Golpes de Estado en Argentina

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Golpes de Estado en Argentina

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La Dictadura del General Uriburu

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El golpe de Estado de 1930 en ArgentinaRomina Soledad Bada [email protected]. Resumen2. Introduccin3. Consideraciones Previas4. Diferentes conceptualizaciones del Golpe de Estado de 19305. Orden, Vigilancia y Represin6. Efectos del Golpe de Estado en la Sociedad riocuartense7. Reflexiones Finales8. Notas de ReferenciasPoder y control: una alternativa en tiempos difcilesResumen

Este trabajo tiene la intencin de analizar algunos aspectos de la dictadura del General Uriburu y cmo la misma impact en la sociedad riocuartense.

Introduccin

El propsito de este trabajo fue tratar de comprender algunos aspectos fundamentales de la dictadura del General Uriburu en la Argentina, que se caracteriz por la ruptura del orden constitucional. Se busc analizar aspectos tales como su constante necesidad e inters de buscar un orden y control en la sociedad argentina, utilizando la represin como instrumento para lograr dicho objetivo.

Esta investigacin tuvo como objetivo general conocer como repercuti este hecho histrico en el mbito de una ciudad del interior, Ro Cuarto, provincia de Crdoba. De igual manera se pretendi determinar las caractersticas de esta revolucin y especificar los conflictos generados a partir de la misma.

La revolucin del 6 de Septiembre de 1930 que llev al gobierno al General Uriburu fue, como tantas otras revoluciones, bicfala. El ejrcito y los apoyos polticos de la revolucin estaban divididos entre partidarios de un rgimen corporativo que urga una reforma constitucional y aquellos que slo queran restaurar el orden plesbicitario, herido por las prcticas yrigoyenistas y llamar a elecciones lo antes posible. Asimismo, fue un gobierno en donde se ejerci una dura represin, con torturas sistemticas a obreros, estudiantes y an militares jvenes opositores, pero, sobre todo, fue un gobierno atacado por una profunda crisis econmica que gener un incremento de la prostitucin, de la desocupacin, de las villas miserias en donde los pobres eran cada vez ms pobres y en donde la delincuencia y las ilusiones colectivas se intensificaron.

De esta manera nombrar al rgimen de facto presidido por el General Jos Flix Uriburu como dictadura, no es peyorativo. Implica simplemente definirlo tal como fue, un poder surgido de un hecho revolucionario, carente de control constitucional y en consecuencia, arbitrario. Era la primera vez que exista en la Argentina un sistema de tales caractersticas desde la poca de la organizacin constitucional y la conciencia de esta situacin fue una experiencia traumtica para la mayora de la poblacin. No obstante ello, la sucesin del gobierno de facto constituy la demostracin de que la Argentina no era propicia a ensayos de tipo fascista como lo que soaba el jefe de la Revolucin.

En cuanto al mtodo utilizado para esta investigacin fue el hipottico-deductivo y las tcnicas a disponer ms confiables y adecuadas para con esta fueron las cualitativas de observacin documental como el anlisis de prensas y de textos bibliogrficos.

Con respecto a las fuentes se utiliz los diarios de la poca: como el diario El Pueblo y el diario Justicia, conociendo desde un inicio las dificultades que este tipo de documento presenta para su anlisis y por su alto nivel de posicionamiento se intent, mediante la comparacin de los diferentes matutinos, depurar los datos extrados.

Dicha investigacin se dividi en tres captulos: en el primer capitulo se trat de exponer diferentes conceptualizaciones y descripciones sobre el Golpe de Estado del 30; en el segundo capitulo se especific sobre algunos de los objetivos propuestos por el General Uriburu: orden, vigilancia y represin y en el tercer captulo se realiz un anlisis sobre los efectos de esta dictadura en la sociedad riocuartense a travs de la lectura de las fuentes como el diario El Pueblo y el diario Justicia.

Consideraciones Previas

Una vez Tulio Halpern Donghi dijo: Alguien deca que los hombres hacen la historia pero no saben qu historia estn haciendo [...] habitualmente creen saber qu consecuencias tienen las acciones que ejecutan. Lo caracterstico de la revolucin del 30 fue que quienes la realizaron no saban de antemano cul iba a ser el resultado (...). [1]

Segn Halpern, la situacin en ese entonces debe haber sido muy peculiar para que figuras influyentes del ejercicio en la poltica hicieran una cosa tan alocada como era interrumpir la continuidad constitucional de la Argentina (mantenida desde 1862) sin saber qu rumbo poda tomar el destino. Generalmente, las revoluciones suelen ser trgicas para algunos y buenas para otros, pero la revolucin argentina de 1930 tuvo un curso decepcionante para todos.

En cuanto a las causas de la revolucin no fueron pocas expres el autor. En primer lugar, a partir de 1916, con la primera victoria de Yrigoyen, lo que haba vivido la Argentina era la consolidacin acumulativa e irreversible de la hegemona radical. El resto de los partidos asistan a una gradual decadencia y a una ausencia en el obrar pblico que pareca no tener vuelta atrs. Esa situacin se agrav en 1928 cuando el ritmo de avance radical sufri una intensificacin formidable por el famoso plebiscito de Yrigoyen.

Otra causa fue la segunda presidencia de Yrigoyen que no era ms que un vaco de poder. El presidente, en su estado de beatitud, era el blanco de los ataques ms fuertes ya que en ese entonces el pas gozaba de una libertad de prensa que hasta hoy no se ha vuelto a ver. Al mismo tiempo se deca que Yrigoyen era un tirano y que su indiferencia ante las crticas era una forma particularmente cruel de ejercer la tirana.

Y por ltimo, antes de la crisis de 1929, la Argentina slo pudo cerrar sus cuentas recurriendo al crdito externo, descubra tambin que el crdito era mucho ms difcil. La crisis del `29 no encontr respuesta en el gobierno y hall en la oposicin explicaciones muy sencillas como por ejemplo que las consecuencias de la crisis no eran las consecuencias de la crisis sino de la perversidad del doctor Yrigoyen.

A comienzos de 1930 el radicalismo se deshonraba porque perda su justificacin ms legtima, la honestidad y tambin la hegemona conquistada por la clase fundamental de la Argentina moderna empezaba a ser cuestionada y el ejercicio de la pura coaccin continuaba conviviendo con el consenso. Segn Ansaldi, esta peculiar relacin direccindominio sign la experiencia gubernamental desembocando en 1930 en la interrupcin de la experiencia democrtica y en la instauracin de la dictadura. De esta manera, el autor concluye diciendo que la Argentina moderna muere con el golpe del 6 de Septiembre de 1930, pero la Argentina contempornea que nace en la dcada infame prcticamente est en la misma condicin que en la anterior ya que no da respuesta a los nuevos problemas. [2]

Lo que Ansaldi quiso demostrar es que a pesar de que el radicalismo posea un cierto control y dominio en la sociedad argentina, su gran heterogeneidad hizo que este grupo dominante se tornara incapaz de dirigir al pas, sumado a la incapacidad de las clases subalternas para construir un sistema hegemnico alternativo.

De hecho la cuestin de la democracia implicaba convocar a una construccin de un nuevo orden social y poltico ms justo, ms racional, en donde estuviesen ausentes la arbitrariedad, el miedo y la inseguridad, en el que la libertad y la igualdad no fuesen meras formalidades legales y en que la participacin de las clases populares fuese decisiva en el plano de resoluciones fundamentales. Pero esto no sucedi porque la burguesa argentina no quiso construir un partido poltico orgnico que expresase sus intereses en el sistema de articulacin entre la sociedad civil y la sociedad poltica. Y no quiso por varias razones: por ser antidemocrtica, por delegar esa funcin a las instituciones corporativas y fuerzas armadas y por tornarse paternalista y elitista cuya expresin se reflej en el fraude y las restricciones electorales.

Con respecto a las ideas de Tulio Halpern Donghi, bsicamente lo que quiso demostrar es que cuando se emprende una revolucin sin saber que va a pasar, probablemente las consecuencias decepcionan a todos los que participan de ella y permite, a su vez, observar que la revolucin puesta en marcha por el General Uriburu no era necesaria.

La finalidad de exponer estas consideraciones previas es simplemente brindarle al lector algunas de las posibles causas que permitieron que la revolucin del 6 de Septiembre de 1930 fuese posible y se convirtiese en una realidad.

CAPTULO I

Diferentes conceptualizaciones del Golpe de Estado de 1930

La asuncin al poder por el General Uriburu como Presidente del Gobierno Provisional en Septiembre de 1930, seal el comienzo de un perodo de diecisiete meses de gobierno de facto. En esa misma poca y posterior a ella, se ofrecieron diferentes descripciones de su gobierno: un rgimen militar, un gobierno civl-militar, una dictadura personalista o una dictadura totalitaria.

Con respecto a esto, Potash, Snchez Sorondo y otros autores describieron al rgimen impuesto por Uriburu como civl-militar fundamentando que la revolucin pudo realizarse porque el pas reclamaba un cambio, lo que se podra interpretar como una sincera exigencia del patriotismo, un cambio que fue logrado por el cuerpo de militares y por el pueblo que acompa al General hasta el triunfo. [3]

Claramente, estos autores, manifestaron la gran popularidad representativa propia de la revolucin, que signific la aceptacin de la revolucin por s misma, obviando otras posibles soluciones legales. Mas an, lo que adquiri esta revolucin, a pesar de las expresiones partidarias caracterstica de la misma, fue una autntica plenipotencia representativa, obtenida por el consenso del pueblo que aplaudi la cada de Hiplito Yrigoyen: La ciudad entera acompa a los cadetes del Colegio Militar y a la Escuela de Comunicaciones, desde San Martn hasta Plaza de Mayo, entre apretadas filas de hombres, mujeres, ancianos y nios que los victoreaban y arrojaban flores a su paso. Irrumpan en la columna revolucionaria, quebrando la rigidez militar al punto de convertirla en una oleada clamorosa. [4]

Bsicamente fue el pueblo el que hizo la revolucin situndose alrededor de los cadetes del Colegio Militar y dems tropas sublevadas, un pueblo que fue escoltado por esas tropas militares, desconociendo lo que tiempo despus sucedera.

Sin embargo, autores como Rouqui, Casan, Crawley definieron a este rgimen como militar puntualizando que la revolucin fue propia de Uriburu apoyado por el cuerpo de cadetes del Colegio Militar, cuyo objetivo del General fue derrocar a su enemigo y tomar el poder para beneficios propios; adems de intentar efectuar reformas institucionales estableciendo un rgimen corporativo y disolviendo los partidos polticos. [5]

No obstante ello y siguiendo las descripciones expuestas por autores como Burchrucker, Friedrich, Storani, se acepta denominar al Golpe de Estado de 1930 como una dictadura teniendo en cuenta de que es una forma de Estado o de gobierno, cuyas caractersticas se pueden identificar: un gobierno no democrtico, no constitucional y establecido por la fuerza o la violencia.[6] De esta manera se puede decir que la dictadura es un gobierno no constitucional en dos sentidos: por un lado, porque infringe el orden constitucional en el momento en el que se hace con el poder y por el otro, porque el dictador ejerce un poder no controlado ni frenado por los lmites constitucionales. Adems, el recurso del uso de la fuerza es una caracterstica sobresaliente de este tipo de sistema, en donde el dictador es el que impone la ley.

De hecho, la dictadura manifest una cierta incapacidad constitutiva para someterse a normas dirigidas a disciplinar la sucesin en el poder y por tal razn, se torn discontinua e intermitente en donde ningn principio preestablecido de sucesin fue considerado como vinculante por sus sucesores, no existiendo, de esta manera, ninguna garanta de continuidad. Esto es importante por dos razones: por un lado, porque caracteriza la nocin de poder personalizado y por el otro, permite caracterizar a la dictadura como fundamentalmente de facto o de hecho.

Asimismo, Carl J Friedrich y Zbiniew K. Brzezinsk establecieron que, por su afinidad al fascismo, la dictadura ejercida por el General Uriburu se la puede caracterizar como totalitaria, teniendo como caracterstica:

Un partido nico de masas, guiado siempre por un hombre, el dictador y formado por una parte relativamente pequea de la sociedad, es decir, un partido organizado jerrquica y oligrquicamente, superior a la burocracia gubernamental o combinado a ella.

Se utiliza un sistema de terror, fsico o psicolgico, a travs del control del partido y de su polica secreta que apoya, pero tambin supervisa al partido en nombre de sus lderes, en donde no slo son objetos los enemigos manifiestos del rgimen, sino tambin sectores de la poblacin caprichosamente seleccionados. Adems, este terror, ya sea ejercido por la polica secreta del partido o por presiones sociales organizadas por l, busca controlar y neutralizar a la sociedad.

Un monopolio tcnicamente establecido y casi completo de poder por el partido y el gobierno que comprende todos los medios de difusin, como la prensa, la radio, etc.

Control central y direccin de toda la economa a travs de la coordinacin burocrtica de organismos corporativos antes independientes. [7]

De igual forma, estos autores especificaron que el fascismo se torn simplemente una forma particular de rgimen de Estado capitalista de excepcin, logrando traspasar a todos los grupos sociales, tanto es as que ricos industriales y terratenientes lo apoyaban por alguna razn y la clase media por otra. Pero en realidad lo que buscaba en estos sectores era el gran denominador comn de la frustracin, el resentimiento y la inseguridad. A pesar de ello, ningn rgimen fascista ha podido existir sin cierta dosis de apoyo del pueblo.

En el caso de Argentina se aduce fuertemente que la depresin econmica fue una de las causas del resurgimiento del fascismo. Adems la desorientacin, la desilusin y confusin resultante de los rpidos cambios en reas tan vitales como el trabajo, la familia, crearon el clima psicolgico y social necesario para su aparicin, cuya finalidad era restaurar en una nacin moderna el espritu del antiguo sistema de vida.

CAPTULO II

Orden, Vigilancia y Represin

El aspecto ms oscuro del perodo de Uriburu fue, sin duda, la represin que descarg sobre muchos habitantes. Durante su gestin se invent y aplic la picana elctrica. Centenares de ciudadanos fueron detenidos, confinados en Ushuaia, despedidos de sus empleos por el nico delito de ser opositores a la dictadura del General. Se exoneraron jueces, se clausuraron diarios y se fusil a muchos habitantes anarquistas, polticos partidarios del radicalismo y a toda persona que hubiese desprestigiado, desvalorizado y/o difamado cualquier volante en contra del General Uriburu. Se realizaron numerosas cesantas de funcionarios y se iniciaron procesos por corrupcin que terminaron sin sentido ya que no se pudo demostrar las culpas que le atribuan al Radicalismo.

Ms all de que el General Uriburu no fue un espritu destacado ni un gran talento poltico, el uso de la mano dura, propia de esta dictadura, se dio porque el mismo pretenda poner orden en el pas. Pero este objetivo poltico no fue solamente una respuesta a la problemtica argentina (un pas en caos y arruinado) sino tambin fue propio de los principios establecidos por el pensamiento uriburista que buscaba la restauracin de la Repblica, la confianza en una Constitucin fuerte y en las leyes vigentes, el orden, la seguridad, entre otras cosas. Es por eso que dentro del conjunto de reformas propuestas por el General Uriburu, la ms destacable fue la de implantar una represin intensa a la oposicin. De esta manera, en la Justicia y en la Administracin se deba eliminar a los cmplices yrigoyenistas, lo mismo para las Universidades, la prensa deba ser disciplinada, etc. Esto demuestra claramente la prctica concreta del gobierno que dio un lugar preponderante a las medidas policiales y de limpieza poltica encomendadas por el General.

Con esto, Uriburu pretenda, no solo mantener el orden y la seguridad en el pas y evitar la anarqua, sino conservar su poder hasta lograr los fines propuestos por la dictadura. Y en realidad buscaba la defensa de la Patria y el orden porque deca que el sistema que l venci haba destrozado al pas en los ltimos tiempos. Por tal razn, el General se aferr al ejrcito, porque el mismo iba a ser el encargado de establecer el orden social que se necesitaba e implantara una jerarqua indispensable que en tiempos anteriores la democracia haba malogrado.

Segn Leopoldo Lugones el pensamiento de Uriburu no puede desvincularse, ni separarse de los primeros aos del Nacionalismo.[8] De hecho, el General era, por un lado, el jefe reconocido de los jvenes nacionalistas y por el otro, el dirigente provisional de una heterognea alianza antiyrigoyenista, cuyo peso mayor estaba compuesto por el sector liberal-conservador. Adems, siguiendo el pensamiento de este autor, el Nacionalismo uriburista, que defenda la jerarqua y el orden social, que luchaba contra el liberalismo, la democracia, el socialismo, el comunismo y el anarquismo, se conceba a s mismo como un fenmeno especficamente argentino y como la expresin nacional de una nueva poca de la historia mundial. En este momento, el mundo era para los argentinos de entonces sinnimo de Europa. Pero esta visin tena sus dificultades, ya que de ninguna manera se quera renunciar al apoyo ideal proporcionado por autores famosos y naciones gloriosas, pero tampoco deseaban los nacionalistas aparecer como meros imitadores de los europeos.[9]

Siguiendo con este anlisis, la historiografa tradicionalista manifest que la dictadura del General Uriburu demostr signos de debilidad en su accin, imprecisiones en su mensaje ideolgico que estaban estrechamente ligadas a los avatares de la heterognea coalicin de las fuerzas que hicieron posible la Revolucin del 6 de Septiembre de 1930, obteniendo como resultado mayores desigualdades sociales, desconfianza y desilusin de la poltica argentina. En cambio, la historiografa contempornea o reciente afirm, desde una dimensin interna, que el uriburismo se autointerpret como una respuesta automticamente argentina a los problemas del pas. No obstante, ambas historiografas describieron al General Uriburu como un hombre dbil, ingenuo, indeciso y carentes de ideas polticas claras. Mas an, autores como Marisa Navarro Gerassi y Miguel Angel Scenna entendieron su fracaso como la consecuencia lgica de su carcter: el se habra cerrado los caminos a s mismos[10] o no habra sabido utilizar la chance que se le ofreca.[11]

No obstante ello y a pesar de las diferentes visiones que las historiografas, o en tal caso los historiadores poseen sobre el General Uriburu, se puede decir, siguiendo el pensamiento de Flix Luna que si alguien hizo una revolucin para beneficios de otros, ese fue el General Jos Flix Uriburu. No fue sino un instrumento de la astucia poltica de los conservadores y sobre todo, de Justo. No logr nada de lo que se haba propuesto. Debi resignarse a dejarse rodear por quienes estaban en las antpodas de sus ideales. El hombre a quin ntimamente admiraba, De la Torre, termin siendo su oponente y de hecho muchos jvenes de ideologa fascista que lo acompaaron en las vsperas de la revolucin fueron derrotados. [12]

A pesar de todo lo sucedido, de las represiones, de la crisis econmica, de las contradicciones y ambigedades del General e inclusive de sus objetivos no logrados, desde luego el que sufri las consecuencias de esta dictadura fue el pas. En efecto, el dao infligido por la revolucin a la sociedad argentina se manifest en dos aspectos. Por una parte, muchos oficiales se resistieron a aceptar la idea de que la actividad poltica partidaria fuese un fenmeno normal y esencial en una sociedad democrtica. Por otra parte, se destruy la confianza de los civiles en las fuerzas armadas como institucin nacional que estaba por encima de la poltica y se difundi un sentimiento de escepticismo acerca de sus objetivos.

CAPTULO III

Efectos del Golpe de Estado en la Sociedad riocuartense

Analizados los acontecimientos anteriormente nombrados a travs de dos peridicos de la ciudad, en el tiempo comprendido desde agosto a diciembre de 1930, se puede establecer la existencia de dos posturas antagnicas con respecto al tema. Por un lado, el diario El Pueblo de corte netamente demcrata-conservador (una de las facciones golpistas), mantuvo posturas absolutamente contrarias al gobierno de Hiplito Yrigoyen, respondiendo a la clase terrateniente del pas y manifestndose en cada titular de nota el claro apoyo concedido desde este matutino al Golpe liderado por el General Uriburu.

En atencin a esto el diario realiz un ataque al Seor Yrigoyen cuestionando no haber respetado la voluntad del pueblo y criticndole que con l se evidenci un desgarramiento en su obra de gobierno, ya que lejos de gobernar con el pueblo y para el pueblo, lo hizo nicamente con su partido y para su partido. Adems expuso que se ha desmoronado un elemento movilizador importante dentro del Radicalismo: que es la figura mstica, o ms especficamente la leyenda viviente de Yrigoyen, es decir, que se haba consumido la imagen de Yrigoyen que entr en leyenda antes del triunfo, un Yrigoyen misterioso, virtuoso, regido por los ms slidos principios, con convicciones fuertes y decisivas y con un nico objetivo: lograr un gobierno paternalista y definir la identidad radical y cuestion este diario la presencia de inocentes que trataban de mantener latente la majestuosidad del mismo. Asimismo public el cambio que realiz Yrigoyen al entrar a la presidencia: es decir, que su idea de renovacin la transform en malversaciones legales y en corrupcin poltica, es por eso, que ste diario denomin nefasto al sistema de gobierno de Hiplito Yrigoyen.

En efecto, el mismo public su conformidad para con la revolucin exponiendo que: Al anochecer, el pueblo, desbordando de entusiasmo, se lanz a la calle victoreando el Ejrcito y al Gral. Uriburu, alma mater de la jornada heroica que marcar nuevos rumbos a la vida institucional del pas. Bendigamos a la Revolucin Libertadora y hagamos votos porque en el acierto de sus actos, la Repblica recobre su normalidad institucional y el pueblo argentino la tranquilidad que haba perdido.[13] En esta cita se puede observar el apoyo de ste diario a la revolucin, tomndola como un suceso inesperado pero deseado, en tanto que con ella se lograra restaurar el pas que se encontraba en ruinas y se alcanzara la regularidad y la normalidad legislativa y plebiscitaria que se necesitaba.

Bsicamente, el diario el Pueblo crey en la revolucin y sostuvo que la cada del gobierno yrigoyenistas fue producto de sus propios delitos ya que desde hacia largo tiempo el pas asista a un proceso de degradacin y derrumbamiento. Es por tal motivo que este diario acept a la revolucin como una salvacin, como un acto de emancipacin permitiendo a la sociedad, sacudida, despertada y devuelta a s misma, recobrar las antiguas virtudes del civismo argentino.

Sin embargo, el otro diario Justicia se ubica en una postura de claro y abierto apoyo al gobierno radical, ya que no est de ms decirlo, su director propietario V.G. Ferreyra era activo afiliado a este partido. Por esta razn este diario exterioriz claramente su devocin para con el Radicalismo, un Radicalismo que en 1916 se manifest slido, organizativo, nacionalista con una fiel idolatra hacia la Patria; un Radicalismo, como lo manifest la doctrina, en donde se comparta una religin cvica, en donde los principios, los mandamientos de la UCR se tornaban obligatorios, en donde ser radical era smbolo de pureza poltica. Adems explic que ese Radicalismo que ellos planteaban no era el mismo que el Seor Yrigoyen manejaba, ya que ste con su personalidad moralista y con su tcnica proselitista lo nico que obtuvo fue un sistema de gobierno adverso.

Con respecto a cmo impacto este hecho en Ro Cuarto, el diario El Pueblo sostuvo que la sociedad riocuartense aplaudi a esta revolucin, la aceptaron como una bendicin en donde con ella se restaurara el orden de la ciudad que en tiempos anteriores se haba perdido, ya que para este diario la revolucin signific un acto de liberacin, de salvacin y de proteccin de la sociedad. En cambio, el diario Justicia, sostuvo que no toda la sociedad riocuartense admiti a esta revolucin como tal, debido a que los civiles afiliados al radicalismo y determinados grupos de personas con afinidad a este partido estaban en contra de esta revolucin, ya que para ellos, la misma, se tornara catastrfica. Vale decir que para el diario Justicia la revolucin signific un quiebre de la continuidad constitucional, un movimiento infame, apoltico, en donde se acceda al poder ilegtimamente, generando as un retroceso en el pas. Sin duda esta concepcin propuesta por el diario Justicia es muy propia y coherente con relacin a su postura ideolgica. Como se ha expuesto dicho diario mantuvo desde un inicio un gran apoyo y fidelidad al Radicalismo.

Diferentes medidas para mantener el orden

Igualmente, ambos diarios, expusieron que lo primero que se trat de hacer en Ro Cuarto fue dictar medidas oportunas referentes al mantenimiento estricto del orden y la tranquilidad pblica. En efecto, llegado al da 8 de Septiembre y por orden del General Uriburu, el Teniente Coronel Podest fue designado Jefe Poltico del Departamento de Ro Cuarto y obtuvo a su cargo la jefatura de la polica. En ese mismo da realiz una proclama a la sociedad riocuartense, con el fin de calmar las expectativas pblicas, estableciendo el firme propsito de salvaguardar el orden, la tranquilidad, la vida y la hacienda de todos y de cada uno de los habitantes de este departamento y llevar hasta el pueblo y su culta sociedad, la conviccin de que sern respetados estrictamente los derechos y garantas que consagra la Constitucin Nacional. Advierte en tal concepto, que no deben ni pueden mirarse con recelo los movimientos de tropas ni las consignas militares, que para el mejor cumplimiento de su misin se vea precisado a disponer. [14]

Para que esto funcionara el Teniente Coronel Podest utiliz el principio de autoridad regido por la mano firme y consistente de su misin. Adems no slo mejor la administracin en la polica, sino tambin increment el nmero de oficiales en las calles, se dispuso de servicios de patrullas durante las noches generando as una expansin de la vigilancia por todos los lugares de esta ciudad. De esta manera se logr que la ciudad quedara estrictamente vigilada y controlada.

La impresin dominante en la ciudad por todos estos cambios en la organizacin y eficiencia de la polica fue satisfactoria y favorable. De hecho todos estaban contentos en reconocer al Seor Teniente Coronel Podest los dotes del carcter, ilustracin y cultura requeridas para desempear con patriotismo y eficacia las funciones delegadas bajo su responsabilidad. Adems, en el corto lapso de tiempo que este militar llev radicado en la ciudad, tuvo la virtud de captarse todos los afectos y simpatas de la sociedad por su brillante comportamiento como soldado y su accin en beneficio de los pobres. A su vez, los oficiales y jefes polticos que lo secundaron con carcter ad honorem constituy una prenda de honor, en garanta de una administracin honorable y de una polica correcta y ejemplar.

De igual forma, ambos diarios sealaban que fue un gobierno que planteo muchas prohibiciones al pueblo y a la prensa argentina. (...) con la amabilidad y gentileza que le son caractersticos, el Tte. Coronel Podest informa que haba quedado instalado la censura para las informaciones de la prensa, con el fin de evitar intiles y falsas alarmas; por cuyo motivo, todas las noticias que los diarios reciban, referentes a acontecimientos del momento, ante su publicidad, debern ser consultadas a la jefatura..[15]

En ese momento, la prensa argentina, anunciaba impunemente lo que el 6 de Septiembre sucedera, por tal razn el gobierno atin a adoptar las medidas preventivas necesarias para no alarmar al pueblo y generar falsas expectativas. Mas an, todas las medidas que le impusieron a los medios de comunicacin el gobierno no las tom como censura (en el sentido ms extremo de la palabra), sino que las justific diciendo que era lo mejor para mantener la tranquilidad y el orden en la sociedad. Pero en realidad los diarios no generaron falsas expectativas porque lo que ellos anunciaban, de una u otra manera, se hizo realidad el 6 de Septiembre.

Sin embargo, en la cita expuesta se refleja una vez ms la postura del diario el Pueblo que desde un inicio apoy y justific a la dictadura aceptndola como la nica solucin viable a los problemas de la Argentina, un diario que desde el principio no cuestion ni rechaz las medidas impuestas por el General a la sociedad riocuartense, ni mucho menos cuestion las decisiones tomadas por el Teniente Coronel Podest hacia la prensa. De hecho, dicho diario era un fiel admirador de Podest, que desde su asuncin al cargo de jefe de la polica, no hizo ms que recibir el apoyo y la admiracin de este diario.

Asimismo, los diarios expusieron que se mantuvo en la ciudad de Ro Cuarto un estricto control de la delincuencia, estableciendo la pena mxima aquellos que incurran en el delito del desorden, del caos, en el delito de la embriaguez, la prostitucin, la portacin de armas en la va pblica, el transitar en vehculos sin los papeles correspondientes, en el uso incorrecto de la informacin, asaltos, juegos clandestinos, etc.; pero a la vez, se gener un aumento de la lujuria y los vicios. Con respecto a esto, ambos diarios, informaron sobre una serie de allanamientos en determinados conventillos de la ciudad, en donde efectivamente las mujeres ejercan la prostitucin clandestinamente y con ello un excesivo uso en la consumicin de bebidas alcohlicas.

Adems, otro aspecto distintivo de esta dictadura con relacin a la bsqueda del control fue, sin duda, la ley Marcial impuesta por el General. Esta ley estableca y prescriba las formalidades que deban regir en la nacin, provincia o localidad cuando una de estas entidades era declarada en estado excepcional o de guerra. Pero esto no signific definir ley Marcial con Estado de sitio. En el caso de la ley se poda regir estando o no suspendidas las garantas constitucionales. En cambio, durante el Estado de sitio, el poder ejecutivo slo tena las facultades que estaban determinadas en el artculo de la Constitucin, es decir, represent una suspensin temporaria de las garantas individuales que la Constitucin garantizaba, pero tena sus propias restricciones. Las personas detenidas durante el Estado de sitio podan ser trasladadas a cualquier lugar del territorio nacional o brindarles la posibilidad de marchar al exilio. Sin embargo, la vigencia de la ley Marcial, que no estaba reglamentada por ninguna disposicin en el pas, signific el estado de guerra, es decir, que el mantenimiento del orden pblico pas del poder civil a las autoridades militares, quienes regulaban su conducta, no de acuerdo con las leyes ordinarias, sino por los bandos que dictaba el supremo comando.

Con esta ley se impuso la pena de muerte, sin forma de proceso, a los que fuesen sorprendidos in fraganti, a los que cometiesen un delito contra la seguridad y bienes de los habitantes o aquellos que atentaran contra los servicios y seguridad pblica e igual castigo a los que fuesen sorprendidos en posesin de armas. No obstante ello, para las autoridades militares encargada por las circunstancias de la conservacin del orden, nada signific que se hubiese abolido de las leyes la pena capital.

Sea como fuere, ni la deportacin de trabajadores ni la aplicacin de tcnicas inquisitoriales promovieron la armona y la unidad entre los argentinos, un objetivo que el gobierno se haba comprometido a promover. De hecho, el rgimen de Uriburu aplic procedimientos dictatoriales no slo en la esfera de las libertades civiles. Su decisin de eliminar los cargos pblicos a los hombres que se haban mostrado activo en el partido Radical lo indujo a invadir la esfera judicial y a ordenar la suspensin de jueces que, de acuerdo a las leyes, slo podan ser removidos mediante juicios polticos.

Tambin, otra de las caractersticas de este momento fue el incremento de la mendicidad. En tal sentido, ambos diarios sealaron que: (...) el arte de la mendicidad (pues, a tal extremo llega su ejercicio) constituye un filn seguro y lucrativo, donde la sensiblera popular paga su tributo, que redunda en beneficio de la gente viciosa y holgazana que, simulando el dolor y preando el ambiente de amarguras, llegan hasta el bolsillo ajeno y arrancan los prdigos centavos que la mayora obtiene con el esfuerzo digno.[16]

Esto muestra que el aumento de la mendicidad no se dio, claro est, por una demostracin de la miseria fsica, sino que se gener como un facilismo lucrativo y fructfero, en donde el gobierno deba encargarse de exterminarlos, ya que esta se estaba convirtiendo en una verdadera plaga que acosaba a la sociedad constantemente, simulando un estado de pobreza y dolor muy intensos y hasta ridculos. Pero en realidad, la mendicidad no fue sinnimo de delincuencia, por lo tanto la opinin del gobierno con respecto a esto fue slo para aquellos delincuentes que se aprovecharon de esta situacin utilizndola para beneficios propios. De hecho la mendicidad, como expusieron los diarios implcitamente, fue controlada y cuidada por el gobierno y por la sociedad tan solidaria como la de Ro Cuarto.

Del mismo modo se desvalorizaron las instituciones representativas del pueblo como es el caso del municipio, fundamentando terminar con la inercia y la corrupcin administrativa, la ausencia de justicia y el despilfarro en materia econmica y financiera. Segn los diarios, las instituciones representativas de la sociedad, al mando de polticos yrigoyenistas lo nico que generaron fue fraude, atropello, abuso de las contribuciones pblicas y hasta un favoritismo como sistema burocrtico. Por tal razn, lo primero que hizo el gobierno fue intervenir el municipio y otras instituciones, precisamente para terminar no slo con esta situacin de deshonra, sino tambin para acabar con los polticos seguidores y partidarios del yrigoyenismo. Y para ello el gobierno utiliz la polica militar como fuerza reguladora, cuya funcin fue tutelar, orientar y hasta iluminar el noble desenvolvimiento de la sociedad riocuartense. Tal es el caso, que tanto para el General Uriburu como para el Teniente Coronel Podest la polica militar, o en tal caso el Ejrcito, constituy una vital necesidad para nuestra sociedad y para nuestro pas, ya que ste se torn un baluarte de la seguridad exterior y garanta del orden interno, adems de fortalecer en la juventud el concepto de patria y la unin nacional.

Con referencia a esto, el diario el Pueblo con su postura conservadora favoreciente a los acontecimientos, justific la funcin del Ejrcito en dicha situacin. El mismo sostuvo que el Ejrcito, como parte integrante de la nacin no poda permanecer indiferente ante tal estado de cosas y que los hombres que lo constituyeron eran revolucionarios en su espritu y estaban dispuestos a seguir al hombre, que por sus antecedentes de propiedad, de justicia, de capacidad profesional y de carcter, supiera interpretar el verdadero sentir de la nacin, para encauzar, correlacionar y dirigir este movimiento espiritual que estall al fin en el Ejrcito y que fue ampliamente compartido y aplaudido por la nacin entera.

En cuanto al mbito educativo y la administracin de la enseanza, durante la presidencia del Seor Hiplito Yrigoyen, no se salv de la corrupcin, de la sumisin que invadi durante largos aos las numerosas dependencias del poder pblico. A tal punto se abus de este abyecto sistema que la figura de Yrigoyen asumi ante los nios en las escuelas primarias las proyecciones de un hroe. Claro est, que las distinciones de su personalidad respondan a las influencias del momento.

Ambos diarios tomaron esta actitud como un error, pero ms indigno y traidor result denigrar y empequeecer la personalidad de Yrigoyen realizada por un movimiento de opinin opuesto al gobierno, logrando as desplazarlo de su alto cargo y colocndolo en la imposibilidad de ensayar algn tipo de defensa.

De hecho, antes de la revolucin, en las escuelas se mantuvo una gran exaltacin poltica del presidente, que de alguna manera afect la moralidad educacional. Pero cuando sucedi la revolucin, esta situacin se torn una advertencia para apartar de las escuelas esos factores de perturbacin moral y de miseria cvica. Por tal razn el General Uriburu intervino en la Universidad y en las diferentes instituciones educativas del pas e inici una etapa de persecucin poltica contra los profesores democrticos y los militares estudiantiles reformistas. Un ejemplo de ello fue cuando el General dio la orden de clausurar muchas de las escuelas permitiendo que otras quedaran en mano de una oligarqua profesional conservadoras.

Finalmente en el mbito cultural, ambos diarios revelaron que la revolucin no lo afect, que no se impuso ningn tipo de censura ni prohibiciones, que se sigui presentando obras, homenajes, manifestaciones culturales como en tiempos anteriores.

Reflexiones Finales

Durante un ao y medio que dur el Golpe de Estado liderado por el General Uriburu, los problemas econmicos y sociales aumentaron de manera alarmante en nuestro pas, creci la desocupacin, los delitos y por primera vez se vieron villas miserias en distintas ciudades. Adems se intent reformar la estructura del Estado, sin conseguirlo; las conquistas de la reforma universitaria obtenidas con el gobierno de Hiplito Yrigoyen fueron abolidas y se gener en las universidades la ms cruel reaccin promovida por la oligarqua profesoral que se corresponda a manejar el pas. Asimismo, con la llegada de la revolucin, se dio una nueva poca poltica dando cierre de otra: la era de la democracia que, aunque imperfecta, signific un tramo ms en el progreso constitucional.

En ese momento quedaba completamente clausurado el ciclo protagonizado por el Seor Hiplito Yrigoyen que, a pesar de sus errores y defectos, haba querido lograr la afirmacin de un sistema poltico ms amplio e igualitario, un equilibrio social ms justo y acentuar la identidad nacional; pero con la dictadura del General se dieron tiempos difciles, aunque las personas que lo aclamaron no pudieron saberlo. Vale decir que la leccin era clara, pero no se aprendi en el momento: un poder ilegtimo siempre es un retroceso.

En cuanto a la crisis, su aparicin, inesperada y brutal, borr de un momento a otro el optimismo y la fe en el futuro que hasta entonces formaba parte del espritu nacional dejando una marca inolvidable de miseria y desesperanza en la memoria colectiva de todos los argentinos.

Finalmente, se puede advertir, con todas las acciones y hechos mencionados anteriormente en todo este trabajo, la necesidad del General Uriburu en mantener el orden en todo el pas. En tal sentido, se puede decir que en el plano nacional, el papel del Estado era proporcionar un marco de ley y orden en el que su poblacin pudiera vivir de manera segura y administrar todos los aspectos que consideraba de su responsabilidad y obviamente el gobierno de la poca no estaba capacitado para cumplir con esas funciones, pero a pesar de ello, stos se apropiaron del poder, porque vinieron a poner orden en la nacin, ya sea por que eran los mas capacitado o simplemente porque fue lo que estaba pidiendo el pas; orden, seguridad, organizacin, autoridad.

A partir de ese momento, la responsabilidad asumida impuso al ejercicio severo la autoridad para erradicar definitivamente los vicios que afectaban al pas. Por ello, a la par que se continuaran combatiendo sin tregua a la delincuencia y se desterraran toda demagogia, no se toleraba la corrupcin ni la venalidad bajo ninguna forma o circunstancia, ni tampoco cualquier transgresin a la ley u oposicin. Dems est decir que la sociedad estaba exigiendo un gobernante con autoridad que pudiese organizar, tomar decisiones y hacerlas valer, para poder ver as los efectos o resultados rpidamente. Es por eso que la polica militar fue la encargada de monopolizar la fuerza fsica en el territorio para garantizar el orden que se estaba buscando.

En el caso de la sociedad riocuartense buscaba orden y seguridad porque tanto la crisis econmica como la propia situacin poltica de ese momento haban causado una desestructuracin en la misma, una prdida de confianza y de intereses propios de las clases sociales de la sociedad con un poder adquisitivo importante. Por tal razn se torn indispensable aferrarse a la dictadura, porque en ltima instancia ella era la nica que poda mantener el orden en la ciudad. Adems en la sociedad de Ri Cuarto todos aquellos factores que perturbaban el orden era necesario acabarlos o excluirlos ya que stos daban una mala impresin de la misma.

Por ltimo, aludiendo al anlisis de los diarios de la ciudad, se expuso claramente las posturas de ambos diarios por lo tanto lo vertido en los mismos denot una cierta subjetividad para con el tema analizado. No obstante, tanto el diario Justicia como El Pueblo, a pesar de que cuestionaban y criticaban a los lderes polticos puestos en escena como el General Uriburu y el Seor Hiplito Yrigoyen, sostuvieron ciertas opiniones coincidentes, en comn para con el hecho tratado.

Notas de Referencias

Revista el Arepago: La moraleja de la revolucin de 1930. Reflexiones de Tulio Halpern Donghi. Jueves, 16 de Octubre de 2003, Nmero 1. Pg. 5

2 ANSALDI, W: Reflexiones Histricas sobre la debilidad de la democracia Argentina 1880-1930. Ed. Biblios. Bs. As. 1982. Pg. 52

3 Potash, R: El ejrcito y la poltica en la Argentina (I) 1928 1945. De Yrigoyen a Pern. Ed. Hispanoamrica. Bs. As. 1985. Pg. 54

4 Pinedo, Bag, Snchez Sorondo y otros: La crisis del treinta II Testimonios. Centro Editor de Amrica Latina S. A. Bs. As. 1983. Pg. 33

5 Rouquie, A: Poder militar y sociedad poltica en Argentina. Tomo I. Ed. EMC. Bs. As. 1981

6 Buchrucker, C: Nacionalismo y Peronismo. La Argentina en la crisis mundial (1927-1955). Ed Sudamericana. Bs. As. 1999

7 FRIEDRICH, CARL y Otros: Dictadura Totalitaria y Autocracia. Centro Editor de Amrica Latina. Bs. As. 1965. Pp. 89; 90

8 LUGONES, L: La Patria Fuerte. Centro Editor de Amrica Latina. Bs. As. 1930. Pg. 40

9 LUGONES, L. Op. Cit. Pg. 48

10 Gerassi, N. M: Los Nacionalistas. Centro Editor de Amrica Latina. Bs. As. 1969. Pg. 12

11 Scenna, M. A: Los Militares. Centro Editor de Amrica Latina. Bs. As. 1975. Pg. 45

12 LUNA, F: Historia de la Argentina. Ed. Hispamrica. Bs. As. 1930. Pg. 32

13 Diario el Pueblo: Jornadas de heroicidad, de civismo, de gloria y de liberacin. Domingo 7 de Septiembre de 1930. Ao XIX N 5872.

14 Diario Justicia: Revolucin triunfante en todo el pas. Lunes 8 de Septiembre de 1930. Ao X N 2904.

15 Diario El Pueblo: La Autoridad Militar. Mircoles 10 de Septiembre de 1930. Ao XIX N 5898.

16 Diario Justicia: La Mendicidad. 17 de Septiembre de 1930. Ao X N 2912.

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Referencia de autor/a

Prof. Romina Soledad Bada [email protected]* Profesora de Historia. Adscripta a la ctedra Historia Americana Actual. Dpto. de Historia. Universidad Nacional de Ro Cuarto. (Cba.).

Argentina. Crdoba. Rio Cuarto. 4 de febrero de 2008.

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