Gonzalez Prada, Del Ensayo Al Panfleto

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1 Manuel González Prada (1844-1918): del ensayo al panfleto Dr. Joël DELHOM Université Européenne de Bretagne (HCTI – EA 4249), Francia Ponencia presentada en el Simposio internacional “El ensayo: hacia el bicentenario de su aparición en Hispanoamérica. Balances, revisiones y porvenir de un género fundacional”, Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza, Argentina), 4-6 de noviembre de 2009. No había fallecido aún González Prada cuando su compatriota Ventura García Calderón lo definía como “un ensayista, un pensador apasionado” y lamentaba que no hubiera escrito “algún libro homogéneo”: “Páginas libres y Horas de lucha, sus colecciones de artículos, parecen misceláneas de un admirable escritor cuyos libros centrales se perdieron 1 .” Poco después, publicaba también José Carlos Mariátegui un artículo mucho más crítico, posteriormente incluido en sus Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928), en el que aseveraba: Y ni en Páginas libres ni en Horas de lucha encontramos una doctrina ni un programa propiamente dichos. En los discursos, en los ensayos que componen estos libros, González Prada no trata de definir la realidad peruana en un lenguaje de estadista o de sociólogo. [...] No concreta su pensamiento en proposiciones ni en conceptos. Lo esboza en frases de gran vigor panfletario y retórico, pero de poco valor práctico y científico. [...] Las frases más recordadas de González Prada delatan al hombre de letras: no al hombre de Estado. Son las de un acusador, no las de un realizador 2 . A pesar de estas posibles limitaciones, la crítica del siglo XX no ha dejado de ver en González Prada uno de los principales ensayistas latinoamericanos. Por ejemplo, en 1955, Robert G. Mead, escribía en la Revista Hispánica Moderna: 1 Ventura GARCÍA CALDERÓN, Semblanzas de América, [Madrid], Biblioteca Ariel, [1919], p. 177. 2 José Carlos MARIÁTEGUI, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, Lima, Biblioteca Amauta, 1977, pp. 258-259.

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Esta ponencia explica como Gonzalez Prada abandona el ensayo para dedicarse al panfleto.Cette communication explique comment Gonzalez Prada abandonne l'essai au profit du pamphlet.This paper explains how Gonzalez Prada shifts from essays to satirical articles.

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Manuel González Prada (1844-1918): del ensayo al panfleto

Dr. Joël DELHOM Université Européenne de Bretagne (HCTI – EA 4249), Francia

Ponencia presentada en el Simposio internacional “El ensayo: hacia el bicentenario de su aparición en Hispanoamérica. Balances, revisiones y porvenir de un género fundacional”, Universidad Nacional de Cuyo

(Mendoza, Argentina), 4-6 de noviembre de 2009.

No había fallecido aún González Prada cuando su compatriota Ventura García

Calderón lo definía como “un ensayista, un pensador apasionado” y lamentaba que no hubiera

escrito “algún libro homogéneo”: “Páginas libres y Horas de lucha, sus colecciones de

artículos, parecen misceláneas de un admirable escritor cuyos libros centrales se perdieron1.”

Poco después, publicaba también José Carlos Mariátegui un artículo mucho más crítico,

posteriormente incluido en sus Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928),

en el que aseveraba:

Y ni en Páginas libres ni en Horas de lucha encontramos una doctrina ni un programa

propiamente dichos. En los discursos, en los ensayos que componen estos libros,

González Prada no trata de definir la realidad peruana en un lenguaje de estadista o de

sociólogo. [...] No concreta su pensamiento en proposiciones ni en conceptos. Lo

esboza en frases de gran vigor panfletario y retórico, pero de poco valor práctico y

científico. [...] Las frases más recordadas de González Prada delatan al hombre de

letras: no al hombre de Estado. Son las de un acusador, no las de un realizador2.

A pesar de estas posibles limitaciones, la crítica del siglo XX no ha dejado de ver en González

Prada uno de los principales ensayistas latinoamericanos. Por ejemplo, en 1955, Robert G.

Mead, escribía en la Revista Hispánica Moderna:

1 Ventura GARCÍA CALDERÓN, Semblanzas de América, [Madrid], Biblioteca Ariel, [1919], p. 177. 2 José Carlos MARIÁTEGUI, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, Lima, Biblioteca Amauta, 1977, pp. 258-259.

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Debe colocarse [a González Prada] en un punto equidistante entre los grandes

ensayistas-precursores de la primera generación romántica, como Juan María

Gutiérrez, Sarmiento, Mitre, y los del modernismo. Con mayor preparación científica,

es menos ingenuo que los románticos. En su temática, huye de lo abstracto y universal

hacia lo social y concreto. Pero su insistencia en una visión positiva del mundo le

aparta definitivamente del grupo de ensayistas finiseculares españoles e

hispanoamericanos3.

Enrique Anderson Imbert, en su Historia de la literatura hispanoamericana (1961),

clasificaba a González Prada entre los “constructores de pueblos”, junto a Bello, Sarmiento,

Montalvo, Varona y Martí, considerando además que es uno de “los tres pensadores más

serios de estos años” con Justo Sierra y Enrique José Varona4. También en los años sesenta,

Carlos Ripoll incluía a González Prada en su Antología del ensayo hispanoamericano y lo

justificaba asegurando que “pertenece asimismo al grupo de escritores que lograron jerarquía

artística para sus denuncias políticas5”. En la década siguiente, Eugenio Chang Rodríguez

notaba que “algunos críticos sostienen que don Manuel González Prada no es el mejor

pensador peruano, empero no tienen dificultad en incluirlo entre los grandes ensayistas de

América, con Martí, Montalvo, Hostos y Rodó”, antes de explicar por qué ha de ser

considerado un ensayista:

En don Manuel, la sociedad y la política peruanas fueron desafíos claves y constantes.

Como un censor romano señaló las causas del desquiciamiento social y el modus

operandi de sus corrompidos gobernantes. Su diagnosis y prognosis del corpus de sus

investigaciones y observaciones constituyen la materia prima de sus ensayos. Su

temática sigue la corriente general de la “literatura de ideas” de Hispanoamérica; se

deriva de su preocupación fundamental: la identificación de nuestro ser para buscar la

identidad. La problemática nacional, versión parcial de la continental, es el leitmotif

[sic] de su arte. La búsqueda de la esencia del ser peruano se encauza en él por el

camino de la crítica sociopolítica expresada con una estética que difiere tanto de la que

3 Robert G. MEAD, “González Prada: el prosista y el pensador”, Revista Hispánica Moderna, New York, XXI (1), Enero 1955, pp. 16-17. 4 Enrique ANDERSON IMBERT, Historia de la literatura hispanoamericana, México, FCE, 1961, vol. I, pp. 297 y 300. 5 Carlos RIPOLL, Conciencia intelectual de América: antología del ensayo hispanoamericano (1836-1959), New York, Las Américas Publishing Company, 2ª ed. corr. y aum. 1970 [1ª ed. 1966], p. 8.

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considera a la literatura esclava de la ideología como de la que supedita las ideas a la

belleza de la expresión6.

Estas valoraciones, y especialmente la última, remiten a los principales criterios definitorios

del ensayo como género ideológico literario:

- una combinación de la finalidad crítica y de la intención estética, donde la función

estética refuerza la función moral, social o política;

- la intención didáctica y persuasiva en la identificación y posible solución de

problemas de orden general, especialmente en Latinoamérica los de la identidad y de

la construcción democrática de la nación;

- un ejercicio crítico no estrictamente científico, que reivindica su carácter

circunstancial, fragmentario, subjetivo y que se dirige a un amplio público.

El análisis del carácter y de las modalidades de gestación de la obra en prosa de González

Prada permitirá precisar de qué manera peculiar se ajusta a dichos criterios y averiguar lo que

hay de cierto en las críticas emitidas por García Calderón y Mariátegui.

Descripción de la obra en prosa de González Prada

Siendo joven, González Prada escribió algunas obras dramáticas, luego destruidas o

perdidas, y cantidad de versos. Existen también unos pocos cuentos breves que demuestran

que experimentó con la ficción. Si bien su inclinación poética jamás se desmintió, en prosa se

dedicó en su madurez exclusivamente a la literatura de ideas, aunque sólo publicó dos libros

en vida, Pájinas libres (París, Paul Dupont, 1894) y Horas de lucha (Lima, El Progreso

Literario, 1908), ambos colecciones de textos por lo general aparecidos primero en la prensa o

en folletos y a veces ampliamente refundidos. El resto de su obra ha sido recopilada y

publicada póstumamente por su hijo Alfredo y, después de la muerte de éste, por el crítico

peruano Luis Alberto Sánchez: se compone de otros siete volúmenes7. A pesar de lo esparcido

de la producción, pueden distinguirse dos periodos diferentes.

6 Eugenio CHANG RODRÍGUEZ, “El ensayo de Manuel González Prada”, Revista Iberoamericana, Pittsburgh, XLII (95), abril-junio 1976, p. 239. 7 Bajo el oprobio (París, Bellenand, 1933); Anarquía (Santiago de Chile, Ercilla, 1936); Nuevas páginas libres (Santiago de Chile, Ercilla, 1937); Figuras y figurones (París, Bellenand, 1938); Propaganda y ataque (Buenos Aires, Imán, 1939); Prosa menuda (Buenos Aires, Imán, 1941); El tonel de Diógenes. Seguido de Fragmentaria y Memoranda (México, Tezontle, 1945). Por otra parte, la obra poética consta de once libros de los cuales sólo tres vieron la luz antes de la muerte del autor.

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Es sin duda la traumática experiencia de la derrota peruana en la Guerra del Pacífico y

la consiguiente ocupación chilena de Lima lo que decidió a González Prada, a modo de deber

patriótico, a analizar detenidamente la realidad nacional en discursos, ensayos y artículos. Su

estancia en Francia y en España, de 1891 a 1898, le permitió acceder a las Bibliotecas

Nacionales y asistir a clases en la Sorbona y en el Collège de France, donde pudo escuchar

por ejemplo a uno de sus modelos, Ernest Renan. Leyó mucho y su pensamiento se fue

radicalizando. La edición de Pájinas libres fue la culminación de esta primera etapa, que

abarca los veinte últimos años del siglo XIX . González Prada se dirigía principalmente a la

elite intelectual del país y a la incipiente clase media de ideas avanzadas, con un discurso

liberal radical que apelaba a una regeneración con arengas tan provocadoras como la famosa:

“¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!8” La segunda etapa, mucho más virulenta que

la primera, refleja el giro ideológico del republicanismo federalista hacia el anarquismo,

marcado en 1902 por la separación del partido Unión Nacional que el escritor había

contribuido a fundar en víspera de su viaje a Europa. Destacan la serie de artículos firmados

con seudónimos que compuso a partir de 1899 para la prensa liberal y anticlerical, y luego de

1904 à 1909 para el periódico obrero anarquista Los Parias. A partir de 1910, González Prada

parece haberse apartado de la prensa militante hasta que en 1914 volvió a la palestra para

denunciar el golpe de Estado del coronel Oscar Benavides, editando su propio periódico del

que no pudo sacar más que un número9. Aunque Horas de lucha, la obra maestra del segundo

periodo, no ostenta la orientación revolucionaria de los artículos, manifiesta una clara ruptura

con las clases privilegiadas, a las que el autor ya no trata de convencer sino de humillar en

ensayos cortos e incisivos como “Nuestros Beduinos”, donde escribe: “Aquí la podre

contagiosa se oculta bajo el frac y la levita, no bajo la blusa ni el poncho. [...] entre nosotros

existe una clase superior, y en esa clase una costra de donde bajan al asiento los gérmenes de

todas las miserias, de todas las prostituciones y de todos los vicios10.” Pájinas libres y Horas

de lucha son dos libros muy diferentes en el contenido y en la forma. Los textos filosóficos, la

crítica literaria y las arengas patrióticas no tienen cabida en el segundo, que está dedicado por

completo a temas sociopolíticos y no tiene un carácter tan erudito como el primero, aunque

todos sus ensayos están sembrados de referencias cultas. Es evidente que González Prada

había pasado a dirigirse a lectores menos ilustrados, adaptando la forma y el estilo.

8 Manuel GONZÁLEZ PRADA, “Discurso en el Politeama”, en Páginas libres, con un estudio crítico de Rufino Blanco-Fombona, Madrid, Sociedad Española de Librería (Biblioteca Andrés Bello; VII), [1915], p. 79. 9 Véase Joël DELHOM, “González Prada y la prensa del Perú”, en Jean-Michel DESVOIS (ed.), Prensa, impresos, lectura en el mundo hispánico contemporáneo. Homenaje a Jean-François Botrel, Pessac, PILAR-Presses Universitaires de Bordeaux, 2005, p. 363-374. También en <http://sites.google.com/site/joeldelhom/>. 10 Manuel G. PRADA, Horas de lucha, Callao, Tip. Lux, 2ª ed., 1924, p. 220. El subrayado es de G. Prada.

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Basta ojear la sección III de la “Cronología de la obra en prosa de Manuel González

Prada”, establecida en 1947 por Robert G. Mead11, para tener una idea del género y del tema

de cada uno de los más de doscientos cincuenta escritos que constituyen su obra completa. En

esta lista, unos cincuenta textos son calificados de ensayos por el estudioso norteamericano, el

triple de artículos periodísticos, a los que hay que añadir más de veinte discursos,

conferencias, estudios y prólogos. Dado que Mead no precisa los criterios distintivos

adoptados y por la misma indeterminación del ensayo como género, es obvio que este tipo de

aproximación es puramente subjetiva, aunque sí orientadora. En cuanto al contenido, hay

ensayos filosóficos, literarios, biográficos, históricos, políticos, sociales, e incluso un ensayo

de divulgación científica. Los artículos son casi todos de crítica sociopolítica. La reflexión del

intelectual limeño abarca conceptos tan amplios como la libertad, la justicia, la moral, la

democracia, la religión, el progreso y la civilización.

Sin entrar en un análisis estilístico o retórico, es preciso destacar la enérgica concisión

de la prosa de González Prada, así como la ferocidad de los ataques realzada por la habilidad

metafórica12. El ethos agresivo y la voluntad satírica de muchos de sus escritos lo dibujan

como polemista más que como ensayista. Sin embargo conviene recordar que, históricamente

en la literatura de ideas, ensayo y panfleto han sido formas muy próximas, y mientras algunos

críticos distinguen géneros diferentes, otros conciben el ensayo como un hipergénero que

abarca una gran diversidad de formas, entre ellas las agonísticas. La tendencia polémica es

bastante natural, por no decir consubstancial al género, puesto que el ensayo, como el artículo

periodístico, recoge experiencias, valores y opiniones individuales, no verdades irrefutables.

¿Una obra frustrada?

No deja de ser significativo que González Prada no utilizara jamás la palabra ensayo

en el título de sus obras. Como ya lo había notado Robert G. Mead13, el escritor peruano fue

influenciado por el modelo francés. Las revistas (La Revue des Deux Mondes, La Revue de

Paris, Le Journal des Débats…) publicaban contribuciones cortas en forma de artículos, que

permitían a los intelectuales intervenir rápidamente en los debates que agitaban la sociedad, y

11 Robert G. MEAD, “Cronología de la obra en prosa de Manuel González Prada”, Revista Hispánica Moderna, New York, XIII (3-4), Julio-Octubre 1947, pp. 309-317. En Internet puede verse una versión actualizada por Thomas Ward: <http://evergreen.loyola.edu/tward/www/gp/orden_crono.htm>. 12 Sobre la elocuencia de la prosa de González Prada, véase R. G. MEAD, “González Prada: el prosista y el pensador”, art. cit., pp. 17-22 y E. CHANG RODRÍGUEZ, “El ensayo de Manuel González Prada”, art. cit., pp. 244-248. 13 R. G. MEAD, “González Prada: el prosista y el pensador”, art. cit., p. 21.

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por otra parte eran editadas colecciones de textos breves, a menudo polémicos, anteriormente

dados a conocer en la prensa14. Los órganos militantes eran mucho más punzantes, así el

semanario anarquista de Émile Pouget, Le Père Peinard (1889-1902), podría haber inspirado

las arremetidas más satíricas y panfletarias del autor. La elección de la forma periodística en

el segundo periodo demuestra en González Prada una estrategia de difusión del pensamiento

que privilegia la rapidez de reacción del escritor de cara a los acontecimientos sociopolíticos

en un contexto de formación de la opinión pública. Un escritor visto como conciencia moral y

en la vanguardia de los ideales progresistas de una sociedad pre-democrática. Al respecto,

merece ser citado lo que González Prada escribía en la tercera parte del ensayo “Propaganda y

ataque”, fechado en 1888, donde definía el papel del intelectual anticipando su propia

evolución ulterior:

Ardua tarea corresponde al escritor nacional, como llamado a contrarrestar el

pernicioso influjo del hombre público: su obra tiene que ser de propaganda y ataque.

Tal vez no vivimos en condiciones de intentar la acción colectiva, sino el esfuerzo

individual y solitario; acaso no se requiere tanto el libro como el folleto, el periódico y

la hoja suelta.

Hay que mostrar al pueblo el horror de su envilecimiento y de su miseria;

nunca se verificó excelente autopsia sin despedazar el cadáver, ni se conoció a fondo

una sociedad sin descarnar su esqueleto. ¿Por qué asustarse o escandalizarse? Cuanto

se diga, ¿no lo palpan nacionales y extranjeros? La lepra no se cura escondiéndola con

guante blanco15.

Los críticos que han estudiado el ensayo del siglo XIX en Francia han señalado su

heterogeneidad e incluso su dualidad. Distinguen una tendencia hacia la obra monográfica

larga, de estilo pulido, serio y neutral, y otra tendencia hacia el escrito breve, fragmentario, de

estilo más sencillo y polémico, que resulta de una adaptación del autor al auge de la prensa

como medio de comunicación dentro de la aceleración que conlleva la vida moderna16. Su

14 Charles SAINTE-BEUVE, Causeries du lundi (1851-1862); Ernest RENAN, Essais de morale et de critique (1859) y Essais de critique et d’histoire (1858 y 1882); Rémy de GOURMONT, La Culture des idées (1900); tres autores citados por González Prada. La Revue des Deux Mondes y La Revue de Paris, así como La Revue Bleue (o Revue Politique et Littéraire) también son mencionadas en su obra. 15 Manuel GONZÁLEZ PRADA, Páginas libres, op. cit., p. 174. 16 Véase Pierre GLAUDES y Jean-François LOUETTE, L’Essai, Paris, Hachette Supérieur, 1999, pp. 98-102. En el artículo “Essai” del Dictionnaire universel des littératures (1876) ya notaba el escritor Gustave Vapereau: “Il y a des époques comme la nôtre, où toute l’activité se dépense en essais, en travaux préparatoires qui attendent en vain la mise en œuvre dernière” (citado por P. Glaudes y J.-F. Louette, p. 98).

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tendencia panfletaria tal vez haga de González Prada un ensayista atípico en Latinoamérica,

aunque no menos profundo que los demás, con ciertas limitaciones en cuanto a la obra

realizada, como lo apuntaron García Calderón y otros críticos posteriores. Eugenio Chang

Rodríguez destacaba que “en su reflexión utiliza sólo dos de los tres elementos hegelianos: la

tesis y la antítesis. Don Manuel no llega a la síntesis; por eso tal vez no ofreció programa

sistematizado alguno17”.

Pájinas libres, aunque no carece de intención polémica, no es un libro panfletario, al

contrario de la segunda parte de Horas de lucha y de numerosos artículos cuyo carácter

satírico es notable. Cuando deja el ensayo por el pasquín, González Prada prioriza la protesta

inmediata, la censura de las instituciones y de los hombres corrompidos, o por decirlo así, la

demolición de la sociedad inicua. Su capacidad para analizar la complejidad, introducir

matices o proponer alternativas se ve limitada por la misma forma elegida para la expresión.

La agresividad, la brevedad, la periodicidad, la estrecha vinculación del artículo con la

actualidad, la necesidad de hacerse entender entre un público poco acostumbrado a la lectura,

son imperativos que no permiten al autor desarrollar una obra “constructiva” de gran alcance.

Tal vez por eso mismo estuvo González Prada toda su vida revisando textos para una futura

edición que no llegó a realizar. Muchos son los fragmentos, los trabajos valiosos pero

inconclusos y, efectivamente, el lector no encuentra la monografía sintética de crítica literaria

o de crítica política y social que se esperaba.

Aunque replantean de manera crítica los fundamentos de la realidad, el panfleto y el

artículo satírico no permiten mostrar al lector la “justeza de un pensamiento” y “persuadirlo

de lo bien fundado de la argumentación”, dos normas particulares del ensayo según María

Elena Arenas Cruz18. La demostración de la tesis del autor aparece como secundaria frente a

la descalificación de la tesis contraria o del personaje que la encarna. Como asumen

implícitamente que verdad y error son claramente identificables, el panfleto y la sátira son

formas que descargan certezas sin necesidad de demostrarlas, y que sólo contemplan dos tipos

de lectores: uno, el enemigo al que se menosprecia, con quien no se puede llegar a un

entendimiento; y otro, el amigo ya convencido, al que se regocija. Al contrario, el ensayo en

su forma ideal trata de explicar y convencer a un verdadero interlocutor con quien se instaura

un debate o incluso una polémica. Mientras el ensayo se aproxima al discurso de la ciencia al

exponer parte de sus presupuestos ideológicos, las formas agonísticas tienden a ocultarlos, lo

17 E. CHANG RODRÍGUEZ, “El ensayo de Manuel González Prada”, art. cit., p. 249. 18 María Elena ARENAS CRUZ, Hacia una teoría general del ensayo. Construcción del texto ensayístico, Cuenca, Ed. de la Universidad de Castilla-La Mancha, 1997, p. 458.

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que impide el cuestionamiento de los postulados fundamentales del discurso. Lo que podría

ser discutido no se enuncia y es inconscientemente aceptado por el lector. Como lo expone el

crítico Marc Angenot, sátira y panfleto suponen una ruptura radical con su objeto, son

discursos de la marginalidad19, situación en la que se encontró de forma creciente González

Prada a partir de 1900.

Retomando los elementos definitorios del ensayo enunciados al principio, se puede

decir que el predominio de la voluntad agonística en González Prada y la elección de una

forma breve conducen a:

- un debilitamiento de las funciones crítica y estética porque la escritura pierde en

sutileza y elegancia al adoptar un régimen panfletario, es decir esencialmente dualista

y violento20;

- un debilitamiento de la función didáctica y persuasiva, porque se busca una impacto

contundente e inmediato basado en una reacción afectiva más que en el

convencimiento racional del lector neutral;

- un aumento del carácter circunstancial, fragmentario e impulsivo propio de la forma

periodística.

Para concluir, cambiando de perspectiva

Finalmente, cabe preguntarse, como lo hizo Mariátegui, si González Prada fue un

constructor o un demoledor. Irrumpió en el debate político para contribuir a hacer del Perú

una nación moderna, lo que implicaba liquidar la herencia colonial e integrar a la población

marginada mediante una política enérgica de las elites liberales, desde arriba hacia abajo (top-

down). Después cambió de estrategia y se propuso derribar el Estado oligárquico, fuese liberal

o conservador, para abrir paso a una sociedad igualitaria, llamando a las masas a la acción

revolucionaria, desde abajo hacia arriba (bottom-up). En ambas etapas, González Prada

consideraba que para construir algo nuevo y bueno era preciso destruir lo viejo y malo, siendo

que en su segundo periodo dio prioridad a la destrucción porque había dejado de creer en la

voluntad de los liberales de transformar radicalmente la sociedad. Según él, la reconstrucción

debía ser obra de todo el pueblo y no sólo de una elite; lo asentó claramente en el discurso “El

intelectual y el obrero”, diciendo:

19 Marc ANGENOT, La Parole pamphlétaire. Contribution à la typologie des discours modernes, Paris, Payot, 1982, especialmente pp. 32-39 y 186. 20 Entiéndase desde una perspectiva estética clásica.

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Los intelectuales sirven de luz; pero no deben hacer de lazarillos, sobre todo en las

tremendas crisis sociales donde el brazo ejecuta lo pensado por la cabeza. [...] El

mayor inconveniente de los pensadores –figurarse que ellos solos poseen el acierto y

que el mundo ha de caminar por donde ellos quieran y hasta donde ellos ordenen. Las

revoluciones vienen de arriba y se operan desde abajo21.

La ideología libertaria contribuyó a este paso del ensayo al panfleto, porque privilegia

la demolición de la sociedad burguesa, dejando a la espontaneidad popular la tarea

reconstructiva en base a los principios rectores enunciados por los grandes teóricos del

anarquismo. Para los ácratas, la destrucción revolucionaria es por sí misma constructiva como

acción emancipatoria individual y colectiva; por consiguiente es más imperativo despertar la

rebeldía popular que disertar doctamente sobre el presente o el futuro, con matices y distingos

propios del moderantismo reformista22. Desde esta perspectiva, que fue indudablemente la de

González Prada, la obra agonística de la segunda etapa, aun limitada a difundir principios

libertarios y a denunciar de forma bastante maniquea las injusticias o el oscurantismo, era tan

positiva y necesaria como la obra ensayística más nutrida de la primera etapa. Es

precisamente el imperativo ético de libertad y de justicia al que responde toda su prosa de

“propaganda y ataque” lo que le otorga un valor universal por encima de su enfoque en la

realidad peruana. No importa que González Prada pase a la posteridad como publicista y no

como ensayista o que el lector culto opine que su resentimiento frustró la elaboración de una

obra filosófica, política y literaria de mayor alcance. Basta con recordar que intentó

democratizar el pensamiento, proporcionando a las clases populares algunos instrumentos

críticos para analizar la sociedad y forjar una conciencia revolucionaria. El ensayo, como toda

la literatura de ideas, está sometido a una tensión dialéctica entre propuesta y protesta,

construcción y destrucción, que cada autor resuelve a su manera, según su temperamento y su

ideología. Ya lo había ilustrado Las Casas con su Brevísima relación de la destrucción de las

Indias.

21 M. G. PRADA, Horas de lucha, op. cit., p. 68. 22 Consciente de ello, González Prada se alejó de uno de sus modelos, Ernest Renan, en cuya obra criticaba la indecisión que lo llevaba a contradecirse: “Todos los defectos de Renan se explican por la exageración del espíritu crítico, el temor de engañarse y la manía de creerse un ‘espíritu delicado y libre de pasión’, le hacían muchas veces afirmar todo con reticencias o negar todo con restricciones, es decir, no afirmar ni negar y hasta contradecirse, pues le acontecía emitir una idea y en seguida, valiéndose de un pero, defender lo contrario. De ahí su escasa popularidad: la multitud sólo comprende y sigue a los hombres que franca y hasta brutalmente afirman con las palabras, como Mirabeau; con los hechos, como Napoleón”, M. GONZÁLEZ PRADA, “Renan”, en Páginas libres, op. cit., p. 210.