Greene - El Fin de La Aventura - Cap.I

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    LIBRO PRIMEROI

    Una historia no tiene comienzo ni fin: arbitrariamente unoelige el momento de la experiencia desde el cual mira haciaatrs o hacia adelante. Digo "uno elige" con el orgulloinexacto del escritor profesional que cuando ha alcanzadoalguna notoriedad digna de tenerse en cuenta fueelogiado por su destreza tcnica; pero, en realidad, elijo yopor mi propio arbitrio aquella oscura y hmeda noche deenero de 1946, en el prado comunal, la figura de HenryMiles, sesgada a travs del ancho ro de lluvia, o son estas

    imgenes las que me eligen a m? Conviene sin duda,segn las reglas del oficio, comenzar justo en estemomento, pero de haber credo entonces en algn Dios,podra haber tambin credo en una mano tomndomebruscamente del codo y en una voz sugirindome: "Hblale;no te ha visto".Por qu, en otro caso, iba yo a haberle hablado? Si no

    fuera el odio una palabra demasiado vasta para usarla enrelacin con un ser humano, yo odiaba a Henry, comotambin odiaba a Sarah, su mujer. Y supongo que l, a suvez, no tard en odiarme despus de lo que pas aquellanoche; como seguramente debi odiar en oca siones a sumujer y a aquel otro en cuya existencia tenamos entoncesla suerte de no creer ni l ni yo. sta es, pues, una historiamucho ms de odio que de amor, y si digo en ella algo enfavor de Henry o de Sarah puede prestrsele crdito:escribo contra mi parcialidad, porque forma parte de miorgullo profesional el preferir la casi-verdad incluso a laexpresin de mi casi-odio.

    Era raro ver a Henry fuera de casa en una nochesemejante: Henry era muy comodn, y adems tal creayo cuando menos tena a Sarah. Para m el confort escomo el recuerdo inoportuno en el momento o el lugarinadecuados: cuando uno se siente muy solo prefiere lafalta de confort. Incluso en mi living-dormitorio, al lado surel malo del prado comunal, amueblado con muebles deocasin, que no eran mos, haba demasiado confort. Pens,pues, que no me vendra mal un corto paseo bajo la lluvia yun trago en el bar cercano. El estrecho hall estaba atestado

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    de sombreros y abrigos y, sin darme cuenta, tom elparaguas de otro, el inquilino del segundo piso, que tenainvitados. Cerr la puerta de cristales de colores y bajcuidadosamente los escalones, que haban sido

    deteriorados por una bomba en 1944, y no reparadostodava. Tena razones bien personales para recordar elincidente y cmo los cristales de color, recios, feos yvictorianos, haban resistido la conmocin con un denuedorealmente digno de nuestros abuelos.Empezaba a cruzar el prado cuando me percat de que no

    era mi paraguas, pues por una hendidura, que el mo notena, comenz a entrarme agua por el cuello delimpermeable. En ese momento fue cuando vi a Henry. Pude

    evitar fcilmente el encuentro; Henry no llevaba paraguasy, a la luz del farol, pude advertir que caminaba mediocegado por la lluvia. Los rboles sin hojas no ofrecan lamenor proteccin, diseminados en torno como tuberasrotas, y el agua resbalaba por su sombrero y caa enarroyuelos sobre su abrigo negro de funcionario del Estado.Si hubiese pasado junto a l sin decir palabra no me habravisto, y todava menos si me hubiese echado un poco a unlado, como poda hacer perfectamente; pero en lugar deeso exclam: "Henry, cunto tiempo que no se te vel" Aestas palabras vi brillar sus ojos como si fusemos dosantiguos amigos. Bendrix! exclam a su vez conafecto; a pesar de que la gente no habra podido menos dedecir que quien tena razones de odio era l y no yo.Qu haces con esta lluvia, Henry? Hay hombres que

    nos inspiran el deseo irresistible de molestarlos: aquelloscuyas virtudes no compartimos.

    Necesitaba tomar un poco de aire contest Henryevasivamente, pescando al vuelo el sombrero que unarfaga sbita estuvo a punto de arrebatarle hacia el ladonorte.Cmo est Sarah? pregunt, ya que habra podido

    parecer un poco extrao que no lo hiciera, aunque nada mehabra alegrado ms que el saber que estaba enferma,desdichada, moribunda. En aquellos tiempos imaginaba quecualquier sufrimiento, de ella habra aliviado el mo y que sumuerte habra trado consigo mi liberacin; y querra nopensar ya todas las cosas que uno puede imaginar en lascircunstancias abyectas en que me hallaba. Hasta habra

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    podido sentir afecto por el pobre Henry si Sarah hubieramuerto.Ha salido a pasar la velada no recuerdo exactamente

    dnde contest Henry; y su respuesta puso de nuevo en

    movimiento aquel demonio en mi cerebro, hacindomepensar en aquellos das en que Henry habra contestado lomismo a otras personas, cuando yo era el nico que sabadnde estaba Sarah.Un trago? propuse, y con gran sorpresa de mi parte

    Henry acept, ajustando su paso al mo. Nunca habamosbebido juntos fuera de su casa.Hace mucho tiempo que no te veamos, Bendrix. No s

    bien por qu rezn soy de esos hombres a los que slo se

    llama por el apellido, al punto de que, a juzgar por el usoque hacan de l mis amigos, lo mismo habra dado que mispadres no me hubiesen bautizado con el nombre un pocoafectado y literario de Maurice.Mucho, en efecto.Si no recuerdo mal, ms de un ao.Junio de 1944 precis.Tanto? Caramba!El muy idiota, pens, no ve nada extrao en este intervalo

    de ao y medio. Eso, estando nuestras casas a menos dequinientas yardas a travs del prado. Es posible que no sele ocurriera nunca preguntar a Sarah: "Qu ser deBendrix? Podramos invitarlo un da". Y, si lo haba hecho,cmo no le parecieron sospechosas las respuestasevasivas de ella? Para ambos haba desaparecido tancompletamente como la piedra que se tira a un estanque.Quiz las ondas en la superficie la perturbaron levementeuna semana, un mes; pero, en todo caso, las anteojeras deHenry estaban bien sujetas. Siempre detest estasanteojeras, hasta cuando me beneficiaban, sabiendo que, lomismo que a m, podan beneficiar a otros.Ha ido quizs al cine? pregunt.Oh, no!, casi nunca va.Antes le gustaba.El bar "Las Armas de Pontefract" estaba an decorado para

    la Navidad con flmulas de papel y cartelones, reliquias dealborozo comercial, naranja y malva, y la joven patronaapoyaba sus pechos en el mostrador, con una mirada dedesdn hacia los parroquianos.

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    Bonito dijo Henry, sin pensarlo realmente, y mir entorno de l con cierto aire perdido, de timidez, en busca deuna percha en que colgar su sombrero. Me dio la impresinde que lo ms parecido a un bar en que haba estado nunca

    deba ser el bodegn en las cercanas de NorthumberlandAvenue donde almorzaba con sus colegas del Ministerio.Qu tomas?No me vendra mal un whisky.Ni a m; pero tendremos que contentarnos con una copa

    de ron.Nos sentamos a una mesa, acariciando vagamente

    nuestras copas. La verdad es que nunca haba tenidomucho que decir a Henry. Hasta dudo de que me habra

    interesado conocer a Henry o Sarah si no hubieseempezado en 1939 a escribir una novela cuyo protagonistaera un funcionario veterano. Henry James dijo una vez,discutiendo con Walter Besant, que a una muchacha decierto talento le bastara pasar ante las ventanas del cuartode rancho de un cuartel y mirar lo que ocurra dentro parapoder escribir una novela corta sobre la vida entera delregimiento; pero, por mi parte, creo que. en un momentodado de la redaccin, habra considerado necesarioacostarse con uno de los soldados, aunque no fuera sinopara comprobar algunos detalles. Yo no me acostprecisamente con Henry, pero hice lo que ms podaacercarse a ello, y la primera noche que saqu a comer aSarah tena el decidido propsito de escudriar lamentalidad de una mujer de funcionario. Ella, como esnatural, no saba mi intencin; seguramente pens que meinteresaba su vida domstica, y hasta es posible que esofuera lo qu despert su simpata hacia m. A qu horasuele desayunarse Henry?, le pregunt. Iba a la oficina ensubterrneo, en autobs o en taxi? Se traa por la nochealgn trabajo a casa? Usaba para sus papeles una carteracon el escudo de la casa real? Mi inters hizo florecernuestra amistad; Sarah estaba encantada de que alguientomara en serio a Henry. Sin duda Henry era importante,pero importante un poco a la manera en que lo es unelefante, por el espacio que ocupa; hay gneros deimportancia irremediablemente condenados a no sertomados en serio. Henry era un importante secretarioauxiliar en l Ministerio de Pensiones llamado a

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    convertirse ms tarde en el Ministerio de Previsin Social.Previsin Social! Cunto no me habr redo de l en esosmomentos en que se odia al compaero y se busca un armacualquiera... Tiempos vinieron en que deliberadamente le

    dije a Sarah que la nica razn de haberme interesado enHenry fue de orden informativo, buscando ladocumentacin necesaria para un personaje que era elelemento cmico, ridculo, de mi libro. Fue entonces cuandoella comenz a detestar mi novela. Tena una extraordinarialealtad hacia Henry (no podra, aunque quisiera, negarlo) yen esas horas nubladas en que el demonio se apoderaba demi cerebro y me haca odiar hasta al innocuo Henry solautilizar l novela para inventar episodios demasiado crudos

    para ser escritos... Una vez que Sarah haba pasado toda lanoche conmigo (ocasin que haba esperado con la avidezcon que un escritor ansia la ltima palabra de su libro), laech a perder sbitamente por una palabra casual que vinoa quebrar el estado de nimo que a veces se me antojabadurante horas de un amor perfecto. Muy malhumorado, mehaba quedado dormido a eso de las dos, cuandohabindome despertado una hora despus, al extender lamano toqu sin querer el brazo de Sarah y la despert.Supongo que, instintivamente, quera hacer las paces conella, hasta que mi vctima volvi hacia m su rostro,empaado aun por el sueo y tan dulcemente confiado.Haba olvidado la querella y este olvido, en vez dealegrarme, me pareci un nuevo motivo de enojo. Quretorcidos somos los seres humanos! Y todava dicen quenos han hecho a semejanza de Dios! Pero me parece difcilconcebir un Dios que no sea tan sencillo como una perfectaecuacin, tan claro como el aire. En cuanto estuvo un pocoms despierta, le dije: "No he podido dormir, pensando enel captulo quinto. Es que Henry toma alguna vez granosde caf para quitarse el mal aliento antes de asistir a lasreuniones importantes?" Ella sacudi la cabeza y empez allorar calladamente. Como es natural, yo pretend no saberla razn: una simple pregunta que me haba estadopreocupando en relacin con mi personaje, en qu podaofender a Henry? La gente ms distinguida toma a vecesgranos de caf, etc. Ella sigui llorando un rato y acab alfin por dormirse dorma muy bien, y hasta esa capacidadde sueo se me antoj en esa ocasin una ofensa ms.

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    Henry bebi de prisa su ron, la mirada vagabundeandomelanclicamente entr las flmulas malva y naranja.Pasasteis bien la Nochebuena? pregunt.Muy bien...

    En casa? Henry me mir como si la inflexin de lapalabra le sonara extraa.En casa? S, naturalmente.Y Sarah, est bien?Muy bien.Otro ron?Bueno, ahora me toca a m.Mientras Henry fue a buscar las bebidas entr un momento

    en el W. C. Las paredes estaban cubiertas de inscripciones:

    "Al c... del patrn y la tetuda de su mujer", "A todos losalcahuetes y las putas una buena sfilis y unas felicespurgaciones". Volv lo ms rpidamente que me fue posiblea las alegres flmulas y el tintinear de los vasos. A vecesme veo demasiado exactamente reflejado en los denis, ysiento en esas ocasiones un deseo tremendo de creer enlos santos, en las virtudes heroicas.Repet a Henry la dos inscripciones que acababa de leer.

    Deseaba escandalizarlo, y me sorprendo que replicarasimplemente:Los celos son una cosa atroz.Te refieres a la frase sobre la "mujer tetuda"?A las dos. Cuando uno sufre, se envidia la felicidad de los

    dems.No era realmente lo que yo habra esperado que pudiese

    aprender en el Ministerio de Previsin Social. Y aqu, en estafrase, la amargura rezuma nuevamente de mi pluma. Qucosa opaca e inerte esta amargura! Si pudiera, me gustaraescribir con amor; pero si pudiese escribir con amor seraotro hombre que el que soy: no habra perdido nunca elamor. No obstante, a travs de la superficie lustrosa queformaban los azulejos de la mesa del bar, sent de prontoalgo, no precisamente tan extremado como el amor, pero suna especie de compaerismo en la desgracia.

    Hay algo que te hace sufrir? no pude menos depreguntar a Henry.Bendrix, estoy sumamente preocupado.Cuntame.

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    Supongo que fue el ron lo que lo hizo hablar; o tendra enparte conciencia de lo mucho que yo saba sobre l? Sarnera leal, pero en una relacin como haba sido la nuestra, esdifcil no enterarse de algunas cosas... As, por ejemplo, yo

    saba que tena un lunar junto al ombligo, pues otra marcade nacimiento en mi cuerpo se lo haba recordado; sabaque era miope, aunque no quera usar gafas ante losextraos (y yo era an para l un extrao y jams le vi conellas); saba su aficin a tomar una taza de t a las diez;hasta conoca su manera de dormir. Y l, sabra realmenteque yo saba tanto de l que un hecho ms o menos nopodra en modo alguno alterar nuestra relacin?S, estoy muy preocupado a causa de Sarah repiti.

    En ese momento se abri la puerta del bar y pude ver lalluvia azotando oblicuamente la luz que se proyect afuera.Un hombrecito bullicioso se precipit dentro, vociferando

    jovialmente: "Buenas noches a todo el mundo!" Saludo alque, por otra parte, nadie contest.Qu le ocurre a Sarah? Est enferma? Me pareci que

    dijiste...No es que est enferma. Es decir, no creo Y mir

    lastimeramente en torno. Desde luego ste no era sumedio. Observ que tena los ojos congestionados; quiz nohaba usado bastante sus gafas (hay siempre tantosextraos alrededor!), a no ser tambin que hubiese llorado.

    No puedo hablar aqu, Bendrix aadi (como siacostumbrramos hablar de estas cosas!) . Vamos a casa.No estar ya Sarah de vuelta?No creo.Pagu las bebidas, y ello fue un sntoma ms del estado

    anormal de Henry, que era muy reacio a que lo invitaran.Siempre en el taxi era el que tena el dinero a mano,mientras ios dems se registraban los bolsillos. Lascalzadas del prado todava estaban encharcadas por lalluvia, pero la casa de Henry no quedaba lejos. Abri con elllavn la puerta de estilo Queen Anne y llam en voz alta:"Sarah! Sarah!" Esper con tanta ansiedad como temoruna respuesta; pero no la hubo.

    No ha llegado aun declar Henry, vamos aldespacho.No haba estado nunca en su despacho; realmente, yo era

    un amigo de Sarah, y cuando me haba encontrado con l

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    haba sido en los territorios de Sarah, en su gabinete, sinorden ni concierto, donde ningn objeto casaba con otro,como si todo hubiese sido trado aquella misma semana,pues nunca se conserv nada que pudiera parecer un

    recuerdo de gustos o sentimientos pasados. Pero todo allestaba usado; mientras en el despacho de Henry tuve lasensacin de que apenas si alguna que otra cosa lo habasido. Sospech que la serie de tomos del Gibbon no debahaber sido abierta nunca, y que la de Walter Scott estabaall porque probablemente haba pertenecido a su padre, lomismo que la reduccin en calamina del Discbolo. Sinembargo, l se senta ms a gusto en esta habitacin sinusar simplemente porque era suya: su posesin. Pens con

    amargura y envidia: si se tiene la seguridad de poseer unacosa, no se necesita usarla.Un whisky? propuso Henry. Record sus ojos y me

    pregunt si estara bebiendo ms que antes. Ciertamentelos whiskies que sirvi eran ampliamente dobles.Y qu es lo que te preocupa, Henry? pregunt. Haca

    tiempo que haba abandonado mi proyectada novela sobreel funcionario; no era, el afn de documentacin lo que memova.Sarah repuso.Me habra asustado si hubiera dicho esto, y exactamente

    como lo dijo, dos aos antes? No. Al contrario, creo que mehabra sentido ms contento el engao acaba por cansara, tal punto! Habra aceptado con alegra la lucha encampo abierto aunque no fuera sino por la posibilidad porpequea que fuese de que algn error tctico suyo mehubiese proporcionado la victoria. Pues jams, en toda mivida, ni antes ni despus, he sentido tanto la necesidad devencer. Jams he deseado tanto nada, ni aun el escribir unbuen libro.Henry me mir fijamente, con aquellos ojos bordeados de

    rojo, y dijo:Bendrix, tengo miedo.Comprend que no poda ya tomar un aire protector con l:

    Henry haba ingresado en la misma escuela del sufrimientoy quizs hasta se hubiera graduado ya en ella; por primeravez pens en l como en un igual. Recuerdo que sobre suescritorio haba una de aquellas antiguas fotografas sepia,con marco Oxford, el retrato de su padre, y mirndolo

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    pens en lo parecido a la vez que lo distinto (haba sidotomada aproximadamente a la misma edad, cuarenta ypico) que era de Henry. No era el bigote lo que constitua ladiferencia; era aquel aire de aplomo Victoriano, de sentirse

    a gusto, en el mundo y saber dnde pisar. Y, sbitamente,sent de nuevo aquel sentimiento amistoso decompaerismo. Me sent ms cerca de l de lo que mehabra sentido de su padre (que haba pertenecido alMinisterio de Hacienda). ramos a la vez extraos ycompaeros.Y de qu tienes miedo, Henry?ste se sent en un silln como si alguien le hubiese dado

    un empujn y dijo con repugnancia.

    Bendrix, siempre he pensado que lo peor, con mucho,que un hombre poda hacer...Seguramente, en otro tiempo, me habra sentido como

    sobre ascuas oyndole: curiosa, y qu horriblementedesolada, la serenidad de la inocencia.T sabes que puedes confiar en m, Henry.Era posible, pens, que Sarah hubiese conservado alguna

    carta ma, a pesar de las pocas que le haba escrito. Es unriesgo profesional que corren todos los autores. Las mujerestienen tendencia a exagerar la importancia de sus amantesy jams prevn el da lamentable en que una cartaindiscreta aparecer marcada como "interesante" en uncatlogo de autgrafos al precio de cinco chelines.chale una ojeada a esto y Henry me tendi una carta:

    pero en seguida vi que no era mi letra; lela, lela.Era de un amigo de Henry, y deca:"Creo que el hombre que dices podra acudir a un individuo

    de nombre Savage, 159 Shaftesbury Avenue. Es hbil ydiscreto, y sus empleados parecen menos inmundos de loque suele ser esta gente."No comprendo bien, Henry.S, le escrib a ese amigo dicindoe que un conocido mo

    me haba pedido consejo respecto a una agencia privada dedetectives. Es horrible, Bendrix. Seguramente se dio cuentade que no haba tal amigo.Cmo? Quieres decir?...Todava no he hecho nada sobre el particular, pero ah

    est la carta, sobre mi escritorio, recordndome decontinuo... Parece tan estpido, verdad?, que pueda tener,

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    como tengo, la absoluta certidumbre de que no se leocurrir leerla, aunque entra aqu diez o doce veces al da.Ni siquiera la guardo en uno de los cajones. Y, sin embargo,no puedo confiar en otro sentido... En este momento se

    halla fuera de casa, desde hace rato, dando una vuelta.Una vuelta, Bendrix! e inclinndose, tendi el borde desu manga mojada por la lluvia hacia la encendida chimeneade gas.Lo siento, Henry.T siempre fuiste un buen amigo de ella, Bendrix. La

    gente dice que el marido siempre es el ltimo que seentera... Esta noche, al verte en el prado, pens que si te locontaba y te reas de m, quizs acabara por quemar la

    carta.Pero la verdad es que vindole all sentado, con el brazomojado tendido y mirando a otra parte, no me senta enabsoluto con ganas de rer, cosa que sin embargo mehabra gustado poder hacer.No es cosa como para rerse, por imaginaria y absurda

    que sea... declar.Absurda, en efecto me contest anhelosamente.

    Como es natural, pensars que soy un idiota...Haca un instante an podra haberme redo, pero ahora,

    en que ya no tena que mentir, todos mis antiguos celos mevolvieron de golpe. Son marido y mujer hasta tal puntouna sola carne que si se odia a la mujer se tiene que odiartambin al marido? La pregunta de Henry me hizoacordarme de lo fcil que haba sido de engaar; tan fcilque me pareci casi un cmplice en la infi delidad de sumujer como el hombre que deja billetes de banco a la vistaen un cuarto de hotel es cmplice del robo; y en aquelmomento lo odi por la misma cualidad que en otro tiempohaba servido a mi amor.

    La manga de su chaqueta humeaba frente al gasencendido, y Henry repiti, siempre sin mirarme:Seguramente ests pensando que soy un idiota...El demonio habl entonces:De ningn, modo, Henry, no creo que seas un idiota.Cmo Quieres decir que, realmente, te parece...

    posible?Y por qu no iba a serlo? Sarah es un ser humano.

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    Y yo que crea que eras un buen amigo de ellal exclam con indignacin, como si fuera yo quien habaescrito la carta.

    Naturalmente dije, excusndome, t la conoces

    mejor que yo.En cierto sentido contest lgubremente, y comprendque estaba pensando en el sentido en que yo la habaconocido mejor que l.T me preguntaste si pensaba que eras un idiota, y yo lo

    nico que he dicho es que la idea en s no es una idiotez.No he dicho una sola palabra contra Sarah.Ya s, Bendrix, perdn. Duermo muy mal desde algn

    tiempo. Me despierto por la noche cavilando en lo que debo

    hacer con respecto a esa maldita carta.Quemarla.Ojal pudieral Aun la tena en la mano y, por un

    instante, cre realmente que iba a quemarla.O ir a ver a Mr. Savage suger.Pero ante l no puedo fingir que no soy el marido.

    Figrate lo que debe ser estar frente a un escritorio,sentado en una silla en que se han sentado todos los demsmaridos celosos, contando la misma historia... Crees quehabr una sala de espera, y que se vern las caras de losotros maridos que aguardan?Curioso, pens: casi me habra tomado a Henry por un

    hombre de imaginacin. Sent mi superioridad un pocoquebrantada y el antiguo deseo de molestarle se desperten m de nuevo.No quieres que vaya yo en tu lugar, Henry? pregunt.T?Pens por un momento que quizs haba ido demasiado

    lejos y si Henry podra empezar a sospechar.S dije, jugando con el peligro, pues, qu importaba ya

    que Henry supiese algo del pasado? No le vendra mal, yhasta puede que le ensease a cuidar mejor a su mujer.Podra hacerme pasar por un amante celoso continu

    . Los amantes celosos son ms respetables, menosridculos que los maridos celosos. La literatura les sirve desostn. Los amantes traicionados son trgicos y nocmicos. Recuerda a Troilo. En mi entrevista con Mr.Savage podr conservar mi dignidad.

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    La manga de Henry se haba secado, pero continuaba conella tendida hacia el fuego, y la tela empezaba achamuscarse.

    Haras realmente eso por m, Bendrix? y haba

    lgrimas en sus ojos, como si nunca hubiera esperado nimerecido una prueba tan suprema de amistad.Claro que lo hara. Se te est quemando la manga,

    Henry.ste la mir como si perteneciese a otra persona.Pero es absurdo dijo al fin. No s en qu he estado

    pensando. Primero, decrtelo; y luego, preguntarte eso. Nose puede espiar a la mujer propia por medio de uri amigo...y que un amigo pretenda pasar por su amante.

    Oh!, todava no se ha hecho nada repliqu. Pero nohay en ello ni adulterio, ni robo, no es huir ante el fuego delenemigo. Las cosas que no se hacen se hacen todos losdas, Henry. Forman parte de la vida moderna. Yo mismo hehecho la mayora de ellas.Eres un buen chico, Bendrix. Lo que me haca falta era

    hablar con una persona como t, para despejarme lacabeza.Y esta vez tendi la carta a la llama del gas. Cuando dej

    las pavesas en el cenicero el record:El nombre era Savage, y la direccin el 159 o 169 de

    Shaftesbury Avenue.Olvdalo dijo Henry. Olvida cuanto te he dicho. La

    culpa es de las jaquecas que he venido teniendoltimamente. Tendr que ver a un mdico.Ha sonado la puerta le advert. Debe ser Sarah.No; ser la criada. Haba ido al cine.No; era el paso de Sarah.

    Henry se dirigi hacia la puerta, y la abri y,automticamente, su rostro tom las lneas absurdas de ladulzura y el afecto. Siempre me haba irritado aquellareaccin mecnica a su sola presencia; reaccin que notena el menor sentido, pues, aun estando enamorado deuna mujer, no siempre se puede acoger tan jubilosamentesu presencia, y Sarah me haba dicho adems, y estoyconvencido de ello, que nunca haban estado enamoradosel uno del otro. Haba una bienvenida ms autntica hastaen mis momentos de odio y de desconfianza. Al menos parami era una persona por s misma y no parte de una casa,

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    como un objeto de porcelana, que hay que manejar concuidado.Sarah! llam Sarah! espaciando las slabas con

    una afectacin intolerable.

    Cmo podra hacer yo que un extrao la viera, tal como sedetuvo en el hall, al pie de la escalera, volvindose hacianosotros? Nunca he podido describir, incluso a mispersonajes ficticios, como no fuera por sus actos. Siempreme ha parecido que, en una novela, debe dejrsele al lectorque imagine a los personajes como se le antoje; no ser yoquien les procure una ilustracin improvisada. Ahora, mimisma tcnica me hace traicin, pues no querra queimagen alguna de mujer pudiera reemplazar a la autntica

    Sarah. Quiero que el lector vea la ancha frente, la bocadecidida, la configuracin del crneo, y sin embargo, todo loque puedo transmitir es una figura imprecisa volvindosehacia nosotros, todava con el impermeable chorreando, ydiciendo, primero: "S, Henry", y en seguida: "T?".Siempre me haba llamado "t". "Eres t?", en el telfono.

    "Puedes?", "Quieres?", al punto de que me haca pensar,como un tonto, por unos minutos, que slo haba un "t" enel mundo y que se era yo.Qu gusto verte! dije (era uno de los momentos de

    odio). Estabas dando una vuelta?S.Qu noche terrible! coment, en tono acusador,

    mientras Henry, por su parte, comprobaba con ansiedad:Ests toda mojada, Sarah. Un da vas a pescar una

    pulmona.Un clis con su sabidura popular, puede a veces deslizarse

    en una conversacin como una admonicin del destino; noobstante, aun habiendo sabido la verdad que contena,tales eran nuestra nerviosidad, odio y desconfianza, quedudo mucho que ni uno ni otro hubiramos sentido unagenuina ansiedad por la desaparicin de Sarah.

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