuelo no tiene huella humana perceptible y lascerraduras de sus armarios y estantes ostenta-ban como escudo ignominioso de su ignoranciao desidia, la oxidada herrumbre, prueba irrefu-table de su poco uso hallándose arrumbados, y,acaso carcomidos por la polilla y la acción deotros animales, riquísimos fondos documentales,pero es justo reconocer, para gloria de nuestrageneración, que ahora se siente vivo interés nosolamente por la conservación de cuantocontienen nuestros archivos, sino por laborar enellos y sacar de sus jugosos panales la sabrosamiel de las mas ricas enseñanzas.”

Marcelo Núñez de Cepeda (1943, p. 17)

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“La ciencia moderna es una búsquedacontinuada de conocimiento adecuado (verda-dero, verosímil, falsable, etc., en todo casoconforme a los hechos) que propone diversasrepresentaciones del mundo (microcosmos,mesocosmos y macrocosmos) obtenidos yjustificados siguiendo métodos precisos (obser-vación, medida, experimentación, análisis,formalización, matematización, etc.) cuyo objetopreferente de estudio es la naturaleza (física,química, biología, geología, astronomía, etc.)aunque también se aplica al estudio de lassociedades y de las personas (ciencias sociales,ciencias humanas). Dicho conocimiento, actuali-zado y evaluado por la comunidad científicacorrespondiente, es hecho público, divulgado ytransmitido por la vía de la enseñanzaobligatoria (escuelas y universidades), porquealgunas formas de dicho conocimiento se hanmostrado particularmente útiles para los sereshumanos, para las industrias y para losEstados.”

Javier Echeverría (1990, p. 318)

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“No pretendemos quitar a nadie lailusión, si la tiene, de llamar científica a sutarea, ni de borrar rótulos pomposos tales como“facultad de ciencias humanas”, “ciencias de lainformación” o “ciencias morales y políticas”.Pero sí queremos precisar, en cada caso, quépueda querer decir el que utiliza la palabraciencia.”

Gustavo Bueno (1976, p. 85)

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PRESENTACIÓN

esuelvo presentarme como un licen-ciado en Filosofía que actualmenteestudia Documentación, y así lo hagopor cuanto cabe pensar que será preci-

samente de ese estrecho pero intenso encuentroentre ambos ámbitos de donde vendrá a surgireste ensayo. 1

1 En qué medida podría hablar, en el sentido queaquí lo voy a hacer, de filosofía y no de reflexiónsobre el conocimiento, o más estrictamente sobre lacientificidad, es algo que se me ha venido a discutir.No obstante, de modo provisional, quiero juzgar lasiguiente inquietud como filosófica.

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Dicho encuentro lo hallamos desde elmomento en que el campo de la documentación,y algunas de las disciplinas que la integran, senos presentan en textos y en clases, por autores yprofesores, como ciencias, pues supone unposicionamiento epistemológico que aquí noshemos propuesto escudriñar. Esta perspectivaepistemológica no se nos presentó únicamentecon la archivística, pero fue el hecho de que enésta se mostraran explícitamente unos argumen-tos a favor de su carácter científico lo que nospermitió a mí y a otros compañeros articular unsentido crítico frente a esa cientificidad.

Respecto al campo de la documentaciónconfesar que vengo a él como aprendiz en buscade conocimiento teórico y práctico con el fin dedar cuerpo y alma conceptual y procedimental altrabajo al que tengo la intención de dedicar mivida laboral. Pero respecto a la filosofía decirque, por lo que me arrogo a juzgar de ella2, nocreo que se mostrara indiferente ante laafirmación de la documentación como ciencia.

2 No sin riesgo de lo que algún antiguo compañeroo profesor pueda pensar sobre mis años de facultad.

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Así pues, sin perder mi condición de neófito antela documentación, como amigo de la filosofía ledebo a ella venir aquí a echar un lance, aunqueen la mera intención de honrarla se quedase.

Lo que se adviene en estas hojas es unalectura que en algún momento puede resultarangosta; ello se debe a que se ha hecho caminoal andar, y a que me he aventurado a hacerlo sininvocar a ningún sistema epistemológico dado,sino acompañado sólo de una percepciónespontánea del asunto. Así pues, el ramaje conel que nos podamos encontrar y que en estaexpedición no haya venido yo a desenredarqueda a “machete” de la lectora y del lector.

Tras cada cita se indica la obra de labibliografía a la que corresponde de un modoabreviado: aprovechando la heterogeneidadgráfica de los encabezamientos de las obrasreseñadas, me he limitado a anotar las tresprimeras letras de la referencia y la página. Deeste modo pretendemos que en la lectura setenga indicación de la referencia sin robarleespacio al texto y dejando las notas al pie paraotros comentarios.

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Si alguna cita se presenta de especial interéshuelga recomendar la consulta de la obra a laque la bibliografía remite, pues allí se hallan loscontextos que respetan su más original sentido.

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INTRODUCCIÓN

taviado con obras básicas en torno ala archivística y hacia el aprendizajede esta disciplina, mi expedición poreste ámbito ha estado, al menos en mi

caso, acompañada de una esporádica peroconstante provocación. No ha surgido ésta en elgrueso que constituye la exposición de estadisciplina, cuya lectura no hace sino desvelar lagran cantidad de elementos, fuerzas, principios eimplicaciones que conforman el universo de larealidad archivística. Ha sido en la base episte-mológica de la disciplina donde he hallado esaprovocación; ha sido esa archivística adjudi-cación de la archivística como “ciencia” lo que

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se ha presentado a mi sentido común como unbocado difícil de digerir.

De forma esporádica se encuentra uno conexplosivas referencias a este tema en frasescomo “la archivística es la ciencia de losarchivos” [Her-29], “en la ciencia archivística”[His-35], “esa ciencia que tiene como objeto losarchivos” [Her-41], o “comunidad científicaarchivística” [Mar-18], expresiones que desde laprimera lectura me han resultado dignas dediscutir, siendo las partes en las que los archi-vistas han tratado el tema donde, sin poderloevitar, más atento he estado. La suave estri-dencia con la que inundaban mi atención fue elmotivo que me llevó a llenar los márgenes de lostextos con comentarios que he querido plasmaraquí, comentarios que por tener un origenespontáneo quizá no puedan participar en ladiscusión “oficial” del tema, pero que sí reflejanel estado de la cuestión en los debates que a esterespecto han surgido entre compañeros yamigos. En una ocasión, viendo lo que leía, unaamiga me preguntó qué es la archivística, y sindarme tiempo, enseguida se respondió a símisma exclamando: “ah, métodos de archivo”.

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Me llamó la atención cómo su sentido común lecondujo al concepto práctico de “método” y noal teórico de “estudio”, al que nos suelen condu-cir disciplinas como la cinética, la astronomía, lafisiología, o incluso la grafología. Quizá elsentido común no sea un contexto idóneo desdeel que cuestionar la cientificidad de la archivís-tica, es más, aquí cualquiera me podría objetarque para juzgar mínimamente si la archivísticaes una ciencia o no, tendría que partirse al menosde un mínimo conocimiento de ella, y que no sepuede tomar como caso argumentativo unaespontánea definición de alguien que pretendedefinirla sin saber lo que es. Y es cierto. Novengo a hacer de este caso un argumento válidoen una crítica de la cientificidad archivística,pero sí ha sido, junto con otros casos similaresante los que he estado, una excusa para unaprivada reflexión sobre el tema.

Quizá a la luz de una teoría epistemológicabien razonada que demarque claramente lo quecae dentro del campo de la ciencia y lo que caefuera, pudiera verme admitiendo que la archi-vística es una ciencia, o defendiendo con algunaautoridad que no lo fuera, pero no es esa la

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situación de este trabajo. Aquí vengo a pregun-tarme por el carácter científico de la archivísticadesde una concepción de ciencia que me heformado en el uso vulgar de este concepto, ydesde un conocimiento aun relativamentesuperficial de la archivística. Esto quizá no hagade lo que voy a exponer más que una “opinión”,pero tampoco es mi pretensión ir más allá decompartir esta reflexión con quien venga aescucharla.

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UN PLANTEAMIENTO

til obra sobre archivística general deAntonia Heredia define la disciplinacomo la “ciencia que estudia la natu-raleza de los archivos, los principios

de su conservación y organización, y los mediospara su utilización” [Her-30]. Si en vez de“ciencia” hubiera leído “disciplina” no creo quemi lectura se hubiera detenido, habría seguido sucurso sin pausa; pero no siendo así, se detuvo eneste asunto para ver qué era lo que ahí ocurría.¿Ciencia de los archivos? – me preguntabaintentando digerirlo – ¿Es científico el estudio delos archivos, o los resultados que de él se

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obtienen?, ¿son los principios de su organizacióncientíficos?.

Cruz Mundet, siguiendo a Tanodi, señalatres criterios por los que la disciplina archivísticapuede ser conceptuada como científica: “Esciencia por cuanto posee un objeto, los archivosen su doble consideración […]; posee, además,un método, compuesto por un conjunto deprincipios teóricos y procedimientos prácticos[…]. Y un fin: hacer recuperable la informacióndocumental para su uso” [Cru-64]. Comienza midiscrepancia en la consideración de estas trescualidades como criterios capaces de definir unadisciplina como científica, pues tomados éstoscomo tales, si pensamos en todo aquello queposee un objeto, un método y un fin, tendríamosque reconocer como ciencia a una amplia – porno decir desmesurada – variedad de actividades,tanto teóricas como prácticas, y hasta lúdicas,que no se consideran así. Por esto se pone encuestión la severidad de estos criterios comodemarcadores de lo que es ciencia y lo que no3.

3 Escenificando –si vale la analogía—, es como sia la archivística, con el fin de dilucidar su cientifi-cidad, se le preguntara “¿tiene usted un objeto, un

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Y no es que venga aquí a hacer de la severidadun criterio de criterios, sino a señalar que sin unacorrespondencia justa entre los criterios dedemarcación y lo que con ellos se pretendedemarcar, nos estaríamos alejando del camino dedelimitar lo que es ciencia para ponernos en lalínea de generalizarla o de mutilarla.

Si bien no estoy de acuerdo con el uso deestos criterios como legitimadores de cienti-ficidad, sí que nos van a servir como hiloconductor para reflexionar sobre la cientificidad,sobre la archivística, y sobre la relación entreambas. Vamos a ir, así, comentando cadaaspecto de esta afirmación.

EL OBJETO

La ciencia, como un modo de conocimiento,es conocimiento de algo, y por tanto vuelca sumirada sobre un objeto, un objeto de su estudio.Pero así como toda ciencia tiene un objeto de

método y un fin?”, y lo cierto es que no sólo lasciencias sino también las técnicas, las bellas artes yhasta los juegos responderían que sí.

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estudio, no todo estudio que tenga un objeto esciencia; de hecho, hasta un escultor en ciertomodo estudia el objeto que esculpe y no por ellohace ciencia. Se me podría aclarar aquí quecuando en este contexto se habla de un objeto deestudio, se está hablando de un objeto de estudioteórico, y no de cualquier forma de estudio, yque además se trata de un objeto bien definido.Sin embargo, nos encontramos con que tampocoesto es exclusivo de las ciencias. Así, lanumerología tiene por objeto el estudio de lasinfluencias de los números en la vida de laspersonas4, y no es considerada una ciencia. Queun estudio teórico tenga un objeto, y aun biendefinido, no hace a ese estudio ciencia. Por tantono podemos decir que característica diferen-ciadora de cientificidad sea “poseer” un objeto,pues no sólo es ya característica de otras muchasactividades “transitivas”, sino que también lo es– incluso en conjugación con poseer un métodoy un fin – de otros tipos de conocimiento que noson científicos.

4 Sustentada en la tesis de que todos los númerosemiten una vibración determinada que influye direc-tamente en el ser humano. Además ofrece maneras deinterpretar nuestras vidas a través de los números.

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25ficidad y su nombre.

Me pregunto en qué sentido podría el objetodeterminar la cientificidad de su estudio.Podemos afirmar con Tanodi que “el métododepende del fin, y éste a su vez del objeto quetrata” [Tan-48], pues no cabe duda de que elobjeto influye en el fin que se tiene sobre él, y enel modo de abordarlo según sea esa finalidad.Pero vemos aquí que lo que viene a determinarel objeto es el fin que se pueda tener sobre él, yen conjunción con ese fin, aquel método apro-piado para su tratamiento, y no la cientificidadde la disciplina. Es reconocido ya que el fondode archivo tiene unas características propias quelo identifican ante sí mismo y frente al fondo debibliotecas y museos, características que searticulan con el modo de tratarlo haciendo a éstetambién diferenciado. Por tanto, es un métodopropio –de tratamiento— lo que el objeto vienea determinar (el método archivístico), o dicho deotro modo, es el método el que tiene un objeto –de aplicación— bien definido (el archivo comoconjunto orgánico). Esta influencia del objetoviene a delimitar, pues, la intencionalidad de ladisciplina5, no a dotarla de cientificidad.

5 De cuyo objeto de intención obtiene su especi-

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“Poseer” un objeto es característica y condiciónde ciencia en tanto la ciencia es intencional(frente a acciones intransitivas), no en tanto esciencia (frente a otros tipos de conocimiento); espues característica de intencionalidad, no decientificidad.

Si puede haber algo en el objeto quedetermine la cientificidad de su estudio noentiendo que pueda ser sino el hecho de que esteobjeto posea la permeabilidad necesaria paraextraer de él un conocimiento válido medianteprocedimiento científico, que permita que esaextracción sea supervisada científicamente, esdecir, en tanto este objeto se deje teorizar cientí-ficamente. La pregunta crítica aquí es entoncesla siguiente: ¿son los archivos objeto para unaciencia, objeto de interés científico?, o mejordicho, ¿es el científico un método idóneo paraescudriñar la naturaleza del archivo en parti-cular, y el fenómeno del archivo en general?.

Es cierto que el archivo ha llegado aentificarse como un fenómeno con caracte-rísticas –vida y personalidad— propias, tantofrente a la biblioteca, al museo y al centro de

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documentación en el marco de las técnicas docu-mentales, como frente al resto de departamentosde una institución o empresa en el marco de unaentidad social, convirtiéndolo en un objeto deestudio y de tratamiento desde él mismo y paraél mismo; pero eso no lo constituye en objeto deinterés científico, porque encontramos que eseinterés está orientado a las cosas en tanto sonfenómenos, mientras que, en el caso de losarchivos, lo que vemos es que nos orientamos aellos en tanto son instrumento de interésdocumental, social, histórico y cultural, lo cuallos presenta, si acaso, como objeto de interéstécnico.

Cuando hablamos de ciencia hablamos delresultado de una investigación acerca de algo,siendo el resultado de esta investigación unconocimiento sobre ese algo. Y lo que hace quea ese conocimiento se le pueda atribuir lacaracterística de ser científico, frente a eseconocimiento del que no se dice que lo sea, no estanto que se dirija a un objeto cuanto el modocomo se dirige a él. La ciencia es ciencia porqueal conocimiento que llega ha llegado de un modocientífico, porque el conocimiento que aporta ha

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sido supervisado, demostrado científicamente.La característica de científico le llega, por tanto,al conocimiento que así llamamos, por el modoen que se llega a él, que es el modo científico, elmétodo científico. Ahora bien, ¿y la archivís-tica?, ¿qué método para el conocimiento de losarchivos sigue el archivista en su exploraciónteórica?.

EL MÉTODO

La búsqueda de respuesta a aquella pre-gunta puede resultar un viaje interesante, no sólopor cuanto nos ayudaría a comprender el marcoepistemológico de la archivística teórica, sinopor cuanto esta comprensión alcanzaría a otrasdisciplinas que compartirían ese marco con ella.Pero en este trabajo no vamos a entrar en estosino para allanar el terreno. Y en el terreno delmétodo, al que W. Leesch concede una especialimportancia para conceder o no categoría deciencia a la archivística [Mar-168], he de mostrarla confianza con la que me arma haber encontra-do en una estudiosa del principio de procedencia

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un diagnóstico que comparto y sobre el que sebasa mi reflexión al respecto. Lo vemos ahora.

Cruz Mundet señala como segundo criterioque establece el carácter científico de la archi-vística el poseer un método, “compuesto por unconjunto de principios teóricos y procedimientosprácticos” [Cru-64]. Y en relación a esto, MartínPozuelo, tras manifestar su acuerdo respecto alos otros dos criterios, para éste matiza unaobjeción: “En lo que hace al método, sinembargo, disiento en parte por cuanto entiendoque para definir una disciplina como ciencia nose trata tanto de delimitar su proceder, esto es, dedefinir la vía práctica por la que ha de discurrirla teoría, como en definir la vía por la que ha deprogresar el conocimiento en tal o cual materia,esto es, el método científico aplicado a este o aaquel área del saber” [Mar-70]. Será la distinciónque aquí se expone la que nos va a permitirentender que si bien característica de la cienciaes ser metódica, no todo lo que es metódico esciencia, porque si hay algo que en un contextoepistemológico deba caracterizar al método noserá sino el hecho de que tal método sea aplicadoa la construcción del conocimiento, más que a la

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práctica que se pueda derivar de ello. Y esto eslo que básicamente funda la diferencia entre unmétodo científico y un método archivístico.

Si un método consiste en unas pautasestablecidas para la consecución de un fin, unmétodo teórico lo constituyen las pautas por lasque se ha de regir un estudio para la obtenciónde un fin teórico (el conocimiento verdadero,coherente, correcto). Y un método práctico loconstituyen las pautas por las que se ha de regiruna acción para la obtención de un fin práctico(como serían, en el caso que nos ocupa, laconservación, la organización, la recuperación).Pues bien, el método científico es un métodoteórico en tanto viene a regir al conocimiento.Sin embargo, cuando se dice que la archivísticaposee un método, se nos está señalando unmétodo que viene a regir la acción, y por tantoun método práctico, que no hace de aquella unaciencia sino, antes bien, una técnica. Por un lado,una ciencia aporta un conocimiento científico entanto aplica a su correspondiente área del saberel método científico, viniendo a ser científico elconocimiento que proporciona por cuanto en elmodo de alcanzar ese conocimiento se haaplicado el método científico. Y por otro lado, la

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archivística aporta una organización archivísticaen tanto aplica a su correspondiente área detrabajo un método archivístico (principio deprocedencia), viniendo a ser archivístico elorden que proporciona por cuanto en el modo dealcanzar ese orden se ha aplicado el métodoarchivístico.

El método que posee la archivística, se dice,lo constituyen un conjunto de principios teóricosy procedimientos prácticos. Respecto al conjuntode principios teóricos decir que no son sino laformulación teórica de aquel método práctico, yesto, como tal, no define la archivística comociencia, sino como técnica. Y tampoco, aunsobre este enfoque, como ciencia emergente6,pues aunque esté aun por desarrollar, no deja deser un método práctico y desarrollable por tantoen lo que se refiere sólo a su aspecto técnico.Para que se planteara su cientificidad no sólo setendría que señalar un método que rija laobtención del conocimiento fruto de ese

6 Expresión con la que Cruz Mundet conceptúaesta disciplina en base a la síntesis que razona desdeargumentos de Tanodi [disciplina en formación] yArad [metodología en vías de normalización][Cru-64]

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proceder teórico, cosa que no vengo a dudar quepueda hacer, sino que además ese métodoteórico tendría que ser el científico, caso que sívengo a poner en cuestión pueda darse, puespuedo decir que la luz pesa y decir que esaafirmación se ha fundamentado científicamente,pero... ¿requeriría fundamentación científica larelación Institución-Archivo?, ¿es la teoría sobrela organización y el orden interno de losarchivos una teoría científica?.

Al comienzo de esta “digestión” se formu-laba esta pregunta: ¿es científico el estudio delos archivos, y los resultados que de él seobtienen?. El estudio científico es aquel que estánormado, supervisado por el método científico.El método científico se aplica al estudio y a laexperimentación dirigida a la confirmación delas hipótesis y los resultados. El conocimientocientífico es ese resultado de aplicar el métodocientífico al estudio de algo, siendo este métodoun método de investigación. El método archi-vístico expuesto no se refiere al estudio delarchivo sino a la práctica del archivero, a laorganización que éste habrá de poner en prácticasobre el fondo de archivo. En la organización del

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archivo, lo que se aplica, lo que supervisa no esel método científico, es el método archivístico, yno ya sobre el estudio sino sobre la prácticaarchivera. La ciencia es un tipo de conocimientosistemático, y lo que hace científico a esteconocimiento es que el método científico seaaplicado al estudio del que surge. El método quela archivística plantea es un método aplicado auna acción práctica, concretamente a las laboresde archivo. Y desde aquí, recalcar que el conoci-miento científico de las cosas, y la organizaciónmás eficaz para el cumplimiento de las funcionesde archivo son retos distintos, que se afrontancon métodos distintos: uno con el métodocientífico, y el otro con el método archivístico7.

Podemos plantear que el método científicoes al conocimiento lo que el método archivísticoes a la labor archivera. Pero nótese que esta esuna analogía, una regla de tres que invita a lacomparación, pero que en modo alguno fundauna justificación de la archivística como ciencia,antes bien manifiesta su diferencia.

7 En relación a esto se verá más en “Modoarchivístico y modo científico”.

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La ciencia se define desde un tipo de cono-cimiento sistemático. La técnica, desde un tipode acción sistemática – el método archivísticocae en esta última. Los principios del métodocientífico son principios de estudio conducentesa un conocimiento cierto (procedimiento teóri-co); los del método archivístico son principios deacción conducentes a una organización eficaz(procedimiento técnico). Se podría decir que elmétodo archivístico es una teoría que viene adefinir unos procedimientos de actuación(selección, almacenamiento, descripción, conser-vación), mientras el método científico es unprocedimiento de investigación (experimenta-ción, medida, formalización) que vendrá adefinir una teoría.

En resumen: en lo que respecta al método,no se tratará tanto de delimitar un métodoaplicado a la práctica archivística cuanto deseñalar la aplicación del método científico a laarchivística teórica. Y no es este el caso que senos ha expuesto. El método que la archivísticaha construido es un método aplicado al hacer, ala clasificación, a la organización, a la recupe-ración y conservación eficaz de documentos de

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archivo; un método que no supervisa el conoci-miento, sino la acción dirigida a un ordenconveniente; método constituido, en fin, por“las normas que rigen la práctica archivística”[Cru-58].

***

Dicho esto, no obstante, hay aun unconcepto relacionado al método del que también,por su estrecha relación con el discursocientífico, se puede derivar el espejismo de caeren este tipo de discurso. El tema del método havenido ligado al concepto de principio8, y si, porlo que respecta al método, en su calidad deconceder la característica de ciencia a una disci-plina, hemos distinguido un método práctico(principios metodológicos de organización) deun método teórico (principios metodológicos deinvestigación), asimismo, por lo que respecta ala construcción de principios, en la mismacalidad mencionada, hemos de distinguirprincipios metodológicos en la realización de

8 Y pienso en el principio de procedencia, con sudoble valor: respeto al origen y respeto al orden [estedoble valor se verá mejor en pág. 42].

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una acción de principios constitutivos en lanaturaleza de un fenómeno. Me explico.

Para M. Briceño la archivística es cienciapor cuanto sus principios “son universales yexiste en su contenido una perfecta conexiónsistemática”; de ella “emanan leyes quedeclaran, regulan y limitan la estructuración yfuncionamiento de los archivos” [Bri-26]. Decirque de su estudio emanan leyes y principiosuniversales no es fuente de discusión, pero sí deconfusión. Al oír esto, alguien podría versefácilmente llevado al convencimiento de lacientificidad de la archivística en la puesta enrelación de los principios y leyes de ésta con losprincipios y leyes con los que las cienciasformulan las entrañas de sus respectivosámbitos. A quien esto le pueda parecer, o enprevención de que así nos ocurra, tenemos queexplicitar lo siguiente.

Las ciencias nos hablan de principiosreferidos a las cosas que estudian, y la archivís-tica también. Pero cuando hablamos de losprincipios de las ciencias entendemos por princi-pio cualquiera de las verdades fundamentales

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que se refieren a un ámbito; no nos referimospues a principios metodológicos (que sejuzgarán en su conveniencia respecto a fin al quesirvan), sino a los principios constitutivos de losentes y ámbitos que se estudian a través deaquellos (y que se juzgarán en su verdad ofalsedad en función a la realidad a la que serefieran). Sin embargo, en el enfoque de laarchivística se nos vienen a señalar principiosmetodológicos, esto es, no principios que consti-tuyen la naturaleza de los archivos como unfenómeno dado, sino principios que vienen aconstituir la estructura artificial de un constructocon un fin social determinado. Los principiosque encontramos en las ciencias se refieren ahechos que se imponen a nuestro conocimientode ellos por encima de nuestros intereses, encambio, los principios de la archivística vienen aconstituir a los archivos no porque se den enellos por sí mismos, sino porque nosotros losvenimos a aplicar en función de los intereses quetenemos sobre ellos. La archivística nos habla deprincipios referidos a los ámbitos que estudian,sí, pero los principios de ésta no son sustanciales

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al archivo, sino que son los que habrán de venira constituirlos9.

Podríamos decir que en las ciencias, por unlado están los principios metodológicos querigen la investigación, y por otro están losprincipios resultado de sus investigaciones yrelativos a las cosas que estudian. En la archi-vística los principios relativos al método y losprincipios relativos a su ámbito de estudio sonlos mismos, ya que el ámbito de investigación enel que surgen estos principios no es el de lanaturaleza del archivo sino precisamente el deltratamiento metódico del fondo de archivo:

“Es razonable asociar el origen del plantea-miento teórico de este principio unido a lapreocupación por conceder un orden a ladocumentación contenida en él” [Mar-27].

9 A este respecto volveremos a referirnos masadelante, con un planteamiento distinto, a la luz de ladistinción entre “clasificación natural” y “clasifi-cación aplicada” que plantea Antonia Heredia (severá en pag. 79).

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De esto se desprende lo siguiente: por unlado, sus principios metodológicos no se refierena la investigación teórica sino a la acciónpráctica, son principios normativos de lasacciones que se llevarán a cabo sobre ese suámbito de trabajo; y por otro, los estudios de losque estos principios son resultado están funda-mentalmente dirigidos al mejor modo de obraren los archivos, con lo que los principiosderivados de esos estudios no son descubiertosconstitutivos en los archivos sino aplicadossobre ellos para constituirlos. No se trata deprincipios que podamos asociar a verdadesfundamentales de los archivos, con la conse-cuente sentencia para la archivística de ser laciencia de éstos, sino de principios asociados auna pautación de las acciones prácticas, lo cualle da a la disciplina que los describe un caráctertécnico.

Con la formulación del principio deprocedencia se establece el nacimiento de ladisciplina como autónoma, por cuanto se desligade otras con las que mantenía relaciones desubsidiariedad. Ahora bien, ¿nacimiento de ellacomo disciplina científica?, ¿es el principio de

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procedencia un principio de los archivos, envirtud del cual podemos decir que nos iniciamosen su conocimiento científico?. Es un principioen virtud del cual podemos decir que nosiniciamos en su control sistemático, un principiocon el que dirigirse hacia su tratamiento, y nocon el que el archivo se dirige a sí mismo. Estoes así porque el principio de procedencia, comoprincipio metodológico, no es sustancial alarchivo – si es sustancial a algo lo es a la labordel archivero. Lo que obtenemos con esteprincipio es conocimiento acerca del mejormodo de organizar los archivos con el fin de querefleje la actuación del organismo que loproduce, por tanto un conocimiento adecuadorespecto a su tratamiento y no respecto a sunaturaleza. No es un principio por el quesustancialmente se rija el archivo sino que es unprincipio por el que el archivero ha de regirlo.

Cuando la ciencia formula principios lohace en relación a un fenómeno que se da.Cuando la archivística formula los principios deprocedencia y de respeto al orden original, lohace en relación a una actividad que se ha de dar(y en función a un estado en el que el fondo debe

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estar). En la ciencia, aquellos principios son losque de hecho rigen la naturaleza o comporta-miento de un fenómeno, mientras en archivísticason los que habrán de venir a regir una actua-ción. Unos son principios constitutivos en lanaturaleza de un fenómeno, mientras los otrosson principios metodológicos en la realizaciónde una acción. Cierto es que el fenómeno que seestudia puede ser un comportamiento, unaacción, pero en el caso de la ciencia susprincipios describirían la norma de esa acción –sustantivamente ya dada en la naturaleza delfenómeno “comportamiento”–, mientras que enel caso de la archivística sus principios vienen anormarlos10.

10 Si, en todo caso, nos empeñáramos en adoptareste enfoque y en describir como constitutivo eseprincipio metodológico, esa acción del archiveronormada por el principio de procedencia como algoya dado [no en el ser humano, pues no es sustancial aél, sino en el profesional de archivos], no estaríamossino haciendo – en la medida de lo comparable – unadeontología de la profesión de archivos, o si cabe,una “etología” del archivero.

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En el doble valor concedido al principio deprocedencia [Mar-24] encontramos los siguien-tes contenidos: respeto al origen, y respeto a laestructura y al orden dentro de ella. El primero“consiste en que los archivos o fondos dearchivo de una misma procedencia NO DEBENjamás mezclarse con los de otra procedenciadiferente”. Y el segundo “establece que losdocumentos dentro de cada archivo o fondo dearchivo DEBEN mantener la clasificación y elorden que la propia institución les dio en suorigen” [el destacado es mío]. Pues bien, cuandouna ciencia formula un principio no lo hace entérminos de “deber”. En un principio delmovimiento de los cuerpos como es el principiode inercia formulado por la cinética, se formulaesa cualidad de los cuerpos por la que se resistenal cambio de estado, sea reposo o movimientorectilíneo y uniforme, no dice que los cuerpos“deban” resistirse al cambio de estado. Esto noes una cualidad que deba darse en los cuerpos,sino que es una cualidad sustancial en ellos, quese da, se formule o no se formule. También, porotro lado, cuando se formula, se puede verificaro falsar su adecuación a la realidad, mientras quecuando el principio de procedencia se formula,

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lo que se puede juzgar no es que sea cierto ofalso, sino que sea conveniente o inconvenienteen función del fin que se le asigne al archivo; locierto no es el principio sino su conveniencia deaplicación (lo cual no lo decide la realidad sinoel fin al que sirva); y volviendo a hacer alusiónal tema del método, señalar que lo que el métodocientífico supervisa es la certeza, no la conve-niencia11.

El principio de inercia, en el marco de unarealidad dada, sencillamente es o no es. El

11 A alguien le podría parecer que destierro alconocimiento archivístico del conocimiento cierto porel hecho de atribuir a la ciencia este horizonte y, a lavez, no considerar científico el saber archivístico,pero baste con señalar que si bien la ciencia suponecerteza, no todo lo que supone certeza es ciencia. Quela labor teórica de la archivística no se dé en unmarco científico, no supone que carezca de acierto (yno digamos de uso). Como he venido diciendo, elmétodo científico es un método teórico, un modoentre otros de legitimar el conocimiento obtenidobajo sus principios que no tiene el monopolio de la“certidumbre”. Que una afirmación sea científica noes más que uno de los modos en los que unaafirmación puede ser sostenida.

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principio de procedencia, en cambio, debe o nodebe ser, y esto en el marco del fin prácticoconsiderado. El principio de procedencia sólotiene sentido, tanto en su existencia como en suformulación, en el marco de la finalidad yfunción del archivo, y si el archivo, o esafinalidad sabiamente perfilada con el tiempo y laexperiencia, no se dan, el sentido del principio sepierde. De la existencia del principio de inerciano se cuestiona su sentido, sencillamente es o noes; y si nos preguntamos por el sentido de suformulación, la respuesta la encontraremos en elmarco de la finalidad del conocimiento, de unafinalidad teórica.

Los principios que formulan las cienciasdescriben cómo son las cosas a las que serefieren. El principio de procedencia dicta cómohan de ser organizados los archivos para quereflejen la actuación del órgano que los produce.Aquellos son descriptivos, mientras éste esprescriptivo. Que el principio de procedencia,constitutivo del método adoptado por laarchivística, sea práctico y preceptivo es algoreconocido que no he desvelado yo aquí, pero síhe querido poner en relación los sentidos de

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estos términos en el campo de la ciencia y en laarchivística por cuanto en ello encuentro elmotivo de mi discrepancia.

Al respecto de esto, hacer una mención a ladiferencia aristotélica entre algo que es por“physis”, y algo que es por “tecne”. El principioque hace que una semilla sea árbol está en lanaturaleza (φύσις) de la semilla, mientras que elque hace que un árbol sea mueble está en latécnica (τέχνη) del artesano. No puede ocurrirque una semilla llegue a ser por sí otra cosa queun árbol, pero sí puede ocurrir que un archivo seorganice por materias12. El principio de proce-dencia es un principio externo a la naturaleza delarchivo, es un principio técnico. Y así me atrevoa suponer que lo trata Troché y Zúñiga cuando

12 Y precisamente en esta posibilidad, y en elhecho de que ello dependa del archivero, radica laimportancia de la teorización archivística y sudifusión. Pues la atracción entre los cuerpos nos hace“caer”, sepamos o no sepamos cómo, pero un archivono se gestiona correctamente si no se tiene unaformación que permita reconocer la conveniencia delos principios archivísticos, o para el caso, la incon-veniencia de ordenar un archivo por materias.

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subtitula su obra con la expresión “Arte dearchiveros”13.

Hasta aquí en tanto que principios y leyes.¿Y en tanto que universales? Cruz Mundet diceque para Arad, un autor que considera que setrata de una ciencia en formación, la metodo-logía está “en vías de normalización” [Cru-63],lo cual no es algo a discutir aquí, pero sí queesto sea tomado como consecución hacia sucarácter científico. La normalización no hace a laarchivística una ciencia, como tampoco la nor-malización de la circulación vial hace ciencia de

13 Expresión que entiendo que ha sido mal juzgadapor Martín-Pozuelo cuando, citándola como un modode concebir la archivística como un arte y no comouna ciencia, le reprocha que “siendo así, fácil es su-poner que sea la inspiración el norte del profesionalde archivos”[His-68], y me aventuro a entender queha sido mal juzgada porque creo injusto pensar queTroché estuviera teniendo en cuenta, con tal expre-sión, el arte del artista – conducido por la inspiración– en vez del arte del artesano – guiado por la expe-riencia y el conocimiento técnico. No obstante, estaautora me ha remitido, respecto a este autor que heconfesado no haber leído, a ir en mi lectura más alládel título, cosa que quizá cambie esta apreciación.

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ésta. Claro que se me puede objetar que elcódigo de circulación es algo convencional,competencia de políticas nacionales, mientras araíz de la enunciación del principio de proceden-cia, en términos de Lodolini, “la archivísticaconstituye una ciencia completa en sí, con prin-cipios universalmente válidos” [en Cru-60].Tampoco vengo a discrepar que el principio deprocedencia sea un principio universalmenteválido, pero sí a señalar que es un principiometodológico aplicado, y que su universalidad,como tal, no lo hace científico. Si alguienentiende que los principios archivísticos soncientíficos en tanto son universales – extensiblesa todos los archivos – a la manera como la cien-cia dice que el principio de inercia es universal –extensible a todos los cuerpos –, insisto, entiendelo que podría ser un sofisma por las mismasrazones, y es que los principios que descubrenlas ciencias en las cosas se imponen a la razónteórica, mientras la normalización, y aun unaestandarización universal, es a la inversa: unaimposición de la razón práctica sobre las cosas.

Y aquí un mirador en el camino, pues poética esesta imagen: el mundo imponiéndose a la razón por unlado, y la razón imponiéndose al mundo por el otro.

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Lo que obtenemos a través de un procedi-miento científico es un conocimiento universal-mente cierto acerca de algo que se da conindependencia de que se formule, y no unaacción universalmente conveniente, que seformula con independencia de que se dé, omejor, de que se quiera dar. Nos dice cómo sonlas cosas en la intención de conocerlas, y nocómo han de ser si se persigue un determinadofin práctico sobre ellas. Sería impropio, por nodecir peligroso, que la ciencia viniera a decircómo deben ser las cosas. Y por si a alguien leparece que las ciencias vienen a decir cómo debeser un avión para que vuele, debemos señalarque no vemos que las ciencias den pautas(“paraqués”) sino explicaciones (“porqués”), yque donde vemos que se dan pautas es en lasdisciplinas orientadas a algún fin práctico, comotécnicas, tecnologías e ingenierías. “Científico”es un atributo del conocimiento, “técnico” lo esde la acción, se funde en conocimiento científicoo en otro tipo de conocimiento.

Así pues, respecto al método y los prin-cipios metodológicos archivísticos en relación asu cualidad para otorgar carácter científico a la

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disciplina en la que surgen, decir – que no con-cluir – que un método científico es un métodopara un fin teórico, mientras el archivístico aquímencionado está orientado a un fin práctico; yque los principios que las ciencias describen sonde los que se viene a decir que están en lascosas, no que se aplican a ellas, tratándose eneste ultimo caso de principios técnicos.

EL FIN

No se puede negar que la ciencia tenga unfin, pues es fruto de la voluntad humana, y todaacción de la voluntad posee una finalidad (seateórica o práctica, consciente o inconsciente,mediata o inmediata), pero de ahí a que poseeruna finalidad sea determinante de ciencia haymucho, y de ello algo vamos ahora a contemplar.Veremos que, por la relación conceptual entremedios y fines, el planteamiento va a ser elmismo que se ha dado respecto al método, peroformulado desde el otro extremo.

Arad dice que la finalidad de la archivísticaes “almacenar información y hacerla recuperable

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para su uso” [en Cru-58]. Es esta una finalidadno sólo legítima sino necesaria en relación a laposibilidad de acceso a la “memoria”, y enrelación a la facilidad de su acceso en particular.Pero, ¿es esta una finalidad propia de la ciencia?.

Puede ocurrir que con la finalidad de cons-truir una máquina de vapor se llegue a formularun principio de la termodinámica, pero no porello se puede decir que la termodinámica poseela finalidad de construir máquinas de vapor, o deservir a la sociedad en la construcción de mediosde locomoción. De estas últimas podemos decirque una es una finalidad tecnológica, y la otrauna finalidad social; y el hecho de que en susmedios se sirvan de una disciplina científica, nohace a éstas finalidades científicas, comotampoco éstas hacen que la finalidad de latermodinámica sea tecnológica o social por elhecho de que ésta sea aplicada por aquellas.

Una cosa es la finalidad teórica del estudio,y otra distinta es la finalidad práctica que sepueda derivar o se pueda servir de los resultadosde ese estudio. El fin práctico que se funda en unestudio no requiere necesariamente que ese

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estudio sea científico, y asimismo, que sea cien-tífico el estudio en el que se funda una finalidadpráctica, no hace de esa finalidad científica.

Ciertos contenidos de las ciencias puedenhaber venido a ser descubiertos por un motivopráctico ajeno al mero conocer, pero no es sino“conocer” la finalidad propia de todo estudio. Seestudia para saber, aunque saber sirva o sebusque para otra cosa. Hay pues que distinguir lafinalidad de la ciencia de aquella que podamosdar a esta. Los contenidos de las ciencias puedentener tanto su origen como su aplicación en elcontexto de un fin práctico, pero el fin propio delas ciencias es un fin teórico, lo cual tampoco esel caso de aquel criterio que se nos señala.Almacenar y hacer recuperable no es unafinalidad que pueda plantear la archivística comociencia, sino como técnica.

A este respecto, un planteamiento distintoes el de A. Tanodi. Así como Leesch y MartínPozuelo encontraron que el quid de la cuestiónse hallaba en el ámbito del método, Tanodi,traslada el quid al terreno del fin. “Para él todaciencia debe cumplir tres requisitos: 1. Tener un

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campo específico de investigación, un objeto.2. Tal objeto debe ser investigado con un findeterminado: procurar el conocimiento porcausas, o establecer leyes universales, oinvestigar una verdad. 3. Para lograr su fin, todaciencia debe tener un método propio.” [en Cru-62] La “archivología” para este autor cumple dosde ellos, pero – dice – le falta la parte científica,en el sentido estricto de ciencia, refiriéndose alfin arriba puesto en cursiva14.

14 “Si tomamos la palabra ciencia en le sentidoaristotélico, como el conocimiento por las causas, nopodemos incluir a la archivología entre las ciencias;porque las mismas causas no producen los mismosefectos en la formación y organización de los archi-vos. Tampoco lo es en el sentido positivista, querequiere la legalidad, es decir que la ciencia debe darleyes generales, entendiendo bajo ley la relaciónconstante entre los fenómenos; aunque la archi-vología surge de la experiencia, esta no se basa enleyes constantes, forzosas, sino que como toda acti-vidad humana está regida por la libertad del obrarhumano y por las leyes que dependen de su albedrío.Si consideramos como fin principal de una ciencia labúsqueda de una verdad o realidad, tenemos que laarchivología no considera este aspecto como finprincipal. Podríase eventualmente, aunque impropia-

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Sin embargo – continúa – “posee, a pesar deesto, el fin de saber, de conocer profunda ysistemáticamente todo lo relacionado con laarchivalia y los archivos, de una maneracognoscitiva y práctica” [en Cru-62]. Y aquí,reconocerle a este autor que, como disciplinacon un fin no sólo práctico sino tambiéncognoscitivo, además necesario para encuadrarcon precisión la práctica y la profesión dearchivo, pone al ámbito teórico de la archivísticaque venga a cumplir con este fin, en la antesalade las ciencias.

Desde este planteamiento, pues, hemos deseñalar que lo que podría hacer planteable que laarchivística fuera o no ciencia en relación a susfines sería que expusiese, para este criterio, nosus fines prácticos sino sus fines teóricos:conocer la naturaleza del archivo (y a este

mente, llamar a la archivología ciencia, si nosrestringimos a la etimología de la palabra (scire,saber), en el sentido de que ella nos enseña a ordenarnuestro saber sobre un determinado campo. Amenudo, en el sentido común, se le llama ciencia auna disciplina de esta índole”. [Tan-42]

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enfoque dedicaremos una parte de este trabajo15).Y digo que lo haría planteable porque si bientoda ciencia tiene propiamente un fin teórico, notoda disciplina con un fin teórico es ya por ellociencia.

LA COMUNIDAD ARCHIVÍSTICA

Junto a la consideración de la archivísticacomo ciencia se juzga al profesional de estecampo como un científico, se habla del archiverocomo un profesional científico [Her-42] y hastade una comunidad científica archivística [Mar-19]. Esta característica de que exista unacomunidad de investigadores en la materia esuna de las que en las clases de otras asignaturasha venido a unirse explícitamente con las deposeer un objeto, un método y un fin comocriterios de cientificidad. Sobre la validez de estecuarto criterio me uno a la objeción de quetambién hay una comunidad de astrólogos y queeso no convierte la astrología en ciencia. Aunque

15 Se verá en “La archivística como cienciateórica”.

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también es cierto que no se puede comparar esadisciplina con la archivística en tanto queaquella, si no logra satisfacer su pretensión decientificidad, se convertiría en una disciplinadescartada, como la alquimia, mientras que elconocimiento (teórico y práctico) que aporta laarchivística no perdería su validez si careciera decientificidad16, antes bien creo que ganaría enposicionamiento epistemológico.

El hecho de que una comunidad de expertosen un asunto estén de acuerdo en ciertos prin-cipios relativos a ese asunto no hace de estacomunidad una comunidad de científicos, comono constituyen comunidad científica la comu-nidad de sindicatos socialistas. Sin embargotampoco se acude a este hecho sin motivo, y sibien como comunidad no se puede derivar, sinabusar, el carácter científico de lo que tratan, sípodemos en ello aprehender al menos su

16 “La cuestión de si la archivología es o no es unaciencia, no tiene mayor importancia; y si se le llamadisciplina o ciencia, no cambia su esencia: es unacuestión puramente teórica, sin repercusión en lasolución de sus problemas”. [Tan-43-44]

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profesionalidad, señalando la capacidad de ladisciplina de cubrir una demanda profesional.

El que la profesión de archivos viniera aconstituirse en una profesión independiente,reflejada en “una verdadera fiebre de formaciónprofesional sin precedentes” [His-265] a lo largodel siglo XIX, encuentra su origen en “lanecesidad de hacer útiles las ingentes masasdocumentales” [His-264], y de ahí el crecimientoque en estas épocas experimentó la literatura alrespecto y la elaboración de instrumentos dedescripción. Aquella necesidad impulsó losestudios, la investigación y la normalización, yrequería para el tratamiento de archivos depersonal cualificado y versado en estas nuevasmaterias, debiendo conocer los nuevos con-ceptos, las diversas funciones, y las recientestécnicas surgidas en apoyo de esta labor, comoun médico ha de estar al día de nuevas enfer-medades y de nuevos modos de curar y prevenir.Porras Huidobro, en debate con Troché yZúñiga, mantenía que “el archivero necesita deuna formación teórica además de práctica, y portanto incesantemente leer, como sucede con lasdemás ciencias” [His-69]. La profesión requería

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ahora del conocimiento de “sus principios yreglas sin los que no puede desempeñarse” [His-69]. “Al no conocer la archivología actual, elpersonal puede carecer de los fundamentosreconocidos como valederos y aplicar procedi-mientos anticuados, a veces desfavorables parael buen funcionamiento de los repositorios quedirigen” [Tan-213]. Ahora bien, estando estosconocimientos fundamentalmente dirigidos altratamiento de archivos, se trataba pues dematerias eminentemente técnicas (reflejadas entítulos como “Instrucciones y bases para elarreglo y clasificación de los archivos”). Laabundancia de literatura archivística posibilitabauna cantera de personal especializado, no hayduda, pero especializado para la explotación delarchivo, es decir, capacitado para aplicar proce-dimientos prácticos conducentes a la eficacia, yesto no hace referencia sino a un conocimientode carácter técnico.

La ciencia nos da una visión de la realidadsometida a leyes y principios precisos y preci-sables; esto hace que archiveros y otros profesio-nales, que ven que su labor está sometida a leyesy principios precisos, puedan entender, en

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precipitada analogía, que su labor es científica,pero tal salto es ilegítimo por cuanto en un casose refiere a una realidad normada por propianaturaleza, cuya certeza esta desligada de sufinalidad práctica, y en el otro se refiere a unalabor por normar, cuya precisión se expresaráen términos de eficacia y su eficacia vendrádefinida por el fin al que se dirija, finalidad quesi, por otro lado, es universalmente compartidapor los expertos, no será de extrañar que deriveen una estandarización universal y en acuerdosinternacionales, pero no en una ciencia.

OBSERVACIONES HORIZONTALES: ELHORIZONTE

Mirando en derredor de lo que hasta aquíhemos andado no vemos que se proyecten claroscaminos que lleven a una cientificidad de laarchivística, antes bien hemos creído difumi-narlos mostrando lo que puede ser, desde esteplanteamiento, su distancia. No obstante, elcuestionamiento de los horizontes de cientifi-cidad ha despejado otros a los que ahora, como

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observaciones finales, vamos a dedicar esteapartado.

El primero se encuentra al señalar que sibien los criterios seguidos no permiten concluirun carácter científico, sí han logrado manifestaralgo que se ha de reconocer a la archivística: suentidad e independencia como disciplina, “comouna disciplina con entidad creciente, es decir,como un ámbito específico de las ciencias de ladocumentación” [Cru-45]. “La acreditación desu personalidad [...] ha venido de la mano de lafijación de su objeto, de su método y de unlenguaje propio, aunque éste esté por consolidar”[Her-42]. “La archivística tiene un objeto, un finy un método propios, y en consecuencia sedefine por sí misma y no por referencia conterceros” [Cru-63].17

Su objeto constituye un campo de actuaciónespecífico. La particularidad archivística de los

17 Se ven aquí, y se verán ahora, una yuxtapo-sición de citas con las que no pretendo sustituir midiscurso, sino mostrar las que entran en él.

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elementos que lo conforman (los documentos18)implica que entre ellos hay unas relaciones, unosvínculos que hacen del archivo algo más que unasuma de documentos, “es precisamente aquelvínculo entre los documentos lo que caracterizael archivo y lo especifica [...], una suma dedocumentos no constituyen un archivo” [Lod-151]. Es así que frente a otras disciplinas quetambién dirigen su mirada hacia los documentos,la archivística se dirige a la forma que tomanéstos como conjunto orgánico en virtud de losvínculos que los unen.

18 Entes – permítaseme incluir esta reflexión – conun valor más allá del meramente informativo.Podríamos decir que junto al valor informativoposeen un valor ontológico en la realidad social, entanto que funda estados sociales de las personas y lascosas: Una receta médica no es una receta medica sinel sello y la firma de la autoridad competente; yomismo paso del estado social de bachiller al delicenciado en virtud del documento sobre el que elRey delega el poder de avalar tal estado, tal situación.Un matrimonio, después de la ceremonia religiosa, hade firmar los documentos en ceremonia laica para quea los ojos de la sociedad civil se generen sobre ellosderechos y deberes nuevos, y para que en algún casose contemplen como una sola persona jurídica.

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“Los documentos, elementos integrantes delarchivo, no supondrán [ya] identidad de objetorespecto de la Diplomática y la Paleografía”[Her-31]. Del mismo modo, así como “frente ala universalidad del libro, se opone la territo-rialidad del documento” [Cru-58], ante labiblioteca, el archivo no es tanto un reflejo delconocimiento como el reflejo de una actividad,y, en consecuencia, su tratamiento habrá de seradecuado a esta especificidad.

Su método viene a ser ese tratamientoespecífico, una ordenación que será conforme alorden originario, “es decir, aquel orden que lospapeles tuvieron en el momento de su naci-miento y que refleja el modo de ser y defuncionar de la entidad que los ha producido”[Lod-151]. “Un método archivístico propio,independiente de aquel de las bibliotecas ytécnicas de museos, que es esencialmentecoleccionista, mientras que el archivero debetener en cuenta la organicidad del material y surelación con la entidad productora” [Tan-50]. Elmodo de organizar eficazmente un archivo es,pues, un modo particular de y para los archivos,dentro del cual puede formularse un principio

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propio de la labor archivera, un principio propia-mente archivístico: el principio de procedencia.La archivística, dijo Leesch, “se independizó yconstituyó en disciplina debido a la obra de losarchiveros holandeses Müller, Feith y Fruin, quela separaron de la bibliotecología y museología,fundamentándola en el principio de procedencia”[en Cru-59]. “La formulación del principio deprocedencia constituye la base de la teoríaarchivística moderna, su punto de arranque, elprincipio que le da carta de naturaleza, laindividualiza, diferenciándola de las demásciencias con las que hasta entonces habíamantenido relaciones de subsidiariedad” [His-263]. Así pues, la archivística se muestra,también a este respecto, como una disciplinaindependiente, en tanto se constituye con unmétodo específico para el tratamiento dearchivos, un método propio cuya especificidad, asu vez, se deriva de la especificidad de su objeto:

“El documento de archivo debe reflejar entodo momento el cúmulo de circunstanciasque le dieron vida, hecho que únicamentequeda posibilitado con la aplicación delprincipio de procedencia” [Mar-103].

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También la especificidad de su fin viene aderivarse de la finalidad (función) de su objeto:“Institución” al servicio de otra Institución (loque implicará practicidad de servicio para eladministrador: técnicas de almacenamiento ycriterios de transferencia) y al servicio delpúblico en general (lo que supondrá cognos-cibilidad de utilización para el investigador:técnicas de recuperación y difusión, y políticasde acceso).

Y ante esto encontramos al archivero. “Elbuen funcionamiento de los archivos depende desu personal. Las leyes, reglamentos, decretos,normas, teorías y medios materiales no sonsuficientes por sí solos, o mejor dicho, sonineficaces si no hay personas capaces que lospongan en práctica, que les den vida” [Tan-213].La experiencia de siglos plasmada en la crecien-te literatura archivística, y la ingente masadocumental a la que hoy tenemos que hacerfrente, permiten que la profesión de archivosexija una formación especializada, propia, nosólo por cuanto el completo desempeño de sulabor va a requerir conocimientos administra-tivos, jurídicos, históricos, diplomáticos y paleo-

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gráficos, entre otros, sino también por cuanto esnecesario trasmitir de modo uniforme las expe-riencias diversas y dispersas que hoy se reúnenen la disciplina, con el fin de superar errores y dealentar una proyección internacional. Ya no soncriterios personales, definidos por un individuoque se torna imprescindible y del que habrá queesperar que delegue sus experiencias a otro paracontinuar su labor. Ahora son criterios técnicos,que se imparten como enseñanzas regladas, yque se concretan por las funciones del archivo enel marco de la institución que lo produce.

“Muchos hay –nos dice Briceño—que dancon largura el concepto de ciencia a todas lasdisciplinas que desde antaño lo traen en formaindiscutible, como las del cálculo o matemáticasy las naturales y todas las ramas que parten de sutronco, pero en cambio, lo restringen y lo nieganen el caso de otras que, a pesar de su mocedad,también se lo merecen por el objeto, la orienta-ción, el método y la sistematización de sucontenido” [Bri-21]. Nosotros, como se ha visto,no ponemos en cuestión que la especificidad desu objeto, de su método y de su fin u orientaciónnos conduzca a una archivística como disciplina

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independiente, ni nos cabe duda de que alarchivero que se instruya en ella le aporte lascapacidades de un profesional especializado.Pero así como no precisamos considerar sucientificidad para decantarnos por su entidadcomo disciplina independiente y sistemática,tampoco reconocer su independencia y sistema-ticidad nos va a permitir, desde dichos criterios,despejar su cientificidad.

El otro horizonte se sitúa en lo que serefiere al carácter técnico que ha venido amostrar esta disciplina tanto en la aplicación desus principios como en su formulación teórica.“Es más una disciplina técnica –dice Tanodi—que una ciencia, en el estricto sentido de lapalabra, porque le faltan algunos elementospropios de toda ciencia” [en Cru-60], y porqueposee elementos propios, como se ha despren-dido hasta aquí, de una disciplina técnica.

Un método científico es un modo sistemá-tico de supervisar un conocer; un método técnicoes un modo sistemático de supervisar un hacer.Siguiendo esta línea se puede entrever unhipotético diagnostico de la confusión (o quizá

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argumento, como más adelante lo enfoca-remos19) que motiva una consideración de laarchivística como ciencia, y que ya se hadesprendido en algunos momentos de estetrabajo. Se trata de la correspondencia que sepuede establecer entre el conocer con precisiónde la ciencia y el hacer con precisión de latécnica.

En la introducción que hacíamos al respectodel objeto como criterio, decía que la cienciavuelca su mirada sobre un objeto de estudio, ysin perjudicar lo que tras esto se acomodabapodemos ahora observar lo siguiente: Cuando senos dice que la archivística “es ciencia porcuanto posee un objeto” [Cru-64], no seespecifica que sea objeto de estudio, aunque sesobreentiende que no sólo es objeto de estudiosino que también el archivo se presta yprincipalmente se presenta para la archivísticacomo objeto de tratamiento. Es en ese trata-miento donde la cientificidad se me presenta máscrítica, y donde sin embargo se han movido los

19 Se verá en “La archivística como cienciapráctica”.

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argumentos que pretenden justificar el hecho deque se considere como científico. Esto puededeberse a que este tratamiento presenta ciertascorrespondencias con la investigación científicaen la medida en que este tratamiento manifiestauna imagen de ciencia, una “cientificidad”. Meexplico.

La ciencia se dirige a un objeto de suestudio a través de un método de estudio. Laarchivística se dirige a un objeto de tratamiento através de un método de tratamiento. Ambosmétodos son un conjunto de normas y principiosque vienen a regir aquel estudio y aquel trata-miento respectivamente de un modo sistemático,y cuya eficacia se ha comprobado en el hecho deque los resultados obtenidos a través de ellosresponden a las expectativas puestas sobreellos20. Uno constituye un modo sistemático de

20 “El archivero organiza la documentación de unaentidad de acuerdo con los principios de respeto a laprocedencia de los fondos y del orden original, por-que la experiencia ha demostrado que es el métodomejor y más fiable para dotar al conjunto de unaestructura estable en el tiempo. Esto, en la medida enque funciona, es algo inamovible”. [Cru-69]

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dirigirse al conocimiento preciso respecto a unfenómeno; el otro, un modo sistemático dedirigirse a la acción eficaz respecto a un finpráctico21. La ciencia se percibe como un estudiosistemático sujeto a normas y principios deinvestigación, dirigido al conocimiento precisode algo; y la archivística aparece como untratamiento sistemático sujeto a normas yprincipios de actuación dirigido a la organi-zación, conservación y recuperación precisa desus fondos. “A pesar de ser una disciplinapráctica – nos dice Tanodi –, se han desarrolladoprincipios y conceptos generales que hacen de laarchivología una disciplina metódica y siste-mática” [Tan-213]. Esto hace que el tratamiento,en este sentido, se vea contagiado de una“cientificidad”, conduciendo a expresiones como“tratamiento científico de la información”.

Cuando este tratamiento sistemático de lainformación tenga como objetivo el generarconocimiento adecuado a los hechos, podremosplantearnos su orientación científica como método

21 “Las acciones técnicas son la forma más valiosade intervenir o modificar la realidad para adaptarla alos deseos y necesidades humanas”. [Qui-29]

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teórico. Sin embargo, si la sistematicidad está enfunción de un fin práctico, como sea la recupe-rabilidad o cualquier forma de servicio, aunqueéste fuera al conocimiento22, estaremos ante unmétodo práctico de cuya cientificidad sólopodremos hablar metafóricamente.

Dicho esto, desde aquí podemos decir quela archivística es una disciplina técnica indepen-diente, pero no una ciencia.

22 Lo que lleva a distinguir entre hacer ciencia ycontribuir a ella.

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OTRO PLANTEAMIENTO

ícito creemos que ha sido comenzareste manifiesto de crítica en torno a lacientificidad de la archivística comen-tando, desde un punto de vista que, si

bien no puedo defender como solidamenteacabado, sí al menos como inicialmente razona-ble, algunos de los argumentos más destacados ysegún los criterios de cientificidad expuestos porCruz Mundet en su “Manual de archivística”.

No obstante, debemos aquí señalar, por unlado, que hay otros puntos de vista más elabora-dos que el que aquí adopto desde los que enfocaresta cuestión, otros tribunales más formados que

L

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yo en la “cientificidad” ante los que poner aprueba la calidad científica de esta disciplina23; ypor otro lado, que también hay otros aspectos dela archivística en tanto disciplina (ciencia y/otécnica) desde los que abordar el asunto que, noestando entre aquellos criterios, estarían aun porcomentar. Será echar un vistazo a alguno deestos otros aspectos con los que me he cruzado,y que se han quedado en el tintero, la causa deeste alternativo apartado.

Sólo adelantar que aquí los aspectos aconsiderar no seguirán siendo de los que ponen ami sentido común en sentido opuesto a unacientificidad de la archivística, sino de aquellosque en esta lenta digestión sí han venido ahacerla planteable. Vamos a comentar aquí,

23 Extendernos en ellos de una manera que no losdeshonre sería una labor titánica que escapa a losmarcos de este ensayo, y no digamos a los de midisponibilidad actual; no obstante, existen obras queexponen esta temática en muchas formas y a las quepodremos acudir con el fin de dar cuerpo a unamirada más crítica sobre este asunto. Una selecciónde estas obras tiene reservado el apéndice, y como unguiño a lo que podría ser queda como apéndice raso.

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pues, no ya otros puntos que se hayan presentadocomo impropios de lo que entendemos porciencia, sino aquellos otros planteamientos yargumentos que han venido a reivindicarse en eltranscurso de esta reflexión, y que vienen aexplorar caminos abiertos a favor de la cuestión,por cuanto muestran la archivística no comociencia en un sentido estricto, pero sí comociencia en un sentido especial.

LA ARCHIVÍSTICA COMO CIENCIATEÓRICA: UN SABER

Hasta ahora hemos venido cuestionando lacientificidad de la archivística mirada desde sulado práctico (tanto en su ejecución profesionalcomo en la formulación teórica de los elementosy principios relativos a esta labor) en tanto senos ha señalado esa cientificidad principalmentede este lado; y se ha visto que si en algúnaspecto se puede plantear esta cualidad es en elpuramente teórico: no mirando ya el archivocomo objeto de un fin práctico, sino tan sólocomo objeto, un objeto de estudio.

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La investigación y normalización de losprincipios e instrumentos técnicos que desarrollaesta disciplina para el perfeccionamiento deltratamiento de archivos no excluye sino queantes bien hace depender su eficacia de unestudio previo de esa realidad que pretendepotenciar, una comprensión de su naturaleza yde sus peculiaridades globales y elementales,generales y particulares, así como la ingenieríanaval precisa de una comprensión de losprincipios hidrodinámicos en general y de unconocimiento particular de las condicionesmarítimas y fluviales en las que sus ingenioshabrán de desenvolverse.

A esta dimensión responde la investigaciónteórica e histórica dirigida al conocimiento deesa realidad social que es el archivo. Aquípodemos distinguir dos enfoques, uno pano-rámico y el otro más concreto: el que se refiere ala investigación del fenómeno archivo engeneral, y el que se refiere a la investigación quehabrá de resolver el archivero respecto a suarchivo en particular.

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El teórico de archivos ante el archivo en general

Si estudiar la naturaleza del archivo esescudriñar en su razón de ser y en su modo deser, este estudio estará dirigido, de un lado, alorigen del archivo, a su entificación como fenó-meno, a las circunstancias históricas, sociales yculturales que llevan a su existencia y a suevolución, etc.; y de otro, a cuál ha sido esaefectiva evolución, a los elementos que locomponen y las relaciones entre ellos, a ladefinición de sus características y funcionesgenerales, a la clasificación de los tipos dearchivo según sus características y funcionesparticulares, a su relación con el poder comofactor político, con las instituciones comodivisión logística, y con los investigadores comofuente documental, etc.

Constituye este estudio una investigaciónteórica e histórica respecto a todo lo relativo alarchivo como fenómeno social y documentaldado: características, tipologías, consecuenciasde su existencia, causas eficientes o históricas einstitucionales, causas finales o funciones insti-tucionales y sociales.

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No hablamos aquí de una teorizacióntécnica dirigida a la explotación del archivo, sinode conocimiento puramente teórico relativo auna realidad social y a un fenómeno documental,conocimiento que va a poner al archivero ante suuniverso profesional, y que le va a permitirencuadrar la especificidad, sentido e importanciade su labor. 24

24 Para ayudarnos a manipular la diferencia de esteestudio puramente teórico frente a aquella formula-ción teórica relativa a su dimensión técnica, vamosa proponer, en los limites de este ensayo, yaprovechando una equivocidad en la tradiciónarchivera, distinguir entre una “archivística” y una“archivología” en el siguiente sentido: si lo querealizamos es una investigación teórica e históricadirigida al conocimiento hondo de esa realidad socialque es el archivo, lo que se está haciendo es unaarchivología; mientras que cuando se obra unainvestigación teórico-técnica dirigida a la explotacióneficaz de ese instrumento social que es el archivo, seestá haciendo archivística. De este modo podremosdiferenciar y no confundir entre la formulaciónteórica relativa al conocimiento de su realidad comoobjeto de un fin puramente teórico, y la relativa alconocimiento de su mejor explotación como objetode un fin práctico.

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El profesional de archivos ante un archivo enparticular

Así como el “archivólogo” escudriña en elmarco histórico-cultural el fenómeno que es elarchivo en general, el archivero ante su archivose debe convertir, de inicio, en un archivólogoque escudriñe el fenómeno que ese particulardepósito es en el marco institucional del quebrota y al que sirve. Debe conocer ese archivo enconcreto, sus características, sus causas eficien-tes y las proporciones en que se muestran cadauna de éstas, sus causas finales (sus funciones),sus partes y la relación entre ellas y las delconjunto con el conjunto y con las partes de lainstitución, y por tanto tendrá que conocer esaentidad, sus fines, su estructura, su modo defuncionar.

En este enfoque concreto de investigaciónvamos a desglosar y a ver más de cerca dosestudios íntimamente relacionados: el de laproducción del archivo en relación a la actua-ción de la institución, y el de la instituciónproductora en relación al objetivo de reflejarlaen el archivo.

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Estudio de la producción documental

Objeto de investigación del archivero seráel modo originario en que se han generado losdocumentos, y con ellos el archivo. “La archi-vística no estudia a los documentos, sino suconjunto y las relaciones [...] que entre ellosmedian” [Lod-202]. No siendo esta una meracolección de papeles, sino piezas en el engranajede un movimiento, pinceladas del retrato de unaactuación, no cabe yuxtaponerlos de cualquiermanera, sino que “el documento de archivo debeen todo momento reflejar el cúmulo decircunstancias que le dieron vida. Hecho queúnicamente queda posibilitado con la aplicacióndel principio de procedencia” [Mar-103]. Ypuesto que el principio de procedencia consisteen un principio de respeto, el archivero tendráque saber, antes de aplicarlo, qué se ha derespetar. Nos referimos, pues, a aquel naturalproducirse de la documentación, a aquel ordenoriginario.

“El archivo es un conjunto, un complejo,una totalidad de documentos producidos enel curso de una actividad práctica, jurídica,administrativa y como consecuencia del

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desarrollo de aquella actividad, producidosnaturalmente, espontáneamente, dispuestos,de origen, de una manera que reflejadirectamente, inmediatamente, aquellaactividad […] Un archivo, pues, tiene queser reordenado y no simplemente ordenado.Los papeles tienen que ser reconducidos alorden originario” [Lod-151 y 161].

Por tanto será la naturaleza y característicasde una producción documental espontánea loque el archivero tendrá que estudiar para conocerese orden natural que vendrá a determinar losprocedimientos prácticos.

Antonia Heredia, al hablarnos de la organi-zación del archivo, nos dice: “Cuando hablamosde operaciones estamos contando ya con laparticipación y presencia del archivero; ahorabien, no olvidemos que natural y teóricamentetanto el lugar de producción de los documentos ysu secuencia son algo en lo que no intervieneaquel, que habrá de limitarse a respetarlos. Peroa la hora de la práctica serán operacionesnecesarias para rehacer aquella situacióndeshecha. Hay una clasificación natural y otraaplicada: los documentos de archivo nacen

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clasificados al quedar vinculados en primer lugara una institución, y en segundo lugar al quedaradscritos a una dependencia o división de lamisma, testimoniando su actividad. La aplicadaes la que ha de practicar el archivero observandodicha situación” [Her-253].

A este respecto hacer una observación: a laluz de la distinción “clasificación natural,clasificación aplicada” podemos desvelaruna doble dimensión del principio deprocedencia. Si este principio se presen-taba respecto a la labor del archivero comoprincipio metodológico, ahora, respecto aaquella clasificación natural, respecto aaquel fluir espontáneo, se puede presentarcomo principio constitutivo, no ya delarchivo constituido artificialmente envirtud de una aplicación técnica, sino deese pre-archivo que antes de ningunaaplicación sobre él se constituye natural-mente en las oficinas y se apila bajoescaleras huecas [esto último es un decir],de ese fenómeno documental de génesisespontánea de documentos encadenadosbajo una sucesión lógica y una clasifi-cación orgánica derivada de la estructura,

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competencias y actividad de la entidad quelo causa. Aquí pues, apuntar que así comodecíamos que como principio metodo-lógico prescriptor (clasificación aplicada)el principio de procedencia ni es sustancialal archivo ni se puede encuadrar más queen una técnica de tratamiento documentalespecifico de archivos, asimismo, formu-lado éste como principio constitutivo(clasificación natural), se presenta comosustancial al pre-archivo, y se entiendecomo un principio descriptor de ese fenó-meno institucional, no diremos mecánicopero sí espontáneo, que es la produccióndocumental de esa entidad en el ejerciciode su actividad. 25

25 Sobre aquella distinción que hicimos entrearchivología y archivística podemos ahora hablar deun principio de procedencia archivológico, que nosdice que el pre-archivo se genera en secciones ysecuencia determinadas por la estructura de laorganización y la lógica de su actividad, frente a unprincipio de procedencia archivístico, que nos insta,sobre la base de aquel principio archivológico, a queel archivo se construya respetando la procedencia y elorden en el que se generó. Uno es un principiorelativo al archivo como objeto de estudio, y el otro

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Estudio de la entidad productora

Otra base puramente teórica que deberáforjar el archivero para fundar su labor, es elconocimiento de la institución en la que sirve yde su actuación, y por tanto de su estructura,organización, funcionamiento, procedimientos yvariaciones, de modo que pueda construir suarchivo en el reflejo de aquella, dando a conoceresa actuación. El archivero debe acabar porconocer el modo de actuar de la institución demodo que a través del archivo a su cargo puedaacabar por ofrecer una imagen de aquella.

Aquí hemos de abrir un paréntesis paracomentar algo acerca de lo que en la disciplinase ha entendido por “reflejar la institución”.Según Lodolini, el principio de procedencia (ométodo storico) refleja la institución en elsentido de que “refleja su historia en concreto yno cómo hubiera tenido que ser” [Lod-202],de tal modo que los errores cometidos en ladisposición de los papeles, en tanto la entidad

un principio relativo al archivo como objeto detratamiento. Curioso, ¿verdad?

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funcionó conforme a esa disposición, formanparte de la historia de la entidad y han derespetarse. En cambio Brenneke “sostiene laoportunidad de ordenar los papeles no según elProvenienzprinzip [...], sino según un freieProvenienzprinzip. Es decir, si es verdad que elarchivo refleja la institución que lo ha produ-cido, según el conocido slogan archivístico, estodebería ocurrir, según Brenneke, no como lainstitución efectivamente era sino como habríadebido ser” [Lod-192]. Frente a ambas posturasla diferencia es clara, pero queremos aquí llamarla atención sobre un aspecto que tienen encomún. Es cierto que son formulaciones delprincipio de procedencia que entran en discre-pancia, pero ambas vienen a reflejar, cada unadesde un punto de vista, la actividad de lainstitución. Ambas están en función de unmodelo dado, encontrado en la instituciónmisma, frente a otros modos que vienen a emularmodelos arbitrarios, desligados de la lógica –seaefectiva o normativa—de la actuación de la queel archivo está en función. Dentro de ese respetoa la institución misma, una formulación lomuestra por la actuación de facto y la otra por laactuación de iure; de un modo se representará el

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procedimiento efectivo y del otro el procedi-miento normativo; un modo derivado delconcepto de archivo como reflejo histórico de laactuación de la institución, y el otro derivado delconcepto de archivo como reflejo funcional deesa institución y su actuación. [Una de ellas sealeja de los hechos y comete una “falsedadhistórica”, pero la otra no manifiesta los lugaresen los que se produjo una incorrección fun-cional; de aquí, quizá la conveniencia de unmétodo que combine ambos enfoques]. Vistoesto, podemos seguir.

Reconstruir el orden originario26 se presentacomo un modo de ordenación “que refleja elmodo de ser y funcionar de la institución que leha dado existencia, sobre la base de las compe-tencias, de la organización, de la estructura, delos procedimientos, de la institución misma”[Lod-161]. De aquí que Lodolini, frente a otrosmétodos de ordenación (cronológico, alfabético,geográfico, decimal, por materias), señale el

26 Sea históricamente mediante el “métodohistórico” que plantea Lodolini, o sea funcionalmentemediante el “libre principio de procedencia” queenuncia Brenneke.

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carácter objetivo del método archivístico:“Aquellos métodos, o mejor, aquellos preten-didos métodos, de ordenación son métodossubjetivos, que dependen de la voluntad delordenador [...]. La reconstrucción del ordenoriginario, por el contrario, tiene carácterobjetivo; quienquiera que sea el archivero que loaplica a un determinado archivo o fondo, elresultado es el mismo” [Lod-152] 27. La disposi-ción archivística es una disposición que respetaun modelo dado por la institución misma, portanto una disposición objetiva. El investigadorque llegue al archivo encontrará, en la disposi-ción de éste, el modo de ser y funcionar [–defacto o de iure—] de la entidad que lo ha

27 “El archivero debe conservar imparcialmentetodo documento, sin tener en cuenta el mayor omenor presunto interés. En efecto, la función delarchivero es la de ser el servidor de la verdad, de laverdad sin adjetivos, no de la verdad que podríagustar a determinadas personas o servir a las tesis detal escuela. […] Construir archivos ideológicamentecalificados […] no es otra cosa que un retorno a losficticios ordenamientos por materias que tanto dañoacarrearon a la lógica y recta conservación de lospapeles”. [Lod-27 y ss.]

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producido. De que esto sea así, para la propiaentidad y para el investigador, ya se habrápre-ocupado el archivero.

Y hacer a este respecto otra observación: ladisposición de los documentos en el archivo,en la medida en que refleja la actividad dela entidad, supone un modo objetivo derepresentar esa actividad y esa entidad.En tanto el modo archivístico de ordenar elfondo resulta un modo [histórico o funcio-nal] de reflejar el funcionamiento de laentidad, tal modo de ordenar viene a mostraraquel modo de actuar, haciendo del métodoarchivístico un método, no vamos a decircon un fin teórico, pero sí con un resultado oefecto teórico: refleja la institución. Asícomo decíamos que como método prácticosupervisa la actuación del archivero sobre elarchivo, como “método teórico” supervisa elcorrecto reflejo de la actuación de la entidad.Si un método teórico sistematiza el conoci-miento para que refleje la naturaleza de lascosas, el método archivístico, como métodoteórico, sistematiza los documentos para quereflejen la actuación del organismo que loproduce. No obstante, es este el lugar en el

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que cabe preguntarnos en qué medida elmétodo archivístico, como método teórico,sirve al estudio del archivo y no, más bien, alde la institución; en qué medida constituyeuna herramienta para el teórico de archivos yno, más bien, para los investigadores deotras ramas (históricas, económicas, socia-les) que directa o indirectamente centran suinvestigación en torno a las instituciones engeneral o a una institución en concreto; odicho de otro modo, en qué medida elmétodo archivístico es parte de un métodode investigación más propio del conoci-miento teórico-histórico de las institucionesy sus actuaciones, que del conocimientoteórico-histórico de los archivos, en tantoviene a ser una herramienta teórica para elestudio de aquellas, mientras en relación alos archivos es una herramienta técnica parala ordenación. Tal es así que, si en algúncampo constituye un método teórico, no loserá para una archivología sino para lo quepodríamos llamar una “institucionología” [osencillamente para la historiografía, comoveremos más adelante 28].

28 Se verá en “El archivo como fuente”.

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Llegados aquí, de estos dos estudioscomentar que la íntima relación en la quedecíamos que están, viene de la íntima implica-ción que hay entre ellos: de un lado se ha deconocer el funcionamiento de la entidad, del quederiva su producción documental, para ordenaresta producción; y de otro lado hay que ordenaresa producción documental para que refleje eseconocimiento sobre la actividad de la entidad.

“Podría paradójicamente afirmarse quepara disponer de los elementos necesariospara proceder a la ordenación de un archivoes necesario haber ordenado ya aquelmismo archivo: círculo vicioso que serompe sólo con el paciente e inteligentetrabajo del archivero” [Lod-161].

Visto esto, ya no nos queda sino señalar laconclusión para la que se ha expuesto lo dicho:que la parte puramente teórica de la inves-tigación archivera cae en el ámbito de losestudios puramente teóricos de carácter social,histórico y documental. Vemos que el archivono es sólo un objeto de tratamiento y unaherramienta social e institucional, sino tambiénun objeto de estudio, e incluso de reflexión

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social29, con unos aspectos históricos, sociales ydocumentales. Y vemos que el archivero no selimita a aplicar y a dejarse aconsejar por prin-cipios prácticos, sino que también ha de realizarestudios teóricos sobre los que asentar su labor,y que son lo que podemos llamar “el saberteórico del archivero”. En qué medida estossaberes sean saberes científicos vamos a dejarloa juicio del lector. Pero nosotros en este apartadovamos a mostrar una posible posición.

No podemos decir que el grado de cienti-ficidad de estas investigaciones y de sus resul-tados sean evidentes. Sin embargo, debemosreconocer que, si consideramos que ciencia esun conocimiento de algo que nos lleva a unentendimiento hondo (sea causal, funcional ohistórico) de ese algo, lo que hemos presentadocomo estudios teóricos en torno al archivo engeneral y en particular, se presta en susresultados a participar de esa “ciencia”, porcuanto nos reporta ese entendimiento hondo dela realidad social y documental que es el archivo.

29 Como puede verse, por ejemplo, en la obra deAlberch y Fugueras “¡Archívese!: los documentos delpoder, el poder de los documentos”.

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La investigación causal-funcional, en tantoresponde con causas y funciones sociales (porcontra con las que consideramos naturales30), caeen el ámbito de las que también llamamos“ciencias sociales”. Y la investigación causal-funcional, en tanto responde con causas yfunciones documentales, cae en el ámbito de las“ciencias documentales”.

LA ARCHIVÍSTICA COMO CIENCIAPRÁCTICA: UN SABER HACER

Encabeza esta reflexión un argumento deGüemes y Willame que reza así: “Aunque laarchivología no es, como las matemáticas, unaciencia exacta, porque no se funda en elconocimiento y sabiduría de las cosas porprincipios ciertos, lo es como la Jurisprudencia yla Medicina, que no siendo tampoco ciencias enaquel sentido, por carecer de certidumbre de

30 Y esto me lleva a proponer una incomposturalingüística (o no, según se mire): en este sentido, envez de hablar de la naturaleza del fenómeno archivo,podríamos hablar de la “socialeza” del fenómenoarchivo.

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principios, son, sin embargo, capaces dedemostrar lógicamente la verdad de los que seestablecen, y en este sentido es la archivologíauna ciencia de aplicación, cuyas reglas dan enla práctica ventajosos resultados, cuando seemplean acertada y oportunamente” [Güe-8].

Aquí nos encontramos con la presentaciónde disciplinas prácticas (técnicas) como “cien-cias de aplicación”, y he de confesar que estaexpresión no es de las que han llenado mi lecturade sospecha, sino, antes bien, de esas ante lasque compruebo que ya estamos inmunizados –sise puede decir así— al haber oído tanto hablarde ciencias médicas y ciencias jurídicas, eincluso de ciencias de la educación.

Viene a colación ahora lo de que sólo en suaspecto teórico sería planteable la cientificidadde la archivística, pues aquí estoy empezando aplantearla por lo que se refiere a su aspectopráctico. Yo mismo estoy sorprendido de vermeen la tesitura de hablar de ciencias prácticas trastodo cuanto he dicho, pero siendo honesto con lainicial declaración de intención de fundar mispasos sobre un concepto digamos “popular” de

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ciencia, y siendo este el apartado en el quedejamos paso a un concepto de ciencia en unsentido especial, he de dar cabida a esta idea de“ciencia práctica”. No obstante no lo haremosdogmáticamente, y es por eso que aquí vamos aindagar acerca de la condición de posibilidad detal hecho. Para ello tendremos que añadir algunamatización que exponemos ahora.

No vemos que esas ciencias de aplicacióndemuestren la verdad de los principios queestablecen –como nos dice el texto—, sino que,en tanto éstos son principios prácticos, en tantoson principios para aplicarlos en el marco de unafinalidad (sea la salud, el control social, laeducación, o el servicio documental), lo que sepuede demostrar de esos principios es la conve-niencia de su aplicación respecto al fin al quesirvan; y si acaso se demuestra la verdad de algo,lo es no de la afirmación de esos principios esta-blecidos, sino de la afirmación de que empleartales principios acertada y oportunamente dan enla práctica ventajosos resultados. Es así, que loque sus disciplinas demuestran no es unaadecuación entre una afirmación y la realidad ala que se refiere (verdad), sino una adecuación

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entre unos medios y los fines a los que pretendenservir (eficacia) 31. No podemos decir, por tanto,que constituyan una aportación de un conoci-miento verdadero (teórico), pero si consisten enuna aportación de un conocimiento eficiente(práctico).

La archivística, como conocimiento eficien-te (y a este respecto, aquí sí, emergente) para eltratamiento de archivos se presenta como unsaber hacer, que no viene de una habilidadespontánea sino de un detenido estudio y de unametódica práctica que tienen como resultadoaquello que podemos señalar como “el saberpráctico del archivero”.

Desde aquí, y más allá, pues, de una restric-ción a lo puramente teórico, si entendemos porciencia un cuerpo de doctrina que nos aporta unconocimiento fundado, sea de las cosas respectoa lo que son, sea de los medios respecto a losfines para los que son, la archivística, ahora ensu aspecto técnico, se presenta como una ciencia

31 Aquí lo preestablecido no es la cosa estudiada ysu naturaleza, sino el fin perseguido, desde el que separte y se juzga la adecuación medios-fin.

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práctica por cuanto aporta un conocimiento delos medios adecuados al fin del archivo, fundadoen una racionalidad medios-fines y en unaexperimentación que hunde sus raíces en suhistoria.

La archivística por tanto, como conoci-miento sistemático relativo al tratamiento dearchivos, se halla en el ámbito de lo que pode-mos llamar “ciencias prácticas”, entre las que seencuentran, como se ha citado, las ciencias de lasalud. En nuestro caso nos debemos situar en elámbito de las llamadas ciencias de la docu-mentación por cuanto, así como el fin de lamedicina es curar, el fin de la archivística esdocumentar (tanto en su aspecto “input”[conservar y custodiar] como en su aspecto“output” [recuperar y difundir]).

OBSERVACIONES VERTICALES: ELVÉRTICE

El rigor en la profesión de archivos dependedel rigor en el que el archivero funde su juicio ysu labor, es decir, de un profundo conocimiento

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teórico y de un eficiente conocimiento técnico.A este saber y saber hacer, a este conjunto deconocimientos relativos al archivo y a sutratamiento especifico, es a lo que podemosllamar la “ciencia del archivero”.

Sin embargo, alejándome ya de las cumbresde este capítulo, no me hace esto tanto reco-nocer la cientificidad de la archivística, cuantoplantearme la cientificidad de las ciencias socia-les, históricas, médicas, jurídicas, pedagógicas,documentales. Para ello tendría que fundarme enun concepto de ciencia más estricto que elderivado del termino medieval “scientia”, delque también se derivan expresiones como“ciencias del Hombre”, “ciencia del zapatero” o“ciencia del humorista”. Ello no seria con el finde robarle al tiempo y a la espontaneidadhumana el uso de ese termino y su sentidofilológico, que enriquece nuestro lenguaje, sinocon el fin de despejar su sentido filosófico –si seme permite decirlo así—, es decir, de delimitarlos rasgos diferenciadores de los muchos modosde “scientia” que genera el ser humano, y que,por la subsunción de todos ellos en el mismo

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vocablo, hace de esta pieza de nuestro lenguajeuna fuente de potencial confusión.

Sin más, decir que el hecho de que seescogiera la voz “ciencia” para subsumir losrasgos de las ciencias en aquel sentido estricto, ya los otros modos de ciencia se les diera otra, nosería, en principio, más que cuestión de nombre,no de rango. Aunque también, como de hechosucede, puede llamarse “ciencia” al genero delconocimiento, y a sus especies llamarlas“ciencias x” y “ciencias z” (de la naturaleza, delhombre, teóricas, prácticas, puras, técnicas,exactas, especulativas…). En cualquier casotendríamos que especificar las características ylimitaciones epistemológicas para cada una,empresa que nos llevaría mucho más tiempo delque para la realización de este somero trabajo yaestoy teniendo que robarle al cumplimiento deobjetivos más mundanos.

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POSTRIMERÍAS

ondeados los modos alternativos en losque nos hemos planteado la cuestión dela cientificidad de la archivística, losdos posicionamientos ante la cuestión

que nos ha permitido (o quizá nos haya estadoviciando) un concepto de ciencia que se usa envarios sentidos o se dice de muchas maneras,aquí podemos tomar por concluida la exposiciónprincipal, dejando así que repose lo comentado,y quedando una síntesis a espera de nuevasconcepciones, sea respecto al concepto dearchivística o al de ciencia, sea tanto por lo queaun yo no sé de ellos como por lo que todavía deellos no se ha dicho y queda por saber.

F

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Restan, empero, algunas reflexiones adicio-nales que me han surgido en torno a las formasen las que podemos entender las relaciones entrela archivística y las ciencias.

DE LAS FUENTES DE LA ARCHIVÍSTICA[Ciencias para la archivística]

Cuando el archivero entra en relación con elarchivo, no es para contemplarlo, mirarlo yadmirarlo (aunque pueda ser ésta una conse-cuencia), sino para tratar con él, paraestablecerlo, componerlo, estructurarlo, dirigirlo.Y el éxito de este tratamiento depende no sólo dela voluntad y otras virtudes, sino también, y engran medida, de los conocimientos que se poseaacerca de ese objeto sobre el que actuamos,acerca de los medios con los que servirnos en esaactuación, y acerca de los objetivos para los quese actúa.

El archivero ante el archivo y su labor,como el pedagogo ante los discentes y ladocencia, se procura el conocimiento de lasclaves conforme a las que tratar su archivo para

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conducirlo rectamente hacia su realización. Paraello tendrá que fundarse, por un lado, en unaconcepción del archivo [temo decir filosófica,diremos archivística] que defina la forma de su“perfección”; y por otro, en un conocimiento deesa realidad y de los medios con los que cuentapara tratarla. En definitiva se trata de saber haciadónde, desde dónde, y con qué.

Ese fundamento, en virtud del cualestaremos en disposición de teorizar sobre elmejor modo de potenciar la realidad del archivo,consiste pues en una reflexión y en un estudioacerca de esa realidad.

Por un lado, la reflexión viene a darse entorno a lo que concibamos que el archivo sea enpotencia, a lo que pretendamos que el archivollegue a ser en acto. Para un médico que tengaposibilidad de tratar a un paciente (que no estédesahuciado, quiero decir), ese paciente es enpotencia un cuerpo en el estado de salud, y elreto de curar o prevenir dependerá de lo queentienda por “salud”. Asimismo, los principiosde tratamiento por los que habrá de guiarse elarchivero sólo podrán ser justificados en su con-veniencia o inconveniencia (véase que no por

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su verdad o falsedad) desde ese concepto que setenga del archivo, desde lo que se entienda quees su función. Es este el horizonte desde el queteorizar las mejores y más convenientes técnicasde tratamiento, modelo al que adecuar y desde elque juzgar ese grado de adecuación de losprincipios prácticos más eficaces para llegar aese objetivo o para mantenerlo a la altura de lascircunstancias.

Y por otro lado, el estudio previo hacereferencia a la necesidad de comprender yconsiderar en todas sus formas (al menos lasrelevantes a la labor) esa realidad que es elarchivo. Se trata pues de conocer esa realidad ensus varias dimensiones: en tanto que conjunto yfuente documental esos conocimientos vendríande una “archivología”; en tanto que papel y otrossoportes físicos entrarían conocimientos dequímica; en tanto que material condicionado porfactores ambientales se tratará de conocimientosfísicos y biológicos; en tanto que edificioimplica unos conocimientos arquitectónicos; entanto que pruebas documentales nos conduciríana conocimientos jurídicos; en tanto productosdocumentales, conocimientos administrativos;en tanto que información almacenable y recu-

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perable por medios digitales serian conoci-mientos informáticos, etc. Conocimientos, pues,tanto del archivo en tanto es archivo, como delarchivo en tanto es otras cosas, y que encon-tramos en otros campos que convergen en estenuestro asunto32.

Si aquel concepto de archivo definía lasituación en la que pretendemos estar, a la quequeremos llegar, serán estos conocimientosrelativos a los varios aspectos de los archivos losque vendrán a definir la situación de la que setiene que partir; serán los fundamentos teóricos ylos recursos materiales y tecnológicos desde losque teorizar acerca de los distintos tipos detratamiento en los que se dividirán las distintaslabores de archivo, y de los más pertinentesmedios técnicos con los que contar.

32 Hablamos de una bio-química aplicada a laconservación física de los documentos de archivo, deuna jurisprudencia aplicada a los plazos de conser-vación y custodia de estos documentos, de unaarquitectura aplicada a edificios de archivo, infor-mática aplicada a almacenamiento y recuperacióndigital, derecho y política aplicados a la constitucióny acceso a archivos, etc.

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Así pues, desde aquella concepción dearchivo y desde estas bases teóricas, normativasy técnicas, la archivística levanta su teorizaciónacerca de cuál es el mejor modo de afrontar larelación activa con un archivo en todas susdimensiones, y de cómo hacerlo en relación a lascondiciones y a los recursos. Podemos ver quela archivística, constituida en el conjunto deconocimientos relevantes para el cumplimientode su objetivo (el tratamiento de archivos), sesirve de conocimientos y técnicas de otroscampos que convergen en él. Y hemos de señalarque la cientificidad de alguna de estas fuentes delas que la archivística bebe no implica lacientificidad de la archivística, en tanto éstavendrá a darse por la cientificidad de losconocimientos que ella produzca, y no por la delos conocimientos que ella usa.

Así como el médico ha de poseer un cono-cimiento del cuerpo para curarlo, el archivero hade poseer un conocimiento del archivo paragestionarlo. Pero obsérvese que, aunque pode-mos entender que la medicina es el conjunto deconocimientos relativos al cuerpo y las enfer-medades y a su tratamiento curativo-preventivo,

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lo que es propio de esta disciplina es lo relativoal tratamiento, pues lo relativo al cuerpo y susenfermedades constituyen otras disciplinas(fisiología y patología) que auxilian a aquella33.Del mismo modo, lo propiamente archivístico eslo relativo al tratamiento del archivo, y losconocimientos que para ello se contemplan deotras disciplinas no son sino auxiliares de aquello.

DEL ARCHIVO COMO FUENTE[Archivística para las ciencias]

Materialmente el archivo es un depósitode papeles. Mas por su origen vemos que reyes,gobernantes, sacerdotes, comerciantes y pro-fesionales generaban, en la relevancia quemostraron determinadas acciones en lo social,

33 Llevar un cuerpo al puerto de la salud requiereuna técnica más delicada que conducir archivos, peroconsideramos que es una técnica y no una ciencia porcuanto se constituye como disciplina para el trata-miento del cuerpo; y el tratamiento, sea del cuerpo ode los archivos, con un fin más allá del puramenteteórico, no se presenta como científico sino comotécnico, sean sus fuentes ciencias o sean otras.

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archivos que dejaban constancia de esa acciónsocial, acciones con carácter “ontológico” por-que fundan situaciones sociales, y por tantoconstancia de acciones que, en la medida de surelevancia, fundan la sociedad misma y laspartes de ella, como en la memoria de nuestrasacciones se funda nuestra identidad34. El archivo

34 “La necesidad de una memoria es connatural ala existencia misma de una sociedad organizada,apenas salga ésta de los estrechos límites de un grupofamiliar de tipo primitivo. Mejor dicho, la memoria esconnatural a la existencia misma de la vida, por lomenos en las formas en que nosotros la concebimos,y basta pensar en la memoria genética, transmitidapor el DNA en las células de todo ser vivo, primerarchivo en absoluto. En la historia de la humanidad,el registro y la transmisión de la memoria se hanefectuado largamente de forma oral y las másantiguas formas mnemónicas no tuvieron redacciónescrita. Todavía en la antigua Grecia un empleadoespecialmente entrenado, llamado mnêmon (hombrede la memoria) tuvo la misión de recordar lassentencias pronunciadas por el juez y los contratosestipulados, también oralmente, entre los particularesy solamente en un segundo tiempo predominó laforma escrita y se constituyeron abundantesarchivos”. [Lod-21]

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es así un depósito de constancias, una fuente dehechos, un remanente de acciones que remana entestimonios, un lugar al que acudir para hacerconstar y para constatar, una memoria quememoriza para rememorar. 35

Cuando el tamaño de esta “memoria” estáen los límites de nuestra capacidad espontáneade organización, el potencial uso que hagamosde él no tiene dificultad. Pero no hablamos aquíde archivo tan parvo, sino de ese que escapa alcontrol espontáneo, de ese que se nos presentacomo un laberinto de papeles. Es entoncescuando la memoria se ha de formar bajo elcultivo y cuidado del profesional si se quiere

35 “Los archivos, por consiguiente, no sondepósitos muertos de papeles y pergaminos enveje-cidos, cubiertos de polvo, inútiles montones quepueden despertar el interés de unos cuantos hombresde ciencia, que aparentemente están desligados de larealidad social en que viven. Podemos afirmar, alcontrario, que los archivos sirven de vida para la vida.De vida del pasado para la vida del presente y delfuturo. [...] Los archivos son fieles transmisores yexcelentes intermediarios. Viven de siglos pasadospara siglos venideros”. [Tan-78]

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mantener un control sobre la eficacia de suservicio; cuando hay que preguntarse quémemorizar, y cómo hacer para que rememorarsea más rápido, completo y fiel; incluso cómovivificar lo rememorable haciendo quizá cons-telaciones de estrellas olvidadas. Las labores dearchivo entonces se metodizan, y los objetivosson reflexionados y mediatizados por principiosque conduzcan al control del laberinto36. Elresultado es una domesticación de esa comple-jidad, que pone a los que quieran o necesitenhacer uso de ella, en la posibilidad de despla-zarse rápida y fielmente sin perderse ni perderdetalle, puestos así en el privilegio de correr porautopistas que el archivero construyó a pié.

El archivo es, pues, fuente de hechos a laque acuden las instituciones, las empresas, lajurisprudencia, la economía, la historia, la

36 Así como el mundo físico se hace inteligible envirtud de la intelección que el físico aplica en larepresentación que se hace de él, un archivo se hacetransitable en virtud de la organización que le otorgael archivero; la física nos lleva a un entender elmundo físico, la archivística nos permite un controlarel archivo.

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cultura, y muchas clases de investigadores; y laarchivística es la labor que custodia esa memoriay que la supervisa en su constitución, haciendomapas para el que la visite y la transite. Se trata,como dice Tanodi, de una disciplina auxiliar ofuncional de la administración y de la historia,que encuentra su realización en facilitar lastareas a aquellos ámbitos con un servicio docu-mental sistemático. En particular podemos ver,en el resultado de esa sistematización al serviciode la documentación, que la descripción archi-vística y el modo archivístico de reflejar laactividad de la institución se presentan comolabores descriptivas37, y en este sentido, laslabores archivísticas de estudiar los documentose hilarlos en el respeto de aquella actividad sepueden presentar como labores historiográficas.En relación a esto acudo y remito de nuevo aTanodi, quien presenta la labor archivera comoparte del método histórico: “Dentro de losestudios históricos, los archivos ocupan unimportante lugar perfectamente determinado,

37 Finalidad de la organización archivística –entérminos de Gallego y López—es "restaurar ypresentar a los investigadores la organización originalde los documentos". [Gal-285]

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constituyendo una importantísima parte de lasfuentes históricas. Su aporte consiste en lafunción que desempeña dentro del métodohistórico de investigación [...] Dentro de la laborhistoriográfica, los archivos y los archiverostienen que facilitar el trabajo, especialmente enla primera parte de la tradicional división delmétodo histórico38: la heurística” [Tan-80 y 82].“El método archivístico tiene en la heurísticaalgunos puntos comunes con el métodohistórico: facilitar la búsqueda de las fuentes,auxiliarla en la descripción; después en laapreciación de documentos, agrupándolos enbase al valor e interés históricos. En la descrip-ción, el trabajo archivístico se acerca en algo alhistórico, en lo que se refiere a la interpretaciónde las fuentes, ya que se redactan brevescontenidos y se realizan descripciones en fichasy catálogos” [Tan-45]. La archivística, en sulabor de recopilación y reconstrucción de loshechos es, en cierto sentido, como la arqueo-logía, una disciplina que colabora en la cons-trucción del conocimiento histórico en tanto

38 División que presentó Ernst Bernheim, según elcual “el método consiste de la heurística, crítica,interpretación, cambinación [sic] y síntesis”. [Tan-81]

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juega un papel dentro del modo sistemático deproceder de la investigación histórica.

Sin embargo, habría que decir que para laarqueología, tener un control de los restos yorganizarlos no es sino un medio para conocer lahistoria antigua, mientras que para la archivísticaes el fin de su labor, y el conocimiento que conello aporte de la institución en particular, y de lahistoria en general, no es sino su consecuencia.Lo que para una es método para otra es fin. Dedonde una parte, es en donde la otra acaba. Esindudable –nos dice Lodolini [Lod-198]—que laarchivística es útil a la historia, pero de esto nose deriva el carácter científico de la archivística.Lo que de esta relación se deriva –y esto lodecimos nosotros—es su auxiliaridad. El fin dela archivística no es reconstruir la historia en lainterpretación de los restos, sino almacenar ycustodiar éstos bajo una organización quepermita su control, siendo la descripción y elmantenimiento de las relaciones entre los docu-mentos su resultado. Asimismo los fines de lahistoria y la administración no son aquel almace-namiento y control, sino que éstas se fundan enlos hechos que en el archivo se custodian, y se

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auxilian de las técnicas archivísticas y de susresultados para penetrar en ellos.

Podemos entender entonces que, ante losarchivos como fuentes documentales complejastratadas metódicamente, el grado en el que las“ciencias” tiendan a usar de los archivos y seinteresen y favorezcan de las labores y técnicasarchivísticas no es tanto cuestión de unacientificidad de la archivística cuanto de una“archivisticidad” de las ciencias.

Así como el auxilio de la archivística en lasciencias no implica una cientificidad sino unservicio de las ciencias a la archivística, tampocoel auxilio de las ciencias en la archivística vienea implicar sino un servicio de ésta a aquellas.

MODO ARCHIVÍSTICO Y MODO CIENTÍ-FICO

Característica que ha logrado darse la archi-vística a sí misma (y no a través de ningunaciencia), y que le concede la personalidad que lees propia, es el hecho de que imprime su sello en

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un modo característico de actuar sobre un fondodocumental. Se trata del modo archivístico deorganizar y controlar las masas documentalesque produce una entidad en su ejercicio.

Lejos de enmarcarse en el método cien-tífico, por cuanto, como se ha visto, se trata deun modo de proceder orientado a un fin práctico(y por tanto juzgado desde ese fin y no desde elfin de la ciencia), sí señalar del modo archivís-tico de operar un reto que comparte con elmétodo científico y con todo método que quierallamarse tal. Todo método esta enfocado a unresultado, y todo aquel que se precie pretendeque el modo de llegar a aquel horizonte seasistemático, controlado, preciso, de modo quedelegue en aquel resultado nuestra confianza,como un local lo obtiene cuando lo hacemosvigilar por un guardián, o como un producto demercado lo recibe cuando lo hemos tamizado através de las normas ISO 9000, poniendo, endefinitiva, la consecución del fin no en manos dela espontaneidad sino del control.

Los principios metodológicos, sean los deinvestigación científica o los de organización

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archivística, no son principios descritos comoconstituyentes en algo, sino como consecuentespara algo. En ambos casos son principiosaplicados a la realización de un fin: uno para lasistematización del conocimiento y su obtención,y el otro para la sistematización del archivo y desu constitución39. La validez de los principiosmetodológicos no son ya supervisados sino porla conveniencia de uso respecto al fin al quepretenden servir. Y en tanto este fin seaperseguido por todos, hará de sus mediosuniversalmente aplicados.

39 “Felicien Challaye dice que, un método, engeneral, es un conjunto de procedimientos quepermiten alcanzar un determinado fin; en la ciencia,es un conjunto de procedimientos que permitenalcanzar una verdad […] Si tomamos el método comoel medio, el camino, la manera cómo llegar a undeterminado fin, cómo efectuar una obra, cómoorganizar algo de acuerdo a una finalidad preesta-blecida, o exigida, el método archivístico se ajusta alos fines de los archivos o de la archivalia: de reunir,conservar, ordenar, describir, administrar y utilizar laarchivalia”. [Tan-44 y ss.]

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La sistematicidad y rigor de un método enla consecución de un fin (sea teórico o práctico)es lo que todo método comparte, y lo quecomparten el método científico y el métodoarchivístico. En este sentido, los modos siste-máticos de obrar sobre los archivos que proponela archivística, sin tener que ser científicos, sonalgo más que meras opiniones. Así como elmétodo científico se fue puliendo con el tiempo,y ha ido demostrando a los investigadores queson fiables y dignos de confianza sus resultadosy conclusiones teóricos, que, en resumen,cumple eficazmente con los fines teóricos deconocimiento, así, el método archivístico, aunjoven, irá puliéndose y demostrando a los profe-sionales de archivo sus capacidades para dotar alos fondos de una organización que cumplaeficazmente con el fin práctico que se le asigne ose le descubra, o simplemente con el de tenercontrol sobre el tesoro que contiene. Por estomismo, el método archivístico es un método quequerrán adoptar allí donde atribuyan a susarchivos esta finalidad, allí donde las circuns-tancias documentales les lleven a la toma deconciencia de la importancia funcional delarchivo. De ahí su potencial universalidad.

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Casi nunca –y el “casi” es por prudencia—el ser humano se complace en el error. Es porello que para cierto conocimiento de ciertascosas se conduce por el método científico, asícomo para ciertos otros aspectos de su vida seconduce por otros métodos. Ante el reto deponer las masas documentales propias dearchivo al alcance práctico de la entidad que loproduce y de la sociedad, el modo por el quedejarse aconsejar será el método archivístico, noel científico.

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EPÍLOGO

argados con lo que en cada capítulose ha venido cosechando, ahorapodemos re-capitular en las impre-siones que nos hayan dejado. Yo he

de volver aquí sobre las mías para mostrar unaimpresión, no definitiva, pero sí final.

Frente a la archivística como un saberfundamentalmente práctico, el saber de laciencia es esencialmente teórico. Puede surgircon, o servir a un fin práctico, pero su cienti-ficidad se considera desde el momento en queempieza su camino con independencia de talesfines, desde el momento en que se formula con

C

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independencia de ellos. “E=mc2” revela quemateria y energía son dos dimensiones de unamisma cosa, con independencia de que latecnología se funde en ella en la construcción dereactores nucleares; su formulación se justificaen el marco teórico del conocer la naturaleza delas cosas, y no en el de la explotación de éstas.Un archivo y sus principios de constitución, encambio, no se formulan con independencia desus funciones (públicas o privadas).

Frente al saber científico, la archivística esuna disciplina fundamentalmente técnica entanto su fin práctico (un servicio) justifica susinvestigaciones y, más importante aun, susresultados. Las técnicas archivísticas de organi-zación, conservación, almacenamiento, difusión,etc., constituyen investigaciones dirigidas a laexplotación más eficaz posible del archivo40; y la

40 Aparte, aunque muy relacionado con su aspectopráctico, estarían la administración, gestión yplanificación de archivos (derivadas de teoríasadministrativas de las que cuestionar su caráctercientífico requeriría otro trabajo), y la política y lalegislación relativa a archivos (que pertenece alámbito de la política y la jurisprudencia).

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formulación de sus principios y los esfuerzos denormalización no tendrían sentido desligados deeste fin práctico perseguido. Del lado puramenteteórico quedarían los estudios desarrollados entorno a la definición del archivo, la historia delos archivos, las relaciones de estos con lasinstituciones, las empresas, los gobiernos y losciudadanos en el marco social, los elementosconstitutivos del archivo, sus funciones, tipos dearchivos, etc., lo cual no se encuadraría en unatécnica, pero tampoco en una ciencia, al menosen aquel estricto sentido, sino que representanese marco teórico del que se derivan lasfunciones fundamentales en las que aquellasinvestigaciones dirigidas a la explotaciónrecaban su sentido, y desde las que se hacencargo del “campo” sobre el que habrán de dirigireficazmente la labor del archivero profesional.

Así como el cuerpo es fuente de “imagen” yfundamento de vida, y el médico y su saber(medicina) cuidan de él para realizar suspotencialidades, el archivo es fuente de hechos yfundamento de acciones, y el archivero y susaber (archivística) cuidan de él para potenciarsu servicio. El archivero es así como un médico

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que se dedica a un excepcional paciente. Suarchivo es su objeto, y su objetivo es su correctotratamiento. Ha de conocer las bases generalesde ese cuerpo y sus posibles afecciones, ytambién, desde este conocimiento general, ha deconocer las características particulares de supaciente, porque sobre él tiene la responsabilidadde “curar sus enfermedades”, de mantenerlosano, y de potenciar su salud para que suanfitrión disponga de un cuerpo de calidad quepueda usar en todas sus capacidades durantemucho tiempo. Y cuando este paciente muera, setornará forense y embalsamador, para que lo máscaracterístico de su cuerpo permanezca, y sirvaahora, contra el olvido, a la historia.

La archivística como conocimiento teóriconos aporta un modo fundado de entender losarchivos, y como conocimiento práctico nosaporta un modo preciso de operar sobre ellos.Ahora bien, no podemos decir que se trate deconocimiento científico por cuanto característicade la ciencia es venir a explicar ámbitos denuestra existencia, mientras que la archivísticano vendrá tanto a explicar cuanto a justificar laspartes y funcionamiento de los archivos.

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Además el conocimiento científico viene adescribir un mundo dado, mientras el universode los archivos es un universo puesto. El quedirige sus estudios al universo de los archivos seadentra en la indagación de un mundo que se hancom-puesto los hombres, y que varía según susnecesidades, un universo de funciones sujeto afines maleables. Y no entiendo por ciencia losestudios dirigidos a este estilo de mundos.Tampoco así las reflexiones sociales, históricas,políticas, culturales o documentales que giran entorno al archivo, por cuanto entiendo que estetipo de conocimientos están sujetos, más que auna razón lógica, a una razón dialógica, y portanto caen más en el campo humanístico que enel científico.

Si tomamos “ciencia” como sinónimo deconocimiento sistemático acerca de algo (sea dealgo dado o de algo puesto) podemos afirmarque hay muchas ciencias, entre ellas la cienciaarchivística o ciencia de archiveros. Pero laexpresión “conocimiento científico” connota untipo de conocimiento que descarta muchos deaquellos, entre ellos los conocimientos prácticosrelativos a la aplicación o a la corrección de una

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acción, y otros que siendo teóricos no se dicen“ciencias” en aquel sentido estricto.

Llegados aquí, si tuviera que arriesgarme adar una definición de las archivística, no mesentiría dispuesto a afirmar que es la ciencia delos archivos, expresión que a estas alturas de ladigestión aun no he podido asimilar, pero no mesentiría tampoco desencaminado al afirmar quees el conjunto de conocimientos teóricos,históricos y técnicos relativos a archivos y a sutratamiento con fines documentales, dirigidosprincipalmente a la administración y a lahistoria, y derivados de las funciones institu-cional, empresarial, social, histórica y cultural delos archivos.

***

Hay quien encuentra motivos en el interiorde la disciplina para considerarla una ciencia, ycon ellos hemos venido a “hacer migas”. Perolos hay que también se los encuentran fuera. Aestos corresponde la sospecha de que el acerca-miento a las ciencias se realiza con el fin deimpregnarse de su prestigio. El poder social que

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representa recibir la etiqueta de “científico” esun asumido fenómeno que se contempla ennuestros tiempos. En la obra de Nuria Amat quecito en la bibliografía, y en la que se encuentraun alternativo planteamiento de nuestra cuestión,hemos encontrado algo al respecto:

“Ser o llegar a convertirse en científico, oexperto en cualquier materia consideradapor la ciencia, es la aspiración social másalta que el siglo último reconoce en tantoque profesión influyente” [Ama-44]

Desde la perspectiva que me ofrece llegar alfinal de este ensayo no encontraría apropiadobuscar prestigio en esa “cientifización” de ladisciplina, máxime cuando esta disciplina poseecualidades por sí misma. No es esa cientifizaciónla clave para concienciar de los servicios a lacultura y a su enriquecimiento, cuando no a lasnecesidades sociales, que el archivo es capaz decubrir; ni tampoco creo que lo sea para contagiarla confianza que la experiencia heredada en laliteratura archivera, y el ánimo por superar elreto de nuestros tiempos, dan al profesional dearchivos. Doy rienda suelta a mi intuicióncuando me atrevo a declarar que para lo primero

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lo que se tendría que hacer es dar ideas einvestigar nuevas funciones, aprovechando elahorro de tiempo en las tareas que puedan traerlas nuevas tecnologías; y para lo segundo,también escribir todo cuanto se pueda encontraren la mina de este asunto, bañando todo esto enel escenario de un proyectable y amplio contactointernacional. Sólo queda esperar que junto aello se amplíe también la proyección laboral,esperanza que compartimos todos los quepasamos por la facultad.

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DESPEDIDA

reando pensamientos nos hemos vistolanzados a esta particular expediciónde la que ya podemos decir quevolvemos, dejando este sendero.

Cuantas críticas, reflexiones o indiferencias sehayan inspirado en su recorrido y no se hayandesvanecido aun, tienen desde ahora la vía libre.

Téngase en cuenta que en esta ópera, másque actor, he sido testigo, narrador sucinto delpolémico encuentro entre dos ideas que handialogado en mi escenario, una de ellas reciente-mente cultivada, y la otra alimentada por eluso cotidiano, y por ello no representantes

O

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en absoluto –si es que existen en tal forma—sino personajes en particular diálogo.

No puedo negar la responsabilidad quetengo sobre lo escrito, pero sí señalar que novengo a agotarme en ello. Soy el lugar en el queesto ha sucedido, pero también el lugar en el quelas cosas siguen sucediendo, y quizá el tiempo yconocimientos más profundos me lleven arenovados convencimientos.

Igualmente ocurre en la historia, que lasconcepciones han cambiado con el transcurso delas épocas. El paradigma de ciencia no ha sidoconstante, no ha sido siempre como es hoy. Ypuede que haya características de nuestro tiempoque permitan que en el campo de la cienciapuedan entrar conocimientos de la índole de laarchivística. En tal caso he de confesar algo queostensiblemente ha soterrado este manifiesto: miinclinación a considerar como arquetipo deciencias a las ciencias físico-naturales. Es esta,claramente, la razón de que el encuentro aquínarrado se haya caracterizado por la polémica.Polémica que al menos para mí ha traídovaliosos resultados, pues me ha hecho padre deesta criatura. Heráclito dijo que “πόλεμος” es el

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que todo lo engendra, y he aquí un hijo suyo, ymío41.

La acotada base teórica y práctica de la quesurge este ensayo, junto al modo espontáneo yespeculativo en el que se ha desarrollado,subrayan el hecho de que no he venido a hablaren representación de una corriente doctrinal, nollegando esto más allá de un manifiestoanónimo. No obstante, espero que esto no searazón que lo desmerezca para causar reacción enel lector interesado, venga del campo de la docu-mentación, del de la reflexión científica, o decualquier otro.

La cuestión ha corrido más que yo, por loque no he podido alcanzar una respuesta tanelaborada como merecida. Lo que sí he logradoes una extensión inesperada que satisface laintención de ser una voz alzada por encima deuna fugaz opinión.

41 De él la semilla, de mí la tierra. Y la luz y elagua han sido cuantos a su crecimiento han acom-pañado, amigas y amigos, y hasta vinculados consan-guíneos, ante los que faltan reconocimientos y sobranpalabras.

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Sin más, mostrar mis respetos a todo el quesiguiendo este sendero de renglones ha llegadohasta aquí, y mi cordial simpatía al que lo hayaconseguido sin zaherirme. Al que incluso haya

disfrutado del viaje, y puesto que casi siempreen los repasos se muestran detalles

desapercibidos, le invito auna relectura... no

si al leer esto se asusta.

FINIS

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BIBLIOGRAFIA

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APÉNDICE

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ERRATAS

Las pocas que se han deslizado en la impresión de estelibro, no obscurecen el sentido de lo escrito,

y son de los que seguramentepuede salvar el buen

criterio del lector.

Fe de erratas en“Las confesiones de un pequeño filósofo”

de J. Martínez Ruiz,1904

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