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L a rotunda afirmación de Ar- thur Rimbaud de que los li- bros de poesía deberían trans- formar la vida de sus lectores se cumplió con todas sus con- secuencias cuando Jean Paul Ecker- mann con apenas 30 años leyó a J. W. Goethe (1749-1832). Entonces todo se transformó para él y asumió un destino que antes de leer al Consejero Áulico nunca habría tomado en consideración. “Era como si no hubiera empezado a des- pertar y a adquirir verdadera concien- cia hasta este momento. (En los libros de Goethe) encontré el corazón humano con todos sus afanes, su felicidad y su su- frimiento; hallé una naturaleza alema- na que era como un día luminoso, una realidad pura a la luz de una suave trans- formación”. ¿Qué puede hacer un sujeto que im- previsiblemente y de la mano de un des- conocido ha adquirido conciencia de si, y conciencia de todo? Pues ir en pos de él para constatar que es una persona hu- mana la responsable de aquella transfor- mación que le ha permitido conocer el fundamento del mundo y de las almas de los hombres. Sin temor a ser defrau- dado por el autor de sus nuevos días, el joven lector marcha a pie desde Göt- tingen hasta Weimar para contemplar de cerca al “gran egoísta” y aprender a ver más lejos desde su proximidad. Goe- the no le defrauda, su persona le despeja incógnitas que la letra impresa no podía desvelar: percibir la unidad y la íntima armonía que puede establecerse entre la infinita diversidad de las apariencias que puede llegar a adquirir una perso- na. Pero es la persona pública la que ha- bla: el escritor, el científico, el ciudada- no, el dramaturgo, el poeta o el viajero; nada se nos muestra, sin embargo, de la intimidad interior o de las contingen- cias de la vida diaria. Impasible frente a la muerte de sus amigos, de sus familia- res o sus amantes, Goethe es sobre todo fiel a la imagen aúlica que tanto tiempo y tanto esfuerzo le ha costado construir. Durante nueve años, de 1823 a 1832, J. P. Eckermann atendió, asistió, incordió a Goethe y mantuvo una intensa afini- dad que beneficiaría a ambos. Goethe po- día exponer sus ideas, matizar otras pa- ra deshacer los malos entendidos que su obra siempre generó, opinar sobre per- sonas e instituciones y exponer lo que le comprometía sin tener que recurrir a la escritura que imponía una exigencia que a su edad, 75 años, no estaba dispues- to a realizar. Eckermann, por su parte, convivía con la persona que le había des- cubierto el mundo y a si mismo y junto a su agradecimiento esperaba extender el saber y realizar el único objetivo de su existencia: dejar constancia por escrito de la magnitud ciclópea que puede ad- quirir un ser humano. Nada escapó a la perspicacia de Eckermann y como ama- nuense apuntó y redactó todo lo que de- cía su maestro, ensartaba sus ideas co- mo las cuentas de un collar que se suce- dieran implacablemente y ofrecía de Goethe el perfil más auténtico y fiel de lo que era un humanista. Desde aquel día de junio de 1823 Eckermann vivió ex- clusivamente para ordenar las infinitas conversaciones con Goethe en las que trabajó hasta quince años después de su muerte. Aquí, Goethe aparece prudente y osa- do, anacrónico y reformador, generoso y egoísta, rencoroso e indulgente, y se nos ofrece en la lenta construcción de un personaje que también fascina al lec- tor por esa ideal e imposible síntesis de sentido común y de idealismo, de racio- nalidad y de imprudencia, de posición crítica y de acendrado entusiasmo por las cosas del mundo. Los múltiples inte- A la luz de Goethe En las ‘Conversaciones’ recientemente editadas en castellano en una nueva traducción, se encuentra, compilado por J. P. Eckermann, buena parte del pensamiento de una de las mentes más lúcidas de la Europa moderna ANTONI MARÍ 01

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La rotunda afirmación de Ar-thur Rimbaud de que los li-bros de poesía deberían trans-formar la vida de sus lectoresse cumplió con todas sus con-

secuencias cuando Jean Paul Ecker-mann con apenas 30 años leyó a J. W.Goethe (1749-1832). Entonces todo setransformó para él y asumió un destinoque antes de leer al Consejero Áuliconunca habría tomado en consideración.“Era como si no hubiera empezado a des-pertar y a adquirir verdadera concien-cia hasta este momento. (En los librosde Goethe) encontré el corazón humanocon todos sus afanes, su felicidad y su su-frimiento; hallé una naturaleza alema-na que era como un día luminoso, unarealidad pura a la luz de una suave trans-formación”.

¿Qué puede hacer un sujeto que im-previsiblemente y de la mano de un des-conocido ha adquirido conciencia de si,y conciencia de todo? Pues ir en pos de élpara constatar que es una persona hu-mana la responsable de aquella transfor-mación que le ha permitido conocer elfundamento del mundo y de las almasde los hombres. Sin temor a ser defrau-dado por el autor de sus nuevos días, eljoven lector marcha a pie desde Göt-tingen hasta Weimar para contemplarde cerca al “gran egoísta” y aprender aver más lejos desde su proximidad. Goe-the no le defrauda, su persona le despejaincógnitas que la letra impresa no podíadesvelar: percibir la unidad y la íntimaarmonía que puede establecerse entre lainfinita diversidad de las aparienciasque puede llegar a adquirir una perso-na. Pero es la persona pública la que ha-bla: el escritor, el científico, el ciudada-no, el dramaturgo, el poeta o el viajero;nada se nos muestra, sin embargo, de laintimidad interior o de las contingen-cias de la vida diaria. Impasible frente ala muerte de sus amigos, de sus familia-res o sus amantes, Goethe es sobre todofiel a la imagen aúlica que tanto tiempoy tanto esfuerzo le ha costado construir.

Durante nueve años, de 1823 a 1832, J.P. Eckermann atendió, asistió, incordióa Goethe y mantuvo una intensa afini-dad que beneficiaría a ambos. Goethe po-día exponer sus ideas, matizar otras pa-ra deshacer los malos entendidos que suobra siempre generó, opinar sobre per-sonas e instituciones y exponer lo que lecomprometía sin tener que recurrir a laescritura que imponía una exigenciaque a su edad, 75 años, no estaba dispues-to a realizar. Eckermann, por su parte,convivía con la persona que le había des-cubierto el mundo y a si mismo y junto asu agradecimiento esperaba extender elsaber y realizar el único objetivo de suexistencia: dejar constancia por escritode la magnitud ciclópea que puede ad-quirir un ser humano. Nada escapó a laperspicacia de Eckermann y como ama-nuense apuntó y redactó todo lo que de-cía su maestro, ensartaba sus ideas co-mo las cuentas de un collar que se suce-dieran implacablemente y ofrecía deGoethe el perfil más auténtico y fiel delo que era un humanista. Desde aqueldía de junio de 1823 Eckermann vivió ex-clusivamente para ordenar las infinitasconversaciones con Goethe en las quetrabajó hasta quince años después de sumuerte.

Aquí, Goethe aparece prudente y osa-do, anacrónico y reformador, generosoy egoísta, rencoroso e indulgente, y senos ofrece en la lenta construcción deun personaje que también fascina al lec-tor por esa ideal e imposible síntesis desentido común y de idealismo, de racio-nalidad y de imprudencia, de posicióncrítica y de acendrado entusiasmo porlas cosas del mundo. Los múltiples inte-

A la luzde GoetheEn las ‘Conversaciones’ recientementeeditadas en castellano en una nuevatraducción, se encuentra, compilado porJ. P. Eckermann, buena parte delpensamiento de una de las mentes máslúcidas de la Europa moderna

ANTONI MARÍ

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reses intelectuales confluyen aquí enuna unidad de sentido. Sus ideas políti-cas, sus convicciones ideológicas, susconsideraciones sobre los escritores mo-dernos y los antiguos, sus investigacio-nes científicas, sus descubrimientos na-turalistas, sus ideas sobre el arte y la na-turaleza, son cuestiones que a pesar deque a menudo entran en contradicciónsurgen de la necesidad primera de com-prenderse a si mismo y de penetrar ensu relación con todo.

“Todas mis obras son fragmentos de

una confesión general” y las Conversa-ciones son una confesión donde se mues-tran sus quebrantos y sus pocas alegríasy donde la memoria, azuzada por la inci-dencia de Eckermann, se despliega re-construyendo un pasado idealizadomientras una oscura nostalgia se cuelaentre las afirmaciones más intrépidas,las aseveraciones más audaces y los re-cuerdos. Napoleón, Shakespeare, Schi-ller, Byron, Diderot, Calderón, el duquede Welligton, Voltaire son algunos delos imaginarios que Goethe solía tomarcomo referencia y modelo. Cada uno deellos le revelaba lo que le faltaba a él: au-dacia, sabiduría, armonía, temperamen-to, sentido del humor, trascendencia e

inteligencia. Y a pesar de que poseía es-tas virtudes, el viejo maestro de Weimarno supo, o no pudo, sintetizarlas en unyo que le procurase la felicidad; al me-nos la instantánea felicidad de recono-cerlas en una totalidad armónica.

Las Conversaciones son el testimoniodel drama de Goethe y de cualquier ciu-dadano moderno: el de la imposibilidadde unificar la oposición más contraria,la que se manifiesta entre el Espíritu yla Naturaleza, entre el orden y el caos,yo y el mundo. Su aspiración fue tras-cender toda contrariedad para accedera una unidad en la que él se confundíacon todo, pero cuanto más se afanaba enello surgían nuevas contradiccionesque le impedían alcanzar la cima del re-poso. Es posible que como decía Nietzs-che las Conversaciones sea el libro másimportante del siglo XIX, sobre todo por-que Nietzsche se reconocía en esa luchaimplacable y necia de llegar a situarsemás allá del bien y del mal. A Goethe po-día aplicarse lo que él dijo de Napoleón.“Es un ejemplo de lo peligroso que es ele-varse en lo absoluto y sacrificarlo todo ala realización de una idea.”

La edición española de Acantilado esen todos sus aspectos idónea e inédita yviene acompañada de ilustraciones, glo-sario e índice onomástico. Todo favore-ce a una lectura parsimoniosa y apasio-nada. Debe celebrarse como un aconteci-miento para los que han osado acercar-se al Consejero Áulico sin temer que susalas ardieran por el calor y la luz quedesprenden su inteligencia, su soberbiay su voluntad. |

JOSÉ LUIS GIMÉNEZ-FRONTÍNCreo prudente manifestar de entradapor qué, sin ser germanista ni leer ale-mán, me arriesgo a esbozar un comen-tario a un texto de obligada referenciapara los estudiosos de la cultura alema-na de las primeras décadas del siglo XIXy, por supuesto y sobre todo, para los de-votos de Goethe. Quiero decir que heabordado la lectura del exhaustivo tes-timonio del secretario y editor deGoethe, el ornitólogo y escritor J. P. Ec-kermann, con un par de interrogantesdiría que de cierto interés, pero un tantocolaterales a su documento, en la es-peranza de encontrar en éste algunasrespuestas. En primer lugar, por quéhoy ya no se edita tanto a Goethe, un he-cho sintomático que, de hacer caso a Ha-rold Bloom (sin entrar a considerar aho-ra su limitada sintonía con el genio fun-dador de la poesía moderna alemana),afecta también al universo lector y edito-rial anglosajón, aunque no por supuestoal alemán, donde tengo entendido que laobra lírica de Goethe es objeto de reedi-

ciones constantes. Y también en qué me-dida la luz goethiana, por más que le ha-yamos dado la espalda, sigue alum-brando no ya los rasgos más profundosdel alma ilustrada sino incluso algunasparcelas de nuestra realidad más his-tórica, dos siglos después de la difusiónde su obra.

Intentar una respuesta a estas pre-guntas a partir del texto de Eckermannsupone ante todo su comentario, y muyespecialmente su contextualizaciónaquí y ahora a partir de la presente edi-ción. Imaginemos, pues, que Cervanteso Shakespeare hubieran sido agracia-dos con rentas y sinecuras y hubieran

disfrutado de una acomodada economíafamiliar hasta el extremo de disponer dearchivero, secretario o biógrafo que noshubieran legado claridad sobre sus oscu-ros episodios biográficos. Comparativa-mente y salvando todas las distancias deregistro cultural, ya sólo por ello el testi-monio de Eckermann sobre Goethe re-sultaría inexcusable para los estudio-sos. A veces por lo que dice sin lógica-mente poder imaginar qué lectura darála posteridad a lo que dice, e incluso a loque no dice, (el lector, por ejemplo, debeinterpretar a su cargo las razones de lafalta de autorización de Goethe para lapublicación de las primeras seccionesde estas Conversaciones con las que Ec-

kerman pensaba iniciar su carrera lite-raria).

Testimonio inexcusable, decía, inclu-so apasionante en numerosísimos pasa-jes que se enriquecen además con la dis-tanciada lectura en clave de nuestrotiempo, pero sin llamar a engaño al lec-tor: parece como mínimo aventuradoque el editor califique Conversacionescon Goethe como “obra cumbre de la lite-ratura universal”, habrá que suponerque arrastrado por el juicio de Nietzs-che quien, cuando entraba en vena pole-mista y se ponía estupendo, era capaz dedemostrar que el más excelso composi-tor contemporáneo suyo era Bizet y, porencima de Bizet, un autor de zarzuelascuyo nombre en este momento sincera-mente no recuerdo. Ahora bien, lo me-jor del exhaustivo diario de Eckermannno es sólo su misma intención, tan con-temporánea nuestra, de abordar un re-gistro biográfico, y de hacerlo a partirde una ilimitada memoria oral absoluta-mente desaparecida de nuestro ámbitogenético-cultural, sino también su capa-

cidad para detectar y afrontar las a ve-ces contradictorias opiniones del maes-tro al que, con una sensibilidad realmen-te avanzada, presenta como una perso-nalidad de múltiples facetas, aunque sinlógicamente llegar a asumir la idea mis-ma de fragmentación. El texto ademásrezuma de buenos sentimientos, porquees más que evidente que Eckermann erauna buena persona en el buen sentidode la palabra bueno, un tanto incapaz dedetectar abusos, desdenes ni malicia. Dehecho, su texto hoy se resiente cuando,acaso por ingenuidad con respecto a símismo o a Goethe y más allá de la obliga-da cortesía de su tiempo, rebosa de apos-

tillas del tipo “Cuánta razón tiene usted,amigo mío” o “Qué observación más ati-nada la suya”, con las que el poeta res-ponde a las prolijas parrafadas de su se-cretario, apostillas autolaudatorias quecuriosamente disminuyen notablemen-te en número en la tercera parte de laobra redactada tras la muerte de Goetheen Weimar en 1832. De hecho, es la parteen la que más enjundiosas observacio-nes de Goethe nos ha legado Eckermann(con la asistencia esporádica de Soret) yen la que más inspirada aparece la voz yla reflexión goethiana evocadas por Ec-kermann.

De la edición sólo cabe reconocer suextraordinario esfuerzo editorial, y el

“(Byron) es un gran talento,un talento innato, y nuncahe visto en nadie una fuerzapoética mayor que la suya.(...) Sin embargo,Shakespeare lo sobrepasa(...) por eso no habla muchode Shakespeare.”(pag. 174)

“El talento de Schillerestaba hecho para el teatro.(...) Con todo, no deja deser sorprendente que,desde ‘Los bandidos’,prendiera en él ciertosentido del horror que senegó a abandonar.”(pag. 168)

“En general a los alemanesles perjudica laespeculación filosófica (...)que muchas veces procuraa su estilo un aire carentede sensualidad,incomprensible, inflado ytendente a dar vueltas sobresí mismo.” (pag. 128)

“Especular sobre lainmortalidad es bueno paralas clases distinguidas y,sobre todo, para las mujeresque no tienen otra cosa quehacer.” (pag. 108)

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Un texto de referencia

Memoria delalma ilustrada

J. P. EckermannConversacio-nes con Goetheen los últimosaños de su vidaEdición y traducciónde Rosa Sala Rose

ACANTILADO1004 PÁGINAS46 EUROS

El testimonio de Eckermann sobre Goetheresulta inexcusable para los estudiosos, a vecespor lo que dice, pero incluso por lo que no dice

Si la memoria oral deEckermann era lo fiel yprodigiosa que todohace suponer que era,éstas serían palabras deGoethe, en versión deRosa Sala Rose(selección deJ. L. Giménez-Frontín):

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En las ‘Conversaciones’,Goethe es prudente yosado, anacrónicoy reformador,generoso y egoísta

01 Fotografía dela casa de Goetheen Weimar.Fototeca de laStiftungWeimarerKlassik undKunstammlungen

02 Goetheretratado porJoseph Karl Stieler(1828)

Apuntesgoethianos

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MARTÍ DOMÍNGUEZEugeni D'Ors escribe en La vall de Josa-fat: “Voldríem parlar com Demòstenes,escriure com Boccaccio, pintar com Leo-nardo, saber com Leibniz, tenir, com Na-poleó, un ample imperi, o un jardí botà-nic, com Ruelbeck… Voldríem ésserGoethe”. Querríamos ser Goethe, es de-cir, querríamos ser aquello que Napo-león exclamó, cuando lo recibió en Er-furt: “¡He aquí un hombre!”. No un hom-bre en el sentido viril y guerrero, sinoun hombre como sublime triunfo del co-nocimiento y la educación. Porque Goe-the no sólo fue grandísimo escritor, sinoque al mismo tiempo representó la exce-lencia social, encarnó como nadie elamor a la cultura y a la buena sociedad.

En este sentido, las Conversacionescon Goethe de Eckermann (del fiel Ec-kart, como lo llamaba el autor del Wer-ther), es un libro muy bello. Y no sóloporque aquel joven poeta que se dirigeal genio consagrado transcribe las ideasgoethianas con acierto y cariño, sinoporque desde su candoroso entusiasmo

consigue humanizar al olímpico y algoacartonado Goethe. Si Boswell fijó parasiempre a Samuel Johnson, Eckermannconsiguió inmortalizar al más inmortalde los hombres, y lo hizo en su monu-mental y poliédrica dispersión intelec-tual. Hay pocos libros tan ricos, en losque los temas sean tan variados y dondese combinen con tanta facilidad literatu-ra, arte, música y ciencia. Todo interesaal hombre Goethe, porque todo le ayudaa entender el mundo y a los hombres. Ypor eso estas Conversaciones son una es-

pecie de summa mundi, un inventariode las tendencias científicas, artísticas yliterarias de principios del siglo XIX.

Como escribe Sainte-Beuve, en unode sus lundis, Goethe fue el último epígo-no del siglo de las luces, que quiso corre-gir a Newton, igualar a Voltaire y destro-nar a Shakespeare. Quizá no consiguióplenamente ninguno de estos objetivos,pero en cambio sí que logró ser el mayorhumanista de su tiempo. A menudo seolvida esta visión poliédrica del conoci-miento goethiano, esa búsqueda spino-ziana de una idea común para todo. Ycon frecuencia se ningunean sus indaga-ciones científicas, que se toman por pa-satiempos de diletante (por ejemplo, enla solapa de esta edición se anuncian“más de mil páginas de reflexiones so-bre arte y literatura”. ¿Y la ciencia?).

Un grave error porque éste tambiénes un libro para los amantes del pensa-miento científico. En él encontrarán aca-loradas discusiones sobre la óptica deNewton (hasta el extremo de que Goethellegó a creer que sería más recordado

por sus aportaciones a la física de la luzque por sus obras literarias); las polémi-cas sobre anatomía comparada entre Cu-vier y Saint-Hilaire (Goethe tomó posi-cion acertadamente a favor de este últi-mo); sus ideas sobre la ciencia y la vidacientífica (¡cómo le dolía que los científi-cos no reconociesen sus aportaciones!).Pero, sobre todo, lo que hay es mucha fi-losofía de la naturaleza, en la que Goe-the llegó a ser un fino visionario. Algu-nas ideas son precursoras del evolucio-nismo (su ensayo sobre la metamorfosisde las plantas), otras recuerdan a la teo-ría Gaia de Lovelock-Margulis: “A la tie-rra y su círculo de vapor me la imaginometafóricamente como si fuera unagran criatura viva sumida en una inspi-ración y espiración eternas”. Tambiénhay juicios inteligentes sobre científi-cos: “Aristóteles supo ver la naturalezamejor que cualquier moderno, pero seprecipitaba demasiado en sus opinio-nes. Con la naturaleza hay que procederdespacio y con indulgencia, si es quequeremos sonsacarle algo de prove-cho”. Pero la historia natural le sirve es-pecialmente para entender mejor elmundo en el que vive, aunque para ellotenga que dedicar no sólo una parteesencial de su tiempo, sino también mu-cho dinero: “Cada una de mis observa-ciones me cuesta una bolsa llena de oro;he tenido que invertir medio millón demi patrimonio privado para llegar aaprender lo que ahora sé: no sólo toda lafortuna de mi padre, sino también mispropios emolumentos y mis considera-bles ingresos literarios desde hace más

de cincuenta años (…). No obstante, sinlos esfuerzos que he realizado en lasciencias naturales, nunca habría conoci-do a los hombres tal como son”.

Y, sin embargo, es ese estudio de lanaturaleza el que le permite a Ecker-mann rectificar a su maestro. Una tardede septiembre de 1827, mientras pasea-ban por la montañas de Rosenberg, ungrupo de pájaros se posó en un seto:“Goethe me preguntó si serían alon-dras. ‘Mi querido y buen amigo’ pensé‘habrás estudiado la naturaleza como po-cos, pero en ornitología parece que si-gues siendo un niño’”. Eckermann eraun apasionado ornitólogo, y por prime-ra vez su voz se impone con orgullo:“Son escribanos y gorriones. Puede quetambién haya algunas currucas rezaga-das que, tras haber esperado la muda,han bajado de la espesura del Ettersberghacia los jardines y campos, preparán-dose para continuar su camino. Pero,desde luego, alondras no son. No es pro-pio de la naturaleza de la alondra posar-se en los setos. La alondra común vuelahacia lo alto o baja de nuevo al suelo, yen otoño suele atravesar los aires enbandada y puede que se pose en algúncampo de rastrojos, pero nunca se deten-drá en setos y matorrales”. Goethe lo mi-ra con sorpresa, lo interroga sobre la na-turaleza de los pájaros y, de repente, elmaestro es Eckermann y el aprendiz elautor de Fausto, y el texto se llena de cu-rrucas, alcotanes, oropéndolas..., hastallegar a las esplendidas páginas que de-dican a la historia natural del cuco.

Y es precisamente aquel interés com-

partido por los misterios de la naturale-za lo que robustece su amistad. Hablan-do de la naturaleza se establece un diálo-go de igual a igual: “Pero dígame –le pre-gunta Goethe– , ¿cómo hace el cuco parallevar su huevo al nido del chochín,cuando tiene una abertura tan pequeñaque él ni siquiera puede atravesarla nisentarse encima?” Y Eckermann contes-ta enseguida: “Deposita el huevo en al-gún lugar y lo introduce con el pico”. YGoethe sigue preguntando, admirado,

entusiasmado, animando al amigo a pro-seguir sus estudios naturalísticos.

Esta es la grandeza de Goethe, su infi-nita curiosidad. Por eso todo lo que nosremite a él es interesante. Si en los dia-rios de Eckermann encontramos aque-lla sugerente crónica cotidiana, en la co-rrespondencia con Meyer descubrimossu pasión por la pintura (¡también quisoser pintor!), en la de Reimer su forma-ción clásica, en la de Zelter su amor porla música. Nada le es ajeno. Siempre de-sea aprender. De la historia natural pa-sa a Newton y de éste a Mozart y Mendel-ssohn, a Dürer y Holbein, a Virgilio,Shakespeare y Molière. Ya lo decíaD'Ors: ¡Querríamos ser Goethe! Sí, sinduda, querríamos ser un hombre. |

personal de Rosa Sala Rose, la traduc-tora cuya erudición es además responsa-ble de las ilustraciones de referencia, delos detallados glosarios y de toda la bi-bliografía citada. Ella es, pues, la artífi-ce de la presente edición. ¿Responde és-ta a unas expectativas no necesariamen-te eruditas como las manifestadas alprincipio de mi comentario? La respues-ta obviamente no puede venir directa-mente de la lectura de Eckermann, ypor fuerza ha de ser ambigua. No se lee aGoethe (a su ingente obra poética y dra-mática) quizás porque su mesura laicis-ta e ilustrada –incluidos el desasosiegojuvenil de Werther y la desmesura sobretodo de la segunda parte de Fausto– sólopuede ser entendida como un cultismoelitista por parte de una sociedad fanáti-

camente populista, cada día más igno-rante de las claves de su continuum cul-tural, y regida por obsesiones naciona-les escasamente universalistas. Todo lomás nuestro paladar estaría dispuesto aafrontar la lectura de sus memorias ydiarios de juventud (al igual que las Con-versaciones de Eckermann) por unaequivocada sintonía con el registro pe-riodístico supuestamente más contempo-ráneo, que en el caso de Goethe (y en con-

secuencia también en el de Eckermann)sólo en apariencia ofrece una escrituramenos ambiciosa. Con lo cual creo quequeda respondida aquella mi segundapregunta: hoy más que nunca son opor-tunas las reflexiones goethianas trasla-dables a nuestro aquí y ahora (inclusocuando filtradas por la bondadosa retóri-ca de J. P. Eckermann). Bienvenidas,pues, estas Conversaciones, en sí mis-mas y porque pueden y deben incitar anuevas ediciones y lecturas de la obrade Goethe. |

“El ser humano es unacriatura oscura que no sabede dónde viene ni adóndeva, conoce muy poco delmundo y aún menos de símismo. Tampoco yo meconozco a mí mismo, ¡y queDios me guarde de ello!”(pag. 416)

“Esos tiempos (bárbaros) yahan llegado, y nos hallamosjusto en medio. Y es que:¿en qué consiste la barbariesino en ser incapaz dereconocer la excelencia?”(pag. 556)

“Además, ¿qué significa esode amar a la patria? (...)Cuando un escritor se haesforzado toda la vida (...)en ilustrar el espíritu de unpueblo (...) ¿cómo va aobrar aún máspatrióticamente?”(pag. 580)

“Es Mozart quien deberíahaber compuesto la músicadel Fausto.” (pag. 364)

El escritor y la ciencia

¡Querríamosser Goethe!

“Lo que nos hace libres noes nuestra negativa areconocer a nadie porencima de nosotros, sinoprecisamente el hecho derespetar lo que seasuperior.” (pag. 253)

“La mayor parte de lasnuevas creaciones no sonrománticas por nuevas, sinopor débiles, endebles yenfermas, mientras que loantiguo no es clásico porantiguo, sino por fuerte,fresco y sano.” (pag. 385)

Todo interesa alhombre Goethe,porque todo le ayuda aentender el mundoy a los hombres

Apasionantes,las ‘Conversaciones’se enriquecencon la lectura en clavede nuestro tiempo

‘Goethe en lacampiña romana’,de J.H.W.Tischbein (1786)

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“En el fonfo, todos somoscriaturas colectivas, (...) algoque mucha buena gente noacierta a comprender, por loque se pasa media vidatnateadon en la oscuridad ysoñando con ser original.”(pag. 861)

“La muerte es algo tan raroque, a pesar de lo que nosdice la experiencia, no laconsideramos posible enaquellos a quienesqueremos (...), es unimposible que se vuelve realde repente.” (pag. 809)

“La productividad máselevada, esa iluminaciónsignificativa (es) algoemparentado con lodemónico que, incontenible,hace con el hombre lo quele viene en gana y a lo queéste se abandona sinsaberlo.” (pag. 763)

“(Shakespeare) hace decir asus personajes lo queresulta adecuado, efectivo ybueno para cada escenaconcreta, sin preocuparsede calcular (...) si tal vezestas palabras podríanentrar en una contradicciónaparente.” (pag. 705)

02 Años más tarde, otro director italiano,Nanni Moretti, emprendió otra forma del‘Viaje a Italia’ en un filme basado también enla crónica cotidiana de sus experiencias. Setrata de ‘Caro diario’, un filme episódico quese inicia con un viaje en Vespa delprotagonista por las periferias romanas.Este viaje sin dirección culmina en la playade Ostia, donde asesinaron a Pasolini. AllíMoretti comprende que su posibleregeneración pasa por la comprensiónprofunda de los lugares del dolor

“Una cosa es segura: queen situaciones especialeslas antenas de nuestra almapueden ir más allá de susfronteras físicas, siéndoledado presagiar o, incluso,ver realmente ante sí sufuturo más próximo.”(pag. 736)

“Nada más peligroso para elteatro que (...) vivir en ladespreocupada certeza deque lo que se haya dejadode obtener en los ingresosde taquilla (...) le serárestituido desde alguna otrafuente.” (pag. 657)

03 En ‘¿Dónde está la casa de mi amigo?’Abbas Kiarostami creó uno de los paisajesmés fértiles del cine universal. Ese caminoen zig-zag en una loma fue una imagenperdurable, como una leve huella del pasopertinente de la humanidad. En dos filmesposteriores, ‘La vida continúa’ y ‘A través delos olivos’, Kiarostami volvió a este lugar derodaje que un terremoto había sacudido,preocupado por el destino de sus actores.Y el camino seguía allí, un paisaje creadopor el cine, convertido en espacio público

04 José Luis Guerin abordó el rodaje de ‘Enconstrucción’ como una exploración de lascapas de humanidad en un barrio sometidoa un proceso de transformación. Laconstrucción de un edificio es el arma pararenovar el paisaje humano de un barriodegradado. Pero el azar interviene y lasobras se detienen ante el descubrimiento deun cementerio romano que reúne a losvecinos de ahora con los del pasado. Comoen el viaje de Goethe, la revelación llegaante las tumbas: vivimos sobre los muertos

Goethe formalizó un argumento indiscutible para el cine, el del pacto por el poder, es decir elargumento de ‘Fausto’, que tanto ha influido en filmes de todas las épocas basados en persona-jes descomunales, más grandes que la vida. Pero existe otro argumento menos evidente, me-nos conocido, que se desarrolla sobre todo en los años del cine moderno y que sigue demos-trando una encomiable capacidad de engendrar singulares películas contemporáneas. Esteargumento es el del ‘Viaje a Italia’ o lo que es lo mismo, la indagación geográfica que emprendeun autor en busca de las raíces de su inspiración, como una forma necesaria de despojarse delo superfluo y poder así volver a empezar. Este retorno emocionante a los panteones del origen

marca, efectivamente, al cine moderno. Y podemos seguir su rastro en estas películas dondeun personaje, que normalmente representa al propio director, decide hurgar en la herida delpaisaje en busca de una revelación. Autores que comprenden que tras la cicatriz del dolor y dela muerte existe la esperanza de una nueva belleza. Goethe descubrió este aire de transforma-ción en las excavaciones de Pompeya y en otros lugares de Italia donde la gran ficción clásica,la de Homero, latía en la geografía de lo real. Este gesto de ir al encuentro del azar, de dejarsellevar por el sentido de lo inesperado, se hace sentir en los cineastas que emprenden unabúsqueda a través del paisaje, buscando el dolor, creando a partir de él. JORDI BALLÓ

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01 ‘Viaggio in Italia’ de Rossellini debemucho a Goethe, más alla de lo explícito deltítulo. Toda la película es como un carnet denotas de la relación entre Rossellini e IngridBergman, a través de la historia de la crisisde una pareja que atraviesa, con tensión, elpaisaje italiano. Como en Goethe, larevelación fundamental se produce en lasexcavaciones de Pompeya, ante eldescubrimiento de los cadáverescarbonizados, y conservados, de una parejaabrazada. Ahí nació el cine moderno

El argumento del ‘Viaje a Italia’