Glaciares en retroceso en Bolivia

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nforme de I coyuntura Nº 1 SEPTIEMBRE OCTUBRE 2013 A mayor calor, más agua perecedera y menos nieve. Una fórmula que expli- caría el impacto del cambio climático en los glaciares tropicales. El 20% de los cuales está en Bolivia, en la cordillera Real, y son fuente importante del líquido vital que consumen los habitantes de las comunidades y ciudades de su entorno. Las evidencias de este problema las recogen los cientícos a través de investigaciones y la constatan los habitantes de las comunidades aledañas a glaciares como el Con- doriri, el Illimani y el Samaja cuan- do ven que los cerros se tornan cada vez más negros. Así, mientras el glaciólogo boli- viano Edson Ramírez asegura que el nevado Condoriri pierde cada año entre 12 a 15 metros de su cobertu- ra blanca, lugareños como Efraín Mamani, comunario condorireño, tienen la impresión de que ese neva- do retrocede por año “al menos” 10 metros . Cientícos y comunarios, quizá más estos últimos, están preocu- pados por este retroceso evidente, pues a futuro conlleva a la falta de agua. Los cientícos quieren esta- blecer de cuánto será esa merma, datos que servirán para los tomado- res de decisión. En ese contexto, estas comuni- dades deben lidiar para tener agua para su consumo y producción agrí- cola y para la crianza de ganado camélido, pero a la par con la pér- dida (a largo plazo) de su actividad turística por la pérdida constante del atractivo para quienes gustan de escalar esos nevados. El retroceso de los glaciares se observa a nivel mundial en tasas de derretimiento bastante similares. Los cambios a nivel mundial, la recurrencia de los eventos de El Niño, modicaciones en las tasas de precipitación, hacen que haya este tipo de cambios. EL CONDORIRI PIERDE SU “CABEZA BLANCA” El gélido viento da la bienve- nida a los visitantes que llegan a las faldas del nevado Condoriri, ubicado en el municipio de Puca- rani, a tres horas de la ciudad de La Paz. Fausto Mamani -uno de los custodios del parque- sabe que la contaminación afecta al nevado, que sufre el impacto del cambio climático. Ante un inminente mundo más caliente, a Mamani le preocupa la situación porque ya sabe que a futuro no habrá agua, el líquido que ahora escurre constante por surcos pequeños que provienen del glaciar. “No tenemos agua a domicilio; y con el deshielo ya no va haber agua, no va a haber vida”, senten- cia. El custodio del Parque Nacional Tuni Condoriri cuenta que en la misma situación están sus vecinos de las comunidades Tuni, Palcoco, Litoral y Chuñavi. Producto de su observación coti- diana, Mamani calcula que cada año el nevado va retrocediendo unos 10 metros, es decir, que el suelo rocoso se extiende. “Cuando ya no esté la nevada, ya no va haber vida. Así yo lo estoy viendo”, reexiona y piensa que “tal vez es porque los que vienen (los turistas) contaminan mucho”, por eso recomienda a los grupos que visitan la zona no dejar basura. La región está rodeada de lagu- nas cristalinas, bofedales (humedal de altura, considerado como una pra- dera nativa poco extensa y con per- manente humedad) y fauna andina. En esa comunidad, sus 160 habitan- tes crían camélidos y cultivan papa. “Aquí hay bofedales para el ganado, y ‘nos criamos’ trucha”, describe Mamani. La trucha es vendida a los turistas que acampan en la zona. El Condoriri, al igual que otros de la cordillera Real, perdió en los últimos 50 años casi el 50% de su cobertura de nieve, según estu- dios realizados en el Instituto de Hidráulica e Hidrología (IHH) de la Universidad Mayor de San Andrés (Umsa). Es parte del reservorio de agua dulce, junto a los nevados de Tuni y el Huayna Potosí, que con- sumen las comunidades que están a sus faldas y los habitantes de las ciudades de La Paz y El Alto. Miriam Telma Jemio Glaciares en retroceso: se están agotando las reservas de agua dulce en Bolivia

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Informe de coyuntura de la revista Herencia (una publicación independiente sobre desarrollo sostenible). En el mismo se aborda el tema del retroceso de los glaciares tropicales bolivianos, los cuales son fuente de agua para comunidades y ciudades que se encuentran en sus inmediaciones.

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1 - Informe de Coyuntura Nº 1

nforme deIcoyuntura Nº 1 SEPTIEMBRE OCTUBRE 2013

A mayor calor, más agua perecedera y menos nieve. Una fórmula que expli-caría el impacto del

cambio climático en los glaciares tropicales. El 20% de los cuales está en Bolivia, en la cordillera Real, y son fuente importante del líquido vital que consumen los habitantes de las comunidades y ciudades de su entorno.

Las evidencias de este problema las recogen los científi cos a través de investigaciones y la constatan los habitantes de las comunidades aledañas a glaciares como el Con-doriri, el Illimani y el Samaja cuan-do ven que los cerros se tornan cada vez más negros.

Así, mientras el glaciólogo boli-viano Edson Ramírez asegura que el nevado Condoriri pierde cada año entre 12 a 15 metros de su cobertu-ra blanca, lugareños como Efraín Mamani, comunario condorireño, tienen la impresión de que ese neva-do retrocede por año “al menos” 10 metros .

Científi cos y comunarios, quizá más estos últimos, están preocu-pados por este retroceso evidente, pues a futuro conlleva a la falta de agua. Los científi cos quieren esta-blecer de cuánto será esa merma, datos que servirán para los tomado-res de decisión.

En ese contexto, estas comuni-dades deben lidiar para tener agua para su consumo y producción agrí-cola y para la crianza de ganado camélido, pero a la par con la pér-dida (a largo plazo) de su actividad turística por la pérdida constante del atractivo para quienes gustan de escalar esos nevados.

El retroceso de los glaciares se observa a nivel mundial en tasas de derretimiento bastante similares. Los cambios a nivel mundial, la recurrencia de los eventos de El Niño, modifi caciones en las tasas de precipitación, hacen que haya este tipo de cambios.

EL CONDORIRI PIERDESU “CABEZA BLANCA”El gélido viento da la bienve-

nida a los visitantes que llegan a

las faldas del nevado Condoriri, ubicado en el municipio de Puca-rani, a tres horas de la ciudad de La Paz. Fausto Mamani -uno de los custodios del parque- sabe que la contaminación afecta al nevado, que sufre el impacto del cambio climático.

Ante un inminente mundo más caliente, a Mamani le preocupa la situación porque ya sabe que a futuro no habrá agua, el líquido que ahora escurre constante por surcos pequeños que provienen del glaciar.

“No tenemos agua a domicilio; y con el deshielo ya no va haber agua, no va a haber vida”, senten-cia. El custodio del Parque Nacional Tuni Condoriri cuenta que en la misma situación están sus vecinos de las comunidades Tuni, Palcoco, Litoral y Chuñavi.

Producto de su observación coti-diana, Mamani calcula que cada año el nevado va retrocediendo unos 10 metros, es decir, que el suelo rocoso se extiende. “Cuando ya no esté la nevada, ya no va haber vida. Así yo lo estoy viendo”, refl exiona y

piensa que “tal vez es porque los que vienen (los turistas) contaminan mucho”, por eso recomienda a los grupos que visitan la zona no dejar basura.

La región está rodeada de lagu-nas cristalinas, bofedales (humedal de altura, considerado como una pra-dera nativa poco extensa y con per-manente humedad) y fauna andina. En esa comunidad, sus 160 habitan-tes crían camélidos y cultivan papa. “Aquí hay bofedales para el ganado, y ‘nos criamos’ trucha”, describe Mamani. La trucha es vendida a los turistas que acampan en la zona.

El Condoriri, al igual que otros de la cordillera Real, perdió en los últimos 50 años casi el 50% de su cobertura de nieve, según estu-dios realizados en el Instituto de Hidráulica e Hidrología (IHH) de la Universidad Mayor de San Andrés (Umsa). Es parte del reservorio de agua dulce, junto a los nevados de Tuni y el Huayna Potosí, que con-sumen las comunidades que están a sus faldas y los habitantes de las ciudades de La Paz y El Alto.

Miriam Telma Jemio

Glaciares en retroceso:se están agotando las reservasde agua dulce en Bolivia

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LA HELADA NO DEJA TUNIA media hora de Condoriri está la comunidad Tuni. La visitamos a inicios de septiembre. Allí, José Huanca Mamani, uno de los custo-dios de la represa y los equipos del proyecto que ejecutan la UMSA y la Coperación Internacional Japo-nesa (JICA), también se percató del cambio del clima.

“Estos días (de primavera) no deberían ser tan fríos, (pero) el hielo se ve en las pampas; está fuerte, debería ser menos porque ya es septiembre. (El clima) está lo contrario, al menos eso me pare-ce”, dice contundente el custodio.

En la percepción de Huanca, la ‘helada’ de este año ha sido más fuerte y prolongada, debía concluir a mediados de agosto, pero aún está presente en septiembre.

Los comunarios de Condoriri también hablan del clima. Para Hugo Poma Choque ahora “cual-quier rato” hay helada. Antes había una época específi ca, dice el joven de 20 años.

En tanto, Evaristo Vargas Laime (38) recuerda que cuan-do era niño la cabeza del cóndor (Condoriri) “era puro blanquito, ahora está apareciendo la roca”. Ha observado también que hasta

hace dos décadas había “mucha” nieve en junio y julio. Ésta alcan-zaba hasta un metro de espesor, ahora sólo llega a 20 ó 60 centí-metros, como sucedió este año que nevó poco. Comenta que “ahora, la ropa más rápido se seca”; hace menos frío.

De acuerdo al último inven-tario nacional realizado por el Programa Nacional de Cambio Climático (ahora Autoridad Plu-rinacional de la Madre Tierra), la cordillera Real en su conjunto -desde el Illampu hasta el Illimani- perdió 37,4% de superfi cie glaciar.

“En las últimas décadas, desde los años 70 esta tasa de derre-timiento se ha triplicado. No es normal, vemos que la aceleración de pérdida de volumen del glaciar se está incrementando”, explica el investigador Edson Ramírez.

Esto “preocupa mucho”, dice el glaciólogo, sobre cuánto va a afectar a la disponibilidad de agua. Si bien hay consenso en la comu-nidad científi ca acerda de que las fuentes de agua de las represas -como la de Tuni- no provienen únicamente de los glaciares, sino también de las lluvias, lo impor-tante ahora “es hacer una eva-luación de éstas”. Es en lo que precisamente trabaja el IHH con la

José Huanca Mamani, el custiodio de la represa Tuni.

Lo que sucede con los glaciares tropicales es la evidencia más visible del impacto del cambio climático. Y lo es más la extinción del Chacal-taya, el único glaciar monitoreado por los científi cos hasta su “muer-te”, afi rma Edson Ramírez. Por eso, los cambios registrados por los habitantes de comunidades aledañas a los nevados Condoriri, Sajama e Illimani son estudiados por científi cos bolivianos y extranjeros.

Los glaciares tropicales son importantes indicadores del cambio climático, sobre todo los que están por encima de los cuatro mil metros. Tienen un rol importante en la regulación del régimen hidro-lógico en casi todas las regiones andinas, en particular las sometidas a largos periodos secos, según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

La cordillera Real alberga a los nevados más importantes: Illima-ni, Mururata, Huayna Potosí e Illampu. También a los glaciares de la cuenca del Tuni y el Condoriri (que proveen parte del agua que se consumen en las ciudades de El Alto y La Paz) y los de Zongo, región donde se genera energía eléctrica para ambas urbes.

Los académicos coinciden en que hay un evidente aumento de la temperatura, cambios en los patrones de las lluvias y que los eventos extremos son más frecuentes y severos, como las sequías y las inun-daciones.

Uno de los estudios realizados por el Instituto Francés de Investi-gación para el Desarrollo (IRD), da cuenta que en 1975 había 376 gla-ciares en la cordillera Real; en 2006 quedaban 129. “Esto representa la pérdida del 48% de los glaciares, una superfi cie de 34 kilómetros cuadrados”, explica Alvaro Soruco, uno de los investigadores del estudio plasmado en la publicación “Declinación de los glaciares de la Cordillera Real de Bolivia entre 1963 y 2006”.

La investigación de Soruco abarcó los recursos hídricos que pro-vienen de esos heleros. Estableció que en época húmeda los glaciares Condoriri, de la cuenca del Tuni, Milluni, Hampaturi e Incachaca, por ejemplo, aportan con el 12% del agua potable que se consume en las ciudades de La Paz y El Alto. Y con el 27% en período seco.

Por tanto, si desaparecerían habría un défi cit de agua de hasta 12% al año; 9% en época húmeda y hasta de 25% en tiempo seco.

En otro estudio, el glaciólogo Edson Ramírez determinó que entre 1956 y 2009, los nevados de la cuenca del Tuni -donde se encuentra el Pequeño Janphumayo- perdieron el 62% de su cobertura blanca mientras el Condoriri se vio afectado en un 49%.

Los bofedales en la comunidad Condoriri.

La evidencia científi ca

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¿A qué se enfrentará Bolivia si sube más la temperatura prome-dio? Es lo que buscan responder los investigadores Dirk Hoffmann y Cecilia Requena con el fi n de dar una señal de alerta temprana.

Su estudio, plasmado en el libro “Bolivia en un mundo 4 gra-dos más caliente. Escenarios socio-políticos ante el cambio climático para los años 2030 y 2060 en el altiplano norte”, estableció que el aumento de temperaturas a gran-des altitudes en Los Andes será dos veces mayor que el aumento en altitudes menores.

Mediante modelos matemáti-cos que simulan las temperaturas, plantean escenarios posibles para el 2030 y el 2060. Para un escenario conservador en el 2030: la tempe-ratura global habrá subido en 1,5 grados centígrados y en esta región lo habrá hecho entre los 2,5 a 4,5 grados centígrados.

Esto implicaría una reducción signifi cativa de cuerpos de agua y humedales, las épocas de lluvias serán más cortas e intensas, con vientos extremos y con sequías e inundaciones, tormentas, granizadas y heladas. En ese contexto, el retroceso de los glaciares será mayor a 50% y los menores habrán desaparecido, según estos investigadores.

El otro escenario es para el año 2060 (el tiempo de las siguientes generaciones). Ante un aumento de la temperatura global de 2,3 gra-dos centígrados, en Bolivia será de entre 4 y 7 grados. Esto provocaría la transformación de la puna semi-húmeda a puna semi-árida, un descenso marcado del lago Titicaca y la desaparición de otros cuerpos de agua pequeños. Además de una sequía aguda y la pérdida casi total de glaciares.

En ese contexto, Alexandra Moreira, miembro del equipo boli-viano de negociadores ante la Convención de Cambio Climático de ONU, remarca que es importante que países como Bolivia trabajen con planes de adaptación y resiliencia, en base a datos confi ables sobre las posibles pérdidas en capital, infraestructura, seguridad ali-mentaria, intercambio comercial y de recursos naturales de cada país.

Uno de los puntos importantes de la adaptación es mejorar la ges-tión de alerta temprana de desastres naturales o climáticos, pero también aquellas áreas que combinen los objetivos de mitigación y adaptación a partir de adaptarse a los cambios en la base de recursos energéticos, desarrollar sinergias entre conserva-ción, adaptación y mitigación para proteger los bosques.

Los científi cos señalan que los aumentos signifi cativos de tempera-tura y los cambios en los patrones de las lluvias también afectarán a los bofedales (conocidos también como humedales altoandinos) impactando

en la disponibilidad de agua para consumo humano y para el riego, como en el caso del Illimani.

“Una de las estrategias vitales para este ecosistema es la conser-vación de los bofedales con cuya agua riegan sus cultivos (los comu-narios de Pinaya). Los bofedales son como esponjas que absorben el agua, es de vital importancia conservarlos”, remarcó la activista Carmen Capriles, durante su visita a este nevado.

Precisamente en ese tema está trabajando Agua Sustentable, enti-dad que lleva varios años en esa región y ha centrado sus proyectos en estudiar las potencialidades y amenazas a los bofedales de la zona.

El ministerio de Medio Ambiente, a través del Programa Nacional de Cambios Climáticos (entidad en transición enmarcada en la Ley de la Madre Tierra) trabaja en el “Plan de adaptación al cambio climático en el Parque Nacional Sajama”, donde vive Justo Pacaje.

El ministro de Medio Ambiente y Agua, José Antonio Zamora, reconoció (en una reciente presentación de estudios sobre la temáti-ca del PNUD) que la “falta de agua será la expresión más dura del cambio climático”, razón por la que esa cartera de Estado trabaja para encontrar soluciones creativas como son la “cosecha de agua”, o el desarrollo de investigaciones sobre el tema de adaptación a nivel municipal y comunal para generar conocimiento que pueda ser repli-cado en el país y así disminuir la vulnerabilidad.

Bolivia, cuatro grados más caliente

Cooperación Japonesa (Jica) desde el 2010.

EL SAJAMA CON POCA NIEVEAlgo similar se observa en el Saja-ma, el coloso del Parque Nacional del mismo nombre. “A la vista se ve que nuestro nevado es poco. Y las precipitaciones no son tan normales. Para mí ha bajado (la lluvia), los ríos se están secando. Es un problema que ya se palpa”, expresa Julio Pacaje, presidente de la junta de vecinos de la comuni-dad Lagunas de esa área protegi-da, quien participó en el Simposio sobre Cambio Climático organiza-do este año en La Paz por la ONG Agua Sustentable.

En esa región -del departamen-to de Oruro, en la frontera con Chile- viven 2.500 personas agru-padas en cinco comunidades cuyo

principal ingreso es el turismo que genera el parque, además de la crianza de camélidos y el aprove-chamiento de la fi bra de vicuña, especie recuperada del peligro de extinción.

Por eso les inquieta la pérdida de la cobertura blanca del Sajama. “Toda vegetación necesita agua. Ya no va haber bofedales y pajo-nales” si desaparece el nevado, lamenta Pacaje, quien se percató de que la temperatura subió en su región. “En verano, en noviembre y diciembre se ve poca nevada. Y una montaña sin nevada ya no es atractiva para los turistas”, dice.

Según el comunario sajameño, el invierno empezaba a mediados de abril, ahora lo hace a fi nales de mayo; además, el tiempo de helada duraba de abril a julio, pero ahora se redujo a sólo dos meses, a junio y julio.

“Sin agua no se hace nada”, sentencia Pacaje. Por ello, espe-ran que el Gobierno ejecute algún proyecto concreto para afrontar el problema.

Y le preocupa más porque Chile, el vecino más próximo de Sajama, aprovecha las aguas del río Lauca. “En la frontera, Chile aprovecha eso desde los años ’60 sabiendo que esto (la carencia de agua) pasaría. La mitad del río Lauca aprovechan por todo (lugar por donde pasa): en la hidroeléc-trica, la agricultura, los regadíos y agua potable. En Bolivia está así no más (el río)”, dice.

BOFEDALES EN EL ILLIMANIEn junio pasado, activistas de Reac-ción Climática llegaron hasta la comunidad Pinaya, ubicada en el municipio de Palca (La Paz), bajo

la consiga “¡Alerta 400! Excursión al Illimani; ven y crea conciencia!”.

Esto debido a que el 10 de mayo, el centro de monitoreo Mauna Loa de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos registró 400 partes por millón de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera, máximo histórico de este gas de efecto invernadero (GEI). Esto supone un problema porque a más GEI en la atmósfera más se calien-ta el planeta y agudizan los proble-mas el cambio climático.

En Pinaya, actualmente, hay “bastante agua” proveniente del nevado, según Justa Mamani, comunaria del lugar a quien encon-tramos pelando la tunta recién con-vertida.

Si bien esto favorece el riego de sus cultivos es también motivo de

NIños de la comunidad Pinaya, en faldas del nevado Illimani.

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Proyecto Grande:glaciares y abastecimiento de agua

preocupación, como lo denunció en Cancún (México) su vecino de la comunidad Kaphi, Seferi-no Cortez Bilbao, en la cumbre climática de la ONU realizada el 2010: “El hielo ha disminuido y el agua que baja del Illimani aumentó mucho por el deshielo. Si esto sigue va a desaparecer el nevado”.

Para Carmen Capriles, miem-bro del colectivo Reacción Climá-tica, esto es un motivo de preocu-pación más cuando las investiga-ciones confi rman que el cambio climático provocó la pérdida de entre el 30% a 40% del nevado en los últimos 50 años.

MAYOR TEMPERATURASegún estudios científi cos hechos en el país, la temperatura prome-dio de Bolivia subió un grado. Mientras, a nivel internacional se realizan negociaciones para reducir los GEI en niveles que garanticen que la temperatura del planeta no suba más de dos grados del promedio que mantuvo hasta antes de la era industrial.

Pese a ello, los científi cos creen que es inevitable que hasta el 2100 la temperatura se eleve en más de cuatro grados, con secue-las imprevisibles y hasta desco-nocidas.

En su libro “Bolivia en un mundo 4 grados más caliente”, los investigadores Dirk Hoffmann y Cecilia Requena plantean escena-rios negativos para el país, tanto para el 2030 como para el 2060.

En junio pasado, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), durante la presentación de estudios, remarcó que “Bolivia es un país altamente vulnerable al cambio climático” y que es inminente que la tempera-tura promedio subirá, incluso, seis grados más hasta el 2100.

Ante este panorama, diversas instituciones públicas y privadas ejecutan proyectos que coadyuven a la adaptación a esos escenarios. Agua Sustentable, por ejemplo, trabaja en la conservación de bofe-dales en comunidades del Illiman. El Ministerio de Medio Ambiente y Agua ejecuta, entre otros, un Plan de Adaptación en el Sajama.

Enfrentar los escenarios plan-teados por los científi cos deman-dan la inversión de fuertes sumas de dinero para la construcción de infraestructuras por ejemplo. En países como Bolivia apenas se comenzó con el proceso de adap-tación al cambio climático.

Un grupo de científi cos boli-vianos y japoneses estudia, desde el 2010, el impacto del retroceso de los glaciares que alimentan las cuencas Condoriri, Tuni y Huayna Potosí en la disponibilidad de agua para las ciudades de La Paz y El Alto.

En ese marco, a través del Proyecto Grande que cuenta con el apoyo de la Cooperación Inter-nacional del Japón (JICA), insta-laron equipos de monitoreo en los nevados Condoriri, pequeño Alpamayu (en la cuenca del Tuni) y el Huayna Potosí para medir las variables meteorológicas tales como la precipitación, tempera-tura, vientos, humedad relativa, radiación y caudales de aporte de agua de esos glaciares.

A la par, buscan conocer la calidad del agua de la región. “Nos interesa estudiar la dinámi-ca del agua dentro del ciclo hidrológico, sobre la cantidad y calidad, y los impactos del clima sobre este tipo de ecosistemas”, puntualiza el glaciólo-go Edson Ramírez, del Instituto de Hidraúlica e Hidrología de la Universidad Mayor de San Andrés ( UMSA).

La ejecución del proyecto, que concluirá el 2015, se realiza a través de cinco equipos que reali-zan estudios de glaciología, de escurrimiento super-fi cial, erosión hídrica y sedimento, y de calidad de aguas; estos equipos proporcionan información al componente de Gestión de Recursos Hídricos. El proyecto incluye también la formación de especia-listas bolivianos en Japón.

El programa glaciológico en Bolivia desarrolla investigaciones desde los años 90, el Instituto de Hidráulica e Hidrología, al cual pertenece Ramí-rez, ha estado involucrado en los mismos logrando formar al primer equipo de investigadores en este campo. Esto permite que ahora, dice el glaciólo-go, en el Proyecto Grande se fusione el avance tecnológico de Japón con el avance científi co y la experiencia de los investigadores bolivianos, que también pertenecen al Instituto de Ingeniería Sani-taria y Química de la UMSA.

En una visita realizada en septiembre, se cono-ció la estación meteorológica automática que tiene el proyecto en la comunidad Tuni, donde se encuentra la represa del mismo nombre. La misma mide las variables del clima, la precipitación (lluvia) temperatura, la velocidad e intensidad del viento, la humedad y la radiación. Ramírez dice que esos datos alimentan los modelos de simulación.

Para esta investigación cuentan con un escáner láser terrestre, con el cual realizan mediciones mensuales en los nevados. Según explicación de los científi cos, con él generan un modelo digital del terreno que permite conocer el volumen.

“Se mide la superfi cie del glaciar, y podemos ver cuáles son las pérdidas en espesor, en volumen”, señala Ramírez. Así se estableció que del 2011 al 2012 el frente del glaciar Condoriri retrocedió (per-dió cobertura de nieve) entre 12 a 15 metros. En la parte frontal, registra una pérdida de casi tres metros de espesor y de seis en los bordes.

A decir del científi co, el retroceso en la parte frontal del glaciar es una pérdida defi nitiva. “Sólo hemos visto pérdidas, son balances negativos; por lo tanto, siempre va a repercutir en un derretimiento del glaciar que retrocede la parte frontal, la llamada “la lengua del glaciar”.

Al perder masa, el glaciar aumenta el caudal de agua, lo cual no será permanente, “llegará un momento en que empezará a bajar”, dice Ramírez.

En Japón están concluyendo los modelos de simulación con profesionales bolivianos que se especializan en ese país. Se sabe que pronto empezarán a validarlos para ser entregados como herramientas de planifi cación a las autoridades del sector. Ramírez espera que cuando los modelos estén calibrados se podrá ver cómo en las próximas décadas se verá afectada la gestión del agua.

En estos momentos hay bastante incertidumbre, dice Ramírez, pues hay modelos con estimaciones muy críticas y también conservadores, con una gama amplia para no subestimar ni sobreestimar el tema.

En el caso de la temperatura, hay un consenso en los modelos científi cos en que se está incremen-tando. Se estima que a fi nales de este siglo podría llegar a 5 grados esa elevación, “lo cual es dramá-tico”, dice el glaciológo, por eso considera que se debe evaluar escenarios con aumento de tempe-ratura y baja precipitación, por ejemplo, porque es incierto con que frencuencia se presentantarán eventos de El Niño a futuro.

Los investigadores del IHH que trabajan en el Proyecto Grande, Nestor Funes (iz) y Edson Ramirez (centro), junto a la coordinadora Yuko Okamura (der.)