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La teoría electorera del menos peor l ¿Por qué no López ObradorPoemas de Benjamín Torres Uballe l Violencia y poder: el recuerdo de Colosio l All that jazz l Alianza Televisa-IusacellColaboraciones de Roberto Bañuelas, Mariela Loza, Perla Schwartz, David Figueroa, Roberto Bravo y Carlos Bracho
el Búho. Órgano de difusiÓn de la “fundaciÓn rené avilés fabila, a.c.”, revista mensual, Julio 2012editora responsable: ma. del rosario casco montoya l certificado de reserva de derechos al uso exclusivo 04-2008-112519134400-102 l número de certificado de licitud de título y de contenido: 15298 l domicilio de la publicaciÓn: yácatas 242, narvarte, c.p.03020, delegaciÓn benito Juárez, teléfono y fax: 56 39 59 10. cel. 04455-20959228 l www.revistaelbuho.com l impresiÓn y acabado:
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Guillermo CenicerosAhora El Búho recibe en su portada un espléndido trabajo de Guillermo Ceniceros sobre el fotógrafo Héctor García. Guillermo Ceniceros nació en El Salto, Durango, en 1939. Sus estudios de pintura los hizo en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Nuevo León, en Monterrey. Su enorme talento y origi-nalidad lo lleva a ganar dos premios muy joven y a exponer individualmente. En 1965 trabaja con David Alfaro Siqueiros. Su éxito es inmediato y expone en México y en muchos otros países. Su historial artístico es sorprendente y su obra está en manos de coleccionistas y de importan-tes museos. Aunque es autor de murales soberbios, su trabajo de caballete es posi-blemente más conocido. El escritor y crí-tico de arte José Ángel Leyva ha señalado que la obra de Ceniceros es resultado de “una paciente labor de orfebre, de artesa-no, de lector y de espectador que interroga a los objetos, que dialoga con materiales y herramientas que dan vida a sus deseos...” Si uno observa detenidamente el trabajo del maestro, podrá encontrar universos fantásticos poblados de extrañas figuras prehispánicas, de una geografía original y del abierto despliegue de singularidad e inventiva. Aspectos que se pueden com-probar con sus materiales que están en el interior de este número de la revista. En Ceniceros hay herencias, pero asimismo hay novedades, un mundo nuevo que sólo le pertenece al artista y a quienes posan sus ojos asombrados ante su trabajo.El Museo de Arte Contemporáneo Guillermo Ceniceros, situado en Durango, es de obli-gada visita para conocer el trabajo de uno de los mayores artistas mexicanos.
Consejo editorial:José Agustín l
Griselda Álvarez (>) l Raúl Anguiano (>) l
Carlos Bracho l José Luis Cuevas l Martha Chapa
Alí Chumacero(>) l Alberto Dallal l
Beatriz Espejo l
Gelsen Gas l David Gutiérrez Fuentes l Andrés Henestrosa (>) l
Luis Herrera de la Fuente l Dionicio Morales l Armando Prida Huerta l Carlos Ramírez
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Leticia Tarragó l Betty Luisa Zanolli Fabila
Director:René Avilés Fabila
Subdirectora:Rosario Casco Montoya
Coordinación de arte:Félix Acevedo
Diseño:Osam Malja García
Fotógrafo:Francisco A. Menéndez Bazán
Colaboradores:Manuel Aceves Pulido(>) l Eugenio Aguirre
l Héctor Anaya l Hugo Argüelles (>) l Roberto Bañuelas
Martha Bátiz l Roberto Bravo l Salvador Bretón l Rodolfo Bucio l Salvador Camelo l Elsa Cano l Emmanuel
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Mayté Noriega l Carmen Nozal l Juan Luis Nutte lAnabel Ochoa(>) l José Luis Ontiveros l Gregorio Ortega l Federico Ortiz Quesada Francisco Prieto l Jorge Ruiz Dueñas l Rafael Ruiz Harrel (>) l Hugo Enrique Sáez l
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Artistas plásticos:Gilberto Aceves Navarro l Juan Alarcón l Iris Aldegani l Luis René Alva l Javier Anzures l Sergio Ángel Beltrán l María Emilia Benavides l Alejandro Caballero l Alberto Calzada l Alfrefo Cardona Chacón Estrella Carmona l Jesús Castruita l Guillermo Ceniceros l Edgar Clement l Felipe de la Torre l Luis de la Torre l Juan Román del Prado l Lourdes Domínguez l Aída Emart l Francisco Eppens (>) l Francisco Espino José Fernández l Carmen Flores l Olivia Fuentes l Héctor García l Joaquín García Quintana l Luis Garzón
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ContenidoEditorial
Héctor García, el último de los grandes René Avilés Fabila l 4
De nuestra portadaLa teoría electorera del “menos peor” y la simplificación aburguesada de la realidad Julio Muñoz Rubiol 6Porqué no votar por López Obrador Mauricio Schoijet l 11Alianza Televisa-Iusacell: un favor más del panismo Jorge Bravo l 15
ConfabularioPoemas Benjamín Torres Uballe l 19Nuevos Brevicuentos Roberto Bañuelas l 22Poemas en totonaca y español Manuel Espinosa Sainosl 25Saqueador de tumbas Iván Medina Castro l 28Mientras me desvanezco Mariela Loza Nieto l 31El tesoro de la Huasteca Francisco Javier Arroyo l 38Poemas Jorge Hernández Cruz l 40Diferencia, repetición y semejanza Perla Schwartz l41
ApantalladosViolencia y poder: el recuerdo de Colosio Alonso Ruiz Belmont l42Una mirada amplia y profunda Martha Chapa l46
Arca de NoéAll that Jazz Miguel Sánchez de Armas l47Valdivia Roberto Bravo l50Turbocrónicas Marco Aurelio Carballo l 53Los trancos de Bracho Carlos Bracho l 56
Letras, libros y revistasNotas sobre la arquitectura del edificio Minerva El desfile del amor, de Sergio Pitol Nicolás Balutet l58La poesía lacónica Varios Autores l 61Un viaje a la frontera entre lo real y lo ficticio Francisco Turón l 63Yo, la peor de Mónica Lavín Elsa Cano l 66La biblioteca de David recomienda... David Figueroa l 67
Para la memoria histórica(archivo coleccionable)Héctor García: Odisea de la Luz Dionicio Morales l Páginas centrales
editorial
La muerte de Héctor García me trajo dolor y
un sin número de recuerdos gratos, espléndi-
dos. Artista sin par, cuando le preguntaban
su técnica para obtener fotografías perfectas,
sorprendentes, donde las inquietudes sociales
se combinaban misteriosamente con la estéti-
ca, se limitaba a decir con su gran sentido del
humor: Es el método de Francisco Villa: primero
disparo y luego averiguo. Nada más falso, era
una buena broma, nadie como él para saber el
momento adecuado de tomar la foto: la luz y las
sombras, el movimiento, el gesto… Mis recuerdos
de Héctor, siempre modesto y sencillo, sin per-
catarse de su talento genial, proviene, pienso,
desde siempre. Cuando me asomé al mundo
cultural, él ya era una enorme figura, un hombre
reconocido y laureado. Buen conversador, era
respetado y querido en todos los ámbitos sociales.
Alguna vez, hace casi cuarenta años, en la inau-
guración de una librería del Fondo de Cultura
Económica, estábamos Rubén Bonifaz Nuño y yo.
Héctor se acercó y nos saludó para de inmedia-
to sacar una pequeña cámara que utilizó para
retratarnos. Al ver eso, los demás fotógrafos, casi
todos del montón, comenzaron a disparar sus
flashes sobre nosotros. Al concluir la sesión, nos
pidieron nuestros nombres. Sorprendido, pre-
gunté: Si no saben quiénes somos, ¿por qué nos
retrataron tantas veces? Por una razón, respon-
dieron casi a coro: porque ustedes dos son los
únicos de traje y corbata. Héctor festejó el suceso
con sus consabidas ironías.
Durante una época, sin duda una de las
mejores de nuestra larga amistad, Dionicio
Morales, Carlos Bracho y yo solíamos recorrer
cantinas y restaurantes sórdidos. Las conversa-
ciones eran estupendas. Héctor era un perfecto
cronista de la vida cultural y popular de México.
Mientras platicábamos, cada tanto, sacaba su
cámara y tomaba fotografías. Me parece que
algunos de los mejores análisis sobre el tra-
bajo de Héctor García fueron justamente del
poeta Dionicio Morales, quien en libros, pró-
logos y ensayos, dejó una completa biografía
del artista. Cito algunos libros: Camera oscura,
1994, Universidad Veracruzana, Héctor García,
fotógrafo de la calle, Conaculta, 2000 y Chiles
verdes, UAM-X, 2007. Esta última obra es en rea-
lidad una especie de autobiografía recopilada
y prologada por Dionicio, quien solía decirle al
artista: “Tú niegas la idea de que una foto vale
más que mil palabras, puesto que además de
escribir con luz, has utilizado las palabras para
escribir de tu arte y tu vida.”
Cuando cumplí treinta años como escritor,
Bellas Artes y otras instituciones educativas como
la UNAM y la UAM, me hicieron algún reco-
nocimiento. Bellas Artes y otras dependencias
culturales lo extendieron a otros escenarios.
Recuerdo una mesa redonda sobre mi literatura
en Tampico, en un hermoso teatro. Entre ami-
gos como Sebastián, Dionicio Morales, Griselda
Álvarez, Eugenio Aguirre, Saúl Juárez y Bernardo
Ruiz, donde todos, como es natural en esos
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... Héctor García, el último de los grandes
Pedro Bayona
casos, hablaban de mi trabajo, de pronto Héctor
García dijo: ¡Basta, no quiero oír ni hablar más
sobre René, llevamos varios homenajes, suficien-
te, voy a hablar de mí! Y lo hizo ante nuestra
sorpresa. Por más de media hora contó la forma
en que llegó por vez primera a EU, en tiempos
de la Segunda Guerra Mundial y lo bien que le
iba con las mujeres, ya que los hombres estaban
en el frente.
La última vez que lo vi fue durante el festejo
de su cumpleaños anterior a su muerte, en su
casa. Estaba delicado, débil, en silla de rue-
das, pero haciendo planes para su fundación y
su legado. Como siempre, a su lado estaba María,
atenta a su salud. Yo repetí una vieja broma: De
acuerdo, Héctor es un genio, pero a mí las mejo-
res fotografías me las ha tomado su esposa. No
pensé que lo veía por última vez cuando me
despedí con la promesa de un nuevo encuentro.
Al final, los sitios donde solíamos vernos eran en
su casa o en la mía, donde todavía tenía humor
para sus anécdotas estupendas y sus relatos
de cómo y en dónde había conseguido tal o cual
fotografía genial. A veces iba a platicar con mis
alumnos de la UAM-X, pero ya debilitado por los
males físicos, no pudo ir más.
Su muerte fue dolorosa no sólo para sus fami-
liares, lo fue para el país entero al que le dedicó
su arte y su vida, para sus amigos y admirado-
res. Lo curioso es que muchas veces encontra-
mos fotografías notables y no sabemos que son
suyas. Nunca buscó la fama a pesar de tener-
la, de haber conseguido premios nacionales a
montones. Su sencillez era proverbial y se daba
de manera espontánea, natural. Su talento y cor-
dialidad, su generosidad y sentido de la amis-
tad, le abrieron puertas, pero no las necesitaba,
le era suficiente recorrer ciudades y campos
para encontrar lo que su infaltable cámara le
exigía: fotografías perfectas, de notable belleza.
Retrató todo lo que estuvo a su alcance, desde
campesinos y niños famélicos hasta rostros de
actrices deslumbrantes, intelectuales y artistas.
Nadie le fue ajeno. Su esfuerzo estético fue para
captar el complejo rostro de México.
Si fuera creyente, lo imaginaría en el Cielo
buscando nuevos ángulos de las contradiccio-
nes en el reino celestial. No podía estarse quieto,
sin disparar su cámara mágica.
René Avilés Fabila
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Julio Muñoz Rubiones. De ese modo, han llegado a elaborar la socorrida teoría del
“mal menor” o del candidato “menos peor” como alternativa
frente a los “peores”, para justificar el apoyo a López Obrador.
Han recurrido una vez más a la tan siniestra elaboración de
la lucha contra el llamado “enemigo principal” que tan catas-
tróficas consecuencias ha tenido a lo largo de la historia del
movimiento socialista y obrero a escala mundial.
De acuerdo con esta teoría, ese “enemigo principal” es
concebido como la causa esencial de todos los males de este
país, encarna y es en sí la propiedad fundamental del mal, la
cual transmite y propaga al resto de la sociedad. Eliminado
éste, sus subordinados desaparecerán automáticamente o
cuando menos se debilitarán. Se quita una pieza que funciona
mal y se pone en su lugar otra que funciona bien. Se crea la
ilusión, dentro de este esquema, de que los enemigos secun-
darios pueden, en el curso de esta pugna, ser cooptados a una
alternativa revolucionaria o progresista dada su “debilidad”, o,
precisamente a causa de ella misma, harán más fácil el desa-
rrollo de las alternativas revolucionarias. No sólo no opondrán
tanta resistencia sino que incluso pueden ser quienes lleguen a
liderar un cambio más profundo.
Todo esto alude a una analogía con una máquina, la cual
puede ser desarmada e inutilizada tan sólo con sustraerle algu-
nas de sus partes indispensables y posteriormente rearreglada
con refacciones nuevas. Como si fuera un motor, una computa-
dora o un sistema eléctrico.
No se comprende que los sistemas de dominación no
funcionan a la manera de los sistemas de cuerpos simples
en movimiento, como sistemas de fuerzas newtonianos, o a
la manera de sistemas de inputs-outputs. Son sistemas que
muestran una mucho mayor complejidad y flexibilidad que los
mostrados en sistemas de coordenadas cartesianas, no son
En incontables ocasiones, la izquierda mexicana,
incluso la que se asume independiente y revolu-
cionaria, a pesar de contar con un corpus teórico
propio de una gran riqueza: la dialéctica, ha caído en las
redes del positivismo, del mecanicismo, con su componen-
te reduccionista y del pragmatismo. En la mayoría de los
casos, esta izquierda ha adoptado de una visión simplifica-
da del mundo, una visión esencialista propia de la burgue-
sía. Así, se ha lanzado a la lucha con mucho entusiasmo
pero muy frecuentemente con una visión coyunturalista,
parcial y lineal de la sociedad. Ignorando las cuestiones
fundamentales del método y cegada por este entusiasmo
momentaneísta, no ha alcanzado a elaborar una concepción
coherente de mediano y largo plazo, para lo cual se requie-
re superar esa visión cartesiana del mundo y aplicar una
metodología que dé cuenta de la complejidad; un análisis
del mundo como relaciones, es decir, como vínculos entre
lo distinto, como interacciones en distintos planos, ritmos
y direcciones; análisis históricos que hagan comprender la
realidad como movimiento, como oposición.
En este momento en México, en la coyuntura electoral
que nos atraviesa, numerosos teóricos de esa izquierda, así
como organizaciones, manifiestan una vez más esa ausencia
del método dialéctico en sus análisis, expresan una profunda
incomprensión de lo que es la complejidad del Estado y de
sus relaciones con la sociedad y vuelven, en cambio a las con-
cepciones esencialistas, monistas, uni-casuales, mecanicistas,
deterministas y lineales; se expresan concepciones inconexas,
parciales y parcializadas de lo que es este país y sus institucio-
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sistemas que puedan ser comprendidos en función del com-
portamiento de una variable independiente y otra dependiente
con la que se pueda jugar a voluntad y predecir la respuesta
de la variable independiente, como es el caso de los sistemas
simples y homogéneos estudiados por la física clásica. En rea-
lidad, los sistemas de dominación son sistemas sumamente
flexibles, muy heterogéneos, que son capaces de rearreglarse
y recomponerse en el total de sus elementos integrantes y en
sus relaciones, manteniendo las propiedades que le dan sentido
mientras no se les oponga una contra-sistematicidad, una real
contra-hegemonía, la cual no se da si no es por la intervención
del elemento subjetivo-consciente que le pueda hacer frente,
no como una máquina sino como un proceso integral y global,
como una totalidad.
Esta concepción fragmentaria y mecanicista del mal menor
y el enemigo principal impide comprender que los sistemas de
dominación están compuestos por elementos intercambiables,
transferibles; que adoptan ciertas variantes en un momento y
otras en otro, pero que siempre mantienen sus pilares constitu-
tivos, los cuales no aparecen o desaparecen sólo con la persona
que ocupa la presidencia o el partido que tiene la mayoría en
el parlamento.
Esta teoría del mal menor concibe al poder y sus sistemas
e instituciones como un conjunto de parcelas delimitadas, difí-
cilmente transitables a través de sus paredes. Como si estuvie-
ran repartidas de antemano y fijamente, o como si la repartición
fuera un acuerdo que se celebrase de tanto en tanto, después
de cada proceso electoral: “Esto, esto y esto para ti; esto, esto y
esto para mí”, y estuviera vedado entrar en las celdas y feudos
del otro hasta no celebrarse otra repartición del poder. De este
modo, parece que se podría predecir, por medio de operaciones
aritméticas, lo que cada candidato, su partido y su fracción
parlamentaria harían en caso de ganar una elección. ¡Como
si el poder, juzgado como un todo, fuera un reparto rígido de
cuotas que adoptaran formas de propiedad privada! En realidad
el sistema burgués de dominación se integra y constituye por
instituciones, prácticas, valores, principios, necesidades, que
son expresión de las formas de conciencia social, y que com-
prenden a los individuos, pero los atraviesan y van más allá
de ellos, los engullen y anulan o los encumbran y protegen; se
expresan de acuerdo con las situaciones específicas que se le
presentan al sistema.
Frecuentemente esta visión mecanicista tiende a confundir
y a equiparar al gobierno con el Estado y pensar en conse-
cuencia que estos cambios mecánicos en el gobierno serán los
modificaciones de todo el Estado. Pero el gobierno y dentro
de él el poder ejecutivo no son el Estado, son solamente una
parte de él. El Estado está constituido por el conjunto de las
instituciones permanentes que persiguen producir, reproducir y
defender el sistema de dominación en conjunto, como un todo,
tanto los aspectos de la vida pública y sus diferentes ámbitos,
como los de la vida privada, desde las relaciones laborales
hasta la estructura psíquica del individuo; desde los principios
legales y morales hasta las preferencias políticas, estéticas,
la sexualidad, los sentimientos y la cultura toda. Ejemplos de
instituciones o aparatos ideológicos del Estado son el poder
ejecutivo, los congresos, el poder judicial, los partidos políticos
burgueses, la escuela, las instituciones eclesiásticas, la familia,
los medios de comunicación, la prensa; todos ellos, aparatos
ideológicos de dominación, en tanto el ejército, la policía y los
grupos paramilitares y gangsteriles constituirían los aparatos
represivos de dominación del Estado.
El Estado capitalista se presenta siempre como un con-
junto de instituciones que aparentemente se encuentran por
encima de los conflictos sociales y de las clases; se exhibe
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como árbitro “neutral”, como mero regulador de los conflictos,
pero en realidad su función es la de garantizar y proteger los
intereses de la clase dominante, la sumisión de las clases subal-
ternas, y para ello es preciso que oculte la verdadera estructura
social, las verdaderas relaciones entre las clases sociales y sus
miembros, los verdaderos resortes que producen la explotación
capitalista, la frustración, la injusticia y la falta de libertad.
Al interior de cada una de las instituciones del Estado y
entre ellas, se manifiestan movimientos que expresan o reflejan
las contradicciones y movimientos de la sociedad, valorados y
concebidos de acuerdo con las concepciones, formas y catego-
rías de la clase dominante, en la actualidad de la burguesía. El
movimiento intra-institucional de actividades tiene una cierta
autonomía con respecto a las otras instituciones del Estado,
pero al mismo tiempo hay un movimiento correspondiente a
las relaciones inter-institucionales, en donde se integran (no se
suman) en un nivel cualitativamente distinto los movimientos
intra-institucionales; se niegan para afirmarse en un nivel cua-
litativamente distinto. Finalmente se dan los movimientos de la
relación Estado-sociedad. Y decir sociedad es decir sociedad de
clases, es hablar de formas concretas, específicas de conciencia
social, es hablar de la irrupción de formas determinadas de
subjetividad en la vida de un país o de la humanidad toda. Todo
esto es lo que hace terriblemente compleja, y heterogénea a la
sociedad y al Estado. Es lo que hace que su funcionamiento no
sea algo mecánico y simple.
La complejidad de los movimientos dentro de y entre todos
esos niveles de análisis nos puede dar una serie de resulta-
dos “inesperados” si atendemos a una noción no exclusiva de
mayorías/minorías partidarias, como sistemas más o menos
cerrados. Más inesperados aún serán si la reducimos a una
figura quasi monárquica de un jefe de Estado que controlaría
las decisiones más o menos a discreción.
Todo este conjunto de movimientos cruzados vertica-
les-horizontales-transversales se manifiestan en numerosas
direcciones simultáneas, no rectas siempre. No es el mando y
voluntad de una jerarquía tomada como “superior” la que deci-
de por igual sobre unos y otros. Son estos movimientos, que se
refieren a formas y niveles de conciencia social y subjetivida-
des los que deciden en unas direcciones y no necesariamente
en otras, dependiendo de contextos específicos. Minorías y
mayorías congresuales se recomponen y rehacen, así como sus
conciencias y las de sus representantes. Así lo hacen todas las
instituciones del Estado.
Un aparato ideológico de dominación o un represivo pue-
den mutar, mimetizarse, fragmentarse y dividirse o exhibirse
ostentosamente en distintas etapas del ejercicio del poder, pero
buscará seguir cumpliendo su función dentro del todo que es
el Estado: el aparato global de dominación.
Los partidos políticos de concepción burguesa (como
los que dominan en un 100% a la clase política mexicana) se
reparten al electorado para manipularlo y enajenarlo de diver-
sas maneras. Cada uno de ellos cumple una función y juega un
papel más o menos relevante según su relación con tal o cual
grupo social.
Toda forma de capitalismo que se haya desarrollado al
menos desde la primera posguerra, tiene contenida en su seno
al menos el germen del fascismo y de la violencia, es algo
necesario e imprescindible para el sistema, pues en su creciente
decadencia no puede ofrecer satisfactores a las masas y pue-
blos del mundo. En todo estado existen esos núcleos fascistas o
profascistas, cerrados más o menos clandestinos, a veces ultra-
secretos, incluso dentro de los gobiernos democrático-burgue-
ses. Para muestra podemos citar la actuación de esos grupos en
los asesinatos de John y Robert Kennedy, Martin Luther King y
Malcolm X en EUA en la década de los 60’s.
En México, la derecha ha permitido y fomentado la vio-
lencia en el país y las instituciones que la promueven, no sólo
con el ejército en las calles o la PFP, sino con la formación de
gran cantidad de paramilitares. No debe perderse de vista que
cárteles de la droga con sus respectivos sicarios, son parte del
Estado, no son milicias populares ni guerrillas revolucionarias,
son elementos que juegan a favor de una militarización integral
de la sociedad, del fomento de la violencia extrema porque
fomentan con ella el miedo entre la población. Ésa es la función
social que la violencia del régimen cumple frente a la sociedad
civil, ésa es la misión que el sistema ha asignado a todos esos
aparatos junto con el ejército policía, granaderos, judiciales,
porros, etc. Tales aparatos pueden mostrar, desde luego, divi-
siones profundas en el seno del Estado, pues éste no es un
ente monolítico. Pueden, entre sí, transferirse sus funciones
con arreglo a la situación social o a la necesidad de esconder la
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presencia de algunos y realzar la de otros, pero siempre mante-
niendo a la represión y a la violencia como elemento estructural
del capitalismo mexicano. Pensar que la llegada de AMLO: el
“menos peor” a la presidencia de la republica va a acabar con
la violencia institucional o al menos a aminorarla como conse-
cuencia del hecho formal de ganar las elecciones, es aplicar un
razonamiento mecanicista y vulgar, inválido para el análisis del
Estado; es no tener idea de la fuerza que la violencia ha cobrado
como una necesidad propia del sistema mexicano a distintos
niveles, desde el económico y el reparto de los mercados hasta
el psicológico, ni de su complejidad, ni de la enorme diversidad
y flexibilidad que el Estado tiene para echar mano de la misma,
al margen o incluso contra quienes dentro del mismo, se opon-
gan (en su caso) al uso de ella.
Quienes inocentemente y de buena intención piensan que
impidiendo la llegada de Peña Nieto a la presidencia y garanti-
zando el triunfo de AMLO, la represión en el país va a disminuir,
ignoran todo ese complejo funcionamiento del Estado en gene-
ral y del Estado mexicano actual. El candidato “menos peor”
sólo tiene validez como figura ideal, en el imaginario colectivo,
en el mundo de la ilusión, en el del deseo que cree que puede
hacerse realidad con sólo desearlo, no con la construcción de
una alternativa, opuesta al Estado como un todo.
AMLO, para hablar de otras cosas, puede llevar al congre-
so los acuerdos de San Andrés para que sean aprobados (como
lo prometió por allí en su campaña). Incluso imaginando que
contase con una mayoría legislativa que lo hiciera, incluso sin
las traiciones de los legisladores de su propio partido. Pero la
aprobación de esa ley no va a garantizar que pueda detener
el hostigamiento a las comunidades zapatistas de Chiapas, ni
desmovilizar a los paramilitares. Eso está fuera de su control
porque hay otras instituciones del Estado mexicano actual que
funcionan bajo sus propios ritmos, jerarquías y mandos. Para
detener esa violencia se requiere la resistencia de formas de
autoorganización contrarias y opuestas frontalmente a las del
Estado, en este caso: las del EZLN y las comunidades indígenas
zapatistas de la región.
AMLO puede darse el lujo de expresar baladronadas como
la de que de llegar a la presidencia va a destituir a Elba Esther
Gordillo del SNTE. Más allá de que esa resulta una inadmisible
intromisión suya en la vida interna de tal sindicato (por buenas
que sean sus intenciones), correspondiente a su visión priísta
de los sindicatos como corporaciones del Estado, la destitución
de esa mujer enfrentará la oposición poderosa de todos sus
partidarios. ¿Quién puede creer que todos ellos van a aceptar
dócil y sumisamente sus decretos? La única fuerza capaz de
sanear y democratizar a ese y cualquier sindicato está en la de
sus agremiados, en una dinámica de ruptura con sus vínculos
con el Estado.
Tampoco es correcta la tesis según la cual la llegada de
AMLO a la presidencia es el mal menor porque con él se tienen
mejores condiciones para avanzar en la lucha por el socialismo
que si llegara Peña Nieto o Josefina, que por ello constituye
aunque sea “un paso” adelante. Tal idea es una muestra de la
aplicación de ese método mecanicista y determinista, según el
cual la historia es un desarrollo lineal en donde la situación
de las instituciones y las formas de la conciencia social de un
momento concreto determinan las del siguiente en una direc-
ción preescrita en el resultado mismo de las votaciones; si gana
AMLO vamos para “adelante”, para “atrás” iremos si gana Peña
Nieto. Es la mejor muestra del desconocimiento de la comple-
jidad del Estado mexicano y de las relaciones sociales entre e
intra clases. Es la aplicación de un modelo progresionista lineal
según el cual la existencia de formas “liberales” de un gobierno
burgués es condición no sólo necesaria, sino imprescindible
para posibilitar la construcción del socialismo, que el capita-
lismo, una vez que se democratiza, lleva de manera natural al
socialismo, que éste está predeterminado ya en el capitalismo
con tal de que se le pueda “democratizar”. Todo es observado
como un proceso ahistórico, supra social y jerarquizante, en el
cual quienes son los capaces e imprescindibles para determinar
la dirección de la sociedad son los líderes y tribunos de la bur-
guesía; es el retraimiento a una concepción según la cual los
individuos de las clases explotadas sólo pueden servir como
objetos cuya función se limita a llevar al gobierno a personajes
que sean los que decidan, externamente a aquellos, sobre las
transformaciones sociales, pero esta concepción no admite que
los explotados puedan ser sujetos activos de la transformación
social global, nunca como agentes de una revolución que les
sea propia. Bajo esta lógica determinista, si en el 2012 AMLO
llega a la presidencia, preparará las condiciones para que en el
2018 llegue otro aunque sea un poco menos peor que él, para
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el 2024 otro aun menos peor y así hasta que automáticamente,
sin la irrupción de las masas explotadas tengamos un gobierno
socialista sin revolución, sin consciencia de clase.
No se toma en cuenta el elemento subjetivo de todo estado
y proceso social. No se toman en cuenta las formas específicas
de conciencia social de los explotados. A pesar de la experiencia
nacional e internacional concreta, no se asimila el hecho de que
éstas sufren avances y retrocesos en la historia y que en México
han sufrido un retroceso histórico desde la formación del PRD
en 1988-89. La caída de las organizaciones de la izquierda
independiente en ese proyecto, ajeno por su condición de clase
y su visión del mundo, precipitaron el retroceso de la conciencia
de millones de mexicanos. En la actualidad AMLO está pro-
fundizando la enajenación de la conciencia de los explotados,
cooptando y dirigiendo a sus feudos distintas formas de des-
contento social, para poder controlarlas dentro de los límites
de lo que el Estado permite, ése es el sentido de instituciones
como MORENA, otro aparato ideológico del Estado.
Las personas y organizaciones que dirigen sus esfuerzos
para posibilitar la llegada de este personaje a la presidencia,
están sembrando y ayudando a sembrar ilusiones entre el
pueblo de México, en que será AMLO quien mesiánicamente
solucione los problemas de este país. La conciencia de los
explotados que optan por AMLO es una conciencia ciertamen-
te más desarrollada que las de los electores del PRI, el PAN o
el PANAL, pero que comparada con las potencialidades que
pueden desdoblar y expresar, permanecen en un estado de
aletargamiento relativo, que no les permite alcanzar el estado
de autoconciencia, o sea de conciencia de la conciencia; sigue
siendo una conciencia de seres en sí, no de seres y de clases
para sí. No de seres que despliegan el conjunto de sus relacio-
nes y capacidades subjetivas propias en la arena social. No se
considera que el problema de la transformación social y de las
relaciones sociales sea un problema de condiciones subjetivas,
todo permanece en una concepción administrativista y buro-
crática del mundo.
Por estas razones me permito rechazar la tesis del candi-
dato “menos peor” para las elecciones federales de 2012 y me
pronuncio por una ruptura de los excluidos, con las organi-
zaciones e instituciones de Estado. En la selva lacandona, en
Morelia, Cherán, Oaxaca, Ayotzinapa, en algunas expresiones
del incipiente pero constante movimiento de diversidad sexual,
y el ecologista; y esperemos que en el movimiento de jóvenes
y estudiantes que comienza a generarse, están algunos de esos
gérmenes de ruptura. Hay que seguir su ejemplo.
Nadie nos representa, ni requerimos de una representa-
ción. Repudio a la farsa electoral 2012.
22 de mayo de 2012, 17:00 hrs.
Guillermo Ceniceros
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MauRicio SchoiJetAlgunos antecedentes
La creación de los parlamentos ocurrió hacia el
siglo XIII como resultado de la presión de la bur-
guesía para limitar el poder de las monarquías
absolutas en materia de impuestos. En estos sólo estaba
representada la burguesía. En el siglo XVII el Parlamento
inglés, encabezado por Cromwell, se rebeló contra la
monarquía y después de decapitar al rey limitó drástica-
mente los poderes de ésta. Aunque en los siglos prece-
dentes hubo numerosas rebeliones campesinas, fue sólo
hasta esta revolución que se produjeron los primeros
movimientos organizados de las clases subordinadas.
Los Levellers (niveladores) fueron soldados del ejérci-
to de Cromwell que exigieron el derecho al sufragio.
Éste contestó que ello pondría en peligro la propiedad
de los poseedores y procedió a reprimirlos. En Francia
el sufragio universal fue otorgado en 1848. En Inglaterra
la lucha por éste se prolongó desde fines del siglo XVIII
hasta la segunda mitad del siguiente, y estuvo marcada
por actos sangrientos de represión. Para los ideólogos
de la burguesía, como Burke y Malthus, la democracia
se identificaba con el “gobierno de las turbas”, o sea
la dictadura del proletariado. Malthus sostuvo que para
frenar los supuestos probables excesos de éstas la bur-
guesía debería recurrir a la dictadura militar.
En América Latina en la mayor parte de los países,
incluyendo a México, después de la independencia, se
instituyeron formas de democracia restringida, por ejem-
plo exigiendo que para ser candidato había que tener un
ingreso considerable. Las elecciones fueron fraudulentas
hasta comienzos del siglo XIX, y en los países de gran
población indígena, estos fueron marginados de los pro-
cesos electorales. En Argentina hubo dos rebeliones, en
1890 y 1905, que exigían la limpieza electoral. El proceso
tuvo avances y retrocesos, pero en casi todos los países
se logró eliminar el fraude. Después del período de gue-
rra civil que siguió a la dictadura porfirista se impuso un
régimen corrupto y antidemocrático que controló a la
clase trabajadora mediante la violencia y la corrupción.
México tiene el dudoso honor de ser uno de los países
más desarrollados de América Latina, en que el fraude
electoral persistió hasta el año 2000, en circunstancias en
que había sido eliminado en casi todos los demás países
latinoamericanos.
La llamada democracia burguesa es una forma de
dominación de los capitalistas. En México la burguesía
llegó a convencerse que el fraude electoral era insoste-
nible y podría tener consecuencias peligrosas. Por ello y
como resultado de negociaciones entre distintas fraccio-
nes de la burguesía se implementó una supuesta “transi-
ción a la democracia” que pretendía imponer una demo-
cracia limitada, con altos requisitos para la participación
electoral de los partidos, imposibilidad de candidaturas
independientes, y rígido control de los procesos electora-
les, que sin embargo no excluía la posibilidad de fraude,
que probablemente ocurrió en la elección presidencial de
2006. Sucedió en circunstancias en que en varios países
latinoamericanos ya había avanzado considerablemente
un proceso de desprestigio de la democracia representa-
tiva, que seguramente se agudizará en el resto del mundo
en la medida en que se profundice la lucha de los traba-
jadores contra la devastadora crisis económica desatada
en 2008. Este desprestigio se reflejó, por ejemplo, en el
descenso de la participación electoral desde 1945 y en
un impresionante aumento del voto nulo en Argentina,
Brasil, Bolivia, Chile, Perú y Ecuador, que alcanzó
en varias elecciones que tuvieron lugar en el último medio
siglo, cifras del orden de 10, 20, 30 y hasta más del 40%;
y en algunos de los países del “socialismo realmente
existente” en que la transición a la democracia fue inicial-
mente seguida por una alta participación electoral, cayó
12
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rápidamente y fue además acompañada por altos niveles
de abstención y votos nulos. Probablemente el dato más
significativo en cuanto a desprestigio de la democracia
burguesa es que aparentemente por primera vez en la his-
toria fueron derribados por rebeliones populares gobier-
nos electos, en los casos del De La Rúa en Argentina en
2001 y Sánchez de Lozada en Bolivia en 2003, en tanto
que anteriormente sólo lo eran dictaduras militares. Por
otra parte la ofensiva neoliberal que se produjo en todo el
mundo llevó a las privatizaciones masivas, a la apertura
indiscriminada al capital trasnacional y al empeoramiento
de la situación de los trabajadores.
Lo anterior es pertinente en tanto que muestra que el
caso mexicano de fallida transición a la democracia no es
único. Los ideólogos de la burguesía imaginaron durante
más de un siglo que la democracia representativa era la
forma más perfecta de gobierno y que continuaría duran-
te cualquier futuro previsible. La realidad está mostrando
que tuvo su auge y que estamos en un momento en que
comienza su caída. La fallida “transición a la democracia”
en México se inscribe entonces de este marco de rebelión
de las masas contra la democracia representativa, a la
que ven como poco representativa e incapaz de resolver
sus problemas.
Cuando apareció el Partido de la Revolución
Democrática, que retomó algunas de las consignas nacio-
nalistas de la década de 1930, pero se mostró incapaz de
dirigir a las masas en la lucha contra la ofensiva neoli-
beral. Ni Andrés Manuel López Obrador ni los partidos
que lo apoyan representan una alternativa válida para el
proletariado y las masas populares.
Uno de los más difundidos argumentos a favor de éste
es que su elección representaría un freno al avance de la
derecha. Sostengo que la clasificación de derecha, centro
e izquierda no es adecuada, sino que es más correcto
referirse a revolución, reforma y contrarrevolución. Y que
los mexicanos, además de serlo, somos también seres
humanos, y que vivimos una situación radicalmente
diferente a la de 1938, en que la lucha por la soberanía,
y su caso emblemático, la nacionalización de la industria
petrolera, estaba en el centro de la política mexicana. En
este momento el problema central de la humanidad, que
toda la burguesía pretende ocultar o minimizar, es el del
calentamiento global, que la amenaza con un brutal retro-
ceso, que incluso podría llevar a la extinción de la especie
humana, por inundación de áreas habitables y cultivables,
que crearía centenares de millones de refugiados, por
desertificación y por envenenamiento de la atmósfera
por ácido sulfhídrico proveniente de los fondos marinos.
En este aspecto Andrés Manuel López Obrador ha callado,
igual que los demás candidatos. Pero además es el único
que ha manifestado de manera reiterada que México debe
seguir siendo un país petrolero, como si no hubiera nin-
guna relación entre esta proposición y el calentamiento
global. Que pueda seguir siéndolo es sumamente dudoso,
y que deba seguir siéndolo es una proposición deriva-
da de la inconsciencia ambiental, que es una posición
contrarrevolucionaria sostenida por la mayoría de los
gobiernos. Pero además su propuesta de construir cinco
refinerías es la más descabellada de la historia política
mexicana desde la igualmente disparatada del presiden-
te José López Portillo y su asesor en materia energética
Juan Eibenschutz, formulada a comienzos de la década
de 1980, de construir veinte centrales nucleares. En este
caso lo es porque si el calentamiento global representa
esta amenaza tan efectiva como terrible, luego hay que
disminuir el consumo de combustibles fósiles y no con-
tinuarlo. Y porque además se trata de una inversión alta,
de decenas de miles de millones de dólares, en circuns-
tancias en que la rentabilidad de las refinerías es baja, y
solamente se justificaría si hubiera petróleo para refinar
durante treinta o cincuenta años, en tanto que no hay
ninguna garantía de que efectivamente lo habrá dentro
de diez.
López Obrador es igualmente contrarrevolucionario
en su posición respecto a los salarios de la clase traba-
jadora. Los salarios promedio en México son menores a
los de Brasil y China, de acuerdo a datos del U.S. Bureau
of Labor Statistics; y los mínimos son inferiores a los de
Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Belice,
Colombia, Marruecos, Tailandia y Túnez, entre otros
países (wikipedia).
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Los bajos salarios son la causa principal de la con-
centración de la riqueza en México, pues estos y la nega-
ción de los derechos laborales permiten que quede en
pocas manos la riqueza producida por los trabajadores.
La concentración de la riqueza que existe en México
se ha agudizado durante la época de los presidentes
neoliberales, tanto priistas como panistas. Durante los
últimos 30 años los empresarios nacionales y extranjeros
han concentrado en sus manos una cantidad cada vez
mayor de la riqueza producida en el país, como puede
apreciarse en la siguiente información del INEGI.
En 1976, la parte del Producto Interno Bruto que
correspondió a los trabajadores por la vía de salarios,
fue el 40%. En octubre del 2011 el INEGI informó que la
participación de los salarios en el Producto Interno Bruto
fue de sólo del 28.2%, es decir 11.8 puntos porcentuales
menos que en 1976. Pero estos 11.8 puntos son el 29.5%
de 40. Es decir, de 1976 al 2011, la parte del PIB que
corresponde a los trabajadores disminuyó un 29.5%
Pero en el 2011, según este informe, la participación
de las ganancias empresariales fue de 62.1%, es decir 14.4
puntos porcentuales más que en 1980, pero estos 14.4
puntos son el 30.1% de 47.7. Es decir la parte del PIB que
correspondió a las ganancias empresariales aumentó del
1980 al 2011 en 30.1%. Desde 1976 al 2011 la parte del PIB
destinada a los trabajadores no ha hecho más que bajar.
En México, los empresarios mexicanos y extranjeros,
por cada dólar que invierten en salarios, recuperan cua-
tro, mientras que en Noruega y Dinamarca, que son de
los países más igualitarios del mundo, por cada dólar los
empresarios sólo recuperan 1.5.
Los bajos salarios son la causa principal de la concen-
tración de la riqueza en México, pues estos y la negación
de los derechos laborales permiten la concentración en
pocas manos de la riqueza producida por los trabajadores.
La concentración de la riqueza que existe en México
se ha agudizado durante la época de los presidentes
neoliberales, tanto priistas como panistas. Durante los
últimos 30 años los empresarios nacionales y extranjeros
han concentrado en sus manos una cantidad cada vez
mayor de la riqueza producida en el país. La parte del PIB
destinada a los trabajadores no ha hecho más que bajar,
mientras que la parte del PIB que se va a las ganancias no
ha hecho más que aumentar.
El Proyecto Alternativo de Nación de López Obrador
menciona que es necesario el mejoramiento de los sala-
rios de trabajadores, pero deja bien establecido que dicho
aumento estará sujeto a tres factores, a saber: a) Un fac-
tor político, que no menciona cuál es o en qué consiste;
b) Un porcentaje de aumento que siempre será superior a
la inflación, pero tampoco dice en qué medida lo será; y
c) Un aumento de la productividad. Si tomamos en cuenta
que los dos primeros factores no los especifica y, que por
tanto, no asume sobre ellos compromiso alguno, tenemos
que concluir que el único factor que permitirá un aumen-
to de salarios será el aumento de la productividad.
Hacer depender el aumento de salarios del aumento
de la productividad es precisamente la política salarial
del neoliberalismo, porque ello garantiza que la tasa de
ganancia de las empresas no será nunca tocada por las
demandas salariales.
Antes de la aplicación de las políticas neoliberales,
los salarios en México representaban del 10 al 12% del
precio de venta de las mercancías. Hoy en pleno neoli-
Alfredo A. López García
14
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beralismo sólo representa el 5 o el 6% de dicho precio.
Walmart tiene por norma inquebrantable que los salarios
no sobrepasen nunca el 5% del precio de las mercancías.
Y desde que llegó a México es el ejemplo a seguir de
todas las empresas mexicanas. Si el costo de la fuerza
de trabajo ha bajado del 10 o 12% al 5% o 6% del precio
de las mercancías, significa que ahora con el neolibe-
ralismo, a los trabajadores les toca sólo la mitad de lo
que antes les tocaba de la riqueza que ellos mismos produ-
cen. Si valuamos los salarios en relación con la parte que
les toca a los obreros de la riqueza por ellos producida,
el neoliberalismo ha reducido en un 50% el salario real de
los trabajadores.
Pero el poder adquisitivo del salario ha bajado mucho
más, como consecuencia del gran aumento de precios
que ha habido, a pesar de que no existe inflación. Ha baja-
do el poder adquisitivo del salario porque sufrimos una
carestía sin inflación. Este fenómeno muestra claramente
que los aumentos de salarios no son la causa del aumento
de los precios, pues estos han aumentado mientras los
salarios han bajado.
Por lo anterior, sostenemos que aumentar los salarios
sólo en la proporción en que aumente la productividad,
como lo propone el Proyecto Alternativo de Nación, es
precisamente perpetuar esta sobreexplotación de los tra-
bajadores, con el propósito asegurar de manera perma-
nente un alto porcentaje de ganancias para las empresas.
Y no es que los salarios salgan de las ganancias de los
empresarios. Tanto los salarios como las ganancias salen
de la riqueza producida por los trabajadores y es siempre
la correlación de fuerzas entre trabajadores y empresarios
la que decide que parte de esta riqueza reciben los traba-
jadores por la vía de los salarios y que parte se llevan las
ganancias empresariales.
¿Qué nos dice lo anterior? ¿De qué lado está López
Obrador, del de la burguesía o del proletariado? La
respuesta es obvia, para los trabajadores reflexivos
y conscientes no puede haber dudas, López Obrador es un
enemigo de los trabajadores que pretende legitimar
las tasas de ganancia de los capitalistas, y la conclusión
es que votar por López Obrador es votar por más de
lo mismo, por la política de la contrarrevolución. No vote
por López Obrador, anule su voto, ¡sólo la lucha de los
trabajadores puede cambiar esta situación!
Fotografía Karla Mariana Cruz Jiménez
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JoRge bRavopor Vicente Fox y Felipe Calderón, gobernó a favor de
las televisoras privadas. La alianza de ambas a través
de Iusacell es la decisión política y económica más per-
versa porque fue el resultado natural de no haber regula-
do a los medios, de otorgarles prebendas, de dejar pasar
y de ceder a sus reclamos.
Los comisionados de la Cofeco fueron sometidos
a chantajes y presiones indebidas y esa circunstancia
propició que el Pleno del órgano antimonopolios modi-
ficara su resolución del 24 de enero de 2012 al analizar
el recurso de reconsideración que interpusieron ambas
empresas, permitiendo la concentración. La Cofeco
impuso condiciones inciertas que no sólo propusieron
las televisoras sino que además les benefician sobre
manera, lo que hace dudar de la eficacia de las mismas
a futuro.
El siguiente es un listado de por lo menos diez
favores gubernamentales en los últimos 12 años. Habrá
quien piense que es un tema ideológico, pero cuando
sólo dos empresas concentran 95 por ciento del total
de las frecuencias concesionadas, y esa concentra-
ción de recursos comunicacionales no se ataca desde
la autoridad, cualquier iniciativa, decisión u omisión
de la misma tendría a favorecer aún más a esos dos
grupos mediáticos.
1. El “decretazo” del 10 de octubre de 2002, que
redujo de 12.5 a 1.25 por ciento el tiempo que los
medios electrónicos otorgan en especie al Estado
Sorda a los argumentos, las explicaciones, los
datos duros, los reclamos y la historia de abu-
sos y prebendas; ciega a la excesiva concentra-
ción televisiva y a las implicaciones de la convergencia
tecnológica en la distribución multiplataforma de conte-
nidos, el Pleno de la Comisión Federal de Competencia
(Cofeco), con excepción del voto en contra del comi-
sionado Miguel Flores Bernés, autorizó el 14 de junio
la concentración entre Televisa y TV Azteca a través
de Iusacell.
Esta decisión se suma al conjunto de privilegios que
el Partido Acción Nacional (PAN) otorgó a los dos grupos
que controlan la televisión comercial abierta y que ahora
son socios en la telefonía y el Internet móviles.
Este artículo se escribe antes de conocer el resulta-
do de las elecciones federales del 1º de julio. Todas las
encuestas indican que el PAN no conservará el poder
federal. Cada ciudadano tendrá sus razones para no
refrendarle su confianza al partido que se autodenominó
como del “cambio” pero que la historia lo coloca como
de la continuidad e incluso el retroceso y la impericia
para gobernar. El PAN no la tuvo fácil pero en materia de
medios de comunicación, no tengo duda, fracasó en su
democratización, en su apertura, en su función social;
tampoco tengo duda de que el panismo, representado
1�
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mexicano. A partir del año siguiente se disparó de
manera exponencial el gasto público en comuni-
cación social, cuyas principales beneficiarias han
sido precisamente las televisoras privadas. En 2002
las erogaciones en materia de comunicación social
ascendieron a mil 987.5 millones de pesos; en 2003,
tras el “decretazo”, la cifra creció a 3 mil 88 millones
de pesos. Éste fue el inicio de una serie de decisio-
nes cuestionables; el impacto económico de cada
una de ellas ha sido en beneficio de Televisa y TV
Azteca. La única excepción fue la reforma electoral
de 2007-2008 que modificó el modelo de comunica-
ción política y prohibió la contratación de tiempos
y espacios en los medios de comunicación y, por
lo tanto, mermó sus ingresos durante los procesos
electorales. Sin embargo, las televisoras ya tienen
dispuestas en el Congreso de la Unión una “tele-
bancada” que podría promover una contrarreforma
electoral y recuperar la contratación de pautas en
los medios electrónicos.
2. La toma de las instalaciones de CNI Canal 40 en
el Cerro del Chiquihuite por parte de un comando
armado enviado por Ricardo Salinas Pliego, conce-
sionario de TV Azteca, el 27 de diciembre de 2002.
Desde entonces el empresario se hizo de un canal
adicional de cobertura local de manera ilegítima,
sin que hasta el momento la autoridad haya actua-
do conforme a derecho. Independientemente de los
préstamos y alianzas que haya realizado Salinas
Pliego, hacerse del control de un canal de televisión
no puede ocurrir sin la intervención de la autoridad,
pero así ocurrió. La toma de las instalaciones y de
la señal de Canal 40 sigue irresuelta; la toleró Fox y
Calderón no la resolvió.
3. El acuerdo de adopción del estándar tecnológico
ATSC/53 (seleccionado por la CIRT), la política de
transición a la Televisión Digital Terrestre y el mode-
lo de multiprogramación, promulgado en 2004 por
Vicente Fox, mismo que no promueve la pluralidad.
En este mismo acuerdo se refrendaron las frecuen-
cias de las televisoras hasta 2021 sin el pago de
una contraprestación.
4. La aprobación unánime por 327 votos y en sólo
siete minutos, el 1º de diciembre de 2005, de la
llamada Ley Televisa, y su posterior publicación
en el Diario Oficial de la Federación en abril de
2006. La iniciativa incluía, entre otros artículos
perniciosos como el 28, la posibilidad de que sólo
las empresas de radiodifusión pudieran ofrecer
servicios adicionales de telecomunicaciones sin
necesidad de una licitación. Aunque esta iniciativa
fue desmontada por la Suprema Corte de Justicia
de la Nación, el régimen jurídico de la radiodifusión
Aída Emart
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1�
y las telecomunicaciones permaneció intocado y, por
lo tanto, a favor de las televisoras. Es decir, las refor-
mas favorecían al duopolio, pero dejar la ley como
estaba también…
5. El Acuerdo de Convergencia de 2006 que permite
a los operadores de televisión y audio restringidos a
ofertar telefonía (Televisa concentra 53% del total de
suscriptores de televisión de paga), pero le prohíbe
a Telmex utilizar su red para dar televisión. Más
de seis años después, esta restricción sigue pesan-
do sobre el principal operador de telefonía fija e
Internet; en cambio, no se ha abierto la compe-
tencia en el mercado de televisión abierta. Puesto
que Televisa tiene al mayor número de clientes
de televisión de paga, impedir durante un sexenio
que Telmex compita en ese mismo mercado implica
una medida proteccionista no a favor de los usua-
rios sino de las empresas controladas por Televisa.
6. Diversas autorizaciones por parte de la Cofeco
para que Televisa pudiera adquirir porcentajes
mayoritarios de empresas de cable como Cablemás,
Televisión Internacional (TVI), además de Bestel, que
cuenta con una amplia red de fibra óptica, durante
2006 y 2007. Es decir, la autoridad permitió concen-
traciones (sobre todo en televisión de cable) cuando
la empresa ya tenía una participación importante
en ese negocio. Por si fuera poco, las condiciones
impuestas para autorizar algunas de esas operacio-
nes no han sido debidamente cumplidas por parte
de Televisa.
7. El otorgamiento (10 de junio de 2010) al grupo
de inversionistas integrado por Televisa, Telefónica
y Megacable de un par de hilos de fibra oscura de
la Comisión Federal de Electricidad, por la irrisoria
cantidad de 884 millones de pesos. Han pasado dos
años y todavía no iluminan ni operan esa infraes-
tructura básica, que se concesionó a bajo costo para
fomentar la competencia y la inversión en el merca-
do de las telecomunicaciones.
8. La asignación de un bloque de 30 Mhz a la alianza
Televisa-Nextel a precio de ganga, 180.3 millones de
pesos, cuando los otros competidores pagaron más
de 5 mil millones de pesos por un bloque similar
del espectro radioeléctrico en la polémica licitación
21. Aunque fue la propia Televisa la que rompió el
acuerdo comercial con Nextel, la autoridad no dejó
de otorgar los títulos de concesión cuando todavía
estaban aliadas ambas empresas.
9. La falta de compromiso para impulsar una legisla-
ción integral en radiodifusión y telecomunicaciones.
El PAN –secundado por otros partidos en ambas
cámaras del Congreso– presentó la iniciativa de
Ley Federal de Telecomunicaciones y Contenidos
Audiovisuales, el esfuerzo más acabado por refor-
mar el régimen legal en esta materia. Sin embargo,
el alejamiento del gobierno y su partido para sacar
adelante su propia iniciativa fue absoluto.
10. El retraso intencional en la licitación de fre-
cuencias para nuevas cadenas de televisión abierta.
Con la alianza Televisa-Iusacell la Cofeco ha querido
configurar un monopolio convergente que se enfrente a
las principales empresas de telecomunicaciones de este
país, pero con ello no protege el interés público ni el
bienestar de los consumidores, sólo el provecho priva-
do de las empresas. La Cofeco ha pretendido equilibrar
el mercado de las telecomunicaciones, pero erradicó de
un plumazo la escasa competencia que existía en radio-
difusión, fusionando a las dos televisoras que concen-
tran 95 por ciento de la audiencia.
No existe un sólo argumento a favor de la competen-
cia económica para haber autorizado la alianza, máxime
cuando el mercado de la televisión abierta se encuentra
altamente concentrado y el gobierno dejó pasar todo el
1�
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sexenio antes de licitar nuevas frecuencias para televi-
sión abierta. A lo anterior se suma el esquema de multi-
programación contenido en la política de transición a la
Televisión Digital Terrestre, el cual no requiere licitación
ni contraprestación para ofrecer servicios adicionales, ni
siquiera autorización por parte de la Cofetel, además de
que impide la pluralidad de voces.
Como ocurrió con la llamada Ley Televisa, esta deci-
sión (que vuelve a favorecer exactamente a los mismos
protagonistas) ocurre en medio de un complejo proceso
electoral. Una vez más, la clase política, el gobierno en
turno y los reguladores vuelven a ser frágiles ante el
poder de chantaje de las televisoras, acrecentándolo
todavía más con decisiones regresivas como la de la
Cofeco. Se produce, además, cuando las televisoras
privadas, principalmente Televisa, enfrenta una de sus
mayores crisis de credibilidad, cuando está envuelta
en un escándalo que ya alcanzó dimensiones internacio-
nales, y cuando activos sectores de la sociedad reclaman
la parcialidad y los sesgos informativos de las dos televi-
soras que ahora estrechan vínculos comerciales gracias
a la obsequiosidad de quienes debieran velar por la com-
petencia y prevenir concentraciones anticompetitivas.
Todo lo anterior no puede entenderse sino como una
instrucción presidencial. Es precisamente el Ejecutivo
Federal el responsable directo del otorgamiento de privi-
legios y prebendas a través de los organismos regulado-
res como la Cofeco y la Cofetel, capturados por los inte-
reses político-electorales de la actual administración.
Este ramillete de dádivas a cambio de nada, pues el
gobierno ha perdido el rumbo y su partido ocupa el ter-
cer lugar en las preferencias electorales, sólo documen-
tan históricamente que el presidente Felipe Calderón
gobernó en beneficio de Televisa y TV Azteca. Mientras
tanto, la sociedad permanecerá en espera de la demo-
cratización de los medios de comunicación. Todos estos
regalos del gobierno le permitirán a Emilio Azcárraga
Jean y Ricardo Salinas Pliego “vivir mejor”…
@beltmondi
Alonso
conf
abul
ario
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confabulario
Benjamín Torres UBalle Sensaciones
En la sonoridad del gran silencio viven;
los amantes convergen, en el ser, en el querer.
Palpitan las sensaciones de sus almas, en las sombras, en las auroras.
Se comen deseosos, ansiosos, a besos;
estremecen, rendidos florecen.
Incontrolados, son cauces de sus vidas;
álamos pariendo a impulsos nuevos.
Perdidos, solos, en el llano infinito de sus trenzados cuerpos.
Así renacen, viven.
¡Ah!, los amantes: se buscan, se encuentran, se pierden... reverdecen en su follaje.
Eternizadas noches, delirio.
Pausas interminadas, claros y sombras, sí, permanecen nunca se han ido.
Ninguna dicotomía, son raíces singulares. Breve dilema, cantan sus manos.
Ellos: cielo, infierno, llanto, risa, nada;
en lo extraño del amor, confluye todo.
Rendidos sucumben en la planicie voraz de la vida, de sus sexos, de su tiempo.
Los amantes son nuevos y viejos, eros y juegos, sueños inmersos.
Los amantes, los besos, los tiempos; sus ojos, sus manos; son otra vez, cielo e infierno.
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El
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Laberinto
Blancos muslos de luna,
en el laberinto de tu tarde, cautivos yacen perdidos.
Se embriagan presuntuosos en mi boca, en las horas (vividas).
Cabello de trigo soleado, extasiado, anclas mis manos a tus senos.
Ríos furiosos te cercan como al silencio las ansias plenas.
En el claustro de humedad, el eco de tu cuerpo solitario me provoca.
La verdad de tu belleza socava al tiempo, como la hierba.
Dame, indulgente, la paz que necesito, hoy que muero por ti.
Hoy que suave me deslizo, hoy que en tus ojos fugitivos, dócil... agonizo.
Ruiseñor
En las noches no soy... me voy... puntual.
Me despojo del fastidio, de este cuerpo ruidoso, estorboso.
Viajo asido de las alas del ruiseñor nocturno,
desboco ya en el enigma del mar de escasos sueños.
Soy húmedo dolor cautivo, incontinuada flor, sonoros mis latidos.
Llegan las voces, apuran, se marchan; las quiebro y me rompo.
Vueltas más vueltas, son lo que no quiero; espacios, palabras, todo el silencio.
En las noches soy también como ermitaño,
juego desnudo con las estrellas, con el alma, con el permutar del ansia entera.
Arriba soy fuego, anfitrión de lo perdido; en mi cama absurdo juego comodino.
Juglar es mi disfraz en las sombras juguetonas del final de mi existencia.
En las noches ya no estoy... me quedo en la imponencia plena de los sueños.
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Encuentro
Un día, como la luz y la obscuridad, tú y yo nos encontramos;
guardé luego en mi raído pantalón: tus afortunados ojos claros.
Desde allí eres la mañana, tarde fugaz o espontánea y corta noche.
Bailadora tenaz en los acordes de la Luna, y me procuras cual sueño inmortal;
cual niño de algodón en horas de fortuna, igual que juego frutal como divertida cuna.
Tan fuerte eres, más que la perseverante lágrima del cielo. Tierra húmeda.
Te plantas desnuda en arcoiris luminoso y perteneces a él, te entregas a él;
y luego me acometes como vida nueva en el horizonte. Así me acometes,
así indefenso, rendido, me sometes.
Un día, como a la poesía, te vi, desnuda, hermosa, extraviadamente mía.
Reposabas, te mojabas. En el arroyo etéreo tus pasos dilataban, me miraban.
Otro día, me abrazabas en tu viaje de centellas, de tañer miradas ansiadas.
Me llevas, me mueres, en las oquedades de tu risa cierta.
En tu viaje, en tu silencio, en las estrellas, en las mariposas, cual estatuas.
En las voces tan amadas.
Espontánea, brotas impetuosa, a borbotones, como aroma del durazno.
Te amo más que el pan en mi desvencijada mesa, en la indeleble letra del
candor de mi existencia.
Agradezco a plenitud tu amor, tu naturalidad, tu inconsciencia, tu fervor.
Un día recordé, un día caminaré, siempre a tu lado.
Hoy, activo soy en tu silencio, en la obscuridad, en tu corazón...
Y tus afanes cotidianos.
www.benjamintorresuballe.blogspot.com
Hugo Navarro
22
El
Bú
ho
roBerTo BañUelas*
Aunque tropecemos con el alma doliente que se pro-
clama guardiana de los delirios y extravíos del amor que
carcome los segmentos imantados de la hora esperada, el
camino de perfección deambula dentro del ser.
II
Las entrevistas de los medios de enajenación ratifican la
traición a la palabra del hombre y al pacto celebrado con
una dimensión de dignidad degradada por quienes la pre-
dican desde la cumbre de su vacuidad verbal.
El último aviso no es escuchado porque ya es sabido
que mienten los profesionales de la caridad, la palabra
salvadora y la redención.
El amor a los héroes fatigados se adormece en la
declamación de actores muy agradecidos de que el públi-
co no se duerma ni haga comentarios con voz ríspida para
eyacular ripios anémicos de posible concepto.
En el claro arroyo de la oscura fe, la identidad con
los ángeles caídos encuentra la respuesta en un laberinto
de afectos y silogismos con la telaraña del insomnio que
propicia el original y la copia certificada del concepto.
Ululan y pululan las interrogantes de la existencia,
advertidas por la muerte con su final irremediable.
I
Con el alba impaciente que logra desmanchar la
oscuridad de los montes, heredamos las ausen-
cias y la fatiga de las frustraciones de ayer, pero
nos despertamos para soñar ficciones memorizadas en el
insomnio turbio, acompañados de la rebelión con forma
de gastritis incendiaria
En el otro barrio, donde abundan los paraísos alu-
cinados, el rock and roll aumenta de peso y se hipnotiza
con los meteoros de proyectores lumínicos que trituran el
movimiento de las sombras sufrientes.
Emancipada del juicio y la razón, cada pareja se
mueve en el ajedrez de una soledad cambiante y poliédri-
ca, sin más encuentro que la falta de identidad frente a los
espejos perversos de la furia y la deformación.
Tránsfuga irredento del amor que corona al instante
esperado, el hombre se hunde en silogismos y sofismas
mientras el alba se transforma en la agresión de un sol
dominante.
El camino de perfección deambula dentro de nosotros
aunque tropecemos con el alma que se proclama guardia-
na de delirios, ensueños y extravíos frente al amor que
tritura los segmentos de la hora esperada.
El rey de copas brinda para festejar el desfile coti-
diano de los desertores que reptan y giran en círculos de
niebla donde ululan los búhos y ya no anida la luz.
Todo mañana será mejor para vivir y, con más rigor,
para morir. Héroe de mil batallas, emplearás tus vacacio-
nes sabáticas en escribir la crónica cíclica de los merce-
narios y los vencidos.
Roberto Bañuelas
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abul
ario
23
horas y en todo valle, sin reproches de infidelidad o de
adulterio crepuscular. Toda confidencia se anula entre
el secreto y la delación contra la ruta del cautivo de tus
encantos y tu arte misterioso de mentir.
En la altura que propicia la germinación de los
abismos, la rebelión y la venganza se organizan contra
la plaga de almas, dolientes e incompatibles frente a la
legión de madres solteras y dolorosas en las aguas estan-
cadas de la angustia familiar.
El antagonismo de un De Profundis marchito resulta
estéril contra un Réquiem venerado por los herederos de la
ausencia, coronada cada día por un presente inconcluso.
Junto al árbol caído de los testimonios sinceros, la
envidia isa su bandera triunfante y se ríe del boicot orga-
nizado contra su inconfesada membrecía. El presente
hace su visita persistente para dar ánimo a los incom-
prendidos que ya no cuentan con el sacrificio deseado de
los demás.
IV
Los adversarios, los rivales y los enemigos, disfraza-
dos de leales competidores, navegan armados de sub-
terfugios y silogismos afilados en las cabezas de los
aspirantes menores.
En el camino peligroso de ser yo, de ser tú, nos com-
prometemos con el acto de crear y de celebrar el amor,
tan cerca del instinto y tan lejano de tu alma, espejismo
mutante en cada primer aniversario de ausencias.
Nos hacemos cazadores de quimeras y pescadores de
sueños sobre una barca sin velamen y sin remos, frente al
sol calcinante y la amenaza que cumplirá cada tormenta.
Si los héroes hablaran nos harían el relato del pri-
mer motín y de las batallas ganadas por el enemigo
con mejores armas, la voluntad infinita y parcial de un
dios vengador.
Entre la noche de pétrea oscuridad, el buque fan-
tasma es el más sólido de todos los espectros, y, entre el
temor y el desamparo, deseamos que la nave y su tripula-
ción nos confundan con los espíritus errantes de remotos
pescadores.
El paisaje tirita con cada atardecer del otoño cobrizo,
indiferente a la obstinación de las estatuas que prefieren
perder la cabeza, las manos y los brazos antes que claudi-
car frente a la historia oficiosa y falaz.
Las sonoras meretrices acompañan sus danzas con
risas afiladas en el albur y en el calambur contra clientes
fatigados que pagan por ver.
El arrobamiento del espíritu comienza con el esplen-
dor de la carne y las caricias que acompañan a las cum-
bres florecidas de los senos y la melodía ondulante del
trasero que va de la pera a la manzana y a la mandolina,
tejedora de la red melódica del encantamiento total.
Los sabios combaten el invento espontáneo de la
soledad con fórmulas de ardiente invocación. El vegeta-
rianismo circula por el sistema exacto de los rumiantes,
futuras víctimas de carnívoros ilustrados en la previsión
tecnológica del reparto equitativo de la pobreza.
Que no se os olvide, adoctrinados empresarios,
que antes que el pan de cada día, primero está el impe-
rio de este siglo promisorio del milenio y del reino de
este mundo.
La propiedad privada se alimenta de la costumbre de
privar de la propiedad a quienes se resignan a sobrevivir
para lograr la salvación del alma. ¡Así sea!
III
Esta ansiedad estética de cumplir cada día con el sueño
incompleto de la Creación, es casi siempre una ceremonia
de alto riesgo frente a la compartida incomprensión de
aquellos que prefieren creer en todo antes que penetrar
en el desafío de saber o de dudar.
Con dos docenas de mitos bañados con sangre se ha
hipnotizado al género humano para someterlo y esclavi-
zarlo a favor de los dueños del poder.
Las calles soportan el estruendo y la afrenta del
reparto de promesas, lamentos, aullidos, sollozos y afir-
maciones reiterativas de la primera persona, anulada en
la multitud, tan definida en la confusión como alejada
del vértigo de un vals vienés.
El parto del horizonte se practica sin dolor, a todas
24
El
Bú
ho
amurallado de olvido, es un infausto navegante proclive a
las invocaciones celestes.
¿Cómo identificar el amor que no sea locura?
En defensa de la breve existencia, recurrimos a la
metamorfosis de ser un ángel caído que ya conoció a Dios.
Aceptamos la confusión del comienzo de la agonía
con el siempre profetizado fin del mundo.
Cada generación inventa y pule sus mitos. La excep-
ción de la regla, solitaria por diferente, se refugia en el
difícil vértice de la grandeza. La ronda de sicarios cambia
eslabones por monedas. El cazador furtivo, con armadura
de silencio, prefiere la laguna de la noche en su lento viaje
al conocimiento de su otro yo.
Al reino lejano, vigente e inaccesible, lo acercamos al
espejo interior de los ensueños. La naturaleza es el campo
fértil de la ficción marchita.
La verdadera fe se afirma en tolerar tanto a los demás
como a nosotros mismos, en el placer y en el dolor.
La nueva interpretación de todo ceremonial y encan-
tamiento, no se debe a la asamblea de soñantes despier-
tos que se celebró en la cumbre del mensaje místico, sino
a la metamorfosis cíclica que hace de la evasión otro
encuentro en la galería abigarrada del descontento.
Ni los demagogos ni los aprendices de demiurgo
pueden hacer nada contra el mal de crisis, herencia
siniestra que envenena la diaria misión de vivir. Cada
ministro ejemplar cumple su misión de pronosticar solu-
ciones lejanas, pero sin omitir las advertencias fatales en
tercera dimensión.
Los caminos de ceniza son círculos falaces que, por
fatiga o descontento, nos conducen a ser testigos con la
firma de un derecho cósmico que no evitará el castigo
para los almanautas fanáticos.
Los encantos de la ciudad se muestran solidarios
con aquellos que pueden sufragar la fragua del placer, y
cuando todo se llene de ausencia y nostalgia, llegarán los
elegidos a rendir culto a las nereidas mientras algún idea-
lista suicida retoca el peinado de Medusa.
*Tomado del libro inédito El ocaso de los quelonios, de
Roberto Bañuelas.
El número final de la fiesta lo realiza el amor
que dijo ser sincero. Las hormigas y las cigarras se
disputan el prestigio de los fabuladores sin empleo.
La mejor curación no vendrá del desencanto de un vals,
sino del nocturno amor prolongado hasta la lumbre del
nuevo amanecer.
El hombre se hace creyente de la felicidad en la
redención amorosa del duplicado sin mácula de otro ase-
dio matriarcal.
Las voces del árbol tienen horario fijo de pájaros
canoros que sintonizan sus trinos a pesar del estruendo
del planeta. La identidad repetida de mis delirios amoro-
sos sustituye al trono vacío de tu partida.
Yo también, como sabio entusiasta de la renovación
sideral, me inscribo en un curso intensivo de castidad
en un instituto para desinhibidos militantes, del cual soy
expulsado después de la tercera lección.
En la premonición de un final circular, me agrego a
la peregrinación de viajeros solitarios y agnósticos tensos
cuya única salvación se presiente en el templo lejano de
la mujer amada.
V
La caza mayor de afectos se trocará en trampa para
solitarios extraviados en busca de sí mismos. El amante,
Alberto Calzada.
conf
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manUel espinosa sainosKxa kiwi tamputsni
Antá kxa kiwi tamputsni,
antá kxa xtikninki kihtsukut,
antá kxtatlinkan laktsu spun,
kmakinít xtalismanín takgosni.
Antá kxakgan kiwi,
antaní luxtikninki tasiyú,
antaní akganuwakakgoy masekg,
antani akganuwaka kintamputsni,
antaní kgoskgoy xpipilekg,
litasiwiy paluwa xtachiwin kin tse.
Antá kxa kiwi tamputsni,
antaní wi tipalhuwa tatlín,
antaní walakgolh tokgonanín,
kmakinit xlitliwakga kilitutunaku.
En el árbol de los ombligos
En el árbol de los ombligos,
de verdes orígenes,
collar de pájaros,
conservo la costumbre de volar.
En las ramas intensamente verdes,
hogar de nidos colgantes,
vuelo de mariposas,
se teje la palabra de mi madre
con el cordón umbilical.
En el árbol de los ombligos,
de cantos diversos,
de parteras perpetuas,
conservo la esencia
de mis tres corazones.
Kintala kiwi
Kintala kiwi
kimasiini lantla nakxanatlay antaní kakaspupulu,
kimasiini lantla ninakmakgaxtakga kataxawat,
kimasiini lantla ninakmakgaxtakga xmasekg kílhxkaki.
Kintala kiwi
kiwani lantla ninaklakglipuwan kisakgsitawakat,
kiwani lantla ninakmalakgsputuy xamakgan talhtsi,
kiwani lantla naklakgastakgwanampalay akxí nak niy.
Damián Andrade
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El
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Hermano árbol
dime cómo desprenderme de mis frutos,
conservar la semilla antigua,
resucitar después de muerto.
Hermano árbol
enséñame a extender la mano derecha
a quitarme el sombrero, a arrodillarme
y persignarme, a ofrecer los collares de flores.
Hermano árbol
dime cómo sostenerme desde mis raíces,
brotar de entre la hojarasca
escribir una diversidad de cantos en mis ramas.
Yo también tengo cicatrices en los ojos,
machetazos en el tallo,
una piel que se descascara con el paso del tiempo,
y una esperanza que se enreda entre mis hojas.
Kintala kiwi
kimasiini lantla naklipakgachapanan kimpakgastakat,
lantla naktakgxtu ki akgpakgat, lantla naktatsokgosta,
lantla naktalakalhka, lantla nakmapixnunan xanat.
Kintala kiwi
kiwani lantla naklitatliwakglha kintankgaxekg,
kiwani lantla nakpulhtakiy kkatwanín,
lantla naklakkaxtlaway tipalhuwa tatlín k kiakgatawán.
Kintala kiwi
na kkgalhi kixtatu kkilakgastapu,
naklikatsanaway lantla kintantikakanít,
nataxuy xlimakgas kimakniliway,
napatsakgoy xatlan latamat kintawanín.
Hermano árbol
Hermano árbol
enséñame a florecer en los campos desiertos,
al corazón de la tierra sujetarme,
a sostener los nidos colgantes.
Lilia Luján
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Kamaxki talakaskín napulha kxakgspun tiyat
mintalhtsi xatutunaku,
lakampi lipaxaw nalistaka sen,
lakampi lipaxaw nakgalhiy ksakgsi tawakat.
Paks kamawaka kxakgan kiwi mintachiwín
lakampi liya liya naxanaja pekwat
akxni nawakán pa´pa,
chu lakampi naxanaja xkaknika ninín.
Kxakgan kiwi kamawaka
xtatlinkan lakgkgolán,
lakampi stlan tawakat nalitaxtuy xlisakgsi,
lakampi tlan nalikgalhkgaskgoy laktsu tsiktsi.
Cuelga todas tus palabras en el árbol
Cuelga todas tus palabras en el árbol
para que florezcan,
para que reverdezca a cada instante
la forma de sembrar la tierra.
Deja que tus semillas totonacas
broten sobre la madre tierra,
para que crezcan con la lluvia,
para que den abundantes frutos.
Cuelga todas tus palabras en el árbol
para que florezca a cada instante
el miedo a los eclipses,
el respeto a nuestros muertos.
Cuelga entre las ramas
el cantar de los abuelos,
para que su dulzura se transforme en fruto,
para que alimente a los pájaros pequeños.
*Tomados del libro Kxa kiwi tamputsni. En el árbol de los ombligos.
Manuel Espinosa Sainos.
**Kiwikgoló. En el mundo totonaco es el viejo árbol, el dueño de
los montes, que se encarga de mantener el equilibrio de la relación
entre los seres humanos y la naturaleza.
¿Tukú lichiwinan kiwikgoló? **
Wa kiwikgoló lichiwinán pi chatam nitlan chixkú
namín lakkamiy xtantikiwi,
lichiwinan xtalipuwankán xa taakgakán kiwichat.
Tsekg litakgalhchiwinan mujmu
xlatamatkan ti skinkgoy xlininkán,
wantí nimakapuwankgoy lakkawalikgoy xlatamatkán.
Wa kiwikgoló lichiwinán wanti mapatsikán xakchixit,
lichiwinan lata makgatsankgalh xchiki skaw,
lichiwinan xaspupulu kimaknikán chu kinkuxtakán.
Lantla makgatsankgakgolh xmasekgakán spun,
lantla lakgtsakgawakgolh laktsu chan kintamputsnikan,
lichiwinan lantla lakatsuku akgaskaktayamaw.
¿De qué habla kiwikgoló? **
Kiwikgoló habla de un hombre tonto
que vendrá a cortar su tronco,
de las mujeres que lloran desramadas.
Platica en silencio con el búho,
de los hombres que preparan su muerte,
de los que a machetazos escriben su historia.
De los vagabundos que buscan el cabello perdido,
del conejo que se ha quedado sin hogar,
de la desnudez de nuestro cuerpo-alma.
Habla de los pájaros que perdieron su nido,
del ombligo devorado por las hormigas,
de nuestras ramas que se secan lentamente.
Kamawaka mintachiwín kxakgán kiwi
Kmawaka kxakgan kiwi mintachiwín
lakampi stlan naxanaja,
lakampi liya liya nastakgán
xatakatsín lantla chananankán kkataxawat.
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El
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iván medina CasTrocuerpo en el respaldo de un sillón del corredor, al voltear
a mi rededor cada mueble y espacio me recordaba a ella.
Mis cansados ojos se cristalizaron por un momento pero
ninguna gota logré derramar, pues ya había llorado bas-
tante. Continué mi andar temeroso, y al cruzar el umbral
de la habitación, cuatro cirios consumidos con sus dimi-
nutas y tristes flamitas aleteando al viento me dificulta-
ron mirar. Encendí la luz y me acerqué al féretro ciñendo
con fuerza el borde de un color oscuro aterciopelado.
De frente a ella, no pude evitar emitir un profundo sus-
piro al contemplar su tersa piel y finas facciones brillar
con coloridos reflejos, un perfecto arco iris producto de
los candiles. Inicié un recorrido con una mirada alerta
al cuerpo inerte de Cyrielle y sin causa aparente me detu-
ve en su escotado pecho sintiendo una agradable exci-
tación. Ignorando el tiempo observé deleitado, después,
tomé con mi titubeante mano derecha el fondo de su
vestido violeta de luengos pliegues, y al subir lentamente
el atavío rozando mis dedos contra sus torneadas y sua-
ves piernas, sentí un escalofrío singular. Súbitamente,
ignorando mi conciencia tomé con mis brazos el flácido
cuerpo sacándolo de su celda mortuoria. Corrí de prisa
hasta lo que fue una vez nuestro jardín secreto y junto
al viejo olmo ornado de flores, bajo la observación de
las candentes estrellas, arranqué sus prendas sin vacilar.
En mutua desnudez, incapaz de contener mi lujuria, sin
fe ni temor de Dios, tomé el cadáver hasta sodomizarlo.
Al terminar, no presenté ningún remordimiento, de lo
contrario, me sentí totalmente liberado. Algo fuera de
este mundo.
A Cyrielle Rothé
¡Qué pena tan insoslayable! Escuché cuchichear repe-
tidamente como un eco lejano a la sarta de hipócritas
reunidas con vulgar curiosidad, alrededor del austero
ataúd que aprisionaba a mi amada. ¡Nadie!, fuera de mi
lacerante corazón sabe la carga de este sufrir. -Me dije
en silencio-
Al transcurrir la noche, al sonar las ruidosas esquilas
anunciando la entrada de la madrugada, el último par de
beatas a quienes no identifiqué -fastidiadas seguramente
de recitar incontables rosarios- se despedían con una
efusiva tristeza un tanto desusada. ¡Diantre de religiosas,
qué bien saben aparentar! -Pensé con enojo-.
Las acompañé a la salida de la casa y cerré pronta-
mente la puerta con doble cerrojo, apagué las luces del
portón con la idea de disuadir a algún inoportuno per-
sonaje dispuesto a venir a darme el pésame, y me quedé
en la oscuridad meditando por pocos segundos. ¡Por fin
solo! -Exclamé en un susurro-.
Mi estado anímico se debatía entre la fatiga y el des-
engaño, me opuse a ese malestar del espíritu como pude,
y decidido me dirigí con pasos cortos y lentos como si
tuviera cuidado en no despertarla a la antesala donde
se encontraba la razón de mi desdicha. En el breve reco-
rrido, la cruel nostalgia invadió mi ser haciendo flaquear
mis piernas. Me detuve por un instante apoyando mi
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abul
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29
Varias mujeres perecieron en un corto periodo, lo que
despertó la preocupación de los habitantes de la ciudad.
De ahora en adelante la prudencia y el cuidado imperarán
-Me decía cada mañana al verme en el espejo-.
Mi fausta situación no duraría por mucho tiempo,
pues a pesar del cuidado sistemático en el proceder, la
dependencia de un tercero causaría la desgracia.
Mi última víctima, Victoria Kurse, hija de un acauda-
lado comerciante inglés, de acuerdo con la información
escrita en el libro de entierros, sería sepultada un día
después de la fecha en que yo regularmente exhuma-
ba los cadáveres. Las cosas sucedieron así de simple,
el muertero, un bruto bebedor empedernido, cometió
la terrible falta de equivocar la fecha del sepelio de la
joven en la bitácora en una de sus muchas borracheras.
¡Que fatalidad!
Visité el cementerio esa madrugada lúgubre, escarbé
la sólida tierra con total tranquilidad y logré rescatar
A los pocos días del entierro, fuertes deseos de pose-
sión carnal hacían turbulentas mis noches. Fui a recorrer
varios prostíbulos fuera del pueblo para evitar rumores
y lograr tranquilizarme, pero la sensación no era nada
semejante a lo antes experimentado. Así que, con cier-
ta desconfianza, al depurarse la mañana del rocío, me
dirigí al camposanto municipal y con un buen soborno
en monedas de oro, logré llegar a un acuerdo con el
muertero. El arreglo era simple, el velador me dejaría
ver cada día en casa, el obituario del panteón en donde
venía información detallada de las personas que serían
enterradas. Toda esta novedad me producía una emoción
estimulante.
Mi vida transcurría apacible mientras lograra satisfa-
cer mis excesos, seguí atendiendo el prospero negocio de
medicamentos y cada domingo sin falta pasaba la tarde
entera en los cafés de los portales del pueblo, observan-
do a las joviales señoritas coquetear en el kiosco de la
plaza. Pero cuando escaseaban las difuntas, siendo lo
más común en un lugar con unos cuantos miles de habi-
tantes, la ansiedad me desquiciaba. Para poner fin a ello,
me aproveché de mi buen nombre y mis dotes de galán
para acercarme a las indefensas jóvenes, seducirlas con
palabrería absurda e invitarlas a tomar un agua fresca,
o en su caso, a las más desenvueltas ofrecerles un aro-
mático café con su respectivo vaso de leche. Avanzada
nuestra agradable tertulia aguardaba el momento ideal
para atacarlas a su vanidad. Las tomaba de las manos y
con una voz cálida les aconsejaba ir al tocador a sonar
su nariz. En el momento de su ausencia, sin perder ni
un instante aprovechaba para vaciar dentro de la bebida
un poderoso veneno a base de digitalina que gracias
a mis profundos conocimientos de botánica y química
había perfeccionado. Una vez ingerido el polvo de fácil
disolución, a las cuarenta y ocho horas aproximadamente
hacía efecto en la víctima, ocasionando un instantáneo
cese brusco de la función del corazón y de la respiración,
con ello la muerte. La pena me embargaba por desperdi-
ciar la vida de futuras promesas pero mi obsesión mór-
bida era mayor.
Lourdes Domínguez
30
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la exhumación y mi esperada consumación. El día de la
audiencia, así terminaba la sentencia del juez:
“…por causar la muerte de más de una mujer y faltar
a la memoria de los muertos, habiendo violado los sepul-
cros y profanado más de un cadáver abusando de ellos. Y
por ofender el recato del alma y el pudor del cuerpo. Esta
justa corte lo condena a la pena capital.”
Después de reconocer ante Dios, la sofocante urbe
se abría paso hacia la explanada. Mientras yo, inerte bajo
los ásperos maderos, veía el mimbre verderón de los
canastos. El murmullo ya se hacía una voz estruendosa,
la multitud había llegado al caos: maldiciones, befas,
insultos y aullidos de la más pura barbarie. Guiados
los presentes por la batuta de la muerte, al unísono se oía
esta perenne petición: “¡guillotina, guillotina, su suerte!”
De reojo vi un obeso hombre con un negro y puntiagudo
capuchón jalonear de un mástil. Después…
de la penuria el cuerpo fresco y luminoso de Nana; la
dulce Annabel. Vestida con un corpiño tan blanco como
la pureza de la joven. Chorreando de sudor, jadeante,
con los brazos ciñendo el esbelto cuerpo, la posé sobre
el cálido césped. Mi respiración se oía entrecortada y
anhelante. Con mis manos ardientes la desvestí, acaricié
sus muslos y su torso, succioné sus tiernos y pálidos
pechos con delicada sutileza y besé con frenesí su muy
pequeña boca con su labio inferior saliente y bondadoso.
En un paroxismo total, me entregué a la inconsciencia
y con ello al profundo sueño.
Un fuerte golpe en la cabeza me hizo despertar, al
hacerlo, la alterada muchedumbre con trinches y palas
en mano me cercaban el paso. Gracias a la presencia de
la autoridad, me libré de ser linchado. Me encarcelaron,
posteriormente, atando cabos entré en razón. La justicia
junto a la ardida muchedumbre interrumpió en mi hogar
en donde encontraron el pequeño diario donde narraba
con detalle la selección de mis víctimas: el acercamiento,
Mauricio Vega
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mariela loza nieTo
Todo era diferente.
Entonces, el roce tuyo provocaba vibraciones,
ahora, creerte cerca, consterna.
En aquel momento me estremecía escuchar tu nombre…
hoy, me desvanece.
Aquí no te quiero.
Aquí no.
Porque aquí no es desnudez sino despojo,
es el desgarre y grito.
La intimidación.
Los orines en la cara,
insultos, fracturas.
Ácido en los ojos.
Los riñones explotados a golpes,
cerebro suspendido,
una mordaza escaldando la boca…
El suplicio que arquea cuerpos.
Lamentos ajenos, heridas propias.
La picana.
¡Aquí no!
Porque aquí no es tu voz y no es mi nombre.
Un número me asignaron…
y cuando lo escucho,
sé que es mi turno en el cuarto de tortura.
Aquí la paradoja:
Está uno muerta y duele la carne como si estuviera viva.
Se recuerda uno para no acordarse.
La soledad temprana se convierte en coraza infranqueable,
en ventaja única: en fortaleza contra las debilidades.
Y entre lo irreconocible:
la cara desfigurada y el cuerpo famélico y roto…
tiene uno que explorar profundo, y reconocerse.
Abren la reja de metal.
A todas las personas que hemos sufrido procesos de tortura.
Tengo miedo de vertenecesidad de verteesperanza de vertedesazones de verte
Mario Benedetti
Entonces todo era diferente:
mis ojos, la desnudez,
los sudores del aire,
la luna menguando,
nuestro silencio…
la madrugada.
Prometí no acordarme;
pero mirando por la ranura que deja la venda floja,
en este breve hálito de soledad,
la luna menguando es quien socorre
para tenderle una trampa al dolor,
lo que ayuda a recordar quién soy, quién eres;
a humanizarme… y al desvanecimiento.
Entonces, la desnudez era distinta.
Wagner no ocultaba tras sus notas un alarido.
La oscuridad me situaba en tiempo y espacio;
el misterio era regazo, abrigo…
y yo auguraba ansiosa de dónde vendría la caricia.
Ahora no es oscuridad ni es misterio:
tinieblas y zozobra es,
y, bajo la capucha, hay que presentir de dónde llegará el
[siguiente golpe.
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El
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ni a envolverte en acciones sediciosas,
ni a repartir papeletas…
¡Tus pasos tendrían que ser dis-tin-tos! ¡Muy distintos!
“…Te quiero ayudar… personalmente no tengo nada contra ti,
al contrario… juraría que fueron las malas influencias…
tal vez si hubieras tenido un padre, una madre, hermanos…
no sé… ¡alguien que te aconsejara!
…De eso se aprovechó ¿verdad?
De que estabas completamente sola.
¡Ay, mujeres, mujeres, cualquier trovadorcillo arrabalero las
[enloquece!
“…Pero puedes enmendar tus errores,
casarte –con un amante de la patria eh–,
pasarnos información de cuando en cuando,
¡contribuir al Proceso de Reorganización Nacional!
“…Formar una familia, conseguir nuevos amigos,
gente decente por supuesto…
En mí, por ejemplo, podrías tener uno…
si comenzamos claro, por ser colaboradores de trabajo...”
Su sonido es la amenaza.
¿De quién el turno?
Examino las botas:
el especialista de la picana eléctrica.
Él se cree un heroico patriota,
está convencido de que es buen cristiano:
se jacta de rezar todas las noches por la salud de Videla.
Repite constantemente: “separar la hierba mala del trigal;
separar la hierba mala del trigal…”
mientras me quema el abdomen con su cigarro.
Luego se va.
Otro llega.
Asegura que no le gusta lo que me ocurre…
Propone terminar todo:
mi desaparición, el encierro, la tortura…
Pero, para eso, tendría que ayudarlo un poco,
diciéndole, por ejemplo,
dónde se esconden los exiliados chilenos…
o el mecánico y la maestra,
quién y dónde el que escribió los versos…
De mí no sospechan, sino de ti,
les resulta increíble que los haya escrito una mujer.
Me pregunta si no me gustaría casarme,
un par de niños… un hogar…
“Mírate aquí, tan joven y como una piltrafa…
y ese ‘bicho colorado’ –¡además extranjero!–
de ti ni se acuerda, estará jodiendo con otra…
“¡Habla! Aún puedes recuperar todo lo que perdiste…
¡Todo, hasta las cosas más simples!
Te gusta caminar de noche… ¡lo hacías muy seguido!
¿no lo deseas?
“Si confiesas podrías… no como antes claro…
¡no como vergüenza social!
no a poner en peligro la paz del país,
Octavio Ocampo
conf
abul
ario
33
¿Inmolarse así por una escoria?
¿Quieres condenarte más?
¡Dilo ya por todos los Santos!”
Y otra vez la electricidad, y me convulsiono.
Y otra vez tu nombre… y me desvanezco.
Desperté por los gritos de una obrera recién “chupada”
–así le llaman aquí a la desaparición forzada, al secuestro–.
Estaba nuevamente con el que hace proposiciones.
Ahora me presume un libro de versos:
A“¿Te gusta? ¿Tú estudias literatura, no?”
Dice que va a leer la nota principal de un periódico:
“Le agradecí personalmente el golpe del 24 de marzo,
que salvó al país de la ignominia,
y le manifesté mi simpatía por haber enfrentado
las responsabilidades del gobierno.
Yo nunca he sabido gobernar mi vida,
menos podría gobernar un país”.
Me da golpecitos con un dedo en la frente,
y remacha cerca del oído:
“Jor-ge-Luis-Bor-ges habla sobre el General Rafael Videla.
¿Qué necesitas para entender
que estás del lado equivocado?”
Luego lee otras palabras y suspira:
“¡Ah, el excelso Borges!
Majestuoso, ¿no crees?
¡Esto sí que es poesía!
“…Habla ahora…
por el momento… puedo dejarte el libro, cambiarte de celda,
arreglar que te den buena comida...
podrás ducharte –sin que te espíen–
y no habrá más ratones ni picana…
luego, otra vez a la calle…
¿Qué tal otra casa? ¡Una más grande!
–la puedes elegir antes de que ´chupemos´ a los dueños–
Vomité.
El otro vuelve.
Trajo vino y festejaron la inauguración de su “nueva casa”,
se oía el choque de copas mientras me amarraban para
[empezar la tortura…
Brindan por el que era mi departamento:
ahora es de él.
El “estercolero de libros” que había ahí
–y que ya carbonizó, aclara–,
lo terminaron de convencer:
está seguro que en mis entrañas nace la subversión…
y ha traído ratones para carcomerlas.
“Van a matar el cáncer del marxismo que traes adentro”
¡Y se me ahogan en horror los caminos de arterias!
¡No lo soporto!
¡Qué paren!
En un instante de lucidez, jerarquizo información:
me preguntan por mis cómplices…
y lloro, y me desmayo...
Me despiertan, vuelven a preguntar,
y sigo llorando y me vuelvo a desmayar…
El manual que Kissinger les preparó no sirve para
[entender esto.
Tampoco el entrenamiento que durante años
recibieron en la Escuela de las Américas.
No comprenden que estoy confesando.
Aquí esos son mis cómplices:
Mi soledad temprana, las lágrimas, el desmayo.
Ni siquiera el sacerdote que los acompaña lo deduce.
Recrimina:
“Has sido contaminación, vergüenza, enfermedad social…
¡Arrepiéntete!
¡Aún puedes salvarte de la excomunión!
¡Confiesa!
34
El
Bú
ho
quieren extender el ultraje,
hacerlo más colectivo de lo que multitudinario es;
llevarlo más allá de las membranas:
destriparle el corazón a nuestros pasos.
“Nosotros somos Dios” taladran al oído.
Los alardes confirman: aquí es el infierno.
Por eso, escucho tu nombre y me desvanezco.
Lo decidí mientras me trasladaban por aquella carretera,
y cuando atrancaron las puertas de la ESMA
y arrojaron la primera orden:
“¡Levántate perra…avanza!”
Con los pasos que caminamos la luna,
hice a la lengua un sortilegio.
Abrieron la reja de metal.
Tras, tras, tras…
Pasan de largo…
Se la llevan.
La secuestraron junto a su esposo,
para que el padre de él se entregara.
Del pan que a veces le avientan,
guardó un poco y lo acercaba con sus pies a mi boca…
se dieron cuenta.
Nos maniataron a un tubo en el techo,
así pasamos toda la noche,
bajo la llovizna que se alucina afuera,
pero que no calma esta sed.
Aquí, un pedazo enmohecido de pan
y una gotita de agua, es manjar prohibido.
Para ella, terminó ese escarmiento
cuando el vientre se le dilató y contrajo.
Su hijo nació aquí…
y se escuchaba el llanto del niño recién parido,
y los alaridos tortuosos de su papá.
“Te gusta acostarte en el pasto…
podríamos darte una que tuviera un hermoso jardín.
“…Dime bonita:
¿Dónde está la sabandija que se cree poeta?”
Vomité.
Endurece el tono.
“Es tu última oportunidad…
¿Quieres el libro de Borges o quedarte aquí,
a lamerle el culo hasta a Massera?”
Volví a vomitar.
En mi cuerpo nos castigan la esperanza a todas.
Hasta el aire es pestilente ultraje,
el terror todo lo desnaturaliza:
convierte la sexualidad en tragedia.
Violan el cuerpo para erosionar el sueño que lo habita;
en la posesión, pretenden vulnerar,
humillar el canto de la utopía nuestra.
Aquí es sólo eso: una posesión.
Me dijeron entre risas:
“Ya que no te gusta la propiedad privada,
aquí, vas a ser de todos…”
Arrancan la ropa entre insultos y siguen el escarnio…
esas manos queman, dan náuseas…
su jadeo es como gangrena.
Y se sacian.
Y la impotencia y una repugnancia insoportable…
Y otra vez vomitas, y otra vez te cuecen a patadas
mientras entre risas repiten:
“…vamos a ver si siguen escribiendo panfletos,
ahora que las ´socializadas´ son sus perras…”
No es sólo la embestida de testosterona hambrienta,
conf
abul
ario
35
que los pulmones no soporten más el agua fétida del
[“submarino”;
que el desmayo sea cómplice eterno,
o me apliquen la Ley Fuga,
o sus técnicas de reavivamiento ya no les sirvan…
o que cumplan su amenaza y me arrojen viva al mar.
Otras veces, como hoy,
cuando por la rendija aparece luz de luna,
quisiera una flor de amaranto:
ser una hembra yaguareté rugiendo solitaria en la
[montaña,
penetrar de una gruta los entresijos…
zambullirme en un hontanar de la tierra.
O encaramarme por la corteza de un árbol,
y existir ahí, de noche, sigilosa, agazapada.
Tal vez mariposa diurna con el arco iris dilatado en las alas;
quizá libélula, una hembra colibrí;
revolotear serena en un pleamar de flores,
o, mejor aún, arrullarme en la bandada rumbo al piélago.
Y lloraban la madre y el niño,
se lo arrancaron de las entrañas aún sangrantes,
y les imploraba ¡por Dios! que no se lo quitaran;
y le escupieron otra vez: “Dios, somos nosotros”.
No sé qué fue del bebé,
tal vez nadie sepa nunca...
Ella todavía pregunta, implora, ruega…
a pesar de conocer la respuesta:
una patada en el vientre.
Nunca los habíamos escuchado suplicar…
sólo entonces, por su hijo…
y cuando oigo sus lamentos,
quisiera compartirles mi coraza,
mi ventaja única y fortaleza:
la soledad temprana;
esa seguridad de que no pueden
extender el tormento más allá de mi carne.
¡Aquí no te quiero!
Nada es igual.
Nada.
La luna está menguando,
como aquella madrugada.
Todo era distinto entonces:
la desnudez, la música, el frío, mi historia.
Entonces era ser humano…
mujer y compañera…
aquí, en el “chupadero”, me dicen la 609…
o la “puta del tupamaro”,
como me llama el médico encargado de revivirme,
después de la sesión con el verdugo.
Mientras me torturan sólo deseo la muerte:
que la picana atraviese el útero, llegue al corazón,
lo queme y detenga para siempre;
Rigel Herrera
36
El
Bú
ho
ni de tus manos y sus actividades,
ni de la madrugada y nuestra danza…
La reja de metal se abre de nuevo.
Se acercan.
Tras, tras, tras, tras…
Ahora vienen por mí.
Y otra vez, en mi cuerpo, nos castigan la esperanza a todas.
Y el dolor perfora la carne.
¡Qué me desmiembren de una vez!
¡Qué esta hemorragia ahogue!
Y se me crispan las venas,
y me retuerzo
y lloro…
Y el sortilegio en la lengua…
¡Vete!
Los glaciares que un día te dieron calor,
ya no pueden más besarte:
con un nuevo exilio tendrás que intimar,
botas militares están violentando la Tierra del Fuego.
¡Escala el viento blanco del Aconcagua!
Emparejar tu sombra con el ombú no es ya suficiente,
¡vete!
Atraviesa Chile,
bordea por los ríos su delgadez,
esquiva en su angostura a la caravana de muerte,
explora entre el frío y los guijarros andinos,
donde las bestias de Pinochet no te desgarren…
A Uruguay no regreses,
aunque sea nostalgia de bosque ribereño tu aliento.
Versifícale la sangre a sus moreras, a una acacia…
a la travesía subterránea de aguas dulces, y vete.
Incluso en el llanto y la nostalgia,
O salamandra…
y reptar en la libídine senda que me abrió tu cuerpo:
que tus humedades sofocaran las heridas.
Bosquejarte con la lengua, allende el vientre,
la pasión subterránea que entrelazan los dedos,
y amartelarnos en el vaivén de mis cavernas,
y mientras me exploras, escuchar, con esa terneza tuya,
[mi nombre…
Las hendiduras… tu respiración…
el hechizo placentero…
Carne y sangre y corazón y fuego…
y en la seducción, enredarle las piernas a la utopía posible,
a lo cardinal, a lo primero…
Pero en el cuarto del martirio,
son los pasos que caminamos la luna,
quienes me ayudan a no acordarme:
ni del tango de Discépolo que tanto nos gustaba,
ni de nosotros el lugar secreto,
Peter Saxer
conf
abul
ario
37
aparéjate con el despojado de la tierra.
Ve por desiertos de hielo,
arrecifes y cañadas y bahías y volcanes,
mójate en una ciénaga,
a la noche desanúdale el cabello.
¡Pero nunca, nunca te atajes cerca del Pentágono!
Ése es el bastión, el origen,
el núcleo pútrido de esta bestia:
descorazonaron a un ave,
usurparon su nombre,
le robaron el vuelo.
Del Terrorismo de Estado han
hecho una confabulación internacional.
“Operación Cóndor” la llamaron.
¡Vete lejos! Que no te alcancen sus garfios…
¡Qué no te despedacen!
Llévate en la médula lo que somos:
Los pasos que caminamos la luna.
¡Y alégrate amor!
¡Qué en tu piel se alojó nuestra sonrisa!
Reaparécenos como un florilegio de poesía en el rostro.
¡Alégrate, amor, baila!
Nuestro canto será milonga, será candombe,
verso libre sin firma ostentosa.
Eco de timbal, de guitarra las cuerdas, un romance.
Resonancia de caracol será de nosotros el canto.
Siémbralo contigo en la tierra.
Y luego florezcan, retornen nuestra silueta en la esperanza.
Siémbrate en la tierra como cigarra.
Y luego brota, regresa y canta.
Vete, amor, mientras me desvanezco.
que los pasos que caminamos la luna no detengan su
[silenciosa marcha.
Trepa un mangle, ocúltate en la hojarasca,
disimula tu rostro en la marisma.
No interrumpas la marcha en Paraguay:
Stroessner Matiauda ahí acecha.
Busca la fraternidad del desposeído,
por las colinas boscosas del guaraní.
¡Y vete!
Cuando pases por Brasil no te quedes en la ciudad.
Los dictadores andan a la caza...
Sumérgete en la selva,
que te abrace la solidaridad del caimán.
¡Más lejos! Camina. ¡Más!
Deslízate en silencio por Bolivia:
Banzer le está despellejando el cielo.
¡Elude la emboscada militar!
Que tu refugio sea el colorido del paraba,
de la vicuña el pelaje, la quena de un minero.
Y si paras en Venezuela, Colombia o el Perú,
¡cuidado con sus cancerberos!
Explora como un camaleón los barrios,
ampárate monte abajo, donde de amores y amigos se sabe.
Guarda al corazón en el serpenteo de la yarará,
en un coral, guárdalo.
Por las enramadas del yaguar obsidiana anda.
Transfórmate en bambú,
se ébano, se quetzal.
Del que nada tiene busca la querencia,
llega donde el lagarto enchiquerado y la serpiente cascabel,
38
El
Bú
ho
FranCisCo javier arroyo* el chico guardaba silencio. Por la noche tuvo pesadillas,
donde vio personas con rostros descarnados que salían
de la tierra y señalaban hacia un cerro. Eleuterio dejó de
visitar la arbolada.
El abuelo se dio cuenta del cambio radical que había
sufrido su nieto y un día, al verlo triste y solitario, aso-
mado por la ventana, lo invitó a salir a caminar. Poco a
poco avanzaron hasta la arbolada; Eleuterio dio trazas de
querer regresar, pero el abuelo le dijo que si había algo
que lo atemorizaba sería mejor enfrentarlo; le preguntó
qué le había dado tanto miedo, y Eleuterio, por fin, confe-
só lo de la víbora y relató su pesadilla. Continuaron cami-
nando. El abuelo supuso que el cerro visto en la pesadi-
lla era el de Xicotepec, que en náhuatl significa “cerro
del xicote”, lo que alude a un insecto volador amarillo,
tachonado de puntos negros; se parece a la abeja pero es
inocuo; emite un singular zumbido al volar.
Los recorridos de abuelo y nieto se hicieron comu-
nes. Los fines de semana, el abuelo despertaba temprano
a la criatura y emprendían la caminata, llegando cada vez
más lejos. Suspendieron los paseos en la época de llu-
vias, para evitar ser víctimas de un deslave. Sin embargo,
con la llegada del verano reiniciaron los traslados, llevan-
do consigo agua y víveres. Un día, en plena madrugada,
el abuelo despertó al nieto y, sigilosamente, salieron; tres
horas más tarde llegaron al cerro de Xicotepec. Eleuterio
se quedó sorprendido ante esa montaña repleta de vege-
tación, árboles frutales, cafetales, etcétera. Eleuterio
recordaba constantemente la pesadilla y, por un momen-
to, volvió a sentir miedo, pero acopió calma y entereza al
ver a su abuelo, por quien se creía protegido.
Iniciaron el ascenso; un par de horas después se sen-
taron en unas rocas para descansar. De repente, Eleuterio
alcanzó a ver que un trozo de tela que sobresalía de la
Eleuterio era un niño de escasos diez años que
vivía con sus padres y abuelos en un villorrio de
Puebla, en las colindancias con Veracruz, zona
conocida como la Huasteca y que otrora habitaran olme-
cas y chichimecas.
Eleuterio era muy observador, inquieto, travieso e
inteligente. La zona en que vivía estaba llena de vege-
tación, fauna y, sobre todo, aire puro. Diariamente,
después de asistir a la escuela y cumplir con sus tareas
domésticas, inspeccionaba lugares cercanos a su hogar,
y no había un sólo día en que no llevara a casa algún
extraño “tesoro” encontrado; lo mostraba a sus padres
y a sus abuelos y después lo guardaba en una caja de
madera, donde destacaban botones de marfil y de plás-
tico, un cuerno petrificado de borrego, algunos pedazos
de metales sin forma, monedas oxidadas, canicas rotas,
pedazos de vidrios de varios colores, algunas barajas
arrugadas y una hoja amarillenta, claramente viejísima;
Eleuterio nunca recordó cómo la obtuvo. Decía que se
trataba del mapa de un tesoro escondido en su pueblo, y
su abuelo, para no quitarle la ilusión, le dijo que al mapa
le faltaba una parte, donde se indicaba precisamente la
posición exacta del tesoro.
Eleuterio visitaba recurrentemente una arbolada
donde creía que estaba el tesoro, y quitaba las hojas
y las hierbas para buscarlo. Un día encontró la piel de
una víbora de cascabel; se asustó tanto que se alejó a
toda velocidad; pálido y con piernas temblorosas, llegó
a casa y se topó con su abuelo, quien le preguntó qué
le había sucedido. Lejos de contestar, el niño se encerró
en su habitación por más de dos horas; preocupada, su
madre entró y le preguntó inútilmente qué había pasado;
conf
abul
ario
39
zaron a buscar la cueva, entre muchos árboles, hierbas
y rocas que les complicaban la búsqueda. Cayó la tarde
y no tuvieron más remedio que buscar un lugar donde
dormir. Eleuterio comenzó a sentir miedo. La tempera-
tura descendió. Comieron fruta y un poco de queso con
pan. El abuelo tendió sobre el piso un par de chamarras y
unas bolsas de plástico para aislar la humedad, encendió
una pequeña fogata que poco a poco se extinguió y, por
fin, se quedaron dormidos. Era de madrugada cuando
el niño despertó sobresaltado; columbró tres siluetas
que resplandecían en medio de la oscuridad; las siguió
hasta verlas desaparecer a través de una roca.
En la mañana, Eleuterio despertó al abuelo y le
dijo que ya sabía dónde se encontraba la cueva; no sin
esfuerzos movieron la roca y dejaron al descubierto
la entrada. Los muros lucían hermosas pinturas de colo-
res brillantes, que representaban la vida cotidiana de
ese pueblo prehispánico. Más adelante encontraron un
copioso tesoro; había figuras de oro que representaban
a humanos y animales, penachos con plumas exóticas,
brazaletes, muñequeras, pectorales, aretes, taloneras e
infinidad de figuras de arcilla. El abuelo se quedó estupe-
facto; el nieto le preguntó qué harían; aquél decidió des-
enterrar las tres osamentas del paraje y depositarlas en
la cueva. Lo hicieron y acto seguido cubrieron la entrada
con la roca. No tomaron pieza alguna del tesoro. Tras
descansar largamente, emprendieron el regreso a casa.
En la noche, la familia disfrutó de una cena opípara.
En un momento dado, el abuelo, sonriendo, le guiñó un
ojo a su nieto.
Eleuterio se disponía a dormir cuando, de pronto,
sintió la presencia de alguien; era su abuelo, quien le
mostró una hoja amarillenta y le dijo:
—Ésta es la otra parte del mapa del tesoro de la
Huasteca.
Eleuterio durmió tranquilamente. La luna llena
brillaba intensamente y el chirrido de los grillos sonaba
como una bella melodía.
*Tomado del libro inédito: Historias de la ciudad en el campo
tierra; en vano trató de sacarlo, y entonces el abuelo se
hizo de una rama gruesa para facilitar la empresa. A la
postre desenterraron tres esqueletos que exhibían jiro-
nes de vestimentas raras, así como collares, joyas, ani-
llos, penachos de colores y huaraches. También dieron
con un viejo mapa; el abuelo lo examinó y advirtió que
se trataba de un códice olmeca, en el cual se marcaba la
ubicación exacta de una cueva. La tarde estaba por caer.
Decidieron regresar a casa, no sin antes volver a enterrar
los despojos y dejar una marca sobre el lugar. El abuelo
pidió a Eleuterio que no dijera nada a nadie de lo sucedi-
do, a lo que el niño se comprometió. Llegaron a su des-
tino en la noche. La familia, preocupadísima, los regañó.
Pasaron semanas antes de que volvieran al cerro;
cuando lo hicieron, llevaban pequeñas herramientas
ligeras, víveres y ropa abrigadora. El abuelo tenía el
mapa. Al llegar al paraje comprobaron que el lugar
del entierro se encontraba intacto. Enseguida comen-
Perla Estrada.
40
El
Bú
ho
jorge Hernández CrUz
En el eco de tu espalda
mi nariz de demonio busca tu raíz de árbol
introduzco mi lengua para tocarte los huesos
tímida, húmeda soledad.
IILúdica lotería es tu cuerpo
tu amante cuello espera
sacrificando la edad
paladeando la fiebre del amor
somos suicidas no haciendo el amor
disfrutando las agitadas respiraciones
viviendo de suspiros
abriendo los deseos
eres música al besar, sirena callada
con codicia mis manos juegan con tu espalda
extraeré gemidos ocultos desde tu vientre
serán las notas del amor
Tiernamente entraré a tu nidal
Para sentirme apretado coactado loco
hasta deslizarse amorosamente a ti
excitado
¿Te conozco?Ya te siento y aun no te conozco
de ti no soy y tú eres de mi
el corazón se está esculpiendo
cohabitas en mis deseos
Tu silueta está en mi memoria
le quito momentos a mi vida
Aunque sé que partirás
Por qué no me conoces
No te conozco
creo que la próxima vez será la primera
navegaré para conocerte
nunca recorrí tus labios, no toqué tu piel
Sólo viajamos al cielo por un momento
¿Qué sientes, qué piensas, guardarás mis poemas?
mujer no te conozco y tu al hombre tampoco
¿quién eres?
Epidermis
Admiro el traje a la medida que cubre tus huesos
Recorro tu inocente piel
Infinitud quiero al lamerla
es la hoja que espera al poeta
Pergamino de mi vida
Lienzo virgen que pinto con saliva
Serpentear sin pudor tu cuerpo aspiro
Al alba deseo llegar a la entraña
Dulce, oscilante
Que ningún pensamiento ajeno se interponga
Soy pájaro gozando la piel que se contrae
Bebiendo de la flor miel caliente
En nuestra locura la epidermis se llena de palabras
Destierro el momento a la memoria
Inmaculados botones del ropaje
Jugueteando con mis dedos
Mis manos son rémoras
Extinguen tus pezones
Yemas centinelas
Se posan en volcanes de nieve
Siguen las líneas del cuerpo
La senda de tus besos dirige la casería
Avaricia que desemboca la travesía
palmas ladronas toman mi sexo
deletreas T E Q U I E R O
desamparas mi voz humedeciendo el momento.
conf
abul
ario
41
perla sCHwarTzAhora,
la mujer mayor
elige refugiarse
entre los recovecos
de su imaginación.
Todos los colores
cabalgan en el blanco,
diferencia, repetición
y semejanza
confluyen para rescatar
a la memoria
del olvido demoledor.
contrario, me sentí totalmente liberado. Algo fuera de
este mundo.
“Las diferencias se encuentran en sus semejanzas/
como en el blanco todos los colores.”
Wislawa Szymborska Bodas de Oro
A Gilles Deleuze, In Memoriam
¡Diferencia y repetición
en todos los ciclos
de la vida,
flujos que se entrecruzan
hasta conformar
líneas de fuga desplegadas
a lo largo y lo ancho de tu piel.
Años te transitan
nuevos visos te recubren
tatuajes
de épocas arcaicas
donde el dolor ha tomado
su lugar de residencia permanente.
Diferencia y semejanza
devenir de la niña
que correteaba
para perderse
entre los árboles
del parque.
Rocco Almanza
para
la m
emor
ia h
istó
rica
�
(Archivo coleccionable)
la Candelaria de los Patos de la ciudad de México,
se colaba la luz que proyectaba en forma magni-
ficada las imágenes de todo lo que sucedía en el
exterior. Es decir, presintió la comedia humana
en el cuadrante de la soledad, el gran teatro del
mundo en los bajos fondos, y los crímenes y cas-
tigos después de vivir cien años de soledad.
Estas visiones se quedaron grabadas en su
memoria a una edad en que las experiencias
El poeta Dionicio Morales, asimismo notable crítico de
artes plásticas, es uno de los que más y mejor han anali-
zado la obra del fotógrafo Héctor García. En esta ocasión,
hemos seleccionado el prólogo del libro Camera oscura,
editado por el gobierno de Veracruz, para dar una idea del
talento y la creatividad del artista ha poco desaparecido,
cuyo legado es una portentosa historia gráfica de México y
sus rostros, sus calles, sus monumentos, sus barrios sór-
didos, sus personajes. Sin embargo, la cámara fotográfica
de Héctor jamás dejó de disparar. La guardaba muy cerca
de su mano y en cuanto la imagen se presentaba, el
artista la accionaba en cualquier lugar del planeta donde
se encontrara. De este mundo, Héctor García hizo un
impresionante catálogo de sitios y personas. Por fortuna,
la magna obra del artista está en buenas manos y desde
su propia fundación, la ordenan, tarea no fácil debido a la
enorme cantidad de negativos que nos legó.
El texto de Dionicio Morales es un afortunado trabajo
sobre la monumental obra de Héctor García que debe estar
siempre a la mano no sólo de quienes aman la fotografía
sino de todos aquellos que quieran ver cómo era parte
importante de nuestro pasado.
El Búho
HÉCTOR GARCÍA: ODISEA DE LA LUZ *
Este proyecto de Camera oscura nació de la expo-
sición Héctor García y anexas inaugurada el 2
de julio de 1992 en la Galería de la Universidad
Veracruzana “Ramón Alva de la Canal”, en
la ciudad de Xalapa, Ver. La idea original de Pepe
Maya, curador de la muestra, era no incluir las
fotografías célebres pero conforme maduraba
el plan, la sombra, o mejor dicho, la luz de algu-
nas de sus imágenes clásicas se fue imponiendo
para lograr el tempo obligatorio y el ritmo del
discurso de Camera oscura.
Héctor García comenta que su afición por la
fotografía nació cuando era pequeño y descubre,
desde la cama en la que lo amarraba su madre
para que no se fuera de pata de perro” — otra
de sus felices inclinaciones—, que por la rendija
de la entrada al cuarto cuadrado que habitaban
en compañía de su hermano menor en el barrio de
Dionicio Morales
Guillermo Ceniceros
��
El
Bú
ho
primeras iluminan, queman, hieren la soberana
potestad de la inocencia, marca que no cicatriza
nunca en una herida abierta a todo encantamien-
to de vida. Los distintos oficios de vivir ejercidos
para la sobrevivencia familiar —bolero, cargador
de canastas en el mercado, barrendero, vendedor
de periódicos, de chicles, de lotería, en su infan-
cia; agricultor, zapatero, plomero, carpintero, más
tarde en la correccional—; su mirada acechante
poblada de relámpagos infantiles y madurada en
la diaria convivencia al lado de seres maravillosos
aunque marginados; testigo y a veces protagonis-
ta de situaciones y hechos vandálicos provocados
por el hambre, la miseria, el desamparo, templa-
ron su carácter y le proporcionaron las armas
necesarias para configurar un mundo, su mundo.
En esta Candelaria de los Patos, en este cua-
drante de la soledad que ahora forma parte del
Centro Histórico de la ciudad de México, en este
vientre de concreto que de alguna manera sin-
tetiza los tiempos, los acontecimientos sociales,
políticos y culturales de nuestro origen, nació y
creció —no nada más físicamente— este artista
vigoroso, desgarrador, obsesivo, amoroso, sin
cuya obra fotográfica realizada en los últimos
cincuenta años, no se puede reproducir fielmente
el rostro —los rostros— de México, (Rostros de
México tituló a su primera exposición celebrada
en 1960).
No sé si por una aparente humildad que raya
en la soberbia, o por una arrogancia que bordea
los límites de una insana modestia, o por las dos
cosas, Héctor García se nombra reportero gráfico,
quizá para restarle severidad a su profesión de
artista, o acaso por una honesta apreciación al
no ignorar o dejar de lado el origen de su trabajo
que él, con sentido, precisión, rapidez, ubicación,
pero también con magia, hechizo, ensoñación,
jubileo, ha trastocado hasta convertirse en un
orfebre, en un tejedor de luz y sombras cuya escri-
tura va más allá de una simple labor informativa,
proyectando a la naturaleza, a los seres y a las
Iris Aldegani
para
la m
emor
ia h
istó
rica
���
cosas aprehendidas con el click de su cámara a
través de su mirada que no ve sino sabe mirar,
hacia un universo perdurable.
A partir de 1960 empieza su largo peregrinar
por el mundo y recorre, por cuestiones de trabajo,
por vacaciones y estudio, América, Asia, Europa y
África, apresando con su ojo mágico e implaca-
ble sueños tiernos y puros, así como realidades
aplastantes.
Parte de la obra fotográfica de Héctor García
es un viaje hacia ese México profundo que está
ahí, cerca de nosotros y que no sabemos mirar por
las prisas desmedidas de vivir a que nos conduce
la vida moderna. Ese México profundo es el que
Héctor García mira, siente, padece, ama y atrapa
oportunamente. Es la realidad de cada día y a él no
le interesa retocarla o transformarla; su trabajo es
el testimonio, lo sabemos, de un reportero gráfico
pero que no está reñido con el esteticismo, por lo
que le imprime a su obra otra panorámica para
poder apreciarla desde una doble perspectiva. Si
sus fotos sobre la ciudad de México nos asombran
y deslumbran por su veracidad, nos sobrecogen
y lastiman por su ferocidad, nos hacen soñar y nos
alborozan por su ternura y honestidad, se debe a
que retrate a sus gentes, a sus calles, a los hechos
y situaciones que llama míos” porque ahí nació.
Sus fotografías no admiten retoque a la hora
del revelado y menos en el momento preciso
cuando el ojo y el click de la cámara petrifi-
can las imágenes relampagueantes. Aquí no hay
tiempo de posar o de programar diálogos silen-
ciosos que en la mayoría de los casos no son
correspondidos. Héctor García, con un sentido
angelical de adivinación se anticipa a las imá-
genes y las provoca, las sueña o las inventa, las
cristaliza: las crea. Otras veces las figuraciones
lo eligen a él para perpetuarse y con una mira-
da resbalosa y una sonrisa turbia mascullan su
palabrerío —que sólo él escucha— frente al dispa-
rador que, seducido ante la inesperada y amorosa
entrega, cicatriza la luz, convoca a las sombras y
decreta su permanencia.
La belleza de esta obra redice en la supuesta
sencillez de su concepción ontológica: en el claro
pillaje de ánimas distraídas, lejanas u olvidadas
de sí mismas: en el reto asumido con destreza al
afrontar personajes huidizos a la cámara al tiempo
que revelan su verdadera fantasía: en la disimula-
da sabiduría de aprovechar sigilos clandestinos
reacios a un ojo común y corriente: en las metá-
foras subterráneas de los corazones sacadas a la
luz a pesar de la negativa de sus poseedores: en el
dolor de encarar con lucidez la miseria y los males
que laceran, corroen y aniquilan las bondades
humanas. A veces su belleza puede parecernos, a
simple vista, un poco rigurosa porque no es nada
complaciente a las miradas huecas, vacías, de
aquellos a quienes la vida no concedió el privile-
gio, la gracia del tierno y elemental asombro.
Héctor García ha sido testigo de cargo de
acontecimientos políticos, no sólo de México
sino de todas partes del mundo, que han agrie-
tado, roto, cambiado nuestras vidas; de catástro-
fes infinitas que nos han mermado la capacidad
de sobrevivencia; de tiempos mejores o peores
gastados en la inutilidad de una vida aparente-
mente gozosa. Ha sido cronista implacable de
la ciudad de México que ha perdido espacios y
se erosiona, se asfixia, se derrumba, así como
de lugares y metrópolis apartados de la vista pero
no de su corazón.
Héctor García ha sido defensor de los margi-
nados que nos duelen, nos hieren, a pesar de sus
silencios; de los pobres que los días de quincena
se divierten en salones y cabaretes para olvidar
iniquidades; de viejos y falsos revolucionarios que
en el rostro han acumulado arrugas y decepcio-
nes; de niños inocentes que deambulan y mueren
en el mundo ante la mirada indiferente, esquiva,
de los hombres. Ha sido juez y parte, con su mira-
da amorosa y furtiva, de los aciertos y desmanes
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Bú
ho
del amor que nos conducen al naufragio aquel en
donde las aguas profundas, oscuras y desiertas
pero templadas, verdecidas y saladas bañan, lim-
pian, borran toda huella de soledosa compañía a
la hora del apareamiento del hombre y la mujer.
El trotamundos de Héctor García, ser sorpren-
dentemente político, con una arma poderosa —su
cámara dirigida no por el dedo que oprime el dis-
parador sino por el ojo centella que apresa la ima-
gen— llegó a la China comunista largamente dor-
mida para los moradores de Occidente, a hurgar,
a olisquear entre sus reconditeces naturales de
vida, a presenciar parte del milagro realizado por
sus habitantes convencidos de los brotes multitu-
dinarios de esperanza, sabiamente encaminados
hacia la producción de realidades repartidas con
equidad para que en la mirada de niños, hombres
y mujeres, se proyectasen las luces que, contra
viento y marea, han abierto nuevos caminos,
Testigo fue de esta gran aventura, una de las más
atrevidas, esperadas y espectaculares del siglo XX,
que cimbró al mundo entero, En este trabajo se
pueden apreciar las milenarias ansiedades reli-
giosas que sostienen al hombre a pesar de todo
destino manifiesto, la participación de la mujer
en labores ágiles y pacientes realizadas en un
entorno donde palpitan y asoman viejos-nuevos
resplandores. Nosotros nos preguntamos como
Héctor García: ¿Despertó el dragón?
Los disparos, provengan de la parte del mundo
que sea, alertan su olfato y predisponen su ánimo
aunque no salgan del vientre de una cámara. Las
ráfagas de las ametralladoras iluminan y que-
man su rostro que se va marchitando conforme
crece el ruido y se le agüita el alma y se le sube
la indignación a los cabellos. Ya está en Líbano,
tiempo se da para bucear y recoger momentos
que, aparentemente, no tienen ninguna trascen-
dencia pero que están grabados en el inconsciente
y en el corazón de aquellos a quienes enaltecen
las batallas que se libran al defender, a costa de
todo, los más elementales principios de super-
vivencia. Presencias enmascaradas, lúcidamente
definidas por las fotografías, aunque algunos no
escondan sus rostros que filtran y destilan pre-
ocupación en los más jóvenes, rabia y compromi-
so en los demás. Espacios y aires a veces cerrados
y nebulosos captados por la magia y la iracundia
de Héctor García.
Pero Héctor, que por obra y gracia del espíritu
santo es un furibundo descreído, un crítico impla-
cable de los poderosos que conceden a sus reales
y miserables facultades un mezquino beneficio, y
un descastado corresponsal en las celebraciones
más entrañables en las zonas indígenas importan-
tes, aprovecha con deliberada malignidad su bien
ganada fama de andariego y construye una histo-
ria con sólo tres palabras: Religión, magia y poder.
Él sabe que la religión es el primero y último
reducto espiritual en la “salvación” de la concien-
cia pesarosa del hombre y que ha estado ligada de
manera permanente e indisoluble al poder, en una
simbiosis perfecta de alienaciones encaminadas
a manipular, someter y expoliar a sus feligreses.
Con una discreta pero lucida observación que
alcanza significaciones insospechadas, Héctor
García subraya, a través de su siempre exacta
revelación, la mísera diferencia que existe den-
tro de un mismo “reinado” entre un sacerdote
pueblerino menor cobrándole a los humildes el
diezmo obligatorio para el “rescate” de su alma,
y el lujo, el boato, el torpe despilfarro de aque-
llas modestas pero sangrantes contribuciones
a manos de autoridades eclesiásticas de primer
rango que en descarada confabulación de cínicas
suntuosidades comparten con el poder, repre-
sentado por los militares en la época franquista,
el botín, Héctor García, que rechaza, aunque las
exhiba, las debilidades humanas que tienen que
ver más con iniquidades que con el disfrute y goce
de los sentidos, toma vuelo, se da vuelo, alcanza
vuelo. Como él es un mago y lo que no alcanza a
para
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emor
ia h
istó
rica
V
mirar lo inventa su cámara, nada mejor que zarpar
de viacrucis remotos a las cercanías territoriales
y milagrosas para internarse en lugares sagra-
dos donde la imaginación y el equilibrio ocular
sufren severas transformaciones: Día de muertos
en Janitzio, juego de luces y sombras, de vida y
muerte. El blanco y el negro entablan una lucha
cuerpo a cuerpo y todos estamos muertos, ellos
y nosotros; quizá más nosotros que ellos. La ofren-
da es una mea culpa por ocupar un sitio en la tie-
rra y de pronto nos preguntamos si los cirios que
se queman este año nacen al siguiente, sin olvi-
dar que aquí hasta la muerte es de dulce, Héctor
García está en su elemento, él escribe con luz y la
sombra le hace sombra. Un salto de Michoacán
a Nayarit y antes de que los Coras se den cuen-
ta, Héctor aprieta el disparador de su cámara
mientras celebran las festividades de la semana
santa personificando a los demonios de Judea.
Ante nuestros ojos, atónitos, un desfile fantas-
magórico de torsos desnudos, cuerpos pintarra-
jeados y máscaras deslumbrantes de animales
que esconden en su interior el verdadero rostro.
Héctor García hechizado por esta ceremonia detie-
ne en la retina los demonios ocultos en cada uno
de los cuerpos que con sobrada parsimonia espe-
ran la hora de la purificación cuando el río lave
y se lleve las impurezas que cubren su anatomía.
Fotografías hermosas, auténticas, desgarradoras
por las que el artista sucumbió a que lo habitaran
los mefistofélicos. Hay fotógrafos para quienes
los interiores reafirman las excelencias de su obra
personal al evitar los grandes espacios, los sitios
abiertos, porque airean y alumbran en demasía los
ángulos en los que se mueven con una cierta seve-
ridad, Héctor García es todo lo contrario. Nacido
en un céntrico vecindario de la ciudad de México,
muy niño se vio obligado a ganar La calle y resultó
que la calle se lo ganó a él. Pata de perro —como
lo llamaba su madre— por vocación y destino,
deambulaba, conforme su astucia se lo iba permi-
tiendo, por las vías, callejones y avenidas a las que
su imaginación y los oficios infantiles que ejerció
lo conducían. No es arriesgado señalar que quizá
la parte más importante de su monumental obra
fotográfica esté tomada en exteriores acatando su
sino original.
No le quedó, pues, más remedio que lanzarse
a las calles, a esos vericuetos por los que no tran-
sita Dios, y apoderarse de ellas, recorrerlas una y
otra vez hasta que reconocieran sus pisadas y los
transeúntes abandonaran su aire grave y medi-
tabundo que los hacía verse inclementes. No tuvo
tregua. No tiene. Como quien ha perdido su ánima
y sale en su busca y no la encuentra, Héctor García
zanganea por todos los rincones cámara en ristre
y el mundo callejero, a un llamado suyo, pasa
revista. Su vocación de reportero gráfico, político,
creador —todas en una— toca elevaciones cuan-
do la cámara se abre y se cierra ante la inminencia
Juan Román del Prado
V�
El
Bú
ho
libertaria del hombre en movimientos sociales,
como el vallejismo y el de 68, que han renovado
la vida. El rostro arrugado de un anciano con su
rústica soledad, en plena decadencia, lo acecha
—ojo mirado— desde la puerta de toriles en una
plaza de toros, Héctor García lo mira, lo atrapa,
dice ¡olé! y desaparece. En su querido barrio de
la Candelaria de los Patos pesca a unos inquilinos
a la entrada de la vecindad y un chavo lo sorpren-
de con un ademán entre divertido y obsceno para
darle una sopa de su propio chocolate. Una celes-
tina edilicia se enjarra retadoramente mientras
una pareja intercambia sonrisas y palabras antes
de interpretar la farsa que se puede alargar a tres
actos, A veces en la ciudad de México diluvia y uno
de esos días se detiene por la insólita aparición
de un Tláloc moderno en una esquina del centro,
en medio de un caudaloso río urbano, en el que
hace alarde de dirigir el tráfico marítimo y de
sus poderes atmosféricos. Mojado y alucinado
se toma un descanso en una de las bancas de la
plaza Garibaldi, corazón del mariachi. Ensordecido
queda herido de muerte, como un San Sebastián
atravesado por las flechas disparadas por sus
propios idólatras, al descubrir que de un vientre
de concreto nace la imagen que Malraux calificó
como una de las más crueles de nuestro tiempo.
Aquí Héctor García, demudado, encuentra por fin
su ánima. Pero las calles de México se le hacen
pocas y remonta océanos que por supuesto no
se le abren para cruzar al otro continente. En las
grandes capitales europeas siguió vagando, ahora
como ánima en pena, y encontró para fortuna
nuestra las imágenes que le salen al paso, aco-
modadas a su ojo avizor, con grandes contrastes,
divertidas, ensoñadoras y puntuales.
La mujer, la otra cara de la moneda, la mitad
dispar pero exacto complemento para que el hom-
bre aspire a ser entero, es un tema recurrente en
la obra de Héctor García, en cualquier latitud y
en todas las etapas de la vida al imponer a sus cla-
ros deseos sus oscuras meditaciones. Para Héctor,
como para Mao-Tse-Tung, la mujer sostiene la otra
mitad del universo. Por eso desde temprana edad
son sus protagonistas. Su apasionamiento hacia
la figura femenina lo guía, aparte de su primitiva
condición de varón, una sapiente observación,
un tanteo más que orgánico, sentimental, amo-
roso, que sale a flote a propósito de su oculta
y callada mansedumbre y en el valeroso estoicismo
con que cargan a cuestas la parte de la creación
que les corresponde.
Las mujeres de Héctor García reunidas al
azar, aún desde niñas, plasman en su personali-
dad el eco, los contornos, la dimensión primaria
y rotunda de la mayoría de las Evas del mundo
que desde su infancia, sabedoras del destino que
las aguarda en una sociedad escandalosamen-
te machista por los dos mil años de tradición
judeo-cristiana —opresión disminuida en este siglo
Margarita Cardeña
para
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gracias a oportunas tomas de conciencia— acusan
un apresurado instinto que las induce a escapar
de la oscuridad para ganar la luz, o a una silencio-
sa y sabia disposición de dejar al descubierto un
único ojo —dos son uno— para desde allí mirar
cómo pasa la vida.
En cada una de estas fotografías el aire de
cualquier región confiere a los personajes, más
que los tocados o las vestimentas que las cubren,
guardan u ocultan, un reconocimiento ancestral
inmediato porque la cámara se ha apoderado
de los rumores que el viento habla en sus idiomas
varios. Las evidencias son el resultado de un escu-
driñamiento instantáneo, a vuelo de pájaro, y de
una atracción canibalesca —llamémosle así— que
más tarda en rozar la retina y exaltar los sentidos
que la mano en apretar el disparador.
Estas mujeres resumen, en un sólo registro,
el tributo de Héctor García para con la creación
original. Los rostros son el vivo espejo de su rea-
lidad inmediata acuñada con antelación, a veces
arrastrada desde siglos, en los que se reflejan
no el drama, el dolor, la ira o la risa personales,
sino que su influjo, su fuerza, su desgarradura,
su sonrisa espontánea o enigmática, reproducen
en lunas infinitas las imágenes reveladoras de
una determinada estirpe, merced a una profun-
da visión del ojo que raudo y veloz se pega a la
cámara para detener ese instante de gracia que no
volverá a repetirse.
Las protagonistas han sido sorprendidas en el
gesto y la pose que las distingue, iluminándonos
al mismo tiempo sobre su oficio para el que fueron
convocadas, practicado per se con cierta secreta
alegoría o con apesadumbrado silencio. Todo un
complejo tratado de filiación resuelto admira-
blemente entre luz y sombras, sin aspavientos
inútiles ni sofisticadas técnicas, sin falsos encan-
tos ni cirugía innecesaria, sin torpes manifesta-
ciones compasivas ni recelosas marginalidades.
Naturales, tan natural como transcurre la vida.
El reportero gráfico, el artista que nos ha
descubierto el rostro (los rostros) profundo(s) de
México y del mundo en una sucesión de imáge-
nes sacadas del gran teatro del mundo callejero;
el adelantado que en cada fotografía nos lanza
a la cara una pacífica pero doliente recrimina-
ción, además de aclararnos la mirada a través
de percepciones que por su espléndido lirismo y
su exiliada belleza cruel nos sacuden y cambian
por dentro, no podía escurrir el gran desafío que
significa capturar en una sola imagen algo o mucho
de la controvertida personalidad de un artista.
Para que la cuña apriete… Sabemos que es ende-
moniadamente difícil aproximar al lector —¿No
dice Héctor García que la fotografía es una escri-
tura de luz?, pues a leerla, pues— a la substancia
más noble de cualquier ser humano, y Héctor lo
hace casi por costumbre, cuantimás tratándo-
se de celebridades que con una obra y una vida
vasta, intensa, que escribieron de su puño y letra,
no llegamos a presentirlos del todo. El desafío es
mayor porque la celebridad que los rodea ya nos
ha arrojado ciertos destellos que nos autorizan a
imaginarlos o a inventarlos de acuerdo a nues-
tros conocimientos; esto puede falsear un poco
la visualidad de Héctor García frente a nosotros,
o hacernos coincidir en justas y serias aprecia-
ciones. Sin embargo, para un espectador virgen,
es decir, inexperto en rozarse con la obra y la
vida de tal o cual personaje —¿Quién dice que el
Che Guevara no es un artista?— puede parecerle
un juego delirante, de hecho lo es, al tratar de
dilucidar por medio de la fotografía sus signos
verdaderos. Aquí están, entre otros, Diego Rivera
confundido con las figuras esperpénticas que
tanto amó; Rubén Salazar Mallén presumiendo
su rabiosa mirada y su gesto retador que tantos
enemigos le acarreó; Juan Vicente Melo sonriendo
después de amanecer a pesar de su obediencia
nocturna; Juan de la Cabada entre un redondel de
luz en una de sus actitudes de nigromancia; Jorge
V���
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ho
Luis Borges semiborrado por los apabullantes
efectos de una catarata que al final lo dejó ciego;
José Clemente Orozco en un magistral acerca-
miento en el que su mano sigue nombrando al
mundo; Rosario Castellanos interrogando a un
espejo cruel que no tiene ninguna respuesta; Frida
Kahlo enrollada, ensortijada en sí misma achichi-
huando a su querido perro mexicano; Juan Rulfo
con los murmullos y silencios —detonadores
pirotécnicos— con que inventó a Pedro Páramo.
Diego Rivera en 1955, ante la evidente reve-
lación de la fotografía afirmaba que no pueden
seguir negando su calidad de arte a la fotografía
que posiblemente sea —sobre todo en la cinema-
tografía y el reportaje fotográfico— la expresión
más viva de la plástica moderna, con tanto dere-
cho a la denominación de obra de arte como la
que sea resultado de cualquier otra técnica”. Con
la obra de Héctor García se consolida este juicio.
La obra de Héctor García es, lugar común,
vasta y múltiple. La selección fotográfica de
Camera oscura, que es apenas un pequeño mor-
disco a un fruto prodigioso que mientras más se
corta —como la lujuria— más crece, no hubiese
sido posible sin la odisea emprendida por Pepe
Maya para bucear con sus ojos bien abiertos,
sin enceguecerse, en esta otra odisea de la luz
inventada, imaginada, soñada, creada por Héctor
García para perpetrar y perpetuar su maravillosa
escritura. Desde sus inicios como reportero gráfi-
co —y todavía lo es— hace ya cincuenta años ha
recorrido un largo trecho y, sin proponérselo, por
esa fidelidad indestructible a su oficio original,
ha llegado a ser orfebre y maestro. Sin él nuestra
ciudad de México no sería la misma y el mundo
no se nos hubiese entregado con tanta claridad.
Muchas de las imágenes realistas, relampaguean-
tes y oportunas de su obra, gracias a su magia y a su
genio, descansan ya impregnadas de eternidad.
* Tomado del libro Camera oscura. Héctor
García. Gobierno del estado de Veracruz. Primera
Edición, 1992. México, D. F. 92 pp.
Guillermo Ceniceros
42
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ho
apantallados
Alonso Ruiz Belmont una abrupta devaluación del peso a finales de diciembre
y condujeron al país a una aguda recesión económica,
que amplió aún más las escandalosas brechas sociales
que dividen actualmente al país.
El 28 de noviembre de 1993, Colosio Murrieta,
entonces secretario de Desarrollo Social, había sido
designado el candidato del priismo a la presidencia de
la república por determinación expresa del presidente
Carlos Salinas, de acuerdo a los rituales y equilibrios
de un orden político agonizante. Su meteórico ascenso
durante los cinco años previos confirmaba, hasta aquel
momento, la enorme confianza que el presidente tenía
depositada en quien era considerado su delfín político
(a pesar incluso, de la animadversión y el abierto recha-
zo que le profirió en aquellos días Manuel Camacho
Solís, su mayor adversario en la búsqueda de la nomi-
nación presidencial). En medio de la euforia desatada en
los días previos por la aprobación del Tratado de Libre
Comercio (TLC) con Estados Unidos y Canadá, la nomi-
nación de Colosio fue vista por muchos como una señal
de continuidad en la política económica. Nadie imagina-
ba que pocas semanas después, una rebelión armada en
Chiapas tomaría al presidente por sorpresa, rompiendo
la endeble disciplina de su círculo interno.
Sin embargo, hasta el 31 de diciembre de 1993, la can-
didatura de Colosio simbolizaba para muchos el notable
capital político que ostentaba el partido oficial de cara
a unas elecciones presidenciales que, todo indicaba
entonces, constituirían un referéndum mayoritario en
favor de la ortodoxia económica y la apertura comercial.
El brutal asesinato de Luis Donaldo Colosio
Murrieta la tarde el 23 de marzo de 1994 en
Tijuana, Baja California, dejó una huella indele-
ble en la memoria colectiva de toda una generación. Ése
fue sólo uno de los huecos que dejó tras de sí el año más
violento que se recuerda hasta ahora en la vida política
del México contemporáneo. Sesenta y seis años después
del asesinato del presidente electo Álvaro Obregón, el
presidencialismo autoritario había perdido sorpresiva-
mente un símbolo estratégico para la conservación de
su legitimidad: la estabilidad política basada en el arre-
glo pacífico a todo conflicto surgido entre las filas de la
gobernante coalición nacionalista revolucionaria.
La sorpresiva irrupción armada del Ejército Zapatista
de Liberación Nacional (EZLN) el primero de enero de
aquel año en el Estado de Chiapas, había iniciado una
aguda crisis política que evidenció las limitaciones
democráticas del reformismo electoral salinista y el
escandaloso déficit social de un modelo de desarrollo
económico que se había vendido a la opinión pública
como un paradigma de prosperidad. El asesinato de José
Francisco Ruiz Massieu, secretario general del Partido
Revolucionario Institucional (PRI), el 28 de septiembre
de ese mismo año, profundizó aquella compleja espiral
de descomposición (que estuvo acompañada de secues-
tros, una creciente atmósfera de polarización social y
rumores de toda índole). Las repercusiones financieras
de aquel oscuro proceso terminaron por desencadenar
apan
talla
dos
43
Aquel otoño preelectoral, algunos sectores de la comuni-
dad académica interpretaron la nominación del político
sonorense como la posibilidad de una reforma política
controlada ordenadamente desde el interior de la coali-
ción gobernante, negociada directamente con la militan-
cia del partido y con sus sectores más tradicionalistas.
Pocos individuos conocían a detalle, mejor que el propio
Colosio, el funcionamiento de aquella compleja maqui-
naria hegemónica. Por si fuera poco, el ex secretario de
Desarrollo Social contaba también con otro elemento
estratégico en favor de su candidatura: las simpatías
de una buena parte de los cuadros de base, particular-
mente en las zonas más pobres del país. Otros secto-
res de la opinión pública, en cambio, planteaban que
la candidatura colosista significaba la continuidad del
presidencialismo autoritario y que, inevitablemente, ésta
se hallaría bajo la esfera de control político de Salinas.
La realidad terminaría siendo muy distinta.
Las investigaciones que llevaron a cabo las tres dife-
rentes comisiones especiales encargadas de aclarar la
autoría intelectual del magnicidio del sonorense nunca
pudieron resolver el caso. La versión oficial sostiene que
Mario Aburto, asesino confeso de Luis Donaldo Colosio
Murrieta, actuó por iniciativa personal sin recibir indi-
caciones ni apoyo de otra persona. Dieciocho años des-
pués, la verdad continúa siendo un misterio, pero no es
ninguna exageración afirmar que durante aquella soleada
tarde del 23 de marzo, en la colonia Lomas Taurinas de
Tijuana, Baja California, México cambió para siempre.
En el terreno de la ficción cinematográfica, el más
reciente producto especulativo sobre las redes conspi-
rativas que pudieron haber sellado el destino del can-
didato priista corresponde a la polémica cinta Colosio:
El Asesinato* (2012), de Carlos Bolado. El presupuesto
del filme, las sospechas sobre el verdadero origen de su
financiamiento y su estreno a pocas semanas de la elec-
ción presidencial del 2 de julio, han motivado justificados
señalamientos en torno al aparente uso propagandístico
de la cinta. Lo anterior ha sido interpretado por algunos
como un desesperado intento del calderonismo por qui-
tarle votos al PRI en los próximos comicios, recordándole
a la opinión pública la corrupción, las oscuras intrigas
palaciegas y la lucha despiadada por el poder que se
dieron por aquellos días al interior del entonces partido
oficial (como si los dos sexenios panistas hubiesen sido
inmunes a todos esos vicios). Sin embargo, es impor-
tante mencionar también que dicha historia de ficción
fue escrita hace unos diez años por el guionista Hugo
Rodríguez y, desde aquel momento, la productora Mónica
Lozano comenzó a tocar infructuosamente varias puertas
con la intención de rodar la película. Ideologías aparte,
valdría la pena preguntarnos si el éxito en taquilla que
está registrando el filme actualmente refleja, en cierta
medida, la confrontación simbólica de una sociedad con
un momento perdido de su historia.
Por razones de carácter legal y obvias limitaciones de
índole periodística, la cinta de Bolado mezcla personajes
y situaciones ficticias que son entrelazadas con los acon-
tecimientos históricos, dejando al espectador la posibili-
dad de hacer su propia interpretación de los hechos. No
constituye, por tanto, un acercamiento hacia la verdad
histórica sino, más bien (a decir del propio Bolado), un
esfuerzo por detonar la curiosidad y la capacidad crítica
Guillermo Ceniceros
44
El
Bú
ho
de los espectadores en relación con el tema. Al inicio de
la cinta, Andrés, un ex agente retirado del CISEN, reci-
be la orden y los recursos financieros necesarios para
realizar una investigación secreta y paralela a la que
estaba llevando a cabo la Fiscalía Especial, con la misión
de resolver el crimen. La encomienda proviene de un polí-
tico de alto rango, identificado sólo como El Licenciado,
quien por deseo expreso del presidente había asumi-
do la secretaría general del partido oficial así como la
orden de realizar la investigación paralela. Sin embargo,
y de manera extraña, la supuesta voluntad del presi-
dente le es comunicada al Licenciado por el poderoso
Jefe de la oficina de la presidencia, un personaje llama-
do El Doctor. El nuevo secretario general del partido no
había sido inmune a las tentaciones de la corrupción, el
origen de su fortuna no es transparente y regularmente
entrega a su hermano menor maletas llenas con cien-
tos de miles de dólares que el segundo deposita en un
banco estadunidense. Andrés reúne pronto un equipo
multidisciplinario de colegas expertos que realizan una
investigación exhaustiva. Finalmente, consiguen armar
el rompecabezas y entregan al Licenciado un voluminoso
expediente con sus conclusiones. Todo indica la existen-
cia de una conspiración. Las pesquisas indican que el
complot había tenido su origen tras la negativa expresa
de Colosio a encubrir poderosas redes de lavado de dine-
ro y protección a los cárteles de la droga. Éstas estaban
siendo administradas por un puñado de prominentes
políticos y empresarios vinculados directamente al her-
mano del presidente y al Doctor. Es en ese momento
cuando el Licenciado descubre que el jefe de la oficina de
la presidencia le había tendido una trampa para averiguar
qué tanto podía acercarse a la verdad. Poco después,
el Licenciado lo confronta en un encuentro privado y
amenaza con revelar todo lo que sabe si su carrera política
es saboteada. Hacia el final de la cinta, Andrés, su esposa,
el Licenciado y Benítez (el jefe de la Policía de Tijuana)
son asesinados en diferentes momentos. Hasta aquí el
ejercicio de la ficción cinematográfica que, según Bolado,
tomó como referencias históricas datos consignados en
el último informe de la Fiscalía Especial.
Regresemos ahora al contexto político de aquellos
meses y a los señalamientos ventilados de manera con-
sistente por personajes que estuvieron en las entrañas
de aquel monstruo. En septiembre de 1994, Eduardo
Valle Espinosa, quien había desempeñado labores de
inteligencia para el ex procurador general Jorge Carpizo
(ambos recientemente fallecidos), declaró a los medios
que Colosio había sido contactado dos días antes de su
muerte por Humberto García Ábrego, hermano de Juan
García Ábrego, líder del cártel del Golfo, con el objeto de
pactar una reunión entre ambos. De acuerdo con Valle,
Colosio se negó rotundamente a sostener tal encuentro y
aquello provocó la ira de los líderes del cártel. Asimismo,
Valle afirmó saber que de llegar al poder, Colosio se
proponía atacar frontalmente a los principales cárteles
de la droga mexicanos y aclarar sus presuntos vínculos
con funcionarios en todos los niveles del gobierno. Según
dicha hipótesis, la eventual victoria de Colosio habría
hecho peligrar severamente los intereses de dichas orga-
nizaciones delictivas y de varios políticos de alto rango
estrechamente relacionados con ellas. Las afirmaciones
del ex colaborador de Carpizo involucraron también al
Elba Hernández Díaz
apan
talla
dos
45
equipo de seguridad del candidato en Tijuana. Según
Valle, tanto Jorge Vergara Berdejo (coordinador de segu-
ridad de la campaña) como Antonio González Ortega
(agente del CISEN) habrían estado relacionados con
Marcela Bodenstedt, presunto enlace del cártel del Golfo
y del cártel de Juárez con algunos miembros del gabinete
presidencial (entre quienes se mencionaba a José María
Córdoba Montoya, jefe de la oficina de la presidencia y
Emilio Gamboa Patrón, Secretario de Comunicaciones
y Transportes). Valle publicó información detallada (nom-
bres, apellidos, fechas y cifras) para sustentar toda esta
argumentación en un libro titulado: El Segundo Disparo:
La Narcodemocracia Mexicana (Océano, 1995). Poco des-
pués de abandonar furtivamente el país para proteger su
vida a mediados de 1994, Valle dijo haber entregado un
voluminoso expediente a las autoridades estadunidenses
con todos aquellos datos. Frustrado por la indiferencia
del Departamento de Justicia de los EEUU ante todos
sus señalamientos, Valle tomó la decisión de publicar
el libro.
Más datos. Fernando de la Sota, otro miembro de la
escolta de Colosio, había sido cesado en 1992 de la PGR
por sus vínculos con el cártel de Juárez pero misteriosa-
mente fue integrado al equipo de seguridad de Colosio por
el general Domiro García Reyes, quien lo habría vincula-
do con el Estado Mayor Presidencial desde 1988, según
lo refiere el periodista Jorge Fernández Menéndez en su
libro Desestabilización (Grijalbo, 1995). En Drug Politics
(University of Oklahoma Press, 1999), David C. Jordan,
académico estadunidense experto en temas de narco-
tráfico, refiere también que Roberto Alcide Beltrones,
hermano del entonces gobernador de Sonora Manlio
Fabio Beltrones, había sido nombrado administrador de
aduanas de Tijuana con el apoyo de Gamboa Patrón y
de Raúl Zorrilla Cosío, quien habría solicitado a Colosio
la reunión con García Ábrego. En marzo de 1995, Raúl
Salinas de Gortari fue arrestado, acusado de ser autor
intelectual del asesinato de Ruiz Massieu. El ex goberna-
dor de Guerrero, quien tenía una pésima relación con el
hermano del entonces presidente, había sido asesor cer-
cano de Colosio después de su nominación como candi-
dato y se llegó a decir que poseía información importante
acerca del asesinato del sonorense. Fernández Menéndez
especula también que José Esparragoza, un lugarteniente
de Amado Carrillo, líder del cártel de Juárez, habría paga-
do 10 millones de dólares a Raúl Salinas durante la cam-
paña de Colosio, buscando igualmente la complicidad
del candidato. Aparentemente Colosio rechazó también
aquella oferta y con ese episodio se incrementó su dis-
tanciamiento de Raúl, lo cual sugiere otro posible móvil
para el crimen del 23 de marzo.
Como sabemos, todos estos señalamientos nunca
pudieron ser plenamente demostrados por las autorida-
des y fueron rápidamente archivados. (Raúl Salinas es
un hombre libre desde hace varios años). Sin embargo,
el inmenso poder corruptor que siguen ejerciendo los
cárteles de la droga, así como sus vinculaciones con
el poder político y las fuerzas de seguridad en nuestro
país no podrían entenderse, ayer y hoy, sin la oscura
complicidad del gobierno estadunidense, así como el
papel estratégico que juega la industria del narcotráfico
para su complejo militar industrial y su sistema financiero.
Desafortunadamente, la amenaza que representa
el narcotráfico para la consolidación de nuestra incipien-
te democracia es significativamente mayor hoy día que en
1994. Tenemos ante nuestros ojos una pila de cincuenta
mil cadáveres para recordárnoslo y dos secretarios de
gobernación fallecidos en circunstancias aún no aclara-
das. La única opción que tenemos es continuar luchando
a través de nuestro voto por construir un verdadero esta-
do de derecho y una efectiva división de poderes que nos
permitan contener la barbarie, así como la triste y escan-
dalosa corrupción e incompetencia de nuestra clase políti-
ca, que no distingue barreras partidistas ni ideológicas..
Notas
*Colosio: El Asesinato; México, España, Francia, Colombia;
2012. Dirección: Carlos Bolado. Producción: Mónica Lozano, Hugo
Rodríguez, Javier Salgado. Guión: Hugo Rodríguez, Carlos Bolado,
Miguel Necoechea. Elenco: José María Yazpik, Daniel Giménez
Cacho, Odiseo Bichir
46
El
Bú
ho
mARthA ChApA
Héctor García, un fotógrafo excepcional, nos
deja una obra fuera de serie.
Su fotografía consigue milagros. Logra, sin duda,
eternizar instantes. Fija lo mutable. Suspende el movi-
miento físico para incorporarlo a la memoria, la evoca-
ción, la imaginación. Es registro del tiempo ido, a la vez
que testimonio de su permanencia. De ahí la primera
importancia, enorme de por sí, de este quehacer humano.
Pero la fotografía de este mexicano excepcional
nacido en la ciudad de México en 1923 es mucho más.
Es arte, por supuesto. Su realización implica exquisito
dominio técnico y supone una gran sensibilidad, una
plena comprensión de la armonía y de los contrastes; un
completo entendimiento de la vida humana, sus pasio-
nes, sus aspiraciones, sus emociones, sus mayores pro-
fundidades. Y un claro y evidente compromiso social.
Héctor García ejerció la fotografía como oficio pleno
durante más de medio siglo. Fue un puntual, oportuno,
fiel fotorreportero y maestro en centros de enseñanza
universitaria. Sus exposiciones, numerosas dentro del
país, aunque tampoco fueron pocas las que montó en el
extranjero. Por todos esos méritos, entre muchos otros,
su obra ha sido asunto central de varios libros.
Tienen las fotografías de Héctor García una estre-
mecedora combinación de vitalidad y verdad, que captan
a su vez las apariencias y alcanzan imágenes bellas,
perturbadoras a veces, en ocasiones sobrecogedoras. Y
es más aún, mucho más, lo que subsiste debajo de esas
apariencias, de esas primeras capas.
Más allá de las luces y las sombras, los claroscuros
que todos percibimos, Héctor García miró la vida verda-
dera, en el momento de vida más plena o más intensa o
más calmada. Retrató, así, la vida de mujeres y hombres
de carne y hueso. Pero también una perspectiva más
amplia: La realidad social, la vida palpable y tangible del
pueblo mexicano, lo mismo en escenas de movimientos
colectivos o en el registro de escenas cotidianas palacie-
gas o callejeras. Tal es la vida, parece decirnos Héctor
García en cada imagen, siempre con un sentido crítico
inseparable de su mirada penetrante.
Hoy lo recuerdo con afecto, al igual que a su esposa,
mi querida amiga María, a quien ahora le envío un sen-
tido pésame, así como a su apreciable familia, al que se
une fraternalmente mi compañero Alejandro. Por cierto,
hace unos meses tuvimos el privilegio de entrevistar al
maestro García en El sabor del saber, programa que con-
ducimos conjuntamente en TV Mexiquense-Canal 34.
Honrado varias veces con el Premio Nacional de
Periodismo y el Premio Nacional de Ciencias y Artes,
Héctor García es reconocido también como un artista
emérito del país. El entrañable maestro, que nos dejó al
despuntar junio, poco antes de cumplir 89 años de edad,
ocupa un lugar central en la vida de la cultura del México
del siglo XX y también de la nueva centuria. Por eso, su
tan merecido homenaje en Bellas Artes que incluye el res-
cate y digitalización de los cientos de miles de negativos
que acumuló en su tan vasta y brillante trayectoria pro-
fesional, tal como lo prometió públicamente el Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes.
Por eso, no damos un adiós definitivo a ese gran
hombre y artista, ya que tenemos, vemos y admiramos
hoy su luminosa fotografía como mañana podrán hacerlo
las nuevas generaciones. Gracias, maestro..
http://www.marthachapa.net/
Twitter: @martha_chapa
Facebook: Martha Chapa Benavides
arca
de
Noé
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arca de Noé
Miguel Sánchez de ArMAS* sima diversidad cultural no acaban de digerir lo que
no sea White, Anglosaxon & Protestant (wasp)?
Pudiera ser. El jazz nació en las chabolas del sur
de Estados Unidos en donde los esclavos lamenta-
ban su suerte en tierra cristiana. Es, básicamente,
producto único y singular de la conjugación de los
instrumentos musicales europeos con la concep-
ción musical africana. Con sus distintos estilos, este
ritmo nace en la veta de libertad que defendieron los
negros durante la lucha por los derechos civiles en
Estados Unidos, quizá porque aquella movilización
Dice el real mamotreto que la meloma-
nía es “amor desordenado a la músi-
ca”. Carajo, resulta entonces que todos
estos años he vivido en el vicio, y lo que yo creía
noble placer es en realidad pecado solitario como
el que escandalizaba a mis tías, quienes mon-
taban guardia en la puerta del baño para impe-
dir que el Maligno tentara (je, je) a los sobrinos.
Como hoy amanecí herético, me declaro el más
desordenado de los desordenados en mi inclinación
musical y proclamo urbi et orbi que si por ello he
de pagar con las llamas del infierno, ¡sea!, pues en
parodia del bardo, No me mueve, mi Dios, para que-
rerte / la música que me tienes prometida…
Establecido así el contexto y aportadas las
aclaraciones pertinentes, procedo entonces a com-
partir con mis lectores un homenaje al jazz, pues
la semana próxima se celebra en Montreal la trigési-
mo tercera edición del célebre festival internacional
de la expresión musical que recogió el lamento de
los esclavos negros y lo convirtió en una explosión
de alegría.
Además, la UNESCO designó el 30 de abril como
Día Internacional del Jazz. Es notable que la pro-
puesta fuera del pianista Herbie Hancock, composi-
tor y director del Instituto de Jazz Thelonius Monk, y
no germinara en algún organismo oficial. ¿Será por
el fariseísmo de nuestros primos del norte que pese
a tener un Presidente negro y nutrirse de una riquí-
Horacio Salcedo
48
El
Bú
ho
tenía en la improvisación uno de sus motores (ecos
de Rosa Parks y de Martin Luther King), y la libertad
para la improvisación es uno de los elementos fun-
damentales del jazz.
Hace pocos años un reportero preguntó al con-
trabajista Ron Carter si él había sufrido alguna vez
discriminación por ser negro. El músico respondió:
“Todos y cada uno de los días de mi vida he padecido
la discriminación”. Hoy, con los vientos de igualdad
que aparentemente oxigenan el ambiente mundial
es difícil imaginar a figuras musicales de gran fama
como víctimas del racismo, pero no siempre fue así.
Entre los jazzistas la paradoja fue mayor porque
su música tenía enorme aceptación entre los blancos
y pronto se hacían famosos, aunque ello no los ponía
a salvo de los actos discriminatorios. Los dueños de
salones y bares vigilaban celosamente que se cum-
pliera la ley y que los músicos negros, celebridades
o no, entraran por la puerta trasera o por la cocina.
El trompetista Miles Davies, autor de la que muchos
consideran la mejor grabación de jazz en la histo-
ria -Kind of blue-, tocaba de espaldas al público en
protesta por la discriminación que sufrían los de su
raza y para dejar en claro que no interpretaba para
los güeros. El trompetista Dizzy Gillespie, más jugue-
tón, arrojaba bolitas de papel al público cuando era
intérprete de fila.
Los años entre guerras y de la gran depresión
económica fueron de auge para el jazz. Pero el
pequeño wasp que habita en el ADN gringo conspiró
con la parte del público que no estaba a gusto con
el origen negro del jazz y así nacieron las orquestas
de blancos como las de Stan Kenton, Glen Miller y
Benny Goodman, que si bien exitosas, no dejaron de
ser una versión “light” de verdaderas grandes orques-
tas como las de Duke Ellington y Count Basie.
Oswaldo Sagástegui
arca
de
Noé
49
En el ámbito de la música popular, después de
gozar de arraigo y popularidad, el jazz fue cayendo
en el olvido del gran público y se convirtió en músi-
ca de culto(s), porque devino en objeto exquisito
apreciado entre grupos reducidos, como el de los
intelectuales. Por ello, el Día Internacional del Jazz
es un acto de justicia además de la oportunidad de
que las nuevas generaciones se acerquen a creaciones
que erizan la piel -desde la nuca hasta la zona
sagrada- y el pretexto para homenajear a los músi-
cos que nos han dado horas de gozo voluptuoso con
su música.
Y para recordar que el jazz ha acompañado tareas
creativas como la de Julio Cortázar, en cuya literatura
algunos críticos han percibido la misma estructura
rítmica del jazz. Será también pretexto para releer
“El perseguidor”, relato cortazariano incluido en Las
armas secretas, dedicado al legendario saxofonista
Charlie Parker, en el que hay toda una disertación
acerca del cómo y por qué de la creación artísti-
ca, tema sobre el cual la versión del propio artista
no es la mejor ni la más válida sino sólo un punto
de vista más.
En México es muy reducido el círculo jazzero, no
obstante que por afinidad debería sernos más cer-
cana y familiar una tradición musical que surge de
la reunión singular de dos concepciones musicales
determinadas por condiciones históricas y sociales.
Desde luego más que la música de concierto europea
cuya hegemonía como “buena música” o “música
culta” ha hecho pensar que su consumo es más ven-
tajoso, aleccionador, elegante y educativo, aunque
conceptualmente esté alejada de parámetros que nos
permitan “sentirla” nuestra.
Este festejo de la UNESCO puede ser el impul-
so que necesitan las disqueras para que de nuevo
editen los distintos estilos del género: el bebop, el
jazz fusión, el free jazz y los experimentos con otros
ritmos como los de la música afroantillana. No es
justo que los jóvenes de hoy se pierdan el gozo de
voces maravillosas como las de Carmen McRae,
Bessie Smith, Billy Holliday, Sarah Vaughan o Ella
Fitzgerald. Ojalá se den la oportunidad de experimen-
tar la vibración interior que produce escuchar a Miles
Davis, Ornette Coleman, John Coltrane, Artie Shaw,
Charlie Parker, Roy Eldrige, Duke Ellington, Thelonius
Monk, Oscar Peterson, Cannonball Adderley, Charles
Mingus, Charlie Haden, Sun Ra o los más jóvenes
como Wynton Marsalis y muchos, muchísimos más.
Antonio Malacara, en una entrevista con Mario
Enrique Sánchez, dice que los músicos mexicanos
han tenido contacto con el jazz desde el siglo XIX y
a lo largo de casi 200 años de historia, han apareci-
do cientos de intérpretes destacados. Sin embargo,
apunta: “el jazz es poco valorado ya que al igual
que la música clásica, está considerado dentro
de una élite y por cuestiones de negocios, no se ha
popularizado y no se le ha dado la capacidad de más
promoción. Otros factores que impiden se popula-
rice el jazz [en México], es su poca rentabilidad. No
da para comer y los músicos tienen que vender su
capacidad y talento; es por esto que los mejores ter-
minan tocando para artistas como José José, Lupita
D’Alessio o Luis Miguel”.
Sin embargo, hemos tenido grandes exponentes
de este arte, entre ellos Juan José Calatayud, Chilo
Morán, Tino Contreras o los hermanos Toussaint, por
mencionar los primeros que llegan a la memoria.
Tanto el Día internacional del jazz como el fes-
tival de Montreal me han recordado aquellas leja-
nas juventudes cuando no había nada mejor que ir
a escuchar al legendario grupo THNB que iluminó
nuestras tardeadas en aquel local de la Avenida
Universidad frente al autocinema: ¡Todos hermanos,
negros y blancos! *Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias
Sociales de la UPAEP Puebla.@sanchezdearmas www.sanchez-dearmas.blogspot.com [email protected] desea recibir Juego de ojos en su correo, envíe un men-
saje a: [email protected]
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El
Bú
ho
roberto brAvo
diferentes tipos de cereales, la cerveza, el vino, el trigo,
la domesticación de los diferentes tipos de ganado, entre
otras cosas. Estos productos pasaron a Europa primero,
y los de ese continente, cuando llegaron a América, tra-
jeron consigo y trasplantaron en las nuevas tierras.
En la actualidad, buena cerveza y buen vino hay casi
en todo el mundo, no son privilegio de los europeos
únicamente, sino que africanos, australianos, asiáticos,
chilenos, argentinos y mexicanos, los poseen tan buenos
como ellos.
La cerveza como el vino es de fabricación casera, y las
familias hacían la propia para su consumo tiempo atrás.
En Chile, las primeras empresas cerveceras las fundaron
alemanes, y una de ellas fue precisamente en Valdivia.
Desde el siglo XIX, la fábrica establecida allí producía
ya doce millones de litros anuales. Hoy, existe una feria
patrocinada por esta cervecería, en donde jóvenes vesti-
dos típicamente como bávaros, regalan vasos de cerveza,
y en grupo, bailan danzas de los campesinos alemanes al
compás de grupos musicales que tocan de esa manera.
A la feria asisten, invitados, asociaciones argentinas que
persiguen el propósito de conservar la herencia folklóri-
ca de sus antepasados germanos.
Los alemanes como colonos deben tener garantiza-
dos sus derechos para una vida cultural necesaria, es
importante que así sea. Sobre todo para esos alemanes
de primera generación y sus descendientes, aunque
naturalmente no estoy de acuerdo en la admiración
exagerada hacía sus costumbres. Al ver estas manifes-
taciones en el parque central de Valdivia, me parecieron
fuera de lugar, y un tanto ridículas por lo mismo. Bebí
un vaso de cerveza clara, que en la mañana calurosa me
supo excelente.
En México escuché reír a un escocés que fue invitado a
cenar por una asociación de “escoceses”, porque estan-
do con ellos se enteró que eran nietos, bisnietos y tata-
ranietos de sus paisanos. Esto le pareció cómico porque
se asumían como tales y lo mostraban de manera afecta-
da. Se sintió incómodo, le resultaron ficticios. Sucede así
a extranjeros, cuando la cultura del país al que llegan,
Quizá la ciudad más bella de Chile es Valdivia,
una península entre tres ríos: El Calle-
Calle, el Valdivia, y en la nariz el Cau-
Cau. Sus calles limpias, sus casas y pequeños edifi-
cios pintados como para ir de fiesta, las corrientes
limpias de agua que la circundan, la brisa templa-
da y sin prisa, hacen de ella el reflejo dorado de
unos ojos verdes que miran al cosmos indiferentes.
Pequeños hoteles costean la rivera desde donde se
miran niños, parejas, y turistas caminar sin propósito.
Valdivia y el campo que la rodea, es una región que los
fundamentalistas del medio ambiente adoptarían bajan-
do del autobús. Excepto Santiago y ciudades aledañas,
Chile es un país donde se respira el aire del océano o
de las montañas.
Fundada por los españoles, es la parte austral del país
donde la belleza conquistada a la naturaleza es armóni-
ca. Habíamos estado en Puerto Montt, Osorno, Puerto
Varas, y al entrar en Valdivia decidimos quedarnos unos
días. Los lugares anteriores nos ofrecieron algo pobre
comparado con ella.
Chile como Argentina fueron receptores de población
europea, entre ellos alemanes, quienes llevaron no sola-
mente su nacionalismo sino su cultura en general. En la
actualidad es común ver espectaculares publicitarios de
productos alimenticios con el slogan “El sabor alemán
que tanto nos gusta” o algo parecido.
La Mesopotamia, hoy Irak, Irán, y territorios aledaños,
proporcionaron a los chilenos, argentinos y al mundo,
arca
de
Noé
51
sin ser pobre, no les ofrece elementos para asimilarse,
mantienen sus costumbres, y les resulta penoso vivir
sin ellas. No obstante, es absurdo pensar que a donde
uno vaya nuestro país va con nosotros, uno es el lugar
donde vive, pero eso a quienes ostentan esta conducta
nada significa, porque sienten que fuera de su territorio
sufren una carencia, son pobres sin su nacionalidad,
porque su vaciedad les hace pensar que no tienen más
que eso, como un millonario que al no poder mostrar
a los demás su riqueza se siente perdido. Esta distinción,
para ellos, no indica una diversidad, sino una diferencia
que connota: amo-siervo, superior-inferior, dueño y sir-
viente, creyente e infiel. No ser alemán, no ser judío, no
ser musulmán, no ser japonés, no ser mexicano, no ser
estadunidense, no ser inglés, no ser blanco, no ser her-
moso, etc.
Toda ciudad cuya belleza física atraiga al turismo, siente
la necesidad no solamente de ofrecer entretenimiento
a sus visitantes, sino busca también atraerlos a través
de sus museos. Valdivia no es la excepción. Sólo que los
que tiene, son las casas de los colonos alemanes que
enriquecieron en el lugar, y son verdaderamente pobres
en cuanto a su contenido; el gusto de los que fueron
sus ocupantes, dista mucho de ser ejemplar. Lo peor
es que cobran por entrar una cantidad considerable. El
edificio de la antigua cervecería, por ejemplo, muy a la
moda dictada por Europa, lo convirtieron en una galería
de arte. Está frente al río y es tan húmeda que en sus
paredes el aplanado no existe. Se respira en ella el efluvio
de los desperdicios que no alcanzan a irse en la corriente
de agua. Se confunde su aire con el olor de unos leones o
vacas marinas que se encuentran corriente abajo (o arri-
ba). La exposición de óleos que exhibían dejaba mucho
que desear aun en un artista principiante, y cuando qui-
sieron cobrarme por verla, dije a Teresita:
--No debo pagar por ver cuadros tan malos.
Ella me pidió que bajara la voz porque el boletero me
escuchaba.
--Sé discreto.
Valdivia es sus alrededores, su aire, ríos, vegetación;
estos elementos provocan una relajación especial al que
la camina sin objetivos.
Fotografía de Valdivia
52
El
Bú
ho
La comida chilena no es algo que llama la atención, y en
Valdivia es eso, un tanto básica, pero lo suficientemente
buena para dejar saciado a un hambriento.
Otro día tomamos la carretera rumbo al mar y vimos
la naturaleza cultivada por el hombre que es similar en
todas las latitudes, pero más adelante, encontramos
la belleza que presentí a mi llegada, la naturaleza natural,
la sostenida por sí misma sin la ayuda de jardineros ni
campesinos, poseía en la costa el encanto, el distancia-
miento e impasibilidad de lo trágico.
La tarde nublada, el viento golpeaba mi rostro con
gotas de lluvia. El cielo era un borbollón de corrientes
de aire y nubes encontradas, gris, oscuro, con espacios
nebulosos. El mar acerado machacaba a las rocas una y
otra vez con violencia. Teresita, metida en el agua hasta
los tobillos, sufría los embates de las olas y la resaca. La
marea empezaba a subir. La vi tratando de fijar su tripié,
y tomar fotografías, una tras otra, a los elementos, a
las nubes, al chisporroteo del agua, a las rocas, a la bahía
que se extendía con una arena gris oscura de piedra
volcánica. Las casas tras mi espalda se descolgaban de
los cerros, elementales, de materiales baratos, algunas
abandonadas, pequeñas como viviendas de marineros,
como construcciones de quita y pon según se portara el
océano con ellas. Había alertas de tsunami. Me sentí un
héroe romántico parado en la roca a la que no alcanzaban
las olas desafiando al horizonte.
A veces los elementos de la naturaleza se conjugan
para crear algo más allá de la belleza, imágenes y sensa-
ciones se asocian y provocan una lejanía, una percepción
que rebasa lo existente.
Salí de mi arrobamiento cuando Teresita subió a donde
estaba y me pidió que sostuviera por un momento el
equipo fotográfico mientras secaba sus pies y colocaba
en ellos las botas.
El lugar se llama Niebla.
Al lado de la carretera se levanta el poblado; en el local
donde hacen los eventos de la comunidad, realizaban
lo que llaman un “Encuentro Costumbrista”. Se trata de
una feria de comida típica donde, frente a los comen-
sales, grupos de danza folklórica chilena, y un conjun-
to de música autóctona toca para que bailen cuecas y
otros ritmos nacionales en el escenario. Bebimos chicha
de uva, de manzana y mote con huesillos (como la chi-
cha, el mote es una bebida refrescante hecha con granos
de trigo y duraznos deshidratados); comimos pescado
y una parrillada. El lugar era enorme, y había tantas
personas que nos tomó tiempo encontrar una mesa
donde alimentarnos. Al terminar la variedad oscurecía,
salimos con lluvia y la seguridad de haber pasado un
día extraordinario.
Partimos de Valdivia con ganas de volver.
¿En cuánto rentarán una de esas casa pequeñas frente
a la costa de Niebla?
Descansamos, recuperamos fuerzas para seguir; la
franja angosta y llana de la carretera hacia el norte nos
esperaba. Pensaba en los alemanes, en los pueblos ori-
ginales de chile, en los otros europeos que llegaron a
colonizarlo, convencido de que las fronteras raciales tien-
den a desaparecer, el camino que siguen las mezclas de
rasgos físicos y las culturas crean nuevas razas, nuevas
culturas. Estaba lloviendo.
Ricardo Moreno
arca
de
Noé
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MArco Aurelio cArbAlloEl equilibrio
Estimado Raúl aquí en tu país todo, pero todo
gira en torno a las elecciones. Exageramos.
Si bien tiene su lado positivo, el interés de
los ciudadanos por darse un buen gobierno, hace falta
equilibrio. Por ejemplo, AMLO. Suena a broma su anun-
cio de patentar las propuestas. ¿Y qué que se las roben?
Fox le robó la idea de darles una lanita a los viejos. ¿Por
qué el próximo gobernante no pondría en práctica las
buenas propuestas, sean de quien sean? Sería mezqui-
no. ¿Recuerdas las obras dejadas inconclusas por los
gobiernos priistas para hacer quedar como incumplido
al anterior gobierno priista? La mezquindad es defecto
del ser humano, priista o no.
Respecto a Peña Nieto el desequilibrio es extraño,
por no hallar mejor palabra. Se le ve insustancial. O
maquilla sus intenciones o se preocupa en subrayar que
él es el galán de mayor audiencia. Entonces ¿dónde está
el desequilibrio? En su partido o en sus asesores cuan-
do actúan de modo subterráneo. Ese candidato propició
con su actitud priista descalificadora el movimiento “Yo
soy 132” y en lo oscuro patrocina reacciones violentas
en contra. Manadas de gorilas atacan a los jóvenes y
además tratan de dividirlos y segregan una fracción de
diez holgazanes pues a las convocatorias nomás acude
uno. La organización de membretes les ha funcionado
como siempre, o así lo creen. Inventaron la confedera-
ción de cibernautas, o algo semejante. Hicieron su acto
masivo y en lugar de matracas blandieron lap-tops, y
de las caras, Raúl.
La señora Josefina cambia de asesores y por lo
mismo de estrategias. No le halla la cuadratura a las
ciudadanas. Ha hablado de jefas y de faldas, y lo recien-
te fue el exhorto al voto del varón o que la ciudadana
se abstenga de hacerle cuchi cuchi. De inmediato la
llamaron candidata de caricatura.
En el segundo debate, Quadri se la creyó y se
puso a interrogar, desequilibrado del todo, a los otros
candidatos. ¿Nadie le dijo que las preguntas estaban
en una urna y que habría un moderador encargado
de accionarles el pico? Debe reconocerse que aprende
pronto, diciéndose apartidista y con profesión honesta,
cosa que según él nadie más de la fauna política. Faltó
la frase del clásico, el orgullo de mi nepotismo, pues el
junior Quadri está ya colocado en la lista de las diputa-
ciones, obsequio a cada partido, para que siga ¡el plan
de papi! Sobre el ladrillo, perdió el equilibrio.
De Fuentes a don Quijote
Para el aniversario de la revista, el director preguntó a
quién pensaba entrevistar. Aquí donde nos tocó sólo
a Carlos Fuentes, le dije. Los demás estaban en otros
países o continentes. Esa entrevista es de Cristina
Pacheco, dijo lapidario el director José Pagés Llergo.
Otra oportunidad perdida... ¿Sabía usted que Carlitos
quería quemar esta casa?, me preguntó, entre asom-
brado y haciéndome sentir el milagro según el cual fue
innecesario llamar a los bomberos. Cada semana, él
hacía una fogata al cerrarse el suplemento… ¿Carlos
Fuentes Nerón? ¿Piromaniaco? Lo había visto dos veces
y no sospeché en él esa manía.
La primera, cuando dio una plática. La segunda, en
54
El
Bú
ho
(Planeta). Según los editores no podían publicarme uno
tras otro. Como debía esperar, me devolvieron el texto,
pero… ¡sin la portada! En aquella editorial habían esta-
do cambiando de director. Un mexicano, un uruguayo,
otro mexicano, etcétera. Prometieron devolver la porta-
da pero no la hallaron.
Avergonzado se lo informé a Luis Carreño, en quien
advertí cierta molestia, y con razón. Cada vez que nos
encontrábamos le ofrecía disculpas y él poco a poco
pareció resignarse. No me atreví a decirle que volviera a
hacerla, ni siquiera cuando otra editorial ofreció publi-
carme Parranderos. El editor le cambió el título a Vida
real del artista inútil (Colibrí, ) y acepté. En esa actitud
mía debió influir la depre por no haber recuperado la
portada. ¿Cómo publicar Parranderos con título y por-
tada distintos? Parecía un mamotreto maldito.
Así que, cuando supe que tú y Luis Alfonso, el hijo
de Luis Carreño entraron en la competencia pueril de
cuál de los padres de cada uno era mejor, quedé parali-
zado. ¡¿La iniciaste tú, mi hijo?! Por eso no fue extraño
que en la fiesta del cumpleaños del hijo de Luis él le
dijera a su padre qué decía el tuyo, el de la tecla, que
en un libro le había partido su mandarina en gajos.
La respuesta de Luis Carreño lo pinta de cuerpo entero,
es un caballero. Por tu conducto mandó saludarme.
Todo el enredo responde a fallas de comunicación
entre nosotros. Por ejemplo, debí contarte, no obligarte
a leer, Morir de periodismo (Axial). En sus páginas narro
la historia de la fundación de un diario, mientras Luis
Carreño y yo coincidimos años después en Siempre! Es
decir, no tendría por qué ser personaje de esa novela.
Cuando yo escriba algo sobre Carreño te mantendré
informado pues eres amigo de su hijo Luis Alfonso. Tal
y como lo hago ahora, Mariolín.
El foto-artista
Como todos, Héctor García (1923-2012) tenía sus
peculiaridades. Supe de una cuando se abrió la puerta
de la dirección y entró él por delante y atrás el CDG,
como le decían al director los reporteros ingeniosos.
su casa. Al leer el anuncio de una conferencia suya en El
Colegio Nacional corrí a escucharlo. Elegante. Bigotito
a la Jorge Negrete. Voz de actor. Bien plantado ante
el atril de piso a pecho. La segunda, casado con la actriz
Rita Macedo, él estaba de pie ante una mesa redonda,
desplegados los diarios dominicales. Vestía un suéter
que envidiaría César Costa. Gabriel García Márquez
(GGM) nos presentó a Rodolfo Rojas Zea (RRZ) y a mí.
A Rodolfo ya lo conocía Fuentes. GGM había puesto
tres condiciones: llevarlo con sus dos chamacos a unos
tacos de carnitas, al zoológico y a casa de Fuentes. La
crónica era de mi compañero. Yo tenía derecho a tres
preguntas, tres.
Ahí desperdicié la segunda oportunidad de entrevistar
a Fuentes porque en mi turno le pedí a GGM que saliéra-
mos al jardín. Confiaba en RRZ, pero ¿y si me chacaleaba
las respuestas? En el reporterismo y en el amor todo
se vale.
No volví a ver a Fuentes pero seguí sus pasos libro
a libro, entrevista a entrevista. Qué curioso, le dije a
Petunia Flowers, apenas ayer le leí una entrevista y hoy
está muerto (1928-2012). Me quedé con la duda de si
era o no piromaniaco. ¿Cuál piromaniaco?, dijo ella.
Siempre exageras. Quizá le prendía fuego a las cuartillas
desechadas (de “México en la cultura”) por si un enemi-
go hurgaba en el basurero y les pescaban las correccio-
nes de Benítez… Pero, ¿a quién entrevistaste esa vez? A
don Quijote, le dije.
El libro maldito
Te cuento, querido Mariolín, que hace años le pedí a
Luis Carreño la portada de mi novela Parranderos. Para
ello le di una copia del texto y él, generoso, la realizó.
Eran las figuras de un par de amigos en una atmósfera
tropical con palmeras. Esos cuates tenían el brazo de
uno sobre los hombros del otro y viceversa. Resumía
muy bien la historia de los dos protagonistas durante
un viaje a Villahermosa, Tabasco.
Entregué el libro y la portada a la editorial, en la
que iban a publicarme ya otro mamotreto, Mujeriego
arca
de
Noé
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Ignoro donde había comenzado la plática pero terminó
ahí. Lo que sé, dijo el director, es que eres nada polí-
tico. Serénate… Héctor se despidió. ¿Cómo pedirle a
un artista que fuera políticamente correcto? Yo estaba
ahí de casualidad.
A fines de los 70, empezaba a oírse esa expresión
y, de haber estado de moda, el CDG la habría utilizado
con su sarcasmo habitual. ¿Cuál era el problema de
Héctor? El de los demás fotorreporteros, lucubro, por-
que el jefe de ellos era jefa, criticada y descalificada.
El periódico se las daba de postmoderno y entre sus
postmodernidades estaba el que las reporteras cubrie-
ran todas las fuentes sin distingos y, en cuanto a los
“foto”, una alemana era la mera jefa.
Christa Cowrie (CC) hablaba el español con leve
acento y era guapa, vegetariana y abstemia. Dietas liga-
das de modo indisoluble, imagino. Pero ¿cómo aguan-
tar media docena de jaiboles nada pálidos, como los
del reportero René Arteaga (RA), si no era con una
botana sólida asentada en las tripas? Podría ser buena
“foto”, aceptaban los compas, más ¿para jefaturar a un
piquete de fotorreporteros de todas las calañas? CC y
RA viajaron a la costa de Chiapas a hacer un reportaje.
René contó que mientras Christa iba al lavabo él pidió
un caldo. Cuando ella vio el potaje salivó y preguntó
qué era. RA le respondió al tiempo que, con una cucha-
ra, sacaba del tazón una tortuguita. CC palideció y se
fue de espaldas porque RA detalló que el casquito era
arrojado vivo al caldo hirviente.
A Héctor García le hubiera dado igual porque nació
en la Candelaria de los Patos, cayó en el Tribunal para
Menores y cuando fue bracero descubrió que sería
fotógrafo. Usaba una cámara tamaño casquito y si le
preguntaban decía que, telefotos, quienes cubrían fut-
bol. Era un artista de la lente sin más exigencias que
tener la luz a su favor. Así que ¿cómo ser políticamente
correcto? Pero el CDG también lo era porque escribió
novelas y en el exilio lamentó haberle echado en cara
supuestas bribonerías a un secretario de Estado. Un
caballero que tanto lo había ayudado en su proyec-
to periodístico. Con un agravante, el hijo llegó a ser
presidente de la República. Artista, sí, pero demasiado
intrépido.
marcoaureliocarballo.blogspot. com
Guillermo Ceniceros
56
El
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ho
cArloS brAchoTRANCO I
En este Tranco, el ínclito y nunca bien pon-
derado autor, el maestro Carlos Bracho,
vuelve a lanzar sus envenenados dardos
a los polacos mexicas, que ustedes, lectoras insu-
misas ya lo saben, van dirigidos, nada más y nada
menos que a sus pompas, o sea a sus glúteos, o
sea sus nalgas. Sí, así es la cuestión y para qué
andar con rodeos inútiles y que sólo distraen la
atención ciudadana. Y mucha razón es la que
asiste al maestro para lanzarlos a los susodichos
gangst… perdón, a los políticos, pues nosotros en
este siete veces H. Consejo quisiéramos hacer la
misma acción lanzadora ya que los meses pasados
fueron de una verdadera calamidad. Sí, cada can-
didato a la Silla lanzaba a los cuatro vientos toda
su carga programática y aventaba todas sus buenas
promesas por la radio, la TV y la prensa escrita.
Y. Uiffff, qué cansancio, qué vacío tan profundo,
qué niveles tan caducos, bajos y letrinosos. Pero
mejor, si ustedes lectoras zapatistas lo permiten,
veamos lo que el tal señor Bracho nos plantea:
“Cuando escucho a los altos funcionarios de esta
-o de cualquiera otra- administración, cuando pren-
do la radio o enciendo la TV o abro las páginas de
los periódicos, los señores secretarios del ramo, las
funcionarias de esto, de lo otro y de lo de más allá,
cuando escucho las voces, los discursos, las prome-
sas de los candidatos a la presidencia de la República
o a los poderosos señores del IFE o de los Tribunales
o del presidente en turno -es mejor no nombrarlo,
no tiene caso-, yo, lector asombrado y patidifuso, no
entiendo bien a bien -o mal a mal- de qué país es al
que se refieren, no alcanzo a vislumbrar o adivinar a
qué república es a la hacen mención en dichos dis-
cursos. Me explico -como si fuera necesario hacerlo-
nosotros, el popolo, la raza, los compas, la canalla,
como arriba digo, nos quedamos con el ojo cuadra-
do al ver tanto descaro, tanto cinismo manifiesto.
Sí, porque si a esas vamos -a mentir- , y si esos
polacos se refieren a este nuestro Mexicalpan de
las Ingratas, o sea a este nuestro desgraciado país
mexica, pues entonces la cosa no tiene vuelta, ellos
y ellas -los polacos- nos dicen que todo está color
de rosa, que hay algunos detallitos que no funcionan
pero que la economía en general es maravillosa, que
los fondos destinados a las Universidades es óptima
y genial, que el apoyo a los campesinos está a niveles
estratosféricos, que el ejido está apoyado más que
nunca, que jamás se había puesto tanto empeño en
construir caminos y carreteras y puentes y vados y
todo lo demás, que la corrupción ha sido combatida
con una eficiencia inigualable, que la seguridad en el
país es algo real y han bajado los índices delictivos,
que la salud del pueblo es primero y el más primor-
dial de los programas, que el combate al narcotráfico
ha rendido frutos increíbles, que los aumentos a las
tortillas son para beneficio del pueblo, que la liber-
tad de expresión es única en el mundo, que el poder
adquisitivo de los ciudadanos no tiene parangón,
que éste es el país de jauja, jolgorio y fiesta. Y por
eso, lectora amiga y no panista, yo, como arriba digo,
arca
de
Noé
57
a la creación artística, y sueldos faraónicos para
los dirigentes culturales; despidos de trabajadores
y cierre de empresas y dólares de los polacos en
bancos de extranjia; pérdida de la moral y del honor
republicano y ganancias exorbitantes de los bancos
extranjeros… Pero todo va bien… la economía está
blindada y el peso se va a los suelos… Y así, así en
este horrible tenor de miedo sigue la retahíla de
contrastes brutales y descorazonadores… Y… y para
qué le sigo… aquí detengo las teclas de la compu y
mejor me salgo a la calle y corro a ver a mi buena
-buena en todo lo que ustedes se imaginen- María y
me echaré -también eso ya lo saben- unos cuantos
caballitos de tequila blanco, del que raspa y eso me
hará olvidar un poco los pasmosos discursos que los
meses pasados nos hicieron tragar los candidotes…
Vale, Abur.
www.carlosbracho.com
pues ¿a qué país se estarán refiriendo estos señores?
Y vale la pregunta porque, usted, yo, nosotros sabe-
mos y sufrimos toda clase de represiones policiales;
palos y balas a los maestros, bonos y autos de lujo
para los jueces; en las carreteras nos asesinan, nos
matan soldados y narcos, y los señores secretarios
viajan en avión de lujo y privado; bayoneta para
los estudiantes y dinero a raudales para los parti-
dos políticos, golpes a las amas de casa y viajes a
extranjia para las esposas de los diputados; metralla
para los periodistas y guaruras para los senadores;
tanquetas para los indígenas y aumento de salarios
o sueldos o como se le llame a los generales; más
de cincuenta mil muertos por las fuerzas públicas y
por las pugnas internas de los narcos y sonrisas del
presidente y de su esposa y de su gabinete; aumento
a la gasolina y aumento a las bolsas de los funcio-
narios panistas; apoyos miserables a la cultura, a
la música, a la danza, al teatro, al cine, a la lectura,
Martha Chapa
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El
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Nicolás Balutet *
azteca, Cuauhtémoc, cuando realizaba sus curaciones2. A
finales de los años 80, la apertura de la librería “La casa de
las brujas” terminó por popularizar el nombre3.
Único por su mezcla de Art Nouveau y de Art Dec4 y su
ruptura con el afrancesamiento predominante de la arquitec-
tura de esta colonia, el edificio Río de Janeiro debió también
su excentricidad al que acogiera, a finales de los años 30 y
durante la segunda guerra mundial, a numerosas familias
exiliadas, procedentes tanto de España5 como de otros paí-
ses europeos. De ahí, quizás, el nombre Minerva, diosa de la
guerra, que se le da en la novela. Si “el edificio […] había sido
construido […] con el propósito de ofrecer un alojamiento
de calidad al personal de las embajadas y delegaciones
extranjeras” (16), en 1942, una de las tres fechas clave de la
novela (con 1914 y 1973), vivían en el Minerva todas las cla-
ses sociales: la nueva clase dirigente del país como Delfina
Uribe, los “derrotados”, es decir los ex-porfiristas, a ejemplo
de Eduviges Briones, y numerosos inquilinos artistas, inte-
lectuales, periodistas, a menudo extranjeros6:
Ha vivido aquí mucha gente curiosa: pintores, perio-
distas, una dama boxeadora, escritores, bastantes
extranjeros. (71)
[…] en él se habían alojado refugiados de distintas
nacionalidades, corrientes y matices. Además de los
El desfile del amor, del escritor mexicano Sergio
Pitol, Premio Herralde 19841, se abre sobre la des-
cripción de un edificio situado en el corazón de la
colonia Roma de la Ciudad de México. El narrador insiste
en la extravagancia de esta construcción, caracterizada por
“cuatro insólitos torreones [que] rematan las esquinas” (9),
un “ladrillo rojizo, semejante a muchos muros y pórticos
londinenses” (10), “mansardas” y “ventanas en ojo de buey”
(10). Todos estos elementos, que no corresponden en abso-
luto a la norma arquitectónica del barrio, le dan al inmueble
un aire “gótico” (9), “espectral” (16), propio de una “novela
de Dickens” (16) o de Harry Potter. En resumidas cuentas,
el edificio Minerva, pues así se llama, más que semejar un
austero cuartel militar como lo podría sugerir la etimología
de su nombre, se parece más bien a una “casa de brujas”
(24). Este apodo se revela tanto más interesante cuanto que
así se le conoce actualmente en la Ciudad de México. Si el
Minerva como tal no existe, se inspira mucho en el edificio
Río de Janeiro, situado en la plaza del mismo nombre, en
el número 56, esquina con la calle de Durango. Basta con
mirar la foto de la torreta para percatarse de que el tejado
de este inmueble diseñado por R. A. Pigeon en 1908 se pare-
ce al sombrero de una bruja, mientras que la disposición
de las ventanas semeja dos ojos y una boca. El apodo se
debe también al hecho de que Bárbara Guerrero (1900-
1979), mejor conocida como “Pachita”, haya vivido en el
edificio. Se trababa de una famosa curandera que, según la
leyenda, era poseída por el espíritu del último emperador
Fotografía del edificio Río de Janeiro (Plaza Río de Janeiro, #56 – Colonia Roma, México D.F.)
letras libros revistas
letr
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59
extranjeros, en aquel edificio convivían, hacia los años
cuarenta, familiares de revolucionarios mexicanos con
gente ligada a la reacción más extrema. (75).
En el Minerva vivían refugiados alemanes, españoles,
húngaros, holandeses, qué sé yo, de otros muchos
lugares Pero también vivía gente mexicana; alguna
de la mejor como los García Baños [...]. También
vivía allí gente salida de la revolución como Delfina
Uribe, quien derrochaba dinero con una ostentación
abominable. (207-208)
Si esta promiscuidad cultural llevó a la prensa de
derechas a calificar el Minerva como “una nueva peligro-
sísima Babel, poblada por extranjeros de la peor calaña.
Semitas surgidos de las cloacas más turbias de Lituania
y el Mar Negro” (20)7, el cosmopolitismo ahí desplegado
se propagará a toda la capital y favorecerá la modernidad
intelectual del país8. Podemos pensar en la creación de El
Colegio de México por refugiados republicanos españoles
y, más generalmente a los aportes de los intelectuales y
artistas exiliados. Es interesante, al respecto, subrayar que
la descripción pormenorizada del edificio Minerva, un edi-
ficio que sabe muy bien “la carga artística y literaria que
lo estremece en cada mañana o en cada atardecer”, para
retomar las palabras del escritor Eduardo García Aguilar9,
tiene una indudable intencionalidad pictórica. No sólo se
mencionan a algunos pintores famosos como Rufino Tamayo
o Diego Rivera sino que tres personajes se relacionan
directamente con la pintura: Delfina Uribe, la propietaria de
una galería, numerosas en los alrededores de la Plaza Río
de Janeiro en el centro de la cual se yergue una reproduc-
ción del David de Miguel Ángel; el pintor Julio Escobedo;
y el inversor Derny. Otros inquilinos se dedican a la inves-
tigación y a la crítica literaria (Ida Werfel o Balmorán).
De hecho, tanto en aquellos años como después, el edificio
Río de Janeiro albergó a numerosos hombres de letras como
el propio Pitol o Carlos Fuentes. El edificio Minerva, a ejem-
plo de su modelo, funciona, pues, como una metáfora de
México y sus transformaciones a lo largo de la historia: 1914
como final del Porfirismo, 1942 como auge del cosmopolitis-
mo y 1973 como inicio de una larga y duradera crisis política,
económica y social. En este contexto, no debe sorprender
que se describa el Minerva de los años 70 como desvencija-
do, y el barrio entero como decadente:
Durante décadas, el edificio ha constituido una extra-
vagancia arquitectónica en este barrio de apacibles
residencias de otro estilo. A decir verdad, en los últimos
años nada desentona, ya que el barrio entero ha perdido
su armonía. El peso de los nuevos edificios resquebraja
las casas graciosas de dos, a lo sumo de tres plantas,
construidas según la moda de comienzos de siglo en
Burdeos, en Biarritz, en Auteil. Hay algo triste y sucio
en ese rumbo que hasta hacía poco lograba sostener aún
ciertos alardes de elegancia, de antigua clase poderosa,
maltratada pero no vencida. […] El hombre empujó la
puerta de metal, caminó hasta el patio central, levantó
la mirada y recorrió con ella el espectáculo escuálido
que ofrecía el interior de aquella construcción al borde
de la ruina.
Era entonces un lugar distinto… Aún no habían cons-
truido al lado ese horrendo edificio de concreto que, con su
peso, estrangulaba al Minerva, con riesgos de hacerlo un día
tronar del todo. (70)
Por fin, cabe señalar que el inmueble ofrece un claro
paralelismo con Miguel del Solar, aquel historiador mexi-
cano de la Universidad de Bristol en Inglaterra que se lanza
en una investigación tanto histórica como detectivesca. Al
igual que el edificio, su modo de vestir y sus modales delatan
cierta extravagancia en el contexto mexicano pero acorde
con el Minerva:
El personaje debe de tener cerca de cuarenta años. Viste
pantalones de franela gruesa, café oscuro, y una chaqueta
de tweed, del mismo color, ligeramente jaspeada. La corbata
es de lana tejida, ocre. En esa esquina, y, sobre todo en ese
pórtico, su atavío, así como cierto modo de permanecer de
pie, de llevarse la mano al mentón, resultan absolutamente
naturales, a tono con las altas y sucias paredes de ladrillo
rojizo, semejantes a muchos muros y pórticos londinenses.10
60
El
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El edificio representa para él el lugar de la infancia y,
como tal, fue decisivo en la formación de su personalidad11.
1 Edición de referencia: Pitol, Sergio, El desfile del amor,
México, Ediciones Era, 1989.
2 Sobre Pachita, léase Cocagnac, Maurice, Rencontres avec
Carlos Castañeda et Pachita, París, Albin Michel, 1991; y Grinberg
Zylberbaum, Jacobo, Los chamanes de México, México, Alpa
Corral, 1989.
3 Actualmente, el edificio Río de Janeiro cuenta también con
un restaurante de cocina asiática, El malayo.
4 Este último estilo fue añadido en los años treinta por el
arquitecto Francisco José Serrano y Álvarez de la Rosa (1900-1982),
padre del famoso arquitecto José Francisco Serrano Cacho (1937-).
5 http://www.red-redial.net/doc_adj/4934-exilio-espanol.pdf
(consultado el 8 de mayo de 2012).
6 La distribución de los pisos en 1942 reflejaba la jerarquía
social. La “nueva rica” Delfina Uribe y la heredera de las familias
porfiristas Eduviges Briones vivían en dos pisos iguales de la prime-
ra planta, mientras que los inquilinos más modestos se alojaban en
los pisos superiores o en la planta baja: “Los departamentos de la
planta baja no podían considerarse buenos; eran oscuros y peque-
ños. Los del primer piso, donde vivió con sus parientes, eran, en
cambio, palaciegos. El piso estaba ocupado por dos únicos depar-
tamentos, cada uno con buenos salones, amplio comedor y largos
pasillos que comunicaban a un sinfín de dormitorios, estudios,
cuartos de costura, etcétera. En los pisos superiores, las vivien-
das perdían espacio, aunque no categoría: sencillamente estaban
hechas para familias menos numerosas” (16).
7 Los mismos insultos antisemitas reaparecen en boca de
Arnulfo Briones: “Una Babel. En toda la ciudad pasó lo mismo.
Gente que no sabía uno bien de dónde había salido. Llegaban
de todos los confines de Europa, hasta de Turquía, como un judío
armenio, el riquísimo Androgán, procedente de Estambul, a quien
toda la ciudad le hacía caravanas” (2007). Sobre el antisemitis-
mo en México, léase Gleizer Salzman, Daniela, México frente a
la inmigración de refugiados judíos. 1934-1940, Conaculta, Inah,
México, 2000; Gojman de Backal, Alicia, “La Acción Revolucionaria
Mexicanista y su apoyo al nacionalsocialismo alemán”, Encuentro
y alteridad. Vida y cultura judía en América Latina, Judit Bokser
Liwerant y Alicia Gojman de Backal (coord.), UNAM, Universidad
hebrea de Jerusalén, FCE, México, 1999, pp. 219-229; y Cánovas,
Rodrigo, Literatura de inmigrantes árabes y judíos en Chile y México,
Madrid, Iberoamericana, 2011, pp. 36-40.
8 La disposición interna del edificio, especialmente la dis-
tribución de los corredores que rodean al patio central, refuerza
la idea de un espacio donde se mezclan las voces: “El sistema de
corredores en torno a un amplio patio interior, tan poco usual
en la época de su construcción, a finales del siglo XIX, cuando ya se
había desatado en México una feroz especulación inmobiliaria, lo
hacía diferente a cualquier otro edificio de la ciudad, contemporá-
neo o posterior. Desde las ventanas interiores los inquilinos podían
enterarse de la clase de visitas que recibían los vecinos” (16); “Un
edificio precioso de cinco o seis pisos con un patio central. Para
entrar a cualquier departamento había que recorrer los corredores
que rodeaban el patio. Una casa de cristal” (145).
9 http://egarciaguilar.blogspot.fr/2007/12/vivir-en-la-casa-de-
las-brujas.html (consultado el 23 de abril de 2012).
10 Sobre este último, es interesante notar que, en la azotea del
edificio Río de Janeiro, se encontraba antes la librería Góngora de
Roberto Castrovido, hijo del periodista y político republicano espa-
ñol del mismo nombre, que bien pudo inspirar a Sergio Pitol.
11 Sobre la influencia de la casa de la niñez, léase Bachelard,
Gaston, La poétique de l’espace, París, PUF, 1967.
* Universidad “Jean Moulin” – Lyon 3. ALACyT – Colima
Esther González
letr
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stas
61
Varios autoresse realiza con la letra de tres poetas provenientes de tres
generaciones distintas. Sugerentemente es la óptica de tres
calendarios diferentes, de tres vivencias literarias sobre los
muros americanos del siglo XXI.
Como una expresión de vanguardia el laconismo no
surge de la nada; aunque teórica o técnicamente no se
encuentren conexiones obvias, se asume como hijo directo
de necesidades expresivas de otras épocas, como el estriden-
tismo, primero, y el poeticismo después.
Del estridentismo recoge su disposición a la novedad
que impone el quehacer urbano hasta convertirlo en lengua-
je, así como su reconocida militancia-cívica. Del poeticismo,
el detenido trabajo con la retórica del idioma y sus vastas
posibilidades metonímicas.
El laconismo, como tal, surge hoy en la ciudad de
México, en fecha venturosa, en la conmemoración del nata-
licio de uno de nuestros más universales hombres de letras,
Don Alfonso Reyes, bajo esta fecha cobija también su naci-
miento.
No existe acto que trascienda sin su necesaria reglamen-
tación, el sistema que dota de musculatura al acto imaginati-
vo. El laconismo al expandirse sobre las bardas de la ciudad
lo hará con medidas, igual que el universo es medido en sus
tiempos y sus fases; hijos del universo somos.
Y aquí participa otra fuerza universal que nos concierne
y cimienta, Miguel de Cervantes Saavedra, el que asumió la
paternidad de nuestro idioma con su genio inmortal.
En su obra máxima, El Quijote de la Mancha, las prime-
ras palabras de Cervantes se basan en dos formas métricas
fundamentales para nuestra poesía, el metro de verso menor
(forma de expresión profundamente popular), el octosílabo:
“En un lugar de la mancha”; y el endecasílabo, metro que
nuestros poetas utilizan para la estructura del soneto clá-
sico y que aquí complementa: “de cuyo nombre no quiero
acordarme”.
Se creó la poesía laconista
Un grupo de poetas formado por Roberto López Moreno,
Alejandro Zenteno y Estuardo Hernández, lanzó recientemen-
te, el Movimiento Poético Laconista. En este espacio, publi-
camos el Manifiesto que ampara y detalla este Movimiento y
una muestra, al final, de algunos de los poemas que fueron
escritos en una barda de las calles de Alzate, casi esquina
con Naranjo en la Colonia Santa María la Ribera, Ciudad de
México, como inicio del proyecto.
FUNDAMENTOS Y CREACIÓN DE LA POESÍA
LACÓNICA
(Movimiento Laconista)
El laconismo pretende convertir a la ciudad en un
libro. Cada barda iluminada por el laconismo será
una página del enorme tomo tocado por la alegría
de este impulso.
Se trata de escribir el poema urbano reduciéndonos a la
esencia de su esencia. Es el poema expresado de la manera
más lacónica posible para dar así con el alma misma del
poema en medio del vértigo de las expresiones humanas.
El laconismo intenta, pues, iluminar el gran libro (la
ciudad) con el poema del poema; en cada página -cada barda
en que se manifieste- latirá la sustancia primera y primaria
de la poesía.
El laconismo convertirá a la ciudad en un gran libro y
el gran libro lacónicamente lo multiplicará; ésa es la fórmu-
la que hoy y de esta manera, intenta expresar su energía.
Sumemos lo más posible las páginas que están ahí, para
recibir las sangradas escrituras.
Los muros habrán de recibir las visiones que los poe-
tas tienen de su tiempo, por ello, esta primera expresión
62
El
Bú
ho
Emblemáticamente el laconismo retoma estas dos medi-
das y extiende tal jurisprudencia sobre sus muros:
“En un lugar de la herida,
de cuyo nombre nacerá la vida”.
El laconismo utilizará las dos formas métricas sin impor-
tar el orden como se coloquen, son dos versos, dos proporcio-
nes, que podrán ser ordenados de la manera más conveniente
para su autor. Habrá quien quiera expresarse en una sola
línea, entonces el máximo de sílabas aumentará a 14 que es
la medida más elegante en la que se expresa tradicionalmente
el soneto en español.
En el caso del poema lacónico de una sola línea, sólo
habrá el límite máximo que ya se explicó, la línea alejandrina.
En cuanto a la tasa mínima no habrá límites, el poeta lacónico
podrá expresar su visión hasta con una sola palabra, si ésta
encierra una idea poética:
“Patriaaaayy”
Cada poema llevará título y debajo de éste el nombre
del autor, con el fin de que la última línea del poema quede
“abierta” en forma simbólica, para que el lector con su propia
imaginería complemente o no, la idea expresada.
En este 17 de mayo de 2012, los poetas Pedro Estuardo,
Roberto López Moreno y Alejandro Zenteno, bajo el signo del
natalicio de Don Alfonso Reyes,
“Capitán del idioma Alfonso Reyes
en galeones de palabras”
Lanzan al mundo el movimiento de la poesía lacónica o
laconista, contando con el apoyo del Movimiento Ciudadano
de la Delegación Cuauhtémoc, que de ese modo marca su
presencia en un hecho poético, planteado como una nece-
sidad cultural de tiempo y espacio. La tarea está enfrente,
nos convoca a hacer de la ciudad un libro de poesía, en el
que cada barda, en el que cada muro, será iluminado con la
tea laconista, alzada como vital presencia de nuestro tiempo.
¡Adelante la poesía lacónica!
Crepuscular
Estuardo Hernández
Amor en los peldaños de la tarde
…y esa lámpara que arde.
Sapiencias
Estuardo Hernández
A veces, somos cosas que sabemos
que no somos, sin saberlo
Dolores
Roberto López Moreno
¡Patriaaaayyyy!
Alfonsino
Roberto López Moreno
En un lugar de la herida,
de cuyo nombre nacerá la vida.
Socrateano
Alejandro Zenteno
Yo sólo sé que nadie sabe nada
y ni siquiera pregunta
Convite
Alejandro Zenteno
Ciudadano: contempla este muro,
lee sus versos, hazlo tuyo.
HOMENAJE
Roberto López Moreno
“Quiero caerme y me sostiene un beso”
Juan Bautista Villaseca
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stas
63
FraNcisco turóN
el amante ya va herido, porque los mismos asesinos de
Marlowe lo hieren a él en la búsqueda de esas escenas,
que son la pelea de todos los personajes de esta obra.
Y cuando llega a buscar a Shakespeare, él ya se fue por
miedo de que lo asesinen, o que le hagan daño, como
lo hicieron con Marlowe. Entonces el amante moribun-
do le entrega las escenas a la amante de Shakespeare.
Pero la amante de Shakespeare no sabe leer, y entonces
ella va directamente con una bruja. La bruja mete las
escenas en un caldo, y el caldo inventa las escenas.
Satisfecha la amante con esta interpretación del caldo,
va al teatro a buscar a Shakespeare dispuesta a espe-
rarlo el tiempo que sea necesario para poder darle esas
escenas. En el camino de la casa de la bruja al teatro,
coincidió que se encuentra a la esposa de Shakespeare,
que casualmente, un día, de toda la historia de su vida,
fue a buscar a Shakespeare a Londres. En el camino
después del encuentro con la esposa, se aparece un
poeta que está buscando las escenas porque se las
quiere robar. Finalmente el poeta le roba las escenas
a la amante, y ella quiere recuperarlas con la memoria
del caldo que a su vez vuelve a inventar otras historias.
Después la amante llega a su casa, se queda dormida,
y regresa Shakespeare que ha estado escondido toda
la noche.
Aquí nos pudiéramos extender ampliamente, enten-
diendo que pareciera que esta obra, de la autora Ximena
Escalante y del director Mauricio García Lozano, es una
puesta en escena capaz de entregar sabores distintos,
a paladares distintos. No los quiero comparar con
Shakespeare, por supuesto, pero me refiero a que al
igual que a aquellos que tenían un público muy plural,
y que por lo tanto, a unos les interesaba la filosofía, y
a otros les interesaba las peripecias, y a otros les inte-
resaba la historia, al final del día, encontraban en ese
corral el interés para que todos se sintieran satisfechos.
Aquí hay, no un fraccionamiento de público, sino una
aparente apertura a que muchos encontremos colores
distintos, y temáticas distintas, tratadas de maneras
muy diversas con un elemento clave que es un humor
particular muy contemporáneo.
Las Relaciones (sexuales) de Shakespeare (y
Marlowe)* es un material teatral que redu-
jeron a sólo 50 espectadores por función en
el Foro Sor Juana Inés de la Cruz del Centro Cultural
Universitario. El título es algo bromista, ambiguo
y polémico, pero tiene entre otras cosas, muchos
elementos que hacen posible una teatralidad abierta.
Hay un primer elemento que es lo ficcional. Un tema
que está presente desde que el teatro existe, pero que
es un asunto que en la contemporaneidad llama espe-
cialmente la atención; y que dentro de nuestra genera-
ción de jóvenes dramaturgos y directores mexicanos,
resulta de un interés considerable. Unido al tema de
la ficcionalidad, y por supuesto relacionado con ella,
está el cuestionamiento: ¿qué es la identidad? Un tema
que es sumamente atractivo y vigente, cierto, pero hoy
más que nunca. Justo con lo ficcional y la identidad,
como consecuencia surge la “verdad-mentira”; que
puede abarcar tanto lo ficcional, como lo real, y tanto
la identidad, como los universos restantes. Podemos
pensar que también hay otro elemento muy atractivo
que recorre todo el teatro, y toda la historia: la sexuali-
dad. Y la sexualidad, como todo elemento de esa época,
está al servicio de la aventura. En ese sentido la his-
toria de la obra es casi un thriller de pasión y muerte.
Se muere el Sr. Marlowe, el amante rescata las últimas
escenas que él estaba escribiendo, y en los últimos
estertores Marlowe le dice: “Entrega esas escenas que
tienes en tus manos a Shakespeare, para que él haga
con ellas la obra más hermosa del mundo”. Entonces
64
El
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Por otra parte, podríamos pensar en la coautoría
de la mancuerna Escalante-García Lozano, no sola-
mente porque toda obra montada necesariamente está
viendo a su autor, o a su director, (porque entonces no
estaría viendo nada); sino porque la sensación que me
da, es que hay elementos de lenguaje que son propios
de Ximena, y hay otros elementos que están indicados
que son propios de Mauricio, y que están presentes,
como está presente el mismo García Lozano interpre-
tando al personaje de Shakespeare. ¿Qué tal? Se le ve
además tocando como músico donde alterna con Jacobo
Lieberman y Pablo Chemor. Por cierto, el elemento
musical es una parte constitutiva del teatro de García
Lozano, no solamente de forma lineal, como en este
caso aparece la música; sino que en cada composición
tiene una estructura musical de soporte que está detrás,
y eso en el espectáculo es muy visible. Además de todo
esto, tenemos que ver que la proposición espacial del
escenógrafo Jorge Ballina: esa especie de carpa circense
que rodea a los actores, y a nosotros como especta-
dores; y a esos grandes baúles (que son manipulados
por los personajes de acuerdo a lo que requieren las
escenas), genera un clima muy especial de proximidad
porque se acercan a saludarte de manera que quede
claro esa relación de: “Yo soy el actor que soporta el
personaje”. Y ese juego de identidad, personalidad
y demás, es lo que integra la totalidad de la puesta en
escena, con la posibilidad incluso de abrir un escena-
rio dentro del escenario. Y cuando se abre, aparece el
baño de los suicidios, y de la sangre, lo cual me parece
genial, porque no tiene ningún aspecto isabelino, sino
uno muy contemporáneo. Me parece paradojal que me
sienta cerca de los actores que nos invitan a una fiesta
visual en la que yo no estoy afuera. Evidentemente los
autores están creando un riel teatral que te pasea sobre
el límite del teatro, y en donde no sabes qué es mentira,
y qué es verdad. Por un lado, es verdad que a Marlowe
lo mataron en una taberna de una puñalada en el ojo,
pero no sabemos si lo hayan matado porque le gustaba
cierto doncel que andaba por ahí, o que lo hayan mata-
do porque era un espía de doble juego, que le vendía
información a los franceses y se la cobraba a la reina
Isabel. Digamos que el juego permanente de mentira-
verdad, que es real, y que es ficcional, es como el eje que
al parecer hace que se pierda un criterio de camino. Nos
acercamos a un teatro casi circense teñido de un carác-
ter popular que contiene juegos para iniciados. ¿Pero
cuál es el pasaje que me resulta más fértil para hacer
qué? ¿Qué me están contando? Una historia con “H”, es
decir, la Historia del los íconos culturales Shakespeare y
Marlowe, con una cierta jurisdicción, o simplemente me
están timando. ¿Qué es lo que quieren plantear? Crean
una dificultad de aprehensión del material temático,
y una pluralidad de estímulos, que me marcan cami-
nos como si fueran un novela policiaca en el que no se
sabe quién es el culpable, y que no permiten aferrarme
hacia cómo leer la obra. Hay percepciones muy distin-
tas entre sí que no necesariamente son opuestas, sino
más bien complementarias. Aun cuando nos aventamos
por la montaña rusa, en realidad, el pensamiento sigue
funcionando. Hay desde quien percibe la necesidad
de una estructura organizada de discurso, o hay quien
percibe la sensación de placer frente al caos, es decir,
la desestructuración del discurso, y el deleite por esa
desestructuración. Hay personas que pueden tolerar
más la desestructuración de un pensamiento determi-
nado, y gozar con esa desestructuración; y hay personas
que pueden gozar menos, porque la desestructuración
del pensamiento puede dar una sensación de no saber
dónde asirse. Hay la necesidad de estar en medio de la
delectación de una tormenta, pero también la necesidad,
de por lo menos orientar la proa hacia alguna parte.
Hay quienes necesitan tener un cierre del material en
donde no sólo vivo sensaciones, sino que puedo aterri-
zar alguna conclusión de carácter formal. No solamente
significan modificaciones en la obra, ya sea escrita, o
dirigida, sino también desde donde esa obra es obser-
vada. Cada uno de los espectadores tiene un punto de
observación que les hace ver una organización distinta
dentro de la estructura, y les hace necesitar un discurso
disímil que sea complementario a una posición. Parece
que la obra provoca situaciones de percepciones muy
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distintas, unas gratas, y otras no tan gratas. Eso signifi-
ca una gran riqueza, no tanto de ellos que son capaces
de despertar esta pluralidad, sino del público que puede
aprehender dentro de esa serie de estímulos, esa varie-
dad de necesidades.
También hay algo que me recuerda que en las obras
de Shakespeare, no en todas, pero en algunas especial-
mente caóticas: ¿cuántos caminos hay que comienzan,
se cruzan, e incluso quedan abandonados? Y uno se
pregunta al final de la obra: “¿pero esos que empeza-
ron haciendo aquello, en qué acabó?” Y no terminó en
nada. En la literatura oriental, por ejemplo, esto es un
juego de cajas. Alguien comienza a contar una historia,
que a su vez otro personaje después comienza a contar
otra historia, y más adelante otro personaje comienza
a contar una historia que resulta ser la historia inicial.
Es el juego de cuáles son los referentes, y cómo se
mezclan. A mi me parece que en obras como Las mil y
una noches hay esa constante que es el quo laberíntico.
El laberinto que tiene caminos que conducen a alguna
parte, que tiene caminos truncos que no conducen a
ninguna parte, y que tienen algo que parecen caminos,
pero que no lo son. Uno como espectador tiene el dere-
cho de decidir en qué camino se mete. En definitiva,
una obra, es una “geografía laberíntica”, que cada uno
tiene derecho a acceder a ella desde distintos puntos
de vista. Todos tenemos derecho a sacar conclusiones.
Todos tenemos un plafón común en el que podemos
decir: “está mejor hecho” o “está peor hecho”, porque
hay ciertos patrones que son sociales que establecen
los parámetros. Pero en última instancia, las obras de
Shakespeare, y también las de Marlowe, son laberínti-
cas, y ese laberinto me irrita a morir, pero me fascina.
Entonces, que un director, y unos actores, se atrevan a
montar una estructura laberíntica sin que quede claro
que: ¡Cuidado!... Ahora mire allá. Y ¡Cuidado!... Ahora
sigue por ese lado; sino que estalla, y de golpe sigue
acá, y luego allá, entonces uno dice: “perdón, pero paren
la obra, y vuelvan a empezar”. Eso me parece atractivo
aún que me produzca irritación.
En conclusión, dentro de toda esta sensación,
la obra contiene en sí misma una cantidad de planos
que en un momento dado pierden el control de su auto-
ra. Sin duda tiene líneas estructurales bien logradas, y
sobre todo, de búsqueda expresiva muy clara. Sin embar-
go, la suma de las partes de estos pedazos de escenas
extraviadas, al intentar integrarlas, no me dan el todo.
Y entender, es conquistar territorio, y no necesariamente
conquistamos territorio de una sola forma, hay muchas
formas de conquistar territorios. Creo que la pobreza,
o riqueza, de una obra de arte, es la capacidad de otor-
garnos conocimiento, pero no en el sentido restringido
de un conocimiento intelectual, sino un conocimiento
sensorial, intuitivo, espiritual, y de cualquier índole.
Toda obra que me permite conquistar un nuevo territo-
rio, y por lo tanto formular nuevas preguntas, eso signi-
fica que me interesa. Toda obra que me reafirma sobre
estructuras que ya conozco, y me dice lo que ya sé, me
deja más tranquilo, pero no me interesa tanto.
* Las Relaciones Sexuales de Shakespeare y Marlowe.
Ximena Escalante. Dirección: Mauricio García Lozano.
Con: Ilse Salas, Luis Gerardo Méndez, Clarissa Malheiros,
Paula Watson, Juan Cabello, Damayanti Quintanar, Aurora
Gil, Mauricio García Lozano y Pablo Chemor.
* Las Relaciones Sexuales de Shakespeare y Marlowe. Ximena Escalante. Dirección: Mauricio García Lozano.
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El
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ho
elsa caNo
que vive, que no está muerta, coexiste con todo inclusive
el pecado.
Los saltos que hace la autora entre los personajes,
hacen la lectura más agradable y más interesante. La voz
narradora en tercera persona, omnisciente y sabia, cono-
ce todos los matices de quienes “hablan” y el ambiente
en que cada una se desenvuelve, nos involucra en histo-
rias violentas o humillantes, no sólo para aquellas que
son señaladas por negras, indias, criollas o mestizas;
sino también para las blancas peninsulares.
Tres epístolas se intercalan en la narración, como ya
se dijo en tercera persona, tres cartas en primera perso-
na por medio de las cuales conocemos la autorrepresen-
tación de “Sor Juana” dirigidas a la Virreina para darle a
conocer el estado de las cosas, de la vida, de su salud, de
su biblioteca y del engaño en que ha caído.
Otras novelas de Mónica Lavín son: Café cortado,
Tonada de un viejo amor y Hotel Limbo.
Como una especie de homenaje a Sor Juana, en este
libro Mónica Lavín usa figuras retóricas, como metáfo-
ras, aliteraciones, prosopopeyas y calambur.
Leer esta novela de la editorial Grijalbo (2009) es
situarse detrás de un caleidoscopio y ver lenta-
mente: el pueblo, la ciudad, el palacio, el con-
vento, la celda, el patio, el locutorio o el confesionario,
donde una galería de personajes femeninos entrará en
relación con una monja extraordinaria. Hay un cuidado
exagerado para que ninguna mujer aparezca insustan-
cial. Estamos en el centro de la ciudad de hace 400 años
y la voz narradora contando todo: olores, sabores, soni-
dos y asistimos con la vista porque lente y voz son una
sola acción.
Cada mujer pertenecerá a un sitio, a un apellido, a
una fortuna o a una casta, para servir, proteger, acusar o
valerse de la monja Sor Juana Inés de la Cruz para obte-
ner un favor de las autoridades: Iglesia y Virrey.
Yo, la peor, es una biografía novelada, en el mejor
de los logros, porque contiene vida individual inmersa
en una vida social: conflictos personales (vocación,
revelación, emancipación) o bien conflictos sociales:
motines populares por desabasto de maíz, acequias
peligrosas, focos de pestes y enfermedades, lluvias
torrenciales, etc.
Algunos críticos consideran este libro fallido porque
le faltan muchos datos biográficos, pero ésa no era la
intención de Lavín. No se trata de conservar la imagen
de la Sor Juana sufrida, sino de mostrar que detrás de
esto hay bastante más.
Mónica Lavín (Ciudad de México 1955) describe
santería, idolatría y situaciones demoníacas. Una ciudad
Patricia Gorostiza
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DaViD Figueroael propio pueblo; su resentimiento e idealismo,
lo llevará a hacerse cargo de una cooperativa del
estado de Guerrero en la que se suscita
una tragedia que cambiaría la vida de mucha
gente. Bernabé, hija de Amparito -ésta última se
casaría con Aparicio- vivirían en carne propia la
injusticia y la marginación de quienes proceden
de la gran urbe y deciden radicar en algún estado
de la República.
Como todas las obras de Fuentes, Agua que-
mada deja al desnudo los pensamientos de la
sociedad mexicana: la ingenuidad, las costum-
bres, el odio, el egoísmo, el amor familiar y carnal,
los vaivenes cotidianos, así como el gran conoci-
miento que tiene de los personajes en cada época
y de cada lugar.
Hace dos meses tuvimos la desgracia de per-
der al literato y maestro autor de obras como La
muerte de Artemio Cruz, La región más transpa-
rente, Zona sagrada, Aura, Terra Nostra, Cristóbal
Nonato, Los años con Laura Díaz, Instinto de
Inés, La campaña, La silla del águila… en todas
y cada una de ellas, su arte, plasmado en una
narrativa diferente
pero complementaria a otros autores latinoame-
ricanos, siempre será requisito para quien desee
adentrarse en la vida de una sociedad tan diversa
como la mexicana.
Hijo de un diplomático de cepa, Fuentes fue un
acérrimo crítico del sistema político que perduró
durante décadas y crítico también de la alternan-
cia política, fue siempre una piedra para muchos;
Carlos Fuentes. Agua quemada. De la fina
pluma de uno de nuestros más grandes
literatos, ensayistas y cuentistas, se desa-
rrolla la trama de personajes que se mueven en
un México de mediados del siglo XX, cuya iden-
tidad como nación contemporánea apenas surgía
y trataba de consolidarse como gran metrópoli.
Es aquí donde la vida de los personajes toma
especial relevancia.
Carlos Fuentes tuvo la fortuna de retratar
algunas de sus vivencias en la mayoría de sus
obras al tiempo que tenía la capacidad -siempre
magistral- de ubicar a sus personajes
en la vida misma, con ese escrupuloso detalle de
las cosas, que en ocasiones el ajetreo cotidiano
nos hace olvidar o pasar por alto.
En esta tesitura, la Ciudad de México apenas
se dibuja como una urbe en expansión en el que
la vida transcurre todavía con ciertos momentos
únicos entre los personajes. Así, los cuatro relatos
contenidos en esta lectura conjugan la tragedia, la
festividad y la compasión.
En este libro nos adentramos en la vida de un
exmilitar, Andrés Aparicio, cuya figura y nostalgia
evoca el México convulso de Mariano Azuela o
de Martín Luis Guzmán; hombre serio, fuerte y
personaje principal sobre el que giran los demás
actores de los relatos.
Andrés Aparicio se transforma del héroe vic-
torioso a un personaje relegado y traicionado por
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El
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ho
sin embargo, su gran visión del país
y del mundo le permitió crear una literatura
diferente y proyectar el deseo por ver ese México
exquisito a través de los ojos de sus personajes.
Recordemos la gran polémica que causó
su libro Aura cuando el entonces secretario del
Trabajo, Carlos Abascal, lo censurara por ser
“inapropiado para los niños” y contener escenas
“casi pornográficas” para tan precoces lectores. A
partir de este momento, muchos que no conocían
la pluma magistral de Fuentes comenzaron a leerlo
y a adentrarse cada vez más en sus historias. Para
quienes ya lo conocían, se convirtió en un escudo
singular contra la ignorancia de las élites políticas
que nos han gobernado. El pueblo defendió e hizo
suyo al autor y su obra.
Con Agua quemada, no solo hacemos un sen-
tido homenaje a nuestro maestro Carlos Fuentes
sino a la literatura hispanoamericana y a los
muchos jóvenes escritores y no tan jóvenes que
conocieron y aprendieron de él. Sin duda un refe-
rente junto a Octavio Paz como los principales
estandartes de la literatura contemporánea de
México. Descanse en paz el diplomático, el literato,
el crítico, el maestro.
Agua quemada. Carlos Fuentes, Ed. Planeta
DeAgostini. 2002, 187 pp.
Jazzamoart