Gonzalo Díaz Letelier - Platón, Soberanía Estatal-nacional y Conflicto Chileno-mapuche.

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1 SOBERANÍA Y VIOLENCIA EN EL CONFLICTO CHILENO-MAPUCHE: PLATÓN Y EL WALLMAPU. Gonzalo Díaz Letelier Universidad de Chile I En esta ocasión intentaremos acercarnos a comprender el conflicto chileno-mapuche, enfocando la dimensión hermenéutica de la violencia en función de la colisión de intencionalidades relativas a la cuestión de la soberanía. Para ello contrastaremos algunos aspectos del diferendo intencional relativo a la noción de soberanía tal como ésta está puesta en juego para chilenos y mapuche. Asumiendo que la violencia del Estado chileno contra el pueblo mapuche es una violencia de raigambre metafísica, intentaremos exponer las condiciones de posibilidad hermenéuticas de la misma, buscando algunas de sus determinaciones esenciales en la obra de Platón, como hito en la constitución del mundo occidental –especialmente en lo que se refiere al principio ontoteológico-político de conducción descendente y la tendencia a la determinación matematizante del trato con lo ente en general, ambas puestas en obra en el conato de imposición de soberanía territorial estatal-nacional chilena en el Wallmapu. El mundo occidental –de cuya amplitud y temporalidad Chile hace parte– y el mundo mapuche son mundos inicialmente distintos. Esto significa, por de pronto, 1) que el mundo mapuche habitaba en este continente desde mucho antes de la llegada de los exploradores e invasores españoles, y 2) que el mundo occidental venía forjándose al otro lado del Atlántico desde hace milenios sin saber de la existencia de los mapuche y su tierra. Quedamos aquí enfrentados inmediatamente a la cuestión de la alteridad de inicio, esto es, de la diferencia de inicio en la deriva de un pueblo respecto de otros pueblos. Preguntamos ahora, desde tal criterio: ¿en qué nivel podemos hablar de una alteridad de inicio en nuestro mundo de la vida latinoamericano respecto del mundo de la vida europeo? Parte de la respuesta asoma en la afirmación de la existencia de los llamados “pueblos originarios” al margen de la “cultura occidental” predominante en nuestro continente. La alteridad de inicio en relación con el mundo moderno occidental reverbera en pueblos que poseen un mundo diferido, pueblos en los que la puesta en juego de la existencia discurre por unas vías por lejos diferentes de las occidentales: en relativo aislamiento territorial, conservando su diferencia en cuanto a su lengua, sus costumbres e instituciones, su técnica, su relato ancestral como memoria de su experiencia más honda, la comunión ritual ligada a ello, con sus peculiares festividades comunitarias, etc. La alteridad de inicio se da entre pueblos cuya proveniencia histórica difiere en una medida esencial, tal como aconteció entre el mundo precolombino y la cultura europea greco-cristiana mientras no se encontraron y fundieron sus destinos en el acontecimiento de la invasión y dominación colonial europea. 1 Habría que observar aquí que hablar del “pueblo mapuche”, aludiendo a algo así como una identidad colectiva, refiere no a una identidad substancial –o esencialista, si se quiere–, sino a un mundo de la vida particular que, desde su diferendo, ha 1 García de la Huerta, «Reflexiones americanas. Ensayos de intra-historia», p. 31 y ss.

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Biopolitica y soberania

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    SOBERANA Y VIOLENCIA EN EL CONFLICTO CHILENO-MAPUCHE: PLATN Y EL WALLMAPU.

    Gonzalo Daz Letelier Universidad de Chile

    I

    En esta ocasin intentaremos acercarnos a comprender el conflicto chileno-mapuche, enfocando la dimensin hermenutica de la violencia en funcin de la colisin de intencionalidades relativas a la cuestin de la soberana. Para ello contrastaremos algunos aspectos del diferendo intencional relativo a la nocin de soberana tal como sta est puesta en juego para chilenos y mapuche. Asumiendo que la violencia del Estado chileno contra el pueblo mapuche es una violencia de raigambre metafsica, intentaremos exponer las condiciones de posibilidad hermenuticas de la misma, buscando algunas de sus determinaciones esenciales en la obra de Platn, como hito en la constitucin del mundo occidental especialmente en lo que se refiere al principio ontoteolgico-poltico de conduccin descendente y la tendencia a la determinacin matematizante del trato con lo ente en general, ambas puestas en obra en el conato de imposicin de soberana territorial estatal-nacional chilena en el Wallmapu.

    El mundo occidental de cuya amplitud y temporalidad Chile hace parte y el mundo mapuche son mundos inicialmente distintos. Esto significa, por de pronto, 1) que el mundo mapuche habitaba en este continente desde mucho antes de la llegada de los exploradores e invasores espaoles, y 2) que el mundo occidental vena forjndose al otro lado del Atlntico desde hace milenios sin saber de la existencia de los mapuche y su tierra. Quedamos aqu enfrentados inmediatamente a la cuestin de la alteridad de inicio, esto es, de la diferencia de inicio en la deriva de un pueblo respecto de otros pueblos.

    Preguntamos ahora, desde tal criterio: en qu nivel podemos hablar de una alteridad de inicio en nuestro mundo de la vida latinoamericano respecto del mundo de la vida europeo? Parte de la respuesta asoma en la afirmacin de la existencia de los llamados pueblos originarios al margen de la cultura occidental predominante en nuestro continente. La alteridad de inicio en relacin con el mundo moderno occidental reverbera en pueblos que poseen un mundo diferido, pueblos en los que la puesta en juego de la existencia discurre por unas vas por lejos diferentes de las occidentales: en relativo aislamiento territorial, conservando su diferencia en cuanto a su lengua, sus costumbres e instituciones, su tcnica, su relato ancestral como memoria de su experiencia ms honda, la comunin ritual ligada a ello, con sus peculiares festividades comunitarias, etc. La alteridad de inicio se da entre pueblos cuya proveniencia histrica difiere en una medida esencial, tal como aconteci entre el mundo precolombino y la cultura europea greco-cristiana mientras no se encontraron y fundieron sus destinos en el acontecimiento de la invasin y dominacin colonial europea.1 Habra que observar aqu que hablar del pueblo mapuche, aludiendo a algo as como una identidad colectiva, refiere no a una identidad substancial o esencialista, si se quiere, sino a un mundo de la vida particular que, desde su diferendo, ha

    1 Garca de la Huerta, Reflexiones americanas. Ensayos de intra-historia, p. 31 y ss.

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    devenido espectro mltiple y cambiante, cuyo comn denominador en su diversidad desde el diferendo es la resistencia a su asimilacin en el universal cultural hegemnico y eurocntrico del mundo occidental. Habra que pensar aqu, pues, pueblo e identidad colectiva en un sentido estratgico y no esencialista.2

    Pues bien, sea como sea, los latinoamericanos ni precolombinos ni europeos, sino frutos del trgico cruce de ambos destinos, fuera del seno de los pueblos originarios antes caracterizados, tenemos nuestro propio y diverso modo de poner en juego la existencia, pero no resultamos ser una radical alteridad de inicio frente al mundo europeo, sino slo una alteridad parcial sobre todo nosotros, occidentales, mestizos y burgueses, que somos algo parcialmente otro tanto respecto de Europa como respecto de los pueblos de ascendiente precolombino que sobreviven como mundos particulares de la vida.

    En un mundo gestado colonialmente, parece evidente que para nosotros los latinoamericanos, frutos del cruce europeo-precolombino, la independencia respecto de tal mixtura de raigambre en un sentido absoluto es una quimera, toda vez que es imposible borrar de un plumazo nuestra facticidad histrica. Lo nico que nos libera es el impulso a apropiar crticamente ambas races, no slo la victoriosa en desprecio de la desplazada, ni slo la desplazada en rebelin respecto de la victoriosa. Asumimos aqu, pues, pensar nuestro ser-latinoamericano como una existencia hbrida, gestada desde la colonizacin europea del mundo precolombino, siendo ello un factum que es preciso asumir. Pero ello no implica una ausencia de crtica de nuestro ser, en tensin con la tradicin, puesto que toda apropiacin digna de ser emprendida es una apropiacin crtica. Se trata de apropiar nuestro ser, de apropiar crticamente lo que somos, no para dar llana continuidad al mundo colonial en que nos toc nacer, sino ms bien para explicitar, sacar a la luz y as hacer visible el suelo y horizonte metafsico-hermenutico que nos impera tcitamente y, de este modo, desde la interrupcin de su soberana fctica, liberar lo que hay en nuestra vida de potencia pura. A eso se encamina este trabajo fenomenolgico como uno de muchos intentos posibles.

    En lo particularmente atingente a nuestra raz europea, la herencia fantasmtica que nos encamina implica una historicidad que desemboca en la denominada subjetividad moderna desplegndose, por lo pronto, desde el antiguo mundo griego, por una parte con el desarrollo en l de la f i lo s o fi va como un libre preguntar por el fundamento de lo ente y, por otra, con el surgimiento de la p o vli ~ como ciudad autnoma en donde el a[ vn q rw p o ~ en cuanto y slo en cuanto p o li vth~ tiene derecho a participacin y discusin abierta de los asuntos pblicos; pasando ms tarde por el desarrollo de la persona cristiana y su interioritas en el mundo medieval, hasta llegar al mundo moderno y la emergencia del sujeto que se funda autnomamente (reflexio) en su propia razn como determinante de su podero sobre la naturaleza, su libertad de proyecto e identidad como ente individual.3

    2 Garca de la Huerta, Identidades culturales y reclamos de minoras, p. 11 y ss.

    3 Dos interesantes relaciones elaboradas durante el siglo XX acerca del despliegue de las figuras histricas

    de la vida humana europea son las propuestas por Martin Heidegger y Charles Taylor. Para examinar una consideracin temprana de Heidegger acerca de la condicin de autointerpretacin en que se mueve histricamente en sucesivas figuras la vida humana, vid. Heidegger, Phnomenologische Interpretationen zu Aristoteles. Anzeige der hermeneutischen Situation, p. 354 y ss. Para examinar la exposicin histrica y

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    Como sujetos modernos que somos en nuestro comportamiento prctico y declarativo, sin duda no nos cabe sino reconocer en Europa uno de nuestros inicios.

    De acuerdo con lo anterior, los chilenos en gran medida no hacen sino poner en obra esta existencia hbrida en principio, gestada desde la colonizacin europea del mundo precolombino. Es esta violencia fundacional de nuestra existencia hbrida el gesto inaugural de opresin y represin, el sometimiento de lo precolombino a la forma de vida europea, ya sea en trminos de asimilacin y explotacin (proletarizacin), o en trminos de aniquilacin, exterminio y borradura algo que corresponde en esencia al hecho de que Chile sea institucionalmente un Estado-Nacin occidental y que los chilenos se autointerpreten a s mismos y se relacionen con los mapuche en funcin de una razn civilizatoria.4 En nuestra existencia hbrida alienta y performa el predominio del invasor vencedor, o la pulcritud europea frente al hedor del indio.5

    II

    Si nos enfocamos en el siglo XIX, tenemos dos hitos que hay que atender muy especialmente: entre 1810 y 1818 la instauracin del Estado de Chile como repblica independiente, y entre 1861 y 1884 la ocupacin militar chilena del Wallmapu como operacin de imposicin de soberana territorial estatal-nacional.

    Con el Imperio Espaol haba llegado a haber cierto entendimiento, en la medida en que la guerra de Arauco implic un avance del territorio imperial hasta el ro Bo-Bo y, desde esta frontera fluvial hacia el sur, el Imperio Espaol reconoca explcitamente el emplazamiento de un territorio de soberana mapuche. El conflicto ms bien se agudiz con el Estado de Chile, cuando en la segunda mitad del siglo XIX los polticos y militares chilenos decidieron invadir el Wallmapu. Es esta imposicin poltico-militar de soberana chilena en el Wallmapu la que queremos aqu poner en cuestin respecto de algunas de sus condiciones de posibilidad hermenuticas.

    La razn imperial-civilizatoria eurocntrica heredada, entretanto, como razn de Estado latinoamericana descansa en lo siguiente: Europa, frente a la barbarie de lo otro (frica, Asia, Amrica), siempre se autointerpret como la sede del espritu y la cultura6 ciencia griega y religin judeo-cristiana y, como tal, el destino o la teleologa de la humanidad. Baste considerar, entre los hitos, los planteamientos de Platn, Hegel o Husserl al respecto.

    sistemtica elaborada por Taylor acerca de las figuras evolutivas de la identidad del sujeto occidental, vid. Taylor, Las fuentes del yo. La construccin de la identidad moderna, p. 131 y ss. 4 Karmy, La potencia de la Intifada. Prolegmenos para una genealoga de la razn civilizatoria, p. 6 y ss.

    5 Kusch, Amrica profunda, p. 5 y ss. Esta identidad por contraste con el indio es tan fuerte que, frente a

    las pretensiones de autodeterminacin y autonoma del pueblo mapuche y la imagen asociada a ello de un Estado dentro de otro Estado, muchos grupos sociales y polticos chilenos clases sociales, derechas e izquierdas han tendido a aparecer armonizados, por accin u omisin, como un solo cuerpo frente a la rebelin del indio. 6 Viveros, Para una reflexin fragmentaria. Guios y modulaciones de sentido sobre Amrica Latina, p. 17

    y ss.

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    Europa, en virtud de las grandes exploraciones emprendidas desde el siglo XV, nunca descubri algo otro respecto de s misma, sino que ms bien cada vez que se enfrent a la alteridad la encubri con su propia mismidad hasta donde pudo hacerlo. En el caso del continente americano, los europeos descubrieron su geografa, pero nunca descubrieron el mundo precolombino, que ms bien fue sometido, reprimido y en lo posible asimilado por la tradicin colonial y republicana.7 Lo que el europeo llam el nuevo mundo no era ms que la nueva Europa: pura potencialidad de rplica y despliegue del mundo europeo.

    Respecto del nuevo mundo como realizacin de una potencialidad de rplica de Europa, escribe Edmundo OGorman en su libro de 1958, La invencin de Amrica:

    Si se examinan los principios que guiaron su poltica colonizadora, ya en la esfera de los intereses religiosos, polticos y econmicos, ya en la relativa a la organizacin de las relaciones sociales, se advierte que la norma consisti en trasplantar en tierras de Amrica la forma de vida europea, concretamente, ibrica.8

    Y respecto del nuevo mundo como realizacin de la potencialidad de despliegue de Europa, escribe Hegel en sus Lecciones sobre la Filosofa de la Historia Universal:

    Por consiguiente, Amrica es el pas del porvenir. En tiempos futuros se mostrar su importancia histrica, acaso en la lucha entre Amrica del Norte y Amrica del Sur. Es un pas de nostalgia para todos los que estn hastiados del mundo histrico de la vieja Europa. Se asegura que Napolen dijo: Cette vieille Europe mennuie. Amrica debe apartarse del suelo en que, hasta hoy, se ha desarrollado la historia universal. Lo que hasta ahora acontece aqu no es ms que el eco del viejo mundo y el reflejo de ajena vida.9

    Para Hegel, Amrica slo se inscribir significativamente en la Historia Universal una vez que deje de ser un mero reflejo de la vieja Europa y despliegue con fuerzas renovadas las mejores posibilidades que alberga el espritu anquilosado del viejo mundo.

    En suma, el nuevo mundo es, tal como anota Mario Gngora en El Nuevo Mundo en algunas escatologas y utopas de los siglos XVI a XVIII:

    La tierra ideal para realizar la quimera, pues se cumple en ella el sueo de la tabla rasa, la tierra que es pura virtualidad porque no porta el peso de una historia previa y admite ser modelada conforme al deseo.10

    Durante el siglo XIX en cuyo contexto se desencadena la invasin militar de Chile al Wallmapu Europa era, sin duda, el paradigma de la civilizacin humana. Los chilenos despreciaban la cultura indgena y consideraban el territorio mapuche como una simple extensin de tierras vacas dispuestas para la colonizacin.

    7 Garca de la Huerta, Reflexiones americanas. Ensayos de intra-historia, p. 31 y ss.

    8 OGorman, La invencin de Amrica, p. 153.

    9 Hegel, Lecciones sobre la Filosofa de la Historia Universal, p. 177.

    10 Gngora, El Nuevo Mundo en algunas escatologas y utopas de los siglos XVI a XVIII, p. 54.

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    En efecto, si examinamos alguna declaracin correspondiente al sentido comn de los hombres cultos de la poca, ello queda expuesto a la luz con toda nitidez. A modo de ilustracin, pues, vaya esta cita de un pasaje de un artculo de opinin pblica aparecido en 1859 en el diario chileno El Mercurio:

    Los hombres no nacieron para vivir intilmente y como los animales selvticos, sin provecho del gnero humano; y una asociacin de brbaros tan brbaros como los pampas o como los araucanos no es ms que una horda de fieras, que es urgente encadenar o destruir en el inters de la humanidad y en el bien de la civilizacin.11

    En consonancia con estas declaraciones, en 1861 se aprobaron las primeras leyes que permitieron la ocupacin militar de la Araucana. Junto a las tropas del Estado de Chile llegaron, a las regiones del sur, los agrimensores y los colonos.

    As pues, desde un eurocentrismo legado del rgimen colonial al republicano, los chilenos del siglo XIX despreciaban la cultura indgena y, correspondientemente, consideraban el territorio mapuche como una simple extensin de tierras vacas dispuestas para la colonizacin. La Pacificacin de la Araucana como ocupacin militar del Wallmapu por parte del Estado de Chile al otro lado de la cordillera el Estado de Argentina inici paralelamente un proceso anlogo, en una operacin sugestivamente denominada Conquista del Desierto consisti, de hecho, en que el mundo mapuche fue arrasado militarmente y su territorio emplazado como lo baldo a disposicin del potencial de desarrollo occidental la representacin geogrfica, el asentamiento y la explotacin tcnica de la naturaleza fsica y humana disponible en tal territorio.

    El chileno, cuya existencia hbrida gestada colonialmente implica en su seno la violencia fundacional del sometimiento de lo mapuche a lo europeo, ejerce una especfica modalidad de soberana en correspondencia con su existencialidad fctica. Para intentar aclarar esto esbozaremos una interpretacin fenomenolgica de la nocin concreta de soberana que aqu opera, contrastando algunos aspectos del diferendo intencional relativo a tal nocin tal como sta est puesta en juego para chilenos y mapuche.

    Asumiendo que la violencia del Estado chileno contra el pueblo mapuche es una violencia de raigambre metafsica, intentaremos en adelante exponer las condiciones de posibilidad hermenuticas de la misma, buscando algunas de sus determinaciones esenciales en la obra de Platn, como hito en la constitucin del mundo occidental, especialmente en lo que se refiere 1) al principio ontoteolgico-poltico de conduccin descendente y 2) a la tendencia a la determinacin matematizante del trato con lo ente en general, ambas puestas en obra en el conato de imposicin de soberana territorial estatal-nacional chilena en el Wallmapu.

    En el curso de este intento nos interesa poner aqu en cuestin la obra de Platn como un hito en la instauracin histrica del modo metafsico de ser del hombre occidental, en una determinada configuracin esencial dinmica, histrica. El rendimiento crtico de la ex-posicin del fundamento metafsico-existencial, en una investigacin de esta ndole, a

    11 Diario El Mercurio, 24 de Mayo de 1859.

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    nuestro juicio, es la liberacin de la potencia pura del comportamiento prctico y teortico de la propia existencia, desde la fatalidad fctica que primariamente nos encamina, en virtud de la condicin histrica de nuestro vivir en un mundo en el que nos ha tocado nacer. Un mundo con cuya horizontalidad de sentido nos hemos familiarizado por la fuerza del hbito mismo del habitar compartido, en su establecimiento incuestionado. Se trata aqu, pues, de un intento de radicalizar ontolgicamente la crtica.

    III

    Platn sostiene que la i jd eva es la o u js i va de algo, su entidad o ser ms propio. La entidad o ser ms propio de la cosa es el aspecto estable y no sensible (ei [d o ~) que mantiene a la cosa en su identidad, aspecto que es accesible slo al pensamiento (lo vg o ~ como ei jd evn ai: n o u`~). La i jd eva es as la reunin del ver (ei jd evn ai) y lo visto (ei [d o ~), es decir: la reunin de, por un lado, el pensamiento como un ver del alma, y, por otro, el aspecto universal12 y necesario13 que la cosa impone como su propio ser o naturaleza originaria (ajrc ai va fu vs i ~). La i jd eva es aquello por lo cual (ai [ti o n) la cosa es lo que es y sigue siendo lo que era, pese a todos sus cambios accidentales. Y en cuanto trascendente, la i jd ev a tiene los atributos del ser de Parmnides: es una, eterna, inmutable y perfecta.

    La definicin (o Jri vs m o ~) de la la i jd eva o o u js i va de algo, metdicamente, se hace por gnero y diferencia: recoleccin hacia lo general (s u n ag w g hv, s u n avg ei n ei j~ e{n) y divisin hacia lo especfico (d i ai vr es i ~, d i ai rei n` kat ei [d h) esto implica una dialctica de lo uno y lo mltiple en lo ideal: la idea de animal subsume en s, en su universalidad ms amplia, las ideas menos universales de gato y perro. La universalidad tiende hacia la unidad, hacia lo comn o la comunidad del gnero (ko i n w n i va tw n` g en w`n) y, en efecto, es esta ko i n w n i va la que expresa la participacin (m et evxi ~) y la perfeccin (tevlei o n) de la cosa en la idea: en qu medida comparte con otras el carcter propio de su clase ideal.

    Lo ms alto de la universalidad es lo Uno14 y a partir de all se despliega una jerarqua hacia lo inferior en que lo ideal se va multiplicando, va especificndose, particularizndose hacia las ideas ms particulares (a[to m a ei [d h, infimae species), rebasando las cuales se llega al extremo inferior de lo que ya ni siquiera se subordina al a[to m o n ei \d o ~: traspasando estos a[to m a ei [d h se desciende a lo singular que es en cuanto tal indefinible, inesencial, indeterminado y por lo mismo ilimitado (a[ p ei ro n),15 resto huidizo, indecidible e ingobernable por el lo vg o ~. Lo uno singular respecto del todo (to ; e}n e[kas to n tw n` p avn tw n) es lo que puede ser despreciado, repudiado y abandonado con violencia (m eq i vhm i, excluir o, si se quiere, mandar a la mierda). Platn lo dice as:

    12 El trmino universal tiene un equivalente en la lengua de los griegos: ka q ov lou, es decir: que se impone

    sobre todo caso particular, que se cumple para la cosa en todo lugar. 13

    El trmino necesario tambin tiene un equivalente en griego: a jn a vg kh, inflexible, inquebrantable, que se impone y se cumple siempre, en todo momento. 14

    Platn, Sofisthv~, 253b8 y ss. 15

    Platn, Fivlhbo~, 16d7 y ss.

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    Th ;n d e;; t o u` a jpe i vro u ijd eva n pro ;~ t o; pl h q` o~ m h; pro sfe vre i n pri;n a[n t i ~ to;n a jri q mo ;n a ujt o u` pa vn t a ka t ivd h t o;n m et a x u; t o u` a jpe ivro n t e k ai ; t o u` eJno v~ , to vt e d h [d h to ; e}n e[k a s t o n t w`n pa vn t w n e ij~ t o; a [pe i ro n m eq evn t a ca ivre i n eja n`.16 Pero la idea de infinito no ha de aplicarse a los muchos antes de haberse hecho cargo de su nmero total, nmero que se halla entre el uno y el infinito; una vez sabido este nmero, lo uno singular respecto del todo podr ser repudiado y relegado al infinito.

    En este pasaje del Filebo encontramos una determinacin metafsica de la inmundicia (in-mundus / aj- ko s m i va) o, digmoslo con su violencia, de la mierda.17 Corresponde al residuo de lo infinito/indeterminado (to ; a [p ei ro n), lo ltimo, lo peor (to ; e[s c ato n),18 resto que no se deja subsumir en lo ideal. Lo fecal expulsado del corpus orgnico. Ahora, la cuestin de la transitividad entre to ; e[kas to n (ecceitas), to ; e[s c ato n (ultimus, excrmentum) y to ; ka ko vn (malum) lo singular como lo ltimo, como lo malo e inmundo no se puede entender si no es sobre el fondo de la cuestin teolgica platnica: la unidad de lo ideal en lo Uno, divino, bello y verdadero: la idea de bien (hJ to u` ajg aq o u ` i jd eva).

    Platn interpreta la aprioridad y unidad de la i jd eva como trascendencia, en el sentido de que las ideas son en un mundo aparte o lugar celeste (to vp o ~ o u jran o v~) fuera del tiempo y del espacio. Pero de esto nos surge una dificultad: en el mundo de las ideas hay multiplicidad de ideas, tal como en el mundo sensible hay multiplicidad de cosas que participan de una idea en cada caso especfico; de lo que se sigue la siguiente cuestin: si la unidad de las cosas sensibles se funda en la idea, en qu se funda la unidad de las ideas? Platn responde a este enigma: la unidad de las ideas se funda en la idea suprema de bien (to v ajg aq o vn). Por participacin (m etev xi ~), las cosas sensibles (fai n o v m en o n) tienen su fundamento y unidad en la idea (i jd eva), y las ideas tienen su fundamento y unidad en la idea de bien (hJ to u ` ajg aq o u ` i jd eva).19

    La idea suprema de bien es, en un sentido esencial, el cumplimiento pleno del ser ideal20 de todas las entidades: todo lo que es aspira al bien, esto es, a ser plenamente lo que es.21 La idea de bien es la causa de que algo se conserve en su ser y alcance su plenitud y perfeccin al llegar a ser lo que verdaderamente es. Por tanto, la idea de bien es una finalidad, un te vlo ~ que da la medida de lo que es en cuanto es lo que es verdaderamente es aquello que se identifica con la perfeccin del tevlo ~. Platn dice que la idea de bien es la causa universal de todas las cosas buenas y bellas (), la fuente de la verdad y del

    16 Platn, opus cit., 16d7-e2. La traduccin del griego al espaol es ma.

    17 En efecto, en griego todava se usa corrientemente t o; e[s c a ton en su acepcin ms violenta pero

    reprimida, de shit o mierda en lo presentable, tal acepcin es normalmente reprimida, pongamos el caso, por los helenistas hispanos que elaboran los diccionarios de griego-espaol. 18

    Platn, Gorgiva~, 482b1 y 522e1. 19

    Platn, Politeiva, 509b. 20

    El ser ideal de algo es, en el pensamiento de Platn, lo que algo es por naturaleza: ka ta v f u vs i n. 21

    La idea suprema de bien est aqu pensada en un sentido ontolgico, por lo que no se la debe entender reducida a lo moral aunque lo ontolgico y lo moral estn inextricablemente vinculados.

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    pensamiento.22 En cuanto tal, to v ajg aq o vn es una idea rectora y trascendente, pues rige el ser de todo lo ente y adems trasciende todo lo ente.

    En suma, el bien trasciende a las ideas, es la fuente de las ideas el bien es lo Uno que se identifica con el Productor (D hm i o urg o v~) y de su unidad todas las cosas tienden al bien y se ordenan armnicamente hacia l, y es por tanto la perfeccin de lo que verdaderamente es.

    En un cuadro jerrquico de la onto-teologa de Platn, habra que nombrar la siguiente derivacin: Dios,23 ideas, mundo y resto infinito. La imagen del Timeo es la de un Dios-Productor (Qeo v ~, D hm i o urg ov~) que impone un orden ideal al caos primigenio, un caos primitivo no en un sentido temporal, sino lgico. Lo que no se subsume en el orden ideal es remitido a lo indeterminado (ei j~ to ; a[ p ei ro n), esto es, a la esfera de lo que est en discordante y desordenado movimiento24 y que en cuanto tal es ininteligible e inexplicable.

    Ahora, a pesar de que Platn reconoce que hay un resto que no se deja subsumir en lo ideal, hay a lo menos una indudable tendencia en su filosofa a idealizarlo y matematizarlo todo o, en ltimo trmino, a anhelar que todas las cosas fuesen buenas,25 o digamos, como Dios manda. Tal frmula metafsica, sin duda, pervive en nuestros das.

    Por lo dems, de to ; a[p ei ro n / to ; e[s c ato n no hay conocimiento, segn Platn, dado que de ello no hay i jd eva y, por consiguiente, en ello se da una falta de o u js i va. De lo anterior se sigue, si se quiere, una cierta ceguera y abstencin declarativa para con lo que no se subsume al ideal, una repulsin frente a lo que aparece como alteridad respecto del universal soberano, alteridad que es a su vez el mal: Platn slo habla en positivo, el mal es la ausencia de bien, es lo no-ideal: falta de ser, tendencia a no-ser, negatividad. Y a Platn le interesa destacar el ser y no el no-ser. De este modo, para Platn, fuera del propio universal soberano no hay ms que, si se nos permite la dura expresin, pura mierda incognoscible, en su repugnante condicin de otredad categorial o en su laya poltica singularmente indomable.

    IV

    A los ojos del chileno del siglo XIX, los mapuche no son hombres como Dios manda: no son sino una horda de fieras o un montn de brbaros, y por ello es preciso someterlos o aniquilarlos en el bien de la civilizacin. Los mapuche irrumpen as, en mayor o menor medida, como un resto ingobernable, como aquellos que no se dejan matematizar, que quieren seguir siendo pueblo soberano y no ser reducidos a poblacin gestionada, que se resisten a ser subsumidos en el universal de la soberana estatal-territorial que da forma a

    22 Platn, opus cit., 517b8-c4.

    23 Platn, Tivmaio~, 37d y ss.

    24 Platn, opus cit., 30a4-5.

    25 Platn, opus cit., 29e1-30a7.

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    la vida gobernada en los trminos jurdicos, econmicos y morales propios de la modernidad occidental.26

    En el orden de los cuerpos vivientes y en el cooriginario orden fantasmtico de la metafsica, los mapuche son tratados como la mierda, esto es, como to ; a[p ei ro n y to ; e[s c ato n, en el sentido metafsico platnico: como la inmunda alteridad que en cuanto tal niega nuestra identidad imperial, en la medida en que obstaculiza el avance soberano de nuestra mismidad universal y necesaria de raigambre greco-cristiana. Los mapuche en su barbarie de indios de mierda nos niegan como destino de la humanidad al resistirse a la asimilacin: niegan la teleologa eurocntrica de la humanidad que el latinoamericano repite de un modo fatal y acrtico, en su comportamiento habitual en general y en su trato con el indgena en particular.

    La metafsica es la articulacin fundamental del modo de habitar del hombre occidental, su fundamento ontolgico histricamente gestado y legado. La filosofa de Platn ha sido decisiva en su gestacin. Entonces, qu tiene que ver Platn con el conflicto chileno-mapuche? La brutal violencia del Estado chileno contra el pueblo mapuche es una violencia metafsica que reposa hermenuticamente en la onto-teologa platnica.

    Una de las cuestiones ms candentes que entran en juego en el conflicto chileno-mapuche, desde la constitucin de Chile como Estado-Nacin, es precisamente la cuestin de la soberana estatal-territorial que Chile reclama e impone mediante 1) la invasin al Wallmapu, 2) la sancin jurdica de la propiedad estatal o privada, en sentido chileno y 3) la represin de la resistencia mapuche que reclama, frente a la sancin del derecho chileno, la vigencia de su propio derecho consuetudinario (az mapu) que implica el llamado derecho ancestral a tierras. En el contexto de este aspecto del conflicto el relativo a soberana y territorio, me gustara ahora abordar brevemente el contraste entre el contenido intencional de la nocin de soberana en su diferencia para chilenos y mapuche: por un lado la soberana estatal-nacional de carcter plano y continuo inherente a la nocin ms dura de Estado moderno, y por otro lado la soberana consuetudinaria con carcter de anillos concntricos y en degradacin puesta en obra en el mundo mapuche tradicional.27

    Partamos por la intencionalidad relativa a la soberana chilena. Algunos de los aspectos esenciales de su raigambre metafsica se pueden rastrear en la obra de Platn. Esto en dos sentidos: 1) en cuanto al principio ontoteolgico-poltico de conduccin descendente de la forma de vida, cuya matriz metafsica se puede reconocer en obras de Platn como el Timeo a nivel del macrocosmo de la fu vs i ~ en total y Repblica a nivel del microcosmo acotado de la p o vli ~, y 2) en cuanto al modelo plano y continuo de la soberana territorial, cuya matriz metafsica en trminos de universalidad y necesidad eidtica, o de tendencia a la determinacin geomtrico-matematizante del trato con lo ente en general se puede reconocer en el tratamiento que hace Platn de la cuestin de las ideas

    26 Muoz, La construccin de la persona occidental en contraste con una personalidad indgena, p. 74.

    27 La conceptualizacin de esta diferencia nace de las sugerentes indicaciones del abogado chileno de

    derechos humanos Matas Meza-Lopehanda, expresadas en el podcast Intiles y Subversivos, episodio 35 (4 de agosto de 2012: http://www.podcaster.cl/2012/08/inutiles-y-subversivos-35).

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    en la mayora de sus dilogos. Siguiendo estas pistas, al poner en cuestin la nocin de soberana se anudan los dos temas:

    1) el principio ontoteolgico-poltico de conduccin descendente: soberana excepcional de la idea divina del bien que impera todo lo que verdaderamente es, hasta el lmite de la inmundicia aniquilable sacrificable en caso de no dejarse gobernar por la vida buena.

    2) la tendencia a la determinacin matematizante del trato con lo ente en general: soberana universal y necesaria que dispone de la forma de vida del otro y de la tierra conquistada como puro potencial de control moral-poltico, representacin y explotacin tcnica incondicionada: dominacin como aseguramiento calculante del ente.

    Respecto del principio ontoteolgico-poltico de conduccin descendente, me parece que una clave estara en la determinacin platnica de la soberana csmica de la figura del D hm i o urg o v~, fuente de verdad (a jl hvq ei a), perfeccin (t ev lei o n), bien (to; ajg aq o vn) y belleza (to ; kalo vn). Fuente divina (q ei o` n) de todo orden (k o vs m o ~) y del ser mismo de lo que es, de su entidad ideal (o u js i va, i j d eva).

    En este punto resulta muy interesante que Platn interprete la aprioridad y unidad de la i jd eva como trascendencia, en el sentido de que las ideas son en un mundo aparte o lugar celeste (to vp o ~ o u jran o v ~), fuera del tiempo y del espacio concreto del mundo de la vida aconteciente. La idea de bien es un tevlo ~ que da la medida de lo que es en cuanto es lo que es verdaderamente es aquello que se identifica con la perfeccin del t evlo ~. En cuanto tal, to v ajg aq o vn es una idea rectora y trascendente, pues rige el ser de todo lo ente y adems trasciende todo lo ente. Lo interesante de esto es, sin duda, que la idealidad rectora eurocntrica, por las caractersticas de su propia constitucin metafsica, se sustrae del lugar de enunciacin, imponindose desde su trascendencia. Las nociones de trascendencia e imperialidad aqu se funden en una violencia celestial.

    Es tal violencia la que se inflinge a las comunidades tnicas que sufren la invasin y el sometimiento a la soberana estatal chilena, en la medida en que aparecen como lo indeterminado (to ; a[p ei ro n): como lo ltimo, lo peor, la mierda (to ; e[s c ato n): el resto ingobernable que no se subsume en lo ideal, de tal modo que tiende hacia lo no-ente (to ; m hv o [n) y en cuanto tal es despreciable (m eq i vhm i). Los mapuche no asimilados aparecen como in-mundicia aniquilable, sacrificable.

    Respecto de la tendencia a la determinacin matematizante del trato con lo ente en general, esta se expresa en la imposicin por parte del Estado de Chile de una soberana territorial plana y continua, es decir, como una soberana homognea dentro del marco de fronteras geo-grficas abstractas, representacionales clara y distintamente definidas. En cuanto oligrquico y monocultural, el Estado de Chile opera una imposicin de soberana en correspondencia con su idea ms general de vida buena vida atrada-orientada en su ejecucin por el Bien ideal: la civilizacin del progreso, del desarrollo tcnico-econmico como superacin del peor de los males, la pobreza.28 El modelo de soberana territorial

    28 Pasolini, Cartas Luteranas, p. 13 y ss.

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    plana y continua est en consonancia con ello, pues su carcter geomtrico-matemtico, expresado en su universalidad y necesidad, est codeterminado por una temporeidad existencial tpicamente europeo-moderna, caracterizada por una primaca del xtasis futuro como despliegue de la empresa tecno-cientfica: una temporalidad salvfica en que la salvacin se modula como desarrollo.

    Los trminos griegos que nombran la universalidad y necesidad platnicamente determinadas son, por una parte, kaq o vlo u (universlits) que se impone sobre todo caso particular, que se cumple en todo lugar, y por otra, ajn avg k h (necessits) inflexible, inquebrantable, que se impone y se cumple siempre, en todo momento. La soberana se impone universal y necesariamente dentro de las fronteras territoriales estatal-nacionales, porque en cualquier momento, cualquier lugar es un potencial de representacin y explotacin oportunidad de exploracin y negocio. Por sobre la significacin tradicional de los lugares para sus habitantes, aquellos significan para el sujeto moderno occidental sobre todo espacio emplazado en funcin de las posibilidades de progreso que en l se puedan realizar, en trminos de desarrollo tcnico-econmico. Aqu se muestra, pues, el ntimo vnculo entre estas categoras de universalidad y necesidad que informan la nocin de soberana estatal-territorial occidental y la peculiar modulacin de la temporeidad existencial del propio hombre occidental: primaca del futuro, progreso, desarrollo como modulacin moderna de la salvacin. En un sentido crucial, universalidad, necesidad y primaca temprea del futuro se anudan en la figura epocal de la metafsica moderna lo que Heidegger llama das Gestell. El despliegue de la metafsica platnica de la idealidad desemboca en el predominio moderno de la tecno-ciencia, en la figura del pensamiento calculante (berechnende Denken) que considera y trata al ente slo en vistas de determinados resultados de aseguramiento y utilizacin.29 Segn Heidegger, el desocultar del hombre moderno, como modulacin histrica de la aperturidad del ser-ah, tiene el carcter del emplazar (Stellen): sacar a la luz lo ente en cuanto y slo en cuanto disponible, utilizable, dirigible, asegurable y calculable con exactitud.30 Este modo de ser metafsicamente determinado del hombre occidental moderno excluye su relacin con la alteridad como alteridad, pues lo que verdaderamente es se reduce para l a lo que puede ser representado con certeza (objeto) y asegurado con eficacia (recurso).

    El Estado de Chile pone en obra dentro del marco de sus fronteras una soberana territorial universal y necesaria que dispone violentamente de la forma de vida del otro y de la tierra conquistada como puro potencial de control moral-poltico, representacin y explotacin tcnica incondicionada. Las notas esenciales de esta articulacin metafsica del habitar son la dominacin calculante de lo ente por parte del hombre confiado a su propio poder de ratio, y, consecuentemente, la cerradura para con la alteridad como tal.

    Es a partir de la opresin por parte de los chilenos que los mapuche corresponden con su declaracin de awkan (lucha, conflicto, guerra) contra el winka (el otro, extrao, extranjero). El trmino mapuche winka dice literalmente el nuevo (we) inka (inka), y

    29 Heidegger, Die Frage nach der Technik, pp. 26-27. Respecto de la historia del ser como historia de la

    metafsica occidental, cfr. Heidegger, Nietzsche - II, p. 458 y ss., lo correspondiente al apartado IX, titulado Entwrfe zur Geschichte des Seins als Metaphysik. 30

    Heidegger, Die Frage nach der Technik, p. 16.

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    connota peyorativamente al ladrn, aplicndose histricamente a espaoles y chilenos los extranjeros ladrones: los mapuche han sido invadidos por los inkas y, ms tarde, por los winkas espaoles y chilenos.31 El chileno invasor impone militar y policialmente su soberana territorial, cuyo suelo y horizonte semntico-existencial ya hemos descrito en algunas de sus notas esenciales. El mapuche reacciona resistiendo y reivindicando polticamente derechos ancestrales es decir, en trminos occidentales, su derecho consuetudinario, dada su condicin de indgena.32 Pero ahora la pregunta es: cmo se articula hermenuticamente para los mapuche la soberana territorial? Es preciso considerar que hay en juego aqu un conflicto muy complejo de intencionalidades relativas a la cuestin de la soberana, dadas las diversas derivas sociales y polticas mapuche.

    De hecho, se aprecian diferencias notables: si bien desde la segunda mitad del siglo XX surge entre ellos una nueva y comn voluntad de autofirmacin, sta se debate entre una demanda autodeterminista que reclama autonoma poder y territorio y una demanda asistencialista que reclama reivindicaciones econmicas tierras y asistencia tcnica y financiera. Es entre la reivindicacin social del etno-campesino (mapuche-chileno) y la reivindicacin poltica del mapuche autonomista (mapuche-no-chileno)33 que se debaten y se mezclan en mayor o menor grado las mltiples posiciones socio-polticas al interior del pueblo mapuche. Tales posiciones se expresan, en el contexto de la institucionalidad mapuche: en el Consejo de Todas las Tierras (CTT), que ofrece una mixtura de reivindicacin social y poltica; en la Coordinadora Arauko Malleko (CAM), como movimiento poltico autonomista y anticapitalista;34 y desde 2005, en el Wallmapuwen, partido poltico mapuche etno-nacionalista. Desde la demanda de tierras a la demanda de territorio se dibuja el espectro de sus pretensiones. Pero especficamente, entre quienes luchan por reinvindicaciones polticas de autodeterminacin, se dibuja otra diferencia, la de dos derivas polticas autonomistas: 1) una deriva etno-cultural no-estatalista que busca reapropiarse del elemento originario cultura, cosmovisin, instituciones, salvaguardando lo mapuche, en una posicin tradicionalista en que la autodeterminacin y autonoma rinden precisamente como conservacin de la originariedad del pueblo; y 2) una deriva etno-nacionalista pro-estatalista que busca la instauracin de una instancia de soberana estatal mapuche, en una posicin de integracin diferida en que autodeterminacin y autonoma se conciben en formas anlogas a las occidentales.

    En este ensayo, empero, considerando el objetivo de contrastar la nocin de soberana occidental con la mapuche, nos referiremos especficamente a la nocin de

    31 Marimn, Autodeterminacin. Ideas polticas Mapuche al albor del siglo XXI, p. 328.

    32 A diferencia del descendiente de los conquistadores y colonizadores europeos, que aparecen como los otros

    para el mapuche, la categora del ndgena nombra al nacido bajo la jurisdiccin de un Estado, pero que a su vez es descendiente de los habitantes precolombinos del territorio sobre el cual el Estado ejerce soberana. Tales habitantes precolombinos precedieron la colonizacin hispano-europea y la instauracin del Estado chileno, por lo que alguna vez fueron los soberanos del territorio, sometidos y desposedos a la fuerza por un pueblo exgeno. 33

    Para confrontar las diferentes posiciones discursivas de los autonomistas etnicistas y los autonomistas etnonacionalistas, ver Marimn, opus cit., p. 169 y p. 224 respectivamente. 34

    La CAM parece ofrecer un buen ejemplo de la mixtura de una identidad cultural mapuche tradicional con una identidad poltica universalista, anticapitalista y revolucionaria.

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    soberana mapuche ms tradicional, puesta en juego en comunidades ms aisladas y consecuentemente menos asimiladas a lo occidental. Quiero enfocar especficamente el segundo rasgo de la soberana que, a mi juicio, constituye el diferendo intencional ms marcado: el modelo mapuche de soberana de anillos concntricos y en degradacin, frente al modelo chileno de soberana plana y continua. En contraste con la universalidad y necesidad homognea plana y continua con que se impone la soberana chilena, la soberana mapuche se degrada en anillos concntricos desde el ncleo del asentamiento, en una modulacin discontinua y difusa de su prevalencia, determinada por el grado de significado tradicional que tenga el lugar principalmente en trminos de uso habitacional, recolectivo y productivo, o de acuerdo a su carcter de sacralidad. El diferendo intencional no slo abarca la apertura y determinacin existencial de la espacialidad, sino que implica a una con ello un diferendo de temporalidades: la soberana mapuche se ejerce sobre todo all donde prima el acontecimiento significativo habitual o tradicional lo que pone de manifiesto una primaca del xtasis tempreo del pasado, a diferencia de la soberana chilena que se ejerce homogneamente sobre el espacio geomtrico demarcado por las fronteras nacionales, y se ejerce como disposicin y disponibilidad del ente en trminos de representacin y de explotacin efectiva y potencial. Esta ltima diferencia es muy relevante, puesto que revela por parte del mapuche la posibilidad de una convivencia pacfica con el winka, cosa que el chileno como tal no entiende; por ejemplo, al mapuche ms tradicional no le parece especialmente perjudicial que un camino chileno pase por su territorio, mientras sea por un lugar que l no usa o que para l no tenga una significacin sagrada (asentamientos, lugares de recoleccin y cultivo, cementerios, sendas ceremoniales, lugares naturales sagrados, etc.). El chileno, en cambio, en un territorio que l an no conoce ni usa, ve posibilidades de exploracin, representacin y eventual explotacin, en virtud de su temporalidad orientada hacia el desarrollo progreso, primaca del xtasis tempreo del futuro.

    * * *

    El filsofo judo-alemn Walter Benjamin, en su ensayo Para una crtica de la violencia de 1921,35 ofrece una interesante teora sobre la relacin entre poltica (vida, potencia excepcional) y orden jurdico (ley, forma establecida), al hilo de la cuestin de la violencia:36 la tensin entre vida y forma no se puede conciliar de hecho como sostiene Carl Schmitt en la violencia de conservacin o fundacin de la forma de vida en un orden jurdico, sino que hay que agudizar la excepcionalidad de la vida (violencia pura) para separar definitivamente el vnculo entre vida y forma establecida es decir, para liberar a la vida de la ley.37 De acuerdo con ello distingue entre 1) violencia mtica, violencia excepcional que circula entre una violencia fundadora y una violencia conservadora del derecho vida fundante y vida fundada, y 2) violencia pura o violencia excepcional que revoca a toda forma de violencia mtica vida anrquica.

    35 Cfr. Benjamin, Para una crtica de la violencia, p. 22 y ss.

    36 En alemn el trmino Gewalt es ambiguo: significa poder autorizado, pero tambin simple violencia.

    37 Karmy, La rebelin del presente. Notas de excepcin en medio de la poca intifadista, p. 1 y ss.

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    A partir de la distincin elaborada por Benjamin, podemos observar que la violencia ejercida por el Estado de Chile contra los mapuche es una violencia mtica, esto es, una violencia fundadora y conservadora de derecho, que se temporaliza en funcin de la civilizacin eurocntrica del progreso, en el orden de la historia imperial.

    La violencia mapuche, en la medida en que es violencia de resistencia y revolucionaria, es una violencia con matices diversos que corresponden a las diversas derivas polticas autonomistas de acuerdo al tipo de comunidad futura imaginada por cada una de ellas, y al grado en que hay en ellas efectivamente una tal imagen. Pero en lo medular lo que se pone en juego, como comn denominador entre la diferencia, es una violencia pura, esto es, un conato de suspensin del peso de la historia, una violencia interruptiva que revoca el poder de la soberana imperial.38 La rebelin mapuche irrumpe como el evento de una actualidad que discontina el flujo establecido del poder eurocntrico, desestabilizando el estado de dominacin hasta ahora vigente en el que se encuentran bajo el signo de la historia imperial. El conflicto chileno-mapuche tuvo una primera etapa de guerra tradicional la ocupacin militar del Wallmapu en la segunda mitad del siglo XIX, es decir, guerra como conquista territorial y sometimiento brutal de sus habitantes. Pero durante el siglo XX los mapuche han sufrido por parte del Estado de Chile la opresin de una guerra ms sofisticada, una guerra gestional que consiste en la normalizacin de formas-de-vida, y en una operatividad de tal ndole que a veces se torna indiscernible el lmite entre guerra y paz. Se trata de convertir a un pueblo en poblacin humanidad gestionada, conjurando as el peligro del pueblo como entidad poltica. Los mapuche resisten y combaten contra esta guerra gestional llevada adelante por el Estado de Chile, lo que equivale ante todo a interrumpir la gravidez y vigencia de la historia imperial cuyo espritu ms ntimo es la metafsica greco-cristiana.

    Por ltimo, es preciso advertir lo siguiente. Los mapuche fueron invadidos por los espaoles que venan del otro lado del Atlntico desde el siglo XVI. Y tras la colonizacin espaola, al instaurarse el Estado de Chile, terminaron siendo completamente invadidos, despojados, oprimidos, humillados y reprimidos por los chilenos desde la segunda mitad del siglo XIX. Sin embargo, antes del siglo XVI, los mapuche eran ya sometidos en parte por los inkas que venan del norte, y los propios mapuche invadieron a los tehuelches en el Puelmapu y, en mltiples ocasiones, violentaron tambin a las etnias que habitaban los fiordos de los archipilagos al sur de la isla grande de Chilo. Apunto a este vaivn de la violencia para advertir que no es nuestra intencin aqu fetichizar exclusivamente la violencia en los espaoles o en los chilenos, pues de ese modo olvidamos que el poder y su violencia circulan sin centro absoluto, sin lugares privilegiados. El mito mapuche del origen elide, probablemente, su propia violencia fundacional. No obstante, resulta indudable que la cultura occidental greco-cristiana expresa una sofisticacin de la violencia civilizatoria que, adems de articularse metafsicamente de una manera prstina que es lo que en parte he querido mostrar aqu en uno de sus hitos fundacionales, ha llevado a tal violencia civilizatoria a extender su predominio a nivel global como no lo logr antes mundo de la vida particular alguno.

    * * *

    38 Karmy, La rebelin del presente. Notas de excepcin en medio de la poca intifadista, p. 1.

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