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La teoría electorera del menos peor l ¿Por qué no López Obrador Poemas de Benjamín Torres Uballe l Violencia y poder: el recuerdo de Colosio l All that jazz l Alianza Televisa-Iusacell Colaboraciones de Roberto Bañuelas, Mariela Loza, Perla Schwartz, David Figueroa, Roberto Bravo y Carlos Bracho

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La teoría electorera del menos peor l ¿Por qué no López ObradorPoemas de Benjamín Torres Uballe l Violencia y poder: el recuerdo de Colosio l All that jazz l Alianza Televisa-IusacellColaboraciones de Roberto Bañuelas, Mariela Loza, Perla Schwartz, David Figueroa, Roberto Bravo y Carlos Bracho

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el Búho. Órgano de difusiÓn de la “fundaciÓn rené avilés fabila, a.c.”, revista mensual, Julio 2012editora responsable: ma. del rosario casco montoya l certificado de reserva de derechos al uso exclusivo 04-2008-112519134400-102 l número de certificado de licitud de título y de contenido: 15298 l domicilio de la publicaciÓn: yácatas 242, narvarte, c.p.03020, delegaciÓn benito Juárez, teléfono y fax: 56 39 59 10. cel. 04455-20959228 l www.revistaelbuho.com l impresiÓn y acabado:

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Guillermo CenicerosAhora El Búho recibe en su portada un espléndido trabajo de Guillermo Ceniceros sobre el fotógrafo Héctor García. Guillermo Ceniceros nació en El Salto, Durango, en 1939. Sus estudios de pintura los hizo en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Nuevo León, en Monterrey. Su enorme talento y origi-nalidad lo lleva a ganar dos premios muy joven y a exponer individualmente. En 1965 trabaja con David Alfaro Siqueiros. Su éxito es inmediato y expone en México y en muchos otros países. Su historial artístico es sorprendente y su obra está en manos de coleccionistas y de importan-tes museos. Aunque es autor de murales soberbios, su trabajo de caballete es posi-blemente más conocido. El escritor y crí-tico de arte José Ángel Leyva ha señalado que la obra de Ceniceros es resultado de “una paciente labor de orfebre, de artesa-no, de lector y de espectador que interroga a los objetos, que dialoga con materiales y herramientas que dan vida a sus deseos...” Si uno observa detenidamente el trabajo del maestro, podrá encontrar universos fantásticos poblados de extrañas figuras prehispánicas, de una geografía original y del abierto despliegue de singularidad e inventiva. Aspectos que se pueden com-probar con sus materiales que están en el interior de este número de la revista. En Ceniceros hay herencias, pero asimismo hay novedades, un mundo nuevo que sólo le pertenece al artista y a quienes posan sus ojos asombrados ante su trabajo.El Museo de Arte Contemporáneo Guillermo Ceniceros, situado en Durango, es de obli-gada visita para conocer el trabajo de uno de los mayores artistas mexicanos.

Consejo editorial:José Agustín l

Griselda Álvarez (>) l Raúl Anguiano (>) l

Carlos Bracho l José Luis Cuevas l Martha Chapa

Alí Chumacero(>) l Alberto Dallal l

Beatriz Espejo l

Gelsen Gas l David Gutiérrez Fuentes l Andrés Henestrosa (>) l

Luis Herrera de la Fuente l Dionicio Morales l Armando Prida Huerta l Carlos Ramírez

Ignacio Retes (>) l Bernardo Ruiz l Sebastián l Fernando Sánchez Mayans (>) l

Leticia Tarragó l Betty Luisa Zanolli Fabila

Director:René Avilés Fabila

Subdirectora:Rosario Casco Montoya

Coordinación de arte:Félix Acevedo

Diseño:Osam Malja García

Fotógrafo:Francisco A. Menéndez Bazán

Colaboradores:Manuel Aceves Pulido(>) l Eugenio Aguirre

l Héctor Anaya l Hugo Argüelles (>) l Roberto Bañuelas

Martha Bátiz l Roberto Bravo l Salvador Bretón l Rodolfo Bucio l Salvador Camelo l Elsa Cano l Emmanuel

Carballo l Marco Aurelio Carballo l Antonio Castañeda (>) l Jesús A. Castañeda l Joaquín Armando Chacón

Leonardo Compañ Jasso l Marcela del Río l Adán Echeverría l Javier Esteinou l Sergio Fernández l Citlali Ferrer l Martha Figueroa de Dueñas l Silvia Fong Robles l Luz García l Sandra García l Enrique Gastélum Eve Gil l Otto-Raúl González (>) l Francisco Javier Guerrero l José Antonio Gurrea l Humberto Guzmán Saúl Ibargoyen l

Josu Iturbe l Marco Aurelio Ángel Lara l Daniel Leyva l Roberto López Moreno l Froylán M. López Narvaéz l Andrés de Luna l Ramón I. Martínez l María Eugenia Merino l

Mayté Noriega l Carmen Nozal l Juan Luis Nutte lAnabel Ochoa(>) l José Luis Ontiveros l Gregorio Ortega l Federico Ortiz Quesada Francisco Prieto l Jorge Ruiz Dueñas l Rafael Ruiz Harrel (>) l Hugo Enrique Sáez l

Alejandro Sandoval Perla Schwartz l Ignacio Solares l Ignacio Trejo Fuentes l Francisco Turón l Roberto Vallarino (>) l Liborio Villalobos Calderón l Marcos Winocur l Patricia Zama l Silvio Zavala

Artistas plásticos:Gilberto Aceves Navarro l Juan Alarcón l Iris Aldegani l Luis René Alva l Javier Anzures l Sergio Ángel Beltrán l María Emilia Benavides l Alejandro Caballero l Alberto Calzada l Alfrefo Cardona Chacón Estrella Carmona l Jesús Castruita l Guillermo Ceniceros l Edgar Clement l Felipe de la Torre l Luis de la Torre l Juan Román del Prado l Lourdes Domínguez l Aída Emart l Francisco Eppens (>) l Francisco Espino José Fernández l Carmen Flores l Olivia Fuentes l Héctor García l Joaquín García Quintana l Luis Garzón

Esther González l Gabriel Gómez Pizano l Renato González l Juan José Gurrola l Víctor M. Hernández

Rigel Herrera lJazzamoart l Fernando Leal Audirac l Antonio Ledesma l Miguel Ángel Ledesma l Jorge López Luckie l Leonel Maciel l Elsa Madrigal l Ángel Mauro l Mel l Raúl Méndez l Adolfo Mexiac l Arturo Miranda Jesús Miranda l Ofloc l Soid Pastrana l Carlos Pérez Bucio l Alejandro Pérez Cruz l Felipe Posadas l Laura Quintanilla l Ma. del Carmen Razo l Carlos Reyes l Alejandra Ríos l Vicente Rojo l Javier Roldán l Gregorio Rosas l Guadalupe Rosas l RRuizte l Oswaldo Sagástegui l Peter Saxer l Luciano Spano l Antonio Tadeo Raúl Tame l M. Tarbados lMauro Terán l Mauricio Vega l Daniel Zamitiz

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ContenidoEditorial

Héctor García, el último de los grandes René Avilés Fabila l 4

De nuestra portadaLa teoría electorera del “menos peor” y la simplificación aburguesada de la realidad Julio Muñoz Rubiol 6Porqué no votar por López Obrador Mauricio Schoijet l 11Alianza Televisa-Iusacell: un favor más del panismo Jorge Bravo l 15

ConfabularioPoemas Benjamín Torres Uballe l 19Nuevos Brevicuentos Roberto Bañuelas l 22Poemas en totonaca y español Manuel Espinosa Sainosl 25Saqueador de tumbas Iván Medina Castro l 28Mientras me desvanezco Mariela Loza Nieto l 31El tesoro de la Huasteca Francisco Javier Arroyo l 38Poemas Jorge Hernández Cruz l 40Diferencia, repetición y semejanza Perla Schwartz l41

ApantalladosViolencia y poder: el recuerdo de Colosio Alonso Ruiz Belmont l42Una mirada amplia y profunda Martha Chapa l46

Arca de NoéAll that Jazz Miguel Sánchez de Armas l47Valdivia Roberto Bravo l50Turbocrónicas Marco Aurelio Carballo l 53Los trancos de Bracho Carlos Bracho l 56

Letras, libros y revistasNotas sobre la arquitectura del edificio Minerva El desfile del amor, de Sergio Pitol Nicolás Balutet l58La poesía lacónica Varios Autores l 61Un viaje a la frontera entre lo real y lo ficticio Francisco Turón l 63Yo, la peor de Mónica Lavín Elsa Cano l 66La biblioteca de David recomienda... David Figueroa l 67

Para la memoria histórica(archivo coleccionable)Héctor García: Odisea de la Luz Dionicio Morales l Páginas centrales

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editorial

La muerte de Héctor García me trajo dolor y

un sin número de recuerdos gratos, espléndi-

dos. Artista sin par, cuando le preguntaban

su técnica para obtener fotografías perfectas,

sorprendentes, donde las inquietudes sociales

se combinaban misteriosamente con la estéti-

ca, se limitaba a decir con su gran sentido del

humor: Es el método de Francisco Villa: primero

disparo y luego averiguo. Nada más falso, era

una buena broma, nadie como él para saber el

momento adecuado de tomar la foto: la luz y las

sombras, el movimiento, el gesto… Mis recuerdos

de Héctor, siempre modesto y sencillo, sin per-

catarse de su talento genial, proviene, pienso,

desde siempre. Cuando me asomé al mundo

cultural, él ya era una enorme figura, un hombre

reconocido y laureado. Buen conversador, era

respetado y querido en todos los ámbitos sociales.

Alguna vez, hace casi cuarenta años, en la inau-

guración de una librería del Fondo de Cultura

Económica, estábamos Rubén Bonifaz Nuño y yo.

Héctor se acercó y nos saludó para de inmedia-

to sacar una pequeña cámara que utilizó para

retratarnos. Al ver eso, los demás fotógrafos, casi

todos del montón, comenzaron a disparar sus

flashes sobre nosotros. Al concluir la sesión, nos

pidieron nuestros nombres. Sorprendido, pre-

gunté: Si no saben quiénes somos, ¿por qué nos

retrataron tantas veces? Por una razón, respon-

dieron casi a coro: porque ustedes dos son los

únicos de traje y corbata. Héctor festejó el suceso

con sus consabidas ironías.

Durante una época, sin duda una de las

mejores de nuestra larga amistad, Dionicio

Morales, Carlos Bracho y yo solíamos recorrer

cantinas y restaurantes sórdidos. Las conversa-

ciones eran estupendas. Héctor era un perfecto

cronista de la vida cultural y popular de México.

Mientras platicábamos, cada tanto, sacaba su

cámara y tomaba fotografías. Me parece que

algunos de los mejores análisis sobre el tra-

bajo de Héctor García fueron justamente del

poeta Dionicio Morales, quien en libros, pró-

logos y ensayos, dejó una completa biografía

del artista. Cito algunos libros: Camera oscura,

1994, Universidad Veracruzana, Héctor García,

fotógrafo de la calle, Conaculta, 2000 y Chiles

verdes, UAM-X, 2007. Esta última obra es en rea-

lidad una especie de autobiografía recopilada

y prologada por Dionicio, quien solía decirle al

artista: “Tú niegas la idea de que una foto vale

más que mil palabras, puesto que además de

escribir con luz, has utilizado las palabras para

escribir de tu arte y tu vida.”

Cuando cumplí treinta años como escritor,

Bellas Artes y otras instituciones educativas como

la UNAM y la UAM, me hicieron algún reco-

nocimiento. Bellas Artes y otras dependencias

culturales lo extendieron a otros escenarios.

Recuerdo una mesa redonda sobre mi literatura

en Tampico, en un hermoso teatro. Entre ami-

gos como Sebastián, Dionicio Morales, Griselda

Álvarez, Eugenio Aguirre, Saúl Juárez y Bernardo

Ruiz, donde todos, como es natural en esos

El

ho

... Héctor García, el último de los grandes

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Pedro Bayona

casos, hablaban de mi trabajo, de pronto Héctor

García dijo: ¡Basta, no quiero oír ni hablar más

sobre René, llevamos varios homenajes, suficien-

te, voy a hablar de mí! Y lo hizo ante nuestra

sorpresa. Por más de media hora contó la forma

en que llegó por vez primera a EU, en tiempos

de la Segunda Guerra Mundial y lo bien que le

iba con las mujeres, ya que los hombres estaban

en el frente.

La última vez que lo vi fue durante el festejo

de su cumpleaños anterior a su muerte, en su

casa. Estaba delicado, débil, en silla de rue-

das, pero haciendo planes para su fundación y

su legado. Como siempre, a su lado estaba María,

atenta a su salud. Yo repetí una vieja broma: De

acuerdo, Héctor es un genio, pero a mí las mejo-

res fotografías me las ha tomado su esposa. No

pensé que lo veía por última vez cuando me

despedí con la promesa de un nuevo encuentro.

Al final, los sitios donde solíamos vernos eran en

su casa o en la mía, donde todavía tenía humor

para sus anécdotas estupendas y sus relatos

de cómo y en dónde había conseguido tal o cual

fotografía genial. A veces iba a platicar con mis

alumnos de la UAM-X, pero ya debilitado por los

males físicos, no pudo ir más.

Su muerte fue dolorosa no sólo para sus fami-

liares, lo fue para el país entero al que le dedicó

su arte y su vida, para sus amigos y admirado-

res. Lo curioso es que muchas veces encontra-

mos fotografías notables y no sabemos que son

suyas. Nunca buscó la fama a pesar de tener-

la, de haber conseguido premios nacionales a

montones. Su sencillez era proverbial y se daba

de manera espontánea, natural. Su talento y cor-

dialidad, su generosidad y sentido de la amis-

tad, le abrieron puertas, pero no las necesitaba,

le era suficiente recorrer ciudades y campos

para encontrar lo que su infaltable cámara le

exigía: fotografías perfectas, de notable belleza.

Retrató todo lo que estuvo a su alcance, desde

campesinos y niños famélicos hasta rostros de

actrices deslumbrantes, intelectuales y artistas.

Nadie le fue ajeno. Su esfuerzo estético fue para

captar el complejo rostro de México.

Si fuera creyente, lo imaginaría en el Cielo

buscando nuevos ángulos de las contradiccio-

nes en el reino celestial. No podía estarse quieto,

sin disparar su cámara mágica.

René Avilés Fabila

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Julio Muñoz Rubiones. De ese modo, han llegado a elaborar la socorrida teoría del

“mal menor” o del candidato “menos peor” como alternativa

frente a los “peores”, para justificar el apoyo a López Obrador.

Han recurrido una vez más a la tan siniestra elaboración de

la lucha contra el llamado “enemigo principal” que tan catas-

tróficas consecuencias ha tenido a lo largo de la historia del

movimiento socialista y obrero a escala mundial.

De acuerdo con esta teoría, ese “enemigo principal” es

concebido como la causa esencial de todos los males de este

país, encarna y es en sí la propiedad fundamental del mal, la

cual transmite y propaga al resto de la sociedad. Eliminado

éste, sus subordinados desaparecerán automáticamente o

cuando menos se debilitarán. Se quita una pieza que funciona

mal y se pone en su lugar otra que funciona bien. Se crea la

ilusión, dentro de este esquema, de que los enemigos secun-

darios pueden, en el curso de esta pugna, ser cooptados a una

alternativa revolucionaria o progresista dada su “debilidad”, o,

precisamente a causa de ella misma, harán más fácil el desa-

rrollo de las alternativas revolucionarias. No sólo no opondrán

tanta resistencia sino que incluso pueden ser quienes lleguen a

liderar un cambio más profundo.

Todo esto alude a una analogía con una máquina, la cual

puede ser desarmada e inutilizada tan sólo con sustraerle algu-

nas de sus partes indispensables y posteriormente rearreglada

con refacciones nuevas. Como si fuera un motor, una computa-

dora o un sistema eléctrico.

No se comprende que los sistemas de dominación no

funcionan a la manera de los sistemas de cuerpos simples

en movimiento, como sistemas de fuerzas newtonianos, o a

la manera de sistemas de inputs-outputs. Son sistemas que

muestran una mucho mayor complejidad y flexibilidad que los

mostrados en sistemas de coordenadas cartesianas, no son

En incontables ocasiones, la izquierda mexicana,

incluso la que se asume independiente y revolu-

cionaria, a pesar de contar con un corpus teórico

propio de una gran riqueza: la dialéctica, ha caído en las

redes del positivismo, del mecanicismo, con su componen-

te reduccionista y del pragmatismo. En la mayoría de los

casos, esta izquierda ha adoptado de una visión simplifica-

da del mundo, una visión esencialista propia de la burgue-

sía. Así, se ha lanzado a la lucha con mucho entusiasmo

pero muy frecuentemente con una visión coyunturalista,

parcial y lineal de la sociedad. Ignorando las cuestiones

fundamentales del método y cegada por este entusiasmo

momentaneísta, no ha alcanzado a elaborar una concepción

coherente de mediano y largo plazo, para lo cual se requie-

re superar esa visión cartesiana del mundo y aplicar una

metodología que dé cuenta de la complejidad; un análisis

del mundo como relaciones, es decir, como vínculos entre

lo distinto, como interacciones en distintos planos, ritmos

y direcciones; análisis históricos que hagan comprender la

realidad como movimiento, como oposición.

En este momento en México, en la coyuntura electoral

que nos atraviesa, numerosos teóricos de esa izquierda, así

como organizaciones, manifiestan una vez más esa ausencia

del método dialéctico en sus análisis, expresan una profunda

incomprensión de lo que es la complejidad del Estado y de

sus relaciones con la sociedad y vuelven, en cambio a las con-

cepciones esencialistas, monistas, uni-casuales, mecanicistas,

deterministas y lineales; se expresan concepciones inconexas,

parciales y parcializadas de lo que es este país y sus institucio-

de nuestra portada

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sistemas que puedan ser comprendidos en función del com-

portamiento de una variable independiente y otra dependiente

con la que se pueda jugar a voluntad y predecir la respuesta

de la variable independiente, como es el caso de los sistemas

simples y homogéneos estudiados por la física clásica. En rea-

lidad, los sistemas de dominación son sistemas sumamente

flexibles, muy heterogéneos, que son capaces de rearreglarse

y recomponerse en el total de sus elementos integrantes y en

sus relaciones, manteniendo las propiedades que le dan sentido

mientras no se les oponga una contra-sistematicidad, una real

contra-hegemonía, la cual no se da si no es por la intervención

del elemento subjetivo-consciente que le pueda hacer frente,

no como una máquina sino como un proceso integral y global,

como una totalidad.

Esta concepción fragmentaria y mecanicista del mal menor

y el enemigo principal impide comprender que los sistemas de

dominación están compuestos por elementos intercambiables,

transferibles; que adoptan ciertas variantes en un momento y

otras en otro, pero que siempre mantienen sus pilares constitu-

tivos, los cuales no aparecen o desaparecen sólo con la persona

que ocupa la presidencia o el partido que tiene la mayoría en

el parlamento.

Esta teoría del mal menor concibe al poder y sus sistemas

e instituciones como un conjunto de parcelas delimitadas, difí-

cilmente transitables a través de sus paredes. Como si estuvie-

ran repartidas de antemano y fijamente, o como si la repartición

fuera un acuerdo que se celebrase de tanto en tanto, después

de cada proceso electoral: “Esto, esto y esto para ti; esto, esto y

esto para mí”, y estuviera vedado entrar en las celdas y feudos

del otro hasta no celebrarse otra repartición del poder. De este

modo, parece que se podría predecir, por medio de operaciones

aritméticas, lo que cada candidato, su partido y su fracción

parlamentaria harían en caso de ganar una elección. ¡Como

si el poder, juzgado como un todo, fuera un reparto rígido de

cuotas que adoptaran formas de propiedad privada! En realidad

el sistema burgués de dominación se integra y constituye por

instituciones, prácticas, valores, principios, necesidades, que

son expresión de las formas de conciencia social, y que com-

prenden a los individuos, pero los atraviesan y van más allá

de ellos, los engullen y anulan o los encumbran y protegen; se

expresan de acuerdo con las situaciones específicas que se le

presentan al sistema.

Frecuentemente esta visión mecanicista tiende a confundir

y a equiparar al gobierno con el Estado y pensar en conse-

cuencia que estos cambios mecánicos en el gobierno serán los

modificaciones de todo el Estado. Pero el gobierno y dentro

de él el poder ejecutivo no son el Estado, son solamente una

parte de él. El Estado está constituido por el conjunto de las

instituciones permanentes que persiguen producir, reproducir y

defender el sistema de dominación en conjunto, como un todo,

tanto los aspectos de la vida pública y sus diferentes ámbitos,

como los de la vida privada, desde las relaciones laborales

hasta la estructura psíquica del individuo; desde los principios

legales y morales hasta las preferencias políticas, estéticas,

la sexualidad, los sentimientos y la cultura toda. Ejemplos de

instituciones o aparatos ideológicos del Estado son el poder

ejecutivo, los congresos, el poder judicial, los partidos políticos

burgueses, la escuela, las instituciones eclesiásticas, la familia,

los medios de comunicación, la prensa; todos ellos, aparatos

ideológicos de dominación, en tanto el ejército, la policía y los

grupos paramilitares y gangsteriles constituirían los aparatos

represivos de dominación del Estado.

El Estado capitalista se presenta siempre como un con-

junto de instituciones que aparentemente se encuentran por

encima de los conflictos sociales y de las clases; se exhibe

Adolfo Mexiac

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como árbitro “neutral”, como mero regulador de los conflictos,

pero en realidad su función es la de garantizar y proteger los

intereses de la clase dominante, la sumisión de las clases subal-

ternas, y para ello es preciso que oculte la verdadera estructura

social, las verdaderas relaciones entre las clases sociales y sus

miembros, los verdaderos resortes que producen la explotación

capitalista, la frustración, la injusticia y la falta de libertad.

Al interior de cada una de las instituciones del Estado y

entre ellas, se manifiestan movimientos que expresan o reflejan

las contradicciones y movimientos de la sociedad, valorados y

concebidos de acuerdo con las concepciones, formas y catego-

rías de la clase dominante, en la actualidad de la burguesía. El

movimiento intra-institucional de actividades tiene una cierta

autonomía con respecto a las otras instituciones del Estado,

pero al mismo tiempo hay un movimiento correspondiente a

las relaciones inter-institucionales, en donde se integran (no se

suman) en un nivel cualitativamente distinto los movimientos

intra-institucionales; se niegan para afirmarse en un nivel cua-

litativamente distinto. Finalmente se dan los movimientos de la

relación Estado-sociedad. Y decir sociedad es decir sociedad de

clases, es hablar de formas concretas, específicas de conciencia

social, es hablar de la irrupción de formas determinadas de

subjetividad en la vida de un país o de la humanidad toda. Todo

esto es lo que hace terriblemente compleja, y heterogénea a la

sociedad y al Estado. Es lo que hace que su funcionamiento no

sea algo mecánico y simple.

La complejidad de los movimientos dentro de y entre todos

esos niveles de análisis nos puede dar una serie de resulta-

dos “inesperados” si atendemos a una noción no exclusiva de

mayorías/minorías partidarias, como sistemas más o menos

cerrados. Más inesperados aún serán si la reducimos a una

figura quasi monárquica de un jefe de Estado que controlaría

las decisiones más o menos a discreción.

Todo este conjunto de movimientos cruzados vertica-

les-horizontales-transversales se manifiestan en numerosas

direcciones simultáneas, no rectas siempre. No es el mando y

voluntad de una jerarquía tomada como “superior” la que deci-

de por igual sobre unos y otros. Son estos movimientos, que se

refieren a formas y niveles de conciencia social y subjetivida-

des los que deciden en unas direcciones y no necesariamente

en otras, dependiendo de contextos específicos. Minorías y

mayorías congresuales se recomponen y rehacen, así como sus

conciencias y las de sus representantes. Así lo hacen todas las

instituciones del Estado.

Un aparato ideológico de dominación o un represivo pue-

den mutar, mimetizarse, fragmentarse y dividirse o exhibirse

ostentosamente en distintas etapas del ejercicio del poder, pero

buscará seguir cumpliendo su función dentro del todo que es

el Estado: el aparato global de dominación.

Los partidos políticos de concepción burguesa (como

los que dominan en un 100% a la clase política mexicana) se

reparten al electorado para manipularlo y enajenarlo de diver-

sas maneras. Cada uno de ellos cumple una función y juega un

papel más o menos relevante según su relación con tal o cual

grupo social.

Toda forma de capitalismo que se haya desarrollado al

menos desde la primera posguerra, tiene contenida en su seno

al menos el germen del fascismo y de la violencia, es algo

necesario e imprescindible para el sistema, pues en su creciente

decadencia no puede ofrecer satisfactores a las masas y pue-

blos del mundo. En todo estado existen esos núcleos fascistas o

profascistas, cerrados más o menos clandestinos, a veces ultra-

secretos, incluso dentro de los gobiernos democrático-burgue-

ses. Para muestra podemos citar la actuación de esos grupos en

los asesinatos de John y Robert Kennedy, Martin Luther King y

Malcolm X en EUA en la década de los 60’s.

En México, la derecha ha permitido y fomentado la vio-

lencia en el país y las instituciones que la promueven, no sólo

con el ejército en las calles o la PFP, sino con la formación de

gran cantidad de paramilitares. No debe perderse de vista que

cárteles de la droga con sus respectivos sicarios, son parte del

Estado, no son milicias populares ni guerrillas revolucionarias,

son elementos que juegan a favor de una militarización integral

de la sociedad, del fomento de la violencia extrema porque

fomentan con ella el miedo entre la población. Ésa es la función

social que la violencia del régimen cumple frente a la sociedad

civil, ésa es la misión que el sistema ha asignado a todos esos

aparatos junto con el ejército policía, granaderos, judiciales,

porros, etc. Tales aparatos pueden mostrar, desde luego, divi-

siones profundas en el seno del Estado, pues éste no es un

ente monolítico. Pueden, entre sí, transferirse sus funciones

con arreglo a la situación social o a la necesidad de esconder la

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presencia de algunos y realzar la de otros, pero siempre mante-

niendo a la represión y a la violencia como elemento estructural

del capitalismo mexicano. Pensar que la llegada de AMLO: el

“menos peor” a la presidencia de la republica va a acabar con

la violencia institucional o al menos a aminorarla como conse-

cuencia del hecho formal de ganar las elecciones, es aplicar un

razonamiento mecanicista y vulgar, inválido para el análisis del

Estado; es no tener idea de la fuerza que la violencia ha cobrado

como una necesidad propia del sistema mexicano a distintos

niveles, desde el económico y el reparto de los mercados hasta

el psicológico, ni de su complejidad, ni de la enorme diversidad

y flexibilidad que el Estado tiene para echar mano de la misma,

al margen o incluso contra quienes dentro del mismo, se opon-

gan (en su caso) al uso de ella.

Quienes inocentemente y de buena intención piensan que

impidiendo la llegada de Peña Nieto a la presidencia y garanti-

zando el triunfo de AMLO, la represión en el país va a disminuir,

ignoran todo ese complejo funcionamiento del Estado en gene-

ral y del Estado mexicano actual. El candidato “menos peor”

sólo tiene validez como figura ideal, en el imaginario colectivo,

en el mundo de la ilusión, en el del deseo que cree que puede

hacerse realidad con sólo desearlo, no con la construcción de

una alternativa, opuesta al Estado como un todo.

AMLO, para hablar de otras cosas, puede llevar al congre-

so los acuerdos de San Andrés para que sean aprobados (como

lo prometió por allí en su campaña). Incluso imaginando que

contase con una mayoría legislativa que lo hiciera, incluso sin

las traiciones de los legisladores de su propio partido. Pero la

aprobación de esa ley no va a garantizar que pueda detener

el hostigamiento a las comunidades zapatistas de Chiapas, ni

desmovilizar a los paramilitares. Eso está fuera de su control

porque hay otras instituciones del Estado mexicano actual que

funcionan bajo sus propios ritmos, jerarquías y mandos. Para

detener esa violencia se requiere la resistencia de formas de

autoorganización contrarias y opuestas frontalmente a las del

Estado, en este caso: las del EZLN y las comunidades indígenas

zapatistas de la región.

AMLO puede darse el lujo de expresar baladronadas como

la de que de llegar a la presidencia va a destituir a Elba Esther

Gordillo del SNTE. Más allá de que esa resulta una inadmisible

intromisión suya en la vida interna de tal sindicato (por buenas

que sean sus intenciones), correspondiente a su visión priísta

de los sindicatos como corporaciones del Estado, la destitución

de esa mujer enfrentará la oposición poderosa de todos sus

partidarios. ¿Quién puede creer que todos ellos van a aceptar

dócil y sumisamente sus decretos? La única fuerza capaz de

sanear y democratizar a ese y cualquier sindicato está en la de

sus agremiados, en una dinámica de ruptura con sus vínculos

con el Estado.

Tampoco es correcta la tesis según la cual la llegada de

AMLO a la presidencia es el mal menor porque con él se tienen

mejores condiciones para avanzar en la lucha por el socialismo

que si llegara Peña Nieto o Josefina, que por ello constituye

aunque sea “un paso” adelante. Tal idea es una muestra de la

aplicación de ese método mecanicista y determinista, según el

cual la historia es un desarrollo lineal en donde la situación

de las instituciones y las formas de la conciencia social de un

momento concreto determinan las del siguiente en una direc-

ción preescrita en el resultado mismo de las votaciones; si gana

AMLO vamos para “adelante”, para “atrás” iremos si gana Peña

Nieto. Es la mejor muestra del desconocimiento de la comple-

jidad del Estado mexicano y de las relaciones sociales entre e

intra clases. Es la aplicación de un modelo progresionista lineal

según el cual la existencia de formas “liberales” de un gobierno

burgués es condición no sólo necesaria, sino imprescindible

para posibilitar la construcción del socialismo, que el capita-

lismo, una vez que se democratiza, lleva de manera natural al

socialismo, que éste está predeterminado ya en el capitalismo

con tal de que se le pueda “democratizar”. Todo es observado

como un proceso ahistórico, supra social y jerarquizante, en el

cual quienes son los capaces e imprescindibles para determinar

la dirección de la sociedad son los líderes y tribunos de la bur-

guesía; es el retraimiento a una concepción según la cual los

individuos de las clases explotadas sólo pueden servir como

objetos cuya función se limita a llevar al gobierno a personajes

que sean los que decidan, externamente a aquellos, sobre las

transformaciones sociales, pero esta concepción no admite que

los explotados puedan ser sujetos activos de la transformación

social global, nunca como agentes de una revolución que les

sea propia. Bajo esta lógica determinista, si en el 2012 AMLO

llega a la presidencia, preparará las condiciones para que en el

2018 llegue otro aunque sea un poco menos peor que él, para

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el 2024 otro aun menos peor y así hasta que automáticamente,

sin la irrupción de las masas explotadas tengamos un gobierno

socialista sin revolución, sin consciencia de clase.

No se toma en cuenta el elemento subjetivo de todo estado

y proceso social. No se toman en cuenta las formas específicas

de conciencia social de los explotados. A pesar de la experiencia

nacional e internacional concreta, no se asimila el hecho de que

éstas sufren avances y retrocesos en la historia y que en México

han sufrido un retroceso histórico desde la formación del PRD

en 1988-89. La caída de las organizaciones de la izquierda

independiente en ese proyecto, ajeno por su condición de clase

y su visión del mundo, precipitaron el retroceso de la conciencia

de millones de mexicanos. En la actualidad AMLO está pro-

fundizando la enajenación de la conciencia de los explotados,

cooptando y dirigiendo a sus feudos distintas formas de des-

contento social, para poder controlarlas dentro de los límites

de lo que el Estado permite, ése es el sentido de instituciones

como MORENA, otro aparato ideológico del Estado.

Las personas y organizaciones que dirigen sus esfuerzos

para posibilitar la llegada de este personaje a la presidencia,

están sembrando y ayudando a sembrar ilusiones entre el

pueblo de México, en que será AMLO quien mesiánicamente

solucione los problemas de este país. La conciencia de los

explotados que optan por AMLO es una conciencia ciertamen-

te más desarrollada que las de los electores del PRI, el PAN o

el PANAL, pero que comparada con las potencialidades que

pueden desdoblar y expresar, permanecen en un estado de

aletargamiento relativo, que no les permite alcanzar el estado

de autoconciencia, o sea de conciencia de la conciencia; sigue

siendo una conciencia de seres en sí, no de seres y de clases

para sí. No de seres que despliegan el conjunto de sus relacio-

nes y capacidades subjetivas propias en la arena social. No se

considera que el problema de la transformación social y de las

relaciones sociales sea un problema de condiciones subjetivas,

todo permanece en una concepción administrativista y buro-

crática del mundo.

Por estas razones me permito rechazar la tesis del candi-

dato “menos peor” para las elecciones federales de 2012 y me

pronuncio por una ruptura de los excluidos, con las organi-

zaciones e instituciones de Estado. En la selva lacandona, en

Morelia, Cherán, Oaxaca, Ayotzinapa, en algunas expresiones

del incipiente pero constante movimiento de diversidad sexual,

y el ecologista; y esperemos que en el movimiento de jóvenes

y estudiantes que comienza a generarse, están algunos de esos

gérmenes de ruptura. Hay que seguir su ejemplo.

Nadie nos representa, ni requerimos de una representa-

ción. Repudio a la farsa electoral 2012.

22 de mayo de 2012, 17:00 hrs.

Guillermo Ceniceros

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MauRicio SchoiJetAlgunos antecedentes

La creación de los parlamentos ocurrió hacia el

siglo XIII como resultado de la presión de la bur-

guesía para limitar el poder de las monarquías

absolutas en materia de impuestos. En estos sólo estaba

representada la burguesía. En el siglo XVII el Parlamento

inglés, encabezado por Cromwell, se rebeló contra la

monarquía y después de decapitar al rey limitó drástica-

mente los poderes de ésta. Aunque en los siglos prece-

dentes hubo numerosas rebeliones campesinas, fue sólo

hasta esta revolución que se produjeron los primeros

movimientos organizados de las clases subordinadas.

Los Levellers (niveladores) fueron soldados del ejérci-

to de Cromwell que exigieron el derecho al sufragio.

Éste contestó que ello pondría en peligro la propiedad

de los poseedores y procedió a reprimirlos. En Francia

el sufragio universal fue otorgado en 1848. En Inglaterra

la lucha por éste se prolongó desde fines del siglo XVIII

hasta la segunda mitad del siguiente, y estuvo marcada

por actos sangrientos de represión. Para los ideólogos

de la burguesía, como Burke y Malthus, la democracia

se identificaba con el “gobierno de las turbas”, o sea

la dictadura del proletariado. Malthus sostuvo que para

frenar los supuestos probables excesos de éstas la bur-

guesía debería recurrir a la dictadura militar.

En América Latina en la mayor parte de los países,

incluyendo a México, después de la independencia, se

instituyeron formas de democracia restringida, por ejem-

plo exigiendo que para ser candidato había que tener un

ingreso considerable. Las elecciones fueron fraudulentas

hasta comienzos del siglo XIX, y en los países de gran

población indígena, estos fueron marginados de los pro-

cesos electorales. En Argentina hubo dos rebeliones, en

1890 y 1905, que exigían la limpieza electoral. El proceso

tuvo avances y retrocesos, pero en casi todos los países

se logró eliminar el fraude. Después del período de gue-

rra civil que siguió a la dictadura porfirista se impuso un

régimen corrupto y antidemocrático que controló a la

clase trabajadora mediante la violencia y la corrupción.

México tiene el dudoso honor de ser uno de los países

más desarrollados de América Latina, en que el fraude

electoral persistió hasta el año 2000, en circunstancias en

que había sido eliminado en casi todos los demás países

latinoamericanos.

La llamada democracia burguesa es una forma de

dominación de los capitalistas. En México la burguesía

llegó a convencerse que el fraude electoral era insoste-

nible y podría tener consecuencias peligrosas. Por ello y

como resultado de negociaciones entre distintas fraccio-

nes de la burguesía se implementó una supuesta “transi-

ción a la democracia” que pretendía imponer una demo-

cracia limitada, con altos requisitos para la participación

electoral de los partidos, imposibilidad de candidaturas

independientes, y rígido control de los procesos electora-

les, que sin embargo no excluía la posibilidad de fraude,

que probablemente ocurrió en la elección presidencial de

2006. Sucedió en circunstancias en que en varios países

latinoamericanos ya había avanzado considerablemente

un proceso de desprestigio de la democracia representa-

tiva, que seguramente se agudizará en el resto del mundo

en la medida en que se profundice la lucha de los traba-

jadores contra la devastadora crisis económica desatada

en 2008. Este desprestigio se reflejó, por ejemplo, en el

descenso de la participación electoral desde 1945 y en

un impresionante aumento del voto nulo en Argentina,

Brasil, Bolivia, Chile, Perú y Ecuador, que alcanzó

en varias elecciones que tuvieron lugar en el último medio

siglo, cifras del orden de 10, 20, 30 y hasta más del 40%;

y en algunos de los países del “socialismo realmente

existente” en que la transición a la democracia fue inicial-

mente seguida por una alta participación electoral, cayó

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rápidamente y fue además acompañada por altos niveles

de abstención y votos nulos. Probablemente el dato más

significativo en cuanto a desprestigio de la democracia

burguesa es que aparentemente por primera vez en la his-

toria fueron derribados por rebeliones populares gobier-

nos electos, en los casos del De La Rúa en Argentina en

2001 y Sánchez de Lozada en Bolivia en 2003, en tanto

que anteriormente sólo lo eran dictaduras militares. Por

otra parte la ofensiva neoliberal que se produjo en todo el

mundo llevó a las privatizaciones masivas, a la apertura

indiscriminada al capital trasnacional y al empeoramiento

de la situación de los trabajadores.

Lo anterior es pertinente en tanto que muestra que el

caso mexicano de fallida transición a la democracia no es

único. Los ideólogos de la burguesía imaginaron durante

más de un siglo que la democracia representativa era la

forma más perfecta de gobierno y que continuaría duran-

te cualquier futuro previsible. La realidad está mostrando

que tuvo su auge y que estamos en un momento en que

comienza su caída. La fallida “transición a la democracia”

en México se inscribe entonces de este marco de rebelión

de las masas contra la democracia representativa, a la

que ven como poco representativa e incapaz de resolver

sus problemas.

Cuando apareció el Partido de la Revolución

Democrática, que retomó algunas de las consignas nacio-

nalistas de la década de 1930, pero se mostró incapaz de

dirigir a las masas en la lucha contra la ofensiva neoli-

beral. Ni Andrés Manuel López Obrador ni los partidos

que lo apoyan representan una alternativa válida para el

proletariado y las masas populares.

Uno de los más difundidos argumentos a favor de éste

es que su elección representaría un freno al avance de la

derecha. Sostengo que la clasificación de derecha, centro

e izquierda no es adecuada, sino que es más correcto

referirse a revolución, reforma y contrarrevolución. Y que

los mexicanos, además de serlo, somos también seres

humanos, y que vivimos una situación radicalmente

diferente a la de 1938, en que la lucha por la soberanía,

y su caso emblemático, la nacionalización de la industria

petrolera, estaba en el centro de la política mexicana. En

este momento el problema central de la humanidad, que

toda la burguesía pretende ocultar o minimizar, es el del

calentamiento global, que la amenaza con un brutal retro-

ceso, que incluso podría llevar a la extinción de la especie

humana, por inundación de áreas habitables y cultivables,

que crearía centenares de millones de refugiados, por

desertificación y por envenenamiento de la atmósfera

por ácido sulfhídrico proveniente de los fondos marinos.

En este aspecto Andrés Manuel López Obrador ha callado,

igual que los demás candidatos. Pero además es el único

que ha manifestado de manera reiterada que México debe

seguir siendo un país petrolero, como si no hubiera nin-

guna relación entre esta proposición y el calentamiento

global. Que pueda seguir siéndolo es sumamente dudoso,

y que deba seguir siéndolo es una proposición deriva-

da de la inconsciencia ambiental, que es una posición

contrarrevolucionaria sostenida por la mayoría de los

gobiernos. Pero además su propuesta de construir cinco

refinerías es la más descabellada de la historia política

mexicana desde la igualmente disparatada del presiden-

te José López Portillo y su asesor en materia energética

Juan Eibenschutz, formulada a comienzos de la década

de 1980, de construir veinte centrales nucleares. En este

caso lo es porque si el calentamiento global representa

esta amenaza tan efectiva como terrible, luego hay que

disminuir el consumo de combustibles fósiles y no con-

tinuarlo. Y porque además se trata de una inversión alta,

de decenas de miles de millones de dólares, en circuns-

tancias en que la rentabilidad de las refinerías es baja, y

solamente se justificaría si hubiera petróleo para refinar

durante treinta o cincuenta años, en tanto que no hay

ninguna garantía de que efectivamente lo habrá dentro

de diez.

López Obrador es igualmente contrarrevolucionario

en su posición respecto a los salarios de la clase traba-

jadora. Los salarios promedio en México son menores a

los de Brasil y China, de acuerdo a datos del U.S. Bureau

of Labor Statistics; y los mínimos son inferiores a los de

Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Belice,

Colombia, Marruecos, Tailandia y Túnez, entre otros

países (wikipedia).

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Los bajos salarios son la causa principal de la con-

centración de la riqueza en México, pues estos y la nega-

ción de los derechos laborales permiten que quede en

pocas manos la riqueza producida por los trabajadores.

La concentración de la riqueza que existe en México

se ha agudizado durante la época de los presidentes

neoliberales, tanto priistas como panistas. Durante los

últimos 30 años los empresarios nacionales y extranjeros

han concentrado en sus manos una cantidad cada vez

mayor de la riqueza producida en el país, como puede

apreciarse en la siguiente información del INEGI.

En 1976, la parte del Producto Interno Bruto que

correspondió a los trabajadores por la vía de salarios,

fue el 40%. En octubre del 2011 el INEGI informó que la

participación de los salarios en el Producto Interno Bruto

fue de sólo del 28.2%, es decir 11.8 puntos porcentuales

menos que en 1976. Pero estos 11.8 puntos son el 29.5%

de 40. Es decir, de 1976 al 2011, la parte del PIB que

corresponde a los trabajadores disminuyó un 29.5%

Pero en el 2011, según este informe, la participación

de las ganancias empresariales fue de 62.1%, es decir 14.4

puntos porcentuales más que en 1980, pero estos 14.4

puntos son el 30.1% de 47.7. Es decir la parte del PIB que

correspondió a las ganancias empresariales aumentó del

1980 al 2011 en 30.1%. Desde 1976 al 2011 la parte del PIB

destinada a los trabajadores no ha hecho más que bajar.

En México, los empresarios mexicanos y extranjeros,

por cada dólar que invierten en salarios, recuperan cua-

tro, mientras que en Noruega y Dinamarca, que son de

los países más igualitarios del mundo, por cada dólar los

empresarios sólo recuperan 1.5.

Los bajos salarios son la causa principal de la concen-

tración de la riqueza en México, pues estos y la negación

de los derechos laborales permiten la concentración en

pocas manos de la riqueza producida por los trabajadores.

La concentración de la riqueza que existe en México

se ha agudizado durante la época de los presidentes

neoliberales, tanto priistas como panistas. Durante los

últimos 30 años los empresarios nacionales y extranjeros

han concentrado en sus manos una cantidad cada vez

mayor de la riqueza producida en el país. La parte del PIB

destinada a los trabajadores no ha hecho más que bajar,

mientras que la parte del PIB que se va a las ganancias no

ha hecho más que aumentar.

El Proyecto Alternativo de Nación de López Obrador

menciona que es necesario el mejoramiento de los sala-

rios de trabajadores, pero deja bien establecido que dicho

aumento estará sujeto a tres factores, a saber: a) Un fac-

tor político, que no menciona cuál es o en qué consiste;

b) Un porcentaje de aumento que siempre será superior a

la inflación, pero tampoco dice en qué medida lo será; y

c) Un aumento de la productividad. Si tomamos en cuenta

que los dos primeros factores no los especifica y, que por

tanto, no asume sobre ellos compromiso alguno, tenemos

que concluir que el único factor que permitirá un aumen-

to de salarios será el aumento de la productividad.

Hacer depender el aumento de salarios del aumento

de la productividad es precisamente la política salarial

del neoliberalismo, porque ello garantiza que la tasa de

ganancia de las empresas no será nunca tocada por las

demandas salariales.

Antes de la aplicación de las políticas neoliberales,

los salarios en México representaban del 10 al 12% del

precio de venta de las mercancías. Hoy en pleno neoli-

Alfredo A. López García

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beralismo sólo representa el 5 o el 6% de dicho precio.

Walmart tiene por norma inquebrantable que los salarios

no sobrepasen nunca el 5% del precio de las mercancías.

Y desde que llegó a México es el ejemplo a seguir de

todas las empresas mexicanas. Si el costo de la fuerza

de trabajo ha bajado del 10 o 12% al 5% o 6% del precio

de las mercancías, significa que ahora con el neolibe-

ralismo, a los trabajadores les toca sólo la mitad de lo

que antes les tocaba de la riqueza que ellos mismos produ-

cen. Si valuamos los salarios en relación con la parte que

les toca a los obreros de la riqueza por ellos producida,

el neoliberalismo ha reducido en un 50% el salario real de

los trabajadores.

Pero el poder adquisitivo del salario ha bajado mucho

más, como consecuencia del gran aumento de precios

que ha habido, a pesar de que no existe inflación. Ha baja-

do el poder adquisitivo del salario porque sufrimos una

carestía sin inflación. Este fenómeno muestra claramente

que los aumentos de salarios no son la causa del aumento

de los precios, pues estos han aumentado mientras los

salarios han bajado.

Por lo anterior, sostenemos que aumentar los salarios

sólo en la proporción en que aumente la productividad,

como lo propone el Proyecto Alternativo de Nación, es

precisamente perpetuar esta sobreexplotación de los tra-

bajadores, con el propósito asegurar de manera perma-

nente un alto porcentaje de ganancias para las empresas.

Y no es que los salarios salgan de las ganancias de los

empresarios. Tanto los salarios como las ganancias salen

de la riqueza producida por los trabajadores y es siempre

la correlación de fuerzas entre trabajadores y empresarios

la que decide que parte de esta riqueza reciben los traba-

jadores por la vía de los salarios y que parte se llevan las

ganancias empresariales.

¿Qué nos dice lo anterior? ¿De qué lado está López

Obrador, del de la burguesía o del proletariado? La

respuesta es obvia, para los trabajadores reflexivos

y conscientes no puede haber dudas, López Obrador es un

enemigo de los trabajadores que pretende legitimar

las tasas de ganancia de los capitalistas, y la conclusión

es que votar por López Obrador es votar por más de

lo mismo, por la política de la contrarrevolución. No vote

por López Obrador, anule su voto, ¡sólo la lucha de los

trabajadores puede cambiar esta situación!

Fotografía Karla Mariana Cruz Jiménez

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JoRge bRavopor Vicente Fox y Felipe Calderón, gobernó a favor de

las televisoras privadas. La alianza de ambas a través

de Iusacell es la decisión política y económica más per-

versa porque fue el resultado natural de no haber regula-

do a los medios, de otorgarles prebendas, de dejar pasar

y de ceder a sus reclamos.

Los comisionados de la Cofeco fueron sometidos

a chantajes y presiones indebidas y esa circunstancia

propició que el Pleno del órgano antimonopolios modi-

ficara su resolución del 24 de enero de 2012 al analizar

el recurso de reconsideración que interpusieron ambas

empresas, permitiendo la concentración. La Cofeco

impuso condiciones inciertas que no sólo propusieron

las televisoras sino que además les benefician sobre

manera, lo que hace dudar de la eficacia de las mismas

a futuro.

El siguiente es un listado de por lo menos diez

favores gubernamentales en los últimos 12 años. Habrá

quien piense que es un tema ideológico, pero cuando

sólo dos empresas concentran 95 por ciento del total

de las frecuencias concesionadas, y esa concentra-

ción de recursos comunicacionales no se ataca desde

la autoridad, cualquier iniciativa, decisión u omisión

de la misma tendría a favorecer aún más a esos dos

grupos mediáticos.

1. El “decretazo” del 10 de octubre de 2002, que

redujo de 12.5 a 1.25 por ciento el tiempo que los

medios electrónicos otorgan en especie al Estado

Sorda a los argumentos, las explicaciones, los

datos duros, los reclamos y la historia de abu-

sos y prebendas; ciega a la excesiva concentra-

ción televisiva y a las implicaciones de la convergencia

tecnológica en la distribución multiplataforma de conte-

nidos, el Pleno de la Comisión Federal de Competencia

(Cofeco), con excepción del voto en contra del comi-

sionado Miguel Flores Bernés, autorizó el 14 de junio

la concentración entre Televisa y TV Azteca a través

de Iusacell.

Esta decisión se suma al conjunto de privilegios que

el Partido Acción Nacional (PAN) otorgó a los dos grupos

que controlan la televisión comercial abierta y que ahora

son socios en la telefonía y el Internet móviles.

Este artículo se escribe antes de conocer el resulta-

do de las elecciones federales del 1º de julio. Todas las

encuestas indican que el PAN no conservará el poder

federal. Cada ciudadano tendrá sus razones para no

refrendarle su confianza al partido que se autodenominó

como del “cambio” pero que la historia lo coloca como

de la continuidad e incluso el retroceso y la impericia

para gobernar. El PAN no la tuvo fácil pero en materia de

medios de comunicación, no tengo duda, fracasó en su

democratización, en su apertura, en su función social;

tampoco tengo duda de que el panismo, representado

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mexicano. A partir del año siguiente se disparó de

manera exponencial el gasto público en comuni-

cación social, cuyas principales beneficiarias han

sido precisamente las televisoras privadas. En 2002

las erogaciones en materia de comunicación social

ascendieron a mil 987.5 millones de pesos; en 2003,

tras el “decretazo”, la cifra creció a 3 mil 88 millones

de pesos. Éste fue el inicio de una serie de decisio-

nes cuestionables; el impacto económico de cada

una de ellas ha sido en beneficio de Televisa y TV

Azteca. La única excepción fue la reforma electoral

de 2007-2008 que modificó el modelo de comunica-

ción política y prohibió la contratación de tiempos

y espacios en los medios de comunicación y, por

lo tanto, mermó sus ingresos durante los procesos

electorales. Sin embargo, las televisoras ya tienen

dispuestas en el Congreso de la Unión una “tele-

bancada” que podría promover una contrarreforma

electoral y recuperar la contratación de pautas en

los medios electrónicos.

2. La toma de las instalaciones de CNI Canal 40 en

el Cerro del Chiquihuite por parte de un comando

armado enviado por Ricardo Salinas Pliego, conce-

sionario de TV Azteca, el 27 de diciembre de 2002.

Desde entonces el empresario se hizo de un canal

adicional de cobertura local de manera ilegítima,

sin que hasta el momento la autoridad haya actua-

do conforme a derecho. Independientemente de los

préstamos y alianzas que haya realizado Salinas

Pliego, hacerse del control de un canal de televisión

no puede ocurrir sin la intervención de la autoridad,

pero así ocurrió. La toma de las instalaciones y de

la señal de Canal 40 sigue irresuelta; la toleró Fox y

Calderón no la resolvió.

3. El acuerdo de adopción del estándar tecnológico

ATSC/53 (seleccionado por la CIRT), la política de

transición a la Televisión Digital Terrestre y el mode-

lo de multiprogramación, promulgado en 2004 por

Vicente Fox, mismo que no promueve la pluralidad.

En este mismo acuerdo se refrendaron las frecuen-

cias de las televisoras hasta 2021 sin el pago de

una contraprestación.

4. La aprobación unánime por 327 votos y en sólo

siete minutos, el 1º de diciembre de 2005, de la

llamada Ley Televisa, y su posterior publicación

en el Diario Oficial de la Federación en abril de

2006. La iniciativa incluía, entre otros artículos

perniciosos como el 28, la posibilidad de que sólo

las empresas de radiodifusión pudieran ofrecer

servicios adicionales de telecomunicaciones sin

necesidad de una licitación. Aunque esta iniciativa

fue desmontada por la Suprema Corte de Justicia

de la Nación, el régimen jurídico de la radiodifusión

Aída Emart

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y las telecomunicaciones permaneció intocado y, por

lo tanto, a favor de las televisoras. Es decir, las refor-

mas favorecían al duopolio, pero dejar la ley como

estaba también…

5. El Acuerdo de Convergencia de 2006 que permite

a los operadores de televisión y audio restringidos a

ofertar telefonía (Televisa concentra 53% del total de

suscriptores de televisión de paga), pero le prohíbe

a Telmex utilizar su red para dar televisión. Más

de seis años después, esta restricción sigue pesan-

do sobre el principal operador de telefonía fija e

Internet; en cambio, no se ha abierto la compe-

tencia en el mercado de televisión abierta. Puesto

que Televisa tiene al mayor número de clientes

de televisión de paga, impedir durante un sexenio

que Telmex compita en ese mismo mercado implica

una medida proteccionista no a favor de los usua-

rios sino de las empresas controladas por Televisa.

6. Diversas autorizaciones por parte de la Cofeco

para que Televisa pudiera adquirir porcentajes

mayoritarios de empresas de cable como Cablemás,

Televisión Internacional (TVI), además de Bestel, que

cuenta con una amplia red de fibra óptica, durante

2006 y 2007. Es decir, la autoridad permitió concen-

traciones (sobre todo en televisión de cable) cuando

la empresa ya tenía una participación importante

en ese negocio. Por si fuera poco, las condiciones

impuestas para autorizar algunas de esas operacio-

nes no han sido debidamente cumplidas por parte

de Televisa.

7. El otorgamiento (10 de junio de 2010) al grupo

de inversionistas integrado por Televisa, Telefónica

y Megacable de un par de hilos de fibra oscura de

la Comisión Federal de Electricidad, por la irrisoria

cantidad de 884 millones de pesos. Han pasado dos

años y todavía no iluminan ni operan esa infraes-

tructura básica, que se concesionó a bajo costo para

fomentar la competencia y la inversión en el merca-

do de las telecomunicaciones.

8. La asignación de un bloque de 30 Mhz a la alianza

Televisa-Nextel a precio de ganga, 180.3 millones de

pesos, cuando los otros competidores pagaron más

de 5 mil millones de pesos por un bloque similar

del espectro radioeléctrico en la polémica licitación

21. Aunque fue la propia Televisa la que rompió el

acuerdo comercial con Nextel, la autoridad no dejó

de otorgar los títulos de concesión cuando todavía

estaban aliadas ambas empresas.

9. La falta de compromiso para impulsar una legisla-

ción integral en radiodifusión y telecomunicaciones.

El PAN –secundado por otros partidos en ambas

cámaras del Congreso– presentó la iniciativa de

Ley Federal de Telecomunicaciones y Contenidos

Audiovisuales, el esfuerzo más acabado por refor-

mar el régimen legal en esta materia. Sin embargo,

el alejamiento del gobierno y su partido para sacar

adelante su propia iniciativa fue absoluto.

10. El retraso intencional en la licitación de fre-

cuencias para nuevas cadenas de televisión abierta.

Con la alianza Televisa-Iusacell la Cofeco ha querido

configurar un monopolio convergente que se enfrente a

las principales empresas de telecomunicaciones de este

país, pero con ello no protege el interés público ni el

bienestar de los consumidores, sólo el provecho priva-

do de las empresas. La Cofeco ha pretendido equilibrar

el mercado de las telecomunicaciones, pero erradicó de

un plumazo la escasa competencia que existía en radio-

difusión, fusionando a las dos televisoras que concen-

tran 95 por ciento de la audiencia.

No existe un sólo argumento a favor de la competen-

cia económica para haber autorizado la alianza, máxime

cuando el mercado de la televisión abierta se encuentra

altamente concentrado y el gobierno dejó pasar todo el

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sexenio antes de licitar nuevas frecuencias para televi-

sión abierta. A lo anterior se suma el esquema de multi-

programación contenido en la política de transición a la

Televisión Digital Terrestre, el cual no requiere licitación

ni contraprestación para ofrecer servicios adicionales, ni

siquiera autorización por parte de la Cofetel, además de

que impide la pluralidad de voces.

Como ocurrió con la llamada Ley Televisa, esta deci-

sión (que vuelve a favorecer exactamente a los mismos

protagonistas) ocurre en medio de un complejo proceso

electoral. Una vez más, la clase política, el gobierno en

turno y los reguladores vuelven a ser frágiles ante el

poder de chantaje de las televisoras, acrecentándolo

todavía más con decisiones regresivas como la de la

Cofeco. Se produce, además, cuando las televisoras

privadas, principalmente Televisa, enfrenta una de sus

mayores crisis de credibilidad, cuando está envuelta

en un escándalo que ya alcanzó dimensiones internacio-

nales, y cuando activos sectores de la sociedad reclaman

la parcialidad y los sesgos informativos de las dos televi-

soras que ahora estrechan vínculos comerciales gracias

a la obsequiosidad de quienes debieran velar por la com-

petencia y prevenir concentraciones anticompetitivas.

Todo lo anterior no puede entenderse sino como una

instrucción presidencial. Es precisamente el Ejecutivo

Federal el responsable directo del otorgamiento de privi-

legios y prebendas a través de los organismos regulado-

res como la Cofeco y la Cofetel, capturados por los inte-

reses político-electorales de la actual administración.

Este ramillete de dádivas a cambio de nada, pues el

gobierno ha perdido el rumbo y su partido ocupa el ter-

cer lugar en las preferencias electorales, sólo documen-

tan históricamente que el presidente Felipe Calderón

gobernó en beneficio de Televisa y TV Azteca. Mientras

tanto, la sociedad permanecerá en espera de la demo-

cratización de los medios de comunicación. Todos estos

regalos del gobierno le permitirán a Emilio Azcárraga

Jean y Ricardo Salinas Pliego “vivir mejor”…

@beltmondi

Alonso

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conf

abul

ario

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confabulario

Benjamín Torres UBalle Sensaciones

En la sonoridad del gran silencio viven;

los amantes convergen, en el ser, en el querer.

Palpitan las sensaciones de sus almas, en las sombras, en las auroras.

Se comen deseosos, ansiosos, a besos;

estremecen, rendidos florecen.

Incontrolados, son cauces de sus vidas;

álamos pariendo a impulsos nuevos.

Perdidos, solos, en el llano infinito de sus trenzados cuerpos.

Así renacen, viven.

¡Ah!, los amantes: se buscan, se encuentran, se pierden... reverdecen en su follaje.

Eternizadas noches, delirio.

Pausas interminadas, claros y sombras, sí, permanecen nunca se han ido.

Ninguna dicotomía, son raíces singulares. Breve dilema, cantan sus manos.

Ellos: cielo, infierno, llanto, risa, nada;

en lo extraño del amor, confluye todo.

Rendidos sucumben en la planicie voraz de la vida, de sus sexos, de su tiempo.

Los amantes son nuevos y viejos, eros y juegos, sueños inmersos.

Los amantes, los besos, los tiempos; sus ojos, sus manos; son otra vez, cielo e infierno.

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El

ho

Laberinto

Blancos muslos de luna,

en el laberinto de tu tarde, cautivos yacen perdidos.

Se embriagan presuntuosos en mi boca, en las horas (vividas).

Cabello de trigo soleado, extasiado, anclas mis manos a tus senos.

Ríos furiosos te cercan como al silencio las ansias plenas.

En el claustro de humedad, el eco de tu cuerpo solitario me provoca.

La verdad de tu belleza socava al tiempo, como la hierba.

Dame, indulgente, la paz que necesito, hoy que muero por ti.

Hoy que suave me deslizo, hoy que en tus ojos fugitivos, dócil... agonizo.

Ruiseñor

En las noches no soy... me voy... puntual.

Me despojo del fastidio, de este cuerpo ruidoso, estorboso.

Viajo asido de las alas del ruiseñor nocturno,

desboco ya en el enigma del mar de escasos sueños.

Soy húmedo dolor cautivo, incontinuada flor, sonoros mis latidos.

Llegan las voces, apuran, se marchan; las quiebro y me rompo.

Vueltas más vueltas, son lo que no quiero; espacios, palabras, todo el silencio.

En las noches soy también como ermitaño,

juego desnudo con las estrellas, con el alma, con el permutar del ansia entera.

Arriba soy fuego, anfitrión de lo perdido; en mi cama absurdo juego comodino.

Juglar es mi disfraz en las sombras juguetonas del final de mi existencia.

En las noches ya no estoy... me quedo en la imponencia plena de los sueños.

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Encuentro

Un día, como la luz y la obscuridad, tú y yo nos encontramos;

guardé luego en mi raído pantalón: tus afortunados ojos claros.

Desde allí eres la mañana, tarde fugaz o espontánea y corta noche.

Bailadora tenaz en los acordes de la Luna, y me procuras cual sueño inmortal;

cual niño de algodón en horas de fortuna, igual que juego frutal como divertida cuna.

Tan fuerte eres, más que la perseverante lágrima del cielo. Tierra húmeda.

Te plantas desnuda en arcoiris luminoso y perteneces a él, te entregas a él;

y luego me acometes como vida nueva en el horizonte. Así me acometes,

así indefenso, rendido, me sometes.

Un día, como a la poesía, te vi, desnuda, hermosa, extraviadamente mía.

Reposabas, te mojabas. En el arroyo etéreo tus pasos dilataban, me miraban.

Otro día, me abrazabas en tu viaje de centellas, de tañer miradas ansiadas.

Me llevas, me mueres, en las oquedades de tu risa cierta.

En tu viaje, en tu silencio, en las estrellas, en las mariposas, cual estatuas.

En las voces tan amadas.

Espontánea, brotas impetuosa, a borbotones, como aroma del durazno.

Te amo más que el pan en mi desvencijada mesa, en la indeleble letra del

candor de mi existencia.

Agradezco a plenitud tu amor, tu naturalidad, tu inconsciencia, tu fervor.

Un día recordé, un día caminaré, siempre a tu lado.

Hoy, activo soy en tu silencio, en la obscuridad, en tu corazón...

Y tus afanes cotidianos.

www.benjamintorresuballe.blogspot.com

Hugo Navarro

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El

ho

roBerTo BañUelas*

Aunque tropecemos con el alma doliente que se pro-

clama guardiana de los delirios y extravíos del amor que

carcome los segmentos imantados de la hora esperada, el

camino de perfección deambula dentro del ser.

II

Las entrevistas de los medios de enajenación ratifican la

traición a la palabra del hombre y al pacto celebrado con

una dimensión de dignidad degradada por quienes la pre-

dican desde la cumbre de su vacuidad verbal.

El último aviso no es escuchado porque ya es sabido

que mienten los profesionales de la caridad, la palabra

salvadora y la redención.

El amor a los héroes fatigados se adormece en la

declamación de actores muy agradecidos de que el públi-

co no se duerma ni haga comentarios con voz ríspida para

eyacular ripios anémicos de posible concepto.

En el claro arroyo de la oscura fe, la identidad con

los ángeles caídos encuentra la respuesta en un laberinto

de afectos y silogismos con la telaraña del insomnio que

propicia el original y la copia certificada del concepto.

Ululan y pululan las interrogantes de la existencia,

advertidas por la muerte con su final irremediable.

I

Con el alba impaciente que logra desmanchar la

oscuridad de los montes, heredamos las ausen-

cias y la fatiga de las frustraciones de ayer, pero

nos despertamos para soñar ficciones memorizadas en el

insomnio turbio, acompañados de la rebelión con forma

de gastritis incendiaria

En el otro barrio, donde abundan los paraísos alu-

cinados, el rock and roll aumenta de peso y se hipnotiza

con los meteoros de proyectores lumínicos que trituran el

movimiento de las sombras sufrientes.

Emancipada del juicio y la razón, cada pareja se

mueve en el ajedrez de una soledad cambiante y poliédri-

ca, sin más encuentro que la falta de identidad frente a los

espejos perversos de la furia y la deformación.

Tránsfuga irredento del amor que corona al instante

esperado, el hombre se hunde en silogismos y sofismas

mientras el alba se transforma en la agresión de un sol

dominante.

El camino de perfección deambula dentro de nosotros

aunque tropecemos con el alma que se proclama guardia-

na de delirios, ensueños y extravíos frente al amor que

tritura los segmentos de la hora esperada.

El rey de copas brinda para festejar el desfile coti-

diano de los desertores que reptan y giran en círculos de

niebla donde ululan los búhos y ya no anida la luz.

Todo mañana será mejor para vivir y, con más rigor,

para morir. Héroe de mil batallas, emplearás tus vacacio-

nes sabáticas en escribir la crónica cíclica de los merce-

narios y los vencidos.

Roberto Bañuelas

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horas y en todo valle, sin reproches de infidelidad o de

adulterio crepuscular. Toda confidencia se anula entre

el secreto y la delación contra la ruta del cautivo de tus

encantos y tu arte misterioso de mentir.

En la altura que propicia la germinación de los

abismos, la rebelión y la venganza se organizan contra

la plaga de almas, dolientes e incompatibles frente a la

legión de madres solteras y dolorosas en las aguas estan-

cadas de la angustia familiar.

El antagonismo de un De Profundis marchito resulta

estéril contra un Réquiem venerado por los herederos de la

ausencia, coronada cada día por un presente inconcluso.

Junto al árbol caído de los testimonios sinceros, la

envidia isa su bandera triunfante y se ríe del boicot orga-

nizado contra su inconfesada membrecía. El presente

hace su visita persistente para dar ánimo a los incom-

prendidos que ya no cuentan con el sacrificio deseado de

los demás.

IV

Los adversarios, los rivales y los enemigos, disfraza-

dos de leales competidores, navegan armados de sub-

terfugios y silogismos afilados en las cabezas de los

aspirantes menores.

En el camino peligroso de ser yo, de ser tú, nos com-

prometemos con el acto de crear y de celebrar el amor,

tan cerca del instinto y tan lejano de tu alma, espejismo

mutante en cada primer aniversario de ausencias.

Nos hacemos cazadores de quimeras y pescadores de

sueños sobre una barca sin velamen y sin remos, frente al

sol calcinante y la amenaza que cumplirá cada tormenta.

Si los héroes hablaran nos harían el relato del pri-

mer motín y de las batallas ganadas por el enemigo

con mejores armas, la voluntad infinita y parcial de un

dios vengador.

Entre la noche de pétrea oscuridad, el buque fan-

tasma es el más sólido de todos los espectros, y, entre el

temor y el desamparo, deseamos que la nave y su tripula-

ción nos confundan con los espíritus errantes de remotos

pescadores.

El paisaje tirita con cada atardecer del otoño cobrizo,

indiferente a la obstinación de las estatuas que prefieren

perder la cabeza, las manos y los brazos antes que claudi-

car frente a la historia oficiosa y falaz.

Las sonoras meretrices acompañan sus danzas con

risas afiladas en el albur y en el calambur contra clientes

fatigados que pagan por ver.

El arrobamiento del espíritu comienza con el esplen-

dor de la carne y las caricias que acompañan a las cum-

bres florecidas de los senos y la melodía ondulante del

trasero que va de la pera a la manzana y a la mandolina,

tejedora de la red melódica del encantamiento total.

Los sabios combaten el invento espontáneo de la

soledad con fórmulas de ardiente invocación. El vegeta-

rianismo circula por el sistema exacto de los rumiantes,

futuras víctimas de carnívoros ilustrados en la previsión

tecnológica del reparto equitativo de la pobreza.

Que no se os olvide, adoctrinados empresarios,

que antes que el pan de cada día, primero está el impe-

rio de este siglo promisorio del milenio y del reino de

este mundo.

La propiedad privada se alimenta de la costumbre de

privar de la propiedad a quienes se resignan a sobrevivir

para lograr la salvación del alma. ¡Así sea!

III

Esta ansiedad estética de cumplir cada día con el sueño

incompleto de la Creación, es casi siempre una ceremonia

de alto riesgo frente a la compartida incomprensión de

aquellos que prefieren creer en todo antes que penetrar

en el desafío de saber o de dudar.

Con dos docenas de mitos bañados con sangre se ha

hipnotizado al género humano para someterlo y esclavi-

zarlo a favor de los dueños del poder.

Las calles soportan el estruendo y la afrenta del

reparto de promesas, lamentos, aullidos, sollozos y afir-

maciones reiterativas de la primera persona, anulada en

la multitud, tan definida en la confusión como alejada

del vértigo de un vals vienés.

El parto del horizonte se practica sin dolor, a todas

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amurallado de olvido, es un infausto navegante proclive a

las invocaciones celestes.

¿Cómo identificar el amor que no sea locura?

En defensa de la breve existencia, recurrimos a la

metamorfosis de ser un ángel caído que ya conoció a Dios.

Aceptamos la confusión del comienzo de la agonía

con el siempre profetizado fin del mundo.

Cada generación inventa y pule sus mitos. La excep-

ción de la regla, solitaria por diferente, se refugia en el

difícil vértice de la grandeza. La ronda de sicarios cambia

eslabones por monedas. El cazador furtivo, con armadura

de silencio, prefiere la laguna de la noche en su lento viaje

al conocimiento de su otro yo.

Al reino lejano, vigente e inaccesible, lo acercamos al

espejo interior de los ensueños. La naturaleza es el campo

fértil de la ficción marchita.

La verdadera fe se afirma en tolerar tanto a los demás

como a nosotros mismos, en el placer y en el dolor.

La nueva interpretación de todo ceremonial y encan-

tamiento, no se debe a la asamblea de soñantes despier-

tos que se celebró en la cumbre del mensaje místico, sino

a la metamorfosis cíclica que hace de la evasión otro

encuentro en la galería abigarrada del descontento.

Ni los demagogos ni los aprendices de demiurgo

pueden hacer nada contra el mal de crisis, herencia

siniestra que envenena la diaria misión de vivir. Cada

ministro ejemplar cumple su misión de pronosticar solu-

ciones lejanas, pero sin omitir las advertencias fatales en

tercera dimensión.

Los caminos de ceniza son círculos falaces que, por

fatiga o descontento, nos conducen a ser testigos con la

firma de un derecho cósmico que no evitará el castigo

para los almanautas fanáticos.

Los encantos de la ciudad se muestran solidarios

con aquellos que pueden sufragar la fragua del placer, y

cuando todo se llene de ausencia y nostalgia, llegarán los

elegidos a rendir culto a las nereidas mientras algún idea-

lista suicida retoca el peinado de Medusa.

*Tomado del libro inédito El ocaso de los quelonios, de

Roberto Bañuelas.

El número final de la fiesta lo realiza el amor

que dijo ser sincero. Las hormigas y las cigarras se

disputan el prestigio de los fabuladores sin empleo.

La mejor curación no vendrá del desencanto de un vals,

sino del nocturno amor prolongado hasta la lumbre del

nuevo amanecer.

El hombre se hace creyente de la felicidad en la

redención amorosa del duplicado sin mácula de otro ase-

dio matriarcal.

Las voces del árbol tienen horario fijo de pájaros

canoros que sintonizan sus trinos a pesar del estruendo

del planeta. La identidad repetida de mis delirios amoro-

sos sustituye al trono vacío de tu partida.

Yo también, como sabio entusiasta de la renovación

sideral, me inscribo en un curso intensivo de castidad

en un instituto para desinhibidos militantes, del cual soy

expulsado después de la tercera lección.

En la premonición de un final circular, me agrego a

la peregrinación de viajeros solitarios y agnósticos tensos

cuya única salvación se presiente en el templo lejano de

la mujer amada.

V

La caza mayor de afectos se trocará en trampa para

solitarios extraviados en busca de sí mismos. El amante,

Alberto Calzada.

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manUel espinosa sainosKxa kiwi tamputsni

Antá kxa kiwi tamputsni,

antá kxa xtikninki kihtsukut,

antá kxtatlinkan laktsu spun,

kmakinít xtalismanín takgosni.

Antá kxakgan kiwi,

antaní luxtikninki tasiyú,

antaní akganuwakakgoy masekg,

antani akganuwaka kintamputsni,

antaní kgoskgoy xpipilekg,

litasiwiy paluwa xtachiwin kin tse.

Antá kxa kiwi tamputsni,

antaní wi tipalhuwa tatlín,

antaní walakgolh tokgonanín,

kmakinit xlitliwakga kilitutunaku.

En el árbol de los ombligos

En el árbol de los ombligos,

de verdes orígenes,

collar de pájaros,

conservo la costumbre de volar.

En las ramas intensamente verdes,

hogar de nidos colgantes,

vuelo de mariposas,

se teje la palabra de mi madre

con el cordón umbilical.

En el árbol de los ombligos,

de cantos diversos,

de parteras perpetuas,

conservo la esencia

de mis tres corazones.

Kintala kiwi

Kintala kiwi

kimasiini lantla nakxanatlay antaní kakaspupulu,

kimasiini lantla ninakmakgaxtakga kataxawat,

kimasiini lantla ninakmakgaxtakga xmasekg kílhxkaki.

Kintala kiwi

kiwani lantla ninaklakglipuwan kisakgsitawakat,

kiwani lantla ninakmalakgsputuy xamakgan talhtsi,

kiwani lantla naklakgastakgwanampalay akxí nak niy.

Damián Andrade

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El

ho

Hermano árbol

dime cómo desprenderme de mis frutos,

conservar la semilla antigua,

resucitar después de muerto.

Hermano árbol

enséñame a extender la mano derecha

a quitarme el sombrero, a arrodillarme

y persignarme, a ofrecer los collares de flores.

Hermano árbol

dime cómo sostenerme desde mis raíces,

brotar de entre la hojarasca

escribir una diversidad de cantos en mis ramas.

Yo también tengo cicatrices en los ojos,

machetazos en el tallo,

una piel que se descascara con el paso del tiempo,

y una esperanza que se enreda entre mis hojas.

Kintala kiwi

kimasiini lantla naklipakgachapanan kimpakgastakat,

lantla naktakgxtu ki akgpakgat, lantla naktatsokgosta,

lantla naktalakalhka, lantla nakmapixnunan xanat.

Kintala kiwi

kiwani lantla naklitatliwakglha kintankgaxekg,

kiwani lantla nakpulhtakiy kkatwanín,

lantla naklakkaxtlaway tipalhuwa tatlín k kiakgatawán.

Kintala kiwi

na kkgalhi kixtatu kkilakgastapu,

naklikatsanaway lantla kintantikakanít,

nataxuy xlimakgas kimakniliway,

napatsakgoy xatlan latamat kintawanín.

Hermano árbol

Hermano árbol

enséñame a florecer en los campos desiertos,

al corazón de la tierra sujetarme,

a sostener los nidos colgantes.

Lilia Luján

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Kamaxki talakaskín napulha kxakgspun tiyat

mintalhtsi xatutunaku,

lakampi lipaxaw nalistaka sen,

lakampi lipaxaw nakgalhiy ksakgsi tawakat.

Paks kamawaka kxakgan kiwi mintachiwín

lakampi liya liya naxanaja pekwat

akxni nawakán pa´pa,

chu lakampi naxanaja xkaknika ninín.

Kxakgan kiwi kamawaka

xtatlinkan lakgkgolán,

lakampi stlan tawakat nalitaxtuy xlisakgsi,

lakampi tlan nalikgalhkgaskgoy laktsu tsiktsi.

Cuelga todas tus palabras en el árbol

Cuelga todas tus palabras en el árbol

para que florezcan,

para que reverdezca a cada instante

la forma de sembrar la tierra.

Deja que tus semillas totonacas

broten sobre la madre tierra,

para que crezcan con la lluvia,

para que den abundantes frutos.

Cuelga todas tus palabras en el árbol

para que florezca a cada instante

el miedo a los eclipses,

el respeto a nuestros muertos.

Cuelga entre las ramas

el cantar de los abuelos,

para que su dulzura se transforme en fruto,

para que alimente a los pájaros pequeños.

*Tomados del libro Kxa kiwi tamputsni. En el árbol de los ombligos.

Manuel Espinosa Sainos.

**Kiwikgoló. En el mundo totonaco es el viejo árbol, el dueño de

los montes, que se encarga de mantener el equilibrio de la relación

entre los seres humanos y la naturaleza.

¿Tukú lichiwinan kiwikgoló? **

Wa kiwikgoló lichiwinán pi chatam nitlan chixkú

namín lakkamiy xtantikiwi,

lichiwinan xtalipuwankán xa taakgakán kiwichat.

Tsekg litakgalhchiwinan mujmu

xlatamatkan ti skinkgoy xlininkán,

wantí nimakapuwankgoy lakkawalikgoy xlatamatkán.

Wa kiwikgoló lichiwinán wanti mapatsikán xakchixit,

lichiwinan lata makgatsankgalh xchiki skaw,

lichiwinan xaspupulu kimaknikán chu kinkuxtakán.

Lantla makgatsankgakgolh xmasekgakán spun,

lantla lakgtsakgawakgolh laktsu chan kintamputsnikan,

lichiwinan lantla lakatsuku akgaskaktayamaw.

¿De qué habla kiwikgoló? **

Kiwikgoló habla de un hombre tonto

que vendrá a cortar su tronco,

de las mujeres que lloran desramadas.

Platica en silencio con el búho,

de los hombres que preparan su muerte,

de los que a machetazos escriben su historia.

De los vagabundos que buscan el cabello perdido,

del conejo que se ha quedado sin hogar,

de la desnudez de nuestro cuerpo-alma.

Habla de los pájaros que perdieron su nido,

del ombligo devorado por las hormigas,

de nuestras ramas que se secan lentamente.

Kamawaka mintachiwín kxakgán kiwi

Kmawaka kxakgan kiwi mintachiwín

lakampi stlan naxanaja,

lakampi liya liya nastakgán

xatakatsín lantla chananankán kkataxawat.

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El

ho

iván medina CasTrocuerpo en el respaldo de un sillón del corredor, al voltear

a mi rededor cada mueble y espacio me recordaba a ella.

Mis cansados ojos se cristalizaron por un momento pero

ninguna gota logré derramar, pues ya había llorado bas-

tante. Continué mi andar temeroso, y al cruzar el umbral

de la habitación, cuatro cirios consumidos con sus dimi-

nutas y tristes flamitas aleteando al viento me dificulta-

ron mirar. Encendí la luz y me acerqué al féretro ciñendo

con fuerza el borde de un color oscuro aterciopelado.

De frente a ella, no pude evitar emitir un profundo sus-

piro al contemplar su tersa piel y finas facciones brillar

con coloridos reflejos, un perfecto arco iris producto de

los candiles. Inicié un recorrido con una mirada alerta

al cuerpo inerte de Cyrielle y sin causa aparente me detu-

ve en su escotado pecho sintiendo una agradable exci-

tación. Ignorando el tiempo observé deleitado, después,

tomé con mi titubeante mano derecha el fondo de su

vestido violeta de luengos pliegues, y al subir lentamente

el atavío rozando mis dedos contra sus torneadas y sua-

ves piernas, sentí un escalofrío singular. Súbitamente,

ignorando mi conciencia tomé con mis brazos el flácido

cuerpo sacándolo de su celda mortuoria. Corrí de prisa

hasta lo que fue una vez nuestro jardín secreto y junto

al viejo olmo ornado de flores, bajo la observación de

las candentes estrellas, arranqué sus prendas sin vacilar.

En mutua desnudez, incapaz de contener mi lujuria, sin

fe ni temor de Dios, tomé el cadáver hasta sodomizarlo.

Al terminar, no presenté ningún remordimiento, de lo

contrario, me sentí totalmente liberado. Algo fuera de

este mundo.

A Cyrielle Rothé

¡Qué pena tan insoslayable! Escuché cuchichear repe-

tidamente como un eco lejano a la sarta de hipócritas

reunidas con vulgar curiosidad, alrededor del austero

ataúd que aprisionaba a mi amada. ¡Nadie!, fuera de mi

lacerante corazón sabe la carga de este sufrir. -Me dije

en silencio-

Al transcurrir la noche, al sonar las ruidosas esquilas

anunciando la entrada de la madrugada, el último par de

beatas a quienes no identifiqué -fastidiadas seguramente

de recitar incontables rosarios- se despedían con una

efusiva tristeza un tanto desusada. ¡Diantre de religiosas,

qué bien saben aparentar! -Pensé con enojo-.

Las acompañé a la salida de la casa y cerré pronta-

mente la puerta con doble cerrojo, apagué las luces del

portón con la idea de disuadir a algún inoportuno per-

sonaje dispuesto a venir a darme el pésame, y me quedé

en la oscuridad meditando por pocos segundos. ¡Por fin

solo! -Exclamé en un susurro-.

Mi estado anímico se debatía entre la fatiga y el des-

engaño, me opuse a ese malestar del espíritu como pude,

y decidido me dirigí con pasos cortos y lentos como si

tuviera cuidado en no despertarla a la antesala donde

se encontraba la razón de mi desdicha. En el breve reco-

rrido, la cruel nostalgia invadió mi ser haciendo flaquear

mis piernas. Me detuve por un instante apoyando mi

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Varias mujeres perecieron en un corto periodo, lo que

despertó la preocupación de los habitantes de la ciudad.

De ahora en adelante la prudencia y el cuidado imperarán

-Me decía cada mañana al verme en el espejo-.

Mi fausta situación no duraría por mucho tiempo,

pues a pesar del cuidado sistemático en el proceder, la

dependencia de un tercero causaría la desgracia.

Mi última víctima, Victoria Kurse, hija de un acauda-

lado comerciante inglés, de acuerdo con la información

escrita en el libro de entierros, sería sepultada un día

después de la fecha en que yo regularmente exhuma-

ba los cadáveres. Las cosas sucedieron así de simple,

el muertero, un bruto bebedor empedernido, cometió

la terrible falta de equivocar la fecha del sepelio de la

joven en la bitácora en una de sus muchas borracheras.

¡Que fatalidad!

Visité el cementerio esa madrugada lúgubre, escarbé

la sólida tierra con total tranquilidad y logré rescatar

A los pocos días del entierro, fuertes deseos de pose-

sión carnal hacían turbulentas mis noches. Fui a recorrer

varios prostíbulos fuera del pueblo para evitar rumores

y lograr tranquilizarme, pero la sensación no era nada

semejante a lo antes experimentado. Así que, con cier-

ta desconfianza, al depurarse la mañana del rocío, me

dirigí al camposanto municipal y con un buen soborno

en monedas de oro, logré llegar a un acuerdo con el

muertero. El arreglo era simple, el velador me dejaría

ver cada día en casa, el obituario del panteón en donde

venía información detallada de las personas que serían

enterradas. Toda esta novedad me producía una emoción

estimulante.

Mi vida transcurría apacible mientras lograra satisfa-

cer mis excesos, seguí atendiendo el prospero negocio de

medicamentos y cada domingo sin falta pasaba la tarde

entera en los cafés de los portales del pueblo, observan-

do a las joviales señoritas coquetear en el kiosco de la

plaza. Pero cuando escaseaban las difuntas, siendo lo

más común en un lugar con unos cuantos miles de habi-

tantes, la ansiedad me desquiciaba. Para poner fin a ello,

me aproveché de mi buen nombre y mis dotes de galán

para acercarme a las indefensas jóvenes, seducirlas con

palabrería absurda e invitarlas a tomar un agua fresca,

o en su caso, a las más desenvueltas ofrecerles un aro-

mático café con su respectivo vaso de leche. Avanzada

nuestra agradable tertulia aguardaba el momento ideal

para atacarlas a su vanidad. Las tomaba de las manos y

con una voz cálida les aconsejaba ir al tocador a sonar

su nariz. En el momento de su ausencia, sin perder ni

un instante aprovechaba para vaciar dentro de la bebida

un poderoso veneno a base de digitalina que gracias

a mis profundos conocimientos de botánica y química

había perfeccionado. Una vez ingerido el polvo de fácil

disolución, a las cuarenta y ocho horas aproximadamente

hacía efecto en la víctima, ocasionando un instantáneo

cese brusco de la función del corazón y de la respiración,

con ello la muerte. La pena me embargaba por desperdi-

ciar la vida de futuras promesas pero mi obsesión mór-

bida era mayor.

Lourdes Domínguez

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la exhumación y mi esperada consumación. El día de la

audiencia, así terminaba la sentencia del juez:

“…por causar la muerte de más de una mujer y faltar

a la memoria de los muertos, habiendo violado los sepul-

cros y profanado más de un cadáver abusando de ellos. Y

por ofender el recato del alma y el pudor del cuerpo. Esta

justa corte lo condena a la pena capital.”

Después de reconocer ante Dios, la sofocante urbe

se abría paso hacia la explanada. Mientras yo, inerte bajo

los ásperos maderos, veía el mimbre verderón de los

canastos. El murmullo ya se hacía una voz estruendosa,

la multitud había llegado al caos: maldiciones, befas,

insultos y aullidos de la más pura barbarie. Guiados

los presentes por la batuta de la muerte, al unísono se oía

esta perenne petición: “¡guillotina, guillotina, su suerte!”

De reojo vi un obeso hombre con un negro y puntiagudo

capuchón jalonear de un mástil. Después…

[email protected]

de la penuria el cuerpo fresco y luminoso de Nana; la

dulce Annabel. Vestida con un corpiño tan blanco como

la pureza de la joven. Chorreando de sudor, jadeante,

con los brazos ciñendo el esbelto cuerpo, la posé sobre

el cálido césped. Mi respiración se oía entrecortada y

anhelante. Con mis manos ardientes la desvestí, acaricié

sus muslos y su torso, succioné sus tiernos y pálidos

pechos con delicada sutileza y besé con frenesí su muy

pequeña boca con su labio inferior saliente y bondadoso.

En un paroxismo total, me entregué a la inconsciencia

y con ello al profundo sueño.

Un fuerte golpe en la cabeza me hizo despertar, al

hacerlo, la alterada muchedumbre con trinches y palas

en mano me cercaban el paso. Gracias a la presencia de

la autoridad, me libré de ser linchado. Me encarcelaron,

posteriormente, atando cabos entré en razón. La justicia

junto a la ardida muchedumbre interrumpió en mi hogar

en donde encontraron el pequeño diario donde narraba

con detalle la selección de mis víctimas: el acercamiento,

Mauricio Vega

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mariela loza nieTo

Todo era diferente.

Entonces, el roce tuyo provocaba vibraciones,

ahora, creerte cerca, consterna.

En aquel momento me estremecía escuchar tu nombre…

hoy, me desvanece.

Aquí no te quiero.

Aquí no.

Porque aquí no es desnudez sino despojo,

es el desgarre y grito.

La intimidación.

Los orines en la cara,

insultos, fracturas.

Ácido en los ojos.

Los riñones explotados a golpes,

cerebro suspendido,

una mordaza escaldando la boca…

El suplicio que arquea cuerpos.

Lamentos ajenos, heridas propias.

La picana.

¡Aquí no!

Porque aquí no es tu voz y no es mi nombre.

Un número me asignaron…

y cuando lo escucho,

sé que es mi turno en el cuarto de tortura.

Aquí la paradoja:

Está uno muerta y duele la carne como si estuviera viva.

Se recuerda uno para no acordarse.

La soledad temprana se convierte en coraza infranqueable,

en ventaja única: en fortaleza contra las debilidades.

Y entre lo irreconocible:

la cara desfigurada y el cuerpo famélico y roto…

tiene uno que explorar profundo, y reconocerse.

Abren la reja de metal.

A todas las personas que hemos sufrido procesos de tortura.

Tengo miedo de vertenecesidad de verteesperanza de vertedesazones de verte

Mario Benedetti

Entonces todo era diferente:

mis ojos, la desnudez,

los sudores del aire,

la luna menguando,

nuestro silencio…

la madrugada.

Prometí no acordarme;

pero mirando por la ranura que deja la venda floja,

en este breve hálito de soledad,

la luna menguando es quien socorre

para tenderle una trampa al dolor,

lo que ayuda a recordar quién soy, quién eres;

a humanizarme… y al desvanecimiento.

Entonces, la desnudez era distinta.

Wagner no ocultaba tras sus notas un alarido.

La oscuridad me situaba en tiempo y espacio;

el misterio era regazo, abrigo…

y yo auguraba ansiosa de dónde vendría la caricia.

Ahora no es oscuridad ni es misterio:

tinieblas y zozobra es,

y, bajo la capucha, hay que presentir de dónde llegará el

[siguiente golpe.

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ni a envolverte en acciones sediciosas,

ni a repartir papeletas…

¡Tus pasos tendrían que ser dis-tin-tos! ¡Muy distintos!

“…Te quiero ayudar… personalmente no tengo nada contra ti,

al contrario… juraría que fueron las malas influencias…

tal vez si hubieras tenido un padre, una madre, hermanos…

no sé… ¡alguien que te aconsejara!

…De eso se aprovechó ¿verdad?

De que estabas completamente sola.

¡Ay, mujeres, mujeres, cualquier trovadorcillo arrabalero las

[enloquece!

“…Pero puedes enmendar tus errores,

casarte –con un amante de la patria eh–,

pasarnos información de cuando en cuando,

¡contribuir al Proceso de Reorganización Nacional!

“…Formar una familia, conseguir nuevos amigos,

gente decente por supuesto…

En mí, por ejemplo, podrías tener uno…

si comenzamos claro, por ser colaboradores de trabajo...”

Su sonido es la amenaza.

¿De quién el turno?

Examino las botas:

el especialista de la picana eléctrica.

Él se cree un heroico patriota,

está convencido de que es buen cristiano:

se jacta de rezar todas las noches por la salud de Videla.

Repite constantemente: “separar la hierba mala del trigal;

separar la hierba mala del trigal…”

mientras me quema el abdomen con su cigarro.

Luego se va.

Otro llega.

Asegura que no le gusta lo que me ocurre…

Propone terminar todo:

mi desaparición, el encierro, la tortura…

Pero, para eso, tendría que ayudarlo un poco,

diciéndole, por ejemplo,

dónde se esconden los exiliados chilenos…

o el mecánico y la maestra,

quién y dónde el que escribió los versos…

De mí no sospechan, sino de ti,

les resulta increíble que los haya escrito una mujer.

Me pregunta si no me gustaría casarme,

un par de niños… un hogar…

“Mírate aquí, tan joven y como una piltrafa…

y ese ‘bicho colorado’ –¡además extranjero!–

de ti ni se acuerda, estará jodiendo con otra…

“¡Habla! Aún puedes recuperar todo lo que perdiste…

¡Todo, hasta las cosas más simples!

Te gusta caminar de noche… ¡lo hacías muy seguido!

¿no lo deseas?

“Si confiesas podrías… no como antes claro…

¡no como vergüenza social!

no a poner en peligro la paz del país,

Octavio Ocampo

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¿Inmolarse así por una escoria?

¿Quieres condenarte más?

¡Dilo ya por todos los Santos!”

Y otra vez la electricidad, y me convulsiono.

Y otra vez tu nombre… y me desvanezco.

Desperté por los gritos de una obrera recién “chupada”

–así le llaman aquí a la desaparición forzada, al secuestro–.

Estaba nuevamente con el que hace proposiciones.

Ahora me presume un libro de versos:

A“¿Te gusta? ¿Tú estudias literatura, no?”

Dice que va a leer la nota principal de un periódico:

“Le agradecí personalmente el golpe del 24 de marzo,

que salvó al país de la ignominia,

y le manifesté mi simpatía por haber enfrentado

las responsabilidades del gobierno.

Yo nunca he sabido gobernar mi vida,

menos podría gobernar un país”.

Me da golpecitos con un dedo en la frente,

y remacha cerca del oído:

“Jor-ge-Luis-Bor-ges habla sobre el General Rafael Videla.

¿Qué necesitas para entender

que estás del lado equivocado?”

Luego lee otras palabras y suspira:

“¡Ah, el excelso Borges!

Majestuoso, ¿no crees?

¡Esto sí que es poesía!

“…Habla ahora…

por el momento… puedo dejarte el libro, cambiarte de celda,

arreglar que te den buena comida...

podrás ducharte –sin que te espíen–

y no habrá más ratones ni picana…

luego, otra vez a la calle…

¿Qué tal otra casa? ¡Una más grande!

–la puedes elegir antes de que ´chupemos´ a los dueños–

Vomité.

El otro vuelve.

Trajo vino y festejaron la inauguración de su “nueva casa”,

se oía el choque de copas mientras me amarraban para

[empezar la tortura…

Brindan por el que era mi departamento:

ahora es de él.

El “estercolero de libros” que había ahí

–y que ya carbonizó, aclara–,

lo terminaron de convencer:

está seguro que en mis entrañas nace la subversión…

y ha traído ratones para carcomerlas.

“Van a matar el cáncer del marxismo que traes adentro”

¡Y se me ahogan en horror los caminos de arterias!

¡No lo soporto!

¡Qué paren!

En un instante de lucidez, jerarquizo información:

me preguntan por mis cómplices…

y lloro, y me desmayo...

Me despiertan, vuelven a preguntar,

y sigo llorando y me vuelvo a desmayar…

El manual que Kissinger les preparó no sirve para

[entender esto.

Tampoco el entrenamiento que durante años

recibieron en la Escuela de las Américas.

No comprenden que estoy confesando.

Aquí esos son mis cómplices:

Mi soledad temprana, las lágrimas, el desmayo.

Ni siquiera el sacerdote que los acompaña lo deduce.

Recrimina:

“Has sido contaminación, vergüenza, enfermedad social…

¡Arrepiéntete!

¡Aún puedes salvarte de la excomunión!

¡Confiesa!

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quieren extender el ultraje,

hacerlo más colectivo de lo que multitudinario es;

llevarlo más allá de las membranas:

destriparle el corazón a nuestros pasos.

“Nosotros somos Dios” taladran al oído.

Los alardes confirman: aquí es el infierno.

Por eso, escucho tu nombre y me desvanezco.

Lo decidí mientras me trasladaban por aquella carretera,

y cuando atrancaron las puertas de la ESMA

y arrojaron la primera orden:

“¡Levántate perra…avanza!”

Con los pasos que caminamos la luna,

hice a la lengua un sortilegio.

Abrieron la reja de metal.

Tras, tras, tras…

Pasan de largo…

Se la llevan.

La secuestraron junto a su esposo,

para que el padre de él se entregara.

Del pan que a veces le avientan,

guardó un poco y lo acercaba con sus pies a mi boca…

se dieron cuenta.

Nos maniataron a un tubo en el techo,

así pasamos toda la noche,

bajo la llovizna que se alucina afuera,

pero que no calma esta sed.

Aquí, un pedazo enmohecido de pan

y una gotita de agua, es manjar prohibido.

Para ella, terminó ese escarmiento

cuando el vientre se le dilató y contrajo.

Su hijo nació aquí…

y se escuchaba el llanto del niño recién parido,

y los alaridos tortuosos de su papá.

“Te gusta acostarte en el pasto…

podríamos darte una que tuviera un hermoso jardín.

“…Dime bonita:

¿Dónde está la sabandija que se cree poeta?”

Vomité.

Endurece el tono.

“Es tu última oportunidad…

¿Quieres el libro de Borges o quedarte aquí,

a lamerle el culo hasta a Massera?”

Volví a vomitar.

En mi cuerpo nos castigan la esperanza a todas.

Hasta el aire es pestilente ultraje,

el terror todo lo desnaturaliza:

convierte la sexualidad en tragedia.

Violan el cuerpo para erosionar el sueño que lo habita;

en la posesión, pretenden vulnerar,

humillar el canto de la utopía nuestra.

Aquí es sólo eso: una posesión.

Me dijeron entre risas:

“Ya que no te gusta la propiedad privada,

aquí, vas a ser de todos…”

Arrancan la ropa entre insultos y siguen el escarnio…

esas manos queman, dan náuseas…

su jadeo es como gangrena.

Y se sacian.

Y la impotencia y una repugnancia insoportable…

Y otra vez vomitas, y otra vez te cuecen a patadas

mientras entre risas repiten:

“…vamos a ver si siguen escribiendo panfletos,

ahora que las ´socializadas´ son sus perras…”

No es sólo la embestida de testosterona hambrienta,

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que los pulmones no soporten más el agua fétida del

[“submarino”;

que el desmayo sea cómplice eterno,

o me apliquen la Ley Fuga,

o sus técnicas de reavivamiento ya no les sirvan…

o que cumplan su amenaza y me arrojen viva al mar.

Otras veces, como hoy,

cuando por la rendija aparece luz de luna,

quisiera una flor de amaranto:

ser una hembra yaguareté rugiendo solitaria en la

[montaña,

penetrar de una gruta los entresijos…

zambullirme en un hontanar de la tierra.

O encaramarme por la corteza de un árbol,

y existir ahí, de noche, sigilosa, agazapada.

Tal vez mariposa diurna con el arco iris dilatado en las alas;

quizá libélula, una hembra colibrí;

revolotear serena en un pleamar de flores,

o, mejor aún, arrullarme en la bandada rumbo al piélago.

Y lloraban la madre y el niño,

se lo arrancaron de las entrañas aún sangrantes,

y les imploraba ¡por Dios! que no se lo quitaran;

y le escupieron otra vez: “Dios, somos nosotros”.

No sé qué fue del bebé,

tal vez nadie sepa nunca...

Ella todavía pregunta, implora, ruega…

a pesar de conocer la respuesta:

una patada en el vientre.

Nunca los habíamos escuchado suplicar…

sólo entonces, por su hijo…

y cuando oigo sus lamentos,

quisiera compartirles mi coraza,

mi ventaja única y fortaleza:

la soledad temprana;

esa seguridad de que no pueden

extender el tormento más allá de mi carne.

¡Aquí no te quiero!

Nada es igual.

Nada.

La luna está menguando,

como aquella madrugada.

Todo era distinto entonces:

la desnudez, la música, el frío, mi historia.

Entonces era ser humano…

mujer y compañera…

aquí, en el “chupadero”, me dicen la 609…

o la “puta del tupamaro”,

como me llama el médico encargado de revivirme,

después de la sesión con el verdugo.

Mientras me torturan sólo deseo la muerte:

que la picana atraviese el útero, llegue al corazón,

lo queme y detenga para siempre;

Rigel Herrera

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ni de tus manos y sus actividades,

ni de la madrugada y nuestra danza…

La reja de metal se abre de nuevo.

Se acercan.

Tras, tras, tras, tras…

Ahora vienen por mí.

Y otra vez, en mi cuerpo, nos castigan la esperanza a todas.

Y el dolor perfora la carne.

¡Qué me desmiembren de una vez!

¡Qué esta hemorragia ahogue!

Y se me crispan las venas,

y me retuerzo

y lloro…

Y el sortilegio en la lengua…

¡Vete!

Los glaciares que un día te dieron calor,

ya no pueden más besarte:

con un nuevo exilio tendrás que intimar,

botas militares están violentando la Tierra del Fuego.

¡Escala el viento blanco del Aconcagua!

Emparejar tu sombra con el ombú no es ya suficiente,

¡vete!

Atraviesa Chile,

bordea por los ríos su delgadez,

esquiva en su angostura a la caravana de muerte,

explora entre el frío y los guijarros andinos,

donde las bestias de Pinochet no te desgarren…

A Uruguay no regreses,

aunque sea nostalgia de bosque ribereño tu aliento.

Versifícale la sangre a sus moreras, a una acacia…

a la travesía subterránea de aguas dulces, y vete.

Incluso en el llanto y la nostalgia,

O salamandra…

y reptar en la libídine senda que me abrió tu cuerpo:

que tus humedades sofocaran las heridas.

Bosquejarte con la lengua, allende el vientre,

la pasión subterránea que entrelazan los dedos,

y amartelarnos en el vaivén de mis cavernas,

y mientras me exploras, escuchar, con esa terneza tuya,

[mi nombre…

Las hendiduras… tu respiración…

el hechizo placentero…

Carne y sangre y corazón y fuego…

y en la seducción, enredarle las piernas a la utopía posible,

a lo cardinal, a lo primero…

Pero en el cuarto del martirio,

son los pasos que caminamos la luna,

quienes me ayudan a no acordarme:

ni del tango de Discépolo que tanto nos gustaba,

ni de nosotros el lugar secreto,

Peter Saxer

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aparéjate con el despojado de la tierra.

Ve por desiertos de hielo,

arrecifes y cañadas y bahías y volcanes,

mójate en una ciénaga,

a la noche desanúdale el cabello.

¡Pero nunca, nunca te atajes cerca del Pentágono!

Ése es el bastión, el origen,

el núcleo pútrido de esta bestia:

descorazonaron a un ave,

usurparon su nombre,

le robaron el vuelo.

Del Terrorismo de Estado han

hecho una confabulación internacional.

“Operación Cóndor” la llamaron.

¡Vete lejos! Que no te alcancen sus garfios…

¡Qué no te despedacen!

Llévate en la médula lo que somos:

Los pasos que caminamos la luna.

¡Y alégrate amor!

¡Qué en tu piel se alojó nuestra sonrisa!

Reaparécenos como un florilegio de poesía en el rostro.

¡Alégrate, amor, baila!

Nuestro canto será milonga, será candombe,

verso libre sin firma ostentosa.

Eco de timbal, de guitarra las cuerdas, un romance.

Resonancia de caracol será de nosotros el canto.

Siémbralo contigo en la tierra.

Y luego florezcan, retornen nuestra silueta en la esperanza.

Siémbrate en la tierra como cigarra.

Y luego brota, regresa y canta.

Vete, amor, mientras me desvanezco.

que los pasos que caminamos la luna no detengan su

[silenciosa marcha.

Trepa un mangle, ocúltate en la hojarasca,

disimula tu rostro en la marisma.

No interrumpas la marcha en Paraguay:

Stroessner Matiauda ahí acecha.

Busca la fraternidad del desposeído,

por las colinas boscosas del guaraní.

¡Y vete!

Cuando pases por Brasil no te quedes en la ciudad.

Los dictadores andan a la caza...

Sumérgete en la selva,

que te abrace la solidaridad del caimán.

¡Más lejos! Camina. ¡Más!

Deslízate en silencio por Bolivia:

Banzer le está despellejando el cielo.

¡Elude la emboscada militar!

Que tu refugio sea el colorido del paraba,

de la vicuña el pelaje, la quena de un minero.

Y si paras en Venezuela, Colombia o el Perú,

¡cuidado con sus cancerberos!

Explora como un camaleón los barrios,

ampárate monte abajo, donde de amores y amigos se sabe.

Guarda al corazón en el serpenteo de la yarará,

en un coral, guárdalo.

Por las enramadas del yaguar obsidiana anda.

Transfórmate en bambú,

se ébano, se quetzal.

Del que nada tiene busca la querencia,

llega donde el lagarto enchiquerado y la serpiente cascabel,

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FranCisCo javier arroyo* el chico guardaba silencio. Por la noche tuvo pesadillas,

donde vio personas con rostros descarnados que salían

de la tierra y señalaban hacia un cerro. Eleuterio dejó de

visitar la arbolada.

El abuelo se dio cuenta del cambio radical que había

sufrido su nieto y un día, al verlo triste y solitario, aso-

mado por la ventana, lo invitó a salir a caminar. Poco a

poco avanzaron hasta la arbolada; Eleuterio dio trazas de

querer regresar, pero el abuelo le dijo que si había algo

que lo atemorizaba sería mejor enfrentarlo; le preguntó

qué le había dado tanto miedo, y Eleuterio, por fin, confe-

só lo de la víbora y relató su pesadilla. Continuaron cami-

nando. El abuelo supuso que el cerro visto en la pesadi-

lla era el de Xicotepec, que en náhuatl significa “cerro

del xicote”, lo que alude a un insecto volador amarillo,

tachonado de puntos negros; se parece a la abeja pero es

inocuo; emite un singular zumbido al volar.

Los recorridos de abuelo y nieto se hicieron comu-

nes. Los fines de semana, el abuelo despertaba temprano

a la criatura y emprendían la caminata, llegando cada vez

más lejos. Suspendieron los paseos en la época de llu-

vias, para evitar ser víctimas de un deslave. Sin embargo,

con la llegada del verano reiniciaron los traslados, llevan-

do consigo agua y víveres. Un día, en plena madrugada,

el abuelo despertó al nieto y, sigilosamente, salieron; tres

horas más tarde llegaron al cerro de Xicotepec. Eleuterio

se quedó sorprendido ante esa montaña repleta de vege-

tación, árboles frutales, cafetales, etcétera. Eleuterio

recordaba constantemente la pesadilla y, por un momen-

to, volvió a sentir miedo, pero acopió calma y entereza al

ver a su abuelo, por quien se creía protegido.

Iniciaron el ascenso; un par de horas después se sen-

taron en unas rocas para descansar. De repente, Eleuterio

alcanzó a ver que un trozo de tela que sobresalía de la

Eleuterio era un niño de escasos diez años que

vivía con sus padres y abuelos en un villorrio de

Puebla, en las colindancias con Veracruz, zona

conocida como la Huasteca y que otrora habitaran olme-

cas y chichimecas.

Eleuterio era muy observador, inquieto, travieso e

inteligente. La zona en que vivía estaba llena de vege-

tación, fauna y, sobre todo, aire puro. Diariamente,

después de asistir a la escuela y cumplir con sus tareas

domésticas, inspeccionaba lugares cercanos a su hogar,

y no había un sólo día en que no llevara a casa algún

extraño “tesoro” encontrado; lo mostraba a sus padres

y a sus abuelos y después lo guardaba en una caja de

madera, donde destacaban botones de marfil y de plás-

tico, un cuerno petrificado de borrego, algunos pedazos

de metales sin forma, monedas oxidadas, canicas rotas,

pedazos de vidrios de varios colores, algunas barajas

arrugadas y una hoja amarillenta, claramente viejísima;

Eleuterio nunca recordó cómo la obtuvo. Decía que se

trataba del mapa de un tesoro escondido en su pueblo, y

su abuelo, para no quitarle la ilusión, le dijo que al mapa

le faltaba una parte, donde se indicaba precisamente la

posición exacta del tesoro.

Eleuterio visitaba recurrentemente una arbolada

donde creía que estaba el tesoro, y quitaba las hojas

y las hierbas para buscarlo. Un día encontró la piel de

una víbora de cascabel; se asustó tanto que se alejó a

toda velocidad; pálido y con piernas temblorosas, llegó

a casa y se topó con su abuelo, quien le preguntó qué

le había sucedido. Lejos de contestar, el niño se encerró

en su habitación por más de dos horas; preocupada, su

madre entró y le preguntó inútilmente qué había pasado;

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zaron a buscar la cueva, entre muchos árboles, hierbas

y rocas que les complicaban la búsqueda. Cayó la tarde

y no tuvieron más remedio que buscar un lugar donde

dormir. Eleuterio comenzó a sentir miedo. La tempera-

tura descendió. Comieron fruta y un poco de queso con

pan. El abuelo tendió sobre el piso un par de chamarras y

unas bolsas de plástico para aislar la humedad, encendió

una pequeña fogata que poco a poco se extinguió y, por

fin, se quedaron dormidos. Era de madrugada cuando

el niño despertó sobresaltado; columbró tres siluetas

que resplandecían en medio de la oscuridad; las siguió

hasta verlas desaparecer a través de una roca.

En la mañana, Eleuterio despertó al abuelo y le

dijo que ya sabía dónde se encontraba la cueva; no sin

esfuerzos movieron la roca y dejaron al descubierto

la entrada. Los muros lucían hermosas pinturas de colo-

res brillantes, que representaban la vida cotidiana de

ese pueblo prehispánico. Más adelante encontraron un

copioso tesoro; había figuras de oro que representaban

a humanos y animales, penachos con plumas exóticas,

brazaletes, muñequeras, pectorales, aretes, taloneras e

infinidad de figuras de arcilla. El abuelo se quedó estupe-

facto; el nieto le preguntó qué harían; aquél decidió des-

enterrar las tres osamentas del paraje y depositarlas en

la cueva. Lo hicieron y acto seguido cubrieron la entrada

con la roca. No tomaron pieza alguna del tesoro. Tras

descansar largamente, emprendieron el regreso a casa.

En la noche, la familia disfrutó de una cena opípara.

En un momento dado, el abuelo, sonriendo, le guiñó un

ojo a su nieto.

Eleuterio se disponía a dormir cuando, de pronto,

sintió la presencia de alguien; era su abuelo, quien le

mostró una hoja amarillenta y le dijo:

—Ésta es la otra parte del mapa del tesoro de la

Huasteca.

Eleuterio durmió tranquilamente. La luna llena

brillaba intensamente y el chirrido de los grillos sonaba

como una bella melodía.

*Tomado del libro inédito: Historias de la ciudad en el campo

tierra; en vano trató de sacarlo, y entonces el abuelo se

hizo de una rama gruesa para facilitar la empresa. A la

postre desenterraron tres esqueletos que exhibían jiro-

nes de vestimentas raras, así como collares, joyas, ani-

llos, penachos de colores y huaraches. También dieron

con un viejo mapa; el abuelo lo examinó y advirtió que

se trataba de un códice olmeca, en el cual se marcaba la

ubicación exacta de una cueva. La tarde estaba por caer.

Decidieron regresar a casa, no sin antes volver a enterrar

los despojos y dejar una marca sobre el lugar. El abuelo

pidió a Eleuterio que no dijera nada a nadie de lo sucedi-

do, a lo que el niño se comprometió. Llegaron a su des-

tino en la noche. La familia, preocupadísima, los regañó.

Pasaron semanas antes de que volvieran al cerro;

cuando lo hicieron, llevaban pequeñas herramientas

ligeras, víveres y ropa abrigadora. El abuelo tenía el

mapa. Al llegar al paraje comprobaron que el lugar

del entierro se encontraba intacto. Enseguida comen-

Perla Estrada.

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El

ho

jorge Hernández CrUz

En el eco de tu espalda

mi nariz de demonio busca tu raíz de árbol

introduzco mi lengua para tocarte los huesos

tímida, húmeda soledad.

IILúdica lotería es tu cuerpo

tu amante cuello espera

sacrificando la edad

paladeando la fiebre del amor

somos suicidas no haciendo el amor

disfrutando las agitadas respiraciones

viviendo de suspiros

abriendo los deseos

eres música al besar, sirena callada

con codicia mis manos juegan con tu espalda

extraeré gemidos ocultos desde tu vientre

serán las notas del amor

Tiernamente entraré a tu nidal

Para sentirme apretado coactado loco

hasta deslizarse amorosamente a ti

excitado

¿Te conozco?Ya te siento y aun no te conozco

de ti no soy y tú eres de mi

el corazón se está esculpiendo

cohabitas en mis deseos

Tu silueta está en mi memoria

le quito momentos a mi vida

Aunque sé que partirás

Por qué no me conoces

No te conozco

creo que la próxima vez será la primera

navegaré para conocerte

nunca recorrí tus labios, no toqué tu piel

Sólo viajamos al cielo por un momento

¿Qué sientes, qué piensas, guardarás mis poemas?

mujer no te conozco y tu al hombre tampoco

¿quién eres?

Epidermis

Admiro el traje a la medida que cubre tus huesos

Recorro tu inocente piel

Infinitud quiero al lamerla

es la hoja que espera al poeta

Pergamino de mi vida

Lienzo virgen que pinto con saliva

Serpentear sin pudor tu cuerpo aspiro

Al alba deseo llegar a la entraña

Dulce, oscilante

Que ningún pensamiento ajeno se interponga

Soy pájaro gozando la piel que se contrae

Bebiendo de la flor miel caliente

En nuestra locura la epidermis se llena de palabras

Destierro el momento a la memoria

Inmaculados botones del ropaje

Jugueteando con mis dedos

Mis manos son rémoras

Extinguen tus pezones

Yemas centinelas

Se posan en volcanes de nieve

Siguen las líneas del cuerpo

La senda de tus besos dirige la casería

Avaricia que desemboca la travesía

palmas ladronas toman mi sexo

deletreas T E Q U I E R O

desamparas mi voz humedeciendo el momento.

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conf

abul

ario

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perla sCHwarTzAhora,

la mujer mayor

elige refugiarse

entre los recovecos

de su imaginación.

Todos los colores

cabalgan en el blanco,

diferencia, repetición

y semejanza

confluyen para rescatar

a la memoria

del olvido demoledor.

contrario, me sentí totalmente liberado. Algo fuera de

este mundo.

“Las diferencias se encuentran en sus semejanzas/

como en el blanco todos los colores.”

Wislawa Szymborska Bodas de Oro

A Gilles Deleuze, In Memoriam

¡Diferencia y repetición

en todos los ciclos

de la vida,

flujos que se entrecruzan

hasta conformar

líneas de fuga desplegadas

a lo largo y lo ancho de tu piel.

Años te transitan

nuevos visos te recubren

tatuajes

de épocas arcaicas

donde el dolor ha tomado

su lugar de residencia permanente.

Diferencia y semejanza

devenir de la niña

que correteaba

para perderse

entre los árboles

del parque.

Rocco Almanza

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rica

(Archivo coleccionable)

la Candelaria de los Patos de la ciudad de México,

se colaba la luz que proyectaba en forma magni-

ficada las imágenes de todo lo que sucedía en el

exterior. Es decir, presintió la comedia humana

en el cuadrante de la soledad, el gran teatro del

mundo en los bajos fondos, y los crímenes y cas-

tigos después de vivir cien años de soledad.

Estas visiones se quedaron grabadas en su

memoria a una edad en que las experiencias

El poeta Dionicio Morales, asimismo notable crítico de

artes plásticas, es uno de los que más y mejor han anali-

zado la obra del fotógrafo Héctor García. En esta ocasión,

hemos seleccionado el prólogo del libro Camera oscura,

editado por el gobierno de Veracruz, para dar una idea del

talento y la creatividad del artista ha poco desaparecido,

cuyo legado es una portentosa historia gráfica de México y

sus rostros, sus calles, sus monumentos, sus barrios sór-

didos, sus personajes. Sin embargo, la cámara fotográfica

de Héctor jamás dejó de disparar. La guardaba muy cerca

de su mano y en cuanto la imagen se presentaba, el

artista la accionaba en cualquier lugar del planeta donde

se encontrara. De este mundo, Héctor García hizo un

impresionante catálogo de sitios y personas. Por fortuna,

la magna obra del artista está en buenas manos y desde

su propia fundación, la ordenan, tarea no fácil debido a la

enorme cantidad de negativos que nos legó.

El texto de Dionicio Morales es un afortunado trabajo

sobre la monumental obra de Héctor García que debe estar

siempre a la mano no sólo de quienes aman la fotografía

sino de todos aquellos que quieran ver cómo era parte

importante de nuestro pasado.

El Búho

HÉCTOR GARCÍA: ODISEA DE LA LUZ *

Este proyecto de Camera oscura nació de la expo-

sición Héctor García y anexas inaugurada el 2

de julio de 1992 en la Galería de la Universidad

Veracruzana “Ramón Alva de la Canal”, en

la ciudad de Xalapa, Ver. La idea original de Pepe

Maya, curador de la muestra, era no incluir las

fotografías célebres pero conforme maduraba

el plan, la sombra, o mejor dicho, la luz de algu-

nas de sus imágenes clásicas se fue imponiendo

para lograr el tempo obligatorio y el ritmo del

discurso de Camera oscura.

Héctor García comenta que su afición por la

fotografía nació cuando era pequeño y descubre,

desde la cama en la que lo amarraba su madre

para que no se fuera de pata de perro” — otra

de sus felices inclinaciones—, que por la rendija

de la entrada al cuarto cuadrado que habitaban

en compañía de su hermano menor en el barrio de

Dionicio Morales

Guillermo Ceniceros

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primeras iluminan, queman, hieren la soberana

potestad de la inocencia, marca que no cicatriza

nunca en una herida abierta a todo encantamien-

to de vida. Los distintos oficios de vivir ejercidos

para la sobrevivencia familiar —bolero, cargador

de canastas en el mercado, barrendero, vendedor

de periódicos, de chicles, de lotería, en su infan-

cia; agricultor, zapatero, plomero, carpintero, más

tarde en la correccional—; su mirada acechante

poblada de relámpagos infantiles y madurada en

la diaria convivencia al lado de seres maravillosos

aunque marginados; testigo y a veces protagonis-

ta de situaciones y hechos vandálicos provocados

por el hambre, la miseria, el desamparo, templa-

ron su carácter y le proporcionaron las armas

necesarias para configurar un mundo, su mundo.

En esta Candelaria de los Patos, en este cua-

drante de la soledad que ahora forma parte del

Centro Histórico de la ciudad de México, en este

vientre de concreto que de alguna manera sin-

tetiza los tiempos, los acontecimientos sociales,

políticos y culturales de nuestro origen, nació y

creció —no nada más físicamente— este artista

vigoroso, desgarrador, obsesivo, amoroso, sin

cuya obra fotográfica realizada en los últimos

cincuenta años, no se puede reproducir fielmente

el rostro —los rostros— de México, (Rostros de

México tituló a su primera exposición celebrada

en 1960).

No sé si por una aparente humildad que raya

en la soberbia, o por una arrogancia que bordea

los límites de una insana modestia, o por las dos

cosas, Héctor García se nombra reportero gráfico,

quizá para restarle severidad a su profesión de

artista, o acaso por una honesta apreciación al

no ignorar o dejar de lado el origen de su trabajo

que él, con sentido, precisión, rapidez, ubicación,

pero también con magia, hechizo, ensoñación,

jubileo, ha trastocado hasta convertirse en un

orfebre, en un tejedor de luz y sombras cuya escri-

tura va más allá de una simple labor informativa,

proyectando a la naturaleza, a los seres y a las

Iris Aldegani

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rica

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cosas aprehendidas con el click de su cámara a

través de su mirada que no ve sino sabe mirar,

hacia un universo perdurable.

A partir de 1960 empieza su largo peregrinar

por el mundo y recorre, por cuestiones de trabajo,

por vacaciones y estudio, América, Asia, Europa y

África, apresando con su ojo mágico e implaca-

ble sueños tiernos y puros, así como realidades

aplastantes.

Parte de la obra fotográfica de Héctor García

es un viaje hacia ese México profundo que está

ahí, cerca de nosotros y que no sabemos mirar por

las prisas desmedidas de vivir a que nos conduce

la vida moderna. Ese México profundo es el que

Héctor García mira, siente, padece, ama y atrapa

oportunamente. Es la realidad de cada día y a él no

le interesa retocarla o transformarla; su trabajo es

el testimonio, lo sabemos, de un reportero gráfico

pero que no está reñido con el esteticismo, por lo

que le imprime a su obra otra panorámica para

poder apreciarla desde una doble perspectiva. Si

sus fotos sobre la ciudad de México nos asombran

y deslumbran por su veracidad, nos sobrecogen

y lastiman por su ferocidad, nos hacen soñar y nos

alborozan por su ternura y honestidad, se debe a

que retrate a sus gentes, a sus calles, a los hechos

y situaciones que llama míos” porque ahí nació.

Sus fotografías no admiten retoque a la hora

del revelado y menos en el momento preciso

cuando el ojo y el click de la cámara petrifi-

can las imágenes relampagueantes. Aquí no hay

tiempo de posar o de programar diálogos silen-

ciosos que en la mayoría de los casos no son

correspondidos. Héctor García, con un sentido

angelical de adivinación se anticipa a las imá-

genes y las provoca, las sueña o las inventa, las

cristaliza: las crea. Otras veces las figuraciones

lo eligen a él para perpetuarse y con una mira-

da resbalosa y una sonrisa turbia mascullan su

palabrerío —que sólo él escucha— frente al dispa-

rador que, seducido ante la inesperada y amorosa

entrega, cicatriza la luz, convoca a las sombras y

decreta su permanencia.

La belleza de esta obra redice en la supuesta

sencillez de su concepción ontológica: en el claro

pillaje de ánimas distraídas, lejanas u olvidadas

de sí mismas: en el reto asumido con destreza al

afrontar personajes huidizos a la cámara al tiempo

que revelan su verdadera fantasía: en la disimula-

da sabiduría de aprovechar sigilos clandestinos

reacios a un ojo común y corriente: en las metá-

foras subterráneas de los corazones sacadas a la

luz a pesar de la negativa de sus poseedores: en el

dolor de encarar con lucidez la miseria y los males

que laceran, corroen y aniquilan las bondades

humanas. A veces su belleza puede parecernos, a

simple vista, un poco rigurosa porque no es nada

complaciente a las miradas huecas, vacías, de

aquellos a quienes la vida no concedió el privile-

gio, la gracia del tierno y elemental asombro.

Héctor García ha sido testigo de cargo de

acontecimientos políticos, no sólo de México

sino de todas partes del mundo, que han agrie-

tado, roto, cambiado nuestras vidas; de catástro-

fes infinitas que nos han mermado la capacidad

de sobrevivencia; de tiempos mejores o peores

gastados en la inutilidad de una vida aparente-

mente gozosa. Ha sido cronista implacable de

la ciudad de México que ha perdido espacios y

se erosiona, se asfixia, se derrumba, así como

de lugares y metrópolis apartados de la vista pero

no de su corazón.

Héctor García ha sido defensor de los margi-

nados que nos duelen, nos hieren, a pesar de sus

silencios; de los pobres que los días de quincena

se divierten en salones y cabaretes para olvidar

iniquidades; de viejos y falsos revolucionarios que

en el rostro han acumulado arrugas y decepcio-

nes; de niños inocentes que deambulan y mueren

en el mundo ante la mirada indiferente, esquiva,

de los hombres. Ha sido juez y parte, con su mira-

da amorosa y furtiva, de los aciertos y desmanes

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del amor que nos conducen al naufragio aquel en

donde las aguas profundas, oscuras y desiertas

pero templadas, verdecidas y saladas bañan, lim-

pian, borran toda huella de soledosa compañía a

la hora del apareamiento del hombre y la mujer.

El trotamundos de Héctor García, ser sorpren-

dentemente político, con una arma poderosa —su

cámara dirigida no por el dedo que oprime el dis-

parador sino por el ojo centella que apresa la ima-

gen— llegó a la China comunista largamente dor-

mida para los moradores de Occidente, a hurgar,

a olisquear entre sus reconditeces naturales de

vida, a presenciar parte del milagro realizado por

sus habitantes convencidos de los brotes multitu-

dinarios de esperanza, sabiamente encaminados

hacia la producción de realidades repartidas con

equidad para que en la mirada de niños, hombres

y mujeres, se proyectasen las luces que, contra

viento y marea, han abierto nuevos caminos,

Testigo fue de esta gran aventura, una de las más

atrevidas, esperadas y espectaculares del siglo XX,

que cimbró al mundo entero, En este trabajo se

pueden apreciar las milenarias ansiedades reli-

giosas que sostienen al hombre a pesar de todo

destino manifiesto, la participación de la mujer

en labores ágiles y pacientes realizadas en un

entorno donde palpitan y asoman viejos-nuevos

resplandores. Nosotros nos preguntamos como

Héctor García: ¿Despertó el dragón?

Los disparos, provengan de la parte del mundo

que sea, alertan su olfato y predisponen su ánimo

aunque no salgan del vientre de una cámara. Las

ráfagas de las ametralladoras iluminan y que-

man su rostro que se va marchitando conforme

crece el ruido y se le agüita el alma y se le sube

la indignación a los cabellos. Ya está en Líbano,

tiempo se da para bucear y recoger momentos

que, aparentemente, no tienen ninguna trascen-

dencia pero que están grabados en el inconsciente

y en el corazón de aquellos a quienes enaltecen

las batallas que se libran al defender, a costa de

todo, los más elementales principios de super-

vivencia. Presencias enmascaradas, lúcidamente

definidas por las fotografías, aunque algunos no

escondan sus rostros que filtran y destilan pre-

ocupación en los más jóvenes, rabia y compromi-

so en los demás. Espacios y aires a veces cerrados

y nebulosos captados por la magia y la iracundia

de Héctor García.

Pero Héctor, que por obra y gracia del espíritu

santo es un furibundo descreído, un crítico impla-

cable de los poderosos que conceden a sus reales

y miserables facultades un mezquino beneficio, y

un descastado corresponsal en las celebraciones

más entrañables en las zonas indígenas importan-

tes, aprovecha con deliberada malignidad su bien

ganada fama de andariego y construye una histo-

ria con sólo tres palabras: Religión, magia y poder.

Él sabe que la religión es el primero y último

reducto espiritual en la “salvación” de la concien-

cia pesarosa del hombre y que ha estado ligada de

manera permanente e indisoluble al poder, en una

simbiosis perfecta de alienaciones encaminadas

a manipular, someter y expoliar a sus feligreses.

Con una discreta pero lucida observación que

alcanza significaciones insospechadas, Héctor

García subraya, a través de su siempre exacta

revelación, la mísera diferencia que existe den-

tro de un mismo “reinado” entre un sacerdote

pueblerino menor cobrándole a los humildes el

diezmo obligatorio para el “rescate” de su alma,

y el lujo, el boato, el torpe despilfarro de aque-

llas modestas pero sangrantes contribuciones

a manos de autoridades eclesiásticas de primer

rango que en descarada confabulación de cínicas

suntuosidades comparten con el poder, repre-

sentado por los militares en la época franquista,

el botín, Héctor García, que rechaza, aunque las

exhiba, las debilidades humanas que tienen que

ver más con iniquidades que con el disfrute y goce

de los sentidos, toma vuelo, se da vuelo, alcanza

vuelo. Como él es un mago y lo que no alcanza a

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mirar lo inventa su cámara, nada mejor que zarpar

de viacrucis remotos a las cercanías territoriales

y milagrosas para internarse en lugares sagra-

dos donde la imaginación y el equilibrio ocular

sufren severas transformaciones: Día de muertos

en Janitzio, juego de luces y sombras, de vida y

muerte. El blanco y el negro entablan una lucha

cuerpo a cuerpo y todos estamos muertos, ellos

y nosotros; quizá más nosotros que ellos. La ofren-

da es una mea culpa por ocupar un sitio en la tie-

rra y de pronto nos preguntamos si los cirios que

se queman este año nacen al siguiente, sin olvi-

dar que aquí hasta la muerte es de dulce, Héctor

García está en su elemento, él escribe con luz y la

sombra le hace sombra. Un salto de Michoacán

a Nayarit y antes de que los Coras se den cuen-

ta, Héctor aprieta el disparador de su cámara

mientras celebran las festividades de la semana

santa personificando a los demonios de Judea.

Ante nuestros ojos, atónitos, un desfile fantas-

magórico de torsos desnudos, cuerpos pintarra-

jeados y máscaras deslumbrantes de animales

que esconden en su interior el verdadero rostro.

Héctor García hechizado por esta ceremonia detie-

ne en la retina los demonios ocultos en cada uno

de los cuerpos que con sobrada parsimonia espe-

ran la hora de la purificación cuando el río lave

y se lleve las impurezas que cubren su anatomía.

Fotografías hermosas, auténticas, desgarradoras

por las que el artista sucumbió a que lo habitaran

los mefistofélicos. Hay fotógrafos para quienes

los interiores reafirman las excelencias de su obra

personal al evitar los grandes espacios, los sitios

abiertos, porque airean y alumbran en demasía los

ángulos en los que se mueven con una cierta seve-

ridad, Héctor García es todo lo contrario. Nacido

en un céntrico vecindario de la ciudad de México,

muy niño se vio obligado a ganar La calle y resultó

que la calle se lo ganó a él. Pata de perro —como

lo llamaba su madre— por vocación y destino,

deambulaba, conforme su astucia se lo iba permi-

tiendo, por las vías, callejones y avenidas a las que

su imaginación y los oficios infantiles que ejerció

lo conducían. No es arriesgado señalar que quizá

la parte más importante de su monumental obra

fotográfica esté tomada en exteriores acatando su

sino original.

No le quedó, pues, más remedio que lanzarse

a las calles, a esos vericuetos por los que no tran-

sita Dios, y apoderarse de ellas, recorrerlas una y

otra vez hasta que reconocieran sus pisadas y los

transeúntes abandonaran su aire grave y medi-

tabundo que los hacía verse inclementes. No tuvo

tregua. No tiene. Como quien ha perdido su ánima

y sale en su busca y no la encuentra, Héctor García

zanganea por todos los rincones cámara en ristre

y el mundo callejero, a un llamado suyo, pasa

revista. Su vocación de reportero gráfico, político,

creador —todas en una— toca elevaciones cuan-

do la cámara se abre y se cierra ante la inminencia

Juan Román del Prado

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El

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libertaria del hombre en movimientos sociales,

como el vallejismo y el de 68, que han renovado

la vida. El rostro arrugado de un anciano con su

rústica soledad, en plena decadencia, lo acecha

—ojo mirado— desde la puerta de toriles en una

plaza de toros, Héctor García lo mira, lo atrapa,

dice ¡olé! y desaparece. En su querido barrio de

la Candelaria de los Patos pesca a unos inquilinos

a la entrada de la vecindad y un chavo lo sorpren-

de con un ademán entre divertido y obsceno para

darle una sopa de su propio chocolate. Una celes-

tina edilicia se enjarra retadoramente mientras

una pareja intercambia sonrisas y palabras antes

de interpretar la farsa que se puede alargar a tres

actos, A veces en la ciudad de México diluvia y uno

de esos días se detiene por la insólita aparición

de un Tláloc moderno en una esquina del centro,

en medio de un caudaloso río urbano, en el que

hace alarde de dirigir el tráfico marítimo y de

sus poderes atmosféricos. Mojado y alucinado

se toma un descanso en una de las bancas de la

plaza Garibaldi, corazón del mariachi. Ensordecido

queda herido de muerte, como un San Sebastián

atravesado por las flechas disparadas por sus

propios idólatras, al descubrir que de un vientre

de concreto nace la imagen que Malraux calificó

como una de las más crueles de nuestro tiempo.

Aquí Héctor García, demudado, encuentra por fin

su ánima. Pero las calles de México se le hacen

pocas y remonta océanos que por supuesto no

se le abren para cruzar al otro continente. En las

grandes capitales europeas siguió vagando, ahora

como ánima en pena, y encontró para fortuna

nuestra las imágenes que le salen al paso, aco-

modadas a su ojo avizor, con grandes contrastes,

divertidas, ensoñadoras y puntuales.

La mujer, la otra cara de la moneda, la mitad

dispar pero exacto complemento para que el hom-

bre aspire a ser entero, es un tema recurrente en

la obra de Héctor García, en cualquier latitud y

en todas las etapas de la vida al imponer a sus cla-

ros deseos sus oscuras meditaciones. Para Héctor,

como para Mao-Tse-Tung, la mujer sostiene la otra

mitad del universo. Por eso desde temprana edad

son sus protagonistas. Su apasionamiento hacia

la figura femenina lo guía, aparte de su primitiva

condición de varón, una sapiente observación,

un tanteo más que orgánico, sentimental, amo-

roso, que sale a flote a propósito de su oculta

y callada mansedumbre y en el valeroso estoicismo

con que cargan a cuestas la parte de la creación

que les corresponde.

Las mujeres de Héctor García reunidas al

azar, aún desde niñas, plasman en su personali-

dad el eco, los contornos, la dimensión primaria

y rotunda de la mayoría de las Evas del mundo

que desde su infancia, sabedoras del destino que

las aguarda en una sociedad escandalosamen-

te machista por los dos mil años de tradición

judeo-cristiana —opresión disminuida en este siglo

Margarita Cardeña

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gracias a oportunas tomas de conciencia— acusan

un apresurado instinto que las induce a escapar

de la oscuridad para ganar la luz, o a una silencio-

sa y sabia disposición de dejar al descubierto un

único ojo —dos son uno— para desde allí mirar

cómo pasa la vida.

En cada una de estas fotografías el aire de

cualquier región confiere a los personajes, más

que los tocados o las vestimentas que las cubren,

guardan u ocultan, un reconocimiento ancestral

inmediato porque la cámara se ha apoderado

de los rumores que el viento habla en sus idiomas

varios. Las evidencias son el resultado de un escu-

driñamiento instantáneo, a vuelo de pájaro, y de

una atracción canibalesca —llamémosle así— que

más tarda en rozar la retina y exaltar los sentidos

que la mano en apretar el disparador.

Estas mujeres resumen, en un sólo registro,

el tributo de Héctor García para con la creación

original. Los rostros son el vivo espejo de su rea-

lidad inmediata acuñada con antelación, a veces

arrastrada desde siglos, en los que se reflejan

no el drama, el dolor, la ira o la risa personales,

sino que su influjo, su fuerza, su desgarradura,

su sonrisa espontánea o enigmática, reproducen

en lunas infinitas las imágenes reveladoras de

una determinada estirpe, merced a una profun-

da visión del ojo que raudo y veloz se pega a la

cámara para detener ese instante de gracia que no

volverá a repetirse.

Las protagonistas han sido sorprendidas en el

gesto y la pose que las distingue, iluminándonos

al mismo tiempo sobre su oficio para el que fueron

convocadas, practicado per se con cierta secreta

alegoría o con apesadumbrado silencio. Todo un

complejo tratado de filiación resuelto admira-

blemente entre luz y sombras, sin aspavientos

inútiles ni sofisticadas técnicas, sin falsos encan-

tos ni cirugía innecesaria, sin torpes manifesta-

ciones compasivas ni recelosas marginalidades.

Naturales, tan natural como transcurre la vida.

El reportero gráfico, el artista que nos ha

descubierto el rostro (los rostros) profundo(s) de

México y del mundo en una sucesión de imáge-

nes sacadas del gran teatro del mundo callejero;

el adelantado que en cada fotografía nos lanza

a la cara una pacífica pero doliente recrimina-

ción, además de aclararnos la mirada a través

de percepciones que por su espléndido lirismo y

su exiliada belleza cruel nos sacuden y cambian

por dentro, no podía escurrir el gran desafío que

significa capturar en una sola imagen algo o mucho

de la controvertida personalidad de un artista.

Para que la cuña apriete… Sabemos que es ende-

moniadamente difícil aproximar al lector —¿No

dice Héctor García que la fotografía es una escri-

tura de luz?, pues a leerla, pues— a la substancia

más noble de cualquier ser humano, y Héctor lo

hace casi por costumbre, cuantimás tratándo-

se de celebridades que con una obra y una vida

vasta, intensa, que escribieron de su puño y letra,

no llegamos a presentirlos del todo. El desafío es

mayor porque la celebridad que los rodea ya nos

ha arrojado ciertos destellos que nos autorizan a

imaginarlos o a inventarlos de acuerdo a nues-

tros conocimientos; esto puede falsear un poco

la visualidad de Héctor García frente a nosotros,

o hacernos coincidir en justas y serias aprecia-

ciones. Sin embargo, para un espectador virgen,

es decir, inexperto en rozarse con la obra y la

vida de tal o cual personaje —¿Quién dice que el

Che Guevara no es un artista?— puede parecerle

un juego delirante, de hecho lo es, al tratar de

dilucidar por medio de la fotografía sus signos

verdaderos. Aquí están, entre otros, Diego Rivera

confundido con las figuras esperpénticas que

tanto amó; Rubén Salazar Mallén presumiendo

su rabiosa mirada y su gesto retador que tantos

enemigos le acarreó; Juan Vicente Melo sonriendo

después de amanecer a pesar de su obediencia

nocturna; Juan de la Cabada entre un redondel de

luz en una de sus actitudes de nigromancia; Jorge

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Luis Borges semiborrado por los apabullantes

efectos de una catarata que al final lo dejó ciego;

José Clemente Orozco en un magistral acerca-

miento en el que su mano sigue nombrando al

mundo; Rosario Castellanos interrogando a un

espejo cruel que no tiene ninguna respuesta; Frida

Kahlo enrollada, ensortijada en sí misma achichi-

huando a su querido perro mexicano; Juan Rulfo

con los murmullos y silencios —detonadores

pirotécnicos— con que inventó a Pedro Páramo.

Diego Rivera en 1955, ante la evidente reve-

lación de la fotografía afirmaba que no pueden

seguir negando su calidad de arte a la fotografía

que posiblemente sea —sobre todo en la cinema-

tografía y el reportaje fotográfico— la expresión

más viva de la plástica moderna, con tanto dere-

cho a la denominación de obra de arte como la

que sea resultado de cualquier otra técnica”. Con

la obra de Héctor García se consolida este juicio.

La obra de Héctor García es, lugar común,

vasta y múltiple. La selección fotográfica de

Camera oscura, que es apenas un pequeño mor-

disco a un fruto prodigioso que mientras más se

corta —como la lujuria— más crece, no hubiese

sido posible sin la odisea emprendida por Pepe

Maya para bucear con sus ojos bien abiertos,

sin enceguecerse, en esta otra odisea de la luz

inventada, imaginada, soñada, creada por Héctor

García para perpetrar y perpetuar su maravillosa

escritura. Desde sus inicios como reportero gráfi-

co —y todavía lo es— hace ya cincuenta años ha

recorrido un largo trecho y, sin proponérselo, por

esa fidelidad indestructible a su oficio original,

ha llegado a ser orfebre y maestro. Sin él nuestra

ciudad de México no sería la misma y el mundo

no se nos hubiese entregado con tanta claridad.

Muchas de las imágenes realistas, relampaguean-

tes y oportunas de su obra, gracias a su magia y a su

genio, descansan ya impregnadas de eternidad.

* Tomado del libro Camera oscura. Héctor

García. Gobierno del estado de Veracruz. Primera

Edición, 1992. México, D. F. 92 pp.

Guillermo Ceniceros

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El

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apantallados

Alonso Ruiz Belmont una abrupta devaluación del peso a finales de diciembre

y condujeron al país a una aguda recesión económica,

que amplió aún más las escandalosas brechas sociales

que dividen actualmente al país.

El 28 de noviembre de 1993, Colosio Murrieta,

entonces secretario de Desarrollo Social, había sido

designado el candidato del priismo a la presidencia de

la república por determinación expresa del presidente

Carlos Salinas, de acuerdo a los rituales y equilibrios

de un orden político agonizante. Su meteórico ascenso

durante los cinco años previos confirmaba, hasta aquel

momento, la enorme confianza que el presidente tenía

depositada en quien era considerado su delfín político

(a pesar incluso, de la animadversión y el abierto recha-

zo que le profirió en aquellos días Manuel Camacho

Solís, su mayor adversario en la búsqueda de la nomi-

nación presidencial). En medio de la euforia desatada en

los días previos por la aprobación del Tratado de Libre

Comercio (TLC) con Estados Unidos y Canadá, la nomi-

nación de Colosio fue vista por muchos como una señal

de continuidad en la política económica. Nadie imagina-

ba que pocas semanas después, una rebelión armada en

Chiapas tomaría al presidente por sorpresa, rompiendo

la endeble disciplina de su círculo interno.

Sin embargo, hasta el 31 de diciembre de 1993, la can-

didatura de Colosio simbolizaba para muchos el notable

capital político que ostentaba el partido oficial de cara

a unas elecciones presidenciales que, todo indicaba

entonces, constituirían un referéndum mayoritario en

favor de la ortodoxia económica y la apertura comercial.

El brutal asesinato de Luis Donaldo Colosio

Murrieta la tarde el 23 de marzo de 1994 en

Tijuana, Baja California, dejó una huella indele-

ble en la memoria colectiva de toda una generación. Ése

fue sólo uno de los huecos que dejó tras de sí el año más

violento que se recuerda hasta ahora en la vida política

del México contemporáneo. Sesenta y seis años después

del asesinato del presidente electo Álvaro Obregón, el

presidencialismo autoritario había perdido sorpresiva-

mente un símbolo estratégico para la conservación de

su legitimidad: la estabilidad política basada en el arre-

glo pacífico a todo conflicto surgido entre las filas de la

gobernante coalición nacionalista revolucionaria.

La sorpresiva irrupción armada del Ejército Zapatista

de Liberación Nacional (EZLN) el primero de enero de

aquel año en el Estado de Chiapas, había iniciado una

aguda crisis política que evidenció las limitaciones

democráticas del reformismo electoral salinista y el

escandaloso déficit social de un modelo de desarrollo

económico que se había vendido a la opinión pública

como un paradigma de prosperidad. El asesinato de José

Francisco Ruiz Massieu, secretario general del Partido

Revolucionario Institucional (PRI), el 28 de septiembre

de ese mismo año, profundizó aquella compleja espiral

de descomposición (que estuvo acompañada de secues-

tros, una creciente atmósfera de polarización social y

rumores de toda índole). Las repercusiones financieras

de aquel oscuro proceso terminaron por desencadenar

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talla

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Aquel otoño preelectoral, algunos sectores de la comuni-

dad académica interpretaron la nominación del político

sonorense como la posibilidad de una reforma política

controlada ordenadamente desde el interior de la coali-

ción gobernante, negociada directamente con la militan-

cia del partido y con sus sectores más tradicionalistas.

Pocos individuos conocían a detalle, mejor que el propio

Colosio, el funcionamiento de aquella compleja maqui-

naria hegemónica. Por si fuera poco, el ex secretario de

Desarrollo Social contaba también con otro elemento

estratégico en favor de su candidatura: las simpatías

de una buena parte de los cuadros de base, particular-

mente en las zonas más pobres del país. Otros secto-

res de la opinión pública, en cambio, planteaban que

la candidatura colosista significaba la continuidad del

presidencialismo autoritario y que, inevitablemente, ésta

se hallaría bajo la esfera de control político de Salinas.

La realidad terminaría siendo muy distinta.

Las investigaciones que llevaron a cabo las tres dife-

rentes comisiones especiales encargadas de aclarar la

autoría intelectual del magnicidio del sonorense nunca

pudieron resolver el caso. La versión oficial sostiene que

Mario Aburto, asesino confeso de Luis Donaldo Colosio

Murrieta, actuó por iniciativa personal sin recibir indi-

caciones ni apoyo de otra persona. Dieciocho años des-

pués, la verdad continúa siendo un misterio, pero no es

ninguna exageración afirmar que durante aquella soleada

tarde del 23 de marzo, en la colonia Lomas Taurinas de

Tijuana, Baja California, México cambió para siempre.

En el terreno de la ficción cinematográfica, el más

reciente producto especulativo sobre las redes conspi-

rativas que pudieron haber sellado el destino del can-

didato priista corresponde a la polémica cinta Colosio:

El Asesinato* (2012), de Carlos Bolado. El presupuesto

del filme, las sospechas sobre el verdadero origen de su

financiamiento y su estreno a pocas semanas de la elec-

ción presidencial del 2 de julio, han motivado justificados

señalamientos en torno al aparente uso propagandístico

de la cinta. Lo anterior ha sido interpretado por algunos

como un desesperado intento del calderonismo por qui-

tarle votos al PRI en los próximos comicios, recordándole

a la opinión pública la corrupción, las oscuras intrigas

palaciegas y la lucha despiadada por el poder que se

dieron por aquellos días al interior del entonces partido

oficial (como si los dos sexenios panistas hubiesen sido

inmunes a todos esos vicios). Sin embargo, es impor-

tante mencionar también que dicha historia de ficción

fue escrita hace unos diez años por el guionista Hugo

Rodríguez y, desde aquel momento, la productora Mónica

Lozano comenzó a tocar infructuosamente varias puertas

con la intención de rodar la película. Ideologías aparte,

valdría la pena preguntarnos si el éxito en taquilla que

está registrando el filme actualmente refleja, en cierta

medida, la confrontación simbólica de una sociedad con

un momento perdido de su historia.

Por razones de carácter legal y obvias limitaciones de

índole periodística, la cinta de Bolado mezcla personajes

y situaciones ficticias que son entrelazadas con los acon-

tecimientos históricos, dejando al espectador la posibili-

dad de hacer su propia interpretación de los hechos. No

constituye, por tanto, un acercamiento hacia la verdad

histórica sino, más bien (a decir del propio Bolado), un

esfuerzo por detonar la curiosidad y la capacidad crítica

Guillermo Ceniceros

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El

ho

de los espectadores en relación con el tema. Al inicio de

la cinta, Andrés, un ex agente retirado del CISEN, reci-

be la orden y los recursos financieros necesarios para

realizar una investigación secreta y paralela a la que

estaba llevando a cabo la Fiscalía Especial, con la misión

de resolver el crimen. La encomienda proviene de un polí-

tico de alto rango, identificado sólo como El Licenciado,

quien por deseo expreso del presidente había asumi-

do la secretaría general del partido oficial así como la

orden de realizar la investigación paralela. Sin embargo,

y de manera extraña, la supuesta voluntad del presi-

dente le es comunicada al Licenciado por el poderoso

Jefe de la oficina de la presidencia, un personaje llama-

do El Doctor. El nuevo secretario general del partido no

había sido inmune a las tentaciones de la corrupción, el

origen de su fortuna no es transparente y regularmente

entrega a su hermano menor maletas llenas con cien-

tos de miles de dólares que el segundo deposita en un

banco estadunidense. Andrés reúne pronto un equipo

multidisciplinario de colegas expertos que realizan una

investigación exhaustiva. Finalmente, consiguen armar

el rompecabezas y entregan al Licenciado un voluminoso

expediente con sus conclusiones. Todo indica la existen-

cia de una conspiración. Las pesquisas indican que el

complot había tenido su origen tras la negativa expresa

de Colosio a encubrir poderosas redes de lavado de dine-

ro y protección a los cárteles de la droga. Éstas estaban

siendo administradas por un puñado de prominentes

políticos y empresarios vinculados directamente al her-

mano del presidente y al Doctor. Es en ese momento

cuando el Licenciado descubre que el jefe de la oficina de

la presidencia le había tendido una trampa para averiguar

qué tanto podía acercarse a la verdad. Poco después,

el Licenciado lo confronta en un encuentro privado y

amenaza con revelar todo lo que sabe si su carrera política

es saboteada. Hacia el final de la cinta, Andrés, su esposa,

el Licenciado y Benítez (el jefe de la Policía de Tijuana)

son asesinados en diferentes momentos. Hasta aquí el

ejercicio de la ficción cinematográfica que, según Bolado,

tomó como referencias históricas datos consignados en

el último informe de la Fiscalía Especial.

Regresemos ahora al contexto político de aquellos

meses y a los señalamientos ventilados de manera con-

sistente por personajes que estuvieron en las entrañas

de aquel monstruo. En septiembre de 1994, Eduardo

Valle Espinosa, quien había desempeñado labores de

inteligencia para el ex procurador general Jorge Carpizo

(ambos recientemente fallecidos), declaró a los medios

que Colosio había sido contactado dos días antes de su

muerte por Humberto García Ábrego, hermano de Juan

García Ábrego, líder del cártel del Golfo, con el objeto de

pactar una reunión entre ambos. De acuerdo con Valle,

Colosio se negó rotundamente a sostener tal encuentro y

aquello provocó la ira de los líderes del cártel. Asimismo,

Valle afirmó saber que de llegar al poder, Colosio se

proponía atacar frontalmente a los principales cárteles

de la droga mexicanos y aclarar sus presuntos vínculos

con funcionarios en todos los niveles del gobierno. Según

dicha hipótesis, la eventual victoria de Colosio habría

hecho peligrar severamente los intereses de dichas orga-

nizaciones delictivas y de varios políticos de alto rango

estrechamente relacionados con ellas. Las afirmaciones

del ex colaborador de Carpizo involucraron también al

Elba Hernández Díaz

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equipo de seguridad del candidato en Tijuana. Según

Valle, tanto Jorge Vergara Berdejo (coordinador de segu-

ridad de la campaña) como Antonio González Ortega

(agente del CISEN) habrían estado relacionados con

Marcela Bodenstedt, presunto enlace del cártel del Golfo

y del cártel de Juárez con algunos miembros del gabinete

presidencial (entre quienes se mencionaba a José María

Córdoba Montoya, jefe de la oficina de la presidencia y

Emilio Gamboa Patrón, Secretario de Comunicaciones

y Transportes). Valle publicó información detallada (nom-

bres, apellidos, fechas y cifras) para sustentar toda esta

argumentación en un libro titulado: El Segundo Disparo:

La Narcodemocracia Mexicana (Océano, 1995). Poco des-

pués de abandonar furtivamente el país para proteger su

vida a mediados de 1994, Valle dijo haber entregado un

voluminoso expediente a las autoridades estadunidenses

con todos aquellos datos. Frustrado por la indiferencia

del Departamento de Justicia de los EEUU ante todos

sus señalamientos, Valle tomó la decisión de publicar

el libro.

Más datos. Fernando de la Sota, otro miembro de la

escolta de Colosio, había sido cesado en 1992 de la PGR

por sus vínculos con el cártel de Juárez pero misteriosa-

mente fue integrado al equipo de seguridad de Colosio por

el general Domiro García Reyes, quien lo habría vincula-

do con el Estado Mayor Presidencial desde 1988, según

lo refiere el periodista Jorge Fernández Menéndez en su

libro Desestabilización (Grijalbo, 1995). En Drug Politics

(University of Oklahoma Press, 1999), David C. Jordan,

académico estadunidense experto en temas de narco-

tráfico, refiere también que Roberto Alcide Beltrones,

hermano del entonces gobernador de Sonora Manlio

Fabio Beltrones, había sido nombrado administrador de

aduanas de Tijuana con el apoyo de Gamboa Patrón y

de Raúl Zorrilla Cosío, quien habría solicitado a Colosio

la reunión con García Ábrego. En marzo de 1995, Raúl

Salinas de Gortari fue arrestado, acusado de ser autor

intelectual del asesinato de Ruiz Massieu. El ex goberna-

dor de Guerrero, quien tenía una pésima relación con el

hermano del entonces presidente, había sido asesor cer-

cano de Colosio después de su nominación como candi-

dato y se llegó a decir que poseía información importante

acerca del asesinato del sonorense. Fernández Menéndez

especula también que José Esparragoza, un lugarteniente

de Amado Carrillo, líder del cártel de Juárez, habría paga-

do 10 millones de dólares a Raúl Salinas durante la cam-

paña de Colosio, buscando igualmente la complicidad

del candidato. Aparentemente Colosio rechazó también

aquella oferta y con ese episodio se incrementó su dis-

tanciamiento de Raúl, lo cual sugiere otro posible móvil

para el crimen del 23 de marzo.

Como sabemos, todos estos señalamientos nunca

pudieron ser plenamente demostrados por las autorida-

des y fueron rápidamente archivados. (Raúl Salinas es

un hombre libre desde hace varios años). Sin embargo,

el inmenso poder corruptor que siguen ejerciendo los

cárteles de la droga, así como sus vinculaciones con

el poder político y las fuerzas de seguridad en nuestro

país no podrían entenderse, ayer y hoy, sin la oscura

complicidad del gobierno estadunidense, así como el

papel estratégico que juega la industria del narcotráfico

para su complejo militar industrial y su sistema financiero.

Desafortunadamente, la amenaza que representa

el narcotráfico para la consolidación de nuestra incipien-

te democracia es significativamente mayor hoy día que en

1994. Tenemos ante nuestros ojos una pila de cincuenta

mil cadáveres para recordárnoslo y dos secretarios de

gobernación fallecidos en circunstancias aún no aclara-

das. La única opción que tenemos es continuar luchando

a través de nuestro voto por construir un verdadero esta-

do de derecho y una efectiva división de poderes que nos

permitan contener la barbarie, así como la triste y escan-

dalosa corrupción e incompetencia de nuestra clase políti-

ca, que no distingue barreras partidistas ni ideológicas..

[email protected]

Notas

*Colosio: El Asesinato; México, España, Francia, Colombia;

2012. Dirección: Carlos Bolado. Producción: Mónica Lozano, Hugo

Rodríguez, Javier Salgado. Guión: Hugo Rodríguez, Carlos Bolado,

Miguel Necoechea. Elenco: José María Yazpik, Daniel Giménez

Cacho, Odiseo Bichir

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El

ho

mARthA ChApA

Héctor García, un fotógrafo excepcional, nos

deja una obra fuera de serie.

Su fotografía consigue milagros. Logra, sin duda,

eternizar instantes. Fija lo mutable. Suspende el movi-

miento físico para incorporarlo a la memoria, la evoca-

ción, la imaginación. Es registro del tiempo ido, a la vez

que testimonio de su permanencia. De ahí la primera

importancia, enorme de por sí, de este quehacer humano.

Pero la fotografía de este mexicano excepcional

nacido en la ciudad de México en 1923 es mucho más.

Es arte, por supuesto. Su realización implica exquisito

dominio técnico y supone una gran sensibilidad, una

plena comprensión de la armonía y de los contrastes; un

completo entendimiento de la vida humana, sus pasio-

nes, sus aspiraciones, sus emociones, sus mayores pro-

fundidades. Y un claro y evidente compromiso social.

Héctor García ejerció la fotografía como oficio pleno

durante más de medio siglo. Fue un puntual, oportuno,

fiel fotorreportero y maestro en centros de enseñanza

universitaria. Sus exposiciones, numerosas dentro del

país, aunque tampoco fueron pocas las que montó en el

extranjero. Por todos esos méritos, entre muchos otros,

su obra ha sido asunto central de varios libros.

Tienen las fotografías de Héctor García una estre-

mecedora combinación de vitalidad y verdad, que captan

a su vez las apariencias y alcanzan imágenes bellas,

perturbadoras a veces, en ocasiones sobrecogedoras. Y

es más aún, mucho más, lo que subsiste debajo de esas

apariencias, de esas primeras capas.

Más allá de las luces y las sombras, los claroscuros

que todos percibimos, Héctor García miró la vida verda-

dera, en el momento de vida más plena o más intensa o

más calmada. Retrató, así, la vida de mujeres y hombres

de carne y hueso. Pero también una perspectiva más

amplia: La realidad social, la vida palpable y tangible del

pueblo mexicano, lo mismo en escenas de movimientos

colectivos o en el registro de escenas cotidianas palacie-

gas o callejeras. Tal es la vida, parece decirnos Héctor

García en cada imagen, siempre con un sentido crítico

inseparable de su mirada penetrante.

Hoy lo recuerdo con afecto, al igual que a su esposa,

mi querida amiga María, a quien ahora le envío un sen-

tido pésame, así como a su apreciable familia, al que se

une fraternalmente mi compañero Alejandro. Por cierto,

hace unos meses tuvimos el privilegio de entrevistar al

maestro García en El sabor del saber, programa que con-

ducimos conjuntamente en TV Mexiquense-Canal 34.

Honrado varias veces con el Premio Nacional de

Periodismo y el Premio Nacional de Ciencias y Artes,

Héctor García es reconocido también como un artista

emérito del país. El entrañable maestro, que nos dejó al

despuntar junio, poco antes de cumplir 89 años de edad,

ocupa un lugar central en la vida de la cultura del México

del siglo XX y también de la nueva centuria. Por eso, su

tan merecido homenaje en Bellas Artes que incluye el res-

cate y digitalización de los cientos de miles de negativos

que acumuló en su tan vasta y brillante trayectoria pro-

fesional, tal como lo prometió públicamente el Consejo

Nacional para la Cultura y las Artes.

Por eso, no damos un adiós definitivo a ese gran

hombre y artista, ya que tenemos, vemos y admiramos

hoy su luminosa fotografía como mañana podrán hacerlo

las nuevas generaciones. Gracias, maestro..

http://www.marthachapa.net/

[email protected]

Twitter: @martha_chapa

Facebook: Martha Chapa Benavides

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arca

de

Noé

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arca de Noé

Miguel Sánchez de ArMAS* sima diversidad cultural no acaban de digerir lo que

no sea White, Anglosaxon & Protestant (wasp)?

Pudiera ser. El jazz nació en las chabolas del sur

de Estados Unidos en donde los esclavos lamenta-

ban su suerte en tierra cristiana. Es, básicamente,

producto único y singular de la conjugación de los

instrumentos musicales europeos con la concep-

ción musical africana. Con sus distintos estilos, este

ritmo nace en la veta de libertad que defendieron los

negros durante la lucha por los derechos civiles en

Estados Unidos, quizá porque aquella movilización

Dice el real mamotreto que la meloma-

nía es “amor desordenado a la músi-

ca”. Carajo, resulta entonces que todos

estos años he vivido en el vicio, y lo que yo creía

noble placer es en realidad pecado solitario como

el que escandalizaba a mis tías, quienes mon-

taban guardia en la puerta del baño para impe-

dir que el Maligno tentara (je, je) a los sobrinos.

Como hoy amanecí herético, me declaro el más

desordenado de los desordenados en mi inclinación

musical y proclamo urbi et orbi que si por ello he

de pagar con las llamas del infierno, ¡sea!, pues en

parodia del bardo, No me mueve, mi Dios, para que-

rerte / la música que me tienes prometida…

Establecido así el contexto y aportadas las

aclaraciones pertinentes, procedo entonces a com-

partir con mis lectores un homenaje al jazz, pues

la semana próxima se celebra en Montreal la trigési-

mo tercera edición del célebre festival internacional

de la expresión musical que recogió el lamento de

los esclavos negros y lo convirtió en una explosión

de alegría.

Además, la UNESCO designó el 30 de abril como

Día Internacional del Jazz. Es notable que la pro-

puesta fuera del pianista Herbie Hancock, composi-

tor y director del Instituto de Jazz Thelonius Monk, y

no germinara en algún organismo oficial. ¿Será por

el fariseísmo de nuestros primos del norte que pese

a tener un Presidente negro y nutrirse de una riquí-

Horacio Salcedo

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El

ho

tenía en la improvisación uno de sus motores (ecos

de Rosa Parks y de Martin Luther King), y la libertad

para la improvisación es uno de los elementos fun-

damentales del jazz.

Hace pocos años un reportero preguntó al con-

trabajista Ron Carter si él había sufrido alguna vez

discriminación por ser negro. El músico respondió:

“Todos y cada uno de los días de mi vida he padecido

la discriminación”. Hoy, con los vientos de igualdad

que aparentemente oxigenan el ambiente mundial

es difícil imaginar a figuras musicales de gran fama

como víctimas del racismo, pero no siempre fue así.

Entre los jazzistas la paradoja fue mayor porque

su música tenía enorme aceptación entre los blancos

y pronto se hacían famosos, aunque ello no los ponía

a salvo de los actos discriminatorios. Los dueños de

salones y bares vigilaban celosamente que se cum-

pliera la ley y que los músicos negros, celebridades

o no, entraran por la puerta trasera o por la cocina.

El trompetista Miles Davies, autor de la que muchos

consideran la mejor grabación de jazz en la histo-

ria -Kind of blue-, tocaba de espaldas al público en

protesta por la discriminación que sufrían los de su

raza y para dejar en claro que no interpretaba para

los güeros. El trompetista Dizzy Gillespie, más jugue-

tón, arrojaba bolitas de papel al público cuando era

intérprete de fila.

Los años entre guerras y de la gran depresión

económica fueron de auge para el jazz. Pero el

pequeño wasp que habita en el ADN gringo conspiró

con la parte del público que no estaba a gusto con

el origen negro del jazz y así nacieron las orquestas

de blancos como las de Stan Kenton, Glen Miller y

Benny Goodman, que si bien exitosas, no dejaron de

ser una versión “light” de verdaderas grandes orques-

tas como las de Duke Ellington y Count Basie.

Oswaldo Sagástegui

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arca

de

Noé

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En el ámbito de la música popular, después de

gozar de arraigo y popularidad, el jazz fue cayendo

en el olvido del gran público y se convirtió en músi-

ca de culto(s), porque devino en objeto exquisito

apreciado entre grupos reducidos, como el de los

intelectuales. Por ello, el Día Internacional del Jazz

es un acto de justicia además de la oportunidad de

que las nuevas generaciones se acerquen a creaciones

que erizan la piel -desde la nuca hasta la zona

sagrada- y el pretexto para homenajear a los músi-

cos que nos han dado horas de gozo voluptuoso con

su música.

Y para recordar que el jazz ha acompañado tareas

creativas como la de Julio Cortázar, en cuya literatura

algunos críticos han percibido la misma estructura

rítmica del jazz. Será también pretexto para releer

“El perseguidor”, relato cortazariano incluido en Las

armas secretas, dedicado al legendario saxofonista

Charlie Parker, en el que hay toda una disertación

acerca del cómo y por qué de la creación artísti-

ca, tema sobre el cual la versión del propio artista

no es la mejor ni la más válida sino sólo un punto

de vista más.

En México es muy reducido el círculo jazzero, no

obstante que por afinidad debería sernos más cer-

cana y familiar una tradición musical que surge de

la reunión singular de dos concepciones musicales

determinadas por condiciones históricas y sociales.

Desde luego más que la música de concierto europea

cuya hegemonía como “buena música” o “música

culta” ha hecho pensar que su consumo es más ven-

tajoso, aleccionador, elegante y educativo, aunque

conceptualmente esté alejada de parámetros que nos

permitan “sentirla” nuestra.

Este festejo de la UNESCO puede ser el impul-

so que necesitan las disqueras para que de nuevo

editen los distintos estilos del género: el bebop, el

jazz fusión, el free jazz y los experimentos con otros

ritmos como los de la música afroantillana. No es

justo que los jóvenes de hoy se pierdan el gozo de

voces maravillosas como las de Carmen McRae,

Bessie Smith, Billy Holliday, Sarah Vaughan o Ella

Fitzgerald. Ojalá se den la oportunidad de experimen-

tar la vibración interior que produce escuchar a Miles

Davis, Ornette Coleman, John Coltrane, Artie Shaw,

Charlie Parker, Roy Eldrige, Duke Ellington, Thelonius

Monk, Oscar Peterson, Cannonball Adderley, Charles

Mingus, Charlie Haden, Sun Ra o los más jóvenes

como Wynton Marsalis y muchos, muchísimos más.

Antonio Malacara, en una entrevista con Mario

Enrique Sánchez, dice que los músicos mexicanos

han tenido contacto con el jazz desde el siglo XIX y

a lo largo de casi 200 años de historia, han apareci-

do cientos de intérpretes destacados. Sin embargo,

apunta: “el jazz es poco valorado ya que al igual

que la música clásica, está considerado dentro

de una élite y por cuestiones de negocios, no se ha

popularizado y no se le ha dado la capacidad de más

promoción. Otros factores que impiden se popula-

rice el jazz [en México], es su poca rentabilidad. No

da para comer y los músicos tienen que vender su

capacidad y talento; es por esto que los mejores ter-

minan tocando para artistas como José José, Lupita

D’Alessio o Luis Miguel”.

Sin embargo, hemos tenido grandes exponentes

de este arte, entre ellos Juan José Calatayud, Chilo

Morán, Tino Contreras o los hermanos Toussaint, por

mencionar los primeros que llegan a la memoria.

Tanto el Día internacional del jazz como el fes-

tival de Montreal me han recordado aquellas leja-

nas juventudes cuando no había nada mejor que ir

a escuchar al legendario grupo THNB que iluminó

nuestras tardeadas en aquel local de la Avenida

Universidad frente al autocinema: ¡Todos hermanos,

negros y blancos! *Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias

Sociales de la UPAEP Puebla.@sanchezdearmas www.sanchez-dearmas.blogspot.com [email protected] desea recibir Juego de ojos en su correo, envíe un men-

saje a: [email protected]

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El

ho

roberto brAvo

diferentes tipos de cereales, la cerveza, el vino, el trigo,

la domesticación de los diferentes tipos de ganado, entre

otras cosas. Estos productos pasaron a Europa primero,

y los de ese continente, cuando llegaron a América, tra-

jeron consigo y trasplantaron en las nuevas tierras.

En la actualidad, buena cerveza y buen vino hay casi

en todo el mundo, no son privilegio de los europeos

únicamente, sino que africanos, australianos, asiáticos,

chilenos, argentinos y mexicanos, los poseen tan buenos

como ellos.

La cerveza como el vino es de fabricación casera, y las

familias hacían la propia para su consumo tiempo atrás.

En Chile, las primeras empresas cerveceras las fundaron

alemanes, y una de ellas fue precisamente en Valdivia.

Desde el siglo XIX, la fábrica establecida allí producía

ya doce millones de litros anuales. Hoy, existe una feria

patrocinada por esta cervecería, en donde jóvenes vesti-

dos típicamente como bávaros, regalan vasos de cerveza,

y en grupo, bailan danzas de los campesinos alemanes al

compás de grupos musicales que tocan de esa manera.

A la feria asisten, invitados, asociaciones argentinas que

persiguen el propósito de conservar la herencia folklóri-

ca de sus antepasados germanos.

Los alemanes como colonos deben tener garantiza-

dos sus derechos para una vida cultural necesaria, es

importante que así sea. Sobre todo para esos alemanes

de primera generación y sus descendientes, aunque

naturalmente no estoy de acuerdo en la admiración

exagerada hacía sus costumbres. Al ver estas manifes-

taciones en el parque central de Valdivia, me parecieron

fuera de lugar, y un tanto ridículas por lo mismo. Bebí

un vaso de cerveza clara, que en la mañana calurosa me

supo excelente.

En México escuché reír a un escocés que fue invitado a

cenar por una asociación de “escoceses”, porque estan-

do con ellos se enteró que eran nietos, bisnietos y tata-

ranietos de sus paisanos. Esto le pareció cómico porque

se asumían como tales y lo mostraban de manera afecta-

da. Se sintió incómodo, le resultaron ficticios. Sucede así

a extranjeros, cuando la cultura del país al que llegan,

Quizá la ciudad más bella de Chile es Valdivia,

una península entre tres ríos: El Calle-

Calle, el Valdivia, y en la nariz el Cau-

Cau. Sus calles limpias, sus casas y pequeños edifi-

cios pintados como para ir de fiesta, las corrientes

limpias de agua que la circundan, la brisa templa-

da y sin prisa, hacen de ella el reflejo dorado de

unos ojos verdes que miran al cosmos indiferentes.

Pequeños hoteles costean la rivera desde donde se

miran niños, parejas, y turistas caminar sin propósito.

Valdivia y el campo que la rodea, es una región que los

fundamentalistas del medio ambiente adoptarían bajan-

do del autobús. Excepto Santiago y ciudades aledañas,

Chile es un país donde se respira el aire del océano o

de las montañas.

Fundada por los españoles, es la parte austral del país

donde la belleza conquistada a la naturaleza es armóni-

ca. Habíamos estado en Puerto Montt, Osorno, Puerto

Varas, y al entrar en Valdivia decidimos quedarnos unos

días. Los lugares anteriores nos ofrecieron algo pobre

comparado con ella.

Chile como Argentina fueron receptores de población

europea, entre ellos alemanes, quienes llevaron no sola-

mente su nacionalismo sino su cultura en general. En la

actualidad es común ver espectaculares publicitarios de

productos alimenticios con el slogan “El sabor alemán

que tanto nos gusta” o algo parecido.

La Mesopotamia, hoy Irak, Irán, y territorios aledaños,

proporcionaron a los chilenos, argentinos y al mundo,

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sin ser pobre, no les ofrece elementos para asimilarse,

mantienen sus costumbres, y les resulta penoso vivir

sin ellas. No obstante, es absurdo pensar que a donde

uno vaya nuestro país va con nosotros, uno es el lugar

donde vive, pero eso a quienes ostentan esta conducta

nada significa, porque sienten que fuera de su territorio

sufren una carencia, son pobres sin su nacionalidad,

porque su vaciedad les hace pensar que no tienen más

que eso, como un millonario que al no poder mostrar

a los demás su riqueza se siente perdido. Esta distinción,

para ellos, no indica una diversidad, sino una diferencia

que connota: amo-siervo, superior-inferior, dueño y sir-

viente, creyente e infiel. No ser alemán, no ser judío, no

ser musulmán, no ser japonés, no ser mexicano, no ser

estadunidense, no ser inglés, no ser blanco, no ser her-

moso, etc.

Toda ciudad cuya belleza física atraiga al turismo, siente

la necesidad no solamente de ofrecer entretenimiento

a sus visitantes, sino busca también atraerlos a través

de sus museos. Valdivia no es la excepción. Sólo que los

que tiene, son las casas de los colonos alemanes que

enriquecieron en el lugar, y son verdaderamente pobres

en cuanto a su contenido; el gusto de los que fueron

sus ocupantes, dista mucho de ser ejemplar. Lo peor

es que cobran por entrar una cantidad considerable. El

edificio de la antigua cervecería, por ejemplo, muy a la

moda dictada por Europa, lo convirtieron en una galería

de arte. Está frente al río y es tan húmeda que en sus

paredes el aplanado no existe. Se respira en ella el efluvio

de los desperdicios que no alcanzan a irse en la corriente

de agua. Se confunde su aire con el olor de unos leones o

vacas marinas que se encuentran corriente abajo (o arri-

ba). La exposición de óleos que exhibían dejaba mucho

que desear aun en un artista principiante, y cuando qui-

sieron cobrarme por verla, dije a Teresita:

--No debo pagar por ver cuadros tan malos.

Ella me pidió que bajara la voz porque el boletero me

escuchaba.

--Sé discreto.

Valdivia es sus alrededores, su aire, ríos, vegetación;

estos elementos provocan una relajación especial al que

la camina sin objetivos.

Fotografía de Valdivia

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El

ho

La comida chilena no es algo que llama la atención, y en

Valdivia es eso, un tanto básica, pero lo suficientemente

buena para dejar saciado a un hambriento.

Otro día tomamos la carretera rumbo al mar y vimos

la naturaleza cultivada por el hombre que es similar en

todas las latitudes, pero más adelante, encontramos

la belleza que presentí a mi llegada, la naturaleza natural,

la sostenida por sí misma sin la ayuda de jardineros ni

campesinos, poseía en la costa el encanto, el distancia-

miento e impasibilidad de lo trágico.

La tarde nublada, el viento golpeaba mi rostro con

gotas de lluvia. El cielo era un borbollón de corrientes

de aire y nubes encontradas, gris, oscuro, con espacios

nebulosos. El mar acerado machacaba a las rocas una y

otra vez con violencia. Teresita, metida en el agua hasta

los tobillos, sufría los embates de las olas y la resaca. La

marea empezaba a subir. La vi tratando de fijar su tripié,

y tomar fotografías, una tras otra, a los elementos, a

las nubes, al chisporroteo del agua, a las rocas, a la bahía

que se extendía con una arena gris oscura de piedra

volcánica. Las casas tras mi espalda se descolgaban de

los cerros, elementales, de materiales baratos, algunas

abandonadas, pequeñas como viviendas de marineros,

como construcciones de quita y pon según se portara el

océano con ellas. Había alertas de tsunami. Me sentí un

héroe romántico parado en la roca a la que no alcanzaban

las olas desafiando al horizonte.

A veces los elementos de la naturaleza se conjugan

para crear algo más allá de la belleza, imágenes y sensa-

ciones se asocian y provocan una lejanía, una percepción

que rebasa lo existente.

Salí de mi arrobamiento cuando Teresita subió a donde

estaba y me pidió que sostuviera por un momento el

equipo fotográfico mientras secaba sus pies y colocaba

en ellos las botas.

El lugar se llama Niebla.

Al lado de la carretera se levanta el poblado; en el local

donde hacen los eventos de la comunidad, realizaban

lo que llaman un “Encuentro Costumbrista”. Se trata de

una feria de comida típica donde, frente a los comen-

sales, grupos de danza folklórica chilena, y un conjun-

to de música autóctona toca para que bailen cuecas y

otros ritmos nacionales en el escenario. Bebimos chicha

de uva, de manzana y mote con huesillos (como la chi-

cha, el mote es una bebida refrescante hecha con granos

de trigo y duraznos deshidratados); comimos pescado

y una parrillada. El lugar era enorme, y había tantas

personas que nos tomó tiempo encontrar una mesa

donde alimentarnos. Al terminar la variedad oscurecía,

salimos con lluvia y la seguridad de haber pasado un

día extraordinario.

Partimos de Valdivia con ganas de volver.

¿En cuánto rentarán una de esas casa pequeñas frente

a la costa de Niebla?

Descansamos, recuperamos fuerzas para seguir; la

franja angosta y llana de la carretera hacia el norte nos

esperaba. Pensaba en los alemanes, en los pueblos ori-

ginales de chile, en los otros europeos que llegaron a

colonizarlo, convencido de que las fronteras raciales tien-

den a desaparecer, el camino que siguen las mezclas de

rasgos físicos y las culturas crean nuevas razas, nuevas

culturas. Estaba lloviendo.

Ricardo Moreno

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Noé

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MArco Aurelio cArbAlloEl equilibrio

Estimado Raúl aquí en tu país todo, pero todo

gira en torno a las elecciones. Exageramos.

Si bien tiene su lado positivo, el interés de

los ciudadanos por darse un buen gobierno, hace falta

equilibrio. Por ejemplo, AMLO. Suena a broma su anun-

cio de patentar las propuestas. ¿Y qué que se las roben?

Fox le robó la idea de darles una lanita a los viejos. ¿Por

qué el próximo gobernante no pondría en práctica las

buenas propuestas, sean de quien sean? Sería mezqui-

no. ¿Recuerdas las obras dejadas inconclusas por los

gobiernos priistas para hacer quedar como incumplido

al anterior gobierno priista? La mezquindad es defecto

del ser humano, priista o no.

Respecto a Peña Nieto el desequilibrio es extraño,

por no hallar mejor palabra. Se le ve insustancial. O

maquilla sus intenciones o se preocupa en subrayar que

él es el galán de mayor audiencia. Entonces ¿dónde está

el desequilibrio? En su partido o en sus asesores cuan-

do actúan de modo subterráneo. Ese candidato propició

con su actitud priista descalificadora el movimiento “Yo

soy 132” y en lo oscuro patrocina reacciones violentas

en contra. Manadas de gorilas atacan a los jóvenes y

además tratan de dividirlos y segregan una fracción de

diez holgazanes pues a las convocatorias nomás acude

uno. La organización de membretes les ha funcionado

como siempre, o así lo creen. Inventaron la confedera-

ción de cibernautas, o algo semejante. Hicieron su acto

masivo y en lugar de matracas blandieron lap-tops, y

de las caras, Raúl.

La señora Josefina cambia de asesores y por lo

mismo de estrategias. No le halla la cuadratura a las

ciudadanas. Ha hablado de jefas y de faldas, y lo recien-

te fue el exhorto al voto del varón o que la ciudadana

se abstenga de hacerle cuchi cuchi. De inmediato la

llamaron candidata de caricatura.

En el segundo debate, Quadri se la creyó y se

puso a interrogar, desequilibrado del todo, a los otros

candidatos. ¿Nadie le dijo que las preguntas estaban

en una urna y que habría un moderador encargado

de accionarles el pico? Debe reconocerse que aprende

pronto, diciéndose apartidista y con profesión honesta,

cosa que según él nadie más de la fauna política. Faltó

la frase del clásico, el orgullo de mi nepotismo, pues el

junior Quadri está ya colocado en la lista de las diputa-

ciones, obsequio a cada partido, para que siga ¡el plan

de papi! Sobre el ladrillo, perdió el equilibrio.

De Fuentes a don Quijote

Para el aniversario de la revista, el director preguntó a

quién pensaba entrevistar. Aquí donde nos tocó sólo

a Carlos Fuentes, le dije. Los demás estaban en otros

países o continentes. Esa entrevista es de Cristina

Pacheco, dijo lapidario el director José Pagés Llergo.

Otra oportunidad perdida... ¿Sabía usted que Carlitos

quería quemar esta casa?, me preguntó, entre asom-

brado y haciéndome sentir el milagro según el cual fue

innecesario llamar a los bomberos. Cada semana, él

hacía una fogata al cerrarse el suplemento… ¿Carlos

Fuentes Nerón? ¿Piromaniaco? Lo había visto dos veces

y no sospeché en él esa manía.

La primera, cuando dio una plática. La segunda, en

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El

ho

(Planeta). Según los editores no podían publicarme uno

tras otro. Como debía esperar, me devolvieron el texto,

pero… ¡sin la portada! En aquella editorial habían esta-

do cambiando de director. Un mexicano, un uruguayo,

otro mexicano, etcétera. Prometieron devolver la porta-

da pero no la hallaron.

Avergonzado se lo informé a Luis Carreño, en quien

advertí cierta molestia, y con razón. Cada vez que nos

encontrábamos le ofrecía disculpas y él poco a poco

pareció resignarse. No me atreví a decirle que volviera a

hacerla, ni siquiera cuando otra editorial ofreció publi-

carme Parranderos. El editor le cambió el título a Vida

real del artista inútil (Colibrí, ) y acepté. En esa actitud

mía debió influir la depre por no haber recuperado la

portada. ¿Cómo publicar Parranderos con título y por-

tada distintos? Parecía un mamotreto maldito.

Así que, cuando supe que tú y Luis Alfonso, el hijo

de Luis Carreño entraron en la competencia pueril de

cuál de los padres de cada uno era mejor, quedé parali-

zado. ¡¿La iniciaste tú, mi hijo?! Por eso no fue extraño

que en la fiesta del cumpleaños del hijo de Luis él le

dijera a su padre qué decía el tuyo, el de la tecla, que

en un libro le había partido su mandarina en gajos.

La respuesta de Luis Carreño lo pinta de cuerpo entero,

es un caballero. Por tu conducto mandó saludarme.

Todo el enredo responde a fallas de comunicación

entre nosotros. Por ejemplo, debí contarte, no obligarte

a leer, Morir de periodismo (Axial). En sus páginas narro

la historia de la fundación de un diario, mientras Luis

Carreño y yo coincidimos años después en Siempre! Es

decir, no tendría por qué ser personaje de esa novela.

Cuando yo escriba algo sobre Carreño te mantendré

informado pues eres amigo de su hijo Luis Alfonso. Tal

y como lo hago ahora, Mariolín.

El foto-artista

Como todos, Héctor García (1923-2012) tenía sus

peculiaridades. Supe de una cuando se abrió la puerta

de la dirección y entró él por delante y atrás el CDG,

como le decían al director los reporteros ingeniosos.

su casa. Al leer el anuncio de una conferencia suya en El

Colegio Nacional corrí a escucharlo. Elegante. Bigotito

a la Jorge Negrete. Voz de actor. Bien plantado ante

el atril de piso a pecho. La segunda, casado con la actriz

Rita Macedo, él estaba de pie ante una mesa redonda,

desplegados los diarios dominicales. Vestía un suéter

que envidiaría César Costa. Gabriel García Márquez

(GGM) nos presentó a Rodolfo Rojas Zea (RRZ) y a mí.

A Rodolfo ya lo conocía Fuentes. GGM había puesto

tres condiciones: llevarlo con sus dos chamacos a unos

tacos de carnitas, al zoológico y a casa de Fuentes. La

crónica era de mi compañero. Yo tenía derecho a tres

preguntas, tres.

Ahí desperdicié la segunda oportunidad de entrevistar

a Fuentes porque en mi turno le pedí a GGM que saliéra-

mos al jardín. Confiaba en RRZ, pero ¿y si me chacaleaba

las respuestas? En el reporterismo y en el amor todo

se vale.

No volví a ver a Fuentes pero seguí sus pasos libro

a libro, entrevista a entrevista. Qué curioso, le dije a

Petunia Flowers, apenas ayer le leí una entrevista y hoy

está muerto (1928-2012). Me quedé con la duda de si

era o no piromaniaco. ¿Cuál piromaniaco?, dijo ella.

Siempre exageras. Quizá le prendía fuego a las cuartillas

desechadas (de “México en la cultura”) por si un enemi-

go hurgaba en el basurero y les pescaban las correccio-

nes de Benítez… Pero, ¿a quién entrevistaste esa vez? A

don Quijote, le dije.

El libro maldito

Te cuento, querido Mariolín, que hace años le pedí a

Luis Carreño la portada de mi novela Parranderos. Para

ello le di una copia del texto y él, generoso, la realizó.

Eran las figuras de un par de amigos en una atmósfera

tropical con palmeras. Esos cuates tenían el brazo de

uno sobre los hombros del otro y viceversa. Resumía

muy bien la historia de los dos protagonistas durante

un viaje a Villahermosa, Tabasco.

Entregué el libro y la portada a la editorial, en la

que iban a publicarme ya otro mamotreto, Mujeriego

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Noé

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Ignoro donde había comenzado la plática pero terminó

ahí. Lo que sé, dijo el director, es que eres nada polí-

tico. Serénate… Héctor se despidió. ¿Cómo pedirle a

un artista que fuera políticamente correcto? Yo estaba

ahí de casualidad.

A fines de los 70, empezaba a oírse esa expresión

y, de haber estado de moda, el CDG la habría utilizado

con su sarcasmo habitual. ¿Cuál era el problema de

Héctor? El de los demás fotorreporteros, lucubro, por-

que el jefe de ellos era jefa, criticada y descalificada.

El periódico se las daba de postmoderno y entre sus

postmodernidades estaba el que las reporteras cubrie-

ran todas las fuentes sin distingos y, en cuanto a los

“foto”, una alemana era la mera jefa.

Christa Cowrie (CC) hablaba el español con leve

acento y era guapa, vegetariana y abstemia. Dietas liga-

das de modo indisoluble, imagino. Pero ¿cómo aguan-

tar media docena de jaiboles nada pálidos, como los

del reportero René Arteaga (RA), si no era con una

botana sólida asentada en las tripas? Podría ser buena

“foto”, aceptaban los compas, más ¿para jefaturar a un

piquete de fotorreporteros de todas las calañas? CC y

RA viajaron a la costa de Chiapas a hacer un reportaje.

René contó que mientras Christa iba al lavabo él pidió

un caldo. Cuando ella vio el potaje salivó y preguntó

qué era. RA le respondió al tiempo que, con una cucha-

ra, sacaba del tazón una tortuguita. CC palideció y se

fue de espaldas porque RA detalló que el casquito era

arrojado vivo al caldo hirviente.

A Héctor García le hubiera dado igual porque nació

en la Candelaria de los Patos, cayó en el Tribunal para

Menores y cuando fue bracero descubrió que sería

fotógrafo. Usaba una cámara tamaño casquito y si le

preguntaban decía que, telefotos, quienes cubrían fut-

bol. Era un artista de la lente sin más exigencias que

tener la luz a su favor. Así que ¿cómo ser políticamente

correcto? Pero el CDG también lo era porque escribió

novelas y en el exilio lamentó haberle echado en cara

supuestas bribonerías a un secretario de Estado. Un

caballero que tanto lo había ayudado en su proyec-

to periodístico. Con un agravante, el hijo llegó a ser

presidente de la República. Artista, sí, pero demasiado

intrépido.

marcoaureliocarballo.blogspot. com

Guillermo Ceniceros

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El

ho

cArloS brAchoTRANCO I

En este Tranco, el ínclito y nunca bien pon-

derado autor, el maestro Carlos Bracho,

vuelve a lanzar sus envenenados dardos

a los polacos mexicas, que ustedes, lectoras insu-

misas ya lo saben, van dirigidos, nada más y nada

menos que a sus pompas, o sea a sus glúteos, o

sea sus nalgas. Sí, así es la cuestión y para qué

andar con rodeos inútiles y que sólo distraen la

atención ciudadana. Y mucha razón es la que

asiste al maestro para lanzarlos a los susodichos

gangst… perdón, a los políticos, pues nosotros en

este siete veces H. Consejo quisiéramos hacer la

misma acción lanzadora ya que los meses pasados

fueron de una verdadera calamidad. Sí, cada can-

didato a la Silla lanzaba a los cuatro vientos toda

su carga programática y aventaba todas sus buenas

promesas por la radio, la TV y la prensa escrita.

Y. Uiffff, qué cansancio, qué vacío tan profundo,

qué niveles tan caducos, bajos y letrinosos. Pero

mejor, si ustedes lectoras zapatistas lo permiten,

veamos lo que el tal señor Bracho nos plantea:

“Cuando escucho a los altos funcionarios de esta

-o de cualquiera otra- administración, cuando pren-

do la radio o enciendo la TV o abro las páginas de

los periódicos, los señores secretarios del ramo, las

funcionarias de esto, de lo otro y de lo de más allá,

cuando escucho las voces, los discursos, las prome-

sas de los candidatos a la presidencia de la República

o a los poderosos señores del IFE o de los Tribunales

o del presidente en turno -es mejor no nombrarlo,

no tiene caso-, yo, lector asombrado y patidifuso, no

entiendo bien a bien -o mal a mal- de qué país es al

que se refieren, no alcanzo a vislumbrar o adivinar a

qué república es a la hacen mención en dichos dis-

cursos. Me explico -como si fuera necesario hacerlo-

nosotros, el popolo, la raza, los compas, la canalla,

como arriba digo, nos quedamos con el ojo cuadra-

do al ver tanto descaro, tanto cinismo manifiesto.

Sí, porque si a esas vamos -a mentir- , y si esos

polacos se refieren a este nuestro Mexicalpan de

las Ingratas, o sea a este nuestro desgraciado país

mexica, pues entonces la cosa no tiene vuelta, ellos

y ellas -los polacos- nos dicen que todo está color

de rosa, que hay algunos detallitos que no funcionan

pero que la economía en general es maravillosa, que

los fondos destinados a las Universidades es óptima

y genial, que el apoyo a los campesinos está a niveles

estratosféricos, que el ejido está apoyado más que

nunca, que jamás se había puesto tanto empeño en

construir caminos y carreteras y puentes y vados y

todo lo demás, que la corrupción ha sido combatida

con una eficiencia inigualable, que la seguridad en el

país es algo real y han bajado los índices delictivos,

que la salud del pueblo es primero y el más primor-

dial de los programas, que el combate al narcotráfico

ha rendido frutos increíbles, que los aumentos a las

tortillas son para beneficio del pueblo, que la liber-

tad de expresión es única en el mundo, que el poder

adquisitivo de los ciudadanos no tiene parangón,

que éste es el país de jauja, jolgorio y fiesta. Y por

eso, lectora amiga y no panista, yo, como arriba digo,

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a la creación artística, y sueldos faraónicos para

los dirigentes culturales; despidos de trabajadores

y cierre de empresas y dólares de los polacos en

bancos de extranjia; pérdida de la moral y del honor

republicano y ganancias exorbitantes de los bancos

extranjeros… Pero todo va bien… la economía está

blindada y el peso se va a los suelos… Y así, así en

este horrible tenor de miedo sigue la retahíla de

contrastes brutales y descorazonadores… Y… y para

qué le sigo… aquí detengo las teclas de la compu y

mejor me salgo a la calle y corro a ver a mi buena

-buena en todo lo que ustedes se imaginen- María y

me echaré -también eso ya lo saben- unos cuantos

caballitos de tequila blanco, del que raspa y eso me

hará olvidar un poco los pasmosos discursos que los

meses pasados nos hicieron tragar los candidotes…

Vale, Abur.

www.carlosbracho.com

pues ¿a qué país se estarán refiriendo estos señores?

Y vale la pregunta porque, usted, yo, nosotros sabe-

mos y sufrimos toda clase de represiones policiales;

palos y balas a los maestros, bonos y autos de lujo

para los jueces; en las carreteras nos asesinan, nos

matan soldados y narcos, y los señores secretarios

viajan en avión de lujo y privado; bayoneta para

los estudiantes y dinero a raudales para los parti-

dos políticos, golpes a las amas de casa y viajes a

extranjia para las esposas de los diputados; metralla

para los periodistas y guaruras para los senadores;

tanquetas para los indígenas y aumento de salarios

o sueldos o como se le llame a los generales; más

de cincuenta mil muertos por las fuerzas públicas y

por las pugnas internas de los narcos y sonrisas del

presidente y de su esposa y de su gabinete; aumento

a la gasolina y aumento a las bolsas de los funcio-

narios panistas; apoyos miserables a la cultura, a

la música, a la danza, al teatro, al cine, a la lectura,

Martha Chapa

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El

ho

Nicolás Balutet *

azteca, Cuauhtémoc, cuando realizaba sus curaciones2. A

finales de los años 80, la apertura de la librería “La casa de

las brujas” terminó por popularizar el nombre3.

Único por su mezcla de Art Nouveau y de Art Dec4 y su

ruptura con el afrancesamiento predominante de la arquitec-

tura de esta colonia, el edificio Río de Janeiro debió también

su excentricidad al que acogiera, a finales de los años 30 y

durante la segunda guerra mundial, a numerosas familias

exiliadas, procedentes tanto de España5 como de otros paí-

ses europeos. De ahí, quizás, el nombre Minerva, diosa de la

guerra, que se le da en la novela. Si “el edificio […] había sido

construido […] con el propósito de ofrecer un alojamiento

de calidad al personal de las embajadas y delegaciones

extranjeras” (16), en 1942, una de las tres fechas clave de la

novela (con 1914 y 1973), vivían en el Minerva todas las cla-

ses sociales: la nueva clase dirigente del país como Delfina

Uribe, los “derrotados”, es decir los ex-porfiristas, a ejemplo

de Eduviges Briones, y numerosos inquilinos artistas, inte-

lectuales, periodistas, a menudo extranjeros6:

Ha vivido aquí mucha gente curiosa: pintores, perio-

distas, una dama boxeadora, escritores, bastantes

extranjeros. (71)

[…] en él se habían alojado refugiados de distintas

nacionalidades, corrientes y matices. Además de los

El desfile del amor, del escritor mexicano Sergio

Pitol, Premio Herralde 19841, se abre sobre la des-

cripción de un edificio situado en el corazón de la

colonia Roma de la Ciudad de México. El narrador insiste

en la extravagancia de esta construcción, caracterizada por

“cuatro insólitos torreones [que] rematan las esquinas” (9),

un “ladrillo rojizo, semejante a muchos muros y pórticos

londinenses” (10), “mansardas” y “ventanas en ojo de buey”

(10). Todos estos elementos, que no corresponden en abso-

luto a la norma arquitectónica del barrio, le dan al inmueble

un aire “gótico” (9), “espectral” (16), propio de una “novela

de Dickens” (16) o de Harry Potter. En resumidas cuentas,

el edificio Minerva, pues así se llama, más que semejar un

austero cuartel militar como lo podría sugerir la etimología

de su nombre, se parece más bien a una “casa de brujas”

(24). Este apodo se revela tanto más interesante cuanto que

así se le conoce actualmente en la Ciudad de México. Si el

Minerva como tal no existe, se inspira mucho en el edificio

Río de Janeiro, situado en la plaza del mismo nombre, en

el número 56, esquina con la calle de Durango. Basta con

mirar la foto de la torreta para percatarse de que el tejado

de este inmueble diseñado por R. A. Pigeon en 1908 se pare-

ce al sombrero de una bruja, mientras que la disposición

de las ventanas semeja dos ojos y una boca. El apodo se

debe también al hecho de que Bárbara Guerrero (1900-

1979), mejor conocida como “Pachita”, haya vivido en el

edificio. Se trababa de una famosa curandera que, según la

leyenda, era poseída por el espíritu del último emperador

Fotografía del edificio Río de Janeiro (Plaza Río de Janeiro, #56 – Colonia Roma, México D.F.)

letras libros revistas

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letr

as, l

ibro

s y

revi

stas

59

extranjeros, en aquel edificio convivían, hacia los años

cuarenta, familiares de revolucionarios mexicanos con

gente ligada a la reacción más extrema. (75).

En el Minerva vivían refugiados alemanes, españoles,

húngaros, holandeses, qué sé yo, de otros muchos

lugares Pero también vivía gente mexicana; alguna

de la mejor como los García Baños [...]. También

vivía allí gente salida de la revolución como Delfina

Uribe, quien derrochaba dinero con una ostentación

abominable. (207-208)

Si esta promiscuidad cultural llevó a la prensa de

derechas a calificar el Minerva como “una nueva peligro-

sísima Babel, poblada por extranjeros de la peor calaña.

Semitas surgidos de las cloacas más turbias de Lituania

y el Mar Negro” (20)7, el cosmopolitismo ahí desplegado

se propagará a toda la capital y favorecerá la modernidad

intelectual del país8. Podemos pensar en la creación de El

Colegio de México por refugiados republicanos españoles

y, más generalmente a los aportes de los intelectuales y

artistas exiliados. Es interesante, al respecto, subrayar que

la descripción pormenorizada del edificio Minerva, un edi-

ficio que sabe muy bien “la carga artística y literaria que

lo estremece en cada mañana o en cada atardecer”, para

retomar las palabras del escritor Eduardo García Aguilar9,

tiene una indudable intencionalidad pictórica. No sólo se

mencionan a algunos pintores famosos como Rufino Tamayo

o Diego Rivera sino que tres personajes se relacionan

directamente con la pintura: Delfina Uribe, la propietaria de

una galería, numerosas en los alrededores de la Plaza Río

de Janeiro en el centro de la cual se yergue una reproduc-

ción del David de Miguel Ángel; el pintor Julio Escobedo;

y el inversor Derny. Otros inquilinos se dedican a la inves-

tigación y a la crítica literaria (Ida Werfel o Balmorán).

De hecho, tanto en aquellos años como después, el edificio

Río de Janeiro albergó a numerosos hombres de letras como

el propio Pitol o Carlos Fuentes. El edificio Minerva, a ejem-

plo de su modelo, funciona, pues, como una metáfora de

México y sus transformaciones a lo largo de la historia: 1914

como final del Porfirismo, 1942 como auge del cosmopolitis-

mo y 1973 como inicio de una larga y duradera crisis política,

económica y social. En este contexto, no debe sorprender

que se describa el Minerva de los años 70 como desvencija-

do, y el barrio entero como decadente:

Durante décadas, el edificio ha constituido una extra-

vagancia arquitectónica en este barrio de apacibles

residencias de otro estilo. A decir verdad, en los últimos

años nada desentona, ya que el barrio entero ha perdido

su armonía. El peso de los nuevos edificios resquebraja

las casas graciosas de dos, a lo sumo de tres plantas,

construidas según la moda de comienzos de siglo en

Burdeos, en Biarritz, en Auteil. Hay algo triste y sucio

en ese rumbo que hasta hacía poco lograba sostener aún

ciertos alardes de elegancia, de antigua clase poderosa,

maltratada pero no vencida. […] El hombre empujó la

puerta de metal, caminó hasta el patio central, levantó

la mirada y recorrió con ella el espectáculo escuálido

que ofrecía el interior de aquella construcción al borde

de la ruina.

Era entonces un lugar distinto… Aún no habían cons-

truido al lado ese horrendo edificio de concreto que, con su

peso, estrangulaba al Minerva, con riesgos de hacerlo un día

tronar del todo. (70)

Por fin, cabe señalar que el inmueble ofrece un claro

paralelismo con Miguel del Solar, aquel historiador mexi-

cano de la Universidad de Bristol en Inglaterra que se lanza

en una investigación tanto histórica como detectivesca. Al

igual que el edificio, su modo de vestir y sus modales delatan

cierta extravagancia en el contexto mexicano pero acorde

con el Minerva:

El personaje debe de tener cerca de cuarenta años. Viste

pantalones de franela gruesa, café oscuro, y una chaqueta

de tweed, del mismo color, ligeramente jaspeada. La corbata

es de lana tejida, ocre. En esa esquina, y, sobre todo en ese

pórtico, su atavío, así como cierto modo de permanecer de

pie, de llevarse la mano al mentón, resultan absolutamente

naturales, a tono con las altas y sucias paredes de ladrillo

rojizo, semejantes a muchos muros y pórticos londinenses.10

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El edificio representa para él el lugar de la infancia y,

como tal, fue decisivo en la formación de su personalidad11.

1 Edición de referencia: Pitol, Sergio, El desfile del amor,

México, Ediciones Era, 1989.

2 Sobre Pachita, léase Cocagnac, Maurice, Rencontres avec

Carlos Castañeda et Pachita, París, Albin Michel, 1991; y Grinberg

Zylberbaum, Jacobo, Los chamanes de México, México, Alpa

Corral, 1989.

3 Actualmente, el edificio Río de Janeiro cuenta también con

un restaurante de cocina asiática, El malayo.

4 Este último estilo fue añadido en los años treinta por el

arquitecto Francisco José Serrano y Álvarez de la Rosa (1900-1982),

padre del famoso arquitecto José Francisco Serrano Cacho (1937-).

5 http://www.red-redial.net/doc_adj/4934-exilio-espanol.pdf

(consultado el 8 de mayo de 2012).

6 La distribución de los pisos en 1942 reflejaba la jerarquía

social. La “nueva rica” Delfina Uribe y la heredera de las familias

porfiristas Eduviges Briones vivían en dos pisos iguales de la prime-

ra planta, mientras que los inquilinos más modestos se alojaban en

los pisos superiores o en la planta baja: “Los departamentos de la

planta baja no podían considerarse buenos; eran oscuros y peque-

ños. Los del primer piso, donde vivió con sus parientes, eran, en

cambio, palaciegos. El piso estaba ocupado por dos únicos depar-

tamentos, cada uno con buenos salones, amplio comedor y largos

pasillos que comunicaban a un sinfín de dormitorios, estudios,

cuartos de costura, etcétera. En los pisos superiores, las vivien-

das perdían espacio, aunque no categoría: sencillamente estaban

hechas para familias menos numerosas” (16).

7 Los mismos insultos antisemitas reaparecen en boca de

Arnulfo Briones: “Una Babel. En toda la ciudad pasó lo mismo.

Gente que no sabía uno bien de dónde había salido. Llegaban

de todos los confines de Europa, hasta de Turquía, como un judío

armenio, el riquísimo Androgán, procedente de Estambul, a quien

toda la ciudad le hacía caravanas” (2007). Sobre el antisemitis-

mo en México, léase Gleizer Salzman, Daniela, México frente a

la inmigración de refugiados judíos. 1934-1940, Conaculta, Inah,

México, 2000; Gojman de Backal, Alicia, “La Acción Revolucionaria

Mexicanista y su apoyo al nacionalsocialismo alemán”, Encuentro

y alteridad. Vida y cultura judía en América Latina, Judit Bokser

Liwerant y Alicia Gojman de Backal (coord.), UNAM, Universidad

hebrea de Jerusalén, FCE, México, 1999, pp. 219-229; y Cánovas,

Rodrigo, Literatura de inmigrantes árabes y judíos en Chile y México,

Madrid, Iberoamericana, 2011, pp. 36-40.

8 La disposición interna del edificio, especialmente la dis-

tribución de los corredores que rodean al patio central, refuerza

la idea de un espacio donde se mezclan las voces: “El sistema de

corredores en torno a un amplio patio interior, tan poco usual

en la época de su construcción, a finales del siglo XIX, cuando ya se

había desatado en México una feroz especulación inmobiliaria, lo

hacía diferente a cualquier otro edificio de la ciudad, contemporá-

neo o posterior. Desde las ventanas interiores los inquilinos podían

enterarse de la clase de visitas que recibían los vecinos” (16); “Un

edificio precioso de cinco o seis pisos con un patio central. Para

entrar a cualquier departamento había que recorrer los corredores

que rodeaban el patio. Una casa de cristal” (145).

9 http://egarciaguilar.blogspot.fr/2007/12/vivir-en-la-casa-de-

las-brujas.html (consultado el 23 de abril de 2012).

10 Sobre este último, es interesante notar que, en la azotea del

edificio Río de Janeiro, se encontraba antes la librería Góngora de

Roberto Castrovido, hijo del periodista y político republicano espa-

ñol del mismo nombre, que bien pudo inspirar a Sergio Pitol.

11 Sobre la influencia de la casa de la niñez, léase Bachelard,

Gaston, La poétique de l’espace, París, PUF, 1967.

* Universidad “Jean Moulin” – Lyon 3. ALACyT – Colima

[email protected]

Esther González

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Varios autoresse realiza con la letra de tres poetas provenientes de tres

generaciones distintas. Sugerentemente es la óptica de tres

calendarios diferentes, de tres vivencias literarias sobre los

muros americanos del siglo XXI.

Como una expresión de vanguardia el laconismo no

surge de la nada; aunque teórica o técnicamente no se

encuentren conexiones obvias, se asume como hijo directo

de necesidades expresivas de otras épocas, como el estriden-

tismo, primero, y el poeticismo después.

Del estridentismo recoge su disposición a la novedad

que impone el quehacer urbano hasta convertirlo en lengua-

je, así como su reconocida militancia-cívica. Del poeticismo,

el detenido trabajo con la retórica del idioma y sus vastas

posibilidades metonímicas.

El laconismo, como tal, surge hoy en la ciudad de

México, en fecha venturosa, en la conmemoración del nata-

licio de uno de nuestros más universales hombres de letras,

Don Alfonso Reyes, bajo esta fecha cobija también su naci-

miento.

No existe acto que trascienda sin su necesaria reglamen-

tación, el sistema que dota de musculatura al acto imaginati-

vo. El laconismo al expandirse sobre las bardas de la ciudad

lo hará con medidas, igual que el universo es medido en sus

tiempos y sus fases; hijos del universo somos.

Y aquí participa otra fuerza universal que nos concierne

y cimienta, Miguel de Cervantes Saavedra, el que asumió la

paternidad de nuestro idioma con su genio inmortal.

En su obra máxima, El Quijote de la Mancha, las prime-

ras palabras de Cervantes se basan en dos formas métricas

fundamentales para nuestra poesía, el metro de verso menor

(forma de expresión profundamente popular), el octosílabo:

“En un lugar de la mancha”; y el endecasílabo, metro que

nuestros poetas utilizan para la estructura del soneto clá-

sico y que aquí complementa: “de cuyo nombre no quiero

acordarme”.

Se creó la poesía laconista

Un grupo de poetas formado por Roberto López Moreno,

Alejandro Zenteno y Estuardo Hernández, lanzó recientemen-

te, el Movimiento Poético Laconista. En este espacio, publi-

camos el Manifiesto que ampara y detalla este Movimiento y

una muestra, al final, de algunos de los poemas que fueron

escritos en una barda de las calles de Alzate, casi esquina

con Naranjo en la Colonia Santa María la Ribera, Ciudad de

México, como inicio del proyecto.

FUNDAMENTOS Y CREACIÓN DE LA POESÍA

LACÓNICA

(Movimiento Laconista)

El laconismo pretende convertir a la ciudad en un

libro. Cada barda iluminada por el laconismo será

una página del enorme tomo tocado por la alegría

de este impulso.

Se trata de escribir el poema urbano reduciéndonos a la

esencia de su esencia. Es el poema expresado de la manera

más lacónica posible para dar así con el alma misma del

poema en medio del vértigo de las expresiones humanas.

El laconismo intenta, pues, iluminar el gran libro (la

ciudad) con el poema del poema; en cada página -cada barda

en que se manifieste- latirá la sustancia primera y primaria

de la poesía.

El laconismo convertirá a la ciudad en un gran libro y

el gran libro lacónicamente lo multiplicará; ésa es la fórmu-

la que hoy y de esta manera, intenta expresar su energía.

Sumemos lo más posible las páginas que están ahí, para

recibir las sangradas escrituras.

Los muros habrán de recibir las visiones que los poe-

tas tienen de su tiempo, por ello, esta primera expresión

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Emblemáticamente el laconismo retoma estas dos medi-

das y extiende tal jurisprudencia sobre sus muros:

“En un lugar de la herida,

de cuyo nombre nacerá la vida”.

El laconismo utilizará las dos formas métricas sin impor-

tar el orden como se coloquen, son dos versos, dos proporcio-

nes, que podrán ser ordenados de la manera más conveniente

para su autor. Habrá quien quiera expresarse en una sola

línea, entonces el máximo de sílabas aumentará a 14 que es

la medida más elegante en la que se expresa tradicionalmente

el soneto en español.

En el caso del poema lacónico de una sola línea, sólo

habrá el límite máximo que ya se explicó, la línea alejandrina.

En cuanto a la tasa mínima no habrá límites, el poeta lacónico

podrá expresar su visión hasta con una sola palabra, si ésta

encierra una idea poética:

“Patriaaaayy”

Cada poema llevará título y debajo de éste el nombre

del autor, con el fin de que la última línea del poema quede

“abierta” en forma simbólica, para que el lector con su propia

imaginería complemente o no, la idea expresada.

En este 17 de mayo de 2012, los poetas Pedro Estuardo,

Roberto López Moreno y Alejandro Zenteno, bajo el signo del

natalicio de Don Alfonso Reyes,

“Capitán del idioma Alfonso Reyes

en galeones de palabras”

Lanzan al mundo el movimiento de la poesía lacónica o

laconista, contando con el apoyo del Movimiento Ciudadano

de la Delegación Cuauhtémoc, que de ese modo marca su

presencia en un hecho poético, planteado como una nece-

sidad cultural de tiempo y espacio. La tarea está enfrente,

nos convoca a hacer de la ciudad un libro de poesía, en el

que cada barda, en el que cada muro, será iluminado con la

tea laconista, alzada como vital presencia de nuestro tiempo.

¡Adelante la poesía lacónica!

Crepuscular

Estuardo Hernández

Amor en los peldaños de la tarde

…y esa lámpara que arde.

Sapiencias

Estuardo Hernández

A veces, somos cosas que sabemos

que no somos, sin saberlo

Dolores

Roberto López Moreno

¡Patriaaaayyyy!

Alfonsino

Roberto López Moreno

En un lugar de la herida,

de cuyo nombre nacerá la vida.

Socrateano

Alejandro Zenteno

Yo sólo sé que nadie sabe nada

y ni siquiera pregunta

Convite

Alejandro Zenteno

Ciudadano: contempla este muro,

lee sus versos, hazlo tuyo.

HOMENAJE

Roberto López Moreno

“Quiero caerme y me sostiene un beso”

Juan Bautista Villaseca

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FraNcisco turóN

el amante ya va herido, porque los mismos asesinos de

Marlowe lo hieren a él en la búsqueda de esas escenas,

que son la pelea de todos los personajes de esta obra.

Y cuando llega a buscar a Shakespeare, él ya se fue por

miedo de que lo asesinen, o que le hagan daño, como

lo hicieron con Marlowe. Entonces el amante moribun-

do le entrega las escenas a la amante de Shakespeare.

Pero la amante de Shakespeare no sabe leer, y entonces

ella va directamente con una bruja. La bruja mete las

escenas en un caldo, y el caldo inventa las escenas.

Satisfecha la amante con esta interpretación del caldo,

va al teatro a buscar a Shakespeare dispuesta a espe-

rarlo el tiempo que sea necesario para poder darle esas

escenas. En el camino de la casa de la bruja al teatro,

coincidió que se encuentra a la esposa de Shakespeare,

que casualmente, un día, de toda la historia de su vida,

fue a buscar a Shakespeare a Londres. En el camino

después del encuentro con la esposa, se aparece un

poeta que está buscando las escenas porque se las

quiere robar. Finalmente el poeta le roba las escenas

a la amante, y ella quiere recuperarlas con la memoria

del caldo que a su vez vuelve a inventar otras historias.

Después la amante llega a su casa, se queda dormida,

y regresa Shakespeare que ha estado escondido toda

la noche.

Aquí nos pudiéramos extender ampliamente, enten-

diendo que pareciera que esta obra, de la autora Ximena

Escalante y del director Mauricio García Lozano, es una

puesta en escena capaz de entregar sabores distintos,

a paladares distintos. No los quiero comparar con

Shakespeare, por supuesto, pero me refiero a que al

igual que a aquellos que tenían un público muy plural,

y que por lo tanto, a unos les interesaba la filosofía, y

a otros les interesaba las peripecias, y a otros les inte-

resaba la historia, al final del día, encontraban en ese

corral el interés para que todos se sintieran satisfechos.

Aquí hay, no un fraccionamiento de público, sino una

aparente apertura a que muchos encontremos colores

distintos, y temáticas distintas, tratadas de maneras

muy diversas con un elemento clave que es un humor

particular muy contemporáneo.

Las Relaciones (sexuales) de Shakespeare (y

Marlowe)* es un material teatral que redu-

jeron a sólo 50 espectadores por función en

el Foro Sor Juana Inés de la Cruz del Centro Cultural

Universitario. El título es algo bromista, ambiguo

y polémico, pero tiene entre otras cosas, muchos

elementos que hacen posible una teatralidad abierta.

Hay un primer elemento que es lo ficcional. Un tema

que está presente desde que el teatro existe, pero que

es un asunto que en la contemporaneidad llama espe-

cialmente la atención; y que dentro de nuestra genera-

ción de jóvenes dramaturgos y directores mexicanos,

resulta de un interés considerable. Unido al tema de

la ficcionalidad, y por supuesto relacionado con ella,

está el cuestionamiento: ¿qué es la identidad? Un tema

que es sumamente atractivo y vigente, cierto, pero hoy

más que nunca. Justo con lo ficcional y la identidad,

como consecuencia surge la “verdad-mentira”; que

puede abarcar tanto lo ficcional, como lo real, y tanto

la identidad, como los universos restantes. Podemos

pensar que también hay otro elemento muy atractivo

que recorre todo el teatro, y toda la historia: la sexuali-

dad. Y la sexualidad, como todo elemento de esa época,

está al servicio de la aventura. En ese sentido la his-

toria de la obra es casi un thriller de pasión y muerte.

Se muere el Sr. Marlowe, el amante rescata las últimas

escenas que él estaba escribiendo, y en los últimos

estertores Marlowe le dice: “Entrega esas escenas que

tienes en tus manos a Shakespeare, para que él haga

con ellas la obra más hermosa del mundo”. Entonces

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El

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Por otra parte, podríamos pensar en la coautoría

de la mancuerna Escalante-García Lozano, no sola-

mente porque toda obra montada necesariamente está

viendo a su autor, o a su director, (porque entonces no

estaría viendo nada); sino porque la sensación que me

da, es que hay elementos de lenguaje que son propios

de Ximena, y hay otros elementos que están indicados

que son propios de Mauricio, y que están presentes,

como está presente el mismo García Lozano interpre-

tando al personaje de Shakespeare. ¿Qué tal? Se le ve

además tocando como músico donde alterna con Jacobo

Lieberman y Pablo Chemor. Por cierto, el elemento

musical es una parte constitutiva del teatro de García

Lozano, no solamente de forma lineal, como en este

caso aparece la música; sino que en cada composición

tiene una estructura musical de soporte que está detrás,

y eso en el espectáculo es muy visible. Además de todo

esto, tenemos que ver que la proposición espacial del

escenógrafo Jorge Ballina: esa especie de carpa circense

que rodea a los actores, y a nosotros como especta-

dores; y a esos grandes baúles (que son manipulados

por los personajes de acuerdo a lo que requieren las

escenas), genera un clima muy especial de proximidad

porque se acercan a saludarte de manera que quede

claro esa relación de: “Yo soy el actor que soporta el

personaje”. Y ese juego de identidad, personalidad

y demás, es lo que integra la totalidad de la puesta en

escena, con la posibilidad incluso de abrir un escena-

rio dentro del escenario. Y cuando se abre, aparece el

baño de los suicidios, y de la sangre, lo cual me parece

genial, porque no tiene ningún aspecto isabelino, sino

uno muy contemporáneo. Me parece paradojal que me

sienta cerca de los actores que nos invitan a una fiesta

visual en la que yo no estoy afuera. Evidentemente los

autores están creando un riel teatral que te pasea sobre

el límite del teatro, y en donde no sabes qué es mentira,

y qué es verdad. Por un lado, es verdad que a Marlowe

lo mataron en una taberna de una puñalada en el ojo,

pero no sabemos si lo hayan matado porque le gustaba

cierto doncel que andaba por ahí, o que lo hayan mata-

do porque era un espía de doble juego, que le vendía

información a los franceses y se la cobraba a la reina

Isabel. Digamos que el juego permanente de mentira-

verdad, que es real, y que es ficcional, es como el eje que

al parecer hace que se pierda un criterio de camino. Nos

acercamos a un teatro casi circense teñido de un carác-

ter popular que contiene juegos para iniciados. ¿Pero

cuál es el pasaje que me resulta más fértil para hacer

qué? ¿Qué me están contando? Una historia con “H”, es

decir, la Historia del los íconos culturales Shakespeare y

Marlowe, con una cierta jurisdicción, o simplemente me

están timando. ¿Qué es lo que quieren plantear? Crean

una dificultad de aprehensión del material temático,

y una pluralidad de estímulos, que me marcan cami-

nos como si fueran un novela policiaca en el que no se

sabe quién es el culpable, y que no permiten aferrarme

hacia cómo leer la obra. Hay percepciones muy distin-

tas entre sí que no necesariamente son opuestas, sino

más bien complementarias. Aun cuando nos aventamos

por la montaña rusa, en realidad, el pensamiento sigue

funcionando. Hay desde quien percibe la necesidad

de una estructura organizada de discurso, o hay quien

percibe la sensación de placer frente al caos, es decir,

la desestructuración del discurso, y el deleite por esa

desestructuración. Hay personas que pueden tolerar

más la desestructuración de un pensamiento determi-

nado, y gozar con esa desestructuración; y hay personas

que pueden gozar menos, porque la desestructuración

del pensamiento puede dar una sensación de no saber

dónde asirse. Hay la necesidad de estar en medio de la

delectación de una tormenta, pero también la necesidad,

de por lo menos orientar la proa hacia alguna parte.

Hay quienes necesitan tener un cierre del material en

donde no sólo vivo sensaciones, sino que puedo aterri-

zar alguna conclusión de carácter formal. No solamente

significan modificaciones en la obra, ya sea escrita, o

dirigida, sino también desde donde esa obra es obser-

vada. Cada uno de los espectadores tiene un punto de

observación que les hace ver una organización distinta

dentro de la estructura, y les hace necesitar un discurso

disímil que sea complementario a una posición. Parece

que la obra provoca situaciones de percepciones muy

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distintas, unas gratas, y otras no tan gratas. Eso signifi-

ca una gran riqueza, no tanto de ellos que son capaces

de despertar esta pluralidad, sino del público que puede

aprehender dentro de esa serie de estímulos, esa varie-

dad de necesidades.

También hay algo que me recuerda que en las obras

de Shakespeare, no en todas, pero en algunas especial-

mente caóticas: ¿cuántos caminos hay que comienzan,

se cruzan, e incluso quedan abandonados? Y uno se

pregunta al final de la obra: “¿pero esos que empeza-

ron haciendo aquello, en qué acabó?” Y no terminó en

nada. En la literatura oriental, por ejemplo, esto es un

juego de cajas. Alguien comienza a contar una historia,

que a su vez otro personaje después comienza a contar

otra historia, y más adelante otro personaje comienza

a contar una historia que resulta ser la historia inicial.

Es el juego de cuáles son los referentes, y cómo se

mezclan. A mi me parece que en obras como Las mil y

una noches hay esa constante que es el quo laberíntico.

El laberinto que tiene caminos que conducen a alguna

parte, que tiene caminos truncos que no conducen a

ninguna parte, y que tienen algo que parecen caminos,

pero que no lo son. Uno como espectador tiene el dere-

cho de decidir en qué camino se mete. En definitiva,

una obra, es una “geografía laberíntica”, que cada uno

tiene derecho a acceder a ella desde distintos puntos

de vista. Todos tenemos derecho a sacar conclusiones.

Todos tenemos un plafón común en el que podemos

decir: “está mejor hecho” o “está peor hecho”, porque

hay ciertos patrones que son sociales que establecen

los parámetros. Pero en última instancia, las obras de

Shakespeare, y también las de Marlowe, son laberínti-

cas, y ese laberinto me irrita a morir, pero me fascina.

Entonces, que un director, y unos actores, se atrevan a

montar una estructura laberíntica sin que quede claro

que: ¡Cuidado!... Ahora mire allá. Y ¡Cuidado!... Ahora

sigue por ese lado; sino que estalla, y de golpe sigue

acá, y luego allá, entonces uno dice: “perdón, pero paren

la obra, y vuelvan a empezar”. Eso me parece atractivo

aún que me produzca irritación.

En conclusión, dentro de toda esta sensación,

la obra contiene en sí misma una cantidad de planos

que en un momento dado pierden el control de su auto-

ra. Sin duda tiene líneas estructurales bien logradas, y

sobre todo, de búsqueda expresiva muy clara. Sin embar-

go, la suma de las partes de estos pedazos de escenas

extraviadas, al intentar integrarlas, no me dan el todo.

Y entender, es conquistar territorio, y no necesariamente

conquistamos territorio de una sola forma, hay muchas

formas de conquistar territorios. Creo que la pobreza,

o riqueza, de una obra de arte, es la capacidad de otor-

garnos conocimiento, pero no en el sentido restringido

de un conocimiento intelectual, sino un conocimiento

sensorial, intuitivo, espiritual, y de cualquier índole.

Toda obra que me permite conquistar un nuevo territo-

rio, y por lo tanto formular nuevas preguntas, eso signi-

fica que me interesa. Toda obra que me reafirma sobre

estructuras que ya conozco, y me dice lo que ya sé, me

deja más tranquilo, pero no me interesa tanto.

* Las Relaciones Sexuales de Shakespeare y Marlowe.

Ximena Escalante. Dirección: Mauricio García Lozano.

Con: Ilse Salas, Luis Gerardo Méndez, Clarissa Malheiros,

Paula Watson, Juan Cabello, Damayanti Quintanar, Aurora

Gil, Mauricio García Lozano y Pablo Chemor.

* Las Relaciones Sexuales de Shakespeare y Marlowe. Ximena Escalante. Dirección: Mauricio García Lozano.

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El

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elsa caNo

que vive, que no está muerta, coexiste con todo inclusive

el pecado.

Los saltos que hace la autora entre los personajes,

hacen la lectura más agradable y más interesante. La voz

narradora en tercera persona, omnisciente y sabia, cono-

ce todos los matices de quienes “hablan” y el ambiente

en que cada una se desenvuelve, nos involucra en histo-

rias violentas o humillantes, no sólo para aquellas que

son señaladas por negras, indias, criollas o mestizas;

sino también para las blancas peninsulares.

Tres epístolas se intercalan en la narración, como ya

se dijo en tercera persona, tres cartas en primera perso-

na por medio de las cuales conocemos la autorrepresen-

tación de “Sor Juana” dirigidas a la Virreina para darle a

conocer el estado de las cosas, de la vida, de su salud, de

su biblioteca y del engaño en que ha caído.

Otras novelas de Mónica Lavín son: Café cortado,

Tonada de un viejo amor y Hotel Limbo.

Como una especie de homenaje a Sor Juana, en este

libro Mónica Lavín usa figuras retóricas, como metáfo-

ras, aliteraciones, prosopopeyas y calambur.

Leer esta novela de la editorial Grijalbo (2009) es

situarse detrás de un caleidoscopio y ver lenta-

mente: el pueblo, la ciudad, el palacio, el con-

vento, la celda, el patio, el locutorio o el confesionario,

donde una galería de personajes femeninos entrará en

relación con una monja extraordinaria. Hay un cuidado

exagerado para que ninguna mujer aparezca insustan-

cial. Estamos en el centro de la ciudad de hace 400 años

y la voz narradora contando todo: olores, sabores, soni-

dos y asistimos con la vista porque lente y voz son una

sola acción.

Cada mujer pertenecerá a un sitio, a un apellido, a

una fortuna o a una casta, para servir, proteger, acusar o

valerse de la monja Sor Juana Inés de la Cruz para obte-

ner un favor de las autoridades: Iglesia y Virrey.

Yo, la peor, es una biografía novelada, en el mejor

de los logros, porque contiene vida individual inmersa

en una vida social: conflictos personales (vocación,

revelación, emancipación) o bien conflictos sociales:

motines populares por desabasto de maíz, acequias

peligrosas, focos de pestes y enfermedades, lluvias

torrenciales, etc.

Algunos críticos consideran este libro fallido porque

le faltan muchos datos biográficos, pero ésa no era la

intención de Lavín. No se trata de conservar la imagen

de la Sor Juana sufrida, sino de mostrar que detrás de

esto hay bastante más.

Mónica Lavín (Ciudad de México 1955) describe

santería, idolatría y situaciones demoníacas. Una ciudad

Patricia Gorostiza

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DaViD Figueroael propio pueblo; su resentimiento e idealismo,

lo llevará a hacerse cargo de una cooperativa del

estado de Guerrero en la que se suscita

una tragedia que cambiaría la vida de mucha

gente. Bernabé, hija de Amparito -ésta última se

casaría con Aparicio- vivirían en carne propia la

injusticia y la marginación de quienes proceden

de la gran urbe y deciden radicar en algún estado

de la República.

Como todas las obras de Fuentes, Agua que-

mada deja al desnudo los pensamientos de la

sociedad mexicana: la ingenuidad, las costum-

bres, el odio, el egoísmo, el amor familiar y carnal,

los vaivenes cotidianos, así como el gran conoci-

miento que tiene de los personajes en cada época

y de cada lugar.

Hace dos meses tuvimos la desgracia de per-

der al literato y maestro autor de obras como La

muerte de Artemio Cruz, La región más transpa-

rente, Zona sagrada, Aura, Terra Nostra, Cristóbal

Nonato, Los años con Laura Díaz, Instinto de

Inés, La campaña, La silla del águila… en todas

y cada una de ellas, su arte, plasmado en una

narrativa diferente

pero complementaria a otros autores latinoame-

ricanos, siempre será requisito para quien desee

adentrarse en la vida de una sociedad tan diversa

como la mexicana.

Hijo de un diplomático de cepa, Fuentes fue un

acérrimo crítico del sistema político que perduró

durante décadas y crítico también de la alternan-

cia política, fue siempre una piedra para muchos;

Carlos Fuentes. Agua quemada. De la fina

pluma de uno de nuestros más grandes

literatos, ensayistas y cuentistas, se desa-

rrolla la trama de personajes que se mueven en

un México de mediados del siglo XX, cuya iden-

tidad como nación contemporánea apenas surgía

y trataba de consolidarse como gran metrópoli.

Es aquí donde la vida de los personajes toma

especial relevancia.

Carlos Fuentes tuvo la fortuna de retratar

algunas de sus vivencias en la mayoría de sus

obras al tiempo que tenía la capacidad -siempre

magistral- de ubicar a sus personajes

en la vida misma, con ese escrupuloso detalle de

las cosas, que en ocasiones el ajetreo cotidiano

nos hace olvidar o pasar por alto.

En esta tesitura, la Ciudad de México apenas

se dibuja como una urbe en expansión en el que

la vida transcurre todavía con ciertos momentos

únicos entre los personajes. Así, los cuatro relatos

contenidos en esta lectura conjugan la tragedia, la

festividad y la compasión.

En este libro nos adentramos en la vida de un

exmilitar, Andrés Aparicio, cuya figura y nostalgia

evoca el México convulso de Mariano Azuela o

de Martín Luis Guzmán; hombre serio, fuerte y

personaje principal sobre el que giran los demás

actores de los relatos.

Andrés Aparicio se transforma del héroe vic-

torioso a un personaje relegado y traicionado por

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El

ho

sin embargo, su gran visión del país

y del mundo le permitió crear una literatura

diferente y proyectar el deseo por ver ese México

exquisito a través de los ojos de sus personajes.

Recordemos la gran polémica que causó

su libro Aura cuando el entonces secretario del

Trabajo, Carlos Abascal, lo censurara por ser

“inapropiado para los niños” y contener escenas

“casi pornográficas” para tan precoces lectores. A

partir de este momento, muchos que no conocían

la pluma magistral de Fuentes comenzaron a leerlo

y a adentrarse cada vez más en sus historias. Para

quienes ya lo conocían, se convirtió en un escudo

singular contra la ignorancia de las élites políticas

que nos han gobernado. El pueblo defendió e hizo

suyo al autor y su obra.

Con Agua quemada, no solo hacemos un sen-

tido homenaje a nuestro maestro Carlos Fuentes

sino a la literatura hispanoamericana y a los

muchos jóvenes escritores y no tan jóvenes que

conocieron y aprendieron de él. Sin duda un refe-

rente junto a Octavio Paz como los principales

estandartes de la literatura contemporánea de

México. Descanse en paz el diplomático, el literato,

el crítico, el maestro.

Agua quemada. Carlos Fuentes, Ed. Planeta

DeAgostini. 2002, 187 pp.

[email protected]

Jazzamoart

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