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GUASAVEHISTORIA DE UN PUEBLO

Ramón Hernández Rubio

Compilación y prólogo de Francisco Hernández Reyes

universidad autónoma de sinaloaméxico, 2015

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Primera edición: mayo de 2015

D. R. © Herederos de Ramón Hernández Rubio.

D. R. © Universidad Autónoma de SinaloaÁngel Flores s/n, Centro, 80 000, Culiacán, SinaloaDirección de Editorial

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

ISBN: 978-607-737-081-9

Impreso y hecho en México

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RAMÓN HERNÁNDEZ RUBIO(28/07/1929 - 29/05/2000)

Ramón Hernández Rubio plasmó en esta obra lo que durante años de traba-jo arduo logró investigar. Este libro es producto de las respuestas orales de nuestros ancestros, de los guasavenses descendientes de aquellos impulsores del progreso de esta bendita tierra que lo vio nacer el 28 de julio de 1929 en la esquina de las calles Guerrero y Ángel Flores, en una casa ubicada dentro del solar propiedad de don Isabel García y doña Chonita de García.

Fue el primero de nueve hijos del matrimonio formado por el filarmónico don Antonio Hernández Pérez y doña Carmen Rubio Leyva de Hernández. Nieto de don Julio Hernández y de doña Gabina Pérez, por el lado paterno; y por el lado materno, de don Catarino Rubio Espinoza y doña Rosario Leyva Zavala de Rubio. Su padre, nativo del rancho San Antonio de los Buenos, sindi-catura de Otatillos, municipio de Badiraguato, Sinaloa, llegó a Guasave en 1927, integrado a la banda de música de tambora dirigida por don Antonio Losoya. Su madre, de padres guasavenses, fue maestra de primaria rural y ama de casa.

Ramón Hernández Rubio, a los 5 años de edad, fue vendedor de flores del jardín de doña Teódula Espinoza de Armenta; vendedor de verduras y hor-talizas cultivadas en el huerto de la señora Aída de Vidrio, italiana de origen y esposa del político veterano de la Revolución mexicana, don Luis Vidrio; vendedor de relleno de sangre de res, mortadela elaborada por doña Chinda de Castro, madre de conocida familia de abasteros arribados a principios de siglo a Guasave y procedentes de la entonces Villa de Mocorito. También, de los 7 a los 16 años, fue bolero (lustrador de calzado), lo cual orgullosamente narraba a sus hijos, nietos y demás descendientes.

Desde la fundación del periódico El Regional, por el señor Romualdo Ruiz Payán en 1939, fue vendedor del diario, luego tipógrafo e impresor del mismo taller, repartidor de suscripciones, reportero, subdirector y director responsa-ble hasta 1972. Durante su carrera periodística, iniciada en 1954, en la etapa de 1972 a 1983 fundó y fue director del diario vespertino tamaño estándar La Opi-

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nión del Valle; y de 1968 hasta el 23 de mayo de 2000, día que enfermó, cubrió la corresponsalía del diario culiacanense El Sol de Sinaloa. Incluso al momento de sufrir el infarto cerebral que le produjo la muerte, siete días después estaba sen-tado frente a su vieja máquina de escribir redactando su columna diaria «Glo-sario político guasavense», publicada en la capital del estado.

El 4 de noviembre de 1953 contrajo matrimonio con la guasavense María del Rosario Reyes Lara, con quien procreó ocho hijos: Jesús del Carmen, Fran-cisco Antonio, Ramón Baltazar, María del Rosario, Luz Esther, María Alejan-dra, Juan Pablo y Fernando.

De 1943 a 1945 fue repartidor de mensajes del servicio telegráfico del es-tado; de 1945 a 1946, mensajero de telégrafos nacionales y en 1948, cartero en el servicio postal. Su primera experiencia como servidor público fue en 1959, como director de Acción Social en el gobierno municipal presidido por el di-rigente agrario Pablo Rubio Espinoza, quien entró como interino por el titular Juan Angulo Leyva. Durante el periodo de gestión del alcalde José Luis Leyson Castro (1984-1986) fungió como su secretario particular. Juntos, mi padre, Ra-món Hernández Rubio, y yo, editamos la revista Quo Vadis, que durante casi cuatro años circuló con material literario, histórico, anecdotario y político.

Por convicción y orgullo dentro de su oficio periodístico, se dedicó a la investigación y la escritura de crónicas, leyendas, anécdotas, etcétera. Respec-to a la figura de Guasave, enarboló la justicia en grados principales para los guasavenses que, dentro de la tecnología, la ciencia, la religión, la agricultura, el comercio, las artes o el deporte, todo dentro del campo social, legaron algo importante a favor de la creación y el desarrollo progresista de Guasave. En su trayectoria como investigador reconoció a paisanos nativos y guasavenses adoptivos, sin sentar en el banquillo de los acusados a ningún personaje: «si a cada quien ya lo tiene juzgado su propia historia». Bajo la sólida y decidi-da disposición de seguir amando a la bendita tierra que lo vio nacer, Ramón Hernández Rubio investigó la biografía de personajes históricos del municipio de Guasave porque «el hombre siempre amará lo que mejor conoce en su ori-gen y desarrollo, lo más cerca posible al real espíritu de su naturaleza», afirmó siempre el autor de este libro, cuyo contenido histórico apenas terminaba de capturarse cuando él expiró en la ciudad de Los Mochis.

Debido a su repentina ausencia, tuve a bien incorporar algunos datos que actualizaran la información y, cuando fue necesario, incorporé algunos textos de mi autoría con la intención de completar el gran mosaico de personajes y anécdotas de un Guasave que él intentó preservar de la bruma del olvido. De dichos agregados se da cuenta en el índice y al pie de cada texto.

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Finalmente, sobre Ramón Hernández Rubio, el licenciado José Luis Ley-son Castro, miembro de una familia para la cual el autor de Guasave. La historia de un pueblo siempre tuvo deferencias afectivas muy especiales, escribió:

No hay ausencia más dolorosa que la de un amigo. Se nos ha adelantado alguien muy cercano a nuestro afecto, hombre a carta cabal, ciudadano apreciado y or-gulloso guasavense que se distinguió por brindar su tenaz esfuerzo a favor de la tierra que lo vio nacer. Ramón Hernández Rubio, periodista, cronista de la ciu-dad, investigador, humanista y personaje notable, porque su existencia siempre estuvo ligada a nuestra tierra, y quien nos deja un valioso legado que testimonia que su existencia dejó los frutos generosos de su amistad.

Francisco Antonio Hernández Reyes

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Miembro de una raza que ha entrado en extinción, la del periodista de tiempo completo —mejor diremos que de toda la vida—, Ramón Hernández Rubio entrega en este trabajo a su terruño y coterráneos, más que un formidable es-fuerzo de paciente compilación, de rastreo y hallazgos, un auténtico acto de amor a Guasave.

Nacido en 1929, el año del hambre, recordado por los ancestros también como el año verde, año de los colorados, año de los renovadores, Hernández Rubio tuvo contacto al comenzar apenas el segundo decenio de su vida con los periódicos, con uno en particular: El Regional, que, fundado en 1939 como semanario, fue después bisemanario tabloide, para después convertirse en el primer diario tamaño estándar de Guasave.

La venta callejera que aún persiste con todo derecho como el decano de la prensa del centro al norte de Sinaloa, bajo la directriz de don Romualdo Ruiz Payán, puso en contacto al autor con las gentes del entonces pequeño, pero ya bullente, inquieto e impetuoso, Guasave.

Del voceo al taller fue un paso natural para el hijo del músico de banda, que alternaba el casero escoleteo de su padre con el isócrono y también rítmico rac-rac-rac de la prensa plana. Ya en este camino, dar el salto a la redacción era de preverse y comenzó, por supuesto, por la nota y el comentario deportivo. Enseguida, a la recabación de información general desde la policiaca, a la agrí-cola y a la política, hasta llegar a la dirección.

Joven abuelo desde 1971, como para compensar el involuntario arribo a ese escalafón familiar, el año siguiente se lanza, en impulso legítimo, a engen-drar su propio órgano informativo, el primer y único vespertino que Guasave ha tenido, La Opinión del Valle, originalmente El Predator, en homenaje a los hombres del campo introductores del control biológico de plagas. El cambio de nombres se impuso en pocas semanas, al percatarse Ramón de que los lectores, más que con el Trichogramma, relacionaban su vespertino con los periodistas.

PRESENTACIÓN

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Aun en labores públicas, el cronista por derecho propio del Guasave de todas sus querencias no ha cortado sus nexos con la tarea informativa, ya sea remitiendo noticias a diarios culiacanenses o colaborando con cierta periodi-cidad en publicaciones locales. Ya vendrá, felizmente, el retorno definitivo al diarismo.

Quien en esta obra busque limpideces gramaticales no las encontrará. Guarde el señor Ramón de las pretensiones altamente literarias. Hombre y pe-riodista entrañado en la raíz popular, su lenguaje alejado de culteranismos, si acaso con ciertos asomos tautológicos, es llano, pero, eso sí, reflejo del habla guasavense, salpicado de giros localistas, ora chispeantes, ora satíricos; docu-menta las consejas orales, ahonda en el dato histórico, revive las leyendas y otorga el soplo vital a personajes o sucesos, algunos casi olvidados por los ma-yores o de plano desconocidos por las nuevas generaciones.

Hernández Rubio es sumiso pregonero de la rubendariana letanía del hombre de La Mancha, porque su finalidad es obvia: al margen de todo acade-micismo, divulgar los hechos, los rasgos, las obras que de una u otra manera sustancian la vida y la historia de su terruño entrañable.

Por su contenido, este trabajo esquiva la nominación etiquetadora, y elu-de la clasificación. Con cierto orden cronológico, sin pujos estilísticos que dis-torsionarían la auténtica manera de ser del autor, aflora su inspiración sencilla y accesible, enraizada en esta tierra, esta bien amada casa grande que se da el lujo de tener como piscina la siempre preñada y deslumbrante bahía de Nava-chiste, como patio un huerto inmenso de feracidad incesante, partido y regado por un ducto seminal, una aorta fertilizante, milenaria y nutricia, el suave y brusco, el calmo y bronco Petatlán.

José Ángel Gómez Mora

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Espacio celestial del cosmos que nos pertenece, superficie de tierra genero-sa, sólida y fértil, su río Petatlán, sus arroyos Ocoroni, Cabrera, Los Cuates, San Rafael, sus cuerpos de lagunas Uyaqui, Palos Blancos, Chamicari; trozo geográfico propiedad de quienes nacimos aquí, de los amigos nuestros que emigraron aquí para reforzar su amor y su historia; demarcado jirón del estado de Sinaloa y la República mexicana. Iluminó los días eternos de su existencia, a Guasave, cerco en lengua cahíta, milpa en el cerco o cerco de milpa, para los traductores bien intencionados de hacer más larga la interpretación de su con-tenido.

Dedico este libro a las nuevas generaciones, cuyas mentes están enfo-cadas al estudio de la tecnología y la ciencia humanista; a quien profesa mi religión o cualquiera otra; a los místicos, metafísicos, parapsicólogos, ateos, agnósticos, filósofos, en general, a aquellos que buscan afanosamente la verdad del mundo.

A quienes conocieron los carros y carretas de madera, más antiguos esos vehículos que las barricas que nos abastecían diariamente de agua del río Si-naloa; a quienes caminaron por los polvorientos caminos de La Bebelama, El Dorado, Las Arguenas, San Joachín, la ruta de aquella eminencia Frank Smith, el Cabecita Amarrada, médico graduado en Harvard que a principios del pre-sente siglo prefirió venirse a vivir muchos años al lado de los guasavenses.

A los doctores Amadeo Calleja, Hershel H. Brown, Luis G. de la Torre, Sóstenes Mercado, Joaquín Camacho Tellez, Antonio Díaz de León Mencha-ca, Ramiro Pérez Logan, mensajeros de Hipócrates Galeno, quienes junto con otros muchos se asentaron con los guasavenses para ayudarnos, a los nativos e hijos adoptivos, a escribir la historia de un pueblo que entrañablemente les tendió los brazos amorosos hasta su muerte.

En memoria de un mochitense que durante casi medio siglo se manifestó a cada instante como afanoso y digno amigo de Guasave: Miguel Leyson Pérez.

DEDICATORIA

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A su esposa, María de los Ángeles Castro de Leyson. A ellos, por su estímulo para realizar este trabajo.

Mi agradecimiento a quienes me enseñaron a amar a Guasave, a mis abuelos maternos, María Rosario Leyva de Rubio y Catarino Rubio Espinoza, quien permitió, aunque a regañadientes, que mi padre, un filarmónico nativo del municipio de Badiraguato, Antonio P. Hernández, forjase un hogar con mi madre, Carmen Rubio Leyva, para que yo y mis hermanos, nueve en total, viniéramos a este mundo.

A los amigos entrañables de mis ancestros: don Eleno Ahumada, don Nacho Álvarez Romo, Benito García, los padrinos de mi madre don Isabel García y su esposa Chonita; a mis padrinos Miguel Morales Zambrano, don Jesús Hernández, doña Rafaela López de Hernández y Enrique Vega; a aque-llos filarmónicos de antaño, los trompetistas Narciso Moreno Ahumada —mi tío Chicho—, Pedro Sánchez, Margarito García. A mis abuelos paternos, don Julio Hernández y doña Gabina, a quien conocí de referencia. A todos pues, agradezco.

Quisiera escribir el firmamento de nombres gratos a mi memoria, ahora que estoy saludando a ustedes en la apertura de este libro dedicado a Guasave.

A Romualdo Ruiz Payán y a su esposa, Rosina; a mis amigos Fausto Za-zueta Vea, Vicente León, los hermanos Roberto y José Manuel León Campos; a los hermanos Leyson: José Luis, Miguel, Arnoldo, Eduardo, Carlos, Armando y a Pepe Chuy Sánchez. A otro mochitense que vivió entre nosotros, Teófi-lo Leyson Pérez, quien con su libro dedicado a la historia de Los Mochis me vendió la idea de que podía escribir una obra a Guasave, sin mercantilismo, gestionando más la moneda del agradecimiento al pueblo que nos permitió nacer en su sagrada jurisdicción.

Un día amaneció, salió el sol, mi conciencia me lanzó una mañanera inte-rrogante, retándome a comprobar si podría o no podría desarrollar lo que sé, lo que he indagado afanosamente sobre la historia de Guasave.

Si usted tiene en sus manos este volumen, no podrá haber mejor prueba de que acepté el reto, extasiado y con la mejor intención de aceptar con agrado la polémica, pero reclamando el derecho a aspirar a que este libro, sea cual fuera el concepto general que usted extraiga de su contenido literario, nos uni-fique a todos los que objetivamente conocimos la filosofía de Bochito y la Bu-rra, la Loca Petra, el Compádreles, aquellos que, dizque cuerdos, los llamamos locos; a quienes en los tiempos modernos estimamos a la Mayeya Dagnino, a Agustín Pinto Osobambo, el Cuty; al Güero Mauser Cárdenas y a otros per-

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sonajes guasavenses de pura cepa, porque aportaron su pequeña historia a la gran historia de nuestro pueblo. Gracias a todos. Muchas gracias.

Su amigo,

Ramón Hernández Rubio

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Solemos decir: «Hace más el que quiere que el que puede». Aquellos ancestros guasavenses, con quienes estoy comprometido a hacerles justicia, porque los grandes avatares de la vida los eligieron para cumplir con una responsabilidad, también me dejaron dicho: «Empieza, el tratar de hacerlo te representa haber caminado cincuenta por ciento del camino para alcanzar tu objetivo».

Un grito silencioso, venido desde el más allá de los siglos, anima mi es-píritu: «¡Adelante, Ramón!»

Como cuando, junto con mi palomilla del barrio El Chaleco, nos lan-zamos con la fuerza de reto a la imprudencia de cruzar las crecidas aguas del río Sinaloa. Ya puestos en la corriente, solo queda nadar hacia la otra banda, sacando «la llanta extra de la energía». Al cabo allá se ve la orilla... ¡Y siempre triunfamos!

Nunca nadie pereció ahogado en el gran reto, las corrientes del viejo Pe-tatlán nos bañaron en viaje, fluyendo desde la alta serranía para cumplir con su destino, pasar por el delta de la tierra de los cocodrilos, El Caimanero. Luego, allá cerca de su descarga en el mar Bermejo o golfo de California en Alamito de Caimanero, aquellas aguas del Petatlán nos infundieron valor, el reto contra nosotros mismos para controlar el temor y el desánimo; porque nos bañaron, protegieron nuestras vidas al desprendernos en audaz clavado desde los altos paredones o la cumbre de Los Sauces de Las Pilas.

Nos impregnaron valor, en la gran práctica por la subsistencia, en las ex-periencias de los años 1943 y 1958, los gigantescos desbordamientos del río; dicen los que saben que se trató también de efectos de la corriente de El Niño. Convirtiendo en damnificados a todo mundo, Guasave fue fugitivo de aquellas turbonadas; pero sabíamos, por mensajes orales de aquellos gloriosos ances-tros, que ellos habían supervivido a otros altos aforos del río y arroyos aliados: el Bacubirito, Ocoroni, Cabrera, entre otros. «Lo más reciente fue la creciente ocurrida en 1895», dice una crónica de entonces. Otra avenida grande: 1928... Y

SALUDO CORDIAL A LOS GUASAVENSES

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1775, lo máximo del siglo XVIII, cuando el fenómeno derribó parte del edificio de la Virgen del Rosario, llegada al templo en 1742.

Por eso acepto el reto. Si el poder divino hace la encomienda, en franco reto contra ti mismo, con todo y tus instintos naturales y renuencias, también te da el valor «para que vayas a la guerra de la creación» de un libro, tampoco la Biblia de Guasave. Sí trato, a cambio, con toda dedicación y esfuerzo, amor de corazón y energía del espíritu, de acercar este volumen lo más posible a la realidad de las cosas con honradez y honestidad.

Gestionando la justicia para los verdaderos héroes, algunos anónimos en la lucha de todos los tiempos para forjar el Guasave que ahora tenemos. A esos precursores va dedicado este libro, en honor a lo importante o menos impor-tante que aportaron en favor de la creación y desarrollo de esta comunidad ex-tendida hasta el estero de Juan José Ríos, al norte; la Ensenada y El Perihuete, al sur; bahía Navachiste e islas Macapule, Vinorama, San Ignacio, al norponiente; balneario Las Glorias, Boca del Río, Buenavista, al poniente; y otros paradisia-cos sitios de recreo, de pesca abundante de camarón, curvinas y pargos; hasta el oriente en el paso de Punta de Fierro, al pie de la Sierra Madre Occidental.

Aquellos nacidos aquí o emigrantes de otras tierras, cercanas o lejanas, para dar impulso a la agricultura, el avance tecnológico y científico, la religión, las ramas educativas y deportivas, se unieron en un solo esfuerzo, con todo y los contratiempos, mismo que los guasavenses de ahora perpetuamos al hacer la parte que nos corresponde.

Si una cosa admiré de las familias del Guasave de aquellos gloriosos en-tonces, fue su efectivo plan de autosuficiencia alimenticia.

En cada hogar, en la cabecera o medio rural, se producía huevo y carne con animales domésticos; del cerco llegaban granos, frijol, maíz, calabaza, le-chuga, mostaza silvestre; el hábitat de sus montes producía leña y aportaban carne de venado, jabalí; en cada hogar, el horno para hornear el pan y cori-cos; una máquina de coser operaba en el arte creativo del vestido, cortinas, las colchas con cientos de trocitos de telas de cantón, mezclilla, cabeza de indio, manta carranclán y toda la gama textil venida de todas partes del mundo.

Mientras todo eso hacendoso de la abuela, tía, la madre, los hombres al-ternaban oficios de agricultor, carpintería, peluquero, vaquero y todo lo de-más, porque uno solo tuvo que aprender a desempeñar con eficacia muchas cosas, era cultura de la época, la autosuficiencia. Pero también la vitrola tocaba discos con música alegre, para que el corazón vibrara más fuerte: Lucha Reyes, el tango de Carlos Gardel, etcétera.

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Ellos, nuestros antepasados, no supieron de efectos inflacionarios, tam-poco libre comercio, o jugar a la oferta y la demanda; el comercio, como era obligación que fuera en la mayoría alta, era honrado, medir frijol y maíz en litros y decalitros era más legal que las amañadas básculas de ahora.

Informática, material inductor para deducir lo que fuimos antes y cómo somos ahora. Para ellos, su espíritu batallador, flotando alegre en algún plano y dimensión, los recordamos ahora, con justicia honesta va la intención literaria de este libro, que ya quisimos hacer aterrizar en sus manos y conciencia. Gra-cias a quienes me estimularon con aquel grito: «¡Adelante!» También a quienes nos retaron diciéndonos: «Nunca podrás hacerlo». Pero aquí estamos, pues.

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Capitán Martín Pérez arribó a Guasave en 1592

Martín Pérez fue un misionero jesuita que nació el 14 de diciembre de 1560 en el pueblo de San Martín, Jalisco. Falleció el 25 de abril de 1626 en la Villa de San Felipe y Santiago, hoy Sinaloa de Leyva.

Para el historiador oriundo de Badiraguato, el licenciado Héctor R. Olea, el capitán Martín Pérez tiene el mérito de ser el verdadero fundador de Gua-save, repoblador y catequizador de los indios guasaves; trabajo realizado a par-tir de noviembre de 1592 dentro de la misión dirigida en el ahora norte de Sinaloa por Gonzalo de Tapia.

Martín Pérez realizó estudios de filosofía y teología de 1577 a 1585. Ya or-denado, pasó de la Nueva Galicia a la Nueva Vizcaya y junto con Gonzalo de Tapia arribó a Sinaloa en 1590.

En 1591 Martín Pérez inició su misión en la Villa de San Felipe y Santiago. Su labor educativa, amor y comprensión por las familias indígenas en todas las órdenes progresistas le produjo simpatía y cariño hacia los indígenas, tratados hasta entonces como bestias por los conquistadores españoles, con la fuerza del garrote y la hiriente espada del conquistador.

Pérez acompañó al misionero Gonzalo de Tapia en la creación de los lin-deros de la Compañía de Jesús en la zona noroeste de la Nueva Galicia.

Escribió una cronología con información sobre usos y costumbres de los nativos; primero acerca de los indios zuaques sobre el río Fuerte, después en torno a los guasaves o petates, ubicados en la baja cuenca ribereña del río Pe-tatlán o Sinaloa.

En su constante y laborioso trabajo Martín Pérez recorrió por largo tiem-po las zonas altas y bajas del río Sinaloa y el arroyo Ocoroni. En uno de sus libros escribió: «encontré una población mayor a los 4000 guerreros guasaves,

FUNDADORES

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sin contar mujeres y niños, aquí tuvimos que instalar una iglesia y su altar, con material rústico y tosco».

Con la muerte de Gonzalo de Tapia a manos del sanguinario indio Naca-veba, el 11 de julio de 1594, el capitán Martín Pérez sufrió un serio trastorno en su tarea de misionero en la comunidad de los guasaves. A partir de entonces fue reemplazado por Hernando de Santarén.

Hernando de Santarén en Guasave (1594-1596)

Hernando de Santarén nació en la Villa de Hueste, Castilla la Vieja, España. De 1580 a 1584 realizó estudios de filosofía y letras en el Colegio de Belmontes. Ingresó entonces a la Compañía de Jesús y fue enviado por sus superiores a la Nueva España.

Santarén desembarcó en el puerto de Veracruz en 1588, permaneció cua-tro años en el Colegio de San Pedro y San Pablo, fundado por los jesuitas en 1572, donde estudió algunas lenguas de las diversas tribus del país.

Enviado a Sinaloa en 1592, Santarén se convirtió en el primer sacerdote que pisó las tierras de los guasaves. Empezó su labor de catequización de los indios a la sombra de un frondoso macapule, donde plantó una cruz cristiana de madera, en la actual calle Álvaro Obregón, casi en su cruce con la céntrica avenida Zaragoza.

Desarrollando esa labor fue encontrado Hernando de Santarén por su relevo en la misión, Hernando de Villafañe, un soleado día del mes de mayo de 1595.

El historiador nativo de El Amole, municipio de Guasave, el doctor Raúl Cervantes Ahumada, prominente hombre de letras, acredita a Hernando de Villafañe, oriundo de León, Castilla la Vieja, España, la fundación de Guasave, con fundamento en que fue el creador de la primera misión de la Compañía de Jesús en Guasave.

Los historiadores coinciden en que los tres misioneros destacados que llegaron a la comunidad de Guasave son: el capitán Martín Pérez, de 1592 hasta noviembre de 1594, año en que fue reemplazado por Hernando de Santarén hasta mayo de 1595, cuando las crónicas marcan el arribo de Hernando de Vi-llafañe a Guasave. Cabe señalar que los tres soportaron ataques de los caciques y brujos indígenas, ya que estos «no soportaban que los hombres blancos tra-jeran a su tierra una religión extraña, que los iba reemplazando a medida que avanzaba el trabajo de catequización de los misioneros».

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23fundadores

Pérez y los Hernando Santarén y Villafañe soportaron en vida las incle-mencias de los malos tiempos, incluso constantes desbordamientos del río Pe-tatlán o Sinaloa; pero lograron catequizar en la última década del siglo XVI a más de 6000 indígenas guasaves.

Hernando de Santarén construyó más de un centenar de pequeñas igle-sias, utilizando materiales de los montes, dentro del territorio ahora compren-dido por los estados de Durango y Sinaloa, incluyendo el macapule de Guasave convertido en templo, en una zona céntrica de Zaragoza y Obregón de la ahora moderna ciudad de Guasave.

En 1609 Santarén fungió como rector de la Universidad de Santiago del Ocoroni, en Sinaloa, a orillas del arroyo Ocoroni, aportador anual de grandes volúmenes de agua al cauce del río Sinaloa en el registro de aforos extraordi-narios en esta región.

Santarén murió el 19 de noviembre de 1616, a los 49 años, junto con otro misionero jesuita, Hernando de Tobar, atacado por un feroz levantamiento indígena camino de San Ignacio a Santiago de Ocoroni.

Hernando de Villafañe declarado fundador de Guasave a partir de 1595

Nació en la ciudad de León, Castilla la Vieja, España. Arribó a Guasave un día del mes de mayo de 1595, para ganar el crédito de fundador de la misión. Antes que él, habían pisado tierra de los indios guasaves los españoles Martín Pérez, en 1592, y Hernando de Santarén, en 1595; ambos misioneros fueron enviados por el jefe de las misiones ubicadas a lo largo del río Petatlán, ribereños de las cuencas altas y bajas, Gonzalo de Tapia.

Fue precisamente a la muerte de Tapia, ocurrida en forma trágica, a ma-nos del cacique Nacaveba, lo que determinó que Hernando de Villafañe solici-tara a la sede de las misiones en la Nueva España ser trasladado de Pátzcuaro, Michoacán, donde trabajaba con la misión tarasca, a estas tierras que con el tiempo geográficamente serían el norte del estado de Sinaloa.

Al arribo de Villafañe en mayo de 1595, todavía se encontraba en Guasave Hernando de Santarén: «los dos trabajaron juntos en las tareas de catequiza-ción de los indios guasaves, así como en la enseñanza técnica en la producción agrícola y pecuaria del campo».

Villafañe logró bautizar en la religión cristiana a un indio que entonces se llamó Pablo Velázquez, enfrentándose a la resistencia belicosa de los dos

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caciques principales en la tribu: Bayco y Montalúa, «quienes en varias ocasio-nes atacaron a los españoles con fines de asesinarlos», dicen las crónicas de aquel tiempo.

Enfrentando las más serias dificultades, Villafañe logró realizar notables avances en el terreno de la agricultura y la ganadería, principalmente vacunos y caballar. Además de las técnicas productivas del campo, introdujo la religión y las artes entre las familias de los indios guasaves. Una crónica señala: «Vi-llafañe enseñó a los guasavenses el arte de la curtiduría de pieles, así como su industrialización; herrería, pesca, cultivo de la tierra en la producción de trigo, garbanzo, frutales tropicales, con uso de arado y tiro de mulas traídas desde España y otros países europeos».

Fue el doctor Raúl Cervantes Ahumada, reconocido jurisconsulto mexi-cano, historiador y poeta, nacido en el rancho El Amole, municipio de Gua-save, Sinaloa, quien al cerrar prolongada investigación sobre la vida de los tres misioneros españoles (Martín Pérez, Hernando Santarén y Villafañe) otorgó el voto de calidad a favor de Hernando de Villafañe como el fundador de Gua-save.

El Club Rotario de Guasave, presidido por el ingeniero Emeterio Car-lón López, fue el primer organismo, entre los civiles y gubernamentales de esta localidad, en solidarizarse con la propuesta histórica del doctor Cervantes Ahumada. Los rotarios construyeron entonces una estructura a Villafañe, ins-talada al oriente de la plazuela Miguel Hidalgo, siendo presidente municipal de Guasave el agricultor José de Jesús Sánchez Camacho, Pepechuy.

Las ilustraciones y fundamentos del doctor Cervantes Ahumada fueron aportadas por las crónicas de las misiones del estado de Sinaloa, escritas por el padre Andrés Pérez de Rivas, obtenidas en la investigación del jurisconsulto en el libro Historia de los triunfos de nuestra santa fe, impreso en Madrid, España, en 1645. Dictamen que favoreció a Villafañe como el fundador de Guasave.

Villafañe arribó procedente de España a la capital del Virreinato, con nombramientos de visitador y superior de todas las misiones de Sinaloa; más comisario del Santo Oficio en la región de Culiacán.

Falleció en 1634, infundido de su prédica cristiana. Se llevó en su haber el título de rector del Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo de México. Por su sabiduría fue remitido a Roma con carácter de procurador de la Compañía de Jesús.

Fue el intelectual español, padre Luis de la Puente, con sus obras filosó-ficas, la fuente de aprendizaje más valiosa, importante e inspirador para Vi-llafañe. Fue lector de las obras De la Puente, tanto en sus días de gloria como

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cuando fue encarcelado junto con una alta relación de jesuitas inconformes con la Santa Sede por el maltrato dado a los indígenas.

Murió dentro de una cárcel, en la acción de la Santa Sede contra algunos misioneros jesuitas; «se llevó consigo su actitud cristiana y de maestro con los indios tarascos y guasaves, de quienes aprendió sus dialectos, principalmente la lengua cahíta, su mejor satisfacción la cobró en estas tierras», dice una cró-nica aprobada por el historiador Raúl Cervantes Ahumada.

El propio doctor Cervantes, en su actitud original sobre las lenguas ca-hítas, dice que Guasave significa: lugar de cercos, tierra de labor, milpa en el cerco. Esta tierra donde hasta la cuarta década del siglo Xx, con el agrarismo, se llamó cerco a las pequeñas porciones de tierra agropecuaria que sirvieron de apoyo a la autosuficiencia alimenticia de las familias guasavenses.

El historiador español Pérez de Rivas, reseña que meses más tarde al arri-bo de Hernando de Villafañe a la misión de Guasave, en mayo de 1595, por mandato del padre Pedro Méndez para reemplazar a Gonzalo de Tapia, asesi-nado el 10 de junio de 1594 por el feroz indio Nacaveba, tuvo que enfrentarse a una rebelión de los nativos guasaves.

«Los guasaves se afortinaron en un lugar del ahora predio Saratajoa (casa que se trasluce, en lengua cahíta). Villafañe portando una cruz cristiana sofocó la rebelión, los alzados accedieron a regresarse al lugar de su asentamiento so-bre el río Sinaloa». Y añaden las crónicas históricas: «pero tiempo después, los guasaves hicieron alianza con los indígenas tamazulas, se levantaron en armas y se peltrecharon en la isla Macapule, donde se enfrentaron a los soldados del capitán español Diego Martínez de Hurdaide».

Villafañe pidió a Martínez de Hurdaide que no se portara enérgico, como era su costumbre, sino que convenciera con palabras cristianas a los indígenas alzados de que desistieran de su rebelión. Se logró el objetivo.

Villafañe pudo proseguir con el programa de su misión. «El representante de la misión sobre el río Petatlán, el portugués Pedro Méndez, recibió la noti-cia: el apaciguamiento de los nativos guasaves y tamazulas».

Así prosiguió su obra iniciada con el trabajo y la fe cristiana del capitán Martín Pérez, proseguida por Hernando de Santarén, el misionero que clavó una cruz gigantesca de madera bajo un frondoso macapule que hasta 1937 duró seco y demolido, por la calle Obregón, cerca de la céntrica avenida Zaragoza de esta ciudad.

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NUÑO BELTRÁN DE GUZMÁN (1531), CAPITÁN ÁLVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA (1536), ANDRÉS PÉREZ DE RIVAS, CRONISTA DE AQUELLOS TIEMPOS; BALTAZAR DE OBREGÓN, HISTORIADOR; GONZALO DE TAPIA, CAPITÁN MARTÍN PÉREZ, HERNANDO DE SANTARéN, FRAY HERNANDO DE VILLAFAÑE

Fray Hernando de Villafañe, misionero jesuita a quien acreditan la fundación de Guasave, llegó a estas tierras en 1595 enviado por la Compañía de Jesús a catequizar a los indios guasaves, cuya jurisdicción abarcaba los montes de ambas márgenes del río Sinaloa hasta las playas del mar Bermejo o golfo de California; las bahías Navachiste, Macapule y Vinorama, con sus respectivos esteros. Regularmente habitaron los montes de Saratajoa.

Pero Villafañe fue el enésimo europeo que pisó el lugar donde incluso su antecesor fray Hernando de Santarén había logrado realizar el asentamiento de la tribu nómada de los guasaves. Antes fueron fray Honorato, el capitán Martín Pérez y Pedro Almíndez de Chirinos, enviados por Gonzalo de Tapia.

Santarén colocó una cruz de madera bajo un frondoso macapule, en lo que hoy es la esquina de Zaragoza y Obregón en Guasave, y el lugar se convir-tió en el centro de una gran comunidad indígena, con casas construidas con petate de carrizo, que era el material de construcción más utilizado por su abundancia a la vera del río y otras partes.

Por eso los cronistas de aquella época, Baltazar de Obregón y Andrés Pérez de Rivas, dieron a conocer en sus respectivos libros el río Sinaloa con el nombre de río Petatlán, o río de los Petates, ya que las familias asentadas, des-de la sierra hasta el delta del río con el mar Bermejo, construían sus casas con petates de carrizo: fibra silvestre todavía abundante aquí en zonas con exceso de humedad.

RAÍCES HISTÓRICAS

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Así, entre carrizales, situaron su pueblo los indios guasaves. Primero con el apoyo del padre Santarén, primer misionero que conocieron los indios; des-pués, con apoyo de su gran protector fray Hernando de Villafañe, realizador de lo que el historiador Pérez de Rivas llamó Historia de los triunfos de nuestra santa fe.

Santarén abandonó la misión de los indios guasaves al ser comisionado por sus superiores a la sierra de Durango, donde murió sacrificado por los indígenas tepehuanes.

Quedó plasmado en la historia que fueron el capitán Martín Pérez y Her-nando de Santarén los primeros misioneros jesuitas importantes que llegaron a esta jurisdicción en aras de la sagrada misión con los guasaves. Mientras tanto, en Ocoroni el terrible cacique Nacaveba asesinó al misionero Gonzalo de Tapia.

Los dos sucesos trágicos (lo ocurrido a Santarén en Topia, Durango, y a Gonzalo de Tapia en Ocoroni) virtualmente fijaron el rumbo para que Vi-llafañe se encontrara con los indios guasaves. Por lo que Villafañe, amigo de Gonzalo de Tapia, al enterarse de su desaparición, pidió a la Compañía de Jesús ser enviado de su comisión en Pátzcuaro, Michoacán, a una misión en el río Petatlán.

El suceso del verano de 1595 significó, a partir de entonces, mayor pro-greso para la tribu de los guasaves: aumentó el cultivo del maíz, mejoraron la pesca y la cacería e idearon el fructífero sistema indígena del babagüi: atrapar peces dentro del agua alta.

También mejoraron las relaciones con los habitantes de las comunidades indígenas vecinas, como los indios tamazulas, níos, cubiris, bamoas, ocoronis y hasta con la tribu de los tehuecos en el río Fuerte, con quienes sostenían con-tinuas guerras y con quienes solo compartían la lengua cahíta.

Las enseñanzas religiosas de Santarén y Villafañe lograron apaciguar a los indios guasaves, guerreros belicosos: habían estado desde 1564 en guerra con los conquistadores españoles. Ante ese enemigo común tuvieron que unificar-se las comunidades indígenas que estaban al pie de la Sierra Madre Occidental hasta la costa del mar Bermejo.

Pero las misiones religiosas habían logrado ya su cometido: aquietar a los indios; estos entraron a tono con Villafañe y con las tribus vecinas de todo el rumbo, controlándose el canibalismo y otros actos dañinos.

Un día invernal de 1595, enero o febrero, llegó a Guasave el padre San-tarén; fray Villafañe lo hizo en mayo. Cada quien en su tiempo se enfrentó a la rebeldía de los caciques Montalúa y otro llamado Bayoc; un tercer jerarca

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cambió la soberbia por la humildad religiosa, admitió ser bautizado con nom-bre y apellido castellano: Pedro Velázquez, quien bien pudo haberse apellidado originalmente Chichuate, Buitimea o Moroyoqui.

Los indios guasaves, de alta estatura, pertenecientes a la raza de los mayos que se proliferaron en las riberas del río Petatlán, tenían entre sus deportes fa-voritos el sentarse encuclillados por muchas horas, por días enteros, en grupos numerosos de competidores; ganaba quien permanecía más tiempo en esa po-sición relajante. Inclusivo, por ese medio se elegía a los jerarcas o a los jefes de cacería o pesca de babagüi, porque quien dominaba a su cuerpo podría vencer otras reacciones y reflejos generados por sus inquietudes naturales. Indígenas puros, supervivientes todavía, conservan esa tradición de «doblar las corvas» para permanecer así con las piernas en esa postura el mayor tiempo posible; «en esto los indios viejos casi siempre ganamos a los nuevos», dice uno de los datos extraídos por el autor del propio seno indígena donde aún conservan esas tradiciones. Otro deporte, la hulama o juego de pelota, sigue siendo po-pular, quizá se hayan modificado reglas, pero se siguen necesitando muchas horas, a veces días, para definir un partido.

La alimentación de los indios guasaves fue abundante y nutritiva: pes-cado y ostras de mar. Habilidosos para manejar sus primitivas artes de pesca, solían acarrear a sus familias abundantes cosechas marinas.La onda lanzadora de piedras o el sistema de garapalo, todavía usual, o el arco y la flecha, les die-ron a nuestros indígenas buenos resultados en la cacería de venado, tigrillo, conejo, liebre, choli, armadillo, tlacuache y otras especies montaraces de alta abundancia en sus contornos.También ocurrían a los trampeos.

La fruta silvestre como la aguama, pitahaya, capomo, ciruela del monte, etcétera, influyó para que la raza de los guasaves tuviera un físico fuerte, con un sistema celular extradesarrollado y huesos bien calcificados. Los cronistas seguidores de Santarén y Villafañe no señalan la presentación de epidemias graves, a los indios les operaban bien los anticuerpos.

Se reseña que entre las tribus indígenas del norte de Sinaloa hubo fuerte inclinación hacia el homosexualismo, ya que las demografías registraban cons-tantes incrementos. Cuando llegaron los españoles a las aldeas dispersas de los indios guasaves y de la región había más de 2000 seres.

El salir constante a los cotos de caza y pesca fue causa de la dispersión de los indios por las llanuras, playas y montes de las costas del mar Bermejo, pero las familias indígenas tuvieron como lugar predilecto de concentración las ma-capuleras y alamedas de la margen derecha del río Petatlán, lo que actualmente es el casco de la ciudad de Guasave.

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Ni la misión del padre Santarén ni la de Villafañe tuvieron problemas para lograr el asentamiento indígena. Las casas construidas de carrizo mejo-raron con otros materiales del monte como la vara prieta, la lata de diversos arbustos, rajas de madera de pitahaya, horcones, vigas y viguetas de madera gruesa lograda de árboles grandes.

Incluso de esos materiales se construyó la primera iglesia católica, ahí, en el mismo sitio donde se venera a la Virgen del Rosario en esta ciudad. En otras reconstrucciones del templo se utilizaron piedra y tabique de tierra; con el transcurrir del tiempo, adobón.

Años antes del arribo de Santarén y Villafañe en 1595, 1531 y 1532, Nuño Beltrán de Guzmán, fundador de la Villa de San Miguel de Culiacán, hizo llegar las primeras tropas para guerrear con los nativos de estas tierras sinaloenses.

El Astillero de Nío (1688-1694)

Paso del misionero Eusebio Kino por Guasave

El conquistador italiano y misionero católico de la Pimería Alta y la Pimería Baja de Sonora, de Chihuahua, de Arizona y de las Californias, fray Francisco Eusebio Kino, con su sello batallador de oriundo de los Alpes italianos, dejó su huella por estas tierras, que a partir del 30 de noviembre de 1916 pertenecen a la creación del municipio libre y soberano de Guasave.

En un pacto de trabajo con el misionero fray Juan María Salvatierra, Kino unió el esfuerzo de las sedes de Cucurpe, Sonora y Bacamopa (lugar perte-neciente al actual municipio de Mocorito, Sinaloa) para construir el astillero de Nío, en la época histórica de 1688 a 1694, y asimismo reconstruir las naves misioneras que cruzaban el mar Bermejo —hoy golfo de California— rumbo a la conquista del puerto de La Santa Cruz, California —actualmente La Paz, Puerto de Ilusión para los románticos—. Una crónica de aquellos tiempos se-ñala: «La exuberante vegetación de aquellos tiempos, pletórica de gigantescos árboles de álamo, proporcionaban madera, más un río con alto aforo anual, el Petatlán, que permitió la navegación de naves, de Nío al puerto de La Santa Cruz, bajo el mando del almirante Isidro de Atondo y Antillón».

Los libros históricos sobre Kino —a la venta en la biblioteca de Magdalena de Kino, Sonora—, firmados por escritores norteamericanos y latinos, escritos en inglés y castellano, relatan la terrible odisea experimentada por el capitán Atondo y Antillón con sus tres barcos que, atacados por un huracán, se hun-

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dieron en las aguas del río Sinaloa, entre la actual Tamazula y El Amole: «Ya para salir a la delta del río y tomar la ruta del mar Bermejo, las embarcaciones zozobraron; sus respectivas tripulaciones con 36 hombres incluyendo al almi-rante Isidro, de apellidos Atondo, Espinoza, Cervantes, Leal, Leyva, Ahumada, López, etcétera, recibieron órdenes de ponerse a salvo, nadando a ambas már-genes del río». A continuación se comenta, históricamente, respecto al paso de fray Francisco Eusebio Kino, Juan María Salvatierra y el almirante Isidro de Atondo y Antillón por Nío, actualmente territorio del municipio de Guasave:

Si pudo haber víctimas ahogadas por la tormenta y el río embravecido, los su-pervivientes salvados de la muerte, llegaron a las diversas comunidades de esos rumbos para reproducirse con los indígenas mayos; podría ser ello el origen de la reproducción en el mestizaje negroide de El Amole, Tamazula, La Brecha, La Cuestona, San José de La Brecha y otros lugares ribereños.

La presencia de Kino y Salvatierra con su plan del astillero de Nío obede-ció a la sólida amistad sostenida por los dos misioneros. Autores de múltiples publicaciones históricas de fines y principios del siglo XVII mencionan:

Kino tenía que viajar a lomo de caballo, en forma constante, desde su misión en Sonora, hasta Guadalajara —Nueva Galicia—, para responder ante sus superio-res de las acusaciones que hacían en su contra los ricos españoles; porque según ellos, Kino consentía demasiado a los indios yaquis, mayos, tamemes, pimas, pápagos, apaches y demás razas nativas, a quienes enseñó a labrar la tierra, la cría de gallinas, borregos, cabras y otros animales domésticos.

Para los conquistadores europeos, aquella actitud humana y cristiana de Kino para con las familias indígenas, incluyendo los guaycuras de Baja California, de alternar la enseñanza junto con el catecismo religioso, fue una traición que moti-vó severas acusaciones para el misionero ante la sede de la Nueva Galicia porque siempre viajando a caballo, Kino tenía que llegar a Bacamopa para saludar a su amigo el misionero Juan María Salvatierra.

Motivo por el que la misión de Gonzalo de Tapia y la del capitán Martín Pérez en Nío, de 1592, sean tres años anteriores a la misión de Villafañe. Los dos misioneros aliados alcanzaron a dar solidez a la catequización iniciada un siglo antes de la instalación del histórico astillero.

Las embarcaciones transportadas por el río Petatlán, para su reparación en el astillero de Nío, terminaban su navegación por medio de un canal arti-

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ficial construido por el propio programa rehabilitador de Kino y Salvatierra, para luego ser regresadas a la navegación del río por ese mismo conducto.

De acuerdo con la anterior información histórica, puede afirmarse que Nío —actualmente Pueblo Viejo de Nío— y otras regiones de Guasave influ-yeron en la conquista del puerto de La Santa Cruz y de los indios guaycuras en el extremo sur de la península de Baja California.

¿CUÁNDO SE DIVIDIERON TERRITORIO LOS DOS PUEBLOS DE NÍO?

En 1592, al arribo de Martín Pérez y de Gonzalo de Tapia, jefe de las misiones de los pueblos del río Petatlán, solo existía una sola comunidad de Nío. Esto puede deducirse por la vieja iglesia católica, cuyas ruinas se localizan en el centro del panteón de Pueblo Viejo de Nío. Por lo tanto, en 1688 los indios ya tenían casi un siglo esperando la llegada de fray Francisco Eusebio Kino y Juan María Salvatierra, los dos misioneros amigos. Una crónica oral del pasado dice:

Seguramente uno de los aforos gigantescos del río Petatlán, obligó a un sector de los habitantes de Nío, el único, a instalarse junto con su santo esculpido en pie-dra San Ignacio de Loyola, unos 3 kilómetros más al oriente, buscando ponerse a salvo de los efectos de las grandes inundaciones del río; mientras tanto, otra parte de los habitantes de la comunidad, prefirió quedarse en lo que actualmente se llama Pueblo Viejo de Nío.

El suceso, la separación de los pueblos de Nío, pudo haber ocurrido en el extraordinario desbordamiento del río Sinaloa en 1775:

Los níos se llevaron consigo al santo de piedra San Ignacio; los de Pueblo Vie-jo prefirieron quedarse con las ruinas de una iglesia histórica, infraestructura también visitada por millares de turistas y arqueólogos investigando el paso de Martín Pérez y Gonzalo de Tapia; luego casi un siglo después —1688— el padre Kino y fray Juan María Salvatierra.

En 1937 las dos comunidades hermanadas por la historia, Nío y Pueblo Viejo de Nío, distante una de otra por 3 km, fueron dotadas de terrenos ejidales durante el movimiento agrario del presidente Lázaro Cárdenas.

Pero ahí, por esas tierras, cabalgan el misionero centauro fray Francisco Eusebio Kino y su amigo fray Juan María Salvatierra como fantasmas bienhe-

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chores; prosiguen navegando en el recuerdo los barcos del almirante Isidro de Atondo y Antillón, con sus 36 tripulantes, negroides, moros y latinos que naufragaron para regar su sangre por El Amole, San José, La Brecha, Tamazula, La Cuestona y otras comunidades ribereñas guasavenses.

En esas regiones de Guasave, principalmente entre los nativos de El Amo-le, La Brecha, Palos Verdes, San José de la Brecha, Casa Blanca y La Cuestona, quedó marcado el paso de los mulatos integrados a las misiones de Francisco Kino y Juan María Salvatierra.

Cada vez que Kino cruzaba el río Sinaloa, procedente de Cucurpe o Ariz-pe, Sonora, para ir a Bacamopa, Mocorito, a entrevistarse con Salvatierra o ir a responder a las acusaciones que sus enemigos le hicieron ante la representa-ción del virreinato, en la Nueva Galicia, hoy Guadalajara, visitó la comunidad de Nío.

Oriundo de los hermosos Alpes italianos, Kino ha recibido justificados honores por el humanístico y cristiano desempeño de su misión con los in-dios yaquis, pimas, pápagos, apaches, seris y mayos en los estados de Sonora, Arizona y Alta California; también con los guaycuras de Baja California Sur y Norte.

Pocos recuerdan a los indios de esta región y a Nío como astillero, solo se encuentra su registro en obras que tratan la historia de Kino y del padre Salva-tierra, allá en las décadas de finales del siglo xvii.

Inclusive, en 1970, siendo presidente municipal de Guasave el agricultor de El Burrioncito José de Jesús Sánchez Camacho, se interesó en localizar al-gunas huellas de fray Francisco Eusebio Kino por esta región y lo logró. Una brigada de trabajadores encontró parte del canal que iba del río al astillero de Nío y, como se pretendía ofrecer al turismo algo más de valores arqueológicos, se pararon los trabajos; una nueva avenida del río Sinaloa azolvó todo aquello, enterró de nuevo la vía de conducción de los barcos de las misiones de Kino y Salvatierra, quizá para siempre.

Pasaron por aquí el protector de la Pimería, el padre Kino, y en 1700 la misión del jesuita Juan María Salvatierra. La raza era ya a esas alturas un mo-saico de sangre. No resultó fanática en sumo grado, pero sí supersticiosa.

Así, hasta nuestros días se localizan los siguientes ejemplares en nuestra región de Guasave:

Mulato: hijo de español con negro.Morisco: hijo de mulato con española.Mestizo (coyote): español con indio.

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Castizo: hijo de mestizo con español.Salta-Atrás: características negras, habiendo nacido de padres blancos.Chino: hijo de salta-atrás e india.Albarrozado: hijo de gíbaro con indio.Cambujo: hijo de albarrozado y negra.Lobo: hijo de lobo y mulata.Gíbaro: hijo de lobo y mulata.

A toda esta mezcla hay que anotar el resto de sangres que se han agre-gado: china, japonesa, alemana, italiana y otras europeas. Así, la región de Guasave ha podido presentar esa etnografía extraordinaria cuando está por terminar el siglo xx.

KINO MURIÓ EN MAGDALENA, SONORA

El padre Kino murió el 15 de marzo de 1711 por ancianidad y fatiga, sin haber padecido nunca enfermedad mortal. Fue hasta 1928 cuando hubo evidencia de que se comenzaron a buscar sus restos.

La investigación fue ardua y dio sus frutos hasta el 19 de mayo de 1966, cuando finalmente se encontraron fragmentos de un cráneo humano, cuyo esqueleto completo se obtuvo hasta el día siguiente.

Los restos correspondían a un hombre de unos 60 años, clásico europeo de la región alpina de Trento, Italia. Sobre su clavícula se encontró una cruz de bronce; las tibias de sus piernas no mostraban regroflexión pronunciada, característica de la gente de montaña.

Al desprenderse el esqueleto cayeron algunos trozos de madera que se habían incrustado en el tórax y que correspondían al ataúd en el que había sido enterrado. Pero no conforme con estas pruebas, el grupo de investigadores se trasladó a Trento, donde se hicieron pruebas biotipo con descendientes del misionero.

El veredicto final fue dado a conocer por Alfonso Cano, de la Academia de Historia, el 24 de mayo de 1966. Poco después, Frances O'Brien de Tucsón, Arizona, se dio a la tarea de reconstruir el rostro del padre Kino por medio de computadora, puesto que no existían fotos en la época del jesuita.

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LAS EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS

Hace alrededor de cincuenta años que la arqueóloga lsabel T. Kelly inició sus investigaciones en Sinaloa. Durante tres semanas la arqueóloga y un equipo de la Universidad de California realizaron una serie de excavaciones en el puerto de Chametla, en el sur de Sinaloa, sobre el océano Pacífico, y a la entrada del río Baluarte, cerca de la actual población de El Rosario.

Años más tarde, el arqueólogo Gordon F. Ekholm realizó excavaciones en el municipio de Guasave, en la cuenca del río Sinaloa. Poco después la ar-queóloga Kelly volvió a Sinaloa para efectuar otras excavaciones en la zona de Culiacán, la capital de Sinaloa, situada en la margen del río Culiacán y frente a la confluencia con el río Humaya.

Otro arqueólogo, Otto Schöndube, en su excelente artículo «Arqueología de Sinaloa», observa que esas excavaciones fueron hechas principalmente para averiguar si la costa del occidente de México había servido como un corredor a través del cual se hubieran desplazado ciertos elementos mesoamericanos hasta las culturas del suroeste de los Estados Unidos.

Vestigios en Chametla, Guasave y Culiacán

Las formas más antiguas de vida que corresponden al periodo teocrático se han localizado principalmente en la región de Chametla, en donde Isabel T. Kelly encontró restos de cerámica que nos sorprenden por su excelencia y ca-lidad, aun cuando no se encontraron en el mismo sitio otras manifestaciones culturales importantes como la arquitectura.

La cerámica extraída de Chametla abarca una diversidad de objetos: cuencos, cajetes, bolas de barro, sellos, silbatos, figurillas y malacates, que van desde las vasijas con diversos colores (rojo, negro y naranja) hasta los fragmen-tos de otras piezas mayores. Los motivos son geométricos y cubren totalmente la vasija, tanto en el exterior como en el interior.

Con base en estos objetos, los arqueólogos han deducido que durante el periodo teocrático los hombres en Sinaloa se dedicaban principalmente a la agricultura. Vivían en chozas fabricadas de palma y lodo, y estaban agrupados en aldeas que a veces eran una especie de montículos o áreas habitacionales sobre las cuales las casas quedaban a salvo de las subidas de las aguas. Estos montículos se formaron — como dice Otto Schödube— por la acumulación de desechos que fueron creciendo alrededor de las casas.

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Los habitantes de Chametla comerciaban con otros pueblos de Mesoa-mérica, siendo su artesanía principal la cerámica. Schödube señala que la pasta de la cerámica de Chametla es tosca y burda, lo que no impide que tenga un acabado exterior extraordinario que al mismo tiempo la convierte en una de las mejores de Mesoamérica.

Los arqueólogos Kelly y Ekholm han encontrado en Chametla, Culiacán y Guasave cerámica de diferentes periodos, al igual que grandes malacates de-corados, molcajetes, figurillas, pipas, algunos objetos de cobre, vasijas hechas de piedra que denotan la influencia de Nayarit.

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CARACTERÍSTICAS GEOGRÁFICAS Y ECOLÓGICAS

Localización geográfica y extensión territorial

El municipio de Guasave se localiza en el estado de Sinaloa, entre los meri-dianos 108° 08' 26" y 108° 47' 27" de longitud oeste y los paralelos 25° 19' 04" a 25° 56' 36" de latitud norte. Su extensión territorial es de 3463.4 km2, lo cual lo ubica en el octavo lugar de extensión con respecto al resto de los municipios del estado, ocupa 2.5 % de la superficie de la entidad.

Colinda al norte con los municipios de Sinaloa y El Fuerte; al sur, con el golfo de California; al este, con los municipios de Salvador Alvarado y An-gostura; al oeste, con el golfo de California; al noroeste, con el municipio de Ahome y el golfo de California; al noroeste, con el municipio de Sinaloa; al su-roeste, con el golfo de California; y al sureste, con el municipio de Angostura.

Edafología

La gran parte de los suelos del municipio de Guasave son del tipo chesnut, clasificación que lo ubica entre los no idóneos para la agricultura en compara-ción con los de clasificación chernozem. Sin embargo, con la ayuda de diversas infraestructuras hidráulicas se ha incorporado a la agricultura gran extensión de su tierra.

MUNICIPIO DE GUASAVE

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Orografía

Con excepción de algunas estribaciones como el cerro del Guiguiricahui y el Cerro Cabezón de la sierra de Navachiste, localizado en la parte oeste del mu-nicipio, su orografía está formada por amplias llanuras que integran el rico va-lle agrícola de este municipio. Este va desde la Sierra Madre Occidental hasta la sierra de Navachiste en las proximidades del golfo de California; mientras que, por su proximidad con el mar, existen grandes playas, marismas y esteros pan-tanosos. Respecto a su hipsometría, la ciudad de Guasave y la punta de Nava-chiste tienen una altura de 20 a 15.2 m sobre el nivel del mar, respectivamente.

Hidrografía

El río Sinaloa o Petatlán recorre dentro del municipio un trayecto de 70 km, con la confluencia de los arroyos de Nahinora y Besanopa en los municipios de Guadalupe y Calvo, Chihuahua. Se introduce a Guasave por el noroeste del municipio, recibiendo como afluente el arroyo de Cabrera en la localidad de Brechito, sindicatura Benito Juárez; asimismo, los afluentes de los arroyos Magdalena, San José de Gracia y Bacubirito. Tiene un área de cuenca hasta la estación hidrométrica de Jaina de 8179 km2 y un escurrimiento medio anual de 1239 000 000 m3 millones de metros cúbicos; en su recorrido por la región toca con sus aguas las localidades de Estación Bamoa, Nío, Pueblo Viejo, Guasave, Jesús María, Tamazula y La Brecha, antes de desembocar en el golfo de Califor-nia, a 1 km del poblado Las Juntas, sindicatura de La Brecha.

Climatología

En general el clima que prevalece en todo el municipio es desértico caluroso, sobre todo en el lado oeste, predominando una temperatura media anual de 23 °C y una máxima de 44 °C, con variantes de 37 °C máxima y un promedio anual de temperatura mínima y media de 12 °C y 25 °C, respectivamente. Las temperaturas más altas se registran en los meses de junio a octubre y las más bajas de noviembre a marzo. En un estudio realizado durante un periodo de siete años, la estación climatológica en Guasave registró un promedio anual de 202 mm de precipitación; regularmente las lluvias ocurren en los meses de julio, agosto y septiembre.

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39municipio de guasave

Agricultura

La agricultura del municipio ocupa un lugar destacado dentro de la econo-mía regional, pues dispone de tierras de alta productividad agrícola. Actual-mente cuenta con una superficie total aproximada de 215 600 ha, de las cuales se irrigan 167 645 por medio de los distritos de riego 063, 074 y 075. Como consecuencia, este municipio es uno de los que más afluencia de trabajadores foráneos tiene en época de zafra agrícola, por ende, es una importante fuente de ocupación para la población local y emigrante.

Al efectuarse un análisis de la producción por cultivos, sobresalen el to-mate, el frijol, el garbanzo, el algodón, el arroz, el cártamo, la soya, la papa, el trigo y el sorgo.

Respecto a la fruticultura, existe un total de 521 25 00 ha establecidas. Por orden de importancia en superficie plantada, hasta hace pocos años existen: 218 ha de mango, 110 ha de naranja, 50 ha de aguacate, 33 ha de limón, 50 ha de toronja y otras.

La furia del río Petatlán y su fiel y peligroso aliado, el ARROYO OCORONI: LAS INUNDACIONES DE LOS AÑOS 1895, 1928, 1943 Y 1958

Ningún pueblo ha sufrido tantas inundaciones por parte del río Sinaloa o Pe-tatlán como la región de Guasave, con más de veinte desbordamientos regis-trados, con tres turbonadas extraordinarias en 1895, 1943 y 1958.

Pero también ninguna región ha recibido tantos beneficios de estas rique-zas orográficas aportadas por el Petatlán y sus aliados, los arroyos Ocoroni, Cabrera, Bacubirito, Santa Magdalena, El Cajón, Los Melones y el resto que prosiguen sueltas acá de los vasos de las presas Gustavo Díaz Ordaz en Bacu-rato y El Sabinal allá en el Ocoroni.

A excepción de la creciente de 1895 —hace 105 años—, cuando las aguas broncas del río Sinaloa lo destruyeron todo y devastaron los montes y agostaderos pletóricos de ganado vacuno, los siguientes fenómenos del río ar-rojaron más beneficios que perjuicios.

En 1943 —58 años después—, el río con un arrastre no registrado ofi-cialmente pero que pudo haber llegado hasta 3500 m3/s; en 1958 con un aforo captado por las oficinas hidráulicas con 2500 m3/s, ambas crecientes no deja-ron pedazo de tierra guasavense sin tocar con sus aguas embravecidas. Pero en cada una de las inundaciones generales de Guasave, en 1943 y 1958, el efecto

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cobrado por ellas en agricultura, ganadería, etcétera, significaron sonoros im-pulsos progresistas para Guasave y sus gentes.

En 1943 en su invasión el río acabó con el caserío construido de adobe, de lata, vara prieta, terrado, etcétera, e hizo surgir hogares de ladrillo, varilla, cemento y otros materiales más sólidos.

En 1958, posterior al otro desbordamiento gigantesco del río, de bajo las aguas, como moderna Atlántida de estos días del siglo xx, apareció un pueb-lo más moderno, también impulsado al progreso por más zonas de riego, las unidades uno y dos del Distrito de Riego No. 75, de la presa Miguel Hidalgo, agregados al Distrito de Riego No. 63 de la presa Díaz Ordaz, y lo que le cor-responde rumbo a San Rafael y Bacayahueto del distrito de la presa Eustaquio Buelna.

Creo que las ricas y verdaderas ciudades de Cíbola y Quivira la hubieran encontrado Álvaro Núñez Cabeza de Vaca y demás colonizadores españoles si las hubieran buscado ahora, gracias al paso de las generosas aguas de los ríos del norte de Sinaloa por los fértiles suelos aluviones, y barriales negros y morenos, color de nuestras hermosas mujeres.

Actualmente la tecnología y los programas gubernamentales, a la vez que han controlado la bravura de esas afluencias del río Petatlán, han mejorado las perspectivas protectoras para los pueblos de esta región constantemente amenazados por el fenómeno fluvial.

Los vasos de las presas en Bacurato y El Sabinal representan un control para el río Sinaloa y el arroyo Ocoroni, aunque parcial, porque debajo de las citadas cortinas hay sueltas todavía descargas importantes en los respectivos cauces, significando enormes volúmenes de agua que arrasan cultivos en pie, diezman la ganadería y obligan a convertirse en fugitivos del Petatlán a los guasavenses de la ciudad y a muchos poblados rurales ribereños.

Todavía hay familias que regresan a vivir en el cauce normal del río, en franco reto a su furiosa embestida, por imprudencia u obligados por la propia necesidad de fincar un hogar donde sea.

Cuando la tecnología hidráulica encierre esos arroyos libres dejarán de significar un peligro mayor el río Sinaloa y el arroyo Ocoroni. Mientras tanto, obligará a mantener un estado de alerta a los habitantes de un pueblo que tra-baja negándose a dejar de progresar mientras el coloso acecha.

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GUASAVE: de directoría política a municipio libre y soberano

Directoría política desde 1902. En 1916 fue decretado municipio libre y sobera-no. Es ciudad desde 1954.

C. GENERAL ÁNGEL FLORES Gobernador y comandante militar del estado de Sinaloa, a sus habitantes hace saber:

Que en uso de las facultades extraordinarias de que me hallo investido y en aten-ción a la solicitud del vecindario de Guasave, dependiente de la municipalidad de Sinaloa pidiendo se erija la expresada directoría en entidad municipal, tanto por tener la porción jurisdiccional de aquella directoría, más de 3000 habitan-tes, haber recursos propios para subvenir a las necesidades de la administración municipal, así como para disfrutar de los beneficios y prorrogativas que consigo trae la independencia armónica de los poderes de la verdadera democracia de los pueblos libres y civilizados.

CONSIDERANDO: Que era necesario por parte de este gobierno cerciorarse de lo expuesto por los solicitantes que lo fueron algunos de los vecinos de la ex-presada directoría de Guasave a fin de atender en justicia a su petición y estando prevenido por el decreto de 11 de septiembre del año de 1916, que la fuente de investigación y consulta sobre los capítulos relativos sea la estadística oficial, por este medio quedó demostrado:

1. Que el número de habitantes de la porción que se agrega y el poder econó-mico rentístico de la expresada directoría son los bastantes como garantía de su existencia en su carácter de entidad municipal.

CONSIDERANDO: Que tales extremos son en los que se funda y motiva la solicitud y a mayor abundamiento el patriotismo de aquella colectividad demos-trada en la noche de 30 años, durante los cuales siempre hubo resistencia, siste-mática, organizada, que contrarió y protestó contra los actos de la directoría, sus agentes y beneficiados; y que son proverbiales el amor al trabajo, buenas costum-bres, constante labor de cultura en los habitantes de aquella región.

Atento a lo expuesto: cumpliendo con el deber de gobernante y animado del espíritu e ideas difundidos por el C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, C. Venustiano Carranza y apoyado

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además en el artículo 50 reformado de la Constitución Política del Estado he tenido a bien expedir el siguiente decreto.

Art. 1. Se erige en municipalidad sinaloense perteneciente al distrito de Sina-loa la directoría política de Guasave.Art. 2. La cabecera de la municipalidad será la que hasta ahora lo ha sido de la directoría y en ella residirán los poderes municipales.Art. 3. De conformidad con lo establecido en el artículo 51 de la Constitución Política del Estado, el Ejecutivo del mismo hará el nombramiento por esta vez, de los miembros que integrarán el Ayuntamiento de la villa de Guasave los cuales no excederán de cinco.Art. 4. Este Ayuntamiento quedará instalado el día 1 del mes de enero de 1917 haciéndose saber al público las personas que hubiesen sido designadas para formarlo.Art. 5. Mientras tanto se expide la nueva Ley Orgánica Municipal del estado el Ayuntamiento de la villa de Guasave, se regirá por la ley vigente.Art. 6. Desde el día 1 de enero año entrante de 1917 ingresarán al tesoro mu-nicipal de la villa de Guasave todos los impuestos municipales recaudados en la jurisdicción de la directoría política del mismo nombre y que antes se remitían a la tesorería municipal de Sinaloa.Todos los contribuyentes de la nueva municipalidad que hubiesen hecho pa-gos adelantados, están en la obligación de avisarlo al tesorero municipal de la villa de Guasave para que verifique la liquidación respectiva.Art. 7. El presidente municipal de Sinaloa queda autorizado para que con la antelación necesaria se traslade a la villa de Guasave, recibir a nombre del per-sonal de este gobierno la protesta de ley de los CC. nombrados para integrar el Ayuntamiento de aquella villa en caso del Art. 3 de este decreto.Art. 8. El Gobierno del Estado en el primer mes de su erección, en entero an-ticipado subvencionará al municipio de Guasave con mil pesos infalsificables, para ayuda de los gastos de instalación de sus oficinas.Art. 9. Como límites jurisdiccionales de la nueva municipalidad se le deter-minan: los que han reconocido en su carácter de directoría detallados en la memoria presentada al congreso por el gobernador del estado, en 15 de marzo de 1902, a saber:

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DIRECTORÍA DE GUASAVE

Estación BAMOA. Celadurías: Orba, Portugués de los Gálvez, Zopilote y Za-hanaria. Rancherías: Taguilana, Norotillos, Palmarito, Batamotita, Las Carbone-rías, El Sabino y El Ninguno.

TAMAZULA. Celadurías: Pitahayal, Amole, Brecha, San José e Higueras. Ran-cherías: Cuesta, Reparito, Caminitos, Cuestona, Ciruelos, Callejón Cofradía, Pitahayitas, San Marcial, Palmarito, Palos Verdes, Sahuí, Nombre Feo, Los Ala-mos, Higueras, Macapule, Chinanes, San José, Huyaque, Pochote, Laguna, Casa Blanca, Caimán, Medanos, Mangle, Rinconcito, Carricitos, Chamicari, Colonia Babarraza y Sin Agua.

NÍO. Celadurías: San Sebastián, Caimanero, Pueblo Viejo, Gambino y Las Moras. Rancherías: Pichihuila, San Bartolo, Palos Blancos, Charco Largo, Ca-marones, Las Choyas, Playitas, Cabreritas, Rancho de Ortegas, Ranchito de Ca-margo, Cuitabón, Jurisdicción, Mezquite Gancho, Ranchito de Castros, Burrión, Grande, Cruz Blanca, Las Casitas, Sauz, Salsipuedes, Los Hornos, Tepatocha, Mezquite, Mezquite-Muerto, Choipa, Tepache, Las Juntas, Escalera, Las Sahitas, Tacubaya, Las Pitahayas, Palos Blanquitos, Chamicari, Las Juntas, Los Sanjones, Palos Verdes, Los Huesos y San Vicente.

GUASAVE. Celadurías: Ocoro, San Pedro, Jesús María, Guasavito, San Rafael y Bajoro. Rancherías: Callejón, Crucesitas, Hutatave, Corerepe, Mezquital, Guásima, Guayparime, Bachoco, Cacahuira, Palos Dulces, Tecomates, Agua Es-condida, Ranchito, Santa Rosa, El Dorado, Bebelama, Agua Nueva, Saratajoa, Rodeo, San Juan, Burrioncito, Burrión Grande, El Chino, Moholo, San Pedro de Mocoritos, Bacayahueto, Potrerillos, El Norilla y Los Ángeles.

Art. 10. La villa de Guasave de la municipalidad del mismo nombre, reconocerá como fundo y ejercicio el que no ha reconocido hasta ahora, sin perjuicio de que el Ayuntamiento de que la expresada, instalado que sea, promueva lo concer-niente ante quien corresponda al Art. 3 Ley de 6 de enero de 1915.

Art. 11. Para los efectos de la fracción III art. 2 del decreto de 11 de septiem-bre de 1916 en su caso, constituido el primer Ayuntamiento de la nueva entidad municipal que se erige por el presente decreto aquel H. cuerpo y el de la munici-palidad de Sinaloa, dentro de los primeros noventa días del funcionamiento del primero a moción del 2, llegarán a un acuerdo sobre el monto de la deuda del municipio disgregado y la distribución de esa deuda entre ambos municipios, en la proporcionalidad que establece fracción III art. 2, decreto 11 de septiembre del corriente año.

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Art. 12. Toda divergencia ocurrida por el motivo expresado en artículo ante-rior entre ambos ayuntamientos, se resolverá potestativamente por el C. gober-nador del estado, de acuerdo con la fracción III del art. 2, decreto citado.

Por tanto mando se publique, circule y comunique a quienes corresponda para su observancia.

Palacio del poder Ejecutivo en Culiacán, Rosales, a los treinta días del mes de noviembre de mil novecientos dieciséis. Ángel Flores, gobernador; J. Silva, secretario.

Culiacán, Sinaloa; 30 de noviembre de 1916.

Así pues, la comunidad de Guasave tiene un pasado que debemos cono-cer para saber de dónde venimos, en dónde estamos y hacia dónde vamos, en pos del logro de mayores fructificaciones sociales, apoyados en el promisor potencial que todavía nos ofrece, servido en bandeja de plata, las mejores pers-pectivas de progreso.

Guasave, producto de la divina esencia de dos culturas infundidas en un mestizaje compuesto por la polarizada alquimia del soberbio soldado español y la mística humildad del misionero religioso; la otra parte, la aportación a este suceso histórico está haciendo más de cuatrocientos años, y poco más atrás de 1595, por el humilde mayo-cahíta guasavense.

Los cronistas de esta tierra, como por ejemplo el estelar hijo de El Amole, el doctor Raúl Cervantes Ahumada, cita la presencia en Guasave del misione-ro Hernando de Villafañe en el mes de mayo de 1595, pero antes del hispano oriundo de León, Castilla La Vieja, lo precedieron primero el capitán Martín Pérez, después Hernando de Santarén. Para ellos, el crédito. A nuestros antepa-sados mayo-cahítas, que nuestro agradecimiento recorra el tiempo y la distan-cia, en honra justa a su participación en este choque humano de representantes de dos continentes: Europa y América.

Así quedó consolidado el elemento humano en esta cabecera, los montes de los predios de la región, habitados por la maravillosa fauna montaraz del venado, el jabalí y otros; sus montes de mezquite, palo de hasta, macapules, alamedas y ébanos, por decir algunos.

Esperaron con paciencia, junto a sus escasos habitantes, el arribo de las primeras obras de irrigación, la tumba de montes, la apertura de los predios

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Saratajoa, Corerepe, San Andrés de Tamazula y otros. A partir de 1954 las zo-nas de riego No. 075, 063 y 074 propiciaron las perspectivas de cultivos para más de cuarenta productos alimenticios y el vestido. En 1955 Guasave dejó de estar incomunicada: entró serpenteando a nuestro territorio la carretera inter-nacional México-Nogales.

Los centros poblados brotaron como por encanto: desde Zahanaria, Ta-huilana y El Zopilote al oriente; Ensenada, El Perihuete y Bacayahueto al sur; el golfo de California, sus bahías Navachiste y Macapule, pletóricas de camarón y otros mariscos, escamas y moluscos; las paradisiacas islas del rumbo poniente, hasta el predio Las Vacas en Juan José Ríos; y los urbanismos en obras de todo tipo, carreteras y escuelas por doquier, hasta formar ahora la pirámide educa-cional más promisora del noroeste del país.

Pero antes de la etapa progresista, de 1955 a 1996, había proseguido la vida de los guasavenses escribiendo su bonita historia, más allá todavía de las fanta-siosas pero fascinantes mitologías del Nahual y del Chupacabras.

En las décadas finales del siglo XVIII la guerra de Independencia hizo vibrar el espíritu patriótico de quienes lograron la escasa información del su-ceso; la guerra de Reforma juarista; la unión de Sinaloa y Sonora en el Estado de Occidente con sus capitales políticas, El Fuerte y Sinaloa, este último, mu-nicipio que perteneció a Guasave hasta el primero de enero de 1917.

Todavía antes de 1917, por decreto del Ayuntamiento sinaloíta en el tiem-po álgido del Porfiriato, el 15 de marzo de 1902 se declaró a Guasave con el grado de prefecturía o directoría política. Su primer director fue el hacendado don Emilio Menchaca Rochín, constructor de la primera cárcel municipal que hubo por los rumbos de la calle Ángel Flores.

Transcurridos 14 años, de 1902 a 1916, la jerarquía de las directorías ini-ciadas con Menchaca Rochín se cerró con el último de los prefectos que tuvo Guasave, don Lucas Bojórquez Plascencia, oriundo de Ocoroni.

Transcurrida una acalorada y prolongada lucha cívica desarrollada con tesón y amor al terruño por los jefes de familia de aquellos tiempos (primera década del siglo xx), el general Ángel Flores, entonces gobernador del estado y jefe de las Fuerzas Armadas de Sinaloa, giró al Congreso del Estado una iniciativa con doble propósito: independizar a Guasave y su región del muni-cipio de Sinaloa; simultáneamente, independizar a Ahome y su demarcación del municipio de El Fuerte de Montesclaros, y a Angostura del municipio de Mocorito, entonces.

Así, Guasave, Ahome y Angostura alcanzaron el grado respectivo de mu-nicipio libre y soberano, por decreto aprobado por los diputados sinaloenses,

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a iniciativa del gobernador general Ángel Flores, aparecido en el Diario Oficial del Estado el 30 de noviembre de 1916, el cual empezó a cobrar efecto el día 1 de enero de 1917 con la aprobación del presidente municipal constituyente, don Francisco P. Ruiz (1917- 1918); se complementó el Ayuntamiento con cuatro regidores.

Asistió al acto de toma de protesta, en la representación del gobernador Ángel Flores, el presidente del municipio de Sinaloa, don Victoriano Brambila Colmenares, nativo de Autlán de la Grana, Jalisco.

Don Francisco P. Ruiz, oriundo de Batopilas, Chihuahua, procedió de El Fuerte a Guasave. Su oficio era el de tenedor de libros, equivalente a un conta-dor público actual. Fue gerente y administrador de la fábrica de piloncillo pro-piedad de la familia Pérez Sánchez en el barrio La Máquina de El Burrioncito; después fungió como síndico municipal de Guámuchil.

En los bienios administrativos de presidente municipal de Guasave siguió el teniente coronel don Nicolás Pinto Inzunza, oriundo del cercano rancho El Naranjal —frente al actual poblado San Gabriel— o Campo Dimas.

Fue acusado de abigeato y de ser jefe de una banda de asaltantes de trenes por el general Ramón F. Iturbe, entonces gobernador del estado y jefe de las Fuerzas Armadas del Gobierno. «No hubo juicio contra el acusado, las cró-nicas orales de entonces, señalan las opiniones populares estaban divididas respecto a la inocencia o culpabilidad del personaje de nuestra historia». Pinto Inzunza murió fusilado el 26 de diciembre de 1919 en la esquina de la aveni-da Madero y callejón Cuauhtémoc; la ejecución la ordenó el capitán Manuel el Indio Mejía. Fue reemplazado en el bienio administrativo (1919-1920) por don Manuel María García Bojórquez, oriundo de Ocoroni, residente de La Trinidad, donde trabajaba como mediero en el cultivo de la tierra agrícola con Francisco Echavarría Aguirre.

En el periodo 1921-1922, don Salomé Apodaca Valenzuela Urías fue pre-sidente municipal, de oficio telegrafista y oriundo de El Guayabo, actual mu-nicipio de Ahome. De 1923 a 1924, fue don Ismael Ruiz Valdez, oriundo de Zapitillo, avecinado en El Teroque, municipio de El Fuerte; también fue jefe de la Acordada en el norte de Sinaloa, equivalente a la Policía Judicial del Esta-do. Asimismo, Emilio Menchaca Benard (1925 -1926) y don Ignacio Camacho Norzagaray (1927-1928), agricultor nativo de Baja California Sur.

Emilio Menchaca Benard fue presidente municipal por segunda ocasión de 1928 a 1929, pero renunció en el último año del bienio para enrolarse en el movimiento revolucionario de l0s colorados, reclamantes del magnicidio del sonorense Álvaro Obregón; fue reemplazado por don José Obeso Perea,

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nacido en Angostura y mediero de don Blas Valenzuela en la empresa Colonia México de La Utatave. Don José Obeso ganó simpatías y repudios porque en-carceló al hacendado poderoso de la época, don Blas Valenzuela.

También fueron presidentes municipales: José Quiñónez Perea (1930), agricultor oriundo de Bacubirito; Vidal Pinto Solano (1933-1934), oriundo de Guasave; Genaro Soto Castilla (1935-1936), agricultor y ganadero nativo de Ca-llejones o Moholo, aunque renunció a la presidencia municipal tras sufrir tres intentos de asesinato; a este último lo reemplazó Daniel García Angulo, nativo de Culiacán. Jesús María Armenta Rodríguez (1937-1938), fue el primer presi-dente municipal de origen campesino; era nativo del primer ejido de la región Cofradía de Tamazula (La Cofradía). Pomposo Sandoval Villanueva (1939-1940), nació en Callejones o Moholo y fue líder del ejido Guasave.

Y de 1941 a 1942 fue presidente municipal Luciano Leyva López, nativo de El Amole, abastero de oficio que alternaba con la compra-venta de pieles destinada a las curtidurías industrializadoras del calzado en la época. Miguel Leyson Pérez (1943-1944), oriundo de Los Mochis, guasavense por adopción desde 1939. Fortunato Álvarez Gaxiola (1945-1947), oriundo de Ahome, tenedor de libros; compartió la presidencia municipal con don Andrés E. Meyer Bell, nativo de Angostura; ambos representaron el primer trienio administrativo en la historia de Guasave. Capitán Manuel Sarmiento y Sarmiento, presidente municipal substituto en 1948, nativo de San José de Gracia, Sinaloa, enviado a la Ciudad de México para gestionar una violentada campaña política entre el coahuilense Jesús M. Garza y Alejo Blancarte González en 1947. Luis Gutiérrez Figueroa (1949-1950), oriundo de El Venadillo, Mazatlán, ejidatario del ejido Buenavista; llegó a Guasave procedente de El Teroque, El Fuerte, Sinaloa.

José I. Liera (1951-1953), ejidatario de Cofradía de Tamazula y oriundo de Ahome, lo reemplazó don Leovigildo Rojas Alcantar, oriundo de Pénjamo, Guanajuato. J. Jesús Castro García (1954-1956), miembro del ejido Guasave, nació en el cercano rancho El Ranchito, Las Arguenas; fue reemplazado por otro parcelero del ejido Los Ángeles, Florencio Bórquez Arredondo, nativo de Terahuito, municipio de Sinaloa. Juan Angulo Leyva (1957-1959), parcelero de Estación Bamoa, oriundo de Ahome; lo reemplazó en junio de 1959 don Pablo Rubio Espinoza, nativo del ejido La Bebelama.

Margarito Quiñónez Escamilla (1960-1962), ejidatario de Corerepe, na-tivo de Santiago de los Caballeros, Badiraguato; Jesús María Vázquez Rochín (1963-1965), ejidatario de La Trinidad, nació en San José de Gracia; por segun-da ocasión, Pablo Rubio Espinoza (1966-1968). José de Jesús Sánchez Camacho (1969-1971), agricultor oriundo de El Burrioncito.

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Manuel J. Félix Almada (1972-1974), empresario de esta ciudad; Jesús Ma-ría Cervantes Atondo (1975-1977), ejidatario de La Cuestona; Héctor Othón Mena Camacho (1978-1980).

Roque Chávez Castro (1981-1983), nativo de Angostura y empresario; el licenciado José Luis Leyson Castro (1984-1986), profesionista nativo de Gua-save; el licenciado Juan Burgos Pinto (1987), profesionista; C. P. Fausto Orozco Mascareño (1987-1989), del rancho San Sebastián.

José Jaime Armenta Cervantes (1990-1992), oriundo de La Cofradía, ejido Miguel Alemán; el licenciado Alberto López Vargas (1993-1995), originario de León Fonseca; Jaime Saúl Leyva Díaz (1996-1998), parcelero del ejido Bachoco.

El licenciado Armando Leyson Castro (1998-2001), agricultor y empre-sario nativo de esta ciudad; el licenciado Raúl Inzunza Dagnino (2002-2004), oriundo de El Burrión; Domingo Ramírez Armenta (2005-2007), nacido en el ejido San Pascual; el licenciado Jesús Burgos Pinto (2008-2010), político local; Ramón Barajas López (2011-2013), nativo del ejido Buenavista; por último, una vez más, el licenciado Armando Leyson Castro, para el periodo 2014–2016.1

GUASAVE ES CIUDAD DESDE AGOSTO DE 1954

En 1954 la cabecera municipal de Guasave ganó el crédito de ciudad, la cuarta del estado de Sinaloa, siendo gobernador del estado el doctor Rigoberto Agui-lar Pico; era presidente municipal de esta jurisdicción J. Jesús Castro García, parcelero del ejido Guasave con ubicación en el sector El Ranchito; y diputado del quinto distrito, Fidencio Orozco Mascareño, ejidatario de San Sebastián con residencia en el sector Cabreritas.

El decreto en cuestión, número 118, fue fechado por el Congreso del Esta-do libre y soberano de Sinaloa, por su XLI Legislatura; y firmado por quien lo presidió durante el mes de agosto de 1954, el diputado Fidencio Orozco Mas-careño; asimismo, Alfredo Rivera Ojeda, diputado secretario, y el licenciado Lucano E. Orrantia (pmdl). Dice el documento en cuestión:

1 N. del E. Los datos correspondintes a fechas posteriores a la muerte de Ramón Hernán-dez Rubio que se mencionan en esta obra constituyen información complementaria aportada por Francisco Antonio Hernández Reyes para la presente edición.

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ARTÍCULO ÚNICO.- Con fundamento en la fracción IX del artículo 43 de la Constitución Política del Estado, se fija a la villa de Guasave, cabecera del muni-cipio del mismo nombre la categoría política de ciudad. Transitorio.

ÚNICO.- El presente decreto empezará a surtir sus efectos legales a partir de la fecha de su publicación en el periódico oficial El Estado de Sinaloa.

Es dado en el palacio del poder Legislativo, en Culiacán, Rosales, Sinaloa, a los veinticinco días del mes de agosto de mil novecientos cincuenta y cuatro.

La noticia cundió por doquier, Guasave era ya reconocida como la cuarta ciudad del estado de Sinaloa, después de Culiacán, Mazatlán y Los Mochis, a iniciativa del H. Ayuntamiento constitucional del municipio de Guasave, anunciada por el gobernador Aguilar Pico, quien había reemplazado al licen-ciado Enrique Pérez Arce, depuesto como gobernador de Sinaloa el 26 de fe-brero de 1953, a petición y respaldo de todos los organismos institucionales guasavenses que ya exponían a los cuatro vientos la demografía alcanzada por la cabecera hasta 1954: más de treinta mil habitantes.

Ya operaban los trabajos del campamento de Jorge Larrea en la región de El Batamote, construyendo drenes, canales, caminos, etcétera, en lo que son ahora las prósperas unidades uno y dos del Distrito de Riego No. 75, allá en la banda izquierda del río Sinaloa.

El Bangrícola y Banjidal, las dos instituciones crediticias del Gobierno para auxiliar los esfuerzos agropecuarios de pequeños agricultores y ejidata-rios, financiaban la construcción de más pozos artesanos para extraerle el agua a los mantos freáticos y así ampliar áreas de cultivo.

Para mejorar sus perspectivas en la captura del camarón, allá en las juris-dicciones de las bahías de Navachiste y Macapule, las familias de pescadores agrupadas en sociedades cooperativas fortalecían los primeros campamentos de las islas El Negro y El Aparecido.

La sucursal Bangrícola tenía poco tiempo en funcionamiento, ahí por la avenida Zaragoza, cuyo gerente fue el señor Baltazar Verdugo Araux, nativo de Sinaloa de Leyva, con más de veinticinco años de residencia en Guasave. La sucursal se ubicaba en una casa propiedad del doctor Humberto Mayorga, un nativo de Nicaragua que se casó con una guasavense, Julieta Acosta, quienes formaron una numerosa familia y decidieron irse a radicar a Managua, donde los sorprendió la guerra de los sandinistas contra Anastasio Somoza.

Félix M. López, campesino del ejido Cofradía de Tamazula, desde la di-putación federal de este segundo distrito y apoyado por su amigo, el presidente de la República Miguel Alemán Valdés, fortaleció créditos refaccionarios en

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maquinaria agrícola, principalmente tractores, camiones de carga y otros equi-pos para los parceleros habilitados por el Banjidal.

Así, por las calles de la nueva ciudad de Guasave circulaban los vehícu-los cargados rumbo al campo de producción y motores estacionarios Willeme para succionar el agua del subsuelo. También corrían los tractores MAP de fabricación francesa, camionetas inglesas Land Rover, tractores Minneapolis Moline, camiones Nash y otras marcas de equipo de trabajo agrícola europeo, producto de los constantes trueques que el presidente Alemán realizaba con Inglaterra, Francia, etcétera, a base de trigo que ya se producía a puños en la región de Guasave.

Todo esto significó apoyos para el crecimiento de la ciudad de Guasave, el ansia progresista de sus agentes hizo llegar aquí las logias blancas de Rotary In-ternacional, Club de Leones; otro organismo importante fue el Club de Caza, Tiro y Pesca.

Cuauhtémoc fue el primer sindicato de cargadores que tuvo Guasave, constituido por Celso León Urías, el Chito, quien, además de estibador de sa-cos de garbanzo en las cribadoras, era carpintero y cultivaba la parcela que le dio el ejido Guasave.

Para entonces, Guasave ya tenía corrientes socialistas y hasta comunistas con el estudiante de leyes Isabel Navarro León, Chabelito, quien vivía por la calle Colón y echaba discursos a la José Stalin. Sus amigos de ideología roja eran el licenciado José de Jesús Montiel Castro, Melesito Valdez Ibarra y otros guasavenses que estimulaban mucho al sindicato Cuauhtémoc de los cargado-res de garbanzo.

Ya para entonces Guasave había tenido dos clubes deportivos: el Victoria, con sede en Zaragoza y Dr. Luis G. de la Torre, representado por don Carlos C. Cortés y dedicado casi exclusivamente a fomentar el beisbol; y el Club Depor-tivo Guasave, con oficina por la calle Colón en una casa de la familia García Lucambio, cerca de la funeraria de Manuel León Urías. Su dirigente fue Bal-tazar Verdugo Araux y su giro social era beisbol, boxeo, basquetbol, etcétera.

El anuncio de que Guasave había dejado de ser villa para convertirse en ciudad no solo significó alegría en los guasavenses, sino que se fortalecieron estímulos.

Don Fortunato Álvarez Gaxiola, quien había sido presidente municipal en el trienio (1945-1947) y había edificado el Palacio Municipal de Zaragoza y Corregidora, reunió más esfuerzos entre gente del pueblo para fortalecer su empresa Servicio Público de Guasave, una sociedad anónima que manejaba el alumbrado público, industrial y doméstico. Quedó atrás la planta de Francisco

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Valenzuela, Chicón, hijo de don Blas, quien estuvo operando por la avenida Madero cerca de la calle Obregón por varios años.El Congreso del Estado libre y soberano de Sinaloa, representado por su XLI Legislatura, ha tenido a bien expedir el siguiente:

Decreto número 118

ARTÍCULO ÚNICO. Con fundamento en la Fracción IX del artículo 43 de la Constitución Política del Estado, se fija a la villa de Guasave, cabecera del mu-nicipio del mismo nombre, la categoría política de ciudad.

TRANSITORIO

ÚNICO. El presente decreto empezará a surtir sus efectos legales a partir de la fecha de su publicación en el periódico oficial El Estado de Sinaloa.

Es dado en el palacio del poder Legislativo, en Culiacán de Rosales, Si-naloa, a los veinticinco días del mes de agosto de mil novecientos cincuenta y cuatro.

FIDENCIO OROZCO Diputado presidente

ALFREDO RIVERA OJEDA Diputado secretarioLIC. LUCANO E. ORRANTIA Diputado secretarioP.M.D.L.

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Historia de la Iglesia del Rosario

Quizá cada pueblo tenga un punto sólido y espiritual donde apoyar su cultura y tradición. Guasave y su región, con intenso júbilo popular y fervor religioso, celebran cada año dos versiones de la feria de la Virgen del Rosario, la patrona del templo más antiguo del municipio. Probablemente este registró su primera fase de construcción material a principios de 1595, después de que pisaron esta tierra el capitán español Martín Pérez, luego el jesuita Hernando de Santarén y finalmente a quien se le acreditó histórica y religiosamente la fundación de esta comunidad, Hernando de Villafañe.

La capilla original de los indios guasaves debió de haberse construido desde épocas del padre Martín Pérez. Al respecto, una crónica del padre Mi-guel Socorro relata la salida de Gonzalo de Tapia desde la antigua ciudad de Durango, hasta la ahora Villa de San Felipe y Santiago, ocurrió eso en 1592. Pérez estuvo integrado a dicha comitiva: «construyó iglesias de ramas entre los ríos Mocorito, Petatlán y Ocoroni; habíamos bautizado ahí a más de 1600 adultos, y como a 5000 ocho meses despúes; el padre Pérez se desprendió del grupo del padre Tapia, el incansable misionero, para tomar las costas de los bamoas, níos y guasaves».

En 1592 los nativos guasaves ya tenían templo católico de ramas. Desde entonces abundaba el carrizo, el álamo, el sauce, el batamote y otras especies en ambas márgenes del río Petatlán. Incluso los montes estaban enriquecidos de otros grandes árboles como gato, palo colorado, guayacán y otros aportadores de horcones, vigas, morillos, etcétera.

La propia crónica del padre Socorro, de alta credibilidad, relata la llegada de la estatua actual de la venerada Virgen María del Rosario de Guasave, la cual llegó procedente de España o Portugal, en época anterior a la llegada del cura párroco Joseph Palomito.

RELIGIÓN

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En nuestro poder tenemos una carta pergamino, fechada el 26 de junio de 1742, girada por el citado presbítero Palomito al pueblo de Tamazula, fe-ligreses, familias, muchachos de doctrina, con algunos viudos y viudas de la comunidad de Tamazula, para que aporten limosna para pagar el costo de la imagen de la Virgen del Rosario. Textualmente, el citado documento histórico, que la parroquia de la Virgen del Rosario de Guasave dirigió a los católicos tamazulenses, dice así:

GUASAVE.- El estado de la misión de Guasave, según el informe del padre Pedro Pablo Massida —o Mérida—, rendido al presbítero Matheo Ansaldo en 26 de junio de 1742, es como sigue.

Es Guasave cabecera tiene casa e iglesia fecente con ornamentos buenos, aseo y adorno por las limosnas de los bienhechores, se trae una milagrosa imagen de Nuestra Señora: debe a California 335 doblones españoles, tiene posibles.

Tiene ese pueblo porcentaje de familias de casados, Go. muchachos de doctri-na con algunos viudos y viudas.

Pertenece a esta misión el pueblo de Tamazula, que no pudo ver el J. Visitador; pero dice tener como su familia de casados, 3º. Muchachos con algunos viudos y viudas. Está dirigida la misiva en cuestión de Guasave, Sinaloa al pueblo de Tamazula.

El presente documento histórico dista 149 años del arribo a Guasave del padre Martín Pérez, 150 del de Hernando de Santarén y 151 del de Hernando de Villafañe; este último, acontecimiento ocurrido el mes de mayo de 1595, fecha sancionada históricamente como la sólida y definitiva fundación de Guasave.

Así pues, durante más de dos siglos y medio ha estado en su trono la mila-grosa Virgen María del Rosario. Su templo está ubicado en el ahora urbanísti-camente llamado Guasave Viejo, por las avenidas General Antonio Norzagaray y Francisco I. Madero, el callejón Dr. Hershel H. Brown y la calle transversal Cristóbal Colón. En la parte posterior del templo está ubicado el más antiguo y populoso barrio, El Chaleco.

Desde mucho antes del arribo del cura párroco Joseph Palomito (que todo indica que fue en el año 1742, en tiempos del párroco Matheo Ansaldo), en reconocida solidaridad cristiana, las cuatro misiones (los indios guasaves, apoyados religiosa y espiritualmente por los nativos tamazulas, los níos —que ya veneraban a san Ignacio de Loyola— y los bamoas —adoradores de la Vir-gen de Guadalupe—) se dedicaban anualmente a participar en la celebración

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de esta feria, vigente en la actualidad, durante la última semana de octubre y la primera semana de noviembre.

Con el transcurrir del tiempo, aún pasando por la experiencia de la gue-rra de Independencia, a partir de 1810 la Virgen del Rosario, en respetuosa actitud de veneración masiva es visitada por cristianos de dentro y fuera de la geografía del estado de Sinaloa, a través de su imagen y su respetable trono que datan de hace más de doscientos cincuenta años, de 1742 a 1999.

Mientras tanto su legendario templo, suponiendo que su primera versión materializada fue de troncos y ramas, pronto recibió la solidez material de los cimientos de roca, paredes de tabicón, primero de adobe y después de proceso de ladrillón quemado. En 1945 se quitó de su techo la viga de madera para ser reemplazada por techo de bóveda, en época del cura párroco J. Guadalupe Camacho.

La crónica ancestral cita a Juan María Rubio, Abundio Sánchez, J. Ro-sario, J. Jesús Sánchez, Amado León Gutiérrez, Catarino Rubio García, Juan Camacho, Juan Rubio, Armando Suárez y otros guasavenses como los respon-sables de la reconstrucción de la iglesia, esto durante los primeros años del siglo xx. En 1945 el jalisciense constructor Pedro de la Cruz y su ayudante (conocido en el gremio como el Manitas, por una notoriedad que tenía en los dedos de ambas manos) realizaron una obra tipo colonial, que para muchos es cercano al barroco, en el ornamento de los techos del templo de la Virgen del Rosario. Se cree que en 1775 la más fuerte avenida del río Sinaloa destruyó la iglesia hecha de adobón y tabique.

Nuevos enjarres y pinturas ha recibido la histórica obra de la iglesia, pero su feria —con dos versiones anuales: octubre y noviembre— se ha sostenido sólida en la tradición. Cada año la ciudad de Guasave recibe a millares de visi-tantes, en su mayoría creyentes, que con fe y devoción vienen a pagar mandas a la Virgen por algún milagro recibido; otros son negociantes que instalan una alta relación de varillas para acomodar sus vendimias alrededor de la plazuela Hidalgo o del atrio de la iglesia, invadiendo así temporalmente grandes exten-siones de las avenidas Norzagaray, Madero, Dr. Brown, callejón Dr. Antonio Díaz de León y Ángel Flores, entre otras vías.

En un tiempo cercano, en los bailaderos de la feria todavía hace resonan-cia el grito de uno de los hijos adoptivos de Guasave, don Alejandro Ríos. Lle-gó aquí procedente de Topia, Durango, muchos años después que los hombres de la conquista procedentes de esos mismos rumbos geográficos. Se casó con la guasavense María Anita Espinoza. Don Alejandro y sus hijos Alejandrito, Eleuterio, Jaime, Juan José y Jorge, por muchos años, acumulando una alta

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relación de ferias, gritaron las cartas de la lotería. Cada premio significaba una verdadera obra de la artesanía mexicana de alta utilidad doméstica en las fami-lias: «el que le cantó a san Pedro, ya no le volverá a cantar: ¡el gallo!; la cobija de los pobres: ¡el sol! Luego vienen los recuerdos gratos.

La venta de dulces, desde la cajeta de Celaya, guayabate, higos, dátiles de Baja California, así como de muñecos de trapo, de cartón y de sololoy (que hace poco fue cambiado por el plástico), boxeadores de madera, pierrots; allá en la orilla, las fondas vendedoras de menudo sabroso, machaca de res, asado mazatleco. En los últimos años, la tecnología «metió la cuchara»: los juegos mecánicos y el ruidajo de sus aparatos a decibeles insoportables se apoderaron de los espacios y la reciba audiovisual de los asistentes a la feria.

Antaño, a los gritos de los aros ensartadores de cajas de cigarrillos y el «tírenle al Negro», una pelota pichada directa a la cabeza del objetivo humano. En su tiempo, Manuel Cervantes, el Chango Largo del barrio El Chaleco, fue el mejor jugador.

José González Ibarra, nativo del barrio Ocoro, nacido en 1908, el día de san José, conserva en su mote su grito ancestral de la feria del Rosario: «santa Rita, favorece al que te grita». Con 91 años a cuestas, supervive.

En aquellos días festivos, las familias guasavenses se tornaban más hospi-talarias. Cuando el transporte de los visitantes a la feria fueron carretas y carros de tracción animal —asnos, mulas, bueyes o caballos—, la gente invadía los es-pacios alrededor de la iglesia del Rosario por dos semanas aproximadamente; ahora, la rapidez de los modernos autobuses, autos, camionetas, etcétera, hace que la festividad sea menor a los ocho días. Pero la euforia y la pasión religiosa no han decaído, persisten en el ánimo de propios y extraños a la tierra que quizá, hace más de 257 años, se propuso incrementar su actitud de fe, respeto y creencia hacia lo divino a través de la imagen de la Virgen María del Rosario.

Relación de curas párrocos en la iglesia del Rosario (1760-1950)

La crónica del padre Miguel Socorro publicó en su tiempo la relación de curas párrocos de la iglesia de Nuestra Señora María del Rosario a partir del presbí-tero Joseph Palomito, de 1760 a 1775, luego hubo periodos de los presbíteros: Cosme Días y Juan Joseph de Avilés, hasta 1783; Isidro Peñuelas, de 1783 a 1788; el doctor Juan María de Avilés, de 1788 a 1793; Joaquín Calvo —cura doctri-nario— de 1793 a 1796; el ministro Felipe Verdín, de 1796 a 1798; Domingo

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Gutiérrez, ministro de Bamoa, de 1798 a 1799; Baltazar Antonio de la Torre de la Madrid, de 1799 a 1800; el licenciado Francisco de Angulo, de 1800 a 1801; Juan Joseph de la Sosa y Cuevas, de 1801 a 1805; José Luis Herrero Zevallos, de 1805 a 1820; Pablo Chávez, de 1820 a 1821; Manuel Rojas, de 1821 a 1824; Basilio Ruiz, de 1824 a 1826; José María Espinoza, de 1826 a 1844; José Stahlesmidt, de 1844 a 1860; Ramón Cárdenas, de 1960 a 1962; Julián Maldonado, de 1862 a 1863; Francisco Vargas, de 1863 a 1864; Pedro Serrano, de 1864 a 1865; Ramón Cárdenas (por segunda vez), de 1865 a 1866; Julio Calleja, durante unos meses del año 1866; Doroteo Gutiérrez, durante tres meses del año 1866; José María Pastor, en 1866; Doroteo Gutiérrez (por segunda vez), de 1866 a 1867; Miguel Berrelleza, de 1867 a 1871; Tomás García de Galindo, de 1871 a 1872; Miguel Berrelleza (por segunda ocasión), de 1872 a 1889; Jerónimo Vidales, de 1889 a 1890; Miguel Berrelleza (por tercera ocasión), de 1890 a 1891; Abraham Mu-ñoz, de 1891 a 1892; Platón Suárez, de 1892 a 1893; Antonio Hernández, de 1893 a 1895; Platón Suárez (por segunda vez), de 1895 a 1898; Nicolás Elizondo, en 1898; Jerónimo Vidales (por segunda vez), de 1898 a 1899; Platón Suárez (por tercera vez) en 1899; y J. Guadalupe Camacho, de 1920 hasta 1951.

EL TEMPLO DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, SEGUNDA PARROQUIA DE GUASAVE

La fe cristiana arribó a Guasave hace cuatrocientos años y fracción e hizo sur-gir del espíritu creyente de su feligresía la segunda parroquia perteneciente a la diócesis de la Iglesia católica con sede en Culiacán.

Las opiniones vertidas respecto al templo cristiano que se empezó a erigir en 1951 coinciden en acreditar la gestión realizada por el cura párroco de la iglesia del Rosario, monseñor José Rodríguez Cázares. Uno de los guasavenses que apoyó la construcción de la parroquia señaló que: «Monseñor Rodríguez sopesó la insuficiencia de una solitaria parroquia para atender al alto número de católicos dentro de una ciudad que crecía, demográfica y urbanísticamente; mientras surgían más poblados rurales dentro y fuera de su alcaldía, también del municipio».

El lugar en el que se edificó la capilla fue un solar donado por las familias Pinto y Burgos, ubicado en la esquina de las avenidas Madero y Zapata. Ahí los católicos guasavenses lo levantaron entre los años 1951 y 1959. El presidente del patronato de construcción, el doctor Martín Vega y Vega, a quien acompañó el banquero Guillermo Sainz Meyer en el manejo de las finanzas, reseña en

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1959, cuando el sagrado recinto fue abierto con categoría de capilla, adscrito a la parroquia del Rosario, que: «las familias creyentes de este lugar se mostraron jubilosos».

Tal vez un día de 1959, el obispo de la diócesis de Sinaloa, antes de que el obispado compartiera geográficamente el estado, envió a su titular, el doctor Lino Aguirre y García; pero tocó a su sucesor, el doctor Luis Rojas Mena, ele-var la capilla a categoría de parroquia. Su primer titular fue monseñor Francis-co Sarabia Barraza en 1982.

Convertida en capilla, el Sagrado Corazón de Jesús estuvo a cargo del padre Julio García, pero en 1972 llegó a reemplazarlo Francisco Ayala Valentín. Ya con grado de parroquia, el padre Raúl Acevedo Calatayud reemplazó al padre Barraza. Luego vino el padre Lorenzo Duarte Antuna, después el padre Agustín González Magaña y el padre Abel.

Los católicos de Guasave y las autoridades eclesiásticas agradecieron al ingeniero Emeterio Carlón López la aportación de la mano técnica íntegra: «trabajó este respetable profesionista casi diez años construyendo el templo del Sagrado Corazón de Jesús, jamás cobró un solo centavo, a lo contrario, como creyente religioso realizó aportaciones importantes a favor de la obra».

EN 1943 ARRIBARON A GUASAVE LAS PRIMERAS RELIGIONES PROTESTANTES

Tradicionalmente, las iglesias que no pertenecen a la religión católica, apos-tólica y romana son identificadas como protestantes. En 1995 arribó la Iglesia luterana y se inició la construcción de un templo al norte de la avenida Vicente Guerrero, entre las transversales Villafañe y Blas Valenzuela.

Pero mucho antes, en 1943, un señor de origen alemán, Ángel Pérez Lete, llegó a Guasave profesando la religión apostólica junto con su esposa e instaló un taller de reparaciones de máquinas de coser de pedal —abundaba entonces la marca Singer—; también limpiaba armas de cacería, incluso rifles, pistolas, etcétera. Su domicilio se localizaba en una zona céntrica de la avenida Zara-goza, donde posteriormente fue construida la segunda versión del teatro-cine Murcia.

En esos mismos tiempos, aparece también, como pilar de la religión ca-tólica, la señora Mita Sánchez Ojeda, una de los múltiples descendientes del acreditado y famoso albañil de entonces, don Abundio Sánchez. Doña Mita, oriunda de Guasave, procedía del mineral de Cananea, Sonora. Según relata

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un viejo vecino de la calle Colón, cerca del callejón Las Arguenas y la avenida Guerrero se encontraba la sede de ese primer centro de operaciones apostó-licas; añade que doña Mita: «regresó trayendo la religión apostólica, se reunía en sus cultos con los hermanos Montes, zapateros de oficio, parecían venidos de Mocorito, además otras personas que se decían apostólicas». Poco después la Iglesia apostólica construyó su primer templo en la esquina de la avenida Zaragoza e Ignacio Ramírez, ya entonces con una feligresía mayor a los dos-cientos miembros.

Mientras tanto, el germano Pérez Lete, a quien la comunidad identificaba por su oficio como el Armero Aleluya (esto último por la religión que profesa-ba), se ausentó de Guasave. Por más de quince años habitó entre los guasaven-ses, don Ángel sostuvo amistad estrecha con algunas gentes de la localidad, entre ellas el entonces joven Rogelio Castro Inzunza, miembro de la familia de don Jacinto Castro Romo que vivía a la vuelta de la casa de los Pérez Lete, por el actual callejón Chano Leyva, frente al edificio del mercado municipal.

Sin embargo, Rogelio Castro Inzunza, comerciante de muebles y otros giros, espiritualmente no tomó por el rumbo de la religión «aleluya», como se decía desde entonces a la Iglesia apostólica. En 1945 se dedicó a estudiar la Biblia con un grupo de personas encabezadas por el señor Mariano Bojórquez, conocido comerciante abonero y vecino de la localidad, para dar forma a la entrada a Guasave de la Iglesia adventista del séptimo día, conocida como la de los sabatistas.

La Iglesia adventista construyó su primer templo en 1959, al norte de la avenida Libertad, ahora General Antonio Norzagaray, entonces «la punta del pueblo allá por la calle Hernando Villafañe y Blas Valenzuela, en aquella épo-ca», dice conocida guasavense recordando aquellos tiempos urbanísticos.

El señor Rogelio Castro Inzunza, uno de los pioneros de esa religión, la que respeta laboralmente el sábado como séptimo día, recuerda que: «en los primeros meses de 1947, los primeros miembros de nuestra Iglesia adventista nos reuníamos a estudiar la Biblia en casa del hermano Mariano Bojórquez, ubicada ahí frente a donde surgió en 1954 el edificio de la escuela primaria Jaime Nunó».

«Han transcurrido 36 años de cuando construimos el primer templo adventista aquí en Guasave, en ese transcurso de tiempo, 1959- 1995, una alta relación de nuestros poblados rurales, los hermanos adventistas que ya son numerosos han colaborado en la construcción de sus respectivos templos», se reporta del seno de esa religión, posiblemente la tercera en haber llegado a Guasave, después de la católica, apostólica y romana de 1595 y la apostólica

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(del alemán Pérez Lete, de doña Mita Sánchez, los hermanos zapateros Montes y otros) en 1943.

En los primeros tiempos de la década de los cincuenta los guasavenses vieron arribar a este lugar a los primeros misioneros de la Iglesia mormona del norteamericano Joseph Smith, quienes en su mayoría eran de origen es-tadounidense. El jefe de la misión fue Elder (o Helder) Marrote. «Además de religiosos esos jóvenes eran magníficos jugadores de basquetbol», dice una crónica de 1956. Tiempo después, los mormones improvisaron un templo en la esquina de los callejones 21 de Marzo y el que ahora se llama Antonio Díaz de León Menchaca, en casa arrendada a su propietario, el comerciante Ignacio R. Castro; luego se cambiaron al bulevar Pedro Infante.

Los primeros en ingresar a la Iglesia mormona, la filosofía del hombre fuerte de Utah, Joseph Smith, pudieron haber sido: un mochitense entonces radicado en Guasave, Roberto el Bobby Archie, pintor artístico y de origen belga; y el oficinista Pedro Sánchez Espinoza, entre otros. Pero ambos se reti-raron: Archie para irse a radicar a Tijuana, luego a Los Ángeles, California; y Sánchez, al dedicarse a la fabricación de aparatos de refrigeración residencial.

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EDIFICACIONES

BARRIO EL CHALECO: EL MÁS ANTIGUO

Guasave, a 404 años de su fundación, ha avanzado gradual e inconteniblemen-te en la formación de sus asentamientos humanos, con barrios y colonias. Y el barrio El Chaleco aparece como el más antiguo de todos, ubicado en la zona considerada como el Guasave Viejo, atrás del templo católico de Nuestra Se-ñora María del Rosario, cerca de la plazuela Miguel Hidalgo y en el nacimien-to vial, en su extremo oriente, de las calles y avenidas más antiguas: General Antonio Norzagaray, antes Libertad; Angulo, Madero, callejón Dr. Hershel H. Brown, Colón, callejón Cuauhtémoc, etcétera.

Populoso desde su nacimiento, El Chaleco tuvo en sus proximidades una de las residencias de la familia de don Delfino Infante y su esposa, doña Cu-quita, en cuya prole se incluía a quien con el tiempo sería actor y cantante de fama internacional: Pedro Infante Cruz.

El albañil Fidel Valenzuela Real, vecino chalequeño recientemente falle-cido, nos dice: «Pedro Infante fue mi amigo, vivió cerquita de aquí. Si hubiéra-mos sabido que llegaría a alcanzar la fama que tuvo en el cine y en los teatros, nos lo hubiéramos jalado al barrio El Chaleco, en donde muchas ocasiones estuvo».

Aunque El Chaleco sí tuvo residiendo en su caserío ubicado al sur de las avenidas Madero y Libertad —hoy Norzagaray— a prominentes músicos cap-turados por la historia de Guasave: el profesor Luis Ibarra Morales y el mochi-tense Héctor Hallal, saxofonista de fama internacional, desde la orquesta Jazz que por muchos años defendió esos colores de México en la cultura musical en el concurso mundial de jazz que todavía celebra la meca de ese estilo de músi-ca, Nueva Orleans, en el vecino país de Norteamérica. Esto, por citar algunos de los muchos que nacieron ahí; son chalequeños de origen o se ganaron por adopción ese título donde viven los León, los Gutiérrez, los Valenzuela, los

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Real, los Armenta, los Sánchez, los Ramos, los Norzagaray, los Soto, los Cer-vantes, los Camacho, los Apodaca, los Yepis y otros.

Fue a fines del siglo pasado cuando se bautizó urbanísticamente al barrio como El Chaleco. El autor de su nombre fue el sacerdote católico Platón Suárez: «ese barrio que está atrás de la iglesia, tiene entrada, pero no salida, es un saco sin mangas, es un chaleco», dice su versión.

Otra más, surgida con mayor antigüedad, dice:

Un hombre sureño, que en invierno y verano, lloviera o tronara, usaba su cha-leco, cuando abandonó esta tierra para regresarse a la suya, creo era oriundo de Colima, se quitó el chaleco y lo lanzó hasta las cumbres del follaje seco de un gigantesco mezquite ubicado en la proximidad del crucero de la avenida Madero con la Colón.

Por muchos años duró, allá colgado arriba del mezquite, el chaleco del sureño de Colima que se quedó aquí, atorado, porque le iba muy mal en su negocio de varillero en la feria de la Virgen del Rosario... Cuando el chaleco alcanza la fama, de ser un símbolo de ese populoso barrio, la gente se preguntaba: —¿Hacia dón-de vas? —Voy rumbo al barrio donde está el chaleco. Con el tiempo, se le quedo así: barrio El Chaleco.

Las dos versiones, la del padre Platón Suárez y la del sureño de Colima y la prenda de vestir tan de moda en aquellos tiempos con la que visitó cual ilustre caballero al mezquitón aquel de la calle Madero, eran narradas por don Domingo Mingo Soto y doña Julia Gutiérrez, dos acreditados chalequeños quienes, si vivieran ahorita, cualquiera de los dos tuviera cumplidos más de 150 años. Por cierto, don Mingo y doña Julia fueron familiares cercanos de la Amparo Valenzuela León, tíos de sus padres, doña Chayo y don Pastor León Gutiérrez; este último hermano de don Amadito León Gutiérrez, albañil de al-tos vuelos que junto con don Juan Camacho (esposo de doña Rosa Rodríguez de Camacho) y otros más, si no fueron los fundadores del barrio El Chaleco, sí anduvieron cerquita de quienes sí lo fueron.

Más BARRIOS ANTIGUOS: LOS MACAPULES, OCORO Y OTROS

Quizá los barrios más populosos y famosos de fines del siglo XIX y principios del siglo XX fueron El Tamazulita o barrio de don Pedro Tapesti, al poniente de

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la calle Colón; o el barrio Ocoro y El Trompezón, desde 1964 llamado La Pie-drera (cuando se pavimentaron las primeras calles de la ciudad de Guasave, en tiempos de don Jesús María Vázquez Rochín en la presidencia municipal) por-que en su zona fue instalada una almacenadora de grava, o piedra fina, extraí-da de los bancos del río Sinaloa y con la que los técnicos fabricaron concreto.

Casi tan viejo como El Chaleco fue el barrio de Los Macapules, zona loca-lizada al norte de la calle Dr. Luis G. de la Torre, a partir de la avenida Libertad o Norzagaray, hasta la ribera del río Sinaloa.

Lo que ayudó a forjar la alta demografía del famoso barrio Los Macapules fue el ajetreo del trabajo desempeñado por las pangas, haciendo cruzar el río troques, autos, carretas y otros vehículos, las canoas de tronco de álamo en las que se cubría la travesía de peatones sobre la misma corriente; luego la instala-ción de las pilas, donde curtían cueros de res, puerco y otros animales don José Gilbao, los Gaxiola y otros españoles de la época.

Y esas familias de la sierra, muchas de ellas, se fueron a vivir al barrio Los Macapules, ayudando a incrementar su demografía. También, las familias Do-mínguez, Sauceda, Rochín, Bojórquez, Báez, Lugo, Miranda y otras emigraron de la sierra de San José de Las Delicias, El Paso, San José de Gracia, Bacubirito y Chacuapana para formar temporalmente, en la segunda y tercer década del presente siglo, el barrio Los Aguachiles, en un sitio de la ciudad donde se erige la segunda versión del jardín de niños Coronel Rodolfo T. Loaiza, el gimnasio Luis Estrada Medina, un parque, una biblioteca y otras instalaciones docentes de la Universidad de Occidente, allá por la prolongación poniente de la calle Corregidores.

PRIMEROS HOTELES DE GUASAVE: DOÑA NATIVIDAD, LA UBALDINA, VALDEZ, AMÉRICA, SARITA

En los primeros años del siglo xx Guasave tuvo uno de sus primeros hoteles: Doña Natividad. Era una especie de casa de huéspedes, ya que la dueña, que se llamó así, Nati, incluía alimentación y baño con agua de la noria o de barri-queros para los usuarios.

La familia Valdez tuvo otro hotel, el Valdez, antes de los años veinte, en la esquina de General Norzagaray y Teófilo Noris —hace tiempo calle Libertad y Constitución, respectivamente—. Nuestros antepasados afirman que fue en esa construcción, propiedad de la familia de Francisco Valdez, Chico Rabia, donde funcionó el primer hotel en la historia de Guasave.

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Primero hotel Doña Natividad, después fue conocido como casa de hués-pedes La Ubaldina, porque tomó la administración del hotel una dama con ese nombre. Ella, mujer guapa y de tez blanca, se llamó Ubaldina Leal. Enton-ces los portales de la casa de huéspedes fueron improvisados como casinos de juego de baraja, con mujeres jóvenes y guapas que servían a los jugadores más prominentes: jefes políticos, ganaderos, comerciantes, etcétera. Estaba ubicado en lo que hoy es la calle Ángel Flores, cerca de la Madero, junto a la anterior oficina de Telégrafos Nacionales.

Una familia, la de Angelita Montiel, vivía en esa zona del hotel, en una larga cordillera de portales hermosos; se dedicaba a la fabricación de pan estilo casero, de alta demanda en este pueblo durante las primeras décadas del siglo xx. Las panaderas eran hijas de don Leoncio, también padre del licenciado José de Jesús Montiel Castro, el Mayo Montiel. En esos mismos portales, du-rante años se verificaron las elecciones federales, estatales y municipales.

En su lista de huéspedes aparece don Blas Valenzuela, también el gene-ral Álvaro Obregón en 1923 y el general Francisco I. Madero en 1910, cuando ambos fueron candidatos a la presidencia de la República. El general Ángel Flores, gobernador de Sinaloa y aspirante a la primera magistratura de México, también estuvo hospedado ahí.

Otro hotel: América. Ubicado en una zona céntrica de la avenida Ma-dero, entre las transversales Obregón y Noris. Todavía permanece su colonial edificio, aunque el tiempo ha detenido su fino enladrillado y pegamento de mezcla con cementante de choya tatemada. Ahora está convertido en un ve-cindario, en un faraón de la arquitectura colonial guasavense que se niega a morir. En los últimos tiempos cambió de propietario.

El Vico Mora, hijo de Julián Mora (y sobrino de doña Chenda Mora, la madre de doña Silveria de Pinto, esposa del ganadero Salvador Pinto), fue el constructor del hotel América. Lo administró muchos años Robustiano R. Castro, padre de uno de los guasavenses más inquietos, Luis Roberto Castro Valdez, el Bizco Roberto.

Hay quienes aseguran que la familia Mora reunió el dinero suficiente para construir el hotel América con la venta de la leche de vaca. Tenían ordeña en el rancho Camichín, allá donde se localizan El Nudo y el estadio Francisco Carranza Limón; también eran distribuidores en alta escala de quesos, asade-ras, requesón, mantequilla y otros derivados lácteos.

Con más de una administración, el hotel América también estuvo al man-do de dos hermanas guapas de pelo escandinavo, conocidas como las Cuatas, de apellido Castro, procedentes de Choix.

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En la esquina de Zaragoza y Dr. Luis G. de la Torre la señora Sarita San-doval construyó el tercer hotel de Guasave; se conoció con el nombre de Sarita —y también fue una especie de casa de huéspedes en la que servían alimentos. Este funcionó por más de treinta años, hasta que su dueña fue invitada por sus hijas a radicar a la ciudad de México. Después, en 1960, aquella céntrica cons-trucción se convirtió en un centro comercial de primera línea, dando paso a otra etapa hotelera que todavía cobra Guasave en su progreso con los hoteles Moctezuma, de don Isidro G. Rodríguez, ubicado en Zaragoza y Obregón; Del Rosario, de Manuel Luque Quiñónez, en el viejo solar de Noño Soto, en Ca-rrasco y Corregidora; Pazos, de Manuel Pazos, en Zaragoza, entre otros.

En 1985, para que este pueblo siguiera recibiendo huéspedes, se comenzó a eregir el que sería el magno hotel de la Sociedad Petatlán, integrada por gru-pos de guasavenses dirigidos por el propio presidente municipal, el licenciado José Luis Leyson Castro (1984-1986), ubicado en Guerrero y Guillermo Nelsón Zapata. Llamado desde 1987 hotel El Sembrador.

EL PANTEÓN DE LA ANTIGuA COLONIA EUREKA CIERRA SERVICIOS A LOS 85 AÑOS

En 1909, transcurridos 85 años de servicio, el panteón municipal de la anti-gua colonia Eureka cierra sus puertas a nuevas excavaciones. El informe de las autoridades municipales encargadas señala que: «solamente las familias con gavetas construidas en el santo lugar, están teniendo acceso».

El cementerio en cuestión, abierto frente al rastro municipal de entonces, entre montes de choya, pitahayas y otros cactos silvestres, está ahora en una zona céntrica, por la calle Cuauhtémoc, Zapata y rumbo a la Dr. Luis G. de la Torre y a las avenidas Madero y Zaragoza, con extensiones hacia el oriente y poniente.

Durante el trienio municipal presidido por Jesús María Vázquez Rochín (1963-1965), las excavaciones de las obras de alcantarillado dejaron al descu-bierto gigantescas ollas fabricadas de tierra que sirvieron de ataúd en la in-humación de restos humanos de los indígenas guasavenses: guardadas a una profundidad de 2 m bajo tierra, contenían restos de cuerpos humanos. En la investigación acerca de la vigencia de estos dos campos santos sirvió de mo-delo para aplicar la ley de inducción y la ley de deducción (acopio de informa-ción para forjar una versión) el fallecimiento de los padres del expresidente municipal de Guasave, Ignacio Camacho Norzagaray: don Manuel Camacho

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Gaxiola, quien nació en 1850 y falleció en 1908. Su cuerpo fue sepultado en el panteón de la calle Cuauhtémoc, mientras que doña Ignacia Norzagaray, viuda de Camacho, quien nació en 1854 y murió en 1918, fue inhumada en el entonces nuevo panteón de la colonia Eureka.1

El club Tepeché: organismo protocolizado con toda la barba

Quizá la cultura de todos los pueblos incluya el ingenio de sus gentes.En los primeros órdenes sociales, la intercomunicación obliga «porque cada día se registran sucesos a tu alrededor, que requieren el comentario colectivo». Así se expresó un destacado miembro de lo que fue en Guasave, a partir de la década de 1950, el famoso club Tepeché, cuyo desmenuce de sus siglas, TPCH, quiere decir: trabajo pura chingada.

Los bares, peluquerías, clubes y otras organizaciones significan el centro de reunión «para los que piensan y actúan como [uno] mismo» y la oportuni-dad de exponer lo que destila de su espíritu y filosofía. En acato a ese derecho funcionó por más de treinta y cinco años el club Tepeché, su cuartel gene-ral siempre estuvo en el mero corazón urbanístico de la ciudad, expuestas sus asambleas públicas, al aire libre, con oportunidad y derecho de participación para todo aquel que aceptara su enunciado directo a hacer la guerra al trabajo y a su obligación de hacerlo; protegió en su seno «a las víctimas de esa esclavi-tud, cuando quisieran liberarse acudiendo a este club para dar rienda suelta al ingenio», solía decir uno de sus liberales principios.

Las crónicas verbales y escritas de antaño afirman que el club Tepeché, con directiva invisible y membresía anónima, pero ambos cuadros dinámi-cos y tesoneros, decidieron dar base legal a su organización. Una barbacoa de cabrito, la presencia del licenciado David Beltrán Bastidas (huérfano de fíat, «pero era público y notorio, era notario público»), e invitados especiales basta-ron para protocolizar y pretender dar rumbo jurídico y legal a la organización

1 Se le llamó colonia Eureka desde principios de siglo a la zona de ubicación del panteón municipal, por donde el bulevar Central, Alfonso G. Calderón cubrió la trayectoria del viejo canal El Doradito; luego el bulevar Benito Juárez, con parte del Central, ocuparon el lugar ur-banístico del paso del canal Bonanza del Cubilete. Otras infraestructuras por esos rumbos de la ahora moderna ciudad son los edificios de la Unidad Administrativa del Gobierno del Estado, Palacio Municipal, la zona comercial de las empresas Ley; bulevar Romualdo Ruiz Payán, mer-cado de abastos, central camionera, entre otras.

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integrada por los guasavenses: don Guadalupe Jiménez (tapatío avecindado en Guasave), Epifanio Félix Ruiz (el Epi), don Arturo Mena López, el filarmónico Teodoro Ramírez Pereda, Julio Menchaca Benard, Asterio Santillanes, Pedro Sánchez, Rodolfo López y Manuel Félix Ibarra (el Sordo) por decir algunos.

El acta constitutiva muestra los nombres de: Enrique Ahumada Escárre-ga, cuidador de la antena de Radio XEGS; Ramón Zamudio Félix, el Chino, ex-tocador de batería en la orquesta Ibarra, joyero y cerrajero en los últimos tiem-pos; Arturo Vega Espinoza, el Biringui; Óscar Díaz Willey; y Alberto Pérez, el Beto Simpático. También el exmúsico y gasolinero Genaro Madrid se despren-día desde su casa en El Burrión; y Miguel Ahumada Cortés lo hacía desde su rancho El Amole para integrarse a cada sesión solemne del club Tepeché.

Desde los tiempos de José I. Liera, Héctor Othón Mena Camacho, José Luis Leyson Castro, más otros presidentes municipales, diputados locales, et-cétera, visitaron en sus reuniones a los tepeché. Teodoro Ramírez Pereda, acti-vo miembro tepeché, oriundo de Topia, Durango, filarmónico ya finado, narra:

[...] recuerdo [que] todo empezó en la marquesina de la tienda de don Isidro G. Rodríguez. La lluvia casi nunca interrumpió nuestras reuniones. En otra época de nuestro club, instalamos la sede TPCH a la cafetería de don Lupe Jiménez, ahí nomás enfrente de nuestro antiguo domicilio en zona céntrica de la avenida Zaragoza, precisamente a un lado donde dicen [que] el jesuita español Hernando de Santarén hizo históricamente famoso un frondoso árbol de macapule.

Don Lupe Jiménez y [su] esposa, doña Panchita, cambiaron su negocio de ca-fetería a la explanada oriente del mercado municipal, a filo de la propia avenida Zaragoza; toda la membresía tepeché nos venimos con él. [...] recuerdo dos gen-tiles mujeres: Carmelita Martínez del Rincón y Telma Pinto Sánchez; integradas a nuestro organismo representaban al sector femenil.

La declaración de principios tepeché, obligaba a los socios más conven-cidos a exponer a coro: «hablando de la gente que trabaja y tomando café, se pasan la vida los del Tepeché».

En toda su existencia, mayor a los treinta y cinco años, ningún aconteci-miento social y político pasó desapercibido por la membresía tepeché. Cada mañana y cada tarde, reunidos acaparando las mesas del café de don Lupe y Panchita, deliberaban sobre los temas de novedad; por ejemplo, cuando el pitcher del beisbol de ligas mayores, el ilustre hijo de Etchohuaquila, Sonora, Fernando Valenzuela, ganó el premio Cy young, lanzando zurdazos a favor del equipo Dodgers de Los Ángeles.

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A petición de Asterio Santillanes, el Ciego, el club Tepeché aprobó otro premio similar a favor de «el más flojo del grupo». Una honra, claro. Dice la crónica que: «se hizo acreedor al honroso trofeo el Epi y se le llamó al premio WessBon». Félix Ruiz respondió a la asamblea tepeché que le otorgó el premio WessBon, equivalente al ligamayorista Cy Young, con un singular contragolpe: «Vale más Epi huevón y no Epi con una mancha en el pulmón».

Dentro del club Tepeché nadie podía «negar la cruz de su parroquia». Por ejemplo, el socio Asterio Santillanes cada mañana se presentaba al club con al-guna novedad filosófica: «Hoy madrugué para no hacer nada y no me alcanzó el tiempo. [...] El doctor Antonio Díaz de León me recomendó, después de la intervención quirúrgica, reposo absoluto; yo le dije que eso en mí, descansar más allá de lo normal, apenas el descanso eterno». En vida, Asterio tuvo la oportunidad de escribir su propio epitafio, el cual se muestra en la cruz de su tumba en el cementerio local: «Aquí sigo descansando. Por la gracia de Dios». Murió en febrero de 1990.

La mayoría de los constituyentes tepeché ya falleció. Juntos, esa clase de supervivientes, a los que después engrosaron la membresía, recuerdan con agrado y satisfacción aquellas gloriosas experiencias ingeniosas del famoso club Tepeché.

[...] recuerdo que cuando el caso Watergate derribó el poder presidencial al nor-teamericano Richard Nixon, por acusaciones vertidas por dos periodistas de ese país, aquí en Guasave era presidente municipal Manuel J. Félix Almada, el Sor-dito, para sus amigos. Su padre, don Manuel Félix Ibarra, el Sordo Viejo, excla-mó en plena sesión del club, corría el año 1972: «Son valientes esos periodistas norteamericanos, esos sí saben para qué sirve la libertad de expresión, acaban de tumbar a un presidente de la República; porque aquí en Guasave los periodi-queros no se atreven a escribir reclamando: “Mi'hijo Manuelito, mande barrer y regar las calles”...»

Todavía en los tiempos modernos, algunos guasavenses se reúnen en se-sión plena, en algún café o barbería, para recordar las enjundiosas e irónicas asambleas de los miembros del Tepeché: «tratamos de hacer al organismo vivir otra época, pero los grandes del ingenio guasavense en esos terrenos ya se fue-ron de esta vida, ahora sí, para descansar en paz», han declarado al respecto.

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SEMBLANZA PROFESIONAL Y TRAYECTORIA DE SERVICIO DEL arquitecto MIGUEL ALFONSO LEYSON CASTro

Miguel Alfonso Leyson Castro nació en Guasave el 30 de octubre de 1941. Sus padres fueron Miguel Leyson Pérez y María de los Ángeles Castro. Cursó la primaria en la escuela Agustina Ramírez de Guasave; la secundaria, en el Ins-tituto Cultural de Occidente en Mazatlán y cursó la preparatoria en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey.

Es egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde ob-tuvo el grado de licenciado en Arquitectura. El tema de su tesis profesional fue el proyecto de un hotel de lujo a ubicarse en el puerto de Topolobampo, mos-trado como una visión modernista adelantada al eventual desarrollo de lo que se considera un sitio estratégico de comunicación de México con el Oriente.

Así también, presentó un proyecto tipo para la construcción de albergues para jornaleros del campo, el cual sería implementado años más tarde, tanto en el valle de Guasave como en el valle de Culiacán.

Tomó cursos de diseño en la Universidad de Michigan, en Estados Uni-dos; así como de iluminación de interiores y exteriores, jardinería y toría del color en Parsons School of Design, en la ciudad de Nueva York.

En pos de enriquecer su visión sobre la arquitectura contemporánea y so-bre las nuevas corrientes imperantes, en contraste con la arquitectura clásica, realizó un viaje por diferentes ciudades de Europa.

Ya en el ejercicio de su profesión, las obras y proyectos que resaltan son: 1. Hotel El Sembrador, en Guasave, Sinaloa. Construcción iconográfica

de la ciudad, fruto de la solidaridad de diversos sectores sociales y para la cual el arquitecto Leyson aportó toda la creatividad a fin de que se erigiera lo que aún representa uno de los grandes distintivos de Gua-save.

2. Auditorio Héroes de Sinaloa. Edificio que distingue a la ciudad de Guasave y que se mantiene a la fecha como uno de los más comple-tos y mejor equipados recintos culturales de Sinaloa. Considerada una construcción adelantada a su época, con capacidad para 1500 perso-nas, acondicionado con todos los adelantos para llevar a cabo eventos artísticos y culturales.

3. Área de edificio banoro, Culiacán, Sinaloa. En él se incorporaron as-pectos vanguardistas.

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4. Proyecto Teatro de la Ciudad de Los Mochis. 5. Proyecto edificio de la Universidad de Valle del Bravo de Tamaulipas.

Las dos primeras obras fueron realizadas gracias al apoyo del entonces presidente municipal de Guasave, José Luis Leyson Castro, y por las cuales, se consigna, Miguel Leyson no cobró emolumento alguno.

El arquitecto Miguel Alfonso Leyson Castro también volcó su sentido artístico en labores de fotografía. ¡Descanse en paz tan ilustre guasavense!

Francisco Antonio Hernández Reyes

Baldemar Bojórquez Espinoza: constructor del Guasave moderno

Baldemar Bojórquez Espinoza nació el 25 de mayo de 1933 en una barriada localizada por la calle Zaragoza entre Cuauhtémoc y Dr. Luis G. de la Torre, que muchos guasavenses de aquella época conocieron como La Bebelama. Fue hijo de don Rosario Bojórquez Félix, uno de los constructores de la iglesia San José en San José de las Delicias, y de doña Natalia Espinoza Dagnino, nativa de La Brecha.

Su perseverancia lo llevó a superar escaños en la importante labor de la construcción, ya que de ser albañil pasó a convertirse en uno de los maestros constructores que colaboraron de manera importante en magnas obras como en la cimentación del auditorio de usos múltiples Héroes de Sinaloa, que se hizo realidad en la administración municipal del licenciado José Luis Leyson Castro. Su hijo, el ingeniero Sergio Bojórquez Alcántar recuerda cómo la im-presionante cimentación requirió un arduo trabajo de tres semanas de colado de concreto y colocación de varillas y demás materiales.

Baldemar participó de manera activa en la construcción del Colegio Sor Juana Inés de la Cruz, del edificio de la Chrysler, de la zapatería Canadá y de las instalaciones de Materiales La Macarena. Cabe señalar que también fue fundador del club de beisbol Veteranos de Guasave y pieza fundamental en las obras del estadio de futbol Armando Leyson Castro. Además, construyó las gradas del estadio Arturo Peimbert Camacho.

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Apoyado fuertemente por el ingeniero Emeterio Carlón López y el arqui-tecto Fernando Pérez Pico, Baldemar desarrolló un trabajo en materia de obras que son orgullo de Guasave.

Junto con su respetable familia, fortalecieron lazos de amistad con la fa-milia Rubio Hernández, debido a la gran amistad de su madre, doña Natalia, con la señora Carmen Rubio Leyva de Hernández.

Lamentablemente falleció a la edad de 57 años, el 31 de agosto de 1992, pero sus obras son recordadas y reconocidas por la población guasavense.

Francisco Antonio Hernández Reyes

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DIRECTRICES, JUECES Y PREFECTOS

La historia de Guasave había computado tres etapas importantes: la catequi-zación de los indígenas de la región por las misiones jesuíticas europeas, el paso del padre Kino y el padre Salvatierra por estas tierras y la operación del astillero de Nío. Luego se dio el arribo de dos emigrantes españoles a bordo del barco llamado El Bilbao: Menchaca y Ostolaza.

El prodigioso laboratorio humano elaboró un mestizaje especial a base de sangre de indio nativo, con seris, pimas, yaquis, español y otras razas europeas; en otros casos, negroides africanos y moros, también chinos, manchú y otros genes orientales.

En los siglos XVII y XIX habían logrado presentar ejemplares diversos, surgidos de sangre de todos los rumbos del mundo. Más tarde, transcurridas las dos primeras décadas del siglo xx, se agregaron al mestizaje guasavense razas orientales procedentes de China y Japón; y otras europeas, aparte de las españolas, las italianas y las alemanas.

Entre todas hicieron posible el surgimiento de la mujer morena, morena clara, de tez blanca: la guasavense calificada en los niveles mundiales. Sí, una de sus hijas, Libia Zulema, señorita México 1971, bella mestiza indígena, sangre española con italiana.

Los guasavenses, hombres íntegros que han soportado de pie y en acción las pruebas del trabajo y el estoicismo en las inclemencias de la naturaleza, reconocidos en el quehacer agrícola en todo el mundo y por sus productos que coadyuvan a la alimentación nacional y cruzan exitosamente allende la frontera.

¿Y qué siguió en la formación de este pueblo, Guasave, cuyo significado en lengua cahíta es cerco y que, si usted reclama los derechos de traducción, puede agregar milpa en el cerco... o si prefiere tierra de labor? La formación

POLÍTICA Y SERVIDORES PÚBLICOS

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prosiguió, le queremos reseñar lo que ocurrió a fines del siglo pasado: la em-presa de Baltazar Menchaca y Pedro Ostolaza se apoderó de gran parte de las tierras de cultivo y montes de agostadero que fueron criaderos mayores de ganado vacuno, en los predios Saratajoa, El Amole, Playas, Islas, etcétera.

También, el extraordinario poderío económico de los hijos de don Balta-zar, Camilo, Roque y Emilio Menchaca Rochín, representó el poder político, antes y después del gobierno dictador de Porfirio Díaz, hasta los aciagos días de la Revolución.

Casi medio siglo duró la mano política, poderosa y definitiva de la familia Menchaca. Don Emilio Menchaca Rochín fue director, colector y juez de Gua-save; era el gran elector e influía en las decisiones de las autoridades de la gran ciudad de Sinaloa o Villa de San Felipe y Santiago.

Don Emilio construyó la primera cárcel de Guasave, ahí en lo que es aho-ra la zona Carrasco, Hidalgo, Ángel Flores y Hershel H. Brown. Las crónicas de entonces dicen que un individuo al que se conoció como el Sureño fue el primer prisionero que tuvo el reclusorio que constaba de un solitario cuarto con ventanas y rejas.

El Sureño fue acusado de falsificar con plomo monedas de 20 y 50 cen-tavos, fraudeando así a los cantineros Procopio Santillanes (Copito), Lioncio Montiel Ahumada y Catarino Rubio, cerca del bailadero de la feria octubrina de la Virgen del Rosario en 1898.

Como los delitos de robo, fraude, abigeato y otros crímenes se pagaban con la horca, el Sureño tuvo suerte, ya que salió libre una vez transcurridos varios meses en prisión, con la condición de que se fuera con su fábrica de monedas a otra parte. Fue visto salir por el camino real a Ahome y Mochicagüi a lomo de mula para ya no saberse más del falsificador de veintes y tostones, o los llamados reales, monedas de aquel tiempo.

Otros jueces en los primeros años del presente siglo xx fueron don Pris-ciliano C. López, el padre de los famosos Bubitos: José, Arnulfo, Compa Jando López Dagnino, doña Cuca. También fungieron como tal José Inzunza, Ernes-to Castro Romo, Neto; Luciano Rincón Gaxiola, don Pepe Yagomin, Rosendo Verdugo, Juan P. Anaya, Pedro Tostado y el juez Emilio Cota Meza, Milín.

El caso ingeniosamente sonado que manejó el juez don Prisciliano C. Ló-pez, quien también fue primo hermano de don Pancho, don Gláfiro, don Poli López Castro y otros, se refirió al robo de un burro en 1908: la señora Genove-va Higuera de Beltrán, esposa de Porfirio el Chapo Beltrán, quien se distinguía como vendedor de medicina del indio de Tetamboca de San Blas para curar

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la rabia, denunció ante el juez don Prisciliano C. López que unos chamacos le habían robado un burro.

En marcha la pesquisa, la autoridad dispuso que la señora Pomposa León presentara a sus hijos Amado y Pastor León Gutiérrez y que doña Nica de Navarro llevara ante don Prisciliano a sus vástagos el Che Maja Navarro y Cha-belito (este, de leyes y primer bolchevique —o comunista— que hubo en Gua-save), junto con el Chito León Urías.

Los acusados, cuya edad oscilaba entre 8 y 12 años, aceptaron haberse robado el asno para pegarlo a una carreta e irse a traer leña al monte, cerquita del panteón, por el rumbo de la avenida Central, ahí donde se cruza con Cuau-htémoc.

La sentencia del juez fue que las madres de los escuincles pagaran a doña Genoveva, la dueña del burro, la cantidad de cinco centavos, a lo cual accedie-ron. Doña Pomposa aportó tres centavos y la Nica, dos.

Casi medio pueblo se reunió para ver la reparación del daño. Doña Ge-noveva tomó los cinco centavos y su burro para regresar de la casa del juez don Prisciliano, frente a la plazuela Hidalgo, hasta el barrio El Chaleco.

El último prefecto fue don Lucas Bojórquez Plascencia, enviado de la gran ciudad de Sinaloa por el gobierno porfiriano. Este había nacido en Ocoroni y vivió 93 años, se casó con doña María Angulo López, tía materna del general Antonio Norzagaray Angulo. Procrearon dos hijos: Héctor y Blanca María.

PRIMER JEFE POLÍTICO DE GUASAVE: Emilio Menchaca Rochín

Emilio Menchaca Rochín, oriundo de Bilbao, España, hijo de los españoles Baltazar Menchaca y Ana Rochín, arribó a la región de Guasave a bordo del barco El Bilbao en la segunda mitad del siglo XVIII al puerto de Los Palos Caí-dos, zona actual de Babaraza. Él, sus hermanos Roque y Camilo y sus tíos y tías Ostolaza y sus hermanas, fundarían importantes haciendas agropecuarias en La Bebelama, Buenretiro, Rosales, El Chino, El Dorado, etcétera.

Don Emilio Menchaca Rochín fue el primer prefecto o director político de Guasave a partir de 1902. Un año antes construyó la primera cárcel pública, sobre las actuales calles Hidalgo y Carrasco, entronque con la ahora calle Án-gel Flores. Menchaca Rochín, representante político ante el gobierno porfirista de la vecina Sinaloa —hoy Sinaloa de Leyva—, edificó el primer penal, en un

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intento por evitar, en lo sucesivo, que se llevaran a los presos de esta región hasta la cárcel sinaloíta:

Pero la injusticia de hacer caminar más de 45 kilómetros a pie a los reos, atados de manos, con la guardia a caballo, de Guasave a Sinaloa, no se controló de inme-diato hasta años más tarde [30 de noviembre de 1916], que el Congreso del Esta-do, bajo decreto propuesto por el gobernador Ángel Flores, declaró [a Guasave] municipio libre y soberano.

Último prefecto de Guasave: Don Lucas Bojórquez Plascencia

Don Lucas Bojórquez Plascencia fue el segundo y último de los directores po-líticos o prefectos de Guasave, de 1909 a 1916, por influencias de su herma-no Luciano Bojórquez ante el gobierno porfirista. También, durante el bienio administrativo municipal presidido por don Ismael Ruiz Valdez (1923-1924), estuvo al frente de la tesorería.

Nació el 6 de enero de 1875 en la sindicatura de Ocoroni. Sus padres fue-ron Lucas Bojórquez y doña Refugio Plascencia de Bojórquez.Se casó con una guapa e inteligente guasavense, María Angulo López.Tuvieron dos hijos: Blan-ca María y Héctor Rosario Bojórquez Angulo, ambos radican en la casa ubica-da en la esquina de avenida General Antonio Norzagaray —antes Libertad— y Álvaro Obregón, construida en 1935 por don Lucas.

Lucas Bojórquez Plascencia realizó sus estudios de primaria en la colo-nial ciudad de Álamos, Sonora; luego pasó al Colegio Civil Rosales en Culia-cán, donde estudió Leyes hasta los últimos grados, pero sin obtener su título, siendo su tutor su hermano Luciano.

De carácter afable, espíritu generoso y sencillo, temple humanista here-dado de su señor padre, también de nombre Lucas, ganó simpatía. A continua-ción se muestra una anécdota narrada por su hija Blanca María:

Una vez, cuando el Indio Bachomo andaba levantado en armas en el norte de Si-naloa, el carruaje donde viajaba mi padre Lucas con mi madre María fue asaltado por los indígenas; amenazaron con privarlos de la vida, pero uno de los subalter-nos del Bachomo preguntó a mi padre de quién era hijo. Al escuchar que su pro-genitor era Lucas Bojórquez, señor de Ocoroni, dio la orden de dejarlos libres: «porque tu padre fue hombre bueno con nosotros los indios ocoronis», le dijo.

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Mi padre, agradecido por la actitud del jefe indio, les dio buena suma de dine-ro en bilinbiquis, moneda circulando en ese tiempo.

Al final, Blanca María señala: «Me alegra siempre recordar la actitud, de mi abuelo y de mi padre Lucas, que siempre asumieron ante la gente pobre».

En los albores de la gestión para municipalizar Guasave, Felipe García Núñez salvó la vida al gobernador Ángel Flores

A pocos años de su arribo a Guasave, en la primera década del siglo XX, Felipe García Núñez se ganó a pulso y con valentía el título de adopción de esta tie-rra, cuando en el transcurrir de los primeros meses de 1916 se debatía fuerte y acalorado, política, geográfica y socialmente, en recintos gubernamentales y la Cámara de legisladores del estado de Sinaloa, la municipalización de Guasave, lo que significaba independizarse de la vecina gran demarcación de Sinaloa.

La gran demarcación abarcaba desde la alta Sierra Madre Occidental, co-lindando con el estado de Chihuahua, hasta las bahías, playas y mar abierto del golfo de California, en aquel tiempo mar de Cortés o mar Bermejo.

El 30 de julio de 1916, en la explanada que desde hace 83 años ocupa la plazuela Miguel Hidalgo, grupos de guasavenses activistas se manifestaron para exigir la municipalización de Guasave; asimismo, en reclamo al hecho de que el presidente Venustiano Carranza mantuviera altos residuos de por-firiato todavía en la vecina Sinaloa, con su jefe político Victoriano Brambila Colmenares, oriundo de Autlán de la Grana, Jalisco. En el acto estaba presente el gobernador Ángel Flores, quien traía en la alforja la petición de alto cúmulo de familias, como los Ahumada (los García, los López, los Álvarez, los León, los Espinoza, los Rubio, los Leyva, los Castro, los Menchaca, y otras), con fuer-te dosis de exigencia: la separación geográfica y política de Guasave, con su respectiva soberanía.

Según una crónica oral de entonces:

Cerca de la figura militar del gobernante Ángel Flores, fue localizado un exsol-dado, armado con pistola. Lo observamos, parecía no traer buenas intenciones, contra el gobernador Ángel Flores, más fuerte la sospecha, porque se tenían no-ticias, trascendidas desde la gran ciudad de Sinaloa, que un grupo de ganaderos, mineros, comerciantes, económicamente potentados, incluso políticos y hasta

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se mencionaba que el jefe de la autoridad Brambila Colmenares, habían paga-do monedas en oro a un mercenario, para que asesinara al gobernante, a quien acusaba de estar respaldando la gestión del pueblo guasavense. [Y cuando el sol-dado mercenario lo calculó], creyó prudente ya, a lanzarse pistola en mano bus-cando asesinar al gobernador Ángel Flores, entonces el zacatecano, que arribó a Guasave procedente de Baja California Sur, con su esposa doña Chonita, Felipe García Núñez, ipso facto, como centella humana, se lanzó contra el soldado, lo desarmó, lo sometió a golpes, a tiempo que intervenían otros hombres en el acto, para salvar de una muerte segura al general Ángel Flores.

El suceso, atentado de un soldado mercenario de apellido Mejía, «segu-ramente pagado por los caciques porfirianos de aquella época», en vez de im-pedir o retrasar el proceso, apresuró el trámite porque a partir de entonces el gobernador Ángel Flores, tras comunicar el suceso al presidente Carranza, pasó a turnar iniciativa a los diputados del Congreso del Estado, para que no solo Guasave se independizara como municipio, sino también Ahome se se-parara de El Fuerte y Angostura de Mocorito, tal como lo afirma el Diario Oficial del Estado en la publicación de los respectivos decretos fechado, el 30 de noviembre de 1916.

Así, fortuna al acto heroico de don Felipe García Núnez, Guasave con-vertido en municipio libre y soberano, a partir del primero de enero de 1917, tuvo su primer Ayuntamiento con cinco regidores, presidido por el tenedor de libros, don Francisco P. Ruiz, oriundo de Batopilas, avecinado en El Fuerte, también en El Burrión donde de 1902 a 1916 fungió como gerente administra-tivo de la fábrica de piloncillo del barrio La Máquina. También en ese lugar fueron contratados, por don Regino Sánchez Castro, don Javier Brambila, los Angulo, los López y otros, para de ahí venirse a gobernar a los guasavenses en común acuerdo político con el jefe del gobierno sinaloíta Victoriano Brambila Colmenares, el Renegado.

Don Felipe García Núñez, héroe anónimo, pudo haber nacido en la ciu-dad de Zacatecas, Zacatecas, en 1876. En plena juventud viajó a Baja California Sur, en la pujanza de la empresa Mineral El Boleo, en Santa Rosalía, histórica inversión francesa. En la comunidad El Triunfo conoció a la que fue su esposa, doña Chonita Famanía, y madre de sus hijos: Jesús, Felipe Jr., Félix, José, Tito, Guadalupe, María, Concepción y Ascensión de Ahumada, esposa del primer banquero guasavense, el nativo don Juan B. Ahumada.

García Núñez, llamado por mucho tiempo el Ángel de la Guarda del gobernador Ángel Flores, defendió su derecho político y social a costa de su

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propia vida. Fue dueño de varias fincas, una gigantesca huerta cerca del río Sinaloa. Junto con su joven esposa de origen francés, Chonita, llegó a Guasave procedente de Baja California Sur, vía Estación Bamoa cuando apenas pasaba por allí Punta de Fierro, o sea la vía del ferrocarril que conectaba Nogales con Guadalajara.

Crió ganado lechero con cultivo de forrajes, tarea creativa heredada a sus descendientes: su hijo, don Jesús García Famanía y su nieto, Felipe de Jesús García Zazueta, el Vito, principalmente. Su regular imperio pecuario lo man-tuvo mucho tiempo en una gigantesca laguna dentro de su rancho Camichín, con terreno barrialoso, donde actualmente se erigen los estadios deportivos veteranos Francisco Carranza Limón y Guasave 89, así como las instalaciones de la preparatoria de la Universidad Autónoma de Sinaloa, además de impor-tantes complejos habitacionales.

Se llamó don Felipe García Núñez este otro precursor del Guasave del que ahora disponemos.

DON FRANCISCO P. RUiZ

Francisco P. Ruiz, presidente municipal constituyente de Guasave en el primer bienio (1917-1918). Fue tenedor de libros, equivalente a contador, y encabezó la gerencia administrativa de la empresa Molino de piloncillo de El Burrioncito, integrada por un grupo de empresarios de aquella época, estando a la cabeza don Regino Sánchez Castro, don Manuel Pérez Sánchez, Manuel Angulo y Ja-vier Brambila.

Oriundo de Batopilas, Chihuahua, avecinado en El Fuerte de Montescla-ros, don Francisco P. Ruiz viajó a El Burrión a principios de siglo para hacerse cargo de la planta panochera que estuvo ubicada en el actual barrio La Máqui-na de la ahora sindicatura El Burrión.

Una crónica oral de aquellos tiempos dice:

Porque el gobernador Ángel Flores dejó en libertad de elegir al presidente mu-nicipal constituyente del municipio de Guasave, al alcalde de la antigua villa de Sinaloa y gran ciudad, don Victoriano Brambila Colmenares, nativo de Autlán de la Grana, Jalisco. Este cedió a la petición de su primo hermano, el hacendado de El Burrión, don Javier Brambila, para que el elegido fuera el contador de la empresa de don Francisco P. Ruiz.

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Producir y exportar tomate a Estados Unidos, ya para 1916, era más ren-table que producir caña panochera en El Burrión.

Los poderes de la presidencia municipal constituyente de Guasave fueron instalados en una casa en la esquina de Ángel Flores y callejón Dr. Hershel H. Brown, propiedad de don Lioncio Montiel y posteriormente vendida a los esposos Francisco Valenzuela y doña María Luisa Vea de Valenzuela. Recien-temente fue demolida para dar paso a la construcción de modernos departa-mentos.

Tras haber cumplido como gerente de la panochera de El Burrión y ha-ber fungido como el primer presidente municipal de Guasave (1917-1918), don Francisco P. Ruiz se fue con su familia a radicar a Guamúchil, donde fue síndi-co en tiempos que la vecina estación trenera pertenecía al municipio de Moco-rito. En el panteón de aquel lugar reposan sus restos.

TENIENTE NICOLÁS PINTO INZUNZA

Nicolás Pinto Inzunza, nativo del rancho El Naranjal, ahora Campo Dimas, ubicado entre El Dorado y San Gabriel, siendo presidente municipal de Gua-save murió fusilado por un piquete de soldados al mando del teniente coronel Manuel Mejía, el 26 de diciembre de 1919, por orden del gobernador Ramón F. Iturbe.

Eran las ocho de la noche. Las mujeres salían de rezar la posada en el templo de El Rosario cuando los militares pasaron frente a la iglesia por la calle Madero, rumbo al barrio El Chaleco, con el prisionero atado de manos, el destino era el sitio escogido para su ejecución.

Rato después se escucharon los disparos en lo que es hoy la esquina de Madero y callejón Cuauhtémoc: ahí yacía muerto el revolucionario Nicolás Pinto Inzunza. Sus familiares y amigos, alumbrados con cachimbones, acu-dieron a recoger el cadáver del ajusticiado. Su cuerpo fue velado por la calle Colón, en la casa que fue de don Leopoldo Angulo y su esposa, Chagüita, y alquilada al secretario del Ayuntamiento.

Pinto Inzunza peleó al lado de los generales Ángel Flores y Ramón F. Itur-be. Apoyado por el Ejército, se convirtió en el segundo presidente municipal de Guasave, recibió el poder de manos de don Francisco P. Ruiz, quien presidió el Ayuntamiento constituyente de 1917 a 1918.

Nicolás Pinto Inzunza entró a dirigir el cabildo en 1919, pero no terminó su gestión, ya que «el teniente Mejía que odiaba a Nicolás, le tendió una tram-

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pa acusándolo de abigeato y asalta trenes y lo fusiló faltándole 12 meses para terminar el periodo». Nuestros abuelos comentaban así esa parte de la historia de Guasave.

El militar Mejía le propuso a Nicolás Pinto juntar gente al servicio de am-bos para asaltar el tren en Estación Don. Según el cálculo, esto les representaría un botín de 50 000 pesos.

«No tengo gente bandida conmigo, yo no me dedico a eso, soy presidente municipal, soy también militar honrado, no gavillero», decía el revolucionario de El Naranjal.

Mejía, vengativo, descargó en una acusación y dirigió personalmente el fusilamiento de Nicolás Pinto. Cuando se corrió la voz del hecho, unos treinta civiles amigos de Nicolás salieron huyendo de La Brecha, Guasave, Tamazula, etcétera: «perdieron la tierra temerosos de ser pasados por las armas, muchos jamás volvieron, se fueron a trabajar al mineral El Boleo de Santa Rosalía, Baja California Sur, otros cruzaron la frontera a Estados Unidos, entre ellos Jesús Chuyón Rubio de La Brecha, padre de Jorge Rubio, el pitcher de Cleveland en el beisbol de ligas mayores; jugaron al «por sí o por no, madre, escóndase» los allegados al sacrificado Nicolás Pinto.

Muerto Nicolás Pinto Inzunza, sus amigos huyeron, pero el Ejército no contuvo los asaltos contra trenes y los robos de ganado en una región con sus montes repletos de vacunos como la de Guasave.

EMILIO MENCHACA BENARD: Hacendado y político revolucionario que trajo a Guasave el primer automóvil de motor

Emilio Menchaca Benard, hijo de don Emilio Menchaca Rochín y nieto de don Baltazar Menchaca, el español emigrante del barco El Bilbao, fue uno de los guasavenses más inquietos que marca la historia.

Apoyado por la influencia de don Blas Valenzuela y el poder económico de su familia, fue dos veces presidente municipal de Guasave, de 1925 a 1926 y de 1928 a 1929.

El hacendado en cuestión, antes de morir, fungió como delegado de trán-sito en una época en que un pintor incógnito satirizó la leyenda «Bienvenidos a Guasave» con una leyenda que todavía se recuerda: «Bienmordidos a Guasave».

En 1929 abandonó la primer regiduría del Ayuntamiento para enrolarse en el grupo rebelde Los Colorados, que en Sonora, Sinaloa y en el resto del no-

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roeste lucharon para preservar el grupo político del recién asesinado general Álvaro Obregón.

Ese personaje descendiente de emigrantes españoles y franceses trajo el primer automóvil a Guasave desde Los Ángeles, California.Emilio Menchaca Benard, a quien sus amigos llamaban cariñosamente el Loco, entró al pueblo en un vehículo de pedal levantando una polvareda, allá por 1919. Después trajo a Guasave el primer carro de motor.

Por muchos años el auto de pedal guiado por el Loco Emilio fue la ad-miración de los guasavenses de la época. También otros autos corrían por las calles de Guasave alternando con carros de mulas y gente a caballo. Aquello fue lo máximo. El primero fue marca Dodge y el segundo una foringo.

Luego, otro miembro de la familia Menchaca hizo rodar por las calles el primer troque o camión de carga. Lo manejaba un hermano de mi abuelo Ca-tarino Rubio, le decían el Toca Rubio porque se llamaban igual y habían nacido el mismo día, aunque en años distintos. Mis bisabuelos Juan María y Luciana Espinoza «no les quisieron quitar la gracia», los bautizaron con el mismo nom-bre: Catarino.

Los primeros mecánicos de Guasave también estuvieron al servicio de la familia Menchaca, como los hermanos Adalberto, Alejandro y Silvano Norza-garay Leyva; don Manuel Félix Ibarra, nativo de Navojoa y quien murió siendo fabricante de hielo. Otros expertos en esa técnica fueron los hermanos Manuel y José el Che Camarera, pero estos trabajaron de manera independiente. Ellos venían de Acaponeta, Nayarit.

Los guasavenses de este siglo pueden llamarse afortunados porque están siendo testigos de los grandes adelantos tecnológicos. Personalmente, tuve la oportunidad de pasearme en un auto Dodge, al que llamaban el Dochón. Fue de los primeros de fuerza motriz, propiedad de la familia Norzagaray.

Joaquín Valenzuela, hijo de don Blas Valenzuela, conducía un auto más moderno, lo hacía rendir hasta 40 km por hora, entonces eso era una verda-dera ráfaga que a los escuincles de entonces nos obligaba a subirnos a las ban-quetas enladrilladas. Porque esas eran las instrucciones paternales: «Donde vean a Joaquín Valenzuela manejando su auto nuevo, súbanse a la banqueta o métanse a una casa porque siempre corre como a 40 km por hora, es un loco para manejar». Y para proteger la vida, había que cumplir con el mandato lo más rápido posible.

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DOÑA CHAGÜITA LÓPEZ Y DON MIGUEL ÁNGEL BON: EJEMPLAR MATRIMONIO

Miguel Ángel Bon López (miembro de una familia de la cual formaron parte el excelente guasavense también ya fallecido Manuel Bon López y la señora Che-pina Bon de Escárrega, residiendo actualmente por la calle Norzagaray, al lado de su esposo Manuel Escárrega), laboró desde joven en el mercado municipal en la carnicería del recordado tablajero Felipe Meza; posteriormente, gracias a su tenaz esfuerzo de superación personal, a los 18 años de edad fue designado titular de la oficina federal de Hacienda en diversos municipios de Sinaloa, el último de ellos en El Fuerte, donde conoció a quien sería su compañera de toda la vida, una reina de carnaval de la histórica población, Rosaura López Ibarra, conocida cariñosamente como Chagüita.

El enlace matrimonial tuvo lugar el 2 de mayo de 1948 y, producto de esa unión, dieron vida a Blanca Mirna, Miguel Ángel, Rolando, Jorge, Osvaldo y Rosa Esthela Bon López. La familia Bon López y sus descendientes formaron y forman parte del desarrollo integral de Guasave, ejemplo son el licenciado Rolando Bon López, hasta hace poco subprocurador general de justicia en Si-naloa, y su primo hermano Carlos Escárrega Bon, tesorero municipal en el gobierno eficiente de Ramón Barajas López.

Quienes conocieron sobre las actitudes humanísticas de Miguel Ángel y Rosaura se refieren positivamente a su modo de vivir entre los guasavenses, la manera ejemplar de formar una familia que merece el reconocimiento de la población. En ese ahora recuerdo imperecedero fue parte fundamental la comunión ejercida entre este matrimonio que ya rindió tributo a la tierra que lo vio nacer.

Francisco Antonio Hernández Reyes

Saltó de abastero a la presidencia municipal: Luciano Leyva López

Apenas transcurridos dos bienios administrativos en la presidencia municipal de Guasave, Jesús María Armenta (1937-1938) y Pomposo V. Sandoval (1939-1940), la política registró el espectacular salto de un abastero que desde su puesto de carnes, ubicado bajo el histórico macapule de la calle Obregón, se

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convirtió en la primera autoridad y cabeza del Ayuntamiento (1941-1942) del que hablan muy bien las crónicas de antaño.

Luciano Leyva López, hijo de Luciano Leyva y de doña Matilde López de Leyva, nació, supuestamente, el 7 de enero de 1890. Al respecto, su hijo Roberto señala: «Todos creemos que esa fue su fecha de nacimiento porque mi padre nomás se festejaba ese día, con fiesta de familia y amigos; una res era la barbacoa del agasajo».

Don Luciano procreó en su matrimonio con doña Leovigildo Romo de Leyva siete hijos: Roberto, Cleotilde de Bastidas, María de los Ángeles de Re-tamoza, Flora de Fonseca, Matilde de Saracho, Julieta de Contreras y a Estela.

El ilustre guasavense nació en la comunidad rural de El Amole, al igual que sus hermanos Jesús, Ramón, Leonardo, José, Petra, Matilde, Altagracia de Fierro y María de Ruiz. Uno de sus hermanos, José, fue presidente municipal de Ahome en el bienio 1921-1922.

La familia Leyva López emigró de Guasave a Ahome en el año 1924, pero Luciano Leyva López se regresó a su tierra en 1930 para dedicarse al oficio ancestral de abastero de reses y puercos. También fue comerciante en pieles y tuvo una tienda en la esquina de las calles Reforma —hoy Carrasco— y Porve-nir —hoy Dr. Luis G. de la Torre—, la cual funcionó muchos años en sociedad con su cuñado Tirso Romo Romo.

Si afirmamos que Chano Leyva fue creativo, próspero y socialmente bien intencionado, es porque así lo demostró en toda su vivencia. Su alto cúmulo de obras realizadas le merecieron felicitaciones efusivas del gobernador del estado en ese tiempo, el coronel Rodolfo T. Loaiza.

Luciano Leyva López empezó ganándose a pulso el mote popular de Cha-no Cascajo porque gracias a él por primera vez las calles polvorientas de Gua-save recibieron el histórico baño de grava transportada en troques, carretas y otros medios de transporte desde la margen derecha del río Sinaloa. También construyó el actual rastro municipal en 1942, el puente de concreto y el bordo de la carretera de 20 km que uniría a Guasave con la estación trenera de Ver-dura —hace rato León Fonseca—, obra que en el bienio presidido por Miguel Leyson Pérez (1943-1944) se concluyó, contando con el apoyo decidido del go-bernador Loaiza. Además, introdujo en 1941 la primera red-sistema de agua potable e instaló la primera toma de agua para lo que ahora es JUMAPAG. En 1942 convino con las autoridades agrarias y el ejido Guasave la regularización de centenares de solares ocupados por familias precaristas de los primeros ba-rrios de la ciudad. Se le acredita ese otro mérito a la actitud social y progresita

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de un hombre de nuestra historia a quien solamente se recuerda ahora por el callejón sur del mercado municipal, impuesto en tiempos de su pariente Juan Angulo Leyva durante su trienio como presidente municipal (1957-1959).

EL PRESIDENTE ÁVILA CAMACHO LLEGA EN EL TREN OLIVO

1943. La región del municipio de Guasave se debatía atacada por el peor desas-tre de su historia: el gigantesco y devastador desbordamiento del río Sinaloa, el cual había dañado seriamente a la mayoría de los cuarenta mil guasavenses que integraban la demografía de su demarcación, incluyendo dieciocho mil habitantes residentes en la cabecera municipal.

Fue a Miguel Leyson Pérez, presidente municipal de Guasave, a quien «le tocó bailar con la más fea». Al gobernador de Sinaloa, el coronel Rodolfo T. Loaiza, también le preocupaba la suerte de millares de familias damnificadas de los contornos.

Atacaban fuerte el hambre, las epidemias y el frío de fin de año; a poco de llegar el solsticio invernal, se hacía más difícil la situación de los guasavenses fugitivos de la turbonada del río, cientos de ellos permanecían trepados en el techo del edificio de la vieja escuela 18 de Marzo, otros en el atrio de la iglesia del Rosario.

Ante la situación crítica de su pueblo, el presidente municipal de ese que fue el último de los bienios administrativos (1943-1944), Miguel Leyson Pérez, ipso facto, ejerciendo una dinámica a toda prueba, acudió a su gobernador, el coronel Rodolfo T. Loaiza, luego el angustioso sos llegó hasta Los Pinos, con el general Manuel Ávila Camacho y su esposa Soledad.

Corría el año de 1943 cuando la gigantesca turbonada del río Sinaloa, la mayor de la que se tenga noticia en el presente siglo, inundaba casi el total del suelo guasavense, en cuyos casi cuatro mil trescientos kilómetros cuadrados «las familias se protegían en techos y en lo alto de los edificios públicos, en el atrio de la iglesia de Nuestra Señora María del Rosario, los edificios del viejo comisariado ejidal de Guasave, en Madero y Colón, luego la escuela primaria 18 de Marzo, en la avenida Guerrero, entre las transversales Miguel Hidalgo y Constitución, ahora Teofilo Noris».

Y no tardó en cobrar efecto el angustioso llamado de los damnificados guasavenses, encabezados por el hombre de su autoridad, de espíritu recio y dinámico, Miguel Leyson Pérez. El lujoso tren presidencial Olivo transportó al

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presidente Ávila Camacho hasta la estación trenera de Verdura; luego realizó el jefe del gobierno mexicano un recorrido de inspección por toda la zona de-vastada por el fenómeno.

Los apoyos en alimentos, medicinas, cobijas, ropa y otras especies útiles para aliviar la situación no se hicieron esperar. Aparte, la embajada norteame-ricana en México, por solicitud del munícipe Miguel Leyson Pérez, comunicó el asunto a la Casa Blanca y el Tío Sam remitió despensas con comida enlatada, cobertores de lana por montones, fabricados originalmente para ser remitidos a los soldados aliados en la Segunda Guerra Mundial en 1943.

Un viejo guasavense que vivió horas y días de ese tiempo, huyendo como asediado fugitivo del singular fenómeno comenta:

Comer el contenido de latería norteamericana, protegerse del frío y la humedad con cobertores gringos era satisfactorio; llegaron aquí por avión, el ferrocarril del Pacífico y barcos. Quienes experimentamos la singular creciente del río Sinaloa de 1943 recordamos que fue duro correr aprisa con nuestras familias, jugándose al salvarse quien pueda, con la salvaje y gigantesca turbonada del río Sinaloa. Pero también produjo satisfacción el apoyo recibido de manera internacional en momentos tan cruciales; principalmente estaremos siempre orgullosos de recor-dar los desplazamientos y estrategias de su presidente municipal Miguel Leyson Pérez, entonces un jovencito, recién casado con doña Gorda Castro López de Leyson; porque si el mal estuvo duro y tremendo, la terapia social, por la ayuda recibida, no tiene paralelo en los anales de un pueblo, Guasave, temporal y cons-tantemente asediado por los gigantescos aforos del viejo río Petatlán.

Y si la historia de Guasave reseña turbonadas fuera de serie del río Sina-loa desde 1895, hay que destacar la fuerte embestida de 1928.Luego la ya rese-ñada de 1943 y la de 1958: inundación de alto nivel fluvial, colosal. La reseña histórica enfrenta el aforo descomunal de 3500 m3/s de 1943, no aforados por la entonces Comisión Nacional de Irrigación y Agua, contra los 2500 m del arrastre de 1958.

La misma experiencia administrativa del recordado Miguel Leyson Pérez la tuvo el presidente municipal del trienio 1957-1959, el bamoense Juan Angu-lo Leyva. Sereno pero efectivo en su gestión, desarrolló otro trabajo ejemplar buscando el amparo y la recuperación de millares de guasavenses que en 1958 se convirtieron en fugitivos del río Sinaloa.

Para ellos, Leyson Pérez y Angulo Leyva, y para todos los presidentes municipales que registraron en cada bienio o trienio de su administración, la

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urgida necesidad de enfrentarse a las consecuencias de los desbordamientos del río Sinaloa. Unas turbonadas más grandes que otras, porque su respon-sabilidad está plasmada en la historia de nuestro pueblo, reseñas y crónicas inolvidables, que siempre nos servirán como ejemplo de estoicismo y lucha de supervivencia del hombre frente al singular y temporal fenómeno.

Que así sea, perenne, en el recuerdo satisfactorio de la mente y el corazón, el espíritu estoico y batallador del guasavense buscando su supervivencia ante el feroz ataque de la naturaleza.

DON MIGUEL LEYSON PÉREZ Y DOÑA GORDA CASTRO: EJEMPLO DE VIDA, siempre presentes en las mejores causas

Un hombre puede engrandecer su camino; pero no hay camino capaz de engrandecer al hombre.

Confucio

Todavía sin cumplir 24 años de edad, el joven mochiteco Miguel Leyson Pérez abandonó su tierra natal para cubrir una ruta de tranvía: 58 km de distancia por los caminos reales a la salida del canal Ocho, paso de Las Vacas, frente a las vinaterías de Doroteo Armenta en Bachoco, Corerepe, La Entrada, Agua Blanca, hasta su destino: Guasave. Tal era el recorrido por aquellos caminos reales del recordado tranviario Matías Armenta, el Papa Cebolla.

De Los Mochis a Guasave, 58 km, muy corta la distancia, quizá unos pa-sos, no zancadas, en comparación con el salto de un trotamundos. Don Carlos Leyson, desde la gran China, país coloso de Oriente, allá en Asia, llega a Sina-loa para cumplir con su bello destino: unirse a una hermosa mujer, Refugio Pérez de Leyson, oriunda del rancho alteño del municipio de Sinaloa, Portu-gués de Norzagaray, y procrear seis hijos: Teófilo, Cuquita, Enriqueta, María Rosario, Miguel y Carlos.

Miguel Leyson Pérez fue el quinto vástago del Chino y de doña Cuquita y, como en el espectáculo de los toros no hay quinto malo, en el beisbol no hay quinto inning sin sorpresas.

En enero de 1939 el joven mochiteco Miguel arribó de su cañero pueblo hasta el garbancero Guasave, directo a la secretaría del Ayuntamiento, donde el parcelero del ejido Guasave, Pomposo V. Sandoval, iniciaba su bienio admi-nistrativo (1939-1940).

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Al poco tiempo, llegó a una cancha de basquetbol que estaba contigua al edificio de los poderes municipales de Guasave, entonces en Ángel Flores, cal-zada Hidalgo y avenida Juan Carrasco. Y Miguel Leyson Pérez hizo su primera gestión deportiva: «Nos ayudó a lograr juego de uniformes con el comisionista Gustavo R. Castro, distribuidor de dos marcas cerveceras [Corona y Victo-ria]», recuerda con agrado uno de los jugadores de baloncesto, José Álvarez García, Pepe.

Pronto el último de los bienios para un presidente municipal (1943-1944) estaba bajo la responsabilidad política y social del ya hijo adoptivo de Guasave: Miguel Leyson Pérez. Cubrió ingratas experiencias: una, el desbordamiento del río Sinaloa el 27 de septiembre de 1943, con el aforo más alto y descomunal del presente siglo, 2300 m3/s de arrastre; luego la trágica muerte de su amigo, el gobernador coronel Rodolfo T. Loaiza, la madrugada del 21 de febrero de 1944, iniciándose apenas el famoso carnaval de Mazatlán. Ambos sucesos sacudie-ron el estado de ánimo del alcalde guasavense, pero vitalizaron su espíritu ba-tallador con energía positiva, ya casado con la mujer que lo conquistó: María de los Ángeles Castro López, doña Gorda.

Aquel septiembre de 1943, la fuerza creativa altamente defensiva de Mi-guel Leyson Pérez lo hizo enfrentarse con voluntad férrea a la salvaje turbona-da que el río había dejado a los guasavenses, para buscar salvar lo que quedaba y recobrar, con creces, las pérdidas altísimas arrastradas por la corriente en los cultivos agrícolas, la ganadería y en la destrucción de millares de casas de adobe «que se desplomaron como frágiles polvorones».

Leyson, con apoyo del gobernador Rodolfo T. Loaiza, hizo venir a Gua-save a bordo del tren Olivo, vía estación Verdura, al presidente de la República, el general Manuel Ávila Camacho, y a su esposa doña Soledad. Mientras que muchas toneladas de víveres y cobijas de lana de excelente calidad destinadas al abasto de soldados norteamericanos durante la Segunda Guerra Mundial llegaron a los hogares de cada uno de los millares de damnificados y fugitivos de la furia del río Sinaloa.

Miguel Leyson Pérez nació en Los Mochis en septiembre de 1915 y fa-lleció casi 75 años después, el 3 de abril de 1990, en la ciudad de Guasave. La adopción por parte del pueblo guasavense, el cariño y el recuerdo perenne se lo ganó a pulso, bajo la práctica espontánea y decidida «de acostumbrar, bajo cultura, con reflejo y costumbre, de apoyar a todo al que se le arrimó pidien-do ayuda: a nadie, nunca, dejó con la mano extendida», dicen sus amigos cer-canos, que por legiones brotaron en la región de Guasave.

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Fue conocido en todo el estado de Sinaloa, ya que fue presidente de los agricultores de la AARSP, luego presidente del consejo de la CAADES, diputa-do federal, presidente del CDE del Partido Revolucionario Institucional, entre otros cargos.

En 1957 Leyson Pérez se unió a los guasavenses integrantes del Comi-té de Promociones en Beneficio de Guasave, presidido por José Luis Rosas Núñez —guaymense radicado aquí, que luego pasó a vender seguros en la vecina ciudad de Los Mochis—. Miguel, en calidad de coordinador general, trabajó al lado de hombres de la talla del ingeniero Federico Delgado Pastor, el banquero Manuel Bon López, Óscar Chávez y Roque Chávez Castro, due-ño de Radio XEGS (aportadora del locutor nayarita José Luis Aguilar Becerra, que mantuvo activo el maratón proconstrucción del edificio de la Escuela Se-cundaria Federal Insurgentes durante más de 83 horas).

Y todavía al grupo le alcanzó la fuerza para realizar fructíferas promo-ciones durante el sexenio gubernamental de Leopoldo Sánchez Celis (1963-1968), con los presidentes municipales Jesús María Vázquez Rochín y Pablo Rubio Espinoza, cubriendo los dos trienios, hasta llegar a la gestión del licen-ciado Alfredo Valdez Montoya en la gubernatura.

Y el grupo, con Miguel Leyson Pérez como coordinador general, ariete que abrió las puertas gubernamentales y las empresas legumbreras del tamaño de la de doña Esther Alcalde de Wilson, por citar algunas; además de construir la actual secundaria ESFI, cuya operación docente empezó en el bienio 1958-1959. También construyeron el edificio para la escuela preparatoria, entonces funcionando por cooperación, turnada pronto a la UAS, sueño dorado de uno de los integrantes del comité, don Agustín Martínez Gazca, guanajuatense adoptado por Guasave, quien desde la tribuna del club Rotario de Guasave reclamó a favor de la juventud guasavense, acción para construir escuelas más allá de la primaria, «donde nomás entonces los adinerados, familias pudientes, podían estudiar, yéndose a otras ciudades grandes».

Y Leyson Pérez se puso a la cabeza, otra vez, para que el beisbol de Gua-save estuviera en el circuito profesional llamado ahora Liga Mexicana del Pací-fico, temporada 1970-1971; el siguiente año, el club presidido por el empresario Jesús Félix Gastélum, el Güero, ganó el campeonato a la segunda intentona. Obviamente aquel mochiteco convertido en guasavense de corazón, el recor-dado Miguelón, encabezó también la producción de júbilo y satisfacción por el suceso. Leyson había figurado como coordinador general, abiertamente apo-yado por el gobernador Sánchez Celis, uno de los exitosos gestores en la cons-

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trucción de dicho estadio de pelota, que en 1975 se nombró Francisco Carranza Limón.

Cabe destacar que construyó el primer estadio de beisbol, el Revolución, en céntrica zona de Guasave, entre las calles Dr. Luis G. de la Torre y Cuau-htémoc, en donde en 1942 aterrizó el futbol a esta tierra con un partido de Los Mochis contra Guasave, score 2-2, llanos de práctica ancestral de los indígenas guasaves del juego de la hulama.

María de los Ángeles Castro López, hija del comerciante Lope R. Castro, descendiente de la numerosa prole del mejor empresario del siglo de estas tie-rras, don Jacinto Castro Garibaldi, se casó con el mochiteco Miguel Leyson Pé-rez el 31 de enero de 1941 en la iglesia de la Virgen del Rosario. Años más tarde, conformaron una familia que fue orgullo de Miguelón: Miguel, Eduardo, Car-los, José Luis, Arnoldo, Armando, Angélica, Cristina, las gemelas Laura y Ce-cilia, estas bautizadas por el presidente Adolfo Ruiz Cortines. El compadrazgo fue utilizado por Miguel Leyson Pérez para pedir al mandatario la instalación del Banco Nacional de Crédito Agrícola y Ganadero, para apoyar con créditos agropecuarios a productores privados de la región.

Notará usted que comparten con su padre, Miguel Leyson Pérez, presi-dente municipal (1943-1944), sus hijos, los licenciados José Luis Leyson Castro (1984-1986) y Armando Leyson Castro (1999-2001), la satisfacción de figurar en la relación de munícipes guasavenses: «a ambos los congratula, con alta satisfacción espiritual y política, tener la oportunidad de ir a la cabeza, en cada tiempo, en el esfuerzo de sus conciudadanos por alcanzar constantes y mejores condiciones de vida social y progreso», nos dice un amigo cercano a ellos.

«Nada satisface tanto a la conciencia humana [... como] tratar de seguir los pasos, en el constante servicio a los demás, de su señor padre, cuando su historia está pletórica de actos generosos y acreditadas actitudes sociales», di-rán los amigos de Miguelón y de doña Gorda; principalmente José Luis, que ya sabe qué se siente ser presidente municipal de su pueblo; y Armando Leyson, el Kory, saboreando ahora una vez más las mieles de servir mejor a su pueblo, Guasave, convirtiéndose en el único guasavense que ha logrado repetir el pe-riodo de gestión en la alcaldía municipal (2014-2016).

Francisco Antonio Hernández Reyes

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Nació en San José de Gracia en 1921: Jesús María Vázquez Rochín

Jesús María Vázquez Rochín nació en el mineral de San José de Gracia, mu-nicipio de Sinaloa, el 19 de julio de 1921. En 1928, siendo un niño, llegó a la sindicatura La Trinidad, la antigua Chuchumicari, para incorporarse junto con su familia a los trabajos de la hacienda de don Francisco Echavarría Aguirre.

En 1942 se casó con Agustina Lugo Arredondo, oriunda de una comuni-dad rural cercana a Mocorito. Procrearon varios hijos: Gilberto, Amada de Ló-pez Carmona, Jesús Carlos, Mauro Saúl, Juan Nepomuceno, María del Rosario de Angulo, Haydée y José Lenín.

Llegó a la presidencia municipal de Guasave en el trienio administra-tivo 1963-1965, siendo gobernador de Sinaloa el cosalteco Leopoldo Sánchez Celis. Juntos iniciaron una etapa urbanística de progreso dentro de la ciudad impulsada por el sanchezcelismo y el Plan Sinaloa de Superación Campesina. Entre las obras urbanísticas importantes que se realizaron se encuentran la construcción de drenaje para aguas negras en la zona céntrica de la ciudad y la pavimentación de las calles y avenidas de la zona central.

Con intervención del Plan Sinaloa de Superación Campesina, el Ayun-tamiento (1963-1965), reconstruyó el Centro Escolar 18 de Marzo; rehabilitó el viejo edificio del mercado municipal: «los techos de lámina de zinc fueron fortalecidos con materiales modernos, más sólidos»; también se construyó y abrió el tráfico el bulevar 16 de Septiembre.

Una crónica relata la actuación de Jesús María Vázquez Rochín desde la presidencia municipal en el trienio 1963-1965, cuando la ciudad de Guasave empezaba a dar síntomas progresistas dentro del terreno urbanístico:

Pero nunca olvidaremos las noches de desvelo del alcalde Jesús María Vázquez Rochín, durante el largo tiempo que auxiliado por el secretario del Ayuntamien-to, Miguel Figueroa Díaz, gestionaron la expropiación de los terrenos donde posteriormente fue construido el edificio de la clínica del Seguro Social, pre-cisamente al paso del boulevar 16 de Septiembre, mediante la expedición de un decreto municipal que convirtió en realidad lo que parecía un sueño: el arribo de la seguridad social para muchos millares de trabajadores guasavenses.

Vázquez Rochín llegó a La Trinidad a los siete años. A los 18 años se con-virtió en parcelero del ejido y comisariado ejidal. Más tarde fue presidente mu-nicipal, luego diputado local del Congreso del Estado en el trienio 1966-1968.

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Rígido y honesto en sus funciones públicas, llegó a registrar retos con algunos regidores del cabildo que entonces presidió. Uno de ellos José de la Luz Valenzuela, el Disco Volador, locatario del mercado municipal y destacado luchador priista dentro del sector popular. El Disco Volador Valenzuela se le encaró al propio presidente municipal en su despacho: «Usted, señor Vázquez Rochín, nos representa a los regidores ejecutando los acuerdos tomados en el Ayuntamiento, pero no manda más que ninguno de nosotros, somos iguales en la jerarquía», le dijo el locatario de la explanada oriente del mercado.Y don Jesús María, sereno, le respondió: «¿Deveras estás creyendo que tú, simple re-gidor, mandas más que el presidente municipal?»; al recibir la ratificación, «sí, somos iguales en jerarquía», Vázquez Rochín mandó llamar al comandante de la policía y le ordenó que se llevara arrestado al insubordinado, el Disco Volador Valenzuela.

Cuando los policías trataban de esposar al regidor Valenzuela, este volteó la cara, suplicante, al munícipe Vázquez Rochín: «Perdón, señor presidente, estaba rotundamente equivocado, no sé como anidé en mi cabeza que yo tengo tanto poder de mando como usted que es el jefe nuestro. Perdóneme, ya no volverá a suceder otra insubordinación de mi parte». Y los guasavenses, enton-ces, se quedaron con las ganas de ver un artefacto sideral humano encerrado tras las rejas de la cárcel de Guasave, acusado de «medir fuerzas jerárquicas con la primera autoridad del municipio».

Jesús María Vázquez Rochín figura en la galería de los presidentes muni-cipales con grado de excelencia. A su paso por esa importante representación, desde los tiempos de los bienios, luego trienios, tiempos de don Francisco P. Ruiz (1917-1918), hasta los tiempos actuales, el municipio de Guasave gober-nado por el licenciado Armando Leyson Castro, «brotan de vez en cuando los munícipes con grado de excelencia» para bien de las ansias progresistas de los habitantes de esta tierra.

Falleció el 2 de agosto de 1995. Sus restos reposan en el cementerio de La Trinidad.

Don Andrés E. Meyer Bell, Presidente Municipal Interino en 1947: Refriega Política entre Jesús Garza y Alejo Blancarte

Don Andrés E. Meyer Bell fue comerciante de refacciones automotrices y par-celero del ejido Guasave. Asumió la presidencia municipal de forma interina

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en los primeros días de enero de 1947, dentro del primer trienio administrativo iniciado por don Fortunato Álvarez Gaxiola (1945-1947).

Era tanta la confianza prodigada por el entonces gobernador del estado, el general Pablo E. Macías Valenzuela, oriundo de El Fuerte, que bastó su reco-mendación para que Meyer Bell quedara al frente de la presidencia municipal a la salida de don Fortunato en 1947.

Al mismo tiempo que Meyer Bell heredó el mandato de la presidencia, la sede de los poderes se trasladó a un moderno edificio, el cual de 1947 a 1983 ocupó la presidencia municipal y algunas dependencias del Gobierno estatal. Después, en 1983, formaron parte de la Universidad de Occidente.

Andrés E. Meyer Bell, aunque registrado en Angostura, Sinaloa, como hijo genuino de esas tierras, nació en el estado norteamericano de Oregon, el 8 de marzo de 1913, en donde sus padres, don Andrés Meyer Guillén y doña Inés Bell de Meyer, se habían refugiado al huir de la Revolución mexicana.

Juan de Dios Meyer Félix, el único vástago del expresidente dedicado a la política, nos dice: «Mi abuela Inés iba embarazada de mi padre Andrés, cuando la familia salió huyendo de Angostura rumbo a Oregon». Más adelante señala: «mi abuelo Andrés se integró a la gestión de una parcela del ejido Gua-save; la tierra le tocó entre las comunidades El Ranchito y Chorogui, ahí donde nacimos y nos criamos los Meyer Félix».

Andrés E. Meyer se casó con una guasavense, Enriqueta Félix Ruiz, oriunda de La Trinidad, entonces Chuchumicari. Del matrimonio nacieron el ingeniero Andrés Enrique Meyer Félix, Inés de Hisser, Enriqueta de López Zepeda, Juan de Dios, Armando, Adriana de Orozco y Margarita de Cornejo.

Meyer Bell falleció el 2 de agosto de 1972 en esta ciudad, pero se le recuer-da por su mote popular: el Toro León Meyer Bell. Siendo presidente municipal a finales de 1947, se encaró con el conflicto político más enconado y social-mente peligroso, en el que grupos de campesinos liderados por Félix M. López intentaron hacer ganar la presidencia municipal de Guasave a un nativo de San Pedro Las Colonias, Coahuila: Jesús M. Garza; mientras el sector popular apoyaba para el mismo puesto a Alejo Blancarte González.

Esta reyerta política de Chuy Garza contra Alejo Blancarte es otra his-toria que contar: «Meyer Bell en actitud valiente y decidida, entregó el poder de la presidencia a Alejo Blancarte G., mientras que Jesús M. Garza también instaló su presidencia en el hotel Moctezuma de la céntrica calle Obregón». Por lo tanto, hasta que intervino el gobernador Macías Valenzuela se detuvo la ambición de poder político de Garza, y Alejo Blancarte cedió. Entonces desde México se envió a Guasave al teniente capitán Manuel Sarmiento y Sarmiento

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a presidir un consejo político municipal que instó, por todos los medios po-sibles, apaciguar el incendio político y hacer restañar los resentimientos. Así, Andrés E. Meyer Bell pudo terminar con su cometido administrativo hasta diciembre de 1947.

José de Jesús Sánchez Camacho

Un grano sano y fértil ha caído sobre el surco de un terreno de El Burrioncito. José de Jesús Sánchez Camacho fue un cultivador pertinaz, tesonero, persis-tente, efectivo y sólido. Su simiente se deslizó sobre el seno primordial de la creación en la más promisora y divina en la reproducción, creación y desarro-llo del hombre.

José de Jesús Sánchez Camacho, Pepe Chuy, maestro en el arte tecnológi-co y científico de extraer frutos de la capa vegetativa de la tierra... ¡ha muerto! ¡Ha muerto Pepe Chuy Sánchez, el agricultor y político!

Pero su recuerdo por los servicios otorgados a sus paisanos guasavenses y por su personalidad con dimensión estatal y nacional otorga confianza sólida a sus familiares y amigos: el Dios que concibió y amó su corazón dará al desta-cado hijo de El Burrioncito la oportunidad de seguir produciendo cosas útiles para la subsistencia de los demás en el plano divino de los cielos.

Sánchez Camacho, singularmente creativo, en casi sesenta y ocho años de fructífera vida, asumió su máxima actitud, excelsa para el hijo de don Pancho Sánchez y doña Carmelita Camacho Norzagaray, cuando unió sus destinos a una digna y afortunada hija de estas tierras: Crucita Bojórquez de Sánchez. De esa unión matrimonial nacieron sus hijos Fernando, Francisco, José de Jesús, Patricia, Cecilia, Lucía y Cruz del Carmen.

Pepe Chuy Sánchez Camacho, dueño de un espíritu decidido, de accio-nes veloces como el mejor caballo pura sangre que amó, nació el 15 de octubre de 1927 al lado de su hermana Carmen. Su simpatía y carisma le produjeron amigos por doquier; también contaba con una legión de familiares extraor-dinaria. En esos terrenos sociales nunca fue solitario. Falleció el 1 de junio de 1995.

Gran parte de su valiosa vida la dedicó al trabajo de la tierra. Agricultor nato que supo alternar su tiempo para servir a sus compañeros del agro. Fue presidente del Consejo de Administración de la Asociación de Agricultores del Río Sinaloa Poniente; presidió el consejo de la CAADES y fungió como presi-dente municipal de Guasave durante el trienio 1969-1971.

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Sus hijos ahora tienen la responsabilidad de seguir los valiosos pasos de la senda trazada por su padre; su digna esposa, Crucita de Sánchez, la de re-cordarlo en su calidad de amante leal y sincero. A los amigos de Pepe Chuy conviene recoger sus perfiles voluntariosos en el trabajo y el tesón que demos-tró en todas sus latitudes. Un cronista de nuestro pueblo en antaño lo llamó el Príncipe de El Burrioncito para hacerle justicia al cumplimiento eficaz de sus responsabilidades.

Pepe Chuy: ahora es tiempo del examen social para ti, porque ha llegado el momento preciso de levantar la cosecha de tu brillante ciclo de vida, 1927-1995. Y volver a preparar la tierra a las nuevas generaciones, porque de nuevo la semilla humana ha sido sepultada para seguir con la acción reproductora de la creación y desarrollo de la especie humana. Ha caído de nuevo al surco el grano de trigo histórico de la humanidad, reseñado el hecho histórico por los cronistas iluminados de la Biblia.

Pepe Chuy, amigo. No perderemos mucho tiempo ni desgaste de lágrimas inútiles para llorar tu ausencia porque tenemos que empezar cuanto antes a infundirnos de la energía positiva que ya empezó a generar tu grato recuerdo.

Descansa en paz. Tu corazón inquieto ya encontró la armonía a la medida de sus necesidades perfectas. En el cielo solidariza tu espíritu batallador a la legión de amigos que nos estarán esperando en esa otra dimensión; porque usted, respetable amigo Pepe Chuy, acá sobre la faz y el subsuelo agrícola de la tierra, ya le cumpliste fiel y productivamente a Guasave y a tus paisanos gua-savenses. Gracias.

Ignacio Acosta García: Fundador de la Federación Obrera (ctm)

Ignacio Acosta García destacó en la lucha obrerista de la región de Guasave y figura como el primer secretario general de la Federación de Trabajadores de los municipios de Guasave y Sinaloa en 1966. Antes, en 1950, ayudó a construir la Alianza de Camioneros del municipio de Guasave, con su primer dirigente, don Carlos C. Cortés.

Nacho Acosta desde temprana edad dio muestras de dedicación al tra-bajo: en su juventud fue bolero, además de planchador de trajes y pantalones en la sastrería del señor Rafael Espinoza, el Maistro, juntamente con el hijo del jefe de la banda de música de tambora de don Antonio Lozoya, Pablo Lozoya Bueno, de origen badiraguatense.

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Ignacio Acosta García y Pablo Lozoya Bueno fueron grandes amigos, am-bos tuvieron inquietudes artísticas, cantaban a dúo en plan de aficionados, pero Pablo Lozoya probó fortuna al lado de su paisano Pedro Infante Cruz, a quien conoció aquí en Guasave. En 1944 Pablo logró ingresar al Mariachi Vargas de Tecatitlán y aparecer en varias películas... «Y Nacho Acosta estuvo a punto de seguir a Pablo Lozoya hasta la ciudad de México en este dorado sueño de cantante».

Quizá la inquietud obrerista se le desató en 1936, cuando con escasos 14 años de edad se dirigía a la vieja calle Colón a observar las asambleas de los bolcheviques, dirigidas por Celso León Urías, el Chito, e Isabel el Chabelito Navarro, estudiante de Leyes en el viejo Colegio Civil Rosales de Culiacán.

La pretensión del Chito León y Chabelito fue la de constituir el primer sindicato de trabajadores de Guasave, denominado Cuauhtémoc e integrado por trabajadores del alijo, cargaduría en los almacenes de don Blas Valenzuela, Salvador Pinto, Genaro Soto y otros donde una máquina cribadora selecciona-ba la calidad del garbanzo que era exportado a Nueva York, Cuba, España y a otros lugares del mundo.

Entre los cargos desempeñados por Acosta García, además de regidor del Ayuntamiento, están el de tesorero municipal en el periodo de su amigo Pablo Rubio Espinoza (1966-1968); director de Seguridad Pública en tiempos de Héctor Othón Mena Camacho; y presidente municipal en el periodo 1978-1980.

En 1950 figura como fundador de la Alianza de Camioneros, al lado de su primer dirigente, Carlos C. Cortés, y de Ramón Rivera Ríos, Miguel Figueroa Díaz, Roberto Leyva Romo, Alfonso Valenzuela (el Alacrán), Emilio Beltrán Agramón, Felipe de Jesús García Zazueta (el Vito), Luis Alfonso Puente Rubio, Bladimiro Angulo, López Saracho, José Inzunza y otros.

Nacho Acosta García fue de los primeros dirigentes de la Alianza de Ca-mioneros, otorgándole a la organización, a base de cooperación social en la construcción de edificios escolares, caminos vecinales con el acarreo de grava y otros materiales, una imagen de alto relieve entre los organismos producto-res de Guasave.

En 1939 todavía proseguía Ignacio Acosta García trabajando como em-pleado de mostrador y otras cuestiones en la antigua tienda de Los Chinos, por la entonces calle Ángel Flores y Callejón 21 de Marzo, ya al servicio de uno de los descendientes de los emigrantes españoles que viajaron de España al puerto de Babaraza en Guasave, a bordo del barco El Bilbao, don Roque Menchaca Corbalá. Más tarde le renació la idea de irse a la región de Navolato, cerca de

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Culiacán, para trabajar en el campo de su tío paterno Alfonso Acosta Castro; este, yerno de don Eleno Ahumada, un conocido y estimado guasavense.

Ya en el Campo Acosta, Nacho se dedicó a ahorrar dinero para dos co-sas importantes: casarse con su novia, Evangelina Sánchez Félix, oriunda de Capomas, Angostura, con quien procreó su numerosa familia integrada por Carmen del Rosario, Evangelina, María de Jesús, Siria Elena, Carlos Ignacio y Martín Alonso; y comprar un camión de carga:

Fue marca Chevrolet, con él ingresé a la Alianza de Camioneros de Guasave, mi tierra, así conocí a un gran hombre, el empresario Canuto Ibarra Guerrero, acreditado concesionario en el comercio de vehículos de todo tipo. Una vez nos fio camiones a gran parte de los aliancistas; recuerdo que uno de los compañeros pintó una leyenda en la defensa de su vehículo que decía: «A Dios le debo la vida, el camión a Canuto».

Todo lo que se propuso hacer lo logró al lado de su tío Poncho Acosta en Navolato. Si bien en la vida obrerista y política Nacho Acosta hace figurar entre sus amigos del gremio al exgobernador de Sinaloa Alfonso G. Calderón (1975-1980), a su lado bien pudo haber alcanzado el liderazgo estatal de la CTM (la FTS); seguro también una diputación federal. Una crónica de esos tiempos señala:

[...] en 1974 tuvo divergencias de tipo político, Nacho con Poncho Calderón, mo-tivo por el que su primo Demetrio Acosta Ahumada, contador público, radicado en el puerto de Mazatlán, lo convenció de que se la jugara con Gilberto Ruiz Al-mada, el Caminante, en la disputa fuerte por la gubernatura sinaloense, al grado que Ruiz Almada perdió la careada, Calderón la ganó por intervención de su jefe cetemista Fidel Velázquez ante el presidente Echeverría; así Nacho se perdió de ocupar puestos públicos y legislativos más altos.

El guasavense en cuestión, Ignacio Acosta García, destacado en las lides laborales y políticas, nació el 18 de septiembre de 1922. Tuvo varios hermanos, entre ellos Julio, Escolástico (el Colaco), Rosalba y Delia. Sus padres fueron doña María del Rosario García Zavala y Felipe Acosta Castro, empresario de la época. Falleció siendo diputado local por el distrito de Guasave el 14 de febrero de 1985.

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Juan Burgos Pinto, Excepcional político guasavense

Nació el 1 de febrero de 1947 en esta ciudad. Cursó la carrera de licenciado en Economía en la Universidad Autónoma de Sinaloa de 1966 a 1971. Fue hijo del matrimonio formado por Rogelio Burgos López y Alicia Pinto Mora. Falleció el 5 de enero del año 2007 en la capital del estado. Fue uno de los políticos oriundos de Guasave más importantes. En 1968 fue responsable de Áreas de Estudios Económicos de la Secretaría de Desarrollo Agropecuario del Gobier-no estatal; en 1971, director de la Comisión Municipal de Desarrollo de Cen-tros Poblados de Culiacán, siendo alcalde el doctor Mariano Carlón López; en 1974 fungió como director de relaciones públicas en el mismo Ayuntamiento; fue subdirector de Gobernación en el estado y en 1975 fue director del Instituto de Readaptación Social de Sinaloa.

Al año siguiente fue nombrado jefe de la oficina federal de Hacienda en Culiacán; en 1977, en la capital del país, al lado del recordado político sina-loense Eleazar Cota Izaguirre (en ese entonces, oficial mayor de la Secretaría de Programación y Presupuesto), Burgos Pinto fue director de prestaciones sociales; en 1978 fue gerente de proyectos de Siderúrgica nacional, S. A.

En 1980 volvió a Sinaloa como delegado estatal de CONAFE; al año si-guiente, siendo gobernador del estado Antonio Toledo Corro, el guasavense es nombrado director general de Cobaes; en 1987 se convirtió en presidente municipal de Guasave y en el mes de agosto del mismo año dejó el cargo para asumir la presidencia del PRI estatal.

En 1988 el gobernador Francisco Labastida Ochoa lo nombró secretario general de Gobierno. De regreso a México, en la Secretaría de Gobernación ocupó la Dirección de Gobierno al lado del entonces secretario, Emilio Chua-yffet Chemor.

Fue el tercero de la familia formada por don Rogelio y doña Alicia; sus hermanos, Silveria, Carmen, Teresa, Jesús y Rosario Burgos Pinto. Se casó con la arquitecta nativa de Culiacán Ofelia Franco, con quien procreó dos hijos: Juan Salvador y Alín Burgos Franco.

«En la vida de Juan Burgos Pinto la fe resplandeció a través de su caminar y se manifestó de muchas maneras, en un sinnúmero de servicios a la comuni-dad y en patentes actitudes de entrega y generosidad, siempre estuvo dispuesto a poner al servicio de los demás los grandes talentos que poseía», pronunció el obispo Benjamín Jiménez Hernández en misa de cuerpo presente en Culiacán.

Francisco Antonio Hernández Reyes

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JOSÉ ANTONIO RUBIO GARCÍA: Sus deudos perdieron a un ser querido; Guasave, llorando, vio partir a uno de sus mejores hijos

Con 57 años de edad cronometrados, José Antonio Rubio García ganó con dedicación y estudios, un título profesional de licenciado en Derecho; con su comportamiento social obtuvo, en categoría excelsa, el grado popular de ser uno de los mejores hijos de Guasave.

Nacido en la vieja hacienda de don Baltazar Menchaca, La Bebelama, convertida en ejido a partir de 1937, el licenciado José Antonio Rubio García vino al mundo el 21 de diciembre de 1942. Sus padres fueron el comerciante José Rubio Menchaca y doña María del Rosario García Zazueta de Rubio.

El 21 de diciembre de 1968 casó con una virtuosa guasavense, Martha del Socorro Cervantes Castro, con quien procreó a sus hijos Teresita, José Anto-nio, Leticia y Martha. La familia Rubio Cervantes estableció residencia en esta ciudad, esquina de la avenida Madero y Colón, la zona del Guasave Viejo, fren-te al templo de Nuestra Señora María del Rosario, domicilio donde hasta su fallecimiento atendió su bufete como notario público número 123, título otor-gado en 1984 por el gobernador del estado Antonio Toledo Corro, en tiempos del licenciado José Luis Leyson Castro en la presidencia municipal.

Realizados sus estudios de primaria en su natal Guasave, Rubio García, manifestando derroche de talento e inteligencia, se fue a estudiar a la Univer-sidad Autónoma de Guadalajara, integrado a la generación 1961-1966, se tituló de profesional del derecho el 24 de julio de 1970 en la ciudad de México y, tam-bién en el Distrito Federal, obtuvo su cédula profesional el 23 de agosto de 1971.

A temprana edad su vivencia entre los guasavenses le dio notoria pre-sencia, en sus tiempos juveniles de estudiante ganó un concurso de oratoria convocado por el Consejo Directivo de la Cámara Nacional de Comercio, bajo firma de su presidente Lope Castro Inzunza: «José Antonio clasificó la final juntamente con otro estudiante de leyes, Marco Antonio Sánchez Moraila, quien fue hijo adoptivo de esta tierra por algún tiempo, y ganó la final», dice una crónica periodística de aquellos tiempos.

El joven José Antonio Rubio García, de promisora arenga, al igual que el otro finalista, Sánchez Moraila, convenció a los jueces y al numeroso público en la gigantesca explanada —donde en 1965 empezó a construirse el edificio de la clínica del IMSS, allá por bulevar 16 de Septiembre y Miguel C. Castro— de que había sido el ganador del concurso de oratoria; su tema, «Los mercaderes del pasado transportaron el progreso ahora».

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Figuró como secretario del Ayuntamiento en el trienio 1981-1983, presi-dido por el magnate de la radio Roque Chávez Castro; antes Rubio García se había desempeñado bien como presidente del Consejo Administrativo de los agricultores de la AARSP (Asociación de Agricultores del Río Sinaloa Ponien-te); también fue su consejero ante la CAADES.

Amigo y fomentador de la educación, principalmente de los jóvenes de clase media y con mayor razón de los hijos de campesinos que habían nacido en el campo como él, el licenciado José Antonio Rubio García impartió por mucho tiempo la materia de Contratos en la Escuela de Derecho y Adminis-tración de la Universidad de Occidente.

Muy joven aún, el hombre, José Antonio, alto de estatura, fuerte como un roble, producto de su cercano mestizaje nativo y español, murió lamenta-blemente el 15 de febrero del año 2000: «A medida que corría la triste noticia, más lágrimas se desprendían del corazón de sus paisanos guasavenses, que lo estimaron justa y sobremanera, porque él también, el licenciado Rubio, supo ejercitar su cariño hacia nosotros, sus gentes de Guasave», expresó una dama del pueblo, mientras emitió una oración al cielo, dentro de un ruego ya gene-ralizado, implorando al Creador por el alma de un paisano que social y espiri-tualmente supo comportarse con sus familiares y semejantes.

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Don Onofre Camacho, rico ganadero de Salsipuedes

Don Onofre Camacho fue un rico ganadero del rancho Salsipuedes, ubicado en el predio del mismo nombre en el norte de Guasave. Fue considerado uno de los hombres más valientes y temerarios entre la gente bravía que habitaba en la sierra y las costas del norte de Sinaloa, durante el periodo de 1842 a 1924. Sin embargo, fue amigo de los gringos de la United Sugar Company de Los Mochis.

Don Onofre Camacho inició su carrera acreditada de alto valor, «de hombre bien nacido», cuando cumplía 14 años de edad: salió de su tierra natal, Salsipuedes, acompañando a su señora madre, se dirigían a otro rancho ubi-cado al pie de la sierra, por el rumbo de Santiago de Ocoroni. Una crónica del pasado dice:

En el camino madre e hijo fueron asaltados por cuatro facinerosos, en despo-blado, armados de rifles y cuchillos, despojaron a sus víctimas de todo cuanto llevaban de valor; luego a Onofre y a su progenitora, los regresaron descalzos a Salsipuedes.

Pero el chamaco Onofre, no duró muchas horas en su casa, se consiguió un rifle y fajó sobre los gavilleros, sabía seguir huellas y fue matando uno por uno a los asaltantes, al último lo exterminó en un pueblo de la sierra; aunque recobró parte del botín, no regresó Onofre al lado de su progenitora.

Se encumbró más hacia la Sierra Madre Occidental y por algún tiempo formó parte de una banda de facinerosos dedicada a asaltar recuas de burros y mulas que salían cargadas de oro y plata de los minerales de San José de Gracia y Ca-labacillas, este último lugar, ya dentro de la geografía del estado de Chihuahua; hasta que llegó a ser el jefe de los asaltantes.

AGRICULTURA Y GANADERÍA

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Los biógrafos Thomas A. Robertson, en su libro Utopía del sudoeste, y el doctor Raúl Cervantes Ahumada, en su obra Relatos sinaloenses, coincidieron en que Onofre Camacho «no tenía vocación de bandido, simplemente las cir-cunstancias lo llevaron, primero a matar a los cuatro asaltantes de su señora madre; luego a enrolarse con los que robaron animales cargados de oro y plata».

Ya reintegrado al quehacer normal de su rancho Salsipuedes, dedicó más tiempo a reproducir los hatos de ganado vacuno de su familia. Se casó con una mujer bella, venida de un rancho cercano a San José de Gracia y Bacubirito; la pareja procreó un hijo, Esteban, y tres hijas: Carmen, María de los Ángeles y Lolita.

Esteban Camacho fue el padre de María de los Ángeles Camacho, quien se casó en 1928 con el peluquero y comerciante Andrés Arturo Mena López, oriundo de Escuinapa, Sinaloa. Uno de sus hijos, Héctor Othón Mena Cama-cho, fue presidente municipal de Guasave en el trienio 1978-1980.

Otra hija, Carmen Camacho, se casó con el francés don Pedro Benard; a la sazón, una de sus hermanas venidas de San José de Gracia se casó con el rico hacendado y político Roque Menchaca Rochín, uno de los hijos del emigrante español fundador de la hacienda La Bebelama, don Baltazar Menchaca.

Don Pedro Benard, el francés, construyó la casa que sirve ahora al sana-torio Dr. Antonio Díaz de León, por la entonces céntrica calle Ángel Flores en la ciudad de Guasave. Con su pareja, doña Carmen Camacho, procreó tres hijos: Pedro Jr., Onofre y Manuel, quien murió trágicamente asesinado por un vaquero celoso.

Pero volvamos a la vida de don Onofre Camacho, desarrollada desde los tiempos aciagos del siglo Xx. Abandonó su vida de bandolero para dedicarse por un tiempo a atender el negocio de ganadería de su rancho Salsipuedes; lue-go se enlistó como jefe de la Acordada, un tipo de policía que abarcaba muchas jurisdicciones buscando abigeos para colgarlos. Aunque las crónicas sobre el singular personaje afirman que «tampoco esa era su vocación de hombre, por eso retornó al hogar de Salsipuedes».

Ya para entonces, el rancho Salsipuedes era uno de los más grandes y famosos del norte de Sinaloa. Millares de cabezas de ganado vacuno se re-producían en sus montes de agostadero: «los vaqueros de don Onofre tenían consigna de su patrón, que [a] todo aquel animal encontrado en el monte, sin señales —o mostrencos—, le pusieran el fierro de Onofre Camacho, pasando de inmediato a ser de su propiedad».

Entre esos vaqueros tenía a uno, de apellido Sandoval, que llegó a Salsi-puedes procedente de la sierra de Sinaloa: «don Onofre Camacho lo enseñó a

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domar caballos, que el jinete se impusiera y el corcel obedeciera a su demanda; aprendió Sandoval a hacer saltar al animal, por encima de mogotes, cercos de palo parado y vara prieta». Sin embargo, un día don Onofre descubrió a San-doval robando ganado pero para él mismo. Aunque este lo entregó a la Acor-dada, no tardaron en fusilarlo, a pesar de que su mujer no se separaba de él.

Propuso a la Acordada y a don Onofre que mandaría de regreso a su mu-jer hasta su tierra, con la seguridad de que ya no habría problema. A Sandoval lo iban a indultar, para dar paso a ser fusilado enseguida: «Nomás les pido un último deseo, que me dejen montar mi caballo tordillo para hacerlo bailar y correr a mi gusto aquí dentro del corral de palo parado». Y se le cumplió el deseo a Sandoval.

Mientras las fuerzas armadas de la Acordada tenían rifle cortado para cumplir con la orden de ejecución, Sandoval trepó su caballo tordío y empezó a bailarlo. Manejando las riendas con la dentadura, hundía la espuela en la ingle del obediente animal y corría, luego lo frenaba al llegar al límite de la cerca: «Mi capitán, esta será la última raya; pero desde aquí quiero decir a don Onofre Camacho que cuando quité ganado para él no fue pecado; cuando robé ganado para mí sí fue delito. Por eso la Acordada me va a quitar la vida por orden suya, don Onofre».

Concedido el último deseo a Sandoval, el vaquero «autorizado para robar para don Onofre, pero no para él», tomó las riendas bien fuerte con la denta-dura, clavó espuelas en la ingle del animal y salió «a la estampida», casi llegan-do al cerco de palo parado, emitió un grito poderoso de mando y el caballo saltó. Luego con el jinete se perdió en los montes cercanos. Repuestos de la sorpresa, los guardias de la Acordada y su jefe montaron sus caballos y fajaron tras el vaquero fugitivo, mientras don Onofre Camacho musitaba, en diálogo consigo mismo: «Este cabrón de Sandoval salió más gallo que yo».

No se supo más de Sandoval, ni de su caballo tordillo. Corrieron luego las versiones sobre los moradores de Salsipuedes y rancherías aledañas: «Di-cen que Sandoval está viviendo feliz en un pueblo de la sierra, entre Sinaloa y Chihuahua; su mujer hace buen rato desapareció de Salsipuedes, se acostó y no amaneció, él pudo haberla estado esperando cerca de aquí».

Don Onofre Camacho era blanco, españolado, su único ojo, el derecho, era de color café; el otro lo perdió vaquereando cuando lo tumbó el caballo en un choyal. Era chapo, fuerte físicamente y de carácter, pero cuando hacía negocios era amable.

Era experto en la cacería de jabalíes y venados. A los primeros los corre-teaba con un machete hasta obligarlos a meterse a una cueva, les hacía una

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fogata de pitahaya seca y otras maderas para que el humo obligara a los bravos animales a salir, luego los iba macheteando en el turno de salida.

El rancho Salsipuedes, famoso en sus tiempos, poseía miles de cabezas de res. Don Onofre tuvo amistad estrecha con los gringos allegados al empresario azucarero Benjamín Johnston, quienes se intercambiaban visitas de Los Mo-chis a Salsipuedes.

El historiador Thomas A. Robertson, sobrino de Bill Robertson (este, amigo íntimo de don Onofre), señala lo siguiente:

[...] viajábamos a Salsipuedes a bordo de un automóvil Ford modelo T, don Ono-fre Méndez nos enseñó su potencial metálico, bolsas repletas de monedas de oro y plata.

Mi tío Bill le tenía depositado en un banco de Nogales, Arizona, a don Onofre Camacho, sumas en dólares siempre oscilando entre 30 000 y 40 000; una vez fue invitado de mi tío a nuestro pueblo natal en el estado de California, al pasar por Los Ángeles, don Onofre exclamó: aquí hay más carros que cabezas de ganado tengo en mi rancho Salsipuedes.

Entre otras aficiones, don Onofre gustaba de apostar fuertes sumas de dinero en las carreras de caballos. En 1916, recién llegado don Blas Valenzuela Ibarra al viejo pueblo de Chuchumicari —hace rato La Trinidad— para tra-bajar de mediero con el hacendado don Francisco Echavarría Aguirre, surgió entonces una anécdota, narrada por don Emeterio Carlón Luque en el tiempo que duró viviendo como hijo adoptivo de Guasave:

Don Blas Valenzuela me llegó retando a apostar una suma fuerte de dinero a un caballo de su predilección, que según él, era más ligero que el mío; no tenía tanto dinero a la mano, entonces un testigo del hecho, don Onofre Camacho, rico ga-nadero del rancho Salsipuedes, fue quien me ofreció todo el dinero que quisiera para apostarle a don Blas.

Mi partido ganó la apuesta, acudí a regresarle su dinero a don Onofre, tam-bién parte de lo que yo había ganado a don Blas, pero él me dijo: nomás los miles de pesos que te presté, lo demás es tuyo, fue tu suerte, yo nomás quise ayudarte a lograrla.

Esta es la historia de don Onofre Camacho, ganadero de Salsipuedes y dueño del famoso rancho El Tigre, que fue heredado a su hijo, el francés Pedro

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Benard, a su yerno y a su hija Carmen Camacho de Benard; luego, a algún descendiente de Pedro Benard Camacho.

en 1887 construyó el primer sistema de riego, Demetrio Acosta Camacho

En 1887, don Demetrio Acosta Camacho construyó un sistema de riego que utilizaba leña como combustible en la región de Guasave, desde entonces pro-misora en el negocio agrícola y ganadero, aprovechando las aguas del arroyo Ocoroni en un punto cercano a su desembocadura en el río Sinaloa.

La obra de don Demetrio Acosta podría haber sido la primera en crearse dentro de la historia del agro guasavense, de no haber sido por la instalación de un gigantesco sistema de bombeo sobre el río Sinaloa, frente al rancho La Guamuchilera —del ahora ejido El Dorado— que don Baltazar Menchaca (emigrante español hacendado de Rosales, La Bebelama, Buenrretiro, El Dora-do) junto con sus primos Pedro Ostolaza y sus hermanas del rancho El Chino construyeron. Pero hay datos históricos que afirman que don Demetrio Acosta fue el primero en la creación de este tipo de sistemas captadores de agua, en los cuales su canalización alcanzó a irrigar terrenos dentro de zonas céntricas de la ciudad, ya invadidas por su incontenible avance urbanístico.

Ante esto, Mercedes Aboyte Chávez señaló:

Los canales del sistema de mi patrón Demetrio Acosta alcanzaron a regar las tie-rras de siembra de Guasave, que llegaban ahí hasta lo que es hoy la calle Emiliano Zapata, más atrás la Gabriel Leyva, Villafañe, Blas Valenzuela y otras, a partir de lo que llamamos ahora avenida Madero; era todo aquello terreno de siembra, hasta donde estaba un panteón, ahí en una zona grande por la calle Cuauhtémoc.

En la revista Presagio de José María Figueroa Díaz y el nayarita Enrique Ruiz Alva, Aboyte Chávez declaró: «me dicen que nací en 1850, muy chico me vine para Guasave de mi tierra La Cebolla, allá por rumbos de Ocoroni, Sina-loa; cuando llegué aquí, jovencito, mi primer trabajo fue con el patrón Deme-trio Acosta, fui el bombero y canalero en su sistema de riego».

Y las afirmaciones orales de nuestros antepasados, incluyendo a don Te-lésforo Castro, don Lepo, padre de don Jesús Castro García, recalcan que don Demetrio Acosta Camacho, padre de Felipe y Alfonso Acosta, construyó a

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partir de las corrientes del arroyo Ocoroni el primer sistema hidráulico de la región para regar tierras agrícolas y ganaderas hacia ambas márgenes del paso, ahora por la ciudad, de la carretera internacional.

Don Demetrio Acosta Camacho nació en el rancho Boca de Arroyo, ac-tual municipio de Mocorito, una «cebollera» región. Se casó con doña Cleofas Castro, nativa del rancho Alhuey, Angostura.

En torno a este personaje, abuelo paterno del líder agrario Ignacio Acosta García, se dice:

Hombre maduro, trabajador, bien pudo haber nacido a mediados del siglo pasa-do; llegó a Guasave con el oficio de matancero: mataba cochis; después fue abas-tero, tuvo puesto bajo el macapule de la calle Obregón, que por casi cuatro siglos fue mercado; se dedicó al comercio, con dinero propio, más apoyos económicos de sus amigos, don Demetrio se salió con la suya, construir un sistema de riego a partir del arroyo Ocoroni, las aguas captadas corrían por una red de canales, para regar unas cinco mil hectáreas.

Con solamente dos hijos en su matrimonio, a don Demetrio y doña Cleofas Castro de Acosta les superviven en Guasave y otros rumbos del estado y el país varias decenas de descendientes.

Aquellos herreros de antaño: Don Ignacio Álvarez Romo

Herrero, agricultor y ganadero. Don Ignacio Álvarez nació el 1 de febrero de 1873 en La Brecha, actual sindicatura del municipio de Guasave. Llegó a la ciu-da de Guasave a los 14 años, a la casa de su primo hermano don Leonardo Es-pinoza Romo. Se convirtió en herrero al lado del excelso hombre de esa tecno-logía, don Irineo Espinoza Romo. A los 23 años, Nacho Álvarez Romo se fue a Santa Rosalía, Baja California Sur, para emplear su técnica con los empresarios franceses del mineral El Boleo; pero se regresó para casarse con doña Petrita. Dejando a Guasave su largo y excelente servicio tecnológico como herrero, calzador de puntas de arado, constructor de rejas de fierro, espuelas, fabricante de rodadas de carros de mulas y de otra tracción animal.

El 31 de enero de 1898 contrajo nupcias en Guasave con una muchacha nativa, Petra García Ramírez, nacida el 29 de enero de 1878. La pareja procreó numerosa familia: Cleotilde, Eustolia, Petra, Ignacio, María, Andrea, Esteban, José, Eligio y María Francisca.

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La historia dice que los Espinoza Romo, Álvarez Romo y otros, mejora-ron las técnicas y el arte de su herrería en los talleres de la empresa minera El Boleo de Santa Rosalía, a donde se fueron desde fines del siglo pasado, junto con maestros albañiles como don Abundio Sánchez, quien construyó la iglesia católica del puerto bajacaliforniano diseñada por el arquitecto francés Gustavo Eiffel, el mismo que diseñó la torre parisina.

Falleció el 14 de noviembre de 1961. Sus restos reposan en el panteón mu-nicipal de la antigua colonia Eureka de esta ciudad.

LA JAUJA DEL TOMATE ACABÓ CON LA FÁBRICADE PANOCHA en EL BURRIÓN

Guasave todavía figuraba en la kilométrica geografía del municipio de Sinaloa como simple ranchería cuando en 1902 el gobernador Francisco Cañedo, en plena jauja política de Porfirio Díaz, dispuso que fuera declarado directoría política, con su primer jefe político al mando: don Emilio Menchaca Rochín.

Muchos años antes, los hombres de empresa de la región habían realizado los primeros intentos por controlar en redes de canales, con zonas de riego, aprovechando los altos gastos de arrastre del río Sinaloa, así como el caudaloso arroyo Ocoroni.

Entre la alta relación de hombres empresarios del campo, la historia de Guasave acoge en su sagrado seno a don Felipe Acosta, constructor de un fruc-tífero baraje sobre el arroyo Ocoroni, cerca del antiguo paseo La Florida, en las postrimerías del siglo pasado.

A iniciativa e impulso del hijo de El Burrioncito, y en sociedad con otros connotados hombres de empresa de la región, don Regino Sánchez Castro hizo posible que en 1901 se iniciaran las operaciones hidráulicas del histórico canal El Burrioncito. Un baraje construido de madera de los montes cerca-nos desvió altos volúmenes de agua del río Sinaloa, cerca de Orba, Estación Bamoa, para irrigar las primeras 15 000 ha de tierras de potentados y de due-ños de pequeños cercos, hasta entonces machorra de las comunidades de El Burrión, La Esmeralda, Cofradía de Tamazula y otras dentro del predio El Chino.

Don Regino Sánchez Castro, hermano de don Francisco Sánchez Cas-tro, (este, padre del expresidente municipal de Guasave, José de Jesús Sánchez Camacho, Pepe Chuy), buscó por todos los medios el dinero suficiente para realizar su sueño dorado: construir el sistema de riego del canal El Burrioncito.

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Entonces, don José María Angulo López, hijo del acaudalado Manuel Angulo, puso en manos de don Regino Sánchez el dinero dentro de grandes talegas de manta: «¡Aquí está este dinero, 5000 de aquellas monedas de oro y plata, para que empieces a construir ese canal, mientras te llega el dinero del préstamo que te ofrecieron don Francisco Mussot [abuelo del Tío Mussot] y don Jesús Monge». «Con ese importante avío económico se inició la construc-ción del canal El Burrioncito»; por centenares, los peones excavaron con palas, escrepas jaladas por yuntas de bueyes y tiros de mulas.

Y se tornó realidad el sueño del emprendedor de El Burrioncito el glorio-so 6 de enero de 1901. Proveniente de todas las partes del norte de Sinaloa se concentró gente importante en El Burrioncito para festejar el acontecimiento. El conjunto de cuerdas dirigido por el maestro don Miguel C. Castro, autor de «¿Por qué lloras?», tocó alternando con la orquesta de jazz Los Cachoanas del maestro Patricio Robles e hijos: lo máximo de la época.

Era la justificada alegría de don Regino Sánchez y su obra magna a su paso por esta vida. Su canal Bamoa-Burrión, proyectado en su trayecto de 20 km desde el baraje de Cruz Blanca hasta El Burrión, La Esmeralda y gran parte de las tierras del predio El Chino, fue otra muestra de lucha del hombre contra lo imposible: hacer de la nada una verdadera obra creativa.

Y surgió como plan inicial, acuerdo unánime de muchos empresarios de la región que a principios del siglo eran ganaderos de alto y mediano poderío, agricultores de garbanzo, maíz y frijol con aguas caídas del cielo: «riegos por goteo de San Pedro», solían decir los rancheros.

Esos hombre-empresa del campo, acompañantes fieles del sueño-realidad de don Regino Sánchez, fueron don Manuel Pérez Sánchez, Camilo y Rosalio Brambila, Roque Pérez Sánchez, doña María Guadalupe Pérez, don Esteban López Angulo, doña María Angulo de Bojórquez y otros.

Apenas entró el siglo XIX corriendo a raudales, fluyendo al ritmo caden-cioso y progresista del canal El Burrioncito, surgió en la mente creativa de esos hombres y mujeres de empresa la fábrica de panocha o piloncillo de El Bu-rrión, desde su legendario barrio La Máquina, donde fue instalado el equipo que la empresa de Los Mochis, de los norteamericanos Owen y Johnston, había destinado a Charay.

Pero cambiaron los planes y vendieron el equipo a la sociedad de Regi-no Sánchez y compañía. Su primer gerente administrativo fue don Francisco P. Ruiz, tenedor de libros, oriundo de Batopilas, Chihuahua, avecinado en El Fuerte de Montesclaros, quien durante el bienio 1917-1918 fue el primer pre-sidente municipal que tuvo Guasave, con base político-jurídica en el decreto

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aprobado por el Congreso del Estado a iniciativa del gobernador de entonces, el general Ángel Flores, con fecha del 30 de noviembre de 1916.

Y por mucho tiempo, desde principios de siglo, la empresa panochera de El Burrioncito fabricó productos: piezas sabrosas de caña dulce que enviaba a bordo de carretas de bueyes, luego a bordo de barcos atracados en Playa Colo-rada, Angostura (que también a partir de 1917 sería municipio libre y sobera-no), rumbo a la empresa francesa Compagnie du Boleo, la minera Compañía El Boleo, explotadora de los minerales de cobre de Santa Rosalía, BCS.

La panocha producida en El Burrioncito abasteció de ese rico endulzante a muchos países del mundo, como España, Francia, etcétera. Sin embargo, un norteamericano recordado por la historia como el Gringo Hudvillon había he-cho fructificar la semilla en los primeros almácigos de tomate en las cercanías del rancho La Uva, cerca de Cofradía de Tamazula, dentro del predio agrícola El Chino. Una crónica de ese tiempo menciona: «Impulsado por la primera obra de irrigación a la baja ribera del río Sinaloa, Hudvillon extrajo fuertes volúmenes de agua de corriente y los hectareajes primeros de El Chino, se convirtieron en vergeles tomateros, gran negocio de exportación al vecino país de Norteamérica».

Y en la banda izquierda del río Sinaloa, en los predios San Pablo y otros cercanos al paso de la vía del ferrocarril (Punta de Fierro), en Verdura, Esta-ción Bamoa, luego en El Burrioncito, surgieron los hombres de la empresa tomatera: León Fonseca, Francisco y Tomás Sánchez, Francisco Chicón Valen-zuela, Alejandro D. López, Sebastián Arana, Manuel y Roque Pérez, los griegos Corasides, Dimópulos, Jorge Frikas, el guasavense don Esteban López Angulo, don Jesús Retamoza (el Capi), además de Santiago Wilson, su yerno Benjamín Bon Bustamante y su suegra doña Esther Alcalde de Wilson, por citar algunos.

La fiebre del tomate de exportación, contagio que trajo a la región el Gringo Hudvillon, acabó con el cultivo de la caña panochera de El Burrioncito. Ahora una de las once prósperas sindicaturas del municipio de Guasave solo tiene como recuerdo el antiguo barrio La Máquina, donde operó esa fábrica y en donde todavía se deleita con dulzura y sabor su pasado.

Don Regino Sánchez Castro murió el 24 de noviembre de 1915, víctima de una agresión. Lo llevaron a curar ante prominentes médicos franceses hasta el puerto de Santa Rosalía, BCS. Tras su fallecimiento se olvidó el ambicioso proyecto de convertir la fábrica de panocha en productora de azúcar cúbica.

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El más hábil vaquero de antaño: EL CAMAJIAGUA VALENZUELA ESCAPÓ DE MORIR AHORCADO

Un verano lluvioso el famoso vaquero Pedro Valenzuela, Camajiagua, escapó de morir ahorcado por el jefe de la Acordada, Victoriano Castro; corría el año de 1921, el encuentro ocurrió en los montes del predio Bacahuira frente al hoy poblado ejidal Las Parritas, entonces ese lugar se llamaba Rancherías y era propiedad de don Antonio Douriet Castro, Cachamapa.

El Camajiagua Valenzuela llegó a la región de Guasave procedente de un rancho de El Fuerte, conocido por su apodo en todos los montes ganaderos del norte de Sinaloa.

Camajiagua dice en uno de los dialectos cahítas: cama, «caimán»; jiagua, «guirote de calabaza». Con todos los derechos del traductor, dice: «reata de piel de caimán». Los nativos querían identificar así a Pedro Valenzuela como el va-quero de reata habilidosa para lazar ganado bronco, era un verdadero maestro espoleando su caballo a toda carrera entre la espesura del monte.

El colgador de hombres Victoriano Castro, jefe de la Acordada, equiva-lente a la hoy Policía Judicial del Estado, tipo labioso pero sanguinario, andaba tras la cervical del Camajiagua Valenzuela, estaba acusado de abigeato ante las autoridades judiciales de Guasave.

Pero Tomás Rivera, Antonio Douriet Pino Figueroa y otros rancheros de la época lo protegían, a Valenzuela, porque como vaquero lazador de ganado bronco no había otro por estos rumbos.

Se dice que, don Salomé Apodaca, a la sazón presidente municipal, había recomendado al jefe de la Acordada, don Victoriano: «Donde veas al Camajia-gua, lo cuelgas, ponle la reata al cuello y lo jalas del mezquite más alto que en-cuentres. Anda jefaturando una banda de ladrones de ganado». Con esa orden en poder de don Victoriano, para cualquier otro hombre menos corrioso, sus horas estaban contadas; pero no era el caso del vaquero Valenzuela.

En pleno Bacahuira Valenzuela fue rodeado por los rifleros de don Vic-toriano: «Entrégate Camajiagua, somos la Acordada, hace tiempo andamos detrás de ti», le gritó el jefe del grupo, añadiéndole que estaba acusado de robar ganado en los criaderos de la región. «Eso equivale a morir en la horca, prepá-rate»: el propio don Victoriano, el verdugo más labioso que conoce la historia de Guasave, colocó la reata al cuello de Pedro Valenzuela, la rápida ejecución era bajo un mezquitón en bacahuira.

Actuaba rápido la Acordada, porque sabía el tipo que tenía en su poder: astuto, rápido como un rayo, máxime que el vaquero Valenzuela había pedido

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como última voluntad no lo bajaran de su caballo. En cuanto Valenzuela sintió el rozar de la reata en su cuello, rápido cabeceo esquivado, pegó un grito a su corcel a tiempo que espoleaba y soltaba la rienda, todo con ambas manos ata-das hacia atrás.

Cuando don Victoriano y los rifleros quisieron accionar, ya el Camajiagua Valenzuela se había perdido entre el monte. La Acordada solo escuchó el crujir de las ramas de guinolo, aguabola y una que otra pitahaya que habría pasado el veloz fugitivo. Años después, Pedro Valenzuela, Camajiagua, murió en una celda de la cárcel de El Fuerte, mientras purgaba una condena por abigeato.

Quien a hierro mata a hierro muere: don Victoriano Castro, el asesino de la reata, fue encontrado muerto en las proximidades del rancho San Juan, su cuerpo estaba perforado a balazos. Eso ocurrió a fines del año 1929 y achaca-ron el exterminio del famoso acordada a un grupo de rifleros comandado por don Pedro Obeso, el mismo que siendo presidente municipal había encarcela-do al hacendado don Blas Valenzuela.

PACTOS DE BLAS VALENZUELA Y EL GENERAL OBREGÓNEN LAS HACIENDAS EL CUBILETE Y CAMPO MAYO

Si no hubiera ocurrido el crimen del Parque de la Bombilla, allá en la ciudad de México, en el año de 1928, al poco tiempo que Álvaro Obregón fue reelegido para la presidencia de la República, otro hubiera sido el rumbo progresista del municipio de Guasave y de todo el estado de Sinaloa.

El Manco de Celaya además de ser compadre de don Blas Valenzuela fue su amigo íntimo. De 1923 a 1928 ambos realizaron convenios importantes que interesaron a esta región. El promisor e histórico proyecto Don Blas-Obregón incluyó la construcción del ferrocarril Kansas City-México y Oriente, con la estación de trenes en El Cubilete.

Desde que Obregón recibió la primera magistratura de la nación de manos del general Venustiano Carranza, don Blas se vio favorecido por una influencia política extraordinaria, no solamente en la región de Guasave y el resto del norte de Sinaloa, sino en todo el país. En 1923 don Blas y su gente, entre ellos su jefe de ayudantes, Ismael Ruiz (el cuarto presidente municipal de Guasave), también su director administrativo y contador, don Francisco Escobar, se vinieron de su tierra natal, San Miguel Zapotitlán, en el municipio de Ahome, alrededor de 1916 para instalarse en el rancho La Trinidad, en la jurisdicción de Guasave.

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Don Blas compró una porción de terreno a la familia que representaba don Francisco Echavarría Aguirre en La Trinidad. El lugar entonces se llamaba Chuchumicari, o sea, casa de perros, en la lengua nativa. Pero luego habló con su compadre y amigo Álvaro Obregón sobre otros planes: adquirir dos ranchos en el predio de Saratajoa, propiedad de los Menchaca, en lo que luego fue El Cubilete y Campo Mayo, actualmente Buenavista.

Otro proyecto de los dos amigos era construir el canal Bonanza del Cubi-lete, partiendo desde la bocatoma del arroyo Ocoro y atravesando el extremo norte de Guasave: esta obra sí la lograron. Hicieron llegar las aguas de riego a amplias superficies de la zona de Saratajoa, brilló entonces el cultivo del gar-banzo, tomate, frijol, maíz, etcétera. Menchaca y Ostoloza, emigrantes españo-les, habían sido los primeros productores de garbanzo en el siglo pasado.

En Buenavista, antes de que el general Obregón vendiera su rancho a al-guien del Campo Mayo, aparece el español don Pedro Alvín como uno de los nuevos propietarios, quien instaló una planta despepitadora de algodón. Des-de entonces se produjo fibra blanca y se semindustrializó.

Siendo presidente de México el general Obregón y su socio don Blas, se pusieron a construir la vía del ferrocarril Kansas City-México y Oriente. La brecha se abrió de El Cubilete hacia el norte, había planes de entroncar los rie-les a Los Mochis, pero todo quedó inconcluso por el asesinato del mandatario reelecto. Podríamos imaginar ahora qué hubiera pasado con el municipio de Guasave en el próximo periodo presidencial del general Obregón, el que no se realizó por el magnicidio ocurrido en La Bombilla.

Más allá de la muerte del general Obregón, don Blas Valenzuela prosiguió influyendo en la política, a pesar de que sus enemigos emboscados saltaron a la superficie, como don Pedro Obeso, que cubrió un interinato en la presidencia municipal a raíz de que Emilio Menchaca Benard renunció para enlistarse en el ejército de los conservadores.

En efecto, Pedro Obeso, integrado a un grupo de agricultores, dividió una superficie de tierra de don Blas, rumbo a Utatave, Porte Gil y Agua Blanca, lla-mada Colonia Agrícola México. Entonces, don Blas se rebeló al grado que don Pedro lo metió a la cárcel. Eso ha sido plenamente confirmado por la historia y calificado como un sacrilegio político.

Aunque don Blas era lo máximo en su época, la estrella política del hom-bre de San Miguel Zapotitlán estaba apagándose hacía años; la brújula del des-tino había marcado hacia otros rumbos desde 1928, a partir de que sonó el disparo criminal contra Obregón allá en la metrópoli.

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En la década siguiente, en 1936, entró fuerte la ley agraria del presidente Lázaro Cárdenas del Río en Cofradía de Tamazula por la margen izquierda del río Sinaloa. Don Jesús María Armenta Rodríguez, Chumaro, logró el primer ejido para un grupo de campesinos; la propia colonia agrícola Portes Gil que dirigía Pedro Obeso se convirtió en ejido. En esa misma época se aprobaron otras peticiones agrarias en este municipio, entre ellas el ejido Guasave, alre-dedor de esta cabecera.

Así terminó otra etapa importante en la formación de Guasave. El canal Bonanza del Cubilete desapareció a raíz de la creación de las unidades uno y dos del Distrito de Riego No. 75 de la presa Miguel Hidalgo; y la creación de varias colonias populares de la zona urbana ejidal, regularizadas por el ejido Guasave cuando el municipio fue gobernado por el licenciado José Luis Ley-son Castro (1984-1986), elemento surgido de las nuevas generaciones, exposi-tores de mejoradas ideas sociales y revolucionarias que sí darán base duradera y sólida a este pueblo fundado en 1595. Entonces sí fructificaron los proyectos del auditorio Héroes de Sinaloa, del hotel El Sembrador, de gran parte del dre-naje local y otros.

Ingeniero Francisco Barnoin

Nació en la ciudad de Guanajuato, Guanajuato, el 26 de noviembre de 1875. Fue hijo de un matrimonio de origen francés. Su padre fue tambor en la banda de Maximiliano de Habsburgo.

El ingeniero Barnoin, a quien se acreditan importantes servicios técnicos, sociales y políticos de la United Sugar de Los Mochis, e incluso la urbanización de la propia ciudad cañera, arribó a Guasave en 1923 acompañado de sus hijos Francisco, Juan y María Isabel Barnoin López. Tiempo después, se casó por se-gunda ocasión con María de Jesús Camacho, oriunda de un poblado rural del municipio de Mocorito —creo, La Cienega de Casal, ahora jurisdicción mu-nicipal de Salvador Alvarado—. En 1905 el ingeniero Ignacio Barnoin arribó a Culiacán comisionado por el presidente de la época, Porfirio Díaz, con cargo de delegado de la Casa de Moneda, con un salario de doscientos pesos mensuales.

En Guasave, unió su alta sabiduría tecnológica a la del ingeniero José Montemayor Martínez, y así, a partir de 1923, iniciaron la construcción del canal Bonanza del Cubilete, un portento de obra en esa época, irrigadora de una superficie mayor a las 7000 ha dentro del predio Saratajoa; esto, cuando

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ya don Regino Sánchez Castro había puesto en jauja una vasta región dentro del municipio de Guasave con su canal El Burrioncito, sobre el río Sinaloa y encabezando una sociedad singular en la fábrica de piloncillo del Burrión, de 1902 a 1916.

La historia de Guasave describe al ingeniero Montemayor como lo máxi-mo en los campos de topografía y deslindes, mientras que a la pareja de técnicos se les acredita como los autores deslindantes de propiedades por los terrenos agrícolas, agostaderos y demás, en el predio Saratajoa y en otros de la región.

Falleció en la ciudad de Guasave el 30 de octubre de 1965, a la edad de 90 años. Sus restos descansan en el panteón de Guasave. Familiares y múltiples amigos llevaron el cuerpo inerte desde su hogar por la calle Gabriel Leyva, cer-ca de la avenida Madero, en el ataúd que encerró lo que quedó de un hombre sabio y dueño de un singular ingenio.

Ingeniero José Montemayor Martínez

José Montemayor Martínez nació en el pueblo Zaragoza, Coahuila, el 19 de marzo de 1893. Fue egresado de la Escuela Nacional de Agricultura Hermanos Escobar de Ciudad Juárez, Chihuahua. Llamado por don Blas Valenzuela y el hacendado Francisco Echavarría Aguirre, arribó a la región de Guasave en 1922, a La Trinidad, y a partir de 1923 fungió en calidad de técnico mayor de la hacienda Bonanza del Cubilete y Campo Mayo, al servicio de los socios Blas Valenzuela y el expresidente de México, el sonorense Álvaro Obregón.

A poco de su llegada a La Trinidad, el ingeniero Montemayor se casó con Elisa Fonseca Laura. Su primera hija fue Zulema, quien sería madre de Libia Zulema López Montemayor, electa Señorita México 1971.

«Mi señor padre, antes de casarse con mi madre Elisa, vivió como hués-ped distinguido en casa del matrimonio de don Francisco Valenzuela y doña María Luisa Malicha Vea de Valenzuela, en una casa de la ahora calle Ángel Flores», relata Zulema, la mayor de sus hijas.

Montemayor figuró como técnico mayor en la construcción del canal Bo-nanza del Cubilete, la obra hidráulica estelar realizada por don Blas Valenzuela con apoyo de su compadre Obregón. Las crónicas señalan lo siguiente: «tam-bién el hombre del teodolito, nativo de Suaza, cerca de Zaragoza, Coahuila, junto con su amigo, el también ingeniero don Francisco Barnoin, sugirieron a don Blas la construcción del paso trenero por la hacienda El Cubilete, obra

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que no alcanzó a fructificar por el crimen de Obregón en La Bombilla, Distrito Federal».

Su hija Zulema también nos dice:

En 1924 mi padre José recibió un balazo en el brazo izquierdo, a su amigo Juan Robles Nieblas de Guasave se le disparó de forma accidental su rifle de cacería. Fue intervenido por el doctor Brown; pero tuvo que venir aquí mi tío el doctor Braulio Montemayor, desde su residencia en Eagle Pass, Texas, cerca de la fron-tera mexicana de Piedras Negras, Coahuila, para llevárselo a terminar de curar a un sanatorio de Houston.

El matrimonio Montemayor Fonseca, además de sus hijos Zulema y el doctor Moisés, procreó a Olivia de Carabeo, Celia de Aragón, Elisa de Gar-cía, Flora de Aguilar, Lilia de Rojo, Julieta de Aguilar, Silvia de Morales, Jovita de Silva; todos nacieron en la vieja estancia de Hidalgo y Revolución de esta ciudad, donde el ingeniero Montemayor Martínez y doña Elisa escribieron su bonita historia.

Falleció a los 66 años en Guasave, el 24 de marzo de 1959. Sus restos des-cansan en el panteón municipal, en la misma tumba donde yace su compadre el ingeniero Francisco Barnoin.

Victoriano Castro, Jefe de la Acordada

Don Victoriano Castro, como jefe de la Acordada, se convirtió en el más des-piadado y sanguinario verdugo de los ladrones de ganado, sin embargo, daba protección a otros.

De voz y actitudes ladinas, pero sanguinario y cruel, don Victoriano cor-tó muchas vidas de hombres con la reata al cuello; en los grandes mezquites del panteón de Guasave o de los montes de Taicuri, El Batamote, Bacahuira y San Juan, se cortaron muchas respiraciones y tronaron las cervicales de los acusados de abigeato.

Con los amigos y compadres, don Victoriano Castro tuvo siempre con-sideraciones: «Ande, compadrito, póngase usted la reata al cuello, a su gusto», solía decirles el verdugo a ciertos sentenciados que gozaban de su estimación.

En aquella época, una familia apodada los Tarabillas, que vivió por la calle Colón, cerca del entronque con la avenida Degollado, le fabricaba a Vic-

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toriano Castro reatas de cuero crudo especiales para colgar abigeos y todo tipo de ladrones. Mas el presidente municipal de Guasave, Salomé Apodaca, acabó con don Victoriano, el Terrible Matacompadres, en 1937 en el campo San Juan, Guasave. «Cesaron luego los atracos contra el ferrocarril, pero el abigeato que-dó activo», el Ejército se ausentó de Guasave y el Gobierno de Sinaloa concen-tró a más agentes de la Acordada, equivalente a la policía actual.

No hay estadísticas al respecto, pero fueron varios centenares de delin-cuentes los que encontraron colgados de un mezquite con la reata ceñida al cuello en la época de la Acordada. «Don Victoriano no perdonó la vida ni a compadres de pila, colgó parejo a todo mundo; pero también Castro pagó con su vida, murió así, trágicamente, por orden del presidente don Salomé Apodaca».

NacIÓ para hacer producir la tierra, Socorro Castro García

Socorro Castro García nació en el cercano poblado El Ranchito de Castro, co-misaría de San Pedro de las Árguenas, municipio de Guasave, el 24 de marzo de 1916. Sus padres fueron don Rosendo Castro Jiménez, nativo de La Brecha, y doña Reynalda García Lucambio de Castro, oriunda de El Dorado. Fue parce-lero del ejido Guasave desde los 21 años de edad, agricultor privado y no adicto a la política. Falleció el 15 de marzo de 1975.

Según una opinión histórica, «fueron 59 años fructíferos en la produc-ción agrícola para Socorro, también para sus amigos ejidatarios y agro privado, a quien prodigó sus naturales conocimientos acerca de hacer producir la tierra, diagnosticar males y existencias de plagas malignas para el cosechero».

Se divulgó mucho entre los hombres del campo regional la certeza ejer-cida por el sembrador nato y experimentado Socorro Castro García, al tratar de localizar el origen de una plantación de 48 ha de col de Bruselas, ubicadas en el rancho Las Tortuguitas, propiedad de la empresa agrícola de don Ignacio Echavarría Rojo y doña Rosalva Valenzuela de Echavarría:

Nacho Echavarría observó desanimado cómo su sementera de col se desarro-llaba vegetativamente, sin dar señales de querer formar bulbos de la produc-ción destina al negocio de la exportación al mercado norteamericano. Consultó inicialmente al agrónomo de su empresa, al acreditado chapinguero ingeniero Mitchel; después fracasaron en su intento otros técnicos regionales y nacionales.

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Hasta incluso una firma de Estados Unidos envió a Guasave, exprofeso, a dos expertos de origen japonés; pero lo mismo, la respuesta: «No sabemos de qué se tratará este fenómeno». Mientras las plantas crecían gigantescas sin dar señales de fructificar producción.

Y los propios agricultores de la región recomendaron a Nacho Echavarría acudir a la experiencia de Socorro Castro García, ya como último recurso. Así, Socorro viajó en su camioneta, desde su rancho en Campo Díaz hasta Las Tor-tuguitas —ahí está ahora la extraordinaria empresa agrícola Yory, propiedad de su hijo Ramiro Castro Soto—. Socorro duró casi dos horas examinando la plantación de col; al fin dio el diagnóstico a su amigo Nacho Echavarría:

No sé cómo se llamará esto en la col de Bruselas, pero en cártamo a este extra-desarrollo le decimos alternaria. Mi mujer, doña María del Rosario Soto Pinto de Castro, tuvo problemas parecidos con su plantación casera de repollos; allá, despejamos la cerrazón vegetal para abrirle camino de surco a surco, a base de garapalos. Ese año tuvimos los repollos más grandes y sabrosos de la historia.

Mira Nacho, amigo, ordénale a tu mayordomo —el expitcher de beisbol pro-fesional Miguelillo Gálvez de Tamazula— que mande hacer unos ochenta ma-deros del monte arreglados por un carpintero experto, como si fueran cabos de hacha; pones en la mano de cada trabajador esa madera y que empiecen a gol-pear la plantación de col, entre surco y surco, hasta que todo quede despejado. Ruégale a Dios y la Virgen del Rosario [que] hayamos tenido suerte en la inter-vención.

Ese fue el diagnóstico. El carpintero Chuy Zavala Garibaldi hizo el tra-bajo. Y, consumada la operación en las 48 ha del rancho Las Tortuguitas, la tierra de Nacho y su esposa Rosalva registró la más alta producción de col de Bruselas de todos los tiempos. «Son sabrosas las coles, como excelente es la sabiduría de ese agricultor llamado Socorro Castro García», fue la opinión de los técnicos japoneses ante su amigo don Ignacio Echavarría Rojo.

A Socorro, como a muchos otros hombres iluminados para hacer pro-ducir la tierra ejidal o privada, su fructífera vivencia en el agro lo incrustó a la historia de Guasave.

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EL PRESIDENTE RUIZ CORTINES: IMPULSO AGROPECUARIODESDE 1953

Don Adolfo Ruiz Cortines, durante su visita a Guasave en el recorrido de su campaña presidencial, fue recibido en la casa de don Miguel Leyson Pérez, quien al despedirlo le pidió que le bautizara a lo que en esas fechas se veía venir. No transcurrieron muchos días antes de que el alumbramiento trajera lo esperado: las cuatas Laura y Cecilia Leyson Castro, el 22 de febrero de 1953.

Por esas fechas, don Adolfo realizaba su gira por el estado de Puebla. Su secretario particular, Salvador Olmos, estuvo pendiente de este acontecimien-to y por su conducto don Adolfo fue informado oportunamente sin embargo, sus compromisos políticos le impidieron asistir personalmente y comisionó a los generales Macario Gaxiola y Jesús Celis Campos, quienes en su representa-ción vinieron a Guasave a cumplir con el compromiso.

Ya como presidente de la República, a Adolfo Ruiz Cortines le fue solici-tada una audiencia por don Miguel, misma que fue concedida sin complica-ciones. Durante la plática Leyson le pidió que ayudara a Guasave cediéndole la cantidad y la calidad de tierras, ociosas por falta de agua y de crédito, a los agri-cultores que estaban deseosos de hacerlas producir. Se refería esencialmente a los terrenos ubicados en la margen izquierda del río Sinaloa, como San Rafael Bacayahueto, El Burrión, Palos Blancos y Capomos. En otras palabras, le pidió que redactara un memorándum y que lo hiciera llegar por conducto de su secretario particular.

Como prioridad, le pidió la construcción de la presa, o en su defecto la apertura de pozos profundos dotados de motores y equipos de bombeo, así como créditos para desmontes de las tierras a las que se refería. También le solicitó la creación del distrito de riego, ahora Distrito de Riego No. 63, para establecer la correcta distribución de las aguas del canal Burrión, que en esas fechas funcionaba, a raíz de su expropiación, en forma completamente desor-denada a través de una junta de aguas debido a la incapacidad e inexperiencia de quienes la manejaban. No tardó mucho tiempo el señor presidente Ruiz Cortines para dictar las órdenes correspondientes a través del secretario de Agricultura y el subsecretario de Recursos Hidráulicos, don Gilberto Flores Muñoz y el ingeniero Luis Echegaray, respectivamente.

A raíz de esas fechas llegaron a Guasave brigadas de comisiones para hacer los estudios correspondientes, encabezados por los ingenieros Arturo Acuña y Juan Rodríguez Alcocer por la SARH, y Lázaro Calzada por el Banco Nacional de Crédito Agrícola. Posteriormente, puestos a consideración de las secretarías

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correspondientes, se autorizaron créditos para desmontar 17 000 ha, así como las perforaciones necesarias, equipos de bombeo y motores, y la apertura del Banco Agrícola en Guasave para el manejo de los créditos correspondientes. Cabe señalar que para los parceleros ejidatarios ya operaba el Banco Ejidal desde 1940.

Así es como se escribe la historia de una zona tan productiva e importan-te como es actualmente la margen izquierda del río Sinaloa, que inicialmente proyectaron con la apertura del canal Burrión don Regino Inzunza, don Este-ban López, don Francisco Sánchez y otras personalidades que perduran en el recuerdo de tan importante zona agrícola de Guasave. Sería injusto no recor-dar al visionario guasavense don Blas Valenzuela, quien construyó el canal Va-lenzuela sobre la margen derecha del río, denominado Bonanza del Cubilete.

NORMAN BORLaug, IMPULSOR TRIGUERO EN GUASAVE

Norman Borlaug, famoso alquimista agrícola, ganador del Premio Nobel de la Paz, creador e impulsor de la revolución verde del trigo en el noroeste del país, desde el campo agrícola del CIANO en Ciudad Obregón, Sonora. Varias veces estuvo en la región de Guasave, invitado por los impulsores agrícolas de la re-gión: Miguel Leyson Pérez y José de Jesús Sánchez Camacho, Pepe Chuy, entre otros dirigentes de la Asociación de Agricultores del Río Sinaloa Poniente. A principios de los cincuenta, ejidatarios y pequeños agricultores de la región de Guasave, al igual que de los valles del Yaqui, Mayo, Imperial, El Bajío y otros del país, empezaron a recibir los primeros beneficios de la causa científica agrí-cola emprendida por el doctor Norman Borlaug.

El científico del agro mundial, padre de las semillas mejoradas del trigo que rinden más a los cultivadores, es de origen estadounidense, aunque ha vi-vido por muchos años en México. Él dice, sin embargo, que su patria es la parte del mundo donde el hambre reclame producir más trigo.

A partir del año triguero invernal 1953-1954, los hombres del campo de Guasave empezaron a incrementar sus rendimientos del grano por hectárea, el programa del doctor Borlaug empezó a hacer llegar las semillas mejoradas: Ya-qui, Mayo, Quentana, Chapingo, Huamantla Rojo, aquel famoso Pitic llamado por Borlaug el Campeón en la Lona porque su débil tallo lo hacía más suscep-tible al problema del acame, ante el peso de su espiga grande, así como otros.

Borlaug fue hasta Paquistán. También llevó sus investigaciones y labora-torios a Argentina para localizar gramíneas silvestres que ayudaran a mejorar

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la resistencia del trigo Pitic que se portaba magnífico en rendimiento de grano, lográndose panejas grandes que luego vencían el tallo. En las temporadas sub-siguientes a la cosecha 1953-1954, ya con los parceleros operando con Banjidal y parvifundistas clientes del Bangrícola, se presentaron mejorías con la evo-lución de las semillas del programa de la revolución verde, al grado de que pronto aquellos rendimientos ancestrales de doscientos y trescientos kilos por hectáreas se convirtieron en dos y tres toneladas, hasta cuatro y media.

Durante 35 años el doctor Borlaug ha visitado con frecuencia la región de Guasave, donde su obra prosigue evolucionando a medida que se necesitan semillas de reproducción trigueras mejoradas. El doctor Borlaug, el hombre de ciencia del campo, obtuvo grandes méritos juntamente con los técnicos mexi-canos que han colaborado en ese singular programa.

SURGE FUERTE AUGE AGRÍCOLA EN LA REGIÓN DE GUASAVE EN EL NACER GRADUAL DE SU OBRA HIDRÁULICA

Desde principios del presente siglo los hombres de nuestra agricultura idearon realizar las primeras obras de irrigación, gestionando hacer más fructífero el cultivo de la tierra.

En la región de El Burrioncito, Regino Sánchez Castro, Francisco Sánchez y otros pioneros de estos rumbos construyeron el canal Burrión, sembraron caña e instalaron una fábrica de panocha en el sitio conocido como La Máquina.

Rumbo a La Brecha, Pascual Cervantes y otros cultivadores construyeron el canal Pascualeño, por lo que surgió más fuerte la agricultura en ese extremo del municipio. Patricio McConegly hace realidad El Maconeño y Francisco Echavarría Aguirre impulsa el agro en La Trinidad y en Tamazula con peque-ñas obras de irrigación.

A fines del siglo pasado, la familia Menchaca instala un sistema de bom-beo en la Guamuchilera, entre La Bebelama y El Dorado, para jalar agua del río Sinaloa hacia las labores de esos rumbos, también Buenretiro y otros lugares.

A partir de 1954, en la margen izquierda del río Sinaloa, como en El Bu-rrioncito, San Rafael, San Francisco de Capomas, Estación Bamoa, Palos Blan-cos, Casa Blanca, La Brecha, Ní0, etcétera, se construyen varios pozos artesa-nos con inversión del Gobierno federal; años más tarde los mantos freáticos se presentarían salobres (agua que no sirve para irrigación agrícola).

Se construye la presa Gustavo Díaz Ordaz en Bacurato, sobre el río Sina-loa. La creación de la nueva zona de Distrito de Riego No. 63 abre una nueva

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perspectiva para los productores de legumbres, trigo, soya, arroz, cártamo, et-cétera. En la zona agrícola de Tahuilana, predio San Pablo, surge la industria hortícola desde que León Fonseca inició el cultivo, producción y exportación de tomate. Luego llegaron otros hombres a la región de Estación Bamoa, Ver-dura, etcétera.

El estadounidense Santiago Wilson se estableció en Bamoa Pueblo con su esposa Esther Alcalde de Wilson. En 1923 el gobernador Cañedo pidió a don Cirilo Arrayales de Bamoa una superficie de 24 ha para crear lo que es hoy la próspera región de Campo Wilson o Estación Bamoa. Otros terratenientes como Patricio Falomir y don José de la Vega también cedieron hectareaje para crear Estación Bamoa y su región.

En la margen derecha del río Sinaloa, a partir de 1954, se instala en El Batamote el primer campamento de la compañía Jorge Larrea, su equipo me-cánico y hombres iniciaron la construcción de canales, drenes y caminos de las unidades uno y dos del Valle del Fuerte dentro del municipio de Guasave.

Así surgieron los nuevos asentamientos de esta jurisdicción, hoy sin-dicatura Licenciado Benito Juárez, agregue Gabriel Leyva Solano, El Tajito; después Ruiz Cortines y Juan José Ríos, Bachoco, Cerro Cabezón, Miguel Ale-mán, Jesús María, San Fernando y otras comunidades guasavenses de nueva formación como las islas San Ignacio y El Aparecido, que algún día también serán centros turísticos importantes.

Desaparecieron los viejos sistemas de irrigación por Tamazula, El Cubile-te, Buenavista, El Amole, La Bebelama y el resto de las zonas antiguas para dar paso a los beneficios de las nuevas tecnologías hidráulicas. Murió entonces el canal Bonanza del Cubilete de don Blas Valenzuela.

Desde 1954 la carretera internacional serpentea por el centro de dos her-mosos valles agrícolas del norte de Sinaloa, donde el municipio de Guasave aparece con una superficie mayor a las 200 000 ha de suelos fértiles, produc-tores agrícolas altamente coadyuvantes para la alimentación nacional y del ex-tranjero.

Dentro del territorio del municipio de Guasave, al sur, frente al poblado del ejido Las Brisas, allá en el predio Bacayahueto, entronca con la carretera internacional la carretera costera, realizada a iniciativa del gobernador Anto-nio Toledo Corro, con aportaciones del pueblo sinaloense y que en su primera etapa llegó hasta el municipio de Culiacán. Luego vino la autopista Culiacán-Mazatlán en el gobierno estatal del licenciado Francisco Labastida Ochoa.

Así fue revolucionándose Guasave, municipio libre y soberano desde el 1 de enero de 1917 por decreto del Congreso del Estado, con fecha del 30 de no-

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viembre de 1916; más atrás, en 1595, fray Hernando de Villafañe y misioneros que le antecedieron lograron realizar los primeros asentamientos humanos en esta región. Lo que siga, lo tendremos que seguir haciendo todos los guasaven-ses con ayuda de los apoyos exteriores.

De 1954 a 1959 hizo buena historia en Guasave el Ingeniero Federico Delgado Pastor

El ingeniero Federico Delgado Pastor nació en Querétaro, Querétaro, el 19 de octubre de 1912. En 1954 arribó a la región de Guasave para realizar una impor-tante relación de obras materiales y sociales desde la Comisión del Río Fuerte, adscrita a la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos en aquella época.

Invitado entonces por el ingeniero José Henández Terán, responsable de la CRF, el ingeniero Delgado Pastor se hizo cargo de la residencia del Canal Principal Valle del Fuerte, zona de riego, drenes, etcétera, dentro del programa de construcción de la presa de El Mahone, sobre el río Fuerte, cuya inmensa mayoría de terrenos beneficiados quedó dentro del municipio de Guasave en sus unidades uno y dos, a partir de Juan José Ríos, el ejido más grande de la República en zona de riego.

Delgado Pastor terminó su labor en 1959. Desde su arribo a Guasave llegó promoviendo y participando en varias obras de alto beneficio social, también coadyuvó en el maratón radiofónico que hizo posible la construcción del pri-mer edificio secundariano en 1957, llamado posteriormente Escuela Secundaria Federal Insurgentes (ESFI); dirigió técnicamente la construcción de este plan-tel; impartió las cátedras de Matemáticas y Física en la ESFI, sin beneficiarse económicamente: donaba su sueldo a la misma institución; fue presidente del primer patronato de la esfi, desde donde apoyó la educación de una alta rela-ción de estudiantes hijos de ejidatarios, que con el tiempo se convirtieron en profesionales provechosos para la región y el país. Además, logró la instalación y construcción de diversas escuelas rurales a nivel primaria.

Delgado Pastor adecuó un canal que pasaba por la orilla de la ciudad de Guasave, lo dividió en tres canales de distribución, poniendo protección a sus compuertas, escaleras y puente peatonal. Popularmente se sigue llamando El Nudo.

Antes de ser turnado a la gerencia de construcción de la presa Adolfo López Mateos, región El Varejonal sobre el río Humaya, el ingeniero Federico Delgado Pastor técnicamente terminó de regenerar la red de agua potable que

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en Guasave había construido originalmente el alcalde Luciano Leyva López, en el bienio 1941-1942. A los creyentes católicos les construyó la ermita de la Virgen de Guadalupe en la parte céntrica de la salida de la carretera Guasave-Estación Verdura, hoy León Fonseca, entronque con lo que sería la entrada del bulevar Gabriel Medina Martínez, antes bulevar 16 de Septiembre.

El ilustre queretano contrajo nupcias con Raquel García Granados Sy-monds en 1939, con quien procreó cuatro hijos: tres varones y una mujer, que por espacio de seis años vivieron aquí con etiqueta de guasavenses.

Federico Delgado Pastor, ingeniero civil egresado de la UNAM, tuvo la oportunidad, casi al llegar a sus 76 años, de asistir a la ciudad donde vivió con su familia de 1954 a 1959: Guasave. Fue invitado por el presidente municipal de la época, el licenciado José Luis Leyson Castro (1984-1986), a un homenaje y reconocimiento otorgado a maestros ejemplares de los primeros años de acti-vidades docentes de la secundaria ESFI, actitud del jefe de la autoridad quien formó parte de la alta relación de jóvenes estudiantes beneficiados con el paso por Guasave de Delgado Pastor.

El ingeniero Federico Delgado Pastor falleció en el Distrito Federal el 8 de diciembre de 1988 mientras trabajaba como asesor hidráulico y consejero del gobernador del Estado de México, el licenciado Alfredo del Mazo González.

Ejidatario que abrió las puertas al urbanismo, Emiliano Quintero Zazueta

En 1955, siendo alcalde de Guasave Jesús Castro García, ejidatario del cercano poblado El Ranchito de San Pedro, uno de sus compañeros en el padrón del ejido Guasave, Emiliano Quintero Zazueta, destrozó el cerco que dividía la zona urbana de la ya ciudad de la zona parcelaria que le impedía a la ciudad alcanzar un crecimiento habitacional y urbanístico.

Don Emiliano vendió en lotes su parcela de 10 ha, ubicada a la salida de la carretera al balneario Las Glorias, a familias precaristas. Ocurrió en 1955 y luego, en 1956, sus parceleros vecinos, Wenceslao Castro y don Belén López, enseguida otros más, lo imitaron: lotearon sus tierras ejidales de cultivo. En 1957 el ejidatario también de oficio tablajero, Agustín Pinto Osobampo, regaló al Patronato Pro-Construcción de la ahora Escuela Secundaria Federal Insur-gentes el terreno para la construcción del edificio.

En 1980 la administración municipal presidida por Héctor Othón Mena Camacho consiguió de la Comisión del Río Fuerte y su vocal ejecutivo, el in-

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geniero J. Jesús García Santacruz, la demolición del canal El Doradito, para dar paso definitivo a la creación de lo que se llamó Zona Urbana Ejidal, con innu-merables parcelas dotadas al crecimiento urbanístico de la ciudad de Guasave. Pero el badiraguatense de Santiago de los Caballeros «fue quien se animó a rascarle los huevos al tigre», dice la crónica de entonces, refiriéndose a Emilia-no y su recordada colonia Quintero.

Aquel famoso barrio Quintero, ahora parte de la colonia urbana Ángel Flores, fue el primer paso para que se iniciara desde 1955 una expansión ex-traordinaria de la ciudad: «porque se había eliminado el cerco ejidal, la ciudad podría crecer sin obstáculos mayores, no importa que las autoridades agrarias federales hayan intentado encarcelar en el penal del puerto de Mazatlán a este héroe urbano de Guasave, Emiliano Quintero Zazueta», se comentó entonces.

Quintero Zazueta se casó con doña Refugio Arias de Quintero. Entre sus hijos se cuenta el exregidor priista del Ayuntamiento, el licenciado Juan de Dios Quintero Arias, quien señala lo siguiente a propósito de las acciones de su padre: «La acción social de mi padre fue valiente y decidida, cada año el 23 de octubre, desde 1968, aniversario de su fallecimiento, amigos y familiares ordenamos una misa. Creo que la ciudad de Guasave debe algo importante en su acción que, si para algunos fue indebida, para el mejor futuro de nuestra ciudad ha sido mejor que buena».

Ser honrado, lo primero en su vida: Manuel Francisco Escobar Pinto

Repentinamente sereno, cayó un bastión de la honradez y del trabajo. La no-ticia hizo estrépito y sacudió los corazones: «¡No lo creo, no puede ser que Manuel Escobar haya muerto!», se escuchó por doquier. Pero era cierto, se confirmó el rumor, los sagrados designios del hombre —nacer, desarrollarse y morir— se han cumplido una vez más inexorablemente. Ahora se ha cortado la vida tesonera, eficaz y productiva de un hombre en toda la extensión de la palabra.

¡Ha muerto Manuel Francisco Escobar Pinto!Manuel Francisco Escobar Pinto, acreditado productor de pickles, el bo-

cado suculento en la mesa de la familia norteamericana, falleció el 11 de julio de 1998 en la sala del aeropuerto federal de Tijuana, cuando venía de regreso a su natal Guasave, la tierra de sus amores. Lo acompañó hasta entonces, como siempre desde que se casaron, su fiel Liva, doña Olivia Castro Gil de Escobar,

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y hacendosa madre de sus hijos: Flavia, María Dolores, Verónica, Manuel y María Olivia.

Todos los amigos de Manuel estamos fraternizados y solidarizados con su familia. Sí, justamente compungidos y resignados, pero más que todo orgullo-sos de la vivencia pletórica de honradez de don Pancho Escobar.

Manuel Francisco Escobar Pinto nació el 2 de enero de 1925 en la esquina de la legendaria calle Colón y su entronque con el extremo sur de la avenida Degollado, en el barrio de don Pedro Tapesti y la familia de los Tarabillas. Sus padres fueron don Francisco Escobar Martínez, ilustre zacatecano, residente del vecino país de Norteamérica, tenedor de libros y administrador de la anti-gua hacienda y empresa Bonanza del Cubilete (de don Blas Valenzuela), y doña María Dolores Pinto López de Escobar, hija del Jano Pinto y hermana de Salva-dor el Cuate Blas.

Manuel Escobar Pinto fue estudiante de la Escuela Nacional de Contadu-ría en la ciudad de México y un acreditado productor de granos y legumbres para la exportación en las tierras del predio agrícola Corerepe, del viejo rancho ganadero de Salvador Pinto, ahora rica zona agroindustrial El Batamote, que fue orgullo de sus ancestros en las antiguas empresas pecuarias.

Don Pancho Escobar, hombre de letras y fomentador de la cultura, tam-bién fue comerciante, dueño de una miscelánea por la calle Revolución y pro-ductor de actitudes honradas en sus negocios particulares, oficiales y familiares.

Ejemplar en estos terrenos de la honradez, fungió poco más de doce años como recaudador de rentas durante la gubernatura del licenciado Alfredo Val-dez Montoya y Alfonso G. Calderón, de 1968 a 1980. También fue regidor del Ayuntamiento de 1963 a 1965, presidido por Jesús María Vázquez Rochín; y te-sorero en la administración municipal del licenciado José Luis Leyson Castro (1984-1986).

En una oración fúnebre el 11 de julio de 1998, fecha de su muerte, se dijo:

Manuel, ahora eres un grato recuerdo para quienes te conocimos. Tendremos que erigirte un monumento espiritual a tus reconocidos gestos de honradez ejer-cidos de por vida; tu correr por la vida, ejemplar, así lo reclama.

Tu producción de pickles, tu demostrado desempeño en las acciones positi-vas, exigencia continua para que los demás así se portaran dentro del sentido de la honradez, será eso tesis social con alto grado de excelencia... Porque en ti, Manuel Escobar, no estamos sepultando ahorita la materia del hombre, sino sembramos con alta perspectiva de fructificación la semilla mejorada de los que han preferido ser leales, honestos y respetuosos del derecho de los demás, ac-

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titud que espiritualmente inmortaliza a los hombres y los acepta como grano fértil, nunca los rechaza como desperdicio.

Jesús Enrique Castro García

Hablar de Jesús Enrique Castro García es referirse a un exitoso hombre de negocios, comprometido con su tierra y ejemplar padre de familia. Podríamos definirlo como un soñador realista, porque siempre ha sabido que el sueño de una sociedad mejor solo es posible mediante el trabajo fecundo y creador.

Vio su primera luz en Guasave en el año de 1945. Hijo del químico y agricultor Jesús Castro Favela y de la señora María del Carmen García. Formó una sólida y preciosa familia con su esposa, Beatriz Ogando, y con sus hijos Claudia, Paulina, Cristina y Jesús Enrique.

Desde muy joven dio muestras de su inquieto carácter y espíritu de ser-vicio. Fue uno de los fundadores y el primer presidente de la Asociación de Estudiantes de Guasave en Guadalajara, que se distinguió por su nivel de orga-nización y el apoyo a los jóvenes del municipio que tenían el sueño de conver-tirse en ingenieros o licenciados.

Realizó estudios en Química y Farmacobiología en la Universidad de Guadalajara y, después de ejercer algunos años su profesión en la Perla Ta-patía, regresó a Guasave y se dedicó a la agricultura, además de participar en actividades gremiales y de carácter comunitario. No se conformó con ser un reconocido productor: fundó Tepachoipa, empresa agrícola que con el tiempo se consolidó, brindando empleo permanente a decenas de trabajadores, ade-más de favorecer la derrama económica en los tiempos de cosecha de papa, el principal cultivo de la organización.

Oteó el horizonte y supo que debía y tenía que ir más allá. Es un inconfor-me por naturaleza, ya que nunca deja de pensar que todo puede estar mejor: no se pone límites, su visión es panorámica y trascendente, ve lo que otros no ven.

Jesús Enrique sabe que los empresarios juegan un papel fundamental en el progreso de un país o de una región. Desde su punto de vista, a ellos les co-rresponde la misión de sentar las bases del desarrollo a través de la generación de empleos, pero también sabe que la responsabilidad no termina ahí. En su quehacer, asume que el empresario tiene el deber de impulsar el progreso de la comunidad a la que pertenece.

Como presidente de los agricultores, tuvo una destacada gestión en la de-fensa de los legítimos intereses de sus compañeros productores. No por nada

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es recordado como uno de los mejores presidentes de la AARSP, al grado de haberse ganado para siempre un reconocido liderazgo en ese ámbito por tirios y troyanos.

Es un hombre comprometido con Guasave, especialmente con el tesoro más valioso de toda sociedad, como lo son los niños y los jóvenes. Practica la auténtica filantropía, aquella que se basa en ayudar a la gente y a las insti-tuciones sin esperar ningún tipo de beneficio a cambio. Son incontables los estudiantes que han recibido apoyo de su parte para continuar sus estudios o para asistir a un congreso o seminario fuera del terruño; así como los equipos deportivos y las personas que apelan a su auxilio. La vena altruista le viene de sus padres, que como pareja formaron parte del grupo que fundó el Club de Leones de Guasave en la década de los cincuenta.

Su personalidad es multifacética: es un hombre apegado a la familia, exi-toso en los negocios, viajero del mundo y apasionado del deporte, especial-mente del futbol. Creó en el año 2004 el Centro de Capacitación Deportiva AC (CECADEP), escuela de futbol con instalaciones de primer nivel, comparables a las de equipos de primera división del futbol mexicano, cuyos servicios de entrenamiento y formación deportiva son gratuitos para los más de cien niños y jóvenes ahí inscritos. Como reflejo del pensamiento y la forma de ser de su fundador, el credo fundamental de CECADEP consiste en que, antes que deportistas de excelencia, los discípulos deben ser buenos estudiantes y mejo-res hijos, para que en el futuro se conviertan en ciudadanos ejemplares. Jesús Enrique es el principal promotor de Diablos Azules de Guasave, equipo que participa en la tercera división de futbol profesional, que regularmente es cam-peón de su zona o está en los primeros lugares de la tabla de posiciones.

Es un hombre al que no le interesan los reflectores ni las posiciones polí-ticas, pero que jamás elude su compromiso con las mejores causas y los gran-des proyectos de Guasave. Siempre ha estado en la lista de quienes apoyan la creación o proyectos de mejora de las principales escuelas de la región, como la ECEA de la UAS, la UdeO, la ESFI y el CIIDIR.

Fue uno de los pilares en la creación de la Fundación Guasave 400, que ha becado a centenares de talentosos jóvenes guasavenses a nivel licenciatura y posgrado. Participó también de manera destacada en la construcción del hotel El Sembrador, que vino a llenar un hueco muy importante en el servicio de hospedaje de calidad en Guasave.

Es un hombre de muchas luces y virtudes, pero tal vez la mayor de todas sea la capacidad para equilibrar su vida personal con múltiples actividades. Él ha logrado combinar con asombroso acierto la difícil tarea de dirigir con éxito

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una empresa agrícola, promover el deporte, ser consejero de diversos organis-mos e instituciones financieras, estando siempre cerca de su familia y amigos más queridos y practicando deporte de manera disciplinada.

Tal vez pocos sepan que ha corrido maratones, que difícilmente se perde-rá un partido de los Diablos Azules de tercera división, que es un fiel aficiona-do de las Chivas del Guadalajara, o que es amante de la música, del cine y de las buenas lecturas. No por nada es un tipo bien informado, memorioso, de mente ágil y excelente conversador que ha sabido cultivar amistad con políticos, em-presarios, deportistas y académicos.

Si alguna enfermedad tiene, esa se llama amor por Guasave. En su tierra ha escrito una larga historia de amor que tiene muchos capítulos y páginas brillantes, una historia que debe ser difundida y conocida, con la esperanza de que sirva como motivo de inspiración para las actuales y próximas gene-raciones; ahora más que nunca, cuando resulta común que jóvenes y viejos ensalcen a falsos ídolos o figuras que nada aportan, incluso, que hacen daño a la sociedad.

Francisco Antonio Hernández Reyes

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LÍDERES CAMPESINOS Y AGRARIOS

Luchador agrario y político, Jesús María Armenta Rodríguez, Chumaro

Presidente municipal en el bienio 1937-1938, fue el primero de extracción agra-rista. Además, uno de los primeros líderes campesinos de la región de Guasave y amigo personal, de causa revolucionaria y agraria, del presidente de la Repú-blica, el general Lázaro Cárdenas del Río.

En 1932 Armenta Rodríguez logró que el gobernador del estado, el ge-neral Macario Gaxiola, dotara en forma provisional a 49 campesinos jefes de familia con 11.5 ha, sumando un total de 630 ha del primer ejido de la región, Cofradía de Tamazula; la resolución presidencial la logró el 5 de noviembre de 1935 por el presidente Cárdenas.

Chumaro Armenta se casó con María de Jesús Armenta en su natal La Cofradía. El matrimonio procreó a Jesús María Jr., Gustavo, Juana, Ruperto, Adolfo, Heriberto, Rutilio y Heleodoro.

Las inquietudes de lucha social, en 1906, llevaron a Armenta Rodríguez al mineral El Boleo de Santa Rosalía, BCS; luego a Cananea, Sonora, donde participó en la histórica huelga minera contra el norteamericano Gleen.

Jesús María Armenta Rodríguez, primer agrarista político y gestor de tie-rras de la región de Guasave, falleció el 10 de noviembre de 1968. Sus restos descansan en el cementerio de la sindicatura de Tamazula, al lado de su esposa, María de Jesús. La crónica histórica señala que «familiares, hijos y amigos le cumplieron el primer deseo en vida, en los momentos póstumos: sepultarlo a los acordes de una banda de música de tambora sinaloense, que implantó una costumbre en los actos fúnebres de la región».

Ese detalle surgido entre la vida y la muerte tuvo su fundamento en el espíritu e instinto sentimental del biografiado Chumaro Armenta Rodríguez, y lo narró en vida a sus hijos:

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Nací en mi rancho La Cofradía el 2 de noviembre de 1885, por eso cuando mu-rieron mi padre, el señor Plácido Armenta, y mi madre, doña María Guadalupe Rodríguez, en vez de festejar mi cumpleaños en casa, con familiares y amigos, contraté la banda de tambora de Tamazula, dirigida por mi amigo Víctor R. Ca-banillas, como cada año lo hacía; y le llevé la música ese Día de Muertos, el 2 de noviembre, a mis queridos padres. Fue la primera vez que ocurría un detalle de estos, después en toda la región de Guasave eso se hizo una costumbre.

Primer líder del Octavo Comité Regional Campesino:Jesús María Armenta Armenta, el Chumarito

Jesús María Armenta Armenta fue el primer secretario general del Octavo Co-mité Municipal Campesino de Guasave, de 1937 a 1940. Nativo del poblado ribereño Cofradía de Tamazula, nació el 17 de octubre de 1915. Hijo del lucha-dor agrario y presidente municipal de Guasave (1937-1938), don Jesús María Armenta Rodríguez y de doña María de Jesús Armenta. Fue el primero de una prolífera familia de ocho miembros: Gustavo, Juana, Ruperto, Adolfo, Heri-berto, Rutilio y Heleodoro; además tuvo ocho hermanos más de un segundo matrimonio de su padre.

En 1937, con el arribo del primer presidente municipal de origen campe-sino, el señor Jesús María Armenta Rodríguez, llamado por sus amigos Chu-maro, con apoyo de una alta relación de ejidos dotados por las autoridades agrarias del país en aquellos aciagos tiempos, fue constituido el Primer Comité Regional Campesino, ahora municipal. La directiva constituyente la encabezó el señor Jesús María Armenta Armenta, a quien sus amigos llamaban cariño-samente el Chombo o bien el Chumarito.

La biografía histórica del Chumarito Armenta Armenta señala que re-nunció al liderazgo del Comité Regional Campesino por dificultades que tuvo a fines de 1939 con la profesora María Guadalupe Arvallo, secretaria del pre-sidente municipal Pomposo V. Sandoval: «ella le escondía la correspondencia dirigida a la oficina del comité, no se corrigió el problema y Chumarito renun-ció al cargo», dice la crónica agraria de la época.

El Chumarito Armenta surgió al liderazgo del Comité Regional Campe-sino de Guasave impulsado por el ejido Cofradía de Tamazula, que fue dotado provisionalmente por el gobernador del estado de Sinaloa, el general Macario Gaxiola, el 20 de noviembre de 1932; la resolución presidencial definitiva la firmó el presidente Lázaro Cárdenas del Río el 5 de noviembre de 1935.

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131líderes campesinos y agrarios

Fue padre de 19 hijos, fruto de dos matrimonios: uno con Manuela Leyva y el otro con Esther Peñuelas; esta última heredó la parcela del ejido La Cofra-día, el cual fue constituido por 49 campesinos derechosos, cada parcela con-taba con 11.5 ha y su superficie global es de 630 ha. Está ubicado dentro de los predios El Chino, donde salieron afectados el señor Melesio López con 126 ha, don Esteban López con 40 ha, y el resto pertenecía al predio San Andrés de Tamazula que algunos identifican como San José del Barrial.

Juan María Rubio Leyva

Juan María Rubio Leyva fue dirigente del comisariado ejidal de Guasave, por reelección, de 1950 a 1956 y parcelero del sector Bórquez.

Nativo de esta ciudad, el 27 de octubre de 1914 vino al mundo en la esqui-na de la calle Ángel Flores y avenida Guerrero, casa de sus señores padres, don Catarino Rubio Espinoza y doña María del Rosario Leyva Zavala de Rubio. Rubio Leyva se casó con la profesora Clemencia López de Rubio, con quien procreó numerosa familia. Falleció el 13 de enero de 1978, sus restos reposan en el panteón municipal de Guasave.

En 1954, como presidente del Consejo de Administración del ejido Gua-save, por acuerdo de la asamblea ejidal, donó 4 ha de terreno al entonces presi-dente municipal, el también ejidatario Jesús Castro García, para dar paso a que la Junta de Mejoras Materiales presidida por el empresario Francisco Carranza Limón construyera el estadio de beisbol en terrenos de la antigua colonia Eure-ka, al cual se le impuso por decreto del H. Ayuntamiento (1954-1957) el nombre del jugador de beisbol y mánager acreditado Ignacio Arturo Peimbert Cama-cho, el Zurdo. Tiempo después, en 1989, ese terreno fue vendido a la empresa comercial Ley, cuando José Jaime Armenta Cervantes presidía la alcaldía.

El ejido Guasave, dotado por las autoridades federales agrarias en 1937, tuvo en su dirigente Juan María Rubio Leyva a uno de sus mejores líderes. An-tes de él habían desfilado por el liderazgo ejidal los señores Juan García, Daniel Zavala, Apolinar López Castro, Julián Álvarez Garibaldi y otros.

La sede de los poderes ejidales estuvieron ubicados en la esquina de la avenida Madero y calle Colón, dentro de las instalaciones cedidas por Bie-nes Nacionales, en calidad de prestadas. Antes fueron sede de una escuela primaria, también funcionó en calidad de Casa Cural, esto después de que el Gobierno federal las expropió a la Iglesia durante la campaña anticlerical del presidente Plutarco Elías Calles.

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Pablo Rubio Espinoza

El dirigente campesino Pablo Rubio Espinoza nació en la vieja hacienda de la familia Menchaca, La Bebelama, el 16 de agosto de 1919. Sus padres fueron don Blas Espinoza y doña Estéfana Rubio. Falleció en la ciudad de Guasave, 74 años después, el 16 de febrero de 1993, acompañado por su esposa, María Lara Ma-chado, doña Tana, y sus hijos Delia, Pablo Ezequiel, Santa Noelia, Alejandrina, Blas Ramón, Bersavé y Francisca.

Pablo Rubio, espíritu dinámico ordenado a favor de las causas sociales, empezó con hechos y acciones a escribir su historial político a los 15 años en su natal La Bebelama. Se unió a un movimiento sindical denominado Sindicato Rojo de Obreros y Campesinos, reclamantes del pago salarial del séptimo día y otros derechos, en contra de la hacienda de don Baltazar Menchaca e hijos.

En 1937, al arribo del primer presidente municipal de origen campesino, Jesús María Armenta Rodríguez, Chumaro, con Pablo Rubio Espinoza encabe-zando la gestión, pidieron al Ayuntamiento de Guasave que les adjudicara en parcelas a los jefes de familia las tierras agrícolas y ganaderas de la hacienda La Bebelama «porque están ociosos los terrenos, porque están negándole trabajo a los campesinos sindicalizados».

Fue hasta 1938 cuando Pablo Rubio y compañeros —Juan López, Juan Leal, Ventura Espinoza, Pedro Espinoza Rubio y otros—, lograron obtener las tierras de la hacienda La Bebelama por disposición del entonces gobernador del estado, el coronel Alfredo Delgado. La dotación fue de 5.80 ha por parcela. Ese mismo año, 1938, los parceleros de La Bebelama dotados en primera ins-tancia sembraron las superficies de ajonjolí; el empresario agrícola de Guamú-chil don Silverio Trueba les otorgó el crédito.

La vida cronométrica y útil del hombre nativo de La Bebelama lo llevó a iniciar una carrera de servicios en la causa agraria; con el tiempo, ganó el título que el locutor de radio José Chitole Torres le dio: El Timonel de la Nave Campe-sina. En 1938, con 20 años de edad, se convirtió en el primer presidente del co-misariado ejidal de La Bebelama. Su esposa, doña Tana Lara de Rubio, relata: «Pablo tenía 11 años de edad cuando ingresó al conjunto musical orquesta Jazz que se formó en La Bebelama bajo la dirección, primero del padre de Pedro Infante Cruz, don Delfino Infante, luego del profesor Ramírez, que vino de Tamazula bajo los auspicios del hacendado don Roque Menchaca Bernard».

En 1946 figuró como consejo de vigilancia del llamado Núcleo Ejidal; en 1949, comisariado ejidal por segunda ocasión; enseguida, en 1951, saltó al ser-vicio público, fue regidor del Ayuntamiento que presidió José I. Liera, a quien

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133líderes campesinos y agrarios

Leovigildo Rojas Alcantar sustituyó en el trienio administrativo (1951-1953); en 1955 fue comisariado por tercera vez y en 1956 presidió el Comité Político Pro-Gabriel Leyva Velázquez, en los días de precampaña a la gubernatura de Sinaloa del hijo del protomártir Leyva Solano.

En 1957 fungió como secretario general del Comité Regional Campesino Número Ocho, que después fue Octavo Comité Regional Campesino y actual-mente es Octavo Comité Municipal Campesino. Un viejo líder amigo de Pablo Rubio, Casimiro Zamora López , el Chichilillas, también ya finado, nos dice: «Recordamos que Pablo Rubio entró en funciones del comité el mero 18 de marzo de 1957».

En junio de 1959 Pablo Rubio Espinoza dejó «por un rato» las riendas del Octavo Comité Regional Campesino para convertirse en presidente municipal interino del bamoense Juan Angulo Leyva, trienio 1957-1959.

Otros cargos que desempeñó fueron: candidato a diputado federal su-plente del propietario Arcadio Camacho Luque del ejido El Caimanero; luego, por cuarta ocasión retomó las riendas del Octavo Comité Regional Campesino en 1960. Y durante el trienio 1966-1968 fue presidente municipal constitucio-nal; al igual que en su periodo de siete meses de interinato en 1959, logró apo-yos de los gobernadores en turno, Leyva Velázquez primero, después Leopoldo Sánchez Celis, a favor de la construcción de escuelas en poblados rurales y de casas para la familia campesina dentro del programa sanchezcelista Plan Sina-loa de Superación Campesina.

Dentro del trienio 1978-1980 del Ayuntamiento que presidió Héctor Othón Mena Camacho volvió a ocupar una regiduría. Se recuerda a Pablo Ru-bio Espinoza entre el gremio ejidal y a nivel popular como un guasavense de trato fácil y servicial. Una de sus frases de campaña política más utilizada dice: «Nuestra tierra de Guasave es generosa, campo fértil para ejercer el trabajo; aquí no tiene modestamente de que vivir solo aquel que no ha sabido cuidar lo que gana».

Líder agrario protegido por Cárdenas y Miguel Alemán: Félix Montoya López, el Güero

Félix Montoya López, el Güero, nació en el pueblo alteño Palmarito Mineral, municipio de Mocorito. Fue el segundo secretario general del Octavo Comité Municipal Campesino, de 1939 a 1942.

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Antes de reportarse al movimiento agrario trabajó sembrando de medie-ro con el señor Melesio López en terrenos ribereños dentro del predio El Chi-no. Por ese tiempo, instaló una cantina en La Cofradía, en las proximidades de un solar que servía de bailadero a los vecinos, luego el lugar fue ocupado por la familia de la señora Juana Leal.

Arribó a La Cofradía en 1928, pero fue hasta 1936 cuando ingresó al ejido como derechoso de parcela. Transcurrida su experiencia como dirigente del Octavo Comité Municipal Campesino hasta 1942, saltó a la secretaría general de la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos de Sinaloa, ape-nas arribó a la gubernatura de Sinaloa el coronel Rodolfo T. Loaiza.

Fue diputado federal por el segundo distrito electoral, con jurisdicción en cinco municipios encabezados por Guasave, en el trienio 1951-1953:

Porque en la lucha agraria sostenida al lado de don Jesús María Armenta Rodrí-guez, Chumaro, Félix M. López se hizo amigo del presidente Lázaro Cárdenas del Río; siendo consejero del Banco Nacional de Crédito Ejidal —Banjidal—, se negó a firmar un crédito destinado a campesinos de La Laguna en Torreón, Coahuila; porque no es justo, a mis compañeros parceleros sinaloenses, que vi-ven en tierra más productiva y fértil, les estén asignando una suma más pequeña como apoyo.

Producto de esa resistencia a firmar el documento, Félix Montoya Ló-pez logró para ejidatarios de la región de Guasave 17 camiones Nash, tractores amarillos y diesel; además, la línea crediticia de Banjidal se incrementó en el municipio.

Félix Montoya López se hizo amigo del licenciado Miguel Alemán Val-dés, siendo este gobernador de Veracruz. Al respecto, las crónicas de ese tiem-po señalan que «el ejidatario de La Cofradía le hizo muchos favores políticos a Alemán ante el presidente Cárdenas, eso lo ayudó a ser diputado federal, luego Alemán siendo presidente le otorgó la concesión de Pemex en Estación Verdura [ahora León Fonseca].

Félix Montoya López en dos ocasiones vio frustrada su intención de llegar a ser presidente municipal. Una ocurrió en 1940, cuando se disputó el derecho constitucional para presidir el bienio 1941-1942, en el que fue electo don Luciano Leyva López; otros candidatos fueron don Rosendo Castro de El Ranchito y Rosario V. Chamber del ejido Guasave.

Entonces surgió una anécdota muy comentada en la región, don Rosendo Castro aceptó una apuesta de Félix Montoya López: el rifle 22 automático de

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135líderes campesinos y agrarios

aquel, contra una hermosa yegua prieta del ejidatario de La Cofradía... «Hasta la fecha, no se sabe quién le ganó a quién la apuesta, porque Chano Leyva fue presidente, eso acabó con toda la especulación política en aquel tiempo».

Jesús María Garza, líder del Octavo Comité Regional Campesino (1945-1947): la revuelta política contra Alejo Blancarte

Quizá el caso de liderazgo políticamente más dramático y accidentado del Oc-tavo Comité Regional Campesino del municipio de Guasave corresponda a Je-sús María Garza, ocurrido, según la investigación, de 1945 a 1947, año en el que este lanzó su candidatura a la presidencia municipal en contra del agricultor Alejo Blancarte González y otros contendientes.

Jesús M. Garza, oriundo de San Pedro, Las Colonias, Coahuila — aunque otros dicen que procedía de San Cristóbal las Casas, Durango—, llegó a Esta-ción Verdura para dar fuerza al Sindicato de Alijadores a bordo del ferrocarril Sud-Pacífico de México, juntamente con su hermano Manuel; luego se integró al movimiento agrario de la región de Guasave, recibiendo de manos de Fé-lix Montoya López —parcelero de Cofradía de Tamazula (La Cofradía)— la secretaría general del Octavo Comité Regional Campesino: su plataforma de lanzamiento rumbo a la presidencia municipal de Guasave.

Pero, ¿cómo llegó Jesús M. Garza al seno ejidal de Guasave vía La Laguna, Veracruz-Distrito Federal? Primero, Jesús M. Garza contrajo nupcias con una sobrina del veracruzano Miguel Alemán Valdés; después, la estrecha amistad política de Miguel Alemán con Félix Montoya López influyeron para que Jesús M. Garza arribara a estas tierras entablando una lucha social en el sindicato de cargadores de Estación Verdura; luego ocupó la secretaría general del Comité Regional Campesino y, finalmente, se lanzó a la presidencia municipal de Gua-save, trienio 1948-1950.

Chuy Garza, como solían decirle sus amigos de Guasave, entregó enton-ces el liderazgo del Octavo Comité Regional Campesino a Luis Gutiérrez Fi-gueroa, con el objeto de lanzarse a la presidencia municipal, «pero el goberna-dor Macías se vio obligado a desconocerlo como tal [...] objetándole el triunfo de los comicios a Garza».

Mientras, surgía una grave acusación en contra de Jesús M. Garza, en la que era señalado de haber intentado acciones deshonestas en contra de una dama perteneciente a una familia de Estación Verdura. El gobernador Macías

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movió sus influencias políticas y desconoció a Chuy Garza, obligándolo inclu-so a salir de la entidad. Garza reapareció en el servicio público como jefe de la Policía Judicial del estado de Veracruz en 1948.

Mientras tanto, en Guasave el Congreso del Estado estableció en ese mis-mo año a un presidente municipal substituto: el capitán Manuel Sarmiento y Sarmiento, nativo de San José de Gracia, Sinaloa, radicado en el Distrito Fede-ral y dedicado a actividades militares y políticas dentro de la Confederación Nacional Campesina.

Después de Sarmiento vino Luis Gutiérrez Figueroa a precidir por dos años la presidencia municipal (1949-1950), complementando así el trienio ad-ministrativo municipal, lo cual fue motivo de la cruenta disputa de los dos grupos. Aquella refriega electoral sí que fue bonita y acalorada historia.

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SECTOR INDUSTRIAL

Industria textil en Guasave en el siglo xix: J. Jesús García Elenes, el Túngano

Transcurría la tercera década del siglo XIX cuando en la región de Guasave la tecnología textil presentaba sus mejores síntomas. Un mocoritense de origen, J. Jesús García Elenes, el Túngano, abrió una fábrica de mecates de diversos tamaños y medidas, auxiliado por el mejor técnico de la época en ese estilo: Eleno Chicuate, el Güilo (lo llaman todavía las gentes del cercano rancho Los Tecomates).

¿Dónde funcionó esa fábrica de mecates de ixtle en Guasave?... ¡Ah, sí!, fue a orillas del vecindario más famoso de la ciudad, en esquina de la avenida Guerrero con la transversal Teófilo Noris, antes Constitución.

El vecindario en cuestión, propiedad del acaudalado don Manuel Pérez Sánchez y de doña Adelina Mussot de Pérez, tenía más de doscientas sesenta viviendas, por eso el vulgo le llamó siempre El Librío. Ahora en esa zona está un gigantesco edificio ocupado por el Sanatorio Guadalupano, construido por el doctor Ramiro Pérez Lógan. Además, en lo que fue el gigantesco vecindario residían el señor Rogelio Castro Inzunza y Roque Pérez Valdez, con sus res-pectivas familias.

Pero el recuerdo está ahí, a orillas del caserío del barrio El Librío, preci-samente donde nació el conocido doctor Rafael López Castro, habitado por carniceros, aguadores, fabricantes de chorizo, de sabrosos chicharrones de res y puerco, músicos... Y por ahí váyase, por el rumbo heterogéneo de la estirpe guasavense de aquellos tiempos.

Sí, ahí, a orillas de El Librío nació y operó por muchos años la industria textil, creada, sostenida técnica y administrativamente por el hijo de Mocori-to, el Túngano García Elenes, quien para establecerse en Guasave se vino de

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Mopany, la del gringo Benjamín Johnston, donde trabajó mucho tiempo en la conservación de las máquinas de la fábrica.

El pequeño pero gran hombre de la industria textil estaba ya en Guasave, la tierra de su destino, desde los primeros años de 1930. Instaló su fábrica, ahí donde les digo —esquina de Guerrero y Constitución, hoy Noris—. Ahí se sur-tían don Blas Valenzuela, Salvador Pinto López, Francisco Chicón Valenzuela, Silverio Trueba, Patricio McConegly y otros exportadores de garbanzo.

Más tarde, a su ayudante Eleno Chicuate se le unieron dos hermosas mu-jeres: la Cachi López y Camila Zamorano. Pura selección entre las millares de beldades que en todos los tiempos han adornado el florido jardín guasavense. ¡Aquí siempre ha sido rico el sector femenil! Y fortalecido su equipo, J. Jesús García Elenes con Eleno Chicuate, la Cachi y Camila, además un chamaco contratado cada temporada para que operara una liviana rueda que era par-te del mecanismo de la fábrica, incrementaron la producción de artículos de ixtle, el mecate que en su medida especial servía para coser los sacos de yute.

Otro tipo de mecate, el de lazo, servía a las amas de casa para amarrar los puercos que estaban en engorda fuera del chiquero. También bolas de mecate para liar camas o tarimas con tarugos donde durmieron nuestros antepasados utilizando un petate fabricado por manos indígenas a base de carrizo silvestre.

El Túngano García abastecía de ixtle a su empresa del barrio El Librío, del feudo de la familia Peiro, en Pericos, Mocorito. Allá los Peiro y otros empresa-rios de la época fabricaban vino de mezcal de cuyo proceso resultaban fuertes tonelajes de ixtle.

García Elenes, en calidad de mayorista, abastecía a millares de clientes a través de los comercios del mercado municipal local y abarrotes; cubría la alta demanda por el producto de los mecates de ixtle en plazas cercanas de Guamúchil, Mocorito, Sinaloa, Los Mochis, y hasta más lejos: Navojoa, la an-tigua Cajeme —llamada hace rato Ciudad Obregón—, Guaymas, Hermosillo, La Paz. Por todo el noroeste del país el ixtle cubrió las necesidades y demandas populares.

A inicios del siglo XIX una familia de apellido Carrillo, al parecer oriunda del estado de Durango o Jalisco, construía reatas de cuero crudo de res, bozales y falsas riendas con clín de caballo. «Los Carrillo, ahí por la vieja calle Colón, usaban una tarabilla para tejer los hilos de cuero o de clin, por esa razón su familia se ganó el mote de los Tarabillas», dice una crónica de antaño.

Pero regresemos a la personalidad del Túngano García, el mecatero del barrio El Librío, quien nació el 5 de enero de 1912 en Mocorito. El 8 de ene-ro de 1938 se casó con una bella alteña, María del Rosario Bejarano Peinado,

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miembro de una familia que se desprendió desde la alta sierra de Dolores, Chihuahua, hasta Los Mochis. El matrimonio procreó tres hijos: J. Jesús, José Enrique y María Guadalupe. A los García Bejarano se les malograron cinco hijos. El Túngano falleció el 18 de enero de 1998.

Esta es otra pequeña historia, la de un mocoritense, J. Jesús García Elenes, y su esposa, a quienes en 1938 casó el juez don Rosendo Verdugo Bojórquez, el Chimini, que ya tenía de ayudante al actual juez, el licenciado Emilio Cota Meza, Milín.

Pequeña experiencia, si usted quiere, la factoría de García Elenes, pero que, así como las gotas de agua formaron el gran océano y los granito de arena son forjadores del gran desierto, ayudó eficazmente a que Guasave construyera la historia de los industriales de aquellos entonces. Pequeños avatares cons-tructores de la grandeza de este pueblo llamado Guasave.

Industria de principios de siglo: Don Ventura el Jabonero, El Pollo Loco, la harina Doña Güera y otras

La agricultura y la cacería han sido fuentes de trabajo y de subsistencia para los guasavenses de todos los tiempos. Antiguamente, la caza de venado, de jabalí y de otras especies de la fauna montaraz fue muy frecuente, hasta que las obras agropecuarias de los gobiernos posteriores a la Revolución mexicana abrieron las modernas zonas de riego, de alto beneficio para la agricultura y la ganadería.

Cabe señalar que en los montes de la región de Guasave hubo abundancia de alimentos frutales silvestres, como pitahaya, lagunas abundantes de capo-mos, aguama, papachi, sayas, ciruela del monte, etcétera. Incluso, a su vegeta-ción se le dio otros usos, por ejemplo, la bola del árbol de amole por mucho tiempo sirvió como jabón para ropa; mientras que la ceniza de las hornillas y el fogón con el agua expuesta al sereno (conocido como serenada), fue utilizada para blanquear y limpiar las prendas de vestir.

En los últimos años del siglo pasado surgió la industria del jabón de lejía. En la elaboración de ese producto fueron socios don Jacinto Castro Garibaldi y un señor que los guasavenses de entonces conocieron como don Ventura el Jabonero, quien vivía al poniente de la calle Colón, que llegaba poco más allá de la actual avenida Degollado, hasta las tierras propiedad de doña Rosenda Angulo de Norzagaray y el recordado barrio Tamazulita o barrio de Don Pedro Tapesti.

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Que se tenga memoria, esa pequeña industria que convertía en jabón las partes de los puercos muertos por epizootia fue la primera de ese tipo que operó por estos rumbos. Esa industria de jabón de lejía abrió mercado para los cochis que morían víctimas de alguna enfermedad: fueron la materia prima de la factoría, cuyo producto tenía mercado en las comunidades mineras de San José de Gracia (Bacubirito), las zonas ganaderas altamente productoras de quesos, carne oreada o cecina de La Ciénega de Casal, además de La Brecha, Tamazula, Estación Bamoa, Nío, los Cubiris, Sinaloa, El Opochi, San Pedro de las Árguenas y otros viejos pueblos de estos rumbos como El Amole y Palos Verdes.

En los años cuarenta el odontólogo Martín Vega y Vega llegó a Guasave procedente de su natal San Blas, Sinaloa, y plantó otra fábrica de jabón en la avenida Madero, cerca de la calle Ángel Flores. Años más tarde se casó con la guasavense María Luisa Bórquez Zazueta, hija de don Ignacio Bórquez Seyfert y de María de los Ángeles Zazueta de Bórquez, doña Güerita. Para entonces, la fábrica de jabón de lejía de don Jacinto y de don Ventura era un recuerdo grato para los guasavenses.

En 1923, en el Campo Mayo o Buenavista, el general Álvaro Obregón, con la aprobación de su compadre Blas Valenzuela, la familia Menchaca, Francisco Echavarría Aguirre y asociados que se comprometieron a producir algodón, instaló e hizo operar por varios años la primera planta despepitadora de fibra blanca.

La creación de las zonas de riego de las presas Miguel Hidalgo en El Ma-hone sobre el río Fuerte y la Gustavo Díaz Ordaz con el vaso de almacenamien-to de Bacurato sobre el río Sinaloa propició que se construyeran más plantas de despepite de algodón. Dentro de ese aspecto febril que separa la fibra del hueso de ese producto agrícola destacó el guasavense Ignacio Bórquez Zazueta, crea-dor y sostenedor de los despepites de la firma Empresa Bórquez sa.

También la industria del calzado alcanzó relieve en Guasave. En las pri-meras décadas del siglo xx funcionaron varias zapaterías, entre ellas la de los señores Francisco Flores y hermanos, J. Jesús Hernández y Pedro Montes e hijos.

Con la instalación de granjas avícolas surgió una industria extraordinaria en Guasave: el pollo asado al carbón. Su inventor fue Fortino García Robles, el Tino Chivero, porque también tenía inteligencia para meter cabritos tiernos al asador.

Dentro de ese aspecto industrioso brotaron desde Guasave los asadores con el ahora internacionalizado logotipo El Pollo Loco, empresa que tuvo la

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fuerza suficiente para realizar una expansión singular y asombrosa por mu-chas ciudades de la República mexicana, incluyendo el Distrito Federal y paí-ses como Estados Unidos y Japón.

Su fundador, Juan Francisco Ochoa Zazueta, invita a sus hermanos Jai-me, Jorge Humberto, José, Jesús Enrique y Armida a participar en nuevos ne-gocios y, gracias a la creatividad conjunta y con la venta de algunas franquicias dentro de la familia, logran consolidarse como líderes de tan exitosa empresa, surgiendo posteriormente un sinnúmero de nombres de negocios imitadores y demás competencia, que no pasaron de ser más que eso.

El Pollo Loco, con su fórmula exclusiva: «a mi me gusta el pollo loco, el sabor de mi tierra natal». Este y otros eslóganes y jingles se han manejado y escuchado en el transcurso de los años.

Los creadores e impulsores de El Pollo Loco, los hermanos Ochoa Za-zueta, tuvieron alcances para hacer que el sabroso pollo guasavense saltara por la alambrada fronteriza de los Estados Unidos: los hijos de don Enrique Ochoa y doña Concepción Zazueta de Ochoa llegaron con la etiqueta de El Pollo Loco hasta Los Ángeles, California; y, ya acreditados ante los chicanos, norteamericanos y la singular clientela cosmopolita angelina, negociaron sus crazy chicken con la firma internacional Denny's por fabulosa suma de dólares.

Con una visión internacional, lograron que cinco años despúes de su fun-dación abriera sus puertas el primer El Pollo Loco en Estados Unidos, el 8 de diciembre de 1980, por la calle Alvarado en Los Ángeles, California. La larga fila de clientes que se veía sobre la calle fue la confirmación de su gran éxito, que llegó hasta Japón.

Cuando Pancho Ochoa abrió su primer El Pollo Loco en Guasave, tex-tualmente dijo: «Conquistaré el mundo con este sabor». Sus amigos le decían que estaba loco. Qué bueno que Pancho se propuso con su locura buscar nue-vas oportunidades de largo alcance y compartir con el mundo los resultados de su innovación, creatividad, pasión y entrega, al crear y cuidar una marca que ha trascendido con gran dignidad en el mundo entero. Después de todo, la idea de compartir el sabor de El Pollo Loco no resultó ser una idea tan loca, más bien ¡fue una idea genial!

Otras industrias operaron desde principios de siglo xx. Don Francisco Valenzuela, Chicón, y su esposa María Luisa Vea de Valenzuela, Malicha, des-cendientes de don Blas Valenzuela, establecieron la primera planta productora de energía eléctrica por la avenida Madero, cerca de la calle Obregón. Ahí tam-bién hicieron operar una fábrica de hielo. El técnico mayor se conoció como el Indio Quiñónez.

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También Manuel Félix Ibarra, el Sordo, instaló una planta productora de hielo por la avenida Libertad —hoy General Norzagaray—, en su entronque con Teófilo Noris. Contratado como mecánico de la familia Menchaca vino de Navojoa, Sonora, recién casado con una hija de Álamos, Sonora: Balbaneras Almada de Félix, Nelita. Otros dicen que el Sordo Félix llegó a Guasave como vendedor de carros, apenas iniciada la industria automotriz en el mundo.

Esas dos fábricas de hielo permitieron que don Noé Ignacio Ortiz del Distrito Federal, instalara la primera fábrica de refrescos. Por muchos años esa productora de sodas estuvo en la esquina de Zaragoza y Corregidora; Noé Ortíz también fue gerente del hotel América. Tiempo después se instaló en De-gollado y Obregón otra fábrica de refrescos y sodas de varios sabores; su pro-pietario y gerente fue don Ignacio Ramírez, con la razón social de El Oso Polar.

Don Fortunato Álvarez Gaxiola, expresidente municipal de Guasave del bienio 1945-1947, llegó a estas tierras procedente de El Fuerte. Trabajó como empleado de mostrador de la firma comercial Pérez Sánchez y Compañía, ubicada en la esquina Zaragoza y Noris. También fue tenedor de libros de la hacienda El Cubilete. Se casó con la nativa profesora Siria René Castro Soto y posteriormente, por viudez, con Lily Ahumada García. Años más tarde, cons-tituyó la Empresa de Servicios Públicos de Guasave, una sociedad anónima de guasavenses de todos los niveles que se convirtió en un generador eléctrico de uso popular e industrial.

Después del fuerte impulso recibido por la agricultura regional a partir de 1953, surgieron en la región industrias de todo tipo, una de ellas de im-plementos agrícolas de la firma Zuro, representada por el mazatleco Alberto Zubiaga Gaxiola, quien se casó con Juanita Rodríguez, hija del comerciante Isidro G. Rodríguez. Esta fábrica impulsó sus productos a nivel internacional.

La producción de coolers, o ventiladores, también alcanzó resonancia industriosa en los últimos tiempos bajo la dirección de un fabricante nativo, Pedro Sánchez Espinoza.

Rosario Castro García y Roberto León Campos son otros dos guasaven-ses emprendedores, iniciaron la fabricación de acumuladores para vehículos de tracción motriz. Esta industria de las baterías dio un impulso en la transfor-mación de nuestro medio.

El guasavense David Escárrega Cota, ingeniero electricista radicado en el Distrito Federal, fue hijo de Ignacio Escárrega, Nachón, despachador de una de las primeras gasolineras de Guasave, denominada La Huasteca. David incre-mentó su experiencia en el ámbito industrial durante varios años de estancia en Alemania Occidental, contratado por una empresa germana; de regreso en

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su tierra, el ingeniero Escárrega Cota se convirtió en el ariete industrial al lado del ingeniero Teodulfo Fierro, ambos dirigentes de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación.

Con el hotel El Sembrador, realizado por más de ciento sesenta accionis-tas guasavenses acicateados por el gobierno municipal que presidió el licencia-do José Luis Leyson Castro, la industria hotelera (que data desde los tiempos del hotel de la familia Valdez, luego la casa de huéspedes Doña Ubaldina, hasta llegar a los hoteles Guasave de Sarita Sandoval, el Moctezuma de don Isidro Rodríguez, Del Rosario de Manuel Luque y el San Enrique de Jesús Félix Gas-télum, el Güero) ha creado una panorámica progresista en esta tierra donde se continúa firme y decididamente intentando alcanzar metas superiores en estos importantes renglones.

En los últimos tiempos, la industria ha presentado mejores síntomas im-pulsores. Dentro de la unidad administrativa de la asociación de agriculto-res han surgido factorías importantes, entre ellas la industria harinera Molino Hernando de Villafañe del señor Enrique Terminel Fonseca, dueño de la exce-lente etiqueta Doña Güera, nombre que trata de inmortalizar a la progenitora del citado empresario.

Todas estas y muchas otras industrias surgieron en Guasave, donde todo empezó con una pequeña fábrica de jabón de lejía, la manufactura de reatas y cabrestos de cuero crudo y clin de bestia caballar impulsada por la familia de los Tarabillas; también con la fabricación de cordeles de ixtle de maguey de Pericos, Mocorito, factoría impulsada por el mocoritense Jesús García, el Tún-gano y su técnico Eleno Bernal, el Güilo, ubicada en el barrio El Librío.

En este libro quiero hacer justicia a aquellos estoicos de la industria de todos los tiempos. Ahora los comprendemos por su esfuerzo cuando las tec-nologías nos son favorables, porque verdaderamente a veces sentimos estar parados sobre los hombros de aquellos que nos antecedieron en estas cons-tructivas acciones.

Ignacio Bórquez Seyfert

El invento del estadounidense Samuel Morse concedió superaciones extraordi-narias a la comunicación de los hombres en el mundo. Uno de los expertos en la tecnología de telégrafos, con la famosa clave morse, fue don Ignacio Bórquez Seyfert, pilar de una numerosa familia guasavense, a raíz de su enlace matri-monial con María de los Ángeles Zazueta, doña Güerita, hecho social ocurrido

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en 1911 en la iglesia de San Felipe y Santiago en la antigua villa. El matrimonio procreó nueve hijos: María de los Ángeles (finada), Ignacio, Héctor (el Güero), Isabel de Castro, Pedro, Graciela de Balderrama, Otilia de Elizalde, Francisco (finado) y la segunda María de los Ángeles, Machángeles, cuyo nombre repuso a la malograda primera hija.

El telegrafista Ignacio Bórquez Seyfert nació en 1890, en Quiriego, So-nora, pueblo localizado en las proximidades de Álamos, la tierra de la famosa actriz María Félix. Fue hijo de padre español, don Francisco Bórquez, y madre alemana, doña Luisa Seyfert de Bórquez.

Todavía muy joven, Bórquez Seyfert, experto en la comunicación telegrá-fica, se vino hasta Estación Bamoa, siguiendo la ruta Punta de Fierro, o sea el avance en las vías del ferrocarril. La historia nos dice que «fue don Nacho, el jefe de la oficina de telégrafos en la estación trenera de Bamoa en 1910, cuando todavía Guasave era una prefecturía o directoría política adscrita al distrito de Sinaloa; eran tiempos difíciles por el movimiento de la Revolución mexicana».

Distante todavía 1924, año en que el gobernador Francisco Cañedo pidió a los hacendados Cirilo Arrayales, al español don José de la Vega y a Patricio Falomir una superficie de tierra (primero 20 ha, después otra porción) para fundar el lugar que primero se llamó Campo Wilson, después oficialmente Es-tación Bamoa: una de las zonas legumbreras más importantes del país, con alto índice ocupacional y salarios, creada por el norteaméricano Santiago Wilson y su esposa Esther Alcalde.

Retirado de su oficio de telegrafista, se dedicó a la agricultura en su Cam-po Bórquez, rumbo a La Sabanilla. Sin embargo, don Ignacio Bórquez Seyfert perdió las tierras privadas durante el movimiento agrario del presidente Cár-denas. En su juventud también fue minero, junto con su cuñado don Filiberto Zazueta, en las montañas del norte de Sinaloa y Chihuahua. Don Ignacio, que de joven se vino a Guasave desde su natal Quiriego, falleció en esta ciudad.

Don Ignacio Bórquez Zazueta

Este personaje desarrolló con gran éxito la producción de diferentes cultivos, pero principalmente impulsó la siembra de algodón. Son pocas las persona-lidades que a través de su esfuerzo, dedicación, profesionalismo, responsa-bilidad con el medio ambiente y calidad humana lograron forjar de manera trascendente e innovadora la industria agrícola en México y además abrieron

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las puertas de mercados internacionales con productos destacados por su alta calidad y tecnología en sus procesos de producción.

Don Ignacio Bórquez Zazueta fue un hombre trabajador, incansable, con fuerte sentido de humanidad y pionero de la agricultura. Fue pieza funda-mental y precursor del desarrollo y consolidación de la industria agrícola y la economía del municipio de Guasave y del estado de Sinaloa. Trabajó fir-memente, basándose en todo momento en los valores, la sustentabilidad y la responsabilidad social. Junto con su esposa, doña Esperanza Sainz de Bórquez, procrearon ejemplar familia dedicada al trabajo fecundo y creador.

Nació un 13 de octubre de 1912 en Sinaloa de Leyva. Desde muy pequeño manifestó su pasión por el campo, pues con tan solo 10 años de edad inició actividades en la agricultura. A sus 18 años se desempeñó como representante del señor Ignacio Gaxiola, que a su vez era el representante del general Álvaro Obregón. Desarrolló con gran éxito la producción de diferentes cultivos, pero principalmente impulsó la siembra de algodón y, con el paso del tiempo, diver-sificó sus plantaciones, incluyendo hortalizas y granos como el maíz. También introdujo notoriamente a tierras mexicanas el cártamo y la mineola (injerto de toronja con mandarina).

Sus dos pasiones adicionales hicieron que el nombre de Ignacio Bórquez fuera escuchado a nivel nacional e internacional: los gallos y los caballos. En los gallos logró ser distinguido como navaja nacional, mientras que como cria-dor de caballos consiguió un sinnúmero de victorias con sus ejemplares, ga-nándose su cuadra el respeto a nivel nacional.

Además de trabajar como empresario en la industria hotelera y poseer el emblemático hotel El Sembrador, don Nacho Bórquez impulsó la construcción del drenaje en el primer cuadro de la ciudad de Guasave, contribuyó para es-tablecer el servicio de telefonía, realizó diversas aportaciones para la construc-ción de escuelas, el parque industrial y el aeropuerto, entre otros.

Su trayectoria como empresario agroindustrial, criador de caballos pura sangre, padre de familia y ejemplar e incansable impulsor de organizaciones filantrópicas marcó la vida de todos los que lo rodeaban. Todo lo anterior nos da muestra del fundamento y la importancia de que una filosofía tan visionaria como la de don Ignacio Bórquez Zazueta sea reconocida y transmitida, pues con esto Sinaloa seguirá siendo un estado propositivo, pionero en el desarrollo de la agricultura y parteaguas para el crecimiento del país.

El insigne criador mexicano Ignacio Bórquez Zazueta falleció el domin-go 11 de noviembre del 2013 de causas naturales. Descanse en paz el hombre

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multifacético que deja una descendencia pujante y con deseos de continuar la trayectoria luminosa del hombre que ya no está entre nosotros físicamente, pero sí en su etérea esencia.

Francisco Antonio Hernández Reyes

GUASAVENSES DE CORAZÓN: DOÑA CHITA Y DON ARNOLDO

No obstante nacieron fuera de Guasave, don Arnoldo Rodríguez Morales y su esposa, Primitiva Espino Ochoa, quisieron mucho estas benditas tierras que los cobijaron desde el año de 1957 hasta el sensible fallecimiento de ambos.

Su paso por esta vida dejó marcada una imborrable huella como crea-dores de una familia ejemplo de trabajo y honestidad. Contrajeron nupcias en Los Mochis, el 12 de diciembre de 1953, y por cuestiones de trabajo de don Arnoldo como jefe de maquinaria de la empresa Case tuvieron que trasladarse a radicar a Guasave en el año de 1957 y decidieron formar su familia aquí.

Juntos procrearon a Arnoldo Jr., María de Jesús, Mario Alberto, Óscar Eduardo, José Luis, Miguel Ángel y Norma Angélica. Ellos representaron el verdadero cariño a una ciudad que les brindó alojamiento y supieron agrade-cer ese gesto característico de los guasavenses, quedándose a vivir con ellos durante el resto de sus días.

Francisco Antonio Hernández Reyes

Ramiro Castro Soto: dejó imborrable huella

El agricultor guasavense Ramiro Castro Soto nació el 3 de diciembre de 1939, en el cercano poblado San Pedro de las Árguenas. Contrajo nupcias el 13 de mayo de 1959 con la distinguida dama Alba Mina Gálvez de Castro, quien se refiere a su marido como: «Un hombre de bien, persona comprensiva que otorgaba oportunidades de superación a mucha gente».

El ejemplo creativo de su padre fue factor determinante en la formación laboriosa del excelente guasavense Ramiro Castro Soto, cuya acción se refleja en el pujante desarrollo agrícola de la región, creando Agrícola Yori, la cual produce semillas de tomate de larga vida. Dicha empresa agrícola es el resul-tado del esfuerzo y entusiasmo de sus padres, don José Socorro Castro García

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y la señora Rosario Soto de Castro; con la integración al negocio de su único hijo, Ramiro Castro Soto, se logró mejorar de forma integral la producción agrícola de lo que conocemos como el Corazón Agrícola de México.

En la temporada agrícola 2003-2004, el señor Ramiro Castro Soto fallece. Sin duda la tragedia representó gran pérdida para su familia y para los gua-savenses en general. Actualmente la empresa agrícola es manejada, con mucho orgullo familiar y con la misma eficiencia que sus antecesores, por Ramiro y José Socorro Castro Soto, que, siguiendo los planes originales y creativos de don Socorro y su hijo Ramiro, enfocan esfuerzos para arrancar de la tierra los productos agrícolas necesarios para la alimentación.

La sociedad guasavense lamentó amargamente el sensible fallecimiento de quien fuera un estimado y bien nacido guasavense.

Francisco Antonio Hernández Reyes

Enrique Terminel Fonseca

Escribir sobre la vida de Enrique Terminel Fonseca es versar sobre la existencia de uno de los empresarios más emblemáticos de Guasave, principalmente por la variedad de actividades económicas en las que ha incursionado con voca-ción y éxito, y que ha sabido combinar con dinamismo filantrópico, especial-mente en la educación.

Nació el 3 de noviembre de 1941. Sus padres fueron don Antonio Termi-nel Belderrain, originario de Quiriego, Sonora, y la señora Amada Fonseca Laura, oriunda de La Trinidad, Guasave. Su padre trabajaba para el general Álvaro Obregón como administrador, ya que fue tenedor de libros. Tuvo siete hermanos: Jorge, Antonio, Emma, Agustín, María Luisa, Zaida y Fabiola. Se casó con Alicia Rojo Quiroz (finada), con quien procreó siete hijos: Enrique, Denisse, Alicia, Moisés, Alejandro, Martín y Agustín.

Estudió la carrera de Taquimecanografía en la academia Pitman de la maestra Dalia López de Polanco, incorporándose desde muy joven a laborar en el antigüo Banco Nacional de Crédito Ejidal S. A de C. V (Banjidal), en el cual laboró por espacio de 12 años, ascendiendo hasta el puesto de contador.

Como todo buen guasavense, las principales actividades comerciales de don Enrique están relacionadas con la producción agrícola.Es así que se dis-tingue por ser un excelente agricultor, además de ser considerado un astuto comerciante de granos y semillas. Asimismo, administrador de empresas fe-

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rreteras y de refacciones para las actividades del campo y fertilizantes para la producción agrícola.

Pero quizás el orgullo empresarial de don Enrique sea el Molino Hernan-do de Villafañe, una fábrica industrial de harina de trigo que exporta al mer-cado nacional y extranjero una variedad de productos de este rico cereal, que enriquece la alimentación de los miembros de millones de hogares de nuestro país y el extranjero.

La generosidad de este gran hombre se observa en los diversos apoyos en especie y económicos que ha realizado a favor de las más variadas causas socia-les, como son religiosas, deportivas, educativas, culturales y en la construcción de una gran cantidad de obras de profundo contenido social. Pero todo de manera discreta y humilde.

En religión, sobresalen la construcción y ampliación de iglesias de la re-gión, entre las cuales sobresalen el santuario del Sagrado Corazón de Jesús, la iglesia de la Virgen del Rosario, la del Señor de los Milagros y de la Virgen de Guadalupe, entre otros templos del municipio.

Fue presidente de la Junta Municipal de Mejoramiento Moral, Cívico y Material de Guasave, organismo ciudadano que durante varios trienios mu-nicipales planeó y construía obras de beneficio social. En ese lapso edificaron la barda del panteón municipal y sus velatorios; reconstruyeron el puente del vado, hoy conocido como puente José de Jesús Pepechuy Sánchez Camacho, que se averiaba cada crecida del río Sinaloa. También urbanizaron una gran cantidad de parques recreativos, jardines y canchas deportivas.

Dentro de la Liga Mexicana del Pacífico, fue presidente del club de beis-bol Algodoneros de Guasave durante tres temporadas. Participó en la cons-trucción de varios estadios de beisbol de la región, como en el de La Trinidad, Tamazula, El Burrión, Estación Bamoa y Choipa.

Fue promotor y practicante del deporte más tradicional y nacionalista de nuestro país: la charrería, esparciendo y sembrando en la región la semilla de esta cultura. Junto con otros conocidos guasavenses venidos del estado de Jalisco, hizo historia con sus jaripeos y acrobacias en briosos caballos por toda la región, participando también en los concursos estatales y nacionales de la charrería mexicana, siendo el equipo de Guasave reconocido como uno de los mejores. Por su entusiasmo, dedicación y apoyo a esta rica tradición y costum-bre cien por ciento mexicana, el lienzo charro de Guasave orgullosamente lleva su nombre.

También estuvo al frente del patronato de la Cruz Roja durante más de ocho años. Actividad social que desarrolló, como todas, con mucho entusias-

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mo y dedicación, ya que no se recuerdan resultados más exitosos en lo re-cabado por las colectas tradicionales de esta benemérita institución. Durante su gestión se construyó el edificio nuevo, se adquirieron nuevas ambulancias, equipo médico y paramédico, se capacitó al personal médico, enfermero y so-corristas. Es, de hecho, el patronato que más trabajo ha demostrado por sus resultados, dinamismo y sus logros económicos.

Por más de veinte años, desde 1980 al año 2004, fungió como presidente del Comité de Financiamiento de la UdeO, tiempo durante el cual realizó una cantidad de obras materiales, entregó equipo para la realización de prácticas profesionales, equipo de cómputo, donación de libros y suscripción a revistas especializadas, gestionó la donación de recursos económicos para la investiga-ción, otorgó una gran cantidad de becas, apoyos económicos a maestros para su titulación de grado y una infinidad de recursos económicos para viajes de estudio.

Francisco Antonio Hernández Reyes

La planta de harina de pescado Piza, está ahí en Punta Perihuete

El hombre creado por Dios construye, la naturaleza destruye.Furia del ciclón Payne

El hombre tratando de construir con apego a la ley divina es atacado por la ilusión y el anhelo creativo; gestiona y comparte la ilusión con otros hombres hasta crear una empresa que se esfuerza, en comunidad, con el brazo y el cora-zón por delante. Así nació en Punta Perihuete la empresa Proteínas Piza S. A. de C. V., con documento protocolizado el 22 de marzo de 1977.

No era el canto de las sirenas de Ulises, pero sí todo en el hombre creativo es una odisea. El guasavense Fausto Zazueta Vea, nacido en el cercano rancho Campo Bórquez, anidó en su mente de marinero la ilusión que se convirtió en tangible realidad:

En 1951 el funcionario federal convertido en armador, Francisco López, gestio-nando el negocio del camarón, me otorgó el empleo de motorista en su barco Petatlán, construido de madera; no tenía mucho calado, de 36 a 40 pies de largo, el ancho o maga medía 3.50 m. Uno de los tripulantes era Miguel Robles Nieblas,

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otro marino, el Noi; estuvimos al mando del patrón Ricardo Vizcarra, mazatleco de origen.

Una noche Vizcarra me pasó el timón, repentinamente tuve frente a mis ojos una luz, refulgente, brillante como luz ornamental de una gran ciudad: «¿Es Ma-zatlán?», me pregunté... No, descubrí luego, se trataba de cardúmenes de sardina.

Mientras transcurrían las cuatro horas de cada lance, dimos vuelta en Alta-mura, me acerqué a los cardúmenes sardineros, esa sabrosa materia prima que se enlata en comestible para el ser humano; además podía convertirse en harina de pescado, insumo de alimentos balanceados de engorda de pollos, cerdos, gallinas ponedoras, pura proteína al 60 por ciento; de tiempo acá, una fábrica reduciendo el grado proteínico, la venden a los granjeros en el desarrollo y engorda de larva de camarón en estanques.

Relata Zazueta Vea, el marinero con apodo el Mil Amores, que también exclamó jubiloso: «Lo del flujo de los cardúmenes de sardina visto a bordo del barco Petatlán fue un sueño [...] ¡parecía irrealizable, una locura, pero logré convertirlo en realidad! ¡Pero lo logré!»:

[...] después de ese sueño producido por la luz fosforescente del criadero de sar-dinas, gané más experiencias, estuve en la empresa Nueva Pesquera de Topolo-bampo; de 1959 a 1967 trabajé como encargado del Campo Negro, una maravi-llosa isla de la sierra de Navachiste; asumí luego la jefatura de todos los campos pesqueros, las islas donde los atarrayeros de camarón y sus familias producían desde las sociedades cooperativas La Industrial Norte de Sinaloa, Río Fuerte, la Río Sinaloa, Bahía Macapule.

Pronto la empresa Nueva Pesquera me ascendió como subgerente encargado de la producción camaronera que entraba a su planta del puerto de Topolobam-po, desde las bahías Yavaros, Agiabampo, Jitzámuri entre los estados de Sinaloa y Sonora; luego Ohuira, Santa María, El Colorado, Navachiste y Macapule; tam-bién manejé desde mi puesto los volúmenes de camarón de los arribos de barcos del golfo de California y océano Pacífico... ¡Y seguía pensando en el sueño de las sardinas!

En el lapso de 1969 a 1974, fui llamado a colaborar con otro guasavense, el ingeniero Francisco Sánchez Camacho de El Burrión, en su programa federal Lagunas y Litorales, adscrito a la SAG, hoy SAGAR. Eran tiempos del presidente Echeverría y del licenciado Alfredo Valdez Montoya en la gubernatura de Sinaloa.

Se trata de construir obras de agua potable, caminos, electrificaciones, lo lo-gramos en 13 comunidades pesqueras, las ubicadas en la región de Guasave, ya

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estaban en tierra las familias de los pescadores, en los cerros El Huitussi, Nisco-co, Cerro Cabezón, El Tortugo, los sacamos al firme, desde las islas de Macapule y Navachiste, desde mis tiempos en Pesquera de Topolobampo.

Mi experiencia en la producción del mar, ganada desde 1949 a 1974, templó como el acero mi espíritu, tuve conciencia técnico-administradora de los pro-ductos del mar, porque continuaba anidada en mi mente el disque sueño irreali-zable de la luz fosforescente de los cardúmenes de sardina. Planteé mi proyecto, la planta procesadora de harina de pescado en El Perihuete, a un amigo mío que hice en mi trabajo en el programa gubernamental Lagunas y Litorales, es el contador público Luis Pérez Inda; su amistad sólida hizo posible la creación de la empresa Proteínas Piza en marzo 22 de 1977; tres meses después se nos unió otro accionista, el empresario de El Batamote Carlos Bátiz Echavarría.

Con apoyo del presidente municipal Jesús María Cervantes Atondo, del secre-tario del Ayuntamiento, el licenciado Roberto Zavala Echavarría, el 2 de agosto de 1976 pudimos localizar la superficie necesaria para instalar la planta de harina de pescado de El Perihuete, una hectárea con 800 m que adquirí en Punta Peri-huete, a la familia del ganadero Silvano Gaxiola, transcurridas algunas pláticas en un sitio del rancho pecuario El Chupadero, de conformidad con los hijos herederos del señor Gaxiola.

Luego, la firma Proteínas Piza S. A. de C. V. contrató al señor Quirino Parra, vecino del puerto de Guaymas, experto técnico en la adquisición e ins-talación de plantas harineras:

Parra nos asesoró, nos fuimos de compras del equipo a Estados Unidos y Cana-dá. E instalamos la planta en El Perihuete, consistente en un fogón, un secador, cocedor, prensa, vibrador, separador de sólidos y caldera, un motor de energía eléctrica, extractor de gases, todos los motores, un reductor. La inversión rebasó los tres millones. Se construyó el actual camino a El Perihuete, el constructor Pablo Rivera Osuna, con su trascavo, tres dompes, abrió comunicación vial ni-velando médanos en su trayecto de 8 km. Ahora operan por esos rumbos varias granjas camaronícolas.

Tuvimos el abasto de los barcos camaroneros con la fauna de acompañamien-to capturada; por algún tiempo nos abastecieron de materia prima barcos de la empresa Productos Pesqueros de Mazatlán, con embarcaciones sardineras; lue-go intentamos negociar con empresas con barcos de más alto calado, de cien a doscientos toneladas, más grandes que los de sesenta a ochenta anteriores; la profundidad de la barra no permitió la entrada de estos últimos.

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Reconoció Zazueta Vea que el tiempo que duró operando la planta, desde abril de 1977 a fines de 1986, con todo y la serie de dificultades afrontadas en el abasto de materia prima, debido a que la barra de El Perihuete no permitía la entrada de barcos de mayor calado a 80 toneladas, demostró ser un negocio rentable.

Sin embargo, las fuertes y salvajes marejadas del ciclón Payne, ocurrido a fines de 1986, hundieron la planta harinera de la empresa Piza en Punta Peri-huete: «Por tal motivo hicimos las gestiones necesarias ante las dependencias correspondientes hasta lograr la aprobación del dragado de la barra, era el año de 1986, el cual no se llevó a cabo debido a la desaparición de la planta pro-cesadora proteínas Piza, por el mencionado ciclón Payne», concluye Fausto Zazueta Vea.

Francisco Antonio Hernández Reyes

Empresario guasavense triunfador: Arturo Reyes Armenta

Arturo Reyes Armenta, director general de la empresa Trizalet, elaboradora de tostadas, tortillas de harina, tortillas para tacos y frituras, señala que ha sido un reto abrirse mercado en otros estados de la República, con productos que cuentan con un enorme arraigo en Sinaloa.

De crecimiento paulatino pero con resultados satisfactorios y evidentes, Trizalet, empresa formada por el guasavense y su esposa, inició hace poco más de veinticinco años con apenas dos máquinas industriales y trabajando un solo turno. A base de trabajo y esfuerzo tesonero, el hijo de don Alejandro Re-yes Lara y doña Margarita Armenta (finada) logró abrir mercado en Tijuana, Ensenada, Mexicali y gran parte de Sonora, inclusive está exportando a otros países.

Con una lucha constante, Arturo Reyes ha triunfado en este proyecto sin aflojar ni tantito el paso. Sugiere que la base del triunfo es básicamente no des-moralizarse con la competencia, sino dar gracias por tenerla, sin alardear de liderazgo ni minimizar a los demás.

Francisco Antonio Hernández Reyes

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SECTOR COMERCIAL

Menchaca Y Ostolaza, Emigrantes de España, llegaron A bordo de un barco llamado El Bilbao

Dos emigrantes españoles llegaron a tierra de Guasave casi al finalizar la quin-ta década del siglo XIX, Baltazar Menchaca y su primo Pedro Ostolaza, para escribir una parte importante de la historia agrícola, ganadera y comercial, incluyendo la exportación desde esta región.

Menchaca y Ostolaza viajaron desde uno de los puertos de la Vizcaya, encabezando la tripulación de su barco mercante El Bilbao, corría el año de 1865, la nave terminó una serie de travesías y atracó en una zona de la bahía Macapule, en el mar de Cortés, todavía la gente sigue llamando al sitio Puerto de los Palos Tirados.

Por algún tiempo la firma Menchaca y Ostolaza se dedicó a comercializar con pieles, corteza de árbol de donde extraían la tinta para curtir cueros de res, queso, granos, etcétera; los transportaban a La Paz, Baja California, y otros lugares del Pacífico, desde Guasave, la Ciénaga de Ventura Casal en Mocorito, Angostura y otros sitios seguían transportando cargas a bordo del velero El Bilbao. Don José de la Vega, hispano de Higuera de los Vega, financió los ne-gocios agropecuarios de los Menchaca.

Los primos y socios decidieron establecerse en la región de Guasave, Baltazar Menchaca casó con doña Ana Rochín y se instaló en la que fue rica hacienda de Rosales, ubicada al extremo izquierdo de la curva más prolonga-da que tiene la ahora carretera al balneario Las Glorias. Pedro Ostolaza y su hermano Modesto, sus hermanas Balbina, María Guadalupe y María Dolores, que llegaron a Guasave de Bilbao, España, se instalaron en El Chino, rancho agropecuario muy rico, cercano a El Amole y la propia hacienda Rosales.

Ningún miembro de la familia Ostolaza se casó. Las tres muchachas her-manas de Pedro y Modesto vivieron en El Chino y La Brecha, murieron sol-

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teras, no se sabe a la fecha de algún descendiente Ostolaza. El matrimonio de don Baltazar Menchaca y doña Ana Rochín de Menchaca procreó tres hijos varones, con quienes compartieron las grandes extensiones de terreno que ya poseían en los diversos predios, principalmente Saratajoa previamente don Baltazar trajo de España semilla de garbanzo, «breve blanco» y «breve espa-ñol», que reprodujeron en toda esta región.

Los tres hombres que en aquella época orgullosamente mostraron ante el mundo de los grandes negocios los apellidos Menchaca Rochín fueron: Emilio, que fue dueño del rancho El Doradito; Camilo de Buenretiro y Roque de La Bebelama. Emilio Menchaca Rochín fue jefe político en la prefecturía desde fines del siglo pasado.

En cada una de las tres haciendas los herederos hijos de don Baltazar Menchaca, se impulsaron la cría y engorda de ganado vacuno; por conducto de una gigantesca motobomba de manufactura alemana instalada en el rancho La Guamuchilera, cerca del río Sinaloa, en una zona intermedia a El Doradito y la hacienda La Bebelama, impulsaron la agricultura durante muchos años, también el cultivo de caña y operaron una fábrica de piloncillo, empresa que hizo emigrar de los pueblos de la sierra a cientas de familias.

Se decía que los Menchaca habían hipotecado esa motobomba y las tie-rras del predio Saratajoa a la empresa de don José de la Vega cuando el movi-miento agrario realizado por el presidente Lázaro Cárdenas del Río los despo-jó de grandes superficies de terreno y ese gran imperio económico empezó a declinar; De la Vega fue el perdedor con el reparto a ejidos parceleros en esa región a partir de 1937.

También un descendiente del emigrante del barco El Bilbao, don Balta-zar Menchaca, su nieto Emilio Menchaca Benard, hijo de Emilio Menchaca Rochín, fue el primero en traer a Guasave el primer carro: en 1922 transportó desde Los Ángeles, California, un automóvil de pedal, le decían el Dochón los guasavenses de la época, quizá porque era marca Dodge. Por muchos años otro dochón de tracción motor traído de Norteamérica por los Menchaca fue operado por los hermanos Adalberto, Alejandro y Silvano Norzagaray Leyva, mecánicos de la bomba de la Guamuchilera. Roque Menchaca Corbalá, primo hermano de Emilio, tuvo en Guasave el primer camión de carga, le decían el Troque; lo manejó Catarino Rubio Espinoza, el Toca, hermano y homónimo de mi abuelo materno.

Menchaca Benard, a quien sus amigos cariñosamente llamaron el Loco Emilio, fue dos veces presidente municipal de Guasave; también delegado de

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Tránsito; alcanzó el grado de coronel revolucionario defendiendo la causa de Álvaro Obregón cuando los renovadores.

La historia dice que la acaudalada familia Menchaca perdió todo su po-derío territorial, vendió lo que son hoy las regiones de El Cubilete a don Blas Valenzuela y Buenavista, o Campo Mayo, al general Álvaro Obregón; otra tie-rra pasó a manos de Pedro Alvín, antes y después de que cobrara efecto el movimiento agrario del país en esta región.

Los pueblos evolucionan y se transforman, de aquellos descendientes de los emigrantes españoles quedan residiendo en Guasave familias con ese apellido Menchaca, que fue sinónimo de gran poderío económico. Así el úl-timo superviviente, Emilio, Julio Menchaca Benard, dueño de una huerta de mangos y cítricos en El Doradito, sus hijos Menchaca Estrada, Menchaca Cas-tro, Menchaca Ahumada, Menchaca Mendoza, Menchaca Pineda, Menchaca Pinto, Gaxiola Menchaca; hasta fecha reciente hubo también apellidos Calleja Menchaca y otros. Pero su dinastía cobra fuerza a más de un siglo y medio de que atracó en nuestros mares un barco llamado El Bilbao.

El empresario del siglo, Jacinto Castro Garibaldi

Don Jacinto Castro Garibaldi, el empresario del siglo, nació en Angostura en 1856. Falleció a los 83 años de edad, el 12 de febrero de 1939.

Este angosturense, guasavense por adopción, arribó a estas tierras en 1880 acompañado de su joven esposa, doña Leonor Romo de Castro. Ella, virtuosa y hermosa, fue oriunda de La Ciénega de Casal, perteneciente al municipio de Mocorito, hoy Salvador Alvarado. El matrimonio Castro Romo tuvo 13 hijos: Lope, Jacinto Jr., Alfredo, Robustiano, Ignacio, Ernesto, Evodio, Juan Manuel, Napoleón, Gustavo, Veneranda, María del Rosario y Josefa.

Don Jacinto Castro Garibaldi y doña Leonor fueron altamente fructífe-ros, asimismo en el mundo de los negocios dejaron constancia de dinamismo y creatividad, desde que don Jacinto se asoció con don Ventura el Jabonero en la instalación de una fábrica de jabón al poniente de la calle Colón.

Las crónicas de antaño señalan que esto sucedió cuando «Guasave, toda-vía sin dar signos positivos de desarrollo urbanístico, cuando gran parte de las amas de casa lavaban la ropa en el río, o con el lavadero bajo un frondoso árbol, refregando las prendas de vestir y dormir con bolas de amole, fruto de un árbol que abundó entonces por acá, que producía espuma».

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Jacinto Castro Garibaldi, padre de políticos y empresarios destacados, junto con su hijo Napoleón, fundó el primer cine en Guasave en 1922 por la en-tonces céntrica calle Ángel Flores, llamado cine Oriental. Esto, en los tiempos triunfales de Charlie Chaplin, Andi y Ardi (el Gordo y el Flaco), los hermanos Marx y demás estrellas del cine mudo. En 1928 construyó y operó el moderno teatro cine Murcia, con Napoleón, Gustavo y otros de sus hijos integrados a una empresa, ya cuando la industria cinematográfica había entrado al periodo del cine hablado.

La empresa del cine Oriental presentaba funciones por la calle Ángel Flo-res dos veces por semana. El público guasavense, gente mayor y menor, ávida de ganar cultura a través del novedoso espectáculo, repletaba la sala en la his-tórica ubicación: Ángel Flores, entre la avenida Madero y desembocadura del callejón Zaragoza, enfrente del hotel Doña Natividad y de un viejo caserón de altos y frescos portales, una parte propiedad de doña Angelita Montiel y demás hermanas de don Lioncio Montiel, padre del licenciado José de Jesús Montiel Castro. También en ese lugar de Guasave, bajo los portales, estuvo muchos años la sede del centro de votación de elecciones para presidente, gobernador, etcétera.

Junto con el teatro cine Murcia, don Jacinto había operado una tienda miscelánea, al estilo de antaño, en donde había de todo: abarrote, ferretería, ropa, calzado, mercería, dulcería con sabrosos caramelos y chocolates, empe-zando por los recordados barriles, chiclosos, etcétera. La miscelánea ubicada en lo que hoy es la avenida General Norzagaray —entonces Libertad— y calle Ángel Flores, se llamó La Colmena.

Ahí está la infraestructura material creada por don Jacinto Castro Ga-ribaldi, su esposa Leonor, sus hijos Evodio R. Castro, Alfredo R. Castro, don Juan Manuel, por citar algunos, porque cada uno de ellos dejaron constancia de lo que es ser parte solidaria de una familia que nació y se desarrolló para triunfar en la alta diversificación de los negocios de la época.

En 1922, al llegar a Guasave los primeros carros, primero de pedal, des-pués de tracción motriz, don Jacinto e hijos le agregaron otro giro a La Col-mena: el primer expendio de gasolina y aceites lubricantes. Las acaudaladas familias Menchaca, Benard, Castro, Ahumada y otras empezaron a adquirir vehículos en la tierra de Henry Ford. Luego llegaron más vehículos de mo-tor, la familia de don Alberto Neninger, de origen alemán, llegó con sus hijos procedente de Navojoa, Sonora, en 1932, para instalar la segunda gasolinera: «alternó su negocio de carburantes y lubricantes con la similar de don Manuel P. Estrada, comerciante de origen bajacaliforniano que ya tenía, ahí mismo por

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la avenida Madero, cerca de la Corregidora, su gasolinera La Huasteca, con sus ayudantes Ignacio Ascárrega Rivera, el Nachón, y Maclovio López García, el Cobito.

Pero la semilla empresarial de cines, tiendas, gasolineras, fábrica de ja-bón, etcétera estaba sembrada por la creatividad y dinamismo de don Jacinto Castro Garibaldi, con cercano mestizaje español e italiano, con repercusiones genéticas hasta los tiempos actuales.

Don Isidro Guillermo Rodríguez, A BORDO DEL BARCO El TRIESTRE TRAJO A GUASAVE LA TIENDA LA TABLETA

Antes de tomar la decisión de transportar a Guasave, a través del golfo de Ca-lifornia, la infraestructura prefabricada de madera de una tienda, don Isidro Guillermo Rodríguez, descendiente de navegantes españoles, incursionó como falluquero o comerciante ambulante por el valle del Yaqui y otras regiones del noroeste del país. Al otro lado del mar quedaba su tierra natal, Mulejé, enton-ces cabecera de un importante municipio de la península de Baja California.

Isidro Guillermo Rodríguez, hombre batallador a toda prueba, comer-ciante, prestamista, músico, intelectual amigo de la cultura y las artes, había nacido en Mulejé el 15 de mayo de 1895. Fue hijo del hispano Prudencio Vidal Rodríguez y de doña Loreto García Vareño (o Varenho). Falleció el 21 de mayo de 1977 en Guasave.

En 1928, a poco tiempo de fallecer su primera esposa, doña Francisca González, don Isidro decidió venirse a Guasave, la tierra de su cuñado Joaquín Soberanes Leyva, quien, emigrado de La Brecha al mineral de Santa Rosalía, BCS, se casó con una hermana de Isidro, Josefina Rodríguez García. Joaquín era hermano del tenedor de libros don Juan Soberanes Leyva, también breche-ño, quien radicó en esta ciudad hasta su fallecimiento.

Los hijos de don Isidro, en primeras nupcias, fueron Guillermo, Merce-des, Raquel, Juana, Alva y Bertha; del segundo matrimonio, ocurrido en 1931 con María Dolores Larios Gutiérrez, nacieron Manuel y Antonio, el Mockin, quien falleció muy joven.

En 1928 don Isidro, pertinaz y fructífero comerciante, transportó en el barco El Triestre, vía Guaymas, la estructura de la tienda de madera que operó en Santa Rosalía con razón social La Favorita. Esa infraestructura pertenecía a millares de casas compradas en Estados Unidos por la empresa minera fran-cesa Compagnie Miniere Du Boléo, compañía que en su histórica función de

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1874 a 1925 hizo emigrar a millares de guasavenses y al mismo tiempo fue la mejor perspectiva de trabajo para muchas gentes que cruzaron el mar Bermejo desde distintos puntos de la zona noroeste y del resto del país.

Así, la nave mercante El Triestre trasladó las instalaciones de la histórica tienda La Tableta, que don Isidro Guillermo Rodríguez, doña Lolita Larios de Rodríguez e hijos hicieron operar en la esquina de Ángel Flores y callejón 21 de Marzo en 1928, en la zona urbana más importante de la ahora ciudad de Gua-save. La travesía fue siguiendo la vía marítima Santa Rosalía desde el muelle El Morro hasta Guaymas; posteriormente navegó hasta el puerto de Canjilones, cruzando por bahía Navachiste, para luego ser transportada a bordo de carros de tracción animal.

Hacer navegar una tienda por el golfo de California apenas fue una pe-queña demostración de don Isidro, porque su dinámico espíritu emprendedor lo llevó pronto a instalar una fábrica de calzado. Contrató a técnicos en la ma-teria: a un zapatero tapatío de nombre Francisco Flores; luego hizo cosa igual con otro operario experto en la rama de la zapatería, Francisco Pancho Flores, homónimo del primer zapatero (quien trajo consigo a su señora madre, doña Micailita, con sus hijos José María, Manuel, Juventino el Galápago, conocido barman en sus tiempos; estos Flores procedían de Acaponeta, Nayarit); tam-bién contrató a los zapateros Marcos Ontiveros y Pedro Montes, ambos de Mocorito.

Esa factoría fabricó calzado fino y corriente para abastecer la tienda La Tableta, bautizada así por el propio pueblo guasavense, porque en realidad su razón social era Mineral El Boleo, en honor a su extraordinario origen.

Posteriormente abrió otras empresas. En 1936 transportó teja a bordo del barco Corrigan IV desde el puerto de Canjilones a Santa Rosalía, material que cambió los techos del caserío de Santa Rosalía por el tradicional de tejamanil, este de madera. También, de 1936 a 1958, fue concesionario en Guasave y en la zona centro-norte del estado de los productos de la cervecería Cuauhtémoc Moctezuma.

En un solar comprado al guasavense don Lepo Castro, don Isidro Gui-llermo Rodríguez construyó un edificio gigantesco en la céntrica esquina de la avenida Zaragoza y Obregón, donde antiguamente funcionó el bar La Pa-loma, construido de tablas de madera sobre un profundo sótano, al que solo la creatividad de don Isidro pudo dar forma y utilidad. En ese edificio fundó el bajacaliforniano otra tienda, La Villa de Guasave, y el todavía activo hotel Moctezuma.

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Asimismo, don Isidro construyó otro gigantesco edificio en esquina de Carrasco y Obregón, llamado inicialmente Villa IRSA, ahora propiedad de uno de sus herederos, el licenciado Daniel Sañudo Rodríguez, con su respectivo centro social El Salón Dorado. Ocurrió esto en 1969.

Otra empresa fue el bar Salón xx, donde laboraba el barman Ignacio Gar-cía Caballero, el Changuirongo, mote indilgado por el pueblo guasavense en honor a una bebida compuesta que emborrachaba hasta al mejor bebedor. La barra también estuvo a cargo de otro experto en la materia, el recordado an-gosturense Cástulo Obeso.

Otro edificio ubicado por bulevar 16 de Septiembre e Ignacio Ramírez, que en 1960 hizo operar ahí el recordado cine Popular, y años más tarde la fábrica de implementos agrícolas Zuro, en sociedad con su yerno Alberto Zu-biaga, de origen mazatleco.

Todavía más: en los primeros años de la década de 1940 cultivó la linaza en terrenos de la región de Tamazula y Palos Verdes. Por lo que en 1942 trajo a Guasave una trilladora, cosechadora de granos, una de las primeras novedades de la época.

Quizá nomás hayamos dicho algunas cosas de las muchas logradas por el dinamismo y la decisión de un hombre que una vez, en 1928, por seguirle los pasos a su cuñado Joaquín Soberanes Leyva, oriundo de La Brecha, navegó a bordo de un barco mercante trayendo la histórica tienda La Tableta, instalada en pleno corazón de la calle Ángel Flores, en aquellos años pletóricos de tien-das de chinos. Pero esta, la de los asiáticos, es otra historia.

LA fábrica de SODAS DE NOÉ IGNACIO ORTIZ, EL OSO POLAR, LOS RASPADOS Y las REFRESQUERÍAS

Ambientes de verano infame, noches y días con temperatura elevándose hasta los 44 °C, la cabeza suda y la ropa se empapa de sudor; la incomunicación con el resto del país y el mundo, la floja tecnología, que luego que se supo que exis-tía en el universo del hombre, nos pareció pasmada y lenta.

Desde antes de Martín Pérez, Santarén y Villafañe (el dúo de Hernandos que llegaron de España con fines evangélicos y civilizadores), y todavía mucho tiempo después, con la era hispana encima, fue aumentando el calor sofocante en todo el valle de Guasave, desde las playas del mar Bermejo —ahora Boca del Río, Las Glorias, Buenavista, etcétera— hasta el pie de la sierra; no se entendía ese ambiente veraniego, habíamos entrado a otra etapa de nuestras vidas.

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El tiempo fue desentendido de esos cambios étnicos, sociales, religio-sos, a la etapa calurosa de verano, nada le importó a la licuadora humana que dos razas estuvieran jugando el divertido pasatiempo de la alquimia humana, hombre y mujer, cada quien de un mundo y continente distinto... El mercurio subía en el aparato, como cachora trepando por el mezquite hasta 42 °C a la sombra.

Llegó por fin a Guasave el invento ese del hielo, primero don Blas Valen-zuela y su hijo Francisco Chicón Valenzuela instalaron la primera planta fabri-cadora de ese producto gélido en 1923, ahí por lo que ahora se llama avenida Madero. En ese tiempo arribó a estas tierras, procedente de Sonora, Manuel Félix Ibarra, recién casado con su esposa nativa del mero Álamos, Barbaneras Almada de Félix, doña Nelita, para empezar a producir más hielo, elemento refrescante para un pueblo que de no haber sido por los frondosos macapules, inmensas alamedas, mezquites, guamúchiles, etcétera, hubiera perecido deshi-dratado por el fuerte calor veraniego.

Surgió luego la industria productora de sodas, gracias a su creador, Noé Ignacio Ortíz, nativo del Distrito Federal, en la esquina de avenida Zaragoza y Corregidora. Hizo funcionar con sabrosura y delicia productos refrescantes a base de esencia de fresa, limón, rosa, piña, vainilla, etcétera. Los pequeños envases de cristal bien cerrados con ficha y corcho se sometían al agua para que refrescaran más. Pronto las sodas de Noé Ignacio Ortiz, cuñado de los her-manos Juan y José Quiñónez Perea, se hicieron famosas. En los hogares había botellas hasta en los refrigeradores de gas o de petróleo, o junto con los apastes de migas de masa de maíz quebrajado; se sacaban porciones del producto al sereno, porque las abuelas y bisabuelas imponían su tesis doméstica: «La in-temperie de la noche con el sereno hace la comida más sabrosa».

Con el arribo del hielo, producido por las fábricas de Chicón Valenzuela y Manuel Félix Ibarra, brotaron por doquier las refresquerías y la venta de raspados alrededor del histórico árbol de macapule del mercado municipal construido en varias etapas a partir de 1917. En 1929, tiempo de Emilio Men-chaca Benard en la presidencia municipal, había refresquerías por todos lados.

Los guasavenses presa del sofocante calor vieron arribar a la esquina de Degollado y Obregón otro negocio similar a la fábrica de sodas de Noé Ortíz, era el año de 1945, se llamó fábrica de sodas El Oso Polar. Su propietario fue Carlos Ramírez y su primer gerente, Florentino Gutiérrez Figueroa, hermano de Luis Gutiérrez, ambos oriundos del sur del estado (este último presidente municipal de Guasave de 1949 a 1950).

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Aparte de las sodas de El Oso Polar, trajeron la novedad de otra fórmula: orange crushito. Sabroso hasta la saciedad, pero ya para entonces el comer-ciante comisionista Francisco Carranza Limón había traído a Guasave el in-vento de la Coca Cola. Luego, Luis Roberto Castro, el Bizco Roberto, trajo junto con su famosa y bien recordada alberca Victoria, el refresco Garci Crespo pro-cedente de Guadalajara y el Delaware Punch sin gas.

El propio Pancho Carranza con su auxiliar Antonio Acosta Prieto hicie-ron funcionar en el barrio Ocoro la fábrica de refrescos Jarritos y la Frac Soda en 1950.

Obviamente mientras llegaban las etiquetas refresqueras modernas, las dos fábricas de sodas antiguas, la de Noé Ortiz y Carlos Ramírez, pasaron al olvido de los consumidores. Pero las refresquerías, con raspados de fruta natu-ral y esencias de las propias frutas seguían viento en popa al lado de los fabri-cantes de nieve de garrafa. Una de ellas, la del boxeador y huarachero Pastor Sepúlveda Gaxiola, allá por la calle Colón. Por la avenida Carrasco, cerca de las casas de las familias de don Jesús el Capi Retamoza y del herrero Alfredo León López, también del edificio viejo de la presidencia municipal, salía gritando un hombre la sabrosura de su producto: «¡Aquí va Chicho con la nieve!». Al poco tiempo apareció otro famoso nevero: Chente. También llegó de Guadalajara a Guasave don Basilio González, el Güero Nevero, para dar mayor delicia y pro-tección a los habitantes de un pueblo que vivían bajo la temperatura veraniega de 42 °C a la sombra. Antes fue Chalío, el de las paletas triangulares.

Mientras tanto, los puestos de raspados, llamadas refresquerías, subsistían contra viento y marea. Los ancestros, tal como lo hacen ahora las parejas de novios y amigos, acudían a partir del arribo de las plantas productoras de hielo a las refresquerías de Rodrigo Alvarado y Lita Lozoya, él procedente de Topia, Durango, ella de Surutato, Badiraguato. Otra refresquería fue la de Antonio Espinoza, Toño Pasteles, quien, además de ser excelente cazador de venados y jabalíes, producía buenos raspados en su refresquería de un lado del mercado. Don Jesús Figueroa, afuera de la tienda La Mexicana de don Pablo León, por la propia calle Madero, también servía esos manjares gélidos especiales para huir del calor. Otras refresquerías fueron la de doña Prisci, quien vendía raspados y billetes de lotería; figuraron también entre las regenteadoras de una refres-quería doña Eloísa Osuna y Georgina Gastélum Báez, la Gino, ahora con mu-chos años encima; Gustavo R. Castro, en el arte de fabricar y vender productos helados para mitigar el calor también negoció en ese giro, en la esquina de la céntrica avenida Zaragoza y la calle Noris, entonces Constitución.

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Habrá que recordar al tapatío Luis F. Cárdenas, familiar del doctor Sós-tenes Mercado, que estableció una fábrica de paletas y un taller con venta de refacciones para bicicletas.

Alejandro y Rosalío Reyes Rivera

Alejandro y Rosalío Reyes Rivera arribaron a Guasave a principios de 1930 junto a sus hermanos Alejo, Liboria, María de Jesús y Norberta, proceden-tes de San José de Gracia, Sinaloa. Fueron hijos de Agustín Reyes e Hilaria Rivera, oriundos del estado de Michoacán. La familia se estableció entre los guasavenses hasta los últimos días de sus vidas, logrando sobresalir en la noble actividad del comercio.

Alejandro conoció aquí a la bella señorita Ascención Lara Vega, nativa de Chihuahua, con quien contrajo nupcias para formar un hogar integrado por 13 hijos: Magdalena, Alejandro, María del Rosario, Hilda, León, Justina, Hilaria, Manuel, Joaquín, Lupita, Antonio, Cosme Damián y Roberto.

La mayoría de los hermanos Reyes Rivera se dedicaron a la venta de ropa por pueblos y rancherías de la región. Aunado a la fayuca pueblerina, don Ale-jandro Reyes Rivera sembraba unas tierras ubicadas en el campo agrícola de-nominado Las tres luces, cercano a la comunidad de El Cubilete. Falleció el 24 de julio de 1961.

Don Rosalío, su hermano mayor, hombre de pocas palabras, respetado por su honestidad y valentía, fue además uno de los primeros comerciantes de armas y municiones en la ciudad de Guasave. Contrajo nupcias con Juanita Quiroz Torres, originaria de Tecuala, Nayarit. Su tienda se llamó El puerto de Veracruz y se distinguió por la variedad de artículos como ropa, zapatos, jar-cias, sombreros, telas, armas, municiones y refacciones para bicicletas. Siem-pre vendió la mejor mezclilla.

La historia relata cómo en una ocasión Rosalío se enfrentó y retó al ge-neral Sarmiento, presidente municipal interino de Guasave, enviado desde México a mediar el conflicto político entre los candidatos a la presidencia mu-nicipal Andrés Meyer y Alejo Blancarte, quienes se decían ganadores de los resultados electorales. El general no aceptó el reto y reconoció la valentía de don Rosalío, ofreciéndole la mano y sellando una amistad por años. Siempre fue muy altruista y dadivoso con las familias más necesitadas, ofreciendo en todo momento apoyo en especie y solidario en las desgracias naturales que se presentaban en la región.

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Cuando llegó a Guasave, don Rosalío traía consigo a dos hijos de su primer matrimonio, Rosalío y Agustín. Con la señora Juanita tuvo seis: Ma-ría Hildeliza, quien se casó con Celso López Álvarez; María del Rosario, con Antonio Lipp; Georgia, con Marcos Acosta; Francisco, con Adela Martínez; Carlota, con Francisco Rodríguez; Rosalía, con Fernando Robles. Don Rosalío Reyes Rivera murió el 9 de enero de 1968, a los 73 años de edad.

Francisco Antonio Hernández Reyes

Jesús Homobono Hernández Arciniega

Este gran hombre, originario de Acaponeta, Nayarit, siempre le hizo honor a su nombre: hombre bueno. Por su bonhomía y su trato sencillo, se ganó el aprecio de los guasavenses que lo conocieron en su desempeño como profesor de carpintería en la recordada Escuela Secundaria Federal Insurgentes.

Desde su arribo a Guasave, en 1956, se dedicó a trabajar la carpintería. Luego, por tradición familiar, instaló una funeraria que funcionó mucho tiem-po por la avenida Norzagaray. También participó como accionista del equi-po de beisbol Algodoneros de Guasave durante varias temporadas de la Liga Mexicana del Pacífico y fue miembro del Club de Leones Fundador de Gua-save ac, del cual fue presidente, tesorero y secretario. Mantuvo una afectiva relación hasta la muerte con Roberto Robles Rendón, un reconocido servidor público en el área policiaca y de la investigación.

Francisco Antonio Hernández Reyes

Don Gustavo Quiñónez: trabajo y honestidad a toda prueba

Es digna de elogio y reconocimiento público la vida ejemplar de un hombre que nunca se doblegó ante la adversidad. Su comportamiento estoico e ínte-gro lo encaminó a la superación personal desde niño hasta los 84 años, edad a la que falleció el 2 de agosto de 2008. Don Gustavo Quiñónez, don Gus, así cariñosamente conocido, nació el 18 de octubre de 1925 en Guasave, en una vivienda ubicada por la calle Obregón, casi esquina con Norzagaray.

Don Gustavo, hombre fino y caballeroso en su trato con gentes de to-dos los estratos sociales, se ganó a pulso la admiración de sus coterráneos de

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aquella y de la actual época. Primero, porque desde la edad de 7 años vendió tamales que su familia elaboraba; luego trabajó como mesero en la conocida refresquería de don Rodrigo Alvarado, ubicada frente al mercado municipal. Después, ya casado con quien sería su compañera de toda la vida, doña Lolita Rodríguez, instaló su propio negocio, El Limoncito, ubicado en la esquina de Zaragoza y Dr. Luis G. de la Torre. Más tarde, con el decidido apoyo de su cón-yuge, abrió el famoso comedero La Copa de Leche, que operó durante muchos años en el famoso mercadito de la calle Zaragoza, entre Dr. Luis G. de la Torre y Cuauhtémoc.

El amor que se profesaron durante casi 64 años de feliz matrimonio don Gustavo y doña Lolita rindió frutos con la procreación de seis hijos: Martha, Gustavo, Esthela, Brenda, Rogelio y Lolita. Con lágrimas en los ojos, emocio-nada, recuerda doña Lolita:

No me puedo quejar, tuve excelente marido, una bonita familia que Dios me regaló, todos mis hijos valen oro. A mi esposo lo recuerdo con cariño por su don de gentes, amaba la naturaleza, y por ello adquirió un terreno que convirtió en una huerta con árboles frutales que fue el gran orgullo de él y sigue siendo para nosotros, su familia.

Por último, añade que la terribe enfermedad que atacó a don Gustavo desde hacía 25 años jamás lo doblegó, ni tampoco se quejó de su situación, la cual afrontó con una fortaleza espiritual digna de un hombre en toda la exten-sión de la palabra.

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Don Rubén Chang Véliz: una familia ejemplar

De la ejemplar trayectoria de don Rubén Chan Véliz existe testimonio de los amigos que sembró en Guasave desde su arribo a la ciudad, a la edad de 6 años, procedente de la vecina Sinaloa de Leyva.

Don Rubén nació el 16 de febrero de 1941. Sus padres fueron don Rubén Chang Valdez y doña María del Rosario Véliz. Desde muy temprana edad de-mostró habilidad para la actividad comercial, como vendedor de pan en su lugar de origen y posteriormente como propietario de abarrotes, dulcerías, res-taurantes, compra-venta de semillas para la agricultura, etcétera; mientras que

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en la actividad social formó parte del Club de Leones Internacional y alcanzó la presidencia y vicepresidencia a nivel nacional.

La huella de Rubén Chang Véliz está latente en la vida guasavense. Su esposa, Catalina Zamarripa Lizárraga de Chang, sus orgullosos hijos Angélica, Jesús Rubén, María del Rosario, Antonio y María Guadalupe siguen sus pasos para acrecentar la obra de este hombre de bien que luchó e impulsó a Guasave, que lo cobijó desde su llegada a este lugar que tanto amó hasta su sensible de-ceso el 27 de octubre de 2011 a la edad de 70 años.

¡Un tipazo! Todo un personaje en Guasave. Un hombre de sencilla gran-deza, abierto siempre a la broma, que prodigaba muy fácil el afecto, otorgaba con facilidad la confianza y de una gran entrega al trabajo fecundo y creador. Así se recuerda a don Rubén Chang Véliz.

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Jesús María Báez Sauceda: incansable trabajador

Para quienes conocieron a don José María Báez Sauceda es muy fácil descri-birlo como hombre de servicio, incansable trabajador, ciudadano ejemplar, leal y afectuoso que supo ser amigo de muchos guasavenses que lo vieron llegar a estas tierras desde su solar nativo, región serrana de San José de las Delicias, en la década de los setenta.

Fue a partir del año 1978, luego de haberse dedicado a la compra de gana-do en Sonora y a la transportación de mercancía y pasajeros en un tranvía tro-pical que recorría Guasave hasta San José de las Delicias. Tiempo después, su esposa, doña Rosario Meza Gastélum, y sus hijos Delia, María de los Ángeles, Jesús María, Dolores, Mercedes, Felizardo y Cintia conformaron un negocio familiar iniciado en unos cuantos metros cuadrados en el mercado municipal. «Más que nada, queríamos un buen lugar para criar una familia», dice doña Chayito. ¡Vaya que lo lograron!

Don José María Báez Sauceda forjó su destino con mucho trabajo. Existe un bonito recuerdo de este buen hombre, honrado a carta cabal, que se dedicó a servir a la gente con amabilidad desde los 8 años, cuando laboró en un aba-rrote propiedad de su padre.

Respetado y querido por sus acciones loables que permitieron la cons-trucción del Club Deportivo San José, la remodelación de las instalaciones del mercado municipal; y su incondicional apoyo para que cerca de cincuenta

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familias de la región serrana de Sinaloa se quedaran a vivir entre los gua-savenses.

Así se escribe la historia de Guasave, con hombres como don José María Báez Sauceda, quien nació el 23 de diciembre de 1928 y falleció a los 78 años de edad el 12 de marzo de 2006, dejando un legado a sus hijos luego de haber predicado con el ejemplo.

Francisco Antonio Hernández Reyes

Felizardo Báez Meza: «Hijo de tigre, pintito»

Aunado al tenaz esfuerzo de don José María Báez Sauceda, su hijo Felizardo Báez Meza se convirtió en un empresario en los giros de carnicería, taquería, engorda de ganado, transporte de ganado y siembra de forrajes. El dinámico comerciante, «Hijo de tigre, pintito», inició actividades en 1985 al lado de su progenitor y desde aquel tiempo, con éxito, su desempeño ha sido sobresalien-te no solo en Guasave sino en todo el estado, logrando consolidar su negocio e incorporándolo a otras actividades que giran en torno al negocio de la carne.

En 1980 culminó sus estudios de Ingeniería Civil en el Instituto Tecno-lógico de Durango con magníficas calificaciones que le merecieron una beca para estudiar maestría y doctorado en Francia, pero desgraciadamente en esas fechas su padre, don Chumare, tuvo problemas de salud, por lo que se requirió de su presencia en Guasave para hacerse cargo de los negocios familiares.

Ya convertido en empresario, Felizardo Báez ha asistido a reuniones a nivel nacional y ha aprendido de la necesidad que existe en Guasave de mo-dernizar los rastros, es por ello que de forma férrea y segura ha gestionado ante diversas instancias del Gobierno la construcción de un rastro TIF que asegure abrir las puertas del mercado internacional.

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Heriberto Soberanes Ahumada1

Juan Soberanes Leyva, amoleño alto, de piel clara y de ojos azules, acudió a la convocatoria de trabajo que hizo la compañía minera francesa El Boleo, que extraía cobre en las ricas minas de Santa Rosalía en Baja California Sur. Allí trabajó como contador y conoció a su paisana Virginia Ahumada, con quein se casó. De este matrimonio le nacería un hijo: Heriberto, que fue parido en El Amole, Guasave, el 19 de noviembre de 1909; que perdería a su madre al poco tiempo, quedándose a cargo de su tía Lupita. Ocho años después Juan dejaría las tierras bajacalifornianas para avecindarse en Chuchumicari, cerca de La Trinidad, en Sinaloa, para trabajar bajo las órdenes de Blas Valenzuela y casarse por segunda vez, ahora con María del Rosario Cervantes, con la que procrearía a Arturo, a Lucero, a Armida y a Juan Bautista. La familia completa emigraría, finalmente, a Guasave.

Heriberto, ya en Guasave, estudiaría contabilidad privada por corres-pondencia en la Escuela Bancaria y Comercial; trabajó en esa profesión, puso un estudio fotográfico, abrió un par de farmacias, una fallida refaccionaria, se casó con Trinidad Lugo Báez y tuvo siete hijos.

Los vecinos del Guasave Viejo saben que don Heriberto se distinguió por ser un contador capaz (a pesar de su modesta carrera), pues gracias a su actitud analítica ante las leyes fiscales era una autoridad consultada por contadores públicos egresados de la principal universidad de México, la UNAM. Conocen también que fue un fotógrafo de alta calidad, inició en la región y perfeccionó el arte de colorear a mano las fotografías, experimentó ampliamente técnicas de exposición y revelado fotográfico.

Algunos guasavenses, pocos, saben que don Heri —como se le llamaba cariñosamente— era un hombre de amplia cultura, de esos que siempre traen un libro en la mano: «Me inicié como lector cuando niño, visitando la casa de mis primos Raúl y Flaviano Cervantes Ahumada, en El Amole, que tenía una muy buena y surtida biblioteca» me contaba; y era además poseedor de grandes capacidades como inventor e innovador. Sobre todo ello ampliaré a manera de episodios.

1 Esta semblanza fue escrita por Heriberto Soberanes Lugo, con la colaboración de los demás hijos del biografiado, de sus sobrinos y de Lucero, la única de sus hermanos que le so-brevive.

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Lector voraz

Un hombre, por más inteligencia que posea de nacimiento, no la acrecentará si no lee cotidianamente. Heriberto Soberanes Ahumada leía vorazmente: la últi-ma enciclopedia que compraba la leía como se lee una buena novela, de punta a rabo, y no superficialmente sino con profundidad, sacrificando alimentos y sueño las más de las veces. Como natural consecuencia Soberanes poseía una gramática y una redacción impecables. No es poco para quien —circunstancias familiares o costumbres de la época— solo estudió primer año de primaria.

Un avión a motor eléctrico

Cuenta Lucero, su hermana, que Heriberto, aún soltero, diseñó y construyó un avión a escala dotado de un motor eléctrico alimentado por pila que voló y fue la admiración de los vecinos. De esto le viene su apodo Lindbergh (nombre del piloto que cruzó el océano Atlántico, en solitario y sin escalas, en 1927 en su aeronave el Espíritu de San Luis), con el que sería conocido popularmente.

Su primera cámara fotográfica

El entonces joven Heriberto, cuando se iniciaba en el arte fotográfico decidió, quizá alentado por saberse creativo, tal vez por cortedad de recursos financie-ros, o ambos, fabricar su primera cámara fotográfica: lentes, fuelles, articula-ciones, paredes y otras piezas se fueron uniendo con precisión hasta convertir-se en su primera cámara fotográfica.

Un sistema electrónico de flashes

Hacer una fotografía de calidad en los setenta era un reto; entre otros, había que lograr una buena iluminación de la escena: lámparas reflectoras de distin-ta potencia luminosa y situadas en diferentes ángulos y a diversas distancias eran parte esencial para lograr una imagen rica en todos sus detalles y aun discreta con las imperfecciones físicas naturales en cualquier individuo.

Don Heri era un maestro en ello, lograba una iluminación de primera. El problema era que los tales reflectores generaban un calor alto y causaban sudor

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abundante en los fotografiados. «Constantemente, durante las pruebas de ilu-minación, mi madre secaba el sudor a los retratados». Un día a don Heriberto se le ocurrió una solución: un sistema de flashes fotográficos que desde dife-rentes colocaciones y a distintas potencias hicieran un disparo de luz simultá-neo; el problema ahora era que el tal artificio no existía, había que crearlo. Pero para él eso no era un problema sino un reto a su creatividad.

Una semana de trabajo —concepciones, planos y hechuras— con circui-tos eléctricos y electrónicos rindió fruto: los siguientes novios en fotografiarse no sudaron ni una gota en la sesión en que se estrenó el artilugio (que llegó para quedarse).

Enfoque automático de amplificadora

Para proyectar desde diferentes distancias la luz que velará el papel sensible fotográfico, con resolución clara, se ocupa ajustar el lente. Nuestro inventor creó con éxito un mecanismo de enfoque automático de la amplificadora que había construido con sus propias manos, mediante un riel de curvatura varia-ble (probablemente logarítmica), donde se apoyaba una serie de baleros.

Fotografiando el eclipse solar

Un evento como un eclipse de sol es todo un suceso: el oscurecimiento del día en las horas de la tarde, el comportamiento de las aves allegándose a sus que-rencias, el temor hacia el meteoro por supersticiones de mentes conservadoras, etcétera. Heriberto Soberanes Ahumada no veía un eclipse solar de ninguna de estas maneras, para él era un evento natural digno de estudio: tomó fotografías a un eclipse solar visible en Guasave —no recuerdo la fecha— utilizando un tubo de PVC de 3 m de largo y 5» de diámetro, con una tapa con un pequeño orificio circular en el extremo que apuntaba al sol (como un lente) y una cá-mara fotográfica en el otro, en la que registró todas y cada una de esas fases de oscurecimiento, como se les llama, que ahora, gracias a las telecomunicaciones podemos ver cómodamente desde casa con solo encender la televisión o con-sultar el Internet.

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Para llegar a la luna

En 1969 el hombre se preparaba para coronar una aventura iniciada años atrás: poner un ser humano en la luna. Los periódicos nacionales cubrían la noti-cia día a día; él era lector de Excélsior, que hacía llegar a Guasave su número del día sobre las siete de la tarde. Nuestro personaje reconstruía la ruta de los navegantes del espacio considerando todas las complejidades de la mecánica de Newton, que conocía al dedillo, y lo hacía en forma de planos dibujados y llenos de ecuaciones implicadas en la navegación:

Algunos visitantes de nuestra casa, interesados en el tema, pasaban a la planta alta donde, sobre una mesa de trabajo, él les mostraba y explicaba hasta los míni-mos detalles del periplo inédito. «Mi compadre debería estar en la NASA traba-jando con el equipo que lleva al hombre a la luna», decía alguno de los visitantes. Mi padre agradecía esos comentarios, y sonreía ante otros, como aquel que le dedicó uno de sus paisanos de El Amole, amante de las teorías conspirativas: «Pierdes el tiempo con tus cálculos, Heriberto; jamás podremos ir a la luna, es pura propaganda de los gringos».

Reparar la planta de luz

«Amaneció sin electricidad Guasave», corrió la voz. El gerente de la planta notificó de inmediato la falla del sistema al importador que la había vendido al municipio. Este envió con rapidez, desde la ciudad de México, un equipo técnico para que viniera a arreglar el desperfecto. Varios días de trabajo no rindieron fruto. El importador le dijo al quejoso que hasta allí llegaba su ga-rantía, que la alternativa era traer técnicos desde Alemania, el país que había fabricado el aparato, pero eso se haría a cargo del erario público del municipio.

Algún vecino enterado le comentó a Soberanes el problema. Don Heri se ofreció para intentar resolverlo: pidió planos del aparato, estudió sus comple-jidades, se encerró por días enteros —poco comer y dormir—, leyó textos de especialidad, razonó, probó y… ¡funcionó! Guasave volvió a tener electricidad. «Mi madre le reclamó que no haya cobrado por su trabajo, y él contestó: “No cobré porque no me contrataron; el dinero es lo de menos... ¡supieras cuánto aprendí en resolverlo!”».

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Comunismo

Mientras el mundo romántico de los sesenta consideraba a la Rusia de Stalin un país idealmente gobernado y a la Cuba de Castro una prueba de que tal paraíso había podido implementarse en nuestra América, don Heriberto, que entendía de ciencias sociales y políticas, comentaba a sus amigos que bajo esos gobiernos escaseaba la libertad y que en esas condiciones el hombre no podría ser feliz.

Ante las afirmaciones de testimonios de quienes habían tenido la expe-riencia de viajar a esos países y ver su progreso, decía Soberanes: «se les mostró lo que ustedes querían ver: lo positivo; la cara sucia del sistema se la esconden. [Y agregaba] No es un asunto de política sino de lógica: la libertad es condi-ción necesaria [mas no suficiente, les aclaraba] para que un pueblo alcance la felicidad».

Con el tiempo se demostró que nuestro biografiado no estaba equivo-cado: Stalin terminó satanizado, el muro de Berlín cayó y la crisis económica permanente de la isla, así como la represión a la disidencia en Cuba llegaron a ser de todos conocidas.

Detrás del gesto adusto, un alma sensible

A Lindbergh se le consideraba un hombre adusto, seco en su trato, y lo fue ante el interlocutor ajeno, pero ante la gente de sus confianzas y de sus amores era otro tipo: sensible al grado del llanto de emoción ante un sentido tango, o frente a la presentación artística de alguno de sus hijos. Era además, y se le puede preguntar a sus allegados, un bromista creativo y original.

Oído musical

Soberanes tenía, como cualquiera, su música favorita: gustaba especialmente del trío Los Panchos, de quienes admiraba la ejecución del requinto por Alfre-do el Güero Gil; y apreciaba escuchar tangos, cantaba algunos entonadamente-. Se menciona enseguida que tenía la rara virtud de contar con un oído musical poco común: era capaz de deletrear, sonido por sonido, una compleja y rápida sucesión de notas musicales. «Tuve la suerte de aprovecharme de esta cualidad de mi padre toda vez que en mis ejecuciones a la guitarra me señalaba aquellas

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notas que él detectaba erróneas, y me las dictaba en cámara lenta, procediendo yo a hacer las correcciones».

Hacedor potente y selectivo

Hacer de todo un poco y de manera regular o mala, es la regla de los mil usos. Nuestro biografiado quizá no llegaba a las mil ocupaciones, pero lo concer-niente a plomería, carpintería y electricidad, entre otros quehaceres —abrir una caja fuerte trabada, reparar el aparato de rayos X del doctor Díaz de León, arreglar las bombas de gasolina de la localidad…—, los hacía con alta calidad invariablemente. Se señala que su condición era que el quehacer fuera de su gusto, que si no era así, y tuviera que hacerlo, por las presiones profesionales o familiares, su resultado ya no era el mismo.

Aficionado al beisbol

No se le recuerda como un aficionado a los deportes en general, pero si se trataba de beisbol, podía clasificarse como fanático. Su asistencia a los juegos era obligada y su salida del estadio a medio partido un episodio dramático que podía deberse a dos razones: la necesidad de atender una sesión fotográfica en ese momento (para lo cual se enviaba un mensajero al estadio a avisarle), o que el equipo local estuviera recibiendo una paliza.

Cuando no podía asistir a algún partido —y esto lo hace diferente a los más de los aficionados— acostumbraba llevar un registro de los pormenores jugada a jugada. En esto era todo un apuntador profesional.

Don Heriberto Soberanes Ahumada, intelectual, inventor, hombre de cultura amplia, contador y fotógrafo, falleció en su Guasave el 11 de julio de 1983.

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EDUCACIÓN

LAS PRIMERAS ESCUELAS DE GUASAVE

Los misioneros jesuitas, al poner a funcionar la alquimia de las razas mayo-es-pañola, activaron la efervescencia de las dos culturas. Dentro de esa actividad estaba el choque de dos creencias religiosas y la imposición del cristianismo traído por la Compañía de Jesús, procedente del viejo mundo.

El misionero jesuita, afirma la historia, era una especie de aventurero con espíritu religioso, un soldado con yelmo y espada, en la otra mano la Biblia con las enseñanzas del Antiguo y Nuevo Testamento. Martín Pérez, Hernando de Santarén y Hernando de Villafañe fueron los maestros de los indios mayo-cahítas y quienes les hicieron penetrar el mestizaje, lo que es actualmente la constitución interna y externa del guasavense.

Junto con el padrenuestro, el avemaría, los versículos bíblicos, la misión jesuítica de espada y rosario, para coordinar el rezo, trasladó desde aquellos mundos a este otro la tabla de los números pitagóricos, el abecedario, la cali-grafía y la letra manuscrita, entendible como una verdad en un sistema huma-no de comunicación entre los hombres.

Las mezclas de mestizaje guasavense indio-español, luego las de otras sangres europeas (italianos, alemanes, etcétera), entraron a la licuadora de la etnia nativa con los chinos, los japoneses, los manchuros, los árabes y otras razas orientales.

Las nuevas generaciones reclamaron, además de conocer la doctrina cris-tiana, las tablas de Pitágoras, la letra castellana escrita primero en pizarrín, luego la tecnología trajo hasta el pupitre escolar el cuaderno, el lápiz, la pluma de ave, el canutero pluma, la tinta. Había que penetrar a otros sistemas de co-municación entre los hombres, convertirse en hombres maduros y correctos.

La carta escrita y los mensajes de todo tipo entre enamorados reemplazó a las señales de humo, si es que los indios guasaves y sus vecinos los níos, los

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tamazulas, los bamoas, los cubiris y el resto, tuvieron en su práctica esa técnica; las palomas mensajeras cumplieron su ciclo. El hombre, a cuya sociedad ya pertenecía la descendencia mayo-guasave-español, es decir el mestizo, entró en esas nuevas etapas de aprendizaje.

La distancia cronológica de 1595, del arribo de Villafañe, a quien se acre-dita la fundación de Guasave, porque permaneció más tiempo enseñando re-ligión y educación a los indios guasaves, en comparación con sus paisanos y también misioneros jesuitas Pérez y Santarén, hasta los primeros años del siglo XX, parece una distancia enorme:

Pero es que ese lapso educacional estuvo a cargo de los jerarcas de la religión católica, esa situación prevaleció por los aciagos tiempos de la guerra de Inde-pendencia, de Reforma, hasta llegar al movimiento armado llamado Revolución mexicana, en los cuales, por la escasa participación de los guasavenses, casi des-apercibida, no registró nada nuevo para los estudiantes, hombres y mujeres jó-venes, que acudían al templo de la iglesia del Rosario a estudiar catecismo, «si al cabo para eso los sacerdotes los habían enseñado a leer y escribir».

Primeras escuelas en forma operando en Guasave

Durante los primeros años del siglo xx los edificios más grandes habitados por las familias Menchaca, Ahumada y Valenzuela, por la ahora calle Ángel Flores, fueron sedes escolares. También la residencia colonial que fue propiedad de don Baltazar Castro, por la avenida Madero y Dr. Hershel H. Brown.

Una crónica de la profesora Clarita Santillanes Soto, guasavense dedicada al magisterio, señala: «En unos lugares se educaba a las mujeres, en otros a los escolares hombres, al principio. Años más tarde, la enseñanza se convirtió en mixta, en cada salón de los grados, primero a sexto, hubo escolapios de ambos sexos juntos».

Algunos hombres salieron de esta tierra para ingresar al movimiento armado revolucionario de 1910; y otros, más tarde, a partir de 1929, a poco del asesinato del sonorense Álvaro Obregón en el Parque de la Bombilla en el Distrito Federal, a enrolarse en las guerrillas de los colorados o renovadores, conformadas por los amigos del Manco de Celaya, ya que estaban inconformes por el crimen: «Si Obregón quería mucho a Guasave y a su compadre don Blas Valenzuela, fue injusto que lo mataran así, ya había ordenado hacer pasar el

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ferrocarril por El Cubilete y los montes de San Juan, Taicuri, Corerepe hasta Los Mochis», decía uno de los reclamos.

Entre tanto disturbio político, llegó a Guasave una educadora, recordada y respetada en su tiempo, doña Rosenda Navarro, oriunda de una comunidad cercana a Los Mochis, quien a partir de 1912 educó a varias generaciones de muchachas guasavenses.

La histórica Escuela para Mujeres, constituida y sostenida por coopera-ción de los propios padres de familia interesados en residencias, se alternó por la calle Ángel Flores y Obregón. Algunas de sus alumnas, al graduarse de la primaria, se dedicaron a educar a otras generaciones de guasavenses. Entre ellas están: María de Jesús Castro, hija del famoso músico compositor don Miguel C. Castro; Clarita Santillanes Soto, hija de otro músico de cuerdas de aquella época, Procopio Santillanes, Copito, después de oficio abastero; la na-tiva Ciria René Castro Soto, después de Álvarez, egresada del Colegio Norma-lista de Colima; también fue profesora su hermana Leticia Castro Soto; Rosa Rubio Leyva y Carmen Rubio Leyva.

Una crónica afirma que: «La maestra Navarro vivió 92 años. Falleció en su residencia de Los Mochis. Por mucho tiempo sus alumnas de Guasave, con-vertidas en madres y abuelas, ya damas maduras, se daban cita en masa para ir desde Guasave a visitar a su educadora».

EL gOBIERNO EXPROPIÓ UNA CASA CURAL y LA CONVIRTIÓ EN ESCUELA para HOMBRES

Antes que una festividad carnavalera hiciera posible la construcción del primer edificio escolar, inaugurado en el bienio escolar 1936-1937, después convertido en el Centro Escolar 18 de Marzo, el Gobierno en tiempos de la Revolución expropió el edificio de una casa cural que estuvo ubicada en la ahora esquina de la avenida Madero y Colón, a la entrada del populoso e histórico barrio El Chaleco, en contra esquina de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario.

Dicho edificio, a partir de 1937 fue sede del comisariado ejidal de Gua-save. Después, en el trienio 1984-1986 el Ayuntamiento presidido por el licen-ciado José Luis Leyson construyó ahí la actual plaza cívica Independencia.

El gobierno municipal constituyente del bienio 1917-1918, presidido por el señor Francisco P. Ruiz, nativo de Batopilas, Chihuahua, convino con los padres de familia convertir esa casa cural, construida desde el siglo pasado por

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los curas párrocos Miguel Berrelleza y Platón Suárez, en una escuela primaria para hombres. Sus primeros directores fueron los profesores Catarino Pérez y Jesús Durán Cárdenas.

Posteriormente el recinto escolar fue mixto, para hombres y mujeres, y bajo la dirección del profesor Conrado C. Carrillo, ilustre colimense, alternó con el viejo edificio del hospital, ubicado por la actual calle Revolución, el cual fue demolido para dar paso a la construcción moderna de la Escuela Primaria Federal Tipo.

Discípulos del profesor Caratino Pérez, Carlos Vega Espinoza, José Álva-rez García, Rodolfo Castro Inzunza, Mario Castro López y otros narran algu-nas anécdotas del profesor Pérez:

El alto grado disciplinario se sostenía contra viento y marea, los castigos escola-res, aprobados por los paterfamilias y autoridades eran duros, casi era la Inquisi-ción; pero luego los maestros se tornaban amables y comprensivos.

El profesor Pérez, que vivía en una casa de don Prisciliano López, padre de los Bubos y los Barullos, era objeto de sarcasmo de parte de dos hermanos, sus discípulos traviesos Enrique y Raúl Félix —les decíamos los Chatos—, le canta-ban al maestro el corrido de «Catarino y los rurales» en plena clase; aquello era lo máximo en indisciplina, pero nos reíamos.

EL CENTRO ESCOLAR 18 DE MARZO

El Centro Escolar 18 de Marzo no fue el primer plantel escolar operando en Guasave, antes, los jóvenes guasavenses recibían educación en el edificio de Madero y Colón, originalmente casa cural, luego cuartel militar.

Dicha casa cural fungió como escuela primaria hasta 1936. Un año des-pués la oficina de Bienes de la Nación, que había expropiado el lugar, lo arren-dó al ejido Guasave. Luego, el Ayuntamiento que presidió el licenciado José Luis Leyson Castro (1984-1986) lo convirtió en la plaza cívica Independencia.

En otra infraestructura, ubicada en la actual calle Revolución, entre Co-lón e Hidalgo, fue construido un edificio de ladrillo, utilizado inicialmente como Hospital General; luego fue ocupado como escuela primaria, también lo alternaban las autoridades como cuartel militar. Durante la segunda y la tercera décadas del siglo xx, los estudiantes solían decir: «Voy a la escuela del cuartel» o «Voy a clases al hospital».

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Muchas casas particulares y construcciones privadas sirvieron como sede a las escuelas primarias. La crónica ancestral señala:

En aquellos tiempos las mujeres estudiábamos lejos de los hombres, en casas distintas, hasta 1920 hubo una escuela que funcionó mixta.

Actuaban de maestros y maestras los miembros de familias guasavenses que habían estudiado fuera, o aquí en su pueblo. Habremos de recordar siempre a ellas, que sin egoísmos, y sí con toda espontaneidad, nos enseñaron el abeceda-rio, a aprender a sacar cuentas, la geografía e historia de México; algunas de ellas ganaron crédito como maestras normalistas y de alta práctica en el oficio.

El Centro Escolar 18 de Marzo, iniciado a los programas educativos en el

bienio 1936-1937, adoptó ese nombre por el suceso ocurrido en fecha posterior: 18 de marzo de 1938, día en que el presidente Cárdenas expropió el petróleo. Sí, fue ese centro el primer edificio escolar oficial construido en territorio gua-savense.

El doctor Martín Vega y Vega, odontólogo nativo de San Blas, Sinaloa, arribó a Guasave en 1932, para luego, en 1935, participar activamente en la serie de acontecimientos ocurridos y emprendidos a favor de esa obra educativa que ocupó más de una hectárea de terreno. El plantel edificado de la calle Guerrero, entre Hidalgo y Noris —entonces Constitución—, inició operaciones lectivas en el ciclo 1936-1937, bajo la dirección del profesor Conrado Carrillo. La prime-ra planta de maestros fue: Pablo Sotomayor, Francisco Favela, Roberto Sarabia, Dominga del Rincón, Esthela del Rincón, Herlinda Orozco, Clarita Santillanes Soto, María Guadalupe González, Rafaela Quevedo, María Orozco y otros.

El Galeno, quien por muchos años ha obtenido justo crédito como cro-nista de la ciudad de Guasave, narra que la obra costó 16 000 pesos de plata (Ley 0.720); e incluso aporta históricamente los nombres de los integrantes del Patronato de Construcción. El doctor Vega Vega narra:

[...] lo presidió el señor Alejo Blancarte González, que a la sazón era sobrino del gobernador Manuel Páez, saliente; fue secretario el comerciante Robustiano R. Castro, yo fungí de tesorero; recuerdo el que ya era gobernador del estado, el coronel Alfredo Delgado, donó la suma de $10 mil a favor de la obra, los otros $6 mil los obtuvimos en el resultado económico de la fiesta de carnaval 1935, en el cual dos guapas guasavenses, María del Rosario Gálvez, que después se casó con el señor Esteban Álvarez García, y María Luisa Bórquez Zazueta, con quien

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posteriormente contraje matrimonio, colaboraron con alto espíritu social a esta causa educativa.

El presidente municipal de la época, Genaro Soto Castillo, oriundo de Callejones de Guasavito, sugirió y gestionó la obra escolar que posteriormente fue Centro Escolar 18 de Marzo, obteniendo en donativo del señor Jacinto Cas-tro Garibaldi el solar que ocupó el gigantesco edificio que constó de dirección, 12 salones grandes, baños, una cancha basquetbolera, patio para jugar beisbol, al centro un papalote holandés, una pila donde descargaba miles de litros de agua. Además, «Maestros y alumnado hicieron surgir un hermoso jardín, ha-bía florecientes prados por doquier, también árboles ornamentales grandes, más que todo laurel de la india».

Tocó a Jesús María Armenta Rodríguez, Chumaro, ser el presidente mu-nicipal que inauguró la obra iniciada por su antecesor en la primera regiduría, don Genaro Soto Castillo. El autor de la obra técnica, una maravilla entonces, realizada con esfuerzo común de pueblo y Gobierno, fue el arquitecto Luis F. Beaven, oriundo de la ciudad asilo El Rosario, Sinaloa, quien realizó estudios arquitectónicos en Bruselas y Bélgica, y quien recién egresado se vino a Gua-save a construir el edificio del Centro Escolar 18 de Marzo, con techo de bóve-da, riel de ferrocarril, paredes dobles y pisos sólidos encementados.

Han transcurrido 65 años desde entonces, la obra sigue intacta, sólida y respetada por el tiempo, como si fuera una pirámide egipcia que encierra en el interior de su ser al respetuoso faraón de la educación. Podría ser sede, ahora, de una casa de la cultura o de un museo histórico, tan anhelado por los guasavenses.

Aquel edificio que sirvió de enseñanza a un pueblo y a su gobierno, para unir la fuerza de los gusavenses como muestra de solidaridad en un objetivo sagrado, la educación de las nuevas generaciones, permanece incólume, seis décadas después prosigue sirviendo a esa misión educativa, tras ser remodela-do, «por anticuado» y no por fallas técnicas, crédito también para los albañiles guasavenses como Armando Suárez, Jesús y Rosario Sánchez, Juan Camacho, Amado León Gutiérrez y otros.

Inclusive resistió, en 1943 y 1958, con su techo cargado de familias, las embestidas del río Sinaloa sin sufrir averías: la mejor prueba de resistencia que construcción alguna haya pasado.

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Uno de los CARNAVALES BULLANGUEROS de ANTAÑO, en el que participó Reyna Chayito Gálvez (1935), auspició la primera escuela primaria

La reconocida fertilidad del suelo de Guasave llega al grado que algún magnate publicitario, afanoso para vender más anuncios, lo llamó el Corazón Agrícola de México. Esta tierra también supo recibir, con fines de reproducción huma-na, la hermosa semilla de la mujer para unirla a la demostrada fertilidad de sus hombres e hizo funcionar la alquimia divina de «uníos y multiplicaos». En esta misión sagrada ningún economista ni financiero habrá de quitarle un cero, menos tres, a la hombría del guasavense.

Hasta la fogosa corriente sanguínea del indio guasave llegó la sangre eu-ropea, vía España, Nueva España, Durango, luego de los centros mineros si-naloenses de Llano Grande, San José de Gracia, Ocoroni, Bacubirito, San José de las Delicias, más otros puntos de donde procedieron las rubias, blancas y morenas para formar la casta de fisonomía y cuerpo de diosa; acá la otra parte que obliga en esa alquimia de la reproducción, la mujer y el hombre nativos, bien dispuestos en sus facultades hormonales.

Desde entonces, como ha sucedido con la reproducción humana en todos los rincones del mundo, con la acción de las gónadas y endocrinas, brotaron por doquier las mujeres hermosas. Los hombres, unos guapos y otros feos, quisieron acercase más a la intención comunitiva, la relación: bailar como lo hacían en otra parte, quizá en Brasil, Nueva Orleans, París, Madrid, etcétera, dentro de una festividad que aquí, en estos bullangueros rumbos, fungió como tradición: el carnaval.

La sociedad guasavense puso sobre la pasarela carnavalera a sus mujeres hermosas de antaño, como la Chita Urías, María del Rosario Dagnino Urías (la Mayeya), la Nena Mora, las Chayitos Miranda y Pardini y otras como la bella reina del carnaval de Guasave de 1944, Cobi Félix Almada. Años más tarde, Guasave parió a la hermosa Señorita México 1971-1972, Libia Zulema López Montemayor, después de Farriol, también reina del carnaval de Mazatlán.

Pero socialmente lo máximo en una campaña y fructificación carnavalera ocurrió en los años 1934 y 1935, cuando los dos partidos formados en acato al funcionamiento y operación de la sagrada ley de la polaridad postularon como candidatas a María Luisa Bórquez Zazueta y a María del Rosario Gálvez. «Las dos son muy bellas y guasavenses de pura cepa», solían decir las crónicas que alcanzaron mayor resonancia de proselitismo en 1935, cuando el entonces presidente municipal, Genaro Soto Castillo —nativo de Callejones de Guasa-

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vito—, anunció a su pueblo que las jóvenes estudiosas guasavenses esperaban en postura de reclamo.

El edicto del Ayuntamiento presidido por don Genaro Soto Castillo decía así:

Hemos acordado los dos partidos carnavaleros, con la simpática anuencia de nuestras dos guapas candidatas, Chayito Gálvez y María Luisa Bórquez, cons-truir una moderna escuela, a ladrillón doble, con techo romano de bóveda, en-jarrada con lechada cementada con choya tatemada y cal de piedra traída de la sierra de Bacubirito, así que a divertirse, porque ahora hemos aparejado a la intención pública de fiesta, otro motivo importante, la educación de nuestros niños y jóvenes.

Y así surgió una de las etapas carnavaleras que antecedían al religioso acontecimiento de la Cuaresma y la Semana Mayor; porque lo había dispuesto así, años atrás, la cultura y filosofía que trajeron los españoles a todo México, como «una dogmática tradición»: era obligado aprender a divertirse con des-orden, pero en estricto orden; luego entrar en solemne receso y reflexión a fin de honrar el sacrificio de Jesús de Nazaret en la encrucijada del Gólgota.

Así, el arquitecto Luis F. Beaven construyó aquí, en esquina de Noris y Guerrero, una de sus obras escolares, que docentemente inició operaciones durante el bienio escolar 1936-1937. Fue el primer edificio oficial dedicado a la educación, pero este capítulo es merecedor de un espacio aparte en este libro. El tema exclusivo ahora es: ¡fiesta carnavalera!

La sociedad guasavense, bailera como la mejor del mundo, cobró otra experiencia carnavalera, sus candidatas en los dos bandos obligados, las se-ñoritas Lidia Amanda Garza Stone y Elsa Corral Lugo. La pasión política des-bordada pronto se convirtió en unidad popular, alegre y bullanguera: había que bailar por doquier. Volvieron a llenarse de serpentina, confeti y cáscaras de huevos estrellados en la cabeza, alegres, las calles de Guasave, la plazuela Miguel Hidalgo, el casino Cervantes y la alberca Victoria; se llenaron de eso, producto innegable de un júbilo de carnestolendas.

Si bien Mazatlán ha sostenido esa festividad popular carnavalera con re-sonancia nacional e internacional, en la cercana Guamúchil hace unos años brotó esa alegría, mientras que en Guasave decayó la tradición en los tiempos actuales, solo queda el recuerdo. Y como muestra está ahí, faraónico y sólido, como pirámide levantada con la voluntad de un pueblo, el viejo edificio del Centro Escolar 18 de Marzo.

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Y cabe aquí recordar una anécdota, todavía contable, ocurrida en el ex-traordinario carnaval guasavense de 1935, el de Chayito Gálvez y María Luisa Bórquez. En el bailadero de «rompa y rasga» estaba a todo su apogeo en los salones de El Balalaika, frente a la plazuela Hidalgo, y dos hermanos guasaven-ses se encontraron en medio de la pista pletórica de hermosas mujeres, ambos portaban el clásico disfraz carnavalero. Desde el interior de una de las másca-ras surgió una pregunta:

—¿Me conoces, mascarita?Tratando de fingir la voz, la mascarita interlocutora respondió ipso facto: —Shí, shí te conozco, hasta shé le quién ele hijo. —A vel, lime pué, le quién shoy hijo. —Ele hijo le tu chingala malde. Rápida la respuesta, al instante ambos protagonistas se quitaron las más-

caras para pelear, pero en vez de hacerlo, se abrazaron riendo a carcajadas. Se trataba de dos hermanos carnales: Alejandro D. López, el Barullo, y Arnulfo D. López, el Bubito. La asignatura «D» es Dagnino, de origen siciliano, genes venidos del mero centro de la Roma antigua.

SEMBLANZA HISTÓRICA DE LA PROFESORA MAría CLARA SANTILLANES SOTO (1909-1994)

María Clara Santillanes Soto nació el 12 de agosto de 1909 en el poblado rural de Nío, uno de los cuatro lugares del actual municipio de Guasave, Sinaloa, que recibieron misiones catequizadoras de la Nueva España.

Fue la hija mayor del matrimonio integrado por doña Susana Soto y don Procopio Santillanes, Copito, abastero de oficio y guitarrista en el conjunto musical de cuerdas que dirigieron el insigne músico y compositor don Miguel C. Castro y su hijo el Prieto Castro.

La familia Santillanes Soto emigró de su natal Nío a Guasave en los pri-meros años de la segunda década de 1900. Pronto arribó el resto de los hijos de don Procopio y doña Susana: Arturo, Asterio, Santos (el Tato) y Antonio (el Marro), único superviviente; luego, intercaladas, las mujeres Concepción y Felipa (la Lipa), también finadas.

Clarita, perteneciente a la casta de guasavenses forjadoras de la cultura y educación de esta tierra, fue maestra emérita de millares de jóvenes. Desde que cumplió 15 años ejerció su sagrada vocación de maestra rural en el cercano poblado San Pedro de las Árguenas.

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Luego complementó su vivencia magisterial, iniciada en 1924, durante el bienio educativo 1936-1937 dentro del primer edificio oficial educativo, el Centro Escolar 18 de Marzo, construido por el entonces presidente municipal Genaro Soto Castillo y un patronato que en 1935 organizó una fiesta carnavale-ra en la que fueron protagonistas principales dos hermosas guasavenses: María Luisa Bórquez de Vega y María del Rosario Gálvez de Álvarez, ya finadas.

Guasave, cabecera de un municipio libre y soberano a partir de 1917, por decreto expedido por la Cámara de Diputados, a iniciativa del gobernador y jefe de las fuerzas armadas de Sinaloa, el general Ángel Flores, tuvo entonces, en las más brillantes fiestas carnavaleras de su historia, dos reinas aclamadas por su pueblo: María Luisa y María del Rosario.

Pero su obra, la construcción del plantel escolar que, conforme al suceso petrolero del 18 de marzo de 1938, tomó el nombre de Centro Escolar 18 de Marzo, fortaleció la vocación de otra reina guasavense, la insigne profesora Clarita Santillanes Soto. Ella se hizo cargo de cada uno de los grupos de cuarto grado de la estructura educativa que ese año, 1936, tuvo bajo su dirección el profesor Conrado Carrillo, maestro normalista venido de la Escuela Normal de Colima.

Mucha justicia ejerceremos si aprovechamos esta biografía histórica so-bre la vivencia de la profesora Clarita como guasavense notoria y digna del mejor recuerdo para reseñar, lo más completamente posible a los integrantes de aquel glorioso cuadro magisterial de antaño, incluyendo hasta al conser-je del Centro Educativo 18 de Marzo, don Irineo Gastélum. Por grado, ellos fueron: en primero, las hermanas Hermelinda Orozco y María Orozco de Do-mínguez, Dominga del Rincón, la maestra Consuelo; en segundo, María Gua-dalupe González, María Rosario Ibarra de Cortez, Margarita y doña Felícitas; en tercero, Rafaela Quevedo de Ahumada y Rosa de Castro; en cuarto, profe-sora María Clarita Santillanes Soto y don Pablo Sotomayor; en quinto, profesor Francisco Favela, quien además era actor de teatro; en sexto, profesor Roberto Sarabia, quien estudió en la Escuela Normal de Colima pero se casó, vivió y murió entre los guasavenses.

Fiel devota de san Ignacio de Loyola, el santo venerado en la iglesia de su natal Nío, también devota de la Virgen de Nuestra Señora María del Rosario de Guasave, la maestra Clarita fue madrina de centenares de niños procedentes de familias católicas en los rituales de bautizos, confirmaciones, primeras comu-niones y matrimonios. Activó una alta relación de excursiones de Guasave hasta la villa de Guadalupe en el Distrito Federal; y junto con otras creyentes gua-savenses visitó Tierra Santa, Jerusalén, tierra de asentamiento del maestro Jesús.

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Transcurridos más de cincuenta años efectivos de servicios magisteriales, el Gobierno jubiló a la profesora Clarita Santillanes Soto, quien junto con el resto de maestros y maestras retirados del sagrado oficio y bajo reconocimien-to de las autoridades educativas gestionaron con logros fructíferos la construc-ción de la Casa del Maestro Jubilado.

Fue así como la maestra Clara tocó las fibras de uno de sus alumnos, Víctor Manuel López González, quien ganó la aprobación de su gestoría ante el presidente municipal de Guasave (1991-1993), José Jaime Armenta. Desde entonces los maestros pensionados de Guasave tienen un fastuoso albergue-club, donde pueden seguir enseñando a viejos y a nuevos.

La profesora Santillanes se casó con Abelardo Sánchez Pinto, pero no tu-vieron hijos. Ella supo experimentar el aprecio y agradecimiento de millares de guasavenses que por conducto de la prodigiosa hija de don Copito y doña Susana ingirieron el pan del saber: las letras de cada materia, los números pi-tagóricos que fueron básicos en el forjamiento de mejores culturas, específi-camente en el pueblo de Guasave, parte geográfica del estado de Sinaloa y la República mexicana cuyo mapa aprendimos a respetar y a amar con espíritu luchador, con el corazón por delante, como ella hizo vibrar ese órgano para educar a los hijos de aquellas familias guasavenses que muy lejanas estaban de ver la panorámica de un Guasave como el que hoy en el progreso estamos viviendo.

Maestra Clarita, que la gloria del maestro Jesús te reciba; dile que eres una compañera seguidora de su Evangelio. A Pitágoras y a los grandes maestros avatares diles que enseñaste a leer la gramática de nuestro idioma y a contar con las tablas de multiplicar, sumar y restar a miles de guasavenses que hoy son buenos padres de familia. Diles a todos que te queremos mucho todavía en el recuerdo porque tu fuiste una verdadera maestra que con dedicación y esme-ro nos despejaste el camino de las inconveniencias de la ignorancia. Gracias, maestra.

Ignacia Arrayales Bon de Castro, maestra emérita QUE infundió el patriotismo a sus discípulos La profesora Ignacia Arrayales Bon de Castro nació el 1 de febrero de 1903 en la comunidad rural San Sebastián, cercana al poblado Nío; falleció el 20 de mayo de 1977 en la ciudad de Guasave. Sirvió más de sesenta y cinco años al magiste-rio oficial y privado. Desde niña, al cursar la educación primaria, se convirtió

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en la encargada del grupo de segundo grado de su plantel. Siempre inculcándo a sus alumnos el respeto y el amor patriótico en cada acto organizado, al ter-minar las actuaciones nos felicitaba a todos diciéndonos: «Me siento orgullosa de ustedes, mis alumnos». Con el transcurrir del tiempo todavía se repite esto por la generalidad de los ahora ciudadanos ejemplares, padres de familia y egresados de la vieja escuela particular Agustina Ramírez incorporada.

La profesora Nachita recibió las primeras enseñanzas magisteriales de la maestra Juanita Ordóñez de Montiel, en San Miguel Zapotitlán. El 1 de octubre de 1921 se hizo cargo de la Escuela Elemental de Nío y con ese mismo cargo docente pasó a la hacienda La Trinidad. En 1925 las autoridades educativas la enviaron hasta la Escuela Oficial Número Dos de Guasave, que con el tiem-po, en septiembre de 1936, se convirtió en centro educativo que a raíz de la expropiación petrolera por el presidente Cárdenas llevó el nombre de Centro Escolar 18 de Marzo.

Nachita se casó con el filarmónico Leopoldo R. Castro, oriundo de Nío; el matrimonio procreó cuatro hijos: Ofelia Esthela, Genaro Rodolfo, Rea Silvia y Mayra Lilia. Al poco tiempo de haber contraído nupcias con el apreciable músico Compa Polo Castro, la profesora fundó la gloriosa escuela particular Agustina Ramírez, plantel acreditado que a partir del 15 de diciembre de 1936 permaneció activo 38 años, hasta tres años antes de su sensible fallecimiento.

El 15 de mayo de 1972 recibió en la ciudad de Querétaro la medalla al mérito docente Maestro Ignacio Manuel Altamirano de manos del presidente Luis Echeverría Álvarez, cuando había rebasado el medio siglo de servicio ma-gisterial en la ciudad de Guasave, La Trinidad, Nío, Los Mochis y San Miguel Zapotitlán, Ahome.

En entrevista a un servidor, la emérita maestra Nachita Arrayales señaló: «Estoy entregada espiritualmente a Dios y a la Virgen santísima. También mis recuerdos, todos gratos, están acompañándome ahorita que estoy a punto de despedirme de este mundo, donde muchas satisfacciones recibí, también in-gratitudes... porque de todo tiene que haber en la vida».

Por las aulas de la AR, sito al extremo sur de la avenida Francisco I. Made-ro, desfilaron chamacos de todos los sectores sociales. Algunos destacaron en diversas actividades sociales, por ejemplo, en política los hermanos Alejandro y Eleuterio Ríos Espinoza, Fortunato Álvarez Castro, los tres, abogados con importantes cargos gubernamentales; también los licenciados José Antonio Rubio García, Juan de Dios Meyer Félix; y una alta relación de agricultores, co-merciantes, banqueros, etcétera, todos ellos alumnos que aprendieron el abecé bajo la tutela de la profesora Arrayales de Castro.

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LAS HERMANAS ALTAGRACIA Y NÉSTOR, MAESTRAS DE MUCHAS GENERACIONES

Altagracia García León nació en Guasave el 24 de agosto de 1902. Fue maes-tra, directora y fundadora de una escuela primaria en 1926. Hasta 1935, dicho plantel estuvo ubicado en casa de sus padres: esquina de la avenida Guillermo Nelson y la actual transversal Teófilo Noris, entonces calle Constitución.

Cabe destacar que la maestra Altagracia fue mentora de primaria del doctor Raúl Cervantes Ahumada. Otros discípulos de la maestra Altagracia fueron los hermanos Arturo y Pedrito Mussot Rojo, María Luisa Lugo Valen-zuela, Felipe de Jesús García Zazueta (el Vito), su hermana María del Rosa-rio García, las hermanas Alba, Juanita y Bertha Rodríguez Larios (hijas del comerciante de La Tableta, don Isidro G. Rodríguez y de doña Lolita), entre otros alumnos.

Junto con su hermana Néstor García León, la profesora Altagracia sirvió al magisterio en los ranchos Buenretiro, en aquel tiempo comunidad de Los Aprietos, La Trinidad o Chuchumicari.

Tiempo después la maestra Altagracia abandonó su trabajo magisterial y se especializó en atender negocios de farmacia. Fue empleada de la botica del doctor Joaquín Camacho Téllez.

Falleció el 26 de diciembre de 1984.

AQUELLAS ACADEMIAS DE MECANOGRAFÍA Y CONTADURÍA, EL PROFesor FAVELA; la PITMAN Y LOS ESPOSOS JORGE POLANCO Y DALIA LÓPEZ VALENZUELA; LA WEBSTER, PERO ANTES... 1934

La demanda de empleos de taquimecanógrafos y contadores hizo surgir en Guasave, a partir de 1942, las primeras escuelas y academias de esas especiali-dades.

Una crónica del profesor Francisco Favela, maestro de quinto grado del Centro Escolar 18 de Marzo, que alternaba su tiempo colaborando con la do-cencia en la escuela particular Agustina Ramírez, máxima creación del talento y buena voluntad de la profesora Ignacia Arrayales de Castro, señala:

Muchos jóvenes terminan la enseñanza primaria, de ahí para adelante, no tie-nen la oportunidad de seguir estudiando, los hombres de negocios, comercios,

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las primarias, instituciones bancarias, están reclamando empleados de ese nivel, empezamos a trabajar para generarlos a las nuevas etapas de progreso.

Favela logró hacer operar la primera academia de taquigrafía y mecano-grafía en Guasave. Primero la alternó dentro del edificio del jardín de niños Coronel Rodolfo T. Loaiza, en la esquina de Carrasco y Corregidora. Después, en 1943, el profesor Favela continuó con las labores de la academia comercial con especialidad en taquimecanografía y contaduría, heredada del profesor Marcos Jiménez, quien en 1937 la reinstaló e hizo funcionar en la esquina de Madero y Noris, en una propiedad de la familia Norzagaray Angulo.

Marcos Jiménez arribó a Guasave para fundar una academia de taquime-canografía, donde educó a muchos jóvenes guasavenses; dos de ellos, Manuel Bon López y Guillermo Sainz Meyer, del cercano poblado rural Chorogui, hi-cieron carrera bancaria. Bon López, fiel discípulo del acreditado banquero don Héctor Cruz, llegó a categoría de gerente del Banco del Noroeste de México sa; mientras que Sainz fue gerente del Banco de Comercio de Sinaloa, ahora Bancomer.

Pero no fueron el profesor Jiménez ni el profesor Francisco Favela los primeros en hacer funcionar una academia de taquimecanografía en Guasave. Fue el profesor Anselmo, quien vino de Los Mochis a Guasave: rentó un local a don Telésforo Castro, don Lepo, por la calle Obregón, donde, creo, hace rato están las oficinas del club de beisbol Algodoneros de Guasave.

Otra crónica de nuestros tiempos califica la calidad del maestro de taqui-mecanografía Marcos Jiménez:

[...] que arribó procedente de algún lugar del sur del estado o del país, para en-señar aquí los secretos para manejar, con habilidad y destreza, una máquina de escribir, esa técnica mecánica todavía vigente, procedió a la maravilla tecnoló-gica de las máquinas computadoras, era de la informática e informativa [...] era extraordinario manejando una máquina de escribir, la vieja Remington la hacía volar, no acusaba faltas de ortografía ni equivocaciones, supo enseñarnos con la técnica y el ejemplo.

Más moderna fue la Academia Comercial Pitman, fundada por los es-posos Jorge Polanco Palazuelos y Dalia López Valenzuela en 1945, en la calle Constitución, cerca de la esquina del Callejón 21 de Marzo, en una propiedad del albañil don Jesús Sánchez. Jorge Polanco también fue maestro de escuela primaria y músico de orquesta tocador del saxofón.

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La profesora López, viuda de Polanco, nos narra: «La Pitman cambió de domicilio luego, cerquita del sitio de su nacimiento, por el Callejón 21 de Mar-zo, nomás a la vuelta; hasta que construimos nuestro propio edificio académi-co y contaduría privada, por la avenida Juan Carrasco, cerca de la Zapata, hasta donde iba creciendo urbanísticamente la ya entonces ciudad de Guasave».

Todavía en nuestros tiempos son populares las escuelas de taquimecano-grafía y Pitágoras hace su arribo a ellas con la enseñanza de contaduría privada; entre ellas, la Academia Comercial Webster del profesor Óscar López López, su fundador, y su planta docente conformada por el maestro normalista Pablo Rojo Juárez, en sociedad con otros profesores, como Manuel Meza Echave y Eduardo Toyota Jacobo, en una zona céntrica de la calle Dr. Luis G. de la Torre.

Historia de la Escuela Secundaria Federal Insurgentes

La Escuela Secundaria Federal Insurgentes de Guasave inició sus funciones educativas desde el bienio escolar 1945-1946. Por cooperación operó con un subsidio de 900 pesos al mes, que el entonces gobernador del estado, general Pablo E. Macías Valenzuela, y a petición del alcalde, don Fortunato Álvarez Gaxiola, entregó al patronato de apoyo a la institución presidido por la culta profesora, doña Inés Bell de Meyer.

Don Agustín Martínez Gazca, grito educativo que fue escuchado

Don Agustín Martínez Gazca nació el 8 de enero de 1902 en Pénjamo, Gua-najuato. Vivió 55 años en su tierra adoptiva, Guasave. Su vivencia en Guasave dejó constancia en el terreno de los hechos, con el apoyo a la educación de nuestras juventudes a partir de 1957. Una opinión histórica señala que esto ocurrió «cuando los padres de familia solo podíamos darle la escuela primaria a nuestros hijos; no había secundarias ni prepas, estuvimos huérfanos de esos niveles educativos promisores».

Por fortuna, en 1956, después de convencer a Óscar Chávez Castro de abandonar su idea inicial, que consistía en hacer un maratón para la construc-ción de un estadio, a don Agustín Martínez Gazca se le ocurrió solicitar en el seno del Club Rotario de Guasave, al que pertenecía como socio distinguido, que se acudiera con el alcalde de la época, Juan Angulo Leyva, y también al dueño de la Radio XEGS, Roque Chávez Castro, para la realización de un ma-

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ratón radiofónico a favor de la construcción de una escuela secundaria; un edificio educativo que a partir de 1957 tuvieron a su alcance nuestros hijos estudiantes. Ahora Guasave, gracias al esfuerzo inaudito realizado por el señor Martínez Gazca y compañeros cuenta con una extraordinaria pirámide edu-cativa que está al nivel de la de cualquier ciudad de Sinaloa y del noroeste del país.

Agustín Martínez Gazca, a quien se acredita la idea y parte de la acción en la infraestructura de la actual Escuela Secundaria Federal Insurgentes y la es-cuela preparatoria, entregada en su tiempo a la Universidad Autónoma de Si-naloa, llegó a esta ciudad en el año de 1923, en calidad de vendedor de artículos muebleros. El 22 de febrero de 1933 se casó con la señorita Silvina del Rincón Gaxiola, con quien tuvo una hija adoptiva, Carmelita Martínez del Rincón, realmente hija de su cuñada la profesora Esthela del Rincón Gaxiola, la fami-liar más cercana que le sobrevive. También los vástagos pertenecientes a otras familias, desde la perspectiva educativa, en su tiempo, fueron considerados sus hijos. Falleció en Guasave el 26 de junio de 1978.

Del maratón de más de ochenta y tres horas de Radio xegs, conducido por el locutor José Luis Aguilar, surge vigorosa la esfi

A las nueve de la mañana del 19 de junio de 1957, desde el modificado kiosco de la plazuela Miguel Hidalgo, un humilde locutor nayarita nativo de Tepic inició una transmisión de 83 horas dirigida al pueblo de la región de Guasave, con un objetivo especial: impeler a aportar lo que se quisiera a favor del proyecto de la edificación de una escuela secundaria.

José Luis Aguilar Becerra paró su agotadora faena a las diez de la no-che del 22 de junio, habían transcurrido 84 horas. El mantenedor, ronco, casi mudo, y sus colaboradores locutores, algunos de la radio XEGS, otros inclusive miembros del patronato gestor del plantel (como el ingeniero Federico Delga-do Pastor, con su «¡El Alfiletero de usted, señora!»), habían logrado en efectivo y en especie la suma de 728 228.26 pesos. Estalló el pueblo jubiloso. Era noche y todavía Aguilar Becerra se desgañitaba. La yugular amenazaba con reventár-sele de alegría por todo lo que habían logrado.

Hombres que vinieron de otras tierras a unirse a los nativos de Guasave habían hecho la gran proeza: Agustín Martínez Gazca, Miguel Leyson Pérez, Federico Delgado Pastor, José Luis Rosas Núñez, Roque Chávez Castro, Óscar Chávez Castro, Mariano Velarde Piña, Inesita Bell de Meyer y José Luis Gon-

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zález Mata (director de la escuela secundaria, funcionando por cooperación y después oficializada en la casa de don Leovigildo Rosas Alcántar).

Surgió más tarde la Escuela Secundaria Federal Insurgentes la esfi. Se levantó el edificio dentro de la parcela del ejidatario Agustín Pinto Osobam-po, el Cuty, cerca de donde todavía pasaba el canal Bonanza del Cubilete y su lateral El Doradito.

Miguel Leyson Pérez intervino ante el senador y luego gobernador del es-tado, Leopoldo Sánchez Celis; además, ante otro prominente sinaloense, José María González Urtusuástegui, entonces director de la Lotería Nacional, quien logró dotar de equipo de laboratorio a la ESFI; asimismo se logró dotar del mismo equipo de práctica a la Escuela Preparatoria de Guasave.

Recientemente el presidente municipal de Guasave surgido de la esfi, el licenciado José Luis Leyson Castro, en su trienio 1984-1986, plasmó otro sólido acontecimiento otorgando un reconocimiento a quienes afanosamente bus-caron la formación de la ESFI; así como a toda la relación de directores, entre ellos el profesor José Santos Partida Medina, otro nayarita que dejó impresa la pisada en el cementado servicio del plantel; y a los directores Manuel Enrique Polo Bernal, Rufino Damián Mendoza y Galdino Cayetano González.

Las epopeyas iniciadas a favor de la educación primaria de cada genera-ción estudiantil guasavense, iniciada en 1935 con un carnaval, colocaron otro sello grandioso en 1957. Actualmente el municipio de Guasave cuenta con una gama de planteles educativos, principalmente de carrera técnica como CO-NALEP, CETIS, ETA de Ocoro; amén de varias preparatorias del COBAES y la UAS. Así fructificó aquel maratón radiofónico de junio de 1957.

En sus actuales 11 sindicaturas y 46 comisarías, además de otros asenta-mientos menores, en colonias y barrios de la propia ciudad cabecera, su de-mografía mayor a los trescientos veinte mil habitantes disfruta de magnífica planta educativa, satisfacción de aquellos que más de una vez dieron lo mejor a favor de esa causa que permitió la oportunidad de estudiar, para socializarse hasta alcanzar niveles de notabilidad, al grado que ahora no estudia solamente quien no quiere.

Guasave tendrá que estar agradecido eternamente, a través de sus ge-neraciones, con aquellos que vinieron de fuera a unir sus entonados gritos a los reclamos de los nativos para engrandecer la educación, y que siguieron surgiendo del suelo guasavense, como el doctor en Derecho Raúl Cervantes Ahumada, el licenciado Evodio R. Castro, el licenciado José de Jesús Montiel Castro, el licenciado Esteban López Angulo, etcétera. Ahora suman miles los profesionales y técnicos de esta tierra.

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Y ahí están, impulsados por el cohete protector de la ESFI, las naves pro-fesionales de los físicos matemáticos encabezados por el doctor en ese campo, Fernando Angulo Brown; el doctor en Administración Pública, Carlos Almada López; el ingeniero Eduardo, el Tano; los licenciados Arnoldo y Carlos Leyson Castro; el propio licenciado José Luis Leyson Castro, quien desde su pupitre de la secundaria Insurgentes una vez gritó fuerte que quería ser presidente muni-cipal de Guasave «para lavarle la cara a mi pueblo y coordinar el esfuerzo colec-tivo de mis gentes», para realizar la obra más fructífera de que se tenga historia.

Y que sigan surgiendo. El ingeniero David Azcárrega Cota, guasaven-se que dejó una demostración de que sí sirve la capacidad tecnológica mexi-cana en Alemania, así como otros ingenieros civiles, arquitectos, contadores. También los profesionales en el servicio público como el licenciado Víctor M. López González, el licenciado Jaime Cinco Soto, otro bastión de la esfi; el licenciado Jesús Arturo Mena Camacho. Son ahora furgones enteros de profe-sionales y técnicos los que podrán seguir dando aliento a aquel grito motiva-dor del locutor José Luis Aguilar Becerra y a las mejores intenciones de Mar-tínez Gazca, Delgado Pastor, Miguel Leyson, Aureliano Tena González, Rosas Núñez... agréguele el resto, por favor, en justicia al efecto que sigue cobrando su causa educativa.

Recuerdo al ingeniero Delgado Pastor: «¡El alfiletero de usted, señora!»

Dios hizo de ti, hombre, una piedra; si la puliste sirviendo a los demás, esa piedra servirá de base para erigirte un monumento, si no, tú serás una piedra del montón.

Eran los años cincuenta del actual siglo xx, los bulldozer, dinosaurios de la tecnología moderna, derribaban los montes de Saratajoa, Corerepe: surgía un campamento en El Batamote, de Salvador Pinto, la constructora Jorge Larrea construía drenes, canales, caminos, etcétera; era el surgimiento del Valle del Fuerte dentro de las unidades guasavenses uno y dos.

Nacían entonces a la geografía del municipio, vigorosos en su vida urba-nística, con la fuerza constructora del hombre del campo, los poblados Ruiz Cortines, Juan José Ríos, Bachoco, El Batamote, Leyva Solano, Corerepe y otros.

Las generosas aguas del río Zuaque, hoy El Fuerte, llegaron desbordantes a muchas partes del norte de Sinaloa para hacer brotar granos, fibras, oleagi-

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nosas, legumbres, frutas y forrajes; previamente el Gobierno mexicano creó la Comisión del Río Fuerte.

Toda esa histórica gama de situaciones hizo arribar a Guasave, con su apreciable familia, a un técnico de origen queretano: el ingeniero Federico Delgado Pastor. Llegó aquí con la categoría de residente en Guasave de la Co-misión del Río Fuerte. Abandonó esta tierra y se fue a Culiacán en calidad de gerente de la constructora La Victoria. Su permanencia aquí, de 1955 a 1961, seis años impregnados de acción y buenas intenciones, bastó para que el ilustre personaje se recuerde toda la vida. Aquellos que lo conocimos lo vimos querer a esta tierra como la quisieron el ingeniero Francisco Barnoin o el ingeniero José Montemayor y otros que llegaron de diversos rumbos de la República para servir con el teodolito, estadal, la valisa y las reconocidas técnicas que ayuda-ron a impulsar al máximo las actuales riquezas agropecuarias de la región de Guasave.

En diciembre de 1985 el ingeniero Federico Delgado Pastor, invitado por el entonces presidente municipal, el licenciado José Luis Leyson Castro, visitó Guasave para ser objeto de un reconocimiento por parte del H. Ayuntamiento de Guasave, en mérito a su participación en la construcción del edificio de la actual Escuela Secundaria Federal Insurgentes.

Una aula escolar de la ESFI lleva su nombre, con ello se premió a aque-llos llamados contundentes de Delgado Pastor que, certeros y ricos de buena voluntad, llegaron al corazón de cientos de damas de la región: «¡El alfiletero de usted, señora!».

Era el 19 de junio de 1957, el ilustre mantenedor del maratón radiofóni-co de XEGS, José Luis Aguilar Becerra, cedió el micrófono a Delgado Pastor, arriba del kiosco de concreto ya desaparecido de la plazuela Miguel Hidalgo, para que prosiguiera motivando a cooperar en el recordado evento que hizo posible, más tarde, la construcción de ese bien acreditado y respetable templo del saber: la ESFI.

Los privilegiados que tuvimos la oportunidad de atestiguar aquella época damos constancia de que en ese gran logro social influyó mucho aquel grito de Delgado Pastor: «¡El alfiletero de usted, señora!». Porque las damas de todas las categorías sociales extrajeron de su escondite joyas de oro y plata, valiosas por la actitud que brotó de sus corazones donadores, coadyuvando a que se alcanzara ese sagrado objetivo educacional.

Delgado Pastor, desde la Comisión del Río Fuerte, residencia Guasave, técnica y administrativamente ayudó a construir escuelas en comunidades campesinas, caminos, etcétera, apoyando en aquella cuota de cooperación in-

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cluida en el recibo del agua de irrigación de los usuarios. También las damas católicas de la región tendrán que agradecer la construcción de la ermita gua-dalupana del bulevar 16 de Septiembre.

Los antiguos miembros del Club Rotario de esa época supieron también del rico intelecto de Federico Delgado Pastor, como también se enteró de esa sabiduría el campesino, el agricultor y quienes lo tratamos. Afable, bien in-tencionado y constructivo, al máximo de su espíritu de buen mexicano, así lo recordamos.

A manera de anécdota, en una ocasión el ingeniero Federico Delga-do Pastor hizo excelente exposición en sesión del Club Rotario en el festejo del aniversario de la ONU, enriqueció la emisión con la sapiencia de muchos personajes de la Antigua Grecia; luego se dirigió a su amigo Guillermo Pulos, respetuoso y extasiado, Delgado Pastor en su oratoria dijo: «¡Amigo Guiller-mo Dimópulos!, ¿qué se siente ser griego?»; a lo que el paisano de Sócrates y discípulo de Platón respondió: «A toda madre, mi inge». Esa misma noche Federico Delgado Pastor renunció como socio del Club Rotario, ubicado en la avenida Zaragoza, ahí donde funcionó el recordado restaurante Silvia's en los años sesenta.

Federico Delgado Pastor murió en la ciudad de México, a la edad de 87 años.

Delgado Pastor, quienes conocimos tus fructíferas actitudes vamos a re-cordarte en justicia, con la memoria recta y honesta, con la esperanza de que sigan naciendo más seres humanos de tu tamaño social y espiritual. Te lo ga-naste a pulso a Guasave, ingeniero Pastor.

La escuela secundaria de Guasave inició sus funciones

La primera sede del plantel secundario fue el edificio del jardín de niños Co-ronel Rodolfo T. Loaiza, ubicado en la esquina de la avenida Juan Carrasco y Corregidora, siendo su director, el licenciado Mariano Velarde Piña. Luego cambió sus instalaciones a la avenida Libertad —hoy Gral. Norzagaray— y callejón Dr. Antonio Díaz de León, bajo la dirección del profesor José Luis González Mata.

De esos rumbos de Guasave procedió la actual Escuela Secundaria Fe-deral Insurgentes (esfi), por el bulevar Central y Gabriel Leyva, donde ya construido su edificio oficial recibió el nombre de Insurgentes, a petición del

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estudiante Manuel Escalera, actualmente ingeniero radicado en Monterrey y el Distrito Federal.

La construcción del actual edificio de la ESFI (ubicado al paso de un ca-nal de riego del viejo sistema hidráulico de Guasave llamado El Doradito, parte de la histórica obra hidráulica de don Blas Valenzuela de 1923, el canal Bo-nanza del Cubilete) fue producto de una hermosa y fructífera actitud popular ocurrida en 1957, siendo presidente municipal de Guasave el campesino Juan Angulo Leyva.

Entonces, en 1957, a iniciativa de los señores Manuel Bon López, Óscar Chávez Castro, Roque Chávez Castro (el magnate de la radio XEGS) y el Co-mité de Promociones en Beneficio de Guasave, se celebró un maratón radio-fónico a través de la radio local XEGS, evento sostenido activo y dinámico du-rante 84 horas con 10 minutos por el locutor nayarita José Luis Aguilar Becerra y secundado por otros expertos en el micrófono como los guasavenses Juan Contreras Sarellano y el Bigotón Balderrama.

La tesorería del maratón, a cargo del doctor Martín Vega y Vega, reportó la suma de 435 078.45 pesos, más 93 710 pesos en especie donados por el pueblo guasavense; también el valor de un solar donado por el presidente municipal Juan Angulo Leyva, valuado en 150 000 pesos. Con ello se financió la obra den-tro de la parcela del ejidatario don Agustín Pinto Osobampo, el Cuty Pinto, por autorización expresa del dueño. La obra fue dirigida técnicamente por el inge-niero Federico Delgado Pastor, entonces representante en Guasave de la Comi-sión del Río Fuerte, filial de la Secretaría de Recursos Hidráulicos, hoy SAGAR.

Esta idea de construir un edificio para la escuela secundaria de Guasave surgió del seno del Club Rotario de Guasave a iniciativa del socio don Agustín Martínez Gazca, más tarde en el seno del Comité de Promociones en Beneficio de Guasave.

La pareja confomada por Manuel Bon López y Óscar Chávez Castro pro-pusó lo del maratón radiofónico, uno de los espontáneos y exitosos gestos po-pulares de nuestra gente. Justo será reconocer, ahora y siempre, a los hombres sostenedores de la actividad del Comité de Promociones en Beneficio de Gua-save: a su presidente, el sonorense José Luis Rosas Núñez; Miguel Leyson Pé-rez, coordinador general; el ingeniero Federico Delgado Pastor, Roque Chávez Castro, Agustín Martínez Gazca, Alejo Blancarte González, etcétera.

Es admirable este gesto surgido en 1957 a favor de la educación secun-daria por el apreciable locutor José Luis Aguilar Becerra, quien sin cobrar un solo centavo mantuvo activo el maratón radiofónico durante más de 84 horas.

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Incluso, su singular postura cooperadora lo llevó a desviar a favor del caudal económico de la colecta los centenarios de oro donados por familias e insti-tuciones guasavenses a favor del mantenedor del histórico evento radiofónico celebrado sobre el kiosco de concreto —ya destruido— de la plazuela Miguel Hidalgo. Esa actitud demostrada por Aguilar Becerra pone en deuda a los gua-savenses y a varias generaciones estudiantiles que a partir de la creación de la esfi no tuvieron la necesidad de irse a estudiar fuera de casa, a otras tierras; deuda que tarde o temprano se habrá de pagar.

No será justo mantener en suspenso el pago de esa deuda social y huma-nista adquirida a favor de la educación de nuestros hijos, generada del corazón de un hombre, hijo adoptivo de esta tierra, que demostró en el propio terreno de los hechos su amor por Guasave. Habrá que reconocer la ardua tarea que se echaron a cuestas aquellos guasavenses que lucharon a brazo partido, te-sonera y exitosamente, para convertir en tangible realidad aquel sueño de la ESFI. Porque la ESFI, con toda su gama de directores (los Polo Bernal, Rufino Damián Méndoza, Partida Medina y el resto), su profesorado y servidores ad-ministrativos, han significado la base para que Guasave haya adquirido la más sólida pirámide educacional: dos universidades, la Universidad de Occidente, con su campus, y la Universidad Autónoma de Sinaloa, construyendo su ciu-dad universitaria; así como el Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional (CIIDIR) del Instituto Politécnico Nacional.

Y todo empezó en 1957, cuando unas mentes creativas propusieron dotar de un edificio a la escuela secundaria, y unos brazos luchadores alcanzaron lo que se propusieron: la realidad respetable y sólida como un gigante del saber, orgullosamente llamada Escuela Secundaria Federal Insurgentes.

GUSTAVO OSVALDO LÓPEZ REYES: UN SER PLENO

El maestro en ciencias Gustavo Osvaldo López Reyes fue un ser humano ple-no en toda la extensión de la palabra, disfrutaba cada momento de la vida en compañía de sus familiares y amigos, irradiando con sus acciones y palabras comicidad, gracia, simpatía, bienestar y felicidad con quienes convivía e inte-ractuaba. Fue el sexto hijo de 13 hermanos y gemelo de Carlos Manuel, hijos de la estimada señora Ildeliza Reyes, maestra de la cuchara por sus excelentes conocimientos de la cocina mexicana, y el taxista Celso López Álvarez, mejor conocido como el Setenta.

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Siempre se destacó por ser un excelente alumno y de adolescente jugó al futbol como portero, también practicó el beisbol, llegó a graduarse como licenciado en administración de empresas en la UAS y posteriormente logró título de maestro en ciencias en la UdeO. Contrajo nupcias en Culiacán, Sina-loa, con la profesora Elia Margarita Pérez Loaiza, con quien procreó tres hijos: Sybil Paulina, Gustavo y Fernanda Hildet.

Gustavo Osvaldo se distinguió para muchos por ser el amigo ideal, sus palabras siempre fueron de apoyo, solidaridad y comprensión, así lo recono-cen sus amigos de la licenciatura en la Uas y la maestría en la UdeO; asi como de sus diferentes fuentes de trabajo, por ejemplo, Karina Vallejo, Sergio Bel-trán, Francisco Álvarez, Baltazar Corrales, Manuel Quiñónez, Amado y Rafael Rivera, Heriberto Sánchez, Natividad Madrid, la familia Cuen Ojeda, Vicente López Portillo, entre otros muchos más.

Por todo ese dinamismo y placer por la vida aquí se le brinda este reco-nocimiento a un ser humano extraordinario, que en el momento en que se dirigía a impartir sus clases a la UdeO (iba en la parte trasera del automóvil conducido por su hijo Gustavo) desgraciadamente pereció a causa de una bala salida de un enfrentamiento entre policías y un grupo de desconocidos que se disparaban entre sí. Murió en su carro de forma instantánea. Así sucedió y así se le recuerda a Gustavo Osvaldo López Reyes.

Francisco Antonio Hernández Reyes

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HUMANIDADES

Historia de la tambora en la región de Guasave

El hombre aprendió a imitar el sonido del viento silbando, también imitando el sonido del aire chocando con el follaje de los árboles, del fascinante chasquido del agua que fluye estrellándose contra las rocas, de la corriente cantarina de los ríos, del canto y el graznido de los pájaros. Quizá apoyado en su gran inven-to, la flauta, empezó a hilvananar esos sonidos e inventó la música.

Son múltiples los ruidos en el decibelio del hombre que marca con enfa-do cuando estos son desorganizados, brutalmente castigados por el desorden humano. Sonidos que no agradan al sentido auditivo, hasta que los arreglos sensibles del hombre los ordena con armonía y talento... ¡Y los convierte en canción o pieza musical!

Quizá algún pastor tocó su flauta cuantas ocasiones tuvo necesidad de reunir y ver sonreír, hasta bailar, a sus ovejas. Dios debió utilizar la música celestial para ordenar a su rebaño humano... Pero en los tiempos modernos Lucifer parece dispuesto a desorganizarle la música al Señor, convirtiéndo en estridentes ruidos el orden de las notas que Hilarión Eslava y otros maestros del método enseñaron al mundo.

Una crónica de antaño señala: «Pero vayamos ahora hacia la pregunta obligada, esta noche que las agrupaciones musicales del Sindicato de Filar-mónicos Miguel C. Castro de Guasave celebra el día de santa Cecilia, pianista y católica, fecha dedicada en todo el mundo a celebrar el día de los músicos: ¿cómo arribó a la región de Guasave el arte y folclor de la música?».

Empezaremos por decir algo que sabemos al respecto: a fines del siglo pasado llegó a la comunidad de Nío un comerciante español llamado Juan Sa-lazar. El hispano tenía un piano en su casa, mismo que tocaba con excelencia. En ese piano don Juan enseñó a Miguel Castro Camacho a mover sus teclas con música del vals, mazurcas polonesas y melodías regionales. Tal vez con

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el corrido de Modesta Ayala, quien ya desde entonces estaba pidiéndole a su padre le diera trabajo al viajero con cara de galán, nació para la música Miguel C. Castro.

Miguel C. Castro nació en el rancho Gambinos, a poca distancia de Nío. Desde joven, el que después fuera autor de la gran obra orgullo de los gua-savenses «¿Por qué lloras?», se incorporó a un conjunto de música de cuerdas acompañado de su amigo y paisano Procopio Copito Santillanes y su hijo Mi-guel Castro Jr.

A esas guitarras, violines, contrabajos, banyos y otros instrumentos forja-dores de la música de cuerdas a finales del siglo XIX se les tuvo que haber unido el tocador de instrumentos de viento: trompeta, saxofón o clarinete. Los prime-ros anuncios por acá de la música de viento, o sea de tambora y orquesta, la cual es acreditada a nativos de Alemania, llegaron por el puerto de Mazatlán para expandirse por todo el estado de Sinaloa, según afirman las crónicas de antaño.

En algún momento se fusionaron los dos estilos de música de la región de Nío, Guasave, La Brecha, Tamazula, Estación Bamoa, Verdura, etcétera. Es decir, la música de cuerdas se quedó sola con puros violines, guitarras, con-trabajos, o bien, se tornaron mixtos, como el conjunto ejecutor de vals y obra folclórica que conocimos hace 30 años en el cercano poblado Callejones de Guasavito. Su director fue Jacinto Díaz, violinista de primer orden, familiar cercano de J. Rosario Chayo Díaz, gran ejecutor de las cuerdas en la famosa orquesta Ibarra.

Los directores de agrupaciones de bandas de tambora llegaron a Guasave procedentes de dichos poblados, que cuando Guasave se convirtió en munici-pio libre y soberano en 1917, liberado geográfica y políticamente de la cercana Sinaloa, quedaron dentro de la demarcación guasavense.

Bruno Félix, nativo de Nío, fue director de una famosa banda de tambora. Don Bruno tocaba el trombón, forjó su familia en su casa ubicada por la hoy avenida Zaragoza, ahí donde está la tienda de telas Parisina. Su esposa fue hija de don Panchito Loredo, este hijo de emigrantes españoles asentados en el pequeño puerto angosturense La Playa Colorada.

Del mismo lugar llegaron: mi padrino, Miguel Morales Zambrano, quien vivió en la esquina de Madero y Cuauhtémoc, tocaba clarinete y saxofón y di-rigió otra banda musical de viento; Leopoldo Castro, quien tocaba la armonía o charcheta y fue director de la banda de tambora El Compa Polo; Luis Ibarra Morales, con su hermano Rogelio, ambos saxofonistas ingresaron aquí a la orquesta que dirigió el escuinapense Francisco Pancho Mena.

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Al tiempo, Luis Ibarra se hizo cargo de la dirección de la famosa orquesta Ibarra. Entre la alta relación de músicos que desfilaron por su organización hay dos figuras de alto relieve internacional: el baterista Pedro Infante Cruz y el saxofonista Héctor Hallal, el Árabe, con el tiempo convertido en la brillante estrella del jazz en el certamen mundial que cada año celebra la ciudad nor-teamericana de Nueva Orleans. Aquiles Castro, saxofonista y compositor de la gran obra «Misiva de amor» fue otro gran músico oriundo de Angostura.

La Brecha aportó a la música de viento de Guasave el trompetista Narci-so Chicho Moreno, director de la banda de tambora De Chicho; su hermano Arnulfo Moreno fue clarinetista. Además, de la misma tierra brecheña del Bo-chón Espinoza, trombonista todavía vigente, nos llegó el excelente trompetista Víctor Manuel Ahumada, el Muñeco, y ni se diga de su ilustre saxofonista Gas-par Ahumada.

Tamazula remitió a esta cultura de Guasave a los hermanos Eulogio y Víctor R. Cabanillas, a los hijos de este, Fernando, Víctor y David, el trom-bonista. Antonio Maldonado y su hijo Ernesto, Everardo Sotelo Cabanillas, saxofonista de altos vuelos que tocó muchos años en las famosas orquestas del Distrito Federal. Margarito García, nativo de El Salitre, fue magistral clarinete, soprano y dirigió con acierto La Banda de Margarito.

Estación Bamoa y su música aportó para nuestro conocimiento a Carlos Ávila, con la armonía; Juan López, con el trombón y la trompeta. También la familia de Espiridión Arredondo destacó en la música con su banda de tam-bora Flor de Canela.

La cercana ciudad de Guamúchil trajo a Guasave muchos y buenos mú-sicos, recordamos ahora a los hermanos Ismael, Alfredo y el baterista Roberto Angulo Soto, el Beturris, los dos primeros, saxofones de la orquesta Ibarra. De Mochicagui arribaron Los Hermanos Cota. El puerto de Mazatlán, en 1942, nos trajo a las tierras de Guasave una orquesta tropical que dirigió don José Álvarez Rivera, en la que su hijo Toño, siendo un niño, tocaba saxofón. De la sierra de El Paso, rumbo a la hoy presa de Bacurato, llegó el trombonista don Manuel Domínguez con todos sus hijos y demás familia, integrado a la banda de tambora Los Aguachiles. Del rancho El Opochi, cerca de Sinaloa de Leyva, llegó el trombonista Jesús Berrelleza. Todavía en los tiempos actuales llegaron más músicos buenos a Guasave, como Teodoro Ramírez Pereda, vía Navolato nos lo envió la cantera musical de Topia, Durango; Antonio Sánchez, trom-petista de Eldorado de Redo, tierra del famoso Chayo Viejo Díaz, tocador de contrabajo en la orquesta Ibarra; Pedro Sánchez, trompetista de antaño, prove-

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niente de su natal Angostura; Rigo Pereza Rivera tocaba el violín y el trombón, mientras que Pablo Sánchez, la trompeta.

El cronista de la ciudad mencionó a la gran familia de filarmónicos del sindicato Miguel C. Castro:

Si pudiera, si mi memoria fuera más grande y esta noche que es de ustedes fue-ra mía, podría amanecerme citando nombres, instrumentos y procedencias, en esto no quiero olvidar a mi recordado padre Antonio P. Hernández, que se vino a Guasave con su armonía bajo el brazo integrado a la banda de tambora de don Antonio Lozoya —tío de Toño Lozoya Nuevo— desde la sierra de Otatillos, Ba-diraguato, vía Angostura.

Esta no es la biblia ni la historia legal de la música en la región de Gua-save, pero sí representa la buena voluntad de su amigo Ramón y sus queridos hermanos, que al igual que cualquier hijo de familia de músicos, bajo órdenes de nuestra también finada madre doña Carmela Rubio viuda de Hernández, cuando escuchábamos el sonido de una tambora corríamos a subirnos arriba de la casa, o salir al patio, para saber «si era llamada de la música de tambora de mi padre», porque ello significaba tocada larga, con clientes parranderos adi-nerados: Patricio McConegly, don Tomás Rivera y sus hijos Panchón, Emig-dio; el ganadero que vivía rumbo al Cerro Cabezón, Pino Figueroa y otros mu-siqueros de aquellos entonces. Porque ello significaba «habrá tocada», habría dinero para comprar comida, iba a chillar el sartén en la hornilla, porque de lo contrario los que chillábamos de hambre éramos nosotros, los orgullosos y siempre contentos hijos de los músicos.

Miguel C. Castro: músico y compositor

La música halaga y alimenta los cinco sentidos de la gente; pero a pocos importa la vida de sacrificio del músico.

expresión popular

Don Miguel C. Castro, febril y fructífero como compositor, nació el 16 de no-viembre de 1869 en el rancho Gambinos, perteneciente a la ahora sindicatura de Nío. Falleció casi setenta y nueve años después, el 8 de agosto de 1948, en la vecina ciudad de Los Mochis, dentro de la oficina de Telégrafos Nacionales cuando se proponía girar dinero a su hija Pita.

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Don Miguel C. Castro fue hijo del campesino Adolfo Castro y de doña Amada Camacho de Castro.

A nuestro biografiado histórico su inspirado espíritu lo llevó a producir una alta relación de obras musicales: 11 danzas encabezadas por su mejor pro-ducción, «¿Por qué lloras?»; 38 valses, 5 mazurcas, 8 marchas, 8 canciones, 3 tivo-step, 2 flamencos, 2 melodías y 1 shotis.

En 1900 don Miguel C. Castro compuso la mazurca polaca «La cocochi-la», en honra a un pájaro de presencia hermosa y vuelo de libertad que abun-daba en los montes de Gambinos, Nío y otros lugares de la región del río Sina-loa. «La cocochila» abrió la inspiración del promisor guasavense, la felicitación estimulante de amigos y familiares le abrió la puerta del alma, en el logro de su alta producción de obras musicales, 78 entre las mejores.

En 1908 su danza estelar «¿Por qué lloras?» dio al mundo de la música la gran satisfacción, el mayor motivo de relax para los guasavenses de la época. Esta obra fue estrenada con dedicación al hacendado de La Bebelama Roque Menchaca Corbalá durante la celebración de una fiesta en casa del comercian-te don Luis Famanía.

En 1924 don Miguel puso a disposición del acervo cultural de la música su otra obra cumbre, su vals «Cuca», compuesta para su amigo Alejandro D. López y ejecutada por el conjunto de cuerdas que dirigió don Miguel C. Castro con su violín, al pie del balcón de la casa de la señorita Refugio Inzunza, quien posteriormente se convirtió en esposa del Compa Jando López.

El enfoque de los inspirados trabajos musicales del músico compositor don Miguel C. Castro fue para halagar y estimular el gusto de hermosas muje-res de esta tierra, gentiles, amables, con presencia de diosas, divinas y gracio-sas, casi siempre a petición de sus respectivos galanes. Así nacieron los valses «Angelina», «Delia mía», «Catalina», «Teresita», «Primavera» en honor a la querida maestra María Navarro, a María Avilés y otras.

Pero fue la danza «¿Por qué lloras?», la que llevó a ese producto de su sin-gular inspiración a viajar por la madura cultura musical europea. Un paisano de don Miguel, el doctor Raúl Cervantes Ahumada, el hacendado de El Opo-chi, se percató en sus viajes por países del Viejo Mundo, que famosos músi-cos europeos habían plagiado la obra «¿Por qué lloras?», no registrada todavía pero ya propiedad del gran corazón de músico del talentoso hijo de Gambinos.

Miguel C. Castro, a temprana edad, salió en busca de su extraordinario destino en el mundo de la música, con cuya vocación había nacido; de su ran-cho Gambinos se vino a Nío a trabajar como empleado de mostrador en la tienda del español del lugar, Juan Salazar.

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«Miguel, mi amigo y paisano, aprendió a tocar el piano por enseñanzas de su propio patrón, el comerciante hispano Juan Salazar; ya como un experto del teclado saltó a convertirse en experto maestro en la ejecución del violín», relataba esas primeras vivencias de Miguel C. Castro en la década de finales del siglo XVIII don Procopio Santillanes, tablajero y músico de cuerdas en el conjunto de don Miguel C. Castro.

Devoto cristiano y católico desde que sus padres lo llevaron a la iglesia de Nío, donde se venera al santo esculpido en piedra, san Ignacio de Loyola. Aquí en Guasave, desde su casa de Madero y Noris, cada mañana acudía con su vio-lín a la iglesia de Nuestra Señora María del Rosario para unirse al organista en la ejecución del «Ave María» de Schubert y demás obras sacras.

Hoy, hace 50 años del fallecimiento del compositor don Miguel C. Castro. Sus restos exhumados del panteón municipal El Cerro de la Memoria, de Los Mochis, ahora reposan en territorio de su bendita tierra, en lo que será sagrado recinto, respetable y luctuoso, en memoria de los más destacados músicos de Guasave.

Durante el trienio de gobierno municipal del presidente José de Jesús Sánchez Camacho, Pepe Chuy (1969-1971) se realizaron intentos, de acuerdo con los familiares y amigos de don Miguel C. Castro, de trasladar a Guasave los restos del ilustre compositor. Entonces las autoridades de salubridad no permitieron la exhumación, ya que debían cumplir 50 años de sepultados sus restos. Finalmente se realizó el 12 de agosto de 1998.

Pero ha sido hasta ahora, «porque las cosas suceden hasta que suceden, no antes ni después», que estamos frente a la fructificación justa de esa inten-ción, siendo alcalde Jaime Saúl Leyva Díaz, tesonero de la sección 74 del Sin-dicato Nacional de Trabajadores de la Música de la República Mexicana, que atinadamente desde su constitución sindical cenetista inmortalizó el nombre de don Miguel C. Castro, orgullosamente ahora celebrando sus bodas de oro, honrando el arte y valores de nuestra música.

Tocó al secretario general del Sindicato de Filarmónicos Miguel C. Cas-tro, sección 74, David Sánchez García, dirigir el traslado de los restos del ins-pirado compositor nativo de Gambinos a la Rotonda de los Hombres Ilustres de Guasave, esto en agradecimiento a la gran aportación cultural y a la música.

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¿El fin de la Revolución mexicana trajo a Guasave la música de viento?

Si la cultura hispana trajo a estas tierras la música de cuerda, con el piano, la vigüela, la guitarra, el violín, el violoncelo, etcétera, respecto a los instrumen-tos musicales de la balalaika viento, jalado por émbolos, una con cierto funda-mento se refiere a la terminación de la Revolución mexicana, con sus bandas de guerra y bandas sinfónicas, como la que trajo el guerrillero Pancho Villa de las sierras de Durango y Chihuahua, bajo el mando de la batuta del experto profesor de música Rafael Lomelí; o músicos revolucionarios que huyeron de la revuelta armada, para regresarse a su tierra natal o irse en la búsqueda de alguna mujer guerrillera a la que conocieron en el ajetreo y las balaceras de aquellos tiempos.

Se dice, dentro de la búsqueda de conocerse el origen de la creación de los primeros conjuntos musicales de viento, ejemplo orquestas jazz del tipo de Los Cachuanas, del ahomense Tirso Robles, que a principios del presente siglo, con algunos grados de sensacional, amenizó los grandes acontecimientos sociales y políticos en la región de Guasave y el resto del norte de Sinaloa o también las bandas de tambora, como las que en las primeras décadas del actual siglo XIX dirigieron en Guasave los profesores Bruno Félix, Narciso Moreno Ahumada, Miguel Morales Zambrano, Margarito García, Cecilio Verdugo, Compa Polo Castro, por citar algunos.

Una crónica de antaño señala:

Los instrumentos de la música de viento los trajeron los marinos de grandes barcos mercantes atracados en el puerto de Mazatlán; la trompeta, clarinetes, saxofones, trombones, entraron desde Europa a estos rumbos por ese conducto, para tomar auge en el sur del estado de Sinaloa, luego al centro, con asiento en Culiacán; luego el rancho Cachuana, municipio de Ahome, también Nío, Verdu-ra, Tamazula, La Brecha y la propia ciudad de Guasave fueron receptores de esas culturas musicales.

Junto al conducto del marino alemán llegó la otra versión, la de los mú-sicos de bandas de guerra o sinfónicas como la que trajo el Centauro del Norte, Doroteo Arango, en sus andanzas revolucionarias en la alta Sierra Madre Oc-cidental.

Un gran conocedor del método de solfeo de Hilarión Eslava, el capitán Rafael Lomelí, abandonó las filas revolucionarias villistas. Quizá atraído por

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una mujer sinaloíta, se vino a radicar lejos de su tierra natal, para establecerse en El Opochi, a orillas del río Sinaloa. «Lomelí tenía amistad con otro gran músico de aquellos tiempos, el tamazulense Víctor R. Cabanillas, ambos se co-nocieron, de cierto modo, al fulgor de las batallas revolucionarias del noroeste del país», dice una versión.

Por esta razón, el profesor Lomelí viajó en forma constante, por muchos años, de El Opochi a Tamazula, logrando enseñar el arte musical a músicos tamazulenses de la talla de Antonio Maldonado, Compa Yico y otros; luego la intención se fortaleció con la presencia de los hermanos Jacinto y Eulogio Ra-mírez, además don Víctor R. Cabanillas, compositor de obras revolucionarias como «Viva Leyva». Ellos consolidaron esa cultura en estos rumbos del ahora municipio de Guasave.

Seguramente la cultura del revolucionario villista Lomelí sembró tam-bién la semilla de los instrumentos musicales de viento en Nío, Estación Ba-moa, La Brecha, Estación Verdura, con la familia Arredondo, y en Tamazula, centros de abasto humano para los primeros conjuntos de jazz, orquestas y bandas de tambora.

Así los históricos conjuntos de cuerda (violín, guitarra, violón, violon-chelos, mandolinas, arpa, etcétera), encontraron con quién alternar el arte de la música.

Si bien la evaluación de la música en la actualidad está sufriendo desajus-tes porque es creada y conducida por la mente del hombre, ahora solo queda el recuerdo de lo que este arte fue, en su origen y desarrollo de sus primeros tiempos, solo con destellos de los grandes maestros de la música, por ejemplo, el duranguense originario de Topia, guasavense por adopción, Teodoro Ramí-rez Pereda, luchando a brazo partido, gestionando recobrar ritmos cadencio-sos, armoniosos, agentes de alegría y la paz entre los hombres, quien arribó a Guasave en 1960 y falleció el 30 de junio de 1999 en esta ciudad.

Porque amó la música, como mi madre amó a un músico, de cuyo fruto nacimos siete hermanos (Ramón, Jesús Antonio, Julio, Catarino, Román, Juan, Silvino, Magdalena y Gabina) y vendrían después cientos de descendientes. Por eso y otras muchas razones dedico esta reseña histórica a las familias de los músicos, de todos los tiempos, de todos los ritmos y culturas, dentro del plano musical. Gracias.

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LAS FIESTAS SOCIALES DE POSTíN: LOS BAILADEROS DE «ROMPA Y RAsGA»

Quién sabe por qué a la gente de los pueblos los ataca la idea «social», «castas divinas», unas en los peldaños de arriba, luego dando un declive desde la cús-pide de esa estructura, supuestamente el potencial económico de cada quien, la clase de educación recibida, daba la diferencia. Guasave fue tocado también por ese fenómeno que a todas las generaciones humanas dispersas por el mun-do les pudo haber llegado de los reyes indígenas hasta los que se pusieron una corona hecha de oro, los allegados a cada quien pudieron ser los más peligro-sos en este terreno.

Si bien bajo los viejos mercados del histórico árbol de macapule hasta la legendaria estructura de ladrillo, techo de madera y con lámina de zinc, también a los cementerios, antes en la actual zona de las avenidas Madero y Zaragoza, tocando las transversales Cuauhtémoc, casi hasta la Dr. Luis G. de la Torre y Zapata; después el campo santo de la colonia Eureka —hoy Ángel Flores— que ya casi se llena de tumbas y lápidas; ahí sí, los accesos estaban abiertos a toda clase de gente, cuestión que llevara dinero para abastecerse de comida y otras cuestiones; o que «la que barre parejo, sin distingos», la muerte, lo hubiera llamado.

Pero había una actitud de distingos para las castas de la primera sociedad, recrudecida al paso por Guasave de la familia Menchaca, don Blas Valenzuela, en el presente siglo hicieron notar más su presencia. Luego las familias de la segunda clase. Pero como la alegría, clara presentación de optimismo del alma en la duología hombre-mujer, siempre ha sido un estado de ánimo comparti-do, sólida, nítida y legal democracia, la euforia se compartía desde los tiempos históricos de este pueblo, como sucedió con el maestro Jesús y el milagro de los panes. Entonces la clase de guasavenses de tercera también armaron bai-les llamados por el grito publicitario de Miguel Cárdenas (el Güero Máusser), quien armado con una bocina construida de lámina de zinc, en cada esquina anunciaba: «Se invita a todo el público en general a un gran baile de “rompa y rasga” que dicen que va a haber».

Solía decir el Güero Máusser Cárdenas que se cubría, porque a veces una torrencial lluvia clausuraba el acontecimiento popular que había anunciado... «Pinchi Güero Máusser, le faltó anunciar que también nos iba a caer el agua-cero en el baile», solían decir los guasavenses en esa etapa alegre que duró desde 1920 hasta 1950, en el barrio de Los Aguachiles, que ocupó la cuadra de Degollado, entronque con Corregidora, actualmente ocupada por el jardín

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de niños Coronel T. Loaiza y el gimnasio Profesor Luis Estrada Medina y un parque público.

Pero vayamos por partes, empecemos con los huateques de postín: en invierno las parejas y familias vestían lo mejor, traje de lana y fino dril con corbata; en verano, pantalón de lino, dril, panvichi u otra tela importada y las mujeres vestían cantón, chermess... ¡puro caché!

«Allá en la parte alta del edificio Cervantes está bailando la pomada de Guasave, los ricos; si se pusieran a pagar lo que deben, con el dinero que real-mente tienen, no les alcanzarían los vivos para enterrar los muertos», solían decir desde debajo en las calles Obregón y Zaragoza, los que no podían entrar por temor a que el vulgo los lanzara «a la celda social de los igualados».

Los bailes de primera fueron amenizados siempre, primero por la or-questa de don Pancho Mena, después entró en acción un orquestón de alto reconocimiento en toda la costa mexicana, la del maestro Luis Ibarra Morales, que cada año era contratada para tocar en la Feria de las Flores en la fronteriza Nogales.

Para nuestros padres, tíos y otros antepasados era obligado acudir a es-cuchar tocar la orquesta Ibarra, colocados acá en la parte baja del edificio Cer-vantes, todavía en pie ahí en la que fue la céntrica esquina más importante de Guasave —Obregón y Zaragoza— ahí pudo haber nacido mi amigo apreciable, paisano del alma, el licenciado Eleuterio Ríos Espinoza, al igual que su her-mano con sangre de Topia, Durango, don Alejandro, quien se unión con una nativa, María Anita Espinoza de Ríos.

El edificio Cervantes había sido construido en un espacio de cuatro años, era una obra grande para los albañiles, herreros ventaneros, carpinteros de aquella época de 1940; su dueño, don Pascual Cervantes, sus hijos Miguel, Juan Pablo, Baltazar, hijas mujeres, familia residente en La Brecha, sintieron orgullo cuando material y estructuralmente fructificaron el estudio y los planos ela-borados por un técnico nativo de El Amole, el ingeniero Flaviano Cervantes Ahumada.

Don Pascual, agricultor y ganadero, había adquirido ese terreno, de gran espacio, en operación con don Leoncio Montiel Ahumada —padre este del licenciado José de Jesús Montiel Castro—; entonces ahí se escribió una bonita historia, recordada como alegre por todos, con su verificación en la planta alta.

Como en San Juan, en Guasave corría aire bullanguero para todos, aun para los pobres que vestían pantalón de mezclilla, camisola de manta y «ca-beza de indio», hasta llegar a la llamada clase media, ejemplo el Club Juvenil Recreativo constituido por iniciativa de los socios fundadores Manuel Bon Ló-

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pez, José David Vega Espinoza, Mauro Osuna Palafox y Néstor Quiroz Torres, a partir del bienio 1943-1944, cuyo presidente fue el profesor Blas B. Cerecer el 3 de abril de 1996. Registró un fuerte incremento de socios, al grado de que arrendaron el edificio Cervantes y les tocaba en sus bailes la orquesta Ibarra y La Mazatleca de don José Álvarez Rivera.

«En aquellos primeros años de existencia del Club Juvenil Recreativo ini-ciaron sus actividades de fiesta dentro del hotel América, ya clausurado, ahí en zona céntrica de la avenida Madero; el Country Club, El Danubio Azul y una propiedad de don Ventura Bojórquez Plascencia en Madero y Dr. Luis G. de la Torre.

La alberca Victoria, construida por un nativo, Luis Roberto Castro Val-dez, el Bizco Roberto, a partir de 1943 tomó parte en esa historia bailadora de la sociedad guasavense, y entonces empezó a desaparecer la frontera antisocial de las castas, idea que desde su fundación se fincó tenazmente el Centro Juve-nil Recreativo, porque tirios y troyanos acudían ahí: Luis Ibarra y su orquesta tocando blues, la bonita obra musical de Agustín Lara y fina música norteame-ricana; La Mazatleca de don José Álvarez y su hijo safoxonista Antonio Álvarez Arroyo, gran conjunto; de vez en cuando una banda de música de tambora también amenizó las grandes fiestas que tuvieron su baile más concurrido, populista a secas, porque en octubre de 1943 cantó para la concurrencia Pedro Infante Cruz, amigo de la infancia del Bizco Roberto Castro.

Pedro Infante regresó a Guasave, donde vivió mucho tiempo, hacía 10 años, desde que sus padres don Delfino Infante y doña Cuquita Cruz de Infan-te, con su familia, se desprendieron de su natal la Ciudad Asilo de El Rosario, hasta Mazatlán, Guamúchil, Guasave; luego Pedro se fue a Culiacán, después a triunfar artísticamente a la ciudad de México.

Cantó el «Ave María» a la Virgen del Rosario en su feria octubrina, luego se encerró en el viejo cine Murcia de don Jacinto Castro Garibaldi e hijos a cantar en un escenario repleto «El soldado Raso» del boricua Rafael Hernán-dez, «Hoja seca», «Mañana» y otras bonitas románticas de la época. Luego repitió el repertorio en el bailadero de la alberca Victoria.

Si anticipamos los bailaderos de «rompa y rasga» al principio fue para desmenuzar en el tramo correspondiente algo o mucho de lo ocurrido en el salón El Babalaika, de frente a la plazuela Hidalgo, que era propiedad de don Prisciliano López y de sus hijos Jando, Arnulfo, José y de doña Cuca, de apelli-dos López y, por favor, agregar el siciliano, el italiano apellido de los Dagnino. Los López sostuvieron los bailes ahí para todo el pueblo hasta 1948, su último administrador fue Prisciliano López Espinoza, el compa Prisci, nieto del fun-

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dador del negocio donde se vendían cerveza, botellas de vino fino y hasta el democrático soyate (se tenía que agregar todo mundo). Funcionó abierto para todos.

Igual democracia, la puerta abierta a los millares de guasavenses que cu-pieron: albañiles, mecánicos, campesinos, obreros, agricultores, etcétera; esta-ba el resto en otros bailaderos «rompa y rasga», como El Chispazo, propiedad de Leopoldo Polo Dagnino (familiarizado con la descendencia de don Prisci López), en 16 de Septiembre, esquina con Blas Valenzuela.

Luego los bailes dentro del hotel Regis del teniente Aurelio Rubio Lárraga y doña Chita Urías de Rubio, por la misma avenida Madero, entre Corregidora y Dr. Luis G. de la Torre. Ahí la asistencia eran más jóvenes que bailadores maduros, estos, que muy ocupados estaban en ese mismo menester alegre tra-dicional en el resto de los bailaderos: El Humaya de don Rafael Gastélum y su socio el bajacaliforniano Juan Moreno, que también era tipógrafo de oficio; o acá en la parte céntrica de Zaragoza con Dr. Luis G. de la Torre, bailes de El París de Noche, don Andrés Arturo Mena López primero y después Carlos C. Cortés y El Patio, hicieron brotar alegría con música de viento o de tambora en el sitio exacto donde se encuentra en la actualidad una sucursal bancaria de Bancomer.

Más atrás de toda esa racha extraordinaria de bailes simultáneos dentro de nuestro pueblo, a veces hasta en 10 lugares distintos, incluyendo los famosos bailes en el barrio de Los Aguachiles, con los sierreños Báez, Lugo, Sauceda, Bojórquez, Campos, Germán, Acosta y otros apellidos emigrados aquí pro-cedentes de San José de las Delicias, Bacubirito, la sierra de San Germán, la sierrita de Los Bernal, etcétera, mujeres blancas y morenas, guapas como las más hermosas del mundo... antes de todo eso, en los principios de siglo, dos hermanos, Felipe y Alfonso Acosta, sostuvieron programas de bailes bisema-nales, sábado y domingo, en un amplio lote ubicado por la avenida Madero, al sur de la Dr. Luis G. de la Torre.

Una de las culturas cahíta-hispánicas llegó profunda con las parejas, hombre–mujer, creación y motivo del mundo de los hombres. Todavía las gua-savenses recuerdan las etapas más felices de su vida, que ocurrieron cuando las orquestas de cuerda de don Miguel C. Castro y Procopio Santillanes (Copito), abrieron la puerta al arribo de la música de viento, con los elegantes conjuntos orquestales de don Pancho Mena, Luis Ibarra, el mazatleco don José Álvarez Rivera; además las bandas de tambora, alegres todavía, fascinante escuchar sus trompetas desde tiempo del amoleño Narciso Moreno (Chicho), Pedro Sán-

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chez, etcétera, con sus múltiples directores de antaño: Bruno Félix de Nío, Mi-guel Morales Zambrano (también de Nío), Cecilio Verdugo (La Bebelama)... y por ahí vállase, acompáñeme en el recuerdo de los bailaderos de «rompa y rasga», alegría de vivir en antaño.

Músico desde los 8 años en su natal Nío: Luis Ibarra Morales, el gran director de orquesta

Si por los rumbos campiranos de Gambinos nació don Miguel C. Castro, el genial autor de las obras musicales «Cuca», «¿Por qué lloras?» y otras, ahí cer-quita, en la histórica Nío, nació Luis Ibarra Morales, el 8 de noviembre de 1908, para escribir desde la edad de 8 años la más bonita historia de un saxofonista precoz, que ejecutó el instrumento con excelsa gracia artística, además de diri-gir la famosa orquesta Ibarra, ganadora de alta fama y resonancia artística por toda la costa del Pacífico mexicano.

Ibarra Morales falleció en su querido barrio El Chaleco el 24 de junio de 1975, en compañía de su esposa Rafaela Ahumada de Ibarra, con quien procreó una numerosa familia. Se recuerda a doña Goya, oriunda del rancho El Amole, paisana del doctor Raúl Cervantes Ahumada, como la dueña de un ingenio y poseedora de una vivacidad singular: «Muy mentada la suegra de Luis Ibarra, él tocando y dirigiendo su orquesta, ella comadreando. En silencio se dispu-taron la fama y reconocimiento de los guasavenses de aquellos tiempos», se comenta ahora en su grato recuerdo.

Hijo de otro gran músico, don Lamberto Ibarra, hermano del otrora saxofonista Rogelio Ibarra Morales, Luis Ibarra ingresó al cuerpo de saxofones en la orquesta Jazz formada por Francisco Mena López, sobre quien un con-notado guasavense afirma:

Pancho Mena había arribado a Guasave antes de 1921, de su natal Escuinapa, Sinaloa. Desde que llegó a tierras de Guasave traía planes, los logró, traerse a su orquesta al violinista don Delfino Infante, padre del que fue artista–cantante de fama mundial, Pedro Infante Cruz, quien vivió en tres etapas entre los guasaven-ses, hasta 1937, cuando se fue a Culiacán buscando algo que encontró: dinero, fama y fortuna.

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Por su parte, un periodista local de aquellos tiempos escribió:

Pero Pancho Mena se fue a Los Mochis, para formar otra orquesta y alternarla con lo que quedaba de la fama orquesta-jazz Los Cachoanas de Tirso Robles, otro musicazo de gran relieve, junto con sus hijos; entonces a la salida de Mena, Luis Ibarra Morales se hizo cargo de la dirección de la famosa orquesta Ibarra, cuyos triunfos ejecutando música de Agustín Lara, Gonzalo Curiel, el Jibarito Rafael Hernández, también blues y el movido jazz, alcanzó la mayor resonancia de 1949 a 1965.

Luis Ibarra Morales, si bien tuvo a don Delfino en el violín, instrumento que heredaron después el tapatío Luis Híjar, buen ejecutor del saxofón, y luego el guamuchilense Rigoberto Peraza Rivera; también se engalana el sitio del ejecutante de la batería, con Pedro Infante Cruz, Ramón el Chino Zamudio, el Bolochi Maldonado, por citar algunos; en la línea de saxofonistas, a partir de la tercer década del presente siglo, enlistó a Héctor Hallal, el Árabe, quien junto con su madre habitó la casa del albañil don Amado León Gutiérrez en el barrio El Chaleco. Con el tiempo, el Árabe Hallal, ya instalado con las grandes orquestas de México, llevó muchas veces la representación de la patria al certa-men anual de jazz, con resonancia mundial, desde su sede en Nueva Orleans, Norteamérica.

Pero agregue más gente desfilando en el exitoso transcurrir de los años de la orquesta Ibarra: tocando saxofón, los hermanos Alfredo e Ismael Angulo Soto, el brecheño Gaspar Ahumada, Miguel Morales Zambrano; los trompetis-tas Pablo Sánchez (el Chicote), Víctor Manuel Ahumada Soberanes (el Muñe-co), Antonio Lozoya, Crispín López, el Güilo Zatarain y Saúl el Craile; también el saxofinista Socorro López y Exiquio Gómez, por citar algunos. ¡Ah!, Josesi-to, el trombonista.

Pero sin olvidar un emblema de la orquesta Ibarra: el violón de Chayo Viejo Díaz. ¿Por qué olvidarnos del saxofón de Aquiles Castro y su obra musi-cal romántica «Misiva de amor»? ¡No! Nunca... Pero lamentable, tantos años, tanto tiempo, muchas etapas en la vida orquestal de Luis Ibarra Morales, agru-pación que amenizó por muchos años la feria de la Purísima en Mocorito; la Feria de Las Flores en la fronteriza Nogales, Sonora; los bailes de postín de la sociedad encumbrada de Guasave, por ejemplo, el baile Blanco y Negro en la planta alta del edificio Cervantes, iniciado por el Club Rotario, seguida la tra-dición por el Club Activo 20-30 de Guasave.

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Infinidad de experiencias musicales llenas de satisfacciones para el maes-tro de Nío, Luis Ibarra Morales, en su larga carrera dentro de la profesión, desde 1916 que se inició en el arte de la música, tocando saxofón, hasta llegar a tomar la batuta del director de orquesta más famoso de aquellos triunfadores tiempos, dentro y fuera de Guasave. ¿Pero qué cosa le pareció ingrata a Luis Ibarra? Hubo varias, nomás conozco una:

Tú sabes, nunca he sido borracho, por eso miro más claro ese hecho reprochable, el ver a mis compañeros de la música, en mi orquesta y todas las bandas de tam-bora, embriagarse cada rato, permitir que el alcohol les destroce el alma, la de ellos, a sus familias sufridas también, eso no lo concibo, tampoco me satisfacen esas cosas, nomás me son desagradables, me deprimen el alma.

Textualmente narrado por el propio Luis Ibarra Morales a un periodista de Guasave, en una de las varias entrevistas exclusivas que dio, ese callado pero portento de músico: Luis Ibarra Morales.

La orquesta de Luis Ibarra Morales

La orquesta Ibarra nació así, con ese nombre, desde la segunda década del presente siglo, para escribir una bonita historia e impregnar la cultura musical del noroeste del país, incluso la Feria de Las Flores de Nogales, Sonora, adonde por muchos años consecutivos fueron a tocar.

Quizá de 1922 a 1929, el hijo de Escuinapa de Hidalgo, Francisco Mena, tocó en esa gloriosa orquesta Ibarra. Pancho Mena fue uno de los maestros de música más acreditados, llegó a Guasave procedente de Acaponeta, Nayarit, junto con su hermano Andrés Arturo Mena, este peluquero de oficio, depor-tista de beisbol y boxeo.

A partir de 1929, Pancho Mena cambió su residencia de Guasave a Los Mochis, donde fundó la orquesta Mena. Desde entonces hasta su muerte, el maestro Luis Ibarra Morales, otro de los orgullos de Nío, tomó la batuta de su conjunto orquestal, en el que desfilaron músicos de la talla de saxofonistas como Héctor Hallal, el Árabe; el angosturense Aquilés Castro, Exiquio Gómez de Mazatlán, el tapatío Luis Híjar, los hermanos Ismael y Alfredo Angulo Soto, Rogelio Ibarra, J. Rosario Díaz, Chayo Viejo, con el violón; trompetistas como Antonio Lozoya, Pablo Sánchez, Víctor Ahumada Soberanes, el Muñeco; vio-

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linista y trombonista Rigoberto Peraza Rivera, el saxofonista brecheño Gaspar Ahumada, los hermanos guamuchilenses Alfredo e Ismael Angulo Soto y el baterista Beto, el Beturris.

«Quizá la música es armonía humana lanzada al viento, eso fue siem-pre la integración de los hombres de la orquesta Ibarra», dice un comentario histórico; pero añade luego: «donde muchas veces tuvo serios problemas Luis Ibarra fue con dos ejecutantes de la batería». A continuación la anécdota:

Pedro Infante Cruz de los 11 a los 20 años, de sus trece de vivencia como hijo adoptivo de Guasave, en diversas etapas tocó la batería con la orquesta Ibarra; pero era joven y rebelde, siempre exigió más de la vida, por eso Pedro iba y venía de Guasave a Culiacán.

Quizá por telepatía o poderes extrasensoriales divinos, Pedro Infante Cruz y Ramón Zamudio Félix, el Chino, se ponían de acuerdo. Pedro se disgustaba con el director de su orquesta, Luis Ibarra, en Guasave; lo mismo ocurría con el Chi-no Zamudio y el director de su orquesta, Salvador el Cachi Anaya.

A bordo de los tranvías que cubrían la ruta, por los caminos reales de enton-ces, de Culiacán a Guasave y viceversa, se cruzaban en el camino: Zamudio iba a reemplazar a Pedro, porque este se enojó con Luis Ibarra; Pedro Infante iba a tomar su lugar en la batería en la orquesta del Cachi Anaya, porque el Chino tuvo dificultades con el Cachi.

Y como por arte de magia sucedió esto, innumerables ocasiones, por ejercicio de poderes telepáticos quizá establecieron comunicación Pedro Infante Cruz y el Chino Zamudio Félix, en el misterioso caso de los dos famosos bateristas sina-loenses, uno oriundo de un rancho de Badiraguato, pero avecindado en Culiacán desde niño, Zamudio; el otro, nativo de la ciudad Asilo El Rosario, pero con vivencia infantil y juvenil en Mazatlán, Guamúchil, 13 años en Guasave, luego Culiacán, rumbo al dinero, fama, fortuna y la rienda suelta a su espíritu mujerie-go: Pedro Infante Cruz.

Miguel Morales Zambrano, fue director de la famosa banda de tambora Morales

Miguel Morales Zambrano fue nativo de Nío, semillero de la cultura musical, junto con Miguel C. Castro, Luis Ibarra Morales, Bruno Félix, Leopoldo Com-pa Polo Castro, por citar a algunos que fueron parte de la aportación musical de esa tierra.

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Miguel Morales Zambrano vino al mundo el 1 de diciembre de 1898. Fa-lleció en Guasave el 23 de junio de 1958. Iba rumbo a cumplir los 60 años.

Se casó con Lupita Llanes Valdés, oriunda de Mochicagui, municipio de El Fuerte. El matrimonio Morales Llanes procreó 10 hijos, de los cuales viven Yolanda Morales Cruz (nuera del general Roberto Cruz), Evodio, Lupita y Luz María. Entre los finados se encuentra Miguel Morales Llanes, quien alcanzó a ganar un título profesional de licenciado en Economía y fue también un mag-nífico cantante.

«Miguelito, entonado cantante en su época; Evodio Morales, su hermano, hasta la fecha canta magnífico a dúo con su esposa, Delia Zamudio Polanco, ella hija de otro músico de la orquesta Ibarra, el baterista Ramón Chino Zamu-dio y doña Toñita».

La gloria musical la alcanzó Miguel Morales Zambrano ejecutando ma-gistralmente el clarinete, también el saxofón. Por muchos años dirigió la fa-mosa banda de tambora Morales, con vigencia en el alegre folclor musical si-naloense de 1932 a 1956. Fue la primera banda de tambora ejecutante de estos rumbos en tocar con satisfacción grandes obras del mundo de la música como «Lira de oro», «Romerote» y otras; pero también la alegría de las obras sina-loenses, gratas al cliente parrandero de aquellos tiempos, tuvieron en su direc-ción resonancia histórica.

La banda de música Morales tuvo la oportunidad de dar a conocer su arte fuera de la región, por ejemplo, varios años acudieron a amenizar las fiestas del carnaval en el puerto de La Paz, Baja California Sur. Los arreglos de contratos para conjunto los realizó siempre Miguel Morales Zambrano a través de su paisano, amigo suyo de toda la vida, Juan Manuel R. Castro, uno de los hijos del empresario más grande que tuvo Guasave, don Jacinto Castro Garibaldi, y de doña Leonor Romo de Castro.

Una crónica señala:

Juan Manuel R. Castro viajó de su natal Guasave al puerto de La Paz, B. C. S., para trabajar en el negocio de importaciones con la famosa empresa Ruffo, de la cual al poco tiempo se convirtió en socio; fue ese guasavense, paseño por adopción, el que abrió la ruta, a través del golfo de California, al folclor musical sinaloense, la banda Morales, allá por las décadas tercera y cuarta del siglo XX.

Morales Zambrano en una época de su vida alternó la responsabilidad de ser director de una de las bandas de tambora más famosas y acreditadas de estos rumbos con el negocio de comerciante en abarrotes, ahí por el domicilio

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de su familia —avenida Madero y calle Cuauhtémoc—, dentro de una propie-dad de los esposos Manuel Leyva Zavala y doña Adela Favela de Leyva. Él, don Manuel, integrante de uno de los antiguos conjuntos de música de cuerdas, y su hermano Antonio Abad viajaron con el alegre oficio de su natal Guasave a Mochicagui, El Fuerte, a principios de siglo.

Don Manuel y doña Adela fueron los padres adoptivos de Lupita, el amor de la vida del famoso músico, ejecutante de clarinete y director de una banda de tambora, Miguel Morales Zambrano, otro de los orgullos en este arte de la fructífera comunidad de Nío.

También Morales Zambrano tocó el saxofón en el conjunto excelso de la orquesta del maestro Luis Ibarra Morales, su querido paisano de Nío, este hermano de otro músico de alto relieve, saxofonista, Rogelio Ibarra, hijos del recordado Lamberto Ibarra, entrañable amigo de Miguel Morales.

Pedro Infante Cruz, inmortal en la historia de Guasave, y La Lapa, hermosa mujer: el primer amor del famoso artista en 1931

Pedro Infante Cruz, rumbo a la conquista de fama, dinero y fortuna, asediado por las mujeres, bonitas y feas, pasó por Guasave, de los 7 a los 20 años de edad, o sea de 1924 a 1937, tomando en cuenta que su biografía histórica señala que nació en la ciudad Asilo El Rosario el 17 de noviembre de 1917, fue registrado en la oficina civil del puerto de Mazatlán. Luego vivió en Guamúchil con la familia de sus padres, el filarmónico don Delfino Infante y doña Refugio Cruz de Infante; después en Guasave, Culiacán y el Distrito Federal.

Infante Cruz fue un excelente cantante desde su niñez. En sus tres estan-cias en Guasave fue tocador de la batería en la orquesta del profesor Luis Ibarra Morales, desde los 11 años hasta los 20, cuando abandonó Guasave para radi-car en la ciudad de Culiacán, donde conoció a la china-mexicana María Luisa León (soltera por viudez), que fue quien lo impulsó hasta el estrellato artístico como actor y cantante, convirtiéndose así en el ídolo de toda América Latina y el vecino país de Norteamérica.

Mario Castro López, uno de los múltiples amigos que tuvo Pedro a su paso por Guasave, relata:

Su guapa hermana, de Pedro, María del Rosario Infante Cruz , la Güera, mujer de extraordinaria belleza, se casó con un fotógrafo culichi, López Castro, cuando

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la familia Infante vivía por la antigua avenida Libertad, hoy General Norzagaray, mientras él atendía una casa fotográfica en la esquina de Libertad y Ángel Flores, una propiedad que fue de mi tía María la Negra López.

A partir de 1924, mientras Pedro alternaba la ejecución de su batería con la gloriosa orquesta Ibarra (a la que se integró a partir de 1933), y su hermana la Güera Infante desarrollaba su noviazgo con el fotógrafo López Castro, la fami-lia de don Delfino y doña Cuquita residía en una casa arrendada por la propia avenida Libertad a doña Mema, madre del Vico Mora, constructor en 1915 del hotel América, que estuvo ubicado por la avenida Madero, entre la actual No-ris —entonces Constitución— y la Álvaro Obregón de Guasave.

La casa de los Infante, propiedad de doña Mema de Mora, con su his-tórico parteaguas, permanece abandonada, reclamando una remozada, en su ubicación por la avenida Libertad, entronque con la Noris o Constitución, contigua a la residencia del expresidente municipal Manuel J. Félix Almada.

El hace tiempo empresario Ignacio Bórquez Zazueta y su hermano Héc-tor el Güero Bórquez figuran entre las amistades sobresalientes que tuvo Pedro Infante Cruz en Guasave, donde —según señaló don Delfino, el violinista de la orquesta Ibarra— residieron los Infante Cruz en otra etapa de su estancia aquí, de 1924 a 1937, por el callejón actualmente llamado Dr. Antonio Díaz de León Menchaca, precisamente frente a la casa que fue de don Antonio Douriet Cas-tro, Cachamapa, hoy propiedad de los herederos del comerciante en farmacias el Checo Valle.

La tercera residencia lograda por esta familia fue localizada por la aveni-da Madero, frente a la plazuela Miguel Hidalgo, donde se erige un monumento a Francisco I. Madero.

Un viejo gusavense relata:

Cerca de la casa arrendada a los Infante estuvo tiempo después el famoso hotel de la Ubaldina Leal, bella mujer que le otorgaba favores al general don Álvaro Obregón. Ellos fueron los padres de Laura Obregón Leal, mi condiscípula en el viejo Centro Escolar 18 de Marzo a partir del bienio docente de 1936-1937.

Pedro Infante Cruz, excelente pulsador de la guitarra, romántico y apa-sionado, invitado por sus amigos, cantó serenatas al pie de los balcones de las novias, ricas y pobres, viejas y quinceañeras. «Pero su primer amor, aquí, fue la Lapa, morena clara, esbelta, escultural cuerpo, piernas delgadas como era la preferencia de Pedro. Fue ella su primer amor, llegaron hasta lo íntimo, en un

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idilio que no fue secreto para todo Guasave, donde todo se sabe», nos relata Rodolfo Castro Inzunza, primo hermano de Luis Roberto Castro Valdez, el Bizco Roberto, y del propio Mario Castro López, pertenecientes a la legión de amigos guasavenses que tuvo Pedro en su paso por Guasave, que dividido en tres etapas, duró 13 años.

Una crónica de antaño señala:

La Lapa a sus 21 años sostuvo relaciones amorosas con Pedro Infante Cruz de 17 años; ella vivía con su familia por la entonces céntrica calle Ángel Flores, cerca del hogar de sus amigos Bórquez Zazueta; donde en los años veinte don Jacinto Castro Garibaldi junto con sus hijos Gustavo, Napoleón, Alfredo y demás hizo funcionar la primera sala de cine mudo, desde 1920 hasta 1929 que se inauguró el histórico y monumental teatro cine Murcia cerca de ahí, por la avenida Libertad.

Quizá la Lapa, que se llamó Serapia Guadalupe Leal, fue familiar cercana de doña Natividad Leal, madre de la Ubaldina, abuela de Emma, Alicia y Laura, hijas del general Obregón; pero Pedro en cuanto se fue a Culiacán en 1937 se olvidó de la Lapa, porque allá el mujeriego oriundo de El Rosario encontraría nuevos amores.

Pedro Infante Cruz, con su maravillosa voz, se fue de Guasave a Culiacán en 1937. En octubre de 1948 estaba de regreso, consagrado como artista de cine y cantante. Su amigo el Bizco, Luis Roberto Castro Valdez, nos dice:

Llegó directo al templo de la iglesia de Nuestra Señora María del Rosario y con el Trío Culiacán le cantó «Las mañanitas»; en medio del bullicio de la feria octubri-na de Guasave, llegó hasta el foro del teatro cine Murcia y cantó «El soldado raso», «Mañana», «Hoja seca» y otras muchas, modernas de aquellos tiempos; luego a la medianoche se fue, custodiado por millares de guasavenses, al baile de la alberca Victoria [al oriente de la Obregón], para cantarle «Hasta desgarrarme el buche».

Pedro Infante Cruz nació el 17 de noviembre de 1917 en El Rosario. Murió trágicamente en un avionazo, viajando de Mérida al Distrito Federal, el 16 de abril de 1957.

Ángel Infante Cruz, hermano de Pedro, en 1938 trabajó operando un ca-mión de volteo en la construcción de grava de la carretera de 20 km Guasave-Estación Verdura, hace rato León Fonseca. Ángel siguió los pasos artísticos de su hermano Pedro, pero no fue tan prodigioso y afortunado como el famoso conquistador de mujeres, cuyo lugar de nacimiento se disputaba en tres ciuda-

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des: El Rosario, Mazatlán y Guamúchil. Las apuestas son a que fue rosarense de origen, paisano de doña Lucila Lola Beltrán, la otra gloria de la canción mexicana.

El dueto Los Manitos y otros cancioneros de antaño

El corazón de los guasavenses, durante todos los tiempos, ha sido romántico, por eso la música en todas sus formas y estilos, incluso folclórica, ha dirigido con amenidad tesonera y espontánea el desarrollo de la vida cultural y social del guasavense.

Los conjuntos de cuerda, orquestales, bandas de tambora sinaloense, ma-riachis, conjuntos norteños y otros, desde tiempos ancestrales ha tenido en su suelo con justificado orgullo las actuaciones de duetos y tríos de guitarristas y cantantes.

La música cantada del veracruzano Agustín Lara, el puertorriqueño Ra-fael Hernández, los autores anónimos y otros famosos aportaron material a un dueto glorioso, Los Manitos, después llamado Los Hermanos Moreno. La pareja de integrantes, que a partir de 1937 hasta 1972 le hicieron ganar histo-ria, amenizó parrandas, la serenata al pie de la reja con el hombre enamorado introduciéndose hasta el corazón de la novia con románticas canciones, o la muchacha guasavense en plan de conquista. Ellos, Maximiano Moreno León, el Mano, y Esteban López Solano, el Tuto, cantaron a dúo espectacularmente, para propios y extraños.

El dúo guitarrista Los Manitos arrullaron a Guasave y su región, por espacio de 35 años (1937-1972). El Mano Moreno llegó a Guasave vía su tierra natal El Pal-mar de los Sepúlveda, su familia se vino a la región de Estación Bamoa a trabajar en el corte de chícharo de exportación en las zonas productoras de San Pablo, Tahuilana, Orba.

Maximiano Moreno León fue sobrino de don Pablito León, comerciante nativo de El Palmar de los Sepúlveda, quien fundó en Guasave la tienda mis-celánea La Mexicana, famosa a partir de 1914, tanto como el aerolito que cayó en el rancho Camachín.

El Tuto López Solano nació el 3 de agosto de 1915 en Bamoa Pueblo. Entre sus anécdotas favoritas, de cuando vivía en el rancho La Cuerda, cerca de El Sabino por la carretera a Estación León Fonseca, señala:

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El Manito era mayor que yo 14 meses, por esa razón algunas gentes, entre ellas el cantinero Cipriano Montoya, hermano de don José Montoya, del expendio La Pasadita, perdieron apuestas de dinero, porque insistían que yo era más viejo que Maximiano. La esposa de él, doña Alejandra Ríos, hija de don Alejandro Ríos, siempre actuó de juez diciendo la verdad sobre la edad de su marido, un ingeniero michoacano que vivió en Guasave, don Gregorio Murillo Bravo, que fue jefe de sanidad vegetal aquí muchos años, gozaba afirmando que yo había nacido primero que El Manito.

La familia de Maximiano Moreno León, el Manito, y su hermano Mele-sio Moreno, que también fue cancionero, arribó en 1927 de El Palmar de los Sepúlveda a Estación Bamoa; «Nos conocimos ahí desde chamacos», señala el Tuto López Solano, compañero inseparable en el famoso dueto de cantantes El Tuto y El Mano, después Maximiano y Melesio, Los Manitos, durante casi tres décadas.

Los miembros de ese dueto famoso, Los Manitos, tuvieron millares de clientes en bares y casas particulares, cantaron alegres y armoniosos serenatas al pie de balcones y en las rejas de fierro de aquellos tiempos a las parejas de enamorados. Nuestros abuelos y padres, tíos y demás antepasados, todavía ha-blan con agrado y satisfacción de la forma entonada, acoplada y el estilo único de interpretación de esa pareja de guitarristas, Maximiano y Esteban.

El Tuto López Solano, superviviente del dúo, orgulloso de haber llenado de romanticismo el ambiente guasavense en compañía del Mano Moreno tam-bién contaba:

Aquí en Guasave nos juntamos a cantar el Mano Moreno y yo [...] yo cantaba en las cantinas del centro de la ciudad, La Paloma, La Parcela, La Gloria, con Toño Rojo y el Jilguero, más otras porque entonces era un hervidero de bares por donde quiera, junto con mi hermano Francisco López Solano. Maximiano Moreno León hacía dueto primero con un guitarrero llamado Juan, nativo de Guadalajara; después hizo pareja con Juan Gerardo, creo también este compa-ñero era sureño.

Sí tuvimos miles de clientes. Recuerdo [que] en nuestra mejor época le canta-mos a Teófilo Leyson (hermano de Miguel Leyson Pérez, que fue nuestro amigo, pero él no fue parrandero), Gustavo R. Castro de la familia esa de los cines Mur-cia, el agricultor Jacobo Valenzuela, don Miguel Ceceña, político de El Fuerte que vivió mucho tiempo en Guasave, y otros muchos. Sí fuimos cantantes muy acreditados, el Manito Moreno me decía siempre «si le gustamos a la gente, como

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cantamos, hay que seguirle metiendo ganas»; ensayábamos mucho. Recuerdo mi teniente Agustín Pinto Osobampo, el Cuty Pinto, nos rentó un cuarto, ahí cerca de la calle Madero, por la Noris, ahí nos mandaban llamar para cantar en fiestas, serenatas o donde fuera.

En 1972 Maximiano Moreno León, el Mano, se retiró de la cantada profe-sional, se fue a Culiacán para dedicarse a ejecutor fiscal para el Gobierno del Estado, pero su voz y guitarra, al lado del Tuto López Solano, continuaron en el recuerdo haciendo vibrar el gran corazón guasavense. Ellos forman parte importante de la historia de este pueblo.

TRÍO EL SINALOENSE, RAÚL FIERRO Y OTROS CANTANTES

Si bien en capítulo aparte, la historia artística de Guasave muestra a solistas profesionales nativos o adoptivos, entre otros: Pedro Infante Cruz, Octavio Norzagaray, el folclorista de San Pedro de las Árguenas; Everardo Elizalde Gar-cía, Lalo el Gallo. Sin embargo, el tema que nos ocupa en este capítulo es: los tríos y duetos que entonaron fuerte la canción romántica y folclórica.

El Trío Sinaloense, surgido del mero corazón del barrio El Chaleco, hizo época a partir de 1945 hasta 1956. Sus integrantes fueron Ramón López Vi-lla, oriundo del cercano rancho La Vaca Muerta, y dos angosturenses, Eleno Burgos y Juan Leyva, quienes sincronizaron las guitarras y cantaron con el acoplamiento de los grandes en ese arte. Años más tarde, Burgos se fue a México y triunfó integrado a un trío, El Montealván, a lado de dos cantantes yucatecos.

Otro cancionero profesional salido de El Chaleco, Raúl Fierro, hizo pare-ja con varios cantantes, en tríos y duetos; siempre lamentó que su amigo Julio Armenta Sánchez no hubiera aceptado nunca cantar en serio, como profesión: «Julio fue un excelente cantador, nos gustaba oírlo, él siempre quiso ser aficio-nado al canto», solía decir Raúl.

Entre veintenas de dúos y tríos de aquellos tiempos, surgieron vigorosos Los Manitos y Trío Sinaloense. En los tiempos actuales Los Hermanos López, Trío Infernal de El Amole y otros más han sostenido vigente la música de gui-tarra, bien cantada a la Fausto González, el Cuate Véliz, Montoya y el resto.

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Ejecutó todos los instrumentos musicales, Profesor Teodoro Ramírez Pereda

Con casi cuarenta años de estancia como guasavense por adopción, Teodoro Ramírez Pereda dejó constancia de su probada vocación de músico, ejecutan-do el total de los instrumentos de viento, impulsados por émbolos, e incluya los llamados cueros en la jerga del arte de Hilarión Eslava: tambora, batería, tarola; aparte, saxofón, clarinete, trompeta, trombón, etcétera.

Para Ramírez Pereda, el maestro, no hubo problema en dominar la ejecu-ción de ningún instrumento musical, de esos utilizados en bandas de tambora del folclor sinaloense u orquestas, a excepción de los aparatos de cuerda, como el violín o el violón; pero sí, la guitarra fue su pasión, también la de uno de sus hijos, el licenciado Teodoro Ramírez Jacobo.

No nomás fue multiejecutor de instrumentos musicales, también Ramí-rez Pereda fue un excelente y acreditado maestro de música que forjó verda-deras legiones de músicos entre la juventud guasavense, actividad desarrollada tanto en el domicilio de su familia como en las aulas de la Universidad de Occidente y del Colegio Guasave.

Teodoro Ramírez Pereda, músico y maestro del tamaño de Rafael Lomelí, los hermanos Ramírez, Eulogio y Víctor R. Cabanillas y otros más, arribó a Guasave en 1960 para quedarse para siempre.

Nació el 28 de diciembre de 1928 en el mineral de Topia, Durango. Arribó a la ciudad de Culiacán en 1950, a la edad de 22 años, formando parte de la fa-mosa banda de tambora Los Guamuchileños de Culiacán, con quienes en 1952 grabó los primeros discos: La india bonita, La metralla, El abandonado, El si-naloense y otras más «que en aquel tiempo en toda la República y el extranjero se vendieron como pan caliente», dicen las crónicas de entonces.

En 1951 contrajo nupcias en el azucarero Navolato, con una sinaloense, Josefina Jacobo, madre de sus hijos Jesús Teodoro, Cecilia, Leticia, Teresa Gua-dalupe, José Luis, Luz Mercedes y Marco Antonio.

Aquí en Guasave, en su lapso de 1960 a 1999, alternó su tiempo de maes-tro de música dentro y fuera de las aulas universitarias con el cargo de direc-tor y representante de la banda de tambora Santa Cecilia, conjunto que sigue negándose a abandonar el folclorismo sinaloense para invadir el modernismo, en respeto a la actitud musical de su gran cerebro. Trabajó también para la or-ganización de Los Hermanos Urías, Los Tamazulas de Bochón y otros.

Para las agrupaciones orquestales, bandas de tambora y conjuntos mo-dernos integrados sindicalmente ante la sección 74 del Sindicato Nacional de

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Filarmónicos Miguel C. Castro, organización que cuenta con más de cincuenta años de vida, la experiencia profesional y cetemista de Ramírez Pereda fue va-liosa de acuerdo con cabezas de sus dirigencias como David Sánchez García y algunos de sus antecesores en ese liderazgo. Fue responsable de funciones den-tro del sindicato de la CTM, actuando como regidor del Ayuntamiento (1984-1986) presidido por el licenciado José Luis Leyson Castro. En noviembre de 1986 propuso ante el Ayuntamiento que el moderno auditorio construido por ese gobierno municipal llevara el nombre de Héroes de Sinaloa, lo cual recibió aprobación unánime.

Por muchos años Teodoro Ramírez Pereda fungió como defensor laboral de los trabajadores cetemistas, también independientes, ante los tribunales de la Junta Municipal de Conciliación y también en los arbitrajes a nivel estado.

La buena voluntad en el servicio llevó a Teodoro a hilvanar, en forma constante, una importante relación de actuaciones a favor del progreso de Guasave, la tierra que a partir de 1960 adoptó a este ilustre duranguense.

Ramírez Pereda relata a un periodista poco antes de su muerte:

Me siento bien en Guasave porque desde mi arribo he tenido amigos; mis hijos nacieron aquí, con excepción de Jesús Teodoro, el mayor de la dinastía, quien llegó chico de Navolato, para él que como profesional economista ha tenido im-portantes cargos (coordinador de la Universidad de Occidente, secretario del Ayuntamiento, director de Educación, Cultura y Deportes, etcétera), no existe otro universo, ni hay otro mundo mejor.

El arte de la música y la cultura guasavense, en general, a partir de su sentido deceso, colocaron a Teodoro Ramírez Pereda entre los insignes hom-bres que con dedicación y esfuerzo,ganaron el título de adopción a pulso, para quedarse en la gran galería espiritual de los guasavenses ilustres.

El Látigo, periódico de la campaña antichinista en la región

Tras la muerte del general Álvaro Obregón, en 1928, ya reelecto presidente de la República, surgió vigorosa la figura política de otro sonorense, el general Plutarco Elías Calles; y el año siguiente, en 1929, con la creación del Parti-do Nacional Revolucionario, padre del Partido de la Revolución Mexicana y abuelo del Partido Revolucionario Institucional, el país entró en otra etapa

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progresista. Estimulada por el presidente Calles, se desató una fuerte campaña antichinista.

Don Felipe García Apodaca, joyero de oficio, llegó a Guasave, procedente de su natal Colima, para convertirse en 1929 en el primer presidente del PNR en el municipio de Guasave.

En la etapa de 1900 a 1930 se estableció en Guasave, al igual que en Los Mochis y el resto de los estados de Sinaloa, Sonora y Baja California, una rela-ción considerable de chinos que vinieron a trabajar en la construcción del fe-rrocarril del estado de California, Utah y otras entidades de Norteamérica; de ahí que muchos emigraran a estas tierras del norte de Sinaloa, para dedicarse al comercio, horticultura y otros negocios.

Inclusive se afirma que en 1932 grupos de chinos trajeron el cultivo de amapola y marihuana, primeramente a la región de Jesús María, Badiraguato, donde está enclavado ahora el vaso de la presa Adolfo López Mateos, sobre el río Humaya.

Los investigadores del norte de Sinaloa descubrieron que esos extranje-ros que estaban apoderados del comercio pertenecían a tres grupos: Kuo Mig Tang, o sea Partido Nacional, y el Che King Tong; entre ellos estaba el grupo Lun Sin Tong, o sea Partido de los Trabajadores.Los dos primeros eran una especie de logia masónica, orden filosófica, y se reunían también para tratar asuntos políticos de su país de origen.

Entre los chinos más connotados de Guasave estaba Luis Wong, dueño de la tienda La Colorada, ubicada en una casa rentada a la familia Menchaca, en Ángel Flores y 21 de Marzo; la otra, La Redonda, del asiático Juan Fong e Ignacio Bon, en esquina de Madero y Ángel Flores, en propiedad de don Me-lesio López. Ambos negocios tenían trabajando un alto número de sus compa-triotas. Los más económicamente fuertes tenían ascendencia guasavense, pero los ricos no contrajeron matrimonio con ninguna mexicana; en cambio, los chinos más pobres vivían en amasiato y otros en unión legal.

La campaña antichinista en Guasave de 1932 a 1937, dirigida por un co-mité integrado por el propio Felipe García Apodaca, Andrés Arturo Mena Ló-pez, Isaac Navarro (este propietario de un molino de nixtamal), Felipe Acosta (comerciante en vinos y dueño de un bailadero), así como otros políticos de la época, lograron expulsar a muchos de los chinos que ya estaban establecidos aquí.

La mayoría salió con sus familias de Guasave, El Dorado, Estación Ba-moa, El Cubilete y otras partes del municipio. Huyeron hasta la Gran China en barco, vía San Francisco, California o Veracruz. Al tiempo, muchas mujeres

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mexicanas y sus hijos con sangre de los tres continentes, América, Europa y Asia, regresaron a su tierra de origen; otros retrasaron su retorno hasta que el presidente Adolfo López Mateos y una campaña patriótica del Club de Leones les ayudó a volver a Guasave y a otros lugares de Sinaloa, Nayarit, Sonora y Baja California.

El grupo que se lanzó en contra de los comerciantes chinos en Guasave editó un periódico de 1933 a 1937, titulado El Látigo. Lo dirigían seguidores de Calles, Arturo Mena López, Felipe García Apodaca y otros.

Nadie sabe hasta la fecha dónde quedaron los grandes capitales acumu-lados por los dueños de La Colorada, La Redonda y demás comerciantes que salieron huyendo de Guasave. Una versión dice que muchos de esos valores se los llevaron consigo; otra afirma que el chino Luis y compatriotas fueron despojados por algunos «que se hicieron ricos de la noche a la mañana», o que esperaron algún tiempo prudente para lavar ese dinero robado. Producto de aquella riqueza, queda ahí la calle Ángel Flores, la que hasta 1947, en toda la historia de Guasave, fue la más importante.

Fueron algunos comercios los que les hicieron competencia fuerte a los grandes centros comerciales de los chinos La Colorada y La Redonda, entre ellos está la tienda de don Luis Famanía, La Mexicana de don Pablo León a partir de 1914, la de Manuel Pérez Sánchez, la de la familia de don Jacinto Castro Garibaldi y su miscelánea La Colmena, La Tableta antes Mineral El Boleo de don Isidro G. Rodríguez, la de don Pancho Escobar, Rosita Gutiérrez Douriet y Las Tres B (bueno, bonito y barato) hacían competencia a los chinos.

Aquellos dueños de pequeñas misceláneas fincaron sus comercios en condiciones de competencia y de guerrilla antichinista, como don Pancho Escobar, Rosalío Reyes Rivera, Ramón Serrano, Rosita Gutiérrez, Alfredo R. Castro, Ignacio R. Castro, don Alejandro Ríos, don Refugio López, el de La Bola de Oro, y otros.

Cabe señalar que muchas de esas familias se ausentaron de Guasave, mientras que otras aún permanecen colaborando en diversas actividades para el progreso de este pueblo.

Doroteo Inzunza Obeso, Romualdo Ruiz Payán y el Tolo Ortega: de El Corzo al periódico El Regional

Si la campaña antichinista en estas tierras hizo aparecer el periódico El Látigo, su línea fue una causa específica. Esto hizo nacer a la acción a un grupo de

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guasavenses por una publicación que empezara a divulgar, relativamente, las inquietudes de un pueblo con diez mil habitantes en la cabecera y unos treinta mil en el municipio durante 1935.

Doroteo Inzunza fundó el periódico El Corzo en lo que hoy es la zona céntrica de nuestra ciudad, por la avenida Carrasco, cerca de la calle Obregón, precisamente donde está actualmente la joyería del popular Regis Macías.

Durante algunos años don Doroteo, ayudado por su esposa, doña Alejan-dra, que también trabajaba como enfermera, y sus hijos José María y Gustavo Inzunza, el Pelón, imprimió El Corzo. Se voceaba en lo que era la zona comer-cial de Guasave demarcada al sur por las calles Ángel Flores y Colón, por Za-pata al norte, Madero al oriente y Guerrero al poniente. Su hija la Maruca In-zunza fue muy popular en Guasave, flacucha pero inteligente en sumo grado.

En 1939 arribó a Guasave Romualdo Ruiz Payán, nativo de Concordia, Sinaloa, proveniente de la tierra de su señora madre, doña Aurelia, Los Sitios de Badiraguato. Su padre fue profesor de escuela.

Dedicado a la política, estuvo en Culiacán y en Los Mochis, a fines de los años veinte. Llegó a Guasave en calidad de presidente de la Junta de Conci-liación, ya casado con Rosina Castro Hernández, nativa de Verdura y a quien conoció en Los Mochis, cuando ella se dedicaba al magisterio.

Su primer hijo fue Romualdo Jr. y mientras este crecía el concordense imprimía el periódico El Regional, que empezó tamaño tabloide y luego creció a tamaño estándar, para retornar luego a tabloide.

El autor de este libro, por haber sido voceador, tipógrafo, prensista, re-portero y director responsable de El Regional, conoció la eficacia de los forma-dores prensistas Francisco Castro Hernández, Paulino Hernández (nayarita de Tecuala) y otros Hernández que había en El Regional, pero ninguno consan-guíneo, ni parientes siquiera; eso sí, amigos y afanosos del taller y la redacción con el objetivo de hacer aparecer semanal, bisemanal, trisemanal hasta de dia-rio el periódico más perdurable que ha tenido Guasave.

La obra de Ruiz Payán podría resultar el decano del periodismo del es-tado de Sinaloa, porque ya los viejos murieron, como El Correo de la Tarde de Eutimio F. Sánchez, de Mazatlán; La Voz de Sinaloa, de Gustavo D. Cañedo de Culiacán; Las Noticias, del Güero Cano, los cuales se fueron junto con la vida mortal de sus creadores.

Romualdo Ruiz Payán sostuvo la vida de El Regional y la carrera univer-sitaria de su hijo Romualdo Ruiz Castro, con título de ingeniero civil y por varios años técnico y funcionario de Ferrocarriles Nacionales de México.

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Los periódicos de su vida divulgan y comentan noticias, interiormente forjan familias y a veces los hijos ganan títulos profesionistas en ese trabajo. Los voceadores de periódicos están lejos de ser los vagos, falsa etiqueta que a veces quieren colgarles los falsos e irresponsables trabajos sociales.

Conocí a cientos de vendedores de periódicos, desde la época que salían a la calle con el paquete de ejemplares, gritando alegres, ofreciendo su mer-cancía noticiosa. Entre ellos están Rubén Valdez Ibarra, Armando Sepúlveda, comerciante guasavense radicado en Navolato, con 25 años de trabajo en el periódico El Regional, y otros más.

Por cientos hemos visto, todavía hasta nuestros días, a los niños voceado-res del periódico que divulga las noticias, esos humildes menores que trabajan aprendiendo a coadyuvar al sustento hogareño y a crecer y desarrollarse como buenos ciudadanos.

Han desfilado otras publicaciones periodísticas en Guasave, desde El Corzo de Doroteo Inzunza, La Voz del Noroeste de Rafael Gastélum, La Escoba de Ángel G. Galván, El Kaskabel de Roberto Vega Rangel, además de El Día y El Vocero, dirigidos durante su corta vida por Gabriel Medina Martínez, hasta llegar al arribo de El Debate de Guasave, con un intermedio de corresponsalías y secciones de El Debate en Los Mochis desde 1959 a la llegada del reportero Pedro Rosales Cantú; también están en la historia El Guasavense y la sección «Guasave» de El Diario de Sinaloa.

Con justicia se recuerda al periodista Anatolio Ortega Borbón, nativo de Ocoroni e hijo del general Anatolio Ortega Bojórquez. Anatolio, conoci-do como el Tolo, fue el primer periodista completo que pisó Guasave: fue re-portero, columnista y jefe de redacción de El Regional. También escribía una columna que se llamó «Aquí entre nos», la rubricaba como un interrogante: «¿Verdad, Sinfitos?»; se refería a su sobrina, hija de su hermano Manuel Orte-ga, que vivía en Estación Verdura, hoy León Fonseca.

Este periodista fue eficaz a la causa de Romualdo Ruiz Payán y ayudó a forjar reporteros. El Tolo Ortega estudió en la Universidad de California, ha-blaba inglés perfecto, había viajado por todo el mundo, en sus ratos de reposo abandonaba la redacción de El Regional —ahí frente a la plazuela Miguel Hi-dalgo donde actualmente vive la familia del señor Fausto Zazueta Vea— para irse a hablar de ópera, ejecución de piano y de los grandes concertistas euro-peos con la señorita María Guadalupe Camacho, hermosa tapatía sobrina del padre J. Guadalupe Camacho, párroco de la iglesia de El Rosario, con quien cultivó buena amistad.

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Gente ilustrada, el Tolo Ortega se iba a Estación Verdura y pasaba horas enteras platicando con grupos de estibadores del Ferrocarril Sub-Pacífico de México, hoy Ferrocarril del Pacífico. Animó a los hermanos el Negro y Machi Díaz a participar en mayo de 1945 en la primera liga de beisbol que se jugó en la región de Guasave, con su equipo Albatros, nombre que Ortega les sugirió y que resultó campeón.

El Tolo Ortega fue un periodista bienhechor, entendió y comprendió a los guasavenses, no vino a reírse de las costumbres de los nativos, hizo periodismo educador, ha sido el mejor de toda la historia periodística de Guasave. Quizá algún día se le hará justicia.

Ángel G. Galván y su semanario La Escoba

Ángel G. Galván, tipógrafo, impresor, periodista, creador y director general del seminario tamaño tabloide La Escoba, de 1952 a 1986, con estilo y ética joco-seria. Su lema: «No nos interesan chequeras ni bolsas vacías, barremos parejo».

Galván, cuyo apellido materno fue Galindo, arribó a Guasave en 1947 en el furor de una candente campaña política en la que dos bandos trataron de imponer a sus respectivos candidatos: Alejo Blancarte González y Jesús M. Garza. «Aquel apoyado por el capital de los ricos y otro por el gobernador de la época, el general Pablo E. Macías Valenzuela; Garza, recién arribado a estas tierras procedente de su lugar natal, San Pedro de Las Colonias, Coahuila, vía el puerto de Veracruz».

En 1947 Ángel G. Galván ingresó a los talleres tipográficos con domicilio en la avenida Madero, esquina con Constitución, hoy calle Teófilo Noris, con-tratado por el editor don Rafael Gastélum. En esa imprenta Gastélum editó, en forma alternada en cada campaña política de la presidencia municipal de Gua-save, los seminarios tabloides La Opinión, Noroeste, La Voz del Norte y otros.

El periodista Galván, de origen sonorense, nació en 1907 en el campo minero La Colorada, municipio de Cananea, Sonora. Falleció el 1 de marzo de 1991 a los 84 años de edad en la ciudad de Guasave.

El sonorense Galván, antes de su arribo a Guasave, estableció residen-cias en Nogales, donde estuvo casado con Matilde Córdova Osuna, con quien procreó a su hijo Miguel Ángel Galván Córdova y seis vástagos más; también radicó en Huatabampo. En Guasave registró dos uniones, una con Esperanza González, michoacana de origen, con quien tuvo una hija, actualmente casada con un militar germano y radica en un pueblo cercano a Berlín, Alemania;

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que otra con María Guadalupe Romero Corrales, quien falleció en la antigua colonia El Periodista, por la avenida Benigno Valenzuela.

La historia del semanario humorístico La Escoba, impreso en talleres pro-pios, en una zona céntrica de la calle Cuauhtémoc de esta ciudad, ganó un alto reconocimiento popular. Un lector del espectacular semanario La Escoba, que hace como 15 años desapareció del firmamento periodístico de Guasave, señala:

Galván, casi siempre su único redactor, supo ganarse la estima de sus lectores, con su peculiar estilo de decir y criticar las cosas, incluyendo arbitrariedades de los altos y bajos mandos del Gobierno en todos sus niveles. Lo más irónico fue siempre lo que entonces llamó «maridos oprimidos», ahora «mandilones»; pero también señaló con estilo único, jocoso, infidelidades del marido para con la mujer, denunció cuando quiso ese tipo de movidas chuecas, siempre publicado con pelos y señales.Otros lectores de esta singular publicación periodística —que como la

totalidad de los periódicos de antaño era voceada por las calles de la ciudad: «¡La Escoba! Lea usted el caso del marido que golpea dulcemente a su mujer [porque vendía dulces]»— mencionan:

Ángel G. Galván, a pesar de sus severos ataques al Gobierno, a los maridos infie-les, a los amantes, pero también a los maridos oprimidos jamás anduvo armado, ni escondiéndose de nadie, lo favorecía un valor civil a toda prueba. Dejó de editar su periódico La Escoba cuando en 1986 enfermó de muerte.

Don Roque Chávez Castro, toda una vida dedicadaa la radio

De la reconocida y ejemplar trayectoria de don Roque Chávez Castro existe testimonio no solo de la sociedad guasavense, sino de todo el estado, también a nivel nacional se le otorga el importante mérito de haber dedicado su vida activa a ser empresario de la radiodifusión y servidor público en la presidencia municipal durante el trienio admnisrtativo 1981-1983, en el que se destaca el importante impulso a la educación terminal técnica y provisional, con la crea-ción del Colegio de Bachilleres del Estado de Sinaloa y el conalep.

En su gobierno municipal don Roque Chávez Castro se construyó el ra-mal ferroviario Guasave-Estación Naranjo y se ejecutó el decreto expropiato-

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rio para la regularización de la zona urbana ejidal. La reseña histórica señala en su verdadera dimensión la grandeza de un hombre como Roque Chávez Castro, quien además de haber sido un triunfador de la vida en los negocios y su vida familiar, también consolidó excepcionales cualidades humanistas como benefactor en el desarrollo educativo y el gran impulso que brindó para que Cruz Roja y Bomberos fueran una realidad en Guasave.

Su gran visión como comunicador le dio voz a Guasave, pueblo que tras-cendió con distintivo propio creado por dos lemas que don Roque dio a cono-cer en el país y en el extranjero donde figura nuestro pueblo como: Guasave, el Corazón Agrícola de México y Guasave, la Casa de la Amistad. Don Roque Chávez supo entretejer sus grandes cualidades para crecer como empresario y como líder de su pueblo. En los últimos años, producto de este esfuerzo, con-solidó el grupo radiofónico Promored.

Maratón radiofónico en 1957 en Guasave: récord nacional de José Luis Aguilar Becerra

José Luis Aguilar Becerra, locutor de Radio XEGS desde el 23 de junio de 1954, en 1957 mantuvo activo un maratón de radio a favor de la construcción de la Escuela Secundaria Federal Insurgentes durante 84 horas con 3 minutos, récord nacional registrado ante la entonces SCOP y su récord nacional de ma-ratones de radio.

Aguilar Becerra, solidarizado con el Comité de Obras en Beneficio de Guasave, sostuvo activo desde la plazuela Miguel Hidalgo de esta ciudad el maratón proedificio de la secundaria, desde el 19 de julio de 1957, sin descanso, hasta concluir las 83 horas con 3 minutos del récord nacional, donde la teso-rería del patronato pudo recaudar más de cuatrocientos cincuenta mil pesos en efectivo. También se donó la parcela por el señor Agustín Pinto Osobampo, el Cuty, para construir ahí la obra, alcanzándose la suma de 728 238.26 pesos.

Durante la jornada, mientras José Luis Aguilar acudía a realizar necesi-dades fisiológicas, fue auxiliado con el micrófono eficazmente por sus compa-ñeros de la propia Radio XEGS, Juan Contreras Sarellano y Rafael Armando Balderrama.

El maratonista excelso, José Luis Aguilar Becerra, nació el 18 de noviem-bre de 1932 en la ciudad de Tepic, Nayarit. Fue hijo de un modesto empleado público, don Luis Aguilar Uribe, y de doña María del Rosario Becerra Gonzá-lez. José Luis falleció en Guasave el 26 de abril de 1999, el pueblo y estudiantes

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de la secundaria ESFI, compañeros de Radio XEGS y autoridades, se unieron en sus pompas fúnebres.

Radio XEGS, propiedad del magnate guasavense por adopción, nativo de Angostura, Roque Chávez Castro, recibió en su cabina a Aguilar Becerra, estu-pendo mantenedor, el 23 de junio de 1954, cuando estaba ubicada por la aveni-da Zaragoza. Radio XEGS había nacido al mundo de la comunicación el 17 de agosto de 1949, por la avenida Madero, entre las transversales Ángel Flores y la entonces calle Constitución, hoy Noris.

Más de una vez el propio locutor Aguilar Becerra declaró:

Todavía estoy experimentando la satisfacción de haber aportado algo a favor de la juventud estudiosa de Guasave, cuya escuela secundaria carecía de edificio central. El señor Agustín Martínez Gazca, ilustre hijo de Pénjamo, Guanajuato, convertido en leal hijo adoptivo de Guasave, fue quien me habló para mantener ese histórico maratón glorioso, porque el esfuerzo de todos, recuerdo a uno de los más tesoneros, el ingeniero Federico Delgado Pastor, queretano técnico co-misionado en Guasave por la Comisión del Río Fuerte.

Todavía radicado en Guasave, en una modesta vivienda de INFONAVIT al poniente de la calle Colón, cerca del bulevar Central, Luis Aguilar menciona:

En mi querida Radio XEGS estuve activo con el micrófono desde 1954, me separé del grato oficio en marzo 26 de 1990, obligado por las circunstancias, porque ocurrió la amenaza hereditaria que me diagnosticó un oftalmólogo tapatío, que iba a perder la vista. De noviazgo sí amé a una hija de Guasave, pero nunca pensé en casarme con nadie, tuve respeto siempre hacia los demás por los efectos que tarde que temprano me cobraría la retinosis pigmentaria que me hizo perder la vista.

Como la vivencia de todo hombre, alternando satisfacciones e insatisfac-ciones, el nayarita José Luis Aguilar Becerra cobra en su espíritu bienhechor la satisfacción de su servicio prestado a la educación secundariana, que cobró efecto en la ESFI: sagrado recinto educativo por donde han pasado millares de profesionales y técnicos guasavenses, sirviendo a la patria en algún lugar de México y el extranjero.

José Luis Aguilar Becerra mantuvo activo el maratón proescuela secun-daria sin cobrar un solo cinco: «Ha sido ese trabajo radiofónico de 1957 la gran satisfacción de mi vida», declaró a un periodista.

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DON JACINTO CASTRO GARIBALDI, SU FAMILIA,EL CENTRAL Y el teaTRO CINE MURCIA

Una familia prolífera y creativa, la aportaron a la sociedad de Guasave don Jacinto Castro Garibaldi y doña Leonor Romo de Castro. Don Jacinto llegó a Guasave trabajando en la fabricación de jabón de lejía asociado con don Ven-tura el Jabonero, mientras que dos de sus catorce hijos, Napoleón y Gustavo, fincaron el primer cine mudo de la región, El Central.

Napoleón manejó su cine ambulante mudo, que por años había recorrido las rancherías de Guasave, Angostura, etcétera, presentando las películas de Charlie Chaplin, los Hermanos Marx, El Gordo y El Flaco, y otros personajes estelares del celuloide de aquellos tiempos de la comicidad mímica.

Luego establecieron el cine El Central, en una zona céntrica de la calle Ángel Flores, en medio precisamente de la hoy avenida Madero y el callejonci-to que don Esteban López permitió abrieran como prolongación de la avenida Zaragoza, pegado a lo que era el solar de don Manuel Pérez Sánchez, por la vieja calle Ángel Flores.

Años más tarde, al final de los años treinta, Napoleón y su hermano Gus-tavo R. Castro construyeron el edificio del viejo teatro cine Murcia, por la ave-nida ancha que luego fue Libertad y actualmente se llama General Antonio Norzagaray.

En esa época cayó a Guasave la familia de un filarmónico que se integró a la orquesta de Luis Ibarra Morales, la de don Delfino Infante y doña Cuquita Cruz de Infante; procedía de El Rosario, Sinaloa, pero antes había vivido en Mazatlán y Guamúchil.

Un hijo de esa familia, Pedro Infante Cruz, con frecuencia obtenía 20 pe-sos de parte de Napoleón R. Castro, a cambio de cantarle «Murcia», la herma-na de «Valencia», «Granada» y otros cantos del jarocho Agustín Lara emitidos a la madre patria.

En plena calle, estando Napoleón y sus amigos frente al cine Murcia, Pe-dro Infante le cantaba a la portada de la magnífica sala de espectáculos donde años más tarde, en 1943, consagrado como artista, ante la multitud delirante cantó «El soldado raso», «Mañana», «Hojas secas» y otras.

El teatro cine Murcia, orgullo de los guasavenses de aquella época, su lunetario y su galería repletos de usuarios, con sus estelares Lo que el viento se llevó, ya surgido el cine sonoro, con el gritón de la bocina Melesio Montoya anunciando en cada esquina del pueblo las películas a exhibirse ese día.

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Miguel Sánchez Amarillas, el Texano, ahomense de origen, se convirtió en uno de los mejores hijos adoptivos de Guasave manipulando las cintas; hubo también un cuerpo de boleteras de primera línea, entre ellas Amadita Valdez, Esperanza Sánchez, hoy viuda de Velázquez.

Los adultos de ahora recuerdan con agrado sumo los episodios de las series La invasión de Mongo, Fu Manchú, El Llanero Solitario; las cintas texa-nas Tarzán, el hombre mono, Charlie Chan, el detective chino; las nacionales Amapola del camino, Santa, La Adelita y otras muchas que vibraron fuerte con la guitarra de Lorenzo Barcelata, Jorge Negrete, José Mojica, José Ehor, Ra-món Armengod, Tito Guízar... y por ahí váyase con el recuerdo de aquellos tiempos, pero que la nostalgia y añoranzas no lo hagan llorar, sino fortalecer el presente y retroalimentar el futuro.

En los años cuarenta el cine Murcia escribió otra etapa de su brillante ser-vicio al espectáculo de los guasavenses. Al fallecer Napoleón R. Castro, su her-mano Gustavo R. Castro se hizo cargo del destino de la sala y aceptó una socie-dad promotora de boxeo profesional. No se ganó mucho dinero en la acción de ese grupo, pero sí generó muchas satisfacciones el espectáculo pugilístico para Baltazar Verdugo Araux (el Güero), Vidal Pinto Camacho, José Álvarez García, Miguel el Texano Sánchez y el propio Gustavo R. Castro.

Verdaderas estrellas como Casanovita de Ahome, Juan Yaqui Márquez, Gustavo Panterita Romero, Eddie Hutchinson, Jhonny Ramírez (el Negrito de Empalme), Kid Bachomo, Juan Pelón Ontiveros, Baby Solís, Joe Delgadillo, Mi-chey Cabanillas, Silvio García, Juvenal Vidrio Pini, Catarino Joe León, Rosario Camarada Yori, Arsenio Acosta y otros que desfilaron por el Murcia.

Y cuando decimos «otros muchos», extraiga, seleccione como el gambu-sino hace con los granos de oro de entre el arenal, a dos púgiles guasavenses que realmente escribieron una historia aparte en el cuadrilátero del cine Mur-cia, instalado allá en el sitio de la pantalla: Chabelo, Bajío Tarzán, y Alfonso Relámpago Kid Peimbert.

El Relámpago y Bajío Tarzán sostuvieron 49 pleitos, de alarido todos, dos grandes gladiadores de frente, ninguno dio un paso atrás, nunca se vio eso. Fueron 49 combates empatados, jueces y réferis jamás computaron a favor de nadie, hubiera sido un sacrilegio boxístico que alguno hubiera vencido a otro alguna vez, por la forma en que siempre pelearon.

Murió primero Bajío Tarzán, en 1973, varios años después de haberse reti-rado del boxeo el famoso llenador de barricas de agua en el río Alfonso Peim-bert Camacho, como lo que fue, un relámpago del ring; fijaba su mirada en la

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fosa que arroparía a su amigo deportivo mientras el otro extremo de la popu-laridad del hombre lo obligaba a decir hacia su interior: «Ni modo, Chabelón, el destino quiso que te ganara la pelea de por vida». Poncho falleció en 1998.

Peimbert una vez dibujó un ganchazo con el puño derecho desde la rodi-lla de su rival Bajío Tarzán y se lo desembarcó como torpedo en la quijada, y le sobró fuerza para derribar la lámpara eléctrica que estaba al centro del ring, convirtiéndose ese golpe singular en historia, recordado de 1946 hasta la fecha, como el gancho tumba focos.

Toda esa época boxística del cine Murcia, desde los primeros años del cuarenta, en 1943 y 1944, recibió fuerte estímulo de Miguel Leyson Pérez, en-tonces presidente municipal de Guasave, y en época anterior alentó a los em-presarios desde la secretaría del Ayuntamiento.

Cada tarde, frente al cine Murcia, el salón de baile El Balalaika se llenaba de aficionados que acudían a ver entrenar a los numerosos púgiles que luego aparecieron en los carteles elaborados por el Güero Verdugo.

Otro cine, construido por Gustavo R. Castro, el Martceci, estuvo en la esquina de Zaragoza y Dr. Luis G. de la Torre, donde actualmente está la za-patería Canadá, ahí también se alternaba la presentación de películas con fun-ciones de boxeo.

En 1949 y 1951 el empresario y expúgil Juvenal Vidrio Pini ayudó a que futuros ídolos boxísticos se iniciaran, como Abelino Félix, Tony Rodríguez, Ernesto Neto Villanueva, Rubén Valdez, Rubén Acosta Villanueva, más otros a los que se unieron; luego Beto Gerardo, púgil nativo de Bamoa Pueblo que alcanzó resonancia mundial; Fino Rosales, peso pluma también incrustado en el ranking nacional.

La historia de los cines muestra al Zaragoza y al Rex, los cuales funciona-ron en el mismo sitio de la calle Zaragoza, cerca de la Obregón, en una propie-dad que fue de la familia de don Pascual Cervantes.

El cuadro familiar de don Jacinto y doña Leonor lo conforman sus hijos: Lope, Robustino, Jacinto Jr., Napoleón, Juan Manuel, Evodio (quien fue con-discípulo en la UNAM del licenciado Miguel Alemán Valdés, extinto expresi-dente de la República), Gustavo, Ernesto, Alfredo (comerciante en alta escala), Ignacio (creador de La Voz del Pueblo), Veneranda, María del Rosario, Josefa y Enriqueta, quien murió a los 7 años de edad.

Don Jacinto Castro Garibaldi, con fórmula de genes indio-azteca, español e italiano, ganó el reconocimiento de ser mejor empresario del presente siglo en Guasave, cuando esta tierra sentaba las bases para impulsarse al progreso.

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Doctor Martín Vega y Vega, cronista de la ciudad de 1947 a 1997

El doctor Martín Vega y Vega nació el 7 de mayo de 1910 en la estación ferroca-rrilera de San Blas, El Fuerte, Sinaloa. Fue un digno y fructífero cronista de la ciudad de Guasave desde 1947. Falleció en esta ciudad el 27 de agosto de 1997.

Apenas recibió su título profesional de cirujano dentista en la Universi-dad de Guadalajara, Jalisco, en 1934, hizo su arribo a Guasave. Dos años más tarde, el 29 de enero de 1936, en el sagrado altar de la iglesia de Santa María del Rosario contrajo nupcias con la generosa guasavense María Luisa Bórquez Zazueta, quien un año antes había participado, junto con otra hija de esta tie-rra, María del Rosario Gálvez, en una contienda de reinado carnavalero que hizo posible la construcción del primer edificio escolar que tuvo su inicio en la docencia en el bienio 1936-1937 y que poco después se nombró Centro Escolar 18 de Marzo.

El matrimonio Vega Bórquez procreó excelente y numerosa familia: Jai-me Leonel, Martín, Renato, Javier, José Alberto, Jorge; luego los finados Célica de Castro y Marco Vinicio, el Pirincho.

En 1936 la profunda cultura del doctor Martín Vega y Vega lo llevó a orga-nizar por primera vez en Guasave los juegos florales, también llevados a cabo en los siguientes años: 1962, 1977, 1978, 1979 y 1980. Una crónica de aquellos tiempos dice: «entonces los guasavenses alternaron su plática rutinaria sobre la agricultura, ganadería, pesca, etcétera, con las fiestas centenarias del Gay Saber, Amor de Poesía de Isaura y Los Trovadores Franceses».

Fue regidor del Ayuntamiento en tres ocasiones: bienio 1937-1938, con el campesino Jesús María Armenta Rodríguez, Chumaro, en la presidencia mu-nicipal; en 1948 fue parte del Ayuntamiento sustituto presidido por el enton-ces capitán Manuel Sarmiento y Sarmiento; figuró en la comuna en el trienio 1960-1962, presidido por Margarito Quiñónez Escamilla.

En 1948 el doctor Martín Vega obtuvo la autorización para construir el reloj público actualmente ubicado en lo alto del extremo oriente del edificio central de la Universidad de Occidente, construido durante la presidencia municipal de don Fortunato Álvarez Gaxiola. El reloj en cuestión había sido proyectado para erigirse en pleno centro del crucero de la avenida Zaragoza y Corregidora, pero se decidió, por acuerdo de cabildo de 1948 que encabezó el presidente municipal sustituto Manuel Sarmiento y Sarmiento, ubicarlo en la parte alta del edificio.

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El doctor Martín Vega, que civilmente alternó su profesión de dentista con la de comerciante de boticas y farmacias, también fue agricultor. Se aso-ció con el expresidente municipal don Ignacio Camacho Norzagaray y cultivó ajo en tierras del extremo poniente de la ciudad. Creó una fábrica de jabón cerca de la avenida Madero y Ángel Flores. Fue tesorero en los respectivos patronatos de construcción de las dos primeras escuelas primarias oficiales de esta ciudad: en 1935, el Centro Escolar 18 de Marzo y la escuela Jaime Nunó, inaugurada en 1954 con la presencia del presidente Adolfo López Mateos y el gobernador Rigoberto Aguilar Pico; y presidió el patronato constructor del templo del Sagrado Corazón de Jesús en Madero y Zapata.

En su calidad de historiador y cronista de la ciudad, el doctor Martín Vega y Vega fue constante y fructífero investigador de la Virgen de Nuestra Señora María del Rosario, en su arribo a estas tierras, para ser venerada ya por más de doscientos cincuenta años por la feligresía católica guasavense y creyentes de otros rumbos.

EL PROFesor HERIBERTO CASTRO ESPARZAY EL PINTOR JOAQUÍN ACOSTA BOJÓRQUEZ: Coautores del escudo del municipio de Guasave

El escudo oficial del municipio de Guasave fue creado a iniciativa del H. Ayuntamiento (1975-1977) presidido por el ejidatario oriundo del rancho La Cuestona C. Jesús María Cervantes Atondo, siendo secretario de la comuna el licenciado Roberto Zavala Echavarría, con fecha 30 de noviembre de 1976, celebrando la publicación del decreto del Congreso del Estado (1916), a inicia-tiva del gobernador del estado, general Ángel Flores, que convirtió a Guasave en municipio libre y soberano a partir del 1 de enero de 1917 y don Francisco P. Ruiz, su primer presidente municipal.

El jurado calificador determinó, en una alta relación de trabajos con ex-celentes cuadros ilustrativos y carteles, que había dos finalistas: el profesor He-riberto Castro Esparza, parcelero del ejido San Fernando, y el pintor de Esta-ción León Fonseca, Joaquín Acosta Bojórquez; ambos convinieron hacer una fusión de sus obras.

Heriberto Castro Esparza, expescador, maestro rural y agricultor, se crió en el cercano poblado Callejones de Guasavito. Nació el 7 de marzo de 1927 en Los Mochis, cuando su padre, Secundino Castro Valle, acompañado de su es-

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posa Teodora Esparza, se fue a trabajar al ingenio United Sugar Company, del norteamericano Benjamín F. Johnston.

Joaquín Acosta Bojórquez nació el 20 de enero 1943 en San Sebastián Núm. 2. Fue residente de la vieja estación trenera Verdura, actualmente León Fonseca.

El escudo tiene la palabra Guasave en parte superior; abajo del recuadro, dos fechas: 1595, año en que arribó a estas tierras el misionero Hernando de Villafañe, fundador de Guasave; la otra fecha es 1916, año en que fue publicado en el Diario Oficial del Estado de Sinaloa, el decreto de municipalización de Guasave por el H. Congreso de Sinaloa a iniciativa del gobernador general Ángel Flores. Al centro, un sol refulgente vigorizando con energía positiva y productiva, fertilizando el valle del municipio de Guasave; luego el árbol de macapule, con la cruz que clavó Hernando de Santarén, el segundo de los tres misioneros que estuvieron en Guasave, cerca del actual crucero formado por la céntrica avenida Zaragoza con Obregón. Otra ilustración del escudo, alre-dedor del marco, son las huellas de pisadas de los indios guasaves en su cons-tante emigrar en los hábitats de cacería y pesca, gestionando la subsistencia y reproducción de sus familias; al centro, una mota de algodón, espiga de trigo y camarón, riqueza junto con la producción deliciosa de escamas de las bahías Navachiste y Macapule, con sus esteros, además lo que corresponde a estos rumbos en la alta mar del golfo de California o mar Bermejo, como le llama-ron los misioneros Martín Pérez, los Hernando Santarén y Villafañe, Diego Martínez de Hurdaide (este acreditado como fundador de Tamazula) y otros.

Un escudo municipal rico e ilustrativo, desde los envíos de la nutriente celestial a través del Astro Rey, hasta llegar al surco fertilizador y reproduc-tor de más de cuarenta clases de semillas, con las fabulosas especies marinas, encerrados en un solo nombre: Guasave. Impulsado por la dinámica de sus hombres de todos los tiempos.

María de Jesús Brown de Angulo: una mujer guasavense que nació para la amistad y el servicio

Doña María de Jesús Brown Ahumada nació en Guasave el 10 de septiembre de 1929. Se casó con el filarmónico saxofonista de la orquesta Ibarra, don Ismael Angulo Soto, con quien procreó seis hijos: Fernando, Fausto Ismael, Sergio, René, Alfredo y Laura Elena.

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Fue regidora del Ayuntamiento en el trienio 1969-1971, siendo presiden-te municipal el agricultor José de Jesús Sánchez Camacho; y fue dirigente de las mujeres revolucionarias en la época del ilustre guasavense Miguel Leyson Pérez.

Desde su juventud, y hasta el final de su vida, ganó adeptos como servi-dora social, principalmente entre las familias de bajos recursos económicos.

Altamente generosa, sin cortapizas sociales, más de una vez penetro a las cárceles, antros de vicio, y al doquier de los planos humanos, buscando prote-ger del desamparo y la injusticia de las leyes a alguna mujer. En una ocasión, mientras la señora Brown obtenía la libertad por orden de un juez penal para una mujer acusada de robo, dijo:

No me interesa lo que ella sea, porque no vengo a ajusticiarla ni a sentarla en el banquillo de los acusados; solo sé que es una mujer con hijos, su condición moral no me corresponde a mí, ni comentarla siquiera; solo estoy tratando de tenderle la mano, buscaré apoyos y comprensión a su favor, porque el alma, igual que el cuerpo, se enferma.

La señora Brown de Angulo la defendió sin argumentos judiciales, sí hu-manos: «No están viendo ustedes, señores, se trata de una mujer embarazada, su hijo no puede nacer en una cárcel».

Toda su vida de servicio a los demás, principalmente a mujeres y niños, doña María de Jesús Brown de Angulo se ganó la simpatía de la sociedad gua-savense porque siempre se mostró dispuesta a ayudar a los demás.

Fue única, doña María de Jesús, para desenvolverse con humanismo y eficacia en esas situaciones. Una ocasión, a raíz de su muerte, se escribió, a manera de título e interrogante: «¿Cómo olvidar a una amiga así?».

En 1972 una banda de maleantes asaltó al banquero Guillermo Sainz Meyer, en el camino de Bamoa Pueblo a Estación Bamoa, despojándolo de 998 000 pesos, suma extraída de un banco de la ciudad para entregarlo a la empresa legumbrera del norteamericano Santiago Wilson. Durante la perse-cución de los maleantes por la policía judicial del Estado y la policía de inves-tigación de Guasave, murió, por las heridas recibidas en un encuentro a tiros, el joven agente Manuel Sandoval, nativo del rancho San Rafael.

La esposa del cumplido policía, doña María de Jesús Valle de Sandoval, quedó embarazada, dio a luz a los pocos días de la tragedia y el hijo de Manuel Sandoval al nacer tenía a su lado una cuna, producto de una colecta: doña

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María de Jesús Brown la compró con el dinero recabado de las aportaciones de varias personas de buena voluntad.

Se le recuerda ahora porque esos gestos humanistas y cristianos a favor de los demás son constancia de la nobleza de corazón de doña María de Jesús Brown de Angulo.

Falleció el 25 de junio de 1991.

Doctor Raúl Cervantes Ahumada

Si fuiste doctorado en la filosofía y letra jurídica, hasta llegar a los altos tribuna-les de la justicia del mundo en La Haya, Holanda; si pudiste curar los males de la incertidumbre de tu espíritu; si amaste a tu pueblo natal, El Amole, infundido en el aprecio amoroso a tus paisanos que para distinguirte de los demás desde la niñez te llamaron el Jogori, ya sabemos ahora, con qué profundidad introdujiste el amor de tu corazón en el flujo y reflujo de las aguas del mar Bermejo, con sus paradisíacos lugares: isla Macapule, San Ignacio, La Ventana, cuna de tus aspi-raciones gubernamentales, su bahía y la majestuosa sierra Navachiste; el oleaje de Las Glorias, Buenavista, Boca del Río, La Bocanita.Todo aquel universo de los siete mares dentro del golfo de California, donde radicó la sirena y musa de tus poemas. Todo fue espiritualmente tuyo porque lo amaste tanto, hasta formar un paraíso celestial donde estableciste la concepción de tu propio Dios.

Entrañablemente amaste a esa geografía de tu tierra, tu municipio natal, Guasave, porque lo sentiste en tu vibrante experiencia. Porque lo conociste en todo lo grandioso de su naturaleza. Y porque son los designios del hombre y de Dios, de su corazón, terminar amando a quien mejor conoce. Y usted, señor, conoció Guasave desde su historia.

Raúl Cervantes Ahumada, abogado, escritor y poeta, divulgador del en-canto de su tierra, la chispeante reacción criolla de sus paisanos.Nació el mero Día de San Juan —24 de junio— de 1912, en el poblado El Amole, pueblo de productores de la tierra, pescadores, con raza negroide del indio Estebanico, el asistente del conquistador español Álvar Núñez Cabeza de Vaca (1535). Des-cendiente fuiste de la tripulación del glorioso capitán Isidro de Atondo y An-tillón, surgidos del naufragio de tres carabelas recién reparadas en el astillero de Nío, creado por la empresa mística y misionera de fray Francisco Eusebio Kino en Cucurpe, Sonora, y fray Juan María Salvatierra en Bacamota, Moco-rito, Sinaloa.

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Aquellos marineros de Atondo y Antillón iniciaban otra ruta más, de Nío al puerto de La Santa Cruz, La Paz, Baja California Sur; pero a poco kilome-traje que cubría a las embarcaciones para abandonar el río Petatlán e invadir las aguas del mar Bermejo, la tripulación en el agua bajo la tormenta y resur-gieron con una raza, con mestizaje especial, para escribir una historia, en los pueblos ribereños localizados a ambas márgenes del río Sinaloa. Pero esa es otra historia a contar, el paso de Kino, el conquistador de la alta y baja Pimería, por lo que es ahora parte del municipio de Guasave desde aquel histórico 30 de noviembre de 1916 y el efecto de su decreto el 1 de enero de 1917.

Raúl nació en El Amole, cerca del rancho agrícola de sus antepasados, Napalá, rumbo al predio Bacatuquira y Las Cañadas. Falleció en la ciudad de México el 4 de abril de 1997.

Era el día 24 de junio de 1912, las comunidades rurales cercanas a la des-embocadura del río Sinaloa al golfo de California —o mar Bermejo— cum-plían alegres y optimistas con la tradición: correr el San Juan a lomo de caballo, bañarse con ataques de cubetazos de agua extraída de la noria, mientras un niño, que desde que nació la partera lo bautizó como el Jogori, un tipo de hor-miga color negra, gigante como un mochomo, con cabeza gigantesca.

Nacía al mundo de la intelectualidad Raúl Cervantes Ahumada, el valor intelectual mayor dentro de la región de Guasave y muchos kilómetros en la geografía de su alrededor. Realizó la primaria en su natal El Amole, ingresó luego al Colegio Civil Rosales, hoy Universidad Autónoma de Sinaloa (de la que sería rector en 1945). En 1950 recibió el grado de doctor en Derecho en la UNAM, donde también alcanzó el grado de maestro emérito.

Defensor exitoso del derecho a las 200 millas marinas en el tribunal mun-dial de La Haya, Holanda. Fue consejero en los gobiernos de los presidentes Adolfo López Mateos, su amigo y condiscípulo, y de Adolfo Ruiz Cortines. El guasavense nativo de El Amole prestó grandes servicios universitarios a la UAS, su viejo Colegio Civil Rosales, y a la UNAM. Murió siendo maestro emé-rito, impartidor de conferencias y escritor.

Cervantes Ahumada fue autor de varios libros: Hacia un concepto marxis-ta del derecho, La sociedad de responsabilidad limitada en el derecho mercantil; y por conducto de su obra literaria de 1941, Hernando de Villafañe fundador de Guasave, el Club Rotario de Guasave, entonces presidido por el ingeniero Emeterio Carlón López, acreditó el concepto histórico y dirigió técnicamente la construcción de un ábside al hombre español de León de la Barra en Castilla La Vieja, reconociendo ese derecho sobre los dos misioneros hispanos que lo antecedieron de 1592 a 1595, capitán Martín Pérez y Hernando de Santarén.

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Desde entonces Villafañe se reconoció fundador de esta tierra. Así, la auto-ridad acreditada en la historia del doctor Raúl Cervantes Ahumada dio por hecho que un veraniego día de mayo de 1595 Hernando de Villafañe iniciaba su tarea histórica hasta ganar ese mérito de fundador de Guasave dentro de las misiones a la vera del río Petatlán que había iniciado el entonces ya finado por sacrificio trágico Gonzalo de Tapia.

El mejor cuentista y relatador de anécdotas de este y otros rumbos, el doctor Cervantes Ahumada, hizo inmortales las anécdotas, extraídas de la vida real de su pueblo amoleño y de la región de Guasave, con su libro Relatos sinaloenses, Napalá y otros. Pasaron examen excelente los relatos del maestro Raúl Cervantes Ahumada: doña Chona, la humilde mujer madre de la docena de pequeños hijos, que mientras lavaba la ropa en el río, pedía al Dios de su conciencia le enviara desde el infinito celestial la tela de cabeza de indio, manta rayada, forros y botones suficientes para elaborarle vestuario a sus vástagos «casi bichis»; y mientras hacía la petición, a forma de oración, la Chona olvidó pedir algo que su hija mayor le recordó: «¡El hilo ma!... ¡el hilo ma!... que no se te olvide».

«Doña Chona» y «La carta de Alicia», escritas al castellano puro, desde su ocurrencia en el rancho El Amole, distante como 32 km de Guasave, dieron la vuelta al mundo, porque su boleto fue expedido por la sabiduría y talento del autor de sus relatos.

El doctor Raúl Cervantes Ahumada en «La carta de Alicia» nos narra: Alicia, esposa de Martiniano Rubio, el enfermero que se vino a trabajar al Hos-pital Regional de Guasave, al quitarse la ropa en uno de los viajes de regreso a su hogar amoleño, su hija, la Chequel, descubrió una carta escrita a manuscri-to, dentro de la bolsa de la camisola sudada de Martiniano: «Querido Marti-niano, amor de mi vida; desde que te conocí, mi corazón ha perdido la calma, solo pienso en ti». Alicia no terminó de leer la carta y estalló en llanto y celos, exclamó: «Descarada esa vieja desgraciada que tiene un puesto de verduras en el mercado de Guasave, me quiere quitar el amor de mi Martiniano». Varios intentos hizo doña Alicia para terminar de leer la misteriosa carta, al grado de que las mujeres de todo el pueblo de El Amole, se enteraron del mitote de la famosa carta. Y cada día, por una semana, acudieron mañana y tarde, interesa-das en estar presentes en el momento que doña Alicia terminara de leer, al fin, la carta dirigida al presunto infiel Martiniano. Y ocho días después, transcu-rrida una serie de intentonas, doña Alicia terminó al fin de leer el documento amoroso. Y cuando rubricó la carta, con el consabido: «Quien tanto te quiere y nunca te olvida... Alicia», la mujer soltó gritos de alegría mientras agregaba:

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«¡Ay, pues si soy yo! Cómo seré de pendeja, si soy yo. Martiniano, perdóname». Todas las mujeres son celosas, pero los maridos románticos son mejor en ese terreno. «No soy tan bruto como para dejar dentro de la bolsa de la camisa al-guna carta de mis enamoradas», dijo al respecto Martiniano Rubio, el famoso enfermero nativo de El Amole.

El proverbio cumplí, construí mi casa;un libro ya escribí, ya tengo un hijo;el árbol que planté da sombra tibiay cobija los trinos de los pájaros...A mitad de la ruta, doy el pasoseguro y firme, sin temor al sino;y mi casa le ofrece al peregrino, albergue acogedor para el descanso.Cada quien debe hacer bajo este techosuyos la sombra y el calor que abriganlos claros muros... Del amigo el pechoabierto encontrarás, y mi sencillacanción, su bienvenida irá diciendo:¡canción de paz y amor para el amigo!

Apenas unos cuantos surcos poéticos sobre el hectareaje grande que es-cribió, en fino castellano, italiano y otros idiomas, el talentoso cerebro excelso del doctor Raúl Cervantes Ahumada.

MIGUEL ROBLES NIEBLAS, MANUEL BON LÓPEZ, DAVID VEGA ESPINOZA, HERIBERTO LEYVA DÍAZ Y JUAN RAMÓN ORTEGA BON: FUN-DADORES DEL CLUB RECREATIVO AMISTAD ETERNA

Hace 64 años, o sea en 1948, un grupo de jóvenes guasavenses de acción cató-lica, entre ellos Miguel Robles Nieblas, Manuel Bon López, David Vega Espi-noza, Heriberto Leyva Díaz, Juan Ramón Ortega Bon, entre otros distinguidos coterráneos como Pablo Ordorica Escobar y Néstor Quiroz Torres, se lanzó a la formación de un centro recreativo para agrupar a la clase media de aquel entonces. La reseña histórica asegura que la constitución del grupo se llevó a cabo en las instalaciones que albergaba el Comisariado Ejidal, por la calle Colón, frente a la iglesia de Nuestra Señora del Rosario.

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La primera directiva recayó en Pablo Ordorica, Néstor Quiroz y Manuel López Bon, este último fungió como secretario del club hasta el último día de su existencia, hace 4 años. El club en referencia existe y sesiona en unas insta-laciones construidas en el lugar donde operó durante muchos años la antena de Radio XEGS.

Desde su inició prevalece la idea primordial en todos y cada uno de los componentes, la gran mayoría descendientes del grupo inicial, de proporcio-nar un sano esparcimiento bien aceptado y sin reservas extremas, lográndo-se con creces su objetivo. Actualmente, Antonio León Cervantes funge como presidente del club, Rafael Bon Moss como secretario y Efraín Peraza Díaz es el tesorero.

Naturalmente que en las primicias del club no se contaba con mobiliario y menos con edificio propio para los eventos sociales, de ahí que durante mu-cho tiempo se recurrió a pedir prestados locales para sesionar. Fue hasta hace poco más de veinte años cuando a instancias de Miguel Robles, David Vega y Manuel Bon se adquirió un terreno del señor Enrique Ahumada, donde se logró construir el local que está rodeado de frondosos árboles.

La primera kermés hace 63 años se ofreció en la planta alta del casino Guasave, y tuvo la originalidad de brindar a los presentes la interpretación de bellas y bien ejecutadas canciones por las señoritas Eustolia Sepúlveda, Alicia García y Felícitas Zamudio. Detalle también digno de evocar es el siguiente: ante la carencia de luz eléctrica, los bailes se medio iluminaban con lámparas de gasolina. Todavía se recuerda a Mauro Osuna Palafox sobre una silla en medio de los danzantes inyectándole aire a las lámparas.

La reseña histórica añade que fueron integrantes del club recreativo la señora Damas Rodríguez de González, Rita Álvarez de López, María Díaz viu-da de Moss, Gertrudis Díaz de Santillanes, Gloria Moss de Pardini, Rosario Ibarra de Cortez, Edna Cortez Ibarra, Baltazar Cortez Cázarez, María Santi-llanes de Robles, Angelina Vargas de Amézcua, María Araujo de Cerecer, Blas B. Cerecer, Amelia Bon de Ortega, Enriqueta de Fierro, María Luisa Espino-za de Urías, Librado López Leyva, Francisco Verduzco Acosta, Rodolfo Leyva Díaz, Enrique Félix Camacho, Óscar Ortega Bon, Alfonso Valenzuela Castro, Martín Camacho Toledo, Celestino Vargas Santillanes, los hermanos Antonio, Arturo y Santos Santillanes Soto, todos ellos han hecho posible que el centro social recreativo continúe funcionando con el mismo tesón de todos y cada uno de los 13 miembros con que actualmente cuenta.

Francisco Antonio Hernández Reyes

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Doctor Hershel H. Brown

El doctor Brown es, históricamente, para la ciencia médica de la región de Guasave el primer representante de la cultura terapéutica alópata. Arribó a esta región en 1906 proveniente, quizá, de un lugar cercano a la ciudad y puer-to de San Francisco, California. Falleció el 29 de junio de 1932, víctima de la enfermedad que tanto combatió, el asma, mal incurable en aquellos tiempos.

El doctor Brown perteneció al grupo de científicos con profundo espíritu generoso, la verdadera razón de ser en la profesión del griego Hipócrates Gale-no. Muy joven se integró a una empresa constructora estadounidense con ra-zón social Hallen, procedente de Washington, D. C. Así, en 1906 entró al norte de Sinaloa para cumplir un contrato en la construcción de la vía del ferrocarril Punta de Fierro, tramo Naranjo, Verdura, Estación Bamoa, hasta Guamúchil. También Hallen marcó los predios agrícolas de la región del norte de Sinaloa.

El doctor Brown fijó residencia en Bamoa Pueblo. Una crónica de antaño señala: «por razones de salud se vino a Guasave, instaló consultorio en la es-quina de la hoy avenida Madero y el callejón que lleva su nombre, Dr. Hersell H. Brown, en una colonial construcción que sirvió de hogar a los esposos don Baltazar Castro y doña Teresita Soto de Castro».

Una distancia de 40 km, de Guasave al entronque del río Sinaloa con el golfo de California significó poca cosa para el doctor Brown; viajaba de for-ma constante y terapéutica a esos yodados aires marinos, «porque su medici-na alópata (madre de la homeópata, más moderna) no era suficiente todavía para que la ciencia médica introdujera al organismo del paciente fenómenos contrarios», afirman personas que convivieron al lado del ilustre galeno, alto practicante de la filantropía cuya magnánima obra la desarrolló a favor de las familias de cualquier condición económica.

SALUD

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La señorita María Esther Camacho Romo, miembro de una tradicional familia de Guasave, una de las tantas allegadas al doctor Hershel H. Brown, recepcionista y secretaria del galeno, menciona: «trabajé con él algún tiempo, creo fueron pocos años antes de que el doctor Brown muriera en 1932. Yo aca-baba de abandonar las aulas de la escuela de mujeres cuando gané esa grata experiencia, servir en una causa humanista y ejemplar como la del recordado doctor Hershel».

Todavía residente del callejón Hershel H. Brown, a poca distancia de la sede del consultorio del doctor Brown, la señorita Camacho que dejó atrás la terapia médica de las píldoras, las recetas elaboradas en las farmacias de aquel tiempo, para proseguir en la brega. María Esther, amable, simpática, miembro de numerosa familia, dedica su tiempo todavía a la aplicación de inyecciones: «Nunca podré olvidar la bondad del doctor Brown, quienes lo conocimos de cerca en su obra lo estimaremos siempre»; con los guasavenses padres de fami-lia de aquel tiempo, por ejemplo don Telésforo Castro, don Lepo; don Ignacio Bórquez Seiffert y otros con quienes realizó compromisos religiosos y sociales de compadrazgo.

El doctor Brown estuvo casado en Estados Unidos, quizá en Los Ángeles, San Francisco o Washington. Su esposa murió en el terremoto de San Fran-cisco en 1901, pero aquí, durante su estancia de 26 años permaneció soltero a pesar de ser un hombre sumamente interesante, que «Compartía profesional y socialmente con todos, trataba igual a pobres y ricos de la época; la estima de esas fuentes llegaba a favor de él de manera justificada y extraordinaria», expresó una dama guasavense que también conoció al profesionista.

Los Doctores FRANK SMITH, SóSTENES MERCADO, CAMACHO TéLLEZ, ROMERO PÉREZ, DÍAZ DE LEÓN Y otros

Poco antes de fallecer el doctor Brown, en 1932, arribó a Guasave otro compa-triota suyo, el doctor Frank Smith. Este curaba con la píldora alópata. Proce-dente al parecer de Los Ángeles, California, instaló su consultorio en la esqui-na de la actual calle Noris y 21 de Marzo, contiguo a la casa de la familia de don Jesús Sánchez Ojeda y doña María del Rosario Pinto de Sánchez; pero el doctor Cabecita Amarrada, tal como lo llamaba el agradecido pueblo, armado de una gigantesca garrocha como bastón, se lanzaba a «ir a la montaña, si ella no vie-ne a mí», hasta el seno de los propios hogares campesinos de San Joaquín, El Doradito, Jesús María y otras partes. «Era bueno en la caminata, recorría a pie

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en busca de pacientes, a quienes atendía con todo y medicamento de forma gratis», se dejó dicho de este profesional ejemplar de la medicina.

Si fue cierto o no que en algún lugar de Norteamérica el doctor Smith era hombre millonario en dólares, eso no ha podido demostrarse entre los guasavenses que lo apreciaron, incluso por la familia del banquero don Juan B. Ahumada y su hija Tichi, a quienes mucho estimó el galeno.

Escrita la historia hipocrática de Brown y Smith, Guasave recibió proce-dentes de lejanas y cercanas tierras a otros médicos, incluso al duranguense doctor Luis G. de la Torre, de alta vivencia profesional y humanista en el veci-no municipio de Sinaloa, a cuya jurisdicción perteneció la prefecturía política de Guasave hasta 1917.

La sociedad guasavense de aquellos tiempos recuerda con sumo agrado y satisfacción las obras sociales y profesionales del doctor Joaquín Camacho Téllez, de los hermanos Jesús y Manuel Flores Castro (tapatíos de origen), del doctor Manuel Romero Pérez, del doctor Sóstenes Mercado (el primer ciruja-no en pisar estas tierras), del doctor Antonio Díaz de León, quien instaló por la calle Ángel Flores el primer sanatorio particular, en una propiedad de los Menchaca y Benard.Díaz de León, oriundo del puerto de Mazatlán, perteneció a la casta familiar de los Menchaca, con propiedades en esta ciudad y en El Dorado, La Bebelama, Buenretiro, El Chino, Rosales y otros lugares.

Luego aparecieron por acá la medicina homeopática, las píldoras pasaron a la acción terapéutica de las inyecciones y de las operaciones quirúrgicas.

Algunos médicos nativos son: Ramiro Pérez Logan, Joaquín Camacho Téllez, Manuel Romero Pérez, Enrique Vergara Garza, Bernardo López An-gulo, Raúl López Ruiz, Amadeo Calleja, Sóstenes Mercado, Fernando García Zazueta, Gilberto López Zepeda. También entraron a la gama profesional de esta disciplina humanista las nuevas generaciones, como los odontólogos Martín Vega y Vega, en 1934, procedente de San Blas; José Guadalupe Huitrón y otros.

Fue el doctor Bernardo López Angulo el primer profesional de la medi-cina oriundo de Guasave; prosiguieron el doctor Rafael López Castro, nacido en el barrio El Librio, y el doctor Fernando García Zazueta de la antigua colo-nia Eureka, cerca de la actual avenida López Mateos y el Palacio de Gobierno municipal.

Al consignar el nombre del doctor Luis G. de la Torre surge evocador el recuerdo grato del inolvidable médico, nobilísimo y con extraordinario espíri-tu filantrópico que, con una postura de noble inspiración y modestia, hizo de su vida profesional un piadoso y descomercializado ministerio.

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El doctor De la Torre nació el 6 de mayo de 1861 en la ciudad de Durango. Sus padres fueron don Luis de la Torre y doña María de Jesús Tovar. En 1879 ingresó a la Escuela Nacional de Medicina y el 6 de julio de 1886 presentó exa-men recepcional para obtener el título de médico internista. Llegó a la villa de Sinaloa el 15 de agosto de 1887 y fue ahí donde radicó, formó un hogar y conti-nuó entregado al ejercicio de su profesión durante el resto de su vida.

El doctor Luis G. de la Torre por Filiberto Leandro Quintero en Historia integral de la región del río Fuerte (extracto)

En dicha villa contrajo nupcias con la distinguida señorita María Guadalupe Zevada el 6 de noviembre de 1889. El doctor De la Torre era muy original por sus ideas, por sus manías, por su desaliño personal en consonancia con su carácter distraído y por su generosidad, desprendimiento y olvido a veces, en el cobro de sus honorarios profesionales. Pero era, sin embargo, una verdadera notabilidad como médico internista. Su ojo clínico era casi infalible. Sus diag-nósticos, de ordinario acertados, eran dignos del respeto y consideración de los más prestigiados médicos de México y Guadalajara, hasta se le llegaron a formular, de parte de una clínica capitalina, proposiciones atrayentes para que se ocupara exclusivamente del diagnóstico.

No le atraían en verdad ni la fama ni el dinero. Por sus servicios llegó a percibir ciertas igualas mensuales que le pagaban algunas compañías mineras del distrito de Sinaloa, como la Anglo Mexicana, la de La Pirámide y la de la Purísima. Más, a fin de retenerle en Sinaloa, los principales señores de la villa resolvieron asignarle una iguala. Cuando esta plaza cayó en poder de la Revo-lución, dichos señores, a quienes los revolucionarios consideraban caciques y enemigos de la causa, se vieron en el caso de ausentarse de la población y dejar a sus familias abandonadas; entonces el doctor De la Torre ofreció y dio a esas familias atención médica gratuita.

Era el doctor un hombre excesivamente franco, severo y cáustico. Ade-más de sus censuras, su crítica era apasionada y de choque, y puesto que tenía como irrebatibles sus juicios, no admitía contradicciones. Sin embargo, se le respetaba y amaba. Le caracterizaba una pintoresca y arraigada manía, la de emitir constantemente un monosílabo: «¡Jum!», a manera de mugido que re-petía una y dos veces, y que sincronizaba con el martilleo del dedo índice de su mano derecha contra el pulgar y el anular de la misma.

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Padecía una blefaritis crónica y, como su mirada era vaga y además des-cuidaba el peinado de su cabello, tenía toda la apariencia de un toxicóma-no, por supuesto sin serlo. El doctor Enrique González Martínez, gloria de las letras mexicanas que radicó efímeramente en El Fuerte, luego en Sinaloa y finalmente en Mocorito, donde imprimió sus primeras poesías en la imprenta de don José Sabás de la Mora, conoció al doctor De la Torre. Como era impres-cindible y de esperarse, no podían faltar en El hombre del búho los comentarios relativos a la personalidad del doctor:

Aquella cáscara ridícula y lamentable encerraba un corazón de oro y una rara inteligencia para la medicina, un desinterés profesional como no he visto otro y una mano abierta y presta para ocurrir a todas las desdichas humanas. Habien-do hecho amistad con él desde el primer enfermo que visitamos, asistí a una de las manifestaciones más maravillosas de aquel hombre de atar. Como por arte de encantamiento desaparecieron los signos del maniático; mugidos y tronar de dedos fueron eliminados de un golpe; su atención quedó reconcentrada sin que nadie pudiera perturbarla. Era un personaje nuevo el que estaba junto a mí. Su interrogatorio fue preciso y rápido, sin preguntas inútiles; su examen, lógico y minucioso; sus observaciones, atinadas; su diagnóstico, fundado y seguro; su exploración clínica, reveladora de firmeza de sentidos...

Anecdotario de Luis

Las puntadas anecdóticas del doctor De la Torre eran muy festejadas y trascen-dían de boca en boca en todo el norte del estado. He aquí un puñado de ellas.

De un poblado vecino de Sinaloa acudió en busca del doctor un ranchero con su hijo, un estudiante de semblante demacrado y ojos hundidos. El médico examinó al paciente, le abrió los párpados de un ojo valiéndose del índice y del pulgar; pasó en seguida el facultativo frente al mismo sujeto y, con su mugido y martillear de dedos, al fin prescribió: «Amárrenle las manos y no le dejen ir solo al monte», pues se trataba de un émulo de Onán, el de la Biblia.

Con su acostumbrado entusiasmo, tarde y noche, el genial doctor jugaba ajedrez con su amigo, Rojo, un conocido vecino de la villa, que hasta alarma-ban al vecindario. Un día de esos, cuando como de costumbre sostenían aca-lorado alegato por una jugada, llegó hasta ellos un individuo que, dirigiéndose al doctor, dijo: «Doctor, ¿qué le hago a la enferma que vio esta mañana en tal

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parte?»; a lo que respondió el interpelado: «¡Hágale la caja!, ¡jum! —tronó los dedos otra vez— ¡jum! —volvió a tronar los dedos y una vez más— ¡jum! —re-pitiendo— ¡hágale la caja!». La enferma murió ese mismo día.

Despreocupado en grado sumo por todo aquello que no fuera en bien del prójimo, asistía diariamente a la hora de tomar la copa a la casa del conocido minero de Sinaloa don Miguel Tarriba, y ahí discutía largo y bonito con los demás contertulios. Cada copa que se le servía era invariablemente rechazada por él, no obstante se le dejaba servida frente a su asiento. Cuando más acalo-rada estaba en la discusión, maquinalmente cogía la copa, se la bebía y seguía alegando. Una vez terminada la reunión se alejaba calle arriba o calle abajo y, entregado al circunloquio, entre el tronar de sus dedos y sus mugidos, a sí mismo se decía: «¿Qué tendrá la casa de Miguel Tarriba, que aunque no tome me emborracho?».

Después de haberse empeñado inútilmente en combatir muchos casos de la temible tuberculosis, cuyo mejor remedio era mandar a los enfermos a la vecina sierra de Suratato, donde morían o de la que volvían en peor estado, apesadumbrado el doctor, se declaró vencido y en lo sucesivo cuando nuevos casos se le presentaban en forma cruda decía a sus pacientes: «¡A morir al monte!, ¡jum!, ¡a morir al monte!», tronando los dedos como lo hacía siempre.

En cierta ocasión atendía a un cardiaco, a quien al final de cuentas des-ahució expresándoselo así a los familiares más allegados y haciéndoles ver que estaban gastando infructuosamente su dinero en la curación. Pero en su desesperación y en su lucha para salvar al enfermo, sus familiares resolvieron llevarlo a Rochester. Cuando el doctor lo supo, le dijo a uno de los allegados del paciente: «En Rochester no hacen corazones, ¡jum!». El doctor estaba en lo justo, ya que poco después el enfermo regresó a morir a su tierra.

El doctor era de filiación revolucionaria ciento por ciento, pero ello no le impedía atender caritativamente pacientes del hospital militar que tenía las tropas federales, objetivo militar de los revolucionarios. En su ataque a la plaza, estos últimos habían experimentado muy fuertes reveses, pero al fin pudieron tomarla mediante una poderosa columna, tras un reñido y sangriento combate. Cuentan que al apoderarse de la plaza los revolucionarios, con una sed inaudita de venganza, cometieron actos muy crueles y sangrientos, llegando al extremo de asesinar y quemar a los heridos del hospital que eran del enemigo; de estos únicamente se salvó un jovencito de 16 años, a quien personalmente el doctor De la Torre sacó del hospital y de la mano lo llevó a su propia casa, único lugar que respetó la furia de la soldadesca y donde se libraron de la vejación cono-cidas familias de la localidad, catalogadas como «enemigas de la Revolución».

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Después de aquello, en su humanitario acto de salvar vidas, el doctor vol-vió al hospital donde se encontró el cuadro rojo de la carnicería, por lo que montó en justa indignación. Incontinenti se dirigió a buscar a los jefes, encon-trándose con el general Benjamín Hill, a quien se enfrentó y le dijo sin ningún preámbulo: «¡Qué bárbaros, qué brutos de revoltosos!»; mugió, martilló sus dedos, no dijo más y se alejó en medio de la soldadesca enfurecida: «¡Qué bár-baros los revoltosos!, ¡jum!».

El término de la vida de aquel hombre eminentemente singular se acer-có, pues la salud del doctor De la Torre se vio seriamente quebrantada por la enfermedad de Bright. Sus amigos, que tanto le estimaban, se interesaron en su curación y como él carecía de recursos pecunarios, ellos acudieron en su au-xilio y lo mandaron a Nogales, Arizona, para ser internado en el Saint Joseph

, en donde el 17 de julio de 1923 se le practicó una operación quirúrgica. Desgraciadamente se presentaron complicaciones postoperatorias y a causa de una neumonía falleció el 28 de julio de 1923.

Su cadáver, una vez embalsamado, fue traído a la villa de Sinaloa, donde el 1 de agosto de ese mismo año se le efectuaron las exequias en medio de la más profunda consternación pública.

Diagnóstico del doctor Luis G. De La Torre a cierto tipo de pacientes tras cuestionar si comía, defecaba y orinaba: «Enfermo que come... y mea, el diablo que se lo crea».

Doctor Joaquín Camacho Téllez

Joaquín Camacho nació el 16 de junio de 1903 en Guanaseví, Durango. Apenas un niño se fue con su familia a radicar al Distrito Federal, donde realizó el total de sus estudios, incluyendo los profesionales, porque primero se graduó de contador público, después de médico general con profundos conocimientos terapéuticos de medicina homeopática (la cura de lo semejante con lo seme-jante) y la alópata (terapia de lo semejante con lo desemejante).

Arribó a Guasave en 1932 y el 10 de febrero de 1934 se casó con Consuelo Ojeda Ibarra, privilegiada hija de Culiacán, con quien procreó cinco hijos: Joa-quín, Héctor, Gastón, Consuelito y Cecilia.

El matrimonio Camacho Ojeda instaló su residencia por la calle Ángel Flores —entre avenidas Zaragoza y General Norzagaray, entonces Libertad—, en una propiedad de la señorita María López, doña Negra, donde nacieron algunos de sus hijos.

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A partir de 1933, en la propia esquina de Madero y Ángel Flores, instaló una de las primeras boticas y farmacias de Guasave, después de Padilla, y luego el mazatleco de origen alemán José R. Hymes con su botica Occidental.

La farmacia Guasave, amparada por la firma Joaquín Camacho Tellez y Compañía, tuvo como empleados de mostrador a la señorita María de los Ánge-les Castro López, esposa del agricultor y político Miguel Leyson Pérez y madre de prominentes guasavenses en la política y el agro; también a Gerardo Vázquez Baltazar, jalisciense de origen, elaborador de medicina de receta y fórmulas quí-micas llamadas cucharadas, con la recomendación en el frasco «Agítese antes de usarse». Dentro de la farmacia del doctor Camacho Tellez, el farmacéutico Gerardo Vázquez Baltazar fue el mejor elaborador de medicamentos de receta médica.

El duranguense Joaquín Camacho fue junto con el norteamericano Hers-hel H. Brown y con los doctores Sóstenes Mercado, Luis G. de la Torre, Manuel Romero Pérez, Frank Smith, Amadeo Calleja, los médicos de una primera eta-pa en Guasave, a la que prosiguieron otros médicos como, el doctor Humberto Mayorga, de origen nicaraguense, operador primero en la medicina social a favor de los campesinos parceleros y sus familias que operaba con la sucursal del Banco Nacional de Crédito Ejidal creado por el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas; también los hermanos Manuel y Jesús Flores Castro, jalis-cienses de origen.

Joven aún, a los 53 años de edad, el doctor Joaquín Camacho Tellez fa-lleció en esta ciudad el 20 de marzo de 1956. Sus restos están sepultados en el panteón municipal de Guasave. Vivió en Guasave 24 años sirviendo a la comu-nidad. Fue «generoso como todos los galenos de antaño y estimado por todos los sectores sociales. En aquellos tiempos, el favor de un médico, en su actitud humanista y cristiana, porque el doctor Camacho, creyente, fue ferviente reli-gioso católico, significaba gratitud eterna del paciente y su familia», señala una crónica de aquellos tiempos (1952 a 1956).

Doctor Fernando Angulo Brown

Guasavense, maestro de tiempo completo de física y matemáticas en el Insti-tuto Politécnico Nacional. Una autoridad mundial notoria en esas disciplinas, figura entre los científicos mexicanos investigando el origen terrestre de los temblores en el Distrito Federal y su repercusión en otras partes del mundo.

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Fernando —exige a sus amigos que lo llamen así— nació en el histórico barrio El Chaleco, en esquina de la avenida Madero y callejón Cuauhtémoc, el 10 de agosto de 1947, hijo del saxofonista de la gloriosa orquesta del profesor Luis Ibarra Morales, Ismael Angulo Soto, y la trabajadora social doña María de Jesús Brown de Angulo, ambos ya finados.

Realizó su enseñanza primaria en el Instituto Cultural Villafañe, hizo se-cundaria en la ESFI de Guasave; la escuela vocacional la tuvo en el IPN del Distrito Federal, donde también ganó con calificaciones de excelencia su título de ingeniero físico matemático, con maestría en Física. El doctorado en Física lo hizo en la Universidad Autónoma Metropolitana, tesis en 1990.

Es autor de importantes artículos sobre física, publicados en revistas es-pecializadas, una autoridad en la materia, de Alemania, Norteamérica y otros países del mundo.

A los 50 años de edad, en estado de viudez, con sus dos hijos, dedica su vida a servir al universo de la física y a las matemáticas de México y el mundo.

Oración fúnebre por Carlos Leyson Castro

Si el propósito de la vida es el de la supervivencia de la especie, los individuos somos prescindibles. No por verdadero este enunciado deja de ser doloroso. El hombre es el único ser vivo que tiene conciencia de su propia muerte, y tener conciencia, el darse cuenta, como escribió don Miguel de Unamuno, en oca-siones resulta una terrible enfermedad, una enfermedad del alma.

En momentos como este, ¿cuántos no desearían despertar y descubrir que solo se trataba de un amargo sueño? Pero no, la confusa frontera entre la realidad y la irrealidad bruscamente se define y se detiene sobre nosotros, sobre nuestro corazón, como una gran bestia inmóvil con los ojos vacíos, enar-bolando los heraldos negros de la muerte. Pero los hombres, su alma y su es-píritu, son más fuertes que la muerte. Y esa fuerza indudablemente tiene que ver con el sentimiento de responsabilidad y compromiso que generan algunos hombres de nobles atributos que nos anteceden en cruzar el frágil velo que separa la vida de la muerte.

Hoy estamos aquí para despedir a nuestro querido Carlos. Conocido por todos nosotros, aunque no sé si lo suficiente para saber a qué estirpe humana pertenecía. Conocido por todos nosotros, aunque no sé si lo suficiente para tener una idea de la poco común generosidad que anidaba en su corazón. Nin-

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guno de los más altos y nobles sentimientos del ser humano le fueron ajenos. Somos muchos los que podemos dar testimonio de su serena bondad, de su me-surado buen juicio y de su inquebrantable integridad. No es necesario presentar aquí un catálogo de sus buenas obras, baste solo mencionar que la mayoría de ellas estuvieron caracterizadas por el anonimato y el desinterés, lejos de las lu-ces, de las candilejas, como suele ser la labor de los auténticos hombres de bien.

Nuestro inolvidable y respetado Carlos se formó entre esta clase de ense-ñanzas. Esa fue la atmósfera que le ofrecieron sus padres y para la que él resultó especialmente dotado.

Sigamos el ejemplo de Carlos para vencer una vez más la amargura en su memoria, encontremos consuelo en su memoria, encontremos consuelo en el privilegio de haber sido testigos de sus dones; y si esto no fuera suficiente, búsquese el consuelo en la fe, porque los que tienen fe podrán aceptar: «Señor, si vine al mundo porque tú quisiste, ¿no he de partir sumiso cuando quieras?».

Carlos, te recordaremos con la letra del salmo: «Y será como el árbol plantado junto a arroyos de aguas que da su fruto en su tiempo y su hoja no cae».

NOTA: El sentido fallecimiento del licenciado Carlos Leyson Castro ocu-rrió la madrugada del 1 de enero de 1992. La emisión de esta oración fúnebre del doctor Angulo Brown fue en el sepelio, en el panteón municipal de Gua-save, el 2 de enero de 1992.

Arribo del mensaje de Alcohólicos Anónimos al norte de Sinaloa

Este 9 de noviembre se computarán 34 años del arribo del mensaje del progra-ma Alcohólicos Anónimos a la ciudad de Guasave, con el nacimiento del se-gundo grupo en el noroeste del país: Taberna de la Sobriedad, con su expansión gloriosa al norte de Sinaloa y Ciudad Obregón, luego la luz de la verdad del enfermo de alcoholismo se irradió a todo Sonora y Baja California Norte y Sur.

El compañero Ignacio E. tuvo el privilegio de traer el mensaje de AA des-de el grupo Culiacán, de la capital del estado, a la ciudad de Guasave.

A Culiacán había llegado el programa de Bill W. y del doctor Bob, vía Te-pic, Nayarit; pero la cadena construyó eslabones de salvación para el más des-esperado y el más desesperante de los enfermos vía Akron, Ohio a New York, de aquí a Guadalajara, Jalisco, luego a Tepic con la creación del grupo Nayar;

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siguieron Culiacán, Guasave y cobró incrementos geográficos en el norte de Sinaloa, empezando en Los Mochis, con el grupo Mochis; luego Ciudad Obre-gón, con el grupo Esperanza y así sucesivamente. Aunque en grupos la trans-misión del mensaje fue gracias a Bill y Bob, fue mister Harris quien viajó de Estados Unidos para formar un grupo de AA de habla inglesa en Chapalita de Guadalajara; Harris trabajó el doceavo paso con el tapatío Stanislao, conocido por sus amigos del grupo hasta su muerte como Tanilito y con ello nació el grupo Tapatío en la Perla Tapatía.

Un vendedor de carros, Ignacio Valdez, llamado por el sacerdote católico Manuel Pérez, se vino de Guadalajara a Tepic para formar el grupo Nayar, su primer doceavo, fue el compañero Juan Kaito, de origen japonés, nacido y ra-dicado en la capital nayarita.

Ante esos antecedentes, acá, por el estado de Sinaloa, Ignacio Echavarría Rojo buscaba en Estados Unidos alivio para su malestar alcohólico. Se vino al Distrito Federal, recibió apoyo del compañero Chucho Rodarte y demás com-pañeros del grupo Merced Concordia, pero no podía dejar de beber.

Nacho E. se vino a Culiacán con su familia y ahí le cayó Nacho Valdez, procedente de Tepic. Se encerraron en el hotel El Mayo de la capital sinaloense y durante horas no llegaban a un común acuerdo, el padrino con el prospecto de ahijado. Hasta que Nacho Valdez estalló:

Mire, amigo, yo no vengo a Culiacán a perder el tiempo, quiero ayudarlo a usted, Nacho, como a mí me ayudaron a dejar de beber otros alcohólicos, de eso se trata este programa de AA, de compartir la sobriedad, pero veo que a usted no le entra esta filosofía a pesar de decirse cristiano y muy apegado a la religión.

Nacho Valdez echó sus cosas al veliz y se preparaba a abandonar el cuarto del hotel El Mayo cuando le habló Nacho Echavarría: «No te vayas así, tocayo Nacho, ya reflexioné, acepto que bien podría no tener otra oportunidad como esta, y otras muchas que he tenido para dejar de beber. Vamos a platicar en serio sobre la formación de un grupo de AA aquí en Culiacán», le dijo.

Así, Nacho E., acompañado de José Camacho, sastre de oficio, procedente también de Nayarit, formaron el grupo Culiacán. Luego siguió en Guasave el nacimiento del grupo Taberna de la Sobriedad, en forma muy original, ya que nació el grupo AA en la barra de una cantina, porque el primer doceavo de Nacho E. era de oficio cantinero, de nombre Vidal Z.

Mientras el cantinero servía cervezas, cubas y jaiboles a los clientes en un extremo de la barra, dentro de un bar ubicado en el edificio Cervantes, en

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Zaragoza y Obregón, en la otra Nacho E. y Vidal Z. y los demás que llegaron, compartían las primeras experiencias del escabroso campo del alcoholismo.

Tiempo después, Carlos V. se incorporó al grupo Taberna de la Sobrie-dad, esto desde que fue al recinto a burlarse de Ramón H. y de René N., dos de sus compañeros de parranda que ya estaban dentro de AA, «porque ellos habían jurado que jamás dejarían de beber y menos ir a pedir chichi con esos alcohólicos anónimos», suelen contar los alcohólicos anónimos de antaño.

Fue Carlos V. quien tuvo el privilegio de formar el grupo Mochis en la ciudad cañera, después de que por muchos meses se realizaron reuniones en casas particulares o bajo una frondosa alameda a la salida de la carretera a Topolobampo y otros lugares.

Otra expansión importante se logró a través del grupo Nuevo Día, que había nacido en Guasave como eslabón brotado del grupo Taberna de la So-briedad para llevar el mensaje a Ciudad Obregón, Sonora, por conducto del compañero Fernando Quezada, de oficio profesor de escuela. Resulta que seis alcohólicos de Culiacán y seis de Guasave fueron al Congreso Nacional de AA en Chihuahua, en diciembre de 1969; allá otro alcohólico, que se identificó como profesor, Ramón Quezada, envió a su hijo Fernando una carta, sugirien-do se uniera a los alcohólicos anónimos, asegurándole que ahí resolvería su peliagudo problema de bebedor.

Fernando asistió durante un año, cada sábado, desde la antigua Cajeme a Guasave; y, ya experimentado en el asunto, llamó a los alcohólicos que lo apoyaron en la primera y otras muchas juntas públicas de información que prosiguieron en el logro de la expansión de los grupos aa hacia el noroeste.

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DEPORTES

El beisbol y otros deportes llegaron a Guasave en los años veinte

Corrían los años veinte en el nuevo municipio libre y soberano de Guasave cuando apareció un deporte llamado basquetbol, luego prosiguieron los arri-bos del beisbol, el boxeo, el futbol y los bailes modernos, como el charlestón traído de Estados Unidos. Por esa época, ya habían transcurrido los periodos de tres presidentes municipales, el del constituyente Francisco P. Ruiz, el del teniente coronel Nicolás Pinto Inzunza y el de Salomé Apodaca Urías.

En 1927 se integró el primer equipo de beisbol de Guasave. El escuadrón beisbolero que sostuvo partidos contra similares de Los Mochis, Mocorito, Guamúchil, etcétera, estaba integrado por un fígaro nativo de Escuinapa, An-drés Arturo Mena López; por un mecánico que llegó de Navojoa a estas tie-rras, Manuel Félix Ibarra; por Luis Pérez Miller, guasavense que regresaba de estudiar de Estados Unidos y por Samuel Apodaca, Abelino Rosas y otros. Los primeros tiempos fueron de agarrones tremendos entre las dos plazas vecinas: Guasave y Los Mochis.

Años después, la pelota y el bat tuvieron grandes aliados impulsores como Rafael Cortés, Arturo Peimbert Camacho, el Zurdo, a quien se le acredita la consolidación de este deporte en tierras guasavenses y como el técnico de los primeros jugadores profesionales de nuestra historia; Arnoldo Lavagnino Cas-tro, Jesús López, Negro; Guillermo Arrayales, Billy; Pedro Campos, Yuca; Raúl Félix, el Mayo; Everardo Sepúlveda, Berrunguía; Catarino Hernández Rubio y su hermano Román, entre otros.

En 1927 el peluquero escuinapense Mena López trajo el deporte del bo-xeo a Guasave, con apoyo del dueño del cine Murcia, Napoleón Castro Romo, quien presentaba funciones del cubano Kid Molinet y de otros como el nevero de la calle Colón, Pastor Sepúlveda Gaxiola; Juan Ontiveros, Pelón; Manuel

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Véliz, estilista sonorense; el culichi José Sillas, Homobono de la Rocha, entre otros.

Años después, Baltazar Verdugo Araux, el Güero, impulsor fuerte del basquetbol a partir de 1945, también en compañía de Vidalito Pinto, Miguel Sánchez (Texano), Gustavo R. Castro y José Álvarez García le dio despegue definitivo al boxeo profesional en estas tierras, presentando grandes estrellas del cuadrilátero. También Casanovita de Ahome, Juan Yaqui Márquez, Eddi Hutchinson, Gustavo Panterita Romero, Joe Delgadillo, Chango Cabanillas, Johnny Ramírez, Kid Bachomo, Negrito de Empalme, los ídolos del boxeo jo-coso, Relámpago Kid y Bajío Tarzán, con 49 peleas sostenidas entre sí y todas empatadas, son recordados con cariño por los aficionados de la fistiana en aquellos tiempos.

Un profesor de apellido Durán Cárdenas, director de la única escuela primaria operando en Guasave, allá en el viejo hospital que existió entre las calles Colón y Revolución, trajo desde Tayoltita, Durango, al entrenador de basquetbol Miguel Mellado. La cancha estuvo ubicada en el histórico barrio de don Pedro Tapesti. Poco después de 1934 se integró el primer equipo de basquetbol de Guasave con los jóvenes José Álvarez García (Pepe); Mario Cas-tro López, Samuel Apodaca, Asterio Santillanes Soto, Eligio Álvarez García (Compa Licho), Benito Esteban García León y Carlos Vega Espinoza, más el propio Mellado.

Ya se lo anticipamos, el Güero Verdugo Araux se encargó de impulsar fuerte el baloncesto años después. En el campo profesional el equipo Frayles de Guasave, integrado por jugadores extranjeros y estrellas nacionales, entre ellos los nativos Orlando Valdez, el Lopo Peimbert y Herculano Rodríguez, en 1985 ganaron para esta tierra el campeonato del Circuito de Basquetbol de la Costa del Pacífico; este equipo fue patrocinado por el Ayuntamiento que presidió de 1984 a 1986 el licenciado José Luis Leyson Castro, a una distancia de 51 años de que llegó por estos rumbos el deporte de los encestes.

En 1927 otra novedad llegó a Guasave, Justina Apodaca, hija del que fuera presidente municipal Salomé Apodaca Urías, regresó de estudiar en Estados Unidos trayendo una novedad para sus amigas guasavenses: el baile del char-lestón. Allá por la calle Teófilo Noris, entre Revolución y Degollado, el público se reunía para ver bailar a Justina, la hija de don Salomé, ese moderno baile norteamericano que la gente veía en las películas mudas del viejo cine Murcia y del viejo cine mudo Oriental.

En pleno verano de 1942 se jugó el primer partido de futbol en el sitio de Guerrero y Cuauhtémoc, donde más tarde se construiría el primer esta-

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dio deportivo, llamdo Revolución, con Miguel Leyson Pérez como presidente municipal de Guasave. Integrado por jóvenes guasavenses estudiando en las universidades de Guadalajara, México, etcétera, el primer equipo de futbol de Guasave estuvo integrado por Arturo Macanas Soberanes en la portería y los diez jugadores restantes fueron: Arturo Tío Mussot, René López Borboa, Joaquín Valenzuela, Armando Pinto Camacho, José de la Luz López (Com-pa Ché), Hernán Cota, Guillermo Tabletas Rodríguez, Juan Pablo Cervantes, Francisco Douriet, un panadero apodado el Calavera, el Maistro de la planta de hielo, así se les identificaba.

En los últimos tiempos, el balompié se incrementó a nivel extraordinario con miles de jóvenes de todas las edades participando en ligas de todas las ca-tegorías, de hombres y de mujeres. Desde el año 1985. Guasave participa en el torneo profesional de balompié a nivel costa del Pacífico.

El beisbol tuvo notoriedades en sus inicios, por ejemplo, el primer ampa-yer, J. Jesús López, panadero de oficio, lo apodaban el Dientes, ubicado atrás del pitcher, tal como se usaba entonces, marcaba los strikes con el dedo índice de la mano izquierda y las bolas malas con la derecha. «No me reclamen, no lo hago de mala fe, es que soy zurdo», solía decir el panadero nativo de un rancho cer-cano a Nío, que aprendió las reglas beisboleras mientras trabajada de bracero en el vecino país de Norteamérica.

Ignacio Arturo Peimbert Camacho, El Zurdo: hombre beisbol

El beisbol, el Rey de los Deportes, arribó a Guasave en 1927, con la formación de la primer novena por paisanos procedentes del vecino país de Norteamér-cia, Sonora, Nayarit y otros rumbos. Algunos fueron don Andrés Arturo Mena López de Escuinapa; Manuel J. Félix Ibarra, el Sordo, de Navojoa; los hermanos Abelino y Ramón Rosas, residentes del cercano rancho San Gabriel; Samuel Apodaca, Luis Pérez Miller de El Burrión. Entre el resto, incluya al bat boy del equipo: Octavio López Laura, el Bubito, hijo del Bubo Viejo.

Samuel Apodaca, primera base y cuarto bateador, Luis Pérez Miller, mientras ambos estudiaban en la Universidad de California, fueron asediados por los scouts de los Cardenales de San Luis; pero ellos, transcurrido algún tiempo, cada quien por su lado, decidieron regresarse a su tierra natal Guasave. El primero de ellos era hijo del presidente municipal, don Salomé Apodaca (1921-1922). Pérez, el otro prospecto de ligas mayores, era sobrino de don Ma-nuel Pérez Sánchez, rico empresario agroindustrial de aquellos tiempos.

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En la ahora ciudad de Guasave, el divertido pasatiempo de beisbol nació en los terrenos donde años más tarde el presidente municipal del bienio 1943-1944, Miguel Leyson Pérez, construyó el primer estadio de pelota, en lo que son ahora las avenida Guerrero y Nelson, luego las transversales Dr. Luis G. de la Torre y Cuauhtémoc, hace rato convertida en zona comercial.

Dice una crónica de 1935, ocho años después del arribo del espectáculo de la pelota a estas tierras, que:

[...] la planta beisbolera prendió en el espíritu y reflejos de su juventud, con pit-chers de alta velocidad y fortaleza, como los derechos Miguel Camacho Romo, Jesús el Cochito Caravantes, que procedente de Culiacán, vía Los Mochis, llegó a Guasave junto con el excelente catcher, bateador de home runs Apolonio el Fínicas Leal, este hermano del que tocaba la batería en la orquesta de jazz del profesor Pancho Mena López.

Y prosigue el relato de los narradores orales de aquellos tiempos:

[...] después del equipo fundador, en 1927, en los siguientes 14 años de alto de-sarrollo del gran pasatiempo, la novena de Guasave vio surgir en el seno de sus primeros uniformes Los Diablos Rojos de Guasave; filders de alta velocidad en la cacería de líneas y flays, brazo magnífico para los tiros de liga a jon tratando de evitar un pisa-corre. Tales fueron Miguel López, el guasavense nacido en el veci-no país de Norteamérica; Miguel Raúl Ortega González, que volaba como gamo más que correr; Melesio Valdez Ibarra, estudiante de leyes en el viejo Colegio Civil Rosales, hoy UAS; Juan Pedro Favela y Pedro León López, la Mala.

Se añade en los informes históricos del beisbol de Guasave, que:

[...] entre los grandes valores que tuvo el beisbol de estas tierras, de 1927 a 1950, brotaron los prospectos hábiles con el guante, la manopla de primera base o el infield o desplazándose allá en los jardines en la cacería de batazos de todo cali-bre, disparados por los equipos rivales en el deporte, de Los Mochis, los clásicos contra Guamúchil entonces, Mocorito, el Club Orabá de Culiacán y el equipo de la Universidad de Sinaloa; Guaymas, Empalme, Huatabampo, equipos que se presentaron más de una vez, exhibiendo los progresos de este deporte a lo largo y ancho de la costa del Pacífico mexicano.

Los novatos que se malograron: Enrique McHenry Quiñónez Cota, falleció a los 17 años, cuando defensivamente se desplazaba desde la segunda base como

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el mejor de los prospectos; luego Roque el Cuqui Ahumada, que abandonó su casa de Guasave para irse a radicar a Guadalajara. Pero quedaron centenares de valiosos jugadores, la historia recuerda a los jugadores de cuadro Roberto el Chino Flores, Regino Avitia Meza, el Médico; José Coyotito Castro, el que quizá fue el mejor de todos; los mejores Luis Douriet Espinoza, tercera base de estilo y eficacia, bateador poderoso; otro antesalista fue Manuel el Moco López Álvarez, buen bat, se regresó de la frontera de Nogales a los scouts de los Cardenales de San Luis.

La historia recomienda no olvidarse de Humberto el Muerto Ojeda, fiel-der; Fernando Saracho Vea, tercera base; Lorenzo Lara, jardinero; el bat can-dente de Pedro Yuca Campos Sepúlveda; luego el jugador que desde los 15 años hasta los 74 resistió jugando beisbol desde la segunda base: Felizardo Sepúl-veda Félix, el Mipis —si el beisbol fuera maratónico, el Mipis hubiera sido el campeón de todos lo tiempos—; luego los catchers, los hermanos Araujo Cán-dido y Víctor, el Gui; Raúl el Mayo Félix; los pitchers de alta velocidad con más de noventa millas, Dionicio Rubio Montoya, el Chilo Sepúlveda y Everardo Berrungía Sepúlveda, catcher y utility.

Después de los fundadores Andrés Arturo Mena López y Manuel J. Félix Ibarra, el Sordo, en 1938 arribó a Guasave el sonorense Rafael Cortez. «Rafael que fue la alma máter del Club Deportivo Victoria y de su equipo beisbolero Diablos Rojos de Guasave, fincó aquí una verdadera escuela de la pelota, don-de aprendió a jugar desde el bat boy Alfonso Sánchez Retamoza, el Mascota, hasta el Zurdo Ignacio Arturo Peimbert Camacho, pitcher y primera base pero, más que todo, maestro de ese arte deportivo que fue acreditado en Guasave con el grado de Míster Beisbol.

Peimbert jugó al lado de un equipo histórico, donde estuvieron los de-rechos Roberto Pinto Camacho, Nicho Rubio y Eduardo el Gualo Castro. El Zurdo Peimbert venía desde los tiempos de Miguel Camacho y del Cochito Caravantes Sáinz, pero ningún pitcher izquierdo se le atravesó en su camino.

Ignacio Arturo Peimbert Camacho, jugador activo, luego mánager y maestro de varias generaciones de beisbol, nació el 31 de julio de 1919 en el cercano rancho La Sabanilla de Mojolo, San Pedro, sector del ejido Guasave, del que fue ejidatario hasta su sensible muerte ocurrida el 28 de diciembre de 1959, Día de los Inocentes.

Ignacio Arturo, hombre que en sus 40 años de existencia, amó tanto el beisbol como los latidos de su corazón y el aire que respiró. Fue hijo del Viejo Adolfo Peimbert y de doña Panchita Camacho de Peimbert. Sus hermanos

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fueron Alberto, Alfonso (boxeador que se conoció con el nombre de batalla, Relámpago Kid), el comerciante Luis Humberto, María del Rosario de Franco y Carmen Olivia de Atrip, doña Goli.

El Viejo Adolfo Peimbert, junto con sus hermanos Antonio, Carmen, María de Jesús, la Chuchuy, y Carolina, entraron a México procedentes de Los Ángeles, California. Eran de raza española, cruzada con francés y árabe. El Vie-jo Adolfo, tras enviudar de su primera esposa, Zenaida Camacho Norzagaray, se casó con su hermana doña Panchita Camacho Norzagaray. Los Peimbert radicaron unos en Empalme, Sonora, otros en San Blas y El Naranjo; «puras estaciones del ferrocarril, como que algo los hacía seguir la histórica Punta de Fierro», dice la crónica.

El 2 de septiembre de 1947, Ignacio Arturo Peimbert Camacho contrajo nupcias con la madre de sus hijos, doña Luz Alicia Valdez Zazueta, residente del callejón Dr. Hershel H. Brown e hija del culiacanense Carlos Zazueta, te-legrafista de oficio, y de doña Regina Valdez Aguilar, oriunda de El Palmar de los Sepúlveda.

La unión Peimbert-Valdez trajo al mundo a sus hijos: Lupita, Adolfo Ar-turo, Carlos Ramón, María del Rosario, Luz Alicia, Carmen Olivia, Jacqueline y José de Jesús. Por cada hijo que le nacía a los Peimbert Arturo solía decir a sus amigos, entre ellos el jardinero de la época Pedro la Mala León: «Mi vieja tiene hombre en tercera otra vez»; lo decía en los días que antecedían al adve-nimiento. Parecía que siempre traía el beisbol dentro de su ser, en todo usaba su filosofía y símiles, por ejemplo, a los políticos con quienes trabajó como conserje de la presidencia municipal muchos años solía decirles: «Aprendan a jugar con el score» o «Tengan cuidado con un revire, porque los cabronazos están duros».

Dos de los jugadores de beisbol que actuaron bajo el mando suyo como mánager lo han recordado siempre, el licenciado Fortunato Álvarez Castro y Jesús Félix Gastélum, el Güero. Pero el Zurdo Peimbert también tuvo mánager, el último de ellos, en los puestos públicos, fue el recordado líder agrario, don Pablo Rubio, a cuyo servicio estaba como conserje aquel fatal 28 de diciembre de 1959, fecha en que Arturo murió.

Peimbert ganó para el beisbol guasavense varios campeonatos en ligas profesionales, por ejemplo, la Noroeste, venció a su primo hermano Miguel Gaspar Peimbert, el Pilo, piloto de los Ostioneros de Guaymas, monarca de la liga de Sonora, en una sensacional postserie cuando el Zurdo tuvo un equi-pazo de alto relieve con los cubanos Johnny Hernández, Mario Miranda, José Bustamante, Sidney Clark; los nacionales de la región Arnoldo Kiko Castro,

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Rogelio Espinoza Soto, el Negro; Jesús López Ahumada, Manuelillo López de Guamúchil, entre los valiosos.

Enseñó los secretos del lanzamiento a guasavenses que jugaron en la pe-lota profesional, entre ellos Catarino Hernández Rubio, Guillermo Billy Arra-yales, el fielder Pedro Campos y otros más.

Porque hombres como Arturo Mena López, el Sordo; Manuel J. Félix Iba-rra; luego Rafael Cortez Zazueta, Ignacio Arturo Peimbert Camacho, Alber-to Palafox Osorio y otros, incluyendo el farmacobiólogo José Román, Compa Joe, se portaron en el terreno beisbolero como verdaderos maestros del pasa-tiempo. Guasave prosigue siendo, a través de la Liga Zurdo Peimbert, luego la Triple A Liga Mexicana del Pacífico con los Algodoneros (campeones de la temporada invernal 1971-1972), uno de los excelsos pilares del pasatiempo en la zona noroeste del país. El mejor recuerdo y gratitud para ellos.

Beto Palafox, respetado Gran catcher, brazo poderoso, forjador de estrellas profesionales y bigleaguers

El sonorense Alberto Palafox Osorio, desde su arribo en 1954 a estas tierras para enfundarse el uniforme de los Garbanceros de Guasave en la Liga Semi-profesional del Norte de Sinaloa, se declaró hijo adoptivo de Guasave para de-dicarse tiempo completo a jugar, primero el short stop, luego se puso los arreos de catcher y apoyado en su brazo derecho, el más poderoso y respetado entre las estrellas mexicanas, se dedicó a defender los colores beisboleros de Guasave.

Palafox, como nadie, descubrió y forjó peloteros profesionales que die-ron nombre a México como bigleaguers. Entre ellos el pitcher zurdo Teodoro Higuera, nativo del ejido Vallejo, municipio de Ahome, y el mexicano mejor acreditado como short stop, Alfonso el Houston Jiménez del Distrito Federal.

Pero también entre los jóvenes guasavenses captó y enseñó los secretos del beisbol: al orgullo de El Amole, el pitcher Alejo el Memín Ahumada, ga-nador de alto relieve en la Liga Mexicana del Pacífico y en la Liga Mexicana de Verano. Pero la lista prosigue con más lanzadores estelares de la pelota de paga: Román Hernández Rubio, Víctor Hugo Menchaca Mendoza, los recepto-res Raúl Mayo Félix Bojórquez, el Pomponio Félix, su hermano Lázaro Duarte (short de los Broncos de Reynosa), Ignacio Peñuelas, el jardinero bat de ho-merun Alejandro Zazueta, por citar algunos.

El crédito al descubrimiento y enseñanza del zurdo Teodoro Higuera, ga-nador de más de veinte juegos por temporada con los Cerveceros de Milwakee,

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Liga Americana, fue para Alberto Palafox Osorio; pero de la millonaria suma en dólares nada ganó como premio o estímulo a su labor.

El zurdito de la colonia Eureka de la ciudad de Guasave, Miguel Suárez López, dijo:

Beto fue un amigo sincero, maestro creativo de beisbol, a sus enseñanzas debo el haber sido un jugador profesional triunfador, desde que gané el título de bateo con el México Rojo en la Liga Mexicana del Pacífico, hasta que logré mi ingreso al Salón de la Fama de Monterrey, Nuevo León.

Pero Beto Palafox, sabio y creativo beisbolero, fue un incomprendido, satis-facción sí, pero dinero nada le tocó del negocio que se hizo, fabuloso en dólares, con la producción de algunos peloteros, por ejemplo la venta del big league pit-cher zurdo Teodoro Higuera, vendido al Milwakee por el club de Ciudad Juárez, Chihuahua.

Beto siempre dio todo, lo mejor de sus enseñanzas, a cambio de nada, ayudó a que otros se hicieran ricos con lo que él logró forjar en el negocio beisbolero.

Alberto Palafox Osorio nació el 12 de septiembre de 1931 en Guaymas o Navojoa. Falleció el 25 de diciembre de 1987 en esta ciudad. El 25 de enero de 1959 casó con una hermosa guasavense, Dora Leyva Díaz, hija del matrimonio formado por el tablajero guasavense don Jesús Leyva López y doña Marina Díaz de Leyva. Procrearon una numerosa familia, sus hijos son Alberto, Jai-me, Sergio, Raúl, Luis Enrique, Javier, Marina y Maribel, de apellidos Palafox Leyva.

Un año después de su arribo en 1954, Beto Palafox, mientras laboraba inspeccionando los campos agrícolas de la clientela del Bangrícola, bajo la gerencia de un impulsor deportivo de Guasave, Baltazar Verdugo Araux, el Güero, fue recomendado como catcher prospecto de Guasave al club Venados de Mazatlán por el comerciante Francisco Carranza Limón, fan beisbolero de alto relieve.

A partir de noviembre de 1955 el mánager de los Venados, el lagunero Memo Garibay, caló con el catcher titular, el chihuahuense José Sosa, al reco-mendado de su compadre Pancho Carranza, Beto Palafox. Y Palafox adminis-trando los lanzamientos de Daniel Ríos, Dick Hall y otros pitchers estrellas del equipo porteño en la Liga de la Costa del Pacífico, hizo exclamar al mánager Garibay —quien, por haber sido catcher estelar profesional en su tiempo bien sabía el qué, por qué y dónde se es un buen catcher—: «Ese joven Palafox tiene

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una bazuca como brazo derecho, nadie le roba la segunda, ningún corredor osa despegársele mucho de la base, porque tira rápido, alta velocidad y certero».

Desde 1954, año de su arribo, Palafox Osorio nunca se separó de su Gua-save. En cuanto terminaba su compromiso con Mazatlán, de la estupenda pe-lota costeña, el México Rojo, o dirigiendo a los Broncos de Reynosa y Ciudad Juárez, en la Liga Mexicana de Verano, se venía a Guasave: «Es que aquí es mi tierra adoptiva, en premio me casé con una paisana de ustedes, mi adorada esposa Dora Leyva», solía hablar así Alberto Palafox Osorio, catcher venido a Guasave procedente de Sonora, tierra de grandes receptores de la pelota profe-sional, como Pilo Gaspar, Aureliano Camacho, Pisi Martínez, Rudy Sandoval y otros.

Alejo Memín Ahumada, pitcher derecho ganador, orgullo de El Amole, señaló:

Beto Palafox, mánager maestro, le jugó fiel y agradecido al beisbol desde su tierra por adopción, Guasave; pero el beisbol profesional no le ha prodigado ningún premio ni reconocimiento a su singular labor. Esperamos algún día lo acoja en su seno el Salón de la Fama de Monterrey en justicia a su alta calidad beisbolera.

El boxeo arribó a Guasave en 1927, a su sagrado recinto en el teatro cine Murcia

El deporte del marqués de Queensberry, el boxeo, ya en su categoría profesio-nal, arribó a la plaza de Guasave por conducto de un peluquero oriundo de Escuinapa de Hidalgo, Sinaloa, Andrés Arturo Mena López , quien se despren-dió desde su avecinamiento en Acaponeta, Nayarit, para venirse a trabajar en una peluquería al lado de su hermano Pancho Mena, entonces director de la orquesta donde tocaba el saxofón un jovencito llamado Luis Ibarra Morales, uno de los brillantes artistas de la música guasavense.

Mena López formó empresa con los hermanos Gustavo y Napoleón R. Castro, hijos del dueño del moderno teatro cine Murcia, a partir de 1929 que el coso de la avenida Libertad, hoy avenida General Antonio Norzagaray, abrió sus puertas al público guasavense.

En el lapso de 1937 a 1939 fue el salón de baile de don Prisciliano López (padre del Compa Jando, el Chepe, Arnulfo, el Bubo Viejo; doña Cuca y de-más), ubicado en avenida Madero y el hoy callejón Dr. Antonio Díaz de León,

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el escenario oficial de las funciones. El salón de baile El Balalaika fungió como el gran gimnasio.

Entre El Balalaika y el teatro cine Murcia los entusiasmados aficionados a la fistiana vieron el inicio del gran espectáculo boxístico con el cubano Kid Molinet, el nevero de la calle Colón, Pastor Sepúlveda Gaxiola, de la familia huarachera Los Güeritos; pronto se unió al elenco el culichi Herculano de la Rocha, buen jugador de beisbol también.

El boxeo tomó incremento en Guasave, fuerte «con pegada de patada de burro». Desde 1942 don Andrés Arturo Mena quedó temporalmente fuera para dar paso a los hombres empresarios del viejo teatro cine Murcia con Bal-tazar Verdugo Araux, el Güero, Miguel Sánchez Amarilla, el Texano, boxeador, entrenador de altos vuelos, oriundo de Ahome, además manipulador de las películas del viejo Murcia de don Jacinto Castro Garibaldi.

La empresa boxística de la década de los cuarenta a los cincuenta tenía más gente al lado del Güero Verdugo, con Pepe Álvarez García, Vidalito Pinto Camacho, el propio Gustavo R. Castro que administraba el Murcia viejo.

De 1942 a 1950, el desfile de boxeadores peso mosca, gallo, pluma, ligeros, wélter, medios, etcétera, fue abundante, entre ellos Casanovita de Ahome, Juan el Yaqui Márquez, el negrito norteamericano Eddie Hutchinson, los locales Gustavo Panterita Romero, los autores de una combinación que a fuerza de resistir y dar golpes como Alfonso Peimbert Camacho, Relámpago Kid, y Bajío Tarzón, Chabelo. Prosigue en la lista Juvenal Vidrio Pini, Baby Juvenal, Cata-rino Joe León, Johnny Ramírez, Joe Delgadillo, Baby Solís, Arsenio Acosta y otros.

Se recuerda con gratitud a los protagonistas de la calificada mejor pelea de la década de los cuarenta, escenificada en el viejo estadio Revolución, los wélter medio Casanovita de Ahome contra Reyes Madero. Una crónica de an-taño señala:

Fueron diez rounds electrizantes, con alta técnica boxística, entonces el Texano Sánchez, mánager de su paisano ahomense Casanova, preparó en el gimnasio a su pupilo para pelear con el campeón del mundo, el veredicto fue un empate, la refriega finalizó iluminada por la brillantez de los fanales de los troques de aquel tiempo.

Aquel viril deporte que el peluquero Arturo Mena hizo aterrizar en Gua-save prosiguió creciendo en el bar y salón de baile El París de Noche, ubicado por la calle Dr. Luis G. de la Torre, cerca de la Zaragoza, escribió grandes his-

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torias boxísticas e incluso, en 1950, Gustavo R. Castro inauguró su nueva sala cine MartCecy con peleas de box, con el estudiante de Contaduría en el IPN, Baby Juvenal, estrenándose como empresario.

Lo que siguió de aquellos años no puede la historia dejar por fuera: Er-nesto el Mudo Villanueva, el excelente Beto Gerardo (wélter oriundo de Ba-moa Pueblo que se fajó con mundialistas del tamaño de Morgan, Gaspar Indio Ortega, Delfino Fino Rosales, Abelino Félix y otros) hasta llegar a los tiempos modernos de quien pudo haber ganado la corona mundial de peso gallo, José Valdez Luque, Pepillo, escalador más alto en la clasificación mundial.

La época brillante del boxeo fue brillante en antaño, por razón extraña. Esto se vino de más a menos, por ejemplo, como ahorita se hicieron tempora-das de boxeo profesional como aquella de la década de los cuarenta, con esce-narios como el gimnasio Profesor Luis Estrada Medina, la plaza de Guasave se convertiría en la legítima capital del boxeo de toda la zona noroeste del país.

CON EL PROFESOR JESÚS DURÁN CÁRDENAS LLEGÓ EL BASQUETBOL A GUASAVE eN 1928

La semilla del basquetbol se sembró en Guasave en 1928 entre los escolapios de quinto y sexto grado de una escuela primaria que operaba dentro del edificio del hospital, en la actual calle Revolución, cerca de la Colón, dentro del antiguo barrio don Pedro Tapesti.

Es el profesor Jesús Durán Cárdenas, director del plantel de primaria en cuestión, de origen jalisciense e hijo del profesor Manuel Cárdenas, entonces director de educación del estado de Sinaloa, a quien se le acredita el arribo del baloncesto a esta plaza, cuando ya el beisbol y el boxeo tenían un año practi-cándose por la juventud guasavense.

Durán Cárdenas, en su intención de dar incremento al baloncesto, trajo desde el mineral de Tayoltita, Durango, al primer profesor de cultura física que pisó esta tierra, Miguel Mellado, quien era un excelente técnico, además de buen jugador del balón lanzado al aro.

José Álvarez García, Pepe, miembro de la primera quinta basquetbolera que defendió los colores de Guasave ante los escolares de Culiacán, Los Mochis y otros lugares del estado, recuerda con agrado al profesor Jesús Durán Cárde-nas y al entrenador Miguel Mellado.

Pepe Álvarez, alero y centro delantero del conjunto constituyente, revela su grato recuerdo del nacimiento basquetbolero:

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Los profesores Durán Cárdenas y Miguel Mellado, excelentes como educadores, tenían altos conocimientos de los secretos del basquetbol, no tardaron en armar el primer equipo de Guasave, dotado de las técnicas y estrategias de aquellos tiempos.

Recuerdo al resto de mis compañeros, mi primo hermano Benito García León, Vidalito Pinto Camacho, Asterio Santillanes Soto, Carlos Manuel Vega Espinoza, Mario Castro López, Benjamín Rubio Leyva, sus hermanos Chico y Heleodoro; luego llegó de Los Ángeles, California, Samuel Apodaca, que también aprendió a jugar beisbol en el otro lado, donde estudiaba.

Dejamos de ser chamacos, abandonamos la cancha del hospital que era nues-tra escuela, exacto donde está ahora el edificio de la Federal Tipo Club de Leo-nes; hubo otras canchas construidas a piso firme, con tablejos construidos por carpinteros locales, aros de fierro confeccionados por herreros de casa.

El basquetbol, antes de aterrizar en canchas más modernas que la Bal-tazar Verdugo Araux, dentro del Palacio Municipal construido en 1947, que luego pasó a ser propiedad de la Universidad de Occidente, se practicaba en el gimnasio Luis Estrada Medina, escenario del Campeonato Profesional CIBA-COPA en el trienio 1984-1986 auspiciado por el presidente municipal de enton-ces, el licenciado José Luis Leyson Castro.

Pero Pepe Álvarez recuerda más canchas, en épocas intermedias al hos-pital y la Estrada Medina: «una estuvo en un llano de Ángel Flores e Hidalgo, otra dentro de las instalaciones de la escuela primaria 18 de Marzo, dentro de un solar propiedad del brecheño Pascual Cervantes Sánchez, en Madero y ca-llejón Dr. Hershel H. Brown».

Luego vienen los recuerdos de basquetbolistas excelentes de diversos rumbos, como Humberto Matsumoto Castro, Adolfo Sarabia (que tenía una fábrica de sombreros de palma por la calle Colón), Jorge Manus, Jesús Rodelo, Juan Pedro Favela, los hermanos Zamudio: el Cuy, el Traca y el mejor de todos, el Lichillo, por citar algunos. Eso ordena decir el subconsciente de aquellos históricos tiempos.

«Baltazar Verdugo Araux, el Güero, mi cuñado, de 1944 hasta su muerte, en 1956, figura entre los excelentes fomentadores basquetboleros», dice Pepe Álvarez García. Ahora se cuentan por centenares los buenos jugadores de bas-quetbol, entre ellos el ingeniero Orlando Valdez Luque. Para que se sepa algo de dónde venimos.

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EL FuTBOL ARRIBÓ A GUASAVE EN 1942

Entonces un incendio, el del hotel Fénix de don Belén Gámez, era más espectáculo que el balompié.

Algún inglés, de hecho más que de dicho, invitó a sus amigos a inventar el fut-bol, el día, mes y año que todos los hinchas de hueso colorado quisieran saber.

Pero a Guasave este futbol arribó en 1942 a raíz de que un grupo de es-tudiantes nativos, de regreso de sus respectivas universidades, principalmente de Guadalajara, además de un técnico mecánico trabajador de la planta de hielo del señor Manuel J. Félix Ibarra, el Sordo, más otros de oficio panaderos, tahoneros al servicio de José Olivas, el Burro, y el mazatleco Procopio Lizárra-ga, entre ellos uno apodado el Calavera, se unieron a la iniciativa de Arturo Mussot Rojo, el Tío, para integrar la oncena constituyente y aceptar el reto a la similar de Los Mochis, la vecina ciudad donde hacía varios meses los deportis-tas de esos rumbos ya pateaban fuerte el balón.

Aquel histórico primer partido futbolero fue celebrado en 1942 sobre el terreno del que a partir de un año después una obra del presidente municipal de la época, Miguel Leyson Pérez, convirtió técnica, deportiva y socialmente en estadio Revolución. A llano abierto, ese solar ahora ocupado por una ins-titución bancaria, el centro de salud con sanatorio, comercios y residencias de familias, está ubicado sobre las avenidas Nelson y Guerrero, luego las transver-sales Cuauhtémoc y Dr. Luis G. de la Torre.

Y se reunieron más de quinientos aficionados interesados en ver jugar en su tierra el deporte que solo se conocía por la historieta El Pirata Negro, leyenda forjada en torno a uno de los grandes mexicanos en el pasatiempo: el Pirata Fuentes, cuyo creador fue el periodista Cervantes Bassoco, si no se recuerda mal el dato.

Y esas más de quinientas gentes, aclamando a sus futbolistas, abandona-ron repentinamente el escenario esa media tarde del verano de 1942 porque otro espectáculo apareció allá por la avenida Madero y Corregidora. ¡Se estaba incendiando el hotel Fénix!, del comerciante en reatas, sillas de montar y otras obras de talabartería del mercado municipal, don Belén Gámez, y su esposa doña Justina:

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Es que entonces, en 1942, era más atractivo presenciar el fuego de un incendio sobre uno de los edificios más altos y modernos de la época, que ver un partido de futbol; pero en cuanto ayudamos al control, a cubetazo limpio con agua ex-traída de las norias del vecindario, nos regresamos al campo de batalla futbole-ro... Al final del encuentro: Los Mochis 2, Guasave 2. Empatado el score.

La alineación constituyente en la futbolera guasavense tuvo en 1942 en la portería a Arturo Soberanes, el Macanas, para sus amigos; luego prosigue la relación: Arturo Mussot Rojo (el Tío), Francisco Douriet Gutiérrez, Joaquín Valenzuela, con Hernán Cota complementando la línea defensiva. También el maestro Willy de la planta de hielo, así lo bautizaron los hinchas del futbol de aquí, quien fue el primer centro delantero con regates artísticos, majestuosos, fácil burlada al enemigo atacante, quien metió uno de los dos goles en la pri-mera cosecha de Guasave. Proseguía la línea con el brecheño Juan Pablo Cer-vantes Espinoza, Guillermo el Tabletas Rodríguez, Armando Pinto Camacho, José de la Luz López Angulo y el Calavera Panadero.

¡Entonces se prendió la mecha futbolera! Ya nada ni nadie ha logrado hacer decaer el desarrollo del balompié; al grado de que 56 años después, la plaza de Guasave cuenta con un estadio futbolero especial desde 1989, cons-truido inicialmente por tres presidentes municipales: Roque Chavéz Castro (1981-1983), luego el licenciado Juan Burgos Pinto (1987-1999) y proseguido por el C. P. Fausto Orozco Gámez; y en los tiempos actuales, con el goberna-dor Renato Vega Alvarado y el presidente municipal Jaime Saúl Leyva Díaz (1996-1998). También el agricultor legumbrero, el licenciado Armando Ley-son Castro, dio fuerte y definitivo impulso al gran espectáculo del balompié profesional.

Armando Leyson Castro, el Kory para sus amigos, metió a la plaza de Guasave el campeonato de futbol profesional de segunda división, tras haber ocupado el subcampeonato en la tercera división profesional. Pero además gestionó apoyos económicos gubernamentales para ampliar el graderío del es-tadio Guasave 89, hasta un cupo de 5000 seguidores del glorioso club Diablos Azules de Guasave.

Y en ese intercambio, de 1942 a 1998, existió un intermedio altamente progresista en el futbol amateur.Una vez, en 1950, el balompié amenazó con desaparecer de la plaza, entonces el periodista mazatleco en su semanario Guasave Deportivo, me refiero al recordado Carlos Salazar, el Chale, se dirigió directo al jugador de la época, Enrique Morales, mientras en primera plana interrogaba así: «¿Y el futbol qué?».

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Entonces Enrique Morales, Chanillo Félix, el Chiqui Meza Sandoval (se llamó Felipe) y otros reanudaron la marcha, mientras un programa cultural del gobierno federal a través de un llamado Centro de Bienestar Rural, hizo llegar a Guasave la grandísima experiencia futbolera de un exjugador profesional de liga mayor: Ricardo Carrillo.

Entonces, con Carrillo enseñando futbol como gran maestro emérito, fructificaron semillas futboleras en El Cubilete, donde brotó su estrella de todos los tiempos en la producción de goles, el Richi Montoya (se llama Ri-cardo), luego en Tamazula y poblados aledaños; aquello a partir de 1950 se convirtió en verdadera euforia.

Llegaron a Guasave los hermanos Javier y Ramón Govea, el doctor José Guadalupe Huitrón, el tamazulense radicado en la vecina Los Mochis se re-gresó a su tierra natal en su comercio de maquinaria agrícola; Manuel Castro Hayashi, los porteros Roberto Rodríguez y Manuel la Pantera Negra Rodrí-guez Larios.

Así como los tres primeros porteros registrados en el historial guasavense aceptaron alternar el bat y la pelota por la custodia de la puerta de futbol el Macanas Soberanes primero, después el short Regino Avitia Meza, luego José el Coyotito Castro (el primero y este fueron terceras bases); también beisbolistas como el Papelero Valenzuela en la vecina Los Mochis; asimismo jugaron futbol el Berrunguilla Sepúlveda, Humberto Muerto Ojeda y el basquetbolista Óscar Aguilar, el Talegas, etcétera.

Había entrado la euforia del balompié a tal grado que pronto se constitu-yeron los primeros campeonatos en diversas categorías. Los hermanos Chang Bátiz brillaron con el famoso equipo Aguilucho, formado por el nayarita Igna-cio Nacho Bernal, otro gran maestro de este deporte; luego los hermanos Ve-lasco, además de otra pareja de carnales los tapatíos Guadalupe y el Chicharrín Elizalde, quienes supieron combinar la máquina y tijera de su peluquería con el juego futbolero.

Recordamos a los gloriosos Club Inter, el Masey Ferguson, por citar unos, entre los centenares de equipos constituidos en la línea del futbol, un deporte que nació de la idea de un guasavense que lo aprendió en Guadalajara en su vida universitaria: Arturo el Tío Mussot. Y que con la ayuda Ricardo Carrillo, Enrique Morales, los hermanos Govea y los Elizalde, José María Ramírez, el Tapado, y su hermano Gerardo, Héctor Debora, mi Buen Lievano... y por ahí váyase en el grato recuerdo.

De veras, en esta intención de historia del futbol en Guasave, causa pena no poder insertar en el recuerdo, en la kilométrica lista de jóvenes, hoy viejos

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de edad pero supervivientes, también los fallecidos, Óscar Aguilar y Gerardo Ramírez.

A los miles de ausentes, en esta crónica del recuerdo, mil disculpas.

Jesús Félix Gastélum

Nació el 1 de enero de 1930 en Higuera de los Vega, municipio de Mocorito. Sus padres fueron don Januario Sánchez Gastélum y doña María Luisa Félix Parra.

Jesús Félix, quien con mucho trabajo y esfuerzo se convirtió en próspero empresario que alternaba la atención de sus negocios con el interesante mun-do deportivo y con desinteresado apoyo desde el Club de Leones Nacionalista de Guasave, organismo donde ha fungido desde presidente local hasta cuarto vicepresidente nacional, narra:

Junto con mi madre y mis hermanos Eusebio y Alejandra nos venimos muy chamacos desde nuestro pueblo natal a Estación Verdura, hoy León Fonseca, a bordo de una carreta de bueyes. En el año 1938, concretamente el 9 de octubre, falleció mi madre, situación que me obligó a emigrar a Los Ángeles, California, y 10 años después arribé a Guasave.

Precisamente desde esta trinchera, el Güero Félix Gastélum desde 1986 lleva a cabo una tarea que ha merecido el reconocimiento público al realizar colectas para los tarahumaras de la sierra de Chihuahua, llevándoles perso-nalmente junto con varios compañeros leones medicinas, víveres y ropa. Fue electo presidente de los Leones Nacionalistas de Guasave en los años 1961-1962, 1971-1972 y 1986-1987; también segundo vicepresidente nacional en los años 1965, 1974, 1980 y 1983. En el periodo 1986-1987 participó en la construcción de la sala de convenciones y remodelación de la sala de sesiones y en la cons-trucción de las canchas deportivas de basquetbol y tenis; y de 1972 a 1973 fue pilar fundamental en la construcción de la escuela Club de Leones Número 2. En el año de 1960 él y sus compañeros leones por primera vez gestionaron con éxito la instalación de una central de Teléfonos de México, ubicada por la calle Gabriel Leyva, casi esquina con Ignacio Zaragoza.

La excelente hoja de servicios a la comunidad guasavense del dinámico empresario Jesús Félix Gastélum incluye el haber logrado el ingreso de los Al-godoneros de Guasave al circuito profesional de beisbol Liga Mexicana del Pa-cífico. Fue presidente en la etapa inicial de 1970-1971 y 1971-1972, después du-

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rante las campañas de 1977-1978, 1978-1979, 1979-1980, 1981-1982 y 1982-1983. Fue en la segunda temporada cuando los Algodoneros ganaron su primer y único título beisbolero.

Años atrás el Güero Félix Gastélum se distinguió por la promoción del deporte, participando en 1957 en el campeonato que se obtuvo en un play-off de cinco juegos ganados por el equipo Fletes de Jalisco a los Ostioneros de Guaymas. Fue presidente de la Unión Deportiva de Guasave de 1956 a 1959. Durante la construcción del estadio Arturo Peimbert Camacho, ubicado hasta hace 20 años frente al panteón municipal, donde hoy funciona plaza Ley, Félix Gastélum fue pieza fundamental en los trabajos que se desarrollaron de 1959 a 1965.

Siguiendo la trayectoria deportiva del Güero Félix, nos encontramos que este distinguido hijo adoptivo de Guasave fue dirigente del beisbol regional con la integración de un comité que operó desde 1960 a 1966, en ese mismo lapso (1963-1964) fue presidente del comité deportivo proconstrucción del es-tadio de beisbol Francisco Carranza Limón, casa de los Algodoneros y de la escuela preparatoria de la UAS. Fue promotor de boxeo en la arena que estuvo ubicada en la calle Madero y Dr. Luis G. de la Torre de 1951 a 1962, organizando peleas de guantes de oro, profesional y lucha libre. Fue socio fundador de la organización y franquicia del equipo de futbol Diablos Azules de Guasave al lado del director del Instituto Sinaloense del Deporte, Armando Leyson Cas-tro, Kory.

Francisco Antonio Hernández Reyes

PROFESOR JOSÉ ROSARIO HERNÁNDEZ LÓPEZ

Nació en Guasave, el 18 de noviembre de 1925, hijo del matrimonio integrado por don Jesús Hernández Lugo y doña Rafaela López, oriundos de Baburía, Sinaloa, y de El Valle, Mocorito, respectivamente.

Casado con su inseparable esposa María Luisa Benítez Pérez, procreó 11 hijos: Silvia Yolanda, Norma Beatriz, Jesús Alonso, Jesús Alberto, Daniel Án-gel, Pedro, Pablo Rafael, Benito Adolfo, César Alejandro, Luis Arturo y Jorge Alfredo Hernández Benítez. El profe Chayo, como popularmente era conocido, cursó hasta el sexto año de primaria y en su edad adulta laboró como emplea-do del servicio postal (cartero); posteriormente, su preparación autodidacta y su capacitación militar al haber formado parte de los elementos que se halla-

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ban preparándose para participar en la Segunda Guerra Mundial le permitie-ron asumir el cargo de secretario de la Junta Municipal de Reclutamiento en Guasave, además de ingresar a la docencia como profesor de educación física en las primarias 18 de Marzo y Jaime Nunó, así como profesor de las asigna-turas de Español y Cálculos Mercantiles en la Academia Comercial Webster, en la que también impartió educación física. Gracias a su desempeño como profesor de educación física, logró introducir a Guasave el popular deporte del softbol, amén de preparar a sus alumnos en atletismo y el deporte del voleibol, en el que logró varios campeonatos a nivel nacional, siendo una de sus atletas y deportistas destacadas la contadora pública Carmen Castro Álvarez.

El Profe Chayo, quizá por su amor al deporte, jamás acudió a una con-sulta médica, por lo que su falta de atención fue tal vez lo que le ocasionó un derrame cerebral el 7 de febrero de 2004 que a la postre le causó la muerte en las primeras horas del día 15 del mismo mes y año.

Muchos guasavenses lo recuerdan con cariño, al igual que a su hermano, también mentor, Delfino, ambos dueños de un humor que hacía reír al más serio de los hombres. Quién no recuerda al profesor Rosario Hernández Ló-pez cuando, riéndose, le decía a los jóvenes de aquella época: «Tú marchaste conmigo». Así se recuerda la figura de un hombre valioso para la sociedad en su conjunto.

Francisco Antonio Hernández Reyes

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COCINA

TOSTADAS DE DON ÁNGEL; ASADO DE DOÑA LIDIA, LA MAZATLECA; BORUNDA, EL FONDERO YUCATECO; El LIBRO DE COCINA DE CUQUITA... ¡RESTO DEL MENú HISTÓRICO!

El bien acreditado manjar culinario de Guasave, en su plano histórico, también jugó un papel importante en su enriquecimiento con las experiencias del país, desde que se implantó aquí la misión hispana con Hernando de Villafañe, a quien se acredita el suceso; antes de 1595 pisaron esta tierra los misioneros Martín Pérez y Hernando de Santarén.

La constitución del Estado Libre de Occidente, integrado por lo que ac-tualmente son las entidades soberanas de Sinaloa y Sonora, ocurrida en las úl-timas décadas del siglo XVIII, hizo posible que en los territorios mayo, yaquis, pimas, pápagos, etcétera, se impusiera gradual pero efectivo en el transcurrir de los tiempos.

Por esa razón, creo, básicamente en Sonora y en la tierra sinaloense, des-de Culiacán, Mocorito, Guamúchil, Angostura, Guasave, Sinaloa, Los Mochis, etcétera, la carta fondera y hogareña en este sabroso renglón casi es el mis-mo, principalmente la manera de elaboración del menudo (panza de res, con mula del nixtamal o grano de maíz cocido). Sigamos con el símil en los ahora rumbos del noroeste geográfico del México de ahora: la machaca de carne de cecina, cocida y secada allá por la fronteriza Nogales, en Hermosillo, en Ciu-dad Obregón, etcétera. Acá la carne seca se asa a la leña o al carbón, luego la fritanga con verdura, chile picoso, etcétera.

Nuestras mujeres en Guasave, tanto en los planos fonderos o restauran-teros, en este caso cuando la infraestructura de los lugares fueron convertidos de la enramada de sauce o batamote, hasta la construcción de ladrillo, varilla, grava o cascajo, los pasos hacia el modernismo; ellas también en la hornilla hogareña atizada con leña de mezquite traída de los montes de San Juan, Ta-

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curi y otras partes, dieron fama a este arte alimenticio, las nuevas generaciones aprendidas de sus ancestros:

M'hija, ya vas a casarte pronto, es tiempo de que aprendas a cocinar mejor el asado, cazuela, el cocido de res con verduras; al que será tu marido, dicen, le gus-tan mucho las enchiladas... Oye, la machaca cocínasela bien, seca bien la carne al sol, ásala mejor, así saldrá mejor en el sartén... Acuérdate hija, al hombre se le conquista, después de la cama, con la clase de bocados que caigan a su estómago, ya vez, ellos son muy exigentes, en todo están exigiendo calidad.

Tales recomendaciones fueron frecuentes en antaño, la madre-maestra daba instrucciones precisas a la hija-discípula, los secretos de guerra en el con-trol matrimonial.

Así por doquier, a partir de que la alianza étnica de las dos culturas, euro-pea-cahíta, la fórmula alimenticia empezó a ser mejor cada vez más. «Vamos a cenar menudo o machaca, con la fondera que sea más malcriada está mejor la comida, ese perfil no falla», solían decir los guasavenses en aquellos tiempos en que las cosas estaban baratas y permitían llevar a la familia entera a comer fuera de casa.

Grandes y bien acreditadas fueron en estos sagrados terrenos de la cucha-ra cocinera las fonderas doña Modesta, doña Chica, doña Norberta; además de la Otilia Dagnino, tía de Jando López y madre de la Güera esa que fue archi-guapa en su tiempo, tía de la Señorita México 1972 (la paisana Libia Zulema), me refiero a la Mayeya, a quien bautizaron con el nombre de María del Rosario Dagnino Urías porque fue hija de don Manuel Urías. Pero sigamos con doña Chana Molina, la Eufrasia y su hija Pascuala, doña Norberta, luego la recorda-da doña Lencha, Malcriadas... Y la lista es larga, desde aquellos tiempos a los modernos, quizá en algunos casos siga chillando el sartén, con la dignidad y eficacia de las fonderas de antaño, por eso habrá que recordar, ahora, a Ampa-ro Valenzuela León, «una de las pocas mujeres restauranteras que todavía se arremangan los brazos para preparar un suculento asado mazatleco en Gua-save, un buen plato de menudo con pata», así dice una opinión recabada en el ajetreo inducidor de esta crónica.

Crónicas de antaño, tiempos idos deliciosos, con olor a cocina, que pare-ce modernismo y extranjerismo ya no permitirán regresar... ¡lástima!:

Me gusta ir a visitar a mis familiares de Guasave porque luego se les ocurre lle-varnos a comer a una fonda del mercado municipal. Esas mujeres de naguas lar-

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gas y anchas, con mandil y el pelo de la cabeza sujeto a un trapo o una pañoleta cocinan bien, me gusta cómo sirven el chorizo de puerco o el chilorio con huevo, o el caldío de carne seca de res machacada con huevo nadando, calabacitas, ejo-tes tiernos, a veces creo esto es mejor que el menudo para cortar la borrachera o curarse la cruda.

Entre tanto éxito y sabrosura de nuestras mujeres, otra nativa, doña Cu-quita Fonseca Angulo de Cárdenas, a quien su alta capacidad en la materia no solo le permitió abrir y hacer operar culinariamente exitoso el que fuera famo-so restaurante Valle Verde, primero en el norte, a la vera de la carretera Inter-nacional en el kilómetro 10 y luego lo trajo hasta la ciudad. También publicó El libro de cocina de Cuquita, que consolidó la fama en este renglón a favor de Guasave en los ámbitos nacionales e internacionales.

Les dije, los movimientos armados de México, los vientos que trajeron y llevaron gente por doquier, principalmente a partir de 1910 en la Revolución mexicana, esas experiencias influyeron mucho, qué va, más allá de lo que po-damos imaginar en los incrementos y mejoras del arte de preparar comida. Justo será recordar a don Ángel Márquez Mojarro, el rey de las tostadas de pata y oreja de puerco, mochomito de lomo, camarón seco machacado, lechuga bien picada, romana o acelga, para don Ángel era igual; la base: una tortilla de maíz hecha a mano, cocida a comal sobre leña, luego raspada hasta dejarla al punto exacto de la necesidad del cliente; sígale con el bien condimentado jugo de tomate, queso de rancho raspado o en polvo. Una carreta de cuatro ruedas chicas, todo de madera, en obediencia a la época, su mandil y cachucha tipo marinera, color blanco, la buena voluntad de «elaborar las mejores tostadas del mundo», dieron a este hombre una fama justa que honra a su arte tostadero.

Don Ángel Márquez Mojarro era oriundo de Ocotlán, Jalisco. Se enlistó con los Dorados de Pancho Villa y se lanzó a la Revolución en 1917; tiempo después resultó herido en el puerto de Mazatlán. Así llegó a Los Mochis y en 1929 arribó a Guasave, le gustó el pueblo, se hizo amigo de don Jacinto Castro Garibaldi y de don José López Dagnino, el Chepo, hermano de Arnulfo y Jando López. Dejó su negocio birriero y en un solar baldío propiedad de su paisano tapatío don Prisciliano López, también revolucionario, se puso a vender por primera vez sus sabrosas tostadas, precisamente frente al pórtico del viejo cine Murcia de la avenida Ancha, que luego fue Libertad, ahora General Antonio Norzagaray; después por Madero, frente a la plazuela Zaragoza, frente a la Par-cela por Obregón, frente a La Gloria y otra vez por Zaragoza, bajo el edificio Cervantes.

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De la calle ancha don Ángel Tostadero, seguido por su clientela, ya for-mando una legión, se vino hasta abajo del histórico árbol de macapule, esquina de Zaragoza y Obregón, era el centro de Guasave, según confirma su hijo José Ángel Márquez, el único que siguió el camino tostadero glorioso de don Ángel (el otro vástago, José Luciano es llantero):

[...] cerca de la cantina La Paloma, don Lepo Castro le prestó un espacio a mi papá, luego se fue al frente del mercado municipal. En cuanto derribaron las autoridades el macapule en 1936, cambió de sitio su puesto, por la misma calle Obregón. Vivía con mi mamá por la avenida Nelson, ahí frente a la familia del banquero Manuel Bon López y la cantina El Rancho Grande de don Juan Rodrí-guez.

Transcurridos 26 años de permanencia entre los guasavenses, el revolu-cionario de Ocotlán, que en Guasave se convirtió en el mejor elaborador de tostadas, don Ángel Tostadero, de grueso bigote cuya boca lo hacía moverlo chistoso, casi a la Charlie Chaplin, solía divertirse con la clientela: «como me-choqueso», decía en una fórmula de lo desagradable con la distribución del sabroso queso de rancho sobre la tostada. Don Ángel falleció en esta ciudad el 5 de febrero de 1955, a la edad de 68 años y está sepultado en el panteón municipal.

Doña Lidia Osuna, la reina del asado mazatleco, en los años finales de los veinte, se vino a Guasave con su famoso platillo elaborado a base de cuete o carne de gusano de res, sirvió la mesa en su fonda del viejo mercado municipal al general Álvaro Obregón, a don Blas Valenzuela y otros: «Compadre, ya que me hiciste venir a Guasave, por favor llévame a comer con esa señora del asado mazatleco suculento».

Pronto, al arribo de doña Lidia Osuna de Padilla y sus hijas, algunos de sus nietos que procedían del puerto de Mazatlán, Villa Unión, etcétera, las otras restauranteras de la época se hicieron expertas en ese famoso guisado. Como todo lo bueno de este mundo, esa excelencia tuvo su ciclo. En la actuali-dad, solo la guasavense del barrio El Chaleco, Amparo Valenzuela León, quien en su tiempo de casada vivió varios años en Mazatlán además ha sido buena cuchara por abolengo, sostiene la calidad de eso que en antaño justamente se llamó el asado de doña Lidia.

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LA HISTORIA INVITA A COMER Y a DIVERTIRNOS

Hoteles, bailaderos, fondas típicas y restaurantes de lujo de corte internacional los hubo en el presente siglo en esta ciudad de Guasave. Esas fuentes de alto servicio público, disfrutados a bajo costo porque el peso mexicano y tosto-nes, de cuño 0.720 en plata genuina, realmente tenían alto valor adquisitivo, al grado que con un peso se podía comprar más mercancía y especie que en los tiempos actuales con cien pesos en las cotizaciones comerciales en tiendas de chinos, mexicanos, árabes y de cualquier raza.

A usted ahora, en recuerdo y honra de lo que fuimos, le invito a pasear por aquellos planos urbanísticos que vivimos, vivido por nosotros también hoy, porque los antepasados de entonces somos nosotros ahora.

Si lees esta reflexión histórica, algo que «el viento también se llevó», pero que está aquí, en el sólido recuerdo para tratar de conducirnos a través del túnel del tiempo y la distancia de la vivencia guasavense... Si te integras aquí, coadyuvando a formar una legión de afanosos buscadores de lo añorado, tú, lector, desde ahorita eres invitado al tour obligado ante el deseo de revivir lo que nunca morirá, porque espiritualmente aún está con nosotros. Como tam-bién nosotros estaremos en el recuerdo de los guasavenses que vendrán en las futuras generaciones.

De veras, vente conmigo, únete al grupo, porque vamos a caminar al dis-frute de aquellos tiempos. Quizá no seamos tan inteligentes como ellos, pero el gran científico de todos los tiempos, Albert Einstein, nos dejó constancia de lo que dijo: «Más importante que la inteligencia, es la imaginación».

Y sí, somos fantasía y amigos tratando de descifrar el misterio que arropa la historia de los hombres y los pueblos. Y Guasave, su nave espacial, con no-sotros a bordo, allá vamos a traer aquí, aquí, en las postrimerías del siglo xx, las dimensiones cubiertas por el telón del pasado.

Vamos, mira, estamos caminando sobre los embanquetados de ladrillo y tabique sólido construidos en las residencias ricas y otras pobres del viejo Guasave. Los albañiles fueron los Sánchez Ojeda y Daut, hijos del viejo maes-tro don Abundio Sánchez, discípulos de cuchara y plomada de don Juan Ca-macho; Amadito León Gutiérrez y la chamacada constructora del barrio El Chaleco; o Juan León, el pariente del español curtidor José Gilbao; los albañiles hijos del pariente Basilio Rubio, a don Juan Rubio y sus hijos; Armando Suárez y el resto de los buenos constructores.

¿Te fijas, mi invitado, qué sólida barda custodia la casa?, es de ladrillo bien quemado, si hay salitre en él, tiene poco; la lechada de cal de piedra traída

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de la sierra de Bacubirito a lomo de burro o cal de concha elaborada en algún estero o isla de la sierra de Navachiste, entre sus cerros, las aguas reproductoras divinas de camarón, pargos, curvinas. Allá por el viejo balneario Boca del Río, en ambos lados de sus kilométricos litorales, ha brotado mucha riqueza desde que, dicen, anduvieron por acá el conquistador Hernán Cortés y la Malinche o cuando pasaron procedentes del astillero de Nío por las caudalosas aguas del río Sinaloa las carabelas de fray Eusebio Kino y otro misionero de finales del siglo XVII, fray Juan María Salvatierra.

Y los hechiceros predicadores afirman que están pregonando en las asambleas regionales de los indios níos, bamoas, guasaves, tamazulas y otros que a los lados de Boca del Río, donde desemboca el río Petatlán, van a surgir por mandato divino dos larguísimas y bellas extensiones de playa, que una se llamará Las Glorias, la otra Buenavista, a ambas las unirá el viejo río que des-carga la furia de sus aguas sobre el mar Bermejo.

Pero ahora estamos aquí, en los embanquetados, consolidados material-mente por la lechada con sabia de choya. Mira allá, al fondo de la polvorienta calle se ve la iglesia del Rosario, milagrosa mansión de una virgen que la mitad de creyentes afirman se trajo de España, la otra parte apuesta que vino de Por-tugal, con etiqueta de ser la Virgen de los galeones.

En ese patio que está frente a la iglesia, frente a la casa de don Baltazar Castro y doña Teresita Soto de Castro, a quien llamamos la Viuda desde que falleció su esposo Baltazar, estará pronto construyéndose una plazuela, con kiosco colonial de fierro; un papalote para extraer agua que regará los jardines de rosas, amapolas, cabuchis y todo lo hermoso de los jardines de doña Teó-dula Espinoza Luque, la hija del herrero fabricante de espuelas para acicatar el caballo, don Irineo Espinoza Romo, o de su hijo Antonio. Quién sabe qué magia acompañe a los Espinoza, son rebuenos para construir floridos jardines.

Oye, pero se te ve que ya tienes hambre, hemos caminado mucho por la calle Libertad, la Corregidora, esta que dicen pronto llevará el nombre del general Ángel Flores en honor al gobernador que en tiempo y forma sugeri-rá a los diputados del Congreso del Estado que decreten por ley convertir a Guasave en municipio libre y soberano, para que a los presos ya no los lleven amarrados, jalados por un policía de a caballo hasta la cárcel de los porfiristas de Sinaloa.

Parece que todos los invitados tienen hambre, también los que vinieron de fuera a esta excursión histórica, me refiero a los que están hospedados en el lujoso hotel América, ese que administra Robustiano R. Castro, el que está

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frente al caserón de la Chenda Mora, madre de Silveria Mora Ahumada, la muchachita esa que anda quedando bien con Salvador, hijo del Jano Pinto.

Sí, pero aparte de los huéspedes del hotel América hay también invitados que comen y duermen en el viejo hotel Valdez o con la guapa de la Ubaldina Leal. Hay también gente de la comitiva o gira a la que pronto tendremos que llamar tour por la fuerte influencia extranjera de gringos, chinos, italianos y árabes.

Y por ahí vete, que vive hace días en la casa de huéspedes Doña Ernestina, ahí cerca de donde hacemos los chanchullos de las elecciones, o con Angelita Montiel y la otra hija de don Leoncio Montiel, el amigo de Catarino Rubio, don Benito García, don Eleno Ahumada; sí, las Montiel, que hornean las mejores empanadas y molletes de la región... Sí, ese hotelito que está cerca de la casa de don Ignacio Bórquez Seyffert y doña Güerita Zazueta de Bórquez, la hermana de don Filiberto que tiene su cerco rumbo a la Sabanilla...

¡Ah, sí! Ese hotelito se llama Doña Natividad, está cerca de donde ponen la pantalla del cine mudo de don Jacinto Castro Garibaldi, de su mujer Leo-nor Romo Castro y sus hijos, familia que por conducto de Napoleón, Alfredo, Gustavo y demás chamacos, incluyendo a Lope, Nacho, Neto, Juan Manuel y demás, ya hablan de construir un teatro cine al que le pondrán Murcia, allá por la avenida Libertad, con dinero que les prestará el español don José de la Vega del rancho Higuera de los Vega.

Oigan, ¿probaron alguna vez ese pan de mujer, sabroso, elaborado por doña Rafaela López, esposa de Chuy Hernández, el zapatero? ¡Oigan todos! Pero ya vámonos a comer. A ver, una secretaria por favor entregue la lista de fondas, restaurantes de estilo mexicano y extranjero, incluya para los que quie-ran esperar, a don Ángel con sus sabrosas tostadas de cuerito, pata de puerco, lomo, camarón deshebrado, ahí se pone ese tostadero que los balazos de la Revolución trajeron de un pueblo de Jalisco hasta Guasave...Valdrá la pena esperar, comer hasta la tarde, porque esas tostadas de veras son de caché.

Los demás pueden irse rápido, como se los reclame el hambre, hasta el restaurante italiano de César Lavagnino por la calle Madero, que se llama El Café Lido: hay espagueti, pollo romano, pizza; allá por la calle central cerca del macapule que plantó el misionero Hernando de Santarén. Dominen el tiempo y la distancia para que penetren a recibir atenciones en el café El Siboney de una muchacha guapa del barrio El Chaleco, la Amparo Valenzuela León, hija de doña Chayo y don Pastor León Gutiérrez, este hermano de don Amado, el albañil.

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Oigan, también a un lado del mercado, a poca distancia de los molinos de nixtamal de don José Híjar, el de don Juan Rodríguez, el jalisciense, o el rosarense Isacc Navarro, el Ñuza; por ahí acaba de instalarse un restaurante de comida yucateca que sirve panuchos cuyo dueño se apellida Borunda, dicen que le quitará mucha clientela a don Ángel el Tostadero... Pero lo dudo, porque a don Ángel, el que vive cerca de los bailaderos de El Rancho Grande y a tiro de piedra de donde vivía el chamaco campeón del juego de la catota, Manuel Bon López, en eso de cocinar sabroso no le gana nadie, venga de dónde venga.

Ahora que si ellos, nuestros apreciables invitados al recorrido histórico de Guasave, en todos los tiempos del presente siglo quieren algo más típico, regional y de gran sabor, después de tomarse un raspado en las refresquerías de Rodrigo Alvarado o con don Chuy Figueroa o con Toño Pasteles Espinoza, váyanse rápido, a ganar campo en las fondas de la explanada poniente del mer-cado, con doña Lidia Osuna de Partida, que trajo desde su Villa Unión queri-da los secretos culinarios del asado mazatleco, con carne de gusano, rábanos, queso y todo; o con doña Chica Castro o la Chana Molina, que sus cazuelas y albóndigas son tan sabrosas como el menudo con pata y el mochomito de ma-chaca de la Modesta, la Lencha Malcriada; o los tamales y pozole de puerco de doña Eufrasia López y su hija la Pascuala o la mamá del Corto y el Rey. O allá con la mamá de esa bella guasavense María del Rosario Dagnino Urías, con la Mayeya, también ahí se guisa bien.

Diles a nuestros invitados que si quieren la sabrosura de la comida china del chino Lucas, el Bitoque y Manuel, o las gallinas rellenas de papas o la sopa de agallas de curvina traídas del mar por Zacarías Loredo y los gringos Ro-dríguez, que vayan ahí con esos hijos del Oriente, que se vinieron de su lejana tierra porque les dijeron que aquí en Guasave se recibe con hospitalidad a los que vienen de fuera, que los que vienen logran hacer buena bachicha de dine-ro, como los que llegaron pobres y se regresaron millonarios a Guadalajara y Yagualica, unos cuantos, porque los muchos aquí prosiguen con nosotros.

Que alguien se encargue de correr la voz de que por la noche, para cerrar con este recorrido a través del tiempo y la distancia por el Guasave del presente siglo, habrá agasajos de bailes con hermosas muchachas en la planta alta del edificio Cervantes y que tocará la orquesta del maestro Luis Ibarra Morales.

Allá por rumbos del barrio Los Macapules, al paso de las pangas y canoas de madera de álamo del río Sinaloa, está el bailadero El Danubio Azul, don-de amenizará la orquesta de origen mazatleca, alegre, bullanguera como un carnaval, bajo la dirección de don José Álvarez Rivera y su hijo Toño Álvarez Arroyo, el Tururú; esto por la calle Luis G. de la Torre. Y para quien guste de

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las bandas de tambora de Miguel Morales, de Chicho Moreno, Bruno Félix, Margarito García (el Rey del Soprano), Los Aguachiles dirigidos por el sina-loíta de El Paso, Manuel Domínguez, también actuará el conjunto de cuerdas, herederos de la cultura musical del compositor Miguel C. Castro, Los Cortos de Jacinto Díaz de la otra banda del río, Callejones de Guasavito.

Cada conjunto musical de viento, tambora y tarola, tocarán a centenares de bailadores, en fiestas de «rompe y rasga» toda la noche hasta llegar al can-sancio, en El Chispazo de Polo Dagnino, en El Balalaika, por Madero y Blas Valenzuela, que tiene como gerente a Prisci López Espinoza, dueños todos de la dinastía de Los Bubos, desde tiempos de don Prisciliano López, padre de Jando y demás. Sígale con El París de Noche, ahí donde está el Bancomer por Zaragoza, más hacia la Dr. Luis G. de la Torre; sígale con el bailadero del te-niente Rubio Lárraga y doña Chita Urías, por Madero, cerca del taste de baile legendario de Felipe Acosta; todavía más, El Humaya de Rafael Gastélum y El Rancho Grande, por decir algunos... Mucho donde comer, bailar y todo en los tiempos del presente siglo.

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EL LADRÓN GENEROSO: Rosendo Ramírez Moreno, el Cura

En los primeros años del presente siglo, allá en la oscuridad de la noche, tras cruzar las tinieblas de la frondosa chalata, árbol milenario todavía vigilando el camino real a La Cañada de El Molino y comunicador de los ranchos de p'abajo (Los Tecomates, Las Árguenas, El Ranchito de don Rosendo Castro), surgió de esos rumbos la leyenda del Cura, el personaje se llamó Rosendo Ra-mírez Moreno.

El Cura Ramírez Moreno no era salteador de caminos como el anglosajón de flecha y arco Robin Hood, tampoco cometía los hurtos contra intereses de los ricos del Porfiriato en el Distrito Federal al estilo Chucho el Roto, o el sal-teador de las minas cosaltecas Heraclio Bernal... pero sí compartía con ellos su intención y propósito, sin haber oído hablar de ellos, menos conocerlos: entre-gar gran parte de los botines a la gente pobre de aquellos lugares del Guasave antiguo.

En los tiempos modernos un asaltabancos famoso, Miguel Ángel Beltrán, el Ceja Güera, terminó su ola delictiva en una cárcel de alta seguridad de Gua-dalajara, Jalisco luego de cometer una gran relación de asaltos millonarios en la región, más otros lugares del norte de Sinaloa y la república; también fue famoso como ladrón generoso, porque distribuyó, principalmente por las co-munidades serranas sinaloítas, el fruto económico de sus acciones.

A ese género de émulos de Robin Hood perteneció el Cura Ramírez Mo-reno. Un viejo vecino de San Pedro de las Árguenas, rancho donde se cree nació el personaje de esta leyenda, con correrías de 1914 a 1923, con cierta ad-miración hacia el ladrón asegura que a poco de cada robo repartía pesos y tostones de plata, hasta llegar a los reales, entre las familias campesinas de los pueblos ribereños del río Sinaloa.

MITOS O LEYENDAS

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Muchos de nosotros vimos cómo el Cura se le perdió a la policía y los agentes del Gobierno de las ocho Acordadas que lo persiguieron, tras un robo, o porque ha-bía hecho otra de sus audaces escapadas de la cárcel de Guasave, o de la antigua Sinaloa [solían decir las crónicas orales de aquellos tiempos]. En las escapadas nunca lo recapturan al Cura, porque trae una oración de la Virgen Santísima en la bolsa izquierda de su camisa; está protegido por los espíritus divinos, la som-bra del árbol de chalata del camino lo arropa en protección con su follaje.

Algún tiempo algunos creyentes del Buen Ladrón, rezando oraciones pe-dían milagros al Cura Ramírez Moreno. En esos inicios del actual siglo era una especie de veneración como la actual a Manuel Malverde en Culiacán, cuya leyenda para muchos alcanzó ya grados religiosos y de respeto, o como el Di-funto Prieto aquí en Guasave.

Los viejos campesinos de Los Tecomates, San Pedro de las Árguenas, El Ranchito y hasta más allá hasta llegar a Chorogui, Jesús María y El Dorado de Los Menchaca, coincidían en que el Cura, bandido generoso como muchos otros reseñados en la historia de los pueblos del mundo, con características de leyenda mitad verdad, mitad mentira, desataron una indagación por muchos años cuando el hombre con nombre de pila Rosendo Ramírez Moreno, con múltiples familiares en esos rumbos, dejó de dar de qué hablar:

Ya no se miró por los caminos ni los montes, allá por los cercos de El Vallado, tampoco se sabía de robos cometidos en las tiendas, misceláneas de Guasave, las casas de los ricos no sufrían atracos de sus talegas de dinero que luego enterra-ban en los cimientos de sus casas. Parecía el Cura había muerto en sus andanzas y en vida.Pero todavía con el tiempo, cuando las versiones circulantes lo dieron por muer-to, es visto montado en una mula prieta, vistiendo una capota negra con som-brero de palma; se le vio salir de las sombras de la chalata del camino, volando por el espacio hasta perderse en el inicio de las estrellas. Era su ánimo y espíritu que supo sacrificarse en su camino, era perverso para los ricos y protegido por los pobres beneficiados con sus hurtos.

El Cura Ramírez Moreno existió, si su realidad y vivencia fue alterada por obligaciones de la leyenda, eso empequeñece lo que fue: un bandido generoso con los pobres, robar para darle al desvalido, como que el espíritu de Robin Hood y Heraclio Bernal anduvieron por los polvorientos caminos de Los Te-comates y San Pedro de las Árguenas en los primeros años del presente siglo.

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Y para prueba, ahí está la chalata milenaria con una raigambre que esconde en sus entrañas al Cura con su protectora oración de la Virgen santísima, termina diciendo la narración de los ancestros del personaje.

REALIDAD Y LEYENDA: EL CAOBA

En un pueblo de hombres surgido dentro de un cerco sembrado de milpa, cu-yos habitantes siguen llamando Guasave, se estremecieron con los efectos de una terrible noticia en 1972, aparecida en los medios de comunicación masiva de aquella reciente época.

El Caoba ha sido sentenciado a muerte por el presidente municipal

Se le condenó a morir destrozado por una descarga de hachazos, decía el sub-título periodístico. La acusación contra el Caoba era grave. El veredicto emi-tido por el Ayuntamiento que presidía entonces Manuel J. Félix Almada era inapelable.

Por efectos de la sentencia el acusado tampoco tendría éxito en su peti-ción de indulto. El delito del Caoba consistía en haber sido el elemento prin-cipal implicado en un motín de presos ocurrido en el interior de la prisión municipal.

La experiencia dice que los reclusos del citado penal —que había sido construido en 1899 por el entonces jefe político y titular de la prefecturía de guasave, adscrita al municipio libre y soberano de Sinaloa, don Emilio Men-chaca Rochín—, ese 1972 se amotinaron, en rebeldía dizque porque la cantidad que entregaba la autoridad a la comunidad de presos para su comida diaria o yegua, de un peso peso con cincuenta centavos a cada uno, ni colectivamente les alcanzaba para nada.

Una comisión de reos, encabezada por tres jovencitos que con etiqueta de estudiantes de la prepa habían ingresado al penal acusados de atraco contra la escuela secundaria del lugar, trató el pliego de inconformidades ante el alcalde, pero no fueron escuchados.

Los tres líderes del movimiento carcelario, a quienes la policía había re-cogido máquinas de escribir, un mimeógrafo y otros objetos que destinaron a imprimir propaganda subversiva en «las grillas estudiantiles» de aquellos tiempos, escogieron como tribuna lo más alto de las ramas del árbol de caoba

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que vegetativamente se enseñoreaba en el centro del reclusorio, para transmitir desde ahí su situación hacia las afueras del edificio.

Conforme al plan ideado por uno de los jóvenes detenidos, los reclusos, turnándose, trepaban a lo alto del árbol para hablar, arenga a tono fuerte de severo orador, reclamando justicia ante el gentío que a todas horas del día se arremolinaba en torno de las calles que ceñían el viejo edificio de la cárcel para escuchar los discursos, por las calles Carrasco e Hidalgo, domicilio del penal entonces.

Por varios días los reclamos no fueron escuchados, los reos solamente recibían respuesta de los guardias como éstas: «Están locos, cállense; nosotros también padecemos hambre porque apenas ganamos el salario mínimo», «Si siguen gritando gastarán más energías y les dará más hambre», «Les conviene quedarse callados si quieren recibir mejor trato», etcétera.

Pero tampoco cedían las protestas que surgían desde dentro del verde follaje de caoba; desde antes que saliera el sol hasta ya noche desfilaban los oradores, reclamando mejor dieta alimenticia. Los fogosos discursos de los iracundos rebeldes, principalmente los tres estudiantes, entre ellos una joven-cita, nunca fueron débiles en expresión, cada vez subían más de tono. Casi siempre rubricaban su exposición: «Queremos justicia, exigimos venga aquí con nosotros el hombre de la primera autoridad», solía decir el más bravo de los estudiantes.

Pronto se reunió por enésima vez el Ayuntamiento y su primer regidor para deliberar; había que controlar la revuelta porque el pueblo, siempre al lado del más jodido, empezaba a dar manifiestas muestras solidarias con los demandantes: las expresiones del estudiante preso y líder del movimiento in-terior del penal, estaban consiguiendo su objetivo.

El árbol de caoba había facilitado sus ramas para que se improvisara la tribuna de los reclusos, era además el vegetal la atalaya en las reacciones po-pulares.

Repentinamente un regidor de la comuna, el más influyente ante el al-calde, casi gritó: «¡Muerte al Caoba!... Cortándole el follaje se acabará todo, la gente del pueblo ya no escuchará a los estudiantes rebeldes que sacaron cosas de la escuela secundaria que recientemente los cobijó pedagógicamente». Así, el Caoba, acusado de subversión, se sometió a proceso, se dictó luego la sen-tencia: muerte al culpable.

Una tarde varios trabajadores municipales entraron al penal armados de filosas hachas y machetes para cumplir con la orden. Varios camiones carga-

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ron parte del tronco del árbol, brazos, hojas. Había sido el final del vegetal subversivo.

Uno de los hacheros encontró enterrado en el tronco del Caoba un diario, con letra bien legible, uno de los reclusos se aprestó a leerlo:

Mis antepasados vinieron de la sierra de Chihuahua, una creciente gigantesca del río Petatlán hechó una semilla, me trajo a estas tierras; el empuje fuerte de los arroyos San José de Gracia, Bacubirito, hasta llegar a Ocoroni, me obligaron a llegar más pronto a cumplir con mi destino.

Un hombre que mató a su mujer por haberle sido infiel, en su carrera de fugi-tivo de ley, me transportó del río al interior de este penal al ser aprehendido por la policía, en el lodo fresco de sus huaraches.

El laboratorio germinador de la madre naturaleza aquí me hizo nacer, en mi formación vegetal fue normal, a medida que crecía me sentía más feliz, mi follaje siempre dio sombra y protección a los hombres presos que lloraron arrepentidos sus malas acciones contra la sociedad. Muchas veces les escuché decir: Dios mío, perdóname, no estaba en mi sano juicio cuando cometí el crimen.

Otros, todavía soberbios, bajo mi sombra planearon fugas para ir en pos de la venganza, seguir matando o ir a recoger el dinero que dejaron enterrado en algún lugar; o se trataba de un mercenario al que solo habían dado un anticipo por matar a un semejante.

En mis últimos años de vida observé cómo ingresaron al penal unos jóvenes, casi niños, acusados de robar para comer; adultos que delinquieron para obtener dinero y disfrutar de los placeres de la vida, aquí todavía hablaban del disfrute de vino y mujeres.

Siempre creí, porque aquí adentro aprendí a conocer al género humano, que mi afán de ayudarlos sin interés ni inclinación ideológica ni religiosa iba a termi-nar con mi sacrificio, ya que también los árboles tenemos viacrucis, no importa si la calidad de nuestra madera sirve para forjar alguna obra de ebanistería para adornar alguna residencia o solo terminar como leña en la hornilla o calentón de la casa de un humilde campesino.

Me voy de la vida de los hombres, con mis brazos formando la cruz del sa-crificio, satisfecho de haber servido de algo más que ser el objeto de necesidades fisiológicas de perros. Así fue labrado por el carpintero de la vida, mi formación social se redujo a eso, no alcancé a ser la tribuna de donde se habla a los pueblos porque nací preso, pero también aquí cumplí en una misión modesta, de la que estoy orgulloso.

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Lamento que muchos jóvenes y viejos encerrados en esta cárcel dizque, ges-tionando su regeneración, hayan llegado sin vicios y aquí en el reclusorio apren-dieran a fumar mariguana, planear robos y asesinatos, asaltos en caminos reales y a seguirse desviando del buen camino.

Nunca culparé a mis verdugos, bendigo a todos, ruego al Creador al terminar mi presente misión otra de mis semillas germine o alguno de mis brazos rebrote para crecer dentro de un penal, o donde me necesite la vida complicada de los humanos... Sin más, se despide su amigo el Caoba.

Ocurrió a orillas del viejo Río Petatlán: leyenda de los Álamos Cuates

Una historia legendaria: los Álamos Cuates. No habían nacido juntos, brotaron sus pequeñas raíces a orillas del cauce de un río que nacía en la Sierra Madre Occidental, cursaba centenares de kilómetros para hacer la descarga de sus altos volúmenes de agua sobre el mar Bermejo; fueron la admiración de nues-tros antiguos moradores de un pueblo que comía frijol, elotes de maíz y otros productos que las familias mayos reproducían en un vallado que zonificando en cercos delimitaron la propiedad de cada derechoso.

No fue una casualidad que entre una inmensa alameda de árboles gi-gantes, independiente uno del otro en su constitución vegetal, la tierra fértil alubionosa haya obligado a nacer en el mismo sitio terrenal a esa pareja de ejemplares. La madre tierra, el padre sol, por disposición divina del Creador, desde su origen los había unido en matrimonio bajo la sentencia: ¡hasta que la muerte los separe!

Descendientes de la maravillosa fauna vegetal, el río arrastró desde la sie-rra sus simientes, las aguas fluyendo, los remolinos y turbonadas no lograron separar aquellos dos seres que desde su gestación y perspectiva de nacer ya estaban sólidamente juntos.

Uno para el otro, el otro para el uno, era la orden del místico sol genera-dor de nutrientes fructíferas dictada a la vieja tierra. Que nada los desconecte y desvíe de su destino. Tenían que germinar, nacer y desarrollarse juntos, por-que una era mujer, otro el hombre. Eran desde entonces los Álamos Cuates, orgullo de muchas generaciones de una comunidad que los exhibía en aquel vallado que dio quehacer y alimentos, motivo de vivir a las primeras castas de un pueblo que también aparejado con su propio destino reclamaba escribir su propia historia.

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Nunca se separó uno del otro, eran dos álamos distintos, con vida propia cada uno; pero los unió un solo corazón, el alma de uno no era diferente al alma del otro. Fueron y son el recuerdo, un solo sentir, generoso y hospitalario en sendos follajes para las aves que hicieron nido y reprodujeron pichigüilas y chontes; aves que cantaban a la vida, otras calladas y reflexivas adoraban a Dios y la naturaleza en la solemne oración de su silencio; las víboras de cascabel y cachorones treparon por su tronco en la búsqueda de su destino.

Aquella pareja de álamos, encuatados en raíces y troncos, se amaron des-de su nacimiento aparejado hasta su eternidad, vivieron y corrieron la misma suerte. Los vientos borrascosos de las temporadas atmosféricas violentas, en vez de separarlos, les proporcionaron ritmo y felicidad, silbaban los ciclones por la vieja cañada que también nació del viejo río de Los Petates, para cursar por su territorio de El Vallado, las pobladas comunidades indígenas de Las Árguenas y Los Tecomates.

Ambos con la mirada en la misma dirección, dialogaban en el idioma de los vientos con las altas chalatas y macapules, los otros árboles colosos de El Vallado de Los Cercos, en el dialecto que quería decir a gritos: «¡Soy Guasave!».

Los Álamos Cuates vivieron desde su nacimiento hasta su muerte ple-tóricos de felicidad, sus troncos y follajes permitieron fueran trepados por escuincles descalzos que además del tercio de leña para atizar las hornillas de su madre quisieron llevar también huevos de pichigüilas, anceras y patos canadienses que en las frías noches tomaba de hospedera esa generosa y hos-pitalaria doble creación vegetal.

Treparon hasta las cumbres gloriosas de los Álamos Cuates para divisar su casa desde allá arriba, hasta la inmensidad de la distancia aérea que sepa-raba el sitio con los ranchos de La Uva, donde vivían los Vega, hasta Cofradía de Tamazula con los Armenta; hasta San Pedro Paredes y Mojolo con la mujer simpática e ingeniosa la María Díaz; la atalaya alcanzaba fácil el dominio de Las Árguenas y Los Tecomates de los Rubio, los López y Chicuates. Era la vis-ta aérea de la chamacada de la época, los Gutiérrez y los Castro, Chicuates y Ascárrega.

Trepar la cumbre de los Álamos Cuates era la proeza de subir hasta la montaña más alta del mundo, los plebes y los jóvenes contaban la hazaña con alegría, porque llegar hasta allá, arriba, los había acercado a los dominios eter-nos y generales de Dios: «Sentí la misma sensación que cuando subí a una de las torres de la iglesia de Nuestra Señora María del Rosario», exclamó una vez uno de los tantos escaladores de aquella pareja de árboles que vivieron juntos toda su eternidad.

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¡Hasta que un día de tantos amaneció y no salió el padre Sol en el hori-zonte, rumbo al mar Bermejo y los esteros de Canjilones, Babaraza y El Cuchi-llo; se veía fuerte la nublazón, relampagueaba repetido y amenazadoramente allá por la calera serrana de Bacubirito. Era clara la amenaza de lluvia, la pareja de los Álamos Cuates, hombre y mujer al fin, que se amaron desde antes de nacer y después de la muerte, se abrazaron más fuerte; había presagios de tem-pestad, su mente prodigiosa les dijo que la madre Naturaleza que les dio el ser ahora se preparaba a asestarles el golpe de muerte.

Las pichigüilas y los chontes, los cachorones y las luciérnagas abandona-ron el refugio, los Álamos Cuates no eran ya un lugar seguro para su existencia. Las nubes del cielo se abrieron y empezó la precipitación pluvial, llovía a cánta-ros. Era el diluvio que pronto iba a hacer crecer los caudales fluviales del viejo río Petatlán. Los vendedores de petates y guares que venían de los carrizales de San Pedro de las Árguenas ya no salieron de sus casas para venirse a ofrecer la mercancía a los guasaveños, el río crecía.

Muchas horas de lluvia abundante, el viejo Petatlán alimentado de líquido en sus afluencias de la sierra, sus arroyos aliados hincharon pronto su cauce; los vientos arreciaron, los Álamos Cuates seguían inseparables, la naturaleza furiosa los embestía, se abrazaban más fuerte y sólidos en la decisión divina de no separarse jamás, sin importar las inclemencias del tiempo.

Repentinamente relampagueó, el mal tiempo que era bueno porque nutría las plantaciones de maíz, los mangos y guayabos, las plataneras de la región, en su ley de la polaridad iba a ser malo: una descarga eléctrica bajó instantáneamente de allá arriba donde viven las estrellas y los planetas, el im-pacto hizo blanco en el tronco dual de los dos árboles que en los estertores de la muerte sintieron la necesidad de amarse más.

La lluvia prosiguió por todas las horas del día, parte de la noche, ya ama-necía otra vez y no cesaba; Noé y su barca se hubieran asustado tanto como don Pancho Soto, el canoero del río. Nuevos registros de rayos y centellas hi-cieron blanco en la pareja, la naturaleza que les dio la vida estaba actuando ahora para destruirlos en el propio sitio, el bendito templo de El Vallado, don-de se unieron en su eternidad uno para el otro.

Cesó la lluvia, volvió la calma, los indígenas vieron arder el sitio de los Álamos Cuates, gloriosos en su vida; ardían y su cuerpo vegetal se convertía en llamas, dos flamas separadas y unidas a la vez, una tenía figura de mujer her-mosa de cabellera dorada, su compañero era efigie de un hombre que parecía blandir una espada para defender a su amada.

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Pronto en el sitio solo quedaron dos troncos calcinados, el espíritu de aquellos dos seres vegetales que decidieron fincar su hogar, unidos ahora en el recuerdo de quienes conocieron esa historia que pudo ser realidad, la verdad del verdadero amor entre un hombre y una mujer con figura de dos frondosos álamos. Ahora todavía se multiplican a la vera del viejo río Petatlán, dando cobijo y placer a los corredores aeróbicos que apenas oyen hablar de los Romeo y Julieta de nuestra fauna vegetal que Dios libre de los hachazos electrizantes y destructores de los taladores... ¡Gloria a los amantes Álamos Cuates!

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«PERO NO RENUNCIAS, PABLO RUBIO»: EL MAYO ESPINOZA

En vida se preocupó mucho Nemesio Espinoza Rubio, el Mayo, de El Amole. Por darle rienda suelta a su ingenio, fue de los grandes amigos que tuvo en la región de Guasave el llorado artista Pedro Infante. Todavía por doquier se encuentran anécdotas del ilustre amoleño, porque las soltaba llenas de sabor y oportunas.

El expresidente municipal Pablo Rubio Espinoza supo mucho de las reacciones del Mayo Espinoza. Una de las estelares que el propio nativo de la antigua hacienda La Bebelama cuenta sucedió en el año de 1966. Entonces Pablo Rubio había llegado a la primera regiduría por segunda vez en su carrera política; alentado por el sector campesino, se presentó a tratar de remediar un conflicto entre las gentes de dos pueblos hermanos, dentro de la superficie del mismo ejido: El Amole y Cubiri del Amole.

El Timonel de la Nave Campesina llegó al sitio y, trepado en el bordo de un canal que divide los dos pueblos, se dirigió a ambos grupos de familias que estaban de uno y otro lado:

Ya estoy enfadado, he querido ser su amigo; y, como siempre, vengo a buscar el reconcilio entre ustedes las gentes de El Amole y las gentes de Cubiri, pero no se logra la conformidad, ya estoy enfadado.

He sido dirigente del Comité Regional Campesino Número Ocho y como tal he venido a dialogar con ustedes; dos veces como presidente municipal, igual, constantemente vengo buscando a que se desinconformen. No logro nada, ya estoy enfadado.

Como diputado local, también como amigo, he estado con ustedes, gentes de El Amole y Cubiri, pidiéndoles se entiendan como lo que son, vecinos, familiares y hasta miembros del mismo ejido. Ya estoy enfadado...

ANÉCDOTAS

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Ya iba a repetir «estoy enfadado» por enésima ocasión, que estaba en-fadado de tanta intentona conciliatoria frustrada, cuando surgió de entre la multitud un bufido y luego la expresión irónica del Mayo, Nemesio Espinoza Rubio, quien a grito dijo: «Pablo Rubio, ya estás enfadado... pero no renun-cias». En reírse de la oportuna puntada del Mayo Nemesio ha sido lo único en que han estado de acuerdo los habitantes de El Amole y Cubiri.

«LO QUE NO TE DEJA DORMIR, AMOLITO, SON LAS INJUSTICIAS»: JOSÉ LEAL

A José Leal, esposo de la profesora Aurelia Ahumada de Leal, le dijeron Rene hasta su muerte, quién sabe por qué; lo que sí sabemos es que este vecino de Cubiri del Amole fue dueño de un ingenio colosal y enjundioso.

Miguel Ahumada Cortez, exdiputado local y quien reunió credenciales de regidor del Ayuntamiento de Guasave en suficiente cantidad «para jugar al panguingui», también ha sido en varias ocasiones presidente del ejido El Amole. Precisamente se trataba de una campaña de Miguelito para llegar por enésima ocasión a líder ejidal de El Amole, varias gentes de por allá acudieron a la casa de Pablo Espinoza, por la calle Revolución de esta ciudad, para comu-nicarle al dirigente agrario esos movimientos.

Doña Tana, la esposa de don Pablo, ofreció café a los campesinos amole-ños, todos aceptaron la deliciosa bebida, menos Miguel Ahumada: «A mí no me traigas, abstracto o cargado, Tana, te lo agradezco, de veras... o bueno, si me traes café, nomás que ralito, porque nomás lo tomo grueso en la noche no puedo dormir», dijo.

Entró en acción José Leal después de dar un sorbo a su ración de café, diciendo: «Mira, Miguelito, no es el efecto del café lo que no te deja dormir, no culpes a eso de tu insomnio, que no son más que remordimientos por tanta injusticia que le has cometido a tus compañeros ejidatarios de El Amole, eso es lo que no te ha dejado dormir».

«SI TRAJERA NO ANDUVIERA BUSCANDO»: BALBINO AHUMADA

Hace años un grupo de vecinos de El Amole, portando un aparato buscador de tesoros, anduvo muchas noches consecutivas rastreando la zona de Rosales, El

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Chino, Las Higueras y otros lugares de aquellos rumbos, buscando el oro y la plata que supuestamente enterraron los Menchaca y Ostalaza.

Todos eran socios, habían mandado traer el aparatito detector de entie-rros desde Los Ángeles, California, pero en el rastreo de aquellas deltas del Río Sinaloa no les había funcionado en su objetivo: «Parece que no sirve esta chi-misturria, hemos pasado el aparato por todos aquellos lugares donde pudiera estar enterrado el tesoro de don Roque Menchaca y su primo Pedro Ostalaza, pero no marca nada», dijo quien cubría su pesado turno en tan ambiciosos desplazamientos nocturnos.

Luego exclamó fuerte, dirigiéndose a quien consideraba económicamen-te más solvente, el ingenioso de Balbino Ahumada: «Oye, Balbino, sácate de la bolsa una de esas monedas grandes de plata, para enterrarla y pasarle por enci-ma el aparato, a ver si detecta algo», le dijo. Ipso facto el aludido expresó: «No traigo, ¿ustedes creen que si trajera dinero en la bolsa iba a andar buscando?». Así respondió Balbino Ahumada, uno de los muchos hombres de grandes puntadas que han nacido en la tierra del licenciado Raúl Cervantes Ahumada.

«UN DÍA DE ESTOS VOY A ENOJARME CON DIOS»: el TÍO NANDIS

Fernando Espinoza, el Tío Nandis, oriundo de El Amole, entre otras cosas fue tarolero en un conjunto musical que venía desde la tierra del licenciado Cer-vantes Ahumada a tocar a la feria de la Virgen del Rosario.

En una feria de los años veinte el cuero de chivo de la tarola se le mojó con el agua de la lluvia al Tío Nandis; cansado de tanto despegarlo para poner-lo al sol, el músico dijo a sus compañeros: «Qué fregado, un día de estos voy a enojarme con Dios, porque no es justo que me haga sufrir con tantas mojadas del cuero de mi tarola». Su amigo de toda la vida y compañero de agrupación musical, Eusebio Ahumada, el Tío Chebio, como relámpago le respondió: «Y Dios te dirá que comas mucha de la que no se vende».

«¿QUIÉN ERES Tú, MUCHACHA, PARA METERTE EN LAS COSAS DE DIOS?»

Eusebio Ahumada, el Tío Chebio, siempre defendió su existencia hasta en con-tra de las versiones. Una vez se ausentó de El Amole, por muchos años andu-

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vo trabajando en el mineral El Boleo de Santa Rosalía, Baja California, se fue hasta Los Ángeles, y no escribió a nadie a su tierra durante casi treinta años.

Cuando regresó a El Amole, a bordo de un auto de sitio que contrató en Guasave, caminando todavía con los velices en la mano y vistiendo al estilo americano, fue descubierto por una ahijada suya entrando a las calles del ran-cho:

—Nino Chebio, eres tú, estás de regreso... y pensábamos que te habías muerto.

El hijo pródigo que regresaba a la tierra querida, El Amole, dijo en severa autodefensa:

—No, no he muerto, si fuera cierto no lo negara.Dice Felipillo Rodríguez de El Amole, que el Tío Chebio Ahumada de-

fendió exitosamente más veces su vida que Joe Louis el campeonato mundial de peso completo de boxeo.

Años más tarde, dejó de existir su entrañable amigo Fernando Espinoza, el Tío Nandis; velaron el cuerpo varios días, mientras llegaban familiares de Los Ángeles. Mientras tanto el Tío Chebio, inconsolable, no quiso comer ni hablar con nadie, estuvo encerrado en su cuarto contiguo a la velación noche y día, hasta que hizo acto de presencia ante el féretro una paciente del finado, llorando ella reclamó: «Dios mío ¿para qué te llevaste a mi tata Nandis que tiene tanta familia?, mejor te hubieras llevado de este mundo al tío Chebio que no tiene a quien hacerle falta». Hasta entonces dio signo de comunicación el inconsolable tío Chebio, exclamando severo desde adentro: «Eh, qué vieja esta, ¿quién eres tú para andarte metiendo en las cosas que hace Dios?». Por buen rato cesaron los llantos y rezos, las enlutadas mujeres de El Amole rieron y hasta pareció que el difuntito Tío Nandis también enseñó los dientes por la puntada de su amigo del alma.

«ES PÚBLICO Y NOTORIO QUE EL LICenciado MONTIEL es notario público»: CHICHILIllA ZAMORA

Casimiro Zamora López, el Chichililla, el juez menor de Estación Bamoa que se casó solo y también se negó a unir en matrimonio a una muchacha por razones especiales, regó anécdotas finas por doquiera que anduvo. Antes de entrar al tema de la que vamos a contarle, hay que recordar que Zamora, como juez, sentenció a una jovencita a no unir su destino civilmente a quien la raptó «porque al novio lo ampara el artículo cien; y también amonestó a la madre

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de ella, cuando le reveló ella que también se había huido con el que es hoy su marido, diciéndole: «Ah, entonces, por donde brincó la chiva vieja brincó la chiva nueva».

Ese personaje, el Chichililla Zamora López, cuyas puntadas se han pa-seado por todo el país, salió en defensa de su amigo el licenciado José de Jesús Montiel Castro cuando en una asamblea del ejido Bamoa el grupo contrario al que contrató al profesionista lo rechazó como notario público, tratando de evitar levantara el acta.

«El licenciado Montiel no tiene fiat de notario público, no debe actuar como tal», dijo un campesino opositor. De entre la multitud surgió el grito de-fensivo del amigo del licenciado Montiel, el Chichililla Zamora López: «Com-pañeros campesinos de Bamoa, no se dejen seducir por gritos antagónicos, yo con todo el poder que me da el micrófono de la fuerza física digo que es público y notorio que el licenciado José de Jesús Montiel es notario público».

Hubo aplausos y Montiel terminó dando fe notarial de la acalorada asam-blea del Ejido Bamoa, armonizada por otra frase célebre del Chichililla Zamo-ra López, quien, ya finado, vive aún en cada anécdota que se revive en las ideas políticas de nuestro pueblo.

ES ESCULTOR Y LE DICEN EL KIKIRIKí

Jesús María Armenta Espinoza, hijo de don Telésforo, campesino cuyos ances-tros llegaron de la región de Ahome, y de doña Teódula, nativa cultivadora de flores, recorrió su juventud para aprender.

Si desde niño, mientras estudiaba en la escuela Miguel Hidalgo, allá por la calle Revolución en su casi entronque con la Colón, por haberse quedado dormido en clases la maestra dirigió a los alumnos en un coro: «Kikirikí, ya amaneció», más tarde hizo más méritos para que el populacho le fortaleciera ese apodo del Kikirikí.

Armenta Espinoza en su juventud se fue al sur del país e ingresó en el Ejército mexicano; cuando regresó a su casa, dentro de un monte de mezquite de Guerrero y Ángel Flores, contraesquina de la tienda de don Jesús García Famanía, el Mescicano Migo, y cerquita del abarrote de don Pepe Yagomín y doña Lucrecia, empezó a mostrar a los guasavenses todo lo que aprendió como soldado.

Primero puso una fábrica de dulces de azúcar, en forma de gallitos co-lorados, los vendía recorriendo todo el pueblo con la mercancía colocada en

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un quiote largo como de cuatro metros, cortado a una mata de aguama. La chamacada de los años treinta y cuarenta identificaban al fabricante vendedor de gallitos de dulce como el Kikirikí. Cada dulce valía un centavo, diariamente vendía ochenta o cien, casi un peso le producía eso, un dineral entonces.

Herencia de su madre, doña Teódula Espinoza de Armenta, es un gran cultivador de flores, árboles frutales y de ornamento. Muchos de los Espinoza nativos tienen esa cualidad ligada a la naturaleza; doña Teódula, hija de don Irineo Espinoza Romo, compadre de mi abuelo Catarino, fue una de las mejo-res en este campo creativo.

Sin descuidar sus aficiones a los jardines y los árboles, Jesús María Ar-menta Espinoza ganó fama también como escultor de los rostros de Juárez, Zapata, López Portillo, Pancho Villa, etcétera; empezó forjando el rostro de su señor padre. Fueron sus primeras creaciones.

Luego manejó el material para dar parecido exacto a Benito Juárez, pero no previno que habría que sacar la obra por la puerta, no cupo. Se vio obliga-do a tumbarle el techo de terrado a una de las casas de la cuartería de su pa-dre, don Telésforo, por la avenida Guerrero cerca de Ángel Flores. Los grandes errores son de los grandes genios, pues.

«SI NO ME FUI CUANDO ESTUVIMOS TRONADOS»: EL TARRAS ESPINOZA

Héctor José Rosario Abdón Espinoza Soto, mecánico de oficio, amigo de los guasavenses que viven por dentro y fuera del terruño, lo apodan todavía el Tarras, pero muchos de sus amigos le dicen Tarramés a raíz de que su padre, el que fuera líder agrario, Rosario Espinoza, el Chito vendiera tierras particulares en el predio Agua la Arena, allá por Tetamecha, municipio de Sinaloa.

Fue Catarino Hernández Rubio, expitcher de beisbol profesional y opera-dor de una juntadora de sal en la salina de Guerrero Negro en Baja California Sur, quien le endilgó el mote de Tarramés. Primero fue el Tarras, de generación de Pedro el Charrascas Ramírez, un jonronero del beisbol profesional de la Liga de la Costa del Pacífico. «Si ahora tienes padre rico, como Radamés Bór-quez a su papá Nacho Bórquez, ahora te bautizamos Tarramés Espinoza Soto», le dijo Catarino. Desde entonces Tarras mejoró a Tarramés.

Lo malo, o bueno, es que la ley de causa y efecto nos somete a la com-pensación, José Rosario estaba contento con su ascenso de Tarras a Tarramés cuando le llegaron las exigencias de su padre, el Chito Espinoza, reclamándole mayor responsabilidad en la vida, como hijo de familia. «Esta vida de holgazán

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se terminó, José Rosario, o dejas de llegar a dormir después de la medianoche, para que te levantes temprano a trabajar en el taller mecánico de José Ramón... o te largas de esta casa!». A lo que Rosario Abdón Espinoza Soto, el hijo de doña Emilia: «Eh, mi papá, me cree tan tonto. Si no me fui de esta casa cuando estuvimos tronados, menos lo hago ahora que agarró agua la nube. ¿A poco cree que no sé que ya vendió las tierras de Agua la Arena y que somos ricos?... No me crea tan tonto, papá».

«NO ANDABA BAILANDO, MUJER, ANDO»: LICO ASTORGA

Hijo de Juan Astorga, un peón que llegó de rumbo a El Fuerte a principios de siglo para trabajar con don Irineo Espinoza, uno de los herreros estrella de la forja principalmente en la fabricación de espuelas de plata para hacer andar los más briosos caballos. Juan Astorga casó con Froylana Espinoza, nieta de don Irineo, de ese matrimonio nació Federico Astorga Espinoza, Compa Lico, productor de una relación de anécdotas bien larga.

En una ocasión su hermano Juan lo acompañó a los montes de Taicuri, a la leña. En la noche apareció en el campamento un par de ojos que brillaban como de animal del monte, el hermano del Lico le disparó el rifle treinta–treinta y el bulto se desplomó.

—Perdóname, Lico, nunca pensé era el macho de la carreta, creí era un venado, o jabalí —dijo Juan.

En castigo, Federico hizo a Juan jalara la carreta cargada de leña, como si fuera el macho, desde Taicuri hasta su casa en San Joachín.

Era domingo, había fiesta en la escuela de San Joachín, Lico Astorga llegó a su casa a la una de la mañana; encontró llorando a su mujer y la interrogó:

—¿Quiubo, por qué lloras?—Lloro porque me vinieron a decir que andabas bailando con la maestra

en el baile de la escuela —dijo la mujer manifestando sufrimiento; y Astorga le respondió:

—¿Andaba bailando?... ¡Ando bailando!... Nomás vengo por el saco por-que estoy sintiendo fuerte el frío.

Y Lico Astorga se fue a seguir disfrutando del bailongo con la guapa men-tora.

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«Tú SER CHICHILILLA», DIJO WILSON A CASIMIRO ZAMORA

Muchos saben, muchos no saben, que a Casimiro Zamora López le indilgó el apodo de el Chichililla el que fuera acaudalado legumbrero Santiago Wilson. Ocurrió esto en los albores del año de 1930 en el rancho Unión, localizado en-tre Estación Verdura —hoy León Fonseca— y El Zopilote.

Wilson acababa de llegar a la región y rentó tierras en la Unión a don Chuy Zamora, padre de Casimiro, este en vida dueño de un estupendo y fabu-loso anecdotario que empezó desde que el norteamericano le dijo a su amigo: «Tú eres un chichililla».

La historia es la siguiente. Al rancho Unión llegaba el chamaco Zamora López a vender leche de vaca del rancho de su padre; Wilson, uno de sus clien-tes, el Gringo, que había arrendado tierras a don Chuy Zamora, gozaba escon-diéndole las botellas con el producto lácteo a Casimiro para hacerlo enojar.

Zamora López se ponía colorado de coraje y hacía reír a Santiago Wil-són: «Te pones como si hubieras comido mucho chile, estás colorado, eres un chichililla», decía el norteamericano mientras reía a carcajadas junto con los presentes.

Así nació el mote del hombre que siendo juez menor en Bamoa Pueblo se casó solo con una muchacha pueblerina. El Chichililla ganó fama como juez también la vez que porque «el artículo $ien» así lo disponía, se negó a casar a un raptor acusando a la madre de la muchacha de que ella tampoco se había casado con su marido: «Entonces, por donde brincó la chiva vieja, brincó la chiva nueva», le dijo.

«SI ES EL MISMITO BACHOMO»: Pánfilo Fierro

Antonio Espinoza León, dirigente campesino, exdiputado local y parcelero del ejido El Doradito, es conocido por sus amigos con el remoquete del Bachomo; un vaquero de la familia Menchaca, Pánfilo Fierro, a quien se le acredita haber sido el autor del corrido «El novillo Despuntado», le puso el mote.

Era el día 17 de diciembre de 1917, las familias de los vaqueros de la familia Menchaca estaban reunidos en el rancho Rosales, a unos cuantos kilómetros de la boca del río en el mar de Cortés.

El motivo era que dona Nicolasa León de Espinoza, mujer de don An-tonio Espinoza Fierro, había dado a luz a un niño, de tez supertrigueña, pelo parado, nariz chata. Sus padres lo trajeron hasta el bautisterio de la iglesia del

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Rosario de Guasave para bautizarlo con el nombre de Antonio y los apellidos Espinoza León.

Pero antes, allá, en el rancho Rosales, el vaquero Pánfilo Fierro había ya puesto un nombre al hijo de don Antonio y doña Nicolasa: «Pero si este niño es el mismito engendro del indio Bachomo». Se refería a Felipe Michi Bachomo, el revolucionario de Mochicagüi que había sido fusilado por el Ejército. Desde entonces, pocos saben que el Bachomo Espinoza León se llama Antonio.

«TENEMOS quóRUM DE MÁS», DIJO EL GENERAL VALLE

El general Miguel Valle Dávalos, miembro de un núcleo de parvifundistas de San Rafael Bacayahueto y quien ganó múltiples galardones en los días aciagos de la Revolución mexicana, un mes y un día de 1958 era diputado local del quinto distrito electoral de su municipio de Guasave.

Era gobernador de Sinaloa el general Gabriel Leyva Velázquez; su amigo y presidente municipal era el parcelero del Ejido Bamoa, Juan Angulo Leyva, a quien precisamente más tarde, al renovarse el cuadro del H. Congreso del Estado, el general Valle Dávalos hubo de turnarle la estafeta de legislador del citado distrito.

Era presidente del Congreso el diputado y general Valle Dávalos, en una ocasión de 1958, el oficial mayor de la Cámara en Culiacán le notificó a mi general que se tenía que suspender la reunión de legisladores porque «no hay quórum», es decir —le añadió— «el motivo es que no está presente el número suficiente de diputados».

A los pocos días el general Valle Dávalos se presentó a presidir una junta del Congreso, observó que estaban todos sus compañeros diputados, e inclu-sive varios periodistas y gentes invitadas, entonces exclamó irónico: «Vamos a empezar la reunión ahora, esta vez hay quórum de más». Todos rieron y el militar político pudo coordinar una de las juntas del mes que le tocó presidir la Cámara sinaloense.

«SI FUERA COSA BUENA, ESE AEROLITO HUBIERA CAíDO EN LOS MOCHIS»: RICARDITO

En 1971, cuando era presidente municipal de Guasave el agricultor José de Je-sús Sánchez Camacho, sucedieron varios casos favorables a esta tierra: el equi-

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po de beisbol profesional Algodoneros ganó el título de la Liga Mexicana del Pacífico; la hermosa guasavense Libia Zulema López Montemayor obtuvo el galardón en 1972 de Señorita México.

Hubiese sido toda vida y dulzura para los guasavenses si el gobernador de la época, licenciado Alfredo Valdez Montoya, no mueve influencias y se lleva al municipio de Ahome las realizaciones del proyecto del Aeropuerto Federal, obra operando hace rato por la carretera Los Mochis al puerto de Topolobampo.

Ningún habitante de la jurisdicción guasavense estuvo conforme, se decía que el gobernador Valdez Montoya se estaba llevando todo lo bueno para el municipio de Ahome, cuando repentinamente un meteoro se desprendió del espacio hasta el caserío de Campo Díaz, aquí cerca, a 3 km de la ciudad. Por muchos días autoridades y miles de curiosos observadores buscaron afano-samente el aerolito que parecía se fue hasta las entrañas de la tierra cerca del bordo de un canal.

Una señora que se agregó ese día a la romería preguntó a la gente que observaba a los buscadores del metal que cayó del cielo: «Bueno señores, y eso que dicen que cayó ahí, ¿es cosa buena o cosa mala?»; «Creo que mala, seño-ra, porque si hubiera sido cosa buena el gobernador Valdez Montoya hubiera movido sus influencias allá arriba para que hubiera caído en Los Mochis», ex-clamó el carnicero Ricardo Angulo, Ricardito, a la vez que empinaba un trago del néctar extraído de las verdes cañas.

A CHABELITO MEZA LO CONFUNDIERON dos veces CON Martín Ordorica

Don Isabel Meza, oriundo de la sierra de Durango, a principios del siglo se estableció en Guasave y se declaró su hijo adoptivo de por vida.Por muchos años desempeñó el oficio de peluquero, primero en el céntrico caserío de don Tomás Rivera por la calle Obregón, en la misma calle frente al hoy Chamizal, la esquina Obregón y Carrazco, misma Obregón frente a Casa Elsa y al último en el bulevar 16 de Septiembre, su propia casa.

Con su esposa Gertrudis López de Meza, Tulita, procreó casi la docena de hijos, con un solitario hijo varón y muchas hijas guapas que fueron el orgullo del estimable fígaro de tez blanca, ojos azules escandinavos, también dueño de un ingenio singular.

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Su hijo y todas sus hijas se casaron y se ausentaron de Guasave para dis-persarse por ciudades de toda la república y Los Ángeles, California; menos una, la esposa de Francisco Pancho López Barraza, ella se quedó en su natal Guasave.

La buena de Tulita, la prolífera esposa, aceptó. Entonces Chabelito Meza dejó de ser peluquero y se dedicó a viajar desde Yucatán hasta Los Ángeles, pa-sando por el Distrito Federal, Guadalajara, Culiacán, Guasave, Ciudad Obre-gón —aquí vive su hijo Rubén—, Hermosillo, Tijuana, entre otras partes. En una ocasión dijo Chabelito el peluquero:

Siempre viajo contento, voy a compartir unos días con tantas familias que Dios me puso en el mundo. Frecuentemente me acompaña mi esposa Tulita.

Pero una vez, en Guadalajara, saliendo de la central camionera para dirigirme al parque Lago Azul, de entre el gentío observé que un individuo que jamás había visto en mi vida, se dirigía a mí... [agregó don Isabel:] Se me echa encima, me abraza a la vez que casi grita: «Martín Ordorica, tanto tiempo sin verte, hermano. Pero si estás lleno de vida, los años no han pasado por ti».

Me desprendí de él, le expliqué yo no me llamaba así, Martín Ordorica: «Soy Isabel Meza, barbero de Guasave», pero el tipo aquel insistía en que estaba frente a Martín Ordorica. Al fin se fue.

Transcurrieron dos años de aquel suceso, transitaba del norte al sur, cuando al bajar del autobús en la terminal de Culiacán, otra vez el mismo tipo, realizó la misma operación, me abrazó diciendo: «Tengo tanto gusto de verte Martín Ordorica, a que no crees que una vez en Guadalajara te confundí con un pinche peluquero de Guasave».

ASTERIO SANTILLANES, REPOSADA FILOSOFÍA DEL TRABAJO

Descendiente de un nativo de Nío que compartía oficios de abastero, músico y cantinero, Procopio Santillanes, Copito, Asterio Santillanes Soto, por su des-cansada formación, maneja una reposada filosofía del trabajo.

Rodeado de hermanos trabajadores: la profesora Clarita Santillanes, maes-tra de muchas generaciones guasavenses; Santos Santillanes, el Tato, habilidoso vendedor de seguros de vida, contra robos, incendios y protege a un cliente hasta «contra el apache güero»; Antonio Santillanes, el Marro, le dicen así por que es pesado para moverse y soltar el dinero; su extinto hermano Arturo, fue

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también tablajero; sus hermanas María, Felipa, etcétera, afanosas en el hogar. Pero Asterio ha podido declarar, al acostarse cada noche, como rezo de un de-voto de la flojera: «Madrugué para no hacer nada y no me alcanzó el tiempo».

Cuando le reprochan que siendo ejidatario de Bachoco renta la parcela, su fuerte autodefensa lo hace responder: «Que los líderes agrarios como Chuy-maría Cervantes no ataquen a quienes rentamos las parcelas, porque al fin y al cabo somos mejores campesinos que quienes trabajan personalmente la tierra; simplemente tenemos más tiempo de asistir a las asambleas ejidales para escu-charles sus kilómetros de discursos enfadosos».

Concuño de otro ejemplar ganador del título a la pereza, el Premio Wess Bon, Epifanio Félix Ruiz, el Epi, Asterio le ha recomendado a su congénere seguir perteneciendo al club Tepeché (Trabajo Pura Chin...), «porque vale más un Epi huevón que un Epi con mancha en el pulmón». Ambos amigos, Asterio y el Epi Ruiz, ya fallecieron, para ellos el mejor de los recuerdos, justicia a su singular ingenio.

Una vez el extinto doctor Antonio Díaz de León Menchaca realizó una operación quirúrgica a el Ciego Asterio, la sala de rayos x de su sanatorio había tomado una radiografía del paciente y la película mostraba el par de pulmones cuadrados. Díaz de León, alarmado, consultó el caso con varios colegas mé-dicos pero ninguno descifró la placa que parecía tabla de jugar damero; hasta que el Epi Félix Ruiz dijo lo que realmente pasaba: «No es nada malo eso que revelan los pulmones de mi concuño Asterio, simplemente es el petate de pal-ma, que lo tiene impreso en la espalda de tanto que se lleva acostado».

Quince días después el doctor Díaz de León Menchaca dio su alta a As-terio:

—Ya puedes abandonar el hospital, Ciego, solamente te recomiendo bue-na alimentación y reposo absoluto. Puedes irte a reanudar tu vida normal, te recomiendo reposo absoluto.

—¿Qué me quieres decir, doctor, con eso de reposo absoluto?—Pues que descanses más de lo que estás acostumbrado a descansar. Ante lo que repuso el galeno, ipso facto Santillanes hizo funcionar su au-

todefensa:—Solo apenas muriéndome, doctor. Más abajito de lo que estoy acostum-

brado a descansar, está el descanso eterno. Asterio murió y dejó escrito su propio epitafio: «Aquí sigo descansando».Agustín Pinto Osobampo, ya finado, de los abasteros viejos del mercado

municipal, mostraba a sus amigos algo de su imaginaria historia revoluciona-ria:

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—Sépase que yo anduve en la Revolución peleando al lado de mi general Macario Gaxiola y Juan Carrasco; también en el sur del estado en tiempos del Gitano Valdez y los del monte; anduve con el Culichi...

—Con el Culichi de fuera. Le exclamó Asterio Santillanes a mi teniente Cuty Pinto Osobampo.—Ciego, tengo una vaquilla gorda... ¿no vas a llevar carne ahora? Le dijo

el Cuty, carnicero, a su amigo Asterio Santillanes. Y este le respondió rápido:—Si te descuidas, sí llevaré carne.

La filosofía reposada de Asterio Santillanes Soto en los últimos años ha representado grandes servicios a la ciencia médica, superando con mucho a lo que haya aportado la filosofía de Sócrates con aquello de «Hombre conócete a ti mismo», o a las tesis psiquiátricas de Sigmund Freud o el suizo Carl Jung.

«Usted repose a la Asterio Santillanes y descansará por dentro y por fue-ra; no a la yoga o cualquier otro relajamiento oriental, están muy por abajo del ejidatario de Bachoco, a quien le gusta mucho el campo... para dormir», así dice la recomendación médica que ha llegado a millares de pacientes recla-mantes de este tipo de terapia.

El mejor recuerdo a mi amigo Asterio.

EL VIEJO ADOLFO PEIMBERT: «SE EQUIVOCAN LOS MÉDICOS»

En los años veinte existió en Guasave un espontáneo político, el Viejo Adolfo Peimbert, padre de Arturo el Zurdo, hombre de beisbol; Alfonso el Relámpago Kid, del ring del cine Murcia; Beto, el reportero de sociales de El Burrioncito; Luis Humberto, comerciante y constructor del edificio de la CaNaCo de Gua-save. Y de otros hombres y mujeres.

Don Adolfo, en época de campaña, retaba la influencia política de don Blas Valenzuela y de los Menchaca, se lanzaba solo al ruedo y en plena cam-paña emitía discursos en los embanquetados de ladrillo de cada esquina del Guasave de esos tiempos.

Cierta ocasión, Peimbert hablaba a sus partidarios, que podrían haber cabido en un carrito de mulas del tamaño de un auto Volkswagen de la época moderna; pero qué sarta de verdades decía, si era tan viril como puede serlo en estos tiempos el tapatío Jesús Martínez, Palillo, con la diferencia que este cobraba en sus carpas por criticar severamente a nuestros políticos. El Viejo Adolfo no, sus arengas fueron gratuitas.

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Uno de los enemigos políticos del Viejo Adolfo le gritó a este que se ca-llara, que ya no estuviera enfadando gente con sus discursos, a lo que el orador reincidente respondió:

—El que debe callarse eres tú, tísico.Como en esa época la tuberculosis tenía temerosa a la humanidad y un

señalamiento de tísico —así se le decía a quien podría padecer la tisis o he-moptisis— no la soportaba nadie.

—Yo no estoy tísico, Viejo Adolfo. El gritón dijo a tiempo que colocaba una daga lengua de gallo sobre el

costillar derecho de Peimbert, quien le respondió rápido, ingenioso y con ins-tinto de conservación:

—¡Ah!, si se equivocan los médicos en sus diagnósticos, con más razón yo que no estudié medicina.

El público que escuchaba al orador y el propio hombre del cuchillo sol-taron la carcajada en el mitin celebrado en lo que es hoy esquina de Zaragoza y Corregidora. Desde entonces le daba a los guasavenses por hablar mucho en ese crucero de Guasave.

EL ZURDO PEIMBERT: «Y MUY BONITO, POR CIERTO»

Ignacio Arturo Peimbert Camacho, el Zurdo, terminada su carrera de activo ju-gador de pelota, fue pitcher y primera base, se dedicó a dirigir equipos amateurs, semiprofesionales y profesionales, en ligas estatales, del noroeste y de otro tipo.

Había ganado vivencia en el deporte el Zurdo Peimbert al lado de Rafael Cortez, Roberto Pinto Camacho, Fínicas Leal y otros muchos jugadores del deporte de Babe Ruth, en una etapa importante de ese pasatiempo en Guasave.

Ya fincado como mánager del equipo Fletes de Jalisco, glorioso conjunto que fue propiedad de Jesús Félix Gastélum, el Güero, el Zurdo Peimbert jugaba en la Liga Regional del Norte de Sinaloa en la plaza de Angostura.

Había un duelo de pitcheo, Catarino Hernández Rubio por el Fletes de Jalisco contra Esteban Arce de los angosturenses, el ampayer Francisco Chico Cebreros, daba las decisiones atrás del pitcher plate. Y como Chico Cebreros era el presidente municipal de Angostura, traía al cinto una pistola escuadra calibre 44.

Era la séptima entrada, había duelo de pitcheo cero-cero; el equipo dirigi-do por Peimbert bateó dos hits, otro llenó la caja por golpe, al bat Jesús López, el Negro, con dos outs.

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Con cuenta de dos strikes y tres pelotas malas, el lanzador Arce pasó por sobre la cabeza del Negro López la pelota, una vil bola pero el ampayer Cebre-ros marcó strike al bateador que se había visto obligado a tirarse de cabeza para no ser golpeado, lo ponchó.

Peimbert corcheaba en la línea de tercera base y salió a la estampida hasta donde estaba Chico Cebreros, el ampayer, a tiempo que corajudo le gritaba:

—¿Qué fue eso que marcaste, ampayer bandido, hijo de tu...?—Marqué strike —le respondió el juez, a tiempo que ponía su pistola

sobre el pecho del mánager del equipo visitante.A Peimbert le cambió el semblante y la voz cuando vio el fierro mortífero

encima de su uniforme, exclamando: —¿Strike?... ¡Y muy bonito, por cierto, señor presidente!.El fallo quedó así, López fue ponchado y Peimbert, si bien no anotó ca-

rrera en ese inning, sí ganó celebridad por su ingeniosa respuesta, ques alvo su vida, si no el juego.

«NO LE TEMO AL ATROPELLAMIENTO SINO A LA INFECCIÓN»: MUSSOT

Arturo Mussot Rojo, conocido vecino de la calle Teófilo Noris y callejón 21 de Marzo, zona de la ciudad de Guasave conocida como Obrero Mundial porque por ahí viven muchas gentes peleadas con el trabajo, transitaba una ocasión por la avenida Zaragoza cuando estuvo a punto de ser arrollado por el automó-vil que guiaba el periodista Gabriel Medina Martínez, nativo de Ciudad Juárez, Chihuahua, hijo de un prominente intelectual de Bachigualato, Sinaloa, el li-cenciado Abelardo Medina.

Medina Martínez era propietario de un vehículo seriamente afectado por la falta de conservación, por años no había recibido servicio de lavado y en-grasado, ni una limpiadita de vidrios delantero y trasero. Simples descuidos de los intelectuales.

Al venírsele encima el auto, Mussot Rojo pegó un salto extraordinario del arroyo de circulación de la calle hasta la banqueta, ayudado más por el extraor-dinario instinto de conservación de los hombres que por su habilidad natural.

Ya a salvo Mussot, mientras el conductor seguía su marcha por la Zara-goza de sur a norte, el peatón explicaba a los testigos presenciales del suceso: «Brinqué como canguro australiano porque le tuve más miedo a la infección que al atropellamiento».

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«Sí, ANTES TENÍA 54 AÑOS; AHORA TENGO 49»: FELIZARDO

Felizardo Bojórquez, famoso como agente viajero vendedor de casimires, man-dalay, lino, driles finos para traje y pantalones, fue nativo de Bamoa Pueblo, paisano del Bacho Arrayales y de Alejandro Armenta, el Culebra, entre otras celebridades.

Ingenioso Felizardo, quien en Guasave fue entrañable amigo de Manuel Bon López, mientras recorría pueblos del valle del Yaqui tratando de vender algo, tocó una puerta y le dijo a la señora que salió a atenderlo:

—Mire usted, mujer, no he vendido ni un corte, por eso quiero me regale un vaso de agua, porque no he comido y no tengo donde dormir.

La dama de Pueblo Yaqui quiso responder algo, pero Felizardo prosiguió hablando:

—No se preocupe, señora, si no tiene qué darme de comer, yo con frijol azufrado con caldo, un pedazo de carne asada y media asadera de apoyo, con eso tengo; no me porto muy exigente cuando ando fuera de mi casa de Bamoa.

Otra vez, Manuel López Bon le reprochó a Felizardo el porqué antes tenía 54 años de edad y ahora estaba denunciando 49:

—Mira, el asunto es el siguiente, Manuel, efectivamente sí tenía esos 54 años que tú dices, pero resulta que un amigo mío de Verdura, cuando confron-tamos edades, él más viejo que yo, me dijo: «Te llevo cinco años, Felizardo»; yo le dije: «Sí, cómo no: llévatelos». Y ahí tienes, motivo a esa gentileza de mi amistad de Verdura me vi obligado a bajarme la edad de 54 hasta mis contem-poráneos.

Así declaró aquel agente viajero que también sabía tocar guitarra y com-poner canciones bonitas.

«DE JOVEN, TODO ES MÁS FÁCIL», DIJO PABLO RUBIO aL LECHERO ÁLVAREZ

El hijo del campesino de Los Ángeles, el Triunfo Graciano, el carrerista Óscar Álvarez, conocido como el Lechero porque por años repartió en la ciudad a bordo de una bicicleta garrafones del preciado líquido extraído de las vacas.

El Lechero Álvarez fue un estelar de la tensión dinámica y campeón le-vantador de pesas, entre muchos títulos ganó el de Míster Costa del Pacífico, concurso celebrado en Guadalajara; y otro en Mazatlán, en la época que Pablo Rubio Espinoza fue presidente municipal de Guasave la segunda vez, 1966-

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1968. Hasta el munícipe nacido en La Bebelama llegó Óscar Álvarez para mos-trarle el gigantesco trofeo que lo acreditaba como Míster Costa del Pacífico, la estructura estaba ilustrada por un atleta que se parecía mucho a Charles Atlas.

—Mire, don Pablo, le vengo a enseñar lo que gané, este trofeo: soy Míster Costa del Pacífico. Quise venir a verlo porque sé que usted es amigo de mi pa-dre Graciano y para que sepa que también los hijos de los campesinos sabemos poner en alto el nombre de Guasave, la tierra que nos vio nacer.

—Muy bien, muchacho, te felicito por todo esto que has logrado, tienes muy bonita musculatura. Mi amigo Graciano debe estar muy orgulloso de ti, si él, ya ves, está acostumbrado a admirar puros caballos de carrera. ¿Qué más sabes hacer en este deporte?

—También puedo levantar pesas en vilo, hasta más de ciento veinte kilo-gramos, don Pablo.

—Por eso también voy a felicitarte, Óscar, aunque a tu edad, joven, todo resulta muy fácil, porque ya de viejo uno no puede levantar ni a la vieja de la cama para que le haga un trago de café. Te repito, muchacho, te felicito.

EL TAXISTA CHUY BOJÓRQUEZ Y MARÍA GARCÍA LEÓN: NOVIAZGO DE 30 AÑOS, El más largo en la Historia de Guasave

Ella, María García León, era una de las varias hijas guapas y talentosas del ma-trimonio formado por don Benito García Ramírez y doña Aurelia León Soto de García. Eran los primeros tiempos del siglo XIX.

Él, J. Jesús Bojórquez Gálvez, taxista de oficio, llamado por sus amigos Chuy Sonrisas porque no perdía oportunidad de mostrar su blanca dentadura e iba siempre acompañado de su magnífico estado de ánimo, arribó a Guasave pro-cedente de su tierra natal, rancho alteño del municipio de Sinaloa, La Choyita.

Si Chuy Sonrisas Bojórquez había nacido en 1901, a poco junto con sus padres y hermanos hizo su arribo a Guasave. Pero más optimista se tornó el rostro, junto con la singular dentadura de Chuy Bojórquez Gálvez, una tarde de primavera que acudió junto con varios amigos para pasear por el concurri-do anillo encementado, con un florido jardín al centro, de la plazuela Miguel Hidalgo. Así nos lo narró un antiguo amigo del personaje:

[En] una de las vueltas del galán, en sentido contrario por donde paseaban las muchachas, la dentadura grande, gruesa y blanca de Chuy el taxista se abrió

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emocionada, la luz de los viejos faroles de petróleo de la plazuela le dieron más brilló a esa zona de su cuerpo, la mejor vigilada, conservada a cepillazo limpio, porque ya estaba aquí, de venta en farmacias y abarrotes, la famosa pasta dental Colgate.

La razón es que los ojos de Bojórquez Gálvez, que se abrieron hasta casi invadirle su amplia frente, habían localizado a la mujer de su vida, nunca antes el corazón de Bojórquez palpitó más repetido y jubiloso como esa tarde noche primaveral de 1935. Estaba frente a él, Chuy Bojórquez, el Sonrisas, la figura de una mujer chaparrita, bella como la alta mayoría de sus congéneres de la época, sonriente e inteligente, respetuosa a los mandatos paternos, respetuosa de lo más grandioso que tenía la mujer de aquellos entonces, que desafortuna-damente se ha ido perdiendo, gradual e inexorablemente: ¡el pudor!

Con intercambio de miradas y sonrisas —esta última, más dominante y manifiesta en Chuy Bojórquez—, la respetable María García León había loca-lizado también al hombre de su vida, con quien a partir de entonces iniciaría un romance, el más largo de toda la historia de los hombres y las mujeres de Guasave: hasta rebasar los 30 años.

Este idilio de la pareja, con récord de todos los tiempos —más allá de los 60 jonrrones en el beisbol de Babe Ruth—, que no ha permitido intervencio-nes de ningún gringo o latino que aparezca en el terreno de los idilios amo-rosos para batirle ese récord a la pareja, culminó el 16 de diciembre de 1966, cuando el juez de paz y el cura católico monseñor José Rodríguez Cázarez los unió en el indisoluble lazo matrimonial «hasta que la muerte los separó».

Y así fue, Chuy Sonrisas y María figuran dentro del récord de setenta mil matrimonios civiles efectuados por el juez Emilio Cota Meza, el Milín. Este matrimonio, al que precedieron 30 años de feliz noviazgo, mereció que san Pe-dro y san Pablo, también Melchor Ocampo, bajaran del plano celestial donde se encuentran, para dar lectura en vivo y a todo color de sus respectivas epísto-las a la pareja de don Jesús Bojórquez Gálvez y la señorita María García León.

Pero de veras fueron 30 años de noviazgo, en el cual Chuy Sonrisas ja-más faltó a visita, era puntual a las cinco horas de cada tarde, cada invierno o verano. Caminaba a pie por la calle desde que se llamó Constitución hasta los tiempos modernos de Teófilo Noris; eso sí, repartiendo sonrisas por una y otra banqueta, saludaba sonriente siempre a las familias que salían a platicar a las afueras de su casa, sentadas en poltronas y sillas de vaqueta. La familia de Benito Esteban García León, único hermano varón entre la legión de hijas in-teligentes de don Benito y doña Aurelita, mantiene hasta la fecha su residencia

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311anécdotas

en la esquina céntrica de la avenida Nelson y la vieja calle Constitución, hace rato Noris.

Un día, sin haber procreado hijos, tras 18 años de matrimonio, llegó el acontecimiento más importante para todo ser viviente: ¡la muerte! J. Jesús Bo-jórquez Gálvez, su cara se tornó seria y solemne, sus ojos y labios cerraron la cortina a su famosa dentadura, dejó de existir a la edad de 82 años, el 10 de febrero de 1983, ocurrió en la vecina Los Mochis; ella abandonó está vida el 23 de diciembre de 1991 a la edad de 86 años.

El extraordinario idilio lo habían iniciado María de 29 años y él, don Chuy Sonrisas de 34 años.

Los 30 años del largo noviazgo, con los 18 de casados, estuvieron pletóri-cos de felicidad; no es cierto que en alguna ocasión hayan estado a punto del divorcio por incompatibilidad de caracteres. Se trata eso simplemente de una reacción natural del singular ingenio de los guasavenses, de aquellos y éstos tiempos, pues en la pareja siempre imperó la orden divina: hasta que la muer-te los separe. Los hubieran envidiado Romeo y Julieta en su demostración al mundo de los novios sobre lo que es lealtad y respeto a las parejas que un día, «como las piedras que rodando se encuentran», u «hojas de árboles distintos que, impulsadas por el viento, sellaron compromiso, con el ensamble divino, en el que ya no se supo, quien era uno y quien era el otro».

Si yo pudiera, algún día le erigiría un monumento a ese noviazgo gigan-tesco con 30 años de duración, de Chuy Sonrisas, el hijo del rancho La Choyi-ta, y María García León, la hija del amigo de mi abuelo Catarino, don Benito García. Si no puedo en lo material, espiritualmente se los haré, en nombre de la historia de Guasave.

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ÍNDICE

Ramón Hernández Rubio (28/07/1929–29/05/2000) | 7Presentación | 11Dedicatoria | 13Saludo cordial a los guasavenses | 17

FundadoresCapitán Martín Pérez arribó a Guasave en 1592 | 21Hernando de Santarén en Guasave (1594-1596) | 22Hernando de Villafañe declarado fundador de Guasave a partir de 1595 | 23

Raíces históricasNuño Beltrán de Guzmán (1531), capitán Álvar Núñez Cabeza de Vaca (1536), Andrés Pérez de Rivas, cronista de aquellos tiempos; Baltazar de Obregón, historiador; Gonzalo de Tapia, capitán Martín Pérez, Hernando de Santarén, fray Hernando de Villafañe | 27El astillero de Nío (1688–1694) | 30

Paso del misionero Eusebio Kino por Guasave | 30¿Cuándo se dividieron territorio los dos pueblos de Nío? | 32Kino murió en Magdalena, Sonora | 34Las excavaciones arqueológicas | 35

Vestigios en Chametla, Guasave y Culiacán | 35

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Municipio de GuasaveCaracterísticas geográficas y ecológicas | 37

Localización geográfica y extensión territorial | 37Edafología | 37Orografía | 38Hidrografía | 38Climatología | 38Agricultura | 39

La furia del río Petatlán y su fiel y peligroso aliado, el arroyo Ocoroni: las inundaciones de los años 1895, 1928, 1943 y 1958 | 39Guasave: de directoría política a municipio libre y soberano | 41Guasave es ciudad desde agosto de 1954 | 42

ReligiónHistoria de la iglesia del Rosario | 53Relación de curas párrocos en la iglesia del Rosario (1760-1950) | 56 El templo del Sagrado Corazón de Jesús, segunda parroquia de Guasave | 57En 1943 arribaron a Guasave las primeras religiones protestantes | 58

EdificacionesBarrio El Chaleco: el más antiguo | 61Más barrios antiguos: Los Macapules, Ocoro y otros | 62 Primeros hoteles de Guasave: Doña Natividad, La Ubaldina, Valdez, América, Sarita | 63El panteón de la antigua colonia Eureka cierra servicios a los 85 años | 65El club Tepeché: organismo protocolizado con toda la barba | 66

Política y servidores públicosDirectrices, jueces y prefectos | 73Primer jefe político de Guasave: Emilio Menchaca Rochín | 75Último prefecto de Guasave: don Lucas Bojórquez Plascencia | 76En los albores de la gestión para municipalizar Guasave, Felipe García Núñez salvó la vida al gobernador Ángel Flores | 77Don Francisco P. Ruíz | 79Teniente Nicolás Pinto Inzunza | 80Emilio Menchaca Benard: hacendado y político revolucionario que trajo a Guasave el primer automóvil de motor | 81

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Saltó de abastero a la presidencia municipal: Luciano Leyva López | 83El presidente Ávila Camacho llega en el tren Olivo | 85Nació en San José de Gracia en 1921: Jesús María Vázquez Rochín | 91Don Andrés E. Meyer Bell, presidente municipal interino en 1947: refriega política entre Jesús Garza y Alejo Blancarte | 92José de Jesús Sánchez Camacho | 94Ignacio Acosta García: fundador de la Federación Obrera (ctm) | 95José Antonio Rubio García: sus deudos perdieron a un ser querido; Guasave, llorando, vio partir a uno de sus mejores hijos | 99

Agricultura y ganaderíaDon Onofre Camacho, rico ganadero de Salsipuedes | 101En 1887 construyó el primer sistema de riego, Demetrio Acosta Camacho | 105Aquellos herreros de antaño: don Ignacio Álvarez Romo | 106La jauja del tomate acabó con la fábrica de panocha en El Burrión | 107El más hábil vaquero de antaño: el Camajiagua Valenzuela escapó de morir ahorcado | 110Pactos de Blas Valenzuela y el general Obregón en las haciendas El Cubilete y Campo Mayo | 111Ingeniero Francisco Barnoin | 113 Ingeniero José Montemayor Martínez | 114Victoriano Castro, jefe de la Acordada | 115Nació para hacer producir la tierra, Socorro Castro García | 116El presidente Ruiz Cortines: impulso agropecuario desde 1953 | 118Norman Borlaug impulsor triguero en Guasave | 119Surge fuerte auge agrícola en la región de Guasave en el nacer gradual de su obra hidráulica | 120 De 1954 a 1959 hizo buena historia en Guasave el ingeniero Federico Delgado Pastor | 122Ejidatario que abrió las puertas al urbanismo, Emiliano Quintero Zazueta | 123Ser honrado, lo primero en su vida: Manuel Francisco Escobar Pinto | 124

Líderes campesinos y agrariosLuchador agrario y político, Jesús María Armenta Rodríguez, Chumaro | 129Primer líder del Octavo Comité Regional Campesino: Jesús María Armenta Armenta, el Chumarito | 130 Juan María Rubio Leyva | 131

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Pablo Rubio Espinoza | 132Líder agrario protegido por Cárdenas y Miguel Alemán: Félix Montoya López, el Güero | 133Jesús María Garza, líder del Octavo Comité Regional Campesino (1945–1947): la revuelta política contra Alejo Blancarte | 135

Sector industrial Industria textil en Guasave en el siglo XIX: J. Jesús García Elenes, el Túngano | 137Industria de principios de siglo: don Ventura el Jabonero, El Pollo Loco, la harina Doña Güera y otras | 139Ignacio Bórquez Seyfert | 143

Sector comercialMenchaca y Ostolaza, emigrantes de España, llegaron a bordo de un barco llamado El Bilbao | 153El empresario del siglo, Jacinto Castro Garibaldi | 155Don Isidro Guillermo Rodríguez, a bordo del barco El Triestre trajo a Guasave la tienda La Tableta | 157La fábrica de sodas de Noé Ignacio Ortiz, El Oso Polar, los raspados y las refresquerías | 159Heriberto Soberanes Ahumada | 167

EducaciónLas primeras escuelas de Guasave | 173

Primeras escuelas en forma operando en Guasave | 174El gobierno expropió una casa cural y la convirtió en escuela para hombres | 175El Centro Escolar 18 de Marzo | 176Uno de los carnavales bullangueros de antaño, en el que participó Reyna Chayito Gálvez (1935), auspició la primera escuela primaria | 179Semblanza histórica de la profesora María Clara Santillanes Soto (1909–1994) | 181Ignacia Arrayales Bon de Castro, maestra emérita que infundió el patriotismo a sus discípulos | 183Las hermanas Altagracia y Néstor, maestras de muchas generaciones | 185

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Aquellas academias de mecanografía y contaduría, el profesor Favela; la Pitman y los esposos Jorge Polanco y Dalia López Valenzuela; la Webster, pero antes... 1934 | 185Historia de la Escuela Secundaria Federal Insurgentes | 187

Don Agustín Martínez Gazca, grito educativo que fue escuchado | 187Del maratón de más de ochenta y tres horas de Radio xegs, conducido por el locutor José Luis Aguilar, surge vigorosa la ESFI | 188Recuerdo al ingeniero Delgado Pastor: «¡El alfiletero de usted, señora!» | 190La escuela secundaria de Guasave inició sus funciones | 192

HumanidadesHistoria de la tambora en la región de Guasave | 197Miguel C. Castro: músico y compositor | 200¿El fin de la Revolución mexicana trajo a Guasave la música de viento? | 203Las fiestas sociales de postín: los bailaderos de «rompa y rasga» | 205Músico desde los 8 años en su natal Nío: Luis Ibarra Morales, el gran director de orquesta | 209La orquesta de Luis Ibarra Morales | 211Miguel Morales Zambrano, fue director de la famosa banda de tambora Morales | 212Pedro Infante Cruz, inmortal en la historia de Guasave, y la Lapa, hermosa mujer: el primer amor del famoso artista en 1931 | 214El dueto Los Manitos y otros cancioneros de antaño | 217Trío El Sinaloense, Raúl Fierro y otros cantantes | 219Ejecutó todos los instrumentos musicales, profesor Teodoro Ramírez Pereda | 220El Látigo, periódico de la campaña antichinista en la región | 221Doroteo Inzunza Obeso, Romualdo Ruiz Payán y el Tolo Ortega: de El Corzo al periódico El Regional | 223Ángel G. Galván y su semanario La Escoba | 226Don Roque Chávez Castro, toda una vida dedicada a la radio | 227Maratón radiofónico en 1957 en Guasave: récord nacional de José Luis Aguilar Becerra | 228Don Jacinto Castro Garibaldi, su familia, El Central y el teatro cine Murcia | 230Doctor Martín Vega y Vega, cronista de la ciudad de 1947 a 1997 | 233

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El profesor Heriberto Castro Esparza y el pintor Joaquín Acosta Bojórquez: coautores del escudo del municipio de Guasave | 234María de Jesús Brown de Angulo: una mujer guasavense que nació para la amistad y el servicio | 235Doctor Raúl Cervantes Ahumada | 237

SaludDoctor Hershel H. Brown | 243Los doctores Frank Smith, Sóstenes Mercado, Camacho Téllez, Romero Pérez, Díaz de León y otros | 244

El doctor Luis G. de la Torre por Filiberto Leandro Quintero en Historia integral de la región del río Fuerte (extracto) | 246Anecdotario de Luis | 247Doctor Joaquín Camacho Téllez | 249

Doctor Fernando Angulo Brown | 250Oración fúnebre por Carlos Leyson Castro | 251

Arribo del mensaje de Alcohólicos Anónimos al norte de Sinaloa | 252

DeportesEl beisbol y otros deportes llegaron a Guasave en los años veinte | 255Ignacio Arturo Peimbert Camacho, el Zurdo: hombre beisbol | 257Beto Palafox, respetado gran catcher, brazo poderoso, forjador de estrellas profesionales y bigleaguers | 261El boxeo arribó a Guasave en 1927, a su sagrado recinto en el teatro cine Murcia | 263Con el profesor Jesús Durán Cárdenas llegó el basquetbol a Guasave en 1928 | 265El futbol arribó a Guasave en 1942 | 267

CocinaTostadas de don Ángel; asado de doña Lidia, la Mazatleca; Borunda, el fondero yucateco; El libro de cocina de Cuquita... ¡resto del menú histórico! | 273La historia invita a comer y a divertirnos | 277

Mitos o leyendasEl ladrón generoso: Rosendo Ramírez Moreno, el Cura | 283Realidad y leyenda: el Caoba | 285

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El Caoba ha sido sentenciado a muerte por el presidente municipal | 285Ocurrió a orillas del viejo río Petatlán: leyenda de los Álamos Cuates | 288

Anécdotas«Pero no renuncias, Pablo Rubio»: el Mayo Espinoza | 293 «Lo que no te deja dormir, Amolito, son las injusticias»: José Leal | 294«Si trajera no anduviera buscando»: Balbino Ahumada | 294«Un día de estos voy a enojarme con Dios»: el tío Nandis | 295«¿Quién eres tú, muchacha, para meterte en las cosas de Dios?» | 295«Es público y notorio que el licenciado Montiel es notario público»: Chichililla Zamora | 296Es escultor y le dicen el Kikirikí | 297«Si no me fui cuando estuvimos tronados»: el Tarras Espinoza | 298«No andaba bailando, mujer, ando»: Lico Astorga | 299 «Tú ser Chichililla», dijo Wilson a Casimiro Zamora | 300«Si es el mismito Bachomo»: Pánfilo Fierro | 300«Tenemos quórum de más», dijo el general Valle | 301«Si fuera cosa buena, ese aerolito hubiera caído en Los Mochis»: Ricardito | 301A Chabelito Meza lo confundieron dos veces con Martín Ordorica | 302Asterio Santillanes, reposada filosofía del trabajo | 303El Viejo Adolfo Peimbert: «Se equivocan los médicos» | 305El Zurdo Peimbert: «Y muy bonito, por cierto» | 306«No le temo al atropellamiento sino a la infección»: Mussot | 307«Sí, antes tenía 54 años; ahora tengo 49»: Felizardo | 308«De joven, todo es más fácil», dijo Pablo Rubio al Lechero Álvarez | 308El taxista Chuy Bojórquez y María García León: noviazgo de 30 años, el más largo en la historia de Guasave | 309

Textos escritos por Francisco Antonio Hernández ReyesSemblanza profesional y trayectoria de servicio del arquitecto Miguel Alfonso Leyson Castro | 69Baldemar Bojórquez Espinoza: constructor del Guasave moderno | 70Doña Chagüita López y don Miguel Ángel Bon: ejemplar matrimonio | 83Don Miguel Leyson Pérez y doña Gorda Castro: ejemplo de vida, siempre presentes en las mejores causas | 87Juan Burgos Pinto, excepcional político guasavense | 98Jesús Enrique Castro García | 126

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Don Ignacio Bórquez Zazueta | 144Guasavenses de corazón: doña Chita y don Arnoldo | 146Ramiro Castro Soto: dejó imborrable huella | 146Enrique Terminel Fonseca | 147La planta de harina de pescado Piza, está ahí en punta el Perihuete | 149Empresario guasavense triunfador: Arturo Reyes Armenta | 152Alejandro y Rosalío Reyes Rivera | 162Jesús Homobono Hernández Arciniega | 163Don Gustavo Quiñónez: trabajo y honestidad a toda prueba | 163Don Rubén Chang Véliz: una familia ejemplar | 164Jesús María Báez Sauceda: incansable trabajador | 165Felizardo Báez Meza: «Hijo de tigre, pintito» | 166Gustavo Osvaldo López Reyes: un ser pleno | 194Miguel Robles Nieblas, Manuel Bon López, David Vega Espinoza, Heriberto Leyva Díaz y Juan Ramón Ortega Bon: fundadores del club r ecreativo Amistad Eterna | 240Jesús Félix Gastélum | 270Profesor José Rosario Hernández López | 271

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Guasave. Historia de un pueblo, de Ramón Hernández Rubio,

se terminó de imprimir y encuadernaren mayo de 2015 en los talleres

de Pandora Impresores,ubicados en Caña 3657, La Nogalera,

C. P. 44470, Guadalajara, Jalisco. La edición consta de 500 ejemplares.

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