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     La derecha latinoamericana en  busca

     de un  modelo fascista: la   limitada influencia delfalangismo en el Perú   (1 936-1945)

    EduardoGONZÁLEZ  CALLEJACentro de Estudios Históricos

    C.S.I.C.

    Un intento de análisis   comparado  entre   las   trayectorias  políticas   del   Perú yde   España  en  la   década  previa  a la  Segunda  Guerra  Mundial  podría  arrojar

    como  resultado  una  serie de   sugestivos   paralelismos   que,  por  encima de  cir-cunstancias tan divergentes,  evidencian la presencia  de similares   retos  histó-ricos.   La «crisis  de los treinta»  en uno y otro país tuvo mucho   que ver   con laactitud   adoptada por   los diversos actores públicos frente a  un   proceso decambio económico acelerado  que trajo   aparejado un   incremento  notable dela  dinámica  social  y   de   la  movilización   política.  Los regímenes   dirigidos  por

    élites   tradicionales   fueron incapaces de  constreñir,   o al   menos   canalizar   enlos límites jurídico-institucionales del liberalismo   clásico,   tanto  las  tensionesgeneradas   por   el   proceso   de modernización (urbanización,   secularización,aparición   de la intelectualidad crítica,  organización del movimiento obrero,etc.), como la conflictividad  añadida por el freno de  las expectativas  de  desa-rrollo tras el cracde 1929   k

    En   Europa y en América Latina,   las  alternativas «de   masas»   a esta  crisisde  representatividad   y   de   legitimidad   de los viejos   modos de organizaciónpolítica   heredados  del XIX fueron bastante   similares: por un   lado, la adop-ción  de   programas  de cuño  socializante   más o  menos   inspirados   en el mode-

    lo planificador   soviético; por otro,   la  profundización democrática de los  regí -menes   liberal-parlamentarios   según   el ejemplo   norteamericano;   o,finalmente,   el control   autoritario de la movilización social  por regímenes ins-pirados   en   un   nacionalismo   radical que  garantizaran   la   conservación de   las

    estructuras económicas preexistentes, a imagen de  las dictaduras  conservado-ras (militares  o no) y  de los movimientos fascistas del  viejo continente. En losaledaños de   estas   tres   alternativas   —en   ocasiones,   menos nítidos   de   lo   que

    1   Mark   FALCOFF, «Preface»,   en Mark  FALCOFF   y   Frederick  B .   PIKE 

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    pudiera sugerir   la   colisión que   protagonizaron   en esos   años— ,   surgió   todauna  legión  de movimientos  calificables  como  «populistas»;   fenómeno político

    ambiguo  que ha llegado  a identificarse como privativo de  América Latina, yde  los   que   el   peronismo,  el   varguismo  o el   cardenismo   se  presentarían   comoejemplos   más   paradigmáticos.

    Los populismos trataron de cubrir   el  vacío político   surgido   en  la   transi-

    ción de la vieja  sociedad oligárquica a la nueva  sociedad de masas medianteun   proyecto político ecléctico basado en  el  liderazgo   carismático,  el   sincretis-mo  ideológico,  el nacionalismo económico   y  cultural,   la solidaridad intercía-sista  unida  al rechazo   de   la   lucha de clases  y un —en  ocasiones— vago  anhelode justicia   social,   y   la   movilización   colectiva permanente,   sobre   todo en   el

    ámbito urbano, que  algunos  autores   han interpretado  como una faceta  com-plementaria  de control   social   y   de apoyo al sistema   político   tradicional   encrisis.  El populismo  habría sido  un   recurso   de   emergencia  que  irrumpe en  el

    seno   de   una sociedad   política   aún   en formación,   y   que  a la   vez   dificulta   laaparición de nuevas fuerzas  políticas ideológica   y   socialmente   más   articula-

    das   y verdaderamente   comprometidas con un   cambio  socioeconómico  radi-

    cal   2La   identificación   de los  movimientos   populistas  peruanos  de la década

    de los   treinta   no   resulta dificultosa:  el  aprísmo se  encuentra  más  cercano   a un

    cierto  populismo   «de   izquierda»,   socializante   y  de proyección   internaciona-lista y   revolucionaria,   mientras que el  sanchezcerrismo  sigue la   línea  de un  po-

    pulismo   «de  derecha»   de   tintes nacionalistas autoritarios,   a   caballo   entre elmilitarismo conservador tradicional y  una cierta  mimesis fascista.  Lo que eneste   trabajo   intentaremos   desvelar  es   el   alcance   real de la  fascistización   deeste último  movimiento   aparecido fugazmente  en la vida política   peruana  du-rante el periodo   de crisis   de inicios de la   década de los treinta.  Y, en   paralelo,

    el influjo  que sobre la  sociedad peruana  ejercieron los modelos fascistas eu-ropeos.   En   concreto   el   español, «exportado» hacia   el  Nuevo Continente  por

    el Servicio Exterior de Falange   ~.

    2   Vid  a ese respecto el prólogo de la obra de Steve STEIN:   Populis,n in  Peru.   The   Em ergen-  ce  of  tite   M a s s e s   an d   tite Politics   of  Soc ia l   C on t ro l ,  Madison, The University of Wisconsin Press,1980, pp.  xn¡ -xv¡ .

    3   E l  ServicioExterior de Falange   surgió en 1935,  pero adquirió verdadera importancia conla   oficializacióndel partido único durante la guerra civil,  vertebrando  el  apoyo político del  sec-tor pronacionalisra de las colonias de emigrantes,   y  aspirando  al   monopolio de   la   acción asis-tendal y   el   encuadramiento polííico-ideológico de estas  colectividades.   Sobre esta organiza-ción,   vid   los   libros de Bernardo VEGA:   Nazismo,   fascism o   y  falangismo   en   la   República Dominic ana,   Santo  Domingo,   Fundación Cultural Dominicana,   1985;   Consuelo   NARANJOOROVIO:   Cuba,   otro escenario  de lucha.   La guerra civil y el  exilio republicano   españot  Madrid>CSIC,   1988; Mónica QUIJADA: Aires  de  R epúb l ica , aires   de  Cruzada:    La Gue r ra   Civil Españo la  e n   A rgen t i na ,   Hospitalet  de  Llobregat,   Eds. Sendai,   1991,   y   Lorenzo  DELGADO  GOMEZ-

    ESCALONILLA:  imperio d e   papeL  Acción   cultural y política   e x t e r i o r   du ran te   e l  primer  franquis-mo,   Madrid,   CSIC, 1992,   especialmente Pp.   130-147.   Además, Eduardo   GONZALEZ CA-LLEJA.~~El   Servicio   Exterior   de   Falange   y la   política   exterior   del   primer   franquismo:

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    1.   EL ENFRENTAMIENTO  Y LA FRUSTRACIONDE DOS POPIJLISMOS ANTAGONICOS. LA LUCHAPOLíTICA

    ENELPERUENTRE 1930Y 1936Tanto  en   España   como en Perú, la   irrupción  de la política de masas   se

    produjo tras un largo  período de predominio caciquil: la «república aristocrá-tica»   delimitada   por Basadre  entre  la era  pierolista inaugurada en   1895   y elinicio   del  régimen   autoritario   de Augusto   B .  Leguia  en julio de 1919, puedeser equiparable en  España   al   régimen   de la  Restauración.   A semejanza delrégimen  de Primo de Rivera en  España, el   oncenio leguiísta   aunaba rasgos   detradicional autocracia  personal ilustrada con características   de dictaduras  or-ganizadoras y  desarrollistas. Leguía presidió   un   largo   período  de estabilidad

    política que  sentó   las  bases de  una   renovación  económica marcada   por undesarrollo  capitalista acelerado   y   dirigido al exterior en   sus   sectores   indus-trial,   minero,   petrolífero  y agrícola.   Sin   embargo,  el lado oscuro  de la   dicta-dura de  Patria  Nueva fue   su   persistente  corrupción,  su sectarismo   y   su obse-sión   represiva,   que   se   tradujo una   ruptura duradera   del   consenso   social.También como   en   el régimen  primorriverista español,   las   primeras disiden-cias   de importancia procedieron de los  sectores beneficiados de ese   proyectomodernizador  que comenzó a frustrarse   con la  crisis   de   1929   al  agudizarselos problemas hacendísticos   y   retraerse   la inversión   extranjera.  Fue en  con-creto la generación estudiantil de los Porras, Basadre, Sánchez,  Luis A. flo-res o Haya de la Torre, vinculada al  movimiento  continental de  reforma uni-versitaria   iniciado en   1918   en la ciudad argentina de   Córdoba,   la queimpulsó desde  las   aulas  de San Marcos un   proceso de crítica   a la institucióndocente que poco a poco derivó en  una descalificación conjunta del  sistemapolítico ~, en  abierta oposición  a los postulados de la más conservadora ge-neración «novecentista» de los Belaunde y Riva Aguero.

    Fue,   sin   embargo,   la  presión militar   la que dió al traste con la dictadurade   Leguía:   es   la  legendaria  «revolución   de Arequipa» de   22   de agosto de1930, dirigida  por el comandante José Sánchez Ceno, un  militar  carismáticoque tras haberse   rebelado sin éxito   en Iquitos en   1919   y en Cuzco   en 1922,había  sido desterrado a Francia, Italia y España,   donde había participado du-

    Consideraciones previas para s u   investigación», en   Hispania   (Madrid), núm.   186,   I-IV-1994,Pp.   279-307, y   los artículos de María del Mar PALOMO: «El ServicioExterior en l a   Argentinade  Perón»;   Francisco VEIGA;  «La  guerra de les ambaixades:   la Falange   Exterior a Romanial’Oricnt Mitjá,  1936-1944», y   E l o y   MARTIN   CORRALES: «La   Bandera del Marroc  i cts ‘ca-maradas  moros’:   la  participació marroquina a les  files falangistes>, en   el   d o s s i e r  «Falange Exte-rior: les limitacions  de la diplomácia Nava» dirigido por Enric   UCELAYDA CAL y aparecidoen L’Aveng (Barcelona), núm. 109, XI-1987, Pp.  9-30.

    Merece reseñarse la diversa suene política e  intelectual  corrida en las   décadas siguientespor los principales líderes de este movimiento. Sobre la reforma universitaria en Perú, vid  el li-

    bro del  ex   Rector de   la  Universidad  Mayor San  Marcos José Antonio  ENCINAS:   La   r e f o r m auniversitaria en elPeni   ¡930-1932, Lima,  Ediciones 881,  1973,   especialmente pp.  39-45 y 225-252.

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    rante catorce meses en la campaña colonial de Marruecos. La aparición  deesta forma   renovada de  «caudillaje mestizo»  abrió  para e]  Perú un   nuevo esti-

    lo de  hacer política, marcado  por el declinar de las  élites tradicionales, la di-rección del movimiento  pequeñoburgués radical, el interés  por las  cuestionessocioeconómicas antes que  las   constitucionales,   y   el  acceso   de los   sectoresmedios y bajos  urbanos a la toma de decisiones en el ámbito político  nacio-nal  5.  Pero tanto en Perú como en España, la   Gran  Depresión acentuó la con-flictividad  social y política   y   agotó   prematuramente   las  posibilidades de su-pervivencia de un   régimen   democrático   estabilizado.   En la Península,   lascontradicciones   inherentes al contraste   entre la amplia movilización  políticay el   estancamiento  socioeconómico   fueron dirimidas en una guerra   civilabierta, mientras que en el país  andino se  abrió un cruento período  de guerra

    interna  no declarada   —«la   violencia»  por  excelencia,   descrita   plásticamentepor Luis   Alberto   Sánchez—, plagada   de intervenciones   y   motines  militares,rebeliones urbanas y   rurales, huelgas  obreras, agitación estudiantil, asesinatospolíticos,   represión de la disidencia,   etc.,   hasta desembocar, a semejanza elcaso español, en un   régimen militar casi permanente. Violencia política cuyasconsecuencias, al igual   que en nuestro país,  marcaron el desarrollo  político  ysocial peruano hasta la década de los setenta   6•

    Que en  el  caso español esta  crisis   de Estado desembocase en un conflictoarmado  en gran escala y en el Perú en un choque violento menos formalizadonos   Incita a  reflexionar sobre   la diversa naturaleza  de  sus procesos  políticos y

    sociales,   y   por  ende,   sobre   las   reales posibilidades de   éxito   de alternativaspopulistas como las que  florecieron en Perú. En España, las  élites   tradiciona-les  fueron incapaces de   impedir el desarrollo  de  las modernas organizacionesde  masas,   cuya concurrencia   política   legal se   mantuvo casi   sin  interrupcióndurante   todo el   período, a  pesar de   las   eventuales coyunturas   de  crisis.  Sinembargo,   la movilización   partidista de la práctica totalidad de los grupos  so-ciales   —incluido   el campesinado—   no  pudo ser canalizada con eficacia por  elsistema   democrático, que tampoco logró  impedir la polarización ideológica  yel   enfrentamiento   de   proyectos  sociopolíticos   antagónicos.   La   ruptura   delconsenso  sobre el contenido reformista   del régimen  Republicano desembocóen   enfrentamiento   abierto   por la escasa   capacidad  disuasoria de   un   Estadoincapacitado por las   divisiones   internas en  sus  resortes   de  poder  fundamen-tales.

    En el Perú destaca desde el primer  momento la desintonía  entre cl movi-miento de masas y   las  organizaciones políticas.   La fugaz   democratización de¡nícíos  de los años treinta  se  canalizó a través  de movimientos populistas debase  predominantemente  urbana que  ocuparon el vacío  dejado  por la debili-

    Jorge BASADRE: Historia d e   l a   R e p ú b l i c a   d e l Perú,   vol Xi Addenda  1 9 3 0 - 1 9 3 3 . N o t a s  so-

    bre  l a   Crisis Política, Económica ySocialde 1930   a   1933, Lima, Ed. Universitaria,   1968, p .   169.6   Este paralelismo entre ambas situaciones ha sido  percibido por ThomasM. DAVIES, Jr.:«Peru>, en FALCOFF y  PIKE:   o p .   dL,  p.203.

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    dad   de opciones   políticas   de   mayor   coherencia  social,   mientras   que   en elcampo   las   luchas   partidistas siguieron teniendo   escasa  relevancia.  Además,

    las  élites   tradicionales,  aunque   dejaron de   ostentar el   monopolio  del   poderpolítico disfrutado   durante   todo el  régimen   civilista,  siguieron  controlandolos resortes del poder social   y  económico,   aceptando  de mala gana el predo-minio temporal del populismo sanchezcerrista como   mal   menor frente alaprismo,  alentando la represión sobre éste   y   ejerciendo sobre aquél unapre-sión selectiva para salvaguardar sus   intereses básicos   k

    El   primer  conflicto   serio   entre   ambos proyectos   populistas,   fueron  laselecciones presidenciales de   11   de  octubre de 1931. La polémica   postelecto-ral   tras la victoria de Sánchez  Cerro  sobre Haya de la  Torre no  sólo evaporóla posibilidad de un compromiso   democrático estable  entre las  diversas   frac-

    ciones  de la clase media y   de las  capas  populares  urbanas integradas   en  am-bos movimientos   de masas,  sino  que además  marcó el inicio   de   tres años deturbulencias políticas   y   rebeliones   cívico-militares   que   cortaron   en flor   lasposibilidades de   una   experiencia   populista de   más   amplio   calado   reforma-dor, y acabó   arrojando  al país en manos del   poder  oligárquico-militar  hastaelfinal de la década.

    El movimiento   sanchezcerrista  presenta de forma paradigmática los  ras-gos  contradictorios del populismo «de  derecha>’:   retórica revolucionaria  cen-trada en lo político   (el   antileguiismo era  una de  sus  señas de   identidad   máspatentes); conservadurismo  primario  evidenciado en el rechazo de los parti-

    dos tradicionales y de los movimientos e ideas   «disolventes>’;   nacionalismopopular regeneracionista y moralizador en   principio,  con exaltados tintesxe-nófobos simbolizados  en el  slogan urrista «Perú para los peruanos»;   liderazgocarismático de militarismo romántico;  personalismo y   paternalismo en lages-tión de   los  problemas;   visión   corporativista de la política, de la sociedad   ydel  Estado; afirmación de  los  valores espirituales (defensa de la religión,   dela moralidad y de la honradez,   condensados en el lema   «Verdad, justicia,   in-tegridad, patriotismo»),   y una   idea del progreso nacional  conciliable   con ladefensa de la  propiedad privada, y   dirigido a la renovación   y   modernizaciónde las   estructuras sociocconómicas tradicionales (equilibrio  entre el capital  yel trabajo,  desarrollismo económico   en pro del  bienestar social,   fomento dela educación,   descentralización   administrativa,   saneamiento   financiero...)>pero no a la introducción de nuevas relaciones de producción   8•

    Mientras que el PAP se   nutría de los sectores de empleados   y  burócratassurgidos   de la   industrialización,   profesionales, intelectuales, estudiantes,obreros y  campesinos de empresas  modernas y   población rural seducida  por

    Interesantes consideraciones sobre la actitud política de   la  oligarquía   durante la  presi-dencia de Sánchez Cerro en BASADRE: o p .   cit., vol. XI, Pp.  191-192.

    STEIN:   op .   c i t . ,  p. 112. Sobre el programa de l a   UR, basado en e l   Manifiestode Arequiparedactadopor Bustamante  y  Rivero;  vi d   tambiénAdam AN?DERLE: Los  movimientos polát icose n e l  P e r ú   e n t r e   l a s  do s g u e r r a s   m u n d i a l e s ,   La Habana, Casa   de las Américas, 1985,   p p .   268-269.

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    el ideal   de reforma social de Haya de la Torre, Sánchez Cerro obtuvo elapo-yo   de las  clases populares   urbanas desorganizadas políticamente, de sectores

    obreros  industriales en paro, de la clase media tradicional de  artesanos y  co-merciantes, de ciertos segmentos   campesinos del  Sur del país,  y de la oligar-quía tradicional rural y comercial.  Bajo su fugaz presidencia reaparecieron enla escena  peruana viejas  caras del   civilismo antileguiísta junto  a jóvenes na-cionalistas  de la derecha  radical de clase   alta y   media alta,   como Luis  A.  Flo-res,  Ernesto Byrne,   Carlos Sayan Alvarez,  Guillermo Hoyos  Osores  y   Alfre-do   Herrera,   interesados   en la política desde la   movilización   estudiantilantileguiista  de los años veinte,   y  que habían combatido a la  izquierda (sobretodo aHaya por  su presunta  falta de  patriotismo)  en la Universidad   ~.   Estosnacionalistas,   cuya   ideología  estaba   más   cercana,   según Stein,   a un   cierto

    «fascismo criollo»  que al liberalismo civilista  en el gobierno   10, fueron la fuer-za política principal   que apoyó la candidatura presidencial de Sánchez  Cerromediante la creación de la Unión Revolucionaria (UR). Esta formación políti-ca se  fue   transformando  en partido aún en vida  del  caudillo,  e inclinándosehacia un  «fascismo  popular», católico y conservador bajo la dirección de Flo-res.   Su   base de reclutamiento radicaba en la  pequeña   burguesía ciudadana(en concreto, los pequeños  industriales y  comerciantes afectados  por la com-petencia extranjera),   los  empleados   y   burócratas,   las   clases   populares   y   lossectores   himpen  de Lima, ¡ca,  Arequipa y Piura   11   Pero también  gozaba  delapoyo de los jóvenes de la oligarquia, cuyas organizaciones sociales y   econó-

    micas  más   caracterizadas   apoyaron  a   los «destacamentos’>   de la IJR   en   su sfrecuentes incursiones contra actos comunistas   y   apristas.   Como  entidadesvinculadas  al partido   urrista se   encontraban   clubes>   sindicatos, organizacio-nes femeninas, la «Legión  Juvenil Fascista”  y publicaciones como   Crisol,  ór-gano  delos «camisas negras» bajo ladirección de José Amador Añazgo   12,

    El   asesinato de   Sánchez   Cerro en abril de   1933   clausuró virtualmenteeste  breve   período  de   predominio político  de la  pequeña burguesía urbana.Produjo además una  radicalización en las   premisas políticas   del   sanchezce-rrismo. Si  en principio  apareció como un   movimiento  puramente nacionalis-ta, tras la muerte de su líder la UR proclamaría explícitamente su adhesión a

    la doctrina  y la práxis fascista   13,  de las   cuales   ostentaba desde   tiempo  atrásalgunos rasgos   característicos: el nacionalismo excluyente   y  agresivo,   la lucha

    Orazio A. CICCARELLI:  The Sanchez  Cerro  Regimes   i t >   Peru ,   1 930-1 933, Ph. D., Univer-sity   of Florida,   1969. Ann Arbor (Mich.),   University Microfilms Inc., 1989, p .   93.

    ‘»  STEIN: o p .  ch., pp.   119-122.Los clubs sanchezcerristas inaugurados en Lima a partir de  1931   tenían  su   sede sobre

    todo en las barriadas pobres dela capital.   Vid  STEIN: op .  cit, Pp.  122-128.>2   ANDERLE:   op. c i t ,   p .  295.>‘   Manuel  CASTILLO OCHOA:   > E I  populismo  conservador: Sánchez Cerro   y   la   Unión

    Revolucionaria’,,   en Alberto   ADRIANZEN   (cd.):   P e n s a m i e n t o    p o l í t i c o   per uano,   1 9 3 0 - 1 9 6 8 ,Lima, DESCO;   1990,  p. 91.  Sobre la Unión   Revolucionaria y   la tentación fascista   de sus  mili-tantes más  resueltos, vid, también BASADRE:   op .  cit, vol. X I , Pp .   195-196.

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    contra el «pacifismo suicida”,  la búsqueda de la eficiencia militar,   la voluntadde   corporativización de la sociedad>  la sindicación de la economía, la estruc-

    tura  partidista jerarquizada y disciplinada, la mística  del martirio (sobre   todoel culto  al héroe Sánchez Cerro), la constante   presencia callejera   o el antico-munísmo   primario.   El   marxismo   era   denunciado   como   destructor   de losprincipios   democráticos,   pero   el   fascismo   era precisamente el movímíentoque representaba la  «nueva democracia» defendida  por la T JR :  un   sistema   deequilibrio y paz social dentro de   un   Estado fuerte. Algunos   miembros de laUR llegaron   a viajar  a Alemania   para un  «intercambio   de   experiencias”  conlos   nazis,   y   comenzaron  a crear  grupos armados reclutados entre cl   lun-¡penurbano y los  oficiales   retirados  para  «promover   la defensa del   orden   públi-co”,  ,  del  elogio   retórico alos  logros mussolinianos y  de la difusión   de un  vago   ideario  autoritario y  cor-porativo. El fondo de su   doctrina seguía  siendo conservador. Según  el propioFlores,   « el  Perú necesita el fascismo   porque el fascismo significa   religiosidad,conservatismo y   conducta derechista,   porque el fascismo   comporta una posI-ción   anticomunista eficaz y  asegura el  bienestar  y   la armonía»   1 4 •   Pero  mien-tras que los  «fascismos»   mesocrático   y   aristocrático  —según   la terminologíaacuñada  por López Soria—   tenían sus   principales referentes ideológicos en la

    doctrina  social de la Iglesia   y   en un   conservadurismo tradicional que perse-guía la recuperación del poder por  parte de las viejas élites, el filofascismo  dela UR no   tenía un  contenido  católico o  conservador explícito,  sino que la tó-nica  dominante era  un   vago   sentimiento de   rencor  social.   Una  sorda hostili-dad dirigida  hacia el sistema  capitalista  en su  conjunto, que debería ser  supe-rada mediante la instauración de  un   estado  corporativo basado  en la justiciay   la disciplina  social,   el dirigismo   económico   (control sobre  el  capital,   fo-mento de las   obras públicas, etc.)   y   la igualdad de derechos y deberes  de   su sintegrantes.

    Tras la  desaparición de   Sánchez   Cerro, los sectores oligárquicos   se  dis-pusieron  a desactivar la amenaza  populista  mediante la instauración de   un

    régimen militar   clásico.   Resulta  sugestiva   la  comparación  de   las  maniobrasde inhabilitación realizadas por el presidente interino general Benavides   res-pecto al  movimiento  sanchezcerrista con las  que ejecutaría el propio Francosobre Falange  Española cuatro años después. Al  comienzo, se  apoyó sobrelaUR  para mantener el hostilizamiento sobre el PAP, pero en junio   de   1933reorganizó   el gabinete excluyendo a   Luis  A.   Flores  —entonces   ministro deMarina—   y   cediendo amplias esferas   de  poder  a los viejos  civilistas. Bajo   ellema «Orden, Paz y  Trabajo» y  con el apoyo del   Ejército y de la alta finanza,Benavides   logró   zanjar el  conflicto   fronterizo   con Colombia y   obtener unaprecaria estabilización   política y económica que le permitió  obtener un   mas

    >~   C i i .   por ANDERLE:  o p .   c i t ,  p. 296-297.

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    amplio margen de  maniobra frente a sus   competidores  por el liderazgo con-servador.  Sin   embargo,   el  movimiento   urrista pareció  obtener  una segunda

    oportunidad con el  nombramiento  de José de la Riva  Agúero para el cargode primer ministro en noviembre de 1933. Como veremos  más  adelante, Ri-va  Aguero había  hecho   poco tiempo  atrás profesión pública de  fascismo,   alque   consideraba   como la   única solución posible  para  conservar   los   funda-mentos   conservadores de   patria,   orden, religión  y jerarquía   Pero  Benavidesacabó con la preponderancia  de la IJR patrocinando desde  octubre  de 1933la creación del  Partido Nacionalista como formación política de apoyo algo-bierno, y   forzando   deliberadamente la dimisión de Riva Agúero en mayo de1934.  Ello sembró el desorden en el seno de un   movimiento   contrarrevolu-cionario   aún en  plena recomposición tras el tumultuoso  comienzo de la  dé-

    cada.  Especialmente en la UR,  que tras sufrir numerosas fugas   de diputadoshacia  la nueva formación  oficialista,   acentuó  su   tono profascista.  Los «camI-sas   negras»   de Flores   intentaron   entonces   crear   un   Frente   Patriótico   conotras   fuerzas   ultraconservadoras,   mientras la  mayoría   del   movimiento   pro-pugnaba  un   «frente   único   sanchezcerrista>,   de masas   bajo la  dirección de laUR.  Esta división estratégica  del populismo derechista selló su   destino políti-co.   Por otra  parte,y después de un  alio  de semilegalidad tolerada, desde  finesde noviembre de 1934 el gobierno acentuó la  represión sobre el PAP, inau-gurando el periodo de «gran clandestinidad” de Haya y  de su partido.

    Con ello,  los sectores de poder  tradicional anulaban la amenaza populis-

    ta, tras  haberla dividido y  enfrentado  entre sí.  Arrojada   del gobierno, la URtrató de   aparecer   como la   oposición derechista a  Benavides,   pero sin   dejarde  hostilizar a la izquierda (al  PAP antes que al comunismo),  y   criticando alEjecutivo   por algunas  decisiones, como las facilidades dadas a la emigración

     japonesa. La  presencia de los «camisas negras”   en las calles seguía  siendo unaamenaza alarmante  para la  propia  seguridad del  régimen militar.  A  pesar deque los dirigentes   urristas prodigaron manifestaciones públicas en tono  tran-quilizador, asegurando que  « la   organización   espontánea   y   entusiasta   de loscamisas negras, es   pues, una garantía  para los gobiernos constitucionales, unapoyo firme y   leal   y   un   auxiliar valeroso   para el Ejército”   15, las  Fuerzas  Ar-

    madas, la Guardia  Civil   y   el Cuerpo  de Seguridad consideraban a los «cami-sas   negras»   como   una  organización   rival,   y   en   1934 emitieron   un   veto queimplicaba de hecho la disolución de los grupos paramilitares de la U IR   ~

    En los comicios presidenciales   convocados   para  octubre   de 1936, losgrupos  conservadores (el   Partido Nacional Agrario  controlado   por los  pro-pietarios latifundistas,  el Partido de   Acción Patriótica de Riva Agñero, apo-

    “   «La  misión de los camisas  negras’>, en  Crisol(Lima),   30-IV-1936, p. 3, cit.  por José  Igna-cio LOPEZ SORIA:   El pensamiento fascista   (1930-1945).   Antología~  Lima,   Francisco  Campo-

    dónico  F., editor/Mosca Azul  Editores,   l98l,p.  203.>6   En 1936   el partido   de   Flores contaba con  unos  6.000   adheridos a los  grupos armados,mientras que e l  Ejército peruano sumaba sólo  10.000 hombres (ANDERLE:  o p .  cit, p . 295).

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    yado  por la Iglesia católica, y   el Partido Nacionalista que contaba con el auxi-lio  del  aparato estatal   y  del  capital  foráneo) se  organizaron en una  concentra-

    ción derechista que apoyó a M.  y. Villarán  17~

     La UR  presentó la  candidaturaen solitario   de  flores, pero  la anulación del proceso  electoral cuando resulta-ba neto   triunfador  Luis  Antonio   Eguiguren   con el apoyo del clandestinoPAP   obligó   a  Benavides   a disolver el Congreso,  prorrogar   ilegalmente   portres  años   su propio  mandato presidencial y  deportar a los líderes   apristas yurristas más caracterizados.  Privada de un   liderazgo carismático y   postergadaen el favor  popular por los logros  del régimen  —sobre todo en política   socialy obras públicas—,   la UR comenzó  una decadencia que condujo a su  desapa-rición definitiva en 1956.

    2.   LA ACTITUD  DEL PERU ANTE LA GUERRA CIVILY LAS ACTIVIDADES DE LA FALANGE EXTERIOR

    Como  vemos,  el momento  crucial de la crisis  política   peruana desembo-có en una cierta estabilización  bajo un   régimen militar  antes del estallido   delconflicto   español en 1936. Es ya un   tópico afirmar  que la Guerra Civil   abrióen la  mayoría   de las   sociedades   latinoamericanas   un   amplio   debate que   setradujo en posturas de  marcado tono militante. Sin   embargo, esta   actitud decompromiso polémico no   fue   la dominante en el Perú. En  comparación con

    otras naciones de su   entorno, el país andino  había mantenido escasos contac-tos con España  desde  su   independencia,   había restablecido relaciones  diplo-máticas  con grandes dificultades   y  en fecha muy  tardía (1865),   y   se había tro-pezado en   1866   con una agresión   neocolonialista   que,   entre   otras   cosas,había legado la fecha del dos   de  mayo   como nuevo  hito   de  una simbologíanacional   con marcado   tono antihispano. La caída de la Monarquía  en   1931tampoco había despertado gran expectación en un  país enfrascado en  los  in-trincados  prolegómenos de su  propio  proceso democratizador. Sin embargo,no   cabe   duda que desde el primer momento los demócratas  peruanos vieronen la República   española un   modelo a seguir,   mientras   que las   fuerzas con-servadoras,   desconcertadas   por   la política   anticlerical del bienio  azañista   ypor los ataques  a la propiedad  agraria  y  al Ejército, la   consideraron un   peli-groso precedente dcl  derrotero  a que  podría conducir un   predominio   políti-co de alternativas de reformismo radical como la representada por  el PAP.No   es   extraño  que  las   élites   conservadoras   que apoyaron  a  Sánchez   Cerroprimero  y   a Benavides después  vieran con simpatía a unos nacionalistas  (vis-tos como   devotos católicos   antes que como   fascistas)  que parecían   estar li-diando con problemas similares.

    Davies ha  destacado  el poco interés  prestado en  el país  andino al  conte-

    7   Sobrelas maniobras políticas de la  derechaen las elecciones frustradas de 1936, vid. AN-DERLE:   op .   cit., p p .   3 3 8 - 3 4 4 .

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    nido ideológico  de la guerra, visto   en la mayor   parte de los casos de formasimplista como un  combate entre la democracia y  el fascismo   18   Intelectualesprofranquistas

      como Victor  Andrés  Belaunde,   Raúl  Porras, Guillermo  Ho-yos   Osores, Pedro Yrigoyen,   Guillermo Lohmann Villena, Carlos Pareja PazSoldán,   Felipe Sassone  o Raúl Ferrero Rebagliati   proyectaron en la lucha ci-vil   española su visión maniquea de combate  entre el bien y   el mal  que, en  suopinión, estaba  planteado  en el propio país.   El propio   Benavides sería vistopor la opinión conservadora como un   aher  ego de Franco, último dique  con-tra la conspiración marxista internacional personificada en el APRA y   garan-te de la tranquilidad  nacional tras un lustro   de  constantes valvenes  y trastor-nos   políticos.  Se   puede añadir   además que el sector  más   consciente de laopinión pública tendió  a integrar   la polémica  sobre la guerra civil  en un   más

    amplio   y   complejo  debate trabado   desde tiempo atrás   entre  indigenistas   yconservadores  nostálgicos   del   período   virreinal,   sobre   la naturaleza de laidentidad   nacional peruana, marcada indeleblemente   por  la diferenciaciónétnica y cultural.

    La mayoría de la prensa  nacional peruana   era de   tono   conservador. Enconsecuencia, El Comercio  (órgano del viejo   civilismo,  donde  Guillermo Ho-yos   Osores, Felipe Sassone y René Tupic difundían puntos de vista favora-bles al autoritarismo fascista;   Raúl Ferrero Rebagliati  firmaba  artículos sobrela crisis  del liberalismo,  y Carlos Miró Quesada Laos glosaba en tono  lauda-torio el  ideario  de Mussolini),  La Crónica,   el demócrata   La Prensa y   El Uni-

    versal (el más moderado  en  sus  observaciones)   otorgaron su favor  a la causade   Franco   19   Sólo   Excelsior  mantuvo   una  posición  prorrepublicana.   La   iz-quierda peruana, perseguida y en la   clandestinidad durante casi   todo   el pe-ríodo, apenas ejerció influencia en la opinión pública.  Es  cierto que hubo pu-blicaciones prorrepublicanas de  pequeña  tirada, como   Cadre (Boletin  de losAmigos de los Defensores  de la República Española) y   España Libre (órganodel   Comité de Amigos de la República  Española), pero  los grupos de  oposi-ción al régimen militar  de Benavides  estaban demasiado  divididos,  acosadosy enfrascados   en la política doméstica   para implicarse en una causa   tan   re-mota. Según Luis   Alberto Sánchez,  el propio  Haya prohibió a los   apristases-

    cribir o hablar  sobre la guerra civil   española> ante el temor de que sc  dejarande  lado los más  candentes   problemas de  Indoamérica y  el Perú,  y   previendoque el PAP, considerado  por la derecha como anticlerical y socializante,  con-firmara con su aliento a un   régimen « comunista>’   la acusación de ser la correade transmisión de los intereses de la   Tercera Internacional. Con todo,   acon-

    >8   DAVIES:   art.   cit.,   p .  206.   Este autor otorga  más  importancia a las actividades prorrepu-blicanas   que a las pronacionalisías,   cuando todo parece evidenciar que esta última   tendenciafue  la mayoritaria entrela colonia española.

    >9   Un repaso pormenorizado a la   publicística deja época,  y   por ende, a las actividades   pro-franquistas de la colonia española en esos  años en  e l  trabajo de Willy  PINTO GAMBOA:  Sobre

      fascismo y  literatura,  Lima Ed.   Ediciones de la  Universidad Nacional Federico Villarreal,  1978.

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    tecimientos como la llegada de la  compañía teatral de Margarita  Xirgu  y  Ci-priano Rivas   Cherif   ejercieron de  revulsivo,  no   sólo   para  la causa de la de-

    mocracia en España, sino también   para   la lucha antidictatorial en el Perú.Queda  como ejemplo de   ello   la   emoción suscitada  por la representación de«Mariana  Pineda”,  donde la figura  del  general   Torrijos fue  comparada  la dellíder   aprista Manuel  Arévalo,   recientemente  fallecido  en   un   enfrentamientoacaecido en plena «euforia  pro-fascista del régimen  de Benavides”   2 0 •

    Se   puede afirmar sin  ambages   que el gobierno   peruano   fue   uno de losmás   pronacionalistas del  hemisferio.  En agosto  de   1936  sondeó a los gabine-tes  de Argentina y Chile para reconocer  oficialmente la Junta militar de  Bur-gos,   o  aceptar   al menos su   status   de   beligerante.   Poco después,   cuando   elministro plenipotenciario  en Lima, Luis Avilés   y Tiscar,  anunció que se  pasa-

    ba al servicio de Franco>  el gobierno Benavides le permitió seguir ocupandoel local oficial de la legación española, en un  reconocimiento tácito de belige-rancia al bando insurgente.   Los incidentes  diplomáticos  con las  autoridadesrepublicanas españolas   alcanzaron notas de extrema gravedad en el decursodel  conflicto.  En Madrid, el ministro plenipotenciario  Juan de Osma y Pardo(miembro de una conocida familia antileguiísta,  que había sustituido en 1932en ese   puesto a un  Benavides encargado de la defensa nacional en  plena cri-sis  con Colombia)  y   el cónsul en funciones Jorge Bailey  Lembcke (el cónsulen plaza, Raúl  Porras Barrenechea, hispanista  antirrepublicano, se  encontra-ha  entonces en París) dieron asilo en la sede   diplomáticaa dos centenares de

    pronacionalistas,   entre   ellos a   numerosos   aristócratas   y   al   peruano   FelipeSassone,  escritor modernista  influido por Felipe Trigo,  Valle-Inclan y   D’An-nunzio,   que residía en  Madrid   desde   tiempo  atrás   y   cuyas   narraciones  seu-doautobiográficas con fuerte carga erótica, sus   obras   teatrales ambiente  bur-gués   y   sus  artículos en el diario   monárquico  ABC le habían granjeado   unacierta   popularidad   entre   el elemento   conservador   de la   capital   española.Aunque  una buena  parte  de los refugiados logró  salir en septiembre de  Ma-drid hacia  Francia provistos de  pasaportes peruanos  2!,   la legación  continuódando  cobijo a unos 360 españoles   y   medio  centenar de peruanos, hasta queel 6  de mayo de   1937   la policía  republicana  irrumpió en el local   y   detuvo a410 personas   acusada de actividades quintacolumnistas,  entre ellas  el cónsulhonorario  Antonio Ibáñez Gutiérrez.   Al   día  siguiente,   la prensa  madrileñaacusó   al Consulado de permitir actividades de espionaje y abusar de la inmu-nidad diplomática.   Aunque  el   recién constituido  gobierno   Negrín   liberó el20  de mayo a 342 españoles   y  a los   50  peruanos  retenidos, las  relaciones   sesiguieron deteriorando hasta que el   17   de marzo de 1938  el gobierno  perua-no  rompió oficialmente ralaciones  conla República tras el fracaso de una ne-

    20   Luis  Alberto SANCHEZ:   La  violencia   Apuntes para u n a   b i o g r a f í a d e l  APRA,   1 1 1   ( 1 9 3 5 -  

    1948), Lima,  Mosca Azul  Editores, 1982, pp. 35,  4 1-42 y  59.2>   Jorge BAILEY LEMBCKE:   Recuerdos   de   un  diplomático   peruano,   191 7-1 954,   Lima,1959,  PP .   131   ss .

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    gociación entablada   para la   liberación  de los presos restantes con la  media-ción de la embajada  chilena.  Mientras tanto,   El Comercio  exigía el  reconoci-

    miento inmediato del gobierno   nacionalista,   decisión   adoptada  de facto

      enmayo de   1938,y de jure  en febrero del año siguiente.El papel propagandístico   ejercido   por el sector   conservador de la  colo-

    nia   española en el Perú en favor de la causa franquista no pasó de discreto,pero como  en otros países de su  entorno, los sectores  conservadores, mayo-ritarios en la colonia,   se   organizaron  relativamente   pronto   en ayuda de lacausa franquista. En Lima se  constituyó una Junta Nacionalista Española,  fa-vorecida por el apoyo de instituciones como la Cámara   Española  de Comer-cio,   el  Casino Español   y el elitista Colegio Inmaculada, regentado   por   laCompañía   de Jesús en la Avenida de la   Colmena   2 2   Desde   noviembre de

    1937  se   publicó la revista ¡Arriba  España!,  patrocinada  por   la Junta Nacio-nalistade la capital   y  desde   donde se   canalizaría casi  en  exclusiva la ayuda albando rebelde al menos hasta 1938.  ¡Arriba España! afirmaba   haber surgido«con  el exclusivo  objeto  de   propagar las  glorias del movimiento salvador deEspaña   y   contribuir  económicamente   con  la  recaudación   íntegra de cadanúmero al incremento   de la colecta nacionalista, abierta en  Lima>’.  El primerobjetivo   trataba de  alcanzarse mediante las   colaboraciones periodísticas deintelectuales favorables al  bando rebelde como  Ramón Rato, Eugenio  Mon-

    tes, José M Y  Pemán, Wenceslao   Fernádez   Flórez, Juan  Zaragúeta y  algunosarzobispos   y   obispos   uruguayos,   o la reseña de   conferencias patrióticas

    como la  protagonizada   por   Fernando   Valls   Taberner   en los   salones   delCasino  Español  el   11   de   diciembre de   1937   bajo los auspicios del ComitéEspañol de   Propaganda afin   a la  Junta Nacionalista 2 3 •   El segundo  propósi-to,   fundamentalmente  crematístico,   parecía   más  asequible,   dada   la calidadde los apoyos   institucionales recibidos.  La revista se  vendía  por un  sol,  pre-cio   nada barato  para ese entonces, que la redacción intentó  justificar comoparte  de los  sacrificios   que  constantemente exigía   a la   acomodada  coloniapronacionalista  en   pro del esfuerzo de guerra. Esta respondió  de forma  bas-tante  positiva: a fines   de 1937 el número   de suscriptores era de   108,  cuyosnombres avalaron la revista  hasta su desaparición.  Por otro lado, nunca  fal-taron  los anuncios de empresas españolas  de  importación-exportación,  jun-to   a otros de marcas italianas e incluso británicas, como la  marca de   whisky Black&  White.

    22   Entre los  propagandistas españoles sobresalía el P .  Lebrún,   jesuita que actuaba desde elColegio   de   la   Inmaculada con apoyo del nuncio  vaticano   monseñor Cento   (LOPEZ SORIA:o p .   d L, p .  18).

    23   Lasdelegaciones   culturales franquistas   fueron recibidas   y  agasajadas en Lima por intelec-tuales conservadores como José de la Riva Agúcro,  Antonio  Pinilla  Rambaud, Oswaldo y  Gui-llermo Hoyos Osores,  Manuel Mújica  Gallo,   Aurelio y Oscar Miró Quesada, Froilán MirandaNieto,  José Carlos  Llosa,   José Torres de Vidaurre,  GuillermoLohmann  Villena, HonorioDel-gado, Raúl   y   Rómulo   Perrero  Rebagliati, Ramón Aspíllaga,  Aurelio   García Sayán,   FernánMoncloa, Luis Picasso   Rodriguez, Alberto Wagner  de Reyna, etc.

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    Como fruto de esta   campaña de movilización  de recursos, el balance deganancias  que ofreció   ¡Arriba España! en su  número de abril  de  1938   resultó

    muy   alentador. Sin embargo,  y a pesar de esfuerzos tan prometedores, la pu-blicación fue   abruptamente clausurada en esa  fecha,   después de   haber  pasa-do  por un   período   de serias  dificultades  políticas   desde fines   de 1937. Estecambio de situación se  debió en gran parte a la aparición en escena de Falan-ge   Española como entidad   independiente, ideológicamente más radical  y  dis-puesta   amonopolizar  la   representación política   y   los esfuerzos   de ayuda albando franquista del conjunto de la colonia.  A pesar de su título,  ¡Arriba Es- paña! no   representaba  oficialmente al nuevo partido  único,   sino que era elportavoz  oficioso de las   instituciones españolas más conservadoras,   arraiga-das desde hacía   largo  tiempo en la vida social   y   económica limeña.   Aunque

    sus   artículos  sobre «Auxilio   Social»   fueron  numerosos   y   laudatorios   en suconjunto,  ¡Arriba España! no  se   recató en criticar ciertas actuaciones de   unaFalange local  demasiado   aficionadaa los «banquetes patrióticos», y   la gestiónsectaria de los  representantes   oficiosos del gobierno de Burgos en el  país,Luis Avilés   y  Tiscar,  el cónsul Antonio Pinilla y   el vicecónsul Bernardo  Fer-nández. Incluso siguió  definiendo al bando  republicano con el aséptico   ape-lativo   de «zona gubernamental”,  con la consiguiente indignación de la facciónnacionalista más  extrema de la comunidad española.

    La  legación  oficiosa del   gobierno de Burgos,   consciente del poder econó-mico   y   la influencia pública  oculta tras las  páginas  de   ¡Arriba España!, habíarenunciado   durante meses   a  imponer   una  pauta única   de acción política,aunque hizo continuos llamamientos al mantenimiento de una solidaridad  ydisciplina de fondo   entre los   adictos   a la causa rebelde.   Cuando  por  OrdenCircular núm.  68   de 29   de abril  de 1938, la Delegación Nacional del ServicioExterior de FET elevó la Delegación  de Falange en Perú a la categoría  de Je-fatura Provincial>   designó  como jefe   regional  aHerminio Santibáñez   y  efec-tuó otros   nombramientos  menores   24 ,   estalló  el cisma largamente incubado:la Junta  Nacionalista adoptó una postura de franca rebeldía,   desconociendola efectividad   de   estas  decisiones.   Tras recibir   órdenes  directas, la   legaciónoficiosa del gobierno de Burgos en  Lima exigió   a la Junta  una rectificaciónpública de los agravios infligidos   a Falange.  No   tenemos constancia de   si   serealizó este   acto de sumisión,   pero resulta evidente que la Junta  Nacionalista

    24   Entre otros, Agustín  Castaño Suárez (Secretario de la Jefatura  Provincial de FET), JesúsValentín Llanos (Tesorero), Ricardo Salas Andrés (Jefe   Administrativo d e   Prensa y Propagan-da),Alicia Chinchilla de Avilés (Delegada del Servicio de Frentes  y  Hospitales),   AndrésAveli-no   Armenteras (Jefe Provincial del Servicio de Información e  Investigación, policia secreta delPartido),   Francisco González  Aguirregaviria   (Delegado local de FET en Sullana),  José   Barbe-roc (Delegado   local   en   Chiclayo)   y José  R .   Cardenal (Delegado local   en Arequipa). Véase¡Unidad!(Lima),   25-VII-1938, p . 7 .  Por esas fechase! órgano oficial de FET señalaba e l   ingre-

    so   en e l  Movimiento de  84   hombres y mujeres  en calidad de militantes  y   adheridos. Como   datocurioso,  pero ilustrativo  de las peculiares  condiciones de militancia  del Partido, sabemos que ala  altura de 1938   los militantes falangistas del Perú no disponían  aún de camisas azules.

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    se  fue  alejando cada vez  más de los actos públicos patrocinados  por Falange,y entidades afines   a aquélla, como el Comité Español de Propaganda,  mantu-

    vieron una actitud marcadamente obstruccionista, no   haciéndose eco   de nin-guna iniciativa oficial  de ayuda al bando  rebelde, como fue   el caso  de la sus-cripción   en favor de  Radio  Nacional de  España   promovida   a instancia  delentonces  ministro del   Interior Serrano Suñer   25   Este y   otros  rasgos   de  auto-nomía y crítica   decidieron por fin  al jefe del   Gabinete del   Gobierno  de  Bur-gos y ministro de Asuntos  Exteriores, Francisco Gómez Jordana, a cortar porlo sano   suspendiendo   la revista en mayo de   1938   y   sustituyéndola a  partirdel   25   de julio siguiente   por  otra publicación quincenal   con el  sugestivo   yoportuno título de   ¡Unidad!,  de  contenido  netamente falangista  y   más dócil  alos designios de Avilés   y  de Santibáñez   26•

    Desplazada la Junta Nacionalista de la  primera fila política   y   asistencial,FET comenzó  a canalizar la mayor parte de la ayuda  a la causa nacionalista através   de suscripciones y   donativos.  La Delegación  Nacional del  Servicio Ex-terior radicada  en Salamanca   ordenó  mediante laCircular núm.   lila intensi-ficación de las  campañas de donativos  en   metálico para   el equipamiento delas   fuerzas del   Ejército y  las Milicias.   De  igual   modo, las   ayudas  en  especiecomenzaron  a ser concentradas   en   tomo   al «Auxilio  Social»  organizado  porinstituciones como el Ropero Peruano-Español, integrado  por damas  perua-nas y españolas   y   del  que Consuelo   Copello de  Santibáñez,   esposa del   jefeprovincial de  FET>  era tesorera.  Ante el inminente  fin  de la guerra, la delega-

    da nacional de «Auxilio S ocial’>, Mercedes Sanz Bachiller,  envió un   telegramaa la Falange limeña solicitando   urgentemente alimentos y   ropas para los  mi-les  de  personas desplazadas.   La  demanda no  cayó en saco roto: se   llegaron  aenviar 1.113  cajas   de   leche   y   otros   envíos   por valor de  2.187,21   soles   has-ta el fin del  conflicto.   Por otra parte, el  representante oficioso   del   gobiernode Burgos  mantuvo la presidencia  honoraria de  un Comité de Damas  Perua-nas queactuaba como entidad delegada del Patronato  o Servicio  Nacional deFrentes y Hospitales, del que su esposa Alicia Chinchilla era regidora.

    Desde mediados de   1938   funcionaba   en la jefatura   provincial de   FETuna oficina especial   dedicada  aatender las   demandas de información  sobreel paradero  de familiares residentes en la península. Incluso se organizó,  unavez   finalizada la guerra,   una   expedición de   hispanoperuanos   que   formaríaparte del   llamado   Crucero  Azu¿   que organizado por  el Servicio   Nacional del

    25   Entre los   suscriptores Pro-Radio Nacional figuraban José de la Riva  Agúero, Luis Avilésy   Tiscar, Herminio Santibáñez, Avelino Armenteras, y una  selección   m uy   significativa  de insti-tuciones   y   congregaciones religiosas:  MM.   Dominicas y PP.  Dominicos de Lambayeque; Cole-gio Seminario de Trujillo; Rey.  PP.  de la Sagrada Familia   de Piura; Rvdas. MM.  Dominicas, PP.Carmelitas,  PP. Jesuitas,  PP.  de la Recoleta y   Hermanosde las Escuelas   Católicas de Arequipa.Véase¡Unidad!(Lima),   15-XI-1938, p . 8 .

    26

      La nueva  revista fue   dirigida por Federico Pasco Font. Para dos versiones contrapuestasde este enfrentamiento, ver «Editorial:  Política  destructiva»,   ¡Arriba   España!   (Lima),   núm.  6,IV-1938, p. 1 ,  y «Editorial., ¡Unidad!(Lima), núm.   5 ,   1-X-1938,   p . 1 .

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    Turismo saldría de Buenos   Aires   con  destino a   España   el   11   de   abril   de1939   27

    Durante   esos años, la   propaganda se   mantuvo en   todos   los   frentes.   Yadesde   1937   se  transmitía  en Radio Callao los miércoles  y  viernes de   19:45   a20:00  horas el programa informativo «Habla Falange Española»   28, y   el 19   deenero   de 1939 comenzó   a difundirse   por   Radio Internacional de Lima laemisión «Momentos Españoles”,   todos   los jueves  a las   2 1:45   horas.  Hasta laremota Falange local de Sullana,  en el norte del  país,  coadyuvó al esfuerzo  dedifusión   lanzando   Arriba,   una   modesta  ,Información de  Falange>, 3  1-VII-1937, p.4.29   Raúl   Ferrero  Rebagliati (1911-1977), jurista, historiador,  sociólogo  y político,  fue  Ca-tedrático de  Historia Antigua y  Derecho Constitucional en la Universidad Católica,  y   de Histo-ria del Perú en e l  Centro de Instrucción Militar   y  en el CAEM.  Fue uno de   los más activos pro-pagandistas en favor de la elección de Villarán en  1936,  y  durante el  primer gobierno Belaundeocupó los cargos de  primer Ministro, Ministro  de Relaciones Exteriores y   Hacienda y   Comer-cio. E l   «fascismo»  de clases  medias urbanas de Raúl   Perrero gozó  del apoyo de figuras del  con-servadurismo católico como  E .  Alayza,  V . A. Belaunde   (con quiencoincidía en   su   percepciónhistórica del catolicismo como esencia   de l a   peruanidad), Rómulo   Ferrero, Carlos Pareja y   PazSoldán.  Socialmente, arraigó con discreto  éxito  en los claustros de   la  Universidad Católica (so-bre todo   entre los   jóvenes de Acción Católica)   y   en los  colegios   regentados  por religiosos.   E lobjetivo político que busca Perrero es «alentar un nuevo movimiento   idcológico,   sano   y vigoro-

    so,  que aspire a la plasmación de una nueva conciencia política,  permeable a la emoclon sociale   inspirada en  altos  ideales patrióticos” (Raúl  PERRERO   REBAGLIATI:   Marxismo   y  Nacio - nalisma Estado Nacional Corporativo, Lima, Ed.  Lumen, 1937,  p .  237).

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    ticos acaecidos en el seno de la colonia,  destacando la delicadeza y la pacien-cía con que, según   su opinión, se  intentó tratar el problema,   y   reconociendo

    que la comunidad  estaba dividida en   «falangistas,   abstencionistas  y   disiden-tes»  que, sin perder  su   identidad pronacionalista, opusieron seria resistenciaa cualquier medida que tendiera a cuestionar su privilegiada  posición social  yeconómíca.

    El almuerzo de «Plato Unico»  que tuvo lugar en los mismos salones  el 18de  diciembre siguiente,  supone una reiteración de los apoyos personales  an-tes  señalados,  a los que cabría   añadir la presencia  de Carlo   Radicatti di Pri-meglio  (secretario del Fascio italiano,  profesor de  Historia  en el Colegio Ita-liano  y en la  Universidad Católica),   Arturo   Lotz  (representante  del   PartidoNacionalsocialista alemán),  A. Heinz (vicecónsul del  Reich en Perú), Miguel

    Miró   Quesada (representante cualificado de la familia   propietaria  de   El  Co-mercio)   y  distinguidas  damas del  Ropero  Peruano-EspañoL Por razones diplo-máticas,  excusaron   su   asistencia varios  representantes  de los gobiernos pro-nacionalistas de El Salvador, Nicaragua   y   Guatemala,  que estaban asistiendoen Lima a la VIII  Conferencia Interamericana  celebrada   dcl   9   al   2 7   de  di-ciembre   3O~   En su intervención en  este  ágape de  «Plato Unico» mitigado   poruna abundante  y  bien condimentada paella valenciana,   Luis Avilés   y Tiscarexigió  el reconocimiento  de jure del gobierno nacionalista,   y  el jefe provincialde  FET agradeció públicamente el apoyo político  y  militar  prestado a la  cau-sa  rebelde   por Alemania, Italia, Portugal   y   Japón.  Como colofón del  acto,   el

    inevitable   Sassone   declamó su  «odio   al t ib io> » ,   porque   « no   basta   levantar   elbrazo en la salutación  cuando no   se  sabe bajarlo en el castigo>». Similar  ene-miga   mortal trató de concitar contra Francia,  rival  natural de España,   y  con-tra  Estados Unidos, suplicando al auditorio  que no  olvidara la tragedia pos-terior al hundimiento del  Maine  Jt•

    El  final   de la guerra civil   fue  celebrado  con el natural  regocijo   por unacolonia  española que había apoyado  mayoritariamente la causa rebelde.  El 8de abril   de 1939, el arzobispo de Lima, monseñor Pascual Farfan,  ofició   enla catedral un   edeum en  acción de gracias  por  la victoria de   las  armas   fran-quistas,  y  tres días después se  celebró un   acto análogo  en el Convento de SanAndrés de  las  Hijas  de María Inmaculada, que a lo largo  de los tres años an-

    30   Durante esta  conferencia,  México,  Cuba   y   Haití   propusieron  una  mediación   hispanoa-mericana en la guerra civil   española, pero contaron con   la  oposición decidida de   la  mayoría   delos países participantes, sobre todo  Brasil  y   Umguay  Sólo  se  obtuvo  una declaración de  solida-ridad continental en caso de ataque exterior a una nación americana,   y   una  condena explícitadel   racismo.   Un somero repaso de las resoluciones de este  congreso   y   de la crítica posturaaprista,  sustanciada en   la  propuesta de  «frente   democrático interamericano no  imperialista” enSANCHEZ:   op.   cit.,   p p .   59-74.

    ~‘   En  el   transcurso del acto,   las señoritas  voluntariasde   Auxilio  Social»   recaudaron losdonativos   entregados por los   asistentes.  Al  final   del  almuerzo, Santibáñez   leyó un   mensaje  delpoeta   Rafael Duyos,   Jefe de la  Falange   en Argentina.   Véase   E l   almuerzo de Plato  Unico”,¡ U n i d a d ! 

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    tenores se  habían  destacado  por su fervor nacionalista   32~  El acto festivo cen-tral tuvo lugar en el marco habitual del   Bertolotto,  y a él asistieron, además

    de las figuras más  conocidas de la colonia española,   representantes de las co-munidades alemana (el  cónsul Karl Dedering), italiana (Carlo Radicatti,  Pie-tro D’Onofrio  y  Guglielmo  Gervolini, presidente del   Club Italiano)   y  portu-guesa (Rui Da Cámara)   ~.

    La relativa estabilización política de  España tras la guerra y la consolida-ción de Falange como  único partido  permitido en el   régimen   franquista re-percutió favorablemente en la implantación duradera  de una versión   edulco-rada   de la doctrina   joseantoniana   en   las   instituciones   educativas   yasistenciales controladas por españoles   ~   FET controlaba todas las activida-des políticas, benéficas,  asistenciales y   de  propaganda  desde la sede de la Je-

    fatura Provincial   (regional),  sita   primero   en el Consulado español, ulterior-mente en el Jirón Moquegua y  desde julio  de 1939  en la calle Lártiga   ~.

    3.   EL «DESLUMBRAMIENTO FASCISTA»DE LOS INTELECTUALES CONSERVADORES PERUANOS

    Aunque la  mayoría  de la élite  política   e intelectual peruana  no   se   sintiódirectamente implicada en la gran polémica  abierta entre los totalitarismos yla  democracia   liberal   a raíz de  conflictos   como el español,   se   produjeron

    ciertos casos   significativos   de deslumbramiento fascista que merecen   unamención detallada.   El  más   conocido es   el del intelectual   y   rico   propietarioJosé de la Riva Aguero  (1885-1944), biznieto del  primer   presidente del   Perúy   director   de la Academia   Peruana  Correspondiente   de la  Real   AcademiaEspañola  de la Lengua,  que acabó por transformarse en la cabeza más visibledel apoyo autóctono   al régimen   franquista.   La trayectoria política e   intelec-tual de Riva AgUero, desde  su inicial  posición liberal aristocratizante hasta su

    32   ¡Unidad!(Lima),   1-1-1939,  p. 1 1.“

      E l   acto,   presidido   por banderas peruanas,   españolas   y   de  Falange,  por el   emblema delPartido  y   por retratos de Franco   y  de José Antonio, comenzó  con el  Himno  Nacional del  Perúy  una oración por los caídos. La comida fue  amenizada con música  española y   con vivas a Perú,España y los  llamados «países amigos”,  pero no  se menciona para nada que se entonase  la  Mar-cha Real o e l   C ara   al  Sol>.   Vid   > E I grandioso acto del domingo   16» ,  ¡Un idad!(Lima), núm.   19,1-V- 1939,  pp.   1-2.   La Falange  de Trujillo también celebró la victoria con una  fiesta.

    ‘~   En  estesentido,   el  canto obligatorio dcl   Cara   al Sol  en colegios regentados por religiososde origenespañol es mucho más  que una simple anécdota.

    35   E l  acto de inauguración del nuevo local   por el   encargado de negociosespañol, JoaquínPérez de Rada, Marqués de Zabalegul,  en ¡Unidad!(Lima),   l-VIII-1939, pp.   1-2.  Los responsa-bIes provinciales-regionales  del partido solían reunirse en esta sede la   tarde de los martes.  Exis-tían jefaturas locales o secretarías de grupo en  Sullana   (Francisco González  Aguirregaviria,   y

    Luis Rigau   fon  como Jefe accidental en agosto   de   1939),  Catacaos-Piura (Feliciano del Cam-po,  Cristina  Díaz,   Juan  Casajuana),  Chiclayo   (José  Barberoc),  Trujillo, Cajamarca,   Arequipa(José R . Cardenal) y  Cuzco.

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    postrer filofascismo resulta  una de las  más  apasionantes   dentro de la intelec-tualidad   conservadora  de la época.  Había   fundado el Partido  Nacional  De-

    mocrático o  «futurista»   en   1915   con restos de las juventudes   civilistas   y  de-mocráticas como un   intento de renovar   in   extremis la declinante   «repúblicaaristocrática”,   proponiendo un   cierto   intervencionismo   estatal   en la econo-mía, y   una representación  política de   carácter corporativo. Exiliado volunta-riamente  durante el   oncenio, había conocido  el  experimento autoritario  de laEspaña primorriverista,  y   a su   regreso  tras la caída   de Leguía,   hizo abomina-ción pública del positivismo cientifista, del  ateísmo  materialista y de la utopíadel  progreso en un   resonante discurso   pronunciado ante   su s  antiguos compa-ñeros en el colegio  de La Recoleta el 24  de septiembre de 1932   3 6 ~   Desde esafecha,  Riva Agíjero   se   convirtió en   defensor acérrimo de un  catolicismo de

    corte integrista, y como en el caso de la teoría de la Hispanidad en Ramiro deMaeztu, este   pretendido   salto cualitativo   se  dio  a través  de la reivindicacióndel pasado  virreinal y su inserción en un  patriotismo   peruano  alimentado deHistoria y tradición   3~. Sin   embargo,   no   debemos caer en   el   error, harto  di-fundido por ciertos  propagandistas de la época,   de ver  en Riva AgUero  elde-fensor del  «Perú blanco”  y ,   por deducción, el portavoz de la  quinta  columnafalangista en el país   38  Su  defensa de lo indio como constitutivo de la  identi-dad nacional es  uno de los caracteres definitorios de su   obra. Su  posición  in-telectual  mantenía las  distancias  entre el indigenismo exclusivo   y  el europeis-mo   antiincaico.   En su opinión, la   peruanidad   residía en el   legítimo

    cruzamiento  entre lo   español y lo   indígena   ~   No perseguía, por tanto, laoc-cidentalización sin más, sino   la integración del  elemento racial   autóctono y elpaso del peso histórico nacional desde la costa a la sierra.  Desde varias  déca-das atrás, Riva AgUero  criticaba el  latinoamericanismo como «una  hueca de-

    36   E l   texto   del discurso  en  José de la  RIVA AGUJERO: P or   l a   verdad,   la   tradición  y la  pa-trio ..   Opúsculos,   L ima,   Impr.   Torres  Aguirre,   1  93 7-1 938,   v o L   1 ,   pp.  371-378.   También en   LOPEZ SORIA: o p .  c i t . , pp.  39-47.

    37   Véanse, por ejemplo, 

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    En definitiva, Riva Agúcro vio  en el régimen italiano   una simple  barrera,no   necesariamente anticatólica,   contra   el  comunismo.   Antes que un   movi-

    miento nacionalista radical de masas   es   la contrarrevolución su  idea políticafija  cuando,  tras haber  oficiado como primer ministro de Benavides desde el25 de   noviembre   de   1933   al   11   de mayo  de 1934, fundó dos años  más   tardeAcción   Patriótica como entidad   aglutinadora   de la   derecha   tradicional decara a las  elecciones  presidenciales.   Una especie de civilismo  aggiornato que,un   poco a imagen  de la Unión   Patriótica primorriverista (que, como  hemosdicho, conoció directamente) o el Bloque Nacional de Calvo Sotelo  en Espa-ña,  elaborara un  proyecto  reaccionario, restableciendo el principio de autori-dad y   propiciando un plan de regeneración nacional claramente   autoritario ycorporativo que pudiera conciliarse con algún   tipo de actuación  popular  se-

    gún el modelo fascista europeo,  pero   sin caer en los  excesos demagógicos   ypopulistas de Mussolini   o Hitler.  Como afirma   certeramente López Soria,Ri-va Aguero simboliza el temor de la vieja  oligarquía  ante el peligro   de   perderdefinitivamente  el control  político,  y su proyecto político   es  un   intento  pos-trero de  regeneración autoritaria  del viejo   civilismo,   que trataba de  aglutinara las   derechas   recurriendo   al recurso de un   fascismo  aristocratizante comoelemento ideológico de cohesión   42•

    El estallido de la guerra civil   española dio a Riva AgUero   la posibilidadde ratificar con un   ejemplo   su s   razonamientos catastrofistas  sobre el rumbopolítico  del  Perú:   « el   ejemplo de lo  ocurrido  en España,   lejos   de abatirnos,

    como a los  pusilánimes,   tiene que estimularnos, en calidad de enseñanza   yescarmiento. Igual  nos ocurrió en 1931. La situación  es   idéntica a la que  en-tonces   se   nos presentó;   y   naturalmente   que   los   adversarios   son   los  mis-m os > ’   4 3 .   Inmediatamente después   de   finalizada   la  contienda,   Riva  AgUerorindió  visita   a la  «España   triunfante   y   pacificada   que encarna   mis  ideales».Allí  rogó  por la continuación  de «la   interrumpida y   magna  obra de  nuestroscomunes antecesores, de   reconstruir el   Imperio espiritual y  moral que, respe-tando  nuestra intangible  soberanía política, nuestras   independencias estatalesrespectivas,   realice   la unidad   suprema de cultura  y   sentimientos,   la  hispani-dad, no  por federativa menos  eficaz y poderosa, fuera de la cual  no   hay sinoapostasía vitanda de nuestra casta,  pequeñez y   ruindad,  politiquería baja y  al-deana, y al cabo disolución y muerte”   ‘~.  Salta  a la vista que la idea hispanistade Riva AgUero  difería en puntos esenciales de la formulada por los ideólo-gos  reaccionarios españoles de los años treinta, pero su apoyo sin  fisuras  alrégimen   franquista le convirtió en un personaje  muy  apreciado en la campa-ña de  penetración cultural impulsada desde el Servicio   Exterior de  FET y   el

    (Obras Completas de José  de   l a   Riva Agñ er o ,   v o t   Xl.   Escritos políticos,  Lima, Pontificia   Universi-dad Católica del PerÚ,  1975, pp.   269-292 y  LOPEZ SORIA:  op.  cit.,  pp.  68-84).

    42   LOPEZSORIA: op.  cit., pp.  20-21.‘

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    Consejo de la Hispanidad.  De vuelta al Perú, Riva Aguero no   tuvo  recato endeclarar en   1941   a la revista   Turismo que e l falangismo « es   necesario  para la

    vida del Perú [...] el movimiento de  España es   una inspiración para todos no-sotros»  4~.  Afirmaciones tan provocativas como poco   prudentes no  podían si-no agravar una situación política que  empeoraba gradualmente para Falangea medida que se   incrementaba  la propaganda antifascista  norteamericana so-bre los gobiernos y el hombre de la calle.

    Otro gran intelectual que destacó en la exaltación   de un  cierto  «fascismo»autóctono reflejado en sus  presuntos valores de  orden, autoridad, disciplinay   burocracia eficiente fue Victor Andrés Belaunde.  Abanderado de un   pensa-miento católico espiritualista e inequívocamente conservador> su  idea  nacio-nal  resulta más «europeísta»  que la de Riva Agúero. Se  opuso firmemente al

    «nacionalismo  racista»   elaborado por Mariátegui, y   pensaba queAmérica La-tina pertenecía  por su inequívoca  raigambre  española, a la cultura occidentaly  cristiana,   y   que la esencia de las  naciones hispanas de uno   y   otro  lado delAtlántico era el catolicismo   46   Belaunde se  lamentaba en 1940   del eclipse delas  clases dirigentes,  su descuido de los valores cívicos, su escaso espíritu   desacrificio y  su  conformismo  político.   Mostraba  además su  hostilidad  al régi-men parlamentario   demoliberal  «de   inspiración subjetivista  revolucionaria»,que había conducido a la desintegración   del  Estado en España, Italia y  Por-tugal,   y   como  consecuencia  a la implantación de   regímenes   dictatoriales oautoritarios   ‘~.   En su opinión>  la deseable   concepción ético-orgánica propu-

    ganada  por Charles Maurras había quedado imposibilitada por el régimen  deSánchez  Cerro,  que había abierto  de nuevo las   expectativas  de  resurrecciónde un   cesarismo burocrático   tradicional unido al «caudillismo   romántico delas  primeras  épocas de la república’>.  Una  salida puramente autóctona frentea « la   incorporación de la ideología y propaganda marxistas del   socialismo eu-ropeo’>,  representada sobre todo  por el APRA   ~   Sin embargo,  antes que unrégimen   fascista,  Belaunde  era partidario   de   un  Estado   corporativo católicoinspirado en la doctrina social de la Iglesia.

    Gran parte del   atractivo que encerraba en fascismo   para los intelectualesvinculados al  establishment  era su  presunta capacidad   para  integrar aspectos

    de   modernización (movilización   de  masas,  desarrollismo económico bajo la

    .

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    férula estatal) con sistemas  de control   social   y   valores tradicionales.  Se  veíaen el  régimen italiano   una fórmula idónea  para   estimular el sentimiento  na-

    cíonal   y   el dinamismo histórico de los pueblos jóvenes con el acicate de  unEstado fuerte e intervencionista.  Esta  identificación ideologizante del   fascis-mo  como un   patriotismo de nuevo cuño fue  la desarrollada  por Carlos   MiróQuesada Laos en la sección «Problemas del  Mundo” de la edición dominicalde  El Comercio desde   fines   de   1935   a inicios de  1937.   Con el seudónimo«Garrotín”  (probablemente, una traducción muy  libre del   «manganel lo>’  utili-zado por las «squadre d>az ione’>  en sus  expediciones punitivas), Miró  Quesa-da publicó en esta columna a lo   largo del   año 1936  una treintena de artículosy   entrevistas  sobre movimientos  y   líderes fascistas,  nacional-socialistas   o  na-cionalistas   ~.   Nueve de ellos  se  referían a los volúmenes  editados   hasta  en-

    tonces de los   Scriai  e  discorsi de Mussolini, que fueron editados en   1937   enItalia con prólogo de Riva Aguero. Para Miró Quesada, el fascismo  se identi-ficaba con un afán   renovado   de   reforma socioeconómica   bajo la necesariapremisa de la  implantación de  un   Estado   autoritario. Un   régimen similar  alpresidido por   el duce podía  «brotar lo mismo en un  país   latino   que en   otrosajón, en  una república socialista,  caso  alemán,  que en  una monarquía, casoitaliano.  Le basta  para producirse que  existan anhelos de reforma,  que la in-tuición de   las  masas presienta  la necesidad de  transformar viejos   y  arcaicosprincipios económicos, y que el   concepto de   Estado  fuerte, tenga un   adalidque lo descubra   y   lo ponga en marcha   (...)   el fascismo   también tiene   adeptos

    en  todos los continentes. Es  un  producto  de la época, responde   a las  exigen-cias  de un mundo en crisis»   ~>.Después de estos   escritos  laudatorios respecto  al fascismo,  el estallido   de

    la guerra   mundial   obligó   a Miró   Quesada a  adoptar un   tono  más  prudente.En la conferencia «Carácter   y   alma   del   Perú’>,   que  pronunció   el  21   de  no-viembre de 1940 en el  «ciclo   de peruanidad’>   organizado en el paraninfo desu   alma   mates  el Colegio Inmaculada,  continuó  defendiendo  una teoría  cli-tista de la política: «los  países no  son ni pueden ser  directamentegobernadospor  las  mayorías.   Es   siempre  una élite la que   orienta   y   dirige”.  Pero   MiróQuesada llama ahora a la articulación de un  patriotismo sacrificado y basadoen principios netamente peruanos. Su   propuesta  nacionalista   se   basa en elrespeto   a  un   pasado   histórico   basado  en la voluntad de progreso   material,una  vaga  «misión   histórica hacia   el   porvenir”   y   una  asunción  histórica delmestizaje  racial,  afirmando  que «así   como no  podría concebir un Perú sín In-dígenas,  tampoco podría existir un Perú   despojado del   elemento blanco,  quehace cuatro siglos   penetró vigorosamente en su historia”. Por eso  se  muestra«adversario del indigenismo hostil   porque lo  considero nocivo  y  antipolitico,como  tampoco comulgo  en el credo de   un  hispanismo exagerado.  Indígenas

    ~   Unaselección  de estos  artículos en LOPEZ SORIA: o p .   cia, pp.   211-236.50   Carlos MIRO QUESADA  LAOS: «Inglaterra fascista”,  en El  Comercio,  29-XII-1935, p.

    2 1 ,   cli. por LOPEZSORIA: o p .   t í t . ,   p p .   229-230.

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    e hispanos son los pilares de la  peruanidad”   5~.   Un año después, Miró  Que-sada había  abandonado   el  filofascismo   por un   nacionalismo   autoritario   de

    vagos   contornos sociales.   Explicaba el fracaso del   «fascismo”  en el Perú  porla ausencia de «reivindicaciones  nacionales poderosas»,  por la imposible arti-culación   de   “una   flosofia de   política peruana»,  y  por  la   indolencia  de   unasélites políticas   tradicionales que desde   1931   no   habían opuesto resistenciaeficaz   a los  procesos   de cambio   sociopolítico   y   habían sido  «cómplices   detiranos, o  tiranos emboscados ante la subversión social  y   la demagogia extre-mista”. Miró denuncia  que la «guerra revolucionaria» librada en Europa entredos  concepciones del mundo antagónicas «cuyos  reflejos  vendrán a Américatarde o  temprano   (...)   nos   ha   tomado   sin rumbos   y lo que es   más   grave,   sinideales»,   y   se  atreve a vaticinar el régimen   futuro: « el  siglo   XIX fue   del  libe-

    ralismo  y del  laissezfaire,   los primeros cuarenta años del siglo   XX,  de losdo-minadores de  multitudes. ¿Cómo serán los años   que vengan,  desde  un   puntode vista político? Me  parece a mi que  significarán un   creciente  predominiodel   estado-nación  con soluciones  económicas y  sociales en  consonancia  conlos tiempos» 5 2   Miró  Quesada postula un  renacimiento patriótico, un   nuevoconsenso nacional  sobre bases de progreso social  pero  bajo el control   políti-co de la vieja  aristocracia.  En fin,   un regreso   al «espíritu  del   97 ’> ,   inicio  de laépoca pierolista. Nada que pueda identificarse  con un  populismo radical decarácter totalitario, sino con un proyecto  desarrollista y   modernizador en   loeconómico, pero restrictrivo en lo político.

    4.   EL GIRO DEMOCRATIZADOR DE PRADO Y EL DECLIVEDE LA «IMPREGNACION FASCISTA’> AUTOCTONAY FORANEA (1939-1945)

    Como en otros países de la zona, el estallido  de la guerra mundial   trasto-có  por completo los  sueños fascistas  de ciertos intelectuales y ,   por ende, losplanes  de actuación de la Falange Española. En los últimos   meses de su  man-dato, el general Oscar R.  Benavides había efectuado un   notorio viraje  antifas-cista,   inducido por la política de buena vecindad de Roosevelt   ~.   Agotado superíodo   dictatorial  a fines  de 1939, la elección como  presidente   de ManuelPrado y  Ugarteche   (abanderado de la burguesía progresista y sustentado táci-tamente por el PAP y el  Partido  Comunista), frente al fascistoide   JoséQue-sada,   trazó un efímero rumbo  democratizador  al país andino. Esto, unido alcreciente recelo respecto a los regímenes   de   corte fascista  infundido  desde

    ~‘   Cil.  por LOPEZ SORIA: pp. 52,  5  7-59 y   84.“   Carlos MIRO QUESADA LAOS:   Tres conferencias,   Lima,   1941,   Pp .   8-10,  14-15   y21 .

    E l   ejemplar conservado en   la   Biblioteca Nacional  de Madrid con   la   signatura HA/33281  está

    dedicado en  febrero de  1941   «al excelentísimo señor don Pablo de Churruca y  Wotre»,   Emba- jador de Españaen e l  Perú.“   ANDERLE: o p .   c i t . , pp.  357-360.

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    Washington   deterioró la  imagen  pública del  partido  único español  y   del  fas-císmo  en su conjunto como alternativa plausible en el desarrollo político del

    Perú.  Aunque  el   régimen   franquista  trató de destacar su   identidad  católica(ahí está   para   atestiguarlo   el  viaje  de Joaquín Ruiz Jiménez   al   II   CongresoIberoamericano  de  Estudiantes Católicos  celebrado  en Lima en mayo-juniode 1939) y su línea   neutralista   5~,   FET   no   renunció   de   forma   inmediata   asu vocación de  partido totalitario y expansionista.  Noticias   como la obligato-ridad de registro de nacionalidad en los  consulados españoles   ~, la campañaproselitista dirigida   desde Falange al conjunto de la colonia   56  0 el incremen-to de la propaganda   imperialista (reivindicaciones del   Oranesado, Gibraltar,Tánger, etc.) y   antinorteameñeana   en   ¡ Unidad! no ayudaban precisamente aincrementar la confianza de la  opinión pública   conservadora en  una forma-

    ción política  extranjera que, a pesar de todo,   trataba de ganar   simpatías  congestos  como la distribución de   un   millar   de almuerzos   diarios   tras el   terro-moto que afectó a Lima  a fines  de mayo   de 1940. Por esa  época,   y   siempretratando   de ganar credibilidad de cara a la  población autóctona, la Falangeperuana acometió una profunda reestructuración,  impulsada en   parte desdeEspaña: a mediados de 1939, el periodista   Federico Pasco Font fue   nombra-do delegado  provincial-regional   de Intercambio   y   Propaganda”,   y   éste   de-signó asu vez a inicios de 1940   nuevos delegados locales,  encargados de  me-

     jorarla imagen  pública del movimiento   ~

    >~

      Véase a este respecto la  declaración de neutralidad en  ¡ U n i d a d ! (Lima),   15-IX-1939, p.1 .“   ¡Unidad!  (Lima),  15-IX-1939,   p . 8 ,   y   l-X-1939, P P.   6-7.   También con  el   afán   de lograr

    un  creciente control laboral de   la   colonia, en   agosto   de  1940   fue   nombrado delegado regionalde Trabajo el falangista José Cortés Sancho.

    56   En un  editorial, la revista  oficial de FET reconocía que el  Partido   estaba admitiendo aantiguos   republicanos en   sus   filas,   y atacaba   a los   nacionalistas   obcecados. Véase   ¡Unidad!(Lima),   íO-VI-1941,p. 1 .

    “   ¡Unidad! (Lima),  1-VI-1939, p. 8.58   Fueron nombrados  Rodolfo   Mesa   en  Sullana,  Juan Casajuana en Catacaos   y   Antonio

    Oliver Alava en Arequipa. Véase ¡ U n i d a d ! (Lima),   1-11-1940,  p. 4 .   E l   4-IV-1940, el   Jefe regio-nal de Perú, Herminio Santibáñez, enviaba a Jefe del  Servicio de  Prensa y Propaganda de FET

    un  informe sobre la situación de la prensa en el país. Tras señalar que la mayoría de las noticiasprocedían de la agencia  norteamericana “United Press”,  

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    A comienzos  de la guerra mundial, el  gobierno  de  Prado  había reduci-do al   mínimo las   relaciones  con los  países del Eje.  En   1940 fue prohibida

    la propaganda fascista.   Al   tiempo   que llegaba a la Embajada española Pa-blo   Churruca,  marqués   de   A