Gustavo Valcarcel - Literatura y Justicia

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    Literatura y Justicia: GUSTAVO VALCRCEL (Arequipa, 17 de diciembre de 1921 Lima, 3 de mayo de 1992)

    Primera Entrega

    Gustavo Valcrcel, dibujo de Etna Velarde.

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    A la memoria de Violeta Carnero Hoke Vda. de Valcrcel, con afecto, admiracin y respeto. Su vida, entregada a la lucha por transformar el mundo, rubric la afirmacin mariateguiana: La revolucin que ser para los pobres no slo la conquista del pan, sino tambin la conquista de la belleza, del arte, del pensamiento y de todas las complacencias del espritu. (La escena contempornea).

    Alfredo Rubio Bazn. San Borja, 17/12 /10.

    P ustavo Valcrcel, Premio nacional de Poesa 1947, naci el 17 de diciembre de 1921 en Arequipa. Su padre fue Csar Valcrcel y su madre doa Mercedes Velasco Seminario. Al

    trasladarse con su familia a Lima realiz estudios de primaria y secundaria en el Colegio Salesiano entre 1929 y 1938.

    Posteriormente en 1939, ingres a San Marcos y estudi en la Facultad de Letras en 1940. Su actividad poltica lo llev varias veces a prisin y vio interrumpida su vida universitaria. En 1950 fund la revista IDEA y se consagr all al periodismo. Luego form parte de los equipos de Novedades, El Nacional y otros. Gustavo Valcrcel en 1942.

    Desde 1948 comenz su produccin literaria. Se inici escribiendo Confn del Tiempo y de la Rosa, con el que gano los Juegos Florales Universitarios de 1947 y el Premio nacional de Poesa del mismo ao.

    Gustavo Valcrcel, adems de un poeta y escritor destacado, fue tambin un activo luchador social comprometido con la causa de su pueblo. Milit originalmente en el APRA, hasta comienzos de la dcada de los cincuenta del siglo pasado.

    Refugiado, en Mxico se hizo comunista y estuvo muy ligado a la actividad literaria y potica en ese pas, en el cual viva tambin el eximio escritor espaol Len Felipe, y fue amigo de Diego Rivera y de David Alfredo Siqueiros. All conoci a Ernesto Che Guevara.

    A partir de 1956, de regreso al Per, se incorpor plenamente al trabajo revolucionario, integrndose al Partido Comunista Peruano. Luego de dirigir Per Popular, una publicacin bellamente elaborada, pas a dirigir Unidad, rgano del PCP, funcin que desempe varios aos. Fue corresponsal de la Agencia de Prensa Novosti y director de su revista informativa Panorama Internacional.

    El objetivo de su vida fue la lucha por implantar en el pas un rgimen social ms justo y ms humano, sin explotadores ni explotados. Utiliz su talento literario para esa causa, al tiempo que desarroll sus inclinaciones artsticas influyendo decisivamente en los escritores de su tiempo.

    En los ltimos aos de su vida, acompaado por su esposa Violeta Carnero Hoke, que lo sobrevive, afront enormes dificultades materiales, pero mantuvo muy en alto sus ideales y sus inquietudes revolucionarias.

    Con su salud quebrantada, a los 71 aos, Gustavo Valcrcel Velasco, una de las ms descollantes figuras de la intelectualidad peruana, falleci en Lima el 3 de mayo de 1992, dejando una estela imborrable en la cultura peruana.

    Gustavo Valcrcel escribi relatos como La Prisin(1951), en la que narra su experiencia carcelaria; tambin una obra de carcter histrico Per: Mural de un Pueblo-Apuntes Marxistas Sobre el Per Pre-hispnico; y numerosos libros de poesa: Confn del tiempo y de la rosa(1948), Poemas del destierro(1956), Cantos de amor terrestre(1957), El Amanecer Latente, Poesa revolucionaria, 5 Poemas sin fin (1959), Sus Mejores Poemas (1960), Cuba si, yanquis no(1961), Pido la palabra (1965), Poesa extremista (1967), Pentagrama de Chile antifascista (1975), Reflejos bajo el agua del sol plido que alumbra a los muertos (1980), Obra potica (1947-1987) (1988). Tambin public obras de un gran valor poltico como Reportaje al futuro en dos volmenes, Breve

    historia de la Revolucin Bolchevique y Medio Siglo de Revolucin Invencible. Por iniciativa de la Universidad nacional de Educacin Enrique Guzmn y Valle recientemente

    fue publicado un libro en homenaje al fallecido poeta nacional Gustavo Valcrcel, bajo el ttulo Cancin de amor para la papa. Historia y leyenda.

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    Segn el crtico Ricardo Gonzlez Vigil: A pesar de haber sido el miembro ms conspicuo del grupo Poetas del pueblo (primer lustro de la dcada del 40) y de haber practicado en forma constante una poesa militante y comprometida, de claro humanismo revolucionario (aprista al comienzo, desde fines del 40 marxista-leninista), Valcrcel ilustra estupendamente la fragilidad de la divisin entre poetas puros y sociales. (...) su primer poemario publicado se sita ms bien del lado de la poesa pura, con el cultivo refinado del soneto (con numerosos ecos de los clsicos y los puristas contemporneos) y hasta un sorprendente epgrafe tomado de Jorge Eduardo Eielson, precisamente el exponente ms caracterstico de la poesa pura que los Poetas del Pueblo combatieron. Quizs por ellos las pginas ms notables de Valcrcel estn dedicadas al amor, sobre todo a su esposa Violeta Carnero, compaera ejemplar, verdadero pilar de su existencia.

    Gustavo Valcrcel, poeta de la generacin del cincuenta, fue ciertamente una de las figuras ms destacadas de su tiempo. 1

    PRESENTACIN

    ese a la nombrada popular de que goza, en el Per, Gustavo Valcrcel, conside-ramos que su obra no ha alcanzado una

    difusin pareja al eco que su sola condicin de poeta y luchador concita, disparidad tanto ms lamentable cuanto que trtase de un escritor cuya produccin est ntimamente identificada con los ms genuinos principios de transforma-cin social. No pocas son las razones que se pueden argir para explicar el deficiente conocimiento que de la mltiple obra de Valcrcel tiene el pblico lector peruano: la ms importante es, sin duda, el silencio malicioso y sistemtico con que lo rodea la prensa reaccionaria del pas. Tarea intil ser buscar en las columnas de los grandes rotativos el nombre de Valcrcel, una alusin a su persona, un comentario a la lnea artstica de su produccin, una resea biblio-grfica sobre un libro suyo recin aparecido! El futuro historiador de nuestras letras se sorprender de este silencio. Nosotros, que conocemos la causa de este silencio (Qu otra sino el temor a que el mensaje revolucionario de Valcrcel se propague?) venimos a romper-lo con pruebas fehacientes en la mano. He aqu la obra de poemas, teatro, novela, ensayo! Portada: Teodoro Nez Ureta. Ediciones Unidad, 1968.

    Resultara completamente falso afirmar que tal obra es desconocida en nuestro pas. Por el contrario, en los crculos intelectuales de avanzada, y en muchos sectores de obreros, campesinos y estudiantes, el nombre de Gustavo Valcrcel se pronuncia con cario y admiracin.

    1 Condensado de: Gustavo Valcrcel, poeta de la generacin del cincuenta." por Fabricio Battistini, en Extramares. Ed. CeciliaBustamante.http://cecilia-ustamante.com/extramares/actas/printer_966.shtml Gustavo Valcrcel, A quince aos de su partida. Nota recordatoria publicada en el peridico Nuestra Bandera -Publicacin editada por el Centro de Estudios Marxistas Jos Carlos Maritegui- N63, Mayo de 2007, pag.15. Gustavo Valcrcel en Escritores, Poetas y Crticos de la Dcada de los 50 y 60 por Ricardo Gonzlez Vigil. http://sisbib.unmsm.edu.pe/Exposiciones/Literatura/Autores/Bib_Valcarcel.htm Habla Sonia Luz- De asombros, perplejidades, algunas intuiciones y uno que otro hallazgo blog de Sonia Luz Carrillo: http://hablasonialuz.wordpress.com/2007/07/13/gustavo-valcarcel-poesia-terrestre-y-de-infinito/

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    Pero es cierto, absolutamente cierto, que sus logros como poeta, como novelista, como dramaturgo, como ensayista, no son conocidos en el Per tal como lo merecen, y tal como lo son en otros pases latinoamericanos.

    Esto es ms lamentable por cuanto la obra literaria de Gustavo Valcrcel no slo posee una extraordinaria calidad, sino que cada una de sus pginas refleja el drama de nuestro tiempo, la esperanza de nuestro tiempo, principalmente la esperanza y el drama del Per. En ninguno de nuestros actuales escritores es posible hallar un testimonio ms verdadero y hermoso, de lo que realmente somos y anhelamos ser.

    Antes de pasar a la lectura, quiz sea necesario un breve esbozo de la trayectoria humana y literaria de nuestro autor.

    Gustavo Valcrcel naci en Arequipa en el mes de diciembre de 1921. Curs estudios en las Facultades de Ciencias y Letras de nuestra Universidad de San Marcos. En 1947 obtuvo el Primer Premio en los Juegos Florales Universitarios y, el mismo ao, el Premio Nacional de Poesa del Per, con la coleccin de sonetos a los que dio el ttulo definitvo de Confn del tiempo y de la rosa (Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima 1948). En el prlogo a ese libro, deca Xavier Abril: "Valcrcel ana en su experiencia dos virtudes poticas: la reflexin lapidara a lo Quevedo y el dulce venero, sencillo y humilde, a lo Luis de Len".

    En 1951, tras una activa y valerosa militancia en el Partido Aprista, al cual ms tarde ha de renunciar por motivos de principios, la nefasta dictadura de Odra lo condena al destierro. A fines de ese ao publica en Mxico La Prisin, novela de ndole poltica, escrita en un lenguaje crudo, tremante y que constituye un vvido testimonio de las atrocidades cometidas en la crceles del ochenio. Creemos que la reedicin de esta novela, no suficientemente conocida ni estudiada, atraer la mirada de nuestros crticos sobre la prosa vibrante, neta, agonista -en el sentido unamunesco- de Valcrcel. Pocas novelas en Amrica tan radiantes de vida en su casi total desnudez de galas retricas. Hoy Valcrcel no suscribira los postulados polticos en que se asentaba su novela pero, la maestra del estilo queda en pie; vale decir, el acuerdo entre el ritmo de su prosa y el argumento desarrollado.

    En 1952, todava dentro de las filas apristas, publica en Mxico La Agona del Per, serie de artculos polticos a los cuales, creemos, ni los ms encarnizados enemigos de Valcrcel han de dejar de reconocer una virtud, valiossima por lo escasa en nuestro medio: la valenta en el combate de ideas. No se debe colegir de ello que Valcrcel olvide en este libro su condicin y oficio de escritor. No. He aqu, a mayor abundamiento, un ejemplo: "En la penumbra se perciban las sombras de los fugitivos que, en rpida carrera, protegan su retirada con incesante fuego de revlveres. A su vez, la polica secreta disparaba, a quemarropa, para lograr la muerte o rendicin de las giles presas que se abroquelaban con las sombras de la noche. La batalla se haba inclinado a favor de los perseguidores cuando, sbitamente, los dos hombres en fuga, tras de tocar el timbre de una elegante residencia, se perdieron en su interior. La puerta salvadora se cerr bruscamente, en el instante en que las huestes de Odra llegaron a la verja del jardn Asombrados, los pretorianos alzaron los ojos, miraron el escudo colocado sobre el vano, enfundaron sus armas an humeantes, y derrotados ya, regresaron al cuartel general de polica. Los perseguidos haban ingresado a la Embajada de Cuba, ubicada a la orilla de los seculares y romnticos olivos de San Isidro". (Ed. Cultura, Mxico D. F., 1952, pg. 61). Parece una pgina de Escalas Melografiadas y no es sino el relato verdico y escueto de una fuga!

    El ao 1952 marca, en la vida de Valcrcel, el hito del definitivo rompimiento con el Apra. Desde 1953 hasta 1957, Valcrcel ha de escribir lo mejor de su produccin potica. Su verbo,

    macerado de dolor y esperanza, afilado como un cuchillo o una espada en el pedernal de la vida, ha de ascender, librrimo y relampagueante, a las cimas humansimas de la soledad y el amor terrenal. Poemas del Destierro (Mxico, D.F., Ed. Amrica Nueva, 1956) y Cantos del Amor Terrestre (Mxico, D.F., Ed. Espacios, 1957) son los ttulos de las obras en que afirma su definitiva vocacin vallejiana de amor y fraternidad: amor a Violeta, su incomparable compaera; fraternidad con todos los hombres de la Tierra. Estas dos obras, que merecen un detenido estudio y no las palabras deshilvanadas que aqu dejamos, confirman a Valcrcel adems, como descendiente directo de Quevedo, en estas playas de Amrica. Otro nombre -ilustre por sus obras- que agregar a los de Pablo Neruda y Csar Vallejo, poetas de reconocida estirpe quevediana.

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    La ms reciente obra potica de Valcrcel es 5 Poemas Sin Fin, bellsima plaquette que contiene la inolvidable y acongojada Elega a la muerte de mi madre:

    Y est mam en las miradas nuestras hecha ya tiempo, amor insepultable

    El teatro -arte popular por excelencia- no ha sido ajeno a la inquietud creadora de Valcrcel. El Amanecer Latente (Indito, 1959) 2 es su primer intento.

    Rstanos a los componentes del Comit Editor pedir excusas a los lectores por lo breve de la presentacin. Ms obran quintaesencias que frragos, deca Gracin. No pretendemos que lo hasta aqu escrito haya sido quintaesencia, pero s, que no todo haya sido frrago.

    Queden los libros de Valcrcel en las manos del pueblo del Per, que para eso nacieron y a ningn destino ms alto poda aspirar.

    Francisco Bendez Juan Gonzalo Rose3

    Juegos Florales Universitarios

    OR disposicin superior, se celebran peridicamente juegos florales en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima. El nombre de la justa es viejo. A la justa misma se ha procurado darle un

    contenido nuevo: que en vez de personales desahogos romnticos, los concursantes presenten obras poticas, narrativas y crticas de estudio y de inspiracin. Y los estudiantes sanmarquinos, para quienes se verifica el torneo, han respondido cabalmente. Muchsimos trabajos fueron los presentados al concurso de 1947, tanto de poesa como de novela y de crtica. Todos revelaban un propsito muy superior al de una simple efusin individual de adolescencia o de juventud. El jurado debi pues meditar detenidamente para discernir premios: podan merecerlos a ttulos muy prximos, si no iguales, varios de los presentados. Luego de un prolijo examen, se resolvi por unanimidad premiar en primero, en segundo y en tercer trmino de cada una de las tres secciones del certamen, ()

    Damos a continuacin, en primer lugar el dictamen del jurado, que puede servir de instigacin y de gua para jurados literarios y docentes, muy inclinados a dar fallos sin declarar fundamentos; y en segundo lugar, parte de los trabajos premiados en primer trmino en cada una de las secciones, el potico, de un intenso sentido lrico, el narrativo (un cuento), de una gracia y una hondura extraordinarias, y el crtico, de una agudeza superior. Dictamen del Jurado

    Lima, 30 de Setiembre de 1947.

    SEOR Rector de la Universidad:

    En cumplimiento de la misin que nos fue encomendada por Resolucin Rectoral N 6756 para calificar los trabajos presentados a los Juegos Florales Universitarios del presente ao, presentamos a Ud. nuestro dictamen sobre los referidos trabajos.

    Los suscritos recibimos para su calificacin un total de Noventa y Un trabajos, cuyos ttulos fueron publicados oportunamente en los peridicos y que haban sido calificados segn los gneros literarios de Poesa, Novela y Ensayo, en conformidad con las Bases del Certamen, correspondiendo 53 a Poesa, 12 a Novela y 26 a Ensayo. Uno, perteneciente al Segundo Grupo, fue retirado por su autor antes de iniciarse la tarea del Jurado.

    2 Referencia a Eudocio Ravines que en Vanguardia, panfleto semanal que 1 diriga, atac el poemario laureado de G. Valcrcel.

    3 Esta presentacin la redactaron sus autores para la edicin de los cinco tomos de Obras Escogidas, de G. Valcrcel (Edit. Per Nuevo, Lima, 1960).

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    POESA

    MS del sesenta por ciento del total de trabajos presentados pertenecen a este gnero. El nmero de los que poseen valor literario, sin embargo, es bastante reducido; pero comparativamente alcanzan stos un nivel a todas luces ms alto que los consignados dentro de los otros dos gneros en lo que atae a inspiracin, calidad expresiva y personalidad.

    Efectuada la seleccin respectiva, convinimos en otorgar el Primer Premio a los poemas reunidos bajo el titulo de Extensin y Deleite de Tortura y suscritos por "Lucifer", seudnimo que result corresponder al seor Gustavo Valcrcel, alumno del Segundo Ao del Colegio Universitario. Trtase de un conjunto de doce sonetos de muy fina expresin y agradable musicalidad; todos ellos lucen una notoria riqueza de imgenes, que vierte en los rigurosos moldes de sus estrofas la moderna sustancia, propia de una poesa fluida y su-gerente, desarrollada en torno del matiz y las transiciones sutiles y en la cual las diversas tonalidades de la emocin, hasta la amargura misma, cobran luz y mesura de perfecta serenidad y seguro equilibrio.

    Cabe aadir que el nombre de Gustavo Valcrcel est ligado a otra composicin potica cuya singular calidad no ha pasado inadvertida. Dicho alumno ha presentado, en efecto, una Elega a Csar Vallejo, de positivo mrito. La componen seis poemas de positivo mrito y bien entremezclados ritmos, en los que la inspiracin del autor brota a orillas de la nostalgia y la angustia, exteriorizndose en ms vigoroso lenguaje. ()

    Tal es, por unanimidad, el dictamen de los suscritos que ponemos en su conocimiento, con la satisfaccin de haber contribuido al desarrollo de una actividad tan estimulante para la Cultura Nacional como esta de los Juegos Florales universitarios.

    Manuel BELTROY Rodolfo LEDGARD Augusto TAMAYO VARGAS

    Estuardo NEZ Alcides SPELUCN

    Transcito por http://www.arlequibre.blogspot.com de San Marcos. Revista de Cultura General de la UNMSM. Instituto de Periodismo. Lima, Per. Ao I. Setiembre Octubre 1947. Nm. 2 .pgs.139 141

    PALABRAS A MANERA DE PROLOGO (Fragmento)

    Por Xavier Abril

    n las nuevas generaciones literarias del pas, Gustavo Valcrcel es uno de los ms seguros y difanos valores lricos. No importa para ello que haya sido vejado con algn premio en unos Juegos Florales anacrnicos (Barranco), y que cierta pluma postiza y adocenada se

    mellara en la intil tentativa de herir el cristal y la luz de su digna y sobria estrofa, so pretexto de una inaceptable interpretacin filistea del idioma.4 Pues la lgica de la prosa no rige para el verso. Incurren en este craso error los que sostienen limitaciones vulgares al sentido de las palabras, reduciendo su proyeccin creadora, renovadora y semntica. Los menesteres del arte y de la poesa no se polemizan con los galeotes de las galeras periodsticas por un simple sentido de higiene mental. El limitado y realista vocabulario de la pobre gente se rebela siempre contra el lenguaje abstracto de la poesa. Bueno ser agregar que dicha postura insidiosa tiene ms de agresividad poltica, en su sentido criollo, que de empresa crtica. El escriba mercenario cuenta con la complicidad de un medio complaciente y mediocre. Puede medrar a su antojo en lo poltico-crematstico mientras se empobrece lastimosamente en lo literario. Estas son siempre las consecuencias psicolgicas y transformativas del que mixtifica y se metamorfosea adrede. El ataque a las manifestaciones nuevas de la belleza lrica ha sido siempre uno de los aspectos ms codiciosos de la inmoralidad del sector que se opone a la marcha ascendente y pujante de aquel otro grupo que se atreve a sacar del pantano el ritmo de la historia, enlodado por la inercia egosta de las castas. De

    4 El Amanecer Latente lo public la Editora Per Nuevo, en Lima, 1960.

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    all que el equvoco zoilo confunda en la estimativa literaria a un Eguren y a un Vallejo con un letrillero de barrio.

    La poesa de Valcrcel es un mensaje matinal del hombre: descubre los sentimientos puros, las sensaciones inditas del color y de la msica, todo aquello que ofende lo cavernario de la especie, lo rezagado del instinto. Valcrcel ana en su experiencia dos virtudes poticas: la reflexin lapidaria a lo Quevedo y el dulce venero, sencillo y humilde, a lo Luis de Len. Predomina en el norte de su voz el acento de aquel inmortal del idioma, enamorado de la vida y de la muerte enamorado. El auge del gran lrico y satrico espaol es reciente en nuestras letras. Se ha superado, por suerte, el peligroso imperio culterano de Gngora con sus desfallecientes retoos abreviados como camafeos o miniaturas. Esta influencia no fue siquiera directa sino a travs de la "Revista de Occidente": eco del tercer centenario de su muerte, de Gerardo Diego, Dmaso Alonso y de Rafael Alberti, el de "Cal y Canto", Pero de 1927 a la fecha han pasado muchas cosas en el mundo y la figura de Quevedo ocupa el ms alto sitial de la inteligencia y de la sensibilidad en todos los rdenes del humanismo. Quevedo es ms intenso que cualquier simbolista francs; ms revolucionario que los precursores de la literatura alucinada; ms actual que Lautramont, Rimbaud o Kafka. No opera con el disparate, el disfraz, sino con los atributos del verbo y del hueso permanentes. Su irona no es de corteza frvola, maroma de circo o de bufn transitorio, sino de hombre precavido y mortal. Slo tiene par en la obra imaginista de Durero, aquella tembl alegora de "El sueo de las calaveras" y el "Sueo de la muerte"* que son del siglo XVII.

    El tono de Quevedo se aviene mejor al carcter de nuestra poca que cualquier acento forastero, sea ingls, francs, alemn o italiano. Nuestra literatura debe nutrirse en primer lugar, sin que esto constituya negacin de otros aportes universales, de la savia tradicional espaola, de su acervo clsico que es tambin el nuestro, el ms legtimo, el ms actuante y vital. Esto lo ha comprendido, como pocos, Gustavo Valcrcel en un momento nada propicio para el discernimiento histrico de nuestra cultura y de nuestra personalidad. El vanguardismo intent intilmente desviamos del cauce de nuestra tradicin, estropeando nuestra lengua con galicismos de taberna y caf, segn las circunstancias y los temas. Pero como el idioma es una empresa comn del pueblo y no un cnclave de exquisitos artfices de la palabra, los poetas han vuelto a su verdadero destino a realizar su tarea alejados de toda superchera. El vanguardismo ha sido, pues, superado por el retorno a las prstinas fuentes de nuestro ser histrico. l idioma se da al que lo padece como una llama que sale por la voz y por el alma.

    Pero entindase bien: la superacin del vanguardismo no supone el retomo a las frmulas rgidas y secas del clasicismo como lo entienden los acadmicos. Significa, por el contrario, la existencia de un clasicismo determinado por valores contemporneos. Toda poca histrica remata necesariamente en un clasicismo superior del espritu humano.

    La celebracin que hago de la poesa de Valcrcel se justifica por su anuncio y por su promesa de desarrollo. Lo que lleva escrito hasta ahora da derecho a pensar en su magnfico porvenir si sigue siendo fiel a los dictados de la vida, de la emocin y del arte, en la misma forma insobornable como actualmente se produce, sordo al ataque interesado como al estruendo del elogio fcil. El poeta ha iniciado su tarea de intrprete del mundo porque expresa en primer lugar al hombre, ms que a cualquier otro problema circunstancial como la geografa o el paisaje del pas. Paisaje y geografa cuentan en la medida que existe el hombre libre y responsable. El paisaje del mundo es hermoso cuando el hombre, el poeta, libera al siervo en el canto y en la realidad. Valcrcel es dueo de esta conciencia que en los dems poetas de imaginacin irreal anda a la deriva. El ejemplo de Valcrcel estriba precisamente en esta apreciacin del mundo que vive. Los poetas lo son a condicin de conocer la composicin de su medio y de su poca. El acento ms profundo de la poesa lo gana el hombre que ms sufre tiempo y asunto de su experiencia. Lo dems es eso: juegos de saln y anquilosamiento de formas vacas. El autor de este soneto, zarandeado en nuestro torvo mundillo literario -que ensombrecen conocidos agiotistas de "letras de cambio"- bien puede sentirse feliz de su logro formal y de su goce esttico, porque Valcrcel realiza con los materiales en apariencia ms frgiles una entonacin heroica de la vida en su tierna congoja varonil. Aqu tenis esta muestra de su entraable acento:

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    Ay su ala vespertina, ala rosada, que al horizonte etreo divida,

    camino impostergable que segua tras del ciervo amador de cierva alada.

    La voz del bosque, en noche rezagada, a su astas de msica envolva, era cierva que el viento posea, gemido era de brisa desflorada.

    Cuando al fin a la amada dio el alcance ay cierva de la noche era pintura,

    bosquejo de penumbra en dulce trance.

    Fino ciervo burlado de negrura herido torn al viento en raudo lance, ciervo amante muri de sombra pura.

    Su obra tantas veces premiada en concursos universitarios y oficiales, espera, por el contrario, la consagracin ms amplia del pueblo que le da vida y aliento. Se trata, en todo caso, de una coincidencia desagradable: el criterio oficialista es el mismo que el que sustenta la inteligencia. Pero sea como fuera, Valcrcel nunca ha obtenido premios utilizando los viejos expedientes del favor y de la zancadilla, sino todo lo contraro: burlando a los propios Jurados. No ha tocado nunca las puertas de la recomendacin a gatas de la dignidad personal. Por ello se encuentra enhiesto y ufano de su limpia altura poseedora de la verdad potica.

    Valcrcel se halla situado en un lugar seero del espritu: en el altozano de la gracia lrica. All escucha y lo envuelve la vieja y renovada msica del mundo.

    De Confn del tiempo y de la rosa, Lima, 1948, UNMSM

    ...y en la sombra no ms de la azucena...

    GNGORA

    I

    CALIDAD de la brisa y del aroma cabe tu cabellera sorprendida; sutil itinerario, muerte y vida, finaliza en tu vientre de paloma.

    Ensueo, laxitud de dulce poma, en tu nvea epidermis contenida, hoy te evoca mi ansia prevenida, como rbol madrugado en su idioma

    de primigenia flor, tibia semblanza, Flagrante bayadera, en la agona de un ptalo de luz la Luna lanza

    tu espectro ante mi frente. Oh lejana de tu cuerpo floral, oh frgil danza de tus senos de ignota astronoma.

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    V

    DE tus muslos en cauce hacia lo incierto su nueva metalurgia voy cantando, en tu ausencia mis versos desplegando la memoria fecunda en que te vierto.

    Crepsculo en tus senos descubierto, la Luna entre sus cumbres orillando; recorro tu sendero como cuando man de dios llova en el desierto.

    Pero hoy nos ve el metal con su agona de muerte contenida. Alba hermosa cubre al guerrero muerto en lejana.

    Por eso el viento gime y se desglosa, el lirio es menos lirio en dinasta y el rubor ya no es ptalo en la rosa.

    X

    TRISTEZA que a tus ojos se enjoyaba, la agona del hombre al retener. Oh lgrimas adictas a tu ser que el viento, verso errante, devoraba.

    Jazmn yerto, tu mano recordaba pennsula de albura, amanecer, dulce nube dispuesta a sostener el claro cielo que el dolor negaba.

    Mas ya la muerte hueca se ha perdido, de tanto caminar lo caminado. Yo poeta al final he concluido

    solo entre tempestades desgarrado, soando triste todo lo vivido, viviendo triste todo lo soado.

    XI

    SI pjaro de amor de amor mora, era su amor el ala que volaba, geografa amorosa la surcaba, area remembranza la envolva.

    Su pico temporal se estremeca, al recuerdo de rama que anidaba, dulce aroma en la noche que cavaba en pos del cuello, amor que amaneca.

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    El cielo en su plumaje desplegado, el viento en lejana gemebundo, a pluma de nostalgia desterrado.

    Sola mora el ave bajo el mundo, y la estrella en su pico iluminado era trino de amor ya moribundo.

    XVI

    LEVE novia plagiada a la matina, en la fuente en que el alba suele ser existencia rosada del no ser, cabellera extracielo, peregrina.

    Eres isla de esto en la retina, pasajera del tiempo, anochecer; yo soy la hoguera en que ha de perecer tu lengua, arena ardiente, diamantina. Memoria del Otoo te retrae a cncava penumbra del diseo para ver al cenit que gime y cae.

    Noviazgo subterrneo del ensueo, infravida que al llanto se contrae, polvo y polvo naciendo de tu sueo.

    XVII

    Mirndola deshjase el deseo y quien la viere olvida y ella dura.

    Ay, es as la rosa y no la veo!

    Martn ADAN

    AQUESTA flor del pdico rosal es la rosa de savia estremecida, cabellera en celaje adormecida, parla y parla en facundia vesperal.

    Rosa infiel es la rosa matinal, suavidad a sus ptalos ceida; pecado de su imagen poseda por labio de roco o luz cristal.

    Es meta del rosado navegante, digo ocaso en color melancola, flor tallada por lluvia rutilante.

    En la noche sostn de celesta, esposo de la rosa, el sol diamante trabaja en luz de rosa el nuevo da.

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    ...el cielo

    a sus gloriosas astas confinado.

    Jorge EIELSON.

    XIX

    AY su ala vespertina, ala rosada, que al horizonte etreo divida, camino impostergable que segua tras del ciervo amador de cierva alada.

    La voz del bosque, en noche rezagada, a sus astas de msica envolva; era cierva que el viento posea, gemido era de brisa desflorada.

    Cuando al fin a la amada dio el alcance, ay, cierva de la noche era pintura, bosquejo de penumbra en dulce trance. Fino ciervo, burlado de negrura, herido torn al viento en raudo lance, ciervo amante muri de sombra pura.

    Ven, dulce muerte.

    Juan Sebastin BACH.

    ...Subo al lmite puro

    Paul VALERY.

    XX

    VEN, dulce muerte, muerta en el amor, ya para siempre inerte, desangrante, a la vera de oscuro caminante, trasmutada tu voz en alta mar. Eterna inanimada, secular tu llanto vuelve al tiempo agonizante, pausa de eternidad interrogante que el tiempo al hombre vuelve a reflejar. Ven, dulce muerte, dulce abandonada, habitante del tiempo ya vivido, poblador de la era no soada. Para acogerte estoy desposedo, desnudo muero en la onda perpetuada, donde es dicha el haberte conocido.

  • - 12 -

    XVIII

    Y el hombre su penuria repitiendo, anciano de esperar lo inesperado, en planeta de amor desheredado, su verso, llanto y llanto, va naciendo. D la amada, d cnticos yaciendo, el fuego en qu epidermis apagado. para saber del hombre aprisionado, nufrago terrenal que est muriendo. El hombre al tiempo y al dolor ensea su exaltacin de estirpe mineral, oh ptrea encarnacin que el rbol suea, oh ruiseor de arista sideral, decidme en qu astro, flor o triste pea podr el hombre cavar su voz final.

    Sern cenizas, mas tendrn sentido. Polvo sern, mas polvo enamorado.

    Quevedo

    XXIII

    AS del fuego es cntico la hoguera y en cenizas acaba luz que arda, de este modo el amor en que mora, en polvo enamorado reverbera. Dejar mi recuerdo su frontera, all, desotra lumbre en que viva; descarnada traer la rosa fra, con su tallo de olvido y de quimera. As pasa el amor, verano rojo, presto nos deja carne de cuitado, ya yermo el corazn, nublado el ojo. Por eso, hora del fuego no apagado y an de sus cenizas me despojo, muerto amante de rosa enamorado.

  • - 13 -

    De Poemas del Destierro Mxico, 1956, Ediciones AMERICA NUEVA

    AMADOR, SOBRE LA MUERTE SOLO

    OCIO de tu palabra muda, muerta, es el viento que en pos del llanto viaja, es la tarde vaca de tu ser, es el luto en el pecho de las horas, pero ante todo es llanto bajo tierra de tus miembros mil veces destrozados.

    Ya oste a la gaviota en su parbola volcar su afn de cielo y horizonte, ya viste desde abajo a las ciudades pudrirse bajo el suelo y las cloacas, puedes volar ahora al firmamento

  • - 14 -

    que el eco de la muerte te ha creado. Sigue, remero alado, inalcanzable, sobre tu propio aliento navegando, guerrero sin solaz en tregua de odio: mira la arquitectura de la luz que te lleva y te trae como vela de alguna etrea nave imaginaria.

    Amador en la muerte inaugurado, la distancia es el lmite imprevisto, donde perdemos todo lo que el tiempo en su curso de niebla nos dej. Por eso me pregunto a qu distancia de mis huellas tu amor se habr perdido.

    Al fin se habr curvado al no palparnos, al no or en su bveda las voces que juntas le decan Amador! Pero era tarde ya porque su sangre ay, rota y extraviada, nos caa en rostro, en corazn, en pleno llanto.

    El dilogo del ro con la piedra, el drama de un crepsculo incoloro, la obertura de rboles amndose, el yelmo de la espuma ultramarina, la liturgia floral que rige el sol: todo te alcanzar para que duermas.

    Para que no despiertes asombrado de tierra, de gusanos y silencio; para que la paz junte tus pedazos con el leo del alba o del laurel; para que al fin tu fe de acantilado, batido por las olas, venza al mar.

    Si pudiera ver uno en cada noche al ms profundo llanto de ese da descender desde el fluido de los astros e insomne errar por calles y caminos con esqueleto de hombre y faz de hombre, cada noche a Amador se le vera.

    Si pudiera ver uno en cada aurora el cmulo de sueos no cumplidos, la hojarasca de labios sin besar, el roco en diseo de una rosa y aun al duro pan con su ternura, cada aurora a Amador se le vera.

    Como lo veo yo desintegrndose en pleno medioda para siempre, con sus msculos muertos, con sus rbitas huecas, con su valor hablando en cogulos y an con risa impar cima los aires,

  • - 15 -

    oh, invencible Amador, explosionado. Acongjase ni ltima raz, ruego en mi abismo y caigo hasta tu nombre, que es la nota de vida que entregaste.

    Pero yrgome, abro mi acre fondo, asciende tu recuerdo y se hace canto, estanque de tu sangre asesinada.

    Apagadme la lmpara de su ojo, dejadme solitario con su flora y su fauna de mltiple cadver. Subidme al altozano de sus sueos, sostened mi vigilia para verle comportarse en la nada como un hombre.

    Solo, sobre la muerte, solo, solo con el lento murmullo de la inercia, con la mudez chorreando de sus labios, con pupilas vacas ya de imgenes, con el hueso absoluto en pos del polvo. Solo, sobre la muerte, con el tiempo...

    I

    A Manuel SUAREZ MIRAVAL

    DOMINGO fraccionado de tristeza piano, piansimo se muere. leo infernal mana la vida viscosa humanidad y hueso abierto. Encima, los aos vistindose de absurdo, abajo, el hombre enterrndose hasta el fin.

    Es intil el aire cuando lloro es intil el polvo en atad es intil el agua en la agona es intil la hoguera en soledad.

    Alzo los hombros y camino alzo la vida y me derrumbo es tan amargo, tal difcil todo...

    Oh, triste octubre endomingado las dos de la maana sin madre y sin Per.

    IV

    ESTOY solo a perfeccin en un parque cado de la tarde confinado a la ausencia hundo mis dos ojos en un ayer que llegar maana desplomndose.

  • - 16 -

    Descalzo a mi emocin de todo polvo y palpo el sentido primordial del universo. El pasado es lgrima el futuro tarea de mis manos andemos pues sobre los puos andemos pues bajo la vida caigmonos, caigmonos, es bueno repetirlo hasta el embrin de aquel hijo impedido de nacer.

    Vestido con tristeza peino mi congoja le hago mbito al curso de mi ensueo procuro finalmente que el animal no muera. El animal que habito es esta tarde en que me he echado sobre el pasto casi a rendirme.

    VI

    Una piedra en qu sentarme no habr ahora para m.

    Csar VALLEJO.

    UNA sombra de pan no nos alumbrar en esta noche una lengua sin sed no nos crecer en esta hora un poco de calor no habr para acostar al fro un centavo de vida en fin no llegar a nuestro cadver.

    Es probable que as sea no es posible de otra suerte dejar al diente en su rubor quitarle al hueso su vestido multar el estmago contrito caminar comindonos las rbitas gemir nutrindonos de lgrimas besar murindonos de hambre aullar ahogndonos de olvido volver en sntesis al polvo.

    Pero yo me pregunto del paladar a la faringe dnde est el pan que se pueda comer sin menoscabo dnde est el vino que se pueda beber sin detrimento dnde la col o la legumbre que no tengan sabor a funeral.

    No es lgico esperar una respuesta una mano, una mirada, un buenas noches, cuando ni siguiera un centavo de vida llegar a nuestro cadver.

  • - 17 -

    X

    NADA queda de m excepto un largo grito hecho de tierra de material annimo y mortal.

    As lo siento tras las ratas que se cobran mi vida en cortos plazos como un retazo de tela miserable.

    Hoy mi voz no hiere a nadie porque va herida de s cojeando mucho.

    Hoy no puedo ser otro ni siquiera el mismo de siempre.

    Todo ha cado por su peso maldito todo, menos t, camarada universal. Por eso, prtate bien sobre mis huesos, por eso, prtate bien sobre mi grito, y antes y despus de mi gran muerte, perdname, perdname.

    Te lo pido entre sollozos.

    7 DE SEPTIEMBRE

    A mis hijos: Gustavo, Rosina, Xavier y Marcel

    CUENTO del uno al diez enloquecido en el Distrito Federal de mis angustias las ocho de la noche y ni un cigarro viernes de septiembre y ni un centavo siglo veinte contra Cristo y ni un mendrugo. Cuento del uno al diez enloquecido y lloro en el maysculo cuatro de mis hijos. Trabajo hasta ignorar el ocio de las lgrimas camino hasta el gemir insomne del zapato tropiezo al mundo hasta sentirme bpedo mastico hasta la ltima miga del recuerdo todo en vano, humanamente en vano. Ha llegado el sptimo da de septiembre de un ao cualquiera de dolor y hllome en pleno corazn de Mxico al margen del pan y del centavo contando de uno al diez enloquecido hasta llorar en el maysculo cuatro de mis hijos.

  • - 18 -

    EN EL PANTEN DE SAN FERNANDO

    TRISTE y desolado como el ltimo crepsculo del mundo estoy entre los muertos para no verme en el traspi del hombre que cabalga su egosmo

    Los huesos son signo, lo corpreo lgrima, saber morir es ms alegre que la aurora. Muramos, pues, sobre los frutos de la raz ms honda muramos haciendo tumba propia del corazn del pueblo muramos exclamando: paso a la vida, camaradas.

    Nada es posible sin el hombre, todo es posible con la paz.

    LEYENDA DEL HROE DE LA PAZ

    ESPOSADO hasta las venas llevronle a la crcel.

    Viva la Paz! pudo decir a tiempo que el verdugo flagelaba su espalda hasta el martirio.

    Vaciados sus dos ojos sobre un horizonte de tinieblas a la paz volvi a mirar.

    Amputados sus dos brazos sangrante su vida y sus muones a la paz volvi a abrazar.

    Quemados sus dos labios con voz ronca hechas cenizas a la paz volvi a cantar.

    Cercenadas sus dos piernas puesto en pie su corazn a la paz volvi a llegar.

    Silenciados a golpes sus odos en la sangre que perda a la paz volvi a escuchar.

    Exhalado el ltimo suspiro cado de bruces el cadver a la paz volvi a besar.

    Cuando echaron sus restos a la tierra vino la paz entre palomas y coron a su tumba de universo.

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    ELEGA A JOS CARLOS MARITEGUI

    A Mara Elba y Santos BARCENA

    UN da que ya llega desde la espalda de los Andes desde la piedra, desde el surco, desde la misma nieve, ascender por el tallo una sonrisa y se har flor en los labios de millones de indios. Esa ser tu bandera, Jos Carlos Maritegui.

    T mejor que nadie sabes lo que significa que un indio del Per llegue a sonrer despus de un tiempo sin tiempo de dolor encima despus de una vida sin vida de terror encima despus de una muerte sin muerte de injusticia encima.

    T que vives en el porvenir sabes tambin que nacer ese da y que sern inseparables tu nombre y aquel amanecer.

    Apenas veinticinco aos hace que empez tu eternidad y la mitad del girasol humano ya alcanz la luz en el planeta.

    En este cuarto de siglo adems todos tus enemigos se demolieron solos y t creciste y creces da a da semilla que fecundas el porvenir peruano.

    Padre y maestro lgico, cientfico terrestre, en este aniversario la vida se detiene para besar tu muerte un solo instante y proseguir su cauce dialctico, inmortal.

    CARTA A VIOLETA

    A Ana Mara e Ignacio MAGALONI

    TE escribo desde tu propio hogar Ciudad de Mxico, 19 de noviembre, enfermo como estoy en nuestra cama vieja sintiendo desperseme la sangre en pos de ti, ro inacabable. Sobre la almohada, a mi lado, tibio yace tu ltimo sueo ahora en cambio la ciudad acoge tu vehemencia de ola, tu vigilia de amor, recorriendo el pan nuestro que hoy da te lo debemos todos. Antes yo te escriba desde mi juventud

  • - 20 -

    convertida en un gran reloj de crcel en romance de piedra, en pasto policial, en tristeza y tristeza de mis ojos proscritos. Incomunicado, entonces te escriba desde una celda o cueva donde tu nombre era lo nico viviente. Luego segu escribindote desde Antofagasta, frente al Mar Pacfico, desde Puerto Barrios, frente al Mar Atlntico, desde Oaxaca, frente al tiempo, desde ti, frente al cielo, en la orilla del mundo. Y aun cuando te miran mis hijos fijamente me parece que son frases sus miradas de un alfabeto que fui incapaz de escribir. Despus de tantos meses de silencio sent esta maana el deseo de escribirte de escribirte una cosa muy sencilla: para tanto amor, hemos sufrido poco para tanto amor, hemos hablado poco para tanto amor, no hemos vivido nada. Vivir me oyes , vivir un da nuevo en el que nadie nos persiga ni nadie nos embargue ni se nos corte la luz por unos pesos ni se nos acuse de extranjeros. Vivir un da nuevo en que trabajemos sin lgrimas ni odios pudiendo sentirnos camaradas de todos y en el que por fin nos sea devuelto el Per de tus entraas, nuestro Per del llanto Vivir me oyes?, vivir un da nuevo en el que la vergenza no nos astille el ojo como cuando se enteran nuestros hijos de esta paternal orfandad de dos monedas. Vivir un da nuevo. Un da, en suma, en el que podamos cantar todos los hombres despus de sentarnos en la yerba a jugar a la comidita como dice nuestra hija sin que a nadie le falte que comer. Sobre esta nueva vida deseaba escribirte ahora que marchaste temprano a rescatar nuestros libros del camarada Lenin nuestros cuadros de Flores y Gutirrez y tu reloj y mi reloj embargados por los mercaderes.

  • - 21 -

    Desde la calle me llega el gorjeo de nuestros pequeos peregrinos la sinfona de la clase obrera el clamor del mundo. Estoy enfermo, solo, y este quinto piso parece un subterrneo sin ustedes. No demorars? Sobre la almohada, a mi lado, tibio yace tu ltimo sueo. Encargo a mis versos una rosa para l pero hasta la flor de la palabra cuando quedo solo no puede olvidar la espina del tiempo que sufr. Ven pronto, cielo junto al cielo, surca calles, vuelas plazas, sube corriendo los pisos de nuestra altsima pobreza. Aqu te espero, en esta cama vieja, que tanto tiene de m, de tus sueos cercanos, de tus cartas lejanas, de nuestros desvelos por los compaeros los presos del Per y el mundo los perseguidos del Per y el mundo los explotados del Per y el mundo. Ven pronto, estrella y mar, msica terrestre aqu te espero y mientras llegas empezar a amar el porvenir hecho luz entre tus ojos pan en las manos de los nios leche en tus senos, ala en tu voz, verso en tu cuerpo, rayo en tus labios eternidad en tu grito de gran madre rosa roja en tu pasin de comunista y alba en todo lo tuyo que me estoy llevando al sueo. Escribindote duermo, camarada, seguro de que, al despertarme, juntos gozaremos el resto de la lucha tomados de la mano hasta que caiga yo hasta que quepan mis huesos en la tierra nuestra hasta que mi sangre se despee en ti ro inacabable, vida, vida...

    Nuestro mayor agradecimiento a Rosina Valcrcel Carnero y a Juan Carlos Lzaro quienes, entre los aos 2004 y 2005, realizaron la seleccin de los poemas publicados.

    Alfredo Rubio Bazn

  • - 22 -

    GUSTAVO VALCRCEL

    LA PRISIN (Fragmento)

    I LA PRISIN Y LA MUERTE

    apor del Norte, diez palos. Vapor del Norte, diez palos, diez palos gritan en el primer piso con manifiesta alegra.

    Compaero Almagro: Vapor del Norte. Voy. Qu significa eso? Diez nuevos presos polticos. Si hubieran

    gritado: Vapor del Sur, se habra tratado de presos comunes. Ir a ver a quienes traen.

    * Vapor del Nos levantamos. l baja. Yo, apoyando mis codos en el brandal de tubera, observo

    con displicencia y desgano. Se abre la puerta de acero e ingresan los nuevos con bultos bajo el brazo. Pero si se trata de un traslado, de prisin a prisin! Vienen con luengas barbas, famlicos, cansados con fra palidez sobre sus rostros. Dos se abrazan estrechamente con Almagro, deben de ser jraristas conocidos. De varias edades y condiciones, suben al tercer piso guiados por l. Los instala en varias celdas, vecinas a la nuestra. Soy presentado. Saludo. Slo me interesan como experiencia humana. Quiz Almagro se vaya con ellos abandonando nuestra antigua celda comn. Mejor: estar aislado hasta que venga el final. Me desagrada perder los ltimos reductos de mi intimidad. Me entero: vienen del Exto, la prisin vecina, donde hubo una protesta sangrienta por la mala alimentacin. Unos han ido al zopita, otros a la isla dos al cementerio, la mayora al panptico. Divide y reinars. Petronio es el ms viejo, por lo menos setenta aos: es campesino del centro y juarista hasta la mdula. Increble senectud. Bastante encorvado, camina sosteniendo su antebrazo derecho sobre los hombros de Almagro. Su rostro se arruga cansado de herosmo annimo y mortal. Varios tienden sus mantas en el suelo de las celdas. Ahora se sientan, desenvolviendo ante Almagro su historia individual, o ensamblando las ltimas noticias del JRA. Me alejo pues noto que alguien, sealndome, pregunta por m. Soy el nico no jrarista del tercer piso de la Dencia. Sospecharn? Ojal fueran todos tan tolerantes como Alm, pero tal vez son enemigos fanticos de sus adversarios, o de la gente indiferente como yo. A pesar de todo, los respeto. Hay tres adolescentes, seguramente estudiantes secundarios. Me siento incmodo, como si mi hogar hubiera sido violado por extraos. Es creble que Almagro me dejar, pero celos de una amistad que no me importa. Da lo mismo agonizar en su soledad.

    * Despus de la chufla, que contina igualmente repugnante en las maanas y en las tardes, los

    soplones de la guardia pasan lista por primera vez. Ya somos doce. Froiln. Presente. Almagro. Presente. (Es por orden de antigedad en la Dencia) Cepeda.

    V

  • - 23 -

    Presente. Launzarn. Presente. Rompo filas y voy a tirarme en una celda, solo, agnicamente solo. A lo lejos se oye: Borbolla. Presente. Quspez. Presen

    * Justamente tres semanas despus que escuchara mi sentencia, cuando haca media hora que las

    sombras se haban adherido a los rugosos muros de la Dencia, muy dbilmente iluminada por una luz colgante al extremo de las barras del techo, Almagro, que siempre se qued conmigo, es llamado con urgencia. Tres celdas ms all de la nuestra, en el espacio existente entre las rejas y el brandal de tubera, se agrupan los polticos con ojos de estupor. El viejo Petronio, que en las noches entretena a todos con su pltica anecdtica y cordial, acaba de sufrir su segundo ataque al corazn. Con excepcin de Almagro, la causa de cuya ascendencia sobre los jraristas desconozco, y de Launzarn, quinto ao de medicina, todos son obligados a salir. Los dos echan aire al rostro anciano y llevan a sus labios un jarro de agua triste. Desde el pasadizo, de sesenta centmetros de ancho, espectamos ansiosos la rgida faz de Petronio: ojos cerrados, barba rala y rojiza, pelo abundante y desgreado.

    Avisen a la guardia grita Almagro. Bajan dos con ese objeto. Launzarn vuelve a tomar el pulso, pone sus orejas sobre al agobiado

    trax campesino. Aire, aire grita el estudiante, haciendo un ademn para que se aleje el grupo. Pidan coralina,

    coralina, rpido, se nos muere, se nos muere Hace quince minutos que ha perdido el conocimiento, se extraa entre los muros la picarda de

    su ronca voz dicharachera. Un sopln sube, observa y diciendo que va informar, se aleja. Los segundos pasan y Petronio vuelve en s. Los dos que estn con l lo acuestan en el suelo, sobre unas mantas radas; abanican, con papel de peridico, el duro rostro apergaminado. Le humedecen la frente. Le cogen las muecas. Le descubren el pecho, abrindole su camisa de dril, desteida y sin cuello. Vuelve la oreja de Launzarn al lugar del corazn. Insiste en lo del pulso. Nos mira, con la angustia rebalsando sus pupilas. De repente, con los ojos aguados por las lgrimas, anuncia, seco y tajante: ha muerto! Todos penetran en la celda. Yo me quedo en el pasadizo frente al grupo humano. Estoy mudo, esttico, con la garganta sequsima de oprobio. Ha muerto. Algunos se santiguan. Se le cubre parcialmente, utilizando su vieja manta; sus pies son envueltos con un saco de yute. La aglomeracin mutila los ltimos resplandores de la luz. Mis ojos lloran imgenes licuadas y no soy jrarista, ni fui amigo del difunto. Uno se arrodilla. Otro reza:

    Padre nuestro que ests en los cielos. Almagro es una estatua, mas sbitamente ordena: Compaeros, la Marcha a los Cados. Y empieza el bramido funerario: Gloria, gloria a los cados por la gran revolucin... Primero dos, despus cuatro, finalmente once. El canto nace en las entraas, en la ms profunda

    zona de la angustia humana. Las voces son roncas, arrastradas, tremebundas. Gloria, gloria a los cados por la gran revolucin. Jams msica alguna... once voces retumban en la bveda infernal, en la Jericdencia, como pretendiendo derrumbar el sepulcro comn y anunciar al mundo que ha llegado la muerte a la prisin. Los comunes suben, se arremolinan en mi torno. Sus sobacos hieden. Sus labios cados estn verdes por las hojas de la coca. Las miradas terribles. Homosexuales, rateros, opimanos congregados por la muerte. Inimaginable. Gloria, gloria... tarareo. Pero all vienen: cinco hombres de la guardia suben la escalera a trote, los revlveres brillando entre sus manos. Apuntan con las armas.

    Atrs, atrs, todo el mundo -grita el mandante enfurecido. A ver, ustedes dos crguenlo -indica otro a un par de comunes, poniendo su ndice en direccin

    al cadver.

  • - 24 -

    Se oye una voz: Criminales. Y otra: Asesinos. Y otra: Homicidas. Y otras: Asesinos, criminales, homicidas. Todos corean, los revlveres palpitan, la Dencia ruge, queda vaca la celda del cadver. Los

    jraristas se alinean en el pasadizo. Ahora, entran dos rateros a donde yace el cuerpo de Petronio. Y otra vez:

    Criminales, asesinos, criminales, asesinos... Silencio, carajo, o disparo -grita el sopln de negro. Silencio sepulcral en los muros. Pero luego, a mi costado, alguien exclama: En la vida... -y todos responden: Hermanos! En la revolucin... Hermanos! En la muerte... Hermanos! Un carcelero me empuja. Caigo y me levanto con presteza, estacionndome en el extremo del

    pasadizo. Abuso, abuso -braman los jraristas. En este instante, cargado con dificultad sale el cadver del viejo Petronio. Dos comunes lo han

    cogido de las extremidades. La parte abdominal se hunde y su espalda se curva casi hasta rozar el suelo. No se ve su faz de mustio combatiente. Sus pies (estarn rectos?) se esconden cubiertos por un sucio saco de yute. Vuelve la marea estrepitosa del canto: Gloria, gloria a los cados. Los jraristas se han alineado militarmente a lo largo del pasadizo de sesenta centmetros, en la parte opuesta a la escalera por donde bajarn el cadver y la guardia. Sbitamente, alzan el brazo izquierdo, haciendo el caracterstico saludo del JRA, y prosiguen cantando con sus huesos., las barbas negras, la luz mortecina, el himno estremecedor, el cadver y las sombras, el cadver... setenta aos y morir de esta manera en las fauces de la Dencia. Oh viejo Petronio ya eres eternamente libre. Gloria, gloria a los cados. El muerto se aleja seguido de verdugos, pero la escala de caracol impide ver. Sigue la cancin fnebre y profunda; siguen los brazos izquierdos en alto; sigue la tensin colectiva desglosando a la vida y a la muerte. Sin tener conciencia de lo que hago, empiezo a cantar, alzo mi brazo izquierdo hasta su lmite de altura, me cuadro militarmente y ceso de llorar. Gloria, gloria a los cados por la gran revolucin. Canto con la ms honda emocin de mi existencia. Mi retazo de vida hecho clamor de humanidad. El fardo funerario ha llegado al patio cuadrangular y se ha detenido al pie de la puerta divisoria que nos separa del mundo. En el primer piso, los comunes temblorosos se han escondido en el costado ms oscuro de sus celdas. Arriba, las sombras jraristas se alargan en el muro, que reproduce los brazos izquierdos como mstiles. Ya empieza el sonido de cadenas y candados. La puerta de acero se abre a un extremo de los bajos. Almagro grita:

    Compaero Petronio.... Presente! -responden los que quedan, los que quedamos, mejor dicho, en la agona. Y, por ltima vez: Gloria, gloria a los cados... con ms fuerza, con vibracin sobrehumana, como

    queriendo devolverle la vida, o dignificar el alba de su muerte. La puerta ruidosamente se ha cerrado y el viejo Petronio ha desaparecido para siempre.

    Al poco rato vuelven los soplones de la guardia. Uno grita: Castigados todos los polticos por indisciplina, incomunicacin absoluta, prohibido hablar. A

    sus celdas! Ingresamos, un candado en cada reja. Suprimidas las visitas, sin noticias de mi madre, a pan y

    agua. Insolentes, mierdas, carajos -gritan escupiendo nuestras rejas al pasar. Almagro rpidamente se para y como enloquecido, con las manos sacudiendo los barrotes, les

    grita:

  • - 25 -

    Criminales, asesinos, hijos de puta... Quin habl? -abotagado de ira, interroga el de negro. Sujeto a Almagro por los brazos, lo

    ajusto con desesperacin, pero ya es tarde, su valor ha rugido: Yo, criminales. Yo, asesinos. Yo, mil veces malditos. Sus manos estremecen la reja encadenada. Viene la guardia, abre el candado y lo derrumban a

    puetes y patadas. Encogido en un ngulo, con toda mi cobarda tiritando, observo la escena anonadado. Est sangrando, hecho un ovillo sobre el suelo, una impotente masa de hombre. Ms golpes, sin misericordia y sin escrpulos. Y l ni un quejido, a lo ms cierto sonido extrao como si le naciera en el estmago para morir atrs de la garganta. Arrastrado de un brazo, lo sacan de la celda y lo arrojan al pasadizo. Cierran mi reja, pero an puedo verlo tirado en el corredor, con sus manos ensangrentadas tapndose el rostro. Vociferan los carceleros. Almagro se levanta y cae y, despus de recibir una lluvia de escupitajos, se pierde de mi vista. A los pocos segundos, oigo la misma voz chillona procedente de los bajos:

    Desnuden a este mierda, agua a la celda y llave. Lo han incomunicado en el primer piso, completamente desnudo. Escucho el golpe de los baldes

    de agua azotando al cemento. Ha terminado. Almagro, hermano de mi espritu. El silencio se empoza en cada celda. Nadie ha ocupado aquella en que muri el compaero

    Petronio. Despus de mucho tiempo, no hay cantos ni procacidades. Las oficinas anexas estn mudas. Alguien tose, mas luego vuelve a caer un silencio viscoso en cada celda, en cada muro, en cada preso. Pero, dentro de mi vida escucho a una multitud que entona: Gloria, gloria a los cados. En la vida... Hermanos! En la revolucin... Hermanos! En la muerte... Hermanos! Compaero Petronio... Presente! Asesinos, criminales! Silencio, carajo! S, afuera de mi ser, el silencio estremcese de lgrimas. Ni un murmullo, ni una voz, ni un ruido. La muerte ha extendido su imagen de mudez. Ella nos rodea. Su presencia se petrifica en los muros, se enfra en los barrotes, se asfixia en los corazones, se hace rictus en los labios, se diluye en la penumbra de la Dencia hasta que, finalmente, nos arroja sobre el dorso de la vida. Me encojo en la ms negra esquina de mi recinto fnebre. Almagro, desnudo, abajo Petronio en la fosa comn, un campesino en saco de yute regresando a la tierra. Por fin, en libertad. Si, libertad para agusanarse hasta las rbitas. Qu horrible! Pero... han apagado la nica luz de la Dencia. Nunca sucedi esto. No veo nada. No oigo nada. Nada. Palpo: un muro helado. Abro los ojos: impenetrable sombra. Huelo: excremento y podredumbre. Gusto: sequedad absoluta. Oigo: silencio eterno. Sepultado vivo, enterrado vivo, hallme en un nicho. Pero... se han equivocado. Se han equivocado! No me oyen? Si yo no he muerto. Yo no he muerto! An respiro... pero ya no puedo. Mi trax est inmvil, el cuerpo rgido, el aire ausente. Aire! Aire!, agiten un diario ante mi rostro. Petronio. El Pulso. Quiero hablar. Debo hablar. Los labios se mueven solos, sin articular sonido, solos. Me han sepultado vivo. No puede ser! No puede ser! Mam, maama, maaaamaaa

    Qu te pasa, hijo de mi alma? Ma-m, ma-m: el silencio, las sombras y la muerte. El mundo sigue girando.

    Transcito por http://www.arlequibre.blogspot.com de La Prisin de Gustavo Valcrcel.

    Fondo Editorial Cultura Peruana. Lima, 2004. 236 pp. Pg. 81-84.

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    Conversacin con el poeta Juan Carlos Lzaro sobre la obra de Gustavo Valcrcel

    La Prisin, novela de Valcrcel, un poeta del pueblo5

    Entrevista de Rosina Valcrcel

    Gracias al empeo del Fondo Editorial Cultura Peruana, de Violeta Carnero, y Gustavo Valcrcel, junior (prologuista), este ao se ha reeditado La prisin, la novela del poeta Gustavo Valcrcel Velasco, cuya primera edicin vio la luz en Mxico, en 1951, con el prestigioso sello de Cuadernos Americanos. Desde entonces el libro ha tenido cinco ediciones legales y otras tantas pirateadas. En la presente entrevista, un poeta de la Generacin del 70, Juan Carlos Lzaro, autor de La casa y la hojarasca (2001), comenta crticamente sobre La prisin y la obra potica de Gustavo Valcrcel.

    Cul sera tu comentario sobre la lectura de La prisin, la novela de Gustavo Valcrcel?

    -Es una de las mejores expresiones de la literatura carcelaria del Per. Si bien, como quiso su autor, es testimonio y denuncia, se le valora, por encima de todo, como una gran novela. Su composicin, lenguaje y estructura son bastante modernos. Destaco estos elementos porque es necesario tener en cuenta que su autor, un poeta consumado, artfice del soneto perfecto, la escribi antes de los 30 aos y la public durante su destierro en Mxico, en 1951.

    Cules seran sus principales cualidades?

    -Paradjicamente, son las que el propio Valcrcel subray como deficiencias en una advertencia de las ediciones posteriores a la primera. Ah se autocritica la recargada e innecesaria incidencia en lo sexual y un regodeo con la temtica irreal, fantstica u onrica. Pero, sin estas cualidades, estoy seguro, La prisin se perdera como novela. Entonces hay que entender que el Valcrcel que criticaba al novelista era el militante marxista-leninista, no el escritor.

    Quieres decir que la militancia comunista est reida con la literatura?

    -Nunca debi estarlo, pero lamentablemente as sucedi durante mucho tiempo. Fue la obra del estalinismo, esa deformacin del socialismo marxista del siglo XX, que slo valoraba a la literatura si se presentaba como propaganda de su ideologa. Interesadamente se olvid que en la tradicin socialista, la literatura y el arte se consideran las ms altas expresiones de la libertad creadora del

    4 Publicada en Frente Popular, Lima, oct. de 2004: Ao I, N 8: p. 18. Lima y en Aprendiz de Maga de Rosina

    Valcrcel. Editorial Horizonte, Lima, Per, 2006. Pgs. 158-159.

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    ser humano. Una izquierda renovada, democrtica y moderna debe retomar la tradicin humanista del socialismo y hacer de la defensa de la libertad su principal bandera.

    Otros autores han tratado la situacin de las crceles peruanas, qu opinas?

    El repertorio acoge autores muy interesantes. Arguedas escribi El sexto, una novela con muchas deficiencias. Ciro Alegra produjo El dilema de Krauze, de tono autobiogrfico y existencialista, pero de pobres resultados. Juan Seoane con Hombres y rejas y Magda Portal con La trampa, se centraron en el testimonio y la denuncia. A comienzos de la dcada del 70, Luis Urteaga Cabrera public Los hijos del orden, estremecedor relato sobre un reformatorio de menores. Y lo ms reciente pertenece a Jorge Espinoza Snchez, autor de Las crceles del emperador, sobre la prisin en la dcada fujimorista. En este cuadro, la novela de Valcrcel destaca entre las mejores.

    Y qu podras decirnos sobre el Valcrcel poeta?

    Esa es su faceta ms importante, la que lo define como artista. Gustavo Valcrcel, de la Generacin del 50, integr el grupo de los llamados Poetas del Pueblo. La poesa poltica peruana

    tiene sus mejores voces en l y en Alejandro Romualdo. A Valcrcel lo distingue su intenso lirismo: doliente, cotidiano, militante. Humaniza su militancia, sus banderas de lucha y su partido. No cae en la consigna ni en la propaganda. Lo salva su alto sentido tico de la poesa. Pero adems del poeta poltico hay otro Valcrcel, el sonetista parnasiano, elegaco, modernista y esplendoroso. Pocos han reparado que en la poesa peruana del siglo XX, despus de Martn Adn slo Valcrcel pudo escribir sonetos de perfeccin quevediana.

    Nota Bibliogrfica de La Prisin

    Por Carlos E. Zavaleta

    No hace mucho, a un paso de sus cuarenta aos, el poeta, novelista y dramaturgo Gustavo Valcrcel ha visto publicadas todas sus obras en los cinco volmenes de un festival exclusivo. Ningn otro escritor vivo, ni siquiera los afamados Ciro Alegra y Enrique Lpez Albjar, ha merecido an ese honor.

    El tercer volumen del festival es una novela, La Prisin, que en 1951 apareci en Mxico, "cuando yo militaba todava dice Valcrcel en las filas del Partido Aprista Peruano". La explicacin leda en una "Advertencia" subraya, sobre todo, los defectos que su ndole de partidario poltico puso en la novela, la cual, no obstante, es de nuevo publicada porque ella "encierra una seria y veraz repito, veraz, aade Valcrcel denuncia de lo que fueron, por largos aos, las prisiones polticas del Per. En segundo trmino, porque dicha denuncia se extiende, aunque algo difusa, contra las clases y castas explotadoras que an hoy oprimen a mi Patria". Segn l, aquella intencin original, vigente en la actualidad, de protesta y condena del rgimen de Odra, es suficiente para lanzar la segunda edicin.

    Si bien la denuncia contra la clase que domina el pas no va ms all de unos dilogos, en vez de encarnar en un valioso argumento, la otra denuncia contra el caos y el vicio de las crceles, innegables hoy por sus brbaras repeticiones, propias de un campo de concentracin todava no clausurado, transforma la novela en un documento revelador del atraso y primitivismo de algunas autoridades, amn del atraso y primitivismo de los bajos estratos sociales del Per, de donde surgen los llamados delincuentes comunes.

    Hasta aqu la intencin del escritor se cumple. Pero una noble protesta no engendra, sin ms, una novela. El mtodo narrativo de Valcrcel nos dibuja al comienzo, en primera persona, al protagonista, el estudiante Froiln, que sufre, por error, su primer y ltimo encarcelamiento; unas pginas ms all Froiln habla por s mismo, esto es, se convierte en el "segundo" novelista o en el personaje "observador", habitual por lo dems en muchas novelas de nuestro siglo y que traduce ms directamente que el autor su propio conciencia: y en fin, muy poco antes del epilogo, cuando

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    ya Froiln es un idiota degradado por lo falta de libertad, por el rechazo a su liviano amante que lo engaa con sus verdugos, y por los prcticas homosexuales, Valcrcel quita la pluma de manos de Froiln y describe los momentos finales de ste, su bestial inconsciencia al vagar, ya libre, por las calles de la ciudad, y al morir en forma lamentable y annima.

    Pero sea Valcrcel o Froiln mismo el narrador, Hay un afn por analizar la conciencio del protagonista, ora a trabes del "estilo indirecto libre" (cuando el narrador hace pensar visiblemente al personaje), ora dejando a Froiln contar sus intimidades como si l estuviera solo, mtodo cuyo extremo de libertad y confesin es el "monologo interior". Entre ambos polos se mueve imperfectamente Valcrcel, a fin de aplicar un estilo que l sin dudo vio mitad en Joyce y mitad en Sartre. Esa imperfeccin es causante de que el lector, animado por la "Advertencia" y dispuesto a vivir los muchos planos de una prisin, por brutal que sta fuera, se d con el lenguaje telegrfico propio de aquellos mtodos, y con un grave desorden narrativo, a ms de hallar una mentalidad nada interesante en s misma, como es la de Froiln. Si el autor decidi aplicar estos artificios, debi pensar que ellos cautivan slo cuando es rico el argumento (as lo hacen Schnitzler, Faulkner, Rulfo y Cortzar), o cuando es rica la mentalidad del personaje (as, Woolf, Joyce y Dos Passos); pero si, en cambio, su ntimo y justo deseo era abominar de las crceles del pas, debi pintar en detalle, aun con dicho estilo y usando el tiempo presente (que es el tiempo de la angustia, pues ignora el futuro), el ambiente y las relaciones externas del personaje, olvidando las sensaciones y los problemas ideolgicos de una mentalidad que no es la de un intelectual, por ms que se quiera. De haberlo hecho as, la brutalidad del medio hubiera pasado a primer plano y la estoica dignidad de la vic-timo hubiera alzado an ms al lector en contra de quienes la hacen sufrir.

    En las mejores pginas de la novela el lenguaje es simple, coloquial, y aspira o forjar cuadros realistas. Por qu, pues, enturbiarlo con un mtodo impresionista que a menudo es oscuro en quienes no lo manejan bien, y por qu manchar el relato con vanas discusiones ideolgicas y con ci-tas en latn, alemn e italiano? Ya que Valcrcel es un poeta, nos habamos dispuesto a leer uno prosa adecuada o a hallar situaciones, personajes o smbolos patticos. Nada de ello hemos visto. El estudiante que se vuelve idiota, que tiene un homnimo ya muerto, que ganguea por las calles antes de morir, hambriento y animalizado, es un personaje nada convincente. Y los raros pasajes lricos estn muy por debajo de un modesto poema en prosa.

    Al darnos uno novela frustrada, este poeta, sin embargo, ha sealado mucho antes que nadie la urgencia de reformas carcelarias que hagan imposible a los gobiernos tener a la mano unas salas de tortura adonde puedan enviar a sus enemigos polticos y donde los delincuentes no agraven sino corrijan sus proclividades; y tambin ha llamado la atencin sobre ciertos mtodos de composicin literaria que desde hace algn tiempo aplican los jvenes novelistas y cuentistas peruanos. Sobre todo, el anlisis de la conciencia, la presentacin del argumento a travs de la vida mental del personaje, y la evocacin recurrente, son artificios empleados con propiedad por Sebastin Salazar Bondy, Julio Ramn Ribeyro y Carlos Thorne, y con algunas inconsistencias, por Enrique Congrains. Gustavo Valcrcel, LA PRISIN (Lima: Editora Per Nuevo, 1960).

    Transcito por http://www.arlequibre.blogspot.com de Letras. rgano de la

    Facultad de Letras de la UNSSM. Lima-Per N 64. Primer Semestre.1960.