Guillermo de Prescott: Historia de la Conquista del Perú.

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4 BIBLIOTECA 01. GASPAR Y ROIG.

el conocimiento de la historia colonial de Espaiia•Lejos de pensar esclusivameul.e en sus propios pro-vectos literarios , siempre estaha i dispuesto a prestarsu auxilio y su simpatía á los de otros. Realzaban sureputaciou cuino erudito las altas prendas que leadornaban como hombre, su benevolencia , la senci-llez de sus costumbres, y su moralidad á toda prue-ba. Mucho es lo que yo le debo, porque desde quepubliqué mi primera obra histórica. hasta la íntimasemana de su vida , siempre lic recibido pruebas delsincero y útil interes que le inspiraba la contanuacionde mis trabajos, y en este instante bahtito con tantamas satisfaccion este elogio á sus merecimientos;cuanto que no puede sospecharse en él la intencioude adular.

'famhien debo incluir en la lista de los que me hansuministrado materiales aMr. Ternaux-Compaus, tanconocido por su fiel y elegante traduccion francesa delos manuscritos de Muñoz, y á mi amigo D. PascualGavangos , quien bajo el modesto título de Iraduc-cioi, ira publicado un comentario tan agudo coleoerudito sobre la historia hispano-árabe , colocándoseen primera línea en aquel difícil departamento de larepública de las letras que lían ilustrado los trabajosde un liasdeu, de un Casiri y de un Conde.

A los materiales que estas fuentes me han propor-ciona lo , he añadido algunos manuscritos importan-tes sacados de la biblioteca del Escorial. Estos, quese refieren principalmente á las antiguas institucio-nes del Perú, formaban parte de la magnífica colee–cion de lord Kingsborough, que, por desgracia , hatenido la misma suerte que casi todas las coleccionesliterarias, y se ha dispersado por todas partes desdela muerte de su noble autor. Me ha proporcionado es-tos manuscritos el activo bibi ógrafo Mr. O. Rich,que reside actualmente en Londres. Por fin , no deboolvidarme en otra línea de los servicios que me hahecho el erudito bibliotecario del ateneo de Boston,mi amigo Mr. Charles Folsom, cuyo saber en materiasgramaticales, y en la diccion castiza y propiedad delidioma ingles, me han servido para corregir muchasPallas en que labia incurrido al componer tanto estacomo mis obras anteriores.

Disponiendo de todos estos diferentes manantiales,he acumulado una gran cantidad de manuscritos tauauténticos como variados , concesiones reales y de-cretos, instruciones de la corte, cartas del emperadorá los principales oficiales de las colonias, archivosmunicipales, diario; personales y apuntes, y unagran masa de correspondencia particular de los prin-cipales actores que desempeñaron un papel en estedrama turbulento. Quizás este mismo estallo de tur-bulencia del pais fue lo que.contribuyó tí hacer masfrecuente la correspondencia entre los empleados co-loniales y el gobie: uo de la metrópoli. Pero , sea cualfuere la causa , la culeccion de materiales manuscritosque se refieren al Perú , es mucho mas amplia y mascompleta que laque se refiere ti Méjico ; de modo queapenas hay rineoo oscuro en el camino del descubri-dor sobre el cual no basa arrojado alguna luz la cor-respondencia escrita cae la época. Quizás utas bientiene que quejarse el historiador del I maAnnAs DES

iucnrissEs, porque en la multiplicidad de testimonioscontradictorios , no siempre es lócil sorprender laverdad , así como la multiplicidad de los rayos ele luzque se cruzan unos á otros deslumbran y confundenla vista del espectador.

La presente historia se funda en el mismo plan ge-neral que la de la CONQUISTA DE MÉJICO. En un libro deintroduccion he tratado de presentar de bulto las ins-tituciones de los Incas, para que el lector conocieseel carácter y la condicion de esa raza estraordinariaantes de entrar en la historia de su conquista yavasa-llamiento. Los denlas libros contienen la relacion dela conquista; y aquí el asunto, debemos confet arlo,

mí pesar de las ocasiones que ofrece para pintar carac-téres, referir incidentes extraños y poéticos, y esce-nas pintorescas, no proporciona al historiador lamasventajas corno la historia de Méjico. Verdad es quepocos asuntos pueden compararse con este para losfines del historiador ó del poeta. En él el desarrollonatural de la historia se amolda exactamente á lo queexigen las reglas mas diversas del arte. La conquistadel pais es el gran objeto que siempre está presenteen la mente le! autor. Desde que los españoles des-embarcan por primera vez en el territorio , Rus avel]-turas posteriores, sus negociaciones y batallas , suretirada terrible, sus nuevos esfuerzos y el sitio final,todo contribuye á preparar este gran resultado, hastaque con la toma de la capital termina la larga serie delos acontecimientos. En la marcha de los sucesos,todo camina de frente hacia este término. Es un poe-ma épico magnífico, en que la unidad de interes esperfecta.

En la CoNQuis rA DEL PEnú la accion , á lo menos encuanto á lo relativo á la calda de los Incas, concluyemucho antes que termine la narracion. Ocupan el res-to las terribles luchas ci+iles de los conquistadores,luchas que por su misma naturaleza no pueden agru-parse alrededor de un punto central de interes. Paraalcanzar este último objeto, debernos traspasar el lí-mite establecido en la inmediata caída del imperioperuano. La conquista de los- indígenas no es masque el primer paso , á que debe seguir la derrota delos españoles rebeldes, Basta que se establece la su-

I premacia de la corona de una manera permanente enel pais. Hasta este período no se puede considerar

• como completa la adquisicion de aquel imperio tras-atlántico , y, lijando la vista en este punto mas re-moto, se verá que los pasos sucesivos de la narracionconducen á un gran resultado único, y que se con-serva esa unidad de interes, que casi es tan esencialen la composicion histórica como en la dramática.Hasta qué punto se ha conseguido esto en la presentehistoria , es cosa que abandono al juicio del lector.

No tengo noticia de que ningun español haya com-puesto historia alguna de la conquista del Perú , fun-daría en documentos originales , que pueda aspirar áponerse al lado de la CONQUISTA DE MÉJICO, por Solís,como obra clásica. Los ingleses deben una ele granmérito a la puma de Roberisou, cuyo magnífico bos-quejo ocupa el espacio que le corresponde en su granobra sobre América. Mi objeto ha sido presentar allector la misma historia con todos sus poéticos por-menores; no simplemente retratar los rasgos caracte-rísticos de la conquista , sino realzar los perfiles conun colorido animador, de modo que presente unaminuciosa y fiel pintura de aquellos tiempos. Coneste objeto al componer esta obra me líe aprovechadolo mas posible de lo, materiales manuscritos que po-seo ; lie dejado que los actores hablen- personalmentelo mas posible, y sobre todo he sacado mucho partidode sus cartas, porque en nada es mas probable quese descubra el coraznn que en la libertad de la corres-pondencia privada. Ile hecho amplios estractosde es-tos documentos en las notas , tanto para apoyar eltesto, como para dar publicidad á esas produccionesde los eminentes capitanes y estadistas de aquellaépoca, producciones que los mismos españoles no co-nocen.

lar. Amédée Pichot, en su prólogo á la traduccionfrancesa de la CONQUISTA DE MÉaico, infiere del plande la composicion que debo haber estudiado cuidado-samente l:rsescritos de su compatriota Mr. de Bacan-te. El agudo crítico no nao hace mas que justicia alsuponer que rae son familiares los principios de lateoría histórica de aquel escritor, tan hábilmentepresentada en su prólogo á sus DUQUES DE BonGO\n.Y he hervido motivos para admirar la destreza conque él mismo ilustra su teoría, construyendo eón los

LA CONQUISTA DEL PEDIS.

nido , si fuese posible, hiciese las veces del ojo. Toméun secretario que ene leía los diferentes documentos,y con el tiempo me acostumbré de tal modo al sonidode los diversos idiomas estranjeros (con algunos delos cuales me Babia familiarizado en mis viajes á otrospaises), que pude comprender su lectura sin muchadificultad. A medida que esta adelantaba, iba vo dic..tando numerosas notas; y cuando estas se hubieronaumentado de una manera considerable, me las vol-vieron á leer repetidas veces, hasta que comprendísuficientemente su contenido para componer mi his-toria con estos materiales. Las mismas notas forma-ron una coleccion necesaria para ilustrar y apoyar eltesto.

Pero aun quedaba otra dificultad en el trabajo me-cánico de escribir que me fatigaba estraordinaria-mente la vista. Vencióse esta por medio de uno deesos aparatos para escribir que usan los ciegos, me-diante el cual podia trasladar mis pensamientos alpapel sin el auxilio de la vista, y con igual facilidadsin luz ó con ella. Las letras que así formaba se ase-mejaban mucho á los geroglíficos; pero mi secretariose adiestró en el arte de desenmarañarlos, y pudotrasladarse una copia para el impresor, con un nú-mero no muy exagerado de inevitables errores. Hedescrito con tal minuciosidad este procedimiento,porque se ha manifestado mucha curiosidad repeti-das veces por saber mi MODUS OPERANDI en medio demis privaciones, y quizás su conocimiento podrá serútil á otros que se encuentren en el mismo caso.

Aunque me animaba el progreso visible de mi obra,era este necesariamente lento. Pero con el tiempo sedisminuyó la tendencia hácia la inflamacion, y seafirmó mas y mas la fuerza del ojo. Por fin se resta-bleció hasta el punto de permitirme leer varias horasdurante el dia, aunque mis trabajos de esta_ maneraterminaban necesariamente antes de la noche. Ninunca pude privarme de los servicios de un secreta-rio, ni abandonar el uso del aparato para escribir;porque, al reyes de lo que generalmente sucede, elescribir es para mi vista una tarea mas difícil que lade leer , observacion sin embargo que no se aplica ála lectura de los manuscritos; y por consiguiente pa-ra poder revisar con todo cuidado mi trabajo, hiceimprimir un ejemplar de la Historia de Fernando éIsabel para mi uso, antes de enviarla á la prensa parasu publicacion. Tal corno la he referido era la mejo-ría de mi salud mientras preparaba la CONQUISTA DE

Mil ico, y satisfecho al verme elevado casi al niveldel resto de mi especie, apenas envidiaba la superiorfelicidad de los que podían prolongar sus estudioshasta las altas horas de la noche.

Pero he esperimentado otro cambio en los dosúltimos años. La vista de mi ojo se ha ido pocoá poco debilitando, mientras que se ha aumentado detal mane-a la sensibilidad del nervio, quedurante va-rías semanas del año pasado no he abierto un libro, ypor término medio puedo decir que solo he disfruta-do de la visa á razon de una hora por día. Ni puedoanimarme á mí mismo con la engañadora esperanzade que, gastado corno se encuentra este órgano porhaber quizas abusado de él, pueda volver nunca á suestado de juventud ó servirme de mucho en mis es-tudios literarios de aquí en adelante. No sé si tendrébastante ánimo para entrar con semejante impedimen-to, como lo habia pensado , en un campo Días vastode estudios históricos. Quizás la costumbre , v eldeseo natural de seguir la carrera que líe emprendidotanto tiempo ha , me obligarán á hacerlo, .a que laesperiencia me ha probado que no es imposible.

Por esta relacion, tal vez demasiado larga, el lectorque tenga alguna curiosidad en esta materia , conce-birá basta dónde llegan los obstáculos que se me opo-nen en mis trabajos históricos. Fácilmente se conce-derá que no han sido leves , si se considera que solo

toscos materiales de una época remota un monumen-to del genio que nos trasporta rápidamente al cen-tro mismo de los siglos feudales; y esto sin aquellasincongruencias que generalmente afean las obras deantigüedad hechas eu nuestros días. Del mismo modohe tratado de delinear la espresion característica deuna época distante, y presentarla con toda la lozaníay aniruacion de la vida. Pero me he separado del plandel historiador frauces en una cosa muy importante:he dejado en pie el andamiaje despues de haber com-pletado el edificio. En otras palabras, he dejado veral lector los trámites por los cuales he llegado á misconsecuencias. En lu gar de exigirle que crea en miversiou de la historia bajo mi palabra, he tratado demanifestarle las razones de mifé. Con abundantes ci-tas de los originales que me sirven de testo , y con al-gunas noticias críticas de ellos para esplicarles lasinfluencias á que estaban sometidos , he tratado decolocarlo en una posicion en que pueda juzgar por sí,y aun enmendar ó contradecir los juicios del historia-dor, si así lo cree conveniente. A lo menos por estesistema podrá calcular la gran dificultad que existepara llegar al conocimiento de la verdad entre el con-flicto de las contradicciones, y aprenderá á tener po-ca confianza en aquellos escritores que hablan de losmisterios de lo pasado con lo que Fontenelle llamaaun grado horrible de certeza, » espíritu el masopuesto á la verdadera filosofía de la historia.

Sin embargo, debe confesarse que el historiadorque refiere los acontecimientos de un siglo pasado,disfruta de algunas grandes ventajas en el hecho deposeer materiales manuscritos; ya que los testimo-nios de amigos, rivales y enemigos se equilibran unosá otros. Otra ventaja no menor consiste en contem-plar el curso general de los acontecimientos comoocurrieron realmente, lo que forma el mejor comen-tario sobre los verdaderos motivos de los diferentesactores. El actor, empeñado en el calor del combate,ve limitado su juicio por el círculo que lo rodea, alpaso que lo ciegan el polvo y el humo de la lucha;mientras que el espectador, cuya mirada recorre elcampo desde mas distancia y desde un punto maselevado, aunque para él los objetos individuales noaparezcan en todo su brillo, abarca en una miradatodas las operaciones del campo. Aunque parezca estouna paradoja, tan probable es que el escritor futurodescubra la verdad apoyado en testimonios contem-poráneos, como que la refieran los contemporáneosmismos.

Antes de terminar estas observaciones, permítase-me añadir otras de un carácter personal. En variasrevistas estranjeras de mis escritos, se ha dicho queel autor de ellos era ciego ; y mas de una vez se roeha atribuido el mérito de haber perdido la vista al es-cribir mi primera historia. Cuando he descubiertoestas relaciones erróneas. me he apresurado á rec-tificarlas. Pero la presente ocasion es la mejor parahacerlo; y lo deseo tanto mas, cuanto que se me fi-gura que mis propias observaciones en los prólogosde mis anteriores historias han dado origen á estaequivocacion.

Mientras que estaba en la universidad, tuve unaccidente en un ojo que privó de la vista á este órgano.A poco tiempo fue atacado el otro de una in flamaciontan aguda, que durante algun tiempo tampoco veiacon él; y aunque despues se curó, quedó el órganoen tan mal estado, que sufro en él una debilidad per-manente, ademas (le haberme visto posteriormentedos veces privado ele su uso para leer y escribir du-rante varios años. En uno de estos últimos períodosfue cuando recibí de Madrid los materiales para míhistoria de los reyes Católicos; y en mi triste condi-cion, rodeado por mis tesoros trasatlánticos, me veiacomo un hombre que perece de hambre en medio dela mayor abundancia. En este estado resolv que el

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la historia, Es cierto, sin embargo, que habla grandesproporcion entre su longitud y su anchura (1).

Es muy notable el aspecto topográfico del pais. Unafaja de tierra, cuyo ancho raras veces pasa de veinteleguas, corre en la direccion de la costa, y está en-cerrada en toda su estension, por una cadena colosalde montañas, que, partiendo del estrecho de Ma;a-llanes, llega á su mayor elevacion, que es en verdadla mayor del continente americano, hácia los diez ysiete grados de latitud Sur (2), y , despues de cruzarla línea, y gradualmente, declina en alturas de pocaimportancia . , al entrar en el istmo de Panamá. Tal esla famosa cordillera de los Andes, ó «montañas decobre (3) ,» como las l l aman los naturales, aunquecon mas razon po,lrian llamarse «montañas de oro.»Dispuestas muchas veces en una sola línea , mas fre-cuentemente en dos ó tres, que corren paralelas en-tre sí, ó en sentido oblicuo, parecen una continua ca-dena, vistas desde el Océano. Los estupendos volcanesque el habitante de las llanuras mira corno masas so-litarias é independientes; parecen al navegante otrostantos picos del mismo vasto y magnífico sistema. Entan inmensa escala ha trabajado la naturaleza,en aque-llas regiones, que solo desde una gran distancia pue-de el espectador comprender de algun modo la elacionde las diversas partes que forman aquel asombrosoconjunto. Pocas obras han salido de la mano de la na-turaleza capaces de producir impresiones tan subli-mes, corno el aspecto de esta costa, cuando se desar-rolla gradualmenteá los ojos del marinero en lasa guasdistantes del Pacífico, cuando se enseñorean monta-ñas sobre montañas, y el Chimborazo, con su esplén-dido dosel de nieve, resplandeciendo sobre las nu-bes ,corona el Lodo como una diadema celestial (4).

El aspecto esterior del pais no parece muy favora-ble á las operaciones de la agricultura , ni á las comu-nicaciones interiores. La faja arenosa que corre porla costa, donde nunca llueve, no recibe mas hume-dad que la que le suministran unos pacos y escasosarroyos, ofreciendo un notable contraste con los vas-tos volúmenes de agua que se desprenden de las la-deras orientales hácia el Atlántico. Ni son mas aptaspara el cultivo las faldas de la sierra, corladas porhondos precipicios, y masas destrozadas de pórfidoy granito, ni sus mas altas regiones . , envueltas ennieve que nunca se derrite bajo el sol ardiente delEcuador ,y sí solo por la accion desoladora de losfuegos volcánicos. Los derrumbaderos, los furiosostorrentes ,y las quebradas intransitables, rasgos ca-racterísticos de esta reglen escabrosa, parecen obs-táculos insuperables á toda coruuuicacion entre las

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he podido hacer uso de un ojo, y no constantemente,y que durante una gran parte del tiempo rnc he vistoenteramente privado de él. Sin embargo , las dificul-tades que he tenido que vencer son muy inferiores álas que asedian á un hombre enteramente ciego. Noconozco historiador alguno que viva hoy r• que puedaaspirar á la gloria de haber vencido tales obstáculos,sino es el autor (le LA CONQUIS(A DI. INGLATt.RRA Poa

LOS NORMANDOS, el cual , como él dice con tanta sensi-bilidady belleza, «se ha hecho amigo de la oscuri-dad;» y d una profunda filosofía que no necesita masluz que la que viene de adentro, reune una capacidadpara el estudio de estensas y variadas investigaciones,que exigiría la mas severa aplicacion por parte delque quisiese seguir esta carrera..

Espero que el lector no atribuirá estas largas ob-servaciones á un ridículo egoísmo , sino á su verda-dera causa, es decir, al deseo de corregir algunasequivocaciones á que quizás sin quererlo he dadoorigen yo mismo, y que ha hecho que algunos meatribuyan la gloria, poco grata á mis sentimientos, yaque no es merecida , de haber vencido los obstáculosIncalculables que sirven (le impedimento á la carrerade un hombre enteramente ciego.

Boston 2 de abril du 1847.

LIBRO PRIMERO,

INTBODlICCION.

OBSERVACIONES PRELIMINARES SOBRE LA CIVILIZACION

DE LOS INCAS.

CAPITULO PRIMERO.

Aspecto físico del pais. — Origen de la civilizacion pe-ruana. — Imperio de los Incas. — Familia Real.—Nobleza.

De las numerosas naciones que ocupaban el grancontinente americano cuando los europeos lo descu-brieron , las mas adelantadas en poder y en culturaeran , sin duda, las de Méjico y Perú. Pero , aunquese asemejaban en el grado de civilizacion á que hablansubido, esta civilizacion era de diferente carácter encada una de ellas , y el observador filosófico de la es-pecie humana puede sentir una curiosidad naturalen la averiguacion de las varias transiciones por lascuales pasaron aquellos dos pueblos, en sus esfuerzospara salir del estado de barbárie,y alcanzar una po-sicion mas elevada en la escala de la humanidad. Enotra obra que he publicado, procuré describir las ins-tituciones y el carácter de los antiguos mejicanos, yla historia de su conquista por los españoles. En estavoy á tratar de los peruanos; y si su historia presentaanomalías menos estriñas, y contrastes menos nota-bles que la de los aztecas, no será menos interesanteal lector la grata pintura que ofrece de un gobiernobien arreglado, y de los hábitos modestos y laborio-sos que se introdujeron bajo el dominio patriarcal delos Incas.

El imperio del Perú, en la época de la invasion es-pañola , se estendia por la costa del Pacífico, desde elsegundo grado , poco mas ó menos, de latitud Norte,hasta el treinta y siete de latitud Sur; línea que des-criben actualmente los límües occidentales de las re-públicas modernas del Ecuador, Perú, Bolivia y Chile.Su anchura no puede ser determinada con exactitud,porque, aunque totalmente limitada al Oeste por elGran Océano, hácia el Este se dilataba en varias partesmucho oras allá de los montes, hasta los confines delas tribus bárbaras, cuya exacta siluacion no es cono-cida, y cuyos nombres han sido borrados del mapa de

(1) Sarmiento, Relacion, MS. capítulo LXV.—Cieza deLeon, Crónica del Perú (Amberes, 1554) cap. XLI.—Garci-lasso de la Vega, Comentarios Reales (Lisboa, 1609), parte I,lib. I, cap. VIII.

Segun este último escritor, la mayor anchura del imperiono pasaba de 120 leguas. Pero la Geografía de Garcilasso esharto incorrecta.

(2) Malle-Ruin afirma que las mas altas cimas de la cordi-llera están bajo el Ecuador (Geografía Universal, lib. LXXXVI).Pero de observaciones y medidas posteriores resulta que sontodavía mas elevadas las que se encuentran entre los gradosquince y diez y siete de latitud Sur, donde el Nevado de So-rata levanta su arrogante cúpula á la altura de 25,250 pies,el Illimani á la de 24,507.

(3) A lo menos la voz anta, de donde se cree que provie-ne la etimología de Andes, significa cobre en lengúa perua-na. Garcilasso, Com. Real, parte I, lib. V, cap. XV.

(4) Humboldt, Vues des Cordilléres et Monumensdes peu-ples indigénes de i'Amérique (París, 1810), p. 106. Malte-Brum, lib. LXXXVIII.

Los pocos bosquejos que Mr. de Humboldt ha dado de lospaisages de la cordillera, y que descubren la mano de ungran pintor y de un filósofo, nos fuerzan á deplorar que nonos haya comunicado el resultado de sus observaciones enesta interesante region tan menudamente como lo ha hechocon respecto á Méjico.

LA CONQt11S'FA DEL PERtJ. Ar

en los misterios del hilado y del tejido. Aquellas gen-tes sencillas se mostraron dóciles á los mensajeros delcielo, y congregándose en gran número, echaron loscimientos de la ciudad del Cuzco. Las mismas sábiasy benévolas máximas que dirijieron la conducta de losprimeros Incas (5) , descendieron á sus sucesores , ybajo el suave dominio de aquellos monarcas, la na-cion se esparció gradualmen te por la ancha superficiede las llanuras altas, y se hizo muy superior á las tri-bus, que la rodeaban. Tal es la grata pintura del ori-gen de la monarquía peruana , como se ha hecho fa-miliar á los lectores europeos, en virtud de la relacionde Garcilasso de la Vega descendiente de la familiaimperial de los Incas (o.

Pero esta tradicion es una de las muchas que correnentre los indios peruanos, y probablemente no la masrecibida y propagada. Otra leyenda habla de ciertoshombres blancos y barbudos que, habiendo salido delas orillas del lago de Titicaca, adquirieron un granascendiente en los habitantes, y les hicieron conocerlos beneficios de la civilizacion. Esta especie nos re-cuerda la tradicion que existe entre los aztecas acer-ca de Quelzalcoatl , la deidad buena, que, revestidadel mismo aspecto esterior, descendió á la gran lla.nura, viniendo del Este, para desempeñar una mi-sien no menos benévola y favorable á ,'os naturales. Laanalogía entre estas dos tradiciones es tanto mas no-table , cuanto que no hay la menor señal de comuni-cacion entre las dos naciones, ni la menor prueba doque haya jamas sabido una de otra (7).

Estos estraordinarios sucesos ocurrieron, segun laopinion comuu, cerca de cuatrocientos años antes dela llegada de los españoles, es decir, en los primerosaños del siglo sir (8). Pero por muy popular y grataá la ima inaciou que sea la leyenda de Manco Capac,poca rellexion se necesita para conocer su improba-bilidad , aun cuando se la despoje de todo ingredientesobrenatural. Existen todavía en las orillas del lagode Titicaca vastas ruinas, las cuales, en opinion delos peruanos mismos, son mas antiguas que la su-puesta llegada de los Incas, y les han servido de

diversas partes de su dilatado territorio. Cuando elviajero aterrado se remonta por aquellas veredas aéreasen vano procura medir con la vista la profundidad delas enormes aberturas que desgarran la cadena de losmontes. Y sin embargo , la industria, ó por mejor de-

. cir, el genio de los indios ha sido bastante para sobre-pujar todos los obstáculos de la naturaleza (I).

Por un sistema juicioso de acequias y acueductossubterráneos, las llanuras de la costa estériles por sí,recibian copiosos raudales, que las cubrian ele ferti-lidad y hermosura. Se construían terrados en los cos-tados mas pendientes de la cordillera, y como sus di-ferentes elevaciones producian el mismo efecto que lamudanza de latitud, ofrecían en regular graduaciontoda variedad de formas vegetales, desde los lozanosfrutos de los trópicos, hasta los productos templadosdel clima del Norte. Los llamas, que son las ovejas delPerú, vagaban en rebaños, bajo la custodia de suspastores en los páramos helados que cubren las cres-tas de los montes, mucho mas arriba de los límitesdel cultivo. Una poblacion industriosa establecida enlas elevadas llanuras , y las ciudades y villas, espar-cidas entre huertas y espaciosos jardines, parecíansuspensas en el aire, ensenore:índose sobre la regionordinaria de las nubes (2). Manteníense las relacionesele pueblo á pueblo, por medio de los .grandes cami-nos que atravesaban las gargantas de los montes, yabrian fáciles comunicaciones entre la capital y lasmas remotas estremidades dei imperio.

La civilizacion peruana tuvo su nacimiento en elvalle del Cuzco, que es la region central del Perú,como su nombre lo indica (3). El origen del imperioperuano, como el de casi todas las naciones, se pier-de en las tinieblas de la fábula, la cual se presen-ta con tanta oscuridad en el principio de aquellahistoria, como en el de los primeros anales de todoslos pueblos del mundo antiguo y del moderno. Segunlas tradiciones mas familiares á los europeos, huboun tiempo en que las antiguas razas del continenteamericano estaban envueltas en deplorable barbarie;cuando adoraban casi todos los objetos de la natu-

. raleza sin distincion , cuando la guerra era su ocu-pacion , y los manjares de sus festines , la carnede sus cautivos. El sol , gran antorcha padre de lahumanidad, compadecido de tanta degradacion , en-vió á dos de sus hijos, Manco Capas, y Mama Oello,para congregar los naturales en habitaciones, yenseñarles las artes de la vida civilizada. Aquella ce-lestial pareja, hermano y hermana , y al mismo tiem-po marido y mujer, atravesaron las altas llanuras querodean el lago de Titicaca, por los diez y siete gradosde latitud Sur. Llevaban consigo una cuña de oro, ydebían lijar su residencia en el sitio en que aquel sa-grado emblema penetrase sin esfuerzo en la tierra. Apoco de haber entrado en el valle del Cuzco, se descu-brió el sitio indicado para la ejecucioi del milagro,pues la cuña penetró en la tierra, y desapareció purasiempre. • Allí establecieron los hijos del sol su resi-dencia, Y pronto empezaron á emprender su benéficatarea con los groseros habitantes del país. Marco Ca-pac enseñaba á los homnbres las artes de la agricultura,y Mama Oello (4) iniciaba á las personas de su sexo

(1) «Estas quebradas, dice Mr. de Humboldt en su acos-tumbrado estilo de comparaciones, son tales, que si el Vesu-bio ó el Puy de Dome estuviesen en el fondo , sus cumbresno se elevarían sobre el nivel de las bases de las montañasvecinas.» Vue des Cordilléres, p. 9.

(2) Las llanuras de Quito están á la altura de nueve á diezmil pies sobre el nivel del mar. (Véase Condamine , Journald'un voyage á l'Equateur, París, 1751 , p. 48.) Otros vallesy llanuras de este vasto grupo de montañas tienen todavíamas elevacion.

(5) Cuzco, segun Garcilasso, significa ombligo en el len-guaje de los Locas. Com. Real, parte I, lib. I, cap. XVIII.

(4) Mama, significa madre en lengua peruana. (Garcilas-

so, Com. Real, parte I, lib.IV, cap. 1.) La identidad de estavoz con la que se usa en Europa en eI mismo sentido, es unacoincidencia curiosa. No lo es menos la de la voz correspon-diente papa, que, en el antiguo lenguaje de Méjico, denotaun sacerdote de alta gerarqufa. Las dos voces abrazan el sen-tido de la relacion paterna en la mas amplia estension que ladan la mayor parte de los lenguajes europeos. La palabranoesde origen moderno: los griegos y los romanos le daban la mis-ma significacion 64e dice Nausicaa hablando consu padre con una sencillez de estilo, que ha parecido dema-siada á los t raductores modernos.

(5) Inca significa rey ú señor. Capeo significa grande ópoderoso. Se aplicaron estos dictados á los suceso res de Man-co , del mismo modo que el epíteto Yupanqui, significa ricoen todas las virtudes, se agregó al nombre propio de algu-nos Incas. (Cieza de Leon. Crónica, cap. XII. Garcilasso,Com. Real, parte 1, lib. II, cap. XVII.) Las buenas cualida-des denotadas por los dictados de la mayor parte de los mo-narcas peruanos, son sin duda testimonios honoríficos de lasque poseían, aunque no libres de toda sospecha de adulacion.

(6) Com. Real, parte I, lib. I, cap. IX—XVI.(7) Estas varias y pueriles tradiciones, se encuentran, en

Oudegardo, Relacion segunda, MS.— Sarmiento, RelacionMS. cap. 1.—Cieza de Leon, Crónica, cap. CV.—Conquistay poblacion del Perú, MS.—Declaracmon de los presidentesy oidores de la Audiencia Real del Perú, MS., autoridadescontemporáneas á la conquista. La historia de los hombresbarbados se encuentra en la mayor parte de las leyendas.

(8) Algunos escritores at r asan esta fecha hasta 500 y 550años antes de la invasion española. (Balboa, Histoire du Pérou,citan. I.—Velasco, Histoire du Royaume de Quito, torno I,pág. 81.) Estas dos autoridades se citan en la obra, Relationset mémoires originaus poni servir á l'Ilistoire de la Decou-verte de l'Amérique , por Ternaux-Camparas. París, 1840.)En el informe de la Real Audiencia del Perú, la época Sefija en 200 años antes de la conquista. Dec, de la AudienciaReal, MS.

EIo tGTÜCA PE GASPAR Y ROIG.

pañola (4). Desde luego los progresos de los peruanosparecen haber sido muy lentos , y casi imperceptibles.Valiéndose de una política templada y prudente, pocoá poco atrajeron á su dominio las vecinas tribus ámedida que estas se convencian mas y mas de los be-neficios que consigo trae un gobierno justo y bien or-ganizado. Creciendo su fuerza, confiaron mas direc-tamente en su apoyo; pero adelantando siempre ácubierto de los benéficos pretestos inventados por suspredecesores, llevaban la paz y la civilizacion en lapunta de la espada. Las naciones bárbaras del pais,sin elemento alguno de cohesion entre ellas, cayeronuna tras otra bajo las armas victoriosas de los Incas.Sin embargo, hasta mediados del siglo XV, el famosoTopa Inca Yupanqui, abuelo del monarca que ocupa-ba el trono cuando llegaron los españoles, no atrave-só con sus ejércitos el terrible desierto de Atacama, ypenetrando en la region meridional de Chile, fijó loslímites permanentes de sus dominios en el rio Maule.Su hijo, Huayna Capac, con una ambicion y un ta-lento militar dignos de su padre, marchó á lo largode las cordilleras hácia el Norte, y llevando sus con-quistas mas allá del Ecuador, agregó el poderoso rei-no de Quito al imperio del Perú (5).

Entre tanto la- antigua ciudad del Cuzco habia idogradualmente creciendo en riqueza y poblacion, hastaque habia llegado á ser la digna metrópoli de unamonarquía grande y floreciente. Estaba situada en unhermoso valle en una region elevada de la alta llanuraque á hallarse en los Alpes, hubiera estado sepultadaentre nieves eternas, pero que en los trópicos disfruta-ba de una temperatura suave y saludable. Hácia el Nor-te la protegia una elevada montaña, ramal de la grancordillera ; y atravesaba la ciudad un rio, ó mas bienriachuelo, con puentes de madera cubiertos de pie-dras pesadas que proporcionaban fáciles medios decomunicacion entre ambas orillas. Las calles eranlargas y angostas; las casas bajas, y las de las clasesmas pobres estaban construidas con barro y cañas.Pero el Cuzco, era la mansion real, y contenia lasamplias moradas de la alta nobleza; y los macizosfragmentos que aun existen incorporados en muchosde los edificios modernos, prueban el tamaño y la so-

modelo para su arquitectura (4). La fecha de estallegada es tambien i rreconciliable con los sucesosposteriores. No hay relacion alguna que haga men-cn;,r mas que de trece príncipes antes de la conquista.Mas este número es demasiado pequeño para haberllenado un espacio de cuatrocientos años, y, cuandomas, supondría, segun cálculos probables, una fechade dos siglos y medio á la fundacion del imperio; yesta antigüedad no tiene nada de iucreible, debiendotenerse presente que no precede mas que en mediosiglo, á la supuesta fundacion de la capital de Méjico.La ficcion de Manco Capac, y de su hermana y espo-sa, se inventó, sin duda ; en tiempos posteriores, paralisonjear la vanidad de los monarcas peruanos, ypara dar otra sancion á su autoridad, derivándolade un origen celeste.

Hay motivos para creer que existia en el Perú unaraza civilizada antes de la época de los Incas; y, enconformidad con la mayor parte de las tradiciones,podemos lijar su origen en las inmediaciones del lagode Titicaca (2); deducciou fuertemente confirmadapor los magestuosos restos de arquitectura que se venen sus orillas, despues del trascurso de tantas gene-raciones. Qué raza era esta, y de donde provenia,son cuestiones que ofrecen un tema seductor á lasinvestigaciones del anticuario. Pero es region oscu-rísima, colocada mas allá de los dominios de la his-toria (3).

Las mismas tinieblas que rodean el origen de losIncas continúan ofuscando la série de sus anales, ytan imperfectos eran los recursos de los peruanos, ytau confusas y contradictorias sus tradiciones, que elhistoriador no encuentra terreno firme en que apo-yarse antes del siglo que precedió á la conquista es-

(4) «Otras cosas ay mas que decir deste Tiaguanaco, quepasso por no detenerme : concluyendo que yo para mí tengoesta antigualla por la mas antigua de todo el Perú. Y assi setiene que antes que los Ingas reinassen con muchos tiemposestavan hechos algunos edificios destos: porque yo be oydoafirmar á indios que los Ingas hicieron los edificios grandesdel Cuzco por la forma que vieron tener la muralla paredque se vee en este pueblo.» (Cieza de Leon, Cron., capítu-lo CV.) Véase tambien á Garcilasso (Cm». Real, parte I,lib. III, cap. I), en donde se hallará una descripciou de estasruinas, tomada de un eclesiástico, el cual refiere de ellascosas harto maravillosas. Herrera menciona otras ruinas de lamisma antigüedad tradicional. (Historia general de los hechosde los castellanos en las islas y tierra firme dei mar Océano(Madrid, 1750) doc. VI, lib. VI, cap. IX.) M'Culloh, en sussensatas reflexiones sobre el origen de la civilizacion peruana,cita, con la autoridad de Garcilasso de la Vega, el famosotemplo de Pachacamac, no lejos de Lima , como ejemplo dearquitectura anterior á la de los Incas. (Hesearches Philoso-pineal and antiquarian , concernin thc aboriginal History ofAmérica Baltimore, 1829, pág. 405.) Si esto es cierto, pue-de servir de contirmacion á lo que en el testo decimos. PeroM'Culloh ha caido en un error, á que lo ha conducido su gula,Ricaut, traductor de Gareilasso, pues este no habla del tem-plo como si existiese antes del tiempo de los Incas, sino antesque los Incas conquistasen el pais. Com. Real, p. I, lib. VI,cap. XXX.

`I Entre olrasautoridades relativas á esta tradicion, véa-se á Sarmiento, Relacion MS. cap. IIl y IV.—Herrera, His-toria Gen., doc. V, lib. 111, cap. Vl.—Conq. y Pobl. del Perú,1S.—Lárate, Historia del descubrimiento y conquista dei

Perú, lib. 1, cap. X, apud Barcia, Histor iadores primitivosde las Indias Occidentales (Madrid, 1749) ton]. 111. En casitodas las tradiciones, se da el nombre de Mane,: Capac alfundador de la monarquía peruana, aunque con mucha dis-crepancia con respecto á su historia y carácter.

(5) Mr. Ranking, de quien puede decirse queResuelve dificultadesLas mas ásperas y oscuras,Con tanta facilidad,Como ensartar una aguja,

cree que «es muy probable que el primer Inca del Perú fuesehijo del Gran Kan Kublai.» (Investigaciones históricas sobrela conquista del Perú, efe,, por los Mogoles (Londres, 1827),, 179.) Iáts coincidencias sun curiosas, aunque n0 auteriÑai

plenamente la aventurada consecuencia del autor. Todo hom-bre investigador debe desear con Humboldt «que algun sabioviajero visite las orillas del lago de Titicaca, el distrito delCallao, y las elevadas llanuras de Tia guanaco, teatro de laantigua civilizacion americana.» (Vues des Cordilléres, p. 199.)Y sin embargo, los monumentos de arquitectura de los indí-genas descubiertos hasta ahora, han suministrado pocos ma-teriales para construir el puente que atraviese el oscuroabis-mo que aun separa al mundo antiguo del nuevo.

(4) Mucho menos de un siglo en verdad. Garcilasso y Sar-miento, por ejemplo, los dos escritores antiguos de mas re-putacion, apenas coinciden en un punto al hablar de losantiguos príncipes perrianos; segun el primero la corona bajapacilicamente de sucesor en sucesor de una dinastía que nose interrumpe; mientras que el otro adorna su narracion conmultitud de conspiraciones, destronamientos y revoluciones,de esas que brillan en las páginas de la historia de los paisesmas bárbaros, y por desgracia de los mas civilizados tambien.Si añadimos á estos los diferentes autores contemporáneos ydel siguiente siglo, que han tratado de los anales peruanos,se encuentra tal conflicto de contradicciones, que el criteriose pierde y se convierte en conjetura. Felizmente esta faltade seguridad en los acontecimientos históricos no se estiendeá la historia de las artes y de las instituciones que existíancuando los españoles llegaron.

(5) Sarmiento, Relacion MS., cap. LVII—LXIV.—Con-quista y Pob. del Perú , MS. — Velasco, Hist. de Quito,p. 59.—Dec. de la Aud. Real MS.—Garcilasso, Com. Real,parte 1, cap. XVlil—XIX, lib . VIII, cap. V—VIII.

Este último historiador y otros varios atribuyen la conquis-ta de Chile á Yupanqui, padre de Topa Inca. Las hazañas deambos monarcas se hallan tan entrelazadas unas con otras,por las relaciones de los diferentes analistas, que en ciertomodo se confundo su identidad personal,

1.

r;

LA CONQUISTA

lidez de los antiguos (i)-; con!ribuian á la salubridadde la ciudad grandes y espaciosas plazas, en que unapoblacion numerosa de la ciudad y ele las provinciasremotas se reunía para celebrarlas grandes funcionesde. su religion. Porque el Cuzco era la Ciudad San-ta (2) , y cl gran templo del Sol, al que acudian pecegrillos desde los mas remotos límites del imperio, erael edilicio mas magnífico del nuevo mundo, y quizás.no habria otro en el antiguo que pudieracourparár-sele- en la riqueza de sus adornos.

liácia el Norte-, en la sierra ó áspera elevacion deque ya hemos hablado, eáistia una gran fortaleza,cuyos restos excitan hoy por su tamaño la admiraciondel viajero (3). Defendíala por el lado de la ciudaduna sola muralla muy gruesa de mil:doscientos piesde estension, si bien hubiera bastado para su defensapor esa parte el precipicio natural que existid. Por elotro lado, por donde era mas fácil el ataque, la'de-fendian dos murallas circulares de la misma estensionque_ la anterior. Estaban separadas á gran distanciauna de otra y de la fortaleza, y en los intervalos es-taba levantadla la tierra de modo que las murallasformaban -un parapeto para las tropas que habían dedefenderlas en caso'deataque. 'La fortaleza se'compo-nia de tres torres separadas unas de otras, Una estabadestinada al Inca, y se hallaba alhajada mas bien contodo el esplendor que correspondía. á la recicl.enciareal, que á lo que debla ser un puesto militar. Lasotras dos estaban ocupadas por la guarnicion, com-puesta de nobles peruanos, y mandada por un oficialde la sangré real, porque la posicion era demasiadoimportante para confiarla á manos subalternas. Hlibiaescavaciones -debajo de las torres, y varias galeríassubterrátfeas'estaban e, comunicacion con la ciudady con los palacios del Inca (4).

La fortaleza ,-las múrallas y las galerías eran -todasde piedra; pero los grandes trozos no estaban colo-cados en capas sucesivas, sino dispuestos de talmanera que las piedras chicas ocupaban los inters-ticios que dejaban las grandes. El aspecto de la obraera rústico, porque las piedras no estaban pulimen-tadas sino en los bordes, en que el trabajo era esqu i-sito ; y aunque no empleaban ninguna -especie deargamasa , los, diferentes trozos estaban tan admira-blemente unidos, que era imposible introducir entre

(1) Garcilasso, Com. Real, lib. VII,-cap. VIII—XI.—Cíczade Leon, Crónica, cap. XCII.

«El Cuzco tulio gran manera y calidad, clenio ser fundadapor gente de gran ser. Auia grandes calles, sabio que eranangostas, y las casas hechas de piedra pura con tan lindasjunturas, que illustra el antiguedad del edilicio, pues estauanpiedras tan grandes muy bien assentadas.» (Ibid., ubi supra.)Compárese con esto lo que dice Miller de la ciudad segun hoyexiste. «Las paredes de muchas de las casas no han experi-mentado cambio alguno durante siglos. El gran tamaño delas-piedras,'Iai variedad de sus formas, y el trabajo inimita-ble que en ellas se descubre, dan á la ciudad aquel aspectointeresante de antigüedad y poesía que llena el ánimo deagradable, aunque triste veneracion.» Memorias del generalMiller, al servicio de la república del Perú (Londres, 18'29,segunda ed.) , tom. II, p. 2d5.

(2) c;La imperial ciudad de Cozco, que la aclocaban los in-dios corno á cosa sagrada.» Garcilasso., Com. Real, part. I,lib. III, cap. X\.—Tambien Ondegardo, Rel. seg. , MS.

(5) Véase entre oirás las Memorias de Miller antes citadas,que contienen una desrrip e inn nniy interesante del Cuzco mo-derno (ton]. It p. _d5 e si_'.). [,ion ; que recorrió el pais ámediados d ..1-- ī a?, no pone Ji i t » i 1.1; esm esionesde su acial 'acíou. 'Viaje á la Airé ica del Sur, lib. VII, capi-tulo XII.

(4) Betanzas, Suma y narrician de los Iiras, MS. capí-tuloXrl.--Ga;ciias;o, Com. Real, parte I, lib VII, capitu-lo XXVII X iX.

La dciuo ira ta de /a io 'a':' i e m e.'md) en cuanto se con-Sumó la rolqu. ,;.t, regio f ot elo es amargas a mas deun español ilustrado , cava x-03 sin einbae;'o fue impotente'contra el espíritu de avaricia y de tiranía. Véase Sarmiento,Relacion MS., cap. XLVIII,

DEL PERÚ. .

ellos ni la hoja de un cuchillo (5). El tamaño de algu-nos de estos trozos era inmenso, pues los 'labia detreinta y ocho pies de largo, diez y'ocho de ancho,con seis de espesor (6).

'Nos llenamos de asombro al considerar que el pue-blo que sacaba estas masas enormes de las canterasy les daba forma, ignoraba el uso del hierro; quelas traia de canteras que se hallaban á una distanciade cuatro á quince leguas (7) , sin auxilio de grandescuadrúpedos, atravesando nos y barrancos., y quelas levantaba hasta su encumbrada posicion en lasierra, y finalmente las colocaba con la mas escrupu-losa exactitud sin conocer, las -herramientas y maqui-naria de' los europeos. Dícese que veinte mil'hombresse ocuparon en la construccion de este gran edificio,'y que tardaron en hacerlo cincuenta años (8). Sea deesto lo que fuere, descubrimos aquí la accion de undespotismo que disponia absolutamente del caudal.y de la vida de sus vasallos, y q u e por suave quefuese en su carácter general , no daba mas precioá _estos vasallos cuando estaban empleados en silservicio, que á los animales cuyo trabajo desempe-ñaban.

La fortaleza del Cuzco no era mas que una partede un vasto sistema'de fortificaciones establecido porlos Incas en toda la estensioú de sus dominios. Estesistema desempeñaba un papel muy importante en supolítica militar; pero antes que hablemos de este,conviene que presentemos al lector un cuadro de susinstituciones civiles y Ie demos algunas ideas sobresu sistema de gobierno.

El cetro de los Incas, si hemos de creer lo-que dice-su historiador, bajó ensucesion no interrumpida depadres á hijos durante todo el período en que existiósu dinastía. Sea de esto lo que fuere, parece probableque el derecho de sucesion perteneciese al hijo ma-yor de la Coya, ó reina legítima, como la llamabanpara-distinguirla de la multitud de concubinas queposeía el soberano (9). Distinguíase ademas la reina,1- lo menos en los últimos reinados, por la circuns-tancia de ser escojida entre las hermanas del Inca,arreglo que, por repugnante que sea ü los sentimien-tos de las naciones civilizadas, era muy agradable álos peruanos •porquc les aseguraba un heredero de la.corona perteneciente á la raza pura que ]labia venidodel cielo ,.sin mezcla alguna con el barro de los demosmortales (10)..

(5) Ibid. ubi supra.— Inscripciones, Medallas, Templos,Edificios, Antigüedades y Monumentos del Perú, MS. Estemanuscrito, que antes pertenecía al Dr. Itobertson, y queahora está en el Museo Botánico, es obra de un autor desco-nocido, probablemente de la época de Carlos 1II, época que,como observa el agudo erudito que me ha proporcionado lacopia, era amas notable el espíritu ele sana crítica en los Insto-.riadores españoles.

(6) Acosta, Historia natural y moral de las Indias, lib. VI,cap. XIV.—El mismo midió las piedras. —Véase tambieuGarcilasso, Com. Real, lugar citado.

(7) Cieza de Leon, Crónica , cap. XCIIL—Ondegardo,Rel. seg., MS. Segun dicen, aun se ven centenares de tro-zos de granito por concluir en una cantera cerca del Cuzco.

(8) Sarmiento, Relacion, MS., cap. XLVIII.—Ondegar-do, ltel. seg. MS.—Garcilasso , Com. Real: parte 1, libroVII, cap. XXVIII

Los españoles, no sabiendo cómo esplicar la ejecueion detan gran obra con medios al parecer tau pequeños, la atribu-yen, con su natural desenfado, al demonio; opiniou que Gar-cilasso se manifiesta muy dispuesto á apoyar. El autor de las`.ntigüed ;r.^'s y Menn•uentos clel Perú , 115. , rebate esta .opinion ^o:; toda la seriedad que el caso es la

(9) Sar:iíie:110 , P ion, 11S_, cap. VII. — GareiIasso,Com. Real , parle 1, 1 b 1, cap. XX1'I.

Acosta dice que el hermano mayor del Inca media conpre 1 e ,cili ai b o (b VI, cap XII) r)uí;, s co.i •uudiu laros.umbre azteca con :a p .;. ,a. En el i t Jeme de Latea'',uliencia se dice que su.ed`a el hermano cuando no Babiahijo. Dec. cto la Ana. Real, MS.

(1.0) El soror et coiljux.—Segun Garcilasso, el heredero

LA CONQUISTA DEL PERÚ.

la antigua ceremonia de calzar las espuelas al caba-llero cristiano. Entonces se les permitía ceñirse lafaja en la cintura, que correspondía á la toga virilisde los romanos, y que significaba que ya habian lle-gado á la edad de la virilidad. Adornábanles la cabezacon guirnaldas de flores que, en sus varios colores,encerraban el sentido emblemático de que la cle-mencia y la bondad deben adornar el carácter de todoguerrero valiente , y mezclábanse con las flores al-gunas hojas de siemprevivas para significar que estasvirtudes vivirian eternamente (1). Ademas de esto seañadia en la cabeza del príncipe una especie de vendacon borlas de color amarillo, tejida con la finísimalana de la vicuña, rque le ceñía la frente como insig-nia peculiar al heredero de la corona. Presentábanseen seguida todos los nobles Incas, y empezando porlos parientes mas inmediatos, todos se arrodillabandelante del príncipe y le hacian pleito homenaje comosucesor al trono. Por fin toda la reunion se dirigia ála gran plaza de la capital, donde con cantos, bailesy otras diversiones públicas terminaba el importanteceremonial del huaraco (2).

La semejanza de este ceremonial con el que se ob-servaba al recibir en la órden de caballería á un caba-llero cristiano en los siglos feudales, no sorprenderátanto al lector si recuerda que la misma analogía seencuentra en las instituciones de otros pueblos mas ómenos civilizados; y que es natural que las nacionesque se dedican principalmente al estudio del arte dela guerra señalen el período en que termina su carre-ra preparatoria con semejantes ceremonias caracte-rísticas.

Despues de haber pasado por estas pruebas, seconsideraba al heredero como digno de tomar asientoentre los consejeros de su padre, y ó se le empleabaen puestos de confianza en lo interior, 6 lo que eramas general, se le enviaba á espediciones remotaspara que practicase en el campo de batalla las leccio-nes que hasta entonces habla estudiado tan solo ensimulacros bélicos. Ejecutaba sus primeras campañasbajo la direccion de los célebres generales que habianencanecido al servicio de su padre; hasta que, cre-ciendo en añosy en esperiencia, se le daba á éI mis-mo el mando para que, como Huayna Capac, el vás-tago último y el mas ilustre de su familia, llevasetriunfante el estandarte del arco-iris, enseña, de sudinastía, mas allá de las fronteras hasta las tribusmas remotas de la puna , ó llanura elevada.

El gobierno del Perú era despótico templado en sucarácter, pero puro y absoluto en su forma. El mo-narca se hallaba colocado á una distancia inmensa desus súbditos. Hasta los mas encumbrados de la no-bleza inca, que creian descender del mismo origendivino que el soberano , no se atrevian á presentarsedelante de él sino descalzos y cargados con un ligerobulto en señal de sumision (3). Corno representantedel Sol , era el gefe del órden sacerdotal, y presidialas fiestas religiosas mas importantes (4). Levantaba

(1) Garcilasso, Com. Real, parte I, lib VI, cap. XXVII.(2) Ibid., part. I, lib. VI, cap. XXIV y XXVII.Segun Fernandez los candidatos vestian una camisa blanca

eón cosa que se asemejaba á una cruz bordada en el pecho.Historia del Perú (Sevilla, 1571), parte II, lib. III, cap. VI.Podemos figurarnos que estamos tratando de una ceremoniacaballeresca de la edad media.

(3) Zárate, Conq. del Perú, lib. I, cap. V1.—Sarmiento,Relacion, MS., cap. VII.

«Porque verdaderamente á lo que yo he averiguado todala pretension de los Ingas fue una subjeccion en toda la gente,qual yo nunca he oido decir de ninguna otra nacion en tantogrado, que por mui principal que un señor fuese, dende queentrava cerca del Cuzco en cierta señal que eslava puesta encada camino de cuatro que hai, havia dende allí de venir car-gado hasta la presencia del Irga, y allí dejava la carga y ha-cia su obediencia.» Ondegardo, Relacion primera, MS.

(4) Solo en una 'de estas fiestas seamalgaban la autoridad

11ejércitos y generalmente los mandaba en persona.Imponia contribuciones, hacia leyes, .y nombrabalos jueces que habian de administrarlas, á. quienesprivaba de sus destinos cuando lo juzgaba conve-niente. El era la fuente y el manantial de todo ; delrango, del poder, de la riqueza. En una palabra, co-mo • lo espresa la célebre frase del déspota europeo,«él mismo era el Estado (5).»

El Inca, considerándose como un ser superior, ro-deaba su existencia de una majestad y pompa biencalculadas para deslumbrar á su pueblo. Su traje erade la lana mas fina de vicuña, teñido con colores bri-llantes, y adornado profusamenle con oro y piedraspreciosas. Ceñíale la cabeza un turbante de muchoscolores llamado el llautu (6); y una venda con borlas,como la que usaba el príncipe, pero de color rojo,con dos plumas de un pájaro curioso y raro llamadoel coraquengue que salian de ella, eran las insigniaspertenecientes á la dignidad soberana. Ilallábanse lospájaros que producian estas plumas en una regiondesierta de la montaña, y como se reservaban esclu-sivamente para la produccion de estas regias insig-nias, se imponía la pena de muerte al que los mataba.Cada monarca sucesivo tomaba dos plumas nuevas,.y sus crédulos súbditos creian firmemente que jamashabían existido mas que dos individuos de esta espe-cie para proporcionar su sencillo adorno á la diademade los Incas (7).

Aunque el monarca peruano se hallaba á una dis-tancia tan inmensa de sus súbditos, algunas vecestenia la condescendencia de mezclarse con ellos, ycuidaba de examinar personalmente la condicion delas clases inferiores. Presidio algunas de las festivi-dades religiosas, y en estas ocasiones daba á la no-bleza grandes convites, en que siguiendo la moda denaciones mas civilizadas , brindaba por la salud deaquellos á quienes mas quería (8).

real y la sacerdotal en el Perú, Io que prueba que no sucediaesto siempre como dice Carll. Mas adelante veremos que laPosicion que ocupaba el gran sacerdote era muy encumbraday muy independiente.: «El sacerdocio y el imperio estaban se-parados en Méjico; pero en el Perú estaban reunidos, comosucede en el Tibet y en la China, y como sncedió en Romacuando Augusto echó las bases del imperio asimilándole el sa-cerdocio ó la dignidad de Soberano Pontífice.» Lettres Ame-ricaines (Paris, 1788), trad. fraile., tom I. let. VII.

(5) «Porque el Inga clava' á entender que era hijo del Sol,con este título se hacia adorar, i governava principalmenteen tanto grado que nadie se le atrevia; i su palabra era ley,i nadie osaba ir contra su palabra ni voluntad : aunque ho-biese de matar cien mill indios, no havia ninguno en su reinoque le osase decir que no lo hiciese.» Conquista y Poblaciondel Pirú, MS.

(6) Nota del traductor. Creemos que en esta parteMr. Prescott padece una lijeraequivocacion.En algunas coleeciones de antigüedades peruanas que nosotros mismos hemosvisto en el Perú y en Bolivia, se conservan unas fajas de oropuro muy flexible, como de pulgada y media de ancho y va-ra y media de largo, que segun la tradicion generalmente re-cibida en el pais, era la verdadera insignia de la dignidad real.Estas fajas 6 cintas son sumamente escasas y se encuentrancon las momias de sepulcros que parecen haber contenido in-dividuos de la familia real. Todos los sepulcros de indios anti-guos se llaman en aquel país huatas, y todos ellos contienenmuchascuriosidades, entre ellas algunas de gran valor intrín-seco, como idolillos y adornos de oro puro.

(7) Cieza de Leon, Crónica, cap. CXIV. — Garcilasso;Com. Real, parte I,lib. I, cap. XXII; lib. VI, cap. XXVIII.

Acosta, lib. VI, cap. XII.(8) Sorprende encontrar entre los indios americanos esta

costumbre social y amistosa de nuestros sajones, algo decaídahoy dia, gracias á las caprichosas innovaciones de la moda.Garcilasso trata con mucha estension de las ceremonias.quese observaban en la mesa real. (Com. Real, parte I, lib. VI,

cap. XXIII.) Las únicas horas de comer eran las ocho 6 lasnueve de la mañana, y cuando se ponia el sol, lo que ocurria'casi á la misma hora en todas lasestaciones en la latituddel Cuzco. El historiador de los Incas confiesa que aunque co-mian poco, solian beber mas de lo regular, prolongando á ve-

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to es que no hay hecho alguno mas completamenteprobado por los mismos conquistadores , que estabanen la mejor situacion para juzgar, y que no teníanmotivo alguno para faltar á la verdad. Los poetas ita-lianos, en sus espléndidas pinturas de los jardines deAlcina y de Morgana, se acercaron á la verdad masde lo que creian

Pero crecerá de punto nuestra sorpresa si reflexio-namos que toda la riqueza que poseia el monarca pe-ruano no consistia mas que en lo que él mismo habíaacumulado para sí. Nada debia á la herencia de suspredecesores. Cuando moria un Inca se abandonabansus palacios ; todos sus tesoros , con la escepcion delos que se aplicaban á su entierro , sus muebles y susvestidos, se quedaban como él los dejó , y sus nume-rosas residencias se cerraban para siempre. El nuevosoberano tenia que proveerse de nuevas cosas parasostener el lujo de su posicion. La razon en que estacostumbre se fundaba era la creencia popular de queel alma del monarca difunto volvería despues de alguntiempo á animar de nuevo su cuerpo en la tierra, ydeseaban que encontrase todas las cosas á que habiaestado acostumbrado durante su vida en el mismo es-tado en que las dejara (f ).

Cuando un Inca moria, ó, como decían ellos, «cuan-do volvia á ser llamado á la mansion de su padre, elSol (2), n celebrábanse sus funerales con gran pom-pa y solemnidad. Estraíansele al cuerpo los intestinosy se depositaban en el templo de Tampu, como á unascinco leguas de la capital. Enterrábase con él unagran cantidad de sus alhajas y plata labrada, y sobresu tumba se inmolaba gran número de sus criados yconcubinas favoritas, habiendo caso en que, segunse dice, llegó á mil el número de las víctimas (3 ).Algunos de ellos manifestaban la natural repugnanciaal sacrificio que se ve algunas veces en la India entrelas víctimas de una supersticion semejante. Pero es-tos eran sin duda los criados mas subalternos , ya queá las mujeres se las ha visto en mas de una ocasiontratar de suicidarse cuando se les ha impedido probarsu fidelidad por medio de este acto de martirio conyu-gal. Seguia á esta triste ceremonia un luto generalJentodo el imperio. Durante un año se reunía el pueblo,con intervalos señalados, para renovar las espresio-nes de su dolor; se hacian procesiones en que se des-plegaba la bandera del difunto monarca ; confiábaseá poetas y trovadores el cuidado de referir y conser-var la relacion de sus hazañas ,y repetíanse estas can-ciones en las grandes festividades en presencia delmonarca , estimulando así á los vivos con el ejemploglorioso de los muertos (4).

Despues de embalsamado con mucha destreza elcuerpo del Inca, se le trasladaba al gran templo delSol en el Cuzco. Allí el monarca peruano , al entraren el santuario terrible, podia contemplar las efigiesde sus regios predecesores colocadas en dos filasopuestas , los hombres á la derecha , y sus esposas ála izquierda del gran luminar que brillaba en oro re-fulgente en las paredes del templo. Los cuerpos reves-tidos con el ropaje real que acostumbraban á llevar,

(i) Acosta, lib. VI, capítulo XII.—Garcilasso, Com. Real,parte I, lib. VI, cap. IV.

(2) Los aztecas tambien creian que el alma del guerreroque moria en batalla iba á acompañar al sol en su ^irillantecurso por la esfera. (Véase Conquista de Mejico, lib. I, capí-tulo III.)

(3) Conq. y Pob. del Pirú, DIS. —Acosta, libro V, capi-tulo VI.

Cuatro mil víctimas de estas, segun Sarmiento, lo que esquizás una exageracion, adornaron los funerales de HuaynaCapas, el último de los Incas antes de la llegada de los espa-ñoles. Relacion, MS. , cap. LXV.

(4) Cieza de Leon, Crónica, capítulo LXII.—Garcilasso,Com. Real, parte I, lib. VI, cap. V.—Sarmiento, Relacion,MS., cap. VIII.

GASP, R 1" ROIG.

estaban sentados en sillas de oro con las cabezas in-clinadas al suelo y las manos tranquilamente cruzadassobre el pecho. Sus rostros conservaban su naturalcolor oscuro, menos espuesto á cambios que el colormas sonrosado de una cara europea ; y su cabello,negro como azabache, ó plateado por la edad, perma-necia lo mismo que durante su existencia. Se aseme-jaban á un grupo solemne de adoradores, abismadosen el silencio de la devocion ; tan bien se conservabanlas formas y el aspecto de la vida. Los peruanos tuvie-ron tan buen éxito como los egipcios en esos misera-bles esfuerzos para perpetuar la existencia del cuerpomas allá de los límites que le ha señalado la naturale-za (5).

Otra ilusion mas estraña aun consistia en el respetoque seguian tributando á estos restos inanimadoscomo si estuviesen llenos de vida. Una de las casaspertenecientes á un Inca difunto se conservaba abier-ta y ocupada por su guardia y servidumbre con todala pompa correspondiente á la dignidad real. En cier-tas festividades se sacaban con gran ceremonia loscuerpos respetados de los monarcas á la plaza mayorde la capital. Los capitanes de las guardias de los res-pectivos Incas, invitaban á los diferentes nobles yoficiales de la córte, y se daban convites en nombrede sus amos, en que se desplegaba toda la profusamagnificencia de sus tesoros; y, segun dice un anti-guo cronista, ninguna ciudad del mundo vió jamastal acumulacion de plata, oro y alhajas como la quese veia en la gran plaza del Cuzco en esta ocasion (6).Servian el banquete los criados de las respectivas ser-vidumbres, y los convidados comían en presencia delreal cadáver con la misma etiqueta que si hubiesepresidido el festin el monarca vivo (7 ).

La nobleza del Perú consistia de dos órdenes ; laprimera ,y sin comparacion la mas importante, erala de los Incas que, preciándose de descender delmismo tronco que su soberano, vivian por decirlo así,en el reflejo de la luz de su gloria. Como los monarcasperuanos se aprovechaban muy estensamente del de-recho de la poligamia, dejando familias de ciento yaun de doscientos hijos ( 8 ) , los nobles de la sangre

(5) Ondegardo, Rel. prim. MS.—Garcilasso, Com. Real,parte I, lib. V, cap. XXIX.

Los peruanos escondieron estas momias de sus soberanosdespues de la conquista, para que no las profanasen los espa-ñoles con sus insultos. Ondegardo, siendo corregidor de Cuz-co, descubrió cinco de ellas, tres hombres y dos mujeres. Lasprimeras eran los cuerpos de Viracocha, del gran Tupac IncaYupanqui y de su hijo Huayna Capar. Garcilasso las vió en1560. Vestian el traje real, sin mas insignia que el llaucu enla cabeza. Estaban sentadas y segun él mismo dice, en un es-tado tan perfecto de conservacion , que no les faltaba ni unpelo de las cejas. Al llevarlas por la calle, cubiertas con man-tas, los indios se hincaban de rodillas en serial de respeto, conmuchas lágrimas ysuspiros; y se enternecieron aun mas cuan-do vieron que algunos españoles se descubrían al pasar losrestos mortales de los que fueron monarcas. (Ibid. ubi supra.)Posteriormente se llevaron los cuerpos á Lima; y el padreAcosta que los vió allí unos veinte años despues, dice que aunestaban perfectamente conservados.

(6) «Tenemos por muy cierto, que ni en Jerusalen, Ro-ma, ni en Persia, ni en ninguna parte del inundo, por ningu-na república ni reyde él, se juntaba en un lugar tanta rique-za de metales de oro y plata y pedrería como en esta plaza deCuzco, cuando estas fiestas y otras semejantes se hacían. »Sarmiento, Relacion, MS., cap. XXVII.

(7) Id., Relacion, MS. , cap. VIII—XXVII.—Ondegar-do, Rel. segunda, MS.

Sin embargo, no se honraba así la memoria de todos lospríncipes, sino de aquellos que habían sido grandes y buenos,de quienes Sarmiento dice, «los que habiendo sido en vidabuenos y valerosos, generosos con los indios en hacerles mer-cedes, perdonadores de injurias, porque áestos talescanoniza-ban en su ceguedad por santos y honraban sushuesos sin en-tender que las ánimas ardian en los infiernos, y creían queestaban en el cielo.» Ibid, úbi, supra.

(8) Garcilasso dice que mas de trescientos. (Com. Real,parte I, lib. III, cap. XIX.) El hecho, aunque algo sorpreu-

LA CONQUISTA DEL PERÚ.

real, aunque se conocían por tales solamente susdes-cendientes en la línea masculina, llegaban á ser conel tiempo muy 'numerosos (i ). Dividíanse en' variaslineas, cada una de las cuales buscaba su origen enun individuo de la dinastía real, aunque todas termi-naban en el divino fundador del imperio:

Distinguíanse por muchos privilegios importantes;usaban un traje particular; hablaban, si hemos decreer lo que dicen los cronistas, un dialecto que lesera peculiar (2) , y se aplicaba á su manutencion lamejor parte de las propiedades públicas. Casi todosellos vivían en la córte, cerca de la persona del prín-cipe, tomando parte en sus consejos, y comiendo conél, ó recibiendo sus alimentos de su mesa. Solo á el lospodian conferirse las altas dignidades del sacerdocio.Confiábaseles el mando de los ejércitos , el de las guar-niciones remotas ,y el de las provincias, y en unapa abra, á ellos perteuecian todos los empleos de con-lin aza y de lucro (3 ). Hasta las leyes, que general-mente eran muy severas, no parecen haber sido he-chas para ellos; y el pueblo , revistiendo á toda esaórden de nobleza de una parte del sagrado carácterque perteuecia al soberano, creia que un noble Incaera incapaz de cometer un crimen (4 ).

La otra órden de nobleza era la de los curacas, ca-ciques de las naciones conquistadas ó sus descendien-tes. Generalmente el gobierno les confirmaba su posi-cion; pero exigía que visitasen de cuando en cuandola capital, y que dejasen educar en ella -á sus hijoscomo rehenes que respondian de su lealtad. No es fá-cil definir la naturaleza ó la estension de sus privile-gios. Poseían mas ó menos poder segun la estensionde sus patrimonios y el número de sus vasallos. Suautoridad se trasmitía generalmente de padre á hijo,aunque á veces el pueblo elegia el sucesor (5 ). Noocupaban los empleos mas elevados del estado, ni losque estaban mas próximos á la persona del monarca,como los nobles de sangre. Su autoridad segun pare-ce , era generalmente local , y siempre subordinada ála jurisdiccion territorial de los gobernadores de lasprovincias que pertenecian á la órden de los Incas (6).

La nobleza inca era en realidad la que constituia laverdadera fuerza de la monarquía peruana. Ligada

t5 .al soberano por los, 'lazos de la sangre tenian simpa-tías comunes, y.en gran parte intereses idénticos.Distinguiéndose por un traje y unas insignias peculia-res , como igualmente por el nacimiento y el idioma,del resto de la nacion , no se confundia jamas con' lasotras tribus y naciones incórporadas en la gran monar-quía peruana. Despues del trascurso de siglos , con-servaba aun su individualidad como un pueblo pe-culiar y separado. Era relativamente á las razasconquistadas del país lo que.los romanos á. las bárba-ras tríbus del imperio, ó los normandos á los antiguoshabitantes de las islas brilÚnicas. Agrupada alrededordel trono, formaba una falange invencible que lo de-fendia, lo mismo de las conspiraciones secretas, quede la abierta insurreccion. Aunque viVia principal-mente en la capital, tambien sus indíviduos'estabandistribuidos por todo el país en todos los altos destinosy en todos los puestos militares fortificados; estable-ciendo así líneas de comunicaciou con la córte, queproporcionaban al soberano medios para obrar simul-táneamente y con buen efecto en las regiones reas re-motas de su territorio. Los nobles ademas poseían unapreeminencia intelectual que los realzaba á los ojosdel pueblo tanto como su rango mismo. Realmentepuede decirse que esta era la base primera dé su au-toridad. Los cráneos de la raza inca manifiestan unasuperioridad indudable sobre las denlas razas del paisen cuanto á la estension de la inteligencia (7); y nopuede dudarse tampoco que este fue el origen deaquella civilizacion particular y de aquella•políticasocial que hizo á la monarquía peruana superior á to-dos los denlas estados de la América del Sur. De dón-de vino esta raza notable ,y cuál -fue, su historia pri-mitiva, son cuestiones que pertenecen á esa catego-ría de misterios que descubrimos tan á menudo en losanales del nuevo mundo, y que aun no han podidodisipar ni el tiempo ni los esfuerzos de los anti-cuarios. _ -

CAPITULO II.

Ordenes del estado — Administracion de justicia. — Dí-vision de las tierras. — Rentas y regist r o. — Caminosreales y postas. — Táctica- militar y política. .

dente, no es increible, si como IIuayna Capac, encerrabansetecientas mujeresensu serrallo. Véase Sarmiento Rel., MS.,capitulo VII.

(1) Garcilasso habla de una clase de Incas por privilegio,á quienes se permitía usar el nombre y disfrutar de muchasde las inmunidades de la sangre real, aunque solo descendíande los grandes vasallos que sirvieron á las órdenes de MancoCapac. (Com. Real, parte I, lib. I, cap. XXII.) Desearíamosencontrar la menor confirmacion de este hecho importanteá que alude Garcilasso con mucha frecuencia.

(2) «Los Incas tuvieron otra lengua particular que habla-ban entre ellos que no la entendian los demas indios, ni lesera licito aprenderla, como lenguaje divino. Esta, me escribendel Perú que se ha perdido totalmente ; porque como perecióla república particular de los Incas, pereció tambien el len-guaje de ellos.» (Garcilasso, Com. Real, parte I, lib. VII, ca-pítulo I.)

(3) «Una sola gente hallo yo que era exenta, que eran losIugas del Cuzco y por allí alrededo r de ambas parcialidades,porque estos no solo no pagaban tributo, pero aun comino delo que traian al Inga de todo él reino y estos eran por la mayorparte los gobernadores en todo el reino ; y por donde quieraque iban se les hacia mucha honra.» Ondegardo Bel. prime-ra, MS.

(4) Garcilasso, Con Real, parte I, lib. II, cap. XV.(5) En este 'caso , segun parece, se presentaba el sucesor

al Inca para que lo confirmase. (Dec. de la' Aud. Real, MS.)Otras veces el Inca mismo escoe•ia el sucesor entre los hijos deldifunto curaca. En una palabra, segun Ondegardo , no hablaregla alguna de sneesion que no pudiera anular la voluntadso-berana del Inca. Rel. prima., MS.

(6) Garcilasso, Con. Beal, parte I, lib. IV,cap. X.—Sar-miento, llelaciol , M. S. , cap. XI.—Dec. de la Aud. Real,MS .—Cieza de Leon , Crónica, cap. XCIII.—Conquista yPub. del Pila), MS.

Si nos sorprende el aspecto original y peculiar delo que puede llamarse-lt aristocracia peruana, muchomas sorprendidos quedaremos al descender á las ín-fimas clases sociales, y al contemplar lo artificial delcarácter de sus instituciones, taxi artificiales como lasde la antigua Esparta, y , aunque por diferentes mo-tivos, tan repugnantes como. ellas á los principiosesenciales de la naturaleza humana. Las leyes de Li-curgo, sin embargo, estaban destinadas á un estadopequeño, mientras que las del Perú, aunque tenianla misma alaicacion al principio, parecian poseer,como la tienda mágica del cuento árabe ,una facultadindefinida de espansion, y se acomodaban igualmenteá la situacion floreciente del imperio, y á los primerospasos de su carrera. En esta notable adaptacion a]cambio de. crcunstancias, vemos la prueba de un

ingenio que indica un adelanto no pequeño de civilí-zacion.

El nombre de Perú no era conocido á los naturales.Fue dado al pais por los españoles, y, segun se dice,nació de una equivocacion del nombreindio deario M.

(7) La importante obra del Dr. Morton contiene varios di-serios del cráneo Inca y del cráneo coman peruano , probandoque el ángulo facial en el primero, aunque no mu y grande; eramucho mayor que el segundo, que era estrao•dinariamcntechato y escaso de carácter intelectual. Crauia Americana. (Fi-.bidcilla, 1Sbl.)

(8) Pelu, segun Garcilasso, era el nombre indio de -rio, yfue pronunciado por uno de los naturales al responder á unapregunta que le hicieron los espailoles, quienes creyeron queera el nombre del pais. (Can. Real; parte 1, lib. í, cap. VI. )

10 R1I11.IOTEC.t pE

Sea de esto lo que fuere, lo cierto es ene los nato ra-lesno ter flit otro epíteto para riesit;uar • la gran colee-ciou de tribus y ilaciones re un lis tajo el cetro de losIncas, qi.rc el de Tur • ant nsuytt, ú «las cuatro partes

del Inundo (,i ).» l:s'o no sorprenderá á un ciudada-no de los Estados•Unidosgue no tiene 1015 nombrepara clasificarse ente las n aciones que el que toma detina de las parles del mando (2). El reino, conformesu nombre lo indica, estaba dividido en cuatro parles,cada 111111 de las cualesse di4ti i i la de la otra por untítulo diferente, y á cada una de las cuales ileg if a naode los cuatro grandes ea tui i nos que pi dio u del Cuzco,capital ó centro ale 1'1 monarquía peruana. La ciudadestaba igualmente rlie¡.1 da cn cuatro barrios; y lasdiferentes razas que se rennida allí de los puntos dis-tantes del reino, vivian en el barrio mas próximo ásus provincias respectivas. Todas seguían usando sutraje peculiar, de modo que era fácil saber su origen;

el unisino órden y sistema ale arreg l a de la variarlapoblacion que existía en la capital, exist.iaigualmenteen las grandes provincias del imperio. La en pit.al efec-tivamente era una copia en miniatura del imperio engeneral (3). •

Al frente de cada una ele las cuatro grandes pro-vincias balda un virey ó gobernador que la regia conel auxilio de uno ó mas consejos para los varios de-parlamentos. Estos vireyes solian residir de cuandoen cuando en la capital, donde coustitnian una espe-cie de consejo (le estado del Inca (1). Toda la nacionestaba dividida en décadas, ó cuerpos pequeños dediez individuos; y de cada diez hombres .uno era elgefe de los demos, y á é! !e tocaba ver que disfrutasenlos otros de los derecuos é inmunidades que les cor-respondían, solicitar el apo d o del gobierno en su fa-vor cuando fuese necesario , y entregar los crimina-les á la justicia. Estimulálra'os á cumplir con esteultimo deber una ley que, en caso de negligencia,les iinpouia la misma pena que llabria esperirnentadoel criminal. Bajo la amenaza constante de esta ley, esprobable que el magistrado peruano no se durmieseá menudo en su puesto H.

Uividíase ademas el pueblo en cuerpos de cincuen-ta , ciento, quinientos y mil, cada uno ccn sa ge lbque tenia el mando general de los inferiores, mien-

Estos errores han dado origen a muchos nombres de lugares,tanto en la América del Norte como en la del Sur. Montesinossin embargo niega que exista semejante voz para significarrio. (Mem. Antiguas, IIS., lib. cap. II.) Segun este escritor elPerú era el antiguo Ophir de donde Salomon sacó tantos tesoros;y que por una traasicion muy natural se convirtió con el tiem-po en Phirú, Pirú , Perú. El primer libro de las Memorias,que comprende de treinta ydos capítulos, está dedicado á esteprecioso descubrimiento.

{ 1) Ondegardo, Bel. prior. , â 1S. t Garcilasso, Com. Real,parte I, lib. Il, cap. XI.

(2) Sin embargo, un americano puede alimentar su vani-dad con la idea de que le ha sido concedido el nombre de unaparte del mundo habitada por tantas naciones civilizadas.

(3) Garcilasso, parte I, cap. IX—X.—Cieza de Leon, Cró-nica, cap. XCIII.

La capital sé hallaba dividida ademas en dos partes , la su-perior y la inferior, lo que segun dicen indicaba el origen di-ferente ale la poblacion.'farubien existía esta divisioa en lasciudades interiores. Ondegardo, Bel. segunda, MS.

(4) Der. de la aud. Real, 1115.—Garcilasso, Com. Real,parte I, lib. II, clip. XV.

/le sacado de Carcilosso esta noticia sobre los consejos.Garcilasso colma muchos varios que dejaron abiertos sus com-pa;leros de trabajos. Es dndnso que en todos les casos estas es-1tícaciones que suplen los varios puedan resistir al tiempo tanbien romo el resto de la obra.

(5) Ucr. de la And. Rea!,MS.—M)ntesinos, Mnm. An-ti_uas, 1115. , lib. 11, capilliio VI.— Ōnde;ardo Reactorprior., MS.

Esta division de tos peruanos es sumamente análoga á la delos sajones en centenares y decenas. Pero la ley sajona eramucho mas humana, porque solo imponía una multa al distritoen el caso de escaparse el criminal.

CASCAR Y Rlllc.tras que los mas 'elevados temían basta cierto puntoautoridad en materias de política. I'or (di mo , todoel imperio estaba rlivirlidO en secciones ó departa-mentos de diez mil habitantes, cado uno de los cualestenia un gobernador de la nr.bleza Inca que mandabaá !OS curaras y otros empleados subalternos del dis-trito. Había bu-tibien tribunales de justicia, que secomponían de magistrados, en cada una de las ciu-dades ó pueblos, con Pirisdiccion en materia de deli-tos leves , al paso que los de carácter mas grave se -sometían á jueces su periores, que eran generalmentelis gobernadores de los distritos. Estos jueces reci-bían su autoridad y su apoyo de la corona, que losnombraba y separaba segun su voluntad. Tenianobligacion de sentenciar todo pleito en cinco Bias,contados desde aquel en que se Babia sometido á sudecision, y no habla apelacion de un tribunal á otro.Sin embargo se adoptaban importantes precaucionespara asegurar la rectitud de la justicia. Una comisionale visitadores recorria el reino de cuando en cuandopara tomar informes sobre el carácter y conducta delos magistrados , y cualquier descuido ó infracciondel deber se castigaba de una manera ejemplar. Tam-bien se exigua á los tribunales inferiores que diesenmensualmente cuenta de sus actos á los superiores ,yestos á su vez la daban á los vireves; de modo que elmonarca, sentado en el centro de sus dominios, po-día dirigir la vista á sus estremidades mas remotas,y revisar y rectificar cualquier abuso que hubiese enla administracion de justicia (6).

Las leyes eran pocas y sulnamente.severas. Casitodas se aplicaban á asuntos criminales. Pocas leyesde otra clase necesitaba una nacion que tenia pococomercio, ningun dinero, y casi nada que pudierallamarse propiedad fija. Los crímenes de robo, adul-terio y asesinato se castigaban can la pena capital,aunque se disponía saldan-tenle la admision de cir-cunstancias atenuantes que pndian mitigar el cas-tigo (7). Tarnbien se castigaban con la muerte lablasfemia contra el Sol y las maldiciones al inca, crí-menes que en realidad yenian á ser idénticos. Quitarlos linderos de las propiedades, variar el curso delagua para regar la tierra propia á espensas de la age-na , y quemar una casa, eran delitos que tambien secastigaban con mucha severidad. Quemar un puertoera delito de muerte. El Inca no consentia que seopusiese obstáculo alguno á aquellas facilidades decontunicacion tan esenciales al mantenimiento delórden pírblico. En caso de rebelion de una ciudad óde una provincia , se la asolaba y esterminaba á sushabitantes. La insurreccion contra el «Hijo del Sol,»era el mayor de todos los crímenes (S).

(65 Der. de la And. •Real, MS.—Ondegarclo, Ref. princ.y sig.—MS.—Garcilasso, Cona. Real,part. I, lib. II, capí-tulo^XI—XIV.—Montesinos, ?fem. Antiguas, MS. , lib. II,cap. VI.

Las noticias que nos clan los autores antiguos de los tribu-nales peruanos, son Huy escasas y poro satísiactorias. hastala ardiente u uagivacion de Garcilasso flaquea y no alcanza ásalvar el vicio.

(7) Oncicgrirdo, Bel. princ., BIS. —Berrera, Ilist. Gene-ral , der. V. lib. IV, cap. 111.

El robo se casti gaba con menos severidad si el que lo habíacometido lo necesitaba realmente para subsistir. Es circuns-tancia muy particular que la lry peruana no establecía dil'e-renri:ī alguna cutre la fnrnilisarotr y el adulterio, pass queambos se casti gaban ron 10 pena de mocete. Sin embargo, noparece que estaba . en uso esta ley, mesto que se estrbiecil nr,ó á la ancuns ce 1 • eraban, prostitutas en los arrabales de lasciadar'm. \'(ase Garcüa s o, Cola. Real, parle I, libro IV,rap. XX\IV.

(R) Sarmiento, Relarinn, MS., can. X\111.,,Y des trillare entre ello s llamaban' nnueves , y e s ta pala-

bra es la cuas alri_iada de talas cuantas pueden derir :í unindio del Piró, que quiere decir traidor á su señor.» (Conq.y poi) . del Pire , MS.) «En las rebeliones y alzamientos sehicieron los castigos tau ásperos, que apunas veces asolaron

ri^

LA CONQUISTA

La severidad y sencillez del código peruano pare-cen indicar un estado social poco adelantado , quetenia poco complicados intereses y pocas relacionesde aquellas que pertenecen á una sociedad civilizada,estado en que aun no se habia desarrollado bastantela ciencia ele la legislacion para economizar los pade-cimientos humanos, acomodando proporcionalmentelos penas á los crímenes. Pero debemos considerarlas instituciones peruanas desde un punto de vistamuy diferente de aquel en que estudiamos las de otrasnaciones. Las leyes emanaban del soberano, y ese so-berano tenia una mision divina, y era de naturalezadivina. Violar la ley no era tan solo insultar la ma-jestad del trono, sino cometer un sacrilegio. Asíconsiderado, el menor delito merecia la pena demuerte, el mas grave no podio incurrir en penamayor (1). Sin embargo, en la aplicacion de sus cas-tigos no desplegaban una crueldad inútil, y no seprolongaban los padecimientos de las víctimas pormedio de esos tormentos ingeniosos tau comunesentre las naciones bárbaras (2).

Estas disposiciones legislativas podrán parecernosmuy defectuosas, aun comparadas con las de las ra-zas semi-civilizadas de Anahuac, donde existia unagraduaciou de tribunales, y en que el derecho deapelacion de unos á otros daba bastante seguridad ála justicia. Pero en un pais como el Perú, donde ape-nas se conocían mas causas que las criminales, el de-recho de apelacion no era tan importante. La ley erasencilla , su aplicacion fácil; y cuando el juez erarecio, tan probable era que la causa se decidiese con-forme á justicia en la primera como en la segundainstancia. La inspeccion de los visitadores y el in-forme mensual de los tribunales, eran garantías nodespreciables de integridad. La ley que exigia unasentencia dentro del quinto dia, pareceria poco apli-cable á la complicacion y litigio embarazoso de untribunal moderno. Pero en las sencillas cuestionessometidas á un juez peruano, la dilacion hubiera sidocosa por denlas inútil . ; y los españoles, que conocenbien los males que traen consigo los pleitos intermi-nables, eu que el que triunfa queda con demasiadafrecuencia arruinado, celebran mucho esta justiciarápida y económica (3).

Las disposiciones fiscales de los Incas y las le; esrelativas á la propiedad, son los rasgos mas notablesde la política peruana. 'Todo el territorio del imperioestaba dividido en tres partes, una para el Sol , otrapara el Inca , y la última para el pueblo. No se sabe ápunto lijo cual de las tres era la mayor. Las propor-ciones variaban mucho en las diferentes provincias.La distribucion se hacia segura el mismo principiogeneral , á medida que cada conquista nueva numen-

las provincias de todos los varones de edad, sin quedar nin-guno.» Oudegardo. Rel. prior., MS.

(1) «El castigo era riguroso, que por la mayor parte erade muerte, por liviano que fuese el delito; porque decían queno los castigaban por el delito que habian hecho, no por laofensa apena, sino por haber quebrantado el mandamiento,y rompido la palabra del Inca., que lo respetaban corno áDeis.» Garcilassu, Com. Real, parte I, lib. II, cap. XII.

(2) Uno de los castigos mas comunes para culpas leves,consistía en llevar una piedra á cuestas. Como observa muybien Mr. Culloch, un castigo en que no se impone roas pade-cimiento que el que resulta de la vergüenza, prueba sensibi-lidad y civilizacion. Investigaciones, p. 361.

(3) La real audiencia del Perú en tiempo de Felipe II, yno puede haber en esta materia autoridad mas competente,aprueba de una manera enfática la economía y la eficacia dela administracion de la justicia entre los Incas. «De suerteque los vicios eran bien castigados, y la gente estaba biensujeta y obediente; y aunque en las dichas penas había esce-so, redundaba en buen gobierno y policía suya, medianteella eran aumentados.... Porque los indios alababan la gober-nacion del higa, y aun los espaiioles que algo alcanzan deella, es porque todas las cosas susodichas se determinabansin hacerles costas,» Dec. de la Acá. Real, MS,

bEL rEnú. 17taba el territorio de la monarquía; pero la proporcionvariaba segun la cantidad de pobladores, y la mayoró menor cantidad de terreno que se necesitaba parasu sustento (4).

Los productos de las tierras pertenecientes al Sol,se aplicaban á la conservacion de los templos y al sos-tenimiento de las costosas ceremonias del culto pe-ruano y de su inmenso sacerdocio. Los de las quepertenecían al Inca, servian para sostener el lujo dela dignidad real, y para alimentar los innumerablesindividuos que componian su servidumbre y sus pa-rientes, ademas de pagar todas las atenciones del go-bierno. El resto de las tierras se dividia, pr capita,en partes iguales entre el pueblo. La ley mandaba,como mas adelante veremos, que llegado á ciertaedad todo peruano se casase. Cuando ocurría esto,el pueblo 6 distrito en que vivía le proporcionaba unacasa, que construida con pobres materiales, se haciaá poca costa. En seguida se le señalaba cierta canti-dad de tierra suficiente para su mantenimiento y elde su mujer. Concedíasele otro trozo ademas por cadahijo, siendo la cantidad que se daba para un hijo va-ron , doble de la que correspondia pera una bija. Ladivisiou del suelo se renovaba cada año, y la partede cada cual se aumentaba ó se disminuía segun elnúmero de individuos de su familia (5). El mismoarreglo se observaba en lo tocante á los curacas,con la diferencia de que se les asignaba un terre-no correspondiente á la superior dignidad de surango (6).

No se puede imaginar una ley agraria mas eficaz ymas completa que esta. En otros países en que se haadoptado una ley de esta especie, su accion ha cedidocon el tiempo al curso natural de los acontecimien-tos, y ya por la superior inteligencia y economía deuno, ya por la prodigalidad de otros, se han des-arrollado las acostumbradas vicisitudes de la fortuna,y han vuelto las cosas á su natural desigualdad. Hastala férrea ley de Licurgo dejó de obrar despues de al-gun tiempo, y se desvaneció ante la influencia dellujo y de la avaricia. Lo que mas se acerca á la cons-titucion peruana es quizas la de la antigua Judea,donde en el gran jubileo nacional, que ocurria al ter-minar cada medio siglo, las haciendas volvian á susprimitivos propietarios. Pero existia en el Perú estaimportante diferencia , que no solo terminaba la pro-piedad , si así podía llamarse , con el tiño, sino quedurante este período el poseedor no tenia el derecho

(4) Acosta, lib. VI, cap. XV.—Garcilasso, Com. Real,parte I, lib. V, cap. I.

«Si estas partes fuesen iguales, ó cuál fuese mayor, yo lohe procurado averiguar; y en unas es diferente de otras; yfinalmente yo tengo entendido que se hacia conforme á ladisposicion de la tierra y á la calidad de los indios.» Ondegar-do, Rel. prim., MS.

(5) Oudegardo, Rel. prior., MS. —Garcilasso, Com. Real,parte 1, lib. , cap. II.

La cantidad que se concedía á dos recien casados, segunGarcilasso, subia á fanega y inedia de tierra. Adjudicábaseigual cantidad por cada hijo varon que nacía, y la mitad porcada hembra. La fanega era aquella cantidad de tierra quepodía sembrarse con cien libras de mala. En el fértil territo-rio del Perú esto era muy suficiente para una familia.

(6) Ibid, par. I, lib. V, cap. III.Es cosa muy singular que al paso que se habla tanto

del monarca Inca, se diga tan poca cosa de la nobleza, desus estados, ó del derecho en virtud del cual los poseian. Suhistoriador nos dice que disfrutaban de las mejores tierras encualquier punto en que residiesen, ademas de la parte queles correspondia en las del Sol y en las del Inca , corno lujosdel uno y parientes del otro. Tambien nos dice que recibnansus provisiones de la mesa real cuando residían en la córte(lib. VI, cap. III). Pero todo esto es sumamente vago. El queestudia la historia descubre muy pronto que pocas noticiasexactas puede sacar sobre las instituciones de un siglo y deun pueblo bárbaros, de las obras de los analistas contempo-ráneos.

f# h1Ef.IOTECA DP GASPAR it01ó.

de enagenar ó de aumentar sus posesiones. El tér-mino del breve plazo le encontraba exactamente enla misma posicion en qué estaba al principio. Pareceque este estado de cosas debia ser incompatible conel amor á la posesion , ó con ese deseo de mejorarlaque es natural al propietario permanente. Pero laoperacion práctica de la ley parece haber producidolos resultados contrarios; y es probable que bajo lainfluencia de esa aticion al órden y de esa aversion álos cambios que formaban los rasgos característicosde las instituciones peruanas, cada nueva reparticiondel territorio confirmase la posesion del que lo ocu-paba, y la posesion de un ano se convirtiese en po-sesion para toda la vida.

Todo el territorio estaba cultivado por el pueblo.Primeramente se atendia á las tierras pertenecientesal Sol. En seguida se labraban las tierras de los an-cianos , de los enfermos, de las viudas ,y de loshuérfanos y de los soldados que se hallaban en servi-cio activo; en fin, de todos aquellos que por sus do-lencias físicas, ó por cualquiera otra causa, no po-dían atender á sus propios intereses. Despues de estose permitia al pueblo que cultivase sus propias tierras,cada cual la suya; pero con la obligacion general deayudar á sus vecinos cuando cualquiera circunstan-cia lo exigiese, como por ejemplo la carga de unafamilia numerosa (1). Por último, cultivaban lastierras del Inca. Esto se hacia con gran ceremonia portodo el pueblo en masa. Al romper el día lo convoca-ban desde alguna torre ó elevacion próxima, y todoslos habitantes del distrito , hombres, mujeres y ni-ños, se presentaban con sus mejores trajes, y cu-biertos con todos sus adornos, como si fuesen á asis-tir á alguna gran festividad. Desempeñaban las faenasdel die con el mayor regocijo, entonando sus cantospopulares que recordaban los hechos heróicos de losIncas, amoldando sus movimientos á la medida delcauto, á que generalmente servia de estribillo la pa-labra hailli, que significaba triunfo. Estos cantos na-cionales eran agradables y dulces, y gustaron muchoá los españoles. Muchas canciones peruanas acomo-daron ellos á su música despues de la conquista,canciones que los desgraciados indígenas escuchariansin duda con melancólica satisfaccion , ya que les re-cordaban las épocas pasadas en que se deslizaba tran-quila su existencia bajo el cetro de los Incas (2).

En lo relativo á las diferentes manufacturas delpais, reglan los mismos principios que en lo tocanteá los productos agrícolas. Los rebaños de llamas ócarneros peruanos, pertenecian esclusivamente alSol y al Inca (3). Su número era inmenso. Estabanesparcidos en todas las provincias, especialmente enlas regiones mas frias del pais, donde se confiaban alcuidado de pastores muy esperimentados, quienes losconducian a los diferentes pastos segun el cambio deestacion. Envíabase todos los años una gran cantidadde llamas á la capital para el consumo de la córle, ypara las festividades religiosas y los sacrificios. Peroestos no eran mas que los machos, y no se permitiamatará las hembras. Los reglamentos establecidospara el cuidado y la crin de los rebaños eran suma

(f) Garcilasso refiere que Huayna Capac ahorcó á un indioporque labró la tierra de un curaca, pariente cercano suyo,antes que la de los pobres. El cadalso se colocó en las mismastierras del curaca. Ibid., parte I, lib. V, cap. II.

(2) Garcilasso, part. I, lib. V, cap. I—III.—Ondegardo,Rel. seg. , MS.

(5) Ondegardo, Rel. prim., MS.Sin embargo, el soberano sabia recompensar á algun gefe

principal, y á veces á algun hombre del pueblo que le hu-biese prestado algun servicio, concediéndole un número pe-queño de flamas, pero jamas muchas. Estos propietarios nopodían matarlos ni venderlos, sino que pasaban á sus herede-ros como cualquiera otra clase de propiedad. Esta estrañacostumbre fue origen de innumerables pleitos despues de laconquista, !bid,, ubi supra,

mente minuciosos , y estaban concebidos con tal sa-gacidad, que escitaron la admiracion de los españo-les, aunque estos sabian cómo se manejaban losgrandes rebaños de merinos trashumantes de su pro-pio pais (4).

En la estacion oportuna se esquilaba al ganado , yse depositaba la lana en los almacenes públicos. Enseguida se repartia á las familias en cantidad sufi-ciente segun sus necesidades , y se entregaba ú laparte femenina, cuyos individuos conocían muy bienel arte de hilar y tejer. Cuando este trabajo se Labiaconcluido, y la familia se hallaba provista de trajesgroseros pero abrigados, acomodados al clima friode las montañas, porque en la parte caliente el algo-don, repartido igualmente por la corona, se usabahasta cierto punto en lugar de la lana , se exigia alpueblo que trabajase para el Inca. Primeramente sedeterminaba en el Cuzco la cantidad de paño que senecesitaba, y la calidad y especie de tejido. En se-guida se repartía el trabajo entre las diferentes pro-vincias. Ciertos oficiales nombrados con este objeto,cuidaban de la distribucion de la lana para que seconfiase la manufactura de los diferentes objetos á laspersonas mas inteligentes en la materia (5). Ni ter-minaba aquí su acojan, sino que visitaban despuesde cuando en cuando las casas para que el trabajo seejecutase bien. Esta inquisicinn doméstica no se li-mitaba á los trabajos que se ejecutaban para el Inca,sino que se aplicaba tambien al que se hacia para lasdiferentes familias ; y se cuidaba de que cada cualusase los materiales de que se le Labia provisto de lamanera mas conveniente, de modo que nadie care-ciese de la ropa necesaria (6). Estas . tareas domésti-cas pertenecian é todas las mujeres de la familia.1)ábase ocupaeion á todas, desde la niña de cincoaños hasta la anciana matrona cuyas enfermedadesno le impedian manejar una rueca. A ninguno se per-mitia en el Perú que comiese pan sin ganarlo con elsudor de su frente, á no ser los decrépitos y los en-fermos. La ociosidad era un crimen á los ojos de laley, y como tal se castigaba severamente, mientrasque la actividad y la laboriosidad se recompensabany estimulaban públicamente con premios (7).

Las mismas reglas se observaban en cuanto á lasdemas necesidades del gobierno. Todas las minas queencerraba el territorio pertenecian al Inca. Esplotá-banse esclusivamente para su uso por personas acos-tumbradas á esta clase de trabajo , y eseojidas entrelos habitantes de los distritos en que existian las mi-nas (8). Todo peruano de clase humilde era agricul-tor, y con las escepciones que liemos enumerado ya,de todos se esperaba que proveyesen á su subsistencia

(4) Véase especialmente la relacion del licenciado Onde-gardo, que entra en mas pormenores que los demas escrito-res contemporáneos sobre el modo de manejar los rebaños enel Perú. Rel. seg. , MS.

(5) Ondegardo, Rel. prior. y seg., MSS.La manufactura de telas para el Inca incluía la de las que

se destinaban á los numerosos individuos de la sangre real,que usaban trajes mucho mas finos que los que se permitíausará los demas peruanos. Garcilasso, Com. Real, parte I,lib. V, cap. VI.

(6) Ondegardo, Rel. seg., MS. —Acosta, lib. VI, capí-tulo XV.

(7) Ondegardo, Rel. seg. , MS.—Garcillasso, Com. Real,part. I, lib. V, cap. XI.

( 8) Garcilasso nos quiere hacer creer que el oro y la platade los Incas procedian de los curacas, que se lo enviaban deregalo como sus grandes vasallos. (Com. Real, parte I, lib. V,cap. VII.) Esta noticia improbable está en contradiccion conel informe de la Real Audiencia, MS. , con Sarmiento (Rela-cion, MS., cap. XV), y con Ondegardo (Red. prim., MS.).Todos ellos dicen que las minas eran propiedad esclusiva delgobierno, y que se esplotaban esclusivamente en provecho deél. De este depósito salian los metales preciosos en grandescantidades en forma de regalos á los señores principales, yaun mas para el adorno de 100 templos,

LA CONQUISTpor medio de la agricultura. Sin embargo, una pe-quena parte de la poblacion conocía las artes mecá-nicas , algunas de estas de la clase mas elegante quese consagra á la produccion de objetos de adornolujo. Estos objetos se destinaban casi esclusivamenteal soberano y á su córte; pero se exigía la ocupacionde un número de hombres mucho mas estenso parala ejecucion de las grandes obras públicas que cubrian la superficie del pais. La naturaleza y la esten-sion de los servicios que se exigian se señalaban enel Cuzco por empleados que conocían perfectamentelos recursos del pais y el carácter de los habitantesde las diferentes provincias (.).

Estas noticias se reunían por medio de un sistemaadmirable que apenas tiene ejemplo en los anales deun pueblo semi-civilizado. Se llevaba un registro detodos los nacimientos y defunciones que ocurrian entoda la esteusion del pais, y cada afilo se enviaba algobierno un censo de toda la poblacion por medio delos quipus , invencion curiosa que mas adelante espli-caremos (2). De cuando en cuando se hacia un exa-men general del territorio , del cual resultaba unarelacion completa de la clase de tierras, de su ferti-lidad, de la naturaleza de sus productos, tanto en laagricultura como en la mineria ; en una palabra , detodo lo que constituia los recursos físicos del im-perio (3). Con estos pormenores estadísticos á su dis-posrcion, fácil era para el gobierno, despues de de-terminar la suma de las necesidades , distribuir eltrabajo entre las diferentes provincias que mejor po-dian desempeñarlo. La obligacion de repartir el tra-bajo correspondia á las autoridades locales, y se cui-daba mucho de que al paso que se confiase á las manosmas esperimeutadas, no hubiese desproporcion enlo que se señalaba á cada uno (4).

Las diferentes provincias del pais producian hom-bres útiles para diversos empleos, los cuales, comomas adelante veremos, se trasmitían de padres á hi-jos. Así por ejemplo los habitantes de un distrito eranlos mas á propósito para el trabajo de las minas , losde otro los mejores artífices para obras de metales yde madera, y así de los demas (5). El gobierno pro-porcionaba los materiales al artesano, y á ningunose le exigía que destinase al servicio del Estado masque una parte de su tiempo, segun se estipulaba. Su-cediale luego otro para trabajar durante un períodoigual ; y debemos observar que todos los que estabantrabajando en servicio del gobierno , tanto en lasfaenas de la agricultura como en todas las densas, semantenian durante todo el tiempo á espeusas deaquel (o), Por medio de esta rotacion constante detrabajo se intentaba conseguir que ninguno estuviesesobrecargado, y que cada hombre tuviese tiempo su-

(1) Garcilasso, Com. Real, parte 1, lib. V, Cap. XIII—XVI. —Ondegardo, Rel. princ. y seg. , MSS.

(2) Montesinos, Mem. Antiguas, MS. lib. II, cap. IV.—Pedro Pizarro, Relacion del Descubrimiento y Conquistade los reinos del Perú, MS. •

«Cada provincia, en fin del ario, mandaba asentar en losquipos, por la cuenta de sus nudos, todos los hombres quehabian muerto en ella en aquel ario, y por el consiguientelos que habían nacido, y por principio del ario que entraba,venían con los quipos al Cuzco.» Sarmiento, Relacion ,MS.,cap. XVI.

(3) Garcilasso, Com. Real, parte I, lib. II, cap. XIV.(4) Ondegardo, Rel. prim. , MS.—Sarmiento , Relacion,

MS., cap. XV.« Presupuesta y entendida la dicha division que el Inga

tenia hecha de su gente,y órden que tenia puesta en el go-vierno de ella era muy fácil haverla en la division y cobran-za de los dichos tributos; porque era claro y cierto lo que ácada uno rabia sin que hubiese desigualdad ni engaño.» Der.de(( la Real Audiencia, MS.Re(5) Sarmiento, Relacion, MS. , cap. XV.—Ondegardo,

segunda, 115,(0) Ondeganlo, Relacion prim., MS.—Garcilasso , Com.

Real, parte 1, lib. V, cap. V.

A DEL PERÚ.19

ficiente para atenderá las necesidades de su propiafamilia. Segun la opinion de un ilustrado escritor es-pariol, era imposible mejorar el sistema de distribu-cion; tan perfectamente acomodado estaba á la con-dicion y al bienestar del . artesano (7). Parece que elgobierno siempre tenia presente en sus reglamentosla necesidad de cuidar de la salud de los trabajadores,y con tal tino lo arreglaba, que los trabajos mas pe-nosos y mas mal sanos no les causaban detrimentoalguno en su salud; contraste notable con su condi-cion posterior cuando cayeron bajo el dominio deEspaña (8).

Una parte de los productos agrícolas y fabriles setrasportaba al Cuzco para atender á las necesidadesinmediatas del Inca y de su córte. Pero la mayorparte con mucho se almacenaba en depósitos espar-cidos en las diferentes provincias. Estos grandes edi-ficios, construidos con piedra, se dividian en dospartes, una para el Sol y otra para el Inca, aunqueparece que la mayor de las dos perlenecia al soberano.Una disposicion muy sabia determinaba que tododéficit en las contribuciones del Inca se pudiese cu-brir con lo que encerraban los graneros del Sol (9).Pero pocas veces podia ocurrir semejante necesidad;y la economía del gobierno producia por lo regularun gran sobrante en los almacenes del soberano, quese trasladaba luego á un tercer órden de almacenes,destinados á alimentar al pueblo en épocas de esca-sez, y algunas veces á proporcionar socorros á indi-viduos sumidos en la miseria por sus enfermedadesó sus desgracias, lo cual justifica en cierto modo loque dice un documento español, á saber; que unagran parte de las rentas del Inca volvía despues poruno ú otro conducto á manos del pueblo (10). En es-tos almacenes en -ontraron los españoles cuando lle-garon, grandes acopios de los diferentes productos ymanufacturas del pais, maiz, coca, quinua (11), te-jidos de lana y algodon de la calidad mas fina , convasos y utensilios de oro, plata y cobre; en una pa-labra , de todos los objetos de lujo ó de utilidad queproducian las artes peruanas (12). Los almacenes de

(7) aY tambien se tenia cuenta que el trabajo que pasabanfuese moderado, y con el menos riesgo que fuese posible....Era tanta la órden que tuvieron estos indios, que á miparecer,aunque mucho se piense en ello, seria dificultoso mejorarlaconocida su condicion y costumbres.» Ondegardo, Rel. prime-ra , MS.

(8) La esplotacion de las minas, segun el presidente delConsejo de Indias , estaba de tal manera arreglada , queninguno sentia su peso, ni mucho menos contribuia á acortarla vida del trabajador. (Sarmiento, Relacion

' MS., cap. XV.)

Esta confesion es muy franca para un español.(9) Garcilasso, Com. Real, parte I, lib. V, cap. XXXIV.

—Ondegardo, Rel. prior. , MS.«E así esta parte del higa no hay duda sino que de todas

tres era la mayor, y en los depósitos se parece bien, que yovisité muchos en diferentes partes, é son mayores é mas largosque no los de su religion sin comparacion.» Idem, Rel, segun-

da , MS.(10) « Todos los dichos tributos y servicios que el Inga ím-

ponla y llevaba como dicho es, eran con color y para efectodel gobierno y pro comun de todos, así como lo que se poniaen depósitos todo se convertia y distribuia entre los mismosnaturales.» Dec. de la Aud. Real. , MS.

(II) Nota del traductor. La coca es la hoja de un árbolque mascan los indios, y sin cuyo uso, hasta el día, es impo-sible hacerles trabajar. Cultivase en las regiones cálidas delinterior, y es tan apreciada por su fácil despacho y su gran

consumo, que tener coca y tener oro viene á ser casi lo mismo

para el comerciante. La quinua es una semilla mucilaginosa,muy agradable al paladar, y que se cultiva en los terrenos

mas estériles.(12) Acosta , lib. VI, cap. XV.«No podré decir,» dice uno de los conquistadores, «los de-

pósitos. Vide de ropas y de lodos géneros de ropas y vestidosque en este reino se hacían y usavan que faltava tiempo para

muchosvello ydepósitos de^barretas cíe c

obre para las minas, y de costales y

Íi

20 BIBLIOTECA DE

grano , en particular , hubieran bastado para el con-sumo de muchos años en los distritos adyacentes (1).Tod _s los años hacían un inventario de los diferentesproductos del pais y de los puntos productores losempleados de la corona, y luego lo consignaban ensus re T istros los quipucamaya .^ con asombrosa regu-laridad y exactitud. Estos registros se trasmitiau ála capital y se sometian al inca, que así podia con unasola ojeada abrazar todos los resultados de la indus-tria nacional, y ver hasta qué punto correspoudiancon las necesidades del gobierno (2).

Tales son algunas de las particularidades alas nota-bles de las instrucciones peruanas en lo relativo á lapropiedad, segun el testimonio de autores, que aun-que se contradicen en los pormenores, estau confor-mes en los rasgos principales. Estas institucionesson realmente tau notables , que apenas se puedecreer que se hubiesen puesto en práctica en toda laestensiou de uu gran imperio, y durante un largoperíodo de años. Sin embargo, prueba este hecho elirrecusable testimonio de los españoles que desem-bocaron eu el Perú en tiempo oportuno para verlasfuncionar; algunos de ellos, hombres que habian al-canzado altos puestos en la magistratura, fueron co-misionados por el gobierno español para hacer inves-tigaciones sobre el estado del pais bajo el cetro desus antiguos dominadores.

Las contribuciones que se imponiari al pueblo pe-ruano parecen haber sido bastante considerables.Sobre ellos recaía esclusivamente la carga de soste-ner á su propia clase si no á todas las denlas del Esta-do. Los individuos de la familia real, la alta nobleza,hasta los funcionarios públicos, y el numeroso cuer-po del sacerdocio, todos estaban libres de contribu-ciones (3). El pago de todos los gastos del gobiernorecaia en el pueblo. Sin embargo , esto no se dife-rencia mucho del órden de cosas existente. en otrostiempos en casi toda Europa , donde las varias clasesprivilegiadas exigian, es verdad que no siempre conbuen éxito, que se las eximiese de sostener una partede las cargas públicas. La gran desventaja relativadel peruano, era que jamas podia mejorar su condi-cion e Sus trabajos eran para otros mas bien que parasí mismo. Por industrioso que fuese no podia aumen-tar un ápice á sus posesiones, ni subir en lo mas mí-nimo en la escala social. No sentia el gran estímulodel trabajo, que es el deseo de hacer mas agradablenuestra condicion. La gran ley del progreso humanono le alcanzaba. Como nacia , así estaba destinada ámorir. Ni á su tiempo mismo podia considerarlo co-mo suyo. Sin climero, con escasa propiedad ele cual-quier clase que fuese, ni pagaba sus contribucionesen frutos (4). No es estraño, pues, que el gobiernoconsiderase la pereza como un crimen. Era un cri-men contra el Estado, pues que en cierto modo per-der el tiempo era defraudar el tesoro. El peruano,trabajando toda su vida para otros, podia comparar-se al presidiario que todos los dias desempeña la mis-

sogas, de vasos de palo y platos de oro y plata que aquí sehalló era cosa de espanto.» Pedro Pizarro, Descub. y Con-quista, MS.

(1) Para diez años algunas veces, si hemos de crer á On-degardo, que tenia medios para informarse bien. « E amicuando no era menester se estaba en los depósitos é habiaalgunas veces comida de diez años.... Los cuales todos se ha-llaron llenos, cuando llegaron los espafioles, desto y de todas lascosas necesarias para la vida humana.» Rel. seg. , MS.

( 3 ) Oudegardo, Rel. prior., MS.«Por tanta órden é cuenta que seria dificultoso creerlo ni

darlo á entender como ellos lo tienen en su cuenta é por regis-tros e por menudo lo manifestaron que se pudiera por estenso.»Idem, Rel. seg., MS.

(3) Garcilasso, Com. Real, parte 1, lib. V, cap. XV.([) «Solo el trabajo de las personas era el tributo que se

daba, porque ellos no poseian otra cosa.» Ondegardo, Rela-cion prior., t11S.

GASPAR Y RolG,

me tarea penosa y triste , sabiendo que por útilesque sean sus esfuerzos al Estado , nada le produ-cenáe1.

Pero esta es ]a parte sombría de la pintura. Siningun hombre podía llegar á ser rico en el Perú,tampoco ninguno podia llegar á ser pobre. Ningunpródigo podía gastar sus haberes en ruidosas diver-siones y en lujo. Ningun atrevido especulador podiaarruinar á su familia con especulaciones aventura-da. El objeto constante de la ley era establecer untrabajo "Iranquilo y prudente manejo de los nego-cios. No se toleraban mendigos en el Perú. Cuandoun hombre quedaba reducido á la pobreza por susdesgracias, que jamas pocha ser por su culpa, la ma-no de la ley acudia á suministrarle socorro ; no elsocorro mezquino de la caridad particular, ni ese quederraman gota á gota los fingidos depósitos de la ca-ridad pública en ciertos paises, sino un socorro gene-roso y abundante que no humillaba al que era objetode él y que lo colocaba al nivel de sus denlas paisa-nos (5).

Ningun hombre podía ser rico ni pobre en el Perú;pero todos podían disfrutar y disfrutaban de lo nece-sario. La ambicion , la avaricia, la aficion á cambiarde objetos, el descontento, todas las pasiones quemas agitan á les hombres, no encontraban abrigo enel corazon del peruano. La misma condicion de suexistencia parecía oponerse al cambio. Recorría elmismo círculo que sus padres habian recorrido antesque él, y e!a que habian de seguirle sus hijos. Lapolítica de los Incas consistia en infundir en sus súb-ditos un espíritu de obediencia pasiva y de tranqui-lidad , una conformidad completa en el órden de co-sas establecido. En esta parte alcanzaron un éxitocompleto. Los primeros españoles que visitaron elpais aseguran enfáticamente que ningun gobiernopodia ser mas acomodado á la índole del pueblo, yque ningun pueblo podia parecer mas satisfecho consu suerte , ni mas amante de su gobierno (6).

Los que desconfien de las relaciones sobre la indus-tria peruana, pueden disipar sus dudas recorriendoel pais en que floreció. El viajero encuentra aun, es-pecialmente en las regiones centrales de las llanuraselevadas, muchos vestigios de otra época ; restosde templos, palacios, fortalezas, montañas terraple-nadas, grandes caminos militares, acueductos yotrasobras públicas, que, sea cual fuere el grado de cien-cia que se descubra en su ejecucion , lo asombranpor su número, por el aspecto macizo de los mate-riales, y por la grandeza del plan. Entre ellas quizálas mas notables son los grandes caminos , cuyosrestos se conservan aun bastante bien para atestiguarsu antigua magnificencia. Muchos de estos caminosatravesaban diferentes partes del reino; pero los masconsiderables eran los dos que se estendian desde

(5) «Era tanta la órden que tenia en todos sus reinos yprovincias, que no consentia haber ningun indio pobre nimenesteroso, porque habia órden y formas para ello sin quelos pueblos recibiesen vexacion ni molestia, porque el higalo suplía de sus tributos.» (Con. y Pob. del Perú, MS.) Ellicenciado Ondegardo no ve mas que una invencion de Satanásen estas disposiciones de las leyes peruanas, en virtud de lascuales los ancianos, los enfermos y los pobres quedaban encierto modo independientes de sus hijos y de sus parientesmas cercanos, en quienes hahrian descansado naturalmenteá no ser por esta invencion. No hay mejor medio de endurecerel corazon, segun él, que el separarlo así de las simpatías dela humanidad, y opina que ninguna circunstancia ha sido tanpoderosa como esta para oponer obstáculos al desarrollo delcristianismo entre los natu rales. (Ref. seg. , MS.) Estas ideasson ingeniosas; pero en un país como el Perú , donde el pue-blo no tenia propiedad , parece que no podia haber mas alter-nativa para los supernumerarios que la de recibir socorros delgobierno ó morirse de hambre.

(6) Acosta, lib. VI, cap. X1I—XV. Sarmiento, RelacionMS. , cap. X.

LA CONQUISTA DSL PERÚ.Quito al Cuzco, y que, partiendo otra vez de la ca-.pital, cont.inuabanen ladireccion del Surhácía Chile.

Uno de estos caminos'atravesaba la gran llanuraelevada, y el otro corria por las tierras bajas y ori-llas del Océano. La construccion del primero fuela mas dificil por la especie de terreno que atravesa-ba. Pasaba por ásperas sierras de nieve; rabia leguasenteras de galerías abiertas en la pena viva ; atrave-saba los ríos por medio de puentes que se mecíansuspendidos en el aire; ascendir t los precipicios pormedio de escalinatas corladas en la piedra ; cruza-ba barrancos de espantosa profundidad en sólidasparedes de ladrillos que rellenaban el hueco ; en unapalabra, combatia y vencía todas aquellas grandes di-licultades que existen en las regiones montañosas, yque bien hubieran podido asustar al mas atrevidoingeniero civil de nuestros tiempos. Calcúlase la es-tension del camino, de que no quedan mas que frag-mentos esparcidos, en rail y quinientas á dos milmillas; y en toda su estensiou se elevaban columnasde piedra como las que se usan en Europa para se-ñalar las distancias; con intervalos fi jos de poco masde una legua. Su anchura apenas pasaba de veintepies (1). Componíase de grandes losas de piedra,cubiertas, á lo menos en algunas partes, con unamezcla bituminosa, á que eI tiempo bahía dado unadureza superior á la de la piedra misma. I-n apunaspartes donde se han colmado los barrancos con obrade albañilería, los torrentes de las montañas, soca-vando-la obra durante tantos siglos, han traspasadopoco á poco la base ; pero á pesar de esto , tal es . lacohesion de los materiales, que ha permanecido fir–me la base superior, atravesando aun el valle comosi fuera un arco (2)

Sobre algunas de las corrientes mas rápidas erapreciso construir puentes suspendidos , como los lla-man, y que se componían de las sólidas libras delma-buey, ó del mimbre de aquel pais, que es sumamentetenaz y fuerte. Con estos mimbres se tejían unos ca-bles que podían tener el grueso del cuerpo de unhombre. Estas inmensas cuerdas suspendidas sobreel agua, pasaban por unos agujeros abiertos en unosgrandes estribos de piedra construidos en las orillasopuestas del río, donde se aseguraban con el peso defuertes maderos. Varios de estos cables monstruososunidos formaban un puente, que cubierto con tablas,bien asegurado y defendido por una barandilla de lesmismos materiales, ofrecia un paso seguro al viajero.La longitud de este puente aéreo, que pasaba á vecesde doscientos pies, y el no estar sujeto mas que pordos estremidades, le daban una inclinaciou alarman-te hácia. el centro, mientras que el movimiento quele comunicaba el viajero producia una oscilacion aun

(I) Der. de la Aud. Real, MS.«Este camino, hecho por valles hondos y por sierras altas,

por montes de nieve, por tremendales de agua,y por peñaviva, junto á rios furiosos por estas partes, y bailano y empe-drado por las laderas, bien sacado por las sierras, desechadopor las peñas, socavarlo por junto rí los rios sus paredes , entrenieves con escalones y descanso, por todas partes limpio, bar-rido, descombrado, lleno de aposentos, de depósitos de teso-ros, de templos del Sol , de postas que habia en este camino.»Sarmiento , Itelacion, .11ti., cap. LX.

(2) « On avait comide les vides et les ravins par de grandesmasses ele, ni a t,, uu terie. Les torrents, qui desr_cndent des fian-teursapeesde pluiesabondanl es , avaica, itrecusé les eu:lroitsles moins solides, et s'etaient thave une voie sons le cheurin,le laissant ainsi suspendo en l'air, coui u re un pool, t'ait rl'uncacule pidee.» (Velasco, llist. de Quito, t. I, p. 20(1.) Esteescritor halda de sus observac i ones personales, Habiendo exa-

minado y medido diferentes partes del camino mí fines del siglo

pasado. Véase Cn el ajtbd)i ' Ofrnt. 2 una deseriprion muy

animada de esta obra nia i iidir,a : la Lindura de los obsLirolosgafe hubo que vencer para ejecutarla , se hallará en un es-

trado d e In obra de Sarniie lao que vi()el camino eu tiempo ;b,

los lunas.

tmas terrible para el que se miraba sus pendido sobreun 'oscuro abismo en que hervian las aguris á unainmensa profundidad. Y sin embargo, los peruanospasaban por estas ligeras y frágiles cousl.ruccienessintemor alguno, y los españoles las han conservado enaquellos ríos en que la profundidad ó la impetuosidadde la corriente baria imposible la ar'licacion de losmedios ordinarios para establecer comunicacion en-tre las dos orillas. Los rios mas anchos y mas tran-quilos se atravesaban en balsas, especie de embarca-don que aun usan mucho los naturales, en que seaplican las velas. Este es el único ejemptar de nave-gacion algun tanto perfeccionada que se haya en–con tracio entre los indios de América (3). •

El otro gran camino de los Incas iba por la regionllana que inedia entra los Andes y el Océano. Estabaconstruido de una manera muy diferente, como loexigia la naturaleza del terreno, que era en generalbajo y en gran parte arenoso. Levantábase el caminosobre un alto terraplen de tierra , sostenido á cadalado por un parapeto ó pared; y toda la estension deambos lados estaba cubierta de árboles y arbustosolorosos, que deleitaban los sentidos del viajero consu perfume, y lo refrescaban con su sombra, tanagradable bajo el ardiente sol de los trópicos. En las •partes de desierto arenoso que atravesaba de criandoen cuando, donde la ligereza y la movilidad.del suelono podian sostener un camino, introducíanse gran-des estacas eu la tierra, muchas de las cuales puedenversa aun, para indicar el curso del camino al-via-jero (4).

En toda, la longitud de estos caminos se habíanconstruido posadas ó tambos, como los llaman, á dis-tancia de unas diez ó doce millas unos de otros, espe-cialmente destinados para el descanso del Inca y desu comitiva, y de los que viajaban con un carácteroficial. Pocos viajeros de otra clase Babia -en el Perú.Algunos de estos edificios tenian grandes dimensionesy se componian de una fortaleza, cuarteles y otrasobras militares, que ocupaban una gran .estension deterreno ,y que estaban rodeadas por un parapeto depiedra. Indudablemente su objeto era dar alojamien-to á las tropas imperiales cuando atravesaban el pais.El cuidado de la conservacion de los grandes caminoscorrespoudia rí los distritos por donde pasaban, y siem-pre se empleaba en ellos un número considerable detrabajadores para atender á su composicion. Esto erasumamente fácil en un país en que no se viajaba masque á pie; aunque se dice que los caminos estribantan perfectamente hechos, que un carruaje hubierapodido correr por su superíieie con la misma seguri-dad que en las grandes carreteras de Europa (5). Sir,embargo, en una regio,' en que los elementos delfuego y del agua están siempre activamente ocupadosen ala obra ele destruccion , debieron desmoronarsegradualmente en cuanto les faltó un cuidado cons-tante. Tal ha sido su suerte en manos ele los conquis-tadores españoles, que no cuidaron de aplicar el ad-mirable sistema adoptado por los Incas para su.conservacion. Pero los fragmentos rotos que aun sub-

(5) Garcilasso, Com. Real, parte 1, lib. III, cap. VII.En tiembla se encontrara una descripcioa detallada de

estos lii i en tos coll a) aun se ven en diferentes partes del Perú.(Vues des Cordilléres, p. 250 y sig.) Steveson ha dado una.descripcioa muy minuciosa-^ambicu de las balsas. (Residenciaen ilindelea , tomo 11, p. 222 y sig.

(I) Cieza de Lcon, Crónica, cap. IX.—Relacion del pri-mer descubrimiento de la costa y ruar del Sur, Aló.

l(sle dora n icnto anónimo de amo de los primeros conquista-dores ronliene una des, ripeion minuciosa, y probablementefidedigna de ambos caminos, que cl escritor vio cid toda sugloria, y que colora entre Las grandes maravillas del mundo.

di) ltel icion dei primer dcsrnb. , !115. —Cieza de Leen,Crónica, cap. \\\1'IL—Ltiralc, Cona. del Perú, libro 1,

cap \I.--Garcila sso , Com. Real, parte 1 , lib. IX, cap. XIII.

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sisten, como los de los grandes caminos romanos es-parcidos por toda Europa , prueban su grandeza pri-mitiva, y han merecido los elogios de un juiciosoviajero, no muy pródigo en general de alabanzas, quedice que «los caminos de los Incas deben clasificarseentre las obras mas útiles y estupendas que en cual-quier tiempo haya construido la mano del hom-bre (1).»

Un nuevo adelanto hicieron los soberanos del Perúen el sistema de comunicaciones que establecieronen sus dominios, introduciendo las postas del mismomodo que se conocian entre los aztecas. Sin embargo,las postas peruanas, establecidas en todos los grandescaminos que conducían á la capital, estaban fundadasen un plan mas vasto que el que regia en Méjico. Entoda la estension de estos caminos se habia construi-do edificios pequeños, ádistancia de cinco millas uno'de otro (2) , en cada uno de los cuales se hallaba es-tacionado cierto número de correos, ó chasquis co-mo los llamaban en su idioma, para trasportar losdespachos del gobierno (3). Estos despachos eran óverbales, ó se transmitían por medio de los quipos, éiban á veces acompañados con un hilo del cenidorrojo que cubria la frente del inca, y que se mirabacon el mismo respeto y suurision que el anillo de undespota oriental (4).

Los chasquis vestían un traje particular que indi-caba su profesion. Se les educaba para este oficio yse les escogia por su rapidez y fidelidad. Como la dis-tancia que cada correo tenia que recorrer era corta,y como tenia tiempo dct. sobra para descansar en 1a,estaciones, salvaban la distancia con gran.velocidad,y las noticias se llevaban por los caminos á razon deciento cincuenta millas por dia. El empleo de los chas-quis no se limitaba á trasmitir noticias y comunica-ciones oficiales. Con mucha frecuencia trasportabanvarios objetos para el consumo de'la córte; y por estemedio el pescado del remoto Océano., frutas, caza, ydiferentes, productos de las cálidas regiones de lacosta, llegaban á la capital en buen estado, y se ser-vian frescos á la mesa real. (5). Es muy nótable queesta importante institucion fuese conocida en Méjicoyen el Perú al mismo tiempo sin que hubiese comu-nicacion entre ambos paises; y que se haya encon-trado establecida en dos naciones bárbaras del nuevomundo mucho antes que se adoptase entre las nacio-nes civilizadas de Europa (6). •

(I) «Corte Chaussée, bordee de grandes pierres de taille,peut etre comparée aux plus bolles routcs des romains quej'are vues en Italie, en France et en Espagne.... Le gran che-mm de l'Inca , un des ouvrages les plus utiles et en méme tems'des plus gigantesques que les hommes aient éxécuté.» flum-boldt , Vues des Cordilléres, p. 294.

(2) Se habla con divergencia sobre la distancia que habíaentre las casas dé posta; casi todos los autores dicen que nopasaba nunca de tres cuartos de legua. He preferido la opinionde Ondegardo, que generalmente escribe con mas concienciay con mas conocimiento del terreno que la mayor parte desus contemporáneos.

(3) La palabra chasqui, segun Montesinos, significa «unoque recibe una cosa. (Alero. Antiguas , MS. , cap. VII.)Pero Garcilasso, autoridad muy superior en lo que toca á supropia lengua, dice que significaba «uno . que hace un cam-bio.» Com. Real, parte I, lib. VI, cap. VIII.

(4) «Con un hilo de esta borla, entregado á uno de aque-llos orejones; gobernavan la tierra , y proveian lo que queríancon ma yor obediencia, que en ninguna provincia del mundo seha visto tener á las provisiones de su rei.» Zárate, Conq. delPerú , lib. I, cap. IX. •

(5) Sarmiento, Relacion, MS. , cap. XVIII.—Dec. de laAud. Real; MS.

Si hemos de creer lo que dice Alontesinos, serviase en lamesa real pescado cojido fi cien leguas de la .capital, veinte ycuatro horas despues de sacarlo del Océano. (Mem. Antiguas,MS. , lib. II, cap. VII.) Esto es demasiado rápido para todolo que no sea un ferro-carril.

(6) La institucion de las postas peruanas parece haber

GASPAR Y nOIG.

Por medio de estas sabias inv enciones de los Incasr las partes mas remotas del vasto imperio del Perú se

ponían en íntimo contacto unas con otras. Y mientrasque las capitales de la cristiandad, separarlas sola-mente por algunos centenares de mil las, permanecía utan estranas entre sí como si las hubieran separarlolos mares; las grandes capitales del Cuzco y de Quitoestaban en correspondencia constante por medio desus magníficos caminos. Las noticias. de las numero-sas provincias se trasmitian en alas del viento á lametrópoli peruana, gran foco en que se reunian to-das las líneas de comunicacion. No podia ocurrir unmovimiento de insurrecciou, ni una invasion de lamas remota frontera, sin que la noticia se comunicaseen el acto á la capital ; y al instante se ponían en mar-cha los ejércitos imperiales pór los magníficos cami-nos del pais para restablecer el órden. Tan admirableseran las disposiciones adoptadas por los déspotasamericanos para mantener la tranquilidad en toda laestension de sus dominios. Esto nos recuerda las ins-tituciones análogas (le la antigua Roma cuando ba-jo el imperio de los Cesares era señora de mediomundo.

Uno de los principales objetos de los grandes cami-nos era facilitar las comunicaciones militares. For-maban un ramo importante de su política militar quees tan digno de ser estudiado corno el de la muni-cipal

A pesar de las protestas pacíficas de ]os Incas , y dela tendencia pacifica en realidad de sus institucionesdomésticas, siempre estaban en estado de guerra.Por medio de la guerra habian ensanchado gradual-mente su mezquino territorio hasta convertirlo en unpoderoso império..Cuando esto se hubo verificado, lacapital, segura en su posicion centrar, no se vió yaespuesta al choque de esos movimientos militares, yel pais disfrutó de las ventajas de la tranquilidad y elórden. Pero por mas tranquilo que estuviese en elcentro, la historia nó hablaba de un solo reinado enque el pais no estuviese en guerra con algunas de lasbárbaras naciones fronterizas. La religion ofrecia unpretesto plausible para las agresiones constantes , ydisfrazaba probablemente á los ojos' de los Incas y álos de sus súbditos la sed de conquista que era el mó-vil de la guerra ; • corno los discípulos de Malcoma quellevaban la espada en una mano y en la otra el Alco-rán , los Incas del Perú no ofrecian mas alternativaque el culto del sol ó' la guerra.

Es verdad que su fanatismo, ó su política, se pre-sentaba con formas menos ásperas que las que se des-cubren en los descendientes del profeta. Como el granluminar á que tributaban culto, obraban con manamucho mas poderosa que la fuerza (7). Trataban de.ablandar los corazones de las tribus salvajes que losrodeaban, atrayéndoselas por medio de la condescen-dencia y de la bondad. Lejos de provocar las hostili-dades, dejaban obrar al tiempo para que produjesesu resultado el saludable ejemplo de sus propias ins-tituciones, confiando en que sus vecinos menos civi-

causado una gran impresion en el ánimo de los primeros es-pañeles que recorrieron el pais , y encontramos muchos por-menores de ellas en Sarmiento, Relacion, MS., cap. XV.—Dec. de la Aud. Re ā l, MS.—Fernandez, Ilist. del Perú,parte. II, lib. III, cap. V.—Conq. y Pob. del Piré, M. S.,y otros muchos.

El establecimiento de correos es muy antiguo entre loschinos, y quizá mas entre los persas. (Véase Herodoto, Histo-ria Uriana , sec. XCVIII.) Es singular que una invencion des-tinada á servir á los fines de un gobierno despótico, solo hayarecibido su aplicacion conipleta bajo los auspicios de un sis-tema liberal, pues en ella tenemos el germen de este hermososistema de mútuas comunicaciones que une á todas las.nacio-nes de la cristiandad, como si constituyesen una vasta re-pública.

(7) . «Mas se hicieron señores al principio por mafia quepor fuerza.» Ondegardo, Rel. prom., MS.

LA CONQUIS

lizados se someterian á su cetro convencidos delbienestar que les aseguraria. Cuando este sistema noproducia el deseado efecto, empleaban otras medidas,pero siempre de carácter pacífico, y trataban deatraerlos á su dominio por medio de negociaciones,de un trato conciliador, y de regalos á sus hombresprincipales. Por fin hacian uso de todos los mediostan familiares á los hombres políticos mas sutiles deuna nacion civilizada para conseguir la estension desu imperio. Cuando todos los esfuerzos de esta claseeran inútiles se preparaban para hacer la guerra.

Sacaban sus soldados de todas las diferentes pro-vincias, aunque mas de algunas en que el carácter delos habitantes era mas acomodado á los trabajos dela guerra (1). Parece probable que se pudiese llamará las armas á todo peruano que hubiese llegado á cier-ta edad. Pero la rotacion del servicio militar y losejercicios periódicos que verificaban los habitantesde los pueblos dos ó tres veces al mes, hacia que lossoldados fuesen generalmente algo mas que una mi-licia indisciplinada. El ejército peruano, que al prin-cipio era poco considerable, llegó á ser en los últimostiempos del imperio con el aumento de la poblacion,sumamente numeroso, de modo que sus monarcas,segun nos aseguran los contemporáneos , podian po-nerse al frente de doscientos mil hombres. En suorganizacion militar manifestaban la misma destrezay el mismo respeto al órden que en las demas cosas.Las tropas se dividian en cuerpos que correspondianá nuestros batallones y compañías , mandadas por ofi-ciales de diferente graduacion, desde el ínfimo su-balterno hasta el Inca noble que mandaba en gefe (2).

Sus armas eran las que usaban todas las naciones,bárbaras ó civilizadas, antes de la invencion de lapólvora, arcos y flechas, lanzas, dardos, una especiede espada corta, una hacha de combate ó partesana,y hondas, en cuyo manejo eran muy diestros. Suslanzas y flechas estaban armadas en la estremidad conpedazos de cobre ó mas comunmente de hueso, y lasarmas de los nobles tenian muchas veces adornos deoro y de plata. Cubríanse la cabeza con cascos de ma-dera ó de pieles de fieras, espléndidamente adornadosá veces con metales y piedras preciosas, y con el plu-maje brillante de los pájaros de los trópicos. Estosadornos, por supuesto, correspondian esclusivamen-te á las clases elevadas. Los soldados rasos vestian eltraje peculiar de sus provincias, y se ceñian la cabezacon una especie de turbante de telas de diferentes co-lores que producia un efecto alegre y animador. Susarmas defensivas se componian de un escudo y de unatúnica de algodon entretelada, á manera de la queusaban los mejicanos. Cada compañía tenia su ban-dera particular ; y el estandarte imperial, mas elevadoque todas las demas banderas, desplegaba la brillanteenseña del arco-iris , emblema de los Incas, que indi-caba sus pretensiones de hijos del cielo (3).

Por medio del sistema completo de comunicacio-nes establecido en el pais, bastaba poco tiempo parareunir los reclutas de los puntos mas remotos. Elejército se ponia bajo las órdenes de algun gefe de mu-cha esperiencia, individuo de familia real, ó lo que'era mas frecuente, lo mandaba el Inca en persona. Lamarcha se hacia con rapidez y con poca fatiga para elsoldado, porque en los caminos habia á distancias

(1) Ondegardo, Rel. prim., MS.—Dec. de la AudienciaReal, MS. •

(2) Gomara , Crónica , cap. CXCV. —Conq. y Pob. delPirú, MS.

(3) Gomara, Crónica, ubi supra.—Sarmiento, Relacion,MS. , cap. XX.— Velasco , Historia de Quito , t. I , pági-nas 176-179.

Este último escritor da un catálago minucioso de las anti-guas armas del Perú que contiene casi todo lo que usa el sol-dado europeo, con la escepcion de las armas de fuego.—Esta omision prueba juicio en el autor.

TA DEL PERÚ. 23iguales unos de otros cuarteles en que encontraba to-do lo que podia necesitar. Aun se encuentran en mu-chas partes del pais fragmentos de obras militaresconstruidas con pórfiro ó granito, y destinadas, se-gun nos asegura la tradicion, á alojar al Inca y á suejército (4).

Tambien de cuando en cuando, con intervalos fijos,se encontraban almacenes llenos de grano, armas ytoda clase de municiones de guerra que el ejércitopudiese necesitar durante su marcha. El gobiernocuidaba escrupulosamente de que estos almacenes,que se surtian de los depósitos del Inca, estuviesensiempre llenos. Cuando los españoles invadieron elpaís, sostuvieron durante mucho tiempo á sus ejér-citos con las provisiones que en ellos encontraron (5).Prohibíase al soldado peruano que causase el dañomas leve á las propiedades de los habitantes del ter-ritorio por donde pasaba. El que violaba esta órdenera castigado con la muerte (6). El trabajo del pueblovestia y alimentaba al soldado ,y los Incas querianprudentemente que este no le hostilizase. Lejos de seruna contribucion sobre las faenas del agricultor, niaun siquiera una carga incómoda para su hospitali-dad, los ejércitos imperiales atravesaban el pais deun estremo á otro , sin causar mas molestia á los ha-bitantes que una procesion de pacíficos ciudadanos,ó una reunion de milicianos, que se citan un dia defiesta para divertirse con una revista.

Desde el momento en que se declaraba la guerra,el monarca peruano hacia toda clase de esfuerzos parareunir cuanto antes á sus tropas, para poderse anti-cipar á los movimientos del enemigo , é impedir unacombinacion con sus aliados. Por desconocer esteprincipio de combinacion militar las varias nacionesdel pais, que pudieran haber vencido con sus fuerzasconfederadas, cayeron unas tras otra bajo el yugo im-perial. Pero cuando ya estaba el Inca en campañano solia manifestarse dispuesto á llevar sus ventajashasta el. último grado, ni á colocar á su enemigo enuna situacion desesperada. En cualquier estado en quese hallase la guerra, estaba dispuesto á escucharproposiciones de paz; y aunque trataba de someter ásus enemigos llevándose sus cosechas y sitiándolospor hambre, no consentia que sus tropas atacasencuando no era necesario ni las personas ni la propie-dad. «No debemos destruirá nuestros enemigos, sedice que esclamaba un príncipe peruano, porque pér-dida nuestra seria, ya que ellos y todo lo que les per-tenece será pronto nuestro (7).» Esta era una máximasábia que, como todas las de esta especie, se fundaba

(4) Zárate, Conq. del Perú, lib. I, cap. XL—SarmientoRelacion, MS., cap. LX.

Condamine habla de muchas de estas fortificaciones espar-cidas en la region que media entre Quito y Lima, que viodurante su viaje por la América del Sur en 4737, y que des-cribe muy minuciosamente.—Mémoires sur quelques anciensMonuments du Péroñ, du temps des Incas, ap. I-Iistorie de1'Académie Royale de Sciences et des Belles Lettres (Ber-lin, 4748), t. II, p. 438.

(5) «E asi cuando, dice Ondegardo, hablandoporsu propiaesperiencia, el señor presidente Gasea passó con la gente decastigo de Gonzalo Pizarro por el valle de Jauja, estuvo allísiete semanas á lo que me acuerdo, se hallaron en depósitomaiz de cuatro y de tres y de dos anos mas de 15 mil hanegasjunto al camino, é allí comió la gente, y se entendió que sifuera menester muchas mas, no faltarán en el valle en aque-llos depósitos, conforme á la órden antigua , porque á mi cargoestuvo el repartirlas y hacer la cuenta para pagarlas.» Rela-cion seg., MS.

(6) Pedro Pizarro, Descub. y Conquista, MS.— Cieza deLeon, Crónica, cap. XLIV.—Sarmiento , Relacion , MS.,capitulo XIV.

(7) «Mandábase que en los mantenimientos y casas de losenemigos se hiciese poco daño, diciéndoles el señor, prestoserán estos nuestros, como los que ya lo son; como esto te-nían conocido, procuraban que la guerra fuese la mas livianaque ser pudiese.» Sarmiento, Relacion, MS., cap. XIV.

26 BIBLIOTECA DE

modidades al gobierno en la administracion de lasdiferentes provincias cuyos idiomas ignoraba. Resol-vióse, por tanto, sustituirles un idioma universal, elQuichua, el idioma de la córte, de la capital y delterritorio adyacente, el mas rico y mas completo delos idiomas americanos. Enviábanse maestros á todaslas ciudades y pueblos del pais, para que instruyesená todos, hasta á los de las clases mas humildes; y seles hacia saber al mismo tiempo que ninguno podriaobtener empleos de dignidad ó provecho si no sabiahablar esta lengua. Los curacas y otros gafes que ibaná residirá la capital, se familiarizaban con el dialectoen sus relaciones con la córte, y al volver á su paisdaban el ejemplo de hablarlo entre sí. Los que conellos vivian imitaban este ejemplo ,y el quichua lle-gaba á ser poco á poco el idioma de la moda y de laelegancia, así como afectaban hablar el francesnor-ntando los que á algo aspiraban en Inglaterra despuesde la conquista. Por estos medios, mientras que cadaprovincia conservaba su dialecto peculiar, se estable-da un escelente medio de cornunicacion que haciaposible que los habitantes de una parte del país seentendiesen con los de las demas , y el Inca y sus re-presentantes con todos. Tal era el estado de las cosasen esta parle cuando llegaron los españoles. Es pre-ciso confesar que la historia nos presenta pocos ejem-plos de una autoridad mas absoluta que la de unarevolucion en el idioma de un imperio al disponerloasí el amo (l).

Poco menos notable era otro recurso de los Incaspara afianzar la obediencia de sus súbditos. Cuandouna parte de las recientes conquistas manifestaba unespíritu tenaz de oposicion y ódio, se solia obligar áuna parte de la poblacion , por ejemplo á diez mil per-sonas, á emigrar á un punto remoto del reino ocupa-do por vasallos de probada é indudable fidelidad. Unnúmero igual de estos se trasplantaba al territorioque liabian evacuado los emigrados; y por este cam-bio la poblacion se componia de dos distintas razas,que se miraban una á otra con un recelo que servia defreno poderoso á cualquier tendencia revolucionaria.Con el tiempo vencia la influencia de los leales, sos-tenidos, como lo estaban, por la autoridad real, ypor la operacion silenciosa y lenta de las institucionesnacionales á que las razas estrañas se acostumbrabanpoco a poco. Poco á poco tambien empezaban á amará su soberano , y antes que hubiese desaparecido unageneracion , las diferentes tribus se mezclaban pací-ficamente como individuos de la misma nacion (2).Sin embargo, seguian distinguiéndose las diversasrazas por la diferencia del traje; ya que una ley delpais mandaba á todo ciudadano que usase el traje desu provincia (3). Ni podia el colono, trasplantadocon tan poca ceremonia, volver al distrito en quenació; porque en virtud de otra ley estaba mandadoque nadie cambiase de punto de residencia sin per-miso (4). Quedaba establecido para toda su vida. Elgobierno peruano señalaba á cada hombre el lugar en

(1) Garcilasso, Com. Real, parte I, lib. VI, cap. XXXV;lib. VII, cap. I— lt.— Ondegardo, Rel. seg., MS.—Sar-miento, Relacion , MS. , cap. LV.

«Aun la criatura no hubiese dejado el pecho de su madrecuando le comenzasen á mostrar la lengua que habia de saber;y aunque al principio fue dificultoso, é muchos se pusieronen no querer deprender mas lenguas que las suyas propias,los reyes pudieron tanto que salieron con su intencion , y ellostuvieron por bien de cumplir su mandado, y tan de veras seentendió en ello que en tiempo de pocos años se savia y usabauna lengua en mas de mil y doscientas leguas.» Ibid., ca-pítulo XXI.

(2) Ondegardo, Rel. prior. , MS.—Fernandez, llist. delPerú, parte. II, lib. III, cap. XI.

(3) Segun el padre Acosta, los Incas creian que esta leyera de la mayor importancia para el órden y buen gobiernode la monarquia. Lib. VI, cap. XVI.

(4) Conq. y Poli. del Pirú, MS.

GASPAR Y ROIG.

que habia de residir, la esfera de su accion, y hastala naturaleza y calidad de esa accion misma. Dejabade ser un agente libre ; casi se podia decir que se lerelevaba de toda responsabilidad personal.

Al aplicar este estraordinario sistema , los Incascuidaban del bienestar y de la comodidad del colonoen cuanto era compatible con la ejecucion de sus de-signios. Mandaban que los mitimaes, corno llamabaná estos colonos, fuesen trasportados á los climas masanálogos al del lugar de su nacimiento. No se habiade llevar á los habitantes de paises fríos á las regionescálidas ni vice-versa (i). Hasta se consultaban sus ha-bituales ocupaciones, y se llevaba al pescador á lasplayas del Océano ó á las orillas de losrandes lagos;mientras que se adjudicaban al labrador las tierrasmejor adaptadas al cultivo á que habia estado acos-tumbrado toda su vida (6). Y como muchos, quizásla mayor parte, consideraban la emigracion comouna calamidad, el gobierno cuidaba de dar pruebasde un especial favor á los mitimaes, y les concedíavarias inmunidades y privilegios que mejoraban sucondicion, y los reconciliaban en lo posible con susuerte (7).

Aunque las instituciones del Perú hayan siclo mo-dificadas y maduradas bajo la influencia de los sobe-ranos sucesivos, todas llevan el sello del mismooriginal, todas están vaciadas en el mismo molde.Ensanchándose y fortaleciéndose el imperio en ca-da época sucesiva de su historia, no era en sus últi-mos días mas que el desarrollo en escala mayor delo que era en miniatura en sus principios, así co-mo se dice que el gérmen que encierra la bellota con-tiene dentro de sí mismo todas las ramificaciones delfuturo monarca de los bosques. Parecia que cada Incasucesivo no aspiraba á mas que á seguir los pasos y áejecutar los planes de su predecesor. Las grandes em-presas que uno acometia, las continuaba otro, y lesdaba cima el que venia despues. Así, mientras quetodos obraban ajustándose al mismo plan , sin ningu-no de esos movimientos escéntricos ó retrógrados queindican la direccion de individuos diferentes , el Es-tado parecia ser regido constantemente por una solamano, y proseguía magestuosamente, como si fue-se al traves de un reinado largo y único, su grancarrera de civilizacion y conquista.

El objeto final de sus instituciones era la tranquili-dad doméstica; pero parecía que no les era lícitoalcanzarlo sino por medio de guerras esteriores.Tranquilidad en el centro de la monarquía y guerraen sus fronteras : tal era la condicion del Perú. Pormedio de esta guerra daba ocupacion á una parte desus habitantes; y conquistando y civilizando á las bár-baras naciones que lo rodeaban, daba seguridad átodos. El soberano Inca , por pacífico y benévolo quefuese en su administracion interior, en la estertorera siempre guerrero y mandaba sus ejércitos enpersona. Cada reinado sucesivo veia estenderse maslas fronteras del imperio. Año tras año volvia el vic-torioso monarca cargado de despojos, y seguido poruna multitud de gofos tributarios á la capital. Surecibimiento en ella se asemejaba al de un triunforomano. La poblacion salia en masa á victorear á susoberano, vestida con los pintorescos trajes de lasdiferentes provincias, llevando banderas que agita

(5) «Trasmutaban de las tales provincias la cantidad degente que de ella parecia convenir que saliese, á los cualesmandaban pasar á poblar otra tierra del temple y manera dedonde salian, si fria fria, si caliente caliente, en donde lesdaban tierras, y campos, y casas, tantoymas como dejaron.»Sarmiento, Rel., MS., cap. XIX.

((6) Ondegardo, Rel. prim. , MS.7) Aun existen, ó existian á fines del siglo pasado, estos

mitimaes en Quito, segun Velasco, distinguiéndose con estenombre del resto de la poblacion. Historia de Quito, tomo I,.p. 175.

LA CONQUISTA DEC,ban en el aire, y cubriendo de flores el suelo queiba á pisar el vencedor. El Inca, llevado en su sillade oro en hombros de sus nobles, se adelantaba enprocesion solemne, bajo los arcos triunfales que en-brian la carrera , al gran templo del Sol. Allí , sincomitiva, porque á todos menos al soberano estabavedada la entrada en el sagrado recinto, el victoriosopríncipe, despojado de sus insignias reales, descalzoy con la mayor humildad , se acercaba al temido san-tuario, y ofrecía sus sacrificios y elevaba el tributode su gratitud á la deidad gloriosa que presidia aldestino de los Incas. Terminada esta ceremonia , todala poblacion se entregaba á las diversiones; oíansela música ,y los gritos de alegría , y los bailes portodos los ángulos de la capital; y las iluminaciones ylas hogueras celebraban la campaña victoriosa delInca y la agregacion de un nuevo territorio al impe-rio (4).

En estos regocijos se descubre en gran parte elcarácter religioso que tenian • en realidad todas lasguerras de los peruanos estaban marcadas con el se-llo religioso. La vida del Inca era una larga cruzada.para estender el culto del Sol, para desarraigar enlas naciones bárbaras las supersticiones embrutece-doras , é imponerles los beneficios de un buen go-bierno. Tal era, segun la frase favorita de nuestrosiglo , la mision del Inca. Tambien fue la mision delConquistador cristiano que invadió el imperio de esemismo potentado indio. La historia decidirá cuál delos dos cumplió mas fielmente con los deberes de sumision.

Sin embargo , los monarcas peruanos no manifes-taban una impaciencia pueril por adquirir territorio.Se detenian despues de una campaña y dejaban tiem-po para que se afianzase una conquista antes de em-prender otra. En este intervalo se ocupaban en lapacífica administracion de su reino, y en esos largosviajes que los ponían en contacto mas inmediato consu pueblo. Durante este tiempo tambien sus nuevosvasallos habian empezado á amoldarse á las estrañasinstituciones de sus amos. Empezaban á conocer lasverdaderas ventajas de un gobierno que los ponia alabrigo de los males físicos que consigo trae un esta-do de barbarie, que les aseguraba la proteccion dela persona, y una absoluta participacion de todos losprivilegios de que disfrutaban sus conquistadores, yá medida que se familiarizaban mas con las institu-ciones peculiares del pais, la costumbre, esa segun-da naturaleza, los adheria á esas instituciones conuna fuerza que estaba en razon de su misma peculia-ridad. Así , por grados , sin violencia , creció el granedificio del imperio peruano, compuesto de numero-sas tribus independientes y aun enemigas unas deotras; tribus que á pesar de esto y bajo la influenciade una religion comun, del mismo idioma y del mis-mo gobierno, se convirtieron en una sola nacion,animada por un comun espíritu de amor á sus insti-tuciones y de fidelidad absoluta á su soberano. ¡Quécontraste entre esta condicion y la de la monarquíaazteca en el vecino continente, que, compuesta delos mismos materiales heterogéneos, sin principioalguno interior de cohesion, solo se mantenia unidapor el terrible lazo de la fuerza! En las siguientes pá-ginas veremos por qué la monarquía peruana no tuvomejor suerte que su rival en su lucha con la civiliza-cion europea.

(1) Sarmiento Relacion , MS. , cap. LV.—Garcilasso,Com. Real, parte I, libro III, capítulo XI—XVII; libro VI,capítulo XVI.

TOMO 1.

PERÚ . 27CAPITULO III.

Religion del Perú.— Deidades.—Esplendor de los tem-plos. — Solemnidades. — Vírgenes del sol. — Casa-mientos.

Es un hecho muy notable que muchas, si no todaslas tribus salvajes que habitaban el vasto continenteamericano, por desfiguradas que estuviesen en otrospuntos sus creencias por pueriles supersticiones, ha-bían llegado á la sublime concepcion de un gran es-píritu , del Creador del universo , que , inmaterial ensu propia naturaleza , no debia ser ultrajado eón nin-guna imagen visible, y que, ocupando todo el espa-cio, no podía circunscribirse á las paredes de untemplo. Pero estas elevadas ideas, tan superiores álos alcances ordinarios de la inteligencia cuando notienen guía, no parece que les inspiraron las conse-cuencias practicas que era de esperar; y pocas sonlas naciones americanas que manifestaron unieres enla conservacion de un culto religioso , ó que encon--traron en su fé un poderoso estímulo de accion.

Pero con los progresos de la civilización , se desar-rollaron gradualmente ideas mas análogas á las denaciones civilizadas; destináronse amplios medios,é instituyóse un órden separado para el servicio dela religion, en que se desplegaba un ceremonial mi-nucioso y magnífico, digno de compararse en muchascosas con el de las naciones mas cultas de la cristian-dad. Esto sucedia entre las naciones que habitabanlas llanuras elevadas de la América del Norte, y entrelos naturales de Bogotá , Quito, y las demas re-giones elevadas del continente el Sur. Sucedia , so-bre todo entre los peruanos , que atribuían un origendivino á los fundadores de su imperio, cuyas leyestodas descansaban en una sancion divina, y cuasinstituciones domésticas y guerras estranjeras temanpor objeto conservar y propagar su fé. La religionera la base de su política, la condicion misma, pordecirlo así , de su existencia social. El gobierno delos Incas, en sus principios esenciales, era una ver-dadera teocracia.

Sin embargo , aunque la religion formaba unaparte tan importante de las instituciones políticas delpueblo , su mitclogia, esto es, las leyendas tradicio-nales con que afectaban esplicar los misterios deluniverso, era escesivamente mezquina y pueril. Ape-nas hay una de sus tradiciones , con la escepcion dela tradicion magnífica relativa á los fundadores de ladinastía real, que merezca atencion , ó que arrojemucha luz sobre sus propias antigüedades, ó sobre lahistoria primitiva del hombre. Entre las tradicionesde importancia hay una del diluvio , que les era co-men con tantas otras naciones eri todas las partes delmundo, y que referian con algunas circunstanciasque se parecen á las de uua leyenda mejicana (2 ).

Mas atencion merecen sus ideas sobre el estadofuturo de nuestro ser. Creian en la existencia del al-ma despues de esta vida, y unían á esto la creenciade la resurreccion del cuerpo. Señalaban dos lugaresdistintos de residencia para los buenos y para los ma-los, y fijaban este último en el centro de la tierra.Creían que los buenos estaban destinados á pasar unavida deliciosa de tranquilidad y comodidad, en que seencerraban sus mas elevadas ideas de la felicidadhumana. Los malos tendrian que expiar sus críme-

(2) Referían que despues del diluvio siete personas salie-ron de una cueva en que se hablan librado de la muerte, y queestas volvieron .í poblar la tierra. Una de las tradiciones de losmejicanos atribuía su origen y el de las tribus aliadas á sie-te personas que tambien salieron de otras tantas cuevas enAztla. (Conf. Acosta, lib. VI, cap. XIX; lib. VII, cap. 11.-Ondegardo, Rel. prior, MS.) Refieren la historia del diluviodiferentes autores con muchas variantes, en algunas de lascuales no es difícil describir las tendencias imitadoras del con-vertido al cristianismo.

28 BIBLIOTECA DE GASPAR Y ROIG.

nes por medio de un penoso trabajo que duraria si-glos. Asociaban á estas ideas la creencia en un prin-cipio ó espíritu malo á quien daban el nombre deCupay, que no trataban de hacer favorable por me-dio de sacrificios, y que parece no haber sido masque una personiflcacion oscura del pecado, que ejer-cía poca influencia en su conducta (1).

Esta creencia en la resurreccion del cuerpo era laque los instigaba á conservar los cadáveres con tantocuidado, y por un sistema sencillo que, muy diferen-te del embalsamamiento complicado de los egipcios,consistía en esponerlo á la accion del frio escesiva-mente seco y á la delgada atmósfera de las monta-ñas (2 ). Como creian que las ocupaciones de la vidafutura se asemejarían mucho á las de esta, enterrra-ban á los nobles difuntos con una parte de sus vesti-dos, con sus utensilios y á veces con sus tesoros; yterminaban la triste ceremonia sacrificando á sus mu-jeres y á sus criados favoritos , para que lo acompa-ñasen y sirviesen en las felices regiones colocadasmas allá de las nubes (3). Cunstruian grandes mon-tículos de tierra de una forma irregular, ó, lo que eramas comun, oblonga, atravesados por galerías quese cortaban en ángulos rectos, para enterrar á susmuertos, cuyos cuerpos secos ó mómias han sidodescubiertos en grandes cantidades, unas veces enpie, pero mas á menudo sentados en la postura co-mun á las tribus indias de ambos continentes. Tam-bien se han encontrado ú veces tesoros de muchovalor en estos depósitos monumentales, que han esti-mulado á los especuladores á hacer escavaciones re-petidas con la esperanza de alcanzar igual fortuna.Ha sido una lotería como la de buscar minas; perolos empresarios han esperitnentado mayores pérdidasen el primer caso que en el segundo (4 ).

Los peruanas, como otras muchas razas indias,reconocen un ser supremo, creador y señor del uni-verso, á quien adoraban bajo los diferentes nombresde Pachacamac y Viracocha (5 ). No tenia este ser in-

(1) Ondegardo, Rel. seg., MS.—Gomara, Hist. de lasInd., cap. CXXIII.—Garcilasso, Com. Real, parte I, lib, II,cap. lI—VII.

Se puede suponer que los peruanos de educacion , si así seles puede llamar, creian que la gente baja no tenia alma, se-gun lo poco que se nos dice sobre sus opiniones en cuanto ála condicion de estos en la vida futura, mientras que se hablacon mucha estension sobre las esperanzas de las clases eleva-das, que, segun creian, pasarián una vida análoga á la quedisfrutaban en este mundo.

(2) Tal parece ser á lo menosla opinion de Garcilasso, aun-que algunos autores hablan de materias resinosas y otras cosasque se usaban para embalsamar los cuerpos. El aspecto de lasmomias reales encontradas en el Cuzco, segun el testimoniotanto de Ondegardo como de Garcilasso, hace parecer proba-ble que no se empleó sustancia alguna estraña para conser-varlas.

(3) Ondegardo, Rel., seg., MS.Este autor dice que se siguió esta costumbre aun despues de

la conquista, y que él había salvado la vida á mas de un criadofavorito que habia implorado su proteccion cuando lo iban ásacrificará los Inanes de su difunto amo. Ibid. , uhi supra.

(4) Sin embargo, en muchos casos valia la peda hacer estasescávaciones sepulcrales. Sarmiento dice que á veces se enter-raba con los señores indios una cantidad de oro equivalente ácien mil castellanos (Relacion, capítulo LVII), y Las Casas,aunque no es la mejor autoridad tratándose de numeres, diceque veinte años despues de la conquista se hablan encontradocerca de Trujilo sepulcros en que habia mas de medio millonde ducados. ((Eubres, ed. par Llorente. Paris, 1822, tom. 1I,pág. 192.) Elbaron de Humboldt examinó el sepulcro de unpríncipe peruano en la misma region del país, del cual habiasacado un español en 1576 una masa de oro que valia un mi-nan de duros. Vues des Cordilleres, pág. 29.

(5) Pachacamac significa «aquel que sostiene 4 da vida aluniverso. » El nombre de la gran deidad se espresaba algunasveces por los dos nombres ele Pachacamac y Viracocha combi-binados. ( Véase Balboa, Hist. del Perú , cap. VI.—Acosta,lib. VI, cap. XXI.) Un antiguo español descubre en el signi-ficado popular de Viracocha, « espuma del mar,» un argu-

visible mas que un solo templo, colocado en el valleque tomaba su nombre de la deidad misma y que estápróximo á la ciudad española de Lima. Este templohabia existido allí desde antes que dominasen al paislos Incas, y era el gran punto de reunion de los pere-grinos indios que venían de los parajes mas remotos;circunstancia que parece indicar que el culto de estegran espíritu, aunque tolerado quizás por su flexiblepolítica, no fue establecido por los príncipes pe-ruanos (6 ).

La deidad, cuyo culto inculcaban especialmente yque jamas dejaron de establecer en ningun punto en quepenetraron sus ejércitos; era el Sol. El era el que deuna manera especial prestdia á los destinos del hom-bre, daba luz y calor á las naciones y vida al mundovejeta! ; él era al que reverenciaban como padre desu regia dinastía, como fundador del imperio; á élpertenecian los templos que existían en todas las ciu-dades y en casi todos los pueblos del territorio pe-ruano , mientras que en sus altares humeaban losholocaustos, forma de sacrificio peculiar á los perua-nos entre las naciones semi-civilizadas del NuevoMundo (7).

Ademas del Sol, los Incas tenian otros varios ob-jetos de culto, relacionados en cierto modo con estadeidad principal. Tales eran la luna, su esposa y her-mana, las estrellas, reverenciadas como parte de suceleste comitiva, aunque la mas hermosa de todas,Venus, conocida de los peruanos bajo el nombre deChasca, ó «el joven de la larga cabellera rizada, » eraadorada como paje del Sol, á quien acompaña tan decerca cuando nace y cuando se oculta. Tambien de-dicaban templos al trueno y al relámpago (8) . enquienes reconocian los temibles ministros del Sol, yal arco-iris, que adoraban como una hermosa ema-nacion de su gloriosa deidad (9 ).

Los súbditos del Inca colocaban ademas entre susdeidades subalterna's varios objetos de la naturaleza,como los elementos, los vientos, la tierra, el aire,

mento para atribuir el origen de la civilizacion peruana á al-gun viajero del antiguo continente. Conquista y Poblacion delPrrú , MS.

(6) Pedro Pizarro , Descub. y Conq. , Rel. , MS. —Sar-minto, MS., cap. XXVII.

Ulloa habla dé las grandes ruinas de ladrillo que indican elsitio que ocupaba probablemente el templo de Pachacamac , yque prueban por su aspecto presente su antigua grandeza yesplendor. Mémoires Philosóphiques, Historiques, Physiques(Paris, 1787) , trad. fr. , pág. 78.

(7) A lo menos así lo dice el . Dr. M. Culloch, y no hay au-toridad mas competente en materia de antigüedades peruanas.(Investigaciones, pág. 592.) ¿No pudo haber añadido nacio-nes bárbaras tambien?

(8) El trueno, el relámpago y el rayo, se podian espresaren el idioma peruano con la palabra única de illapa. De aquíhan tomado pie algunos españoles para creer que los indígenastenian algun cóüocimiento de la Trinidad. «El diablo robócuanto pudo» esclama Herrera con virtuosa indignacion. (His-toria General, dec. V. lib. IV., cap. V.) Garcilasso repruebaestas y otras presunciones ami mas aventuradas, como inven-ciones de los indios convertidos, deseosos de halagar la imagi-nacion de sus maestros cristianos. (Com. Real, pul. I, lib. II,cap. V.—VI; lib. III, cap. XXI.) La impostura por una par-te y.la credulidad por otra, han producido una abundantecosecha de necedades que han sido recogidas cuidadosamentepor el piadoso anticuario de una generacion posterior.

(9) Garcilasso dice que los cuerpos celestes eran reverencia-dos como cosas santas, pero no como objetos de culto. (Com. Real,parte I, lib.11, cap. I—XXIII.); pero Ondegardo lo contra-dice (Reí. seg. , MS.) , y no solo él sino casi todos tos autoresque he consultado. Véase Dec. de la Aud. Real, MS. —Her-cera, Hist. General, dec. V, lib. IV, cap. IV, — tomara,Hist. de las Inda, cap. CXXI. En cierto modo tambien se con-tradice Garcilasso diciendo que personificaban los indios estosobjetos, como si fueran seres vivientes, yles dedicaban temploscorno á tales, con sus efigies delineadas en la misma forma quelas del Sol en su templo. El esfuerzo que hace el historiadopara circunscribir el culto de los Incas al Sol tan solamente, noes conciliable con lo que mas adelante dice sobre la adoracion

que se tributaba á Pachacamac sobre todo, y á Rimac, queera el gran oráculo del pueblo bajo. La mitología peruana separecia probablemente á la del Indostan, que subordinaba ádos, ó cuando mas tres deidades principales, tenia una multi-tud de otras inferiores á quienes la nacion tributaba culto re-ligioso, como personificaciones de los diferentes objetos de lanaturaleza.

(1) Ondegardo, Rel. seg. , M S.Estos objetos consagrados se llaman huasas, palabra de in-

finitas aplicaciones, pues que significa templo, sepulcro, cual-quier objeto natural notable por su tamaño ó forma , en finuna serie de significados sin límites, que por su sentido con-trario han producido una confuslon.incalculable en los escritosde histor iadores y viajeros.• (2) «La orden por donde fundaban sus huatas, que ellos

llamaban á las idolatrías, era porque decían, que todas criabael Sol, i que Ies daba madre por madre, que mostraban á latierra, porque decian que tenia madre, i teníanle hecho suculto i sus adoratorios; i el fuego decían que tamhieii teniamadre, al mais i á las otras sementeras, i á las ovejas i gana-do decan que el vinagre della era la madre, i lo reverencia-ban i llamaban marea agua madre del vinagre : i á cada cosaadoraban destas de su manera.» Conq. iPob. el Pirú, MS.

(3) Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.Asi parece que lo consideraba el licenciado Ondegardo.

«E los ídolos estaban en aquel halpon grande de la casa delSol, y cada ídolo de estos tenia su servicio y gastos y muje-res; y en la casa del Sol se iban á hacer reverencia los que ve-nia; de su provincia, para lo cual é sacrificios que se hacianproveian de su misma tierra ordinaria é muy abundante porla misma órden que lo hacian guando estaba en la misma pro-vincia, que daba gran autoridad á mi parecer, é aun fuerzaú estos yngas que cierto me causó gran admiracion.» Rela-tina seg. , M. S.

(4) Garcilasso, Com. Real, parte I, lib. III, cap. XXV.TOMO I.

DEL PERÚ.19

de la clase que hemos descrito ya al hablar de otrosedificios públicos dP1 pais , y estaba tan bien edifica-do, que un español que lo vió en toda su gloria, nosasegura que solo podía recordar dos edificios en Es-paña que se pudieran comparará él en lo que hace ála ejecucion (5). Y sin embargo, este edificio robus-to y en ciertas cosas magnífico , estaba techado conpaja.p Lo interior del templo era lo mas digno de admira-cion. Era materialmente una mina de oro. En la pa-red que daba al occidente, estaba representada laimágen de la divinidad, que consistia en una carahumana rodeada de innumerables rayos de luz queemanaban de ella por todas partes, á la manera quesuele personificarse ese mismo Sol entre nosotros.Esta figura estaba grabada en una plancha de oro ma-cizo de dimensiones enormes, profusamente salpica-da de esmeraldas y piedras preciosas (6 ). Se hallabacolocada de tal modo al frente de la gran puerta quemiraba al Oriente, que los primeros rayos del Sol'daban en ella al amanecer, iluminando toda la habi-tacion con una refulgencia que parecia sobrenatural,y que reflejaban todos los adornos de oro con que pa-redes y techos estaban incrustados por todas partes.«El oro, segun el lenguaje figurado del pueblo, era las»lágrimas que vertia el Sol ( 7 ) , » y todo el templo ensu parte interior resplandecia con bruñidas plan-chas y clavos del metal precioso. Las cornisas que ro-deaban las paredes del santuario, eran del mismocostoso material; y una ancha faja ó friso de oro incrus-tado en la piedra rodeaba todo el edificio por su parteesterior. (8 ).

Junto á la estructura principal había varias capi-llas de menor dimension. Una ele ellas estaba consa-grada á la luna, la deidad que mas se veneraba des–pues del Sol, como madre de los Incas. Su efigieestaba delineada lo mismo quq,, la del Sol en una granplancha que casi cubria uno de los lados del edificio.Pero esta plancha, así corno todos los adornos de lacapilla. , era de plata, como convenia á la pálida yplateada luz del hermoso planeta. Habia tres capillasmas, una de las cuales estaba dedicada á la multitudde las estrellas, que formaban la brillante córte de lahermana del Sol; otra á los terribles ministros de suvenganza, el trueno y el relámpago; y la tercera alarco iris, cuya curva brillante adornaba las paredesdel edilicio con colores casi tan brillantes como los delarco íris verdadero. Otros varios edificios ó habitacio-nes aisladas, servian de residencia á los numerosos

(5) «Tenia este templo en circuito mas de cuatrocientospasos, todo cercado de una muralla fuerte, labrado todo eledificio de cantera muy escelente de fina piedra, muy bienpuesta y asentada; y algunas piedras eran muy grandes y so-berbias; no tenían mezcla de tierra ni cal, sino con el betunque ellos suelen hacer sus edificios; y están tan bien labradasestas piedras, que no se les parece mezcla ni juntura ninguna.En toda España no he visto cosa que pueda comparar á estasparedes y postura de piedra, sino á la torre que llaman la Ca-lahorra , que está junto con la puente de Córdoba, y á unaobra que vi en Toledo, cuando fui á presentar la primera par-te de mi Crónica al príncipe D. Felipe.» Sarmiento, Relacion,MS. cap. XXIV.

(6) Conq. i Pob. delPirú, MS.—Cieza de Leon, Cróni-ca, cap. X , lib. XCII.— «La figura del Sol, muy grande, he-cha de oro obrada, muy primorosamente engastada en mu-chas piedras ricas. » Sarmiento, Relacion, MS. , cap. XXIV.

(7)• «Y al oro asimismo decian que era lágrimas que el Sollloraba.« Conq. i Pob. del Pirú , MS.

(8) Sarmiento, Relacion , MS. , cap. XXIV.—Antig. yMonumentos del Perú, MS.

«Cercada junto á la techumbre de una plancha de oro depalmo i medio de ancho i lo mismo tenian por de dentro en ca-da bohío ó casa i aposento.' (Conq. i Pob. del Pirú, MS. )« Tenia una • cita de planchas de oro, de anchor de mas de unpalmo, ensalzadas en las piedras.» Pedro Pizarro, Decub. yConq., MS. 2*•

LA CONQUISTAlas montañas y ríos grandes, que les infundían ideasde sublimidad y de poder , y que segun ellos ejercíanuna in-fluencia misteriosa en los destinos del hom-bre (1). Tambien abrigaban la creencia , parecida ála de algunas de las antiguas escuelas filosóficas, deque todos los objetos terrestres tenían su arquetipo óidea, su madre, como lo espresaban enfáticamente,que consideraban sagrada, porque era, en cierto mo-do, su esencia espiritual (2). Pero su sistema lejosde ceñirse aun á estos multiplicados objetos de devo-cion , abrazaba en sus anchos pliegues las numerosasdeidades de las naciones conquistadas, cuyas imáge-nes se trasportaban á la capital, donde las respectivasprovincias pagaban los grandes gastos, de su culto.Este era un rasgo notable de la política de los Incas,que así podian acomodar su religion á sus intere-ses (3).

Pero el culto del Sol constituia el cuidado peculiardedos Incas, y era el objeto de su prodigalidad. Elmas antiguo de los muchos templos dedicados á estadivinidad, estaba situado en una de las islas del lagode Titicaca , de donde se decía que habian salido losrégios fundadores de la dinastía peruana. Por estacircunstancia, este santuario era objeto de una vene-racion peculiar. Todo lo que le pertenecía , hasta losgrandes campos de maiz que rodeaban el templo yformaban parte de sus propiedades, embebían ciertogrado de su santidad. Su producto anual se distribuiaentre los diferentes almacenes públicos, en pequeñascantidades á cada uno ,. cómo cosa que santificaba.los lemas objetos depositados. ¡ Feliz el hombre quepodia obtener aunque no fuese mas que una mazorcade la cosecha sagrada para su propio granero (4 )!

Sin embargo, el mas célebre de los templos perua-nos, el orgullo de la capital, la maravilla del imperio,estaba en el Cuzco; y este, gracias á la munificenciade los soberanos sucesivos , se había enriquecido tan-to, que se le daba el nombre de Coricancha, ó el lu-gar del oro. » Consistia en un edificio principal yvarias capillas y edificios inferiores, que cubrían unagran estension de terreno en el corazon de la ciudad,rodeados completamente por un muro que , lo mismoque los edificios, era todo de piedra. La fábrica era

30 BIBLIOTECA DE GASPAR Y ROIG.

sacerdotes que oficiaban en el servicio del templo (1).Todos los vasos, adornos y utensilios de cualquier

clase que fuesen, que servian para usos religiosos,eran de oro ó plata. Doce vasos inmensos de este úl-timo metal estaban colocados en el suelo de la grannave, y llenos de granos de maiz (2) ; los incensariospara los perfumes, las fuentes que contenian el aguapara los sacrificios, y la cañería subterránea por don-de se llevaba esta á los edificios, el depósito que lacontenia, y hasta los instrumentos de agriculturaque se usaban en los jardines del templo, todo secomponía de los mismos materiales riquísimos. Los

j ardines, como los pertenecientes á los palacios rea-les que hemos descrito, contenian muchos adornosde oro y plata y varias imitaciones del reino vejeta].Tambien Babia allí animales ejecutados por el mismoestilo, y entre ellos el mas notable era el llama con suvellon dorado; todo hecho con una destreza que, eneste caso, no sobrepujaba probablemente á la riquezadel material (3).

Si el lector no ve en esta mágica pintura mas queel colorido romanesco de un nuevo El Dorado, debetraer á la memoria lo que • antes hemos dicho relati-vamente á los palacios de los Incas, y considerar queestas «casas del Sol», como las llamaban, era el de-pósito comun á que' venias á confluir todas las cor-rientes de beneficencia pública y particular del im-perio. Algunas de las relaciones, en unos por lacredulidad, en otros por el deseo de escitar I'a admi-racion pública, pueden ser muy exajeradas; pero enla coincidencia de los testimonios contemporáneos,no es fácil trazar la línea exacta que ha de seiialar lamedida de nuestro escepticismo. Cierto es que auto-rizan la brillante pintura que he trazado los que vie-ron estos edificios en todo su orgullo, ó poco despuesde haber sido despojados de sus riquezas por la avidezdel conquistador. Muchos de los riquísimos objetosfueron enterrados per los naturales, ó arrojados á losríos y á los lagos; pero bastante quedaba para com-probar la sin igual opulencia de estos establecimien-tos religiosos. Las cosas que por su naturaleza eranportátiles, pronto desaparecieron para satisfacer lased de oro de los conquistadores , quienes hasta ar-rancaron las cornisas macizas y el friso de oro delgran templo, llenando el vacío con yeso, material masbarato y mas duradero que el oroya que no ofrecetentacion á la avaricia. Aun despojados de su esplen-dor, los venerables edificios conservaban un granatractivo para los robadores, que encontraban en susmuros dilapidados una inagotable cantera para sus

nuevos edificios. Sobre el mismo terreno que ocupabael espléndido Coricancha, se elevó despues la mages-tuosa iglesia de Santo Domingo, uno de los edificiosmas soberbios del Nuevo Mundo. Sementeras de maizy de alfalfa crecen hoy en el mismo terreno en quebrillaban antes los dorados jardines del templo ;y elfraile canta hoy los oficios de la Iglesia católica en elrecinto sagrado que ocupaban antes los hijos delSol (4).

Ademas del gran templo del Sol, existian muchosinferiores y casas religiosas en la capital del Perú yen sus alrededores, basta el número , se gun se dice,de trescientos 6 cuatrocientos edificios (5) • porque-el Cuzco era un lugar sagrado que se veneraba comoresidencia no solamente de los Incas , sino de todaslas deidades que adoraban las variadas v heterogé-neas naciones del imperio. Era la ciudad querida delSol ; donde se conservaba en todo su esplendor el cul-to del gran- luminar; donde, segun un cronista anti-guo, no 'labia fuente, camino ni muralla, que no en-cerrase algun sagrado misterio (6) : y desgraciadodel indio noble que en alguna época de su vida MY

hubiese hecho su peregrinacion á la Meca del Perú.Otros templos y mansiones, religiosas se hallaban,

esparcidas por ras provincias, y algunos encerrabantanta magnificencia , que casi' rivalizaban con los dela metrópoli. Los ministros para su servicio pódiancompararse en número á un ejército, pues que estenúmero , incluyendo los funcionarios del arden sa-cerdotal que solo oficiaban en el Coricancha, no as-cendía á menos de cuatro mil (7).

A la cabeza de todos, tanto en la capital como en.las provincias, estaba el gran sacerdote ó Villac Umu,como lo llamaban. Solo cedía en rango al Inca, y ge-neralmente era elegido entre sus hermanos ó parien-tes mas allegados. El soberano lo nombraba y su dig-nidad era vitalicia; y él á su vez proveía todos losgrados inferiores de su ó'raen. Esta órden era muynumerosa. Los individuos de ella que oficiaban en lacasa del Sol en el Cuzco , eran elegidos esclusivamen-te 'entre la raza sagrada ele los Incas. Los sacerdotesde los templos provinciales salían de las familias delos curacas ; pero el empleo de gran sacerdote encada distrito se reservaba á uno de sangre real. Tra-tábase por este medio de conservar la té en toda supureza , y - evitar la mas leve infraccion del majestuo-so ceremonial que aquella prescribía minuciosa-mente (8).

La arden sacerdotal, aúnque era numerosa, no sedistinguía por traje alguno diferente del resto. de la

(1) Sarmiento ,Retarion, MS. , cap. XXIV.—Garcilásso,Com. Real, parte I, lib. 111, cap. XXI—Pedro Pizarro,. Des-cubrimiento y Conq., MS.

(2) « El bulto del Sol tenían mui grande de oro, i todo elservicio de esta casa era de plata i oro; i tenían doce honoresde plata blanca , que dos hombres no ahrazarian cada uno cua-drados, i eran mas altos que una buena pica, donde echabanel maiz que habian de dar al Sol, segun ellos decian que co-miese. » Couq. y Pob. del Pirú , MS.

Como esto pudiera parecer algo duro de creer á los mascrédulos, he preferido no echarme encima la responsabilidadde las dimensiones, y así es que no be indicado ninguna.

(3) Levinus Apollonius, fol. 38.—Garcilasso, Com. Real,parte I, lib. III, cap: XXIV. — Pedro Pizarro, Descub. y Con-quista , MS.

«Tenias un jardín que los terrones eran pedazos de oro fi-no; y estaba artificiosamente sembrado de maizales los cualeseran oro, así las cañas de ello como las hojas y mazorcas;y es-taban tan bien plantados que aunque hiciesen recios vientosno se arrancaban. Sin todo esto tenían hechas mas de veinteovejas de oro con sus corderos , y los pastores con sus ondas ycayados que las guardaban , hecho de este metal. "labia mu-cha cantidad de tinajas de oro y de plata y esmeraldas, vasos,ollas, y todo género de vasijas, todo de oro fino. Por otras pa-redes tenían esculpidas y pintadas otras mayores cosas. Enfin , era uno de los ricos templos que hubo en ' el mundo,»Sarmiento, Relación, MS., cap. XXIV.

4 Memorias de Miller, tom. II', págs. 223-224.5 Herrera, Historia General', Dec. V , libro IV , capi-

tulo III.«Habia en aquella ciudad y legua y media de la redonda

cuatrocientos y tantos lugares, donde se h acian sacrificios, yse gastaba mucha suma de hacienda en ellos.» Ondegardo,Rel. prio., MS.

(6) «Que aquella ciudad del Cuzco 'era casa y morada dedioses, é ansi no habia en toda ella fuente , ni paso, ni paredque no dixescu que tenia misterio.» Ondegardo, Relacion se-gunda, MS.

(7) Conq. i Pob. del Piró, MS.Realmente formaban un ejército, si, como dice Cieza de

Leon, el número de sacerdotes y criados empleados en el fa-moso templo de Bilcas, en el camino de Chile, ascendía á40,000. (Crónica, cap. LXXXIX.) Parece que todo lo que per-tenecia á estas casas del Sol tenia dimensiones colosales; peroen cuanto á este número, puede ser un error, y quizás de-bemos interpretarlo por cuatro mil.

(8) Sarmiento, Relacion, MS., cap. XXVII.—Conq. yPob. del Pirú, MS.

Segun Garcilasso, los sacerdotes no se mantenian á espen-sas de las propiedades del Sol sino cuando estaban de servicioen los templos. En otras épocas parece que vivian con el pro-ducto de sus propias tierras, que, si Garcilasso no se equivo-ca, se les adjudicaban como a las denlas órdenes del Estado.Com. Real, parte I, II,. V , cap: VIII.

LA COPQUIS`rAnacion. Ni era la única depositaria de la escasa cien–cia del país, ni le estaba confiada la educacion, niaquellos deberes parroquiales, si , así se les puede lla-mar, que ponen al sacerdote en contacto con la ma-sa del pueblo, como sucedia en Méjico. La causa deesta peculiaridad puede probablemente atribuirse ála existencia de una orden superior , como la de lanobleza Inca, la santidad de cuyo origen era tan su-perior á los nombramientos humanos, que en ciertomodo absorbía toda la veneracion religiosa del pue-blo. Efectivamente, la nobleza era la arden sagradadel Estado. Muchos individuos de ella se revestiancon el carácter sacerdotal ; y sus propias insignias ypeculiares privilegios eran demasiado bien conocidospara que se necesitasen otras señales esteriores quelos separasen del pueblo.

Los deberes del sacerdote se limitaban á oficiar enel templo. Ni siquiera asistia á él constantemente,porque despues de cierto período señalado lo releva-ban otros hermanos de su órden, que se sucedíanunos á otros por una rotaciou establecida. Su cienciase reducia á saber las épocas de los ayunos y festivi-dades de su religion, y las ceremonias que ácada unode ellos correspondian. Por frívolo que esto fuese, noera fácil aprenderlo; porque el ritual de los Incas in-cluia una rutina de prácticas tan complicada y con-fusa como las del sistema religioso quemas sobresal-ga en esta parte. Cada mes tenia su festividadparticular, ó mejor dicho, sus festividades. Las cua-tro principales tenían relacion con el Sol, y celebra-ban los cuatro grandes períodos de su progreso anual,los solsticios y equinoccios. Quizás la mas magníficade todas las solemnidades nacionales era la fiesta deRaymi, celebrada en el período del solsticio de vera-no, cuando el sol, habiendo llegado va á la estremidadmeridional de su carrera , ,volvia aíras como para lle-nar de gozo con su presencia á su pueblo escogido.En esta ocasion los indios nobles de todo el pais acu-dian en grandes multitudes á la capital para tomarparte en las funciones religiosas.

.Durante los tres dias antes de la festividad se ob-servaba un ayuno general, y no se permitía encenderfuego en ninguna casa. Cuando llegaba el día señala-do, el Inca y su córte, seguidos de toda la poblaciónde la ciudad, se reunían al alba en la plaza mayorpara saludar el nacimiento del Sol. Iban todos vestidoscon sus mejores trajes, y los indios nobles•rivalizabanentre sí en los adornos y alhajas con que le cubrían;mientras que los doseles de brillantes plumas y es-pléndidas telas que llevaban los criados cubriendo lascabezas de sus señores, hacian parecerá la gran plazay á las calles , que desembocaban ene/la como cubier-tas de un vasto y magnífico toldo. Con ansia espera-ban la salida de la deidad ; y apenas tocaban los pri-meros rayos dorados las torrecillasy losmas elevadosedificios de la ciudad, cuando un grito inmenso dejúbilo salia de la multitud, acompañado por cánticosde triunfo y por la salvaje melodía de sus bárbarosinstrumentos, cuyo ruido se aumentaba mas y mas amedida que el luminar brillante, levantándose sobrela cadena de • montañas del Este, derramaba todo suesplendor sobre sus adoradores. Despues de las acos-tumbradas ceremonias de la adoracion , el Inca ofrecia tina libacion á la gran deidad en un vaso gigan-tesco de oro, del licor fermentado del maíz ódel maguey, ue despues de probado por el monarcamismo, se repartía á sus reales parientes. Terminadasestas ceremonias, la inmensa asamblea se colocabaen (Balen de procesion, y se dirigia hacia el Cori-cancha (I).

(1) Dec. de la Aud. Real, MS.—Sarmiento, Relacion,MS. , cap. XXVII.

El lector encontrarte una brillante descriprion, sin muchasestrlvacaucias, de las fiestas ríe los peruanos en la novela deMarmontel intitulada los Incas. Tomo 1, cap. I— IV.

DEL PERÚ.

A medida que entraban por la calle del sagradaedificio, todos se despojaban de sus sandalias, con laescepcion del Inca y su familia que lo hacían tan soloal entrar norias puertas del templo, donde 1. nadie sedejaba entrar sino á estos augustos personajes (2).Despues,de consagrar algun tiempo á sus oraciones, •el soberano seguido por su regia comitiva, volvía á•presentarse, y s . .1 hacian preparativos para empezarel sacrificio. Este, entre los peruanos, consistía enanimales, granos, flores y olorosas gomas; algunasveces en seres humanos, y en estas ocasiones se esco-gía como víctima á un niño ó á una de las doncellasmas hermosas. Pero estos sacrificios eran muy raros,y se reservaban para celebrar algun gran aconteci-miento público, como una coronacion, el nacimientodel heredero del trono , 6 una gran victoria. Jamasterminaban con esos festines de antropófagos queacostumbraban los mejicanos, y muchas de las ferocestribus que conquistaron los Incas. Las conquistas deestos príncipes eran realmente un gran beneficio paralas naciones indias, aunque no fuera mas que porquesuprimian el canibalismo, y por la disminucion, bajosu imperio, de los sacrificios humanos (3).

En la fiesta de Raymi, elsacrificioquegeneralmen-te se hacia era el del llama; 'y el sacerdote, despuesde abrir el cuerpo de la víctima, buscaba en las en-trañas el anuncio de los oscuros acontecimientos delporvenir. Si los agüeros no eran propicios, sacrificá-base otra víctima, con la esperanza de descubrir pro-nósticos mas consoladores. El augur peruano podríahaber recibido una buena leccion del de Roma, queconsistia en considerar como favorable todo agüeroque pudiese servir á los intereses de su pais (4).

En seguida se encendía fuego por medio de un es-pejo cóncavo de metal bruñido, que, reuniendo losrayos del sol en un foco sobre una cantidad de algodonseco, muy prónto lo hacia arder. Esto era esactamen-te lo que se hacia en una ocasion semejante en la an-tigua Roma, á lo menos bajo el reinado del piadoso.Numa. Cuando el cielo estaba cubierto, y la deidadtutelar se ocultaba á sus-adoradores, cosa quesecon-sideraba como•de mal agüero, obtenfase el -fuego ;por:medio de la •friccion. La llama sagrada se conlaha al.cuidado de las vírgenes•del Sol; y si por algundes-cuido se apagaba durante el año, considerábase esto

(2( «Ningun indio coman osaba pasar por la calle del Solcalzado, ni ninguno aunque fuese mui gran señor, entrava enlas casas del Sol con zapatos. » Conq. i'Pob. del Pirú, MS.

(3) Garcilasso de la Vega niega rotundamente que los Incashiciesen sacrificios humanos; y al contrario, sostiene que losabollan constantemente en todo pais que conquistaban y enque existiesen. (Conj. Real, parte I, lib. II, cap. IX. et álibi.)Pero contradicen esplícitaniente este hecho: Sarmiento, Rela-clon, MIS., cap. XXII.—Dec. de la Aud. Real, MS.—Mon-tesinos, Mem. Antiguas, MS.,lib. II, cap. VIII. —Balboa,1list. du Pérou, chap. V—VIIL—Cieza de Leon, Crónica, ca-pitulo LXXIL—Ondegardo, Rel. seg. , MS.—Acosta, lib. V,cap. XIX; y podría añadir á casi todos los autores antiguos dealguna autoridad, alguno de los cuales, habiendo ido al paispoco despues de la conquista, cuando sus primitivas institucio-nes estaban aun en todo su vigor, son mas acreedores á nues-tra confianza que el mismo Garcilasso. 'Era natural que el des-cendiente de los Incas desease defenderá su raza de tan odiosaacusacion , y debemos respetarlo si cuando se halla comprome-tido el honor de su pais cierra voluntariamente los ojos. Debe-mos añadir en justicia al gobierno peruano que los que podiantener mejores noticias están de acuerdo en sostener que lossacrificios humanos eran muy escasos en adinero y poco fre-cuentes, reservándose para aquellas ocasiones cstraordinariasde que se habla en el testo.

(4) n Aurgurque cun esset , dicere ausus est, optirnis aus-piciis ea gen ī , qua; pro reipublicLe salute gererentur.» Cícero,de Senectute.

Este eximen de las entrañas de los animales-con el objeto deadivinar el porvenir, es digno de notarse cuino ejemplo muysingular, como no sea único, de esta práctica entre las unio-nes d o l Nuevo Mundo, aunque tau usado en el ceremonial delsacrificio entre las naciones paganas del antiguo continente,

nZBIBLIOTECA DE GASPAR T ROIG.

como una calamidad precursora de males para lamonarquía (1). Eu semejante caso se hacía un holo-causto de las víctimas eu los altares de la deidad. Estesacriacio era el preludio de la matanza de una grancantidad de llamas, pertenecientes á los rebaños delSol, que proporcionaban un banquete no solo para elInca y su córte, sino tambien para el pueblo que eaestas ocasiones se indemnizaba de la frugalidad áque generalmente estaba condenado. Tambien se co-locaba en la mesa real un pan lino hecho con harinade maíz por las vírgenes del Sol, y el Inca presidiendoel banquete, brindaba á la salud de sus principalesnobles con grandes libaciones del licor fermentadodel país; y las diversiones del dio terminaban conbailes y música. El baile y la bebida eran los pasa-tiempos. favoritos de los peruanos. Estas fiestas dura-ban varios dios, aunque los sacrificios terminaban elprimero.—Tal era la gran festividad del Raymi; yesta y otras fiestas por este estilo, interrumpían laru-tina monótona del trabajo que se imponia á las clasesinferiores del pueblo (2).

En la distribucion ele pan y vino de esta gran festi-vidad los ortodoxos espanoles que llegaron primeroal pais descubrieron una notable analogía con la co-muuion cristiana (3) ; así como en la práctica de laconfesion y la penitencia, que segun parece conocianlos peruanos en una forma muy irregular, creyeronver una coincidencia con otro de los sacramentos dela Iglesia (4). Mucho gustaban los eclesiásticos deaquella época de descubrir estas coincidencias, queconsideraban como invenciones de Satanás quien tra-taba por estos medios de engañar á sus víctimas re-medando los sagrados ritos del cristianismo (5).Otros, siguiendo diferente camino, creían descubriren estas analogías las pruebas de que algunos de losprimitivos predicadores del Evangelio , quizás unapóstol, habian visitado estas remotas regiones, y es-parcido en ellas las semillas de la verdad religiosa (ti).

(1) «Vigilemque sacraverat ignem,Excubias divum aaernas. u

Plutarco en su vida de Numa describe los instrumentos queusaban los romanos para encender el fuego sagrado, como es-pejos cóncavos de bronce, afinque no esféricos como los perua-nos o sino de forma triangular.

(..) Acosta, lib. V, cap. XXVIII.—Garcilasso, Com. Real,parte I, libro VI, cap. XXIII.

(3) Lo mas admirable, segun el Padre Acosta, en el odio ypresuncion de Satanás, es que no solo falsificaba en idolatríay sacrificios, sino tambien en ciertas ceremonias, los sacra-mentos instituidos por N. S. J. C. y que usa la Iglesia, habiendoaspirado especialmente á imitar, en cierto modo, el sacra-mento de la comunion, que es el mas divino y el superior á to-dos. Véase Acosta, lib. V, cap. XXIII.

(4) Berrera, Hist. General, dec. V, lib. IV,.cap. IV.-Ondegardo , Rel. prirn. , MS.

El padre de la mentira quería tambien remedar el sacra-mento de la confesion, y en sus idolatrías trataba de que se lehonrase con ceremonias, muy parecidas á las que usan loscristianos; todo esto segun opinron del Padre Acosta, lib. V,cap. XXV.

(5) Cieza de Leon , no satisfecho con publicar muchas rela-ciones 'maravillosas sobre la inlluencia y aparicion de Satanásen persona en las ceremonias de los indios, ha adornado suobra con multitud de viñetas que representan al príncipe delas tinieblas con sus acostumbrados perfiles de rabo, uñas, etc,como para dar mas fuerza á las homilias del testo. El peruanocreía que su idolo era un Dios. Su conquistador cristiano creiaque este ídolo era un demonio. Dificil es decir cuál de los dosdaba pruebas mas indudables de grosera supersticion.

(G) Piedrabita, el historiador de los Muyscas, está muyconvencido de que este apóstol debió ser San Bartolome, dequien se sabe que viajó mucho. (Couq. de Granada, parte 1,lib. 1, cap. 111.) Los anticuarios uiejreiuos creen que SantoTomás fue el encargado de la mision apostólica para el pueblode Anahuac. Parecerla, pues, que estos dos apóstoles se ha-blan repartido entre sí el Nuevo Mundo, á lo menos sus partescivilizadas. Si vinieron por el estrecho de Billing, ó en hacarecta atravesando el Atlántico, es cosa que nadie nos dice. Ve-jasco, escritor del siglo XVIII (cosa singular), apenas duda

Pero apenas parece necesario invocar al príncipe dede las tinieblas ni la intervencion de los santos paraesplicar coincidencias que han existido en paises muydistantes de la luz del cristianismo, y basta en siglosen que su luz no Babia aparecido aun al mundo. Masracional es atribuir esas semejanzas casuales á laconstitucion general del hombre, yá las necesidadesde su naturaleza moral (7).

Otra analogía muy estraordinaria con las institu-ciones del catolicismo, se encuentra en las vírgenesdel Sol, las escogidas, como las llamaban (8), y las queya hemos aludido antes. Estas eran doncellas jóvenesdedicadas al servicio de su dios, que desde una edadmuy tierna se sacaban del seno de sus familias paracolocarlas en conventos y bajo la direccion de unasmatronas ancianas , á quienes daban el nombre demamaconas, y que habían encanecido entre aquellasparedes (9). Bajo la tutela de estas maestras venera-bles las santas vírgenes se instruían en la naturalezade sus deberes religiosos. Ocupábanse en hilar y bor-dar, y con la finísima lana de la vicuña tegian las col-gaduras de los templos y los vestidos del Inca y sufamilia (10). Pero sobre todo su gran deber consistíaen cuidar del fuego sagrado que se había encendidoen la festividad del Raymi. Desde el instante en queentraban en el convento, se cortaban todas sus rela-ciones con el mundo, hasta con los individuos de sufamilia y sus amigos. Nadie sino el Inca y la coya, . óreina, podían entrar en el recinto sagrado. Cuidábaseescrupulosamente de su moralidad, y todos los añosse en viaban visitadores á examinar estas institucionesy á dar informes sobre el estado de su disciplina (11).¿ Desdichada la doncella sorprendida en una intrigaamorosa ! La terrible ley de los Incas 'labia dispuestoque se la enterrase viva, que su amante fuese ahorca-do, y que se destruyese el pueblo á que pertenecia,«sembrando con piedras» el terreno que ocupaba,como para borrar hasta la memoria de su existen-cia (12). Asombra en verdad encontrar analogía tannotable entre las iustitucioues de los indios america-nos, de los romanos antiguos y del católico moderno.La castidad y la pureza son virtudes eu la mujer queparecen ser tan apreciadas en los bárbaros como por

que realmente fuesen esos apóstoles á América. Historia deQuito, tomo I, págs. 89-90.

(7) Se ha ilustrado este asunto con algunos ejemplos en laHistoria de la conquista de Méjico, tomo III, Apéndice, nú-mero 1; ya que los mismos usos en aquel pais dieron margen álas mismas aventuradas creencias por parte de los conquista-dores.

(8) «Llamábanse Casas de escogidas, porque las escogian,ó por linaje, ó por hermosura:» Garcilasso, Com..Real, par-te I, lib. 1V, cap. I.

(9) Ondegardo, Rel. prim., MS.La voz mamacona significa « matrona; » mama, la prime-

ra parte de esta palabra compuesta, como ya lo hemos dicho,quería decir madre. Véase Garcilasso , Com. Real, parte I,lib. IV, cap. I.

(10) Pedro Pizarro, Dese. yConq., MS.(11) Dac. de la Aud. Real , MS.(1-?) Balboa, llist. du Pérou, chap. IX. Fernandez, Historia

del Perú, parte II, lib. III, cap. XI.—Garcilasso, Com. Real,parte I, lib. IV. cap. III.

Segun el historidor dedos Incas, jamas ocu rrió un solo deslizen la hermandad femenina que hiciese necesaria la aplicacionde la terrible pena, aunque, si hubiese sucedido, el soberano,segun nos lo asegura , la hubiera aplicado eu todo su rigor sinel mas leve remordimiento. (Com. Real, parte 1, lib. IV, ca-pitulo III.) Otros escritores, al reves sostienen que estas vir-genes no tenian derechos muy claros á la reputacion de vesta-les. ( Véase Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.—Gomara,Ilist. de las Ind., cap. CXXI.) Estas acusaciones contra loshabitantes de las casas religiosas, sean cristianas ó paganas,son bastante comunes. En este caso se encuentran en absolu-ta contradiccion con el testinibuio'inánime de casi todos losque tuvieron mejores medios para descubrir la verdad, y pa-recen especialmente improbables si consideramos el amor su-persticioso con que se miraba á los Incas,

LA CONQUI$TA ItEL PEIVó.los hombres civilizados; sin embargo es muy diferen-te el objeto final á que se destinaban estos habitantesfemeninos de las casas religiosas.

El gran monasterio del Cuzco se compo.ia esclu-sivamente de doncellas de la sangre real, que ascen-dían, segun se dice, nada menos que á mil quinien-tas. En los monasterios provinciales entraban las hijasde los curacas y de los nobles de segundo órden, yalgunas veces, cuando se descubría una doncella degran hermosura personal, las de las ínfimas clases delpueblo (1). Las «casas de las vírgenes del Sol» eranunos edificios bajos de piedra, que cubrian una granestension de terreno, y estaban rodeados por paredesmuy altas, que impedian enteramente ver á sus mo-radores. Las vírgenes encontraban en ellos cuantopodian necesitar ;y estaban adornados con tanto lujocomo los palacios de los Incas y los templos; porqueel gobierno les dedicaba una atencion muy especial,como á una rueda muy importante de su sistema re-Iigioso (2).

Pero la carrera de todos estos habitantes del cláus-tro no terminaba dentro de sus. muros. Aunque vír-genes del Sol, eran esposas delinca, y cuando llegabaná la edad conveniente se escogian las mas hermosaspara él, y las llevaban á su serrallo. El número de lasque aquí residian llegaba con el tiempo no solo á cen-tenares sino á miles, y todas tenian habitacion en lospalacios que poseia el Inca en toda la estension delpais. Cuando el monarca deseaba disníinuir este nú-mero, la concubina cuya sociedad no le agradaba ya,volvia, no á su antiguo encierro monástico, sino 'á supropia casa; donde por humilde que hubiese sido suorigen y su condicion, se la mantenia con muchofausto, y lejos de verse deshonrada por sus ante-cedentes , todos la respetaban cómo á esposa delInca (3).

Los nobles de primera clase s del Perú podían lomismo que su soberano, tener muchas 'mujeres. Elhombre del pueblo generalmente; ya fuese por ley,ya por la necesidad que puede mas que ella , tenia ladicha de no poseer mas que 'una. El matrimonio severificaba de una manera que le daba un carácter tanoriginal como el de las demos instituciones del pais.En un dia señalado del año, todos los que habian lle-gado á la edad de contraer matrimonio, que, depen-diendo de su aptitud para mantener una familia sefijaba en los hombres nada menos que á la edad:deveinte y cuatro años, y en las mujeres á la de diez y ochoó veinte, se reunian en la plaza mayor de sus respec-tivas ciudades ó pueblos en todo el imperio á la vez.El Inca presidia en persona la reunion de sus propiosparientes, y tomando por la mano á las diferentesparejas que iban á unirse, hacia que se la diesen, ydeclaraba que ya eran marido y mujer. Lo mismo ha•cian los curacas con los individuos de su clase ó deotras inferiores en sus distritos. Tal era la forma sencilla con que se contraia matrimonio en el Perú: Aninguno se le permitia buscar mujer fuera de la Co-munidad á que pertenecía, lo que generalmente in-cluia á toda su parentela (4) ; ni á nadie se autorizabafuera del soberano, á que faltase á las leyes de la na-turaleza, ó á lo menos álaley general de las naciones,

(1) Pedro Pizarro, Descub. y Cona., MS.—Garcilasso,Com. Real, parte I, lib. IV, cap. I..

(2) Ibid., parte I, lib. IV., cap. V.-Cieza.deLeon, Cróni-ca, cap. XLIV.

(3) Dec. de la Aud. Real, MS.— Garcilasso, Com. Real,parte I, lib. IV, cap. IV.— Alontesinos, Medra. Antig., MS. li-

bro II , cap. XIX.(4) Segun la letra de la ley, dice Garcilasso, ninguno Babia

de casarse con quien no fuese de su familia. Pero esta ley estre-cha tenia una mterpretarion muy amplia , porque segun elmismo nos asegura , se consideraba í tofos los de una mismaciudad , y ami provincia, como parientes. Com. MI, parte I,iib. 1V, cap. VIII.

hasta el punto de casarse con su propia hermana (5).Ningun casamiento era válido si se contraía sin con-sentimiento de los padres, y segun se dice, tambiendebia consultarse la inclinacion de los contrayentes,aunque considerando los límites que á esta señalabala edad legal, este derecho debía ser sumamente mez-quino. Construíase una habitacion para la pareja re-cien casada á espensas del distrito, y se le entregabala cantidad de tierra señalada para su mantenimiento.La ley del Perú cuidaba del porvenir lo mismo quede lo presente. No dejaba nada al acaso. — Seguian ála sencilla ceremonia del casamiento fiestas generalesentre los parientes de los recien casados, que durabanvarios días; y como todos los casamientos se verifica-ban en un die mismo, y como pecas familias babiaque no tuviesen un pariente interesado en la ceremo-nia , se celebraba realmente una fiesta nupcialuniver-sal en todo el imperio (6).

Las leyes singulares de los Incas relativas á los ma-trimonios, son eminentemente características de laíndole de su gobierno, que, lejos de ceñirse á losasuntos de público interes, penetraba en los plieguesmas íntimos de la vida doméstica , y no permitia áningun hombre, por humilde que fuese, que obrasepor si aun en aquellos negocios personales en quenadie sino él , ó cuando mas su familia, podia estarinteresado. Ningun peruano era demasiado bajo parala vigilancia tutelar del gobierno. Ninguno era tanencumbrado que no sintiese 'que de él dependia entodos los actos de su existencia. Su existencia mismacomo individuo estaba absorbida en la de la sociedad.Sus esperanzas y sus temores, su gozo y su pesar,las mas tiernas simpatías de su naturaleza , las quemas naturalmente huyen ele la observancia de losotros, todo estaba arreglado por la ley. Ni aun se lepermitia ser feliz á su modo. El gobierno de los Incasera el mas suave, pero tambien el mas completo delos despotismos.

CAPITULO IV.Educacion.—Quipus. — Astronomía. — Agricultura. —

Acueductos.—Guano.— Principales alimentos.

«No es lícito que se «enseñen á los hijos de los plebe-yos las ciencias que pertenecen á los generosos y nomas; porque como gente baja no se eleven y enso-berbezcan y menoscaben y apoquen la república: bás-tales que aprendan los oficios de sus padres; que elmandar y gobernar no es de plebeyos, que es haceragravio al oficio y á la república , encomendársela ágente comun (7) u Tal era la máxima favorita quesiempre repetia Tupac Inca Yupanqui, uno de losmas famosos , monarcas peruanos. Estraño pareceráque semejante máxima haya sido proclamada enninguna época en el Nuevo Mundo, donde las insti-tuciones populares se han establecido despues enbases mas amplias que las conocidas hasta entonces;donde el gobierno depende enteramente del pueblo;y donde la educación, a lo menos en la gran divisiondel Norte del continente, tiene por objeto principalpreparar al pueblo para desempeñar los deberes dela gobernacion. Sin embargo, esta máxima se jaus-taba perfectamcüte á la índole de la monarquía pe-

ruana, y puede servir de clave á su política habitual;

(5) Fernandez, llist. del Perú, parte II, libro III, capí-

tulo IX.Esta costumbre , tan repugnante á nuestros sentimientos,

que casi podría considerarse corno una violacion de la ley na-tural, no debe sin embargo considerarse como enteramentepeculiar a los Incas, ya que la toleraban algunas de las nacio-nes mas civilizadas de la antigííedad.

(fi) Ondegardo, fiel. seg., MS.,—Garcilasso, Com. Real,parte I, lib. VI, cap. XXXVI.—Dec. de la Aud. Real, MS.-Montesinos, Memorias Antiguas, MS. lib. II, cap. VI,

(7) Garcilasso, Com. Real, parte I, lib. VIII, cap VIII.

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pues aunque velaba con solicitud incansable por sussúbditos, proveia á todas sus necesidades físicas,cuidaba de su moralidad y manifestaba en todo elinteres afectuoso de un padre por sus hijos, sin em-bargo, no los consideraba mas que como á niñosque nunca habian de salir del estado de pupilaje, niobrar ni pensar por sí, y cuyos deberes todos se en-cerraban en la obligacion de la obediencia absoluta.

Tal era la condicion humillante del pueblo bajo elcetro de los Incas, mientras que las numerosas fa-milias de la estirpe real disfrutaban de todas las ven-tajas de aquella educacion que estaba al alcance de lacivilizacion del pais ; y mucho despues de la conquis-ta, aun se señalaban los lugares en que habían exis-tido los seminarios en que se les educaba. Estos sehallaban al cuidado de los amautas ó « sábios» queposeian la escasa cantidad de ciencia, si ciencia po-día llamarse, que Babia en el Perú, y que eran losúnicos maestros de la juventud. Natural era que elmonarca se interesase vivamente en lainstruccion delos hijos de la nobleza, parientes suyos. Se dice quemuchos príncipes peruanos edificaron sus palacioscerca de las escuelas, á fin de poderlos visitar masfácilmente y escuchar las lecciones de los amautas,á que algunas veces daban mas autoridad comentán-dolas con un discurso propio (i ). En estas escuelasse comunicaban á los reales pupilos todos los cono-cimientos que sus maestros teman, acomodándolosal rango que habian de ocupar durante su vida. Es-tudiaban las leyes y los principios de üdministracionde un gobierno en que muchos de ellos habian detomar parte. Se les iniciaba en los ritos peculiaresde su religion, mas necesarios para aquellos quehabian de desempeñar los deberes sacerdotales. Tam-bien aprendian á emular las hazañas de sus régiosantecesores, escuchando las crónicas compiladas porlos amautas. Se les enseñaba á hablar su idioma conelegancia y pureza, y aprendian la misteriosa cien-cia del quipus, que era el vehículo de que se ser-vian los peruanos para comunicarse sus ideas y paratrasmitirlas á las futuras generaciones (z ).

El quipus era una cuerda como de dos pies delargo, compuesta de hilos de diferentes colores fuer-temente retorcidos y entrelazados, de la cual sallauna multitud de hilos mas pequeños en forma defranja. Los hilos eran de diferentes colores y habiaen ellos muchos nudos; y efectivamente la palabraquipu significa nudo. Los colores representabanobjetos tangibles.; así ; por ejemplo blanco signifi-caba plata, y amarillo, oro. Tambien indicaban al-gunas veces ideas abstractas; así blanco ggeriadecir paz, y rojo, guerra. Pero los quipus se usabanprincipalmente para cálculos aritméticos. Los nudosservia» de números y se podían combinar de maneraque representasen cualquier cantidad que se quisiese.Por medio de ellos hacian. sus cálculos con mucharapidez , y los primeros españoles que fueron á aquelpaís atestiguan la esactitud de estos (3 ).

En cada distrito habia empleados á quienes llama-ban quipucamayus ó «conservadores de los quipus,»cuya obligacion consistia en dl,r noticias al gobiernosobre varios asuntos importantes. Uno estaba encar-gado de las rentas, y daba parte al gobierno de lacantidad de materias primeras que se distribuianentre los trabajadores, la calidad y cantidad de lostejidos que con ellas se.hacian, y la suma de provi–

(4) Garcilasso, Com. Real, parte I, lib. VII, cap. X.El descendiente de los Incas habla de los restos, que aun se

veian en su tiempo, de dos palacios de sus regios progenitores,que habian sido construidos cerca de las escuelas, para quefuese mas fácil ir á ellas.

(2) Garcilasso, Com. Real, parte I, lib. IV, cap. XIX.(3) Conq. y Pob, del Pirú, MS.—Sarmiento, Relacion,

MS., cap. IX.—Acorta, lib. VI , cap. VIII.—Garcilasso,parte I, lib. VI, cap. VIII.

GASPAR Y ROIG.

siones de diferente clase entregadas á los almacenesreales. Otro enviaba la estadística de los nacimien-tos y muertes, de los casamientos, del número delos que se hallaban en estado de servir en el ejército,y otros pormenores de esta clase relativos á la po-blacion del reino. Estos informes se remitian anual-mente á la capital, donde se sometian á la iuspeccionde otros empleados que entendian el arte de desci-frar es tos misteriosos escritos. Así adquiriael gobiernouna vasta coleccion de datos estadísticos preciosos;y las cuerdas de variados colores, reunidas y cuida-dosamente conservadas, constituian lo que bien po-dríamos llamar los archivos nacionales (4).

Pero aunque los quipus bastaban para todas lasnecesidades aritméticas de los peruanos, no podianrepresentar la multitud de ideas é imágenes queespresa la escritura. Sin embargo, aun para esto lainvencion no dejaba de tener su uso ; porque, ademasde la representacion directa de objetos sencillos yáun de ideas abstractas dentro de un corto límite,como ya hemos dicho, era un poderoso auxilio parala memoria por medio de la asociac,ion. El nudo ó elcolor peculiar indicaba de este modo lo que no podiarepresentar, de la misma manera, como dice un an–tiguo escritor, que el número del mandamiento re-cuerda el mandamiento mismo. Así usado el quipu,podia considerarse como el sistema mnemónico de losperuanos.

Había cronistas nombrados en cada una de lasprovincias principales, cuyo deber era consignar loshechos mas importantes que en ellas ocurrían. Aotros funcionarios de mas elevado carácter, queeran generalmente los amautas, se les encargaba laredaccion de la historia del imperio y de las grandeshazañas del Inca reinante ó de sus antecesores (5 ).Arreglada de este modo la narracion, solo podiatrasmitirse por medio de la tradicion oral; pero losquipus servian al cronista para arreglar metódica-mente los sucesos y para refrescar su memoria. Unavez confiada á esta la historia, se grababa en ella deuna manera indeleble por medio de la frecuente re-peticion. El amauta se la repetia á sus discípulos ; yde este modo la historia, en parte por la tradicionoral y en parte por medio de signos arbitrarios, fuetrasmitida de generacion en generacion con bastantevariedad en los pormenores, pero con un aspectogeneral de verdad en el todo.

Indudablemente los quipus peruanos suplian deuna manera insuficiente y pobre al admirable meca-nismo del alfabeto, que empleando,unos pocos carac-teres sencillos para representar sonidos en lugar deideas, puede trasmitir las modificaciones mas deli-cadas del pensamiento del hombre. La invencion pe-ruana era muy inferior á la de los geroglíficos , y aunála de la grosera escritura de dibujos de los aztecas;porque este último arte, aunque incapaz de trasmitirideas abstractas, podia retratar los objetos con bas-tante esactitud. Prueba evidente de la absoluta igno-rancia en que vivian una de otra las dos naciones, es

(4) Ondegardo manifiesta el asombro que le causa la varie-dad de objetos que abrazaba este sencillo sistema, apenascreible, segun dice, para el que no lo hubiese visto. «En aquellaciudad se hallaron muchos viejos oficiales antiguos del Inga,así de la religion como del gobierno, y otra cosa que no pudie-ra creer si no la viera, que por hilos y nudos se hallan figura-das las leyes y estatutos, de lo uno como de lo otro, y lassucesiones de los reyes y tiempo que gobernaron : y hallóse loque todo esto tenia á su que cargo no fue poco, y aun tube al-guna claridad de los estatutos que en tiempo de cada uno seha bian puesto. » (Rel. prim., MS.,— Véase tambien Sar-miento, Relacion , 1115., cap. IX.—Acosta, lib, VI, capítu-lo VIII.—Garcilasso, parte I; lib. VI, cap. VIII—IX). Aun seencuentra en algunas partes del Perú un vestigio de los qui-pus, y hay pastores que llevan la cuenta de sus numerosos re-bailas por medio de esta antigua aritmética.

(5) Rel. prim., MS., ubi supra.

LA CONQUISTA DEL PERÚ.

que se parecen poco á las severas realidades de la35

vida. Los anales peruanos manifiestan síntomas delos efectos de esta union, pues que están cubiertoscon un velo de circunstancias maravillosas hasta elúltimo período , que estendiéndose ante el lector co-mo una neblina, hace difícil el distinguirlos hechosde la ficcion.

El poeta encontraba un instrumento muy útil parasus fines en el hermoso dialecto quichua. Ya hemosvisto las singulares medidas que los Incas adoptabanpara propagar su idioma por todo el imperio. Natu-ralizado de este modo en las provincias mas remotas,se enriquecia con muchas palabras y locucionesexóticas que, bajo el influjo cortesano y el cultivopoético, si así me es lícito llamarlo, se amalgamabangradualmente, como un mosaico acabado compuestode matariales groseros y heterogéneos, hasta formarun todo armonioso. El quichua llegó á ser el mascomprensivo ymas variado, así como el mas elegan-te, de los dialectos de la América del Sur (3 ).

Ademas de las composiciones de que hemos habla-do, se dice que los peruanos manifestaban algunadisposicion para las representaciones teatrales, y noesas estériles pantomimas que no recrean mas quela vista, y que han servido de pasatiempo á mas deuna nacion bárbara. Las piezas peruanas aspiraban álos honores de la composicion dramática, sostenidaspor los caractéres y el diálogo , y fundadas algunasveces en argumentos de interes trágico , y otras enlos que por su carácter ligero y social correspondená la comedia (4 ). En el dia no tenemos medios parajuzgar de la ejecucion de estas piezas. Probablementeseria bastante grosera, como correspondía á unpueblo que no se Babia formado aun; pero sea loque fuere la ejecucion, el haber simplemente conce-bido la idea de una diversion de esta clase es ya unaprueba de cultura que distingue de una manerahonrosa á los peruanos de las lemas razas america-nas, que no conocian mas pasatiempo que la guerra,ó las diversiones feroces que reflejan su imágen.

El carácter intelectual de los peruanos parece ha-berse inclinado mas bien hácia la cultura que á esascualidades superiores que aseguran el buen éxito enlos senderos mas ásperos de la ciencia. En esto sequedaban muy atras de algunas otras de las nacionessemi-civilizadas del Nuevo-Mundo. Sabian algo degeometría, en lo que tocaba á su propio territorio,que ciertamente era muy estenso; y construían ma-pas con líneas protuberantes para indicar los límitesy las localidades, que tenían alguna analogía con losque antes se usaban para los ciegos. Eii la astrono-mía parecen haber hecho pocos adelantos. Dividianel ano en doce meses lunares, cada uno de los cualestenia su nombre propio, y se distinguia por unafestividad correspondiente (5 ). Tambien tenian se-

(5) Ondegardo, Rel. prim., MS.Sarmiento se lamenta con justicia de que los españoles hu-

biesen dejado caer en desuso este dialecto, que tan útil leshubiera sido en sus relaciones con las variadas tribus del im-perio. «Y con tanto digo que fue harto beneficio para losespañoles haber esta lengua, pues podian con ella andar portodas partes, en algunas de las cuales ya se va perdiendo.»Rel., MS:, cap. XXI.

Segun Velasco , los Lacas, al llegará Quito con sus legionesconquistadoras, se sorprendieron al descubrir que allí se ha-blaba el dialecto quichua-, aunque era desconocido en unagran parte de la region intermedia; hecho singular si es cier-to. (Hist. de Quito, tom. 1, p. 185.) El autor, natural delpais, tuvo medios de adquirir noticias muy curiosas, y en suinteresante obra establece una íntima analogía entre la cien-cia y las instituciones sociales de los pueblos de Quito y delPero. Sin embargo, se nota en ella el afan de dar siempre laprimacía á su propio país, y aventura á veces observacionesy hechos con una confianza no muy á propósito para conseguirla de sus lectores.

(4) Garcilasso, Com. Real, ubi supra.(5) Ondegardo, Rel. prior., M.

que no adoptase la peruana la mas leve parte del sis-tema gerogllfico de los mejicanos, y estb á pesar deque la existencia de la planta del maguey (agave) enla América del Sur, podria haberle proporcionado elmismo material que usaban los aztecas para cons-truir sus mapas (1).

Es imposible contemplar sin gran interes los es-fuerzos hechos por diferentes naciones, al salir de labarbarie, para proporcionarse algun símbolo visibledel pensamiento, ese misterioso agenteor medio delcual la inteligencia del individuo puede ponerse encontacto y comunicacion con las de la sociedad en-tera. La falta de semejante símbolo es el mayor obstá-culo que puede oponerse al progreso de la civiliza-cion, porque ¿ qué otra cosa es sino encerrar elpensamiento , que tiene los elementos de la inmorta-lidad, en el seno de su autor, ó en el del pequeñocírculo que está en contacto con él, en lugar delanzarlo al mundo para que dé luz á millares de sereshumanos, y á las generaciones que aun están pornacer? No solo es semejante símbolo un elementoesencial de la civilizacion, sino que debe considerar-se como la prueba de que esa civilizacion existe;porque los adelantos intelectuales de un pueblo estánal nivel de las facilidades de comunicacion intelectualque pósea.

Sin embargo, no debemos rebajar el verdaderovalor del sistema peruano; ni suponer que el quipuera un instrumento torpe en manos de un indígenapráctico, como lo seria en las nuestras. Conocemoslos efectos del hábito en todas las operaciones mecá-nicas, y los españoles dan repetidos testimonios de ladestreza y esactitud que en esta desplegaban los pe-ruanos. Su destreza no es mas notable que la facili-dad con que el hábito nos permite enterarnos delcontenido de una página impresa, que comprendemillares de caractéres separados, y como si fueracon una sola ojeada, aunque el ojo tiene que recono-cer cada letra por sí, y esto sin interrumpir la cadenade los pensamientos que existe en el ánimo del lector.No debemos despreciar la invencion del quipu si re-flexionamos que proporcionaba los medios de calcularque exigían los negocios de una gran nacion, y que,por insuficiente que fuese, era un instrumento queno auxilió poco á los que aspiraban al lauro de laliteratura.

El deber de compilar los anales del pais no seconfiaba esclusivamente á los amautas; una parlede él correspondia á los haravecs, ó poetas, que es-cogían los asuntos mas brillantes para sus canciones,compuestas para que se cantasen en las fiestas realesy en la mesa del inca (2). De este modo se formóuna coleccion de poesía tradicional, como la de lasbaladas inglesas y los romances castellanos, por cuyomedio los nombres de muchos gefes bárbaros, quehubieran perecido por falta de un cronista, han sidotrasmitidos en alas de una rústica melodía á las gene-raciones posteriores.

Sin embargo, es lícito creer que la historia nogana mucho en su alianza con la poesía ; porque losdominios del poeta se estienden á una region idealpoblada con las fantásticas formas de la imaginacion

(1) Rel. prim., MS., ubi supra.—Dec. de la Aud. Real,MS.—Sarmiento, MS., cap. IX.

Sin embargo, debemos confesar que los quipus se asemejanalgo á las fajas de cuentas de color ensartadas que usan lastribus de la América del Norte para recordar los tratados ypara otros objetos.

(2) Dec. ríe la Aud. Real, MS. —Garcilasso, Com. Realparte 1, lib. II, cap. XXVII.

La palabra haravec significa «inventor» ó «descubridor,»y tanto por su título como por su empleo, el trovador-poetanos recuerda al trouvcre normando. Garcilasso ha traducidouna de las lijeras composiciones líricas de sus compatriotas.Es ligera y fácil, pero una muestra sola no es base suficientepara fundar un examen crítico general.

DE GASPAR Y ROIG.

aunque el canal está destruido en parte y cegado porla basura y la vegetacion silvestre, aun se revela sucurso por varios oasis de fertilidad. Esto sucede en elvalle de Nasca, region fértil, colocada entre dos largosdesiertos, donde los antiguos canales de los Incas lle-gan desde una distancia desconocida por medio de uncauce que tiene de cuatro á cinco pies de profundi-dad y tres de ancho , y construido con piedras enor-mes sin mezcla alguna.

Teníase especial cuidado en que todo aquel quecultivaba un terreno por donde uno de estos canalespasaba, disfrutase de él. La ley determinaba la canti-dad de agua que á cada cual correspondia; y unos ins-pectores reales cuidaban de la distribucion, y de quese aplicase el agua al riego (3 ).

Los peruanos dieron muestras del mismo espírituemprendedor en sus planes para introducir el cultivoen la parte montañosa de su territorio. Muchas de lascolinas, aunque cubiertas de buena tierra, tenian unapendiente demasiado rápida para que se pudiesen la-brar. Estas las dividian en terrados, revestidos conpiedras, los que iban disminuyendo gradualmente,hasta llegar á la cumbre; así que al paso que la fajainferior, ó anden, como los llamaron los españoles,rodeaba la base de la montaña y porfia contener unagran cantidad de fanegas de tierra, la superior no al-

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medidas para la distribucion de las tierras en partesiguales entre el pueblo , mientras que exigian á todohombre, esceptuando á los de las clases privilegiadas,

desdeque se ocupase en su cultivo. El Inca mismo no se

ñaba de darles el ejemplo. En una de las grandesfestividades anuales se dirigia á los alrededores delCuzco acompañado por su córte, y en presencia detodo el pueblo abria la tierra con un arado de oro, ócon un instrumento que hacia sus veces, consagrandoasí la ocupacion del campesino como digna de los hi-jos del Sol (1 ).

La proteccion del gobierno á la agricultura no ter-minaba con esta fácil ostentacion de la real condes-cendencia; sino que se manifestaba en las medidasmas eficaces para facilitar los trabajos del campesino.Mucha parte del territorio situado á orilla del mar te-nia el gran inconveniente de carecer de agua , puesque en él ó no llovia absolutamente ó llovia muy poco,y los escasos riachuelos que en curso corto y rápidobajaban de las montañas, ejercian poca influencia entan vasta estension de pais. Es verdad que el sueloera en gran parte arenoso y estéril; pero muchos pun-tos eran susceptibles de cultivo, y no necesitabanmas que agua para ser maravillosamente fecundos. Aestos puntos se llevó el agua por medio de canales yacueductos subterráneos, que eran obras verdadera-mente gigantescas. Componíanse de anchas losas depiedra, perfectamente ajustadas sin mezcla alguna,que por medio de compuertas dejaban salir la canti-dad suficiente para regar las tierras por donde pasa-ban. Algunos de estos acueductos eran sumamentelargos. Uno que atravesaba el distrito de Condesuyu,tenia de cuatrocientas á quinientas millas de esten-sion. Partian de algun lago elevado ó depósito naturalque se hallaba en el corazon de las montanas , y se au-mentaba el caudal con ciertos intervalos por medio deotros depósitos que encontraban al paso en los decli-ves de la sierra. En esta bajada habia á veces queabrir un cauce en las rocas, y esto sin herramientasde hierro; Babia que rodear las grandes montañas;atravesar ríos y pantanos; en una palabra, vencer losmismos obstáculos que encontraban en la construc•cien de sus gigantescos caminos. Pero los peruanosparecian complacerse en luchar con las dificultadesde la naturaleza. Cerca de Caxamalca existe aun untunnel ó galería que escavaron en las montañas paradar salida á las aguas de un lago cuando en la estacionde las lluvias llegaban á un nivel que amenazaba inun-dar el pais (2).

Los conquistadores con su abandono dejaron quese perdiesen muchas de estas útiles obras de los Incas.En algunos puntos aun corren las aguas en silenciosus conductos subterráneos, y nadie ha tratado deexaminar y descubrir su curso y su origen. En otros,

(1) Sarmiento, Relacion, MS. , cap. XVI.Parece que tambien los nobles imitaban el ejemplo de su

señor en esta gran festividad. «Pasadas todas las fiestas, enla última llevan muchos arados de manos, los cuales antigua-mente eran de oro; y hechos los oficios, tomaba el Inga unarado y comenzaba con él á romper la tierra, y lo mismo losdemas señores, para que de allí adelante en todo su señoríohiciesen lo mismo; y sin que el Inga hiciese esto, no habiaindio que osase romper la tierra, ni pensaban que produjesesi el higa no la rompía primero, y esto baste cuanto li lasfiestas.» Conq. y Pob. del Piré, MS.

(2) Sarmiento, Relacion, MS., cap. XXI.—Garcilasso,Com. Real, parte I, lib. V, cap. XXIV. Steveson, Relacionde una residencia de veinte años en la América del Sur (Lon-dres, 1829), t. I, p. 412; II, páginas 173-174.

«Sacauamacequias en cabos y por partes que escosaestrañaafirmarlo; porque las echauan por lugares altos y bajos: y porladeras de los cabesos y haldas de sierras que están en losvalles; y por ellos mismos atrauiessan muchas, unas por unaparte, y otras por otra, que es gran delectacion caminar poraquellos valles, porque parece que se anda entre huertas yflorestas llenas de frescura.» Cieza de Leon, Crónica, capí-tulo LXVI.

canzaba á contener mas que unas cuantas hileras decañas de maiz (4 ). Algunas de las cumbres presenta-ban tal masa de roca compacta, que despues de cortaren ella los terrados, era preciso cubrir su superficiede tierra antes que pudiesen servir para el cultivo.Tal era la paciencia con que los peruanos luchabancontra los obstáculos formidables que les presentabasu pais. Sin las herramientas y la maquinaria queusan los europeos, poco hubiera podido hacer cadaindividuo por sí; pero obrando en grandes masas ybajo una direccion comun, lograban coa su perseve-rancia infatigable alcanzar resultados que los mismoseuropeos no se hubieran atrevido á esperar (5).

Con el mismo espíritu de economía agrícola que losimpulsaba á sacar á los peñascos de la sierra de sutriste esterelidad , escavaban el árido suelo de los va-lles en busca de alguna capa de tierra en que se en-contrase alguna humedad natural. Estas escavaciones,que los españoles llamaron hoyas, eran muy grandes,e incluian muchas veces un acre de tierra escavadohasta la profundidad de quince ó veinte pies, y rodea-do con una pared de adobes. El fondo de esta escava-cion se preparaba perfectamente abonándolo con unaespecie de sardina, que se pescaba en cantidades in-mensas en la costa, y luego se sembraban en él gra-nos ó legumbres (6 ).

Los labradores peruanos conocían perfectamentelas diferentes clases de abonos, y haciau mucho usode ellos ; circunstancia muy rara eu las fértiles regio-nes de los trópicos, y que probablemente no existiaentre ninguna de las demas tribus de América. El abo-no de que hacían mucho uso era el guano, precioso

(3) Pedro Pizarro, Descub. y Conq. , MS.—Memorias delGen. Miller, tom. II, p. 220.

(4) Miller supone que estos andenes fueron el origen delnombre de Andes que dieron los españoles á las cordilleras dela América del Sur. (Meu. del Gen. Miller, t. II, p. 219.)Pero este nombre es anterior á la conquista, segun Garcilasso,que lo deriva ele Anti, nombre de una provincia al Este delCuzco. (Com. Real, parte f, lib. II. cap. XI.) Anta, quesignificaba cobre, metal que se encontraba con mucha abun-dancia en algunas partes del pais, pudo haber dado su nom-bre á la provincia, y quizás directamente á las montañas.

(5) Memorias del Gene Miller, ubi supra.—Garcilasso,Com. Real, parte I, lib. V, cap. I.

(0) Cieza de Leon, Crónica, cap. XXIII.Los restos de estas antiguas escavaciones aun escitan el

asombro de los viajeros modernos. Véase á Steveson, Resi-dencia en la América del Sur, tomo I, p. 559.—Culloch,Investigaciones , p. 558.

LA CONQCIS

escremento de aves marítimas que tanto ha llamadorecientemente la atencion de los agricultores, así enEuropa como en los Estados-Unidos, y cuyas propie-dades estimulantes y nutritivas eran perfectamenteapreciadas por los indios. Este guano existía en can-tidades tan inmensas en muchos de los islotes de lacosta, que formaba unas como colinas elevadas, áque dieron los conquistadores el nombre de SierraNevada, por el color blanco con que las cubria unaincrustacion salina.

Los Incas adoptaron sus acostumbradas precaucio-nes para que el agricultor pudiese disfrutar de esteabono importante. Destinaron las pequeñas islas dela costa para uso de los respectivos distritos á que sehallaban adyacentes. Cuando la isla era grande, sedistribuía entre varios distritos, y se señalaban exac-tamente los límites de cada division. Toda usurpacionde derechos agenos se castigaba severamente ; y ase-guraban la conservacion de las aves con penas tan se-veras como las que fulminaron en Inglaterra los tira-nos normandos para conservar su caza. A nadie sepermitía poner el pie en la isla en la época en que lasaves criaban , bajo pena de muerte ; y con la misma secastigaba al que en cualquiera estacion matase uno deestos pájaros (I ).

Con estos progresos en la ciencia agrícola, era desuponer que los peruanos tuviesen algun conocimien-to del arado, tan generalmente usado entre las nacio-nes primitivas del continente oriental. Pero ni teníanla reja de arado de hierro de Europa, ni los animalespara tirar de ella, que no se encontraron en ningunaparte del Nuevo-Mundo. El instrumento que usabanera una estaca fuerte y puntiaguda, atravesada poruna pieza horizontal á diez ó doce pulgadas de la es-tremidad, para que el labrador apoyase en ella el pie yla forzase á penetrar en el suelo. Seis ú ocho hombresrobustos se uncían á este instrumento y lo arrastrabancon fuerza, tirando á un tiempo y llevando el compasdel movimiento con el canto de sus aires nacionales,en que los acompañaban sus mujeres que seguían elsurco para romper los terrones con sus rastrillos.Como el terreno era blando, ofrecia poca resistencia;y la mucha práctica hacia que el labrador pudieseromper el terreno hasta la profundidad necesaria conasombrosa facilidad. Esta especie de arado era unagrosera invencion ; pero sumamente curiosa comounico instrumento de su clase que se ha encontradoentre los indígenas de América, y quizás no era muyinferior al instrumento de palo que introdujeron en sulugar los conquistadores europeos (2 ).

Muchas veces los Incas, despues de proporcionaragua á un distrito desierto, preparándolo así para lostrabajos de la agricultura, trasplantaban á él una co-lonia de mitimaes que lo cultivaban con los vejetalesmas convenientes á la naturaleza del suelo. Mientrasque así consultaban el carácter peculiar y la capacidadde las tierras, se proporcionaba un medio de cambiarsus diferentes productos á las provincias circunveci-nas , que , por la formacion del pais, variaban muchomas-de lo que suele suceder dentro de los mismos lí-mites. Para facilitar estos cambios agrícolas , se insti-tuian ferias, que se celebraban tres veces al mes enalgunos de los lugares mas poblados, donde , como eldinero era desconocido, se hacia una especie ele co-mercio por medio del cambio de los respectivos pro-ductos. Estas ferias eran otras tantas fiestas en quedescansaba el trabajador (3).

Tales eran las medidas adoptadas por los Incas parael cultivo y mejora de su territorio; y aunque imper-

(1 ) Acosta, lib. IV, cap, XXXVI.—Garcilasso, Com. Real,parte I , lib. V , cap. III.

) Garcilasso , Coin. Real. parte I, lib. V, cap. II.(3) Sarmiento, Relacion, MS.. cap. XIX.—Garcilasso,

Con. Real, parte I, lib. VI, cap, XXXVI; lib. VII, cap. 1.--Herrera, Hist. General, dec. V, lib. IV, cap. 111,

TA DEL PERÚ. 3§fectas, es preciso confesar que indicaban conocimien-tos sobre los principios de la ciencia agrícola queles dan algun derecho á ser clasificados entre los pue-blos civilizados. Gracias á la paciencia y al saber quedesplegaban en su cultivo, no Babia pulgada de ter-reno cuya produccion no se elevase al mayor gradoposible, mientras que se obligaba á los parajes masestériles á contribuir en algo á la subsistencia delpueblo. Por todas partes del territorio abundaban losindicios de riqueza agrícola, desde los risueños vallesde la costa, hasta las escalonadas pendientes de lasierra, que elevándose en pirámides de verdura, bri-llaban con todo el esplendor de la vejetacion tro–pical.

La formacion del pais era especialmente favorable,como ya lo hemos dicho, á una variedad infinita deproductos, no tanto por su estension como por susdiferentes elevaciones, que, mas notables aun quelas de Méjico, encierran todos los grados de latituddesde el Ecuador hasta las regiones polares. Sin em-bargo , aunque la temperatura cambia en estas regio-nes segun el grado de elevacion, sigue siendo casi lamisma en cada punto durante todo el ano ; y los habi-tantes no experimentan ninguna de aquellas agrada-bles vicisitudes de la estacion que corresponden á laslatitudes templadas del globo. Así mientras que el ve-rano brilla en toda su fuerza en las ardientes regionesdel palmero y del cacao que ocupan las costas delOcéano , se goza de una primavera perpetua en la an-cha superficie de la llanura elevada, y las cumbresmas altas de la cordillera están cubiertas con las nie-ves de un invierno eterno.

Los ileruauos sacaban de esta variedad fija de cli-ma, si así me es lícito llamarla, el mejor partido posi-ble , cultivando las producciones propias de cadauna; y consagraban especialmente su atencion á lasque mas alimento podian proporcionar al hombre.Así en la region inferior se encontraban la yuca y elplátano, esa planta benéfica que parece destinada álibrar al hombre de la primitiva maldicion de ganar elsustento con el sudor de su frente (4 ). En las partesdel pais en que ya no se podia cultivar el plátano, seencontraba el maiz, la gran base alimenticia en lasdos grandes divisiones del Norte y del Sur del conti-nente americano; y 'que , despues de su esportacional antiguo continente se estendió en él con rapidez tataasombrosa, que llegó á creerse que era indígena deesta parte del mundo (5). Los peruanos conocíanperfectamente las diferentes maneras de preparar esteútil vejeta! , aunque parece que no hacian pan con élmas que en las grandes festividades. Estraian ademasde su tallo una especie de miel , y hacian un licor muyfuerte con el grano fermentado, de que, los az-tecas, abusaban estraordinariamente 6).

(4) Humboldt demuestra las propiedades pacíficas del plá-tano, y dice que su fuerza de produccion comparada con ladel trigo, es como 135 á 1, y con la de la patata como 44 á 1.

(Essai Politique sur le Royaume de la Nouvelle Espagne . Pa-rís , 1827, torno II, p. 389.) Es una equivocacion suponerque esta planta no era indígena de la América del Sur. La hojade plátano se lía encontrado muchas veces en los antiguos se-pulcros peruanos.

(5) El nombre de ()té de Turquie es prueba del error po-pular. Sin embargo, la rapidez con que se estendió por todaEuropa y Asia, despues del descubrimiento de América , bastapara probar que no pudo ser indígena del antiguo continentey haber permanecido tanto tiempo desconocida allí.

(6) Acosta , lib. IV, cap. XVI.La materia sacarina que contiene el tallo del maiz es mucho

mayor en las regiones tropicales que en latitudes mas septen-trionales; así es que se suele ver muy á menudo á los natura-les de aquellos mascarlos como si fueran tallos de azúcar. Unade las clases de licor fermentado, ora, que se hacia con elnnaiz, era tan fuerte , que los Incas prohibieron su uso, álomenos á las clases bajas. Parece que en esta materia no seobedeciari sus órdenes tan escrupulosamente como en la(lemas.

40 BIBLIOTECA DE GASPAR

El clima templado de la region elevada les propor-cionaba el maguey (Agave americana) , muchas decuyas estraordinarias cualidades conocían , aunqueno la mas importante de todas, como lo es la de pro-ducir un material con que se puede hacer papel. Tam-bien era el tabaco una de las producciones de estaelevada region. Sin embargo, el uso que de el hacianlos peruanos era diferente del de todas las demas na-ciones de América que lo conocian, puesto que nolo empleaban sino como medicina en forma de ra-pé (1). Quizás lo reemplazaban en cuanto á sus pro-piedades narcóticas con la coca (Erythroxytum pe-ruvianum) , ó cuca, como la llamaban los indígenas.Este es un arbusto que crece corno hasta la altura deun hombre. Se recogen sus hojas y se secan al sol, ymezcladas luego con un poco de cal, forman una com-posicion que se masca , muy parecido á la hoja del be-tel en Oriente (2). Con una pequeña cantidad deesta coca y con un puñado de rnaiz tostado, el indioperuano de nuestra época hace sus penosos viajes diatras dia , sin cansancio ó á lo menos sin quejarse.Hasta los alimentos mas suculentos le son menos gra-tos que su predilecto narcótico. Bajo el imperio de losIncas se dice que se reservaba esclusivamente paralas clases nobles. Si así era, á lo menos el pueblo ga-nó este goce con la conquista; y despues de aquelperíodo llegó este á hacer un uso tan general de lacoca, que este producto llegó á ser uno de los ramosmas importantes de las rentas coloniales de Espa-ña (3). Sin embargo, con todas las agradables cuali-dades de una opiata, se dice tambien que cuando estahoja tau ponderada por los naturales se usaba con es-ceso , producia todos los efectos peligrosos de la em-briaguez habitual (4 ).

Subiendo algo mas por los declives de la cordillera,mas allá de los límites del maiz y de la quinua, granoque se parece algo al arroz, y que cultivan mucholos indios , se encontraba la patata ó papa, cuya in-troduccion en Europa ha hecho época en la historiade la agricultura. Ya fuese indígena del Perú, ó im-portada de Chile, formaba el principal alimento de lasllanuras mas elevadas en que dominaban los Incas , ysu cultivo continuaba á una altura en las regionesecuatoriales que era muchos miles de píes superior álos límites de la nieve perpétua en las latitudes tem-pladas de Europa (5). Individuos silvestres de la mis-ma familia se encontraban á mayor elevacion aun, ycrecian espontáneamente entre los raquíticos arbustosque cubren las majestuosas pendientes de la cordille-ra, hasta que gradualmente la vejetacion degenerabaen musgos y una yerba amarilla y corta, pajonal, que,como una alfombra de oro, se estendia por la base deesos conos soberbios que se encumbraban hasta las

(1) Garcilasso, Com. Real, parte I, lib. II, cap. XXV.(2) La hoja picante del betel se mezcla tambien con cal

para mascarla. (Elphiustone, Historia de la India, Lon-dres, 18.41 , torno I , p. 331.) La analogía de este goce socialen el remoto Oriente y Occidente es muy singular.

(3) Ondegardo, Rel. seg., MS. —Acosta,lib. IV, capí-tulo XXII.—Stevenson, Residencia en la América del Sur,torno II, p. 63.—Cieza de Leon, Crónica, cap. XCVI.

(4) Un viajero (Pceppig) de quien se habla en una revistainglesa, trata largamente de los malos efectos que produce eluso habitual de la coca, y los compara á los que sufren losque mascan el opio. Estraño es que otros autores no hablende esto. No recuerdo haberlo leido en ningun otro.

(5) Malte-Brun, lib. LXXXVI.La patata, descubierta por los primeros que fueron á Chi-

le, Perú, Nueva Granada, y ea toda la estension de las cor-dilleras de la América del Sur, era desconocida en blójico,otra prueba de que las naciones respectivas de los dos conti-nentes ignoraban la existencia unas de otras. Ilumboldt, queha consagrado mucha ateucion á la historia primitiva do estevejetal, que ha ejercido una iullueucia tan importante en lasociedad europea, supone que su cultivo en Virginia, dondefue cuuorido por los primeros colonos, se introducirla de lascolonias españolas del Sur. Essai Pulitrque, tour, 11, p. 462.

t Rmd.regiones del silencio eterno , cubiertos con las nievesde los siglos (6).

CAPITULO V.

Ganados del Perú. — Grandes Cacerías. — Manufactu-ras. — Habilidad mecánica. — Arquitectura.—Refle-riones finales.

UNA nacion que había hecho tantos progresos enla agricultura, debía naturalmente haber hecho al-gunos tambien en las artes mecánicas, especialmentecuando, como sucedia entre los habitantes del Perú,su economía agrícola exigia un grado no despreciablede destreza mecánica. Nótase en todas las nacionesque los progresos en las manufacturas tienen relacioníntima con los progresos en la agricultura. Ambas artesse encaminan al mismo gran objeto de proporcionar alhombre todos los elementos necesarios para su exis-tencia, para su comodidad, y en una sociedad masadelantada, para sus goces; y cuando una de ellas haalcanzado un grado de perfeccion que indica ciertoadelanto en la civilizacion, la otra debe naturalmenteencontrarse en un grado corresiondiente de desarro-llo , análogo al aumento de las (emandas y de la ca-pacidad de semejante estado. Los súbditos de los In-cas, en su paciente y tranquila consagracion á lasocupaciones mas humildes de la industria que los li-gaba al suelo en que }rabian nacido, se parecian masá las naciones orientales, corno los hindus y los chi-nos, que á los individuos de la gran familia anglo-sajona, cuyo arrojado carácter los ha lanzado á bus-car la fortuna en el borrascoso Océano, y á entablarcomercio con las regiones mas remotas del globo. Losperuanos, aunque poseian una gran estension de cos-ta , no tenian comercio alguno esteríor.

Tenian á pesar de esto ventajas peculiares para lafabricacion doméstica en un material incomparable-mente superior á los que poseian las demas razas delcontinente occidental. Sabían tejer con la correosafibra del maguey una tela que, corno sucedía entrelos aztecas, les servia como los tejidos de hilo. Elalgodon crecia con abundancia en el nivel bajo y ar-diente de la costa ,y les proporcionaba un vestidoacomodado á las latitudes mas templadas del pais.Pero del llama y de los otros animales de la mismafamilia sacaban un vellon muy útil para los climasmas fríos de la region elevada, «vellon, dice un es-critor célebre, mucho mas apreciable que el pelo finodel castor del Canadá, y que la lana de la brébis desCalmoucks ó de la cabra de Siria (7). n

De las cuatro variedades del carnero peruano , ladel llama, que es la que mejor conocemos y la mascomun, es la que menos vale por su lana. Empléaselacasi esclusivamente como acémila, cosa impropia alparecer de su pequeñez y de su poca fuerza , aunquees algo mayor que las demas variedades. Lleva un pe-so de poco mas de cuatro arrobas, y no puede andarmas que de tres á cuatro leguas al dia. Pero todo esto

(6) Mientras que el Perú, bajo el imperio de los Incas,poseia estos magníficos productos indígenas, y otros muchosmenos conocidos de los europeos , carecia de otros de granimportancia, que, despues ele la conquista, han flo r ecido allícomo si aquel fuera su terreno natural. Tales son el olivo, laparra, la Higuera, el manzano, el naranjo, la cala de azú-car, etc. Ninguno de los cereales del antiguo continente se encon-tró en el nuevo. El primer trigo fue importado por una señoraespañola de Trujillo, que hizo grandes esfuerzos po r disemi-narlo entre los colonos, cosa que tampoco descuidaba el go-bierno, sea dicho en honra suya. El nombre de esta señoraera María de Escobar. La Historia , que se ocupa tanto en ce-lebrar á los azotes de la humanidad, debe complacerse enconservar el nombre de uno de sus bienhechores verdaderos.

(7) \Valton, Relacion histórica y descriptiva del carneroperuano (Londres, 1811), p. 115. La comparacion de esteescritor se refiere á la lana de la vicuña, el animal de esta fa-milia mas estimado por su vellos.

. tA COÑQIJI$TA nEL PERÚ. 4!gran cadena de la cordillera, desde el Ecuador bastalos límites del Sur de Patagonia. Y como estos límitesseñalan el territorio en que vive el carnero peruano,que nunca pasa al Norte de la línea, no parece impro-bable que esta planta misteriosa y pequeña sea tanimportante para su existencia , que su falta sea laprincipal razon que le haya impedido penetrar enlas latitudes del Norte de Quito y la Nueva Gra-nada (4).

Mas aunque vagaban . asisin dueño por los ilimita-dos desiertos de las cordilleras, jamas se permitia alcampesino peruano que cazase estos animales silves-tres, que estaban protegidos por leyes tan severas co-mo los ricos ganados que pastaban en los mas culti-vados declives de la regios elevada. La caza de lasmontañas y bosques era tan propiedad del gobierno,como si hubiese estado encerrada en un parque ó enun redil (5). Solo se permitia cazar los animales sil-vestres en ciertas ocasiones señaladas, en, las grandescacerías que sé celebraban una daño año bajo la su-perintendencia general del Inca ó de sus principalesoficiales. Estás cacerías no se repetian en la mismaparte del pais sino una vez cada cuatro años, á fin dedar tiempo á que los animales se repusiesen dele. des.truccion causada en ellas. En la época señalada todoslos que vivian en el distrito yen sus alrededores, mu-chas veces hasta el número de cincuenta ó sesenta milhombres (6) , se distribuian alrededor de manera queformasen un cordon inmenso que abrazase toda la es-tension del territorio en que se iba acezar. Estos hom-bres.iban armados con palos largos y lanzas, con loscuales hacían salir la caza de toda especie que seocultaba en los bosques, en los valles y las montañas,matando sin cornpasion á las fieras ,y arreando á losdemas animales', que eran principalmente venadosdel pais, huanacos y vicuñas, hácia el centro del vastocírculo, hasta que estrechándose este por grados, seconcentraban los tímidos habitantes del bosque enalguna espaciosa llanura donde el cazador pudieseexaminar cómodamente ásus víctimas, que no teníanni donde ocultarse, ni punto alguno por el cual pu-diesen huir.

Matáhanse entonces los venados machos y algunasde las clases mas ordinarias de carneros peruanos; suspieles se conservaban para los varios objetos útilesque con ellas se hacían generalmente, y su carne,cortada en tajadas muy delgadas, se distribuía al pue-blo , que lo convertía en charqui, la carne seca delpais que constituia el único alimento animal, comodespues ha constituido el principal de las clases bajasen el Perú (7).

Pero no se mataba á la mayor parte de las vicu-ñas, que solían llegar hasta treinta ó cuarenta mil,sino que despues de esquilarlas cuidadosamente, seles dejaba escapar y volver á sus pastos solitariosde las montañas. La lapa ,.que así se recogia sede,positaba en los almacenes reales , para repartirladespues en época oportuna al pueblo. La mas ordi-naria se convertía en vestidos para su propio uso, y lamas fina era para el Inca; porque á nadie mas que á

(4) Ichea, llamado en la «Flora Peruana» Jarava; clase,álonandria Digynia. Véase 1Valton, p. 17.

(5) Ondegardo, Rel. prior., MS.(6) A veces se reunían cien mil hombres cuando el Inca

cazaba en persona, si hemos de creer lo que dice Sarmiento:«De donde habiéndese ya juntado cincuenta ó sesenta mi/personas, ó cien mil si mandado les era.» Relacion, MS.,cap. X1I1.

(7) Helacion, ubi supra.Nota del traductor. Ahora se hace este charqui en Amé-

rica con carne de vaca, se conoce bajo este nombre en lamayor parle del continente y se esporta en grandes cantida-des á la isla de Cuba bajo el nombre de tasajo. En Chile y enBuenos-:'.ires se usa mucho mas que en el Perú, donde estámuy distante de poderse considerar como el principal alimentode las clases. bajas.

se halla compensado por el poco trabajo y gasto queocasiona en su manejo y manutenciou. El llama en-cuentra un fácil alineado en la yerba raquítica quecrece en los costados y punas, ó llanuras elevadas delas cordilleras. La estructura de su estómago, comola del camello, Ie permite pasarse sin beber durantesemanas enteras y aun meses. Su pezuña esponjosa,armada por la naturaleza con un especie de garra paraque pueda sostenerse en la nieve, jamás necesita her-radura, y la carga que lleva, descansa segura en sulecho, de lana, sin necesidad de cincha ó aparejo. Losllamas viajan en recuas de quinientos y aun de mil, yasí, aunque cada individuo . 11eva poco, la totalidad esmuy considerable. Toda la caravana anda á su pasoregular, pasando la noche al aíre libre sin que la tem-peratura mas fria le cause daño alguno, y caminandoen órden admirable obedeciendo á la voz del conduc-tor. Solo cuando lo cargan demasiado se niega- ámoverse este animal , y entonces ni los golpes nilos halagos pueden inducirlo á que se levantedel suelo. Tan obstinado en sostener sus derechoses en esta ocasion, como dócil y manso generalmen-te (1).

La aplicación de los animales domésticos al trabajodistinguia á los peruanos de las demas razas del nue-vo mundo. Esta economía del trabajo humano susti-tuyéndole el del animal, es un grande elemento decivilizacion, que solo cede en importancia al que conla maquinaria suple á ambos. Sin embargo, pareceque los antiguos peruanos hacian menos caso de estaparte dé la utilidad del llama que sus conquistadoresespañoles, y que le'apreciaban especialmente, lo mis-mo que á los ciernas animales de su clase, por su ve-Don. El gobierno, segun ya lo hemos dicho, poseiarebaños inmensos de este ganado mayor, como lollamaron los españoles , y del ganado menor, ,ó alpa-cas, confiados al cuidado de pastores que los condu-cian de una parte á otra del pais, segun los cambiosde la estacion. Estos viajes estaban arreglados contoda la exactitud con que el código de la Atesta deter-minaba los de los grandes rebaños trashumantes demerinos en España ; y los conquistadores cuandodesembarcaron en el Perú, se sorprendieron al veruna raza de animales tan parecida á la de su propiopais en propiedades y hábitos y sometida á un siste-ma de legislacion que parecía copiado del de la Pe-nínsula (2).

Pero la mejor clase de lana era producto no de es-tos animales domésticos, sino de las otras dos espe-cies, el huanaco y la vicuña, que vivian libres en lasheladas cumbres de las cordilleras; donde era bastan-te comun verlos trepar por los picos cubiertos de nie-ve en que no existe ningun ser animado, esceptuandoal condor, el ave gigantesca de los Andes, cuyas am-plias alas se remuutan por la atmósfera hasta la al-tura de mas de veinte mil pies sobre el nivel delmar (3).

En estas ásperas praderas el rebaño sin redil en-cuentra un alimento abundante en el ichu, especie deyerba que se encuentra en toda la estension de la

(1) Walton, Relacion histórica, etc., p. 25 y sig. Garci-lasso, Com. Real, parte I, lib. VIII, cap. XVI.—Acosta, li-bro IV, cap. XLI.

Llama, segun Garcilasso de la Vega, es una palabra pe-ruana que significa rebano. (Ibid., ubi supra.) Los peruanosno sacaban leche de sus animales domésticos, ni creo queninguna otra tribu del continente americano usase este ali-mento.

(2) El juicioso Ondegardo recomienda enfáticamente laadopcion de muchas de estas leyes al gobierno espai,ol, consi-derándolas como perfectamente adaptadas á las necesidades delos indígenas. «En esto de los ganados paresció haber hechomuchas constituriones ea diferentes tiempos, é algunas tau

útiles é provechosas para su conservariou, que conveudriaque Cambien se guardasen agora.» Rel. seg., MS.

(3) Malle-I3run, lib. LXXXVI.

4/ BIBLIOTECA DE

un noble Inca era permitido usar los tejidos linos delana de vicuña (1).

Los peruanos manifestaban mucha destreza en lamanufactura de diferentes objetos para la casa del so-berano de este delicado material , hoy bastante cono-cido en Europa. Hacíanse con él pañolones, vestidos,y otras prendas del traje del monarca, y alfombras,colchas y colgaduras para los palacios imperiales ylos templos. El tejido era igual por ambos lados (2);su delicadeza era tal , que tenia el brillo de la seda; yel esplendor de sus colores escitó la admiracion y laenvidia del fabricante europeo (3). Los peruanos ha-cian tambien otro tejido muy fuerte y duradero mez-clando el pelo de otros animales con la lana , y erahmuy diestros en los hermosos tejidos de plumas, aun-que les daban menos valor que los mejicanos por lagran superioridad de los materiales de que disponianpara otras telas (4).

Ni era menor en otros ramos la destreza mecánicade los indígenas. Todo hombre en el Perú tenia obli-gacion de saber todas las artes esenciales á la como-didad doméstica. No se necesitaba un largo aprendi-zaje para esto cuando eran tan pocas las necesidadesde los sencillos labradores súbditos de los Incas. Perosi esto hubiese sido todo, indicarla adelantos muyescasos en las artes. (labia, ademas, ciertos indivi-duos, á quienes se enseñaba cuidadosamente y seacostumbraba á aquellas ocupaciones que satisfacenlas exigencias de las clases acomódalas de la sociedad.Estas ocupaciones, como todas las deliras artes y ofi-cios en el Perú, se trasmitiari constantemente depadresá hijos (5). La division de castas, en este parti-cular, era tan exacta como la que existia en Egipto ó enel Hindostan. Si este órden es contrario á la origina-lidad ó al desarrollo del talento peculiar del individuo,á lo menos conduce á una fácil y acabada ejecucion,familiarizando al artista con la práctica de su artedesde la infancia (6).

En los almacenes reales yen las huatas ó sepulcrosde los Incas, se han encontrado muchas muestras detrabajos curiosos y complicados. Entre estos hay vasosde oro y plata, pulseras, collares, y otros adornos parala persona; utensilios de toda clase, algunos de barrofino, y muchos mas de cobre; espejos de una piedradura y pulimentada ó de plata bruñirla, con una granvariedad de otros objetos, muchas veces de formagrotesca, que prueban tanto ingenio como gusto é in-vencion (7). El carácter de la inteligencia de los pe-

(1) Sarmiento , Rel. , MS. , loc. cit.—Cieza de Leon,Crónica, cap. LXXXL—Garcilasso. Com. Real, p. 1, lib. VI,cap. VI.•

(2) Acosta, lib. IV, cap. XLI.5) «Ropas finísimas para los reyes, que lo eran tanto

que parecian de sarga de seda, y con colores tan perfectoscuanto se puede afirmar.» Sarmiento, Relaciou, MS. , ca-pitulo XIII.

(4) Pedro Pizarro, Descub. y Conq. , MS.«Ropa finísima para los señores Ingas de lana de las vicu-

nias. I cierto fue tan prima esta ropa, como aurán visto enEspaiia : por alguna que allá fue luego que se ganó este reino.Los vestidos destos Irgas eran camisetas fiesta ropa , veas po-bladas de argenteria de oro, otras de esmeraldas y piedraspreciosas: y algunas de plumas de aues; otras de solamentela manta. Para hacer estas ropas, tuuieron y tienen tanperfetos colores de carmesí , azul , amarillo , negro , y deotras suertes, que verdaderamente tienen ventaja á las deEspaña.» Cieza de Leon , Crónica, cap. CXIV.

(5) Ondegardo , Rel. prim. y seg. , MSS. —Garcilasso,Com. Real, parte I, lib. V, cap. VII—IX—XIII.

(6) A lo menos tal era la opinion de los egipcios, queatribulan á este arreglo de castas al origen de su particulardestreza en las artes. Véase iiodoro, Sic., lib. I, sec. LXXIV.

(7) Llloa , Not. Aruer.,ent. 21.— Pedro Pizarro, Descu-bridor v Com., MS.—Cieza de Leon, Crónica, cap, CXIV.—Couüamine, Mém. ap. Hist. de 1'Acad. Royale de Berlin,tomo 11, pp. 454-456,

Este ultimo escritor dice que durante mucho tiempo se

GASPAR Y ROIG.

ruanos debia inclinarlos mas á la imitacion que á lainveucion ; á la delicadeza y exactitud de los porme-nores, mas bien que á las formas atrevidas.y 'e la her-mosura y grandeza del plan.

Que ejecutasen tundas' estas obras difíciles con lasherramientas que poseian, es cosa realmente maravi-llosa. Comparativamente era fácil fundir y aun labrarlas sustancias met,^licas, Io que bacian con admirabledestreza. Pero que hubiesen dado pruebas de la mis-ma facilidad al cortar las sustancias mas duras, comoesmeraldas y otras piedras preciosas, es cosa que noadmite fácil esplicacion. Sacaban grandes cantidadesde esmeraldas de los estériles distritos de Atacaron y es-ta materia inflexible parece haber sido tan dúctil en ma-nos del artista peruano, como si se hubiera compuestode cera (8). A pesar de esto los naturales no co nocianel uso del hierro, aunque • era sumamente abundanteen el pais (9). Las herramientas que usaban eran depiedra, y mas generalmente de cobre. Pero el materialen que confiaban para la ejecucion de sus trabajosmas difíciles, se formaba combinando una cantidadmuy pequeña de estaño con cobre (10). Parece queesta composicion daba al metal una dureza poco in-ferior á la del acero. Con su auxilio el artista peruanono solamente daba forma al pórliro y al granito, sinoque con su.paciencia incansable llevaba á cabo obrasque los europeos no se hubieran atrevido á empren-der. Entre los restos de los monumentos de Canaz seven unas argollas sueltas que atraviesan los libios deanimales , y se mueven en todo sentido , siendo asíque argollas y cabeza todo ello se compone de un soloy único trozo rle granito (: 1). Es digno de observacionque los egipcios, los mejicanos y los peruanos, en susadelantos hácia la civilizacion , no hubiesen nuncadescubierto el uso del hierro , que abundaba en susrespectivos paises; y que cada uno de esos tres pue-blos, sin conocimiento de los otros, hubiese encon-trado una cosa que suplia su falta en una composicioncuriosa de metales que casi daba á sus herramientasel templo del acero (12); secreto que ha perdido, ó pormejor decir, que jamas ha, descubierto el europeocivilizado.

Ya he hablado de la gran cantidad de oro y plataque se converl.ia en diferentes objetos de elegancia yutilidad para los Incas; aunque en realidad esta can-tidad era poco considerable si se compara con lo quehubieran podido producir los tesoros minerales queencerraba el territorio, y con lo que despues ha sa-cado de él la avaricia mas sagaz y menos escrupulosadel europeo y sus descendientes. Los Incas sacaban suoro de los depósitos de los ríos. Tambien se sacaba

conservó en el real tesoro de Quito una coleccion de adornosmacizos de oro admirablemente trabajados; Pero cuando élfue á examinarlos, supo que se acababan de convertir enbarras, para. ser trasportadas á Cartagena de Indias, que ála sazon se hallaba sitiada por los ingleses. El arte de la guer-ra no puede florecer sino á espensas de todas las demas artes.

(8) Tenian tu rquesas tambien, hubieran podido tenerperlas, á no ser por la blandura d corazon de los Incas, queno querian arriesgar la vida de sus súbditos en pesca tan pe-ligrosa. A to •menos así lo asegura Garcilasso, Coin. Real,parte I, lib. VIII, cap. XXIII.

(9) «No tenian Herramientas de hierro ni acero.» . Onde-gardo, .Rel. seg. ,seg. Hist. General, lec. V,lib. IV, , cap. IV.

(10) Humboldt llevó á Europa una de estas herramientasmetálicas, un escoplo que se encontró en una mina de plataabierta por los Incas no lejos del Cuzco. Analizándola se en-contró que contenia 0,94 de cobre, y 0,06 de estra go. VéaseVues des Cordilléres, p. 117.

(11) Sea de esto lo que fuere, dice M. de la Condamine,helaos visto en algunas otras ruinas adornos del mismo grani-to representando hocicos de animales, en 'cuyas narices per-foradadas habla argollas de la misma piedra que se movían.Mein. ap. Hist. de 1'Arad. Royale de Berlin , t. II, p. 452.

(1-2) Véase la Historia de la conquista de Méjico, libro I,cap. V.

LA CONQUISTA DEL PERI'i.

en grandes cantidades el metal de las minas del vallede Curimayo al Nordeste de Caxamalca, y de otrospuntos diferentes; y las minas de plata de Porco, es-pecialmente, les producian una cantidad considerablede ese mineral. Sin embargo, no trataban de penetraren las entrañas de la tierra abriendo un pozo , sinoque escavaban simplemente una caverna en el decli-ve de la montaña, ó cuando mas, seguian una veta ho-rizontal á una profundidad muy corta. Tambien igno-raban los mejores medios de separar el metal preciosode la escoria con que está unido , y no teniau idea al-guna de las virtudes del azogue, mineral bastanteabundante en el Perú, como amalgama para efectuarla descomposicion (t ). Fundian los metales en hornosque construian en las posiciones mas elevadas y massin abrigo, para aprovecharse do los fuertes vientosde las montanas. Ea fin, los súbditos de los Incas, contoda su paciente perseverancia hicieron poco masque penetrar la costra, la cáscara esterior, si así pue-de llamarse, que cubria las cavernas de oro que seocultan en las tenebrosas profundidades de los Andes.Sin embargo , lo que reco gieron en la superficie eramas que suficiente para todas sus necesidades , por-que no formaban un pueblo mercantil , ni sabian loque era dinero (2). En esto se diferenciaban de losantiguos mejicanos, que tenian una especie de mone-da corriente de determinado valor. Pero en una cosaeran superiores á sus rivales americanos, ya que usa-ban el peso para determinar la cantidad de sus Iner-cancías, cosa enteramente ignorada por los aztecas.Este hecho está comprobado por el descubrimiento debalanzas de plata ; arregladas con perfecta exactitud,en algunos sepulcros de los Incas (3).

Pero la mejor prueba de la civilizacion de un pue-blo, á lo menos tan segura corno cualquiera otra, se-gun se deduce de sus artes mecánicas, estriba en suarquitectura, que presenta un campo tan noble al des-arrollo de lo bello y de lo grande ,y que al mismotiempo está tan íntimamente enlazada con las como-didades esenciales de la vida. No hay objeto algunoen que mas se prodiguen los recursos de los ricos, óque estimule mas enérgicamente la invencion del ar-tista. El pintor y el escultor pueden desplegar su ge-nio individual en creaciones de primer órden; perolos grandes monumentos del gusto y de la magnifi-cencia arquitectónica son los que llevan el sello pecu-liar del genio de la nacion. El griego , el egipcio , elárabe, el gótico; ¡cuánta luz no dan estos génerosdiferentes sobre el carácter y condicion de los pueblosque los han usado 1 Los monumentos de la China, delHindostan y de la América del centro , todos indicanun período en que no se habla llegado á la madurez,en que la imaginaciou no estaba disciplinada por elestudio,y que por tanto en sus mejores resultadossolo descubren esas aspiraciones mal encaminadashacia lo bello que pertenecen á los pueblos semi-civilizados.

La arquitectura peruana, que tambien llevaba ensí los rasgos característicos generales de un estado im-perfecto de civilizacion , tenia sin embargo su carác-ter peculiar; y tan uniforme era este carácter, que losedilicios de' todo el pais parecian haber sido fundidostodos en el mismo molde (4). Generalmente se cuns-

('1) Garcilasso, Com. Real, parte I, lib. VIII, cap. XXV.(2) Ibid., parte I, , lib. V , cap. VII; lib. VI, cap. VIII.

—Ondegardo, Relacion II , MS.Esto, que pareció increible á Bonaparte de la pequeña isla

de Loo Choo, era aun mas estraordinarro en un imperio grandey floreciente como el Perú, y el pais por cierto que conte-nía en sus entrañas los tesoros que hablan de dar algun diaá Europa la base de su inmensa circulacion metálica.

(5) Ulloa, Not. Amer., ent. XXI.(4) Es observacion de Humboldt. «Lnposible es examinar

con atencion un solo edilicio del tiempo de los Incas sin reco-nocer el mismo tipo en todos los definas que existen en la su-

43truian de pórfiro 6 granito, y muy á menudo de ladri-llo ó adobe. Este, que se formaba de trozos ó cuadradosde dimensiones mucho mayores que las de nuestro la-drillo , se hacia con una tierra pegajosa mezclada conyerbas correosas ,y adquiria tal dureza con los años,que era insensible á las tormentas y al sol, mas irre-sistible aun, de los trópicos (5). Las paredes eranmuy gruesas , pero bajas , y pocas veces se elevabaná mas de doce ó catorce pies. Pocas veces hablan losescritores de edificios que tuviesen mas de un piso (6).

Las habitaciones no tenían comunicacion unas conotras ,y generalmente daban todas á un patio; y co-mo no teman ventanas ni aberturas que las reempla-zasen, toda la luz esterior tenia que entrar por lapuerta. El hueco de estas se hacia de tal modo quelos lados se acercaban uno á otro por la parte superiorde tal manera que el dintel era mucho mas estrechoque el umbral , peculiaridad que tambien se encuen-tra en la arquitectura egipcia. La mayor parte de lostechos ha desaparecido con el trascurso del tiempo.Algunos existen aun en los edificios menos importan-tes, y tienen una forma de campana muy singular,hecha con una composicion de tierra y piedrecitas.Créese, sin embargo, que generalmente secomponiande materiales menos duraderos, de madera y paja.Es indudable que algunos de los edificios mas impor-tantes de piedra estaban techados con paja. Muchosparecen haber sido construidos sin el auxilio de mez-cla alguna; y algunos escritores sostienen que losperuanos no conocian ninguna especie de mezcla paraconstruir sus edilicios (7). Pero en los instersticiosde algunos de estos se ha descubierto una tierra duramezclada con cal que une á las piedras ; y en otrosen que lo bien ajustado de los grandes trozos de pie-dra no deja lugar al material mas ordinario, el ojo delanticuario ha visto los restos de una cola bituminosamuy fina tan dura como la misma roca (8).

Obsérvase la mayor sencillez en la construccion delos edilicios, que generalmente carecen de todo ador-no esterior; aunque en ;algunos las enormes piedrastienen una forma convexa muy regular, y están adap-tadas unas á otras con tan ad:nirable esactitud, queá n o ser por las estriaduras seria imposible descubrirla línea de union. En otros la piedra está en bruto,como se sacó de la cantera, con las formas mas irre-gulares, pero con los bordes perfectamente trabajadosy unidos unos con otros. No hay vestigios de co-lumnas ni de arcos, aunque existen opiniones contra-dictorias sobre este último punto. Pero es indudableque aunque. se hayan acercado algo á este sistema de

perficie de los Andes, en una estension de mas de cuatrocien-tas leguas , desde mil hasta cuatro mil metros de elevacionsobre el nivel del Océano. Parece que un solo arquitecto haconstruido este gran número de monumentos.» Vues desCordilléres, p. 187.

(5) Ulloa, que examinó cuidadosamente estos ladrillos,dice que puede haber en su composicion algun secreto hoyperdido; tan superiores le parecen en muchas cosas á los quenosotros hacemos. Not. Amer. , ent. XX.

(6) Ibid., ubi supra.(7) Entre otros véase •Acosta, lib. VI, cap. XV.—Robert-

son, Historia de América (Londres, 1796), t. III, p. 215.(8) Ondegardo,Relacion seg. , MS.— Úlloa, Not. Amer.,

ent. XXI.Humboldt, que analizó el mortero usado en los antiguos

edilicios de Caunar, dice que es una verdadera mezcla, com-puesta de piedrecitas y una marga arcillosa. (Vues des Co • di-Iléres , p. 116.) El padre Velasco se entusiasma al contemplar«una especie de mezcla casi imperceptible,» compuesta decal y de una sustancia bituminosa parecida a la cola , que seincorporaba con las piedras hasta el punto dé unirlas como sicompusiesen una sola masa, y sin que pudiese descubrirsesino despues de un exámen escrupuloso. Esta composicionglutinosa, mezclada con piedrecitas, hacia una especie decamino ,nacadarxizado que usaban mucho los Incas,queera tan duro y casi tan pulido como el mármol. Hist. de Quito,tomo I, páginas 126-128.

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construecion por la mayor ó menor inclinacio o de losmuros, los arquitectos peruanos desconocian entera-mente el verdadero principio del arco circular quedescansa en su llave (1).

Lo que caracteriza la arquitectura de los Incas, se-gun un eminente viajero , es «la sencillez , la sime-tría y la solidez (2). n Parecerá poco filosófico con-denar la moda peculiar de una nacion como falta degusto, porque las reglas en que su gusto se apoya noson las nuestras. Sin embargo, hay en lacoust.ruccionde los edificios peruanos una incongruencia que in-dica un saber muy imperfecto aun un lo tocante á losprimeros principios de la arquitectura. Mientras quearreglaban escrupulosa y artísticamente sus grandesmasas de pórfiro y de granito, eran incapaces deempalmar sus maderas, y en su ignorancia del hier-ro, no conocian mejor medio de sujetar sus vigas queatarlas con cuerdas de maguey. Resultado de estamisma incongruencia era que el edificio que estabacubierto con paja, y sin una ventana para recibir laluz, resplandecía por dentro con tapicerías de oro ylata . Tales son las contradicciones de un puebloP

atrasado en que apenas empiezan las artes á desarro-llarse. No seria difícil encontrar ejemplos análogos enla arquitectura y disposicion doméstica de los anglo-sajones, y aun posteriormente de los normandos.

Sin embargo, los edificios de los Incas se acomoda-ban al carácter del clima,y eran muy á propósito pararesistir á estas terribles convulsiones de la tierra delos volcanes. La sabiduría de su sistema está compro-bada por el número de esos edificios que aun subsiste,mientras que las construcciones mas modernas de losconquistadores están sepultados en ruinas. Es verdadque esos mismos conquistadores han hecho mas dañoálos antiguos y venerables edificios, en su ciego ysupersticioso atan por buscar tesoros ocultos, que losmismos terremotos (3). Pero aun subsisten bastantesmonumentos de esta clase pera dar estímulo á las in-vestigaciones del anticuario. Hasta ahora no se haexaminado, por decirlo así, mas que los que están á lavista, y segun testimonio de los viajeros existen mu-

(1) Condainine. Mear. ap. de l'Acad. Royale de Berlin,tomo II, p. 448.—Ant. y Monumentos del Perú, ,MS.—Herrera, Hist. General, dee. V, lib. IV, cap. IV.—Acosta,lib. VI, cap. XIV.—Ulloa, Viaje á la América del Sur, t. I,p.4Ü9.—Ondegardo, Rel. seg., MS.

(2) «Sencillez, simetría y solidez; hé aquí los tres rasgoscaracteriscos que distinguen de una manera ventajosa á todoslos edilicios peruanos.» Humboldt. , Vues des Cprdilléres,p. 115.

(3) El autor anónimo de las Anlig. y Monumentos del Perú,MS., nos da de segunda mano una de esas tradiciones dora-das que en épocas antiguas daban estimulo al espíritu aven-turero. El cree que ea este caso la tradicion es digna de cré-dito. El lector juzgará.

« Es un hecho, dice, bien probado y generalmente creidoque en la fortaleza del Cuzco existe un salon secreto donde seoculta 'un inmenso tesoro, que consiste en las estatuas de orod!.. todos los Incas. Vive aun una señora, doña María de Es-quivel, la mujer del último inca , que visitó este salon, y yole he oído referir cómo la llevaron á verlo.

«Don Carlos, el marido de esta señora, no vivía con el lujoy esplendor digno de su elevarlo ran go. bofia María se lo echa-ba algunas veces en cara, declarando que Babia sido engaña-da al casarse con un pobre indio bajo el título pormaiso ticInca. Repitió esto tan á menudo, que D. Carlos esclamó unanoche: Señora, ¿quereis saber si soy pobre ó rico? Ya vereisque ningun noble ni rey del inundo tiene tesoro mas rico queYo. Tapándole en seguida los ojos con un pañuelo, le hizo dardos ó tres vueltas, y cogiéndola por la mano le hizo correr unadistancia corta antes de quitarle el pañuelo. Al abrir ella losojos ¡cuál fué su sorpresa! No habia andado arriba de dos-cientos pasos, habia bajado unos pocos escalones, y se en-contraba en un gran salon cuadrangular, donde, colocadas enbancos alrededor de la pared, vió' las estatuas de los Incas,cada una del tamaño como de un niño de doce años, y todasde oro macizo. Tamhien vió muchos vasos de oro y plata; enuna palabra, segun ella decia, era uno de los tesoros masmagníficos del mundo entero.»

GASPAR Y ROTO.

chos mas en regiones del país mucho menos frecuen-tadas. Esperarnos que algun din serán examinadoscon tan buen éxito y á impulsos de un espíritu tanemprendedor como el del que ha esplorado las sole-dades de la América del Centro y de Yucatan.

No puedo terminar este ana.lísisde las institucionesperuanas sin hacer algunas observaciones sobre sucarácter general y su tendencia, que, si contienenalguna repeticion de observaciones anteriores, espe-ro que se roe perdonará en gracia del deseo que abri-go de dejar grabada en el ánimo del lector una pin-tura esacta y consistente en todas sus partes. En esteexámen no puede dejar de sorprendernos la falta ab-soluta de analogía que existe entre estas institucionesy las (le los aztecas, la otra gran nacion que estabaal frente de la civilizacion en el continente occidental,y cuyo imperio en la parte del Norte fue tan notablecorno el de los Incas en la del Sur. Ambas naciones seestablecieron en la regios elevada, y empezaron sucarrera de conquistas en épocas quizás no muy sepa-radas una de otra (4). Y es digno de notarse que enAmérica la region elevada que está al pie de las cuna-bres de las grandes cadenas de montañas fuese elegidapara asiento de la civilizacion en ambos hemisferios.

Muy diferente era la política que siguieron las dosrazas en su carrera militar. Los aztecas animados porel espíritu mas feroz, haciau una guerra de estermi-nio, señalando los triunfos con el sacrificio de heca-tombes de cautivos; mientras que los Incas, aunqueseguian la carrera conquistadora con igual tenacidad,preferiau una política mas suave, sustituyendo á laviolencia la negociacion y la intriga, y tratando á susantagonistas de modo que no se entorpeciesen sus re-cursos futuros, y que viniesen al seno del imperiocomo amigos y no como adversarios.

Su política con las naciones conquistadas presen-tabaun contraste no menos notable con la que seguianlos aztecas. Los vasallos mejicanos estaban agobiadoscon contribuciones escesivas y conscripciones mili-tares. Para nada se pensaba en su bienestar, y el úni-co límite á la opresion era la fuerza del sufrimiento.Se les sujetaba por medio de fortalezas y guarniciones,y constantemente se les hacia sentir que no forma-ban parte de la nacion, sino que se les subyugaba so-lameute como a pueblo conquistado. Los Incas, alre yes, concediau en el acto á sus nuevos súbditos to-dos los derechos que disfrutaba el resto de la nacion;y aunque los obligaban. á conformarse á las leyes yusos del imperio, velaban por su seguridad personaly por su bienestar con paternal cuidado. Así ligadapor los lazos del interes comuu, la heterogénea po-blaciou se sentía animada de un sentimiento, comuntanibieu, de lealtad, que daba mayor fuerza y estabi-lidad al imperio á medida que se estendian sus límitesmientras que las varias tribus que fueron sometiéndosesucesivamente al cetro mejicano, sujetas solo por ellazo .de la fuerza, estaban di-puestas á separarse eucuanto esa fuerza desapareciese. En la política de lasdos naciones se descul,rin el principio del miedo encontraste con el principio del amor.

Los rasgos característicos de sus sistemas religio-sos tam]rie;i eran totalmente distintos. Todo el pilotenazteca participaba mas ó menos del espíritu sangui-nario del te rrible dios de la guerra que en él presidiay su frívolo ceremonial casi siempre terminaba consacrificios humanos y orgías de caníbales. Pero los ri-tos de los peruanos pertenecían á un culto mas espi-ritual ; porque el culto que se acerca toas al del Crea-dor, es el de los cuerpos celestiales que al recorrersus brillanteá órbitas parecen ser los símbolos masgloriosos de su bondad y de su poder.

En las artes mecánicas mas pequeñas, ambos pue-blos poseyeron una destreza admirable; pero en la

(4) Ante, cap. I.

LA CONQUISTA DEL PERÚ, 45construccion de obras públicas importantes, de cami- dominio se fundaba en la fuerza física, en los recur-nós, acueductos, canales, y en la agricultura en todos sos esteriores del gobierno. La autoridad del Incasus pormenores, á los peruanos corresponde la supe– podia compararse con la del papa en la época de surioridad. Estraño es que estos se quedasen tan atras gran poder, cuando la cristiandad temblaba ante losde sus rivales en sus esfuerzos por alcanzar un ade– rayos del Vaticano , y el sucesor de San Pedro apoya-lanto intelectual mas elevado, especialmente en la ba el pie en la cerviz de los príncipes. Pero la auto–ciencia astronómica , y en el arte de comunicar el ridad del papa se fundaba en la. opinion. Su poderpensamiento por medio de símbolos visibles. Cuando temporal era nulo. El imperio de los Incas descansa-consideramos la superioridad de los Incas en todos ba en ambos. Era una teocracia mas fuerte en su ac-los demas adelantos, su inferioridad á los aztecas en cion que la de los judíos; porque aunque la sancionestos ramos particulares solo puede esplicarse supo- de la ley pudiese ser tan enérgica en el caso de estosviendo que estos sacasen su ciencia de la raza que los como en el de los peruanos, laesplicaba un legisladorprecedió en el pais, de aquella raza misteriosa cuyo humano, siervo y representante de la divinidad. Peroorigen y cuyo fin se ocultan igualmente al investiga– el Inca . era á un tiempo mismo el legislador y la ley.dor, pero que quizás, huyendo de sus feroces invaso- No era simplemente el representante de la divinidad,res, buscó asilo en aquellas regiones de Centro Amé- ó como el papa su vice–gerente, sino queer'á la divi-rica los restos de cuya arquitectura nos enseñan hoy nidad misma. La infraccion de sus órdenes era unlos monumentos mas agradables de la civilizacion de sacrilegio. Jamas hubo sistema de gobierno apoyadolos indios. Con esta raza mas culta, con la que parece por sancion tan terrible, ó que obrase tan completaque tenian alguna semejanza los peruanos en su or- mente en sus súbditos ; porqué alcanzaba no sola-ganizacion moral é intelectual, es con la que debe mente á los actos visibles, sino á la conducta parti-comparárseles. Si se hubiera dejado alimperio de los cular, á las palabras, á los pensamientos mismos deIncas estenderse al paso rápido con que iba adelan- los vasallos.taudo en la época de la conquista española, quizás No auxiliaba en poco á la eficacia del gobierno elambas razas hubieran llegado á chocar ó á unirse una que debajo del soberano hubiese un órden de noblescon otra. hereditarios que reconocían el mismo origen divino,

Los mejicanos y los peruanos, tan diferentes en el y que colocados á una gran distancia de él, eran sincarácter de su civilizacion peculiar, ignoraban, se- embargo infinitamente superiores al resto de la na-gun todas las probabilidades , la existencia unos de cion, no solo por su linage, sino tambien , segun pa–otros ;y parece estraño que durante la continuacion rece, por su naturaleza intelectual. Estos eran lossimultánea de sus imperios no hubiesen atravesado depositarios esclusivos del poder, y como su largael espacio que separaba á las dos naciones algunas de educacion hereditaria los habia familiarizado con susesas semillas de las ciencias y de las artes que pasan deberes y asegurádoles la deferencia implícita de lade una manera tau imperceptible de uu pueblo á otro. multitud eran agentes activos y útiles para ejecutarEntre tanto ofrecen un ejemplo interesante de los ca- las medidas del gobierno. Todo lo que ocurria en laminos opuestos que puede seguir la inteligencia hu- vasta estension del imperio, tan perfecto era el siste-mana en sus esfuerzos por salir de las tinieblas á la ma de comunicaciones, pasaba , por decirlo así , enluz de la civilizacion. revista ante los ojos del monarca, y mil brazos arma-

Como mas de una vez he observado, se descubren dos con una autoridad irresistible, estaban en todasmas puntos de analogía entre las instituciones perua- partes dispuestos á, ejecutar sus órdenes. ¿No éra es-nas y algunos de los gobiernos despóticos del Asia en te, como antes lo hemos dicho, el mas opresor de lossu parte mas oriental; esos gobiernos en que el des- despotismos y al mismo tiempo el mas suave?potisrno se presenta bajo formas mas templadas, y Era el mas suave por la circunstancia misma dedonde todo el pueblo, bajo el mando patriarcal de su que era tan infinitamente elevado el rango delmonar-soberano, parece no componer mas que una inmensa ca, y la humilde, ó mejor dicho supersticiosa sumisionfamilia. Tales son los chinos, por ejemplo , á quienes á su voluntad hacia inútil todo medio de coaccionse parecian los peruanos en su obediencia implícita para que esta voluntad se ejecutase. La gran masaá la autoridad, en su carácter suave aunque algun del pueblo apareceria á los ojos del monarca comotanto terco, en la cuidadosa observacion de las for- poco superior ála condicion de las bestias, y formadamas, en su respeto á los usos antiguos, en su destre- para suministrarle á él placeres. Pero por su mismaza en pequeños trabajos, en su tendencia mas bien á impotencia, miraba á sus súbditos con sentimientosla imitacion que á la invencin, y en su invencible de compasion, como los que pudiera esperimentarpaciencia que suplia en ellos la falta de un espíritu un amo bondadoso en favor de los animales confiadosmas audaz para la ejecucion de grandes empresas (1). á su cuidado, ó para hacer justicia al carácter bené-

Otra analogía aun mas estrecha puede descubrirse volo que se atribuye á muchos de los Incas, como loscon los naturales del Hindostan en cuanto á su divi- de un padre hacia sus hijos cuya tierna edad les im-sion en castas, su adoracion á los cuerpos celestes y pide aun mirar por sí. Las leyes tenían por objetoá los elementos de la naturaleza, y su conocimiento especial defenderles y asegurarles su bienestar. No sede los principios científicos de la agricultura. Tam– permitia ocupar al pueblo en trabajos que pudieranbien se parecian bastante á los antiguos egipcios en ser nocivos á su salud, ni se le agobiaba (i triste con-los mismos puntos, como igualmente en aquellas ideas traste con su destino posterior !) con tareas impues-sobre una existencia futura que los incitaba á dar tas , demasiado pesadas para su fuerza. Jamas eran

importancia f: la conservacion del cuerpo. las clases bajas víctimas del robo público ó particular,tanta Pero en vano buscaremos en la historia de Oriente y una prevision benévola, velaba cuidadosamente por

nada que se parezca al predominio absoluto que ejer- sus necesidades, y provena á su subsistencia durantecian los hacas en sus súbditos. En el Oriente este pre- su estado de salud. El gobierno de los Incas, por ar-

bitrario que fuese en sus formas, era verdaderamente(1) El conde Carli se ha divertido en señalar los diferentes patriarcal en su espíritu.

puntos de semejanza que existen entre los chinos y los peala- Todo esto es muy poco satisfactorio para la digni-nos. El emperador de la China se llama hijo del cielo ó del dad de la naturaleza humana. Lo que tenia el pueblosol. Tamnien manejaba un arado una vez al año en presencia se le concedia como un favor, no como un derecho.del pueblo, en prueba del respeto con que miraba á la agri- Cuando una nacion se sometia al cetro de los Incas,cultura. Se señalaban los solsticios y equinoccios para deter- resignaba todos sus derechos personales, hasta losminar los períodos de las festividades religiosas. Son muy derechos mas caros al género humano. Con esta poli-curiosas estas coincidencias. Lettres amerrcaines, tomo ll, tica estraordinaria, adelantado en muchos ramos dePP. 7-8.

48 BIBLIOTECA DE GASPAR Y ROIG.

la cultura social, diestro en las manufacturas y cien-tífico en la agricultura, ese pueblo, como ya liemosvisto, carecía de moneda. No tenia nada que pudierallamarse propiedad. Los súbditos no podian seguiroficio alguno, ni ocuparse en ninguna clase de traba-jo ó di version que no estuviese especialmente señala-do por la ley. No podían cambiar de lugar de residen-cia ni aun de traje, sin licencia del gobierno. Ni aunpodian ejercer la libertad que se concede á los masabyectos en otros paises , la de escoger sus propiasmujeres. El espíritu imperioso del despotismo no lespermitia ser dichosos ni desgraciados sino por los trá-mites que señalaba la ley. El libre albedrío, ese dere-cho innato y precioso de todo ser humano, había sidoabolirlo en el Perú.

El asombroso mecanismo de la política peruanasolo pudo resultar de la autoridad combinada de laopinion y del poder efectivo hasta un esceso desco-nocido en ninguna época de la historia del hombre.Pero que se hubiera aplicado con tan buen éxito, yque hubiera durado tanto, en oposicion á los gustos,á las preocupaciones y aun fi los principios mismos denuestra naturaleza, es una prueba elocuente de gueen general se administró el gobierno con sabiduría ytemplanza.

Es buen ejemplo de la política generalmente segui-da por los Incas para prevenir los males que hubieranpodido turbar el órden de cosas existente, las medidasque adoptaban contra la ociosidad y la pobreza. Enestos dos males reconocían sabiamente las dos gran-des causas de la tendencia al desórden en una pobla-cion numerosa. La actividad del pueblo se asegurabano solamente por sus ocupaciones forzosas en suspropias pertenencias yen sus casas, sino por la cons-truccion de esas grandes obras públicas que cubriantoda la superficie del pais, y que aun en su decaden-cia nos dicen lo que fueron en su primitiva grandezay esplendor. Aun mas nos asombrará descubrir queel gobierno en su política aumentaba mucho las gran-des dificultades de estas obras, bastante insuperablesal parecer en sí, si se coLsidera la imperfeccion de lasherramientas y la falta de maquinaria. Los conquis-tadores españoles nos aseguran quelosregiosedilichasde Quito se construyeron con grandes masas de piedramuchas de las cuales fueron llevadas por el mismocamino de las montañas desde el Cuzco, mediandoalgunos centenares de leguas entre ambas poblacio-nes (1). La gran plaza de la capital estaba rellenahasta una profundidad considerable de arena del mar,traida con un trabajo increible por las ásperas pen-dientes de las cordilleras desde las remotas playas delOcéano pacífico (2). La ley peruana consideraba altrabajo no solo como un medio sino como un fin.

(1)) «Era muy principal intento que la gente no holgase,que daba causa á que despues que los Ingas estuvieron en pazhacer traer de Quito al Cuzco piedra que venia de provinciaprovincia para hacer casas para sí ó para el Sol en gran canti-dad, y del Cuzco llevalla a Quito para el mismo efeto.... yasí de estas cosas hacian los Ingas muchas de poco provecho yde escesivo trabajo en qué traian ocupadas las provincias ordi-nariamente, y en fin, el trabajo era causa de su conserva-cion.» Ondegardo, Relacion prim., MS.—Tambien Antig. yMonumentos del Perú, MS.

(2) Esta fue luego al pie de la letra arena de oro, porqueOndegardo dice que siendo gobernador del Cuzco hizo desen-terrar de esta arena una gran cantidad de rasos de oro y otros'adornos que allí habían ocultado los indígenas. «Que todaaquella plaza del Cuzco le sacaron la tierra propia, y se llevóá otras partes por cosa de gran estima , é la hincheron dearena de la costa de la mar, como hasta dos palmos y medioen algunas partes, mas sembraron por toda ella muchos vasosde oro é plata , é ovejuelas é hombrecillos pequeños de lo mis-mo, lo cual se ha sacado en mucha cantidad, que todo lo he-mos visto; desta arena estaba toda la plaza cuando yo fui ágobernar aquella ciudad; é si fue verdad que aquella se trajode ellos, afirman é tienen puestos en sus registros, parescemeque sea ansí, que toda la tierra junta tuvo necesidad de en-

Ya sabe el lector cuáles eran las numerosas medi-das que 'adoptaban contra la pobreza; y estas erantan perfectas, que en toda la vasta estension del terri-torio, estéril en muchas partes , no habla un solohombre, por humilde que fuese su condicion, quecareciese de alimento y de vestido. El hambre, azotetan coman en las demas naciones americanas, tancoman tambien en aquella época en todos los paisesde la Europa civilizada, era un mal desconocido enlos dominios del Inca.

Los primeros españoles ilustrados que fueron alPerú, admirados del aspecto general de prosperidady abundancia y del asombroso órden que reinaba entodo, no ponen límites á la espresion de su sorpresa.Segun ellos , era imposible inventar mejor sistemade gobierno para aquel pueblo. Satisfecho con sucondicion, libre de vicios, como dice un hombreeminente de aquella época, el carácter blando y dócildel pueblo peruano hubiera facilitado estraordinaria-mente la enseñanza del cristianismo , si el amor á laconversion, en lugar del del oro, hubiera animadoel pecho de los conquistadores (3). Y un filósofo deépoca posterior, enardecido al contemplar la pinturaque había creado su propia imaginacion de la pú-blica prosperidad y de la dicha doméstica de que sedisfrutaba bajo los Incas, declara que «el hombremoral en eI Perú era infinitamente superior al euro-peo (4).»

Sin embargo, estos resultados se concilian difícil-mente con la teoría del gobierno que he tratado deanalizar. Donde no hay libre albedrío , no puede ha-ber moralidad. Donde no hay tentacion, pocos dere-chos puede haber á llamarse virtuoso. Donde la leydispone rigorosamente la rutina, á la ley y no alhombre pertenece el mérito de la conducta. Si es elmejor gobierno aquel que menos se siente, el queusurpa menos parte de la libertad natural del súbdito,la parte esencial á la conservacion de la subordinacioncivil , entonces de todas las clases de gobierno inven-tadas por el hombre la de los peruanos es la que me-nos derecho tiene á nuestra admiracion.

No es fácil comprender el espíritu verdadero y todala significacion de instituciones tan opuestas á lasde una república libre, donde cada hombre, por hu-milde que sea su condicion , puede aspirar á los em-pleos mas elevados, puede escojer su propia carrera,

tender en ello, porque la plaza es grande, y no tiene númerolas cargas que en ella entraron; y la costa por lo mas cercaestá mas de noventa leguas á lo qve creo, y cierto yo mesatisfice, porque todos dicen que aquel género de arena no lohay hasta la costa.» Rel. seg., MS.

(3) «Y si Dios permitiera que tuvieran quien con celo decristiandad, y no con ramo de codicia, en lo pasado les die-ra entera noticia de nuestra sagrada religion, era gente enquien bien imprimiera, segun vemos por lo que ahora con labuena órden que hay se obra.» Sarmiento, Rel. MS. , ca-pítulo XXII.

Pero el testimonio mas enfático en favor de aquel puebloes el de Mando Sierra Lejesema, el último de los primitivosconquistadores del Perú, y que se había establecido allí. Enel preámbulo de su testamento, hecho, como él dice, paraaliviar su conciencia al tiempo de morir, declara que toda lapoblacion, bajo el dominio de los Incas, se distinguia por susobriedad y amor al trabajo; que el robo era una cosa desco-nocida; que lejos de haber corrupcion en las costumbres, noexistía una sola prostituta en el pais; que todo se hacia conel mayor órden y la mas completa sumision á la autoridad.Este panegírico es demasiado absoluto tratándose de una na-clon entera, y es lícito sospechar que las punzadas del remor-dimiento al recordar el mal trato que él mismo daria á losindígenas, serian el estímulo que tendría el moribundo vete-rano para elogiarlos algo mas de lo que merecian. Sin emnar-go, este testimonio, partiendo de semejante hombre y ensemejante momento, es demasiado importante y demasiadohonroso á los peruanos, para que el historiador deje de con-signarlo en sus páginas, y por consiguiente inserto este do-cumento original en el Apéndice núm. 4.

(4) Carii, Lettres Américaines, tomo I, p. 215..

LA CONQUISTA DEL PERÚ. 47y abrirse á su modo paso á la fortuna; donde la luzdel saber en lugar de concentrarse en unos pocos es-cogidos, se estiende por todas partes como la luz deldía, lo mismo para el pobre que para el rico ; dondela rivalidad entre hombre y hombre despierta unaemulacion generosa que saca al talento de su estadolatente y estimula la energía hasta el último gradoposible; donde la independencia inspira un senti-miento de confianza en si mismo, desconocido al tí-mido súbdito del poder despótico; donde , en una pa-labra, el gobierno se ha hecho para el hombre, nocorno en el Perú, donde el hombre solo parecia habersido hecho para el gobierno. El Nuevo Mundo es elteatro en que estos dos sistemas políticos, tan opues-tos en su carácter, se han desarrollado. El imperiode los Incas pasó sin dejar un rastro de su existencia.El otro gran esperimento se está verificando aun , elesperimento que ha de resolver el problema, tantotiempo refutado en el antiguo continente, de la apti-tud del pueblo para gobernarse á sí mismo. ¡Desgra-ciada humanidad si el esperimento falla?

El testimonio de los conquistadores españoles no esuniforme en cuanto á la influencia favorable que lasinstituciones peruanas ejercian en el carácter delpueblo. Dícese que los placeres á que tenían unaaficion desenfrenada eran el baile y la bebida. Comolos esclavos y siervos de otros paises, cuya posicionlos escluia de ocupaciones mas nobles y mas serias,buscaban una indemnizacion en diversiones frívolasy sensuales. Perezosos, lujuriosos, y cínicos, sonlos epítetos que les da uno que los vió en la época dela conquista, pero cuya pluma no era muy favorableal indio (1). Verdad es que el espíritu de independen-cia no podía ser muy enérgico en un pueblo que notenia propiedad alguna en el territorio, ni derechospersonales que defender; y la facilidad con que cedióal invasor castellano calculando en todo su valor suinferioridad comparativa, indica una deplorable faltade aquel sentimiento patriótico que considera en pocola vida cuando se trata de la libertad.

Pero no debemos juzgar con demasiada severidadal desgraciado indígena porque se anonadó ante Jacivilizacion del europeo; no debemos desconocer laverdadera magnitud de los resultados que alcanzó elgobierno de los Incas; no debemos olvidar que bajosu mando el hombre mas humilde del pueblo disfru-taba mucho mas bienestar personal , y estaba maslibre de padecimientos físicos que las clases corres-pondientes en todas las demas naciones del continen-

(1) «Eran muy dados á la lujuria y al beber, tenían ac-ceso carnal con las hermanas y las mujeres de sus padrescorno no fuesen sus mismas madres, y aun algunos Babia quecon ellas mismas lo hacían y ansí mismo con sus hijas. Estandoborrachos tocaban algunos en el pecado nefando, emborrachá-banse muy á menudo , y estando borrachos todo lo que el de-monio les traia á la voluntad Inician. Eran esto. orejones muysoberbios y presuntuosos.... Tenian otras muchas maldadesiue por ser muchas no las digo.» Pedro Pizarro, Descub. yLong. , 1V1S.

Estas acusaciones generales del rudo conquistador mani-fiestan una ignoracia demasiado grosera de las institucionesde aquella nacion para que merezcan mucha confianza en lorelativo al carácter de esta.

Nota del traductor. Por mas que diga Prescott, la pinturaque hace Pizarro está tan perfectamente de acuerdo con loque hoy pasa desgraciadamente, que lleva en sí el carácterde la mas estricta verdad. Es público y notorio en muchaspartes del Perú que en las orgías que celebran los indios enlos días de festividades religiosas, en que, sea dicho de paso,mezclan aun muchas prácticas de su antigua idolatría con elsemi-catolicismo que se les ha impuesto, se cometen los hor-rores mas increibles y mas repugnantes á los instintos de lanaturaleza humana. Esto es tan comun, que la práctica haestablecido ya una fórmula para que el indio se confiese deestos pecados horribles , y cuando el cura oye decir: acúsovae,

Padre, que me equivoqué, no necesita mas esplicac ion para

saber de lo que se trata.

te americano, y quizás mucho mas que esas mismasclases en la mayor parte de los paises de la Europafeudal. Bajo su cetro, las clases altas habían hechoen muchas artes adelantos que eran dignos de unanacion civilizada. Se habían echado las bases de ungobierno de órden que , en un siglo de robo y saqueo,aseguraba á sus súbditos los incalculables beneficiosde la paz y de la seguridad. Gracias á la políticaconstante de los Incas, muchas de las tribus salvajesde los bosques fueron poco á poco sacadas de susguaridas, y atraidas al seno de la civilizacion; y conestos materiales se construyó un imperio florecientey poblado, como no se encontró otro eu ninguna otraparte del continente americano. El defecto de estegobierno era un esceso de refinamiento en la legisla-cion, el último defecto, ciertamente, que se hubierapodido esperar entre los indígenas de América.

NOTA. No he creído necesario estender los límitesde esta introduccion añadiéndole una investigaciousobre el origen de la civilizacion peruana, como laque he agregado á la historia de Méjico. Es indudableque la historia peruana sugiere puntos de analogíacon algunas naciones orientales , algunos de los cua-les están indicados en breves palabras en las páginasanteriores; aunque se consignan estas analogías comopruebas no de su origen comun , sino de las coinci-dencias que pueden surgir naturalmente entre dife-rentes naciones que se encuentran en la misma fasede civilizacion. Estas coincidencias no son ni tan nu-merosas ni tan notables como las que presenta lahistoria azteca. La correspondencia que ofrece laciencia astronómica de los mejicanos tiene por sí solamas importancia que todas las demas. Sin embargo,la luz de la analogía que sacamos de las institucionesde los Incas, parece señalar hacia la misma direccion;y corno la investigacion podia ofrecer pocos datosque confirmasen, y mucho menos que refutasen lasopiniones que he manifestado en la historia de Méjico,he creído que lo mejor era no fatigar al lector con re-peticiones.

SAR143IENT0 Y ONDEGARDO.

Los dos escritores de quienes mas datos he sacadopara la precedente introduccion á mi obra son Juande Sarmiento y el licenciado Ondegardo. Del primerono he podido alcanzar mas noticias que las que con-tienen sus propios escritos. En el título de su ma-nuscrito se le llama presidente del consejo de Indias,empleo de altísima importancia, que indica tantagravedad en el escritor y tantos medios de adquirirnoticias, que sus opiniones sobre asuntos ultramari-nos son dignas de la mayor consideracion.

Estos medios se ampliaron mucho con motivo delviaje que hizo Sarmiento á las colonias durante laadministracion de Gasea. Habiendo formado el plande escribir una historia de las antiguas institucionesdel Perú, pasó al Cuzco, segun él mismo dice, en1550, y allí obtuve de los mismos indígenas los ma-teriales para su narracion. Su posicion le permitiaobtener las mas auténticas noticias, y de los labiosmismos de los nobles Incas, los mas instruidos de laraza conquistada, recojió las tradiciones de sus ins-tituciones y de su historia nacional. Los quipus, co-mo hemos dicho, constituian un sistema de mnemó-nica que exigía una atencion constante, y muyinferior fi los geroglíficos mejicanos. Solo medianteun estudio asiduo podían servir para los fines de lahistoria; y este estudio se abandonó tanto despues dela conquista, que los anales del pais hubieran pere-cido con la generacion que era su única depositaria,si no hubiera sido por los esfuerzos de algunos hom-bres inteligentes y estudiosos como Sarmiento, queconocieron en este periodo crítico la importancia de

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violencia producia hombres sabios y buenos, que senegaban á hacer causa comun con la canalla corrom-pida que los rodeaba. Estas mismas memorias contie-nen pruebas abundantes de los constantes esfuerzosque hizo el gobierno colonial, desde la época del buenvirey Mendoza en adelante, para proteger y asegu-rar el beneficio de una legislacion templada é los des-dichados indígenas. Pero los rudos conquistadores ylos colonos, cuyo corazon no se ablandaba sino conel contacto del oro, oponian un obstáculo formidableá los adelantos.

Los escritos de Ondegardo están libres de esa su-persticion que es el humillante rasgo característicode la época; supersticion que se manifestaba en lacredulidad con que se recibia todo lo maravilloso;ya fuese en historias cristianas ó paganas; porquela credulidad descubria tan fácilmente el brazo delTodopoderoso en las primeras, como la interveuciondirecta de Satanás en las segundas. Esta fácil creen-cia en una agencia espiritual, ya fuese para lo malo ópara lo bueno , es lo que constituye uno de los rasgosmas notables en los escritos del siglo xvi. Nada puedeser mas repugnante al verdadero espíritu de la inves-tigacion filosófica, ni mas irreconciliable con el cri-terio racional. Lejos de manifestar debilidad seme-jante, Ondegardo escribe con claridad como hombrede negocios, apreciando las cosas segun lo que valen,y sometiéndolas á la regla sencilla del sentido comun.Siempre tiene la vista lija en el objeto principal de suargumento , sin estraviarse, como los charlatanescronistas de aquella época , en mil episódios inco-nexos , que confunden al lector y no conducen á nada.

Las memorias de Ondegardo tratan no solamentede las antigüedades de la nacion, sino de su condi-cion intelectual y de los mejores medíos de corregirlos numerosos males que la aquejaban bajo el férreocetro de los conquistadores. Las indicaciones quehace están llenas de sabiduría ,y de una política mi-sericordiosa que aspiraba á conciliar los intereses delgobierno con la prosperidad y la dicha del menor delos vasallos. Así mientras que sus contemporáneosse ilustraban con sus observaciones sobre el estado delos negocios, el historiador de una época posterior nodebe estarle menos agradecido por las noticias que leda sobre lo pasado. Herrera consultó mucho su ma-nuscrito, y el lector al recorrer las páginas del eru-dito historiador de las Indias, ignora que está disfru-tando de las investigaciones de Ondegardo. Así susapreciables Relaciones sirvieron para la ilustracion delas generaciones futuras, aunque jamas recibieronlos honores de la impresion. Debo la copia que poseo,como igualmente la de la obra de Sarmiento, al acti-vo bibliógrafo 11 Ir. Rich; ambas formaban parte de lamagnífica coleccion de lord Kingsborough, nombredigno de memoria eterna por los infatigables esfuer-zos que hizo para ilustrar las antigüedades de Amé-rica.

Debemos observar que los manuscritos de Onde-gardo no llevan su firma; pero contienen alusiones ávarios sucesos de la vida del autor que prueban hastala evidencia que son obra suya. En el archivo de Si-mancas existe una copia duplicada de su Relacionprimera, aunque como la del Escorial no tiene elnombre del autor. Muñoz se la atribuye á Gabriel deRojas, uno de los mas distinguidos conquistadores.Este es un error palpable ; porque el autor del manus-crito prueba que es Ondegardo, declarando, en sucontestacion al quinto interrogatorio, que él fuequien descubrió las mómias de los Incas eu el Cuzco;hecho atribuido espresamente, tanto por Acosta, co-mo por Garcilasso, al licenciado Polo de Ondegardocuando era corregidor de aquella ciudad. Si los eru-ditos de Madrid incluyesen alguna vez estas Relacio-nes en la publicacion de importantes manuscritos,deben tener cuidado de no incurrir en el error de 111u-

GASPAR Y ROIG.

iioz , quien, sin embargo , se equivocaba tan pocasveces.

LIBRO II.

DESCUBRIMIENTO DEL DER ār.

CAPITULO PRIMERO.Ciencia antigua y ciencia moderna. — Arte de la nave--

gacion.—llescubrimientos maritimos.—Intrepidez delos es iañoles.—Sus posesiones en el Nuevo Mundo.—Rumores acerca del Perú.

SEA cual fuere la diferencia de opinion que existiaentre el mérito comparativo de los antiguos y de losmodernos en las artes en la poesía, en la elocuenciay en todo lo que depende de la imaginacion, no hayduda alguna que en las ciencias los modernos les lle-van una inmensa ventaja. Y no podía ser de otro mo-do. En los primeros siglos del mundo, como en losprimeros períodos de la vida, existia la frescura delprimer albor de la existencia, cuando todo lo quedescubria la vista estaba revestido con la brillantezde la novedad; cuando los sentidos, que la familiari-dad no habia embotado aun, tenias mas sensibilidadpara concebir lo bello; y la inteligencia, bajo el influ-jo de un provechoso gusto natural , no estaba perver-tida con las teorías filosóficas, cuando la sencillezestaba indispensablemente unida con la belleza, y laimaginacion epicúrea, empalagada con la repeticion,aun no había empezado á buscar el estímulo en lo fan-tástico y lo caprichoso. Las regiones de la fantasíaestaban por descubrir, y ni sus mas hermosas floreshabian sido cogidas ni su belleza mancillada por eláspero contacto de los que fingian cultivarlas. Lasalas del genio no estaban atadas á la tierra por las re-glas frias y convencionaies de la crítica , sino que sele permitia emprender su vuelo por toda la inmensaestension de lo creado.

Pero con la ciencia no era lo mismo. Ningun genio,por privilegiado que fuese, podía crear hechos, yapenas descubrirlos siquiera. Era preciso recojerloscon penosísimo trabajo, á fuerza de escrupulosasobservaciones y esperimentos. El genio, es verdad,podía combinar estos hechos y darles nueva forma,y sacar de su combinacion nuevas é importantes con-secuencias; y en este procedimiento casi podía rivali-zar en originalidad con las creaciones del poeta ydel artista. Pero si los pasos progresivos de la cienciason lentos por necesidad, tambien son seguros : nohay movimiento retrógrado en sus dominios. Las ar-tes pueden decaer; puede enmudecer la musa; unletargo moral puede embargar las facultades de unanacion ; la nacion misma puede desaparecer y no de-jar tras sí mas que la memoria de su existencia; perolas riquezas que la ciencia ha atesorado no desapare-cen jamas. A medida que salen á la escena otras na-ciones y se levantan nuevas formas de civilizacion,los monumentos de la imaginacion y del arte, pro-ductos de períodos mas remotos, se opondrán comoun obstáculo en la carrera de las mejoras y del pro-greso. No se puede edificar sobre ellos, ocupan elterreno que quisieran cubrir los nuevos aspirantes ála inmortalidad. Es preciso hacer toda la obra de nue-vo; y otras formas de belleza, ya mas elevadas, yainferiores en la escala del mérito, pero diferentes delas anteriores, tienen que brotar para ocupar un pues-to á su lado, pero en la ciencia cada piedra que se hacolocado queda enteramente como base para colocarotra. La generacion que sigue emprende la obra pordonde la dejó la anterior. No hay movimiento retró-grado. Una nacion individualmente puede retroce-der, pero á pesar de esto la ciencia adelanta. Cadapaso que se ha dado facilita mas y mas la subida para

LA CO Qtn5TA DEL PER D.

pulsos naturales á los hombres libres; y las pequeztasrepúblicas del Mediterráneo y del Báitico lanzaronsus enjambres de marinos á un comercia, provechoso,que unió á todos los diferentes paises aparecidos enlas orillas de los mares europeos.• Pero los adelantos que se hicieron en el arte de la

navegac ion . el cálculo mas esacto del tiempo, y so-bre todo el descubrimiento de la polaridad , de laaguja magnética , contribuyeron mucho á desarrollarlos conocimientos geográficos. En lugar de deslizarsetímidamente por la costa, ó de ceñir sus navegacio-nes al estrecho círculo de un mar interior, el viajeropudo ya desplegar atrevidamente sus velas en el Océa-no, seguro de que tenia un guia a su disposicion quedirigiria su buque con tino inerreble al traves de lainmensa soledad. La conciencia de este poder enca-minó el pensamiento á otra direccion; yel marino em-pezó ábuscar seriamente otra viaá las islas perfumadasde los mares indios de donde se traian las especerías,distinto del que seguían las caravanas orientales quetenían que atrav sar todo el continente asiático. Lasnaciones á quienes tocaba naturalmente el espírituemprendedor en esta crisis, eran España y Portugal,colocadas, por decirlo así, en los puestos avanzadosdel continente europeo , y dominando el gran teatrode los descubrimientos futuros.

Ambos paises conocieron los deberes de su nuevaposicion. La corona de Portugal, hizo constantes es-fuerzos en todo el siglo xv para descubrir un pasajeal océano índico , rodeando la estremidad meridionaldel Afeita ; aunque tan tímida era. la navegacion,que cada nuevo cabo se convertia en una barrerafnrmidab'e y no fue sino á fines del siglo cuando elatrevido Diaz dió enteramente la vuelta al cabo de lastormentas como él lo llamó , pero al que Juan I1 diócon mas feliz pronóstico el nombre de cabo de BuenaEsperanza. Pero antes que Vasco de Gama se hubieseaprovechado de este descubrimiento para desplegarsus velas Inicia los mares de las Indias, España entróen su gloriosa carrera, y envió á Colon al Occi-dente.

El fin que se proponia el gran navegante, no eraotro que el (le descubrir un camino á la India, perono por el Este, sino por el Oeste. No esperaba encon-trarse con un continente al paso; y despues de repetidosviajes permaneció en su error primitivo , muriendo,como es sabido , en la creencia de que lo que habiaalcanzado en sus navegaciones era la costa orientalde Asia. El mismo objeto fue el que dirigió las em-presas marítimas de los que siguieron la ruta trazadapor el Almirante, y el descubrimiento de un estrechoque condujese al Océano índico, era el estribillo detodas las órdenes del gobierno , y el fin de muchasespediciones á diferentes puntos del nuevo continen-te, que parecia estenderse como un inmenso leviatan,de un polo á otro. El descubrimiento de un paso á lasIndias es el verdadero motivo que esplica todas lasempresas iba/taimas del siglo xv y de la primera mi-bid del xvr. Era la gran idea predominante que dabaimpulso al carácter emprendedor del siglo.

No es fácil comprender en la época actual el impul-so qué dió á Europa el descubrimiento de América.No fue la adquisicron gradual de un territorio limí-trofe de una provincia , de un reino, lo que se alcan-zó; fue un Mundo Nuevo que abrió de repente suspuertas al europeo. Las razas de animales, los tesorosminerales, las formas del mundo vejelul, y los aspec-tos variados de la naturaleza , el hombre, por fin, enlas diferentes fases de la civilizacion, llenaron el áni-mo de una multitud de ideas enteramente nuevas,que cambiaron el curso de la corriente habitual delpensamiento y lo estimularon á conjeturas indefinidas:it ansia de rsplorar los secretos maravillosos delnuevo.hemisfer •io llegó á ser tan activa, que las ciu-dades principales de España casi llegaron á despo-

los que vienen en pos; cada paso conduce al pacienteinvestigador de la verdad mas y mas alto hácia elcielo, y a medida que sube se desarrollan ante susojos un horizonte mas vasto, y nuevas y mas esplén-didas regiones del universo.

La geografía participó de esa oscuridad é incerti-dumbre que reinaban en todos los domas departamentos de la ciencia en los primeros siglos del mun-do. El eouocimiento de-la tierra solo podía resultar.de un tráfico estenso; y.el comercio se funda en ne-cesidades artificiales y en una ilustrada curiosidad,que apenas son compatibles con lacondicion humana.En la infancia de las naciones, ocupadas las diferen-tes tribus con sus feudos domésticos , tenían pocasocasiones de vagar mas allá de la cadena de monta-ñas ó del ancho rio que formaba el límite natural desu territorio. Verdad es, segun se dice, que los feni-cios navegaron mas allá de las columnas de Hércules,y que penetraron en el gran Océano atlántico. Perolas aventuras de estos antiguos viajeros pertenecen álas leyendas místicas de la antigüedad; y traspasanhasta una distancia inmensa los límites de los datoshistóricos auténticos. -

Los griegos, llenos de viveza y amigos de aventu-ras , diestros en las artes mecánicas, tedian muchasde las cualidades de buenos navegantes, y efectiva-mente recorrieron completamente y con mucha au-dácia su pequeño mar Mediterráneo. Pero las con-qu

istas de Alejandro hicieron mas para estender los

límites de la ciencia geográfica, y dieron á conocerlos paises remotos dei Oriente. Sin embargo , la mar-cha del conquistador es lenta comparada con l•delviajero sin trabas. Los romanos fueron aun menosemprendedores que los griegos, menos mercantilesen su carácter. Sus contribuciones al saber geográficocrecieron con la lenta adquisicion de territorio. Perosu sistema era centralizador en sus tendencias; yen lu-gar de tomar una direccion esterior y buscar nuevosdescubrimientos mas allá de lo conocido,. cada frac-cion del vasto imperio se volvía hácia la capital, comosu cabeza y su punto central de atraccion. E° conquis-tador romano seguía su carrera por tierra, no por elmar, y el mar es el gran camino de las naciones, elverdadero elemento del descubrider. Los romanos noformaban un pueblo marítimo. Al terminar el impe-rio, se podia decir que la' ciencia geográfica no seestendia mas que al conocimiento de Europa, y estono en su division mas septentrional , juntamente conuna parte de Asia y Africa,. al paso que notenian ideaalguna de uu mundo occidental, sino es la que podíancolegir de la feliz prediccion del poeta (1).

Vino en pos de esto la edad media, la edad de lastinieblas corno la llaman, aunque en sus tinieblas semaduraron aquellas semillas del saber que, con eltiempo , hablan de brotar en nuevas y espléndidasformas de civilizacion. La orgauizacion de la sociedadllegó á ser mas favorable á la ciencia geográfica. 'Enlugar de un imperio de dimensiones exageradas, su-mido en el letargo, oprimiéndolo todo con sd pesocolosal , Europa se vió dividida en muchas nacionesindependientes , muchas de las cuales, adoptandoformas liberales de gobierno, sintieron todos los üü-

(t) La conocida prediccion de Séneca en su Medea , esguizas la profecía fortuita mas notable de que hay m^nioria.Porque no anuncia una simple estension de las partes conoci-das del globo con tan asombrosa confianza, sino la existenciade un Nuevo Mundo mas allá de los mares, que descubriríanlos siglos venideros.

a Quihus OceanusVincula reruni laxet, el ingensPatead tellus, Typhisque NovasDetegat Orbes.»

Aquí se descubre mas bien el acierto feliz del filósofo que eldel poeta.

TOMO 1.

BIBLIOTECA nE

blarse ,á medida que los emi grados se acumulaban ála orilla del mar para ir á probar fortuna (!). Era unmundo de ilusiones novelescas el que se ebria ; por-que , cualquiera que fuese la suerte i,el aventurero, loque contaba al volver tenia un colorido tan novetesco,que estimula'-ia mas y roas la ardiente imaeinacion desus compatriotas, y daba pasto á los sentimientosquiméricos de un siglo de caballería andarte ; y era

vgrande el bite/es con que se escuchaban cuentos deas amazonas, que parcelan rea huir las leyendas clá-

sicas de la antigüedad, historias de los giwurtescosPatagones, y brillantes pinturas de Cm Tl Durado,donde la arena se companna de piedras preciosas, ydonde se sacaban de los ríos con redes de pescas pie-dras de oro del tamaño de huevos.

Pero estos aventureros no eran impostores, sinovíctimas de su credulidad y de su imaginacon, cornolo prueba rl caráctere^trafal rio de sus cm l n • esaa, ysus espedicioues en busca de la mágica fuente de laSalud, del templo de oro de Dohovba, de los sepul-cros de oro de Zenu; porque siempre estaba el oroflotando ante su vista estraviada, y el nombre de Cas-tilla de Oro, la mas mal sana y pobre reglen delIstmo, presentaba esperanzas brilla ntes al infelizeu.igrado, que con demasiada frecuencia encontrabaen vez de oro un sepulcro.

En esta rrg`on encantada , todos los accesorioscontribuían á mantener la ilr.siun. Los sencill 's natu-rales , con sus cuerpos sin defensa y sus groserasarmas, no podían hacer frente al guerrero europeo,cubierto de hierro de la cabeza á los pies. La despro-porcaon entre los cunrbatieetes era tan grande comoaquella de que nos hablan los libros de caballería , enque la lanza de un buen caballero ele ri ;ala centena-res de enemigos á cada Lote. Las peligros que rodea-.ban al aventurero , y los padecimientos que tenia quesuf rir, apenas eran inferiores á los que acosaban alcabal lero andante. El hambre, la sed, el cansancio,las emanaciones mortifares de los terrenos pantano-sos, con sus innumerables enjambres de venenososinsectos, el frio de las montañas, el salca'cinador delos trópicos ; tales eran los enemigos del caballero queiba á bu-car fortuna al Nuevo 5lundc. Era la realidadde lit novela. La vida del aventurero español consti-tuía un capítulo mas, y uo ele los menosestraordina-rios, en lis crónicas de la caba l l ería anda nte.

El carácter del guerrero se revestia en cierto módodel colorido exagerado que se atribuía á sus hazañas.Orgulloso y 'vatio, inflamado por las pomposas espe-ranzas de su porvenir , y con una invencible confianzaen sus propios recursos, níugun peligro podio des-corazonarlo , así como ninguu tral,aje lo podio. censar.Al contrario, cuanto mayor era el peligro , mayoreseran sus encantos ; porque se deleitaba en obrar áimpul -o de grandes estímulos, y la empresa sin ries-

dgo caricia de la espuela novelesca iudisprrsable peraespertar su energía. Pero en los motivos que tenia

para obrar, se unezr.Ieban cíe una manera e . traña lasinfluencias mezquinas con las aspiraciones Irías no-blcs, y lo temporal con lo espiritual. El Oro era elestímulo y la recompensa , y al correr tres él su no-tunden inflexible pocas veces vacilaba ante los me-dios. Su valor estaba mancillado por la crueldad,crueldad que, por estre go que ¡parezca, dependíatanto de su avaricia como de su religion; religion, esdecir, como se entendia en aquel siglo: la religiondel cruzado. Era el manto cómodo que cubría una

(1) El embajador veneciano, Andrea Navagiero, que viajópor Espata en 1525, poco mas ú menos en el periodo corres-pondiente al principio de nuestra narracion, habla de la fiebregeneral en favor ele la emigracion. Particularmente Sevilla,ese gran punto de partida, tenia tal falta de habitantes que,como él dice., parece que la ciudad Babia quedado casiesclusi-vamente en manos de las mujeres. Viaggio falto iu Spagna(Vinegia, 1.463), MI. 15.

GASPAR Y ROIG.

multitud de pecados, que se los ocultaba á él mismo.1 El castellano, demasiado orgulloso para ser hipócri-ta, cometió mascrucldadea en nonrnbredela religion,que las que cometieron jamas los p. garzos idólat ras ólos fanáticos musulmanes . El quemar á un inl¡el era.un saiirillujo grato al cielo , v la conversion de los quesobrevivían cerro easah.{ áuiüliamente los pecarlo: oíasimperdonrib ! es. Triste y humillante coesideracion esque el espíritu mas feroz de iatolerancira , el del in-quisidor en cuanto á lo doméstico, y el del cruzadoen cuanto á lo esterior, baya emanado de la religionque predicaba paz en la tierra y amor entre todos loshominres.

¡Qué contraste presentan estos hijos del mediodíade le Europa con la raza anglo-sajona que se derramópor la gran division dr1 Norte del herni- ferioocciden-tal! El principio de al-cion en estos hombres no erala avaricia , ni el pretesto del proselitismo, sino laindependenca , la independencia religiosa y política.Para asegurar estos lenclicios, se cootental.,an con

fganar la subsistencia á fuerza de privaciones y de Ira-

ajo. Nada pechan al suelo que no fuese el interes le-gítimo de este trabajo. No había para ellos visionesdoradas que cubriesen au carrera con un velo enga-ñador, y que los impul+ase á caminar á troves demares de sangre para echar por tierra huna inocentedinastía (2). Quedaban salisfechos con el progresolento pero constante de su sistema social. Sutriau conpaciencia las privaciones de la soledad, regando elarel de la libertad con sus lágrimas y con el sudor desu fren t e , hasta que echó hondas raices en la tierray encumbró sus ramas hasta el cielo; mientras quelas sociedades del continente vecino, brotando repen-tinamente en todo el esplendor de la vejetaciorr de lostrópicos, manifestaron, aun en sus principios, losindudables síntomas de la decadencia.

Parece que la Providencia ordenó especialmenteque el descubrimiento ele las dos grandes divisionesdel hemisferio americano tocase en suerte á las dosrazas que mas elementos tenían para conquistarlas yculrinizarlas. Así la seccion del Nurte fue señalada ála raza anglo sajora,cusos hábitos de luden y de tra-bajo encontraban un vasto campo en que desarrollarsebajo su cielo mas frio y en su suelo menos feraz;mientras que la parte del Sur, con sus ricas produc-ciones tropicales y sus tesoros de riqueza mineral,ofrecían el premio mas seductor para es+imular lasfacultades emprendedores del español. ¡ Cuan dife-rente hubiera podido ser el resultado si el buque deColon hubiera inclinado su rumbo ma a al Norte, cornoél lo pensó durante alguu tiempo , y hubiese desem-barcado su puñado die aventureros en las playas de loque es hoy Amerara

A impulsos de ese espíritu (le empresas marítimasque agitaba á teclas las naciones europeas eu el sigloxvi, se esp i ará toda la estension del inmenso conti-nente en menos de treinta años. desde Labrador hastala Tierra del Fuego; y en 1521 , el portugés ala galle-nes, ncVcga indo bajo la bandera española , resolvió elproblema del estrecho , y encontró mi paso occiden-tal , buscado durante tanto tiempo, á las islas de laIndia , con gran asombro de los portugueses, que ha-biendo emprendido el camino en la opuesta direccion,

(2) Nota del traductor. Y nosotros podemos añadir:qué contraste tan lnuuillan ta presentan los howbres del tiem-

po de Penn con sus de generados descendientes! Aquellos, co-ioo Prescott dice , no qúerian mas que libertad civil y religio-sa, y trabajo; estos, impulsados por una ambicion mezquina,dr;pojan de su territorio á urca nacion que no partía hacerlesda7no, y todo .por el ansia del ovo y por la sed de conquista.Si la colouizacion española fue efímera porque no tenia maschjeto que el oro ni mas pretesto que el proselitismo ¿qué se-rá la dominacion ando-americana en Méjico, ya que no tienepretesto siquiera, ni mas que las minas de Potosi, el oro delas iglesias y los pingües territorios de las Conformas?

LA CONQUISTA

se encontraron cara á cara con sus rivales en los an-típodas. Pero mientras que toda la costa oriental delcontinente americano estaba esplorada , y colonizadasu parte central , y aun despues de la brillante con-quista de Méjico, todavía no se había levantado elvelo que ocultaba las doradas playas del Pacífico.

De cuando en cuando habían llegado á nidos de losespañoles rumores vagos sobre paises situados en elremoto occidente, en que abundaba el metal que tan-to ambicionaban; pero la primera noticia clara quetuvieron del Perú fue hácia el año de 1511, cuandoVasco Nuñez de Balboa, el descubridor del mar delSur, estaba pesando algun oro que !labia recogidoentre los indígenas. Un jóven cacique de los indiosque estaba presente, dió un puñetazo á la balanza, yesparciendo el brillante metal por el suelo de la habi-tacion , esclamó : e Si esto es lo que tanto apreciaisque estais dispuestos á abandonar vuestros remotos.paises y aun á arriesgar vuestras vidas por alcanzar-lo, yo os puedo decir dónde está una nacion dónde secome y se bebe en platos y vasos de oro , y dónde eloro es tan barato como el hierro entre vosotros.» Pocotiempo despues de recibir esta ' sorprendente noticia,Balboa llevó á cabo la formidable aventura de escalarla muralla montañosa que separa á los dos gigantes-cos océanos uno de otro ,y entonces, armado conespada y. broquel , se lanzó á las aguas del Pacífico, yesclamó con el verdadero espíritu caballeresco , que«tomaba posesion de este mar desconocido con todolo que contenía para el rey de España , yque defende-ria sus derechos contra todos los que se atreviesen *4negarlos, ya fuesen cristianos ya infieles (1).» ¡ Todoel ancho continente P las risueñas islas que bañan lasolas del mardel Sur l Poco comprendía el atrevido ca-ballero toda la estension, todo el significado de sumagnífica jactancia.

En este punto recibió noticias mas esplícit.as delimperio peruano, oyó referir pormenores de su civi-lizacion, y se le enseñaron dibujos del llama, que álos ojos de los europeos , pareció ser una especie decamello árabe. Pero aunque dirigió el rumbo de sucarabela hácia esas regiones del oro, y aun adelantésus descubrimientos hasta unas veinte leguas al Surdel Golfo de San Miguel , la aventura no le estaba re-servada. El ilustre descubridor estaba destinado á servíctima de esos celos miserables con que ion espíritupequeño contempla las proezas de uno de primerórd n.

Las posesiones coloniales de España estaban divi-didas en una multitud de gobiernos pequeños, que seconferían á veces á favoritos cortesanos, aunque co-mo en esta época primitiva eran muy arduos los de-beres de semejantes destinos , se reservaban con masfrecuencia para hombres emprendedores y de alguntalento. Colon, en virtud de su tratado con la corona,tenia jurisdiccion en los territorios descubiertos porél , en que se incluian a l gunas de las islas princi-pales, y algunos puntos del continente. Esta jurisdic-cion se diferenciaba de la de otros funcionarios, por-que era hereditaria; privilegio qu e al cabo e considerócomo demasiado importante para un súbdito, y sepermutó , por consiguiente , por un título y una pen-sion. Estos gobiernos coloniales se multiplicaron conel aumento de los dominios, y por el ano de 1524,que es cuando propiamente comienza nuestra narra-cion , estaban esparcidos en las islas , en la estensionde Istmo de Darien , en la vasta region de tierra firme,y en las recientes conquistas de Mé .l ico. Algunos deestos gobiernos no tenían grandes dimensiones.Otros, como el de Méjico, tenia(' tanta estension co-mo uu reino ; y á casi todos se les señalaba en su in-

{1) Iíerrera, Hist. general, des. L, lib. X, cap. I1.—Quin-tana, Vidas de Españoles célebres (Madrid, 1830), tomo II,página.44.

TOMO I.

DEL PEA*,

mediacion una estension indefinida para sus descu-brimientos, con los cuales cada pequeño potentadopogia aumentar su territorio, y enriquecerse á sí y ásus al legados. Esta disposicion política era la que me-jor convenía á los fines de la corona, porque presen-taba un estímulo perpetuo al espíritu emprendedor.Viviendo así en sus propios dominio,, á gran distan-cia de la metrópoli, estos gefes militares eran encierto modo vireyes, y con demasiada frecuencia hi-cieron un uso tiránico del poder que poseían ; tiránicopara los indígenas y tambien para sus compatriotas.Era consecuencia natural e indispensable cuandohombres de clase humilde ,y no preparados por laeducacion para el desempeño de sus destinos, aseen-dian repentinamente á ejercer una autoridad brevesin duda, pero sin responsabilidad de ninguna clase.Solo despues que la esperiencia hubo hecho tocaralgunos tristes resultados, se adoptaron medidaspara sujetar á estos tiranuelos por la accion de tribu-nales regularizados, ó audiencias reales, como lasllamaban, que compuestas de hombres de respeto yde saber, interponían el brazo de la ley, ó á lo menosel acento de la reconvencion, para proteger tanto alcolono como al indígena.

Entre los gobernadores coloniales que debieron suempleo al rango que tenian en su pais, se contaba ádon Pedro Arias de Avila, ó Pedrarias, como se lellama comunmente. Estaba casado con una hija dedoña Beatriz de Bobadilla, la célebre marquesa deMoya , muy conocida como amiga de Isabel la Católi-ca. Era hombre de alguna esperiencia militar y decarácter muy enérgico. Pero, como despues se vió,era de genio malévolo; y las bajas cualidades que qui-zás no se hubieran notado en la oscuridad de la vidaprivada, resaltaron, y quizás fueron crearlas en partepor su encumbramiento repentino al poder; así comolos rayos del sol obran benéficamente en un suelo ge-neroso, y lo estimulan á la produccion, mientras quesolo sacan del pantano vapores pestilentes y dañinos.Dióse á este hombre el mando del territorio llamadoCastilla del Oro, el terreno escogido por Nuñez deBalboa para teatro de sus descubrimientos. El buenéxito de este dió origen á los celos de su superior,porque á los ojos de Pedrarias era un crimen hacergrandes servicios. La historia trágica de este caba-llero pertenece á un periodo algo anterior que el quenos ocupa. Ha sido referida por plumas mas diestrasque la mia, y aunque breve, forma uno de los masbrillantes trozos en los anales de los conquistadoresamericanos (2).

Pero aunque Pedrarias estaba dispuesto á cortar lacarrera gloriosa de su rival , no desconoc i a las conse-cuencias gloriosas de sus descubrimientos. Desdeluego conoció que Darien era punto poco á propúsitopara servir de base á las espediciones del Pacifico, yconformándose con la idea primitiva de Balboa, en1518 hizo trasladar su naciente capital desde las pla-^as del Atlántico al sitio que antes ocupaba Panamá,un poco mas al Este de la ciudad que hoy tiene estenombre (3). Este lugar malsano, cementerio de mu-

(2) Las memorables aventuras de Vasco Nuñez de Balboahan sido referidas por Quintana ( Españoles célebres, tomo II)y por irving en sus Compañeros de Colon.—Es raro que la li-da de un solo individuo haya dado asunto á dos escritos tan ele-gantes, publicados casi al mismo tiempo en dos idiomas dis-tintos, y sin comunicac.ion alguna entre los autores.

(3) La córte dió órdenes positivas á Pedrarias para queformase un establecimiento en el golfo de San Miguel, deacuerdo con la indicacion de Vasco Nuñez, que decía que erael punto mas favorable para los descubrimientos y tráfico en elSur. « El asiento que se oviese de hacer en el golfo de San Mi-guel en la mar del Sur debe ser en el puerto que mejor se ha-llase y mas convenible para la contratacion de aquel golfo,porque segun lo que Vasco Nuñez escribe, seria muy necesa-rio que allí haya algunos navíos, asi para descubrir las cosasde (golfo y de la comarca de él, como para la contratacion de

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54 BIBLIOTECA nñ

chos desgraciados colonos , estaba perfectamente si-tuado para el gran objeto de las expediciones maríti-mas ; y el puerto, por su posicion central , era elmejor punto de partida para esas espediciones, ya sedirigiesen al Norte ya al Sur, que habían de exami-nar la inmensa estension de costa que baña el Océanodel Sur. Sin embargo en esta n ueva y favorable posi-cion, pasaron algunos años antes que el rumbo deldescubrimiento tomase la direcciou del Perú. Todoslos esfuerzos se dirigían esclusivainente al Norte, ómas bien al Occidente , obedeciendo las órdenes delgobierno, que siempre anteponia á todo el deseo dedescubrir un estrecho que, segun se suponia, debíacortar por algun punto el prolongado Istmo. Se haciaarmamento tras armamento con este quimérico fin;y Pedrarias veiti es tenderse mas y mas todos los añossus dominios sin sacar grandes ventajas de sus adqui-siciones. Veragua, Costa Rica, Nicaragua fueronsucesivamente ocupadas, y sus valientes caballerosse abrieron paso al traves de bosques y montañas yde tribus guerreras de salvages, hasta que en Hon-duras se encontraron cori los compañeros de Cortés,los conquistadores de Méjico , que habían descendidode la gran llanura elevada del Norte á las regiones deCentro América, completando así el descubrimientode esta tierra salvaje y misteriosa.

Hasta 1522 no se envió una espedicion formal yorganizada hácia el Sur de Panamá, bajo las órdenesde Pascual de Andagoya, caballero muy distinguidode la Colonia. Pero este gefe solo penetró hasta elPuerto de Piñas, límite de los descubrimientos deBalboa, cuando el mal estado de su salud le obligó áembarcarse de nuevo y abandonar su empresa en suorigen mismo (4):

Entre tanto seguian llegando á oidos de los españo-les, é inflamando su imaginacion, noticias de la civi-lizacioti y de la riqueza de una nacion poderosa delSur; y parece estraordinario que se tardase tanto enenviar espediciones en esa direccion. Pero la posiciouexacta y la distancia de este reino encantado eransolo Objeto de conjetura. La gran regios intermedia. estaba ocupada por razas salvajes y belicosas ; y lapoca esperiencia que ya habian adquirido los marinosespañoles de la vecina costa y de sus habitantes, y aunmas lo tempestuoso de los mares, porque habian he-cho sus espediciones en las peores épocas del año,aumentaba las dificultades aparentes de la empresa,y hacia retroceder hasta á sus intrépidos corazones.

Tal era el estado de las opiniones en la pequeñaciudad de Panamá durante algunos años despues . desu fundacion. Entre tan lo, la deslumbradora coriquis-ta de Méjico dió nuevo estímulo al deseo ardiente dehacer nuevos descubrimientos, y en 4524 se encon-traron tres hombres en la Colonia en quienes el espí-ritu aventurero triunfó de todas las dermis conside-raciones de dificultad y peligro que impedian eladelanto de la empresa. Uno de ellos fue elegido porsu carácter y por su aptitud para llevarla á cabo. Estehombre era Francisco Pizarro ;y como ocupó en la

rescates de las otras cosas necesarias al buen proveimiento deaquello: é para que estos navíos aprovechen es menester quese hagan allá.» Capítulo de Carta escrita por el rey Católico áPedrarias Dávila, ap. Navarrete, Coleccion de los Viajes yDescubrimientos (Madrid, 1829) , tomo 111, núm. 3.

(4) Segun Montesinos, Andagoya se lastimó mucho de re-sultas de una caida de caballo estando desplegando su habili-dad de ginete ante los asombrados iudigenas (Anales del Perú,

•MS., año 1524). Pero el adelantado en una relacion de susdescubrimientos escrita por él mismo no dice nada de este ac-cidente, y tribuye su enfermedad á haberse caído al agua,en que por poco se ahogó, enfermedad que tardó muchotiempo en curarse. Esta esplicacion de su vuelta era sin dudamas agradable 5 su vanidad que la generahvente recibida. Estedocumento, importante por ser obra de uno de los primitivosdescubridores; se conserva en los archivos de Sevilla, fuepublicado por Navarrete, Coleccion, tomo TII, atún 7.

GASPAR Y ROIG.conquista del Perú el mismo puesto eminente queCortés en la de Méjico, será necesario referir breve-mente su vida.

CAPITULO II.Francisco Pizarro.—Su juventud..—Primera espedicion

al Sur.—Desventuras de los viajeros.—Encuentrospeligrosos.—Vuelta á Panamá.—Espedicion de Al-majo.

(1524-1525..)

FRANCISCO Pizarro nació en Trujillo, ciudad de Es-tremadura en España. La época de su nacimiento esincierta ; pero probablemente fue hácia 4474 (2). Erahijo natural ,y no debe sorprendernos que sus padresno se cuidasen mucho de perpetuar la fecha de sunacimiento. Pocos g ustan de consignar el testimoniode sus faltas. Su padre, Gonzalo Pizarro, era coronelde infantería, y sirvió con alguna distincion en lascampañas italianas bajo las órdenes del Gran Ca pitan,y luego en las guerras de Navarra. Su madre , Fran-cisca Gonzalez , era mujer de humilde condicion en laciudad de Trujillo (3).

Poco se sabe de los primeros años de nuestro héroe,yaun eso poco no siempre es digno de fé. Segun unos,sus padres lo abandonaron, dejándolo como espósitoá la puerta de una de las iglesias principales de laciudad. Añádese que hubiera muerto á no haberle'dado de mamar una puerca (4 ), nodriza mas impro-bable aun que la que se señala á Rómulo. La histo-ria de los primeros años de hombres que despuesse han hecho famosos, lo mismo que la historia pri-mitiva de las naciones, ofrece un campo fértil á lainvencion.

Parece cierto que' el jóven Pizarro fue poco atendi-do por sus padres, y que se confió su educacion á lanaturaleza. No se le enseñó á leer ni á escribir, y suprincipal ocupacion fue la de porquerizo. Pero estesistema de vida no convenia al carácter ardiente dePizarro cuando creció en años, y oyó referir las noti-cias del Nuevo-Mundo, tan seductoras para la juven-tud ,y que eran el asunto principal de todas las con-versaciones. Comunicósele el entusiasmo popular, yse aprovechó de un momento oportuno para abando-nar su innoble empleo y escaparse á Sevilla , puertoen que se embarcaban los aventureros españoles parairá buscar fortuna al Occidente. Pocos de estos po-dian abandonar su patria con menos motivo de pesarque Pizarro (5 ).

(2) Los pocos escritores que se aventuran á fijar la épocadel nacimiento de Pizarro lo hacen de una manera tan vaga ycontradictoria, que tenemos poca confianza en sus datos. Ver-dad es que Herrera dice terminantemente que tenia 63 anoscuando murió, en 1541. (Hist. General, dec. VI, lib. X, ca-pitulo VI.) Esto fijaria la época de su nacimiento en 4478. Pe-ro Garcilasso de la Vega asegura que tenia mas de cincuenta

'años en 1525. (Com. Real, parte II, lib. I, cap. I.) Segun estohabria nacido antes de 4475. Pizarro y Orellana que, como pa-riente del conquistador, tenia motivos para estar bien infor-mado, dice que tenia cincuenta y cuatro años en la misma fe-cha de 1525. (Varones ilustres del Nuevo Mundo, Madrid1639, pág. 128.) Pero en la época de su muerte dice que te-nia cerca de ochenta años (pág. 185 )."Considerando esto comouna exageracion destinada á producir efecto en la circunstan-tancia particular en que se usa, admitiendo la exactitud deldato anterior, la época de su ncimiento viene á ser la que da-mos en el testo. Esto lo hace algo viejo para emprender la con-quista de un imperio ; pero Colon tenia aun mas edad criandoemprendió su carrera.

(3) Xerez, Conquista del Perú; ap. Barcia, tomo III, pági-na 197.—Zárate Conq. del Perú, lib.•I, cap. I. —Pizarro yOrellana , Varones ilustres, pág. 128.

(4) «Nació en Trujillo, y echáronlo á la puerta de una igle-sia, mamó una puerca ciertos dias, no se hallando quien le qui-siese dar leche. » Gomara, Hist. de las Indias, cap. CXLIV.

(5) Segun el comendador Pizarro 'y Orellana , Francisco Pi-.zarco sirvió, siendo aun niño ,.con su padre en las guerras deItalia; y despues con Colon y otros ilustres descubridores en el

tA cot tj sz'A

No sabemos en qué anp ocurrió este suceso impor-tante de su vida. La primera vez que oímos hablar deél en el Nuevo-Mundo, es en la Española, en 1610,donde sentó plaza en la espedicion á Uraba en TierraFirme, bajo las órdenes de Alonso de Ojeda, cuyocarácter y hazañas no encuentran con qué comparar-se sino es en las páginas de Cervantes. llaman Cor-tés, cuya madre se llamaba Pizarro, y segun se diceera parienta del padre de Francisco, estaca entoncesen Santo Domingo, y se disponia á marchar en laespedicion de Ojeda cosa que no pudo realizar porhaberse lastimado lijeramente un pie. Si se hubieraido, la caída del imperio azteca se hubiera retardadopor algun tiempo, y quizás el cetro de Motezuma sehubiera trasmitido pacíficamente á su posteridad.Pizarro fue, como los demas, víctima de las desgrac'asque. sufrió la colonia de Ojeda, y su discreciott inspirótal confianza á su gefe, que este le dejó el mando delestablecimiento cuando tuvo 'que ir en busca de pro-visiones á las islas. El lugarteniente siguió en supuesto peligroso por espacio de unos dos meses . es-perando á que la muerte hubiera disminuido lo bas-tante la colonia para que fuera posible embarcarsus miserables restos. en el buquecillo que les que-daba (1).

Despues de esto lo encontramos asociado á Balboa,eI descubridor del Pacífico, y cooperando con esteal establecimiento de la colonia de Darien. Tuvo lagloria de acompañar á este intrépido español en suterrible marcha al traves de las montañas , y de serpor tanto uno de Los primeros europeos cuyos ojosse . deleitaron con la vista, prometida tanto tiempoantes, del mar del Sur.

Despues de la muerte prematura de su gefe , Pizar-ro se adhirió á Pedrarías, y este gobernador lo ocu-pó 'en varias espediciones militares, que, si no leproducían mucho; á lo menos le acostumbraban áesas privaciones y peligros que habían de salir al pasodel futuro conquistador del Perú.

En 4515 se le destinó can otro militar llamadoMorales para atravesar el Istmo y comerciar con losnaturales en las playas del Pacífico. Allí mientras queestaba ocupado en recoger su botín de oro y perlasde las próximas islas, sin duda recorria con la vistala línea prolongada de costas hasta que terminaba enel horizonte, y se inflamaba su imaginacion con laidea de que algun dia podria ir á conquistar las mis-teriosas regiones situadas mas allá de las montaras.Al 'trasladarse el asiento del gobierno al traves delIstmo á Panamá, Pizarro acompañó á Pedrarias, ysu nombre fue notable entre los que estendieron la.línea de la conquista aI Norte, luchando con las beli-cosas tribus de Veragua. Pero por gloriosas quefuesen estas espediciones , le producían poco oro.; yá la edad de cincuenta años el capitan Pizarro se en-contró en posesion solamente de un trozo de tierramalsana cerca de la capital , y de un repartimientode indios proporcionado al valor de sus serviciosmilitares (2). El Nuevo-Mundo era una lotería , enque eran tan escasos los premios grandes, que casitodas las probabilidades estaban contra el jugador ,yá pesar de esto estaba dispuesto el jugador á aventu-rar su salud , su fortuna, y aun muchas veces suhonor mismo.

Tal era la situacion de Pizarro cuando en 1522

DFI. PERÚ. 5agōya volvió de su espedicion incompleta al SurAnd

de Panamá, trayendo noticias mucho mas ámpliasque hasta entonces se habían recibido de la opulen-cia y grandeza de los paises situados al Sur (3 ). Estocoincidia con los momentos en que estaban haciendosu impresion en el espíritu público las brillanteshazañas de Cortés, que daban un nuevo estímulo alespíritu aventurero. Las espediciones hacia el Surllegaron á ser el objeto favorito de los cálculos y delas conversaciones entre los colonos ele Panamá. Perocomo la region del oro se hallaba (letras de la inmen-sa cortina de las cordilleras, aun estaba envuelta enprofunda oscuridad. No podia formarse idea algunade su verdadera distancia; y los padecimientos y dificultacles que habían •esperimentaclo los pocos nave-gantes que habían seguido ese rumbo, daban unaspecto sombrío á la empresa, que hasta entoncesBabia retraido 5 los mas animosos de tomar parte enella. No resulta de niugun dalo que Pizarro manifes-tase mas ardor que los demas; ni era tal el estado desus fondos que pudiese concebir esperanzas de buen •éxito sin grandes auxilios por parte de otros. Encon-tró este auxilio en otros dos individuos de la colonia,que desempeñaron uu papel demasiado importante'en los acontecimientos posteriores para que no hable-mos de ellos en particular.

Uno de ellos, Diego de Almagro , era un soldadode fortuna, probablemente de alguna mas edad quePizarro, aunque poco se sabe de su nacimiento, yaun está en duda el lugar en que ocurrió. Supóneseque nació en la ciudad de Almagro, en Castilla la •Nueva, de donde, por falta de origen mas claro,se deduce su nombre; puesto que, lo mismo quePizarra, era espósito (4). Pocos pormenores se'sa-ben de, él hasta el actuai_período de nuestra historia;porque era uno de aquellos á quienes la fermentacionde las épocas turbulentas lanzan de una vez á la su-perficie , menos dichosos en esto quizas que si per-maneciesen en su oscuridad primitiva. En su carreramilitar, Almagro había alcanzado la reputacien desoldado valiente. Era de carácter franco •y generoso,algo atropellado y violento en sus pasiones; pero,como les sucede á los hombres de temperamento san--guíneo, despues del primer estallido no era difícilapaciguarlo. trn una palabra, tenia todas las cualida-des y los defectos de un hombre honrado, á quienno ha modificado mejorándolo la disciplina de la pri-•mera educacion ó el dominio de sí mismo.

El otro era llenando de Luque, eclesiástico espa-ñol, que desempeiiaba las funciones de cura en Pa-namá , y que antes habia sido maestre escuela en ..la catedral de Darien. Parece haber sido hombre desingular prudencia y conocimiento del mundo, y por •sus cualidades respetables habia logrado ejercermucha influencia en la pequeña sociedad á que per-tenecia , y manejar fondos que hacian que su coo-peracion fuese esencial al buen éxito de la em-presa.

Convfnose entre las tres socios que los dos mili-

(3) Andagoya dice que obtuvo, mientras estuvo en Birú•,noticias muy ci rcunstanciadas del imperio de los Incas por me-dio de unos traficantes que recorrían el pais. «En esta provin-cia supe y hube relacion, ansi de los señores como de merca-deres é interpretes que ellos tenian, de toda la costa de todo loque despues se ha visto hasta el Cuzco, particularmente decada provincia la manera y gente de ella, porque estos alcan-zaban por via de mercaduria mucha tierra. » Navarrete, Co-leccion, tomo III , n(n 7.,

(4) « Decia él que era de Almagro ,» dice Pedro Pizarro que . •lo conocía mucho. Rel. del Descub. y Conq. de los reinos delPerú MS.—Véase tambicn Zárate, Conq, del Perú , lib. 1,•cap. I. —Gomara, Hist, de las Incl., cap. CXLI.=Pizarro yOrellana, Varones ilustres, pág. 211.

El último escritor confiesa que no eran conocidos los padresdo Almargro; peroariade que sus primeras hazañas prueban lo.ilustre de su cuna, Prueba que vale poco por cierto,

Nuevo Mundo, cuyo buen éxito atribuye el autor modestamen-te, como causa principal, al valor de su pariente. Varonesilustres, pág. 487.

( 4) Pizarro y Orellana, Varones ilustres, págs. 121-128.—Herrera ,Hist. Gen ., clec. I, lib. VII, cap. XIV. —Monte-sinos, Anales, MS., aTió 1540.

(2) «Teniendo su casa, y hacienda, y repartimiento deindios, como uno de los principales de la tierra, porque siem-pre lo fue. » Xerez, Conq. del Perú , ap. Barcia i tomo III, pá-gina 79,

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tares contribuirian con su pequeño haber al costeode los gastos del.arrnamento, pero Luque fue el queproporcionó la mayor parte de los fondos. Pizarrohabla de tomar el mando de la espedicion, y á Alma-gro tocaba equipar y surtir de víveres á los buques.Los sócios obtuvieron fácilmente el consentimientodel gobernador para llevará cabo su empresa. Despuesde la vuelta de Audagoya, él babía proyectado otraespedicion; pero el que habia de encargarse de ellamurió antes de tiempo. No sabemos qué razou hubopara que no realizase su plan primitivo, confiandoel negocio á un capítan de tanta esperiencia cornoPizarro. No le disgustaba probablemente que otrospagasen las costas, con tal de que á él le tocase unabuena parte de bis utilidades. No descuidó esta parteen las estipulaciones (1 ).

Auxiliado de esta manera con los fondos de Luquey con el consentimiento del gobernador, Almagrono tardó mucho en• hacer sus preparativos para elviaje. Compráronse dos buques pequeños , el mayorde los cuales habia sido construido por Balboa paraemprender en persona esta misma espedicion. Desdesu muerte habia permanecido desmantelado en •elpuertode Panamá. Recorriósele lo mejor que se pudo,y se le-puso en disposicion de salir al mar, mientrasque se metían á bordo las provisiones y pertrechoscon una prontitud que hacia mas honor al celo deAlmagro que á su prevision.

Mayores dificultades había que vencer para en-contrar el suficiente número de hombres; porquelas espediciones en aquella direcciou babian suscita-do una desconfianza que era muy difícil vencer. Perohabía muchos ociosos en la colonia que habian veni-do en busca de fortuna, y estaban dispuestos á bus-carla aun al traves de los mayores peligros. Con estosmateriales reunió Almagro un cuerpo como de unoscien hombres (2), y estando todo dispuesto Pizar-ro tomó el mando, y levando anclas, salió del pe-queño puerto de Panamá á mediados de noviembrede 1524. Almagro debia salir despues de él en otrobuque menor, en cuanto este se hallase listo (3 ).

La época del año era la peor que porfia elegirsepara el viaje, porque era la estaciou de las lluvias,cuando los vientos contrarios se oponen á la navega-

(1) «Así que estos tres compañeros ya dichos acordaron deyr á conquistar esta provincia ya dicha. Puesconsultandolo conPedro Arias de Avila que 1. la sazón era gobernador en Tier-ra Firme , vino en ello haziendo compañia con los dichos com-pañeros con condicion que Pedro Arias no habia de contribuirentonces con ningun dinero ni otra cosa sino de lo que se ha-llase en la tierra de lo que á él le cupiese por virtud de la com-pañía dealli se pagasen los gastos que á él le cupiesen. Los trescompañeros vinieron en ello por a y er esta licencia, porque deotra manera no la alcanzaran.„ (Pedro Pizarro, Descubrimien-to y Conq., M5.) Andagoya sin embargo afirma que el go-bernador estaba tan interesado corno los demas, tomando cadauno sobre si la cuarta parte de los gastos. (Navarrete, Colec-ción, torno III, nihil 7.) Pero sea cual fuere la parte de Pedra-rias importa poco, puesto que la cedió antes que la espedicionhubiese dado utilidad alguna.

(2) Herrera, el histo riador mas popular de estos aconteci-mientos, calcula que no acompañaron á Pizarro mas que ochen-ta hombres. Pero todaslas deinas autoridades que he consultadodicen que llegaban á mas de ciento. El P. Navarro, contempo-ráneo y que residió en Lima, dice que eran 129. Relacion su-maria de la entrada de los españoles en el Perú, MS.

(3) Existe la acostumbrada divergencia entre los autoressobre la fecha de la espedicion. Casi todos la fijan en 1525. Yohe seguido áXerez, secretario de Pizarro, cuya narracion sepublicó diez años despues del viaje, y quien en tan corto in-tervalo de tiempó no pudo olvidarla fecha de acontecimientotan memorable. (Véase su conquista del Perú, ap. Barcia, to-mo III, pág. 179.)

Parece que no deja duda en esto la eapitulacion de Pizarrocon la corona, que yo no habla examinado hasta despues deescribir lo que precede. En este documento, fechado en juliode 1529, se habla de la primera espedicion como cosa que ha-bia ocurrido unos cinco anos antes. (Véase Apéndices núm 7.)

GASPAR Y ROIG.

clon hácia el Sur, y hay que temer el peligro adicio,nal de las tempestades que recorren la costa. Pero losaventureros nu entendian esto. Despues de tocar enla isla de las Perlas, punto de arribada frecuente ápocas leguas de Panamá, Pizarro se dirigió al trovesdel golfo de San Miguel , y puso el rumio casi al Surbácia el puerto de Piñas , punta de tie r ra en la pro-vincia de Biruquete, que señalaba el límite del viajede Audagoya. Antes de su partida Pizarro habia obte-nido todas las noticias que podía dar este sobre elpais y sobre la direccion que habia de tomar. Pero laesperiencia del mismo Andagoya habia sido dema-siado escasa para que pidiese ser muy útil á Pi-zarro.

Doblando el puerto de Piñas, el buquecillo entróen el río Birú, y la mala aplicacion de este nombrefue, segun creen algunos, lo que (lió origen al delimperio de los Incas (4 ). Despues de navegar poreste rio unas dos leguas, Pizarro mandó fondear, ydesembarcando todas sus fuerzas, esceptuando á losmarineros, procedió al frente de ellas á esplorar elpais. El terreno era un vasto pantano en que las fuer-tes lluvias babian dejado innumerables charcos de aguaestancada, y el fango no ofrecia punto de apoyo alpie del viajero. Este triste pantano estaba rodeado debosques, al traves de cuya espesa vejetacion y de laenredada maleza que la cubria, penetraban con mu-cha dificultad ; y saliendo por fin de ellos, se encon-traron en una region montañosa, de carácter tan áspe-ro y llena de tantas piedras, que les cortaba los pieshasta el hueso, y el soldado cansado, con la cargade su pesada malla ó del justillo de algodon espesa-mente entretelado, apenas podia arrastrar un pie trasotro. El calor á veces era insoportable; y cansados yhambrientos se tiraban al suelo exhaustos y sin fuer-zas. Tal fue el ominoso principio de la espedicion alPerú.

Pizarro , sin embargo , no se descorazonaba , y tra-taba de reanimar el valor de los suyos, rogándolesque no se desanimasen por dificultades que un cera-zon intrépido sobrepuja siempre sin duda alguna, yles recordaba al mismo tiempo el premio de abun-dante oro reservado para los que perseverasen en laempresa. Pero fácil era conocer que no habia nadaque esperar permaneciendo en esta triste region. Vol-viendo pues á su buque, lo dejaron deslizarse con lacorriente y proseguir su rumbo hácia el Sur en elgran Océano.

Despues de costear algunas leguas, Pizarro echóel ancla en un paraje de aspecto no muy halagüeño,donde embarcó leña y agua. Luego, dirigiéndose unpoco mas hácia alta mar, continuó su rumbo tráela elSur. Pero en esto fue contrariado por una serie detormentas, acompañadas por truenos espantosos ytorrentes de lluvia como no se ven sino en las tem-pestades terribles de los trópicos. El mar estaba en-furecido , y levantando sus espumosas montañasamenazaba á cada momento tragarse el buquecillo,que hacia agua por todas sus costuras. Durante diezdias los desgraciados viajeros fueron juguete de lasolas, y solo merced á esfuerzos constantes, los es-fuerzos de la desesperacion, lograron impedir que sufragil buque se fuese á pique. Para aumento de des-grac.rrs, empezaron á escasear las provisiones y so-bre todo el agua, de la cual solo tenian unos pocosbarriles; porque Almagro habia contado con que decuando en cuando renovarian sus escasas provisionesen la costa. Toda su carne estaba consumida , y que-daron reducidos á la racion miserable de dos mazor-cas diarias de maíz para cada hombre.

Combatidos de este modo por el hambre y por loselementos, los desgraciados viajeros se dieron por

(4) Zárate, Conq. del Perú, lib. I, cap. I.---Herrera.Hist. general, dec. III, lib. Vt, cap. VIII,

LA CONQUISTA DEL PERÚ, 5,7

de su triste posicion. El oficial á quien se confió esteservicio se llamaba Montenegro; el cual llevándosecerca de la irritad de la gente , y despues de recibirlas rnsta • ucciones pie Pizarro, se hizo inmediatamenteá la vela y se dirigió hacia la indicada isla.

En cuanto se fue el buque , Pi/iarro trató de exami-nar e! país y ver si lrrnlia encontrar alguna pnblacioude indios enfilo! pudiese procurarse provisiones parasu gente. Pero sus esfuerzos fuer in inút.ils, porquerro se descubrió el mas leve rastro de habitacion hu-mana; si bien con ea denso é impenetrable follaje delas regiones ecuatoriales podiau bastar alguna` varasde distancia para ocultar á una ciudad. Los únicosrecursos para alimentarse que quedaban á los desdi-chados aventureros, eran recoger de cuando en cuan-do algunos mariscos en la costa, ca.rer las hojasamargas del palmero, ó las yerbas malsanas desa-gradables que crecian en el bosque. Algunas de estaseran tan venenosas, que los que las condal) se hin-chaban y sufrían los roas agudos dolores. Otros pO• e-ferian el hambre á estos miserab l es alimentos , desfa-II ciara con la debilidad y se morian die inedia. A pesarde todo esto su intrépido gefc se esforzaba por con-servar su esp- danza y por adelantar los abatidos áni-mos de sus Compañeros. fr„nc-,meute con ellossusescasas provisiones, era i neau isable en sus esfuerzospara proporcionarles alimentos, fi los eulei daosél mi s mo y mandó que se cunstru n e en cuarteles paraque estos á lo menos estuviesen al abrigo ele laos llu-vias de la e-lacion. Gracias á esta simpatía que ma-n ifestaba hácia sus compañeros , adquirió tuca in-fluencia inmensa sobre ellos que el ejercicio de suauturid d uo hubiera alcanzado nunca, á lo menosen estas apuradas circunstancias.• l)ia tras dia y semana tras semana halda pasado

ya , y no se !rabian recibido noticias del buque que¡rabia de traer socorro á los aventureros. En vano es-tendian sus miradas por el vasto Océano en busca desus amigas. Ni un 'mino se descubría en el horizontede la azulada. l l anura , don, e no se aventuraba la ca-noa del salvaje y donde aun no se babia desplegado lablanca vela dei europeo. Los que al principio hablanresistido con valor á todas las contrariedades, se en-tregaban ahora á la. desesperacion al contemplarseabandonados por sus compatriotas en estas desiertasy tristes playas, y decaían á influjo de aquel dolorososentimiento que oprime y seca el corazou. Alas deveinte de los que componian la pequeña partida ha-blan muerto ya, y los que sobrevivid') parecian próxi-mos á seguirlos en rápida suresion ( ).

Eu esta crisis vinieron á decir á Pizarro habersedescubierto una luz al Iraves de una remota aberturadel bosque. Recibió estar notica con alegría difícil dedescribir, puesto que le anunciaba la proximidad dealguna poblacion;-y colocándose al frente de una pe-queña partida, se dirigió al punto indicado para re-conocerlo. No fue chasqueado por cierto , porquedespues de salvar penosamente una espesa estensionde monte bajo y follaje, des%ubrió un desmonte enque estaba situado un pueblecillo de indios. Los tí-midos habitantes, al ver la repentina aparicion dehombres tau estraños , abandona , un espantados suschuzas; y lanzándose á ellas los hambrientos españo-les, se apoderaron con ansia ele lo que contenían,que eran alimentos compuestos en su mayor parte demaíz y cocos. Este socorro , aunque pequeño, era de-masiado oportuno para que no los llenase de gozo.

Los asombrados indígenas no les ofrecieron resis-tencia alguna. Pero recobrando su confianza al verque no se les hacia daño alguno , se acercaron á loablancos y les preguntaron que por qué no se quedabanen su pais y cultivaban sus tierras , en lugar de andar

(2) Ibid , ubi supra.—Rel. del primer descub., MS,Xerez, Conq. del Perú, ubi supra,

muy satisfechos con volverse aíras y con encontrar• elúltimo puerto en que ha bien hecho provision de anuay leña. Sin embargo , nada era mas desconsoladorque el aspecto del ¡vais. Era bajo y pantanoso, lo mis-mo que el deseml uarcadero anterior; mientras quelos espesísinros bosques , cuya profundidad no 'indiapenetrar la vista, se e.._tendiau maro una pantalla porla costa con una longitud al parecer inlerminable. Envano trataron los causados españoles ole recorrer lossenderos ele este complicado laberinto, en que lasenredaderas y las lianas, que brotan t oil tal esplendoren una alrnósfera cálida y húmeda, se hablan enre-dado en los colosales troncos efe los árboles, y hablanformado un tejido (ale no se porfia penetrar sirio conel hacha. Entre tanto apenas cesaba de caer la lluvia,y el suelo cubierto de hojas y saturado de humedad,parecia huir resbalándose bajo sus pes.

Triste y desconsolador era el aspecto de estos grisques sombríos, en que las emanaciones de la solire-cargada superficie envenenaban el aire, y parecianno consentir el desarrollo le la existencia, escepluan-do sin embargo la ele los millones de insectos cuyasrelucientes alas brillaban corno chispas de fuego entodas las aberturas del bosque. Basta la creacionbruta parecía haber huido de este punto fatal, en quelos aventureros no vieron animales ni pájaros de nin-gunur clase. El silencio reinaba sin iuterrupcion en elcorazon de estas tristes soledades; á lo menos el úni-co ruido que se escuchaba era elle la lluvia al caer so-bre las bolas, y el de los pasos de los desconsoladosaventureros (1 ).

Enteramente desanimados por el aspecto del pais,los españoles empezaron á comprender que no ha-blan ganado orarla roer venir 11 tierra, v empezaronlambiera á temer seriamente que se mooriricn de ham-breen una region que no Irroducia oras fruto que unasbayas desagradables que recogían algunas veces en elbosque. Quejábanse al voces de su suerte desgraciada,-acusando á su cranandarite como autor de todas susdesdichas, porque los habla engañado p meriendo-les una fierra encantada, que parecia huir roas ymas á medida que adelantaban e los. Inútil era, de-cian , luchar con Ira el de: tino, y lo que mas couve-nia era tratar de volver á Panamá á tiempo para sal-var la viola, en ,lugar de aguardar en aquel sitio ámorirse de hambre.

Pero Pizarro estaba dispuesto á combatir males ydesgracias aun mayores que estas antes de volver á.Panamá con su crédito arruinado , y para ser objetode la burla general como visionario que había .inci-taiÍo á otros á embarcare en una empresa que él noBabia tenido valor suficiente para llevar á cabo. Laocasiou presente contenía su ú n'eaesperanza. Volverera arruinarse para siempre. Empleó, pues, todoslos argumentos que el amor propio herido y la ava-ricia le podian suministrar para disuadirá los suyosde su propósito; les hizo v,r que estas eran las destracias naturales que encontraba siempre el descu-nridor en su carrera , y les recordó las brillantes Irar-zartas de sus compatriotas en otras regiones, y lisnoticias repetidas que ellos mismos habían recibidode los ricos paises de la costa de que les seria facifapoderarse sin cuas que un poco de constancia y devalor. Sin embargo, cuino sus necesidades eran. ur-gentes, resolvió r uvíar el buque á la isla de las Per-.las, para que tragese ásu gente un nuevo surtido deprovisiones con que pul iesen marchar adelante connueva y mejor esperanza- La distancia no era muygrande , y pocos días 'rabian de bastar para sacarlos

(I) Xerez , Conq. del Perú, ap. Barcia, tomo III, 1)4. 180.—Rebelo') del primer descub., :11S.—Monlesinos, Auafes,MS. aíro 1132i3. —Zárate, Couq. del Perú, lib. 1, cap. i.-Gareilasso, Com. Real, parte 11, lib I, cap. VII, —BerreraIlist, general, dcc. 111, lib. VI, cap. VIII.

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vagando y robando á los que nunca les hablan hechodaño alguno (1). Sea cual fuere su modo de pensarsobre la cuestion de derecho, parece probable queen aquel momento pensasen los españoles que hubie-

ran hecho muy bien en observar la conducta que lesaconsejaban los indios, Pero los salvajes llevaban ensus personas adornos de oro aunque groseramentetrabajados. Estos adornos eran la mejor coutestacionposible á su pregunta. El cebo del oro era lo que ha-bia impulsado al aventurero español á abandonar suhermosa patria para luchar con los peligros del de-sierto. Estos indios contirinaron las noticias que yahahian recibido Pizarro y los suyos sobre un rico ypoderoso imperio que se hallaba situarlo mas al Sur,anadiendo que á diez alas de distancia al tra ves delas montañas existia un monarca poderoso , cuyosdominios hahian sido invadidos por otro mas pode-roso aun, y que era hijo del Sol (2). Quizas aludirianá la invasion de Quito por el valiente Inca HuaynaCapac, que ocurrió pocos años antes de la espedi-cien de Pizarro.

Por fin , despues de trascurridas seis semanas, losespañoles descubrieron con alegría difícil de expli-car que volvia el buque en que se habian marchadosus compañeros, y poco despues Montenegro entróen el puerto con una ámplia provision de bastírnentospara sus hambrientos compatriotas. Grande fue suhorror al contemplar el aspecto de estos. Sus ros-tros enflaquecidos, sus cuerpos debilitados por elhambre y las enfermedades, hacino que apenas_ losconociesen sus antiguos compañeros. Moiteuegreatribuyó su tardanza á los vientos contrarios y al vialtiempo; y él tarnbien tenia que referir una triste his-toria de los trabajos que el hambre les habla hechopasar á él y á los suyos en su travesía á la isla de lasPerlas.—Los sucesos minuciosos como los que aca-bamos de contar son los que nos hacen comprendertoda la estension de los padecimientos que tenia quesufrir el aventurero español en la gran obra de susdescubrimientos.

Restablecidos con los sólidos alimentos de que du-rante tanto tiempo habian estado privados, los es-.pañoles , con esa elasticidad propia de hombresacostumbrados á una vida vagamunda y rodeada depeligros, olvidaron sus desgracias pasadas en suansia por llevar adelante su empresa. Volviendo,pues, á bordo de su buque, Pizarro se despidió delteatro de tantos padecimientos , que infamó con elnombre oportuno de Puerto del Hambre , y desplegóde nuevo sus velas ante la favorable brisa que le im-pulsaba hacia el Sur.

Si se hubiera aventurado á salir de una vez á altamar, en lugar de recorrer la costa poco hospitalariaen que basta en' onces habla encontrado tan poca re-compensa á sus afanes, podria haberse ahorrado larepeticion de incómodas aventuras, y alcanzado porun camino mas corto el lugar de su destino. Pero 'elmarino español recorría fi tientas estas desconocidascostas, y desembarcaba siempre que podia hacerlo,

(1) «Porque decian á los castellanos que por qué no som-braban y cogían sin andar tomando los bastimentos agenos,pasando tantos trabajos.» Herrera, Hist. general, loc. cit.

(2) «Dióles noticia •el viejo por medio del lengua, comodiez soles de allí habia un rey muy poderoso yendo por es;,e-sas montañas, y que otro mas poderoso hijo del Sol habla ve-nido de milagro á quitarle el reino sobre que tenian muy san-grientas batallas.» (Montesinos, Anales, MS., año <.l.23.)La conquista de Quito por Huayna Capad ocurrió Mal detreinta años antes de este periodo de nuestra historia. Pero lospormenores de esta revolmion, su época exacta ó el sitio enque ocurrió, eran cosas que sin duda comprenderían muy va-gamente las naciones salvajes de los alrededores de Panamá;y su alusion á estas cosas en un dialecto desconocido no seriatampoco muy clara para los viajeros españoles , que masbien entenderian estos pormenores por señas'que por pa-labras,

GASPAR Y BOIG.

corno si estuviese temeroso de que se le escapasealguna fértil region ó alguna mina pingüe sí hubiesela mas leve iuterseccion en la linea que examinaba.Sin embargo no debernos echar eu olvido que aunquenosotros sabemos perfectamente el punto adondeiba Pizarro porque co ī ocemos muy bien la tnpogra-fia de aquellos pai::es, él iba enteramente á ciegas,sin un mapa siquiera que lo guiase, sin conoceraquellos mares ni tener idea alguna de sus costas yaun sin mas idea del objeto que buscaba que la noti-cia que tenia de un pais en que abundaba el oro , yque estaba colocado en algun lugar bácia el Sur. Eradar cazad un El Dorado, fiándose en pruebas pocomas auténticas y creibles que las que sirvieron debase á. tantas empresas quiméricas en esta tierra demaravillas. Solo el buen éxito, que es el mejor argu-mento para el vulgo, pudo conseguir que no se ta-chasen de absurdas las espediciones de Pizarro.

Gobernando siempre hacia el Sur, y despues deuna corta travesía, Pizarro se encontró en frente d eun territorio abierto, ó á lo menos no tan cargado debosques , que iba subiendo por grados á medida quese retiraba de la costa. Desembarcó con algunos hom-bres ,y penetrando un poco en lo interior encontróun pueblecillo de indios. Sus habitantes lo hahianabandonado al acercarse los invasores, refugiándoseen las montañas; y entrando los españoles en sus so-litarias chozas; encontraron allí un buen acopio deMaíz y de otros alimentos, y groseros adornos de orode mucho valor. El alimento no era mas necesariopara sus cuerpos que la vista del oro de cuando encuando para. estimular su apetito aventurero. Sinembargo , encontraron un espectáculo que los llenóde horror.-Vieron que entre los alimentos que se es-taban preparando en el fuego, había carne humanadispuesta para el horrible festin de los bárbaros. Losespañoles, creyendo que habian encontrado una tribude caribes, la única raza de aquella parte del NuevoMundo de quien se sabia que era antropófaga, huye-ron precipitadamente á su buque (3). No estaban yaempedernidos por la costumbre de ver este triste es-pectáculo como lo estaban los conquistadores deMéjico.

El tiempo, que hasta entonces habia sido favorable,empezó á volverse borrascoso con fuertes chubascos,y con incesantes truenos y relámpagos; y la lluvia,corno sucede siempre en estas tormentas de los tró-picos, cala no tanto en gotas como en raudales nointerrumpidos de agua. Sin embargo los españolesprefirieron espnnerse á la furia del terrible elemento-que permanecer en la escena de tan brutales prepara-tives. Pero la furia de la tormenta amainó poco ápoco, y el buquecillo siguió su curso por la costahasta encontrarse al frente de una lengua de tierra áque Pizarro dió el nombre de Punta Quemada, yenque mandó fondear. La orilla estaba cubierta cou unaancha faja de una especie de nopales, cuyas largas!atices se entrelazaban unas con otras, y formabanuna especie de enverjado sub-marino que hacia difí-cil la aproxirnacion del buque. Viendo varias callesabiertas en este bosque espeso, Pizarro calculó queel pais debla estar habitado, y desembarcó con laanaor parte de su fuerza para esplorar lo interior.

Ap nas hubo penetrado algo mas de una legua,cuando se verilieó su conjetura con el descubrimientode una ciudad de indios, algo mayor que las quehasta entonces habian visto colocada en la falda deuu monte y bien defendida por medio de empaliza-das. Los habitantes, se gun costumbre, la habianabandonado; pero dejando en sus habitaciones pro-

(3) «Y en las ollas de la'coniida, que estaban al fuego,entre la carne que sacaban habia pies y manos de hombres,de donde conocieron que aquellos indios eran caribes.» Herre-ra, Hist, general, der. 111, lib, VIII, cap, XI.

LA CONQUISTA DEL PERÚ.

fo, y algunos de los mas audaces se acercaron á él59

para acabarlo. Pero Pizarro volvió á ponerse en pieen un momento, y matando á dos con su mano vigo-rosa, mantuvo á los demas á respetuosa distanciamientras que acudian sus soldados á defenderlo.Asombrados los bárbaros al ver tanto valor, empe-zaron á vacilar, cuando llegando oportunamenteMontenegro, y atacándolos por retaguardia , los puseen completa dispersion; y abandonando el campo, seretiraron como pudieron á las guaridas de las monta-ñas. El campo estaba cubierto con sus muertos; perofa victoria costó muy cara, pues murieron dos espa-ñoles más y hubo muchos heridos.

Reunióse entonces un consejo de guerra. La posi-cion habia perdido toda su belleza para los españoles,que aquí habian encontrado por primera vez resis-tencia desde que habian emprendido su espedicion.Era necesario colocar á los heridos en algun parajeseguro donde se les pudiese curar. Sin embargo, noera prudente ir mas adelante, considerando el malestado del buque. Por último, se resolvió volver ydar parte al gobernador de todo lo ocurrido; y aunqueno se habían realizado las magníficas esperanzas delos aventureros, Pizarro creía que se habia hecho lobastante para probar la importancia de la empresa , ypara asegurar el apoyo de Pedrarias en su continua-cion (2).

Sin embargo , hacíase muy duro á Pizarro presen-tarse al gobernador en el estado presente de la em-presa. Determinó, pues, desembarcar con la mayorparte de su gente en Chicamá, lugar situado enTierra Firme, á poca distancia al Oeste de Panamá.Desde este punto , á que llegó sin mas dificultades nipeligros, despachó á su buque, y en él á su tesoreroNicolás de Ribera , con todo el oro que se habia re-cojido, y con instrucciones para dar al gobernadorun informe detallado y completo de sus descubri-mientos y del resultado de la espedicion.

Mientras estas cosas pasaban , Almagro , el compa-ñero de Pizarro, se habia ocupado activamente endisponer otro buque para la espedicion en el puertode Panamá, mas solo mucho tiempo despues de lamarcha de su compañero estuvo preparado á seguir-lo. Auxiliado por Luque, al fin logró equipar una pe-queña carabela y embarcar un cuerpo de sesenta ásetenta aventureros , casi todos de la clase mas ínfimade la colonia. Dióse á la vela y siguió el rumbo de sucompañero, con la intencion de alcanzarlo lo maspronto posible. Mediante una señal en que antes ha-bian convenido y que hacían en la corteza de los ár-boles, pudo reconocer todos los puntos en que habiaestado Pizarro, Puerto de Piñas, Puerto del Hambre,Pueblo Quemado; tocando sucesivamente en todoslos puntos del litoral esplorados por sus compatriotas,aunque en mucho menos tiempo. En el último puntoindicado , fue recibido por los fieros naturales con lasmismas demostraciones hostiles que habia sufridoPizarro , aunque en este encuentro no se atrevieronlos indígenas á salir de sus obras defensivas. Peroexasperóse tanto el ardor de Almagro con este obs-táculo, que espada en mano tomó ppo asalto el pue-blo, incendió la empalizada y las habitaciones, é hizohuir á los bosques á los miserables habitantes.

Su victoria le costó cara. Herido con un dardo enla cabeza, prodújole esto una inflamacion en un ojo,_que despues de grandes padecimientos, perdió ente-ramente. A pesar de esto el intrépido aventurero novaciló en proseguir su viaje, y despues de tocar endiferentes puntos de la costa, algunos de los cualeslo recompensaron con un considerable botín de oro,llegó á la embocadura del Rio de San Juan , que estácomo al cuarto grado de latitud Norte. Sorpreudiólela hermosura del rio, y lo cultivado de sus márgenes,

( 2) Herrera, Hist. general, dee. III, lib. VIII, cap. XI.-lerez, ubi supra.

visiones abundantes y algunas frioleras de oro quelos españoles no vacilaron en apropiarse. La lijerabarca de Pizarro Babia sufrido mucho coa los fuertesvientos á que habia estado espuesta recientemente,de manera que era peligroso seguir el viaje sin comíponerla mas completamente de lo que lo permitiaesta triste costa. Por tanto determinó enviar su buquecon unos pocos hombres á Panamá para que allr locarenasen, y entre tanto estableció sus cuarteles enesta posicion tan favorable á la defensa. Pero antetodas cosas envió á Montenegro con un pequ lío des-tacamento á reconocer el país , y si fuese posible, áentablar relaciones con los indigenas.

Estos perteuecian á una raza belicosa. Habianabandonado sus habitaciones para poner á sus muje-res é hijos en lugar seguro ; pero no hablan perdidode vista los movimientos de los invasores, y cuandovieron divididas sus fuerzas, resolvieron caer sobreambas una despues de otra, y antes que se pudiesenprestar socorro mútilo. Por consiguiente , en cuantoMontenegro hubo penetrado en los desfiladeros de laselevadas colinas que salen hácia esta parte de la costacorno espolones de las Cordilleras, los guerreros in-dios salieron repentinamente de su emboscada, ydispararon una nube de flechas y otros proyectilesque oscurecieron el aire, estremeciendo al mismotiempo los bosques con su agudo grito de guerra.Los españoles, asombrados al aspecto de estos salva-jes con los cuerpos desnudos y pintados de coloresbrillantes, blandiendo sus armas al deslizarse entrelos árboles y el monte bajo que cerraba el desfiladero,se quedaron sorprendidos y confusos, y por un mo-mento en el mas completo desórden. Tres de ellosquedaron muertos y varios heridos. Pero recobrán-dose muy pronto, devolvieron la descarga del ene-migo con sus ballestas, porque parece que las tropasde Pizarro no tenían armas de fuego en esta espedi-cion , y cargando luego con intrepidez , y con espadaen mano , lograron ponerlos en fuga , hacia las mon-tañas. Sin embargo , solo consiguieron hacerles cam-biar el teatro de sus operaciones ,y que fuesen áatacar á Pizarro antes que su lugarteniente pudieraprestarle auxilio.

Aprovechándose de su superior conocimiento delos senderos de las montañas, llegaron al cuartel ge-neral del comandante mucho antes que Montenegro,que Babia emprendido una marcha retrógrada en lamisma direccion. Y saliendo de los bosques , los in-trépidos salvajes saludaron á la guarnicion españolacon una lluvia de dardos y flechas, algunas de lascuales se abrieron paso por las junturas de la cota demalla y de los petos entretelados. Mas Pizarro erasoldado de' demasiada esperiencia para dejarse cojerdesprevenido. Reuniendo á su gente, determinó norecibir el asalto al abrigo de sus muros, sino haceruna salida y atacar al enemigo en su propio terreno.Los bárbaros que se habian acercado mucho á lasobras de defensa, se retiraron en cuanto salieron losespañoles como un torrente, llevando á su cabeza alintrépido ca pitan; pero volviendo luego á la cargacon ferocidad admirable , dirigieron todos sus tiros áPizarro, en quien por su atrevimiento y aire de auto-ridad reconocian al gefe , y lanzándole millares deproyectiles, lograron causarle, á pesar de su arma-dura, nada menos que siete heridas (1).

Rechazado por la furia del ataque dirigido contrasu persona, el capitan español se retiraba por el de-clive de la colina, defendiéndose como mejor pomacon su espada y su broquel, cuando resbaló y cayóal suelo. El enemigo lanzó un alarido feroz de triun-

(1) Naharro, Helador! samaria , MS.—Xerez, conq. delPerú, ap. Barcia, tomo III, pág. 180.—Zárate, Conquista

Kru, lib. 1, cap. 1.—Balboa, Historia del Perú, capi-tulo XV.

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a guardaban la ocasion oportuna para brotar en unaabundante cosecha de discordia 1).

Pedrarias había estado inieresado al principio en laempresa, á lo menos en cuanto á estipular una parteen las ganancias, aunque, segun parece, no habíacontribuido con un solo maravedí á los gastos. Porfin se consiguió de él que reanudase á todos sus de-rechos á participar en las ganancias. Pero en su mo-do de hacer esto, manifestó un espíritu mercenariomas propio de un mercachifle que de un alto em-pleado de la corona. Estipuló que los asociados leasegurasen la suma de mil pesos de oro en pago desu consentimiento, y ellos aceptaron inmediatamentesu proposicion con tal de verse libres de sus preten-siones. ¡ Por tan insignificante suma abandonó 0parte del rico despojo de los Incas (

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bernador no era profeta. Su avaricia era de aquellascuyas mezquinas proporciones contribuyen á su pro-pia destruccion. 1-labia sacrificado al caballero Bal-boa cuando este le estaba preparando la conquista delPerú; y ahora hubiera querido ahogar el espírituemprendedor que se dirigía á los mismos fines en Pi-zarro y sus compañeros.

Poco despues de esto, es decir, en el siguiente año,sucedióle en el gobierno don Pedro de los Rios, natu-ral de.Córdoba. La política del gobierno español con-sistía en no dejar que sus representantes en las colo-nias permaneciesen bastante tiempo para hacerseformidables por su autoridad (3). Ademas tenía mu-chos motivos particulares de disgusto contra Pedra-rias. El funcionario con que se le reemplazaba llevabaámplias instrucciones para el bien de la colonia, yespecialmente de los naturales, cuya conversion alcatolicismo se prescrihia.como el primero de los de-beres de la autoridad, y cuya libertad personal seaseguraba de una manera indudable como leales va-sallos de la corona. Debe hacerse al gobierno españolla justicia de confesar , que en todas sus disposicionesparecia guiado por una política muy humana y muycondescendiente, si bien la avaricia del colono y lacaprichosa crueldad del conquistador frustrabanconstantemente sus'buenos deseos. Los pocos añosque aun vivió Pedrariaslos invirtió en rencillas mise-rables, tanto personales como públicas; porque aunsiguió empleado, aunque en destino de menor impor-

(4) Xerez, Conq. del Perú, ap. Barcia, tomo III, pág 180.—Montesinos, Anales, aíro 1526.—Herrera, Ilist. general,dcc. III, lib. VIII, cap. XII.

(2) Tal es la relacion de Oviedo que presenció la entrevis-ta entre el gobernador y Almagro, cuando se discutieron lospormenores de la coinpensacion. El diálogo, que es muy di-vertido 'y que refiere muy bien el antiguo cronista s'e encon-trará en el Apéndice, núm. 5. En la Relacion que tantasveces lee citado de uno de los conquistadores del Pecó , se daotra version de este asunto, segun la cual Pedrarias abando-nó voluntariamente la sociedad disgustado por las pocas pro-babilidades de buen éxito. «Vueltos con la dicha gente é Pa-namá, destrozados y gastados que ya no tenian haciendas pa-ra tornar con provisiones y gentes que todo lo habiaugastado,el dicho Pedrarias de Avila les dijo, que ya él no queria mashacer compañia con ellos en los gastos de la armada, que siellos querían volver ii su costa, que lo hiciesen; y ansi comogente que habla perdido todo lo que tenia y tanto halda tra-bajado, acordaron de tornar é proseguir su jornada y dar finá las vicias y haciendas que les quedaban, ó descubrir aque-lla tierra, y ciertamente ello tuvieron grande constancia yánimo.» Relacion del primer dcscnb., MS.

(5) El agudo Mártir habla de esta política. «De mutandisnanrgae plerisque gubernatoribus , ne Tonga minis imperioasuetudine inselescant, cogitatur, qui pr,ecipipue non fuerintprovinciarunr domitores , de hisce ducibus namque aliaratiiponderatur.» (De Orbe Novo, Parisii, 1587, pág. 498.) Eslástima que este filósofo que tan ardientemente se interesabaen las noticias sucesivas de las diferentes partes del NuevoMundo, hubiese muerto antes que la existencia del imperiode los Incas, hubiese llegado á conocimiento de los europeos.Vivió lo bastante para hablar de las maravillas de Méjico,pero no de las de Cuzco.

GASPAR T ReTP:

tancia que el que Babia desempeñado hasta entonces.Vivió, como hemos dicho, pocos afros mas, dejandotras sí la reputacion poco . envidiable del que conpasiones desenfrenadas tiene un espíritu pusilánime.Sin embargo desplegó cierta energía de carácter, ópara hablar con mas esactitud, una impetuosidad depropósito que pudo haber conducido á buenos resul-tados si hubiera sido impulsada por buen camino.Por desgracia era tal su falta de prudenria que la di-reccion que seguía pocas veces era útil ni para él nipara su pais.

Arregladas todas las dificultades con el goberna-dor, y obtenido su permiso para la ernpresa, los con-federados no perdieron tiempo en hacer los necesariospreparativos. Su primer paso fue celebrar el contra-to memorable que sirvió de base á sus disposicionesfuturas; y co pio en él aparece el nombre de Pizarro,parece probable que este hubiese pasado á Panamá encuanto estuvo seguro de las resoluciones favorablesde Pedrarias (4). El documento, despues de invocarde la manera mas solemne los nombres de la Santísi-ma - Trinidad y de la Virgen, declara que como loscontratantes tenias plenos poderes para descubrir ysometer los paises y provincias situados al Sur delgolfo , pertenecientes al imperio del Perú ,y comoFernando de Luque había adelantado los fondosparala empresa en barras de oro hasta el valor de veintemil pesos, se comprometían mútuamente á dividirpor partes iguales entre sí todo el territorio conquis-tado. Esta estipulacion se repite muchas veces, espe-cialmente en lo tocante á Luque, quien segun se de-clara, tendría derecho ála tercera parte de todas rastierras, repartimientos, tesoros de toda clase, oro,plata y piedras preciosas, y á una tercera parte igual-mente de todos los vasallos, rentas y emolumentosque resultasen de las concesiones que pudiera hacerla corona á cualquiera de sus dos compañeros milita-res, y todo para sí y sus herederos ó representantes.

Los dos capitanes se comprometieron solemne-mente á consagrarse de una manera esclusiva á ladicha empresa hasta que se llevase á buen fin; y encaso de que faltasen á su compromiso, se obligaban áreembolsar á Luque sus adelantos, para lo cual em-peñaban todos sus bienes; conviniendo ademas enque esta declaracion bastaba para la ejecucion de lasentencia contra ellos, como si fuese disposicion deun tribunal de justicia.

Los comandantes Pizarro y Almagro, juraron ennombre de Dios y por los santos Evangelios ejecutarlo que prometían, haciendo el juramento sobre el mi-sal en el cual trazaron con sus propias manos el sa-grado emblema de la cruz. Para dar mas fuerza alcontrato, el padre Luque administró el sacramentode la Eucaristía á los contratantes, dividiendo la hos-tia entres partes, una para cada uno, mientras quelos espectadores , dice un historiador, se enternecíanal ver la solemne ceremonia con que se consagrabanestos hombres voluntariamente á un sacrificio queparecía poco menos que locura (5).

Este documento, que tiene la fecha del 10 de mar-zo de 1526 , fue firmado por Luque, sirviendo detestigos tres ciudadanos respetables de Panamá, unode los cuales firmó por Pizarro y otro por Almagro;pues que ninguno de los dos, como del documentoresulta, sabia escribir su propio nombre (6).

(4) En oposicion á casi todos los escritores, pero no al jui-cioso Quintana , melle conformado con Montesinos, colocandola celebracion del contrato al principio ele la segunda y no dela primera espedicion. Este arreglo coincide con la fecha delinstrumento mismo, que ademas nadie copia iza extenso, delos antiguos autores que yo he consultado, sino Montesinos.

(5) Véase este instrumento singular en Montesinos. (Ana-les, MS., ario 1526.) Lo he copiado en el Apéndice, mime-

'ro 6.(6) Véanse algunas investigaciones sobre el-hecho, negado

LA CONQÚiSTA DEL PERÚl'al fue elsingularcontrato con quetres individuos

oscuros se repartieron tranquilamente entre sí unim-perio, de cuy estension , poder y recursos, de cuyaposicrou, de cuya existencia misma no tenian esactoy seguro conocimiento. La manera positiva con quehablan de . la magnitud del imperio, de su abundanteriqueza, cosas tan esnctas como se probó despuesaun que tan poco sabían de ellas, forma un notablecontraste con el escepticismo general y con la indi-ferencia que casi todo el mundo manifestaba en Pa-namá (1).

El tono religioso de este documento es uno -de susrasgos mas singulares, especialmente si lo ponemosen contraste con la política cruel que siguieron losmismos hombres que lo firmaron en sucunqu isla delpais. «En el nombre ele un Dios de paz, dice el ilus-tre historiador de América, ratificaron un contratocuyo objeto era saquear y derramar sangre huma-na (2). » Esta observacion parece muy justa. Sin em-bargo, al criticar lo que se hace, lo mismo que lo quese escribe, debemos tener muy presente el espíritude la época. La imvocacion del cielo era natural,cuando en parte era religioso el fin de la empresa.La religion formaba, á lo menos en teoría, el prelestode las conquistas de los españoles en el Nuevo Mun-do. Que se mezclaron motivos viles con estos otroselevados, y en diferentes proporciones segun el ca-rácter de los individuos, es cosa que nadie negará. Ypocos son los . que se han propuesto á sí mismos unalarga carrera de accion sin mezcla de algun motivovulgar y personal, fama, honores ó riqueza. Sin em-bargo, que la religion nos da la clave de las cruzadasamericanas, por mal que estas se ejecutasen, es evi-dente en la historia de su origen ; eir la sancion queles dió públicamente el gefe de la Iglesia; en la multi-tud de misioneros voluntarios que siguieron los pasosde los conquistadores para recoger la pingüe cosechade las almas; en las reiteradas instrucciones de lacorona, cuyo gran objeto era la conversion de los in-dígenas; en esos hechos supersticiosos de la mismasoldadesca empedernida, que por mas que se atribu-yan al fanatismo, eran demasiado sinceros para quepuedan admitir la acusacionde- hipocresía. Realmen-te fue una cruz de fuego la que se paseó por ese des-graciado país, abrasándolo y consumiéndolo en suterrible carrera ; pero al cubo era la cruz, el signode la redencon del hombre, el único signo medianteel cual podían salvarse las generaciones venidera, clela eterna perdicion.

Es un hecho mu y notable, y que hasta ahora no hasido descubierto por el historiador, que el padreLuque no era la verdadera parle en este contrato,sino que representaba á otro que colocaba en susmanos los fondos necesarios para la empresa. Estoresulta de un instrumento firmado por Luque y cer-tificado por el mismo escribano que preparo el con-trato original. Este instrumento declara que toda lasuma de veinte mil pesos adelantada para la espedi-cion lo fue por el l icenciado Gaspar de Espinosa,que se hallaba entonces en Panamá ; que Luque obrósolamente como agente suyo y autorizado per el, yque por consiguiente el dicho Espinosa, y solo el,tenia derecho á la tercera parte de las ganancias y ad-quisiciones que resultasen de la conquista de! Perú.Este instrumento, atestiguado por tres persenas, unade las cuales fue testigo del contrato original , está

por algunos, de la ignorancia de Pizarro en el arte de escri-bir, en el lib. Vi, cap. V de esta historia.

(1) Por un juego de palabras se dió al padre Laque el epí-teto de loco, que le mereció su actividad en esta empresa.Oviedo lo llama padre Laque ó loco, como si fueran sinóni-mos. Historia de las Indias, Islas é Tierra Firme del mar Océa-no MS., parte 111, lib. VIII, cap. I.

(2) Itobertson, América, tomo Ill, pág.5,

fechado el 6 de agosto de 1531 (3).l licenciado Es-pinosa era un funcionario de categoría, que habla si-do alcalde primero en Darien, y que despues habiarepresentado un papel principal en la conquista y co-lonizacion de Tierra Firme. Era muy consideradopor su rango y por su carácter;y -es particular quetan poco se sepa sobre el modo en que se ejecn tó unconiralo tan solemne en lo relativo á él. Como suce-dió en el caso de Colon , es probable que la inespera-dauragnitud de los resultados irnpidó que se cum-pliese fiel yescrupulosamer,te laestipulacionprimitivay sin embargo, por el mismo motivo apenas se puedeponer en duda que los veinte mil pesos del atrevidoespeculador le diesen un magnífico retorno. Ni tam-poco el digno vicario de Panamá, como mas adelantelo dirá la historia, quedó sin recompensa.

Habiendo completado estas disposiciones prelimi-nares, los tres socios no perdieron tiempo en hacersus preparativos para el viaje. Compráronse dos bu-ques mayores y mucho mejores en todo quelos quese habian empleado en la ocasion anterior. Se hicie-ron provisiones en escala mayor que antes, como lodictaba -la esperiencia, y se pregonó públicamenteuna «espediciou al Perú» para que acudiesen losque quisiesen tomar parte en ella. Pero los escépti-cos habitantes de Panamá no se dieron mucha prisaen acudir. De cerca ate doscientos hombres que ha-bian ido . á la espedicion primera, apenas quedabanlas dos terceras partes (4). Esta terrible mortandad,y el aspecto miserable, pobre y enfermizo de los quesobrevivian, hablaban con elocuencia mayor que laspromesas pomposas y los magníficos planes que pre-sentaban los aventureros. A pesar de esto habia hom-bres en Panamá colocados en situacion tan desespe-rada, que cualquier cambio les parecia una esperanzapara mejorar de condicion. Tambien la mayor partede los que fueron por primera vez, cosa rara, prefe-rían seguir la aventura y no abandonarla, porque enella creían entrever la luz de un porvenir mas agra-dable. Con estos elementos los capitanes lograronalistar unos ciento y sesenta hombres, que hacian entodo toma fuerza muy pequeña para la conquista de unimperio. Tarebien se compraron algunos caballos, yun surtido de municiones y pertrechos militares me-jores que los que en la espedicion anterior se llevaronaunque siempre en pequeña cantidad. Considerandoel buen mo. tadu de sus fondos esto no -se explica sinopor la dificultad de encontrar estos objetos en Pana-má, ciudad recieu fundada y en la remota costa delPacífico, y á la cual no se podía llegar sirio atrave-sando la difícil barrera que ofmecian las montañas,lo que hacia sumamente difícil el transporte de objetosvoluminosos. Tarrrhien es probable que en aque-llas circunstancias fuera casi imposible adquirir par-te de los pequeños recursos que poseia, porque Cam-bien el gobernador estaba haciendo los preparativosde su propia espedicion alnorte.

Con estos escasos pertrechos, los dos capitanes,cada cual en su buque, volvieron fisalir de Panamá,dirigidos por Bartolomé Ruiz, piloto de sagacidad yresolucion , que tenia mucha esperiencia en la nave

(3) El instrumento que contiene esta singular revelacionestá copiado en un manuscrito que intitula Noticia generaldel Peró, Tierra Firme y Chile ,por Francisco Lopez de Cer-vantes, empleado de hacienda en las colonias. El MS. que an-tes se conservaba en la biblioteca del gran colejio de Cuenca,en Salamanca, re halla ahora en la biblioteca real de Madrid.Quintana estracta el pasaje en sus Españoles célebres, tomo II,Apéndice, niun 2, nota.

(4) «Con ciento y diez hombres salió de Panamá, y fuédonde estaba el capitan Pizarro con otros cincuenta de lowprime os ciento y diez que con él salieron y de los seten-ta que el capitan Almagro llevó cuando le fué á buscar,que los ciento y treinta ya eran muertos. n Xerez, Conquislridel Pera, ap, Barcia, tomo 1ll,pág. 180,

note,.c í a la aplicacion ele las velos mí la navegación. Alacercarse, descubrió que era una grande enrbarca-cion, ó por mejor decir una balsa , que con-isba deun gran número de vigas de una madera ligera yporosa, fuertemente atarlas unas á otras, y roa unli gero suelo de cañas por encima á molo de cubierta.Da i s mástiles ú a pdos gruesos, colocados en el centrodel buque, sostenían una gran vela cuadrada dealgo-rlmn , mientras que un grosero timon y una especieda quilla hecha con una tabla encajada entre los ma-deros, facilitaban al marino el que diese dlirecrion áesta clase de buque, que seguía su curso Sin In ayudadel remo (2). La sencilla construccion de esta má-quina flotante bastaba para las necesidades de losindígenas, y tambien les ha bastado basta la épocapresente; porque la balsa, con su pequeña chozaen medio , aun se usa para trasportar pasajeros yequipajes n a'gunosrios, yen algunos puntos de estaparte de la inste del continente Sur americano.

Al atracar la balsa al buque, Ruiz encontró en ellavarios indios, tanto hombres como mujeres, algunosengalanados con ricos adornos, y ademas muchosobjetos de plata y oro trabajados con singu l ar des-treza,que llevaban mí diferentes puntos de la costapara traficar con ellos. Pero lo que mas llamó suatencion fue el tejido de lana de que se componíanalgunos de sus trajes. Era un tejido muy lino, deli-cadamente bordado con figuras ele pájaros y ¡loes, yteñido con colores brillantes. Tamben vió en el boteuna balanza para pesar los melales p reciosos ( ). Suasombro al contemplar estas pruebas de destreza yciviliza.cion, tan superior á todo lo que hasta enton-ces'rabia visto en el pais , creció ronsiderablemeutecon las noticias que recogió de estos indios. Dos deellos venían de Tumbez: puerto peruano que estabaalgunos grados mas al Sur, y le dieron á entenderque cerca de esta parte habla grandes rebaños de losanimales que producían esta lana , y que el oro y laplata eran casi tan comunes como la madera en lospalacios de su monarca. Los españoles escuchabancon inesplicable infieres noticias que tan de ,.cuerdoestaban con sus oras ardientes deseos. Aunque enparte temiendo que hubiese exageracion en el relato,Ruiz resolvió detener á algunos de estos indios , in-clusos los de Tumbez, para que repitiesen la historiamaravillosa á su gefe y al mismo tiempo para queaprendiendo el castellano , pudiesen mas adelanteservir de intérpretes en los tratos con sus com a-triotas. A los otros les permitió proseguir en su viajesin mas interrupcion. Siguiendo despees su rumboel prudente piloto, sin tocar en ningun otro puntode la costa, llegó á la altura ele la punta de Pasado,como medio grado al Sur, teniendo la gloria de serel primer europeo que navegando con este rumbo enel Pacífico , cruzó la línea. equinoccial. Este fue, ellimite de sus descubrimientos; al llegar á él, viró debordo , y gobernando al Norte , logró despues de unaausencia de algunas semanas, fondear eu el pun-

(2) «Traía sus mástiles y antenas de muy fina madera yvelas de algodon del mismo talle de manera que los nuestrosnavíos.» Relacion de los primeros descub. de F. Pizarro yDiego de Alurrgro, sacada del códice núm. 120 de la Biblio-teca imperial de Viena, MS.

(3) En una corta relacion de esta espedicion, escrita alparecer en la época en que se hizo ó poco despues, se espe-cifican menudamente todos los objetos que se encontraron enla balsa. «Espejos guarnecidos de la dicha plata, y tazas yotras vasijas para beber; tratan muchas mantas de lana y dealgodon , y camisasy aljubas, y atareares, y otras muchas ro-pas, todo lo oras de ello muy labrado de labores muy ricas decolores de grana, y carmesí, y azul, y amarillo, y de todasotras colores de diversas maneras de labores y figuras de avesy animales, y pescados, y árboles; y tratan unos pesos chi-quitos de pesar oro como hechura de romana ,y otras muchascosas.» Relacion sacada de la Biblioteca imperial de Vie-na, MS.

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gacion del mar del Sur. Era natural de Minguer, enAndalucía , criadero fecundo aunque pequeño de em-presas marítimas, que tantos niarmueros proporcionóá Colon pura sus primeros viajes. Sin tocar en lospuntos intermedios de la costa , que no ofrecían ali-ciente alguno á los viajeros, navegaron roas maradentro , gobernando hacia el río de San Juan , elúltimo límite que Iral,ia alcanzado A!n, ro. L.; esta-cion habla sido mejor escogida que en la ocasion an-terior, y encontrando vientos favorables negaron enpocos días al lugar de su destino. Entrando por laembocadura del rio, vieron que sus orillas reta+ ancubiertas de habitaciones de indios , y desembarcan-do Pizarro con a l gunos soldados , logro sorprenderun pueblo, y llevarse un boliu considerable de ador-nos de oro que se encontraron en las chozas, junta-mente con algunos naturales (1).

Entusiasmados con el buen éxito , los dos gelescalcularon que al contemplar tan ricos despojos auntal rapidez adquiridos, los aventureros de Panamáno polrian resistir al deseo de acudirá su bandera;y corno cada día senlian mas y mas la necesidad detener fuerzas mayores para poder luchar con la mayorpoblacion del pais que iban á invadir, resolv ; óse queAlrmrgro volviese con el tesoro y procurase refuerzos,mientras que el piloto Ruiz con el otro buque re-conocia la costa hacia el Sur, y recngia todas lasnoticias que pudiera para determinar sus pasos fuiu-ros. Przar• o , con lo restante de sus fuerzas , dehiapermanecer cerca del rio , puesto que los prisionerosIndios le aseguraron que á corta distancia en lo inte-rior habla una region abierta y cultivada , en que ély los suyos encontrarían todo lo necesario para vivircon comodidad. Este plan se puso en obra inmedia-tamente. Pero nosotros seguiremos antes que álos demas al intrépido piloto en su crucero haciael Sur.

Siguiendo la costa del gran continente, con vien-tos favorables todavía, el primer lugar en que Iiuizechó el ancla fue en la pequeña isla del Gallo, comoá dos grados Norte. Los habitantes, que no eran nu-

merosos, estaban preparados para recibirlo de unamanera hostil, porque las noticias de los invasoreslos habiau precedido en el país, y aun habían llegadoá este punto aislado. Corno el objeto de Ruiz eraesplorar y no conquistar, no quiso enredarse en hos-tilidades con los indígenas; y así, abandonando suproyecto de desembarcar, dióse á la vela y recorrióla costa hasta el punto que hoy se llama bahía deSan Mateo. Ei pais que, á medida que avanzaba, se-gula dando indicios de un cultivo mejor y de unapoblacion mas considerable que lo que hasta ahorahabían visto, estaba cubierto en las orillas de espec-tadores, que no parecían tener miedo ni ser hostiles.Perrna.neniau en pie contemplando la nave de losblancos cuando esta cortaba suavemente las aguascristalinas ale la bahía , figurándose, dice un autorantiguo , que era un ser misterioso bajado del cielo.

Sin permanecer en esta costa amiga lo suficientepara dese¡` uñar á los sencillos naturales , Ruiz , ale-jándose de la costa entró en alta ruar; pero no 'rabianavegado mucho tiempo en esta direecion, cuandolo sorprendió descubrir un buque que con la dis-tancia parecía una gran carabela , pero atravesadapor una vela muy grande que la arrastraba lenta-mente por !a superficie del agua. El antiguo marine-ro se confundia al contemplar semejante fenómenoporque estaba seguro de que ninguna nave europeaporira haber llegado antes que él á estas latitudes, yninguna nacron india de las hasta entonces descu-biertas, ni aun la civilizada nacion mejicana, cono-

(1) Ibid. págs. 180, 181.—Naharro, relacion sumiría,MS.--Zá pate, Conq. del Perú, lib. I, cap. L—Herrera,Hist. general, dec. lIi, lib, VIII, cap XIII,

LA dONQn1S1A br.L IEk[l. égla noticia de sus brillantes descúbrimientos; y pocodespues entró Almagro en el puerto con su buquecargado de provisiones y con un refuerzo considera-ble de voluntarios. El via j e de este gefe había sidopróspero y feliz. Cuando llegó á Panamá encontró elgobierno en manos de don Pedro de los Ríos, y nose atrevió á desembarcar hasta obtener del padre Lu-que alguna 'noticia sobre las opiniones del nueto go-bernador relativamente á ellos. Halló que estas eranbastante favorables, porque el gobernador tenia ins-trucciones particulares para llevar á cabo lo pactadopor su predecesor con los sócios. Al saber la llegadade Alma gro, bajó al puerto para felicitarlo ,y paraasegurarle que estaba dispuesto á favorecer en todola ejecucíon de sus planes. Felizmente poco antes deesta época, habia llegado á Panamá un pequeño cuer-po de aventureros m ilitares desde la metrópoli, ar-diendoen deseos de hacer fortuna en el Nuevo-Mundo.Estos tragaban el cebo de oro con mas ansia y muchamas facilidad que los antiguos y cautos colonos; ycon ellos y con algunos otros ociosos que habla enla ciudad, Almagro se encontró al frente de un re-fuerzo de á lo menos ochenta hombres, con los cua-les, despues de haber embarcado provisiones y per-trechos, se rió á la vela para el rio de San Juan.• La llegada de los nuevos reclutas , ansiosos porllevar adelante la espediciou, el cambio agradableproducido en sus circunstancias por las nuevas yabundantes provisiones, y las brillantes pinturas delas riquezas que iban á encontar en el Sur, produje-ron su efecto en los abatirlos ánimos de los que conPizarro estaban. Sus recientes trabajosyprivacionesse olvidaron muy pronto, y con la animacion é in-constancia características al aventurero, exigian tanenérgicamente á su comandante que siguiese el viajeemprendido , como antes habian solicitado que loabandonase. Aprovechándose de estos buenos deseos,los capitanes se embarcaron, y guiados por el vete-rano piloto, se dirigieron por el mismo rumbo queeste habia seguido poco antes.

Pero se habia dejado pasar la estacion favorable,que en estas latitudes dura muy pocos meses, parahacer un viaje al Sur. El viento soplaba constante-mente hacia el Norte, y una fuerte corriente no lejosde la playa, seguia la misma direccion. Los vientosse convertían muy á menudo en tempestades, y losdesgraciados viajeros estuvieron siendo juguete-delas olas durante muchos dias, en medio de las tor-mentas mas horribles de truenos y relámpagos, hastaque por último encontraron un puerto seguro en laisla del Gallo, visitada antes por Ruiz. Corno ahoraeran demasiado numerosos para temer un ataque, lastripulaciones desembarcaron , y como no esperimen-tarou incomodidad alguna por parte de los indíge-nas, permanecieron en la isla dos semanas, recor-riendo sus averiados bugries, y descansando de laspenalidades de la uavegacion. Despues, emprendien-do de nuevo su viaje, gobernaron hácia el Sur hastaque llegaron á la bahía de San Mateo. Al recorrer lacosta esperirnentaron el mismo asombro que anteshabia esperimentado Ruiz, viendo que el pais mani-festaba por todas partes en su aspecto general y en elde sus habitantes, pruebas de un grado mas elevadode civilizador). Por todas partes se velan los resul-tados del cultivo. Tambien el aspecto natural de lacosta era mas halagüeño; porque en lugar del labe-rinto eterno de mangles cuyas ¿ásperas ralees penetranpor debajo del agua como para envolver en una red alviaj ero desprevenido , las orillas bajas del mar esta-ban cubiertas de magestuosus árboles de ébano, deuna especie de caoba, y otras maderas duras, lasmas susceptibles de tornar un barniz brillante y va-riado. La madera-del sándalo, y muchos árboles oloro-sos de nombres desconocidos, derramaban sus gratosperfumes por el aire, no en una atmósfera impreg-

to en que habia dejado á Pizarra y á sus compa-ñeros (1 ).

Y ya era tiempo que lo hiciese; porque el ánimode esa pequeña fuerza desfallecía ya ante los peligrosá que se habia visto expuesta. Encuanto se fueron susbuques, Pizarro emprendió su marcha al interior,con la esperanza de encontrar la deliciosa campiñaque le habian prometido los naturales. Pero á cadapaso parecía mas y mas espeso el bosque, y los árbo-les se elevaban á una altura gigantesca que él nolos habia visto nunca, ui en estas feraces regi„nesdonde la naturaleza obra tan en grande (2 ). A medi-da que avanzaba encontraba colinas y mas colinasunas detras de otras, corno si fueran olas del mismomar que iban á reunirse á la barrera colosal de losAndes, cuyas nevadas cumbres se vejan elevadassobre las nubes, y estendidas corno una cortina debruñida plata que parecía unir al cielo con latierra.

Al atravesar estas colinas cubiertas de bosques,los cansados aventureros solían encontrarse al bordede quebradas de espantosa profundidad , donde lasemanaciones de un suelo húmedo salian como unvapor mortífero en medio del incienso de las olorosasflores, que revestían la sima con la mas asombrosavariedad de matices. Los pájaros, especialmente de lafamilia de los loros, remedaban esta fantástica varie-dad de la naturaleza con tintas tan brillantes comolos del reino vegetal. Vejan sobre sus cabezas milla-res de monos, que les hacían gestos y parecian losespíritus diabólicos de estas soledades, mientras quereptiles horrorosos, engendrados en la fangosa pro-fundidad de las aguas estancadas, se acumulabanalrededor de ellos. Aquí se veia el boa gigantesco,enlazando sus pliegues colosales en el tronco de unárbol , de modo que apenas se le distinguia del tron-co hasta que estaba próximo á lanzarse á su presa;allí los caimanes estaban tomando el sol á orillas delos ríos, ó deslizándose por debajo de la superficiedel agua, se apoderaban de su incauta víctima antesque esta lo sintiese (3). Muchos españoles perecie-ron miserablemente por estos medios , y otros fueronasesinados por los naturales, que vigilaban escrupu-losamente sus movimientos y se aprovechaban decualquiera ocasion para atacarlos con ventaja. Ca-torce hombres de los de Pizarro fueron cogidos deuna vez en una canoa que encalló en las márgenes deun Iio (4).

El hambre vino luego á aumentar la lista de susdesgracias, y grande fue la dificultad que esperime'r-taron para encontrar algo que comer en los bosques.A veces encontraban patatas silvestres, cocos, ó enla playa el espeso fruto del mango. Pero la orilla delmar era mas insoportable que los bosques, por losenjambres de mosquitos que obligaban á los desgra-ciados aventureros á sepultar sus cuerpos hasta lacara en la arena. En esta estremidad de padecimien-tos solo pensaban en volverse; y todos sus planes deavaricia y de ambicion , esceptuando á Pizarro y aotros pocos espíritus indomables, desaparecían anteel deseo ele volver á Panamá.

En esta crisis fue cuando volvió el piloto Ruiz con

(1) Jerez, Conq. del Perú, tomo III, pág. 181.—Rela-clon sacada de la Biblioteca imperial de Viena, MS.—HerreraIlist, general, dec. III, lib. VIII, cap. XIII.

Uno de los autores dice que estuvieron sesenta días en esteviaje. Siento no poder señalar la fecha exacta de los aconte-cimientos en estas primeras espediciones. Pero la cronologíano era cosa digna. de la atencion de estos antiguos cronistasque parecen creer que porque ellos conservan en la memoriatodas las fechas recientes debe suceder lo 'Mimo á los denlas.

(9.) «Todo era montañas, con árboles hasta el cielo.» Her-rera , Hist. general. ubi supra.

(3 Herrera , Ilist. general, ubi supra.(4) Ihid., loe. cit.—Gomara, Hist. de las lnd., cap. CVIII.

--Naharro, Relacion sainaría , MS.

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BIBLIOTECA DE GASPAR Y note.dn cuerpo mas formidable se reunió en la playa,

hasta el número, segun dicen los españoles, de á lomenos diez mil guerreros, aparentemente ansiososde atacar á los invasores. Pizarro que desembarcócon parte de los suyos esperando poder entablar unaconferencia noudo evitar enteramente las hostilida-des; y quizás lo hubieran pasado muy vial los españo-les, perseguidos con ardor por un enemigo infinita-mente superior en número, á no ser por un accidenteburlesco que , como refieren los historiadores, sufrióuno de los ginetes. Este consistió en una cuida decaballo, que asombró de tal manera á los bárbarosque no esperaban semejante division de lo que pare-cía un solo y único cuerpo, que llenos de consterna-cion se retiraron y abrieron paso á los cristianospara que volviesen á sus buques (5).

En estas circunstancias se celebró un consejo deguerra. Era evidente que las fuerzas de los españo-les no bastaban para luchar con un cuerpo de indí-genas tan numeroso y tan bien preparado ; y aunquevenciesen aquí, no podian abrigar la esperanza deabrirse paso por medio del torrente de guerrerosque acudiria á entorpecer su marcha, porque elpais parecía mas y mas poblado á medida que ade-lantaban, y descubrian numerosas ciudades y pue-blos nuevos, cada vez que descubrian mas tierra ó-que doblaban un cabo. Segun opinion de algunos,los de menos corazou, couvenia abandonar la em-presa de una vez, como superior á sus fuerzas. PeroAlmagro consideró este asunto bajo un punto devista diferente. Volver, decía, -in haber hecho.nada,era vergonzoso, era su ruina. Casi todos ellos habiandejado acreedores en Panamá, que esperaban su pagode los frutos de laespedicion. Volver era entregarse ádiscrecion en sus manos, irá la cárcel. Mejor erava-gar como hombres libres, aunque fuera en el desierto,que yacer con grillos en los calabozos de Panamá ( ).Lo que debian hacer, segun él,era lo que hablan hechorecientemente. Pizarro podría encontrar algun lugarcómodo en que permanecer con parte de la fuerza,mientras que él volviera á Panamá en busca de re-fuerzos. Las noticias que ahora podian dar sobre lasriquezas del pais, darian un colorido muy diferenteá la espedicion , y no podrían dejar de atraer á susbanderas cuantos voluntarios necesitasen.

Pero por preciosos que fuesen estos consejos, noeran enteramente agradables al otro comandante, áquien no gustaba el papel que le tocaba siempre dequedarse en los bosques y pantanos de este país sal-vaje. Esto, respondió Pizarro, era muy cómodo paralos que pasaban agradablemente el tiempo corriendode un punto á otro en su buque, ó cómodamenteabrigados en un pais abundante como lo era Pana-má; pero era todo lo contrario para los que quedabandetras en el desierto, desfallecidos y muriéndose dehambre (7 ). A esto contestó Almagro con algun ca-

nada de corrupcion vegetal, sino .por las brisas pu-ras del Océano, que llevaban en sus alas perfumes ysalud al mismo tiempo. De cuando en cuando sevelan anchos campos de tierras cultivadas, y repe-chos de las colinas cubiertos con el amarillo maiz ypatata, ó en nivel mas bajo con magníficos plantíosde cacao (1).

Los pueblos eran mas y mas numerosos; y cuandolos buques anclaron en el puerto de Tacamez, losespañoles pudieron ver una ciudad de mas de milcasas, arregladas en calles, y con una poblacionnumerosa apiñada alrededor de ella ea los arraba-les (2). Los hombres y mujeres ostentaban en suspersonas muchos adornos de oro y piedras preciosas,cosa que parecerá singular considerando que los In-cas del Perú se reservaban Ml monopolio de estaspiedras para si y para las nobles á quienes se digna-ban concederlas. Pero aunque los españoles habianalcanzado ya los límites esteriores del imperio pe-ruano, no era el Perú lo que velan, sino Quito yaquella parte de este pais recieu sometido al cetro delos Incas, donde no era posible que el opresor siste-ma de los déspotas americanos hubiese borrado aunlos antiguos usos del pueblo. Ademas el pais adya-cente era especialmente abundante en oro, que lava-do de la arena de los arroyos, aun constituye una delas principales producciones de Barbacoas. Aquítambien estaba el hermoso río de las Esmeraldas,llamado así por las minas de esta piedra preciosaque existian en sus márgenes y con que los monar-cas indios enriquecian sus tesoros (3 ).

Los españoles contemplabancondeleite estas prue-bas indudables de riqueza, y vieron en el cultivoadmirable del territorio una agradable seguridad deque por fin habian llegado al pais que tanto tiempo.habian estado contemplando revestido de tan brillan-tes, pero tamhien de tau remotos colores. Pero aquítambien tenian que verse chasqueados por el espíritubelicoso del pueblo, que, conociendo su propia fuer-za, no se sentía intimidado por el invasor. Al contra-rio, muchas canoas cargadas de guerreros abando-naron la playa, llevando una ensena de oro, dieronvueltas al rededor de los buques desafiándolos consus miradas, y cuando las persiguieron se refugiaron

(1) Xerez, Conq. del Perú, ap. Barcia ,tomo III, pág. 181—Rel. sacada de la biblioteca imperial de Viena, MS.—Nahar-ro, Rel. sumaria, MS.—Montesinos, Anales, MS. , aüo 1526.—Zárate, Conq. del Perú, lib. I, cap. I. —Relacion del pri-mer descub., MS.

(2) El secretario de Pizarro dice que una de las ciudadesconten g a tres mil casas. «En esta tierra habia muchos mante-nimientos, y la gente tenia muy buena órden de vivir, lospueblos con sus calles y plazas : pueblo habia que tenia masde tres mil casas, y otros habia menores.» Conq. del Perú,ap. Barcia, torno III, pág. 181.

(3) Steveson que viajó por esta parte de la costa en losprimeros años de este siglo, habla mucho de sus tesoros mi-nerales y vejetales. La mina de esmeraldas próxima al rio deeste nombre, tan famosa en otros tiempos, estará ahora cer-rada por una supersticion mas propia'del tiempo de los Incas.«Jamás la visité, dice el viajero, gracias al temor superticiosode los naturales, que me asegu raron que estaba encantada, yque la guardaba un enorme dragon, que vomitaba truenos yrelámpagos contra todos los que se atrevian á ir rio arriba.»Residencia, etc.

(4) «Salieron á los dichos navíos catorce canoas grandes conmuchos indios, dos armados de oro y plata, y trahian en launa canoa un estandarte y encima de él un bolto de un mu-cho de sio de oro ('), y dieron una vuelta á los navíos por

() Nota del traductor. Todas la g citas que hace Prescott deeste manuscrito están plegados de errores, quiza por ti:•ber si •do copiado por estruylero. liemos tratado de corregir algunos;pero confesamos pie el que liemos subrayado es ab,olutamnenteininteligible. Lo peor es que esta palabra bollo, que es quizasbulto, ha hecho creer al autor que el estandurt, de los indiosera una máscara de oro, sin duda por la analogía con la pa-labra italiana voleo.

avisarlos en manera que no les pudiese enojar, y así dieronvuelta hacia á su pueblo y los navíos no los pudieron tomarporque se metieron en los bajos junto á la tierra.» Relacionsacada de la Biblioteca imperial de Viena, MS.

(5) «Al tiempo del romper los unos con los otros, uno deaquellos de caballo cayó del caballo abajo; y como los indiosvieron dividirse aquel animal en dos partes, teniendo por cier-to que todo era una cosa, fue tanto el miedo que tuvieron,que volvieron las espaldas dando voces á los suyos, diciendoque se habia hecho dos, haciendo admiracion de ello : lo cualno fue sin misterio; porque á no acaescer esto se presumeque mataran todos los cristianos.» (Relacion del primer des-cubrimiento, MS.) Este modo de esplicar el terror pánico delos bárbaros es tan digno de fé como la aparicion del apóstolSantiago en circunstancias análogas, de que tantas veces ha-blan los historiadores de estas guerras.

(6) «No era bien volver pobres, á pedir limosna, y moriren las cárceles, los que tenían deudas.» Herrera, Hist. gene-ral, dec. III, lib. X, cap. II.

(7) a Como íba y venia en los navíos, adonde no le faltaba

fácilmente en tierra (4).

LA CONQUISTA DEL PERÚ):lor, manifestándose dispuesto á tomar el mando delos valientes que se quisieran quedar con él si Pizar-ro lo rehusaba. Poco á poco iba creciendo el tonoamenazador de esta disputa ,y pronto hubieran pasado de las palabras á los golpes, porque echandomano á sus espadas ya iban atacarse uno á .otra,cuando el tesorero Ribera, auxiliado por el pilotoRuiz, logró apaciguarlos. Pocos esfuerzos se nece-sitaban por parte de estos dos consejeros mas templa-dos para convencer á los gefes de lo absurdo de unaconducta que hubiera puesto inmediatamente térmi-no á la espedicion de una manera poco honrosa paralos que la habían proyectado. Por consiguiente secelebró una reconciliacion, suficiente, á lo menosen lo esterior, para que los dos gefes pudiesen obrarde acuerdo. Adoptóse, pues, el plan de Almagro; ysolo se pensó ya en buscar el lugar mas convenientey seguro para establecer el cuartel de Pizarro.

Ocupáronse varios dios en tocar en diferentes pun-`tos de la costa, volviendo por el camino que habianseguido antes; pero parecia que en todos ellos sehabian alarmado los naturales y estaban alerta , pre-sentando un aspecto amenazador y aun formidableconsiderando su número. No les era lícito ni pensaren la reglen mas al Norte, con sus pantanos mortífe-ros y sus bosques, y donde la naturaleza hace unaguerra mas terrible que el hombre. En esta indicision,se resolvieron en favor de la pequeña isla del Gallo;porque al cabo, por su distancia de la orilla y lo es-caso de sus pobladores, era el punto mas á propósitópara ellos en su triste condicion (1 ).

Pero apenas se supo la determinacion adoptadapor los dos capitanes, cuando empezaron ,á manifes-tar su disgusto los aventureros que los seguian, es-pecialmente los que habian de quedarse en la islacon Pizarro. Esclaniaban que por qué habla de lle-várseles á ese oscuro lugar á morir de hambre; quetoda la espedicion desde el principio hasta el fin ha-bia sido un engaño; que los paises de oro de que seles habia hablado parecian huir delante de ellos á me-dida que avanzaban; y el poco oro que hablan tenidola dicha de recoger habia sido enviado á Panamápara inducir á otros tontos á seguir su ejemplo. ¿Y-qué habian conseguido en pago de sus padecimien-tos? Los únicos tesoros que les quedaban eran susarcos y sus flechas, y ahora se les iba á dejar moriren esta triste isla, sin tener siquiera un palmo detierra consagrada para depositar en ella sus hue-sos (2).

En este estado de exasperacion, algunos de los sol-dados escribieron á sus parientes y amigos, dándolesparte de su deplorable condicion , y quejándose de lafria indiferencia con que se les sacrificaba á la obsti-

vitualla, no padecia la miseria de la hambre, y otras angus-tias que tenias , y ponían á todos en estrema congoja.» (Her-rera, Hist. general, lec. III, lib. X, cap. II.) Los caballerosde Cortés, y de Pizarro, por maravillosas que fueran sus ha-zañas, se quedan muy atras de aquellos caballeros andantesde quienes habla el poeta Butler en su poema de Hudibras, yque, segun él, como no pastasen en los campos que atravesaban,no se sabe lo que comerían , porque la historia no habla jamas(le que llevasen provisiones, lo que parecía indicar que losestómagos no les servían mas que para batirse.

(1) Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.—Relacion sa-cada de la Biblioteca imperial de Viena, MS.—Naharro, Re-lacion sumaria, MS.—/•árate, Conq. del Perú, lib. I, capí-tulo I.—Herrera, Hist. general, dec. III, lib. X, cap. II.

Estuvo muy desgraciado Pizarro en esto de mantenersesiempre en las costas del Norte, y en no navegar de una vezmas hácia el Sur. Dampier dice que en estos paises llueve sincesar, mientras que sus tristes bosques y el carácter feroz delos indigenas hacian que fuesen poco conocidos aun en la épo-ca en que él escribió. Véanse sus Viajes y Aventuras (Lón-dres, 1776), tomo I, cap. XIV.

(2) «Miserablemente morir adonde aun nobabia lugar sa-grado para sepultura (le sus cuerpos.» IIerrera, Hist. gene-ral, dec. III, lib. X,cap. III.

87nada avaricia de sus gefes. Pero estos eran bastanteastutos para frustrar las consecuencias de este paso,y Almagro lo consiguió apoderápdose de todas lascartas y cortando así todo medio de eomunicacionentre los desconten os y sus amigos. Sin embargo,no consiguió enteramente su objeto, porque un soldado llamado Sarabia, natural de Trujillo, tuvo la in-geniosa idea de encerrar su carta en un ovillo de al-godon , que debía llevarse á Panamá como muestrade los productos del pais, y ser entregado á la esposadel gobernador (á)..

La carta , que iba firmada por varios de los solda-dos descontentos ademas de Sarabia, pintaba con co-lores.sombríos las miserias de su condicion, acusabaá los dos gefes de ser autores de todo esto, y rogabaá las autoridades de Panamá que interviniesen en-viando un buque que los sacase de este triste lugar,si es .que algunos sobrevivian á los horrores de suencierro. La epístola terminaba con una cuarteta es-crita por Sarabia en que se pintaba á los dos gefescomo sócios en una carnicería, ocupándose el unoen traer el ganado y el otro en degollarlo. lié aquíesta cuarteta que llegó á tener cierta popularidad en-tre los colonos :

« Pues señor gobernador,Mírelo bien por entero,Que allá va el recogedor,Y acá queda el carnicero (4).»

CAPITULO IV.

Indignacion del gobernador. — Severa resolucion dePizarro. — Continuacion del viaje.—Aspe; •to brillantede Tumbez. — Descubrimientos en la costa. — Vueltaá Panamá. —Pizarro se embarca para España.

(1527— 1528.)

Poco despues de.marcharse Almagro, Pizarro des-pachó el buque que le quedaba bajo pretexto de quenecesitaba que se le compusiese en Panamá. Proba-blemente se libró así de una parte de su gente cuyastendencias á la insurreccion le servian de obstáculoen su posicion desgraciada, y de quien estaba tantomas dispuesto á separarse, cuanto que era muy di-fícil encontrar alimentos en el estéril punto queocupaba.

Grande fue el desaliento que la vuelta de Almagroy de los suyos produjo en Panamá; porque la carta,trasmitida subrepticiamente en el ovillo de algodon,cayó en las manos á que estaba destinada , y su con-tenido se esparció por todas partes coa la acostum-brada exageracion. El abatido y triste aspecto de losaventureros., era bastante desanimador en sí , ypronto se llegó á creer generalmente que los pocosmalhadados aventureros que aun sobrevivian de laespedicion, habian sido detenidos por Pizarro contrasu vo'untad , para terminar sus días con 'su desen-gañado gefe en aquel triste islote.

Don Pedro de bis Rios, el gobernador, se enfurecióhasta tal punto coa el resultado que la espedicion ha-bia tenido, y con las muertes que habia cansado, dis-minu vendo otro tanto la poblacion de la colonia, quese negó resueltamente á escuchar las súplicas de Lu-que y de Almagro que aun solicitaban su apoyo;burlóse de sus ardientes esperanzas para el porvenir,y por fin, resolvió enviar un oficial á la isla del Gallo,

(5) Metierom en nn ovillo de algodon una carta firmada demuchos en que sumariamente daban cuenta de las hambres,muertes y desnudez que padecian, y que era cosa de risa to-do, pues las riquezas se habían convertido en flechas, y nohabía otra cosa.» Montesínos, Anales, MS., año 1527.

(4) Xerez, Conq. del Perú, ap. Barcia tomo III, pág. 181.—Naharrp, Relacion sumaria, MS. —Balboa ,IIist. del Perú,cap. XV. 1ontellinos, Anales, MS., año 1527,

68 BIBLIOTECA DE GASPAR ' ROIC.

Con órdenes para traerá todos los españoles que aunconservaban la existencia en su triste mansion. Des

-pacháronse inmediatamente dos buques con este ob-jeto , bajo el mando de un caballero llamado Tafur,natural de Córdoba.

Entre tanto Pizarro y los suyos estaban sufriendotodas las miserias que eran de esperar del lugar es-téril en que se hallaban encerrados. Nada tenias quetemer de los indígenas, porque estos hallan abando-nado la isla en cuanto la ocuparon los españoles;pero ten ian que sufrir el hambre aun en mayor gradoque durante su permanencia en los bosques del ve-cino continente. Su alimento principal consistia encangrejos y otros escasos mariscos que recogian enlas playas. Los truenos los. relámpagos no cesabanun instante, porque era la estacion de las lluvias, ysiempre estaba inundada la desdichada isla. Así , me-dio desnudos, y muriéndose de hambre, pocos habíaen aquella pequeña hueste que no sintiesen apagadoel espíritu emprendedor que antes los animaba, nique aspirasen á un término mas feliz de sus desgra-cias que el que consistia en volver á Panamá. La lle-gada de Talur con sus dos buques, bien surtidos deprovisiones, fue, pues, saludada con todo el entu-siasmo que esperunentarra la tripulacion de un buquenáufrago al recibir un inesperado socorro; y el únicopensamiento, despues de satisfacer las inmediatasexigencias del hambre, era embarcarse y abandonarpara siempre aquella isla odiada,

Pero por el mismo buque recibió Pizarro cartas desus dos socios, Luque y Almagro, en que le rogabanque á pesar de todo no perdiese las esperanzas , sinoque permaneciese firme en su primer propósito. Vol-verse en estas circunstancias era matar para siemprela espedicion ; y ellos se comprometían solemnementesi permanecía firme en su puesto, á enviarle dentrode poco cuanto pudiese necesitar para llevar la em-presa adelante (4).

Un rayo de esperanza bastaba al intrépido espíritude Pizarro. Parece que en ninguna época habla élpensado ni por un momento en volver. Si abrigó estaidea, bastaron para disiparla las palabras de estímuloque recibia, y se dispuso á seguir esponiéndose átodos los peligros del hecho en que había aventuradotoda su existencia y todo su porvenir. Sabia sin em-bargo que las promesas y las reconvenciones valdríanpoco con los suyos; y probablemente se cuidaba pocode ganarse á los mas tímidos que mirando siemprehácia aíras, serian la rémora de sus futuros movi-mientos. Pero él anunció su propósito de una maneraenérjica y lacónica, característica de un hombremas acostumbrado á obrar que á hablar, y muy biencalculada para hacer impresion en sus rudos com-pañeros.

Sacando su puñal, trazó una línea en la arena deEste á Oeste. Luego volviéndose hacia el Sur dijo:«camaradas y amigos, esta parte es la de la muerte,de los trabajos, de las hambres , de la desnudez, delos aguaceros y desamparos; la otra la del gusto. Poraquí se va á Panamá á ser pobres; por allá al Perú áser ricos. Escoja el que fuere buen castellano lo quemas bien le estuviere (a).» Diciendo esto, pasó éllis. raya. Siguiéroule el valiente piloto Ruiz , y luegoPedro de Caudia, griego, natural de la isla de Can-dia. Once mas cruzaron sucesivamente la raya mani-festando así que estaban dispuestos á seguir á todotrance á su gel'e (3). La lima ha conservado los nom

(1) Xerez, Conq. del Perú, ap. Barcia , tomo III, pág. 489.—Zárate, Conq. del Perú, lib. I, cap. II.—Montesinos,Anales, MS., aíro 1527.—Berrera, Bist. general, dec. III.lib. X, cap. III.—laharro, Rel. sumaria, MS.

(2) Montesinos, Anales, MS., año 1527.(3) Los nombres de estos trece leales compañeros han

sido conservados en la capitulacion hecha con la corona dosaños despues, documento en que se hace jusMpia á S lealtad.

bres de esta pequeña partida. «Estos fueron los trecede la fama, dice un cronista antiguo con entusiasmoy singular elocuencia. Estos los que cercados de losmayores trabajos que pudo el mundo ofrecer á hom-bres, y los que estando mas para esperar la muerteque las riquezas que se les prometían , todo lo pos-pusieron re la honra, y siguieron á su ca pitan y cau-dillo para ejemplo de lealtad en lo futuro (4).»

Pero este hecho no produjo admiracion alguna enel ánimo de Tafur, quien lo consideró como incalifi-cable desobediencia á las órdenes del gobernador, ypoco menos que como una locura que iba fi ser causade la muerte de todos los que se inician culpables deella. El se negó A ser cómplice dejando uno de susbuques á los aventureros para que siguiesen su viaje,y aun fue muy difícil conseguir de él que les dejaseuna parte de las provisiones que para ellos habíatraido. Esto no influyó en lo mas mínimo en su de-terminacion, y la pequeña partida, despidiéndose desus camaradas que se volvian á Panamá, no vacilóun instante en permanecer fiel á su propósito de se-guir la suerte de su comandante (5).

Ejerce un poderoso influjo en la imaginacion el es-pectáculo de este puñado de . valientes consagrándoseasí á una arriesgada empresa, tan superior á susfuerzas, y al parecer como la mas exajerada que re-cuerden los anales fabulosos de la caballería andante.Una docena de hombres, sin alimentos, sin vestido,casi sin armas, sin conocer el pais que iban á buscar,sin buque para trasportarlos, se quedaban así en unaroca solitaria en medio del Océano con el. fin de lle-var adelante una cruzada contra un poderoso imperiojugando sus vidas en el éxito. ¿Qué se podrá encon-trar en las leyendas de la caballería que sobrepuje áesto? Este era el momento de la crisis para la suertede Pizarro. Momentos hay en la vida del hombre quesegun se abandonen ó se aprovechen , así deciden deldestino futuro (6). Si hubiera vacilado Pizarro en suenérgico propósito y cedido ante las tentaciones quele ofrecia la ocasion para salir él y los suyos de la di-fícil posicion en que se encontraban, su nombre es-taría hoy sepultado en el olvido, y la conquista delPerú hubiera quedado para otros y mas felices aven-tureros. Pero su constancia estaba al nivel de las ne-cesidades de la ocasion ; y la conducta que en ellaobservó probaba su aptitud para el puesto peligrosoque labia admitido, é inspiró á los demas una con-fianza en él que era la mas segura garantía de buenéxito.

En el buque en que volvió Tafur y los que se sepa-raron de la espedicion , se fué tambien con el consen-miento de sus compañeros, el piloto Ruiz, con el

Estos nombres no pueden omitirse en una historia de la con-quista del Perú. Eran : Bartolomé Ruiz, Cristóbal de Peralta,Pedro de Cancha, Domin g o de Soria Luce, Nicolas de Ribera,Francisco de Cuellar, Alonso de Molina, Pedro Alcon, Carerade Jerez, Anton de Carrion, Alonso Briceño, Martin de Paz yJuan de la Torre.

(h) Montesinos, Anales, MS., ailo.1527.(5) Zárate, Conq. del Perú, lib. 1, cap. II.—Montesinos,

Anales, MS., año 1537.—Naharro,Relacion sumaria. MS.-Berrera , dec. III, lib. X, cap. III.

(6) Boiardo espresa esta observacion vulgar con admira-ble elegancia, cuando representa á Pinaldocojiendo á la For-tuna, bajo el disfraz de la caprichosa hada Morgana, por lamelena. No disgustará al aficionado refrescar la memoria conla siguiente octava.

«Chi cerca in questomodo a yer tesoroO diletto, é piacere, honore, estato,Ponga la mano á questa chioma d'oro,Ch'io porto in fronte, e lo faró beato;Ma guando ha in deslío si facto lavoro,Non prenda indugio, che'l tenipo passatoPerdutto e tutto, e non ritorna mal,Ed io mi vollo, e lui lascio con quai.»

Orlando Innamorato, lib.II, canto VIII,

LA cOYQUISTá> DEL PERÚ. 89objeto de cooperar con Luque y Almagro en sus es- , Itios tomó el mando, traia instrucciones para euxi-fuerzos para obtener nuevos auxilios. ' liará Pizarro en su empresa; y ahaedunarlo ahoraPoco despees de haberse marcharlo los buques, sería frustrar la última esperanza sic buen éxito

Pizarro determino abaudonar el punto que ocupaba, echar sobre sus hombros la responsabilidad de'laque tau pocos alicientes ofrecía , y en que ahora po- ( muerte de los hombres intrépidos que lo acompañ

gua-dria verse espuesto á los ataques de los habitantes ; ban. Estas observaciones por fin produjeron alnindígenas, que podrían animar e a volver en cuanto ` electo en el ánimo del gobernador, y consintió consupieseu cuan pocos eran los blancos que quedair u. repugnancia en enviar un buque á la isla de Gorgo-Los españoles, pues, en virtud de sus órdenes cons- mi, pero sin mas hombres que los estrictamente ue-tru •yerou una especie de bote grosero ó balsa , en i cesarios para su tripulacion, y con la órden positivaque lograron trasportarse á la pequeña isla de Gor- á Pizarro de que estuviese de vuelta en Panamá antesgona, veinte y cinco leguas al Norte del punto en que de seis meses, fueran cuales fuesen los resultadosresidían. Estaba colorada á unas cinco leguas del futuros de su espedicion.continente y no tenia habitantes. Su posicion era algo Conseguida la sa ,cion del Gobierno, los dos sociosmas ventajosa que la de la isla del Gallo; porque es- no perdieron tiempo en alistar un pequeño buque contaba mas elevada sobre el nivel del mar, y se hallaba provisiones , armas y pertrechos, y eu despacharlo á.en parle cubierta de bosque en que hai;itaba una es- la isla. Los desgraciados habitantes de esta , que yapede de faisan , y la liebre ó conejo del pais, de la habian ocupado durante siete meses (3), apenasmodo que los españoles con sus ballestas • lograban podíancreer lo que vejan cuando descubrieron lasreunir una caetidad bastante considerable de caza: blancas velas de sus amigos que dirigian el rumboLas frescas fuentes que brotaban de la peña viva les hacia ellos. Y aunque cuando el buque ancló tuvo Pi-proporcionaban agua abundante, aunque las lluvias zarro el sentimiento de saber que no le trajo refuer-que calan sin cesar les probaban que no habla riesgo zos, sin embargo, lo recibió con alegría, porque lede morirse de sed. Abrigáronse de esta incomodidad proporcionaba los medios de resolver el granro-ea algunas malas chozas que construyeron; aunque blema de la existencia de un rico imperio en el Sur,aquí, lo mismo que ea su residen la anterior, sofrían abriendo así el camino para su fulera conquista. Dosla incomodidad un menos insoportable de los insectos de los suyos estaban tan e: ferinos, que se resolvióvenenosos, que se multiplicebau sin cuento con las dejarlos al cuidado de algunos de los indios amigosexhalaciones pútridas del suelo. En esta triste man- que lo habian acompañado todo el Lempo que estuvosiou Pizarro no omitió medio alguno para reanimar en la isla, y recogerlos á la vuelta. Llevando consigoel espíritu abatido de sus compañeros. Tunas las ma- el resto de sus audaces compaferos y los naturalesñatas se rezaba, y por la tarde se desempeñaban de Tumbez, se embarcó despidiéndose del infierno,otros deberes religiosos, guardándose escrupulosa- como lo llamaban los españoles, que habla sido tea-mente las fiestas de la Iglesia; y el comandante sa es- tro de santos padecimientos , pero ta:mhien de unaforzaba en todo lo posible para alar • un carácter reli- resolucion t er heróica y ten inflexible (4).gioso á su empresa, y pura inspirar á sus rudos Todos el os volvieron á llenarse de lisonjera espe-compañeros confianza en la proteccion del cielo que rama al verse de nueve embarcados bajo la direc-los sustendria en medio ' le todas sus dificultades (i) cien del buen pilo'o Ruiz, quien, siguiendo las ins-

En esta incómoda residencia , su principal ocupa- tracciones de los indios, se propuse gobernar haciacion consislia en examinar constantemente la monrí- Tumbez, con lo cual llegarla] de una vez al imperiotuna estension del Océano , para descubrir el primer de oro de los Incas, al Dorado que hacia tanto tiempoindicio del socorro que esperaban. Pero muchos tris- que estaban persiguiendo. Pasando cerca de la tristetes meses se deslizaron y no se presentaba el apele- isla del Gallo , de que tenían tantos motivos paracirio socorro. Por todas partes no se ven mas que la acordarse, se dirigieron mas al Oeste, hasta que de-líquida limita, escepto por el Oriente, donde las he- cubrieron la punta de Tacumez, cerca de la cual ha-ladas crestas de los Ancles heridas por el ardiente bian desembarcado en su viaje anterior. No tocaronsol del Ecuadore resplandecían como una línea de en uinguu punto de la cesta, sino que siguieron cons-fuego en toda la esten,ion del gran continente. Cala tanternente su rumbo, á pesar de los grandes obstá-punto que asomaba en el horizonte remoto , se exa- cu'os que les oponian las corrientes y el viento , queminaba cuida bale ],ente, y las masas de yerbas marí- con pocas variaciones sopló siempre del Sur. Feliz-timas ó los maderos que solia arrastrar la corriente, mente el viento era ligero , y como el tiempo era fa-se convertían en su i tea ginacion ea el deseado buque, vorable , su viaje, aunque lento , no fue incómodo.hasta que, abatidos por sus repetidas egeivecacio- En pocos días descubrieron el cabo Pasado, límite denes, la esperanza se convirtió en duda y la duda en la nevegacion anterior del piloto ; y cruzando la líneadesesperacion (2). la lijera nave penetró en esos mares desconocidos

Entre tanto el buque de Tafur habla llegado al que janras hablan sido surcados hasta entonces porpuerto de Panamá. La noticia que trajo de la obsti- quillas europeas. Observaron que la costa modificabauaciou infex•ble de Pizarro y de sus compañeros, grradualnreute su aspecto áspero y elevado, &cli-lleni de itdignacion al gobernador. No podia consi- nimio suavemente orina la p l aya y estendiétdose enderar este hecho sino corno un suicidio, v se a: negó llanuras arenosas, interrumpidas en algunas partes

resueltamente á prestar meas socorros á hombres que por campos de incomparable fertilidad y hermosura.,parecian decididos á lanzarse al precipicio con los mientras que las blancas chozas de los iedigeaias queojos abiertos. Pero Laque y Almagro permanecieron brillaban en la orilla del mar, y el humo que se ele-fieles á su compromiso. Hicieron presente al gobcr- vaba cerca de las colinas remotas, indicaban la ere-

nador que si lar cene lucia de su compañero era enjuta- cilla polalacion del vais.den'e., á lo menos su fin era servir á la corona y Ile- Por fin , veinte días despees de haber salirlo de lavan adelante la brin obra del descubrimiento. Cuando isla la atrevida nave dobló la punta de Santa Elena y

resbaló mansamente por las anuas del hermoso golfo

(1) «Cada mairana ciaban gracias á Dios; á las tardes de- de Guayaquil. En esta parte del pais abundaban lasclan la salve, y otros m'aiones por las lloras : sabia] las fies-tas , y tenias cuenta con los viernes v dominaos.» Ilerrera,

(5) «Estuvieron con estos trabajos con igualdad de ánin.o

Hin. general, der. III, 1'.r. X, cap. lll.siete meses.» Montesinos, Anales, MS., alío 1527.

(2) «Al rabo de muchos rlias aguardando, estaban tan an- (4) Xerez, Conq. del Perú, ap. Barca, tomo 111, pági-gustiados, que, los salvajes que se harían bien dentro de la na 182.—Montesiuos, Anales, MS., ario 4a27.—Naharro,

mar, les asnería qa.e era el novio.» lomera, Ilist. general, II elacion sumaria, MS. — Herrera, Ilist. general, dec. III,

dec. 111, lib. X, cap. IV. lib. X, ca IV.—Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.

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ciudades y los pueblos, aunque la inmensa cadenade las cordilleras, levantándose bruscamente desdela costa, soto dejaba una faja angosta ele verle esnie-ralda, por la cual serpenteaban numerosos arroyos,derramando fertilidad por todas partes.

Los viajeros se encontraban ahora al frente de al-gunas de las elevaciones mas estupendas de estamagnífica cadena de montañas: el Chúnborazo, consu cumbre ancha y redonda, que se eleva cuino eldomo de los Andes, y el Cotopi.xi, con su cono des-lumbrador de blanca nieve, que no sufre alteracionninguna sino es por la accion de su propio fuego vol-cánico, porque esta montaña es el aras terrible de losvolcanes de América, y se encontraba en tremendaactividad en una época no muy remota pie aquella áque se refiere nuestra narracion. Satisfechos con laspruebas de civilizaeion que descubrian á cada leguaque avanzaban , los españoles por fin fondearon enla isla de Santa Clara, que está á la entrada de labahía de Tumbez (:).

Este lugar no estaba habitado, pero fue recouncidopor los indios como un punto ,í que solían acudir losbelicosos habitantes de la próxima isla de la Punápara celebrar su culto y sus sacrificios. Los españo-les encontraron aquí algunos pedacitos de oro grose-ramente trabajados en diferentes formas, y que pro-bablemente .se dedicaban á las divinidades indias.Llenáronse de esperanzas sus corazones en este lugarcuando los naturales les aseguraron que encontrariaumucha abundancia del mismo metal en Tumbez.

Al dia siguiente empezaron á navegar por la bahíacon rumbo á este lugar. Al aproximarse vieron unaciudad muy grande, con muchos edilicios al parecerde piedra y cal, colocada en el centro de un fértilcaer lo, que parecia haber sido arrancarlo á la esteri-lidad del pais que lo rodeaba por medio de un riegominucioso y bien entendido. Cuando aun estaba ábastante distancia de la orilla, Pizarro vió que se di-rigian hácia él varias balsas, que segun despues sevió iban cargadas de guerreros que se dirigian á unaespediciou contra la isla de Puuá. Aproximándose ála flotilla india, invitó á algunos de los gefes á quepasasen á bordo de su buque. Los peruanos examina-ron con asombro todo lo que veiau , y especialmenteá sus compatriotas, á quienes no esperaban encon-trar en lugar seme j ante. Estos les contaron como ha-bien caido en manos de los estranjeros, de quienesdijeron que pertenecían ú una raza maravillosa deseres, que no habían venido para hacerles daño, sinopara conocer el pais y á sus habitantes. El gefe es-pañol confirmó esta relacion, y persuadió á los indiosá que se volviesen en sus balsas á tierra y que refirie-sen lo que habían visto y oido á sus compatriotas,rog `ndoles al mismo tiempo que le procurasen provi-siones para su buque, porque deseaba entablar rela-ciones amistosas con los indígenas.

Los habitantes de Tumbez se habian acumuladoen la playa , y estaban coutemplaudo con inesplicableasombro el castillo flotante que, habiendo echado elancla, se bat :laceaba muellemente en las aguas de supuerto. Escucharon con suma curiosidad la relacionde sus compatriotas , y al instante comunicaron lanoticia al curaca ó gobernador del distrito, quienfigurándose que los estranjeros debían ser seres deun órden superior, se preparó para concederles in-mediatamente lo que le habian pedido. Poco despuessalian con direccion al buque muchas balsas carga-

(1) Segun Garcilasso trascurrieron dos arios entre la salidade Gorgona y la llegada á Tumbez. (Com. Real, parte II, li-bro I, cap. XI.) Este grosero error cronológico no es muy co-man ni aun en las narraciones de estos sucesos, en que estan dificil fijar una fecha esacta, en medio del silencio, masbien que de las contradicciones, de los escritores contemporá-neos, como si los acontecimientos hubieran ocurrido antes deldiluvio.

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das de plátanos, yucas, maiz, batatas, piñas, COCOS,

y otros ricos productos del fértil valle de Tumbez.Tambien iba caza y pescado, con algunos llamas deque Pizarro habla ,isto antes groseros dibujos, per-tenecientes á Balboa , pero que ahora vela por pri-mera vez vivos. Examinó este curioso animal , el car-nero peruano , ó corno In llamaron los es añoles, el«pequeño camello de los indios,» con mucho interes,admirando mucho la mezcla de la lana y pelo quedaba á los indígenas materiales para sus 'tejidos.

En aquel momento estaba por casualidad en Tum-bez un noble indio, ú oreja , que así, como ya lo hedicho , llamaban los españoles á los individuos deesta clase con motivo de los disformes adornes deoro que llevaban en las orejas. Manifestó gran curio-sidad por ver á los maravillosos estranjeros, y coneste objeto fué 1. bordo. Fácil era conocer la superio-ridad de su rango por la mejor calidad de su traje,como igualmente por la deferencia con que le trata-ban los demas, y por consiguiente lo recibió Pizarrocon la mayor consideracion. Enseñóle las diferentespartes del buque , esplicárrdole el uso de tobo lo quele llamaba a at.enciou, y respondiendo lo mejor quepodia á sus numerosas preguntas por medio de losintérpretes indios. Lo que especialmente quería sa-ber el gelb peruano , era de dórele y para qué habíanvenido Pizarro y los suyos á estas playas. El capitanespañol res pondió que era vasallo de un grau prín-cipe el mas poderoso del inundo, y que habia venidoá este pais para asegurar la 1 gitirrra sapremacia desu soberano en él. Ademas venia para sacar á los ha-bitantes de las tinieblas de la incredulidad en queahora vagaban á ciegas. Ellos adoraban un espírituimpuro que entregaría sus almas á la perdicion eter-na; él les cornunicaria el conocimiento del verdaderoy único Dios Jesucristo , porque quien creia en él sesalvaba eternamente (2).

El príncipe indio escuchó todo esto con profundaatencron y aparente asombro , pero no respondiónada. Verdad es que ni él ni los intérpretes teníanideas muy claras sobre las doctrinas que se les reve-laban tan de repente. Quizás no creia que hubieseotro potentado en la tierra mas poderoso que el Inca;ninguno á lo menos que tuviese mas derecho que él ásus propios dominios , y tambien es muy posi;,ie queno estuviese dispuesto á confesar que el gran luminará quien adoraba era inferior aI Dios de los españoles.Pero sean cuales fueren las ideas que pasasen enaquel momento por el ánimo del peruano, no les dióeepresion, sino que se encerró en un silencio dis-creto, sin tratar de refutar ó de convencer á su an-tegnista cristiano.

Quedóse á bordo del buque hasta la hora de comer,y comió con los españoles , manifestando la sat.isfrc-clon que le causaban los estraños guisos, y especial-mente el vino, que dijo ser muy superior á los licoresfermentados de su pais. Al despedirse, rogó cortes-mente á los españoles que visitasen á Tumbez, yPizarro al separarse le regaló, entre otras cosas, unahacha que le habia causado mucha admiraciou; por-que el uso del hierro, corno ya hemos visto, era tandesconocido á los peruanos como á los mejicanos.

Al dio siguiente el capitan español envió á uno delos suyos llamado Alonso de :Molina, á tierra , acom-pañado por uu negro que había venido en el buquede Pa iaruá, con un regalo para el curaca, compuestode cerdos y gallinas, que no eran animales indígenasdel Nuevo Muudo. Por la tarde volvió su emisario connuevas provisiones de frutas y vejetales que el pueblo

(2) En el testo se abrevia algun tanto el discurso del pre-dicador militar, que refiere con toda esteusion Herrera, His-toria general, ]lec. III, lib. X , cap. IV. — Visase tambienMoutesinos , Anales, MS. , ario 1527.—Conq. i Pobl. del Pirú,MS. —Naharro, Relacion sumaria, MS.—Relacion del pri-mer descub. , MS.

L. CONQUISTA DEL PERÚ. 71amigo enviaba á los estranjeros. Molina tenia que En seguida le dieron las mismas ruchas de corte-contar un cuento maravilloso. Al desembarcar, lorodearon los naturales, que manifestaron el mayorasombro al ver su vestido, su color blanco, y suscrecidas barbas. Las mujeres sobre todo dieron prue-bas de la mayor curiosidad, y parecia que Molinahabia quedado completamente seducido por sus en-cantos y por sus agradables maneras. Probablementemanifestó su satisfaccion con su conducta, puesto quelo incitaron á que se quedase, prometiéndole que eneste caso le proporcionarian para esposa una hermosamujer.

La sorpresa del pueblo fue igualmente estraordina-ria al contemplar el color de su oscuro compañero.No podian creer que fuese natural, y trataban de qui-tarle el tinte imaginario haciéndole que se lavase.Como el africano sufria todo esto con buen humor,desplegando al mismo tiempo sus blancos dientes,se divirtieron mucho (1). No eran menos superioresá su comprension los animales; y cuando cantó ,elgallo, la gente sencilla empezó á dar palmadas, pre-guntando que qué era lo que decía (2). Estaban tanconfundidos con cosas para ellos tan nuevas, que pa-recian incapaces de distinguir á los hombres de losanimales.

Acompañaron luego á Molina á la residencia delcuraca, que vivia con gran lujo, con porteros quecustodiaban sus puertas, y con una gran cantidadde vasijas de oro y plata en que le servían de córner.I)espues lo llevaron á diferentes puntos de la ciudadindia, y vió entre otras cosas una fortaleza construidacon piedras sin labrar, que aunque baja, cubria unagran estension de tierra (3 ). Cerca de esta habia untemplo, y la descripcion que hizo el español de susadornos de oro y plata pareció tan estravagante, quePizarro, desconfiando de su relacion, resolvió en-ví.ar al dia siguiente un emisario mas discreto y masdigno de confianza (4 ).

La persona que para esto se escojió fue Pedro deCandia, el griego de quien ya hemos hablado comode uno de los primeros que se mostró dispuesto áseguir la suerte de su gef'e. Enviósele á tierra, conarmadura completa de malla , como correspondia áun buen caballero, con la espada al costado y el ar-cabuz al hombro. Los indios se sorprendieron masal verlo que cuando habian contemplado á Molina, yquedaban como deslumbrados cuando reverberaba elsol en su brillante armadura y en sus demas arreosmilitares. Mucho habian oido hablarásus compatrio-tas que venían á bordo del buque, de ese formidablearcabuz, y suplicaron á Candia que lo « hiciese ha-«blar.» Para complacerlos colocó él á cierta distanciauna tabla que le sirviese de blanco ,y apuntando cui-dadosamente, disparó. La llamarada de la pólvora yel estampido del tiro, acompañado por el ruido quehizo la tabla al volar hecha mil fragmentos, llenaroná los indígenas de espanto. Algunos cayeron al suelocubriéndose la cara con las manos, y otros se acerca-ron al caballero con sentimientos de temor que des-aparecieron poco á poco al contemplar la espresionrisueña de su fisonomía (5 ).

(1) «No se cansaban de mirarle, hacíanle lavar, para versi se le quitaba la tinta negra, y él lo hacia de buena gana,riéndose y mostrando sus dientes blancos.» Herrera, Histo-ria general, dec. III, lib. X, cap. V.

(2) Ibid., ubi supra.(3) «Cerca del sofia estar una fortaleza muy fuerte y de

linda obra hecha por los Ingas reyes de cuzco y señores detodo el Perú... Ya está el edilicio de esta fortaleza muy gasta-do y deshecho : mas no para que deje de dar muestra de lomucho que fue. » Cieza de Leon , Crónica, cap. IV.

(4) Conq. i Pob. del Pirú,MS.—Herre ra, Ilist. general,loc. cit.—'tárate, Conq. del Perú, lib. 1, cap. II.

(5) Dicese ademas que los indios, deseosos de probar aunmas la naturaleza sobrehumana del caballero español, le sol-taron un ti gre que guardaban encerrado en la fortaleza real.

sía y hospitalidad que habian dado á Molina; y ladescripcion que dió á su vuelta de las maravillas quehabia vis tono tedia en nada á la de su predecesor Lafortaleza, que estaba rodeada por tila triple muralla,tenia una fuerte guarnicion. Del templo dijo que es-taba al pie de la letra entapizado con planchas deoro y plata. Al lado de este edificio había una especiede convento perteneciente á las que se destinaban áesposas del Inca, que manifestaron mucha curiosidadpor ver al estranjero. No se dice si esta curiosidad sesatisfizo ; pero Candia dió una descripcion de los jar-dines del convento en que entró, y dijo que estabanllenos de imitaciones de frutas y vejetales, todos deplata y oro puro (6 ). Tambien habia visto muchosartistas trabajando y cuyo único deber parecia con-sistir en preparar estos espléndidos adornos para losedificios religiosos.

Quizas las noticias de Candia serian algo exajera-das (7 ). Era natural que hombres que salian de undesierto triste y monótono en que habian estado se-pultados durante los últimos siete meses, se entusias-masen con las pruebas de civilizacion que descubríanen la costa peruana. Pero Tumbez era una ciudadfavorita de los príncipes peruanos. Era el punto masimportante en la frontera del Norte del imperio con-tiguo á la reciente adquisicion de Quito. El gran Tu-pac Yupanqui habia construido allí una gran fortale-za, y habia poblado el pais con una colonia de mitimaes.El templo y la casa que ocupaban las vírgenes delSol, habian sido construidos por Huayna Capac, yambos habian sido generosamente dotados por él se-gun las necesidades suntuosas de los establecimien-tos religiosos del Perú. La ciudad estaba bien surtidade agua por medio de numerosos acueductos , y elfértil valle en cuyo seno yacia, y el Océano que baña-ba sus playas, producian abundantes medíos de sub-sistencia para una poblacion numerosa. Pero la ava-ricia de los españoles despues de la conquista, notardó en despojar á este lugar de su gloria; y en me-nos de medio siglo despues de este plazo fatal, ellugar que ocuparon sus torres y sus templos solo seconocia por las ruinas inmensas que cubrian elsuelo (8).

Pero don Pedro era buen católico y puso en el lomo del ani-mal la cruz que llevaba al cuello; y el tigre, olvidando en elacto su naturaleza feroz, se tendió á los pies del caballero, yempezó á juguetear alrededor de él como un gatillo. Los in-dios, mas asombrados que antes, no dudaron de la santidadde su huésped , y lo llevaron en hombros y en triunfo al tem-plo.—Varios escritores contemporáneos refieren esta anécdotacomo cosa corriente y sin vacilar en lo mas mínimo. (VéaseNaliarro, Relacion sumaria, MS.— Herrera , Hist. general,dec. III, lib. X, cap. V.—Cieza de Leon, Crónica, cap. LIV.—Garcilasso, Com. Real, parte II, lib. I, cap. XII.) Esteúltimo autor recibiria quizas esta version del hijo del mismoCandia, con quien nos dice que estuvo en la escuela.

(6) «Que habia visto un jardin donde las yerbas eran deoro imitando en un todo á las naturales; árboles con frutas delo mismo, y otras muchas cosas de este modo, con que afi-cionó grandemente á sus compañeros á esta conquista.» /don-tesinos, Anales, año 1527.

(7) Esta relacion no ha sido bien acogida por el antiguoconquistador que tan fr menudo hemos citado en estas páginas,quien dice que cuando luego visitaron á Tumbez los españo-les vieron que las noticias de Candia eran una mentira desde elprincipo al fin, esceptuando el templo, en que todo era verdad,aunque confiesa el veterano que lo que faltaba en Tumbez estabamas que indemnizado por la magnificencia de otros lugares delimperio que no se habian visitado aun. «Lo cual fue mentira;porque despues que todos los españoles entramos en ella, sevió por vista de ojos haber mentido en todo, salvo en lo deltemplo, que este era cosa de ver, aunque mucho mas de loque aquel encareció , lo que faltó en esta ciudad , se halló des-pues en otras que Muchas leguas mas adelante se descubrie-ron.» Relacion ilél pr imer descub. , MS.

(8) Cieza de Leon, que atravesó esta parte del pais en1518, habla de lós destrozos que la mano del conquistador ha-

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les, singular prueba de delicadeza y de cunsideracioná los olas leves temores de sus convidados.

Pizarro se encontró con que se habian hecho pre-parativos. para recibirlo con una sencilla hospitalidadque indicaba cierto grado de buen gusto. Habíanconstruido grandes enrarnadas entrelazadas con flo-res y arbustos olorosos que inundaban el aire con unperfume delicioso ; y se habla preparado un banqueteabuudantisimo en viandas preparadas al estilo culi-nario del Perú, con frutas y vegetales de apetitosoaspecto y agradables al paladar, aunque los españo-les ignoraban sus nombres y su naturaleza. Termina-da la comida se divirtió á los huéspedes con músicay baile, ejecutados por una companíade jóvenes deambos sexos, sencillamente vestidos, que desplega-ron en su diversion nacional favorita toda la agilidady gracia de que eran capaces. Antes de marcharsePizarro manifestó á la amable peruana los motivos desu visita al Perú, en los mismos términos que lo ha-bia hecho en otras ocasiones, y terminó desplegandoel estandarte real de Castilla, que había traido á tier-ra , rogándole á ella y á sus sirvientes que lo enarbo-lasen en señal de sumision á su soberano. Sometién-ronse á esto con mucha alegría y buen humor,riéndose durante toda la ceremonia, corno alce elcronista ,y haciendo ver que tenian.una idea suina-mente confusa de lo séria que era. Pizarro se conten-tó con este testimonio esterior de homenaje á surey, y se volvió á bordo muy satisfecho del convite,y meditando quizas sobre el mejor medio de devol-verlo mas adelante por medio de la conquista y la con-version del pais.

El gefe español no se olvidó tampoco de tocar enTumbez en su viaje de vuelta. Aquí algunos de lossuyos, seducidos por el aire de bienestar que por to-das partes reinaba y por las maneras del pueblo, ma-nifestaron el deseo de quedarse, creyendo sin dudaque mas valia vivir donde pasarian por personas deimportancia que volver á su oscura condicion en Pa-namá. Uno' de estos fue Alonso de Molina, el mismoque había desembarcado antes que nadie en estepuerto, y á quien hablan cautivado los encantos delas bellezas indias. Pizarro accedió á sus deseos, pen-sando que no estaria de mas encontrar á su vuelta al-gunos de sus compañeros que supiesen el idioma yconociesen las costumbres de los naturales. Tambienle permitieron que se llevase en su buque dos ó tresperuanos con el mismo fin de aprender el español.Lino de ellos, á quien los españoles llamaban Felípillo,hace un papel bastante importante en la historia delos futuros acontecimientos.

Al salir de Tumbez los aventureros gobernaron enlínea recta para Panamá , tocando de paso en la in-fausta isla de Gorgona para recojer á los dos compa-ñeros que allí hablan dejado demasiado enfermos pa-ra que los pudiesen acompañar. Uno habia muerto,y embarcando al otro , Pizarro y sus pocos pero va-lientes compañeros prosiguieron su viaje; y despuesde una ausencia de á lo menos diez y ocho meses,volvieron á anclar seguros en el puerto do Pana-má (2).

Grande fue, como era de esperar, la sensacion queprodujo su llegada. Pocos habia , aun entre los masoptimistas de sus amigos, que no creyesen que ha-blan pagado hacia poco tiempo su temeridad con lavida, ya perdiéndola á influjo del clima malsano, yapor las flechas de los indios, ya en fin, en la silencio-sa y vasta tumba del Océano. Su alegría fue puesgrande en proporcion de su anterior abatimiento

7 ilos trópicos; mientras que un admirable sistema'deriego, por medio de acueductos y canales, preciaestenderse cómo una red por la superficie del país, ycubría de lozana vejetacion al desierto mismo. Enmuchos de los puntos en que desembarcaron vieronel gran camino de los Incas que atravesaba la costa,y qua sí á veces se perilla en medio de la movedizaarena en que no se podía sostener ningun camino,Cambien se converlia en una ancha y sólida calzadaen los terrenos mas firmes. Semejante disposicioupara las comunicaciones interiores, constituía en si

sola un monumento, no pequeño, de civilizacion yde poder.

Siguiendo siempre su derrotero hacia el Sur, pasóPizarro por la altura del punto en que había de exis-tir la floreciente ciudad de Trujillo, fundada por élmismo pocos años despues, y llegó al puerto de San-ta. Estaba este en la orilla de un ancho y hermoso rio;pero el pais que le rodeaba era tan sumamente árido,que los peruanos lo usaban mucho para sus sepul-turas, porque la tierra era muy favorable á la con-servacion de sus mómias. Tan numerosas eran aquíefectivamente las !macas indias, que mas bien podíaconsiderarse este punto como la mansion de los muer-tos que como la de los vivos (i ).

Habiendo llegado ya á cerca de los nueve gradosde latitud Sur, los compañeros de Pizarro le suplica-ron que no prosiguiese el viaje mas allá. Bastante ymas que bastante se habia hecho, decian, para pro-bar la existencia y señalar la posicion de un gran im-perio indio que habian estado buscando durante tantotiempo. Pero con sus escasas fuerzas no podían apro-vecharse del descubrimiento. Todo , pues, lo que lesquedaba por hacer, era volverse y manifestar al go-bernador de Panamá el buen éxito de su espedicion.Pizarro cedió á tan justa demanda. Ya habia adelan-tado diez grados mas qué todos los navegantes ante-riores en estas mares del Sur, y en lugar del tristeaspecto que hasta entonces habia presentado su suer-te, calculaba que ya le era lícito volver en triunfo áreferir lo hecho á sus compatriotas. Sin vacilar, pues,se preparó á volver por el mismo camino, y volvió áponer el rumbo al Norte.

De camino tocó en varios puntos en que antes ha-bla desembarcado. En uno de estos, llamado por losespañoles Santa Cruz, habia sido convidado á ir átierra por una peruana de alto rango, y él habla pro-metido visitarla á su vuelta. Apenas hubo fondeadoel buque enfrente del pueblo donde ella vivia , cuandose fué á bordo con una numerosa comitiva de criados.Pizarro la recibió con el mayor respeto , y cuandovolvió á desembarcar le regaló algunas frioleras demucho valor á los ojos de una princesa india, y estale rogó que le devolviese la visita con algunos de los

.suyos, comprometiéndose á enviar á bordo cierto nú-mero de individuos que como rehenes_respondiesendel buen trato que se daria á los españoles en tierra.Pizarro le aseguró que la franca confianza que habiamanifestado probaba que no era necesaria semejantegarantía. Sin embargo apenas hubo isado su bote aldía siguiente para ir á tierra, cuando algunos de losprincipales del lugar vinieron á bordo para consti-tuirse prisioneros durante la ausencia de los españo-

era lo que le habia incitado á venir de su remoto pais. «Sinhaber querido recibir el oro , plata y perlas que les ofrecieron,á lin de que conociesen no era codicia, sino deseo de su bienel que les habia traido de tan lejanas tierras á las suyas.»Relacion sumaria , MS.

(1) « Lo que mas me admiró quanda.passé por este valle,fue ver la muchedumbre que tienen de sepolturas, y q ue portodas las sierras y secadales en los altos del valle , ay númerogrande de apartados, hechos á su usanza, todos cubiertas dehuessos de muertos. De manera une lo que ay en este vallemas que ver, es las sepolturas délos muertos, y los camposque labraron siendo vivos.» Cieza de Lean, Crúnica, capi-lulo LXX.

(9) Conq. i Pob. del Pirú, MS.— Montesinos, Anales,MS., año i528.—Naharro, Relacion sumaria, MS.—PedroPizarro, Descub. y Conq., MS. Herrera Hist. general, dé-cada IV, lib. II, cap. VI, VII.—Relacion del primer des-cubrimiento, MS.

confiase la negociaciori al licenciado Corral; funcio-nario público muy respetable, que estaba á punto deembarcarse para la madre patria adonde iba por asun-tos de público interes. Pero á esta se opuso enérgi-camente Almagro. Nadie, segun él, podia desempe-ñar tan bien la mision como la persona mas interesadaen ella. El tenia una alta opinion de la prudencia dePizarro, de su discernimiento, de la c+lma y de la re-flexion con qué juzgaba los negocios (2). Conocia lobastante á su compañero para estar seguro de que nolo abandonaria su presencia de ánimo, aun en las pa-ra él nuevas circunstancias én que se encontraria ehla córte, y que por ser nuevas le serian embarazosastambien. Nadie, decía, podia referir la historia desus aventuras con tan buen efecto como el hombreque en ellas había hecho el primer papel. Nadie po-dia pintar tan bien los padecimientos y sacrificios sinejemplo á que se habian sometido; nadie podía con-tar con tanta energía lo que se había hecho, lo quequedaba por hacer, y esplicar el auxilio que se ne-cesitaba para este fin. Terminó Almagro su discurso,con su franqueza característica estimulando enérgi-camente fi su compañero á que aceptase la mision.

Pizarro sintió toda la fuerza de las razones de Al-magro ,y aunque con franca repugnancia . , accedió áuna resolucion que era menos grata á su gusto , queuna espedicion á los desiertos. Pero Luque aceptóeste arreglo con mas dificultad. «Plegue á Dios, hijos,esclamó el eclesiástico, que no os hurteis la bendi-cion el uno al otro, que yo todavía holgaria que á lomenos fuérades entrambos (3).» Pizarro se compro-metió á mirar por los intereses de sus compañeroscomo por los suyos propios; pero es claro que Luqueno confiaba ciegamente en él.

Algunas dificultades hubo para reunir los fondosnecesarios á fin de que el enviado pudiera presentarsecomo convenía en la córte; tan bajo se hallaba el cré-dito de los sócios , y.tan poca confianza se tenia aunen los resultados de sus descubrimientos magníficos.Por fin lograron reunirse mil y quinientos pesos deoro , y Pizarro, en la primavera de 1528, se despidióde Panamá, acompasado por Pedro de Candia (4).Llevóse consigo algunos de los indígenas y dos ó tresllamas, varios tegidos curiosos de lana, muchos ador-nos y vasos de plata y oro , como muestras de la ci-vilizacion del pais, y documentos que habian decomprobar la verdad de su maravilloso relato.

GARCILASSO DE LA VEGA,

De todos los que han escrito sobre la antigua his-toria del Perú, ninguno ha alcanzado tanta celebri-dad, ni ha sido tan citado por los historiadores pos-teriores, corno el Inca Garcilasso de la Vega. Nacióen el Cuzco en 1540, y era mestizo, es decir, de razamezclada, siendo su padre europeo y su madre in-dia. Su padre Garcilasso de la Vega pertenecía á aque-lla ilustre familia cuyos hechos, tanto en las letrascomo en las armas , dieron tanto lustre al pe-

ríodo mas magnífico de la historia de España. Fue alPerú con Pedro de Alvarado poco despues de verifi-cada la conquista por Pizarro. Garcílasso se adhirió áeste gefe, y despues ele su muerte siguió la variafortuna de su hermano Gonzalo, siendo siempre fielá este durante todo el período de su rebelion hasta

(r) «E por pura importunacion de Almagro cúpole á Pi-zarro, porque siempre Almagro le tuvo respeto, é deseó hon-rarle.» Oviedo, Hist, general de las Indias, MS., parte III,lib. VIII, cap. 1.

SoHerrera, Hist. general, dee. IV, ib. III, cap. I.

(f) «Juntáronle mil y quinientos pesos de oro , que dió debuena voluntad don Fernando de Luque,» Montesinos, Ana-les, MS,, atto 15:8,

4^

tÁ CONOUI5TA DEL PERé?.

cuando vieron volder á los viajeros, no solo llenos desalud, sino con indudables noticias sobre los hermo-sos paises que tanto tiempo habian huido de ellos.Fué un momento de orgullosa satisfacciou para lostres sócios que, á pesar de las calumnias, á pesar dela mofa de que eran objeto , y á pesar de cuantos obs-táculos les habian opuesto la desconfianza de susamigos ó la frialdad del gobierno, habian persevera-doren su gran empresa hasta probar de una maneraindudable la verdad de lo que hasta entonces se habíaconsiderado como una quimérica ilusion. Desgraciaes de aquellos espíritus atrevidos que conciben unaidea demasiado vasta para que pueda comprenderlasu generacion , ó á lo menos para que se aventure állevarla á cabo., el ser considerados como hombresque suenan y ven visiones. Tal había sido la suertede Luque y . de sus compañeros. La existencia de unrico imperio indio en el Sur que para ellos que habianestudiado durante largo tiempo esta idea y que ha-bian recogido todos sus argumentos que le eran fa-vorables, había llegado á ser una cosa absolutamenteindudable , era objeto de burla para sus compatriotas,que la- consideraban como una de aquellas fantasmascreadas por la imaginacion, que se convierten en ai-re en cuanto se trata de abrazarlas; al paso que seconsideraba como locos á los que aventuraban suscaudales en tan disparatada empresa. Pero ya habiallegado, lentamente y al traves de muchos trabajosy sacrificios , la hora de su triunfo.`

Sin:embargo, el gobernador Pedro de los Rios noparecia, ni aun en estas circunstancias, muy conven-cido de la magnitud del . descubrimiento, ó quizas lodesanimaba su misma magnitud. Cuando los sócios,mas confiados ya, solicitaron su apoyo , respondiófríamente, segun dice un historiador, que «no en-tendia de despoblar su gobernacion para que se fue-sen á poblar nuevas tierras , muriendo en tal deman-da mas gente de la que habia muerto, cebando á loshombres con la muestra de las ovejas, oro y plataque habian traido (1).»

Descorazonados con semejante repulsa del únicopunto de donde podian esperar un eficaz auxilio, losconfederados, sin fondos, ycasi exhausto su créditocon los esfuerzos anteriores, no sabian ya qué hacer.Y sín embargo, detenerse en este punto ¿qué otracosa era sino abandonar la rica mina que ellos habianabierto con sus sacrificios y con su perseverancia pa-ra que otros la esplotasen ú su sabor? En este estre-mo la fértil imaginacion de Luque propuso el únicoremedio aplicable á las circunstancias. Consistia esteen apelar á la corona misma. Nadie estaba mas inte-resado que ella en el resultado de la espedicion; por-que en realidad para el gobierno se hacían los descu-brimientosy para el gobierno se habia de conquistarel pais. Solo el góbierno podia proporcionar los me-dios necesarios, y era mas natural que consideraseel asunto bajo un punto de vista mas úmplio y masgeneroso que un empleado subalterno en las colo-nias.

Pero ¿ quién tenia las prendas necesarias para ha-cerse cargo de esta delicada mision? Luque estabaencadenado por sus deberes eclesiásticos en Pana-má; y sus sócios , soldados ignorantes, entendian me-jor los deberes de la campana que los negocios de lacórte. Alma gro, tosco aunque algun tanto pomposoen su manera de hablar, de estatura pequeña, de fac-ciones poco agradables, mucho mas desfigurado conla pérdida de un ojo , no era tan á propósito para lamision como su compañero de armas , que tema unapresencia agradable y que imponia respeto , que ha-blaba bien ,y aun con elocuencia, á pesar de todoslos defectos de su educacion, cuando se interesaba enel asunto. Sin embargo, el eclesiástico opinó que se

(! ) Herrera }lista general, dec. IV, lib. III, cap. I.

TOMO I,

' rillILTOTECA DE

su derrota en Xaquixaguana, cuando Garcilasso si-

guió el ejemplo de los domas facciosos, y se pasó alenemigo. Pero esta prueba de lealtad , aunque le li-bró la vida , fue demasiado tardía para salvarle lahonra y acreditarlo con el partido victorioso; y la des-confianza que inspiró por la parte que tuvo en la re-belion , fue fatal para su fortuna en adelante, y segunparece basta para la. de su hijo.

La madre del historiador pertenecia á la familiareal del Pera. Era sobrina de Huayna Capac y nietadel celebre Tueac Inca Yupanqui. Garcilasso , al mis-mo tiempo que manifiesta su satisfaccion porquecorre por sus venas la sangre del civilizado europeo,siente mucho orgullo al considerar que desciende dela real dinastía del Perú ; y daba prueba de esto alcombinar con su apellido el título que distinguia álos príncipes peruanos, firináudose siempre Garci-lasso inca de la Vega.

Pasó Garcilasso sus primeros años en el pais de sunacimiento, donde fue educado en la religion cató-lica, y aprendió cuanto podía aprenderse en mediodel constante ruido de las armas y de las discordiasciviles. En 1560 , habiendo cumplido veinte años, semar, hó de América, y desde entonces vivió en Espa-ña. En la península tornó servicio, y fue capital) enle guerra contra los moriscos, y despues ú las órde-nes de don Juan de Austria. Aunque se portó honro-samente en su carrera, no parece habe-quedado muysatisfecho con la recompensa que el gobierno dió ásus servicios. La traiciou del padre influia en la suer-te del hijo, y Garcilasso nos asegura que esta cir-cunstancia hizo inútiles todos sus esfuerzos por re-cobrar la vasta herencia de propiedad territorialperteneciente á su madre, y que labia sido confiscadaen provr cho de la corona. Tales eran las preocupa-ciones contra él, refiere el mismo, que -no pudo re-cobrar sus derechos, y abandonó el ejército tan pobrey con tantas deudas, que no creyó conveniente volverá presentarse en la córte, silo que determinó reti-rarse á una oscura soledad en que pudiese pasar elresto de sus dias, desengañado dei inundo y de susvanidades.

La escena de esta oscura soledad , no era, comopudiera creerlo el lector' engañado por este tono deresignacion tilosófica , el riocnn de alguna selva soli-taria , sino la ciudad de Córdoba , alegre córte enotro tiempo de la ciencia musulmana y entonces re-sidencia de una numerosa y activa poblacion. Aquíse dedicó nuestro filósofo á sus trabajos literarios,tanto mas dulces y consoladores á su ánimo afligido,cuanto que tenían por objeto referir las ya ajadas glo-rias de su patria, y presentarlas en todo su primitivoesplendor á sus compatriotas adoptivos, y no tengomotivo, dice en su prefacio a su relacion de la Flori-da, para quejarme de que la fortuna no se me hamostrado l'averable, ya que esta circunstancia me haabierto la carrera de las letras , eu que espero -alcan-zar fama mas vasta y mas duradera que la que pudie-ra proporcionarme la mundana prosperidad.

En 1609 publicó la primera parte de su gran obra,los Comentarios Reales, consagrada á la historia desu pais bajo el reinado de los incas; y en 1616, po•cos meses antes de morir, concluyó la segunda parteque abraza la historia de la conquista, que se publicóen Córdoba el año siguiente. El cronista que así ter-minó sus trabajos con su vida, murió á la edad desesenta y seis anos. Dejó una cantidad de dineromuy considerable para que se invirtiese en misas porsu alma, prolt•ando así que la miseria de que se la-mentaba no se ha de tomar al pie de la letra. Enter-rósele en la catedrad de Córdoba, eu una capilla quelleva el nombre de Garcilasso; y se puso en su sepul-cro una inscripciou en que consta el respeto con quese le miraba tanto por su carácter como por sus tra-bajos literarios.

GASPAR v norc.

La primera parte de los Comentarios Reales trata,corno ya Iremos dicho, de la historia antigua del pais,presentado un cuadro completo de su civlhzacion ba-jo el cetro de los Incas, mucho mas comple t o que elde todos los demas historiadores. La madre de Garci-lasso no tenia mas que diez años de edad cuando as-cendió á mas bien usurpó el trono ; como dice el par-tido del Cuzco, su primo Atalruallpa. Tuvo la dichade librarse de la matanza que, segun el cronista, su-frió toda la parentela ,y siguió viviendo con su her-mano en la antigua ca pis al despues de la conquista.Sus conversaciones se referian naturalmente O losbuenos tiempos del mando del inca que adornadospor los gratos sentimientos que les inspiraban , noperderían dada cle su brillante colorido vistos al [ra-yes del prisma de lo pasado. El jóven Garcilasso es-cuchaba con ardiente infieres las historias en que sereferia la magnificen cia y las proezas de sus realesantecesores, y aunque no hizo uso de ellas entonces,se grabaron profundamente en su memoria y allí seatesoraron para salir en otra ocasion. Cuando des-pues de trascurridos muchos años, se disponia enCórdoba O escribir la historia de su pais; escribió ásus antiguos compañeros y discípulos de la familiaInca, para obtener mas noticias que las que estabaná su alcance en España sobre varias materias de in-teres histórico. En su juventud habla ti isto las anti-guas ceremonias Rv usos de sus compatriotas , enten-día la ciencia del quipos y conocía n.urhas de lasprimitivas tradiciones del pais. Con el auxilio queahora le proporcionaron sus parientes del Perú , sefamiliarizó-con la historia de la gran raza Inca y desus instituciones nacionales hasta un punto á que na-die hubiera podido llegar, á menos que no se hubieseeducado en el pais, hablando el mismo idioma, ysintiendo correr en las venas la misma sangre india.Garcilasso, en una palabra, era el representante dela raza conquistada; y es claro que debe dar á supintura un colorido muy diferente del que le dabanlos conquistadores.

Esto es lo• que hasta cierto punto sucede; y estacircunstancia nos proporciona un medio de compara-cion que por sí solo bastaría á dar un gran valor ásus obras como guía para llegar al conocimiento dela verdad histórica Pero Garcilasso escribió en unaedad avanzada, cuando ya la historia habia sido re-ferida muy O menudo por autores españoles. Natural-mente trató con mucha consideracion á hombresaltamente nobles tanto por su saber como por suposicion social. Su objeto al escribir, segun dice, noera tanto añadir por su parte nada nuevo , como cor-regir los errores y equivocaciones en que aquelloshabian incurrido por su ignorancia del idioma y delas costumbres del pueblo peruano. Pero en realidadpasa mucho - mas adelante ; y el vasto acopio de noti-cias que ha reumido es un depósito de 'que trabaja-dores portentosos en el misma campo han sacadoabundantes materiales. El e-cribe con todo su cora-zon, é ilustra todos los asuntos que toca con tal va-riedad y riqueza de pormenores, que no deja nadaque desear á la curiosidad mas nimia. La diferenciaque existe entre sus comentarios y las relaciones de -los escritores europeos, es la misma que hay entreleer una obra en el original y leerla en una , pálida tra-duccion. Los escritos de Garcilasso son una emana-nacion del espíritu indio.

Sin embargo sus comentarios dan lugar a una gra-ve duda, y una que se deduce naturalmente de suposicion. Dirigiéndose al alto culto europeo, deseabapresentar las antiguas glorias de su pueblo , y aun dela raza Inca, en su punto de vista mas imponente.Este fue sin duda alguna el gran estímulo que tuvopara escribir ya que no le habia dado elementos paraello su anterior educacion , por buena que fuese parala época atrasada en que vivía, Garcilasso escribió

LA CONQUISTA DEL PEnt5. 77ciado así sin arte, es lo que constituye una de lasgrandes escelencias de este cronista antiguo y pinto-resco. En escritos de esta clase es en los que podemostratar de encontrar el espíritu y la forma del siglo.Los documentos públicos corroidos por el tiempo, lacorrespondencia oficial , son cosas útiles , indispen-sables á la historia. Constituyen la armazon en queesta ha de descansar; el esqueleto' de hechos que ledan fuerza y señalan sus dimensiones. Pero son taninútiles como los huesos secos de ese esqueleto si nola revisten la forma y el traje de la humanidad, y sino respira el espíritu del siglo. Mucho debemos alanticuario que con esactitud y paciencia forma lasanchas y sólidas bases de la verdad histórica; y nomenos al filósofo analizador que presenta al hombrecon el traje de su vida pública, al hombre con más-cara ; pero no por esto debemos negar nuestra grati-tud á hombres como Garcilasso • y como muchosnovelistas de la edad inedia , que presentan el espejoá la humanidad, y hacen reflejaren él las interiorida-des de la vida, lo grande y lo bajo, lo hermoso y locontrahecho, con todos sus accidentes naturales ycon todo su legítimo colorido. Como obra artística,quizas se creerá que un trabajo de esta especie nomerece siquiera los honores de la crítica; pero aun-que desafíe las reglas del arte en la composicion , nopor esto viola los principios del gusto; porqúe se con-forma al espíritu del siglo en que se escribió. Y. elmismo crítico que lo condena apoyado en los severosprincipios del arte, encontrará un encanto en su sen-cillez que le obligará á volver á bojear sus páginasmientrasique deje á un lado olvidadas composicionesmas clásicas y correctas.

Esta obra adquirió tanta popularidad, que fue tra-.ducida al ingles por Sir Paul Ricaut, é impresa enLóndres en 7688. Se conoce que el traductor no en-tendia una palabra del original , y así es que su obraestá plagada de los mas ridículos errores. Pero aunasí , tan interesante es el original , que esta malísimaversion gozó de mucho favor con el público ingles.

pues para alcanzar un objeto particular. Se presentócomo ahogado de sus desdichados compatriotas, de-fendiendo la causa de esa raza degradada ante el tri-bunal de la posteridad. El tono exagerado de paneí-rico que de esto naturalmente resulta , se descubreá cada página. Retrata un estado social que á unescritor utópico pareceria exagerado. Sus remos an-tecesores se convierten en modelo de todas las per-fecciones imaginables, y vuelve á nacer el siglo deoro para una nacion que, mientras que arde la guer-ra del proselitismo en sus fronteras , disfruta inte-riormente todos los beneficios de la paz y de latranquilidad. Hasta el esplendor material de la mo-narquía , ya. por sí bastante grande en esta tierra déoro, se convierte bajo la ardiente pluma del cro-nista indio, en las deslumbradoras ilusiones de uncuento de hadas.

Sin embargo hay un fondo de verdad en sus relatosincoherentes, y haremos al historiador indio la jus-ticia de creer que él estaba mu y persuadido de laverdad de todas las cosas maravillosas que contaba.No hay credulidad comparable. á la del recien conver-tido al cristianismo. En las tinieblas del paganismose han debilitado sus ojos, y cuando los abre á la luzde la verdad no tienen la suficiente fuerza para cal-cular las exactas proporciones de los objetos , ni paradistinguir lo verdadero de lo imaginario. Garcilasso,es verdad, no habia sido convertido, ya que desde suinfancia se le educó en la religion católica; pero es-taba rodeado de convertidos y neófitos , hombres desu misma raza , quienes despues de practicar toda suvida los ritos del paganismo, entraban por primeravez en el seno de la Iglesia. Oyó las lecciones del mi-sionero ; aprendió de él á creer implícitamente en lasmaravillosas leyendas de los santos ,y las no menosmaravillosas relaciones' de sus propias victorias, quehabia alcanzado en sus combates espirituales parapropagar la fé. Así, acostumbrado'desde su infancia áestas exigenéias de la credulidad .; su razón perdió lafacultad celeste de distinguir la verdad del error, yllegó á familiarizarse tanto con los milagros , que losmilagros dejaron de ser para él milagrosos.

Pero á pesar de lo mucho que por estas razones de-bemos eliminar de sus crónicas „siempre hay en loque dice un germen de verdad que no es difícil des-.cubrir, y aun. despojarle de. los fantásticos adornosque lo cubren; y despues de conceder mucho á lasexajeraciones de la vanidad nacional , encentraretriosgran abundancia de datos legítimos relativamente áas antigüedades del pais, que en vano ,. buscaríamosen los escritos del europeo.

La obra de Garcilasso refleja laimágen del siglo enque vivió. Dirígese á la imaginacion mas bien que álarazon fria. Nos deslumbra con el espectáculo brillan-'te que siempre presenta, y nos deleita con la abun-dancia de pormenores divertidos y chistes animados'que salpican sus páginas. La historia de la accionalterna perpetuamente con discusiones sobre asuntosque ilustran su curso, de. manera que se interrumpela monotonía de la -narracion,y el lector se sientealiviado de un modo agradable. Esto sucede en la pri-mera parte de su . gran obra. En la segunda ya no ha-bia lugar para -tales discusiones.; pero ha suplidosu falta con recuerdos, anécdotas personales, aven-turas, incidentes y una multitud de pormenorestriviales , á lo menos á los ojos de los pedantes , quelos historiadores se han inclinado demasiado á menu-do á apartar de sí cono indignos de la magestad de lahistoria. Vemos á los actores de este gran drama consu traje de todos los dios, nos enteramó.s de sus há-bil os personales , escuchamos sus dichos familiares,y en una palabra , recogemos esas bagateles quereunidas constituyen la vida y el carácter de las per-sonas.

Esta confusion de lo grande y de lo pequeño, mez-TOMO 1.

LIBRO III.

CONQUISTA DEL PERU.

CAPITULO PRIMERO.

Recibimiento de Pizarro en la córte.—Su capitulacioncon la corona.—Visita el lugar de su nacimiento.—:Suregreso al Nuevo Mundo.—Disensiones con Alma-gro.—Su tercera espedicion.—Aventuras en la cos-ta.—Batallas en la isla de Puna. •

(1528-1531.)

P^ zÁRRO y su oficial, despues de atravesar el Istmo,se embarcaron en nombre de Dios para la metrópoli,y despues de un viaje muy bueno, llegaron á Sevillaá principios del verano de 1528. Sucedió que se ha-llaba entonces en aquel punto un hombre muy cono-cido en la historia de las aventuras de los españolescon el nombre del bachiller Enciso. ..ahia tenidoparte muy activa en la colonizacion de Tierra Firme,y era acreedor de algunos de los primeros colonos deDarien , cucuyo número se contaba Pizarro. Inme-diatamente que este desembarcó, prendiósele á soli-citud de Enciso por el pago de la deuda. Pizarro, queBabia huido de su pais como un pobre aventurero,sin familia ni hogar , despues de una ausencia de masde veinte años pasados casi todos en medio de pade-cimientos y trabajos sin ejemplo, se vió alojado enuna cárcel á su vuelta. Este era el principio de aquellacarrera brillante que, segun lo pensaba él, le abrialos brazos en su pais. Este hecho causó una indigna-

78 BIBLIOTECA DE GASPAR Y ROIO.

cion general; y apenas supo la córte su llegada á laPenínsula, y el gran objeto de su mision, cuando sedespachó la árdea para que se le pusiera en libertad,con permiso de proseguir inmediatamente su viaje.

Pizarro encontró al emperador en Toledo, de quedebía salir muy pronto á fin de embarcarse para Italia.España no era la residencia favorita de Carlos V en laprimera época de su reinado. Ahora se encontraba enaquel periodo de él en que estaba disfrutando de todala gloria de sus triunfos contra su intrépido rivalfrances, á quien habia vencido y tomado prisioneroen Pavía; y el vencedor se preparaba en estos mo-mentos á pasar á Italia para recibir la corona impe-rial de manos del soberano pontífice. Embriagado consus triunfos y con su elevacion al trono aleman, Car-los hacia poco caso de su reino hereditario, ya que suambicion le abria carrera tan brillante en el anchocampo de la política europea. Hasta ahora 'labia reci-bido utilidades demasiado cortas de sus posesionestrasatlánticas para concederles toda la atencion quemerecían. Pero al hacerle presente la conquista deMéjico y las brillantes esperanzas relativas al conti-nente del Sur, conoció su importancia como elemen-tos que podrían proporcionarle los medios necesariospara llevar adelante sus ambiciosas y costosísimasempresas.

Pizarro, pues, que había venido ahora á conven-cer el real ánimo con pruebas palpables de la verdadde los rumores sobre un pais de oro que de cuandoen cuando habian llegado ü. Castilla , fue recibido consuma condescendencia y bondad por el emperador.Carlos examinó muy minuciosamente los diferentesobjetos que su súbdito le presentaba. Lo que le inte-resó especialmente fue el llama, tan notable como laúnica acémila que hasta entonces se babia descubiertoen el nuevo Continente ; y los delicados tejidos fabri-cados con su lana, le daban mucho mas valor á losojos del monarca sagaz, que el mérito que pudiera te-ner el animal aplicado al trabajo. Pero las muestrasde objetos de oro y de plata, y la historia maravillosaque referia Pizarro de la abundancia de metales pre-ciosos debieron satisfacer hasta las últimas exijenciasdel apetito real.

Pizarro, lejos de sentirse cortado por su nuevaposicion, conservó su acostumbrada calma y sangrefria , y manifestó en sus tratos aquel decoro y aundignidad que son naturales al castellano. Hablaba enestilo sencillo y respetuoso, pero con la sinceridadenérgica y elocuencia natural del que ha sido actoren las escenas que describe, y que sabe que de la im-presion que haga en su auditorio depende su suertefutura. Todos escuchaban con interes sumo la histo-ria de sus estraordinarias a%enturas por mar y tierra,sus incursiones en los bosques , ó en los tristes ypestíferos pantanos de la costa , sin alimento , casi sinvestido, con los pies destrozados y sangrientos á cadapaso que daban, disminuido el número de sus pocoscompañeros por las enfermedades y la muerte, y sinembargo, siguiendo sus planes con valor invenciblepara estender el imperio de Castilla, y el nombre y elpoder de su soberano. Pero cuando pintó su situacionsolitaria en la triste isla, abandonado por el gobiernoy por todo el mundo menos por un puñado de coni-paneros consagrados enteramente á él, arrancó lá-grimas, empresa no muy fácil, á su régío auditorio.Al marcharse de Toledo, Carlos confió los asuntos desu vasallo á la consideracion del consejo de Indias,recomendándolos de la manera mas favorable (1).

(1) Pedro Pizarro, Descub. yConq. , MS. —Naharro, Re-lacion sumaria, MS.—Conq. i Pob. del Piré, MS.

«Hablaba tan bien en la materia, que se llevó los aplausosy atencion. en Toledo donde el emperado r estaba; dióle au-diencia con mucho gusto, tratólo amoroso y oyóle tierno, es-pecialmente cuando le hizo relac_ion de su consistencia y de

Hallábase al mismo tiempo en la córte otro hombreque 'labia venido del Nuevo Mundo á un negocioidéntico , pero cuyas espléndidas hazañas le habiandado ya un nombre que oscurecia la naciente reputa-cion de Pizarro. Este hombre era Hernan Cortés, elconquistador de Méjico. Habia venido á Europa á po-ner un imperio á los píes de su soberano , y á pedirlejusticia para sus agravios y recompensa para susservicios. Hallábase al fin de su carrera, así cono seencontraba Pizarro al principio de la su ya ; el con-quistador del Norte y el del Sur eran los dos hombresescogidos por la Providencia para derribar las maspoderosas dinastías americanas, y para abrir las do-radas puertas que hablan de dejar pasar el torrentede los tesoros de América á las arcas de España.

A pesar de la recomendacion del emperador, losasuntos de Pizarro no salian de ese paso lento que espropio de toda clase de negocios en la córte de Casti-lla. Vió que sus escasos recursos poco á poco se ibanagotando con los gastos que le imponia su posicion;é hizo presente que como no se adoptase pronto-unadetermrnacion relativa á su demanda , por favorableque aquella pudiese ser luego , seria demasiado tardepara él y ya no le seria lícito aprovecharse de susventajas. La reina, por consiguiente, que se babiaencargado del asunto cuando marchó su marido, lodespachó de una vez , y el 26 de julio de 15''9 se cele-bró la memorable capitulacioia que indicaba y conte-nia los poderes y privilegios de Pizarro.

El celebre instrumento aseguraba á este gefe elderecho de descubrimienio y conquista de la provin-cia del Perú ,.ó Nueva. Castilla (como se llamó al pais,así como á Méjico se habla dado el nombre de NuevaEspaña) hasta la distancia de doscientas leguas al Surde Santiago. Se le debian conferir el título y dignidadde gobernador y capital] general de la provincia, jun-tamente con los de•adelantado y alguacil mayor paratoda su vida , con un sueldo de setecientos veinte ycinco maravedís, y obligacion de mantener á ciertosoficiales y servidores correspondientes á la dignidadde su rango. Concediósele el derecho de construirciertas fortalezas, con absoluto gobierno de ellas ; se-ñalar encomiendas de indios, con las restriccionesque indicaba la ley; y en fin, el ejercicio de casitodas las prerogativas anejas á la autoridad de unvirey.

A su compañero Almagro se le nombró comandan-te de la fortaleza de Tumbez, con una renta anual detrescientos mil maravedfs, y ademas con el rango yprivilegios de hidalgo. El reverendo padre Luque re-cibió la recompensa de sus servicios en el obispadode Tumbez , y Cambien se le declaró protector de losindios del Perú. Señalósele el sueldo anual de railducados, que, corno todos los denlas sueldos y re-compensas contenidas en la capitulacion, habian desalir de las rentas del pais conquistado.

Ni se olvidó tampoco á los partícipes subalternosde la espedicion. Ruiz recibió el título de gran pilotodel Océano del Sur, con un amplio sueldo; á Candiase le dió el mando de la artillería; y á los once com-pañeros mas de la isla desierta , se les creó hidalgosy caballeros, confiriéndoles cierto rango municipal,todo por supuesto en esperanzas.

Tambien se adoptaron algunas disposiciones libe-rales para estimular la emigracion á aquel pais. Exi-mióse é los nuevos pobladores de algunas de lascontribuciones mas pesadas, aunque usuales, comola alcabala, ó modificáronseconsiderablemente en sufavor. Los derechos que correspondían á la corona enlos metales preciosos que seestraian de las minas, seredugeron al principio á la décima parte , en lugar dela quinta que se les imponia cuando se ganaban porcambios ó saqueo.los trece compañeros en la isla en medio de los trabajos.»Montesinos, Anales, MS., alto 1528.

LA CONQUISTA DEL PEittJ: X10hacia mucho tiempo én mas de una de las coloniasamericanas, en que habia suscitado rivalidades y aunmuertes (3). Pizarro, pues, viendo que no se haciacaso de sus razones, no tuvo mas alternativa que rea-sumir los empleos en su persona, ó dejar que semalograse la espedicion. Esta esplicacion del nego-cio no ha sido sanciónada por otros historiadorescontemporáneos. Los temores manifestados por Lu-que cuando Pizarro se encargó de la mision, funda-dos sin duda en el conocimiento de su carácter, nosinclinan á no dar entero crédito á la vindicacion desu conducta ,y nuestra desconfianza crecerá á medi-da que sepamos los hechos de su carrera posterior.La virtud de Pizarro no era de las que no ceden á latentacion , aunque esta fuese mucho mas pequeñaque la que ahora encontraba en su camino.

El dicho aventurero recibió tambien la merced delhábito de Santiago (4) ; y se le autorizó á hacer unainnovacion importante en su escudo de armas, por-que por parte de su padre tenia derecho á ellas. Eláguila negra y las dos columnas, blasonadas en lasarmas reales, se incorporaron á lbs de los Pizarros;una ciudad india, con un buque á lo lejos y el llamadel Perú, revelaban el teatro y el carácter de sus ha-zañas ; mientras que anunciaba la leyenda que bajolos auspicios de Carlos, y por medio del trabajo, in-genio y recursos de Pizarro , se habia descubierto elpais y reducido á la tranquilidad; lo que indicabamodestamente sus hechos pasados y lo que aun ocul-taba en su seno el porvenir (5)

Arreglados todos estos puntos de una manera satis-factoria para Pizarro, salió de Toledo para Trujillo,el lugar de su nacimiento, en Estremadura; dondecreyó roas probable encontrar reclutas para su nuevaempresa, y donde sin duda satisfacia su vanidad pre-sentarse en el estado próspero, ó á lo menos lleno deesperanzas, de su situacion presente. Si alguna vez esperdonable la vanidad, es sin duda alguna cuando lavemos en un hombre que, nacido en la oscuridad,sin familia, sin apoyo y sin amigos que le favorezcan,solo por medio de sus propios recursos venció todoslos obstáculos que la naturaleza y las circunstanciashabian colocado en su carrera. Tal era la posicion dePizarro cuando volvió á visitar el lugar de su naci-miento, donde hasta entonces no se le habia conside-rado mas que como un pobre huérfano desterrado, sinhogar que lo abrigase, sin padre que lo reconociese,sin amigos que le diesen proteccion. Pero ahora en-contró amigos y personas dispuestas á seguirlo , ymuchos que aspiraban á probar su parentesco con él,y á asociarse á su destino futuro. Entre estos habiacuatro hermanos. Tres de ellos, lo mismo que él, eranilegítimos, y uno de estos, llamado Francisco Martinde Alcántara, era hermano suyo por parte de madre;los otros dos, Gonzalo y Juan Pizarro, descendiandel padre. Todos eran pobres, y tan orgullosos comopobres, dice Oviedo, que los habia visto; « é tan sinhacienda como deseosos de alcanzarla (6).»

(3) «Y don Francisco Pizarro pidió, conforme á lo que lle-vaba capitulado y ordenado con sus compañeros ya dichos , yen el consejo se le respondió que no habia lugar de dar gober-nacion á dos compañeros, á causa de que en Santa Marta se ha-bia dado así á dos compañeros y el uno había muerto alotro...Pues pedido, como digo, muchas veces por don Francisco Pi-zarro se les hiciese merced á ambos compañeros , se le respon-dió la pidiese para sí, sino que se daria á otro, y visto que nohabia lugar lo que pedía y quería , pidió se le hiciese la mer-ced á él, y ansi se le hizo.» Descub: y Conq., MS.

(4) Xerez, Conq. del Perú, ap. Barcia, tomo III, pág 182.—Oviedo , Hist. de las Indias, MS., parte III, lib. XVIII,cap. I. —Caro de Torres , Hist. de las órdenes militares(ed. Madrid, 1629) , pág. 113.

(5) «Caroli Ciesaris auspicio, et labore, ingenio, ac im-

pensa Duris Pisarro inventa , el pacta.» Herrera, Hist. gene.,ral, clec. IV, lib. VI, cap. V.

(6) Oviedo, Hist, de las Indias, MS., parte III, lib. VIII,cap. .

Mandóse esprésamente a Pizarro que observase losreglamentos vigentes para el buen gobierno y pro-teccion de los indígenas; y se le exigió que llevaseconsigo cierto número de eclesiásticos; con quieneshabia' de aconsejarse durante la conquista del pais, ycuyos esfuerzos debían consagrarse al servicio y con-version de.los indios, mientras que por otra parte seprohibia severísimamente á los abogados y escriba-nos que pusiesen el pie en las nuevas colonias , con-siderándose que su ominosa presencia no era buenagüero para la armonía y tranquilidad de sus habi-tantes.

Pizarro á su vez se obligaba á levantar, dentro deseis meses después de la fecha del documento, unafuerza bien equipada para el servicio de doscientos ycincuenta hombres , ciento de los cuales podia sacarde las colonias ; y el gobierno se comprometía á pro-porcionarle algunos leves recursos para la compra deartillería y pertrechos militares. Finalmente, debíaprepararse en seis meses después de su vuelta á Pana-má á salir de aquel puerto y á embarcarse en su es-pedicion (1).

Tales son algunos de los puntos principales de estacapitulacion, por medio de la cual el gobierno espa-ñol , con ¡apolítica sagaz que observaba en semejantesocasiones, estimulaba las esperanzas ambiciosas delaventurero con títulos pomposos, y amplias prome-sas de recompensas que dependían del buen éxito;pero se abstenía cuidadosamente de aventurar lo mas

. mínimo en el resultado de la empresa. Tenia cuidadode recoger los frutos de su trabajo , pero no pagar sucoste.

Una circunstancia que no puede dejar de notarse enestos tratos es que mientras que los empleos elevadosy lucrativos se acumulaban en Pizarro, casi se es-cluia á Almagro su compañero que, si no se hablavisto espuesto á tantos trabajos y riesgos personales,á lo menos habia llevado á medias con él el peso de laempresa, y con sus esfuerzos en otra direccion habiacontribuido esencialmente á su buen éxito. Almagrohabia cedido voluntariamente el puesto de honor ásu socio ; pero hablase estipulado cuando Pizarro sa-lió para España, que al paso que solicitase el empleode gobernador y capitan general para sí, obtuviese elde adelantado para su compañero. Igualmente se ha-bia comprometido á pedir el obispado de Tumbezpara el cura de Panamá, y el empleo de alguacil ma-yor para el piloto Ruiz. En cuanto al obispado cum-plió su palabra, porque no era posible que el soldadoabsorbiese tambien la mitra del prelado; pero encuanto á los demas empleos , en lugar de repartirlossegun se habia convenido , los concentró todos en supersona. Sin embargo, hablando de los deseos de susamigos fue, cuando antes de salir de Panamá, habiaprometido solemnemente mirar por todos, como loprescribían la justicia y la lealtad (2).

El cronista militar Pedro Pizarro, sostiene queefectivamente su pariente solicitó con toda eficacia elempleo en favor de Almagro; pero que se lo negó elgobierno por la rezan de que empleos de tan gran im-portancia no podian confiarse á distintos individuos.Los malos efectos de la separacion se habian sentido

(1) Este notable documento , que antes estaba en los ar-chivos de Simancas y ahora cu el archivo general de las In-dias en Sevilla, fue copiado para la rica coleccion de don Mar-tin Fernandez de Navarrete, á cuya bondad debo la copia queposeo.—Lo traslado por entero en el Apéndice núm. 7.

(`?) «Al [in se capituló que Francisco Pizarro negociase lagobernacion para sí, para Diego de Almagro el adelantamien-to, y para Reinando de Luque el obispado, y para BartoloméRuiz el alguacilazgo mayor; y mercedes para los que queda-ban vivos de los trece compañeros, afirmando siempre Fran-cisco Pizarra que todo lo quería para ellos, y prometiendo quenegociaría lealmente y sin ninguna cautela.» Herrera, Histo-ria general, dcc. IV , lib. III, capítulo 1.

BIBLIOTECA DE GASPAR Y AOtG.90El otro hermano, que era el mayor, llamábase Her-

nando, y era legítimo, dice el mismo escritor cáus-tico, tanto en la soberbia como en la cuna. Sus fac-ciones eran feas y aun desagradables; pero era debuena estatura, y, como su hermano Francisco, te-nia una presencia imponente (1). En su carácter com-binaba todos los peores defectos del castellano. Eraescesivamente celoso, rencoroso; no solo cuando setrataba de una afrenta, sino del mas leve desaíre,é implacable en su resentimiento. Era resuelto en susmedidas, y tenia pocos escrúpulos en cuanto á suejecucion. Ni el mas leve asomo de compasion dete-nia su brazo. Su arrogancia era tal, que siempre es-taba lastimando el amor propio de los que estaban allado de él, creando así una mala voluntad que sin ne-cesidad alguna multiplicaba los obstáculos que teniaque combatir. En esto se diferenciaba de su hermanoFrancisco, cuyos modales corteses suavizaban las di-ficultades, y le aseguraban la confianza y la coopera-cion de los demas en sus empresas. Por desgracia losmalos consejos de Hernando ejercian en su hermanouna influencia que desvirtuaba las ventajas que podiánsacarse de su singular aptitud para los negocios.

A pesar del interes general que las aventuras dePizarro escitaban en su pais, no encontró este en éltodas las facilidades que esperaba para cumplir con lascondiciones de la capitulacion en lo tocante al núme-ro de gente que habia de levantar. Aquellos á quienesmas asombraba su narracion no eran siempre los quemas se inclinaban á seguirlo en la continuacion deella. Tenian miedo á los trabajos sin ejemplo queamenazaban al. aventurero en aquellos paises; y escu-chaban con visible incredulidad las espléndidas rela-ciones de los templos dorados y de los jardines deTumbez, en que creian descubrir el colorido de laimagínacion con el fin de atraer reclutas á sus bande-ra. Dícese que Pizarro no hubiera podido reunir losfondos que necesitaba, á no haber sido por el oportú-no auxilio de Cortés, natural de Estremadura cornoél, su compañero de armas en sus primeros tiempos,y, segun dicen, su pariente (2). Nadie estaba en mejorsituacionpara darla mano á otro aventurero, y quizásnadie tenia mas simpatía por él, ni mayor confianza enel éxito de su empresa que el que hacia tan pocotiempo que habia recorrido con tanta gloria las facesde una carrera igual.

Hablan trascurrido los seis meses señalados por lacapitulacion, y Pizarro habia reunido alguna menosgente que la estipulada , y con ella estaba preparán-dose á embarcar en Sevilla en tres buques que teníaá su disposicion; pero antes de estar enteramentelisto recibió noticias de que algunos empleados deiconsejo de Indias pensaban examinar el estado de susbuques, y averiguar hasta qué punto habia cumplidolo pactado.

Pízarro , pues, sin pérdida de tiempo , temeroso deque si se sabia la verdad se malograse la espedicionen su gérmen, se dió á la vela en el acto, y pasan-do la barra de San Lúcar en enero de 1530, gobernópara la isla de la Gomera, una de las Canarias, dondemandó á su hermano Herrando, á quien confió los de-mas buques , que se le reuniesen.

Apenas se hubo marchado, cuando llegó la comi-sion investigadora; y cuando se quejó de la escasezde hombres, se la engañó, quizás voluntariamente

(1) La pintura que de él hace Oviedo no le es muy favo-rable y escribe como quien conocía demasiado bien el original.«E de todos ellos el Herrando Pizarro solo era legitimo , é maslegitimado en la soberbia; hombre de alta estatura é grueso;la lengua é los labios gordos, é la punta de la nariz con sobra-da carne é encendida, y este fue el desavenidor y estorbadordel sosiego de todos y en especial de los dos viejos compañerosFrancisco Pizarro é Diego de Almagro.» Hist. de las Indias.MS., ubi supra.

(2) Pizarro y Orellana , Varones ilustres , pág. 143,

por su parte, con el pretesto que lbs demas se habianido con Pizarro en su buque. Lo cierto es que nose pusieron mas obstáculos á Reinando, y que se lepermitió seguir su viaje, en que, como estaba con-venido, se reunió con su hermano en la Gomera.

Después de Un viaje feliz, los aventureros llegaroná .la costa del :Norte del gran continente del Sur, yfondearon en el puerto de Santa Marta. Aquí recibie-ron tau desconsoladoras noticias sobre el pais á quese dirigían, de bosques llenos de insectos y de ser-pientes venenosas; de caimanes colosales que hormi-gueaban en las márgenes de los ríos, y de trabajos ypeligros tan superiores á los que habian imaginado,que varios soldados de Pizarro desertaron; y consi-derando su gefe que no convenia permanecer mastiempo en lugar tau•poco favorable; se dió de una vezá la vela para Nombre de Dios.

Poco despues de llegar á este punto vinieron á ver-lo sus dos sócios, Luque y Almagro, que habían he-cho el viaje al traves de las montañas con el único ob-jeto de saber de su boca misma y con toda esactitudlos verdaderos pormenores de la capitulacion de lacorona. Grande fue, como era de esperar, el disgustode Almagro al saber el resultado de lo que conside-raba corno intrigas pérfidas de su compañero. Así es,esclarnó, corno habeis tratado á un amigo que ha par-tido con vos todós los riesgos y todos los gastos de laempresa; y esto á pesar de habernos prometido solem-nementeal marchar que miraríais por los intereses devuestros sócios como por los vuestros mismos. ¿Có-mo habeis podido consentir en que así se me deshon-re á los ojos del mundo con tan miserable compensa-cion, que parece apreciar mis servicios corno nuloscomparados con los vuestros (3) ?

Pizarro le contestó asegurándole que habia hecholealmente toda clase de esfuerzos para satisfacer susdeseos, pero que el gobierno se habia negado á con-fiar á manos distintas facultades que tenian tantos pun-tos de contacto entre sí. No habia tenido- mas alterna-tiva que aceptarlo todo para sí ó rehusarlo todo; y tratóde mitigar el disgusto de Almagro diciéndole que bas-tante grande era el pais para la ambicion de los dos,y que en realidad sus facultades le pertenecian lomismo que á él porque todo lo que Pizarro tuvieseestaba á la disposicion de su amigo como si fuese co-sa propia. Pero estas palabras amables no bastaron ásatisfacer al qúe se creia injuriado; y ambos capitanesvolvieron poco despues á Panamá con sentimientosde despego, ó quizás de hostilidad, que no eran debuen agüero para la empresa.

Sin embargo Almagro tenia un carácter generoso,y hubiera quizás quedado satisfecho con las concesio-nes políticas de su rival, á. no ser por la intervencionde Hernando Pizarro que, desde el primer momentoen que se vieron, manifestó poco•respeto al veterano,respeto que no inspiraba por cierto su estatura dimi-nuta ,y que lo consideraba con particular a.versioncomo impedimento en la carrera 'de su hermano.

Los amigos de Almagro, y eran muchos los que lehabian adquirido sus maneras francas y generosas,estaban tan disgustados como él con la conducta so-berbia de su nuevo aliado. Decian en alta voz que yabastaba con ser- víctima.de la perfidia de Pizarro, yno verse ademas espuesto á l'os insultos de su familiaque ahora había venido á medrar eón los despojos dela conquista que pertenecian á su gefe. La disputallegó á tal punto de irritacion, que Almagro declaróque pensaba llevar adelante la espedicion sin el auxi-lio de su compañero, y llegó á entablar negociaciones.para la compra de buques.á fin de ejecutarla así. Peroafortunadamente llegaron en aquella época de SantoDomingo Luque y , e1 licenciado Espinosa, é interpu-

(3) Herrera, Hist. general, dec. IV, lib, VII, cap, IX,—Pedro Pizarro, Descub. y Gonq. , MS,

LA CONQUISTASieron su mediacion para reparar una desavenenciacuyo término había de ser la ruina de sus proyectos,y la destruccion probable de los mas interesados enque tuviese éxito feliz. Gracias&ellos, se celebró alcabo una reconciliador.' aparente, consintiendo Pi-zarro en abandonar su empleo de adelantado en favorde su rival, y prometiendo enviar al emperador unmemorial para que le confirmase la posesiona cosaque, como es fácil descubrir, no estaba in u de acuer-do con lo que Pizarro lrabia dicho antes sobre las in-tenciones de la corona al conferirle este empleo. Ade-mas debia pedir un gobierno separado para su sócioen cuanto fuese dueño de la regios que le habla sidoseñalada; y se con prometia á no solicitar empleo al-guno para sus hermanos hasta que Almagro estuviesesatifecho con lo que se le diese. Por fin , ralificóse ycontirmóse de la manera mas solemne el anterior con-trato relativo á la division de los despojos en trespartes iguales, que se habian de repartir entre lostres sócios primitivos. La reconciliecion de este modoefectuada convenia al objeto inmediato de permitirlesemprender de acuerdo la espedicioo. Pero no era masque una cicatriz muy leve la que cubría la herida,que, profunda y enconada por dentro no esperaba masque un nuevo motivo de irrita cion, para abrirse conviolencia mas fatal que nunca (1).

- No se perdió después de esto un solo instante enpreparar el viaje, que era sin embargo muy poco po-pular entre los colonos de Panamá, porque estos sa-lan demasiado bien los trabajos que se hablan sufri-do en las anteriores espediciones para querer tomarparte en otra, á pesar del rico cebo que se les presen-taba. Algunos de los que compusieron la anterior es-pedicion se convinieron á seguir la aventura hasta sutérmino; y se recogieron algunos dispersos roas de laprovincia de Nicaragua, colonia que, como lo obser-varemos de paso, era una rama de la de Panamá. Pe-ro Pizarro aumentó muy poco las fuerzas que consigoha l da traido de. España , aunque el cuerpo queahora mand+ha estaba mejor provisto de armas, mu-niciones y de equipo en general que sus antiguos com-pañeros de aventuras. El número total de estas fuerzasno pasaba de ciento ochenta hombres, con veintisietecaballos para la caballería. Hablase proporcionadotres buques, dos de ellos de buen tamaño, porque losque lo trajeron de Europa tenias que quedarse al otrolado del Istrno en Nombre de Dios; armamento en_to-do muy corto ciertamente para la conquista de un im-perio , y muy inferior á lo pactado con la corona. Conél sin embargo se proponia el intrépido gefe empezarSUS operaciones, confiando en su buena estrella, yen los esfuerzos de Al magro, que debia quedarse enPanamá por alror•a, para reur:ir refuerzos (2).

El dia de San Juan Evangelista se bendijeron el es-tandarte real y la bandera de la compañía en la iglesiacatedral de Panamá, predicó un serrnon en presen-cia del pr'queño ejército Fr. Juan de Vargas, uno delos dominicos destinados á la rnisiou del Perú , secelebró una misa , y se administró el sacramento de lacornuniun á todos los soldados que iban á tornar parteen la guerra coutra los intieles (3). Invocada así so-

(1) Pedro Pizarro, Descub. y Conq. , MS.—Naharro, Re-lacion sumaria, MS.—Montesinos, Anales, MS. , año 1529.-Relacion del primerdescub., MS.—Zárate, Conq. del Perú,lib. I, cap. 1I1.—Oviedo Hist. de las Indias, MS., parte III,lib. VIII, cap. I.

Parece que en el fondo 'labia poca concordia entre los con-federados. « El padre Luque, compañero de estos capitanes,dice Oviedo, con cuya hacienda hicieron ellos sus hechos,puesto que el uno é el otro se lo pagaron con ingratitud, se-gun á mí me lo escribió el mismo electo de su mano. » Ibi-den , loe. cit.

(?) El calculo numérico varía segun costumbre. Yo sitio laopinion del secretario de Pizarro , Xerez, Conquista del Perú,ap. Barcia, tomo IIi, pág. 1189.

(3) « El que habiendo hecho bendecir en la iglesia mayor

DEL PERÚ, Slemnemente la b ndicion del cielo en favor de su em.presa , Pizarro y los suyos se fueron á bordo de -susbuques, y en los primeros dios de enero de 1531,salió aquel hombre singular del puerto de Panamá áemprender su tercera y última espedicion para laconquista del Perú.

• Su intencion era gobernar en línea recta para Tum-bez, - que desplegó tan magníficos tesoros en su viajeanterior. Pero los vientos de proa y las corrientesfrustraron su plan; y deepues de una navegacion detre pe dios, mucho mas corta de lo que se acostum-braba antes, su pequeña escuadra fondeó en el puertoüo San Maleo, como á un grado al Norte de la línea.Aqui Pizarro, despues de consultarlo con sus olida.les, resolvió desembarcar sus fuerzas y seguir el viajepor tierra á lo largo de la costa, mientras que los bu-ques seguían su rumbo tí una distancia convenientede la orilla. •

.La marcha del pequeño ejército fue escesivamentepenosa; porque constantemente se hallaba cortado'elcamino por arroyos que, hinchados por las lluviasdel invierno, se convertiarr en su embocadura enanchas lagunas. Pizarro, -que ya tenia algun leve co-nocimiento_ del pais, iba de guie y de comandante áun tiemgo mismo. Siempre estaba dispuesto á pres-tar su auxilio donde se necesitaba, eslimul,inrlo á lossuyos á que vadeasen ó pasasen á nado los torren lescorno mejor pudiesen, y animando á los abatidos conel ejemplo de su alegría y de su indomable valor.

Por liu llegaron á un ca<erío muy poblado, ó masbien una ciudad, en la provincia de Coa que. Los es-pañoles sorprendieron inmediatamente este punto , ylos habitantes, sin tratar de del'e:.derse siquiera, bu-yerou aterrados á los próximos bosques, dejando enmanos de los invasores sus efectos que tenias mucho-mas valor de lo que se esperaba. Los invasores, comodice con candor inimitable uno de los conquistadores,cayeron sobre ellos antes que estuviesen prevenidos,porque de estarlo no se hubiera encontrado en el pue-blo tanto oro y piedras preciosas (4 ). S, , gun otro es-critor, los indios se quedaron voluntariamente en supueblo, porque como no habiau hecho daño alguno áblancos, se lisonjeaban con la esperanza ele que nin-guno se les baria, y que solo hab la corro los extranje-ros un cambio de servicios mútuus ( 5 ); esperanzaque se fundaba quizas en la buena opinion que habíandejado antes los españoles, pero que ahora vieron de-fraudada de un modo muy desagradable los sencillosindí4enas.

Penetrando en las desiertas chozas, los invasoresencontraron, ademas de tejidos de varias clases yalimentos mny agradables en medio del hambre queestaban sufriendo, una gran cantidad de adornes tos-camente trabajados de oro, y plata, juntamente conmuchas piedras preciosas; porque esta era la reg'onde las esmeraldas , donde abundaban estas. Una de lasesmeraldas que cayó en manos de Pizarro, era del ta-maño de un huevo de paloma. Por de-gracia sus ig-norantes compañeros no couocian el valor de supresa , y destrozaron muchas piedras preciosas ma-chacándolas á martillazos (6 ). Dkese que quien los

las banderas y estandarte real dia de San Juan Evangelista dedicho ario de 1550 , y que todos los soldados confesasen y co-mulgasen en el convento de nuestra Señora de la Merced, diade los Inocentes en la misa cantada que celebró con toda so-lemnidad y sermon que predicó el P. Presentado P r. Juan deVargas, uno de los cinco religiosos que en cumplimiento de laobediencia de sus prelados y órden del emperador pasaban ala conquista.» Naharro, Relacion sumaria , MS.

(4) «Pues llegados á este pueblo de Coaque dieron de sú-bito sin sabello la gente del, porque si estuvieran avisados nose tomara la cantidad ole oro y esmeraldas que en el se toma-ron.» Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.

(5) Ilerrera, Hist. general, doc. I\ , lib. VII, cap. IX.. (6) Relacion del primer descub., MS,—Zacate, Cont. del

Perú , lib. I, cap. IV,

82 BIBLIOTECA DE GASPAR Y ROIG.

indujo á obrar así, fue uno de los misioneros domi-nicos llamado Fray Heginaldo de Pedraza; quien leshizo creer que este era el modo de conocer si eranesmeraldas verdaderas, porque las legítimas no seromperían. Obsérvese sin embargo, que el buen pa-dre no sometió las que á él le tocaron ó esta ingenio-sa prueba'; como de resultas de ella bajó considera-blemente el valor de unas piedras que considerabancomo vidries de color, el padre se llevó consigo unagran coleccion de ellas á Panamá (1).

El oro y la plata que se Babia robado en las chozasde los indígenas, se reunió y depositó en un montoacomun, del cual se dedujo la quinta parte para la co-rona, y en seguida Pizarro distribuyó el resto en laproporcion convenida, entre los oficiales y soldadosde su ejército. Este fue el sistema constante que seobservó durante la conquista. Los invasores teníantodos parte en una especulacion comun; su interesen ella era comun., y si se hubiera dejado á cada cualsaquear por su propia cuenta, se hubiera dado már-gen á la insubordinacion y á constantes disputas. Atodos pues se mandó bajo pena de muerte que entre-gasen lo que habian cogido, ya fuese por saqueo yapor cambios, para reunirlo á la masa comun; y todosestaban demasiado interesados en la ejecucion de lapena para dejar nieguna esperanza de librarse de ellaal que tuviese la desgracia de violar la ley (2).

Pizarro; con su acostumbrada política, envió á Pa-namá una gran cantidad de oro, hasta el valor nadamenos que de veinte mil castellanos, suponiendo queá la vista de este tesoro tan rápidamente adquirido,se desvanecerian las dudas de los que vacilaban y losincitaría á'reunirseá su bandera (3). No se equivocóen este juicio. Como dice devotamente uno de los con-quistadores , «fueren á dar en un pueblo que se deciaCoaque , que fuese . nuestro Señor servido topasencon él, porque con lo que en él se halló se acreditóla tierra y vino gente á ella (4). » •

Habiendo dejado algun descanso á su tropa , Pizar-ro prosiguió su marcha por la costa, pero no ya acom-pañado por los buques, que habian vuelto á Panamáen busca de reclutas. A medida que adelsntaba en-contraba euel camino fajas arenosas, removidas porlos vientos, y: que cegaban á los soldados , al pasoque presentaban á los de caballo y de á pie un pisovacilante y traidor. El reflejo del sol era insoportable;y sus rayos verticales, cayendo á plomo con fuerzaintensa en las armaduras de hierro y en los justillosentretelados de espeso algodon , los encendía hasta

« A lo que se ha entendido, en las esmeraldas ovo gran yer-ro y torpedad en algunas personas por no conoscellas , aunquequieren decir que algunos que las conoscieron las guardaron.Pero finalmente muchos vbieron esmeraldas de mucho valor;vnos las probaban en yunques, dándolas con martillos, dizien-do que si era esmeralda no se quebrarla; otros las' desprecia-ban , diziendo que era vidrio.» Pedro Pizarro , Descub. y Con-quista., MS. • '

(1) Pedro Pizarro Descub. y Conq. , MS.—Herrera, His-toria general, dec. IV, lib. VII, cap. 1X.

(2) «Los españoles las recoxieron y juntaron el oro y laplata, porque así estaba mandado y ordenado, so pena de lavida el que otra cosa hiciese , porque todos lo habían de traerá monton para que de allí el gobernador lo repartiese , dandoá cada uno conforme á su persona y méritos de servicios ; yesta órdén se guardó en toda esta tierra en la conquista deella, y al que se hallare oro ó plata escondido muriera porello, y deste modo nadie osó escondello.» Pedro Pizarro,Descub. y Conq. , MS.

(3) Elbotin fue grande en verdad, si como dice Pedro Pi-zarro, uno de los conquistadores que lo vieron, valía 200,000castellanos de oró. «Aquí se halló mucha chaquira de oro yde plata, muchas coronas hechas de oro, á manera de impe-riales; y otras muchas piezas en que se evaluó montar mas dedoscientos mil castellanos.» (Descub. y Conq., MS.) Nahárro,Montesinos y Herrera se contentan con deci r que envió en losbuques á Panamá veinte mil castellanos. •

(4) Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS,

tal punto que las desmayadas tropas casi se ahogabande calor. Para aumentar sus desgracias , atacó al pe-queño ejército una singular enfermedad epidémica.Tomaba. la forma de úlceras, ó mas bien de horriblesberrugas de gran tamaño que cubrían el cuerpo , ycuando se abrian con lanceta, como sucedió en algu-nos, echaban tal cantidad de sangre que de sus re-sultas moría el enfermo. Varios murieron de estahorrible enfermedad, tan rápida en su ataque, acom-pañada de tal desfallecimiento de fuerzas, que losque se acostaban buenos de boche, ama necian sin po-der siquiera llevarse la mano á la cabeza (5). Estaepidemia, que se presentó por primera vez duranteesta invasron, y que no duró mucho despues dé ter-minada, se estendió por todo el pais, y fue tan fatalen sus ataques para el indígena como para el blan-co (6 ). Fue una de esas plagas que el ángel destruc-tor que sigue los pasos del conquistador, derrama ensu ira en medio de las desgraciadas naciones.• En su marcha pocas veces esperimentaron los es-pañoles resistencia ni incomodidad por las hostilida-des de los habitantes, que aleccionados por el ejemplode Coaque, huían con sus efectos a los bosques y álas montañas mas próximas..Nadie salla á felicitar álos estranjeros y á ofrecerles los auxilios de la hospi-talidad, como sucedió en su último viaje á este pais,porque ya no se consideraba á los blancos como seressuperiores bajados del cielo, sino como azotes des-tructores, que, invulnerables á los ataques de los in-dios, iban montados en animales feroces , mas rápidosque el viento, y llevaban armas que esparcian el fue-go y la ruina por todas partes. Tales eran las noticiasde los invasores que ahora circulaban , y que prece-diéndolos por todas partes , les cerraban los corazo-nes, si no las puertas de los indios. Exhaustos por elcansancio del viaje y por las enfermedades, y desani-mados por la pobreza del pais, que ahora no'com-pensabá con nada sus trabajos. , los soldados de Pi-zarro maldecian la hora en que se alistaron bajo subandera, y particularmente los de Nicaragua, diceel cronista antiguo, trayendo á la memorialamausionagradable de aquel rico país, solo suspiraban porvolver . al paraíso de Mahoma que habian abandona=do (7).

En esta situacion recibió la trapa algun consueloal descubrir un buque que venia de Panamá, que lestraia más provisiones, y ademas el tesorero real, elveedor é inspector, el contralor, y otros altos fun-cionarios nombrados por la corona para que acompa-ñasen ál os conquistadores. Pizarro los habia dejadoen España , do resultas de su marcha brusca y repen-tina ; y al saber esto el consejo de Indias, mandó ins-trucciones á Panamá para que no se permitiese la sa-lida de aquel puerto de la espedicion. Pero el gobiernoespañol, mas sabio y mas prudente, revocó la órden,y solo exigió á los funcionarios que activasen su par-tida, y. fueran sin pérdida de tiempo á ocupar supuesto en la espedicion.

Los españoles en su marcha habián llegado ya has-ta Puerto Viejo. Allí se les reunió' otro pequeño re-fuerzo de unos treinta hombres, mandados por unoficial llamado Belalcazar, que posteriormente subióá grandes puestos_y distincion en.este servicio. Mu-chos de los compañeros de Pizarro hubieran deseadodetenerse en este punto y establecer en él una colo-nia. Pero el gefe peonaba mas en conquistar que en

(5) Nanarro, Relacion sumaria , MS. — Pedro Pizarro,Descub. y.Conq., MS.—Montesinos, Anales, MS., año 1530.

(6) Garcilasso, Con]. Real, parte II, lib. 1, cap. XV.(7) «Aunque ellos no ninguno por haber venido, porque

como habian dejado el paraiso de Mahoma que era Nicaraguay hallaron la isla alzada y falta de comidas y la mayor parte dela gente enferma y no oro ni plata como otras hablan hallado,algunos y todos se holgaran volver .adonde- habían venido.»Pedro Pizarro, Descub. y Conq. , MS,

L.1 CONQUISTA DEL Prnd.g J

loe , aunque aumenta poco los grados de probabilidadel testimonio de los intérpretes enemigos. Lo ciertoes que Pizarro se convenció de que la conspiracionexistia; y sin vacilar un instante, entregó sus desgra-ciados prisioneros, que eran' diez ó clo'e, , en manosde sus rivales de Tumbez, á quienes estallan ruuy le-jos de inspirar compasion, y que por consiguiente losmataron en el acto en su presencia (2 ).

Enfurecidos con este ultraje, los habitantes de Punáacudieron á las armas, y con furiosos gritos y con lasamenazas mas salvajes de la desesperacion ,'atacaroninmediatamente el campamento de los españoles. Elnúmero estaba sin comparacion alguna en favor deellos, porque tenian algunos miles de combatientes.Pero la superioridad mas decisiva de la disciplina yde las armas, estaba por parte de sus contrarios; ycuando los indios se lanzaban al ataque en masas con-fusas y desordenadas, los castellanos los recibian im-pasibles en sus largas picas, ó los diezmaban condescargas de fusilería. Por sus cuerpos indefensospenetraban muy fácilmente las agudas espadas de losespañoles; y poniéndose Hernando Pizarro á la cabezade la caballería, cargó á los enemigos con valor y au-dacia, y los dispersó completamente por los camposhasta que aterrados por el terrible aspecto de los gi-fletes cubiertos de acero, y por el estampido atrona-dor y los relámpagos que lanzaban las armas de fuego,los fugitivos se refugiaron en lo mas profundo de susbosques. Sin embargo, si hemos de creerá los vence-dores, el triunfo se debió en parte á la intervenciondel cielo; porque se vió en los airesor encima de loscombat.ientesá San Miguel luchando con el enemigodel hombre, y alentando á los cristianos con su ejem-plo (3).

No pasaron de tres ó cuatro los españoles que pe-recieron en este combate; pero hubo muchos heridosy entre ellos Hernando Pizarro , que fue herido demucha consideracion en una pierna con una javelinaNi terminó aquí la guerra; porque los implacablesisleños aprovechándose de la noche ó de cualquiera.descuido de los invasores, siempre estaban listos ásalir de sus guaridas y á atacar el campamento ene-migo , mientras que sorprendiendo á sus partidassueltas y destruyendo sus víveres , lo tenían en unestado de perpetua alarma.

En esta desagradable situacion Pizarra vió congusto la llegada de dos buques á la isla. Estos traíanun refuerzo que consist.ia en cien voluntarios y ade-mas caballos para la caballería. Mandábalo Hernandode Soto, capitan que adquirió mucha celebridad posteriormente por el descubrimiento del Misisipi, queaun arrastra su magestuosa corriente sobre el sitioen que está enterrado, digno monumento para suscenizas, así como lo es de su fama (4).

(2) «Y el marques don Francisco Pizarro, por tenellos peramigos y estuhiesen de paz quando allá passasen, les dió algunos principales, los cuales ellos mataban en presencia delos españoles, cortándoles las cabezas por el cogote.» PedroPizarra, Descub. y Conq., MS.

(3) La ciudad de San Miguel fue así llamada par Pizarra enmemoria de este acontecimiento, y algunos creen que la exis-tencia de semejante ciudad es prueba suficiente de la verdaddel milagro.—«En la batalla de Puná vieron muchos, ya delos indios , ya de los nuestros, que habia en el aire otros doscampos, uno acaudillado por el arcángel San Miguel con espa-da y rodela, y otro por Luzbel y sus secuaces, mas apena scantaron los castellanos la victoria, huyeron los diablos, yformando un gran torveilino de viento, se oyeron en el aireunas terribles voces que decían : ¿Vencístenos, Miguel, ven=vístenos ! De aquí torné don Francisco Pizarro tanta devocion alarcángel, que prometió llamar la primera ciudad que funda-se de su nombre, cumpliólo así, como veremos adelante.»Montesinos,.Anales, MS., año 4530.

(4) Refieren con mas ó menos estension los sucesos ocurrirdos en Puná, Naharro, Helarían sumaria, MS.—Conquista yPob. del Perú, MS.—Pedro Pizarro, Descub. y Conq. MS.—Montesinos, Anales, MS. , ubi supra.—Relacion del primer

colonizar, á lo menos en aquellos primeros tiempos;'y se proponia, corno primer paso, apoderarse deTumbez, que consideraba como la puerta del impe-rio peruano. Prosiguiendo por consiguiente su mar-

-cha hasta las costas de lo que ahora se llama el golfode Guayaquil, llegó al frente de la pequeña isla dePuná, situada no á gran distancia del puerto deTumbez; y pensó que esta isla le ofreceria un puntoconveniente para acampar hasta que lo tuviese tododispuesto para apoderarse de la ciudad india.

Las disposiciones de los naturales parecieron sermuy favorables á su propósito. No hacia mucho tiem-po que se encontraba en aquellos parajes, cuandouna diputacion de los indígenas, presidida por el ca-'cique, pasó al continente en sus balsas para invitar álos espanoles á trasladarse á su territorio. Pero losintérpretes indios de Tumbez, que habian vuelto conPizarro de España , y que seguían en su servicio , ledijeron 'que . se pusiese en guardia contra la meditadatraicion de los asleños, á quienes acusaron de quererdeshacerse de los espanoles cortando las cuerdas quesujetaban los maderos de las balsas y dejándolos asíperecer en las olas. Sin embargo, el cacique, cuandoPizarra lo acusó de haber meditado tan pérfido pro-yecto , lo negó con aire de tanta sinceridad.é inocen-cia, que sin vacilar mas el español se confió á él conlos suyos, y todos fueron trasportados cori seguridadcompleta á la isla.

Aquí fueron recibidos los españoles con muchahospitalidad, y las tropas encontraron cómodo aloja-miento. Satisfechos con su situacion , Pizarro deter-minó permanecer en ella hasta que hubiera pasado lafuerza de la estacion de las aguas , época en que espe-raba recibir refuerzos que pusiesen mas elementosen su mano para penetrar en el imperio del Inca.

La isla que está en la embocadura del rio de Gua-yaquil tiene unas ocho leguas de largo y cuatro deancho en su parte mas ancha , y en aquella época es-taba cubierta en parte con. una arboleda magnífica.Pero otra muy considerable estaba Cultivada , y ha-bía en ella plantíos de cacao, de batata y de los dife-rentes productos de los climas tropicales , que proba-ban conocimientos agrícolas y amor al trabajo enla poblacion. Era esta una raza muy belicosa; queBabia recibido de sus enemigos peruanos la califica-cion de pérfida. Quizás no teudrian mas razon quélos habitantes del Perú los historiadores romanospara infamará sus enemigos cartagineses con el mis-mo epíteto: Los isleños, audaces é independientes,opusieron una tenaz resistencia á las armas del Inca;y aunque por fin habian cedido, siempre habían esta-do en disputas , á veces acompañadas de sangrientashostilidades, con sus vecinos de Tumbez.

Apenas supieron estos últimos la llegada de Pizar-ro á la isla,.cuando, confiando sin duda en sus anti-guas relaciones amistosas con él, pasaron en grannúmero á su campamento. La presencia de sus riva-les aborrecidos no fue nada grata á los celosos habi-tantes de Puná, al paso que la prolongada permanen-cia de los blancos no podio dejar de serles onerosa.En su conducta anterior aun no hacian alarde desentimientos amistosos; pero los intérpretes de Pi-zarro volvieron á ponerlo en guardia contra la perfidiaproverbial de los isleños. Suscitadas ya sus sospe-chas, supo el comandante español quo algunos gefesse habian reunido para deliberar sobre un plan de in-surreccion. No queriendo esperar á que reventase lamina, rodeó el punto de reunion con sus soldados, yse apoderó de los gefes sospechosos. Segun un escri-tor, confesaron su culpa (I ). Esto está lejos de serpositivo, ni tampoco lo es que meditasen un levanta-miento. Sin embargo, el hecho en sí no es ímproba-

(1) Xerez, Conquista del Perú, ap. Barcia, tomo 1II, pá-gina 183.

46 l iliunvEci DE GASPAR Y R0IG.

zarro á Puná (4). Las noticias de su muerte espar-cieron el dolor y la consternacion en todo el imperio;porque aunque duró é inexorable con los rebeldes yel enemigo obstinado, era un monarca valiente ymagnánimo, y legisló con la amplitud de miras de unpríncipe que consideraba toda la estension de susdominios como igualmente acreedora á su cuidado yvigilancia.. El pueblo de Quito lisonjeado por las prue-bas que le había dado de preferencia, residiendoconstantemente en aquel pais y hermoseando su ca-pital, se llenó de luto á su muerte; y sus súbditos delCuzco, envanecidos con las glorias que sus armas ysu talento habian dado á su patria, no lo miraban conmenos admiracion (5). Mientras que los mas inteli-gentes y mas tímidos en ambos paises miraban conrecelo el porvenir, cuando el cetro del imperio envez de ser manejado por la esperiencia de la edad ibaá dividirse entre príncipes rivales , naturalmente ce-losos uno de otro y por su edad espuestos necesaria-mente á la maléfica influencia de astutos y ambiciososconsejeros, el pueblo manifestaba su dolor con lashonras sin ejemplo que dedicaba á la memoria delmonarca difunto. Su corazon se dejó en Quito ,y sucuerpo embalsamado , segun la costumbre del pais,fue trasportado al Cuzco para ocupar su puesto en elgran templo del Sol al lado de los restos de sus régiosantecesores.' Sus funerales se celebraron con esplen-dor sangriento en ambas capitales de su dilatado ter-ritorio, y dícese que algunos miles de sus concubinasimperiales ; con numerosos empleados de su palacio,manifestaron su dolor ó su supersticion sacrificándo-le sus vidas, á: fin de acompañar á su señor difuntoá las. brillantes mansiones del Sol (6 ).

Durante casi cinco años despues de la muerte deHuayna Capac, los hermanos reinaron cada cual ensu parte del imperio sin desconfianza uno de otro, óá lo menos sin hacerse la guerra. Parecia como queiba á quedar completamente satisfecho el deseo de supadre, y que ambos estados iban á mantener sus res-pectivas integridad é independencia , como si jamashubiesen estado unidos. Pero con las muchas causasde recelo y de descontento que existian, y conos en-jambres de aduladores cortesanos que esperaban me-drar fomentando estos sentimientos, fácil era preverque semejante tranquilidad no podia durar mucho.Ni hubiera durado tanto á no ser por el carác-ter, bondadoso de Huascar, que era el . único quetenia motivos de queja. Tenia cuatro ó cinco añosmas que su hermano , y no cabe duda alguna sobre suvalor, pero era un príncipe generoso y pacífico, yquizás si se le hubiera abandonado á si mismo, sehubiera sometido á un arreglo que, por desagradableque fuese, era. la voluntad de su padre que ahora sehallaba en el cielo. Pero Atahuallpa era de tempera-mento muy distinto ; belicoso, ambicioso y atrevido;

puesto aquel pais volcánico, hiciesen en ellos iniisimpresion que la acostumbrada ; y que los fenómenosque solo se hubieran considerado como estraorclina-rios en las épocas de seguridad política, se interpre-tasen ahora por el supersticioso adivino comodecre-tos celestiales por cuyo m:dio el Dios de los Incasanunciaba la caida de su imperio.

Huayna Capac tenia segun costumbre de los prín-cipes peruanos, una multitud de concubinas que .ledieron una numerosa posteridad. El heredero de lacorona, el hijo de su mujer lejítima y hermana, se lla-maba Huascar (1). En la'época histórica de que aho-ra nos ocupamos, habia cumplido unos treinta años.Despues del heredero aparente seguia en el árdea ríesucesion Manco Capac, hijo de otra esposa prima delmonarca, príncipe jóven que desempeñará un papelimportante en nuestra historia futura. Pero el masquerido de los hijos del Inca era Atalíuallpa. Su ma-dre era hija del último Scyri de Quito, que habiamuerto de dolor , segun se de la , poco despues deconquistado su reino por Huayna Capac. La prince-sa era hermosa, y el Inca, ya fuese para satisfacer supasion , ya , como dicen los peruanos , por indemni-zarla ele la ruina de sus padres, la recibió entre susconcubinas. Los historiadores de Quito aseguran queera su legítima esposa ; pero este honor, segun lascostumbres del imperio, se reservaba á las donde-has ríe Ja sangre Inca. •

Huayna Capac pasó los últimos años de su vida ensu nuevo reino de Quito. Por consiguiente, Atalíuall-pa se educó á su vista, lo acompañó en su infanciaen todas sus campañas, durmiendo en la misma tien-da que su padre y comiendo en el mismo plato (2 ).La viveza del niño, su valor y su generosidad, sedu-jeron hasta tal punto el amor del anciano monarca,que resolvió separarse de las costumbres establecidasen su reino , y dividir el imperio entre él'y su herma-no mayor Huascar. En en el lecho de la muerte con-vocó á su alrededor los altos funcionarios de la coro-na, y les declaró que era su voluntad que el reino deQuito pasase á Alahuallpa, quien en cierto modo po-día tener derecho á él como dominio de sus antepa-sados. Dió el resto del imperio á Huascar , y mandó,á los dos hermanos que consintiesen en este arreglo,v que viviesen en paz y amistad uno con otro. Estafue la última 'determinacion que adoptó el heróicomonarca , é indudablemente la menos política de to-da su vida; con su último aliento derribó las leyesfundamentales del imperio ,y mientras que recomen-'daba la concordia á los herederos de su autoridad,les dejaba en la division de esta las semillas de unadiscordia inevitable (3 ).

Parece probable que su muerte ocurrió á finesde 1525 , siete años apenas antes de la llegada de Pi-

(I) Ilrraecar en el dialecto quichua, significa cable. Esmuy singular el motivo que hizo que se aplicase al heredero

• de la corona. Huayna Capac celebró el nacimiento del príncipecon una fiesta en que lizo bailar á sus nobles agarrados á unacadena de oro macizo. La cadena tenia setecientos pies de lar-go, y sus eslabones eran casi bastante grandes para abrazarda muñeca del brazo. (Véase Zárate, Conq. del Perú, libro I,cap. XIV.—Garcilasso, Com. Real, parte I, lib. IX, cap. I.)Este último escritor dice que supo esto por un tío suyo Inca

• que parece haber-sido muy aficionado á lo sobrenatural y ma-ravilloso, aunque no demasiado, segun parece, para los quele escuchaban, pues este cuento ha sido inmediatamente pro-hijado por casi todos los escritores espa īioles, tanto de aquelsiglo como del que siguió.

(2) a Atabalipa era bien quisto de los capitanes viejos de supadre y de los soldados, porque anduvo en la guerra en suniñez , y porque él en vida le mostró tanto amor que no le de-jaba comer otra cosa que lo que él le daba de su plato, Sar-miento , Relacion MS., capítulo LXVI..

(3) Oviedo, Hist. de las Indias, MS. , parte I , lib. VIII, ca-pítulo IX.—Zárate, Conq. del Perú, lib. I., cap. XII.—Sar-miento, Relacion , MS., cap. LXV. —Xerez , Conq. del Perú,ap. Barcia, tomo III, pág: 201.

(4) La fecha exacta de este acontecimiento, aunque tanpróximo á la conquista, es dudosa. Balboa, contemporáneode los conquistadores, y que escribió en Quito, donde el Incamurió, la fija en 1525. (Hist. del Perú, cap. XIV.) Velasco,otro habitante del mismo punto, despues de investigar y exa-minar diferentes relaciones, llega al mismo resultado. (Histo-ria de Quito, tomo I, pág. 252.) El doctor Robertson, despuesde decirnos que Huayna Capac, murió en 1529, vuelve á. ha-blar de este• acontecimiento como si hubiese ocurrido en 1527.(Conf. América, vol. I11, págs. 25, 381.) Los que están acos-tumbrados á verse confundidos con los enredos cronológicos delos cronistas antiguos; no se sorprenderán al descubrir decuando en cuando estos errores en un escritor que tienen quetornar á esos cronistas por guiar de sus escritos.

, (5) No se puede poner en duda la popularidad de este mo-narca con la parte femenina de sus súbditos, si, como dice elhistoriador de los Incas, jamas negó á mujer alguna , sea dela edad ó condicion que fuese, cualquier favor que solicitasede él. Com. Real, parte I, lib. VIII, cap. VII.

(0) Sarmiento, Relacion, MS., cap. LXV.—Herrera,Hist. general, dec. V, lib. VIII, cap. XVII.

LA CONQUISTA

siempre estaba empeñado en espediciones destinadasá estender los límites de su territorio, aunque su as-tuta política lo inclinaba á no aumentar sus conquistasen la direccion del pais perteneciente 6. su régio herma-no. Su espíritu inquieto causaba, sin embargo, algunaalarma en la córte del Cuzco, y Huascar por fin, envióun embajador á Atahuallpa para reconvenirlo por suambicion, y para exigirle que le hiciese pleito home-naje por su reino de Quito.

Esto es segun algunos escritores; segun otros pa-rece que la causa inmediata dele disputa consistió enque Huascar reclamó el territorio de Tumebamba,que poseia su hermano, como parte de su herenciapaterni..Importa poco cuál fuese el motivo ostensibledo la disputa entre personas colocadas por las cir-cunstanciasen tan falsa posicion respectivamente unaá otra, que tarde ó temprano la lucha entre ellas erainevitable.

El principio, y en general todo el curso de las hos-tilidades que no tardaron en estallar entre los doshermanos, se refieren con increíble divergencia,tanto mas estraordinaria, cuanto que estos sucesosocurrieron poco antes de la invasion de los españo-les. Unos dicen que en su primer encuentro con lastropas del Cuzco , Atahuallpa fue derrotado y cayóprisionero cerca de Tumebamba, residencia favoritade su padre en el antiguo territorio de Quito y en eldistrito de Cañaris. Recobróse de este desastre esca-páudose de su encierro, y volviéndose á su capital,donde muy pronto se encontró al frente de un ejerci-to muy numeroso, mandado por los capitanes masvalientes y mas esperimentados del imperio. Las ma-

' neras francas del jóven Atahuallpa lo habian hechomuy popular entre los soldados, con los que, comoya hemos visto , habia servido en mas de una campa-

' na durante la vida de su padre. Estas tropas eran laflor del gran ejército del Inca, y algunos habian en-canecido en la larga carrera militar de este, que losdejó en el Norte, donde fácilmente trasladaron suobediencia al jóven soberano de Quito. Mandábanlasdos oficiales de mucha consideracion ,.ambos de granesperiencia en asuntos militares, y que póseian todala confianza del último Inca. Uno de ellos se llamabaQuizquiz; el otro , que era tio por parte de madre deAtahuallpa , se llamaba Challcuchina.

Guiado por guerreros de tanta esperiencia , el jó-ven monarca se puso al frente de su ejército y dirigiósu marcha hácia el Sur. Apenas habia llegado á Ani-bato, como 6. sesenta millas de su capital, cuando seencontró con un numeroso ejército que contra él en-viaba su hermano, bajo las órdenes de un gefe distin-guido de la familia Inca. Siguióse un combate san-griento , que duró la mayor parte del dia ; y el teatrode esta batalla fue la falda del colosal Chimborazo (I).

Atahuallpa triunfó, y los peruanos fueron derrota-dos con gran matanza y con pérdida de su gefe. Elpríncipe de Quito se aprovechó de este triunfo paraproseguir su marcha, hasta que llegó á las puertasdé Tumebamba, ciudad que, lo mismo que todo eldistrito de Cañaris, aunque dependencia antigua deQuito, se habia declarado por su rival en esta lucha.Entrando en la ciudad cautiva como conquistador,pasó á cuchillo á sus habitantes y la arrasó, con to-dos sus suntuosos edificios , algunos de los cualeshabian sido construidos por su padre. La misma guer.

(1) Garcilasso sostiene que no hubo mas que insignifican-tes escaramuzas antes de la accion decisiva en las llanuras delCuzco. Pero el licenciado Sarmiento que, segun nos dice, re-cogió la historia de estos acontecimientos de boca de los quetuvieron parte en ellos, recorrió el campo de batalla de Am-bato cuando aun estaba la tierra cubierta ron los huesos delos muertos. «Yo he pasado por este pueblo y he visto el lu-gar donde dicen que esta batalla se dió, y cierto segun hai laosamenta debieron aun de morir mas gente de lo que cuen-tan.» Relacion, MS., cap. LXIX.

DEL PERA.87

ra de esterminio hizó al atravesar todo el distrito re.belde de Cañaris. En algunos lugares dicen que lasmujeres y los niños salian en triste procesion, conpalmas on las manos, para implorar su misericordia;pero el vengativo vencedor, sordo á sus ruegos, asolóel pais á sangre y fuego, sin perdonará hombre al.guuo capaz de llevar armas que cayese en sus ma-nos(2).

Las desgracias de Cañaris aterraron á los enemigasdo Atahuallpa ; y todas las ciudades iban abriendo suspuertas al vencedor que marchaba triunfante hacia lacapital peruana. Sus armas esperimentaron un lijeroreyes al frente de la isla de Puná , cuyos intrépidosguerreros defendían la causa de su hermano - y des-pues de perder algunos dias en este punto, Atahuallpadejó la lucha en manos de los antiguos enemigos deaquellos , los de Tumbez , que desde el principio sehabian adherido á su partido, y siguió su marcha,avanzando hasta Caxamalca , como siete grados alSur. Aquí se detuvo con un destacamento de susfuerzas, enviando al cuerpo principal bajo el mandode sus dos generales en línea recta al Cuzco. Preferíano adelantar mas en el territorio enemigo en que unaderrota podria serle fatal; y estableciéndose eu Caxamalta podia sostener á sus generales en caso de ocur-rir un reyes, ó en el peor caso posible asegurar suretirada á Quito hasta que estuviese en estado deemprender de nuevo las hostilidades.

Avanzando los dos comandantes 6. marchas forza-das, llegaron por fin fi cruzar el rio Apurimac , yacamparon a corta distancia de la capital del Perú.Entre tanto Huascar no permanecia ocioso. Al recibirnoticias de la derrota de su ejército en Ambato , hizograndes esfuerzos para levantar tropas en todo el pais,Dícese que por consejo de sus sacerdotes , los conse-jeros menos competentes en época de peligro, deter-minó esperar á que el enemigo se acercase á su capi-tal; y hasta que este llegó á pocas leguas del Cuzco,el Inca volviendo á consultar á los sacerdotes, nosalió á presentarle la batalla.

Los dos ejércitos se avistaron en la llanura de Qui-paypan , cerca de la metrópoli india. En cuanto alnúmero de las tropas, hay la acostumbrada divergen-cia en los escritores ; pero las de Atahuallpa teníanuna gran superioridad de disciplina y esperieneia,porque una gran parte de las de Huascar se componíade gente bisoña recien reclutada en los alrededores.Ambos ejércitos pelearon sin embargo con la deses-peracion del que sabe que juega el todo por el todo.Ya no se disputaba una provincia, sino un imperio.Las tropas de Atahuallpa, embriagadas con sus recien-tes triunfos, peleaban con la confianza que da lasuperioridad ; mientras que los leales vasallos del Incadaban pruebas de esa lealtad absoluta de hombresque no piensan en su propia vida cuando sirven á suseñor.

La batalla duró con el mayor encarnizamiento des-de que amaneció hasta el anochecer; y la tierra esta-

ba cubierta de montones de muertos y moribundoscuyos huesos quedaban aun sobre el campo de batallamucho despues de la conquista de los españoles. Porfin la fortuna se declaró en favor de Atahuallpa, ó

(2) «Cuentan muchos indios á quien yo lo oí, que poramansar su ira , mandaron á un escuadren grande de niños yá otro de hombres de toda edad, que saliesen basta las ricasandas donde venia con gran pompa , llevando en las manos ra-mos verdes y hojas de palma, y que le pidiesen la gracia yamistad suya para el pueblo, sin mirar la injuria pasada , yque en tantos clamores se lo suplicaron y con tanta humildad,que bastara á quebrantar corazones de piedra; mas poca im-presion hicieron en el cruel Atabalipa , porque dicen quemandó á sus capitanes y gentes que matasen á todos aquellosque habían venido, lo cual fue hecho, no perdonando sino áalgunos niños y á las mujeres sagradas del templo.» Sarmien-to, Relacion, MS., cap. LXX,

SS BIBLIOTECA DE

mas bien se obtuvieron los acostumbrados resultadosdo la disciplina superior y de la esperieneia. Las filasdel Inca cedieron por todos lados , y se introdujo enellas el mas espantoso desórden. Los vencedores per-siguieron de cerca á los fugitivos. Huascar mismoentre estos trató de escaparse con unos mil hombresque permanecían alrededor de su persona. Pero elreal fugitivo fue descubierto antes que abandonase elcampo, su pequeña falanje fue envuelta por un nú-mero infinito de adversarios, y casi todos los que lacomponian perecieron defendiendo al Inca. Huascarfue hecho prisionero, y los victoriosos geles marcha-ren al instante á su capital, de que tomaron posesiouen nombre de su soberano (1).

Estos sucesos ocurrían en la primavera de 4 532,pocos meses antes que desembarcasen los españoles.Las noticias de su triunfo y de- la prision de su des-graciado hermano, llegaron á oídos de Atahuallpa enCaxamalca. Al instante dió órden para que se trataserí Huascar con él respeto debido á, su rango , pero quese le trasladase á la gran fortaleza de Xauxa y que fueseestrictamente guardado allí. Pero uo terminaron aquisus órdenes, si hemos de creer lo que dice Garcilassode la Vega, que era de la raza Inca, y sobrino porparte de madre del gran Huayna Capac.

Segun este autor, Atahuallpa invitó á todos los no-bles Incas esparcidos por todo el pais, á que se reu-niesen en el Cuzco, á fin de deliberar sobre los me-dios mas oportunos para dividir el imperio entre él ysu hermano, Cuando estuvieron reunidos en la capi-tal , los rodeó la soldadesca de Quilo , y fueron todosasesinados sin compasion. El objeto de este pérfidocrimen fue estermivar toda la real familia, cada unode cuyos individuos podía probar mejor derecho á lacorona que el ilegítimo Atahuallpa. Pero no paró aquíla matanza. Los hijos ilegítimos como él , hermanosde padre del mónstruo , todos en fin los que teníansangre inca en las venas, fueron esterminados : y conun apetito sanguinario, sin ejemplo ni aun en los ana-les del imperio romano ó de la república francesa,hizo matar á todas las mujeres de la familia real, sustics, sobrinas y primas, y esto con los mas crueles yrefinados tormentos. Para aumentar la satisfaccionque le inspiraban las ejecuciones, muchas de ellasse verificaron en presencia del mismo Huascar á quiense obligó así á ser testigo del asesinato de sus propiasmujeres y hermanas , que en su dolor y en su agoníale suplicaban en vano que las protegiese (2).

Esto es á lo que se refiere el historiador de losIncas, fiado, segun nos asegura, en lo que le conta-ron su madre y su tio, quienes siendo niños en aque-lla época, tuvieron la dicha de hallarse entre lospocos que se libraron de la matanza general de su fa-milia (3) ; y tal es la relacion que han repetido poste-

(1) Cieza de Leon, Crónica, cap. LXXVII.—Oviedo, His-toria de las Indias, MS., parte III, lib. VIii, capítulo IX.-Xerez, Conquista dei Perú, ap. Barcia , tomo III, pág. 202.--Zárate, Conquista del Perú, lib. I, cap. XIf.—Sarmiento,Relacion, MS,, cap. CXX,—Pedro Pizarro , Descub, y Con-quista, MS.

(2) Garcilasso, Com. Real, parte I, lib. IX, cap. XXXV—XXXIX.

«Alas mujeres, hermanas, tias, sobrinas, primas herma-nas y madrastras de Atahuallpa, colgaban de los árboles y demuchas horcas muy altas que hicieron : á unas colgaron delos cabellos, á otras por debajo de los brazos, y á otras de otrasmaneras feas, que por la honestidad se callan : dábanles sushijuelos, que los tuviesen en brazos; teníanlos hasta que seles caian y aporreaban. » (Ibid. , cap. XXXVII.) Esta varie-dad en torturas indica invencion en el autor , ó mas probable-mente en su tío, el Incá viejo, que le referiría sin duda estascarnicerías dignas de Barba-azul.

(3) «Las crueldades que Atahuallpa en los de la sangrereal hizo, diré de relacion de mi madre, y de un hermano su-yo , que se llamó don Fernando Ihiallpa Tupac Inca Yupanqui,que entonces eran niños de diez años,» lbid. , parte I, lib. IX,cap. XIV,

GASPAR Y ROTO,

riormente muchos escritores castellanos sin vacilaren lo mas mínimo. Pero un tejido de atrocidades deesta especie sin provocacion por parte de lis víctimas,es demasiado repugnante á los principios de la natu-raleza humana, y hasta al sentido comun , para queles demos crédito sin mas seguridad que el dicho deGarcilasso.• Los anales do las naciones semi-civilizadas prue-ban por desgracia que mas de una vez se 11;1 tratadode estinguir por estos medios una raza odiada , quohabaa escitado los celos de un tirano ; aunque seme-

.lante tentativa es tan quimérica casi como lo seria lade estirpar alguna planta particular, cuyas semillashan sido trasportadas á todos los rincones del pais enalas del viento. Pero si realmente trató Atahuallpade esterrnivar la raza Inca , ¿ cómo es que el mismohistoriador confiesa que setenta años despues de lasupuesta matanza existian cerca de seiscientos des-cendientes de la raza pura por cuyas venas corría lasangre real (4)? ¿ Por qué esta matanza, en lugar deceñirse - á las ramas- legítimas del tronco real, quetenían aras derechos á la corona que el usurpador, seestendió á todos los que estuviesen enlazados con él,aun en el grado mas remoto? ¿ Por qué incluyó á lasancianas y á las doncellas , y por qué se las sometió átormentos tan refinados y su pérfluos, cuando es evi-dente que unos seres tan impotentes nada podrianhacer que escitasen los celos del tirano? ¿Por qué,cuando se sacrificaron tantos á una vaga aprensionde riesgo futuro , se dejó vivir á su rival Huascas á su hermano menor Manco Capac, los dos hombresde quienes mas tenia que temer el vencedor? ¿ Porqué en fina ninguno de los que escribieron mediosiglo antes que Garcilasso refieren suceso semejan-te (5)?

Que Atahuallpa cometiese escesos, y abusase delos derechos de la conquista por medio de algunosactos gratuitos de crueldad, es fácil de creer , porqueninguno que recuerde la conducta que observó enCañaris, que sus apologistas mismos no niegan (6),podrá dudar que tenia su parle completa de aquelespíritu vengativo que pertenece á

Esos hijos del Sol-, almas de fuego,Para quienes virtud es la venganza.

Pero hay una gran diferencia entre estos y las atro-cidades monstruosas y sin provocacion que se le irn-putan, y que indicarian una naturaleza diabólica,que no podemos aceptar bajo la palabra de un hom-bre de partido indio, enemi go mortal de su familia,y cuya relacion ha sitio repetirla por algunos cronistasespañoles, quienes exagerando natural mente las atro-cidades de Atahuallpa, tratan de paliar algun tantola conducta cruel que con él observaron sus compa-triotas europeos.

(4) Esto resulta de una peticion en que solicitaban ciertasinmunidades. remitida á España en 1603, y firmada por qui-nientos sesenta y siete indios de la raza real de los Incas.(Ibid., parte III, lib. IX, cap. XI.) Oviedo dice que IluaynaCapee dejó cien hijos é hijas; y que la mayor parte de ellosvivían aun cuando él escribía. Hist. de las Indias, MS., par-te ¡II, lib. VIIi, cap. iX.

(5) En vano he buscado alguna conlirmacion de este cuen-to en Oviedo, Sarmiento, Xerez, Cieza de Leon, Zárate Pe-dro Pizarro, Guiara , que todos vivían en aquella época, ytenían á su disposicion todos los medios posibles de averiguarla verdad ; y todos, debernos añadir , estaban dispuestos áhacer severa justicia á • las malas propensiones del monarcaindio.

(6) Nin guno de los apologistas de Atahuallpa se atreve átanto como el padre Velasco, que en el entusiasmo de su leal-tad póstuma al monarca.de Quito, llega á considerar la ma-tanza de los Ca īiaris como un castigo muy justo de sus delitos.«Si tos autores de que acabo de hablar se hubieran visto enlas mismas circunstancias de Atahuallpa, y hubieran sufridotantas ofensas y traiciones, no creo que hubieran obrado deotra manera,» Hist, de Quito, tomo I, pág. 253,

i.A CONQUISTA DEL PERÚ; 80

desaliento á los conquistadores_,' porque hasta losnuevos reclutas , que jamas habian estado en estacosta, habian oido referir los cuentos maravillososde los tesoros de Tumbez , y abrigaban la seguridadde encontrar aquí ricos despojos que los recompen-sasen de sus fatigas. Pero el oro del Perú se aseme-jaba á un fantasma engañador, que despues de ha-cerse seguir por los conquistadores al traves detrabajos y padecimientos, desaparecia en cuanto estosquerian abrazarlo.

'Pizarro despachó una corta partida en persecucionde los fugitivos;y despues de algunas ligeras esca-ramuzas se apoderó esta de algunos de los naturales,entre los cuales la casualidad quiso que se hallase elcuraca del lugar. Traído ante la presencia de Pizarro,negó haber tenido participacion alguna en las hos-tilidades que habian sufrido los blancos, atribuyén-dolas á una fraccion rebelde de su pueblo ,y manifes-tando sus deseos de entregar á los criminales á lajusticia de los conquistadores si podian ser habidos.Esplicó el desmantelamiento de la ciudad por las lar-gas guerras que habia -tenido con las tribus ferocesde Puná , que al fin habian logrado apoderarse deella, obligando á los habitantes á refugiarse en losbosques y montañas. El Inca, cuya causa defendían,estaba demasiado ocupado con sus propias guerraspara defenderlos de sus enemigos.

No sabemos si Pizarro creyó lo que el cacique dijo4532. en su defensa. Sin embargo, disimuló sus sospechas,

y como el señor indio prometió obediendia en sunombre yen el de sus vasallos, el general español con-sintió en que no se volviese á hablar de este negocio.Parece que en esta ocasion conoció por vez primerala necesidad de atraerse el amor del pueblo en cuyoterritorio habia penetrado á pesar de la inmensa des-proporcion numérica. Quizas los escesos que habiancometido los españoles en los primeros pasos de laespedicion , fueron causa de que perdiese el pueblode Tumbez la confianza que tenia en ellos, y lo queles incitó á estas traidoras represalias.

Pizarro preguntó á los naturales que ahora, bajopromesa de impunidad, venían al campamento, quéhabia sido de los dos españoles que entre ellos dejóen su espedicion primera. Las repuestas que le die-ron fueron oscuras y contradictorias. Algunos decianque habian muerto de una enfermedad epidémica;otros que habian perecido en la guerra con los de laPuná ; y otros por fin indicaron que habian perdidola vida de resulta ,, de un ultraje hecho á las mujeresindias. Fue imposible averiguar la verdad; pero loúltimo no era lo menos probable. Sin embargo, seacual fuere la causa, lo cierto es que habian perecido.

Esta noticia aumentó el desaliento de los españoles,que no pudo disiparse ni con las brillantes pinturasque les hicieron los indígenas de la riqueza del pais,y del esplendor y magnificencia del soberano en suremota capital mas allá de las montañas. Ni fue posi-ble convencerlos de la autenticidad de un pedazo depapel escrito que entregó á Pizarro un indio á quiense lo había dado uno de los dos españoles que se que-daron en el país. «Sea quien fuere, decía el escrito,el que desembarque en este país, sepa que contienemas plata y oro que hierro hay en Vizcaya.» Cuandose enseñó este papel á los soldados, dió pábulo á susburlas solamente, porque creyeron que era una in-genio sa invencion de su capitan destinada á alimentarel fuego de sus esperanzas quiméricas (2).

«Aunque lo del templo del Sol en que ellos adoran era cosade ver, porque tenias grandes edificios, y todo él por dentroy de fuera pintado de grandes pinturas y ricos matices de co-lores, porque los hay en aquella tierra.,» Relacion del primerdescubrinnento, MS.

(2) En cuanto á todo lo ocurrido en Tumbez, véase PedroPizarro, Descubrimiento y Conquista, MS.—Oviedo, Histo-ria de las Indias, MS, , parte III, lib. VIII, cap. I. —helacion

La noticia de la gran victoria llegó muy pronto áCaxamalca; y grande y ruidosa fue la alegría queprodujo, no solo en el campamento de Atahuallpasino en la ciudad y en sus alrededores; porque todosacudian ahora á porfia á congratular al vencedor y áprestarle homenaje. El príncipe de Quito no vacilóya en tomar la borla encarnada, diadema de los Incas.Su triunfo era completo. Rabia vencido á sus enemi-gos en su propio territorio ; se había apoderado de sucapital; habia humillado á su rival, y conquistado elantiguo cetro de los hijos del Sol. Pero la hora de sutriunfo estaba destinada á ser la de su mayor humi-llacion. Atahuallpa no tenia el don de profeta, y nohabia leido lo que estaba escrito en el cielo. El pe-queño punto que el ojo perspicaz de su padre habiadescubierto en los remotos límites del horizonte,aunque poco visible para Atahuallpa, que estaba em-peñado en una lucha mortal con su hermano, sehabia levantado ya hasta el zenit, estendiéndose masy mas hasta que envolvió en su oscuridad á todo elfirmamento , y preparándose á estallar en truenos yrelámpagos sobre la desgraciada nacion.

CAPITULO III.Los españoles desembarcan en Tumbez.—Pizarro reco-

noce el pais.-Fundacion de San Miguel.—Marcha álo interior.—Embajada del Inca.—Aventuras del viaje.—Llegada al pie de los Andes.

DEJAMOS á los españoles en la isla de Puná, prepa-rándose á desembarcar en el vecino continente porparte de Tumbez. Este puerto estaba a pocas leguasde distancia, y Pizarro , con la mayor parte de lossuyos, hizo la. travesía en sus bosques , mientras quealgunos pocos se quedaron detras para trasportar losequipajes del gefe y los pertrechos militares en algu-nas de las balsas de los indios. Una de estas embar-caciones que primero tocó en tierra, fue rodeadapor los indígenas , y tres personas que eu ella se ha-llaban fueron arrebatadas á los vecinos bosques yasesinadas allí. Los indios se apoderaron en seguidade otra de las balsas que contenía el equipaje perso-nal de Pizarro ; pero como los hombres que la de-fendían pedían á gritos socorro , llegaron estos áoidos de Hernando Pizarro , que con unos cuantosginetes habia desembarcado cerca de aquel punto.Entre el lugar donde este se hallaba y aquel en queestaba la partida atacada tan vigorosamente por losindios, mediaba un ancho trozo de tierra pantanosa.La marea estaba baja ,y el fondo era blando y peli-groso. Pero olvidándose de todos los peligros, el va-liente caballero metió espuelas á su caballo, y pene-trando con los suyos en la fangosa profundidad, conel fango hasta las sillas, echaron á correr, hasta quecayeron en medio de los enemigos, que aterradospor la estraña apariciou de los ginetes, huyeron conprecipitacion y sin la mas leve resistencia á los bos-ques.

No es fácil esplicar esta conducta por parte de losnaturales de Tumbez, considerando las amistosasrelaciones que tuvieron con los españoles en su visitaanterior, renovadas posteriormente eu la Puná. Peromayor fue el asombro de Pizarro cuando al entraren la ciudad la encontró no solamente desierta, sino,con la escepcion de unos pocos edificios , enteramentedestruida. Cuatro ó cinco de las casas particularesmas fuertes , el gran templo y la fortaleza, y estasmuy deterioradas y sin vestigios de sus adornos inte-riores, éra lo único que existía para indicar el puntodonde la ciudad estuvo , y para dar testimonio de suantiguo esplendor (1). Esta lúgubre escena llenó de

5( 1) Xerez, Coüq. del Perú, ap. Barcia, tomo III, pági-

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Pizarro vió ahora que no convenia á sus planespermanecer mas tiempo en este lugar, en que el ociofomentaria el descontento en sus filas, á menos queno se estimulasen los ánimos con la novedad ó conuna vida de actividad incesante. Sin embargo, de-seaba adquirir noticias mas positivas que las que llabia recogido hasta entonces sobre la condicion actualdel imperio peruano, sobre sus fuerzas y recursos,sobre el monarca que reinaba en él , y sobre la pre-sente situacion de este. Tamhien deseaba, antes deadoptar medida decisiva alguna para penetrar en elpais, encontrar algun lugar oportuno para fundaruna colonia, que le proporcionase un medio parasostener relaciones constantes con Panamá, y un lu-gar seguro á que él mismo pudiera retirarse en casode derrota.

Resolvio , pues , dejar parte de sus fuerzas enTumbez, incluyendo á los que por el estado de susalud eran menos aptos para soportar las fatigas dela campaña , y con el resto hacer una escursion á lointerior y reconocer el pais antes de formar su plande operaciones. Salió con este fin á principios de ma-yo de 4532 , y caminando él por la region mas llana,envió al mismo tiempo un corto destacamento á lasórdenes de Hernando de Soto á esplotar las faldas dela vasta sierra.

Conservó durante toda esta marcha una disciplinasevera , mandando á sus soldados que se abstuviesende toda agresion, y castigando la desobediencia dela manera mas rápida y vigorosa (4). Los indígenaspocas veces hacianresiste;:da. Cuando lo intentaban,pronto se les sometia , y Pizarro lejos de adoptar me-didas vengativas, aceptaba gustoso las primeras de-mostraciones de la sumision. Con esta política liberaly tolerante, pronto adquirió entre los habitantes fa-ma que borró la impresion desagradable producidapor las primeras operaciones de la espedicion. Al atra-vesar los poblados caseríos que cubrian la regionllana que Inedia entre la cordillera del Océano , losindígenas lo recibian con rústica hospitalidad , yproporcionaban á sus tropas buenos alojamientos y,provisiones abundantes, que costaban poco en el pro-lífico suelo de la tierra caliente. Por todas partes ha-cia proclamar Pizarro que venia en nombre del santovicario de Dios y del soberano de España , exigiendola obediencia de los habitantes para convertirse enverdaderos hijos de la Iglesia ,y en vasallos de suamo y señor. Y como el pueblo sencillo no se oponiaen lo mas mínimo á una fórmula de que no compren-dian una sola sílaba, se les reconocia como fielessúbditos de la corona de Castilla, y se consignaba susumision, ó lo que fácilmente se consideraba comotal, con todos los requisitos legales (2).

Despues de invertir tres ó cuatro semanas en reco-nocer el pais, Pizarro creyó que el punto mas conve-niente para establecer su nueva colonia, era el ricovalle de Tangarala, á treintaleguas al Sur de Tumbez,

del primer descub.,MS.—Herrera, His general ,dec.IV.lib. IX, cap. II.—Xerez, Conq. del Perú , ap. Barcia, torno 1II,pág. 485.

(4) «Mandó el gobernador por pregon é so graves penasque no les fuese hecha fuerza ni descortesía , é que se leshiciese muy bien tratamiento por los españoles é sus criados.»Oviedo, llist. de las Indias, MS., parte III, lib. VIII, capí-tulo II.

(2) «E mandáhales notificar ó dar á entender con los len-guas el requerimiento que Su 111agestad mandaba que se leshaga á los indios para traerlos en conocimiento de nuestrasanta fé católica, y requiriéndoles con la paz, é que obedez-can á la Iglesia apostólica de Roma, é en lo temporal den laobediencia á Su Magestad é á los reyes sus sucesores en losreynos de Castilla y de Leon; respondieron que asi lo queríané birlan , guardarian é cumplirian enteramente : é el gober-nador los recibió por tales vasallos de Sus Magestades por autopúblico de notarios. » Oviedo, Hist, de las Indias, MS,, ubisupra.

GASPAR Y BOIG.

cruzado por mas de una corriente que abre comu-nicaclon con el Océano. A este punto mandó puesque fuera por mar la gente que en Tumbez habia de-jado; y en cuanto llegó, empezaron á hacerse prepa-rativos sumamente activos para edificar la ciudad deuna manera conveniente á las necesidades de la co-lonia. Procuróse madera de los próximos bosques.Sacáronse piedras de las canteras, y poco á poco sevieron crecer los edificios, algunos de los cuales, sino aspiraban á la elegancia, eran cuando menos sóli-dos. Entre otros se construyó una iglesia , un alma-cen para los efectos públicos, una sala de justicia , yuna fortaleza. Organizóse un ayuntamiento, que con-sistia, de regidores , alcaldes y los acostumbradosempleados municipales. Repartióse el territorio ad-yacente entre los pobladores, y á cada colono se leseñaló cierto número de indígenas para que lo ayu-dasen en sus trabajos ; porque como dice el secreta-rio de Pizarro , los vecinos, sin ayuda y servicios delos naturales, no se podian sostener, ni poblarse elpueblo... A esta causa, con acuerdo del religioso yde los oficiales, que les pareció convenir así al servi-cio de Dios y bien de los naturales, el gobernadordepositó los caciques . ti indios en los vecinos de estepueblo , porque los ayudasen á sostener , y los cris-tianos los doctrinasen en nuestra santa fé, conformeá los mandamientos de Su Magestad (3).

Habiendo adoptado todas estas disposiciones contan benévola solicitud por el bien estar de los que aunyacian en las tinieblas del paganismo , Pizarro dió ásu ciudad naciente el nombre de San Miguel, en re-conocimiento del singular servicio que le !labia hechoese santo en sus batallas con los indios de la Puná.Posteriormente se descubrió que era tan malsano elpunto que se habia escogido para fundar la ciudad,que se abandonó por otro mas saludable eta las már-genes del hermoso Piura. Esta ciudad coaserva aunalguna importancia por sus manufacturas, aunqueestá muy decaída de su antiguo esplendor ; pero elnombre de San Miguel de Piura que lleva, recuerdaaun la fundacion de la primera colonia europea en elimperio de los Incas.

Antes de abandonar la nueva colonia para empren-der su espedicion, mandó Pizarro fundir todos losadornos de oro y plata que habia recogido en dife-rentes puntos del pais, formando de todo ello unamasa, de la cual se dedujo la quinta parte para la co-rona. El resto pertenecia á las tropas, pero él lasconvencia que debian abandonarlo por ahora , pro-metiendo que se lo indemnizarian con los primerosdespojos que cayesen en sus manos (4). Con estosfondos y otros objetos recogidos en el curso de la cam-paña, volvió á enviar sus buques á Panamá. El oro seaplicó al pago de los propietarios de los buques y delos que habían provisto de víveres á la espedicion.El haber persuadido tan fácilmente á su gente á queabandonase la posesion presente por las contingenciasfuturas, prueba que el espíritu de empresa habia vuel-to á retoñar entra los aventureros, y que volvian áconfiar plenamente en los resultados.

En su última marcha, el comandante español ha-bia recogido datos muy importantes sobre el estadodel reino. Habia sabido el éxito á la lucha entre loshermanos Incas, y que el vencedor se encontraba porentonces acampado con su ejército á la distancia tan

(3) Xerez, Conquista del Perú, ap. Barcia, tomo III, pá-gina 487."

Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.—Conq. y Pob. delPerú, MS.—Cieza de Leon, Cronica, cap. LV.—Relaciondel primer descub., MS.

(4) «E sacado el quinto para Su Magestad, lo restante queperteneció al ejército de la conquista, el gobernador lo tomóprestado de los compañeros para se lo pagar del primero oroque se hobiere.» Oviedo, Hist. de las Indias, MS, parte III, Li-bro VIII, cap. II,

LA CONQUISTA DEL PERÚ. 91cion se confió al contador Antonio Navarro (1). Po-niéndose eu seguida al frente de sus tropas, penetróaudazmente en el corazon del pais, en la direccionque lo 'labia de conducir, segun le habian dicho, alcampamento del Inca. Atrevida empresa era por cier-to aventurarse así con un puñado de combatientes 6.penetrar en el corazon de un poderoso imperio, pre-sentarse cara á cara ante el monarca peruano en sucampamento mismo, rodeado por la flor de su ejér-cito victorioso. Pizarro habia esperimentado ya masde una vez cuán difícil era contrarestar las tribus sal-vajes del Norte , tan inferiores en número y fuerza álas legiones disciplinadas del Perú. Pero lo peligrosodel juego, lo imprevisto de los resultados, eran,como repetidas veces lo he observado, las circuns-tancias que constituían la mayor parte de su mé-rito á los ojos del español. Las brillantes hazañasde sus compatriotas en circunstancias análogas , contan escasos medios, le inspiraban confianza en subuena estrella, y esta confianza . era ya una gran ga-rantía de buen éxito. Si hubiera vacilado un solo ins-tante; sise hubiera detenido á calcular las probabili-dades, hubiera perdido su causa irremisiblemente;porque la desproporcion era demasiado gigantescapara luchat con ella racionalmente. Lo único que lapodia vencer era el 'espíritu caballeresco.

Despues de cruzar las mansas aguas del Piura, elpequeño ejército siguió marchando por una regionllana, cortada de cuando en cuando por arroyos quebajaban de la cordillera. El pais estaba cubierto enparte por bosques compuestos por árboles gigantes-cos , y atravesado en otras por cadenas de monteci-llos estériles que parecian como las raíces de los An-dos, y que dividian 6. esta región en valles retirados,de singular hermosura. El suelo, aunque pocas veceslo regaba el agua de las nubes, era naturalmente ricoy donde quiera que habia humedad , come en lasmárgenes de los arroyos, estaba esmaltado con elverde mas brillante. Ademas, la industria de los ha-bitantes habia sacado 'el mayor partido posible de es-tos arroyos, y veíanse en todas direcciones los cana-les y acueductos que cruzaban la parte baja, comouna inmensa red , y que esparcian por todas partes lafertilidad y la hermosura. Inundaban el aire los oloresmas gratos, que despedian las flores, y por todas par-tes se deleitaba la vista con el espectáculo de huertas,llenas de árboles frutales desconocidos y de'camposcubiertos de amarillo grano y de ricos vegetales detoda especie que abundan en los ardientes climas delEcuador. Los españoles se encontraban en medio deuna nacion que había perfeccionado la agriculturahasta un punto muy superior á todo lo que hasta en-tonces se había visto en el continente americano; yal atravesar este paraíso de abundancia, su condicionformaba un agradable contraste con lo que antes ha-bían sufrido en la triste soledad de los bosques.

Por todas partes tambien fueron recibidos con hos-pitalidad y confianza por los sencillos habitantes; loque sin duda debian en gran parte á su inofensivaconducta. Cada español parecía saber perfectamenteque su única esperanza de triunfo consistía en conci-liarse la buena opinion de los habitantes, entre loscuales se habian lanzado con tan poca reflexion. Encasi todos los pueblos ,y toda ciudad algo grande,siempre encontraban alguna fortaleza ó posada realdestinada para los viajes del Inca, cuyos amplios salo-nes ofrecian alojamiento sobrado para las tropas, áespensas del mismo gobierno que iban á derribar (•?).

Al quinto dia despues de haber salido de San Mi-

(1) Xerez, Conq. del Pera, ap. Barcia, tomo I11, p. 187.—Pedro Pizarro, llcscub. y Comí., MS.—Oviedo, Hist. delas Indias, MS. parte 111, lib. VIII, cap. X.

(3) Oviedo, Hist. de las Indias, MS. parte III, lib. VIII,cap. 1V.—Naharro, Relacion sumaria, MS.—Conq. y Fobia—citar del Perú, MS.—Relaciou de primer descubrimiento, MS,

solo de diez ó doce dias de marcha de San Miguel. Loque se le refirió de la opulencia y poder de aquel mo-narca y de su gran capital del Sur , correspondia per-fectamente con los rumores que antes se habian re-cibido; y contenia por tanto una parte que haciavacilar la confianza de los invasores, y otra que esti-mulaba su sed de oro.

Pizarro hubiera visto con gusto llegar un refuerzopara su pequeño ejército, por pequeño que fuese'; ypor esta razon retardó su espedicion durante variassemanas. Pero no llegaba refuerzo alguno ;y como norecibió noticia de sus sócios , creyó que mayorcion seria seria probablemente mas peligrosa que cualquierriesgo que pudiese encontrar en su marcha, que lainacciou enjendraria el descontento ,y que la fuerzay el espíritu del soldado se agotarian bajo la influenciaenervadora de un clima de los trópicos. Sin embargola fuerza que mandaba, y que. en todo subia á menosde doscientos hombres , • despues de dejar cincuentapara guarnicion de la nueva colonia, parecía dema-siado insignificante para la conquista de un imperio.Verdad es que bien hubiera podido , en lugar de mar-char contra el Inca, dirigirse hácia el Sur á la ricacapital del Cuzco. Pero esto no hubiera sido mas queretardar algun tanto el momento decisivo. Porque¿en qué punto del imperio podia esperar poner el pié,sin que en él lo alcanzase el brazo de su dueño? Consemejante conducta, ademas hubiera probado queno confiaba en sí mismo. Hubiera desvirtuado esacreencia en su valor invencible que hasta entonceshabia tratada de infundir en los naturales, y que erauno de los grandes resortes secretos de su poder, po-der que sometía mas enérjicaineute á la opinion queel simple espectáculo del número y la aplicacion dela fuerza física. Y lo peor de todo seria que semejan-te conducta hubiera disminuido la confianza que enél yen sí mismas tenian sus tropas. Esto hubiera sidoparalizar el brazo derecho de la empresa, y no se de-bla pensar en ello.

Pero al paso que Pizarro 'labia resuelto marcharhácia lo interior, es dudoso que tuviese un plan biencombinado y definitivo de operaciones. En esta épocatan remota de la suya, no tenemos datos para averi-guar sus intenciones , á no ser los que se deducen desus he hos. Por desgracia no sabia escribir, y no hadejado historia alguna que nos dé luz en cuanto á susmotivos, como los inapreciables comentarios de Cor-tés. Su secretario y algunos de sus compañeros de ar-mas, han referido sus hazañas como pormenores; pe-ro no tenían medios de descubrir los motivos que loconducian á ellas.

Es posible que el general español, aun desde losprimeros dias de su residencia en. San Miguel , medi-tase algun golpe de mano atrevido y ventajoso, que,como el de Cortés cuando se llevó á su cuartel almonarca Azteca, llenase de terror al pueblo, é incli-nase de una vez la balanza en su favor. Sin embargomas probable es que por ahora solo pensase presen-tarse al Inca, como representante pacífico de otromonarca, y desarmar por medio de estas demostra-ciones amistosas cualquier sentimiento de hostilidady aun de sospecha. Hallándose una vez en contactocon el príncipe indio, las circunstancias servirian denorma á su conducta.

El 24 de setiembre de 1532, cinco meses despuesde haber desembarcado en Tumbez , Pizarro salió alfrente de su pequeña falange de aventureros por laspuertas de San Miguel, habiendo dejado mandado álos colonos que-tratasen á sus vasallos indios con hu-manidad, y que se portasen de modo que se atrajesenla buena voluntad ele las vecinas tribus. Su propiaexistencia, y con ella la seguridad del ejército y elbuen éxito de la empresa , de esto dependía. En SanMiguel debian quedarse el tesorero real, el veedor, yotros oficiales de la corona ; y el mando de la guarnr-

GASPAR Y BOIG.

posibles. Pizarro, por otra parte abrió la puerta á losdescontentos y facilitó su separacion. Ambos juzga-ron con exactitud en sus respectivas y peculiares cir-cunstancias, y ambos obtuvieron el éxito mas feliz.

Sintiéndose mas fuerte, que no debilitado, con supérdida, Pizarro volvió á emprender su marcha, y alsegundo dia llegó á un pueblo llamado Zaran, colo-cado en un rico valle en medio de las montañas. AI-gunos de sus habitantes habian sido reclutados paraaumentar el ejército de Atahuallpa. Durante su mar-cha los españoles tuvieron repetidas pruebas de loopresor del sistema del Inca, que habla casi despo-blado algunos de los valles para reforzar su ejército.El curaca de la ciudad india á que llegó Pizarro., lorecibió con bondad y hospitalidad, y las tropas, se-gun costumbre, encontraron sobrado alojamiento enuno de los tambos reales que habia en los lugaresprincipales (4). •

Sin embargo los españoles no descubrian señal al-guna que les indicase su aproximacion al campamen-to real, aunque ya habla pasado mas tiempo del queal principio se creyó necesario para llegar á él. Pocoantes de entrar en Zaran, Pizarro habia nido decirque existia una guarnicion peruana en un lugar lla-mado Casas, situado entre las montañas, y no muydistante del punto que ocupaba ahora. Inmediata–mente despachó un pequeño destacamento haciaaquella direccion , bajo las órdenes de Hernando deSoto, para que reconociese el terreno, y le tragesenoticias sobre el estado de las cosas, mientras que éllo esperaría en Zaran con el grueso de las fuerzas.

Pasaron días y hasta una semana entera sin recibirnoticias' de Hernando de Soto, y por .fin empezabaPizarro á alarmarse seriamente cuando en la mañanadel octavo dia volvió Soto trayendo consigo un em-bajador del Inca. Este era un personage de alto rangoy lo acompañaban varios de inferior condicion. Ba-bia encontrado á los españoles en Casas., y ahora vol-via con ellos, para desempeñar la comision de su so-berano y entregar un regalo de este al.gefe español.El presente consistia en dos fuentes de piedra hechasen forma de fortaleza, en algunos tegidos de lana muyfinos, bordados de oro y plata, y unos patos secos deuna clase particular que pulverizados lbs usaban losnobles peruanos como perfume (5). El embajador in-dio estaba encargado tambien de saludar. á los espa-ñoles en nombre de su amo, quien los invitaba á irloá ver en su campamento de las montañas (6).

Pizarro comprendió muy bien que el objeto delInca al enviarle esta visita diplomática mas que hon-rarlo era averiguar la fuerza y condicion de los inva-sores. Pero agradábale mucho la embajada, y disímu-

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i. uel, Pizarro hizo alto en uno de esos valles delicio-sos para dar descanso á sus tropas, y para pasarlesuna revista. Su número subia en todo á ciento setentay siete hombres, de los cuales setenta y siete eran decaballería. En todo su ejército no había mas que tresarcabúceros, y algunos ballesteros, que en todo nopasaban de veinte hombres (1 ). Las tropas estabanregularmente equipadas y en buen estado. Pero elojo vigilante del gefe observó con inquietud que á pe-sar del entusiasmo general que manifestaban los su-yos por la causa, algunos habia entre ellos en quie-nes fermentaba ya el descontento, y que aunque aunno lo manifestaban abiertamente, estaban lejos dedar pruebas de su acostumbrada actividad. Conocióque si se propagaba esta peligrosa influencia, seria laruina de la espedicion, y determinó esterminar lagangrena de una vez, á cualquier costa, antes queinficionase todo el sistema. Con este objeto adoptóuna resolucion estraordinaria.

Reuniendo sus soldados, les dijo que sus negocioshabían llegado ya á un periodo de crisis que exigia laaplicacíon de todo su valor para vencerla. Que nin-gun hombre debia pensar en proseguir la espedicion,si no pensaba hacerlo con todo su corazon, ó si abri-gaba la mas leve duda de su buen éxito. Que si algu-no se arrepentía de haber tomado palie en ella, noera aun demasiado tarde para que se volviese. QueSan Miguel tenia una guarnicion muy corta, y que noestaria de mas reforzarla. Que por fin los que quisie-sen podían volverse á esta colonia, donde tendrianderecho á la misma cantidad de tierra y de vasallosindios que se habian repartido á los nuevos poblado-res; pero que él por su parte, ya fuesen muchos ópocos los que se atraviesen á seguirlo, proseguiria laaventura hasta llevarla á cabo (2).

Ciertamente esta era una propuesta muy notable enboca de un gefe que ignoraba hasta qué punto hubie-se cundido el descontento en sus filas, y que no podiadesprenderse de un solo hombre de sus fuerzas, de-masiado escasas ya para la empresa que acometian.Sin embargo insistiendo en las necesidades de la pe-queña colonia de San Miguel , ofreció un preteslo de-cente á los descontentos para que se separasen, é hizodesaparecer el obstáculo de la vergüenza y el pundo-nor que aun podia obligarles á permanecer en sucampo. Pero á pesar de la libertad ofrecida de estemodo, pocos fueron, en todos nueve, los que se apro-vecharon del permiso del general. Cuatro de estoseran infantes y cinco de caballería. Todos los demasdeclararon enérgicamente que estaban resueltos á se-guir á su intrépido ca pitan ; y si se notaban algunasvoces mas débiles que otras en las aclamaciones ge-nerales, estas á lo menos habian perdido el derechode quejarse en adelante, ya que voluntariamente ha-bian renunciado á la retirada que se les ofrecia (3),E! golpe del sagaz capitan produjo los mejores efectos.Con él arrancó los pocos gérmenes de descontentoque existian, y que pudieran haber fermentado en se-creto hasta que toda la masa se hubiera inficionadocon el espíritu de sedicion. Cortés habia forzado á loshombres á marchar con decision, quemando sus na-ves, y cortando así los únicos medios de retirada

(1) Hay menos divergencia entre los autores en este nú-mero que los de otros acontecimientos. La escasez de los hom-bres daba menos lugar á la duda. Ningun escritor dice llegasená doscientos. Yo he adoptado el del secretario Xerez (Con-quista del Perú, a.p. Barcia, tomo III, pág. 187), á quien si-gue Oviedo (Hist. de las Indias, MS., parte III, lib. I, ca-pitulo III), yel juicioso Herrera (Hist. general, dec. V,lib. 1 , cap. 11).

(2) Oviedo, Hist. de las Indias, MS., parte III, lib. VIII,cap. III.

Ihst3) Oviedo,

dee. Y, lib. 1, cap. II iS. Xeorez, iGong. del Pe-rú, ap. Barcia, tomo I11, pág. 187.

(4) Conq. i Pob. del Pirú, MS.(5) «Dos fortalezas, á manera de fuente; figuradas en

piedra, coi que beba, y dos cargas de patos secos, desollados,para que hechos polvo se sahume con ellos, porque así se usaentre los señores de su tierra : y que le enviaba á decir que éltiene voluntad de su amigo, y esperalle de paz en Caxamalca.0Xerez, Conquista del Perú, ap. Barcia, temo lII, pág. 1.89.

(6) Pedro Pizarra, Descub. y Conq., MS.—Oviedo, Histo-toria de las Indias, MS. , parte III, lib. VIII, cap. III.—Re-lacion del primer descubrimiento, MS.—Xerez, Conq. del Pe-.rú, ap. Barcia, tomo III, pág. 189.

Garcilasso, nos dice que el enviado de Atahuallpa habló áPizarro de la manera mas humilde, llamándole hijo del Sol ydel gran Dios Viracocha. Añade que venia cargado con unaasombrosa cantidad de presentes, de toda clase de caza, vivay muerta, de vasos de plata y oro, .de ;smeraldas, turque-sas, etc., etc. ; todo lo necesario para componer el capítulomas brillante de las mil y una noches. (Com. Real, parte. II,lib. I, cap. XIX. ) Es muy raro que ninguno de los conquista-dores haga la menor alusion á esto; y eso que estaban muyalerta en tratándose de semejantes bocados. No puede dejarsede sospechar que el tio viejo se burlaba á espensas de su so-brino; y, como despues se ha visto, á espensas de casi todoslos lectores, que reciben como si fueran hechos históricoslos cuentos de hadas del Inca.

LA colsoinsjá ei conocimiento que tenia de su verdadero fin.Mandó que se tratase al peruanolo mejor posible, y lemanifestó toda la deferencia, dice uno de los conquis-tadores , que se debia al embajador de tan granmonarca (I). Pizarro le rogó que prolongase su visi-ta durante algunos dias ; pero el embajador no acce-dió á esta demanda, y aprovechó el tiempo de supermanencia lo mejor que pudo recogiendo noticiassobre el uso de todos los objetos estraños que veia,como igualmente sobre lo que se proponian los blan-cos al visitar el pais, y el punto de donde venian.

El capitan español satisfizo su curiosidad en todasestas materias. Las relaciones con los naturales, de-bemos recordarlo, se rnantenian por medio de los dosjóvenes que habian acompañado á los conquistadorescuando estos volvieron del viaje anterior. Pizarro selos habia llevado á España, y como se habla esmera-do mucho en hacerles aprender el castellano, servianahora de intérpretes, y por su medio se entenrlianperfectamente los españoles con los indígenas. Susservicios fueron de la mayor utilidad, y el gefe espa-ñol recogió los Mejores frutos de su prevision (2).

Al marcharse el mensajero peruano, Pizarro le re-galó un gorro de paño encarnado, algunas bagatelasde vidrio y otros juguetes que con este objeto habiatraido de Castilla. Encargó al enviado que digese ásuseñor que los españoles eran súbditos de un príncipepoderoso que residía mas allá del mar; que habianoído hablar mucho de la fama de las victorias de Ata-huallpa,:y venian á tributarle respeto y á ofrecerlesus servicios auxiliándolo con sus armas contra susenemigos; y por fin que le asegurase que p o se deten-drian en el camino mas.de lo necesario, antes de com-parecer ante él.

Pizarro recibió en seguida de Soto la relacion com-pleta de su reciente espedicion. Al entrar en Caxashabla encontrado á los habitantes armados y al pare-cer dispuestos á interceptarle el paso. Pero pronto losconvenció de sus intenciones pacíficas, y abandonan-do su actitud amenazadora, recibieron á los españolescon la misma cortesía que se les habia manifestadocasi en todas partes durante su marcha.

Aquí encontró Soto uno de los funcionarios-de lacorona ocupado en recaudar los tributos para el go-bierno. Por este supo que el Inca estaba acampadocon un gran ejército en Caxamalca, ciudad conside-rable situada al otro lado de la cordillera, disfrutandode los baños calientes surtidos por manantiales quehacian y aun hacen hoy á este lugar famoso en elPerú. Tambien recogió este gefe español muchas no-ticias importantes relativas á los recursos y á la polí-tica general del gobierno, al esplendor con que vivanel Inca, y á la inflexible -severidad con que se haciaobedecer la ley en todas partes. Esto lo pudo observarpersonalmente, porque al entrar en un pueblo vió ávarios indios ahorcados por los pies, á quienes se ha-bia castigado por haber violado el asilo de las vírge-nes del Sol, que tenian un convento por aquellos al-rededores (3).

(1) «Y mandó que le diesen de comerá él y á los que conél venían, y todo lo que hubiesen menester, y fuesen bienaposentados, como embajadores de tan gran serien » Xerez,Conq. del Perú . ap. Barcia tomo III, pág. 189.

(2) «Los indios de la tierra se entendian muy bien conlos españoles, porque aquellos mochachos indios, que en eldescubrimiento de la tierra Pizarro truxo á España, enten-dian muy bien nuestra lengua, y los tenia allí, con los cualesse entendia muy bien con todos los naturales de la tierra.»(Relacion del primer descub. , MS.) Sin embargo, es unaprueba de los ridiculos errores en que los conquistadores in-currian de continuo, el que el secretario de Pizarro cónfundeconstantemente el nombre del Inca con el de su capital. AIIuayna Capee le llama siempre el viejo Cuzco, y á su hijo

Huascar el jóven Cuzco.(3) a A la entrada del pueblo habia ciertos indios ahorca-

os de los pies ; y supo de este principal que Atabalisa los

TA DEL FEítIT.De Caxas, Solo habla pasado á la ciudad vecina de

Guancabamba, mucho mayor, mas poblada y mejorconstruida que aquella. Muchas de las casas, en lugarde estar construidas con barro cocido al sol, eran depiedra sólida tan perfectamente ajustada que era im-posible descubrir la línea de union. Un río atravesa-ba la ciudad; y tenia un puente; y el gran camino delos Incas que atravesaba este distrito, era muy supe-rior al que los españoles habian visto en la costa. Es-taba elevado en algunas partes como una calzada,enlosado con grandres piedras cuadradas, y á cadalado tenia una hilera de árboles que proporcionabauna agradable sombra á los viajeros, corriendo porlos mismos corrientes de agua en acueductos paraaliviar su sed. De trecho en trecho descubriantambienunas casitas que, segun les digeron, servian para alo-jará los viajeros, que de esta manera podian atrave-sar de un estremo á otro el territorio sin inconvenien-te (4). En otro punto vieron uno de aquellos almacenesdestinados al ejército, llenos de provisiones y de pren-das de vestuario; y á la entrada de la ciudad hablaun edificio de piedra, en que se hallaba un empleadoen recaudar los derechos correspondientes á ciertosartículos que entraban ó salían de la poblacion (5).Estas noticias de Soto no solo confirmaron todo loque los españoles sabían del imperio indio, sino queles dieron una idea mucho mas elevada de sus recur-sos y de su gobierno; idea que hubiera muerto todaesperanza en corazones menos lheróicos que lossuyos.

Pizarro, antes de abandonar el punto que ocupabadespachó un correo á San Miguel, con noticias desus movimientos, y remitiendo al mismo tiempo losregalos del loca, y otros objetos adquiridos en dite=rentes puntos durante la marcha. La destreza de quedaban testimonio algunos de los tegidos, causó granadmiracion cuando se enviaron á Castilla. Sobretodo,se declaró que los tegidos finos de lana con sus ricosbordados eran comparables á la sella, de la cual noera fácil distinguirlos. Probablemente eran de la de•licadísima lana de la vicuña, de gue.i,a ' ta entoncesno se habia visto muestra alguna en Europa (6).

Habiendo ya averiguado cuál era el camino mascorto para Caxamalca, la Cajamarca de ahora, Pizar-ro volvió á emprender su marcha tomando una direc-cion casi recta bácia el Sur. La primera poblacion dealguna importancia en que se detuvo, fue Motupe,agradablemente situada en un rico valle, entre coli-nas de poca elevacion que se agrupan al rededor dela base de las cordilleras. Este punto habia sido aban-donado por su curaca, que con trescientos de susguerreros 'labia ido á reunirse al ejército del Inca.Aquí, á pesar de sus deseos de apresurar la marcha,el general español se detuvo cuatro dias. Esta deten-cion solo puede esplicarsc por la esperanza que abri-

mandó matar, porque uno de ellos entró en la casa de las mu-jeres á dormir con una; al qua!, y a todos los porteros queconsintieron, ahorcó.» Xerez, Conq. del Perú, ap. Barcia,tomo III, pág.188.

(4) c Van por este camino caries (le agua, de donde los ca-minantes beben, traidos de sus nacimientos de otras partes;y á cada jornada una casa á manera de venta, donde se apo-sentan los que van é vienen.» Oviedo, Historia de las Indias,MS., parte III, lib. VIiI, cap. 111.

(5) «A la entrada de este camino, en el pueblo de Cajasestá una casa al principio de una puente, donde reside unguarda que recibe el portazgo de todos los que van é vienen, épaganlo en la mismo cosa que llevan, y ninguno puede sacarcarga del pueblo si no la mete. Y esta costumbre es allí anti-gua.» Oviedo Historia de las Indias, MS., ubi supra.

(6) Piezas de lana de la tierra, que era cosa mucho de versegun su primor é gentileza; é no se sabian determinar si eraseda ó lana segun su fineza, con muchas labores y figuras deoro de martillo de tal manera asentado en la ropa que era cosade maravilla.» Oviedo, Historia de las Indias, íS., parte 111,lib, VIII, capítulo IV,

14gasa aun de recibir refuerzos antes de atravesar lacordillera. Sin embargo, estos no parecieron; yade-lantando al traves de un pais en que las llanuras are-nosas estaban entrecortadas de cuando en cuando poranchos campos de verdura, regadas por corrientesnaturales y con mas abundancia aun por canales ar-tificiales, las tropas llegaron por fin á orillas de un rio.Este era ancho y profundo, y la rapidez de la corrien-te ofrecia grandes inconvenientes al pasage. Pizarro,temeroso de que le disputasen este paso los indígenasdesde la orilla opuesta, mandó á su hermano Hernan-do que lo atravesase con un corto destacamento denoche, y se apoderase de un punto de desembarcoseguro para el resto de las tropas. Al romper el diaPizarro hizo preparativos para atravesar la corriente,cortando árbolesde los bosques que tenia cerca de sí,y formando una especie de puente flotante, por elcual, antes de anochecer habian pasado todos losaventureros á pie enjuto, con los caballos nadandoguiados por las bridas. Fue un dia de mucho trabajoen que tomó una parte no pequeña Pizarro en perso -na, quien esforzándose lo mismo que un simple sol-dado, estimulaba al mismo tiempo con sus palabras átodos los demas.

Al llegar á la orilla opuesta supieron por sus com-pañeros que la gente del pais, lejos de oponerles re-sistencia, habia huido aterrada. Habiendo cogido áuno de ellos, y presentado á Hernando Pizarro senegó é. contestar á las preguntas que se le hicieronsobre el Inca y su ejército, hasta que se le hizo dartormento, y entonces declaró que Atahuallpa. estabaacampado con toda su fuerza, en tres divisiones se-paradas , que ocupaban la parte elevada y las llanurasde Caxamalca. Anadió ademas que el Inca sabia quese acercaban los españoles y que era corto su núme-ro, y que los estaba atrayendo hacia su campamentopara tenerlos mas completamente en su poder.

Cuando Hernando refirió esto á su hermano, lecausó gran inquietud. Sin embargo, á medida quedisminuia la timidez de los campesinos , empezaronestos á mezclarse con la tropa, entre otros el cura-ca, 6 principal personaje del ugar. Este habia vistopor sus ojos el campamento del Inca, y aseguró algeneral que Atahuallpa se hallaba en la ciudad forti-ficada de Guamachuco, como á veinte ó mas leguasal Sur de Caxamalca, con un ejército compuesto á lomenos de cincuenta mil hombres.

Estas noticias contradictorias causaron muchasperplejidades á Pizarro; y propuso á uno de los in-dios que lo habian acompasado durante una granparte de la marcha que pasase como espía al campa-mento del Inca, y le trajese noticias sobre su verdaderasituacion ,y en todo lo posible de sus intenciones conrespecto á los españoles. Pero el indio se negó resuel-tamente á ocuparse en tan peligroso servicio, aun-que declaró que estaba dispuesto á ir como agenteautorizado del gefe español.

Pizarro accedió á esta proposicion, y encargó á suenviado que manifestase al Inca que iba marchandocon roda la rapidez posible para llegar adonde él sehallaba. Habia ademas de manifestar al monarca quelos españoles se habian portado constantemente consuma moderacion con sus súbditos al atravesar suterritorio, asegurándole que venian con la plena con-fianza de encontrar en él los mismos sentimientosamistosos. Encargóse ademas especialmente al en-viado que observase si los pasos difíciles del caminoestaban defendidos , ó si se descubriau algunos pre-parativos de carácter hostil. Estas últimas noticiashabia de comunicárselas al general por medio de dos6 tres rápidos mensajeros que lo debían acompañaren su mision (1).

(1)1 Oviedo, Hist. de las Indias MS., arte III, libé VIII,

celo V,=Cona, i Pob. del Pirú t IS,- Relacion del primer

GASPAR v hora.Adoptadas estas precauciones, el cauto general

volvió á emprender su marcha, y al cabo de tres diosllegó á la base del gran baluarte de montañas, det.rasdel cual se hallaba la antigua ciudad de Caxamalca.Delante de él se levantaban los Andes estupendos,roca sobre roca, con sus faldas cubiertas de bosquessiempre verdes , variados de trecho en trecho por ter-raplenes escalonados de tierra cultivada, con la cho-za del campesino agarrada á su quebrada pendiente,y con sus crestas cubiertas de nieve en.que reflejabanlos rayos del sol á una elevacion inmensa, presentan-do en conjunto un caos de silvestre hermosura ymagnificencia con que no puede compararse nada delo que se ve en .otros paises montañosos. Al traves deesta formidable barrera, por un laberinto de pasosque un puñado de hombres bastaba á defender contraun ejército entero, tenian ahora que emprender sumarcha las tropas. A la derecha se vela un caminollano y ancho, guarnecido de árboles sombríos, porel cual cabían dos carruajes de frente. Era uno de losgrandes caminos que iban á parar al Cuzco, y con sucomodidad parecía convidar al cansado guerrero áque lo escogiese en vez de los peligrosos desfiladerosde las montañas. Muchos por consiguiente opinabanque el ejército debia marchar por ese camino , y aban-donar el primitivo pensamiento de ir á Caxamalca.Pero no lo pensaba así Pizarro.

Los españoles, decia, habían anunciado por todaspartes que querian visitar al Inca en su campamento.Este propósito había sido comunicado al mismo Inca.Seguir ahora otro camino era esponerse á que lostuviesen por unos cobardes, y á que Atahuallpa losmirase con desprecio. No quedaba mas alternativaque marchar en línea recta al troves de la sierra á sucampamento. Que todos, decia el intrépido capitan,cobren ánimo y avancen como buenos soldados, sinarredrarse por lo escaso del número; porque en losgrandes riesgos, siempre combate Dios con los su-yos; y no dudeis que él humillará la soberbia delpagarlo , y lo traerá al conocimiento de la verdaderafé, el gran objeto y fin de la conquista (2).

Pizarro, como Cortés, tenia mucha de esa eloe.cuencia franca y varonil que llega al corazon del sol-dado mas que la retórica mas culta y mas que losdiscursos peinados. Él era soldado tambien, y espe-rimentaba las mismas sensaciones que los demas; susmismas esperanzas; sus alegrías y su abatimiento.La educacion y el rango no habian intervenido paraevitar que simpatizase con el mas ínfimo de sus com-pañeros. Todas las cuerdas de su corazon vibrabanunísonas con las de sus soldados, y la conciencia deesta verdad le daba un absoluto poder sobre ellos.«Guiadnos, gritaron todos cuando él hubo terminadosu corta pero ardiente arenga; guiadnos por dondeos parezca mas conveniente. Os seguiremos con buenavoluntad, y ya viereis cómo sabemos cumplir connuestra obligacion en servicio de Dios y del rey (3).»Ya no había indecision. Ya no pensaban todos masque en pasar inmediatamente las cordilleras.

descub,, MS.-^Xerez, Conq. del Pirú, ap. Barcia, tomo III,pág. 190.

(2) aQue todos se animasen y.esforzasen á hacer como deellos esperaba y como buenos españoles lo suelen hacer, eque no les pusiese temor la multitud que se decia que habiade gente, ni el poco número de los cristianos; que aun menosfuesen é mayor el ejército contrario, la ayuda de Dios es mu-cho mayor, y en las mayores necesidades socor r e y favoreceá los suyos, para desbaratar y abajar la soberbia de los infie-les , é traerlos en conocimiento de nuestra santa fé católica.»Oviedo, Hist. de las Indias, MS., parte III, libro VIII, ca=pitulo IV.

(3) «Todos dijeron que fuese por el camino que quisiese,y viese que mas convenía, que todos le seguirian con buenavoluntad é obra al tiempo del defecto, y ,vería lo que cadauno de ellos haria en servicio de Dios e de Su Magestad.vIbid., MS,, loe,.cit,

13[BLIOTECA bE

L.1 COYQUIST

CAPITULO 1V.

Paso dificil de los Andes.—Embajadas deAtahuallpa.—Los españoles llegan á Caxamalca.—Em pajada 'delInca.—Entrevista con el Inca.—Abatimiento de losespañoles. •

(1532.)

AQUELLA noche celebró Pizarro un consejo con susprincipales oficiales, y en él se determinó que élmandase la vanguardia, compuesta de cuarenta ca-ballos y sesenta infantes , para reconocer el terreno;mientras que el resto de la fuerza, mandada por suhermano Hernando, ocuparia su actual posicionhasta nueva órden.

Al amanecer ya se hallaban el general español y sudestacamento sobre las armas, y preparados á hacerfrente á las dificultades de la sierra. Estas fueron ma-yores aun de lo que se 'labia previsto. El sendero sehabia abierto de la manera mas conveniente al rede-dor de los ásperos costados de los precipicios queformaban las montañas, para evitar del mejor modoposible los impedimentos naturales qué presentaba lasuperficie. Pero por necesidad era tan pendiente enalgunos puntos, que la caballería tenia que desmon-tar, subiendo como mejor podia, y llevando á loscaballos por la brida. Tambien en muchos puntos don-de alguna roca inmensa estaba suspendida sobre elcamino , este pasaba por la estremidad misma delprecipicio; y el viajero tenia que caminar por el es-trecho lomo de una piedra, que apenas era bastanteancho para que pasase un solo caballo de frente, y enque un solo paso falso lo precipitaria á millares depies al fondo del horrible abismo. Los ásperos sende-ros de la sierra, practicables para el indio medio des-nudo, y aun para la mula firme y circunspecta,animal que parece haber sido creado para los caminosde la cordillera, eran formidables parados hombresarmados y cubiertos con sus pesadas cotas de malla.Las tremendas quebradas, tan horribles en esta cade-na de montes, parecian bostezar, como si los Andesse hubieran abierto con alguna terrible convulsion,descubriendo trozos inmensos de la roca primitiva ensus costados, cubierta en parte por la vegetacion es-pontánea de los siglos; mientras que sus tenebrosassimas ofrecían un lecho á los torrentes que, naciendoen el corazon de la sierra , se abhian paso gradual-mente, y se estendian por las sábanas y verdes va-lles de la tierra caliente en su marcha hácia el granOcéano.

En muchos de estos pasos se descubrian facilidadespara una encarnizada defensa, y los españoles, alpenetrar por los desfiladeros de las rocas, mirabanpor todas partes temerosos de levantar algun enemi-go oculto en su emboscada. Creció de punto este te-mor cuando en la cumbre de una garganta estrecha ypendiente en que se hallaban emperrados, descubrie-ron una gran obra que se asemejaba á una fortalezay que parecia amenazar y desafiará los invasores. Alacercarse á este edificio, que era todo de piedra, yque dominaba un ángulo del camino, casi esperabanver aparecer en sus almenas los guerreros peruanos,y recibir en sus escudos una tormenta de proyectiles;porque estaba en posicion tan fuerte , que un puñadocle hombres valerosos hubieran podido desde ella dis-putar el paso á ún ejército entero. Pero tuvieron lasatisfaccion de descubrir que este edificio no estabahabitado; y mucho se reanimaron al convencerse deque el monarca indio no pensaba en oponer impedi-mentos á su marcha, pues si lo hubiera querido estaera fácil ocasion para hacerlo con buen éxito.

Pizarro mandó inmediatamente órdenes á su her-mano para que lo siguiese sin tardanza; y después dedar nigua descanso á su gente, prosiguió su penosasubida llegando al anochecer á otra fortaleza masfuerte aun que la anterior. Era tóda de mampostería

1 DE!, PERÚ. 95sólida, la parte inferior escawada en la peña viva, ytoda la obra ejecutada con destreza no inferior á ladel arquitecto europeo (1).

Aquí se alojó Pizarro para pasar la noche. Sin es-perar á que llegase la retaguardia volvió á emprendersu marcha al dia siguiente, penetrando mas y mas enlos intrincados desfiladeros de la sierra.. El clima ha-bía ido cambiando por grados, y los hombres y loscaballos, especialmente estos, sufrian mucho porefecto del frío, por la razon sobre todo de haber esta-do acostumbrados durante tanto tiempo á los ardien-tes climas de los trópicos (2). Tainbien habia cambiadoel carácter de la vegetacion ; y los árboles magníficosque cubrían la parte baja del pais habían poco á pococedido el puesto á los tristes bosques de pinos, y ámedida que subian mas, á la raquítica vegetacion deinnumerables plantas alpinas, cuya áspera naturalezaencontraba una temperatura que le convenia en lafrígida atmósfera de las regiones mas elevadas, Estastristes soledades parecian haber sido casi enteramen-te abandonadas por la creacion bruta lo mismo quepor el hombre. De cuando en cuándo se veia á la ágilvicuña, en su estado de libertad natural, mirandohácia abajo desde el encumbrado pico adonde no seatrevia .á acercarse el cazador. Pero en lugar de losbrillantes pájaros que animaban la oscuridad de losbosques de los trópicos, les aventureros no velanahora mas que al ave gigantesca de los Ancleselcondor, que cerniéndose en los aires á una elevacioninmensa, seguia con melancólicos gritos la marchadel ejército , como si el instinto lo guiase por el sen-dero de la sangre y de la carnicería.

Por fin llegaron á la cumbre de la cordillera, don-de esta se estiende en una inmensa y árida llanura,en que apenas hay vestigios de vegetacion , á no serel pajonal, yerba seca y amarilla, que vista desdeabajo ciñendo la base de los picos cubiertos de nieve,é iluminado su color amarillo con los rayos de un ar-,diente sol, parece un engarce de oro que abraza pi-náculos de plata pura. La tierra era estéril, comosucede en los distritos minerales, y ya se acercaban álas antes famosas minas de oro de Caxamalca. Aquíse detuvo Pizarro para esperar á la retaguardia. Elaire era penetrante y frio ; y los soldados estendiendosus tiendas de campaña, encendiendo fuegos, y agru-pándose unos junto á otros, trataban de buscar undescanso necesario despues de su fatigosa marcha (3).

No habiau permanecido mucho tiempo en este pun-to , cuando llegó un mensajero que era uno de losque habían acompañado al comisionado indio envia-do por Pizarro á Atahuallpa. Dijo al general que nohabia enemigos en el camino, y que venia y llegaríaen breve al campamento español una embajada delInca. Pizarro despachó al instante otro emisario paraque la retaguardia apresurase su marcha , porque noquería que el enviado peruano lo encontrase con tancorto número de parciales. El resto del ejército no sehallaba muy distante y poco despues llegó al campa-mento.

(1) «Tan ancha la cerca corno cualquiera fortaleza de Espa-ña, con sus puertas : que si en essa tierra oviese los maestrosy herramientas de España; no pudiera ser mejor labrada lacerca.» Xerez, Conq. del Perú, ap. Barcia, torno III, pági-na 199.

(2) «Es tanto el frio que hace en esta sierra ,.que como.los.'caballos venian hechos al calor que en los valles hacia,algunos de ellos se resfriaren.» Xerez,. Conq. del Perú,.ap. Barcia, torno III, pág. 191.

(5) «E aposentáronse los españoles en sus todos ó pabe-llones de algodon de la tierra que llevaban, é haciendo fue-gos para defenderse del mucho frio que en aquella sierra ha-ce, porque sin ellos no se pudieran valer sin padecer muchotrabajo, y segun á los cristianos les pareció, yaun corno eralo cierto, no podía haber mas frío en parte de España en in-vierno.» Oviedo, Hist. de las Indias, MS,, parte 111, lib. VIII,cap. 1V.

98 BIBLIOTECA DE GASPAR Y ROIG.

mo copos de nieve, en una estension al parecer devarias millas. «Y eran tantas las tiendas, esclama unode los conquistadores, que parecian, que cierto nospuso harto espanto , porque no pensábamos que in-dios pudiesen tener tan soberbia estancia, ni tantastiendas, ni tan á punto, lo cual hasta allí en las Indiasnunca se vió, que nos causó á todos los españoleshasta confusion y temor aunque no convenia mostrar-se, ni menos volver atras, porque si alguna flaque-za en nosotros sintieran, los mismos indios, que lle-vábamos nos mataran, y ansí con animoso semblante,despues de haber muy bien atalayado el pueblo ytiendas que he dicho, abajamos por el valle abajo yentramos en el pueblo de Caxamalca (4). n

No sabemos cuáles serian los sentimientos del mo-narca peruano, cuando descubrió la cabal gata mar-cial de los cristianos, que con banderas despegadas ycon brillantes cotas en que reflejaba el sol, saha delas oscuras sinuosidades de la sierra y se adelantabacon aspecto hostil por el magnífico territorio que na-die habia pisado hasta entonces mas que el indio.Puede ser, como algunos dicen, que el Inca hubieseatraido de intento á los aventureros al corazon de supopuloso imperio, para envolverlos con sus legionesy apoderarse con mas facilidad de sus propiedades yde sus personas (2). ¿O era un sentimiento natural dela curiosidad, confiando en sus promesas amistosas,l o que le habia impulsado á dejarlos venir, sin inten-tar resistencia alguna, á su presencia ? De todos mo-dos , difícil es creer que tuviese tal confianza en símismo , que no mirase con temor á los misteriososestranjeros, que viniendo de un mundo desconocido,y con tan estrañas facultades, se hablan abierto pasoal traves de las montañas y los valles, á despecho decuantos obstáculos les podian oponer los hombres yla naturaleza.

Entre tanto Pizarro , formando su pequeño cuerpoen tres divisiones, marchó hácia adelante con pasomas mesurado y en órden de batalla por los declivesque conducian á la ciudad peruana. Al acercarse, na-die salió á recibirlo y penetró por la ciudad sin encon-trar un solo ser viviente, ni oir mas ruidos que el ecode los pasos de sus compañeros.

Era una ciudad de bastante consideracion, quecontenia unos diez mil habitantes, algo mas proba-blemente que la poblacion que contiene hoy á la ciu-dad moderna de Cajamarca (3). La mayor parte de lascasas estaban construidas con arcilla endurecida alsol, y los techos de paja, ó madera. Algunas de lascasas principales eran de piedra , y habia en la ciudadun convento de las virjenes del Sol, y un templo de-dicado á la misma deidad tutelar, y este se Hallabaoculto entre las profundas sombras de un bosquecilloen los alrededores de la ciudad. En el barrio que mi

rabo hácia el campamento indio, Labia una plaza ca-si triangular, de estension inmensa, rodeada por edi-ficios bajos. Estos consistian en grandes salones , conpuertas muy anchas que comunicaban con la plaza.Probablemente su objeto seria servir de cuarteles álos soldados del Inca (4). En la estremidad de laplaza mirando al campo había una fortaleza de pie-dra , con una escalera por la parte de la ciudad yuna entrada particular por el lado de los arrabales.Otra fortaleza habia ademas en el terreno elevadoque dominaba á la ciudad, de piedra tambien , y ro-deada por tres murallas circulares, ó mas bien unasola muralla que la rodeaba en forma de espiral. Eraun punto sumamente fuerte, y la obra indicaba masconocimiento del arte de la albañilería y de la cienciaarquitectónica de la nacion, que todo lo que habianvisto los españoles hasta entonces (5).

Era ya una hora muy avanzada de la tarde del 15de noviembre de 1532, cuando los conquistadoresentraron en Caxamalca. El tiempo que habia sidohermoso durante el dia amenazaba ahora tormen-ta ,y haciendo al mismo tiempo mas frio del acostum-brado, empezó á llover y á caer granizo (6). Pizarro,sin embargo , tenia tal ansia por averiguar las in-tenciones del Inca, que determinó enviar ea el actomismo una embajada á su campamento. Escogió pa-ra esto á Hernando de Soto con quince ginetes; perodespues que este hubo marchado, considerando esenúmero como muy pequeño para el caso de que hubiesealguna demostracion hostil por parte de los indios,mandó á su hermano Ilernando que lo siguiese conveinte caballos mas. Este capitan y otro de su partida,nos han dejado una relacion de esta escursion pri-mera (7).

Entre la ciudad y el campamento imperial habíauna calzada construida con mucha solidez al travesde los campos intermedios. Por esta galopó rápida-mente la caballería , y antes de haber andado una le-gua, llegó al frente del campamento peruano, dondese estendia por el suave declive de las montañas. Laslanzas de los guerreros estaban clavadas en tierra deImite de sus tiendas, y los soldados indios habiansalido de ellas para contemplar en silencio y conasombro la partida cristiana, que con ruido de armasy de trompetas pasaba rápidamente junto á ellos,como alguna terrible aparicion, en alas del viento.

El destacamento llegó en breve á un ancho peropoco profundo arroyo , que serpenteando por la pra-dera, formaba una de las defensas del campamentodel Inca. Atravesábalo un puente de madera, perodesconfiando de su solidez los ginetes, prefirieronpasar el rio á vado ,y sin dificultad llegaron á la orillaopuesta. Un batallon de guerreros indios estaba for-mado en la otra estremidad del puente, pero no cau-

(1) Relacion del primer descubrimiento, MS.(9) Esta era indudablemente la opinion del conquistador

que tanto liemos citado, y cuyo manuscrito imperfecto con-tiene los datos que dan mas luz en esta parte de nuestra his-toria. «Teniéndonos en muy poco., y no haciendo cuenta que-190 hombres le habían de ofender, dió lugar y consintió pa-sásemos por aquel paso y por otros muchos tan malos comoél, porque realmente, á lo que despues se supo y averiguó,su intencion era vernos, y preguntarnos de dónde veníamos,y quién nos habia echado allí, y qué quedamos. Porque eramuy sabio y discreto, y aunque sin luz ni escriptura,amigo de saber, y de sutil entendimiento; y despues deholgádose con nosotros, tomarnos los caballos y las cosas queá él mas la aplacían y sacrificar á los demos. » Relacion delprimer descub. , MS.

clad )a, sube ó Stevenson, hace unoslitrtreinta aīioumuy

á unos siete milhabitantes. Este inteligente viajero hace una descripcion muyanimada de la ciudad, en que residió algun tiempo, y queparece haber mirado con especial predileccion. Probablemen-te hoy no ocupa el rango relativo que tenia en tiempo de losIncas. Residencia en la América del Sur, tomo II, pág. 131.

(4) Carta de Hernando Pizarro, ap. Oviedo, Hist. de lasIndias, MS., parte III, lib. VIII, cap. XV.—Xerez, Conq.del Perú, ap. Barcia, tomo III, pág. 195.

(5) «Fuerzas son, que entre indios no se han visto tales.»Xerez, Conq. del Perú, ap. Barcia, tomo III, pág. 195.-Relacion del primer descub., MS.

(6) «Desde á poco rato comenzó á llover y caer granizo.»(Xerez, Conq. del Perú, ap. Barcia , tomo III, pág. 195.)Caxamalca en el dialecto indio significa : «lu gar de hielo,»porque la temperatura, aunque generalmente suave y agra-dable., suele variar á veces por efecto de los helados vientosdel Este, muy perniciosos á la vegetacion. Stevenson, Resi-dencia en la América del Sur; tomo II, pág. 129.

(7) Carta de Hernando Pizarro, MS.La carta de Hernando Pizarro, dirigida á la Real Audiencia

de Santo Doiningo, da una relacion completa de los estraor-Binarios acontecimientos contenidos en este y en el siguientecapítulo, en que este conquistador-tuvo una parte muy prin-cipal. Concediendo su parte correspondiente á la parcialidadinevitable en uno de los principales actores de las escenas quese describen, no puede haber mejor testimonio. El infatiga-ble Oviedo, que vivió en Santo Domingo, conoció su impor-

LA CONQUISTAsaron la menor molestia á los españoles; y estos te-nían órdenes severas de Pizarra , casi inútiles en susactuales circunstancias, para tratar con cortesía álos naturales. Uno de los indios indicó el punto enque se hallaba el Inca (4).

Era este un patio abierto, con un lijero edificio ócasa de recreo en el centro, rodeada de corredoresque por detras miraban á un jardin. Las paredes es-taban cubiertas con una especie de estuco brillante,blanco y de color, y en el espacio abierto delante deledificio, habia un estanque ó bañadera de piedra, áque venian á parar acueductos que lo surtiau de aguacaliente y fria (2). Una especie de tina de piedra la-brada, quizas construida posteriormente, aun se : co-noce en equel punto_ bajo el nombre de «baño delInca (3).» El patio estaba lleno de indios nobles, ves-tidos con brillantes trajes, sirviendo al monarca, Yde mujeres de la casa real. En medio de esta reueionno era difícil distinguir la persona ele Atabuallpa,aunque su traje era mas sencillo que el de sus corte-sanos. Pero le caía sobre la frente la borla encarnada,distintivo muy conocido de los monarcas peruanos,y que este no Babia usado hasta des pues de la der-rota de su hermano Huasear. Estaba sentado en rtnbanco bajo ó almohadon, poco mas ó menos segun lacostumbre morisca, y sus nobles y oficiales princi-pales se hallaban en pie al rededor de él , con granceremonia, ocupando puestos segun su rango (4).

Los españoles miraban con mucha curiosidad alpríncipe de cuya crueldad y astucia ]rabian oído ha-blar tanto , y cuyo valor le ]labia asegurado la pose-sion del imperio. Pero en su fisonomía no se conociael rastro ni de esas feroces pasiones ni de la sagaci-dad que se le ha atribuido; y aunque en su compor-tamiento se notaba la gravedad y la conciencia delpoder que tan bien sientan á un soberano, pareciahaber desterrado toda clase de espresion de sus fac-ciones, conservando tan solo la apatía tan caracte-rística de las razas americanas. En la ocasion presenteesto debió ser, á lo 'menos en parte, fingido. Porquees imposible que el príncipe indio no .hubiera con-templado con interes y curiosidad un espect_iculo tanestraño, y en cierto modo, tan aterrador, como elque ofrecian estos misteriosos estranjeros, y para elcual ninguna descripcion anterior podia haberlo pre-parado.

Hernando Pizarro y Soto, solo con dos ó tres de

DEL PERÚ, 09los que le acompañaban , se acercaron lentamente ácaballo para colocarse al frente del loca; y el prime-ro , haciéndole no. respetuoso saludo , pero sin des-montar, elijo 4.Atahua lla que venia corno embajadorde su hermano , comandante de los españoles . á po-ner en-su conocimiento que habia l l egado á Caza-malea. Anuucióle que eran súbditos de un poderosopríncipe que vivid mas allá del Océano, y que veníanatraídos por la fama de sus grandes victorias á ofre-cerle sus servicios, y € comunicarle las doctrinas dela verdadera fé que ellos profesaban; é invitóle ade-mas eu nombre cle su ;;efe á. que pasase á visitar á losespañoles en su residencia actual.

A todo esto el tica no contestó una sola palabra, niaun hizo un gesto que pudiese indicar que quedabaeuteradc, aunque se lo tradujo todo Felipillo, uno delos intérpretes de que hemos hablado ya. El Incaguardó un silencio absoluto, y permaneció con losojos fijos en tierra; pero uno de sus nobles, que sehallaba en pie á su lado, contestó: «Bien está (5).»Esta era una situacien muy embarazosa para los es-pañoles, que Parceiau ahora tau distantes de sabercuáles eran las verdaderas intenciones del monarcaperuano relativamente á ellos , como , cuando se halla-ban al otro lado de las montañas.

Pero lieruanclo Pizarro volvió á hablar en términoscorteses y respetuosos, suplicando al Inca que con-testase él mismo, y les hiciese saber cuál era su, yo-Juntad (6). Atabuallpa entonces volvió la cabeza son-riéndose para mirarle ,y le contestó segun uno de. lostestigos de la escena: « Decid á ese capitan que oseuvia acá, que yo estoy en ayuno, y le acabo mañanapor la mañana; que en bebiendo una vez, yo iré conalgunos de estos irriecipales mios á verme con él;que en tanto él se aposente en esas casas que estánen la plaza que son comunes á todos, y que no entrenen otra ninguna hasta que yo vaya, que yo mandarélo que se ha de hacer (7).»

Soto , que , como antes hemos dicho, presenciabaesta entrevista , era el mejor montado y quizás elmejor quede de la falanje conquistadora. Observan-do que Atabuallpa examinaba con algun interes elfo-goso caballo que tenia delante tascando el freno y

bpateando con la-impaciencia natural de un caballo de

atal'.a,-el español le metió espuela y le dió rienda ,yechó á correr á todo escape por la llanura; luego re-volviendo. y haciendo describir varios círculos á sucaballo, desplegó todos los hermosos movimientos deeste y su propia des.treza; por lid, parándolo repenti-namente en su carrera , casi hizo descansar al animalsobre su cuarto trasero, tau cerca de la persona delluna, que parte de la espuma del brioso animal sal-picó su traje. i'ero Atabuallpa sostenia la misma com-po , tura marmórea que antes , aunque algunos de sussoldados junto á quienes pasó Soto en su carrera, seasustaron tanto que huyeron despavoridos; timidezque les costó muy caro, si es cierto, como aseguranlos españoles, que Atabuallpa les hizo quitar la vidaaquella noche misma por haber manifestado debi-

(5) «Las cuales por él oídas, con ser su iuclinaciou pre-guntarnos y saber dónde veníamos, y qué queríamos, y vernuestras personas y caballos, lobo tanta serenidad en el ros-tro , y tanta gravedad en su persona, que no quiso responderpalabra á lo que-se le decid, salvo (fue unseñorde aquellos queestaban par de él respondía : bien está.» Relacion del primerdescub., MS.

(6) «Visto por el dicho Hernando Pizarro que él no habla-ba, y que aquella tercera persona respondia de suyo, tornóá suplicar que él hablase por su boca y le respondiese lo quequisiese.» Relacion del primer descub., MS.

(7) Ibid., MS., ubi supra.En esta singular entrevista he seguido la relacion del ea-

baliero que acompañó á }tornando Pizarro, prefiriendo á lade este, porque se da á si mismo un aire fanfarroa poco crei-ble, y se atribuye una conducta demasiado u*a gestuosa.

tanela, y felizmente incorporó el documento en su gran obra,Hist. de las Indias; MS., parte III, lib. VIII, cap. XV.—Elautor anónimo de la Relacion del primer descub., MS., tam-bien fué con esta partida.

(1) Pedro Pizarro, Descub. y Conq. MS.—Carta de Her-nando Pizarro, MS.

(2) Xerez, Conquista del Perú, ap. Barcia, tomo III, pá-gina 202.

«Y al estanque venian dos caños de agua, uno caliente yotro frio, y allí se templaba la una con la otra, para cuandoel señor se quería bañar ó sus mujeres, que otra persona noosaba entrar en él so pena de la vida.» Pedro Pizarro, Des-cubrimiento y Conq. , MS.

(5) Stevenson, Residencia en la America del Sur, tomo II,pág. 164.

(4) Xerez, Conq. del Pecó, ap. Barcia, tomo III, pági-na 196.— Carta de Reinando Pizarro, MS.

1:1 conquistador anónimo á quien tantas veces he citado yque fue testigo presencial de todo esto, describe el aspecto delmonarca peruano en len g uaje animado aunque sencillo. «Lle-gados al patio de la dicha casa que tenia delante de ella, vi-mos estar en medio de gran muchedumbre de indios asentadoaquel gran señor Atab ā lipa (de quien tanta noticia y tantascosas nos habían dicho) con una corona en la cabeza y unaborla que le salía delta y le cubria toda la frente, la cual erala insignia real, sentado en una sillecita muy baj a del suelo.,

come las turcos y mo ros acostumbran sentarse, el cual estabacon tanta magestad y aparato cual nunca se ha visto jaulas,porque estaba cercado de mas de seiscientos señores de sutierra. « Helador' del primer descub., MS.

TOMO t.

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lidad tan indecorosa en presencia de !os estranje-ros (1),

En seguida los criados del monarca ofrecieron al-gunas cosas de comer á los españoles que estos noaceptaron porque no querian desmontar. Poro sí be-bieron un poco de chicha, servida en vasos de oro deun tamaño estraordinario , por las bellezas del haremimperial (2). Despidiéndose despues respetuosaoren-te, los españoles volvieron á Caxamalca haciendomuchas y tristes reflexiones sobre lo que hablanvisto; sobre el estado y opulencia del monarca indio;sobre la fuerza de su armamento militar; sobre suequipo perfecto ,y la aparente disciplina que en susfilas se notaba; todo lo que parecia denotar un gradomucho mayor de civilizacion, ypor consiguiente depoder, que cuanto habían visto en las regiones bajasdel pais. Al poner todo esto en contraste con lo pe-queño de su propia fuerza , demasiado avanzadaahora para que le pudiesen llegar socorros y .refuer-zos, conocieron que no habian obrado con pruden-cia lanzándose al centro de tan formidable imperio,y estaban llenos de tristes presentimientos pera elporvenir (3). Pronto se comunicó á sus camaradasdel campamento su espíritu de abatimiento, que nodisminuyó ciertamente cuando, habiendo anoche-cido, vieron encenderse los fuegos de los peruanos,que cubrian e] declive de la montaña ;y que, segununo de los conquistadores, eran tan numerosos comolas estrellas del cielo (4).

Sin embargo Labia un corazon en el seno de aque-lla pequeña hueste en que no lograban penetrar ni elabatimiento ni el tornar. Este era el de Pizarra , queal reves estaba lleno de satisfaccion al ver que porlin !labial] llegado las cosas á la crisis que él habíaansiado durante tanto tiempo. Vió la necesidad dedar pábulo á un sentimiento análogo en los suyos,sin lo cual todo se fobia perdido; y así , sin revelarsus planes, habló con .sus soldados y les suplicó queno desmayasen en • semejante cire .unstancia,. cuandoya se encontraban frente á . frnte con :el enemigoque tan constantemente'habianhüsendo.: Rogóies'queconfiasen 'en su propio valgr'y en eL auxilio de aquella•Providencia que ,los-habia.salvado en• tantas pruebas-

. terribles: en esa.Providencia . que no los abandoeariaahora. Y. sí 'la -ventaja. del- número,_ per - grande que_fuese, estaba en favor del enemigo, ¿qué importaba'si el :brazo de Dios estaba -en favor de los españo-

(1) • Pedro Pizarro, descula:, y Gong:, MS..---Re1. del pri-merdéscub:, MS.. . • -

«Y algunos .indios, con miedo , se desviaron de la carrera,por lo cual Atabalipa los hizo luego matar.» (7.árate, Con-quista del . Perú, lib: II, cap. IV.)—Xerez dice que elmismoAtah uallpa confesó este hecho en conversacion con los españolescuando estaba prisionero.—E1 caballo de Soto debia cierta-mente asustará los indios, si, como asegura Balboa, salvabauu espacio de veinte pies en un salto, y esto llevando un gi-nete cubierto de armadora. Historia del Perú, cap. XXII.

(2) Relacion del primer descubrimiento, MS.— Xerez,Conq. del Perú, ap. Barcia, tomo III, pág. 196.

(3) «Heel-.o esto y visto y atalayado la grandeza del ejér-cito, y las tiendas que era bien de ver, nos volvimos adondeel dicho capitana nos estaba esperando, harto espantados delo que habíamos visto, hablando y tomando entre nosotrosmuchos acuerdos y opiniones de lo que se debia hacer, es-tando todos con mucho temor ser tan pocos, y estar tau me-tidos en la tierra donde no podi,uuos ser socorridos.» (Rela-ciona del primer descub., MS.) Pedro Pizarro tiene bastantefranqueza para confesar la cousternacion de los españoles..(Descula. y Conq.) El miedo era una sensacion muy estrañapara el soldado español. Pero si no lo esperimentaba en oca-sion semejante, debia parecen-se á aquel intrépido c āballeroque, como decia Carlos V, « nunca se hubiera atrevido ádespavilar una luz con los dedos.»

(44) «Mecimos la guardia de la plaza, de donde se veian losfuegos del ejército de los indios, lo cual era cosa espantable,que como estaban en-mía ladera la mayor parte, y tan juntosunos le otros, no parecía sino un cielo muy estrellado:» Rela-taban del primer descula. , MS.

les (u)? El soldado español obraba á impulsos de ladoble influencia del espíritu caballeresco y del entu-siasmo religioso. Este último era el mas eficaz en lahora del peligro; y Pizarro que entendia bien el ca-rácter de la gente que tenia que manejar, presen-tando la empresa bajo el carácter de una cruzada,reanimó el fuego entrellas cenizas del entusiasmo enlas pechos de sus soldados y restableció en ellos sudecaído ardor.

Llamó, pues, á consejo á sus ofio. iales para discu-tir el plan de operaciones ó mas bien para proponer-les el proyecto estraordinario cuya ejecucion habíadecidido. Era este armar una celada al Inca, y co-jerle prisionero á la faz de todo su ejército., proyectopeligrosísimo y como se deja_ conocer, casi desespe-rado: Pero tambien eran desesperadas las circuns-tancias en que los españoles se hallaban. A cualquieraparte que se volviesen veíanse amenazados de losmas terribles riesgos; y valía mas arrostrarlos convalor que retroceder ante ellos cuando no había me-dio de evitarlos.

Para huir era ya demasiado tarde. ¿Adónde ha-bian de huir? A la primera señal de retirada caeriasobre ellos todo el ejército del Inca. Sus pasos seriancontados por un enemigo mucho mas conocedor queellos mismos de las escabrosidades de la sierra, elcual-ocupando las 'salidas podria cercarles-por todoslados ;ademas a- te movimiento retrógrado disminuí-ria la confianza y por consiguiente la fuerza del ejér-cito español al mismo tiempo que doblaria la de suenemigo.

Pues permanecer largo tiempo en la inaccion, enla. posicion que los españoles ocupaban, parecia igual-mente peligroso. Aun suponiendo que Atahuallpafuese amigo de los cristianos, no podían estos confiaren que perseverase en su amist::d. La familiaridadcon los blancos destruiria pronto la idea de que fuesenseres. sóbrenaturales y aun la de que fuesen de natu-raleza superior á la suya. Su. corto número le inspira-ria desprecio : sus 01)111°1 i -sus armas. .y su ostentosoaparato seriarī un cebo para el • bárbaro monarca, ycuando supiese que et iba en su mano aniquilw ásus poseedores, no tardaría. en. encontrar pretestopara .ello.: Uno bueno se le ofreció -ya . en las medidasarbitrarias de los conquistadores yen-su. marcha porsus dominios.

¿Pero qué motivó tenian para lisonjearse de .queel Inca les fuese favorable ? Era iur príncipe astuto ynada escrupuloso , y •si las noticias que con frecuen-cia habían recibido en el - camino eran ciertas, siein-pre habia mirado con malos ojos la llegada de losespañoles :.apenas era posible que hubiese hecho otracosa: sus mensajes de amistad no habian tenido masobjeto que engañarlos para que cruzaran las monta-ña s donde con al auxilio de sus guerreros podría fá-cilmente destruirlos Estaban pues envueltos en lasredes que cl sagaz monarca les había tendido.

Asi su (cuico remedio era volver contra el Inca losartificios con que habia engañado á los españoles ycogerle si era posible en sus propias redes. No habiatiempo que perder ; porque de un dia á otro podianvolver las victoriosas legiones que acababan de ven-cer en el Sur, haciendo así mas grande la desigual-dad númerica entre el ejército del Inca y los espa-ñoles.

Sin embargo combatir á Atalivallpaen campo abier-to era muy arriesgado, y_ aunque la victoria coronasesus esfuerzos, no era probable que una persona tanimportante corno la del Inca cayese en poder de losveucedores. La invitacion que habia aceptado de visi-tarles en sus reales les proporcionaba el medio mejor deasegurar la deseada presa. Ni parecia tan desesperado

(5) Xerez, Conq. del Perú, ap. Barcia, tomo III,p ág. 197.—Naharro, Relacron sumaria , MS.

LA CONQUISTA

el plan considerando las grandes ventajas que ofrecianel carácter y las armas de los invasores y lo inesperadoque seria el ataque. La sola circunstancia de obrarsiguiendo un plan concertado compensaría la desi-gualdad del número. Pero no era necesario admitirtoda la fuerza de los indios en la ciudad antes del ata-que; y una vez asegurada la persona del Inca, sustropas sorprendidas por tan estraño acont eci miento,fuesen pocas ó muchas, no tendrían ánimo para se-guir resistiendo; y con el Inca en su poder Pizarropodía dictar leyes al imperio.

En este atrevido proyecto del gefe español era fácilver que habia querido imitarla brillante hazaña de Cor-tes cuando prendió al monarca azteca en su capital.Pero esta prision no se hizo con violencia, ó á lo me-nos con abierta violencia, y recibió la sancion, aun-que fuese obligada , del monarca mismo. Tambien e-verdad, que los resultados en aquel caso no justifica-ban la repeticion del esperimento; porque el pueblo selevantó en masa contra el príncipe y contra sus rap-tores; pero de esto habia sido causa en parte la indis-crecion de estos últimos. El esperimento en su éxitofinal fue bueno , y si Pizarro podia apoderarse de lapersona de Atalivallpa, para lo denlas confiaba en supropia discrecion. La prisiou del Inca serviria porlo menos para sacarle de la crítica situacion en quese encontraba, poniendo en su poder una prenda ines-timable de seguridad; y si desde luego no podía hacerque el monarca aceptase sus condiciones, la llegadade refuerzos de España le facilitarla en breve los me-dios de imponérselas.

Concertados sus planes para el siguiente dia se di-solvió el consejo y Pizarro se ocupó en proveer á laseguridad de su gente durante la noche. Las avenidasde la poblacion se hallaban en estado de defensa; pu-siéronse centinelas en diferentes puntos y especial-mente en lo alto de la fortaleza, desde donde debíanobservar la posiciou del enemigo para dar cuenta decualquier movimiento con que amenazase turbaraquella noche la tranquilidad de los españoles. Torna-das estas precauciones, el gefe y sus oficiales se retira-ron á los puntos designados, pero no á dormir. Porlo menos no debieron de dormir mucho los que esta-ban enterados del plan que habia de ejecutarse á lamañana siguiente, mañana que había de decidir de susuerte coronando sus proyectos ambiciosos con eléxito mas feliz ó arruinándolos para siempre.

CAPITULO V.

Plan temerario de Pizarro. — Atahuallpa visita á losespañoles. — Matanza horrible. — El Inca prisionero.— Conducta de los conquistadores. — Magnificas pro-mesas del Inca. — Muere lluascar.

1532.

DISIPÁRONSE las sombras de la noche y el sol selevantó brillante en la mañana del inmediato dia, elmas memorable en los anales del Perú. Era el sábado16 de noviembre de 1532. El agudo sonido de la trom-peta llamó á los españoles á las armas al romper elalba, y Pizarro dándoles en breves razones cuenta desu plan de ataque, tomó las disposiciones necesariasal efecto.

La plaza, segun se ha dicho en el anterior capítulo,estaba defendida por sus tres lados por filas de peque-ños edilicios que consistían en espaciosos salones, con

anchas puertas de salida. En ellos colocó la caballería

en dos divisiones, una á las órdenes de su hermanoHernando y otra á las de Soto. Situó la infantería enotro edificio, reservándose veinte hombres escocidos

para acudir con ellos adonde el caso lo exigiese. Pe-dro de Candia con unos cuantos soldados y la artille-ría, comprendíendose bajo este imponente nombredos per uenas piezas llamadas falcouetes, se estable-ció en fu fortaleza, Todos recibieron Orden de perma-

TOMO 1.

DEL PERÚ. 101necer en sus puestos hasta la llegada del Inca. Cuandoeste entrase en la gran plaza, debian mantenerse es-condidos y en observacion hasta que diese la señalque seria un tiro de arcabuz; entonces con grandesgritos de guerra debian salir de los edificios, caer es-pada en mano sobre los peruanos y apoderarse de lapersona del leca. La situacion de los vastos salones almismo nivel de la plaza parecia muv á propósito paraun golpe de teatro. Pizarro e.ncargb muy particular-mente á sus tropas el órden y la obediencia á los su-periores, y que no hubiese confusion en el críticomomento , porque todo dependía de que obrasencon órden, serenidad y prontitud (1).

Despues cuidó el gafe español de que las armas desus tropas estuviesen en buen estado y de que los pre-tales de los caballos llevasen campanillas para queaumentaran con su ruido la consternacion de los in-dios. Diéronse tambien á las tropas abundantes provi-siones de boca para que nada faltase al buen éxito dela empresa. Adoptadas estas disposiciones, los ecle-siásticos que iban en la espedicion celebraron unamisa con gran solemnidad invocando al Dios de lasbatallas para que estendiese su escudo protector so-bre los soldados que iban á pelear por ensanchar loslímites del imperio de la cruz ; y todos con gran estu-siasmo cantaron el Exurge Domine «(Levántate ó Se-ñor y juzga tu propia causa) (a). » Parecian una reu-ilion de mártires dispuestos á dar su vidas en defensade la fé, y no una licenciosa banda de aventurerosmeditando uno de los actos mas atroces de perfidiaque recuerda la historia. Sin embargo, cualesquieraque fuesen los vicios de los caballeros castellanos , notenían el de la hipocresía. Estaban convencidos de quepeleaban por la cruz, y esta conviccion, exaltada co-mo lo era en aquel momento, no les dejaba conside-rar los viles motivos que con el otro mas importantese mezclaban para animarlos á la empresa. Los solda-dos de Pizarro, inflamados de este modo de religiosoardor, esperaban con ánimo impaciente la llegada delInca ; y su gafe vió con satisfaccion que en la horacrítica sus soldados no faltarian á lo que debían á sucapitan y á sí mismos.

Ya era muy entrado el dia cuando se observó mo-vimiento en el campo peruano, donde se hacían gran-des preparativos para acercarse á los reales cristia-nos con toda ostentacion y ceremonia. Recibióse unmensaje de AtahuaFpa informando al gefe español queiria á visitarle armado con sus guerreros de la mismamanera que los españoles habían ido á su campo enla noche precedente. La noticia no era muy agrada-ble para Pizarro, aunque probablemente no teniamotivos para esperar lo contrario. Mas oponerse aldeseo de Atahuallpa habría sido manifestar descon-fianza y darle á entender en cierto modo sus designios.Manifestó por tanto su satisfaccion, asegurando aJ Incaque de cualquier modo que viniese le recibiría 'comoamigo y hermano (3).

(1) Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.—Relacion delprimer descubrimiento, MS.—Xerez, Conquista del Perú, ap.Barcia, tomo 111, p. 197 — Carta de Hernando. Pizarro, MS,—Oviedo, llist. de las Indias, MS., parte 111,libro VIII, ca-pítulo VII.

(2) «Los eclesiásticos i religiosos se ocuparon toda aque-lla noche en oracion, pidiendo á Dios el mas conveniente su-ceso á su sagrado servicio, exaltacion de la fé, i salvacion detanto número de almas , derramando muchas lágrimas i sangreen las disciplinas que tomaron. Francisco Pizarro animó úlos soldados con una muy cristiana plática que les hizo:con que, i asegurarles los eclesiásticos de parte de Dios y de sumadre Santisilea la victoria, amanecieron todos muy deseososde dar la batalla, diciendo á voces, «Exurge Domine, et judi-ca causam Mana.» Naharro, Relacion sumaria MS.

(3) El gobernador respondió : Dí á tu señor que venga enhora buena como quisiere, quede la manera que viniere lo re-cibiré como amigo y hermano. Xerez, Conq. del Perú, ap. Bar-

cia, tomo III, pág. 197—Oviedo, Hist. de las Indias. MS,,

102 BIBLIOTECA DE

Ya era medio día cuando la comitiva de la indiosse puso en marcha, ocupando larga estension de lagran calzada. Al frente de todos veuia gran multitudde criadoscuyo oficio parecía ser limpiar el caminode la menor particula de escombros. Por cima de todala tropa sobresalia el Inca, llevado en los hombros desus principales nobles, mientras otros de la mismacategoría marchaban á los lados de su litera, desple-gando tan brillantes ornamentos eh sus personas que,seguu el dicho de uno de los conquistadores , reíucian

como el sol (1). Pero la mayor parte de las tropas delInca, estaban formadas en los campos á uno y otrolado del camino ó esparcidas por los anchos pradoshasta perderse de vista (2).

Cuando la real comitiva llegó á cosa de media mi-lla de la ciudad, lizo alto, y Pizarro vió con sor-presa que Atahuallpa se preparaba para plantar sustiendas como si quisiera fijar allí su campamento.Apoco tiempo llegó un mensajero para anunciar á losespañoles que el Inca ocuparía aquella noche el sitioen que sehahia detenido, y que á la mañana siguien-te hacia su entrada en la ciudad.

Esta noticia disgustó mucho á Pizarro, que par-ticipaba de la impaciencia general de su gente, alver la poca celeridad con que se movian los pe-ruanos. Las tropas habían estado sobre las armasdesde el amanecer, las de caballería sobre sus caba-llos, las de infantería en sus puestos, esperando ensilencio la llegada del Inca. Profunda calma reinabaen toda la ciudad , interrumpida solamente de cuandoen cuando por el grito del cendnela que desde lo masalto de la fortaleza anunciaba los • movimientos delejército indio. Pizarro sabia perfectamente que nadaera mas peligroso para el valor y constancia del sol-dado que la prolongada inaccion en una situacioncrítica como aquella ;y temia que el ardor de sus tro-pas se evaporase sucediéndole aquella sensacion ner-viosa, natural aun en las almas de los mas valientesen tales crisis, yque sino es temor está muy . cerca deserlo (3). Respondió por tanto rogando áAtahuallpaque cambiase de propósito; y añadiendo que teniapreparadptodo lo necesario para recibirle y obsequiar-le y que le esperaba á cenar aquella noche (4).

Este mensaje hizo mudar al Inca de intencion y le-.vantando sus tiendas volvió á emprender su marcha,avisando primero al general que dejarla en aquel pun-to á la mayor parte de sus guerreros y entraría en laplaza solo con algunos de ellos y sin armas (5), pues

parte III, libro VIII, capítulo VII.—Carta de Hernando Pi-zarro, MS.

(1) «Hera tanta la patenería que traian de oro y plata,que hera cosa estrai a lo que reluzia con el sol. » Pedro Pizar-ro, Descub. y Conq. MS.

(2) El antiguo conquistador tantas veces citado, el númerode gue reros peruanos le pareció no bajar de 50,000; «masde cincentamil que tenia de guerra.» (Relacion del primerdescub. , MS.

El secretario de Pizarro que los vió acampados le parecieroncomo unos50,000. (Xerez; Conq: del Perú, ap. Barcia, to-mo III , pág. 196.) Por mas grato que sea á la imaginacion fi-jarse en un número preciso, es muy difícil hacerlo al calcularel de las tropas irregulares y tumultuosas que componen unabárbara hueste.

(3) Pedro Pizarro dice que un espía indio informó á Ata-hualipa de que los blancos estaban reunidos en las grandescuadras de la plaza en gran consternacion (llenos de miedo),«lo cual no era enteramente inexacto,» añade el caballero.Descub. y Conq. , MS.

(4) Pedro Pizarro, Descuh. y Conq., MS.«Asentados sus toldos , envió á decir al gobernador (lúe ya

era tarde, que él quería dormir allí que por la mañana venia.El gobernador le envió á decir que viniese luego, porque leesperaba á cenar, é que no habla de cenar hasta que fuese.Carta de Hernando Pizarro , MS.

(5) «El quería venir luego, é que venia sin armas. E lue-go Atabaliva se movió para venir, é dejó allí la gente con lasarmas, é llevó consigo hasta cinco ó seis mil indios sin armas,salvo que debajo de las camisetas traian unas porras pequeñas

GASPAR Y ROIG.

prefería pasar la noche en Caxamalca. Al mismo tiem-po mandó que se preparase alojamiento para él y sucomitiva en uno de los grandes edilicios de piedra quepor tener la figura de una serpiente esculpida en lapared se llamaba la casa de la serpiente (6). Ningunanoticia podia haber sido mas agradable que esta paralos españoles. No parecia sino que el monarca indioanhelaba precipitarse en el lazo que se le habia pre-parado. El fanático Ilero no pudo dejar de ver enesto el dedo de la Providencia.

Es difícil esplicar esta conducta indecisa de Ata-huallpa, tan diferente de. lo que podia esperarse delcarácter resuelto y audaz que la historia le atribuye.No hay duda en que hizo su visita á los blancos concompleta buena fé; si bien Pizarro tenia acaso razonen pensar que . aquellas muestras de amistad teníanun cimiento muy poco sólido. Hay pocos motivos pa-ra suponer que desconfiase de la sinceridad de los es-traujeros: de otro modo no se habría propuesto sinnecesidad vi,itarles desarmado. Su primer propósitode venir con toda su fuerza tuvo sin duda por objetodesplegar toda , su pompa real y tal vez mostrar mayorrespeto á los españoles; pero cuando consintió enaceptar su hospitalidad ypasar la noche en sus reales,no quiso llevar gran número de sus soldados armadosy prefirió visitarles de una manera que indicase quetema.entera confianza en su buena fé. Tenia un man-do demasiado absoluto en su propio imperio para sos-pechar con facilid-ad un ataque á su persona; acasono comprendia que el corto número de hombres reu-nidos en Caxammlca tuviese la audacia de pensar apo-derarse de un poderoso monarca en medio de su vic-torioso ejército. No conocia el carácter español.

Poco faltaba para ponerse el sol cuando la vanguar-dia de la comitiva real entró por las puertas de la ciu-dad. Primero venían algunos centenares de criadosempleados en limpiar el camino dé cualquier obstá-culo y en cantar himnos de triunfo que en nues-tros oídos, dice uno de los conquistadores , sonabancual si no fuesen camiones del infierno (7). Des

-pues seguian otras compañías de indios de diferentesclases y vestidos con libreas diferentes. Algunos ves-Dan una tela vistosa }Manca y colorada coma las ca-sas de un agedrez (8). Otros iban vestidos solamentede blanco con martillos ó mazas de plata y cobre en lasmallos (9); y los guardias del inmediato servicio delpríncipe se distinguían por su rica librea azul y pro-lusion de ornamentos de alegres colores, indicando sucategoría cae nobles los largos pendientes que colgabande sus orejas.

Sobresaliendo por cima de sus vasallos venia elInca Alahuallpa sobre unas andas en que habia unaespecie de trono de oro Macizo de inestimable va-lor (10). El palanquin estaba cubierto con las brillan-tes plumas de pájaros tropicales y guarnecido de cha-pas de oro y plata.(11). Los adornos-del monarca-eranmucho mas ricos que los de la noche precedente.Colgaba de su cuello un collar de esmeraldas de bri-llaut.ezy tamaño estraordinario (12). En su pelo corlo

é hondas, é bolsas con piedras. Carta de Iernando Pizar-ro, M1S.

(6) Xerez, Conquista del Perú, ap. Barcia, tomo III, pá-giva

(7)19ī .

Re lacion- īlelprimer descirb. , MS.(8) Idem, MIS.(9) Idem, MS.(10) «El asiento que traia sobre las andas era un tablon de

oro que pesó un quintal de oro, segun dicen los historiadores25,000 pesos ó ducados.» Naharro, Relacion sumaria, MS.

(11) «Luego venia mucha gente con armaduras, patenas ycoronas de oro y plata :.entre estos venia Atabaliva, en unalitera, aforrada de pluma de papagaios, de muchas colores,guarnecida de chapas de oro y plata.» Xerez, Conquista del

Perú, ap. Barcia , tomo 1II, pág. 198.(12) Pedro Pizárro , Descub. y Conq, , MS,«Venia la persona de Atabaliva, la cual traian ochenta se-

LA CnNQLISTA.DEL PERÚ. 103llevaba adornos de oro y sobre sus sienes caía la borla enviado á sus vasallos desde tan lejos y cruzando losimperial El aspecto del Inca era grave magestuoso;y desde su elevada posicion miraba á la multitud conaire de compostura como hombre acostumbrado ámandar.

Al entrar las primeras filas de la procesion en lagran plaza, que segun dice un antiguo cronista, eramas grande que ninguna de Espana, se abrieron áderecha á izquierda para dejar paso á la comiti7a real.Todo se hizo con admirable órden: Permitióse al mo-narca atravesar la plaza en silencio y ni un solo espa-ñol se dejo ver. Luego que entraron cinco ó seis milindios Atahuallpa mandó hacer alto, y dirigiendo átodas partes. curiosas miradas preguntó : ¿dóndeestán los estranjeros?

En aquel momento fray Vicente de Valverde , reli-gioso Dominico , capellan de. Pizarro, y despues obis-po de Cuzco, salió con su Breviario, 6, segun otros di-cen, con la Biblia en una mano yun crucifijo en la otra,y acercándose al Inca le dijo que venia por órden desu gefe á explicarle las doctrinas dé la.verdadera fé,para cuyo fin los españoles habian venido á su paisdesde tan distantes climas. Despues pasó á explicarlelo mas claramente que pudo el misterio de la Trini-dad, y remontándose en seguida á la creacion delhombre, habló de su caída, de su redencion por Je-sucristo, de la crucifixion y de la ascension del Sal-vador á los cielos despues de haber dejado al apóstolSan Pedro por vicario suyo en la tierra. Díjole comolas facultades dadas por Jesucristo á su vicario habiansido trasmitidas á los sucesores de aquel apóstol, hom-bres sábios y virtuosos que bajo el título de papasejercian autoridad sobre todos los tronos y potentadosde la tierra. Manifest.óle que uno de los últimos papashabia comisionado al emperador español, monarca elmas poderoso del mundo, para conquistar y conver-tir á los naturales de aquel hemisferio occidental; yque 'su general Francisco Pizarro habia. venido paraejecutar tan importante comision; concluyendo conrogarle que le recibiese afectuosamente; que abjura-se los errores de su fé y abrazase la de los cristianos,única que podia salvar su alma; y que se reconociesetributario del emperador Carlos V, que en todo casole auxiliaria y protejería como á leal vasallo (4).

Es dudoso que Atahuallpa se hiciese cargo cíe nin-guno de los curiosos argumentos con que el religiosoquiso establecer una relaciori entre Pizarro y San Pe-dro; aunque debió de concebir nociones muy incor-rectas acerca de la Trinidad si, como dice Garcilasso,el intérprete Felipillo le esplicó este misterio dicién-dole que los cristianos creian en tres dioses y un Diosque hacian cuatro (2). Pero es indudable que corra-prendió perfectamente que el objeto del discurso erapersuadirle que debía renunciar á su cetro y recono-cerla supremacía de otro.

Centellearon los ojos del monarca indio, y su oscu-ro ceño se oscureció mas al contestar : « no quieroser tributario de ningun hombre, yo soy mas queningun príncipe de la tierra: vuestro emperador pue-de ser un gran príncipe, no lo dudo, pues veo que ha

ñores en hombros, todos bestidos de una librea azul muy rica,y él bestia su persona muy ricamente ; con su corona en la ca-beza, y al cuello un collar de esmeraldas grandes.» Relaciondel primer descub. , MS.

(1) Montesinos dice que Valverde leyó al Inca la fórmulausada por íos españoles en sus conquistas (Anales, MS. , año15'53); pero esta fórmula , aunque bastante absurda , no com-prendia todo el discurso teológico que hizo el capellan en aque-lla ocasion. Sin embargo, no es imposible que la leyera..Yohe seguido la relacion de Naharro que recogió sus informes delos mismos actores de aquella tragedia, y cuya minuciosa re-lacion esta corroborada por cl testimonio mas generalmenteadmitido de los filos Pizarras y del secretario Xerez.

(?) « Por dezir Dios trino y uno, dixo Dios tres Y 11110 soncuatro, sumando los números por (busca. entender.» Com. Real,parte 11, lib. I, cap. XXIII.

mares, y por lo mismo quiero tratarle como hermano.Respecto al papa de quien me habíais, debe chochearsi trata de dar reinos que no le pertenecen: en cuantoá mi religion , no quiero cambiarla : vuestro Dios se-gun dices, fue condenado á muerte por los mismoshombres á quienes habia creado; pero el mio, aña-dió señalando á su deidad que entonces se hundía de-tras-de las montañas, el mio vive aun en los cielos ydesde allí vela sobre sus hijos (3).»

Despues preguntó á. Valverde con qué autoridad le.decía aquellas cosas, á lo cual respondió el fraile,mostrándole el libro que tenia en la mano. TomóleAtahuallpa, volvió algunas páginas, é irritado sinduda por el insulto que habia recibido le arrojó entierra lejos de sí-esclamando: eDí á tus compañerosque me darán cuenta de sus acciones en mis domi-nios, y que no me iré de aquí sin haber obtenidole-na satisfaccion de los agravios que me han hecho (4).

Altamente escandalizado el fraile del ultraje hechoal sagrado libro, le alzó del suelo y corrió á informará Pizarro de lo que el Inca habia hecho, esclamando almismo tiempo: «¿ no veis que mientras estamos aquígastando tiempo en hablar con este perro lleno de so-berbia, se llenan los campos de indios? Salid á él queyo os absuelvo .(5). Pizarro vió que habia llegado lahora. Agitó una leandera blanca en el aire, que era laseñal convenida: partió el fatal tiro de la fortaleza, yentonces saliendo el capitan y sus oficiales á la plaza,lanzaron el antiguo grito de guerra.» i Santiago y áellos I el cual fue respondido por el grito de comba-te de todos y cada uno de los españoles que se halla-ban en la ciudad, saliendo impetuosamente de losgrandes salones en . que estaban ocultos é invadiendola plaza caballería é infantería en columna cerrada yarrojándose en medie de la muchedumbre de indios.Estos, cogidos de sorpresa, aturdidos por el ruidode la artillería y arcabucería, cuyos ecos zumbabancomo el trueno en los edificios, y cegados por el hu-mo que en sulfúreas columnas se estendia por la pla-za, se llenaron d; terror y no sabian adonde huirpara librarse de la ruina que creian cercana. Noblesy plebeyos cayeron á los pies de los caballos cuyosginetes repartian golpes-á derecha é izquierda sinperdonar á nadie, mientras sus espadas brillando al

(3) Véase el Apdndide núm 8, donde el lector encontraráestractos originales de varios manuscritos de aquel tiempo . re-ferentes á la captura de Atahuallpa.

(4) Algunas relaciones describen el discurso del Inca entérminos mucho mas insultantes para. los españoles (véaseApéndice núm. 8); pero en ocasiones tan críticas no se puedesaber con exactitud el lenguaje que se usara. Segun algunasautoridades, Atahuallpa dejó caer el libro por' casualidad. (Mon-tesinos, Anales, MS., año de 1533. Balboa,Hist. del Perú, ca-pitulo XXII.) Pero el testimonio de los que estaban presentes,segun ha llegado hasta nosotros, está de acuerdo eón los quedecimos en el testo. Y sí habló con el calor que se atribuye,es mas probable que arrojase el libro que no que se le ca-yese.

(5) «Visto esto . por el frayle y lo poco que aprovechabanSus palabras, tomó su libro y abajó su cabeza y fuese paradonde estaba el dicho Pizarro, y dijolel ¿no veis lo que pasa ?¿para qué estais en comedimientos-y requerimientos con esteperro, lleno de soberbia, que vienen los campos llenos de indios?Salid í él que yo os absuelvo.» (Relacion del primer descubri-miento, MS.) El historiador hubiera sido mas parco en atribuirconducta tan diabólica al padre Valverde si no hubiera tenidopruebas de ella. Dos .de• los conquistadores presentes, PedroPizarro y Xerez, dicen solamente que el fraile refi r ió al gober-nador el ultraje hecho al sagrado libro , pero Eterna !ido Pizar-ro y el autor de la relacion del primer descubrimiento, ambostestigos de vista, y Naharró, Zárate, Gomara, Balboa, Her-rera , y el Inca Titucussi Yupanqui , los cuales tomaron sus no-ticias de personas que presenciaron los hechos, cuentan estecon poca diferencia segun se refiere mi el teste. Sin embargo,Oviedo adapta la relacion de Xerez, y Garcilasso pretende pro-bar q nc Valverde no trató de escitar las pasiones de sus com-pañeros.

104 BIBLIOTECA DE GASPAR Y BO1G.

través de la espesa nube de humo, introducían eldesaliento en los corazones de los desdichados indios,que por la primera vez veían las terribles maniobrasde la caballería. Así es que no hicieron resistencia, nitampoco tenian armas con que hacerla. Ni tenían me-dio de escapar porque la entrada de la plaza estaba cer-rada por los cuerpos muertos de los que habían pere-cido haciendo vanos esfuerzos para huir; y tal era laagonía de los vivos en el terrible ataque de los agre-sores, que una gran multitud de indios en sus esfuer-zos convulsivos rompieron por medio de una tapia depiedras y barro seco y abrieron un boquete de mas decien pasos, por el cual se salieron al campo, perse-guidos todavía por la caballería que, saltando por ci-ma de los escombros de le tapia derribada , cayó so-bre la retaguardia de los fugitivos matando á muchosy dispersándolos en todas direcciones (I).

Entre tanto el combate ó mas bien la mortandadcontinuaba con ardor en torno del Inca cuya personaera el gran objeto del ataque. Sus fieles nobles ponién-dose á su alrededor, se arrojaban á contener é losagresores, y cuando no podían arrancarles de sus si–Das les ofrecían sus pechos por blanco á sus venganzasy por escudo de su querido soberano. Dicen algunasautoridades que llevaban armas ocultas halo los vesti-dos. Sí así fue, de poco les sirvieron, pues nadie diceque echasen mano de ellas (2). Pero los animalesmas tímidos se defienden cuando se ven acorralados;y si los indios no lo hicieron en aquel caso, es pruebade que no tenían armas con que defenderse. Sin em-bargo, continuaron conteniendo á la caballería, asién-dose de los caballos para inutilizar su ímpetu, y cuan-do uno cala otro ocupaba su lugar con una lealtadverdaderamente patética.

El monarca indio aturdido y cercado vió caer á sualrededor á sus mas fieles vasallos sin comprenderapenas lo que le pasaba. La litera en que iba andabade aquí para allá segun los agresores acometían porun lado ó por otro; y él contemplaba aquel espectá-culo de desolacion como el marinero solitario , queacosado en su barca por los furiosos elementos ve bri-llar los relámpagos y oye retumbar los truenos á sualrededor con la conviccion de que nada puede hacerpara evitar su suerte. Al fin los españoles cansados desu obra de destruccion y viendo que las sombras de lanoche se aumentaban , empezaron á temer que la re-gia presa despues de tantos esfuerzos se les escapase;y algunos caballeros intentaron á la desesperada con-cluir de una vez quitando la vida á Atahuallpa. PeroPizarro, que estaba cerca de su persona, gritó convoz ostentosa: «El que estime en algo su vida , quese guarde de tocar al Inca (3); n y estendiendo el bra-zo para protejerle fue herido en la mano por uno de

(1) Pedro Pizarro, Descuh. y Conq., MS.—Xerez Con-quista del Perú, ap. Barcia, tomo Ill, pág. 194.—Carta deLlenando. Pizarró, MS.—Oviedo, I-list. de las Indias, MS. par-te III, lib. VIII, cap. VI1.—Relacion del primer descubri-miento, MS.—Zárate, Conq. del Peru, MS. , lib. II, cap. V.—lnstruccion del Inca Titucussi Yupanqui , MS.

(2) El autor de la relacion del primer descubrimiento diceque algunos llevaban arcos y flechas, y que otros iban arma-dos con martillos ó mazas de plata y cobre las cuales sin em-bargo podían estar destinadas mas para ornamento que paraservirse de ellas en el combate. —Pedro Pizarro y algunos es-critores posteriores dicen que los indios llevaban correas paraatar á los blancos que prctendian hacer cautivos. Tanto Her-nando Pizarro como el secretario Yuca, convienen en que lasúnicas armas que tenian las llevaban ocultas bajo los vestidos;pero corno no dicen que hiciesen uso de ellas, y corno el Incaanunció que iba sin armas, puede dudarse de la verdad de es-ta asercion , y aun se la puede tener por inexacta. Todas lasautoridades, sin escepcion, convienen en que no hubo resis-tencia.

(3) El marques dió voces diciendo : «Nadie hiera al indioso pena de la vida. n Pedro Pizarro, Desdubrirniento y Con-quista, MS.

sus soldados , cuya herida fue la única recibieron losespañoles en la accion (4).

Entonces la pelea se renovó con mas furor en tornode la regia litera, la cual se bamboleaba cada vez mashasta que al fin, muertos muchos de los nobles que lasostenían cayó; y el Inca se hubiera dado un grangolpe en el suelo si Pizarro y algunos de los suyos nohubieran acudido á sostenerle en sus brazos. La borlaimperial fue inmediatamente arrancada de sus sie-nes por un soldado llamado Estete (5), y el desgra-ciado monarca fue trasladado á un edificio inmediatodonde se le puso en custodia con la mayor vigilancia.

Cesó entonces toda tentativa de resistencia. Esten-dióse la noticia de la captura del Inca por la ciudad yy por los campos : disolvióse el encanto que podiamantener unidos á los peruanos y cada uno pensó so-lh.mente en su propia salvacion. Cundió tambien laalarma entre los soldados acampados en las inmedia-ciones, los cuales al saber la fatal nueva dieron á huirpor todos lados perseguidos por los españoles que enel calor del triunfo se mostraron sin misericordia. Alfin la noche, mas piadosa que los hombres , tendió suamigo manto sobre los fugitivos, y las diversas tropasde Pizarro se reunieron otra vez al toque de trompetaen la sangrienta plaza de Caxamalca.

Del número de muertos se habla como es costum-bre con gran discrepancia. El secretario de Pizarrodice que murieron dos mil indios (6). Un descen-diente de los Incas, autoridad mas segura que la deGarcilasso, calcula el número de muertos en diezmil (7). La verdad se encuentra generalmente entre

(4) Cualquiera que sea la discrepancia- que sobre otrospuntos exista entre los escritores castellanos, todos concuerdanen elhecho notable que ningun español, escepto el general, salióherido en aquella ocasion. Pizarra vió en esto un motivo sa-tisfactorio para considerar á los españoles en aquel dia comoprotegidos especialmente por la Providencia. Véase Xerez,Conq. del Perú, ap. Barcia , tomo III, pág. 199.

(5) Miguel Estete, el cual la conservó por mucho tiempocomo un trofeo de la hazaña, segun dice Garcilasso de la Vega(Com. Real parte II, lib. I, cap. XXVII), autoridad indiferen-te á todo en esta parte de su historia. Este escritor popular,cuya obra por su superior conocimiento de las instituciones delpais, ha obtenido mayor crédito aun en lo relativo á la con-quista que las relaciones de los conquistadores mismos, se en-tregó á las inspiraciones de su imaginacion poética con imper-donable estension al hablar de la captura de Atahuallpa. Segunél, Atahuallpa trató á los invasores desde el principio con grandeferencia corro á descendientes de Viracocha, los cuales, se-gun sus oráculos, habían de venir y reinar sobre la tierra.Pero si en efecto el Inca les hubiese tributado este lisonjerohomenaje, no era posible que hubiese dejado de llegar á no-ticia de los conquistadores. Garcilasso habia leido los comen-tarlos de Cortés, segun él mismo nos dice; y es probable quelo que refiere con algun fundamento aquel general respecto áuna supersticion semejante entre los aztecas, le sugiriese laidea de inventar un sentimiento igual entre los peruanos, conlo cual al paso que lisonjeaba la vanidad de los españoles, vin-dicaba en cierto modo á sus paisanos de la acusacron de cobar-día en que incurrieron por su pronta sumision á los vencedores,pues aunque habrian podido resistirá los hombres, hubierasido locura oponerse á los decretos del cielo. Sin embargo, lapoética version de Garcilasso es tan agradable á la imagina-cion que siempre ha encontrado favor en la mayoría de los lec-tores. -

(6) Xerez, Conquista del Perú, ap. Barcia, tomo III, pa-gina 199.

(7) « Los mataron á todos con los caballos, con espadas,con arcabuces, como quieñ mata ovejas, sin hacerles nadieresistencia, que no se escaparon de mas de diez mil doscien-tos.» Instruc. del Inca Titucussi, MS.

Este documento, que se compone de doscientas páginas enfolio, está firmado por un peruano Inca, nieto del gran IluaynaCapar.., y nieto por consiguiente de Atahuallpa. Fue escritoen 1570'y destinado á presentar á S. M. Felipe II, la g reclama-ciones de Titucussi y de los individuos de su familia. En estememorial el solicitante aprovecha la ocasion de recapitular al-gunos de los principales sucesos de los últimos años del impe-rio, y su escrito aunque capaz por su prolijidad de cansar la

LA CONQUISTA DEL PERÚ. lbsentonces treinta años de edad. Era bien formarlo ymas robusto de lo que ordinariamente se veía entresus paisanos. Su frente era ancha y su rostro podriahaberse llamado hermoso, si los ojos sanguinolentosque tenia no hubiesen dado una espresion feroz á susfacciones. Era resuelto en su lenguaje, grave en susmaneras, y para con sus vasallos duro hasta la se-veridad, si bien con los españoles se mostró afablepermitiéndose algunas veces conversaciones chis-tosas (5).

Trató Pizarro con mucha consideracion á su regiocautivo y procuró aligerar, ya que no podia disipar,la tristeza que á despecho de su aparente conformidadse advertia en el monarca. Aconsejóle que no se deja-se abatir por los reveses, porque la misma suerte queél habían tenido todos los príncipes que habian opues-to resistencia á los blancos. Díjole que habian llegadoú aquel pais para proclamar el evangelio , la religionde Jesucristo y que no er.a maravilla que venciesen,pues que el escudo de Dios les protegia, que el cielohabía permitido que quedara humillado el orgullode Atahuallpa por haberse manifestado hostil á losespañoles , y por el ultraje que habla hecho al sagradolibro; pero que le suplicaba tuviese ánimo y confiaseen el, porque los españoles eran una raza generosa quesolo liacian guerra á los que se les oponian , y se mos-traban clementes con los que se les sometían(6). Ata-huallpa debió quedar convencido con este discurso deque la matanza, de aquel dia no.probaba nada contraesta ponderada clemencia.

Antes de retirarse á descansar dirigió Pizarro á sustropas un breve discurso sobre la situacion en que seencontraban. Cuando.supo que ni un solo hombre ha-bía salido herido, mandó que se ofreciesen accionesde gracias á la Providencia por tan gran milagro;pues sin su proteccion nunca podrian haber vencidotan fácilmente á tantos enemigos ; por lo cual creíaque Dios Labia conservado sus vidas para mayorescosas. Díjoles tambien que si querian vencer en todo,debian poner mucho de su parte, pues estaban en elcentro de un poderoso reino, cercados de enemigosprofundamente adictos á su soberano natural, que de-bían estar siempre alerta y preparados á cualquierahora para dejar el sueño cuando la trompeta les llama-se á sus puestos (7). Habiendo despues colocado suscentinelas, establecido una fuerte guardia en la habi-tacion tic Atahuallpa . y tornado todas las precaucionesde activo y prudente capitan, se retiró á descansar; y sirealmente estaba convencido de que en las sangrien-tas escenas del dia había peleado solo por el triunfo dela cruz, debió de dormir sin duda con sueño masprofundo que en la noche anterior á la captura delInca.

A la mañana siguiente el primer cuidado del gefeespañol fue mandar que se limpiase la ciudad de todassus impurezas, y los prisioneros, que Labia muchos,se emplearon en retirar los muertos y darles decentesepultura. Despues despachó una partida como detreinta caballos al campamento últimamente ocupadoior.-AtalmaII pa . einlos baños, para tornar posesion delbotin y dispersar los restos de las fuerzas peruanasque todavía se mantenían alrededor de la plaza. Antesde medio dia llegó el destacamento con una granmultitud de indios hombres y . mujeres, y_ entre estas,muchas de las-esposas y criadas del Iuca. Los espa-ñoles no habian encontrarlo resistencia, porque losguerreros peruanos, aunque tan superiores en nume-ro , aunque ocupaban tan esceleutes posiciones y

(5) Xerez, Conquista del Perú, ap. Barcia, tomo III, pá-gina 203.

(6) «Nosotros usamos de piedad con nuestros enemigosvencidos, y no hacemos guerra sino á los que nos la hacen, ypudiéndolos destruir no lo hacemos, antes los perdonamos,»Xercz, Cola'. del Perú , ap. Barcia, pág. 199.

(7) Idem.—PedroPizarro, Descub, y Coaq,, MS,

los estremos. La matanza fue incesante, pues ningunobstáculo se le opuso. Y que no hubiese res:.stenciano parecerá estraño si se considera que las des-graciadas víctimas estaban sin armas y que debianhallarse confusos y aterrorizados por el estraño é im-ponente espectáculo que tan de improviso é inespe-radamente hubieron-de presenciar.. «¿Qué maravilla,dijo un antiguo Inca á un español que lo repite , quémaravilla que nuestros paisanos se aturdiesen, si vejanla sangre correr como agua, y al Inca, cuya personatodos adoramos, cogido y aprisionado por un puñadode hombres (1)?» Sin embargo, aunque la matanza fueincesante, fue Cambien de corta duracion; pues suce-dió en el tiempo que media entre el principio y fin delcrepúsculo que en los trópicos no escede de inediahora, corto período, en verdad, si bien suficientepara que en él se decidiese de la suerte del Perú y ca-yese la dinastía de los Incas.

Aquella noche Pizarro cumplió la promesa que h ā -bia hecho al Inca de cenar con él. Sirvióseel banqueteen una de las cuadras que hacian frente á la gran pla-za, teatro pocas horas antes de la accion, y que toda-vía estaba cubierta de los cadáveres de los vasallos delInca. Sentóse el cautivo monarca inmediato á su ven-cedor. Parecia no comprender laestension de su des-gracia; ó si la comprendió manifestó sorprendentefortaleza. «Estas son vicisitudes de la guerra» di-jo (2) ; y si hemos de dar crédito á los españoles, ma-nifestó su admiracion por la destreza con que habianlogrado hacerle prisionero en medio de sus tropas (: ).Añadió que Labia tenido noticia de los movimientosde los blancos desde el momento en que desembarca-ron; mas que por lo insignificante de su número'la-bia menospreciado su fuerza, no dudando que con lassuyas superiores podria fácilmente abrumarlos y ven-cerlos á su llegada á Caxamalca; y que deseando verpor sí mismo qué clase de hombres eran, les Babiadejado cruzar las montañas, pensando elegir los queleparecieran para su servicio, apoderarse de sus mara-villosas armas y caballos y dar muerte los lemas (4).

Es probable que tal fuese el propósito de Atahuall-pa ; con esto se esplica el que no ocupase los pasosde la montaña que tan buenos puntos de defensa leofrecian contra los invasores. Pero no es tan probableque un príncipe tan astuto como parece haber sido,segun el testimonio general de los conquistadores,descubriese sin razon ni motivo sus ocultas intencio-nes. La conversacion con el Inca, fije tenida por me-dio del intérprete Felipillo, así llamado porque Labiatornado nombre cristiano, jóveu malicioso, que se=gun parece no tenia buena voluntad á Atahuallpa, ycuyas interpretaciones fácilmente eran admitidas porlos conquistadores, deseosos, de encontrar pretestospara sus sangrientas represalias.

Atahuallpa, segun en otra parte se ha dicho, tenia

paciencia de Felipe II, es de mucho valor como documento his-tórico procedente de un individuo de la familia del Perú.

(1) Segun Naharro, no asombró tanto á los indios el es-truendo y el ímpetu del ataque de los españoles, aunque fuetal que el cielo se venia.abajo;como :una terrible apariefun quesepresentó en el aire durante-la matanza. Consistia esta -en unamujer y un niño, á cuyo lado estaba un hombre vestido deblanco sobre un caballo de batalla color ele leche (sin cruda elvaliente Santiago), el cual con su brillante espada cargó sobrela hueste infiel é imposibilitó su resistencia. - La existencia deeste milagro la apoya el buen padre con el testimonio de otrastres de su órden que se hallaron presentes en la accion y oye-ron la noticia de boca de muchos indios. Relacion suma-ria, MS.

(2) «Diciendo que era uso de guerra vencer y ser vencido.Berrera, Hist. general, lec. V; lib. II, cap. XII.

(3) «Haciendo admiracion de la traza que tenia hecha.»Relacion del primer descub. , MS,

(4) «Y en mi opinion, añade el conquistador que refiere es-to discurso, tenia buenas razones para creer que podria ha-cerio, pues solo la milagrosa intervencion del cielo podiaha-bernos salvado.» ídem, MS,

(1) Desde aquel tiempo, dice Ondegardo, los españoles quehasta entonces habían sido designados con el titulo de barbu-dos, fueron llamados por los indígenas Viracochas, creyén-doles protegidos por la divinidad. El pueblo de Cuzco, queno tenia buena voluntad al cautivo Inca, miraba á los estran-

(cros, dice el autor, cono enviados por Viracocha mismo.Rel. prior., MS.) Esto nos recuerda la supersticion , 6 mas

bien la poética ilusion de los antiguos griegos que creían quelos estran ,jeros eran enviados de Jápiter.

IIpós yáp Atol aaty á,ravzes Una re. OATz. t;. v. 57.(2) Algunos fueron de opinion que matasen á todos los

hombres de guerra &les cortasen las manos. Xerez, Conq. delPerú, ap. Barcia, torno III, pág. 200.

(3) «Cada español de los que allí ivan tomaron para sí muygran cantidad, tanto que corno andava todo á rienda suelta,havia español que tenia doscientas piezas de indios y indiasde servicio.» Conq. y Pob. del Perú, MS.

(4) «Se matan cada dia ciento cincuenta.» Xerez, Con-quista del Perú; ap Barcia , tomo III, pág. ?02,

(5) r,ieza de Leon, Crónica, cap. LXXX, —Ondegardo,fiel, seg., MS,

E GASPAR Y RC-WG.

unas sobre otras desde el suelo hasta los mismos te-chos da los edilicios; y habia tantas, que despues dehaberse provisto cada soldado de todo lo que quiso,todavía no se conocia la disminucion (6).

De buena gana hubiera Pizsrro dirigido inmedia-tamente su marcha sobre la capital del Perú; pero ladistancia era grande y su fuerza pequeña, la cual to-davía habría tenido que reducirse, pues el Inca nece-sitaba'guardia; y el gefeespa'ñol ternia penetrar masadentro en . un imperio hostil tan poblado y y podero-so y con presa de tal valor en sus manos. Esperabapues con gran impaciencia refuerzos de las colonias;y despachó un correo á San Miguel para anunciar susrecientes triunfos y averiguar si habían llegado tro-pas de Panamá. Entre tanto era pleó su gente en hacerde Caxamalca un pueblo propio de cristianos erigien-do una iglesia, ó tal vez destinando á este uso algunedilicio indio; en esta iglesia decían misa todos losdias los padres dominicos con gran solemnidad. Sereconstru yeron tantbien las destrozadas tapias de laciudad, dándoles mas fortaleza de la que antes te-rcian, y en breve desapareció hasta el menor rastrodef huracan que poco antes la halda asolado.

No tardó Atuhuallpa en descubrir entre la ostenta-cion de religioso celo que haeian sus vencedores, unoculto apetito, mas poderoso en muchos de ellos queel iuteres de la religion ó de su ambicion. Era este lased de oro , de la cual determinó aprovecharse paraconseguir su libertad, cosa importante y que no de-bia dilatarse segun la crítica situacion en que se ha-llaban sus negocios. Su. hermano Huascar desde suderrota habia sido detenido como prisionero á las ór-denes del vencedor. Dalla base entonces en Audamar-ca, á poca distancia de Caxamalca, y Atahuallpa te-mia con fundamento, que Huesear cuando supiese suprision hallase fácilmente medios de corromper á susguardias, de escaparse y de ponerse á la cabeza delimperio, sin rival ya que se lo disputase.

Con la esperanza pues, de efectuar su propósitoapelando á la avaricia de sus vencedores, dijo un diaá Pizarra que si quería darle libertad, él se obligabaá cubrir de oro todo el piso del aposento en que esta-ban. Los que se hallaban presentes le oyeron con in-crédula sonrisa ; y el Inca viendo que no recibia res-puesta , añadió con cierto énfasis que no solamentecubriría el suelo sino que llenariael cuarto hasta queel tiro llegase á su altura; y empinándose sobre laspuntas de los pies hizo una señal con la mano en lapared todo lo mas alto que pudo. Asombráronse loscircunstantes y considerando sus promesas como efec-to de la loca jactancia de un hombre que por conse-guir su libertad no reparaba en el significado de suspalabras. Pero Pizarro quedó muy perplejo, al pasoque habla ido internándose en el pais, mucho de loque habia visto ytodo lo que habia oido confirmaba lasmaravillosas noticias recibidas acerca de las riquezasdel Perú. El mismo Atahuallpa le habia hecho la masmagnífica pintura de las riquezas de la capital, dondelos techos de los templos estaban chapeados de oro,las paredes colgadas de tapicería, y el pavimento he-cho de baldosas del mismo precioso metal. Aunqueestas relaciones fuesen ejageradas, algun fundamen-to debían tener, y de todos modos era bueno accederá la proposicion del Inca porque así se recogía todoel oro de que podia disponer y se evitaba que lo sa-queasen ó escondiesen los indios. Accedió por tanto ála oferta de Atalivallpa, y timarlo una línea encarna-da en la pared á la altura que el Inca habia indicado,hizo que un escribano tornase nota de los términos en

(6) Xerez, Conquista del Perú, ap. Barcia, tomo III, piegina 200.

«Todas estas cosas de tiendas y ropas de lana y algodon eranen tan eran cantidad, que á mi parecer fueran menester mu-chos navíos en que cupieran,» Relacion del primer descubri-miento, MS,

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aunque eran todos jóvenes y dispuestos (la mayor-parte de las fuerzas veteranas estaban en el Sur conlos generales del Inca), perdieron el ánimo desde elmomento en que supieron la cautividad de su señor.No teeian tampoco quien les guiase, porque no reco-nocian mas autoridad que la del hijo del Sol ; y pare-cían detenidos por una especie de invisible hechizocerca del sitio de su psision, mirando con supersti-cioso temor á los blancos que [labial, tenido bastanteaudacia para acometer tal empresa (1).

El número de los prisioneros indios era tan grande,que algunos de los conquistadores fueron de opinionque se les debia matará todos, ó por lo menos cor-tarles las manos, así para evitar que se entregasen áactos de violencia, como para infundir terror en losdermis de su inician (2). Esta proposicion provino sinduda de la soldadesca mas baja y feroz, pero el babar-se hecho muestra qué clase de elementos entraban enla composicion de las tropas de l'izarro. El gefe ladesheclró desde luego por no menos impolítica quecruel y envió á los indios á sus respectivos haga-res, asegurándoles que á ninguno se les baria dañomientras no hiciesen resistencia á. los blancos. Que-dáronse sin embargo los conquistadores con sufieien-te número de ellos para su servicio, y en este puntose proveyeron con tal abundancia, que el soldadomas inferior tenia tantos criados como hubiera podi-do tener el noble mas rico y gastador (3).

Los españoles encontraron inmensos rebaños dellamas custodiados por sus correspondientes pastoresen las inmediaciones de los baños y destinados parael consumo de la córte. A muchos de ellos se les dejóvagar por sus montañas, aunque Pizarro mandó re-servar considerable número para el uso de su ejército.No fueron pocos, en efecto, los que se reservaron si,como uno de los conquistadores dice, se mataban ca-da dia ciento y cincuenta cabezas (4). Lo cierto es,que los españoles los destruían con tan poca prevision, que á los pocos años los soberbios rebaños man-tenidos con tanto cuidado por el gobierno peruanobabian casi desaparecido de la tierra (5)."

La partida enviada á saquear la quinta del Incatrajo un rico henil' en plata y oro que consistía prin-cipalmente en vajilla, cuyas piezas admiraron mu-cho á los españoles por su tamaño y peso. Estas yunas grandes esmeraldas halladas en el mismo sitio,juntamente con las preciosas alhajas encontradas enlos cadáveres de los indios nobles que habien pereci-do en la mál.anza, fueron puestas en lugar seguropara ser despues repartidas. Eu Cltxatnalca encontra-ron tan bien las tropas almacenes llenos de génerostanto de algodon como de lana , 'muy superiores á losque hasta entonces hablan visto, así por la finura desu tejido como por. la destreza con que estaban casa-dos los colores. Estas piezas de tela estaban puestas

que se habia hecho y aceptado la proposicsento era de unos diez y siete pies de anchote y dos de largo y la línea que se tiró en las paredesmarcaba una altura de nueve pies (1). Este espaciohabia de llenarse de oro en inteligencia de que el me-tal no habia de ser fundido y trasformado en barras,sino que había de tener la forma original de los artí-culos manufacturados, para que el Inca tuviese elbenefic.o del hueco que pudieran ocupar. Se convinotambien en que se llenase dos veces de plata y en lamisma manera el cuarto inmediato que era de maspequeñas dimensiones; el Inca pidió dos meses de tér-mino para cumplir este contrato (2).

No bien se hizo este pacto, despachó el Inca correosá Cuzco y á otras principales ciudades del reino conórden de trasladar sin pérdida de tiempo á Caxamalcatodos los ornamentos y utensilios de oro de los realespalacios, de los templos y de los demos edificios pú-blicos. Entre tanto, continuó viviendo entre los es-pañoles, tratado con el respeto debido á su categoríay gozando de toda la libertad compatible con la segu-ridad de su persona. Aunque no se le permitia salirafuera, podia pasearse suelto en sus propias habitacio-nes bajo la celosa vigilancia de una guardia que sabiademasiado el valor del cautivo para demostrarse ne-gligente. Concediósele támbien la sociedad de susmujeres favoritas, y Pizarro tuvo cuidado de que nose violase el sagrado de sus interioridades domésti-cas. Sus vasallos tenían libre acceso hasta el soberanoy. todos los dias recibia visitas de indios nobles queiban á ofrecerle presentes y á manifestarle el senti-miento que les causaba su desgracia. Entalesocasio-nes aun los vasallos de mas poder y categoría no lle-gaban á su presencia sin haberse quitado primero lassandalias y llevando peso en las espaldas en señal derespeto y sumision. Los españoles miraban con cu-riosidad estos actos de homenaje ó mas bien de servilhumillacion por un lado y el aire de completa indife-rencia con que eran acogidos como cosa ordinaria ycomun por otro; y se formaban alta idea del carácterde un príncipe que aun en aquella apurada situacionpodia inspirar tales sentimientos de respeto á sus súb-ditos. Tantos acudian á verle y tal adhesion le mos-traban que al fin los vencedores comenzaron á abri-gar sospechas (3).

(1) He adoptado las dimensiones que cita el secretario Xerez. (Conq. del Perú, ap. Barcia, tomo III, pág. 202.) SegunReinando Pizarro el aposento era de nueve pies de alto, treintay cinco de largo y diez y siete ó diez y ocho de ancho. (Carta,MS.) Los cálculos mas moderados dan todavía bastantes di-mensiones al aposento.

Stevenson dice que vieron una gran pieza, parte del anti-guo palacio, y entonces residencia del cacique Astopilla, don-de el malhadado Inca estuvo prisionero; y añade que todavíaestaba visible la línea trazada en la pared. (Residencia en laAmérica del Sur, tomo II, pág. 103.) El Perú abunda en res-tos tan antiguos como la conquista; y no es estraño que se ha-ya conservado la memoria de un sitio tan notable como este,si bien no sea un recuerdo que los españoles estimen en mu-cho conservar.

(2) Es notabe la uniformidad con que cuentan los antiguoscronistas los hechos contenidos en este párrafo. (Conf. , PedroPizarro, Descub. y Conq. , MS.—Carta de peinando Pizarro,MS.—Xerez, Conq. del Perú, ap Barcia, ut supra.—Nahar-ro, Relacion sumaria , MS.—Zára e, Conq. del Perú, lib. II,cap. IV.—Gomara, Ilist. de las Indias, cap. LX1V. BerreraHist. general, dec. V, cap. I.)

Tanto Naharro como Berrera dicen terminantemente quePizarro prometió al Inca su libertad si cumplia las condicionesdel pacto. Esto no lo confirman los demas cronistas, si bienno dicen que el general español desechase tales condiciones.Y como segun todos los autores Pizarro escitó á su prisioneroá que cumpliese el contrato por su parte , debió de darle á en-tender implícita si rio esplicitamente que él le cumplirla porla suya. Es ademas improbable que el Inca se hubiese deshe-cho de sus tesoros si no hubiera contado con que el contratose habia de llevar 1 debido efecto.

(5) Relacion del primer descub. , MS.—Naharro , Relacion

LA CONQUISTA DEL PERÚ. i07-ion. El apó- Pizarro no despreció la oportunidad que se le ofrecía

por vein- de comunicar las verdades de la revelacion á su prisionero, y tanto él como su capellan el padre Valver-de trabajaron en esta buena obra. Oyoles Atahuallpacon serenidad y aparente atencion. Pero nada pare.ció conmoverle mas que el argumento con que el gefemilitar terminó su discurso, á saber, que no podioser verdadero el dios á quien Atahuallpa adoraba,pues habia consentido que cayese en manos de susenemigos. El infeliz monarca reconoció la fuerza deeste argumento diciendo que en efecto su deidad lehabía abandonado en el momento-en que mas necesi-taba de su amparo (I).

Sin embargo , su conducta para con su hermanoHuascar en aquel tiempo prueba claramente quecualquiera que fuese el respeto que tuviera á susmaestros, las doctrinas del cristianismo hicieron po-ca impresion en su ánimo. No bien tuvo Huascar no-ticia de la prision de su rival y del gran rescate quehabia ofrecido por su libertad, hizo, como Atahuallpahabía previsto, los mayores esfuerzos para recobrarla suya, y envió ó trató de enviar un mensaje al capi-tan español diciéndole, que él pagaría un rescate mu-cho mayor del que Atahuallpa le había prometido; elcual no, habiendo residido nunca en Cuzco ignoraba lasuma de tesoros que en aquella ciudad habia y dondeestaban depositados.

Tuvo aviso secreto de esto Ata huallpa por las per-sonas encargadas de. la custodia de su hermano : ysus celos escitados por la noticia se aumentaron mascon la declaracion de Pizarro de que intentaba traer áHuascar á Caxamalca donde examinaria por sí mismola controversia y determinaría cuál de los dos teniamas derecho al cetro de los Incas. Pizarro conociódesde luego las ventajas que la-competencia entre losdos hermanos le podria proporcionar poniendo elpeso de su espada en la balanza para que se inclinasedel modo que mas cuenta le tuviera. El partido quepor su nombramiento empúñase el cetro seria uninstrumento con el cual podría hacer su gusto muchomas eficazmente que en su propio nombre. Todossaben que esta fue la política seguida por Eduardo Ien los asuntos de Escocia , y por muchos otros mo-narcas antes y despues; y aunque tales ejemplos nodebían ser familiares á un soldado ignorante, Pizarrotenia una percepcion demasiado viva para necesitar,á lo menos en este punto, las lecciones de la historia.

Mucho asustó á Atahuallpa la determinacion delgefe español de resolver la contienda entre los dosrivales ; porque temía que, prescindiendo de las razo -nes que militasen por su hermano, la decision seriaprobablemente en favor de este, cuyo carácter suavey flexible harian de él un instrumento muy conve-niente en manos de los conquistadores. Así sin masvacilar determinó que con la muerte de Huascardesa-pareciese para siempre la causa de sus celos.

Sus órdenes fueron ejecutadas inmediatamente, yel desgraciado príncipe fue ahogado, segun se dice,en el rio de Andamarca, prediciendo al morir que losblancos vengarian su muerte y que su rival no le so-breviria mucho tiempo (5). Así pereció el desgracia-

sumaria, MS.—Zárate, Conquista del Pérú, libro II, capí-tulo VI.

(.4) «1 mas dijo Atabalipa, que estaba espantado de lo queel gobernador le habia dicho: que bien conocía que aquel quehablaba en su ídolo no es Dios verdadero, pues tan poco leaiudó.» Xerez Conquista del Perú, ap. Barcia, tomo III,pág. 203.

(5) Los historiadores no están de acuerdo ni en el sitio nien la manera en que se dió muerte á Iluascar. Todos con-vienen, sin embargo, en que murió de muerte violenta por ór-den ele su hermano. Conf. , Herrera , Ilist. general , dec. V,lib. III, cap. II.—Xerez, Conq. del Perú, ap. Barcia, t. III,pág. 201.—Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.—Naharro,Relacion sumada ,MS.—Zárate, Conq. del Perú, lib. II, ca-pítulo VL—Instruc. del Inca Titucusei, MS.

110 BIBLIOTECA DE GASPAR Y ROIG.

tivos devotos, «sagaz concierto, dice un antiguo es-critor , con el cual el grande enemigo del génerohumano se aseguraba doble cosecha de almas (1).»

Pero el templo de Pachacamac continuaba mante-niendo su ascendiente ,y los oráculos que se dabandesde su oscura y misteriosa gruta no tenian menosreputacion entre los naturales de Tavantinsuya (6sean las cuatro partes del mundo, segun se llamaba alPerú por los Incas) que los oráculos de Delfos entrelos antiguos griegos. Hacíanse peregrinaciones áaquel sagrado sitio desde las regiones mas distantes,y la ciudad de Pachacamac era para los peruanos loque la Meca para los mahometanos 6 Cholula para elpueblo de Analivac. El santuario de la deidad enri-quecido con los tributos de los peregrinos, llegó áser uno de los mas opulentos de la tierra, y Atahuall-pa, deseoso de reunir su rescate lo mas pronto po-sible, aconsejó á Pizarro que enviase un destacamen-to en aquella direccion para apoderarse de los tesorosantes de que pudiesen ocultarlos los sacerdotes deltemplo.

Ofrecia este viaje muchas dificultades. El caminocorría en sus dos terceras partes á lo largo de las cor-dilleras y de trecho en trecho le iuterrumpian lascrestas de las montañas que presentaban obstáculosno pequeños de vencer. Afortunadamente en la otraparte tenian los viajeros el beneficio del gran caminode Cuzco, y «nada en la cristiandad, esclama Hernan-do Pizarro, iguala á la magnificencia de este caminoque atraviesa la sierra (2).» En algunos puntos loslomos de roca eran tan pendientes que se habian fa-bricado escalones en ellos para los viajeros; y aunqueel camino estaba protegido a los lados por fuertes ba-laustradas ó parapetos de piedra, costaba gran difi-cultad á los caballos subir por él. Cortábanle tambienmuchas corrientes sobre las cuales se habian cons-truido puentes de madera y algunos de piedra; aun-que á veces las aguas que se desprendían de las mon-tañas formaban tan furiosos torrentes que el' únicomedio de pasarlos eran los flexibles puentes de mim-bre, en cuyo método estaban muy poco esperimenta-dos los españoles. Estos puentes estaban aseguradosen cada orilla á fuertes pilares de piedra ; pero comohabian sido construidos para sostener un peso nomayor que el de un hombre y un llama, y como en laapariencia eran escesivamente frágiles, los españolestemian aventurarse á pasar por ellos con sus caballos.La esperiencia, sin embargo, les mostró en breve queeran capaces de sostener mucho mayor peso ; y si biencausaban vértigos el ruido del torrente y la vista delabismo en que aquel se precipita , abismo que era áveces de cien pies ó mas de profundidad, toda la caba-llería pasó sin el menor accidente. En estos puentesteman los indios varias personas cuyo oficio era re-caudar los derechos que el gobierno exigía de todoslos pasajeros (3).

Admiráronse los españoles de ver el número y la

(1) «El demonio Pachacama, alegre con este concierto,afirman que mostraua en sus respuestas gran contento : puescon lo uno y lo otro era él seruido , y quedavan las ánimas delos simples malauenturados presas en su poder.» Cieza deLeon, Crónica, cap. LXXII.

(2) «El camino de las sierras es cosa de ver, por que enverdad en tierra tan fragosa , en la cristiandad no se han vistotan hermosos caminos, toda la mayor parte de calzada.» Car-ta, MS.

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de, que pasamos dos veces, hallamos puentes de red: que escosa maravillosa de ver : pasamos por ellas los caballos. Tie-nen en cada pasage dos puentes, la una por donde pasa la gen-te comun, la otra por donde pasa el señor de la tierra 6 suscapitanes : esta tienen siempre cerrada, é indios que la guar-dan, esos indios cobran portazgos de los que pasan.» Cartade Hernando Pizarro, MS.—Relacion del primer descubri-miento, MS.

magnitud de los rebaños de llamas que pacian la me-nuda yerba que crece en las elevadas regiones de losAndes ; algunos estaban recogidos en cercados; perogeneralmente pacian en libertad bajo la custodia desus pastores indios; y los conquistadores supieronentonces que aquellos animales eran guardados contanto cuidado corno los merinos de su pais y sus emi-graciones arregladas con tanto esmero como las deaquellos (4).

Las pendientes de las montañas estaban cubiertasde chozas y poblaciones, algunas de grande est.ension;y el pais presentaba por todas partes señales de uncultivo muy adelantado. Veíanse campos de trigo in-dio en todos sus diferentes grados de desarrollo, des-de la tierna y verde paja hasta la amarilla y maduraespiga. Al paso que los españoles descendian á losprofundos valles que dividen las crestas de las cordi-lleras, se veian rodeados de la vegetacion de un climamas cálido, vegetacion que deleitaba los sentidos conel alegre espectáculo de mil brillantes colores y ladeliciosa percepcion de mil esquisitos perfumes. Portodas partes la feracidad natural del suelo estaba es-timulada por un sistema cuidadoso de riego, en queestaban aprovechadas todas las aguas que descendiande los Andes, y el terreno de las montañas estabaadornado de jardines y huertos que ostentaban fru-tos de todas latitudes. Los españoles no se cansabande admirar la industria con que los indígenas habianaprovechado la bondad natural del suelo ó suplido ála falta de la naturaleza donde esta no había sido tanpródiga de sus beneficios.

Ya fuese por órden del Inaa ó ya por el temor queen todo el pais habian infundido las hazañas de losconquistadores, lo cierto es que fueron estos recibi-dos con benévola hospitalidad en todos los puntospor donde pasaron, dándoseles alojamientos y distri-buyéndoseles de cuando en cuando abundantes pro-visiones sacadas de bien surtidos almacenes ;y enalgunas ciudades salian los habitantes á. recibirlescantando y bailando y cuando se volvían a poner enmarcha les daban un número suficiente de indios decarga para que les Ilevasen sus equipages (u).

Al fin despues de algunas semanas de viaje, penosoá pesar de todos estos alivios, llegó Hernando Pizarrodelante de la ciudad de Pachacamac. Era esta muypopulosa y de edificios sólidamente construidos mu-chos de ellos. El templo de la deidad tutelar era unvasto edificio de piedra, ó mas bien un conjunto deedificios que agrupados alrededor de una colina có-nica, mas parecían una fortaleza que un templo. Pe-ro, aunque las paredes eran de piedra, el techo secomponía"de delgada paja, cosa muy comun en paisesdonde nunca ó pocas veces llueve , y donde por con-siguiente solo es necesario resguardarse de los rayosdel sol.

Al presentarse Hernando Pizarro á la entrada maspequena del templo le impidieron el paso los guardiasde la puerta; pero esclamando que «no habia venidode tan lejos para que le detuviese el brazo de un sa-cerdote indio» forzó el paso y seguido de su gente,

(4) Una chistosa errata de imprenta hay en el pasage re-ferente á esta espedicion en la escelente traduccion de Xerez,hecha por Mr. Ternauv-Compans. «On trouue sur tolde laroute beaucoup de rones , de lamas.» (Relacion de la Con-quéte du Péroe, pág. 157.) La sustitucion de la palabra porcspor pares podria inducir al lector á suponer erradamente queBabia cerdos en el Perú, antes de la conquista.

(5) Carta de Hernando Pizarro, MS. —Estete , ap. Barcia,tomo III, págs. 206 y 207. Relacion del primer descubrimien-to, MS.

Tanto el autor últimamente citado como Estete, veedor óinspector real, acompañaron á Hernando Pizarro en esta espe-dicion, y fueron por consiguiente testigos oculares de lo querefieren. El secretario Xerez reunió la narracion de Estete ála suya.

LA CONQUISTA DEL PERÚ, 111

Pero el gefe español no estaba tan absorto en sustareas espira tuales que dejase de cuidar de los ner;n-cios temporales que le habinn llevado á aquel sit n.Vió con gran sentimiento que habia llegarlo' demasia-do tarde y que los sacerdotes dePachacamac, infor-mados del objeto de su mision, habito) puesto á buenrecaudo la mayor parte del oro, y marehádose con élantes de su llegada. Despues se descubrió una granca rrtidad del tesoro enterrada en las inmediaciones (ti).Sin embargo, lo pee se encontró fue bastante, puesno bajó de ocho mil castellanos, suma que en nlrotiempo les hubiera parecido bastante compensa,:ionde las grandes fatigas de su viaje ; pero ya ellos sehabían familiarizado con el oro y su inraginacion exal-tada con las avetduras novelescas que les iban suce-diendo, se formaba visiones que todo el oro del Perúapena; hubiera podido realizar.

Un premio obtuvo no obstante Hernando-en su es-pedieion, que vino á consolarle de la. pérdid La le sutesoro. Mientras estaba en Pacharamac supo que elcacique indio Chalcuchima se hallaba con grandesfuerzas en las inmediaciones de Xauxa, ciuilad de al-guna con ideraeion situada á gran distancia entrelas montañas. Este cacique , pariente fume-halo deAlalmal l pa, era el mas esperto ele sus generales y jun-tamente con Qmizquíz que entonces se hallaba enCuzco, habla alcanzado en el Sur las victorias quehabinn elevado rl Inca sobre el trono. Por su cuna,sus talentos y su grande esperiencia no tenia superioren el reino; y Pizarra ~ocia cuán importante eraasegurar su persona. Viendo que el nrihle indio rehu-saba verse con él á su vuelta, determinó marchar des-de luego .í Xauxa y apoderarse del gefe-en sus mismosreales. Este proyecto , considerando la enorme desi-gualdadi numérica de ambos ejércitos, parecia d eses-per • do aun piara los españoles; pero los triunfos leshabían inspirado tal confianza, que apenas creian quepudiese salirles mil ninguna empresa.

El camino á traes de las montañas presentaba ma-yores dificultades que el primero por rinde habinnllegado, y á estos seañadian, reepectoá la caballería,que se ha Han gastarlo las herraduras de los caballosy los cascos die los animales padecian mucho en aquelterreno pedregoso y áspero. No había hierro á mono,solo rabia plata y oro, y en semejante situac•ion seapnivecharon de éstos metales ,'haciendo Pizarroherrar á toda la caballería con herraduras de plataque, hechas por los fundidores indios, llenaron tanbien su objeto que este precioso metal sustituyó alhierro durante el resto de la marcha (6).

Xauxa era una ciudad grande y populosa, si bienapenas es creíble la asercion de los conquistadoresque dicen que se reunien habitualmente en la plazaprincipal cien mil personas (7). El gefe peruano es-taba acampado á pocas orillas de la ciudad con unejército que , segun los cálculos comunes, ascendía átreinta y. cinco mil hombres. Gran dificultad costó

subió la galería circular que conducia á una platafor-ma en la cima del monte, en uno de cuyos estrernoshabla una especie de capilla. Este era el santuario dela venerada deidad. La puerta estaba guarnecida con

• adornos de cristal y con turquesas y pedacitos de co-ral (1). Allí trataron de nuevo los indios de disuadirá Hernando Pizarro de sd prop6sito de violar el sa-grado recinto, cuando en aquel momento la convul-sion de un terremoto que hizo temblar hasta los ci-mientos del antiguo templo aterior i zó tanto á. losindígenas, así á los que acompañaban á Pizarra comoá los demas habitantes de la ciudad, que todos hu-yeron espantados, no dudando que su adorada deidadsepultaria á los invasores bajo las ruinas del edificioó les consumiria con sus ra y os. Pero semejante terrorno tuvo entrada en los pechos de !os conquistadores,convencidas como estaban de que en aquel caso porlo menos servían verdaderamente la causa de la fé.

Pizarro y su gente echaron abajo la puerta y en-traron ; pero en vez de h=llar un salon lleno dw oro yde piedras preciosas, dones de los devotos da.. Pilcha-cornac, segun ellos se imaginaban , se encontraronen un cuarto ó mas bien en una cueva pequeña y os-cura, cuyo piso y paredes exhalaban los mas repug-nantes olores corno los que salen de un matadero.Era el sitio . de los sacrificios. Descubrieron, sin em•bargo, unas cuantas piezas de oro y algunas esmeraldasen el suelo ; y luego que sus ojos se acesturnbruronun poco á la oscuridad distinguieron en el rincon masapartado del aposento la figura del ídolo. Era este unrnónstruo construido de madera, de forma rara y concabeza semejante á la del hombre. Tal era el dios porcuyos labios Satanás habla dictado los famosos orá-culos que desde tan antiguo tenian engañados á susylevotos -(2).

Los españoles indignados arrancaron el ídolo de sunicho y le sacaren al aire libre donde le hicieron milpedazos. Despues se purificó aquel lugar y se puso enél una cruz hecha de piedra y yeso. A los pocos anoslas paredes del templo fueron derribadas por los es-pañoles que hallaron conveniente aquel sitio para fa-bricar en él sus edificios; pero la cruz todavía perma-neció estendiendo sus anchos brazos sobre las ruinas;permanecía . donde fue plantada ,.en el centro mismodel alcázar de la idolatría, y mientras lodo alrededorse habla convertido en ruinas ella proclamaba lostriunfos permanentes de la fé.

Los sencillos indios viendo que el cielo no teniarayos para los conquistadores T que su dios no !labiapodido evitar la profanacion de sir santuario, fueronvolviendo poco á poco y rindieron homenaje 4. loses-tranjeros á quienes ya miraban con supersticioso te-mor. Pizarra quiso aprovecharse de esto para apar-tarles si ere posible de su idolatría ; y aunque no erapredicador, segun él mismo nos dice, les dirigió undiscurso sin duda tan edificante como era de esperarde la boca de un soldado (3) ; y en conclusion les en-señó la cruz como un talisman inestimable para li-brarlos en adelante de las maquinaciones del demo-nio (4).

(I) «Esta puerta era muy tejida de diversas cosas de cora-les y turquesas y cristales y otras cosas.»—Relacion del pri-mer descub., MS.

(2) «Aquel era Pachacama, el cual les sanaba de sus en-fermedades, y á lo que allí se entendió, el demonio apareciaen aquella cueva á los sacerdotes y hablaba con ellos, y estosentr aban con las peticiones y ofrendas de los que venían enromería ; que es cierto que de todo el señorío de Ataba'ipaiban allí, como los moros y turcos van á la casa de Meca.»Relacion del primer descub., MS.—Estete, ap. Barcia t. III,p á g . 209.

(3) «E á falta de predicador les hice mi sermon, dicien-do el engaño en que vivian.»—Carta de Iíernando Pizar-ro, MS.

(.1) Id., MS.—Relaciondel primer descub., MS,—Estete,ap, Barcia, tomo 11I, pág. 209,

(5) «Y anclando los tiempos el capitan Rodrigo Orgoñez yFrancisco de Godoy y otros sacaron gran suma de oro y platade los enterraunientos. Y aun se presume y tiene por ciertoque ay mucho mas; pero cuino no se sabe dónde está enter-rado, se pierde.» Cieza de Leon. Crónica, cap. LXXII.

(6) «Hicieron hacer Irerrage de herradu ras é clavos parasus caballos de plata , los cuales hiciéronlos cien indios fundi-dores muy buenos é cuantos quisieron de ellos, con el cualherrage andubieron dos meses.» (Oviedo, Aist. de las Indias,MS. ;parte I1I, lib. VII, cap. Xvl.) El autor de la relariondel primer desruh. , MS., dice que herraron los caballos conplata y cobre, y otro de los conquistadores asegura que usa-ron oro y plata. (Relatione d'un capitano spagnuolo. ap. Ra-muslo, Navigationi et Viaggi, venetia 1655, tomo III, f(5-leo 3761.) Pero todos convienen en lo de la plata.

(7) «Era mucha la gente de aquel pueblo y de sus comar-cas, que al parecer de los españoles se juntaban cada dia en laplaza principal cien mil personas.» Estete, ap. Barcia, t, III,pág, 230,

112 RIRLIOTECA DE

hacerle consentir en una entrevista con Pizarro; estele habló cortesmentey le instó para que volviese conél al campo castellano en Caxanialca , diciéndole quetal era la órden del Inca. Desde la captura de su sobe-rano había permanecido Chalcuchima incierto delplanque habia de seguir. La captura del Inca he-cha de una manera tan repentina y misteriosa poruna raza de seres que parecían caídos de las nubes yen el momento mismo de sus triunfos, le tenla com-pletamente asombrado, yni habia concebido proyec-to alguno para rescatará Ataluallpa, ni sabia á puntofijo si el que concibiese seria ó no aceptable al sobe-rano. Determinó pues cumplir la órden que de suparte le daba Pizarw, porque de Iodos modos desea-ba tener una entrevista con. Atahuallpa,y Pizarroconsiguió su fin sin necesidad de apelar á medios vio-lentos para ello. El gefe bárbaro cuando llegó á pre-sencia del blanco pareció asombrado de su superiorgenio del mismo modo que el animal salvaje tiemblaante la mirada lija del cazador.

Llegó Chalcuchima escoltado de numerosa huesteconducido en sus andas en hombros de sus vasallos;y acompañando á los españoles á su vuelta por elpais, recibió en todas partes de los habitantes home-najes que solo tributaban al favorito de un monarca,Sin embargo , toda su pompa se desvaneció al entrará presencia del Inca fi quien se acercó con los piesdesnudos y llevando en las espaldas una ligera cargaque tomó de un criado suyo. Al aproximarse levantóel anciano guerrero las manos al cielo y exclamó:<«Sí yo hubiera estado aquí no habria sucedido esto;»despues arrodillándose, besó las manos y los pies ásu soberano y los bañó con sus lágrimas. Atahuallpapor su parte no manifestó la menor emocion ni dióotra señal del contento que debía causarle la presen-cia de su consejero favorito, mas que el darle labienvenida. La frialdad del monarca contrastaba sin•gularmeute con la leal sensibilidad del vasallo (1).

La categoría del Inca le colocaba á una distanciaenorme hasta del mas elevado y orgulloso de sus va-sallos; y los españoles tuvieron repetidas ocasionesde admirar el ascendiente que aun en su desgraciatenia sobre su pueblo y la veneracion con que sussúbditos se le acercaban. Pedro Pizarro refiere unaentrevista que presenció entre Atahuallpa y uno desus grandes, el cual habia obtenido licencia para vi-sitar un punto distante del pais con la condicion deque volviese para cierto dia determinado. Delúvoseun poco de tiempo mas, y al entrar á presencia deAtahuallpa con un corto don propiciatorio, sus rodi-llas temblaban, tanto que, segun dice el cronista, pa-recia que iba á caer en tierra. Sin embargo, su sobe-rano le recibió con bondad y le despidió sin dirijirlela menor palabra de reprension (2).

Atahuallpa en su prision continuaba tratado porlos españoles con el mismo respeto que al principio.Ensen<íronle el juego de los dados y el mas dificulto-so aun del agedrez, en el cual el monarca cautivollegó á adiestrarse y gustaba de entretener con_ él eltedio de la prision. Respecto á sus.vasallos, manteniaen todo lo posible su gravedad y-ceremonia. Era ser-vido por sus esposas y por las mujeres de su harem,las cuales, segun costumbre, le servian á la mesa ydesempeñaban los demas oficios domésticos cerca desu persona. Ea la antecámara tenia Una guardia deindios nobles, que nunca entraban á su presenciasin ser llamados, y cuando lo eran se sometian á lasmas humillantes ceremonias que se imponiau hastaal mas poderoso. El servicio de su mesa era de oro y

(1) Pedro Pizarro, Descub. , y Conq. MS..«Cosa semejante, esalama Estete, no se habia visto desdeel descubrimiento de las Indias.» Estete, ap. Barcia, tom. III,

pág. 251.(9) Pedro Pizarro, Descub, y Gong. MS.

GASPAR Y ROIG.

plata, y su traje, del que cambiaba á menudo, secomponía de lana de Vicuña tan fina que parecia seda.Algunas veces se ponia tambien una túnica de pielesde murciélagos tan blanda y lustrosa como terciope-lo. Ceñia su cabeza el Llautu, especie de turbante óchal de lana de tejido muy delicado y doblado en plie-gues de varios colores britlán tes , continuaba lambíanllevando rodeada á las sienes la borla imperial cuyoshilos encarnados entremezclados de hilos de oro des--ceo (lían hasta taparle en parte los ojos. La imagen dela soberanía tenia todavía atractivo para él aun cuan-do en realidad habia desaparecido. Ninguno poniausar vestido ni utensilio que hubiese pertenecido fi unsoberano riel Perú. Cuando este los desechaba erandepositados cuidadosamente en una caja destinada alefecto , y despues quemados con ella. Hubiera sidoun sacrilegio aplicará usos vulgares lo que el contac-to del Inca habia hecho sagrado (3).

Poco despues de la llegada de las tropas enviadas áPachacamac á fines de mayo, volvieron los tres emi-sarios de Cuzco. Su mision había tenido muy buenresultado. Merced á las órdenes del Inca y al respe-tuoso temor que los blancos inspiraban en el pais,habían sido bien recibidos en todas partes. Los natu-rales les habían llevado en las hamacas ó andas delpaís; y como habian ido hasta la capital por la grancalzada imperial en que estaban apostados de distan-cia en distancia indios de carga, hicieron el viaje demas de seiscientas millas, no solo sin molestia, sinocon lujosa comodidad. Atravesaron muchas ciudadespopulosas, y en todas encontraron á los sencillos in-dios dispuestos á venerarles como á seres de superiornaturaleza. En el Cuzco fueron recibidos con regoci-jos públicos, se les alojó suntuosamente y los obse-quiosos habitantes se . esmeraron en satisfacer todassus necesidades y prevenir todos sus deseos.

Las noticias que trajeron de la capital confirmaroncuanto Pizarro habia oido acerca de la riqueza y po-blacion de aquella ciudad. Aunque habían permane-cido mas de una semana en ella , no la habían vistotoda. Vieron sin embargo el gran templo del Sol queestaba absolutamente cubierto de planchas de oro. Pe-netraron en lo interior y vieron los cadáveres embal-samados de los reyes sentados cada uno en su sillachapeada de oro y cubiertos de vestiduras llenas deadornos. Los españoles tuvieron el buen gusto de res-petarlos segun les habia aconsejado el Inca , pero exi-gieron que las planchas, de oro que guarnecían lasparedes se quitasen todas. Los peruanos obedecieroncon repugnancia la órden de su soberano para despo-jar de sus riquezas el templo nacional que todos loshabitantes de la ciudad miraban con particular orgu-llo y veneracion. Con menos repugnancia consintie-ron en entregar los conquistadores los adornos dealgunos otros edificios ,. en los cuales el oro , teniendomucha parte de liga, era de menos valor (4).• El número de planchas que quitaron del templó delSol no bajó de setecientas, y aunque probablementeno eran de gran espesor, los• autores las comparanen tamaño fi la tapa de una arca de diez ó doce pulga-das de liuda (5). Rodeaba el edificio una.;ornisa deoro puro , pero tan fuertemente encajada en .la piedra,que por fortuna resistió á todos los esfuerzos de los

(3) Esta relacion de las costumbres personales de Ata-huallpa está tomada de Pedro Pizarro que le vio con frecuen-cia eh su prision , y por ser tan curiosa narracion muy pococonocida, he estractado el original en el Apéndice nú-mero 9.

(4) Rel. d'un capitano spagn. , ap. Ramusio, tomo III, fó-leo 375.—Pedro Pizarro, Descub. y Conq , MS.—Herrera,Hist. general, dec, V, lib, II, cap. XII—XIII.

(5) «Y de las chapas de oro -que esta casa tema quitaronsetecientas planchas... á manera de tablas de cajas de tres ycuatro palmos de largo,» Xerez, Comí. del Perú r ap, Barcia,tomo III, pág. 232,

LA CONQUISTA DEL PER*. .11á

ñeros; manifestaron grande admiraclon v asombrocuando llegó á su conocimiento una mudanza tanrápida en la suerte de Pizarro que parecía poco me-nos que verificada por arte mágica. A! mismo tiempole avisaron algunos de los colonos, que no se liase dePizarro ni se pusiera en sus manos, pues sabian queno le tenia buena voluntad..

Poco despues de la llegada de Almagro á San Mi-guel , se recibió noticia de ella en Caxamalca ,y unanota reservada de su secretario Perez , informando áPizarro que su Ocio no había venido con propósito deauxiliarle en la empresa , sino con intencion de esta.blecer un gobierno independiente. Parece que amboscapitanes estaban rodeados de hombres de espíritumezquino y turbulento que procuraban desavenirloscreyendo sin duda encontrar su propio provecho enla enemistad recíproca de sus gefes. Sin embargopor entonces se frustraron sus maliciosas maquina-ciones.

Gran•sati»faccion causó á Pizarro la llegada de tanconsiderable refuerzo, que le proporcionaba medios -de aumentar su fortuna y seguir adelante en la con-quista del pais. Hizo poco caso de la comunicaciondel secretario Perez; pues cualquiera que fuese elprimitivo designio de Almagro , sabia que la ricavena que había abierto en el pais le aseguraria sucooperacion para csplotarla. Tuvo por tanto la mag-nanimidad , porque magnanimidad hay en desatenderlas sugestiones de una rivalidad mezquina por seguirlos consejos de una sana política , de - enviar un men-saje á su antiguo compañero invitándole con muchasprotestas de amistad á que fuese á Caxamalca. Alma-gro , que era de carácter franco é indolente , recibióla comunicacion con las mismas muestras de cordia-lidad con que estaba hecha. Y sin detenerse mas queel tiempo necesario para los precisos preparativos,dirigió su marcha á lo interior. Pero antes de salir deSan Miguel habiendo sabido la doble conducta de susecretario, recompensó su traicion ahorcándole enel mismo sitio (3 ).

Almagro llegó ;i Caxamalca á mediados de febrerode 1533. Los soldados de Pizarro salieron á recibir ásus compañeros ,y los dos capitanes se abrazaron conmuchas muestras de cordial satisfaccion ; diérorseal olvido todas las pasadas desavenencias, y tanto unocomo otro se manifestaron dispuestos á auxiliarsemútuamente en la brillante c<Trrera que la conquistade aquel imperio les ofrecía.

Una persona ha tbiaen Caxamalca en quien la llega-da de los españoles produjo muy diferente imp`esion;es ta persona era Atahnnllpa , el cual no solamentevió en los recien llegados ora nube de langostas queiba á devorar su desgraciado país, sino que conocióque multiplicándose de tal modo el número de susenemigos, se disminuian las probabilidades ele reco-brar su libertad d de conservarla si llegaba á poderlarecobrar. Una pequeña circunstancia, insignificanteen sí misma , pero á. la cual !a superst.icien ciaba unaspecto formidable , vino en aquel tiempo á hacer mastriste su situacion.

Algunos soldados vieron en el cielo una especie demeteoro ó cometa, y se lo enseñaron á Atalinallpa.El monarca le estuvo mirando fijamente por espaciode algunos rninnlos, y des pues con aíre de descon-suelo esclamó, que se había visto en los aires unaseñalseinejanta poco tiempo antes de la muerte de supadre Huavna Capee (4). Desde aquel dia se apoderóde él una profunda tristeza presintiendo y temiendo

despojadores, Quejábanse estos de la falta de diligen-cia que mostraban los indios en la obra de destruc-cion, y decia.n que había otros puntos en la ciudad queconten g an edificios abundantes en oro y plata y queno se los habían dejado ver. En realidad su mision,que en si misma era de las mas desagradables, se hizoodiosa por la manera con que la ejecutaron. Los emi-sarios eran hombres de baja esfera; y envanecidos conlos honores que les tributaban los indígenas, creíanmerecerlos despreciaban á los pobres indios comoá una raza i ncomparablemente inferior á la europea;y no solo mostraron la mas repugnante avaricia, sinoque trataron á los mas elevados señores con groserainsolencia, en la cual se escedieron tanto, segun sedice, que violaron el secreto de los conventos ultra-jando los sentimientos religiosos de los peruanos consus escandalosos amores con las vírgenes del sol.Tanto exasperó esta conducta á los habitantes delCuzco, que les hubieran maltratado á no impedírselosu habitual reverencia al Inca, en cuyo nombre ve-nian los españoles. Así recogieron todo el oro que fuenecesario para satisfacer la codicia de sus indignosvisitantes y librarse de ellos lo mas pronto posible (1).Grande error fue en Pizarro enviar á tales hombres :aun entre su gente babia otras personas que como sevid despues, tenian alguna idea del respeto que sedebian á sí propias, ya que no respetasen á los in-dios.

Los mensajeros se llevaron consigo ademas de laplata, doscientas cargas de oro (2) , importante au-mento á lo que ya liabia presentado Atahuallpa ; y sibien el tesoro todavía distaba mucho de Ileg> r á lacantidad señalada, el monarca vió con satisfaccionque se acercaba el tiempo de completar su rescate.

Poco antes de estos sucesos ocurrió uno que cam-bió la situacion de los españoles, y tuvo desfavorableinfluencia en la suerte del Inca. Fue este la llegada deAlmagro á Caxamalca con gran refuerzo de tropas.Almagro despues de grandes esfuerzos habla logradoarmar tres bajeles y reunir ciento cincuenta hombres,con los cuales se había embarcado desde Panamá. á.últimos del año anterior. En su viaje se le 'labia reu-nido una pequeña fuerza procedente de Nicaragua,de modo que su ejército se componía de ciento cin-cuenta infantes y cincuenta caballos , bien provistosde municiones ale guerra. Dirigía sus bajeles el anti-guo piloto Ruiz , pero despues de haber llegado á labahía de San Mateo navegó lentamente á lo largo dela costa detenido por los vientos y corrientes y espe-rimentan do todos los desagradables incidentes quetrae consigo una larga navegacion. No'habia podidosaber noticia alguna de Piz •.rro,y - tan desanimadosestaban sus soldados, muchos de los cuales eran in-espertos aventureros , que cuando llegaron á PuertoViajo propusieron abandonar la espedicion y volversedesde luego á Panamá. Por fortuna, un individuo delpequeño escuadro» que Almagro había enviado áTunibez, trajo noticias de Pizarro y de la colonia que

•habia fundado en San Miguel ; y animado con estasnuevas el caballero español, prosiguió su viaje v lo-gró por último , á fines de diciembre de 1532 , llegarsano y salvo con toda su gente al establecimiento es-pañol.

Ahí supo la marcha de Pizarro por las montañas,la captura del loca, y poco despues el enorme rescateofrecido por su libertad, y tanto él como sus compa-

(1) Herrera, Hist. general, ubi supra.(2) Así se espresa el secretario : «Y vinieron doscientas

cargas de oro y veinte y cinco de plata.» (Xerez, Conq. delPerú, ap. Barcia, ubi supra.) Estas cargas llevaban cuatroindios. «Cargas de paligueres que las traen quatro indios.»La signiticacion de pan(/' /te pes que no es palabra española,es dudosa. 'fernaux-Compaes supone bastante ingeniosamen-te que debía signilicar algo semejante á palaugeire, con lacual tiene mucha semejanza.

(5) Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.—Xerez, Con-quista del Perú, ap. Barcia, tomo Iii, piles. 204 y 205.—Re-lacion sumaria, MS.—Conq. y Pob. del Perú, MS.—Relacinn

del primer desrnb., MS.—Herrera, Hist. general, dee. V,lib. iII, cap. 1.

(4) Red. d'un capítano spagn. ap. Ramusio, t. III, fol. 377.—Cieza de Leon, Crónica, cap. LXV.

1I4 BIBLIOTECA DE GASPAR y RoiG.

i0 Antes de destruir estas muestras del arte indio sealguna próxima desgracia. Así es como en las ocasnes de peligro se aumentan considerablemente la per-cepcion del alma y de los sentidos, y la menor dife-rencia en el curso regular de la naturaleza, diferenciaque en tiempos ordinarios apenas hubiera sido nota-da, á los ojos de las personas supersticiosas aparececomo nuncio fatal de alguna desgracia, cual si el fe-nómeno estuviese directa ó indirectamente relaciona-do con el destino particular del individuo.

CAPITULO VII.

Inmenso valor de las riquezas.--Su division entre lastropas.—Rumores de alzamiento.—Causa del Inca.—Su ejecucion.—Reflexiones.

4533.

LA llegada de Alrnagro hizo variar considerable-mente los cálculos de Pizarro , pues le ponia en si-tuacion de volverá emprendor las operaciones activasy llevar adelante su conquista. El único obstáculopara sus proyectos era el rescate del Inca cuya llega-da habian esperado los españoles con paciencia hastaque con la vuelta de los emisarios del Cuzco se au-mentó grandemente el tesoro, si bien no había llega-do aun al límite estipulado. Pero ya su avaricia aca-bó con su paciencia y les hizo reclamar altamente lainmediata reparticion del oro. Esperar mas hubierasido esponerse á un ataque de los enemigos á quienesno dejaria de atraer tau buen cebo. Mientras no secontase el tesoro nadie sobria su valor ni la-parte deél que le tocase. Era mejor distribuirlo y que cadauno poseyese y defendiese lo suyo. Ademas algunos sehallaban dispuestos á volver á su tierra y a llevarsesu parte de botin á punto donde pudieran tenerlo se-guro; si bien estos eran pocos, pues la mayor partesolo deseaban salir de Casamalca y marchar directa-mente al Cuzco , creyendo que en la capital encontra-rían mas oro del que podrían adquirir prolongandosu permanencia en aquel sitio ; y juzgando que nohabla tiempo que perder para evitar que los habitan-tes ocultasen sus tesoros segun ya se sabia que inten-taban hacerlo.

Esta última consideracion fue la que mas especial-mente movió á Pizarro , conociendo que sin poseer lacapital no podria enseñorearse del imperio. Así sinmas dilacion determinó hacer la distrihucion del te-soro. e

Sin embargo antes era necesario reducirlo á barrasde igual tamaño ; peso y calidad, porque el botín secomponia de infinita variedad de artículos en los cua-les el oro tenia diversos grados de pureza. Estos ar-tículos eran copas, jarros, bandejas, vasos de todasformas y tamaños, ornamentos y utensilios de. lostemplos y reales palacios, tablas y planchas para eladorno de los edificios públicos, y curiosas imitacio-nes de diferentes plantas y animales. Entre las plantasla mas preciosa imitacíon era la que figuraba el maizcon su dorado grano cubierto de anchas hojas deplata, de las cuales colgaba una rica borla de hilosdel mismo metal precioso. Tambien era muy de ad-mirar - una fuente con su brillante chorro de Oro y pá-jaros y animales de la misma materia jugando en lasa guas de su taza. La delicadeza del trabajo de algunosobjetos y la belleza y naturalidad del dibujo cautiva-ron la admirador] , de jueces mejores que los ignoran-tes conquistadors del Perú (1 ).

(1) Relatione de Pedro Sancho, ap. Ramusio, Viaggi, to-rno 111, fol. 599.—Xerez, Conquista del Perú, ap. Barcia,torno IIIpáb. 235.—Zárate, Conquista del Perú, lib, II, ca-pitulo VII.

Oviedo vió en Santo Domingo los objetos que IIernando Pi-carro llevaba á Castilla , y se estiende largamente en la pintu-ra de varios vasos de oro tino muy bien trabajados y ricamen-te adornados, cuya cabida era de doce pulgadas de altura portreinta de c i rcunferencia. Hist. de las Indias, MS. , parte III,lib. VIII, cap, XVI.

deterrni.nó enviar algunas, que luego habían de de-ducirse del quinto real, al emperador para que sir-viesen como ejemplo del ingenio y habilidad de los in.dios y del mucho valor de la conquista. Eligiéronselas mejores, que valdrian unos cien mil ducados, yHernando Pizarra fue nombrado para llevarlas á Es-paña, el cual llevaba tambieu encargo de presentarseá Cárlos, y al mismo tiempo que le entregase los te-soros le diese cuenta de los sucesos de los conquista-dores y pidiera que se les diesen mas facultades y seles elevase á superior categoría. No habla en el ejér-cito quien pudiese de, empeñar mejor esta misionque Hernando Pizarro por su destreza y conoci-miento de los negocios, y nadie tampoco podía abo-gar con mejor efecto por la causa de los conquista-dores en la altiva córte castellana. Pero otras razonesinfluyeron en su eleccion en aquel caso.

Todavía hervía en su pecho la celosa furia que enotro tiempo alimentara contra Almagro; la llegada deeste,gefe al campamento le habla causado un disgus-to que no trató de ocultar. Mirábale como sí hubieravenido á participar del fruto de la victoria y á defrau-dar á su hermano de la gloria que legítimamente lecorrespondía. En vende contestar al cordial saludo deAlmagro en su primera entrevista , se había manteni-do en arrogante y profundo silencio. Mucho desagra-dó á su hermano Francisco esta conducta que podiarenovar-la antigua enemistad, y para evitar sus con-secuencias hizo que Hernando le acompañase al campode Almagro y le diese alguna disculpa de su descorte-sía (2 ). Mas á pesar de esta apariencia de reconcilia-cion, el general quiso aprovechar la oportunidad deapartar á su hermano del teatro de las operacionesdonde su espíritu turbulento perjudicaba por un ladoá su causa mas de lo que por otro la servian sus emi-nentes prendas militares (3).

Coufióse á los plateros indios el encargo de fundirel metal, cotillo cual se les obligó a deshacer lo que consus propias manos habian hecho. Trabajaron dia ynoche, pero tanta era la cantidad que debian fundir,que gastaron en ello un mes entero. Cuando todoquedó reducido á barras de igual valor , se procedióá verificar el peso en presencia de los inspectores rea-les. La suma total del oro se halló que era un millontrescientos veinte y seis mil quinientos treinta y nue-ve pesos de 'oro , lo cual teniendo presente el mayorvalor de la moneda en el siglo xvi, vendria á equiva-ler en el actual á cerca de tres millones y medio delibras esterlinas ó poco menos de quince millones ymedio de duros (4 ). Calculóse la cantidad de plata en

(2) Herrera, Historia general, dec. V, lib. II, cap. III.(5) Segun Oviedo se determinó que del rescate del Inca tu-

viese Hernando una parte mucho mayor de la que le corres-dia, con la esperanza de que viéndose tan rico no quisiesevolver mas al Perú. «Trabajaron de le embiar rico por quitarlede entre ellos, y porque yendo muy rico como fué no tubiesevoluntad- de tornar á aquellas partes.» Historia de las In-dias, MS., parte Ilt, lib. VIII, cap. XVI.

(4) Acta de reparticion del rescate de Atahuallpa, iMS.-Xerez, Com. del Perú, ap. Barcia tomo III, pág. 252.

Para reducir las sumas mencionadas en esta obra, me heaprovechado, como hice en la Historia de la conquista de Mé-jico, de los trabajos del señor Clemencia, antiguo secretariode la Real Academia de la Historia de Madrid. Este eminenteliterato, en el tomo sesto de las Memorias de la Academia,preparado enteramente por él, ha incluido un labori!so ensa-yo sobre el valor de la moneda en el reinado de Fernando éIsabel. Aunque este período (el final del siglo xv) es un pocoanterior al de la conquista del Perú , los cálculos del señor Cle-mencia se acercan suficientemente á la verdad, pues todavíael valor de la moneda española no se habla modificado granrosa por el influjo de los metales preciosos del Nuevo Mundo,influjo que despues fue tan grande.

Para averiguar el valor de la moneda en una edad remota,tenemos que considerar primero su valor específico, esto es,

LA CONQUISTA DEL PERÚ.cincuenta y un mil seiscientos diez mareos. La histo-ria no ofrece ejemplo de semejante botín todo en me-tal precioso y reducible corno era á dinero cóntante,ganado por una pequeña tropa de aventureros comoeran los conquistadores del Perú. El gran objeto delas espediciones españolas en el Nuevo Mundo fue eloro; y es notable que tan completamente lo lograsen.¡ Si hubieran seguido las huellas de los ingleses, fran-ceses ú holandeses en el continente del Norte , cuándistinto hubiera sido el resultado ! Es igualmente no-table que la riqueza tan repentinamente adquirida,apartándoles de las fuentes menos copiosas pero masseguras y permanentes de la prosperidad nacional, seles escapó al fin de las manos constituyéndoles en unade las naciones mas pobres de la cristiandad.

Suscitóse entonces una nueva dificultad en la repar-ticion del tesoro. Los soldados de Almagro • reclama-ron su parte, y corno eran tantos ó por mejor decir,eran mas que los que formaban el pequeño ejércitode Pizarro, su participacion disminuia considerable-mente la suerte de cada uno. «Verdad es, decian, queno nos hemos hallado en la captura del inca , pero encambio os hemos ayudado á guardarle y á defender eltesoro, yen la actualidad os damos medios ele prose-guir y asegurar vuestras conquistas.Nuestracausaescomun y por tanto la ganancia debe serlo Cambien.»Pero este modo de considerar el asunto no era muy delgusto de los soldados de Pizarro, los cuales alegabanque Atahuallpa labia hecho el contrato esclusivarnentecon ellos; que ellos habian capturado al Inca, aseguran-do el rescate y corrido solos los riesgos de la empresa,y que no estaban dispuestos por lo mismo á dividir elfruto de ella con todos los que despues viniesen. Nopodia negarse que este razonamiento era fuerte, y alfin se convino entre los capitanes que los soldados de

el que se deriva del peso, pureza, etc., del metal, circunstan-cias que pueden fácilmente determinarse. En segundo lugardebemos averiguar el valor comercial ó comparativo del dine-ro, es decir, el valor que resulte de la comparacion entre lasuma de artículos que antiguamente podian comprarse con unacantidad dada y los que pueden comprarse en los actualestiempos. Esta última investigacion es muy embarazosa por ladificultad de encontar un artículo que pueda tomarse comótipo verdadero del valor. El trigo, por su uso y cultivo gene-ral , ha sido comunmente elegido por los economistas como ti-po, y Clemencin le ha adoptado en sus cálculos, procurandoaveriguar el valor de las principales monedas en circulacionen el tiempo de los reyes católicos. No hace mencion en su tra-tado del peso de oro, por cuya denominacion, con preferen-cia a otra alguna se designaban las sumas á principios del si-glo xvr ; pero declara el valor específico y comercial delcastellano , que , segun el testimonio comun de varios escri-tores antiguos, como Oviedo, Herrera y Xerez, equivalía pre-cisamente al peso de oro. Segun sus cálculos parece que elvalor específico del castellano, que él reduce á reales, es igualá tres dollars , siete centésimas de nuestra moneda (1), y elvalor nominal mas de cuatro veces mayor, ó sean dos libras,doce chelines y seis peniques, moneda esterlina (2). Adoptan-do este valor como el mas aproximado al del peso de oro en laprimera parte del siglo xvr, el lector podrá comparar fácil-mente por sí mismo el valor que teniau en aquel tiempo lassumas mencionadas en estas páginas, muchas de las cualesestán espresadas con aquella denominad«.

Me he detenido mas en estas particular idades, porque en miprimera obra me limité á calcular el valor comercial de la mo-neda , el cual siendo mayor que el especifico, fundado en lacalidad y peso del metal, j uzgó un ingenioso corresponsal, quedaba al lector una idea exagerada de las sumas mencionadasen la historia. Pero ore parece que este valor comparativo ócomercial es el único que importa saber al lector, pues le indi-co cuánto puede comprar con una suma dada, dando asi á co-nocer el verdadero valor de ella, y adoptando por conversionel principio de la antigua máxima :

¿Mal is worltt in any tihng,But so muelt mottey as'twill bring? (5)

(1) Sesenta y un r.». catorce unar.Iv'edis. (N, del Trad (2) Doscientos cincuenta y cuatro rs. )

(3) No vale mas una cosaQue el dinero que produce,

Almagro desistieran de sus pretensiones, recibiendoen cambio una pequeña suma que se estipuló ,y queprocurarían grangearse por sí mismos su fortunaen lanueva carrera que i.enian abierta.

Arreglado así amistosamente este delicado negvicio,Pizru •ro preparó con toda 'solemnidad la distribuciondel botín. Reunieronse las tropas en la gran plaza yel gefe español «con todo temor de Dios» dice el acta,invocó el auxilio del cielo para ejecutar aquel actoconcienzuda y justamente •(1 ). La invocacion pue-de parecer un poco inoportuna siendo como era paradistribuir unos despojos tan sin derecho adquiridos;s in embargo , es cierto que considerando la magestaddel tesoro y la facultad que se abrogó Pizarro de re-partirlo entre todos, segun los respectivos méritosde cada uno, pocos actos de su vida envolvían masresponsabilidad; pues de aquella decision suya podiadecirse que dependía la fortuna de cada uno de sussoldados, la pobreza ó la independencia durante elresto de sus dias.

Dedújose primero el quinto real incluyendo •lospresentes remitidos ya á España. La parte que tomóPizarro ascendió á cincuenta y siete mil doscientosveinte y dos pesos de oro y dos mil trescientos cin-cuenta marcos de plata. Tomó ademas la gran silla ótrono del Inca , toda de oro macizo y valuada en vein-te y cinco mil pesos de oro. A su hermano Hernando diótreinta y un mil ochocientos pesos de oro y dos miltrescientos cincuenta marcos de plata. Soto recibióquince mil setecientos cuarenta pesos de oro y sete-cientos veinte y cuatro marcos de. plata. Muchos delos restantes caballeros que eran sesenta , recibieroncada uno ocho mil ochocientos pesos de oro y tres-cientos sesenta y dos marcos de plata, aunque algu-nos tuvieron mas y unos pocos recibieron muchomenos. La infantería se componia de ciento cincohombres. Casi la quinta parte ele ellos recibieron cadauno cuatro mil cuatrocientos cuarenta pesos de oro yciento ochenta marcos de plata . la mitad de la parteque tocó á los soldados de caballería. Los restantesrecibieron una cuarta parte menos, aunque aquítambien hubo escepciones y algunos tuvieron quecontentarse con una porcion mucho menor del bo-tín (2).

La nueva iglesia de San Francisco , primer templocristiano del Perú, fue dotada con dos mil doscientosveinte pesos de oro. La suma asignada á los soldadosde Almagro no fue escesiva si, como se cuenta, nopasó de veinte mil pesos (3); y la reservada para loscolonos de San Miguel, que ascendia solamente áquince mil pesos fue pequeñísima (4). Habia 'entreellos ciertos soldados , que al principio ele la espedi-clon , como recordará el lector, abandonaron la mar-cha y, volvieron á San Miguel. Estos ciertamentetenían poco derecho á que se contase con ellos en lareparticion del botín. Pero la mayor parte de los colo-

(1) «Segun Dios nuestro Señor le diere á entender tenien-su conciencia, y para lo mejor hacer pedia el ayuda de Diosnuestro Señor , e invocó el auxilio divino.» Acta de reparticiondel rescate , MS.

(2) En el Acta de reparticion del rescate, intrumento re-dactado y firmado por el escribano real , están los pormenoresde la distribucion. Este documento, que es por tanto autoridadincuestionable, se halla entre los manuscritos que se nie faci-litaron de la coleccion de Muñoz.

(3) «Se diese á la gente que vino con el capitan Diego deAlmagro, para ayuda á pagar sus deudasy fletes, y suplir algunasnecesidades que traían veinte mil pesos.» (Acta de repartierondel rescate, MS.) Herrera dice que se dieron cien mil pesosá la gente ele Almagro. Hist. general, dei. V, lib. III.) Peroesto no corista en el Acta.

(4) «En treinta personas que quedaron en la ciudad de SanMiguel de Pirara dolientes y otros que no vinieron ni se hallaronen la prision de Atahuallpa y torna del oro, porque algunos sonpobres y otros tienen necesidad, señalaba quince mil pesosde oro para los repartir su señoría entre las dichas personas,»Id., MS,

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nos eran inválidos cuya salud se había deterioradopor electo de sus anteriores fatigas, y que todavía conanimo esforzado y entusiasta , prestaron buenos ser:viejos el' su puesto militar de la costa; y no es fácilesp!icar por qué motivo perdieron el derecho á masamplia remuueracion.

Nadase dice en la reparticion del mismo Al magro,el cual, segun los términos del primitivo contrato,podia reclamar una parte igual é la de su :,ocio. Tam-poco se dice nada de Laque el otro compañero. A esteen verdad no le aprovechaban ya los tesoros munda-nos, pues Labia muerto poco antes de la partida deAlmagro de Panamá (1) sin haber llegado á saber eléxi to completo de una empresa que á no ser por susesfuerzos nunca hubiera llegado á feliz término , sintener noticia tampoco de las hazañas ni de los críme-nes de Pizarro. Pero el licenciado Espinosa, á quienrepresentaba, vivía aun en Santo Domingo y Luquele había legado esplicitamente sus derechos. Sin em-bargo, en cosas que sucedieron en tiempos tan remo-tos no es seguro el fallo que se pronuncia fundándoseen testimonios puramente negativos, y debe admi-tirse corno fuerte presunciou en favor de la equidadcon que Pizarro debió de hacer el reparto, la circuns-tancia de no haber llegado hasta nosotros ningunaqueja de los que á él se hallaron presentes ni de loscronistas contemporáneos (2).

Terminada la reparticiún del tesoro, parecia queya río se presentaba obstáculo para proseguir lasoperaciones activas y emprender la marcha al Cuzco.¿Pero qué había de hacerse con Atahuallpa? Parare-solver esta cuestion, lo mas expedito era para losconquistadores lo mas justo (3) ; darle libertad seriadársela á su mas peligroso enemigo, á uu hombrecuyo nacimiento y categoría terminan alrededor suyoá toda la uacion y pondrían en su mano todos los re-cursos y resortes del gobierno, á una persona en Iin,cuyas palabras por sí solas serian capaces de dirigirtoda la energía de su pueblo contra los españoles ydilatar por mucho tiempo, si no frustrar completa-mente, la conquista del pais. Sin embargo tenerlecautivo ofrecía casi tantas dificultades; pues la guar-da de tau importante presa exigia nruclia gente, locual era forzoso que disminu ese grandemente elejército ; y con todo eso todavía no se evitaba el peli-gro de que el prisionero fuese rescatado en los peligro-sos pasos de las montañas.

En esto el Inca reclamaba altamente su libertad. Sinembargo todavía no habia completado el pago de lacantidad estipulada para el rescate, y puede dudarseque al lin hubiera logrado completarlo si se conside-ran las dificultades que opouian los encargados de lacustodia de los templos, los cuales parcelan mas dis-puestos á ocultar sus tesoros que á despojar de ellos álos sagrados edilicios para satisfacer la codicia de losestraujeros. Tuvo tarnbien el monarca indio la des-gracia de que grao parte del oro y el de mejor calidadconsistia en planchas ó tablas aplastadas que, aunquede mucho valor, por su forma compacta, hacían po-co bulto. Pero se habia ya realizado una cantidadinmensa, y el Inca podia alegar que habria sido ma-yor si la impaciencia de los españoles hubiese dado

(1) 11lontesinos, Anales, íMS., año 1553.(2) El capital'español varias veces citado, que nos dice que

fue uno de los nombrados para guardar el tesoro, se queja sinembargo de que no entraron ea la distribucion una gran canti-dad de vasos de oro y otros artículos, y añade que esta fue unainjusticia palpable hecha á honrados conquistadores que lo ha-bian ganado todo con sus fatigas y trabajos. (Rel d'un capitanaspagn. , ap. Ramusio, tomo 111, fols. 578 y 379.) El escritoren toda su relacion manifiesta muy á las claras el mezquino ycodicioso espíritu que animaba á los aventureros del Perú.

(3) «Y esto tenia porusto, pues era provechoso.» Talesson los sentimientos que Herrera atribuye á Pizarra. Hist. ge-peral, dec. V, lib, 111, cap. IV.

GASPAR Y ROIG.

tiempo para reunirla. De todos modos el rescate ha-bía sido magnífico y tal como nunca le ]rabia pagadopríncipe ni potentado alguno.

Estas consideraciones esponia Atahuallpa fi mu-chos de los caballeros, y especialmente á Hernando deSolo con quien tenia mas familiaridad que con Pizar-ro. Soto habló de la demanda de Atahuallpa á su ca-pitin; pero este dió una respuesta evasiva sin descu-brir las negras intenciones que iban germinando ensu mente (4). Poco tiempo después hizo que el escri-bano preparase un instrumento público en el cualeximia al [oca de toda llueva obligacion respecto alrescate ; y mandó que fuese este documento pública-mente pregonado, declarando al mismo tiempo quela seguridad de los españoles exigía que el Inca per-maneciera prisionero hasta que aquellos recibiesennu3vos refuerzos (5).

Entre tanto comenzaron otra vez á correr rumoresentre los soldados del ataque que, segun se suponia,meditaban los indios. Todos repetian estos rumoresy con la repeticion iba tomando mas crédito la noti-cia. Deciase que en Quito, patria de Atahuallpa, seestaba reuniendo un inmenso ejército, y que treintamil caribes estaban ya er g camino para aumentar suslilas (6). Los primitivos españoles suponian que loscaribes estaban diseminados indistintamente en losdiferentes puntos de América, y les atribuian todoslos horrores propios de una raza (le caníbales.

No es fácil describir el origen de estos rumores. Enel campo español 'labia considerable número de in-dios que pertenecían al partido de Huascar y que portanto eran enemigos de Atahuallpa. Pero el mas en-carnizado de todos era Felipillo, el intérprete deTuuibez ya citado en esta historia. Este jóven Labiaconcebido una pasion ó mas bien habia sido descu-bierto en una intriga con una de las concubinas delrey (7). Esta intriga habia llegado á oídos de Ata-huallpa, el cual lo sintió sobremanera diciendo «quele era mas doloroso todavía que su prision, el ultrajeque le 'labia hecho una persona de tau baja esfera (8)y que por la ley peruana se espiaban tales insultos nosolo con la muerte del criminal, sino con la de todasu familia y parientes (9).» Pero Felipillo era unapersona demasiado importante en aquella empresapara que los españoles le tratasen de aquella manera,ni ellos juzgaron grande la ofensa, si es cierto que

(4) «Y como no ahondaban los designios que tenia, le re-plicaban, pero él respondia que iba mirando en ello.» Herrera,Hist. general, dec. V, lib. 111, cap. IV.

(5) «Falta quella fusione, íl Gobernatore Pace vn atto in-nanzr al notara, nel quale liberaua il cacique Atabalipa et l'ab-solueua della promessa et parola che haueua data a gli spag-nuoli che lo presore della casa d'oro c'haueua lar concessa, ilquale fece publicar publicamente á suon di trombe nella piazzadi quella cité di Caxamalca.» (Pedro Sancho, Rel. ap. Ramu-sio, tomo III, fol. 599.) Esta autoridad es innegable, por lomenos cuando refiere algo contra los conquistadores, pues laRelamion la escribrió uno de los secretarios de Pizarro con au-torizacion y á la vista del general y de sus principales ofi-ciales.

(6) «De la gente natural de Quito vienen doscientos milhombres de guerra y treinta mil caribes que comen carne Hu-mana.» Xerez, Conq. del Perú, ap. Barcia, tomo III, pági-na 235.—Pedro Sancho, Relacion, ap. Ramusio, ubi supra.

(7) «Pues estando así atravesose un demonio de una lenguaque se dezia Ffelipillo, uno de los muchachos que el marquesavia llevado á España, que al presente hera lengua y andavaenamorado de una muger de Atabalipa.» Pedro Pizarro, Des-cubrimiento y Conq., MS.

Del amor y malignidad de Felipillo, cuya existencia segunQuintana se apoya principalmente en el dicho de Garcilasso(Españoles célebres, tomo II, pág. 210 nota) , hablan tambienmuy esplicltamente Zárate, Naharro, Gomara Balboa, todosellos contemporáneos, aunque no testigos de vista como PedroPizarra.

(8) «Diciendo que sentía mas aquel desacato que su pri-sion.» Zárate, del Perú, ab, II, cap. VII.

(9) ,, oe, cit.

LA CONQUISTA

habían cometido el mismo delito (1) Sin embargoFelipillo supo en breve la irritacion del Inca contraél , y desde aquel momento le miró con odio mortal.Por desgracia encontró amplios medios de satisfacersus malas pasiones.

Los rumores relativos á la sublevacion entre los in-dios señalaban á Atahuallpa como autor de ella. To-móse declaracion á Challcuchima sobre este punto,pero dijo. que estaba ignorante de que su señor tuvie-se tal designio y que creía que lo calumniaban. Enseguida Pizarro habló del asunto al Inca repitiéndolelos rumores que circulaban y aparentando creerlos.«¿Qué traidor' es esa, dijo el general, que meditascontra mí, contra mí que te he tratado siempre conconsideracion confiando en tus palabras como en lasde un hermano?» «¿Burlaste conmigo?» contestó elInca, que tal vez no habia notado semejante confian-za : «siempre me hablas cosas de burlas. ¿Qué partesomos yo y toda mi gente para enojar á tan valienteshombres como vosotros? No me digas esas burlas (2),»« Esto, continúa el secretario de Pizarro, lo dijo entono el mas reposado y natural, sonriéndose mientraspronunciaba estas palabras para disimular su false-dad, de modo que los espanoles que se las oyeronestaban espantados de. ver en un hombre bárbaro tan-ta prudencia (3).»

Pero no era con prudencia como Atahuallpa con-testó entonces á Pizarro sino con el convencimientode su inocencia, segun despues demostraron losacontecimientos. Sin embargo el Inca conoció fácil-mente las causas y tal vez las consecuencias de la acu-sacion. Vió la profunda sirria que se abria á sus pies;estaba rodeado de estranjeros de ningunó de los cua-les podía esperar consejo ó proteccion. La vida de unmonarca cautivo es generalmente corta, y Atahuallpadebió de hacerse cargo de esta verdad cuando pensa-se en Huascar. Deploró entonces amargamente laausencia de Hernando Pizarro, pues por mas estrañoque parezca , la sivacion del regio cautivo habia con-movido el altivo córazon dengue], y habia hecho quele tratasen con alguna deferencia • que le granjeó_ laestimacion ,.y - la confianza del Inca. Sin embargo-esteno perdió tiempo para procurar disipar las sospechasdel general y convencerle de su inocencia.. u ¿No soy,dijo á Pizarro, un pobre cautivo en tus mallos? ¿Có-mo puedo abrigar los designios que me atribuyes sa-biendo_ que seria ;1 0 la primera víctima de la insurrec-.

-• cion? Poco conoces á mis vasallos si piensas quehabían de moverse .sin órden raid, .pues si, yos no loquiero, añadió hiperbólicamente, ni las aves volaranen mi tierra (4).»

Pero estas protestas de inocencia produjeron pocoefecto en las tropas entre quienes la noticia de unlevantamiento general de los indios continuaba dehora en hora ganando'crédito. Decíase que se habiareunido ya un gran ejército en Guanrachuche, á me-nos de cien millas del campamento y que de un ins-tante á otro debia esperarse el ataque. El tesoro q uelos españoles hablan adquirido era un cebo tentador;así la alarma crecia con el ternos de psrderlo. Doblo-ronse las patrullas, apercibióse la caballería teniendosiempre á los caballos ensillados y puestos los frenos;la infantería dormía sin dejar las armas ; Pizarro ron-daba de cuando en cuando para cuidar de que todoslos centinelas estuviesen en sus puestos ; en bn el pe-queño ejército español se hallaba preparado para re-sistir al ataque que se esperaba por ni mentas.

Los que I unen miedo no suelen ser muy escrupu-

(1) E le hahian tomado sus mujeres é repartídolas en supresencia é usaban de ellas de sus adulterios.» Oviedo, Histo-ria de las Indias, MS., parte lii, lib. VIII, cap. XXII.

(2) Xerez , Conquista del . Pei• ii, ap. Barcia, tomo 111, pá-

gina 234.(3) Ibid. , loc. cit.(4) Zátaté, Conquista del Perú , lib. 11, cap. VII.

DEL PERT3.

losas en la eleccion de medios ]rara destruir la causa

111

de su temor: O yéronse murmullos mezclados con ter-ribles amenazas contra el Inca como autor de estasmaquinaciones. Muchos pedían su muerte como ne-cesaria para la seguridad del ejército; y entre estoslos mas violentos eran Almagro y sus secuaces , queno habiendo presenciado la captura de Atahuallpa,no les causaba lástima su sivacion; le miraban comoun obstáculo á su fortuna y ardían en deseos de pe-netrar en el pais ya que tan poco habian participadodel oro de Caxamalca. Acompañábanles Requelme eltesorero y los denlas comisionados regios á quienesPizarro habia dejado en San Miguel para no tenerquien espiase sus movimientos; pero ellos habían ve-nido al campamento con Almagro y cxigian la muertedel Inca como indispensable para la tranquilidad delpaís y para los intereses de la corona (5).

A estas terribles sugestiones no dió nidos Pizarro,ó aparentó no darlos, mostrando visible repugnanciaen sacrificar á su prisionero (6). En esta repugnan-cia habia pocos que le acompañasen, y entre ellosestaba Hernando de Soto que consideraba semejantesacrificio como injusto por no estar probado el crimende Atahuallpa. En este estado de cosas , el gefe espa-ñol determinó enviar un corto destacamento á Gua-machucho para reconocer el pais y averiguar elfundamento que tenian los rumores de instirreccion.Dió á Soto el mando _de este destacamento, el cual,como la distancia no era grande, debia estar de vuel-ta dentro de pocos Bias.

Despues de la partida de Soto la agitacion entrelos soldados en vez de disminuirse aumentó tanto,que Pizarro no pudiendo resistir sus importunidadesconsintió en que se formase causa á Atahuallpa. Eraciertamente decoroso y mas seguro guardar las for-mas de un juicio. Organizóse un tribunal que presi-dieron como jueces los dos capitanes Pizarro y Alma-gro. Nombróse un fiscal y dióse al prisionero undefensor.

Los cargos que se articulaban contra el Inca redac-tados en forma de interrogatorio eran doce. Los masinrportantes eran queliahia usurpado la corona y ase-sinado -á su hermano Huascar; que •había disipadolas rentas.públicas desde la conquista del pais por losespanoles dotando con ellas á sus. parientes y á susfavoritos; que habia cometido los crímenes de-idola-tría y adulterio viviendo públicamente casado conmuchas mujeres; por último que había tratado desublevará sus vasallos contra los españoles .(7).

Estos cargos Alelaos de los cuales se referían á lascostumbres del pais ó á las relaciones personales delInca sobre las cuales los conquistadores españoles notenian jurisdiccion alguna, son tau absurdos que

(5) Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.—Relacion delprimer descub. ,MS.-Pedro Sancho, Rel. , ap. Ramusio, to-mo 111, fol. 400.

Estos se hallaban presentes en el campó.(6) «Aunque contra voluntad del dicho governador que

nunca estuvo en ello.» Relación del . primer descub. MS.-Pedro Pizarro , Descub. y Conq., MS.—Pedro Sancho, Rela-cion, ap. Ranrusio, ubi supra.

(7) Garcilasso específica los cargos que se hicieron al Inca.(Com. Real , parte II, lib. I, cap. XXXVII.) De desear hubie-ra sido que alguno ele lbs autores en esta tragedia los hubieseespecificado. Pero Garcilasso podia tener sobre este punto.losmejores informes , y como no hay motivo para que fuese Me-sado, puede dársele crédito en el presente caso. El hecho dehaberse formado causa contra el monarca indio, está esplíci-ta,riente reconocido por varios escrito r es contemporáneos, comoGomara , Oviedo y Pedro Sancho. Oviedo califica el proceso de«mal ideado y peor escrito, inventado por un clérigo turbu-lento y sin principios, loor un ignorante escribano sin concien-cia , y por otros de la misma estofa cómplices en esta infanmiia.»(llist. de las Indias, MS., parte III, lib. V III, cap. XXIÜ.)Muchas autoridades convienen en los dos principales cargos, asaber : el asesinato de huasca,. y la corrspiracion contra los es-pañoles.

(1) «Dopoo l'essersi multo disputato, et ragionato del dannoet villa che savia poluto auuenire per il vi»ere o morire di Ata-balip ā , fu risoluto che si facesse piustitra di luí.» (Pedro San-dio, Rel., ap. Ramusio, tomo III, fol 400.) Este es el len-guaje de un escritor, órgano del mismo Pizarro. Segun él , elcónclave que agitó esta «cuestion do conveniencia ,» se com-ponía de «oficiales de la corona y del ejército, cierto doctor enleves que casualmente se encontraba allí, y el reverendo pa-dre Vicente de Valverde.»

(2) «Respondió que firmarla, que era bastante para que elIrga fuese condenado á muerte , porque aun en lo esterior qui-sieron justificar su_ intento.» lierrera, Iüst. general, doc. V.

Hl, cap. IV.(3) Garcilasso ha conservado los nombres de los que tan

a nimosa aunque tan ineficazmente se opusieron á la voz popu-lar que pedia ī r muerte del Inca (Com. Real., par te II , lib. I,cap. XXXVIII.) Tuvieron razon sin duda en negar el derechode semejante tribunal para formar causa á un príncipe inde-pendiente como era el Inca del Perú ; pero no iban tan funda-dos en suponer que su soberano el emperador tenia mejor de-recho. Vattcl (lib. II, capítulo IV) vitupera espresamente estepretendido juicio de Atahuallpa , considerándole como un ul-traje manifiesto á la ley de las naciones.

GASPAR Y ROIC.

maní lesló gran pesadumbre y angustia, pues á pesarde que de algun tiempo á aquella parte habla miradocomo probable que le condenaran á muerte, y así lohidria indicado á los que le r odeaban, siempre la pro-babilidad de un acontecimiento de esta especie esmuy diferente de la realidad, mucho rnas cuandoesta realidad se presenta tan rápida y repentinamentecuino entonces. Por un momento la certeza de su des-tino debilitó su ánimo y le hizo esclamar con lágrimasen los ojos ; «¿ Qué he hecho yo', qué han hecho mishijos para merecer tal suerte? Y sobre todo ¿qué he-mos hecho para merecerla de tus manos, añadiódirigiéndose á Pizarro, cuando tú no has encontradofilas que amistad y afecto en mi pueblo, cuando herepartido contigo mis tesoros , cuando de mí no hasrecibido sino beneficios?» Despues en el tono maspatético suplicó que le perdonasen la vida, prome-tiendo dar todas las garantías que se le exigiesen parala seguridad de cada español de los que courponian elejército, y ofreciendo doble rescate del que habla,pagado si se le chiba tiempo para reunirle (4).

Ea testigo ocular asegura que Pizarro se manifestóvisiblemente afectado al separarse del Inca, á cuyosruegos no pocha acceder oponiéndose á la voluntaddel ejército y a su propia convicciou de lo que exigíala seguridad del paais (5). Atahuallpa, viendo que noporfia hacer que el conquistador desistiese de su pro-pósito, recobró su hat itual serenidad, y desde aquelmomento se sometió á su destino con el valor de unguerrero indio.

Publicóse la sentencia del Inca á son de trompetaen la gran plaza de Caxamalca ; y dos horas despuesde puesto el sol, los soldados se reunieron en ella conantorchas para presenciar la ejecucion. Era el 29 deagosto de 1533. Atahuallpa salió encadenado á piepara el lugar del suplicio, pues le ha bien puesto gri-llos-desde el 'nomen l.oenque los rumores de próximoataque habían introducido la agitacion eu el ejército.El padre Vicente de Valverde iba á su lado procuran-do consolarle y en lo posible persuadirle é que en suúlí.irna hora abjurase de sus creencias supersticiosasy abrazase la religiou de los vencedores; porque que-ría salvar el alma de su víctima en el otro inundo dela terrible espiaciou á que tan espontáneamente Babiacondenado á su cuerpo en este. -

Durante la prision de Atahuallpa el padre ValverdeIe habla espuesto repetidas veces las doctrinas delcristianismo , y el monarca indio !labia manifestadomucha penetraciou para comprender los discursos desu maest re o. Pero estos no habían introducido en sualma la conviccion , y aunque el Inca los- escuchabacon paciencia, no se manifestaba dispuesto á renun-ciar á la fe de sus padre El dominico en aquella ho-ra solemne hizo cl - último esfuerzo, y cuando Ataa-livallpa estuvo atado al lugar del suplicio teniendoalrededor los haces que-trabian de incendiar su pirafuneral, Valverde levantando en alto la cruz, le rogóque la abrazase y se' dejara bautizar , prometiendoque si lo hcia, se conmutarla la terrible sentenciade hoguera en la mas suave dei garrote (6).

El dc•diclaado monarca preguntó si era verdad loque se le decía , y confirmado por Pizarro , consintióen abjurar su reiigiorr y recibir el bautismo. Pract.i-cese la ceremonia por el padre Valverde y el neófitorecibió el nombre de Juan de Atahuallpa, en honor de

(4) Pedro Pizarro, Descub. y Cong., MS.—Herrera, his-toria general, doc. V, lib. III, cap. IV.—Zárate, Conq. delPerú , lib. II, caló. VII.

(5) «Yo, dice Pedro Pizarro , vide llorar al marcques de pe-sar por no podelle dar la vida, porque cierto terno los requi-rinueutos y el riesgo que avia en la tierra si le soltava.»—Des-cubrimiento y Conq., MS. -

((r ) Xcrez , Conq. del Perú, ap. Barcia, tomo III, p. 234.—Pedro Pizarro, Descub. y Conq. MS.—Conq. i Pob. del Pi-ríi, MS.—Pedro Sancho, Relacion, ap. Ramusio, tomo III,fol. 400,

114 BIBLIOTECA fr.

provocarán la risa si ya no escitan un sentimiento n asprofundo. El último era el único importante en seme-jante causa , y su debilidad puede inferirse del cuida-do que se puso en añadirle los (lemas. La simpleenuuciaciou de ellos muestra suficientemente que es-taba decretada la suerte d I leca.

Examináronse varios testigos indios, y sus decla-raciones al pasar por la iuterpretaciou de Feliplilodícese que recibieron cuando era necesario un colo-rido muy diferente del que les era propio. Proul.oconcluyó el examen de los testigos, al cual, segunasegura uno de los secretarios de Pizarro, siguió unaacalorada discusion respecto á las ventajas ó desven-tajas que resulta rian de la muerte de Atahuallpa (1).

La cuestion era de conveniencia. Halleeele culpado,no sabemos si de todos los crímenes que se le atri-bulan, y fue sentenciado al ser quemado vivo en lagran plaza de Caxamalca; sentencia que debla poner-se en ejecucion aquella misma noche , síu esperarsiquiera la vuelta de Soto, cayos Mona es pudríanponer en su punto la verdad ó la falsedad de los ru-mores relativas á la insurrCcciun ile los indios. Comose desease obtener la a probacion del padre Valverde,se le presentó una copia de la sentencia para que lafirmase, lo cual hizo sin vacilar, declarando que «ensuopiuiou el inca merecia en todo caso la muerte (2).»

Hubo sin embargo algunos en aquel tribunal rlrili-tar que se opusieroar a estas medidas arbitrarias,considerándolas coreo una insigne ingratitud fi los fa-vores recibidos del Inca , cl cual has : a entonces soloagravios lrabia tenido en pago. Declararon que eraninsuficientes para condenarle los testimonios que de-ponian en su contra, y negaron que el I ribunal tuvieseautoridad para sentenciar á un príncipe soberano enel eent o de sus propios dominios, pues en caso dehaberle de formar causa debia ser enviado á España yjuzgado ante el emperador , único que tenia Llenita–des para decidir de su suerte.

Mas la grao mayoría, que era de diez contra uno,respondió á estas objeccinnes declarando que estabaconvenc.,ida del crimen de Atabuailpa, y que tomabasobre sí la responsabilidad de su castigo; que se en-viaría ti Castilla un informe ]minucioso de los proce-dimientos, y que el emperador sabria quienes.eruulos fieles servidores de la corona y quiénes sus ene-migos. ha diputa se fue acalorando de tal modo, queestuvo ó pique de producir mi violento rompimiento;pero al fin la minoría , convencida de que la resist.en-cia era inútil , hubo de guardar silencio , y aunque arose dio por satisfecha, se limitó é formular una pro-testa escrita contra aquellos procedí ni.entos que de-biau dejar una indeleble mancha sobre los nombresde los que en ellos tuvieron luirlo (3).

Cuando el inca recibió nutilicucien de la sentencia

LA CONQUISTA DEL PERÚ. 119ser-su amigo. Sin embargo ,"al principio su conductacon ellos habia sido amistosa y benévola, y ellos se lapagaron con la prision , el despojo y la muerte.

El cuerpo del Inca permaneció en el sitio de la eje-cucion toda la noche. A la mañana siguiente le tras-ladaron á la iglesia de San Franciscodonde secelebraron sus exequias con gran solemnidad. Pizar-ro y los principales caballeros asistieron de luto, y lastropas escucharon con devota atencion el oficio dedifuntos que celebró el padre Valverde (5). Interrum-pieron la ceremonia muchos gritos y sollozos que seoyeron á las puertas de la iglesia, la cuales abrién-dose de repente, dieron entrada á un gran número deindias esposas y hermanas del difunto ; que invadien-do la gran nave, rodearon el cuerpo diciendo, que noera aquel el modo de celebrar los funerales de un Inca,y declarando su intencion de sacrificarse sobre sutumba y acompañarle al pais de los espíritus. Loscircunstantes ofendidos de este loco proceder, mani-festaron á las invasoras que Atahuallpa habia muertocristiano ,y que el Dios de los cristanos aborrecia ta-les sacrificios. Despues las intimaron que se saliesende la iglesia, y muchas de ellas al retirarse se suici-daron con la vana esperanza de acompañar á su ama-do señor en las brillantes mansiones del Sol (6).

Los restos de Atahuallpa, no obstante la súplicaque habia hecho este monarca, fueron depositadosen el cementerio de San Francisco (7). Pero se diceque desde allí, luego que los españoles salieron deCaxamalca, los trasladaron los indios secretamente áQuito. Los colonos que en tiempos posteriores se es-tablecieron, suponían que se habian enterrado con elcuerpo algunos tesoros; pero se hicieron escavacio-nes, y ni tesoros ni cuerpo se encontró (8).

Uno ó dos dias despues de estos trágicos aconteci-'mientos, volvió Hernando de Soto de su espedicion.Grandes fueron su indignacion y asombro cuandosupo lo que se habia hecho en su ausencia. Buscóinmediatamente á Pizarro y le encontró, dice el cro-nista, cubierto con un gran sombrero de fieltro porluto, calado hasta los ojos y dando en su traje y ensus maneras señales de mucho sentimiento (9). eHa-beis obrado con mucha imprudencia y temeridad, ledijo Soto bruscamente, lo que se decia de Atahuallpaera una infame calumnia , no 'labia enemigos enGuamachucho ni señales de subievacion entre Ios in-dios. Todo lo he encontrado tranquilo y en todo elcamino me han recibido con demostraciones de buena

San Juan Bautista, en cuyo dia se verificó aquel su-ceso (1).

Atahuallpa manifestó su deseo de que fuesen tras-ladados sus restos á Quito su patria para que fuesenconservados con los de sus antecesores por línea ma-terna. Despues volviéndose á Pizarro, le suplicó comoúltimo favor, que tuviese compasion de sus jóveneshijos y les recibiese bajo su proteccion y amparo.¿No había entre aquella terrible tropa que le rodeabamngun otro á quien pudiese encomendar la protec-cien de sus descendientes? Tal vez pensó que ningu-no podria protejerlos mejor, y que tan solemnesdeseos manifestados en aquella hora postrera serianrespetados aun por el mismo gefe de los conquistado-res. Luego, recobrando su serenidad estóica que porun momento le 'labia abandonado , se sometió tran-quilo á su suerte mientras los españoles que le rodea-ban entonaban el credo por la salvacion de su alma (2).Así pereció el último de los Incas como si fuera un vilmalhechor.

Ya he hablado de la persona y cualidades de Ata-huallpa. Tenia hermosa presencia, aunque le haciadesagradable cierta espresion de ferocidad. Su cuer-po era musculoso y bien proporcionado ; su aire .ma-gestuoso, y sus maneras, mientras estuvo en el campoespañol, tenían cierto grado de refinamiento, tantomas interesante, cuanto que se mezclaba con él unpoco de melancolía. Acúsanle de haber sido cruel enla guerra, y sanguinario en la venganza (3). Tal vezserá así, pero el pincel de un enemigo suele sobrecar-gar demasiado las sombras del retrato. Concédenlehaber sido animoso, magnánimo y liberal (4); todosconvienen en que mostró singular penetracion y rá-pida percepcion ; sus hazañas como guerrero, ponianfuera de duda su valor, y la mayor prueba de él es larepugnancia que mostraron los espanoles á devolverlela libertad. Temíanle como enemigo, y le habían he-cho demasiados agravios para confiar en que pudiera

(1) Velasco, Hist. de Quito, tomo I, pág. 472.(2) «Ma guando se lo vidde appressare per douer esser mor-

t.o, disse che raccomandaua al gouernatore i suoi piccioliligliaoli, che volesse tenersegli appresso, et con queste vltimeparole, et dicendo per l'anima sua li spagnuoli che eranoall'intorno il Credo, fu subito affogato.» Pedro Sancho, Rela-cion, ap: Ramusio, tomo. III, fui. 599.

Xerez, conquista del Perú, ap. Barcia, torno III , pág. 234.—Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.—Naharro, Rel. su-maria, MS.—Conq. i Pob. del Piré , MS.—Relacion del pri-mer descubrimiento, MS. Zárate, Conq. del Perú, lib II, ca-pítulo VII.

La muerte de Atahuallpa tiene muchos puntos de semejanzacon la de Caupolican, el gran gefe araucano, segun se descri-be en el poema épico é histórico de Ercilla. Ambos abrazaronla religion de sus vencedores en el suplicio, aunque Caupolicanfue menos afortunado que Atahuallpa, pues su conversion nole libró de los tormentos del género terrible de muerte á quefue condenado. Fue empalado y asaetado. Los ingeniosos ver-sos de Ercilla pintan con fidelidad el carácter de los primerosaventureros, en quienes se unía el fanatismo del cruzado conla crueldad del conquistador, y tienen tanta analogía con elpunto de que voy tratando, que de buena gana insertaria aquíel pasaje si no fuese demasiado largo. Véase la Araucana, par-te II, canto XXIV.

(5) «Así pagó la pena de sus errores y crueldades, diceXerez, pues era, segun todos convienen , el hombre mas san-guinario que ha tenido el mundo, no importándosele arrasartoda una ciudad hasta los cimientos por la mas leve ofensa, yhaciendo matará miles de personas por la falta de una sola.»(Conq. del Perú , ap. Barcia , tomo III, pág. 254.) Xerez erasecretario particular de Pizarro. Sancho que le sucedió en elmismo destino cuando Xerez partió para España, rinde untributo mas decoroso á la memoria del Inca, y dice que cree«que Dios le recibió en su gloria , pues murió arrepentido desus pecados y en la verdadera fé de cristiano.» Pedro Sancho,Bel. , ap. Ramusio, tomo III, fol. 399.

(4) «El era muy regalado y muy señor» dice Pizarro. (Des-cubrimiento y Conquista, MS.) «Muy dispuesto, sabio, am-iuoso, franco,» dice Guiara. (Ilist. de las Indias, capítu-lo CXVI11.)

(5) El secretario Sancho piensa que los peruanos debianhaber considerado aquellos honores fúnebres como ampliacompensacion de los agravios que pudiera haber recibido Ata-huallpa, pues le elevaban al nivel de los españoles. Ibidem,loc. cit.

(6) Relacion del primer descub., MS.Véase el Apéndice núm. 10, donde he insertado originales

varias noticias contemporáneas sobre la ejecucion de Ata-huallpa , noticias que por hallarse en manuscritos no era muyfácil que las poseyesen ni aun los mismos españoles.

(7) «Oi dicen los indios que está su sepulcro junto á unacruz de piedra blanca en el cementerio del convento de SanFrancisco.» Montesinos, Anales, MS. , año 1505.

(8) Oviedo, Hist. de las Indias, MS.. parte III, lib. VIII,cap. XXII.

Segun Stevenson, en la capilla perteneciente á la cárcelpública que en otro tiempo formó parte del palacio, el altarestriba sobre una piedra, en la cual los españoles dieron gar-rote á Atahuallpa, y bajo la cual le sepultaron. (Residenciaen la América del Sur, tomo II, pág. 163.) Montesinos, queescribió mas de un siglo despues de la conquista, nos diceque todavía se veían manchas de sangre en la ancha losa dela prision de Caxamalca donde Atahuallpa fue decapitado.(Anales, MS. , año 1534.) Es casi imposible llevar mas allála ignorancia y la credulidad.

(9) «Halláronle mostrando mucho sentimiento con un gransombrero de fieltro puesto en la cabeza por luto é muy caladosobre los ojos.» Oviedo, Ilist. de las Indias, MS., parte III,lib. VIII, cap. XXII.

99 I3mLIOTECt DE

ilion pública. Los primeros declaran osadamente quela conveniencia, sino necesidad, había exigirlo aque-ll a muerte, y censuran en términos nada mesurados,el carácter de la desgraciada víctima (1). Los últimos,por otra parte, al paso que atenúan los errores rielInca y hacen justicia á su buena fé, condenan sin re-serva la conducta de los conquistadores , sobre lacual dicen que el cielo puso el sello ele su reprobacionhaciendo que todos ellos tuviesen un fin temprano ymiserable (2). La sentencia de los contemporáneosha sido ratificada por la posteridad (3) ; y la persecu-cian de Atahuallpa es considerada con justicia comouna mancha indeleble sobre las. armas españolas enel Nuevo'Mundo.

CAPITULO VIII.Desórdenes en cl Perú.—Viaje al Cuzco.—Encuentro

con los peruanos.—Chalcuchima muere en las llamas.—Llegada al Cuzco.—Descri peje n de la ciudad.—Ri-quezas que se encontraron.

1533-1534.

EL Inca del Perú era el soberano de aquel imperioen un sentido particular. Recibía de sus vasallos unaobediencia mas implícita que uiugun otro déspota;porq ue su autoridad alcanzaba hasta lo mas secretode la conduela individual, hasta los pensamientos delindividuo. Era reverenciado como un ser sobrehu-mano (4). No solamente era cabeza del Estado , sinol.ambien el punto donde se concentraban todas susinstituciones y la piedra fundamental de la fábricapolítica que debia arruinarse por su propio pesocuando esta faltara. Así sucedió en la muerte de Ata-huallpa (3), con la cual, no solo quedó el trono va-

(1) Ya he referido los insultantes epítetos con que hablaXerez de la crueldad del Inca. Esta narracion fue impresa enEspaña en 154, un año despues de la ejecucion. «El sober-bio tirano, dice el otro secretario Sancho, hubiera pagado lasbondades y buen tratamiento que recibió del gobernador y detodos nosotros con la misma moneda en que sabia pagar á suspropios súbditos sin falta alguna de su . parte, esto es, hacién-doles dar muerte.» (Pedro Sancho, Rel., ap. Ramusio, t. III,fol. 599; ) «Merecía morir, dice el antiguo conquistador espa-ñol antes citado, y todo el país se regocijó aI saber que le ha-bíamos quitado de en medio.» Rel. d'un capitano spagnuolo,ap. Ramusio, tomo III . , fol. 577.

(9.) «Las demostraciones que despues se vieron bien, ma-nifiestan io muy injusta que fue... puesto que todos cuantosentendieron en ella tuvieron después muy desastradas muer-tes.» (\abarro, Relacion sumaria, MS.) Gomara usa de unlenguaje casi idéntico. «No al que reprehender á los que lemataron, pues el tiempo y sus pecados los castigaron despues;ea todos ellos acabaron mal.» (IIist. de las Ind. , cap. CXVIII.)Segun el primero de estos escritores, F elipillo pagó sus crí-menes poco tiempo despues, siendo ahorcado por órden de Al-magro en la espedicion á Chile, donde, como algunos dicen,«confesó haber variado el sentido de las declaraciones, supo-niendo que eran contra Atahuallpa las que se dirigian á mani-festar su inocencia.» Oviedo, generalmente dispuesto á escu-sar lor escesos de sus compatriotas , condena tambien suconducta en la muerte del Inca (véase el Apéndice núm. 10),muerte que, dice otro contemporáneo, «llena de compasion átodo el que tiene una chispa de humanidad en su pecho.» Con-quista i Pob. del Pirú, MS.

(5) De esto da et mas eminente ejemplo Quintana en su vi-da de Pizarro (Españoles célebres, tomo II), en la cual el es-critor elevándose sobre las nieblas de las preocupaciones na-cionales que á menudo ofuscan la vista de sus compatriotas,sostienen con mano imparcial la balanza de la crítica histórica,y condena decididamente la conducta. de los autores de aque-llas escenas funestas.

(4) Tal era el respetuoso temor que se tenia al Inca, dicePizarro, que no necesitaba sino mandarlo para que un peruanose lanzase á un precipicio, se ahorcase ó pusiese fin á su vidadel modo que se lo mandara. Descub. y Conq. MS.

(5) Oviedo nos dice que el verdadero nom,bre del Inca era

Atabaliva, y que los españoles le pronunciaban mal' porque

se cuidaban mas de apoderarse de los tesoros que de saber elnombre de su propietario. (llist. ele las Indias, MS. , parte III,

GASPAR Y 10:G.

cante sin sucesor cierto, sino que se dió á entenderá los peruanos , que una mano mas fuerte que la desus Incas habia empuñado el cetro, y que la dinastía.de los hijos del Sol había desaparecido para siempre.

Siguieron á esta conviccion sus naturales conse-cuencias. Alteróse el órden admirable de las antiguasinstituciones tan luego como desapareció la autoridadque las protegía y vigilaba. Los indios, rotos los fre-nos poderosos que hasta entonces los habían sujetado,se entregaron á los mayores escesos. Hubo pueblosquemados, templos y palacios saqueados y los tesorosque contenian fueron robados ú ocultados. El oro yla plata adquirieron importancia á los ojos de los pe-ruanos luego que estos vieron la que tenían á los ojosde sus conquistadores ; y los metales preciosos queantes no servias sino para objetos de pompa y osten-t.acion ó para el adorno de los templos, fueron reco-gidos y enterrados en las cuevas y en los bosques, detal modo, que se afirma que lo escondido escedió esmucho á lo que cayó en manos de los españoles (6).Las provincias remotas del imperio sacudieron elyugo de los hncas. Sus grandes capitanes á la cabezade distantes ejércitos se alzaron con ellas. Rumínavi,gefe que mandaba en las fronteras de Quito , intentósegregar aquel reino del imperio peruano, y restable-.cer su antigua independencia. En una palabra, elpais se hallaba en ese estado.en que lo antiguo vadesapareciendo sin que el nuevo órden de cosas hayapodido establecerse todavía, es decir, en un estadode revolucion.

-Los autores de la revolucion, Pizarro y su gente,permanecian entre tanto ea Caxamalca. Pero el pri–mer paso del gefe español fue nombrar sucesor á Ata-livallpa; pues era mas fácil gobernará nombre de laautoridad venerada á que tan acostumbrados estabanlos indios, y no era difícil encontrar un sucesor á-aquel soberano. El legítimo heredero de la coronaera un hijo segundo de Huayna Capas llamado Man-co, hermano carnal del desgraciado Huasca:. PeroPízarro no sabia en qué disposicion se hallaba estepríncipe respecto á los españoles ,y por consiguienteno tuvo escrúpulo en preferir á él un hermano deAtahuallpa y presentarle á los nobles indios como sufuturo Inca. Ninguna noticia tenernos acerca del ca-rácter del jóven Toparca, que probablemente se re-signó sin repugnancia á un destino, que aunque hu-millante bajo ciertos puntos de vista, era mas elevadodel que podia esperar en -el órden natural de los su-cesos. Ohserváronse en cuanto lo permitían las cir-cunstancias, las ceremonias ordinarias de la corona–cima que se usaban en el Perú; el jóven Inca vió ceñidassus sienes con la borla imperial por la mano de suconquistador., y-recibió el homenaje de sus vasallosperuanos, los cuales se le tributaron con tanta menorrepugnancia, cuanto que la mayor parte de los quese hallaban en eI campamento pertenecían á la faccionde Quito. Dirigieron despues todos ansiosamente suspensamientos al Cuzco, del cual circulaban las massorprendentes noticias entre los soidados, así comode sus templos y palacios reales que se decia resplan-decian con oro y plata. Con la imaginacion así exal-

lib. VIII, cap. XVI.) Sin embargo, he preferido seguir la au-toridad de Garcilasso que, como peruano y cercano parientedel Inca, debia de estar mejor informado. «Mis compatriotas,dice, pretendian que los gallos que los españoles llevaron alPerú cuando cantaban pronunciaban el nombre de Atahuallpa,y yo y otros muchachos indios cuando íbamos á la escuela nosentreteníamos en remedados.» Com. Real, parte I, lib, IX,cap. XXIII.

(6) «Que lo que el Inca dió á los españoles, dijo uno de losnobles indios, `Abenalcázar, conquistador de Quito, era comoun grano de maiz comparado con los montones que tenia de-lante.» (Oviedo , IIist. de las Indias, MS., parte III, lib. VIII,cap. XXII.) Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS., Relaciondel primer descub., MS.

LA CONQUISTA DEL PERÚ

lada, Pizarro y toda su tropa, que se componia decerca de quinientos hombres, de los c)iales como unatercera parle eran de caballería , salieron• á principiosde setiembre de Caxamalca, lugar para siempre me-morable por haber sido teatro de una de las mas es-traías y sanguinarias escenas que recuerda la historia.Todas iban con grande entusiasmo, los de Pizarrocon la esperanza de doblar sus riquezas y los de Al-magro con la de adquirir otras tantas como habianadquirido los primeros conquistadores (1). El jóvenInca y el antiguo gefe Cliallcuchima les acompañaronen sus literas servidos por numeroso séquito de va-sallos, y caminando con tanta osteuta.cion y ceremo-nia como si se hallaran en verdadera posesion delpoder (2).

Tomaron el gran camino de los Incas que se esten-dia entre las elevadas regiones de las cordilleras hastael Cuzco. Era este un camino casi uniforme aunqueconstruido en unas partes con mas y en otras con me-nos cuidado segun la naturaleza del terreno (3). Unasveces cruzaba llanos y halagüeños valles que ofrecianpocos obstáculos al viajero; otras seguía el curso deun torrente que descendía una montaña é iba áestrellarse en la base de alguna enorme roca dejandoun pequeño especie donde podía fijarse el pie; otrasen fin donde la sierra era tan fragosa que parecia im-posible pasar adelante, el camino , , acomodado á lassinuosidades naturales del terreno, iba costeando laseminencias que hubiera sido imposible subir en línearecta (4).

Pero aunque construida con gran destreza presen-taba graves obstáculos al paso de la caballería. En lamontaña habia abiertos escalones; pero las puntas deroca lastimaban los cascos de los caballos; y aunquelos ginetes se apeaban y les llevaban por la brida, pa-decían mucho en los esfuerzos que hacían para apo-yar los pies (5). El camino estaba construido parael hombre y para el ligero pie del llama; y el únicoanimal de carga que mas fácilmente podía pasar porél era la sagaz y segura mula, de que los españoles nose habian aun provisto. Por una singular casualidadla España era el pais que producia mayor número demulas; y así en breve se proveyeron los conquista-dores de los animales que parecen haber sido cria-dos para atravesar los pasos dificultosos de las cordi-lleras.

Otro obstáculo de los que á menudo se les presen-taban eran los torrentes profundos que furiosos seprecipitaban de los Andes. Sobre estos torrentes ha-bia puentes colgantes de mimbre, frágil material que,al cabo de tiempo, roto por los pesados pies de la ca-ballería, aumentó con los agujeros que en él se hi-cieron los peligros y dificultades del paso. En talesocasiones los españoles continuaban su camino atra-vesando los ríos en balsas y llevando á los caballos ánado por la brida (6).

En toda la estension del camino hallaron estable-cidas casas de posta á distancias regulares para al-bergar á los correos del gobierno; y almacenes de

(I ) Los primeros conquistadores, segun Garcilasso , fue-ron muy honrados y respetados por los que llegaron despues,aunque en general eran hombres de menos consideracion yfortuna que estos últimos. Com. Real, parte I, lib. VII, ca-pítulo IX.

(`?) Pedro Pizarro, Descub. y Conq. MS.—Naharro, Rela-cion sumaria, MS.—Pedro Sancho, Rel. , ap. Ramusio, to-mo III, fol. 400,

(5) «Va todo el camino de una traza y anchura hecho ámano,» Relacion riel primer descuh. , MS.

(4) «En muchas partes viendo lo que está delante parececosa imposible poderlo pasar.» Relacion del primer descubri-miento, MS.

(5) Pedro Sancho, Relacion , ap. Ramusio, tomo III, fó-lio •104.

(6 Ibid. , ubi supra.—Relacion del primer descubrimien-to MS.

TOMO I,

granos y otros artículos en las p rincipales ciudades123

,destinados para los ejércitos indios. Así los españolesse aprovecharon de la prudente prevision del gobier-no peruano.

Despues de haber atravesado varias poblacionespequenas y otras de alguna nota de las cuales lasprincipales eran Guamachucho y Guanuco, Pizarroy su gente al cabo de algun tiempo de fatigosa mar-cha llegaron á la vista del rico valle de Xuuxa. Lamarcha aunque incómoda no les habia hecho padecerdemasiado, escoplo al cruzar las erizadas cuestasde las cordilleras que obstruian el camino, asperezasque hacian resaltar la hermosura de los valles engas-tados como perlas en aquella elevada region. Al pasarla montaña les in ' omodó bastante el frío; pues paraque la marcha fuese mas rápida se habian dejadoarras todo el bagaje superfluo y no llevaban consigoni aun tiendas (7). Los fríos vientos de las montañaspenetraban el espeso arnés de los soldados; pero lospobres indios, vestidos mas ligeramente y acostum-brados al clima de los trópicos padecieron mucho.El español parecía tener cierta osadía de cuerpo co-mo la que tenia de alma, que le hacia casi no sentirlos rigores del clima.

No les molestaron enemigos en su marcha ; peromas de una vez encontraron vestigios de ellos enpueblecitos inmediatos y en arruinados puentes. Decuando en cuando habian llegado á oidos de Pizarrorumores relativos á guerreros que le seguían las hue-llas; de cuando en cuando tambien se habian vistopequeñas tropas de indios como oscuras nubes alestremo del horizonte , que se desvanecían al acer-carse los españoles; sin embargo, al llegar á Xauxaestas nubes se reunieron formando una negra masade guerreros en la opuesta orilla del rio que atravesa-ba el valle.

Adelantáronse los españoles hacia el rio que au-mentado con las nieves era entonces ele considerableanchura, aunque no muy profundo. El puente habiasido destruido; pero los conquistadores sin vacilarsearrojaron resueltamente al agua y nadando y vadean-do como mejor pudieron llegaron á la orilla opuesta.Desconcertados los indios con este movimiento queno habian previsto, pues fiaban en la defensa (pie lesofrecía el rio, tomaron la fuga despues de haber he-cho un impotente disparo de sus armas arrojadizas.El miedo dió alas á los fugitivos; pero el caballo y sugineta eran mas ligeros y los vencedores tomaron san-grienta venganza de sus enemigos por haberse atre-vido aun á pensar en la resistencia.

Xauxa era una ciudad muy considerable de la cualya hemos dado noticia al hablar de la visita que lahizo llenando Pizarro. Estaba situada en medio deun verde valle fertilizado por mil pequeños arroyue-los que el industrioso agricultor indio hacia salir delgran rio que atravesaba mansamente los prados. Enella había varios edificios grandes de piedra tosca y untemplo de alguna nota en tiempo de los Incas. Pero elfuerte brazo del padre Valverde y de sus compatrio-tas derribó en breve los ídolos de su elevado puestoy puso en su lugar las imágenes de la Virgen y delniño.

En Xauxa se propuso Pizarro hacer alto por algu-nos días y fuudar una colonia española. Creía favora-ble la posicion para tener en jaque á los indios de lamontaña para establecer al mismo tiempo fácilescomunicaciones con la costa. Entre tanto determinóenviar adelante á Solo con un destacamento de se-senta caballos para reconocer el pais y recomponerlos puentes desu nidos por el enemigo (8).

(7) «La notte dormirono tutti in quella campagna, senzacoperlo alcuno, copra la neue ne pur hebber souuenunento dilegue ne da mangiare.» Pedro Sancho, Rel., ap. Ramusio,tomo III, fol 401.

(8) Carta de la justicia y regimienta de la liudad de Xauxa,

124 BIBLIOTECA DE GASPAR Y ROIG.

El activo Soto salió inmediatamente para cumplirsu comisiou, pero encontró grandes obstáculos ensu marcha. Las huellas del enemigo eran mas fre-cuentes á medida que avanzaba. Encontró irueblosquemados, puentes destruirlos, pesadas piedras ygrandes árboles en medio del canino para Impedirla marcha de la caballería. Al llegar cerca de 13i leas,ciudad importante en otro tiempo aunque ahora borra-da del mapa, tuvo que ssos!eeer una seria escaramuzacon los indios en un desfiladero , la cual le costó lavida de dos ó tres de sus soldados. La pérdida no fuegrande ; pero cualquiera pérdida hacia reusacion enlos españoles por lo poco acostumbrados que estabande algun tiempo á aquella parte á que se les opusiese

resistencia.Continuando mas adelente el espitan español cruzó

el rio Abancay y las caudalosas aguas del Apurimac;y al llegar cerca de la sierra ale Vricaconga supo queun cuerpo considerable de indios le esperaba en lospeligrosos pasos de la montaña. La sierra estaba á al-gunas leguas del Cuzco; y Soto, deseoso de llegaral otro lado de ella antes de que anocheciese, preci-pitó incautamente la marcha de sus causados caballos.Luego que hubo penetrado completamente entre lasrocas ydesfiladeros, una ~latidsaliendo al parecer de las cavernas y espesura de lasierra llenaron el aire de gritos guerreros, y comosi fueran un torrente de sus montañas, cayeron so-bre los invasores mientras estos su bien t rabajosainentelos escalones abiertos en el camino. Hombres y caba-llos quedaron trastornados con la furia del ataque, y]os que marchaban los primeros retrocediendo sobrelos que iban detras esparcieron la ruina y la coul.ler-nacion en las filas. Ea vano procuró Soto restablecerel órden y si posible fuera tomar la ofensiva. Las ar-mas arrojadizas cegaban y aturdian á los caballos los indios desesperados se colgaban de sus piernaspara evitar que siguiesen subiendo por el caminoabierto en la roca. Sato vió que si no llegaba á unaplataforma que había á cierta distancia, todo se per-día. Animando pues á su gente con el antiguo gritode combate que siempre llegaba al corazón del espa-ñol , hundió las espuelas en los Irijares de su cansadocorcel, y sostenido animosamente por su tropa se ha-brió paso entre la densa nube de guerreros dispersán-dolos á derecha é izquierda y logrado al fin llegar ála ancha plataforma.

Allí como de consentimiento mútilo suspendieronambas partes el ataque por algunos instantes.•Corriaun riachuelo por aquella llanura en el cual los espa-ñoles abrevaron sus caballos; y habiendo recobradolos animales aliento , Soto y su gente dieron una cargadesesperada á los indios. Estos la sostuvieron imper-térritos y el resultado del combate era todavía dudosocuando las sombras de la noche haciéndose por mo-mentos mas espesas separaron á los combatientes.

Los españoles y los indios se retiraron entonces ásus respectivos campus, conservando sus puestos átiro de ballesta unos de otros, de mudo riñe las vocesde los guerreros de ambas parles podian claramenteser oidas en el silencio de la noche. Pero eran muydiferentes las reflexiones que se pactan en cada unade las huestes i los indios ;alindados con su triunfomomentáneo esperabau eón confianza el día paracompletarlo; los españoles por su parte estaban pro-porcionalmente desanimados ; uo hablan •previsto talespíritu de resistencia en un enemigo hasta entoncestau pacífico. Varios hombres hablan muerto en la pe-lea; nao de resultas de un gol pe que le dió uu perua-no con su hacha de armas y que le abrió la cabezahasta la barba , indicio del buen temple del arma y

MS.—Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.—Conq. i Pob. delPirú, MS.—berrera, Ilist. Gen., déc. V, lib. IV, cap. X.-llelacien del primer descub. , 1HS.

de la fuerza del brazo que la manejaba (1). Tambienhabían muerto algunos caballos , cuya perdida fue ca-si tau sentida coma la de los giuetes, por los grandesgastos yrliticeltadesquese origina hau para trasladarlosá aquellas distantes regiones. Pocos fueren los hom-bres y caballos que salieron ilesos de la aceion y losaliados indios padecieron todavía mucho mas.

Segur la pertinacia y cierto,órden que reinaron enel ataque, parecia este haber sido dirigirlo por alguugefe de esperieucia militar, 1.al vez por el indio Q► uiz-quiz, que, sepan se decia , andaba recorriendo lasinmediaciones del Cuzco con fuerzas considerables.

No obstante, las causas racionales que habla paratemer el resultado del combate del dia siguiente, So-to , como gefe d ., dirimo esforzada, procuró reaeimorá su gente. Dijoles que si hablan Trecho frente al eue-migo cuando los caballos estaban causados y sus pro-pias fuerzas casi exhautas, seria mucho reas fácilvencerle despues de restauradas con el descanso deuna noche; y añadió que, «confiaba en el Todopo-deroso que nunca abandonaría á sus fieles servidoresea aquel estrenio. e Los sucesos justificaron despuesla confianza de Soto en este oportuno socorro.

De cuando eu cuando en su marcha había enviadoavisos á Pizarro noticiándole la situaciun amenaza-dora del pa.is, y al liu, este gefe seriamente alarmado,temió quia Soto fuese arrullado por las fuerzas supe-riores del enemigo. Para evitarlo destacó en su auxi-lio á Al nagro con casi todo el resto de la caballeríasin darle infantería para que pudiese caminar mas deprisa. Este activo gefe se adelantó á marchas forza-rles, estimulado por las noticias que recibía en eldañino , y tuvo la fortuna de Llegar al pie de la sierrade Vilcasouga en la misma noche de la acción.

Sabedor-del combate que acababa de darse siguióarbalau te sin querer dar d, scanso á los caballosil pesarde que estaban fatigados en estreno) con la larga mar-cha. La noche era muy oscura, y Almagro temerosode tropezar con el campamento enemigo y deseoso almismo tiempo de informar á Soto de su llegada,mandó tocarlas trompetas, cuyos acentos penetrandopor los destiladeros de las montañas despertaron áles soldarlos de Solo, sonando ea sus oídos como lareas armoniosa música. A ellos reapoadieron con suscornetas y pronto tuvieron la satisfaccion de abrazará sus libertadores (2).

Crende fue el desaliento de las huestes peruanascuando con la luz riel dia descubrieron el nuevo re-fuerzo con que se habian aumentado las Lilas de losespañoles. Era inútil pelear con un enemigo, cuyasfuerzas aumentaban á medida de su necesidad, y queparecía tener el poder de multiplicarse cuando le.convenia. Así sin intentar nuevo combate se aprove-charon de la espesa nicl:la que cubría las colinasinferiores para efectuar su retirada y dejar á los es-pañoles franco el paso. Entonces los dos gefes conti-nuaron su marcha hasta que salieron con sus tropasde la sierra , y tomando posicion segura se propusie-ron esperar en ella la llegada de Pizarro (3).

Entre tanto, el comandante en gefe continuabaen Xnuxu gran du unan te alarmado por los avisos querecibía acerca del estado del pais. Su empresa hastaentonces había encontrarlo tan pocas dificultades,que no estaba mas preparado que su teniente á la re-sistencia abierta de los indios. No comprendía tal vezque el carácter unas pacífico puede al fin irritarse con

(1) Pedro Sancho, Retado , ap. Ramusio, tomo 1II,fol. 403.

(3) Pedro Pizarro, Descub. y Conq. , 1115.—Ilerrera, his-toria gen. dec. V, lib. V, cap. III.

(3) El encuentro de Soto con los indios le refieren con masó menos pormenores Pedro Sancho, Bel., ap. Remusio, to-mo III, fol. 103.—Conq. i Pob. dei Pirír, MS.—Relacion delprimerdescub., MS.—Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.,todos los cuales pertenecían al ejército.

LA CONQUISTA DEL PERÚ.l25

aquellos sities imagníficos que tan á menudo seencuentran co pio enclavados en medio de los An-des, y cuya belleza resaltaba mas por el contrasteque hacia coa los cerros fragosos que le rodeaban.Atravesábale un rio, que regando el suelo manteníaen él una alfombra perpetua de ' verdor y la rica ylozana vegetacion lo daba el aspecto de un jardin cul-tivarlo. La hermosura del sitio y su temple deliciosole hacían muy á propósito para residencia de los no-bles peruanos , los cuales tenian en las laderas delos montes casas de campo , que les proporciona-ban agradable mausion durante los calores del es-tío (5). Sin embargo, el centro del valle estaba desfi-gurado por un pantano de cierta estension producidopor las frecuentes avenidas del rio, pero la industriade los arquitectos indios habla construido un sólidoarrecife de grandes piedras, unido con el caminoreal que atravesaba en tecla su latitud el pantano (6).

En este valle hizo alto Pizarro por algunos días.para dar descanso á sus tropas y municionarlas en.los bien p rovislos almacenes de !os Ir a c as. Su primeracto fue formar causa á Challcuchima , sí causapuede llamarse un procedimiento en que la sentenciase dió la mano con la acusación. No sabemos de quénaturaleza eran los testimonios que se alegaron en sucontra , solo sí que fueron suficientes para que loscapitanes españoles le declarasen culpado. Ni es en-teramente iucreihle que Cha 1lcucirin,a hubiese esti-mulado secretamente la iusurreccion del pueblo paraalcanzar su libertad y la de su pais. Fue condenadoá ser quemado vivo en aquel sitio,'« sentencia, diceHerrera, que pareció á algunos demasiado cruel,pero los que se rigen por ra y ones de alta política noatienden á ninguna otra (7). ;, No sabemos por quéadoptaban los españoles con preferencia este método

, cruel de ejecucion, á no ser que fuese porque el in-dio era infiel, y el fuego desde muy antiguo parecehaber sido considerado el elemento reas á propósitopara dar muerte á los infieles corno tipo de la inestin-guible llama que les esperaba en las regiones infer-nales.

El padre Valverde acompañó al gefe peruano alpatíbulo, el cual presenció ansioso de aprovecharaquellos terribles momentos para conseguir la con-version de la víctima. Pintóle con sombríos colores elterrible destino del infiel, á quien solo las aguas delbautismo podian proporcionar las inefables gloriasdel Paraíso (8). No parece que le prometiera conmu-tacion'atguna de la pena en este mundo. Pero susargumentos se dirigian á un corazon de bronce, y elindio respondió fríamente , « que nó entendía la reli-gion de los blancos (9). » Debe perdonársele que nocomprendie se las bellezas de una fé que segun se havisto le produjo tan amargos frutos. En medio de sustormentos mostró el valor característico del indioamericano, cuya facultad de sufrir triunfa del poderde persecucion de sus enemigos, y murió invocandoel nombre de Pachacamac. Sus propios soldadosreunieron los haces para alimentar .las llamas que leconsumieron (10).

Poco despues de este trágico acontecimiento, sor-prendió á Pizarro la visita de un noble peruano que

la opresion, y que la muerte del Inca, á quien los in-dios miraban con tanto respeto y venerncierr , ;indiaser uu estímulo. poderoso para sacarles de su apatía.

Las noticias que despues recibió de la retirada delos peruanos le llenaron por tanto de satisfaccion , ymandó que se dijesen misas y se diesen gracias alcielo, «que se habla mostrado tan propicio á los cris-tianos en toda aquella grande empresa.» El españolfue siempre un cruzado. Era en el siglo xvi lo queCorazon de Leora y sus valientes caballeros eran en elsiglo xu, con la diferencia de que estos peleaban porla cruz y por, la gloria, y el español por el oro y porla cruz. El espíritu caballeresco se había resfriado unpoco ante el espíritu mercantil ; pero el fuego delentusiasmo religioso todavía ardia tan vivo bajo lacota de malla del conquistador de América, comoardió en otro tiempo bajo la armadura de hierro delsoldado de Palestina.

Parecia probable que alguna persona de autoridadhubiese organiiado ó á lo menos ordenado la resis-tencia de los indios, y las sospechas recaaeron sobreel cautivo gefe Challcuchima, el cual fue acusado demantener correspondencia secreta con su confede-rado Quizquiz. Pizarro pasó á verse con el noble in-dio, y acusándole de autor de la conspiracion, leechó en cara, cómo antes habla hecho con el Inca,su ingratitud con los españoles que tan generosa-mente le hablan tratado, y concluyó asegurándoleque si no hacia que los peruanos depusiesen las ar-mas y se sómetiesen inmediatamente, le baria que-mar vivo tau luego corno llegasen al campamento deAlmagro (l).

El gefe indio escuchó esta terrible amenaza con lamayor serenidad. Negó haber tenido comunicarionninguna ron . sus compatriotas , y dijo , que hallán-dose prisionero no poda, mientras lo estuviese, ha-cer que se sometieran. Despues guardó un obstinadosilencio y Pizarro no le volvió á hablar del asun-to (.), pero le sometió á la custodia de una fuerteguardia y mandó ponerle grillos, procedimiento demal agüero , pues hacia sido el precursor de lamuerte de Atahuallpa.

Antes de salir de Xauxa sucedió una desgracia álos españoles con la . muerte de su hechura el jóvenInca Toparca. Las sospechas recayeron tambien so-bre Challcuchima á quien ya atribuían los españolestodo lo malo, que les sucedía (3). Sintió mucho Pi-zarro esta muerte, pues perdia con ella la oportuni-dad de cubrir sus actos futuros con aquella•sombrade soberanía (4)-.

Pizarro consideró lo mas prudente, no aventurarseá perder sus . tesoros llevándolos consigo; y los dejópor tanto en• Xauxa bajo la custodia de cuarenta sol-dados que se quedaron allí de guarnicion. Ningun

acontecimiento de importancia ocurrió en el camino,y reunidas las fuerzas de Pizarro con las de Almagroy Soto , penetraron en el valle de Xaquixaguama áunas cinco leguas del Cuzco. Era este valle uno de

(1) Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.—Pedro Sancho,Rel., ap. Rannisio, • tomo 111, fol. 406.

(2) 'bid., ubí supra.(3) Segun la carta dirigida al emperador por el ayunta-

miento de Xauxa, parece que ni aun las tropas llegaron á con-vencerse del crimen de Challcuchima. «Público fue, aunquedello no ubo averiguacion ni certenidad, que el capitan Cha-liconiman le abia dado ierbas í á beber con que mu rió.» Cartade la Just. y Reg. de Xauxa, MS.

(4) Segun Velasco, Toparca, á quien llama por otro nom-bre, rasgó con desprecio la diadema que le diera Pizarro , ymurió de dolor á las pocas semanas. (1-list. de Quito, tomo 1,Pá g . 377.) Este escritor , que era un jesuita de Quito, pareceque se creas obligado á defenderá Atahuallpa y su familia,como si espresamente se le hubiese encomendado su defensa.Sus testimonios, cuando consien te en presentar algunos, rarasveces vienen en apoyo de sus dichos, de modo que puedaninspirarnrnos confianza en su exactitud.

TOMO I.

(5) «Aula en este valle muy sumptuoso aposentos y ricos,adonde los señores del Cuzco salían á tomar sus placeres .y so-lazos.» Cieza de Leon, Crónica, cap. XCI.

(6) Cieza de Lean, Crónica, cap. XCI.(7) Iliet. general, clec. V, lib. VI. cap. III.(8) Pedro Sancho, Relacion, ap. Ramusio, tomo III, fó-

leo 406.(9) lbid. , loc. cit.(10) !bid., loc. cit.—Pedro Pizarro, Descubrimiento Con-

quista , MS.El manuscrito del antiguo oonqurstador está muy deterio-

rado en este pasage, y gran parte de su narracion está com-pletamente borrada.

126 BIBLIOTECA DE GASPAR Y 'MG.

calles de la capital, al paso que la sólida tierra tem-blaba bajo los pesados pies de los caballos.

El gefe espa€rol se encaminó directamente á la plazaprincipal. Estaba esta rodeada de varias filas de edi-licios bajos, entre los cuales !rabia algunos palaciosde los Incas. Uno de ellos levantado por Iluayna Ca-pan, estaba coronado de una torre, y el piso bajoocupado por uno ó dos de aquellos inmensos salonessemejantes á los de Caxarnalca, donde los nobles pe-ruanos celebraban sus fiestas cuando el mal estadodel tiempo no les permitia celebrarlas en olio sitio.Estos edificios podian servir muy bien de cuartelespara las tropas; sin embargo , en las primeras sema-nas los soldados perman=ciuron bajo sus tiendas enla gran plaza con los caballos alados á suinmediaciou,y dispuestos á rechazar cualquier movimiento hostilde los habitantes (4).

La capital de los Incas aunque muy inferior á ElDorado, que tanto habia escitado la crédula fantasíade los españoles , los llenó de admiracion por la her-mosura de sus edilicios, la estension y regularidadde sus calles y el }mea órden y el aspecto de comodi-dad y aun de lujo que se observaba en su numerosapūb •.ácirn. Esta ciudad era muy superior en Lodo ácuantas lial,ian visto hasta entonces en el NuevoMundo. Uno ríe los conquistadores calcula su pobla-ciou en doscientos mil habitantes, y la de los arra-bales en muchos aras (5). No tengo noticia de queningun otro escritor confirme esta relacion. Peroaunque parezca exagerada, es lo cierto que el Cuzcoera la metrópoli de un grande imperio, residencia dela córle y de la nobleza principal, frecuentada por losmas hábiles mecánicos y artesanos de toda especieque en ella encontraban amplios medios de ejercersus oficios , guarnecida por una tropa numerosa, yfinalmente punto de reunion de todos los que emigra-ban de las denlas provincias. Los puntos de dondeesta heterogénea poblacion procedía, estaban indica-dos en sus trajes particulares y especialmente en losadornos de la cabeza , que tan raras veces se encuen-tran en el indio americano: y que con sus variadoscolores daban un aspecto pintoresco á los grupos ymasas de gente que circulaban por las calles. El ór-den y e! decoro que se observaban en aquella reunionmultiforme de gentes eran una prueba de la excelentepolicía de la capital, donde los únicos sonidos queturbaban el repuso de los españoles eran los de lasfiestas y danzas que los indios con feliz insensibilidadprolongaban constantemente hasta una hora avan-zada de la noche (6).

Los mejores edificios, y habia muchos de esta cla-se, eran de piedra ó con fachadas de piedra (7). Entrelos principales se contaban los palacios de los monar-

(4) Pedro Sancho, Rel., ap. Ramusio, tomo III, fol 407.—Garcilasso, Com. Peal, parte I, lib XII, cap. X.—Relaciondel primer descub. , MS.

(5) «Esta ciudad era múy grande ymuypopulosadegrandesedificios y comarcas, cuando los espaaoles entraron la primeravez en ella havia gran cantidad de gente, seria pueblo de masde cuarenta mil vecinos solamente lo que tomaba la ciudad,que arravalles y comarca en derredor del Cuzco á diez ó doceleguas, creo io que havia doscientos mil indios, porque estoera lo mas poblado de todos estos reinos.» (Conq. i Pob. delPiró, MS.) Se culcula que el vecino representa generalmentecinco individuos. Sin embargo, el padre Valverde en unacarta escrita pocos afros despues de estos sucesos, dice que laciudad tenia solamente de tres á cuatro mil casas en tiempode la. ocupacion , y los arrabales diez y nueve ó veinte mil.(Carta a! emperador, MS. , 20 de marzo de 1559.) Es posibleque no tomase en cuenta sino las casas mejores, no contandolas caballas de barró, ó mas bien cobertizos, que formabanuna gran parte de las poblaciones peruanas.

(6) «rieran tantos los atambores que de noche se pian portodas partes bailando y cantando y bebiendo, que toda lamayor parte de la noche se les pasava en esto cotidianamen-te.» Pedro Pizarro. Descub. y Conq., MS.

(7) «La maggior parte di queste case sono di pietra , et

llegó al campamento con gran ceremonia y can nu-meroso y brillante séquito. Era el jóven Príncipe

Manco , hermano del malhadado Huascar, y legítimoheredero .le la corona. Conducido ante el f;efe espa-ñol, anunció sus prettensioues al trono, y reclamó laproteccion de los estranjeros. Dícese que había pen-sado en oponerles resistencia con las arenas y quehabia fomentado el entusiasmo de los indios para queatacasen á los españoles en su marcha; pero queviendo que era ineficaz la resistencia . , habia adoptadoaquel partido que le aconsejaba la política, no obs-tante el gran descontento que su proyecto habia es-citado entre los mas resuellos geles de la nobleza.Sea de esto lo que fuere, Pizarro escuchó sus preten-siones con singular contento , porque vió en estenuevo vástago del verdadero tronco real un instru-mento mas eficaz para su propósito que el que pu-diera haber encontrado en la familia de Quito, á lacual, los peruanos tenían poca aticion. Recibió puesal jóven con gran cordialidad , y no vaciló en asegu-rarle que habia sido enviado á aquel pais por su amoel soberano de Castilla , para apoyar las pretensionesde I-Inascar á la corona ; y castigar la usurpacion desu rival (1).

En seguida , llevando consigo al príncipe indiocontinuó su marcha. Fue esta interrumpida por algu-nas horas por una partida de peruanos que le espe-raba en la inmediata sierra. Al llegar á. ella, hubouna animada escaramuza en que los indio., se porta-ron con gran valor, é hicieron alguu daño ,í los espa-ñoles; pero estos al fin les dispersaron y forzaron elpaso del desfiladero . , y el enemigo no se cuidó de se-guirlos en campo abierto.

Era ya muy entrada la tarde cuando los conquista-dores llegaron á vista del Cuzco (2). El sol ponientedirigia sus rayos casi horizontales sobre la ciudaitimperial donde tantos altares se elevaban en su hon-ra. Las filas de bajos edificios, que miradas al travesde sus rayos parecian otras tantas líneas de plateadaluz , llenaban el fondo del valle v los puntos menoselevados de las montañas, cuyas formas magestuosasy sombrias, parecian querer tender un oscuro velosobre la ciudad, como para protejerla de la profana-cion que le amenazaba. Era tan tarde, que Pizarroresolvió diferir su entrada hasta la mariana siguiente.

Aquella noche se estableció una guardia vigilanteen el campamento, y los soldados durmieron sobrelas armas; pero no les molestó el enemigo, y á lamañana del dia siguiente, 15 de noviembre de 1533,se preparó Pizarro para hacer su entrada en la capi-'tal del imperio peruano (3).

Formóse el ejército en tres divisiones, de las cua-les la del centro ó batalla, como se llamaba, iba á lasórdenes de Pizarro. Los arrabales estaban llenos deinnumerable multitud de indios que 'labia n salido elela ciudad y de los pueblos inmediatos para presen-ciar aquel ostentoso y para ellos sorprendente espec-táculo. Todos miraban con ardiente curiosidad á losestranjeros , cuyas terribles hazañas habia publicadola fama por los puntos mas remotos del •imperio.Contemplaban con asombro sus resplandecientes ar-mas y sus blancos rostros que parecian proclamarlosverdaderos hijos del Sol, y escuchaban con miste-rioso temor el sonido de la trompeta, cu ras prolon-gadas notas'se estendian en alas del viento por las

(1) Pedro Sancho, Rel., ap. Ramusio, tomo III, fól. 406.—Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.

(2) «Y dos horas antes que el sol se pusiese, llegaron ávista de la ciudad de Cuzco.» Relacion del primer descubri-miento, MS.

la entradas. Peno no puede haber cuant

autoridades para de-temin arla que la relacion de Pedro Sancho y la carta de los

magistrados de Xauxa. Estas son las que he seguido en eltexto.

LA CONQUISTA

eas) pues corno cada soberano construía para sí unonuevo, aunque no eran muy elevados, cubrian unagran estension de terreno. Las paredes de algunosestaban labradas o pintadas de colores 'vivos y laspuertas , segun dice un escritor, eran Pn algunos demármol de colores (1). «En e delicado labrado delas piedras, dice uno de los conquistadores , los in-dios escedian con mucho á los españoles, aunque lostejados de sus edificios en vez de tejas teman paja,si bien colocada con mucho artificio y primor (2). Elclima ardiente del Cuzco no exigia otra materia massólida para defenderse del mal tiempo.

El edificio mas importante era la fortaleza, situadasobre una roca sólida que se alzaba orgullosa sobretoda la ciudad. Era de piedras cortadas y trabajarlascon tanto arte , que era imposible descubrir la líneade union entre unas y otras ; y las avenidas estabandefendidas por tres parapetos semicirculares com-puestos de masas de roca tau enormes que los ase-mejaban á la obra de arquitectura que los maestrosen el arte conocen con el nombre de ciclopea. Eleva-base hasta una altura estraordinaria para un edilicioperuano; y desde su mayor elevaciou ce descubríauna perspectiva magnífica, en que el agreste aspectode la montaña con sus rocas , bosques y torrentes,el floreciente verdor del valle y la brillante ciudad queocupaba el primer término , formaban un armoniosoy admirable conjunto bajo el oscuro azul del cielo delos trópicos.

Las calles eran largas y estrechas y estaban dis-puestas con perfecta regularidad cortándose unas áotras en ángulos rectos; y de la gran plaza saliancuatro calles principales que iban á parar á los cuatrograndes caminos del imperio. Esta plaza y muchascalles de la ciudad estaban empedradas con pequeñasguijas (3). Por el centro ele la ciudad pasaba un riocristalino ó mas bien canal , cuyas orillas en una es-tension de veinte leguas estaban fabricadas de pie-dra (4); y sobre él había puentes construidos tembiende anchas losas que proporcionaban fácil comunica-cioa entre los diferentes barrios de la capital (5).

l'altre himno la metá de la faccrota di pietra.» Pedro Sancho,Rel., ap. Ram., t. III, fol. 413.

(1) «Che sop o le principali della cittá dipinte et lauorato-re, et di pietra; et la mi l-líos d'sse é la casa di Guainacaba,cacique vecchic, et la porta d'essea é di marmo blanco et roscoet d'altri colorí.» ((bid. , ubi supra.) Los edificios eran gene-ralmente de piedra coman. Lo que los españoles tuvieron pormármol, s ria prohablemente pórfiro, con el cual estabamezclada la piedra de las canteras inmediatas.

(2) «Todo labrado de piedra muy prima, que cierto todala cantidad de esta cihdad hace gran ventaja á la de España,aunque carecen de teja, que todas las casas, si no es la for-taleza, que era hecha de azoteas, son cubiertas de paja, aun-que tan aria-lamente puesta que parece bien.» Rel. del primerdescub., MS.

(3) Pedro Sancho, Relacion, ap. Ramusio, tomo III, ubisupra.

Es digno de citarse un pasaje de la carta de la justicia deXauxa, pues confirma apoyándose en las mejores autoridades,algunos de los interesantes pormenores mencionados en eltesto. «Esta cihdad es la mejor é maior que en la tierra se havisto, y aun en Indias; é decimos á V. M. que tau hermosa yde tan buenos edificios que en España seria muy de ver; tie-ne las calles por mucho roncierto empedradas de guijas peque-ñas todas, las mas de las casas son de señores principales he-chas de cantería. Está en no» ladera (le un zerro, en el cualsobre el pueblo está una fortaleza un,y• bien obrada de cante-ría, tan de ver que por españoles que han andado reinos es-traños dicen no halles visto otro edilicio igual al della.» Cartade la Jun. y Re g rdeXa oía , MS.

(4) «Un rio riel cual baja por medio de la cihdad y desdeque nace, mas de veinte leguas por aquel valle abajo dondehay muchas poblaciones va enlosado todo por suelo, y lasvarraneas de una parte y do ora echas de_ materia labrada,cosa nunca vista ni oida.» Mariela del primer descubrimien-to, MS.

(fi) El lector recordará en este capítulo algunas repeticio-

nes de lo que ya he dicho en la introducciou acerca del Cuzco

DEL PERÚ. 127El edificio mas suntuoso del Cuzco en tiempo de

los Incas era indudablemente el gran templo dedicadoal Sol cubierto todo de chapas de oro, como ya se hadicho ,y rodeado de conventos y dormitorios para lossacerdotes , con sus jardines y vastos parterres res-plandecientes de oro. Los conquistadores se habianya llevado todos los ornamentos esteriores; pero elfriso de oro que estaba engastado en las piedras cir-cundaba todavía el edificio principal. Es probableque las relaciones acerca de la riqueza del temploque tanto eseitaba la avaricia de los españoles fuesendemasiado exageradas ; pero si no lo eran , los indiosdebieron ocultar muchos tesoros en parte tan seguraque los invasores no pudieron descubrirlos. Sin em-bargo, todavía quedaba mucho no solo en el grantemplo del Sol sino en la inmensa multitud de tem-plos inferiores que había en la capital.

Pizarro al entrar en el Cuzco dió una órden prohi-biendo á sus soldados hacer daño alguno á los edili-cios de los habitantes (6). Pero los palacios eran mu-chos, y las tropas no perdieron tiempo en saquearlosasí corno á los templos cuyos adornos interiores lesdieron un botín considerable. Despojaron de sus jo-yas y ricos ornamentos á. las regias momias que repo-saban en el templo de Coricancha. Indignados contralos habitantes que baldan ocultado sus tesoros dieroná muchos tormento para arrancarles la confesion delsitio en que los tenian (7). Profanaron los sepulcrosen que los peruanos solían depositar sus efectos maspreciosos y obligaron á la tumba á entregarles loscuerpos que ocultaba. Nada se libró de la esploracionde los rapaces conquistadores, los cuales tropezaroncasualmente tambien con una mina de riqueza quelos recompensó de su trabajo.

En una caverna cerca de la ciudad encontrarongran número de vasos de oro puro ricamente graba-dos con figuras de serpientes , langostas y otros ani-males. Entre ellos se hallaron asimismo cuatro llamasde oro y diez ó doce estatuas de mujeres unas de oroy otras de plata «que solamente el verlas, dice unode los conquistadores con cierto candor, daba verda-deramente gran salisfaccion. n El oro era probable-mente de poco espesor; pues las figuras tenian todasel tamaño natural; y muchas de ellas fueron reserva-das para el quinto real y enviadas á España en lamisma forma Hl que se hallaron (S). Los almacenesestaban llenos de curiosas telas unas teñidas de vis-tosos colores, otras de algodon y de pluma, sandaliasy chinelas de oro y plata y vestidos compuestos ente-rame.nte de cuentas de oro (9). El maiz y otros ar-tículos de alimento de que laminen estaban llenos losalmacenes fueron despreciados por los españolesatentos solo por entonces á satisfacer su sed de

bajo el dominio de los Incas. Pero los hechos aquí referidosestán sacados en su mayor parte de otras fuentes, y era in-evitable alguna repeticion para dar un idea distinta de la ca-pital.

(6) «Pues mandó el marques dar un pregon que ningun es-pañol fuese á entrar en las casas de los naturales ni tomallesnada.» Pedro Pizarro, Resentí. y Conq., 11S.

(ī ) Gomara. Ilist. de las Indias, cap. CXXIII.(4) «Et fra l'altre cosse singolari, era vedes can ttro cas-

tran di fino oro molla gramil et 16 ú 12 statue di elnnne, dellacrandezza dclie dime di que' pOaese, tulle loro lino, cosi bclleet bcn falte come se fossero vine... Hueste fui ciarte nelquinto rice tocara á S.M.» (Pedro Sancho, Bel. ap. ltanmsio,tomo 111. Ci. 4.09.) «Muchas ligaras de oro y plana enteras,hecha la forma de una mujer, y el del taoiaf:e delia, muy bienlabradas.» Relarion del primer desruh., AIS.

(9) «Aria ansi mismo otras muchas plumas de diferentescolores para este efecto ele hacer ropas que vestían los señoresy señoras y no otro en los tiempos de sus fiestas; aria Cam-bien mantas hechas de chaqui ra , de oro y ,le plata , que fieraveas quentecitas muy delicadas, que precia cosa de 1.51'8.1110ver su hechura.» Pedro Pizarro, Descubrimiento y Conquis-ta , MS.

128 BIBLIOTECA DE

oro (4). Pero despues llegó un tiempo en que el granohubiera sido de mucho mas valor.

Sin embargo la suma de riquezas encontradas enla capital no igualó á las grandes esperanzas que sehablan formado los españoles, si bien el déficit lo su•plió el saqueo que hicieron en varios puntos durantesu marcha. En uno por ejemplo , encontraron dieztablas ó barras de plata macizas, cada una de lascuales tenia veinte pies de largo, uno de ancho ydos 6 tres pulgadas de grueso. Estas tablas estabandestinadas para adornar la habitacion de un nobleInca (2)

De todo el tesoro se hizo un fondo comun como enCaxamalca; y despues de haber separado para la co-rona algunas de las cosas de mas valor y hermosurase entregó el resto á los fundidores indios para quehiciesen barras de igual peso. Ilízose esta division delbotin bajo los mismos principios que la anterior.Eran en todo cuatrocientos ochenta soldados, inclu-sos los de la guarnicion de Xauxa, los cuales debianpercibir tambien su parte, siendo la de los de 1. caba-llo doble que la de los infantes. Los que se hallaronpresentes á la division calculan de diversos modos elimporte total del botín. Unos afirman que fue muchomayor que el del rescate de Ataltuallpa; otros por elcontrario aseguran que fue menor. Pedro Pizarrodice que cada soldado de á caballo llevó seis mil pe-sos de oro y cada uno de los de infantería la mitad (3);aunque Pizarro hizo como la otra. vez alguna dife-rencia en la reparticion segun la categoría de los in-dividuos y los servicios que hablan prestado. PeroSancho, notario real y secretario de [`izarro, calculael total botín en mucho menos, pues dice que nopasó de quinientos ochenta mil doscientos pesos deoro, y doscientos quince mil (narcos de plata . (4). Noteniendo (latos oficiales es imposible determinar cuálde estas dos relaciones es la exacta; pero debe te-nerse presente que la de Sancho está lirmada por Pizarro y por el tesorero Riquelme,y por consiguienteque esta manifiesta sin duda alguna por lo menos loque los conquistadores dijeron al emperador.

Pero sea cualquiera de estas relacioues la exacta,el tesoro adquirido en el Cuzco, unido al que obtu-vieron en Caxamalca, polla haber satisfecho los de-seos del mas avaro. El influjo repentino de tauta.ri-queza e , y esta en forma tan fácil de traspnr Lar, en unatropa de incansables aventureros poco acostumbradosá poseer caudal, produjo sus naturales efectos dán-doles medios de entregarse al juego, pasion tanfuerte y tau comían entre los espairules que se lapuede considerar como un vicio nacional (5). Per-díanse y volvíanse á ganar en un mismo dia riquezasbastantes para hacer a sus propietarios independien-tes' por toda su vida; y mas de un jugador desespe-rado se vió por un desgraciado golpe de dados ó cortede baraja despojado en pocas horas del -fruto de añosde fatiga y obligado á empezar de nuevo su obra derapacidad. Entre estos se hace mencion de un sol-dado de caballería llamado Leguizano, á quien hablatocado en suerte la imagen del Sol elevándose sobreuna lámina de oro. bruirido que se Babia hallado enlas paredes en un lugar oculto del gran templo , y

GASPAR Y ROIG.

que tal vez por su grande hermosura 6 por cualquieraotra raznn no fue fundida con los demas 'ornamentos -El jugador perdió esta rica presa en una sola noche,de donde vino el proverbio español : juega el sol antesque amanezca (6).

El efecto de tal superabundancia de metales pre-ciosos se dejó sentir inmediatamente en los precios.Los artículos mas comunes costaban sumas exorbi-tantes: una mano de papel valia diez pesos de oro,una botella de vino sesenta, una espada cuarenta ócincuenta, una capa ciento y algunas veces mas, unpar de zapatos valia treinta ó cuarenta. pesos de oro,y gro se compraba un buen caballo por menos de dosmil quinientos (7). Otros artículos subieron todavía ároas altos precios, segun que bajaba el valor del oroy la plata que . los representaban. En suma , el oro yla pl,. La parcelan ser en el Cuzco las únicas cosas queno eran riqueza. hubo sin embargo algunos soldadosprudentes que se volvieron á su pais contentos con laganancia que habian hecho y en él sus riquezas lesdieron con,ideracion é independencia y escitaron laenvidia de sus compatriotas estimulándoles á buscarfortuna por las mismas vías.

LIBRO III^Conquista del Peru.--Continuaeion.

CAPITULO IX.Coronacion del nuevo Inca. — Arreglos municipales.—

Terrible marcha de Alvarado.—Entrevista con Pizar-ro.—Ir undacion de Lima.—Llegada de Hernando Pf-zarro á España.—Sensacion en la córte.—Desavenen-cias entre Almagro y los Pizarros. •

1534-1535.

Er. primer cuidado del gefe españa despues de ladivision del botiu fue poner á Manco erg el trono yhacer que le reconociesen sus compatriotas. Presen-tótes este príncipe corno su futuro soberano, hijo le-gítimo de Huayna Capac y verdadero heredero delcetro peruano. Este anuncio fue recibido con entu-siasmo por el pueblo que amaba la memoria de suilustre padre y se complacia de ser gobernado toda-via por un monarca de la antigua rama del Cuzco.

Nada se perdonó para conservar la ilusión del pue-b'o indio. Ubserváronse escrupulosamente las cere-monias de la coronacion ; eljlóven príncipeguardó lasvigilias y los ayunos prescritos; y en el dia señaladolos nobles y el pueblo y toda la tropa española se reu-nieron en la gran plaza del Cuzco para terminar laceremonia. El padre Valverde celebró . públicamentela misa, y el Inca Manco recibió la diadema del Perú,no de manos del gran sacerdote de su nación sino delas de su conquistador Pizarro. Despues.los señoresindios prestaron su obediencia en la forma acostum-brada; y luego el notario real leyó en altavoz un do-cumento en que se aseguraba la supremacía de lacorona de Castilla y se exigió de todos los presentesque rindieran homenaje á su autoridad. Esplicadoeste documento por un intérprete, se verificó la cere-monia del homenaje por cada una de las clases pre-sentes saludando á la bandera de Castilla dos ó tresveces con la mano. En seguida Manco .brindó conPizarro en una copa de oro llena de chispeante chicha,y el gefe español despues de haber abrazado cordial-mente al nuevo monarca, dió la se rial lasirompetaslas cuales anunciaron la conclusion de la ceremo-

vo Mundo, donde desgraciadamente es en efecto la pasion deljuego la que domina á nuestros hermanos.

(6) •Garcilasso, Com. Real, parte 1; lib. III, cap. XX.( 7) Xerez, Conquista del Perír, ap. Barcia, tomo II1, pa-

gina 233.

(1) Ondegardo , Rel. prim., MS. •(2) «Pues andando yo buscando mahiz ó otras cosas para

comer, acaso entré en un bullo donde hallé estos tablones deplata qua; tengo dicho que heran hasta diez, y de largo te-man veinte pies y de anchor de uno y de gordor de tres dedos,di noticia de•lo al marques y él y todos los demas que con elestavan entraron á vello.» Pedro Pizarro, Descub. y Con-quista, MS.

(3) Descub. y. Conq. , MS.(4) Pedro Sancho, Relacion, ap. Ramusio; tomo III, Po-leo 409.( g ) Nota del traductor. El autor para hacer esta ob-eervacton se ha propuesto sin duda por tipo el español de Nue-

LA CONQUISTA

nia (I). Pero sus sonidos no eran los sonidos deltriunfo sino de la humillacion porque anunciaban ocielos esl.raneros habían hollado los salones del palaciode los Incas; que la ceremonia de la coronacion erauna miserable farsa; que el príncipe mismo era soloun instrumento en manos de su conquistador, yquela gloría de los hijos del Sol habia desaparecido parasiempre.

Sin embargo el pueblo se dejó llevar fácilmente desus ilusiones y se apresuró á aceptar esta imagen desu antigua independencia. El advenimiento del jóvenmonarca al trono fue solemnizado con las fiestas yregocijos de costumbre. Sacáronse á la plaza congran pompa las momias de sus regios antepasados,cubiertas de los ornamentos que se les hablan dejadoy servidas por numeroso séquito que desempeñabapara con ellas todos los oficios que hubieran desem-peñado para con los vivos. Cada uno cielos cadáveresfue colocado en su silla delante de la mesa del ban-quete, privada ¡ ala ! de la magnífica vajilla que en otrotiempo respl;uidi cia en ella cuando se ce l ebraban es-tas grandes festividades. Los convidados bebieron re-petidas veces en honor de los ilustres difuntos ; des-pues comenzaron las danzas y las demostraciones deregocijo en la plaza, que se prolongaron hasta horaavanzada y en las cuales, noche tras noche continuóaquella ilu s a poblacion entregándose á su alegría,como si los conquistadores 'lose hubiesen apoderadode la capital (2). ¡ Qué contraste con los aztecas en laconquista de Méjico !

Despues trató Pizarro de organizar el gobiernomunicipal del Cuzco dándole la forma que tenia enlas ciuiades de su pais. Nombráronse dos alcaldes yocho regidores, y entre estos últimos á los hermanosde Pizarro, Gonzalo y Juan. Todos juraron su oficiocon gran solemnidad el 2 t de marzo de 1534 en pre-sencia de españoles y peruanos y en la plaza pública;como si con esta ceremonia quisiera Pizarro anunciará los indios que si bien conservaban una imagen desus antiguas instituciones, el verdadero poder deliiaestar de allí en adelante en manos de los conquistado-res (3). Invitó á los españoles á establecerse (llaciu-dad con grandes ofertas de tierras y casas, para locual le daban medios suficientes los muchos palaciosy edificios de los Incas ; y mas de un caballero que ensu patria era tan pobre que no tenia sitio dondedes•cansar, se vió propietario de una espaciosa mansioncapaz de dar abrigo á la comitiva de un príncipe (4).Desde esta época, dice un antiguo cronista, Pizarro,que basta entonces habia sido distinguido con el tí-tulo militar de capital general , tomó el de gober-

(1) Pedro Pizarro, Descub. y Cono,., MS.—Pedro Sancho,Rel. , ap. Ramusio, tomo III, fól. 407.

(2) Pedro Pizarro, Descub. y Cono,., MS.«Luego por la maüana iba el enterramiento donde estaban

cada uno por Arden embalsamados congo es dicho, y asentadosen sus sillas, y con mucha veneracion y respeto, todos porórden los saraban de alli y los trahian A la ciudad , teniendocada uno su litera, y hombres ron su librea , que le trajesen,y ansi desta manera todo el servicio y aderezos como si esta-hiera vivo.» Relacion del primer descub. , MS.

(5) Pedro Sancho, Rel., ap. Ramusio, tomo IiI, fol 409.—Montesinos, Anales, AIS. , ario 1554.—Acta de la fundaciondel Cuzco, MS.

Este instrumento, que pertenece á la coleccion de Muñoz,contiene los nombres no solamente de los magistrados, sinotambien ele los vecinos que formaron la primera poblacion dela capital cristiana. •

(4) Acta de la fundacion del Cuzco, MS.—Pedro Pizarro,Descub. y Conquista , M5.—Garcilasso, Com. Real, parte I,lib. VII, cap. I\ y sig.

Cuando un edilicio era demasiado estenso , como su^erliacon algunos templos y palacios, se le adjudicaba A dos ó tresde los conquistadores para que lo repartiesen entre si. Garci-lasso , que describe la ciudad segun se hallaba poco despues dela conquista, cita con mucha prolijidad los nombres de taba-Aleroc entre quienes fueron distribuidos los edificios.

DEL PERÚ. ^3nadar (5). Ambos títulos tenia por concesion régia.

No descuidó tampoco Pizarro los intereses de lareligion. El padre Valverde, cuyo nombramiento deobispo del Cuzco recibió poco despues la sancion delpapa , se preparó á desempeñar las funciones de suministerio. Eliióse un sitio para la catedral de sudiócesis, que dese frente á la plaza; en su conse-cuencia se levantó un espacioso monasterio sobre lasruinas de la espléndida casa del Sol; construyéronselas paredes con las antiguas piedras; erigióse el altaren el sitio donde antes brillaba la reluciente imá gende la deidad peruana, y los frailes de Santo Domingovinieron á habitar los c l áusiros del templo indio (6).Para que la metamórfosis fuese completa, en la casade las Vírgenes del Sol se estableció un convento demonjas católicas (7). Iglesias y monasterios cristianosfueron sustitu y endo á los antiguos templos , y algu-nos de estos que se libraron de la destruccion, fueronsin embargo despojados de sus insignias gentílicas ypuestos bajo la proteccion de la cruz.

Los padres de Santo Domingo, los hermanos de laórden de la Merced y otros misioneros empezaron átrabajar en la santa obra de la conversion. Ya hemosvisto que Pizarro recibió órden de la corona para lle-var consigo cierto número de estos santos varones;y cada buque que habla irlo l l egando despues habíatraido ún refuerzo de ecle c iást¡coz. No eran todoscomo el obispo del Cuzco tan fanáticos que cerrarensu corazmi á toda clase de simpatía para con losdes-dichados indios (8). Babia muchos de singular hu-mildad que seguiau las huellas del conquistador paraesparcir las semillas de la verdad espiritual y que concelo desinteresado se dedicaban á la propagacion delEvani olio. Así sus piadosas tareas probaron que eranlos verdaderos soldados de la cruz, y demostraronque no habiansido vanas las decla raciones ostentosasde cp+e el objeto de la espedicion era llevarla banderade Cristo entre las naciones gentiles.

Los esfuerzos hechos para convertir á los gentiles,son un rasgo característico y honroso de la conquistaespañola. Los puritanos, con igual celo religioso, hanhecho comparativamente menos por la conversion delos indios, contentándose segun parece con haberadquirido el inestimable privilegio de adorar á Diosá su modo. Otros aventureros que han ocupado elNuevo Mundo, no haciendo por sí mismos gran casode la religion, no se han mostrado muy solícitos pordifundirla entre los salvajes. Pero los misioneros es-pañ eles, desde el principio hasta el fin, han mostradoprofundo interes en el bienestar espiritual de losná-turales. Bajo sus auspicios se levantaron magníficasiglesias, se fundaron escuelas para la instruccion ele-mental , y se adoptaron todos los medios rácionaiespara difundir el conocimiento de las verdades religio-sas; al mismo tiempo que cada uno de los misionerospenetraba solo por remotas casi inaccesibles regio-

(5) Montesinos, Anales. a īao 1534.(6) Garcilasso, Com. Real, parle I, lib. IiI, cap. XX;

lib. VI . cap. XI. Naharro, Relacion sumaria ,MS.(7) Ulloa, Viaje á la América del Sur, libro VII, capí-

tulo XII.Las monjas indias, dice el autor de la Relacion del primer

Descub., avivian castamente y de santa manera.»—«Su cas-tidad era fumidad, dice Pedro Pizarro, pues tenían constantesamores con los ministros del templo.» (Descub. y Cono,. MS.)¿Cuál es la verdad? Entre aserciones tan contradictorias de-bemos aceptar la mas favorable á los peruanos. Las preocupa-ciones de los conquistadores no se desmintieron en este punto.

(8) Debemos hacer al padre Valverde la justicia de decirque no es este el lenguaje con que hablan de él los ignorantessoldados de la Conquista. La justicia de Xauxa en una comu-nicacion A la córte representa al dominico como «persona demucho ejemplo y doctrina, y con quien todos los españoleshan tenido mucho consuelo.» (Carta de la Just. y Reg. deXauxa , MS.) Sin embargo, todo esto no es incompatible conun alto grado de insensibilidad para con los indios y de indi-ferencia respecto á sus naturales derechos.

GASPAR Y ROTO.

la fuerza mas formidable y mas bien equipada quehasta entonces se habia presentado en los mares delSur (2).

Aunque esta era evidentemente una invasion delterritorio concedido á Pizarro por la corona , Alvara-do determinó marchar inmediatamente sobre Quito,y tomando un guia indio se propuso seguir el caminodirecto á traves de las 'nonti has, paso de estrema di-ficultad aun en la estacion mas favorable.

Despues de haber cruzado el rio Dable, su guía sele desertó dejándole encerrado en las intrincadas ma-lezas de la sierra. A medida que iba penetrando masy mas en las elevadas regiones del invierno, iba vién-dose rodeado de hielo y nieve, contra los cuales sussoldados, procedentes todos del cálido clima de Goa-temala, estaban muy poco prevenidos. Segun ibahaciéndose mas intenso el frio, muchos de ellos lle-gaban á entumecerse de tal modo, que les era impo-sible marchar. La infantería, que porprecision teniaque hacer ejercicio, lo pasó mejor, pero muchos delos soldados de caballería se quedaron helados sobresus caballos, y los indios, todavía mas sensibles alfrío, perecieron á centenares. Los españoles agrupa-dos en torno del escaso fuego que podian haber á lasmanos, y casi sin alimento alguno, pasaban la nocheesperando en taciturno silencio la luz del dia, pero laluz del dia no les traia consuelo alguno en aquellasdesiertas montañas, y solo les revelaba mas claramen-te la estension de su desgracia. Su marcha al travesde los Puertos Nevados y la lucha que sostuvieroncon los elementos podía conocerse por los fracmentosde vestidos , los arneses rotos, los adornos de oro yotros objetos de valor, fruto de anteriores rapiñas,por los cadáveres de los que morian, ó por los cuer-pos ele los que menos afortunados eran abandonadosa morir solos en aquellas asperezas. En cuanto á loscaballos sus cadáveres no calentaron mucho el suelo,pues inmediatamente que morian eran devorados ca-si crudos por las tropas, que como los hambrientosconderes que á bandadas se cernian sobre sus cabe-zas, se arrojaban sobre el objeto mas repugnante contal que pudiese satisfacer su necesidad.

Alvarado deseoso de asegurar el botin que habíacaído en sus manos al principio de su marcha, invitóá su gente á tomar el oro que quisiesen del fondo co-man reservando solamente el quinto real. Pero ellosrespondieron con sonrisa despreciativa y melancóli-ca que el alimento era el único oro que necesitaban.Sin embargo, en aquel estremo que al parecer debiadisolver hasta los lazos de la naturaleza, se vieron al-gunos ejemplos patéticos de afecto y de amistad; hu-bo soldados que perdieron sus vidas por socorrer ásus compañeros ,y parientes y esposos (porque al-gunos de los caballeros iban acompañados de susmujeres) que en vez de procurar su propia salvacionprefirieron quedarse y perecer en las nieves con losobjetos de su cariño.

Para colmo de desgracias el aire se llenó por mu-chos dias de espesas nubes de partículas de tierra ycenizas que cegaban á los hombres y hacian la respi-racion en estremo dificultosa (3). Este fenómenoparece probable que fue efecto de una erupcion deldistante Cotopaxi que á doce leguas al Sudeste deQuito levanta su cabeza colosal y perfectamente có-nica mucho mas allá de los límites de las eternas nie-ves, siendo el mas magnífico y terrible de los volcanes

430 BIBLIOTECA DE

nes ó reuniz sus discípulos indios en comunidadescomo hizo el honrado Las Casas en Cumaná, ó comohicieron los jesuitas en California y Paraguli. En to-dos tiempos el animoso ec'esiístico espanol estabapronto á levantar su voz contra la crueldad de losconquistadores y contra la avaricia no menos des-tructora de los colonos; y cuando sus reclamacioneseran inútiles, como sucedía muchas veces, todavía sededicaban a consolar al desdichado indio, á enseñar-le á resignarse á su suerte y á iluminar su oscuroentendimiento con la revelacion de una existenciamas santa y mas feliz.—Al recorrer las páginas san-grientas ele la historia colonial española, busto es,yal mismo tiempo satisfactorio, observar que la mismanacion de cuyo seno salió el endurecido conquistadorenvió asimismo al misionero para desempeñar laobra de la beneficencia y difundir la luz de la civili-zacion cristiana por las regiones mas apartadas delNuevo Mundo.

Durante la permanencia en Cuzco del gobernador,como le llamaremos de aquí en adelante, recibió re-petidos partes sobre la. reunion de considerables fuer-zas en las inmediaciones á las órdenes de Quizquiz,uno de los generales de Atahuallpa. A consecuenciade estas noticias destacó á Almagro con una pequeñafuerza de caballería y un gran cuerpo de indiosmandados por el Inca Manco, para dispersar al ene-migo y, si fuera posible, hacer prisionero á su gefe.Manco se manifestó tanto mas dispuesto á tomar par-te en la espedicion, cuanto que esta se dirigía contrasoldados de Quito y contra su gefe, los cuales no letenian buena voluntad. Hubo algunos sérios encuen-tros, y el ejército de Quito se retiró sobre Xauxa cercade cuya ciudad un combate general decidió la suerte dela guerra con la completa derrota de los indios. Quiz-quiz huyó á las elevadas llanuras de Quito, donde to-davía hizo frente con ánimo esforzado á las fuerzasespañolas que habla en aquel distrito, hasta que al finsus propios soldados cansados de tan largas é inútileshostilidades le mataron á sangre fria (1). Así perecióel último de los dos grandesgenerales de Atahuallpa,los cuales, si su nacion hubiera estado animada deun espíritu igual al suyo, habrian mantenido por lar-go tiempo la independencia de su patria contra Suinvasor.

Poco tiempo despues de estos acontecimientos elgobernador español hallándose en el Cuzco tuvo no-ticia de un suceso mucho mas alarmante para él quelas hostilidades de los indios. Fue este la llegada á lacosta de gran número de españoles mandados porPedro de Alvarado, valiente capitan que á las órde-nes de Cortés habia adquirido tanta fama en la guerrade Méjico: Alvarado despues de haber contraido unbrillante casamiento en España, al cual estaba llama-do por su cuna y por su categoría militar , hablavuelto á su gobierno de Goatemala, donde las magní-ficas relaciones que diariamente recibia de las con-quistas de Pizarro, escitaron su avaricia. Supo queestas conquistas se habían limitado al Perú , y que laparte del Norte donde estaba el reino de Quito , an-tigua residencia de Atahuallpa, y sin duda, principaldepósito de sus tesoros , permanecia aun intacta.Aparentando pues considerar este pais como fuera dela jurisdiccion del gobernador, hizo que ta gran flotaque destinaba á las islas de la Especia tomase la di-receion de la América del Sur, y en marzo de 1534desembarcó en - la bahía de Caracas con quinientossoldados, de los cuales la mitad eran de caballería,todos muy provistos de armas y municiones. Era esta

(1) Pedro Pitarro, doscub. y Conq. , MS. — Naharro,Re . sumaria, MS.—Oviedo, IIist. de las Indias, MS., par-te lit, lib. VIII, cap. XX.—Pedro Sancho, Relacion, ap. Ra-ulusio, tomo III, fol. 408.—Relacion delto MS, primer descuhrimien,

(2) Los historiadores difieren respecto al número delossol-dados de Alvarado. Pero segun una informacion legal hecha enGoatemala eran 500, de los cuales 230 eran ele caballería,-Informacion hecha en Santiago. Set.15 de 1436, MS.

(3) ,,Empezó á llover tierra de los cielos, dice Oviedo, quecegaba á los hombres y á los caballos, de tal suerte que losárboles y arbustos estaban llenos de polvo.» Iüst. de las In-dias, MS., parte III, lib, VIII, cap. XX,

LA CONQUISTA DEL PERÚ. 531pasado por allí antes que él y que despues de todossus trabajos y fatigas se encontraba con que otros le.hablan precedido en la empresa contra Quito. Preci-so es decir algunas palabras para esplicar este punto.

Cuando Pizarro salió de Caxamalca, conociendo la •creciente importancia de San Miguel , único puertoque había entonces para entrar en el pais, comisionóá una persona en quien tenia gran confianza conel objeto de que se encargase del mando de la colo-nia. Esta persona era Sebastian Benalcázar, caballe-ro que despues elevó su nombre hasta la primera lí-nea entre los conquistadores de la América del Surpor su valor, inteligencia y crueldad. Pero apenasBenalcázar llegó á su gobierno, recibió como Alvara-do tales noticias de las riquezas de Quito, que resolviócon la fuerza de su mando, aunque sin órden paraello, emprender su reduccion.

A la cabeza pues, de unos ciento cuarenta solda-dos entre caballería é infantería yun cuerpo conside-rable de indios auxiliares, marchó subiendo la anchacordillera de los Andes por el punto donde se estiendepor la elevada planicie de Quito y por un camino masseguro y mas corto que el que despues llevó Alvara-do. En las llanuras deRiobamba encontró al generalindio Ruminabi, con el cual sostuvo varios ataquesde éxito dudoso, hasta que al fin la ciencia militar de-cidió la victoria como la decide cuando el valor espor ambas partes igual; y Benalcázar vencedor 'dolióel estandarte de Castilla sobre las antiguas torres deAtahuallpa. La ciudad, en honor del general Fran-cisco Pizarro, fue llamada San Francisco de Quito;pero grande fue la mortificacion del invasor cuandohalló que los rumores relativos a lasriquezas . que con- _tenia eran falsos, ó los indios las habian escondido,pues la ciudad fue el único fruto de sus victorias, esdecir, la concha sin la perla que constituia su valor.Estando Benalcázar devorando su disgusto como me-jor podía, recibió la noticia de la aproximacion de susuperior Almagro (5).

No bien . 11egaron al Cuzco las nuevas de la espedi-cion de Alvarado, salió Almagro de aquella ciudadcon una corta fuerza para San Miguel, proponiéndosetomar allí la necesaria y marchar en seguida contralos invasores. Grande fue su asombro al llegar á SanMiguel, cuando supo la partida del gobernador de lacolonia: Dudando de su lealtad y aconsejándose sola-mente del espíritu animoso y aventurero propio de lajuventud, aunque su cuerpo estaba debilitado por losachaques de la edad, no vaciló en seguirá Benalcá-zar al traves de las montañas.

Con su acostumbrada energía el intrépido veterano,superando todas las dificultades que encontró en sumarcha, llegó en pocas semanas con su pequeño ejér-cito á las elevadas llanuras que se estendian alrededorde la ciudad india de Riobamba , no sin verse obliga-do á sostener encarnizados combates con los indíge-nas, cuyo valor y perseverancia formaban un contrastemuy notable con la apatía de los peruanos. Pero noestaba apagado el sagrado fuego en los pechos de es-tos últimos; era solamente que no habla llegado elmomento de manifestarse.

En Riobamba, Almagro se reunió con el goberna-dor de San Miguel, el cual protestó, tal vez sincera-mente, que ningun motivo desleal le había llevado áemprender su espedicion. Reforzadas de este modosus tropas, esperó tranquilamente Almagro la llega-de de Alvarado. Eran las tropas de este muy superio-res en número y calidad á las de su rival, si bien nose hallaban tan en estado de pelear. Al encontrarsefrente á frente en las dilatadas llanuras de Riobamba

(5) Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.—Herrera, His-general, dcc. V., lib. IV, cap. XVIII; lib. VI, cap. V,toria

VE—Oviedo, Hist. de las Indias, MS. parte, III, lib. VIII,:a t , , XIX.—Carta de Benalcázar, MS.

de América (I), el cual en la época de la espedicionde Alvarado se hallaba en estado cleerupcion. Primercaso de esta especie de que se tiene noticia, aunquesin duda no fue el primero (2). Desde aquella épocaha tenido frecuentes conmociones, despidiendo tor-rentes de llama hasta la altura de media milla, vomi-tando cataratas de lava que han destruido ciudades yvillas en su carrera, y haciendo temblar el suelo contruenos subterráneos que aun á la distancia de mas decien leguas sonaban como disparos de artillería (3).Los soldados de Alvarado ignorantes de la causa delfenómeno, pues caminaban sobre nieve, cosa quenunca habían visto , y en una atmósfera cargada decenizas, quedaron espantados con la confusioo de loselementos, confusiou que parecia decretada á propó-sito por la naturaleza para destruirlos. Algunos deaquellos hombres eran soldados de Cortés, endureci-dos por muchas y penosas marchas y por muchos yencarnizados combates con los aztecas. Pero entoncesconfesaron que aquella guerra de los elementos eramas terrible que todo.

Por fin Alvarado despues de padecimientos que aunel mas duro probablemente no habria sufrido pormuchos dias mas, salió de Puertos Nevados y llegó áuna elevada llanura que se estiende á la altura de masde nueve mil pies sobre el Océano en las inmediacio-nes de Riobamba. Pero una cuarta parte de su valien-te ejército se Labia quedado á servir de pasto al con-dar en la intrincada sierra con la mayor parte, dosmil por lo menos, de los indios auxiliares.

Grau número de caballos habian perecido tambieny tanto los caballos como los hombres que se libra-ron, quedaron mas ó menos estenuados por el frio ylos muchos padecimientos. Tal fue el terrible paso delos Puertos Nevados de que he hecho ligera mencioncomo un episodio de la conquista del Perú, pero cuyanarracion en todos sus pormenores ,.aunque la mar-cha duró muy pocas semanas, daria mejor idea de lasdificultades que encontraron los españoles que volú-menes enteros de las relaciones ordinarias (4).

Cuando Alvarado despues de haber dado algunosdias de descanso á sus fatigadas tropas, emprendióde nuevo su marcha por la llanura, quedó admiradoal ver impresas en el suelo huellas de herraduras.Era pues evidente que soldados españoles habían

(1) Garcilasso dice que la lluvia de cenizas procedia delvolean de Quito. (Com. Real, pate II, lib. II, cap. II.) Ciezade Leon dice únicamente que procedia de uno de los volcanesde aquella region. (Crónica, cap. XII.) Ninguno de ellos espe-cifica el nombre. Ilumbolt acepta la opinion comun de que erael Cotopaxi.—Investigaciones, tomo I, pág. 125.

(2) Segun una tradicion popular entre los indios, un granfracmento de pórfiro que estaba cerca de la base del cono,fue arrrojado por el volean en una erupcion que ocurrió en elmomento de la muerte de Atahuallpa. Pero esta tradicion ape-nas puede pasar por verídica en esta historia.

(3) De esta formidable montarla da una estensa relacionMr. Humboldt (Investigaciones, tomo I, págs. 118 y sig.), yotra todavía mas circunstanciada Condamine. (Voyage á I'E-quateur, págs. 48, 56, 156, 160.) Este último filósofo hu-biera escalado las paredes casi perpendiculares del volean sihubiese encontrado alguno que se hubiera atrevido á acom-paūarle.

(4) La mas completa y animada narracion que hay de lamarcha de Alvarado es la de Berrera que imitó en su descrip-cion el estilo de Tito Livio en la de la marcha de Anibal porlos Alpes (Hist. general, der. V, lib. VI, cap. I, II, VIII,IX.) Véanse tambien Pedro Pizarro, Descuh. y Conq. , MS.—Oviedo, TIist. de las Indias, MS. , parte III, lib. VIII, capí-tulo XX, y la carta de Pedro de Alvárado al emperador, fechaen San Miguel, á 15 de enero de 1555, MS.

Alvardo en la carta arriba citada, que se conserva en la co-leccion de illuūoz, esplica al emperador con no poco descarolos motivos de su espedicion. En este documento describemuy lijeramente su marcha, pues su objeto principal era ha-blar de las negociaciones con Almagro, y hacer insinuacionesdirigidas á combatir la politica que se;;uian les conquista-.lores.

134 BIBLIOTECA DE GASPAR Y RO1G.

despues gobernador por la corona. Allí empezó áabrir cimientos mas profundos para consolidar el po-der de los españoles y adelantar hácia el Norte la líneade sus conquistas. El Cuzco, la antigua capital de lamonarquía india, se habla sometido. Los ejércitosde Ataluiallpa hablan sido derrotados y dispersados.El imperio de los Incas estaba disuelto ,y el príncipeque llevaba la diadema peruana no era mas que unasombra de rey, que un instrumento del conquistador.

El primer acto del gobernador fue determinar elsitio donde habla de edificarse la futura capital deaquel vasto imperio colonial. El Cuzco,.poblacion re-tirada entre montañas, estaba demasiado lejos de lacosta para capital de un pueblo comerciante. El pe-queño establecimiento de San Miguel estaba demasia-do al Norte. Era de desear alguna posicion mas centralde las que fácilmente podian encontrarse en algunode los fértiles valles á orillas del Pacífico, por ejemploel de Pachacamac que Pizarro ocupaba entonces. Pe-ro examinado con mas detencion este punto, se pre-firió el inmediato valle de Rimac que se estendia háciael Norte, y cuyo nombre, que significa en lenguaquichua uno que habla, procedía de un célebre ídoloque tenia un templo muy frecuentado de los indios acausa de los oráculos que en él se daban. Por este va-lle corria un ancho rio que como una grande arteriasuministraba por efecto de la industria de los indiosmil pequeñas venas que fertilizaban los hermososprados.

En sus riberas fijó Pizarro el sitio de su nueva ca-pital , á poco menos de dos leguas de su nacimiento,donde se estendia formando un cómodo puerto parael comercio que el ojo profético del fundador vió que}labia de cubrir sus aguas en alguna época, y no muydistante. La situacion central de aquel punto le haciaá propósito para residencia del virey, pues desde élpodia fácilmente comunicarse con los diferentes dis-tritos del país, y vigilar de cerca los movimientosdesus vasallos indios. El clima era delicioso, y aunqueá solos doce grados al Sur de la línea, templaban tan-to el aire las tibias brisas que generalmente se levan-tan del Pacífico ó de las opuestas cordilleras, que elcalor era allí menos sensible que en los puntos delcontinente situados á igual latitud. Nunca llovía enla costa; pero corregía esta sequedad una nube devapores que en los meses de verano se estendia comouna cortina sobre el valle protegiéndole de los rayosdel sol de los trópicos y destilando imperceptiblemen-te una humedad refrigerante que vestia los camposdel mas brillante verdor.

Dióse por nombre á la naciente capital Ciudad delos Reyes en honor de la fiesta de la Epifanía, puesfue el 6 de enero de 1535 cuando, segun se dice, fuefundada, ó mas probablemente cuando se determinóel sitio que había de tener, porque la construccionparece haberse verificado doce años despues (1). Peroel nombre castellano cesó de estar en uso aun en tiem-po de la primera generacion, y fue reemplazado porel de Lima que es una corrupeion del nombre primi-tivo indio de Rimac (2).

El plan para su construccion era muy regular. Lascalles debían ser mucho mas anchas que las de lasciudades españolas; y perfectamente alineadas cru-

zándose unas a otras en ángulos rectos y bastanteapartados para dejar ancho espacio para j ardines yplazas públicas. Diósele una forma triangular tenien-do el rio por base, cuyas aguas llevadas por acueduc-tos ele piedra debian atravesar las principales calles yfacilitar el riego de los jardines de las casas.

No bien decidió el gobernador el sitio y el plan dela ciudad , comenzó con su característica energía lasoperaciones. Reuniéronse indios de mas de cien mi-llas á la redonda para ayudar á la obra; los españolesse dedicaron con vigor á esta tarea bajo la vigilanciade su gefe; cambióse la espada por el instrumento delartesano, convirtióse el campo en un enjambre de di-ligentes trabajadores, y á los sonidos de la guerrareemplazaron los rumores de una bulliciosa pobla-cion. La estensa plaza debla estar formada por la ca-tedral, el palacio del virey, el del ayuntamiento yotros edificios públicos cuyos cimientos se echaronen tan grande escala y con tanta solidez que desafia-ron despues los ataques del tiempo y en algunos ca-sos hasta los mas violen tos terremotos que en diferen-tes épocas han convertido en ruinas parte de aquellahermosa capital (3).

Entre tanto Almagro, el mariscal, como le llamancomunmente los cronistas de aquel tiempo, habíamarchado al Cuzco enviado por Pizarro para encar-garse del mando de aquella capital y con instruccionespara emprender por sí mismo ó por medio de sus ca-pitanes la conquista de los paises situados hácia elSur y que formaban parte de Chile. Almagro desde sullegada á Caxamalca parecia haber moderado su sen-timiento con Pizarro , ó por lo menos habla procuradoocultarlo y consentido en servir á sus órdenes obede-ciendo al emperador que así lo habla dispuesto. Ensus comunicaciones Babia tenido tambien la magna-nimidad de hacer honrosa mencion de Pizarro citán-dole como gefe deseoso de promover los intereses delgobierno. Sin embargo no se fió de él tanto que des-cuidase la precaucion de enviar un confidente querecordarse sus servicios en la espedicion que empren-dió Hernando Pizarro para la madre patria.

Este, despues de haber tocado en Santo Domingo,llegó sin novedad á Sevilla en enero de 1534. Ademasdel quinto real llevaba consigo por valor de mediomillon de pesos en oro, y una gran cantidad de plata,propia de aventureros particulares, algunos de loscuales satisfechos con sus ganancias se liabian vueltoá España en el mismo buque que él. La aduana se lle-nó de sólidas barras, vasos de diferentes figuras,imitaciones de animales, flores, fuentes y otros obje-tos ejecutados con mas ó menos habilidad y todos deoro puro, con gran asombro de los espectadores quede las poblaciones inmediatas vinieron en gran nú-mero fi contemplar las maravillosas producciones delarte indio (4). Muchas de estas eran propiedad de lacorona; y Hernando Pizarro, despues de una cortaestancia en Sevilla, eligió algunas de las mejores y separtió para Calatayud donde estaba el emperador ydonde se habían reunido las córtes de Aragon.

-Inmediatamente fue admitido á presencia del reyen audiencia particular. Estaba Hernando mas fami-liarizado con las córtes que ninguno de sus hermanos,y sus modales, cuando se hallaba en situaciones en

que necesitaba dominar la natural arrogancia de sucarácter, tenian gracia y aun atractivo. Refirió en to-no respetuoso las arriesgadas aventuras de su hermano

(3) Montesinos, Anales, MS., año 1535.Los restos del palacio de Pizarro pueden descubrirse aun

en el Callejon de Patateros, segun dice Stevenson, autorcuyo libro es el que da mejores notirias de Lima entre todoslos modernos que he consultado. Residencia en la Américadel Sur, tomo II, cap. VIII.

(4) Ilerrera, Hist. general, doc. V, lib. VI, cap. XIII.—Lista de toda lo que Remando Pizarro trajo del Perú, ap. MS.de Muñoz.

(1) Esto dice Quintana, siguiendo la autoridad que él lla-ma segura, del padre Bernabé Cobo, en su libro titulado Fun-dacion de Lima. Españoles célebres, tomo II, pág. 250,nota.

(2) Los manuscritos de los antiguos conquistadores de-< muestran cuán desde el principio se corrompió el nombre

primitivo indio en el de Lima. «Y el marques se passó á Limay fundó la ciudad de los rreyes que agora es.» (Pedro Pizar-ro, Descub. y Conq.) «Asimismo ordenaron que se pasasen elpueblo que tenian en Xauxa poblado á este valle de Linia don-de agora es esta ciudad de los rreyes y aquí se pobló.» Con-quista i I'ob. del Piró, MS.

LA CONQUISTA DEL PERÚ. 438únicamente estaban seguros era de las dificultades dela empresa; y de la desconfianza con que miraban susresultados fue buena prueba el pequeño número deaventureros que se prestaron á seguirle y el ser estosde la mas baja ralea.

Pero las promesas de Pizarro se habian realizadoya. No eran relaciones ele riquezas-las que reclamabanel crédito de los españoles; era el oro mismo desple-gado con profusion ante sus ojos. Todas las miradasse volvieron entonces hácia el Occidente. El gastadorperdido vió en el Nuevo Mundo el medio de rehacersu fortuna tan pronto como la habia arruinado; elmercader, en vez de buscar los preciosos artículosdel Oriente convirtió su atencion en direccion opues-ta prometiéndose mayores ganancias en unos paisesdonde las cosas mas comunes se pagaban á tan exorbi-tantes precios; el soldado deseoso de ganar gloria yriquezas con la punta de su lanza, pensó encontrarvasto campo para sus proezas en las altas llanuras delos Andes. Hernando Pizarro vió que su hermano ha-bia juzgado acertadamente concediendo el permisode volver á su pais á todos los que lo solicitaran, se-guro de que las riquezas que en España mostrasenllevarían á sus banderas diez hombres por cada unode los que las abandonaban.

En poco tiempo se vió Hernando á la cabeza deuna de las mas numerosas y bien surtidas escuadrasque probablemente habían salido de las costas de Es-paña desde la gran flota de Ovando en tiempo deFernando é Isabel. Poco mas afortunada que aquellafue esta otra escuadra, pees apenas habia salido almar cuando una violenta tempestad la obligó á reti-rare de nuevo al puerto para remediar sus averías.Al fin logró cruzar el Océano y llegó con felicidad alpequeño puerto de Nombre de Dios. Pero no se ha-bían hecho preparativos para su llegada, y como Her-nando tuviera que detenerse allí algun tiempo antesde poder pasar los montes, sus tropas padecieronmucho á causa de la escasez de víveres, la cual fuetanta que hasta las cosas mas dañosas llegaron á ser-virles ele alimento , y muchos gastaron sus pequeñosahorros para procurarse una miserable subsistencia:Las enfermedades como sucede de ordinario siguie-ron inmediatamente al hambre, y muchos de los des-dichados aventureros, no pudiendo resistir los ardo-res del clima á que no estaban acostumbrados,perecieron á las puertas mismas del pais adonde ibaná buscar fortuna.

Esta es la historia de la mayor parte de las empre-sas de los españoles. Unos pacos, mas venturososque los demas, encuentran inesperadamente algunarica presa, y centenares de ellos atraidos por la for-tuna de los primeros se apresuran á seguir el mismocamino. Pero la rica presa que estaba en la superficieha desaparecido ya en manos de los que la descubrie-ron, y los que vienen despues tienen que ganar susriquezas á fuerza de largos y penosos trabajos. Mu-chos, perdido el ánimo y el dinero vuelven disgusta-dos á su pais natal, otros no quieren volver y muerendesesperados encontrando su tumba donde pensabanencontrar riquezas.

Sin embargo no sucedió así con todos los que si-guieron á Hernando Pizarro. Muchos de ellos cruza-ron con él el Istmo de Panamá y llegaron á tiempo alPerú donde ea las vicisitudes de las contiendas revo-lucionarias algunos alcanzaron puestos de provechoy distincion. Uno de los primeros que llegaron al Perúfue un emisario enviado por los agentes de Almagropara auunc;arle las importantes concesiones que lehabia hecho la corona. Almagro recibió la noticiajustamente al hacer su entrada en el Cuzco, donde'fue recibido con todo respeto por Juan y Gonzalo Pi-zarro que en cumplimiento de las órdenes de su her-mano le entregaron inmediatamente el gobierno de lacapital. Pero Almagro se envaneció muchísimo al

y de la pequeña tropa que le seguia, las fatigas queIabian sufrido, las dificultades que habian superado,

la captura del Inca peruano y su magnífico rescate.No habló de la muerte del desgraciado príncipe por-que no tenia aun noticia de este trágico suceso queocurrió despues de su partida del Perú. Esteudióseen la pintura ele la fertilidad del suelo, ele la civiliza-cien del pueblo y de sus adelantos en varias artesmecánicas; en prueba de lo cual presentó las telas delana y algodon y los ricos ornamentos de oro y plataque llevaba. Los ojos del monarca brillaron de alegríaal contemplar aquellos metales preciosos. Era dema-siado sagaz para no conocer has ventajas de la con-quista de un pais tan rico en recursos agrícolas; perolas rentas procedentes de estos recursos, debian ne-cesariamente irse aumentando con lentitud y tardarmucho en llegar á sus manos; nada tenia pues de es-traño que oyese con mas satisfaccion la noticia de lasriquezas minerales encontradas por Pizarro, porquela lluvia de oro que tan inesperadamente caía sobreél le proporcionaba el medio inmediato de llenar eltesoro imperial agotado á causa de sus proyectos am-biciosos.

No opuso dificultad por tanto en concederlo que elafortunado aventurero le pedía. Todas las anterioresconcesiones hechas á Francisco Pizarro y á sus aso-ciados fueron confirmadas de la manera mas amplia;y los límites de la jurisdiccion del gobernador fueronestendidos hasta setenta leguas mas allá hácia el Sur.No quedaron olvidados tampoco los servicios de Al-magro, el cual recibió facultades para descubrir yocupar el pais hasta una distancia de doscientas le-guas empezando desde el limite meridional del terri-torio de Pizarro (I). Cárlos, para mayor prueba desu satisfaccion , se dignó ademas dirigir una carta álos dos gefes cumplimentándolos por sus proezas ydándoles gracias por sus servicios. Este acto de jus-ticia para con Almagro hubiera sido altamente hon-roso á Hernando Pizarro, considerando la enemistadque reinaba entre ellos, si no le hubiera hecho ne-cesario la presencia de los agentes del mariscal en lacórte ; los cuales como ya se ha dicho estaban prontosá suplir cualquiera falta que notasen en la relaciondel enviado.

Este, como es fácil presumir, no quedó sin recom-pensa de la régia bondad. Diósele alojamiento comoindividuo de la córte; se le hizo caballero de Santiago,una de las órdenes mas estimadas de España; recibiófacultades para armar una escuadra y tomar el man-do de ella; y se mandó á los oficiales de la corona enSevilla que le auxiliasen en sus proyectos y facilitasensu embarco para las Indias (2).

La llegada de Hernando Pizarro á España; y lasdescripciones que sus compañeros de viaje hicierondel Perú, causaron entre los españoles una sensaciontal como no se liabia visto nunca desde el primer via-je de Colon. El descubrimiento del Nuevo Mundo leshabía dado esperanzas de poseer infinitas riquezas,esperanzas cuya falsedad habian demostrado casi to-das las expediciones hechas despues. La conquista deMéjico, aunque escila la admiracion general comohazaña brillante y maravillosa , no habia producidoaun los resultados positivos y materiales que se ha-bian pronosticado. Así las magníficas promesas deFrancisco Pizarro en su reciente visita al país no ha-llaron crédito entre sus compatriotas á quienes losrepetidos chascos habian hecho incrédulos. De lo que

(I) El pais que debia ocupar Ahnaaro recibió en la realconcesion el nombre de Nueva Toledo, así como de Pizarrohabia recibido el de Nueva Castilla. Pero esta tentativa paracambiar el nombre indio fue tan ineficaz como la primera, yel antiguo nombre de Chile designa todavía la estrecha lenguade fértil tierra entre los Andes y el Océano que se estiendehasta el Sur del gran continente.

(2) Ilerr., loca cit.

BrBLrOTECA DE GASPAR Y ROJO.

Al recibir la noticia de las fatales consecuencias desus mandatos se puso Pizarro en marcha á toda pri-

ser ales de júbilo por loe indioscasí cornornpor t osie`r a-

ñoles mas moderados deseosos de evitar la inminentelukha. Lo primero que hizo el gobernador fue visitará Alrna gro , ú quien abrazó con aparente cordialidad,y sin manifestar resentimiento alguno preguntó lacausa de aquellos disturbios. A esto contestó el ma-riscal echando la culpa de todo á los hermanos dePízā rro ; pero aunque el gobernador les reconvinocon alguna aspereza por su violencia , pronto se vióque se porra de su parte, y los peligros de una sériadesavenencia entre los dos sóeios se hicieron mayo-res que nunca. Afortiruadamente evité por entoncesun rompimiento la intervencion de amigos comunesque en aquellas circunstancias mostraron mas discre-cien que sus capitanes. Con su auxilio se efectuó porúltimo una reconciliacion sobre las bases, con cor-ta diferencia, del pacto que anteriormente teníanhecho.

Acordóse que su amistad continuaría siempre in-violable ; y en un articulo , que no hace demasiadohorror á ninguna de las partes, se estipuló que nin-guno de elles hablaria mal del otro ni baria insinua-ciones malévolas respecto á él especialmente en suscomunicaciones al emperador, y que ninguno secomunicarla con el gobierno sin el conocimiento delotro ; por último, convinieron ambos en que los gas-tos y beneficios de los ulteriores descubrimientos se-rian repartirlos entre los dos por partes iguales.invocóse la ira del cielo con las mas solemnes irnpre-caciones contra aquel que violase este pacto, rogandoal Todopoderoso que le castigase con la pérdida de suvida en este mundo y con la eterna perdicion en elotro (4). Ambas partes se obligaron al cumplimientode este contrato con solemne juramente pronunciadoante los Sacramentos en manos del padre Bartoloméde Segovia que concluyó la ceremonia celebrando lamisa. De todo lo cual , con los articulos del conveniose formalizó testimonio público ante es cribano y mu-chos testigos, á 12 de junio de 1535 (5).

Así estos dos antiguos compañeros despues de ha-ber roto los lazos de la amistad y del honor quisieronligarse mútuamente con los sagrados vínculos de lareligiou , medida de cuya ineficacia deberla haberlesconvencido el mero hecho de ser necesario recurrirá ella.

Poco despues de arregladas sus desavenencias , elmariscal levantó bandera para Chile, y muchos,atraidos por sus maneras populares, y por su genero-sidad que casi ra y aba en prodigalidad, se alistaroncon gusto. en la empresa confiados en hallar todavíamat ores riquezas que ]as que habian encontrado enel Perú. Dos indios, el uno Paullo Topa, hermanodel Inca Manco, y el otro Villac Urnu, gran sacerdotede la nacion , fueron enviados de l ante con tres espa-única para preparar el camino al pequeño ejército.Púsose despues en marcha un destacamento de cien-to cincuenta hombres á las órdenes de un oficial lla-mado Saavedra. Almagro se quedó detras á reunirmas reclutas; pero antes de completar el número deestos que pensaba llevar , emprendió su marcha, nocreyéndose seguro con sus cortas fuerzas al lado de

136verse colocado por su soberano en un mando inde-pendiente del hombre que tan profundamente le ha-bia agraviado ; y así declaró que en el ejercicio cte laautoridad en que se hallaba constituido no recorociaya superior. En estas ideas de altivez le confirmaronvarios de. sus soldados insistiendo en que el Cucocaía hácia el Sur ,len territorio concedido á Pizarro, yque purconsiguiente estaba comprendido en el suyo.Entre los que sostenian estas ideas habia muchos delos que llegaron con Al varado, gente que, aunque demejor condicion que los soldados de Pizarro, estabanmuchísimo menos disciplinados y que bajo el mandode aquel gefe poco escrupuloso habian adquiridas unespíritu de desenfrenada licencia (1). Estos no teníanconsideracion ninguna con los indios; y no (-enteritoscon lo; edilicios públicos si apoderaban cuando lesparecia de los particulares, a propióudose sin ceremo-nia cuanto contenían , y mostrando en suma tau pocorespeto á las personas y á las propiedades como si laplaza hubiera sido tomada por asalto (2).

blicntras pasaban estos acontecimientos en la anti-gua capital del Perú, el gobernador continuaba enLima, donde le alarmaron mucho las noticias que re-cibió de los nuevos honores concedidos á su socio.No sabia que había sido estendida su propia jurisdic-cion hasta setenta leguas mas hacia el Sur, y sospe-chaba lo mismo que Almagro, que la capital de losIncas no había de estar comprendida en los límites desu territorio. Vió todo el mal que podía resultarle deque tan opulenta ciudad cayese en manos de su rival,dándole de este modo medios abundantes para satis-facer su codicia y la de sus soldados; y conoció queen tales circunstancias no era seguro permitir queAlmagro tomase posesion de un poder á que todavíano tenia legítimamente derecho; porque los pliegosque coutenra la coucesioü se hallaban aun en Panamáen poder de Ilernando, y lo único que Babia llegadoal Perú era un estrado de ellos.

Por tanto, envió sin pérdida de tiempo instruccio-nes al Cuzco para que sus hermanos volviesen á en-cargarse del . gobierno , y prohibió á Almagro eldesempeñar sus funciones fundándose en que debién-dose recibir despues sus credenciales no seria deco-roso que al tiempo de recibirlas se hallase ya enposesion de su puesto. Por último , le invitaba á queemprendiese sin demora su espedicion al Sur.

Pero ni al mariscal ni á sus amigos les agradaba laidea de dejar una autoridad que ya miraban comosuya de derecho. Los Pizarros por otra parte la recla-maban con obstinacion. La disputa se fue acalorando;cada partido tenia sus defensores; la ciudad se divi-dió eu fracciones y el ayuntamiento , los soldados yhasta la poblacion india se adhirieron á uno y otro delos bandos que se disputaban el poder. Ya iban á lle-varse las cosas al estremo y á decidirse la contiendapor medio de la violencia y de la efusion de san-gre, cuando Pizarro se presentó entre los conten-dientes (3).

(1) En punto á disciplina presentaban estos soldados unnotable contraste con los conquistadores del Perú, si hemosde creer á Pedro Pizarro, el cual asegura que sus compairerosno se hubierais propasado á tornar una mazorca sir licencia desu gefe. «Que los que pasarnos con el marques á la conquistano ovo hombre que osase tomar una mazorca de mahiz sinlicencia.» Descub. y Conq. , MS.

(2) «Se entraron de paz en la ciudad del Cuzco i los salie-ron todos los naturales á rescibir i los tomaron la ciudad contodo guamo g avia de dentro llenas las casas de mucha ropai algunas oro i plata i otras muchas cosas, i las que no esta-ban bien llenas las cocinan de lo que tomaban de las denlascasas de la dicha ciudad, sin pensar que en ello ¡sacian ofensaalguna divina ni humana, i porque esta es una cosa larga icasi incomprehensible, lis dexaré al juicio de quien mas en-tiende, aunque en el dairo rescibido por parte de los natura-les cerca (leste artículo yo sé harto por mis pecados que noquisiera saber ni haver visto.» Couq. i Pob. del Pirú, MS.

(3) Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.—Ilerrera, His-

torra general, doc. V, lib. VIII, cap. VI.—Conq. i Pob. delPirú, MS.

(4) «E suplicamos á su infinita bondad que á cualquier denos que fuere cu contrario de lo así convenido, con todo rigorde justicia permita la perdicion de su ánima, lin y vial acava-miento de su vida, destruccion y perdimientos de su l'amila,honras y hacienda.» Capituiacion entre Pizarro y Almagro 12de junio de 1555 , MS.

(5) Este notable documento, cuyo original existe en el ar-chivo de Sirnancas, se encuentra integro en el Apéndice nú-mero 11.

LA CONQUISTA DEI. ¡'citó. 437tonces los peruanos habían mostrado un carácter dó-cil y sumiso que inspiraba á los conquistadores dema-siado desprecio para darles ocasion de temer. Hablanmirado impasibles la usurpacion de los invasores, laejecucion de un monarca, el nombramiento de otropara ocupar el trono vacante, los templos despojadosde sus tesoros , su capital y su pais presa de los espa-ñoles que se los repartían entre sí; pero á escepeionde algunas escaramuzas en los pasos de las montañas,ni un solo golpe ¡rabian dado en defensa de sus dere-chos. ¡ Y sin embargo aquella era una nacion que ba-hía entendido sus conquistas por una gran parte delcontinente !

Pizarro en su carrera, aunque nada le detenia parallevar á cabo sus proyectos, no se ¡.rabia entregado áaquellos actos superfluos de crueldad que tantas ve-ces mancharon las armas de sus cornpu triutas en otrospuntos del continente, y que en pocos años esterad-naron casi toda una poblacion en Hispaniola. Habittdado un gran golpe con la captura de Afahuallpa yparecía contar con él para inspirar terror á . los indios,no creyendo necesarios otros nuevos. Habia aparen-tado tarnbien cierto respeto á las instituciones delpaís ,y reemplazado al monarca á quien había dadomuerte con otro de la dinastía legítima. Sin embargo,esto no era mas que un pretesto. El reino habia espe-rirnenlado la revolucion mas completa. Sus antiguasinstituciones estaban destruidas. Su aristocracia deorigen divino habia descendido casi hasta el niveldel pueblo. Este era siervo delos conquistadores. Susedilicios en la capital, á lo menos desde la llegada delos oficiales de Alvarado, hablan pasado á manos delas tropas. Los templos se hablan convertido en cua-dras y los palacios reales eu cuarteles. La santidad dela, casas religiosas habia sido violada. Millares denra-tronas y doncellas que aunque erradas en sus creenciasviviau eu casta reclusion en establecimientos con-ventuales; liabian sido lanzadas de sus retiros vinien -do á ser presa de la licenciosa soldadesca (5). Una es-posa favorita del jóven loca habia sido seducida porlos oficiales castellanos; y el laca mismo tratado con

quales fueron por noticias que ni él savia lo que dava ni na-die lo que rescibia sino á tiento i á poco mas u menos, i asímuchos que pensaron que se les lava puco se hallaron conmucho ial contrario.» Undegardo, Rol. prior., MS.

(5) Esto dice el autor de la Conquista i Publacion del Pi-rú, escritor contemporaneo que describe lo que viú lo mismoque lo que supo por relaciones de otros. Varias circunstancias,especialmente la honrada rudignacion que manifiesta al hablarde los escesos de los conquistadores, inducen á creer que eraeclesiástico, uno de aquellos hombres probos que irguieron lacruel espedicion con un objeto de amor y de misericordia. Esde suponer tanrbien que su credulidad la haga exagerar á ve-ces los escesos de sus compatriotas.

Segun él eran seis mil las mujeres de calidad que yivian enlos conventos del Cuzco, servidas cada una por quince 6 vein-te criadas, y muchas de las cuales que no perecieron en laguerra tuvieron mas desdichada suerte, pues fueron victimasde la prostitucion. Este pasaje es tan notable y el manuscri-to tan raro, que voy á citarle original.

«De estas señoras de Cuzco es cierto de tener grande sen-timiento el que tuviese alguna humanidad en el pecho, queen tiempo de la prosperidad del Cuzco cuando los españolesentraron en él havia grand cantidad de señoras que tenida suscasas i sus asientos muy quietas i sosegadas i vivran muy po-liticaniente r como muy bellas mujeres, cada sonora acompa-da con quince ú veinte mujeres, que tenia de servicio en sucasa bien traidas i aderezadas, i r.o salian menos desto i congrand onestidad i gravedad i atablo á su usanza, e, s á lacantidad destas señoras principales creo yo que queavia mas de seis mil sin las de servicio que creo yo oras deveinte mil mujeres sin las de servicio y marnacones, que eranlas que andavan como beatas y donde á dos años casi no seallava en el Cuzco i su tierra, sino cada qual i qua! porquemuchas murieron en la guerra que lruvo r las otras vinieron

las mas á ser malas mujeres. El Señorperdone á quien fue lacausa desto i á quien no la remedió pudiendo.» Conq. i 1'o-blacion del Pirú, MS,

Pizarro (1). El resto de sus tropas debia seguirleluego que se reuniese. -

Desembarazado ya de la presencia de su rival, vol-vió el gobernador inmediatamente á la costa paracontinuar sus proyectos de arreglo del pais. Ademasde la principal ciudad de Los Reyes, fundó otras áorillas del Pacifico , destinadas á ser con el tiempoemporios florecientes del comercio. La mas impor.tante de estas recibió el nombre de Truxillo en honordel pueblo de su nacimiento, y fue establecida en elsitio ya indicado por Almagro (2 ). Hizo tarnbien muchos repartimientos así de tierras como de indiosentre sus soldados en In forma que acostumbraban losconquistadores españoles (3) ; aunque la ignoranciade los verdaderos recursos del pais produjo resulta-dos diferentes de los que se habia propuesto, puesen muchos casos el territorio mas pequeño, á causade los tesoros que enterraba en su seno llegó á serel de mas valor (4).

Pero nada llamó tanto la atencion de Pizarro comola construccion de la metrópoli de Lima, y de talmodo apresuró la obra, y tan bien fue secundado porla multitud de trabajal•res que servianásus órdenes,que tuvo la satisfaccion de ver ú 'su naciente capitalcon sus grandiosos edificios y magníficos jardinesmuy próxima ásucompleta construccion. Es satisfac-torio contemplar bajo un punto de vista mas agrada-ble el carácter de aquel tosco soldado, ocupado enremediar los estragos de la guerra y en echar los fuu-darnentos de un imperio mas civilizado que el queacababa de destruir. Esta ocupacion pacífica formabacontraste con la vida de agitacion incesante que hastaentonces habia llevado, y parecía adoptarse mejor ásu edad ya madura que naturalmente le convidaba alreposo. Si hemos de creer tarnbien á sus cronistas,no huiro ocupacion de todas las que tuvo én su car-rera que mas placer le diese. Es lo cierto queningunaha sido mirada con mas satisfaccion por la posteridad;y entre el dolor y la desolacion que Pizarro y sussoldados llevaron á la tierra de los Incas, Lima, lahermosa ciudad de Los Reyes , sobrevive aun comola obra mas gloriosa de su creacion, como la perlamas hermosa de las del Pacífico.

CAPITULO X.

Evasion del Inca. — Vuelta de Hernando Pizarro. — Su-blevacion de los peruanos. — Sitio é incendio del Cuz-co. — Situacion precaria de los españoles. ,Asalto dela fortaleza.—Desaliento de Pizarro. —El Inca levan-ta el sitio.

1535-1536.

Sr la ausencia de su rival Almagro dejó á Pizarropor este lado libre de toda inquietud, por otro vióinesperadamente amenazada su autoridad. El nuevoenemigo era la poblaciou indígena del pais. Hasta en-

(1) «El adelantado Almagro despues que se vido en el Cuz-co descarnado de su gente temió al marques no le prendiesepor las alteraciones pasadas que havia tenido con sus hernia-nos corno ya hemos dicho, í dicen que por ser avisado dellotomó la posta i se fué al pueblo de Paria donde eslava su ca-pitan Saávedra.» Cónq. i Pob. del Fil . (' , MS.

(2) Carta de Francisco Pizarro al señor de Molina, MS.(3) Tengo á la vista dos copias de concesiones de enco-

miendas hechas por Pizarro, la una en lama en 1534. y laotra en el Cuzco eh 7309. En ellas se recomienda enfática-mente á los colonos la instruccion religiosa y el buzo trato desus indios. Pero cuán ineficaces fueron estas recomendacionespuede inferirse de las lamentaciones del escritor anónimo ycontemporáneo repetidas veces citado, el cual dice que «des-de entonces se estendió entre los indios la pestilencia de laservidumbre personal, é igualmente desastrosa para el alma,así del amo corno del esclavo.» (Conq. i Pob. del Pirú, MS.)Este honrado movimiento de indignacion , que no era de es-perar en un tosco conquistador, es probablemente de alguneclesiástico.

(4) «El marques hizo encomiendas en los españoles , las

138 BIBLIOTECA DE

desdeñosa indiferencia vió que no era mas que unpobre dependiente, si no un instrumento en manosde sus conquistadores.

Sin embargo, el Inca Manco era hombre de elevadoespíritu y animoso corazou , tal que pudiera habersostenido la Coulparacioir con el mas valiente: y altivode sus antecesores en los. mejores dias del imperio.Ofendido profundamente con las humillaciones á qee..estaba espuesto, reclamó repetidas veces de Pizarraque le restituyese al verdadero ejercicio del podes asicomo á la ostentacion de él. Pero Pizarro con respues-tas evasivas desestimó una reclamacion tan incornpa-tibie con sus proyectos ambiciosos, ú por mejor de-cir, con la política de España, y el jóven Inca y susnobles tuvieron que deaurar sus agravios en secretoy esperar pacientemente la hora de la venganza.

Las disensiones eutre los españoles les parecieronocasion oportuna para sublevarse. Los gefes peruanostuvieron muchas conferencias sobre este punto , y elgran sacerdote Villac Umu encareció la necesidad delevantarse tan luego como Almagro hubiese retiradosus fuerzas de la capital , pues entonces les seria masfácil atacando á los invasores á la vez en los variospuntos distantes unos de otros que ocupaban en fadoelpais, arroltar• los con sus superiores fuerzas y sacudirsu aborrecido yugo antes que la llegada de nuevastropas les encerrase para siempre en las redes de suscompatriotas. Formóse un plan para el levantamientogeneral , y con arreglo á él nombró el Inca al gransacerdote para-que acompañaseá Al magro en su mar-cha, á bu de que se ases urase de la cooperacion delos indios del pais y volviese despues secretamente,como lo Irizo, para tomar parte en la insurreccion.

Para llevar á cabo sus proyectos se hizo necesarioque el Inca Manco saliese de la ca.p:.tal y se presenta-se entre su pueblo. No encontró Manco dificultad pararetirarse del Cuzco donde su presencia apeles era. no-tada de los españoles que altivos y confiados badal

caso de su poder nominal. 'Pero en la capitalhabía un cuerpo de indios aliados mas celoso de susmo vimientos. Eran estos indios de la tribu de Cañares,raza guerrera del Norte, sometida hacia poco tiempopor los Incas, y que por tanto no simpatizaban conellos ni con sus instituciones. Se hallaban unos mil deellos en el Cuzco, y habiendo concebido alguna sos-pecha de los proyectos del Inca , vigilaron sus movi-mientos y dieron parte de su ausencia á Juan Pizarro.

Este salió inmediatamente á la cabeza de una pe-queña fuerza de caballería en persecucion del fugitivo;y fue tan afortunado que logró descubrirlo en un es-peso cañaveral donde haliia. procurado ocultarse ápoca distancia de la ciudad. Manco fue preso , llevadoal Cuzco y encerrado en la fortaleza con una fuerteguardia. La cuuspiracion parecía ya terminada y na-da quedaba á los desgraciados peruanos sino lamentarsus muertas esperanzas'y manifestar su desconsueloen lastimeras baladas qi e recordaban la cautividadde su laca y la caída de la regia estirpe (1 ).

Mientras estas cosas sucedian , Hernando Pizarrovolvió á la ciudad de Los Reyes trayendo consigo lareal concebion en que se daba estension á las facul-tades de su hermano y se señalaba el territorio quecorrespondia á Almagro. Trajo tambien . la real pa-tente confiriendo á Francisco Pizarro el título demarques de los Atacillos (una provincia del Perú).Asi fue colocado el feliz, aventurero en las lilas de la or-gullosa aristocracias. de Castilla , de cu yos individuospocos podían jactarse (si á jactarse se Hubieran atre-vido) de descender de tan humilde origen, así comopocos podían justificar el suyo con mayores servicioshechos ála corona.

(1)'Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.—Herrera, I-Iis-toria general, lee. V , lib. VIII, cap, I, II.---Couq. iPob. delpirú, MS.—Zárate, Conq. del Poro, lib, II, cap. 111.

GASPAR Y ROTG.

El nuevo marques resolvió no poner en posesionpor entonces al mariscal de su territorio . y estimu-larle á que se empeñase mas y mas en la conquistade Chile para distraer su atencion del Cuzco cuyacapital sin embargo , segun le aseguraba su hermano,estaba comprendida en el territorio que nuevamentese le agregaba. Para asegurar mas esta importantepresa envió á Hernando á que tomase en sus manoslas riendas del gobierno , por ser entre sus hermanosaquel en cuyos talentos y esperiencia tenia mas con-fianza.

Hernando , á pesar de sus arrogantes maneras consus compatriotas , babia manifestado mas que ordina-ria simpatía para con los indios. había sido amigo deAtalruallpa; y tanto que segun se decía, si él hubieraestado en Caxamalca en aquella ocasion, habría evi-tado su suplicio. Manifestó entonces la misma amis-tosa disposicion para con su sucesor Manco , mandóponerle en libertad y poco á poco le fue dando su con-fianza. El astuto indio se aprovechó cle su libertadpara madurar sus planes de levantamiento , pero lohizo con tanta cautela que Hernando no tuvo de ellosla menor sospecha. El secreto y el silencio son cuali-dades características del americano y casi tan inva-riables como el color particular de su piel. Mancodescubrió al conquistador la existencia de varios te-soros y los sitios donde habían sido ocultados; y cuan-do hubo ganado su confianza estimuló mas su codiciahablándole de una estatua de oro puro que represen-taba á su padre Huayna Capac y pidiéndole licenciapara traerla de la cueva donde estaba depositada enlas asperezas de los vecinos Andes. Hernando cegadopor su avaricia consintió en la partida del Inca.

Envió con él á dos soldados españoles , menos paraguardarle que para que le ayudasen en el objeto de suespedicion. Pasó una semana y no volvió ni se tuvonoticia alguna suya. Hernando conoció oitonces suerror, y mucho mas cuando vió confirmadas sus sos-pechas por las relaciones desfavorables que le hicie-ron sus aliados indios. Sin pérdida de tiempo envió ásu hermano Juan á la cabeza de sesenta caballos enbusca del príncipe peruano con órden de prenderleotra vez y llevarle á la capital.

Juan Pizarro con sus soldados bien armados atra-vesó en breve las inmediaciones del Cuzco sin descu-brir vestigios del fugitivo. Halló el pais notablementedesierto y silencioso, hasta que al acercarse á lasmontañas que circundan el valle de Yucay, como áseis leguas de la ciudad , encontró á los dos españo-les que habian acompañado fi Manco , los cuales le di-geron que solo podría apoderarse de él abriéndosepaso con la punta de la espada, pues las poblacionesestaban todas sublevadas y el Inca á su cabeza se pre-paraba á. marchar sobre la capital. Sin embargo Man-co no les había hecho daño alguno en sus personas,antes bien les había concedido el permiso de volverseá sus filas.

Pizarro halló plenamente confirmada esta relacional llegar al r ío Yucay, en cuya opuesta orilla vió for-mados los batallones indios en numero de muchosmiles . que con su jóven Inca á la cabeza se prepara-ban á disputarle el paso. Parecia sin embargo que nocreían demasiado fuerte su posicion pues como decostumbre habian puesto el río entre ellos y sus ene-

migos. No detuvo á los españoles este obstáculo. Elrío aunque profundo era est^echo; y arroja:rdese áél nadaron coi sus caballos hasta la otra orilla entreuna tempestad de piedras y flechas que caían espesascorno granizo sobre sus arneses 'y que alguna queotra vez encontraban algun punto vulicrrable , si bienlas heridas que hacían servían solo para estimular álos españoles á mas desesperados esfuerzos. Los in-dios retrocedieron al saltar en tierra sus enemigos;pero sin darles tiempo para que se Lrmaseu, con unardor que hasta entonces no habian desplegado vol-

LA CONQUISTA DEI. PERÓ. 139Sin pérdida de tiempo comenzó su retirada, atra-

vesó de nuevo el valle teatro de la anterior batalla,pasó á nado el rio Yucy, y conl.ramarcliando rápida-mente seguirlo ríe cerca por su vic.tor;aso enemigo quecelebraba su victoria con canciones ó u p as bien gritosde triunfo, llegó antes de anochecer á la vista de lacapi tal.

El espectáculo que entonces se presentó á sus ojosera muy diferente del que habia visto al salir del Cuz-co pocos días antes. Todos los alrededores de la ciu-dad hasta donde podia alc anzar la vista estaban ocu-pados por una poderosa hueste de indios, que segunel cálculo de uno pie los conquistadores compondríanel número de doscientos mil guerreros (2). Las os-curas líneas de los batallones indios se estendianhasta las mismas crestas de las montañas, y todo alrededor no €e velan mas que banderas y cimerasondeantes de losgefe:s con ricas armaduras de plumasque á los que hablan servido ú las órdenes de Cortésles recordaban el traje militar de los aztecas. Sobretoda aquella multitud se elevaba un bosque de largaslanzas y hachas con filos de cobre, que moviéndoseacá y allá en desordenada confusion heridas por losrayos del sol poniente resplandecian como la luz querefleja en el oscura y turbado Océano. Era la primeravez que los españoles velan un ejército indio en todasu imponente actitud , un ejército tal como el que losIncas conducían á las batallas cuando la bandera delSol se pasealn i triunfante sobre la tierra.

Los esforzados corazones ole los españoles, si porun momento les desalentó semejante espectáculo,pronto recobraron su valor, y estrechando sus filasse prepararon á abrirse paso por medio de la sitiadorahueste. Pero el enemigo parecía querer evitar su en-cuentro, y retrocediendo'á medida que se a p roxima-ban, les dej ó libre la entrada de la capital. Probable-mente los peruanos querían que cayesen cuantasvíctimas fuese posible en las redes que tenían tendi-das convencidos ele que cuanto mayor fuera el núme-ro de sus enemigos mas pronto sentirian estos loshorrores del hambre (3).

Hernando Pizarro recibió á su hermano con no pe-queña satisfaccion , pues le traía un importante re-fuerzo á su gente, la cual toda unida no pasaba sinembargo de doscientos hombres entre infantes y ca-ballos (4) ademas ole unos mil indios auxiliares,fuerza insignificante euconrparacion de la innumera-ble similitud de enemigos que hormigueba á las puer-tas de la ciudad. Los españoles 'pasaron la noche conla ma y or angustia esperando con el recelo que eranatural la llegada del dia. Comenzó el sitio del Cuzcoá principios de febrero de 4536, sitio memorabledonde se hicieron los aras heróicus esfuerzos de valorpor parte de los indios y de los europeos, y dondelas dos razas luviero,r los mas morales encuentrosque hasta entonces habían ocurrido en la conquistadel Perú.

La multitud de los enemigos parecia no menosformidable durante la. noche que con la luz del dia;vefanse grandes é innumerables fuegos en todo elvalle y ee Iras crestas de los montes 'y tan espesos, diceun testigo de vista, como las estrellas del cielo enunja clara noche de verano (5 ). Antes que la luz quedespedian estos fuegos hubiese empalidecido ante la

(2) «Pues junta toda la gente qucl yaga aria embiado ájuntar que á lo que se entendió y los indios dixeron , fuerondozientus mil indios de guerra los que vinieron á poner estecerco.z Pedro Pizarro, láescub. y Conq. , MS.

(3) Pedro Pizarro, Irescub. y Cor:q asta, MS.—ConquistaiPob, del Piró . , MS.—Herrera, historia general, dec. V, li-leo VII, cap. IV.—Gomara, Historia de las Lidias, capítu-lo CXYS I 11.

(4) «Y los pocos espa ūoies que beramos aun no dozientostodos.» Pedro Zizarro , Uusrub. y Conq. , BIS.

(5) «Pues de noche heran tantos tus fuegos que no pare-

vieron á la carga y los rodearon por todas partes consus numerosas tropas. La batalla entonces se hizo en-carnizada. Muchos de los indios iban armados conlanzas cuyas puntas eran de cobre templado hastadarle la dureza del acero y con grandes mazas ó ha-chas de armas del mismo metal. Sus armas defensi-vas eran tambien bajo muchos conceptos escelentesy consis tían en fuertes cotas de algodon acolchadas,escudos cubiertos de pieles y cascos ricamente ador-nados con oro y joyas, y algunos hechos como los delos mejicanos figurando cabezas fantásticas de móns-truos con largas filas de dientes v cuyas bocas se ha-brian horriblemente sobre el rostro del guerrero (1).Todo el ejército tenia un aspecto de ferocidad mar-cial y peleaba con mucha mas disciplina que la quehasta entonces habian visto los españoles en aquelpais.

La pequeña tropa de ginetes sorprendida por elfurioso ataque de los indios se vió al principio un tan-to desordenada; pero al fin animándose mútuamentecon el antiguo grito de guerra de «Santiago,» for-maron una sólida columna y cargaron atrevidamentesobre las mas espesas filas de los enemigos. Estos,incapaces de sostener el choque, cedieron ó fueronatropellados por los caballos ó ponlas lanzas de los gi-netes. Sin embargo su fuga se hizo con cierto órden;y de cuando en cuando volvian caras para dispararuna granizada de flechas ó para dar furiosos golpescon sus hachas ó clavas. En una palabra , peleaba ca-da uno como si supiese que le miraba el Inca.

Era ya tarde cuando abandonaron el llano y se re-tiraron á la espesura de las elevadas colinas que rodeanel hermoso valle de Yucay. Juan Pizarro y su peque-ño ejército acamparon ea el llano á la falda de lasmontañas. Habia vencido como de costumbre á unamultitud inmensa; pero nunca habia visto batalla masbien disputada, y su victoria le habia costado la pér-dida de algunos hombres y caballos, muchos heridosy otros muchos rendidos por las fatigas del dia.. Sinembargo confiaba en que la severa leccion que habiadado al enemigo, cuya matan e a fue grande, acabariacon su resistencia. Pero se engañaba.

A la mañana siguiente grande fue su desaliento alver los pasos de las montañas llenos de oscuras líneasde guerreros que se estendian hasta perderse de vistaen las profundidades ole la sierra, mientras masasenormes de enemiges estaban reunidas cual negrasnubes sobre las cimas de los montes dispuestos ádescargar su furia sobre los invasores. El terreno,desfavorable para las maniobras de la caballería ofre-cia grandes ventajas á los peruanos, los cuales desdesu elevada posicion dominaban grandes rocas y des-cargaban una lluvia de armas arrojadizas sobre lacabeza de los españoles.. Juan Pizarro no quiso pe-netrar mas adelante en el peligroso desfiladero; yaunque dió repetidas cargas al enemigo y le hizo re-tirar causándole considerable pérdida., la segundanoche le cogió con los hombres y caballos cansados yheridos y teniendo tan poco adelantado el objeto de suespedicion como en la noche anterior. Hallándose enesta embarazosa situacion despues de uno ó dos díasmas, gastados en inútiles hostilidades, le sorprendióu n meusage de su hermano mandándole volver contoda su gente al Cuzco que estaba sitiado por el ene-migo.

(4) «Es gente , dice Oviedo , muy belicosa é muy diestra;sus armas picas, é ondas, porras é alabardas de plata é oro écobre.» (Ilist. de las Indias, MS., parte III, lib. VIII, capi-tulo XVII.) Jerez hace una buena descripciou de las armasde los peruanos. (Conq. del Pcrú, ap. Barcia, tomo III, pági-na 200.) El padre Velasco ha a īradidootras muchas al catalo-go de las que cita aquel escritor. Segun él, usanan espadasde cobre, puñales y otras araras europeas. (Hist. de Quito,torno 1, págs. 178, 180.) No insiste en que les fuesen cono-cidas las arrias de fuego antes de la conquista.

110 BIBLIOTECA DE

claridad de la mañana, despertó á los españoles elhorrible clamoreo de caracoles, trompetas y afílalesacompañados de feroces gritos de guerra que lanza-ban los bárbaros á tiempo de disparar granizadas dearmas de todas formas. Muchas de estas armas caíansin hacer daño dentro de la ciudad; pero otras ofre-cian un peligro mas serio, pues eran flechas encen-didas y piedras hechas ascua envueltas en algodonesimpregnados de alguna sustancia beturniuosa quedescribiendo largos rastros de luz en el aire calansobre los techos de los edilicios y les incendiaban enun momento (1 ). Los techos , aun los de los mejoresedificios, eran de paja, y ardían con tanta facilidadcomo si fueran de yesca. En un momento estalló elincendio en los mas opuestos barrios de la ciudad;el cual comunicándose con rapidez al maderaje inte-rior de los edilicios , levantaba. anchas lenguas dellama que mezcladas con humo subían hasta los cie-los iluminando con horribles resplandores todos losobjetos. La atmósfera enrarecida aumentó la impe-tuosidad del viento , que estendiendo las llamas laspropagaba de habitacion en habitacion hasta que todoel gran edilicio conmovido por el huracan , se hundiacon un estruendo semejante á los bramidos de un vol-ean. Hízose el calor intenso y las nubes de humo quecomo un negro pálio cubrian la ciudad, sofocaban ycasi privaban de la vista eu aquellos barrios adondeeran llevadas por el viento (2).

Los-españoles estaban acampados en la gran plaza,parte de ellos debajo de todos, y otros en las salas delInca Viracocha, cuyo edilicio estaba situado sobreel terreno que despues ocupó la catedral. Tres vecesdurante aquel terrible diese incendió el techo de aqueledificio; pero aunque no se hicieron esfuerzos paraapagar el fuego , este se estinguió por si mismo sinhacer mucho daño. Atribuyóse este milragro ala bienaventurada Virgen á quien varios caballeros cristia-nos vieron distintamente en los aires sobre el sitio enque delria levantarse el templo dedicado á su culto (3).

Afortunadamente el ancho espacio que habia portodos lados entre el pequeño ejército de llenando ylos edificios de la ciudad separaba a los españoles delteatro del incendio, proporcionándoles un medio depreservacionsenejante al que emplea el cazador ame-ricano que procura rodearse de una circunferencia deterreno incendiado cuando le sorprende alguna con-Ilagracion en los prados. Todo el día contiuuó el fuego

cia sino un cielo muy sereno lleno de estrellas.» Pedro Pizar-ro , Descub. y Conq. , MS.

(1) «Unas piedras redondas y hechallas en el fuego y ha-zellas asqua enbolvianlas en vnos algodones y poniéndolas enhondas las tiravan á las casas donde no alcanzaban á ponerfuego con las manos, y ansi nos queuavan las casas sin en-tendello. Otras veces con flechas encendidas tirándolas á lascasas que cuino liaran de paja luego se encendian.» Pedro Pi-zarro, Descub. y Conq. , MS. •

(2) «I era tanto el humo que casi los oviera de Bogar i pa-saron grand trabajo por esta causa i sino fuera porque de launa parte de la plaza no havia casas y estaba desconorado nopuedieran escapar porque si por todas partes les diera el humoi el calor siendo tan grande pasaran travajo, pero la DivinaProvidencia lo estorvó.» Conquista i Pob. del Pirú, MS.

(3) El templo fue dedicado á nuestra Señora de la Asun-cima. La aparicion de la Virgen fue manifiesta no solo á loscristianos sino tambien á los guerreros indios, muchos de loscuales refirieron el suceso á Garcillasso de la Vega, en cuyapluma lo maravilloso nunca perdia nada de su brillantez.(Com. Real, parte II, lib. II, cap. XXV.) Tamhien lo atesti-

dgua el padre Costa , que llegó al pais cuarenta años despuese este suceso. (Lib. VII, cap. XXVII.) Ambos escritores ha-

blan del oportuno auxilio que dió á los españoles el apóstolSantiago, el cual con su escudo, desplegando la divisa de suOrden militar yarmado con su flamante espada, se precipita-ba con su caballo blanco sobre las unas espesas filas del ene-mino. Siempre contaban los españoles con el auxilio de susanto patron cuando su presencia era necesaria, dignas vin-dice norias

GASPAR Y ROIG.

con furia, y por la noche sus efectos fueron aun masdolorosos, pues al lúgubre resplandor de las llamaslos desgraciados españoles pudiere leer la consterna-clon pintada en los rostros macilentos de cada uno desus compañeros, mientras en los arrabales y en lasalturas que rodeaban la ciudad veían la innumerablemultitud de los sitiadores que con gozo diabólico con-templaban su obra de destruccion. Dominando laciudad hacia el Norte se levantaba la cenicienta for-taleza que eón el resp l andor de las llamas parecía rojay que se asemejaba á un disforme gigante mirandolas ruinas de la hermosa ciudad que ya no habia deprotejer. Mas distante se distinguian Cambien las for-mas sombrías de los Andes remontándose en solitariagrandeza hasta las regiones del eterno silencio, don-de ya no podia oirse el feroz y horrible tumulto delos guerreros que se agitaban en sus faldas.

Tal era la esteusion de la ciudad que pasaron mu-chos dial antes que la furia del fuego se estinguiese.Tomes y templos , cabañas, palacios y edificios par-ticulares quedaron consumidos por las llamas. Porfortuna entre otros se salvaron del incendio la mag-nífica casa del Sol y el inmediato convento de las vír-genes, cuya posiciou aislada ofrecía el medio de con-servarlos , medio de que los indios por motivos depiedad quisieron aprovecharse (4). Toda la mitad deaquella capital que por tan largo tiempo habia sido lametrópoli de la civilizacion de Occidente, el orgullode los Incas y la. brillante níansion de su deidad tute-lar, fue reducida á cenizas por las manos de sus mis-mos hijos. En cierto modo, sin embargo , podia servirá estos de consuelo la consideracion de que ardía so-bre las cabezas de sus conquistadores, sobre sus tro-feos y sobre sus tumbas.

Durante el largo período del incendio los españolesno hicieron tentativa alguna para apagar las llamas,pues hubieran sido inútiles sus esfuerzos. Sin em-bargo, no se sometieron dócilmente á los ataques delenemigo , ante; bien de cuando en cuando hacían sa-lidas para rechazarlos. Pero los trozos de edificio ylos escombros que obstruiau el terreno, presentabangrandes obstáculos para los movimientos de la caba-llería; y cuando por los esfuerzos de la infantería yde los aliados indios quedaba en parte desembara-zado el paso, los peruanos plantaban estacas y cons-truían barricadas que ofrecían los mismos obstáculosá su marcha (5) ; y el destruir estos obstáculos era

(4) Garcilasso, Com. Real, parte II, libro II, cap.XXIV.El padre Valverde, obispo del Cuzco, que tan señalada

parte tuvo en la captura de Atahuallpa se hallaba ausentedel pais en aquella época, pero volvió al año siguiente; y enuna carta al emperador establece el contraste entre la condi-cion floreciente de la capital cuando salió de ella y el estadoen que la encontró despues, despojada así de sus hermososarrabales como de sus antiguas glorias. «Si no hubiera sabidoel paraje en que estaba situada la ciudad, dice, no la hu-biera reconocido.» Este pasaje es demasiado notable paraomitirlo. La carta original existe en el archivo de Simancas..—«Certifico á V. Al que sino me acordara del sitio desta ciu-dad yo no la conosciera , á lo menos por los edificios y pueblosdella; porque cuando el gobernador don Francisco Pizarro en-tró aquí y entré yo con él estaba este valle tan hermoso enedificios y poblaziou que en torno ternia que era cosa de ad-miracion vello, porque aunque la ciudad en sí no ternia masde 3 ó 4000 casas, ternia en torno quasi á vista 19 ó 20,000;la fortaleza que eslava sobre la ciudad parescia desde aparteuna muy gran fortaleza de las de España : a gora la mayor par-te de la ciudad está toda derribada y quemada; la fortalezano tiene quasi nada enhiesso; todos los pueblos de alderredorno tienen sino las paredes que por maravilla al casa cubierta.La cosa que mas contentamiento me dió en esta ciudad fue laiglesia, que para en Indias es arto buena cosa, aunque segunla riqueza á havido en esta tierra pudiera ser mas semejanteal templo de Salomon.» Carta del obispo fray Vicente de Val-verde al emperador, MS., 20 de mazo de 1539.

(5) Pedro Pizarro, Descub. y Conq, ,MS.«Los indios ganaron cl Cuzco casi todo fiesta manera que

en ganando la calle hivan haciendo una pared para que los ca-

LA CONQUISTA

obra de tiempo y de no poco peligro, pues los traba-jadores estaban espuestos á todos los tiros del ene-migo y el ojo del peruano era certero. Cuando al finquedaba libre el paso para !a caballería , los españolesse lanzaban con irresistible impetuosidad sobre susenemigos, los cuales, retrocediendo en desórden,eran atropellados por los caballos ó atrave : alas cenlas lanzas de los ginetes. La matanza en estas ocasio-nes era grande; pero los indios no por eso se desani-maban, y mientras con nuevos refuerzos arrostrabande frente el ataque de los españoles, otros ocultán-dose entre las ruinas_ introducian 0 1 desórden en rasfilas de sus enemigos atacándoles por los flancos. Losperuanos eran diestros eu el manejo del arco y de lahonda : estos encuentros costaban á los españoles, ápesar ele la superioridad de sus arinas, roas vidas delas que en su apurada situaciou les conviniera per-der, y la pérdida de un- español no se compensabacon la de diez hombres qse podiuu matar al enemigo.Tambien usaron entonces los peruanos con buen éxitouna arma particular de los americanos del Sur. Estaarma era el lazo que arrojaban diestramente sobre elginete f, ti las piernas del caballo , haciendo de estemodo que ambos viniesen á tierra. Mas de un espa-ñol cayó en ruanos del enemigo con este ardid (I).

Así los españoles acosados por todas partes , dur-miendo sobre las armas , con os caballos alados á suinmediacion, prontos para pelear á todas horas, notenian dr'scan s o ni de día ni de noche. Para mayorembarazo, el fuerte que dominaba la ciudad, y espe-cialmente !a gran plaza en que estaban acuartelados,labia tenido tan poca guaruicion á-causa de la granconfianza con que se 'rabian contado exentos de todoriesgo , que al acercarse los peruanos había sidoabandona lo sin resistencia y estaba ocupado por unafuerte tropa ríe enemigos, los cuales desde su elevadaposicion lanzaban sobre los sitiados de cuando encuándo todo género de armas arrojadizas, aumen-tando así su confnsion y sus recelos. Entonces la-mentó amargamente el ca pitan la imprudente segu-ridad que le había hecho despreciar una posicion tanimportante.

Su precaria situacion se agravaba con los rumoresque diariamente llegaban á sus oídos acerca del es-tado del pais. Decíase que la sublevacion era general;que los españoles que habitaban en haciendas nida-das baldan perecido á manos de los indios; que Lima,Truxillo y las principales ciudades estaban sitiadas ypróximas á caer en manos del enemigo ; que los pe-ruanos se habían posesionado de todos los pasos, yque cortadas de este modo las comunicaciones, noera do esperar socorro alguno de los españoles de lacosta. Tales eran los funestos rumores (que si bieneran exagerados tenian en realidad rlc•:nasiado funda-mento) que penetraban en la ciudad.desde el campode los sitiadores; y para darlos mator crédito , losindios arrojaron á la plaza ocho ó diez cabezas hu-mana-1 , en cuyos sangrientos rostros los españolesreconocieron con horror las fisonomías de sus com-patriotas que antes habitaban retirados en sus tier-ras (2).

Desanimados con estos horrores muchos opinabanque debla abandonarse la posicion que ocupaban porinsostenible y proponian abrirse paso hasta la costacon sus buenas espadas. Había en este proyecto ciertaaudacia , halagüeña para el espíritu aventurero (Tdtcastellano. Mejor es, deciun , perecer como hombrespeleando por las vidas , que morir ignouriuiossrnetal.ecomo zorras ahumadas en sus cuevas por el c.:zador.

vallas ni loas españoles no los pudiesen romper.» Conq. i Po-blacion del Pirú, 111S.

(1) Ibid. , 11'é.—berrera, Ilist. general. clec. V, lib. VIII,cap. IV.

(2) Ibid., ubi supra.—Conq. i Pob. del Pirú, MS.

DEL PERÚ. 444Pero los Pizarros, Rojas y algunos otros de los

principales gefes rechazaron semejante proyecto, di-ciendo que les cubriria de deshonra (3) ; que el Cuzcohabla sido el gran premio por que hablan peleado;que era la antigua capital del imperio, que aunquereducida á cenizas volvería á levantarse sobre susruinas tan gloriosa corno en otro tiempo ; que todostenian fijos en ellos los ojos como sus defensores; quesu retirada inspiraría confianza al enemigo, decidiríala suerte de sus compatriotas en todo el pais ; por úl-timo que aquel era un puesto de honor y que debíanmorir en él antes que abandonarlo.

No parecía en efecto que hubiese alternativa al-guna , porque todas las salidas estaban cortadas porun enemigo que conocia perfectamente el país y queestaba posesionado de todos los pasos difíciles. Peroeste estado-de cosas no podía ser duradero, ni á lalarga porlian los indios disputar la victoria á los blan-cos. El espíritu de iosurreccion debla irse estin-guiendo por sí mismo: el gran ejército de los indiosno podría menos de diso l verse, no estando aquellosaeostuurbrados ú las privaciones y fatigas de unalarga campaña. De las colonias deberian de Un mo-mento á otro llegar refuerzos, y si los castellanoscontinuaban sosteniéndose por el tiempo ele una es-tacion , debían ser socorridos por sus compatriotas,que no les dejarian nunca morir como fieras en lasmontañas.

Las animosas palabras y la bizarra conducta de losgefes avivaron el entusiasmo en el corazon de los es-pañoles, porque el corazon del 'español fácilmenterespondia al llamamiento del honor, si no al de la hu-manidad. Todos pues prometieron seguir al lado desu capitan hasta el último trance. Pero si queríanpermanecer por mas tiempo en la posicion en que sehallaban, era absolutamente preciso desalojar al ene-migo de la fortaleza; y antes de intentar esta em-presa peligrosa, llenando Pizarro resolvió dar ungolpe al enemigo capaz de retraerle de nuevos ata-ques á sus cuarteles.

Comunicó el proyecto á sus oficiales, y formandosu pequeña tropa en tres divisiones, las puso á lasórdenes de su hermano Gonzalo, de Gabriel de Ho-jas, oficial en quien tenia gran confianza , y de ller-nan Ponce de Leon. Envió delante á los indios auxi-liares para desembarazar de escombros el terreno, ydespues las tres divisiones salieron simultáneamentepor los tres puntos principales que conducian alcampo de los sitiadores. Las avanzadas que eucontra«ron al paso fueron fácilmente derrotadas, y las tresdivisiones cayendo luego impetuosamente sobre lasdesordenadas líneas de los peruanos , les cogieroncompletamente de sorpresa. Por algunos momentosla resistencia fue débil y la matanza terrible; pero losindios se fueron despues poco á poco rehaciendo, yformándose con cierto órden , volvieron á la peleacon el valor de hombres acostumbrados ya á los peli-gros. Entonces combatieron cuerpo ú cuerpo con sus.hachas y mazas chapeadas de cobre, mientras unagranizada de dardos, piedras y flechas caia sobre losbien defendidos cuerpos de los españoles.

Los bárbaros mostraron en esta ocasion mas disci-plina de la que era de esperar ; lo cual se atribuye ávarios españoles , que habiendo sido generosamenteperdonados por el Inca, le dieron algunas leccionesen el arte de la guerra. Tuinhieri habían aprendidolos peruanos á manejar con cierta destreza las armasde los conquistadores; los españoles vieron á muchosde ellos con escudos, yelmos y espadas de fabrica

(ñ) «Pues Versando Picarro nunca estuvo en el'o y lesrespondia que tüdos aviamos de morir y no desamparar elCuzco. duutávanse á estas consultas Ilernando Pizarro y sushermanos Gravi l de Rojas, Reunan ['once de Leon , el Time-sorero Riquelme.» Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.

1 42 BIBLIOTECA DE

europea y aun á algunos montados en caballos quehablan quitado á los blancos (1). Especialmente fuede notar el jóven Inca que vestido á la moda europea,montado en un caballo ele batalla que manejaba congran destreza, y llevando una larga lanza en la mano,guiaba á sus tropas al combate. La prontitud con quelos peruanos adoptaron la táctica superior y las ar-mas de los conquistadores, supone en ellos un gradode civilizacion mayor que el que hablan alcanzadolos aztecas, los cuales en su larga lucha con los espa-ñoles, jamas pudieron dominar el terror que les ins-piraba el caballo hasta el punto de montarle.

Pero pocos dias ó pocas semanas de esperiencia noeran bastantes para familiarizarlos con armas y mu-cho menos con táctica, tan distintas de las suyas,Así el combate en esta ocasion, aunque sostenido conardor, no duró mucho. Despues de una animada lu-cha , en que los indios se arrojaban impávidos sobrelos gineles procurando arrancarles de sus sillas, sevieron obligados á ceder el campo ante las repetidascargas de los españoles. Muchos fueron atropelladospor los caballos, otros heridos con las anchas espadasespañolas, mientras los arcabuceros sosteniendo á lacaballería Inician un nutrido fuego que diezmaba terri-blemente la retaguardia de los fugitivos. Al fin elgafe castellano, saciado de matanza y esperando qu eaquella leccion bastaría para que el enemigo no vol-viera por entonces á incomodarle, retiró las tropas álos cuarteles de la capital (2).

En seguida trató de recobrar la ciudadela. La em-presa era peligrosa: la fortaleza dominaba la partedel Norte de la ciudad y estaba situada sobre unaalta roca bastante escarpada para ser consideradacomo inaccesible por aquel punto, en el cual sola-mente la defendia un simple muro. Por la parte delcampo era mas fácil el acceso, pero estaba protegidapor dos muros semicirculares de unos mil doscientospies de estension cada uno y de grande espesor, cons-truidos con piedras macizas, ó mas bien rocas, pues-tas uuas sobre otras sin mezcla alguna que las uniese,y formando una especie de obra rústica. El terrenoentre estas dos líneas de defensa tenía el declive su-ficiente para que la guarnicion, protegida por susparapetos, pudiese descargar sus flechas sobre lossitiadores. Pasado el muro interior se encontraba lafortaleza, compuesta de tres fuertes torres, una degrande altura, de la cual y de una de las mas peque-ñas estaba posesionado el enemigo bajo el mando deun Inca noble, guerrero de probado esfuerzo y dis-puesto á defenderse hasta el último estremo.

Hernando Pizarro confió esta peligrosa empresa ásu hermano Juan, en cuyo pecho ardía el espírituaventurero de uno de aquellos caballeros errantesque nos pintan las novelas. Como la fortaleza debiaser acometida por la parte del campo, y como paraesto era preciso atravesar los pasos difíciles de lamontaña, fue necesario llamar la atencion del ene-migo hacia otro punto. Poco antes de ponerse el sol,Juan Pizarro salió de la ciudad con un cuerpo esco-gido de caballería y tomó una direccion opuesta á ladel fuerte, para que el ejército enemigo creyese quesu objeto era forrajear. Pero contramarchando en se-creto luego que llegó la noche, hallé afortunadamentelos pasos de la montaña abandonados y llegó al muroesterior de la fortaleza sin ser sentido de la guarni-cion (3).

La entrada era una estrecha abertura practicada

(1) Herrera afirma que los peruanos usaron contra los con-quistadores de sus mismas armas de fuego, obligando á losprisioneros á poner en su órden los mosquetes y fabricar pól-vora para ellos. Ilist. Gen., dec.V,lib. VIII, cap. V, VI.

(2) Pedro Pizarro, Descub. y Conq. , MS.—Conq. i Pobla-cion del Pnu, MS.—Herrera, Hist. general, dec. V, lib. VIII,cap. 1V , V.

(5) Conq. i Pob. del Viril, MS.

GASPAR Y ROIG.

en el centro del muro; pero estaba cerrada con pesa-das piedras que parecian formar una sola y mismaobra con el resto de la fábrica. El separar aquellasenormes masas sin que la guarnicion lo echase de verera solo asunto de tiempo, pues los indios, que rarasveces peleaban de noche, no estaban enterados en elarte de la guerra lo suficiente para proveer á su segu-ridad por medio de centinelas que evitasen las sor-presas. Terminada la operacion, Juan Pizarro y suvaliente tropa penetraron á caballo por la puerta y seadelantaron hacia el segundo parapeto.

Pero sus movimientos no fueron ejecutados contanto secreto que dejasen de ser advertidos por elenemigo ,y así encontraron en la parte inferior unenjambre de guerreros que al acercarse los españolesdescargaron una lluvia de flechas, obligándoles áhacer. alto. Juan Pizarro conociendo que no habiatiempo que perder, mandó que la mitad de su gentese apease, y poniéndose á la cabeza se preparó áabrir otra brecha en las fortificaciones. focos diasantes habla sido herido en la quijada, y notando queel yelmo hacia mas dolorosa su herida, se le quitófiándose del escudo para protejer la cabeza (4). Enesta situacion y al frente de sus soldados les animabaá terminar la obra de demolicion á pesar ele la tem-pestad de flechas, piedras y dardos que descargabansobre ellos con furia capaz de estremecer al masfuerte corazon. Las buenas cotas de malla no siem-pre bastaban para proteger á los españoles; perootros ocupaban el lugar de los que caían, hasta queabierta brecha, penetró por ella la caballería atrope-'laudo y destrozando á cuantos hiciere n resistencia.

Abandonando el parapeto, el enemigo se refugióprecipitadamente en una especie de plataforma 6 ter-rado dominado por la torre principal, y desde allídescargó nuevas granizadas de flechas contra los es-pañoles, mientras la guarnicion de la fortaleza dejabacaer sobre sus cabezas enormes maderos y fragmen-tos de rica. Juan Pizarro que iba de los primerossaltó al terrado animando á su gente con la voz y conel egemplo; pero en aquel momento, cayendo unagran piedra sobre su cabeza, que no estaba entoncesprotegida por el escudo , dió con él en el suelo. Des-de allí el intrépido gefe continuó escitando con suvoz á los soldados hasta que se apoderaron del ter-rado y pasaron á cuchillo á sus míseros defensores.Despues, aumentándose demasiado sus dolores, fuepreciso bajarlo á la ciudad, donde á pesar de los es-fuerzos que se-hicieron para salvar su vida, murió álos quince dias entre horribles padecimientos (5).Para decir que era valiente, basta decir que era Pi-zarro ; pero lo que mas constituye su gloria era quesabia templar el valor con la benevolencia. Su carác-ter parecía en alto grado apacible por el contrasteque formaba con el de sus hermanos ,y sus modalesle habían grangeado el afecto de todo el ejército. Ra-bia servido en la conquista del Perú desde el princi-pio, y ningun nombre entre los conquistadores estámenos deslustrado que el suyo por la mancha elecrueldad , ni mas acrisolado por las cualidades deleal y valiente caballero que le adornaban (6).

(4) Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS:(5) «Y estando batallando con ellos para echallos de alli

Joan Pitarro se descuidó de cubrirse la cabeza con la adargaycon las muchas pedradas que Gravan le acertaron vna en laeabeca que le quebraron los cascos y dende á quince dias mu-rió delta herida, y ansi herido estuvo forcejando con los in-dios y españoles hasta que se ganó este terrado, y ganadole abajaron al Cuzco.), Pedro Pizarro, Descubrimiento y Con-quista , MS.

(6) «Itera valiente, dice Pedro Pizarro, y muy animoso,gentil hombre, magnánimo y afable.» (Descub. y Conq. MS.)Zárate termina la relacion de su muerte con este breve pane-gírico :—«Fue gran pérdida en la tierra, porque era Juan pi_carro muy valiente; y esperrmentado en las guerras de los

LA CONQUISTA DEL PERÚ. 1-i 3'

á su suerte. Estaban convencidos de que el goberna-dor no habria dejado de hacer todos los esfuerzos po-sibles para librarlos de su desesperada posicion. Era,pues, probable que sus tentativas no hubiesen tenidobuen éxito, que se hallase en una situacion idénticay acaso que fuese ya con todos los suyos víctima delfuror de los insurgentes. Asaltóbales entonces el ter-rible pensamiento de si estarian solos en aquellatierra, lejos de todo socorro humano y destinados áperecer entre las montañas á manos de los bárbaros.

Sin embargo, la situacion de las cosas, aunquetriste en estremo, no era tan desesperada corrió laimaginacion de los sitiados en el Cuzco la pintaba. Lainsurreccion , en efecto , habia sido general , á lo me-nos en los puntos del pais ocupados por los españoles,y tan bien concertada, que estalló casi simultánea-mente, y los conquistadores que vivían confiadamenteen sus tierras, fueron asesinados en número de al-gunos centenares. Un ejército indio se presentó de-lante de Xauxa, y otro considerable ocupó el valle deRimas y puso sitio á Lima. Pero el pais que rodeabaesta capital era abierto y llano, y muy favorable portanto para las maniobras de la caballería. Pizarro, nobien se vió amenazado por aquella multitud hostil,envió contra los peruanos la fuerza suficiente paraponerlos prontamente en fuga como se ejecutó , yaprovechándose de esta ventaja logró castigarlos tanseveramente, que si bien continuaron manifestándoseen las lejanas cumbres y cortando las comunicacio-nes con el interior, no se atrevieron á pasar al otrolado del Rimac.

Las noticias que entonces recibió Pizarro acercadel estado del pais le llenaron de zozobra. Temiaparticularmente la suerte que podía haber cabido ála guarnicion del Cuzco, é hizo repetidos esfuerzospara socorrer aquella capital. Envió en diferentesocasiones cuatro distintos destacamentos compuestosen su totalidad de mas de cuatrocientos hombres ymandados por algunos de sus mas valientes oficiales;pero ninguno consiguió llegar al punto de su destino.Los astutos indios les dejaban adelantarse por lo in-terior del pais hasta que habian penetrado bastanteen los intrincados pasos de las cordilleras; entoncesles envolvian con sus superiores fuerzas, y ocupandolas alturas, descargaban sobre ellos una lluvia de ar-mas arrojadizas, ó les aplastaban bajo las rocas quehacían rodar desde sus montañas. De algunos desta-camentos no quedó un solo hombre con vida, y deotros solo algunos pocos fugitivos volvieron á Limacon la noticia de su sangrienta derrota (4).

La consternacion de Pizarro no tenia límites. Aco-sábanle los mas tristes presentimientos sobre la suertede los españoles dispersos en todo el pais, y aun du-daba que él mismo pudiera mantenerse en su posi-cion sin auxilio estertor. Despachó un buque á lainmediata colonia de Truxillo, con órden para quelos colonos abandonasen aquel punto con todos susefectos y fuesen á reunirse con él á Lima. Afortuna-damente no se adoptó esta medida. Muchos de lossuyos querían aprovecharse de los buques ancladosen el puerto para huir y refugiarse en Panamá; peroPizarro no quiso dar oídos á estos consejos egoístasque envolvian la perdicion y el abandono de los va-

Aunque Hernando Pizarro sintió profundamentela desgracia de su hermano , conoció que debia apro-vecharse sin pérdida de tiempo de las ventajas con-seguidas. Así , dejando el mando de la ciudad áGonzalo, se puso á la cabeza de los combatientes yestrechó con vigor el sitio de la fortaleza. Una de lastorres se rindió despues de corta resistencia. La otra,la mas formidable de las clos, se defendia aun bajo ladireccion del valiente Inca que la mandaba. Era estehombre de formas atléticas y se le veía recorrer lasalmenas armado de coraza y escudo españoles y blan-diendo una enorme maza guarnecida de puntas ó cla-vos de cobre, con cuya arma terrible derribaba átodos los que intentaban forzar el paso hasta lo inte-rior de la fortaleza. Dícese que mató con su propiamano á varios de sus secuaces que proponian la reu-dicion. llenando Pizarro se preparó para tomar latorre por asalto. Plantóronse escalas en los muros,pero no bien llegaba un español al estremo superiorcuando caía precipitado y herido por el arma terribledel guerrero indio. Su actividad era igual á su fuerzay parecia hallarse en todos los puntos en el momentoen que su presencia era necesaria.

Tanto valor llenó de admiracion al gefe español,porque Pizarro era capaz de admirar el valor aunquefuese en un enemigo. Dió órden para que no se lehiciese daño y se le cogiese vivo si era posible (1).Pero esto no era fácil. Al fin, habiéndose plantadogran número de escalas contra la torre, los españolesla asaltaron por muchos puntos á la vez ,y penetrandodentro del recinto arrollaron á todos los combatientesque todavía hicieron una sombra de resistencia. Peroel gefe Inca no debía ser hecho prisionero : viendo laresistencia ineficaz, se subió sobre una almena, ar-rojó lejos de sí la clava, se envolvió en su manto y seprecipitó desde aquella altura (2). Murió como unromano de los tiempos antiguos. Habia dado el ul-timo golpe en defensa de la libertad de su pais y noquería sobrevivir á su deshonra. El gefe castellanodejó una corta guarnicion para asegurar su con-quista y volvió en triunfo á sus cuarteles.

Pasábanse semanas tras semanas y ningun socorrovenia á los sitiados. Ya empezaban á sentir la escasezde víveres. Afortunadamente los arroyos que corrianpor el centro de la ciudad les proveían de agua; peroaunque habian economizado lo posible sus recursos,habíanse ya consumido las provisiones, y hacia alguntiempo que solo se alimentaban con la escasa porcionda grano que podían recoger de los almacenes arrui-nados ó del botin que alcanzaban en alguna sali-da (3). Este último recurso presentaba no pocas difi-cultades , porque cada espedicion ocasionaba unencarnizado combate con los enemigos, el cual cos-taba la vida á bastante número de españoles y á mu-ehísimo6 indios aliados. Esta pérdida tenia una ven-taja, la de disminuir el número de bocas, pero eratan corto el ole los sitiados, que una pérdida, porpequeña que fuese, aumentaba considerablementelas dificultades para la defensa de los que sobre-vivian.

Como Osaban los meses sin que los sitiados tu-viesen noticia alguna de sus compatriotas, se au-mentaron los recelos que habian concebido respecto

indios, i bien quisto,i amado de todos.» Conq. del Pirú, lib. III,cap. III.

(1) «Y mandó Ilernando Pizarro á los españoles que subianque no matasen á este indio sino que se lo tomasen á vida,.jurando de no matalle si lo avia vivo.» Pedro Pizarro, Des-cubrimiento y Conq. , MS.

(2) «Visto este orejera que se lo avian ganado y le aviantomado por dos ó tres partes el fuerte , arrojando las armasse tapó la caveca y el rostro con la manta y se arrojó del cuboabajo mas de cien estados y ansi se hizo pedazos. A IIernandoPicarro te pesó mucho por no tomalle á vida.» Ibid. , MS.

(a) Garcilasso, Com. Real, parte 11, lib. 11. cap. XXIV.

lientes que quedaban en el interior, y que todavíaesperaban de él proteccion y ayuda; y para frustrar

(4) Zárate, Conq. del Perú, lib. IV, cap. V.— Perrera,Iiíst. gen. dec. V, lib. VIII, cap. V.—Garcilasso, Com. Real,parte II, cap. XXVIII.

Segun el historiador de los Incas, murieron en estas espe-diciones cuatrocientos sesenta españoles. Cieza de Lean calcu-la el número de cristianos que perecieron en esta insurreceionen setecientos, y añade que muchos de ellos fueron muertosron mucha crueldad. (Crónica, cap. LXXXI.) Este cálculo,.considerando la estension y el espíritu de la sub'.evacícm, noparece exagerado.

146 BIBLIOTECA DE GASPAR Y ROIC,

Pero Hernando Pizarro no se contentó con mante-nerse á la defensiva, sino que imaginó dar un golpeatrevido para poner fin de una vez á la guerra. Fueeste capturar al Inca Manco, a quien esperaba sor-prender en sus reales de Tambo.

Para este servicio eligió unos ochenta de sus me-jores caballos con un pequeño cuerpo de infantes , ydando un largo rodeo por los desfiladeros menos fre-cuentados de la montana llegó delante de Tambo sinser notado por el enemigo. Pero encontró la plazamas fortificada de lo que creia. El palacio, ó masbien el fuerte de los Incas, estaba situado en unaelevada eminencia, cuyos escarpados lados, por elpunto á que se aproximaron los españoles, estabancortados en mesetas defendidas por fuertes muros depiedra y adobes (1). Por aquel sitio la plaza era ines-pugnable. Por el lado opuesto que miraba hacia elYucay, el terreno descendía en gradual declive hastala Ilanura en que corre aquel rio por una márgen es-trecha pero de mucha profundidad (2). Este era elpunto mas susceptible de ataque.

Los españoles cruzando la corriente con gran difi-cultad comenzaron á subir el glacis haciendo el menorruido posible. La luz de la mañana apenas blanqueabala cima de las montañas, y Pizarro al acercarse á lasdefensas esteriores , que como en la fortaleza del Cuz-co consistian en un parapeto de piedra de gran mag-nitud construido alrededor del recinto, apresuró elpaso confiando encontrar á la guarnicion sepultadatodavía en el sueño. Pero millares de ojos estabanfijos eii él ; y así que los españoles llegaron á tiro deflecha, levantáronse de repente detras del parapetomultitud de oscuras formas, mientras que el Inca ácaballo y con una lanza en la mano dir:gia las opera-ciones de sus tropas (3). Al mismo tiempo se oscure-ció el aire con innumerables piedras, javelinas y fle-chas y caian como un huracan sobre las tropasmientras las vecinas montañas retumbaban con elsalvaje grito de guerra del enemigo. Los españoles,cogidos de sorpresa, y muchos de ellos gravementeheridos, se desordenaron, y aunque inmediatamentevolvieron á estrechar sus filas é hicieron dos tentati-vas para renovar el asalto, se vieron por último obli-gados á retroceder, no pudiendo resistir la violenciade la tempestad. Para aumento de confusion el terrenomas bajo adonde se retiraban estaba inundado porlas aguas del rio, pues los indios abriendo las com-puertas le habían hecho salir de madre (4) No era po-sible ya sostenerse en aquella posicion. Celebróse unconsejo de guerra y se decidió abandonar el ataquecomo desesperado y retirarse en el mejor órden po-sible.

En estos vanos esfuerzos se Babia gastado todo el

mas, de algunos de los cuales fue el héroe. Cuenta tambienun acto de crueldad que hace poco favor á su gefe HernandoPizarro, el cual, dice, que despues de un reñido combate hi-zo cortar las manos á sus prisioneros, y así mutilados lesdió libertad. ( Descub. y Conq., MS.) Los cronistas refierenpocas atrocidades de esta especie, y es de creer que fuesenescepciones de la política general de los conquistadores en estainvasion.

(1) «Tambo tan fortalescido que hera cosa de grima, por-que el assiento donde tambo está es muy fuerte ,de andenesmuy altos y de muy gran canterías fortalescidos.» PedroPizarro, Conq., MS.

(2) «El rio de Yueay ques grande por aquella parte va muyangosto y hondo.» Pedro Pizarro, Descubrimiento y Con-quista, MS.

(3) «Parecia el Inga á caballo entre su gente, con su lanzaen la mano.» Herrera, Historia general, dec. V , lib. VIII,cap. VII.

(4)) «Pues hechos dos ó tres acometimientos á tomar estepueblo , tantas vezes nos hizieron bolver dando de manos.Ansi estuvimos todos este dia hasta puesta de sol; los indiossin entendello nos hechavau el rrio en el llano donde estáva-mos , y de aguardar mas perescieramos aquí todos.» Pedro Pi-zarro, Descub. y Conq., MS.

dia; y Hernando aprovechándose de la oscuridad dela noche, envió delante la infantería y los bagajes,tomó el mando del centro, y confió la retaguardia ásu hermano Gonzalo. Cruzóse de nuevo el rio sin ac-cidente, aunque el enemigo confiando en su fuerzasalió de sus parapetos y siguió á los españoles inco-modándoles con repetidas descargas de flechas. Masde una vez les estrecharon tanto que Gonzalo Pizarroy su caballería se vieron obligados á volver caras y ádar desesperadas cargas que castigaban su atrevi-miento y paralizaban por algun tiempo la persecu-cion. Pero el enemigo , victorioso todavía, continuópicando la retaguardia de los españoles hasta queestos salieron de los desfiladeros y llegaron á darvista á los ennegrecidos muros de la capital. Este fueel último triunfo del Inca (5).

ENTRE los manuscritos que debo á la generosidaddel ilustre escritor español señor Navarrete, el masnotable de los que tienen relacion con esta historia esla obra de Pedro Pizarro titulada Relaciones del des-cubrimiento y conquista de los reinos del Perú. Masparece que de este importante documento solo se haconservado una copia, cuya existencia era poco co-nocida hasta que cayó en manos del señor Navarrete,si bien no se ocultó á las investigaciones del infatiga-ble Herrera, como lo prueba la mencion que hace devarios incidentes , algunos de los cuales se refieren ála persona del mismo Pedro Pizarro y que no podíanhaber llegado á noticia del historiador de las Indiaspor ningun otro conducto. Este manuscrito se hadado últimamente al público como parte de la inesti-mable coleccion de documentos históricos que ahorase está publicando en Madrid bajo auspicios que con-fio asegurarán su éxito. Pero como el impreso no hallegado á mis manos sino cuando la presente obra es-taba muy adelantada, he preferido valerme del ejem-plar manuscrito para lo poco que quedaba de mihistoria como lo hacia hecho desde el principio deella.

Nada , de que yo tenga noticia, se sabe respecto alautor, sino lo que puede deducirse de las noticias que

,él mismo da incidentalmente en su historia. Era na-tural de Toledo, en Estremadura (6) , provincia fér-til en aventureros que pasaron al Nuevo Mundo, y dela cual emigró tambien la familia de Francisco Pi-zarro unida con la de Pedro por vínIulos de parentes-co. Cuando Francisco Pizarro pasó á la conquista delPerú, despues de haber recibido autorizacion del em-perador en 1529, Pedro Pizarro, que tenia entoncesquince años, le acompañó en calidad de paje. Tresaños estuvo al servicio particular de su gefe, y des-pues continuó siguiendo su bandera como soldado defortuna. Hallóse presente en muchos de los memo-rables acontecimientos de la conquista , y pareceque poseyó en alto grado la confianza de su capitan,que le empleó en comisiones difíciles, en las cualesdió pruebas de serenidad y valor. Verdad es que sobreeste punto hay que creerle bajo su palabra; perocuenta sus hazañas con aire de sinceridad y sin ha-cer ningun esfuerzo estraordinario para colocarse enlugar que no le corresponda; habla de sí propio entercera persona; y como su manuscrito no estabadestinado solamente á la posteridad sino tambien álos contemporáneos, no es probable que se aventurase

(5) Ibid., MS.—Herrera, Hist. general, dec. V, lib. VIII,cap. VII.

(6) Nota del traductor. O el autor ha cometido aquí unerror geográfico, ó ha querido decir que Pedro Pizarro nacióen Toledo de una familia oriunda de Estremadura. Sin embar-go, si lo ha querido decir, no lo ha dicho.

LA CONQUISTA DEL PERÚ.. 447descartaria mas de lo que debieraydaria en un error.

Pizarro no solamente es independiente, sino á ve-ces cáustico al condenar la conducta de sus gefes,lo -cual sucede especialmente en los casos en que lasmedidas de estos eran desfavorables á sus particula-res intereses ó á los del ejército. Respecto á los des-graciados indígenas no tiene con ellos mas conside-racion que la que tenían los antiguos judíos con losfilisteos , á quienes miraban como destinados á moriral tilo de sus espadas, y cuyas propiedades creían ser-les debidas como legítima herencia. El duro conquis-tador trataba sin compasion al infiel. •

Pizarro era el representante del siglo en que vivia.Sin embargo, no merece el siglo tanta deshonra, puessi bien en parte Pizarro le representaba, representabamas verdaderamente el espíritu de los fieros soldadosque destruyeron la dinastía de los Incas. No era sola-mente un cruzarlo que peleaba porestender el impe-rio de la cruz sobre las naciones salvajes; tambien sugrande objeto era adquirir oro ; por él ,juzgaba delvalor de la conquista , y él era la recompensa á queaspiraba en cambio de una vida de trabajos y peligros.El aventurero del Perú alimentaba su tosca y munda-na imaginacion mas bien con doradas visiones quecon visiones de gloria ,y menos de • gloria celestial.Pizarro no se elevó sobre los de su raza ni bajo el pun-to de vista intelectual, ni bajo el punto de vistamoral. De su historia no se deduce que tuviesegran penetracion ni mucho vigor dé comprensión:es la obra de un soldado- que refiere sencillamentelbs hechos sangrientos que la componen. Su va-lor consiste en que las escenas están narradas poruno de los actores ; y esto para el historiador moder-no la hace mas preciosa que las mejores produccionesde segunda mano. Es el tosco mineral que sometidoal procedimiento regular de refinamiento y purifica-clon puede recibir el sello que le hace apto para lacirculacion general.

Otra autoridad., á quien-algunas veces me líe refe-rido , y cuyos trabajos todavía yacen manuscritos, esel licenciado Fernandó Illontesinos,• el reverso en to-dos conceptos del cronista militar de quien acabo dehacer mencion. Montesinos floreció como cosa de unsiglo despues de la conquista, y el valor de sus es-critos corno autoridad para hechos históricos depen-de esclusivamente de la mejor oportunidad que tuvopara consultar documentos originales. Pero en estosus ventajas eran grandes. Fue enviado dos veces alPerú con un empleo que le obligó á visitar las dife-rentes partes del pais; y en el desempeño de sus doscomisiones empleó quince años, de modo que al pasoque su posicion le daba acceso á los archivos colonia-les y á los depósitos literarios, pocha comprobar susinvestigaciones con alguna estension mediante su ob-servaeion del pais.

Resultado de ellas fueron sus dos obras históricastituladas, la una Memorias antiguas historiales delPerú, y la otra Anales, citadas algunas veces en estaspáginas. La primera comienza desde los primerostiempos de la historia del pais, tiempos en realidaddemasiado antiguos, pues se remon tan hasta el dilu-vio. La primera parte de ella está principalmente des-tinada a demostrar la identidad del Perú con el do-rado Otir del tiempo de Salomon. Esta hipótesis, queno es origival ee el autor, puede ciar una nocion bas-tante esacta de su carácter. En el curso de su obrasi.;ue la línea de los príncipes Incas, cuyas hazañas ynórnbres no coinciden con el catálogo de Garcilasso;circunstancia , sin embargo , que está muy lejos deprobar su inesaclitud. Pero el que lea los absurdoscuentos re yerulos en el grave tuno peculiar de Monte-sinos queparticipaba en gran manera de la credulidady aficion á lo maravilloso prirpias de siglos menosilustrados, no vacilará en darlos el crédito que me-recen.

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á prodigarse escesivas alabanzas, cuando el fraudepodía tan fácilmente ser conocido.

Despues de la conquista nuestro autor siguió lasuerte de su gefe y se halló á su lado en todos los dis-turbios que acaecieron , hasta que habiendo sido ase-sinado Francisco Pizarro, se retiró á Arequipa paragozar tranquilamente del repartimiénto de tierras é

• indios que le tocaron como recompensa de sus servi-cios. Hallábase en aquel punto cuando estalló la granrebelion de Gonzalo Pizarro ; pero quiso ser fiel á sujuramento y prefirió , segun nos dice , faltar á lo quedebia á su nombre y á su linaje por no faltar á lo quedebia á su lealtad. Gonzalo en venganza, se apoderóde sus propiedades y se hubiera dejado llevar á ma-yores demasías contra él cuando le tuvo en sus ma nosen Lima, á no haber sido por la iMervencion de susegundo, el famoso Francisco de Carbajal, á quienel cronista habia tenido en una ocasion la fortuna deprestar un servicio importante. Este Carb•a ,jal interce-dió para salvarle la vida en dos ocasiones; pero en lasegunda le dijo con frialdad :. eningun hombre tienederecho mas .que á una vida; y si volveis á caer enmis manos por tercera vez, Dios solo podrá concede-ros otra. » Por fortuna Pizarro no se vió en el caso deesperimentar el efecto de esta amenaza. Despues de.la pacilicacion del pais se retiró de nuevo á Arequipa;mas por el tono resentido de sus observaciones se ad-vierte que no se le reinstaló plenamente en el goce delas posesiones que habia sacrificado por su lealtad algobierno. Las últimas noticias que tenémos de él sonde 1 a7i , fecha en que da por concluida su historia.

La narracion de Pedro Pizarro comprende todo eltiempo de la conquista; desde la primera espedicionque salió de Panamá hasta las turbulencias que si-guieron á la partida del presidente Guaca. La primeraparte de la obra se funda en el testimonio de otros, yen realidad no todos los hecho. que comprende pue-den ser admitidos como evidentes. Pero todo lo quesigue á la vuelta de Francisco Pizarro de Castilla ensuma , todo Da que constituye la conquista del pais,puede decirse que es producto de su propia dbserva-cion como testigo y como actor: Esto da á su narra-cion un mérito, á que literariamente no puede aspirar.Pedro Pizarro era soldado ; y probablemente. tendriatan poca educacion corno ea general tienen líos quedesde su juventud han cursado la ruda escuela de lasarmas, la menos á propósito del rnundopara los pro-gresos intelectuales y morales. Tenia sin embargo lasuficiente sensatez para no aspirar á una perfeceionque no le era dado conseguir. No se advierte en sucrónica el menor deseo de alcanzar la gloria de. buen.escritor; no hay en ella ninguno de . esos adornos afec-tados que solo sirven para hacer mas patente la po-breza de recursos del que echa mano de ellos. Su ob-jeto fuesirnplemerte referir la historia de la conquistatal como la habla presenciado; y corno para su narra-clon solo necesitaba hechos, no palabras, dejó laspa l abras para aquellos que habiendo llegado al campodespues de recogida la cosecha, solo podían recogerlo que otros habían dejado.

La siluacion de Pizarro dehia.esponerle necesaria-mente á las influencias de partido y dar cierto aire deparcialidad á su narracion. No es difícil, en efecto, de-terminar bajo qué bandera se habia alistado. Escribecomo hombre de partido, pero como hombre honradoque en los hechos que refiere no se a parta del juiciocorre cto sino lo que necesariamente debia apartarseel que tenia su opin ion formada de antemano. No in-tenta inclinar la conviccion del lector mas á un ladoque á otro , ni menos procura desnaturalizar los he-chos. Cree evidentemente lo que dice, y esto es todolo que se puede apetecer. Nosotros podemos ahoradescartar lo que es efecto de la natural influencia desu posicion ; pero si hubiese sido mas imparcial toda-vía, el critico moderno al suponer en él parcialidad,

TOMO 1,

148 BIBLIOTECA DE

Lo mismo se advierte en sus Anales, dedicadosesclusivamente á referir la historia de la conquista.Aquí en verdad el autor, después de haber remonta-do su vuelo por nebulosas regiones, desciende átierra firme, donde no son rle esperar groseras faltasde verdad, ó por lo menos de verosimilitud. Pero elque tenga ocasion de comparar su historia con la delos escritores contemporáneos, encontrará frecuen-tes motivos de desconfiar de ella. Sin embargo, Mon-tesinos tiene un mérito , y es el ele haber tenido á la

vista en sus esten .sas investigaciones muchos iostru-mentos originales, algunos de los cuales ha trasladadoá sus páginas, que con dificultad habrian podido en-contrarse en otra parte.

Algunos de sus ilustrados compatriotas han reco-meuriarlo sus escritos como producto de diligentesinvestigaciones y minuciosos informes; pero mt pro-pia esperiemcia no rne conduce á ponerlos en elevadolugar corno testimonios históricos, pues no me pare-cen dignos de grande elogio ni por la esactitudl de loshechos ni por la s a gacidad de las reflexiones. El espí-ritu de fria indiferencia con que mira los padecimien-tos de los indígenas es odioso, y tiene menos disculpaen un escritor del siglo xvn que tmdria en uno delos primitivos conquistadores, cuyas pasiones esta-ban inflamadas por largas y constante- hostilidades.Mr. Ternaux Compans ha traducido las Memorias an-tiguas con su acostumbrarla elegancia y precision ensu coleccion (le documentos originales relativos á lahistoria del Nuevo Mundo. En su prólogo prometetrasladar mas adelante los Anales : no sé si lo habráhecho; pero creo que e te es„ elen te traductor encon-trará materia mejor para sus trabajos en algunos delos manuscritos que posee, pertenecientes á la ricacoleccion de Muñoz.

LIBRO IV.

GUERRAS CIVILES IDE LOS CONOIiI9TA n

DOMES.

CAPITULO PRIMERO.

Marcha de Almagro á Chile.—Padecimientos de sus tro-pas. — Vuelve y se apodera del Cuzco. — Accion deAbancay. — Gaspar de Espinosa.—Almagro sale delCuzco.—Negociaciones cori Pizarro.

4535-1537.

MIENTRAS ocurrían los acontecimientos menciona-dos en el capítulo anterior, el mariscal Almagro esta-ba ocupado en su memorable esped icion á Chile. Rabiasalido , como hemos visto, con sola una parte de susfuerzas, dejando á su teniente para que le siguiesecon el resto. En las primeras jornadas se aprovechódel gran camino militar de los Incas, que se estendiaá lo lejos por la llanura Inicia el Sur ; pero al acercar-se ;t Chile se encontró empeñarlo en los desfiladerosde las montañas, donde ningun vestigio de caminose descubria. Allí irnpedian su marcha todos los obs-táculos propios de la aspereza y escabrosidad de lascordilleras : profttudosy es .arpados barrancos, ca-yos lados rodeaba un estrecho sendero, capaz sola-mente para cabras , y que subía serpenteando hasta

.las alturas que dominaban aquellos horrendos preci-picios; ríos que caían con furia por los declives delas montañas formando espantosas cataratas y hun-diéndose en el profundo abismo ; negros bosques depinos, que parecian no tener fin ,y despues largospáramos sin el menor arbusto que pudiera poner ácubierto al atrevido viajero de la brisa penetrante quedespedian las heladas cimas de la sierra.

El frio era tan intenso, que muchos perdieron lasuñas de los dedos, los dedos mismos, y á veces los

GASPAr'. Y ROIG.

miembros. Otros cegaron á consecuencia de la re•verberaciou ele la nieve que reflejaba los rayos de unso! intolerablemente brillante en la delgada atmósferade aquellas elevadas regiones. El hambre vino, comode costumbre, en pos de esta série de calamidades;porque en aquellas tristes soledades no se advertiavegetacion que pudiera bastar para el alimento delhombre, ni se vela ser alguno viviente,.fi escepciontan solo del gran pájaro de los Andes, que se cerníasobre sus cabezas, esperando el banquete que le pro-porcionaban con frecuencia el gran número de des-graciados indios, que incapaces de resistir con sustenues vestiduras á los rigores del clima , perecian enel camino. Tanto llegó á acosarlos el hambre, que losmiserables que sobreviviau se alimentaban de loscuerpos muertos de sus compatriotas, mientras losespañoles se sostenian de los cadáveres de sus caba-llos, que se quedaban helados enlos desfiladeros de lamontaña (I). Tales fueron las terribles penalidadesque la naturaleza impuso á los que tan precipitada-mente se introdujeron en sus mas solitarios y salvajesdistritos.

Pero sus padecimientos no inclinaban el ánimo delos españoles á la compasion con los débiles indios.Por todas.partes dejaban huellas de su paso en caba-ñas desiertas y quemadas, á cuyos habitantes obli-g iban á hacer el servicio de bestias de carga : losindios eran encadenados en cuadrillas de diez ó doce,y ni la; enfermedades, ni la debilidad del cuerpo es-cusaban al desgraciado cautivo de llenar su parte enel trabajo cornun. ASI algunos crian muertos de fa-tiga sobre sus mismas cadenas (2). Los soldados deAlvarado fueron , segun se dice , mas crueles que losde Pizarro; y el lector recordará que mucha de lagente que llevaba Almagro se reclutó de entre elos.Cuéntase que este gefe miró con disgusto semejantesatrocidades , é hizo cuanto pudo por reprimirlas;pero no dió muy buen ejemplo con su conducta, si esverdad lo que se le atribuye de haber mandado que–mar vivos á treinta gefes indios para castigar lamuerte de tres de los suyos (3). El curazon se estre-mece con la relacion de tales atrocidades perpetradascon un pueblo inofensivo, ó que, por lo menos, notenia otro crimen mas que el defender demasiado biensu propio territorio.

En la posesion de una fuerza superior hay , bajo elpunto de vista moral , algo de peligroso para e! po-seedor. El europeo con sus cualidades y su fuerzainmensamente superiores, puesto en contacto con el

(1) Herrera, Hist. general, dec. V, lib. X, cap. 1-111.—Oviedo, Hist. de las indias, MS., parte III, lib. IX, cap. IV.—Conq. i Pob. dei Piró, MS. .

(2) Conq. i Pub. del Pirú, MS.El autor de esta narracion debió haber sido de esta espe-

dicion, pues habla como testigo presencial. Los pobres indios,tenían á lo menos un amigo en el campo cristiano. «I si en elreal havia algun español que era buen rancheados i cruel imataba muchos indios teníanle por buen hombre i en Brandreputacion i el que era inclinado á hacer bien i hacer buenostratamientos á los naturales i los favoresia no era tenido entau buena estima, he apuntado esto que vi por mis ojos ien que por mis pecados anduve porque entiendan los queesto leyeren que de la manera que aqui di go y con mayorescrueldades harto se hizo esta jornada i descubrimiento deChile.»

(3) «I para castigarlos por la muerte destos tres españolesjuntólosen un aposento donde estaba aposentado i mandó ca-vulgar la gente de cavallo i la de pie que guardasen laspuertas i todos estuviesen apercividos i los prendió i en con-clusion hizo quemad mas de treinta señores vivos atados cadauno á su palo.» (Conq. i Poh. del Piró, MS.) Oviedo, quesiempre manifiesta en sus escritos el duro carácter del colono,disculpa este acto con la vieja escasa cle la necesidad :—fuenecesario este castigo, dice , y añade"que despues de verifi-cado se podia enviar un mensajero ele un etremo á otro delpais sin temor de que le maltratasen. Hist, de las Indias, MS.parte IIi, lib. IX, cap. IV.

LA CONQUISTA

hombre semicivilizado, le considera como un serpoco mejor que el bruto, y nacido igualmente parasu servicio. Cree que tiene un derecho natural á suobediencia, y que esta obediencia debe medirse, nopor las facultades del bárbaro, sino por la voluntaddel conquistador. La resistencia entonces llega á serun crimen que solo puede lavarse con la sangre de lavíctima. Tales crueldades no se limitaban á los espa-ñoles : donde quiera que sellan puesto en contacto elhombre civilizado y el salvaje , así en Oriente comoen Occidente, la historia de la conquista ha sido es-crita muchas veces con sangre.

Desde el agreste caos de montañas salieron los es-pañoles al verde valle de Coquimbo, como á unostreinta grados de latitud Sur. Allí hicieron alto paradescansar en tan abundantes llanuras , despues de lasfatigas y padecimientos sin ejemplo que habian pa-sado. Entre-tanto Almagro despachó á un oficial, conuna fuerte avanzada , para examinar el pais hacia elSur; y poco despues tuvo la satisfaccion de ver llegarel resto de sus fuerzas á las órdenes de su tenienteRodrigo de Ordoñez, persona notable é íntimamenteligada con la suerte futura de Almagro.

Era Ordoñez natural de Oropesa; habia estado enlas guerras de Italia , y tenia el grado de Alferez en elejército del condestable de Borbon, en el famoso sa-queo de Roma. Buena escuela era aquella para apren-der el arte militar y endurecer el corazon, precavién-dole de la sensibilidad que generalmente se tiene envista de los padecimientos humanos. Era esceientesoldado, fiel á su gefe , activo, impávido é inflexibleen la ejecucion de sus órdenes. Sus servicios llamaronla atencion de la córte, y poco despues ele aquellaépoca fue elevado á la categoría de mariscal de laNueva Toledo. Pero su carácter le hacia probable-mente mas á propósito para papel de ejecutor subor-dinado, que para un empleo de mas grave responsa-bilidad.

Almagro recibió tambien el real decreto confirién-dole sus nuevos poderes y iurisdiccion territorial. LosPizarros habian detenido este decreto hasta el últimomomento. Las tropas de, Almagro , disgustadas ya desu penosa é inútil marcha, clamaban porque se em-prendiese la retirada. Decian que el Cuzco cata dentrode los límites de su gobierno ,y que era mejor tomarposesion de sus cómodos cuarteles, que vagar comoproscriptos por aquellas terribles asperezas. Repre-sentaban á su gefe , que solamente así podria mirarpor los intereses de su hijo don Diego. Este era unhijo natural de Almagro , á quien su padre quería condelirio, amor justificado mas que de costumbre porlas cualidades y grandes esperanzas del jóven.

Despues dedos meses de ausencia , el oficial envia-do á esplorar el pais volvió con noticias poco satisfac-torias respecto á las regiones al Sur de Chile. Paraque un territorio ofreciese ventajas al castellano erapreciso que estuviese cuajado de oro (1). Había pene-trado hasta unas cien leguas, probablemente hastalos límites de las conquistas de los Incas sobre el rioMaule (2). Afortunadamente los españoles se habiandetenido antes de entrar en la tierra de Arauco, don-de poco despues !labia de correrá torrentes la sangrede sus compatriotas, y culos habitantes todavía man-tienen una orgullosa independencia entre la humilla-cien general de las razas indias que los rodean.

Almagro accedió , pues, con poca repugnancia álas repetidas importunidades de sus soldados, y vol-vió caras al Norte. No hay para qué referir los porme-

(1) Este es el lenguaje de un escritor espaliol : «corno no leparecía bien la tierra por no ser quijada de oro.» Conq. i Po-blacion del PHI, MS.

(2) Segun Oviedo, ciento cincuenta leguas, y cerca, coinole dijeron, del fin del mundo. (Hist. de las lndias, MS., part.III,lib. IX, cap. V.) No son de esperar grandes nociones de geo-grafía en los toscos soldados de América.

T01110 I.

DEL PERÚ. 149nores de su marcha. Desanimado por las dificultadesque ofrecia el paso de los montes, tomó, á lo largo de •la costa, el camino que atraviesa el gran desierto deAtacama. Al cruzar aquellas terribles soledades, queseest.ienden por espacio de cerca de cien leguas hastalos límites septentrionales detChile, soledades en queapenas una hoja verde viene á reanimar al fatigadoviajero, esperimentaron Almagro y sus tropas tantostrabajos, aunque de diversa especie, como los quesufrieron en el paso de las cordilleras. En realidad nose encontraria en la época actual un gefe que se aven-turase á conducir su ejército á traves de aquella esté-ril reglen. Pero los españoles del siglo xv i tenían unafuerza ele cuerpo y una viveza de espíritu tales, queles habian despreciar toda clase de obstáculos , justi-ficando así las palabras jactanciosas del historiador,que dice que peleaban «en un tiempo con los eneini-gos, con los elementos i con la hambre (3). »

Despues de atravesar el terrible desierto, llegó Al-magro ala antigua ciudad de Arequipa, áúnas sesentaleguas del Cuzco. Allí supo con asombro la insurrec-cion de los peruanos, y que el jóven lúca Manco per-manecia aun con fuerzas formidables á no largadistancia de la capi t al. Babia tenido en 'otro tiempoamistosas relaciones con el príncipe peruano, y re-solvió, por tanto, antes de emprender nada, enviaruna embajada á su campo y arreglar una entrevistacon él en las inmediaciones del Cuzco.

Los emisarios de Almagro fueron bien recibidospor el Iuca, el cual alegó sus motivos de queja contralos Pizarros, y designó el valle de Yucay para la con-ferencia con el mariscal. El gefe español volvió, pues,á emprender su marcha, y tomando la mitad de susfuerzas, cuyo total ascendiaá poco menos dequinien-tos hombres, se presentó en el punto señalado mien-tras el resto de sus tropas establecia sus cuarteles enUrcos, á seis leguas de la capital (4). Los españolesdel Cuzco, sorprendidos por la aparicion de este nue-vo cuerpo de tropas en Jas inmediaciones . de la ciu-dad, cuando supieron su procedencia, dudaron si de-bían temer ó esperar ele ellos. Herrando Pizarro salióde la ciudad con una corta fuerza, y acercándose áUros supo, con no poco disgusto, la intencion deAlmagro de sostener sus pretensiones al Cuzco, Peroaunque muy inferior en fuerza á su rival, determinóoponerle resistencia.

Entre tanto los peruanos, que habian sido testigosde la conferencia entre los soldados de los opuestoscampos, sospecharon que se habian puesto de acuer-do para apoderarse del Inca. Comunicaron su sospe-cha á Manco, y este, participando de los mismos sen-timientos , ó tal vez meditando sorprender á losespañoles, cayó repentinamente sobre ellos en el vallede Yucay, con un cuerpo de quince mil hombres.Pero los veteranos de Chile estaban demasiado acos-tumbrados á la táctica india para dejarse sorprender;y aunque se siguió un reñido encuentro que duró masde una hora, yen el cual ca y ó muerto el caballo quemontaba Ordoñez, los indios fueron finalmente recha-zados con gran pérdida, y el Inca quedó tan desani-mado con este golpe, que no se atrevió, por entonces,á molestar de nuevo á los españoles (5).

Alma gro, reuniéndose despues con la division que'labia dejado en Urcos, no encontró y • a impedimentopara sus operaciones sobre el Cuzco. Env ió desdeluego una embajada al ayuntamiento, exigiendo se lereconociese cuino gobernador, y presentando copiade las credenciales que habla recibido de la córte.Pero la cuestion de jurisdiccion no era fácil de arre-

(5) Herrera , Hist. general, dec. Y, lib. X, cap. II.(4) Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.—Conq. i del

Pirú, MS.—Oviedo, Ilist. de las Indias, MS. parte 11I, l i-bro IX, cap. VI.

(5) Zárate, Conquista del Perú, lib. III, cap. IV.—Con-

quista i del Piré, MS., parte III, lib. VIII, cap. XXI.7#*

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glar, pues dependia del conocimiento de las verdade-ras paralelas de latitud, conocimiento que nc era

robable tuviesen los toscos soldados de Pizarro. Elp real decreto ponla bajo la jurisdiccion de Almagro ñtodo el país situado d doscienta s setenta leguas 1 Surdel rio de Santiago á uñ grado y veinte minutos Nor-te del Ecuador. Doscientas setenta leguas en el Meri-diano, segunnuestramealad a , hubieran terminado loslímites en un grado antes del Cuzco, y apenas hubie-ran comprendido la ciudad de Lima. Pero las leguasespañolas de diez y siete y media por grado (1) hu-bieran estendido los límites meridionales de la .luris-diccion de Pizarro á cerca de medio grado mas allá dela capital de los Incas, la cual de este modo recojadentro del término de aquella jurisdiccion (9.). Sinembargo, la línea de division cala tan cerca del terre-no disputado , que racionalmente podia dudarse delresultado verdadero no habiéndose hecho minuciosasinvestigaciones científicas para obtenerlo, á pesar deque cada una de las partes aseguraba , como sucedesiempre en tales casos, que sus pretensiones eran cla-ras é incuestionables (3).

Las autoridades del Cuzco, al recibir laint.imacionde Almagro, no queriendo indisponerse cen ningunade las partes contendientes, aplazaron la resolucionhasta oir el consejo (lo cual prometieron hacer enbreve) de ciertos pilotos mejor instruidos que ellasmismas acerca dele posicion del rio de Santiago. En-tre tanto se arregló una tregua, y cada una de laspartes prometió solemnemente abstenerse de medi-das hostiles y permanecer pacíficamente en sus cuar-teles respectivos.

El tiempo se puso entonces frio y lluvioso ; ylossoldados de .Almagro, descontentos con su posicioné inundados por las aguas , no tardaron en descubrirque I Iernando Pizarro se ocupaba activamente enfortificarse dentro de la ciudad á pesar de lo pactado.Supieron tambien con desaliento que una gran fuerzaenviada por el gobernador de Lima á las órdenes deAlonso de Alvarado se habla puesto en marcha parasocorrer al Cuzco. Entonces esclamaron que estabanvendidos, que la tregua no 'labia sido mas que un ar-tificio para asegurar su inaccion hasta la llegada delos refuerzos que se esperaban ; y en este estado deescitacion no les fue difícil persuadir á su gefe, de-masiado dispuesto á dejarse llevar de los violentosconsejeros que le rodeaban, que debla violar el trata-do y tomar posesion de la capital (4).

A la sombra de una oscura y tempestuosa noche el8 de abril de 4537 , entró Almagro en la plaza sinoposicion, se hizo dueño de la iglesia principal, esta-bleció fuertes avanzadas de caballería en todas lasavenidas para evitar una sorpresa y despachó á Or-goñez con un cuerpo de infantería para forzar el alo-

(1) «Contando diez i siete leguas i media por grado.» Her-rera, Hist. general, clec. VI, lib. III, cap. V.

(2) El gobierno procuró de antemano evitar toda disputasobre los limites de las respectivas jurisdicciones. El lenguajede la real concesion daba lu gar á interpretaciones diversas;pero ya en 9536 fue enviado á Lima Fr. Tomás de Berlanga,obispo de Tierra Firme, con plenos poderes para arreglar lacuestion de limites, fijando la latitud del rio de Santiago ymidiendo doscientas setenta leguas al Sur sobre el Meridiano.Pero Pizarro. teniendo ocupado á Almagro en su espedicion áChile , no quiso resucitar la cuestion, y el obispo se volvió reinfecte á su diócesis muy dis gustada del gobernador. Herrera;Historia general, dec. VI, lis. III, cap. I.

(5) «Todos aseguran, dice Oviedo en una carta al empera-dor , que el Cuzco cae dentro del territorio de Almagro.» Ovie-do era, probablemente, la persona mejor informada sobreestos asuntos que 'labia en las colonias. Sin embargo estabaen un error. Carta desde Santo Domingo, MS. , 25 de octubrede 1559.

(4) Uvatedice que Almagro al entrar en la capital no en-entro señal alguna de los designios imputados á Hernando, yesclamo que habia sido engauado. No es estraño que fuesedemasiado crédulo en este punto.

GASPAR Y ROIG.

jarniento de Hernando Pizarro. Habitaba este con suhermano Gonzalo uno de los salones construidos porlos Incas para las diversiones públicas, cuyas inmen-sas puertas daban á la plaza. Veinte soldados le guar-necian, los cuales al abrirse las puertas con violenciasa lieron valerosamente á la defensa de su capitan. Si-guióse una encarnizada lucha en que algunos perdie-ron la vida, hasta que al fin Orgoñez irritado al ver laobstinacion de los sitiados puso fuego al inflamantetecho del edificio. Las llamas se estendierou con ra-pidez por todo él y las vigas inflamadas cayendo so-bre las cabezas de sus defensores obligaron á Her-nando á ceder aunque con repugnancia y á rendirseá discrecion. Apenas habian salido los españoles deledificio se hundió todo el techo con terrible esta-llido (5).

Dueño Almagro del Cuzco, mandó encerrará losPizarros en sitio seguro con otros quince ó veinte delos principales caballeros. No parece que ejercieseningun acto de violencia contra los habitantes á es-cepcion de los necesarios para consolidar su autori-dad (6). Dió el gobierno de la ciudad á Gabriel deRojas, uno de los mejores oiiciales de Pizarro; y elayuntamiento, convencido ya de la validez de suspretensiones, no tuvo ningun escrúpulo en reconocersus derechos á la posesion de la ciudad.

El primer acto de Almagro despues de la toma dela capital, fue enviar un mensaje á Alonso de Alvara-do anunciándole su entrada en el Cuzco y exigiendode él obediencia corno legítimo señor. Alvarado esta-ba acampado con quinientos hombres entre infanteríay caballería en Xauxa á. unas trece leguas de la capi-tal. Habia sido enviarlo algunos meses antes para so-correr al Cuzco, pero inmotivada, y segun se vió des-graciadamente para la capital del Perú, se detuvo enXauxa con el pretesto de proteger aquel estableci-miento y sus in rnediacionescon ira los insurgen tes (7).En aquella ocasion se manifestó leal á su gefe, y cuan-do los enviados de Almagro llegaron al campamento,les hizo prender y dió aviso de lo que pasaba al go-bernador de Lima.

Ofendido Almagro de la prision de sus emisarios,se preparó á marchar contra Alonso de Alvarado y áadoptar medidas mas eficaces para conseguirsu suml-sion. Su segundo Orgoñez le instó fuertemente antesde su partida para que hiciese cortar la cabeza á losPizarros, alegando que mientras existiesen nunca es-tarja la suya segura, y concluyendo con el proverbioespañol de que «el muerto no mordia (8). » Pero elmariscal, aunque detestaba á Hernando, se opuso átan violenta medida. Ademas de estas consideracio-nes tenia presente el afecto que todavía conservaba ásu antiguo sócio Francisco Pizarro y no quería rom-per para siempre los lazos que les unian. Contentán-dose, pues, con poner á les presos bajo la custodiadauna leerte guardia en uno,de los edificios pertene-cientes á la casa del Sol, salió á la cabeza de sus fuer-zas en busca de Alvarado,

(5) Carta de Espinal!, Tesorero de N. Toledo, 15 de junio,1559.—Conquista i Pub. del Pirú, MS.—Pedro Pizarro, Des-cubrimiento y Conq. Hist. de las Indias, MS., parte IIi, li-bro VIII, cap. XXI.

(6) Así aparece del testimonio general; pero Pedro Pizarroque era del bando opuesto, y fue preso por Almagro, le acusade haberles arrebatado los caballos y otras cosas. Descub. yConq., MS.

(7) Picado, secretario de Pizarro, tenia una encomienda enlas inmediacionas, y Alvarado que le debla favores persona-les, se detuvo allí , segun parece, á instigacion s>e?ya. (Herre-ra, llist. Gen, dec. V, lib. VIII, cap VIL) Alvarado era unbuen oficial, y poseyó toda la confianza de los Pizarros, asíantes como despues de estos sucesos. Debemos, pues suponerque su conducta tenia alguna otra esplicacion que no ha llega-do á nuestra noticia.

(8) Herrera, Historia general, dec. VI, lib. II, capítu-lo VIII,

Ab y, con el grueso de su pequeño

LA CONQUISTA DEL PERÚ. 151Habia tomado este posicion al otro lado del rio de cibió las nuevas de la vuelta de Almagro , de la toma

de que pudiera recobrarse de la sorpresa que le cau-saron, supo la derrota y captura de Alvarado. Llenode consternacion con los rápidos triunfos de su rival,volvió á toda prisa á Lima, y la puso en el mejor es-tado de defensa para que pudiese resistir á los movi-mientos hostiles que juzgaba se dirigian contra aque-lla capital. Entre tanto lejos de dar rienda suelta á unimpotente resentimiento ni de proferir queja algunacontra su compañero, se con tentó con lamentarse deque Almagro hubiese recurrido á tan violentas me-didas para el arreglo de su disputa, y esto segun de-cia , menos por consideraciones personales que porel perjuicio que podian sufrir los intereses de la co-rona (3).

Así mientras se ocupaba activamente en hacer pre-parativos de guerra, no omitió el probar el efecto delas negociaciones. Envió una embajada al Cuzco,compuesta de varias personas, en cuya discreciontenia la mayor confianza y á la cabeza de las cualespuso á Espinosa como el mas interesado en que seefectuase un arreglo amistoso.

El licenciado Espinosa á su llegada no encontró áAlmagro tau favorablemente dispuesto para un arre-glo como él lo hubiera deseado. Enorgullecido consus recientes triunfos, aspiraba no solo á la posesiondel Cuzco, sino tambien á la de la misma Lima comoparte de su jurisdiccion. En vano Espinosa, con to-dos los argumentos que su prudencia porfia sugerir-le, le manifestó la conveniencia de moderar sus pre-tensiones : Almagro no quiso abandonar de modoalguno las que tenia sobre el Cuzco, y declaró queestaba dispuesto á defenderlas aun á peligro de suvida. El licenciado replicó friamente con aquel signi-ficativo proverbio castellano : «el vencido vencido, yel vencedor perdido. »

No sabemos qué influencia podrian haber tenidolos templados argumentos de Espinosa en la acalora-da iniaginacion del soldado; mas por desgracia ter-minó repentinamente la negociaciou la muerte del li-cenciado, ocurrida inesperadamente, y ( cosa estrañaen aquellos tiempos) sin que fuese atribuida al ve-neno (4). En la fermentacion en que estaban los áni-mos fue esta gran pérdida para ambas partes, porqueEspinosa unía á la influencia que tienen siempre losconsejos prudentes y moderados un interes mayorque el de ningun otro en que fuesen seguidos.

El nombre de Espinosa es memorable en la historiapor estar relacionado desde el principio con la espe-dicion al Perú , la cual á no ser por la oportuna,aunque secreta aplicacion de sus fondos, no habriapodido entonces llevarse á cabo. Habla residido mu-cho tiempo en las colonias españolas de Tierra Firmey Panamá, donde desempeñ, varios destinos, ya co-mo funcionario legal, presidiendo los tribunales dejusticia (5), ya como eficaz director en las primerasespecliciones de conquista y descubrimiento. En tancomplicadas funciones adquirió alta reputacion deprobidad, inteligencia y valor, y su muerte en la pre-sente crisis fue sin duda alguna el acontecimientomas desgraciado que podía sobrevenir al pais.

Abaudonóse toda tentativa de negociacion : y Al-magro anunció su propósito de bajar hasta la costa y

ejército en frente de un puente que atravesaba sus rá-pidas aguas, mientras un fuerte destacamento de sustropas ocupaba una eminencia que dominaba un va-do á cierta distancia en direcciou de la corriente. Pe-ro en este destacamento habia un caballero de granconsideracion en el ejército, llamado Pedro de Ler-ma, el cual por cierto pique con su comandante, re-suelto á hacerle traicion, habia entrado en corres-pondencia con el opuesto bando. Por su consejoAlmagro al llegar á la orilla del rio estableció susfuerzas junto al puente frente de las de Alvarado co-mo preparándose á forzar el paso, y concentrando deeste modo sobre aquel punto la atencion de su ad-versario. Pero cuando ya estuvo bien entrada la nochedestacó una gran fuerza á las órdenes de Orgoñezpara pasar el vado y operar de acuerdo con Lerma.Orgoñez ejecutó su cornisiou con su acostumbradaprontitud: cruzó el vado, aunque la corriente eratan rápida que muchos de sus soldados fueron arre-batados por ella y perecieron en las aguas. El mismorecibió una grave herida en la boca al saltar á laopuesta orilla, pero sin arredrarse por este contra-tiempo, animó á su gente y cayó con furia sobre elenemigo. Pronto se le unieron Lerma y los soldadosque este habia sobornado, y entonces los de Alvara-do, no pudiendo distinguir los amigos de los adversa.rios, se vieron en confusion completa.

Entre tanto Alvarado alarmado con el ruido delataque por aquel punto, se apresuró á ir en auxilio desu tropa; pero Almagro , aprovechando la ocasionforzó el paso del puente, dispersó el pequeño cuerpode tropas que habia quedado defendiéndole, y cayen-do despues sobre la retaguardia de Alvarado logrócerrarle por todas partes. No duró mucho la pelea,porque el desgraciado gafe, no sabiendo de quiénliarse, hubo de rendirse con las fuerzasque le !rabianpermanecido fieles. Tal fue la batalla de Abancay,llamada así por el rio en cuyas márgenesse dió el 12de julio de 1537. Nunca se ha conseguido á menoscosta victoria mas completa; y Almagro volvió entriunfo al Cuzco con una cuerda de prisioneros ape-nas inferior en número á su propio ejército (1).

Mientras ocurrian los sucesos referidos eii las ante-riores páginas, Francisco Pizarro continuaba en Li-ma, esperando ansiosamente la llegada delos refuerzosque Babia pedido y que debian ponerle en disposicionde marchar en auxilio de la apurada capital de los In-cas. El llamamiento que habia hecho á sus amigosno quedó sin respuesta. Entre otros llegó un cuerpode doscientos cincuenta hombres mandados por ellicenciado Gaspar de Espinosa, el cual, segun recor-dará el lector, era uno de los primitivos sócios queacometieron la empresa de la conquista del Perú. Ha-bia dejado su residencia de Panamá y venia en per-sona por la primera vez á reanimar la decaida fortunade sus confederados. Pizarro recibió tambien un bu-que cargado de víveres, municiones y otras cosasnecesarias ademas de un rico guardaropa, todo locual le enviaba Cortés el conquistador de Méjico, quequería prestar su generoso apoyo á su pariente eu lallora de la necesidad (2).

Salió, pues, el gobernador de Lima con una fuerzade cuatrocientos cincuenta hombres, la mitad de ca-ballería, y emprendió su marcha Inicia la capital delos locas. No se habia adelantado mucho cuando re-

(1) Carta de Francisco Pizarro al obispo de Tierra Fir-me, MS., 28 de agosto, 1559.—Pedro Pizarro, Desrub. yConq., MS.—Oviedo, Hist. de las Indias, MS. , ubi supra.—Conquista i Pob. del Piró,MS. —Carta de Espinall, MS.

(_-) «Fernando Cortés enrabió con Rudrigo de Grijalva enun propio navío sino desde la Nueva España muchas armas,tiros , jaeces, aderezos, vestidos de seda, i vna ropa de mar-tas.» Domara, Ilist. de las Indias , cap. CXXXVI,

auca colocándose del Cuzco, y de la prision de sus hermanos

(5) Herrera, Historia general, clec. VI, lib. 11, capitu-

lo VIL(4) Carta de Pizarro al obispo de Tierra Firme, MS .—Her-

rera, Ilist. general, dec. VI, lib. 11, cap. XXIII.—Carta deEspinal!, MS.

(5) Se hizo algo odioso por haber presidido el tribunal quecondenó al desgraciado Vasco Nuñez de Balboa. Pero debeconfesarse que hizo grandes esfuerzos para evitar los proce-dimientos tiránicos de Pedrarias, y que recomendó fuerte-urente la cornpasion para con el preso. Véase Herrera, Histo-ria general, dec. 11, lib. II, cap. XXI—XXII.

112 BIBLIOTECA DE GASPAR Y ROLO.

establecer una colonia y un puerto para sí, desde elcual intentaba renovar las negociaciones despues dehaber asegurado los medios indispensables de comu-nicacion con la madre patria. Antes de salir del Cuz-co, envió á Orgoiiez con un fuerte destacamentocontra el Inca, para no dejar la capital espuesta consu ausencia á nuevas molestias por este lado.

Pero el Inca, desanimado con su última derrota, éincapaz acaso de reunir las suficientes fuerzas paraoponer resistencia, abandonó su fortaleza de Tambo,y se retiró á las montañas. Orgoñez le persiguió convigor de colina en valle, hasta que el regio fugitivo,abandonado de los suyos y acompañado sola mente deuna de sus mujeres, se refugió en las remotas esca-brosidades de los Andes (1).

De nuevo Orgoñez antes de dejar la capital instó ásu gefe para que mandase dar muerte á los Pizarrosymarchase desde luego sobre Lima, diciéndole quecon este paso decisivo pondría término á la guerra yse libraría para siempre de las insidiosas maquina-ciones de sus enemigos. Pero entre tanto los lierma-nos cautivos habían hallado un n uevo amigo. Era es-te don Diego de Alvarado, hermano de aquel Pedro,que segun hemos dicho en el anterior capitulo, man-dó la desgraciada espedicion á Quito. Despues de lapartida de Alvarado había seguido la suerte de Alma-gro, á quien había acompañado á Chile, y como erade alto nacimiento y poseía algunas cualidades ver-daderamente nobles, gozaba de merecido ascendien-te sobre su gefe. Visitaba con frecuencia á HernandoPizarro en su prision , donde para ahuyentar eltedio se entreteniau en jugar. Jugaban fuerte, y Al-varado perdió la enorme suma de ochenta mil caste-llanos de oro. Estaba pronto á pagar su deuda ; peroHernando Pizarro se negó decididamente á recibir eldinero, política generosidad con la cual se ganó unimportante abogado en los consejos de Almagro ,yque entonces le sirvió de poderoso auxilio. Alvaradohizo presente al mariscal que una medida corno laque Orgoñez proponia no solo seria mirada con hor-ror por sus soldados, sino que le arruinaria en lacórte por la indiguacion que en ella debia escitar.Cuando Almagro cedió á estos consejos, que en rea-lidad eran los mas adecuados .á su carácter, Orgoñezmanifestó gran sentimiento , y declaró que Ilegariatiempo en que se arrepentiría de esta mal entendidalenidad. «Un Pizarro, dí.l o, jamas perdona una inju-ria, y la que estos han recibido de Almagro es dema-siado grave para que la perdonen.» i Palabras profé-ticas

Al salir del Cuzco el mariscal dió órden para queGonzalo Pizarro y los demas presos fuesen guarda-dos estrechamente, y se llevó consigo á Herrandocon fuerte escolta. Despues, bajando rápidamente la.costa, llegó á finos de agosto al deleitoso valle deChincha. Allí se ocupó en echar los fundamentos deuna ciudad que debla llevar su propio nombre y ser-vir como de contrapeso á la ciudad de los Reyes, de-safiando de este modo á su rival dentro de su territo-rio mismo. Estando ocupado en esto , recibió ladesagradable noticia de que Gonzalo Pizarro, Alonsode Alvarado y los demas presos habían sobornado ásus guardias y fugádose del Cuzco, y poco despuessupo que habían llegado con seguridad al campo dePizarro.

Mucho le enojaron tales nuevas, aumentando suirritacion las insuivaciones de Orgoñez sobre su malentendida lenidad; y se hubiera dejado llevar á algu-na medida estrema con herrando á no haberse dis-traido su atencion por las negociaciones que Pizarroentabló de nuevo.

Despues- de varías comunicaciones entre ambas

(1) Pedro Pizarro, Descub. y Conq. MS.—Conq. i Pob, delPirú , MS.

odia suponérsele bajo la influencia de Pizarro; teniatal reputacion de integridad, que inclinó á Almagroá confiarle esclusivamente el arreglo de la cuestion.Orgoñez , sin embargo , como de carácter mas duroque su gefe, no participó de esta implícita confianzaen la imparcialidad del fraile (2).

Celebróse entre ambos gefes una conferencia enMala en 13 de noviembre de 1537; pero la conductade cada uno de ellos para con el otro fue muy distintade la que habían observado en sus anteriores entre-vistas. Almagro, quitándose el sombrero, se adelantócon su acostumbrada franqueza á saludará su antiguocamarada; mas Pizarro, devolviéndole apenas el sa-ludo, le preguntó con altivez, por qué había invadidosu ciudad del Cuzco y aprisionado á sus hermanos.Esto hizo que su socio le contestase en el mismo tonoy la discusion se convirtió en una série de recrimi-naciones, hasta que Almagro, advirtiendo ó creyen-do advertir que uno de los concurrentes le hacia se-ñas de que se preparaba una traicion contra él, salióbruscamente de la estancia, montó á caballo y se vol-vió á galope á sus cuarteles dé Chincha (3). 'La con-ferencia, corno podia presumirse atendido el acalo-ramiento de los ánimos, terminó ensanchando laherida que estaba destinada á curar. El fraile aban-donado enteramente á sí mismo, dió su sentenciadespues de alguna deliberacion, decidiendo que seenviase un buque con un diestro piloto para deter-minar la latitud exacta del rio de Santiago, límiteseptentrional del territorio de Pizarro, por el cualdebían arreglarse todas las medidas. Entre tanto Al-magro debia entregar el Cuzco y poner en Iibertad áHernando con la condícion de que este saliese paraEspaña en el término de seis semanas. Ambas partesdebido asimismo retirarse dentro de sus límites reco-nocidos y suspender las hostilidades (4).

Esta sentencia, altamente satisfactoria para Pizar-ro, fue recibida por la gente de Almagro con la indig-nacion y desprecio que pueden suponerse. Gritaronque hahian sido vendidos por su general, debilitadocomo estaba por la edad y los achaques; que sus ene-migos iban á ocupar el Cuzco y sus deliciosos sitiosmientras ellos tenian que volver á las estériles aspe-rezas de Charcas. Poco pensaban que bajo estertortan pobre se ocultaban los ricos tesoros del Potosí.Acusaron al árbitro de ser un mercenario del gober-nador, yentre las tropas se oyeron murmullos, esti-mulados por Orgoñez, pidiendo la cabeza de Hernan-do. Nunca se encontr ó este en mayor peligro; pero

(2) Carta de Gutierrez al emperador, PS.,10 de febrero,1559.—Carta de Espinal', PS.—Oviedo, Historia de las In-dias., MS., ubi supra.—Herrera, Hist. general, dec. IV, lib.'',cap. Vlll—XIV.—Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.-Zara te , Conq. del Peru, lib. III, cap. VIII.—Naharro, Itela-cion sumaria, MS.

(5) Dijose que Gonzalo Pizarro estaba embarcado con fuer-zas considerables en las inmediaciones para apoderarse delmariscal, y que este tuvo aviso del peligro por un honradocaballero del opuesto bando que repitió el dístico de un anti-guo romance :

partes se acordó someter el arreglo de la disputa alarbitrio de un solo individuo que fue fray Franciscode Bobadilla, religioso de la órden de la Merced. Es-te, aunque vivia en Lima, y por esta circunstanciaP

Tiempo es, el caballero,Tiempo es de andar de aquí.

(Herrera, Hist. general, clec. VI, Iib. III, cap. IV.) Pedro Pi-zarro, tia por cierto este designio atribuido á Gonzalo, y diceque no se puso en ejecucion porque lo evitó el gobernador , elcual, segun nos afirma el cronista con sencillez y aplomo edi-ficantes, era hombre escrupuloso en el cumplimiento de supalabra. «Porque el marquez Don Francisco Pizarro hera hom-bre que guardava mucho su palabra.»—Descub. y Conquis-ta, MS.

(4) Pedro Pizarro, Descub, y Gong., M S.---Carta de Es-pinall, MS,

LA CONOEISIA DEL PERtJ.su ángel de guarda bajo la forma de Alvarado se i

ra-terpuso de nuevo para protegerlo. Su cautiv;dad fueuna serie de sentencias de muerte suspendidas luegoque se dictaban' (1).

Sin embargo, su hermano el gobernador no se ma-nifestaba dispuesto á abandonarlo á su suerte. Por elcontrario, para obtener su libertad estaba pronto tíhacer toda clase de concesiones. Las concesiones, enefecto, cuestan poco á los que no están en ánimo decumplirlas. Despues de algunas negociaciones preli-minares se dió otra sentencia mas equitativa, ó por lomenos mas satisfactoria para los desconten os. Susprincipales artículos fueron que hasta la llegada deinstrucciones definitivas de Castilla, la ciudad delCuzco y su territorio, con tinuarian en poder de Al-magro; y que Hernando Pizarro seria puesto en li-bertad, con la condiciou antes estipulada de salir delpais en el término de seis semanas. Cuando se le co-municaron á Orgoñez los artículos de este convenio,manifestó su opinton sobre ellos, pasándose la roanopor la garganta y escla mando que su fidelidad le habiade cortar la cabeza (2).

Almagro para honrar mas á. su prisionero le visitóen persona, y le anunció que desde aquel momentoestaba libre, y que «esperaba a l mismo tiempo que sedarian al olvido las pasadas diferencias para no acor-darse de allí en adelante sino de su antigua amistad.»Hernando contestó con aparente cordialidad que «porsu parte no deseaba otra cosa.» Despues juró de lamanera mas solemne, y empeñando su palabra de ca-ballero ( este lazo era tal vez roas fuerte para él que eldel juramento ), que cumpliría fielmente con las es-tipulaciones del tratado. En seguida fue conducidopor el mariscal á sus cuarteles, donde se le dió unacomida á que asistieron los principales oficiales . ; ypor último, varios de estos con Diego de Almagro, elhijo del mariscal, le acompañaron hasta su campoque se habia trasladado á la inmediata poblaciou deMala. Allí su escolta recibió una acogida cordial departe del gobernador, que les colmó de atenciones,especialmente al hijo de su antiguo sócio ; y tal fuela relacion que á su vuelta hicieron todos del modoconque habian sido recibidos, que no quedó á Alma-gro la menor duda de que todas las pasarlas contien-das se habian dado al olvido (3). No conocía á Pi-zarro.

CAPITULO II.

Primera guerra civil. — Almagro se retira al Cuzco —Batalla de las Salinas.—Crueldad ele los conquistado-res.—Proceso y ejecucion de Almagro.—Su carácter.

1537-4538.

APENAS los oficiales de Almagro habian salido delos cuarteles del gobernador, cuando este, reuniendosu pequeño ej ército, reca pi tuló breve men te los muchosagravios que habia recibido de su rival, la torna de lacapital, la prision de sus hermanos , el ataque y der-rota de sus tropas; y concluyó declarando, congranaprobacion de su auditorio, que habla llagado la ho-ra de la venganza. Durante todo el tiempo de las ne-

(1) Espinall, tesorero de Almagro, dice que el fraile probócon este fallo que era un verdadero demonio (Carta al empe-rador, MS.), y Oviedo, juez mas desapasionado, aunque nole condena, cita las palabras de un caballero, que dije que«no se habia pronunciado sentencia tan iujusia desde los tiem-pos de Poncio Pi lato.» Hist. de las Indias, MS., parte III, li-bro VIII, cap. XXI.

(2) «I tomando la barba con la mano izquierda, con la de-recha hico serial de cortarse la cabeza, diciendo : Orgoriez,Orgoñez , por el amistad de don Diego de Almagro te han decortar esta.» Herrera, Ilist. general, dec. VI, lib. III, ca-pítulo IX.

(5) Ibid., loc. cit.—Carta de Gutierrez, MS.—Pedro Pi-zarro , Descub, y Conq., MS.—Zárate, Conq. del Perú, li-bro III, cap. IX.

153gociaciones se habia ocupado activamente en hacerpreparativos militares. habia logrado reunir unafuerza mucho mas considerable que la de su rival,sacando gente de va rios'untos , pero la mayor partede ella familiarizarla con el servicio de las armas. Dis-puesto ya todo anunció que por ser demasiado viejopara encargarse de la direccion de la guerra, enco-mendaba este deberá sus hermanos, y como medidajustificada por la necesidad, absolvió á Hernando desus compromisos con Almagro. Hernando con noblepertinacia se manifestó dispuesto á cumplir sus pro-mesas; pero al fin cedió, aunque con repugnancia, álos órdenes de su hermano, creyendo que la fidelidadque debía á la corona exigia imperiosamente este sa-crificio (4).

En seguida el gobernador avisó á Almagro que eltratado estaba roto y le intimó que abandonase suspretensiones al Cuzco y se retirase dentro de su ter-ritorio reconocido, declarando que de lo contrariocaeria sobre su cabeza la responsabilidad de las con-secuencias que pudieran sobrevenir.

Almagro , que descansaba en completa seguridad,conoció entonces el yerro que habia cometido, y re-cordó aunque tarde , los consejos de su segundo. Ha-blase cuiup'do la primera parle de la prediccion ; ¿yqué podia impedir que se cum pliese la última? Paraaumento de desgracia se hallaba en aquella ocasionaquejado de una grave enfermedad, consecuencia deescesos juveniles, que le halda quitado las fuerzashaciéndole incapaz de todo ejercicio mental y corpo-ral (5 ).

En tau desesperada situacion , confió la direccionde los negocios ú Orgoñez, en cu y a lealtad y valorpodia fiarse completamente. El primer acto de Orgo-ñez fue apoderarse de los pasos del Guai!ára, cadenade montes que circunda el valle de Zangalla, dondeAlmagro tenia entonces establecidos sus reales. Perosin duda por alguna error de cálculo no llegaron átiempo las tropas destinadas á guarnecer los pasos , ysu activo enemigo , atravesando los peligrosos desfi-laderos , ganó sin obstáculo el otro lado de la sierra,en la cual pocha haber sido atacado con ventaja porfuerzas muy inferiores. La fortuna iba abandonandoá Almagro.

Pensó entonces este gefe en el Cuzco y quiso tomarposesiou de la capital antes de que pudiese llegar áella el enemigo. Demasiado débil para montar á ca-ballo hubo de ser trasladado en litera; y cuando llegóá la antigua ciudad de Bilcás, no lejos de Guamanga,su enfermedad se agravó de tal modo que se vió obli-

gado á hacer alto y detenerse allí tres semanas.Entre tanto el gobernador y sus hermanos, despues

de atravesar los pasos del Guaitara, bajaron al vallede leas, donde Pizarro se detuvo bastante tiempopara ordenar sus tropas y completar los preparativosde la campaña. Despues, despidiéndose de su ejérci-to, volvió á Lima, y segun había anunciado, enco-mendó la prosecucmon de la guerra á sus hermanospar ser mas jóvenes y mas activos. Poco despues desu salida de leas, Herniando caminó por la costa hastallegar á Nasca, proponiéndose penetrar. en el puis porun rodeo á fin de burlar la vigilancia del enemigoque podia haberle molestado mucho en alguno de lospasos de las cordilleras. Almagro pAr su desgracia,

(4) Herrera, Historia general, dec. VI, lib. III, capítu-lo X.

(5) «Cayó enfermo i estuvo malo á punto de muerte debubas i dolores.» (Carta de Espinall, MS.) Calamidad grandefue que viniese á sufrir en aquellas circunstancias criticas elcastigo de los pecados cometidos en su mocedad, pero

Del vicio que nos domina1-Ia hecho, por justa sentencia,La Divina ProvidenciaEl móvil de nuestra ruina.

154 11113LTOTECA DE

no adoptó este plan de Operaciones que le daba tanmanifiesta ventaja, y Herrando, sin otro impedimen-to mas que el que ofrecia naturalmente el terreno,llegó á últimos de abril de 4533 á las inmediacionesdel Cuzco.

Pero Almagro se hallaba ya en posesion de aquellacapital, adonde habla llegado diez días antes .. Reunióun consejo de guerra para deliberar acerca de lasmedidas que debían adoptarse. Algunos opinaron quedebía defenderse la ciudad á todo trance. Almagrohubiera probado de buena gana el éxito de las nego-ciaciones; pero Orgoñez replicó bruscarnente:—«Esdemasiado tarde : !lidieis dado libertad á HerniandoPizarro, y ya no os queda otro recurso sino el de pe-lear. » Prevaleció por último la opiniou de Orgonezque era la de salir y dar la batalla en la llanura. Elmariscal, imposibilitado por su enfermedad para to-mar el mando, lo confió á su fiel teniente , el cualreuniendo sus fuerzas salió de la ciudad ,y tomó po-sicion en las Salinas á menos de una legua de distan-cia del Cuzco. Tornaba su nombre este sitio ile ciertospozos ó tinas destinados á la preparacion ele la salque se obteuia naturalmente en las cercanías. La elec-cion del terreno era desacertada pues por su escabro-sidad- opouia obstáculosá la libre accion de la caba-llería, en la cual consistia la principal fuerza eleAlmagro. Pero Orguñez, aunque instado repetidasveces por sus oficiales para que saliese á campo abier-to , persistió en mantener su posicion como la roasfavorable para la defensa , pues su frente estaba pro-tegido por un pantano y por un riachuelo que se es-tendia por la llanura. El total de sus fuerzas ascendíaá quinientos hombres, mas de la mitad de caballería.Su infantería no tenia las suficientes armas de fuego;á falta de estas, los soldados iban armados de largaspicas. Tenia tambien seis cañoncitos y falconetes,como se llamaban, los cuales , con la caballería en-dosdivisiones iguales , colocó en los flancos de la infan-tería, y así preparado esperó tranquilamente la rien-da del enemigo.

No tardar ou mucho en aparecer por los desfiladerosde la montaña las brillantes armas y banderas de losespañoles que marchaban á las órdenes de IlarnantioPizarro. Adelantáronse estas tropas en buen Orden, ycorno hombres cuyo paso firme y seguro anunciabaque no habían sufrido fatiga en la marcha y que es-taban dispuestos para el combate. Avanzaron lenta-mente por la llanura , é hicieron alto en la orilla delriachuelo que cubria el frente de Orgoñez. Allí Her-nando sentó sus reales; y por haberse puesto el sol,se decidió á pasar la uocheen aquel sitio, proponién-dose diferir el combate hasta el alba (4 ).

Hablase estendido prodigiosamente por todo elpais el rumor de la próxima batalla ; y las montañasy las cimas de las rocas inmediatas estaban cubiertasde multitud de indios ansiosos de contemplar el agra-dable espectáculo de una accion, en que cualquieraque fuese el vencedor, la derrota baria de caer sobresus enemigos (2). Tanabien las mujeres y niños delos españoles, poseidos de la mas profunda ansiedad.habian salido del Cuzco para ser testigos del mortalcombate en que sus hermanos y parientes iban á dis-putarse el dominio del pais (3 ). El número total decombatientes era insignificante, aunque mas consi-derable que el que ordinariamente entraba en accionen las guerras de América ; pero no es el número delos actores sino la magnitud de la escena lo que da

(1) Carta de Gutierrez, MS.—Pedro Pizarro, Descub. yCouq., MS.—Herrera, Historia general, dec. VI, lib. IV,cap. I. —V.—Carta de Espinal!, MS.—Zárate. Conq. del Pe-rú, lib. IIÍ, cap. X—XI.—Garcilasso, Com. Real, parte II,cap. XXXVI—XXXVII.

(`?) [terrera, Historia general, dec. VI, lib. IV, capítu-lo V—VI.

(3) lbid. , ubi supra.

GASPAR Y ROIO.

importancia al drama , yen este drama sangriento seiba á decidir de la posesion ale un imperio.

Pasó la noche en silencio no interrumpido ni aunpor la numerosa multitud que cubria las colinas in-mediatas. Ni los soldados de los opuestos campos,aunque se hallaban á distancia en que podiau oírseunos á otros y á pesar de que corria la misma sangreen sus venas , iutentaron la menor comunicaclonentre sí. Tan mortal era el ódio con que se mira-ban-(4).

Salió el sol brillante como de costumbre en aquelhermoso clima el sábado 26 de abril de 4533 ( 5) ymucho antes de que sus rayos se entendiesen por lallanura, las trompetas de Hernando Pizarro llamaroná sus tropas á las armas. Sus fuerzas aseen dian áunos setecientos hombres de distintas procedencias.Los unos eran veteranos de Pizarro; otros hablan ser-vido á las órdenes de Alonso de Al varado y retírádoseá Lima despues de su derrota ; otros en fin habíanllegado de las islas y muchos hablan hecho mas deuna trabajosa marcha en las campañas contra los in-dios y se hablan encontrado en frecuentes y sangrien-tas batallas. La caballería era inferior en número á lade Almagro; pero esta inferioridad estaba compensa-da con la fuerza superior de la infantería , compuestaen parte de un cuerpo bien equipado de arcabucerosvenirlos de Santo Domingo con armas construidas porun método mas perfecto introducido nuevamente deFlandes. Estas armas eran de gran calibre y se carga-ban con dos balas unidas entre sí por medio de unacaclenillá de hierro. Eran en verdad armas toscas com-paradas con los fusiles modernos ; pero en manosacostumbradas á usarlas eran grandes instrumentosde destruccion (6 ).

Hernando Pizarro formó su gente en el mismo ór-den de batalla que había presentado su enemigo, co-locando la infantería en el centro y la caballería en losflancos. Dió el mando de uno de los cuerpos de estaarma á Alonso de Alvarado, y él se encargó de man-dar el otro. La infantería la puso á las órdenes de suhermano Gonzalo , sostenido por Pedro de Valdivia,el futuro héroe de Arauco, cuya desastrosa historiafirma el argumento de un romance así como el de lacrónica,

Dijese una misa, como si los españoles, en vez dedisponerse á lavar sus manos en la sangre de sus com-patriotas, se dispusiesen á pelear en favor de la fe.Despues Hernando Pizarro dirigió una breve aloma-clon á sus soldados. Habló de las injurias personalesque él y su familia habian recibido de Almagro ; re-cordó á los soldados de su hermano que el C uzco leshabla sido arrebatado; 'procuró infundir en los deAl varado deseos de vengar la derrota de Abancay, yseñalando á todos la metrópoli Inca, que resplande-cia con los ra yos del sol saliente, les dijo que allí es-taba el premio de la victoria. El ejército respondió áá este discurso con aclamaciones, y dada la señal,Gonzalo Pizarro atravesó el rio á la cabeza de un ba-tallón de infantería. La corriente ni era ancha ni pro-funda, y los soldados no encontraron dificultad parallegar á la opuesta orilla, pues el pantano inmediatoimpedia que la 'caballería enemiga se aproximase.

(4) «1 fué cosa de notar que se estuvieron toda la noche,sin que nadie de la vea i otra parte pensase en mover de paz:tanta era la ira i aborrecimiento de ambas partes.» Ibid. , ca-pítulo VI.

(5) En el sitio de la batalla se erigió despues una iglesiadedicada á San Lázaro, en la cual fueron enterrados los cuer-pos de los muertos en la accion. Esta circunstancia con luceá Garcilasso á suponer que se (lió la accion el sábado 6, díadespues de la fiesta de San Lázaro, y no el 26 como comen-mente se refiere. Com. Real, parte II, lib. 11, cap. XXXVIII.Véase tambien á Montesinos, autoridad indiferente paratodo.

(6) Zárate, Conq. del Perú, lib. III, cap. VIII.--Garci-lasso, Cona. Real, parte II, lib. II, cap. XXXVI.

LA CONQUISTA DEL PERÚ. 955Pero al atravesar este pantano , los cañones de Or go• La batalla había durado mas de una hora, y la for-ñez jugaron con éxito, introduciendo el desórden en tuna se declaraba contra el partido de Almagro. Muer-

las primeras filas. Gonzalo y Valdivia-se arrojaron en to Orgoñez , se aumentó la confusion entre sus solda-medio de su gente, amenazando á unos, animando á dos. La infantería, no pudiendo resistir el fuego de

otros, y al fin consiguieron sacar las tropas adelante los arcabuceros, se desbandó refugiándose detras desobre terreno firme. Allí los arcabuceros, destacán- los muros de piedra que se elevaban en diversos pun-dose del resto de la infantería, se apoderaron de una tos del campo. Pedro de Lerma, despues de haberpequeña eminencia, desde donde á su vez abrieron procurado en vano reunir su caballería, se dirigióun nutrido fuego sobre los de Orgoñez , desorde- con todo el ímpetu de su caballo contra Hernando Pi-nando las filas de los alabarderos, y molestando zarco , contra quien tenia resentimiento personal.considerablemente la caballería que formaba en los Pizarro le esperó : las lanzas de ambos caballeros seflancos.

cruzaron : la de Hernando atravesó el muslo de su ad-Entre tanto Hernando , reuniendo sus dos escua- versario , y la de Lerma rozando el arzon de la silla dedrones en una columna, á cubierto de este bien soste- Hernando , chocó con tal fuerza en su armadura , que

nido fuego, atravesó el rio y eI pantano, y llegando á rompiendo las junturas de la cota de malla le hirió le-terreno firme, cargó sobre el enemigo. Orgoñez, cuya vemente sobre la ingle, y obligó al caballo ti enea-infantería estaba ya muy diezmada, adelantó la ca- britarse. Pero la confusion de la batalla separó engallería, reunió como su adversario los dos escuadro- breye 5 Ios combatientes, y en el tumulto fue des-nes en un solo cuerpo ,y á todo galope salió al en- montado Lerma y quedó en el campo cubierto de he-cuentro de hlernando. El choque fue terrible. Los ridas (3).enjambres de espectadores indios que llenaban las al- Despues de esto apenas hubo orden n4 resistenciaturas circunvecinas le saludaron con un diabólico entre los soldados de Almagro, los cuales huyeron ágrito de alegría que dominando el ruido del combate toda prisa al Cuzco, y feliz el que obtuvo cuartelfue á perderse en ecos distantes entre las monta- cuando le pidió. El mismo Almagro, demasiado dé-ñas (1) . bil para permanecer largo tiempo á caballo , se Babia

La accion fue reñida porque no era entre los blan- metido en litera, y desde una altura inmediata mira-cos y los indefensos indios, sino entre españoles y ba la batalla contemplando sus fluctuaciones con elespañoles : ambos partidos se animaban á la pelea Iteres de un hombre que de su éxito tenia pendientescon los gritos de el rey y•Álrnagro ó el rey y Pizarro, el honor, la fortuna y la misma vida. Con agonía in-mientras combatian con un rencor con el cual no tie- decible vió á sus fieles soldados, despues de un reñi-ne comparacion la antipatía nacional, rencor tanto do combate, derrotados por sus contrarios, hastamas fuerte cuanto mayor habia sido la fuerza de los que persuadido de que no quedaba esperanza de vic-lazos que acababan de romperse. toria consiguió montar en una anula y buscó un asilo

En esta sangrienta accion cumplió Orgoiiez plena- momentáneo en la fortaleza del Cuzco. Allí fue segui-mente con su deber peleando como hombre para do en breve, preso y llevado en triunfo á la capital,quien los campos de batalla son el elemento natural. donde á pesar de su enfermedad se le cargó de hier-Viendo á un caballero que por el color de la túnica ros , y se le encerró en el mismo edificio en que habiaque cubria su armadura supuso erróneamente ser tenido presos á los Pizarros.hlernando Pizarro , le cargó á todo galope y le derribó La accion no duró dos horas completas. Del nú-con su lanza. A otro atravesó de parte á parte de la mero de los muertos se habla con variedad; pero pro-misma manera, y á otro mató con la espada en el bablemente no bajó de ciento cincuenta ( uno de losmomento en que daba el grito prematuro de ¡ victo- combatientes dice que fue de doscientos) (4), núme-ria ! Pero mientras hacia estas proezas dignas de un ro escesivo si se considera lo corto del tiempo y elepaladín de romance, recibió una herida de una doble las fuerzas que tomaron parte en el combate. Nada sebala de arcabuz que , penetrando por la visera , le habla de los heridos. Las heridas eran cosa ordinariapasó rozando por la frente y le privó por un momento y natural en un caballero. Dícese que Pedro de Ler-de sentido. Antes de que pudiese volver en sí le ma- ma recibió diez y siete, y aun fue retirado vivo deltaron el caballo; y aunque despues de haber caido campo de batalla. Los que principalmente esperimen-logró desembarazarse de los estribos, se encontró taron pérdidas fueron los soldados de Almagro; puesrodeado y acosado por multitud de enemigos. Negán- la matanza no se limitó al tiempo de la accion, y eradose todavía entregar su espada, preguntó si no ha- tanta la animosidad de los dos partidos que muchosbia entre aquella gente algun caballero á quien pu- fueron muertos á sangre fria, como Orgohez, despuesdiese rendirse. Presentósele como tal un soldado lla- de rendidos y prisioneros. El mismo Pedro de Ler-mado Fuentes, criado de Pizarro; Orgoñez le entregó ma, tendido en el lecho del dolor en el alojamiento dela espada, y el infame sacando su daga la hundió en un amigo suyo del Cuzco, fue visitado por un solda-el corazon de su indefenso prisionero. Despues la ca- do llamado Samaniego, á quien habia castigado enbeza separada del tronco fue puesta en una pica y lle- cierta ocasion por un acto ele desobediencia. Este en-vada cual sangriento trofeo á la gran plaza del Cuzco tró en el cuarto solitario del herido, se sentó á su ca-como si fuese la cabeza de un traidor (2). Así pereciócomo leal un caballero tan decidido en el consejo y (5) Herrera, Hist. general, ubi supra.—Garcilasso, Co-

tan valienta en la accion como el primero que haya mHeanando Pizarro o llevaba sobre la armadura una túnica de

atravesado las playas de América. terciopelo color de naranja, segun refiere Garcilasso, y antesde la batalla hizo advertir á Orgoriez de esta circunstancia

(4) Herrera, IIist. general, decc, VI, lib. IV, cap. VI.— para que pudiese distinguirle, entre los demas. Pero un ca-Pedro Pizarro, descub, y Conq., MS.—Carta de Espinall, MS. ballero de los de Hernando llevaba tambien los mismos colo-

-Zárate, Conq. del Perú, lib. III, cap. XI.res, lo cual parece que fue lo que causó el error de Orgoñez.

Todo lo que se refiere á esta batalla, la disposicion de las (4) «Murieron en esta batalla de las Salinas casi dozientosfuerzas, la naturaleza del terreno, la manera del ataque lo hombres de una parte y de otra.» (Pedro Pizarro, Descub. yrefieren los historiadores con tanta variedad y confusion como Conq., MS.) Muchas autoridades

ca culan en menos la pérdida.

si hubiese sido un combate entre dos grandes ejércitos el que El tesorero Espinall, partidario de Almagro, dice •:

ron

«Si^uie-

solo fue entre un puñado de ho

mbres de cada parte. Parece

eoralcanz

mataran á los hombresrendidos é desarmados,o se lvis-

quecampo

en ninguna unabatalla. es mas dificil hallar la verdad que en

elpor tés quitar las armas los mataran si presto no se las a-

(2) Pedro Pizarro, Descub. y Conq. , MS.--Herrera, His v

a

n, é trayendo á las ancas de un caballo un Huy Dia

z vi-

toria general ubi supra.—Zárate, Conq. del Perú, ubi taran mas dé ciento é cincuenta hombremataron,

»dCait . MS.. mas

supra.

lb' S BIBLIOTECA DE

de S. M. ; el haber entrado en conspiraciones con elInca; y finalmente, el haber desposeído de la ciudaddel Cuzco al gobernador nombrado por la corona.Por estos cargos fue condenado á muerte como trai-dor, debiéndosele cortar la cabeza en la plaza públi-ca. Quiénes fueron los jueces ó cuál el tribunal quele condenó no lo sabemos, pero en realidad todo eljuicio fue una burla, si juicio puede llamarse aquelen que el acusado está completamente ignorante dela acusacion.

Notificósele la sentencia por medio de un frailecomisionado al afecto. El desdichado Almagro, quetodo este tiempo habia estado, por decirlo así, dur-miendo al borde de un precipicio, no pudo al prin-cipio comprender la naturaleza de su situacion. Re-cobrándose, sin embargo, del primer susto dijo:«que era imposible que se le luciese tal agravio yque no quería creerlo ; » y suplicó á Hernando Pizar-ro que le concediese una entrevista. Hernando, á quienno desagradaba presenciar la agonía de su cautivo,consintió en ello ,y Almagro, abatido ya por sus.desgracias, se humilló hasta el punto de pedirle la vi-da con las mas encarecidas súplicas. Recordóle susantiguas relaciones con su hermano , y los favoresque le habia hecho, así como á su familia en los pri-meros años de su carrera : habló de sus reconocidosservicios al pais, y suplicó á su enemigo «que perdo-nase sus canas y no privase de la poca vida que lequedaba á un hombre de quien nada tenia ya que te-mer.» A esto contestó Hernando friamente que «estra-ñaba ver á Almagro portarse de una manera tan pocodigna de un valiente caballero; que su suerte no erapeor que la de otros muchos soldados que habianmuerto antes que él , y que pues debla á Dios la gra-cia de haber nacido cristiano, estaba obligado á em-plear los momentos que le quedaban en mirar por sualma (1).»

No por eso guardó silencio Almagro. Ponderó elservicio que habia hecho al mismo Hernando; díjole«que bien triste era la recompensa que le ofrecia porhaberle perdonado la vida en ocasion reciente y encircunstancias idénticas cuando una y otra vez losque le rodeaban le habian aconsejado que se la quita-se;» y concluyó amenazándole con la venganza delemperador, que no dejaria impune semejante ultrajehecho á una persona que tan señalados servicios ha-bia prestado á S. M. Todo fue en vano : Hernandoterminó bruscamente la conferencia, replicando que«su suerte era inevitable y que debla prepararse parasufrirla (2).»

Almagro, viendo que no hacían impresion sus pa-labras en el férreo corazon de su vencedor, pensósériamente en el arreglo de sus negocios. Segun lostérminos de la real concesion , estaba autorizado paranombrar sucesor. En su consecuencia designó comotal á su hijo, y nombró á Diego de Alvarado, en cu-ya integridad tenia gran confianza, administradordel territorio, durante la menor edad de aquel. Dejópor heredero de todas sus propiedades y posesionesen el Perú, de cualquiera clase que fuesen, á su amoel emperador, afirmándole que no estando arregla=

(1) «I que pues tuvo tanta gracia de Dios que le higochristiano, ordenase su alma i temiese á Dios. » IIerrera,Hist. general, dec. VI, lib. V, cap. I.

(2) Herrera, Hist. general, ubí supra.—El mariscal apelóde la sentencia de sus jueces á la corona, suplicando á su ven-cedor (dice el tesorero Espinall en su carta al emperador) entérminos que hubieran movido á compasion él corazon de uninfiel. «De la qual el dicho adelantado apeló para ante V. M. ile rogó que por amor de Dios hincado de rodillas le otorgaseel apelacion, diciéndole que mirase sus canas é vejez á quan-ta habia servido á V. M. i que él habia sido el primer escalonpara que él i sus hermanos subiesen en el estado en que esta-

an, i diciéndole otras muchas palabras de dolor é compasionroe despues de muerto supe que dilo, que á Sualquier hom-bre, aunque infiel, moviera á piedad.» Carta, MS.

GASPAR Y ROIG.

das sus cuentas con Pizarro , aun se hallaban en po-der de este gefe muchos bienes que le pertenecían.Con este político legado esperaba asegurar la protec-cíon del emperador para su hijo y uu exámen minu-cioso de la conducta de su enemigo.

La noticia de la sentencia de Almagro produjosensacion profunda entre los habitantes del Cuzco. Atodos sorprendió que un hombre investido de unaautoridad provisional y limitada se atreviese á formarcausa á una persona de la categoría de Almagro. Po-cos hubo que no recordasen algun acto de generosi-dad ó benevolencia del desdichado veterano, y aun álos que habian proporcionado materiales para laacusacion, sorprendidos por el trágico resultado queofrecian, se les oyó acusar ele tiránica la conducta deHernando. Algunos de los principales caballeros, yentre ellos Diego de Alvarado, á cuya intercesion,como hemos visto, debió Hernando Pizarro su vidacuando estaba prisionero , se presentaron á él paradisuadirle de tan arbitrario y arroz proceder. Todofue en vano : sin embargo , sus reclamaciones produ-jeron el efecto de que se cambiase el modo de ejecu-cíon, y que esta fuese en la prisiones vez de verificarseen la plaza pública (3).

En el dia señalado se formó en la plaza un fuertepiquete de arcabuceros, y se doblaron las guardias álas inmediaciones de las casas donde habitaban losprincipales partidarios de Almagro. El ejecutor, se-guido de un eclesiástico, entró ocultamente en laprision,y el desgraciado Almagro, despues de ha-berse confesado y recibido el sacramento de la comu-nion, se sometió sin resistencia á la pena de garrote.I Así murió oscuramente en el lúgubre silencio de uncalabozo el héroe de cien batallas ! Su cadáver fuellevado á la plaza , donde en cumplimiento de la sen-tencia se le separó la cabeza del cuerpo. Un heraldoanunció en alta voz la naturaleza de los crímenes porque habia sido sentenciado; los restos mortales fue-ron conducidos á la casa de su amigo Hernan Poncede Leon , y al siguiente dia se le trasladó con toda lasolemnidad debida á la iglesia de nuestra Señora dela Merced. Entre los principales del duelo se hallabantainbien los Pizarros. No dejó de notarse que su her-mano habia honrado de un modo semejante la memo-ria de Atahuallpa (4).

Almagro en la época de su muerte no pasaba pro-bablemente de setenta años de edad ; pero es difí-cil fijar esta circunstancia con esactitud, porqueAlmagro era expósito, y como tal la historia de suinfancia está envuelta en la oscuridad (5). Tenia pornaturaleza muchas cualidades escelentes; y sus de-fectos, que no eran pocos, estaban regularmentedisculpados por las circunstancias de su situacion.Porque cuando se trata de calificar un yerro ¿cuánatenuantes no son las circunstancias de expósito, sinpadres, sin amigos, sin maestros que le dirijan en suinfancia, pobre barquilla arrojada en el Océano de

(3) Carta de Espinall, MS.—Montesínos, Anales, MS.año 153`;.

El obispo Valverde, segun él mismo asegura al emperador,se presentó á Francisco Pizarro en Lima, y reclamó se hicie-se contra toda violencia al mariscal, diciéndole que su deberexigia imperiosamente que marchase su persona al Cuzco y lepusiese inmediatamente en libertad. «Era un asunto dema-siado grave, añade justamente, para confiarlo á terceraspersonas.» (Carta al emperador.) El tesorero Espinall, queentonces se hallaba en el Cuzco, hizo tambien esfuerzos,aunque sin fruto, para disuadir á Hernando de su propósito.

(4) Carta de Espinall, MS. — Herrera, Historia general,loc. cit.—Carta de Valverde al emperador, MS.—Carta deGutierrez, MS.—Pedro Pizarro, Descub. y Conq. ,MS.-Montesinos, Anales, MS., año de 1538.

No se dice la fecha de la ejecucion de Almagro; omision es-tralla por cierto, pero poco importante, pues el suceso debióverificarse á muy luego de dada la sentencia.(5) Ante, tomo I, pág. 125.

LA CONQUISTA

la vida, y flotando entre rocas y escollos, sin unamano amiga que se estienda para mostrarle el rumbo6 para salvarla ! El nombre de espósito es una dis-culpa de muchas, de muchísimas faltas que se come-ten en edad avanzada (4 ).

Era hombre-de pasiones fuertes y no muy acostum-brado á dominarlas (2) ; pero habitualmente no eravengativo ni cruel. Ya he hablado de una atrocidadque cometió con los indígenas; pero de semejante in-sensibilidad para con los indios participaban muchosde los españoles mas instruidos. Sin embargo, losindios por conviccion propia dieron testimonio de suordinaria humanidad declarando que entre los blan-cos no habilita tenido mejor amigo que él (3). Enrealidad, lejos de ser vengativo era clemente, y ce-día pronto á los consejos de los denlas. Esta facilidaden ceder, que era el resultado de su bien intencio-nada credulidad, le hizo muchas veces víctima deastutos engañadores, y mostraba ciertamente que ca-recia de esa confianza en sí mismo propia de los lroin-bres de gran energía de carácter. Sin embargo, sugenio abierto y su generosidad le granjearon popula-ridad entre sus soldados. Era tan generoso que co-munmente rayaba en pródigo. Cuando entró en lacampaña de Chile prestó cien mil ducados de oro álos caballeros mas pobres para que se equipasen, ydespues les perdonó la deuda (4 ). Era tambien gas-tador hasta la ostentacion ; pero su estravagancia nole perjudidaba entre los aventureros del ejército'conquienes la prodigalidad es mas popular que una es-tricta y bien calculada economía.

Era buen soldado , prudente y cuidadoso en susplanes, paciente é intrépido en la ejecucion. Su cuer-po estaba cubierto de cicatrices de heridas recibidasen las batallas , de modo _que la natural fealdad de supersona se habia convertido casi en deformidad.No debe juzgársele por su última campaña, cuandoabatido por la enfermedad cedió al genio superior desu rival . sino por muchas espediciones por tierra ypor mar para la conquista del Perú y del remoto Chi-le. Sin embargo , puede dudarse que poseyese aque-llas cualidades poco comunes, ya corno guerrero, yacorno hombre particular , que en circunstancias or-dinarias son capaces de distinguir á una persona en-tre las denlas. Era uno de los tres, ó por mejor decirde los dos sócios, que tuvieron la fortuna y la gloriade hacer uno de los mas portentosos descubrimientosdel mundo occidental ; y su nombre participa en granmanera del crédito que logró el de Pizarro, porquesi bien no acompañó á este gefe en sus peligrosas es-pediciones , contribuyó tanto corno él á su buen éxi-lo con sus esfuerzos en las colonias.

Sin embargo , su conexion con Pizarro apenaspuede considerarse que fuese una circunstanciaafortunada en su carrera. La nailon entre dos indivi-duos para descubrir y conquistar no es fácil que seamuy • escrupulosamente observada, especialmente

(4) Montesinos, á falta de mejor genealogía, dice : «Era

hi j o de sus grandes hechos, y tales han sido los padres demuchos héroes famosos.» (Anales, MS. , año de 4558.) Apu-rado debia verse un castellano no pudiendo sacar algo pareci-do á genealogía, aunque fuese un tanto oscura.

(2) «fiera un hombre muy 'profano, de muy mala lengua,que en enojándose tratava muy mal á todos los que con élandavan aunque fuesen caballeros.» (Descub. y Conq. , MS.)Este retrato es de mano de un enemigo. que de él

(3) Los indios lloraban amargamente, diciendo, qnunca recibieron mal tratamiento.

(4) Si liemos de dar crédito á Herrera, distribuyó cientoochenta cargas de plata y veinte de oro entre sus soldados.«Mandó sacar de su posada mas de ciento y ochenta cargas deplata i veinte de oro, i las repartió.» (Dec. V, lib VII-, capí-tulo 1X.) Una carga era lo que un hombre podía llevar confacilidad. Semejante asercion se resiste á nuestra credulidadpero es dificil señalar los límites de nuestra credulidad en loque concierne á esta tierra de oro.

DEL PERUS.159

por hombres mas acostumbrados á gobernar á losdemasque á gobernarse á sí mismos. Sino se suscitanantes motivos de discordia, es seguro que se susci-tarán cuando llegue el caso de repartir el botin. Perohabia razones particulares que hacían imposible labuena inteligencia entre estos dos asociados , porqueel carácter franco, ardiente y confiado de Almagrono se avenía con la política fria y astuta de Pizarro,y siempre que sus intereses estuvieron en oposicionel primero fue engañado por el segundo.

A pesar de todo, puede atribuirse á culpa del mis-mo Almagro la catástrofe que terminó su existencia.Cometió en efecto dos yerros capitales. El primerofue tomar posesion del Cuzco por medio de las ar-mas. No era este el modo de determinar la línea divi-soria : esta debia haber sido objeto de una sentenciade árbitros ,y si en árbitros no habia confianza, deuna apelacion á la corona. Pero una vez tomadas lasarmas, no debia haber recurrido á las negociacionesy mucho menos á las negociaciones con Pizarro. Estefue su segundo y grande error. Conocía bastante áPizarro para saber que no debia liarse de él. Se fiósin embargo y pagó su confianza con la vida.

CAPITULO III.

Pizarra visita de nuevo al Cuzco. —Hernando vuelve áCastilla. — Su larga prision. — Comisionado enviadoal Perú.—Hostilidades con el Inca. — Activa admi-nistracion de Pizarro.—Gonzalo Pizarra.

4539-1540.

Erg marques Francisco Pizarro volvió , como.bernosvisto, á Lima cuando su hermano salió en persecu-cion de Almagro. Allí esperó coa ansia el resultado dela campaña, y al recibir la agradable noticia de lavictoria cíe las Salinas, hizo inmediatamente sus pre-parativos para marchar al Cuzco. En Xauxa, sin em-bargo , le detuvo largo tiempo el desórden en que seHallaba el pais y mucho mas su repugnancia á entraren la capital del Perú mientras estaba pendiente lacausa de Almagro.

En Xauxa recibió á Diego, el hijo del mariscal, quehabía sido enviado á la costa por Hernando Pizarro.Acosaban al jóven los mas tristes presentimientosrespecto á la suerte de su padre, y suplicó al gober-nador no permitiese que por su hermano se cometie-se ningun acto de violencia contra el autor de susdias. Pizarro, despues de recibirá Diego con aparen-te bondad, le dijo que cobrase ánimo, que no se lelia-ria ninguu daño (5) ; y añadió, que esKrabarenovaren breve los lazos de su antigua amistad. El jóven,consolado con estas palabras ,tomó el camino de Li-ma, donde por órden de Pizarro fue recibido en sucasa y tratado como hijo.

Las mismas promesas respecto á la seguridad delmariscal hizo el gobernador al obispo Valverde y áalgunos de los principales caballeros que se interesa-ron en favor del preso ( 6). Todavía detuvo Pizarropor mas tiempo su marcha á la capital ; y cuando lavolvió á emprender, apenas habia pasado el río de •Abancay, recibió las nuevas de la muerte de su rival.Manifestó sorprenderse mucho can la noticia; todo sucuerpo se agitó y permaneció por algunos instantescon los ojoslijos en tierra, dando señales de la mayoremocion (7).

(5) «I dilo que no tuviese ninguna pena, porque no con-sentiría que su padre fuese muerto.» Herrera, Ilist. general,dec. VI, lib. VI, cap. 111.

(6) «Que lo liarla así como la decía, i su deseo no era otrosilbo ver el Reino en paz; i que eu lo que tocaba al adelanta-do, perdiese cuidado, que bolberia á tener el antigua amis-tad con él.» Herrera, Ilistoria general, dec. VI, lib. IV, ca-pítulo IX.

(7) Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.Derramó muchas lágrimas, segun dice Herrera, el cual

4s() BiBLIOTECA DE

Esto es lo que dicen sus amigos ; pero lo mas pro-bable es que estuviese perfectamente enterado de loque pasaba en el Cuzco. Dícese que cuando terminóla causa, recibió un mensaje de Hernando , consul-tándole sóbre lo que debia hacerse con el preso , yque respoe dió en breves palabras «que hiciese de»manera que el Adelantado no tus pusiese en mas al-

borotos (I ). » Dícese ta ni bien que Hernando, aco-sado despues ponla irrit.acion que produjo la muertede Almagro, se escudó con las instrucciones que ase-guraba haber recibido del gobernador (2 ). Lo ciertoes que Pizarro, durante su larga residencia en Xau-xa, estuvo en constante comunicado!' con el Cuzco;y que si, como le aconsejó con repelidas instanciasValverde (3) , hubiera apresurado su marcha, podríafácilmente haber evitado la consuma ion de la cat: s-trufe. Como general en gefe, la suerte de Almagroestaba en sus manos; y por mas que sus partidariosaseguren su inocencia , el juicio imparcial de la his-toria le hace responsable, juntamente con Hernaudo,de la muerte de su sócio.

Ni en su ulterior conducta mostró que le pesase enmanera alguna de lo que se habia hecho. Entró en elCuzco, dice un testigo presencial, entre el ruido detrompetas y chirimías á la cabeza de sus caballeros,vestido con el rico traje que le había enviado Cortés,y con el gozoso y altivo continente de un vence-dor (4 ). Cuando Diego de Al varado se dirigió á élpara reclamar el gobierno de las provincias del Sur,en nombre del jóven Almagro, cuyo padre, como he-mos visto, le habia encomendado á su prot.eccion,respondió que «el mariscal por su rehelion habia» perdido todo derecho al gobierno. » Y cuando Alva-rado volvió á instarle sobre el asunto, terminó brus-camente la conversacion , declarando («fue su terrí-»torio se estenrlia por todas partes hasta Flandes (5),»queriendo sin duda con esta jactanciosa salida mani-festar que no sufriria rival en !as costas del Perú.

Por esto habla mandado recientemente relevar áBenalcázar, el conquistador de Quito, de quien lehabian informado que aspiraba á constituir un go-bierno independiente. El emisario de Pizarro llevabaórden para llevar al culpado á Lima; pero Benalcá-zar, despues de haber seguido su victoriosa carrerabácia el Norte, volvió á Castilla á solicitar del empe-rador el galardon de sus hazañas.

Illostróse tambien Pizarro estrirordinariamente in-sensible á las quejas de los agraviados indios que in-vocaban su proteccion, y trató á los soldados deAlmagro con manifiesto desprecio, confiscando lastierras de los geles y dándolas sin ceremonia á suspropios partidarios. Hernando con actos de liberalidadhabia procurado atraer á su partido á algunos delbando opuesto, pero ellos no quisieron aceptar nadade un hombre, cuyas manos estaban manchadas conla sangre de su gefe (6). El gobernador no imitó la

evidentemente cree muy en ellas. Ibid., dec. IV, lib. VI,cap. VII.—Conf., V, cap. I

(1) Herrera, dec. VI, lib. VI, cap. VII.—«De todo esto,dice Espinall, fue sabido!' el dicho gobernador Pizarro á lo que

mi juicio i el de otros que en ello quisieron mirar alcanzo.»Carta de Espinall, MS.

(`?) Herrera, Hist. general, dec. VI, lib.' V, cap. I.—Eltestimonio de Herrera, es casi el de un contemporáneo, puessegun él mismo nos dice tomó sus noticias de ta correspon-dencia de los conquistadores y de los datos que los propios hi-jos de estos le suministraron. Lib. VI , cap. VII.

(3) Carta de Valverde al emperador, MS.(4) «En este medio tiempo vinoá la dicha cibdad de Cuzco

el gobernador don Francisro Pizarro, el cual entró con trom-petas i chirimías vestido con ropa de martas, que fue el lutoCon que entró.» Carta de Espinal/. MS.

(5) Carta de Espinall, MS.—«Mur asneramante le respon-dió el gobernador, diciendo que su gobernacion no tenia tér-mino, i que llegaba hasta Flandes.» Herrera, Hist. general,dec. VI, lib. VI , cap. VII.

(s) «Avia querido hacer amigos de los principales de Chi-

GASPAR Y Ro1G.

conducta de su hermano, y muchos se vieron redu-cidos á tal estado de pobreza que, demasiado altivospara esporier su miseria ií la vista de sus vencedores,se retiraron de la ciudad y buscaron asilo eu los veci-nos montes ( 7 ).

Remuneró á sus hermanos tan ámpljamenle, queestiló la murmarac l on de sus mismos partidarios.Nombró á Gonzalo para el mando de una gran fuerzadestinada á operar contra los indios de Charcas, pue-blo guerrero que ocupaba el territorio asignado porla corona á Almagro. Gonzalo encontró obstivada re-siatencia en ellos; pero despues de algunos combatesreñidos, logró someter aquella provincia. Fue recom-pensado juntamente con I-Iernando, que le ayudó enla conquista, con, un estenso territorio en las inme-diaciones de Porco , cuyas productivas minas habiansido en parle laboreadas era tiempo de los Incas. Esteterritorio conaprendia. parte de las colinas argentífe-ras del Potosí que tantos tesoros han dado despues áEuropa. Hernando conoció cuánto podia producir elterreno y comenzó á trabajar las minas en mayor es-cala que la adoptada hasta entonces, aunque no pare-ce que intentase penetrar en los ricos filones del Po-toaí (4). Todavía debían trascurrir algunos años antesque los españoles descubriesen las canteras de plataque ocultaban los senos de aquellos montes (9).

La gran ocu l ,aciou de Hernando era entonces reu-nir una cantidad suficiente de riquezas para marcharcon ellas á España. Cerca de un año había trascurridodesde la muerte de Almagro, y ya era tiempo de quevolviera á Castilla y se presentase en la córte , dondeDiego de Alvarado y otros amigos del mariscal , quehacia tieml.o habian salido del Perú, soslenian indus-triosamente las reclamaciones del jóven Almagro ypedían repara clon de los agravios hechos á su padre.Pero Hernando confiaba en su oro para desvanecer lasacusaciones que se suscitasen contra él.

Antes de su partida aconsejó á su hermano que seguardase de « los hombres de Chile,» como se llama-han los soldados de Altriagro , porque eran hom-bres desesperados que en nada repararian paravengarse. Díjole que no les permitiera reunirse, encualquier aaúrriero que fuese, á distancia de cin-cuenta leguas de su persona; porque si lo hacia, sucondescendencia le seria fatal. Por último, le reco-mendó mucho que se rodease de una fuerte guardia,añadiendo : « porque no estaré yo aquí para velar por» vos. » Pero el gobernador se burló de estos que élllamaba vanos temores de su hermano , y le dijo queno temiese por su vida , pues e cada cabello de los» soldados de Almagro era una garantía de su seguri-» dad (I 0). » No conocia como Hernando el carácterde sus enemigos.

le, y ofrecidoles Baria repartimientos y no lo havian aceptadoni querido.» Pedro Pizarro, Descub. yConq., MS.

(7) «Viéndolos oy en dio muertos de ambre , fechos peda-zos é adeudados, andando por los montes desesperados porno parecer ante gentes, porque no tienen otra cosa que sevestir sino ropa de los indios , ni dineros con que lo comprar.»Carta de Espinall, MS.

(8) «Con la quietud, escribe Fernando Pizarro al empera-dor, questa tierra agora tiene han descubierto i descubrencada dia los vecinos muchas minas ricas de oro i plata, dequintos y rentas reales de V. M. cada dia se le ofrecen deque hacer cara á todo el mundo.» Carta al emperador, MS.,Puerto Viejo 6 de julio de 1559.

(9) Carta.de Carbajal al emperador, MS., del Cuzco 3 denov. de 1b39.—Pedro Pizarro, besad), y Conq., Montesinos,Anuales, MS. , ario de 1539.

Bien conocida es la historia de la manera en que se descu-brieron las minas de Potosí por un indio, que arrancando unarbusto encontró muchos glóbulos de plata aderidos á las raí-ces. No se registró la mina hasta 1545. Acosta da noticia deella en el lib. IV, cap. VI.

(10) Herrera, Hist. general, dec. VI, lib. VI, cap. X.-Zárate, Conq. del Párú, lib. III, cap. Xll,—Gomara, Hist. delas Indias, cap. CXLII.

tA CONQUIStA •DEL PEltú. 161habiendo decaido considerablemente su espíritu, lle-gó entonces á ser un objeto de piedad mas bien quede indignacion. Raras veces, y mucho mas en Castilla,se ha hecho tan plenamente justicia contra culpadosde tan alta categoría (5).

Herrando sobrellevó su larga prision con unaigualdad de ánimo que si hubiera estado fundada ensanos principios le habria granjeado el respeto gene-ral. Vió morir unos tras otros á sus hermanos y pa-rientes de quienes esperaba auxilio y consuelo; vióuna parte de sus bienes confiscada,ypor conservar laotra se halló envuelto en un costoso litigio (6) ; viósu fama oscurecida, su carrera terminada antes detiempo y su persona desterrada, por decirlo así, en elcentro de su propio país : y sin embargo , todo lo su-frió con ánimo constante y valeroso. Aunque ya eramuy viejo cuando fue puesto en libertad , todavía so-brevivió muchos años, pues no murió hasta la edadestraordinaria de ciento (7). Vivió el tiempo sufi-ciente para ver á amigos, rivales y enemigos todosllamados antes que él ante el tribunal de Dios.

Su carácter es bajo muchos conceptos digno de no-tarse. Era el mayor de los hermanos , con los cualessolo tenia parentesco por parte de padre, porque erahijo legítimo y de ilustre familia tambien por líneamaterna. En su temprana edad recibió buena educa-cion para lo que daban de sí los tiempos. Siendo to-davía muy jóven fue llevado por su padre á Italia,donde aprendió el arte de la guerra á las órdenes delgran capitan. Es poco conocida su historia despuesque volvió á España ; pero cuando su hermano se abriótan brillante carrera con el descubrimiento del Pe-rú, Herrando consintió en tomar parte en sus aven-turas.

Su hermano Francisco le tenia mucha deferencia,no solo por ser hermano mayor, sino por su superioreducacion y su conocimiento de los negocios. Era depercepcion pronta, de grandes recursos y de gran vi-gor de accion. Aunque valeroso , era precavido , y susconsejos, cuando no les inspiraba la pasion eran pru-dentes y racionales. Pero tenia otros vicios que con-trabalanceaban sus buenas cualidades. Su ambiciony avaricia eran insaciables; era altanero hasta con susiguales é implacable en sus venganzas. Así, en lu-gar de auxiliar á su hermano en la conquista, fueel mal genio que oscureció su carrera. Desde el prin-cipio concibió un desprecio inmotivado Hacia Alma–gro , á quien miraba como el rival de su hermano, envez de considerarlo como lo que era, el fiel compañe-ro de su fortuna. Tratóle con altivez ,y con sus in-trigas en la córte halló medio de hacerle sensiblesagravios. Cayó en sus manos y estuvo á pique de pa-garlos con la vida. Esto no pudo olvidarlo y aguardócon calina la hora de la venganza. Sin embargo; laejecucion de Almagro fue el acto mas impohtico;

lmbarcóse llenando poco tiempo despues en Limaen el verano de 1539. No tomó la ruta de Panamá,porque habia oido que las autoridades intentaban de-tenerle allí. Dió un rodeo por Méjico; desembarcó enla bahía de Tehuantepec, y al pasar el estrecho quedivide los grandes Océanos fue preso y conducido ála capital. Pero el vire), Mendoza no se consideró confacultades para detenerlo y le permitió embarcarse enVeracruz y continuar su viaje. Todavía no consideróprudente aventurarse á entrar en España sin recibirnuevos avisos; y en su consecuencia se dirigió á unade las Azores, donde permaneció hasta que pudo en-trar en comunicaciou con la madre patria. Teniaamigos poderosos en la córte, y estos le animaron áque se presentase al emperador. Tomó su consejo

ypoco. tiempo despues llegó sin novedad á las playasespañolas (1).

La córte estaba en Valladolid : Hernando hizo suentrada en esta capital con gran pompa y desplegan-do todas sus riquezas de la India, pero halló una aco-gida mas fria de la que se habia figurarlo (2). Esto lodebió principalmente á Diego de Alvarado, que resi-día allí entonces, y que como caballero de noble es-tirpe y grandes relaciones, tenia considerableinfluen-cia. Eu otro tiempo, segun hemos visto, habíasalvado mas de una vez con su oportuna intervencioula vida de Herrando, y habia consentido en la con-donacion que este le hizo de una gran cantidad de di-nero. Pero todo lo había olvidado ante el recuerdodel agravio hecho á su general; y fiel á la confianzaque este en la hora de su muerte habia depositado enél , habia vuelto á España para vindicar los derechosdel

Mas Alrnagro.

Mas aunque Hernando fue recibido al principio confrialdad, su presencia y la version que dió de la con-tienda con Ahnagro, unidas á los dorados argumen-tos que repartió con mano pródiga, detuvieron lacorriente de indignacion, y la opiuion de los juecespareció por un momento en suspenso. Alvarado masacostumbrado á la pronta y decisiva accion de uncampamento que á las tortuosas intrigas de una cór-te , se irritó al ver tal dilacion y citó á Hernando paraarreglar su disputa en singular combate. Pero suprudente adversario no tenia el menor deseo de es-poner su causa á semejante prueba y. el negocio ter-minó prontamente con la muerte del mismo Alvarado,acaecida cinco dial despues del desafio , muerte tanoportuna que naturalmente sugirió la sospecha dehaber sido efecto de un veneno (3).

Sin embargo, no por eso se desvanecieron total-mente las acusaciones : eran demasiado arbitrariaslas medidas tomadas por Herniando y demasiado gra-ve el ul`raje hecho al sentimiento público para quepudiera quedar sin castigo. Así , aunque no se le im-puso sentencia alguna formal, fue encarcelado en lafortaleza de Medina del Campo , donde se le detuvopor espacio de veinte años, hasta que pasada ya casiuna generacion y habiendo el tiempo corrido su suavevelo sobre los hechos anteriores, se le permitió viviren libertad (4) Pero siendo ya anciano y achacoso, y

«No consienta vuestra señoría que se junten diez juntos encincuenta leguas alrededor de donde vuestra señoría estuvie-re, porque si los dexa juntar le han de matar. Si á vuestraseñoría matan, yo negociaré mal y de vuestra señnria no que-dará memoria. Estas palabras dilo Hernando Pizarro altasque todos le oyrnos. Y abrazando al marques se partió y sefué.» Pedro Pizarro, Descub. y Conq. , MS.

(1) Carta de herrando Pizarro M emperador, MS.—Herrera

diente promovido por el nieto de Hernando en vindicacion deltítulo de marques en 1625.

(5) Naharro, Relacion sumaria, MS.—Pizarro y Orellana.Varones ilustres, p. 341.—Montesinos, Anuales, MS., añode 1559.—Gomara, Hist, de los Ind. , cap. CXLII.

(6) Caro de Torres copia una real cédula relativa al laboreode las minas argentíferas de Porco, todavía poseídas por Her-nando Pizarro en 155, y otro documento casi de la mismafecha que halda de haber recibido Hernando diez mil ducadospor la Ilota del Perú. (Historia de Ordenes Militares, Madrid,1639, pág. 144.) El nieto de Hernando fue creado por Feli-pe IV, marques de la conquista, y obtuvo una gran pensiondel gobierno. Pizarro y Orellana, Varones ilustres, pág. , 342,

Hist@ General, dec. VI, lib. VI, cap. X.—Moutesinos, Anna- y Discurso, pág. 72.

les, MS., año de 1539.(7) «Mu tos da, Jupiter, anuos,» el mayor bien, segun

(2) Gomara , llist. de las Ind. , cap. CXLIII.Pizarro y Orellana, que puede conceder el cielo. «Dióle Dios

(5) «Pero todo lo atajó la repentina muerte de Diego de , por todo eI premio mayor desta vida, pues fué tan larga , queAlvarado, que sucedió luego en cinco dias, no sín sospecha de ' escedió de cien anos.» (Varones ilustres, pág. 342.) Segun laveneno.» Herrera, Historia general, dec. VI, líb. VIII, ca- ; misma autoridad, que es un tanto parcial, Hernando murió,pitillo IX.como habia vivido, en olor de Santidad. «Viniendo á apren-

(4) Quintana establece esta fecha apoyándose en un espe- 1 der á morir y saber morir, cuando llegó la muerte.»

162 BIBLIOTECA DE G

porque rara vez puede satisfacerse impunemente unamala pasion. Pensó sobornar á los jueces con el orodel Perú. Rabia estudiado las debilidades del corazonhumano , y de ellas esperaba aprovecharse. Afortuna-damente se engañó. Vengóse en efecto; pero la horade su venganza fue la de su ruina.

El estado de desórden eu que se hallaba el Perú eratal que exigia la inmediata iutervencion del gobierno.Entre la general licencia que predominaba, los dere-chos del indio y los del español eran igualmente ho-llados. El asunto, sin embargo, ofrecia grandes difi-cultades; porque la autoridad de Pizarro se hallabafirmemente establecida en el pais, y este demasiadolejos de Castilla para ser fácilmente vigilado desde lametrópoli. Pizarro ademas era hombre de no fácilacceso , seguro de su propia fuerza, incapaz de sufririn tervencion alguna, y dotado de un carácter irrita-ble, que se inllamaria á la menor señal de descon-fianza de parte del gobierno. No convenia enviar unacomision para suspenderle del ejercicio de su auto-ridad hasta investigar su conducta, corno se habiahecho con Cortés y con otros grandes capitanes deAmérica, en cuya arraigada lealtad confiaba entera-mente la corona: Era de temer que la lealtad de Pi-zarro no tuviese las raices suficientes para resistir losprimeros movimientos de su impetuoso carácter; y nole faltaba gente turbulenta, que en caso estremo lehabria aconsejado que se desentendiese de toda obli-gacion á la corona y fundase para sí un gobierno in-dependiente.

Era necesario, pues, enviar una persona que po-seyese en cierto modo un poder superior ó á lo me-nos igual al del peligroso gefe; pero que ostensible-mente le estuviese subordinada. El elegido para estadelicada comi,:ion fue el licenciado Vaca de Castro,magistrado de la real audiencia de Valladolid, juezinstruido, hombre íntegro y prudente, y aunque noeducado en el ejeréicio de las armas, de bastantedestreza y conocimiento de mundo para aprovecharsede los recursos de los demas.

Las precauciones con que se le dió esta comision,muestran la perplejidad ea que se hallaba el.gobier-no. Debia presentarse á Pizarro en clase de comisio-nado regio, para consultarle sobre reparacion deagravios, especialmente respecto á los desgraciadosindios; para tornar de acuerdo con él las medidasconvenientes, á fin de evitar ulteriores males; y so-bre todo para enterarse del estado del pais en todoslos ramos y enviar una relacion esacta de todo á lacórte de Castilla. Pero en caso de morir Pizarro de-bía presentar su nombramiento de gobernador y re-clamar en nombre del rey obediencia de todas las au-toridades del pais. Los acontecimientos mostrarondespues la sabiduría con que se habla previsto estaúltima contingencia (1).

El licenciado Vaca de Castro dejó su pacífica resi-dencia de Valladolid y se embarcó en Sevilla en elotoño de 1540, y despues de un incómodo viaje porel Atlántico, atravesó el Istmo, y acosado en el Pací-co por una série de tempestades en que estuvo á pun-to de abismarse su frágil barco, hubo de arribar casicomo náufrago al puerto septentrional de BuenaVentura (2). El estado de los asuntos del pais exigiaya su presencia.

(1) Pedro Pizarro, Deseub. y Conq., MS.—Gomara, His-toria de las Indias, cap. CXLVI.—Herrera, Hist. general,dec. VI. lib. VIII, cap. IX.—Montesinos, Anuales, MS., añode 1541J.

Este último escritor ve nada menos que un «misterio divino»en esta prevision del gobierno, tan singularmente justificadapor los sucesos. «Prevencion del gran espirito del rey, no sinmisterio.» Ubi supra.

(2) O de la Mala Ventura corno le llama Pedro Pizarro.«Tuvo tan mal viaje en la mar que libo de desembarcar en laBuena Ventura, aunque yo la llamo Ma lla.» Descubrimiento yCoaq., M5,

ASPAR Y ROIG.

La guerra civil que últimamente habia asolado elpais ,'labia introducido en los negocios tal desarre-glo, que la agitador' continuaba aun despues de ha-ber cesado la causa largo tiempo hacia. Esto sucediaespecialmente entre los indios. En la violenta trasla-cion de los repartimientos de un dueño á otro, lospobres indios apenas sabian á qué amo obedecer; ylas terribles coutiendas que se originaban entre losgefes rivales, les dejaban igualmente en duda acercade quiénes fuesen los que disponian de ;as tierras.Respecto á la autoridad de un soberano comun y su-perior á todos al otro lado de los mares, todavía lamiraban con mayor desconfianza : ¿ pues qué autori-dad era esta que no podia hacerse obedecer ni aun desus propios vasallos? ( 3) El Inca Manco no tardó enaprovecharse de estos sentimientos , y dejando la os-cura soledad de los Andes, se estableció con fuerzasconsiderables en las montañas situadas entre el Cuzcoy la costa. Desde su retiro hacia frecuentes escursio-nes á las' plantaciones inmediatas, destruyendo lascasas, dando muerte á. los habitantes y llevándose losganados. Otras veces caia sobre los viajeros que ca-minaban solos ó en pequeñas caravanas procedentesde la costa y les mataba, dicen sus enemigos, hacién-doles padecer crueles tormentos. Varios destacamen-tos fueron enviados contra él de tiempo en tiempo,pero sin fruto. De unos se salvó, á otros derrotó , yen una ocasion destruyó una partida de treinta sindejar uno solo (4 ).

Por fin Pizarro creyó necesario enviar á su her-mano Gonzalo con grandes fuerzas contra el Inca. Elvaliente indio salió muchas veces al encuentro de suenemigo eu las asperezas de las cordilleras, y aunquecomunmente era derrotado, y á veces con gran pér-dida, se reponia con asombrosa facilidad, porquesiempre lograba escaparse y le eran tan fieles sussoldados, que á pesar de la persecucion constanteque se le hizo y de las emboscadas que se le prepara-ron, siempre encontró un asilo seguro en las secretasescabrosidades de la sierra.

Viendo Pizarro que nada podia conseguir por lafuerza, procuró probar el efecto de las negociacionespacíficas, y envió al Inca un mensaje en su nombrey en el del obispo del Cuzco, á quien el príncipe pe-ruano respetaba mucho, invitándole á entrar en tra-tos (5). Manco vino en ello, é indicó, como habia he-cho antes con Almagro, para punto de reunion el vallede Yucay. Presentóse allí el gobernador el dia seña-lado, y para tener propicio al bárbaro monarca, leenvió un rico presente por mano de un esclavo africa-no. Este esclavo encontró en el camino una partidade la gente del Inca, los cuales, no se sabe si porór-den de su señor ó sin ella, le asesinaron cruelmente yse volvieron con el bo tin á sus cuarteles. Pizarro ven-gó este ultraje con otro todavía mas atroz.

(3) «Piensan que les mienten los que acá les dicen que alun gran señor en Castilla, viendo que acá pelean unos capi-tanes contra otros; y piensan que no haí otro rei sino aquelque venze al olmo, porque acá, entrellos no se acostumbra queun capitan pelee contra otro , estando , entramb os de-bajo de un señor.» Carta de Valverde al emperador. MS.

(4) Herrera, Hist. general, dec. VI, lib. VI, cap. VII.—Pedro Pizarro, Descubrimiento y Conq,; MS.---Carta de Es-pinal', MS.—Carta de Valverde al emperador, MS.

(5) El Inca se negó á conferenciar con el obispo diciendoque le habia visto tributos respecto á Pizarro quitándoseles elsombrero, lo cual, segun él, probaba inferioridad, y portanto no podria protegerle contra el gobernador. El pasajeen que esto se refiere es curioso. «Preguntando á indios delInca que audava alzado, que si sabe el Inca que yo sol ve-nido á la tierra en nombre de S. M. para defendellos, dixoque mui bién lo sabia ; y preguntandoqueporqué no se be-nia á mí de paz, dixo el indio que dezia el Inca que porque yocuando vine liize la mocha al gobernador, que quiere decirque le quité el bonete ; que no quería venir á mí de paz , queél que no habia de venir de paz sino áunoque viniese de Casti-lla que no hiziere la mocha al gobernador, porque be paresze

LA CONQUISTA DEL PERÚ. 18 3del Perú, y adoptó medidas para facilitar el tráficointerior. Fomentó la industria en todos sus ramos,protegiendo particularmente la a gricultura, y ha-ciendo llevar simientes de diferentes granos europeos,los cuales en corlo tiempo tuvo la satisfaeeion d vercreer lozanos en un pais donde la variedad del sueloy del clima presenta terreno á propósito para casitodos los pr o ductos (,l). Sobre todo promovió el labo-reo de las minas, que ya empezabaná dartalesrique-zas, que los artículos mas comunes de la vida subie-ron á precios exorbitantes ,y los metales preciososeran los únicos objetos que parecían de poco valor.Pero estos pronto cambiaron de manos y pasaron ála madre patria , donde se (levaron á su verdaderonivel al entrar en la circulacion general de Europa.Los españoles vieron que al fin habían encontrado latierra en cuya busca hablan andado tanto tiempo, latierra del oro y de la plata. Vinieron a) pais emigradosen gran número, y e-tendiéndose por su superficieformaron con su creciente poblacion la mas eficazbarrera contra los derechos de los verdaderos pro-pietarios del terreno (4).

Fortalecido Pizarro con la llegada de nuevos aven-tureros, pudo ya fijar su atencion en puntos mas re-motos del pais. Envió á Pedro de Valdivia á sumemorable espedicion de Chile , y señaló á su her-mano Gonzalo el territorio de Quito con instruccionespara explorar las comarcas desconocidas del Este,donde segun se recia se criaba el árbol de la canela.Como este gefe que hasta ahora ha desempeñado unp..pel secundario en la conquista va de aquí en ade-lante á desempeñar uno de los mas principales, noserá fuera del caso dar a l guna noticia de él.

Poco se sabe acerca de los primeros a fi o s de su vida,porque tuvo el mismo orígen oscuro qué Francisco,y parece haber debido tan poco como él al cuidadode sus padres. Abrazó desde muy jóven la carrera desoldado, carrera á la cual todo hombre, ya fuese caba-llero ó vagamundo en aquella edad de hierro, se sen-tia mas que á otra alguna inclinado cuando se le de-jaba seguir su voluntad. En ella se distinguió enbreve por su destreza en ejercicios marciales. Eraescelente ginete, y cuando pasó al Nuevo Mundo sele tenia por la mejor lanza del Perú (5).

En talento y en estension de miras era inferior ásus hermanos. Tampoco dió pruebas de poseer lamisma política fria y astuta; pero era igualmenteesforzado, y tan poco escrupuloso como ellos en laejecucion de sus medidas. Tenia gallarda presencia,amables facciones, aire franco y marcial y genioabierto y confiado que le granjeaba la voluntad desus tropas. Su espíritu era elevado y aventurero, ytenia el importante don de inspirará los demas lasmismas ideas, asegurando por este medio el éxito decasi todas su- empresas. Era un escelente guerrilleroy admirable gefe para espediciones difíciles ó de éxi-to dudoso; pero no tenia In capacidad de un gran ge-neral y mucho menos la que se necesita para dirigirlos negocios civiles. Fue desgracia suya que se viesellamado á ocupar ambos empleos.

Entre los prisioneros indios se hallaba una de lasmujeres del Inca, jóven y hermosa, á quien se deciaque aquel monarca amaba mucho. El gobernadormandó que se la desnudase y se la atase á un úr-bol, y despues en presencia de sus tropas la hizoazotar con varas y asaetear hasta que murió. Ladesgraciada víctima sufrió la ejecucion de la senten-cia con sorprendente fortaleza. No quiso pedir mercedá quien sabia que no habla de concedérsela, y ni unaqueja y apenas un gemido se le escapó durante susterribles tormentos. Los duros conquistadores que-daron asombrados al ver tanta resisteuciaen una mu-jer delicada ,y manifestaron su admiracion, al pasoque condenaron la crueldad de su gefe... en lo íntimode sus corazones (1). Sin embargo, la constancia enmedio de los tormentos mas atroces que la crueldadhumana puede imponer, es el rasgo característico decasi todas las razas de América.

Pizarro entonces adoptó como el medio mas eficazpara cortar estos desórdenes entre los indios, el fun-dar establecimientos en el corazon de los paises desa-fectos. Estos establecimientos , que recibieron elnombre pomposo de ciudades, podian ser considera-dos como colonias militares. Componíanse dealgu-nas casas, comunmente fabricadas de piedra, variosedilicios públicos, y á veces una fortaleza. Organizá-ronse ayuntamientos, y se dió al mismo tiempo es-tímulo á la colonizacion , dándose grandes reparti-mientos de tierra con cierto número de vasallos indiosá cada colono. Los soldados que así se establecieroniban acompañados de sus mujeres y familias , puesparece que las mujeres castellanas, en el ardor de sucariño conyugal ú en el deseo de aventuras romances-cas, siguieron á sus maridos á pesar de los obstáculosque oponía la debilidad de su sexo. Así se levantórápidamente en aquellas soledades una gran pobla-cíon que ademas de proteger el territorio circunve-cino, servia de depósito comercial para el pais y pro-porcionaba fuerza armada dispuesta en todo casopara mantener el órden público.

Tal fue la ciudad de Guamanga situada en mitaddel camino entre el 'Cuzco y Lima, y que servia per-fectamente para asegurar las comunicaciones con lacosta (2). Fundóse tarnbien otra poblacion en el dis-trito minero de Charcas bajo el nombre de villa de laPlata, que en efecto es el adecuado que porfia dársele,y Pizarro al recorrer las playas del mar del Sur, dan-do un rodeo Inicia Lima, echó los fundamentos de laciudad de Arequipa que despues ha adquirido tantacelebridad comercial.

Vuelto otra vez á su favorita capita] de Lima, hallóe] gobernador abundante ocupacion en arreglar losasuntos municipale"sy en proveer á las necesidadesde su creciente poblacion. No por eso se olvidaba delos nuevos establecimientos sobre el Pacífico. Dió es-tímulo al comercio con las remotas colonias del Norte

á él que este lo podrá defender if4r lo que ha hecho y nootro.» Carta de Valverde al emperador, MS.

(1) A lo menos debemos presumir que así lo hicieron, puesle condenan abiertamente en sus narraciones. Cito á Pedro Pi-

zarro que es de los menos dispuestos á criticar con severidadla conducta de su general. «Se tomó una mujer de mango yn-ga que él quería mucho y se guardó, creyendo que por ellasaldria de paz. Esta mujer mandó matar el marquen despuesen Yucay, haziendola varear con varas y flechar con flechaspor una burla que mango vnga le hizo que arlui contaré, yentendiendo yo que por esta crueldad y otra hermana del yogaque mandó mataren Lima guando los indios pusieron cercosobrelta que se llamaba Acarpay, me paresce á mí que nues-tro Señor le castigó en el fin que tuvo.» Descub. y Conquis-ta, MS.

(? ) Ciezá de Leon pondcra la estraordinaria belleza y soli-dez de los edificios de Guamanga. «En la qual han edificadorasmayores y mejores casas que ay en todo el Perú, todas depiedra, ladrillo y teja, con grandes torres : de manera queno faltan aposentos. La placa está llana y bien grande.» Crd-nica, cap. LXXXVII.

(3) «I con que la comentaba á haver en aquellas tierrascosecha de trigo, cevada i otras muchas cosas de Castilla.» ller-rera , Hist. general, dec. VI, lib. X, cap. II.

(4) Carta de Carbajal al emperador, MS.—Montesinos.Annales, MS., años de 1539 y 4511.—Pedro Pizarro, Des-cubrimiento y Conq. , MS.—Herrera , Ilist. gen. , dec. VI,lib. VII, cap. I.—Cieza de Leen, crónica, capítulo CXXVI,et alibi.

(5) El caballero Pizarro y Orellana nos da noticias biográ-ficas de cada uno de sus hermanos. No se necesita muchaperspicacia para descubrir en ellas que la sangre de los Pi-zarros corría en las venas del escritor basta la§ yemas de losdedos. Sin embargo, los hechos que refiere son menos sos-pechosos que las consecuencias que deduce.

i64 BIBLIOTECA DE GASPAR Y ROIG.

venganza contra los invasores de sus montuosas sole-dades. Por mas de seis semanas continuó el diluviosin parar, y los aventureros sin tener donde abrigar.se, mojados y abrumados de fatiga, apenas podianarrastrarlos píes por aquel suelo quebrado y saturadode humedad. Al fin, despues de algunos meses detrabajoso viaje, en que tuvieron que cruzar muchospantanos y torrentes llegaron á las Canelas. Vieronlos árboles que tenían esta preciosa corteza entender-se en dilatados bosques ; pero por mas que este fue-se un importante artículo de comercio en regionesaccesibles, en aquellas lejanas tierras podio servir demuy poco á los espedicionarios. Sin embargo, por lastribus errantes de indios salvajes que encontraron enel camiuo tuvieron noticia de que á diez dios de dis-tancia se hallaba una tierra rica y fructífera, abundan-te en oro y habitada por naciones populosas. GonzaloPizarro !labia ya llegado á los límites prescritos parasu espedicion ; pero estas noticias reanimaron sus es-peranzas, y resolvió seguir adelante. Mejor hubierasido para él y para su gente darse por contentos yvolver aíras.

Continuando la marcha observaron que el pais seestendia en anchas sábanas terminadas por bosquesinmensos, que parcelan llegar hasta los mismos bor-des del horizonte. Allí vieron árboles de esa enormecorpulencia que solo se encuentra en las regionesequinocciales. Algunos eran de tal magnitud que diezy seis hombres con los brazos estendidos apenas po-dian abrazarlos (3). El tronco ademas estaba cubier-to de espesas enredaderas y vides parásitas, que es-tendiéndose de árbol en árbol en festones de vistososcolor es, les vestían de una cubierta hermosa á la vis-ta, pero que formaba una red impenetrable. Los es-perticionarios se veian á cada momento obligados á.abrirse paso con las hachas, y sus vestidos, podridosya por efecto de las incesantes lluvias á que habíanestado espuestos , se rasgaban fácilmente al penetrarentre los arbustos y zarzas y colgaban á pedazos desus cuerpos (4). Las provisiones deterioradas por elagua, se hablan acabado hacia tiempo, y en cuantoal ganado que llevaban consigo, parte se habia consu-mido y parte se habla escapado en los bosques y des-filaderos de las montañas. Habían sacado tambien deQuito unos rail perros , muchos de ellos de presa,acostumbrados á acometer á los desgraciados indios.Matáronlos sin escrúpulo; pero sus miserables cuer-pos no proporcionaban sino muy escaso alimento á losfamélicos aventureros; y cuando se acabaron hubieronde atenerse á las yerbas y peligrosas raices que po-dian recoger en los bosques (5).

(5) Calculando en seis pies la longitud de los brazos delhombre estendidos, hacen noventa y seis de circunferencia ótreinta y dos de diámetro; es decir, mucho mas de lo quetiene el árbol mas grande de los conocidos en Europa. Sin em-bargo, esta corpulencia es todavía menor que la del famosogigante de los bosques que Humboldt encontró en la provinciade Oaxaca, y que segun la exacta medida de este viajero en1559 tenia ciento doce pies de circunferencia medido á la al-tura de cuatro pies del suelo. Probablemente los es-pañoles med,rian tambien los árboles á esta altura.

(4) Molina en su comedia, «Las Amazonas en las Indias,»ha dedicado unas doce columnas de redondillas á referir lospadecimientos de sus compatriotas en aquella espedicion. Elpoeta contaba con la paciencia de su auditorio. Los siguientesversos describen la miserable situacion á que la lluvia ince-sante redujo á los españoles :

«Sin que el sol en este tiempoSu cara ver nos permita,Ni las nubes tabernerasCesen de echarnos encimaDiluvios inagotables,Que hasta el alma nos bautizan.Cayeron los mas enfermos,Porque la ropa podridaCon el eterno agua vaNos dejó en las carnes vivas.

(5) Capitulacion con Orellana, MS. — Pedro Pizarro

CAPITULO IV.

Espedicion de Gonzalo Pizarro.—Paso por las montañas.—Descubrimiento del rio Napo. — lncreibles padeci-mientos.—Orellana baja por el rio de las Amazonas.

_—Desesperacion de los espanoles.—vuelta de los quesobreviven á Quito.

1540-1542.

GONZALO Pizarro recibió la noticia de su nombra-miento para el gobierno de Quito con manifiesto pla-cer, no tanto por la posesion de aquella antigua pro-vincia india, cuanto por el campo que se le abria parahacer descubrimientos por el Oriente, es decir, poraquella tierra fabulosa de las especias, que por tantotiempo Babia cautivado la imaginacion de los con-quistadores. Marchó, pues, sin dilacion á su gobier-no, y no tardó en inflamar los pechos de sus soldadoscon el mismo entusiasmo que ardia en el suyo. Enpoco tiempo reunió trescientos cincuenta españolesy cuatro mil indios, ciento cincuenta de los primerosmontados, y todos equipados del modo mejor posiblepara la empresa. Para precaverse contra el hambre,hizo uu gran acopio de provisiones, y una inmensapiara de cerdos le seguía á retaguardia (1).

Comenzaba el año de 1540 cuando Gonzalo Pizar-ro emprendió su célebre espedicion. La primera par-te del viaje ofreció comparativamente pocas dificulta-des; los españoles se hallaban aun en la tierra de losIncas, y los desórdenes del Perú no se hablan senti-do en aquella distante provincia, donde el pueblosencillo vivía como en lus tiempos primitivos cuandoera gobernado por los hijos del Sol. Pero cambió laescena al entrar en el territorio de Quixos, donde loshabitantes y el clima parecian de otra especie. Elpais estaba atravesado por las elevadas cordilleras delos Andes, y los aventureros se vieron pronto encer-rados en el laberinto intrincado de sus desfiladeros.Conforme iban subiendo á mas elevadas regiones, loshelados vientos que recorrian los lados de las cordi-lleras, enturnecian sus miembros, y muchos indiosencontraron su sepultura en aquellas frias asperezas.Tambien al cruzar la formidable barrera de los Andesesperimeutaron uno de los tremendos terremotos queen aquellas volcánicas regiones hacen temblar contanta frecuencia las montañas, hasta en sus mismasbases. Una vez se abrió la tierra á impulso de las ter-ribles convulsiones de la naturaleza; de la sima salie-ron torrentes de vapor sulfúreo, y una aldea de unasquinientas casas se hundió en aquel espantosoabismo (2).

Al bajar las vertientes orientales cambió el clima, yal paso que descendían á nivel mas inferior, reempla-zaba al frio un calor sofocante ,y fuertes aguacerosacompañados de truenos y relámpagos inundaban lasgargantas de las sierras, de donde se desprendian entorrentes sobre las cabezas de los espedicionarios casisin cesar ni de dia ni de noche; como si las ofendidasdeidades de aquellos sitios hubieran querido tomar

(1) Herrera, Ilist. general, dec. VI, lib. VIII, cap. VI-VII.—Garcilasso, Com. Real, parlo II, lib. III, cap. II.-Zárate , Conq. del Perú, lib. IV, cap. 1—I1.—Gomara, His-toria de las Indias, cap. CRLiII. — Montesinos, Anuales,año 1h59.—Los historiadores difieren en cuanto al númerode las fuerzas de Gonzalo, así en hombres como en c a ballosy en cerdos. Estos, segun Herrera , no bajaban de cinco mil,provision de tocino demasiado abundante para tan corta fuer-za, pues los indios comían solo maiz tostado ó coca que co-munmente constituía su único alimento en los mas largosviajes.

(?) Zárate dice que fueron precisamente quinientas casas.«Sobrevino un tan gran terremoto, con temblor, i tempestadde agua i relámpagos , y raros, i grandes truenos, que abrién-dose la tierra por ronchas partes, se hundieron quinientascasas.» (Conq. del Perú, lib. IV, cap. II.) Nada mas satis-factorio para el lector que el número preciso y redondo; y sinembargo nada esómenos digno de crédito.

LA CONQUISTA

Al fin estenuados de hambre y fatiga llegaron alancho Napo, uno de los grandes ríos tributarios delde las Amazonas, y que si bien es de tercero ó cuartoórden entre los de América, podria pasar por uno delos de primera magnitud en el antiguo mundo. Suvista alegró todos los corazones, pues esperaban quecosteando sus orillas encontrarían un camino masseguro y practicable. Despues de haber caminadopor sus márgenes un largo espacio, cercados de ma-leza y espesura, por donde no podían penetrar sinoá fuerza de brazos ; y despues de haber casi agotadolas suyas en este ca p rino, llegaron á punto desde dondese oia un gran ruido semejante á un trueno subterrá-neo. El rio allí desencadei•ando su furia corria sobreuna pendiente con espantosa velocidad basta el bor-de de una magnífica catarata, desde donde se preci-pitaba entre inmensas columnas de espuma hastaprofundidad tal que á los atónitos aventureros les pa-reció de m i l doscientos pies (I). El espantoso ruidoque ya hablan empezado á oir desde seis leguas dedistancia formaba un imponente contraste con eltriste silencio de los bosques inmediatos. Los durosguerreros no pudieron eximirse de un movimiento deterror al contemplar aquella escena. Ni una canoasurcaba las aguas, ni se veia un ser viviente á escep-cion del enorme boa y del pesado 'aligador tendidosá la orilla de las aguas. Los árboles entendiendo susmagníficas ramas que se elevaban hasta las nubes;el rio corriendo en su madre ele piedra como hablacorrido por espacio de siglos ; la soledad y el silenciode la escena, interrumpido solamente por elestruen-do de la cascada y por el lánguido murmullo ele losbosques; todo parecía mostrarse á los aventureros enel mismo agreste y primitivo estado en que salió demanos del Criador.

A cierta distancia por cima y debajo de la cataratael rio estrechaba tanto sus márgenes que apenas ha-bla entre una y otra veinte pies de longitud. Losaventureros, vivamente apremiados por el hambre,determinaron arrostrar el peligro de pasará la opues-ta orilla, esperando encontrar un pais que les pro-porcionase medíos de subsistencia. Coustruyóse unfrágil puente, poniendo grandes troncos de árbolessobre las rocas, donde estaa, como si alguna convul-sion de la naturaleza las hubiera separado, se almiar.'formando dos paredes perpeudculares, entre lascueles y á muchos centenares de pies de profundidadpasaba el rio. Sobre este aéreo camino consiguieronpasar hombres y caballos sin que se perdiese mas queuno de aquellos, el cual habiéndose descuidado enmirar abajo, fue acometido de un vértigo , se resbalóy cayó en las olas que se agitaban embravecidas un loprofundo del abismo.

Descubrimiento y Conq., MS.—Gomara, IIist.de las indias.,cap. CXLIII.—Tárate Conq. del Perra, lib. IV, cap. Ii.—tier-rera, Ilist. gen., dec. VI, lib. VIII, cap. VI—VII.—Garci-lasso, Com. Real, parte II, lib. Iii, ca;:. II.

Este último escritor dice que obtuvo sus informes de loslabios de muchos que se hallaron en 'a espedicion. El lectorpuede estar seguro de que la narracion no ha perdido riadaal pasar por mano de Garcilasso.

(1) «Al cabo de este largo camino hallaron que el río haciavn salto de una peña de mas de dos c ientas bracas ele alto :queRazia tan gran ruedo, que lo oyeron mas de seys leguas an-tes . que llegasen á él.» (Garrilasso, Com. Real, parte II,lib. II i, cap. II1.) Los viajeros modernas, de los cuales pososhan penetrado en estas regiones agrestes, nada dicen quepueda confirmar ni refutar la existencia de esta estupenda ca-tarata. La altura que se la atribuye, aunque dos veces mayorque la que tiene segun la medida de Ilionbotdt la gran cata-rata ile Tertuendama en el Bogotá (la mas alta de Américasegun se cree Generalmente), no es tan g rande sin embargoroan-ala algunos torrente; de Suiza. Con todo, no puedodarse crédito con seguridad al cálculo de los españoles, porqueen el triste estado en que se encontraban lo sublime y lo ter-rible producía en ellos una impr •esiof acaso exa gerada de loque veían.

DEL PERÚ.lis

Poco ganaron los aventureros en el cambio. El paispresentaba el mismo aspecto desconsolador, y lasorillas del rio estaban cubiertas de gigantescos árbo-les ó franjeadas de impenetrable maleza. Las tribusde indios que alguna vez encontraban en aquellos sal-vejes desiertos eran feroces y enemigas y sosteníancon ellos perpétuas escaramuzas. Dijéronles sin em-bargo algunos que bajando el rio y á distancia de po-cos días de camino cncoutrarian un pais fértil ; y losespañoles continuaron su penoso viaje , siempre es-perando y siempre engañados, pues la prometidatierra, semejante al arco iris, huía de:ante de ellos ámedida que avanzaban.

Al lit- agotadas las fuerzas y el sufrimiento resolvióGonzalo coust •"uir uu barco bastante grande paralle-var á los mas débiles y los bagajes. Los árboles lesproporcionaron madera : las herraduras de los caba-llos que !rabian muerto en el camino, ya de muertenatural ya para servir de alimento á sus dueños,fueron convertidas en clavos; la goma que destilabanlos árboles hizo el oficio ele brea; y los andrajososvestidos de los so'dados sirvieron corno estopa. Eraobra difícil, pero Gonzalo animó á su gente al traba-jo y dió el ejemplo tornando parte en sus tareas. Alcabo de dos meses quedó concluido un bergantin tos-co, pero fuerte y suficiente para conducir la mitad dela tropa. Era el primer barco europeo que había flo-tado en aquellas aguas.

Gonzalo dió el atando de este barco á Francisco deOrellana, caballero de Trujillo, en cuyo valor, adhe-sion creía poder confiar. Las tropas volvieron á em-prender la marcha, siguiendo siempre el curso del rioy llevando el bergantin inmediato á la orilla; y cuan-do teniau que subiralguna áspera pendiente ó cuandoeucontraban un terreno impracticable , el barcotransportaba fr los soldados mas débiles. Así camina-ron trabajosamente por espacio de muchas semanasatravesando las espantosas soledades por donde cor-re el Napo. Ya no quedaban hacia mucho tiempo nivestigios de provisiones; ya habian devorado el últi-mo caballo. Para mitigar los rigores del hambre seveían obligados á comer las correas y el cuero de lassillas. Los bosques apenas les ofrecían algunas raícesy frutas de que alimentarse; así tenían á dicha cuan-do encontraban casualmente sapos , culebras y otrosreptiles con que aplacar su necesidad (2).

Tambiee allí tuvieron noticias de un rico distritohabitado por una inicio') populosa, donde el Napodesembocaba en un rio aun mayor que corria liácia elOriente. Este distri'o se hallaba corno siempre ádis-tenc.ia de algunos dias de camino. Gonzalo Pizarroresolvió entonces hacer alto donde se encontraba yenviar á Orellana con el bergantin hasta la emboca-dura para que se proporcionase provisiones, con lascuales pudiese volver y poner á las tropasensituacionde continuar la marcha. En consecuencia Orellana,llevando consigo cincuenta soldados, se apartó hastael medio del rio, y su barco impelido por la rápida

I corriente partió como una flecha, perdiéndose intne-eliatament.e de vista.

Pasaron dios y días semanas Iras semanas y elbergantin ro volvía, ni , los españoles velan la menormancha en las aguas al tender la vista inicia el puntomas lejano donde la línea de luz se perdi,: calas oscu-ras sombras del follaje que festoneaban las orillas delrio. Euv'itironce destacamentos que estuvieronsentes muchos días; pero volvieron sin noticia algu-

(2) «Yermas y rayzes y fruta silucstre , sapos y culebras, yotras matas sabandijas, si las a iea por aqueilas montañas, quetodo !es tracia buen estómago á los españoles; que peonesy, a con la falta de cosas tan viles.» Cero. Real, parte II,lib. I11, cap. IV.—Capitula clon con Orellana. 11S.—Herrera,Ilist. general, dec. VI, lib. VIII, cap. VIL—Zárate Conq. delPerú, lib.IV, cap. III—IV. Gomara, Hist. de las Indias, ca-

i pitido CXLIII.

466 BIBLIOTECA DE

Da de sus camaradas. No pudiendo permanecer pormas tiempo en la incertidumbre, ni siéndoles tampo-co posible mantenerse en aquel sitio, Gonzalo y sushambrientos soldados, determinaron seguir adelantehasta encontrar la confluencia de Los dos ríos. Dosmeses tardaron en llegar al término de este terribleviaje ( dos meses tardaron los que no perecieron enel camino) aunque la distancia uzo era probablementemayor ele doscientas leguas; y al cabo de este tiempollegaron al punto tan deeado, donde el Napo desem-boca en el río de las Amazonas, rio el mas mages-tuoso da los de América ,y que alimentado por miltributarios corre hacia el Océano en un espacio decentenares de millas por el centro del gran conti-nente.

Pero no hallaron noticia alguna de Orellana, y elpais, aunque mas populoso que el que acababan deatravesar, presentaba el mismo aspecto desconsola-dor, y estaba abatido por una raza de indios aunmas feroz. Abandonaron pues la esperanza de reco-brar á sus compañeros, suponiendo que hablan pe-recido ele hambre ó á manos de los indios. Al lin sedisiparon sus dudas con la aparicion de un blancoque vagaba medio desnudo por los bosques, y en cu-yo descarnado semblantereconocieron las facciones deuno de sus compatriotas, llamado Sanchez de Var-gas, caballero de ilustre linaje, y muy estimado en elejército. Este tenia que referir una historia lamen-table.

Orellana, impelido por la rápida corriente del Na-po, Labia llegado en menos de tres tilas al punto deconfluencia con las Amazonas, recorriendo en estebreve espació de tiempo la distancia que G onzalo Pi-zarroy su gente habian tardado dos meses en recor-rer. Rabia visto que el pais era completamente diver-so de lo que se le Labia dicho, y lejos de conseguirauxilios para sus compañeros , apenas Labia podidoobtener subsistencias para sí mismo. .No le 1iabiasido posible volver por dónde Labia caminado con–,tra la corriente del rio, y el yiaje por tierra se le ha-bia presentado bajo un aspecto no menos formidableEn este terrible dilema, una idea iluminó sil mentoque fue lanzar el barco al rio de las Amazonas y ba-jar por él hasta su embocadura. De este modo se pro-metía visitar las ricas 'y Populosas naciones que segua los indios cubrían sus orillas, salir al grandeOcéano, pisar á las islas inmediatas y volver á Españaá reclamar la gloria y el gíilardou del descubrimiento.La idea fue aceptada con entusiasmo . por sus negli-gentes compañeros, que al paso que ansiaban salir deaquella situacion penosa, se animaban con la perspec-tiva de nuevas y sorprendentes aventuras, porque jaalicion á lo maravilloso era. el último sentimiento quese estinguia en el pecho del caballero castellano. Po-co se cuidaban de sus desgraciados compañeros , áquienes iban á abandonar en aquellas soledades (4).

No es este el lugar de referir los pormenores de laestraarlinaria espedicion de Orellana. Su empresatuvo feliz éxito ; pero es maravilloso que se salaradel naufragio en la arriesgada y desconocida nave-gacion de aquel rio. Muchas veces el buque estuvo ápunto de ser despedazado entre las rocas y en medio.

GASPAR Y ROiG.

de las furiosas corrientes (?), y aun tuvo que arros-trar otro peligro mas grande que fueron los ataquesde las tribus guerreras que habitaban las orillas delrio. Estas tribus caian sobre la puco numerosa tropade Orellana siempre que intentaba saltar en tierra, yle seguia en canoas, vigilándole por espacio de mu-chas anillas. Al fin desembocó en el Océano y se diri-gio á la isla de Cuba gua; desde allí pasó á E.paña, sepresentó en la córte y refirió las.circunstancias de suviaje, las naciones de amazonas que había encon-trado en las orillas del rio, El Dorado que segun susnoticias existía en las inmediaciones, y otras maravi-llas, producto de su ínvencion mas bien que de lasexageraciones de una crédula fantasía. Los que le es-cucharon creyeron fácilmente los cuentos del viaje-ro; y en 'una edad de prodigios, cuando cada dia seiban aclarando nuevos misterios del Oriente y delOccidente, bien puede perdouárseles el no habersabido trazar la verdadera línea entre la . novela y larealidad (3).

No encontró, pues, dificultad en obtener la comí-sion cíe conquistar y colonizar los reinos que habladescubierto, y en breve se vió á la cabeza de quinien-tos hombres dispuestos á participar de los peligros ybeneficios de la espedicion. Pero ni él ni su país de-Mata aprovecharse de ellos. El murió en la travesía,y las tierras regadas por el rio de las Amazonas caye-ron en. poder de Portugal. El desgraciado naveganteno gozó ni aun del honor que todos alcanzaban dedar su nombre a las aguas que descubrían; solamentetuvo la estéril gloria del descubrimiento, gloria queseguramente no compensa las circunstancias de ini-quidad con que , se.llevó á cabo aquella empresa (4).

Uno de los que acompañaban á Orellana Lizo fuerteoposicion á sus proyectos corno contrarios á las le-yes . de la humanidad y del honor. Este fue Sancheztle,Varga.s; y el' cruel gel'e se vengó de él abandonán-dole á su' suerte en aquella desolada region, dondefue hallado por sus compañeros. (5).

(9,). Condamine, que en 1744 bajó al rio de las Amazonas,habla con estension de •los . peligros y dificultades en quese vió envuelto durante su nayegacion, la cual dice que es

..demasiado dificultosa para emprenderla sin un diestro. piloto.'Véase su Relatian abrégée d'un iTogage foit daos t'inté-rieur de l'Amérigue -naéridionale. (Maestriclit, 1778.)

(a ) En tiempos posteriores no ha sido fácil tampoco sea-lar esta.e,actá línea con toda la luz'de los descubrimientos mo-dernos. Condamine, despues ae una cuidadosa investigaciónconsidera. que hay buenas razones para creer en la existenciade un pueblo de mujéres armadas que habitaron en otro tiem-po las orillas del rio de las Amazonas, aunque en la actualidadhan desaparecido. Dificil seria probar lo contrario, pero esmas dificil este hecho si se consideran los obstácúlos que seoponen á que la tal sociedad de mujeres se `perpetuara. Vaya-ge dans l'Amérigae rnéridionale, pág. 99 v sig. -

(4) «Su crimen está en cierto'modo contra)ialanceado porla gloria de haberse arriesgado en una navegador' cerca dedos mil leguas entre naciones desconocidas en un barco cons-truido de prisa con madera verde, por manos inexpertas , sinprovisiones, sin brújula ni piloto.» (Robertson , América,ed. de Londres, 1796.) El historiador de América no tiene eneste caso la balanza de la moral cori mano tan firme como decostumbre. Segun un moralista no muy severo, no hay triunfopor brillante que sea que pueda canonizar el crimen.

(5) Espedicion mas notable que la de Orellana fue la que em-prendió y llevó á cabo una delicada.mujer, llamada madamaGodin, que en 1769 bajó por el riode las Amazonas en una lan-cha hasta su embocadura. Acompa īiáronla siete personas, en-tre ellas dos hermanos suyos y dos criadas. La lancha naufragó,y madama Godin, habiéndose salvado casi por milagro, inten-tó con su gente hacer-el resto del camino á pie. Violes á todosperecer unos tras otros de hambre y enfermedad, hasta quequedó sola en aquellos terribles bosques. '1'odavia, como laSeñora en el Comus de Milton , pudo sa varse de tantos peli-gros; y despues de indecibles padecimientos, hab , endo encon-trado algunos indios compasivos, fue conducida por ellos á unestablecimiento frances. Aunque jóven, el terror y los traba-jos que sufrió la volvieron el cabello completamente blanco.Una carta de su marido á M. de la Condamine contiene los

(1) La narracion de Vargas la confirma el mismo Orellanasegun aparece de la real coucesion que se le hizo á su vueltaá Castilla. Este documento se ha conservado entero en la co-leccion de manuscritos de Muñoz.

«Ilaviendo vos ido con ciertos compañeros un rio abajo ábuscar comida, con la corriente fuisteis metidos por el dichorio mas de doscientas le guas, donde no pudisteis dar la buenaé por esta necesidad é por la mucha noticia que tuvisteis de lagrandeza á riqueza de la tierra , posponiendo vuestro peligrosin interes ninguno por servirá S. Al., os aventurasteis á sa-ber lo que habla en aquellas provincias, é ansi descubristeisé haltásteis grandes poblaciones.» Capitulacion de Orella-na, Ab.

LA CONQUISTA

Los españoles escucharon con horror la relacionde Vargas, y la sangre se les heló en las venas al con-templarse abandonados en aquellas remotas soleda-des, y privados del único medio de salvacion. Hicie-ron un esfuerzo para gproseuir su viaje, siguiendola rnárgen del rio; pero al cabo de algunos dias de fa-tigosa marcha, les faltaron las fuerzas y el ánimo , yse abandonaron á la desesperacion. •

Entonces fue cuando se manifestaron en todo subrillo las cualidades de Gonzalo Pizarro como gefe elmas á propósito para los casos desesperados y de pe-ligro. SI seguian adelante no tenian esperanza desalvarse; permanecer donde estaban, sin alimento niropa, sin defensa contra los animales feroces de losbosques ni contra los indios mas feroces aun, era im-posible. Solamente un medio quedaba, y era volver áQuito. Pero la idea de volver á Quito les recordabatodos los trabajos pasados, trabajos que podian muybien calcular y que apenas podian sufrirse ni aun enla imaginacion. Estaban por lo menos á cuatrocientasleguas de distancia de aquella capital, y mas de unano habia trascurrido desde que emprendieran supenosa peregrinacion. ¿Cómo arrostrar de nuevo losmismos peligros? (4)

Sin embargo, no habia alternativa. Gonzalo pro-curó reanimar á su gente hablándoles de la invenci-ble constancia que hasta entonces habían desplegadoy exhortándoles á continuar mostrándose dignos delnombre de castellanos. Hízoles presente la gloria quepara siempre se granjearian por tan heróica empresacuando llegasen á su pais, y declaró que pensaballevarles por otro camino donde no podrian menos deencontrar alguna de las abundantes regiones de quetanto se les ]labia hablado. Algo era ya saber quecada paso que daban les acercaba mas á su patria, ycomo este era al cabo el único medio de salvacionque tenian, debian prepararse á arrostrar como hom-bres los obstáculos que se les opusieran. Por últimoles dijo que el espíritu sostenia al cuerpo, y que lasdificultades á que se oponia un espíritu firme estabanya medio vencidas.

Los soldados escucharon con ansia estas palabrasde consuelo y de entusiasmo. La confianza en su gefereemplazó en sus pechos á la desesperacion. Conocie-ron la fuerza de sus razones, y Como fiaban en suspromesas, se reanimó en ellos el orgullo del antiguohonor castellano, y todos participaron mas ó menosdel generoso entusiasmo de Gonzalo. No desmereciaeste por cierto la adhesion que le manifestaban. Desdela primera hora de la espedicion se habia impuestolas mismas privaciones que sus soldados. Lejos deprevalerse de suposicion, habia igualado su suertecon la de los mas pobres, satisfaciendo las necesi-dades de los enfermos , reanimando á los débiles,repartiendo sus escasas provisiones con los ham-brientos, sufriendo como uno de tantos las fatigas ypenalidades de la marcha, y mostrándose siempretan fiel compañero como buen capitan. Así en aquellahora suprema recogió los frutos de su conducta.

No cansaré á los lectores refiriendo los padeci-mientos de los españoles en su marcha retrógradahácia Quito. Tomaron un camino mas al norte que elque liabian llevado , y aunque encontraron menos di-ficultades, padecieron mas porque tenían menos me-

pormenores de esta estraordinaria historia , referidos de unmodo tan sencillo y candoroso que atrae nuestra confianza.Voyage dans l'Amérique méridionale, pág. 529 y sig.

(4) Garcilasso, Com. Real, parte II, lib. III, cap. V.—Herrera, Hist. general, dec. VI, lib. VlIL—Zárate, Conquis-ta del Perú, lib. VIII, cap. V.—Gomara, Hist. de las Indias,cap. CXLIII.

No es de esperar de unos hombres que vagaban por aque-llos lejanos bosques un cómputo esacto del tiempo ni de ladistancia, faltos como estábamos de los medios necesarios parahacer observaciones correctas sobre este punto.

DEL PERÚ. 467dios de vencerlas. Su único alimento eran las escasasfrutas que podían recoger en los bosques, 6 lo quepor fortuna encontraban en algun aduar abandonado,ó lo que por violencia arrancaban de manos de losindios. Algunos enfermaron y murieron en el camino,porque no habla quien les socorriera. El estremo dela miseria les habia hecho egoistas y mas de un pobresoldado se vió abandonado á su suerte, destinado ámorir solo en los bosques ó mal probablemente á serdevorado vivo por los animales feroces.

Al fin en junio de 4542 despues de mas de un añoconsumido en su marcha retrógrada, Gonzalo y sucansada gente llegaron á las elevadas llanuras que seestienden á las inmediaciones de Quito. ¡ Pero cuándiferente era su aspecto de aquel con que salieron porlas puertas de la capital dos años y medio antes, os-tentando sus atavíos militares, su orgullo y sus altasy novelescas esperanzas! Volvian sin caballos; susarmas se habian roto ó tomado ; en vez de vestidurascolgaban de sus cuerpos pieles de animales feroces;sus largos y enmarañados cabellos caian en desórdensobre los hombros; sus rostros estaban quemados yennegrecidos por el sol de los trópicos; sus cuerposconsumidos por el hambre y desfigurados por dolo-rosas cicatrices; y como si la parte moral hubieradesaparecido , quedando solo , por decirlo así , lacápsula donde habia estado encerrado el cuerpo,marchaban lentamente, semejantes á una tropa dehorribles espectros. De los cuatro mil indios que ha-bian salido en la espedicion mas de la mitad habianmuerto; y de los españoles solo ochenta, muchos deellos con achaques incurables, volvieron á Quito (2).

Los pocos habitantes cristianos de aquella capitalcon sus mujeres é hijos salieron á recibir á sus com-patriotas; les proporcionaron todos los alimentos yrecursos que estaban en su mano; y al escuchar latriste relacion de sus padecimientos mezclaron suslágrimas con las de los aventureros. Despues todosentraron en la capital, donde su primer acto ( seadicho en honra suya) fue dirigirse en procesion á laiglesia á dar gracias al Omnipotente por su milagrosaconservaciou en tan largo y peligroso viaje (3). Talfue el término de la espedicion al rito de las Amazo-nas, espedicion que por los riesgos y penalidadesque la acompañaron, su larga duracion y la constan-cia con que fueron sufridos, se conserva tal vez librede toda mancha en los anales de los descubrimientosamericanos.

CAPITULO V.

Faccion de Almagro. — Su desesperada situacion. —Conspiracion contra Francisco Pizarro.—Asesinatode Pizarro.—Actos de los conspiradores.— Carácterde Pizarro.

4 541.

CUANDO Gonzalo Pizarro llegó á Quito, recibió lanoticia de un acontecimiento, que mostraba que suespedicion al rio de las Amazonas habia sido mas fa-tal á sus intereses de lo que él se habia imaginado.Durante su ausencia se habia verificado una revolu-

(2) Pedro Pizarro, Descub. y Conq. MS.—Zárate, Con-quista del Perú, lib. IV, cap. V.—Gomara , Hist. de las Ja-dias, cap. CXLIII.—Garcilasso, Com. Real, parte II, li-bro Ill, cap. XV.—Herrera Hist. general, der. VII, lib. III,cap. XIV.

Este último escritor al terminar la historia de la espedicionhace un panegírico del valor y constancia de sus compatrio-tas, panegírico que es preciso reconocer que era bien me-recido.

«Finalmente Gonzalo Picarro entró en el Quito, triunfandodel valor i sufrimiento, i de la constancia, recto é inmutablevigor del ánimo, pues hombres humanos no se hallan havertanto sufrido , ni padecido- tantas desventuras.» Ibid. , ubi

supra.(5) Zárate, Conq. del Perú , lib. IV, cap. V.

I 7 BIBLIOTECA DE GASPAR Y ROIG.

mas padecían, no tenian la filosofía suficiente paradespreciarla (1).

Al fin desanimados por la tardanza de Vaca de Cas-tro, y mas aun por la reciente noticia de su naufra-gio, no esperando ya alcanzar de una autoridad legí-tima la reparacion de sus agravios, determinarontomársela por sus propias manos y de uno en otroproyecto vinieron á la desesperada resolucion de ase-sinar á Pizarro. Señalaron para esto el domingo 26de junio de 1541. Los conjurados en número de diezy ocho ó veinte, debian reunirse en la casa de Alma-

gro , situada en la plaza mayor cerca de la catedral,y cuando el gobernador volviese de misa salir y ase-s i narlo er. la calle. Una bandera blanca, desplegadaal mismo tiempo desde una alta ventana de la casa,debía servir de señal para que el resto de los conspi-radores acudiese en auxilio de los inmediatamenteencargados de la ejecucion del hecho (2).

Apenas es posible que se ocultase este plan á Al-magro, pues que su propia casa debía ser el punto clereunion. Sin embargo, no está probado que se hallasecomplicado en el complot (3). Era en verdad dema-siado jóven para tomar una parte principal en él. Losescritores contemporáneos le representan como man-cebo que promelia mucho ,.aunque por desgracia noestaba colocado en situacion favorable para desplegarsus buenas cualidades. Era hijo de una india de Pa-namá, pero desde muy niño habia seguido la vidaactiva de su padre , á quien se parecia mucho , tantoen el carácter franco y generoso, como en la violen-cia de sus pasiones. Su juventud é inesperiencia lehacian poco á propósito para dirigir á los suyos en lascircunstancias difíciles en que_ se hallaba : así es queno obraba casi nunca por inspiracion propia, vinien-do á ser poco mas que un maniquí de sus partida-rios (4).

El mas sobresaliente de. sus consejeros era Juan deHerrada ó Rada, como se decía comunmente , caba-llero de familia respetable; pero que habiendo senta-do plaza de soldado desde muy jóven se habia elevadogradualmente á los mas altos puestos del ejército,debiendo solo su elevacion á sus talentos militares.En aquella época era ya bastante anciano; pero aunno se (labia estinguido en su pecho el fuego de la ,ju-ventud y ardia en deseos de vengar los agravios he-chos á su anti guo general. Parecía en cierto modohaber depositado en el hijo la adhesion que siemprehabia tenido al padre ,y segun las apariencias, masbien en beneficio del jóven Almagro que en el suyopropio, aconsejó el atrevido plan y se preparó paraponerse a la cabeza de los que le habian de ejecutar.

(1) Pedro Pizarro, Descub. y Conq. , MS. — Garcilasso,Com. Real, parte II, lib. 1I1, cap. VL—Herrera, Hist. gene-.ral, doc. VI, lib. X. cap. II.

Pedro Pizarro, Descub. y Conq. , MS.—Montesinos,Annales, MS., año de 1644.—Zárate, Conq. del Perú, li-bro IV, cap. VI.

(5)) Esto parece que está contradicho por la carta del mis-mo Almagro á la audiencia de Panamá, en la cual dice que ély sus partidarios desesperados con tan intolerables injuriashabían resuelto aplicar por sí mismos el remedio ent r ando encasa del gobernador y apoderándose de su persona. (Véase lacarta original, Apéndice núm. XII.) Sin embargo, en las re-laciones completas que los escritores nos han dado de estoshechos, no se encuentra el nombre de Almagre entre los quetornaron parte activa en el trágico drama. La carta solo decla-ra que su intento era entrar en la conspiracion; pero simple-mente para prender á Pizarro, no para matarlo; declaracioná la cual no dará mucho crédito el que lea la historia de lossucesos.

(4) «Mancebo virtuoso, i de grande ánimo, i bien enseña-do : a especialmente se havia exercitado mucho en cavalgará caballo, de ambas sillas, qual hacia con mucha gracia idestreca; i tambien en esrivir i leer, lo qual hacia mas libe-ralmente, i mejor delo que requeriasu profesion. De este teniacargo como aio Iuan de Herrada.» Zárate, Conq. del PerúLb. 1V , cap. VI.

Entre los conspiradores hubo, sin embargo , unoque sintiendo remordimientos de conciencia por laparte que le tocaba en el hecho, alivió su corazon re-velando todo el plan á su confesor. Este , sin pérdidade momento se lo refirió á Picado, el cual comunicóla noticia é Pizarro. Pero, cosa estraña, semejantenoticia no hizo mas impresion en el ánimo del gober-nador que los demas rumores vagos que habian lle-gado frecuentemente á sus oidos. «Este clérigo , dijo,obispado quiere (5).» No obstante habló del caso aljuez Velazgnez, el cual en vez de mandar prender álos conspiradores y adoptar las medidas necesariaspara averiguar la verdad, se mostró tan infatuado co-mo Pizarro y le respondió que podia estar sin recelo,pues mientras tuviese la vara de la justicia en la mano,nadie se atreveria á hacerle daño (6). A pesar de tan-ta confianza, para evitar todo peligro, se juzgó pru-dente que Pizarro se abstuviese de ir á misa el domingoy permaneciese en casa so pretesto de indisposicion.

En el dia señalado Rada y sus compañeros se reu-nieron en casa de Almagro y esperaron con ansia lallora en que el gobernador debía salir á la iglesia.Pero grande fue su consternacion cuando supieronque no había salido y que &e habia quedado en su alo-jamiento, segun se decía, por estar enfermo. No du-dando que se habia descubierto la conjuracion, cre-yeron inevitable su ruina, y esto sin gozar del tristeconsuelo de haber dado el golpe que pudiera condu-cirles á ella. En esta perplejidad unos opinaron pordispersarse, esperando que Pizarro estaría ignorantede sus designios; pero la mayoría determinó llevaradelante la conjuracion, atacándole en su propiacasa. Abrieron, pues, las puertas y salieron gritandoá les domas «que les siguiesen 6 de lo contrario pro-cl amarian en alta voz el objeto que les habia reunido.»No hubo mas vacilacion , y todos se precipitaron á lacalle con Rada á la cabeza gritando ¡ viva el rey !

muera el tirano ! (7)Era la hora de comer, que en los primitivos tiem-

pos de las colonias espanolas solia hacerse á las doce.Sin embargo, mucha gente atraida por los gritos delos conjurados , salió á la plaza para saber la causa.«Van á matar al marques,» dijeron algunos con frial-dad : ces é Picado á quien quieren matar,» replicaronotros; pero ni uno solo salió en su defensa. El poderde Pizarro no habia echado raices en el corazou delpueblo.

A tiempo de atravesar la plaza los conjurados, unode ellos dió un rodeo para evitar un charco que en-contró en el camino. «i Cómo !» esclamó Rada, ¡vamosá bañarnos en sangre humana y rehusais mojaros lospies en agua!» Y le mandó que se volviera á su casa .La anécdota es signiticati •ra (8).

El palacio del gobernador estaba situado en la par-

(5) «Pues un dia antes un sacerdote clérico llamado Rencofue de noche y avissó á Picado el secreptario ydíxole : «Maña-na domingo cuando el marquez saliere á misa tienen concer-tado los de Chile de matar al marquez y á vos y á sus ami-gos. Esto me á dicho vno en conlession para que os venga áavisar.» Pues savido esto Picado se fué luego y lo contó alniarquez, y el le respondió : «Ese.clérigo obispado quiere.»Pedro Pizarro, Descub. y Conq. , MS.,

(6) El Juan Velazqucz le dijo : «No tema vuestra señoríaque mientras yo tuviere esta vara en la mano nadie se atre-verá.» Pedro Pizarro, Descub. y Conq. , MS.

(7) Herrera, Hist. general, doc. VI, lib. X, cap. VI.—Pedro Pizarro, Descub.y Conq., MS.—Zárate, Conq. delPerú, lib. IV, cap. VIII.—Naliarro, Rel. sumaria, MS.—Carta del maestro Martin de Arauco, MS. , '15 de juliode 1511.

(8) «Gomez Perez, por haver allí agua derramada de unaacequia, rodeó algun tanto por no mojarse : reparó en elloJuan de Rada, y Mitrándose atrevido por el agua le dijo: ¿Va-mos á bañarnos en sangre humana y rehusais mojaros los piesen agua? Ea, volveos. Hízolo volver y no asistió al hecho.»Montesinos, Annales; MS., año de-511.

LA CONQUISTA DEL PERÚ.

'Al fin Pizarro, no pudiendo en la precipitacion del471

momento ajustarse las correas de la coraza, la arrojólejos de sí, y rodeándose la capa al brazo tomó su es-pada y salió en auxilio de su hermano. Ya era tarde:Alcántara debilitado con la pérdida de sangre cayómuy luego en tierra. Pizarro se Precipitó Sobre losagresores como un leon sorprendido en su cueva yrepartió sus gol pes con tal rapidez y fuerza, como sila edad no tuviese poder para endurecer sus miem-bros. « ¡ Cómo ! gritó , traidores ¿ habeis venido ámatarme en mi propia casa ? Los conspiradores re-trocedieron un momento al ver caer á dos de ellosbajo la espada de Pizarro ; pero en breve se reanima-ron y validos de sus superiores fuerzas se batían congran ventaja relevándose unos a otros en el ataque.El apo ento en que peleaban era estrecho y el com-bate halla dorado ya bastantes m i nutos cuando losdos pages de Pizarro ca y eron á su lado. Entonces Ra-da imp.teienle e cclamó : «¡Qué tardanza es esta!¡ Acabemos con el tirano!» Y cociendo en brazos áuno de sus compañero llamado Ni-rvaez, le arrojócontra el marques. Pizarro en el mismo instante seagarró con él y le atravesó con su espada; pero enaquel momento recibió una herido en la garganta,titubeó y casó al me t o mientras Rada y lis demasconspiradores le hunilian sus espadas eri el cuerpo.« ¡ Jesus ! esclamó el moribundo, y trazando con eldedo una cruz en el sangriento suelo inclinó la cabe-za para besarla. Entonces un golpe-mas benigno quelos domas puso fin á su existencia (2).

Los conspiradores, consumada la catástrofe, salie-ren corriendo á la calley blandiendo sus sangrientasarmas gritaron : «¡ Ya es muerto el tirano : las leyesestán restablecidas : viva el rey nuestro señor y sugobernador Almagro 1» Los de Chile atraidos porgritos que les eran tan agradables salieron rle todasparles-;í unirse á la bandera de Rada, el cual se ha-lló en breve á la cabeza de cerca de trescientos hom-bres, todos armados y preparados á sostener su auto-ridad. Estableció , e guardia en las casas de losprincipales partidarios del difunto gobernador y suspersonas fueron reducidas á prision. La ca g a de Pi-zarro y la de su secretario Picado fueron entregadasal pillaje, y en la del primero encontraron los cons-piradores abundante ho'in en oro y plata. Picado serefugió en casa del tesorero Riquelne; pero descu-bierto su retiro, segun algunos por las miradas, sinopor las palabras del mismo tesorero, le sacaron de ély le pusieron en prision segura (3). Toda la ciudad

(?) tárate, Conq. del Perú, lib. IV, cap. VIIL—Naharro,Relacion sumaría, MS.—Pedro Pizarro, Descuh. y Conquis-ta , MS.,—Tlerrera, Ilist. general, dec. V'I, lib. X, cap. VI.—Carta de la justicia y rea imiento de la ciudad de los Re-yes, MS., 15 de julio de 1541.—Carta del maestro Martín deArauco, MS.—Carta de fray Vicente de Valverde desde Tuna-hez MS.—Gomara, Ilist. de las Indias , ubi supra.—Mon-tesinos, Annales, MS. , año de 1541.

Pizarra 'olor parece no tener duda de que su parientemurió en olor de santidad. «Allí le acabaron les traidoresenemi g

os, dándole cruelísimas heridas, con rime acabó el .tulioCésar espa īiol. estando tan en sí, que pudiendo confesion congran acto de contricion , haziendo la serial de la cruz con sumisma sangre y besándola murió.» Varones ilustres , pági-na 186.

Segun un escritor, el golpe mortal se le dió un soldado lla-mado Dorreg

an, el cual cuando Pizarro estaba en el suelo,le dió en la parte posterior de la cabeza con una ,jarra quetomó de la mesa. (Herrera. Hist. general, der.. VI, lib. X,cap. VI.) Es estraordinario como, a pesar del tumulto y con-fusinn de la escena, concuerdan entre sí las diferentes rela-ciones de esta catástrofe, si bien difieren en algunos porme-nores de poca monta.

(5) «No se olvidaron de buscar á Antonio Picado, y iendoen casa del tesorero Alonso niquelme él mismo iba diciendo:«No sé adonde esté el señor Picado ,» y con los ojos le mostra-ba, i le hallaron debajo de la cama.» Tlerrera, Hist. general,clec' . VI, lib. X, cap. VII.

Poco despues de este suceso encontrarnos el nombre de Ri-8

te opuesta de la plaza. Pasábase á• él por dos patios.La entrada del primero estaba protegida por una ma-ciza puerta , capaz de resistirá cien hombres ó mas;pero la habian dejado abierta , y los aíagresores, lanz l-dose al patio interior dando su tremendo grito decombate se encontraron en él con dos criados. Mata-ron á uno y el otro se entró huyendo en la casa y gri-tando «¡Socorro, socorro, los de Chile vienen ámatar al marques!»

Pizarro estaba á la sazon comiendo, ó lo que es masprobable acababa de comer. Hallábase rodeado deunos cuantos amigos, que despues de misa hahianacudido segun parece á informarse del estado de snsalud, y algunos de los cuales se .hahian quedadoá comer con él. Entre estos estaban Martinez de Al-cántara, hermano de Pizarro por parte ele madre, eljuez Velazriuez , el obispo e l ecto de Quito y varios ca-balleros principales de Lima hasta el níimero dequince ó veinte. Algunos alarmados ron los gritosque resonaban en el patio, salieron del comedor ybajaron hasta el primer tramo de la escalera para ave-riguar• la causa. No bien se informaron de ella porlas esclamaciones del criado, se retiraron prec i pita-damente á lo interior de la casa , y no queriendoarrostrar desarmados , ó,mal armados como estabanlos mas de ellos, la tempestad que amenazaba , se sa-lieron á un corredor y desde al l í se de ccolcaron al jar-din sin haberse el menor daño. Velazquez el juez,para poder hacer uso de las manos en la bajada , sepuso la vara de la justicia en la boca , «cuidando así,dice con mucha gracia un cronista antiguo, de noquebrantar la palabra que dió de que no sucederianada á•Pizarro mientras él • tuviese la vara de la justi-cia en la mano (1).»

Entre tanto el marques, noticioso del tumulto,mandó áFrancisco de Chaves, oficial que poseia todasu confianza y que se hallaba la antesala, que cer-rase la puerta ele la escalera , mientras él con su her-mano Alcántara se ponian las armaduras Si esta or-den dada con serenidad completa hubiera sido conla misma obedecida , todos se habrian salvado ; por-que podria haberse guardado fácilmente la entradaaun contra fuerzas superiores , hasta que 'hubieranllegado auxilios á Pizarro á consecuencia de la rela-cion de los que habian huido. Pero desgraciadamenteChaves, desobedeciendo á su gefe, dejó la puertaentreabierta é intentó entrar en conferencias con losconspiradores. Estos, que habian llegado al final dela escalera, cortaron el debate arrojando por ella áChaves despues de haberle atravesado el cuerpo deuna estocada. Por un momento encontraron resis-tencia en los sirvientes del muerto; pero en breve sedesembarazaron de ellos y penetraron en lo interiorgritando : «¿Dónde está el marques? ¡ Muera el ti-rano !»

Martinez de Alcántara, que estaba en la sala inme-diata ayudando á su hermano á ponerse la coraza, nobien conoció que los conjurados se habian apodera-do de la antesala, salió asistido de dos jóvenes pagesde Pizarro y de uno ó dos caballeros de servicio yprocuró contener á los agresores. Siguióse á esto uncombate desesperado. Diéronse golpes fatales porambas parles : dos de los conspiradores cayeronmuertos en el sitio, y Alcántara y sus valientes com-pañeros estaban llenos de heridas.

(1) «En lo cual no parece haver quebrantado su palabra,porque despees huiendo ( como adelante se dirá ) al tiempoque quisieron matar al marques, se p echó de una ventanaabajo á la huerta llevando la vara en la boca.» Zárate, Con-quista del Perú, lib. IV, cap. VIL—Pedro Pizarro, Descu-brimiento y Conq., MS.—Naharro, Relacion sumaria. MS.—Carta del maestro Dtartin de Arauco, MS.—Carta de fray Vi-cente de Valverde á la audiencia de Panamá , MS., desdeTumbez,15 de noviembre de 1541.—Gomara, Hist. de las In-dias , cap. CXLV.

TOü10 I.

I 72 BIBLIOTECA DE GASPAR Y ROIG.

se llenó de consternacion viendo grupos de gente ar– fecha de su nacimiento (3). Permaneció siempre sol-mada recorrer las calles tumultuOs U

fleO te yen todas tcro; pero de una princesa india de sangre real, hijadirecciones; y los que no pertenecían al bando deAlmagro temían ser envueltos en la proscripcion. Taugrande fue el desórden que reuniéndose los padresde la Merced, salieron eu solemne procesion con elSantísimo Sacramento con la esperanza de calmar deeste modo las pasiones de la multitud.

Pero ni Rada ni sus compañeros cometieron masactos de violencia que prender á unas cuantas perso-nas sospechosas y apoderarse de todos los caballos yarmas que encontraron. lutimóse des pues al ayunta-miento que reconociera la autoridad de Almagro , ylos que se negaron á ello fueron separados sin cere-monia de sus empleos y reemplazados por otros de lafaccion de Chile. Así los derechos que alegaba Alma-gro fueron reconocidos y el jóven paseando las callesá caballo, escoltado por un cuerpo de caballeros bienarmados, fue proclamado á son de clarines gobernadory capitan general del Perú.

Entre tanto los destrozados cuerpos de Pizarro yde sus fieles servidores habian quedado tendidos enel pavimento y cubiertos de sangre. Algunos propu-sieron que se llevase el 'de Pizarro á la plaza del mer-cado y se fijase su cabeza en la horca; pero otrosaconsejaron secretamente á Almagro y obtuvieron deél que cediese á las instancias de sus amigos y per-mitiese su entierro. Ved ticóse este secreta y precipi-tadamente por temor de una interrupcion eu el mo-mento de la ceremonia. Un fiel servido-r y su esposa,asistidos de unos cuantos criados negros envolvieronel cuerpo en una sábana de algcdou y le llevaron á lacatedral. Cavóse una sepultura en el rincon mas os-curo ; digéronse las oraciones á toda prisa y en secre-to ; y al débil resplandor de unas cuantas ]rachas su-ministradas por aquellos humildes servidores, losrestos de Pizarro envueltos en su sangriento sudariofueron depositados en la madre tierra. Tal fue el mi-serable fin del conquistador del Perú, del hombre quepocas horas antes dominaba todo el pais con tan ab-soluto poder como el de los Incas. Sorprendido á laluz del dia, en. el centro de su capital, en medio delos que habían sido sus compañeros de armas partí-cipes de sus triunfos y de sus beneficios, pereció co-mo un miserable proscripto; y para usar del expre-sivo lenguaje del cronista, ano hubo nadie que ledigese : Dios te perdone (I). n

Pocos años despues, cuando se hubo restablecidola tranquilidad en el pais, loa restos de Pizarro fueroncolocados en un suntuoso féretro y depositados bajoun monumento en una parte visible de la catedral;y en 1607 cuando el tiempo habia ya tendido su be-néfico velo sobre Io pasado y la memoria délos yerrosy de los crímenes se habia borrado ante el recuerdode los grandes servicios hechos á la corona con la es-tension de su imperio colonial, sus huesos fuerontrasladados á la nueva catedral paraque reposasen allado de los de Mendoza, el sábio y digno virey delPerú (2).

Pizarro no tenia probablemente mas de sesenta ycinco años de edad cuando murió ; debe sin embargo tenerse presente que esta conjeturaes aventurada,puebs no existe documento auténtico respecto á la

quelme entre los individuos del ayuntamiento de Lima, lo queprueba que juzgó conveniente adherirse, á lo menos por en-tonces, álacausa de Almagro.

(1). «Murió pidiendo coafesion, y haciendo la cruz sin quenadie dijese, ¡Dios te perdone!» Gomera Ilist. de las Indias,cap. CXLIV.

MS. de Caravantes. —Zárate, Con q, del Perú, lib. IV,cap. VIII.—Carta del maestro Martin de Arauco, MS.—Cartade fray Vicente de Valverde desde Tumhez, 1118,

(2) «Sus huesos encerrados en una casa guarnecida deterciopelo morado con passamanos de oro que yo,he visto.» MS.de Caravantes.

ele At,ilruallpa y nieta del gran Iluayna Capee, tuvouna hija y un hijo. Ambos le sobrevivieron ; pero elhijo no llegó á la edad viril. Su madre des l ,ues de la.muerte de Pizarro se casó con un caballee() españolllamado Amanero, y se trasladó con él rí España. Subija Francisca la acompañó y se casó despues con sutio llenando Pizarro, preso á la sazon en la Mota deMedina. Ni el Titula ni los estados del marques Fran-cisco Pizarro pasaron á su descendencia ilegítima.Pero en la tercera goneracion, en el reinado de Feli-pe IV se restableció el título en favor de don JuanFernando Pizarro, quien en atencion á los serviciosde su antecesor fue creado marques de la Conquistay recibió una gran pension del gobierno. Sus descen-dientes que llevan el mismo título de nobleza se en-cueutrantodavía, segun se dice, en Trujillo en Estre-madura, tierra natal^de los Pizarras (4).

Ya he, descrito en oIro lugar la persona de Pizarro.Era de alta estatura, bien proporcionado y ele aspec-to no desagradable. Criado en los campos, sin el me-nor barniz de córte, su aire era marcial y como de unhombre acostumbrado al mando. Pero sus manerasaunque no finas, no mostraban embarazo ni rustici-dad, y cuando le con venia eran agradables y hastainsinuantes. La prueba de ello es la impresion favo-rable que produjo despues de su segunda espedicionen la ceremoniosa córte de Castilla, á pesar de ser es-traño á sus formalidades y usos.

Distinto en esto de muchos de sus compatriotas noera aficionado al lujo, antes le miraba como cosa mo-lesta. El traje que mas comunmente llevaba en oca-siones en que tenia que presentarse al público , con-sistia en una capa negra , un sombrero blanco yzapatos del mismo color : estos últimos dícese quelos llevaba por imitar al gran capitan , cuyo carácterhabia aprendido á admirar desde luego en Italia, perocon el cual ciertamente tenia el suyo muy débil se-mejanza (5).

Era sale-lo en la comida y bebida, y comunmentese levantaba antes del alba. Era tambien puntual enla asistencia á los negocios é incansable para el tra-bajo : como muchos compatriotas suyos, amigo deljuego, y poco mirado respecto á la calidad de aque-llos con quienes jugaba, aunque cuando su contrariono tenia qué perder, él se dejaba ganar , modo deobligar muy recomendado por un escritor castellanopor su delicadeza (6). -

Aunque avaro para gastar, no atesoraba. Susgrandes tesoros, mayores probablemente de los que

(3) Ante, tomo I, pág. 1`?2, nota I.(4) MS. de Caravantes.—Quintana, Españoles célebres,

tomo TI, pág. 417. — Véase tambien el Discurso Legal yPolítico que unió Pizarro y Orellana á su voluminosa obra,y en el cual se sostienen las reclamaciones de Pizarro. Esuna especie de memorial dirigido á Felipe IV en favr de losdescendientes de Pizarro, en el cual el escritor, despues 'dehab;ar délos multiplicados servicios riel conquistador, demues-tra cuán poco se ha aprovechado su posteridad de las conce-siones que aquel debió á la munificencia de la corona. El ar-

gumento del consejo produjo sus efectos.(5) Gomara , Ilist. de las Indias, cap. CXLIV. — Zárate,

Couq. del Perú, lib. IV, cap. IX.—El retrato de Pizarra enel palacio de los Vireyes de Lima le representa en traje decaballero con capa de marta y. espada. Cada entrepaño de laespaciosa sala de los Vireyes estaba reservado para el re-trato de uno de. ellos. La larga lila está completa desde Pizar-ro hasta Pezueta; y es un hecho curioso que hace notar Ste-venson, que acababa de llenarse cl último hueco cuando larevolucion vino á echar por tierra el dominio de los vireyes.(Véase Residencia en la América del Sur, pág. 223.) Lo mis-mo sucedió en Venecia. donde, si mi memoria no me es infiel,se acababa de llenar ef último nicho reservado para la efigiedel Dux cuando fue derribada la antigua aristocracia. La coin-cidencia es singular.

(G) Gaseilasso, Com. Real, parte II, libre III, cap. IX.

LA CONQUISTA DEL PERÚ. 173aquel tiempo; aun las de personas de mayor categoríaencontrarán las mas de ellas escritas en una letra (piebaria muy poco honor á un muchacho de la escuelaen los actuales tiempos.

Pizarro, aunque atrevido en la accion y firme en supropósito, del cual difícilmente podia disuadírsele,solia detenerse mucho antes de tomar una decisiondefinitiva ; lo cual le daba una apariencia de irreso–lucion estraña á su carácter (7). Quizá el conocer es-to le hizo adoptar la costumbre de contestar desdeluego : «no,» á los que iban á pedirle algun favor ydespuesá sus anchas refl sobre lo que lehabianpedid .° y concedía lo que creía deber conceder. Eraen esto el reves de su compañero Almagro, del cualse observaba que siempre decía «sí,» pero pocas ve-ces curnplia su palabra ; rasgo característico del ge-nio confiado y negligente de este gefe que se guiabamas bien que por sistema por los impulsos de su co-razon (8).

Casi inútil es hablar del valor de un hombre queseguía la carrera de Pizarro. En,efecto, el valor eracualidad muy comun entre los aventurerosespañoles,porque el peligro era su elemento. Pero poseia algomas que el mero .valor animal, y era la constancia depropósito tan profundamente arraigada en él, quenopodian conmoverla las mas furiosas tempestades dela fortuna ; esa inflexible constancia que formaba laesencia de su carácter, y que era al mismo tiempo elsecreto de sus triunfos. Pruebas notables de ella dióen su primera espedicion entre los húmedos panta-nos de Choco. Vió á sus compañeros sucumbir enderredor suyo á impulso de la enfermedad, destruidospor un enemigo invisible y sin poder dar un golpe ensu defensa, y sin embargo su ánimo no desmayó , niretrocedió en su empresa.

Hay algo que oprime la imaginacion en esta luchacontra la naturaleza. En el combate entre hombre yhombre el ánimo se complace viendo que las condi-ciones son iguales; pero en la guerra con los ele-mentos conocemos que por mas valor que mostramosen la lucha no tenemos poder para resistir. Ni nosanima la esperanza de adquirir gloria en tal contien-da, porque en el caprichoso juicio que se forma dela gloría humana el sufrir en silencio las privacionespor penosas que sean, es poco en comparacion de losostentosos trofeos de la victoria. El laurel del héroe,¡ triste cosa es para la humanidad! crece mas en loscampos de batalla.

El ánimo inflexible de Pizarro se manifestó conmas energía aun cuando en la pequeña isla del Gallotrazó en la arena la línea que debia separarle, con elpuñado de hombres que le seguian , de su pais y delmundo civilizado. Confiaba en que su constancia Ba-ria fortaleza á los débiles y agruparia en derredor su-yo á todos aquellos valientes para ayudarle en suempresa. Fiábase en el porvenir y no erró en sus cál-culos. Este fue un acto cle heroismo, al cual solo fal-taba un motivo mas noble para constituir un acto deverdadera moral sublime.

Todavía desplegó la misma cualidad de carácter,aunque de un modo menos notable, cuando desem-barcando en la costa y habiendo sabido la verdaderafuerza y civilizacion de los Incas, persistió en inter-narse en el pais á la cabeza de un cuerpo que no lle-

(7) Esta tardanza en decidirse ha lecho dudar á Herreracompletamente de su resolucion ; juicio que contradicen todoslos hechos de la historia. «Porque , aunque era astuto i reca-tado, por la maior parte fue de ánimo suspenso y no rnui re-soluto.» Hist. general, dec. V, lib. VII, cap. XIII.

(8) «Tenia por costumbre de quando algo le pedían decirsiempre de no. Esto deziaélquehacia por no faltarásupaiabra;y no obstante que decia no, correspondia con hazer lo que lepedian no aviendo inconveniente... don Diego de Almagro hera4 la eQntra, que á todos dezia, sí, y con pocos lo cumplía.»Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.

jamas han tocado en suerte á un aventurero (1) sedisiparon en su mayor parte en sus empresas , ensus obras de arquitectura y en sus planes de mejora-miento público, planes que en un pais donde el oroy la plata podia decirse que habian perdido su valorá causa de su abundancia, absorbian una increíblecantidad de dinero. Aunque P1 en cierto modo consi-deraba todo el pais como suyo yle distribuía libre-mente entre sus capitanes , es cierto que la regiaconcesion de un gran territorio con veinte mil escla-vos que le hizo la corona, jamas fue llevada á efecto,ni sus herederos se aprovecharon nunca de ella (2)..

Para un hombre de la activa energía de Pizarro lainaccion era el mayor mal_ La escitacion del juegoera en cierto modo necesaria para un espíritu acos-tumbrado á los estimulantes de la guerra yde las pe-ligrosas aventuras.. Su alma tosca no 'labia jamassaboreado recreos mas puros é intelectuales. El pobreespósito no Babia recibido lecciones ni de leer ni deescribir. Algunos aseguran que sabia ambas cosas,pero está averiguado lo contrario por el testimoniode autoridades irrecusables (3). Montesinos dice enefecto que Pizarro en su primer viaje trató de apren-der á leer ; pero que no consintiéndolo la viveza desu carácter, se contentó con aprender á escribir sunombre (4). Pero Montesinos no era historiador con-temporáneo : Pedro Pizarro, su compañero de ar-mas, nos dice espresamente que no sabia escribir nileer (5) y Zárate, otro contemporáneo, muy relacio-nado con los conquistadores, confirma este aserto, yañade que Pizarro no sabia ni aun firmar (6). Susecretorio Picado firmaba por él en sus últimos años,y el gobernador hacia solamente la rúbrica acostum-brada á los lados de su nombre. Esto se ve en los ins-trumentos que yo he examinado , en los cuales sunombre, escrito probablemente por su secretario, óel título de marqués que en los últimos tiempos reem-plazó á su nombre, tienen á cada lado una rúbricaejecutada de una manera tan tosca, como si fuera he-cha por la mano de un cavador. Sin embargo, no de-bemos juzgar de este defecto bajo el punto de vistadel siglo en que vivimos, siglo de ilustracion general,á lo menos en nuestro afortunado pais. El arte de leery escribir, ahora tan universalmente estendido, eraen el siglo xvi propio de una refinada esucacion ; ytodos los que consulten las memorias autógrafas de

(1) i tuvo mas aro i plata que otro ningun españolde cuantos han pasado á Indias ni que ninguno de cuantos ca••pitanes han sido por el mundo.» Gomara, Hist. de las Indias,cap. CXLIV.

(2) MS. de Caravantes. — Pizarro y Orellana, DiscursoLeg. y Pol., ap. Varones ilustres. —Gonzalo Pizarro cuandofue hecho prisionero por el presidente Gasea, le retó á que se-ñalase un punto cualquiera del pus donde se hubiese llevadoá efecto la real concesion de territorio hecha á su hermano.Véase Garcilasso, Com. Real, parte If, lib. V, cap. XXXVI.

(3) lis estraño que persona tan esperta como Muñoz hayacaido en este error. En una de las cartas de Pizarro encuen-tro la siguiente nota autógrafa de este eminente escritor:Carta de Francisco Pizarro, su letra y buena letra.

(4) «En este viaje trató Pizarro de aprender á leer : no ledió su viveza lugar á ello; contentóse solo con saber firmar,de lo que se reía Almagro, y decia que firmar sin saber leerera lo mismo que recibir herida sin poder darla. En adelantefirmó siempre por sí y por Almagro su secretario.» Montesi-nos Anuales, MS., año de 1525.

(5) «Porque el marquez don Francisco Picarro como nosavia leer ni eserivir...a Pedro Pizarro, Descub. y Conquis-ta , MS.

(6) «Siendo personas, dice el autor hablando de Pizarro yAlmagro, no solamente no leidas, sino que todo punto no sa-bias leer, ni aun firmar, que en ellos fue causa de gran de-fecto... Fue el marques tan confiado de sus criados y amigos,que tonos los despachos que hacia, así de governacion cornode repartimiento de indios, libraba haciendo él dos señales,en medio de las cuales Antonio Picado, su secretario, firmabael nombre de Francisco Picarro.» Zárate, Conq. del Perú,lib. IV, cap. IX.

TOMO I. 844

174BTBLiOTECA DE GASPAR Y AOIG.

gaba á doscientos hombres. En esto indudablementese propuso seguir el ejemplo de Cortés, tan contagio-so para los ánimos aventureros de aquel tiempo , yespecialmente para Pizarro , empeñado como estabaen una empresa semejante. Sin embargo, el peligroá que se espuso Pizarro fue mucho mas grande queel que tuvo que arrostrar el conquistador de Méjico,cuyas fuerzas eran casi triples, al paso que el terrorque inspiraba el nombre del Inca, terror justificadopor los resultados , estaba tan estendido entre losperuanos como entre los aztecas.

Imitando tambien el mismo noble modelo, ideóPizarro la captura de Atahuallna. Pero las situacio-nes de ambos capitanes eran tan diversas como lo fueel modo ccn que se ejecutaron estos actos de violen-cia. La cruel matanza que se hizo de los peruanos,se asemejó mas que otra cosa á la que perpetró Alva-rado en Méjico, y habría tenido tan desastrosas con-secuencias, si el carácter peruano hubiera sido tanfiero como el de los aztecas (1). Pero el golpe queescitó la irritaciorr de estos últimos hasta la locura,amilanó los ánimos pacíficos de los peruanos. Fue ungolpe atrevido, que por haber dejado tanto á la ca-sualidad apenas merece nombre de golpe político.

Cuando Pizarro desembarcó en el país, le encontródividido por una lucha en que se disputaba la coro-na. Parecia que estaba en su interes escilar un parti-do contra el otro, declarándose despues en favor delque mas le conviniera. En vez de esto recurrió á unacto audaz de violencia que confundió á los dos par-tidos. Su carrera posterior no presenta muestra al-guna de la profunda política que desplegó Cortéscuando reunió bajo su bandera naciones desunidasentre sí y las dirigió contra el enemigo comun. To-davía tuvo menos oportunidad de desplegar la tácticay admirable estrategia de su rival. Cortés sujetó susoperaciones militares á los principios que sirven denorma á un gran capitan que manda una poderosahueste. Pizarro aparece solamente como un aventu-rero, un caballero andante afortunado. De un sologolpe destruyó el encanto que por tanto tiempo habiaconservado el pais ba jo el dominio de los Incas. Que-dó el encanto destruido y la aérea fábrica del impe-rio, construida sobre la supersticion de muchos si-glos, se desvaneció al contacto de la realidad. Peroesto fue una fortuna, mas bien que el resultado deuncálculo político.

Pizarro era eminentemente pérfido,y nada masopuesto á la sana política. Un acto de perfidia plena-mente averiguado viene á ser la ruina de su autor.El hombre que permite que los denlas desconfien desu buena fé, se desprende de la mejor base para susfuturas operaciones. ¿Quién á sabiendas querrá edi-ficar sobre arena movediza? Con la pérfida conductaque observó con Almagro, se enagenó Pizarro losánimos de los españoles. Con el pérfido tratamientoque dió á Atahuallpa y despues al inca Manco, dis-gustó á los peruanos. El nombre de Pizarro llegó áser sinónimo de perfidia. Almagro se vengó con unaguerra civil ; Maneo con una insurreccion que estu-vo á pique de costar á Pizarro su poder. La guerracivil terminó en una conspiracion que le costó lavida. Tales fueron los frutos de su política. Pizarropuede ser considerado como hombre astuto , perono como hombre político, segun se han complacidomuchas veces en pintarle sus compatriotas.

Cuando tomó posesion del Cuzco halló un pais ade-lantado en las artes de la civilizacion • in til.uciouesbajo las cuales el pueblo vivia tranquilo y seguro ; lasmontañas y las llanuras elevadas estaban cubiertas deForrados; los valles reverdecían con los frutos de unailustrada agricultura; los graneros y almacenes es-taban atestados; todo el pais se regocijaba en la abun-

(',1) Véase la Conquista de Méjico, lib. 1V, cap. VIII.

dancia, y e l carácter de la nacion, dulcificado bajo lainfluencia de la forma de supersticion mas suave ymas inocente, estaba perfectamente preparado pararecibir una civilizacion cristiana y mas sublime.Pero lejos de introducirla, Pizarro entregó las razasconquistadas al dominio de su brutal soldadesca; lossagrados eláustros fueron abandonados á su lascivia,y las ciudades y aldeas entradas á saco; los desgra-ciados indios fueron repartidos como esclavos paratrabajar en las minas en beneficio de sus vencedores;los rebaños quedaron diseminados y estúpidamentedestruidos; disipáronse las riquezas encerradas enlos graneros ; los ingeniosos procedimientos paramejorar el cultivo ca yeron en desuso, y el paraisoquedó convertido en desierto. En vez de aprovechar-se de las antiguas formas de civilizacion, prefirióPizarro borrar de aquella tierra hasta el menor ves-tigio y sobre sus ruinas levantar las instituciones desu pais. Sin embargo, estas instituciones hicieronpoco en favor del pobre indio , preso en cadenas dehierro. Poco le importaba que las riberas del Pacífi-co se cubriesen de ciudades y pueblos, depósitos deun comercio floreciente : él no Babia de participar delos productos : era un estranjero en la tierra de suspadres.

La religion del peruano que le dirigia á adoraresa gloriosa luminaria que es la mejor representantedel poder y beneficencia del Criador, es tal vez laforma mas pura de supersticion que ha existido entrelos hombres. Sin embargo, apenasen el nuevo órdende cosas y por medio del caritativo celo de los misio-neros penetraron algunos rayos de mas noble fé entrelas tinieblas que oscurecian el alma del indio. Elmismo Pizarro no puede ser tachado de haber mos-trado exagerada solicitud por la propagacion de la fé.No era fanático como Cortés. El fanatismo es la per-version del principio religioso ; pero en Pizarro erael principio mismo el que faltaba. La conversion delos infieles era uno de los motivos que predominaronen Cortés para emprender su espedicion. No era unavana jactancia : hubiera sacrificado su vida por esteobjeto en cualquiera ocasion, y mas de una vez porsu indiscreto celo puso en peligro su vida y el éxitode la empresa. Su gran propósito era purificar latierra de las brutales abominaciones de los aztecassustituyendo á ellas la religion de Jesus. Esto dabaála espedicion el carácter de una cruzada; es la mejorapología de la conquista, y atrae, masque otra algu-na consideracion, nuestra simpatía en favor de losconquistadores.

Pero los motivos principales que guiaron á Pizarro,á lo menos segun el , juicio humano puede deducirlos,fueron la avaricia y la ambicion. Los benévolos mi-sioneros le siguieron en verdad en su carrera paraesparcir las semillas de la verdad espiritual, y el go-bierno español dirigió como de costumbre su bené-fica legislacion á la conversion de los indígenas. Perolo que principalmente movió á Pizarro y sus secuacesen la conquista fue la sed de oro. Este era el verda-dero estímulo de su trabajo, el premio de la perfidiay el mas precioso galardon de sus victorias. Esto dióun carácter bajo y mercenario ú la empresa; y cuandocompararnos la feroz codicia de los conquistadorescon las apacibles é inofensivas maneras de los venci-dos, n uestra. simpatía, y aun la simpatía de los espa-ñoles, está necesariamente del lado del indio.

Pero como no hay pintura que no tenga su partede luz, haciendo justicia á Pizarro no debernos in-sistir esclusivameute en las facciones oscuras de suretrato. No ha tenido España un hijo á quien debamas obligaciones por la estendion que dió á su im-perio; pues su mano conquistó para ella la mas ricade las joyas indias que resplandecieron un tiempo ensu imperial diadema. Cuando contemplamos los pe-ligros quearrostró, las fatigas que con tanta pacien-

LA CONQUISTA DEL PER17. 1 75Como se ha dicho en uno de los capítulos anterio-

res, Vaca de Castro habia sido enviado por la córtede España para cooperar con Pizarro al restableci-miento de la tranquilidad del pais, y con facultadespara tomar el mando en caso de muerte del goberna-dor. Despues de una larga y tempestuosa travesíadesembarcó en la primavera de 1541 en el puerto deBuena Ventura ; y disgustado de los peligros delmar, prefirió continuar su molesto viaje por tierra.Pero estaba tan debilitado por las incomodidades quehabla sufrido , que tardó tres meses bien completosen llegar á Popayan, donde recibió la sorprendentenoticia de la muerte de Pizarro. Esta era la contin-gencia tan juiciosamente prevista en sus instruccio-nes. Sin embargo , las dificultades de su situacion lepusieron en una perplej idad dolorosa. Eraestraujeroenaquella tierra, con imperfectos conocimientos acercadel pais, sin fue rza armada que le protegiese, sin pe-ricia militar ele que poder aprovecharse en caso ne-cesario. Nada sabia respecto al grado de influenciaque tenia Almagro; nada tampoco acerca de la esten-sion y fuerza de la insurreccion ; nada en fin de lasdisposiciones del pueblo entre el cual se hallaba.

En tal conflicto un ánimo débil habria seguido elparecer de los que le aconsejaban que se volviese áPanamá y esperase allí hasta reunir fuerza suficientepara presentarse de nuevo y hacer cara con ventaja álos insur gentes. Pero el valeroso corazon de Vaca deCastro rehusó dar un paso que habría probado su in-competencia para el puesto que se le habia confe-rido. Tenia confianza en sus propios recursos y en lainfluencia de la comision en virtud de la cual iba áobrar. Confiaba sobre todo en la habitual lealtad delos españoles, y despues de meditarlo maduramente,determinó seguir adelante y fiar á los sucesos el cum-plimiento del objeto de su mision.

Corfirmólé en su próposito la carta que recibió deAlvarado ;y sin mas dilacion continuó su marcha áQuito. Allí fue bien recibido por el segundo de Gon-zalo Pizarro, que gobernaba el pais durante la ausea-cia de su gefe, ocupado, como hemos visto, en la

Aespedicion al rio de las mazonas. Reuniósele tam-bien Benalcázar, el conquistador de Quito, con unacorta fuerza ,y le ofreció auxiliarle personalmenteen la prosecucion de su empresa. Entonces presentóla real cédula que le autorizaba para tomar el mandoen el caso de que Pizarro muriese, y declaró que ha-biendo llegado este caso, era su intencion ejercerla autoridad que se le habia coufcrido. Al mismotiempo envió emisarios á las principales ciudades,exigiendo le obedeciesen como á legítimo represen-tante de la corona , teniendo cuidado de elegir paraeste servicio personas discretas y de prestigio entrelos ciudadanos; y despues continuó lentamente sumarcha hacia el Sur (2).

Quería de este modo dar tiempo á que sus intima-ciones produjesen efecto y á que se calmase la fer-mentacion causada por los últimos estraordinariossucesos. Confiaba en la lealtad que hacia que el es-pañol se sometiese siempre, escepto en casos estre-mos, á las decisiones de la autoridad real; y aunquelas pasiones del momento podían haber alterado encierto modo estos sentimientos populares, creía po-der fácilmente dar al pueblo la recta direccion y de-

(2) Berrera, Hist. general, dec. VI, lib. X, cap. IV.—Carta de Benalcázar al emperador desde Calí, MS., 20 de,se-tiembre de 1542.

Benalcázar aconsejó á Vaca de Castro que tomase solamen-te el titulo de juez y no el de gobernador que podria poner enconflicto sus pretensiones con las que sustentaba Almagro ála parte del pais, conocida con el nombre de Nueva Toledoyque le habia le gado su padre. «Porque yo le avisé muchasveces no entrase en la tierra corno governador, sino como juezde V. M. que venia á desagraviar á los agraviados, porquetodos le recibirian de buena gana.» Ubi supra.

CAPITULO VI.

Movimientos de los conspiradores. — Se adelanta Vacade Castro. — Actos de Almagro.— Marcha del gober-nador. — Las fuerzas de ambos se aproximan — San-grientas llanuras de Chupas. — Conducta de Vaca deCastro,

1541-1543.

EL primer acto de los conspiradores, despues deasegurar la posesion de la capital, fue enviar emisa-rios á las diferentes ciudades para proclamar la revo-lucion que acababa de verificarse y exigir el recono-cimiento de Almagro como gobernador del Perú. Enaquellos puntos como Trujill o y Arequipa, donde laintirnacion iba sostenida por una fuerza militar, fuesin mucha dificultad obedecida. Pero en otras pobla-ciones tuvo mas frío asentimiento y en algunas laórden fue recibida con desprecio. En el Cuzco, puntoel mas importante despues de Lima , un número con-siderable de partidarios de Almagro aseguró el triun-fo de su bando, deponiendo de sus empleos á losmagistrados de opinion contraria, y reemplazándoloscou otros de carácter mas acomodaticio. Pero los lea-les habitantes de la ciudad , disgustados de seme-jante proceder enviaron á buscar secretamente á unode los capitanes de Pizarro llamado Alvarez de Hol-guiri ; y este entrando en la ciudad depuso á los nue-vos dignatarios y redujo á la obediencia la antiguacapital.

Los conspiradores experimentaron una oposiciontodavía mas enérgica de parte de Alonso de Al varado,uno ele los principales capitanes de Pizarro (derro-tadocomo recordará el lector, por Almagro el padreen el puente de Abancay) y cine entonces se hallabaen el Norte con unos doscientos hombres de escelentetropa. Este oficiall-al recibir la noticia del asesinatode su gefe , escribió inmediata mente al licenciadoVaca de Castro, participándole el estado de los nego-cios en el Perú , é instándole para que apresurase sumarcha hacia el Sur (1).

(1) Zárate, Conq. del Perú , lib. IV , cap. XIII.—Herrera,llist. general, dee. VI, lib. X, cap. VII.—Declaracion deUscategui, MS.—Carta del maestro ,llartin de Arauco, MS.—Carta de fray Vicente de Valverde, desde Tumbez, MS.

cia sufrió, los increibles obstáculos que superó , losmagníficos resultados que consiguió con su solobra-zo sin auxilio del gobierno, aunque no puede tenér-sele por hombre grande ni bueno en toda laestensionde la palabra, no es posible dejar de considerarlecorno hombre muy estraordinario.

Tampoco podernos sin injusticia omitir para ate-nuar sus yerros, el hacernos cargo de las circunstan-cias de su edad primera ; porque, como Almagro,era hijo del pecado y del dolor, arrojado al mundocasi desde su nacimiento para que en él buscasefortuna como pudiera. En su tierna edad debia reci-bir las impresiones que le comunicasen aquellos encuya sociedad vivia. ¿ Y cuándo le toca al pobre es-pósito caer en manos de personas entendidas y vir-tuosas? Tocóle vivir entre la licencia de un campa-mento en la escuela de la rapiña, con personas cuyaúnica ley era la espada, y que miraban al desgracia-do indio y á sus propiedades como un despojo legí-timo.

¿Quién no se estremece al pensar lo que podriahaber sido, educado en semejante escuela ? La gran-deza del crimen no es una prueba clara de la crimi-nalidad del agente. La historia debe hablar del pri-mero para recordarle corno un aviso al génerohumano ; pero solo aquel que conoce el corazonde los hombres, la fuerza de la tentacion y los mediosde resistirla, es el que puede determinar la medida deldelito.

176 BIBLIOTECA DE GASPAR Y BOIG.

volverle sus hábitos de obediencia. No calculaba malen esto; porque estaba tan arraigado el principio delealtad en el antiguo español, que solamente han po-dido conmoverle siglos enteros de opresion y tiranía.Triste es, aunque no estraño, que el largo tiempopasado bajo un mal gobierno no le haya dado aunsuliciencia para elegir uno bueno.

Mientras pasaban estos acontecimientos en el Nor-te , el partido de Almagro en Lima se iba robuste-ciendo de dia en din; porque ademas de los quedesde el principio se habian declarado abiertamenteen favor de su padre, se adhirieron espontáneamenteal nuevo órden de cosas otros que por diversos mo-tivos se hallaban disgustados de Pizarro.

El primer acto del jóven beueral , ó mas bien deRada, que dirigia sus movimientos , fue asegurar lasprovisiones necesarias para los soldados, muchos delos cuales, habiendo sufrido una larga indigencia,no estaban de modo alguno aptos para el servicio.Reuniéronse fondos considerables echándose sobrelos de la corona, que tenia el tesorero en su poder.Picado , el secretario de Pizarro , fue sacado de laprision é interrogado acerca del sitio donde este ha-bía depositado sus tesoros; pero aunque fue puestoá cuestion de tormento, no quiso, ó lo que es masprobable, no pudo dar noticia alguna sobre este pun-to; y los conspiradores, que tenian una larga cuentade injurias que arreglar con él, terminaron los pro-cedimientos cortándole públicamente la cabeza en lagran plaza de Lima (1).

Valverde, el obispo del Cuzco, segun él mismoasegura, intervino en su favor, pero en vano. Es sin-gular que las últimas veces que este fanático preladoaparece en la escena sea con el benévolo carácter deintercesor (2). Poco tiempo despues se le permitióembarcarse en Lima con el juez Velazquez y algunosotros partidarios de Pizarro. Tenemos de él unacarta fecha en Tumbez en noviembre de 1541 ; y. casiinmediatamente despues-de haberla escrito cayó enmanos de los indios y con sus compañeros fue ase=sinado en Puna ; muerte violenta que con bastantefrecuencia terminaba la carrera del aventurero ame-ricano. Valverde era un fraile dominico que, comoel padre Olmedo respecto á Cortés, habla estado allado del gefe de la espedicion durante todo el tiempode ella. Pero no siempre como el'buen Olmedo usóde su influencia para detener el brazo levantado delguerrero. A lo menos no es este el aspecto bajo elcual se presenta en la terrible matanza de Caxamalca.Sin embargo, algunos autores contemporáneos dicenque despues de instalado en su obispado fue incan-sable en su celo por convertir á los indios y mejorarsu condicion; y su correspondencia con el gobiernodesde este período, muestra gran solicitud por tanlaudables objetos. Educado en la severa escuela de ladisciplina monástica, que con frecuencia cierra elcorazon á la caridad comun de la vida , no podia,como el buen padre Las Casas, elevarse sobre súsfanáticos principios, y siguiendo el espíritu de es-cuela creyó que la santidad del fin justificaba los me-dios por repugnantes que en sí mismos fuesen. Sinembargo, este hombre que tan sin reparo alguno ha-bia derramado la sangre de los pobres indios por ase-gurar el triunfo de su fé , habría vertido espontánea-

mente toda la suya en su defensa. Caractéres seme-jantes no eran raros en el siglo xvi (3).

Los partidarios de Almagro , habiéndose provistode fondos , se proveyeron tambien sin el menor es-crúpulo de caballos y armas de toda especie, apro-piándose los que pudieron hallar en la ciudad : lo cualhicieron con tanto menor repugnancia, cuanto quela mayor parte de los habitantes no les manifestababuena voluntad. Mientras se ocupaban en esto, reci-bió Almagro la noticia de que Holguin había salidodel Cuzco con cerca de trescientos hombres y con elobjeto de efectuar su union con Alvarado que se ha-llaba en el Norte. Era importante para Almagro im-pedir esta union. Si la política de Vaca de Castro erael dilatar las operaciones, claro está que la de Alma-gro debia consistir en acelerarlas y traer lo maspronto posible las cosas á una solucion definitiva;marchar primero contra Holguin á quien fácilmentepodria vencer con sus fuerzas superiores y despuesterminar la lucha con la derrota , todavía mas fácil,de Alvarado, cuando el nuevo gobernador estuvieseen cierto modo en sus manos. Habria sido fácil der-rotar en detall todos estos cuerpos de tropas , que sillegaban á reunirse presentarian un ejército formi-dable. Era demasiado atroz el proceder con que Al-magro y los suyos se habian declarado en oposicioncontra el gobierno; era demasiado directo el golpedado á la real autoridad , para que los perpetradoresde aquel acto pudiesen lisonjearse con la esperanzadel perdon. El único medio de salvacion que les res-taba era seguir adelante en la revuelta, y alcanzandorepetirlos triunfos ponerse en una situacion tan for-midable que llegara á dar cuidado al gobierno; puesel temor á un vasallo demasiado poderosó hubieraarrancado concesiones que jamas se habrian hecho ásus ruegos.

Pero Almagro y los suyos no se atrevieron á po-nerse en abierta rebelion con la corona. Rabian acu-dido á la rebelion, no porque la deseaban, sino por-que no habían encontrado- otro medio de conseguirsu objeto. Querian solamente vengar los agraviospersonales que habian recibido de Pizarro, pero nointentaban desafiar la autoridad real. Así cuando al-guno de los mas resueltos de estos que siguen imper-térritos las cosas hasta en sus últimas consecuencias,propusieron marchar desde luego contra Vaca deCastro y terminar la contienda con un golpe atrevido,la proposicion fue casi universalmente desechada, ysolo al cabo de un largo debate se adoptó la resolu-cion de dirigirse contra Holguin é impedir su reu-nion con Alonso de Alvarado.

Apenas 'labia Almagro emprendido su marcha so-bre Xauxa , donde se proponia presentarla batalla ásu enemigo , le ocurrió la gran desgracia de lamuerte de Juan de Rada. Era este hombre de edadalgo avanzada y las últimas acaloradas escenas enque 'labia tenido la parte mas principal habian dadoun golpe mortal á su constitucion, ya debilitada poruna vida de estraordinarias fatigas. Con su muerteesperimentó Almagro una pérdida inmensa, porqueademas ríe la sincera adhesion que Rada le profesaba,era por su larga esperiencia y su carácter prudente,aunque animoso, el mas á propósito de todo el ejér-cito para conducirle á puerto seguro entre el borras-coso mar en que se había dejado embarcar.

Despues de Rada los dos caballeros que 'labia de

(3) «Que el señor obispo fray Vicente de Valverde , comopersona que jamas ha tenido fin ni celo al servicio de Dios nimenos en la conversion de los naturales en los poner é doc-trinar en las cosas de nuestra santa fée católica, ni menos enentender en la paz é sosiego tiestos reynos, sino á sus intere-ses propios, dando mal ejemplo á todos.» (Carta de Almagreá la Audiencia de Panamá, MS., 8 de nov. de 1511.) Debetenerse presente que el autor de esta carta era enemigo per-sonal del obispo.

(1) Pedro Pizarro Descuh. y Couq. , MS.—Carta de BarrioNuevo, MS.—Carta de fray Vicente de Valverde desde Tum-bez ,MS.

(2) «Siendo informado que andavan ordenando la muerteá Antonio Picado, secretario del marquesque tenian preso,luí á don Diego é á su capitan general Joan de Herrada é átodos sus capitanes, i les puse , delante el servicio de Dios yde S. M. i que bastase en lo fecho por respeto de Dios, hu-millándome 5. sus pies por que no lo matasen : i no bastó , queluego dende á pocos días lo sacaron á la plaza desta ciudaddonde le cortaron la cabeza.» Carta de fray Vicente de Val-verde desde Tumbez, MS.

LA CONQUISTA DEL PERÚ. 177cias en que desgraciadamente su suerte le habiacolocado.

Ocupóse inmediatamente en proveer á las necesi-dades de sus tropas y en poner á todos y cada ímo cl esus soldados en el mejor estado para sostener la pró-xima campaña. Llenó su tesoro con gran cantidad deplata que sacó de las minas de La Plata. El azufre,que se ohtenia en abundancia en las inmediacioneádel Cuzco, le suministró buen material para la fabri-cacion de pólvora. Mandó construir cañones, algunosde gran calibre, bajo la inspeccion de Pedro de Can-dia, el griego que, segun recordará el lector, fue elprimero que llegó al pais con Pizarro, y que con al-gunos de sus compatriotas levantinos, segun les lla-maban, estaba perfectamente instruido en esta clasede fabricacion. Babo su direccion se hicieron armasde fuego, corazas y yelmos de una mezcla de plata ycobre (3), y de tan escelente calidad, que segun diceun veterano de aquel tiempo, podían competir conlos construirlos en las fábricas de Milan (4). Ademasrecibió Almagro un auxilio tan oportuno como ines-perado, procedente del Inca blanco, el cual detes-tando la memoria de Pizarro, trataba de renovar conel jóven Almagro los amistosos lazos que le habianunido á su padre, lazos que tal vez estaba dispuestoá estrechar teniendo en consideracion la sangre pe-ruana que corria en las venas del jóven capitan. Deél obtuvo Almagro una gran cantidad de espadas,lanzas, armas y armaduras ele toda especie, la ma-yor parte de ellas tomadas por el Inca en el memora-ble sitio del Cuzco. Tambien recibió la agradablepromesa de que el Inca le auxiliaría con un refuerzode tropas indias cuando abriese la campaña.

Antes, sin embargo, de apelar definitivamente álas armas , resolvió Almagro probar el efecto de lasnegociaciones con el nuevo gobernador. En el veranode 1542 le envió una embajada á Lima, donde se ha-llaba , manifestándole lo sensible que le era tomar lasarmas contra un empleado de la corona. Decíale ade-mas que su único deseo era vindicar sus derechos,asegurando la posesion de la Nueva Toledo que lecorrespnndia por legado de su padre, y de cuya he-rencia habia sido injustamente escluido por Pizarro:añadía que no disputaba al gobernador su autoridadsobre la Nueva Castilla corno pais asignado al mar-ques; por último, proponia que cada una de las par-tes con endientes permaneciese en los límites de surespectivo territorio hasta que la córte de España leshiciese saber su determinacion. A esta comunicacion,redactada en términos respetuosos, no recibió res-puesta alguna.

Frustradas sus esperanzas de pacífico arreglo co-noció ya el jóven capitan la necesidad de apelar á lasuerte de las armas. Reunió sus tropas, y antes desalir de la capital íes hizo una buena arenga. Protestóque el paso que él y sus valientes compañeros iban ádar no era un acto de rebelion contra la corona, sinoun acto á que se velan obligados por la conducta delmismo gobernador. Dijo que la comisiou encomen-dada á este no le daba autoridad sobre el territorio dela Nueva Toledo, cedido á su pudre y que su padrele habia dejado en herencia; que si Vaca de Castro,traspasando sus facultades les obligaba á romper lashostilidades, la sangre que se derramase caeria sobre

mas consideracion y de mas altas pretensiones eranCristóbal de Sotelo y Carda de Alvarado ; ambos do-tados de gran pericia militar, pero el último de genioaudaz y presuntuoso parecido en cierto modo al deaquel capitan de su mismo nombre que adquirió mu-cho mayor fama bajo las banderas de Cortés. Desgra-ciadamente se despertaron los celos entre ambosoficiales , celos tan comunes entre españoles quepueden mirarse como un rasgo del carácter nacional;celos que so fundan en un falso principio de honorque ha sido siempre fecundo en facciones lo mismoen las monarquías que en las repúblicas.

Esta era una gran desgracia para Almagro , cuyainesperiencia le hacia necesitar el apoyo de los demasy que en el estado ele agitaciom en que se hallaba elpais , apenas sabia en quién buscar este apoyo. Conmotivo de la dilacion que ocasionaron estas disensio-nes, su pequeño ejército no llegó al valle de Xauxahasta despues que el enemigo había pasado por él.Almagro le siguió de cerca dejando (letras los bagajesy la artillería para poder marchar mas deprisa. Perola ocasion se había ya perdido. Los ríos, aumentadoscon las lluvias del oto īro, dificultaban la persecucion,y aunque sus tropas ligeras dieron alcance á unoscuantos rezagados, Holguin logró co .ducir sus fuer-zas por los peligrosos pasos de las montañas y verifi-car su reunion con Alonso de Alvarado cerca delpuerto septentrional de /tintura.

Frustrado su objeto ; Almagro se preparó paramarchar sobre el Cuzco ( capital que considerabacomo comprendida en su jurisdiccion) para tomarposesion de ella y hacersus preparativos á fin de salirde nuevo al encuentro de su adversario. Sotelo, quefue enviado delante con una corta tuerza, no hallóoposicion alguna en los indefensos habitantes , ypuso otra vez el gobierno de la ciudad en manos delos de Chile. Poco despues su jóven capitan se pre-sentó á la cabeza de sus batallones y estableció suscuarteles de invierno en la capital del imperio Inca.

Allí los celos de los capitanes rivales se •convirtie-ron en abierta lucha , que terminó con la muerte deSotelo, traidoramente asesinado en su propia habi-tada' por Gaici l do Alvarado. Esta atrocidad irritótanto mas á Almagro, cuanto que sintiéndose dema-siado débil para castigar al agresor, hubo de disimu-lar su resentimiento por entonces , y aparentar tra-tarle con mas favor y distinciones. Pero no se engañóAlvarado respecto á lo que significaba esta conducta;sabia que había fallado á la confianza de su general;y para evitar el daño que pudiera hacerle , urdióuna conspiracion contra él. Almagro , incitado porla necesidad de la propia defensa, imitó el ejemplode su oficial entrando en su casa con unos cuantoshombres armados que le dejaron muerto ea el si-tio (1).

Este proceder irregular tuvo las mejores conse-cuencias. Los sediciosos planes de Alvarado perecie-ron con él: las semillas de insuburdiunciou quedarondestruidas, y desde aquel mornelllo Alulagro no ha-lló sino ciega obediencia y leal apoyo en sus soldados.Desde entonces su carácter pareció esperimentar unnotable cambio: fióse menos de los otros que de símismo, y desplegó recursos que no podian preverseen un jóven de sus años , porque apenas tendríaveinte y dos (2). La energía y previsión que ma-nifestó no obstante su juventud, demostraron que (3) «Y demas de esto hizo armas para la gente de su real,

habia sabido colocarse á La altura de las circunstan— g 11C l ío las tenia, de pasta de plata i cobre mezclado, de quesalen muy• buenos coseletes: lloviendo corregido demas destotodas !asumas de la tierra; de manera que el que menos ar-mas tenia entre su gente, era cota i coracinas ó coselete, iceladas de la misma parte que los indios hacen diestramentepor muestras de Milan.» Zárate Conq. del Perú, lib. IV, ca-pitulo XIV

(4) «nombres de armas con tan buenas celadas borgoliiesascomo se hacen en hilan.» Carta de Ventura Beltran al empe-

i rador, MS. desde Vilcas, 8 de octubre de 1542.

(1) Pedro Pizarro, Descub. y Conq. , MS.— Zárate, Con-quista del Perú , lib. IV , cap. X —XIV. — Domara, Ilist.delas Indias, cap. CXLVII.— Ueclaraciou de Uscategui, MS.—Carta de Barrio huevo, MS. — perrera, Historia general,dec. VI; lib. X , cap. XIII, clec. VII, lib. IIt, eap• 1—V.

(2) «Hico loas que su edad requería , porque seria deedad de veinte i dos años.» Zárate, Conq. del Perú , lib. VI,cap. XX.

GASPAR Y ROIG.

cieron desde luego su autoridad, si bien no mani-festaron grandes deseos de correr con él los azares dela próxima lucha.

Despues de haberse detenido largo tiempo en cadauno de estos puntos, volvió á emprender su marchay llegó al campo de Alonso de Alvarado en Huaura áprincipios de 15 t2. Holguin habia establecido susreales á alguna distancia de los de su rival ; porquese habia suscitado como de costumbre la rivalidadentre estos capitanes, aspirando ambos al mando su-premo de capitan general del ejército. El empleo degobernador que ejercia Vaca de Castro parecia queincluia el de general en gefe de las fuerzas; perocomo. el-licenciado no habia seguido . otra carrera quela de las leyes, cualquiera que fuese la autoridad quese abrogase en materias civiles , los dos capitanes es-peraban que resignaria en sus manos el mando mi-litar. Conocian muy poco el carácter de Vaca deCastro..

Aunque no poseia mas conocimientos en el arte dela guerra que los que tenian todos los caballeros enaquella edad marcial, conoció que confesar su igno-rancia y encomendar á otras manos la direccion delos negocios militares habria sido disminuir consi-derablemente su autoridad, si ya no inspirar des-precio inicia ella en los espíritus turbulentos entrequienes se hallaba. Tenia sagacidad y genio, y con-fiaba en que podría suplir sus faltas con la experien-cia ele los ciernas. Su empleo le permitia disponer delos hombres mas aptos del pais, y ayudado de susconsejos se sentía con suficiencia para adoptar unplan de operaciones y llevarlo decididamente á cabo.Conoció ademas que el único medio , de destruir larivalidad entrelos dos capitanes en aquella crísis eratomar para sí el empleo que causaba la disension.

Sin • embargo acercóse con cautela á sus ambiciososoficiales ; y las amonestaciones que les dirigió pormedio de personas juiciosas de las que mas íntima-mente les trataban , produjeron tan buen resultado,que ambos renunciaron en su favor á todas sus pre-tensiones. Holguin, el mas díscolo de los dos, pasó ávisitarle al campo mismo de su rival, donde el go-bernador tuvo la, satisfaccion de-reconciliarle coñAlonso de Alvarado. Esto demuestra cierta habilidad,porque la enemistad de ambos habia ya llegado al -puuto de producir un desafío.

En seguida envió Vaca de Castro la mayor . partede su fuerza en direccion de Xauxa, mientras él á lacabeza de un pequeño -cuerpo se encaminaba á Lima.A1li fue recibido con vivas demostraciones de gozopor los habitantes , en lo general parciales de Picar-ro , como el mas firme y constante protector de sucapital ; los cuales después de la partida de Almagrese habían apresurado á espulsar del ayuntamiento ásus hechoras y á sacudir el yugo de su autoridad.Con tan favorables disposiciones, el gobernador nohalló dificultad en obtener de los habitantes mas ricosun considerable empréstito; pero no lue tan afortu-nado al principio en sus pedidos de armas y caballos,porque los de Chile habilita hecho ya demasiado fiel-mente la recoleccion de semejante cosecha. Sin em-bargo, habiendo prolongado su residencia por alguntiempo eu la capital, consiguió antes de salir de ellaimportantes auxilios tanto eu armas como en muni-ciones, y logró aumentar sus fuerzas con un cuerpobastante considerable de reclutas (3). •

Mientras se ocupaba en esto recibió la noticia deque el enemigo habia salido del Cuzco y marchabahacia la costa. Saliendo, pues, de Lima con sus fie-les partidarios, tomó la vuelta de Xauxa, punto de-

178 BIBLIOTECA DE

la cabeza de aquel , no sobre las suyas. «Con el ase-sinato de Pizarro, coutiouó, no tiernos hecho masque tornar por nosotros mismos la J usticia que porotros se nos negaba. n Lo mismo sucede ahora res-pecto á la lucha que vamos á emprender contra elnuevo gobernador: « somos tan fieles y leales súbdi-tos de la corona como él. » Por último, exhortó á lossoldados á que se agrupasen con ánimo firme y re-suelto brazo alrededor suyo , pues que en la próximacontienda todos estaban igualmente interesados.

Su auditorio no fue imseusible á este discurso..Po-cos habia que no conociesen que su suerte estabaligada indisolublemente á la de su capitau; y comotenían poco que esperar del austero carácter del go-bernador, se unieron mas y mas á la causa de soló-ven gefe, que ademas de poseer las cualidades popu-lares de su padre, escitaba aquella simpatía propiade su edad y de las circunstancias de su situados].Así los oficiales y soldados poniendo las manos sobrela cruz colocada en un aliar dispuesto al afecto, ju-raron repetidas veces arrostrar toda clase de peligroscon Almagre y permanecerle fieles hasta el últimotrance.

En punto á fuerzas no se habla robustecido grancosa desde su salida de Lima. Todas sus tropas ascen-derian á poco mas de quinientas hombres; pero en-tre ellos estaban los veteranos de su padre, aguerri-dos en mas de una campaña contra los indios. Teniaunos doscientos caballos, muchos de ellos cubiertoscompletamente de malla , circunstancia no muy co-

rnil!) en aquellas guerras, en que un coleto forradode algodou era la única armadura del guerrero-Suinfantería formada de alabarda±ros y arcabuceros , es-taba perfectamente armada. Pero su principal fuerzacousistia en la artillería, compuesta de diez y seispiezas, o ho de grue<o calibre y ocho 1'alconetes,Como se llamaban: todas las cuates, formraban, diceun testigo presencial, uu hermoso parque «suficientepara hacer batería en el castillo de Búrgos (1). » Eusuma el pequeiro ej ército, aunque no imponente porsu número, era disciplinado, tan apto como el quemas para pelear en los campos del Perú ,y desdeluego mucho mejor que Magullo de los que .Almagroel padre ó Pizarr•) condujeron en-sus conquistas. Po-niénrdose, pues, jóven á la cabeza de su valientetropa, salió del Cuzco á mediados del verano de 1542-y-dirigió su marcha -hacia la costa, esperando enematrar al enemigo (2).

Mientras pasabas estos sucesos, Vaca de Castro,á quien hemos de j ado en Quito el año anterior, seadelantaba lentamente Inicia el Sur. Su primer actodespu s de salir de aquella ciudad indicaba la resolu-cien de mo comprometerse a nada con los asesinos dePizarro. Bemulcázar, el distinguido oficial de quienhe dicho que fue de los primeros en adherirse á sucausa, habla protegido y facilitado la fuga á uno delos principales conspiradores, amigo sino personal.Vaca de Castro indignado de su proceder, uo quisoescuchar esplicaciones y mandó á Bemalcázar que sevolviese á.su distrito de Popayau. Atrevido paso fueeste , en el estado precario en que sé hallaban susasuntos.

Prosiguió el gobernador su marcha, siendo•bienrecibido del pueblo eu el camino; y cuando entró enlas ciudades de San Miguel y de Trujillo fue acogidocon leal entusiasmo por los habitantes, que recono-

(1) • «El artillería hera suficiente' para hacer batería en elcastillo de Búrgos.r, Dicho del capitan Francisco de Carvajalsobre la pregunta 38 de la informado!'hecha en el Cuzco en18.43 a favor de Vaca de Castro, 1IS.

(2) Pedro Pizarro , Descub. y Conq. , MS.—Declaracion deUscalegui, MS.—Garcilasso, Com. Real, parte II, lib. II, ca-pítulo XIII. Carta del cabildo de Arequipa al emperador, SanJoan da la Frontera 24 de setiembre de 1542, MS.—Berrera,Hist. general, dec. VII, lib. III, cap, 1—U.

(5) Declarador] de Uscategui, MS.—Pedro Pizarro, Des-cubrimiento y Conq., MS.—Herrera , Hist. general, clec. VII,lib. I, cap. I. — Carta de Barrio Nuevo, MS, — Carta deBenalcázar al emperador, MS,

LA CONQUISTA DEL PERÚsignado para la reunion de sus fuerzas. Allí las reunióen efecto, y halló que aséendian á unos setecientoshombres. La caballería, en la cual consistía su fuerzaprincipal, era superior en número á la de su contra-rio ; pero no estaba tan bien armada ni montada.Componlase de muchos caballeros de noble linaje,de soldados espertos, y de algunos que teniendograndes intereses en juego por poseer vastas porcio-nes de terreno en el pais, habían accedido al llama-miento del gobierno y se habian alistado en sus ban-deras (1). Su infantería, ademas del número compe-tente de alabardas, tenia bastantes armas de fuego;pero la artillería se componía solamente de tres ócuatro falconetes mal montados. No obstante estosdefectos, el ejército real, si tan insignificante fuerzapuede merecer este nombre, era tan superior en nú-mero al de Almagro, que calculadas las ventajas ydesventajas de ambos lados la partida no podia pare-cer tan desigual (2).

El lector acostumbrado á las grandes masas em-pleadas en las guerras europeas, se sonreirá tal vezal contemplar las escasas fuerzas de los españoles.Pero en el Nuevo Mundo, donde una inumerablehueste de indios entraba por muy poco en la balanza,quinientos europeos bien equipados eran considera-dos como un cuerpo formidable. Ningun ejército has-ta el período de que vamos hablando Babia llegado ácontar mil hombres. Pero no es el número, como yalíe dicho otra vez, el que da importancia á una ac-cion, sino las consecuencias que esta trae consigo, lamagnitud de la escena y la destreza y valor de los ac-tores. Cuanto mas limitados son los medios, mayordebe ser la ciencia que se necesita para emplearlos;así olvidando la pobreza de los materiales, fijamosnuestra atencion en la conducta de los actores y enla grandeza de los resultados.

Hallándose Vaca de Castro en . Xauxa; recibió unaembajada de Gonzalo Pizarro vuelto ya de su espedi-cion á las « Tierras de las Canelas, » por medio de lacual le ofrecia sus servicios en la próxima - lucha. Larespuesta del gobernador indicaba que no habia aban-donado la esperanza de entrar en negociaciones con_Almagro, con tal que fuese sin comprometer la au-toridad real. Considerando que atendida la igualdadde las fuerzas beligerantes el éxito era muy dudoso,queda tal vez evitar el estremo de una batalla, y sabiaque la presencia en su campo de Pizarro, ésto es, delodioso enemigo de los de Almagro, escitaria en suspechos tal desconfianza, que frustraria toda tentativade amistoso arreglo. Quizá también el gobernador noqueda apresurarse á introducir en sus consejos unhombre de espíritu tan turbulento. Contestó, pues,á Gonzalo dándole gracias por la prontitud con quehabia acudido á ofrecerle auxilio; pero rehusándolocortesmente, y aconsejándole que permaneciese ensu provincia para descansar de las fatigas de su pe-nosa espedicion. Al mismo tiempo le aseguraba que

(1) El a yuntamiento de Arequipa , muchos de cuyos indi-viduos se hallaron en el ejército, reciclad enérgicamente unaconpensacion en favor de estos por haberles obligado á dejarsus tierras y tomar las armas por órden del gobierno. Segundecian, su patriótico ejemplo no seria muchas veces seguidosi no se les daba una recompensa proporcionada. Este docu-mento , importante por sus pormenores históricos, se hallainserto en el Apéndice núm. XIII.

(i?) Pedro Pizarro Descub. y Conq., 111.S.—Zárate, Con-quista del Perú, lib. IV, cap. XV. — Carta de Barrio Nue-vo, MS. — Carbajal refiere la manera política con que su ge-fe reclutaba gente para su servicio pagándoles con promesasy buenas palabras cuando no tenia dinero que darles. «Dandoá unos dinero é á otros armas i caballos, i á otros palabras,i á otros promesas, i á otros graciosas respuestas de lo quecon él negociaban , para tenerlos á todos muy contentos i pues-tos en el servicio de S. M. cuando fuese menester.» Dicho delcapitan Francisco de Carbajal sobre la informacion hecha enel Cuzco en 1543, á favor de Vaca de Castro, MS.

179no dejaria de utilizar sus servicios cuando la ocasionlo exigiese. El activo caballero quedó muy disgustadocon esta repulsa (3).

Despues recibió el gobernador noticias respecto álos movimientos de Alma gro que le hicieron suponerque este se preparaba á ocupar á Guamanga, puntomuy fortificado á mas de treinta leguas de Xauxa(4).Ansioso de asegurar la posesion de esta plaza, levantóel campo, y á marchas forzadas hechas de maneratan irregular que le hubieran puesto en gran conflictosi su enemigo hubiera estado cerca para aprovecharsede la ocasion, consiguió anticiparse á Almagro y en-trar en Guamanga cuando su enemigo se hallaba enBilcas, á diez leguas de distancia.

En Gua manga Vaca de Castro recibió otra emba-jada de Alrnagro, proponiéndole en sustancia lo mis-mo que en la primera. El jóven gefe lamentaba lashostilidades que iban á romperse entre hermanos, yproponia un arreglo sobre las mismas bases que he-mos dicho. A estas proposiciones condescendió ya elgobernador en dar respuesta ; y por ella podria infe-rirse que se compadecia en cierto modo de la juven-tud e inesperiencia de Almagro, que quería haceruna distincion entre él y los principales conspirado-res, con tal que pudiese separarle de los intereses deestos; pero es mas probable que intentó solo entre-tener á su enemigo con la apariencia de una negocia-cion para ganar tiempo, á firl de corromper la fideli-dad de sus tropas.

Insistió en que Almagro disolviese su ejército y leentregase todos aquellos que estaban inmediatamentecomplicados en el asesinato de Pizarro , prometién-dole que con estas condiciones el gobierno olvidariasu traicion, y volvería á gozar del favor regio. Di–cese que con esta mision envió Vaca de Castro á unespañol disfrazado de indio con instrucciones paracomunicarse con ciertos oficiales de Almagro , y ha-cer, si era posible, que le abandonasen y volviesen ála obediencia del gobierno. Desgraciadamente se des-cubrió el disfraz del emisario, el cual fue preso ysometido al tormento; confesó el hecho y fue ahor-cado como espía.

Almagro dió cuenta á sus capitanes del estado delas negociaciones. Las condiciones propuestas porel gobernador eran tales, que ningun hombre quetuviese la menor sombra de honor podía aceptarlasni por un momento; y la indignacion de Alma gro yde los suyos se aumentó al notar la doblez de su ene-migo que ponia en práctica tan insidiosos manejosmientras ostensiblemente entraba en francas y lealesnegociaciones. Temerosos acaso de que las tentadosras ofertas de su antagonista llegasen á vencer laconstancia de los mas débiles, pidieron á Almagroque rompiese toda negociacionles condujese in-mediatamente contra el enemigo (5).

Entre tanto el gobernador, viendo que el terrenoquebrado que rodeaba á Guamanga era desfavorablepara la caballería, en la cual tenia su mayor con-fianza, sacó sus fuerzas á las tierras bajas conocidascon el nombre de llanuras de Chupas. Era entoncesla estacion tempestuosa del año , y por espacio demuchos dias la tormenta tronó con furia entre aque-llas colinas, descargando en el valle y sobre las mise-rables tiendas de los soldados tanta abundancia delluvia y nieve, que todos se vieron en breve empapa-dos hasta los huesos, y estuvieron á punto de perecer

(3) Zárate, Conq. del Perú, lib. IV , cap. XV.(4) Cieza de Leon, Crónica, cap. LXXXV.(5) Dicho el capitan Francisco de Carbajal sobre la infor-

macion hecha en el Cuzco en 1513 en favor de Vaca de Cas-tr o, MS. — Zárate, Conquista del Perú, lib. IV, cap. XVI.— Herrera, Hist. general, clec. VII, lib. 111, cap. VIII. —Carta de Ventura Beltran, MS. — Gomara, llist. de las In-

dias, cap. CXLIX.

{ g) nfBLIOTECA DE

Tornó , pues , el consejo de Francisco de CarbajaI quele propuso guiar las tropas por-un rodeo seguro. Estaes la primera ocasion en que aparece el nombre deeste veterano en las guerras de América, en las cualesadquirió despues tan triste celebridad. Habia llegadoal pais despues de cuarenta años de campañas en Eu-ropa, donde habia estudiado el arte militar en la es-cuela del Gran Capitan Gonzalo de Córdoba. Aunquede edad muy avanzada, tenia todo el valor y energíaindomable de la juventud, y sus hechos mostraronque habla sabido aprovecharse de las lecciones reci-bidas bajo el mando de tan gran general.

Aprovechándose, pues, de un camino circular querodeaba las colinas, condujo sus tropas de tal modo,que hasta que se hallaron casi encima del enemigoestuvieron protegidas por el terreno intermedio. Enla marcha fue acometido su flanco izquierdo por losbatallones indios al mando de Paullo, hermano delInca Manco; pero un cuerpo de arcabuceros dirigiócontra ellos un fuego bien nutrido que libró prontoá los españoles de este obstáculo. Cuando al fin lastropas reales subiendo á la cima de la eminencia vol-vieron á encontrarse enfrente de las líneas de Alma-gro, la artillería jugó contra ellos con sangrientoefecto. Hubo un momento, sin embargo, en que sinsaberse la causa, se dirigieron los cañones á un puntoque aunque presentaba un buen blanco, la mayorparte de los tiros pasaban sobre las cabezas de losenemigos. No está averiguado si esto fue efecto de

-traicion ó solamente de torpeza. La artillería estabaá las órdenes de Pedro de Candia, que segun recor-dará el lector fue uno de los trece que tan valiente-mente se pusieron al lado de Pizarro en la isla delGallo, y que habia peleado con aquel capitan durantetoda la conquista. Despues, habiéndose disgustadode él, tomó partido por Almagro; pero tal vez lamuerte de su antiguo gefe habia desvanecido su re-sentimiento y deseaba volver á sus primitivas bande-ras. Dícese, á lo menos, que por aquel tiempo estabaen correspondencia con Vaca de Castro, y el mismoAlmagro parece que se convenció de su traicion,porque despues de haberle reconvenido en vano porsu conducta, le atravesó con su espada, dejándolemuerto en el campo. Despues, lanzándose él mismoi uno de los cañones, le dió nueva direccion, y contan buen éxito , que el tiro echó por tierra á muchossoldados de la caballería enemiga (1).

El fuego se hizo entonces mas mortífero para lastropas reales : una descarga barrió toda una lila de lainfantería, y aunque las otras se adelantaron veloz-mente á llenar los huecos, no pudiendo los soldadossufrir el fuego vivo que se les hacia, llamaron á gran-des gritos a la caballería, que habia hecho alto porun momento , para que apresurase su marcha (2 ).Causaba la dilacion el deseo de Carbajal de adelantarsus cañones para oponerlos .á los del enemigo. Peroinmediatamente se abandonó este designio : dejóse en

(1) Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.—Zárate, Con-quista del Perú, lib. 1V, cap. XVII, XIX. — Naharro, Re-lacion sumaria, MS. — FIerrera, Hist. general, dec. VII,lib. III, cap. XI. —Dicho del capitan Francisco de Carbajalsobre la informacion hecha en el Cuzco en 1545 en favor deVaca de Castro, MS. — Carta del Cabildo de Arequipa al em-perador, MS. — Carta de Ventura Beltran, MS.—Declara-don de Uscategui, MS.—Gomara,^ Historia de las Indias., ca-pítulo CXLIX. — Segun Garcilasso, cuyos cañones siempreproducen mas efecto que los de cualquier otro escritor, diezy siete hombres murieron de esta maravillosa descarga.Com. Real, parte II, lib. III, cap. XVI.

(2) Segun Zárate los oficiales hicieron marchar con lapunta de la espada á sus soldados para que llenasen los huecosque hablan dejado sus compañeros muertos. «Porque vn tirollevó toda una hilera é hizo abrir el escuadron, i los capita-nes pusieron gran diligencia en hacerlo cerrar, amenacandode muerte a los soldados con las espadas desenvainadas, i secerró.» Conq. del Perú, lib. IV,,cap. I.

GASPAR Y ROIG.

el campo la inútil artillería; y se dió orden á la ca-ballería para que cargase. Sonaron las trompetas , ylos valientes caballeros dando el grito de carga y hun-diendo las espuelas en los hijares de sus caballos, selanzaron á todo galope contra el enemigo.

Mas le hubiera valido á Almagro permanecer firmeen un puesto que tantas ventajas le daba. Pero esci-tado por un falso pundonor, juzgó indigno de un ca-ballero valiente esperar el ataque á la defensiva ;ymandando á su gente que cargase, los escuadronesenemigos avanzando rápidamente uno contra otro, seencontraron en medio del camino en la llanura. Elchoque fue terrible. Hombres y caballos titubearonen fuerza del galope. Las lanzas volaron hechas asti-llas)3 , y los soldados sacando las espadas ó echandomano de las mazas , aunque algunos de los delejército real solo iban armados con una hacha comun,pelearon con toda la furia que engendran las guerrasciviles. Era aquella una lucha terrible, no solamentede hombre contra hombre, sino, para valerme de laspropias palabras de un testigo presencial, de hermanocontra hermano y de amigo contra amigo (4). Nadiepedia cuartel, porque el golpe que había sido bas-tante fuerte para romper los mas estrechos lazos delparentesco había roto tambien los de la humanidad.Las escelen tes armas de los de Almagro contrabalan-cearon la superioridad del número de sus enemigos;pero los del ejército real consiguieron alguna ventajadirigiendo sus golpes-á los caballos en vez de diri-girlos á los cuerpos armados de sus contrarios.

Entre tanta la infantería sostenía por ambas partesun vivo fuego de arcabuz que producía efecto así enlas filas respectivas como en las de caballería.Pero laartillería gruesa de Almagro, bien dirigida esta vez,hacia horrible estrago en las columnas de infanteríareal que se iban adelantando. Estas no pudiendo yasufrirlo, empezaban á retroceder, cuando Franciscode Carbajal lanzándose á la cabeza de todos, gritó :

¡ Mengua y baldon para el que ceda! yo soy un blan-co doble mejor para el enemigo que ninguno de vos-otros. D Era en efecto hombre corpulento : y arrojandode sí el acerado yelmo y la coraza para no tener ven-taja alguna sobre sus soldados, se quedó armado á laligera con su coleto de algodon. Despues blandiendosu partesana, se entró atrevidamente por entre lascolumnas de fuego y humo que brotaban los caño-nes, y seguido entre una lluvia de balas por los masvalientes de sus tropas, se lanzó sobre los artilleros yse hizo dueño de las piezas.

Las sombras de la noche habían empezado ya áentenderse cada vez mas espesas sobre el campo , ytodavía la mortal contienda continuaba en la oscuri-dad, distinguiéndose Ios partidos por las divisas ro-jas ó blancas y por los gritos de : ¡Vaca de Castro yel rey ! ¡ Almagro y el rey ! si bien ambos invocabanel auxilio del apóstol Santiago. Holguin, que mandabala izquierda de los realistas, habia muerto al principiode la accion, atravesado de dos balas de arcabuz. Ha-bíase hecho notable por la rica túnica de terciopeloblanco que llevaba sobre la armadura. Sin embargo,todavía un valiente cuerpo de caballería mantuvo el

(5) «Se encorltraron de suerte que casi todas las lascasquebraron, quedando muchos muertos, i caldos de ambas par-tes.» (Zárate Conq. del Perú, lib. IV, cap. 1.) Zárate escribeen esta ocasion con el espíritu y energía de Tucidides. No sehalló en la batalla; pero llegó al pais al año siguiente y supotodos sus pormenores por las personas mejor informadas, conquienes su posicion le daba fácil acceso.

(4) Este es el lenguaje de los mismos vencedores, que ensu carta al emperador comparan la accion de Chupas á la granbatalla de Rávena. «Fue tan reñida i porfiada , que despuesde la de Rávena, no se á visto entre tan poca gente mas cruelbatalla, donde hermanos áhermanos, ni deudos á deudos, niamigos á amigos no se davan vida uno á otro.» Carta del ca-b:ido de Arequipa al emperador, MS.

LA CONQUISTA DEL PERI)Campo con tanta firmeza en aquella ala, que los sol-dados de Almagro no pudieron adelantar un paso (1).

No sucedió lo mismo en la derecha, donde manda-ba Alonso de Alvarado. Acometióle Almagro en per-sona, que peleaba con un valor digno de su nombre.El jóven general intentó con repetidas cargas arrollarlos escuadrones de su enemigo, peor montados y peorarmados que los suyos. Alvarado se resistió con in-domable valor; pero su fuerza se habia debilitado,como hemos visto , antes de la batalla con la reservaque tuvo que dar al gobernador, y acosado por elnúmero superior de su adversario, que le habla yaganado dos estandartes, iba poco á poco perdiendo

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terreno. «Prended, pero no mateis, n gritaba el ge-neroso jó ven , creyéndose seguro de la victoria (2).

Pero en este momento crítico, Vaca de Castro, quecon su reserva ocupaba una altura que dominaba elcampo de batalla, conoció que habia llegado la oca-sion de tomar parte en la lucha. Largo tiempo susojos penetrando entre el humo de los cañones y arca-buces habian seguido los movimientos de los comba-tientes : y á cada momento recibia noticias del estadoen que se hallaba la accion. No vaciló, pues, y man-dando á su gente que le siguiera, se arrojó osada-mente en ella en lo mas reñido de la pelea para socor-rer á su esforzado oficial. La llegada de un nuevocuerpo de tropas frescas dió otro giro al combate (3).Auirnáronse los soldados de Alvarado y estrecharonsus filas. Los de Almagro, aunque arrollados al prin-cipio por el ímpetu del ataque, se repusieron enbreve y volvieron contra sus enemigos. Trece de loscaballeros de Vaca de Castro cayeron exánimes de suscaballos. Pero este era el último esfuerzo de los deAlmagro. La fuerza, aunque no el valor, les habíaabandonado. Retrocedieron, pues, en todas direc-ciones, y confundiéndose en la oscuridad caballería,infantería y artillería, se atropellaron unos á otros porhuir de la persecucion de sus enemigos. Almagro in-tentó detenerlos; hizo milagros de valor, dice un tes-tigo ocular, pero fue arrollado por el ímpetu de losque retrocedían , y aunque parecía buscar la muertesegun el desembarazo con que esponia su persona alpeligro, no_ recibió una sola herida. .

Otros hubo de su ejército , y entre ellos un ,jóvenllamado Gerónimo de Al varado , que se negaron obs-tinadamente á abandonar el campo de-batalla, y gri-tando : ¡ Nosotros asesinarnos á Pizarro, nosotros ma-tamos al tirano ! se.arrojarou sobre las lanzas de susvencedores , prefiriendo la Muerte En el campo á laignominia del patíbulo (4).

Eran las nueve cuando cesó la batalla, aunque áintervalos se oyó todavía el fuego en el campo á horamuy avanzada; cuando alguna partida errante de fu-gitivos era alcanzada por sus perseguidores. Sin em-Largo, muchos lograron escaparse favorecidos por laoscuridad de la noche, y de otros se dice que trataronde eludir la persecucion de un modo mas singular,que fue arrancando los distintivos (le sus enemigos

(1) Se peleó con tan igual ardor por ambas partes, diceBeltran, que por mucho tiempo fue dudoso á qué lado se in-elinaria la victoria. «I la batalla estuvo muy gran rato en pe-so, sin conoscerse victoria de la una parte á la otra.» Cartade Ventura Beltran , MS.

(.9) «Gritaba: ¡Victoria! i decia prender i no matar.» Her-rera , Historia general, clec. VII, lib. I11, cap. X1.

(3) La carta del ayuntamiento de Arequipa ebugia al go-

bernador por-haber decidido con este movimiento la suerte dela batalla y manifiesta admiracion por el arrojo que desplegóy que no era de esperar en un hombre de su edad y profesión.Véase el Apéndice núm. XIII.

(4) «Se arrojaron en los enemigos como desesperados, hi-rieron á todas partes, diciendo cada uno por su nombre : «Yosoi Fulano, que maté al marques, i así anduvieron hasta quelos hicieron pedacos,» Zárate, Conq. del Perú, lib. IV, ca-pitulo XIX.

muertos, poniéndoséles y uniéndose en la persecu-cion á las tropas de Vaca de Castro.

Este al fin, temiendo algun accidente desagrada-ble , y que los fugitivos ; reuniéndose de nuevo en laoscuridad pudiesen causar alguna pérdida (i sus per-seguidores, mandó tocar las trompetas y llamó á losdispersos soldados bajo sus banderas. Toda la nochepermanecieron sobre las armas en el campo, teatropocas horas antes de ruido y confusion ,y entoncessumido eu un triste silencio que interrumpían sola-mente los ayes de los heridos y moribundos. Los in-dios que durante la batalla se hablan mantenido comouna negra nube en las cimas de los montes , contem-plando con sombría satisfaceion el estrago de sus ene-migos, se aprovecharon entonces de las tinieblas parabajar á la llanura como una manada de famélicos lo-bos, donde despojaron de sus vestiduras los cuerposde los españoles muertos, y aun de aquellos que,aunque vivos, incapaces de defenderse, se habianarrastrado hasta ocultarse entre las matas.

A la mañana siguiente Vaca de Castro dió órdenpara que los heridos (los que no habian muerto deresultas de la fria humedad de la noche) fuesen enco-mendados al cuidado de los cirujanos, y que variosclérigos administrasen confesiou y absolucion á losmoribundos. Abriéronse cuatro grandes fosas en quese enterraron indistintamente los cuerpos de losmuertos tanto de un partido como de otro. Pero losrestos de Alvarez de Holguin y de algunos caballerosde distiucion fueron trasladados á Guamanga paraenterrarlos con la solemnidad correspondiente á suclase ; y las rotas banderas ganadas á sus vencidoscompatriotas, ondearon sobre sus monumentos comotristes trofeos de la victoria_

El número de los muertos se calcula con variedad,desde trescientos á quinientos por ambas partes (5).Los vencedores por efecto del fuego de cañoo que su-frieron antes de la batalla, tuvieron mas pérdida quelos de Almagro en la derrota que siguió despues. Elnúmero de los heridos fue aun mayor, y la mitad ómas de los de Almagro que salieron ilesos de la ac-cion, cayeron prisioneros. Muchos en efecto lograronescaparse á Guamanga y refugiarse en las iglesias ymonasterios; pero fueron arrancados de su asilo yconducidos á prisiou. Su valiente gefe seguido sola-mente de unos pocos soldados, se retiró al Cuzco,donde inmediatamente fue preso por los mismos ma-gistrados á quienes él habia colocado al frente delgobierno de la ciudad (6).

En Guamanga Vaca de Castro nombró una comi-sion presidida por el licenciado ,le- la Gama para juz-gar á los prisioneros; y In justicia no quedó satisfechahasta despues de haber sido condenados cuarenta ámuerte y otros treinta á destierro, algunos de estoscon pérdida de uno ó mas de sus miembros (7). Tan

(5) Zárate le fija en trescientos. Garcílasso y Uscategui,que era del partido de Almagro, le hacen subir á quinientos.

(0) Los pormenores de la accion están tomados de PedroPizarro, Descub. y Conq. MS. — Carta de Ventura Beltran,MS. —Zárate, Conq. del Perú, lib. IV, cap. XVII, XX.-Naharro, Relacion sumaria , MS.—Dicho del capitan Fran-cisco de Carbajal sobre la inforinacion hecha en el Cuzco en4315 á favor de Vaca de Castro, MS.—Carta del Cabildode Arequipa al emperador, MS. — Carta de Barrio Nue-vo, MS.—Gomara, Ilist. de las Indias, cap. CXLIX.—Garci-lasso , Com. Real , parte II, lib. 111, cap. XV, XVIII.-Declaracion de Uscategui , MS.

Muchos de estos escritores estuvieron presentes en la ac-cion, y ra r as veces pueden sacarse los pormenores de una ba-talla de testimonios mas auténticos. El que estudie la historiano se sorprenderla de que hubiese en estos detalles la mayordiscrepancia.

(7) Declaracion de Uscategui, MS.—Carta de Ventura Bel-trae , MS.—Zárate , Conquista del Perú, lib. IV , cap. XXI.—Los leales habitantes de Arequipa parece que quedaronmuy contentos de estas ejecuciones. «Y si la noche, dicen, nocerrara tan presto; V. M. quedara bien satisfecho de esto

1S4 BIBLIOTECA DE GASPAR Y ROlG.

severas represalias han sido demasiado frecuentesentre españoles en sus contiendas civiles: y es estrañoque tan ciegamente se lancen á ellas siendo tan tristela suerte de los vencidos (1).

Desde el teatro de esta sangrienta tragedia pasó elgobernador al Cuzco, donde entró á la cabeza de susvictoriosos batallones con toda la pompa y aparatomilitar de un vencedor. En su modo de vivir Vaca deCastro mantenía cierta ostentacion , de que algunosse burlaban, comparánd ola con las reformas econó-micas que despues introdujo en las rentas (2). Perosu objeto era con estas formas esteriores producirefecto en la generalidad del pueblo, y no quería des-aprovechar ningun medio de (lar autoridad á su em-pleo de gobernador. Su primer acto fue decidir de lasuerte de su prisionero Almagro. Reunióse para estoun consejo de guerra : algunos opinaron por que seperdonase la vida al desgraciado gefe en considera clond su juventud y á la gran provocacion que había re-cibido; pero la mayoría dijo que no podia hacersetal merced al gefe ele los rebeldes, y que su muerteera indispensable para asegurar de un modo perma-nente la tranquilidad del pass.

Cuando Almagro fue conducido al sitio de la eje-cucion en la gran plaza del Cuzco, donde su padrehabia sido ejecutado pocos años antes, manifestó lamayor serenidad , si bien cuando el heraldo proclamóen alta voz que Babia merecido la suerte de los trai-dores, negó con indignacion que lo fuese. No apeló ála misericordia de sus jueces; solamente - les pidió quesus huesos fuesen depositados al lado de los de suinfeliz padre (3).

Pocos nombres ha habido en la historia mas des-graciados que el de Almagro. Sin embargo, la muertedel hijo escila mas profunda simpatía que la del pa-dre, y esto no solo por su juventud, sino por las cir-cunstancias particulares de su situacion. Poseia mu-chas de las buenas cualidades del viejo Almagro;tenia un carácter franco y varonil, y sus manerasde soldado estaban suavizadas por el refinamiento deuna educacion mejor que la que se adquiere entre lalicencia de los campos. Su carrera, aunque corta, da-ba indicios de un gran talento, que solo necesitabaun buen teatro donde des::: ollars.e. Pero era el hijode la desgracia, y la mañana de su vida estuvo siem-pre encapotada de negras nubes. Si su carácter, na-turalmente benigno, mostró á veces algunas centellasdel vengativo furor propio de la raza india, algunaescusa debe hallar no solamente en su sangre, si-no tambien en las circunstancias de su situacion.Habia recibido muchos agravios, y si la conspiracionpuede justificarse alguna vez, es sin duda en un casosemejante, en que desesperado por los ultrajes he-chos á él y á su padre, no podia obtener reparaciondel único de quien tema derecho á reclamarla. Conél se estinguió el nombre de Almagro, y la faccion deChile, que por tanto tiempo fue el terror del pais,desapareció para siempre.

Mientras ocurrian estos acontecimientos en el Cuz-co supo el gobernador que Gonzalo Pizarro hablallegado á Lima, donde se mostraba muy descontentodel estado de las cosas en el Perú. Quejábase alta-

traidores; pero lo que no se pudo entonces hacer, ahora elgovernador lo hace, descuartizando cada dia á los que se es-caparon.» Véase el Apéndice núm. XIiI.

(1) Nota del traductor. El traductor, Free, y los he-chos de esta historia lo prueban suficientemente, que la san-gre de los vencidos mantiene siempre vivo el germen de lasdiscordias civiles. Lo estrado, [mes, seria que lis represaliastuviesen el efecto que el autor supone que debían tener.

(2) Herrera, Historia general, der. VII, lib. IV. capí-tulo 1.

(3) Pedro Pizarro , Descub. y Conq. , MS. —Zárate, Con-quista del Perú, lib. IV, cap. XXI.—Naharro Relacion su-maria, MS.— Herrera, Historia general. der. VII, lib. VI,Cap. I,

mente de que despues de la muerte de su hermano nose le hubiese encomendado el gobierno del pais, ysegun se decid, estaba formando planes para apode-rarse de él. Vaca de Castro sabia perfectamente queno fallarían malos consejeros que instasen á GonzaloPizarro á dar este paso desesperado; y deseando es-tinguir las últimas chispas de insurreccion antes queprodujesen un incendio, agitadas por tan turbulentosánimos, envió una fuerza considerable á Lima paraguarnecer aquella capital , mandando al mismo tiem-po á Gonzalo Pizarro que se le presentase en elCuzco.

No creyó este prudente desobedecer la órden; ypoco despues entró en la capital Inca á la cabeza deun cuerpo de caballeros bien armados. Admitirlo in-medialainente á presencia del gobernador, este man-dó retirar su guardia, diciendo que nada tenia quetemer de un caballero tan valiente y leal como Pizar-ro. Despues le hizo varias preguntas respecto á susúltimas aventuras en las Canelas, y le manifestó graninteres al oir sus estraordinariosparlecimientos. Tuvocuidado de no escitar sus sospechas aludiendo á susambiciosos planes , y concluyó aconsejándole, queya que estaba restablecida la tranquilidad del pais,se retirase á buscar el reposo, que tanto necesitaba,en sus productivas haciendas de Charcas. GonzaloPizarro, no encontrando motivos para reñir en latibieza y política del gobernador, y probablementeconociendo que , á lo menos por entonces, no teniasuficiente fuerza para oponérsele, juzgó prudentetomar su consejo y retirarse á la Plata , donde se ocu-pó en laborear aquellas ricas minas , que en breve lepusieron en estado de acometer una empresa de masimportancia que ninguna de las que hasta entonceshabia llevado á cabo (4).

Vaca de Castro, desembarazado así de su formi-dable competidor, se ocupó entonces en organizar elpais. Empezó por el ejército, parte del cual 'rabia yadisuelto; pero aun quedaban muchos caballeros queinstaban porque se les diese la recompensa propor-cionada á sus servicios. Nq rebajaban ellos la impor-tancia de estos, y el gobernador se consideró afortu-nado en verse libre de sus importunidades empleán-dolos en distantes espediciones, 11111 de las cuales fuela esploracion del pais regado por el gran río de laPlata. Sin una ocupacion como esta, los turbulentosánimos de los altivos caballeros pronto hubieran pues-to de nuevo el pais en fermentacion.

Despues se ocupó Vaca de Castro en dar leyes parael mejor gobierno de la colonia. Atendió con espe-cial cuidado á la pohlacion india y estableció escuelaspara enseñarles la doctrina cristiana. Dictó tambienvarias medidas para librarles de las esaccioues de losconquistadores ., y animó á los pobres indios á trasla-dar su residencia á las ciudades de los blancos. Mandóá los caciques que proveyesen de víveres los tambosó posadas que hubiese en su jurisdiccion, con lo cualquitó á los españoles un pretesto para el robo y faci-lité al mismo tiempo considerablemente el tráfico.Vigiló con gran cuidado la adnriiiistracion de las ren-tas que ha-bian sido dilapidadas en los últimos distur-bios, y en muchos casos disminuyó los repartimientosque le parecian escesivos. Este último acto le atrajoel odio de los que de él fueron objeto; pero sus medi-das eran tan justas é imparciales, que la opinion pú-blica le apoyó plenamente (5).

En realidad la conducta de Vaca de Castro desdeel momento de su llegada al pais fue tal que se gran-jeó el respeto de todos y demostró su competencia

(4) Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.—Herrera, His-toria general, dei,. VII, lib. VI, cap. II, lib. IV cap. III.-Zárate, Conq. del Perú ,lib. IV, cap: XXII.

(5) Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.—IIerrera, His-toria gen., clec, VII, lib. VI, cap. II,

LA CONQtiiSVApara el difícil cargo que se le había conferido. Sinfondos, sin tropas, al desembarcar 'labia hallado elpais en completa anarquía ; y sin embargo con su va-lor y habilidad Babia logrado adquirir suficiente fuer-za para sofocar la insurreccion. Aunque no era solda-do, habia mostrado indomable espíritu y presenciade ánimo en el momento de la accion y hecho suspreparativos militares tan previsora y discretamenteque escitó la admiracion de los mas espertos vete-ranos.

Si abusó, como pudiera creerse, de la victoriamostrándose cruel con los vencidos, tambien debeadmitirse que no le movió á ello motivo alguno per-sonal. Era uri jurisconsulto muy partidario de lasreales prerogativas; consideraba la rebelion comocrimen imperdonable, y si su carácter austero erainexorable en la administracion de justicia, tambienhay que tener en cuenta que vivia en una edad dehierro, en que la misericordia raras veces templabael rigor de la ley.

Ea sus demas disposiciones para el arreglo del paismostró igual imparcialidad é ilustracion. Los colonosconocieron perfectamente los beneficios de su admi-nistracion é hicieron el mejor elogio de sus servicios,dirigiendo peticiones á Castilla para que continuaseen el gobierno del Perú (1) . Por desgracia no era estala política que se habia propuesto seguir la córte deEspaña.

CAPITULO VII.

Abusos de los conquistadores.—Código para las colo-nias.—Gran escitacion en el Perú.—El virey. BlascoNuñez.—Su severa Politica.-Oposicion que le haceGonzalo Pizarro.

1543-1544.

ANTES de continuar la narracion de los sucesos delPerú , debemos dar una ojeada á la metrópoli , dondeocurrían importantes cambios respecto € la adminis-tracion de las colonias.

Carlos Y desde su subida al trono de España Babiatenido ocupada su atencion con los acontecimientospolíticos de Europa, donde se abria á su ambicionun teatro mas vasto que el que podian ofrecerle lasguerras con príncipes bárbaros en el Nuevo Mundo.Aquí sin embargo un imperio, casi oculto hasta en-tonces , se habia levantado y crecido hasta adquirirdimensiones mayores que las de sus dominios euro-peos, y estaba -destinado á llegar á ser todavía masopulento que estos. Habíase, en verdad, bosquejadoun plan de gobierno, dictándose de cuando en cuan-do algunas le

yes para el arreglo de las colonias; pero

estas leyes eran con frecuencia acomodadas, menosal interes de las colonias mismas que al de la metró-poli ,y aun las veces que se dirigian á promover elbienestar de las colonias eran mal ejecutadas, porquela voz de la autoridad, aunque fuertemente proclamadaen España, se apagaba frecuentemente en débilesecos antes que cruzase los mares.

Este estado de cosas, y aun el modo con que en elprincipio se adquirieron los territorios españoles delNuevo Mundo eran fatales tanto para las razas con-quistadas como para sus vencedores. Si las provinciasganadas por los españoles hubiesen sido fruto de unapacífica adquisicion, de negociaciones ó de cambios;ó si se hubiera hecho la conquista bajo la inmediatadireccion del gobierno , los intereses de los indioshubieran sido mas cuidadosamente protegidos. Lasuperior civilizacion de los indios en las colonias es-

(1) «I así lo escrivieron al rei la ciudad del Cuzco, la villala de Plata, i otras comunidades, suplicándole que los dexasepor gobernador á Vaca de Castro , como persona que procedíacon rectitud i que ya entendia el govierno de aquellos reinos.»Herrera, Hist. general, dec. VII, lib. VI, cap. II.

Da PERÚ. 185pañolas de América, les hizo continuar despues dela conquista viviendo en el pais conquistado y mez-clándose en las poblaciones con los blancos; forman-do en esto un contraste notable con los primitivosindios de la América del Norte, que retrocediendo al.contacto de la civilizacion, se fueron retirando masy masá medida que esta se adelantaba, hasta ocultar-se en lo mas profundo de sus espesos bosques. Perolos americanos del Sur hablan recibido de antemanoinstituciones propias de una legislacion mas refinadaque la que podia aplicarse á los salvajes habitantes delas florestas; y si el soberano hubiera dirigido enpersona sus conquistas no habria consentido que uñaparte tan considerable de sus vasallos fuese necia-mente sacrificada á la codicia y crueldad del puñadode aventureros que les habia subyugado.

Mas el encargo de someter el pais habia sido pordesgracia encomendado á manos de individuos irres-ponsables, soldados de fortuna, aventureros desespe-rados que entraron en la empresa como en un juego,proponiéndose jugar sin el menor escrúpulo y consolo el objeto de ganar de cualquier modo que fuese.Como del gobierno apenas recibían auxilio, debiansus triunfos solamente á su valor, y así se persuadie-ron de que el derecho de conquista estinguia todoslos derechos anteriores de los desgraciados indígenas.Las tierras y las personas fueron repartidas entre losvencedores como legítimos despojos de la victoria, ycada dia se perpetraban atentados de que la humani-dad se estremece.

Estos atentados, aunque en ninguna parte se co-metian en tan terrible escala como en las islas, dondeen pocos años habian aniquilado casi toda la pobla-cion india, eran sin embargo de suficiente magnituden el Perú, para atraer la venganza del cielo sobrelas cabezas de sus autores • y el indio podía ver queno se habia dilatado mucho esta venganza cuandocontemplaba á sus opresores destrozándose sobre susmiserables despojos y volviendo las armas contra símismos. El Perú, como ya he dicho, fue subyugadopor aventureros, en su mayor parle de mas baja ymas feroz ralea que los que siguieron las banderas deCortés. El carácter de los soldados se asemejaba encierto modo al de sus capitanes en las respectivasempresas. Fue esto una fatalidad para los Incas; por-que los indomables soldados de Pizarro eran masá propósito para combatir contra los fieros aztecas quecontra los afeminados y mas civilizados peruanos.Embriagados con la posesiou de un poder á que noestaban acostumbrados ,y sin la menor idea de laresponsabilidad que envolvia su situacion de dueñosdel pais, se entregaron con frecuencia á satisfacertodos los caprichos que su fantasía ó su crueldad lesdictaban. Muchas veces, dice un testigo nada sospe-choso, he visto á españoles, largo tiempo despues dela conquista, entretenerse en cazar indios con perroscarniceros por mera diversion 6 para adiestrar á losperros (2). La licencia no tenia límites : las doncellaseran arrancadas sin escrúpulo de los brazos de susfamilias para satisfacer las pasiones de sus brutalesconquistadores (3). Las sagradas casas de las vírge-nes del Sol fueron abiertas y violadas, y el caballeroespañol llenó su harem de multitud de jóvenes indias,

(2) «Españoles hai que crian perros carniceros i los ave-zan á matar indios, lo cual procuran á las veces por pasatiem-po, y ver si lo hacen bien los perros.» Relacion que dió elprovisor Morales sobre las cosas que convenían probarse en elPerú, MS.

(3) «Que las justicias dan cédulas de Anaconas que porotros términos los hacen esclavos á vivir contra su voluntad,diciendo : Por la presente damos licencia á vos Fulano paraque os podas servir de tal indio ó de tal india, é sacar don-de quiera que lo hallaredes.» Relacion del provisor Mora-les, MS.

i86 BIBLIOTECA DE

como si la media luna y no la inmaculada cruz fueseel símbolo de su bandera (1).

Pero la pasion dominante del español era la sedde oro. Por alcanzarlo no perdonaba trabajo ni fatiga,y era cruel en el que exigia de su esclavo indio. Pordesgracia el Peru abundaba en minas que recompen-saban copiosamente sus faenas, y para laborearlas, lavida humana era lo último que entraba en el cálculode los conquistadores. En tiempo de los Incas jamasse consentia que el peruano estuviese ocioso; pero eltrabajo que se le imponía era siempre proporcionadoá sus fuerzas. Tenia su tiempo de descanso y alimen-to, y estaba bien protegido contra la inclemencia delas estaciones. Su seguridad personal era tambienobjeto de todos los cuidados del gobierno. Pero losespañoles, al paso que exigian del indio trabajos su-periores á sus fuerzas, le privaban de los medios derepararlas cuando se hallaban agotadas. Las benéficasleyes de los Incas cayeron en desuso : vaciáronse losgraneros; consumiéronse los ganados en opíparosfestines, matándolos para satisfacer un capricho epi-cúreo , y mas de un llama fue destruido solamentepor comerle los sesos, regalado manjar muy del gustode los españoles (2). Tan incansable era el espíritu dedestruccion despues de la conquista, dice Ondegardo,el sabio gobernador del Cuzco , que en cuatro añosmurieron mas de estos animales que en cuatrocien-tos en tiempo de los Incas (3). Los rebaños, antestan numerosos en las elevadas llanuras, quedaronreducidos á un escaso número que se habia refugiadoen las asperezas ele los Andes • y el pobre indio, sinalimento, sin la lana que le daba abrigo, erraba mediomuerto de hambre y desnudo por los campos. Nocupo mejor suerte aun á los que habían auxiliado álos españoles en la conquista, y mas de un Inca noblese vió obligado á mendigar su sustento en las tierrasque en otro tiempo habia gobernado; y si algunavez incitado por la necesidad llegaba á hurtar algunacosa de lo que á los conquistadores sobraba, espia-ba muy pronto esta accion con una muerte mise-rable (4).

Verdad es que habia hombres compasivos, misio-neros fieles á su vocacion, que trabajaban con ardientecelo en la conversiou espiritual del indio, y que sen-sibles á sus desgracias hubieran interpuesto volunta-riamente su brazo para escudarle contra sus opreso-res (5) ; pero muchos de-estos eclesiásticos soban al

(4) «Es general el vicio del amancebamientocon indias, y' algunos tienen cantidad dellas como en serrallo.» Ibid. , MS.

(2) «Muchos españoles han muerto i matan increible can-tidad de ovejas por comer solo los sesos, hacer pasteles deltuétano i candelas de la grasa. De'ai hambre general.» He-lados del provisor Morales, MS.

(3) «Se puede afirmar que hicieron mas daño los españo-les con solos quatro años que el Inga en quatrocientos.» On-degardo, Rel. seg., MS.

(4) «Ahora no tienen que comer ni donde sembrar, i asívan áá hurtalto como solían, delito por que han aorcado á mu-chos.» Rel. del provisor Morales, MS.

Esta y alguna de las citas precedentes, como el lector ve-rá, han sido tomadas del manuscrito del bachiller Luis deMorales ,- que vivió diez y ocho ó veinte años en el Cuzco; yen 1541 , por el tiempo de la llegada de Vaca de Castro alPerú, preparó un Memorial diri gido al gobierno que com-prendia ciento nueve capítulos. En él trata de la situados delpais y de los remedios que su caritativo celo le suger!a. Lasnotas del emperador puestas al margen muestran que la córtelo examinó con atencion. No hay razon, á lo menos que yosepa, para desconfiar del testimonio de este escritor, y Mu-ñoz ha dado algunos estrados notables del memorial en suinestimable coleccion.

(5) El padre Naharro da noticia de doce misioneros, al-gunos de su órden, cuyos celosos afanes y milagros en 'laconversion de los indios juzga dignos de comparacion con losde los doce apóstoles de la cristiandad. Es sensible que la his-toria, al paso que recuerda los nombres de tantos persegui-dores de los pobres infieles, haya olnitido los de sus bienhe-chores.

GASPAR Y ROIG.

cabo contagiarse con el general espíritu de licencia;y las comunidades religiosas que pasaban una vidacómoda en las tierras cultivadas por sus esclavos in-dios, pensaban menos en la salvajon de sus almas queen aprovecharse del trabajo de sus cuerpos (0).

Sin embargo no faltaban hombres buenos é ilustra-dos que de cuando en cuando levantaban su voz enér-gica contra los abusos, y llevaban sus quejas hastalos pies del trono. Debe hacerse tambien al gobiernola justicia de confesar que mostró gran solicitud porobtener cuantos informes podia, ya por sus depen-dientes , ya por comisionados enviados espresamenteal efecto, y cuyas voluminosas comunicaciones arro-jan un torrente de luz sobre la condicion interiordel pais y suministran los mejores datos al historia-dor (7). Pero era mas fácil obtener informes queaprovecharse de ellos.

En 1544 Carlos V, que habia estado muy ocupadocon los negocios de Alemania , volvió á sus dominiosespañoles, donde llamó fuertemente su atencion elestado de las colonias. Varias Nlaciones le fueronpresentadas sobre este punto; pero ninguna escitótanto su real conciencia como la de Las Casas, des-.pues obispo de Chiapa. Este digno eclesiástico, quehabía consagrado toda su vida á las caritativas tareasque le granjearon el honroso título de Protector delos indios , acababa de escribir su célebre tratado so-bre la Destruccion de las Indias, el registro mas no-table que hay tal vez de las maldades humanas, peroque por desgracia pierde mucho de su efecto por lacredulidad del escritor y por su conocida tendencia áexagerar.

En 1542 Las Casas puso su manuscrito en manosdel soberano, y en el mismo año se reunió una juntaen Valladolid, compuesta principalmente de juris-consultos y teólogos , con el objeto de formar un sis-tema de legislacion para el arreglo de las colonias.

Las Casas se presentó á esta junta con un discursobien preparado, del cual solamente una parte se hadado al público. En él sentaba como proposicion fun-damental que los indios eran por la ley de la natura-leza libres; que como vasallos de la corona tenian de-recho á su proteccion y debian ser declarados libresdesde entonces, sin escepcion y para siempre (3).

«Tomó su divina Majestad por instrumento doce solos reli-giosos pobres, descalzos i desconocidos, cinquo del órden dela Merced, quatro de Predicadores i tres de San Francisco;obraron lo mismo que los doce apóstoles en la conversion detodo el vniverso mundo.» Naharro, Rel. Sumaria, MS.

(6) «Todos los conventos de Dominicos y Mercenarios tie-nen repartimientos. Ninguno dellos ha dotrinado ni converti-do un indio. Procuran sacar dellos cvanto pueden trabajarlesen grangerías; con esto i con otras limosnas enriquecen. ¡Malejemplo! Ademas convendrá no pasen frailes, sino precedien-do diligente exámen de vida i doctrina.» (Relacion de las co-sas que S. M. debe proveer para-los reynos del Perú, envia-da desde los Reyes á la córte por ellicenciado Marte! Santoyo,de quien va firmada en principios de 1542, MS.) Este asertodel licenciado muestra el cuadro por un lado diferente del de

,Naharro. Sin embargo, los de ambos no son incompatibles.La naturaleza humana tiene su luz y sus sombras.

(7) Tengo en mi poder muchos de estos Memoriales ó Re-.

laciones como se llamaban, redactados por residentes en con-testados á las preguntas propuestas por el gobierno. Estaspreguntas, aunque su principal objeto era averiguar los abu-sos existentes é invitar á que se propusiera el remedio, ver-san muchas veces sobre las leyes y costumbres de los antiguosIncas. Las respuestas, por tanto, son de gran valor para lasinvestigaciones históricas. El mas importante de los documen-tos que poseo es el escrito por Ondegardo, gobernador delCuzco, que comprende cerca de cuatrocientas páginas en fó-lio, y que en otro tiempo formó parte de la rica coleccion deLord Kingsborouh. Es imposible recorrer estas concienzudasrelaciones sin convencerse profundamente del celó con queprocuró la corona averiguar los abusos introducidos en el go-bierno interior de las colonias, y del sincero propósito quetenia de remediarlos. Por desgracia michas veces los mismoscolonos no secundaron tan laudable intento.

(8) Otro obispo, tambien dominico, pero que.se parecia

LA CONQUISTA DEL PERÚ.

Sosténia esta proposicion con gran variedad de argumeutos , muchos de los cuales han sido presenta-dos despues en la misma causa por los amigos de lahumanidad. Hablaba en seguida de la urgencia deadoptar tales disposiciones mostrando que sin la in-tervencion del gobierno la raza india seria gradual-mente esterminada por la opresion sistemática de losespañoles , y por último sostenía que- si los indios,segun se aseguraba , no trabajaban á no ser que á ellose les obligase por la fuerza, todavía los blancos esta-ban mas interesados en cultivar la tierra por sí mis-mos ; y que si no podían hacerlo . esta circunstanciano les daba derecho sobre el indio, porque la ley deDios prohibe hacer el mal , aunque de él haya de re-sultar el bien (1). Esta elevada moral debe tenersepresente que salía de los lábios de un dominico delsiglo xvi , de un fraile de la órden que fundó la inqui-sicion y en el mismo pais en que este terrible tribunalejercía su actividad mayor (2).

Los argumentos de Las Casas encontraron toda laoposicion que era de esperar del egoísmo , del fana-tismo y de la indiferencia. Fueron tambien combati-dos por algunas personas de ideas justas y benévolas,que si bien admitían la esactitud general de sus ra-zonamientos y simpatizaban profundamente con losdesgraciados indios, temida que el plan de reformaprodujese mayores males que los que se trataba decorregir. Pero Las Casas era un amigo decidido de lalibertad : atrincherábase fuertemente en el terrenodel derecho natural, y, como algunos reformistas denuestros dias , no se cuidaba de calcular las conse-cuencias de aplicar el principio en toda su estension.Su ardiente elocuencia, inspirada por su generosoamor á la humanidad y fortificada por un cúmulo dehechos que no era fácil contradecir, prevaleció en elánimo de su auditorio : y el resultado de las delibera-ciones fue la redaccion de un código de leyes, código,sin embargo, que lejos de limitarse á satisfacer lasnecesidades de la pohlacion india, hacia tambienparticular referencia á la poblacion.europea y á lostrastornos que habían alterado el pais, y era aplica-ble generalmente á todas las colonias de América.Solo será necesario citar aquí alguna de las leyes quetenian mas inmediata relacion con el Perú.

Los indios fueron declarados fieles y leales vasallosde la corona y su libertad plenamente reconocida. Sinembargo, para mantener inviolable la garantía quedaba el gobierno á los conquistadores, se acordó quelos que legalmente poseyesen esclavos, pudiesen con-servarlos; pero á la muerte ele los actuales propieta-rios debian aquellos volver á la corona.

Establecióse ademas que no pudiesen en ninguncaso tener esclavos los que se habian mostrado indig-

muy poco á Las Casas, reclama de una manera mas enfáticala perpetua emancipacion de los indios. Este es uno de losobjetos principales de una comunicacion ya citada del P. Val-verde al gobierno, comunicarlo!' cuyas ideas generales ha-cen mas honor á su humanidad que algunas de las escenas deesta historia en que fue actor. «A V. M representarán allálos conquistadores muchos servicios, dándolos por causa paraque los dexe servir de los indios corno de esclavos; V. M. selos tiene muy bien pagados en los provechos que han avidodesta tierra , i no los ha de pagar en hazer á sus vasallos es-clavos.» Carta de Valverde al emperador, MS.

(1) «La loi de Dieu défand de faire le mal pour qu'il neQ?résulte du bien.» uvres de Las Casas, Evéque de Chiapa,

trad. por Llorente (París 1822), tomo 1, pág.251.(-) Es coincidencia curiosa que este argumento de Las Ca-

sas haya sido publicado por primera vez (aunque en lengua es-tranjera) por un secretario de la inquisicion, como era Llo-rente. El original todavía permanece en manuscrito. Essingular que estas obras que contienen las ideas de tan granfilántropo sobre materias de tal interes para la humanidad,no hayan sido con mas frecuencia consultadas, ó á lo menos ci-tadas , por los que despues siguieron sus huellas. Son un ar-senal del que pueden sacarse muchas armas útiles á la buena

causa.

187- nos de tenerlos por negligencia ó crueldad; los fun-

cionarios públicos y empleados del gobiet no; los ecle-siásticos y comunidades religiosas, y últimamente( cláusula que podia comprender á infinitos) los quehabian tomado una parte criminal en las luchas entreAlmagro y Pizarro.

Se ordenó asimismo que los indios fuesen tratadoscon moderacion; que no se les obligara á trabajardonde no quisiesen , y que donde fuese necesario porcircunstancias particulares, recibiesen por su trabajouna regular recompensacion. Decretóse que como losrepartimientos de tierra eran escesivos se redujesenenciertos casos, y que los propietarios que se hubie-sen hecho culpados de abuso notorio de sus esclavosperdiesen completamente sus tierras.

Como el Perú ¡labia mostrado siempre un espíritude insubordinacion que requería de parte de las au-toridades una intervencion reas vigorosa que en lasdemas colonias, se resolvió enviar un virey á aquelpais , el cual desplegase una ostentador) y fuese in-vestido de tales facultades que pudieran representardignamente al soberano. Debia acompañarle tainbienuna real audiencia, compuesta de cuatro jueces conestensa jurisdiccion tanto en lo criminal como en loscivil, los cuales, ademas de ejercer las funciones detribunal de justicia, debian constituir una especie deconsejo para auxiliar al vire y en el gobierno. La au-diencia de Panamá quedó disuelta en este arreglo, yel nuevo tribunal con la córte del virey debía estable-cerse en Los Reyes ó Lima, como empezó á llamarsedesde entonces la metrópoli del imperio español enel. Pacífico (3).

Tales eran los principales artículos de este notablecódigo, que tocando á las mas delicadas relacionesde la sociedad, destruia los fundamentos de la pro-piedad , y de una plumada convertia en libre una na-cion de esclavos. Poca prevision se necesitaba paraadivinar que en las remotas regiones de América,donde los colonos habian estado siempre acostumbra-dos á una licencia ilimitada, una reforma tau salu-dable en sus puntos esenciales, solo á costa de unarevolucion podria llevarse en breve tiempo á cabo.Sin embargo, el código recibió la sancion del empe-rador en el mismo año, y en noviembre de 1543 fuepublicado en Madrid (4).

No bien se supo su contenido, se enviaron muchascartas en que los amigos de los colonos les participa-ban las noticias, las cuales corrieron toda la tierracon la rapidez del rayo desde Méjico á Chile. Asustá-ronse todos con la perspectiva de la ruina que lesamenazaba. En el Perú particularmente, apenas 'labiauno que pudiera lisonjearse de no estar comprendidoen la ley. Pocos eran Jos quexto habian tomado parte,en una ocasionó en otra, en las guerras civiles entreAl magro y Pizarro ,y menos los que no estuviesencomprendidos en alguna de las insidiosas cláusulasque parecian estendidas como una red para envol-verlos.

. Todo el pais se puso en conmocion. Juntáronse loshombres tumultuosamente en las calles y plazas, yal publicarse los artículos del código eran recibidoscon gritos y silbidos universales. o ¿Es este, decian,el fruto de todos nuestros trabajos? ¿para esto hemosderramado á torrentes nuestra sangre? ¡Ahora que

(3) Las cláusulas de este célebre código se encuentran conmas ó menos (generalmente menos) estension en varios es-critos contemporáneos. Herrera las da in estenso, Hist. ge-neral, dec. Vil, lib. VI, cap. Y.

(4) Las Casas apresuró esta sancion dirigiéndose á la con-ciencia del rey y representándole que la Santa Sede concediael demcho de conquista á los soberanos españoles con la es-alusiva condicion de convertir á los infieles, y que el Omni-potente le tomaria en cuenta el tiempo que innecesariamentese tardase en cumplir esta condicion. tuvres de Las Casas,ubi supra.

188 BIBLIOTECA DE

estamos inútiles á fuerza de trabajos y fatigas nos de-jan al fin de la campaña tan pobres corno estábamos alprincipio! ¿ Es este el modo que tiene el gobierno derecompensarnos por haberle conquistado un imperio?¿ Qué ha hecho el gobierno para ayudarnos en la con-quista? Lo que tenernos lo hemos ganado con nues-tras espadas, y con las mismas sabremos defenderlo.»Despues los cansados veteranos , levantándose lamanga mostraban los desnudos brazos ó esponian ála vista del público los pechos, enseñando sus cica-trices como el mejor título para la posesion de susestados (1).

El gobernador Vaca. de Castro vió con la mas pro-funda inquietud la tempestad que por todas partes seiba formando. Hallábase en el mismo centro de laescitacion , porque el Cuzco, habitado por una po-blacion mista y sin ley, estaba tan internado en lasmontañas, que tenia menos relaciones con la metró-poli, y por consiguiente estaba mucho menos sujetoá su influencia que las grandes ciudades de la costa.El pueblo invocó al gobernador para que leprotegiesecontra la tiranía de la córte; pero Vaca de Castroprocuró calmar la agitacion de los colonos, repre-sentándoles que las medidas violentas solo tenderiauá frustar el objeto que deseaban conseguir. Aconse-jóles, pues, que nombrasen diputados para que re-presentasen una peticion á la corona manifestando laimpracticabilidad del nuevo plan de reforma y supli-cando su revocaciou;y rogóles encarecidamente quetuviesen paciencia hasta la llegada del virey, del cualacaso podría conseguirse que suspendiera la ejecu-cion del código hasta recibir nuevas instrucciones deCastilla.

Pero no era fácil calmar la tempestad ; y el puebloempezó ya á volver los ojos en busca de algunos cu-yos intereses y simpatía fuesen comunes con los su-yos, y cuya posicion en el pais pudiera proporcionar-le proteccion. La persona en quien naturalmentefijaron su eleccion en esta crisis fue Gonzalo Pizarro,el último que quedaba en el Perú de aquella familiaque Babia mandado los ejércitos de la conquista; ca-ballero cuyas maneras afables y populares le habianatraido el favor de la generalidad. Vióse, pues, rodea-do de gentes que le suplicaban que interpusiese ensu favor su influencia con el gobierno y leslibrasedelrigor de las nuevas ordenanzas.

Gonzalo Pizarro.se hallaba en Charcas muy ocu-pado en esplorar las ricas minas del Potosí , cuyasfuentes, acabadas de descubrir entonces, liabian dederramar en breve tales torrentes de plata sobre Eu-ropa. Aunque satisfecho de que se apelase á su pro-teccioa quena, como cauto, proveerse de los mediosnecesarios para la empresa antes de comenzarla ; y sibien en secreto escitaba á los descontentos , no secomprometió prematuramente tomando parte enniugun movimiento revolucionario. Por aquel tiemporecibió cartas de Vaca de Castro , cuyo ojo vigilanteseguia todas las fases de la agitacion, en que le roga-ba y rogaba á sus amigos no se dejasen seducir porplanes violentos de reforma hasta el punto de faltará la lealtad debida al gobierno. Ademas el gobernadorpara contener estos movimientos de desórden, man-dó á los alcaldes que prendiesen á todo el que proli-

i) Carta de Gonzalo Pizarro á Pedro Valdivia, MS. , des-de Los Reyes 31 de Oct. de 148.—Zárate, Conq. del Perú,lib. V, cap. 1.—Herrera, Hist. general, dec. VII, lib. VI.cap. X—Xl.

Benalcázar en una carta á Cárlos V dirige una série de in-vectivas contra las ordenanzas, de las cuales dice que despo-jando á los dueños de esclavos reducirian inevitablewnte elpais á la miseria. Benalcázar era un conquistador, y de losmas respetables. Su carta es una buena muestra de los ar-gumer;os de su partido sobre este punto en contestacion á losde Las Casas. Carta de Benalcázar ,MS., desde Cali, 20 dediciembre de 1544.

GASPAR T ROIG.

riese palabras sediciosas, y le impusieran un castigoproporcionado á su delito. Con esta firme y modera-da conducta se contuvieron un tanto los furores delpopulacho y hubo algun tiempo de calma, en el cualtodos esperaban con ansia la llegada del virey (2).

La persona elegida para este empleo importantefue un caballero de Avila llamado Blasco Nuñez Vela,de antigua familia, de hermosa presencia, aunquealgo avanzado en años, y reputado por valiente y de-voto. Habia desempeñado varios destinos de respon-sabilidad á satisfaccion de Cárlos V, por quien eranombrado ahora virey del Perú. Esta eleccion no hi-zo honor al discernimiento dél monarca.

Parece estraño que no se confiriese este importan-te empleo á Vaca de Castro que ya se hallaba en elpais , y que se había mostrado siempre apto paradesempeñarlo. Pero desde que se le dió la misionpara el Perú había habido una série de asesinatos,insurrecciones y guerras civiles capaces de arruinará la desgraciada colonia; y aunque su acertada ad-ministracion habla puesto las cosas en órden, las co-municaciones de España con las Indias eran tan tar-días, que aun no se sabian en la madre patria todoslos resultados de su política. Por otra parte , comose trataba de hacer importantes innovaciones en elgobierno, se creyó preferible enviar á uno que no tu-viese que luchar con resentimientos personales, yque procediendo directamente de la córte, revestidode facultades estraordinarias, pudiera presentarsecon mayor autoridad de la que tendría otro á quienel pueblo se había acostumbrado á ver en un empleoinferior. El monarca, sin embargo, escribió de supropia mano una carta á Vaca de Castro en que ledaba gracias por sus servicios pasados y le Mandabaque después de auxiliar al nuevo virey con los infor-mes fruto de su larga esperiencia, volviese á Castillaá ocupar su asiento en el consejo. Enviáronse tam-bien cartas de la misma especie á los leales colonosque liabian apoyado al gobernador en los últimos dis-turbios del pais. Provisto de ellas y de las malhada-das ordenanzas se embarcó Blasco Nuñez en San Lú-car el 3 de noviembre de 1545 acompañado de loscuatro jueces de la audiencia y de un numeroso sé-quito para que pudiese presentarse con la ostenta-clon correspondiente á su alta categoría (3).

A mediados del siguiente enero de 1644, despuesde una navegacion feliz , desembarcó el virey enNombre de Dios, donde encontró un buque cargadode plata y dispuesto á darse á la vela para España.Su primer acto fue embargar este buqueánombre delgobierno por contener productos del trabajo de es-clavos. Despues de esta medida estraordinaria, adop-tada en oposicion al dictámen de la audiencia, cruzóel istmo de Panamá. Allí dió una muestra de su fu-tura política haciendo que trescientos indios del Perúque habían llevado á aquel punto sus propietarios, fue-sen puestos en libertad y restituidos á su pais. Estamedida violenta causó gran sensacion en la ciudad yencontró tambien fuerte oposicion en la audiencia.Suplicáronle los jueces que no empezase tan precipi-tadamente á ejecutar su comision, sino que esperasehasta llegar á la colonia y se tomase el tiempo nece-sario para adquirir algunos informes respecto alpais y al estado de los ánimos en el pueblo. PeroBlasco Nuñez replicó friamente que d!labia venidono para interpretarlas leyes ni discutirsu convenien-cia, sino para ejecutarlas, y que las ejecutaria á la

(2) Benalcázar, ubi supra. —Zárate, Conq. del Perú, ubisupra.—Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.—Carta deGonzalo Pizarro á ValdiviaM, S.—Montesinos, Annales, MS.año 1543.

(3) Carta de Gonzalo Pizarro á Valdivia, MS.—Herrera,Historia general, dec. VII, lib. VI, capítulo IX.—Fernan-dez, Historia del Perú, parte I, lib.1, capitulo IV— Zára-te , MS.

LA CONQUISTA DEL PER1. 1739

habia tomado parte mas principal que él en la uer-ra civil con Almagro el padre? Y aun se decia (un-que podio ser efecto de exageracion) que el virey ha-bia anunciado que tratarla á Pizarro como culpadoen la batalla de las Salinas (3). Sin embargo, no ha-bia en el ¡mis una persona que tuviese tantos intere-ses ni tanto que perder con la revolucion. Abando-nado así por el gobierno, creyó que era ya tiempo decuidar de sus negocios por sí propio.

Reunió, pues, diez y ocho ó veinte caballeros deaquellos en quienes tenia mas confianza, y tomandouna gran nulidad de plata sacada de las minas,aceptó la invitacion de presentarse en el Cuzco. Alacercarse á la ciudad encontró un numeroso cuerpode habitantes que salia á recibirle, haciendo resonarel aire con sus gritos y saludándole con'el títúlo deprocurador general del Perú. Este título fue inme-diatamente confirmado por el ayuntamiento de laciudad , el cual le invitó á presidir una diputacionque (fobia enviarse á Lima para esponer sus quejas alvirey y solicitar la suspension de las ordenanzas.

Pero se habia encendido en el pecho de Pizarro lallama de la ambicion. Vióse fuertemente apoyado porel afecto popular y desde la posicion mas elevada enque entonces se hallaba, sus deseos tomaron un vueloroas alto y mas ilimitado. Sin embargo, si abrigó unaambicion criminal, la ocultó cuidadosamente á todosy tal vez á sí propio. El único objeto á que aspiraba,segun decia, eea el bien del pueblo (4), frase sospe-chosa, que generalmente significa el bien del iudivi-duo. Pidió entonces permiso para organizar una fuer-za armada y tomar el título de ca pitan general. Susfines, segun aseguraba, eran completamente pacíficos;pero seria imprudente, sin estar fuertemente prote-gido, presentarse con semejante peticionáuu hombrede carácter tan impaciente y arbitrario como el virey.El ayuntamiento del Cuzco se negó al principio á con-ceder facultades que de tal modo escedian de sus le-gítimas atribuciones; pero Pizarro declaró que encaso de formal negativa renunciaría el título de pro-curador; y los esfuerzos de sus partidarios apoyadospor el pueblo vencieron al fin los escrúpulos de losmagistrados, los cuales concedieron al ambicioso gafeel mando militar á que aspiraba. Pizarro lo aceptó,asegurando modestamente que lo hacia «solo porqueen ello se prometía servir los intereses del rey, de lasIndias, y sobre todo del Perú (5). »

CAPITULO VIII.Llegada del virey á Lima.—Gonzalo Pizarro sale del

Cuzco.—Muerte del Inca Manco.—Conducta impru-dente del virey.—Es preso y destituido por la audien-cia.—Gonzalo Pizarro es proclamado gobernador delPerú.

1544.

MIENTRAS ecurrian los acontecimientos referidosen las anteriores páginas , Blasco Nuñez continuabasu viaje á Lima. Pero la irritacion que su conductahabia causado ya en los ánimos de los colonos , semostró en la fria acogida que encontró en el camino

(5) «Que así me la havia de cortar á mí i á todos los quehavian leido notablemente, como él decia , culpados en la ba-talla de las Salinas i en las diferencias de Almagro, i que unatierra corno esta no era justo que estuviese en poder de gentetan baza. que llamaba él á los tiesta tierra porqueros i arrie-ros (aludiendo al origen de loa Pizarras) sino que estuviesetoda en la corona real.» Carta de Gonzalo Pizarro á Valdi-via, MS.

(4) «Diciendo que no quería nada para sí, sino para elbeneficio universal, i que por todos habia de palier todas sustuercas.» berrera, Historia general, doc. VII, lib. VII, ca-pitillo XX.

(5) «Aceptelo por ver que en ello hacia servicio á Dios íá S. M. i gran bien á esta t i erra i generalmente á todas lasIndias. Carta de Gonzalo Pizarro á Valdivia, MS.

líerrera, Historiageneral, (lee.VII, lib, VIII, cap. XIX-.

letra, cualesquiera que fuesen las consecuencias (t ).»Esta respuesta y el tono áspero en que fue dada ter-minaron desde luego el debate, porque los juecesvieron que era inútil discutir con un hombre queconsideraba toda, oposicion con g o una tentativa paraapartarle de su obligacion y cuyas ideas de deber es-cluian todo ejercicio discrecional de autoridad, auncuando el bien público lo exigiese.

El virey, dejando la audiencia en Panamá por ha-larse enfermo uno de sus individuos, continuó sucamino y costeando las orillas del Pacífico desem-barcó el 4 ole marzo en Tunlbez. Recibiéroule muybien aquellos leales habitantes : su autoridad fue pú-blicamente proclamada, y el pueblo quedó asombradode la nstentaeion y magnificencia que desplegó y quefueron tales que jamas se hablan visto en el Perú.Aprovechó Blasco Nuñez la primera ocasion para daruna muestra ole su ulterior política dando libertad áun gran número de esclavos indios, á htst.i:ncia desus caciques. Despues continuó por tierra su viaje endireccion al Sur , y manifestó su determinacion deconformarse estrictamente con la letra de las orde-nanzas, haciendo que su equipaje fuese llevado pormulas donde esto era practicable ; y donde fue abso-lutamente necesario valerse de los indios, dispusoque se les pagasen bien sus servicios (2).

Todo el pais se llenó de consternacion al saber laconducta del virey y ,sus conversaciones, bien públi-cas, que circularon rápidamente aunque tal vez re-feridas con exageracion. Celebráronse de nuevo reu-niones en las ciudades. Discutióse la conveniencia deoponerse á su viaje ,y una diputacion de vecinos delCuzco, que se hallaban entonces en Lima, instó re-petidas veces al pueblo á que le cerrase las puertasde la capital. Pero Vaca de Castro, á la primera noti-cia de la llegada próxima del virey había salido delCuzco para Lima, y aunque con alguna dificultad,pudo recabar de los habitantes que continuasen dan-do muestras de su lealtad, recibiendo al nuevo gober-nador con los honores correspondientes, y confiasenen que despues de examinadas las cosas con mas de-tenimiento, aplazaría la ejecucion de la ley hastanueva decision de la corona.

Sin embargo, la gran mayoría de los españoles,segun lo que ya hablan oído, ten.ian escasa confianzaen el alivio que pudiera ofrecerles el virey. Dirigié-ronse, pues, mas encarecidamente que nunca Gon-zalo Pizarro, sobre el cual llovieron cartas y peticionesde todas partes invitándole é tomar el cargo de pro-tector de la colonia. Tales peticiones encontraron es-ta vez mas favorable respuesta que en la primeraocasion.

Babia en efecto muchos motivos para que GonzaloPizarro se pusiese en movimiento. A su familia deblaprincipalmente España la estension de su imperiocolonial, y se seetia fuertemente agraviado de que nose hubiera puesto en sus manos el gobierno de aque-llos dominios. Así lo habia sentido á la llegada de Va-ca de Castro, y mucho mas debia aumentarse el sen-timiento de su agravio al ver el nombramiento de unnuevo virey, que indicaba que la política de la coro-na era escluir á su familia ole la direccion de los ne-gocios. Su hermano llenando continuaba to.lavía ensu prision y él iba á ser sacrificado como la principalvíctima de las fatales ordenanzas : porque ¿ quien

(1) «Estas y otras cosas le dixo el licenciado Zárate, queno fueron al gusto del virey : antes se enojó mucho por ello yrespondió con alguna aspereza , jurando que aula de executarlas o•denancas como en ellas se contenia , sin esperar paraello términos algunos ni dilaciones.» Fernandez, Historia delP eda'', parte I, lib. I, cap. VI.

(-) Zárate, Conq. del Perú, lib. V, cap. VI.—Fernan-dez, Historia del Perú , ubi supra.—Carta de Gonzalo Pi-zarro á Valdivia, MS. — Montesinos, Anuales, 11S., añoe 1514.

190 RIRLIOTECA DE

y en la escasez de alojamientos y provisiones que seprepararon . para él y su séquito. En uno de-los plin-tos de descanso halló sobre la puerta de su bahitacionesta inscripcion de malagüero : «A quien me vinie-re á quitar mi hacienda, quitarle he la vida (1). n Es-ta amenaza, sin embargo, ni le intimidó ni le hizovariar de propósito,y -continuó su viaje hacía la ca-pital, cuyos habitantes , precedidos de Vaca de Cas-tro y de las autoridades municipales, salieron á reci-birle. Entró con gran oste,niacioe bajo un palio depaño carmesí con fuertes varas de plala que llevaronlos individuos de ayuntamiento. Un caballero con unamaza, emblema de autoridad , cabalgaba delante deél; y despues de haber pronunciado el juramento deCostumbre en la sala de consejo, la comitiva se diri-gió á la catedral, donde se cantó un Te Deum, siendoen seguida instalado B l asco Nuñez en su nueva dig-nidad de virey del Perú (2).

Su primer acto fue anunciar su determinacionrespecto á las ordenanzas. No tenia facultad de sus-pender su ejecucion; debla cumplir la comision quese le habla confiado; pero ofrecía unir sus ruegos álos de los colonos en un memorial al emperador soli-citando la revocacion de uu código que ya creía no

ser conveniente ni 6 los intereses del pais ni á los dela corona (3). Con esta opinion sobre el asunto, pare-cerá estriño que Blasco Nuñez no hubiese tomadosobre sí la respons+bilidad . de suspender la ejecucionde la ley hasta que . el soberano se convenciese de lasinevitables. consecuencias que resultarían de llevarlaá cabo. El bajá de lun déspota turco que se hubiesepermitido semejante cosa en favor-de los intereses desu señor, podía en verdad contar con recibir el cor-don ó el puñal. Pero el ejemplo de Mendoza, el pru-dente virey de Méj ico , que adoptó esta medida encircunstancias semejantes y precisamente en la mis-ma época, deberia haberle probado su convenienciaen aquel caso. Mendoza suspendió las ordenanzashasta que la corona se enterase dedos resultados queiban á producir, y así se salvó Méjico de-una revolu=cion (4). Pero Blasco Nuñez no tenia la prudencia deMendoza.

Los temores del público estaban , pues, muy lejosde calmarse. Formáronse secretos planes en Limaque estendieron sus ramificaciones á las denlas ciu-dades. No desconfió, sin embargo, el vire y , y cuandole informaron de los preparativos de Gonzalo Pizar-ro, no adoptó otra medida mas que enviarle un men-

XX.—Zárate, Conq. del Perú, líb. V, cap. 1V—VIIL-Fernandez, Hist. del Perú, parte I, lib. I, cap. VIIL—filon-tesinos, Annales, MS., año de 1544.

(1) Herrera, Historia general, dec. VII, lib. VII, capítu-lo XVIII.

(`.) «Entró en la ciudad de Lima á 17 de mayo de 1544:salióle á recibir todo el pueblo á pie y á caballo dos tiros deballesta del pueblo, y á la entrada de la cibdad estaba unarco triunfal de verde con las armas de España, y las de lamisma cibdad ; estábanle esperando el regimiento y justi-cia, y oficiales del rey con ropas largas hasta los pies, decarmesí, y un palio del mesmo carmesí, aforrado en lo mesmo,con ocho baras guarnecidas de plata, y tomáronle debajo to-dos á pie , cada regidor y justicia con una vara del palio, y elvirey en su caballo con las mazas delante : tomáronle jura-mento en un libro misal, y juró de las guardar y cumplir to-das sus libertades y provisiones de S. M. ; y luego fueron destamanera hasta la iglesia , salieron los clérigos con la cruz á lapuerta , y le metieron dentro cantando Te Deum laudanuus,y despues que vbo dicho su oracion fué con el cabildo y todala cibdad á su palacio, donde fue recibido y hizo un parla-mento breve en que contentó á toda la gente.» Relacion delos sucesos del Perú desde que entró el virey Blasco Nuñez,acaecidos en mar y tierra, MS.

(3) «Porque llanamente él confesaba que así para su ma-gestad como para aquellos reinos, eran perjudiciales.» Zára-te, Conq. del Perú, lib. V, cap. V.

(4) Fernandez, Historia del Perú, parte I, lib. capitu-los II—V,

GASPAR Y ROIG.

sale participándole las facultades estraordinarias de¡ que estaba investido, y mandándole que disolviese sus

fuerzas. Creia tal vez que una mera palabra suya has-tarja para sofocar la rebeliorr. Pero se necesitaba masque una palabra para desbandar la férrea soldadescadel Pú.

Enertre tanto Gonzalo Pizarro se ocupaba activa-

mente en reunir su ejército. Su primer paso fue sacarde Guamanga diez y seis piezas de artillería, enviadasallí por Vaca de Castro, que en el estado de agitacionen que se hallaba el país , no habla querido dejar enel inquieto pueblo del Cuzco semejantes instrumen-tos de destruccion. Gonzalo, que no tenia escrúpulospara servirse de los indios, se apropió seis mil de es-tos para que trasladasen este tren á travesde las mon-tañas (5).

Con sus esfuerzos y los de sus amigos , el activogefe reunió pronto un ejército de cerca de cuatro-cientos hombres, que si no era muy imponente porentonces, confiaba en que llegaría á serlo á medidaque bajase hacia la costa, por el aumento que recibí-ría en las ciudades y aldeas que encontrara al paso.Gastáronse todos sus fondos en equipar las tropas yproveerlas para la marcha : y para suplir la falta derecursos no tuvo escrúpulo en apoderarse del realtesoro, puesto que segun decia era para invertirlo enobjetos de interes público. Con este oportuno auxiliosus tropas bien montadas y completamente equipadas,estuvieron en breve en estado de presentarse en elcampo ; y despues de dirigirles una corta arenga, enque tuvo cuidado de insistir sobre el carácter pacífi-co de su empresa, un tanto-en contradiccion can suspreparativos militares, salió por las puertas de la ca-pital.

Antes de dejar el Cuzco habla recibido un impor-tante refuerzo en la persona de Francisco de Carba-jal , el veterano que tuvo parte tan principal en labatalla de Chupas. Hallábaseen Charcas cuando lle-gó al Perú la noticia de las ordenanzas, é inmediata-mente resolvió abandonar el pais y volver á España,convencido de que el Nuevo Mundo no seria ya paraél la tierra que Babia buscado, las doradas Indias.Redujo, pues, todos sus efectos á dinero y se prepa-ró á embarcarse en el primer buque que se le presen-tase. Pero no se le ofrecía oportunidad y tenia pocasesperanzas de burlar la vigilancia del virey. Sin em-bargo, aunque Gonzalo Pizarro le ofreció un mandoá sus órdenes en la espedicion, el veterano lo rehusódiciendo, que ya tenia ochenta años, y que solo desea-ba volver á su casa y pasar con sosiego el resto desus dias (6). Mas le hubiera valido persistir en su-ne-gativa. Pero al fin accedió á los ruegos de su amigo,y el corto tiempo que le quedó de vida fue todavía masque suficiente para manchar su memoria con perpe-tua infamia.

Poco despues de su salida del Cuzco supo Pizarrola muerte del Inca Manco, el cual fue asesinado poruna partida de españoles dela faccion de Almagro, quedespues de la derrota de su jóven capitan se habíanrefugiado en el campo indio. Ellos en cambio fuerontodos muertos por los peruanos. Es imposible deter-minar quién tuvo la culpa de la contienda, pues nin-guno de los que se hallaron en ella pudo salvarsepara contarlo (7).

La muerte de Manco Inca , segun se le llamabacomunmente, es un suceso que no debe ser pasadoen silencio en la historia peruana; porque fue el úl-timo de su raza que puede decirse que estuvo anima-do del heróico espíritu de los antiguos Incas. Aun-

(5)5) Zárate, Conq. del Perú, lib. V, cap. ViII.(6) Herrera, Historia general, dec. VII, lib. VII, capí-

tulo XXII.(7) Pedro Pizarro, Descub. y .Conq., MS -Garcilasso,

Com. Real, parte II, lib. IV, cap. VII.

LA COSQUSTA DEL PERÚ•que colocado en el trono por Pizarro lejos de continua.siendo un mero instrumento en sus manos, mostró enbreve que no estaba dispuesto á hacer que su suertedependiese de la voluntad de sus vencedores. Auncuando las antiguas instituciones del pais se desplo-maban alrededor suyo, todavía luchó valientementecomo Guatimocin, el último de los aztecas, para evi-tar su caida ó enterrar á sus opresores entre las rui-nas del imperio. Con su ataque ala capital del Cuzco,en el cual la mayor parte de ella fue demolida, dióun golpe terrible á las armas de Pizarro y por unmomento la suerte de los conquistadores estuvo ensuspenso en la balanza del destino. Aunque derrota-do al fin por la ciencia superior de su adversario,todavía siguió mostrando el mismo indomable espíri-tu que en otro tiempo. Retiróse á las asperezas desus montañas, de donde saliendo cuando la ocasionse le ofrecia, caía sobre las caravanas de caminantesy sobre las pequeñas partidas de guerreros, y cuandosobrevenía la guerra civil acudia .á ponerse del ladodel mas débil, prolongando así la lucha de sus ene-migos y alimentando su venganza con la contempla-cion de sus calamidades. Cambiando constantementede residencia, supo eludir la persecucion entre losdesfiladeros de las cordilleras, y ya errando al rede-dor de las ciudades , ya emboscándose á la inmedia-cion de los caminos, hizo que su nombre llegase á serel terror de los españoles. Muchas veces le, dirigieronestos proposiciones de acomodamiento, y cada gober-nador, hasta Blasco Nuñez, había llevado instrucio-nes de la córte para atraerse por cualquier medio alformidable guerrero. Pero Manco no creia en las pro-mesas de los blancos, y prefirió conservar su salvajeindependencia en las montañas con los pocos valien-tes que le seguían, á la ignominia de vivir esclavo enel país que en otro tiempo reconoció por soberanos ásus antecesores.

La muerte del Inca hizo desaparecer uno de losgrandes pretestos de los preparativos militares dePizarro; pero en este ejerció, como puede suponerse,muy .poca- influencia. Mas sintió la desercion de al-gunos_de sus soldados que le abandonaron en los pri-meros.dias de su marcha. Varios caballeros del Cuz-co , asombrados al ver la ninguna ceremonia con queGonzalo Pizarro 'labia echado mano de los caudalespúblicos, y asustados del aspecto belicoso que ibantomando los negocios, empezaron á conocer que sehallaban en el camino de la rebelion. Muchos de ellos,inclusos algunos de los principales de la ciudad, seretiraron del ejército y se apresuraron á presentarseen Lima y á ofrecer sus servicios al virey. Las tropasse desanimaron con esta desercion, y aun Pizarrotitubeó un momento en su propósito y pensó en re-tirarse con cincuenta de los suyos á Charcas para en-trar desde allí en negociaciones con el gobierno. Peroun poco de reflexion y las amonestaciones del valienteCarbajal, que jamas retrocedía en la empresa unavez comenzada, le convencieron de que ya había idodemasiado lejos para poder volverse aíras y que suúnico medio de salvacion estaba en seguir adelante.

Tranquilizáronle algunas manifestaciones mas de-cididas que poco despues recibió de la opinion pú-blica. Un oficial llamado Puelles, que mandaba enGuanuco, se le unió con algunos caballos que le habíaconfiado el virey. A esta defeccion siguieron otras,y Gonzalo al descender de las elevadas llanuras delCuzco vió gradualmente aumentarse sus fuerzas has-ta llegar á componer un número casi doble del quetenian cuando salió de la capital india.

Al atravesar con mas libre paso los sangrientoscampos de Chupas , Carbajal le enseñó los diversossitios que habían sido teatro del combate, y Pizarropodia haber encontrado materia para tristes reflexio-nes si hubiera meditado sobre la suerte destinada álos rebeldes. En Guamanga fue recibido con los bra-

• 191zos abiertos por los habitantes, muchos de los cualesse apresuraron á alistarse en sus banderas, pues ha-biendo oido hablar en todas partes del carácter in-flexible del virey, temblaban por sus p ropiedades (1).

Blasco Nuñez empezó ya á convencerse de que sehallaba en una posicion crítica. Antes de que se con-sumase la traicion de Puelles 'labia recibido algunasnoticias vagas respecto á las intenciones de este ofi-cial. Aunque apenas las daba crédito, destacó á unode los suyos llamado Diaz con una fuerza para impe-dir la desercion de Puelles; pero aunque aquel em-prendió con buen deseo su mision, le persuadieronpoco despues que debia seguir el ejemplo de su ca-marada y con la mayor parte de su gente se pasó a lenemigo. En las guerras civiles de aquel infeliz paisse cambiaba de partido tan frecuentemente, que la des-lealtad á sus gefes casi dejó de ser una mancha en elhonor de un caballero. Sin embargo, todos, cual-quiera que fuese el partido en que se hallaran afilia-dos , proclamaban altamente su lealtad á la corona.

Blasco Nuñez, viendo que los suyos y los que masadhesion á su causa habian aparentado le hacian trai-cion, comenzó . á sospechar de todos los que le rodea-ban. Por desgracia sus sospechas recayeron en algu-nos de los que mas confianza podian inspirarle. Entreestos se hallaba su predecesor Vaca de Castro. El an-tiguo gobernador, en la delicada posicion en que sehallaba colocado, se habia conducido con honradez éintegridad perfectas: I-Iabia hablado francamente alvirey, y no le hubiera estado mal á Blasco Nuñezhaberse aprovechado de sus instruccipnes. Pero Blas-co Nuñez, infatuado con la importancia de su em-pleo , presumia por otra parte demasiado de susuperior sabiduría para admitir los consejos de suesperto predecesor, y sospechó que este manteniacorrespondencia secreta con sus enemigos del Cuzco,sospecha que no parece haber tenido mas fundamentoque la amistad personal que como era sabido , pro-fesaba Vaca de Castro á algunos de ellos. Sin embargopara Blasco Nuñez, sospechar era convencerse, ymandó prender á Vaca de Castro y conducirle á unbuque anclado en el puerto. Esta medida violenta fueseguida de la prision de otros muchos caballerosprobablemente por sospechas asímismo mal funda-das (2).

Fijó en seguida su atencion en el enemigo. No obs-tante haberse frustrado ya una vez la esperanza deobtener algo por medio de las negociaciones, no des-esperó de conseguirlo la segunda, y envió á GonzaloPizarro otra embajjada, presidida por el obispo deCuzco, prometiendo una amnistía general y haciendoá Gonzalo algunas proposiciones mas halagüeñas.Pero esta embajada , al paso que anunció la debilidaddel virey, tuvo el mismo mal éxito que la primera (3),

Blasco Nuñez se preparó entonces vigorosamentepara la guerra, su primer cuidado fue poner la capi-tal en estado de defensa aumentando las fortificacio-nes y construyendo barricadas en las calles. Mandódespues hacer un alistamiento general de los habi-tantes y llamó tropas de las ciudades inmediatas, lla-mamiento á que no se apresuraron estas demasiado áresponder. Una escuadra de ocho á diez buques estaba

(1) Fernandez, Hist. del Perú, parte I, lib. I, cap. XIV.—Zárate. Conq. del Perú, lib. V, cap. IX—X.—Herrera,Hist. general, dec. VII, lib. VIII, cap. V—IX. —Carta deGonzalo Pizarro á Valdivia, MS.—Relacion de los sucesosdel Perú, MS.

(2) Zárate, Conq. del Perú, lib. V, cap. III.—Pedro Pi-zarro, Descub. y Conq. MS.—Fernandez, Híst. del Perú,parte I , lib. I. cap. X.

(,3) El obispo Loaysa fue despojado de sus despachos, y nose le permitió entrar en el campo para que su presencia notentase la constancia de los soldados. (Relacion de los suce-sos del Perú.) Este pasaje ocupa mas aprecio del que mereceen la mayor parte delo3 escritos.

194 BIBLIOTECA DE GASPAR Y ROIG.

reunieron fuerza armada para que les protegiese, y enel mismo dia dieron un decreto mandando prender alvirey.

Lo que Blasco Nuñez no se habia cuidado de hacerlo hicieron los oidores. Salieron á la cabeza de sugente, cuyo número, aunque corto al principio, espe-raban que se aumentase con los que encontraran alpaso, y de este modo se dirigieron al palacio del vireygritando; «¡ libertad libertad ! ¡ viva el rey ! ¡ viva laaudiencia!)) Empezaba entonces á amanecer, y loshabitantes, despertados al ruido, corrieron á losbalcones y ventanas, y sabiendo el objeto del movi-miento, algunos tomaron sus armas y se unieron áél, mientras las mujeres, agitando sus pañuelosaplaudían la revolucion.

Cuando la turba llegó enfrente del palacio del vi-rey, hizo alto por un momento, incierta del partidoc-ue debía tomar. El virey dió órden para hacer fuego¿esde las ventanas, y una descarga de balas pasósobre sus cabezas siu tocará nadie. Entonces la mayorparte de los criados del virey, con muchos de susoficiales, inclusos algunos de los que se habian mos-trado mas solícitos-por su seguridad personal, seunieron abiertamente al populacho , y el palacio fueinvadido y saqueado. Blasco Nuiiez, abandonado detodos, escepto de unos cuantos migos fieles, nó opusoresistencia; se rindió á los agresores, fue conducidoante los jueces, y por ellos confinado en una estrechaprision. Los habitantes, gozosos del éxito del movi-miento, dieron un banquete á los soldados, y el asun-to concluyó sin que se perdiese una sola vida. Nuncahubo revolucion menos sangrienta (1 ).

Lo primero que hicieron los jueces fue disponerdel preso. Enviósele con fuerte guardia á una islainmediata, hasta que se decidiese lo que debia hacer-se con él. Despues fue depuesto de su .empleo, esta-bleciéndose un gobierno provisional compuesto de losindividuos de la audiencia y presidido por Cepeda,cuyo primer acto fue suspender la ejecucion de lasodiadas ordenanzas hasta recibir instrucciones delo córte. Decidióse tambien enviar á Blasco Nuñez áEspaña acompañado de un oidor encargado de espli-car al gobierno el carácter de los últimos disturbios yjustificarlas medidas adoptadas por la audiencia. Esteacuerdo fue puesto al momento en ejecucion; eligióseal licenciado Alvarez para acompañar al virey, y estedesgraciado, despues de haber estado muchos diasen la isla desierta con escaso alimento y espuesto átodas las inclemencias del tiempo, hubo de empren-der su viaje á Panamá (2).

Quedaba todavía un formidable adversario en Gon-zalo Pizarro, que se habia adelantado ya hasta Xauxa,á unas noventas millas de Lima. Allí hizo alto ,y en-tre tanto en Lima gran número de habitantes se pre-paraban á unirse á sus banderas, prefiriendo servira sus órdenes á quedar sometidos á la autoridad quese habia abrogado la audiencia. Los jueces, que ha-bian saboreado las dulzuras del gobierno por dema-siado corto tiempo para que les agradase renunciar áellas, se decidieron al fin , despues de muchas dila-ciones, á enviar un mensaje al procurador, anuncián-

(•1) Belacion de los sucesos del Perú , MS. — Relacion anó-nima, MS.—Pedro Pizarro, Descub. y Conq. MS.— Fernan-dez, IIist. del Perú, parte I, lib. I , cap. XIX. — Zárate,Conq. del Perú, lib. V, cap. XI.—Carta de Gonzalo Pizarroá Valdivia, MS.— Gonzalo Pizarro deduce devotamente deesto que la revolucion fue obra de la mano de Dios para elbien del pais. «E hízose sin que muriese un hombre, ni fueseherido, como obra que Dios la guiava para bien desta tierra.»Carta, MS. , ubi supra.

(2) Carta de Gonzalo Pizarro á Valdivia.—Relacion de lossucesos del Perú, MS.

La historia de la captura del virey está muy bien referidapor el autor de este último manuscrito; el cual, en este casoá lo menos, se inclina como debe en favor de Blasco Nuñez,aunque era su' adversario.

dole la revolucion que se habia verificado y la sus-pension de las ordenanzas. Decíanle, ademas, que elgran objeto de su rnision estaba ya cumplido , y quehabiéndose organizado un nuevo gobierno le invitabaná mostrar su obediencia, disolviendo su ejército y re-tirándose á gozar tranquilo y seguro de sus hacien-das. La exigencia hecha á una persona que se hallabaen la posicion de Pizarro era muyatrevida, aunqueenvuelta en términos corteses y en frases lisonjeras.Era querer espantar al águila en el momento mismode irá lanzarse sobre su presa. Sin embargo, si Pi-zarro hubiera desmayado en su propósito , le habriaafirmado en él su esforzado teniente. «No mostreisdebilidad, le dijo, cuando tan cerca estamos de ase-gurar el golpe. Todos vuestros pasos han sido feliceshasta ahora; no teneis mas que alargar la mano paratomar el gobierno y todos os seguirán.» El encargadopor los jueces de presentar el mensaje á Pizarro , vol-vió con esta respuesta : « que la voluntad del puebloera que Gonzalo Pizarro se encargase del gobierno delpaís, y que si la audiencia no le daba desde luego lainvestidura de gobernador, entregaría la ciudad alsaqueo (3).»

Los magistrados quedaron consternados al oir estacontestacion decisiva. Sin embargo, no resolviéndosetodavía á renunciar, fueron á pedir consejo á Vaca deCastro , que se hallaba aun detenido . á bordo de unode los buques. Pero Vaca de Castro debía muy pocoá sus sucesores para que quisiera esponer por ellossu vida desconcertando los planes de Pizarro, y asíguardó un discreto silencio, dejando la decision delasunto á la sabiduría de la audiencia.

Entre tanto Carbajal fue enviado á la ciudad paraapresurar las deliberaciones. Llegó de noche seguidosolamente de unos cuantos soldados y mostrando en es-to el desprecio que hacia del poder de los jueces. Suprimer acto fue sacar de sus camas y poner en prisiouá un gran número de caballeros del Cuzco, los mis-mos que, como he dicho antes, habían abandonadolas filas de Pizarro á su salida de aquella capital.Mientras la audiencia dudaba aun del medio que de-bia adoptar, Carbajal hizo subir en mulas á tres desus presos, personas de consideracion y riqueza, yles trasladó escoltados por la ciudad hasta los arraba-les, donde concediélüdoles solo un breve espacio detiempo para que se confesasen, les hizo ahorcar átodos de las ramas de un árbol. El mismo dirigió laejecucion, y se mofó de una de las víctimas, dicién-dole; « que en consideracion á su alta clase tendriael privilegio de elegir la rama de que habia de serahorcado (4).» Dícese que el feroz Carbajal hubieraido aun mas adelante en sus ejecuciones, á no haberrecibido órdenes contrarias de su gefe. Pero bastantese hizo para avivar las deliberaciones de la audiencia,cuyos individuos conocieron que en manos tan pocoescrupulosas sus vidas estaban pendientes de un hilo.Enviaron, pues, sin mas dilacion un mensaje á Gon-zalo Pizarro invitándole á entrar en la ciudad y clec/a-rando que la seguridad del pais y el bien generalexigian que se pusiesen en sus manos las riendas delgobierno (5 ).

(3) Zárate, Conq. del Perú, lib. V, cap. XIII.Se necesitaba cierto valor para llevar el mensaje de la au-

diencia á Gonzalo Pizarro y á sus fieros soldados. El historia-dor Zárate fue el que desempeñó esta comision, no muy águsto suyo segun parece. Sin embargo , salió ileso del peli-gro, y ha dado en su crónica una relacion completa de esteasunto. - - - -

(4) «Le quería dar su muerte con una preeminencia seña-lada , que escogiese en qual de las ramas de aquel árbol que-ría que le colgasen.» Zárate, Gong. del Perú, lib. V, capítu-lo XIII.—Relacion anónima, MS. — Fernandez, parte I,lib. I, eap. XXV.

(5) Segun Gonzalo Pizarro, la audiencia hizo esta invita-don obedeciendo á las exigencias de los representantes de lasciudades.—«Y á está sazon llegué á Lima ; i todos: los procu-

LA CONQUISTA DEL PEDU.Pizarro, que rabia llegado ya á media legua de

distancia de la capital, entró inmediatamente en ellael 28 de octubre de 1544, con todo el aparato guer-rero. Toda su fuerza llegaba á cerca de mil doscientosespañoles, ademas de algunos miles de indios queiban á vanguardia conduciendo la artillería (9). Des-pues de los indios iban los alabarderos y arcabucerosformando un cuerpo de infantería formidable paraun ejercito colonial; y últimamente la caballería, ácuya cabeza marchaba el mismo Pizarro sobre unmagnífico caballo brillantemente enjaezado. Iba Gon-zalo completamente armado , y sobre su armaduraondeaba una túnica ricamente bordada y una capacarmesí llena de brillantes adornos, los cuales real-zaban la gallardía y el aire marcial de su persona (2).Delante de él iba el estandarte real de Castilla; porquetodos, realistas ó rebeldes, peleaban siempre bajoesta enseña. A la derecha acompañaba á este emble-ma de lealtad una bandera con las armas del Cuzco,y á la izquierda otra con las armas concedidas por lacorona á la casa de los Pizarras. Al pasar la marcialcomitiva por las calles de Lima, rasgaron el airemultitud de aclamaciones que sa!ian del pueblo y delos espectadores asomados á las ventanas. De cuandoen cuando .se oia el estampido del cañon, y las cam-panas de la ciudad (las que había dejado el virey)tocaban un alegre son como celebrando una victoria.

Los jueces de' la audiencia tomaron á Gonzalo eljuramento de costumbre , -proclamándole gobernadory capitan general del Perú, hasta que pudiera saberseen este punto la voluntad de S. M. El nuevo goberna-dor se alojó en el palacio de su hermano, en el cualaun se velan las manchas de su sangre. Fiestas, cor-ridas de toros y torneos alegraron la ceremonia de lainauguracion; prolongándose por muchos dias y en-tregándose el pueblo al mayor recocijo como si hu-biera comenzado para el Perú un nuevo y mas favo-rable órden de cosas (3).

CAPITULO IX.Medidas de Gonzalo Pizarro. —Evasion de Vaca de Cas-

tro.—Reaparicion del virey.—Su desastrosa retirada.— Su derrota y su muerte. — Gonzalo Pizarro dueñodel Perú.

1544-1546.

EL primer acto de la administracion de GonzaloPizarro fue mandar prender á los que habían tomadouna parte masactiva contra él en los últimos distur-bios. A muchos condenó á muerte, pero despuesconmutó la sentencia, y se contentó con desterrarlos

radores de las eihdades destos reynos suplicaron al audienciame hiciesen gobernador para resistir los robos á fuerzas queBlasco uiiez audava laciendo, i para tener la tierra en justi-cia hasta que S. M. proveyese lo que mas á su real servicioconvenia. Los nydores, visto que así convenia al servicio deDios i de S. M. i al bien destos reinos, etc.» (Carta cle Gon-zalo Pizarro á Valdivia, 111S.) Pero la relacion Pizarro res-pecto á este punto debe recibirse con mas deconti,nza que laordinaria. `u carta dirigida al célebre conquistador de Chilecontiene una relacion completa del origen y progresos de larebelion; es la mejor vindicacion de su conducta que puedehallarse, y como contrapeso á lo que dijeron sus enemigos estambien de inestimable valor para el historiador.

(1) El autor de la Relacion anónima dice que empleó docemil indios en este servicio. Pero este autor, aunque vivía enlas colonias enaquel tiempo, habla muchas veces sin funda-mento alguno, y no puede merecer nuestra confianza.

(21 «Y él arruado y coi una capa de grana cubierta conmuchas guarniciones cíe oro, é con sa yo de brocado sobre lasarmas.»-Relacion de los sucesos del Perú, MS.—Zacate,Conq. del Perú,

li

b. V , cap. XI11,

(3) Para las precedentes pág iras respecto á Gonzalo Pi-zarro , véanse: Relacion anónima, MS.—Fernandez,Histo-ria del Perú, parte 1 , cap. XXV.— Pedro Pizarro, Descub. yConq., MS.—Carta de Gonzalo Pizarro á Valdivia, b15.—

Zárate, loc. cit. -Herrera, Hist, gen., doc. VII, lib. VIII, ca-TOMO I,

y confiscarles los bienes (4). Despues se dedicó á'j$es5-tablecer su autoridad sobre mas firmes bases. Llenó

de partidarios suyos el ayuntamiento de Lima; envióá sus tenientes á encargarse del mundo de las princi-pales ciudades; é hizo construir galeras en Arequipapara asegurar el dominio de los mares; y puso sustropas en el mejor estado posible para prepararse ácualquier evento.

La real audiencia existia solo de nombre, porqueel nuevo gobernador absorbió prontamente todas susfacultades, deseando poner la administracion en elmismo pie en que se hallaba en tiempo del marquessu hermano. La audiencia, en efecto, tenia necesa-riamente que aniquilarse; atendida la posicion de susindividuos. Alvarez habla sido enviado con el vireyá Castilla; Cepeda, el mas ambicioso de todos, viendofrustrados sus planes, se contentaba con ser meroinstrumento en manos del gefe militar que le habíadestituido; Zárate, el tercerjuez, se hallaba detenidoen su casa por una enfermedad mortal (5); y á Te-jada, que era el cuarto, se proponía Gonzalo enviarloá Castilla con una relacion de los últimos sucesos di-rigida á justificar su conducta á los ojos del empera-dor. A e»te propósito se opuso Carbajal , diciendobruscamente á Gonzalo, a que había ido demasiadolejos para esperar favor de la corona, y que mejorbaria en bar su justiticacion á las lanzas y á los arca-buces (6).»

Pero. de repente desapareció del puerto el buqueque debia trasladar á Tejada á Espana. Era el mismoen que Vaca de Castro. estaba preso. Este, no que-riendo fiarse de una persona cuyas proposiciones babia él rechazado en otro tiempo con tan poca cere-monia, y convencido ademas de que su presencia denada servia en una tierra donde no tenia autoridadlegítima, persuadió al capitán á que le llevase á Pa-namá. Despues cruzó el istmo y se embarcó para Es-paña. Habianle ya precedido rumores de su llegada, yno fallaban cargos contra él suscitados por algunosde aquellos á quienes su administracion Labia des-contentado. Fue acusado de haber adoptado medidasviolentas y arbitrarias sin consideracion á los dere-chos del colono ni á los del indio ; y principalmentede haberse apropiado los caudales públicos y de vol-ver con los cofres llenos de riquezas. Este último eraun crí men imperdonable.

No bien puso el pie en su pais fue preso y condu-cido á la fortaleza de Arévalo; y aunque despues letrasladaron á mejor prision y le trataron con las con-sideraciones debidas á su clase, todavía no dejó depasar doce años detenido como preso de Estado,que fue lo que tardaron los tribunales de Castilla enpronunciar sentencia á su favor. Al fin fue absueltode todos los cargos suscitados contra él; lejos de pro-barse. que habla usurpado los caudales públicos, seprobó que no habla vuelto á España mas rico quecuando se salió ole ella ; le pusieron , pues, en liber-tad devolviéndole sus honores y dignidades; volvió áocupar su silla en el consejo , y gozó el resto de susdias de la consideracion á que sus méritos le hacianacreedor (7 ). El mejor elogio de su entendida ad-

pítulo XVI—XIX.—Relacion de los sucesos del Perú, MS.—Montesinos, Annales, MS., año de 1544.

(4) Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS. —Este honradomilitar fue mas leal á su rey que á su pariente. Por lo menosno se adhirió al partido de Gonzalo , y fue uno de los que es-tuvieron á pique de ser ahorcados por este motivo. Parece quenunra profesó gran estimación á su pariente.

(5) No debe confundirse ú Zárate el juez con Zárate elhistoriador, el cual pasó al Perú con la audiencia en clase decontador, habiendo desempeñado antes el empleo de secre-tario del consejo en L• spaña.

(G) Ganara, Historia de las Indias, cap. CLXXII.—Gar-cilasso, Com. Real, parte II, lib. IV, cap. XXI.

(1) 'Zárate, Conq. del Perú, lib. V, cap. XV,—Relacion

ig^ nifLCOTECA DE

ministracion fueron las turbulencias que su sucesorescitó en el pais. La nacion fue conociendo gradual-mente el valor de sus servicios, aunque debe confe-sarse que el modo con que fueron recompensados porel gobierno no da una idea muy elevada de la gratitudde los reyes.

Todavra esperimentó Pizarro un disgusto mayordel que le causaba la fuga de Vaca de Castro , con lavuelta de Blasco Nuñez. Apenas se Babia apartado dela orilla el buque que le couducia á España, el juezAlvarez, ya por remordimientos, ó ya por temor delas consecuenci a s de volver con el virey á su pais, sepresentó á Blasco Nuñez y le dijo que estaba en liber-tad. Al mismo tiempo se disculpó de la parte que La-bia tenido en su prision atribuyéndola al deseo desalvarle la vida y de sacarle de su peligrosa situacion.Despues puso el buque á su disposicion y le aseguróque le llevada adonde quisiese.

El virey , cualquiera que fuese el grado de créditoque diera á las esplicaciones del juez, se apresuró áaprovecharse de la oferta. Su altivez se sublevabaante la idea de volver á España en desgracia sin ha-ber podido cumplir ninguno de los objetos de su mi-sion. Determinó por tanto probar otra vez fortuna enel pais ,y su única duda era sobre el punto que habiade elegir para reunir eu torno suyo á sus partidarios.Eu Panamá podía estar seguro mientras invocaba elauxilio de Nicaragua y otras colonias del Norte : peroestolabria sido abandonar del todo su gobierno y talconfe•ion de debilidad produciria mal efecto en suspartidarios del Perú. Decidióse pues á dirigirse á Qui-to, cuya capital al mismo tiempo que se hallaba den-tro de su jurisdiccion , estaba bastante apartada delteatro de las últimas turbulencias para darle tiempoá reunir sus tropas y hacer frente á sus enemigos.

Con este propósito desembarcó con su comitiva enTumbez á mediados de octubre de 1544. Al saltar entierra publicó un manifiesto participando á los habi-tantes el violento proceder de Gonzalo Pizarro y sugente; denunciándolos como traidores á su rey ,yexhortando á todos los fieles súbditos de S. hl. á queacudiesen á su lado para ayudarle á sostener la auto-ridad real. El llamamiento uo quedó sin respuesta , yaunque poco á poco fueron legando de San Miguel,de Puerto Viejo ydeotras ciudades de la costa, volun-tarias que animaron el corazon del virey con la con-viccion de que el sentimiento de lealtad no estaba es-tinguido aun en los pechos españoles.

Pero mientras se ocupaba en estos preparativosrecibió noticia de la llegada á la costa de uno de loscapitanes de Pizarro con fuerza superior á la suya.Estas noticias eran exageradas ; pero Blasco Nuñez,sin tomar: e tiempo para averiguar la verdad, abando-nó su posicion de Turnbez y con toda la velocidad quele fue posible atravesando un pais silvestre y monta-ñoso medio enterrado eu nieve, se dirigió á Quito.Esta capital, situada al estremo septentrional de laprovincia no era punto favorable para la reunion desus partidarios; así despues de haber permanecido enella hasta que Benalcázar, el leal comandante de Po-payan, le aseguró que le auxiliarla con todas susfuerzas en la. próxima campaña, hizo una rápida con-tramarcha hácia la costa y tomó posicion en la ciudadde San Miguel. Este era un punto á propósito parasus designios pues la ciudad, ademas de estar situadaen el gran camino que costeaba las orillas del Pací-fico , era el principal depósito del comercio con Pana-má y con el Norte.

Allí levantó su bandera , yen pocas semanas se ha-lló á la cabeza de cerca de quinientos hombres entrecaballería é infantería, mal provistos de armas y tau-

anónima , MS. — Relacion de los sucesos del Perú, MS.Montesinos, Annales, MS., año de 1545. — Fernandez, IIis

--aria del Perú, parte 1, 11. 1, cap. XXVIII.

GASPAR Y ROIG.

niciones, pero al parecer llenos de entusiasmo por silcausa. Hallándose, pues, con suficiente fuerza paracomenzar las operaciones activas, salió contra algu-nos de los capitanes de Pizarro que se hallaban en lasinmediaciones , sobre los cuales obtuvo ventajas de-cisivas que renovaron su confianza lisonjeándole conla idea de restablecer pronto su ascendiente en elvis (1).

pais estaba entre tanto ocioso Gonzalo Pizarro. Rabiavigilado con ansiedad los movimientos del virey y lle-gó á convencerse al cabo de que 'labia llegado el mo-mento de obrar y de vencerle, so pena de esponerseá ser vencido por su formidable rival. Dejó, pues,una fuerte guaruicion en Lima á las órdenes de unfiel capitán, y despues de haber enviado por tierraá Trujillo unos seiscientos hombres, se embarcó parael mismo punto el 4 de marzo de 1545, el mismo diaen que el virey salió de Quito.

En Trujillo se puso á la cabeza de su pequeño ejér-cito, y tomó sin pérdida de tiempo la vuelta de SanMiguel. Blasco Nuñez, deseoso de terminar en brevela contienda,queria salirle al encuentro y darle la ba-talla; pero sus soldados, la mayor parte jóvenes éinespertos , reunidos apresuradamente, se intimida-ron al oir el nombre de Pizarro é insistieron fuerte-mente en que les llevase á un pais mas elevado dondepudieran ser reforzados por Benalcázar. Así el des-graciado virey semejante al ginete que no puede su-jetar su caballo fue llevado precipitadamente en di-reccion contraria á sus deseos. Era destino de BlascoNuñez ver frustrados sus proyectos así por sus amigoscomo por sus enemigos.

Al. llegar Gonzalo Pizarra delante de San Migueltuvo el disgusto de saber que su enemigo ya no estabaallí. Sin entrar en la ciudad apresuró el paso, y atra-vesando un valle de alguna estension llegó á la faldade una cordillera en que Blasco Nuñez acababa de en-trar p ocas horas antes. Era muy entrada la tarde;pero Pizarro conociendo cuánto le importaba la cele-ridad, envió delante á Carbajal con un cuerpo detropas ligeras para alcanzar á los fugitivos; Carbajalcon sus cortas fuerzas logró penetrar entre las mon-tañ.s y alcanzó á media noche á las tropas del vireyque estaban sepultadas en el sueño. Sorprendidas es-tas al oir la trompeta , que ¡ cosa estraña! tocó im-prudentemente el enemigo (2), se levantaron con el vi-rey á la cabeza , montaron en los caballos, tomaron losarcabuces, é hicieron tal descarga contra los agreso-res, que Carbajal desconcertado , creón prudente re-tirarse vista la inferioridad de sus fuerzas. El vireyle siguió hasta que temiendo alguna emboscada enla oscuridad de la noche , se retiró tambien dejandoá su enemigo que se reuniese con el cuerpo de ejér-cito de Pizarro.

Esta conducta d.e Carbajal que por su descuido dejóque se le escapase la presa de entre las manos es ines-plrcable y forma un singular contraste con la pruden-cia y vigilancia que habitualmente habia sabido des-plegar en su carrera de soldado. Si la falta hubierasido cometida por otro capitán, le habria cortado la

(1) Carta de Gonzalo Pizarro á Valdivia, MS. — Zárate,Conq. del Perú, lib. V, cap. XIV—XV.—Herrera, Hist. ge-neral, dec. VII, lib. VIII, cap. XIX—XX.—Relacion anó-nima, MS. — Fernandez Hist. del Perú, parte I, lib. 1, ca-pitulo X\IIL—Relacion de los sucesos del Pera, MS. — Elautor de este último documento habla del grande entusiasmopor la corona que existía en varias ciudades, y hace menciontambien de los rumores que corrían acerca de una invasionde los indios contra el Cuzco. El escritor pertenecía al partidode Blasco Nuñez, y la facilidad con que los desterradom creenlos rumores que les son favorables es proverbial.

(2) «Mas Francisco de Caruajal que los yua siguiendo lle-gó cuatro horas de la noche á donde estauan : y con vnatrompeta que lleuaua les tocó arma : y sentido por el vireyse levantó luego el primero.» Fernandez Hist. del Perú,parte 1, lib. 1, cap. XL,

LA CONQUISTA DEL PERÚ. 197Los padecimientos de Pizarro y su gente eran poco

menos qué los del virey , aunque estos los mitigabancuanto podian los habitantes del pais que con admi-rable instinto sabian distinguir cuál era el mas fuertey por consiguiente el mas temible. Pero aun así loque tuvieron que sufrir fue mucho : fue una repeti-cion de las terribles escenas de la espedicion al rio delas Amazonas. Preciso es confesar que los soldadosde la conquista compraron muy caros sus triunfos:

Sin embargo, el virey tenia. un motivo de inquietudmas grande tal vez que el procedente de los padeci-mientos físicos ; y era la desconfianza con que mirabaá sus partidarios. I-Iabia muchos principales caballerosde su séquito , de quienes sospechaba que manteniancorrespondencia con el enemigo y aun que tenian eldesignio de entregarle en sus manos. Estaba tan con-vencido de ello , que durante la marcha hizo darmuerte á dos de estos oficiales, cuyos cuerpos aban-donados en el camino, vistos por el soldado le anun-ciaron que en aquellas tremendas soledades tenia to-davía otros enemigos de quienes guardarse, ademasdel que venia á retaguardia (6).

Otro caballero, que era segundo del virey, fueejecutado, despues de un examen mas formal de sucausa, en el primer punto donde el ejército hizo alto.Es imposible, habiendo pasado tanto tiempo, deter-minar ahora el fundamento que pudiesen tener lassospechas de Blasco Nuñez. Las opiniones de loscontemporáneos son varías (7). En épocas de agita-cion política, la opinion del escritor está generalmentedeterminada por la del partido á que pertenece. Juz-gando por el carácter de Blasco Nuñez , desconfiado éirritable, podemos suponer que obró sin suficiente

cabeza; pero Pizarro aunque muy incomodado, co-nocia demasiado el valor de sus servicios y su bienprobada{adhesion para indisponerse con él. AnsiosoCarbajal de reparar su yerro, se puso otra vez á lacabeza de un cuerpo de tropas ligeras con instruccio-nes para picar la retaguardia al enemigo , cortarle losvíveres y fatigarle todo lo posible hasta la llegada dePizarro (1).

Mas el virey se Babia aprovechado de aquella dila-cion para adelantar gran trecho á sus adversarios. Elcamino que seguia atravesaba el valle de Cazos, dis-trito inculto y que ofrecia poca subsistencia así paralos hombres como para los caballos. Dia tras día sustropas continuaron su marcha por aquella árida re-gion corlada por barrancos y rocas que aumentabanconsiderablemente las fatigas del camino. Su princi-pal sustento era maiz tostado, que aunque formabacomunmente el alimento de los indios cuando cami-naban, no era tenido en grande estima por los espa-ñoles : añadíanse á esta poco sustanciosa comida lasyerbas que podian encontrar á los lados del camino,y que á falta de mejores utensilios tenian que coceren las celadas (2). Carbajal entre tanto les seguia tande cerca, que se apoderó de sus equipajes, de susmuniciones y algunas veces de sus mulas. El infati-gable guerrero les iba siempre á los alcances de dia yde noche sin dejarles un momento de reposo, de talmodo que no desplegaban las: iendas, ni quitabanlas sillas á los caballos , tli les dejaban del diestro ; yapenas el fatigaao soldado cerraba sus párpados, oiael grito de alarma que le anunciaba que el enemigoestaba encima (3).

Al fin los partidarios de Blasco Nuñez rendidos decansancio llegaron al despoblado de Paltos que se es- causa. Pero contra esta consideracion milita la facili-tiende hácia el Norte en un espacio desierto de mu- dad con que sus partidarios, cuyo afecto parece quechas leguas. El terreno, cortado por muchos arroyos, no se granjeó mucho , le abandonaron al menor reyestiene el aspecto de un gran tremedal, y hombres y de fortuna. De todos modos, fundadas ó infundadascaballos tenian que aventurarse á pasar por las aguas las sospechas , el efecto en el ánimo del virey era elencharcadas, costeando unas veces con dificultad el mismo : con un enemigo á retaguardia, á quien nopantano y otras viéndose obligados á abrirse paso en- se atrevía á combatir; con soldados en quienes notre los arbustos que entrelazaban sus espesas ramas. osaba confiar, la copa de sus infortunios estaba casi

llena.Por último salió á terreno firme, y pasando por

Tomebamba volvió á entrar en su capital de Quito.Pero la acogida que encontró no fue tan cordial comola que en la primera ocasion'labia tenido. Volvía co-mo fugitivo, perseguido por un enemigo formidable;y pronto tuvo motivo de conocer que el mejor mediopara recibir auxilio es no tener necesidad de él.

Limpiando, pues, de sus zapatos el polvo de ladesleal ciudad, cuyo supersticioso pueblo temía losagüeros que repetidas veces habian anunciado supróxima ruina (8), el desgraciado virey continuó su

(1) Fernandez , ubiclec. VII, lib. IX , cap.bro IV, cap. XXVI.

(2) «Caminando, pues , comiendo algunas yerbas, quecocino en las celadas, guando paraban á dar aliento á los ca-ballos.» Herrera , Historia general , dec. VII, lib. IX, capí-tulo XXIV.

(3) «I sin que en todo el camino los vnos ni los otros qui-tasen las sillas á los caballos. Aunque en este caso estaba masalerta la gente del visorci, porque si algun pequeiio rato de 'la noche reposaban era vestidos i teniendo siempre los caba-llos del cabestro, sin esperar á poner toldos, ni O aderecarlas otras formas que se suelen tener para atarlos caballos denoche.» Tárate, Conq. del Perú, lib. V, cap. XXIX.

(4) «I en causándose el caballo, le desjarretaba i le dexa-ba porque sus contrarios no se aprovechasen de él.» Zárate,loe. cit.

(5) «A no haber sido por Gonzalo Pizarro , dice Fernan-dez , muchos mas hubieran sido ahorcados por Carbajal, el perros andaban por las calles dando grandes y temerosos gin-

cual decia cbanceúndose que de los enemigos los menos.» 'lides, i los hombres andavan asombrados i fuera de sí.» Her-

Hist. del Perú, parte I, lib. I, cap. XL. rera, Historia general, dec. VII, lib. Y . cap, IV.

TOMO I.

Los cansados caballos, sin mas alimento que el quepodian hallar al paso ele la maleza, quedaban muchasveces sin poder seguir adelante y eran abandonados ámorir en el camino despues'cle haber sído desjarreta-dos para que no pudiesen servir al enemigo, aunquemas frecuentemente servian para aplacar con sus mi-serables cuerpos el hambre de sus dueños (4). Mu-chos soldados cayeron en el camino muertos de fatigay hambre y otros se quedaron en los bosques no pu-diendo seguir la marcha. Y desdichado del que reza-gándose caía en poder de Carbajal,y mucho mas sihabía pertenecido antes al partido de Pizarro. Solo lasospecha de traicion bastaba para que aquel inexora-ble soldado (5) . le condenase á perder la vida.

supra. — Herrera, Historia general,XXII.—Garcilasso, Corn. Real, li-

(6) Los afligidos soldados, que por el cansancio de los ca-ballos iban á pie con terrible angustia, por la persecucion delos enemigos que iban cerca i por la fatiga de la hambre,guando vieron los cuerpos de los dos capitanes muertos enaquel camino, quedaron atónitos.» Herrera Hist. general,clec. VII, lib. IX, cap. XXV.

(7) Fernandez, escritor leal y bastante amigo del virey,despues de decir que los oficiales á quienes mandó matar lehabian servido hasta entonces con sus vidas y haciendas, ter-mina sus comentarios sobre el hecho con la prudente re-flexion de que eran diversos los juicios formados acerca de él.

«Sobre estas muertes uno en el Perú varios y contrarios juy-zios y opiniones de culpa v de descargo.» (Hist. del- Perú,parte I, lib. I, cap. XLI.) Gomara dice determinadamenteque todos los condenaron. (Historia de las Indias, capítu-lo CXLVII.) La opinion mas general parece haber sido con-tra el virey.

(8) Algunos de estos agüeros que cita el historiador, porejemplo el aullido de perros, no eran por cierto milagros,«En esta lamentable i angustiosa partida, muchos afirmaronhaver visto por el aire muchos cometas, i que quadrillas de

i 98 BIBLIOTECA DE

camino hácia Pastos, en la jurisdiccion de Benalcá-zar. Pizarro y sus tropas entraron en Quito pocotiempo despues, disgustados de que, ú pesar de todasu diligencia, el enemi go eludiese todavía su persecu-cion. Mandó hacer alto Pizarro solo para dar un cortorespiro á su gente, y jurando que habla de alcanzaral virey, aunque tuviese que seguirle hasta el mardel Norte (1), continua su marcha. En Pastos estuvoya á punto de conseguir su objeto. Su vanguardiaencontró á Blasco Nuñez al hacer alto á la orillaopuesta de un riachuelo. Los soldados de Pizarro,rendidos de fatiga y de calor, se tendieron sobre lamárgen del agua para apagar su ardiente sed; y hu-biera sido facil á las tropas del virey , que ya hablantomado algun descanso , y eran superiores en nímne-ro, derrotar á sus enemigos. Pero Blasco Nuñez nopudo llevar sus soldados al combate. Rabian huidopor tanto tiempo delante del . enemigo, que su solavista les llenó de terror pánico ; y así hubieran ellosvuelto caras contra éi como puede volverlas la liebrecontra los galgos que la persiguen. Convencidos deque la seguridad estaba en la fuga y no en el combate,solo se aprovecharon del cansancio de sus persegui-dores para apresurar su retirada.

Gonzalo Pizarro continuó el alcance algunas leguasmas allá de Pastos, hasta que hallándose mas lejos de,lo que deseaba, y dentro del territorio de Beualcázar,y no queriendo atacar con desventaja á este formida-ble capitan, mandó hacer alto, y despues de un brevedescanso dispuso la retirada y contra marchó rápida-mente á Quito, no obstante sus bravatas ele que se-guirla al virey hasta el mar del Norte. En Quito seocupó en reanimar el espíritu de sus desmayadas tro-pas y en robustecerse con nuevos refuerzos que au-mentaron considerablemente el número de sus gentes,aunque se disminuyó despues , porque Carbajal tuvoque marchar con parte de ellas á sofocar una insur-reccion que se supo habia estallado en el Sur. A lacabeza de esta insurreccion se hallaba Diego Centeno,uno de los oficiales de Pizarro, encargado por estedel mando de La Plata , con cuyos habitantes se su-blevó y levantó bandera por la corona. Pizarro, conel resto de sus fuerzas, determinó permanecer enQuito y aguardar á que el virey volviese á entrar ensus dominios, como el tigre agazapado junto a unafuente en la espesura aguarda con impaciencia la lle-gada de sus víctimas.

Entre tanto Blasco Nuñez habia continuado su re-tirada hasta Popayan, capital de la provincia de Be-nalcázar. Allí fue recibido amistosamente por el pue-blo , y sus tropas, reducidas por la desercion y lasenfermedades á una quinta parto de su primitivo nú-

mero, descansaron de las fatigas estraordinarias deuna marcha de mas de doscientas leguas (2). Pocodespues se le reunió Cabrera, teniente de Benalcázar,con un gran refuerzo , á que siguió en breve Benalcá-zar mismo. Sus fuerzas, entonces, llegaron á com-pletar el número de cuatrocientos hombres, muchosde ellos bien acondicionados é instruidos en la escuelade las guerras americanas. Sus soldados , sin embar-go, carecian de armas y municiones ; y para remediaresta falta hizo construir fraguas para fabricar a.rctilm-

(4) Ibid., ubi supra.(2) Esta retirada de Blasco Nuñez puede indudablemente

compararse, si no en duracion, á lo menos en magnitud depadecimientos, con cualquiera de las espedicioies del NuevoMundo, escepto solamente la de Gonzalo Pizarro al rio delas Amazonas. Los pormenores de ella se hallarán con masó menos eatension en Zárate, Conquista del Perú, lib. V,capítulo XIX — XXIX. — Carta de Gonzalo Pizarro Valdi-via, MS: —Berrera, IIist. general, dec. VII , lib. IX, capi-tulo XX—X X V I.—Fernandez, Aist. del Perú, parte I, li-broI, cap. XL y sig.—Itelacion de los sucesos del Perú, MS.-Relacion aninima, MS. — Montesinos, Arenales, MS., añode 15.15.

GACPAf v aoic.

' ces y lanzas (3). El que está familiarizado con la bis-toda' de estos tiempos se sorprende de verla prontitudcon que los aventureros españoles se poniant desem-peñar varios oficios y artes que comunmente requie-ren largo aprendizaje, desplegando la destreza tannecesaria á los que se establecen en un pais reciendescubierto, donde cada individuo tiene que ser, pordecirlo así, su propio artesano. Pero este estado decosas, aunque favorable al ingenio del artista , no esmuy propicio para el adelantamiento del arfe, y ape-nas puede dudarse que las armas hechas por los sol-dados de Blasco Nuñez fueran de tosca é imperfectaconstruccion.

Corno-pasaban semanas Iras semanas sin resultadoalguno, Gonzalo Pizarro , aunque dotado de toda lapaciencia de un soldado español , empezó á inquietar-se al ver la prolongada estancia de Blasco Nuñez en elNorte, y recurrió á la estratagema para obligarle ásalir de su retiro. Salió, pues, de Quito con la mayorparte de, sus fuerzas, diciendo que se dirigía al Surá socorrer a Carbajal , y dejando en la ciudad unaguarniciou á las órdenes ele Puelles, el mismo quehabía abandonarlo ]a causa del virey en otro tiempo.Tuvo cuidado de que estas noticias llegasen á oidosdel enemigo , y el artificio produjo el efecto que de-seaba. El virey saliendo de Popayan en enero de 1546,se dirigió rápidamente Inicia el Sur ; pero antes quellegase al punto de su de-tino vió el lazo en que hablacaído. Comunicó el hecho á sus ofrciales;.pero la di-lacion le habia hecho ya padecer mucho , y su únicodeseo era terminar con un combate la lucha con Pi-z arro.

Este , entre tanto , por medio de sus espías estabaperfectamente informado de los movimientos del vi-rey. Al saber su partida de Popnyan, volvió á Quilo,se reunió con Puel l es,y saliendo otra vez de la capi-tal tomó una fuerte posicion á tres leguas mas al Norte,en un terreno elevado que dominaba un rio, cuyasaguas el enemigo tenia necesariamente que atrave-sar. Llegó este poco despues, y Blasco Nuñez, viendopróxima la noche, hizo alto en la orilla opuesta delrio. Ilallábase tan cerca de los reales de Pizarro quese oian distintamente en los opuestos campos las vo-ces ele los centinelas, los cuales se saludaban mútua-mente con el epíteto de o traidores ». Ya hemos vistoque ere estas guerras civiles cada partido reclamabapara sí el mérito esclusivo de la lealtad (t).

Pero Benalcázar conoció pronto que la posicion dePizarro era demasiado fuerte para ser atacada conprobabilidades de buen éxito. Propuso, pues , al vi-rey hacer marchar secretamente sus fuerzas aquellanoche, y rodeando la colina caer sobre la retaguardiadel enemigo , que por aquella parte debía estar me-nos preparado para recibirlos. El consejo fue apro-bado, y no bien la oscuridad de la noche hizo desa-parecer al enemigo ele la vista de su contrario, dejandohogueras encendidas para engañar á Pizarro , BlascoNcnrcz levantó el campo y comenzó su marcha circu-lar en direccion de Quito. Pero ya fuese que los gulasno supieran el camino, ya que le estraviasen á propó-sito, el resultado fue, que hallándose con un terrenoimpracticable, se vió obligado á rodear tanto, queamaneció antes de que pudiese llegar al punto de ata-que. Viendo que no era posible contar ya con unasorpresa , apresuró su marcha á Quito , adonde llega-ron hombres y caballos fatigados por una marcha de

(3) «Proveió que se tragese alli todo el hierro que se pu-do hacer en la provincia , i buscó maestros i hico aderecarfraguas, í en breve tiempo se forjaron en ellas doscientos ar-cabuces, con todos sus aparejos.» Zárate, Conq. del Perú,lib. V, cap. XXXIV.

(1) «Que se llegaron á hablar los corredores de ambaspartes, llamándose traidores los unos á los otros, fundandoque cada vno sustentaba la voz del reí, i así estuvieron todaaquella noche aguardando.» Zárate, ubi supra,

LA CONQUISTA DEL PEIIIJ. 199ocho le g

uas, desde un punto que por camino directo órden de batalla. Un pequeño cuerpo de arcabucerosno distaba apenas tres de aquella capital. Fue este un se estableció á vanguardia para empezar el combate.fatal error por estar tan próximo al combate (1). El resto de los arcabuces fue distribuido entre las

Ralló el virey la capital casi disierta de hombres; filas de los alabarderos que ocupaban el centropro-porque todos se habían unido á las banderas de Pi- tegidas por los flancos por la caballería, dividida enzarro, imbuidos del espíritu general de desafecciou dos escuadrones iguales. Ascendia el número de ca-y considerando á este gefe como el único que podía bellos á unos ciento cuarenta , númcao poco Inferiorprotegerlos contra el rigor de las opresoras ordenan- al ele Pizarro, aunque el total de las fuerzas del virey,zas. Pizarro era el representante de la opinion del menor de cuatrocientos, apenas pasaba de la mitadpueblo. Conmovido con esta deserciou el desgraciado de las que tenia su rival. A la derecha y enfrentevirey levantó las manos al cielo y esclamó : «¡Así del estandarte real Blasco Nuñez con trece caballosabandonas , Señor, á tus servidores ! » Las mujeres escogidos ocupó su puesto preparándose para dirigiry niños salieron á recibirle y en vano le ofrecieron el el claque.

alimento de que manifiestamente necesitaba , pie- Pizarro habla formado sus tropas con arreglo alguntándole al mismo tiempo : o¿por qué había ido órden adoptado por su adversario. El total de estasallí ú morir ?» Sus soldados, mas indiferentes que él, era de setecientos hombres bien disciplinados, enentraron en las casas de los habitantes y se apropiaron buen estado, y mandados por los mejores oficialescuanto pudieron haber á las manos para saciar su del Perú (5). Como no obstante la superioridad de sushambre.

fuerzas, Pizarro no parecía inclinado a abandonar suBenalcázar, conociendo que era una temeridad dar posicion, Blasco Nuñez dió la órden de avanzar. Los

la batalla ea aquella situacion, aconsejó al virey que arcabuceros comenzaron la accion, y en pocos mo-probase el efecto de las negociaciones, y se ofreció á mentos estendiéadose por el campo densas nubes deir en persona al campo enemigo y estipular si era humo oscurecieron todos los objetos, pues era yaposible un arreglo con Pizarro. Pero Blasco Nuñez, tarde cuando la accion empezó y el día iba rápida-aunque desanimado por un momento , habia recobra- mente declinando.do ya su invencible constancia y respondió con alli- La infantería enristrando sus lanzas se adelantóvez : «No Inty que fiarse de traidores : vamos á coto- cubierta por el humo, y pronto se empeñó una san-batir, no á parlamentar, y debemos cumplir con grienta lucha entre las opuestas filas de alabarderos.nuestro deber como buenos y leales. Yo os prometo Luego vinieron las cargos de caballería. La del virey,que la primera lanza que se rompa en los enemigos á pesar del momentáneo desórden que produjeron lossea la mía (2). » tiros de los arcabuceros de Pizarro , muy superiores

Despues convocó sus tropas y les dirigió una aren- en número á sus enemigos, fue dirigida con tal vigor,ga preparatoria para la marcha. «Todos sois valientes, que la caballería enemiga se vió obligada á detenersedijo , y leales á vuestro soberano. Por mi parte la vida y luego á retroceder. Pero retrocedió para volver conme importa poco en tratándose de cumplir con lo que mas violencia sobre sus contrarios; y arrojándosedebo á mi rey. Pero no desconfiemos del buen éxito. contra ellos como una inmensa ola, los arrolló preci-El español, peleando por una buena causa ha sabido pitadamente por la pendiente hombres y caballos envencer mayores dificultades que las presentes. Cona- desórden. Estos sin embargo se rehicieron á su vezbatimos por la justicia, por la causa do Dios, por la animados por los gritos y desesperados esfuerzos decausa de Dios (3). » Los soldados , inflamados de ge- sus oficiales. Rompiéronse las lanzas y pelearon ma-neroso-ardor respondieron con vivas que penetraron no á mano con las espadas y hachas entrelazadas enhasta el corazon del infeliz virey, poco acostumbrado horrible confusion. Mas el comba te no duró mucho;á estas manifestaciones de entusiasmo. pues aunque las fuerzas eran casi iguales en número

El 18 de enero de 15 l6 Blasco Nuñez salió á la ca- por ambas parles, la caballería del virey, fatigada porbezo de su pequeño ejército de la antigua ciudad de la penosa marcha de la noche anterior, no podia com-Quito. Al llegar á un cuarto de legua (4) de la ciudad petir coa la de su antagonista (o). Pronto se cubriódió vista al enemigo l'orinando en la cresta de unas el campo con sus cuerpos, y hombres y caballos,elevadas tierras que en suave pendiente ascendían muertos y moribundos, cayeron hacinadosunosso-desde las llanuras de Añaquito. Gonzalo Pizarro, bre otros. Cabrera , el valeroso teniente de Benalcá-grandemente disgustado al saber por la mañana la zar fue muerto , y Benalcázar mismo cayó cubiertapartida del virey , había levantado el campo y em- de heridas bajo los pies de su caballo y fue dejado porprendido su marcha á lá capital , resuelto ú no dejar muerto en el campo. Alvarez el oidor quedó mortal-que esta vez se le escapase el enemigo. mente herido. Tanto él como su colega Cepeda estu-

Las tropas del virey hicieron alto y formaron en vieron en la accion aunque en opuestas lilas y pelearoncomo si hubiesen silo educados para lo guerra y no

(I) Véanse Zárate, Conq. del Perú, lib. V, cap. XXXIV para la pacifica profesioo de ahogados.—XXXV.— Gomara, Hist. de las lidias, cap. CLXVIL—Carta de Gonzalo Pizarro á Valdivia , MS. — Montesinos,

Blasco Nuñez y sus compañeros mantuvieron vale-

Annales,MS., año de 1546. — Fernandez, liist. del Perú, ros:unente el campo en el ala derecha. El virey cum-parte 1,1ib. I, cap. L—LII.

Alió su palabra siendo el primero en romper lanzas

Ilerrera en su uarracion de estos hechos ha caldo en una con el enemigo y dirigiendo un buen golpe á un ca-conl'usioa estra īra de fechas, fijando la época de la entrada del bollero llamado Alonso rle Montalvo, a quien arrojóvirey en Quito en el 10 de enero, y la batalla cori Pizarro de la silla. Pero al fin fue arrollado por el número,nueve dias despucs. (Ilist. general, dec. VIII, lib. I, capí-

y como sus compañeros uno tras otro cayeron á suroto eg La odasllas autoridades segun Fernandez yo h e c dióu ea dSde ene- lado, quedó casi sin proteccion. Ya estaba herido,ro. segun todas las autoridades que yo he consultado, se.ve- , 1 prificó en la larde del mismo día en que el virey entró en Quito. Cuando un golpe de hacha que le dió un soldado enIlerrera, aunque su obra está arreglada por cl sistema crono- la cabeza le derribó aturdido del caballo. Si hubieralógico de anales, no es intachable respeto á fechas. Quintanahace ver muchos anacronismos notables de este historiador (5) Respecto al total de fuerzas por ambas partes se ha-en el primer período do la conquista del Perú. (Españoles bla, cono es costumbre, con variedad; pero esta variedadcélebr,s, tomo 11, Apéndice núm. 7.) es mucho mas notable al tratarse de una accion en que era

(?) Fernandez,. Historia del Perú , parte I , lib. I, cap i- tan corto el número de combatientes. Yo me conformo con loLulo 1,11I.

que dicen los escritores mas bien enterados. Pizarro calcula la

(5) «Quede Dios es la causa, de Dios es la causa, de Dios fuerza de su adversario en cuatrocientos cincuenta hombres,es la cansa.» Zárate, Con q uista del Perú, libro V, capitu- y la suya en seiscientos, cálculo que hace creible la relama

lo XXXV. que se (la en el testo.

(1) Carta ele Gonzalo Pizarro tí Valdivia, MS. (0) (la en , Conq. del Perú , lib. V, cap. XXXV.

200BIBLIOTECA DE GASPAR Y ROIG.

sido conocido tal vez habria caído vivo en manos desus'enemigos. Pero llevaba una camiseta india de al-godon sobre la armadura, que cubria las insigniasde la órden militar de Santiago y otros distintivosde su clase (I).

Fue sin embargo reconocido despues por uno delos soldados de Pizarro, que probablemente habriaservido en otro tiempo bajo su bandera. Este soldadoinmediatamente se le mostró al licenciado Carbajal,hermano de aquel á quien, corno recordará el lector,Blasco Nuñez habia dado muerte con tanta impruden-cia en el palacio de Lima. El licenciado se había uni-do despues á Pizarro, y con muchos parientes suyoslabia jurado vengarse del virey. Asi inmediatamentese dirigió á él, le echó en cara el asesinato de suhermano, é iba á apearse para darle el golpe mortalcon su propia mano, cuando llegó Pizarro, y afeán-dole este acto corno degradante , mandó á un es-clavo negro que iba con él que cortase al virey la ca-beza ; lo cual el negro ejecutó de un solo golpe de susable, mientras el infeliz Blasco Nuñez, tal vez mo-ribundo en aquel momento , levantaba los ojos al cie-lo y recihia el golpe fatal sin proferir una sola pala-bra (2). La cabeza fue luego clavada en una pica , yhubo algunos tan brutalmente crueles que le arranca-ron los pelos de su barba blanca y los pusieron en susgorras como espantosos trofeos de la victoria (3). Es-ta se labia decidido por Pizarro : sin embargo lainfantería del virey todavía se sostuvo valientementeteniendo á raya por algun tiempo con sus alabardas ála caballería enemiga, hasta que diezmada por elfuego de los arcabuces no pudo resistir mas el ímpetude las cargas, y desordenadas sus columnas se dis-persó completamente. La persecucion no fue largani sangrienta, porque sobrevino la noche, y Pizarrohaciendo tocar las trompetas reunió de nuevo á sugente.

Aunque la accion duró poco, cerca de una terceraparte de las tropas del virey labia perecido en ella.La pérdida de Pizarro fue corta (4). Muchos de losvencidos se refugiaron en las iglesias de Quito; perofueron arrancados de su asilo , algunos (probable-mente los que habían servido antes con Pizarro) sen-tenciados á muerte y otros desterrados á Chile. Lamayor parle fueron perdonados por el vencedor. Be-nalcázar, que se restableció de sus heridas , obtuvopermiso para volver á su gobierno, con la condicion

(1) «Vistióse este traje, dice Garcilasso de la Vega, parano tener mejor suerte que un soldado cualquiera y sufrir loque cupiese á todos los demas.» (Com. Real, parte II, li-bro IV, cap. XXXIV.) Pizarro no cree que tuviese tan mag-nánima inteneion, y dice que tomó este disfraz para poderescapar mejor no siendo conocido. Debe confesarse que ge-neralmente este es el motivo que induce á disfrazarse.«I Blasco Nuñez puso mucha diligencia por poder huirse si pu-diera, porque venia vestido con una camiseta de indios, porno ser conocido, i no quiso Dios, porque pagase quantos rama-les por su causase havian hecho.» Carta de Gonzalo Pizarroá Valdivia, MS.

(2) Fernandez, Hist. del Perú, parte I, lib. I, cap. LIV.—Zárate, Conq. del Perú, lib. V , cap. XXXV.

«Mandó á un negro que traia que le cortase la cabeza, ien todo esto no se conoció flaqueza en el visorrey, ni hablópalabra, ni hito mas movimiento que alzar los ojos al cielo,dando muestras de mucha christiaudad.» Herrera , Ilist. ge-neral, dec. VIII, lib. I, cap. III. •

(3) «Aviendo algunos capitanes y personas arrancado ypelado algunas de sus blancas y leales baruas para traer porempresa; y Juan de la Torre las trazo despues públicamentepor la ciudad de los Reyes.» Fernandez, Hist. del Perú, par-te I , lib. I, cap. LIV.

(4) Como de costumbre los autores no están de acuerdo enel número de muertos y heridos que hubo en esta accion. AIgunos hacen subir la pérdida del virey á doscientos hombres,y Gonzalo Pizarro dice que la suya fue de siete muertos y muypocos heridos. Pero cuán raro es que los que han tomadoparte en una accion den fiel cuenta de sus pérdidas !

de ne hacer otra vez armas contra Pizarro. A sus tro-pas se les invitó á entrar al servicio riel vencedor, elcual sin embargo nunca les mostró fa confianza. quemostraba á sus antiguos partidarios. Manii'estósetambien muy enojado por las injurias hechas al virey,cuyos destrozados restos mandó fuesen sepultados enla catedral de Quito con todos los honores debidos ásu categoría, y el mismo presidió el duelo vestirlo deluto. Como se ve era costumbre de los Pizarros asis-tir de esta manera á los funerales de sus víctimas (5).

Tal fue el , triste fin de Blasco Nuñez Vela , primervirey del Perú. No hacia aun dos años que labia des-embarcado en el Perú; dos años de continuos desas-tres y desdichas. Estas pueden imputarse parte á lascircunstancias y parte á su carácter. Comisionadopara la ejecucion de una ley opresora y odiosa , care-cia de facultades discrecionales para ello (6) : sin em-bargo , todos tienen derecho hasta cierto punto deusar de tales facultades cuando ven palpablemente loabsurdo que seria ejecutar una comision que por lascircunstancias en que se encuentra el pais ha de pro-ducir resultados contrarios al objeto que se desea.Pero se necesita sagacidad para determinar si existenó no estas circunstancias y cierto valor moral paratornar sobre sí la responsabilidad de obrar con arregloá ellas. En semejante crisis es donde se dan á cono-cer. los caracteres. Atreverse á desobedecer, y estoconvenciéndose de que el desobedecer es obligacion,es para una alma pequeña una paradoja casi incom-prensible. Desgraciadamenio Blasco Nuñez era unpedante orgulloso, hombre de miras estrechas quejamas podio. creerse autorizado para separarse de laletra de la ley. Envanecido ademas con su breve au-toridad , consideró la oposicion á las ordenanzas comotraicion á su persona, y así identificándose con sucomision, sus sentimientos personales tuvieron tantaparte en su. conducta como los sentimientos patrió-ticos.

Ni su carácter era tal que pudiera mitigar el ódiocontra sus medidas y reconciliar -al pueblo con laejecucion de ellas; antes bien presentaba un mani-fiesto contraste con el de su rival. Pizarro era de ma-neras francas y caballerosas, y su generosa confianzaen sus partidarios le hacia popular entre ellos, ce-gando su juicio y dando á la peor causa las aparienciasde la mejor. Blasco Nuñez, por el contrario, irritabley desconfiado se colocaba en una falsa posicion contodos aquellos que se le acercaban, porque su carác-ter creaba una atmósfera de desconfianza á su alrede-dor que mataba toda 'especie de afectos. Su primerpaso fue enagena •se la voluntad de los individuos dela audiencia, enviados para obrar de acuerdo eón él;

(5) Para obtener pormenores sobre la batalla de Añaquito,de que la mayor parte de los autores dan muy preve cuenta,véanse: Carta de Gonzalo Pizarro á Valdivia, MS.—Gomara,Ilist de las Indias , cap. CLXX. — Herrera,. Hist. general,clec. VIII, lib. I. cap. I — III.—Pedro Pizarro, Descub. yConq., MS.—Zárate, Conq. del Perú, lib. V, cap. XXXV.—Montesinos, Annales, MS., año de 1546.—Garcilasso,Com. Real, parte II, lib. 1V, cap. XXXIII—XXXV.—Fer-nandez, Ilist. del Perú. parte 1, lib. I, cap. LIII—LIV.

Gonzalo Pizarro parece considerar la batalla como una espe-cie de juicio de Dios, en que el cielo señaló con la victoria dequé parte estaba la razon. Sus observaciones son edificantes.«Por donde parecerá claramente que nuestro Señor fue servi-do que este se viniese á meter en las manos para quitarnosde tantos cuidados, i que pagase cuantos males habla fechoen la tierra, la qual quedó tau sosegada i tan en paz i servi-cio de S. M. como lo estuvo en tiempo del marques mi herma-no.»—Carta de Gonzalo Pizarro á Valdivia, MS.

(6) Las reflexiones de Garcilasso sobre este punto sonbastante imparciales. «Así acabó este buen cauallero , porquerer porfiar tanto en la execucion de lo que ni á su rey ni áaquel reyno conuenia, donde se causaron tantas muertes ydaños de españoles y de indios : aunque no tuvo tanta culpacomo se le atribuye, porque llevó preciso mandato de lo quehizo.» Com. Real arte II, lib. IV, cap. XXXIV.

LA CONQUISTA DEL PERTJ5i bien ellos tuvieron tambien su parte de culpa, pueseran tan laxos como el virey severo en la'interp'reta-cion de la ley (1). Despues se enajenó la voluntad delpueblo , ultrajando á los que iba á gobernar. Ultima–mente disgustó á sus amigos y á muchos les convirtióen enemigos; de modo que en la última lucha en quepeleó por su poder y por su existencia se vió obligadoá buscar el apoyo de un estraño. Sin embargo, en elcatálogo de sus cualidades, uo debernos pasar ensilencio sus virtudes. Dos tenia que no pueden negar-sele : una lealtad tanto mas brillante cuanto mas ge-neral era la desercion en derredor suyo, y una cons-tancia en la desgracia bastante para granjearle elrespeto hasta de sus enemigos. Pero concediendotodo cuanto puede concederse á sti mérito, es casiindudable que no podía haberse encontrado en Casti-lla una persona mas incompetente para el cargo quese le confirió (2).

La noticia de la victoria de Añaquito fue recibidacon júbilo general en la capital inmediata; todas lasciudades del Perú la consideraron corno el golpe degracia para las aborrecidas ordenanzas, y el nombrede Gonzalo Pizarro resonó de un estreno á otro delpais como el de un libertador. Este permaneció enQuito durante la estacion de las lluvias , dividiendosu tiempo entre los placeres Jicencio:,os del inquietoaventurero y el cuidado de los muchos negocios quetenia que despachar corno gobernador de un estado.Su administracion se manchó con muchos menos ac-tos de violencia de los que debían esperarse, atendi-das las circunstancias de su situacion. Mientras es-tuvo ausente Carbajal, su consejero, en quien pordesgracia puso ilimitada confianza, Gonzalo no san-cionó sentencia alguna de muerte sino precediendosiempre las formas legales (3). Recompensó á suspartidarios con nuevas concesiones de tierra ,y envióá otros á espediciones, no muy distantes , sin em-bargo, para poder hacerlos volver cuando conviniera.Dictó varias disposiciones para el bienestar de losindios, algunas de ellas especialmente dirigidas á ins-truirles en el cristianismo. Tuvo gran cuidado en lafiel recaudaciou de los derechcs reales, instando álos colonos para que los pagasen , á lin de atraerse labuena voluntad de la corona y obtener la revocacionde las ordenanzas. Su administracion , en suma, fuetan bien dirigida, que hasta el austero Gasca, susucesor , hubo de confesar « que fue un buen gobier-no para ser de un tirano (4).»

(1) Blasco Nuñez caracterizaba á los cuatro jueces de laaudiencia de una manera mas concisa que lisonjera. «Decíamuchas veces Blasco Nuñez que le havian dado el emperadory su consejo de las Indias vn moco, vn loco, vn necio, vntonto por oidores, que así lo havian hecho como ellos eran.Moco era Cepeda i llamaba loco á Juan Alvarez i necio á Te-jada , que no sabia latín.» Gomara, Hist. de las Indias, capí-tulo CLXXi.

(2) Los hechos relativos á Blasco Nuñez Vela se apoyanprincipalmente en la autoridad de escritores de su partido,algunos de las cuales escribieron después de su vuelta á Cas-tilla. Por consiguiente era natural que se inclinasen mas allado del verdaderd representante de la corona que en favorde un rebelde. En efecto, la única voz que se levanta decidi-damente en favor de Pizarro es la suya propia, autoridadbastante sospechosa. Pero con ludo este prestigio su favor,la administracion de Blasco Nuñez, segun el testimonio uni-versal, fue una serie no interrumpida de desaciertos, y haypoco que nos interese en la historia de ese hombre , si seesceptúan su desventura sin igual y la firmeza con que lasobrellevó.

(3) «Nunca Picarro en ausencia de Francisco Carvajal, sumaestre de campo, mató ni consintió matar español sin quetodos los mas de su consejo lo aprobasen, i entonces con pro-ceso en forma de derecho, i confesados primero.» Gomara,Ifist. de las Indias, cap. CLXXIL

(4) Ibid. , ubi supra.—Fernande z hace una pintura me-nos favorable de la administracion de Gonzalo. (llist. del Pe-rú, parte I, lib. I, cap. L1V; lib. II, cap. XXIII.) Fcrnan-

Al fin , en julio de t 546 , el nuevo gobernador se• 20

despidió de su ciudad de Quito, y dejando en ella su–ficiente guarnicion á las órdenes del oficial Puelles,emprendió su marcha bácia el Sur. Fue esta marchatriunfal, siendo recibido en todas partes con entu-siasmo por el pueblo. En Trujillo los vecinos salieronen corporacion á darle la bienvenida, y el clero cantóant ífonas en su honor, llamándole e victorioso prín-cipe,» y robando al Omnipotente «conservase susdias y le hiciese dichoso y bienaventurado ( 5).» EnLima se hizo una proposicion para derribar algunosedificios y abrir para su entrada una nueva calle quellevase despues su nombre. Pero Pizarro con muchapolítica se negó á admitir este tributo de lisonja ,yprefirió modestamente entrar por la vía acostumbra-da. Organizóse luego una procesion de vecinos, sol-dados y clero, y Pizarro hizo su entrada en la capi-tal, llevando las riendas de su caballo dos capitanes ápie, y cabalgando á su lado el arzobispo de . Lirna ylos obispos del Cuzco, Quito y Bogotá, el último delos cuales habla ido á la capital Lara consagrarse. La;calles estaban llenas de rama je, las casas colgadas devistosos tapices, y en la carrera se erigieron variosarcos lriuufales en honra del vencedor. Todos losbalcones, ventanas y azoteas estaban cubiertos deespectadores que le saludaban con estrepitosos vivasy aclamaciones, dándole los títulos de «libertador yprotector del pueblo. » Echarme las campanas ávuelo, como en su primera entrada en la capital, yentre el sonido de una alegre música , el ruido de lascampanas y los vivas populares se dirigió Gonzalo alpalacio de su hermano. El Perú habia vuelto á manosde la familia de los Pizarros (6).

De los diversos puntos del pais llegaron despuesdiputados para presentar al gobernador las felicita-ciones (le sus respectivas ciudades ; y rada uno seapresuró á hacer valer sus derechos por los serviciosque habia prestado á la revolucion. Al mismo tiemporecibió Pizarro la grata noticia del triunfo de sus ar-mas en el Sur. Diego Centeno, como ya hemos dicho,habla levantado allí el estandarte de la rebelion , 6por mejor decir el de la l:altad á su soberano ; bebie-se apoderado de La Plata y hecho cundir el espíritude insurreccion por toda la vasta provincia de Char-ca , . Carbajal, que fue enviado contra él desde Quito,pasó por Lima, llegó al Cuzco, y tornando allí algu-nos refuerzos se dirigió rápidamente al distrito suble-vado. Centeno, no atreviéndose á combatir en campoabierto con tan formidable adalid, se retiró con sustropas á la espesura de la sierra. Carbajal le persiguiócon la obstinecion de un perro de presa por montes ydesiertos, por bosques y barrancos peligrosos, sindejarle respirar ni de dio ni de noche. Este veteranoele ochenta años de edad, comiendo, bebiendo y dur-miendo sobre el caballo , vió á sus soldados cansarseunos tras otros mientras él seguia la pista del ene-migo como el salvaje cazador de Bürger, corno siestuviese dotado de un cuerpo sobrenatural incapazde fatiga. Durante esta terrible persecucion, quecontinuó por reas de doscientas leguas en un paissalvaje, Centeno se vió abandonado de la mayorparle de sus parciales. Los que calan en manos deCarbajal eran condenados inmediatamente á muerte,porque este inexorable gefe no tenia compasion para•

dez, escribió á instancias de la córte : Gomara, aunque sehallaba en la córte, esc!7bió por entretenerse: asi la alaban-za de Gomara es menos sospechosa que la censura de Fer-nandez.

(5) «Victorioso príncipe, hágate Dios dichoso i bienaven-turado, él te mantenga i te conserve.» Berrera, Hist. gene-ral. alee. VIII , lib. II , cap. IX.

(6) Para los pormenores de esta entrada véanse : PedroPízarro, Descuh. y Conq. , MS.—Ilerrera, Historia general,dec. Vlli,11b. II, cap. 1X.—Zárate, Conq. del Perú, lib. VI,cap. V.--Carta de Gonzalo Pizarro áValdivia, MS.

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10S que habian hecho traicion á • su partido (1). Altin, Centeno con un puñado de los suyos llegó á lasorillas del Pacífico ; y al , dispersándose todos, tra-

taron de ponerse en salvo cada cual por su camino.El gefe se refugló en una cueva de la montaña, adon-de secretamente le llevaba el alimento un curacaindio, hasta que llegó la época de que volviese á des-plegar el estandarte de la Insurrección (e ).

Carbajal , despues de algunos otros movimientosdecisivos que consolidaron el domieío de Pizarro enel Sur, volvió en triunfo á La Plata. Allí se ocupó enlaborear las ricas minas del Potosí; de las cuales unavena, recientemente abierta, prometia dar produc•tos todavía mas ricos que los que hasta entonces sehabían alcanzado en Mé j ico yen el Perú (3); y prontose halló en estado de enviar grandes remesas ó Lima,deduciendo un premio no escaso de comision, por-que la codicia de Carbajal corría parejas con sucrueldad.

Nadie disputaba ya á Gonzalo Pizarro la posesiondel Perú. Desde Quito hasta !as fronteras septentrio-nales de Chile todo el pais reconocia su autoridad.Su escuadra recorria triunfante las aguas del Pacíficoy sostenia su dominacion en todas las ciudades y al-deas de la costa. Su almirante Hinojosa, oficial va-liente y entendido, le babia asegurado la posesion dePanamá , y atravesando el istmo obtuvo despues quese reconociese su poder en Nombre de Dios, llaveprincipal de las comunicaciones con Europa. Susfuerzas estaban bajo un pie escelente, contándoseentre ellas la flor de los guerreros que habian pelea-do á las órdenes de su hermano y que se apresuraroná adherirse á la bandera de un Pizarro; y el torrentede riqueza que desprendían las minas del Potosí leproporcionaba tantos recursos como pudiera tener unmonarca de Europa.

El nuevo gobernador comenzó entonces á desplegaruna osieniacion correspondiente á su magnífica for-tuna. Rodeábale una guardia de ochenta soldados;comía siempre en público, y no bajaban comunmentede ciento los convidados que se sentaban á su mesa.Dícese tambien que llegó á establecer una etiquetaregia, dando su mano á besar, y no permitiendo quenadie, cualquiera que fuese su categoría, se sentaraen su presencia (-t). Esto, sin embargo, lo nieganotros. No seria estrello que un hombre vano comoPizarro, de superficial é indisciplinada inteligencia,

(1) «Poblando los arboles con sus cuerpos,» dice Fernan dezaludiendo al modo que este feroz capitan tenia de ahorcar asus prisioneros colgándoles de las ramas.

• (2) Para la espedicion de Carbajal véanse : Herrera, His-toria general, dee. VIII, lib. I, cap. IX y sig. — Zárate,Conq del Perú, lib. VI, cap. I. —Garcilasso, Com. Real,parte II, lib. IV, cap. XXVIII—XXIX—XXXVI—XXXIX.—Fernandez, Hist. del Perú , parte I, lib. II, cap. 1 y sig.—Carta de Gonzalo Pizarro á Valdiivia, 141S.

Es imposible dar en una pá g ina ú dos idea esacta de lasfatigas estraordinarias que sufrió Cabajal y de los grandespeligros á que se esposo, no solo ele parte del enemigo, sinode parle de .su misma gente, de cuyas fuerzas abusó en lapersecuciou. Unas y otros rivalizan con los del célebre Scan-derberg y con los del coronel Boone, el héroe de Iaenlurky,y aun fueron mas admirables que estos, porque el capital' es-pa7íol babia llegado á una edad en que generalmente nues-tras facultades pierden su energía y buscan el reposo. Peroel cuerpo del veterano parecía tan insensible corno su alma.

(5) El filon nuevamente descubierto en el Potosí. era tanrico, que casi quedaron desiertas las otras minas para labo-rear esta. (Zárate, Conq. del Perú, lib. IV, cap. IV.) DiceGarcilasso, como muestra del efecto que hizo en el pais estarepentina riqueza, que en aquella época una herradura dehierro llegó á valer casi su peso en plata. Com. Real, par-te I, lib. VIII, cap. XXIV.

(á.) «Traia guarda de ochenta alabarderosi otros de caba-llo -que le acompañaba mi i la en su presencia ninguno se sen-taba, i á mui pocos quitaba la gorra,» Zárate, Conq. 'del Pe-rú ,lib VI, cap. V.

GASPAR Y ROIG,

al verse elevado desde una humilde condicion al masalto puesto del país, se embriagase algun tanto conla posesion del poder y tratase con altanería á losque entes babia tratado con respeto. Pero uno de losque le vieron frecuentemente en la época de su pros-peridad nos asegura que no era así , y que continuómostrando la misma franqueza y marcialidad que an-tes de su elevacion, departiendo en términos familia-res con sus compañeras y desplegando las mismascualidades que le hablan granjeado el afecto del pue-blo (5).

Sea de esto lo que fuere, es lo cierto aue no faltóquien le aconsejase que se separase de la obedienciadebida á lo corona y constituyese para sí un gobiernoindependiente. Uno de los que este.consejo le dieronfue Carbajal , cuyo atrevido espíritu jamas dejaba deseguir las cosas hasta sus últimas consecuencias.«En realidad, ya lo habeis hecho así , le dijo : llabeistomado las armas contra el virey; le habeis arrojadodel país, le habeis derrotado y Muerto en una batalla:¿cómo podeis esperar. favor, ni aun misericordia dela corona? llabeis ido demasiado lejos para detenerosó retroceder. Debeis continuar con osadía adelantey proclamaros rey : el pueblo y el ejército os apoya-rón. n Y se dice que concluyó aconsejándole que secasase con la Coya , princesa india , representantede los Incas , para que así las dos razas pudieran vi-vir tranquilas bajo un cetro comun (6 )..

El consejo del atrevido guerrero era tal vez el maspolítico que podia darse á Pizarro en aquellas cir-cunstancias ; porque su posicion era muy semejanteá la de un hombre que descuidadamente hubiese tre-pado hasta la mitad de un resbaladizo precipicio,hallándose demasiado lejos para bajar con seguridad,pero sin tener apoyo sólido en aquel sitio; el únicorecurso de este hombre seria seguir trepando hastallegar á la cima. Pero Gonzalo Pizarro no se atrevióá declararse en abierta rcbelion. No obstante la cri-minal carrera á que se babia dejado arrastrar última-mente , el sentimiento de lealtad que abrigaba su pe-cho estaba en él profundamente arraigado. Aunquehabía tomado las armas contra las órdenes y los mi-nistros de su soberano, no se senlia con fuerzas paralevantar su espada contra el,soberano mismo. ComoMacbeih y otros muchos caracteres menos nobles,quería

Ganar en su injusto juego;Pero jugar lealmente.

Y por agradable qua. fuese para su vanidad la ideade un cetro, y por oías fácil que se lo pintase su itna-ginacion , no tuvo la audacia ,y tal vez podernos de-cir la criminal ambiciou, de estender la mano paracojerlo.

Aun en aquel momento, cuando le aconsejaban queadoptase esta resolucion desesperada, estaba prepa-

(5) Garcilasso, Com. Real, parte II, lib. IV, cap. XLiI.Garcilasso tuvo ocasiones de enterarse personalmente del

modo de vivir de Gonzalo Priárro, porque cuando nulo eraalgunas veces, segun nos dice, admitido á su mesa. Estacortesía, tan rara en los conquistadores, con un individua dela raza india , produjo su efecto en el historiador de 1 s incas,el cual pinta á Gonzalo Pizarro con colores mas favorables quela mayor parte de sus compatriotas.

(6) Molina lía escrito urca escena de muy buen efecto . en-tre Carbajal y Pizarro en su comedia Las Amazonas.en lasIndias, donde se tema alguna licencio poética en el homena-je que tributa al modesto mérito de . Gonzalo. El mismo JulioCésar no fue mas magnánimo que Pizarro, segun le pinta elpoeta en éstos versos :

Sepa mi rey, sepa Espaiía,Qué Muero por no ofenderla,:Pan fácil de conservarla, . •Que pierdo 'por no agraviada,Cuanto infame en poseerla,Una corona ofrecida,»

LA CONQUISTA DEL PERÚraudo una mision para España con el objeto de justi-ficar su conducta, solicitar una amnistía de lo pasadoy la confirmacion de su autoridad, como sucesor desu hermano, en el gobierno del Perú. Pizarro no supover en el porvenir lo que vió el ojo sereno y proféticode Carbajal. -

Entre las noticias biográficas de los autoresquehan escrito sobre las colonias españolas , no debeomitirse ciertamente el nombre de Ilerrera, que esquien mas que otro alguno ha trabajado en este vastocampo. La relacion de los sucesos del Perú ocupa ellugar que le corresponde en su grande obra tituladaHistoria general de las Indias , segun el plan crono-lógico á que se halla arreglada. Pero corno no sugie-re reflexiones distintas de las que se deducen de lasdemas partes de la obra, me tomaré la libertad deremitir al lector al postscriptum del libro tercero dela Conquista de Méjico, donde hablo con estensionde ella y de su entendido autor.

-Otro de los cronistas á quien he citado frecuente-mente en el curso de esta narracion, es FranciscoLopez de Gomara. Tambien encontrará el lector no-ticias relativas á este autor, en el postscriptum dellibro quinto de la Conquista de Méjico. Pero comomis observaciones sobre sus escritos se limitan enesta obra á la Crónica de Nuera España, bueno seráañadir aquí algunas reflexiones sobre su Historia delas Indias, trabajo mas importante y en que la histo-ria del Perú ocupa una parte muy principal.

La Historia de las Indias tiene por objeto dar enuna breve narracion el cuadro de todas las conquis-tas que habían hecho los españoles en las islas y enel continente americano hasta mediados del siglo xvi.Paraesto.Gomara, aunque no parece que haya estadoen el Nuevo Mundo, se hallaba en situacion de adqui-rir los mejores informes. Estaba bien relacionadocon los principales personajes de šu tiempo , y de suslabios recogió los pormenores para su historia, alpaso que , viviendo en la córte podia saber la impre-sion que hacian los sucesos que iban ocurriendo enaquellos que eran mas competentes para formar juicioacerca de ellos. Así pudo introducir en su obra mu-chos detalles interesantes que no se encuentran enotros escritos de la misma época. Sus investigacio-nes no se limitaron meramente á los actos de los con-quistadores, sino que se estendieron á los recursosgenerales de los paises que se proponia describir yespecialmente á su aspecto físico y á sus produccio-nes. El plan de su obra no menos que su diccionmuestran que habia cultivado las letras y era prácticoen el arte de la composicion. En vez de la naturalidad,agradable pero pueril, de los antiguos cronistas mili-tares, Gomara al hablar de los diversos sucesos em-plea la crítica picante y aguda del hombre de mundo,y sus descripciones están hechas con aquella elo-cuente concision que forma notable contraste con loslargos y pesados párrafos de los clérigos analistas.Estas dotes literarias, unidas á la creencia general yfundada de que el escritor poseia los mejores datos,han librado sus producciones del olvido en que co-munmente caen las obras manuscritas y leproporcio-naron en su tiempo la saf isfaccion de ver mas de unaedicion de ellas. Su obra sin embargo no lleva el ma-or sello de autenticidad. El autor admite fácilmente

en sus páginas relaciones que no están apoyadas entestimonios contemporáneos , y lo hace, no por cre-dulidad, porque mas bien era incrédulo, sino porqueal parecer le faltaba el verdadero espíritu de investi-gacion histórica. En su mismo tiempo se le tachó dedescuidado en sus asertos ( para usar de la frase mastemplada) ; y Garcilasso nos dice que cuando algunoscaballeros peruanos le exigieron rectificase algunoserrores que en agravio de ellos 'labia cometido, el

historiador dió esplicaciones muypoco satisfacto-rias. Esta es una gran falta que hace que sus obraspara el historiador moderno que busca la verdad des-nuda sean de mucho menos valor que las de cualquierotro cronista mas humilde, pero tambien mas escru-puloso.

Otra autoridad he citado en esta historia y es la deGonzalo Fernandez de Oviedo, de quien he habladoen otro lugar. El lector que quiera satisfacer masámpliamente su curiosidad me permitirá que me re-fiera á la noticia crítica de su vida y escritos que díen el postscriptum del libro cuarto de la Conquistade Méjico. Su historia del Perú forma parte de sugrande obra titulada : Natural é general historia delas Indias y está comprendida en los libros XLVI yXLVII de su manuscrito, estendiéndose desde el des-embarco de Pizarro en Tumbez hasta la vuelta deAlmagro de Chile, y abrazando todo lo que propia-mente puede llamarse conquista del pais. Su estilo,correspondiente al resto de la obra, no ofrece para lacrítica observaciones diferentes de las que ya he he-cho en otro lugar sobre el carácter general de sus es-critos.

Este eminente personaje fue á la vez erudito y cor-tesano. Vivió mucho tiempo en la córte donde estuvorelacionado con personas de la mayor distincion; perotambien pasó gran parte de su vida en las colonias, yá los datos que habia adquirido de boca de los domas,pudo añadir el fruto de su esperiencia personal. Sucuriosidad infatigable se estendia á todos los ramosde las ciencias naturales, así como á la historia públi-ca y privada de los colonos. Era á la vez su Plinio ysu Tácito. Sus obras abundan en pinturas de carac-teres delineados con desembarazo y animacion. Susreflexiones son picantes , y á veces se remontan á untono filosófico mas superior á las preocupaciones desu siglo; y el curso de su historia está agradable-mente interrumpido por infinidad de anécdotas per-sonales, que permiten examinar profunda, aunquerápidamente, el carácter de los individuos que poneen accion.

Con estas eminentes cualidades y con su respetableposicion social, es estraño que por tan largo tiempo ha-yan permanecido inéditos tantos escritos suyos, comoson la gran Historia de las Indias y sus curiosasQuincuagenas. Esto debe atribuirse en parte al capri-cho de la fortuna , pues la historia mas de una vezestuvo en vísperas de publicarse, y aun se dice quepreparada para entrar en prensa. Sin embargo , tienegraves defectos que pueden haber contribuido á. queno se haya dado á luz. En su estilo cortado y episódi-co de composicion, parece mas bien una coleccion denotas para una grande historia, que la historia mis-ma. Puede ser considerada como comentarios , y eneste concepto sus páginas son muy estimables y á ellashan recurrido frecuentemente muchos escritores,que se han apropiado con poco escrúpulo las palabrasdel antiguo cronista , sin el menor reconocimiento alautor.

Es lástima que Oviedo haya mostrado mas solici-tud en referirnos lo que era nuevo, que en averiguarlo que de esto era verdad. Entre sus buenas cualida-des apenas se encuentra la esactitud histórica. Y sinembargo, esto tiene su disculpa hasta cierto puntoen el hecho, ya mencionado, de que sus escritos, masbien que el carácter de composiciones acabadas, tie-nen el de notas sueltas, en las cuales tanto rumorescomo hechos, y aun los rumores mas contradictorios,están apuntados sin órden alguno, formando unamasa heterogénea de materiales, que el discreto his-toriador puede aprovechar muy bien para levantaruna fábrica simétrica sobre fundamentos mas fuertesy sólidos.

Otro autor digno de mencíon particular es PedroCieza de Leon. Crónica del Perú podia llr narse

203

(3) «Era tanta la opinion que en Valencia tenian de laintegridad y prudencia de Gasea, que en las córtes de Non-zon los Estados de aquel reyno le pidieron por visitador contrala costumbre y fuero de aquel reyno, que no puede serio sinoel que fuere natural de la corona de Aragon , y consintiendoque aquel fuero se derogase, el emperador lo concedió á ins-tancia y peticion dellos.» IIist. de don Pedro Gasca , MS.

(4) «Que parece cierto, dice su entusiasta biógrafo, quepor disposicion divina vino á Hallarse Gasea entonces en b,ciudád de Valencia, para remedio de aquel reyno y islas deMallorca, Menorca é Ibiza, segun la órden , prevencion y-di-ligencia que en la defensa contra las armas del turco y Franciatuvo, y las provisiones que para ello hizo.» Ilist. de don Pe-dro Gasea , MS.

(5) «Finalmente quiso enviar una oveja, pues un leon noaprovechó, y así escogió al licenciado Pedro Gasea.» Gomara,Ilist. de las Indias, cap. CLXXIV.

(6) Gasea hizo lo que el autor llama una breve y compra-

^n

206 BIBLIOTECA DE

y se hiciesen todas las concesiones políticas que bas-taran á convencer á los insurgentes de que estaba ensu interes así como en su obligacion volver á la obe-diencia de la corona.

Pero presentarse ante el pueblo en aquel estado deagitacion y hacer tales concesiones sin comprometerdemasiado la dignidad ni la autoridad permanente dela corona, era asunto delicado, cuyo buen éxito de-pendia enteramente del carácter del enviado que seeligiese. Despues de maduras deliberaciones, se cre-yó que la persona mas competente para este cargoseria un eclesiástico , llamado Pedro de la Gasea,nombre, quemas brillante por el contraste con aque-llos lúgubres tiempos en que primero apareció, relu-ce todavía con igual esplendor despues del trascur-so de siglos.

Pedro de la Gasea nació probablemente á fines delsiglo xv en un pequeño pueblo de Castilla llamado elBarco de Avila. Procedia por ambas lineas de anti-guo y noble linaje, bien antiguo por cierto, si comoaseguran sus biógrafos descendía de Casca, uno delos conspiradores contra Julio César (1). Habiendotenido la desgracia de perderá su padre en edad tem-prana, fue puesto por su tio en el famoso seminariode Alcalá de Henares fundado por el gran Jimenez deCisneros. Allí hizo rápidos progresosen los estudios,especialmente en los de su profesion y al fin recibióel grado de maestro de teología.

El jóven Gasea descubrió, sin embargo, otros ta-lentos ademas de los que exigia su sagrado ministerio:La guerra de las comunidades asolaba entonces elpais , y las autoridades de su colegio se mostrabandispuestas á tomar parte en favor de la causa popular.Pero Gasea, poniéndose á la cabeza de una fuerza ar-mada, se apoderó de una de las puertas de la ciudady con el auxilio de las tropas reales conservó la po-blacion bajo el dominio de la corona. Probablementeel vigilante soberano no olvidó despues esta muestrade lealtad (2).

• Desde Alcalá pasó Gasea á Salamanca, donde sedistinguió por su habilidad en las disputas escolásti-cas y obtuvo los mas altos honores académicos enaquella antigua universidad, madre fecunda del sabery del ingenio. Despues se le confió el manejo de va-rios asuntos eclesiásticos de importancia y fue nom-brado individo del consejo de la Inquisicion.

En 1540 fue enviado como tal inquisidor á Valen-cia para examinar ciertos casos de heregía. Hallábanseestos envueltos en la mayor oscuridad, y aunque ensu investigacion tuvo el auxilio de muchos juriscon-sultos eminentes, fue comision esta que le ocupó cer-ca de dos años. En tan difícil materia mostró tantapenetracion y tan completa imparcialidad, que losestados de Valencia le nombraron visitador de aquelreino, empleo de alta responsabilidad y que exigiagrau discrecion en la persona que « le ocupase, pues

(1) «Pasando á Espa la vinieron á tierra de Avila y quedódel nombre dellos el lugar y familia de Gasea; mudándose porla afinidad de la pronunciacion que hay entre las dos letrasconsonantes c y g el nombre de Casca en Gasca.» Ilist. dedon Pedro Gasea, MS.— En Castilla la semejanza de nombreses un clavo bastante fuerte para colgar de él una genea-logia.

(2) He tomado las' principales noticias de los primeros añosde la vida de Gasea de una biografía manuscrita compuesta en1546 durante-la vida de este prelado. No se dice el nombredel autor, el cual parece que habla por conocimiento perso-nal; pero la obra debe ser de algun erudito, y está escrita conciertas pretensiones de elegancia. El manuscrito original for-ma parte de la estimable coluden de don Pascual de Gayan-gos , de Madrid; y es de mucho valor por la luz que arrojasobre los primeros arios de la carrera de Gasea, época de quelos historiadores españoles no han hablado una palabra. Sen-sible es que el autor no continuase su obra mas allá del perío-do en que el objeto de ella fue elegido para desemperlar sumision en el Perú.

GASP'Ati Y noic.debia examinar la situacion de los tribunales de jus-ticia y hacienda de todo el territorio, y tenia autori-dad para reformar los abusos que encontrase. Fueprueba de gran consideracion que se confiriese se-mejante cargo á Gasea, pues para ello fue preciso se-pararse del uso establecido (y esto en una nacionmuy apegada á sus usos), que era dar este cargo áuno que fuese natural de la corona de Aragon (3).

Gasca ejecutó su comision con independencia yhabilidad. Mientras se ocupaba en ella, el pueblo deValencia se llenó de consternacion al saberla proyec-tada invasion de los franceses y turcos , que manda-dos por el temible Barbarroja amenazaban la costa ylas inmediatas islas Baleares. Temíase generalmenteque con este motivo se sublevase la poblacion moris-ca; y los oficiales españoles que mandaban en aquelpunto, careciendo de buques que les protegieran,desconfiaban de poder resistir con fruto al enemigo.En estas circunstancias de terror general solo Gasease presentó tranquilo y sereno. Afeó á los gefes sudesconfianza antimilitar; les animó á confiar en lalealtad de los moriscos, y les aconsejó que inmedia-tamente levantasen fortificaciones en las playas. Aconsecuencia de esto fue nombrado individuo de unacomision para dirigir las obras y levantar tropas parala defensa de la córte ;y tan fielmente desempeñó sucargo, que Barbarroja, despues de algunas tentativasineficaces para desembarcar, fue rechazado en todoslos puntos y hubo de abandonar la empresa comodesesperada. El honor principal de esta resistenciacorresponde á Gasea, que dirigió la construccion delas obras de defensa y que pudo contribuir con unagran parte de los fondos necesarios por efecto de lasreformas económicas que introdujo en la administra-cion del reino de Valencia (4).

En esta época, es decir, á últimos de 1545, fuecuando el consejo de Felipe le eligió como la perso-na mas competente para desempeñar aquella misionpeligrosa en el Perú (5). Su carácter, en efecto, pa-recía muy á propósito para la empresa. Habia dadodurante toda su vida las mayores muestras de lealtad;á sus modales suaves é insinuantes reunia la mas in-trépida resolucion ; y aunque su aspecto era humilde,como convenia á su profesion, estaba lejos de ser ab-yecto, porque la conviccion de la rectitud de sus in-tenciones le sostenía y le granjeaba el respeto detodos aquellos con quienes trataba. Era ademas vivoen sus percepciones, conocia bastante el corazonhumano, y aunque educado para la vida eclesiásticatenia tantos conocimientos en los negocios civiles yaun en la ciencia militar como pudieran exigirse deun hombre criado en las córtes yen los campos.

No vaciló, pues, el consejo en recomendarle uná-nimemente al emperador, pidiendo la aprobacion deeste nombramiento. Cárlos habia observado atenta-mente la conducta de Gasea, y en especial el modocon que habia dirigido los procedimientos judicialescontra los hereges de Valencia (6). Desde luego co-

caso inmediatamente Ir escribió de su propio pu-

.LA CONQUISTA »EL PERÚ. 207meló que era -

el hombre que necesitaba para aquel Gasea adoptó el consejo, é inmediatamenteescribióo é inmediatam á su soberano , que entonces se hallaba en Flandes,

esponiendo sus ideas en los términos mas esplícitos.Pero Cirios no era tan tenaz, ó á lo menos tan celosode su au oxidad como sus ministros ; hacia demasia-do tiempo que era poderoso para tener semejantescelos; y antes de muchos años, oprimido por el pesode su poder, debia resignarle enteramente en las ma-nos de su hijo. Su sagaz talento comprendió ademasfácilmente las dificultades de la posicion de Gasea; yconoció que en aquella crisis extraordinaria solo lasmedidas estraordinarias podían dar fruto. Cediópues, á la fuerza de los argumentos de su vasallo , yen 16 de febrero de 1546 le escribió otra carta deaprobacion, anunciándole su voluntad de conferirletodos los poderes que habla pedido.

Gasea debía llevar el título de presidente de la realaudiencia; pero bajo este simple título debia estar ála cabeza de todos los departamentos en la colonia, asíciviles como militares y judiciales. Podia hacer nue-vos repartimientos y confirmar los ya hechos ; decla-rar la guerra, levantar tropas, nombrar los indivi-duos que quisiera para toda clase de empleos ósepararlos segun su voluntad. Estaba tainbien auto-rizado para ejercer la real prerogativa de perdonarlos delitos, y especialmente para conceder una am-nistía á todos los complicados en la rebelion, sin es-cepcion alguna, al mismo tiempo que debia procla-mar desde luego la revocacion de las odiadasordenanzas. Estas dos últimas medidas puede decir-se que formaban la base de todas sus operaciones.

Como á los eclesiásticos no alcanzaba el brazo se-glar, y sin embargo con frecuencia fomentaban des-órdenes en las colonias, Gasea recibió facultad paradesterrar del Perú á cuantos le pareciese oportuno; yrespecto al virey podia tambieu enviarle á España siel bien del pais exigía esta medida. Conforme él mis-mo lo 'labia propuesto, no debia recibir estipendioalguno; pero el gobierno le dió letra abierta sobre to-das las tesorerías de Panamá y del Perú, y el empera-dor le remitió cartas para las principales autoridades,no solo del Perú, sino de Méjico y de las colonias in-mediatas, mandando que se le diesen todo género deauxilios; y últimamente, fuéronle entregadas cédu-las en blanco con la firma real , para que las llenaseconforme lo creyera conveniente (4).

Al pasa que la concesion de tan ilimitados poderesescitaba en Gasea los mas vivos sentimientos de gra-titud para con su soberano , que así confiaba en él,parece, y esto es mas estraorchnanio, que no desper-tó la envidia de los cortesanos. Conocían estos queel buen eclesiástico no' Babia solicitado tales poderespara sí;y aun algunos, lejos de tenerle envidia, de-seaban que antes de su partida fuese nombrado obispo,segun se le 'labia prometido, pensando que así lleva-ria mayor autoridad que presentándose como simpleclérigo, y temiendo que elmismo Gasea quedase dis-gustado si no se le daba este nombramiento. Mas elnuevo presidente se apresuró á desvanecer estos re-celos. «Los honores me servirán de poco, dijo, en elpais adonde voy, y seria manifiestamente injustoconferirme un cargo de la Iglesia no pudiendo rlesempeñarlo por tener que residir en tan lejanas tierras.Si no volviese, continuó, el remordimiento de haberaceptado un destino con cuyas obligaciones no bu-biera podido cumplir, atormentarla sin cesar misúltimos instantes (í).v Esta política repugnancia en

(1) Zárate, Conq. del Perú, lib. VI, cap. VI. —Herrera,Hist. general, clec. VIII, lib. I, cap a te I lib. I cap. aaavan-tes.-=Fernandez, Hist. del Perú, p ,—XVIII. — tomara, Hist. de las Indias, cap. CLXXIV.-Hist. de don Pedro Gasea , MS.

(5) «Especialmente si allá muriese ó le matassen : que en-tonces de nada le podría ser buena , sino para partir desta vi-da con mas congoxa y pena de la poca cuenta que daua de la

noc

ño, manifestándole su satisfaccion por aquel nombra-miento, y anunciándole que en prueba de que le creiadigno de él pensaba presentarle para una de las sillasepiscopales á la sazon vacar,t.es.

Gasea aceptó su nueva mision sin vacilar, y pre-sentándose en Valladolid recibio las instrucciones delgobiernorespecto al plan deconducta que debiaseguir.

raEstas instrucciones eran benignas y conciliados enperfecta consonancia con su benévolo carácter (I).Pero aunque le satisfizo el tono paternal de ellas,consideró las facu'tades que se le daban como insufi-cientes para su objeto, porque el gobierno español,inspirado de un espíritu de desconfianza, limitabacomunmente la autoridad que concedia á sus altosempleados coloniales, cuya distancia de la patria ledaba: motivo particular de recelo. Gasea vió que encualquier ea soestraordinarioaíimprevisto tendria quepedir nuevas instrucciones, lo cual traeria consigouna gran dilacion, precisamente cuando la prontitudera esencial al buen éxito de la empresa. Hizo ademaspresente al consejo que la córte, por su distancia delteatro de los sucesos, seria del todo incompetente pa-ra juzgar de la conveniencia de las medidas que de-bieran adoptarse. Debia, pues, enviarse á uno enquien el rey tuviese entera confianza, y que fueseinvestido de los poderesnecesarios para lodo evento,poderes no solamente para decidir qué medida fuesemejor, sino para ponerla inmediatamente en ejecu-cion. Pidió, por consiguiente, ir al Perú, no solo co-mo representante del soberano, sino revestido de to-da la autoridad del mismo mellaren. «No siendo así,dijo, mi mision tendria un éxito contrario del que sebusca. Por mi parle, añadió, no quiero sueldo ni re-compensa de ninguna especie : con mis hábitos y mibreviario espero llevar á cabo la empresa que se meconfia (2). Enfermo como estoy, el reposo de - mi casaseria mas agradable que esta arriesgada mision; pe-ro la acepto con gusto por obedecer á mi rey; y sicomo es probable no puedo ya volver á ver á mi pa-tria, tendré á lo menos el consuelo de haber hechocuanto ha estado de mi parle por servir sus intere-ses (3).n

Los individuos del consejo, aunque escucharon conadmiracion las desinteresadas manifestaciones deGasea, se asombraron del atrevimiento de su deman-da. No desconfiaban de la pureza de sus intenciones,que estaban al abrigo de toda sospecha ; pero las fa-cultades que pedía eran tan superiores a las que has-ta entonces se habían dacio á los vircyes en las coloniasque no se creyeron ellos competentes para concedér-selas. Ni aun se atrevieron á solicitarlas del empera-dor, y aconsejaron á Gasea que por sí mismo se diri-giese al monarca y le manifestase los fundamentosque tenia para hacer tan extraordinaria peticion.

diosa relacion cíe los procedimientos al emperador, al cualllamó tanto la atencion el escrito, que dedicó á su lectura todauna tarde, ni obstante que su hijo Felipe le esperaba paraasistirá una fiesta, -prueba irrefragable, segun el autor, desu celo por la fé—«Queriendo entender muy de raíz todo loque pasaba, como príncipe tan celoso que era de las cosas dela relígion.« t. de don Pedro Gasea, MS.

(I) El manuscrito de Caravantes es el único, entre todaslas obras que he consultado, que traslada in esfenso estasinstituciones, cuyo tono patriarcal hace mucho honor al go-

• bierno.(.') «De suerte quejuzgíassen que la mas fuerca que llena-

ua era su óbito de clérigo y breuiario.» Fernandez, Hist. delPerú, parte I, lib. II, cap. XVI.

(5) MS. de Caravantes—Hist. de don Pedro Gasea, MS.—Fernandez, Historiadel Perú-, parte I, lib. II, cap. XXVII.—XVI/.

-Aunque no para sí, Gasea solicitó del monarca un favor,que fue el nombramiento de su hermano, eminente juriscon-sulto, para una plaza de magistrado vacante en uno de los

tribunales de Castilla.

/OS BIBLIOTECA DE

aceptar la mitra ha pasado á ser proverbio. Pero nohabla afectacion en ella ,y los amigos de Gasea, ce-diendo á sus argumentos, no volvieron á instarle so-bre el asunto.

El nuevo presidente hizo sus preparativos de mar-cha. Estos fueron pocos y sencillos: debía acompañarleuna comitiva poco numerosa, entre cuyos individuosel mas notable era Alonso de Alvarado, el valientecapitan que, como el lector recordará, Labia servidotanto tiempo á las órdenes de Francisco Pizarro. Eulos últimos años Alvarado habla fijado su residenciaen la córte, y ahora, á instancias de Gasea, le acom-pañaba al Perú, donde su presencia podia facilitarlas negociaciones con los insurgentes, al paso que supericia militar pocha ser muy útil si se necesitabaapelar á las armas (1). Despues de la indispensabledetencion para aprestar la pequeña escuadra, el 26 demayo de 1546 el presidente y su comitiva se embar-caron en San Lúcar para el Nuevo Mundo.

Despues de un viaje próspero, y no muy largo paraaquellos tiempos, desembarcaron á mediados de julioen el puerto de Santa Marta, donde recibieron lassorprendentes noticias de la batalla de Añaquito, dela derrota y muerte del virey, y del establecimientoen el pais del poder absoluto de Gonzalo Pizarro.Aunque estos sucesos habian ocurrido muchos mesesantes ele la salida de Gasea de España, eran tan imper-fectas las comunicaciones que aun no se tenia noticiade ellos en la córte.

El ánimo del presidente se llenó de desconsuelo alreflexionar que los insurgentes, despues de un acl.otan atroz como la muerte del virey, desesperados deencontrar perdon en el gobierno, no retrocederianante ninguna de las consecuencias desu crimen. Cui-dó, por tanto, de divulgar que la fecha de su nombra-miento era posterior á la de la fatal batalla, y que es-taba facultado para conceder amnistía completa detodos los delitos hasta entonces cometidos contra elgobierno (t).

Sin embargo, bajo cierto punto de vista podia con-siderarse la muerte de Blasco Nuñez como una cir-cunstancia favorable para el arreglo del pais. Sí hu-biera vivido hasta la llegada de Gasea, este habriaencontrado un gran obstáculo para su mision en lanecesidad de obrar de concierto con una persona tangeneralmente aborrecida en la colonia ó se habriavisto en la dura precision de enviarle á España. Ade-mas, segun todas las probabilidades, seriaahora masfácil traer á los insurgentes á la razon, ya que estaanimosidad personal debia naturalmente concluir enel sepulcro de su enemigo.

Gasca estaba perplejo para decidir por qué puntointentarla entrar en el Perú. Todos los puertos esta-ban en poder de Pizarro y al cuidado de sus capita-nes, los cuales tenian severas instrucciones para in-terceptar todas las comunicaciones con España ydetener á los comisionados de la córte hasta saber laresolucion de su gefe respecto á ellos. Decidióse al finá pasar á. Nombre de. Dios, punto custodiado por unafuerte guaruicion á las órdenes de Hernan Mejia, ofi-cial á quien, como persona en cuya adhesion podiaconfiar enteramente, Labia encomendado Gonzalo laguarda de esta importante puerta de sus dominios.

Si Gasea se hubiera presentado delante de aquelpunto en actitud amenazadora, con aparato militar ódesplegando alguna ostentacion oficial que hubiesedespertado las sospechas de Hernan, seguramenteno le hubiera sido fácil efectuar su desembarco. PeroMejía no vió ningun motivo de recelo en la llegada de

prouision que auia aceptado.« Fernandez, ist. del Perú,parte I, lib. 1I, cap. XVIII.

(1) De este Alvarado, desciende la noble familia de loscondes de Villamor en España. MS. de Caravantes.

( 11 Fernandez, Historia del Perú, parte I, lib. II, capi-tulo XXI.

GASPAR Y ame.un pobre eclesiástico, sin fuerza armada, casi singente que le auxiliara, y que al parecer solo iba paradesempeñar una mision de indulto. Así, no bien tu-vo noticia del carácter del enviado y de su mision, sepreparó para recibirlo con todos los honores debidosá su clase, y salió á la cabeza de sus soldados, segui-do de muchos eclesiásticos residentes en aquella po-blacion. Nada había en la persona de Gasea, y muchomenos en su humilde traje clerical y en su modestoséquito, que pudiese inspirar al vulgo sentimientosde temor ó reverencia. En efecto , su apariencia po-bre y la de su corta comitiva, tan diferentes de laacostumbrada pompa con que se presentaban los vi-reyes en las Indias, escitaron algun desprecio entre laruda soldadesca que no tuvo escrúpulo en proferirciertos chistes desvergonzados de modo que los oyerael mismo presidente (3). « Si este es el gobernadorque S. M. nos envia, esclamaron algunos, poco cui-dado debe dar á Pizarro.»

Mas el presidente, lejos de exasperarse al oir talesdesvergüenzas ni de mostrar resentimiento á sus au-tores, las sufrió con la mayor humildad, y solamen-te se mostró mas agradecido á los eclesiásticos sushermanos que con sus respetuosos ademanes pare-cian desear tributarle toda clase de homenajes.

Pero aunque las maneras de Gasea pareciesenvulgares y humildes, Mejía en su primera entrevistacon él descubrió al momento que no trataba con nin-guna pefsona vulgar. El presiden te, despues de haberesplicado con brevedad la naturaleza de su comision,le dijo que Labia venido como mensajero de pazy quepor medio de medidas pacíficas era como pensabadesempeñar con buen éxito su encargo. Despues ha-bló en general de las facultades de que estaba reves-tido, dijo que tenia autoridad para perdonar á todossin escepcion y manifestó su propósito de proclamarla revocacion de las ordenanzas. Añadió que de estemodo el objeto de la revolucion estaba cumplido : queresistir por mas tiempo al gobierno seria declararseen abierta rebelion sin motivo alguno, y concluyóexhortando á Mejía en nombre de su lealtad y patrio-tismo á que le ayudase á sosegar las turbulenciasdelpais y á traerle de nuevo á la obediencia á la corona.

El cándido y conciliador lenguaje del presidente,tan diverso del tono arrogante de Blasco Nuñez y delaustero porte de Vaca de Castro, hizo manifiesta im-presion en Mejía; el cual reconoció la fuerza de susrazonamientos y se lisonjeó de que Gonzalo Pizarrola reconoceria tambien. Aunque adicto á este gefe,era leal de corazon, y como la mayor parte de los desu bando, Labia sido arrastrado á la rebelion masbien por la fuerza de las circunstancias que por la desu voluntad. No le disgustaba, pues, volver á su fi-delidad primera , ya que tan buena ocasion se leofrecia para hacerlo con ,eguridad y para granjearseel favor del rey, y 'así lo manifestó al presidente pro-metiéndole su eficaz cooperacion en la buena obra dela reforma (4).

Fue esle un socorro importante para Gasea ; peroera aun de mas importancia asegurar la obedienciade Hinojosa, gobernador del Panamá, en cuyo puer-to estaba la escuadra de Pizarro, compuesta de vein-te y dos buques. No era fácil, sin embargo, entablarrelaciones con este oficial. Era persona de caráctermucho mas elevado que el que comunmente tenianlos turbulentos aventureros del Nuevo Mundo; era

(3) «Especialmente muchos de los soldados, que estabandesacatados, 7 decian palabras feas y desuergoncadas. A locual el presidente (viendo que era necessario) hazia las ore-jas sordas.» Fernandez , Hist. del Perú, parte I, lib. II,cap. XXIII.

(4) Fernandez, Hist. del Perú.—Carta de Gonzalo Pi-zarro á Valdivia.—Montesinos, Annales, MS. , aíro de 1546.—Zárate, Conq. del Perú, lib. VI, cap. VI. —Berrera, His-toria general, dec. VIII, lib. II, cap, Y,

LA CONQUISTA DEL PERÚ. 209La carta del emperador _estaba concebida en los

términos- mas benévolos y conciliadores. Lejos -deecharle en cara su rebeliou, aparentaba cónsiderársu conducta como efecto de las circunstancias en quese habia visto , y especialmente de la obstioacion delvirey Blasco Nuñez en negará los colonos el impres-criptible derecho depeticion. Nada decid por dondepudiera colegirse si su intención era confirmar á Pi-zarro en el mando ó separarle de él, y solamente leanunciaba que Gasea le declararia su real voluntady que debia cooperar con este eclesiástico al resta-blecimiento de la tranquilidad del pais.

La carta de Gasea estaba vaciada en el mismomolde político. Hacíale presente, sin embargo, que!rabian cesado las circunstancias que hasta entonceshabian dirigido su conducta; que nada quedaba yaque reclamar y que solo faltaba que él y los suyos,apresurándose á volver á la obediencia del rey, mos-trasen su lealtad y la sinceridad de sus intenciones.Decíale ademas que hasta entonces habia estado enhostilidad contra el virey, y el pueblo le habia apo-yarlo por ser contra un enemigo comun ; que si pro-longaba la lucha , su enemigo seria ya el soberano , yel pueblo seguramente no le apoyarla; por lo cual leexhortaba, en nombre de su honor de caballero y desu deber de leal vasallo, á respetar la autoridad realy á no provocar una guerra ,.que probarla al mundoque su conducta anterior había sitio dictada, masbien por ambicione personal, que por motivos pa-trióticos:

A. esta carta, de grande estension y concebida entérminos corteses y lisonjeros para la persona á quieniba dirigida, acompañaba otra mucho mas concisapara Cepeda, el intrigante abogado - que, como Gaseano ignoraba, tenia el mayor influjo sobre Pizarro enausencia de Carbajal, que entonces se ocupaba en re-cojer los ricos produ ctos de las minas nuevamente des-cubiertas del Potosí (2). En esta epístola aparentabaGasea cierta deferencia al artero político como indivi-duo de la real audiencia y le consultaba sobre el mejormedio de llenar las vacantes de aquel cuerpo.

Entregáronse estas comunicaciones á un caballerollamado Paniagua, fiel partidario del presidente yuno de los que le habian acompañado desde Castilla,el cual llevó tanibien manifiestos y cartas como losque se habian confiado al dominico con órden de dis-tribuirlos secretamente en Lima antes de que saliesede aquella capital (3).

Pasaron semanas y meses y el presidente pperma-necia aun en Panamá, donde, cortadas cuidadosa-mente como estaban sus comunicaciones con el Perú,podia decirse que se hallaba detenido como una espe-cie de prisionero de Estado. Entre tanto, así él cornoHinojosa, aguardaban con ansia la llegada de algunenviado ele Pizarro, que les indicase el modo con quehabla recibido este gefe la noticia de la mision delpresidente. El gobernador de Panamá no desconociala peligrosa posicion en que se hallaba colocado, nilo absurdo que seria provocar una lucha con la córtede Castilla. Pero tenia cierta repugnancia (no muycomun entre los caballeros del Peru) á abandonar á

(2) «El licenciado Cepeda que tengo yo ahora por tenien-te, de quien yo hago mucho caso i le quiero mucho.» Cartade Gonzalo Pizarro á Valdivia, MS.

(5) Pueden verse las cartas de que habla el testo en Zárate,Conq. del Perú, lib. VI, cap. VII, y en Fernandez, Ilist. delPerú , parte I, lib. II, cap. XXIX—XXX. La del presidentetiene muchas páginas, ocupando gran parte de ella variascitas y ejemplos hi:tróricos para demostrar lo absurdo y crimi-nal de una rebeliou contra la autoridad regia. La siguientesentencia con que concluye da una idea esacta del tono benig-no de esta homilia. «Nuestro Seííor por su infinita bondadalumbre á vuestra merced , y á todos los denlas para que acier-ten á hacer en este negocio lo que conuiene á sus almas, hon-ras, vidas y haziendas : y guarde en su santo servicio lailustre persona. de vuestra merced. »

ademas adicto á los intereses de Pizarro , y este lehabia dado una gran muestra de confianza encar-gándole el mando de su armada y de Panamá, llavede sus territorios sobre el Pacífico. - •

El presidente envió primero á Mejía y á Alonso deAlvarado para que le preparasen el camino , instru-yendo á Hinojosa del objeto de su misión. El les si-guió poco despues, y fue recibido por aquel gefe conlas mayores muestras de respeto. Pero aunque oyócon deferencia las amonestaciones de Gasea, no pu-dieron estas producir en su ánimo el efecto que ha-bían producido en el de Mejía; y concluyó rogandoal presidente le mostrase sus poderes, y preguntán-dole si se estendian á confirmará Pizarro en un pues-to á que estaba llamado, no solo por sus serviciossino por el voto popular.

Cuestion dificultosa era esta. Semejante concesionhabria sido demasiado humillante para la corona;pero confesarla así abiertamente en aquellas circuns-tancias y a un capitan tan adicto á Pizarro , habríasido frustrar toda tentativa de ulteriores negociacio-nes. El presidente eludió pues la pregunta diciendosimplemente que no habia llegado aun el caso depresentar sus poderes; pero que Hinojosa podia estarseguro de que le autorizaban para conceder ampliasrecompensas á todos los servidores leales de supais (1).

No quedó satisfecho Hinojosa eón esta respuesta,é inmediatamente escribió á- Pizarro, anunciándolela llegada de Gasea y el objeto de su mision, y decla-rándole al mismo tiempo que estaba convencido deOre el presidente no llevaba autori fiad .para confir-marle en el gobierno. Pero antes de la-salida del bu-que que debia llevar esta carta, se ganó Gasea losservicios de un fraile dominico que pasaba en él á unade las ciudades de la costa,- al cual proveyó de ma-nifiestos y alocuciones anunciando el objeto de sullegada á aquel pais, la abolicion de las ordenanzas yla amplia amnistía que estaba autorizado para conce-der á todos los que volviesen á la . obediencia á lacorona. Escribió tambieu por este conducto á los pre-lados y corporaciones de las diferentes ciudades, ex-hortando á los primeros á que le ayudasen á introdu-cir el espíritu de lealtad y subordinacion entre elpueblo, y anunciando á las segundas su propósito deconsultarlas sobre la adopcion de varias medidas efi-caces para el bienestar del pais. Estos papeles secomprometió el dominico á repartir por si mismo enlas principales ciudades de la colonia; y cumplió fiel-mente su promesa , aunque no sin riesgo de su vida.Muchas de las semillas así esparcidas podían caer enterreno estéril, pero Gasea esperaba que la mayorparte echarla raíces en el corazon del pueblo y esperócon paciencia á que diesen su fruto.

Entre tanto, aunque no habia conseguido desvane•cer los escrúpulos de Hinojosa, sus corteses manerasy sus discursos persuasivos é insinuantes produjeronvisible efecto .en otros individuos con quienes teniadiarias relaciones. Muchos , y entre ellos algunos delos principales caballeros de Panamá y de la escua-dra, manifestaron espresamente su deseo de unirse ala causa real y auxiliar al presidente para sostenerla.Gasea se aprovechó de su cooperacion para abrir co-municaciones con las autoridades de Goatemala yMéjico, á quienes participó el objeto de su comision,intimándoles que cortasen todas sus relaciones conlos insurgentes de la costa del Perú. Logró tambiendel gobernador de Panamá que le proporcionase me-dio de entrar en comunicacion con el mismo GonzaloPizarro , i' despachó un buque á Lima con una cartadel emperador y otra suya para aquel gefe.

(I) Fernandez , Ilist. del Perú, parte II, lib. I, capitu-lo XXXV.— Zárate, Conq. del Perú, lib. VI, cap. VII.—MS. de Caravantes.

2 jp BIBLIOTECA DE

su gefe que tanto se fiaba de él. Esperaba, sin em-bargo, que Pizarro aprovecharia la ocasion que se !eofrecía de ponerse y poner al pais en un estado deseguridad permanente.

Varios caballeros de los que hablan prestado suadhesion á Gasea , irritados con lo que llamaban obs-tinacion de Hinojosa, propusieron al presidente apo-derarse de su persona y tomar posesion de la armada;pero Gasea desechó desde luego la oferta diciendoque su mision era de paz ,y que no quería deshon-rarla con ningun acto de violencia. Respetó tambienlos escrúpulos de Hinojosa, sabiendo que hombre eletal pundonor, una vez atraído por nobles medios,seria mucho mas fiel á sus intereses que vencido porfuerza 6 por engaño. Pensó que podia aguardar conconfianza la oca sion oportuna. Esto era po'.ítico y almismo tiempo honroso; bien es verdad que la polí-tica y la honradez siempre van juntas.

Entre tanto solian llegar de tiempo en tiempo per-sonas de Lima y de las ciudades inmediatas que da-ban noticias ele Pizarro, noticias que variaban segunel carácter y la situacion de los individuos. Unos de-cian que se ganaba todos los corazones con su genioabierto y la politica profusion con que , no obstantesu sed ele riquezas, distribuia repartimientos y favo-res entre sus partidarios. Otros aseguraban que go-bernaba con arbitrariedad y violencia, y que los veci-nos de Lima estaban llenos de terror y desconfianza.Todos convenian, sin embargo, en que su poder seapoyaba sobré bases demasiado sólidas para ser des-truidas; y opinaban que si el presidente iba á Limaó tendria que consentir en ser instrumento de Pizar-ro, confirmándole en el gobierno, ó espondria ágrave riesgo su vida (1).

Es evidente que Gonzalo, aunque segun dicen susamigos no descuidase los negocios públicos, teniatiem po para en tregarse libremente al goce de aquellosplaceres que rodean á un soldado de fortuna en lahora de su triunfo. Era objeto de adulaciones y ho-menajes: hasta los mismos que le odiaban le hacíanla córte, pues los que no le amaban tenian bastantesmotivos para temerle yse conmemoraban sus haza-ñas en romances y coplas en que se fe comparaba (locual no estaba lejos de ser cierto) con los mas esfor-zados paladines de la caballería (z).

Entre tanta adulacion, la copa del placer destinadaá los lábios de Pizarro tenia una gota de amargura,que daba su sabor ó todo lo demas ; porque á pesarde la confianza que aparentaba en público, esperabacon viva ansiedad la llegada de noticias que le instru-yesen del aspecto bajo el cual se consideraba su con-ducta por el gobierno de España, como lo probabansus esquisitas precauciones para guardar las costasy detener á los emisarios de la córte. Supo, pues,con no leve disgusto por la carta de Hinojosa, el des-embarco del presidente Gasea y el objeto de su rni-sion, si bien su descontento se mitigó cuando le in-formaron-de que el nuevo enviado llegaba sin aparatomilitar, sin pompa alguna oficial que pudiese impo-ner al vulgo, y sosamente, por decirlo así , con elhábito humilde de un misionero (3). Pizarro no po-dia adivinar que bajo este esterior modesto se ocul-taba un poder moral , mas fuerte que sus batallonesforrados de acero, y que obrando silenciosamente enla opinion pública, tanto mas seguro cuanto mas te-

(1) Fernandez , lIist. del Perú , parte I, lib. II, capilu-tulo XXVII.— Herrera, flist. general, dec. VIII, lib. II, ca-pítulo VI. -MS. de Caravantes.

(52) «Y con esto, estatua siempre en fiestas y regocijo, hol-gando mucho que le diesen músicas, cantando romances y co-plas de todo lo que aula hecho : encarescie q do sus hazañas yvictorias. En lo qual mucho se deleytaua corno hombre degruesso e ntendimiento.» Fernandez, His. del Perú, parte I,lib. 11, cap. XXXII.

(3) Gonzalo en su carta á Valdivia habla de Gasca como de

GASPAR Y ROIG.

creto, iba minando su fuerza como un canal subter-ráneo socava los cimientos de un magnífico edificio,que se levanta orgulloso con el terreno que ocupa ycon la duracion que promete.

Pero aunque Gonzalo Pizarro no pudiese prevereste resultado , vió lo bastante para conocer que lomas seguro seria espulsar al presidente del Perú. Lanoticia de su llegada apresuró ademas la ejecucionde su primitivo intento de enviar un mensaje á Es-paña para justificar su conducta y solicitar del reyla confirmacion de su autoridad. Eligió para esta mi-sion á Lorenzo de Aldana , caballero discreto y va-liente que posaia su confianza por ser uno de sus mascelosos partidarios. Este Babia desempeñado variosdestinos importantes á las órdenes de Gonzalo , elcual debía en parte sus triunfos 6. la sagacidad conque sabia escoger sus agentes.

Uniéronse á Aldana para esta comision uno ó doscaballeros y el obispo de Lima, como mas á propó-sito por su posicion para influir en la córte en favorde Pizarro. Llevaban los comisionados, ademas delas comunicaciones dirigidas al gobierno, una cartade _los habitantes de Lima para Gasca, en la cual des-pues de felicitarle cortesmente por su llegada, leanunciaban su sentimiento de que hubiese llegadodemasiado tarde , pues los desórdenes .habían cesadocon la caída del virey y el pais reposaba tranquilobajo el gobierno de Pizarro. Decíale ademas quehabía salido una embajada para Castilla, no con clobjeto de solicitar perdon, porque no habían delin-quido (4) , sino para pedir al amparador que confir-mase a Pizarro en el gobierno , como el que mas lomerecia por sus virtudes (5). Por último le manifes-taban que su presencia solo serviria para renovar lospasados disturbios; y le daban á entender que sustentativas para desembarcar en el Perú podrian cos-tarle la vida. El lenguaje de este singular documentoera mas respetuoso de lo que podia inferirse por sucontenido. Tenia la fecha del 14 de octubre de 1546y estaba firmado por setenta de los principales veci-nos de la ciudad. Es probable que le dictase Cepeda,cuya mano se advierte en la mayor parte de las intri-gas de la pequeña córte de Pizarro. Dícese tambien,aunque la autoridad es un tanto cuestionable, queAldana recibió instrucciones de Pizarro para ofrecercincuenta mil pesos de oro al presidente porque sevolviese á Castilla; y que en caso de negativa se pen-saba en adoptar un medio mas eficaz y tenebrosopara desembarazarse de su presencia (6).

un clerigo de buena reputacion que sin recompensa, é inspira-do del verdadero, espíritu de un misionero, rabia pasado al Pe-rú para arreglar los negocios del pais. «Dicen ques mui buenchristiauo i hombre de buena vida i clerigo, i dicen que vie-ne á estas partes con buena inte.cion i no quiso salario nin-guno del rey sino venir para poner paz en estos reynos consus cristiandades.» Carta de Gonzalo Pizarro á Valdivia, DiS.

(4) «Porque perdon ninguno de nosotros le pide, porqueno entendemos que hemos errado, sino seruido á su auges-tad, conservando nuestros derechos, que por sis leyes realesá sus vasallos es permitido.» I'ernandez, llist. del Perú, par-te I, lib. II, cap. XXXIII.

(5) «Porque él por sus virtudes es muy amado de tocaos;y tenido por padre del Perú., Ibi ., ubi supra.

(ti) Fernandez, Ilist. del Perú.—Herrera, Ilist. general,dec. VIII, libro II, cap. X.—Zárate Conq. del Perú, li-bro VI, cap. VIII.—Gomara , Historia de las Indias., capítu-lo CLXXVII. —Montesincs, Anuales, MS., año de 4546. .

Pizarro en su ca r ta a Valdivia le da cuenta de esta indica-don hecha á Gasea , el cual, con toda su reputacion de san-to, dice que era el hombre mas mañoso que laalna en todaEspaña, y que ahora iba par a enviar le á él á Castilla por re-compensa ele sus 1ales servirios, «Y agora que yo tema puestaesta tierra en sosiego cmbiava su parte al de la Gasca, queaunque arriba digo que es un. santo , es un hombre el masmañoso que havia en toda España á mas sabio, é así veniapor presidente é governador é todo cuanto él quiera ; é parapoderme enviar á mi á España , i al cabo de dos años que an-

LA CONQUISTA DEL PERt7.211Aldana provisto de sus despachos salió inmediata-

mente para Panamá. Por el supo el gobernador el es-tado de la opinion en los consej os de Pizarro y oyócon sentimiento al enviado manifestar su conviccionde que ni este gefe ni sus partidarios admilirian ave-nimiento alguno que no le confirmase en el gobiernodel Perú (1).

Aldana fue luego admitido á audiencia por el pre-sidente, audiencia que tuvo resultados muy diversosde los que tuvieron las conferencias con Hinojosa,porque el enviado de Pizarro no estaba armado deaquella inflexibilidad que había dado al gobernadorde Panamá fuerzas para resistir á Iodos los argumen-tos. Supo con sorpresa cuáles eran las facultades deGasea y que las regias concesiones comprendian átodos los insurgentes. Rabia acometido con Pizarrouna empresa desesperada pero cuyo éxito 'labia sidofeliz. La colonia en justicia no podia pedir mas; yaunque adicto de corazon á su gefe, no se creyó obli-gado por ningun principio de honor á tomar partecon él y solo por satisfacer su ambicion , en una lu-cha terrible contra la corona, lucha que inevitable.mente deberia causar su ruina. Abandonó por tantola mision que se le ¡labia encomendado para Castillay que probablemente no era muy de su gusto, yanunció su propósito de aceptar el perdon ofrecidopor el gobierno y cooperar con el presidente al arre-glo de los asuntos del Perú. Debe Hacérsele la justiciade añadir que escribió á Pizarro participándole laresolucion que habla tomado y exhortándole con vi-vas instancias á que siguiese su ejemplo.

La influencia de este paso dado por persona tanimportante como Aldana, unida seguramente á laconviccion de q ee no podia ya esperarse que Pizarromudase de parecer, y al temor que empezó á conce-bir Hinojosa de que la dilacion pudiera serle fatal,vencieron al fin sus escrúpulos y le decidieron á po-ner la escuadra á las órdenes de Gasca. Separó pre-viamente de sus empleos á algunos de los mas obsti-nados partidarios de Pizarr o , y el 19 de noviembrede 4546 él y sus capitanes presentaron la dimision delos suyos en manos del presidente. Despues prestaronjuramento de fidelidad á Castilla; proclamóse por unheraldo desde un tablado construido en la plaza de laciudad un completo perdon de todas las fallas pasa-das; y luego el presidente, saludándoles como fielesy leales vasallos de la corona les devolvió sus diver-sos empleos. Desplegóce entonces á bordo de la es-cuadra la bandera real de España, que anunciabaque Pizarro 'labia perdido para siempre este baluartede su poder (2).

La devolucíon de sus cargos á los capitanes insur-gentes fue un acto político de Gasca que le aseguraba

dávamos fuera de nuestras casas quería el rey darme este pa-go, mas yo con todos los cavalleros deste reyno le embiáva-mos á decir que se vaya, sino que liaremos con él como con'llano Nuñez.» Carta de Gonzalo izarro á Valdivia, MS.

(1) Con la mision de Aldana á Castilla, Pizarro termina laimportaute carta tantas veces citada en estas páginas, yque como puede supone rse presenta los mejores argumen tosque militan en favor de su conducta. Es un hecho curioso queValdivia, el conquistador de Chile, á quien esta epístola ibadirigida, poco despues de haberla recibido abrazase abierta-mente la causa de Gasea , y que sus tropas for masen parte delas fuerzas que combatieron cont r a Pizarro en la batalla deIluarina. ¡Tal era el amigo en quien Gonzalo confiaba!

(2) Pedro Pizarro, Dcscub. y Gong., MS.— Z Trate, Con-quista del Perú, lib. VI, cap. IX.—Fernandez, Historia delPerú, parte I, lib. II, capítulos XXXVIII—XLII.—Goma-ra, Historia de las Indias, cap. CLXXVIII.—MS. de Ca-ravantes.

Garcilasso de la Vega , cuya parcialidad por Pizarro formagran cont raste con las opiniones desfavorablesque forman desu conduela la mayor parte de los demas escritores , nl hablarde estos hechos parece poco dispuesto á elogiar la lealtad quese manifiesta sacrificando á un bienhechor. Com. Real, par-te Ii, lib. V, cap. IV.

los servicios de los oficiales mas hábiles del pais yvolvia contra Pizarro los mismos brazos en que prin-cipalmente se apoyaba. Así se llevó á cabo estagrande obra , sin violencia ni fraude, solo por la pa-ciencia y prevision de Gasea. Así reco rr ió los frutosde una y otra y ya podia confiar fundadamente enque llegarla á dar feliz cima á su mision.

CAPITULO II.

Gasca reune sus fuerzas. — Desercion en las filas de lospartidarios de Pizarro..— Este refuerza sus tropas.-Agitacion en Lima. — Pizarro abandona la ciudad.-Gasca sale de Panamá. — Sangrienta batalla deIIuarina.

1547.

No bien se vió Gasca en posesion de Panamá y dela escuadra , trató de adoptar un rumbo de políticamas decisivo que el que había seguirlo hasta enton-ces. Levantó gente y reunió provisiones por todaspartes. Cuidó de pagar los salarios atrasados á lossoldados y prometió amplias recompensas para lo fu-turo ; pues aunque cuidaba de que sus gastos perso-nales fuesen los menos posibles, no escaseaba gastoalguno cuando se trataba del bien público. Hallán-dose exhausta la tesorería, obtuvo empréstitos sobreel crédito del gobierno y los vecinos ricos de Pa-namá , fiándose en su buena fé, le adelantaron losfondos necesarios. Despues remitió cartas á las au-toridades de Goatemala y Méjico pidiendo su auxiliopara llevar adelante las hostilidades si necesariofuese, contra los insurgentes, y ordenó del mismomodo á Iienalcázar, que mandaba las provincias si-tuadas al norte del Perú, para que al desembarcar eneste pais se le reuniese con toda la fuerza quepudiera.

El pueblo de Panamá manifestó el mayor entu-siasmo, ocupándose en aprestar la escuadra para elviaje ; y prela,los y gefes no se desdeñaron de mostrarsu lealtad tomando parte en las maniobras con lossoldados y marineros (3). Sin embargo, antes de supartida resolvió Casca enviar una pequeña escuadrade cuatro buques á las órdenes de Aldana para cru-zar por delante de Lima con instrucciones para pro-teger á los adictos á la causa real y recibirlos en casonecesario á bordó de sus buques. Dióle tambien co-pias autorizadas de sus poderes para que las remitieseá Pizarro, á fin de que este conociera que aun eratiempo de volver á la obediencia del rey, antes que secerrasen para él les puertas de la misericordia (4).

Mientras ocurrian estos acontecimientos las cartasy proclamas de Gasca iban produciendo su efecto enel Perú. Poca sagacidad se necesitaba para conocerque el pais en su gran mayoría, aseguradas ya laspersonas y las propiedades, nada tenia que ganar conla revolucion. Por fortuna el interes y el deber mili-taban en esta ocasion en las mismas filas; y el antiguosentimiento de lealtad, resfriado por algun tiempo,pero no estinguido, se reanimó en el corazon delpueblo. No se manifestó sin embargo desde luegopor ningun acto esplícito, pues bajo un régimen des-pftico y militar los hombres apenas se atreven á pen-sar y mucho menos á comunicar á otros sus pensa-mientos. Pero los cambios de la opinion publica,como los de la atmósfera comienzan á efectuarse pocoá poco é imperceptiblemente, y se hacen luego sentir

(3) «Y ponla sus fuerzas con tanta llaneza y obediencia,que los obispos y clérigos y los capitanes y mas principalespersonas eran los que primero echauan mano y tirauan de lasgumenas y cables de los nauíos para h s sacar á la costa.»Fernaudcz, Hist. del Perú, parte II, lib. I, cap. LXX.

(4) Ibid. , uhi supra — Montesinos, An palos , MS., añode 13í.0.—tomara, Itist. de las Indias, cap. CLXXVIII.-Zárate, Conq. del Perú, lib. Vi, cap. IX.—Herrera, Histo-ria general, dec. VIII, lib. IIi, cap. III,

2 2 RIBLIOTECA DE GASPAR Y 110iG.

cada vez mas, hasta que por una especie de secretasimpatía se estienden á los mas remotos puntos delpais. Algunas señales de semejante cambio se perci-bieron en Lima, á pesar de las precauciones tonadaspara que no se propagase la noticia de la mision quellevaba el presidente Gasca al Perú. El mismo Pi-zarro advirtió estos síntomas de descontento, aunqueeran tan débiles que el ojo mas esparto no podía dis-tinguir en ellos las-señales de la próxima tempestad.

Sus fieles partidarios le presentaron varias de lasproclamas del presidente; y Carbajal, que'labia sidollamado del Potosí, declaró: «que etari mas de te-mer aquellas cartas que las lanza; del rey de Casti-lla (1).» Sin embargo, Pizarro no perdió ni por unmomento la confianza en sus fuerzas, pues con unaarmada corno la que tenia en Panamá á su devocioncreía poder desafiar á cualquier enemigo que se acer-case á sus costas. Tenia entera confianza .en la fideli-dad de Hinojosa.

A esta sazon llegó Paniagua á Lima con las cartasdel emperador y de Gasca para Pizarro, las cualeseste presentó inmediatamente á sus fieles consejerosCarbajal y Cepeda, pidiéndoles su opinion sobre elasunto. Era aquella la crisis del destino de Pizarro.

Carbajal, cuya sagaz penetracion com prendió almomento la naturaleza de la posicion en que-se halla-ban, opinó por que se aceptase la real gracia en lostérminos propuestos, y manifestó cuán importante leparecia diciendo que «él enladrillaría con ladrillos deoro y plata el camino por donde hubiese de pasar elportador de ella (2). Cepeda fue de diferente pare-cer. Era juez. de la real audiencia, y'labia sido envia-do al Perú como inmediato consejero de Blasco Nu-ñez. Pero se -había declarado y combatido contra elvirey, y podia decirse que la sangre de este teñía aunsus vestiduras. ¿Qué gracia podía, pues, esperar?Por mas respeto que pudiera mostrarse á la letra dela real cédula de perdon, siempre bajo el cetro de Cas-tilla viviria como un hombre desacreditado. Instó portanto á Pizarro para que desechara las ofertas deGasca, diciendo que la costarían el gobierno; queaquel humilde clérigo no era persona tan sencilla co-mo le parecia, sino un profundo político (3) que •sa-bia perfectamente lo que debla prometer, y que unavez dueño del país,. sabría tambien cómo debía cum-plir lo prometido: •

Ni los argumentos, ni los sarcasmos, de Cepeda.cón-- vencieron . á Carbajal, y habiéndose acalorado la dis-puta, Cepeda atribuyó el consejo de su opositor á lassugestiones del miedo, suposicíoii Necia cuya false-dad demostraban los altos hechos de toda la vida delvaliente veterano. Sin embargo , Carbajal no insistiómas en sus consejos, viendo que tampoco agradabaná Pizarro, y se contentó con observar friamenne queno le gustaba la rebelion ; pero que tenia tan buenpescuezo para una soga como otro cualquiera; y queno pudiendo ya vivir mucho , el asunto en realidadera para él de poca importancia (4).

Pizarro, aguijado por su grande ambicion que leaconsejaba saltar por . todos los obstáculos (5), noquiso dar oidos á las razones que se opnnian á

(1) Fernandez, Historia del Perú, parte I, lib. II, capí-tulo XLV.

(2) «Y le enladrillen los caminos por do viniere con bar-ras de plata y tejos de oro.» Garcilasso, Com. Real, parte II,lib. V, cap. V.

(3) «Que no le enuiaban por hombre sencillo y llano,sino de grandes cautelas, astucias , falsedades y engaños.»Ibid.. lec. cit.

(4) «Por lo demas, guando acaezca otra cosa, ya yo he vi-nido muchos arios, y tengo tan 'buen palmo de pescuefo parala soga como cada uno de vuesas mercedes.» Garcilasso, Co-mentario Real, parte II, lib. V, cap. V.

(5) «Loca luciferina soheruia» llama Fernandez, a la am-bicion de Gonzalo. (Historia del Perú, parte I, lib. II, capí-tulo XV.)

que entrase en una lucha desesperada con la corona;y adoptó la opinion de Cepeda. La oferta de graciafue desechada, y así rompió el último lazo que leligaba á su pais , declarándose en el mero hechorebelde (G).

Poco despues de la partida de Paniagua recibióPizarro la noticia de la defeccion de Aldana é Hino-josa y de la entrega de la escuadra, en que tantas su-mas había gastado ,. como principal baluarte de supoder. Tan funesta nueva fue seguida de otras de lamisma especie relativas á la defeccion de algunos ca-balleros principales del Norte y 'al asesinato de Fue-lles, el fiel teniente á quien 'labia confiado el gobiernode Quito. A poco tiempo vió tambien amenazada suautoridad -por la parte opuesta, esto es, por el Cuico;porque Centeno, el gafa realista , que corno el lectorrecordará se había refugiado huyendo de Carbajal, enuna cueva cerca de Arequipa, salió de su retiro, dondehabía estado un año, y al saber la llegada de Gascalevantó de nuevo el estandarte real. Despues reu-niendo un corto número de partidarios y cayendo denoche sobre el Cuzco, se hizo dueño de esta capital,derrotó á la guarnicion que la custodiaba y proclamóen ella la autoridad del emperador. Poco despues;marchando á la provincia de Charcas,, se le unió eloficial de Pizarro que mandaba en La Plata, y susfuerzas combinadas , en número de mil hombres, to-maron posicion á orillas del lago de Titicaca, dondeambos se proponían aguardar la ocasion de presentarla batalla á su antiguo gafe.

La clesercion de aquellos en quienes mas confianzatenia Pizarro y las fatales noticias de tan repetidaspérdidas, llenaron su corazon de amargura. No per-dió el tiempo sin embargo en inútiles recriminacio-nes ni quejas, sino que inmediatamente se puso áhacer preparativos para resistir á la tempestad contoda la energía que le caracterizaba. Escribió en pri-mer lugar ú los capitanes con cuya fidelidad contabatodavía, mandándoles que estuviesen prontos con sustropas para acudir eii su auxilio al menor aviso , re-cordándoles las obligaciones que le debiau, y dicién-dolesque sus intereses eran unos mismos, y que laautorización que llevaba el presidente, habiendo sidodada antes de que•llegase á España la noticia de labatalla de Añaquito,.no podia entenderse á perdonará los complicados en . la muerte del virey (7).

Empleó igual actividad para reforzar sus tropas enla capital y. ponerlas en estado de salir á campana; yde . este modo no tardó en verse á la cabeza de unosmil hombres magníficamente equipados. de todo, muy.bien armados, y segun un antiguo escritor,' «tan lu-cidos como . los que mas pueden Haberse visto en Ita-lia,» desplegando en la escelencia de sus armas, enel lujo de los uniformes y jaeces una magnificenciaque solamente podia costearse con la plata delPerú (8). Cada compañía tenia una nueva bandera

(6) MS. de Caravantes.—Segun Garcilasso , Paniaguallevaba instrucciones secretas del presidente facultándole paraconfirmar á Piz:: rro en el gobierno, en caso que lo creyerenecesario para la conservamon de la autoridad real, «no im-portando que fuese el diablo quien gobernase, con tal que elpais continuara bajo la dominacion de la corona,» como deciaPaniagua, que continuó en el Perú despues de estos sucesos.(Com. Real, parte II, lib. V, cap. V.) Es posible. Pero es.mas probable que un hombre crédulo como Garcilasso incur-riese en error, que no que Carlos V diese tal muestra de im-becilidad ó que el elegido por Gasca hubiese faltarlo tan indis-cretamente a su confianza.

(7) Pedro Pizarro. Descub. y Conq., MS.—Zúrate, Con-quista del Perú, lib, VI, cap. XI—X11. — Fernandez, His-toria del Perú, parte I, lib. II capítulos XLV—XLIX.-Montesinos, Annales, MS.., año de 1547.

(8) «Mil hombres tambien armados i aderecados como sehan visto en Italia, en la mayor prosperidad, po rque ningu-no havia demas de las armas que no llevase calcas y jubon deseda, i muchos de tela de oro i de brocado, i otros bordadosi recamados de oro i plata, i con mucha chaperia de oro ipor

t A tot°1 tn A Df L PERÚde colores Con sti distintivo particular; algunas lle-vaban las iniciales y armas de Pizarro , y una ó dostenían encima una corona corno para indicar audaz-mente la altura á que su gefe podia elevarse (1).

Entre los capitanes mas notables en aquella oca-sion se hallaba Cepeda , que , segun las palabras de unescritor de su tiempo, « olvidado de lo que conveniaá sus letras y profesion y oficio de oidor, salió encalzas, jubon y cuero de muchos recamados y gorracon plumas (2).» Pero el guerrero á quien Pizarroencomendó principalmente el cuidado de organizarsus batallones fue el veterano Carbajal, quehabiaes-tudiado el arte de la guerra en la escuela dedos me–ares capitanes de Europa, y cuya vida aventureraabía sido un comentario práctico de las lecciones

recibidas en su primera época. En su brazo se apoyabaespecialmente Gonzalo en la hora del peligro; ¡felizél si antes hubiera sabido aprovecharse de sus con-sejos!

Para dar una idea del lujo con que estaban equipa-das las tropas de Gonzalo, bastará decir que trató deproveer de un caballo á cada uno de sus arcabuceros.Los gastos que hizo fueron enormes, Dícese que lospreparativos para la campaña le costaron un millonde pesos de oro, y los sueldos de los caballeros y aunde los simples soldados eran tan escesivos que solo enun país de plata como el Perú podian verse (3).

Cuando se le acabaron los fondos suplió esta falta,ya imponiendo ciertos tributos á los vecinos ricos deLima por eximirlos del servicio de las armas , ya pormedio de empréstitos forzosos y ya por otros arbitriosde exaccion militar (4). Dícese que desde aquel tiem-po su carácter esperímentó un cambio visible (5) , ha-ciéndose mas violento en sus pasiones, menos sufridocuando le contradecian y mas cruel y licencioso. Lacausa desesperada que acababa de abrazar le haciaser indeferente á las consecuencias de sus acciones.Aunque naturalmente franco y confiado, la frecuentedefeccion de sus partidarios llenó su alma de recelosy sospechas. No sabia de quién fiarse, y al que semostraba tibio amigo, óera acusado como tal, le tra-taba como enemigo declarado. En Lima reinaba lamayor consternado!).consternado!).Nadie se atrevia á liarse de suvecino : unos ocultaban sus efectos; otros procurabaneludir la vigilancia de los centinelas y se escondianen los cercanos bosques y montañas (6). No se per--mida entrar ni salir de la ciudad sin especial licencia;el comercio y las comunicaciones con las denlas ciu-dades estaban paralizados. Ya hacia tiempo que elquinto real dejaba de remitirse á Castilla, pues Pizar-

los sombreros, especialmente por frascos y cazas de arcabu-ces.» Zara te, Conq. del Perú, lib. IV, cap. XI.

(1) Ibid., uhi supra. —Algunos autores aseguran que Pi-zarro estaba en aquella época haciendo preparativos para sucoronacion, y que habia despachado órdenes á las dilerentesciudades para que enviasen comisionados que asistiesen á ella.«Quería apresurar su coronacion, y para ello despachó cartasá todas las ciudades del Perú.» (Montesinos Anuales, MS. añode 1547.) Pero es poco probable que en aquella crisis tuviesetan ciega confianza en los colonos que meditase un paso tanaventurado. Los historiaderes realistas no son muy escrupu-losos en admitir todos los rumores que pueden desacreditaráun rebelde.

(2) Fernandez, Aistoria del Perú, parte I , lib. II, capí-tulo. LXII.

(3) Fernandez, Ilist. del Perú, ubisupra. —Zárate, Con-quista del Perú, lib. VI, cap. XL— perrera, Ilist. general,dec. VIII, lib. III, cap. V. — Montesinos , Annales, añode 1547.

(4) Fernandez, parle I, lib. II, cap. LXII.—Montesinos,Anuales, ario de 1547.

(5) Gomara, Hist. de las Indias, cap. CLXXII.((i) «Andava la gente tan asombrada con el temor de la

muerte, que no se podian entender, ni tenian ánimo parahuir; i algunos que hallaron mejor aparejo, se escondieronpor los cañaverales y cuevas , enterrando sus haciendas.» Zá-pate, Conq. dgl Perú, lib. VI, cap. XY;

2d3ro se lo había apropiado : ahora se apoderó de loscuños , rompió los sellos reales, é hizo acuñar mone-da de baja ley adornada con su cifra (7).

En este triste período el abogado Cepeda urdió unasolemne farsa para dar á los ojos del vulgo una espe-cie de sancion legal á la causa rebelde. Hizo escribirun proceso contra Gasca, Hinojosa y Aldana ,estos , como acusados y convictos de traicion contra

queen

el gobierno existente del Perú, eran condenados ámuerte. Presentó despues este proceso á varios ju-risconsultos de la capital invitándoles á firmar la sen-tencia. Pero los invitados no quisieron comprometer-se inevit ablemeu te poniendo sus nombres en semejante emejantepapel , y se negaron diciendo que solo serviria paradestruir toda probabilidad de que alguno de los acu–sados volviese á las banderas que hada abandonado,si se hallaba .dispuesto á hacerlo. Así Cepeda fue elúnico que firmó el documento. Carbajal ridiculizósemejantes procedimientos.—«¿ Qué objeto tienevuestro proceso? dijo á Cepeda.—Evitar dilaciones,contestó este para que, si se les coje , puedan ser eje-cutados inmediatamente.—Yo creia, repuso Carha-jal , que ese proceso tenia alguna virtud para matarloscomo un rayo. Yo os prometo que si alguno de elloscae el mis manos no necesitaré de vuestra sentenciapara hacerlos morir (8). »

Mientras se instruía esta causa llegó la noticia deque la escuadra de Aldana se hallaba en el puerto deCallao. Aldana habia salido de Panamá á mediadosde febrero de 1547. A su paso desembarcó en Truji-llo, cuyos habitantes le recibieron con entusiasmo,proclamando su surnision á la autoridad real. Al mis-mo tiempo recibió mensajes de varios capitanes dePizarro, que se hallaban en el interior, anunciándoleque volvian á su deber y que estaban dispuestos áprestar su cooperacion al presidente. Aldana señalóá Caxamalca como punto de reunion donde debíanconcentrar sus fuerzas y esperar el desembarco deGasca. Despues continuó su viaje á Lima.

No bien supo Pizarro que se acercaba, temerosodel mal efecto que pudiera producir su llegada y deque fuesen seducidos muchos de sus parciales, se sa-lió de la ciudad y acampó con las tropas como á unalegua de distancia de Lima y dos de la costa, en cuyopunto estableció una guardia para interceptar todaclase de comunicaciones con los buques. Antes dedejar la capital, Cepeda recurrió á un espediente conel cual esperaba atraer todavía mas 6. los habitantesen favor de Pizarro. Reunió á todos los vecinos y lesdirigió una estudiada arenga ponderando los serviciosdel gobernador y la seguridad de que el pais habiagozado bajo su mando. Despues les dijo que cada unode ellos era libre para escoger lo que mas le convi-niese, ó bien quedarse bajo la proteccion de Pizarro,ó bien irá prestar obediencia á su enemigo. Escitólesá decir su optnion, aña diendo que el que quisiesecontinuar bajo la administrucion de Pizarro, dehiaprestar juramento de fidelidad á su causa , y tener por

(7) Relacion anónima, MS.—Montesinos, Annales, añode 1547.— «Assi mismo echó Gonzalo Pif erro á toda la plataque ,astava y distribuya su marca, que era una G rebueltacon una P, y pregonó que so pena de muerte todos recibies-sen por plata fina la que tuuiese aquella marca , sin ensayoni otra diligencia alguna. Y desta suerte hizo pasar muchaplata rae ley baja por fina.» Fernandez, Ilist. del Perú, par-te 1, lib. II, cap. LXII.

(8) «Rióse mucho entonces Caruajal y dixo, que segunauia hecho la instancia, que auia entendido que la justiciacomo rayo aula de yr luego fi justiciarlos Y decia que si él

los tuuiesse presos, no se le darla un clavo por su sentenciani firmas.» (Fernandez ,Ilist. del Perú, parte 1, lib. II, capí-tulo LV.) Entre los jurisconsultos de Lima que con tanta in-dependencia se resistieron á firmar el papel que les presenta-ba Cepeda, se hal aba el licenciado Polo de Oudegardo,persona de mucha discrecion y una de las mejores autoridades

para el estudio de las antiguas instituciones de los Incas,

Z BIBLIOTECA DE

seguro que si le violaba, le costaria la vida (I). Nadiehubo que viendo su cabeza en la boca del lean se atre-viese á negar la obediencia á Pizarro, y tornos pres-taron el juramento prescrito, que el licenciado lestomó en la forma mas solemne é imponente. Carbajalcomo de costumbre puso en ridículo todos estos ac-tos.—«¿Cuánto tiempo, preguntó al su compañero,pensais que durarán esos juramentos? Luego quehayamos salido de aquí, el primer viento que soplede'la costa se los llevará.» Pronto debía verificarse supredicciou.

Entre tanto Aldana echó el ancla en el puerto, don-de no habia buque alguno de los insurgentes que lemolestase, pues cinco que tenian habian sido quema-dos poco tiempo antes, por consejo de Cepeda y enausencia de Carbajal , con el objeto de que los habi-tantes no pudiesen abandonar la ciudad. El veteranoá su vuelta deploró amargamente este acto, diciendoá Pizarro que habia quemado sus ángeles de guar-da (2). Ciertamente que los buques, mandados porsemejante gefe, habrian sostenido muy bien la causade Pizarro; pero la estrella de este iba declinandohacia su ocaso.

El primer acto de Aldana fue remitir á su antiguogefe copia de los poderes de Gasea, que Pizarro ras-gó indignado tan luego corno la recibió. Despues LI-dana, por medio de sus agentes, hizo circular entrelos habitantes , y aun entre los soldarlos ded campa-mento las proclamas del presidente, que no tardaronen producir su efecto. Pocos eran los que hablan te-nido noticia del verdadero objeto de la alisaran de Gas-ca, ni de la estension de sus facultades, ni de lagenerosidad con que el gobierno trataba cae conciliarselos ánimos. Asustados la mayor parte al considerar ladesesperada siluacion á que se hablan dejado arrastrar, solo pensaron en salir de ella del mejor modoposible y con menos peligro. Unos se escaparon porla noche de! campamento, burlando la vigilancia delos centinelas, y refugiándose á bordo de los buques.Varios fueron sorprendidos en su fuga y no hallaroncuartel en manos de Carbajal y de sus desapiadadosministros; pero donde el espíritu de desafeccion se hapropagado , nunca faltan medios de evasion.

Los fugitivos, viendo cortada la retirada de Limay de la vecina costa, se ocultaron en los bosques ymontañas, esperando oportunidad para dirigirse áTrujillo y á otros puertos distantes; y lan contagiosofue el ejemplo, que mas de una vez ocurrió que seunieran á los desertores los mismos soldados enviadospara perseguirlos. Uno de los que se escaparon fue ellicenciado Carbajal, aquel caballero cuyo hermanohabia sido muerto en Lima por Blasco Nuñez y que sevengó manchando sus manos con la sangre del virey.Nadie podia desconfiar de conseguir su perdona al verque una persona tan comprometida abrazaba la cau-sa real; así el ejemplo del licenciado Carbajal fue elmas desastroso para Pizarro (3).

El veterano Carbajal, que para todo tenia prepara-do un chiste, y aun para los sucesos que mas ledisgustaban, cuando supo la descreían de sus cam-paneros se entretuvo en cantar el siguiente estribillo:

«Estos mis cabellicos , madre ,Dos á dos me los lleva el aire (4).»

(1) Pedro Pizarro, Descnb. y Conq.—I+ernandez, Histo-ria del Perú, parte I, lib.It, cap. LXI—Montesinos, Anua-les, MS., ano de 1517.—Zárate, Conq. del Perú, lib, VI,cap. XI—XIV.

(2) «Entre otras cosas dixo á Gonzalo Picarro : Vuesa Se-üoría mandó quemar cinco ángeles que tenia en su puerto pa-ra guarda y defensa de la Costa del Perú.» Garcilasso, par-te II, lib. V. cap. VI.

(5) Pedro Pizarro, Desrub. y Conq. MS.—Gomera, His-toria de las Indias, cap. CLXXX.—Fernandez,Hist. del Pe-rú, parte I, lib. II, cap. LXlll—LXV.—Zárate, Conq. delPerú, lib. VI, cap. XV—XVI.

(4) Gomara, Hist de las Indias, cap. CLXXX.

GASPAR Y DDIG.

Pero el abandono de los suyos hizo reas profundaimpresion en Pizarro, cuyo helor no tenia límites alcontemplar el lujoso y valiente ejército , con el cualpensaba ser invencible., desvaneciéndose corno laniebla de la mañana. Confundido por la traicion deaquellos en quienes mas confianza habia tenido , nosabia á quién volver los ojos ni qué partido tomar.Era evidente que sin pérdida de tiempo debla aban-donar aquel campamento peligroso : pero ¿adóndedirigir sus pasos? En el Norte las grandes ciudadeshabian abandonado su causa, y el presidente se ha-bia ya puesto en marcha contra él; y en el Sur, Cen-teno , con una fuerza doble que la suya guardaba losdesfiladeros de las montañas. En estas circunstancias,se resolvió por fin á ocupar á Arequipa , puerto quese conservaba aun fiel á su causa, y donde podía per-manecer hasta que adoptase el plan de operacionesque mas le cona Micra.

Despues de una marcha penosa, pero rápida, llegóá aquella ciudad, donde en breve se le unió el refuer-zo que habia destacado para recobrar el Cuzco. Perotci había sido la desercion en ambos cuerpos, aun-que en el de Pizarra se habia disminuido mucho des-de que se separó de las inmediaciones de Lima, queel total de sus fuerzas no pasaba de quinientos hom-bres, es decir, de la mitad del número que hacia pocotiempo se había reunido en la capital. A tan precariaSituacion se hallaba reducirlo el hombre que brevesdios antes había dominarlo como señor absoluto en elPerú. No se desanirnó sin. embargo Pizarro, antesbien la agitacion-de la marcha y la distancia de Limale devolvieron su esfuerzo y parte de su primitivaconfianza. «La desgracia, esclamó, nos enseña quié-nes son nuestros amigos; pero con solo diez que mequeden espero conquistar de nuevo el Perú (5).»

No hiera las fuerzas rebeldes se retiraron de las in-mediaciones de Lima , los habitantes de esta ciudad,sin cuidarse, como Carbajal habia predich, de sujuramento de fidelidad á Pizarro, abrieron las puer-tas á Aldana, el cual tomó posesion de aquel puntoimportante en nombre de Gasea. Este entre tanto ha-bía salido con toda su escuadra de Panamá el 10 deabril de 1547. La primera parte de su viaje fue prós-pera , pero en breve se vió detenido por contrariascorrientes, y el tiempo se puso crudo y tempestuoso.La borrasca continuaba un día y otro; alborotóse el

mar y la escuadra era llevada acá y allá por las furio-sas olas que se levantaban como montañas, cual siquisiesen competir con las de la region que limita-ban. La lluvia caía á torrentes y los relámpagos erantan continuados que los buques (para usar del len-guaje del cronista) parecia que estaban en llamas (6).Desanimáronse los mas osados marineros , y consi-derando infructuoso luchar contra los elementospidieron á. gritos volver al continente , y que se apla-zase el viaje para estacion mas favorable.

Pero el presidente veia en esto la ruina de su causay la de los fieles vasallos del rey que se hablan com-prometido á auxiliar su desembarco. «Quiero morir,dijo, pero no volver aíras;» y despreciando las amo-nestaciones de sus Inas tímidos compañeros insistióen que en los intervalos que dejaba la tempestad sehiciese fuerza de vela cuanto se pudiera •(7). Entre

(5) «Aunque siempre dixo que con diez amigos que le que-dasen havia de conservarse i conquistar de nuevo el Perú : tan-ta era su saña ó su sobervia.» Gouiara, Hist. de las Indias,loc. cit.

(6) «Y los truenos y relámpagos eran tantos y tales, quesiempre parecía que estauan en Ilamas_y que sobre ellos.ve-pian rayos (que en todas aquellas partes caen. muchos).» (Per-

. nandez , Hist. del Perú, parte 1, lib. II, cap. LXXI.) El ani-alado colorido que el antiguo cronista da á esta escena,

• prueba que estaba familiarizado con estas tempestades tropi-cales, del Pacifico.

(7) «Y con io poco que en aquella sazon el presidente esti-•

del geli roen que estaban se entretuvo p ar os

LA CONQUISTA DEL PEtká. i Jtanto para distraer álos marineros de la consideracion Entre tanto Pizarro, á quien tiernos dejado en Are-p q Itretuvoenes tic 1 quipa, se habia decidido, despues de muchas refle-

xiones , á evacuar el Perú, y pasar á Chile, en cuyoterritorio, fuera de la Jurisdiccion del presidente,esperaba encontrar asilo seguro. Allí podria reunir lafuerza suficiente para emprender de nuevo las opera-ciones activas y reconquistar sus dominios, luego queel voluble pueblo se hubiera cansado de su nuevo go-bernador, lo cual no tardaría en suceder. Tales eranlos cálculos del gefe insurgente. ¿Pero cómo efectuarsu determinacion estando los desfiladeros por dondetenia que pasar tomados por Centeno con una fuerzadoble mas numerosa que la suya? Decidió recurrir álas negociaciones, porque Centeno habia servido tisus órdenes en otro tiempo y aun habia sido uno delos que mas le habian instado para que tomase el car-go de procurador. Adelantándose, pues, en direc-cion del lago de Titicaca, en cuyas inmediacioneshabia Centeno elegido su campo, despachó un emi-sario á sus reales para abrir la negociacion. Dirigióleuna comunicacion hablándole de las amistosas rela-ciones que en otro tiempo habian existido entre am-bos, recordándole que en una ocasion particular lehabia perdonado la vida, á pesar de haber conspiradocontra él ; diciéndole que no estaba resentido por suúltima conducta, que no iba á pelear contra él ; quesu propósito era abandonar el Perú, y que el únicofavor que tenia que pedirá su antiguo amigo era quele dejase atravesar libremente las montañas.

A esta comunicacion respondió Centeno en térmi-nos tan corteses como los que ]labia usado el mismoPizarro. Decíale que estaba pronto á servirá su anti-guo gefe en todo lo que fuese compatible con su ho-nor y con la obediencia que debia al soberano ; peroque habiendo tomado las armas en favor de la causareal no podia sin faltar á su obligacion acceder á loque le pedia; que no obstante, si Pizarro quería liar-se de su buena fe, él le empeñaba su palabra de honorde influir todo lo posible con el gobierno para que sele hiciesen las mismas concesiones que se habian he-cho á los demas. Gonzalo oyó con sonrisa de despreciolas corteses promesas de su antiguo compañero, yarrancando la carta de manos de su secretario, laarrojó indignado lejos de sí. No tenia otro recursomas que apelar á las armas (3).

Levantó el campo inmediatamente y dirigió sumarcha á las orillas del lago de Titicaca, donde esta-ba acampado su rival. Recurrió sin embargo a unaestratagema para evitar si era posible la batalla. En-vió sus batidores en diferente direccion de la quepensaba tomar, y despues apresuró su marcha hacíalluarina, pequeña ciudad situada al Sudeste del lagode Titicaca, cuyas márgenes, cuna de la primitivacivilizacion de los Incas, debian resonar en breve conel ruido de una mortal contienda entre sus mas civi-lizados conquistadores.

Pero Centeno supo por un aviso secreto los movi-mientos de Pizarro, y cambiando de posicion, ocupóotra no lejos de lluariría el mismo tija en que Gonzalo]legó á este punto. Aquella tarde se avistaron los cen-tinelas de uno y otro campo, y las fuerzas rivalesdescansando sobre las armas se prepararon para com-batir á la mañana siguiente.

Era el 26 de octubre de 15 .17 cuando los dos gefes,habiendo formado sus tropas en órden de batalla, seadelantaron á encontrarse en las llanuras de Huarina.El terreno, defendido por un lado por una colina de

algunos de los estraños fenómenos que presentaba elborrascoso Océano y que les habian llenado de su=persticioso terror (1).

Tm señales á los buques para e cada unocomo mejor pudiese se dirigiera á la isla de Gorgona.Allí fueron llegando uno tras otro sin escepcion, aun-que todos masó menos averiados. El presidente esperóá que se calmase un poco la furia de los elementos, ycon mejor tiempo se embarcó para Manta, desde don-de continuó su viaje á Turnbez, en cuyo puerto echóel ancla el 13 de junio. En todas partes fue recibidocon entusiasmo, y los habitantes parecían ansiososde borrar el recuerdo de lo pasado con promesas defidelidad á toda prueba para lo futuro. Gasea recibiótambien muchas cartas de felicitaeion de caballerosresidentes en el interior, muchos de los cuales habianservido en otro tiempo en el partido de Pizarro. A es-tas cartas dió cortes respuesta agradeciendo las ofer-tas de auxilio que le hacían y señalando á Caxamalcacomo punto general de reuiiion.

A este mismo punto envió á Hinojosa luego quedesembarcó con las fuerzas de tierra, ordenándoleque tomase el mando de la gente allí reunida y pasaseájuntarse con .él á Xauxa, donde habia determinadoestablecer su cuartel general por ser territorio rico yabundante y hallarse en posicion central á propósitopara operar con ventaja contra el enemigo.

Despues salió de Tumbez á la cabeza de un peque-ño destacamento de caballería por el camino llano quesigue la costa hácia Trujillo. En esta leal ciudad sedetuvo algunos dias, y luego atravesando la cadenade montañas que se estiende al Sudeste, entró en elfértil valle da Xauxa. Allí le esperaban los refuerzosdel Norte y de las principales ciudades de la costa; ypoco despues recibió un mensaje de Centeno, parti-cipándole que tenia guardados los desfiladeros pordonde Gonzalo Pizarro se preparaba á huir del pais yque este gefe insurgente caeria pronto en sus manos.

Mucha alegría causaron en el campo real estas no-ticias. La guerra, pues, estaba terminada, y esto sinque el presidente hubiese tenido que levantar su es-pada contra un solo español. Varios de sus consejerosle propusieron que disolviese la mayor parte de sustropas, como costosas y ya innecesarias. Pero el pre-sidente tenia demasiada prudencia para debilitar asísus fuerzas antes de estar seguro de la victoria. Con-sintió sin embargo en dar órdenes para que no lefuesen ya enviados los refuerzos pedidos á Méjico yá las colonias inmediatas, pues que le bastaba paratriunfar del enemigo el apoyo de los leales habitantesdel pais. No obstante, concentró sus fuerzas en Xau-xa, estableció su cuartel general en esta ciudad segunlo habia pensado y resolvió aguardar noticias de lasoperaciones de Centeno en el Sur. El resultado fuedistinto del que esperaba (2).

mamila vida si no auia de hacer la jornada , y e] gran desseoque tenia de hacerla, se puso contra ellos diziendo que qual-quiera que le tocase en abaxar vela le costarla la vida.» Fer-nandez, parte I, lib. II, cap. LXXI.

(1) Las luces fosfóricas que algunas veces se ven en elmar durante la tempestad, aparecieron entonces sobre losmástiles y jarcias del buque en que iba el presidente, el cual,segun Fernandez , entretuvo á los marineros esplica ndoles elfenómeno y diciéndoles las fábulas á que habia dado origenen la antigua mitología. Esta pequeña anécdota nos da laclave de la popularidad que tenia Gasca aun entre las clasesmas humildes.

(2) Para las anteriores páginas, véanse : Pizarro, Descu-brimiento y Conq. MS. — Zárate, Conq. del Perú, lib. VII,cap. I.—Herrera, Ilist. general, doc. VIII, lib. III, cap. XIVy sig. —Fernandez, IIist. del Perú, parte I, lib.II, capítu-lulo LXXI—LXXVII.—MS. de Caravantes.

Este último escritor, que ocupó un destino importante enlas oficinas de Hacienda de la colonia , tuvo ocasion de adqui-

rir datos y pormenores que no pueden encontrararse en nin-cun otro, sobre los principales actores de aquellas escenasturbulentas. Su obra, todavía manuscrita , que existía antesen los archivos de la universidad de Salamanca , ha sido tras-ladada á la biblioteca real de Madrid.

(3) Pedro Pizarro, Descub. y Conq. MS. — Garciiasso.Com. Real, parte 11, lib. V, cap. XVI—'!.árate, Conq. delPerú , lib. VII.

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(1) «Los de Diego Centeno, como yuan con la pujanga devna carrera larga , llevaron á los de Gongalo Pigarro de en-cuentro, y los tropellaron como si fueran ouejas, y cayeroncauallos y caualleros.» Garcilasso, Com. Real, parte II,lib. V, cap. XIX.

(2) El sabiazo que recibió Cepeda, le abrió de arriba aba-jo la nariz; y la cicatriz que luego le quedó era tan horrible,que hubo de cubrirla con un parche , segun nos dice Garci-lasso, que le vió muchas veces en el Cuzco.

( 3) Segun muchas autoridades, el caballo de Pizarro nosolo quedó herido, sino muerto en el combate, supliendo estafalta su amigo Garcilasso de la Vega, que le hizo subir en elsuyo. Este oportuno auxilio dado al rebelde perjudicó despuesat generoso caballero, á quien sus enemigos se lo echaron encara como un crimen. Su hijo, el historiador, niega decidida-mente el hecho , y parece deseoso de librar á su padre de estahonrosa imputacion , que perjudicó á ambos para sus ulterio-res adelantos.

ROIG.

vas, incitó al fin el ejemplo de la infantería, y poseidade un terror pánico abandonó el campo.

Pizarro y unos cuantos caballeros que habian que-dado hábiles siguieron el alcance hasta corta distan-cia, porque tampoco se hallaban en estado ni en nú-mero suficiente para continuar por mucho tiempo lapersecucion. La victoria fue completa, y el gefe in-surgente tomó posesion de las abandonadas tiendasdel enemigo, donde halló un inmenso botin en pla-ta (4), y las mesas dispuestas para la comida de lastropas de Centeno luego que volviesen de la batalla.•Tanta era la confianza que tenian en su triunfo ! Lacomida sirvió ahora para los vencedores , que tal esla suerte de la guerra. La accion fue en efecto decisi-va , y Gonzalo Pizarro al recorrer el campo cubiertode cadáveres se santiguó muchas veces esclamando:«¡ Jesus , Jesus , qué victoria!»

No menos de trescientos cincuenta de los de Cen-teno quedaron muertos, y el número de heridos fuemucho mayor, calculándose que mas de ciento deestos murieron por haber quedado aquella noche ála intemperie; pues aunque el clima en aquella ele-vada regios es templado, los vientos de la noche quesoplan de las montañas son fríos y penetrantes , ymuchos infelices heridos que bien cuidados podianhaberse restablecido, amanecieron muertos de frioal dia siguiente. No alcanzó Pizarro esta victoria singran pérdida por su parte, pues quedaron en el cam-po mas de ciento de los suyos. Sus cadáveres estabanhacinados en la parte de terreno que habia ocupadola caballería, donde el combate fue mas encarnizado.En aquel estrecho espacio se encontraron tambien loscuerpos de mas de cien caballos , la mayor parte delos cuales, así como sus ginetes , muertos tambien,pertenecian al ejército vencedor. Esta fue la batall amas cruel que habia ensangrentado hasta entoncesel suelo del Perú (5).

La gloria de la jornada ( triste gloria por cierto)corresponde casi enteramente á Carbajal y á su bizar-ra infantería. Las juiciosas disposiciones del vetera-no y la escelente disciplina é indomable valor de sussoldados recobraron el ascendiente en la batalla cuan-do esta estaba casi perdida por la caballería, y ase-guraron la victoria.

Carbajal, infatigable siempre, siguió el alcance delos enemigos con la gente que estaba en disposicionde acompañarle, y los desgraciados fugitivos que ca-yeron en sus manos, muchos de los cuales habiansido traidores á la causa de Pizarro, fueron inmedia-tamente ejecutados. Así su crueldad con los indefen-sos prisioneros empañó los laureles ganados en elcampo, combatiendo contra hombres valientes y ar-mados como él. Centeno, mas afortunado, logró es-caparse. Viendo perdida la batalla, salió de su litera,se arrojó sobre un caballo, y no obstante su enferme-dad, aguijado por el temor-de la triste suerte que le

(4) «El botin, segun •Fernandez , no bajó de un milloncuatrocientos mil pesos. «El saco que vuo fue grande : que sedixo ser de mas de vn millon y quatrocientos mil pesos.»(Historia del Perú, parte I, lib. 1I. cap. LXXIX.) El cálculoes muy exagerado : pero nos hemos ido familiarizando tantocon las doradas maravillas del Perú que, come el lector delas Mil y una Noches, nos hacemos demasiado crédulos pararecurrir á la medida comun de las probabilidades.

(5) «La mas sangrienta batalla que vuo en el Perú.» Fer-nandez, Hist. del Perú, parte I, lib. II, cap. LXXIX.—Lasrelaciones de esta batalla son, como de costumbre, discrepan-tes, y el historiador tiene que conciliar los estrenos segunpueda. Pero en lo general hay conformidad en los puntosprincipales. Todos convienen en considerarla como la mas san-grienta que se ha dado entre españoles en el Perú, y en atri-buir á Carbajal el mérito de la victoria. Ademas de Garcilassoy Fernandez , •véanse : Pedro Pizarro (este se halló en la ac-cien); Zárate, lib. VIII, cap. 111.—Herrera, clec. VIII, li-bro, 1V, cap. Il.—Gomara, cap. CLXXXI.—Montesinos,Anuales, abo de 4547.

218 BIBLIOTECA DE GASPAR Y

hombres y caballos, y atropellándolos , dice un his-toriador, como si fueran un rebaño de ovejas (1).Estos recobrándose con gran dificultad del primergolpe trataron de ordenar sus filas y pelear con masventaja.

Pero Pizarro no pudo volverá ganar el terreno quehabia perdido , y su caballería fue derrotada por to-das partes. Hubo muchos muertos y heridos por am-bos lados, y el campo quedó cubierto de cadáveres dehombres y caballos. La pérdida de los de Pizarro fuemucho mayor, y casi todos los que escaparon convida se vieron obligados á rendirse prisioneros. Ce-peda, que peleaba con la furia de la desesperacion,recibió un sablazo en la cara que le obligó á ceder elcampo (2). Pizarro, despues de haber visto caer allado su y

o á sus mejores y mas valientes caballeros , seencontró rodeado de tres ó cuatro enemigos. Desem-barazándose de ellos puso espuelas á su caballo , y elnoble animal, aunque desangrándose por una graveherida en las ancas, dejó en breve atras á todos susperseguidores, escepto á uno que le detuvo cogién-dole por la brida. Mal lo hubiera pasado entoncesGonzalo si con una ligera hacha de combate , que lle-vaba colgada al lado, no hubiera dado tal golpe en lacabeza del caballo de su enemigo, que le hizo caer,y obligó al caballero á soltar la rienda del suyo. En-tre tanto algunos arcabuceros, viendo el peligro dePizarro, corrieron en su auxilio, mataron á los doscaballeros que habian quedado atras y acababan dellegar sobre él , y obligaron á los demas á huir (3 ).

La derrota de la caballería fue completa , y Pizarroconsideró la jornada como perdida al oir las trompetasdel enemigo entonar el toque de victoria. Pero apenasse habia estinguido el eco de estos sonidos, cuandose oyeron en el campo opuesto. La infantería de Cen-teno habia sido derrotada, como hemos visto , y ar-rojada lejos del campo ; su caballería del ala derechahabia cargado sobre la izquierda de Carbajal com-puesta de alabarderos y arcabuceros entremezclados.Los caballos salieron á todo escape contra esta for-midable falange; pero no pudieron romper aquelladensa nube erizada de alabardas sostenidas por lasfuertes manos de los soldados que firmes é imper-térritos se mantenian en sus puestos, al mismo tiem-po que los arcabucerós que formaban á su retaguar-dia molestaban al enemigo con un terrible fuego.Viendo la brecha impracticable la caballería rodeó endesorden los flancos de la falange y se unió á reta-guardia de esta con el victorioso escuadron de Cente-.o. Reunidos ambos cuerpos intentaron una nuevacarga contra la infantería de Carbajal; pero hizo darmedia vuelta á su gente y ejecutada la maniobra conla prontitud y disciplina de soldados bien instruidos,la retaguardia quedó convertida en frente, oponién-dose á la carga el mismo bosque de alabardas, mien-tras el incesante fuego de los arcabuces castigaba laaudacia de la caballería, la cual, cansada y comple-tamente desanimada con el mal éxito de sus tentati-

LA CONQUISTA DEL PERÚ. 229esperaba si caía prisionero , logró penetrar en lave nada para lo futuro resolvió permanecer en el Cuzco

y esperar tranquilamente á que una nueva y últimabatalla decidiese cuál de los dos debía ser dueño delPerú.

tina sierra, donde burló la vigilancia de sus enemi-gos , y como un ciervo herido y seguido de cerca , sesalvó internándose en las fragosiades de los bos-ques, hasta que por rodeos y casi milagrosamentepudo llegar á Lima. El obispo del Cuzco , que llegótatnbien, aunque por distinta parte, no fue menosafortunado en salvarse de las manos de Carbajal,pues como habia sido antes partidario de Ihizarro , ájuzgar por el poco respeto que generalmente mostra-ba el veterano á los de su hábito, es probable que nohubiera tenido el menor escrúpulo en sentenciarle áhorca como si hubiera sido el mas humilde de lossoldados contrarios (1).

Al día siguiente de la accion Gonzalo Pizarro hizodar sepultura comun á los cuerpos de los soldados desu bando y del contrario, que aun yacian uno al ladode otro en el mismo sitio donde habian empeñado lamortal contienda. Los caballeros de distíncion (por-que la nobleza no debia ser olvidada en el sepulcro)fueron trasladados á la iglesia de Huarina, poblacionque dió su nombre á esta batalla, donde se les enter-ró con la solemnidad correspondiente; pero en tiem-pos posteriores sus restos fueron trasladados á la ca-tedral de la Paz y colocados en un mausoleo erigidoen aquel punto por medio de una suscricion general;porque pocos eran los que no habian tenido que llo-rar la pérdida de algun amigo ó pariente en aquellafatal jornada.

El vencedor se aprovechó entonces de su triunfopara enviar destacamentos á Arequipa, La Plata yotras ciudades situadas en aquella parte del pais, áfin de levantar fondos y tropas para continuarla guer-ra. Sus pérdidas quedaron superabundantementecompensadas con el número de los vencidos que seavinieron á servir bajo sus banderas. Despues, reu-niendo sus fuerzas dirigió la marcha al Cuzco, cuyacapital habla sido en otro tiempo muy adicta á sucausa, aunque últimamente se habia manifestadoleal á la corona, merced á los esfuerzos de unos po-cos realistas.

Allí los habitantes se prepararon para recibirle entriunfo, levantando arcos en las calles y celebrandocon músicas su victoria. Pero Pizarro, mas discreto,rehusó los honores de la ovacion, mientras el paisestuviese en manos de sus enemigos , y enviando de-lante la mayor parte de sus tropas, entró en la ciudadá pie escoltado por un corto séquito de amigos y ha-bitantes , y se dirigió á la catedral , donde se cantóun Te Deumén acciou de gracias por su victoria. Enseguida se retiró á su alojamiento anunciando su in-tencion de establecer por entonces sus reales en lavenerable capital de los Incas (2 ).

Ya no volvió á pensar Pizarro en su proyecto deretirada á Chile, porque su reciente triunfo habiainflamado su pecho con nuevas esperanzas, y confia-ba en que producirla igual efecto en el ánimo vaci-lante de aquellos cuya fidelidad era combatida por eltemor de arruinarse y de que Pizarro no tuviese ha-bilidad para vencer al presidente. Ya, segun él, po-dían haberse convencido los mas tímidos de que suestrella brillaba todavía esplendente. Así, sin recelar

(1) Pedro Pizarro, Descub. y Comí. MS.—Fernandez,Hist. del Perú, ubi supra.—Zárate, lib. VII, cap. 111. Gar-cilasso , Com. Real, parte II, lib. V, cap. XX[—XXII.

(2) Garcilasso, Com. Real, parte II, lib. V, cap. XXVII.—Pedro Pizarro, Descub. yConq., MS.—Zárate, Conq. delPerü. lib. VII, cap. III.

Garcilasso de la Vega, que entonces era un niño, presencióla entrada de Pizarro en el Cuzco. Escribe, pues, por lo quevió, aunque lo hace despues de un intervalo de muchos años.En atencion á la clase de su padre, tenia fácil la entrada enel palacio de Pizarro, y esta parte de su historia merece laconsideracion debida no solamente á un contemporáneo, pinaá us testigo ocular.

TOMO 1.

CAPITULO III.Desaliento en el campo de Gasca.—Sus cuarteles de in-

vierno.—Continúa su marcha.—Atraviesa el Apuri-mac.—Conducta de Pizarro en el Cuzco.—Acampacerca de la ciudad.—Derrota de Xaquixaguana.

1547 —1548.

MIENTRAS ocurrian los sucesos mencionados en elcapítulo anterior había permanecido Gasea en Xauxaesperando nuevas noticias de Centeno, casi segurode que le participariun la total derrota de los rebel-des. Grande fue por tanto su desaliento al saber eléxito del fatal combate de Huarina y que los realistasse habian dispersado ante la espada de Pizarro, des-apareciendo el comandante como una sombra y nosabiéndose absolutamente su paradero (3 ).

Esta noticia esparció entre los soldados una cons-ternacion proporcionada á su primitiva confianza : yacreian que era temeridad inútil luchar con un hom-bre al parecer protegido por una especie de magiaque le hacia invencible contra los mayores enemigos.El presidente, aunque era grande su desaliento,procuró ocultarlo con cuidado y reanimar el espírituabatido de los suyos. Decia que por haberse fiadodemasiado de sus fuerzas habia castigado el cielo supresuncion; pero que siempre sucedía que la Provi-dencia, cuando determinaba abatir al criminal, ledejaba elevarse á la mayor altura posible para quesu caída fuese despues mayor.

Mientras Gasea procuraba de este modo tranquili-zar á los supersticiosos y á los tímidos, se aplicó consu acostumbrada energía á reparar los perjuicios quehabía hecho á su causa la derrota de Huarina. Envióá Lima un destacamento á las órdenes de A!varacio,para recoger á los realistas que se habían refugiadoallí despues de la batalla, sacar los cañones de losbuques y trasladarlos al cuartel general. Otro cuer-po de tropas salió en direccion de Guamanga, á se-senta leguas del Cuzco con igual objeto de proteger álos fugitivos y tambien con el de evitar que los ca-ciques del pais suministrasen provisiones al ejércitoinsurgente del Cuzco. Despues, como el número desus tropas era considerablemente mayor que el quepodía reunir su adversario , determinó Gasea levan-tar sin mas dilacion el campo y marchar sobre la ca-pital de los Incas (4 ).

Saliendo, pues, de Xauxa el 29 de diciembre de 1547,pasó por Guamanga y despues de una marcha mas pe-nosa que de ordinario por la inclemencia del tiempo yel mal estado de los caminos, entró en la provinciade Anda guaylas. Era este un pais fértil y hermoso ycomo siguiendo el camino adelante tendria que inter-narse en una fragosa sierra apenas practicable en tiem-po de invierno, resolvió Gasea fijar allí sus realeshasta que mejorase el tiempo ; y habiendo caldo en-

(3) tY salió á la ciudad de los Reyes, sin que Carbajalniialguno de los suyos supiese por donde fue, sino que parecí&encantamiento.» Garcilasso , Com. Real, parte 11, lib. V, ca-pítulo. XXII.

(4) Gasea, segun Ordegardo, sostuvo su ejército durantesu permanencia en Xauza , con los depósitos de grano quehabia en el valle, donde encontró . maiz suficiente para elconsumo de muchos arios. No deja de ser estraiio que estos,depósitos hubiesen sido por tanto tiempo respetados por los-hambrientos conquistadores. «Cuando el serio: . Presidente

Gasea assó con la gente de castigo de Gonzalo Pizarro por elvalle de Jauja, estuvo allí siete semanas, á lo que me acuer-do, y se bailaron en depósito maiz de cuatro y de tres y de-dos arios mas de 15,000 hanegas junto al camino é allí comióla gente.» Ondegardo, Rel. seg.,

220 BIBLIOTECA DE

fermos muchos soldados á consecuencia de las conti-nuas lluvias, estableció un hospital de campaña y vi-sitó con su acostumbrada bondad á los enfermos,remediando sus necesidades y ganando sus corazonescon la simpatía que les mostraba (1).

Entre tanto las tropas reales se aumentaban conla llegada continua de refuerzos, porque no obstantela sensacion que Rabia producido en todo el pais laprimera noticia de la victoria de Pizarro , un poco dereflexion convenció al pueblo de que la causa realis-ta era la mas fuerte y debía prevalecer al fin. Con es-tos refuerzos llegaron tambien varios de los mas dis-tinguidos capitanes del pais. Centeno , restablecidoya de su enfermedad y ardiendo en deseos de vengarsu última derrota, se unió al presidente con los sol-dados que había reunido en Lima. Benalcázar, elconquistador de Quito, que como el lector recordaráhabia sido vencido con Blasco Nuñez en el Norte, lle-gó con otro destacamento y poco despues le siguióValdivia, el famoso conquistador de Chile, que ha-biendo vuelto al Perú á reclutar gente para su espe-dicion y sabiendo el estado del pais, se Babia adheridosin vacilar al partido del presidente, no obstante queiba á combatir á su antiguo amigo y compañero Gon-zalo Pizarro. La llegada de este último aliado causógeneral regocijo en el campo, porque Valdivia, amaes-trado en las guerras de Italia, era tenido por el mejorsoldado del Perú; y Gasea le cumplimentó diciendoque mas estimaba su persona que un refuerzo deochocientos hombres (2 ).

Ademas de estos auxiliares guerreros acompañabaal presidente una comitiva de eclesiásticos y emplea-dos civiles tal como pocas veces se habia visto en losmarciales campos del Perú. Entre ellos se hallabanlos obispos del Cuzco, Quito y Lima , los cuatro ge-les de la nueva audiencia y un considerable númerode clérigos y frailes misioneros ( 3 ) , los cuales, aun-que sirviesen de poco para reforzar el ejército en unabatalla, daban con su presencia á la causa que de-fendían cierta autoridad y cierto carácter sagrado queproducían sus efectos en el ánimo de las tropas.

Los rigores del invierno comenzaron entonces áceder ante la suave influencia de la primavera , quese adelanta mucho en aquellas regiones tropicales,solo por su elevacion templadas. Gasea, despues detres meses de deteucion en Andaguaylas, preparó sugente para la marcha definitiva sobre el Cuzco (4).El número de sus tropas apenas bajaba de dos milhombres, siendo la mayor fuerza europea que hastaentonces se habia reunido en el Perú. Cerca de la mi-tad de ellos llevaban armas de fuego; y la infanteríaera mas útil que la caballería en los paises montaño-sos que iban á atravesar. Pero la caballería era tam-bien numerosa, y la artillería se componia de oncecañones de grueso calibre. Las tropas iban bien equi-padas y disciplinadas, bien provistas de armas y mu-niciones y mandadas por oficiales á cuyos nombresestaba unido el recuerdo de las hazañas mas memo-rables ejecutadas en el Nuevo Mundo. En suma, to-dos los que se tomaban algun interes por el bienestardel pais militaban bajo las banderas del presidente,formando un contraste notable con los turbulentosaventureros que servian en las filas de Pizarro.

(1) Zárate, Conq. del Perú, lib. VII, cap. IV.—Fernan-dez , Hist. del Perú, parte I, lib. II, cap. LXXXII—LXXXV.—Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.—Cieza de Lean,cap. XC.

(2) A lo menos así lo asegura Valdivia en su carta al em-perador. «Y dixo de público que estimara mas mi persona queá los mejores ochocientos hombres de guerra que le pudieranvenir aquella hora.» Carta de Valdivia, MS.

(5) Zárate, MS.(4) Cieza de Leon, Crónica, cap. XC.—El antiguo cro-

nista, ó mas bien geógrafo, Cieza de Leon, se halló en estacampaña, segun nos dice; así su testimonio, siempre bueno,

GASPAR Y ROIG,

Gasea, que no ostentaba mas conocimiento enasuntos militares del que realmente poseía, dió elmando de sus fuerzas á Hinojosa y nombró segundoal mariscal Alvarado. Valdivia, que llegó despues deadoptadas estas disposiciones, aceptó un mando decoronel, con la condicion de ser consultado y emplea-do en todos los casos de entidad (5). Arreglado yatodo , el presidente levantó el campo en marzo de 15 iSy tomó la vtfelta del Cuzco.

El primer obstáculo que encontró en el camino fueel rio Abancay , cuyo puente habia sido cortado porel enemigo; mas como no habia fuerza que le moles-tase eu la opuesta orilla, el ejército no tardó en pre-parar un nuevo puente y en cruzar el rio que poraquella parte presentaba un aspecto nada formidable.El camino se internaba despues en una region mon-tnosa, en que los bosques precipicios y barrancos semezclaban confusamente con alguno que otro valleretirado , cuya verde alfombra resplandecia como unaisla fértil y hermosa entre las agitadas olas del bor-rascoso Océano. Las atrevidas crestas de los Andes,elevándose hasta esconderse en las nubes, estabancubiertas de nieve, que bajando por los lados de lamontaña daba á los vientos que soplaban en su super-ficie una frialdad tan penetrante, que entumecía losmiembros de hombres y caballos. Los caminos enaquellas regiones eran por algunas partes tan estre-chos y estaban tan cortados por barrancos que á ve-ces casi no pocha pasar por ellos la caballería. Losginetes se vieron obligados á apearse y el presidentecon todos los demas continuaron el camino á pie:camino tan peligroso que aun en tiempos posterioresno ha sido cosa rara ver áuna mula, fe pesar de la se-guridad de sus pies, caer precipitada con su cargade plata en algun abismo de centenares de varas deprofundidad (6 ).

Estos obstáculos retardaron la marcha de tal modo,que las tropas rara vez caminaron mas de dos leguasal dia (7). Por fortuna ladistanciaque tenian que re-corrrer no era grande y mas recelo que este caminoinfundia al presidente el paso del Apurimac, al cualse iban acercando. Este rio , uno delos mas formida-bles tributarios del de las Amazonas , precipita su an-cha corriente entre las gargantas de las cordillerasque se elevan á uno y otro lado como inmensas mu-rallas de roca, presentando una barrera natural, fá-cil de defender contra fuerzas muy superiores. Gaseaantes de su partida de Andaguaylas supo que Pizarrohabia destruido todos los puentes sobre este rio. En-vió, pues , esploradores á sus márgenes , fe fin de ele-gir el sitio mas á propósito para restablecer las co-municaciones con la opuesta orilla.

Escogióse un punto cerca de la aldea india de Co-tapampa, á unas nueve leguas del Cuzco; porque elrio, aunque rápido y turbulento, por estar comprimi-do en aquella parte dentro de mas estrechos límites,no tenia menos de doscientos pasos de anchura, locual era una distancia bastante considerable. Diéron-se órdenes para reunir en las inmediaciones la mayor

es de mas valor que el ordinario para los acontecimientos sub-siguientes.

(5) Valdivia dice que se le confió el mando de todo el ejér-cito. «Luego me dió él la autoridad toda que traia de partede V. M. para en los casos tocantes á la guerra, 1 me encar-gó todo el exército, i le puso bajo de mi mano rogando i pi-diendo por merced de su parte á todos aquellos caballeros,capitanes é gente de guerra , i de la de V. M. mandándoles meobedesciesen en todo lo que les mandare acerca de la guerra,i cumpliesen mis mandamientos como los suyos.» (Carta deValdivia, MS.) Pero otras autoridades aseguran con mas pro-babilidad lo que va referido en el testo. Debe confesarse queValdivia nada deja de decir por modestia : toda su carta estáescrita en un tono de jactancia que seria estraño aun en elmas vanidoso hidalgo de Castilla.

(6) Cieza de Leon, Crónica, cap. XCI,(7) MS. de Caravantes.

LA CONQUISTA DEL PERÚ. Y2!cantidad de materiales tan pronto como fuese posible, gunas partes á una altura de muchos miles de pies-yal mismo tiempo para distraer al enemigo y obligar- Esta cuesta, aunque no toda, era preciso subirla

.le á dividir sus fuerzas en caso de que intentara hacer Las dificultades del terreno , cortado por horriblearesistencia, se mandaron reunir tambien, aunque en barrancos é interceptado por maleza, ;se aumenta-porciones mas pequeñas , materiales de la misma cla- ban estraordinariamente con la oscuridad de la

po-se, en otros tres puntos inmediatos al rio. El oficial che, y los soldados, al emprender lentamente la su-destacado en Cota patri tenia instrucciones para no bida, temian a cada paso dar en una emboscada, paraempezar la construccion del puente hasta que llegase las cuales el terreno era tan favorable. Mas de unala fuerza suficiente para acelerar la obra y asegurar vez la falsa noticia de que el enemigo estaba encimasu buen éxito. les llenó de terror pánico. Pero Hinojosa y Valdivia

Tral.ábase de construir uno de esos puentes de sus- estaban allípara restablecer el órden en las filas ypension que, como el lector recordará, usaban anti- 'animar á su gente, hasta que al fin, antes de rapar elguameute los Incas, y que se usan todavía para aíra- día , los osados caballeros y sus tropas llegaron á lavesar los profundos y turbulentos ríos de la América cima por donde atravesaba el camino y esperaron allídel Sur. Háceuse de Mimbres unidos y retorcidos hasta al presidente. No tardó este mucho, y en la mañanaformar enormes cables que se atan a uno v otro lado del siguiente dia los realistas se hallaron en númerodel rio ;í grandes postes de piedra , ó donde es posi- suficiente para desafiar á sus enemigos.ble á la roca natural. Sobre estos cables se colocan Efectuóse el paso del rio con menos pérdida de latrasversalmente varias tablas, y así queda hecho un que podia esperarse, atendidas la oscuridad de la no-puente que, aunque ligero y frágil en apariencia por che y la mucha gente que cargó sobre el puenta col-estar suspendido á veces á muchos cientos de pies gente. Algunos, sin embargo, cayeron al agua y sesobre el abismo, proporciona un paso bastante segu- ahogaron, y mas de sesenta caballos al pasar á nadoro á los hombres y aun á la artillería (1). fueron arrebatados por la corriente y estrellados con-

No obstante las órdenes perentorias de Gasea, el tra las rocas (3 ). Todavía se necesitaba dar tiempooficial encargado de reunir materiales para la cons- a que pasasen el tren de artillería y loe carros; y eltruccion del puente, deseoso de llevarse el honor de presidente acampó en la fuerte posicion que ocupabacompletar él solo la obra , la comenzó desde luego. para aguardar su llegada y dar á las tropas el desean-Disgustado el presidente, hubo de apresurar su mar- so de que tanto habido menester despues de sus es-cha para proteger la construccion con todas sus fuer- traordinarias fatigas. En este punto le dejaremos parazas ; pero mientras estaba empeñado en aquel babe- informar al lector del estado de las cosas en el ejérci-rinto de montes, le llegó la noticia de que una partida to insurgente y de la causa de su estraíia negligenciaenemiga Babia destruido la parte de puente ya hecho, en guardar los desfiladeros del A purimac (4 ).corlando los cables de la opuesta orilla. A consecuen- Desde que Pizarro ocupó el Cuzco, habia vividocia de esta noticia se adelantó Valdivia con doscientos entre los placeres en medio de sus compañeros y sinarcabuceros, mientras el cuerpo principal del ejérci- cuidarse de nada, como soldado de fortuna en losto le seguia con toda la celeridad posible. tiempos de prosperidad, gozando de lo presente y

Al hogar Valdivia al rio , vió que la interrupcion mirando tan poco al porvenir como si la corona delhabia sido causada por unos veinte soldados de Pizar- Perú estuviera ya irrevocablemente fija en sus sienes.ro auxiliados por un numeroso cuerpo de indios. Carbajal se conducía de otro modo. Consideraba laProveyóse, pues , ele balsas, ó barcas chatas del pais, victoria ele Huarina como el principio, no como el finy por este medio pasó con su gente al otro lado sin de la lucha en que se disputaba el im erio peruano,oposicion. El enemigo , desconcertado con la llegada y con actividad infatigable se ocupaba en mejorarde semejante fuerza , se retiró á toda prisa al Cuzco cada dia mas la condicion de sus tropas para conser-para dar la noticia á Gonzalo Pizarro. Entre tanto var sus ventajas. Al romper el alba se le veía montadoValdivia conociendo la importancia de cada momento en su mula, con el traje y apariencia de 'un simpleen semejante crisis, aceleró la obra con el mayor vi- soldado, recorrer los diferentes barrios de la capital,gor. Toda la noche continuaron la tarea sus cansadas ya inspeccionando la fábrica de armas, ya visitandotropas, y ya estaba muy adelantada cuando el presi- los almacenes militares, ya haciendo maniobrar sudente con sus batallones, saliendo de los desfiladeros gente, porque era siempre muy solícito en mantenerde la montaña, se presentó al salir el sol, en la orilla la mas estricta disciplina (5). Su espíritu incansable

po uesta. parecia no encontrar placer sino en la accion ince-

Dióse poco tiempo de descanso, porque todos co- sante; viviendo , como habia vivido siempre, en eInocian que el éxito de la empresa dependía principal- torbellino de aventuras militares, no tenia aficion ámente del corto intervalo que les daba su descuidado nada que no fuese útil para la guerra, y en una ciu-enemigo. El presidente y los principales caballeros dad solo veía los elementos para un campo militartomaron parte en los trabajos como simples solda- bien organizada.dos (2) ; y antes de las diez de la noche tuvo Gasea la (3) «Aquel dia pasaron mas de quatrocientos hombres, líe-satisfaccion de ver el puente tan bien asegurado, que varado los caballos á nado, encima de ellos atadas sus armaslas primeras filas del ejército , desembarazadas de los i arcabaces, i así se perdieron mas de sesenta caballos, quebagajes, podian arriesgarse á cruzarlo. Poco tiempo con la corriente grande se desataron, i luego daban en veasbastó para que pasasen varios centenares de hom- peñas, donde se hacian pedales, sin darles lugar el ímpetu

bres á la otra orilla. Pero allí se presentó á las tro- del rio á que pudiesen nadar.» Zárate, Conq. del Perú, li-

Das una nueva dificultad no menos formidable que bro V cap. V.—Gomara, Historia de las Indias, capítu-

la del rio. Desde la margen de este se elevaba el ter- 10 (

II,

4) Ibid., ubi supra.—Fernandez, Hist. del Perú, par-reno casi en línea perpendicular hasta l legar por al- te I, lib. II, cap. LXXXVII.—Zárate. Conq. del Perú, li-

bro VII, cap. V.—Pedro Pizarro, Descub. y Gong. MS.

(1) Fernandez, Hist. del Perú, parte I, lib. II, capitu- MS. de Caravantes.—Carta de Valdivia, MS.—Cieza detulo LXXXVI—LXXXVIL—Zárate, Conq. del Perú, lib. VII, Lean , Crónica , capítulo CXI. — Relamen del Lie. Gas-cap. V.—Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS. — MS. de ca , MS.Caravantes.—Carta de Valdivia, ,MS.—Relacion del Lic. Gas-

(5) «Andana siempre en una mula crescida de color entre •

ca MSpardo y bermejo, yo no le ví en otra caualgadura en todo el

(2) «La gente que estaua de la vna parte y 'e la otra to- tiempo que estuuo en el Cezco antes de la batalla de Sacdas tirauan y trabajauan al poner y apretar de las criznejas. sahuana. Era tan continuo y diligente en srlieitar lo que á su

sin que el presidente ni obispos, ni otra persona quisiese te -1 conuenia, que á todas horas del dia y de la noche le-

raer priuilegio para dexar de trabajar.» Fernandez, Ilist. del topauan sus soldados haziendo su oficio y los apenas.» Garei--

Peru, parle I, lib. II, cap. LXXXYII, lasso, Com. Real, parte I, lib. V, cap. XXVQ.,TOMO 11

222 I3113LIOTECA DE GASPAR Y ROIG.

Con tales sentimientos, era natural que le disgus defender el paso del rio. «Eso corre de mi cuenta,tase la conducta de su gefe, el cual le declaró su in dijo, y pido ser empleado en este servicio. venmetencion de permanecer en el Cuzco`, y cuando el ene- cien hombres escogidos, y yo me obligo á defendermigo se adelantase presentarle la batalla. Carbajal le el paso contra un ejército, y á traer al capellan (nom-dió un consejo muy diferente. No tenia plena con- bre que se daba al presidente en el campo rebelde)fianza en la lealtad de los partidarios de Pizarro, y prisionero al Cuzco (2). » «No quiero separaros, pa-menos en la de los que antes habían seguido la bao dre contestó Gonzalo dirigiéndose á Carbajal con estedera de Centeno. Estos, que eran unos trescientos, afectuoso epíteto que le daba comunmenta (3), nose habian visto en cierto modo compelidos á alistarse quiero separaros tau lejos de mi persona ; » y dió laen las filas de Pizarro y no manifestaban gran entu- cornision áJuan de Acota, jóven caballero que le erasiasmo por su causa. El veterano instó é su gefe para muy adicto, y habia dado manifiestas pruebas de va-que los enviase á todos á sus casas, diciendo que era lar en mas de una ocasian, pero que , como se viómucho mejor presentarse eu batalla con un puñado despues, carecía absolutamente de las cualidades ve-de fieles soldados que con una hueste numerosa de cesarlas para llevar á cabo una empresa de tanta im-

amigos y tímidos corazones. portancia. Este reunió doscientos arcabucerosfalsos rnon-Creia ademas Carbajal que Pizarro no tenia sufi- lados, y despues de haber recibido muchos y muy

cientes fuerzas para presentar batalla á su rival, apo- sanos consejos de Carbajal, salió para su espedicion.yado como estaba este por los mejores capitanes del Pero en breve olvidó las instrucciones del veterano,v Perú, y le aconsejó por Cauto, que abandonase el y tardó tanto en vencer las dificultades del camino,Cuzco llevándose consigo los tesoros, provisiones y que á pesar de no haber sino nueve leguas de distan-víveres de toda especie que en cualquier modo pudie- cia, encontró á su llegada construido el puente yran servir para las necesidades del ejército realista, establecida ya al otro lacto una fuerza enemiga tancuyos soldados, encontrando á su llegada un pais po- numerosa que 'no creyó prudente atacarla. Proyectóbre yexhausto, en vez del rico botín que se proune- una emboscada de noche; pero su designio fue des

-tian, se disgustarian del servicio. Pizarro, entre cubierto por un desertor, y se contentó con retirarsetanto, podria refugiarse con su gente en las monta- á distancia segura y enviar por refuerzos al Cuzco.ñas inmediatas, donde, conociendo como conocia el Trescientos hombres fueron inmediatamente desta-terreno, le seria fácil burlar la persecucion del ene- catos en su auxilio; pero cuando llegaron , ya el ene-migó; y si este perseveraba en ella, disminuido con migo habia tomado posesion con bastante fuerza dela desercion el número de sus soldados, pociria ha- la cresta de la eminencia. Se habia perdido la ocasionallarse oportunidad de acometerle con ventaja etilos y el desconsolado caballero hubo de volverse á todadesfiladeros. Tal fue el prudente consejo del anciano prisa al Cuzco , donde dió cuenta á su gefe del malguerrero; pero no agradó á su orgulloso gefe, el cual, resultado de la empresa (4).antes que volver la espalda á su enemigo, preferia La única cuestion que habia ya que decidir era lacorrer el riesgo de un desigual combate. relativa al sitio donde Gonzalo Pizarro debería pre-

Ni se mostró Pizarro mas favorable á una propo- sentar la batalla. Determinó abandonar la capital ysicion que se dice le hizo Cepeda para que se apro• esperar á sus contrarios en el vecino valle de Xa-vechase de su último triunfo á fin de entrar en nego- quixaguana, situado á cinco leguas de distancia, y enciaciones con Gasca. Semejante consejo en un hombre el cual, corno el lector recordará, Francisco Pizarro,que poco antes habia deshechado todas las proposi- en su primera ocupaciou del Cuzco, hizo quemar aleiones del presidente, solo porfia proceder de la con- general peruano Challcucliima. Este valle, rodeadoviccion de que la reciente victoria ponia á Pizarro en por la elevada muralla de los Andes, estaba en suun terreno mas ventajoso ) para' alcanzar condiciones mayor parte cubierto de hermoso verdor que presen-mejores que las que le habían sido ofrecidas. Acaso taba muchos puntos de vista pintorescos; y por lotambien la esperiencia le había hecho desconfiar de templado y benigno de su clima habia sido residenciala fidelidad de los soldados de Pizarro , ó de la capa- favorita de los nobles indios, muchas de cuyas quintascidad de este para sacarlos á salvo en aquella crisis. cubrian todavía las laderas de los montes. De uno dePero cualesquiera que fuesen los motivos que impul- estos salia un rio, ó mas bien arroyo , no muy ancho,saran al solapado consejero, Pizarro no hizo caso y el terreno inmediato á sus márgenes estaba tan hú-del consejo, y aun se mostró resentido cuando Cepecla medo y cenagosa, que parecia un pantano.le instó de nuevo sobre el asunto. De todas las luchas, Allí llegó el gefe rebelde despues de una incómodaya con indios, ya con europeos, por muchos que hu- marcha por caminos difíciles de atravesar para losbiesen sido los obstáculos, habia salido siempre vic- carros y cañones. Sus fuerzas ascendían á nueve-torioso. No debia, pues, desanimarse por primeravez; y resolvió permanecer en el Cuzco y arriesgarel éxito de una batalla. Había en el peligro a l go quecautivaba su ánimo atrevido y caballeresco. En estaopinion le confirmaron tambien algunos de los caba-lleros que habian seguido su suerte basta entonces,jóvenes y turbulentos aventureros que, como él, pro -ícela arriesgarlo todo solo á un golpe de dados, áseguir la prudente , y segun dedal' ellos, tímida po-lítica de consejeros mas graves. Tales eran los con-sejos que iban á determinar la futura conducta de Pi-zarro (1).

En esta situacion llegó al Cuzco la noticia de queun destacamento del enemigo habia pasado el Apu-rimacy se ocupaba en restablecer el puente. Carba•jal opinó desde luego que era absolutamente necesario

(1) Garcilasso, Com. Real, parte II, lib. V, cap. XXVII.--Gomara, Hist. de las indias, cap. CLXXXI1.—Fernandea,Hist. del Perú, parte I, lib. II, cap. LX'XXVIII.

«Finalmente Gongalo Pigarro dijo que quería prodar suventura; pues siempre auia sido vencedor y jamas vencido.»'bid., ubi supra.

(2) «Paresceme vuestra señoría se vaya á la vuelta decollao y me deje cien hombres, los que yo escogiere, que yome iré á vista desde capellan, que ansi llamaba él al presi-dente.» Pedro Pizarro, Descub. y Conq., MS.

(3) Garcilasso, Com. Real, parte 11, lib. V, cap. XXXI.(4) Pedro Pizarro Descub. y Conq. MS. — Fernandez,

Ilist. del Perú, parte I, lib. 11, cap. LXXXVIII.—Zárate,Conq. del Perú, lib. VII, cap. V.—Carta de Vadivia, MS.

La carta de Valdivia al emperador, fechada en la Concep-cion , fue escrita dos años despues de los sucesos arriba referi-dos. Se reduce principalmente .á dar cuenta de sus conquistasen Chile; y su campaña á las órdenes de Gasea en su visita alPerú forma solo aria especie de brillante episodio. La copiaque yo poseo de esta carta, cuyo original existe en el archi-vo de Simancas, tiene unas setenta páginas en folio. Este esuno de esos documentos históricos de la clase de comunicacio-nes y correspondencia de los gobernadores coloniales, que porlo minucioso de sus detalles y lo bien informado de sus auto-res son del mayor valor. Los despachos dirigidos á la corteparticularmente, pueden compararse con las célebres Rela-zioni que hacían los embajadores venecianos á su república,y que por fortuna se están publicando ahora en Florencia bajolos auspicios del ilustrado editor Alberi,

LA CONQUISTA DEL PERÚ. ^^3cientos hombres con unas seis piezas de artillería. parte del pais, desconociendo sus intereses, se mani-Era este un buen c

uerpo de ejército y muy cliscipli- testaban muy favorables á la causa de Pizarro.nado, pues había tenido la mejor escuela que podía El ejército real avivando el paso se apresuró á ba-hallarse en el Perú. Pero era desgracia le Pizarro que jar por las vertientes de la sierra ; y no obstante lossu ejército se compusiese, en parte á lo menos, de esfuerzos de sus oficiales se adelantó tan en desórden,hombres en cuya adhesiou no pocha tener confianza, escogiendo cada soldado el camino que mejor le pa-v ni el valor ni la pericia del gefe podian suplir esta recia, que sus columnas dispersas presentaron masfalta. de un punto vulnerable al enemigo, y no se hubieraf

Al entrar en el valle, eligió Pizarro la parte orien- efectuado la ha jada sin pérdida considerable, si latal de él, hacia el Cuzco, como el mejor sitio parra es- artillería de Pizarro hubies e estado situada en alguna

tablecer su ca mpamento. Atravesaba esta parte el de las favorables posiciones que ofrecia el terreno.riachuelo arriba mencionado ; y Pizarro situó su Pero Pizarro lejos de hacer tentativa alguna para im-ejército de manera que uno de los estreu,os del campo pedir que se acercase el presidente, se obstinó ense apoyaba sobre la barrera natural formada par las permanecer en la fuerte posicion que ocupaba, con-rocas de la montaña, que en aquel punto se elevaban lia n do en que sus enemigos no vacilarían en asal-casi perpendicularmente, y el otro estaba protegido tarta de la misma manera que lo hablan hecho enpor el rio. Así, al paso que apenas era posible neo- I-luarina (3).meterle por los flancos, estos obstáculos naturales Sin embargo, no se descuidé en destacar un cuer-estrechaban tanto el frente, que no hubiera sido fácil po de arcabuceros para tomar un cerro inmediatoen aquella direccion derrotarle por muy superior que que en poder del enemigo podía causar alguna mofuese el número de sus enemigos. A retaguardia que- lestia á su campo

m, al paso que en el suyo dominaría

daban abiertas las comunicaciones con el Cuzco por mas inmediatamente el terreno que iba á ocupar elcuyo medio se obteniau provisiones con facilidad. Se- ejército realista. Pero, advirt endo Hinojosa esta lila-guro en esta fuerte posicion , resolvió Pizarro aguar- nrobra, envió un fuerte destacamento de arcabuceros

pacientemente el ataque (I ). reales que rechazaron á los rebeldes, y despues dedar Entre tanto el ejército real habla subido las cuestas una corta escaramuza tomaron posesion de la altura.

de las cordilleras, y al final del tercer dio el presidente Aprovechóse luego de este triunfo para colocar en lahabla tenido la satisfaccion de verse rodeado de todas cima una pequeña batería, con la cual, aunque lasus fuerzas inclusos sus cañones y bagajes. Luego distancia era grande para hacer mucho daño, logróque dió el descanso suficiente á las tropas, continuó que penetrasen algunos tiros en el campo enemigo.

'su camino, y el ejército todo se adelantó con la con- Un tiro mató dos hombres, uno de ellos paje de Pi-fianza de acabar pronto con el tirano, que llamaban así zorro , matando al mismo tiempo el caballo que esteá Pizarro. La marcha fue lenta al principio porque el tenia por la brida. Pizarro entonces mandó plegarterreno era igualmente dificultoso : sin embargo , no las tiendas, considerando que presentaban un blancotardó el presidente en saber que su contrario habla demasiado marcado para la artillería enemiga (4).escogido posicion en el inmediato valle de Xaquixa- Entre tanto las tropas del presidente habiau bajadoguana. Poco despues dos frailes enviados por Gonzalo al valle, y así que llegaron al llano , sus oficiales lasse presentaron en el ejército real con el designio opa- formaron en línea. El terreno que ocupaba el ejércitorente de examinar los poderes que la corona había real estaba un poco mas bajo que el del enemigo,dado á Gasca. Pero habiendo dado su conducta moti- cuyas baterías despedían de cuando en cuando algu-tivos para sospechar que fuesen espías, se les arrestó nos tiros que pasaban sobre las cabezas de las tropasy no se les permitió volver al campo de Pizarro. No realistas. Un desertor de los de Centeno informó alobstante Gasca despachó un emisario al gefe rebelde, presidente que Pizarro se estaba preparando para darprometiéndole de nuevo el perdon en caso de que un ataque por la noche. A consecuencia de esta noti-depusiera las armas y se sometiera. Semejante acto cia mandó Gasca que todas sus fuerzas se formasende generosidad en aquella ocasion y cuando debla en batalla y estuviesen dispuestas para rechazar todacreer, como creia probablemente, que la victoria tentativa del enemigo. Pero si el gefe insurgente me-era suya, hace mucho honor á Gasea; y es lástima ditó en efecto un ataque nocturno, es lo cierto queque el hecho no tenga en su apoyo la mejor autori- rio lo llevó á cabo, y segun se dice abandonó estedad2 . designio por desconfianza en sus tropas y por temor

Despues de un par de dias de marcha la vanguar- de que en la oscuridad se le pasaran á los contrarios.dia de los realistas se encontró de repente con las Si esto es verdad, debió conocer entonces, aunqueavanzadas de los rebeldes, cuya vista había impedido tarde, cuán sano era el consejo que le habla dado Car-hasta entonces una espesa niebla; y se trabó entre bajal. El desgraciado Pizarro se hallaba en la sima-ambas partes una tijera escaramuza. Al fin en la mas- cinta de un arrogante y osado caballero que corrieseg ana del 8 de abril, el ejército real al llegar á la al combate en un caballo de batalla, cuyas vacilantescresta de la elevada cadena que circunda el delicioso piernas amenazaran doblarse á cada paso y dejar alvalle de Xaquixaguana, divisó mas abajo y en el lado ginete en manos de sus enemigos.opuesto las brillantes filas enemigas, con sus blancos Las tropas del presidente permanecieron sobre las

pabellones, que parecían bandadas de aves silvestres armas la mayor parte de la noche, aunque el aire deanidando entre las rocas de la montaña. Mas lejos

3 «Salió á Xaquixaguana con toda su gente yvieron una numerosa hueste de guerreros indios con (3) allí nos

sus trajes de mil colores; porque los indios en esta mo aryóc ertonnuestro Señor le cegó el

altontendimiento, porque

si nos aguardaran al pie de la bajada, hicieran mucho daño á

(1) Carta de Valdivia, MS.—Garcilasso, Com. Real, par- nosotros. Retiráronse á un llano junto á una ciénaga, crem

-

te II, lib. V. cap. XXXIII—XXXIV.—Pedro Pizarro, Des- yendo que nuestro campo allí les acoetiera y con la ventajacubrimiento y Conq. MS.—Gomara, I1ist. de las Indias, que nos tenían del puesto nos vencieran., Pedro Pizarro,capítulo CLXXXV.—Feruandez, Ilist, del Perú, parte I, li- Deseub. GaseaCnMS.

,MS.—Carta de Val

div

ia, MS..—Racion

bro II, cap. ',XXXVIII. 4 «P„r•'que muchas pelotas dieron en medio de la gente,(2) Nada dicen acerca de él los escritores que se hallaron ( ) q

presentes. Solo se encuentran con al guna variaeion en los y una deltas mató junto á Gonzalo Pizarro vn criado su yo que

pormenores, en Zárate (lib. VII, cap. VI) y en Gomara (ca- se estaca armando y mató otro hombre y vn cauallo, que

pitillo CLXXXV) : sin embargo, mo rbos podrán creer que el puso grande alteracron en el campo, y abatieron todas las

testimonio positivo de estos dos autores pesa mas que el I tiendas v toldos.» Fernandez , Ilist. del Perú, parte I, lib. II,

negativo que presentan con su silencio los restantes contera- cap. LXXXIX.—Carta de Valdivia, M. —Relucían del

poráneos.iii Lic. Gasca, 1415,

224 BIBLIOTECA DE G

la montaña era tan penetrante que con dificultad po-dian tener las lanzas en las manos (I). Pero antes queel sol hubiese dorado los picos mas altos ele la sierrase pusieron ambos campos en movimiento , ocupán-dose con actividad en los preparativos del combate.El ejército real tenia formada su infantería en dosbatallones, uno para atacar de frente y el otro paraoperar si era posible por el flanco del enemigo. Estosbatallones estaban protegidos por caballería formadaen las dos alas y en la retaguardia, quedando unareserva de caballería y arcabuceros para acudir adon-de el caso lo exigiera. Tomáronse estas disposicionescon tanto acierto que arrancaron elogios del veteranoCarbajal, que esclamó : «Seguramente el diablo óValdivia está entre ellos , » elogio innegable á esteúltimo, pues Carbajal no sabia que en efecto estuvieseen el campo (2 ).

Gasea dejando la direccion de la batalla á sus ofi-ciales se retiró á retaguardia con su séquito de cléri-gos y licenciados. Estos últimos no tensan como surebelde colega Cepeda la ambicion de romper unalanza en el combate.

Gonzalo Pizarro formó su gente como lo habia he-cho en las llanuras de Huarina, solo que el mayornúmero de caballos que en esta ocasion tenia, lepuso en disposicion de cubrir ambos flancos de su in-fantería. Pero su mayor confianza la tenia en los ar-cabuceros. Ordenadas ya las lilas, las recorrió á caba-llo exhortando á su gente á cumplir con su debercomo valientes y como verdaderos soldados de laConquista. Iba Pizarro, como de costumbre, magní-ficamente armado con una armadura completa definísimo acero esmaltado de oro y un soberbio cascode lo mismo (3). Atontaba un caballo castaño de granfuerza y viveza, y al verle recorrer á galope la líneablandiendo su lanza y ostentando su gallardía se hu-biera creido contemplar en él una personificacionbastante buena del genio de la caballería. Para com-pletar sus disposiciones dió á Cepeda el mando de lainfantería; pues parece que el licenciado tuvo masparte que Carbajal en la direccion de sus asuntos ó álo menos en los últimos preparativos militares. Car-bajal ó disgustado de la conducta de su gafe , ó pordesconfianza , que se dice no trató de ocultar en eléxito de aquellas operaciones, no quiso cargar con laresponsabilidad do dirigirlas y prefirió entrar en ac-cion como simple caballero (4). Pero Cepeda, comodespues se vió, no fue menos pronto en adivinar lapróxima ruina.

Luego que recibió las órdenes de Pizarro se ade-lantó como para elegir el terreno que debian ocuparsus tropas , y al hacerlo desapareció por algunosinstantes detras del ángulo saliente de una roca.Pronto apareció de nuevo y se le vió correr á todo

(1) «Y así estuvo el campo toda la noche en arma, desar-madas las tiendas, padesciendo muy gran frio, que no podiantener las langas en las manos.» Zárate, Conq. del Perú, li-bro VII, cap. VI.

(2) «Y assi quando vió Francisco de Caruajal el camporeal, pareciéndole que los esquadrones venian bien ordena-dos, dijo Valdiuia está en la tierra y rige el campo ó el dia-blo.» Fernandez, Historia del Perú, parte I, lib. II, capítu-lo LXXXIX.—Reaacion del Lic. Gasea, MS. — Carta deValdivia, MS.— Gomara, Ilist. de las Indias, cap. CLXXXV.—Zárate, Conq. del Perú, libro VII, cap. VI.—Garcilasso,Com. Real, parte II, lib. V, cap. XXXIV.—Pedro Pizarro,Descub. T Comí., MS.

(3) «Iba muy galas i gentil hombre sobre vn poderoso ca-ballo castaño, armado de cota i coracinas ricas con una sobreropa de raso bien golpeada i un capacete de oro en la cabegacon su barbote de lo mismo.» Gomara, Hist. de las Indias,cap. CLXXXV.

(4) «Porque el maesse de campo Francisco de Caruajal,como hombre desdeñado de que Goncalo Picarro no huu īessequerido seguir su parecer y consejo (dándose ya por vencido)no quiso hacer oficio de maesse.»

ASPAR Y ROmG.

galope por la llanura. Sus soldados le contemplaronal principio con asombro no sospechando el motivoque le guiaba, hasta que continuando su carrera endireccion de las líneas enemigas, se hizo su traicionmanifiesta. Varios salieron en su persecucion y entreellos uno mejor montado que Cepeda, el cual llevabaun caballo de poca fuerza y velocidad, casi inútilpara aquella crítica maniobra y abrumado ademascon el peso de las maletas que su ambicioso ginete lehabia cargado. Así al llegar al terreno pantanosoque mediaba entre los dos ejércitos retardó conside-rablemente el paso (5). Los que perseguian á Cepedafueron rápidamente ganando terreno entre tanto, yel caballero de que arriba he hablado llegó bastantecerca para poder arrojar al fugitivo una lanza que lehirió en el ,iruslo, atravesó el costado del caballo ydió en tierra con ambos. Mal lo hubiera pasado el li-cenciado en este caso , si unos cuantos caballos delejército real, viendo lo que pasaba, no hubieran salidoá escape á su socorro. Estos hicieron huir á los per-seguidores y sacando á Cepeda del pantano le condu-jeron á presencia de Gasea.

El presidente le recibió con la mayor satisfaccion,tanta que segun un antiguo cronista no tuvo reparoen manifestarla besándole-en la megilla (u ). La anéc-dota apenas puede conciliarse con el carácter y re-laciones de cada uno de estos dos hombres ni con laconducta subsiguiente de Gasea. Este sin embargoreconoció todo el valor de su presa y el efecto que sudesercion en ocasion semejante podia producir en elánimo de los rebeldes. El movimiento ele Cepeda, taninesperado de los de su partido, fue efecto de previadeliberacion , pues se dice que habia prometido se-cretamente al prior de Arequipa, que se hallaba en elcampo realista, que si no podía reducir á Gonzalo Pi-zarro á aceptar el perdon ofrecido, abandonaría sucausa (7). La ocasion que el astuto consejero eligiópara hacerlo fue la mas fatal á los intereses de sugafe.

El ejemplo de Ceperla fue contagioso. Garcilaso dela Vega; padre del historiador, caballero de antiguolinaje, y probablemente de mayor consideracion queningun otro en el ejército de Pizarro, puso espuelasal caballo al mismo tiempo que el licenciado y se pasóal enemigo. Diez ó doce arcabuceros siguieron lamisma direccion y lograron ponerse bajo la proteccionde las avanzadas realistas.

Pizarro quedó estupefacto al ver la desercion, entan crítica coyuntura, de aquellos en quienes masconfiaba. Por un momento permaneció anonadado.El terreno en que estaba parecia hundirse bajo suspies. En tal situacion conoció que cada minuto quepasara antes de comennzar el ataque le seria fatal. Nose atrevió á esperar el asalto, como tenia pensado, enla fuerte posicion que ocupaba, y dió inmediatamentela órden de avanzar. Hinojosa, notando los movi-mientos del enemigo, mandó tambien que se adelan-tasen sus tropas. Al momento las guerrillas y arcabu-ceros situados en los flancos se adelantaron conrapidez ; la artillería se preparó para abrir el fuego y«todo el ejército, dice en su relacion el presidente,se puso en movimiento con paso bien concertado yentera determinacion (8) .»

(5) Garcilasso, Com. Real, parte II, lib. V, cap. XXXV.(6) «Gasta abracó i besó en el carrillo á Cepeda, aunque

lo llevaba encenagado, teniendo por vencido á Pizarro con sufalta.» Gornara, Hist. de las Indias, cap. CLXXXV.

(7) «Ca segun pareció, Cepeda lo huyo avisado con FrayAntonio de Castro , prior de Santo Domingo en Arequipa, quesi Picarro noquisiesse concierto ninguno, él se pasarla al ser-vicio del emperador á tiempo que le deshiciesse.» Gomara,Hist. de las Indias , cap. CLXXXV.

(8) «Visto por Gonzalo Pizarro i Carvajal, su maestre decampo que se les iva gente procuraron de caminar en su ór-den hacia el campo de S. M. , i viendo esto los lados i sobre-

LA CONQUISTA DEL PERÚ. 225Pero antes que se disparase el primer tiro, una co- recia tener derecho al gobierno.» A esto replicólumia. de arcabuceros, compuesta principalmente de Gasea en tono todavía mas severo : «Vuestro berma-

soldados de Centeno, abandonó su puesto y marchó no , es cierto , conquistó el pais ; y por eso el empe-directamente á unirse al enemiga. Un escuadron de rador tuvo á bien levantaron á él y á vos del polvo. Elcaballería enviado para perseguirlos siguió su ejem- vivió y murió como súbdito fiel y leal y esto hace to-pb. El presidente entonces mandó á sus soldados que davía mas odiosa vuestra ingratitud para con el sobe-hiciesen alto, no queriendo derramar sangre sin ue- rano.» Despues, viendo que Pizarro iba á contestarcesidad, ya que la hueste rebelde se iba deshaciendo de nuevo, terminó bruscamente la conferencia, man-por sí misma.

dando que fuese conducido á prision y guardado conLos partidarios fieles de Pizarro se llenaron de ter- vig ilancia . Encomendaronler á la, ,

ror pánico al verse así entregados con su gefe en ma^ que habia pedido este encargo, no porcustodia

unde

deseoCenteno

innos del enemigo. Inútil era ya la resistencia. Unos noble de venganza, pues parece que era generoso,arrojaron las armas y huyeron en direccion del Cuz- sino con el honrado propósito de prestar al prisioneroco; otros se refugiaron en la montaña y algunos , cru- todos los consuelos que pudiese. Así Pizarro ; aunquezando el espacio que les separaba del ejército real, se tenido en estrecha.guarda fue tratado con la defe–rindieron prisioneros, esperando que todavía fuese renda debida á su case, y obtuvo de Centeno cuantotiempo para alcanzar el prometido perdon. Los alía- quiso escepto su libertad (4).dos indios , viendo el desaliento de los espafioles fue- En este naufragio general de su fortuna, Franciscoron los primeros en abandonar el campo (1). de Carbajal no libró mejor que su gefe. Al ver á los

Pizarro en medio de la desercion general se encon- soldados abandonar sus puestos y pasarse al enemi-tró solo con unos cuantos caballeros que tuvieron á go unos tras otros, comenzó á entonar su cancionmengua huir. Confundido con tan inesperado re yes favorita :de fortuna, el desgraciado gefe apenas podia com- « Estos mis cabellicos, madre. »prender su situacion. «¿Qué liaremos?» dijo á Pero cuando vió casi desierto el campo y que losAcosta que era uno de los que se habían quedado con mas valientes desaparecían como el humo, conocióél : « Arremeter al enemigo , respondió el valiente que era ya tiempo de pensar en su propia salvada].soldado , y morir como romanos. » «Mejor es morir Sabia que no habia perdon para él; y así poniendocomo cristianos,» repuso el gefe, y se adelantó en di- espuelas al caballo, echó á huir con toda la velocidadreccion del ejército real (2 ). que pudo. Cruzó el rio, que, como ya se ha dicho,

Apenas habia andado unas cuantas varas, se encon- atravesaba el campo; pero al saltar á la orilla opues-tró con un oficial realista, é quien despues de pre- ta, que era alta y pedregosa, su caballo, ya viejo yguutarle su nombre , y clase , entregó la espada y se oprimida por el peso del ginete, que era alto y cor-rindió prisionero. El oficial , gozoso con tal presa le pulento, se deslizó y cayó con él en el agua. Antescondujo inmediatamente á presencia de Gasea. Ha- que Carbajal pudiera desembarazarse de los estorbosllábase este fi caballo rodeado de sus capitanes, algu- que le impedían salir á la orilla, fue preso por algu-nos de los cuales, al renconocer al cautivo tuvieron la nos de sus propios soldados, que esperando á esteatencion de retirarse para no presenciar su humilla- precio hacer las paces con el vencedor; se apresura-cion (3 ). Aun el mejor ele ellos, por mas convencido ron á llevarle al cuartel general.que estuviese de que habia obrado bien , debia sentir Pronto se aumentó su escolta con gran número dealgun remordimiento al ver el estado á que habia re- soldados del ejército realista, algunos de los cualesducido su desercion á su bienhechor. tenían largas cuentas que ajustar con él, y no con-

Pizarro se mantuvo á caballo ; pero al acercarse teutos con llenarle de injurias y maldiciones, le ame-hizo una respetuosa inclinacion al presidente, el cual nazaban con actos de violencia personal ,que Carbajal,le contestó con un frio saludo, y dirigiéndose á él lejos de temer, parecia mas bien provocar, por sercon severidad le preguntó : ¿ por qué habia puesto al este el medio mas espedito y mejor para acabar conpais en tal confusion , levantando el estandarte de la su vida (a). Cuando se acercó á los reales del presi-rebelion, matando al virey, usurpando el gobierno y denle, Centeno, que se hallaba cerca, reconvino árechazando obstinadamente las ofertas de gracia que la tumultuosa soldadesca y la obligó á apartarse. Car-repetidas veces se le habian hecho? baja], al verlo, preguntó en tono respetuoso á quién

Gonzalo procuró justificarse, atribuyendo la suerte debia aquella cortes proteccion, á lo cual su antiguodel virey á su errada conducta , y su usurpacion , co- companero contestó : « ¿ No me conoce vuestra mer-mo Gasea la llamaba, ft la libre eleccion del pueblo y ced? soy Diego Centeno.» «Perdone vuestra merced,de la audiencia. « Mi familia fue, dijo , quien conquis- dijo el veterano en tono sarcástico, aludiendo á sutó el país; y como representante de ella aquí, ine pa. fuga de Charcas y á su reciente derrota de Huarina,

como siempre vi a su merced de espaldas, ahora te-niéndole de cara no le conocía (6).»

Entre los que acompañaban al presidente se halla-

(4) Fernandez, Historia del Perú, parte I, lib, II, capí-

tulo XC.Los historiadores refieren con alguna variedad el diálogo

entre (lasca y su prisionero. Véanse : Gomara, Hist. de lasIndias, cap. CLX'XXV.—Garcilasso, Com. Real, parte II,lib. V , cap. XXXVI.— Relacion del Lic. Gasca, MS.

(;;) «Luego llevaron ante] dicho Licenciado á Carvajal,maestre de campo del dicho Pizarro, i tan cercado de gentesque del bavian sido ofendidas que le querian matar, el qua:diz que mostrava que olgara que le mataranalfi.» Relacion de.Lic. Gasca, MS.

(6) «Diego Centeno reprehendia mucho á los que le offen-dian. Por lo qual Caruajal le miró y le dixo : senior ¿quién es

stra rüerced que tanta merced me hace? a lo cual Centeno

salientes del exército real se empezaron á llegar ¿ellos iá dis-parar en ellos, i lo mesuro hizo la artilleria; i todo el campo,con paso bien concertado i entera determinacion, se llegó áellos.» Relacion del Lic. Gasca, MS.

(1) «Los indios que tenia!' los enemigos, que diz que eranmucha cantidad huyeron muy á furia.» (Relac. del Lic. Gas-ca , MS.) Se hallarán pormenores mas ó menos minuciosos en:Carta de Valdivia, MS.—Garcilasso, Com. Real, parte II,lib. V, cap. XXXV.—Pedro Pizarro, Descuh. y Conq., MS.-Guillara , Hist. de las Indias, cap. CLXX\V.—Feruandcz,IIist. del Perú, parte 1, lib. II, cap. XC.—Zárate, Conq. delPerú , lib. Vil , cap. VIL—Herrera, IIist. general, dec. VIII,lib. IV, cap. XVI.

(2) «Goncalo Pizarro boluiendo el rostro á Juan de Ar.,os-ta, que estaua cerca del, le dixo : ¿Qué haremos hermanoean? Acosta, presumiendo mas de valiente que de discreto,

respondió : se īior, arremetamos, y muramos como los anti- -eueuuos romanos. Conealo Picarro dilo : mejor es morir como respondió: Qué, ¿no conoce vuestra merced a Diego Centeno?cristianos.» Garcilasso, Cren. Real. parte II, lib. V, capan-Dixo entonces Caruajal: Por Dios, señor, que como siempre

lo XX\VL-Láratc, Conquista del Perú. lib. VII, capítu- rano le conocmerced de del perút, parte I, lib. II

de ca-

lov l I. ^(3) Garcilasso, Com. Real, ubi supra.

C. Xc.

^?6 BIBLIOTECA PE

ha el obispo del Cuzco, el cual, segun recordará ellector, se había hallado tambien en la derrota de Hua-rina. Su hermano habia sido hecho prisionero porCarbajal en la fuga, y ahorcado inmediatamente poreste cruel gefe, que, como hemos visto, no respe-taba á nadie. El obispo le reconvino por la muerte desu hermano, é irritado con sus frias respuestas, tuvola poca generosidad de darle un bofeton. Carbajal nohizo la menor tentativa de resistencia, ni contestóuna palabra á las preguntas que en seguida le dirigióGasea, sino que mirando con altivez á su alrededor semantuvo en desdeñoso silencio. El presidente, viendoque nada podia sacar de él , mandó que le tuviesen,con Acosta y otros caballeros que se habian rendido,en estrecha prision hasta que se decidiera de susuerte (I).

inmediatamente despues envió Gasea un oficial alCuzco para evitar quesus partidarios cometiesen es–cesas á consecuencia de la última victoria, si victoriapodia llamarse aquella en que no se habia dado unsolo golpe. Todos los efectos que pertenecian á losvencidos, tiendas, armas, municiones y pertrechosmilitares cayó en poder de los vencedores. El campode Pizarro estaba bien provisto, y fue de oportunoauxilio al ejército realista, que habia consumido yacasi todas sus provisiones. Se encontró ademas con-siderable botin en plata yen dinero, porque la mayorparte de los soldados de Pizarro (cosa muy commn enaquellos tiempos de revueltas) llevaban á la guerratodas sus riquezas, no creyéndolas seguras en nin.guna parte. Cuéntase una anécdota de un soldado deGasea, que viendo una mula corriendo por el campocargada con un gran fardo, la cogió y subió sobreella despues de haber arrojado la carga, suponiendoque fuese alguna armadura G cosa de poco valor.Otro soldado mas discreto recogió el fardo, y hallóque contenia muchos miles de ducados de oro. ¡Suer-te de la Guerra ! (2)

Así terminó la batalla , ó mas bien derrota de Xa-quixaguana. El número de muertos y heridos, por-que algunos sucumbieron en la persecucion, no fuegrande. Segun la mayor parte de los autores, no pasóde quince soldados rebeldes muertos, y un solo rea-lista, y este, por descuido de su compañero (3).Nunca hubo victoria mas barata, ni terminó una tansangrienta y cruel rebelion á precio de menos sangre.Ganóse la batalla no tanto por la fuerza de los vence-dores cuanto por la debilidad de los vencidos, loscuales se dispersaron por sí mismos no creyéndosebastante segures para resistir. El brazo á que la justi-cia de la causa no ciaba fortaleza, fue impotente enel momento del combate : mas satisfactorio es que

(l) Ibid. , ubi supra.Debe advertirse que Garcilasso, que conocia personal-

mente al obispo ele Cuzco, duda que cometiese al acto indeco-roso que le imputa Fernandez , y dice que por su carácter eraincapaz de tal cosa. Com. Real, parte II, lib. V, capí-tulo XXXIX.

(2) Zárate, Conq. del Perú, lib. VII, cap. VIII.(3) «Temióse que en esta batalla mDriria mucha gente

de ambas partes por haver en ellas mill y cuatrocientos ar-cabuceros , i seiscientos de caballo i mucho número de pique-ros i diez i ocho piezas de artillería; pero plugo á Dios quesolo murió un hombre del campo de S. M. i quince de loscontrarios como está dicho.» Relacion del Lic. Gasea , MS.

I1ludoz supone que el manuscrito á que se acaba de hacerreferencia fue escrito, ó mas bien dictado por Gasea á su se-cretario. El original se conserva en Suvancas, sin fecha y enletra del siglo XVI. Se reduce principalmente á referir la ba-talla y los sucesos que con ella tuvieron inmediata conexion,y aunque muy en breve, cada aserto suyo es precioso por ve-nir de tan alto origen. Alcedo, en su Biblioteca America-na, BIS. , inserta el título de una obra que atribuye á la plu-ma de Gasea y que parece ser una relacion de los sucesos desu adminisiracion. El titulo es Historia del Perú y sic paci->'"ieacion, 1576, en fólio. No he podido dar con esta obra nien ninguna otra parte he visto la menor alusion en ella.

@A5rAn v nolc.fuese vencido por la fuerza moral , que por la brutalde las armas. Semejante victoria estaba mas en armo-nía con el benévolo carácter del vencedor y con sucausa. Fue el triunfo del órden y el mejor homenajeá la ley y á la justicia.

CAPITULO IV.

Ejecucion de Carbajal.—Gonzalo Pizarre es decapitado.—Despojos de la victoria.—Sábiasreformas de Gasea.—Vuelve á España.—Su muerte y su carácter.

1 548-1550.

EnA necesario decidir de la suerte de los prisione-ros; y en consecuencia Alonso de Alvarado y el li-cenciado Cianea, uno de los nuevos individuos de laaudiencia, fueron nombrados para instruir el proceso.La comision no exigia largo tiempo : el crimen de lospresos era demasiado manifiesto, pues se les hablacogido con las armas ea la mano. Fueron, pues, sen-tenciados todos á muerte con confiscacion de bienesen provecho de la corona. Gonzalo Pizarro debia serdecapitado y Carbajal arrastrado y descuartizado. Nohubo misericordia para quien no la habia tenido delos demas. Hablóse de diferir la ejecucion hasta lallegada de las tropas que estaban en el Cuzco; peroel temor de los disturbios que pudieran escitar losamigos de Pizarro determinó al presidenteá llevaráefecto la sentencia al siguiente dia y en el campo debatalla (4).

Cuando se le hizo saber su suerte á Carbajal, es-cuchó la notificacion con su habitual indiferencia.«No pueden hacer mas que matarme,» dijo como si yase hubiese conformado con su destino (5). Duranteel dia muchos le visitaron, algunos por echarle encara sus crueldades y los mas por la curiosidad de veral cruel guerrero que habia hecho su nombre tanterrible en todo el país. Carbajal se prestó voluntaria-mente á hablar con ellos, aunque lo hacia con aque-llas salidas mordaces con que acostumbraba á entre-tenerse á espensas de sus interlocutores. Entre losque le visitaron habia un caballero de poca nota áquien parece que habia perdonado la vida en otrotiempo. Este le manifestó su ardiente deseo de ser-virle; y como continuase importunándole con susprotestas, Carbajal le interrumpió diciendo : « ¿ Yqué servicio podeis hacerme ? ¿ darme la libertad? Sino podeis hacer esto, no podeis servirme en nada. Sicomo decis os perdoné la vida, fue probablementeporque no creí que merecia la pena de quitárosla.»

Algunas personas piadosas le instaron para queviese á un eclesiástico, aunque no fuera mas quepor descargar su conciencia antes de dejar él mundo.«¿Y para qué? dijo Carbajal : no tengo nada de queacusarme como no sea de una deuda con una bode-gonera de Sevilla, á quien me olvidé de pagar medioreal al salir ele España (6).»

Fue llevado al suplicio en un seron, ó mas bien enun cesto, arrastrado por dos mulas. Atáronle los bra-zos y como le empujasen para que entrara en aquelmiserable vehículo donde apenas cabía, dijo : «Niñoen cuna y viejo en cuna (7).» No obstante la repug-nancia que habia mostrado á confesarse, le acompa-ñaron muchos eclesiásticos, y uno de ellos le instórepetidas veces para que diera alguna muestra de

(4) El e j emplar manuscrito de la Historia de Zárate inser-ta íntegra ejempla sentencia de Gonzalo Pizarro, la cual el autorOmitió en la impresion; pero el lector curioso la encontraráoriginal en el Apéndice, núm. XIV.

(5)II, «ca

Bap.sta

XCI.matar.» Fernandez, 1E51. del Perú, parte I,

lib. (6) «En esso no tengo que confesar : porque juro á tal que

no tengo otro cargo sino medio real que dcuo en Seuilla á vnabodegonera de la puerta del Arenal, del tiempo que passé áIndias.» Ibid., ubi supra.

(7) Ibid., ubi supra..

LA CONQUISTAarrepentimiento en aquella hora solemne, aunque nofuera mas que repitiendo Pater Noster y Ave Mar.a.Carbajal, para librarse de sus im portunidades, repi-tió friamente las palabras Pater Noster y Ave Marta.Despues guardó un obstinado silencio y murió comohabla vivido, con su sonrisa burlona y sarcástica enlos labios (1).

Francisco de Carbajal era uno de los caracteres masestraordinarios de aquellos tenebrosos y revueltostiempos; el mas estraordinario por sus años, puescuando murió tenia ochenta y cuatro; edad en pelasfacultades del cuerpo, y afortunadamente tambien laspasiones están por lo general amortiguadas; edad enque, segun las ingeniosas palabras de un moralistafrances, «nos lisonjeamos 'de que vamos dejandonuestros vicios, cuando por el contrario son nuestrosvicios los que nos dejan (2). » Pero la llama de la ju-ventud ardía aun voraz é inestinguible en el pecho deCarbajal.

La fecha de su nacimiento nos remonta hasta me-diados del siglo xv, antes de los tiempos de Fernandoé Isabel. Era de oscura familia , y nació segun se diceen Arévalo. Por espacio de cuarenta años sirvió enlas guerras de Italia á las órdenes de los mas ilustrescapitanes de la época, Gonzalo de Córdova, Navarro ylos Colonas. Era alferez en la batalla de Rávena; se ha-lló en la captura de Francisco I , en Pavía , y siguió labandera del malhadado Borbon en el saco de Roma. Enesta ocasion no pudo alcanzar mas botín que los pape-les de una escribanía que guardó pensando que podriaingeniarse para que le valieran dinero. Así fue enefecto, pues el escribano tuvo que rescatarlos á unprecio que habilitó al aventurero para cruzar los ma-res hasta Méjico y buscar fortuna en el Nuevo Mundo.Cuando la insurreccion de los peruanos fue enviadoen auxilio de Francisco Pizarro , el cual le remuneróconcediéndole algunas tierras en el Cuzcó. Allí per-maneció algunos años empleado en aumentar susrentas, pues la codicia era una de sus pasiones domi-nantes. Ala llegada de Vaca de Castro le encontramosprestando buenos servicios bajo la bandera de la au-toridad real; y al estallar la gran rebelion de GonzaloPizarro redujo todos sus bienes á dinero y se preparópara volver á Castilla. Parecia que pronosticaba quesu permanencia en el Perú le habia de ser fatal. Peroaunque hizo todos los esfuerzos posibles para salirdel pais, fueron infructuosos, porque el virey habiaembargado los buques (3). Se quedó, pues, y comohemos visto, se alistó, aunque con repugnancia, enlas banderas de Pizarro. Era su sino.

La vida tumultuosa en que entró entonces despertótodas las pasiones que dormian en su alma, tal vezsin él saberlo : la crueldad, la avaricia, la venganza.En la guerra con sus compatriotas halló ancho campodonde satisfacerlas , porque la guerra civil ya se sabeque es la mas sanguinaria y feroz de todas. Las atro-cidades cometidas por Carbajal y el número de sus

(1) «Murió como gentil, á lo que dicen, que yo no lequise ver, que ansi le di la palabra de no vele ; mas á la pos-trer vez que habló llevándole á matar le decia el sacerdoteque con él iba que se encomendase á Dios y dijese el PaterNoster y el Ave María, y dicen, que dijo, Pater Noster, AveMaría y que no dijo otra palabra.» Pedro Pizarro, Descub. yGong., MS.

(3) Si mal no me acuerdo , esta retlexion se encuentra enese admirable digesto de la sabiduría humana titulado «LosCaracteres» de La Bruyére.

(3) Pedro Pizarro asegura que Carbajal hízc esfuerzos pa-ra dejar el pais, en los cuales fue auxiliado, aunque ineficaz-mente, por el mismo cronista, que entonces se hallaba enamistosas relaciones con él. La guerra civil separó á estosantiguos compaūeros; pero Carbajal no olvidó las obligacionesque decia á Pedro Pizarro , antes se las pagó , eximiéndole endos diferentes ocasiones de la suerte general de los prisione-ros q ue caían en sus manos.

DEL PER(. 22,Evíctimas son apenas increibles. Por honor de la hu-manidad debemos pensar que los historiadores _la-han exagerado mucho; pero el haber dado lugar á tasles exageraciones es suficiente para deshonrar sunombre (4).

Dícese que tenia un diabólico placer en presenciarlos padecimientos de sus víctimas, y en la hora de laejecucion solia dirigirles horribles chistes que lesInician mas amargo el trance. Tenia vena, si así pue-de llamarse, y daba rienda suelta á su locuacidad encualquiera ocasion. Los soldados conservaron mu-chas de sus agudezas; pero son en su mayor parte deun carácter mordaz y repulsivo, como procedentesde una irnaginacion familiarizada con el lado débil ymiserable de la humanidad y que de todos descon-fiaba. Tenía dichos agudos para todo, así para la des-gracia de los demas como para la suya. Miraba la vidacomo una comedia, aunque mas de una vez hizo deella una tragedia.

Debe concedérsele una virtud, la fidelidad á supartido, y esta le hizo menos tolerante con la perfidiade los demas, porque nunca manifestó compasion álos renegados. Esta constante fidelidad, donde seme-jante virtud era tan rara, atrae á Carbajal cierto res-peto (5).

Como militar ocupa Carbajal un lugar elevado en-tre los soldados del Nuevo Mundo. Era estricto y aunsevero en mantener la disciplina ; por eso sus compa-ñeros no le amaban mucho. Puede dudarse que tu-viera genio para las combinaciones militares en gran-de escala; mas para los ardides y combinaciones deguerrilla no tenia igual. Pronto , activo y perseveran-te, no conocia el peligro ni la fatiga, y despues demuchos dias pasados sobre la silla del caballo pareciano apreciar en nada la comodidad de la cama (6).

Conocia perfectamente todos los desfiladeros de lamontaña, y eran tales la sagacidad y recursos quedesplegaba en sus espediciones, que el vulgo creiaque tenia algun diablo familiar (7). Con carácter tanestraordinario , con fuerzas que le duraron muchomas de lo que comunmente duran en los hombres, ycon pasiones tan vivas en quien se hallaba al bordedel sepulcro, no es estraño que se layan referido deél cosas fabulosas, y que su nombre inspirase un se-creto terror como el de una especie de.ser sobrenatu-ral , de demonio de los Andes.

Muy diferentes fueron las circunstancias que acom-pañaron los últimos momentos de Pizarro. A peticion

(4) De trescientos cuarenta ejecuciones, segun Fernandez,trescientas fueron dispuestas por Carbajal. (Historia del Perú,parte 1, lib. II, cap. XCI.) Zárate hace subir el número deestas ejecuciones á quinientas. (Conq. del Perú, lib. VII, ca-pítulo I.) Esta discrepancia muestra cuán poco se debe confiar

en la esactitud de semejantes cálculos.(5) La fidelidad es una de las muchas virtudes que le atri-

buye Garcilasso, el cual considera muchas de las anécdotasque acerca de la crueldad y avaricia del veterano circulaban,como invenciones de sus enemigos. E! cronista Inca era uuniño cuando Gonzalo y sus partidarios ocuparon e! Cuzco ; yagradeció el buen trato que de ellos recibió, debido sin dudaá la posicion de su padre en el ejército rebelde, delineandosus retratos con los colores con que se presentaron á su jóvenimaginario». Pero el mismo Garcilasso, ya viejo, ha citado va-rios casos de atrocidad personal en la carrera de Carbajal queno se avienen bien con las aserciones que hace respecto á sucarácter.

(6) «Fue maior sufridor de trabajos que requería su edad,porque á maravilla se quitaba las armas ni de día ni de noche:i guando era necesario tampoco se acostaba, ni dormía masde gaanto recostado en una silla se le cansaba la mano en quearrimaba la cabeca.» Zárate, Conq. del Perú, lib. V, capí-tulo XIV.

(7) Pedro Pizarro, que profesaba cierta amistad á Carba-jal, reasume su carácter en estas pocas palabras. «Era mui

len guaz : hablaba mui discreptamentei a gusto de los que leoían : era hombre sagaz, cruel, bien entendido en la guerra...Este Carbajal era tan sabio, que decian tenia familiar.» Des-cubrimiento y Conq., MS.

230 BIBLIOTECA DE GASPAR Y ROTO.

dria haberlo esplicado mejor por un principio generalde la naturaleza humana, por la presuncion alimen-tada con los triunfos, por la demencia, como dice elproverbio romano, ó mas bien griego, con que los dio-ses ciegan el entendimiento de los hombres á quie-nes quieren perder (l).

Gonzalo no tenia otra educacion sino la que habiaadquirido en la dura escuela de la guerra. No teniatampoco mucho de esa ciencia que nace del ingenionatural y del examen del corazon. En esto fue interiorá sus hermanos, aunque les igualó en ambicion. Sihubiera tenido la décima parte de la sagacidad deaquellos, no habría persistido locamente en su rebe-lion despues de la llegada de Gasca. Antes de estaépoca representaba al pueblo : los intereses de uno yotro estaban unidos. Tenia su apoyo, porque luchabapor la reparacion de sus agravios. Pero cuando el go-bierno los reparó no habia por qué luchar. Desde en-tonces combatió por sí mismo : el pueblo no teníaparte ni interes en la contienda. Sin una simpatíacomun que les ligara, ¿ qué estraño es que el pueblole abandonase cual las hojas que lleva el viento de-jándole espuesto solo y desnudo tronco á la furia de latempestad?

Cepeda , mas criminal que Pizarro, pues tenia edu-cacion é inteligencia superiores, que empleó única-mente para perderá su gefe, no le sobrevivió largotiempo. Había pasado al Perú con un empleo de altaresponsabilidad. Su primer paso habia sido hacertraicion al virey á quien estaba encargado de auxiliar;el segundo hacer traicion á la audiencia á cuyos actosdebia cooperar; y el Ultimo hacer traicion al gefe áquien mas aparentaba servir. Toda su carrera habiasido una série de traiciones. Su vida fue una serie nointerrumpida de perfidias.

Cuando se rindió, muchos caballeros disgustadosde su cínica apostasía trataron de persuadir á Gascapara que le condenase á muerte con su gefe; pero e 1presidente se negó á ello en consideracion al senaladoservicio que con sudesercion habia hecho á la corona.Sin embargo fue puesto en prision y enviado á Casti-lla, donde se le formó causa por crimen de alta trai-cion. Defendióse bien, y como tenia amigos en lacórte, es probable que hubiera sido absuelto ; peromurió en la cárcel antes de que terminara la causa.Fue esta una justicia retributiva que no siempre seencuentra en los asuntos de este mundo (2).

Otros tambien de los que habian sido los primerosen abandonar la causa de Pizarro murieron al cabode corto tiempo. El valiente Centeno y el licenciadoCarbajal, que desertaron Cerca de Lima y militabanbajo la bandera real en el campo de Xaquixaguana,murieron un año despues que Pizarro. Hinojosa fueasesinado á los dos anos, y su antiguo compañeroValdivia, despues de haber ejecutado en Chile mu-chas y brillantes hazañas que dieron el mas gloriosotema para la musa épica de Castilla , fue muerto porlos invencibles guerreros de Arauco. Los manes dePizarro quedaron ampliamente vengados.

Acosté y otros tres ó cuatro caballeros que se rin-dieron con Gonzalo recibieron tambien la muerte consu gefe; y Gasca, á la mañana que siguió á esta la-

tenia bastante, sino que deuia de ser sobra de influencia designos y planetas que le cegauan y forraban á que pusiesse lagarganta al cuchillo.» Garcilasso, Com. Real, parte II, lib. V,cap. XXXIII.

(1) « brav Si paíiio,v c pl aopo-vij xaxáT óv vovvv eó.La ,Fe wp¿ítov. u

Euripides, Fragmentos(2) El astuto legista preparó tan especiosos argumentos

para su justilicacion, que Illescas, el célebre historiador delos papas, declara que nadie que los lea atentamente puededejar de convencerse de la inocencia de Cepeda y de su cons-tante lealtad á la corona. Véase el pasaje citado por Gar-cilasso en su Com. Real , parte II ,lib. VI, cap. X.

inentable tragedia levantó el campo y marchó contodo su ejército al Cuzco, donde aquel político pue-blo le recibió con el mismo entusiasmo que poco an-tes habia mostrado á su rival. Allí encontró muchossoldados del ejército rebelde que se habian refugiadoen la ciudad despues de la derrota, y que inmediata-mente habian sido reducidos á prision. Mandó que seles formase causa : los principales, en número de diezó doce , fueron ejecutados y los lemas desterrados óenviados á galeras. Pronunciáronse las mismas sen-tencias rigorosas contra los que hablan huido y nohabían sido capturados y las propiedades de todosellos fueron confiscadas. Estos bienes debian servirpara recompensar á los leales (3). Parecerá ya dema-siada la severidad ; pero Gasca quería que probasentodo el rigor de la justicia los que tantas veces habiandesechado sus ofertas de gracia. La lenidad era in-fructuosa con el duro y rebelde soldado que apenasreconocia la existencia del gobierno sino cuando sen-tía su rigor.

Un nuevo deber llamó luego la atencion del presi-dente; el de recompensar j sus fieles partidarios,deber, como se vió despues, no menos dificultoso decumplir que el de castigar á los criminales. Los soli-citantes eran muchos, pues todo el que, por decirloasí,.habia levantado un dedo en favor del gobierno,pedía su recompensa ; y repetian sus demandas contan importuno clamoreo, que tenian perplejo al buenpresidente y le ocupaban todo su tiempo.

Disgustado Gasca de un estado de cosas tan pocoprovechoso al país, resolvió librarse de una vez detales molestias retirándose al valle de Guaynarima,á unas doce leguas de la ciudad, para meditar allí consosiego un sistema de recompensas proporcionado almérito de cada cual. Acompañáronle solamente susecretario y Loaysa, entonces arzobispo de Lima,hombre sensato y muy versado en los asuntos delpaís. En este retiro permaneció tres meses examinan-do cuidadosamente las diversas reclamaciones, y se-ñalando las recompensas segun los respectivos ser-vicios. Debe advertirse que por lo general seconcedian los repartimientos de por vida solamente,y que á la muerte del poseedor volvian á la corona,la cual podia concederlos á otro , ó conservarlos se-gun su voluntad.

Luego que Gasca completó su ardua tarea, deter-minó retirarse á Lima dejando al arzobispo el docu-mento en que estaban consignadas las recompensaspara que lo comunicase al ejército. No obstante elesquisito cuidado con que habia procurado hacer unadistribucion equitativa, conocia Gasca que era impo-sible satisfacer las demandas de los envidiosos é irri-tables soldados, cada uno de los cuales estaba siempredispuesto á exagerar sus servicios y á rebajar losagenos;y así no quiso esponerse á importunidades yquejas que no habian de servir mas que para inco-modarle.

Luego que marchó, el arzobispo convocó á las tro-pas en la catedral para informarlas del contenido dela cédula de reparticion que se le habia confiado.Ante todo se predicó un sermon por el digno domini-co prior de Arequipa, en el cual el reverendo padrese estendió en exhortaciones para que cada uno tu-viese la virtud de contentarse con su suerte; recordóla obligacion que todos tenían ele obedecerá sus su-periores y la locura y criminalidad de resistir á losmandatos de las autoridades constituidas; y dijo enfin cuanto creyó que podría inspirar conformidad ybuenos deseos á su auditorio.

Leyóse despues desde el púlpito una carta del pre-

(3) Pedro Pizarro, Descub. y Conq. , MS. — Fernandez.Hist. del Perú, parte I, lib. II, cap. XCI.—Carta de Valdi-via, MS.— Zárate, Cona. del Perú, lib. VII, cap. VIIf.-Relacion del Lic. Gasea , MS.

LA CONQUISTA DEL PERÚ. 231,sidente dirigida á los oficiales y soldados deleié ;i murmullo general de deseprobecion. Aun los queganaban por él mas de lo que habian esperado que-daron descontentos, comparando su situacion con lade sus compañeros, á quienes juzgaban mejor remu-nerados en proporcion á sus méritos. Irritóles prin-cipalmente la preferencia dada á los antiguos partida-rios de Gonzalo Pizarro , como Hinojosa, Centeno yAldana, sobre los que habian permanecido siemprefieles á la corona. Algun fundamento habia para estapreferencia, porque ninguno habia prestado serviciostan importantes para sofocar la rebelion, y estos ser-vicios eran los que Gasease habia propuesto premiar.Dar recompensa, simplemente por su lealtad, á todosy cada uno de los que se habian mostrado leales, ha-bria sido dividir el donativo en fraccionestan.peque-ñas que apenas hubieran servido de provecho á nin-guno (5).

Sin embargo, en vano el arzobispo, secundado poralgunos de los principales caballeros , trató de infun-dir mas conformidad en la multitud. Esta insistió enque se anulase el acta de reparticion yse formara otrasobre bases mas equitativas, amenazando con que siel presidente no les hacia justicia ellos se la tomarianpor sus manos. El descontento, fomentado por algu-nas personas malévolas que pensaban medrar con él,llegó á punto de convertirse casi en motin , y no seapaciguó hasta que el comandante de la fuerza delCuzco sentenció á uno de los alborotadores principa-les á muerte y desterró á otros muchos. Los férreossoldados de la conquista necesitaban una mano dehierro para dirigirlos.

Entre tanto el presidente habia continuado su via-je á Lima, siendo recibido en todas partes por elpueblo con un entusiasmo tanto mas grato á su cora-zon, cuanto que estaba seguro de haberlo merecido.Al acercarse á la capital los leales habitantes le pre-pararon una magnífica recepcion. Todo el pueblosalió á su encuentro fuera de puertas precedido de lasautoridades, con Aldana, como corregiuor, á la cabe-za. Gasea iba montado en una mula y vestido con sushábitos de eclesiástico. A su derecha, y sobre un ca-ballo ricamente enjaezado , iba el sello real en unacaja con curiosos engastes y ricos adornos. Los indi-viduos del ayuntamiento sostenian sobre su cabezaun brillante palio de brocado, y ellos iban descubier-tos y vestidos de terciopelo carmesí. Alegres cuadri-llas de danzantes vestidos con fantásticos trajes deseda de vistosos colores seguian la procesion espar-ciendo flores y cantando versos en honor del presi-dente. Cada cuadrilla representaba una de las dife-rentes ciudades de la colonia , y todos llevabanleyendas ó motes en verso en los sombreros, ponde-rando su lealtad á la corona, y mostrando (en honorde la verdad debe decirse) mucha mas lealtad en sucomposicion que mérito poético (6). De este modo.sin toque de tambores, ni ruido de artillería, ni aparato alguno guerrero, hizo el buen presidente su pa-cífica entrada en la ciudad de Los Reyes, saludadopor las aclamaciones del pueblo que le llamaba PadreRestaurador y Pacificador del pass (7).

(5 ) El presidente halló un medio ingenioso de remunerará muchos de sus partidarios, que fue casarlos ron las viudasde los caballeros ricos que habian muerto en la guerra. Eneste arreglo politico no parece que se consultase la inca

n e II,de las interesadas. Véase Garcilasso, Com. Real, p ,

lib. VI, cap. 111.(6) Fernandez ha recogido estas flores de poesia colonial,

que prueban que los conquistado r es eran mas diestros en laespada que en la pluma. Hist. de Perú, parte I, lib. II, ca-

pitulo XLIII.(7) «Fue recibimiento mui solemne con universal alegría

del pueblo, por verse libre de tiranos; í toda la gente á vocesbendecía al Presidente i le llamaban Padre, RestauradorPacificador, dando gracias á Dios por haver vengado las inju-rias hechas á su Divina `yflst

ad.» Herrera, Hist. general,

dee. VIII, lib. IV, cap.

(1) MS. de .Caravantes.—Pedro Pizarro , Descub. y Con-quista, MS.—Zárate. Conq. del Perú, lib. VII, cap. IX.-Fernandez, Hist. del Perú, parte 1, lib.I1, cap. XCII.

(3) El peso ensayado, segun Garcilasso, valía un quintomas que el ducado castellano. Com. Real, parte II, lib. VI,cap. III.

(3) «Entre los cavalleros capitanes y soldados que le ayu-daron en esta ocasion repartió el presidente Pedro de la Gas-ea 135,000 pesos ensayados de renta que estaban y aces, y noun millon y tantos mil pesos como dice Diego Fernandez, queescrivió en Palencia estas alteraciones, y de quien lo tomóAntonio de Herrera : y porque esta ocasion fue la segunda enque los beneméritos del Pirú fundan con rocen los serviciosde sus pasados, porque mediante esta batalla aseguró la co-rona de Castilla las provincias mas ricas que tiene en Auréri-ca, pondré sus nombres para que se conserbe con certeza sumemoria como parece en el auto original que proveyó en elasiento de Guainarima cerca,dela ciudad del Cuzco en diez ysiete de agosto de 1548, que está en los archivos del govier-no.» MS. de Caravantes.

La suma mencionada en el testo es mucho menor de la quecitan Garcilasso, Fernandez, Zárate y todos los domas es-critores; ninguno de los cuales la hace bajar de un millon dePesos. Pero Caravantes, de q,ien he tomado esta noticia, co-p ia el acta original de reparticion que se conservó en los ar-chivos reales. Sin embargo, Garrilasso de la Vega dehia estarbien informado del valor de estos repartimientos, que segunél, escedian con mucho á la cantidad en que les tasaba el acta.Asi, por ejemplo, dice, que Hinojosa obtuvo por su parte detierras y ricas minas de Gonzalo Pizarro que se le asignaron,una renta anual que no bajó de doscientos mil pesos, al pasoque Aldana, el licenciado Carbajal y otros no sacaron de susestados mas que de diez mil á cincuenta mil pesos anuales.(Ibid., ubi supra.) Es imposible conciliar estas monstruosasdiscrepancias. No ha habido cantidad escesiva para la credu-lidad del antiguo cronista, y la imaginacion del lector quedatan aturdida con las riquezas de este Dorado que es dificilajustar su fé á ninguna escala de probabilidades.

(4) Caravantes traslada del acta original un catálogocompleto de pensionados con las rentas asignadas de cadaUno,

En esta empezaba Gasea manifestando brevementelas dificultades de su obra, debidas á la limitada su-ma de recompensas de que podia disponer, y al grannúmero de servicios de los reclamantes. Luego decí aque habia examinado el asunto con el mayor cuida-do y procurado señalar á cada uno su parte segunsus méritos sin preocupacion ni parcialidad; que ha-bría caido indudablemente en errores, pero que es-perabaque sus tropas se los escusarian cuando reflexio-nasen que habia hecho para evitarlos todo lo yueestaba al alcance de su pobre entendimiento. quecreia le harían todos la justicia de reconocer que nohabia tenido influencia en su ánimo motivo alguno deinteres personal. Despues elogiaba con énfasis losservicios que habian prestado á la buena causa yconcluia haciendo fervientes votos por su futuraprosperidad. Esta carta estaba fechada en Guaynari-ma á 17 de agosto de 1548, y firmada simplementeel licenciado Gasea (1).

En seguida el arzobispo leyó el papel que contenialas recompensas concedidas por el presidente. Larenta anual de las haciendas que iban á distribuirseascendia á ciento treinta y cinco mil pesos ensaya-dos (2), cantidad considerable si se atiende al valorde la moneda en aquellaépoca; pero no para el Perú,donde el dinero era el objeto que menos valia (3).

Los repartimientos variaban en valor desde cientoá tres mil quinientos pesos de renta anual ;y todosestaban al parecer graduados con la mayor precisionsegun el mérito de las partes. El número de pensio-nados fue de unos doscientos cincuenta, porque paradar á todos no habia, ni los servicios de la mayorparte eran dignos de semejante muestra de conside-racion (4).

Este documento produjo el efecto previsto por Gas-ca en aquella gente que habia concebido las espe-ranzas mas exageradas ; y fue recibido con un

232

BIBLIOTECA DE GASPAR Y ROIG.

Mas por grato que le fuese este homenaje, no eraGasea hombre que gastaba el tiempo en inútiles va-nidades. Pensó desde luego en los medios de destruirlos gérmenes de desórden que con tanta facilidadbrotaban en aquel fructífero suelo, y de asentar la au-toridad del gobierno sobre una base permanente. Envirtud de su empleo presidía la audiencia, que era elgran tribunal judicial y aun ejecutivo de la colonia;dedicóse, pues, con empeño á despachar los muchosnegocios que se habian acumulado durante los ulti-mes disturbios. El desarreglo en que se hallaba lapropiedad daba abundante motivo para litigios; masafortunadamente la nueva audiencia se componía dejueces rectos y entendidos que trabajaron con dili-gencia cooperando con su presidente á remediar eldaño causado por el mal gobierno de sus predece-sores.

Tampoco abandonó Gasea á los indios , antes biense ocupó con sumo cuidado en resolver este dificilproblema : cuál era el medio mejor, mas adecuadoy practicable para mejorar su condicion. Envió va-rios comisionados en clase de visitadores á los diver-sos puntos del pais para inspeccionar las ene amiendasy averiguar el trato que se daba á los indios, confe-renciando no solo con los propietarios sino con losmismos. naturales. Debían tambien examinarla natu-raleza y estension de los tributos que pagaban en losprimitivos tiempos como vasallos de los Incas (1).

De este modo se obtuvo una gran copia de datos,que puso á Gasea en situacion de plantear , con elauxilio de unajunta de eclesiásticos yjurisconsultos,un sistema uniforme de contribuciónes para los in-dios, mas ligero aun del que pesaba sobre ellos entiempo de los príncipes peruanos. De buena ganahabria el presiden te relevado á las razas conquistadasde las obligaciones del servicio personal; pero con-siderando el asunto maduramente, juzgó esta medi-da impracticable en el estado en que se hallaba elpais, pues los colonos, especialmente en las regionestropicales, tenían necesidad de valerse de los indiospara los trabajos, y los indios, segun la esperienciahabia demostrado, no trabajaban nunca como no seles obligase á ello. Limitó sin embargo el servicio demodo que no podía exigirse sin gran precision, y así.moderó considerablemente el tributo personal. Aniugun peruano se le podia obligar á que pasase deun clima á que estaba acostumbrado á otro diferen-te : cambios que frecuentemente habian dado ori-gen á grandes perjuicios y enfermedades en los pa-sados tiempos. De este modo la condicion de losindios, aunque no llegó á ser tal como la deseaba laardiente filantropía de Las Casas, se mejoró muchomas de lo que era compatible con las codiciosas exi-gencias de los colonos ; y fue necesaria toda la firme-za de la audiencia para llevar efecto disposicionestan desagradables para estos últimos. Mas al fin secumplieron : la esclavitud, en el sentido mas odiosode esta palabra, no fue tolerada ya en el Perú : la pa-labra «esclavo» no fue reconocida como compatiblecon las instituciones, y el historiador de las indias sejacta orgullosamente de que todos los vasallos indiospodían aspirar á la•categoría de hombres libres (2).

(1) «El Presidente Gasea mandó visitar todas las provin-cias y repartimientos deste reyno, nombrando para ello per-sonas de autoridad, y de quien •se tenia entendido que te-man coáoscimiento de las tierras que se les encargavan, queha de ser la principal calidad que se ha ele buscar en la per-sona á quien se comete semejante negocio despues que seacristiano ; lo segundo se les dió instruccion de lo que haniande averiguar que fueron muchas cosas : el número, las ha-ciendas, los tratos y grangerias, la cantidad de la gente y desus tierras y comarcas y lo que clavan de tributo.» Ordegar-do, Rel prim., MS.

(2) «El presidente i el audiencia dieron tales órdenes; queeste negocio se asentó de manera que para adelante no se

Ademas de estas reformas, Gasea introdujo muchasen el gobierno municipal delas ciudades, y otras aunmas importantes, en el manejo de los fondos públicosy en el modo de llevar las cuentas. Con estos y otroscambios en la economía interior de la colonia asentóla administracion sobre una nueva base, y facilitóen gran manera á sus sucesores el camino para cons-tituir un gobierno mas solido y ordenado. Como me-dida final para asegurar el reposo del pais despuesde su marcha, envió á algunos de los caballeros masambiciosos á espediciones distantes, confiando en queallí podrían dar rienda suelta á su espíritu inquietoy turbulento sin perjuicio de la tranquilidad de la co-lonia así como á veces las nieblas que se han desva-necido con la influencia del sol se condensanyformantempestad cuando el sol se pone (3).

Gasea habla permanecido ya mas de quince mesesen Lima, y cerca de tres años habian trascurridodesde su entrada en el Perú. En este tiempo habíallevado á cabo el grande objeto de su mision. Al des-embarcar halló la colonia en estado de anarquía , ómas bien de rebelion organizada bajo la direccion deun gefe poderoso y popular. Sin fondos ni fuerza ar-mada que le auxiliase , se proporcionó los primerospor el crédito que logró granjearse, y la segunda pormedio de persuasivos argumentos dirigidos á laspersonas á quienes su rival la labia encomendado.Así volvió las armas de su rival contra él mismo.Apelando con paciencia y perseverancia á la razon,cambió los sentimientos del pueblo, y sin derramaruna gota de sangre leal, sofocó una rebelion queamenazaba á España con la pérdida de la mas rica desus provincias. Castigó á los criminales, y con susdespojos halló medio de premiar á los fieles. Fomen-tó los recursos del pais de modo que pudo pagar elgrande empréstito que habla negociado con los co–merciantes de la colonia para losastos de la guerray que pasaba de nuevecientos mil pesos de oro (4).Ademas con su economía ahorró millon y medio deducados para el gobierno que hacia algunos años norecibía nada del Perú, y se propuso llevar á Españaeste aceptable tesoro para aumentar el caudal de lasarcas reales (5). Todo esto lo hizo sin coste,comisian,salario ni descuento alguno para la corona, salvo elde su frugal mantenimiento (0). El pais se hallabatranquilo ; Gasea Babia terminado su obra ,y podiaya satisfacer e! natural deseo de volver á su patria.

Antes de su partida arregló la distribucion deaquellos repartimientos que durante el año anteriorl'ahian vuelto á la corona por muerte de sus posee-dores. La vida era corta en el Perú , pues los que vi-vian por la espada, si por ella no morian , eran confrecuencia víctimas de los penosos incidentes de su

platicó mas este nombre de esclavos, si no que la libertad fuegeneral por todo el reino.» Herrera, Hist. general, dec. VIII,lib. V, cap. VII.

(3) MS. de Caravantes. —Gomara, Hist. de las Indias,cap. CLXXXVII.—Fernandez, Hist. del Perú, parte I, li-bro II ,, cap. XCIII—XCV.—.tárate, Conq. del Perú, li-bro VII, cap. X.

(4) «Recogió tanta suma de dinero, que pagó novecien-tos mil pesos de oro que se halló haver gastado desde el diaque entró en Panamá hasta que se acabó la guerra, los qua-les tomó prestados.» Herrera , Hist. general, dec. VIII, li-bro V, cap. VII.— Zárate, Conquista del Perú, lib. VII,cap. X.

(5) «Aviendo pagado el Presidente las costas de' la guer-ra , que fueron muchas, remitió á S. M. y lo llevó consi-go 264,422 marcos de plata que á seis ducados, valieron1.686,532 ducados.» MS. de Caravantes.

(6) «No tubo ni quiso salario el Presidente Gasea sino cé-dula para que á un mayordomo sayo diesen los oficiales realeslo necesario de la real hacienda, que como parece de los qua-dernos de su gasto fue muy moderado.» (MS. de Caravantes.)Gasea parece que fue muy esaeto en llevar la cuenta de susgastos personales desde el tiempo en que se embarcó para lacolonia.

L PEcarrera de aventuras. Muchos fueron los prLA

e tendCONQUISTA

iera - trasDE

ladarseIiÚ.

con el tesoro á España, adonde llegó contes para esta nueva bondad del gobierno y entre ellos felicidad, entrando en Sevilla al cabo de poro mas dealgunos de los que hablan quedado descontentos en cuatro años de su salida del mismo puerto (3).la primera reparticion. Gasea se vió asaltado de soli Grande fue la sensacion que causó enr todo el paiscitudes y aun de rec

onvenciones hechas en lenguaje su llegada. Apenas se podía creer que en tan cortono muy respetuoso; pero estas no podían turbar su plazo se hubieran conseguido resultados tan

impor-igualdad de ánimo. Escuchaba con paciencia y res- tantas por un solo hombre, por un pobre eclesiástico,pondia á todos en el suave y apacible tono mas á pro- que, sin auxilio del gobierno, y por decirlo así, conpósito para calmar sus pasiones; «en lo cual , dice su sola fuerza, habia sofocado una rebelion queporun antiguo escritor (1) hizo mas que vencer y ganar tanto tiempo habia desafiado las armas de España.todo aquel imperio, que fue vencerse á sí propio.» El emperador se hallaba en Flandes. Mucha •satis-

Un incidente ocurrió la víspera de su partida, pa- faccion le causó la noticia del éxito completo de lalaico en sí mismo yhonroso para los que en él tuvie- misiou de Gasea, y no menor la llegada del tesororon parte. Los caciques indios de las cercanías, agra- que aquel traia consigo, porque las cajas reales, quedecidos á los grandes beneficios que habia hecho á raras veces rebosaban, se hallaban entonces exhaus-su pueblo, le ofrecieron una gran cantidad de plata, tas á consecuencia de los recientes disturbios de Ale

-como muestra de reconocimiento. Pero Gasease rae- mania. Cárlos escribió inmediatamente al presidentegó á recibirla , aunque al hacerlo dió un gran senti- mandándole que se presentase en la córte para saberm iento á los peruanos que temieron haberle desagra- de sus propios labios los resultados de su espedicion.dado involuntariamente. Gasea, en consecuencia , seguido de numeroso sé-

Muchos de los principales colonos, tambien con el quito de nobles y caballeros ( porque ¿quién no rin-deseo de mostrarle su gratitud, le enviaron, despues de homenaje á aquel tí quien el rey se complace ende embarcado , un magnífico donativo ele cincuenta honrar?) se embarcó en Barcelona, y despues de unmil castellanos de oro, diciéndole que habiendo ya viaje favorable llegó á Flandes y se presentó en lasalido del Perú no tenia motivo alguno para rehusar córte. .el presente. Pero Gasea estaba tan decidido entonces El soberano, que apreciaba en todo su valor suscomo antes á no aceptarlo , y respondió que habia servicios, le recibió del modo mas lisonjero para él,ido al pais para servir al rey y asegurar la paz á los y poco despues le elevó á la silla episcopal de Polen-habitantes, y que ya que con el favor del cielo lo ha- cia , recompensa la mas adecuada á su carácter ybia conseguido , no quería deshonrar su causa con servicios. Allí permaneció hasta 4561 , en que fueun acto que pudiera dar origen á que se sospechase promovido á la vaciante de Sigüenza. El resto de susde la pureza de sus intenciones. No obstante su rae- días los pasó pacíficamente en el cumplimiento [le susgativa los colonos consiguieron poner secretamente ¡ funciones episcopales honrado por su rey y gozandoá bordo del buque en que iba veinte mil castellanos I de la admiracion y respeto de sus compatriotas (4 ).de oro, con la idea de que una vez en España y ter- 1 En su retiro fue todavía consultado por el gobier-minada su mision se desvanecerían sus escrúpulos. 1 no en materias de importancia relativas á las Indias.Gasea aceptó enefectoel donativo pensando que seria 1 Renováronse los desórdenes de aquel infeliz país,ya un desaire á los colonos rehusarlo ; pero luego 1 aunque en escala mucho menor, poco despues de laque supo la residencia de los parientes de estos lo f partida del presidente, causados por el descontentodistribuyó entre los mas necesitados (2). que habían producido los repartimientos y por la

Arreglados ya sus asuntos encomendó el gobierno constancia de la audiencia en llevar á cabo las res-hasta la llegada de un virey á sus fieles colegas de la fricciones relativas al servicio personal de los indios.real audiencia; y en enero de 1550 se embarcó con el Pero estos desórdenes se a paciguaron al cabo de muyreal tesoro y se dirigió con una escuadra á Panamá. i pocos años bajo el sabio gobierno de los Mendozas,Acompañáronle hasta la playa multitud de habitantes

1

dos vireyes sucesivos de esta ilustre casa que ha (ladocaballeros y pueblo, personas de todas edades y con- tantos hijos útiles á España , .y que continuaron ladiciones que salieron á ver por última vez á su bien- templada, pero resuelta política de que Gasea habiahechor y siguieron con los ojos fijos en el buque has- dado el ejemplo. Curáronse•luego de un modo por-ta que desapareció. 1 manente las antiguas llagas del país; y la paz y la

Su viaje fue feliz, y t principios de marzo llegó á 1 prosperidad devueltas al Perú, unidas á la conviccionPanamá. Allí se de tuvo sola mente el tiempo necesario de los beneficios que habian producido s :s tareas,para reunir mulas y caballos que pudiesen llevar el debieron llenar de satisfaccion , como llenaron detesoro por los montes, pues sabía que aquella parle j gloria, los últimos años de la vida del presidente.del país abundaba en gente feroz y codiciosa que sa- Cusca murió en Valladolid, á últimos de noviem-hiendo la riqueza que conducia podría cometer con bre de 1567, en una edad que probablemente no pa-él algun acto de violencia. Despues cruzó el fragoso suba del término que el escritor sagrado fija á laistmo, y al cabo de una penosa marcha llegó sin no- existencia humana (5). Fue enterrado en la iglesiavedad á Nombre de Dios. de Santa María Magilalena, que haljiaheclio construir

Los sucesos justificaron sus temores;orporque ape- y dotado libremente. Su monumento, coronado pornas hacía tres días que habia salido dePana má. una. una efigie que le representa en hábito sacerdotal,horda de bandidos, despues de haber asesinado al existe todavía en el mismo sitio, donde atrae la ad-obispo de Goatemala , entró en aquel punto con el rniracion del viajero por la belleza de su ejecucion.designio de matar á Gasca y apoderarse del tesoro. (5) MS. de Caravantes.—Gomara, Ilist. de las Indias,No bien su p o esta noticia , con su habitual energía cap. CLX\XI11.—Fernandez, Ilist. del Perú, parte II, li-

levanto fuerzas y se preparó á marchar en auxilio cíe bro ' I cap. X, Conq. del Perú, lib. VII, cap. XIII.—Herre-

la ciudad invadida. Pero la fortuna , ó por mejor de- ca , Ilist. general, dec. VIII, lib. VI, cap. XVII.

cir la Providencia, le favoreció allí como en todas (4) Ibid., ubi su pra.—,MS. de Caravantes.— Gomara,

partes; y la víspera de su partida supo que los mero- Ilist. de las Indias, cap. CLXXXII.—Fernandez, Ilist. del

deudores habian sido alcanzadosor los habitantes y Perú, Parte II. lib. I, cap. X —Zárale Gong. del Perú, li-

derrotados con gran perdida. Disolvió, pues, SUS tro br(5)VII, cap.

he podido encontrar relacion alguna que diga en

pus y armó una flota de diez y nueve buques para qué ano nació Gasca ; pero en una insrripcion puesta sobre suretrato en la saca•istia de la iglesia de la Ma gdalena en Valla-

nta y un

(í) Garcilasso, Com. Real, parte II, lib. VI, cap. VII. i años. Esto estáeperfectamente de s acuerdo cons la edad que

(2) Fernandez, historia del Perú, parte I,.

l i b. II, cap podria tener cuando estudiaba en Salamanca en 1522.tolo XCV

234 BIBLIOTECA DE GASPAR Y ROIG.

Sobre la tumba, como trofeos de su memorable espe-dicion al Perú, se pusieron las banderas que tomó áGonzalo Pizarro en el campo de Xaquixaguana (1).Las banderas se han convertido despues en polvo conlos restos del que dormía debajo de ellas; pero lamemoria de sus actos durará eternamente (2).

Gasca tenia aspecto vulgar y figura no muy agra-dable. Era feo ,y desproporcionado; sus piernas erandemasiado largas para su cuerpo : así cuando monta-ba á caballo parecía tener una estatura mucho mascorta de la que realmente tenia (3). Su traje era hu-milde, sus maneras sencillas y su presencia nadaimponente; pero tratado mas de cerca, su conversa-cion tenia un encanto que borraba toda impresiondesfavorable y ganaba el corazon de su auditorio.

Su carácter está ya suficientemente delineado enla historia que hemos dado de su vida. Presentabauna combinacion de cualidades que por lo general seneutralizan mútuamente , pero que en él estabanmezcladas en tal proporcion que aumentaban suenergía. Era amable , pero resuelto ; intrépido pornaturaleza, pero mas aficionarlo á emplear el arte dela política que el de la guerra; frugal en sus gastospersonales y económico en los públicos; pero pocoamigo de adquirir riquezas para sí, y de liberalidadinagotable cuando el bien general lo exigía; benévo-lo y compasivo, aunque severo con el culpado impe-nitente; humilde en su aspecto, pero con esa dósisde amor propio que nace de la rectitud de las inten-ciones; modesto y sin pretensiones, pero incapaz deretroceder ante las mas dificultosas empresas; defe-rente con los demas, sin dejar de confiar principal-mente en sí propio; reflexivo en sus movimientos,paciente para aguardar la ocasion , pero cuando estase presentaba, atrevido, pronto y enérgico.

No era hombre de genio en el sentido que vulgar-mente se da á esta palabra. A lo menos no parece queninguna de sus facultades intelectuales tuviese unestraerdinario desarrollo mayor que el que se en-cuentra en los demas hombres. No era gran escritor,ni gran orador, ni gran general , ni pretendía serlo.Encomendó el cuidado de los negocios de la guerra álos militares, el de los negocios de la iglesia á loseclesiásticos, y el de los negocios civiles y judicialesá los individuos de la audiencia. Pero tenía un pro-fundo conocimiento de los caractéres, y cualquieraque fuese el empleo, siempre le proveia en el mas ap•to. Hizo mas : supo asegurarse la fidelidad de susagentes; presidió á sus deliberaciones, dictó la líneageneral de política que debian seguir é infundió enellos un espíritu de unidad en sus planes que les hizocooperar al cumplimiento del gran objeto que seitabiapropuesto.

Una de las cualidades mas notables en su carácterera la sensatez, que es la que mejor puede suplir al

(1) «Murió en Valladolid, donde mandó enterrar su cuer-po en la iglesia de la advocacion de la Magdalena, que hizoedificar en aquella ciudad, donde se pusieron las banderasque ganó á Gonzalo Pizarro.» MS. de Caravantes.

(2) La memoria de sus hechos no ha quedado enteramen-te al cuidado del historiador. No hace mucho tiempo que elcarácter y administracion de Gasca fueron objeto de un elo-cuente panegírico, pronunciado por uno de los mas distingui-dos individuos del parlamento ingles. (Véase el discurso delord Brougham sobre el mal trato de las colonias norte-ame-ricanas, febrero 1838.) El ilustrado español moderno quecontemple con dolor los escesos cometidos por sus compa trio-tas en el siglo XVI en el Nuevo Mundo, puede sentir un hon-rado orgullo al ver que entre hombres de tan ciego espírituse hallaba uno en quien la generacioa actual se puede fijarcon complacencia como en el modelo mas brillante de la inte-gridad y de la sabiduría.

(3) «Era muy pequeño de cuerpo con estraña hechura,que de la cintura abajo tenia tanto cuerpo como cualquierahombre alto, y de la cintura al hombro no tenia vna tercia.Andando á camilo parescia aun mas pequeño de lo que era,porque todo era piernas : de rostro era muy feo; pero lo que

genio , siendo al mismo tiempo mas indispensableque el genio mismo en un hombre que tiene en susmanos la suerte de sus semejantes. En Gasca las di-versas cualidades estaban combinadas con tal armo-nía que no habia lugar para el esceso. Parecía quelas unas arreglaban los movimientos de las otras. Alpaso que su humanidad le decia cuáles eran las ne-cesidades de sus semejantes, la razón le enseñababasta qué punto podian satisfacerse y el medio mejorde efectuarlo. No gastaba su fuerza en planes iluso-rios de filantropía como Las Casas, pero tampoco te-nia en cuenta la política egoista de los colonos. Aspi-raba al mayor bien, pero al mayor bien practicable.

Para conseguir su objeto rechazó igualmente losmedios violentos y el fraude. Confió en la fuerza dela persuasion, y el origen de su poder fue la confian-za que llegó á inspirar su integridad. Entre las ca-lumnias que hacen circular los partidos, ningunaimputacion se dirigió á la integridad de Gasca (4).No es maravilla que virtud tan rara fuese tan estima-da en el Perú.

Hay hombres cuyo carácter es tan á propósito paralas crisis particulares en que se presentan, que pare-cen especialmente designados por la Providencia paradominarlas. Tales fueron Washington en lo., EstadosUnidos y Gasca en el Perú. Podemos concebir quehaya hombres de cualidades mas altas á lo menos enla parte intelectual. Pero la maravillosa conformidadde su carácter con las exigencias de su situacion ; laperfecta habilidad con que supieron elegir los mediosmas conducentes para conseguir el fin que se propo-nian son las que constituyen el secreto de sus triun-fos. Ellas hicieron á Gasca sofocar gloriosamente larevolucion, y á Washington, aun mas gloriosamente,llevarla á cabo.

La conducta de Gasca, cuando llegó á las colonias,da la idea mas esacta de su carácter. Si hubiese lle-gado con aparato militar ú ostentando autoridad,todos los corazones y todas las manos se le habriancerrado. Pero el humilde eclesiástico no escitó temo-res, y sus enemigos quedaron ya desarmados antesde que hubiera empezado á marchar contra ellos. SiGasca, impaciente con la obstinacion de Hinojosa,hubiera dado oidos á las sugestiones de los que leaconsejaban su captura, habria puesto su causa enpeligro por esta prematura ostentacion de violencia;pero prefirió sáhiamente ganarse el apoyo de su ene-migo por medio de la persuasion.

De la misma manera supo aguardar la ocasionoportuna para hacer su entrada en el Perú. Esperó áque sus comunicaciónes hubiesen producido efectoen el ánimo del pueblo ,y cuidó de no introducir lahoz en el campo hasta que el grano estuviese madu-ro. De este modo adonde quiera que fué halló todopreparado para su llegada, y cuando puso el pie enel 1'erí1, el país era ya suyo.

Ocupados hasta ahora con caractéres de hombresignorantes y turbulentos, es satisfactorio insistir enla pintura de uno como el de Gasca. En la larga pro-cesion que lía pasado ante nuestros ojos, solo liemosvisto al caballero forrado de hierro, blandiendo susangrienta lanza, montado en su caballo de batalla ydestrozando indios ó combatiendo contra sus amigosy hermanos ; fiero , arrogante , cruel , escitado por lased del oro ó por el deseo, poco mas honroso , deuna bastarda gloria. Mezcladas con estas cualidades

la naturaleza le negó de las dotes del cuerpo se lo dobló enlas del ánimo. Garcilasso, Com. Real, parte II, lib. V, ca-pítulo II.

(4) «Fue tan recatado y estrenado en esta virtud, quepuesto que de muchos quedó mal quisto guando del Perú separtió para España por el repartimiento que hizo; con todoesso jamas nadie dijo del ni sospechó que en esto ni en otracosa se vuiese mouido por codicia,» Fernandez , Hist. del Pe-rú, parte I, lib. II, cap. XCV.

LA CONQUISTA DEL PRIVO. 231hemos visto tambien centellas de aquel carácter - cho y que no dejaba de ser arriesgada. Desde enton-balleresco y romántico de los siglos heróicos dé Es-paño.; pero con algunas escepciones honrosas era la

escoria de los caballeros españoles la que pasó alPerú á servir bajo la bandera de los Pizarros. Al finde esta larga fila de acerados guerreros vemos ú unpobre y humilde misionero llegando al pais para des-empeñar una mision de misericordia y proclamandola paz en todas partes. No anuncia su llegada la trom-pa guerrera, ni los lamentos de los heridos y mori-bundos marcan sus huellas. Los medios que empleaestán en perfecta armonía con el fin á que aspira:sus armas son los argumentos y la suave persuasion;es la razon á la que quiere vencer, no al cuerpo:adelantan su camino por medio de la conviccion, nopor la violencia : es una victoria moral la que quieremas poderosa, y por fortuna mas sólida que la queconsigue el sangriento conquistador ; y al alcanzartranquila é imperceptiblemente, digárnoslo así, estosgrandes resultados, nos recuerda la manera pausadaé insensible con que la naturaleza efectúa sus gran-des cambios en el mundo material, cambios que su b-sisten cuando la furia del huracan ha pasado y se hanolvidado ya sus estragos.

Con la mision de Gasea termina la historia de laconquista del Perú. La conquista en realidad finalizacuando sofocada la insurreccion peruana, la fuerza,si no el espíritu de la raza india, queda aniquiladapara siempre. Pero el lector debia tener una curiosi-dad natural de seguir basta el fin la suerte de la no-table familia que conquistó el pais. Ni la historia dela invasion seria completa, sin una noticia de lasguerras civiles á que dió origen; la cual sirve ade-mas de comentario moral á los acontecimientos pre-cedentes, mostrando que tarde ó temprano , y aun enesta vida las consecuencias de la satisfaccion de pa-siones fieras y desenfrenadas vienen á caer sobre lacabeza del criminal.

Verdad es que á la partida de Gasea se renovaronlos desórdenes del pais. Las aguas hahian estado de-masiado agitadas para sosegarse de repente; perofueron gradualmente calmándose bajo la templadaadministracion de sus sucesores, que supieron comocuerdos aprovecharse de su política y ejemplo. Así!a influencia del digno presidente duró aun despuesde haberse él retirado de la escena de sus tareas ,y elPerú, hasta entonces tan alterado, continuó gozan-do del mismo reposo que gozaban las demas provin-cias del imperio colonial de España. Con la mision deGasea, pues, el historiador de la conquista se permi-te dar por terminada su obra, como el viajero que,habiendo recorrido largo tiempo horribles bosques ypeligrosos desfiladeros sale al fin á una hermosa lla-nura que presenta el risueño aspecto de la tranquili-dad yde la paz.

Agustin de Zárate , autoridad respetable y muchasveces citada en la última parte de esta obra, eracontador de Mercedes en Castilta.•Ocupó este empleopor espacio de quince años , al cabo de los cuales fueenviado al Perú para examinar el estado de la hacien-da colonial , desorganizada á consecuencia de los re-cientes disturbios , é introducir en ella el órden po-sible.

Zárate salió , pues , con el séquito del virey BlascoNuñez y por las pasiones imprudentes de este se en-contró muy lue go encerrado en el laberinto de lasdiscordias civiles. En la guerra que siguió á la llega-da del virey permaneció con la audiencia, y el acer-carse Gonzalo Pizarro á Lima , le encontramos enaquella capital de donde salió comisionad o por losjueces para intimar al gefe insurgente que disolviesesus tropas y volviese fi sus estados. El historiadorejecutó esta comision, que parece no le agradó mu•

ces raras veces hallarnos su nombre entre los actoresde las agitadas escenas que siguieron. Probablemen-te no tomó mas parte en los sucesos que la que in-dispensablemente exigian sus ci rcunstancias; perosus observaciones desfavorables á Gonzalo Pizarro,indican que aunque desaprobó la conducta del virey,estuvo muy lejos de aprobar la criminal ambicion desu rival. Los tiempos eran ciertamente poco propiciospara la ejecucion de las reformas que Zárate hablallevado encargo de plantearen el Perú. Pero mostrótanto celo por los intereses de la corona, que el em-perador á su vuelta le dió una prueba de su satisfac-cion nombrándole superintendente de la hacienda enFlandes.

Poco despues de su llegada al Perú parece que fuecuando concibió la idea de informará sus compatrio-tas de los estraordinarios sucesos que pasaban en lacolonia, sucesos que ademas presentaban notablespasajes al estudio del historiador. Aunque recogiónotas y diarios, segun nos dice, para este fin , no seatrevió fi aprovecharse de ellos hasta su vuelta á Cas-tilla; porque « haber empezado, dice, la historia enel Perú, habría sido lo bastante para poner mi vida enpeligro; porque cierto capitan llamado Francisco deCarbal al amenazaba que se vengaría tlelque fuesebastante temerario para intentar la relacion de sushazañas , las cuales mas que recordarse y escribirsemerecian condenarse ú eterno olvido.» En este ca-pitan el lector reconocerá fácilmente al veteranomaestre de campo do Gonzalo.

A su vuelta á España Zárate se ocupó en componersu obra. Primero pensó limitarse á referir los acon-tecimientos que siguieron á la llegada de Blasco Nu-ñez , pero pronto conoció que para que estos fueseninteligibles tenia que remontarse basta se origen. Es-tendió por tanto mas su plan y empezando por eldescubrimiento del Perú, presentó un cuadro com-pleto de la conquista y subsiguiente ocupacion delpais, y terminó su narracion con la rnision de Gasea.Para la primera parte de su historia se refirió á lasrelaciones de los que figuraron mas principalmenteen los sucesos, siendo mas breve al contar estos queal referir aquellos de que fue á un tiempo actor y es-pectador, y eu los cuales, consideradas las ventajasde su posicion para adquirir informes, su testimonioes del mayor valor.

Alcedo en su Biblioteca Americana dice que «laobra de Zárate contiene mucho bueno, pero que nomerece el dictado de esacta. a Escribió en efecto bajola influencia del espíritu de partido que necesariamen-te separa un tanto á los mejores ánimos de sus natu-rales inclinaciones ; y esto debemos tenerlo en cuentaal leer su narracion. Pero no aparece en ella intencionalguna de desfigurar la verdad por favorecer su cau-sa, y la proporcion que tenia para beber en las me-

jores fuentes hace que se encuentren en su obra por-menores que no pudieron adquirir otros cronistas.Hállase ademas su relacion sazonada con reflexionesy comentarios regulares que ilustran algunos pasa-jes oscuros de aquel período fecundo en aconteci-mientos. Sín embar go por su estilo no puede aspirardemasiado al lauroembargo la elegancia y de la correccion;al paso que sus sentencias llegan á tener á vecesaquella estension fastidiosa é interminable que dis-tingue las gárrulas composiciones de los cronistasmedianos de los siglos antiguos.

Las personalidades en que necesariamente habíade incurrir en semejante obra lucieron desistir al au-tor de su publicacion á lo menos durante su vida.«El celoso caballero castellano, dice, mira con in-dignado(' la censura por mas leve que sea y aun laalabanza raras veces le parece bastante para lo queél merece.» Así manifiesta estar convencido de queobran sabiamente aquellos que conservan en manus-

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critos las historias de su tiempo hasta que haya pasadola generacion cuya susceptibilidad puede afectarsecon ellas. Su manuscrito, sin embargo, fue presen-tado al emperador y fue tan recomendado por elsoberano , que Zárate , cobrando ánimo consintióen darlo á la prensa. Apareció , pues , en Amberesen 1555, en octava, y 1577 se hizo en Sevilla unasegunda edicion en folio. Despues ha sido incorpora-do en la preciosa coleccion de Barcia, y cualquieraque fuese la indignacion ó desagrado que escitase en-tre sus contemporáneos , ya porque se viesen censu-rados, ya porque no hallasen en sus páginas los elo-gios que creyeron merecer, es lo cierto que la obrade Zárate ocupa un lugar permanente entre las masrespetables autoridades para la historia de aqueltiempo.

El nombre de Zárate naturalmente recuerda el deFernandez, porque ambos trabajaron en el mismocampo histórico. Diego Fernandez de Palencia, ó elPalentino, segun comunmente se le llamaba, pasó alPerú y sirvió como particular en el ejército real le-vantado para reprimir la insurreccion que estallódespues de la vuelta de Gasca á Castilla. Entre susocupaciones militares halló tiempo para recoger ma-teriales para la historia de aquel período , para cuyacomposicion fue instado ademas por el virey Mendo-za, marques de Cañete, que segun el mismo autornos dice,' le nombró cronista del Perú. Esta muestrade confianza eii su capacidad literaria prueba mayo-res dotes en Fernandez de lasque se infieren de la hu-milde posicion tue ocupaba. Con el fruto de sus in-vestigaciones el soldado cronista volvió á España , yal cabo de cierto tiempo completó su historia de lainsurreccion €le Giron.

El presidente del consejo de Indias vió el manuscri-to y quedó tan complacido con su lectura que escitóal autor á que escribiese de la misma manera la his-toria de la rebelion de Gonzalo Pizarro y de la admi-nistracion de Gasca. El historiador fue ademas esti-mulado, segun dice en su dedicatoria á Felipe IJ,por la promesa de una recompensa de parte de estemonarca cuando. terminase sus trabajos; promesamuy conveniente y política, pero que inevitablemen-te sugiere la idea de una influencia no enteramentefavorable á la severa imparcialidad histórica. Estaidea no está en efecto en desacuerdo con la verdad;porque al paso que la narracion de Fernandez pre-senta con estudio la causa del rey bajo el aspecto

GASPAR Y amo.mas favorable, hace muy escasa justicia al opuestobando. No era posible ciertamente que un escritorpensionado por la corona disculpase la rebelion; perohay siempre circunstancias atenuantes que, aunquecondenemos el crimen , pueden servir para mitigarnuestra indignacion contra los criminales; y estascircunstancias no se encuentran en las páginas deFernandez. Es desgracia para el historiador de talessucesos que sea tan difícil encontrar un escritor dis-puesto á hacer justicia al rebelde vencido. El IncaGarcilasso, sin embargo, no se ha desdeñado de Ira-cerla en el caso de Gonzalo Pizarro; y aun Garuaraaunque vivia á la sombra, ó mas bien al sol de lacórte, ha aventurado algunas veces una protesta ge-nerosa en su favor:

La comision dada á Fernandez le puso ea disposi-clon de adquirir los mejores datos , á lo menos porla parte tocante al gobierno , pues ademas de la co-municacion personal que tuvo con los gefes realistas,pudo leer su correspondencia , diarios y comunica-ciones oficiales. Aproyeclióse bien de esta oportu-nidad , y su nai-racion , tomando la historia de larebelion desde su origen, continúa hasta su estincionfinal y hasta el término de la administracion de Gas-ca. Así la primera parte de su obra vino á terminaren el principio de la segunda, y el todo presentabaun cuadro completo de los disturbios del pais hastaque se introdujo un nuevo órden de cosas restable-ciéndose de un modo permanente la tranquilidad.

La diccion es bastante llana sin aspirar á bellezasretóricas fuera del alcance del autor, ni guardar elcarácter sencillo de crónica. Las sentencias están ar-regladas con mas arte que en la mayor parte de laspesadas composiciones de aquel tiempo ; y aunqueno se advierten pretensiones de erudicion ni de lilo-sofía, la corriente de los sucesos sigue su curso deuna manera ordenada, bastante prolija, es cierto,pero dejando una . impresion clara é inteligible en elánimo del lector. Ninguna historia de aquella épocapuede compararse con esta eu la abundancia de por-menores; y á ella han acudido historiadores mas mo-dernos como faca le inagotable para llenar sus páginas,circunstancia que es por sí sola bastante testimoniode la general 'fidelidad y de la copia de detalles de lanarracion. La crónica de Fernandez, así arregladaen dos partes bajo el título de Historia del Perú, fuedada á luz envicia del autor en Sevilla en 1571 , en untomo en folio que era el tamaño del manuscrito.

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LA CONQUISTA DEL PERÚ.

APÉNDICES.

23?

16'1YJ1iI. I. —Véate la pág. 12.

Descripclon de los viajes de los Incas : estractada de larelacion de Sarmiento, MS.

(El manuscrito que ha sido copiado de la coleccionde Lord Ifingsborough, se halla en la biblioteca delEscorial. )

QUANDO en tiempo de paz salían los Ingas ó visitarsu reyno, cuentan que iban por él con grand mages-tad, sentados en ricas andas armadas sobre unos pa-los lisos largos, de madera escelente, engastados enoro y . argenteria; y de las andas salían dos arcos al-tos hechos de oro, engastados en piedras preciosas.Caían unas mantas algo largas por todas las andas,de tal manera que las cubrían todas ; y si no era que-riendo el que iba dentro, no podia ser visto, ni alza-ban las mantas si no era cuando entraba y salia, tantaera su estimacion; y para quede entrase aire y él pu-diese ver el camino, havia en las mantas hechos al-gunos agujeros hechos por todas partes. En estasandas halda riqueza, y en algunas estaba esculpidoel sol y la luna, y en otras unas culebras grandes en-dadas y unos como bastones que las atravesaban.Esto trahian por encima por armas, y estas anclas lasllevaban en ombros de los señores, los mayores ymas principales del reyno, y aquel quemas con ellasandaba, aquel se tenia por mas onrado y por mas fa-borecido. En rededor de las andas, á la ila , iba laguardia del Rey con los arqueros y alabarderos , ydelante iban cinco mil honderos , y detras venianotros tantos lanceros con sits capitanes, y por los la-dos del camino y por el rnesmo camino iban corredo-res lides, descubriendo lo que había, y avisando laida del Señor, y acudía tanta gente por lo ver, queparecia que todos los cerros y laderas estaba lleno deella, y todos le davan las vendiciones, alzando alari-dos, y grita grande á su usanza, llamándole, Anchaatunapo indichiri campa capalla apatuco pacha cam-ba baila Yulley! que en nuestra lengua dirá, «¡Muygrande y poderoso Señor, hijo del Sol, tú solo eresSeñor! ¡todo el mundo te oya en verdad !» Y sin estole decian otras cosas mas altas, tanto que poco faltabapara le adorar por Dios. Todo el camino iban hidios]limpiándolo, de tal manera que ni yerba ni piedrano parecia, sino todo limpio y barrido. Andaba cadadia cuatro leguas, ó lo que él quería. Paraba lo que eraservido, para entender el estado de su reyno ; oiaalegremente á los que con-quejas le venian, reme-diando, y castigando á quien hacia injusticias. Losque con ellos iban no se desmandaban á nada ni p a-lian un paso del camino. Los naturales proveian á lonecesario, sin lo cual lo havia tan cumplido en losdepósitos que sobraba; y ninguna cosa faltaba. Pordonde iba salían muchos hombres y mujeres y mu-chachos á servir personalmente en lo que les eramandado, y para llebar las cargas : los de un pueblolas llebaban hasta otro, de donde los unos las toma-ban y los otros las dejaban; y como era un dia ycuando mucho dos, no lo sentian, ni de ello recivianagravio ninguno. Pues yendo el Señor de esta mane-ra, caminaba por su tierra el tiempo que le placía,viendo por sus ojos lo que pasaba , y proveyendo 10que e ntendia que convenía , que todo era cosas gran-des é importantes ; lo cual hecho, daba la huella alCuzco, principal ciudad de todo su imperio.

10411il. II.— Véasé la pág. 21.Noticia del gran camino construido por los Incas en lallanura de Quito al Cuzco : estractada de la relacionde Sarmiento, MS.

UNA de las cosas de que yo mas me admiré , con-templando y notando las cosas de estos reynos, fuépensar cómo y de qué manera se pudieron hacer ca-minos tan grandes y sovervios como por él vemos, rque fuerzas de hombres bastaran á lo hacer, y con.qué herramientas instrumentos pudieron allanar.los montes y quebrantar las peñas para hacerlos tananchos y buenos como están; porque me parece quesi el Emperador quisiese mandar hacer otro caminoreal como el que bá del Quito al Cuzco, ó sale delCuzco para ir á Chile, ciertamente creo, con todo supoder, para elfo no fuese poderoso ni fuerzas dehom-bres lo pudiesen hacer, sino fuese con la órden tangrande que para ello los in gas mandaron que hubiese:porque si fuera camino de cinquenta leguas, ó deciento ó de doscientas, es de creer que aunque la,tierra fuera mas áspera, no se tubiera en mucho conbuena diligencia hacerlo; mas estos eran tan largosque havia alguno que tenia mas de mil y cíen leguas,todo hecho por sierras tan grandes y espantosas quepor algunas partes mirando abajo se quitaba la vista,y algunas de estas sierras derechas y llenas de pie-dras , tanto que era menester cavar por las laderas enpiedra viva para hacer el camino ancho y llano, todolo cual hacían con fuego y con sus picos; por otraslugares havia subidas tau altas y ásperas, que ha-ciendo entre medio de ellos algunos descanses anchospara el reposo de la gente; en otros lugares hablamontones de nieve que eran mas de temer, y estosno en un lugar sino en muchas partes, y no así cornoquiera sino que no bá ponderado ni encarecido comoello es, ni como lo bemos, y por estas nieves, y pordonde 'labia montañas de árboles y céspedes lo ha-cian llano y empedrado si menester fuese. Los queleyeren este libro y hubieren estado en el Perú, mi-ren el camino que bá desde Lima á Xauxa por lassierras tan ásperas ele Guayacoire y por las montañasnevadas de Pavacaca, y entenderán los que á ellos loo yeren si es mas lo que ellos vieron que no lo que yoescribo.

:NÚM. III. — Véase la pág. 25.

Política que observaban los Incas en sus conquistas:noticia tomada de la relacion de Sarmiento, MS.

UNA de las cosas que mas se tiene embidi,a á estosSeñores, es entender quan bien supieron conquistartan grandes tierras y ponerlas con su prudencia entanta razon como los Españoles las hallaron guando

opor ellos fué descubierto este reyno, y quesea así muchas vezes me acuerdo yo estando en algu-na provincia indómita fuera de estosreynos oir luegoá los mesmos Españoles yo aseguro que si los Ingasanduvieran por aquí que otra cosa fuera esto, es decirno conquistara n los Ingas como lo otro que supieranservir y tributar, por manera que quanto á esto, co-nozida está la ventaja que nos hacen pues con su ór-clen, las gentes vivían con ella y creman en multipli-cacion y de las provincias estériles hacían fértiles yabundantes en tanta manera y por tan galana órden

t^34 BIBLIOTECA DE.como se dirá , siempre procuraron de hacer por bienlas cosas y no por mal en el comienzo de los negocios;despees algunos Ingas hicieron grandes castigos enmuchas partes, pero antes todos afirman que fuegrande con la benevolencia y arnicicia que procura-ban el atraer á su servicio estas gentes. Ellos saliandel Cuzco con su gente y aparato de guerra y cami-naban con grande concierto hasta cerca de donde ha-vian de ir y querian conquistar , donde muy bas-tantemente se informaban del poder que tenian losenemigos, y de las ayudas que podrian tener, y dequé parte les podrian venir favores y por qué cami-no; y esto entendido por ellos, procuraban por lasvias á ellos posibles estorvar que no fuesen socorri-dos ora con dones grandes que hacian, ora con resis-tencias que ponían, entendiendo, sin esto de mandarhacer sus fuertes, los cuales eran en cerro ó laderahechos en ellos ciertas cercas altas y largas, con supuerta cada una, porque perdida la una pudiesen pa-sarse á la otra, y ele la otra hasta lo. mas alto; y em-biaban esanchas de los confederados para marcar latierra y ver los caminos y conocer del arte que esta-ban aguardando y por donde bavia mas manteni-miento, sabiendo por el camino que havian de llevary la orden con que havian de ir, embiábales mensa-jeros propios con los quales les ernbiaba á decir , queél los quería tener por parientes v aliados, por tantoque con buen ánimo y corazon alegre se saliesen á lorecevir y recevirlo en su provincia , para que en ellale sea dada la obediencia como én las demas, y por-que lo hagan con voluntad, ernbiaba presentes á losSeñores naturales, y con esto y con otras buenasmaneras que tenia entraron en muchas tierras singuerra, en las quales mandaban á la gente de guerraque con él iba que no hiciesen daño ni injuria ningu-nani robo nifuerza. Y si en tal provincia no haviamantenimiento, mandaba que de otra parte se pro-veyese, porque á los nuebamente venidos á su servi-cio. río les pareciese desde luego p;;sado su piando yconocimiento, y el conocerle y aborrecerle fuese enun tiempo; y si en alguna de estas provincias no ha-via ganado, mandaba luego que les diese por cuentatantas Mil cabezas, lo cual mandaban gire mirasenmucho y con ello multiplicasen para proberse de lanapara sus ropas, y que no fuesen osados de comer nimatar ninguna cría por los años y tiempos que les se-ñalaba; y si baria ganado y tenían de otra cosa falta,era ]o mismo; y si estaban en collados y arenales,bien les hacia entender con buenas palabras que hi-ciesen pueblos y casas ea lo mas llano de las sierras yladeras ; y corno muchos no eran diestros en cultibarlas tierras, abecabanles como lo habían de hacer,imponiéndoles en que supiesen sacar acequias y re-gar con ellas los campos : en todo los havian de proveer tan concertadamente, que cuando entraba poramistad alguno de los Ingas en provincias de estas,en brebe tiempo quedaba tal que parecia otra, y losnaturales le daban la obediencia , consintiendo quesus delegados quedasen en ellos ,y ]o mismo los miti-maes; en otras muchas que entraron de guerra y porfuerza de armas, mandábase que en los manteñi-mientos y casas de los enemigos se hiciese poco daño,diciéndoles el Señor, « Presto seran estos nuestrosestos como los que ya lo son. » Como esto tenian co-nocido , procuraban que la guerra fuese la mas livia-na que ser pudiese , no embargante que en muchoslugares se dieron grandes batallas, porque todavía.los naturales de ellos querían consérvarse en la liver-tad antigua sin perder sus costumbres y religion portomar otras estranas; mas durando la guerra siem-pre havian los Ingas lo mejor, y vencidos no los des-trufan de nuebo, antes mandaban restituir los presossi algunos havia y el despojo y ponerlos en posesionde sus haciendas y señorío , amonestándoles que noquieran ser locos en tener contra su persona real

GASPAR Y ROIG.

competencias ni dejar su amistad, antes gtlerian sersus amigos como lo so-,i los comarcanos suyos ; y di-ciéndoles esto, dábanles algunas mujeres hermosasy presas ricas de lana ó de metal de oro. Con estasdádivas y buenas palabras havia las voluntades detodos , de tal manera que sin ningun temor los hui-dos á los montes se bol vian á sus casas , y , todos de-jaban las armas , y el que mas veces veiá al Inga setenia por mas bien aventurado y dichoso. Los Seño-ríos nunca los tiraban á los naturales, á todos man-daban unos y otros que por Dios adorasen el Sol; susdemas religiones y costumbres no se las prohivian,pero mandabanles que se gobernaran por las leyes ycostumbres que se gobernaban en el Cuzco, y quetodos hablasen en la lengua general, y puesto gover-nador por el Señor con guarniciones de gente deg uerra, parten para lo de adelante. Y si estas pro-vincias eran grandes luego se entendía en edificarun templo del Sol, y colocar las mugeres que poníanen los demas, y hacer palacios para los Señores, ycobraban por los tributos que havian de pagar sinllevarles nada demasiado ni agraviarles en cosa nin-guna , encaminándoles en su policio y en que supie-sen hacer edificios y traer ropas largas y vivir con-certadamente en sus pueblos ; á los quales si algo lesfaltaba de que tubiosen necesidad, eran provehidos yenseñados como lo havian de sembrar y beneficiar.De tal manera se hacia esto que sabemos en muchoslugares que no havia maíz , tenello despues sobrado,y en todo lo demas andaban como salvajes mal ves-tidos y descalzos, y desde que conocieron á estos Se-ñores usaron de camisetas lares y mantas y las HM -genes lo mismo y de otras buenas cosas, tanto quepara siempre hebra memoria de todo. Y en el collas yen otras partes mandó pasar mitimaes á la sierra delos Andes para que sembrasen maiz y coca y otrasfrutas y raizes de todos los pueblos la cantidad com-beniente, los cuales con sus mugeres vivian siempreen aquella parte , donde sembraban y cojian tanto delo que digo que se sentia poco la falta por traer mu-cho de estas partes y no haber pueblo ninguno porpequeño que fuese que no tubiese de estos mitimaes.Adelante trataremos girantas suertes havia de estosmitimaes, y hacían los unos y entendian los otros.

NÚM. Iār . — Véase la pág. 413.

Estracto del testamento y última voluntad de MancioSierra Lejesema, MS.

(El siguiente es el preámbulo del testamento de unsoldado de la conquista llamado Lejesema. Es una es..pecie de confesion para descargar la conciencia delescritor que pensaba espiar sus pecados con este since-ro aunque tardío tributo al mérito de los vencidos.Como la obra en que está es muy rara, he estractadotodo el preámbulo.)

Verdadera confesion y protestacion en artículo demuerte hecha por uno de los primeros españoles con-quistadores del Perú, nombrado Mando Sierra Lee-sema, con su testamento otorgado en la ciudad delCuzco, el din 15 de setiembre de 1589, ante Geróni-mo Sanchez de Quesada, escribano público : la cualla trae el P. Fr. Antonio Calaucha, del órden de er-mitaños de San Agustin, en la crónica de su religionen el libro I, capítulo XV, foto 98, y es del tenorsiguiente :---

«Primeramente antes de empezar dicho mi testa-mento, declaro que ha muchos que yo he deseadotener orden de advertir á la CatolicaMagestad del ReyDon Felipe, nuestro Señor, viendo cuan Catolico yCristian]simo es, y cuan zeloso del servicio de Diosnuestro Señor, por lo que toca al descargo de mi ani-ma, á causa de haber sido yo mucho parte en descu-brimiento, conquista y población de estos reynos,cuando los quitamos á los que eran Señores Ingas y

LA COCQti157.1 l tL PÉnt. X39los poseian, y regían como suyos propios, y los pu- buido vuestra señoría á la empresa, aunque nosotroslimos debajo de la corona real, corona, que en- hemos perdido en ella nuestra hacienda y crédito,tienda Su Magestad Catolica, que los dich

en ios Irgas los porque hemos astado ya cerca de quinc e mil mea

tenían gobernados de tal manera, quetodos ellos llanos de oro. Pizarro y los suyos se hallara ahora enno babia un ladron ni hombre vicioso, ni hombre bol- grande apuro y necesitan provisiones y un refuerzogazán, ni una muger adúltera ni mala; ni se permitia de gente esforzada. Si no se le envia pronto nos arrui-

entre ellos ni gente de mal vivir en lo moral ; que los naremos todos y no podrá llevarse á cabo nuestra glo-hombres tenias sus ocupaciones honestas y provecho- riosa empresa de que justamente se esperan tansas; y que los montes y minas, pastos, caza y madera, brillantes resultados. Se llevará cuenta exacta de losy todo genero de aprovechamientos, estaba goberna- gastos para que cada uno participe de los productosdo y repartido de suerte que cada uno conocía y tenia del descubrimiento en proporcion de lo que hubieresu hacienda sin que otro alguno se la ocupase u to- puesto para.él. 'Vuestra señoría está unido con noso-mase, ni sobre ello habian pieytos; y que las cosas de tros en la empresa y no tiene derecho á hacernos per-guerra, aunque eran muchas, no impedían á las del uer el tiempo y arruinarnos; pero si quiere separarsecomercio, ni estas á las cosas de la labranza ó culti- de la compañía y romper el contrato , pague la partevar de las tierras, ni otra cosa alguna; y que en todo, que le corresponde en lo gastado y deje el asunto pordesde lo mayor hasta lo mas menudo, tenia su órden nuestra cuenta.y concierto ron mucho acierto : y que los Irgas eran A esta propuesta Pedrarias contestó indignado:tenidos y obedecidos y respetados de sus subditos Segun el tono de altivez que tomais cualquiera creeríacomo gente muy capaz y de mucho gobierno, y que que mi poder ha concluido; pero ó yo he de perder ello mismo eran sus gobernadores y capitanes; y que co- empleo que tengo ó vuestra insolencia será castigada.mo en estos hallamos la fuerza y el mando y la resis- Me res.pondereis de las vidas de los cristianos que hantencia para poderlos sugetar é oprimir al servicio de pereci

mdo por vuestra obstinacion y la de Pizarro. Ya

Dios nuestro Señor, y quitarles su tierra y ponerla vereis corno se hace justicia para castigar todos estosdebajo de la real corona, fué necesario quitarles total- disturbios y muertes, y esto antes de que salgais demente y mando y los bienes como se los quitamos á Panamá.fuerza de armas : y que mediante haberlo permitido Concedo, dijo Alma. ro , que hay un juez omnipo-Dios nuestro Señor nos fué posible sugetar este reyno tente, ante cuyotribunal debemos presentarnos á darde tanta multitud de gente y riqueza y de Señores los cuenta de los vivos así como de los muertos ;y yo nohicimos siervos tan sujetos como se ve : y que entien- dejaré de hacerlo, pues he recibido de vuestra seño-da Su Magestad que el intento que me mueve á hacer ría una nota para enviarla inmediatamente á Pizarro,esta relacion es por descargo de mi conciencia, y por manifestando la gratitud con que S. M. el emperadorhallarme culpado en ello, pues babemos destruido mira nuestros servicios. Pague vuestra senoría sicon nuestro mal exemplo gente de tanto gobierno co- quiere gozar de los frutos de la empresa, ya que nimo eran estos naturales, y tan quitados de cometer suda ni trabaja para alcanzarlos, ni ha dado siquieradelitos ni escesos así hombres como mugeres, tanto la tercera parte de lo que prometió dar cuando se hl-por el Indio cien mil pesos de oro y plata en su casa, zo el contrato , pues todos vuestros gastos no pasany otros indios dejaban abierta y puesta una escoba ó de tres miserables pesos. Pero si pre eris dejar nues-un palo pequeño atravesado en la puerta para señal tra compañía os perdonaremos la mitad de lo que nosde que no estaba allí su dueño , y con esto segun su debeis«costumbre no podia entrar nadie adentro, ni tomar Pedrarias con amarga sonrisa contestó : No oscosa de las que allí habia; y cuando ellos vieron que arruinaría el darme cuatro mil pesos por renunciarnosotros poníamos puertas y llaves en nuestras casas, mi parte.entendieron que era de miedo de ellos, porque no nos Por adelantar tan feliz suceso, repuso Almagro, osmatasen , pero no porque creyesen que ninguno to- perdonaremos toda la deuda, aunque es arruinarnos;mase ni hurtase á otro su hacienda; y así cuando pero ponemos nuestra fortuna en manos de Dios.vieron que había entre nosotros ladrones y hombres Aunque Pedrarias se encontraba así libre de unaque incitaban á pecado á sus mugeres y lijas, nos deuda que no bajaba de cuatro á cinco mil pesos notubieron en poco ; y han venido á tal rotura en ofen- quedó satisfecho y preguntó : «¿Qué mas me dareis?osa de Dios estos naturales por el mal exemplo que les Almagro disgustado dijo : Daré trescientos pesos,hemos dado en todo , que aquel estremo de no hacer aunque juro á Dios que no tengo tal cantidad ; perolacosa mala se ha convertido en que hoy ninguna ó po- pediré prestada por librarme esta molestia.cas hacen buenas, y requieren remedio , y esto toca «Me dareis dos mil.»

á su Magestad, para que descargue su conciencia, y «Quinientos es lo mas que ofrezco.»

se lo advierte, pues no soy parte para mas. Y con es- «Me dareis mil y tantos.»to suplico á mi Dios me perdone; y mueveme á «Sean mil pesos, gritó el ca pitan con furia, aunquedecirlo porque soy el postrero que muere de todos los no los tengo; pero ya encontraré quien me fie para eldescubridores y conquistadores , que como es notorio pago.»ya no hay ninguno , sino yo solo en este reyno, ni

Pedrarias se dió por satisfecho con este arreglo; y

fuera de elcon esto ha ro lo que puedo para des- se firmó un contrato renunciando el gobernador sucargo de mi conciencia.»

g q p parte en los productos de la espedicion con la condi-cion de recibir mil pesos. Yo fuí uno de los testigos

NT tIttl. Y. — Véase la pág. 62.

que firmaron este documento, por el cual Pedrariasrenunció todos sus intereses en el Perú en Almag-o

Entrevista entre Almagro y Pedrarias en que este re- y sus compañer o s abandonando la empresa y perdien-

funda su parte de beneficios en el descubrimien to do por su pequeñez de alma los ricos tesoros que co-

dal Perú. Tornada de la Historia general de Oviedo, mo es bien sabido pudo adquirir en el imperio de los

parte 1I, cap. XXIII. Incas.

En febrero de 15`, 7 tuve algunas cuentas que ajus-tar con Pedrarias, y con este objeto fui muchas vecesá su casa. Estando en ella un día, entró Almagro ydijo : vuestra señoría sabe que La contratado conFrancisco Pizarro, con don Ferrando de Luque el

maestrescuela y conmigo el armar una espedicion pa-

ra el descubrimiento del Perú. Pero nada ha contrl-

NUM. i.—Véase la pág. 62.

Contrato entre Pizarro Anales 111S. año de 1516 etado de

(Este memorable documento entre tres aventureros

para ej. descubrim i e nto y particion de un im¡erio se

KIRi.1UTECA DE

11 EJLI. VII. — V éa.-e la pág. 56.

Capitulacion entre la reina y Francisco Pizarro, MS., fe-cha en Toledo julio 26 de 1529.

(La copia de este documento la debo á don Martini.Fernandez de Navarrete, 'último director de la Aca-demia de la Historia en Madrid. Aunque bastante lar-go es de no menor importancia que el anterior por sercorno él el fundamento de la empresa de Pizarra y de

sus colegas.)

LA REINA — Por cuanto vos el capitan FranciscoPizarro, vecino de tierra firme, llamada Castilla delOro , por vos y en nombre del venerable P. don Fer-nando de Luque, maestre escuela y provisor de laiglesia del Darien, sede vacanse, que es eu la dichaCastilla del Oro, y el capitan Diego de Almagro, ve-cino de la ciudad de Panamá , nos hicisteis relaciou,que vos é los dichos vuestros compañeros, con deseode nos servir é del bien é acrecentamiento de nuestracorona real, puede haber cinco años, poco mas ómenos, que con licencia é parecer de Pedrarias Dávilanuestro gobernador é capitan general que fue de ladicha tierra firme, tomastes cargo de ir á conquistardescubrir é pacificar, é poblar por la costa del mardel Sur de la dicha tierra á la parte de Levante, ávuestra costa é de los dichos vuestros compañeros,todo lo mas que por aquella parte pudieredes, é hi-cisteis para ello dos navíos é un bergantiii en la dichacosta, en que así esto por se haber de pasar la jarciaé aparejos necesarios al dicho viaje é armada desde'el Nombre de Dios que es la costa del Norte , á la otracosta del Sur, como con la gente é otras cosas nece-sarias al dicho viaje, é tornar á rehacer la dicha ar-mada, gastasteis mucha suma de pesos de oro, éfuisteis á hacer é hicisteis el dicho descubrimiento,donde pasastes muchos peligros e trabajo á causa delo cual os dejó toda la gente que con vos iba en unaisla despoblada con solos trece hombres que no vosquisieron dejar, y que con ellos y con el socorro quede navíos é gente vos hizo el dicho capitan Diego deAlmagro, pasastes de la dicha isla é descubristes lastierras é provincias del Perú ó ciudad de Tumbes enque habeis gastado vos é los dichos vuestros compa-neros mas de treinta mil pesos de oro , é que con eldeseo que teneis de nos servir queríades continuar ladicha conquista é poblaciou á vuestra costa é misiou,sin que en ningun tiempo seamos obligados á vos pagarni satisfacer los gastos que en ello hiciéredes mas delo que en esta capitulacion vos fuese otorgado, é mesuplicas teesé pedisteis por merced vos mandase enco-mendar la conquista de las dichas tierras, é vos con-cediese é otorgase las mercedes, é con las condicionesque de suso serán contenidas; sobre lo cual yo mandétomar con vos el asiento y capitulacion siguiente.

Primeramente doy licencia y facultad á vos el dichocapitan Francisco Pizarro, para que por nos y ennuestro nombre de la corona real de Castilla, podaiscontinuar el dicho descubrimiento, conquista, y po-blaciou de la dicha provincia del Perú, fasta ¿cien-tas leguas de tierra por la misma costa, las cualesdichas ducientas leguas comienzan desde el puebloque en lengua de Indios se dice Tenumpuela, é des-pues le llamasteis Santiago, hasta llegar al pueblo deChincha que puede haber las dichas ducientas leguasde costa, poco mas ó menos.

ITEM : Entendiendo ser cumplidero al servicio deDios nuestro Señor y nuestro, y por honrar vuestrapersona, é por vos Hacer merced, prometemos devos hacer nuestro gobernador é capitan general detoda la dicha provincia del Perú, é tierras y pueblosque al presente hay é adelante hubiere en todas lasdichas ducientas leguas , por todos los días de vuestravida, con salario de setecientos é veinte y cinco milmaravedis cada año Contados desde el día que vos

GASPAR Y RUIG.

hiciésedes á la vela destos nuestros reinos para con-tinuar la dicha poblaciou é conquista, los cuales voshan de ser pagados de las rentas y derechos á nospertenecientes en la dicha tierra que ansi habeis depoblar, del cual salario liabais de pagar en cada unaño un alcalde mayor, diez escuderos, é treinta peo-nes, é mi medico, é un boticario, el cual salario vosha de ser pagado por los nuestros oficiales de la di-cha tierra.

OTROS! : Vos hacemos merced de título de nuestroadelantado de la dicha provincia del Perú, é ansimismo del oficio de alguacil mayor della todo ellopor los días de vuestra vida.

OTROSI : Vos doy licencia para que con parecer yacuerdo de los dichos nuestros oficiales podais haceren las dichas tierras é provincias del Pera hasta cua-tro fortalezas en las partes y lugares que mas conven-gan, parescieudoá vos é á los dichos nuestros oficia-les ser necesarias para guarda é pacificacion de ladicha tierra , é vos haré merced de las tenencias de-llas, para vos, é para los herederos é subcesoresvuestros, uno en pos de otro, con salario de setentay cinco mil maravedis en cada un año por cada unade las dichas fortalezas, que ansi estuvieren hechas,las cuales habeis de hacer á vuestra costa, sin quenos, ni los reyes que despu es de nos vinieren seamosobligados á vos lo pagar al tiempo que asi gastaredes,salvo dende en cinco años despues de acabada la for-taleza, pagándoos en cada un año de los dichos cincoaños la quinta parte de lo que se montare el dicho losgastos, de los frutos de la dicha tierra.

OTaosr : Vos hacemos merced para ayuda á vuestracosta de mil ducados en cada un año por los dias devuestra vida de las rentas de las dichas tierras.

OTausi : Es nuestra merced, acatando la buena vi-da é doctrina de la persona de dicho don Fernandode Luque, de le presentar á nuestro muy Sancto Pa-dre por obispo de la ciudad de Tumbes , que es enla dicha provincia, y gobernacion del Perú, con li-mite é diciones que por nos con autoridad apostólicaserán señalados ; y entre tanto que vienen las bulasde dicho obispado , le hacemos protector universal detodos los Indios de dicha provincia, con salario demill ducados en cada uu año , pagado de nuestras ren-tas de la dicha tierra entre tanto que hay diezmoseclesiásticos de que se pueda pagar.

OTnosl : Por cuanto nos liabedes por vos en el di-cho-nombre vos hiciese merced de algunos vasallosen las dichas tierras, é al presente lo dejamos de ha-cer por no tener entera relacion de ellas, es nuestramerced que, entre tanto que informados proveamosen ello lo que á nuestro servicio é á la enmienda ésatisfaccion de vuestrostrahajos é servicios conviene,tengais la veintena parte de los pechos que nos tu-viéremos en cada un año en la dicha tierra, con talque no esceda de mil y quinientos ducados, los milpara el dicho capitan Pizarro, é los quinientos parael dicho Diego de Almagro.

OTnosi : Hacemos merced al dicho capitan Diegode Almagro de la tenencia de la fortaleza que hay úobiese en la dicha ciudad de Tumbes, que es en ladicha provincia del Perú, con salario de cien mill ma-ravedís cada un año con mas ducientos mill marave-dís cada un año de ayuda de costa, todo pagado delas rentas de la dicha tierra , de las cuales ha degozar, desde el dio que vos el dicho Francisco Pi-zarro Ilegaredes á la dicha tierra, aunque el dichocapitan Almagro se quede en Panamá ó en otra parteque le convenga ; é le haremos hoine hijodalgo paraque goce de las honras é preeminencias que los 'gi-mes hijodalgo pueden y deben gozar en todas las In-dias, islas é tierra firme del mar occeano.

OTRost : Mandamos que las dichas haciendas, étierras é solares que teneis en tierra firme, llamadaCastilla del Oro, é vos estan dadas como á vecino de

242

LA CÜ QL1STA DEL PERÚ. 243ella, las tengais é goceis, é hagáis de ello lo que Flores , que en tal caso no seais tenudo e obligado áquisiéredes e por bien tuviéredes, conforme á lo que nos pagar por razon de ello los dichos ducientos militenemos concedido á los vecinos de la dicha tierra maravedis, e que se quede para nos la dicha isla, co-firme; é en lo que toca á los Indios e naborias que te- roo agora la tenemos.neis e vos estan encomendados, es nuestra merced ITEM : Acatando lo mucho que han servido en el di-e voluntad e mandarnos que los tengais e goceis e cho viage e descubrimiento Bartolomé Ruiz, Cristo-sirvais de ellos, e que no vos serán quitados ni remo- bal de Peralta, e Pedro de Caudia, e Domingo de So-vidos por el tiempo que nuestra voluntad fuere. ria Luce, e Nicolás de Ribera, e Francisco de Cuellar;

OTRosi : Concedemos á. los que fueren á poblar e Alonso de Molina, e Pedro Alsun, e García de Jerez,dicha tierra que en los seis años primeros siguientes e Antuu de Carrion , e Alonso Briceño, e Martiu dedesde el día de la data de esta en adelante , que del Paz , e Joan de la 'Torre, e porque vos me lo suplicas-oro que se cogiere en las minas nos paguen el diezmo teis e pedistes por merced, es nuestra merced e vo-y cumplidos los dichos seis años paguen el noveno, e Imitad de les hacer merced, como por la , presente vosansi descendiendo en cada un año hasta llegar al la hacemos á los que de ellos no son idalgos, que seanquinto : pero del oro e otras cosas que se obiesen de idalgos notorios de solar conocido eu aquellas partes,rescatar, o cabalgadas, e en otra cualquier manera, e que en ellas e en todas las nuestras tedias , islas ydesde luego nos han de pagar el quinto de todo ello, tierra firme del ruar Océano, gocen de las preemi-

OTROS! : Franqueamos a los vecinos de la dicha nencias e libertades, e otras cosas de que gozan, ytierra, por los dichos seis años, y mas, y cuanto fue- deben ser guardados los hijosdatgo notorios ue solarre nuestra voluntad de almolarilargo de todo lo que conocido dentro nuestros reinos, e á los que de losllevaren para proveirniento é provision de sus casas, susodichos son idalgos, que sean caballeros de es-con tanto que no sea para lo vender, e de lo que ven- purlas doradas, dando primero la informaciou quedieren ellos e otras cualesquier personas, mercade- en tal caso se requiere.res é tratantes, ansi mesmo los franquearnos por dos trua : Vos hacemos merced de veinte y cinco ve-años tan-solamente. guas e otros tantos caballos de los que nos tenemos

luan, : Prometemos que por termino de diez años, eu la isla de Jamaica, e no las abiendo cuando las pi-e mas adelante hasta que otra cosa mandemos en con- diéredes, no seamos tenudos al precio de ellas, ni detrario , no impornemos á los vecinos de las dichas otra cosa por la razon de ellas.tierras alcabalas ni otro tributo alguno. OTRO.! : Os hacemos merced de trescientos mill

ITEM : Concedemos á los dichos vecinos e poblado maravedis pagados en Castilla del oro para el adine-res que les sean dadas por vos los solares y tierras ria é munieron que habeis ele llevar á la dicha provin-convenientes á sus personas conforme á lo que se ha cia del Perú, llevando fe de los nuestros oficiales dehecho e hace en la dicha isla Española; e ausimismo la casa de Sevilla de las cosas que ansi comprastes, eos daremos poder para que en nuestro nombre du- de lo que vos costó, contando el interese e cambiorante el tiempi de vuestra gobernacion, hagáis la en- de ello, e mas os liaré merced de otros ducientos du-comieuda de los Indios de la dicha tierra, guardando cados pagados en Castilla del oro para ayuda al acar-en ella las instrucciones e ordenanzas que vos serán reto de la dicha artillería e municiones e otras cosasdada.vuestras desde el Nombre de Dios á la dicha mar del

ITEM : A suplicacion vuestra hacernos nuestro pilo- Sur.to mayor de la mar del Sur á Bartolomé Ruiz, con OTROS! : Vos daremos licencia, como por la pre•setenta y cinco mill maravedís de salario en cada un sente vos la damos, para que destos nuestros reynos,año , pagados de la renta de la dicha tierra, de los é del reino de Portugal e islas de Cabo Verde , e den-cuales ha de gozar desde el dia que le fuere entregado de, vos, e quien vuestro poder hubiere , quisiéredesel título que de ello le mandaremos dar, e en las es- e por bien tuviéredes, podais pasare paseis á la dichapallas se asentará el juramento e solemnidad que ha tierra de vuestra goberuacion cincuenta esclavos ve-de hacer ante vos e otorgado ante escribano. Asimis- gros en que haya al menos el tercio de hembras, li-mo daremos titulo de escribano de número e del con- bres de todos derechos á nos pertenecientes, con tan-sedo de dicha ciudad de Tumbes, á un hijo de dielro to que si los dejáredes e parte de ellos eu la islaBartolomé Ruiz, siendo hábil e suficiente para ello. Española, San Joan , Cuba, Santiago, e en Castilla

OTaosi : Somos contentos e nos place que vos el del Oro, e en otra parte alguna los que de ellos ansidicho capitan Pizarra, cuanto nuestra merced é yo- dejáredes, sean perdidos e aplicados, e por la pre-luntad fuere, tengais la gobernacion e administracion sente los aplicamos á nuestra cámara e fisco.de los Indios de la nuestra isla de Flores, que es cerca OTROS! : Que haremos merced y limosna al hospi-de Panamá é goceis para vos e para quien vos quisié- tal que se hiciese en la dicha tierra , para ayuda alredes de todos los aprovechamientos que hobiere en remedio de los pobres que allá fueren, de cien millla dicha isla, asi de tierras como de solares, e mon- maravedís librados en las penas aplicadas de la cá ma-

tes , e arboles, e mineros, e"pesqueria de perlas, con ra de dicha tierra. Ansimismo a vuestro pedimentotanto que seais obligado por razon de ello a dar a nos e consentimiento de los primeros pobladores de lae a nuestros oficiales de Castilla del oro en cada un dicha tierra, decimos que haremos merced, comoaño de los que ansi fuere nuestra voluntad que vos la por la presente la hacemos, á los hospitales de la di-tengais, ducientos mill maravedis, é mas el quinto cha tierra de los derechos de la escubilla e relavesde todo el oro e perlas que en cualquier manera e por que hubiere en las fundiciones que en ella se hiele-cualesquier personas se sacare en la dicha isla de Flo- ren , e de ello mandaremos dar nuestra provision enres sin descuento alguno , con tanto que los dichos forma.Indios de la dicha isla de Flores no los podais ocupar OTROS] : Decimos que mandaremos, e por la pre-en la pesquería de las perlas, ni en las minas del oro, sente mandamos , que hayan y residan en la ciudadni en otros metales, sino en las otras grangerias e de Panamá, e donde vos fuere mandado , un carpiu-aprovechamientos de la dicha tierra , para provision tero e un calafate, e cada uno de ellos tenga de sa-y mantenimiento de la dicha vuestra armada , e de lario treinta mili maravedís en cada un año dende queras que adelante obiéredes de hacer para la dicha comenzaren a residir en la dicha ciudad, o donde,tierra; e permitimos que si vos el dicho Francisco como dicho es, vos les manda redes ; a los cuales lesPizarro llegado á Castilla del Oro, dentro de dos roe- manearemos pagar por los nuestros oficiales de lases luego siguientes , declarades ante el dicho nues- dicha tierra de vuestra gobernacion cuando nuestratro gobernador é juez de residencia que alli estovie-merced y voluntad fuere.re, que no os querais encurg,+r de ta dicha isla de ITEM : Que VOS mandaremos d ii# ',CStra rirol'is:Qn

TOMA r,

LA c(NQL'rsTA DEL PERÚ.

ced, a vos e a lospohladores e tratantes en la dicha tornándole á decir que mirase lo que Dios mandaba,tierra; e para e,jecucion e c umplimiento de ello , vos lo cual estaba en aquel libro que llevaba en la ; h a ll „mandaremos dar nuestras cartas e p rovisiones parti- escripto, admirainlose á mi parecer mas ele la es-cudares que convengan e menester sea ,+, obligludoos cri t rtura , que de lo escripto en ella : le pidió el libro,

vos el dicho cbpitan Pizarro primeramente ante es- y le ahrió y ojeó , mira ndole el molde y la órden dél;criban!) público de guardar é cumplir lo con tiini lo en y despues de visto , le arrojó por entre la gente coneste asiento que ti vostoca como dicho es. Fecha en mucha ira, el rostro muy encarnizado , diciendo,Toledo á 26 de julio de 1520 anos. Yo

LA REINA.— « Decidles á esos que vengan acá , que no pasaré elePor mandado de S. M.—Juan Vazquez. » aqui hasta que me den cuenta ysatisfagan y paguen» lo que han hecho en la tierra.» Visto esto por el

10TU1VI. VIII. -- Véase la pág. 103.Frayle y lo poco que aprovechaban sus palabras, to-mó su libro, y ahajó su cabeza, y fuese para donde

. Noticias contemporáneas de la captura de Atahuallpa. esta ha el dilo Pizarro, casi corriendo y dijole «¿Nop p» veis lo que nasa? ¿nara que estais en comedimientos

(Como la captura del Inca fue uno de las mas me- » v'reg r rerirnientos con este perro lleno de soberbia,

moro •s , así como de los ara, inicuos noactos de la a que vi.'nen los campos llenos de indios? ¡Salid á el!

conquista, he creido del ca.o citar las t^ •sti+nios, ue a tue yo os absuelvo.» Y ansi acabadas de la s testas

q palabrasque fue todo en un instante, tocan las leónafortunadamente poseo, de varios de los que se llalla- petas, y'parte de su posada con toda la gente de aeón presentes.)pie que ue con él estaba diciendo « ¡Santiago á ellos!»

RELACION DEL PRIMER DESCUBRIMIENTO DE LA COSTA Y y asi salimos todos á aquella vaz á una, porque todasaque l las casas que salino á la plaza teman muchas

MAR DEL SUR, MS.puertas, y parece que se hahian fecho a aquel propo-ito. En arremetiendo los de á caballoyrompiendo

A la hora ríe las cuatro comienzan á carpinarpor su por el'os todo fné uno , que sin matar sino solo uncalzada adelante derecho adonde noso tras estab,unos, negro de nuestra parte, fueron todos desbaratados yy á las cinco ó poco mas llegó á la puerta de la ciu Arabalip•t preso , y la gente puesta en buida , aunquedad , quedando todos los campos cubiertos de gente, no pudieron huir del tropel, porque la puerta por do

my así coenzaroa . á entrar por la plaza hasta trescien- hahian entrado era pequeña y con la turbacion notos hombres como mozos despuelas con .sus arcos y p rilian salir; y visto los traseros cuan lejos tenian laflechas en las manos cantando un cantar no dada gra- aroxnla y remedio de huir, arrimaronse dos ó trescioso para los quedooyarnos, antes espantoso p rrilue mil•dellos á un lienso de pared, y dieron con él áparecía cosa infernal ,y dieron una vuelta á aquella tierra , el cual salió al campo, porque por aquella par-mezquita amagando al suelo con las manos á limpiar te no habla casas, y ansi tubierou camino ,.ne g ó pa-lo que por el estaba, de lo cual h rbia poca necesid id ra huir; y los escuadrones de gente que baldan que-porque los del pueb'o le tenias bien barrido para dado en el campo sin entrar en el pueblo, como vieroncuando entrase. Acabada de dar su vuelta pasaron huir y dar alaridos, los mas dellos fueron desbarata-todo; juntos , y entró otro escuadron de hasta mil das y se pusieron en huida, que era cosa harto dehombres con picas s i n yerros , tostadas las puntas, ver qua ua valle de cuatro ó cinco leguas todo ibatodos de una librea de coloras, digo que la.de los pri- cuajado ríe gente. En esto vino la noche muy presto,meros era blan •a y colorada, corno las casas de un v la gente se recogió y Atabalipa se puso ea una casaax edrez. Entrado eÍ segundo escuadron entró el ter- de piedra que era el templo del Sol , y asi se pasócero de otra librea , todo; con martillos en las enanos aquella noche con gran regocijo y placer de la vi-de cobre y plata, que es una arma que ellos t.iene:,: toria que nuestro Señor nos habla dado, poniendoy ansi de esta manera entraron ea la dicha plaza In u- mu -ho recala) en hacer guardia á la persona de Ata-chos señores principales, que venian en medio de los Indina, para que no volviesen á tomarnosle. Ciertodelanteros y de la persona de Atibalipa. Detras des- fué permision de Dios y gradd acertamiento guiadotos, ea una litera muy rica, los cabos de los m ideribs por su mano, porque si este din no se prendiera, concubiertos de plata, venia la persona de Atabal ipa, la la soberbia que trabia, aquella noche fueramos todoscual traían o tienta señores en hombros, todos ves- asolarlos por ser tan pocos, como tengo dicho, ytilos de una librea azul muy rica, y él vestido su ellos tantos.

persona muy ricamente con su corona en la cabeza, y •al cuello un collar de esmeraldas grandes, y sentarlo PEDRO PIZARRO, DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA DE LOS

en la litera en una silla muy pequeña con un cr.xiu REYNOS DEL PERÚ, MS.

muy rico. En llegando al medio, le la plaza paró, lle-vando descubierto el medio cuerpo de fuera; y toda - Pues de spues de haber comido, que acavaría á ho-

la guerra que estaba en la plaza le tenian en medio, re de missa ma y or , einpeeó á levantar su gente y á

estando dentro hasta seis o siete mil h rinbres. Como venirse hazla Caxam 11sa. Hechos sus esquadronesel vio que ninguna persona s tia á el ni parecia, tubo que cubrían los campos, y el metido en veas andas

creido, y así lo confesó despues de preso, que nos empego á caminar, viniendo de l ante del dos mil In-

habiarnos escondido de miedo de ver su poder; y dió dios que le barrían el camino por donde venia cami-

una voz y dijo, «¿Don te estan esto.?» A la cua l salió nardo , y la gente de guerra la mitad de un lado y ladel aposento del dicho gobernador Pizarro el Padre mirad de otro por los campos sin entrar en camino.Fray Vicente de Valverde, de la orden de los Predi- Traia ausí mestno al señor de Chincha consigo en unas

cado res, que despues fue obispo de aquel l a tierra andas, que parescia á los su y os cossa de admiracion,

con la bribia en la mano y 'coa él una lengua y asi porque ningun Indio , por señor principal que fuese,

juntos llegaron por entre la gente á poder hablar con avia ele parescer delante del sino fuese con una carga

Atahalipa , al cual le comenzó á decir cosas de la sa- á cuestas y descalzo : pues era tanta la pateneria que

grada escriptura, y que nuestro Señor Je;u-Christo traian d'oro y plata, que era cossa estraiia, lo que re-

mandaba que entre los suyos no hubiese guerra ni lucia coro el sol. Venian ansi mesmo delante de Ata-discordia, sino torio paz, y que el en su nombre ansi balipa muchos Indios cantando y danzando. Tardo-se lo pedía y requería; pues habia quedado de tratar se este señor en andar esta media legua que ay dendedella el dia antes, y de venir solo sin gente de guer- los baños á donde el estaba basta Caxamalca , dendera. A las cuales palabras y otras muchas que el Fray- ora de missa mayor, como diga, hasta tres oras an-te le dijo , el estuvo callando sin 'volver respuesta; y tes que anochesciese. Pues llegada la gente á la puer_

v Rnl(S.BIBLIOTECA DE GASPARnln

ta de la plaza, empacaron ti entrar los esquadronesron grandes cantares, y ansi entrando ocuparon to-da la plaza por todas partes. Visto el Alarguez DonFrancisco Picarro que. Atahalipa venia ya junto á laplaza, envió al Padre Fr. Vicente de Valverde, pri-mero obispo del Cuzco, v ; Remando de Aldana, unbuen soldado , y í Don Martinillo Lengua , que fue-sen á hab l ar á Atahalipa, y á requerille de parte deDios v del Rey se suhjetase á la ley de nuestro SeñorJesu:Cristo, y el servicio de S. Mag. , y que el Mar-quez le tendría en lugar de hermano, y nn con s enti-ria le hiziesen enojo ni daño en su tierra. Pues llega-do que fue el padre á las andas donde Atahalipa venia,le habloy le dixo á lo que iva , y le predicó cosas denuestra sancta ffee, declarandoselas la lengua. Lleva-va el padre un breviario en las manos donde leya loque le predicaba : el Atabalipa se lo pidió y el cerradose lo dio , v como le tuvo en las manos y no supo abri-lle, arrojole al suelo. Llamó el Aldana que se llegaseá el v le diese la espada , y el Allana la sacó y se lamostró, pero no se la quiso dar. Pues pasado lo di-ebn, el Atahalipa les dixo que se fuesen para vellacosladrones, y que los habia de matar á todos. Puesoydo esto, el padre se bnlvio y tonto al Marquez loque le avía pasado; y el Atabalipa entro en la plazacon todo su trono que traya, y el señor de Chinchatras del. Desque ovieron entrado y vieron que no pa-rescia Español ninguno, preguntó á sus capitanes,«;, Donde estan estos cristianos que no parescen?»Ellas le dixeron , o Señor estan escondidos Ele miedo.»Pues visto el Marquez Don Francisco Picarro las dosandas no conosciendo grial Mera la de Atabalipa,mando á Joan Picarro su hermano fuese con los peo-nes que tenia á la una y el yria á la otra. Pues man-dado esto, hizieron la señal al Candia, el cual soltóel tiro, y en soltandolo tocaron las trompetas ,y sa-lieron los de acavallo de tropel, el Alarguez con losde á pie, como está dicho, tras dellos, de maneraque , con el estruendo del tiro y las trompetas y eltropel de los cavallos con los cascaveles , los Indios seembararon y se cortaron. Los Españoles dieron enellos v empe garon á matar, y fue tanto el miedo quelos Indios ovieron, que por huir, no pudiendo salirpor la puerta , derribaron vn lienzo de vna pared dela cerca de la plaza de largo de mas de dos mil passosy de mas de un estado. Los de acavallo fueron en suseguimiento hasta los baños, donde hizieron grandeestrago, y hizieran mas sino les anoscheciera. Puesholviendo á Don Franci=co.Pigarro y á su hermanosalieron corno eslava dicho con la gente de á pie : elMarquez fué á llar con las andas de Atabalipa, y elhermano con el señor de Chincha, al cual mataronalli en las andas; y lo mismo fuera de Atabalipa , sinose hallara el Marquez allí, porque no podían deriva-Ile de las andas , que aunque mata v an los Indios quelas tenían, se metian luego otros de reffresco á sus-tentallas, y de esta manera estuvieron un gran rato(forcejeando y matando Indios y de cansados un Es-pañol tiró una cuchillada para matalle y el MarquezDon Francisco Picarro se la rreparó y del rreparo lebirio en la mano al Alarguez el Español queriendo daral Atahalipa, á cuya causa dio botes, diciendo, «¡Na-» die hiera al Indio, so pena de la vida!» Entendidoesto, aguijaron siete ó ocho Españoles y asieron deun borde de las andas, y haciendo fuerca las trastor-naron á un lado y ansi fué preso el Atabalipa ,y elAlarguez le llevó á un aposento y alai le puso guardasque le guardavan de dia y de noche. Pues venida lanoche los Españoles se r6oxieron todos y dieron mu-chas gracias á nuestro Señor por las mercedes queles habia hecho y muy contentos en tener presso alSeñor, porque á no prendelle no se ganara la tierracorno se ganó.

CARTA DE HERNANDO PIZARRO, AP, OVIEDO, HISTORIA

GENERAL DE LAS INDIAS, MS., LID. XL\I, CAP. XV.

Venia en unas andas, é delante de él hasta tres-cientos 6 cuatrocientos indios, con camisetas de li-brea, limpiando las pajas del camino, é cantando, éel en medio de la otra gente, que eran caciques éprincipales , é los mas principales caciques le traianen los hombros; é entrando en la plaza subieron doceó quince Indios en una fortaleza que alli estaba, é to-marnnla á manera de posesion con bandera puesta enuna lanza. Entrando hasta la mitad de la plaza reparóallí, é salió un fraile dominico, que estaba con elGobernador, á hablarle de su parte; que el Goberna-dor le esperaba en su aposento, que le fuese á hablar;é dijole como era sacerdote, é que era embiado por

el Emperador para que le enseñase las cosas de la fesi quisiesen ser Cristianos; é mostroles un libro quellevaba en las manos, é dijole que aquel libro era delas cosas de. Dios : é el Atahaliva pidió el libro, é erro-jole en el suelo é dijo. « Yo no pasare de aquí hasta.que .me deis todo lo que ha beis tomado en mi tierra.que yo bien se quien sois vosotros y en lo que andais.»E levan tose en las andas, é habló á su gente, é obomurmullo entre ellos llamando á la gente que teníanlas armas : é el fraile fué al Gobernador é díjole queque hacia, que va no estaba la cosa en tiempo de es-perar mas : el Gobernador me lo embió á decir : yotenia concertado con el capítan de la artillería, quehaciéndole una seña dis parasen los tiros, é con lagente que oyendolos saliesen todos á un tiempo; écómo así se hizo, é como los Indios estaban sin armas,fueron desbaratados sin peligro de ningun cristiano.los que traian las andas, é los caciques que venían alrededor del , nunca lo desampararon hasta que todosmurieron alrededor del. El Gobernador salió é tomó áAtahaliva, é por defenderle le dió un Cristiano uuacuchillada en una mano. La gente siguió el alcancehasta donde estaban los Indios con armas; no se ha-lló en ellos resistencia alguna, porque ya era noche.I3ecogiéronse todos al pueblo, donde el Gobernadorquedaba.

INTUYE. IX. —Véase la pág. 412.

Noticia de las costumbres personales de Atahuallpa es-tractada del MS. de Pedro Pizarro.

(Esta minuciosa relacion de la persona y costum-bres del cautivo Inca es de las mas auténticas quepueden darse, pues procede de la pluma de quien tuvola mejor oportunidad de hacer observaciones persona-les durante.la prision del monarca. El manuscrito dePizarro es uno de los que últimamente han dado á luzlos ilustrado., académicos Salvá y Baranda.)

Este Atabalipa ya dicho hera Indio bien dispuesto,de buena persona, de medianas carnes, no gruesodemasiado, hermosso de rostro ,y grave en el , losojos encarnizados, muy temido de los suyos. (Acuér-dome que el señor de Guardas le pidió licencia para yrá ver su tierra, y se la dió, dándole tiempo en quefuese y viniese limitado. Tardose algo mas, y cuandobolvió, estando yo presente, llegó con un presentede fruta de la tierra, y llegado que fue á su presen-cia empegó á temblar en tanta manera que no se po-dia tener en los pies. El Atabalipa aleó la cabeza unpoquito y sonrriéndose le hizo seña que se ffuese).Quando le sacaron á matar, toda la gente que hablaen la plaza de los naturales, que avía harto, se pos-traron por tierra , dexandose caer en el suelo comoBorrachos. Este Indio se servia de sus mujeres porla borden que tengo ya dicha, sirviéndole una her-mana diez dias ó ocho con mucha cantidad de hijas

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LA CUNQGISTA DEL PERÚ.

de señores que á estas hermanas servian, mudándose de allí avia tomado vn vestido delseñor; é yo orede ocho á ocho días. Estas estavan siempre con el para guntandole que que tenian aquellas petacas, me n,

os-serville, que Indio no entrava donde el eslava. Tenia tro algunas en que tenían todo aquello que Atabalipamuchos caciques consigo : estos estavan afuera en vn avia tocado con las manos, y avia estado de pies ypatio, yen llamando alguno entrava descalzo y donde vestidos que el avia desechado ; eu vnas los junclui-el estava : y si venia y

fuera parte, avía de entrar líos que le hechavan delante á los pies guando comía;descalzo y cargado con una carga; y quando su capi en otras los guessos de las carnes ó aves que comia,

tan Challicuchima vino con Hernando Picarro y le que el avia tocado con las manos; en otras los rnaslosentro á ver, entro así como digo con una carga y des- de las mazorcas de matriz que avia toma

d

o en sus rncalzo y se hecho á sus pies y llorando se los beso. Ell nos; en otras las rropas que liavia despechado; linal-a-Atabalipa con rostro senero le dixo, «Seas bien venido mente todo aquello que el avia tocado. l'reguntelee,

alli, Challicuchima;» queriendo dezir, « Seas bien que para que tenian aquello allí? Respondieronme,venido Challicuchima.» Este Indio se ponla en laca- que para quernallo, porque cada año quemavau todoveza unos llantos, que son vnas trencas hechas de la- esto, porque lo que tocavan los señores que herannas de colores, de grosor de medio dedo y de anchor hijos del sol, se havia de quemar y hazer seuiza y he-de vno; hecho desto vna manera de corona y no con cha p o por el ayre, que nadie avía de tocar á. ello. Ypuntas sirio redonda , de anchor de vna mano, que en guarda desto estava vn principal con Indios, queencaxaha en la caveza, y en la frente vna borla cos lo ,uardava y rrecoxia de las mujeres que les servían.sida en este llanto, de anchor de vna mano, poco m as, Estos señores dormían en el suelo en unos colchonesde lana muy ffina de grana, cortada muy ygual, me- grandes de algodou: tenian viras ffrecaclas grandes detida por unos cañutitos de oro muy sotilmente hasta lana con que se cubijabau : y no e visto en lodo estela mitad : esta lana hera hilada, y de los cañutos Piru Indio semejante á este Atabalipa , ni de su foro-abajo destorcida, que era lo que caga en la frente; cidad ni autoridad.que los cañutitos de oro hera quanto tomavan todoel llanto ya dicho. Cayale esta borla hasta encima delas cejas, de vn dedo de grosor que le t.omava toda la IQ'>Z'lY• X.— i'éaselapág. 1 i 9.frente y todos estos Señores andaban tresquilados ylos orejones como á sobre peine. Vestian ropa muy Relaciones contemporáneas de la ejecucion de Atadelgada y muy blanda ellos y sus hermanas que te- huallpa.

nian por mujeres, y sus deudos orejones principales,que se la davan los señores y todos los demas vestían (Las siguientes relaciones son de testigos presencia-ropa basta. Poniase este señor la manta por encima les; porque Oviedo, aunque no estuvo presente, reco-de la caveca y atabasela debajo de la barba, tapan- gió los pormmores de los que presenciaron el hecho.)doce las orejas : esto traía el por tapar una oreja quetenia rompida, que cuando le prendieron los de Giras- PEDRO PIZARRO , DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA DEL

car se la quebraron. Bestiase este señor ropas muy PERÚ, MS.delicadas. Estando un día comiendo, questas señorasya dichas le Ilevavan la comida y se la ponian delante Acordaron pues los oficiales y Almagro que Ata-de vnos juncos verdes muy delgados y pequeños. Es- balipa muriese, tr,taudo entre si que muerto Ataba-taba sentado este Señor en vn duo de madera, de lipa se acababa el auto hecho acerca del tesoro. Puesaltor de poco mas de un palmo : este duo era de iría- dixeron al Marquez Don Francisco Picarro que no

dera colorada muy liuda y tenianle siempre tapado convenia que Atabalipa biviese; porque si se soltava,con vna manta muy delgada , aunque st.uviese el sen- S. Mag. perdería la tierra y todos los españoles serian

tado en el. Estos juncos ya dichos le tendían siempre muertos;y á la verdad si esto no fuera tratado condelante quando quería comer, y allí le ponían todos malicia, como esta dicho, tenian razon , porque heralos manjares en oro, plata, y barro, y el que á el imposible soltándose poder ganar la tierra. Pues elapetescia seña lava se lo truxesen y t.omandolo vna Marquez no quiso venir en ello. Visto esto los oficiales

señora destas dichas se lo tenia en la mano mientras hiziéronle muchos requerimientos poniéndole el ser-comia. Pues estando un día fiesta manera comiendo vicio de S. Mag. por delante. Pues estando así atra-y yo presente, llevando una tajada del manjar á la vesose un demonio de vna lengua, que se dezia Ffeli-

boca, le cayo vna gota en el vestido que tenia puesto, pillo , uno de los muchachos que el Marquez haviay dando de mano á la India se levanto y entro á su llevado á España, que al presente era lengua, y an-aposento a vestir otro vestido, y buelto sacó vestida dava enamorado de una mujer de Atabalipa, porvna camiseta y vna manta (pardo oscuro). Llegando- avella hizo entender al Marquen que Atabalipa hazlame yo pues á el le tente la manta que hera mas blanda gran junta de gente para matar los españoles en Caxas.

que seda y dixele, «Ynga, de que es este vestido tan Pues sabido el Marquen prendió á Challicuchirna queblando?» El me dijo , es de unos pajaros que andan estaba suelto y preguntandole por esta gente que de-de noche en Puerto Viejo y en Tumbez, que muerden zia la lengua se juntavan, aunque negaba y de-á los Indios.» Venido á aclararse, dixo que era de pe- zia que no, el Ffelipillo dezia á la contra trastornandolo de murcielagos. Diciendole, que de donde se podría las palabras dezian á quien se preguntaba este casco.

juntar tanto murcielag_ o? dixo,«Aquellos perros de Pues el Marquen Don Francisco Picarro acordó em-

Tumbez y de Puerto Viejo qu avían de hazer sino biar á Soto á Caxas á saver si se havia alli alguna jun-

tomar de estos para hazer ropa á mi padre?» y es an_ ta de gente porque cierto el Marquez no quisiera

si questos murcielagos de aquellas partes muerden de matalle. Pues visto Almagro y los oficiales la yda de

noche á los Indios, y á Espano tes y á cavallos y sacan Soto apretaron al Marquez con muchos rrequerilnien-

tanta sangre gres cossa de misterio, y ansi se averi- tos, y la lengua vinieron á co parte que

al al udava que sus

guo ser ve

s

tido de lana de murciélago, y ansi hera la rretrucos,co eI marquen a rí1 muy zelusocolor como delios del vestido que en Puerto Viejo y riese Atabalipa, porque

g' uera

en Tumbez y sus comarcas ay gran cantidad delios. del servicio de S. Ma

y ansi le hicieron temer, y

Pues acontescio un dia que viniendose á quemar un contra su voluntad sentencio á muerte á Atabalipa,

Indio que un Español totnava unos vestidos de Ata- m ndando le i esentga r las s, y despu

s de muertomujeres.

herahalipa, l M

a

rquez me mandó fuesse yo á sabe r quien quemasenenten

hera y llamar al Español para castigallo. El Indio me Cierto pocsasll - del sin n le ros estos

s se ores i dava.-

llevo á vn buido , donde havia gran cantidad de peca- elido, pue diciendorne que esta sentencia. Pues el Atabalipa lloraba y dezia quecas, porque) Español va hera ydo ,

2t8 BI 13L107LCA IlE

no le matasen que no abria indio en la tierra que semenease sin su mandato, y que presso le tenían quede que temían? y que lo hablan por oro y plata, queel daría dos tanto de lo que avia mandado. Yo videllorar al Marquez de pesar por no podeile dar la vida;porque cierto temio los requerimientos y el rriesgoque avia en la tierra si se soltava. Este Atabalipa Ba-bia hecho entender á sus mugeres é Indios que si nole quemaban el cuerpo, aunque le matasen avia debolver á ellos; que el sol su padre le rresucit.aria. Puessacandole á dar garrote á la plaza, el Padre Fray Vi-cente de Balverde ya dicho le predicó diziendole setornase Cristiano : y el dixo que si el se tornava Cris-tiano ; si le quemarían ; y dixeronle que no : y dixo

que pues no le avian de quemar que quería ser bap-tizado, y ansi Fray Vicente le haptizo y le dieron gar-rote, y otro dia le enterraron en la yglesia que enCaxamalca teniamos los españoles. Esto se hizo antesque Soto bolviese á dar aviso de lo que le pera man-dado; y cuando vino trazo por nueva no a yer visto

nada ni a yer nada, de que al Marquez le pesó muchode avene muerto, y al Soto mucho mas, porque deziael , y tenia rrazon , que mejor ffuera embialle á Es-paña y que el se obligara á ponello en la mar : y cier-to esto fuera lo mejor que con este Indio se pudierahacer, porque quedar en la tierra no convenia. Tam-bien se entendió que no biviera muchos días, aunquele embiara, porque el hera muy regalado y muySeñor.

RELACION DEL PRIMER DESCUBRIMIENTO DE LA COSTA Y

MAR DEL SUR, MS.

Dando forma como se llevaria Atabalipa de cami-no, y que guardia se le pondria, y consultando y tra-tando si seriamos parte para defender en aquellospasos malos y ríos si nos le quisiesen tomar los su-yos. Comenzóse á dezir y á certificar entre los Indios,que el mandaba venir grand multitud de gente sobrenosotros : esta nueva se fué encendiendo tanto, quese tomó informacion de muchos señores de la tierra,que todos á una dijeron que era verdad, que el man-daba venir sobre nosotros para que le salvasen, y nosmatasen si pudiesen, y que estaba toda la gente encierta provincia ayuntada que ya venia de camino.Tomada esta informacion, juntáronse el dicho Go-bernador y Almagro y los oficiales de S. Mag., noestando ahí Demando Pizarro, porque era ya partidopara España con alguna parte del quinto de. S. Mag.,y á darle noticia y nueva de lo acaecido; y resumie-ronse, aunque contra voluntad del dicho Gobernadorque nunca estubo bien en ello, que Atabalipa, puesquebrantaba la paz ,y quería hacer traicione y trabargentes para matar los Cristianos muriese, porque consu muerte cesaría todo, y se allanaria la tierra : á locual hubo contrarios pareceres, y la mas de la gentese puso á defender que no maniese; al cabo insis-tiendo mucho en su muerte el dicho capitan Almagroy dando muchas razones porque debía morir, el fuémuerto, aunque para el no fué muerte sino vida, por-que murió Cristiano y es de creer que se fue al Cielo.Publicado por toda la tierra su muerte, la gente co-nluli y de pueblos venian donde el dicho Gobernadorestaba á dar la obediencia á S. Mag. pero los capita-nes y gente de guerra que estaban en Xauxa y en elCuzco, antes se rehicieron y no quisieron venir depaz. Aqui acaecio la cosa mas estraña que se ha vistoen el mundo , que yo ví por mis ojos, y fué: que es-tando en la iglesia cantando el oficio de difuntos áAtabalipa, llegaron ciertas señoras hermanas y mu-geres suyas y otros privados con grand estruendo,tai que impidieron el oficio, y dijeron que les hiciesenaquella fiesta mucho mayor, porque era costumbre,cuando el grand señor moría, que todos aquellos quebien le querian se enterrasen vivos con el : á los cua-

GASPAR Y Bola.

les se les respondió, que Atabalipa halda muerto co -mo cristiano y corno tal le hacían aquel oficio, queno se había de hacer lo que ellos pedían que eramuy mal hecho y contra Cristiandad ; que se fuesende allí ,y no les estorbasen , y se le dejasen enterrar,y ansi se fueron á sus aposentos ,se ahorcarontodos ellos y ellas. Las cosas que pasaron estos Atas,y los extremos y llantos de la gente son muy largasy. prolijas, y por eso no se dirán aquí.

OVIEDO, HISTORIA GENE:.AL DE LAS INDIAS, MS. , LIBROXLVI, CAP. XXII.

Cuando el marques don Francisco Pizarro tubopreso al gran Rey Atabaliva, le aconsejaron hombresfaltos de buen entendimiento, que le matase, ó el obogana, porque como se vieron cargados de oro pare-croles que muerto aquel señor lo podian mas á susalvo en España donde quisiesen , é dejando la tierray que asimismo serian mas parte á sustener en ellasin aquel escrupuloso impedimento, que no conser-vandose la vida de un príncipe tan grande é tan temi-do é acatado de sus naturales, y en todas aquellaspartes ; é la esperiencia ha mostrado cuan mal acor-dado ó mal fecho fue todo lo que contra Atabaliva sehizo despues de su prision en le quitar la vida, con locual demas de deservirse Dios quitaron al emperadornuestro señor, é á los mismos españoles que enaquellas partes se hallaron, y á los que en Españaquedaron, que entonces vivianyálos que aora vivené nacerán innumerables tesoros que aquel principeles diera ; é ninguno de sus vasallos se mobiera ni al-terara corno se alteraron é revelaron en faltando supersona. Notorio es que el gobernador le aseguró lavida, y sin que le diese tal seguro el se le tenia puesuingun capitan puede disponer sin licencia de suRey y señor de la persona del principe que tiene pre-so, suyo es de derecho, cuando mas que Atabalivadijo al marques, que si algun cristiano matasen losindios ó le hiciesen el menor daño del mundo quecreyese que por su mandado lo baría, y que cuandoeso fuese lo matase ó hiciese del lo que quisiese ; eque tratandole bien el le chaparía las paredes de platai' le allanaría las sierras e los montes, é le daría á el,é á los cristianos cuanto oro quisiesen, é que desto notubiese duda alguna ;y en pago de sus ofrecimientosencendidas pajas se las ponían en los pies ardiendo,porque digese que traicion era la que tenia ordenadacontra los cristianos, é inventando é fabricando con-tra el falsedades, le levantaron que los quería matar,é todo aquello fue rodeado por malos é por la inad-vertencia é mal consejo del gobernador, é comenzaroná le hacer proceso mal compuesto y peor escrito, se-yendo uno de los adalides, un inquieto, desasosegadoé deshonesto clérigo, é un escribano falto deconcien-cia é de mala habilidad y otros tales que en la maldadconcurrieron é así mal fundado el libelo se concluyóá sabor de dañados paladares, como se dijo en el ca-pítulo catorce, no acordandose que les habían en-eh ido las casas de oro é plata é le habian tomado susmujeres é repartídolas en su presencia é usaban deellas en sus adulterios, é en lo que les placia á aque-llos aquian las dieron; y como les parecio á los cul-pados que tales ofensas no eran de olvidar, é quemerecian que el Atabaliva . les diese la recompensacomo sus obras eran, asentoseles en el animo un te-mor é enemistad con él entrañable; é por salir de talcuidado é sospecha le ordenaron la muertepor aquelloque él no hizo ni pensó; y de ver aquesto algunosespañoles comedidos a quien pesaba que tau grandedeservicio se hiciese á Dios y al emperador nuestroseñor ; y aunque tan grande ingratitud se perpetraba,é tan señalada maldad se cometia, como matar á unpríncipe tan grande sin culpa. E viendo que le traiauá colacion sus delitos ó . crueldades pasadas, que el

LA CONQUISTA DEL reaté. 249dos, S. M. Católica tubo por bien de conceder á mi eldicho don Francisco Pizarro la govern estos

y á miprov

el hoDiego deacion Al

demagrola governanchos

areynos,

cion de la inciadic deDon

ToDieledo, de las quales

mercedes que su real liberalidad liemos recevido,resulta tan nueba obligacion , que perpetulmentenuestras vidas y patrimoniosy de los que de nosdescendieren en su real servicio, se gasten y consu-man; y para que esto mas seguro y mejor efecto ha-ya, y la confianza de S. M. por nuestra parte no fa-llezca , renunciando la ley que cerca de los talesjuramentos dispone, prometemos é juramos, en pre-sencia de Dios nuestro Señor, ante cuyo acatamien-to estamos, de guardar y cumplir bien y enteramen-te, y sin cabtela ni otro entendimiento alguno, loespre.sado y contenido en los capitulas siguientes : ésuplicamos á su infinita bondad, que á cualquier quefuere en contrario de lo así convenido, con todo ri-gor de justicia permita la perdicion de su ánima, finy mal acavamiento de su vida, destruicion y perdi-miento de su familia, lionrras y hacienda , porquecorno quebrantador de su fee , la cual el uno al otroy el otro nos damos , y no temerosos de su acata-miento, reciva del tal justa venganza. Y lo que porparte de cada uno de nosotros juramos y prometemoses lo siguiente : —

Primeramente, que nuestra amistad é compañiase conserve mantenga para en adelante con aquelamor y voluntad que hasta el dia presente entre nos-otros ha habido no la alterando ni quebrantando poralgunos intereses, cobdicias, ni ambicion de cuales-quiera honrras é oficios, sino que hermanablementeentre nosotros se comunique é seamos parcionerosen todo el bien que Dios nuestro Señor nos quierahacer.

Otrosi : Decimos, so cargo del juramento é prome-sa que hacemos, que ninguno de nosotros calumniaráni procurará cosa alguna que en daño ó menos cabode su lionrra, vida y hacienda al otro pueda subcederni venir, ni dello será cabsa por vías directas ni in-directas, por si propio ni por otra persona tacita niespresamente cabsandolo ni permitiéndolo , antesprocurara todo bien y lionrra y trabajará de se lollegar y adquirir ,y evitando todas perdidas y dañosque se le pueden recrecer, no siendo de la otra parteavisado.

Otrosí : juramos de mantener , guardar y cumplirlo que entre nosotros está capitulado , á lo cual alpresente nos referimos, é que por via ó causa, ni ma-ña alguna ninguno de nosotros vena en contrario nien quebrantamiento dello , ni hará diligencia pro-testacion ni reclamacion alguna, é que si algunaoviere fecho, se aparta ó desiste della ó la renunciaso cargo del dicho juramento.

Otrosí : Juramos que juntamente ambos á dos, yno uno sin el otro , informaremos y escribiremos áS. M. las cosas que segun nuestro parecer mejor á sureal servicio convengan, suplicandole, iuformandolede todo aquello con que mas su Catolicaconcieucia sedescargue, y estas provincias y reynos mas y mejor

se conserven y gobiernen , y que no habrá relacionparticular por ninguno de nosotros hecha en fraude écabtela y con intento de dañar y empecer al otro, pro-curando para si , posponiendo el servicio de nuestroSeñor Dios y de S. M. , y en quebrantamiento denuestra amistad y compañia , y asimismo no permiti-rá que sea hecho por otra cualquier persona, dichoni comunicado, ni lo permita ni consienta, sino quetodo se haga manifiestamente entre ambos, porque

se conozca mejor el celo que de servir 1 S. M. lene-

mos, pues de nuestra amistad é compañia tanta con-fianza ha mostrado.

liem : Juramos que todos los provechos é interesesque se nos recrecieren así dre los que yo Don FranciscoPizarra oviere y adquiriere en esta gobernacion por

(Este documento en que dos célebres capitanes se li-gan con solemne juramento á la obediencia de lo que losprincipios mas comunes de honradez les mandanobEervar, da una idea demasiado esacta de loshombres .y de la época, para que deje de insertorseaqui. El original está en el archivo de Siínancas.)

Nos don Francisco Pizarro, Adelantado, Cipitangeneral, y Gobernador por S. M. en estos reynos dela Nueva Castilla, é don Diego de Almagro asimismoGobernador por S. M. en la provincia de Toledo , de-cirnos : que porque mediante la íntima amistad ycompañia que entre nosotros con tanto amor ha per-manecido, y queriéndolo Dios nuestro Señor hacer,ha sido parte y cabsa que el Emperador é Rey nues-tro Señor haya recibido señalados servicios con laconquista, sujeccion, é ploblacion destas provinciasy tierras, é trayendo á la conversion y camino denuestra santa fee Católica tanta muchedumbre deinfieles, é confiando S. M. que durante nuestra amis-tad y compañia su real patrimonio será acrecentado, éasi por tener este intento como por los servicios pasa-

!labia usado entre sus indios y enemigos en el tiempopasado, de lo cual ninguno era juez, sino Dios; que-riendo saber la verdad é por excusar tan notorios da-ños como se esperaban que habían de proceder-ma-tando a quel señor, se ofrecieron cinco hidalgos de iren persona á saber y ver si venia aquella gente deguerra que los falsos inventores é sus mentirosas es-pias publicaban, á dar en los cristianos; en fin el go-bernador ( que tambien se puede creer que era enga-ñado) lo olio por bien ; é fueron el capitan Remandode Soto, el capitan Rodrigo Orgaiz, é Pedro Ortiz, éMiguel de Estete, é Lope Velez á ver esos enemigosque decian que venían; é el gobernador les dió unaguia ó espia, que decia sabia donde estaban; é á dosdias de camino se despeño la guia de un risco, que losupo hacer muy bien el diablo para que el daño fuesemayor; pero aquellos cinco de caballo que he dichopasaron adelante hasta que llegaron donde se decianque habian de hallar el egercito contrario, é no halla-ron hombre de guerra ni con armas algunas, sino to-dos de paz; é aunque no iban mas que esos pocos cris-tianos que es dicho , les hicieron mucha fiesta pordonde andubieron, é les dieron todo lo que les pidie-ron de lo que tenian para ellos é sus criados, é indiosde servicio que llevaban ; por manera que viendo queera burla, é muy notoria mentira é falsedad palpable,se tornaron á Cajamalca donde el gobernador estaba,el cual ya Babia hecho morir al príncipe Atabaliva, seque la historia lo ha contado; é como llegaron al go-bernador hallaronle mostrando mucho sentimientocon un gran sombrero de fieltro puesto en la cabezapor luto é muy calado sobre los ojos, é le digeron:«Señor, muy mal lo ha lecho vuestra Señoría y fuerajusto que fueramos atendidos, para que supieradesque es muy gran traicion la que se le levantó á Ata-baliva , porque ningun hombre de guerra hay en elcampo, ni le hallamos, sino todo de paz, é muy buentratamiento que se nos hizo en todo lo que babemosandado.» El gobernador respondió é les dijo. « Yaveo que me han engañado.» Desde á pocos dias desabida esta verdad, é murmurándose de la crueldadque con aquel príncipe se usó, vinieron á malas pala-bras el gobernador y Fr. Vicente de Valverde, y eltesorero Riquelme, é cada uno de ellos decia que elotro lo Babia fecho , é se desmintieron unos á otrosmuchas veces, oyendo muchos su rencilla.

10 U n. XI. — Véase la pág. 136.

Contrato entre Pizarra y Almagro, MS., fechado en elCuzco á 12 de junio de 1555.

t 50 IilfLlOTECA DE

cualquiera via y cabsas , como los otros que yo DonDiego de Almagro he de haber en la conquista y des-cubrimiento que en nombre y por mandado de S. M.hago, lo traeremos manifiestamente á monton y co-llacion, por manera que la compañia que en este ca-so tenemos hecha permanezca, y en ella no haya fraudecahtela, ni engaño alguno, é que los gastes que porambos é cualquier de nos se obieren de ha • er se hagamoderada y discretamente conforme, y proveyendo ála necessidacl que se ofreciere, evitando lo escesivo ysu perflub, socorriendo y proveyendo á lo necesario.

Todo lo alai segun en la forma que dicho es'r.a , esnuestra voluntad de lo asi guardar y cumplir so cargodel juramento rjue asi tenemos fecho, poniendo á nues-tro Señor Dins , por juez y ásu gloriosa Madre Santa Ma-ría con todos los Santos por testigos; y porque sea no-torio á tódos los que aquí juramos y prometemos, lofirmamos. de nuestros nombres, siendo presentes portes ti r oS el Licenciado llenando Caldera, Teniente Ge-neral de , Gobernador en estos , por el dichoSeñor Governador, é Francisc Pineda, capellan deSu Señoría, é Anionio Picado, su secretario, é An-tonió Tellez de GuzMan y el Doctor Diego de Loaisa;el qual dicho juramento fue fechó en la gran cihdaddel Cuzco en la casa del dicho Gobernador Don DiegoDalmagro; estando diciendo misa el Padre Bhrto'ornede Segovia, c'erigo, despees de dicho el pate''lioxter,poniendo los dichos goyernador'es la.a manos deréla'asencima del ara consagrada a_'l 2 ! de `Thmno de''1á35!

ños.h rancisco P17 irro — El Adelantado DwPho¡Dalmagro Testigos, el Licencia ii Í:it

mrtñan do'Cal

dora. — Antonio Tellez Gtiza'n.' I I ,i ,^n „

Yo Antonio Picado; esci'fWn- de : lit ; dhy'irée'que fui testigo y me halle prf0eute al diclrojurá;the)i-jto é solemnidad fecho por I7s dlcb es Goitérrhadores `yyo saqué este traslado del original que:queda eñ'mipoder como ' Secretario dél Señor "Gdhérbadb't DanFrancisco Pi7i! rrb, en' fea tle 'lb 'cualfirfrlé lí.t{i íibmbre. Fecho en la gr a n'eibdad de í 1cd`á 'chal dialmes de'Julio de'1a,J5 aí"ids' ti tddo IPicado;'léstcrr.bano de S.M , .;>.ilr .Jí,,r ar ..,_

- . ,.rO'.1.., ;:NI- fi P,Irü e ta sbu.1r1;r7 Otra•í, i ti 1

10U11I. ^CIJ,. tr.Ose, Iápóg l 1,6.9 ,11 ,q1':: :í: 9 f il ! kmfil°d¡ !

-Carta del jóven Alma gro a l !real -Mi miel 'dé`!Priba- a;MS , desde los Reyes ( Lime)lárrlu:detagoetroadeulú41.

al: i, a,-:li .,r

( Es precioso e.ste.documento.por ser mla ejor die-culpa (le la conducta de su autor, y,aenT ndó en, cuen-ta su posicion, la mejor relacion, :rle sus actos. Eloriginal,, que copió 211uñoz en su,colcccion.;se conser-va en el archivo de Simnancas.) '

Miri magníficos Señores, — Ya Vs. Mrds. havransabido el estado en que he estado despues que fuédelta vida el Adelantado Den Diego de Almagro mipulre, qué Dios tenga en el cielo, 1 como quedé de-bajo de lavara del Marques Don Francisco Pizarro;i creo yo que pues son notorias las molestias i malostratamientos que me hicieron , i la necesidad en queme tenían á vn rincon de mi casa, sin tener otroremedio que el de S. M. , á quien ocurri que melo diese como señor agradecido , de quien yo loesperaba pagando los servicios tan grandes quemi padre le hizo de tan gran ganancia é acre-centamiento para su real corona , no hay ne-cesidad de contarlas, i por eso no las contaré,i dejaré lo pasado i vendré á dar á Vs. Mrds. cuentade lo presente, é dire que aunque me llegaba al almaverme tan afligido, acordándome del mandamientoe ne mi padre me dejó que amase el servicio de S. M.i quest rva en poder de mis enemigos ; rufria mas delo que mi juicio bastava, en especial ver cada diaquien á mi padre quitó la vida, i hablan escurecido

GACPAR Q Rn'G.

sus scrvicioa pnr manera que del ni de mi había me-moria. I como la enemistad quel Marqués me tenia éá todos mis amigos écriarlos fuese tan cruel í. mortal,i sobre mi sucediese, quiso efetualla, por la medidacon que la usó con mi padre, estando siguro en micasa, gimiendo mi necesidad, e-perando el remedioi mercedes que de S. M. era razon que yo alcanzase,mui confiado de gozarlas, ha dendo á S. M. servicioscomo yo lo deseo, fui informado quel Marqués trata-ba mi prendimiento i fin , determinado no quedase enel mundo quien la 'muerte de mi padre le pidiese, iacordandome que para darsela hallaron testigos á suvoluntad, asi como los hallaron para mí, por maneraque padre i hijo fueran por un juicio juzgados. Porno dejar mi vida en alve Irio tan diaholico i desatina-do, temiendo le muerte, determinado de morir de-fendiendo mi vida i honra , con los criados de mi pa-dre i amigos, acordé de entrar en su casa' y prenderlepara excusar mayores daños, pues el ,juez de S. M. avenia i á cada uno hiriera jur ticia; i el Marques comopersona culpada en la defensa de su prision é personaarmada para ello hizo tanto que por desdicha suya fuéherido de vna herida de que murió luego, i puestoque como hijo de padre á quien el había muerto le po-día recivir por venganza, me pesó tan estrañameutequé todos'conocieron en mi mur gran diferencia, y porver- qüe estaba tan poderoso i acatado como era razonüo • ibvo hombre, viendolo en mitad del dia que echa-sé -ruano' á espada para a", uda suya ni despues hayProra re'que por el responda: parece que se hizo porjinhib tl?`Dios i por su voluntad, porque mi deseo noerla éi'n'largo • que se estendiese é mas de conservarmi vida en tanto aquel juez llegava. E como vi el he-cho procuré antes que la cosa mas se encendiese enel pueb!io; i que cesasen é secucion de prisiones depersonas que ambas opiniones habían siguido, ques-tfaban-afrentadas, i cesasen crueldades, é hubiese jus-tibia r que lb estorvase é castigase, é se tomase cabezaque en n imbre de S. M. hiciese justicia é governasela tierra. Pareciendo á la república é comunidad des'ir'Cihdad é oficiales de S. M. que por los servicios detialyidre é per haver él descubierto é ganado estati&i'ra. me pertenecia mas justamente que á otro la go-'bz'rnacion della, me pidieron por Gob Tnador i den-tro'de dos horas consultado é negociado con el cabil-do, fuí recibido en amor i conformidad de toda lare ublica. Asi quedó todo en paz, i tan asentados iserenos los animos de todos, que no ho yo mdanza,i todo está pacífico, i todos los pueblos en la mismaconformidad i justicia que han estado, i con el ayu-da de D'os se asentará cada dia la paz tan bien que detodos sea obedecida por señora, i S. M. será tambienservido como es razon , como se deve : porque aca-vedas con las opiniones , é parcialidades , é yo é to-dos pretendemos la poblacion de la tierra y el descu-brimiento della, porque los tiempos pasados que sehan gastado ten!mal con alborotos que se han ofreci-do , é descuidos que ha habido ; agora se ganen é sealcancen i cobren, y con este presu puesto estenVs. Mrds. ciertos que está el Perú en sosiego, i quelas riquezas se descubrirán é irán á poder de S. M.mas acrecentadas é multiplicadas que hasta aqui , nihebra mas pasion ni movimiento sino toda quietud,amando el servicio de S. M. i su obediencia, aprove-chando sus reales rentas. Suplico á Vs. Mrds., puesel caso parece que lo hizo Dios i no los hombres, niyo lo quise asi como Dios lo (rizo por su juicio secre-to , é como tengo dicho la tierra esta sosegada, i todosen paz, Vs. Mrds. por el presente manden suspendercualquiera novedad, pues la tierra se conservará co-mo está é será S. M. mui servido, é despues que to-das las gentes que no timen vecindades las tengan,é otros vayan á poblar é descubrir, podrán proveerlo que conviniere, i es tiempo que la tierra Españolesi naturales no recivan mas alteracion , pues-no pre-

LA CON'UISTI DEL PERÚtenden sino sosiego i quietud , i poblar la tierra i ser-vir á S. M., porque col este deseo todos estamos i es-taremos, i de otra manera crean Vs. Mrds. quedenuevo la tierra se revuelve 4 inquieta, porque de lascosas pasadas vnos i otros han pretendido cada vnosu fin, é sino descansan de los trabajos que han pade-cido con tontas persecuciones de buena ni de malaperdiendose no terno S. M. delta cuenta, é los natu-rales se destruirian é no asentarán en sus casas é pe-recerán mas de los que han perecido; é conservarestos é conservar la tierra i los vecinos y moradoresdelta todo es vno. I pues en tanta conformidad vo ten-go la tierra é con voluntad de todos fui elegido porGovernador, porque mas obediencia liaya é la justiciamas acatado sea , i entiendan que fine han de acatar yobedecer en tanto que S'. M. otra cosa manda, por-que de lo pasado yo le emhio aviso, suplico á Vs. Mrds.manden despachar dese Audiencia Real vna cedulapara que todos me obedezcan i tengan por gover-nador, por que asi mas sosegados ternán todos losanimos, i mas i mejor se hará el s ervicio de S. M. , iterná mas paz la tierra, é confundirse han las volun-tades que se quisieren levantar contra esto; é sino lomandasen Vs. Mrds. proveer en tanto que S. M. de-clara su real voluntad , podria ser que por parle dealguna gente que por acá nunca fallan mas amigos depasiones que de razon , que se levantase algun esea n-dalo de que Dios i S. M. fuesen mas deservidos. Nues-tro Señor las mui ma gnificas personas de Vs. Mrds.guarde tan prosperamente como desean. DestosReves414de julio de1541 años. Beso las manos de Vs. Mrds.,Don Diego de Almagro.

1011731. XIII.— Véase la pág. 183.

Carta del ayuntamiento de Arequipa al Emperador ,desde San Juan de la Frontera á 24 de setiembrede 1542.

(Los valerosos vecinos de Arequipa dieron eficazayuda al gobernador en su contienda con Almagro ysu carta firmada por el ayuntamiento es uno de losdocumentos mas auténticos para'a historia de estaguerra civil. El original existe en el archivo de Si-mancas.)

S. C. C. M.—Aunque de otros muchos terná V. M.aviso de la vitoria que en ventura de V. M. i buenadiligencia i animo del Governador vaca de Castro seovo del tirano Don Diego de Almagree é sus secuazes,nosotros el cabildo i vecinos de Arequipa le queremostambien dar, porque como quien se halló en el peli-gro , podremos contar.de la verdad como pasó.

Desde Xauxa hicimos relacion á V. M. de todo losucedido hasta entonces, í de los preparamientos quelGovernador tenia proveídos para la guerra de allí. Sa-lió con toda la gente en órden i se vino á esta cibdadde San Joan de la Frontera, donde tuvimos nuevasromo el traidor de Don Diego de Almagro esteva enla provincia de Bilcas 9 que es ouze leguas fiesta cib-dad , que venia determinado con su dañada intencioná darnos la batalla. En este comedio vino Lope Dia-quez del real de los traidores , i di() al gobernadoruna carta de Don Diego, i otra de doze capitanes muidesvergonzados de fieros i amenazas; í el governador,con zelo de que no obiese tantas muertes entre los va-sallos de V. M. corno siempre fue su intento de ganarel juego por mafia, acordó de tornarles á enbiar al di-cho Lope Idliaquez i á Diego de Mercado Filiar de lanueva Toledo , para ver si los podían reducir i atraerhl servicio de V. M. , i fueron tan mal rescibidos queguando escaparon con las vidas se tuvieron-por bienl ibrados. La respuesta que le dieron fué que no que-non obedecer las provisiones reales de V. M. sinodarle la batalla, i luego alzaron su real, i caminaron

para .nosotros.aotros, Visto esto el Governador sacó su realdeste pueblo i caminó contra ellos dos leguas, dondesupo que los traidores estaban á tres, en un asientofuerte i comodo para su artilleria. El governadoracordó de los guardar allí, donde le tomó la voz, por-que era llano y lugar fuerte al nuestro propositn, Co-mo esto vieron los traidores, sábado que se contarondiez i seis de setiembre, se levantaron de.donde esta-ban , i caminaron por lo alto de la sierra i vinieron unalegua de nosotros, i sus corredores vinieron á vernuestro asiento. Luego el Governador provio que poruna inedia loma fuese un capitan con cincuenta arca-'bureros, i otros con cincuenta lanzas á tomar lo alto,i sucedió tambien que sin ningun riesgo se tomó , iluego todo el exerciln de V. M. lo subio. Visto esto,los enemigos, que estarian tres quartos de legua, pro-curaron de buscar campo donde nos dar la batalla, iasi le tornaron á su propnsito i asentaron su artilleríai concertaron sus esquadrones, que eran ducientos itreinta de caballo, en que venían cinquenta hombresde armas; la infantería eran ducientos arcabuceros iciento i cincuenta piqueros, todos tan lucidos é bienarmados, que de Milan no pudieran salir mejor ade-rezarlos : el artillería eran seis medias culebrinas dediez á doce pies de largo , que echavan de bateriauna naranja : tenian mas otros seis tiros medianostodos de fruslera , tan bien aderezados i con tantamunicion , que mas parecía artillería de Italia que node indias. El governador vista su desverguenza lagente mui en órden, despues de llover hecho los ra-zonami e ntos que convenían , diciendonos que' viese-mos la desverguenza que los traidores tenían i el grandesacato á la corona real , caminó á ellos , i llegandoá tiro donde su artillería podía alcanzar jugó luegoen nosotros, que la nuestra por ser mui pequeña éir caminando, no nos podimos aprovechar delta deninguna cosa , y así la dejamos por popa. Matarnoslijan antes que llegasemos á romper con ellos mas de30 hombres, i siempre con este daño que rescehia-mos, caminamos hasta nos poner á tiro de arcabuz,donde de una parte i de otra jugaron i se hizo deamas partes arto daño , i lo mas presto que nos fueposible porque su artilleria aun nos echaba algunaspelotas en nuestros esquadrones; cerramos con ellos,donde duró la batalla de lanzas, porras y espadasmas de una grande hora; fue tan reñida i porfiadaque despues de la de Rel,ena no se ha visto entre tanpoca gente mas cruel batalla, donde hermanos áhermanos, ni deudos á deudos, ni amigos á amigosno se davan vida uno á otro. Finalmente como líe-vasemos la justicia de nuestra parte , nuestro Señoren ventura de V. M. nos (lió vitoria , i en el denuedocon que acometió el Governador Baca de Castro elcual estaba sobresaliente con treinta de cavallo, ar-mado en blanco con una ropilla de brocado sobre lasarmas con su encomienda descubierta en los pechos,contra el qual estaban conjurados muchos de los trai-dores pero él como cavallero se les mostró i defendiótan bien que para hombre de su edad y profesion,estamos espantados de lo que hizo i trabajo comorompio con sus sobresalientes, luego desampararonel campo y conseguimos gloriosa vitoria,la qual es-Lu yo harto dudosa, porque si eramos en nu merociento mas que ellos, en escoger el campo y artille-ria i hombres de armas i arcabuzes nos tensan dobla-da ventaja. Fué bien sangrienta de entramas parles,i sí la noche no cerrara tan presto,

ln M. quedarabien satisfecho destos traidores; pero qpudo entonces hacer, ahora el Governador lo hace,

i;:

desquartizando cada ¡tia á los que se escaparon.rieron en la bata'la de los nuestros el capitan Per Al-varez Holguin i otros sesenta cavalleros i hidalgos; iestán heridos de muerte Gomez de Tordoya i el ca-p itan

Peranzures i otros mas de ciento. De los trai-

dores murieron ciento e cinquenta, y mas de otros

252 BIBLIOTECA DE

tantos endor; presos están mas de ciento y pinguen-ta. Don Diego i otros tres capitanes se escaparon.Cada ora se traen presos : esperamo s que un día se

habrá Don Diego á las manos porque los Indios cornovillanos de Italia los matan y traen presos. V. M.tenga esta vitoria en gran servicio porque puedecreer que agora se acabó de ganar esta tierra i p o-nerla debaxo del cetro real de V. M. i que esta ha sidoverdadera conquista y pa ificacinn delta , i asi esjusto que V. M. como gratisimn nrincipe gratifique yhaga merced- s á los que se la dieron ; y al Governa-dor Baca de Castro perpetuarle en ella en entramasgovernaciones no dividiendo n . da dallas porque no.hai otra batalla ; i á los soldarlos y vecinos que Pn

ella se hallaron, remunerarles sus trabajos y perdi-das que han rescihido por reducir estos reinos á lacorona real de V. M. , i mandando castigar á los ve-cinos qne oyendo la voz real de V. M. se queda ron ensus casas grangeando sus repartimientos i haciendas,porque gran sin ju s ticia seria, sacra M., que hn i vien-de nosotros á nuestras casas pobres i man cos de guer-ra de mas de un añn , hallasemos á los que se queda-ron sanos i salvos i ricos i qu e á ellos no se les diesepena ní á nosotros premio ni galardon, í e,to seriaocasion para que si otra vez °viese otra reholinn enesta tierra óen otra no acudiesen al servicio de V. M.corno seria razen y somos obligados: Todos tenemospor cierto, quel Governador Baca dP"Cástre'lñ h ráasi , i que en nombre de V5 M. á Ios'ene' ►e hárt srvi-do hará mercedes i á'liic 'gtie nii -acddierrin á se'.rvir á

V. M. castigarhr 5 ''C - 1.)31:'•pl'AS''t.ndrv,`pnderos°acreciente la villa de V. M., dandele visoria contrasus enemigos , porque sea a reseentada su santa lee,amen. De San Joan de la frontera á 2 t de seo'iemhrede 1542 anos $asan ha nY rrjhS i pie "de V'^1^', cifré

leales vasallos.'=llern1ndn ar a'SilyI Pedro Pi'9nr-ro — Lucas l4láñitiez, -Vo tner de l P riS',' ''1`f•,r'n;a n-do de Ih rē Lene^ : ¢fauno, r Jc{ n flA' ArVec,- Juan Flores, — Juan Ram►re , 121 Alfin^n i3bPite,—Melchior de Cervantes— liartin Loan , — JuanCrespo,—Franciscd`Pihtb '=Alonso Rodriguez Pi-cado.

iOTÚDif :7 *V. - 7e se luí ` 226 `'

Senteneiá 'dé Gdiirallo Pi 7atro eni Yagnxxágnana á :i9 deabril ek 1548:"'.

( Este documento está tomado del manuscrito ori-ginal de la historia 'al Zár(áie que se conserva en eaarchivo de Simancas. Muñoz ha hecho de él variasestrados para mostrar que la . historia impresa deZárate ha sufrido consirirabies alterac iones tanto entos hechos como en el estilo. El ej mplar impreso estápreparado con mas consideraciones : varias circuns-tancias, demasiado claramente detalladas en el original , están suprimidas, y el estilo y disposicion dela o'•ra muestran una mono mas fastidiosa y prácti-ca. Estas circunstancias han conducido á Muñoz ásuponer que la crónica antes de su pubticacion faé so

-metidaá la revision de algunos escritores Mas esprri -mentados, y una correspondencia que despues hallóen el Escorial entre Z árale y Florian de Ocampo, lehace inferir que el último hizo este servicio al prime-ro. Pero por mas que pueda haber ganado la obra im-presa comocompo -icion literaria, como libro de refe-rencia y autoridad es mejor La manuscrita , que pare-ce no tiene tanta penetracion., ó á lo menos que no secalc,tlaron tanto las cons--cuencias. Así su valor parala historia conduce á Muñoz en una nota á sus frag-

GASPAR Y ROIG.

mentos á anunciar su propósito de publicar todo e lmanuscrito. )

Vista é entendida por nos el mariscal Francisco deAlharac_o , maestre de campo (leste real exercito, elLicenciado Andres de Ci a uca, oidor- de S. M. deseosreinos. é subdelegados por el muy ilustre señor el Li-cenciado Pedro de la Gasea, del consejo de S. M. dela santa Inquisicion , presidente destos reinos é pro-vincias del Perú,.para lo infra escripto, la notoriedadde los muchos graves é atroces delitos que GonzaloPizarro ha cometido é consentido cometer á los quele han se guido, despues orle estos reinos ha yenidoel visorrev B as -o Nuñez Vela, en deservicioédesaca-to de S. M é de su premin'ncia é corona real, é con-tra la na rural oh t iaacinn ,, fidelidad que como u vasa-llo tenia édebia á su rev éseñrrrnatural, é depersonasparticulares, los cuales por ser tan notoriosdel dichono se requiere Orden ni tela de juicio, mayormenteque mu -hosde los dichos delitos con s ta por confesionde dicho Gonzalo Pizarro é la notoriedad por la in-formacion que se ha tomado, é que cnmhiene para lapacificacion destos reino: é exemn'o con brevedadhacer justicia dei dicho Gonzalo Pizarro.

Fallamos atento lo susodicho junta la disposiriondel derecho , que debemos declarar é declaramos eldicho Gonzalo Pizarro `rabercometido crimen laesaemaiestatis contra la corona real de España en todoslos 'grados é causas en derecho contenidas despeesque é. estos reinos vino el Virey B'asco Nuñez Vela,é a s i le decla ramos é condenamos al dicho GonzaloPizarro por traidor, é ha ver incurrido él é sus descen-dientes, nacidosdespues que] cmnetih este di••hn cri-men é traicion los por línea masculina hasta la se-gunda generaeion•épor la femenina hasta la primera,en la infamia é inahilidad é inahilidades, ó corma talcondenamos al dicho Gonzalo Pizarro en pena demuerte natural, la qual le mandarnos que sea dadaea la forma si g uiente : que sea sacado de la originaen questá cavallern en una mula de silla atados pies émanos, é traído públicamente por esté real .de S. M.con voz de pre gonero que manifieste su delito , seallevado al tablado que por nuestro mandato esta fechoen este real, é allí sea apeado é cortada la cabeza por-el ` pescuezo, é despues de muerta naturalmente,mandamos que la dicha cabeza sea llevada tila ciudadde Los Reyes.romn ciudad mas principaLdestos rei-nos, sea ..puesta é clavarla en el rollo de la dichaciudad con un retulo de letra gruesa que diga, «Esta.es la cabeza del traidor de Gonzalo Pizarro, que sehizo justicia del en el valle de Aquixaguan , donde' lió la batalla campal contra el estandarte real; que-riendo defender su traicion é tiranía; ninguno seaosado de la quitardeaqui so penade muerte'natural.»E mandamos que las casas quel dicho. Pizarro tieneen la ciudad del Cuzco Sean derribadas por loscimientos é aradas• de sal ; é á donde agora es lapuerta •sea puesto un letrero en un pilar, que diga,«Estas casas eran de Gonzalo Pizarro, las cuales fue-ron mandadas derrocar por traidor, é ninguna per-sona sea osado deltas tornar á hacer y edit i car sin li-cencia espresade S. Ni. , so pena de muerte natural.»E condenaroosle mas en perdimiento de todas susbienes, de cualquier • calidad que sean é le pertenez-can, los piales aplicamos á la camara é fisco de S. M.é en todas las otras penas que contra los tales estánins t ituidas. E por esta nuestra sentencia. definitivajuzs.arnos é asi lo pronunciarnos é manrlamosen estosescritos é por ellos.—Alonso de Albarado; el Li-cenciado Cianea:

FIN DE LOS APÉNDICES.

INDICE

DE LOS CAPITULOS DE ESTA OBRA.

LIBRO PRIMERO.

INTRODUCCION. — OBSERVACIONES PRELIMINA-

RES SOBRE LA CIVILIZACION DE LOS INCAS.

CAPITULO PRIMERO.^áii•

Aspecto físico del pais.—Origende la civiliza-clon peruana.— Imperio de los Incas. — Fa-milla real.—Nobleza

CAPITULO II.

Ordenes del Estado. —Administracion de justi-cia.— Divisiou de las tierras.—Rentas y re-gistro.—Caminos reales y postas. — Tácticamilitar y política

CAPITULO III.

Religion del Perú.— Deidades. —Esplendor delos templos. — Solemnidades.—Vírgenes delsol.—Casamientos 27

CAPITULO IV.

Educacion. —Quipos.—A s tronomía.—Agricu l

-tura. — Acueductos.-- Guano. — Principalesalimentos

CAPITULO V.

Ganados del Perú. — Grandes cacerías. —Manu-facturas. —Habilidad mecánica.—Arquite c

-tura.—Reflexiones finales.

CAPITULO II.

Francisco Pizarro. —Su juventud. —Primera NIespedicion al Sur.— Desventuras de los vla-j eros.--;;Eucúeutros peligrosos„- Vuelta ái)ánamá.Espedicion de Almagro. . . .: 54 .. . ;,.,:,::.• ...

, ; ;, ; CAPITULO. III:

Cnntp,atáfamosq,'; Se únda espedicion.-Ruiz,esplora la costa—ráÍidades de Pizarro eg.I qs,b9sques.-Wegacjá de nuevos recJutas.--Nuev,ós descúhrrqriepi tps ydesás tres. -. Pazar-ro @p la Iála del Gallo , : .

, l : :;, ;,CAPITULO(lV.•

Indignacion del gobernador.—Severa resolu-cion de Piaarro.-Cuutiouacipn..dej-viaje.—A9ecto brillante de Túmbez.'=Descubriknien-tos cuja —,, Yuelta d,Pan;lm4,•-,Piz,ar-ro se embarca pá•ra Éapapa, .; ". . . ^ . . 67

LIBRO III.

CONQUISTA DEL PERÚ.

CAPITULO PRIMERO.

Recibimiento de Pizarro en la córte. —Su ca-pul ulaciou con la corona. — Visita el lugar desu nacimieutu.—Su regreso al Nuevo Mundo.—Disensiones con Almagro. — Su tercera

espedicion.—Rico botin tornado á los indios.—Batallas en la isla de Puuá

15

33

40 77

LIBRO II.

DESCUBRIMIENTO DEL PERÚ.

CAPITULO PRDiERO.

Ciencia antigua y ciencia moderna. — Arme de lanavegai • iun. — De ,:cu hritn ientoQ marí t.imos.-Intrepidez de los españoles.—Sus posesionesen el Nuevo Mundo. —Rumores acerca delPerú 50

CAPITULO II.

Perú en la época de la conquista.—Reinado deBuayna Capac.—Los hermanos del Inca.Disputas sobre el imperio.— Triunfo y cruel-

dades de Atahuallpa

CAPITULO III.

Los españoles desembarcan en Tumbez.—Pi-

zarru reconoce el país.—Fuudacion de SanMiguel.—Marcha á lo interior.—Embajada

84

INDICE.

Pág. tug.

del Inca. —Aventuras del viaje 7---Llegada al de los conquistadores. —Proceso y ej ccucion

pie de los Andes. • 89 de Almagro. —Su carácter 153

CAPITULO IV.

Paso difícil de los Andes. — Embajadas de A ta-huallpa. —Los españoles llegan á Caxarnalca.—Embajada al Inca.—Entrevista con el Inca.—Abatimiento de los españoles

CAPITULO III.

Pizarro visita de nuevo al Cuzco. —Iernandoá Castilla. —Su larga prision. —Comisibuadoenviado al Perú.—hostilidades con el loca.-

95 Activa administracion de Pizarro. —GonzaloPizarro 15^

CAPITULO V.

Plan temerario de Pizarro.—Atahuallpa visitaá los españoles.—Matanza horrible.—El Incaprisionero.—Conducta de los conquistadores.— Magníficas promesas del Inca. — Muerte deHuascar

CAPITULO V4.

Llegada del oro del rescate. —Visita á Pachaca-mac.—Demolicion del ídolo. — El generalfavorito del Inca. —Vida del Inca en su cau-tiverio.—Conducta de los enviados al Cuzco.— Llegada de Almagro 108

CAPITULO VII.

Inmenso valor de las riquezas, —Su divisionentre las tropas.—Rumores de alzamiento.—Causa del inca.—Su ejecucion.—Reflexio-nés 414

CAPITULO VIII.

Desórdenes en el Perú.—Viaje al Cuzco. —En-cuentro con los peruanos. Challcuchimamuerte en las llamas. —Llegada al Cuzco.—Descripcion de la ciudad. —Rique,,as que . seencontraron . . . . . . 4 22

CAPITULO IX.

Coronacion del nuevo Inca. — Arreglos munici-pales.—Terrible marcha de Alvarado. —En-trevista con Pizarro. —Fundacion de Lima.-Llegada de Hernando Pizarro á España.-Sensacion en la córte.—Desavenencias entreAlmagro y los Pizarros 128

CAPITULO X.

Evasion del Inca.—Vuelta de Hernando Pizarro.— Sublevacion de los peruanos. — Sitio é in-cendio del Cuzco: --Situacion precaria de losespañoles.— Asalto de la fortaleza. —Desa-liento de Pizarro.-- El Inca levanta el sitio. 137

LII3RO IV,

GUERRAS CIVILES DE LOS CONQUISTADORES,

CAPITULO PRIMERO.

Marcha de Almagro á Chile.—Padecimientos desus tropas. — Vuelve y se apodera del Cuzco.--Accion de Abancay, —Gaspar de Espinosa.—Almagre sale del Cuzco.—Negociacionescon Pizarro . .. , , , , , , , , 448

CAPITULO II.

Primera guerra civil. — Almagro se retira alCuzco. —Batalla de las Salinas, — Crueldad

CAPITULO IV.

Espedicion de Gonzalo Pizarro. — Paso por lasmontañas. —Descubrimiento del rio Napo.-Increíbles padecimientos. — Orellana baja porel rio de las Amazonas. — Desesperacion delos españoles.—Vuelta de los que sobrevivená Quito 16 I

CAPITULO V.

Faccion deAlmagro.--Su desesperada situarían.— Conspiracion contra Francisco Pizarro.-Asesinato de Pizarro. —Actos de los conspira-dores. — Carácter de Pizarro. . , . 4 67

CAPITULO VI.

Movimientos de los conspiradores. —Se adelan-ta Vaca de Castro. — Actos de Milagro.—Marcha del gobernador. — Las fuerzas de am-bos se aproximan.—Sangrientas 1 a p uras deChupas.—Conducta de laca de Castro ,. . 175

CAPITULO NII.

Abusos' de los conquistadores. _ Código paralas colonias.— Gran escitacion en el Perú.—El virey Blasco Nuñez. —Su severa política.—Oposicion que le hace Gonzalo Pizarro. . 185

CAPITULO VIII.

Llegada del Virey á Lima. — Gonzalo Pizarro -sale del Cuzco.—Muerte del Inca Manco.—Conducta imprudente del vírey. — Es preso ydestituido por la audiencia. —Gonzalo Pizar-roes proclamado gobernador del Perú . . 189

CAPITULO IX.

Medidas de Gonzalo Pizarro.—Evasion de Vacade Castro.—Reaparicion del virey.— Su de-sastrosa retirada. —Su derrota y su muerte.—Gonzalo Pizarro dueño del Perú . . . . 175

LIBRO Y.

ARREGLO DEL PAIS.

CAPITULO PRIMERO.

Gran sensacion en España.—Pedro de Gasca.—Primera época de su vida.—Su mision alPerú.—Su política conducta. -=Sus ofertasá Pizarro. - Gana la escuadra 205

CAPITULO II.

Gasea reune sus fuerzas.—Desercion en las fi-las de los partidarios de Pizarro. -- Esterefuerza sus tropas..--- Agitacion en Lima.—Pizarro abandona la ciudad. — Gasca salede Panamá. —Sangrieigta laatglla de Huárina. 211

401

ti

VOCABULARIO ALFABETICODE LA

HISTORIA DE LA CONQUISTA DEL PERÚPOR

GUILLERMO 11. PRESCOTT.La página en que figura el vocablo está indicada por el número árabe, y la columna por el romatia.

A.Abancay, 124, r; 151, r ; 220, u.Acosta, Juan de , 222, u ; 224, u ; 226, 1 • 230, ► .Adelantado, título de, 242, u.Adivinos, 37, i.Agricultura peruana, 7, i; 37,u ; 3

8 , 39, 1.Aguja, punta de la, 73, 1.Alcántara, Francisco, Martin de, 79, tr.Alcedo, 235, 11.Alcon, Pedro, 68, u.Aldana, don Hernando de, 246, t.Aldana, Lorenzo de, 210, u; 211, 213, u; 214,

231, u.Alguacil mayor, título de, 242, u.Aligador, 165,1.Almagro, Diego de, 55, u; 56, 1; 59,11; 60 á 69, 1;

75, u; 78, n; 8o, TI; 81, r; 113, 117, II; 121, r;424, u; 431, II; 132, i; 134, u; 135, 136, 148 á159; 239 á 242 ; 247 á 251.

Almagro, don Diego, 149,1; 153, i; 456, II; 158, i;159, ir; 168, 469, 172, i; 476, 979, 181 á 184, 1;250,251,1;252, r.

Alson, Pedro, 243, ir.Alvarado, Alonso de, 133, u; 150, 151, 1; 154, rt;

1 75, r ; 180, 182, r ; 208,1; 209, r; 219, u; 220,1;236, u.

Alvarado, don Diego de, 152,1; 153, i; 158, 160,161, t.

Alvarado, Francisco de, 252, u.Alvarado, García de, 177, r.Alvarado, '1erónirno de, 183, 1.Alvarado, Pedro de, 130 á 133, ► .Alvarez de Holguin, 175, r; 177, I; 178, rr; 180, u;

182, u ; 183, Ir.Alvarez Holguin Per, 251, II.Alvarez Licenciado, 194, 1; '195, u ; 196, i; 199, u.Amautas ( súbios), 10, r; 34, i.Amazonas, rio de las, 166, r.Ambato (lugar) 87, ir.América, su descubrimiento, 51, u.Ampuero, 72, r.Anaconas, cédulas de, 185,11.Anales, 147, ti; 148, 1,Andagoya, Pascual de, 54, r ; 55, u.Andaguaylas, provincia de, 219, u.Andes, los, 6, u ; 38, n ; 75, r.Añaquito, llanuras de, 199, r.Apurimac (rio), 87, it; 124, r, 220, 11.Arcabuces, 154,11.Arequipa (ciudad), 147,1; 149, 11; 103, I.Arequipa (puesto), 244, rr.Arévalo (fortaleza), 195, 1.Arias de Avila, I?,edro, 53, u ; V. Pedrarias.Armas peruanas, 23, 1.Arquitectura peruana, 43.Artes y oficios en el Perú, 42, I.Arves, Juan de, 252, 1.Arzobispo de Lima, 201,11.Astronomía en el Perú, 36.Atabalipa, V. Atahuallpa.Atacama, desierto de, 8, u; 149, n.Atabuallpa, 76, u ; 86 á 88; 99,1; 101, u; 102 á 106;

109, 412, 1; 113, 416 á 119; 225 á 248.Aucaes (traidores), 16, 11.Audamarca (lugar), 106, u.

Audiencias, 53, u.Audiencia de Panamá, 187, u.Audiencia real, 187, r; 1•92.Ayuno regio, 97, u.

Balanzas peruanas, 43, iB. .Balboa, 55, 1.Balsas de navegacion, 04, u.Barbacoas (lugar), 66, r.Barco de Avila ( pueblo), 206, r.Batallas, 70, n; 83, r.Bayas (fruto), 57, r.Belalcázar,82, ti.Benalcázar,Sebastiande

' 131, u; 133, n; 160,

175, ti; 178,1; 196, r; 198 1. 200; 220, 1.Biblioteca americana, 235, ir.Bilcas (ciudad), 124,1; 153, u.Bilcas (provincia), 251, ► .Birú (rio), 56, 11.Blanco (cabo), 72, 11.Blasco Nuñez Vela, 138,113194,1; 196 á 200; 252, n.Boas, 65, 1; 165, r.Bobadilla, Fr. Francisco de, 152, u.Bogotá (poblaciou ), 201, I1.

Briceño, Alonso, 68, 1I ; 243, u.Buena-Ventura, puerto de, 162, r.

C.Cabo verde, islas del, 243, ti.Cabrera, 199, u.Cacao, 66, u ; 83, 1.Cacerías en el Perú, 41, u.Calaucha, P. Fr. Antonio, 238, u.Caldera, Hernando, 250, 1.Calendario peruano, 35, u.Caimanes, 65, i.Caminos en el Perú, 7,1; 20, ir ; 123, r ; 237, H.Candia, Pedro, 68, 71, 76, rr; 78,1r; 177, 11; 182, i;

243, u ; 246, 1.Canelas, 164, 11.Cariares, tribu de, 138, 1.Cariares, distrito de, 87, i.Capitulacion entre el gobierno y Pizarro, 78, rr.Capitulacion entre la reina yFrancisco Pizarro, 242, I.Caracas, bahía de, 130, r.Carbajal, Francisco de, 147, 1; 182, 1; 190, i; 191, r;

194, u á 198; 201, 202, 212 á 214, r; 216 á 218;221, q ; 222, 224 á 227.

Carbajal, licenciado, 200,1; 211, 1; 230, 1.Cárlos ',emperador, 78, i; 155, i; 185, 1 ; 186, u;

205,i; 207, n; 233, u.Carrion, Anton de, 68, u; 243, u.Carta del ayuntamiento de Arequipa al emperador,

251.Carta de Hernando Pizarro, 246, u.Carta de los de Lima á Gasea, 210, ir.Carta deljjóven Almagro á la real audiencia de Pana-

má, 250.Castilla del Oro, 242, I; 243, H.

Castillo, lernando del, 249, i; 241, a.Caxamalca (ciudad), 98, r.Caxamalca, valle de, 97.Caxas (lugar), 92.Censos de poblarJon, 25, r.Centeno, Diego, 198, 1; 201, n; 202,1; 212, 11;215

1.198,220 i; 2 9 5, u; 228, r; 229,1; 230, a

VOCABULARIO ALFABÉTICO.

Cepeda, 192,11; 194,1; 195, u ; 199, 11; 209, u; 212 Estandarte peruano, 23, 1.á 214 . 219, 1 • 222 1 . 224, 230, 1. Estete, Miguel, 104, u; 249, 1.

Cianea, licenciado Andrés, 2211, u; 252,u. Etiqueta en la córte de A Fhualpa, 247.Cieza de Leon, 203, u; 204. Fac-símilede las dos firmas de Francisco Pizarro241.Civilizacion peruana; 7, i. Felipe II, 203, r.Caoque, provincia de, 8 í Ir. P >q ' P 'Feli Illo 74, II; 99 1r • 105, I . 116 u; 117 1 • 118,1; Coca (hoja de un árbol ), 19, u. P,Cocos, 65, 1; 70, 11. 247,1.Código de las Indias, 187. Fenicios, 5I, 1.Colon, 51, i; 53, 1. Ferias, 39, 1.

de Ultramar, 53. Fernandez de Navarrete, don Martin, 3, i ; 242, i.Colonias reales, 76 y 77. Fernandez de Oviedo, Ganzalo, 203, u.Comentarios

Comunidades religiosas, 185, n. Fernandez Palencia, Diego, 236., 41, 1; 95, ir. Fernaux-Compans, Mr. , 4, 1.Condor,

Conquistadores, sus abusos, 186, u. Flores, Juan, 252, I.Conquistas de los Incas, 22, 11; 23, i ; 237, u ; 238. Flores ( isla.) , 243.Contrato entre Pizarro y Almagro, 249. Fortificacion peruana, 9, r.Contrato entre Pizarro, Almagro y Luque, 240. Fuentes (soldado ), 155, 1.Contribuciones en el Perú, 20,1. Funerales regios, 14,1.Coquimbo, valle de, 149, 1. G.C (pájaro), 11, 11. Gallo, Isla del, 64, i; 67.Coraquenque Coricancha ó lugar del oro, 29. García de Jerez, 68, 11; 243, u.Corral, licenciado, 75, u. Garcilaso de la Vega, 224, ir; 75 á 77.Cortés, Hernan, 78, 11; 80, 1. Gasea, Pedro de la, 206 á 211; 214, 215, 219, II; 220,Costa-rica, 54, r. 223 á 226; 230 á 234; 252, ir.Catapampa, aldea de, 220 •, ir. Gayangos, don Pascual, 4,1.

(volean), 70, i; 130, 1r-. Geografía política del Perú, 16, ,.Cotapaxi Coya (reina legítima), 9, u. Goatemala, 209,1.Coya (princesa), 202, 11. Gobierno peruano, 11, i.Crónica del Peru, 203, 204. Gomera, isla de la, 80,1.Cronología peruana, 37,1. Gomez de Leon, 252, 1.Cuba, 243, II. Gomez Perez, 170, ir.Cuca (arbusto), 40,1. Gomez de Tordoya, 251, u.Cuellar, Francisco de, 68, II ; 243, ir. Gorgona, isla, 69, 1.Cultivo en el Perú, 18, I. Gorgona, puerto, 215, 1.Cupay (espíritu malo), 28, r: Griegos, 51, 1.Curaca gobernador de distrito) 70, 1. Guaitara, montes de, 153, ir.Curaca (órden de nobleza), 15, 1. Guamacliuco, 94,1; 96, 1; 123, u.Cuzco, ciudad del, 7,11; 8, u; 226, 127. Guamanga, 163, i ; 179, u; 190, u; 219 Ir., Cuzco, valle del, 7,1. Guancabamba, 93, u.

Ch. Guano, 38, u.Chalcuchima, 111, II; 112, 1; 117,1; 123, r; 125, Guanuco, 123, u; 191, r.

127. Guyaquil (golfo)' 69, u; 83, 1.

Challcuchina, 87, 1. Guayaquil (río), 83, 1.Charcas, 152, n. Guaylas, señor de, 246, u.Charqui (alimento), 41, ir. Guaynarrma, 230,i.Chasca, Vénus peruana, 28, u: H.Chasquis ó correo, 22, 1. Hambre, puerto del, 58, i.Chives, Francisco de, 171, I, Haravecs ( poetas) peruanos, 35, 1_Chiapa (poblacion ), 186, n. Haurina ( ciudad), 215, u:Chicamá, 59, ,r. Haurina, iglesia de, 219, i.Chicha (bebida), 96, 11. Herramientas peruanas, 42, u.Chimborazo, 6, u; 70, i. Herrera, 203, 1.Chincha (pueblo), 242, i. Hinojosa, 202, .I; 208 á 211 ; 215,1; 220, u; 2z1, ir;Chincha, señor de, 245, 246, r. 223, u; 224, 11; 230, 1.Chincha

' valle de, 152, i. Historia general de las Indias, 203; i.

Chupas, llanuras de, 179, 1. Historia dé'las Indias, 203.D. Historia del Perú, 236, u.

Dable (rio ), 130, i. Hospitales de Ultramar, 243, ti.Descripcion de los viajes de los Incas, 237, I. Hoyas, 38, ir.Destruccion de las Indias (manuscrito), 186, u. Huacas (indios), 71, 1.Diaz, 51, 1; 191, u. Huacas (objetos consagrados), 29,1.

E. Iluanaco (animal), 41, 1.Ebano, 65, uI. Huanaco (ceremonia), 10, 41, 1.Educacion militar en el Perú, 10, i. Huascar, 86, 87, 88, 106,11.; 107.Educacion del sucesor al trono, 10, 11 1 Huayna Capac, 8, Ii; '71, u ; 84,1-; 83, 86 ,1..Enciso, Bachiller, 77, u. . Huaura, puerto de, 177, 1.Epidemia, 82, u. IEsclavitud en la hidia, 187, t. leas, valle de, 153, ti.Esclavos negros, 243, ir. Ichu (yerba), 41, 1.Esmeraldas, 8f, u. Idiomas en el Perú, 25, u.Esmeraldas, rio de las, 60, i. Illapa (trueno y relámpago), 28, u.Española, isla, 243, ir. Incas, 7, u; 14, II; 122, 1.Espinosa, Gaspar de, 63, 151. Industriaperuana, 40, u.Espinosa, licenciado, 80, u. Inhumaciones, 28,1.

VOCABULARIO ALFABÉTICO.

Instituciones civiles peruanas, 9, u.Isabel la Católica, 242.

J.Jamáica, 243, u.Justicia, administracion de, 16.

K.Kingsboroull, lord, 4, 1.

L.

Las-Casas, P. , 186, li ; 187, 1.Legislacion peruana, 16, n.Lengua, don Martinillo, 246, I.Lerma, Pedro de, 151, I; 155, n; 156, 1.Lima, 134, 1.Loaisa, Diego de, 250, u.Loaysa arzobispo de Lima, 230, u.Lope de Alarcon, 252, I.Lope Diaquez, 251, r.Lope Velez, 249, 1.Lopez de Gomara, Francisco, 203, u.Luque, Hernando do, 55, u; 56, r; 59, u; 61,1;

62, u ; 67, u; 68, 1 ; 69, i; 75, 78,11; 80, u; 116,1;240, 241, 242.

Ll.Llama, el (animal), 40, u; 70, 11.Llanta (distintivo), 11, 11 ; 112, 11.

M.Mala ( poblacion), 152, u.Maguey, 401.Maiz, 39, II; 66, i; 70, II.Mamaconas (matronas), 3-2, u.Mama Oello ( hijo dr 1 sol), 7, I.Manejo, sierra Lejesema, 238, II; 239, 1.Manco Capac (hijo del sol), 7, i.Manco Capac (príncipe peruano), 86, i;88, u; 122,11.Manco (Inca), 1 6, 1; 128, U; 130,1; 132, n; 138,

1'9, u; 152,1; 162, u; 177, II; '190, 11.Mangles (vejeta!), 65, u.Mango, Fruto del, 65, r.Manuscritos referentes á la conquista, 237, 238,

239, 245 á 252.Martínez de Alcántara, 471 , u,Martinez, Lucas, 252, r.

Matrimonios en el Perú, 33, u.Mejía, Hernan, 208, 209, 1.Méjico, 209, r.Memorias antiguas historiales del Perú, 147, u;

448,1.Mendoza, virey, 1 61 , 1; 190 , 1.Mercado, Diego de, 251, 1.Militar, organizacion en el Perú , 23 , 1.Misioneros, 186, 1.Misiones, 129, u.

Mitimaes (colonos), 26, u; 39, 1.Michos peruanos, 7, 1.Mitología peruana, 27, u.Molina, Alonso de, 68, u; 70, ri; 74, 11; 243, 11.Momias, 28, 1.Monos, 65, 1.Montalvo, Alonso de, 199, u.Montenegro, 57, 11; 58, 1; 59.Montesinos, licenciado, Fernando, 1 .47, u; 148, I;

173, 1.Morales, 55, 1.Motupe (poblacion), 93, 11.Moya, condesa de, 53, rr.Murciélagos , lana de, 247 , I.

N.

Napo (rio) , 165,1.Narvaez, 171,11.Nasca (lugar) , 453 , u.Natural é general historia de las Indias, 203, u.Navarro, Antonio, 91, Ir.Nicaragua, provincia de, 51, i; 81, r.Nobleza peruana 14, 11.

Nombre de Dios (puerto), 84 , 1; 435,11; 188, u.

Nueva Toledo, 251 , 1.O.

Obispos del Cuzco, Quito, Bogotá , Lima y Goatema-la, 201 , 1r; 220, 1; 226,1; 233, 1.

Ojeda, Alonso de, 55, I.Ondegardo • 49 1.Ordonez, Rodrigo de, 149,1. -Orejones, 70, u.Orellana, Francisco de, 165, II; 166., 1.Orgaiz, Rodrigo, 249, 1.Orgoñez, 150 á 155.O. Bien ,Mr.,4,1.Oro, 42,11;43,I;95,u;243,1.Ortiz, Pedro, 243, 1.Oviedo (historiador), 239, 248, II.

P.

Pachacamac (dios) , 28 , ,.Pachacamac (ciudad) , 109, u ; 133, 1.Paica, puerto de, 72, u.Pájaros, 65,1.Pajonal (yerba), 40, I; 95, 11.Palacios peruanos , 12.Paltos, despoblado de, 197, I.Panamá (ciudad) , 243 , u.Panamá (lugar), 53, II.Panes , Juan de, 141 , II.Paniagua, 209, 1r 212, r.Pasado, punta de, 64, u.Pastos (lugar), 198, 1.

Patata, 40, i; 66, 1.

Patos, 92, 11.

Paullo, Topa, 136, 11; 182, r.Paz , Martín de, 68, n; 243, Ir.

Paz, catedral de la, 219, r.Pedrarias , 53, I1; 55, r; 61, I; 62, 242, r; 239.Pedraza, Fr. Reginaldo de, 82 , 1.Peralta , Cristóbal de, 68 , u; 243, u.Peranzures, capitan, 251, u.Perez, 113, u.Perlas, islas de las, 56 , 11.Perú, su geografía , 6 ; su etimología, 15, II.Picado, Antonio, 169, 170,11;171, u; 176,1; 250, I.Pineda, Francisco, 250, I.Piñas (fruto), 70, 11.Piñas (puerto), 54,1; 56, u.Piura, rio, 90,11.Pizarro, Francisco, 54 á 59, 62 á 75, 77 á 84, 88 á

06, 98, 400 á 109, 413 á 119, 121 á 130, 132 á134, 136 á 438, 143, 146, 151 á 153, 159 y 160,462 y163, 468, 174 á 174, 240 á 250.

Pizarro, Francisca, 172, 11.Pizarro, Gonzalo, 79, u; 129, i; 135, u; 136, i;

141, n ; 146,1; 147, i; -150, I; 152, i; 154,n;155, 160, 162 á 467, i; 169,1; 184, 188 á 191,193 á 202, 210, 212 1. 215, 217 á 219, i; 221 á226, 228 á 230, u; 252.

Pizarro, Hernando, 80, 83, u; 89, 1; 94, 1; 95, 98á101,409,u;1.141,114,11;134,11;135,138á143, 145, u; 146, 150, 152 á 158, 160, 161,189, r.

Pizarro, Juan, 79, n; 129; 1; 135, u; 136, 1; 138,139, 142, 246,1.

Pizarro, don Juan Hernando, 172, 11.Pizarro, Pedro, 79,1; 128, r; 146, 11; 147,1; 173,

r; 245 á 248, 252.Plata (mineral), 43, 1.Plata, villa de la, 163, T.Plátanos, 39, u; 70, II.Ponce de Lean, Hernan, 141 , ir; 158, 11.Popayan, ciudad de, 175, 11; 198, u.Porco, minas de, 460, n.

Potosí, minas del, 160, u; 488,1; 202, I.Polygamia, 33, 1.Presidente de la real Audiencia, cargo de, 207, u..

VOCABULARIO ALFArIETICJ.

Propiedad territorial, 17, i; pecuaria, 18,1; mine-ra, 18, n.

Puelles, 491,1; 198,1; 201,1; 212, u.Puentes colgantes, 21, t ; 221 , 1.Puerto-Viejo (ciudad) , 82 , n; 496 , r•

Puertos Nevados, 430, u.Puná, isla de, 70,1; 83

Q.Quemada, Punta, 38, u.Quichua (idioma) , 26, I.Quincuagenas , 203, 11.Quinua (vegetal), 19, n; 40, 1.Quipucamayus, 20,1; 34,1.Quipus, 19, i; 34, 1.Quiro, Alvaro del, 241 , ti.Quito, 8, u;66,i;131,u.Quixos, territorio de, 464, t.Quizquiz, 87, 1; 124,n; 430, t.

R.

Rada ,Juan de, 170,1; 1 71 , u; 172, 1; 176.Ramírez, Juan, 252, 1.Ragmi (fiesta), 34, u.'Rehenes, 25.Relacicln del descubrimiento de la costa y mar del

Sur, 245.Relaciones del descubrimiento y conquista de los rei-

nos del Perú, 446, u.Religion peruana , 27, u; 28, 29, t.Repartimientos, 162, 11; 187, u; 233, u.Reyes, ciudad do los, 134, r.Ribera, Nicolás de, 59,11; 67,1; 68, n; 243, u.,Riego, sistema de, 7, t; 38, 1.Riinac, valle de, 134,1.Riobamba, 431.Ríos, Pedro de los, 62, r; 65, u; 67, u; 75, t.Riquelme, 117, u; 474 , 11; 249, u.Rolas, Gabriel, 141, n.Romanos, 51 , 1.Ruiz, Bartolomé , 63,11; 64, 67 á 70, 78, u; 113, 1;

243.Ruiz , Domingo , 2 1 7 , 1.Ruminabi, 131,11.

S.Saavedra, 136, u.Sacerdotes peruanos, 30, u.Sacrificios, 31,'1.Salinas, 154, 1.Samaniego, 455 , 11.Sanchez de Quesada, Gerónimo, 238, u.Sanchez de Vargas, 166, 1.Sándalo, 65, ti.San Juan de la Frontera (ciudad) , 251, 1.San Juan (poblacion), 243 , u.San Juan (rlo), 59, u.San Lúcar , barra de, 80 , ,.San Mateo bahía), 64, i; 65, u.San Mateo puerto), 81,11.San Miguel (ciudad), 83, u; 90, u; 196, 1.San Miguel (golfo), 53, r; 56, u.San Miguel e Piura, 90, u.Santa, Puerto de, 74 ,1.Santa Clara (isla) , 70, 1.Santa Cruz, 74, i.Santa Elenapunta) , 69, u.Santa Marta (puerto), 80, u; 208, 1.Santiago, 243, u.Sarabia, 67, u.Sarmiento, 47, u.Segri, 86, 1.Sechuza, llanuras de, 72, n.Segovia, P. Bartolomé de, 136, u; 250, r.Sequizano , 128,,.Seminario de Alcalá de Henares, 206, t.Sentencia de Gonzalo Pizarro, 252.Silva, Hernando de, 252,1.

501,28, 11.

Solano, 216, u.Soria Luce, Domingo de, 68, u; 243, n.Sotelo, Cristóbal de, 177,1.Soto, Hernando de, 83, 1I; 89, 90,1; 92, u ; 93 , r;

98,n; 99, 101,1; 116, u; 417, n; 119, 1t; 123ti; 124, 247, 11, 249, 1.

Suarezde Carbajal, 492, u; 493.T.

Tabaco, 40, 1.Tacamez (puerto), 66, 1.Tacumez (punta) , 69, u.Tafur, 68, 69, 1.Tambos (posadas), 42, 1; 24 , u ; 92 , u.Tambo (fortaleza), 445,i; 116, I.Tampu, templo de, 44, 1.Taugarala , valle de, 90, 1.Tavantinsuya (Perú) , 110 , 1.

Tehuantepec (bahía), 161 , 1.Tejada, 195, u.Tejidos, 42, i; 64, u.Téllez de Guzman, Antonio, 250, 1.Templos, 30, n, 74 , u.Tenumpuela (pueblo), 242, r.

Titicaca (lago), 8, i; 212, u.Tolson, Mr. Charles, 4, 1.Topa, Inca, Yupanqui, 8, 11.Toparca, 122, u; 125, t.Torre, Hernando de la, 252,.1.Torre, Juan de la, 68, u; 243, it.Trujillo (poblacion), 74, t ; 137, 1 ; 193, ti.Tumbez (poblacion), 70, 74, u; 89, I; 90, 242.Tumbez (puerto de), 64, u; 215, t.Tumebamba, ciudad de , 87, , u.Tupac Yupanqui, 71, it; 84, u.

U.Urcos, 149, ir.

V.Vacada Castro, 162, 1; 475, u; 178á 185, 188, 190

491, u; 194 á 196, 251,252 ,Valdivia, Pedro de , 154, II; i55, 163, u; 220, 221,

224,1;230,1.Valencia, 206.Valverde, Fr. Vicente de, 103, i; 107 , n. 118, 119,

ir; 125,u; 128,11; 429,n;245, 246,248,1;249,1.Valverde Obispo, 159, i1; 176, 1.Vallejo, Juan de, 241 , it.Vargas, Fr. Juan de, 81, r.Vasco de Gama, 51, a.Vasco Nuñez de Balboa , 5 1.Vazquez, Juan, 245, t.Velazquez, Juez, 169,1; 170, u; 174 , 176, t.Veragua, 54,1.Vicuña (animal), 41, 1. 95, u.Vicuña, lana de, 11.Vilcaconga, sierra de , 121, r.Villac Umu, 30, u; 136 , ti; 438 , I.Viracocha, 24, ,.Virey, cargo de, 187, 11.Vírgenes del Sol, 32, it.Visitador de Valencia, 206.

X.Xaquixaguana, 125,1; 222, ti; 252.Xauxa (ciudad) , 114 , u ; 132, n.Xauxa (fortaleza) , 88 , 1.Xauxa (valle), 123, ti.

Y.Yuca (vegetal) , 39, tr; 70, n.Yucay (valle), 43, u; 138, II.Yucay (rio), 138, n.

Z.Zangalla, 103, 11.Zaran (pueblo), 92, u.Zárate , licenciado, 473, II; 189,1; 495, n.Zárate, Agustin de, 235, 236, 1.

Notas sobre la edición digital

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